03 - La - Conciencia Parte 1
03 - La - Conciencia Parte 1
03 - La - Conciencia Parte 1
CONCIENCIA
La más enigmática
de las funciones cerebrales
Realización: EDITEC
Diseño cubierta: Lloren~ Martí
Diseño interior: tactilestudio
© Ilustraciones: Francisco Javier Guarga Aragón
Fotografías: Getty Images: cubierta, 99, 133ai; Archivo RBA: 23;
Marc Lieberman: 37ai; Cordon Press: 37ad; cortesía ChristofKoch: 37b,
83; © Fumihiro Kano / Universitiit Kyoto: 71; Clay Reíd, Allen Institute;
Wei-Chung Lee, Harvard Medica! School; Sam Ingersoll, graphic artist:
119; tedxgoteborg: 127a; Caltech, Keck use, Rancho los amigos Team:
127b; Age Fotostock: 133 adb
Impreso en Liberdúplex
Impreso en España - Printed in Spain
Para México
Edita
RBA Editores México, S. de R.L. de C.V. Av. Patriotismo 229, piso 8,
Col. San Pedro de los Pinos, CP 03800, Deleg. Benito Juárez,
Ciudad de México, México
Fecha primera publicación en México: abril 2018.
Editada, publicada e importada por RBA Editores México, S. de R.L. de
C.V. Av. Patriotismo 229, piso 8, Col. San Pedro de los Pinos, CP 03800,
Deleg. Benito Juárez, Ciudad de México, México
Impresa en Liberdúplex, Crta. BV-2249, Km. 7.4, Poi. Ind. Torrentfondo
08791 Sant Lloren~ d'Hortons, Barcelona
Introducción 7
02 La evolución de la conciencia 47
Índice 139
INTRODUCCIÓN
1 7
lenguaje, el más humano de los comportamientos sociales, puede
deberse a la conciencia. Investigaciones recientes ofrecen indicios
de que algunos primates podrían tener también una capacidad pa-
recida de proyectar a sus semejantes creencias y deseos.
En la raíz de ese halo de misterio que sigue rodeando la con-
ciencia se encuentra la experiencia subjetiva, la cualidad especial
de la vivencia consciente que solo se puede describir en primera
persona. Es decir, lo que siento al percibir un color, reconocer una
nota, sentir un dolor o un placer intenso. Este tipo de experiencias,
específicas de la conciencia, se conocen como qualia. Los qualia
constituyen un reto formidable a toda teoría científica de la con-
ciencia. Por ejemplo, cuando se afirma que el dolor tiene una u otra
causa física, queda parte de ello sin explicar. Supongamos que lo-
gramos identificar el mecanismo neural que da cuenta del dolor;
por ejemplo, la excitación de la fibra C. Pero habrá que explicar por
qué nuestra experiencia del dolor se siente de la forma en que lo
sentimos. ¿Por qué la excitación de la fibra e produce esto y no lo
otro, o no produce nada en absoluto? No está claro que se llegue a
saber, por métodos científicos, por qué la experiencia consciente
tiene las cualidades que tiene. El carácter subjetivo de la experien-
cia consciente casa mal con la objetividad que la ciencia exige.
No por ello debe abandonarse el esfuerzo. La conciencia no se
reduce a las experiencias. De hecho, existe una multitud de esta-
dos conscientes caracterizados no por sus qualia sino por la fun-
ción que desempeñan. Por ejemplo, cuando sopesamos opciones
y tomamos una decisión no estamos especialmente pendientes de
cómo nos sentimos al hacerlo, y de hecho sería extraño pregun-
tárnoslo. A este tipo de conciencia se le llama intencional, y en la
medida que está orientada a un fin, puede ser descrita de forma
objetiva. Es sobre este tipo de conciencia que la ciencia ha fijado
su mirada con especial interés. A la hora de buscar un origen físi-
co, se ha escogido, como no podía ser de otra manera, el cerebro.
Es por ello que la explosión reciente de trabajos sobre la concien-
8 1
cia coincide en el tiempo con el desarrollo de nuevas herramientas
empleadas en el estudio del cerebro. El refinamiento de las técnicas
de formación de imágenes, la aplicación del registro de una sola
célula y las diversas formas de intervención neural (por ejemplo,
la estimulación del cerebro profundo y la estimulación magnética
transcraneana) han generado nuevas formas de obtención de datos
para una bisoña ciencia de la conciencia.
De entre todas estas técnicas, tal vez las más decisivas para el
estado actual de nuestro conocimiento hayan sido las de forma-
ción de imagen, que permiten la observación directa del interior
cerebral y el estudio de sus reacciones ante diferentes conductas.
Cuando las células de un área cerebral determinada se manifies-
tan particularmente activas, su demanda metabólica se incremen-
ta y, por consiguiente, se canaliza más sangre hacia esa zona. Este
incremento en el flujo sanguíneo altera el magnetismo local, alte-
raciones que pueden registrarse mediante resonancia y traducirse
a imágenes. Esta y otras técnicas tienen la gran virtud de ser muy
poco invasivas con el sujeto observado. Antes del desarrollo de di-
chas técnicas, la mayor parte de nuestro conocimiento acerca de la
estrecha vinculación entre conciencia y cerebro provenía del exa-
men de pacientes neurológicos cuyas lesiones la habían alterado.
Gracias a él se pudo constatar, por ejemplo, que el daño producido
en estructuras evolutivamente antiguas del tronco cerebral parecía
privar completamente de conciencia a las personas, dejándolas en
un persistente estado de coma, o similar.
