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Los Cátaros.

El catarismo encontró fuerte apoyo en el sur de Francia entre los siglos XII y XIII, especialmente entre la nobleza, mercaderes y burgueses. Los grandes señores no siempre lo profesaban abiertamente pero lo toleraban e incluso tenían familiares que sí eran cátaros. Los mercaderes y burgueses apoyaban mayoritariamente la iglesia cátara debido a que no condenaban la usura. El catarismo también atrajo a campesinos y artesanos debido a las precarias condiciones en las que vivían y su dese
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Los Cátaros.

El catarismo encontró fuerte apoyo en el sur de Francia entre los siglos XII y XIII, especialmente entre la nobleza, mercaderes y burgueses. Los grandes señores no siempre lo profesaban abiertamente pero lo toleraban e incluso tenían familiares que sí eran cátaros. Los mercaderes y burgueses apoyaban mayoritariamente la iglesia cátara debido a que no condenaban la usura. El catarismo también atrajo a campesinos y artesanos debido a las precarias condiciones en las que vivían y su dese
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LOS CÁTAROS

El entorno social de los albigenses


La doctrina cátara en los siglos XII y XIII encontró una fuerte acogida en las regiones
del Condado de Tolosa entre todas sus clases sociales. Los grandes señores, si bien
parece que no profesaban, lo apoyaban y permitían de forma explícita. Tenían parientes
y amigos que si lo hacían, baste como ejemplo el del Conde Raimundo Roger de Foix
(Conde de Foix 1188-1223) cuya mujer Phillipa, y su hermana Esclarmunda, fueron
grandes damas del catarismo y recibieron el "Consolamentum"… Tal y como se
desprende de las declaraciones inquisitoriales, los mercaderes y burgueses apoyaban
mayoritariamente a la iglesia cátara.

¿Y por qué en Occitania y no en otros lugares? Hubo otros lugares, como Alemania o
Italia, pero la razón no es que los prelados fuesen más inactivos que en otras zonas, pero
quizá si insuficientes para la amplitud de las diócesis, donde quedaban lugares del
ámbito rural de los que se encargaban curas mediocres que no podían luchar contra las
predicaciones cátaras, las cuales encontraron acogida entre la gente. En el norte la
interacción entre los eclesiásticos, el poder secular y el propio pueblo no les permitió
proliferar.

En esta zona, la población cátara era entre el 5 y el 10% o más en las ciudades más
contaminadas, y era tolerada por muchos más.

Al desarrollo de la herejía albigense en Provenza concurrieron el universal desorden de


costumbres, harto manifiesto en las audacias de la poesía de los trovadores; la ligereza y
menosprecio con que allí se trataban las cosas más santas; las tribulaciones de la Iglesia
y desórdenes del clero, abultados por el odio de los sectarios, y, finalmente, la rivalidad
eterna entre la Francia del Norte, semigermánica, y la del Mediodía. Entre los que
tomaron las armas para resistir a la cruzada de Simón de Montfort no eran muchos los
verdaderos albigenses: a unos les movía el instinto de nacionalidad, otros lidiaban por
intereses y venganzas particulares, los más por odio a Francia, que era el brazo de Roma
en aquella guerra.

Generalmente eran malos católicos, pero les interesaba poco el oscuro maniqueísmo
enseñado en Tolosa y en Alby.

Buena prueba del espíritu dominante entre los provenzales nos ofrece la conducta de los
trovadores durante la cruzada antialbigense. Casi todos se pusieron de parte de los
herejes y del conde de Tolosa; pero ni aun en sus invectivas más feroces y apasionadas

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se trasluce entusiasmo por la nueva doctrina. Guillem Figuera, en su célebre
Sirventesio, lanza mil enconada maldiciones contra Roma, engañadora, codiciosa, falsa,
malvada, loba rabiosa, sierpe coronada; le atribuye todos los desastres de las cruzadas,
la pérdida de Damieta, la muerte de Luis VIII, etc.; pero su ardor rabioso nada tiene de
ardor de neófito. Si el poeta era maniqueo, bien lo disimula. Resumamos: la herejía fue
lo de menos en la guerra de Provenza. Dominaba allí un indiferentismo de mala ley,
mezclado con cierta animosidad contra los vicios, reales o supuestos, de la clerecía.
Había, además, poderosa tendencia a constituir una nacionalidad meridional, que quizá
hubiera sido provenzal–catalana, tendencia resistida siempre por los francos. Bastaba
una chispa para producir el incendio, y la chispa fueron los cátaros.

La enseñanza de la religión quedaba en manos de los capellanes rurales, de escasa


instrucción, algunos de ellos siervos nombrados como clérigos por sus señores. No se
estaba, pues, en capacidad de responder a los predicaciones de los cataros. Estos más
bien colmaron un vacío en el proceso mismo de cristianización. Según investigaciones
arqueológicas, hacia el siglo XII aún había creencias paganas: en los subterráneos de
construcciones se han encontrado huellas del culto a la "dama blanca". Las sepulturas de
Albi muestran persistencias de gestos, como la ofrenda de la tierra, las fracturas de
cerámicas y los fuegos rituales. De manera que los cataros, en estos casos, no tuvieron
que combatir con un catolicismo muy arraigado.

El clero veía en la vida laica la perdición, y solo la vida religiosa era digna de salvación.
El clero veía además en la mujer la fuente de todo pecado y perdición. También se
mostraba disconforme con la vida urbana que comenzaba a renacer: el auge del
comercio podía ser un peligro para la explotación de los excedentes mediante el sistema
económico feudal. Era por lo tanto difícil alcanzar la salvación para los laicos.

El primer hereje de Occidente fue un campesino de Champaña, Leutard, que a finales


del año 1000, después de un sueño inspirado por Dios, predicó que se dejaran de pagar
los diezmos. El creyente que era iniciado para ser Perfecto, antes de poder acceder a
dicho estatus, debía recibir el Consolamentum de un Perfecto. Los Perfectos eran
reconocidos por sus túnicas de color negro o azul marino, las cuales eran sujetadas a la
cintura con una soga.

Tal y como se desprende de las declaraciones inquisitoriales, los mercaderes y


burgueses apoyaban mayoritariamente a la iglesia cátara, seguramente el hecho de que
no condenaran explícitamente la usura y admitieran la tasa de interés en el préstamo
dinerario, fuera un buen acicate para ello. De hecho el catarismo se dedica a una
actividad perseguida por la Iglesia Católica: el préstamo con interés, la usura… En
buena medida, el dinero también servía para préstamos, normalmente a la nobleza, con
sus intereses correspondientes. A menudo, se renunciaba al interés a cambio de que el
caballero receptor prestara su protección a los cátaros.

Apoyaban el catarismo los grandes señores feudales (y la pequeña nobleza también),


porque estaban interesados en afianzar, delante de la feudalidad eclesiástica, las
posiciones logradas y eran propensos a la adopción de una doctrina que comportaba la
supresión del poder temporal de la Iglesia. Y para ello, los señores feudales de estos
territorios, titulares de unos dominios en vías de consolidación, no dudan en acometer
contra los dominios de las iglesias, que constituían lógicamente un serio obstáculo para
sus ambiciones expansionistas, acudiendo incluso a recursos como el bandidaje siempre

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que fuera preciso. También lo hacía la burguesía mercantil, que participaba cada vez
más en el gobierno ciudadano y en la época inicial del capitalismo, aspiraba al libre
comercio del dinero con la posibilidad de préstamo a interés (condenado por la
Iglesia católica) y veía con malos ojos las medidas antisuntuarias de la Inquisición y las
persecuciones que ahuyentaban la mano de obra y el dinero. Frente a esto, el Catarismo
se mostraba como una doctrina que no solamente no condenaba las actividades
mercantiles, sino que incluso las favorecía. Y también lo hacían los artesanos,
especialmente los textiles, fueron una de las clases predilectas de los cátaros.

Muchos Perfectos ejercieron ese oficio y los campesinos porque vivían en precarias
condiciones, perjudicado por los diezmos y primicias eclesiásticos y porque deseaba un
misticismo distante de la opulencia eclesiástica del momento.

A los primeros capitalistas les interesaba el catarismo —no el catolicismo— porque su


enfoque del todo o nada sobre el mundo material permitía a los crecientes hacer lo que
quisieran con su dinero. No obstante, es curioso destacar que el obispo, luciendo sus
sedas, censuraba el dinero; los perfectos, con sus sencillos hábitos, admitían su
necesidad.

Pedro de Bruis, antiguo clérigo provenzal, que a partir de 1105 predicaba 'la inutilidad
de los templos, de las indulgencias, de los sufragios por los difuntos, del Bautismo y de
la Eucaristía, así como la obligación de odiar la Cruz', puede considerarse 'un
antecedente importante, un verdadero precursor y desbrozador del terreno del catarismo.

Recientemente, entre historiadores está surgiendo la tendencia a pronunciarse en el


sentido de que los cátaros fueron descendientes lineales de los maniqueos. La doctrina,
organización y liturgia de los primeros, en muchos aspectos, reproduce la doctrina,
organización y liturgia de los primeros discípulos de Manes.

Por lo que se refiere a la implantación del catarismo, las franjas donde ésta era más
fuerte podemos delimitarlas a la región entre las ciudades de Tolosa, Albi , Carcasona y
Foix, territorios que pertenecían al conde de Tolosa (Raimundo VI), y a los vizcondes
de Beziers-Carcasona (Raimundo Roger de Trencavel).

El bandolerismo y el pillaje abundaban hasta niveles increíbles, ejercitado


principalmente por bandas de caballeros empobrecidos. Regía entonces la injusta
institución del mayorazgo, que impedía la división de las tierras familiares, debiendo
éstas, a la muerte del padre, pasar en su integridad al hijo mayor. Los otros —
«segundones»— quedaban sin nada. De allí los apelativos de «Sin Blanca», «Sin
Tierra», «Sin Ropa», «Desnudo» o «Infortunado» que a menudo acompañan al nombre
rimbombante de los nobles de la época.

Los grandes señores feudales, si no pertenecían al catarismo, estaban estrechamente


ligados a él por lazos de parentesco, vasallaje o amistad. Raimundo VI de Toulouse
(1194-1222) llevaba siempre consigo un séquito de Perfectos dispuestos a darle el
Consolamentum en peligro de muerte. Ramón Roger de Foix (1188-1223) vio recibirlo
a su mujer Philippa y a su hermana Esclaramunda, dos grandes damas del catarismo.

La pequeña nobleza se adscribió directamente en gran número. Unos y otros actuaban


con una cierta independencia, y aun hostilidad a veces, ante el poder eclesiástico y civil.

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Junto a ellos, la burguesía mercantil, que participaba cada vez más por sus cónsules en
el gobierno ciudadano y en la época inicial del capitalismo, aspiraba al libre comercio
del dinero con la posibilidad de préstamo a interés condenado por la Iglesia católica, y
veía con malos ojos las medidas antisuntuarias de la Inquisición y las persecuciones que
ahuyentaban la mano de obra y el dinero. Los
artesanos, especialmente los textiles, fueron una de las clases predilectas de los cátaros:
muchos Perfectos ejercieron ese oficio y tisserand se convirtió, prácticamente. en
sinónimo de cátaro. Los campesinos. en fin, en los que se refugiará el catarismo de los
últimos tiempos, estarán contra los diezmos y primicias eclesiásticos y mirarán también
por ello con simpatía al movimiento.

El porcentaje de mujeres que a mediados del siglo XIII fueron interrogadas como
"Perfectas" en el Languedoc cátaro supera el cuarenta por ciento.

Rituales, doctrina
La ceremonia más importante era el sacramento del consolamentum. Se trataba de una
ceremonia en la que el candidato a perfecto, previa una etapa de noviciado o
preparación que podía durar un año, se arrepentía de sus faltas, se comprometía a vivir
en castidad, a no comer ni carnes ni leche, a no mentir ni prestar juramento, a no
abandonar la Iglesia ni siquiera ante la amenaza de muerte, no blasfemar no matar y a
seguir los mandatos del evangelio. A continuación, el oficiante perdonaba los pecados
del postulante, lo recibía y confirmaba como miembro de la Iglesia colocándole sobre la
cabeza el texto sagrado. Esta ceremonia, según la opinión de Brenon, reunía a la vez
varios de los sacramentos católicos. Al ser aceptado como perfecto, se le bautizaba,
confirmaba, perdonaba y ordenaba como clérigo, pues estaba facultado para perdonar,
predicar, conferir el consolamentum y presidir otros actos rituales. La bendición del pan
y la Santa Oración, es decir el Padrenuestro, eran ceremonias conmemorativas de la
última cena, sin valor sacramental, pues no aceptaban el sacramento de la eucaristía
como lo propone la Iglesia católica; es decir, negaban la transubstanciación.

El creyente que había recibido el Consolamentum antes de morir quedaba libre de


pecado y, con ello, evitaba tener que volver a reencarnarse.

Los cátaros aun sin tener como norma el suicidio, si aceptaban la muerte de una manera
pasiva, llamada “endura”, dejándose morir por inanición, en todo caso se aplicaba esta
en casos excepcionales y de una manera totalmente voluntaria, por el sistema de

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cortarse las venas, baños alternativos de agua muy fría y caliente, con el fin de provocar
congestiones pulmonares, que terminaran con la muerte del cátaro, incluso
despeñándose por un precipicio.

El concilio III de Letrán (1179) identifica ya a cátaros y patarinos.62 Pero ya en II


Concilio de Letrán (1139), se dicta en el canon 23: A aquellos, empero, que simulando
apariencia de religiosidad, condenan el sacramento del cuerpo y de la sangre del Señor,
el bautismo de los niños, el sacerdocio y demás órdenes eclesiásticas, así como los
pactos de las legítimas nupcias, los arrojamos de la Iglesia y condenamos como herejes,
y mandamos que sean reprimidos por los poderes exteriores. A sus defensores, también,
los ligamos con el vínculo de la misma condenación.

El pacifismo de los cátaros (que por otra parte parecía real) era similar al pacifismo
aplicado en otros momentos de la historia donde el tirano es pacifista. Exige pacifismo
al tiempo que aplica su tiranía, consistente principalmente en llevar a la marginalidad
más absoluta a quienes no se avienen a sus imposiciones; así, en 1167, en la iglesia de
Sainte-Marie Magdalene de la ciudad, los burgueses de Béziers habían asesinado al
abuelo de Raymond Roger Trencavel por oponerse a sus libertades.

No comían carne, debido a que era materia fruto de acto sexual, y por lo tanto,
doblemente impura. Sí comían pescado, ya que según la creencia de la época, los peces
nacían por generación espontánea de unos gérmenes o animáculos presentes en el agua.

Eran radicalmente pacifistas. Les estaba prohibido matar, salvo lobos o serpientes en
legítima defensa. En una etapa posterior, ni siquiera en esos casos se llegaba a autorizar
el matar a un ser vivo.

Los perfectos sostenían que la cruz no era algo que hubiera que venerar, sino tan sólo un
instrumento de tortura, perversamente glorificado por la fe romana. También se
horrorizaban ante el culto a las reliquias de los santos. Aquellos trozos de hueso o de
tela para los que se construían iglesias o se organizaban peregrinaciones pertenecían a la
esfera material, la sustancia creada por el demiurgo maligno que moldeó este mundo
y la envoltura carnosa de lo humano: el que había hecho el cosmos y tentado a los
ángeles hasta expulsarlos del cielo, para después atraparlos en el envase perecedero del
cuerpo mortal. En el sistema general de las cosas, lo importante era sólo el espíritu de
cada uno, lo que quedaba de la naturaleza del ángel caído, lo que permanecía conectado
con el bien. Pensar lo contrario era engañarse. Los sacramentos administrados por la
Iglesia no eran más que paparruchas.

Para los dualistas mitigados (búlgaros) Satanás es Hijo de Dios, mientras que para los
radicales (dragovitas) es un dios independiente y todopoderoso.
Los cátaros afirmaban que si una mujer moría antes de dar a luz, se condenaba, puesto
que había muerto llevando un demonio dentro. Y es que, si todo lo material era obra de
Satán, también el hombre lo era - de hecho, Satán habría creado al hombre del barro y le
habría infundido vida al incardinar en dicha creación a un ángel caído -, de manera que
las mujeres embarazadas no estaban más que propiciando el nacimiento de nuevos
demonios, y tenían ya dentro de sí un demonio. Que las mujeres pudieran ser ordenadas
quizás atrajera a muchos disidentes de la Iglesia Católica, pero este tipo de doctrinas
acabaría alejando a muchas de ellas, en una época, en la que éstas eran principales
educadoras y transmisoras de valores.

