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Ética y empleados públicos

Jaime Rodríguez-Arana Muñoz **

tivación de los servidores públicos, que ven cómo a menudo su


1. Marco actual de la ética trabajo no sólo no es suficientemente valorado, sino que sobre
él se arrojan, desde distintos ámbitos, serios interrogantes res-
pública pecto de su honestidad.
Creo que esta valoración ética de la Administración, o, más
Es para mí un placer participar en este encuentro organiza- bien, esta percepción social de nuestra ética, no es generaliza-
do por la Fundación Fernando de los Ríos sobre el Estatuto de da, pero sí está lo suficientemente extendida como para preo-
la función pública con unas reflexiones sobre la Ética en el ám- cuparnos por ella.
bito de las Administraciones Públicas, ya que el compromiso de Debemos comenzar por señalar, no obstante, que la Admi-
los sindicatos con la defensa no sólo de los intereses de los tra- nistración no es más que una parte de la sociedad a la que sir-
bajadores a los que representan sino de los valores que susten- ve. Por ello, sobre la Administración se reflejan, forzosamente,
tan a las organizaciones públicas a las que sirven, hacen de la los valores que imperan en el entorno social. Así, el propio am-
acción sindical un elemento esencial de transmisión y de pro- biente social de nuestros días, en el que se potencia un consu-
moción de estos valores, en beneficio de toda nuestra sociedad. mo salvaje o la valoración de las personas en función de su
éxito económico, quizá sea el caldo de cultivo adecuado para la
Hablar de ética del servicio público, o del trabajo de los em-
proliferación de una cultura en la que los valores éticos en-
pleados públicos desde una perspectiva ética, no es hoy sola-
cuentran dificultades, a menudo difíciles de salvar, para abrirse
mente una moda, sino que supone hacer referencia a unos de
paso. En este contexto, es difícil concebir un intento de morali-
los pilares de las reformas administrativas que están en marcha
zación de la vida pública ajeno al resurgimiento de dichos valo-
en todo el mundo, como trataré de exponer más adelante.
res en la sociedad en general y en las personas que la
Pues bien, hemos de iniciar el análisis de esta cuestión par- componen en particular.
tiendo de la realidad más próxima, para comprobar que, en
nuestro país, la ética de las actuaciones del poder público y de Paralelamente y como consecuencia de la situación descrita,
sus agentes —sean éstos políticos o empleados públicos— ocu- en la sociedad parece haber prendido la conciencia de que es
pa un lugar predominante en el debate social. A la luz de este necesario regenerar la democracia. Y, para ello, nada mejor que
debate —y, en especial, de su reflejo en los medios de comuni- mirar a los principios que deberían inspirarla en todo momento.
cación— parecen surgir dudas sobre la solidez moral de nuestra En este marco, como ha recordado TUSELL, reviste especial
vida pública. Estas dudas son percibidas por los empleados pú- importancia la exigencia de un nivel ético elevado, lo que no se
blicos como un ataque indiscriminado e injusto contra el trabajo traduce sólo en la existencia de instrumentos que regulen la
y la dedicación de todos aqueüos que tienen como tarea el servir conducta sino, sobre todo, de transparencia en cada uno de los
a la sociedad. Y ello es, además, un importante factor de desmo- aspectos en que la vida privada se encuentra con la pública.
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Estudios varios

Por tanto, si la Ética es, o debe ser, una condición intrínseca


puramente personales, es un fenómeno que siempre se ha pro-
a la democracia, el número de actuaciones contrarias a la ética ducido en la sociedad porque, como es bien sabido, en todos
que se producen en estos tiempos nos invita a buscar fórmulas los colectivos siempre han existido personas que no han segui-
para colocar la exigencia ética en el lugar que debe ocupar. do las reglas de juego. Ahora bien, debemos hacer hincapié en
Pero para ello hay que articular sistemas educativos que formen el hecho de que, en relación con los servidores públicos, la co-
en los valores de la libertad y de la democracia en un ambiente rrupción supone el más grave atentado contra la misma esencia
de humanización de la realidad. Algo, que, en mi opinión, no del servicio público, en la medida que supone que el responsa-
se ha tratado suficientemente, o se ha tratado muy superficial- ble político o el empleado público traiciona el sentido de la
mente. gestión de intereses colectivos. Se produce, por tanto, una con-
versión del interés público en interés personal. Ésa es su mali-
Quizá, en el fondo, lo que se está perdiendo son los hábitos
cia y su peligro.
