Escribir para Sanar, Entrevista A Silvia Adela Kohan

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Terapia de escritura

En ‘Escribir para sanar’, la escritora y especialista en técnicas narrativas, Silvia Adela


Kohan, comparte 135 ejercicios de iniciación en la escritura terapéutica. Lecciones
inspiradoras para superar las inseguridades a través de la palabra escrita.

Por L. C. Bermeo Gamboa


Reportero de El País

Honoré de Balzac escribió una vez a un amigo: “la vie si dure” (qué vida tan dura). Una
infancia solitaria y la indiferencia de su madre hicieron de él un hombre inestable cuyo
único refugio fueron la lectura y después, la escritura. Por eso su gran proyecto narrativo: la
Comedia Humana, que consta de 94 novelas, es donde Balzac enfrentó cada uno de sus
miedos, traumas y debilidades como ser humano. La escritura fue su terapia para
fortalecerse y lograr convertirse en el genio literario más prolífico del siglo XIX.

El caso de Balzac no es único, puesto que la escritura siempre ha sido una forma de
autoconocimiento y crecimiento personal, antes y después, otros escritores han logrado
asimilar de esta forma sus tragedias personales y sucesos catastróficos. En Colombia, uno
de ellos ha sido Héctor Abad Faciolince cuya novela ‘El olvido que seremos’ es uno de los
testimonios más bellos de cómo la escritura ayuda a enfrentar la pérdida de un ser amado en
circunstancias violentas y, al mismo tiempo, deshacerse con arte de todo el odio sentido
hacia los culpables.

La escritora argentina Silvia Adela Kohan, radicada en Barcelona, se ha dedicado por más
de 30 años a enseñar escritura creativa con un enfoque terapéutico. De hecho, ha publicado
cerca de 50 guías sobre todos los aspectos que alguien debe saber para dominar el arte de
escribir: cómo hacer diálogos, qué es la ficción y la autoficción, técnicas narrativas,
construir personajes, recursos de estilo y muchos más. En América Latina y España, si
algún interesado busca manuales de escritura, seguramente se encontrará con Silvia Adela
Kohan.

Aunque también es una escritora de ficción, así lo comprueban su novela ‘Un año de mi
vida’ (2006) y algunos cuentos publicados en revistas, uno de ellos ganador del Premio
Juan Rulfo en 1998; Kohan es una reconocida filóloga de la Universidad de Buenos Aires,
donde recibió clases de Borges y Noé Jitrik. Fue allí donde junto a otros investigadores
fundó el Taller de Escritura Grafein —“Yo escribo”, en griego, una lengua que ella domina
—, pionero en el desarrollo de técnicas de escritura basadas en el psicoanálisis.

Con este enfoque terapéutico Silvia Adela Kohan empezó a dirigir talleres personalizados
para “escribir la vida”, ya que al igual que Balzac, todos tienen algún miedo, trauma o
debilidad que por muy pequeño, desea superar. Para todos, incluso si no quiere convertirse
en escritor, Kohan escribió su libro ‘Escribir para sanar’, un compendio de 135 ejercicios
“probados como un itinerario eficaz para tu viaje interior”, afirma la autora, que se basó en
su propia experiencia y las de alumnos con quienes ha trabajado.

—¿Cómo ha pasado el tiempo de la pandemia?


Vivo en Barcelona y en el tiempo de aislamiento (que ahora parece que vuelve), acabé dos
libros (además de Escribir para sanar), coordiné por zoom talleres (narrativa terapéutica, el
camino del poeta, un viaje por uno mismo), participé en coloquios, bailaba también por
zoom con mis tres hijas que están en distintos lugares geográficos. Y avancé, al fin, en mi
libro de vida. Creo que los meses de confinamiento han servido para que muchos se
replanteasen el sentido de su vida y escribiendo podemos llegar a descubrir el deseo más
auténtico.

—¿Cómo descubrió su vocación literaria?