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Para poder salvar a los espíritus puros encerrados en cuerpos humanos, Dios envió su
Palabra por medio de un mensajero, Jesús, que era un ángel fiel y que Dios, por esta
aceptación redentora, le llamó su Hijo. Jesús bajó a la tierra y, con objeto de no tener
ningún contacto con la materia, tomó un cuerpo aparente y vivió y murió aparentemente
como un hombre. Jesús enseñó que el camino de la salvación consiste en renunciar a
todo aquello que tenga sabor carnal si quiere uno liberar el espíritu puro que está
encerrado y aprisionado dentro de nosotros. Por eso es pecado no sólo el matrimonio
sino también el uso de los alimentos carnales; el ideal de santidad sería el suicidio como
medio para escapar y sustraerse voluntariamente a la influencia del principio del mal. Al
fin del mundo, todos los espíritus se verán libres y gozarán de la gloria eterna; no habrá
infierno para nadie puesto que cada uno habrá obtenido la salvación a través de
reencarnaciones purificaciones.

En primer lugar, ellos generalmente dicen de sí mismos que son cristianos buenos, que
no juran, ni mienten, ni hablan la mal de otros; que no matan a hombre ni a animal, ni
nada que tenga aliento de vida, y que tienen la fe del Señor Jesucristo y su evangelio tal
como la enseñaron los apóstoles.

Ellos afirman que ocupan el lugar de los apóstoles, y, por motivo de las cosas antes
mencionadas, es que la Iglesia Romana, a través de los prelados, los clérigos, y los
monjes, y especialmente los inquisidores de la herejía, los persigue y les llama herejes,
aunque son buenos hombres y buenos cristianos, y que son perseguidos así como lo
fueron Cristo y sus apóstoles por los Fariseos.

Atacan y vituperan, uno por uno, todos los sacramentos de la Iglesia, especialmente el
sacramento de la eucaristía, diciendo que no es posible que contenga el cuerpo de
Cristo, porque aunque fuese tan grande como el monte más alto, los Cristianos ya lo
habrían consumido para esta fecha. Afirman que la hostia viene de la paja, que pasa por
las colas de caballos, a saber, cuando la harina es limpiada por un cedazo (de pelo
de caballo); y además, pasa por el cuerpo y tiene un fin vil, lo cual, ellos dicen, no
podría acontecer si Dios estuviera allí.

Del bautismo, afirman que el agua es material y corruptible y es por lo tanto la creación
del poder malo, y que no puede santificar el alma, pero que los eclesiásticos venden esta
por avaricia, tal como venden la tierra para enterrar a los muertos, y el aceite a los
enfermos cuando los ungen, y tal como venden la confesión de pecados hecha a
sacerdotes.

Por lo tanto ellos declaran que la confesión hecha a los sacerdotes de la Iglesia Romana
es inútil, y que, puesto que los sacerdotes pueden ser pecadores, ellos no tienen potestad
de soltar ni de atar, y, siendo impuros en sí mismos, no puede hacer limpios a otros.
Afirman, además, que la cruz de Cristo no se debe adorar ni venerar, porque, según
insisten, nadie venera ni adora el patíbulo sobre el cual un padre, pariente, o amigo ha
sido colgado. Ellos también declaran que los que adoran la cruz deben, por razones
semejantes, venerar todas las espinas y las lanzas, porque cuando el cuerpo de Cristo
estaba en la cruz durante la pasión, así mismo estuvo la corona de espinas en su cabeza
y la lanza del soldado en su costado, Ellos proclaman muchas otras cosas escandalosas
con respecto a los sacramentos.

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Además ellos leen de los Evangelios y las Epístolas en la lengua vulgar, aplicándolas y
exponiéndolas a su favor y contra la condición de la Iglesia Romana en una manera que
lo tomaría demasiado tiempo describir con lujo de detalles.
Promovían el amor libre. Para los cátaros, ninguna salvación fue posible sin haber
renunciado previamente al matrimonio. Incluso no sólo preferían las relaciones
heterosexuales ocasionales, sino que era preferible la relación sexual "antinatural" al
suprimir todo riesgo de procreación.
Las autoridades de la Iglesia catara no desaprobaban tales conductas. En épocas festivas
se llegaba a niveles de orgía. Más aún, estima que la actitud relajada hacia la moral
sexual explica el éxito que alcanzaron en la patria de los trovadores.

Negaban tajantemente la naturaleza divina de Jesús y rechazaban, igualmente, la


eucaristía y la veneración de la cruz. Pensaban que esta era un simple madero que se
había utilizado por el Mal, que domina nuestro mundo, como instrumento de suplicio de
Cristo por los hombres. En suma, los cátaros ofrecían a los creyentes un cristianismo en
el que gracias a la vía de salvación ofrecida por Jesús se puede evitar la condena eterna;
un cristianismo sin culto a la cruz; un cristianismo sin eucaristía.

En cuanto a Cristo, los cátaros sostenían que hasta su venida la Humanidad había estado
bajo el imperio de Satán (Principio del Mal), al que atribuían incluso la personificación
de Jehovah en el Antiguo Testamento. Sin embargo, no consideraban a Cristo como
Dios, sino como un eón emanado y adoptado por Dios como Hijo y venido al mundo a
través del seno de María para enseñar a los hombres el valor del espíritu y el camino de
la liberación de la materia, sin misión expiatoria alguna, sino puramente didáctica y
ejemplar. El no podía ser contaminado por la materia: su cuerpo era aparente o
fantasmal y por tanto no había sufrido ni muerto realmente en la Cruz -sino sólo
simbólicamente- ni resucitado corporalmente. De acuerdo con su Cristología, la Iglesia
católica, con sus sacramentos materiales, su culto visible -cruces, imágenes y
ornamentos- y su organización externa, era para los cátaros la gran Babilonia, la
cortesana, la basílica del diablo y sinagoga de Satán.

En esta vida el único pecado consiste en la sujeción del mundo y el principio moral
básico es la abstención del mundo. Las obras carecen de todo valor; sólo la iluminación
interior salva.

El culto cátaro, sin cruces, imagenes ni sacramentos, se reducía a reuniones en las que
se leía el Nuevo Testamento traducido a lengua vulgar (cosa que prohibiría el concilio
de Toulouse de 1229). Seguía una homilía, la recitación del pater y la bendición del pan,
reservadas al Perfecto.
Aunque no practicaban ningún sacrificio ritual tenían otros ritos: a) oración,
especialmente el Padre nuestro, que repetían unas 250 veces al día, y en el que
cambiaron panem quotidianum por panem supersubstantialem; b) consolamentum, o
rito de entrada en la secta por imposición de manos que convertía a un creyente en
perfecto; melioramentum o invocación de los creyentes a los perfectos pidiendo su
intercesión ante Dios; servitium, o asamblea con lectura del Evangelio y sermón de un
perfecto; fracción del pan, y aparellamentum, o confesión pública de los pecados.

Que consistían en lo siguiente:

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"Consolamentum": sacramento fundamental de la iglesia cátara mediante el cual el
creyente se liberaba del mal. Se utilizaba para ordenar a los "Perfectos" y equivalía al
bautismo, y también a la extremaunción si se administraba en el momento de la muerte;
en ese caso, si el moribundo sobrevivía, el rito caducaba. Era una consagración, y como
tal, exigía una serie de compromisos que el purificado debía asumir.

"Melloramentum”: Consistía en inclinarse profundamente tres veces delante de


"Perfecto" demandándole en cada inclinación la bendición de Dios y la suya propia.

Esto se consideraba una forma de progresar en el camino del bien. "Service o


Aparellament": Un ritual de práctica de penitencia pública y colectiva .

"Convenenza": Acuerdo entre la iglesia cátara y los creyentes para que durante los
momentos anteriores a la muerte éstos sean consolados.
"Endura": Ayuno estricto del creyente que se realizaba a veces después de recibir el
"Consolamentum", y que en algunos casos podía llegar incluso hasta la propia muerte.

El albigenismo fue la primera cuña de indiferentismo religioso institucionalizado, a


causa de su espiritualidad deísta y fisicalista, introducida en el Occidente cristiano y
arrojó el primer germen de naturalismo legalista que fructificará plenamente en la
Ilustración.

Uno de los aspectos más problemáticos, y que generó gran inquietud y defecciones entre
los cátaros era, por ejemplo, la doctrina relativa al estado del perfecto: Así, si un
perfecto pecaba, todos los que hubieran recibido el consolament de sus manos, lo
perdían, de manera que se condenaban irremediablemente.

El hombre, enseñaban, es una contradicción viviente. De ahí que la liberación del alma
de su cautividad en el cuerpo sea la verdadera finalidad de nuestro ser. Para alcanzar
ésta, el suicidio es recomendable; era costumbre entre ellos en la forma de la endura
(inanición). La extinción de la vida corporal en el mayor grado compatible con la
existencia humana es también una finalidad perfecta. Como la generación propaga la
esclavitud del alma al cuerpo, debe practicarse la castidad perpetua. La relación
matrimonial es ilegal; el concubinato, al ser de naturaleza menos permanente, es
preferible al matrimonio. El abandono de la mujer por su marido, o viceversa, es
deseable. La generación era aborrecida por los albigenses incluso en el reino animal.

Por consiguiente, se ordenaba la abstención de todo alimento animal, excepto el


pescado. Su creencia en la metempsicosis, o trasmigración de las almas, resultado
lógico de su rechazo del purgatorio, suministra otra explicación para la misma
abstinencia. A esta práctica añadieron largos y rigurosos ayunos. La necesidad de
absoluta fidelidad a la secta era fuertemente inculcada. La guerra y el castigo capital
eran absolutamente condenados.

Su pesimismo radical ante la vida los conduciría, con perfecta lógica, hasta el suicidio.
Había quienes se hacían abrir las venas en un baño y morían suavemente; otros tomaban
bebidas emponzoñadas o se daban la muerte en diversas maneras. La más usada era la
endura, lento suicidio, que consistía en dejarse morir de hambre. De los casos que
conocemos, algunos acabaron su vida al cabo de sólo seis días de ayuno absoluto; otros

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duraron siete semanas e inmediatamente eran venerados como santos y propuestos al
pueblo como modelos.

El culto de los cátaros comprendía: la comida ritual, en la que un perfecto bendecía y


partía el pan que, luego, se dividía entre los presentes; el melioramentum, que tenía
lugar cada mes y consistía en una confesión general seguida de tres días de ayuno.
Todas las ceremonias concluían con el beso de paz que todos los presentes al rito se
daban sobre ambas mejillas.

En algunos, los perfectos, el espíritu o parte superior del ser humano que quedó en los
cielos en el momento de la caída, se ha adueñado de nuevo del alma. Con la muerte,
libre ya el alma del cuerpo material, será arrastrada por el espíritu al reino celeste del
Bien, en donde se revestirá del cuerpo espiritual y glorioso que perdiera en su descenso
a este mundo….La mayoría, los Creyentes, no han recibido aún el espíritu y -salvo que
lo hagan antes de la muerte- habrán de pasar por sucesivas reencarnaciones.

Podían casarse y tener hijos (aunque, como se ha señalado antes, era preferible el amor
libre). Podían comer carne y tener bienes materiales. Sólo les estaba vetado los
juramentos y matar animales (ya que eran posibles receptáculos de reencarnación). Se
les recomendaba intentar zafarse de acudir a guerras, salvo que les fuera imposible.

El perfecto tenía que abstenerse de cualquier forma de intimidad sexual, rezar


constantemente y ayunar con frecuencia. Cuando se le permitía comer, debía evitar la
carne o los derivados de la reproducción, como el queso, los huevos, la leche o la
mantequilla. Sin embargo, podía beber vino y comer pescado, pues el hombre medieval
creía que este último surgía en el agua por generación espontánea. Un solo desliz en
este régimen severamente impuesto —tan nimio como un bocado de ternera o un beso
robado—, y se esfumaba el estatus de perfecto. El reincidente tenía que recibir de nuevo
el consolamentum al igual que todos los demás a los que el imperfecto perfecto había
llegado a «consolar».

Viviendo en comunidades separadas por sexos, recibían ocasionalmente la visita de un


diácono o de un obispo, y entonces le dirigían un acto de sumisión y aún de penitencia
que era conocido de “servisi” o “aparellament”. Por su parte, sus fieles, cuando se
encontraban en cualquier parte, o en mitad de la calle, se mostraban respeto y
veneración mediante un “melhorier”, es decir, un rito que incluía tres prosternaciones e
invocaciones diversas. Y cuando estos mismos fieles los recibían en su casa, les pedían
que partiesen el pan, no como una equivalencia de la eucaristía católica –los cátaros se
reían de lo que el Concilio de Letrán (1215) ya designó con el nombre de
transubstanciación-, sino como
un acto de fraternidad y un memorial de los gestos de Cristo durante la Santa Cena.

En el ritual cátaro de Lyon se ruega así a Dios: “No tengas piedad de la carne nacida de
la corrupción, mas ten piedad del espíritu preso.

Organización

La organización de la iglesia cátara se asemeja en parte a la de la católica.

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Estaban organizados en obispados, como ya hemos explicado, presididos por el obispo
y sus ayudantes: un Hijo Mayor y un Hijo Menor. Cuando moría el obispo le sucedía el
Hijo Mayor, cuya posición era ahora ocupada por el Hijo Menor, y al puesto de este
accedería un nuevo personaje.91
Los cátaros habrían tomado como modelo la organización eclesial católica romana,
pero clasificaban los fieles de la siguiente forma:
Obispo
Perfecto
Diácono
Creyente
El diácono sería una especie de predicador, e incluso se le considera el equivalente al
sacerdote católico. Sólo de entre ellos, serían elegidos los perfectos, fieles que habrían
llevado su renuncia a lo material y lo mundano a un nivel superior, que les acercaba
más que a ningún otro, a la perfección y la salvación. Por eso, sólo ellos podían
nombrar a otros perfectos, ordenación que realizaban mediante la imposición de
manos,
rito sacramental equivalente al bautismo que se conoce como consolament o
consolamentum. Otro de los sacramentos conservados por los cátaros, era una especie
de confirmación, conocida como melhorament, que consistía en inclinarse tres veces
seguidas delante del perfecto, pidiendo su bendición y la de Dios, a fin de perseverar
en
el camino hacia la perfección y la salvación. El aparelhament, por su parte, era el
equivalente a la penitencia y la endura, el ayuno. Dado el radical rechazo de los
cátaros a todo lo material, el ayuno más perfecto, el que garantizaba la salvación, era
aquel que se llevaba al extremo de morir de inanición, lo que fue practicado por
algunos de los fieles a este movimiento. Pobreza, celibato y rezo, constituían los pilares
de la vida del perfecto cátaro.92
Existían tres obispados cátaros: El de Albi, el de Tolosa, y el de Carcasona. Que se
conozca, la iglesia cátara celebró un único concilio, el de Saint Félix de Lauragues en
1167, con la presencia del obispo cátaro de Constantinopla, el llamado Papa Nicetas,
prueba irrefutable de su gran implantación en Occitania.93
El catarismo mantenía que el hombre y la mujer eran iguales. Un ser humano había
experimentado muchas reencarnaciones —como campesino, princesa, muchacho,
muchacha—, pero, una vez más, lo que importaba era la personalidad divina,
inmaterial, asexuada, de cada uno. Si los sexos se empeñaban en juntarse y, por tanto,
prolongar su estancia en el mundo material, podían hacerlo libremente, fuera del
matrimonio, que era otro sacramento infundado inventado por una voluntad sacerdotal
de poder.94
Las perfectas, a diferencia de las monjas católicas, no estaban separadas del mundo y
desempeñaban un papel efectivo en la educación de su familia y del vecindario. Un
buen número de cataras eran viudas y madres. Es notable el papel de las mujeres en el
clero cátaro, si se compara la proporción de mujeres perfectas con la de monjas. Según
cifras provenientes de la Inquisición, a comienzos del siglo XIII, en algunos lugares, la
proporción de perfectas llegó a ser del 45% comparado con el 5% de mujeres en el
clero regular católico. Esta situación particular no impide desconocer que aún en el
catarismo las mujeres estaban subordinadas a los hombres. Sus tareas de sacerdotisas
sólo las realizaban cuando no había un perfecto presente. Nunca llegaron a
desempeñar el cargo de obispo y ni siquiera el de diácono.95
Las perfectas eran consideradas inferiores por llevar consigo el pecado original

10
Los seguidores del catarismo se distinguían en puros o perfectos y en creyentes. Los
puros o perfectos vivían en absoluta separación de los bienes de la tierra, en rigurosa
ascesis, y evitaban todo contacto carnal ("el matrimonio es un lupanar" y dar hijos al
mundo significa procrear diablos: "Rogad a Dios que os libre del demonio que lleváis
en vuestro seno", decía un puritano de la secta a una mujer encinta); los puros llegaban a
este estado con una especie de imposición de las manos y del libro de los Evangelios.

