Enrique Pinti 16-10-00

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H.C.D. DIÁLOGOS ARGENTINOS 16/10/00


CICLO DIÁLOGOS ARGENTINOS

HONORABLE CONCEJO DELIBERANTE

16-10-00

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APERTURA

-En la ciudad de Mar del Plata, Partido de General Pueyrredon, a los dieciséis días del mes
de octubre de dos mil, reunidos en el recinto de sesiones del Honorable Concejo Deliberante,
con la presencia del señor Presidente del H. Cuerpo, concejales y numeroso público, y siendo
las 18:15, dice el

Sr. Presidente: Buenas tardes, gracias a todos ustedes por su presencia. Demás está presentar a
nuestro invitado de hoy, Enrique Pinti, con quien vamos a llevar adelante un nuevo capítulo de nuestro
ciclo de extensión cultural “Diálogos Argentinos”, en el cual invitamos a personalidades del mundo
del arte, de la cultura, de la política, de la sociología, del periodismo. Tratamos de mostrar que en este
ámbito, que es el recinto de sesiones del Concejo Deliberante, esté abierto para que todos los
ciudadanos de Mar del Plata, nuestros visitantes también puedan también venir acá y llevar adelante
un diálogo con vos. No quiero ser aburrido porque nuestro invitado es la persona más importante hoy
pero en nombre del Concejo Deliberante quiero hacer entrega de un Decreto donde declaramos a
Enrique Pinti Visitante Distinguido de la ciudad de Mar del Plata. Si bien esto es formal y protocolar,
lo hacemos también con todo el corazón porque es un reconocimiento a una de las personas, desde mi
punto de vista, que trabaja con uno de los elementos más importantes: el humor. Y para trabajar con el
humor hay que ser inteligente. La inteligencia unida al humor es lo que nos va a dar la esperanza a los
argentinos de poder avanzar en nuestro destino. Enrique, con mucho afecto te entregamos esto y con
un par de regalitos para que te lleves de recuerdo. Uno de ellos es un compendio de imágenes de una
Mar del Plata desconocida, fotos de una Mar del Plata que lamentablemente supimos destruir los
marplatenses y agradecemos también a Unifón de Mar del Plata que colabora con nosotros con unos
regalos institucionales que también te entregamos con mucho afecto.

-El Presidente del Concejo Deliberante hace entrega del Decreto respectivo y los presentes en
el marco de nutridos aplausos del público.

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CHARLA CON ENRIQUE PINTI

Sr. Ramella: En realidad creo que la tarea que me asigna el Concejo Deliberante –que tomo siempre
como un honor y que agradezco al señor Presidente que sigue invitándome- en el caso de Enrique Pinti
va a tener una sola intervención de mi parte, que es decir “buenas tardes” y ya después voy a intentar
meter algún bocadillo para ver si podemos compensar el hilo de la conversación. Pero para comenzar
quizás sería bueno recordar que este Pinti que no para de hablar, en algún momento, cuando tenía 17
años y hacía su primera intervención en el teatro le dijeron que tenía una pésima dicción, que no se le
entendía, que no se le oía y que no iba a tener futuro en esto. Esto fue un rotundo mentís a la luz de lo
que ha ocurrido después. ¿Cómo fue eso, Enrique?

Sr. Pinti: Eso sí es cierto. En realidad era muy tímido y por eso me dediqué al teatro, para ver si se me
iba la timidez. Quería ser actor desde hace mucho tiempo y quería ser actor de cine pero era bastante
tímido. De todas maneras cuando tuve la oportunidad de acceder a mi primer curso de teatro con
Alejandra Boero, con Eugenio Filipelli, con Mirko Alvarez, en el teatro sindical de cámara, ubicado en
el Sindicato de la Alimentación –siempre empecé con la comida, evidentemente-. No tenía nada que
ver con el sindicato de la alimentación pero me quedaba a dos cuadras de mi casa y era el único lugar
donde me dejaban ir. Porque en esa época “prehistórica” aunque uno fuera varón, a los quince o
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dieciséis años los padres hinchaban con que “donde vas, donde estás, de dónde venís” y demás. Yo era
un chico medianamente normal, de una familia de clase media pero si hubiera sido mujer no hubiera
podido empezar en teatro con la educación que había en casa pero siendo varón por lo menos me
permitían ir a dos cuadras de casa porque sabían donde estaba. Esa es la razón por la cual me metí en
el sindicato de la alimentación, no por ninguna otra cosa pero fue como un destino de tener siempre
algo que ver con la comida. En ese sindicato, como extensión cultural, habían hecho el teatro sindical
de cámara que manejaban Eugenio Filipelli y Mirko Alvarez y la invitaron a Alejandra Boero como
profesora. Vi que se me abrían tantas posibilidades y todo lo que me enseñaba Alejandra, ella al final
del año quería formar un elenco y hacer una obra con los alumnos de la escuela. A mí no me había
conocido la voz porque estaba siempre callado y cuando pasaba a hacer los ejercicios de
improvisación yo era siempre el que no hablaba o el que hacía los objetos imaginarios o hablaba poco
o cuando leía lo hacía muy bajo. Entonces cuando llegó el momento de hacer una obra llamada
“Esperando al zurdo” de Clifford Oddens como no hablaba no me dieron ningún papel, me pusieron
en lo que era el comité de huelga ya que era una obra que narraba el comité de huelga de los taxistas
en Nueva York en el año ’30. Tenía que decir los bocadillos que todos dicen en medio de una masa,
obviamente no se me escuchaba y no había problema porque estaba en el tumulto. Tenía un solo
bocadillo y era decir “queremos al zurdo” pero no podía decirlo, no se me oía. Es cierto que tenía mala
dicción pero era por miedo, tenia miedo a abrir la boca, tenía miedo a hablar; a tal punto que una vez
en un ensayo general y Alejandra Boero me mandó a apagar una luz para que no se reflejara la luz del
escenario y justo cuando apago la luz de casualidad algo se cayó en el escenario y dije “¿qué hice?”.
Ahí Alejandra se dio cuenta –no había que ser Freud- que yo tenía un problema enorme de timidez y
de paranoia, que creía que todos los males del mundo se debían a mi presencia, que era un animal, que
nunca iba a ser absolutamente nada. No sé por qué, porque mi padres eran gente normal, no era que
me pegaran ni nada por el estilo; yo era tarado evidentemente y no me tenía ninguna confianza.
Cuando Alejandra me preguntó “¿vos qué sos: un hombre o un ratón?”, yo dije ‘un ratón” sin dudar,
ella me dijo “vos tenés humor porque si contestás sin pensar que sos un ratón, quiere decir que tenés
humor y –como dijo él- es un signo de inteligencia. No pierdas las esperanzas, si te podés reír sos una
persona inteligente, hacé ejercicios de vocalización y vas a ver que lo vas a poder hacer”. De todas
maneras me encomendé al Señor porque al ensayo general vino Pedro Asquini, que era también
maestro de teatro, en ese momento pareja de Alejandra Boero, y era temible: Alejandra te explicaba
todo sicológicamente y Asquini te gritaba y yo tenía miedo. Tuve que decir “queremos al zurdo” tres
veces hasta que Asquini dijo “Paralítico (así le decía a los actores que eran malos), estúpido, maricón,
hablá fuerte” y empecé a transpirar y cuando dijo “hablá fuerte o te cago a patadas” pensé que me
mataba. Entoncés grité “Queremos al zurdo” me quedé afónico pero por lo menos se oyó, Asquini dijo
“otra vez”, “otra vez” y estuve veinticinco minutos diciendo “queremos al zurdo”. Al otro día no
podía hablar pero nunca más tuve problemas de vocalización. El susto me dura.

