Monomania

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Revista de Historia de la Psicologia

2001, Vol 22, n° 3-4, pp. 335-342

ENFERMEDAD MENTAL Y MONOMANíA.


ESTUDIO DE TESIS DOCTORALES EN ESPAÑA (1850-1864)

EMILIO GARCíA GARCíA


AURORA MIGUEL ALONSO
Facultad de Filosofía - Universidad Complutense - Madrid.

RESUMEN

El concepto de monomanía tuvo especial interés para una teoría de la actividad mental,
tanto normal como patológica. Se inició en España con la traducción de la obra de Pinel
y Esquirol, y el debate estuvo especialmente presente en las décadas centrales del siglo
XIX. La polémica presentaba diferentes · perspectivas: religiosa, filosófica, psicológica, mé-
dica, judicial, sociopolítica. Las cuestiones sobre alma-cuerpo, mentalismo-organicismo,
libertad-determinismo, eran nucleares. Pero también se daban otros ingredientes sobre el
status profesional de los médicos y sus relaciones con abogados y jueces. El debate se
instaló en un nivel especulativo, muy condicionado por la doctrina de la Iglesia, en vez de
atenerse a observaciones empíricas y estudios clínicos.

Palabras clave: Enfermedad mental, monomanía, locura, pasión, mente y cuerpo.

ABSTRACT

The concept of monomania was especially interesting for the mental activity theory, nor-
mal and pathological. It began in Spain with the translation of Pinel and Esquirol books;
beside it, the debate was so important in the central decades of the XIX century. The polemic
had different pespectives: religious, philosophical, psychological, medical, judicial, and
sociopolitical. The questions about mind and body, mentalism and organicism, freedom and
determinism were fundamental. But there were also other ingredients about the professional
status of the physicians and their relationship with lawyers and judges. In the doctoral
dissertations we analize, the debate was very influenced by the catholic doctrine instead of
abiding by empirical observations and c1inical studies.

Key words: mental illness, monomania, madness, passion, mind and body
336 E. García y A. Miguel

MONOMANíA Y ENFERMEDAD MENTAL

El concepto de monomanía fue muy importante en el proceso de reformulación teórica


y metodológica de las enfermedades mentales, y también en la conceptualización de la
actividad mental normal. Pero además fue factor clave en la reivindicación del reconocimien-
to social y profesional del médico-psiquiatra frente a otras especialidades médicas. Asimis-
mo, la monomanía como diagnóstico médico, tuvo especial presencia ante los tribunales,
en el enjuiciamento de conductas delictivas, particulamente homicidios, marcando unas
relaciones no siempre fáciles entre médicos y juriconsultos (Saussure, 1846, Castel, 1980,
Goldstein, 1987, Martínez-Pérez, 1995).
Ph. Pinel en su Tratado médico-filosófico sobre la alienación mental o la manía (1801),
diferenciaba cinco tipos de alienación mental: la melancolía, la manía sin delirio, la manía con
delirio, la demencia y el idiotismo. Caracterizaba la melancolía como delirio limitado a un
objeto o clase de objeto, manteniendo el libre ejercicio de todas las facultades del entendi-
miento. El melancólico puede presentar un estado de humor estable y hasta satisfactorio, o
por el contrario abatimiento y tristeza extrema, con carácter difícil que puede llegar: a la misan-
tropía y hastío extremo de la vida. El tratado de Pinel fue traducido al castellano en 1804.
Esquirol acuñó el término de monomanía en su clásico Diccionario de ciencias médicas,
traducido al castellano en 1924. Consideraba inadecuado seguir empleando el término de
melancolía, ya que remitía a un significado muy distinto en el lenguaje común, entrañando
confusión. Sustituyó melancolía por monomanía, enfermedad mental caracterizada por el delirio
limitado a un objeto o un pequeño número de objetos. Diferenciaba dos tipos de monomanías:
las Iypemanías, con delirio parcial y estados de tristeza; y la monomanía propiamente dicha,
con delirio parcial y pasión excitante o alegre. En los dos tipos de monomanías lo caracte-
rístico es el delirio limitado, pero también determinados síntomas conductuales y morales.
Los monomaníacos son alegres, impetuosos, audaces y activos; mientras que los
Iypemaníacos son tristes, desconfiados, solitarios, melancólicos y apáticos.
Las prontas traducciones al castellano de las obras de Pinel y Esquirol posibilitaron a
los médicos españoles familiarizarse con esta tipología de las enfermedades mentales,
particularmente la monomanía. Si bien no parece que haya dado lugar a estudios clínicos,
aportaciones empíricas o revisiones críticas en nuestro país. En 1832, el abogado Peóro
Miguel de Peiró y el médico José Rodrigo publicaron los Elementos de medicina y cirugía
legal arreglados a la legislación española. Consideran la monomanía homicida como la
explicación de ciertos crímenes sin objeto y sin resultado, que parecían escaparse en cuanto
a sus causas a la sagacidad de los hombres. Diferencian dos formas de monomanía
homicida. Una en la que el enajenado tiene preservadas las facultades intelectuales, pero
es arrastrado en sus acciones por un impulso interior o inclinación irresistible; y la otra,
cuando el enajenado tiene sus capacidades mentales trastornadas, y su locura es mani-
fiesta, pero obedece a un impulso reflexionado, con premeditación y planificación de las
acciones, para conseguir unos objetivos.
Llegamos así a otro momento muy significativo: el Vade Mecum de medicina y cirugía
legal de Pedro Mata, publicado en 1844. Desde supuestos organicistas, P. Mata consideró
la monomanía como un tipo de enfermedad mental, y toda enfermedad mental como cual-
quier otra enfermedad, es el resultado de una anomalía o perturbación de algún órgano o
aparato del cuerpo. Tratándose de enfermedades mentales el órgano es el cerebro, y por
tanto toda enfermedad mental o especie de locura es una afección cerebral.
En la polémica entre materialismo y espiritualismo, mentalismo y organicismo, propia
de la época, Mata toma clara postura por el organicismo o el fisiologismo. Prefiere filosofía
positiva frente a metafísica, o mejor aún fisiología a psicología. Admitiéndo el alma , ésta no
puede revelarse sin condiciones materiales, que son los órganos. Los psicólogos que han
pretendido hacer obrar el alma sin organización, han soñado el mayor de los delirios. Creo,
Enfermedad mental y monomanía. Estudio de tesis doctorales en España... 337