Un ritual cátaro de Lyon nos ha conservado las particularidades de este rito de los
puros; la ceremonia se iniciaba con el servitium, o sea, con la confesión general hecha
por todos los presentes; después, el candidato se ponía ante una mesa en la que estaba
apoyado el Evangelio, y respondía a las preguntas que le hacía el decano de los
perfectos o puros; después se pasaba al melioramentum, que consistía en la confesión
del candidato, tras lo cual el decano le signaba con el Evangelio. Decano y candidato
recitaban una estrofa del Pater noster. Después llegaba ya el consolamentum, que era
una especie de promesa por parte del candidato de renunciar a los alimentos carnales, a
la mentira, al juramento y a la lujuria. Al principio se les imponía el vestido negro de la
secta, que podía ser sustituido por un cordón negro en tiempo de persecuciones.

Los creyentes, por su parte, debían venerar y respetar a los elegidos y alimentarlos; no
estaban obligados a las abstinencias carnales; en lugar del matrimonio se les aconsejaba
el concubinato, pues no teniendo éste como finalidad la procreación de los hijos, no
prolongaba la obra de Satanás; sólo en el lecho de muerte podían los creyentes recibir el
consolamentum, que era su regeneración.

Los miembros de la secta se dividían en dos clases: Los “perfectos”(perfecti) y los


meros “creyentes” (credentes). Los “perfectos” eran los que se habían sometido al rito
de iniciación (consolamentum). Eran pocos en número y eran los únicos obligados a la
observancia de la rígida ley moral arriba descrita. Mientras que los miembros femeninos
de esta clase no viajaban, los hombres iban, por parejas, de sitio en sitio, realizando la
ceremonia de iniciación. El único lazo que ligaba a los “creyentes” al albigenismo era la
promesa de recibir el consolamentum antes de la muerte.

Eran muy numerosos, podían casarse, hacer la guerra, etc., y generalmente cumplían los
diez mandamientos. Muchos seguían siendo “creyentes” durante años y sólo se
iniciaban en su lecho de muerte.

La imposición de manos (consolament) era a su vez bautismo, penitencia, ordenación y


extremaunción. Para la ordenación tenía que ser en principio administrado por un
obispo, pero para los enfermo y para el perdón de los pecados lo podían ejercer incluso
las Buenas Mujeres.

Para muchos Creyentes llegar al estado de Perfecto no era tarea fácil, ya que se seguían
sintiendo atraídos por el mundo material, aunque sólo fuera por los afectos a su familia.
En estos casos, se pactaba recibir el Consolamentum a la hora de la muerte (convenentia
convenensa). Esta costumbre dio lugar más tarde al suicidio pasivo, que practicaron los
enfermos graves para poder llegar más rápidamente a su unión con el
Espíritu.

Cada comunidad territorial tenía sus diáconos y su obispo, pero las iglesias eran
autónomas entre sí y mantenían vínculos de hermandad al estilo de las primeras

11
comunidades cristianas. En este sentido, por ejemplo, es interesante saber que, en la
época de su máxima expansión (entre 1167 y 1209), llegó a haber en el Languedoc hasta
cinco “obispados” y una cincuentena de “diaconados”, prueba de una implantación que
ha sido debatida en cuanto a su número pero que podría cifrarse en una quinta parte de
la población total de esta parte de Occitania. Toda esta red eclesial se sustentaba
económicamente, por una parte en el trabajo de los “bons homes” que ponían en común
el fruto de su esfuerzo y aceptaban donaciones de los creyentes, y por otra en los
legados que solían hacer los creyentes moribundos cuando recibían el Consolamentum.

Situación moral de la Iglesia

Dos de los problemas principales que presentaba la Iglesia Católica de los siglos X y
XI eran la Simonía y el Nicolaismo. La reforma Gregoriana del Papa Gregorio VII en
1073 intentó atajar el problema creando disposiciones que pusieran fin a estas
prácticas. En muchos lugares dichas disposiciones consiguieron reconducir la
cuestión, y se produjo un cambio sustancial de costumbres.

El movimiento Cisterciense sería el abanderado de dicha reforma y su más ferviente


impulsor.101

En relación a estos asuntos, el III Concilio de Letrán (1179) dictó doctrina; así, en el
capítulo 10 sentencia: Los monjes no sean recibidos en el monasterio mediante un
pago... Y si alguno, por habérsele exigido, hubiera dado algo por su recepción, no suba
a las sagradas órdenes. Y el que lo hubiere recibido, sea castigado con la privación de
su cargo.102

En este concilio, los herejes son excomulgados y deben ser denunciados, perseguidos y
castigados de manera ejemplar y con éstos, a aquellos de quienes se sospeche que les
protegen (la confiscación de sus bienes puede ser pronunciada, pero sobre todo se
insiste en la búsqueda de éstos para poder condenarlos).103

Por otra parte, Inocencio III llegó a escribir: Por toda esta región, los prelados son el
hazmerrerír de los seglares. Pero la raíz de este infortunio radica en el arzobispo de
Narbona. Esta persona no conoce otro Dios que el dinero y tiene una bolsa en lugar de
corazón. Durante los diez años de desempeño de su ministerio no ha visitado ni una
sola vez su diócesis... Dondequiera que se observe, los monjes regulares y los
canónigos desechan los hábitos, toman esposa o amante y viven de la usura.104

Por otra parte, los abusos por parte del clero eran manifiestos, hasta el extremo que el
III Concilio de Letrán (1179), regula en su Canon 4 los ingresos de los miembros del
alto clero, cuyos visitas canónicas solían ser la ruina de los sacerdotes rurales. En
adelante, el cortejo de los arzobispos no ha de llevar más de 40 ó 50 caballos; el del
obispo 20 ó 30 y el del archidiácono de 5 a 7 como máximo; el deán 2, y en su canon
11 prohíbe a los clérigos recibir mujeres en sus casas o frecuentar las suyas sin
necesidad y los monasterios de monjas. 105

12
Inocencio III se marcó el objetivo de acabar con el desorden existente dentro del alto y
bajo clero. Para su objetivo utilizaría a dominicos y franciscanos, ejemplos de pobreza
y de castidad, y por otra parte, gobernaba la turbulenta Roma con incontestable
autoridad. Había consolidado sus posesiones, puesto de rodillas a reinos lejanos,
llegado a ser el legislador de Europa y limpiado las filas del clero de holgazanes
indeseables.

Hacía mucho tiempo que su hermano Ricardo había acabado de construir la torre de
los Conti, la fortaleza de ladrillo que dominaba la ciudad como prueba del poder de la
familia. Inocencio y su familia sólo tardaron unos años en obligar a los grandes clanes
de la ciudad a obedecer; los Frangipani, los Colonna y otros de ese jaez habían sido
sobornados o superados tácticamente y forzados a aguantar su pontificado en absoluto
silencio. El denominado Patrimonio de Pedro, la ancha franja de la Italia central
codiciada por los emperadores germanos, estaba de nuevo firmemente en manos del
papado, y sus fértiles campos y sus ciudades comerciales pagaban cada año elevados
tributos a Inocencio. Nadie prestó mucha atención a los papas indigentes del siglo XII;
ahora, cuando Inocencio se levantaba para hablar, toda Europa se ponía derecha.106

No debemos olvidar, no obstante, que Inocencio III era de origen francés, y que los
nobles normandos que habían quedado sin feudos, emigraban al Languedoc con el fin
de asentarse, con lo que los francos se veían hostigados por su enemigo inglés por el
norte y por el sur.

Relatos contemporáneos ratifican que en Languedoc, como en muchos otros lugares,


los abades y los obispos llevaban una vida licenciosa. Se entregaban al juego y a la
blasfemia; a la hora de los maitines todavía estaban en la cama, comadreaban durante
los oficios divinos en las raras ocasiones que acudían a la capilla, excomulgaban a su
antojo a cualquiera con el que se tropezaban, se hacían pagar por todo, desde impartir
los sacramentos hasta la bendición de matrimonios ilícitos, y anulaban testamentos
legítimos para embolsarse el peculio. Por el contrario, los albigenses contaban con
muchos hombres y mujeres píos. Estos perfecti rehuían el matrimonio y los placeres
terrenos. Enjutos, pálidos, el cabello largo, vestidos de negro, eran recibidos con júbilo
dondequiera que fuesen por la pureza de sus vidas. Oradores elocuentes, mucho más
cercanos a sus feligreses que los sacerdotes, su autoridad moral era inmensa.107
Este estado de cosas, propició que fuera creada la “Cruzada”, tanto por parte del
Papa Inocencio III en connivencia con rey de Francia Felipe Augusto108, quién no
obstante no participaría en la misma.

La posición de la Iglesia —que llamaba pecaminoso al dinero mientras practicaba una


voraz recaudación de impuestos— era difícil de sostener, incluso para alguien con las
dotes oratorias de Fulko. En sus sermones de réplica, los cátaros remachaban su
ventaja. Para los perfectos, las palabras de Fulko sobre la virtud y sobre el vicio de las
cosas enlodazadas en lo material eran otro ejemplo más de las argucias que la Iglesia
hacía pasar por enseñanzas morales.109

Fulko avivó los ataques contra los aprovechados, los ateos, los que no poseían tierras y
los usureros, llamando esa vez a tomar represalias. Entre las filas de los descontentos,
formó una milicia religiosa denominada Hermandad Blanca. Por su parte, los cátaros
organizaron la Hermandad Negra… las emboscadas dejaban docenas de muertos o
heridos. 110

13
Resumamos: la herejía fue lo de menos en la guerra de Provenza. Dominaba allí un
indiferentismo de mala ley, mezclado con cierta animosidad contra los vicios, reales o
supuestos, de la clerecía. Había, además, poderosa tendencia a constituir una
nacionalidad meridional, tendencia resistida siempre por los Francos. Bastaba una
chispa para producir el incendio, y la chispa fueron los cátaros.111
Actuación de la Iglesia

La primera década del siglo XII no había sido buena para los vicarios de Cristo. Antes
de Inocencio, en once de los dieciséis pontificados el Papa tuvo que abandonar Roma
expulsado por alborotadores, republicanos o agentes de monarcas lejanos. El
municipio de Roma, gobernado por Amoldo de Brescia, vivió a mediados de siglo un
episodio especialmente intenso de una reiterada pesadilla. En 1145, el papa Lucio II
murió debido a las heridas recibidas en una batalla por el control del Capitolio; treinta
años antes, un débil y anciano Gelasio II, montado de espaldas en una mula, era
obligado a soportar las burlas de sus enemigos. Había «antipapas» elegidos
regularmente por clanes romanos y clérigos rivales sometidos al emperador germano,
la mayor amenaza individual a la independencia del papado.112

Gregorio VII fue pontífice entre 1073 y 1085. Antes de la implantación de la "Reforma
Gregoriana" en el año 1073, la designación de prelados se hacia mediante un acuerdo
entre laicos y clérigos bajo el visto bueno del Conde o Vizconde correspondiente. A
partir de la reforma el control laico desaparece.113

De 1120 a 1125, aproximadamente, Pedro de Bruis predicó de desde el valle del


Ródano hasta el Languedoc la doctrina de “els bons homens”.
Entre 1131 y 1162 Ramón Berenguer IV asume el condado de Barcelona.

En 1135, en Lieja son condenados a la hoguera una multitud de herejes. Ese mismo
año, y hasta 1145, aproximadamente, el monje Enrique predica en la región de Tolosa.

Gregorio VII envía en 1145 al mismísimo San Bernardo de Claraval a tierras tolosanas
con la misión de examinar hasta que punto estas tierras se encuentran "infectadas" de
herejía, además de exhortar al brazo secular, a los nobles y caballeros, a poner orden y
extirpar la herejía de sus tierras.114

San Bernardo recorre la Aquitania y el Languedoc, y no ve más que templos sin fieles,
fieles sin sacerdote, sacerdotes sin honor, cristianos sin Cristo. Se dirá que eso es
oratoria, pero escúchese algo más tarde, en 1177, la voz de un laico, el conde
Raimundo V de Toulouse, en su súplica al abad del Cister: "La herejía ha penetrado en
todas partes. Ha sembrado la discordia en todas las familias, dividiendo al marido de
la mujer, al hijo del padre, a la nuera de la suegra. Las iglesias están desiertas y se
convierten en ruinas. Yo por mi parte he hecho lo posible por atajar tan grave daño,
pero siento que mis fuerzas no alcanzan a tanto. Los personajes más importantes de mi
tierra se han dejado corromper. La multitud sigue su ejemplo, por lo que yo no me
atrevo a reprimir el mal, ni tengo fuerzas para ello. (A. LUCHAIRE, Innocent III et la
croisade París 1905, p. 7-8)115.

En 1162, hoguera colectiva en Colonia. Ekbert de Schönau inventa la palabra


catharos.

14
Roma lo intenta con dos misiones más, comandadas por el abad del Cister Henry de
Marcy en 1178 y en 1181, que no concluyen sino con la confirmación de lo que ya
sabían:"Gozan de tal libertad que nos señala con el dedo en las calles y en las plazas,
gritando porfiadamente que nosotros somos los apóstatas, nosotros los hipócritas,
nosotros los herejes, etc".116

En 1181 inicia su pontificado Lucio III (1181-1185), se produce la expedición


antiherética del cardenal obispo Enrique de Marcy. Asedio de Lavaur, abjuración del
obispo cátaro de la región de Tolosa. En 1184 el Papa Lucio III, mediante la bula "Ad
abolendam", instituyó la inquisición
medieval con el fin de erradicar la herejía cátara. En ella se exigía a los obispos que
actuaran en contra de la herejía, para lo cual se les otorgaba el poder de juzgar y
condenar a los herejes de su diócesis. Se la denominó "Inquisición Episcopal'.117

El procedimiento inquisitorial (en vez del procedimiento acusatorio) comenzó a usarse


en la lucha contra la disidencia religiosa, pero no era un método nuevo: había sido
empleado, tanto por el derecho imperial romano, como por el germánico, en casos de
crimen laesae magestatis —de lesa majestad o que lesionaban la majestad real—,
delito al que se comenzó a asimilar la herejía desde el siglo XII —por lesionar la
majestad divina—, como respuesta a una expansión de la disidencia religiosa a partir
de este siglo. La Inquisición fue posible, como veremos, gracias a la
concertación de las autoridades eclesiásticas y seculares: surgió de su consenso. Las
autoridades estaban convencidas de que la herejía era uno de los peores delitos. Para
la segunda mitad del siglo XIII, la Inquisición estaba totalmente organizada.118

Pero, ¿qué llevó a la creación de la Inquisición? Los príncipes de la Edad Media


tuvieron por cosa natural y legítima el castigar con hierro y fuego a los vanos doctores.
Recuérdense las crudísimas leyes que contra los mismos cátaros y patarinos
fulminaron los emperadores Otón III y, ¿quién lo diría?, Federico II, sin que se
quedasen en zaga las ciudades libres de Italia. Admitido en la potestad secular el
derecho de exterminar a un maniqueo o a un valdense, por el mismo instinto de
conservación que ordena castigar a un facineroso, era necesario distinguir al hereje de
los fieles, y esto sólo podían hacerlo los teólogos, o de lo contrario la ignorancia, el
falso celo y las venganzas particulares usurparían el lugar de la
justicia. Al principio, los obispos, por sí o en delegación, juzgaban las causas de
herejía como todas las demás pertenecientes al foro eclesiástico; ellos separaban al
hereje de la comunión de los fieles y le entregaban al brazo secular. Pero en tiempo de
la guerra de Provenza comenzaron los pontífices a nombrar delegados especiales, que,
desde Gregorio IX fueron por la mayor parte dominicos. El concilio de Beziers
regularizó los procedimientos, mucho más discretos y equitativos que en ningún otro
tribunal de la Edad Media (750).119

En 1198 accede al pontificado Inocencio III (1198-1216). En 1198 y 1999 dos


legaciones con plenos poderes, incluido el de excomunión, nueva mente fracasan en el
intento120 de solucionar las divergencias.