Sr. Ramella: Hablaste del sindicato de la alimentación y yo quería preguntarte qué era o qué fue en tu
vida el Instituto de la Nutrición.

Sr. Pinti: El Instituto de la Nutrición fue el lugar donde mi papá me llevó rodando prácticamente a los
siete años porque hasta esa edad parece que fui una criatura de crecimiento normal pero a esa edad el
hecho de tener que ir al colegio, no sé, me vino una especie de trauma, empecé a crecer a lo ancho y
quedé enano y cada vez más gordo. Comía como una vaca pero la mayoría de los chicos comen y no
tienen ese problema; parece que yo he tenido un problema parece que sicológico y también glandular.
Entonces mi papá, que era gordo, y mi mamá, que era gordita, no gorda, empezaron a ver que había un
problema mayor. No podía soportar el colegio. El hecho de tener que levantarme temprano a la
mañana era algo antinatural para mí; además habían elegido el turno de la mañana porque los chicos
de la tarde no estudian, son vagos y entonces me mandaban a patadas a la mañana y si había algo que
odiaba del colegio no era tanto matemáticas -que la odiaba- o la maestra -que la detestaba- sino tener
que levantarme a las seis de la mañana. Eso no se los pude perdonar nunca a mis padres hasta el día de
hoy. Cuando terminé el secundario dije “nunca más me levanto temprano” a menos que tenga que
hacer una filmación o algo muy importante que tenga que ver con el trabajo y es el día de hoy que los
periodistas saben que no pueden llamar a mi casa antes de las 12 del mediodía porque duermo; me
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quiero vengar de aquellas mañanas horrorosas, tengo alma de vampiro y no quiero saber nada. Cuando
me tenía que levantar para ir a ese colegio, parece que se produjo una especie de horror en el
metabolismo y empecé a engordar mucho. Entonces mi papá se dio cuenta que había un engorde
antinatural y me llevó al Instituto de la Nutrición, institución que funcionaba en aquella época de la
Argentina idílica que ya no existe más, donde la gente se podía curar y donde la medicina podía estar
al alcance de la mayoría de la gente. Era totalmente gratuito, estaba ubicado en Córdoba y Agüero en
un edificio enorme, y allí te hacían todo con una atención impecable sin pagar un solo peso. Era para
todo el mundo y ahí me llevó mi papá, con un médico sensacional. Claro que tenía su contrapartida
porque me dieron un régimen con todo pesado y a los siete años tener que entender que uno no puede
comer los caramelos y todo lo que comen el resto de los chicos en la escuela es duro, yo no podía
comer nada. Me preguntan por qué festeja tanto los cumpleaños, que se entera hasta la última piedra
de Tierra del Fuego. Porque durante los primeros años de mi vida la fiesta de mi cumpleaños era el día
y el año donde yo podía comer lo que se me diera la gana, porque como estaba a dieta ya desde los
seis años la única vez que tenía franco era el 7 de octubre, que era mi cumpleaños. Para mí esa fecha
era una ocasión maravillosa, no era sólo el día que cumplía años sino que era el día que podía comer
torta, caramelos, sandwiches, cosas que tenía absolutamente prohibido por el Instituto de Nutrición.
De todas maneras, me vino muy bien porque a los once años pegué un estirón; medía un metro setenta
y pico a los doce años, lo cual me trajo como contrapartida que algunos profesores en el secundario
pensaran que yo era tonto ya que no sabían que tenía trece años, pensaban que tenía diecisiete,
dieciocho, era grande como ahora y creían que era retrasado. Hasta fijarse en la ficha que tenía trece
años y no que era un idiota que se estaba salvando de la colimba ahí adentro, me trajo inconvenientes.
Pero adelgacé. Después volví a engordar, después volvía a adelgazar, mi vida es eso: la balanza
permanentemente, soy del signo de Libra, empecé en el sindicato de la alimentación, en fin, la
balanza.

Sr. Ramella: Una de las pasiones que se te conoce es el cine. Eras un consumidor indiscriminado de
cine y tu casa de Entre Ríos y Brasil sé que vos jugabas a protagonizar las películas que habías visto.
¿A qué edad era eso?

Sr. Pinti: Eso era a los siete, ocho años. Yo tenía una casa muy grande, con patio, garage, tres pisos,
catorce habitaciones, terraza, todo, entonces mis padres consideraban que si tenía esa casa tan cómoda
era bueno que yo invitara a los chicos a jugar y que no jugara en la calle, y eso que la calle de aquella
época no era la calle de hoy, uno podía comer en el piso de aquella calle y era un barrio. Pero ellos
preferían que yo invitara a los chicos a jugar; invitaba a quince o veinte chicos y hacíamos las
películas. Si veíamos una película de indios o de piratas, repartía los papeles, siempre el principal lo
hacía yo, les explicaba más o menos a ellos que no habían visto la película cómo había sido la película
y mezclábamos el juego con la ficción. Siempre fui un loco de ver tres películas (en esa época daban
tres) los sábados, tres películas los domingos y los martes y miércoles -si había hecho los deberes-
podía ver tres películas. Los martes y miércoles daban películas mucho más viejas, por eso la gente
cree que en vez de 60 tengo 104 años porque hablo de películas que vi en el cine pero que eran de
veinte años atrás que se daban el día de damas o el día de aventuras o el día de cine argentino se daban
películas en el año ’50 del año ’37 o ’38. Al darse tres, la primera, que estaba toda cortada y era una
sola raya, eran películas de la década del ’30. Entonces la gente dice “si las vio en el cine, este hombre
nació en 1834” pero no es así.