Escribo desde la infancia, tenía unos padres muy exigentes, entonces me refugiaba debajo
de la mesa o tras los cortinados y me inventaba personajes: ponía en boca de un personaje
lo que no me atrevía a expresar. Más adelante, escribí para recuperar las palabras de mi
madre, las que le escuché y las que me hubiera gustado escucharle decir. Cuando
comprendí que era mi vocación, leía entre líneas e imitaba a cada escritor o escritora que
me motivaba, Julio Cortázar y Marguerite Duras especialmente.

—¿Qué la motivó a escribir libros para enseñar escritura?

Fue Borges, al que tuve como profesor, el que me transmitió la pasión por el lenguaje y que
importaba más el cómo se dice que el qué se dice, de modo que al leer trataba de descubrir
la cocina, los mimbres de ese texto. Poco después, en la Universidad de Buenos Aires, Noé
Jitrik me reforzó esta práctica, nos propuso a un grupo -al que llamamos Grafein- crear el
método del Taller de Escritura, que introduje en España. Incluía las consignas que se
planteaban durante la reunión, limitando el tiempo a x minutos y hacíamos comentarios
posteriores que ayudaran a los talleristas a ver los aspectos esenciales de los textos. Al
notar el entusiasmo de los participantes y sus progresos empecé a tomar notas,
estudiábamos las técnicas a fondo desde perspectivas diversas, me entusiasmaba yo
también y esas notas se convirtieron en libros, unos cincuenta… Así llegué a darme cuenta
que escribir era muy beneficioso y ‘Escribir para sanar’ es un método con 30 capítulos y
135 ejercicios inspiradores para emprender un viaje interior, en dos direcciones: una, saber
más de ti y transformar tus demonios en ayudantes; otra, aprovechar lo vivido en la
creación literaria.

—Usted también es escritora de ficción, ¿qué diferencias encuentra entre escribir para
enseñar y escribir ficciones?

Escribir ficciones me permite darme cuenta de las estrategias que después transmito en los
libros. Siempre les digo a los profesores de Lengua: “Quien no ha escrito antes, no puede
enseñar a escribir”. De hecho, hace muchos años, a pedido de mis alumnos escribí una de
mis novelas con un apéndice en el que cuento paso a paso el proceso de la elaboración, y
muchos me dijeron que ese apéndice les ampliaba la historia de la novela. Fue un ejercicio
muy placentero. Actualmente, me gusta mucho la autoficción, toda ficción forma parte
directa o indirectamente de la autobiografía del autor o la autora.

—¿Cómo descubrió que la escritura terapéutica era posible?


Yo diría que toda la escritura es terapéutica de alguna manera. Lo que descubrí fueron sus
secretos y sus claves, la práctica más reveladora, la que alivia, el autoconocimiento, el
encuentro con el yo… Por eso mi primera novela fue producto de algo que no quería
aceptar y aún permanece guardada en una estantería. Qué más terapéutico que eso. Todavía
no me he atrevido a releerla. Antes, como casi todo el mundo, empecé escribiendo un
diario, y ya se sabe que los diarios son interlocutores valiosos que además te permiten dejar
registrado lo que de otro modo se perdería, y te dan respuestas.

A mis 15 años, iba por la vida como un pájaro herido y la escritura era mi mejor
compañera, así que escribir significó para mí el lugar de la rebeldía y donde entendía mis
problemas, los aceptaba y los transformaba: terapia pura. Entonces, traté de destapar lo que
mi familia ocultaba, algo bastante común en esa generación y así supe que ellos tapaban sus
propios miedos, e imaginé que serían mucho más oscuros que los míos.

—¿Cómo descubrió estas técnicas de sanación literaria?

Nacieron de mi propio proceso, en su mayoría, y de mi interpretación de diversas lecturas.


Muy acertada la idea de “sanación literaria”. Para mí funciona como bálsamo durante y
después del problema. Es reflexión: escribes y comprendes los porqués. Es magia: te ofrece
una nueva percepción de tu propia vida, te da las claves para modificar conductas. En suma,
pasas del desconcierto a la alegría.