Incluso aceptando que la experiencia consciente no es observa-
ble directamente, la medición de la actividad cerebral permite al
menos relacionarla con aquellos estados conscientes que se dan de
forma simultánea. A estos patrones sutiles y transitorios de acti-
vidad cerebral que subyacen bajo cada experiencia consciente se
les denomina correlatos neurológicos de la conciencia. Si se acep-
ta como premisa que el cerebro es el lugar físico de la conciencia,
cualquier percepción deberá corresponderse con la actividad de
1 9
una población dada de neuronas. Parte del foco del estudio neu-
rológico de la conciencia se centra en hallar este conjunto mínimo
de episodios neuronales que den origen a un aspecto específico de
un estado consciente. No se trata de una empresa fácil. En primer
lugar, hay que evitar confundir correlación con causación. No todo
lo que sucede de forma coincidente está relacionado. De qué for-
ma una pauta neuronal determinada causa un estado consciente es
una incógnita que está muy lejos de haberse despejado. Se supone
que a medida que vayamos conociendo mejor el funcionamiento
del cerebro se aclarará cuál puede ser el mecanismo que lleva de
uno a otro. Yahí reside la segunda gran dificultad para una ciencia
empírica de la conciencia: la necesidad de disponer de un conoci-
miento profundo del cerebro del que, hoy por hoy, se carece.
Y es que a medida que nos adentramos en el estudio del rey de
los órganos, la complejidad descubierta en un plano se suma a la
complejidad hallada en el siguiente. Sin solución de continuidad
se van manifestando procesos de sorprendente elegancia. Ocupan
un lugar destacado las investigaciones en torno al córtex, el tálamo
y el estriado, que se cuentan entre las principales áreas del cerebro.
Pero un área cerebral pequeña y, hasta la fecha, bastante descono-
cida, el claustro, asoma en el horizonte. ¿Por qué? Por una razón
poderosa: con creciente claridad se advierte una estrecha vincula-
ción entre esa estructura y la conciencia. Los argumentos en favor
de dicha vinculación descansan en las conexiones bidireccionales
entre el claustro y la mayoría de las regiones del cerebro. Añadamos
que el claustro interviene en integraciones multisensoriales, una
propiedad que caracteriza al concepto de conciencia. Pero aunque
esa u otras regiones pudieran tener la llave de la conciencia, no pa-
rece verosímil que constituyan la única fuente. Diferentes aspectos
de la conciencia son probablemente generados por regiones cere-
brales diferentes. La lesión en áreas cerebrales visuales del córtex
cerebral, por ejemplo, pueden producir déficits extraños limitados
a la conciencia visual. De nuevo, despunta la necesidad de com-
10 1
prender la naturaleza y función del cerebro humano; de buscar los
principios fundamentales de su comportamiento y crear modelos
que remeden su mecanismo de acción. Estamos hablando de los
que son, posiblemente, los retos principales para la ciencia y la in-
geniería de este siglo. No por casualidad tanto la administración
estadounidense como las autoridades europeas han impulsado
sendos proyectos internacionales, la iniciativa BRAIN y el Human
Brain Project (HBP), respectivamente, para apoyar a la investiga-
ción en aquel ámbito, dar a conocer los resultados relevantes y ha-
cer aflorar sinergias entre los científicos.
Los resultados de ambos programas se espera que ayuden a
plantear teorías globales de la conciencia o, todavía mejor, a con-
firmar empíricamente alguna de las que ya existen. Algunas de las
más valoradas se centran en la relación entre conciencia e infor-
mación. No por ello postulan algún tipo de analogía entre cerebro
y computador; al contrario, ambas la rechazan de forma explícita.
El vínculo es otro: un estado consciente implica la integración de
una gran cantidad de información (por ejemplo, al reaccionar esté-
ticamente ante un lienzo con infinitos matices) en una forma única
y singular. En esta propiedad integrativa reside, según algunos, la
esencia misma de la conciencia. Tanto es así que hay quien sostie-
ne que cualquier sistema físico, ya sea orgánico o sintético, capaz
de llevarla a cabo es igualmente consciente.
De acuerdo con otra teoría destacada, la del esquema de la
atención, la conciencia es una construcción que emerge cuando el
cerebro se aplica a sí mismo el modelo que elabora para explicar
cómo los demás prestan atención a las cosas. Así, nuestro cerebro,
al observar a otro individuo observando un objeto y actuando de
acuerdo con lo que ha percibido sobre él, deduce que ha de tener
algún tipo de noción mental del objeto en sí. Atribuir a una perso-
na esta capacidad para representarse algo mentalmente, es decir,
tener conciencia subjetiva de algo, sería una buena forma de pre-
decir su comportamiento. Nuestro cerebro procede a concederse
1 11
esta atribución a sí mismo y, como resultado, surge la conciencia.
Según esta hipótesis, la conciencia vendría a ser un relato descrip-
tivo sobre un fenómeno real. La tinta con que se escribe el relato (la
actividad neural) es real; también lo es el fenómeno físico descrito
por el relato (la atención). Pero lo que no es real es el relato.
Todas las teorías de la conciencia coinciden en conceder un pa-
pel fundamental a la corteza cerebral. Esta aparece con los mamí-
feros. Se trata de una red finamente organizada y constituida por
seis capas de células. Reposa sobre el cerebro antiguo de organiza-
ción de los reflejos. Las estructuras antiguas subyacentes a la cor-
teza prosiguieron desempeñando una función clave en la conduc-
ta de mamíferos, pero su dominio del comportamiento empezó a
debilitarse a medida que la corteza cerebral se expandía y crecía
su control sobre este. La gran expansión de la corteza prefrontal se
asocia a una mayor flexibilidad en la conducta, a una mayor capa-
cidad para el autocontrol y resolución de problemas y, como cabía
esperar, a una capacidad consciente más desarrollada. Todo parece
indicar que la conciencia juega un papel fundamental en cómo el
cerebro desempeña dos de sus funciones más importantes, asa-
ber: la respuesta adecuada al dolor o al frío, a la sed y al placer; y el
aprovechamiento de las ventajas ofrecidas por la cooperación y la
sociabilidad. Por tanto, podemos añadir un nuevo frente a la cien-
cia de la conciencia: desentrañar su curso evolutivo. En este libro,
el lector encontrará información sobre este y otros retos, así como
las principales líneas de investigación futura en el ámbito de la
conciencia. ¿La conclusión? El camino que nos permitirá conocer a
fondo la conciencia no se ha recorrido todavía por completo. Pero
los decisivos pasos dados en las últimas décadas constituyen por sí
mismos auténticos triunfos de la ciencia y la curiosidad humanas.
