La Multicrisis Global
La Multicrisis Global
La Multicrisis Global
La multicrisis global
sión de Afganistán e Irak), que parecía avanzar de manera sostenida hacia una
“guerra de los mundos”. Esta crisis puede encontrar en las revueltas árabes un
punto de inflexión histórico esperanzador, sobre todo si los países del Oriente
Próximo llegaran a formar también parte del gran concierto de las democra-
cias contemporáneas.
Finalmente, el contrato natural entre el hombre y la naturaleza, honrado
desde hace 15 mil años con un estilo de vida sobrio que permitió la reproduc-
ción ininterrumpida del ecosistema, se vio quebrantado desde los comienzos
de la era industrial, que marcó el comienzo de la crisis ecológica –cuyo avance
se aceleró a partir de 1950 y provocó un mayor calentamiento global–. Al mis-
mo tiempo, la gente fue cobrando desde entonces mayor conciencia ecológi-
ca, poco a poco el capitalismo se fue reconvirtiendo en un capitalismo verde,
y el consumismo dio paso al regreso a una vida de sobriedad, producto de una
revolución cognitiva y de una “moralidad ecológica” en curso.
Se está, sin duda, ante una multicrisis paradójica. Múltiple porque confluyen
y se imbrican todas en una misma coyuntura, y paradójica porque no todas
ellas resultan negativas y amenazantes; algunas más bien abren una ventana
de oportunidad inédita desde un punto de vista histórico para que el sueño
kantiano de una “paz perpetua” entre los hombres y entre estos y la naturaleza
se cristalice en el curso del siglo XXI.
En los siguientes párrafos se exploran más en detalle las características de
cada una de estas crisis que desestabilizan el mundo contemporáneo, desde
una perspectiva histórica y en términos de conflictividad y dinámicas de la
violencia a nivel global.
por Jerba, Argel, Casablanca, Beirut, Amman, Taba, Jerusalén, Estambul, Bes-
lán, Bombai o Bagdad, por no mencionar Marraquech.
Antes y después de la Segunda Guerra Mundial, durante casi todo el “corto
siglo XX” que comenzó con la Primera Guerra Mundial y la revolución bolche-
vique y concluyó con la caída de la Unión Soviética, el mundo estuvo signado
por divergencias totales, es decir, ideologías que tanto en su concepción del
sistema económico como del régimen político se definían como antagónicas,
irreconciliables y contradictorias; pero además, cuanta controversia, conflic-
to o crisis apareciera en escena, era centrifugado (extremado y radicalizado)
con el fin de conseguir la quiebra del sistema enemigo e imponer, de for-
ma alternativa y violenta, el propio en su lugar (así lo hicieron el nazismo, el
comunismo y el fascismo). Es así como esta subjetividad de la negación y la
centrifugación hizo que predominara la lógica schmittiana amigo/enemigo.
Todo lo contrario a la política constructivista que anima el presente estudio.
El mundo postindustrial, sin embargo, está marcado por las divergencias
atenuadas entre quienes hasta ayer eran antagonistas totales: China y Cuba,
para poner dos ejemplos de órbitas geográficas distintas. En el caso chino, el
antagonismo económico cesó y persiste el político; en el caso cubano, asisti-
mos hoy a la apertura con cuentagotas de la iniciativa y propiedad privadas,
aunque el régimen político sigue siendo el mismo. En consecuencia, la lógica
schmittiana amigo/enemigo ha dado paso –de manera súbita, como en el caso
de Rusia, o paulatina, como en el chino– a la lógica smithiana del competidor
y del adversario. Esto significa que los países que transitan de la divergencia
total a la atenuada, de la lógica schmittiana a la smithiana, de la geopolítica
a la geoeconomía, cesan sus hostilidades bélicas y expansivas, porque en vez
de plantearse como ajenos, divorciados y confrontados empiezan a funcionar
en los hechos como interdependientes, interpenetrados y conectados. Y ese
es precisamente el estado de la relación entre los Estados Unidos y China,
Europa y Rusia.
Este es el peldaño de la atenuación: progresivos cambios cualitativos inter-
nos que en tiempos normales acercan a los enemigos de ayer en vez de alejar-
los, y en tiempos de crisis, morigeran –en lugar de extremar– sus posiciones
apaciguando el mundo. Pero existe otro peldaño por encima en la empinada
escalera hacia la paz mundial que se encuentra en la convergencia integral y
global con la democracia, la economía de mercado y la modernización: su-
cedió con Alemania, Italia y Japón, después de la Segunda Guerra Mundial,
luego con España y América Latina durante la Guerra Fría, debido a “la ola
simétrica de restauración democrática” (Rouquié, 2007: 420), y después con
la Europa del Este.