vitales de la democracia que, como dice John DEVEY, se resu-
men en «la capacidad de perseguir un argumento, captar el No creo que sea preciso señalar, porque ustedes lo saben
punto de vista del otro, extender las fronteras de nuestra com- mejor que nadie, que la gran mayoría de los servidores públi-
prensión y debatir objetivos alternativos», pero eso sería objeto cos realizan sus tareas correctamente y se guían por criterios
de otro debate. éticos. El problema surge de la necesidad de reaccionar, desde
Pues bien, la preocupación colectiva por la conducta públi- el aparato público —y desde la dimensión personal— contra
ca de la que hablaba no sólo se debe, en nuestro caso, a las quienes se apartan de la ética, vulneran el compromiso de de-
consecuencias de un largo período de escándalos políticos, que fensa de los intereses generales en el que todos estamos impli-
han alcanzado a los más altos estamentos del poder, con la cados y, además, hacen llegar a la sociedad una percepción
consiguiente merma de legitimidad para muchos de ellos. que pone en duda la honestidad de quienes la sirven.
En mi opinión, el proceso de crisis del Estado del Bienestar Frente a estas situaciones, la reacción debe discurrir por vías
en el que llevamos ya anclados, de forma más o menos cons- jurídicas y, al mismo tiempo, a través de los instrumentos inter-
ciente, un buen número de años, ha contribuido a agravar esta nos que la propia Administración debe promover, en los que
situación. queden muy claros los fines del servicio público y la «anormali-
Durante estos últimos años, es evidente que el campo de la dad» del uso de los poderes públicos en exclusivo beneficio
discrecionalidad ha crecido desproporcionadamente, al tiempo personal. Y hago ya una primera mención, sobre la que volve-
que los Estados, acuciados por la necesidad de obtener logros y ré, al papel decisivo que los sindicatos deben jugar, en mi opi-
eficacia se alejaban —«huían», como se ha dicho— de la suje- nión, en la puesta en funcionamiento de estos instrumentos de
ción a determinadas normas de actuación que encierran, no lo garantía ética en las distintas organizaciones públicas.
olvidemos, garantías para los ciudadanos. Al mismo tiempo, la
confusión de intereses públicos o privados o de grupo ha he- Como decía, la corrupción atenta contra los valores éticos
cho acto de presencia con inusitada fuerza y, lo que es peor, del servicio público en cuanto que implica la utilización de po-
los poderes públicos, con relativa frecuencia, se han convertido testades públicas para el exclusivo provecho personal. Supone,
en instituciones que entran también al juego de los grupos de pues, la desnaturalización de la función constitucional de la Ad-
interés. Por tanto, en el fondo de la preocupación ciudadana a ministración pública, que consiste en servir con objetividad los
la que me refería al inicio subyace, en realidad, una, quizá intereses generales. Por eüo, la mera existencia de estas situacio-
amarga, toma de conciencia sobre el papel del Estado en la nes genera un compromiso al que debemos atender entre todos. El
vida social —omnímodo y siempre presente— y sobre las con- propiciar que, a partir de ahora, toda reforma administrativa ten-
secuencias de este papel para los derechos fundamentales. ga presente elfinúltimo del Estado frente a los fines propios de
las organizaciones: el servicio público y la plena realización de
¿Es correcto, entonces, asociar el excesivo intervencionismo los derechos fundamentales de los ciudadanos. Sólo así supera-
del Estado que hemos conocido con la merma o el descuido de remos el desfasado debate entre legalidad y eficacia en la direc-
los valores éticos? En mi opinión, sí. Y lo es, sencillamente, por- ción correcta: la que nos lleve a un mayor humanismo en las
que un Estado que interviene en todos los recodos de la vida relaciones de la Administración con los ciudadanos, ya que,
social, alimenta la creación de grupos de interés que desean sa- como afirma CROZIER:
car beneficios directos de los poderes públicos. No olvidemos
que, como señala el profesor ARANGUREN, toda corrupción públi- •la Reforma Administrativa es un proceso de mejora mu-
ca ha de tener su correspondencia en los intereses privados. cho más centrado en los valores y en la inteligencia que en
Se puede argumentar que la corrupción, en cuanto que utili- la estructura y la técnica; mucho más relacionado con los fi-
zación de potestades públicas para la satisfacción de intereses nes que con los medios».