Inocencio III, desde 1198, vendrá a imprimir más dinamismo en la lucha de la iglesia
contra el hereje. Tiene formación jurídica y pone en práctica la ideología de la
teocracia. En 1199, por una decretal, pondrá en práctica en Italia que a todo aquel que

15
no acate la doctrina pontificia se le confiscaran las tierras y ser proscrito, lo que en
1200 se extiende a Occitania. Es el inicio de una serie de disposiciones que conducen a
la formación de la Inquisición. La aplicación de las disposiciones requiere de la
colaboración de los poderes civiles. La actuación papal se hará por medio de legados,
de los cuales el primero será Rainiero Ponza. Algunos príncipes occitanos si aceptan
las decretales, caso del rey de Aragón Pedro II y del vizconde de Montpellier
Guillermo VIII.121

Al principio, así, los pontífices romanos promovieron en el Languedoc medidas


pacíficas como fue el envío de diversos legados papales, el apoyo a la predicación
iniciada a partir de 1206 por el castellano Domingo de Guzmán –que respondía al
catarismo en su terreno y con las mismas armas- y la organización de disputas o
coloquios públicos entre representantes significados de ambas iglesias, como los que se
celebraron, con gran presencia de público en Carcasota (1204), Servian (1206),
Montreal (1207) y Pamiás (1207). Pero el balance de esta estrategia, ya lo hemos
dicho,
se rebeló pronto como inútil y hasta contradictorio.122

Entre los apóstoles evangelizadores de los países contaminados de catarismo es


preciso recordar a San Bernardo, al obispo español Diego de Acevedo y a la Orden de
los Frailes Predicadores fundada por Santo Domingo de Guzmán.123

En 1207 el legado papal propone un juramento de paz a los condes y nobles en el que
entre otras cosas se les pide lo siguiente: No aprovecharse de los bienes e impuestos
eclesiásticos, no utilizar judíos en la administración, y perseguir a los herejes. El
Conde de Tolosa se niega a jurar, por lo que es excomulgado, y el Papa confirma la
sentencia en mayo de 1207. Meses después intenta retractarse, pero es excomulgado de
nuevo, y tras una reunión en Saint Gilles, Pierre de Castelnau, legado papal, es
asesinado por un escudero del conde de Tolosa Raimundo VI el 14 de enero de
1208.124

Inocencio III, en vista de la inmensa extensión de la herejía, que infectaba unas 1000
ciudades o pueblos, pidió ayuda (1207) al rey de Francia, como soberano del condado
de Toulouse, para utilizar la fuerza. Renovó su apelación al recibir la noticia del
asesinato de su legado, Pierre de Castelnau, un monje cisterciense (1208), que a juzgar
por las apariencias, atribuyó a Raimundo VI. Numerosos barones del norte de Francia,
Alemania, y Bélgica se unieron a la cruzada, se puso a los legados papales al frente de
la expedición, Arnaldo, abad del Císter, y dos obispos. 125

En 1209, Inocencio III proclama la Cruzada. Un poderoso ejército desciende del norte,
por el Ródano. La campaña será larga y sangrienta: en el saqueo de Béziers morirán
17.000 personas. Matadlos a todos: Dios reconocerá a los suyos será la terrible
consigna atribuida al legado papal.

Pronto toma el mando Simón de Montfort. Pero Toulouse no se rinde y Pedro II, que ha
regresado victorioso de Las Navas, saldrá al fin en defensa de sus depuestos parientes
y perecerán en la jornada de Muret (1213).

Poco tiempo después, caída ya Toulouse, el concilio de Letrán consumará la condena


del catarismo (1215).126

16
Ese 1209, Arnaud Amaury, sucesor de Pedro de Castelnau, predicará la cruzada,
uniéndose a ella, entre otros magnates del norte, Otón III de Borgoña.127 Este Arnaud
Amauri fue Abad de Poblet y obispo de Carbona entre 1200 y 1212, e inquisidor de
Occitania en 1204.

La condena a los albigenses y los valdenses conllevaba un credo que, en esencia,


reafirmaba el credo niceno, que siguió predominante y rezamos hoy mismo. La
proclamación de fe del IV Concilio de Letrán (1215-1216) dice así:

Firmemente creemos y simplemente confesamos, que uno solo es el verdadero Dios,


eterno, inmenso e inconmutable, incomprensible, omnipotente e inefable, Padre, Hijo y
Espíritu Santo: tres personas ciertamente, pero una sola esencia, sustancia o
naturaleza absolutamente simple. El Padre no viene de nadie, el Hijo del Padre solo, y
el Espíritu Santo a la vez de uno y de otro, sin comienzo, siempre y sin fin. El Padre que
engendra, el Hijo que nace y el Espíritu Santo que procede: consustanciales, coiguales,
coomnipotentes y coeternos; un solo principio de todas las cosas; Creador de todas las
cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y corporales; que por su
omnipotente virtud a la vez desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra
criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la
humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo. Porque el diablo y demás
demonios, por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por
sí mismos, se hicieron malos. El hombre, empero, pecó por sugestión del diablo. Esta
Santa Trinidad, que según la común esencia es indivisa y, según las propiedades
personales, diferente, primero por Moisés y los santos profetas y por otros siervos
suyos, según la ordenadísima disposición de los tiempos, dio al género humano la
doctrina saludable.

Y, finalmente, Jesucristo unigénito Hijo de Dios, encarnado por obra común de toda la
Trinidad, concebido de María siempre Virgen, por cooperación del Espíritu Santo,
hecho verdadero hombre, compuesto de alma racional y carne humana, una sola
persona en dos naturalezas, mostró más claramente el camino de la vida. Él, que según
la divinidad es inmortal e impasible, Él mismo se hizo, según la humanidad, pasible y
mortal; Él también sufrió y murió en el madero de la cruz por la salud del género
humano, descendió a los infiernos, resucitó de entre los muertos y subió al cielo; pero
descendió en el alma y resucitó en la carne, y subió juntamente en una y otra; ha de
venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y ha de dar a cada uno
según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos: todos los cuales resucitarán
con sus propios cuerpos que ahora llevan, para recibir según sus obras, ora fueren
buenas, ora fueren malas; aquéllos, con el diablo, castigo eterno; y éstos, con Cristo,
gloria sempiterna.

Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se
salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre se
contiene verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies de pan y vino,
después de transustanciados, por virtud divina, el pan en el cuerpo y el vino en la
sangre, a fin de que, para acabar el misterio de la unidad, recibamos nosotros de lo
suyo lo que Él recibió de lo nuestro. Y este sacramento nadie ciertamente puede
realizarlo sino el sacerdote que hubiere Sido debidamente ordenado, según las llaves
de la Iglesia, que el mismo Jesucristo concedió a los Apóstoles y a sus sucesores. En

17
cambio, el sacramento del bautismo (que se consagra en el agua por la invocación de
Dios y de la indivisa Trinidad, es decir, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo)
aprovecha para la salvación, tanto a los niños como a los adultos fuere quienquiera el
que lo confiera debidamente en la forma de la Iglesia. Y si alguno, después de recibido
el bautismo, hubiere caído en pecado, siempre puede repararse por una verdadera
penitencia. Y no sólo los vírgenes y continentes, sino también los casados merecen
llegar a la bienaventuranza eterna, agradando a Dios por medio de su recta fe y
buenas obras.128
Condenamos, pues, y reprobamos el opúsculo o tratado que el abad Joaquín ha
publicado contra el maestro Pedro Lombardo sobre la unidad o esencia de la Trinidad,
llamándole hereje y loco, por haber dicho en sus sentencias: "Porque cierta cosa suma
es el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y ella ni engendra ni es engendrada ni
procede". De ahí que afirma que aquél no tanto ponía en Dios Trinidad cuanto
cuaternidad, es decir, las tres personas, y aquella común esencia, como si fuera la
cuarta; protestando manifiestamente que no hay cosa alguna que sea Padre e Hijo y
Espíritu Santo, ni hay esencia, ni sustancia, ni naturaleza; aunque concede que el
Padre y el Hijo y el Espíritu Santo son una sola esencia, una sustancia y una
naturaleza.
Pero esta unidad confiesa no ser verdadera y propia, sino colectiva y por semejanza, a
la manera como muchos hombres se dicen un pueblo y muchos fieles una Iglesia, según
aquello: La muchedumbre de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma [Act.
4, 32]; y: El que se une a Dios, es un solo espíritu con Él [1 Cor. 6, 17]; asimismo: El
que planta y el que riega son una misma cosa [1 Cor. 3, 8]; y: Todos somos un solo
cuerpo en Cristo [Rom. 12, 5]; nuevamente en el libro de los Reyes [Ruth]: Mi pueblo y
tu pueblo son una cosa sola [Ruth, l, 16]. Mas para asentar esta sentencia suya, aduce
principalmente aquella palabra que Cristo dice de sus fieles en el Evangelio: Quiero,
Padre, que sean una sola cosa en nosotros, como también nosotros somos una sola
cosa, a fin de que sean consumados en uno solo [Ioh. 17, 22 s]. Porque (como dice) no
son los fieles una sola cosa, es decir, cierta cosa única, que sea común a todos, sino
que
son una sola cosa de esta forma, a saber, una sola Iglesia por la unidad de la fe
católica, y, finalmente, un solo reino por la unidad de la indisoluble caridad, como se
lee en la Epístola canónica de Juan Apóstol: Porque tres son los que dan testimonio en
el cielo, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y los tres son una sola cosa [1 Ioh. 5, 7],
e inmediatamente se añade: Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu,
el
agua y la sangre: y estos tres son una sola cosa [1 Ioh. 5, 8], según se halla en algunos
códices.
Nosotros, empero, con aprobación del sagrado Concilio, creemos y confesamos con
Pedro Lombardo que hay cierta realidad suprema, incomprensible ciertamente e
inefable, que es verdaderamente Padre e Hijo y Espíritu Santo; las tres personas
juntamente y particularmente cualquiera de ellas y por eso en Dios sólo hay Trinidad y
no cuaternidad, porque cualquiera de las tres personas es aquella realidad, es decir, la
sustancia, esencia o naturaleza divina; y ésta sola es principio de todo el universo, y
fuera de este principio ningún otro puede hallarse. Y aquel ser ni engendra, ni es
engendrado, ni procede; sino que el Padre es el que engendra; el Hijo, el que es
engendrado, y el Espíritu Santo, el que procede, de modo que las distinciones están en
las personas y la unidad en la naturaleza. Consiguientemente, aunque uno sea el
Padre,

18
otro, el Hijo, y otro, el Espíritu Santo; sin embargo, no son otra cosa, sino que lo que
es
el Padre, lo mismo absolutamente es el Hijo y el Espíritu Santo; de modo que, según la
fe ortodoxa y católica, se los cree consustanciales. El Padre, en efecto, engendrando ab
aeterno al Hijo, le dio su sustancia, según lo que Él mismo atestigua: Lo que a mi me
dio el Padre, es mayor que todo [Ioh. 10, 29]. Y no puede decirse que le diera una
parte
de su sustancia y otra se la retuviera para sí, como quiera que la sustancia del Padre es
indivisible, por ser absolutamente simple. Pero tampoco puede decirse que el Padre
traspasara al Hijo su sustancia al engendrarle, como si de tal modo se la hubiera dado
al Hijo que no se la hubiera retenido para sí mismo, pues de otro modo hubiera dejado
de ser sustancia. Es, pues, evidente que el Hijo al nacer recibió sin disminución alguna
la sustancia del Padre, y así el Hijo y el Padre tienen la misma sustancia: y de este
modo, la misma cosa es el Padre y el Hijo, y también el Espíritu Santo, que procede de
ambos. Mas cuando la Verdad misma ora por sus fieles al Padre, diciendo: Quiero que
ellos sean una sola cosa en nosotros, como también nosotros somos una sola cosa [Ioh.
17, 22], la palabra unum (una sola cosa), en cuanto a los fieles, se toma para dar a
entender la unión de caridad en la gracia, pero en cuanto a las personas divinas, para
dar a entender la unidad de identidad en la naturaleza, como en otra parte dice la
Verdad: Sed... perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto [Mt. 5, 48], como si
más claramente dijera: Sed perfectos por perfección de la gracia, como vuestro Padre
celestial es perfecto por perfección de naturaleza, es decir, cada uno a su modo;
porque
no puede afirmarse tanta semejanza entre el Creador y la criatura, sin que haya de
afirmarse mayor desemejanza. Si alguno, pues, osare defender o aprobar en este punto
la doctrina del predicho Joaquín, sea por todos rechazado como hereje.129
Tras fracasar la persuasión aplicó una feroz represión. Simón de Montfort tuvo al
principio buenas intenciones, pero después utilizó el pretexto de la religión para
usurpar el territorio de los condes de Toulouse. La pena de muerte fue, realmente,
infligida demasiado libremente a los albigenses, pero debe recordarse que el código
penal de la época era considerablemente más riguroso que el nuestro, y que los excesos
fueron a veces provocados. 130

Y es que por una parte, ni los albigenses eran pacifistas como pacifistas eran sus
“perfectos”, ni tenían aprecio a la vida propia, buscando voluntariamente la muerte,
por lo que las provocaciones a las tropas cruzadas llevaban claramente el objetivo de
ser muertos.

Todo ello fue aprovechado por la Francia del Norte, enemiga inveterada de los
meridionales, que vio llegada la hora de vengar sus ofensas y redondear su
territorio.131

Se convocan dos concilios, uno en Saint Gilles en 1210, y otro en Montpelier en 1211,
con obispos meridionales que solucionen la cuestión. 132
Teniendo todo en cuenta, la cruzada contra los albigenses no consiguió al final el
objetivo religioso que teóricamente la había justificado. En cambio, y como acabamos
de ver, si consiguió plenamente unos objetivos militares y políticos que al inicio no
estaban claramente previstos y que finalmente acabaron teniendo una enorme
trascendencia histórica. Lo más sorprendente es que el conjunto de las iglesias cátaras
de Languedoc salieron de la cruzada relativamente activas –eso sí, muy diezmadas en

19
sus dirigentes y sometidas a las penalidades de una vida clandestina- y además,
revaloradas ante los ojos de su pueblo fiel como consecuencia de la feroz persecución
de la que habían sido objeto y de la consiguiente aureola de martirio, con mortalidades
colectivas tan escalofriantes como las hogueras de Minerva (1210, ciento cuarenta
víctimas), Lavaur (1211, cuatrocientas), o Los Cassers (1211, más de sesenta). Por ese
motivo, de manera prácticamente inmediata, la Iglesia católica puso en marcha un
mecanismo de “extirpación de la peste” que, esta vez sí, se revelaría como realmente
definitiva: la Inquisición.133

Pedro II hizo al Papa una propuesta. Él, Pedro, tutelaría todas las tierras de Tolosa
durante unos años. Su cuñado, el conde Raimundo VI, renunciaría a sus territorios en
favor de su hijo adolescente, que sería educado en la corte de Aragón en los usos del
gobierno devoto. Cuando llegara a la madurez, Raimundo VII entraría en posesión de
su herencia, que para entonces el monarca aragonés habría limpiado de catarismo. El
hijo no debería pagar por las faltas de su padre.

Además, Pedro exigía que la Iglesia y sus sanguinarios servidores dejaran en paz a sus
vasallos al norte de los Pirineos: los condes de Foix y los dominios montañosos vecinos
de Béarn, Comminges y Couserans. A juicio de Pedro, Simón de Montfort se había
pasado de la raya; tras iniciar su carrera como enemigo de los cátaros y caudillo
espiritual, se había convertido en un proscrito. En 1211 y 1212, Simón había atacado
territorios de los que Pedro era señor, y que nunca habían sido corrompidos por la
herejía.134

Al final de su carta fechada el 21 de mayo de 1213, Inocencio apercibió a Pedro:


«Éstas son las órdenes que vuestra Alteza Serenísima está invitado a obedecer, hasta el
último detalle; de lo contrario... nos veremos obligados a amenazaros con la Ira Divina
y tomar medidas contra vos cuyo resultado será un sufrimiento de daño severo e
irreparable» (Zoé Oldenbourg, Massacre at Montségur, p. 163). Es asombroso que en
apenas diez meses Pedro pasara de héroe de la cristiandad —la batalla de las Navas
de Tolosa había tenido lugar en julio de 1212— a peligro para el Papa.135

En 1216, a la muerte de Inocencio III le sucede en el pontificado Honorio III (1216-


1227), y se producen sublevaciones de los cátaros. Raimundo VII retorna a su
marquesado de la Provenza decidido a reconquistar los territorios de su condado.

Marsella, Aviñón y Arlés ayudan a Raimundo en su empeño.136 Acaban sitiando


Tolosa y tomándola.

A la muerte de Simón de Monfort en 1218, y gracias a los buenos usos del papa
Inocencio III, es devuelto a Aragón el infante Jaime I, que aquel tenía cautivo, y que
acabará prestando su apoyo en la nueva campaña iniciada por Raimundo II, hijo de
Simón de Monfort.
En 1227 accede al pontificado Gregorio IX, que reinó hasta 1241.

