Tema 1 - El Ser Humano Como Punto de Partida
Tema 1 - El Ser Humano Como Punto de Partida
Tema 1 - El Ser Humano Como Punto de Partida
CURSO:
PLENITUD HUMANA E INTERGACIÓN EN DIOS
1 Maniqueísmo: Secta religiosa fundada por un persa llamado Mani (o Manes) (c. 215-275),
considerado por sus seguidores como divinamente inspirado. Los Maniqueos creen que el espíritu
del hombre es de dios, pero el cuerpo del hombre es del demonio. En el hombre, el espíritu o luz
se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar
un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada. Desprecian por eso la
materia, incluido al cuerpo.
2 Según esta visión en el hombre hay un principio inmaterial, metafísico, irreductible a la materia,
que es el alma espiritual. De ahí que el hombre es un ser compuesto de dos elementos o sustancias:
alma y cuerpo, que sólo de manera transitoria están unidos. Esta doctrina, en sus extremos,
considera que el verdadero ser del hombre es precisamente su alma espiritual, de tal manera que
el cuerpo resulta accesorio.
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3 De esta concepción dualista ha derivado una cierta espiritualidad en el cristianismo que ha visto
al cuerpo como fuente de pecado, en particular en lo que se refiere a la sexualidad, con lo que se
ha tendido a ver el sexo como malo o pecaminoso. De ahí la necesidad de "mortificar" el cuerpo
con sus apetitos y tendencias. Hoy en día, en cambio, se tiende a dar un juicio más equilibrado.
4 Una de sus más difundidas expresiones la encontramos en el francés Jacques Monod (+ 1976),
premio Nobel de Fisiología y Medicina. Expone su teoría acerca del origen del cosmos y del hombre
en su célebre obra El azar y la necesidad (1970), donde defiende que el mundo, y el hombre en
particular, no son fruto de una evolución entendida en forma teleológica, como se ha creído. Es
decir, no es que el surgimiento de la vida y del hombre sean resultado de un proyecto creador, que,
de las formas más primitivas de la materia, fue desarrollándose según un plan preconcebido hasta
desembocar en el hombre como su fruto más preciado. Al contrario, en el origen de todo está la
materia y ésta no es guiada por ninguna finalidad preestablecida. La vida brotó por accidente, una
entre millones de posibilidades. Lo que guía el proceso de la evolución es el azar, la suerte, las
coincidencias accidentales.
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que un pedazo de carne que se puede desechar si estorba, la eutanasia podría ser
un derecho humano, etc.
Indistintamente en donde se ponga la acentuación, el resultado de estas
cosmovisiones exclusionistas es la presentación de antropologías reduccionistas. Y
los reduccionismos son explicaciones parciales.
* Desde los enunciados de Lammetrie -«el hombre no es más que una
máquina»; «no hay más alma que el cerebro»- hasta las más recientes, que
consideran al hombre como un animal biológicamente algo más sofisticado que el
resto (Wilson), mediatizado esencialmente -y no sólo influenciado- por su entorno
sociocultural o económico (Marx), o por sus pulsiones afectivas-sexuales (Freud).
* O bien, el extremo opuesto, el discurso “religioso” que sostiene: «lo que
importa es salvar el alma», «A la Iglesia y los curas les compete solo la salvación de
las almas, no las realidades terrenas como el problema de la minería, la
problemática económica o política, etc».
Debajo de estas sentencias, subyacen una concepción pobre y limitada del ser
humano: ya sea espiritualista, que niega la dimensión temporal de la realidad
mundana, ya sea un materialismo biologista, que niega la dimensión trascendente
de la persona humana. En conclusión, los reduccionismos dan una imagen falsa del
hombre, una imagen empobrecida.
condición humana (Gn 6,12; Is 40,6; Sal 78,39: «Se acordaba de que ellos
eran carne, un soplo que se va y no vuelve más». Carne en el Antiguo
Testamento no es fuente de mal, sino simplemente manifiesta al hombre
como un ser limitado ontológicamente, manifestado en sus características
biológicas.
4.2. Nefesh
Es la noción central de la antropología israelita. Primeramente, significó la
garganta y por analogía, la respiración (aliento = 2 Sam 16,14; 1 Re 17,21s). De ahí
toma el sentido de principio-vital o vida. En fin, designa al propio ser viviente en
general y más particularmente al hombre.