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Ética y empleados públicos

Estas nuevas formas de gestión también apuestan decidida-


2. Ética y empleados mente por la descentralización de los poderes decisorios. Y
esto, que es bueno como principio de acercamiento al ciudada-
públicos no, supone también, en muchos casos, diluir las responsabilida-
des por las consecuencias de los actos administrativos, e,
incluso, encubrir mejor las conductas incorrectas o no éticas. La
Creo que nos corresponde ahora reflexionar sobre las espe- propuesta de Administración Única que defendemos desde el
ciales circunstancias que, desde el punto de vista de la Ética, ro- Gobierno, trata de poner coto a estas situaciones.
dean la actividad de los empleados públicos, cuya misión Para completar este cuadro de condicionantes actuales de la
profesional —no lo olvidemos— es servir al interés público y al Ética administrativa, la omnipresencia del Estado en la Econo-
bien común. mía —que hemos heredado del intervencionismo— y los nue-
Para ello, debemos retomar nuestra reflexión inicial sobre el vos instrumentos de gestión que adoptan formas privadas
papel del Estado frente a la sociedad, para asumir que nos en- (llámense agencias, entes, empresas, etc.) han creado una red de
contramos en un contexto de cambio. El llamado Estado Provi- interconexiones entre el sector público y los intereses privados
dencia está dejando paso a un nuevo Estado que, inspirándose que, siendo a menudo necesarias para cumplir sus objetivos,
en principios como el de subsidiariedad, asume la obligación pueden suponer un cierto riesgo de que los gestores públicos
de redimensionarse, adecuando el tamaño del sector público a pierdan de vista, en algún momento, el fin al que sirven.
las prestaciones esenciales que debe garantizar y propiciando la Lo cierto es que estas circunstancias, por sí solas, no debe-
participación, cada vez más activa, de los ciudadanos y grupos rían crear problemas de conductas no éticas en la Administra-
sociales en la fijación de los objetivos de bienestar. ción y el Sector Público. Sin embargo, debemos valorar hasta
Efectivamente, el ciudadano está llamado a configurar los qué punto las mismas están multiplicando las ocasiones en las
intereses públicos y, por tanto, el interés general porque en el que se sitúa a los servidores públicos, frente a poderosos con-
sistema democrático todos son, o deben ser, responsables de flictos de intereses, que pueden entrañar eventuales riesgos.
los intereses generales. Pero la participación es posible cuando Por tanto, si las circunstancias nos enfrentan a muchos ries-
el Estado es sensible a las iniciativas de los individuos, cuando gos, es preciso dar la importancia que realmente tiene al respe-
se estimula, cuando se promueve, cuando se desea formar per- to a los principios éticos y la defensa de los valores que los
sonas que se tomen en serio su papel en la promoción del inte- inspiran.