El Papa Gregorio IX, en 1231, mediante la bula "Exconutnunicamus", instauró la


"Inquisición Pontificia" regida directamente por el papado y dirigida por los dominicos
y los franciscanos, aunque en el Languedoc fue privativa de los dominicos.137

20
En realidad ya hacía tiempo que diversos concilios habían ido poniendo las bases del
marco jurídico que haría posible un procedimiento inquisitorial. Pero fue el papa
Gregorio IX quién reunió todas las disposiciones promulgadas hasta entonces en las
llamadas causas de la fe y les dio valor de ley universal. En abril de 1233, diversas
bulas pontificales consagraban el nacimiento de un procedimiento especial de
“encuesta sobre la perversión herética”, (Inquisitio heretice pravitatis), conocida como
Inquisición, un tribunal de excepción que esta vez dependía directamente del papa y
que tenía como función principal reprimir la herejía y destruir todo el amplio tejido de
solidaridades y complicidades que le apoyaba.138

La cruzada continuaría hasta el año 1229, y fue iniciada por Inocencio III para
combatir las aspiraciones de la nobleza occitana encabezada por el conde de Tolosa
Raimundo VI.139 Aspiraciones que no se centraban en cuestiones religiosas, como
venimos diciendo, sino que usaban en su beneficio las aspiraciones albigenses.

Este mismo año 1229 en que se puso fin a la cruzada contra los albigenses se
constituiría el tribunal de la Inquisición.

Como hemos visto, el 20 de Abril de 1233, el nuevo Papa, Gregorio IX, pone en marcha
la Inquisición, cuyo tribunal se adjudica a los hermanos Dominicos.

Su misión será juzgar y castigar a los herejes. El castigo podía ser diferente en función
de que hubiera arrepentimiento y el acusado abjurara y se retractara, principalmente
delatando a sus compañeros. En general, quién fuera declarado culpable y no
abjurara, era quemado públicamente… La iglesia cátara pasó a la clandestinidad y se
refugió en las fortalezas del sur, en las estribaciones de los Pirineos, en la zona
geográfica denominada las Corbiéres, principalmente en los castillos de Montsegur y
Queribus.140

En 1242 accede al pontificado Inocencio IV (1242-1254).

Diversos concilios de los siglos XI y XII condenaron la herejía, y en su condena se


involucró San Bernardo de Claraval, fundador de la orden del Temple, pero fue el
Tercer Concilio Ecuménico de Letrán (1179) el que publicó un llamamiento a usar la
fuerza contra los herejes, que estaban saqueando y devastando Albi, Toulouse, y los
alrededores.141

El III Concilio de Letrán (1179) reunió a trescientos dos obispos, entre ellos algunos
prelados de las sedes orientales. En total casi mil miembros. Nectarius, abad de
Cabules, representaba los Griegos. Oriente estaba representado por el arzobispo
Guillermo de Tiro y por Heraclio de Cesarea, Pedro Prior del Santo Sepulcro y el
obispo de Belén. España envió 19 obispos, Irlanda, seis; Escocia uno, Inglaterra 7,
Francia 59, Alemania 17, Dinamarca y Hungría uno cada uno. En el canon 27 encarga
a los príncipes la represión de la herejía.142

El citado cánon 27 menciona la existencia de varios grupos de herejes: cátaros,


patarinos, publicanos y otros, lanzando el anatema contra los que contrataban
mercenarios (es decir a Brabanzones, Aragoneses, Vascos, Coterelos, Trivardinos),
porque éstos ejercían la violencia contra los cristianos y se comportaban como

21
paganos, sin respetar ni iglesias ni monasterios, razón por la que tenían que ser
denunciados y condenados.143
Ya en 1228 se había organizado una inquisición secular, ofreciéndose dos marcos de
propina al que capturase un hereje. En 1229 el concilio de Toulouse introducía la
inquisición episcopal. En 1231 Gregorio IX confiaba la inquisición monástica a los
dominicos. Las hogueras proliferan de tal modo que el mismo papa ha de moderar el
celo de los inquisidores, disponiendo que cada inquisidor dominico tenga un colega
franciscano a fin de que la dulzura de este último temple la demasiado grande
severidad del otro (1237).

El uso de abogados estaba prohibido. En 1252, Inocencio IV autorizó la tortura -bien


que ejecutada por seculares- por su célebre Constitución Ad extirpanda. Además de la
hoguera existía la pena de prisión o murus que podía ser: largus, con cierta posibilidad
de movimientos; strictus, con cadenas en pies y manos, local estrecho y poca comida, y
strictissimus, verdadera antecámara de la tumba como dice Belperron. También se
practicó la exhumación de condenados ya difuntos: en 1234, el pueblo y autoridades de
Albi se negaron a esta macabra ceremonia; entonces el inquisidor se dirigió por su
cuenta al cementerio y procedió por sí mismo a desenterrar los cadáveres.144

La herejía desapareció hacia el fin del Siglo XIV. 145

Los métodos eran muy minuciosos. Se preguntará al acusado si en algún lugar ha visto
o conocido a uno o más herejes, sabiendo o creyendo que eran tales por su nombre o
reputación: dónde los ha visto, cuántas veces, con quién y cuándo [...] si ha tenido
algún trato familiar con ellos, cuándo y cómo, y quién los presentó [...] si ha recibido
en su propia casa a uno o más herejes y, en ese caso, quiénes y qué eran; quién los
llevó allí; cuántas veces se quedaron en casa del acusado; qué visitas recibieron; con
quién se marcharon, y dónde fueron [...] si hizo adoración ante ellos, o vio que otras
personas los adoraran o les hicieran reverencia al modo hereje [...] si les dio la
bienvenida, o vio que alguna otra persona lo hiciera, a la manera de los herejes [...] si
estuvo presente en la iniciación de alguno de ellos y, en ese caso, cuál fue la forma de
iniciación; cuál era el nombre del hereje o los herejes; quién estaba presente en la
ceremonia y dónde estaba la casa en que yacía la persona enferma [...] si la persona
iniciada hizo algún legado a los herejes, en cuyo caso qué y cuánto, y quién redactó el
documento; si se hizo adoración ante el hereje que realizó la iniciación; si la persona
sucumbió a su enfermedad y, en ese caso, dónde la enterraron; quién llevó allá al
hereje o los herejes y quién los acompañó al salir. (De Practica Inquisitionis, de
Bernard Gui, citado en Massacre at Montségur, de Zoé Oldenbourg).146

En 1305, Pons de Montolieu y otros seis notables de Carcassonne son atados a la cola
de un caballo y arrastrados y colgados con sus trajes consulares. Poco a poco, el
movimiento, refugiado cada vez más en los campos y aldeas, se extingue bajo la
represión. En 1321, el último Perfecto del Languedoc, Belibasto, es capturado después
de atraerle a traición desde su refugio en España (San Mateo). Alrededor de 1330
puede decirse que todo ha desaparecido en el sur de Francia, aunque en el norte de
Italia y en Sicilia se prolongue aún hasta principios del siglo XV.147

Los esfuerzos realizados por la Iglesia Católica, bajo la dirección de los Papas
Inocencio III, Honorio III, y Gregorio IX, a fin de erradicar el mal, no fueron
permanentemente exitosos.148

22
Motivaciones de la cruzada

Si bien es cierto que la persecución de los excesos cometidos sobre los católicos por
parte de los albigenses estuvo en las motivaciones de la cruzada, perseguir a los
herejes fue ante todo la excusa para un propósito político:

Ampliar los territorios sobre los cuales el rey ejercía control directo. En este orden de
ideas, la cruzada forma parte del proceso de formación del Estado moderno y de la
nación francesa misma… el triunfo capeto sobre el Languedoc fue el precio necesario
que había que pagar en la consolidación de la unidad frente al peligro que significaba
el catarismo y el regionalismo… la batalla de Muret (1213), en la que fue derrotado el
conde de Tolosa, es una pieza clave, un momento decisivo en el camino de la unidad
nacional. Es el origen de la unidad francesa y el fin del sueño occitano. 149

No obstante, los motivos religiosos también estaban presentes. En 1207 Inocencio III
mandó una carta al conde de Tolosa Raimundo V cuando le excomulgó que decía:

"Hombre pestilente, ¿hasta donde llega vuestra locura al desafiar las leyes divinas y
uniros con los enemigos de la fe? ¿quién sois, pues que así os negáis a firmar la paz y
osáis separaros de la unidad de la Iglesia? Impío, cruel y bárbaro tirano, ¡no os
avergonzáis de favorecer a los herejes y de responder a los que os lo reprenden, que
hallareis entre ellos un obispo que probará que su creencia es mejor que la de los
católicos? Si dudáis de las llamas eternas, ¿no teméis los castigos temporales que
habéis merecido con vuestros crímenes?. Sabed, si no os arrepentís, que os quitaremos
los dominios que tenéis en la Iglesia universal, y que mandaremos a todos los príncipes
que se alcen contra vos como enemigo de Cristo y perseguidor de la Iglesia. La mano
del Señor se extenderá sobre vos para aniquilaros"

El legado Castelnau le recordaría esta carta al seguir Raimundo en sus trece, y al


alejarse de Saint Gilles un servidor del conde le mataría en una posada. Esto
provocaría la Cruzada, convocada por Inocencio III el 6 de marzo de 1208 y que dio a
conocer al rey, obispos y barones de Francia en estos términos:

"Sabed que cargamos de anatemas al conde de Tolosa, desatamos a todos los que estén
con él ligados, permitimos a todos los católicos que acometan su persona y se apoderen
de sus bienes y los conserven. Si quieren enmendarse, no ceséis por eso de hacer pesar
sobre él el castigo que ha merecido, y arrojadle a él y sus secuaces, arrebatándoles sus
tierras. Concedemos el perdón de todos los pecados a los que se armen contra estos
apestados provenzales, raza perversa y maldita. ¡Sus, pues, soldados de Cristo!
¡Alzaos, pues, novicios de la milicia cristiana! Muévaos el gemido universal de la
Iglesia! Desaparezcan los herejes, y establézcanse en su lugar colonias de católicos.
¡Esforzaos por pacificar esas poblaciones en nombre del Dios de paz y amor!
¡Aplicaos a destruir la herejía por todos los medios que Dios os inspire".150

El 9 de marzo de 1208 Inocencio III, tras el asesinato del legado papal, hace un
llamamiento a la cruzada y promulga una indulgencia plenaria para todos aquellos
dispuestos a combatir la Herejía albigense, tratando de involucrar al rey de Francia
Felipe Augusto para encabezar la expedición. El rey rechaza esta cuestión arguyendo

23
su guerra con Inglaterra… Al mando de la expedición y corno legado papal, se
encontraba Arnaud Arnaury, abad de Citaux, así como dos nuevos legados: El maestro
Milón, y el maestro Thédise… Raimundo VI, Conde de Tolosa, se anticipa a los
acontecimientos dirigiéndose a su encuentro en Valence, y en la abadía de Saint-Gilles
se somete y arrepiente públicamente declarando además que quiere incorporarse a la
cruzada.151

Las primeras fases de la campaña militar emprendida en 1209 pronto dejarían entrever
que el objetivo espiritual por el cual había sido organizada la cruzada servía
principalmente para ocultar el ansia expansionista francesa. Y, al parecer, esto lo tenía
también muy claro el Santo Padre. Las ciudades languedocianas fueron arrasadas por
los cruzados, hubiera o no en ellas herejes, con el único propósito de sustituir a las
dinastías locales e implantar por derecho de conquista el modelo feudal francés. De
esta forma, poco a poco la Cruzada albigense iría pasando de ser una guerra de
religión a transformarse en un conflicto político, disputa que permitirá a la larga la
anexión francesa de todo Languedoc.152
Durante el único gran coloquio internacional dedicado hasta la fecha a la Cruzada
Albigense -que se celebró en Carcassonne en el año 2002-, el propio Kay Wagner
comenzó su comunicación sobre las fuentes de la Cruzada comentando que si varios
europeos medievales se hubieran reunido a hablar de esta guerra antiherética, la
versión de cada uno habría sido sustancialmente diferente: el francés del sur -el
occitano- habría denunciado los abusos de los cruzados; el francés del norte habría
justificado la Cruzada y alabado al rey Capeto por intervenir contra los herejes y
pacificar el sur del reino; el inglés habría criticado al rey de Francia por utilizar el
asunto de la herejía para expandir sus dominios a costa de los aliados de los
Plantagenet; el alemán habría hecho notar la participación de cruzados del Imperio en
la empresa; el italiano habría defendido la necesidad de la cruzada promovida por
Inocencio III y el buen hacer de los legados papales de origen trasalpino; y el español,
por último, habría justificado la intervención del rey de Aragón en defensa de sus
vasallos occitanos y habría negado cualquier sospecha de complicidad de Pedro II el
Católico con la herejía, algo que, teniendo en cuenta cómo acabó la batalla de Muret
seguramente no habría convencido a ninguno de sus contertulios. No obstante, esos
reveses constituían la excepción. En 1211 y 1212, Simón logró destruir eficazmente los
alrededores de Tolosa.

Evitó el enfrentamiento con la desafiante, aunque desorganizada, ciudad, si bien le


impidió el acceso a los territorios del interior. Eliminó un castillo tras otro, y sus
conquistas pronto fueron acompañadas de más atropellos. En la ciudad de Pamiers, en
diciembre de 1212, el nuevo amo del
Languedoc promulgó decretos que abolían de hecho la ley del sur en favor de la
práctica feudal del norte. En muchos aspectos, ése fue el golpe más despiadado de
todos, pues los sistemas tradicionales sobre la herencia, la justicia y los trámites civiles
constituían la piedra de toque de la sociedad medieval. Entre otras cosas, los decretos
de Simón prohibían a las mujeres nobles del sur que se casaran con pretendientes del
Languedoc; en lo sucesivo, las novias con dotes atractivas estarían obligadas a
contraer matrimonio sólo con hombres del norte. 153

La cruzada, la primera contra cristianos en tierra cristiana, se desplegó en dos


fases separadas. La primera, conocida como “la cruzada de los barones”
(1209-1215), es la historia de una expedición militar de una gran eficacia y

24
brutalidad – La masacre de Beziers (1209) es sin duda la muestra más
preclara-, protagonizada por los vasallos del rey de Francia con la figura
eminente de Simón de Monfort, un notable militar normando y un hombre
sanguinario que, después de una campaña triunfal, murió en el sitio de Tolosa
(1218).154

En 1209 comenzó la cruzada al mando del abad del Cister, Arnau Amalric (ó
Arnaud Amaury), y se produjo la sumisión del conce Ramón VI. Esto
implicaba que no podía ser desterrado ni desposeído de sus tierras, teniéndole
que permitir siendo conde de Toulouse e independiente de Francia.155 El 21
de julio de 1209 el ejército cruzado estaba delante de Beziers. Como
representante del papa viajaba el Abad del Cister, Arnau Amalric, el cual
propone la entrega de 222 cátaros, así se perdonará a la ciudad.

La respuesta fue valiente y unánime, los habitantes –cátaros y católicos-


unidos defenderían la ciudad. En menos de una hora la ciudad caía. Entre 5 a
6 mil personas, ancianos, niños y mujeres se refugian en la iglesia de Santa
Magdalena. El comandante del ejército no pudiendo distinguir entre católicos
y cátaros pregunta al representante papal qué hacer y acá historiadores y
trovadores señalan que Arnau Amalric dijo:
“Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos”.156

La matanza fue espantosa. En su carta a Inocencio, Arnaud se maravillaba de


su éxito. «Casi veinte mil ciudadanos fueron pasados a cuchillo, con
independencia de la edad y el sexo —escribió—. La venganza divina ha sido
majestuosa.».157

En agosto de 1209 las huestes llegaron a Carcasona. El Vizconde Raimundo-


Roger Trencavel decide resistir a pesar de que las reservas de agua son
insuficientes. Pide ayuda a su señor el rey Pedro II de Aragón para que medie
con los cruzados. El 4 de mayo se entrevista con los jefes de los cruzados,
pero fracasa… Trencavel muere algunos días después en la prisión. 158 Fue
traicionado por los sitiadores, que le garantizaron inmunidad en una
entrevista, extremo que finalmente no se cumplió. La ciudad fue desalojada.
Le sucedió en el vizcondado Simón de Monfort, que aún a pesar de ser un
segundón hasta la fecha, le coronaba el honor de no haber querido participar
en el saqueo de Constatinopla perpetrado por la IV cruzada, de la que formaba
parte.

Antes de esa traición había llegado Pedro II para amonestar al vizconde.