Sr. Ramella: ¿Y a escribir cuando empezaste?

Sr. Pinti: De chico se ve que yo ya tenía un hemisferio del cerebro más desarrollado que el otro y era
el de la cosa literaria, histórica, artística y de humanidades, en matemáticas era totalmente negado.
Entonces me decían “Composición tema: El árbol seco” y yo escribía naturalmente, no solamente
escribía mis composiciones sino que escribía la de algunos compañeros que tenían problemas de
redacción o no les gustaba. Sobre un perro, sobre el árbol, sobre la madre, le podía escribir a todo el
grado; ahora si me decían “tabla del 9” y era una cosa de luto permanente. Ni hablar cuando
aparecieron los quebrados, los decimales, era algo tan antinatural que yo decía “esto no le sirve a
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nadie, no le interesa a nadie” y ni hablar de los problemas regla de tres simple, porque los de tres
compuesta nunca los pude hacer. Pero con los de regla de tres simple yo decía “a quién le puede
importar si un litro de aceite vale ...” y todo ese tipo de cosas pero no había forma de conectarme ni
siquiera con el almacén adonde iba a hacer los mandados todas las tardes, no tenía práctica, nada, “y si
corto un cuarto de queso, cuánto son 7/8 del queso”. Yo me podía comer el queso entero pero eso de
hacer los cálculos de las porciones no era para mí. En cambio, lo otro lo tenía natural. Entonces hacía
un intercambio: mis compañeros me hacían los problemas de matemática y yo les hacía las
composiciones. O sea, que como buen argentino, aprendí a mentir de chico.

-Aplausos de los presentes.

Sr. Ramella: Has mencionado que tus cuentos al principio eran terroríficos, que morían todos incluido
el lector.

Sr. Pinti: Ah, sí, tenía una gran predilección por contar tragedias y cuando escribía porque se me daba
la gana eran todos crímenes. Yo había empezado a leer novelas policiales y creo que todos los chicos
tienen una tendencia medio truculenta y siempre nos decían “este chico va a ser un delincuente
juvenil” pero no, voy a ser delincuente cuando sea grande, como los demás. Tenía una tendencia a
escribir cosas sangrientas y terribles y además leía las policiales del diario Crítica y después del diario
La Razón que eran terroríficas, donde había degüelles, cuchilladas, de todo, y yo las copiaba.

Sr. Ramella: De las cosas que hacés y de lo que tu profesión te ha dado, ¿cuáles son las que te dan
mayor gozo interior?

Sr. Pinti: Actuar es lo mejor para mí porque escribir fue una cosa que hice de chico porque me salía
bien pero enseguida me di cuenta que era muy solitario ese trabajo, que era un trabajo muy poco
social. Pero lo que quise antes y lo que quiero ahora es actuar, lo que más me gusta es ser actor.
Escribir me resulta cada vez más trabajoso. Hoy además me siento un idiota porque no puedo escribir
a máquina, así que ni me pregunten por la computadora; o sea, que como escribo con la mano se me
cansa la mano y me siento como un idiota porque todo el mundo trabaja en la computadora y yo no lo
sé hacer. Entonces cada vez me resulta más cuesta arriba escribir.

Sr. Ramella: Sin embargo acaba de salir este año el libro “Del Cabildo a los Shoppings”

Sr. Pinti: ¡Lo que costó ese libro!

Sr. Ramella: Contanos de qué se trata.

Sr. Pinti: Son pesadillas sobre la historia argentina. Yo ya había hecho Salsa Criolla, que era la
historia argentina en broma, y en otras variantes analizaba la historia pasada y presente. Cuando en
Sudamericana me dijeron “escribí un libro sobre la historia argentina en broma” pensé que me estaban
cargando (“¿qué, lo demás no era? Tengo que empezar a escribir ahora sobre la historia argentina”).
Ellos me dijeron que el tema no está agotado pero el que está agotado soy yo, les dije, no sé más que
inventar. Ellos me propusieron mandarme uno o dos historiadores que sepan detalles de historia
argentina poco conocidos, insólitos y ellos te hagan la investigación histórica y sobre eso yo hacer una
elaboración y dije que me parecía fenómeno porque ese trabajo lo va a hacer gente especializada. Me
trajeron a un historiador llamado Catenazzi que hizo un trabajo fantástico de averiguación de datos
insólitos de la historia argentina. Cuando me lo presentó le dije “no me estarás cargando, ¿no?” porque
en realidad algunas cosas parecían escritas ayer y eran por ahí cosas que habían ocurrido en la época
de la colonia. Por ejemplo, que el primer rudimento de banquero –que después resultó un tránsfuga- se
llamara Diego de la Vega, como El Zorro. Esto es una maldición: apareció El Zorro, lo primero que se
le ocurrió fue poner un banco, estafó a todo el mundo y rajó en 1601. Era durante la segunda
fundación de Buenos Aires, todavía los indios se morfaban a la gente y ya había un chanta que estaba
estafando gente y se llamaba Diego de la Vega. Dije “esto es tan surrealista que no lo puedo presentar
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como un dato histórico verdadero, tiene que ser producto de una pesadilla o un sueño” y ahí se me
ocurrieron el asunto de las pesadillas y los sueños y con cosas que sabía de la historia argentina, lo que
me acercó Catenazzi y lo que yo pude elaborar hice todas las pesadillas sobre la historia argentina. Me
resultó muy trabajoso porque eso no eran como las columnas de Clarín en “Cómo sostiene Pinti” o
como ahora “Pericón. com.ar” sobre la base de los textos de Pericón o como cuando apareció Salsa
Criolla donde yo no tenía que escribir nada, les daba el texto y que alguien lo ordenara. Acá tenía que
escribir yo y estuve ocho meses dándole y dándole porque cuando empiezo a escribir no paro pero
para empezar necesito un cierto clima que no es mi casa ni es la soledad sino el bar. Y últimamente me
conoce demasiada gente y me hincha mucho cuando estoy en el bar y me dicen “qué está
escribiendo?” y ahí chau, se acabó toda la magia.

