Clase I
Clase I
Clase I
CLASE I
DEFINICIÓN DE ORATORIA
Dentro de la literatura, la oratoria tiene que ver con los procesos literarios cuya
finalidad es la de persuadir (como por ejemplo una conferencia). Un orador debe
modificar las emociones de los oyentes, no sólo brindarles información.
ETIMOLOGÍA
DEFINICIÓN DE FORENSE
ORATORIA FORENSE.
Antonio Miguel Saad, lo define sencillamente, pero dicha definición ha sido objeto
de críticas, indica que la oratoria forense es la que tiene por objeto contribuir al
triunfo de la justicia.
Juan Rey, en su libro Preceptiva Literaria, la define: Es la que tiene por objeto dar
luz a los jueces, por medio de un debate contradictorio, acerca de la sentencia que
deben pronunciar.
En síntesis, el orador tiene por misión hacer un análisis del caso que se le ha
confiado y luego sugerir la forma en que la ley debe aplicarse, actuando ante los
jueces de manera convincente, por medio de la fuerza lógica de las pruebas. La
elocuencia del abogado debe ser más serena y templada que la de cualquier otro
orador, pues sus palabras han de influir más sobre la razón y la inteligencia de los
jueces, que sobre su imaginación y sensibilidad.
TIPOS DE ORATORIA
Oratoria social. También llamada ceremonial, augural o sentimental, son las que
se desarrollan en un determinado ámbito donde el ser humano participa de una
ceremonia.
Para tenerlo presente: • Debo vivir, decía un joven a Voltaire. No veo la necesidad,
le respondió el filósofo. • Lo que despierta el interés de las personas es ellas
mismas. • Escuchemos atentamente a quien nos habla; entonces nos tendrán por
personas de conversación agradable, aunque hayamos hablado poco o nada. Del
capítulo anterior: • Las diez primeras palabras y las diez últimas valen por todo el
discurso. • Evitar comenzar pidiendo disculpas o diciendo chistes. • Para terminar,
quitemos expresiones inútiles como “es todo lo que tengo que decir”, “creo que ya
terminé”, “nada más por hoy”, “he dicho”, “salud”. Simplemente podemos decir
“muchas gracias”. • Finalizar el discurso en el punto culminante de una frase,
cuando el auditorio esté interesado en seguir escuchándonos y no con el deseo de
que ya nos callemos. No podremos descubrir la estrella más brillante de una
noche sin mirar al firmamento. No podremos encontrar la primera luz del alba si
damos la espalda al horizonte. Sin remedio, el viento dispersará las palabras del
orador si al comienzo no logra captar la atención del auditorio. El orador tiene un
doble objetivo al estar frente al público: ganarse la atención inicial y retener ese
interés durante el discurso. Ha de utilizar toda su cretividad para conseguir que se
le escuche no sólo por cortesía, sino con 31 ! 32 JOSÉ DÁVALOS agrado. El
orador ha de ser imán que atraiga hacia sí el interés del auditorio. El discurso que
mueve, que arrebata y subyuga es el discurso pleno de vida, de fuego. Puede
faltarle pulimento, puede faltarle elegancia, pero si tiene vigor, contagiará
entusiasmo al auditorio. El calor se crea cuando nos preparamos hasta tener un
mensaje que nos interese comunicar, que no estamos tranquilos si no lo decimos.
La oratoria es semejante a un mosaico que tiene elementos filosóficos, poéticos y
de arte dramático. Son las bases del discurso que va a trascender. Son los
sustentos del orador que en verdad quiere persuadir, conmover y agradar.
Palabras con razones, palabras con belleza, palabras que impulsan a la acción.
Utilizar un estilo variado que rompa la monotonía, que sea un abanico de
expresiones, como el arco iris. Hablar a la inteligencia, acudir a la fantasía; asociar
las ideas con imágenes; atender a la sensibilidad tan propia de los seres
humanos; emplear mímica (gestos y ademanes) fresca y variada; vestir con
sobriedad; modular el volumen de la voz, como cambia de intensidad y de
dirección el viento. Miremos cómo el arroyo no tiene un cauce lineal, ni es
uniforme su murmullo. Evitemos las palabras técnicas cuando nos dirigimos a un
auditorio no especializado en el tema que se desarrolla. Tampoco utilicemos
palabras de difícil pronunciación ni de significado equívoco, porque en vez de
causar admiración provocaremos desconcierto. Hay que tener a la mano un
diccionario de sinónimos que nos ayude a simplificar el lenguaje, nos resultará de
gran utilidad en los repasos finales de la intervención. La exposición ha de ser
accesible hasta para las personas de más modesta preparación. José Martí, el
libertador cubano, expresaba sus ideas en un lenguaje tan sencillo, que aun los
niños las entendían. Un orador que habla con tecnicismos o con lenguaje “sólo
para expertos”, por más sabio que sea no conseguirá hacerse entender del
público; hablamos para comunicar. Desechar expresiones que restan vitalidad al
discurso, como “yo digo que...”, “es mi personal punto de vista”, “es ORATORIA 33
mi modesto parecer”. En el auditorio no faltará quien diga: ¡Huy!, es tu parecer. La
timidez, el apocamiento y las expresiones de duda quitan seguridad y confianza en
lo que se dice. El auditorio quiere orientación, consejo, guía, no incertidumbre. La
confianza en la expresión imprime autoridad a las palabras. Asegurémonos
siempre de que el tema que vamos a tratar esté en nuestra mente tan claro como
la luz del día; y que esa claridad se haga patente en la exposición. Prever todas
las posibles objeciones e impugnaciones que pudieran hacerse a nuestras
afirmaciones y propuestas, para anticipar la respuesta. Desde un punto de vista
didáctico, conviene señalar posibles dudas o inquietudes del público y
desvanecerlas con argumentos contundentes. El marino desde que se hace a la m
ar se prepara para la tormenta, lo cual no es pesimismo sino previsión. Repitamos
las ideas más importantes, pero no en forma textual; cada amanecer tiene algo
que lo hace diferente, irrepetible. Reiterar ideas en forma idéntica provoca tedio; la
sensación de caminar en círculo, sin avanzar, agota, desespera, aniquila y rompe
el vínculo entre el orador y el auditorio. La repetición de las ideas centrales es un
elemento insustituible de los buenos discursos; elocuencia es reiteración. Una idea
se puede expresar en muchas formas; la imaginación es una cantera infinita. En la
lectura de un documento, de un libro, si algo no queda claro existe la posibilidad
de releer las líneas no comprendidas. Esta ventaja no la tenemos al escuchar un
discurso, una conferencia, a no ser que el orador repita los puntos fundamentales.
Apuntalemos los conceptos abstractos con ejemplos concretos, con casos
evidentes. Los mejores oradores apoyan las ideas principales con anécdotas,
extraen trozos de la vida real, ejemplifican con pasajes de la trayectoria de
prestigiados personajes, evocan los recuerdos y atisban el porvenir. Mucho del
quehacer del orador está en decir con sencillez lo complejo, con belleza lo común,
con sabor lo que parece insípido. Para convencer hay que estar convencido. 34
JOSÉ DÁVALOS El orador sólo puede despertar interés en lo que dice, si el prim
er interesado es él mismo. Hemos de evitar los regaños; en vez de sacudir
conciencias suelen herir la susceptibilidad del auditorio; generan molestia y
rechazo. Es recomendable hacer contrastes; exponer, por ejemplo, dos
situaciones similares, en las cuales en una se triunfó y en la otra se fracasó.
Práctica Explicar a niños de un centro escolar la impo