rés colectivo. Hoy en día, es cada vez más urgente recordar que
concuerda con la dignidad humana el derecho a tomar parte Si a todo lo expuesto sumamos el desfase entre los sistemas
activa en la vida pública y a contribuir al bien común. La parti- tradicionales de control de la actividad administrativa —los regí-
cipación debe ser, por tanto, un presupuesto y, a la.vez, un menes disciplinarios, por ejemplo— y las funciones y objetivos
condicionante de la actividad de los poderes públicos. que la sociedad nos exige, veremos que la necesidad acuciante
de que la Ética cobre protagonismo en la Administración Públi-
Por otra parte, en el contexto que venimos describiendo, los ca no es sólo un problema de recuperar valores que han caído
empleados públicos se encuentran —nos encontramos— en en desuso, sino que es una prioridad a la hora de acometer
medio de una tensión que nos lleva a asumir las funciones y cualquier reforma que pretenda conseguir que el Estado sirva
responsabilidades que la sociedad demanda, contando con adecuadamente a la sociedad.
unos recursos cada vez más limitados. Así, por ejemplo, las dis-
ponibilidades presupuestarias, siempre escasas, no favorecen Asumida, pues, la premisa de la importancia que tiene la
un reparto generoso de las cargas de trabajo y dificultan la mo- Ética en el Servicio Público, en un contexto de cambio como en
tivación mediante incentivos económicos. el que nos encontramos, debemos abordar las consecuencias
prácticas que este hecho puede tener.
Paralelamente, los instrumentos con que cuenta la gestión
pública se han ido adaptando también a estas circunstancias, de Un reciente documento de la OCDE, de 1996, en el que se
forma que, en estos momentos, son más flexibles. Pero la bús- analizan los intentos de distintos países de poner en marcha sis-
queda de la eficacia y la eficiencia por encima de todo se ha temas de garantía de las conductas éticas en el Sector Público,
dejado por el camino buena parte del rigor normativo y proce- gira en torno a la necesidad de dotar al Estado de una «Infraes-
dimental que construyó el Estado de Derecho. Las consecuen- tructura de la Ética». Este término englobaría al conjunto de ins-
cias de ello se dejan sentir, por ejemplo, en el aumento de los trumentos, procedimientos y normas destinados a reforzar las
poderes de apreciación y, en definitiva, del uso de la discrecio- conductas adecuadas y evitar, identificar y corregir las conduc-
nalidad en la toma de decisiones administrativas. tas indeseables desde el punto de vista ético.
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La OCDE hace referencia a la gestión ética de las conductas fundirlo entre sus destinatarios y, finalmente, garantizar
públicas, como el instrumento que nos permita superar los ries- el respeto a sus principios.
gos y las contradicciones que ya hemos identificado, entre los c) También es necesario dotar a los servidores públicos de
sistemas tradicionales de control de la actividad de los servido- la información y los conocimientos suficientes para
res públicos, las funciones que éstos tienen hoy encomendadas afrontar situaciones de conflicto ético con responsabili-
y los valores que estamos obligados a preservar. Por tanto, es dad. En este sentido, la formación en materia de ética
preciso instrumentar los medios para promover y controlar el pública deberá ocupar un lugar primordial en los pro-
respeto no sólo a las normas penales y disciplinarias, que regu- gramas formativos para empleados públicos, especial-
lan las conductas antijurídicas, sino a los principios y valores mente para los de nuevo ingreso.
que sustentan el servicio público.
d) Es preciso, también, establecer los medios adecuados
Cualquier reforma en este sentido debe tener en cuenta la para coordinar esta gestión de la ética en los distintos
experiencia de otros países. Algunos de ellos han optado por ámbitos administrativos, de forma que se promueva la
regular esta materia de forma independiente a otras cuestiones difusión y el respeto a los principios y normas éticas
organizativas, dándole así una importancia preeminente (éste es con que se dote la Administración.