Sr. Ramella: Has escrito mucho sobre las personas que han pasado por el espectáculo en la Argentina.
Alguno de tus espectáculos describía mucho a los capocómicos. ¿Cuál de ellos han influido más en tu
profesión?

Sr. Pinti: De los capocómicos argentinos la influencia mayor ha sido la de Niní Marshall, que no tiene
nada que ver conmigo en cuanto a lenguaje, en cuanto a personalidad pero sí tiene que ver en cuento a
ojo crítico. El ojo crítico de Niní Marshall fue valorado. Ella hizo una radiografía de las distintas
clases sociales argentinas de las décadas del ’30, del ’40 y ’50, que fue desde la clase baja de Catita
hasta el inmigrante de Cándida, doña Pola o doña Caterina y la chica de barrio de clase media baja de
Catita más la pituca de Mónica Bedoya Guello de la década del 50 más todo el conglomerado de niñas
prodigio, la niña Jovita, la eterna solterona de la clase alta argentina. Pintó con un criterio muy
profundo a la sociedad argentina y yo recibí esa influencia: la caricatura tremenda, ácida pero
obviamente con otro lenguaje. Yo soy un animal, yo tengo un lenguaje obsceno, de cloaca,
absolutamente fuerte y ella era una dama y además perteneció a una generación donde se enseñó de
una manera y yo pertenezco a otra generación, tengo otro temperamento. Digamos que yo tomé de
Niní el análisis y el lenguaje lo tomé de Aristófanes o de Quevedo, que son unas bestias igual que yo.

Sr. Ramella: Al respecto se dividen mucho las aguas o por lo menos algunas personas están o no de
acuerdo con determinado uso de palabras en un espectáculo. Tenés una actitud de continuar en ello
porque reafirmás como un valor dentro del espectáculo lo que genera determinada palabra.

Sr. Pinti: Sí, sí, creo que hay un grado de significación en cada palabra que yo las quiero dar así.
Generalmente lo mío tiene que ver o con la caricatura fuerte, con la acidez o con la bronca. A veces
me da mucha bronca la realidad y yo tengo una manera de expresar la bronca. La gente tiene varias
maneras de entenderlo y además está el gusto personal. El gusto personal no se puede discutir; no le
podés meter en la cabeza a alguien que no le gustan las malas palabras que le gusten y tiene derecho a
que no le gusten. A mí no me gustan los mariscos, que son tan ricos pero yo no los paso de acá, y no
soy un tarado porque no me gustan los mariscos y nadie me va a obligar a comerlos por más lindos
que sean. Por eso yo soy enemigo de la mala palabra cuando la gente está atada y amordazada que es
la televisión; estás en tu casa y viene una “catarata” de pronto ... pero si venís al teatro y venís a ver a
una persona que sabés que tiene un lenguaje absolutamente obsceno y te interesa lo que dice esa
persona a pesar del lenguaje, vos sabés a lo que vas porque sos grande. Pero en la televisión a mí me
da cosa decir lo mismo que diría en el teatro. Yo he hecho videos y se han pasado por televisión y
cuando escucho mis videos digo “guau, es fuerte esto para la televisión”. En la televisión la gente está
mucho más indefensa; puede apagar el televisor pero ya pasó el mal momento, ya escucharon cuarenta
mil cosas que le desajustaron la vida y que si las escuchan fuera de contexto ofenden más. Porque en
el teatro si vos venís escuchando, concentrado, la primera te choca, la segunda te choca, ya la tercera y
la cuarta no hasta que vos decís “ma sí, lo que quiere decir lo dice así, está bien”. Hay mucha gente,
señoras y hombres grandes que cuando entran están como shockeados pero cuando salen y me
esperan me dicen “tiene razón, todo es una mierda” y ellos nunca dirían malas palabras. Pero ahí sí.

-Aplausos de los presentes.


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Sr. Pinti: En cambio, en la tele no porque si se escuchan fuera de contexto son ofensivas, no tiene
nada que ver. Es lo mismo que la ropa. Si viene alguien acá con bikini, está loca: hace frío, es
invierno; no tiene nada de malo la bikini ni es un atentado a la moral pero es que está loca, no tiene
nada que ver una bikini con este ámbito.

Sr. Ramella: Has dicho muchas veces que la bronca o la depresión la canalizás en tus espectáculos
casi como si fuera terapéutico para vos.

Sr. Pinti: Para mí sí y para alguna gente también, coinciden conmigo. Es catártico y terapéutico. Por
ejemplo, ayer estaba con una bronca por todo lo que pasa y me hizo muy bien decir todo lo que tenía
que decir. Alguna gente me dijo “no tenés miedo del corazón que te va a pasar algo” y dije “no, tengo
miedo si me callo puedo reventar”. Pero si tengo la suerte y el privilegio de poderlo decir en un lugar
como se me dé la gana seguramente que del corazón no me muero; me muerto si me tengo que callar.

Sr. Ramella: Algunas personas que les impacta los monólogos a veces pueden creer que son un poco
desesperanzadores. ¿Lo considerás así?