Llega un momento en que, si uno escribe a diario, se activa la creatividad, de modo que
sigo inventando a cada momento nuevas técnicas y adapto los ejercicios a las necesidades
de cada alumno. Me emociona comprobar los progresos y los cambios.

Por otra parte, comprobé que las imágenes que a uno le llegan y que tratas de espantarlas
como se espanta una mosca, solo se van cuando te atreves a indagarlas en un libro. Parto
de la idea de que para escribir como terapia o como ficción no se puede ser cobarde.

—¿Qué relación tiene su metodología de escritura con el psicoanálisis?

En principio, igual que el psicoanálisis es una inversión a largo plazo. O sea que la
finalidad es la misma, curarse, ir al encuentro de uno mismo, saber cuál es la voz propia. A
medida que escribes, los pensamientos se enlazan con la emoción y algo cambia en la vida
del sujeto. Que alguien cuente el drama que vive y unos párrafos más adelante se encuentre
con una idea que no se le había ocurrido antes y que lo aleja cada vez más de su malestar
parece un milagro.

Del psicoanálisis, proviene el acto de tirar del hilo del texto, de leer entre líneas, para hacer
el viaje de lo que no se sabe o no se alcanza a la revelación. Y el hecho de que partiendo de
la nada o de una minucia se produce el descubrimiento.

Últimamente, Marta Groisman, una amiga psicoanalista que leyó ‘Escribir para sanar’, me
dijo que “encontraba en mi método una semejanza con lo que provoca la sesión terapéutica,
en la que aparece algo que abre la comprensión a lo no dicho, a lo callado, que permite
profundizar en ese síntoma y comprender el problema desde esa otra dimensión”.

—¿Qué escritores conoce que hayan escrito para sanar?

Muchos. Dostoievski pudo superar la muerte de su padre con ‘Crimen y castigo’.


Escribiendo ‘Funes el memorioso’, Borges superó su insomnio. Isabel Allende alivió su
dolor por la muerte de su hija al escribir ‘Paula’... Sue Grafton, cuando se divorció de su
marido en circunstancias complicadas, hizo algo que ella misma aconsejaba «a todo aquel
que tenga ganas de asesinar a alguien»: escribir una novela donde hacer realidad sus más
oscuros deseos, en ese caso fue ‘A de adulterio’. Y, tras superar una anorexia que casi
acabó con su vida a los diecisiete años, Amélie Nothomb empezó a escribir para intentar
entender de qué iba todo eso. No ha parado, dice: «Solo dejé de escribir un domingo por la
mañana y fue el peor día de mi vida».

—En toda su experiencia como maestra de escritura creativa, ¿cuáles son los principales
miedos que tienen las personas para escribir?

Entre otras muchas prácticas, cada persona tiene su propio miedo y no concibo un taller si
no es personalizado, les sugiero que hablen del miedo como si fuera un personaje (no sobre
el miedo), que partan de una minucia asociada con ese miedo, teniendo en cuenta que lo
esencial suele arrancar de algo mínimo, aparentemente insignificante: un gesto, un objeto,
un lugar, una frase o incluso una palabra dicha por alguien conocido o desconocido que
mueva algún sentimiento y así descubren nuevos ángulos desde donde enfocar su miedo y
hasta las ventajas que les aporta y cómo apartarlo del centro de su existencia.

—Existe un prejuicio, repetido incluso por algunos escritores, acerca de que nadie puede
enseñar a escribir bien, ¿cuál es su opinión al respecto?

No se trata de enseñar a escribir bien, para eso no hay recetas, sino de conocer las mejores
condiciones para lograrlo y, sobre todo, de conocer los aspectos y las mejores herramientas
para revisar el primer borrador y reescribir lo que sea necesario.

—Entonces, ¿por qué este es un libro para todas las personas, no solo para quienes deseen
ser escritores?