el caso de los países anglosajones, Estados Unidos y Gran Bre-
taña, además de, por ejemplo, Noruega y Holanda). Otros han e) Un marco jurídico adecuado, unas condiciones de traba-
optado por revisar la gestión de la ética en el contexto de refor- jo favorables en el sector público y, por último, una so-
mas globales de la Función Pública (Australia o Nueva Zelanda) ciedad civil activa, vigilante y participativa, deberán
o de programas de modernización del Sector Público en su completar la implantación de esta infraestructura ética.
conjunto (como Méjico o Portugal). Permítanme completar mi exposición deteniéndome en dos
En este sentido, es interesante comprobar cómo existe una de estos puntos, que considero de especial interés y sobre los
gran homogeneidad de los valores que integran la Ética del Ser- que reclamo sus opiniones, como representantes de los emplea-
vicio Público entre todos los países que afrontan su regulación, dos públicos y factores decisivos de toda reforma que pueda
hasta el punto que podríamos hablar de unos valores universa- emprenderse en la dirección que venimos comentando.
les de la Ética Pública.
Así, la lealtad a los principios constitucionales, la absoluta
desvinculación de los intereses personales y económicos res- 2.1. Codificación
pecto del trabajo al servicio del Estado, la honestidad, el respe-
to y la defensa de los bienes y el patrimonio público, o el trato En primer lugar, en relación con la definición de principios
adecuado a los ciudadanos, están presentes, de una u otra for- y la adecuada codificación ética de la actividad administrativa,
ma, en todas las normas sobre Ética de todo el Mundo. quizá es preciso comenzar preguntándonos hasta qué punto
esta fijación de los principios éticos en un documento normati-
Pero, para promover estos principios y su cumplimiento, ha-
vo no les priva del carácter supra legal que estos principios de-
brá que atender a las condiciones particulares de cada cultura
ben tener.
administrativa. En mi opinión, en el caso de España, la regula-
ción de los instrumentos al servicio de la Ética Pública debería Pero, más allá de las relaciones entre Ética y Derecho —que
incluir los siguientes aspectos: constituyen, por sí mismas, un interesante debate— creo que a
los empleados públicos y a los ciudadanos nos conviene que
a) Una definición clara de las relaciones entre política y ac-
estén convenientemente definidas las vulneraciones de la Ética
tividad administrativa, que permita garantizar la inde-
Pública, ya que no todo en servicio público puede reducirse a
pendencia del trabajo de los funcionarios públicos y, a
derechos y, más aún, no pocas veces vemos que la legalidad es
la vez, delimitar claramente, en cada caso, sus responsa-
perfectamente compatible con conductas contrarias a la ética.
bilidades de las responsabilidades de los políticos que
les dirigen, en el buen hacer de la Administración. Debemos partir, pues, de una visión de la codificación ética
como complemento de la tipificación legal de las conductas y
b) Es preciso definir, también, los principios que deben re-
como cláusula de garantía, respecto de los conflictos humanos
gir la actuación de los servidores públicos e, incluso, tipifi-
que se suscitan en el ámbito de la actividad administrativa y a
car —con el grado de concreción que resulte posible—
los que el Derecho no alcanza a dar una respuesta adecuada.
las conductas que se separen o entren en clara contra-
dicción con esos principios. En relación con esta defini- A partir de aquí, pienso que la codificación ética debe co-
ción, creo que la codificación de la ética pública es el menzar por contar con el máximo nivel de participación de sus
medio más adecuado para determinar su contenido, di- destinatarios, los empleados públicos. Y es que, si bien es cier-

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Ética y empleados públicos

to que hoy podemos atribuir a los valores de la ética del serviciolación legal de esta materia, permitiría fijar adecuadamente sus
público, como hemos dicho, un carácter universal, también lo es principios, si bien puede suponer una cierta merma de flexibili-
que éstos deben ser asumidos e interiorizados por aquellos para dad respecto de futuras modificaciones que la adapten a la realidad
quienes van a servir de guía en su quehacer diario. Y ello, por- cambiante. El futuro Estatuto de la Función Pública, que el Go-
que, como señala igualmente ARANGUREN en relación con la fun- bierno va a presentar a las Cortes el año próximo y que es ob-
ción que tiene la Ética en la potenciación de lo público: jeto de la preocupación de ustedes en estas jornadas, puede ser
«en la práctica, la forma más poderosa de hacer esta ten- el acomodo adecuado para recoger los aspectos fundamentales
dencia real es que cada miembro de la burocracia la haya de la codificación ética en España, aunque su desarrollo poste-
interiorizado de alguna manera». rior sea objeto de otras normas específicas.