Sr. Pinti: Y sí, a veces sí. Porque a veces la gente me pregunta cuál es la solución; qué se yo cuál es la
solución, vos dejame que yo mande afuera todo lo que vos también tenés afuera porque al mandarlo
afuera a uno capaz que se le ocurre algo. Lo que sí no es aconsejable es callarse nunca. Entiendo que a
veces los políticos deben callarse o gente que pertenece a agrupaciones porque hay códigos que debe
respetar, pero el ciudadano no se debe callar nunca más. Todo lo que le molesta lo debe decir y debe
decir por qué le molesta. Eso no arregla el problema pero por lo menos hace que uno trate de
contribuir con algo. Entiendo que mucha gente a veces se va “chata” de mis espectáculos porque dice
“bueno, pero no dejás abierta ninguna puerta”; yo dejo abierta la puerta de la libre expresión y de decir
qué es lo que pasa a ver si se toma conciencia. El silencio es lo peor, es el caldo de cultivo para la
ignorancia, para que se sigan haciendo cosas que no se deben hacer. Pero claro, sé que la gente viene a
buscar un poco de diversión, se ríe mucho al principio que luego se van hechos ... Según la época del
año que me toque. Por ejemplo ahora que estamos a fin de año, con todo lo que pasó, la gente se va
como una milanesa: aplastada. Al principio, que vengo de las vacaciones, que extrañé el país y
empiezo a poner otras cosas, estoy de otra manera. Ese es otro de los atractivos que tienen los
espectáculos: no son estáticos, son de acuerdo a como esté la cosa y a como esté uno. Por ejemplo, el
otro día una señora dejó en la contestadora del teatro -porque no tengo contestador en mi casa-
“díganle a Pinti que yo no pago una entrada de teatro para que me digan que soy una forra” y yo dije
“qué bien captó el mensaje porque yo digo que somos todos una manga de forros” y nadie de buen
criterio va a creer que yo me excluyo porque yo digo que también creí cuando voté que tal y tal cosa.
Yo explico primero y lo hago tan desde mí que no me voy a imaginar que una persona vaya a pensar
que ... porque si no yo no hubiera podido estar vivo. Hace veintipico de años que vengo haciendo esto;
¿vos te creés que si yo dijera realmente “ustedes son todos una manga de forros” no me hubieran
matado ya? Me hubieran esperado a la salida o me hubieran dado una paliza. Aun nosotros que somos
un pueblo muy paciente y que aguantamos todo no hubiéramos aguantado jamás a un tipo que arriba
de un escenario les diga “ustedes, ustedes, ustedes” y no se hubiera incluido personalmente. Esa
señora estaba evidentemente mal pero, por otro lado, dije “qué suerte, mi mensaje sigue llegando; se
sintió forra”, que es lo que nosotros tenemos que sentir. En la medida que uno sabe que está enfermo,
se cura; ahora si le echamos la culpa a las cervicales, cuando querés acordar resulta que no era cervical
sino que era algo tremendo. Pero para empezar a tratar algo a tiempo, tenés que empezar por decir “me
parece que estoy enfermo”.

Sr. Ramella: Ya que sos un crítico de la realidad y que hace más de veinte años la describís con
mucha crudeza, en todos estos años en qué cambiamos, en qué mejoramos y en qué seguimos igual.

Sr. Pinti: Yo a grosso modo creo que hemos mejorado en la información. Creo que estamos mucho
más informados de todo lo que pasa, lo cual no ha sido bueno para nuestra salud, evidentemente,
porque ahora se nos paran más los pelos que antes. Para que nos entrara en la cabeza antes lo de la
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coima -sabíamos lo de la coima-, para que nos entrara en la cabeza que había leyes que podrían salir
con coima, era muy difícil porque no estábamos enterados, primero porque no había democracia el
tiempo suficiente para que uno supiera como se maneja una Cámara de Diputados, una Cámara de
Senadores, bien, mal, regular o peor, duraban dos años, dos años y medio, cuando le empezabas a
tomar bronca se iban, entonces no había ningún tipo de información. El hecho de la interrupción
permanente del sistema democrático, hacía que la Argentina de hace treinta años atrás, si bien se
estaba mejor alimentado, mejor educado, y se tenía más trabajo, se tenía menos información, entonces
no se sabía un montón de cosas, por eso nos pudieron hacer tantas cosas que nos hicieron por la falta
de información. Yo -me pongo de ejemplo primero- nunca supe que significaba el correo, para mi el
correo era ese callorda que venía y decía “carta” y nada más, es lógico que lo necesito porque si tengo
que mandar una carta a mi tía que vive en Mendoza entonces si no hay correo sonamos. Para mi,
ciudadano de la clase media, con acceso a la educación, nunca tuve idea de lo que eran las aduanas, sí,
no hay que pasar cosas de contrabando, nada más que eso, y no tenía idea de lo que eran los
aeropuertos y no tenía idea de lo que eran las aduanas, y no tenía idea de lo que significa el correo, las
comunicaciones, todo eso. Y yo que más o menos no es que crecí en medio de la puna en un rancho,
donde no había nadie, no, barrio de Buenos Aires, hombre de la clase media, mi familia clase media
normal, tirando a acomodada, y yo nunca me enteré por falta de educación. Por lo tanto, me pueden
vender el correo, rematar el correo, venir una mafia al correo, hacer un desastre con los aeropuertos,
regalar los hidrocarburos y yo no me doy cuenta, porque yo digo “mientras sea para bien es mejor que
sea privada, porque lo estatal no funciona muy bien”. Entonces en eso creo que ahora a fuerza del
hambre y del horror de la crisis con un precio muy caro, estamos mejor, porque por lo menos 8 de
cada 10 saben ahora que significa eso, lo ha perdido y sabe que perdió o sabe qué no tiene, entonces de
alguna manera aunque estemos peor, en eso yo creo que hemos mejorado. Información, sabemos que
la coima existe, sabemos que puede existir, sabemos que las leyes no son sonrosadas y que
simplemente “me opongo”, aquellas cosas que uno veía en las películas norteamericana del diputado
que no se dejaba vencer por las presiones y el otro, el que sí se dejaba vencer, un corrupto -Frank
Capra- era un caballero sin espada, James Steward, quedándose afónico por los derechos del hombre.
Nosotros nos empezamos a dar cuenta que no es así, acá no se queda afónico nadie por eso,
evidentemente empezamos a tener una idea, yo creo que en eso estamos mejor porque estamos más
escépticos, y conviene que estemos más escépticos porque así no compramos cualquier verdura. Y
estamos peor en lo elemental, en lo que se ve. Estamos peor en educación, peor en esperanza. La falta
de trabajo produce un cambio en la sociedad, es tan tremendo, que nosotros nos empezamos a dar
cuenta cuando empezamos a tener en cada grupo familiar o de amigos, la cantidad enorme de gente sin
esperanza que no tiene trabajo. Eso es terrible, eso cambia a la sociedad. La sociedad argentina antes
era autoritaria, careta, cursi -lo que vos quieras-, pero tenía trabajo. Entonces era una sociedad
orgullosa, con el orgullo que da el trabajo. Es decir “yo me pago mi sopa y mi alquiler”, teníamos ese
tipo de seguridad, ahora la gente no la tiene más. “No necesito de nadie porque yo a mis hijos les doy
de comer”, “yo no me dejo tocar el culo por nadie”, había como una serie de cosas que te da la
seguridad de un trabajo, malo, bueno regular, peor -por ahí la gente protestaba contra el jefe, contra la
oficina, contra lo que quiera- pero lo tenía. Eso lo perdió la sociedad argentina, y al perderlo la gente
joven está escuchando de nosotros los más grandes, un mensaje horrible, “no trabajes porque no te
rinde”, “no trabajes porque te van a pagar en negro y te van a explotar once horas”, “no trabajes
porque mirá el abuelo como trabajó y cobra nada más que $100.=, cuando lo cobra”. Mientras que yo
recibí una educación distinta, “trabajá porque acá el que no trabaja es porque no quiere”, “es un vago
el que no labura y el que labura en la Argentina por mal que le vaya va a tener su casa propia y va a
poder pagarle una carrera a sus hijos”. Esto cambia a la sociedad por completo, aunque después en
algunas cosas estemos mejor y en otras estemos más evolucionados, aquella cosa se perdió y en eso
estamos cien mil veces peor. Igual estamos en nuestros defectos nacionales de tener obsesiones que no
tienen nada que ver con la realidad que son enfermedades y no obsesiones, en eso seguimos estúpidos,
tontos, pensamos que todo lo de afuera es mejor, pensamos que el dólar es la única salvación,
pensamos que lo privado es mejor que lo estatal siempre y de ninguna manera admitimos una
discusión. Tenemos ciertas obsesiones que son tontas, son obsesiones, son el helado del tonto, en eso
seguimos siendo snobs, frívolos y nos gusta lo ligth, nos gusta “todo pasa, todo pasa, por cuatro días
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locos que vamos a vivir”, eso fue de toda la vida, somos un poco frívolos. Pero creo que el sufrimiento
nos va a hacer madurar.