Son muchas las maneras que adopta la escritura y todas son válidas: una lista de palabras,
un mail, una novela rosa o negra, un artículo, una nota en la nevera, una carta al padre o a la
madre, a los hijos, a un interlocutor imaginario… abren las compuertas de tus zonas
privadas a las que de otro modo no llegarías y pone en movimiento las zonas dormidas.
Unos toman nota de sus vivencias y sus reflexiones, otros escriben para comunicar a un
lector. En el primer caso, la escritura como espacio para el beneficio personal; en el otro,
como territorio de la creación literaria (he comprobado que trabajando la escritura para el
autoconocimiento, se alcanza la voz propia). Para ello, publiqué varios libros sobre el tema:
Escribir sobre uno mismo, La escritura terapéutica, La escritura como búsqueda en ALBA
editorial, y ahora este último, que son útiles para uno mismo o como pasaje hacia la
creación literaria.
—¿Por qué, como usted afirma, este libro puede ayudar a “vivir mejor”? Podría contarnos
de algunos casos de personas que han logrado mejorar su calidad de vida mediante la
escritura.

Lo he planteado como un viaje interior personal con varias paradas diferentes. Se puede
iniciar a leer y trabajar por el capítulo que más te llame la atención. Cada uno contiene un
conjunto de ejercicios formulados para después leer entre líneas los resultados y sacar
conclusiones, generar ideas estimulantes, y sentirse bien. Es impresionante lo que cada
persona confiesa haber obtenido tras la práctica. Es que al escribir, circulan las ideas y se
reacomodan los pensamientos, tanto si lo haces para ti como para la creación literaria: este
libro va dirigido en estas dos direcciones. A diferencia de la conversación, la escritura te
permite “ver” el conflicto desde otro ángulo. De este modo no se instala en el cuerpo, por
eso Y de allí al alivio hay un paso.

Tengo cientos de testimonios directos de mis alumnos de los talleres online y de lectores
que me cuentan qué les pasó con este libro, unos fragmentos: “Reconozco que plasmar por
escrito lo que tantas veces he pensado, me supone una especie de alivio, me aporta
tranquilidad. Más tarde releyendo el texto se me fijan y aclaran los pensamientos”. “A
medida que escribía sobre el problema, se deshacía el nudo del estómago y las palabras
fluían más ágiles”. “Reconozco que plasmar por escrito lo que tantas veces he pensado me
aporta tranquilidad”.

—Para algunos escritores la creación literaria resulta dolorosa, pero cuando terminan es
liberador, ¿qué opina de esta perspectiva de la escritura?

Alguien decía que escribir es una condena, pero salva. Y sí.


A la larga, te permite entender y recolocar lo que en algún momento consideraste negativo.
Así lo dice Margurite Duras y eso es algo que aprendí de ella: “No habría sido posible
escribir lo que escribí portándome bien. Cada libro me hizo más fuerte.”Y agrega: “Escribir
es aullar sin ruido; confesar y así borrar huellas”. Se enfrentaba a sus demonios y los
dejaba en las páginas que escribía. «Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la
hechizaba. Lo he hecho. La escritura nunca me ha abandonado». Y así alcanzó lo mejor de
sí misma: edificó un universo literario único que la hizo dichosa a pesar del dolor.

—En su libro también aborda las excusas con que normalmente se justifica no dedicar
tiempo a la escritura, ¿qué hace falta para escribir sin excusas?

Se suele comprobar que las excusas son candados para no dejar salir a los fantasmas que
nos habitan. Es común que una persona tenga el deseo y pasen meses e incluso años que
sigan con el deseo a cuestas y que escriban únicamente en el taller incentivados porque
cada ejercicio tiene la limitación de tiempo y cuentan con interlocutores

—Sucede con frecuencia que muchos ni siquiera llegan a escribir, frenados por su propio
pudor, ¿por qué considera que el pudor limita los deseos de escribir? ¿Qué estrategias
encontró usted para superar el pudor a la escritura?
A menudo digo que discreción no es represión y que existen estrategias para disfrazar un
asunto que nos generan pudor, pero que el pudor impide que asome la verdad emocional y,
en consecuencia, la voz propia, eso que comúnmente llamamos estilo. Les diría que se
pregunten qué hubiera sido de Kafka o de Nabokov o de Capote o de Marguerite Duras,
entre tantos otros, si se hubieran dejado dominar por el pudor.