escribe Mata (1858), que por haber desconocido esta trivialísima verdad los fisiólogos y
psicólogos han marchado hasta aquí por falsas vías. Hombres de hecho experimentales,
en su mayor parte los primeros, han recurrido indebidamente a tratar las funciones del alma
como asunto extraño a su ciencia, y han malogrado a mi ver en lo que atañe a lo moral e
intelectual del hombre, los resultados de sus numerosos e importantes descubrimientos.
Hombres de idealidad los segundos, han renunciado a su vez a las luces de la fisiología,
han desdeñado la parte material del ser humano, y sus lazos necesarios con el mundo
donde vive, y perdiéndose por el piélago inmenso de la abstracción, han engendrado un
mundo de quimeras y han continuado la mitología oriental en otras formas. Los fisiólogos
llaman a los psicólogos visionarios, y los psicólogos apellidan a los fisiólogos materialistas.
Para los fisiólogos, la actividad mental es propiedad de la materia física, complejamente
organizada, como es el cerebro humano, y por tanto, la investigación debe atenerse a lo
observable externamente. Los psicólogos, por el contrario, consideran la mente como rea-
lidad distinta del cuerpo, en la tradición cartesiana de oponer res cogitans a res extensa. Las
leyes que rigen el mundo físico de la res extensa no valen para la mente, que sólo es
investigable desde sí misma por introspección. El dualismo de los psicólogos es patente,
pero no se corresponde con el monismo de los psicólogos, quienes tienden a eludir estos
términos, evitando identificarse como monistas o materialistas. Fenómeno comprensible
ante los condicionantes de la época.
Pedro Mata era catedrático de Medicina Legal en Madrid desde 1843. Esta cátedra tenía
también asignada la explicación de las enfermedades mentales. Es estudio de la monomanía
se presenta desde el primer momento como pieza clave en la conceptualización de la actividad
mental, tanto normal como patológica (Mata, 1844). Admitir la monomanía como enfermedad
mental tenía consecuencias muy serías ante los tribunales, en el enjuiciamiento de conductas
delictivas, particularmente el homicidio (monomanía homicida). Mata reconoce que los tribunales
no son propensos a admitir tal estado mental enfermo del supuesto delincuente o asesino, ni
siquiera corno atenuante del delito. De ahí que pusiese especial empeño en argumentar la
presencia de profesionales competentes para realizar peritajes forenses sobre el estado mental
del acusado. Y estos expertos sólo podían ser los médicos, puesto que son los únicos que han
consagrado su vida profesional al estudio de la fisiología y patología del cuerpo humano, y los
trastomos de la mente están íntimamente unidos a las afecciones del cerebro.
El caso de las monomanías planteaba desafíos a la concepción más común de la locura.
Admitir un tipo de enfermedad mental que podría llevar a una persona a cometer actos como
el homicidio, sin tener evidencia de trastornos en las facultades mentales del paciente,
suponía eximir de responsabilidad penal a los acusados de los más horrendos crímenes,
con las consecuencias para las buenas cos.tumbres y el orden social.
En bastantes de las tesis estudiadas está muy presente esta cuestión previa, antes de
aceptar la monomanía sin delirio o con las capacidades mentales preservadas. Y es que
la monomanía homicida, podría convertirse en un recurso moderno y cómodo, tanto para
salvar a los culpables y sustraerlos a la severidad de las leyes, como para coartar arbitra-
riamente la libertad del ciudadano (Monasterio, 1851). No se trata de defender teorías
subversivas a la moral, a la sociedad y a la religión, ni constituirse en defensor del crimen.
Los actos cometidos serían crímenes horribles si no fueran ejecutados por perturbados
mentales privados de libre arbitrio (Montemar, 1856).
Para contextualizar adecuadamente las tesis es preciso referirse, aunque sea muy bre-
vemente , a otro autor, Jean Baptiste Felix Descuret (1795-1872). Médico y filósofo francés,
se había doctorado en París sobre las ventajas y desventajas del estudio. La medicina que
practicaba le llevó, como a muchos otros colegas, a interesarse por cuestiones filosófico-
psicológicas. Su obra La médecine des passions ou les passions considérés dans leurs
rapports avec les maladies, les lois et la religion tuvo dos ediciones, 1841 y 1844. La se-
gunda edición fue traducida al castellano en 1847 por Pedro Felipe Monlau.
338 E. Garcia y A. Miguel