Sr. Ramella: Toda esta convulsión en lo político no te parece que puede ser una magnifica
oportunidad.

Sr. Pinti: ¿Para madurar?, seguro. Ojalá lo pudiéramos aprovechar porque para otra cosa no sirve.
Evidentemente nos trae una angustia de la gran siete, los que votaron a la Alianza se quieren matar, los
que no la votaron se quieren matar también porque el mal es para todo el mundo. Se va cayendo gente
en la que uno cree, uno cree más en uno que en otro, se te van cayendo, no tienen conducta, te volvés
loco, entonces evidentemente todo esto tiene tanta parte negativa, esto joroba al mercado, esto joroba a
la oferta de trabajo, no arregla el problema de la desocupación, de la gente que no tiene con que
comer, todo es malo, entonces evidentemente algo bueno tiene que tener como todas las crisis. Ojalá
sirva para que nosotros empecemos a valorar de otra manera nuestra vida, y para que nosotros
empecemos a exigir a la gente que está arriba, que cumpla con las prioridades, que las prioridades
tienen que ser la prioridades de la mayoría. Y acá no es un problema de ser de izquierda o de derecha,
sino simplemente decir “tengo derecho a comer todos los días, a trabajar y a darle de comer a mi
familia”, esto no es de izquierda ni de derecha porque enseguida que alguien empiece a decir eso le
dicen “es zurdo”, está loca gente acá, pero no tiene nada que ver con ser zurdo, ser diestro, el hecho
que uno diga “yo necesito trabajo y necesito ser remunerado”, y después te explican “para que usted
tenga trabajo y ser bien remunerado como usted dice, hay que desequilibrar la balanza del gasto
público y el país entonces se empobrece y usted a la larga se va a empobrecer también”, “y yo
mientras qué hago, mañana tengo que ir al supermercado, usted dígame qué tengo que hacer,
¿régimen, dieta, morirme de hambre?, no sirve”. Yo creo que finalmente todo esto viene bien para que
pongamos sobre el tapete cuáles son las prioridades del pueblo y que no nos vuelvan a decir que el
país crece cuando nosotros no tenemos un mango, porque si el país no crece, uno puede esperar 1, 2, 3,
4, 5, 10 años, pero ya 11, 12 años esperando, que el país está creciendo en forma espectacular y la
gente no tiene ni para comer ni para darle de comer a sus hijos y es mucha la gente a la que le pasa
esto, es terrorífico. Yo creo que en este momento la clase política tiene que dejarse de pelear, tiene que
dejarse de pelear entre ellos y tiene que empezar a decir “la gente no tiene que comer, hay que darle de
comer a la gente”, pero no con las cajas del pan porque siempre se empieza a decir “vamos a hacer un
plan, Plan Trabajar” y ahí aparecen 20 burócratas que empiezan con su librito, y dicen “yo requiero
entonces un grupo de apoyo, un asesor, un grupo de base, el piquetero de acá” y cuando te querés
acordar hay ciento ochenta mil personas empezando a laburar por ese Plan Trabajar y la comida le
llega al 2% de la gente que se muere de hambre. Creo que ya es el momento de que nosotros desde
abajo tenemos que empezar a decir “vayan y denle de comer a la gente, ya que no tienen trabajo por lo
menos que morfen”.

Sr. Ramella: Voy a hacer mi última pregunta. ¿Estamos en condiciones nosotros mismos de cambiar
nuestra realidad frente a un mundo en el que al mismo tiempo que hay ochocientos millones de
personas que padecen hambre, el mundo gasta ochocientos mil millones de dólares en armas; y en
donde mientras los países más ricos están viviendo los momentos mas esplendorosos de su economía
en la historia, hay doce millones de niños que mueren anualmente por causas evitables, en qué
medidas estamos nosotros como atrapados en una situación que nos envuelve irremediablemente
porque somos parte de la tierra?