Se puede pensar que en buena medida nos encaminamos hacia un sistema-
mundo de amigos-competidores-rivales, signado por una lógica económica y
62 la protesta social en américa latina
3 En 2003, Inmanuel Wallerstein predijo con gran acierto que “para 2010, lo
aseguro, a duras penas nos acordaremos de esta loca fantasía momentánea”,
porque se trataba de un espejismo y un engaño deliberado (2005: 197).
la multicrisis global 63
consenso keynesiano de escala variable: muy decidido –inclusive entre los ul-
traliberales– en cuanto a rescatar al sector privado “financiero” y socializar las
pérdidas, menos en cuanto a regular, controlar y limitar el sistema financiero,
y mucho menos para aceptar la idea de que el capitalismo no sobrevivirá si
se limita a proporcionar a los ricos los medios para hacerse más ricos (Judt,
2010: 99).
Sobre las consecuencias de tal crisis, se destacan seis observaciones:
la crisis geopolítica
6 Las ideologías o doctrinas son como soluciones: unas, reactivas, limitan los
extremismos; otras, activas, los expanden.
la multicrisis global 69
dientes, pero además están interpenetrados: China por los capitales de los
inversores de los Estados Unidos y estos por los préstamos chinos; los Estados
Unidos inician esfuerzos para introducir a China al G-8 y ampliar su posición
accionaria en el FMI, a la vez que China hace esfuerzos por ampliar la base de
capital del FMI. Ninguno puede romper con facilidad el equilibrio inestable
que amarra ambas partes a un cierto statu quo (Kynge, 2007: 225; Espinosa,
2008: 26; Altman, 2009: 121).
Sin embargo, todo indica que se está produciendo un desplazamiento del
eje gravitacional del poder de Occidente hacia Oriente, si no la emergencia de
un “multicentrismo” o “policentrismo”, donde viejos y nuevos países con en-
vergadura económica son convocados para encarar problemas de una magni-
tud tal que ninguno puede resolverlos de forma unilateral. El multilateralismo
no es una opción, sino un destino obligado por las circunstancias económicas:
el G-7, que corresponde a las 7 economías más avanzadas del planeta, ha dis-
minuido su significación en alrededor de un 10% del PIB mundial entre los
años 2000 y el 2007, es decir, en una magnitud igual o superior al grupo de
la economía de Japón, que es la segunda economía más grande del mundo
(Espinosa, 2008: 19). El resultado es la configuración de un orden elástico: de
una actualizada rivalidad y bilateralidad por momentos (los Estados Unidos y
China) y de una ampliación multilateral de geometría variable por otros (G-
20, y puede irse ensanchando cada vez más). No se trata del fin de la historia,
pero sí del de cierta historia: la de la rivalidad entre capitalismo y comunismo,
entre democracia e ideocracia.
Mirado todo este conjunto en lontananza, existen buenas razones para
destilar una gota prodigiosa de optimismo. Octavio Paz (1981) escribió en El
ogro filantrópico que “las sociedades no mueren víctimas de sus contradiccio-
nes, sino de su incapacidad para resolverlas”. En un mundo que tiene como
denominador común la economía de mercado y la democracia en proceso
de continua ampliación, estas no anulan las contradicciones –que más bien
se densifican y en algunos casos se atenúan–, pero sí generan mejores condi-
ciones para resolverlas, salvar al hombre de sus circunstancias adversas y, muy
probablemente, para encaminar el mundo hacia una unidad de destino más
sufrida que elegida.
la crisis europea
voluntad de levantar una inédita Babel que rasgue el cielo de la dicha humana
(Estado de bienestar) y deje de ser una “incubadora recalentada de guerras
mundiales”.
La nueva Europa es el ejercicio de una cultura caracterizada estratégica por
un espíritu más pacífico que tiene un vivo interés por edificar un mundo en
el cual el poderío militar y las políticas de mano dura cuenten menos que un
poder blando asentado en la pujanza económica y las respuestas pacíficas a
los problemas: prefiere la negociación, la diplomacia y la persuasión a la coer-
ción; desea ejercer como una potencia económica de primera fila, capaz de
competir con los Estados Unidos y las economías asiáticas, y de negociar en pie
de igualdad los asuntos del comercio y las finanzas internacionales.
Vale la pena detenerse en un breve análisis de sus tensiones para luego des-
embocar en sus retos y metas. Se pueden citar cuatro y de gran envergadura:
la tensión geoeconómica, la laboral, la estatal y la migratoria.