Entonces, que escriban de modo espontáneo lo que surge del corazón y no de la mente. En
esta etapa, no dejar que aparezca el censor ni compararse con otros o creer que no tienes el
don. Después disfrazarán lo que deseen.

En el segundo capítulo de este libro escribí una frase que sintetiza el objetivo que se puede
alcanzar venciendo el pudor, con la práctica que propongo: Tal vez la verdadera libertad
llega cuando somos capaces de renunciar a lo que somos en favor de lo que podemos llegar
a ser…

—¿Cuál es el papel de la lectura en su metodología, también puede ayudar a sanar y por


qué es necesaria para escribir mejor?

La lectura constituye el mejor taller de escritura, es imprescindible, no se escribe de la


nada, el lenguaje es un hecho social. “Imitar a tu manera” un texto de un escritor que te
atrape es un valioso modo de sacar a la luz el libro que ya existe en ti, como decía Proust.
Se trata de “copiar” a los mejores para innovar

Así como los pintores son copistas, también para los escritores es beneficioso “copiar”. He
podido comprobar que todos los “maestros” han partido de aquellos a quienes admiraban.
Pronto saldrá otro libro mío en el que doy pautas para ello.

—¿Escribir y cuando es sobre la propia vida, es necesariamente para publicar? ¿Sí o no, por
qué? ¿Cómo distinguir cuándo lo escrito puede ser leído por otros?

No: cuando es pura catarsis, la escritura del diario íntimo raramente es publicable porque se
dirige a uno mismo y el manejo de la información es insuficiente o demasiado explícito. No
se recurre al dato escondido. Cuando la información no se ordena como para sugerir algo
no dicho. Cuando se explica en lugar de contar.

Sí: Cuando se le cuenta la vida a un interlocutor imaginario. Cuando se advierten las


trampas de la memoria y del lenguaje. Cuando no te dispersas entre los múltiples apuntes
sueltos de tu biografía, sino que estableces un orden, una jerarquía entre los nudos, teniendo
en cuenta que debes ordenar esos apuntes con una intención, desde una mirada y para un
lector.

—¿Según su experiencia cuáles son los errores más comunes que cometen las personas
cuando quieren ser escritores?

Tomar el primer borrador como un texto definitivo y tener ansiedad por publicar. No
dominar la puntuación que, como dijo Cortázar es la respiración del lenguaje. No investigar
las técnicas esenciales y desconocer su propia voz. Y un largo etcétera. Uno de mis libros
se titula Los 65 errores más frecuentes del escritor en el que propongo una campaña contra
los tópicos; no solo los tópicos de la pluma, sino los tópicos de la mente y los tópicos del
corazón, como dijo Martin Amis y la modificación. De distintos aspectos o de la novela
entera, aunque la pasión con la que hayamos escrito cada palabra nos haga resistir a
cambiar nada. Escribir para publicar es en buena medida reescribir.

—¿De qué modo piensa que la escritura puede ayudar a las personas durante este tiempo de
pandemia?

Todos deberíamos escribir. Precisamente, es una buena oportunidad para probar cada uno a
su ritmo y según sus necesidades. Tal vez no hacerlo a full, como Pedro Almodóvar, el
director de cine, que dice que se pasó esos meses escribiendo todo el tiempo y se sintió
feliz, pero sí una hora o más cada día, como propongo en mi último libro de RBA, Escribir
en 21 días, que pueden ser 66 días o siempre, sea para lo que sea, es crearse la posibilidad
de vivir otra vida en la que el tiempo de la pandemia adquiere otra dimensión.

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