Sr. Pinti: Es cierto. Nosotros no podemos desgraciadamente solucionar el problema de los demás,
pero podemos solucionar el problema nuestro, porque cada uno empieza por solucionar su problema.
Generalmente cuando uno habla acerca del hambre y nos dicen “sabés que doce millones de chicos se
mueren de hambre”, pero uno los ve en qué países se mueren hambre. Se mueren de hambre en países
sin recursos, en países que vienen siendo asolados por pestes, guerras, tempestades, problemas entre
tribus, problemas religiosos, guerras de siglos y un suelo árido, una naturaleza horrorosa y alrededor
de 400 o 500 años de mala explotación. Entonces uno dice no es lógico, esa gente tiene derecho a vivir
igual que cualquiera, pero de alguna manera uno encuentra el por qué. Cuando uno ve que acá hay
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muchos millones de personas que están bajo el nivel de la pobreza en este país esplendoroso,
fantástico, único país del mundo, creo donde los palestinos y los judíos no se pelean y no se han
peleado nunca, único lugar donde en una vereda de la avenida de Mayo estaban los republicanos y en
la otra vereda estaban los franquistas, se decían de todo pero la sangre no llegaba al río y cada uno
tenía su centro y nadie cantaba ni “Cara al sol” ni la “Internacional”, porque se respetaba el territorio
neutral. En un país que consiguió esos milagros de paz y armonía no se justifica, el problema es que si
bien uno no justifica el hambre en ninguna parte del mundo, entiende las razones, en cambio el pueblo
aquí no entiende por qué acá tiene que pasar una cosa semejante, por qué acá tiene que ocurrir todo
esto y que me disculpen con todos los buenos que hay en la conducción política, la conducción política
tiene el 80% de la culpa, el 20% es de nosotros, los del llano, que somos lo más tarado, pero a prueba
de balas, que no tenemos buenas conductas, pero es el 20%, porque siempre el problema mayor lo
lleva la gente que dirige, en una casa el responsable es el padre y la madre, el responsable mayor de lo
que ocurre y los hijos son el reflejo. Evidentemente la clase política no se prepara para estar a la altura
de los problemas del país, porque es un país con muchas cosas en contra, pero demasiadas a favor
como para que nosotros tengamos que ver el problema de que los carenciados necesitan de alguien que
junte en un comedor comida y la persona que junta comida para el carenciado tiene que ir a los medios
de comunicación a decir “para mañana no tengo, por favor que el supermercado me mande...”. Esto es
una barbaridad que no tiene justificación en la República Argentina y creo que la masa de la actividad
política tiene que saber que aunque haya muchos buenos, esos muchos buenos no logran torcer el
destino de los pocos malos, mientras que otras cosas en nuestro país –recién me lo decía un periodista-
como el teatro, sigue teniendo una fuerza tremenda. En Buenos Aires porque es el centro, el ombligo
de la República está bien, está todo centralizado ahí, pero con la crisis que hay en la Argentina, el
teatro tendría que andar mal realmente en cualquier parte. Y el teatro más allá de ocasionales éxitos o
fracasos comerciales, como movimiento cultural funciona y en las ciudades del interior, aún en las
más alejadas de la mano de Dios, siempre hay tres y cuatro grupos trabajando permanentemente y
haciendo cosas, lo cual hace que entre lo que hay en la gran central y lo que hay en todo el resto del
país como intención, el teatro argentino a pesar de la falta de apoyo, de la falta de público, de la crisis
económica, de la crisis mental, de la falta de autores y de todo lo demás, es un teatro positivo,
importante, el mejor de habla hispana y el mejor de Latinoamérica seguramente. La medicina
argentina a pesar que las prepagas son una bazofia, a pesar de que muchos médicos no hacen honor a
su profesión, a pesar de toda la porquería que hay, la medicina como fuerza argentina es imparable, y
sigue haciendo cosas importantes y los científicos argentinos, la ciencia y la investigación argentina a
pesar de no tener ningún apoyo y ser los últimos orejones del tarro, sigue funcionando. ¿Por qué?,
porque los malos pueden ser muchos pero no tuercen el haber de los buenos. La clase política en
cambio curiosamente, con tanta gente buena, no logra torcer el destino del país por los problemas que
hay. Entonces esto es raro, si el teatro, la medicina y la investigación científica lo puede, ¿por qué no
lo puede la clase política?, creo que por falta de práctica. Parecen muchos dieciséis años de
democracia y a lo mejor no son suficientes, y todavía falta que nos demos la cabeza contra la pared y
que nos dejemos de jorabar en cuanto a partidismos y tonterías y cosas pequeñas, y puede ser que
cuando eso eleve la Argentina vaya al lugar donde tiene que estar.

-Aplausos de los presentes

Pregunta: Señor Pinti muchas veces lo fui a ver y estuve en la presentación de su libro, hablé con
usted. Quería preguntarle a usted que es un hombre que profundiza tanto y piensa realmente como
muchas personas pensamos y no nos podemos manifestar, porque estamos con otros problemas y no
tenemos los medios para hacerlo tal vez, ¿cuál sería para usted la primer medida que tomaría si fuera
gobierno como para ir solucionando de alguna manera el problema del trabajo en la Argentina? Dentro
de su forma de pensar por ahí tiene una idea.

Sr. Pinti: La verdad que no. Por eso cuando a mi me preguntan por qué no me dedico a la política, no
me dedico porque yo no tengo ese tipo de soluciones. Vistes que la política es algo en donde hay que
tener condiciones que yo personalmente no tengo. Yo puedo ser por ejemplo buen analista, yo puedo
ser un buen ciudadano, yo puedo cumplir con todas las obligaciones, por eso hablábamos de la mala
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educación que uno ha recibido como por ejemplo lo del correo, uno no tiene demasiada idea, uno va
como un corderito y dice “bueno, acá el problema debe ser.....”, y por ahí uno comete una ingenuidad
en la que joroba, molesta, a intereses impresionantes que hay detrás de las causas que hacen que no
haya trabajo en la República Argentina, entonces yo no sé cuál es el problema. Desde afuera a mi se
me ocurre que crear producción es lo más importante, dejar entrar cualquier cosa de afuera como se ha
dejado entrar, de la manera más tremenda, no proteger a nadie, eliminar los subsidios del campo,
eliminar los subsidios y las protecciones de las industrias regionales, es la mejor manera de contribuir
a la desocupación, y yo diría urgentemente hay que hacer que se produzca y poner un coto a la
importación desenfrenada y que la gente puede comprar productos argentinos y que el producto
argentino se pueda producir aquí y que eso implique apertura de fábricas, pero andá a saber cuáles son
las causas reales que no permiten que eso se haga, porque uno dice para ganar votos “cualquiera de
estos giles lo podría hacer” porque seguramente podría ganar votos con esto y no lo hacen de todas
maneras porque debe haber presiones tremendas para hacerlo, pero a cualquiera desde el llano se le
ocurre que activar la producción y proteger la producción es la primer puerta para que haya trabajo de
nuevo.

Pregunta: Buenas tardes y gracias por venir. Quería hacerte una pregunta. Una vez un amigo me dijo
que si no reaccionábamos a tiempo, íbamos camino de ser o ¿ya somos una colonia miserablemente
feliz?