Cuando Raymond Roger intentó dar la bienvenida a su señor como salvador
suyo, Pedro enseguida lo puso en su sitio. Un cronista contó el discurso del

25
rey de Aragón a su vasallo en un admirable pasaje que resumía la difícil
situación del más joven. Raymond Roger se había quejado de los horrores
causados por los cruzados, y Pedro respondió:
En nombre de Jesús, señor, no podéis culparme por ello, pues os lo dije, os
ordené que expulsarais a estos herejes, ya que hay muchos en la ciudad que
respaldan esta insensata creencia... Vizconde, estoy muy triste por vos, porque
sólo unos cuantos estúpidos y su desatino os han llevado a tal peligro y
aflicción. Todo lo que puedo sugerir es un acuerdo, si podemos llegar a él, con
los señores franceses, pues estoy seguro, y
Dios lo sabe, de que ninguna batalla con lanzas y escudos os da esperanza
alguna, ya que son muy superiores en número. Dudo mucho de que podáis
resistir hasta el final.

Confiáis en la fuerza de vuestra ciudad, pero está atestada de gente, incluidos


muchas mujeres y niños; en el caso contrario, sí, creo que es posible abrigar
alguna esperanza. Realmente lo siento mucho por vos, estoy profundamente
afligido; por el afecto que os tengo y en razón de nuestra vieja amistad, haré
todo lo que pueda por ayudaros salvo cometer gran deshonor.159

Don Pedro de Aragón, que hubiera quemado vivo a cualquier albigense o


valdense que osara presentarse en sus Estados, no era sospechoso, por cierto,
en cuanto a la fe; pero emparentado con los condes de Tolosa y de Foix,
viendo invadidos por las gentes cruzadas territorios suyos y de sus cuñados,
juzgó oportuno interponerse en la contienda, aunque al principio con carácter
de mediador. Suplicó al Papa en favor de Raimundo, y el Papa oyó
benignamente sus ruegos. En el Concilio de Lavaur (1213)

presentóse el rey de Aragón a defender de palabra a sus vasallos y amigos


provenzales; pero viendo la obstinación de Montfort en no devolver sus tierras
al de Tolosa, creyó llegado el trance de las armas, al cual le incitaban en
belicosos serventesios los trovadores occitanos.160

El rey de Aragón recoge la política pirenaica del condado de Barcelona, de


manera que la actuación de Montfort es contemplada como una intolerable
injerencia del rey de Francia en un ámbito de influencia que le pertenecía. La
intervención en el sur de Francia, podría servir para enfriar el excitado ánimo
galo y daría a Aragón mayor margen de maniobra en su pugna
mediterránea.161

Los actuales cátaros afirman que Sesenta mil personas fueron ultimadas por
mandato de la Iglesia Católica Romana en Beziers en 1209, mientras en 1211
Cien mil albigenses (protestantes) fueron muertos en un solo día en Layaur,
Francia y los pueblos aledaños. El gobernador del área fue ahorcado. Muchos
ciudadanos fueron quemados vivos. Tantos fueron traspasados por espada que
la sangre corría por las calles. Los católicos que perpetraron esta masacre

26
celebraban misas solemnes en medio de la carnicería y glorificaban a Dios por
la “victoria de la iglesia”, aun
componiendo un himno en honor del evento.162

Esos mismos apologistas de los cátaros relacionan a éstos con los hugonotes y
los protestantes en general, afirmando por otra parte que ni siquiera la suma
total de obras caritativas realizadas por la Iglesia Católica borra la historia de
sus atrocidades contra incontables millones de seres humanos. No todos los
hospitales, clínicas, programas de bienestar social, retiros para fortalecer el
matrimonio y el hogar, etcétera, de la Iglesia Católica Romana en todo el
mundo nivelan la balanza. El tan enorme mal hecho no es posible
rectificarlo.163

Parece que es muy lógico y normal condenar las malas acciones. El mismo
año 1209, Roger Bernard se encontró con un grupo de cruzados que se
dirigían a Carcasona, quienes naturalmente pensaron que unos caballeros en
plena zona de Dios tenían que ser partidarios de la ortodoxia. El consiguiente
ataque los pilló totalmente por sorpresa, y los desdichados norteños se vieron
arrastrados al castillo de Foix, donde fueron torturados y despedazados.164

Inocencio muere al año1216 y todo el Languedoc se subleva. Raimundo VI


acude con tropas prestadas por Jaime I, y su hijo Raimundo VII desembarca
en Marsella. En 1217 se recupera Toulouse y en 1218 muere Simón de
Montfort. Sigue un largo paréntesis de respiro. Vuelven los Perfectos.
Raimundo Trencavel recupera Carcassonne (1224).

Pero en 1226 la contraofensiva de Luis VIII, que muere al regreso, acabará


conduciendo al tratado de Meaux (1229), con la penitencia de Raimundo VII
en Notre-Dame y la promesa de su hija Juana a Alfonso de Poitiers, hermano
de Luis IX. Así se afianzará para el futuro el dominio nórdico, que la boda de
Carlos de Anjou (otro hermano de San Luis) con Beatriz de Provenza no hará
sino completar años después (1246).165

La cruzada continuaría hasta el año 1229, y fue iniciada por Inocencio III,
como ya hemos visto, para combatir las aspiraciones de la nobleza occitana
encabezada por el conde de Tolosa Raimundo VI.166 Aspiraciones que, como
también hemos visto, no se circunscribían al aspecto religioso.

El 22 de Julio de 1210 fue asaltada y conquistada Minerve. La ciudad


sucumbiría por la sed. Al fin, Guillaume de Minerve supo que tenía que
rendirse.

Después de regatear mucho, Guillaume ofreció a Simón de Montfort todos sus


castillos y tierras. Los del norte, impresionados por la franqueza de su
adversario en la derrota, concedieron magnánimamente a Guillaume un feudo

27
más pequeño en el valle a cambio de Minerve y el territorio que la rodeaba.
Con gran alivio de Guillaume, Simón también accedió a perdonar la vida de
los insolentes habitantes de la ciudad.167

Tras esta victoria de Simón de Monfort, donde los “crecientes” cumplirían las
imposiciones de los vencedores, 140 “perfectos” fueron quemados en la
hoguera. El suicidio deliberado, si había otras opciones, era una forma de
vanidad material. Sin embargo, en ese momento debían elegir entre morir y
renunciar al consolamentum, lo que en realidad no era ninguna elección. 168

Este mismo año conquista Termes, tras lo cual se entregaron multitud de


fortalezas a Simón de Monfort.

Es asesiado el castillo de Lavaur. En su defensa, y en un ataque por sorpresa,


Raymond Roger y sus radicales caballeros montañeses se abalanzaron sobre
una columna de cruzados que habían hecho un largo camino desde Alemania
para incorporarse al ejército de Simón. A menos de un día de Lavaur,
sufrieron una emboscada en Montgey, una colina cercana a Saint-Félix de
Lauragais, el pueblo en el que los cátaros se habían reunido en 1167. Los
caballeros pirenaicos se precipitaron contra los miles de desventurados
infantes y mataron a todos los que pudieron antes de que los cruzados de
Lavaur acudieran a salvarlos… El asesinato en masa de Montgey conmocionó
profundamente a los cronistas y clérigos de toda Europa. En primer lugar, era
la primera matanza masiva de peregrinos en los veinte años de cruzada.
Además, la acción de mutilarlos y rematar a los heridos se dejó en manos de
campesinos y villanos, lo que constituía una transgresión casi intolerable del
orden social.

Puestos a buscar excusas, esto podría justificar la crueldad de Simón de


Montfort con Geralda y los ochenta caballeros de Lavaur, que violaba todas
las costumbres habituales con los nacidos de noble cuna. Cerca de la actual
Montgey, en un calvario del pueblo de Auvezines, junto a la carretera, hay una
placa en recuerdo de la columna de peregrinos armados. Ahí tenemos una
incongruencia puntual: debe de ser la única placa en
Francia que lamenta la muerte de los integrantes de un ejército alemán
invasor.169

Lavaur, departamento del Tarn, cayó en 1211, en medio de una terrible


carnicería, en manos de los cruzados. Estos, exasperados por la rumoreada
matanza de 6.000 de sus seguidores, no perdonaron ni edad ni sexo. La
cruzada degeneró ahora en una guerra de conquista.170

En Lavaur más de 300 herejes son quemados vivos. También en Casses se


quema a más de 60 herejes.

28
En 1212 Pedro II el Católico, participa con el resto de reinos hispánicos en la
batalla de Las Navas de Tolosa, donde morirá su mejor estratega Bernardo de
Creixell. Los cruzados quieren conquistar todo el país y sustituir a los señores
y caballeros naturales que acogen y refugian a los herejes, acabar con su
independencia, y distribuir sus señoríos y propiedades entre los nobles que
acompañan a Simón de Monfort, quien a su
vez deberá ser el nuevo conde de Tolosa.

Ante estos acontecimientos, Raimundo VI necesita un amigo influyente y


poderoso.

Este aliado no puede ser otro que Pedro II de Aragón , llamado "El Católico".

Pedro II se encuentra en una situación inmejorable con Roma gracias a su


papel en la victoria de los cruzados y reyes de España en las Navas de Tolosa
(julio 1212) contra los musulmanes. El rey es requerido por el conde de
Tolosa , y por los condes de Comminges y de Foix. Pedro II accede y
consigue que la iglesia acuerde un concilio en enero de 1213, pero todas sus
demandas son rechazadas. A Pedro II no le queda otra alternativa que
intervenir directamente en el conflicto. Occitania acepta la autoridad del rey
de Aragón.
Pedro II y Raimundo VI se enfrentan a Simón de Monfort en las llanuras de
Muret, cerca de Tolosa, el 12 de septiembre de 1213. El rey Pedro II muere al
comienzo de la batalla, sus tropas huyen, y Raimundo VI se retira a Tolosa
con las suyas.171. Simón de Monfort conquista el Agenes, el Carcí y
Comenge.

Entre abril y octubre de 1215, los cruzados entran en Tolosa bajo el mando del
nuevo legado papal Pierre de Benevents, que ha sustituido a Arnaud Amaury,
nuevo arzobispo de Narbona. Les acompaña el "Delfín" Luis, futuro Luís
VIII, hijo del rey de Francia Felipe Augusto.172
Pero no terminó la guerra ni aún habiendo sido consagrado Simón de Monfort
como
señor del Languedoc.

El asedio de Tolosa fue un combate largo y violento, auténticamente medieval


por su crueldad. Ambos bandos sabían que esa vez estaban enzarzados en una
lucha a muerte.

Según un cronista, si algún infortunado sitiador caía en manos de los


defensores, éstos le arrancaban los ojos y le cortaban la lengua antes de
arrastrarlo medio muerto por las calles atado a la cola de un caballo.173

En junio de 1218, tras nueve meses de asedio, las perspectivas de Simón eran
poco prometedoras. Sus cruzados, tras completar los cuarenta días de servicio,

29
se disponían a regresar a casa, al igual que sus muchos mercenarios, cansados
de oír que el mermado tesoro de Montfort satisfaría sus deudas tan pronto
como la ciudad fuese tomada. Se cernía sobre Simón la amenaza de derrota,
una derrota que dejaría pequeña la vergüenza de Beaucaire. En el norte, lo
considerarían un señor que ni siquiera tenía en sus manos su propia capital y
que, por tanto, no merecía que se le
prestara más ayuda; en el sur, aparecería denigrado y desacreditado, presa
fácil para la revuelta. Simón tenía que someter Tolosa antes de que su ejército
lo abandonara; de lo contrario, sus nueve años de combates en el Languedoc
quedarían en nada.174 En el asalto moriría primero Gui de Monfort y acto
seguido lo haría su hermano, Simón de Monfort.

Con la desaparición de Montfort, los señores del sur vieron alejarse el peligro
de conquista y desposesión de sus feudos y señoríos, por lo que también se
atenuaría el apoyo a los cátaros. El sucesor de Felipe Augusto, Luis VIII,
seguirá presionando sobre los herejes y acabará imponiendo su autoridad, pero
llegará a un acuerdo con Raimundo VII (Tratado de París, 1229), por el que el
tolosano conservaba sus dominios y, a cambio, el rey de Francia consolidaba
su autoridad. Raimundo VII debía, además, combatir a los cátaros hasta su
completa erradicación.175

El año 1215 se había celebrado el IV Concilio de Letrán (XII ecuménico). En


el mismo, el juicio por ordalía, la vieja costumbre germánica de atar a las
personas a troncos o hacerlas andar a través del fuego, fue sustituida por la ley
romana.176 Pero el concilio, convocado por el Papa Inocencio III, estaba
encaminado contra los albigenses y los valdenses.

No obstante, los valdenses son asunto para tratar aparte. El comunismo y el


laicismo eran las bases de la secta. Decían las palabras de la consagración en
lengua vulgar y comulgaban en mesa común, queriendo remedar
sacrílegamente los antiguos ágapes.
Aunque fanáticos extraviados, eran hombres de buena vida y de nimia
austeridad, diferenciándose en esto de los albigenses. Si a alguna secta
moderna se asemejan los valdenses es al cuaquerismo. No tenían vocación de
mártires ni tomaron las armas nunca, como los cátaros. Asistían a las
reuniones de los católicos y recibían los sacramentos, aunque sin confesar que
eran valdenses.177

En 1219 forma parte de la Cruzada el príncipe Luís de Francia, apoyando a


Amaury de Monfort, hijo de Simón de Monfort. Tras su victoria ocasionan
una gran matanza en Marmande, abandonando la campaña sin más
consecuencias. La matanza provocó casi tantos comentarios como la de
Béziers y para muchos cronistas del norte se convirtió en un elemento
esencial. En la descripción de la Canso, el cronista anónimo despliega

30
todos sus recursos: «Pero crecieron el clamor y el griterío, los hombres
entraban en la ciudad con el acero afilado; empezó el terror y la matanza.
Señores, damas con sus hijos, hombres y mujeres desnudados, todos aquellos
hombres acuchillados y hechos pedazos con espadas cortantes. Carne, sangre
y sesos, torsos, miembros y rostros partidos en dos, pulmones, hígados e
intestinos arrancados y arrojados a un lado yacían en campo abierto como si
hubieran llovido del cielo. Pantanales y buenas tierras, todo era rojo sangre.
No quedó con vida ningún hombre ni mujer, ni viejos ni jóvenes, ninguna
criatura viva, a menos que hubieran logrado ocultarse. Marmande fue arrasada
y pasto de las llamas.» Pero en los seis años de batallas, asedios y
escaramuzas que siguieron a la muerte de Simón, Amaury fue vencido una y
otra vez por el joven Raimundo y por Roger Bernard de Foix.178

El 22 de noviembre de 1220, Federico II promulgó un edicto, mediante el cual


se declaraba que los herejes perderían sus bienes, serían desterrados y podrían
ser castigados con la hoguera. Con este acto, sentaba la equivalencia entre
herejía y delito de lesa majestad divina, que permitiría la instalación de la
hoguera como forma de castigo.179

En 1220 Duran de Huesca escribe "Liber contra Manicheos", mientras las


fuerzas albigenses conocen tres años de victorias, y ello motivado en parte por
la actitud de los católicos. A lo largo de los años veinte del siglo XIII,
burgueses y caballeros continuaron legando bienes a los monasterios,
sacerdotes seglares celebraron misas para congregaciones devotas, y la nueva
orden de los dominicos se encontró con un
público dispuesto a escuchar sus sermones. Los clérigos locales de las
ciudades del Languedoc no sufrieron maltrato por parte de los laicos ni
siquiera durante la época más tenebrosa de los asedios de los cruzados.
Además, muchos miembros de las órdenes inferiores de la Iglesia habían
abrazado la causa occitana.180

En febrero de 1224, Amaury de Montfort renunció a todos sus derechos en el


Languedoc en favor del rey de Francia. Ahora el sur pertenecía a la familia
real francesa.181

En 1226 se inicia la Cruzada real francesa y muere por enfermedad Luís VIII.
Le sucede Luís IX, bajo la regencia de su madre Blanca de Castilla (hija de
Alfonso VIII y de Leonor de Aquitania), que recrudece la lucha contra los
cátaros. Cruzada sólo de nombre. Durante dos años, las tropas francesas
llevaron a cabo una repugnante guerra de desgaste contra las fuerzas de
Tolosa y Foix. Se libraron batallas no decisivas, unos y otros cometieron
atrocidades —en respuesta a una feroz represalia francesa en una ciudad, los
occitanos cortaron las manos de los defensores franceses de otra—, y las
fortalezas cambiaban de manos. Hacia 1228, el círculo de destrucción se había
reducido hasta cerrar el área que bordeaba Tolosa.182

31
En 1226, quema de Pere Isarn, obispo de Carcasses, delante de Luís VIII en
Caunes-Menerbès. Muerte de Francisco de Asís. Matanza de Labécède
llevada a cabo por Humberto de Beuajeu, abanderado de los albigenses al
servicio de Ramón VI de Tolosa.