La nefesh es el centro vital inmanente al ser humano; con este término se puede
significar lo que hoy llamaríamos la personalidad. Así se dice que Israel «conoce la
nefesh del extranjero» (cfr Ex 23,9), esto es su psicología. Ahora bien, la nefesh
hebrea no es una entidad puramente espiritual (como la psyché platónica) sino que
está afectada por un permanente coeficiente de corporeidad. El pueblo hambriento
se lamenta de tener la nefesh «seca» (Nm 11,6). No es extraño que basar y nefesh
se utilicen indistintamente para denotar al hombre entero, funcionando como
sinónimos. La pareja basar-nefesh nos remite a partes de la estructura humana que
se sumarían para dar como resultado el hombre entero. Ambos términos son una
expresión que engloba lo humano: todo el hombre es basar; todo el hombre es
nefesh5.
En otras palabras: el hombre es unidad psico-somática, cuerpo animado y/o alma
encarnada. El hombre es una realidad compleja, pero a la vez, unitaria en su
concreta plasmación psico-orgánica.
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Al nefesh se le pueden atribuir las sensaciones orgánicas del hombre, y de los órganos corporales
se predican operaciones psíquicas: las entrañas se estremecen (Ct 5,4: “Mi amado metió la mano
por la hendidura; y por él se estremecieron mis entrañas”; Pr 23, 16: “Y exultaron mis riñones al
decir tus labios cosas rectas”).
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4.3. Ruah
El término significa primeramente brisa, viento; consiguientemente significará la
respiración o incluso la vitalidad. Pero en la mayoría de los casos se usa para
denotar el espíritu de Yahvé; en algunos casos, la comunicación que de ese espíritu
hace Yahvé al hombre. El concepto expresa una nueva dimensión del hombre: la
de su apertura a Dios, la capacidad de entrar en diálogo y comunión con Él.
El hombre, en cuanto nefesh o basar, está consagrado a la caducidad, pero no
es una entidad clausurada sobre sí. Es también verticalmente abierta, capaz de
sostener una relación dinámica con Dios, quien por el otorgamiento del ruah,
posibilita el trascenderse de la nativa condición carnal por la participación del don
divino.
4.4. Leb
Otro término es Leb, se traduce por corazón y es el concepto antropológico más
frecuente. El corazón (leb) es la interioridad buena de Dios (cf. Gn 6,56; 8,21; 17,17).
Es también la sede más honda de la experiencia humana, el lugar en el que se
asientan los afectos, los sentimientos, las pasiones de su vida. Indica: corazón como
órgano corporal (1 Sam 25,37); como sede de los sentimientos «Mi corazón exulta en
Yahvé» (Sal 13,6); como sede de los deseos (Sal 21,3).
La tradición más occidental ha tendido a contraponer el entendimiento y el
corazón, es decir, la racionalidad y el mundo de los sentimientos. Por el contrario,
en la Biblia el corazón sigue siendo la sede no sólo de los afectos, sino también de
las ideas y de los pensamientos. Para entender el sentido de corazón resulta
ejemplar la formulación de shemá: «Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón
[leb], con toda tu alma [nefesh], con todas tus fuerzas [me’od]». Estos son los tres
niveles o momentos básicos de la vida humana: el corazón que es la sede básica
de las decisiones, el alma o nefesh que expresa sus deseos y las fuerzas de la
voluntad que expresan su poder.
En síntesis, el hombre:
a) es basar en cuanto ser mundano, solidario de los demás seres, y
particularmente de sus semejantes. Un ser frágil y caduco.
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5. Conclusiones
De la concepción unitaria del hombre se desprende una serie de conclusiones
para la espiritualidad cristiana, que señalamos a continuación:
✓ El hombre está llamado a la unidad personal, acabando con toda división
interna, o desintegración en la que muchas veces se encuentra. Esta unidad
tiene su modelo en Dios su creador, que es a la vez uno y trino.
✓ Existe una interdependencia entre la vida del espíritu y la vida corporal, que
no puede ser ignorada en la práctica de la vida cristiana. La persona humana
es sujeto único de acciones espirituales y corporales.
✓ El hombre no es un espíritu que mora en el cuerpo como en un lugar extraño,
ni el cuerpo es un sobreañadido a manera de apéndice, sino una dimensión
constitutiva fundamental del ser humano, a través del cual se hace presente
al mundo.
✓ La espiritualidad se interesa por el hombre entero, en su dimensión corporal
y espiritual y también en las situaciones concretas de la vida. Interesa la
persona entera: cuerpo y alma, corazón y consciencia, inteligencia y
voluntad; y las situaciones concretas: con su familia, y sociedad, con su
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