Sr. Pinti: Ojalá fuéramos miserablemente felices. Colonia sí pero somos absolutamente infelices. Yo
no quiero el destino de ser colonia de ninguna manera, pero de alguna manera si por lo menos
pudiéramos ser felices de alguna forma, pero no, estamos de la peor manera. Yo creo que las fuerzas
internacionales pueden admitir que hay países que son sirvientes y hay países que son socios. Nosotros
tenemos todas las condiciones para ser socios, algunos de nuestros gobernantes han elegido el
servilismo, se puede ser socio o ser puede ser sirviente. Alemania, Francia, Italia, España, Suecia,
Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Canadá, Australia, han elegido ser socios, son países con
culturas fuertes, algunos con condiciones mucho más adversas que nosotros. Uno piensa en Canadá,
un país donde hay hielo y piedra, dos culturas absolutamente diferentes, una anglófona, la otra
francófona, y enemigas irreconciliables, que tienen un problema de dos culturas totalmente distintas,
que tienen además un problema grave con el nativo, canadiense que ha sido exterminado, hecho bolsa.
Con tanto en contra y con un clima de mierda, porque tienen 11 meses de invierno, esta gente pudo
desarrollarse siendo vecinos de Norteamérica. Imagínate la gracia que le puede hacer a los
norteamericanos tener un país tan desarrollado ahí al lado nomás. Uno va a Canadá y dice “es
Norteamérica pasado en limpio, es Norteamérica sin la basura”, y están de vecinos, han tenido un
desarrollo, han tenido una medicina socializada y han tenido una serie de cosas, ¿por qué?, porque
están apretados por Norteamérica igual que nosotros, podrían ser colonia igual que nosotros, están al
lado lo cual es una competencia terrible para los norteamericanos, podrían haberlos aplastado, podrían
haberse ellos diluido en guerra civil, y no, son eso, ¿por qué?, porque los gobernantes eligieron ser
socios de ese que supuestamente es el enemigo. Acá los gobernantes han elegido ser cipayos y ser
sirvientes, para ganar ellos, y ganan ellos y pierde el pueblo, y al perder el pueblo pierden ellos
también porque pierde el país.

-Aplausos de los presentes

Pregunta: Hay algo que yo no he llegado a entender nunca, por ejemplo, se pone un diputado trucho y
se vota, entonces hay que discutir si Samid, si fulano o si sultano, yo creo que lo primero era anular
una ley aprobada de esa forma. ¿A nadie se le ocurrió, ni a un periodista, ni a la gente, a nadie?

Sr. Pinti: Esto es terrible, y otra cosa que también es muy importante, cuando viene la primera
acusación sobre soborno, ¿qué hace la gente de bien?, renuncia. Lo primero que tiene que hacer es
renunciar, acá lo último que hacen es renunciar, y renuncian mal después de un escándalo mediático y
donde empiezan a embarrar la cancha ellos mismos, y dicen “yo no lo dije, me dijeron que dijera,
como dicen que yo dije, yo no lo voy a decir delante de el que no lo diga”, y empiezan con este tipo de
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conjugación del verbo decir que uno dice “Dios mío, dónde estoy”, y no renuncian, porque lo mismo
que vos decís con respecto al diputado trucho es tal cual, un diputado trucho veta una ley en cualquier
país coherente, hay un señor que se metió de la calle, que le pagaron, esa ley no tiene valor, y tiene
que ser derogada inmediatamente y nosotros no. A nadie se le ocurre eso, o se les ocurre y se callan la
boca, hay que empezar a presionar para que lo hagan, porque lo que pasa es que nosotros estamos tan
metidos en que no te alcanza el sueldo, no te alcanza la jubilación, no te alcanza tu marido, tu mujer,
tu hijo, nos quedamos y decimos “Ma si es igual, porque es el asunto del dale que va total no voy a
arreglar nada”. Creo que en el momento en que nosotros nos demos cuenta que lo podemos arreglar,
hay que empezar a pedir, hay que empezar a hinchar.

Pregunta: Yo quería preguntarte viendo diferentes espectáculos tuyos donde se hace una muy buena
crítica de la situación y analizas también la historia del país, y el denominador común es que siempre
en este pueblo querido argentino repetimos los mismos errores, que vos los satirizas muy bien en tus
obras. ¿No te parece que es nuestra propia idiosincrasia y que los políticos están cumpliendo también
nuestra propia idiosincrasia porque no son extraterrestres, sale de esta sociedad? Entonces me gustaría
que te explayes un poco, porque yo sé que lo haces muy bien cuando haces las críticas.

Sr. Pinti: Claro, son emergentes y pertenecen a nosotros mismos, son nuestra formación, son también
a veces nuestra némesis, son la coorporización de nuestros males de pronto, y curiosamente a pesar de
lo malos que son, consiguen –cuando tienen carisma, porque hay gente que tiene carisma y otra no la
tiene, para bien o para mal- inmediatamente la adhesión, porque en esos, encontramos partes nuestras,
que nosotros reprimimos y ellos no reprimen, cualquier gobernante corrupto “que la haga bien”,
empieza a tener admiración por parte del pueblo, porque una parte nuestra es corrupta también y
decimos “ que bien la hizo”, es la peor frase que inventó el pueblo argentino, cuando premia con su
aprobación a la persona que con eso que hizo, lo perjudicó. Porque eso implica que uno si está en la
misma situación lo va a hacer igual, y esto es un peligro tremendo que se cura nada más que con
educación, pero no sirve la educación de esa cosa de precepto moral, porque ya evidentemente los
muchachos no creen en eso, sino hacerles entender que a la largar eso no bueno, si siquiera para la
persona que lo hace, aunque esa persona muera en la cama y llena de plata, más tarde o más temprano
genera una situación que sus hijos o su entorno la va a sufrir. El hecho de creer que porque uno tiene
plata, vive en un búnker o se alquiló un country con vigilancia, no va a tener el rebote de la violencia
que genera la falta de trabajo que vos a lo mejor como dirigente has fomentado, es una estupidez. El
día que uno de sus hijos muere, el día que raptan a uno de sus hermanos, ese día la gente se da cuenta
hasta que punto se equivocó, y esa es la educación. La educación es demostrarle a la gente que no hay
que fomentar desde adentro los vicios nacionales, no hay que elogiar a las personas que no actúan
bien. Se ha llegado a decir, “no importa que roben, con tal que hagan”. No, importa muchísimo que
roben, por supuesto que nosotros necesitamos acción, pero no a cualquier precio, no se puede seguir
permitiendo que roben.

Sr. Ramella: En nombre del Concejo Deliberante queremos agradecerles a todos ustedes que nos
hayan acompañado esta tarde y les pido un fuerte aplauso para el señor Enrique Pinti.

-Aplausos de los presentes

-Es la hora 19:10

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