En la tradición psiquiátrica francesa se diferencian dos concepciones de la enfermedad


mental, una más somaticista o biologicista, y la otra más psicológica o pasional, como es
la teoría de las pasiones y el tratamiento moral. Desde esta última perspectiva, se considera
como causa de la locura a las pasiones desbordadas, que se convierten en agentes
patógenos (Morales Meseguer, 1982). La Medicina de las pasiones de Descuret es una obra
muy representativa de esta segunda postura. A modo de advertencia, en la primera edición
escribe que no pretende un tratado de las pasiones, lo que exigiría numerosos volúmenes
y una vida entera dedicada al estudio. Su obra es sólo un manual o una gramática de las
pasiones consideradas con respecto a las enfermedades, a las leyes y a la religión. El libro
recoge una práctica profesional de veintitrés años, y según el autor, es más práctico de
teórico, mas de hechos que de razonamientos. Cincuenta mil visitas a los pobres del Cuartel
XII de París, sesenta mil a la clase media, tres mil a la clase rica, frecuente trato con gentes
de todas las profesiones y países, católicos y protestanes, espiritualistas y materialistas,
sabios e ignorantes, etc., me han puesto en el caso de poder examinar la influencia de la
fortuna y la enfermedad en el desenvolvimiento de las pasiones y los vicios (Descuret, 1857).
El hombre es un ser eminentemente activo, y a la acción le mueven impulsos interiores
o impresiones venidas del exterior, transmitidas al alma por medio de los sentidos. De esos
impulsos y de esas impresiones resultan para él varias necesidades, móviles de todas las
acciones. La necesidad excita el deseo de satisfacerla. Si el deseo alcanza excesiva inten-
sidad, o la voluntad es débil, aparece la pasión que puede desembocar en enfermedad y
locura. Las pasiones humanas se refieren a tres tipos de necesidades: las necesidades
animales, que corresponden a los instintos, las necesidades sociales, a los sentimientos,
y las necesidades intelectuales, a las facultades del espíritu. A estas tres clases de neceo
sidades corresponden tres clases de pasiones y de deberes. Todas nuestras necesidades
son intrínsecamente buenas; nuestras pasiones son las únicas aviesas, las únicas que
perjudican a los individuos y a las naciones, perturbando y abreviando su existencia.
Para que nuestras necesidades se mantengan buenas, es menester que se mantengan
todas satisfechas de una manera armónica, y dentro de los límites de deber. No siendo así,
degenerarán en pasiones y nos llevarán a la perdición. El límite que separa el bien del mal
no es más que una simple línea, y esta línea es la del deber. A derecha e izquierda hay
dos abismos, tanto más peligrosos en cuanto su pendiente es agradable y casi insensible.
Una vez caído en el precipicio, en él se queda el cobarde, pero el hombre brioso se alza
y consigue salir. Al caer, acredita el hombre su flaqueza; al levantarse, atestigua su virtud.
El asiento de las pasiones no es ni sólo el alma ni sólo el cerebro. Las pasiones residen
en todo el organismo, y son transmitidas del cuerpo al alma y del alma al cuerpo por medio
de los sistemas nerviosos. El hombre es esencialmente uno, si bien su vida se manifiesta
por una multiplicidad infinita, pero ninguna de sus manifestaciones es puramente física ni
puramente espiritual.
En la parte segunda de su obra, desde la página 177 a 424, caracteriza las pasiones.
Entre las pasiones animales describe pormenorizadamente la borrachez, la gula, cólera ,
miedo, pereza y lujuria. De las pasiones sociales trata del amor, orgullo, vanidad, ambición,
envidia, celos, avaricia, pasión del juego, suicidio, desafío, nostalgia. Las pasiones intelec-
tuales que describe son la manía del estudio, la manía de la música, la manía del orden,
la manía de las colecciones, el fanatismo artístico, político y religioso.