En 1226 y en 1228, Jaime I, bajo la presión de su confesor, el dominico


Raimundo de Peñafort, renovó la prohibición de entrada de herejes en sus
territorios y señaló graves penas para ellos.183

En 1228, la cruzada real convirtió sistemáticamente la fértil extensión de los


tolosanos en un desierto,184 situación que llevó a Raimundo VII a pedir la
paz. Se firman los Tratados de Meaux y París en 1229.

(a partir de aquí hay que poner la bibliografía)

Tras la cruzada

El 13 de mayo de 1239, 183 cátaros perecen en la hoguera en Mont-Aimé (Champaña).


Todavía en 1240, exasperados los ánimos por la represión inquisitorial, el Languedoc
alzaría la cabeza por última vez. Después de una amplia conspiración fracasada
Toulouse-Inglatera-Aragón, sólo resistirá como último reducto cátaro la roca de
Montségur, a 1.200 m de altura, no lejos de Foix, donde se guardaba el Tesoro fruto de
los donativos de los Creyentes. Al fin, el 2 de marzo de 1244 se rendía también la
fortaleza. El 16, en el llano al pie del castillo hoy conocido como Prat dels crematz, 205
Perfectos fueron quemados. Así terminó prácticamente la resistencia cátara, aunque otro
foco fortificado, el que Quéribus, no se rendiría hasta 1255. Montségur quedó para el
futuro como un símbolo misterioso y legendario, templo y fortaleza de carácter solar
(como ha pretendido demostrar Fernando Niel) y relacionado incluso con la leyenda del
Graal.185
La inexistencia de represalias contra quienes no eran perfectos fue un signo de que la
persecución terminaba. Se declaró una tregua de dos semanas, tras la cual se dejó ir
libres a los laicos de la montaña. Se les perdonaron sus pasados crímenes —incluidos
los asesinatos de Avignonet—, y sólo estaban obligados a prometer que se someterían a
un interrogatorio completo de la Inquisición.186
En la primavera de 1242, el conde de Tolosa reunió a sus conspiradores. Entre ellos
estaba su primo, el rey Enrique III de Inglaterra, y Hugues de Lusignan, el más
destacado señor de Aquitania. Junto a un gran número de nobles del Languedoc
impacientes por enfrentarse a los franceses, planearon poner fin a la ocupación del sur.
Se dio la señal de la revuelta en la festividad de la Ascensión.187
Ante la virulenta persecución padecida por los cátaros, el sur de Francia volvió a
agitarse en 1242, siendo asesinados algunos eclesiásticos. Dado que la revuelta habría
sido planificada en Montségur, bastión albigense en el que se habrían refugiado obispos
y gran número de perfectos, se resolvió acabar con el mismo. Sometido a sitio entre el
verano de 1243 y marzo 1244, su caída supuso un duro golpe para el movimiento, al
desaparecer el grueso de aquellos que, mediante imposición de manos, podían ordenar a
nuevos perfectos.188 El ejército real cercó el castillo de Montsegur en junio de 1243; el

32
sitio duró casi un año. El 16 de marzo de 1244 capituló después de una negociación
honrosa para los defensores de la ciudadela, y en términos de abjuración para los
"Perfectos " allí resguardados. No abjuró ninguno. Doscientos "Perfectos" y "Perfectas"
fueron pasto de las llamas en un prado al pié de la montaña. Sin embargo Montsegur no
fue el último reducto en resistir. Queribus no sucumbiría hasta el año 1255.189

El 2 de marzo de 1244 capitulaba Montsegur, Pedro Roger de Mirapeis negocia una


tregua con el comandante de los cruzados Hugues del Arcis. El 13 de marzo, veinte
cátaros solicitan recibir el "consolamentum". El miércoles 16 de marzo, 220 herejes son
quemados vivos, en el pie de la ladera del "pog" de Montsegur. En mayo de 1244 dos
inquisidores con su séquito fueron asesinados en el pueblo de Avignonet por tropas
venidas del castillo de Montsegur. Se acusó al conde Raimundo de haber aprovechado
este suceso para intentar una última sublevación, que fracasa. El conde implora el
perdón del rey, que se lo concede, y le jura fidelidad.

Entre 1245 y 1247, tras una gran investigación inquisitorial realizada por Bernardo de
Caux y Juan de San Pedro en el Lauragués, la iglesia cátara es desmantelada y su
jerarquía huye hacia la Lombardia.

En 1249 ochenta cátaros son quemados en Agen. Muerte de Ramón VII sin
descendencia masculina; Alfonso de Poitiers, hermano de Luís IX, será el sucesor. El
papa Inocencio IV, en 1252, permitió la tortura para la obtención de confesiones
mediante la bula "Ad extirpanda", siendo el sur de Francia y el norte de Italia las
principales zonas de implantación de la "Inquisición Pontificia". En España actuó en la
corona de Aragón, aunque no en la de Castilla.190

A partir de 1255, la inquisición mostró una eficacia temible. Los delatores proliferaron.
El éxodo cátaro hacia Italia fue en aumento. Luis IX, a través de una inteligente política
de perdón, compensaciones económicas y promoción en la administración real, se atrajo
a las familias nobles que habían luchado contra franceses y cruzados. Luis IX se
aseguró que los dominios occitanos fueran controlados por la Casa de Francia.
Contrariamente a sus expectativas, la Iglesia no obtuvo excesivas compensaciones.
Muchos obispos e incluso el Papa reconocieron que la Iglesia había estado trabajando
en buena medida para la Casa de Francia, más que para el catolicismo. El futuro san
Luis les había arrebatado la parte del león delante de sus narices.191

En 1257 cátaros leridanos son condenados por la Inquisición a pagar una suma de
dinero al rey Jaime I, para obtener la remisión de sus delitos.

El 11 de enero de 1258, los inquisidores fray Pedro de Termes y fray Pedro de


Cadreyta, condenaron póstumamente a Ramón de Josa y sentenciaron que su cadáver
fuese exhumado del cementerio de los fieles y expulsado de su sepultura eclesiástica.

En 1329 se encendió la última hoguera de cátaros en Carcassona donde fueron


quemados 3 herejes. Con ellos se pone fin a una época de persecución, la de la herejía,
que se verá sustituida por la de las brujas y la de las prácticas adivinatorias o
mágicas.192

El catarismo existente hoy en día señala que se ha de tener en cuenta, que sobre la
misión de los nobles cruzados en la persecución de los herejes cátaros, con el propósito

33
de erradicar la herejía cátara, se sobreponía el interés de los mercenarios, y cazadores de
fortuna, cuya casi única preocupación consistía en diezmar las posesiones de los cátaros,
para su enriquecimiento personal, con la excusa de preservar la religión romana.193
Los cátaros, hoy

Napoleón Peyrat nació en 1809 en el Ariége, el montañoso departamento francés del


que Foix es la capital. Era el pastor de la Iglesia Reformada de Francia, en el parisino
barrio de Saint-Germain en Laye. Y aún más, Peyrat era un magnífico y prolífico
escritor, un poeta convertido en historiador que podía mezclar los estilos en prosa de
Chateaubriand, Walter Scott y Jules Michelet hasta lograr un efecto electrizante. Por
desgracia, guardaba muy poco respeto a la verdad… En su pintoresca historia, el
Languedoc medieval se convirtió en la cumbre de la civilización, lleno de demócratas
amantes de la libertad atacados por bárbaros no mucho mejores que los vikingos. El
espíritu de libertad aplastado por los cruzados estuvo aletargado durante siglos, sólo
para volver a emerger, subrayaba Peyrat, entre los burgueses liberales de la Tercera
República francesa, es decir, gente como él… Peyrat creó el culto de Montségur y lo
convirtió en el centro del país cátaro. Hablaba de túneles y grutas donde se ocultaban
miles de cátaros. Era, según sus palabras, «nuestro agitado Capitolino, nuestro
tabernáculo aéreo, el arca que guardaba los restos de Aquitania procedentes de un mar
de sangre».194
Cuando estudiamos en paralelo la historia de bogomiles, cátaros y valdenses,
descubrimos que, de hecho, existía una fluida y constante comunión entre estos grupos,
lo cual no podría haber ocurrido si algunos de ellos hubieran sido gnósticos o
maniqueos. De los valdenses se han preservado numerosos documentos que prueban,
fuera de toda duda, el carácter evangélico y escritural de sus creencias. Y es un hecho
que, para los inquisidores de su época, los valdenses, cátaros y albigenses, eran una
misma cosa. Distintos nombres dados a idénticos hermanos, dependiendo del lugar y la
ocasión, pues, debe recordarse que ellos rehusaban tomar nombre alguno sobre sí, a
excepción de «cristianos» o «hermanos». Por cierto, es posible identificar la persistencia
de algunas herejías gnósticas, diseminadas aquí y allá en algunas sectas medievales, las
que, sin embargo, no pueden ser asociadas sin más a los cátaros y albigenses. Además,
se debe recordar que en el período apostólico y post-apostólico muchas herejías
gnósticas se desarrollaron al alero de las iglesias de Cristo, tal como el mismo apóstol
Juan advirtió en su Primera Carta.
Durante la temprana Edad Media, la corrupción generalizada de una gran parte de la
cristiandad llevó a hermanos sinceros a apartarse de sus males y abusos. Entre esos
hermanos se destacaron hombres de gran celo espiritual, quienes denunciaron
abiertamente los males de la cristiandad y ganaron un considerable número de
seguidores para una fe más bíblica y sencilla, entre los cuales se destacan Pedro de
Bruys y Enrique de Cluny. Además, existió una continua corriente migratoria de
hermanos que eran perseguidos en oriente (paulicianos y bogomiles), quienes, al llegar a
occidente entraron en contacto con las iglesias de cátaros, albigenses y valdenses.

Todos estos factores ayudan a explicar el surgimiento de una poderosa corriente


espiritual durante la Alta Edad Media (Siglos X al XV), conformada por numerosos
grupos de creyentes que se apartaron decididamente del cristianismo oficial de su

34
tiempo. Fueron conocidos por muchos nombres: cátaros, albigenses, valdenses,
petrobrusianos, patarinos, etc. Y, aunque existía entre todos ellos una estrecha
comunión e interrelación, el nombre de cátaros y albigenses se aplicó más bien a los
grupos de hermanos que florecieron al sur de Francia y norte de España. 195

Los iniciadores de los “hombres buenos” (no admiten ser cátaros), son Pedro de Bruys y
Enrique de Cluny
Pedro de Bruys, viajó infatigablemente por más de veinte años, recorriendo diversas
provincias de Francia: el Delfinado, Provenza, Languedoc y Gasconia. Multitudes de
personas asistían a sus predicaciones en las que denunciaba abiertamente el uso de
imágenes, especialmente de la cruz, la veneración de María, los sacramentos, y el
bautismo de niños, como costumbres contrarias a la Escritura. Para escucharlo, la gente
dejaba los servicios religiosos y se reunía en cualquier punto donde él estuviese. Como
no reconocía tampoco la autoridad de la Iglesia organizada, fue perseguido y finalmente
arrestado en 1116 d. de C. Fue quemado públicamente en la plaza de Saint Gilles ese
mismo año. No obstante, sus seguidores continuaron con su obra y con el tiempo se
unieron al resto de los hermanos perseguidos.
Enrique de Cluny continuó con la obra de Pedro de Bruys, de quien fue discípulo. Este
era monje y diácono del famoso monasterio de Cluny. Poseía una gran capacidad de
oratoria y un aspecto físico imponente. Pero era, además, un hombre
extraordinariamente devoto y encendido de celo espiritual. Sus predicaciones atraían a
millares, y producían cientos de conversiones, entre ellas, las de algunos reconocidos
pecadores, quienes cambiaban radicalmente sus vidas. El avivamiento que él ayudó a
encender se extendió rápidamente por todo el sur y el mediodía de Francia. Los líderes
de la iglesia organizada se encontraban amilanados y hasta aterrados ante el poder de su
predicación, y no se atrevían a hacer nada en su contra. Fue tan grande su impacto en
esas regiones que gran parte de los templos y monasterios quedaron abandonados.196
En 1167 se realizó una conferencia de maestros que congregó a hermanos de todas
partes de Europa, inclusive de Constantinopla. Allí estaban los paulicianos, cátaros,
albigenses, valdenses, bogomiles, reunidos simplemente como hermanos, sin aceptar
ninguno de los apellidos que sus detractores les colocaban. Se dieron informes del
avance de la obra en lugares tan distantes como Rumania, Bulgaria y Dalmacia. Y este
hecho nos ayuda a visualizar la amplitud y alcance del despertar espiritual que ellos
protagonizaron en aquellos años. 197
A pesar de todo, la fe de los hermanos no murió. A dondequiera que fueron, volvieron a
levantar el testimonio de Jesucristo. Por toda Europa, numerosos hermanos salían de la
cristiandad organizada, y aquí y allá volvían a aparecer, para luego ocultarse, durante
los terribles siglos en que la Inquisición ejerció su imperio. Hasta que por fin, con el
advenimiento de la Reforma, salieron nuevamente a la luz, cuando se contaban por
cientos de miles, dispuestos a escribir un nuevo capítulo de su heroica historia, ya sea
uniéndose a la misma Reforma, o tomando parte de la reforma más radical, con el
nombre de anabaptistas. 198

CRONOLOGÍA DE ACONTECIMIENTOS RELACIONADOS CON LOS CÁTAROS


199

Años - Reinados - Pontífices

1000 El campesino Leutard predica en la Champaña. 1018 Berenguer Ramon I, conde


de Barcelona (1018-1035) 1022 10 canónicos son quemados en Orleans. 1030 Los

35
herejes de Montforte son quemados en Milán. 1073 Pontificado de Gregorio VII (1073-
1085) Reforma gregoriana. 1100 Hacia el año 1100, primera hoguera de un hereje
bogomilo en Constantinopla. 1101 Fundación de la orden de Fontevrault por Robert
d'Arbrissel. 1112 Las guerras feudales y las usurpaciones no podrán impedir la
soberanía del conde de Barcelona, Ramon Berenguer III el Grande, sobre Carcassona y
Béziers. 1114 Dos campesinos herejes son quemados en Soissonais. 1115 Entre 1115 y
1125, hogueras de herejes en Tolosa. 1120 De 1120 a 1125, aproximadamente,
predicaciones de Pedro de Bruis desde el valle del Ródano hasta el Lenguadoc. 1131
Ramon Berenguer IV, conde de Barcelona (1131-1162) 1135 De 1135 a 1145,
aproximadamente, predicaciones del monje Enrique en la región de Tolosa. Hoguera
colectiva de herejes en Lieja. 1137 Luís VII, rey de Francia (1137-1180) Ramon
Berenguer IV es nombrado Príncipe de Aragón por su boda con Petronila, hija del rey
de Aragón Ramiro II. 1143 Hoguera colectiva en Colonia. 1144 Hoguera colectiva de
herejes en Lieja. 1145 Misión de Bernardo de Claravall por las regiones de Tolosa y
Albi. 1148 Ramon V, conde de Tolosa (1148-1194) 1149 Reconquista de Lérida y
Fraga por el conde Ramon Berenguer IV. 1150 Hacia el 1150, Arnau de Brescia
levanta la ciudad Roma contra el papado. 1152 Pontificado de Alejandro III (1159-
1181) 1162 Alfonso el Casto, II de Aragón (1162-1196). Primer rey de la corona
aragonesa. 1163 Hoguera colectiva en Colonia. Ekbert de Schönau inventa la palabra
catharos. 1165 Conferencia contradictoria entre cátaros y católicos en Lombert. 1167
Nicetas organiza las iglesias occidentales cátaras, en San Felix de Lauraguès. 1180
Felipe Augusto, rey de Francia (1180-1223)
1181 Pontificado de Lucio III (1181-1185) Expedición antiherética del cardenal obispo
Enrique de Marcy. Asedio de Lavaur, abjuración del obispo cátaro de la región de
Tolosa. 1184 Decretal de Verona, primera etapa hacia la Inquisición. 1194 Ramon VI,
conde de Tolosa (1194-1222) 1196 Pedro el Católico II de Aragón (1196-1213) 1198
Pontificado de Inocencio III (1198-1216)