De esta forma, se garantizará su eficacia al tiempo que se En todo caso, el contenido de un futuro Código Ético de las
evitará que el desconocimiento o la falta de una conciencia clara Administraciones Públicas debe completarse tras una reflexión
sobre el alcance de la Ética del Servicio Público, ralenticen la ac- abierta para la que, desde el Ministerio de Administraciones Pú-
ción de unos funcionarios a los que el miedo a cometer errores blicas, solicitamos su participación como representantes de los
y someterse a nuevos controles y, en definitiva, les dificulte de : servidores públicos.
sarrollar su trabajo con normalidad, lo cual carecería de sentido.
En mi opinión, la codificación de la Ética Pública deberá 2.2. Formación
cumplir una doble misión, como forma de expresar las aspira-
ciones de la sociedad respecto de la acción pública y, a la vez, Permítanme, para terminar, hacer referencia a otro de los
como medio de control de la adecuación de las conductas a los instrumentos del desarrollo de la ética en el ámbito público, al
principios del servicio público. Para ello, se debería: que me refería, diciendo que es preciso dotar a los servidores
a) Enunciar los valores que presiden la actividad de servi- públicos de la información y los conocimientos suficientes para
cio público. afrontar situaciones de conflicto ético con responsabilidad.
b) Determinar el grado de responsabilidad que el cumpli- La formación en materia de ética pública es, quizá, el factor
miento de esos valores representa para los servidores más importante para garantizar que nuestras organizaciones pú-
públicos (políticos, empleados públicos, ciudadanos que blicas inspiren su actividad diaria en los valores del servicio a
colaboren con la Administración, etc.). nuestra sociedad. Por ello, los valores éticos del servicio públi-
co deberán ocupar un lugar primordial en los programas forma-
c) Recoger una lista de las obligaciones de actuar y límites tivos para empleados públicos.
que representan esos principios en la actividad pública.
Es evidente que, también aquí, la formación de los emplea-
d) Finalmente, definir los medios para alertar a la Adminis- dos públicos debería ser una mera prolongación de su forma-
tración y los ciudadanos de la aparición de conductas ción personal, si bien ahora en relación con su profesión al
no éticas y corregir éstas. servicio de la sociedad. Y, en cualquier caso, la formación ética
Por otro lado, la codificación deberá ser lo bastante general dirigida a los empleados públicos debería tener un fuerte conte-
como para contemplar la mayoría de las conductas públicas en nido práctico. Se trata, en definitiva, de proporcionar principios
las que puede surgir un conflicto ético, pero sin descender a un y facilitar que, en el caso concreto, se pueda identificar el crite-
detalle excesivo en la tipificación, que lo haría escasamente rio más ajustado a los intereses públicos y a los derechos huma-
operativo. En este sentido, me parece adecuada la propuesta nos en un contexto de búsqueda del bien común. Es decir, los
del documento de la OCDE al que me refería antes, de comple- programas de educación o formación en esta materia deben ca-
tar un Código General de Ética Pública, de aplicación en todas pacitar a los empleados públicos para la resolución de muchos
las Administraciones de nuestro país, con normas de éticas problemas.