ESTUDIO DE TESIS DOCTORALES ( 1850 - 1864 )

El Plan de Estudios de 1850 reconocía en España diez universidades: Barcelona, Granada,


Madrid, Oviedo, Salamanca, Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid, Zaragoza. Nueve eran univer-
sidades de distrito y Madrid era universidad central, porque en ella se impartían todos los estudios
universitarios, y además el doctorado, en exclusiva. Este reconocimiento para impartir el doc-
Enfermedad mental y monomanía. Estudio de tesís doctorales en España. .. 339

torado se mantendrá durante más de un siglo, hasta 1954 (Miguel Alonso, 2000).
Este Plan de Estudios pretendía garantizar unos conocimientos mínimos en cada carrera
que acreditasen los diversos títulos de bachiller, licenciado y doctor. Para acceder al grado
de doctor el licenciado debe cursar los estudios específicos en la Universidad Central,
superando las pruebas correspondientes: un discurso y una lección oral. El discurso lo tenía
que escribir el doctorando en el tiempo de seis horas sobre un tema a su elección, de entre
tres sacados a suerte de un listado previo de cincuenta temas, que se redujo a cuarenta
a partir de 1857. El tiempo de lectura duraría al menos quince minutos. El tiempo estable-
cido para la lección era como mínimo una hora. El tribunal estaba formado por el decano
y cuatro catedráticos.
En 1859 un Reglamento de las Universidades del Reino establece en su artículo 215
que quien aspire al grado de doctor habrá de escribir sobre un asunto a su elección de un
listado de cuarenta temas. La lectura no durará más de media hora ni menos de veinticinco
minutos, tomándose para hacer este trabajo el tiempo que tenga por conveniente. El ejer-
cicio del doctorando consistirá en la lectura del discurso, que debía estar impreso, y en las
observaciones que sobre él harán al graduando por espacio de un cuarto de hora cada uno
de los tres jueces que designe el presidente. En la calificación del ejercicio se tendrá en
cuenta no sólo el ejercicio, sino la muestra de suficiencia que en la discusión haya dado
el graduando (artículo 217 y 218).
La investidura de grado de doctor se confería del siguiente modo, según el artículo 476
y 479 del Reglamento de 1851: el candidato escribirá una tesis sobre un punto cualquiera
de la facultad o ciencia, entregándolo al Rector para su revisión y visto bueno con antici-
pación de ocho días, sin cuyo requisito no se verificarán los actos. Se entregará el suficiente
número de ejemplares impresos para repartir al Claustro. El día de la ceremonia leerá el
discurso, que será contestado por uno de los catedráticos.
Las tesis estudiadas presentan las siguientes características:
Discurso protocolario. Todas las tesis siguen un esquema similar. En portada aparece:
Discurso ante el Claustro de la Universidad Central leído por el licenciado... en el acto
solemne de recibir la investidura de doctor en la Facultad de Medicina y Cirugía. Al pie,
Madrid, Imprenta y año de edición. Se trata de un discurso más protocolario y retórico que
riguroso y científico, con ausencia total de referencias bibliográficas, y que responde a lo que
en terminología actual podíamos calificar como "religiosamente, políticamente y académi-
camente correcto·.
Concepción antropológica. En las primeras páginas se hace declaración explícita de la
concepción del ser humano compuesto de alma y cuerpo, en consonancia con la doctrina
de la Iglesia. La locura se explica como rotura del equilibrio y relación armónica entre las
facultades del espíritu y las funciones del cuerpo. Las especies de locura proceden de una
alteración del armónico comercio que debe haber entre el espíritu y el cuerpo (Valenzuela,
1854). Quien se limite a estudiar el cuerpo humano en su parte orgánica, sin comprender
la relación y mutua dependencia del alma humana, desconocerá una parte integrante del
organismo, que tanta influencia ejercer en la salud y enfermedad (San Martin, 1854). La
encarnación del espíritu en el seno de la materia será siempre un misterio, pero el fisiólogo
debe aplicar su ciencia para lanzarse a la contemplación de las correspondencias admi-
rables entre el espíritu y el cuerpo (Peyro, 1862).
Armonía entre profesiones. Las alteraciones de la mente deben estudiarse desde dis-
tintas perspectivas, todas necesarias y complementarias. Se trata de velar por los intereses
del alma (sacerdote), del cuerpo (médico), de la sociedad y el Estado (filósofos y juriconsultos)
(López, 1854; Casas, 1859). Sacerdote y médico son sacerdotes ambos, del alma y el
cuerpo, el primero; del cuerpo y el alma, el segundo (San Martín, 1854).
Status profesional del médico. Reivindicación del dictamen pericial del médico ante los
tribunales y reconocimiento del médico como único experto en el diagnóstico de la enfer-
340 E. García y A. Miguel

