La Figura Del Guardián Religioso
La Figura Del Guardián Religioso
La Figura Del Guardián Religioso
INTRODUCCIÓ N GENERAL
La presente exposició n lleva por título La figura del Guardián religioso en la norma y en el
espíritu del Derecho Canónico y del Derecho Franciscano vigentes. El tema en sí es un tema
bastante rico y denso en doctrina canó nico-jurídica dada la interrelació n existente entre el
Derecho Franciscano y Derecho Eclesial, por lo que sería imposible agotarlo en unas
cuantas líneas.
Esta reflexió n pretende adentrarse en la figura del religioso franciscano como Guardiá n de
una fraternidad (quién es un Guardiá n, qué autoridad tiene, cuá l es su misió n, cuá l debe ser
su actuació n segú n las leyes de la Orden y de la Iglesia, cuá les son sus principales
responsabilidades, en qué consiste el oficio eclesiá stico de Guardiá n o Superior –tal y como
se le conocía tradicionalmente-, cuá l es su principal y constitutiva tarea, cuá les son sus
límites en su responsabilidad, hasta dó nde llega su autoridad, có mo debe proceder en los
casos problemá ticos de mi comunidad).
Debo reconocer, dado el poco margen del que disponemos, que no se agotará n todos los
puntos y preguntas que puedan surgir en torno a la actuació n de los Guardianes, de ahí que,
nuestra reflexió n “pretende ser una exposició n general de los principales aspectos del
oficio de Guardiá n a la luz del Derecho Canó nico y Franciscano vigentes”[2].
Las nuevas Constituciones Generales, emanadas del Capitulo General del 2003 (digo nuevas
no porque sean nuevas en sí, sino por que, fueron reformados algunos artículos y
reordenas en su numeració n) definen claramente, en el artículo 237, la principal funció n
del guardiá n: “La principal incumbencia del Guardiá n es, de acuerdo con el Derecho comú n
y el propio de la Orden, fomentar el bien de la fraternidad y de los
hermanos, velar cuidadosamente sobre la vida y la disciplina religiosa, dirigir la actividad
y promover la obediencia activa y responsable de los hermanos en espíritu de verdadera
fraternidad”[8].
Vamos a entrar a diversos principios que paulatinamente irá n describiendo los principales
aspectos de la funció n del guardiá n.
La vida religiosa, por la profesió n de los consejos evangélicos, es una donació n totalmente a
Dios, amado sobre todas las cosas (cf. Can. 573, §1). El decreto Perfectae Caritatis nos
recuerda a los religiosos que aquellos que han hecho profesió n de los consejos evangélicos,
antes que todo deben buscar y amar a Dios porque É l nos ha amado primero (PC 6).
Desde la ó ptica franciscana, el Guardiá n tiene como primera responsabilidad fomentar y
buscar el bien de la fraternidad, es decir, tiene la funció n de dar su contribució n específica
para la construcció n en Cristo de su fraternidad que se les ha encomendado, “una
construcció n en Cristo que parte comenzando por la bú squeda constante de que Cristo sea
el centro de la vida y eje de la fraternidad (RegB III, Del Oficio Divino; CC.GG., Cap.
1, Observar el Santo Evangelio de Ntro. Señor Jesucristo; Cap. II, El Espíritu de Oración y
Devoción); Ademá s, un bien de la fraternidad a partir de la bú squeda de que cada hermano
esté bien física y psicoló gicamente”[12].
2.3 Velar cuidadosamente sobre la vida y la disciplina religiosa (cf. CC.GG., art. 237)
Enseñar. Los Guardianes son los primeros que deben conocer bien el
proyecto de vida evangélico segú n san Francisco y las directrices del Derecho
Franciscano. Por tal motivo, tienen la competencia y la autoridad de maestros de
espíritu, por eso deben conocer a profundidad los primeros cinco capítulos de
las Constituciones Generales, así como el capítulo VIII: La amonestación y la
corrección. Un Guardiá n que no conoce bien el proyecto evangélico del Instituto
segú n el Derecho Franciscano, no llevará a su fraternidad a su verdadera
vocació n (se buscan muchos otros intereses[14]).
El diá logo en el ejercicio de la autoridad deriva sea del respeto de la persona, sea de la
conciencia que la primera virtud del superior es el escuchar a Dios, a los hermanos y a la
propia conciencia, ya que las vías para conocer la voluntad de Dios son las mismas
personas que está n cerca del superior y a los cuales debe servir. El diá logo es por tanto
antes que todo escucha. El artículo dice “en espíritu de verdadera fraternidad” y el canon
“escú chenles de buena gana”. La expresió n “de buena gana”, má s que calificar el
sentimiento del á nimo desde un punto de vista emotivo, se dirige má s bien a la voluntad y
quiere expresar una modalidad de diá logo. Escuchar implica un ponerse a disposició n, con
seriedad y paciencia, con la voluntad de entender aquello que el otro dice para ayudarlo
seriamente y, si es el caso, hacerlo propio; implica disposició n a cambiar los propios puntos
de vista, a una opció n prudente. Objetivamente se responde al bien de la persona. Todo
esto puede resultar pesado y difícil para el Guardiá n.
A MANERA DE CONCLUSIÓ N