complementarias por sectores, que hagan incidencia en aspec-
Estudios previos realizados en el ámbito de los centros de
tos más concretos y, por tanto, tipificables de la actividad admi-
formación de la Administración General del Estado sobre la
nistrativa (trabajo cara al público, manejo de bienes públicos,
transmisión de los valores éticos del servicio público —en el
especial vinculación de determinados funcionarios con sectores
marco del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP)
privados —por su perfil académico o profesional, por ejem-
y de la Escuela de Hacienda Pública (EHP)— han puesto de re-
plo— etc.).
lieve, también, la importancia de prestar especial atención a los
Por último, este carácter generalista de la codificación ética, empleados públicos de nuevo ingreso que «pueden así actuar
trae a colación la cuestión —aún abierta— de su forma o base como elementos transmisores de estos valores en el seno de sus
normativa. En este sentido, debe tenerse en cuenta que la regu- organizaciones de destino».
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Estudios varios

En este sentido, la formación ética de los empleados públi- Quiero, también en este caso, solicitar la colaboración de
cos tiene un aspecto más positivo que debe subrayarse: la reali- ustedes en la definición de contenidos éticos en los programas
zación de los valores del servicio público introduce un evidente de formación de empleados públicos, en cuyo diseño partici-
factor impulsor de motivación en la función pública y permite pan activamente, al tiempo que les ofrezco la colaboración del
recordar la justificación constitucional de la función pública: Ministerio de Administraciones Públicas en este empeño. Insisto
servir con objetividad a los intereses generales haciendo efecti- en que ello redundará, siempre, en beneficio de los ciudadanos
vo el bien común. a los que servimos y de los propios empleados públicos, a los
que la formación ética debe facilitar instrumentos adecuados
En cuanto a la metodología, los estudios a los que me he para evaluar situaciones, resolver las contradicciones que se
referido señalan que la Ética pública debe integrarse en el mar- presentan en el día a día del trabajo público de la mejor forma
co de los distintos planes de estudios, de forma que las ense- posible y, en definitiva, realizar su tarea de forma más cons-
ñanzas de los centros o programas de formación de empleados ciente y participativa.
públicos siempre tengan presentes contenidos de la Ética públi-
ca. Estoy sustancialmente de acuerdo con esta idea y, por ello, Termino, por tanto, trasladándoles a ustedes, una vez más,
el plan de formación del Ministerio de Administraciones Públi- la. invitación para participar en el proceso de definición y pro-
cas para 1997, que estamos diseñando, va a incluir cursos de moción de los principios de la ética pública en nuestro país.
ética para nuestros empleados públicos y, en este caso, ha sido Como habrán podido comprobar a lo largo de mi exposición, la
una iniciativa de los representantes sindicales la que los ha Ética Pública en España es hoy, aún, una cuestión abierta al de-
puesto en marcha. bate. Un debate que nos deberá llevar, en todo caso, a lograr
que el papel del Estado en este fin de siglo se asiente sobre
Sin embargo, mientras esto no sea así, con carácter generali- unas bases más sólidas que las actuales. Y éstas no pueden te-
zado, no encuentro mayor problema en que se preparen unos ner su apoyo, como hasta ahora, sólo sobre los tres pilares co-
cursos monográficos sobre Etica pública a los que puedan acce- nocidos —las tres «Es— Economía, Eficacia y Eficiencia. A ellos
der los empleados públicos de los distintos departamentos u or- debe unirse, cuanto antes, una nueva «E», un cuarto pilar: la Éti-
ganizaciones. En el ámbito de la Administración General del ca.
Estado, el INAP está ya preparando la convocatoria de un cur-
so, que se publicará en fechas próximas, y que comience a im-
partirse, probablemente, en el primer trimestre de 1997.

Notas
* Texto de la conferencia impartida por su autor en Cáceres, el 15 de noviembre de Catedrático de Derecho Administrativo. Subsecretario de Administraciones Públi-
1996, en el marco de unas Jornadas sobre el estudio del Estatuto de la Función Públi- cas.
ca, organizadas por la Fundación Femando de los Ríos.

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