12 1
01 LOS RETOS DE UNA CIENCIA
DE LA CONCIENCIA
Sujeto sano
tesis de que mente y cerebro no son más que dos aspectos de una
misma realidad. Según esta tesis, la conciencia emergería de las
propiedades y organización de las neuronas y sus circuitos. Sin
embargo, la conciencia no aparece en las ecuaciones físicas, ni
en la tabla periódica de química, ni en los nucleótidos de nues-
tros genes. ¿Cómo puede la ciencia, con su método de observa-
ción objetiva y medición, se preguntan algunos, acceder al reino
de la conciencia, intrínsecamente privado y subjetivo? Este inte-
rrogante fundamental se ha presentado en diversas formas en la
historia de la indagación científica sobre la conciencia. La RMf y
Clases de conciencia
Estímulo subliminal
Máscara
100 ms
menos la
duración del
estímulo
Duración variable:
De 17,50 a 100 ms
- Representación gráfica del experimento que mostró que el cerebro también puede
actuar sin que seamos conscientes de ello.
21
razón y memoria. El cerebro controlaba las actividades del cuerpo
mediante el bombeo del pneuma.
René Descartes, ya en el siglo XVII, propuso una explicación de
la conciencia a medio camino entre la física y la filosofía que ha
ejercido una gran influencia posterior. Declaró que cuerpo y men-
te estaban hechos de distinta sustancia. Y debe ser así, razonaba,
porque el cuerpo, res extensa, existe en el tiempo y en el espacio,
mientras que la mente no tiene dimensión espacial. La mente cons-
taba de una sustancia etérea, un fluido que se almacenaba en un re-
ceptáculo del cerebro. A ese fluido lo llamó res cogitans y puso el
receptáculo en la glándula pineal (fig. 2A). En efecto, cuando di-
seccionó un cerebro en busca de la sede del alma, advirtió que la
mayoría de las estructuras de un hemisferio cerebral se repetían en
el otro. Pero el alma era una entidad única e indivisible, por con-
siguiente no podía instalarse en dos lugares. Por fin encontró una
ubicación singular, en el centro del cerebro, la glándula pineal, y
dedujo que tenía que residir allí. Hoy sabemos que la glándula pi-
neal se limita a producir unas sustancias relacionadas con el ritmo
circadiano, es decir, con la alternancia del día y la noche, pero la
noción de que la conciencia puede tener una sede concreta sigue
muy viva. El candidato mejor situado es el claustro cerebral, una
fina lámina de células situada debajo del neocórtex.
El fisiólogo italiano Giovanni Borelli, contemporáneo de Des-
cartes, rechazó la idea de que corriera ninguna sustancia «etérea»
por el cuerpo, y sugería que lo que se transmitía era una conmo-
ción. Para el profesor de Pisa, los nervios eran canales rellenos de
un material esponjoso. El descubrimiento de la naturaleza de la
conmoción propuesta por Borelli debería esperar al descubrimien-
to de la electricidad animal hecha por su compatriota Luigi Galvani
más de un siglo después. La fisiología concreta del cerebro recibió
un primer impulso con los trabajos del inglés Thomas Willis, quien
en el mismo siglo que Descartes y Borelli acometió las primeras di-
secciones del órgano en el Bearn Hall de Oxford. De ser una suerte
U,1,l"l'TH\'1'1\(; nm
B. Frenología ~~.\T l'H.\L l. .\ \íll'.\1a:
l'.IC(l.'l' Jl•:s.
B
A
C. Homúnculo de Penfield
Fotorreceptores
Iconos y bastones)
28
un chip de silicio que imita la manera de procesar la información de los
conos y bastones de la retina humana. El reto no ha sido solo imitar el
procedimiento, sino también las dimensiones (0,5 mm de ancho, 0,5 gl y
el consumo energético, mucho más bajo en la retina biológica (0, 1 vatios]
que en los chips de silicio.
Detalle del
chip de silicio
Conducción
-Horizontal
- Bipolar - - 1 - - - - - - - - H - - - - '
ión
Amacrina
i~ Gaaglfo
29
de plasticidad a la hora de adquirir nuevas habilidades, a la manera
del aprendizaje biológico.
Otra línea de investigación en la computación basada en el fun-
cionamiento cerebral son las llamadas redes neuronales. La estra-
tegia en este caso es distinta, dado que lo que se intenta es imitar
al cerebro humano no mediante el hardware sino mediante el soft-
ware. Una red neuronal está constituida por un número variable de
neuronas artificiales (hasta varios millones), que reciben una señal
de entrada y, en función de su programación, la transmiten a las
otras neuronas con las que están conectadas. La transmisión de la
señal se da si la entrada supera un valor numérico determinado,
de un modo muy similar a cómo la neurona biológica se activa (en
la jerga, «cambia su potencial de acción») al superar un umbral de
potencial eléctrico. Las redes neuronales se han dei;nostrado muy
eficientes a la hora de emular el modo en el que los seres humanos
aprendemos a, por ejemplo, reconocer formas y objetos: median-
te la captación de pautas en la información, a veces caótica, que
nos llega de los sentidos. Unos y otros, chips neuromórficos y redes
neuronales, podrían constituir el eslabón perdido de muchos pro-
yectos inacabados en inteligencia artificial y, de ese modo, abrir la
puerta a la subjetividad de las máquinas.
Finalmente, una tercera línea de investigación, acaso la más
ambiciosa, busca simular virtualmente el cerebro al completo. Así,
partiendo del estudio detallado del cerebro, los científicos cons-
truyen modelos de ordenador que remedan sus complejas redes
biológicas del cerebro con la esperanza de acometer experimentos
que les revelen in silico cómo piensa. Ya se han dado unos primeros
pasos en esta dirección con el cerebro primitivo de un gusano. Este
tipo de cerebros artificiales completos se diría que han de resolver,
de una vez por todas, la cuestión de si una máquina es capaz de
pensar o sentir. Sin embargo, aún tendrían que superar importan-
tes obstáculos para ser considerados conscientes. Podemos prede-
cir el tiempo que hará estos días, y podemos predecirlo desde el in-
o
o
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u
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e
¡ -40 1-----...----.ii;---
0. _50 _Umbral-----;---·-·-
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-70 1-----+-=---+--,
2 3 4 5
Tiempo (msl
- Representación gráfica de la relación entre potencial eléctrico [mV] y tiempo [ms] en
el potencial de acción de una neurona.
31
terior de una tormenta. Pero nunca llueve dentro de un ordenador.
Podemos simular en el interior de un ordenador un agujero negro,
pero el espacio-tiempo no se curvará. Simular algo no es realizarlo.
Tal es lo que sucede con la conciencia.
El paradigma del cerebro como computador presupone, ade-
más, que la conciencia es asunto exclusivamente del cerebro. Pero
ello está lejos de haberse demostrado. Por ejemplo, ¿qué ocurre con
las emociones? Estas resultan de la interacción entre el cerebro y
el cuerpo. Cuando nos sentimos felices, el cuerpo lo manifiesta de
una manera especial. Por tanto, habría que dotar a nuestro cerebro
virtual con un cuerpo físico o, cuando menos, con la ilusión de uno.
Hasta que los computadores no dispongan de ese input difícilmen-
te podremos considerar que sean conscientes.
De la importancia del cuerpo, y por extensión del movimiento,
en la construcción del yo, son ejemplo las ascidias, una clase de
animales marinos que se alimentan filtrando el agua y extrayendo
de ella los nutrientes. En su fase larvaria, sí presentan cerebro, que
les permite explorar su entorno y descubrir el lugar idóneo para
establecerse. Una vez asentadas, consumen su propio cerebro. El
movimiento, por tanto, constituye el centro de la función cerebral.
Desplazarse por un entorno cambiante es un cálculo difícil, el
cual, además, debe operar sin interrupción. Se trata, en fin, de un
proceso de retroalimentación que atiende no solo al objetivo pro-
puesto, sino también a la eficacia y dirección de todos los movi-
mientos componentes de la secuencia motora. La centralización de
ese complejo proceso requiere de un yo, por primitivo que pueda
resultar. Esta y otras evidencias sugieren que la conciencia puede
no ser fácilmente separable del sustrato biológico e imponen limi-
taciones a un modelo puramente computacional del cerebro y sus
propiedades.
Otros importantes inconvenientes de dicho modelo son ciertas
propiedades bien conocidas del sistema nervioso, entre ellas, su ca-
pacidad para procesar grandes cantidades de información en para-
35
opuestos con las dos manos: la izquierda descuelga el teléfono, la
derecha, lo cuelga. ¿Suponía esa división cerebral la división de la
mente?
En una serie de desarrollos de principios de la década de 1990,
varios equipos de investigadores pusieron a punto una técnica ca-
paz de registrar la entrada y el procesamiento de información de
las neuronas, la ya mencionada RMf. Esta y otras técnicas similares
de medición de la actividad cerebral, como la electroencefalografía
o la tomografía por emisión de positrones (PET), permitieron a los
científicos relacionar una determinada situación exterior, captada
por el aparato sensorial del cuerpo, con los patrones de actividad
simultáneos. Ya era posible la experimentación de la conciencia,
como en el ejemplo visto en el arranque del capítulo. No es exa-
gerado decir que la irrupción de estas tecnologías ha representado
para la neurociencia lo que la invención del telescopio para nuestra
visión del cosmos.
Contenido de la conciencia
e- -
'-'
Tiempo
Si se muestra una imagen distinta a cada ojo [un árbol y una cara). percibiremos
bien la una bien la otra, sin mezcla . A unos monos se les entrenó para que indicaran
qué imagen veían en cada momento. La actividad neuronal de partes de las áreas
visuales de mayor jerarquía se correspondía en un 90 % con las indicaciones
conscientes de los monos, mientras que la correspondiente a áreas más primarias
lo hacía en menor porcentaje. Esas partes constituyen, pues, un correlato neuronal
de ese estado consciente particular.
DE LA CONCIENCIA
La evolución de la conciencia 1 49
para disponer de estados conscientes, amén de la capacidad de
exhibir conductas orientadas a un fin u objetivo. Tenemos ejem-
plos de ello incluso en lo más ínfimo de la cadena de los seres, los
unicelulares. El plasmodio Physarum polycephalum presenta una
red dendrítica de estructuras tubulares, los seudópodos. Cambia
de forma a medida que repta sobre un medio de gel de agar; si el
alimento se encuentra en dos puntos diferentes, desplegará seudó-
podos que conectarán ambas fuentes nutricias. El organismo posee
otra rara destreza: halla la solución de longitud mínima entre dos
puntos de un laberinto (fig. 1).
Subiendo al nivel invertebrado, pluricelular, el cerebro de las hor-
migas constituye casi el 15 % de su masa corporal. Quizá por ese mo-
tivo, Darwin subrayó que se trataba de una de las porciones de mate-
ria más maravillosas del mundo, hombre incluido. Los humanos no
fueron la primera especie en inventar la agricultura. Esa distinción
debe reconocérsele a las hormigas, que comenzaron a cultivar han-
Í FIG. 1
50 1 La evolución de la conciencia
gos para su alimentación hace millones de años. Los insectos socia-
les exhiben muestras extraordinarias de cooperación y división del
trabajo, conducta que asignamos a un sentido de conciencia.
Uno de los hitos científicos más notables de la historia ha sido el
descubrimiento del lenguaje de las abejas a través de la danza. Forra-
jeras y exploradoras van y vienen para comunicar la distancia, la
dirección y la calidad de las flores o los lugares de potencial anida-
miento a las otras abejas de la colmena. En un experimento, se com-
probó que los insectos señalaban fuentes cercanas en una danza cir-
cular y otras lejanas con una danza de coleteo, en forma de ocho. El
segmento de trazo recto de esta última contenía información sobre
la dirección de la fuente y la frecuencia de sus vueltas guardaba re-
lación con la distancia: a menor distancia, mayor rapidez de la dan-
za. Este lenguaje es manifestación indudable de conciencia.
La evolución de la conciencia 1 51
su sistema nervioso. Una de las adquisiciones más importantes en
la evolución del sistema nervioso central de los vertebrados fue la
aparición en la región más rostral (en la punta, por así decir) del
cráneo, o telencéfalo, de láminas su-
Para el biólogo, perficiales de neuronas que acabarían
el ideal supremo por componer la corteza o córtex. En
consiste en resolver los mamíferos, identificamos una cor-
el enigma del propio teza especialmente compleja, de cinco
yo. o seis capas, que por su aparición tar-
SANTIAGO RAMÓN y CAJAL día en la evolución se ha llamado neo-
córtex.
La aparición de cerebros complejos entraña, además, la instala-
ción de las neuronas en su sitio correcto y la creación de intercone-
xiones apropiadas a través de las cuales se transmita información
de unas a otras a una velocidad suficiente. Esas interconexiones
han acabado adoptando la forma siguiente: el soma celular de la
neurona y sus proyecciones arborescentes, las dendritas, reciben
información de otras células. Procesada la información, se trans-
mite a lo largo del axón hasta la sinapsis; y de ahí a la siguiente
neurona.
Ese proceso de forja de los primeros cerebros complejos habría
tenido lugar, de acuerdo con el registro fósil, hace entre 520 y 560
millones de años, en la gran explosión del Cámbrico de diversidad
animal. Solo en el linaje humano, sin embargo, encontramos una
reestructuración drástica del cerebro y, por ende, de la conciencia.
Habrá pues que aguardar a la refinada complejidad del cerebro hu-
mano para explicar el desarrollo de las funciones mentales que nos
definen como seres conscientes y sociales.
Antes de ello, nos detendremos en algunos casos particulares
dentro del reino animal cuyo desarrollo cerebral y cognitivo, y algu-
nos comportamientos asociados, denotan la casi segura presencia
de una conciencia avanzada. Solo la incapacidad de los animales
para comunicar sus estados mentales de manera clara e inmedia-
52 1 La evolución de la conciencia
>LA IMPORTANCIA DEL OLFATO
El examen de dos cráneos de fósiles de las especies que precedieron a los
primeros mamíferos, procedentes de inicios del Jurásico de China, Morga-
nucodon oehleri y Hadrocodium wui, permitieron constatar que el tamaño
relativo del cerebro se expandía desde los más pequeños del género extinto
Therioherpeton hasta niveles propios de los mamíferos, con bulbos olfatorios
agrandados, neocórtex, córtex olfatorio y cerebelo. En el caso del género
Morganucodon, la diferencia de tamaño se debía en buena parte al desarrollo
de áreas del cerebro implicadas en el procesamiento del olor y del tacto, así
como en la coordinación del movimiento. Hadrocodium adquirió también un
cerebro desarrollado, sobre todo en regiones ligadas a la olfacción. Un sen-
tido mejorado del olfato podría haber sentado la base neural para una ma-
yor capacidad de habérselas con distintos tipos de información ambiental.
t Therioherpeton :ir----i--+---+----+--+----
-,µ¡
rr.--------.-~~~-6'1'
t Hadrocodium :~ : : : '1Ji!!!!}
Felis 1=:::::z::=:=:==::::1i=
(Gatos!
Canis ..,__...__________,.......~--
IPerrosl
0,0 0,2 0,4 0,6 0,8 1,0 1,2
Cociente de encefalización
t Bulbo olfatorio
Extinto
D Cynodontia
A. Mamaliaformes
*
• Hadrocodium
Mamíferos Neocórtex
Cerebelo
-Tabla que muestra la evolución del cociente de encefalización desde los extintos
géneros como Therioherpeton y Morganucodon hasta mamíferos actuales.
53
ta impide ser más categóricos. Se trata de un ejercicio comparati-
vo fascinante que el propio Darwin habría aprobado, y para el que
contamos con un conocimiento de la historia evolutiva que habría
asombrado al gran naturalista inglés.
AVES Y MAMÍFEROS
54 1 La evolución de la conciencia
del cerebro, directamente espectacular en el caso de los hemisfe-
rios cerebrales y el cerebelo, implicados en la integración sensorial
y motora.
La evolución de la conciencia 1 55
Hay unas 10 000 especies de aves, que reflejan una enorme va-
riabilidad en el tamaño del cerebro. Si consideramos cuán «caro»
resulta el tejido cerebral (requiere unas 20 veces más energía por
unidad que el tejido muscular), tienen que existir poderosas razo-
nes evolutivas para que determinadas familias hayan invertido en
grandes cerebros; la evolución no suele ser derrochadora. Puesto
que córvidos y loros, hechas las debidas correcciones en razón del
tamaño corporal, tendrían unos cerebros similares a los de los pri-
mates, no hemos de sorprendernos que posean una potencia men-
tal similar a la de los monos (que no a la de los grandes simios).
56 1 La evolución de la conciencia
al humano en términos de estructuras, es de unos 5 kilogramos y
posee unos 300 000 millones de neuronas. Estos animales poseen
uno de los repertorios sociales más intensos de todas las especies;
las familias se separan solo por la muerte o captura. Yexhiben una
amplia variedad de comportamientos conscientes asociados con
el dolor, el aprendizaje, la imitación, el juego, el altruismo, el uso
de herramientas, la compasión, la cooperación, la memoria y la co-
municación; un ejemplar de elefante asiático pasó el test del espe-
r FIG. 2
' '
Delfín de tia.neos blancos'
2 4 5 6 7
Cociente de encefalización
La evolución de la conciencia 1 57
jo. Hemos de reparar también en el hipocampo del elefante, una
estructura vinculada principalmente a la memoria, que ocupa un
0,7% de las estructuras del cerebro; en el hombre comprende solo
0,5 % y en los delfines entre 0,1 y 0,05 %. El cociente de encefaliza-
ción del elefante oscila entre 1,13 y 2,36, por el 1,77 del orangután, el
4,95 del delfín bastardo o el 7 del ser humano.
A la manera de los humanos, los elefantes van, de forma gra-
dual, aprendiendo a desenvolverse a la par que su desarrollo físi-
co. Dedican al aprendizaje unos diez años. La mayoría de los ma-
míferos nacen con un cerebro próximo al 90 % del peso en estado
adulto; en cambio, los humanos nacen con un 28 %, algunos del-
fines con un 42,5 %, los chimpancés con un 54 % y los elefantes
con un 35 %. De lo que se infiere que los elefantes poseen la mayor
cantidad de aprendizaje, aproximándose a los humanos, y que su
comportamiento no es meramente instintivo. Los padres enseñan
a los hijos a alimentarse, a utilizar las herramientas y a saber cuál
es su lugar en la manada. Se cree que, en el desarrollo del com-
portamiento inteligente, las neuronas en huso, o neuronas de Van
Economo, desempeñan un papel central. Pues bien, lo mismo en
humanos que en primates, las neuronas en huso aparecen tam-
bién en los elefantes, ballenas y delfines.
58 1 La evolución de la conciencia
Humano
Chimpancé Babuino
Oso
Mandril Macaco
Gato
D
Elefante
Delfín
Muflón
~~
Rata Ratón
E, e~
5cm
La evolución de la conciencia 1 59
sonido. Esa dependencia estrecha del sonido se hace evidente en
la estructura cerebral. El área dedicada a la visión es una décima
parte de la observada en humanos; en cambio, la destinada a la
imaginería acústica decuplica la del cerebro humano. El calderón
común, delfín de la especie Globicephala melas, posee más neu-
ronas corticales que cualquier otro mamífero estudiado hasta la
fecha, hombre incluido. Con todas esas innovaciones anatómicas,
cabía esperar una gran salto adelante en la conciencia del entorno
y de sí mismo.
En efecto, los delfines comprenden conceptos de continuidad
numérica y discriminación entre números, facultad en la que exce-
den al resto de los animales. Los miembros del grupo se reconocen
entre sí. Por mucho que se haya exagerado sobre las facultades de
los delfines, no cabe duda de que estos mamíferos marinos desarro-
llan de forma óptima numerosas tareas cognitivas que adscribimos
a la inteligencia humana: poseen cerebros poderosos, complejos y
estructurados, comprenden símbolos en contextos experimenta-
les, crean estructuras sociales, tienen emociones, muestran con-
ciencia de sí mismos, planifican, manifiestan actitudes altruistas y
resuelven problemas.
El sistema de comunicación de los cetáceos, su lenguaje, es muy
rico. Los sonidos de las ballenas conforman un amplio repertorio.
Los defines emiten silbidos y «clics»; los silbidos son sonidos de
banda estrecha que emplea para las llamadas de contacto; los clics
son pulsos de banda ancha que se emplea en la ecolocación. Pare-
ce que serían capaces de aprender una suerte de lenguaje humano
de signos. Con todo, la precoz divergencia de la línea filogenética
precursora de humanos y delfines impide determinar qué tareas
cognitivas contrastar, por cuanto el cerebro del hombre y el cerebro
del delfín siguieron cursos evolutivos muy distintos, con faculta-
des cognitivas diferentes, propiciadas por entornos dispares. Valga
decir que los delfines, al igual que las orcas, han superado el test del
espejo en numerosas ocasiones.
60 1 La evolución de la conciencia
Los primates, a un paso del ser humano
r F1G.3
o
El último ancestro común
de chimpancés y humanos
Homínidos
Humanos
.,111C)
tiene una antigüedad de Chimpancés :,
entre 6 y 8 millones años Q.
y bonobos ID
111
111
o
111
Gorilas 3' 3'o·
o·111 111
El ultimo ancestro común
de monos y simios vivió hace Orangutanes
unos 25 millones de años
Jf
Gibones
~:r:~~~~o
Monos del
Nuevo Mundo
Tarseros J1
Lem,,es y loris
"O
.
Hace 65 millones de años
.
Hoy
La evolución de la conciencia 1 61
múltiple, de apilamiento de cajas y otras, no fue hasta 2016 que se
constató que poseían, además, una facultad que se creía exclusiva y
característica del hombre. Conocida por teoría de la mente, es la ca-
pacidad de discernir deseos, intenciones y conocimiento en otros.
Se habían manifestado hábiles en el engaño de sus compañeros y
en el reconocimiento de sus motivos, pero se corroboró que saben
cuándo otros sostienen una falsa creencia.
Los primates, con cerebros poderosos, han dado pruebas de po-
seer un alto nivel cognitivo, que les faculta para la búsqueda de ali-
mento y para establecer lazos sociales. Algunos han desarrollado
hábiles estrategias de caza que requieren cooperación y jerarqui-
zación. El carácter grupal de su vida social, y la consiguiente ne-
cesidad de hallar un equilibrio entre competencia y cooperación,
fomentó el desarrollo de la denominada inteligencia maquiavélica,
lo que tuvo como fruto unos cerebros mejor equipados para enten-
der la causa y el efecto, concatenación necesaria para comprender
la intención de otros individuos. Dotados de capacidad de engaño
y manipulación consciente, reconocen a familiares y miembros del
propio grupo. Pueden emplear símbolos y entender aspectos del len-
guaje humano con sintaxis elemental, conceptos de número y se-
cuencia numérica.
No parece, en cambio, que los primates puedan formular pre-
guntas. También existen evidentes limitaciones en los chimpan-
cés en la comprensión de la semántica, la sintaxis avanzada, la
fonética y la pragmática, que son centrales en el lenguaje. Aun-
que durante mucho tiempo se creyó que la ausencia de habla de
los primates podía deberse a carencias anatómicas, en la actuali-
dad se cree que es porque no disponen de la circuitería cerebral
requerida para el control fino motor, el aprendizaje vocal y otros
atributos necesarios. Esta incapacidad, más que cualquier otra,
señala la frontera entre la mente del primate y la mente humana,
tanto a nivel cognitivo como en el de la conciencia. A pesar de esto
último, hay que señalar que los grandes simios, gorilas, oranguta-
62 1 La evolución de la conciencia
nes, chimpancés y bonobos, superan con éxito el test del espejo
de forma rutinaria.
La evolución de la conciencia 1 63
r FIG.4
~ 7 e;;.~!~:'
H. sapiens 1500 cm 3
1~
1000 cm 3
' - - - - - - - - - H. erectus
'
L . __ _ Sahelanthropus
. _ _ _ _ I- 500 cm 3
millones
de años
------------~-~----1
-7 -6 -5 -4 -3 -2 -1 o
-1.7 -0,7
Especies principales del linaje hominino, fecha de aparición y respectiva
capacidad craneal.
64 1 La evolución de la conciencia
se adquirieron muy pronto, mientras que otros, como un cerebro
poderoso, tardaron en conseguirse. No hubo una flecha lineal en la
evolución.
Mas ¿cómo era el cerebro de estos iniciadores de nuestro linaje,
alejados de la línea de los grandes simios? ¿Cuánto podemos cono-
cer o inferir del análisis del endocráneo fósil? Sea por caso la re-
construcción del cráneo de A. sediba. Se aprecia, por ejemplo, la
anticipación de los cambios operados en el cerebro humano, como
un mayor lóbulo frontal derecho. Cierto abultamiento en el giro
frontal inferior, impensable en primates no humanos, indicaría la
existencia allí de un centro importante de interconexión neuronal,
una región que, en los humanos, se encuentra asociada al compor-
tamiento social y al lenguaje. Es decir, que lejos de un mero aumen-
to de tamaño, la remodelación del cerebro en nuestro linaje posi-
blemente vino inducida por la selección natural de determinadas
áreas vinculadas a la vida grupal. Esta tesis, que examinaremos en
detalle más adelante, se conoce como del cerebro social.
La especie humana apareció merced a una combinación de cam-
bio ambiental, fortuna genética y casualidad geológica. Cuando se
explica la evolución humana se corre el peligro de construirla como
un relato estructurado de unas poblaciones que iban acabando con
formas precedentes y eran a su vez sustituidas por otras en un pro-
ceso de aproximación creciente a nuestra especie, conciencia in-
cluida. Esa interpretación del curso evolutivo adolece, de entrada,
de una visión finalista de la evolución; esto es, los mecanismos de
la especiación serían deterministas, no aleatorios. Además, degra-
da la especie extinguida a un nivel inferior y, por ende, de impor-
tancia secundaria. Las ramificaciones laterales, como pudiera ser
Homofl,orisiensis, un hominino enano que vivió en Indonesia hasta
tiempos recientes, son tratadas con desdén.
Los primeros fósiles del género Hamo (en el que se incluye tanto
nuestra especie, H. sapiens, como otras ya extinguidas, por ejemplo
H. erectus), aparecieron en África Oriental y datan de hace 2,3 mi-
La evolución de la conciencia 1 65
llones de años. Esos especímenes iniciales apenas se distinguían,
en tamaño corporal y cerebral, de los australopitecinos, aunque
manifestaran discrepancias en el molar, lo que refleja un cambio
de dieta. Y una nota apenas subraya-
Tenemos encima de da que refleja un estadio avanzado de
los hombros el objeto inteligencia. Esos primeros homininos
más complejo del preferían claros de bosque y umbrías,
universo. con agua dulce cercana, para morar y
MICHIO KAKU preparar la comida cazada en pradera
abierta. Comienzan a fabricar herra-
mientas de piedra para desollar y cortar las piezas animales, lo que
supone añadir carne y médula ósea, ricas en energía, a una dieta
vegetal. De hecho, Hamo habilis, que vivió hace entre 2,3 y 1,4 mi-
llones de años en África Oriental va asociado a esa alimentación y
la talla de la piedra.
Su descendiente más exitoso, Hamo erectus, que apareció hace
1,9 millones, se dispersó por África y Eurasia; fue el primero en
abandonar África. Muy versátil, se adaptaba a entornos muy dis-
pares. En él convergieron una serie de características que prea-
nunciaban a Hamo sapiens, en especial un cerebro poderoso (llega
a alcanzar un volumen de 1250 cm3) y una cada vez más extendida
cooperación social. Se ha insinuado incluso que pudiera haber go-
zado de algún atisbo de pensamiento simbólico, expresado en un
motivo geométrico en zigzag descubierto en una concha de mo-
lusco de la Isla de Java, de unos 500 000 años de antigüedad. Hace
1,7 millones de años apareció H. erectus, y hace 700 000, H. hei-
delbergensis, un espécimen muy parecido a nosotros en términos
de capacidad cognitiva. Desde hace unos 400 000 años comenzó a
controlar el fuego. Se supone que H. neanderthalensis evolucionó
a partir de poblaciones europeas de H. heidelbergensis hace unos
250 000 años.
Del grado de conciencia y creatividad de los neandertales dan
cuenta sus obras: enterraban a sus muertos, sellaban las puntas
66 1 La evolución de la conciencia
de sus lanzas con savia de abedul y preparaban pigmentos con los
que adornarse. Los encuentros entre neandertales y humanos no
fueron esporádicos. Si el lector vive en Asia Oriental, hallará tres
neandertales en su árbol familiar; europeos y sudasiáticos tendrán
dos; los melanesios, solo uno.
Con H. sapiens llega el hombre moderno. Hace unos 60 000 años
partió de África rumbo a Eurasia, expandiéndose por todo el globo.
No está dilucidado, ni muchísimo menos, la cronología y los patro-
nes de las transformaciones biológicas y culturales que ocurrieron
en Europa Occidental entre hace 45 000 y 35 000 años, intervalo
crítico en la sustitución de los neandertales por H. sapiens. Nuestra
especie es la primera en mostrar un nivel elevado de pensamiento
simbólico, como demuestran las primeras estatuillas de figuras fe-
meninas y animales, así como los primeros instrumentos, de alre-
dedor de 40 000 a.c.
El cerebro humano
La especie humana que emerge en África hace unos 200 000 años
no presenta un cerebro llamativamente grande. Disfrutaba, eso sí,
de una mayor corteza de asociación, involucrada en una gran va-
riedad de procesos cognitivos. También poseía un lóbulo frontal
comparativamente grande en el que se iban a desarrollar las capa-
cidades mentales de alto nivel, las que nos definen como seres in-
dividualmente humanos. Aunque ya hemos visto que se dan casos
puntuales en otras especies animales, solo en el hombre y merced
a su tamaño cerebral confluyen la autoconciencia, el lenguaje y la
teoría de la mente. Hay en nuestro cerebro unos 86 000 millones
de neuronas. El córtex aloja al menos 1014 conexiones sinápticas.
Por otro lado, el cerebro plenamente funcional es dinámico y se
autoorganiza durante el desarrollo y el aprendizaje; una propiedad
conocida como plasticidad cerebral. Densamente empaquetadas,
La evolución de la conciencia 1 67
se calculan unas 27 000 neuronas y 1000 millones de conexiones
sinápticas por milímetro cúbico de tejido cerebral. En respuesta a
colores, movimientos, caras, perros, palabras, sonidos y muchos
otros elementos se activan diferentes grupos de neuronas, que se
reparten dispersas entre los 16 000 millones de neuronas que com-
ponen la corteza cerebral. (El cerebro del hombre adulto, con un
2% de su peso corporal, da cuenta del 20 % del consumo de energía
corporal total.)
En promedio, cada neurona recibe unas 5000 sinapsis. Aunque
solo una fracción pequeña en un tiempo dado se hallará activa,
la mayoría de las neuronas requerirá la acción simultánea de 5 a
20 sinapsis. Para transmitir información se sirven de más de un
centenar de neurotransmisores distintos. Con el tiempo, esas cone-
xiones cambian, se deshacen o se reforman.
En el curso de la evolución del sistema nervioso, no hubo reforma
de planos, sino aprovechamiento de materiales preexistentes. El ce-
rebro, ligeramente oblongo, de color rosa grisáceo y 1400 gramos de
peso, presenta en su superficie externa, o córtex, circunvoluciones
más o menos profundas. De su parte posterior pende el cerebelo,
estructura del tamaño de una pelota de béisbol, con pequeños sur-
cos cruzados. Distinguimos los nervios craneales, que vehiculan la
información procedente de los ojos, oídos, nariz, lengua y cara. Ca-
racteriza al cerebro la simetría de los hemisferios. Todos los mamí-
feros poseen un cerebro antiguo o tallo cerebral (cerebro reptiliano),
sistemas límbicos por encima del tallo cerebral (cerebro paleoma-
mífero) y, por último, el córtex, la adición más reciente. El cerebro
ha crecido por adición de nuevas capas para salir al paso de nuevos
retos del entorno. Entre las diversas hipótesis sobre la función de las
capas corticales, se ha propuesto que la capa más externa es la más
estrechamente asociada con el procesamiento consciente; las capas
subyacentes contribuyen a los procesos inconscientes (fig. 5).
Visto en retrospectiva, la evolución humana fue una transición
singular, que aconteció solo una vez entre los primates. No obstan-
68 1 La evolución de la conciencia
r F1G.s
Fórnix
Corteza cerebral
Circunvolución
-.--.e,,,,,--.-......- ci ngu lada
Glándula ----~!!!!l~lllllllifl!A-
pituitaria
Cerebelo
Hipocampo
Sustancia ------,,y~~fv~
gris
Cuerpo-,!'-..,....----,._
calloso
f_-lr,,l----l-"I'--'--+-- Fórnix
Núcleo -+1---1--1-----' ..¡.__..._..."-fC-4---Tálamo
caudado
Cerebelo
Lóbulo parietal
Lóbulo occipital Médula
Hemisferio , Hemisferio
espinal
izquierdo derecho
La evolución de la conciencia 1 69
te, nuestro indudable éxito a la hora de ocupar todas las zonas cli-
máticas y cientos de nichos ecológicos se debe más a la evolución
cultural que a la genética; ignoramos qué diferencias neurobioló-
gicas separan a una persona ahorradora de otra derrochadora, por
qué unos encuentran fáciles las matemáticas y otros incompren-
sibles, por qué una persona es vengativa y otra perdona con facili-
dad. La neurociencia aporta, de momento, fragmentos de una ex-
plicación cuya razón global se nos escapa.
70 1 La evolución de la conciencia
>PRIMATES LECTORES DE MENTE
Hasta hace poco, era una suposición ampliamente aceptada por la co-
munidad científica que los humanos son los únicos capaces de atribuir
estados mentales [deseos y creencias, por ejemplo] a otros. En un expe-
rimento realizado por Fumihiro Kano y su equipo en la Universidad de Ja-
pón se siguió la mirada de chimpancés, bonobos y orangutanes al tiempo
que los primates observaban breves vídeos. Dos vídeos mostraban una
persona que observaba la ocultación de un objeto y luego lo buscaba. Un
tercer vídeo sometía a prueba la comprensión de los primates de falsas
creencias al mostrar el cambio de lugar del objeto mientras la persona
estaba distraída. Cuando la persona se preparaba luego para la búsqueda
de los objetos, la mayoría de los primates miraban anticipadamente el
lugar donde la persona creía falsamente que estaba escondido el objeto.
Ello parece indicar que preveían un error derivado de una falsa creencia .
- Escena del vídeo que veían los macacos en el experimento que hicieron Fumihiro
Kano y su equipo. En el vídeo intervenían humanos que eran atacados por actores
disfrazados de monos. Los ch impancés, bonobos y orangutanes que observaban las
escenas empalizaban con los seres que aparecían .
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