medad mental. Es menester apelar a las luces y probidad de los médicos, a quienes debe
reservarse exclusivamente el derecho de. juzgar la existencia o simulación de la enfermedad
mental, facilitando a los tribunales los datos sobre qué basar una sentencia, que en otros
casos pudiera no ser justa (López, 1854; Toro, 1854). No resulta fácil ante un hecho criminal
reprobado por la moral pública, y castigado por la ley, saber si es efecto de la perversidad
del espíritu del perpretador o, por el contrario, resultado de una enfermedad mental. De otra
manera, si es voluntario o involuntario.
Pasión y enfermedad. Todas las tesis ofrecen una caracterización y descripción de las
pasiones y su relación con las enfermedades de aparatos y órganos, y también con el
entorno social. El esquema básico de explicación se resume en la siguiente secuencia:
necesidad - deseo - pasión - locura. Las pasiones son el móvil de las acciones más
grandes de los hombres, en cuanto están sujetas por el freno de la razón, la religión, la
moral y la educación; y se convierten en causas de los más desastrosos desórdenes,
cuando roto aquel, salta por las barreras que les imponían y corren desbordadas por el
campo social (Casas, 1859). A partír de la traducción de la obra de Descuret, en 1857, la
teoría de este autor se acepta comúnmente (Fossi, 1861; Peyro, 1862; Palomino, 1862;
Coloma, 1863, Gutiérrez, 1864; Toro, 1864; Aparicio, 1864).
Monomanía y locura. La monomanía es una enfermedad que presenta los síntomas
más extraños y variados, por comprender anomalías de los instintos, sensibilidad, enten-
dimiento y voluntad (Monasterio, 1851; Montemar, 1856; González, 1861). Se trata de una
enfermedad observada por los médicos de todos los tiempos. Unas especies son espe-
cialmente peligrosas, como la monomanía incendiaria, y particularmente la monomanía
suicida y homicida. Se caracterizan otras monomanías como la erotomanía, cleptomanía,
monomanía razonadora, etc. Es más conveniente describirlas que definirlas, pues la ena-
jenación mental del monomaníaco consiste en el conjunto de los elementos, y no en algu-
nos aisladamente considerados. Hay casos en que es muy difícil resolver si los actos son
consecuencias de una perturbación mental o de la perversidad del corazón. Habrá que
considerar la historia personal, mediante un pormenorizado examen de la vida entera del
sujeto, educación, lesiones orgánicas, comprensión de la situación por el propio acusado,
oscilaciones de sus discursos y sus actos, relación entre hecho criminal y circunstancias
personales (López, 1862).
La monomanía es el delirio parcial de una idea, o un conjunto relativas al mismo objeto.
Es una afección crónica, sin fiebre, de la voluntad, la inteligencia o los instintos. En ella hay
una modificación en las cualidades afectivas, sentimientos e instintos. Aparte de este es-
tado, fuera de las cosas que no digan relación con la idea pervertida, los individuos discu-
rren, sienten y arreglan su conducta a las fórmulas naturales y ordinarias (Ruiz. 1860; Toro,
1864; Moreno, 1864).

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