1200 El año 1200 en Troya y el año 1204 en Braines, hogueras de publicanos


champañeses. 1202 Muerte de Joaquin de Fiore, autor del "Evangelio eternal". 1204
Guilhabert de Castres ordena las damas de Fanjaus. Coloquio contradictorio de
Carcassona. 1206 Coloquio contradictorio de Montreal. Asamblea de 600 perfectos en
Mirapeis. 1208 Nace en Montpellier, Jaime I de Aragón; (1208-1276). Excomunión de
Ramon VI, conde de Tolosa. Asesinato de Pedro de Castelnau 1209 Comienzo de la
cruzada, sumisión de Ramon VI, matanza de Béziers, caída de Carcassona, muerte de
Ramon Roger Trencavell .Simón de Montfort, vizconde de Carcassona. Fraternidad de
Francisco de Asís reconocida por Inocencio III. 1210 Asalto y conquista de Menerba,
140 cátaros son quemados en la hoguera. Conquista de Termes. 1211 Asalto y
conquista de Lavaur, mortaldad de los defensores y de 300 a 400 herejes son quemados
vivos. Hoguera en Cassès de más de 60 herejes. 1212 Pedro I el Católico, participa al
lado del rey de Castilla, en la batalla de Las Navas de Tolosa, donde morirá su mejor
estratega Bernardo de Creixell. Simón de Monfort conquista el Agenes, el Carcí y
Comenge. 1213 Vasallaje de Ramon VI al rey Pedro I el Católico. Batalla de Muret,
muerte del rey Pedro I el Católico y derrota del ejército occitano-aragonés. Simón de
Monfort, es obligado por Inocencio III a devolver el infante Jaime I a sus súbditos.
1214 El conde Ramon de Josa, abjura de la herejía, delante del legado del papa, Pedro
de Benevento. 1215 Rendición de Tolosa. Concilio de Letrán. Investidura de Simón de
Monfort. Se oficializan a las órdenes mendicantes. 1216 Pontificado de Honorio III
(1216-1227) Ramon VI y su hijo comienzan la guerra de liberación del condado de
Tolosa. 1218 Simón de Monfort muere en el asedio de Tolosa. 1219 Cruzada del

36
príncipe Luís, matanza en Marmande. 1220 Hacia el año 1220, Duran de Huesca,
habiéndose convertido en un humilde católico, escribe "Liber contra Manicheos". 1221
Ramon VII, conde de Tolosa (1222-1249) Muerte del hermano Domingo de Guzmán.
Muerte de Ramon VI. 1223 Luis VIII, rey de Francia (1223-1226) Muerte de Felipe
Augusto. Reconquista de Ramon Trencavell. 1224 Derrota de Amaury de Montfort,
que cede sus derechos a la corona. De 1224 a 1229, Cabares se convierte en plaza fuerte
de los "faydits" (revoltados) y de la iglesia del Carcassès. 1226 Luís IX, rey de Francia
(1226-1270) Concilio cátaro en Pieusse, creación del obispado del Rasès. Cruzada real.
Quema de Pere Isarn, obispo de Carcassès, delante de Luís VIII en Caunes-Menerbès.
Muerte de Luís VIII. Muerte de Francisco de Asís. Matanzaa de Labécède llevada a
cabo por Humberto de Beuajeu.
1227 Pontificado de Gregorio IX (1229-1242) Misión preinquisitorial de Marburg en
Alemania. 1229 Comienzos de la expansión mediterránea de la corona de Aragón, con
la conquista de la isla de Mallorca (1229-1230).Tratado de Meaux-París, sumisión de
Ramon VII, hipoteca francesa sobre la sucesión del condado de Tolosa. Creación de la
Universidad de Tolosa, que es confiada a los hermanos predicadores. 1232 Montsegur
se convierte, por expreso deseo del obispo cátaro Guilabert de Castres, en la sede oficial
de la iglesia cátara. 1233 Creación de la Inquisición confiada por el papa a la orden de
los hermanos predicadores (dominicos). 1235 Alzamientos contra la Inquisició en
Tolosa, Albi y Narbona. 1237 Una encuesta efectuada en el Lenguadoc, nos descubre a
un grupo de nobles cátaros exiliados en Cataluña. 1238 La ciudad de Valencia se rinde
al ejército de Jaime I. 1239 13 de mayo de 1239, hoguera en Mont-Aimé (Champaña),
183 cátaros seran presa de las llamas. 1240 Tentativa inútil de Ramon Trencavell y de
los "faydits" del Carcassès por recuperar sus tierras. 1242 Pontificado de Inocencio IV
(1242-1254) Algunos caballeros de Montsegur protagonizan el atentado de Avinhonet,
que será el primer episodio de la guerra de reconquista por parte de Ramon VII. 1243
Capitulación de Ramon VII en Lorris. Comienzo del asedio de Montsegur. 1244 El 2
de marzo de 1244, capitulación de Montsegur, Pedro Roger de Mirapeis negocia una
tregua de quince días, con el comandante de los cruzados Hugues del Arcis. El 13 de
marzo, veinte creyentes solicitan recibir el "consolamentum". El miércoles 16 de marzo,
220 herejes son quemados vivos, en el pie de la ladera del "pog" de Montsegur. 1245
1245-1247; gran investigación inquisitorial realizada por Bernardo de Caux y Juan de
San Pedro en el Lauragués. La Iglesia cátara es desmantelada y su jerarquía huye hacia
la Lombardia. 1249 Ochenta creyentes cátaros son quemados en Agen. Muerte de
Ramon VII sin descendencia masculina; Alfonso de Poitiers, hermano de Luís IX, será
el sucesor. 1254 Pontificado de Alejandro IV (1254-1261) 1255 Chabert de Barbaria
incorpora al reino de Francia, el castillo de Queribús, último reducto cátaro. 1257
Cátaros leridanos son condenados a pagar al rei Jaime I, la suma de 2000 morabatines
alfonsinos, para obtener la remisión de los delitos descubiertos por la Inquisición. 1258
El 11 de enero de 1258, los inquisidores fray Pedro de Termes y fray Pedro de Cadireta,
condenaron postumamente a Ramon de Josa y sentenciaron que su cadaver fuese
exhumado del cementerio de los fieles y expulsado de su sepultura eclesiástica. 1261
Pontificado de Urbano IV (1261-1264 1262 De 1262 a 1283, Guillermo Pagès, que
había regresado de Lombardía, predica por Carcassès y Cabardès. 1265 Pontificado de
Clemente IV (1265-1268) Muerte de Luís IX. 1269 En noviembre de 1269, Pedro de
Cadireta y Guillermo de Calonge, frailes inquisidores de la Corona de Aragón,
desentierran los cuerpos de los Castellbó, -Arnau de Castellbó y su hija Ermessendis,
condesa de Foix-, y ordenan que sean quemados por herejes. 1270 Felipe III, rey de
Francia (1270-1285) Alfonso de Poitiers y Juana de Tolosa mueren sin descendencia.
1271 Pontificado de Gregorio X (1271-1276) La corona de Francia incorpora el

37
condado de Tolosa. Batida en Sirmione (norte de Italia). 1276 Pedro el Grande, II de
Barcelona y III de Aragón (1276-1285) Muerte de Jaime I el Conquistador. 1280 Felipe
IV el Hermoso, rey de Francia (1285-1314) De 1280 a 1285, procedimientos irregulares
y complot contra los archivos de la Inquisición en Carcassona. 1294 Pontificado de
Celestino V (agosto-septiembre). Pontificado de Bonifacio VIII (1294-1303) Papa
espiritual. 1295 Pedro y Guillermo Autier huyen hacia la Lombardía. Bernardo
Deliciós y la rabia carcasonesa.

1305 Pontificado de Clemente V (1305-1314) Bernardo Gui, inquisidor de Carcassona.


1307 Desmantelamiento de la Iglesia de los hermanos Autier. 1309 El último perfecto
occitano conocido Guilhem Belibasta, llega a Cataluña por la Fenolleda y las Alberas,
huyendo de la Inquisición de Tolosa o de Carcassona, y se establece en un principio en
Torroella de Montgrí y más tarde en la zona situada entre Tortosa y Morella. 1321
Belibasta, último perfecto occitano conocido, es condenado a la hoguera en Vila Roja-
Termenès. 1329 Última hoguera de cátaros en Carcassona (3 creyentes). 1375
Redacción del último ritual cátaro conocido, en occitania.

Notas:

101 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS ALBIGENSES"


Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
102 El Magisterio de la Iglesia. Enrique Denzinger. http://www.diocesisdecanarias.es/pdf/denzinger.pdf
103 La Inquisición contra los Albigenses en Languedoc. Pilar Jiménez Sánchez (1229-1329).
http://www.durango-udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/0_443_1.pdf
104 La Cruzada contra los Albigenses. http://www.cayocesarcaligula.com.ar/papado/albigences.html
105 Tercer Concilio de Letrán. Traducido por Pedro Royo.
http://ec.aciprensa.com/wiki/Tercer_Concilio_de_Letr%C3%A1n
106 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
/11/oshea-stephen-los-cataros-la-herejiaperfecta1.
doc+stephen+o%27shea+los+c%C3%A1taros+la+herej%C3%ADa+perfecta&hl=es&gl=es&pi
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107 La Cruzada contra los Albigenses. http://www.cayocesarcaligula.com.ar/papado/albigences.html

108 HISTORIA DE LOS CÁTAROS http://www.loscataros.com/la-ruta/situacion-


politico-social-dellanguedoc-/
288/38.html
109 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
110 Id. Id.
111 Historia de los cátaros, los albigenses y los valdenses
http://www.thecult.es/Lecturas-yanalisis/

38
historia-de-los-cataros-los-albigenses-y-los-valdenses.html
112 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?
a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
/11/oshea-stephen-los-cataros-la-herejiaperfecta1.
doc+stephen+o%27shea+los+c%C3%A1taros+la+herej
%C3%ADa+perfecta&hl=es&gl=es&pi
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113 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
114 Id.Id.
115 Herejía de los Cátaros o Albigenses
http://www.luxdomini.com/_inq/contenido1/inquisicion_albigenses.htm
116 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
117 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
118 Política, heterodoxia e Inquisición.Diana Luz Ceballos Gómez.
www.revistas.unal.edu.co/index.php/hisysoc/article/download/32322/32341
119 Historia de los heterodoxos españoles. Marcelino Menéndez Pelayo Pag. 288
http://www.filosofia.org/aut/mmp/hhein1.htm
120 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
121 Cátaros. José Julio Martínez Valero. www.monografias.com
122 Els càtars: una veu silenciada. Antoni Dalmau i Ribalta.
http://www.revistaigualada.cat/ImatgesArticles/2008/14.03.18.pdf
123 http://mercaba.org/Herejia/cataros.htm
124 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
125 N.A. WEBER http://ec.aciprensa.com/a/albigenses.htm
126 CÁTAROS Fco de Moxó
http://www.vallenajerilla.com/berceo/florilegio/inquisicion/cataros.htm
127 La herejía del Catarismo y los cátaros Jorge Martín Quintana
http://www.arteguias.com/cataros.htm
128 Cuarto Concilio de Letrán. Año 1215.
128 http://es.catholic.net/sacerdotes/222/2454/articulo.php?id=23235
129 Cuarto Concilio de Letrán. Año 1215.
http://es.catholic.net/sacerdotes/222/2454/articulo.php?id=23235
130 N.A. WEBER http://ec.aciprensa.com/a/albigenses.htm
131 Historia de los heterodoxos españoles. Marcelino Menéndez Pelayo Pag. 290
http://www.filosofia.org/aut/mmp/hhein1.htm

39
132 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
133 Els càtars: una veu silenciada. Antoni Dalmau i Ribalta.
http://www.revistaigualada.cat/ImatgesArticles/2008/14.03.18.pdf
134 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?
a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
/11/oshea-stephen-los-cataros-la-herejiaperfecta1.
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135 Id. Id.
136 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
137 Id. Id.
138 Els càtars: una veu silenciada. Antoni Dalmau i Ribalta.
http://www.revistaigualada.cat/ImatgesArticles/2008/14.03.18.pdf
139 La Cruzada contra los Albigenses: historia, historiografía y memoria. Martín
ALVIRA CABRER.
http://www.durango-
udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/1_1944_3.pdf
140 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
141 N.A. WEBER http://ec.aciprensa.com/a/albigenses.htm
142 Tercer Concilio de Letrán. Traducido por Pedro Royo.
http://ec.aciprensa.com/wiki/Tercer_Concilio_de_Letr%C3%A1n
143 La Inquisición contra los Albigenses en Languedoc. Pilar Jiménez Sánchez (1229-
1329).
http://www.durango-
udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/0_443_1.pdf
http://www.durango-
udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/0_443_1.pdf
144 CÁTAROS Fco de Moxó
http://www.vallenajerilla.com/berceo/florilegio/inquisicion/cataros.htm
145 N.A. WEBER http://ec.aciprensa.com/a/albigenses.htm
146 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
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40
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147 CÁTAROS Fco de Moxó
http://www.vallenajerilla.com/berceo/florilegio/inquisicion/cataros.htm
148 N.A. WEBER http://ec.aciprensa.com/c/cataros.htm
149 Abel López HISTORIA CRÍTICA. Universidad de los Andes. Revista nº 20
http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/414/view.php
150 El sincretismo de los cátaros.
http://www.bibliotecapleyades.net/esp_cataros_02.htm
151 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA CONTRA LOS
ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
152 La Batalla de Muret. David Barreras y Cristina Durán.
http://anatomiadelahistoria.com/2011/10/labatalla-
de-muret-i/
153 La Cruzada contra los Albigenses: historia, historiografía y memoria. Martín
ALVIRA CABRER.
http://www.durango-
udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/1_1944_3.pdf
154 Els càtars: una veu silenciada. Antoni Dalmau i Ribalta.
http://www.revistaigualada.cat/ImatgesArticles/2008/14.03.18.pdf
155 HISTORIA DE LOS CÁTAROS http://www.loscataros.com/la-
ruta/situacion-politico-social-dellanguedoc-/
288/38.html
156 El misterio de los cátaros: El pueblo
“perfecto”http://www.guioteca.com/mitos-y-enigmas/el-misteriode-
los-cataros-el-pueblo-perfecto
157 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?
a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
158 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA
CONTRA LOS ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
159 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?
160 Historia de los heterodoxos españoles. Marcelino Menéndez Pelayo Pag.
290-291
http://www.filosofia.org/aut/mmp/hhein1.htm
161 La herejía del Catarismo y los cátaros Jorge Martín Quintana
http://www.arteguias.com/cataros.htm
162 Cientos de miles de albigenses y valdenses perseguidos y muertos por la
Iglesia Católica Romana.
http://www.editoriallapaz.org/apocalipsis_extracto_albigenses_valdenses.htm
163 Cientos de miles de albigenses y valdenses perseguidos y muertos por la
Iglesia Católica Romana.
http://www.editoriallapaz.org/apocalipsis_extracto_albigenses_valdenses.htm
164 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.

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https://docs.google.com/viewer?
a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
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165 CÁTAROS Fco de Moxó
http://www.vallenajerilla.com/berceo/florilegio/inquisicion/cataros.htm
166 La Cruzada contra los Albigenses: historia, historiografía y memoria.
Martín ALVIRA CABRER.
http://www.durango-
udala.net/portalDurango/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/1_1944_3.pdf
167 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?
a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
/11/oshea-stephen-los-cataros-la-herejiaperfecta1.
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SzMW47uWv649Skg9o&sig=AHIEtbQn_HfrO0A21gN_4550o5jHg5WoiA
168 id. Id.
169 Id. Id.
170 N.A. WEBER http://ec.aciprensa.com/a/albigenses.htm
171 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA
CONTRA LOS ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
172 GUILLERMO DE TUDELA Y "LA CANCION DE LA CRUZADA
CONTRA LOS ALBIGENSES"
Joaquín Guillén Sangüesa. dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2273363.pdf
173 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?
a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
174 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?
a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
175 La herejía del Catarismo y los cátaros Jorge Martín Quintana
http://www.arteguias.com/cataros.htm
176 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
177 Historia de los heterodoxos españoles. Marcelino Menéndez Pelayo Pag.
287

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http://www.filosofia.org/aut/mmp/hhein1.htm
178 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
https://docs.google.com/viewer?
a=v&q=cache:MZkOULdhX5QJ:ahuramazdah.files.wordpress.com/2009
/11/oshea-stephen-los-cataros-la-herejiaperfecta1.
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SzMW47uWv649Skg9o&sig=AHIEtbQn_HfrO0A21gN_4550o5jHg5WoiA
179 Política, heterodoxia e Inquisición.Diana Luz Ceballos Gómez.
www.revistas.unal.edu.co/index.php/hisysoc/article/download/32322/32341
180 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
181 Id. Id.
182 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
183 HISTORIA DE LA INQUISICIÓN Y LA REFORMA EN ESPAÑA.
Samuel Vila.
http://sembradores.files.wordpress.com/2011/05/hire.pdf
184 STEPHEN O'SHEA LOS CÁTAROS, la herejía perfecta.
184 Id. Id.

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