Europa se preparó para ser la próxima superpotencia del siglo XXI. Una
potencia mundial de primer orden, como lo fueron antes Roma, España, In-
glaterra, Francia o Alemania, pero que esta vez no ejercitara un hard power,
sino un soft power destilado por el andar de siglos en el infierno dantesco y la
nostalgia del paraíso perdido. Fue estratégica porque tuvo la visión futurista
de prever que el mundo se encaminaba hacia un planeta de colosos, donde
ninguna de las naciones europeas, separadas y por sí solas, podría recuperar
la vieja grandeza y lograr que su brazo influyera en la defensa de sus intereses
y el modelado de sus principios más allá de sus fronteras nacionales. Por lo
tanto, su integración era la condición necesaria para hacer viable un futuro de
primer orden y un contrapeso a los Estados Unidos. Pero llegaron los BRICS
y los equilibrios cambiaron. Europa se había preparado para un “duopolio de
superpotencias”, no para una mesa en la que tiene que buscar un lugar a duras
penas. El mundo le está resultando ancho y ajeno.
China se ha convertido en la “fábrica del mundo”: su fuerza laboral, igual de
eficiente pero más barata, resta trabajos, debido a la deslocalización industrial,
a los obreros europeos; y la “oficina del mundo” en que se ha transformado
la India, con sus millones de profesionales e informáticos, también merma de
forma rápida y, en cascada, los salarios de la poderosa y extendida clase media
europea, deteriorando el bienestar de la categoría de los cuadros y las profe-
siones intelectuales superiores (Todd, 2010).7 No debe extrañar, entonces,
que la nueva rebelión de las clases medias y las tensiones laborales se den a
8 Timothy B. Smith titula su último libro France in Crisis debido a los proble-
mas de su Estado de bienestar, desde la intensificación globalizadora en
1980 y su efecto pernicioso sobre la desigualdad, el gran tema de nuestro
tiempo, coaligado no con la globalización, como se lo presenta, sino con su
falta de regulación redistributiva. El problema es la ausencia del contrape-
so político global. “El éxito de la democracia de la posguerra radica en el
equilibrio entre la producción y la redistribución regulada por el Estado.
Con la globalización este equilibrio se ha roto. El capital se ha hecho móvil:
la producción ha traspasado las fronteras nacionales y por tanto ha quedado
fuera del ámbito de la redistribución estatal […]. El crecimiento se opondría
a la redistribución; el círculo virtuoso se convertiría en círculo vicioso” (Judt,
2010: 179). El libro de Wilkinson y Picket (2009), Desigualdad: un análisis de la
(in)felicidad colectiva, recordará la influencia de esta sobre la vida comunitaria,
el rendimiento académico, la movilidad social e inclusive sobre la salud men-
tal, las madres adolescentes y la violencia-cárcel-castigo. La conclusión del
estudio es que las sociedades desiguales correlacionan una mayor proporción
de problemas psicosociales que aquellas que son más equitativas. Vista en
conjunto, la desigualdad no es un buen negocio: Noruega es la opción frente
a los Estados Unidos.
72 la protesta social en américa latina
la crisis intercivilizatoria
9 Los musulmanes son 10 millones en una Alemania que cuenta con una
población de 80 millones.
la multicrisis global 73
combate común contra los soviéticos; tras esa victoria, se consumó su ruptura
en la última década del siglo, y el 11-S de 2001 arrojó un guante letal a la cara
de los Estados Unidos, que bajo el gobierno de George Bush hijo y en represa-
lia por el atentado terrorista, invade Afganistán y quince meses después Irak,
haciendo caso omiso de las reticencias del Consejo de Seguridad de las Nacio-
nes Unidas y de gran parte de la diplomacia mundial.
Las nuevas revoluciones árabes que lograron derrocar a los autócratas de
Túnez y Egipto, y mantienen movilizaciones cotidianas en Yemen y Siria y una
guerra abierta en Libia, cambiaron el escenario mundial. El novelista egipcio
Alaa al Aswany expresó:
la crisis ecológica
conclusiones
Ninguna de las cinco crisis analizadas está resuelta, todas están en curso, y
casi todas presentan señales ambiguas. Por ejemplo, la CFG ha puesto bajo la
picota al neoliberalismo, incluso decretado su muerte y sepultura, pero si los
gobiernos keynesianos fracasan en su gestión tanto en Europa como en los Es-
tados Unidos un escenario probable es el retorno de posiciones políticas más
ortodoxas con respeto al mercado. Otro tanto sucede con la crisis ecológica: