Anales de La Universidad. GIRO - florES.pereIRA.

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República Oriental del Uruguay

ANALES
DE

LA UNIVERSIDAD
Entrega N.» 112

Administrador: JUAN M. SORÍN

SUMARIO: v.Historia del Uruguay» por el doctor Eduardo Acevedo, tomo IV.

AÑO 1923

MONTEVIDEO
IMPRENTA NACIONAL
1923
y
I

GOBIERNO DE GIRÓ.—1852-1853
ANALES DE LA UNIVERSIDAD
AÑO XXXII II MONTEVIDEO 1923 ENTREGA N." 112

HISTORIA D E L U R U G U A Y
POK HL

Doctor EDUARDO ACEVEDO

CAPÍTULO I

Movimiento político

lia lucha presidencia).

Cuando el general Garzón entraba en agonía, tenían lugar las


elecciones generales die diputados y senadores, de acuerdo con
un programa d'e estricta igualdad que aquel procer había pro-
puesto y hecho aceptar a los graadies partidos en lucha.
Según el doctor Manuel Herrera y Obes, los blancos y los
colorados se habían coanprometido a votar listas comunes, y ha-
brían cumplido su cdmiproimiso si la muerte d^el general- G-arzón,
candidato único a la presidencia de la iRepública, uo hubiera dado
¡ui^ar a que los primeros se conisideraran desligados del compro-
miso, obteniendo así una pequeña mayoría de dos votos en la
Asamblea.
Otro testigo de la época, don Juan Jasé Soto, rectificando un
discurso del senador brasileño Itloutezuana acerca de la actua-
ción de Oribe en las elecciones de 1851, escribía a mediados
i-i 18'53:
"No es exacto que el partido de Oribe fué el que ganó las «lee-
cienes, nd que Oribe ae encuentre al frenite del partido que dirige
los negocios de la RepúbUca Oriental. Las elecciones que dieron
por resultado la Legislatura que hoiy eatá funcionando, se hicie-
ron con el concurso de todos los orientales y no fueron obra
de un solo partido. Una comiiisión compuesta de hombres de
adentro y de afuera, formó en combinación las Ustas, y no puede
ron Tazón decirse que su resultado fuese el triunfo de un partido.
Ed general Oribe murió civilmente el 8 de octubre de 1851, pues
annque no recayese entomces sobre él miniguna eondeiiación judi.
Anales de la Universidad

cial, sintió la retproibación de tddos los orientales, que en aqueil


mismo día se separaron de él y desde entonces ha sido constan-
temente etscluídiO de los negodoB."
Era de práctica que los senadores y diputados fueran electos
con prescindencia de vinculaciones locales. Pero los primates
de 1851 resoilrvieron desde al comienzo de «us trabajos que la ©l©c=
oión recayera en ciudaidanos de los deipartamenitos respectivos o
por lo menos muy vinicuilados a ellos.
Ha dicho también el doctor Herrera y Obes que la mayoría
blanca no era homogénea y que cuatro de sus miembros hablan
expresado la resolución de aidheririse a una candidatura colorada,
siempre que los colorado® s;e pusieran de acuerdo en su procla»-
niación.
Había ciertamente un candádato coloradlo: el propio doctor
Manuel Herrera y Obes, a quien apoyaban Urquiza y el Go-
bierno Brasileño, según asi resulta de la correspondencia entre el
candidato y el doctor Lamas, publicada por el doctor Palomeque.
"El día que loa médicos desahuciaron al general Garzón —
escribía Herrera a Lamas en diciembre de 18'51 — me dijo Ur-
quiza: "¿Y qué hacemos? Mi opinión es que usted debe reem-
plazarlo; sin esto yo lo tenía pensado"; y entró en sus razones.
Ya usted se harái cargo que rechacé la proposición como una
herejía. Vio desipués al conide (ICasías) y hablando del mismo
asunto, le dijo: "o debe ser Herrera o Giró: éste no lo puede ni
lo debe, .porque tiene el pecado muy grave para nosotras de ha-
ber sido el candidato de don Manuel Oribe y haber estado con
él hasta el último mamenito. Preciso es que lo sea Herrera, aun
cuando él no lo quiera. El conde afirmó su opinión. La misma
Conversación tuivo con Pontea y fué después de ese acuerdo' que
él empezó a vuiligarizaír la idea, aipoyánidola decildidaimente."
"Ha'blamois con el señoír Paulino (Soarez de Lima, Ministr» de
Negocios Extranjeros 'del Brasil) — escribía a los pocos días
Lamas a Herrera — acerca de la futura presidencia; y nos
encontramos de acuerdo en el momento m,iBmo. Es usted el can-
didato que debe sostenerse y el señor Honorio (Carneiro Leao,
Ministro del Brasil en Montevideo) sositendrá esa candidatura
con todos sus medios."
"Anoche—volvía a escribir Lamas a Herrera en enero de 1852
— tuve una larga, muy larga conferenoia con el señor Paulino y
los Ministros de Hacienda y Guerra, que ocupamos casi totalmen-
te de la oandi'datura de usted. Cuanto aquí podía hacerse, queda
hecho. El Brasil lo sostendrá a toute outrance, sin retroceder ni ante
la 'Idea de aplazar la reunión de las Cámaras, con pretexto de
Anales de la universidad

la guerra, etc., hasta el triunfo de Urquiza, si como es de es-


perar ese jelfe &© coniSieriva leal en las o^piniones que tan enérgica-
mente ha manifesitado y su triuinfo le da influencia material. Es-
taL- son las mismas ideas, tail vez un poco extremadas, en que
quedaba el señoT Carneiro Leao. ErSte caballero queda con carta
blanca para Tiacer en este sentido'. . . La candidatura de usted
es la conservación de la alianza, la alianza son los tratados, los
'.rata'dos son la existencia del país."
"Este Gobierno — agregaba Lamas a mediados del mismo mes
de enero — aprueba la idea no sólo de la suspensión, sino de
la disolución de la Asamblea electa. Esta Asamblea, tal como
está compuesta, no puede dejar de producir la guerra civil o la
guerra extranjera, o los dos azotes a la vez. Miran, pues, su dlso>-
lución como el medio úaico de impedir esa desgracia o de hacer-
la menos intensa y durable. No tienen todavía los blancos los me-
dios físicos y morales del gobierno del país y la alianza tiene
toda la fuerza que le da su triunfo y la reunión y coloicación de
sus fuerzas."
No podía, pues, ser más formidable la presión de la alianza
a favor de la candidatura Herrera. Pero los colorados no pudie-
ron ipoinense de acuerdo, ni acerlca de Herrera, ni acerca de nin-
gún otro candidato de su mismo credo político. Y entomces los
legisladores blancos y tres legisladores co'lOirados — los señores
Araueho, Saiyago' y Gayoso — se unieron en torno de la candi-
datura de don Juan Francisco Giró.
- •
Apertura de las sesiones ordinarSas.

Bl 15 de felbrero de 1852 tuvo lugar la apertura de las se-


siones ordinarias de la Asamiblea, ocupando la presidencia del
Senado don Bernardo P. Berro, miembro descollante de la ma-
yoría blanica., y la presádeniCia de la Cámara de Diputados don
José María Muñoz, miembro descollante de la minoría colorada,
prestigiadois por el voto de sus colegas de ambos bandos.
Don Joaquioi Suárez, que todavía se comserva.ba al frente del
gobierno, leyó el mensaje de práctica.
"La guerra que la República soportó por más de quince años,
— decía en ese documento — terminó al fin, dejando sólidas
rarantías de que la paz, tan costosamente adquirida, no volve-
rá a ser alterada". . . Durante ese largo período en que ha
actuado la acción disolvente de Rosas, la República ha soste-
iiido "su nacionalidad", contra el programa del dictador argén-
10 Anales dj la Universidad

tillo, que era de "soimetimiento pasivo y absoluto". Elimi-


nado Rosas mediante el esfuerzo de la República y de sus alia-
dos los Gobiernos de Entre Ríos, Corrientes y Brasil, el Uru-
guay, «que por tanto tiempo fué presa de las discordias intes-
tinas, hoy ve a todos sus hijos reunidos en tomo de los solos
intereses de la patria y decididos a curar sus propias heridas
por el olv'do sinicero de un pasado desgraciado y el ejercicio
ce una abnegación g e n e r o s a " . . . Ha tratado el Gobierno con
sus "palabras y sus actos de llevar la confianza y el amor a
todos los corazones". . . Toca ahora obrar a la Legislatura. . .
«Entre los males de la situación actual, señalo muy especial-
mente a vuestra atención la ruina de la riqueza pública y la
perturbación que ella ha Idevaido a todas las clases. El retmedio
a ese mal no puede abandonarse a solo el tiempo; a él és in-
disip«nsable concurrir con buenas Instituciones de crédito que
facilitando el movimiento y circulación de los capitales y po-
niéndolos al alcance de todas las necesidades, sean a la vez
un medio de fomento y un elemento de orden y poder para la
N a c i ó n " . . . Como r e s u l t a d o . d e la guerra "encontraréis una
deuda cuyo arreglo y pago pesa sobre el honor de la Na-
ción" . . . Han faltado al Gobierno recursios para la realización
de m e j o r a s . . . "Sin em'bargo, he fundado un Colegio Nacio-
nal, creado un Instituto Hisitórico y Geográfico, otro de Instruc-
ción Pública y erigido y dotado la Universidad Mayor de la Re-
pública".
Apenas terminada la lectura del mensaje presidencial, pidió
don José Marit Muño^, y asi quedó resuelto, que el Presidente
del Senado don Bernardo P. Berro se hiciera cargo del po-
der ejecutivo, de coníorm,idad a determinantes disposiciones de
la Coii.stitueión de la RepúblicM.
Esa resolución dio lugar a un incidente que, fuera del am-
biente de concordia que reinaba en Monte/video a raíz de la
terminación de la Guerra Grande, habría provocado fuertes sa-
cudidas políticas.
Don Joaquín Suárez, que presidía un gobierno de hecho, en-
tendía que 9u mandato no expiraba el 15 de febrero, sino el 1."
de marzo, o sea el día señalado para la eilección presidencial. Y
sostenía, en consecuencia, que él no debía resignar el mando
ante el Presidente del Senado, sino ante el Presidente de la
República.
El doctor Herrera y Obes, que era Ministro de Gobierno, es-
taba interesado sin duda alguna en ©1 mantenimiiento de una
situación que favorecía el desarrollo de su candidatura presil-
Anales de ¡a ünivojsidafi 11

dencial, y fué con toda seguridad el instigador de ese conato


de resistencia al mandato de la Asamblea.
Pero la Asamblea, dejos de inmutarse y dando, al contrario,
prueba de una serenidad verdaderamente extraordinaria, se li-
mitó a ordenar el archivo del mensaje, sin dignarse discutir
s.'Quiera las observaciones aue el Poder Ejecutivo formulaba. Y
entonces don Joaquín Suá^ez dirigió un segundo mensaje, en
el que man,ifestaiba el propósito de poner al Presidente del Se-
r a d o en posesión del manido, como efectivamente lo puso breves
horas después.

Bl equilibrio de los dos partidos.

lia pedi'Ueña ventaja de dos votos que tenía el Partido Blanco


en esa Asamblea dio lugar más de una vez a ifrofundas recri-
minaciones de los que entendían que la lógica de los sucesos
aseguraba la mayoría al Partido Colorado; que la fórmula de
pacificación de octubre de 1851 "no hay vencidos ni vencedo-
res", estaba reñida con lia verdad de las cosas; que Oribe había
sido vencido real y positivamente por la coalición que encabe-
zaba el general Urquiza.
Aun cuando las cosas hubieran pasado así, el triunfo militar
del Partido Colorado no habría sido suficiente para asegurar la
victoria en los comicios. Durante ocho años había estado toda
la campaña bajo la dominación de Oribe y el triunfo debía ser
lógicamente de los candidatos blancos. iSi las ventajas no fueron
mayores, debe atribuirse a que en general prevajlecieron las lis-
tas mixtas que había prestigiado el general Garzón.
Pero ¿era cierto lo dell triunfo militaír de uno de los dos par-
tidos sobre el otro?
Cuando Urquiza cruzó el río Uruguay, las tropas blancas
que cubrían el litoral de Salto y Paysandú, se pllegarom al ejér-
cito entrerriano, y en seguida comenzó en toda la ca-mpaña el
gran movimiento de concentración en torno de Garzón, que dio
por resultado que Oribe quedara reducido a los batallones argen-
tinos acampados frente a los muros de Montevideo y tuviera lue-
go que rendirse, todo ello sin que fuera necesario derramar una
scJa gota de sangre, si se presicinde de incidentes aislados y sin
importancia, inevitaihlies en días de confHcto.
Oigamos al doctor Manuel Herrera y Obes, actor principal en
lo® sucesos, acerca de la coalición del Uruguay, Entre Ríos, Co-
12 Anales de la Universidad

rrientes y el Brasil para voltear a Eosas y Oribe, y del con-


curso prestado a la obra por ambos partidos tradicionales:
"Esa coalición se había pedido y combinado sobre un interés
camún de to'dos los Estados que la componían: la guerra a Ro^
sas, la destrucción y desaparición de su monsitruoso y agresivo
poder, tan funesto para las libertades y el bieniesitaír del pueblo
argentino, como incompatilble con la traniQuilidad y seguridad
de los Estados que lo avecinao. Esa coalición era, pues, com-
pletamieate ajena a las cuestiones de los partidos preexistentes
en ambas repúblicas del Plata, — mejor dicho, levantando
la enseña de la libertad y llamando a su ailrededor a cuantos
la quisieran para sí y para su patria, lejos de servirlos tendía
si no a su an,iiquÍ!lamiento, a su descomposilclón y mejora por lo
menos, abriéndoles un nuevo palenque para sus luchas y tem-
p'ando la irritapión de sus odios poír la fraternidad y comunidad
¿e los peligros y los sacrificios. Así fué que ella abrió sus filas,
desde luego, a cuantos quisieron pertenece ríe, sin distinción de
coloréis ni denominación de partidos, y fuesen cuales hubieren
sido sus antecedentes partidarias, que todos meziolados y con-
fundidos vistieran una solai, una misma divisa, cayeran sobre Oe^
rrito y Palermo, pulverizaran el solio ensangrentado de esos dos
bárbaros tiranos, sialvaran a Montevideo y con su triunfo'dejaran
expeditas esas dos anchas vías de libertad y progreso en que
estos dos países marchan hoy ardorosos y firmes, sin que para
operar tanto prodigio les hubiera sido necesario nada más que
esos cinco meses de inolvidable campaña que hizo para siem-
pre célebres los campos de Caseros".
"Terminada así esa gigantesca lucha, ¿quiénes fueron en ella
los vencidios y quiénes los venoedores? ¿A quién los dereohoB,
el honor y la gloria del triunfo? ¿Perteoetía sólo a Montevideo?
¿Era la obra exclusiva de sus defensores? ¿Su® aliados ningu-
na parte tenían en ello? ¿Los generales Garzón y Gómez eran
vencidos? ¿Lo eran esos numerosos jefes y oficiales que con
todas sus division'Os y cuerpos corrieron inmediatamenite a íor-
m^ar parte del ejército aliado, dejando reducido al general si-
tiador al solo apoyo de los soldados de Rosas que comandaba?"
Precisamente porque las cosas habían pasado así, es que el
ambiente que se formó a raíz de la coniclusión de la guerra, con-
cordante con la fórmula "no hay vencidos ni vencedores", era
de concordia plena, de olvido real y sincero de las divergencias
auiteriores que quedaban relegadas a la "historia, tal como lo
Anales de la universidad 13

üecía el doctor Eduardo Acevedo en estos párrafo® de "La Cons-


titución":
".Sostenidremos, pues, la necesidad de la extinción completa
y absoluta de los acitiíguog partidos; .pero para conseguirlo sos-
tendremos también la igualdaid de esos partidos ante la, Cons-
titución de la República y la necesidad en que todas estamos
de abjurar nuesitros pasados errores, de tirar nuestras antiguas
divisas y de trabajar por el bienestar futuro del país, sin que
nadie tenga facultad de enrostrar al otro con el pasado y sus
consecuencias. En el porvenir nada nos separa. Abandonemos,
pues, las acusaciones y recriminaciones, que nos llevarían di-
rectamente a la anarquía. Si es necesario rivalizar, rivalizare-
mos en amor y respeto a la Constitución, en franco deseo de
iiíactioarla y hacerla p r a c t i c a r . . . "
"Todos están conivencidos de que, sean cuales fueren las pe-
queñas divergemciais que todavía nos separan, la patria exige ante
todo a sus hijos que se comsaigren a cicatrizar las llagas de la
lucha :pasada. Un .poco de tolerancia de una y otra parte, y nada
babrá que pueda detener al país en la senda de progreso que
empieza a recorrer. . .
"NoBoitroB, coloicándonois en ©1 punito de vista de la Constitu-
ción y la justicia, rechazamos toda solidaridad con los actos ma-
los de los dos partidos en que ha estado dividida la Repúbiica,
pero acepta:mos todos los actos buenos de las unos y de les otros.
Recogemos el bien donde se encuentra, sin preguntar su origen,
sin averiguar si se debe a los antiguos blancas o a los antiguos
colorados. En nuestro empeño de formar un todo nacional com-
pacto, sólo excluímos lo malo, ya venga de los unos o de los otros.
Lo bueno nos pertenece: es la herencia de los or¡ien.tales".

Adhesión de los militares.

Dio lugar la apertura de las sesiones ordinarias de la nueva


Asaimiblea a una expresiva nota de felicitación de un grupo de'
jefes prestigiosos.
"El olvido de lo pasado — decían — el remedio de los males
íiresentes, la unión de todos los orientales, la estabilidad de las
leyes, las garantías de la imdependencia y la conservación de
nuestras relaciones externas, son puntos que preocupan a todos
¡o.s ciudadanos, pero que sólo los elegidos de la Nación pueden re-
solver con acierto y con derecho. . . No está distante la época
calamitosa de la funesta guerra por que hemos pasado; pero fué
14 Anales de la Universidad

bastante que cuatro mil valientes hicieran comtrapeso al ejér-


cito con que el generail Rosas soifocaíba la opinión de los natura-
les, para que todos los orientales corrieran a apoyarse en el bra-
zo fuerte del magnáníimo general Urquiza y se pronunciaran por
la pajz, por la unión y la Conistitución... A esa valioisa y gene-
rosa cooperación, a ese patriótico proaunciamlento de los orien-
tales debeimos hoy el feliz acontecimienito de vuestra reunión, y
SI nuestra patria goza ya de los bienes de sus leyes, justo es
que presente un triljuto de graititud a nuesitro libertador, que ha-
ciendo desaparecer la iníluiemcia extranjera y traibajanido por
la fusión de tcdos los oirienitales, no ha manJfestaid'o otro interés
ni ha exigido otra recompensa simo el ver gue nuestra patria
tenga independencia y leyes y los habitantes disfruten los go-
c,% de la paz, de la paz, señores representantes, que es la primera
necesidad de nuestra sociedad y que es necesao-io cpnsiervar a
toda costa, siempre que no se sacriflique el honor, porque sin
é¡ no' puede existir una nación."
El general Lavalleja, primer firmante de esa nota, acabaiba
lie realizar una jira por los deipartamenitos de Cerro Largo, Mi-
nas y Malidonado, en cumplimiento de instrucciones del gobierno
de Suárez, para vencer resástenclas locales contra las autorida-
ües constituídaa y solucionar incidentes ocurridos en la frontera
de Rio Granlde.

Preparativos para la eleccióii presidencial.

Otro grupo de ciudadajnos, encabezado por los generales La-


viilleja y Nicolás de Vedia, lanzó la idea de organizar una guar-
dia de honor para acompañar al ciudadano que fuera electo Pre-
sidente hasta la Casa de Gobierno. Y pocas horas después que-
daba ella formada con elementos militares y qiviles de signi-
ficación en los dos partidos militantes, bajo la presidencia del
coronel don José A. Costa y de don Carlos Navia. JJSL bandera
de esa guardia de honor fué con/feccicnada por doña Inés Pérez
de Herrera, doña Joaquina Vásiquez de Acevedo, doña Carolina
Triaca de Muñoz, doña Zelmira Rodríguez de Pérez y doña Ju-
•isna González de Joanicó, y entregada al Presidente en nombre
de todas las sefiorais de Montevideo.
Anales de la universidad ~15

l i a elección de Giró.

El 1.» de marzo de 1852 resultó elegido Presidente de la Re-


pública don Juan Francisco Giró por 35 votos. Eran 38 los le-
gisladores presentes. Los tres votos restantes fueron dados a
favor del general LaivaJleja, don Florentino Castellanos y don
Martín García de Zúñiga.
AI tiempo de prestar juramento dijo el Presidente electo:
"En las sociedades ciimentadas soibre bases sólidas y perma-
nentes, la misión de los gobiernos es comparativamente fácil,
porque por lo general se reduce a la continuación de la martíha
¿eguida por el gobiermo' anterior. Eso no es así en países nuevos
como el nuestro, aun en loa tiempos normales, porque las ins-
tituciones políticas no han podido etíhar ratees. Las dificultades
.son, sin embargo, incomparaí)lemente mayores en ép'ocas como en
la que el país se encuentra, en que los sucesos del período que
ha concluido se compliiican de un modo tan grave con la época
que empieza. La misión enitomces de un gobernante es difícil y
petíosa, tanto aue al pensar en las diflcultatdes que presenta no
puedo prescindir die cierta impresión de terror, conociéndome
como me conozco sin la capacidad necesaria para superarlas".
Don Juan Francisco Giró había sido votado, pues, casi por
unanimidad. Momentos anites de adherir a su candidatura, don
Jrsó María Muñoz, don Salivador Tort, dom Enrique Muñoz, don
Mruno Mas, don Tomás Gomensoro, don Tomás L. Rodríguez,
don León Zubillaga, don Francisco Hordeñana, don Juan Miguel
Martínez, don Aipolinario Gayoso' y dom Pedro Bustaimante, miem.
bros colorados de la Asamblea, le dirigieron una carta en que
explicaban así el voto que habían resuelto darle:
"Terminada ia lucha fratricida que desgarraba el seno de
nuestra patria, las dulces y atractivas palabras de fusión y ol-
vido encontraren eco en el corazón de todos los o r i e n t a l e s " . . .
Era una necesidad de nuestra actualidad "la representación equi-
librada y completa de los partidos en que desgraciadamente ha-
bíamos estado d i v i d i d o s " . . . Uno de esos partidos domina, sin
embargo, en la Asamblea y por eso hemos creído- deber insistir
<?n que la elección de Presidente de la Repúhlica "recayera en una
persona que hubiese pertenecido al otro partido, o que, por lo
menos, no hubiese pertenecido a ninguno". . . Pero "nuestros es-
fuerzos en este sentido han fracasado y poniéndonos en el caso
Anales de la universidad

de adiierirnos al candidato de la mayoría para no dar pábulo a


escisiones inconvenientes, lo hacernos en la persuasión, como se
nos ha hecbo seatir, de que su programa político se elevará a
la altura de los caros intereses que se le confían. . . que reali-
zará una política prudente y digna en el exterior, y en el interior
una política liberal, de fusión, de olvido absoluto del pasado, con
exclusión completa de toda tentativa neaccionaria; en una pala-
bra, una política estrictamenite ceñida a los principios constitu-
ciomales, único remedio a los males del pasado y única base só-
lida de una paz de que tanto necesitamos y que tanto debemos
desear."

lia Asamblea' habla al país.

Esos mismos legislad'OTes de la minoría y tO'dos su colegas


de la mayoría -publicaron el día de la elección presidencial un
pívtriótico m-aniflesto en que decían al ipaís:
''Hoy empieza una nueva era para la República, que espera-
mos en el faivor del Ser Supremo lo será, de paz y prosperidad.
Vuestras C'ámaras conitraerán, toda su atención a dictar medidas
eficaces a fin de cicatrizar las heridas abiertas en el seno de la
maidre patria; pero para que ellas no sean ,inútil6s, paía que no
sean estériles los sacriifi-cios de tanitos; para que podamos conse-
guir el objeto deseado de todos los buenosi, es meniesiter que en
el santuario de la ley, en aombre de Dioa y d© la Patria y en rea-
peto a la memoria de tanto® de nuestros conciudadanios comoi sa->
crificaron sus vidas por nuestra existencia política, juremos un ab-
soluto olvido de todo lo pasado. Desde los primeros días de la Re-
pública nos mostramos al mundo valientesi; mostrémonos también
generosos; cesen esas odioaas distinciones de colores políticos; no
se mencionen esos partiidos que deside este momento deben dejar
de existir. La unión más estrecha y los más fraternales sentimien-
tos liguen a todos los orientales. No haya más distinciones que
él mérito, el saber, la virtud y el patriotismo. Rodeemos y sosten-
gamos las autoridades legailmente constituidas; seamos estrictos
y escrupulosos observadores de la ley; respetemos la propiedad y
la seguridad individual, y tendremos una patria feliz; pronto se
curarán sus males y no nos quedará más que un triste recuerdo de
lo pasado, que nos servirá de lección para el porvenir. ¡Orientallea!
vuestros senadores y representantes al dirigiros la palabra se
honran en felicitaros y en recomendaros nuevamente olvido da
lo pasado, unión y resipeto a la Coinstitulción."
Anales de la Universidad 17

¡El olvido del pasado! Tal era la suprema asipiraoión dsl mo-
mento, no s'ólO' aquí, en eli Uruguay, sino también, en la Argen-
tina a despecho de las medldajs que allí se tomaban contra los
vencidos en Caseros, bien distinita de n'uestra fórmula de pa-
cificación: "ni vencidos ni vencedores".
"Mirar para atrás en estos tiempos, — decía el general Mi-
tre al asumir la redacción de "El NacionaJl" en 1853, es expo-
nerse a ser convertido en estatua de sal, como la mujer de
Lotlh".
Des'puéis de un sitio de nueve años, antecedido de guerras san-
grientas, en que la población y sus fuentes de riqueza habían
Bldo cruelmente eactermiinadas, el sentimiento de la paz predo-
minaba en todo® los esipíritus, y el nueivo golbierno surgía, en
consecuencia, bajo un ambiente de plena y entusiaista concor-
dia cívica-
(Para cerrar la puerta a peligroso® debates y facilitar así la
cicatrizaiCión de las heridas de la guerra, uno de los diputados
on la mayoría, el doctor Eduardo Acevedo, propuso en antesa-
las, desde los comienzos de la labor parlamentarla, un proyecto
de declaración que decía asii:
"Considerando que durante la situación que acaba de termi-
nar con el restablecimiiento del orden eonstitucioniail, han existi-
do dentro y fuera de la Capital diferentes autoridades; Conside-
rando que si la República no puede reconocer como suyos ni san-
jionar como leigí'timos hechos inicompatibües con la condición
fundamental de su existencia o con disposiciones de la ley, debe,
sm embargo, aceptar aqu.ellio en que nO' haya habido inifracción
a la ley. . . Todos los actois de los gobiernos y autoridades que
han regido el país durante la lucha que acaba de terminar, en que
no haya habido íniíracción a la ley, se tendrán por válidos y sub-
sistentes. En cada caso particular, siendo necesario, los Trlbunar
les decidirá/n si ha habido o no inírajoción de la ley".
La sanción de este proyecto haibría dado a la proipia Asam-
blea una norma salvadora para resolver mutíhos de los con-
flictos que ya asomaban, evitainido controversias que a la fueraa
tenían que excitar las paisiones de todos los que habían actuado
en la guerra que tan patrióticamiente se trataba de olividar.
Desgraciadamente no triuafó, y como tampoco se hizo na;la
para revalidar los actos difel goibierno de la Defensa, com,o ss
t a b l a hecho en 1839 al termiruaír la dictadura de Rivera, quedó
la Asamhlea abocada a graves y terribles debates históricos.

2.
18 Anales de la universidad

Empiezan los conflictos.—^El gobierno de Giró anula los contra-


tos de enajenación de rentas.

Estalló el primer conflicto en torno de los contratos de ena-


jenación de rentas celebrados por el goibierno de la Defensa.
Véase cómo trazaba el Ministro de Hacienda don Manuel
Errázquin el cuadro de las finanzas macionales al iniciarse la
admiinistraición Giró:
"Las rentas estaban vendidas o afectadas a diversos pagos;
i-'c podía disponerse de elllais en largo tiempo, sino de insiigni-
ficantes cantidades; había una deuda enorme ailn no conocida y
otra muy considerable recién contraMa que se debería pagar
inmediatamente por sueildos vencildos de amibas listas desde 1."
de año, por fletes d« trapas para la pacificación, por los con-
sumos durante ella ocasionadoiS', por los sueldos que se abona-
ban a los guardias nacionales al despedirlos del servicio, por las
cuatro pagas acordadas a las viudas y huérfanos a que no corres-
pondía la cédula, y por diferenites reclamaciones de depósito. Bl
país acababa de salir de una larga y desastrosa igu'eima, estaba
pobre, y casi toda la fortuna particular arruinada; las propie-
rlades púiblicaa ya no exisitían en su miayor parte: no era posi-
ble el establecimiento de contribución alguna, antes bien, era
necesario aliviar al pueblo, auruque no fuese más que por el tiem-
po preoiSiO para que empezase a proporcionars;e medios de sub-
íisitencia» de las enoirm^es cairgas que soibre él pesiaiban".
A las afectaciones de rentas realizadas durante las angustias
de la Defensa, se habían ,inco'rporado otras igualmente gravosas
en la víspera misma del reingreso del país a lia vida constitu-
cionaK
En noviembre de 1851, un. mes deslpués de celebrada la paz,
el gobierno de Suárea celebraba un contrato áe préstamo me-
diante el cual pasaba la adminisitraición de Aduanas a manos de
un directorio compuesto de representantes del Estado y d« los
capitalistas, y en enero del año siguiente designaba como delega-
dos a don Juan Miguel Martínez, don José María Muñoz, don
Julián Alvarez y don Nicanor Costa. Bli 14 de febrero, horas
«ntes de tranaferir el mando al Presidente del Senadoi, firmaba
don Joaquín Suárez un nuevo contrato por el cual adjudi«aba de
inmediato a diversos ¡prestamistas el 12, y % % de la renta
aduanera, otro 12' y % % para ©1 caso de que pudiera
obtenerse el aplazamiento del reintegro del subsidio d«il Goibier-
Anales de la Universidad 19

I; o Francés, y un 10 % más desipués de canicelaido un contrato


de compra de armas y equipois en Río de Janeiro que se absor-
bía el 20 % de la renta. En resumen: los prestamistas percibl-
lían el 35 % del producto de la Aduana una viez cumplidas las
diversas conidioiooiies del contrato.
Eran los últimos cartuchos que podía quemar el gobierno d©
'.a, Defensa a favor de tos acreedores que apremiaban ante el pe-
ligro de que el restablecimiento del régimen constitucional pu-
siera en tela de juicio la legitimidad de sus créditos.
Ya todos los impuestos quedaban hipoteoados y en cuanto a
las propiodaides públicas baste saber que a mediados de 1853
tramitaban todajvía los expedientes de don Samu'^1 Ijaíone para
¡a canoeiliaci6n de un préstamo con garantía hipotecaria del edi-
ficio del iCablldo; de don. Francisco Hocquard para el rescate
del Cuartel de Dragones y de la Plaza Independencia; y de doña
Matilde Raña, de Momtero adquiriente de la P'azr Cagancha poT
la suma de 16,000 pesos, pagadera mitad en dinero y mitad en
créditos contra ei F.stado, amén de otros expstlicnres ya liqui-
dados sobre rescate de la Plaza Comstitución.
iSóJo podía sajlirsie de esa situación tan angustiosa mediante
u r a rápida operación de crédito. Y comprendiéndolo así el Pre-
sidente Giró se dirigió en el acto a la Asamblea salicitandoi au-
torización para realizar un empréstito de 300,000 pesos con ga-
rantía de las rentas generajles. Una vez obtenida la autorización,
llamó a todos los acreedores hipotecarios, es decir, a los que
habían adquirido la administraoión de las rentas para asegu-
rarse el pago de sus anticipos o préstamos, y les propuso que
tomaran a su cargo el empréstito. Algunos se ofrecieron a con-
currir con el 50 % de sus afectaciones. Pero otros no, faltando
entoaces la unanimidajd que era necesaria para la realización
inmediata de la operación.
De ahí ell sensacional decreto del 30 de marzo de 1852, que
devolvía al Estado la administraaión de las rentas hipotecadas,
arrebatando a los acreedores la garantifa que les había dado el
g'i'biemo de Ja Deifenisa.
"La admindsitración de todas las rentas públicas — decía el
decreto — se hará en el modo y forma que la ley determina. . .
En su consecuencia desde esta fecha cesa en sus funciones la
Comisión mixta que estabileció el decreto de 10 de enero último,
para la administración de las rentas de Aduana, y también to-
das las otras relativas a las demá.s rentas públicas".
20 Anales de la Universidad

Esplicaindo esa medida, decía el Poder Ejecutivo a la Asam-


blea :
"Uno "de sus principales cuidados, al encargarse del gobier-
no el Presidente de la RepúMiica, fué el informarse de las ren-
tas públicas, paira reguilarizar su mancha y atender a las más ur-
gentes necesidades del Estado. De su examen resultó que todas
p.sta'ban venldidlas o que estajban afeictadas al (pago de gruesas
auticiipacicnes que abs-orbían por muchos años .el producto de
ellas; que su hallaba también sin proipiedades públicas ningu-
nas, porque ellas en t-u totalidad, con la sola excepción de la
Casa de la Representación Nacional, habían sido enajenadas;
que no podía dislponer más que de insignificantes cantidades
que producían las rentas y que pesaba sobre él Estado una
deuda recién contraída, otra mayor más antigua, y los presu-
puestos im(pagos de la lista civil y militar"'... Creyó á! prin-
cipio el Golbierno que podía vencer las dificultades mediante un
préstamo de 300,000 pesos. Pero "ese empréstito no se ha po-
dido realizar sino en una parte tan pequeña, que hace insignifi-
cante el r e m e d i o " . . . Entretanto "crecían los apuros del erario...
los destacamentos de Policía se disolvían por falita de pago; los
abastecedores de ellos se negaban a hacer más suministros; la
campaña reclamaba un prornto arreglo y una numerosa Policía;
oTamaiban a las puertas de ila Tesorería los inváüidos, las viudas
y los empleadas civiles; los cuerpos de la guarnición estaban lle-
nos de necesidadesi; los valientes que sostuvieron él honor de la
bandera en los camipos de Caseros, de vuelta a sus hogares, per-
manecían impagos; y con justas y numerosas reclamaciones afli-
gían ail Gobierno diariamente multitud de a c r e e d o r e s . . . Y
como ipor una consecuencia inevitable se ve el Gobierno sin los
medios indisjpensables para marchar y saitisíacer a los fines de
su institución, cree que en esa situación extraordinaria, que
amenaza la disolución del Estado y la vueilta al desorden por
la falta de medios con que atender a la subsisitencia del Go-
bierno, ha llegado el caso de atenerse a la ley siuprema de la
salvación de la Nación, de que ©mana una obligación superior
a todas".
Juntamente con su mensaje presentó el Gobierno cuatro pro-
yectos de ley, encaminados a solucionar las graves dificultades
financieras del momento.
El primero autorizalba al Poder Ejecutivo paira disponer de la
totalidad de las rentas, manteniendo en suspenso los contratos
de enajenación o de afectación legados por su antecesor.
Anales de la universidad 21

El segundo estaMecía una Comisión encangada de clasificar


todos los créditos existentes contra eil Estado, con la adverten-
cia de que ila AsamMea arbitraría oipoitunamenite fondos para
cubrirlos.
El tercero or.denaiba la consolidación de la deuda pública en
tres categorías: la exigible, reducida a los préstamos posterio-
res a la paz de octubre de 1851; la amortizable, que compren-
día todos los demás préstamos; la atrasada, que comiprendía
los sueldos invpagos y otros rubros.
El cuarto creaba una Caja de Amortización de la Deuda, con
el 50 % ,de los derechos de exiportaclón y el 10 % de las ren-
tas de papel sellado, patentes y herencias.
Una ide la-s publicaciones de la época, justificando el decreto
gubernativo que arrancaba los imipuestos de manos de los acree-
dores, detallaba en esta forma la aíeotaojón de la renta adua-
IIera: al subsidio francés el 2 5 %, al contrato del Banco Mauá
el 2 0 %, a varios prestamistas el 12 y % %, a la sociedad
compradora de 1848 el 12 y % %, al contrato Maines el 6 %,
al contrato Recáete el 10 %, a los acreeidores de 1850 y 1851
el 2 %, a Hooquard, Bustamante y Buschental el 12 %. ¡Ni un
solo centesimo quedaJba disipomible segfún el cómputo!
En el aicto de aparecer el decreto ae reunió el directorio a
cayo cargo es:taba la Aduana. Los delegados del Goibierno, que
eran don Juam Miguel Martínez y don León Pereda, expresaron
que se dafban por dimitidos; lols demás, que eran don Pedro Por-
tal en reipresantación de diversos aoreedories, don Manuel Fer-
nández Gulmaraes en representación de los vendedores brasile-
ños de armamento y equipo en 1850, don Eugenio Leigrand por
la Sociedad de Aduana y don Esteban Antoninl en representa-
ción de los prestamistais de 1846, se declararon desitituldos, pero
;)rotestaindo contra el decreto que descono'Cía sus derechos. A esa
protesta siguió una Teipresentaclón de los acreedores al Gobier-
no', en que sie hacía constar que el comtrato dejado sin efecto ha-
bía sido reconocido y cumplido p'or el propio Giró al tiempo de
ordenar ia distribuición de las rentas procedentes de la recau-
dación de febrero, y asimisimo en las gestiones para la contrata-
ción del empréstito de 300,000 pesos.
Ardorosos debates parlamentarioa subsiguiieron a ese decreto.
P a r a la mayori-a era apUcaíble «1 artículo oomstitucional que
incluía entre los cometidos del Presidente d© la República ^1 de
"cuidar de la recaudación de las rentas".
22 Anales de la Universidad

Paira- la minoría lois contratos siusipenldidos eran verd'aideras le-


yes, que sólo la Asamblea podía derogar.
Una de tantas cuesitiones, como se ve, que hubieran podido
solucianiarse en forma genieral, cuantío ©1 dioictor Aoevedo pre-
sentó siu fórmula aniticipándoee a las controversias que ya aso-
maban.
Cerrado el debate sanoionió la Cámara de Diputados una orden
del día que decía asa: i
"Conisiderando la Cámara que el artículo 82 de la Constitu-
ción del Estado disipóme expresamente que al Presidente de la
República compete cuidar áe la reicaudación de las rentas y con-
tribucionea generalesi y de su inversiión, conforme a las leyes, y
que en consecuencia el Poder Ejecutivo ha podido y debido re-
asumir la posesión de todas las lentas en cumplimiento de lo
dispuesto por diclho artículo constitucional, la Cámara pasa a la
drden del día".
Dos consiideraoidos más decisivos pudieron Invocar los partida-
rias del decreto. En primer lugar que las garantías Mipotecarias
carecían de autorización legisilativa. Para la mayoría parlamen-
turia era ese el vicio incurable; para la mánoría, el gobierno de
la Deíensa reasumía todos los poderes y el vicio no existía. En
segundo lugar, que no podía maroharse sin dinero. Era una cues-
tión de vida o muerte que se le plantea'ba desde el primer día a
la administración Giró: o quitaba las rentas a los acreedores
que las recaudabaUí, o se derrumbaha ella misma bajo la pre-
sión de la bancarrota.
Lo deplorable era el proicedimiento empleado por el Gobierno
para salir del atolladero. En vea de tirar un decreto adminisitra-
tivo ique traducía fuinoiiomes tan diotatcóales como las que censu-
raba al Gobierno antecesor, pudo y debió el Presidente Giró reca-
bar una autorizacióin legisilativa que pusiera término a la admi-
nistración de las renitas por particulares, canjeando en tal caso
las garantías que se dejabam siim efecto por otras que ao hubie-
ran obligado al Estado a caer en bancarrota.
Un año más tarde, cuando ya ei gobierno de Giró empezaba
a vacilar fuertemente, el doctor Juan Carlois Gómez presentó a
1^ Cámara de Diputados un plan de arreglo de la deuda públi-
ca que reintegraba a las empresas particulares la administración
de las rentas de que habían sido desipoiaeídas. Los acreedores de-
bían verter en la Tesorería 15,000 iiesios mensuales, por concep-
to de patentes y papel sellado, y 6,000 pesos por concepto de de-
Anales de la universidad 23

rechos aduaneros, embolsanido todos los exicedentes hasita la total


cancelación de sus orédífoB.
Para "La Conistitucióai" se trataba de un plan político, más
que de una medida financiera, como que lio que se pretendía en
realddaid era mía. desautoriz.aiCión del titulo con que el Gobierno
babía dictado su decreto de marzo. Y que no era equivocado el
juicio, se encargó de comprobanlo el propio doctor Gómez a raíz
del derrumbe del gobierno de Giró, pues entonces en vez de re-
producir su proyecto sostuvo la tesiis de que el Gobierno debía se-
guir administrando las rentas de acuerdo con el decreto de marzo.
He aquí, efectivamente, lo que escribía en "Bil Orden" de octubre
de 18'53, refutando a un colaborador que lo invitaba a pedir que
la Aduana fuera devuelta a los acreedores despojaidos por Giró:
El Gobierno Provisorio ha hecho lo que debía hacer: ha lla-
mado a loig acreedores para pedirles "los alimentos del Estado"
y entregarles la Aduana para que se cobren con los sobrantes.
Pero los acreedores no han querido entregar nada y entonces ©1
Gobierno tendrá que entenderse cou los que le ofrezican la can-
tidad necesaria, porque según la doctrina sostenida por loa hom-
bres del actual Gobierno Provisorio en la prensa y en la tribuna,
antes que los derechos de lois acreedores está "el dere-ohoi a los
alimentos".
¡El derecho a los alimentosi! Tal había sido también eñ el
fondo, como hemos visito, el verdadero inspirador del decreto
de marzo.

La abolición del impuesto de puertas y ventanas.

Pocos dias después de esa primeTii cointienda parlamentaria se


ei'tablaba francamente en la Cámara de Diputados el tema de la
legitimidad de los actos del gobieirno de Suárez, con ocasión de
un proyecto del Poder Ejecutivo por el que se reducía a la
cuarta parte el impuesto de luces, como asi se llamaba al im-
puesto de puertas y ventanas creado por la Legislatura que ac-
tuaba en 1844.
El Poder Ejecutivo, al referirse a ese impuesto, decía "crea-
do ipor ley de 2 de agosto de 1844».
En cambio, la Comisión de Hacienda, al aconsejar la aboli-
dión total del impuesto, decía «Creado por determinación de 25
de julio de 1844".
Hubo, con tall moitivo, a pninclplos del mes de abril un fuerte
24 Anales de la Universidad

ciebate ique arrastró a los oradores a las polémicas que se habían


querido evitar con tanto empeño, dando lugar a que el doctor
Cándido Joanicó exclamara en un arranque, deseoso de igualar
las condiciones de los viejos contendientes:
"La lucha por que hemos pasado durante nueve años ha sido
una lucha en que la parte oriental ha sido la menor. . . Ha sido
una lucha de e x t r a n j e r o s . . . Permítaseme hacer una explica-
ción. . .".
No pudo continuar el orador, porque el Presidente se vio obli-
gado a suspender la sesión en medio de los gritos, las interrup-
ciones y protestas de Ja Sala y de la barra. S«r-enado el ambiente
y vueltos los diputados a Sala, triunfó la fórmula que hacía re-
ferencia a la ley de 1844.
El doctor Joanicó resolvió entonces recurrir a la prensa para
precisar su pensamiento. Dijo que habla propuesto la abolición
del impuesto, sin referirse a la ley de su creación, porque no
deseaba "abrir la puerta a reclamaciones contra el Gobierno Na-
cional por indemnizaciones de daños y perjuicios durante la lu-
dia que acababa de terminar, reclamaciones que una vez en la
necesidad de admitir, suibiriam a cantidades abrumadoras para
la República". Esa lucha — agregaba — en que todos los orien-
tales fuimos víctimas, ha sido una lucha de influencias extran-
jeras unas contra otras, empezando por el ejército argentino que
invadió la República en ei año 1 8 4 3 . . . No podríamos reconocer
el carácter de leyes a los actos de esa l u c h a . . . No podríamos
admitirlas como nuestras, sin reconocernos responsables de los
daños que por ellas han sufrido nacionales y e x t r a n j e r o s . . . " .
Tal era lo que quería decir, "cuando una explosión de interrup-
ciones de la Sala y demostraciones de la barra, hijas sin duda
del estado vidrioso de los ánimos, vino a cortarme completa-
mente la palabra".
La minoría opositora — escribía "El Comercio del Plata" —
ha querido vindicarse en esa sesión tumultuosa, tanto como en
la relativa al proyecto sobre administración de rentas afectadas,
demostrando que al adherir a la candidatura Giró, había obrado
patrióticamente, pero sin suicidarse como alguien se lo habla
increpado.
Otro debate de memos res'onancia se produjo en la Cámara de
Diputados en esois mismo® días, con moitivo ide un dictamen de
la Comisión de Dietas, que hablaba de la ley de julio de 1845.
Uno de los oradores pidió que en vez de invocarse una ley se
Anales de la universidad 25

invocara el artículo constitucional sobre dietas, y esa moción


que no prosperó, dio mérito para que otro d© los oradores di-
jera:
"El dictamen de la Comisión de Dietas está basado en una
ley de la quinta Legislatura conatitucional de la República, y
su validez y legalidad incuestionables no dan mérito a discusión
de ningún género. Se pretende, sin embargo, que no es absolu-
tamente necesario e indisipensabl© que quede consagrada la pa-
labra ley, y yo insisto en que no se omita. Es preciso establecer,
señor Presidente, de un modo firme e iniquebrantable, el respeto
a las leyes que han emanado de la quinta Legislatura constitu-
cional. La Asamblea carece de facultades para alterarlas en lo
más mínimo y si lo hiciere saldría de sus atribuciones, abusaría
•ie la deleiga'ción que h'a retíibid'o ;de la Nación y se atraería una
inmensa responsabilidad".

Prosigue el debate histórico con motivo de una jubilación.

Antes de terminar el mes de abril volrvió a abrirse el debate


acerca de la legitimidad de los actos y atribuciuiio? Ú3l gobierno
do la Defensa.
El Sewretlario de la CáraaTía de Diputados don Juan Manuel de
la Sota, que estaba jubilado con la mitad de su sueldo por
decreto del gobierno de Suárez expedido en 1849, se presentó
a la Asamblea alegando que él había continuado al frente de
su cargo y que en consecuencia le correspondían las dos terce-
ras partes del suelido.
La Comisión de Peticiones aconsejó el otoirgamiento de la
mitad del sueldo, o sea lo mismo que recibía el solicitant'e, y
explicando su dicitamen, decía el miembro informante que so
concedía a de la Sota "una jubiflación vá/Mda en vez de la nula
que tenía".
Uno de los oradores de la minoría, luego de establecer que
el Presidente Suárez había reasumido funciones ejecutivas y le-
gislativas, dijo que la Oámana debía deseoha-r ese documento
in-fame, "por ser atentatorio a la legitimidad del gobierno de
la Defensa". Se le replicó que lo ñe facultades legislativas del
Gobierno constituía "una herejía constitucional', y eso dio mié-
rito a otro de los diputados para formular el elo\gio de la De-
fensa y del gobiernio que la habia presidido, en medio de aplau-
26 Anales de la Universidad

sos estruendosoe de la barra, aue empezaba ya a ejercer pre-


sión en los debates.
iHubo a raíz del nuevo incidente varias sesiones sin quorum.
La mayoría deseaba abstenerse de concurrir, a la espera de
que se serenara el amibienite. Pero la minoría exigió que la
Mesa hiciera cumplir las dlsiposicioaes reiglamenitarias contra loa
inasistentes, y ante esa actitud reso'llvi&ron los diputados de la
mayoría SiOlioLtar que las isesiones, en vez de realizar.íe de no-
che como era de "práctica cooistante, tuvieran luigar de día,
"deseando—^decían—evitar la repeíicíón de las escenas de que
ha sido teatro la barra en las últimas sesiones". Volvieron a cal-
dearse los ánimos con motivo de ese pedido y volvió la barra
a las andadas en términos que obligaron al Presidente de la
Cámara don Joeá María Muñoz a ciecir que si seguían las de-
mostraciones él se consideraría '"inhabilitado para presidir la
Cámara". Pero quedó resuelto el cambio de hora.

Lios tratados con el Brasil.

En medio de estos incidentes parlamentarios quedó abocada la


Asamblea al gravísimo conHicto de los tratados con ©1 Brasil.
Ya hemos dicho en qué consiS'tian esos tratados: el de
alianza, que convertía al Brasil en director armado de la polí-
tica interna del Uruguay; el de subsidios, que com,plementaba
esa influencia con el poderoso resorte de los préstamos; el de
extradición, que obligaiba al Uruiguay a convertirse en carcelero
de los esclavos del Imperio; el de comercio, destinado a esti-
mular el desarrollo de los saladeros brasileños a expensas de
los saladeros orientailes; y el de limites que el doictor Juan
Carlos Gómez ha caracterizado asi:
"Por medios ilegítimos y mulos nos arrebató en 1816 toda la
extensión al norte del Ibicuy, que comprende los ríos Mbutay,
Ybacacuá, Piratiny, lyuy, Piray, Cebollatl y toda la ex-
tensión al norte dei Yaguarón hasta la Laguna Merim. Esta
extensión arrebatada en 1816 encierra un. área de 2,920 leguas.
liUego con la incorporación nos arrebató toda la extensión que
media entre el Ibicuy y Cuareim, aprovechándose de esa gran
vena de agua del Ibicuy y tomando por línea, desde el Cuareim,
¡os once cerros, el río Santa María y Santa Tecla, en direc-
ción al Yaiguarón, nos quitó otras 1,400 leguas marítimas. Los
tratados de 18 51, sancionando esas diversas usurpaciones con-
Anales de la universidad 27

tra los tratados de 1777 y apoderándose de la margen dere-


cha del Yaguarón y la Laguna Merim hasta el Chuy, dieron
a nuestro territorio otro mordisco de 280 leguas marítimas».
Cuando el Imiperio empezó a preparar estos cinco tratados
como precio de su concurso para voltear a Rosas, el gobierno
de Suárez se dirigió a la Asamblea de Notables que actuaba en
reemplazo del Cuerpo Legislativo, en demanda de la autoriza-
ción necesaria para celebrar los pactos respectivos.
La Asamblea, como hemos dicho al relatar los sucesos que
subsiguieron a la terminación de la Guerra Grande, acordó la
venia, pero con cargo de que fueran sometidos a su considera-
ción los tratados a que se arribara, de acuerdo con el Estatuto
o Reglamento orgánico proyectado en 1846 por el gobierno
de la Defensa y sancionado luego por aquella corporación. Una
de las cláusulas del Estatuto obligaba efectivamente a la Asamblea
a velar sobre la observancia de la Constitución y las leyes y otra
prohibía al Poder Ejecutivo adoptar por si mismo ninguna dis-
posición de carácter legislativo.
Pero el gobierno de Suárez, haciendo caso omiso de las for-
malidades a que estaba obligado por el Estatuto y por el voto
de la Asamblea, ratificó por si y ante si los cinco tratados
a principios de noviembre de 1851 y declaró disuelta la Asam-
blea de Notables, con el claro propósito de evitar debates que le
habrían creado serios conflictos Internacionales, dada la resolu-
ción del Brasil de quedarse de cualquier modo con una parte
considerable de nuestro territorio.
Una semana antes de esa ratificación abusiva, el propio gobier-
no de Suárez habla publicado sin embargo un decreto haciendo
cesar todas las disposiciones dictadas en consideración al estado
de guerra. «La necesidad—decía el preámbulo—de defender los
derechos de la República, obligó al Gobierno a dictar medidas
extraordinarias y excepcionales que deben cesar desde que el
restablecimiento de la paz ha puesto en completa vigencia las
leyes y el régimen constitucional».
Es que los estadistas de la Defensa tenían que hacer causa co-
mún con el Brasil por razones de solidaridad internacional al
principio, y más tarde como medio de evitar la absoluta absor-
ción del gobierno por el Partido Blanco. Y eso les impedía leer
serena y tranquilamente los tratados y los empujaba a precipitar
su ratificación con violación de las formas institucionales.
«Felicito a usted cordialísimamente y me felicito por sus tra-
28 Anales de la Universidad

tados,—escribía el Ministro de Relaciones don Manuel Herrera


y Obes a don Andrés Lamas a fines de octubre de 1851. — Es el
más brillante e importante complemento de nuestro triunfo.
Ahora estoy satisfecho. El honor que ellos hacen a usted, el be-
neficio que le darán al país, sólo el tiempo los revelará. Usted ha
andado felicísimo y como amigo sincero de usted eso me enva-
nece. Espere usted la justicia que merece. Los tratados serán
ratificados: asegúreselo usted al señor Paulino. Tengo esperanza
de que el paquete los lleven.
Poco días después, a principios de noviembre, el doctor He-
rrera trasmitía al doctor Lamas algunas observaciones de Ur-
quiza y otras propias, relativas a la isla de Martín García, a la
retroactivldad de las cláusulas sobre extradición de esclavos tu-
gados del territorio imperial, a la inconveniencia de levantar for-
talezas brasileñas en la costa del Cebollatí y Tacuarí cedidas
al Imperio, y a la navegación exclusiva de la Laguna Merlm, fo-
do ello sin perjuicio de la ratiflcaaión que se practicaría de ,'n-
mediato. Atendidas las observaciones — agregaba el doctor He-
rrera—«los tratados no podrán dejar de ser aceptados con el
más grande entusiasmo por cualesquiera de los hombres que
vengan al poder en nuestro país; y basados en una altura de
Ideas y de miras como las que encierran, esos tratados serán una
verdadera e indiscutida prenda de paz, de unión y de amistad
sincera entre los dos países».
La voraz diplomacia brasileña tenía que aprovechar esas ex-
celentes disposiciones de la cancillería uruguaya, expuestas a
desaparecer una vez practicadas las elecciones de senadores y di-
putados, y juzgaba como un desastre la Idea de recabar el vo-
to de la futura Asamblea, según lo demuestra la corresponden-
cia diplomática que ha publicado el doctor Palomeque.
«El señor Paulino — escribía Lamas a Herrera a mediados de
noviembre de 1851 — supone que la autoridad que regía al país,
a consecuencia de que la Invasión y ocupación de él por Rosas
Impedía las elecciones, tenía por esa misma ocupación toda la
legalidad bastante para salvarlo y asegurar su salvación y el
restablecimiento del orden legal; y se mostró incomodado de
que nosotros mismos presentásemos dudas sobre nuestra legali-
dad y viciásemos nuestros actos. Aún me pareció Inclinarse a
sospechar que los viciásemos de propósito, tal vez para anular,
luego que nos encontrásemos desembarazados, todo lo que hoy
hacemos. Traté en el acto de destruir esa sospecha que tan fu-
Anales de la universidad 29

nesta puede sernos, tan inmediaitamente funesta; pero el señor


Paulino cortó la conversación, declairándome que no admitía ra-
tificación, alguna dependienite de te futura Asamblea; quio si ha-
bía cláusula que a eso se refiriese, la rechazaría aunque viniera
(.'amibiaida; que tal cláusula es, como os en efecto, sin ejemplo;
que el acto quedaría comsumaido, o no habría acto aliguno, lo que
tal vez sería mejor en el camino que llevan las cosas. Percibí
bien que en esto había algo de más alto que el señor Paulino, y
con comcienicia de no equivocarme digo a usted Herrera que si
esto sigue asií, vamos mal. Es preciso querer o n.o ©1 aipoyo del
t r a s i l y quererlo o no francamente. Si lo queremos es preciso no
levantar estas sosipechas y aceiptar las condiciones tales coimo
son".

El gobierno de Giró consldiera que los tratados deben ser some-


tidos a la ratificación legislativa.

Eil Presidente, que tenía aaturalmente dudas acerca de la le-


gitimidad de la ratificación prestada por su antecesor, resolvió
reca.bar La sanción legislativa:. Era precisamente el trámite que
e: Brasil haibía querido evitar, persuadido de ique el debate par-
lamentario en torno de las momatruosas concesiones arrancadas
al gobierno de la Defensa bajo la presión de las circunstancias,
nabr'ía de promover un movimiento formidable contra el Imperio
y contra los tratados.
A la nota del plenipotenciario brasileño Carnieiro Leao, exi-
giendo a principios de marzo de 1852 el nombramiento de un Co-
misario que juntamente con el del Brasil procedería a la demarca-
ción de límites en la frontera, contestó, pues, ttegativamento
nuestro Ministro de Relaciones Exteriores:
"He recibido orden.—^decía el doctor Florentino Castellanos—
para declinar ¡a exaquibilidad de los ajustes que contienen
dichos tratados, poinque en su capac'dad constitucional no le es
permitido llevar a la inmediata ejecución sino aquellas leyes
que lo son porque se conforman a las comdlciones de la Ley
Funídamentail del Estado".
La aprobación de esos tratadas, agregaha, corresponde den-
tro de nuestra Constitución, al Cuerpo Legislativo. El propio go-
bierno de Suárez se encargó de declarar antes de ratificarlos que
el restablecimiento de la paz había hecho cesar todas sus faculta-
des extraordinaria's y de excepcióm. No podría, por lo tanto, el
30 Anales de la üniversidací

gobierno actual prescindir de la sanción tegislativa sin atentar


contra la Oo-nstitución y sim incurrir •en graves resiponsabili-
dades.
Contestó Carneiro Leao' que los tratados eran válidos atento
a la época en que habían sido celebrados; que ya estaban rati-
ficados desde noviembre del año anterior; que asimismo el Bra-
sil estaría dispuesto a conceder algunas modificaciones ©n ma-
teria de limites, pero sólo después que la cancillería oriental hu-
biera reconocido la validez de lo pactado. Concluía la nota exi-
giendo una reconsideración rápida, con la alarmante adverten-
cia de que el Ministro tenía "órdenes terminantes para intimar
al Gobierno Oriental las medidas que en prevención de seme-
jante procedimiento el Imperio se juzgara compelido a tomar,
de conformidad con su dignidad, su derecho y seguridad".
Por una segunda nota (inaerta como las (anteriores en el Re-
latorio que el Ministro Paulino presentó en 1853), el plenipo-
tenciario brasileño fijaba el plazo perentorio de tres días bajo
apercibimiento de dar cumplimiento a lo que le prescribían sus
instrucciones!

lios dos cantentUentes se dirigen a Urquiza.

Era muy grave la controversia, porque el ejército brasileño


que había formado parte de la coalición contra Rosas estaba
acampado en territorio oriental y tenía instrucciones para ha-
cer efectivos los tratados a viva fuerza.
Sólo con la ayuda de Urquiza podía tenerse alguna probabi-
lidad de éxito. Pero la diplomacia brasileña se encargó de
alejar esa probabilidad, según lo demuestra la documenta-
ción existente en el larchivo de la cancillería argentina que ©1
rioctor Ramón J. Cárcano acaba de exhibir, aclarando en forma
definitiva ese cuadro desesperante de los comienzos del gobier-
no de Giró.

El Brasil pide la ayuda de Corrientes y Entre Ríos contra la


República Oriental.

Pocos días después de Caseros, en las postrimerías ya del go-


bierno de Suárez, -recibió instrucciones la Legación Brasileña
en Montevideo para obtener el concurso de Urquiza contra la
Anales de la universidad 31

probable resistencia de las Cámaras orientales a los tratados de


Lamas.
He aquí lo que decía ©1 Ministro Carneiro Deao al vencedor
fie Caseros:
E! Partido Blanco procura el poder, con ánimo de ayudar a
llosas. Sus hombres ejercen hostilidades contra las tropas bra/-
sileñas acantonadas en la Colonia y hacen propaganda «ontra
los tratados de Lamas. El día 1." de marzo ese partido conquis-
tará la presidencia de la República y entonces se encontrará
habilitado para desconocer la validez de los tratados. El Empe-
rador está resuelto a emplear medidas coercitivas y en caso ne-
cesario a declarar la guerra al Estado Oriental. Pero podría «vi-
tarse tal violencia si los gobiernos de Entre Ríos y 'Corrientes
ayudaran al Brasil en el ejercicio de su derecho.
La situación de la República Oriental — contestó Urquiza —
está ya normalizada y no pueden los aliados mezclarse en el
liiovimiento de los partidos internos. Si la guerra civil volviera
a encenderse, los .aliados tendrían que prestar su apoyo a la
autoridad legal. En cuanto a los tratados de 1851, conste que
a pesar de que emanaban del de alianza y constituían parte in-
tegrante del tratado definitivo, fueron celebrados sin la concu-
rrencia del Gobierno Argentino, cosa que no pudo ni debió ha-
cerse.
Agregaba Urquiza que había comunicado la nota imperial al
Goibierno Uruguayo y que éste declaraba que jamás faltaría al
tratado de alianza y que tampoco ejecutaría acto alguno que pu-
diera provocar el estado de guerra con el Brasil, desvaneciendo
así todo motivo de duda acerca de su actitud.
Entre la nota de Carneiro Leao y la respuesta de Urquiza, se
habían cruzado otras notas en que el vencedor de Caseros con-
testaba con evasivas y el plenipotenciario brasileño insistía en
recibir manifestaciones terminantes.
Esas evasivas coincidían con trabajos de la cancillería de la
Provincia de Buenos Aires a favor del Uruguay. Don Vicente
López, a quien Urquiza había .confiado el gobierno provincial,
decía a su agente diplomático el g^ne.ral Guido, en un pliego de
instrucciones redactado por el Ministro de Relaciones Exterio-
res doctor Luis José de la Peña:
"Apenas reciba alguna insinuación, se prestará a celebrar el
tratado definitivo de paz estipulado por la Convención Prelimi-
nar de 182S". Acordará l'a libre navegación del Paraná para la
32 Anales de la Universidad

bandera brasileña, salvando los derechos de soberanía de la Ar-


gentina como dueña de la embocadura. Iguales condiciones po-
drían fijarse respecto del Uruguay, pero "de acuerdo con el Esta-
do Oriental, con quien comparte la navegación comúTi". Si el go-
bierno de Giró ha aceptado ya el tratada de límites negociado
por Lamas, nada dirá. En caso contrario reclamará el derecho
de intervenir en el nuevo pacto a celebrarse. Se trata de un de-
recho ctue el Brasil jamás debió desconocer o postergar "no sólo
por haiberse mancomunado ambos Estados para la creación de la
República del Uruguay, sino también por la solidaridad de las
mismas naciones contratantes en la defensa de isu independen-
cia y porque la paz del Brasil con la República uruguaya no
puede ser sólida, si no afianza la seguridad de los 'Estados colin-
dantes". A su paao por Montevideo el General Guido se aproxi-
mará al Presidente Giró y le manifestará que el Gobierno Ar-
gentino está resuelto a prestar su cooperación "para todo cuanto
afecte la política y seguridad del Estado Oriental". En cuanto a
limites, el plenipotenciario sostendrá los del Tratado de San Il-
defonso, salvo que ya estén aceptados los tratados de Lamas, en
cuyo caso se limitará a la determinación de la linea divisor'.a en-
tre el Imperio y la Provincia de Corrientes por una Comisión
mixta.
La cancillería argenibina se ponía así decüdidaimente del lado
del gobierno de Giró para el reconocimiento de los tratados de
1S51, reclamaba el derecho de inteirvenir en los nuevos trata-
dos de aicuerdo coin la coinventíión pTeliminar de 1828 y se ate-
•líf a los viejos y sianelaJdos títulos de San Ildefonso para el man-
Ifii¡miento de la integridad teirritorial del Uruguay.
Desgnacliadamente Ha misión del general Guido no alcanzó a
realizarse por falta de poderes en el Gobernador López para
el ejercicio de las relaciones exterioras, y cuando llegó el mo-
mento de reanudarla, a raiz del recanoolmlento de la persone-
ría d-e Urqulza por lais demás provincias argentinas, ya el ven-
cedor de Caiserois ihabla cambiado de rumibo y la balanza se in-
ciiniaba decididamente del lado de la pcílítloa imiperial.

Urquiza resuelve apoyar al Brasil.

Urquiza confió al mismo autor del pliego de instrucciones doc-


tor Luis J'osié de la Pteña, la plenipotencia ainite el Gobierao
Oriental y el GobierniO Brasileño.
Anales de la universidad 33

Ya era conocido en Río de Janeii o el' cambio operado en la


política argentina, y el Ministro Paulino Soarez de Lima se
apresuró a diriigir a Urquiiza una moto de congratulación, en la
yue le exipresiaba ique sabía ptor el Minisitro Carneiro Leao que
hfi'tóa interpuesto su influenidia pai'a "que eil Golbierno Oriental
entrase en la vía de la justicia", ahorrando así al Uruguay "una
lucha cuyo resultado no podía serle favorable".
"Caducaldo el tratald'o ide límites — agregaba — renacía el
derecho que teníamos a la fromtera marcada por la convención
de 1819 y ipor &ño se expidió orden al comide de Caiías para que
pasase inmediatamente a ocupiarlla, para lo cual ya se había pues-
to en imardha. Al misimo tlempio sie expidió oriden aj señor con-
sejero CarneíT'o Leao para exigir del Gobierno Oriental el pronto
pago de la sumía de que es deudor al Brasil y sus intereses, así
oomo la indemnizacióni de los perjuiciois causaidos por el gene-
ral Oribe a los subditos brasileñois, ocupánldose una parte del
territorio onienital adyaeeiiite a aquieillia frontera de 1819, para
garantía de sus pagos, en caslo de que na se /efectuasen".
Terminaba el Minisitro Imperial exipresando que con el nom-
bramiento del doctor (Peña lilegatoa la oiportunidad de cellebrar
un nueivo tratado, emoaminado a asegurar a la Repújbldca Ar-
gentina en el Estado Oriental "la misma inifluencia y garantías"
que ya tenía ell Brasil y que no habían poidido incluirse en los
tratados de octubre de 1851 parque al tiemipo de celebrarlo® to-
davía desempeñaba Rosas la jefatura de la Confederación.
Tales eran las amenazas de la cancillería brasileña. Si el
Uruguay no acataba los tratados de Lamas, el Brasil de-
clararla la guerra y ocuparía militarjnente ,una parte considera-
ble de su tetrritoirio. Adviértase que aso deoía cuando ya el go.
b.erma die Giró ise teabía sametido a la presión de los aconteci-
mientos y que antes se había mostrado más parca ante el temor
de que la O'pinión argentina hiciera causa común con el pueblo
oriental fremte al hecjio de la declaración de guerra.
En cuanto a la prescindencia de la Argentina en los tratados
de Lamas, la explicación del Imperio resultaba semcillamente una
ourla. Es cierto que em octubre de 1851 ¡todavía ocupaba Rosas
ja gobernación de Buenos Aires. Pero también lo es que desde
mayo ie ese mismo año ya el diotiador había sido deshancado
de las relaciones extertores y en cambio eistaba Urquiza a la
cabeza de la coalición orienitaH-argentiiio-brasileña, y era de
acuerdo con el nuevo orden de cosas y con la Convención Pre-
34 Anales de la Universidad

liminar de 1828, que el Imperio tenía que haber dado entrada


al representante aiigentlno en el tratado de límites.
Para halagar a Urquiza se le ofrecían las mismas influen-
cias y seguridades que el Imperio había arrancado al gabierno
de la Defensa: absorción de territorios, anulación de las indus-
trias nacionales, intervención financiera y militar, etc., olvi-
dando que era hasta una ofensa ¿ la dignidad argentina ese
ofrecimiento de lo que toidavía conservaba la victima de los tra-
tados de octubre.
Pero Urquiza, que ya había interpuesto su influencia a fa-
vor de la aceptación de los tratados, se limitó a protestar por
la forma en que hsilbían sido negociados y a rechazar algunas
de las pretensiones de la in'sa,ciable voracidad territorial bra-
fcileña.
"Hallándome por los sucesos^—decía en su respuesta—a la ca-
beza de los intereses argentinos, tenía que exigir lo que a ellos
era debido, lo que había sido desconocido por un total olvido
de las circunstancias que indisipensablemente debían aparecer
concluida la lucha en cuyo intervalir se habían hecho esos tra-
tados con demasiada premura e inipreivisión." El arreglo terri-
torial de 1819 quedó anulado por la Convención de Paz de
1828. "La pretensión de la ejecución inmediata de los tratados
del 51, ataca^ba lo pactado el' 28 con l'a Repüblica Argentina".
Los defectos de forma opuestos por el Gobierno del Uruguay de-
bían considerarse sin embargo equitativamente, teniendo en cuen-
ta que mucha parte de las estipulaciones de Lamas estaban cum-
plidas. "Por eso interpuse mi valimiento y mi voz para que a la
vez que ambos poderes discordes comprendiesen la parte movediza
del terreno en que se afirmaban, recapacitaran que el interéá
de la paz y la justicia les obligaJba a concurrir en sus pretensio-
nes a un mismo fin, es decir, a convenir que todo arreglo de
límites sin nuestra concurrencia llevaba un defecto insanable
que era preciso evitar".
Declaraba, pues, Urquiza ique todo arreglo sobre límites pac-
tado sin la concurrencia argentina, era insanableimente nulo
dentro del régimen creado ¡por '.a Convención Preliminar de
1828 y asimismo que a los tratados de Lamas les faltaba la
sanción legislativa. Pero agregaba que estaban ejecutados en
gran parte, lo cual no- era exacto, pues salivo alguma que otra
prestación de dinero, todo lo demás estaba ipendiente de cum-
•plimiento, sobre todo el tratado de límites que el Uruguay en-
Anales de la universidad 35

tero rechazaba como un atentado. Y advertía que si a esos


tratados se incorporase la concurrencia argentina, entonces ya
ninguna objeción podrían merecer.
Quedaba, pues, resuelto el sacrificio .dell Uruguay en holo-
causto al mantenimiento de la cordialidad de relaciones entre
la Argentina y el Brasil y quedaba también trazado el programa
de la misión Peña.

lia misión Peña.

El plenipoitenciario argentino llegó a Mo^ntevideo en plena


efervescencia po,Utica. El gobierno de Giró y la mayoría blanca
de la Asamblea rechazaban en absoluto los tratados de Lamas.
El Ministro 'Carneiro Leao amenazaba a Giró con el ejército
brasileño que todavía estaba acampado en territorio oriental y
estimulaba a la minoiría colorada con la esperanza de la con-
quista del gobierno. "El Brasil entra para sacar tajada", aca-
baba de decir en medio de una avalorada discusión, Carneiro
Leao al doctor Eduardo Acevedo.
El doctor Peña levantó como símbolo de unión entre los par-
udois orienitaleis la bandera de los hedhos consumados. Hay que
juzgar los tratados, decía, como "uno de los tantos hechos que
quedaron indisicutibles en derecho", por efecto del transcurso
del tiempo y de la pacificación de la República. Su desconoci-
niienito corumorvieiria por otra parte a la Repúlblioa Argentina y
ésta desea, en consecuencia, una pronta solución que aquiete
a todos lO'S gobiernos de la alianza.
Su fórmula, que al fin quedó aceptada, establecía que el Go-
bierno Oriental pasarla una nota a la Legación Brasileña reco-
nociendo los tratados como hechos consumados, y que en se-
guida is« [Suscribiría con lia concurrencia argentina un pliego
de modificaciones, mediante el cual el Imperio desistiría de la
cesión de una media legua de terreno en las márgenes del Cebo-
llatí y otra media legua en las márgen/es del Tacuarí, pacta-
das por Lamas, y se alteraría ía línea de'l C(huy en forma de
otorgar al Uruguay alguna ventaja territorial.
Antes de someterse a la formMaibile presión de los aconteci-
mientos, trató el gobierno de Giró de modificar la actitud de
Urquiza y en^ió con tal obj'eto a Entre Ríos una Comisión ccm-
puesta del Presidente del Senado don Bernardo P. Berro y
del Jefe Político de Montevideo coronel Venancio Flores.
36 Anales de la Universidad

"íiSL política últiimamente adoptada por el Gobierno Argen-


tino —idéela en su nota—respecto de nuestras cuestiones con
el Brasil, tal cual la ha fonmulado ©1 señor Peña en sus co-
muniicaciones a este Gobierno, nos hace sospecíhar que V. E. no
t'stá impuestC' de la verdadera situación de este negoicio o que
hay aligún error de conceipto que e= urgente acharar".
Pero los comisionados regresaron a los pocos ulas con la
desalentadora noticia de que el mandatario argentino instaba
por la aceptacióai de los tratados.
Coincidía ese riagreso con el ve.icmniento del plazo de tres
dias del ultimátum del Imperio, y Guitonees el gobierno de Giró,
que estaba amenazado por el ejército Imperial del conde de
Caxías acampado a poca distancia de Montevideo y por una
revolución colorada que Ja Liegaciún Brasileña trataba de esti-
mular en toda forma, resolvió ceder con el propósito patriótico
de evitar ,al país, recién salido de una guerna d-' nueve años,
otra guerra que lo habría destruido para siempre, arrojándolo
ya inerme en manos de los voraces estadistas imperiales.
Nuestra cancillería pasó, pues, una nota en que decía a la
Legación Brasileña:
"El Gobierno Oriental habiendo encontrado dichos tratados
ratificados por el Gobierno Provisorio, canjeadas sus ratifica-
ciones y llevadas a ejecución en su mayor parte, los considera
como hechos consumados, cuyo respeto le interesa sostener
como continuación de la política f.el goibierno constitucional".
Urquiza actuaba sin duda en un medio agitado por los pro-
blemas orgánicos ide la unidad argentina y tal pudo ser la
circunstancia determinante de su actitud en la contienda entre
el Uruguay y el Imperio. Pero es posi'ble que si la diplomacia
brasileña no hubiera descutoieTlto esa aiotitud des¡de los comien-
zos de su campaña contra el IJTUiguaiy, las cosas no se hubieran
extremado, porque al Brasil tampoco le convenía una gran gue-
rra que lo habría hecho bambolear y que habría agrupado 'quizá
para siempre, en torno de una misma bandera, a las antiguas
Provincias Unidas del Río de la Plata.
Don José Vázquez Sagastume, que acompañó a Berro y a
Plores en su imisiión, ante Unquiza, ha referido al doctor Alberto
Palomeque que el Ministro Brasileño Carneiro Leao, que tam-
bién iba en la comitiva temeroso sin duida de que se le esca-
para la presa, llegó a decir en uno de sus momentos de exalta-
cióm, golpeando la mesa con el puño, que si los orientales no
Afiales de la Universidad 37

cumplían los tratados la escuadra brasileña bombardearía a Mon-


teTideo; y que entonces Urquiza, dando otro golpe, contestó que
en tal caso los argentinos se pondrían del lado de los orientales.
Si con esa exclamación hubiera terminado la entrevista, la
diplomacia brasileña habría entrado en vereda y el sacriflcio
del Uruguay no se hubiera consuimado.

Coadyuvando a la misión Peña.

No se contentó el general Urquiza con enviar a su Ministro


de Relaciones Exteriores a Montevideo para inclinar la balan-
za a favor de la aceptación de los tratados de Lamas. Se diri-
gió a la vez a los prohombres de la mayoría parlamentaria con
el mismo objeto. Al doctor Eduardo Acevedo le decía:
"Como general vencedor pude imponer condiciones, pude apo-
yar mi triunfo en uno de los .partidos que allí contendían. No
quise hacerlo. Preferí unir al pueblo oriental y dándole garan-
tías para que fundara .sus instituciomes, quise dejarlo unido y
que prosperara a la sombra de las buenos seoitimiento® de sus
hijos. Desgraciadamente ipareoe que ©atas mis votos no» se rea-
lizan. La situación interior del Estado Oriental se com,plica y
quizá va a ser envuelto en ila guerra lOivH. Su situación externa
S6 ha hecho tajmbién muy crfitica y viene a complicar la prime-
ra. La cuestión de los tratados con el Drasiil ha tomado propor-
ciones tan gigantesicas que aimenaza turbar la paz de esa Repú-
blica con ©1 Imperio y arrastrar a la Repiublica Argentina a los
vaivenes de esa g u e r r a . . . Los orientales han olvidado los su-
cesos de octubre: han olvidado que yo sentó como condición de
paz la unión de los orientales de todos los colores, que procla-
mó el olvido de lo pasado y dieclaré no había en la República
vencedores ni vencidos... La reacción está a la p u e r t a , . . Hoy
se discuten ihasta los hechos cansumados, hasta lo® hechos en-
vueltos en esa amnistía plena y entera que bajo mi insipiración
se dieron los p a r t i d o s . . . "
El doctor Acevedo contestó el mismo día en que por efecto
de la presión militar brasileña y de la actitud de Urquiza se
vfía obligado el gobierno de Giró a aceptar los tratados como
hechos consumados.
"Es un hecho —decía.— que este país ae encontraba dividi-
do en partidos con pretensliones exclusivas y encontradas. Esos
partidos, ligados con los que dividiían la Confederación Argén-
38 Anales de la universidad

tina, lucharon por mucho tiempo mterced a la intervención ex-


tranjera que sostenía a los unos y a los otros. . . En los ultimes
aueve años han existido dos gobiernios o autoridades de hecho
en la Rapiública O r i e n t a l . . . La luicha empeñada pudo conicluir
¿c tres m o d o s . . . p o r al triunfo del gobierna que exisitla fuera
óe Mointevideo, por el triunfo del que se siositenía ©n la Capi-
tal o >por la unión de los orientales tomando por base la Cons-
t.tución de la Reipública. . .iDe estos tres modos posiblesi de so-
lucióa, ¿cuáí es al que se realizó?.. .Alhí están las memorables
pala.bras de V. E. —no habrá vencidos ni vencedores:—. . . La
reacción está a la puerta, cO'mo dice V. E. tan acertadamente. . .
Pero es necesario averiguar de dónde viene esa reacción. . .
Esa reacción no viene del partido que se denominó Blanco, ni
dfc la mayoría del que se llamó Ooloirado. Esa reacción vieae de
una muy pequeña parte del antilguo Partido Coilorado: de la
parte iateresada en iperpetuar la maroha torcida, que las cir-
cunstancias imprimieron al Go'bierno que existía dentro de Mon-
tevideo. . .Nosotros pretendíamosi e c h a r ' u n velo sobre el pasa-
do: nosioitros tpretendíamos nio discutir los. hechos envueltos en
la amiuisitía plena y entera que bajo la iasipiración de V. B. ^e
dieron los p a r t i d o s . . . Se n|o,s ha contestado qute el Pairtido Blan-
co fué vencido y el Partido Coloraido fué vencedor; que ©1 pri-
mero no tenia otro caráicter político en' esta tierra que el de
hombres que se habían puesto aJi servicio de los intereses del
tirano de Buenos Aires, mientras que el segundo defendía la
cauSa nacional. . . QueríaMios el veilo sobre el pasado, pero un
velo que no humille a los unos a la presencia de los otros. Un
velo que nos halbiláte a todos para trabajar con nuestra frente
erguida en el sólido aifianzamiento de las instituciones de la
P.epúhld'ca. . . A eso se liga la acusaoión de no resipetar los he-
shoa consumados. Nosotros, calocáinidan.os en el punto de vista
de la Constitución y de la justicia, reeh.azamos toda solidaridad
con los actos malos de los dos partidos. No quere^mios respon-
sabilidad moral, ni de las degollaciones y de las confiscaciones
de los unos, iji díe los asesinatos y deipredacloneis de les otros:
pero aceptamos todos los actos de los dos goiblernos en que no
haya habido infracción de la ley, dejando a los Tribunales,
siempre quie fuera necesario, la decisión de si se ha infringido
o no la ley. Los actos verdaderamente consumados nadie entre
nosotros piensa tocarlos. ¿Pero ge llamará, por ejemplo, acto
conisumado, que se presente un homibre con un crédito de
Anales de la Universidad 39

:{7,000 patacones poi 40 bolsas de lariña que vendió al Gobier-


no hace tres o cuatro a ñ o a ? . . .¡Respecto de la cu&sitión brasile-
ña, hoy arreglada, creo inútil eatrar en detalles que serían in-
tempestivos. Con la aceptación 'de los tratados que el país en-
tero ha repudiado, se nos pone en el caso de ser brasileños.
¡Quiera Dios que QO Ihaya con el tiempo motivo de arrepenti-
miento y se edhe de m'emos la base de Ta conivención de 182S
que dio existencia a esta República!"

La piiesión brasileña por medio de las ba.yonetas.

Pocas horas después de haber cedido el gobierno de Giró ante


el ultimátum brasileño, escribía "El Comercio del Plata":
"El ejército brasileño, una vez arreglada la cuestión de los
tratados, va a seguir su marcha hacia Río Grande. Cónstanos que
el conde de Caxías tenía en esta ciudad uno de sus ayudantes pa-'
ra que esperase el resultado de la negociación pendiente y ese
oficial debe haber marchado ya con pliegos para el general bra-
sileño, portadores del feliz arreglo de la cuestión. Según esto,
aquel ejército se hallará muy luego en su territorio".
Todo el ejército brasileñoi que había actuado en Caseros o
que había quedado en la Colonia a la espera del desenlace de
la lucha contra Rosas, estaba acantonado desde los primeros
días de marzo en el Cerro, en Santa Lucía y en otros puntos
del territorio, dando lugar a sangrientos incidentes, como uno
que ocurrió en el Departamento de Florida, en el curso del
propio mes de mayo mientras proseguía la negociación diplo-
mática y ejercía su presión el plenipotenciario brasileño.
Seigún el parte del ayudante del conde de Caxías^ una fuerza
orienital había atacado a los brasileñas carca de sn camipamento,
poniéndolos en el caso de defenderse y de matar a varios de
los agresores. Pero según los partes orientales los brasileños
habían atacado a la policía matando a la mitad de sus compo-
nentes y llevándose prisioneros a los demás.
Tuvo intensa repercusión parlamentaria ese incidente. Los
soldados brasileños, según los datos suministrados por uno de
los senadores, andaban arreando caballadas, y al ser contenidos
en sus atropellos por una partida policial de catorce hom-
bres, mataron a la mitad de sus componentes, dando lugar
oon ello a que el veoindario corriera a las armas para repeler
y dispersar a los atacantes. Cotaientando el suceso, decía otro do
los senadores:
40 Anales de la universidad

"Se nos amaga, se trabaja incesantemente para esipantarnos


con la infalible y próxima guerra con el Brasil, si no aceptamos
inconstitucionalmente sus onerosos tratados; y no se advierte
que la inseguridad, disgusto y malestar de nuestra campaña for-
zarán a sus moradores a armarse para guardar sus haciendas,
a repeler la fuerza con la fuerza y a colocarnos quizá, de re-
pente y sin quererlo en ese mismo estado de guerra tan temido
y tan ciertamente lamentable".
Era tanta la agitación de la campaña, que el Ministro de la
Guerra, contestando una interpelación del Senado acerca del in-
cidente de la Florida, declaró que el Gobierno luchaba con obs-
táculos Invencibles para asegurar el mantenimiento del orden.
"Los tratados «on el Brasil — decía — en el estado en que
üsstán,-hacen imposible la consollidación de todo arreglo".
Las mismas «alies d« Montevideo solían ser teatro de conflic-
to? i'eve'lialdores de^ la eiXíCitación de los ánimos. Durante el mes de
iibril promovieron un barullo en el muelle los marinero'S brasi-
leños, y un capitán del egército qae plor alllll pasaba se puso a la
cabeza de la guardia de Aduana, entablándose entonces una fu-
riosa pelea, de la que resultaron varios muertos y heridos.
El senador iMasini agregó al año siguiente que Carneiro Leao
había exigido el destierro de varios de los opositores a los tra-
tados.

Jja presión brasileña por medio de la revolución colorada.

La astuta diplomacia brasileña no satisfecha con la presión


militar del ejército de Caxías, azuzaba a la vez las disidencias
partidistas d e los orientales para estimular un motín y encender
de nuevo la guerra civil, que acaso podría dar al Imperio el
resto de los territorios no absorbidos por los tratados de 1851.
Ha dejado constancia el doctor Juan Carlos Gómez de algu-
nas de esas maquinaciones.
El gobierno de Giró — escribía en 1855 a dom Andrés Lamas
—^que estaba aceptado por todos, cuando se produjo la crisis de
los tratados resolvió recabar la sanción legislativa de acuerdo
con prescripciones expresas de la Constitución.
"El señor Carneiro Leao — agregaba — hoy Presidente del
Consejo de Ministros y entonces Ministro del Brasil en la Re-
rública Oriental, se opuso a tal sometimiento de los tratados a
las C á m a r a s . . . Ante la resistencia del señor Giró, ¿cuál fué
Anales de la universidad 41

la política del señor Carneiro Lieao? Buscar a los jefes de la


Defensa de Montevideo, a los adversarios naturales de la Admi-
nistración, proponerles el derrocamiento del ssñor Giró, pro-
metiéndoles hacer retroceder en su ayuda al ejército brasileño
que aún se hallaba en territorio oriental en marcha para su
país. Los Ministros diplomáticos no consignan de cierto en es-
crituras públicas tales promesasi, no son tan inhábiles para dejar
de ellas rastros palpables, pero yo apelo al testimonio de los
jefes de la Defensa de Montevideo que recibieron tales indica-'
ciones, de muchos ciudadanos y extranjeros respetables que de
ello tuvieron conocimiento y al del general Urquiza y sus Minis-'
tros en aquella época, a qui-enes el Presidente Giró envió en mi-
sión al general Flores, actual Presidente de la República, y al se-
ñor don Bernardo P. Berro, solicitando su apoyo para resistir al
amago del Ministro Brasileño. Los hombres de la Defensa de
Montevideo se mostraron dignos de sus hermosos antecedentes,
se negaron a toda tentativa para derrocar el orden constitucio-
nal. Pero sacrificando lo que juzgaban mero interés de prin-
cipio al interés inmediato y urgente de salvar la alianza brasi-
leña que conaideiraban un bien para la RepúMica, apoyaron la
exigencia del señor Cameiro Leao de que se dieran por UecUos
consumados los tratajdos de comercio y límites mediante algu-
nas modificaciones que fuesen sometidas al Poder Legislativo
para dejar así a «ubierto los priniCipiOiS".
ReflriénUose a ese mismo trabajo de disigregación emprendido
IJI'T la dipllomacia brasileña, decía el doctor Acevedo en "La
Consititución":
"Para juzgar de los tratados de 1851 nunca ha habido antiguos
blancos y antiguos colorados. Todos han sido unánimes en el sen-
timiento de reprobación que hizo nacer el conocimiento de esos
documentos. Contra ellos leiVantaron el grito los hombres más
nt.taJbles del antilguo Partido Colorado. Fué muQho después que
trabajándose por algunos con mucha habilidad, logró complicarse
con la cuestión de los partidos que ya no existían ni podían
existir, la cuestión de los tratados."

Otra forma de la presión brasileña: la suspensión de los sub-


sidios.

Juntaimente con la presión militar y ctfn el persistente trabajo


para que los blancos y colorados se edharam de nuevo los unos
42 Anales de la universidad

contra los otros, procuraba el G-obierno Imperial com'plicar la


Gfisi® política ccín la crisis financiera.
Por el tratado de subsidios de octubre de 18'51 se había obli-
gado ei Brasil a entregar al Uruguay, en c»liid«id de préstamo
reembolsable, la cantidad mensual de sesenta mil patacones por
todo el tiempo que el Gobierno Imperial juzgase conveniente,
"no pudiendo retirarla, sin embargo, san previo aviso beoho tres
meses antes".
Apenas promoviida la discusión de los tratados la cancillería
bvasileña suspendió el pago de los subsidios que ya había em-
pezado a entregar, y la suspeasión continuó aun deapués de ha.
ber quedado tniunfarute la dipUomaoia imperial, »ln que se in-
tsnpuisiera n'inlgunia protesta o reclamo Inmediato por estar acé-
Í.Tila nuestra Legación ©n Río de Janeiro».
Entre las primeras mediidas del gobiea-no de Giró figuraba el
fj?se del negociador de los tratados de 1851. El Presiüonte, —
escribía el Ministro de Reilaciones Exteriores doctor Florentino
Castellanías al comunicar eéei oese a don Andrés Laimais, — "«ree
y yo también, que para obtener alguna modificación a los ajustes
que nt)s habiliten para pediir la aiprobación de la Asamblea, usted
r.o puede tener la libertad aecesarta en la negociaición a que he-
tnos invitado al plenipotenciario brasileño'".
Después de aprobados los tratados, el Gobierno se dirigió a la
Comisión Permanente en demanda de venia para ratificar su
mandato al diplomático' cesante, y una veiz confirmado en su
pviesto pidió don Andrés Uamais el pago de las tres prestaciones
mensuales siguientes al cese y la continuación de los ipagos "has-
ta febrero de 1853 por lo menos", alegando la situación apu-
rada del Tesoro públiflo. El Gobiern» Imperial accedió flnal-
m.ent6 a lo, primero, no atreviéndose a ir contra «1 texto expre-
so del tratado, pero se negó resueltamente a lo siegundo, a títu-
lo de que "los sacrificios pecuniarios que había hecho el Im-
perio eran bastante abultados y desinteresados", según lo decía
el Ministro Paulino Soarez de Lima en el Relatorio pregeiitado en
maiyo ,de 1853.
Es que el Imperio deseaba hundir dell todo al gobierno de
Giró, en castigo de haberae alzado conitra los tratados y como
medio de robustecer su ya formidable influencia en la marcha
política del Uruguay.
Anales de la XJniversidad 43

lia, sanción legislativa.

Constaba de tres artículos el tratado de modificaciones a aue


se había arribado. Por el primero, se alteraba un poco la línea
del Ohuy, haciéndola correr desde la desembocadura de di-
cho arroyo por el punto de San Miguel hasta encontrar la La-
guna Merim y la boca del Yaguarón. Por el segundo, quedaban
sin efecto las dos medias leguas cedidas al Brasil en las már-
genes del Ceboíilialti y Tacuarí. Por el Tercero, se declaraban en
vigor todlos los demás artículos del trataido de límites y
asimismo los tratados de alianza, extradición, comercio y sub-
sidios.
El Senado votó en silencio un dictamen suscrito por don Juan
Miguel Martínez, don Tomás Gomensoro, don Francisco Solano
de Antufia, don Antonio Luis Pereira y don Francisco Araucho, en
que se decía que lois límites fijados eran "los mismos del aflo
1828, o sea el uti possidetis'".
En la Cámara de Diputados se discutió, en cambio, con calor.
Todos los legisladores estaban de acuerdo en la necesidad de la
sanción; pero los de la mayoría sostenían que debía decretarse
con una salvedad a manera de protesta que permitiera gestio-
nar enmiendas en el porvenir, en tanto que los de la minoría
colorada opinaban a favor de la sanción lisa y llana, tal como
se había pronunciado en el Senado. El informe de la Comisión
dictaminante, suscrito por don Eduardo Acevedo, don Salvador
Tort, don Atanasio Aguirre, don Pedro Bustamante y don Ma-
riano M. de Haedo, fundaba así el voto de la mayoría:
"La Convención introduce importantes modificaciones en el
tratado de límites del 12 de octubre de 1851, aunque no esta-
blece el verdadero uti possidetis del año 1828, ni logra haoer
aparecer en los demás tratados el espíritu de la convención iél
expresado año 1828. Entretanto la Comisión, que ha oído las ex-
plicaciones del ministerio y comprendido la verdadera situación
en que se encuentra la República al celebrar esa convención, así
como la esperanza que fundadamente alimenta de obtener ulte-
riores modificaciones, se ha creído en el caso de aconsejar a
V. H. la adjunta minuta de decreto. La Comisión ha considerado
que debe hacerse ese sacrificio a la necesidad que reconoce de
conservar nuestras buenas relaciones con el Imj)erio y de afian-
zar para la República los beneficios de la paz de que ha carecido
por tanto tiempo".
44 Anales de la universidad

"Con la esperanza de ulteriores modiflcaciones que pongan de


acuerdo las estipulaciones de 12 de octubre de 1851 con los ver-
daderos intereses de la R e p ú b l i c a . . . apruébase el tratado ds
modificaciones celebrado por el Poder Ejecutivo el día 15 de
mayo de este año con el plenipotenciario del Brasil y garantido
por la Confederación Argentina".
Al iniciarse el debate, dos de los firmantes de ese informe,
Qon Pedro Bustamante y don Salvador Tort, pertenecientes a la
minoría colorada, dejaron constancia de que ellos eran contra-
rios al preámbulo. El mismo señor Tort se opuso luego a que ei.
preámbulo fuera discutido y votado. Eil Presidente de la Cámara
don José María Muñoz bajo de su asiento para im;pe'dir taimbién
que se votara el proyecto sin el preámbulo.
Sostuvo, en cambio, el doctor Acévedo, según la crónica de
"El Comercio del Plata", "que se necesitaba algo que demos-
trase al paíiS que la Cámara no estaba divorciada con el senti-
miento de la Nación y que era menester satisfacer la ansiedad
general". Don Ambrosio Velazco, que en seguida adhirió al
preámbulo, formuló esta moción que no fué apoyada porque era
el derrumbe del país por la guerra extranjera y la guerra c'vil:
"Difiérese la aprobación del tratado celebrado por el Poder
Ejecutivo el 15 de mayo de este año con el plenipotenciario del
Brasil, hasta tanto el Poder Ejecutivo haya obtenido las modi-
ficaciones a los tratados del 12 de octubre de 1851, tomando por
base el de límites ©1 uti possidetis, establecido por el tratado'
preliminar de paz de 1828, celebrado entre la República Argen-
tina y el Brasil, y para los demás los verdaderos y recl^irocos
intereses de la República y del Imperio del Brasil".
Cerrado ©1 debate, votaron por el preámbulo 14 diputados, to-
dos de la mayoría, y contra el preámbulo 9 diputados, todos de
la minoría colorada.
Tuvo que volver el asunto ail Senado, y entonces el constitu-
yente don Ramón Masini, que no había estado presente el día
de la sanción, tomó la palabra para formular el proceso de la
presión brasileña en estos términos candentes:
"Enhorabuena que esos tratados deban ser aprobados por
fuerza, si estamos .en el caso de arriesgar nuestra existencia po-
lítica con la nueva guerra con que el Brasil, por medio de su
plenipotenciario, nos ha estado constantemente amenazando, si
no tuviéramos justicia, medios, valor ni dignidad para arros-
trarla como otras veces. . . No se alegue nunca que no se ha he-
Anaces de la universidad 45

cho constar Que nos falta toda la libertad de que debe gozar un
Estado como el nuestro, para hacer un tratado válido con una
nación con que se halla en paz y que ©s una de las' signatarias
del tratado solemne que en 1828 estipuló con la Argentina la
integridad de nuestro territorio, nuesíra libertad y nuestra in-
dependencia . . . El Brasil, señores, ha traspasado nuestra fron-
tera cas.i al mismo tiempo que se celebró la convención de 8 de
octubre con un ejército que la ocupó después de la guerra civil.
Esos tratados son perjudiciales y atentatorios contra nuestra in-
dependencia y nuestra libertad. Por más que sie diga que hoy te-
nemos libertad para discutirlos y rechazarlos y que su aproba-
c.ón es legal, yo sóstenigo y sostenldré lo conltraTio".
En un editorial de "La Prensa Uruguaya", escrito o inspirado
por el constituyente cuyas palabras acabamois de reproducir, se
comentaba así al año siguiente una Información de Río Grande
sobre disidencias en la demarcación de la línea fronteriza:
•'Bastante se ha heoho por parte de ésta (la República Orien-
tal) en obsequio a la paz. El año pasado se le hizo guardar si-
lencio, se le impidió hablar y discutir en esta materia. Entonces
todo se conjuraba en nu'estro daño: fuerzais extranjeras domi-
nando o amenazando en la campaña, la prensa del Estado vecino
hostilizándonos en una cuestión en que es preciso no tener ni
una gota de sangre española en las venas para no mirar sin do-
lor la injusta e impolítica desmembración de nues.tro territorio.
En fln: no teníamos de hecho libertad de imprenta ni de tribu-
,na, como lo proibaremos cuando se quiera y si hay alguno que
lo dude. Ajsí se ha ventilado en silencio y por mudos, como si
estuviéramos en Constantinopla, la cuestión de los tratados, y
asi se ha conseguido esa aprobación nula arrancada a las Cáma-
ras Legislativas por la fuerza, por el temor. No importa, esto
hará brillar más la justicia que en el decurso de medio siglo está
dando sangrientas lecciones y proclamando entre ruinas que fue-
ra de la moral y de los derechos del pueblo no hay más que
abismos".
Triunfó la fórmula de la Cámara de Diputados en el Senado',
quedando así sancionada la ratificación en julio de 18152 "con
la esperanza de ulteriores modificaciones que pongan de
acuerdo las estipulacioneB de los t r a t a d o s . . . con los viendiaderlos
intereses de la Repüblica".
Para algunos de los impugnadores de! preámbulo, se tra-
taba de un voto platónico. Para oíros, de una ofensa al Impe-
46 Anales de la universidad

rio que podría dificultar planes de política interna. Para otros,


de hostilidad al gobierno de la Defensa que había firmado y
ratificado los tratados. "El €oimercio del Plata", que a raíz de
la primera sanción del Senado juzgaiba ya serenada la atmós-
fera política, volvió a alarmarse ante la publicación del informe
de la Comisión especial de la Cámaira de Diputados, afirmando
que el preámbulo que allí se aconsejaba constituía un aoto ele
hostilidad contra el gobierno de Svárez y aún contra el pro-
pio gobierno de Giró que había padido la sanción lisa y llana.
Era, sin embargo, lo menos que podía hacerse contra la In-
contrarrestable presión militar brasileña y a la vez lo más que
toleraba la estaibiüdad de la situación política que había que
sa'lviar a toda costa, a despecho de las protestas que IWgaban
de algunos puntos del país, entre ollas una del vecindario del
Salto que pedía a la Asamblea el rechazo liso y llano de los
cinco tratados, porque eran "perjuidiciales a los intereses legí-
timos de la República, anticonstitucioaales, infamantes y com-
prometían la dignidad, sosiego e independencia de nuestra
patria."
Y ahí ha quedado y quedará el preámbulo como un voto que
acaso, y sin acaso, se encargarán algún día los progresos eco-
nómicos del Uruguay de recoger pacífica y tranquilamente sin
protestas de nadie y por la sola razón de las supremas conve-
niencias de unos y otros!

Entre presión y presión un pedazo de territorio pasaba al Brasil.

TocaJba ya a su término el debate parlamentario, cuando la


cancillería oriental tenía que dirigirse a la Legación Brasileña
para denunciarle que una columna de 1,000 hombres del ejér-
cito imperial había acampado en las puntas del Mlnuano, des-
tacando guardias en dirección al Paso de Carpintería en Río
Negro y notificando al Juez de Paz de Aceguá el cese de sus
Junciones.
Quince días después de la sanción definitiva de los tratados,
velase obíligada a insistir en sus reclamos la cancillería orien-
tal, y esta vez para prevenir al plenipotenciario" brasileño que
el oficial encargado de hacer la intitmación al Juez de Paz de
Aceguá había exhibido instrucciones que le habilitaban paro
arrestar y hacer conducir al campamento a dicho magistrado si
persistía en seguir ejerciendo sus funciones!
Anales de la universidad 47

Esos reclamos, que extractamos del Relatorio del Ministro


de Negocios Extranjeros del Brasil, fueron contestados final-
mente en forma tranquilizadora por la Legación: gue las tropas
'imperiales no ocuparían ningún puesto fuera del uti possidetis.
Pero la desocupación se operaba con tanto desgano, que a fi-
nes de octubre, cuando ya se preparaban a trabajar sobre el
terreno en el trazado de la línea fronteriza el coronel José
María Reyes por el Uruguay y el general Andrea por el Impe-
rio, todavía seguían estacionadas eii Aceguá las mismas guar-
dias invasoras que ha;bían dado lugar a loa reclamos de la can-
cillería uruguaya.
A ,princiipios de 1853 escribía don Juan Soto desde Río* de
Janeiro al dio'ctor Acevedo, reíflriéndioae a comTersacion'e's con una
persona iníluyente en la política braisiieña, que el ge'Ueral Andrea,
a'i tirar la línea del Yaguarón lOhico a Ja barra deil San Luis, ha-
bía arrancado un trozo imiportante de indiscutible poseaión uru-
guaya, para complacer a un estanciero llamado Honorio, que
quería vivir dentro de la jurisdicción brasileña!
Y de la persistencia y tenacidad de esas tarascadas, instruye
una interpelación parlamentaria de julio del mismo año, (promo-
vida en la Cámara de Diputados por el doctor Ambrosio Ve-
iazco, sobre la base de datos suministrados según el interpelante,
por el propio Comisario demarcador, de los que resultaba que
se hacían graves modificacione'S ©n la linea del Chuy, natural-
mente que en perjuicio del Uruguay.
La interpelación fué aplazada a la espera de los anteceden-
tes de la denuncia y luego, quedó totalmente abandonada por
efecto de la revolución que eühó abajo al gobierno de Giró.
En el Relatorio del Ministro Paulino Soarez de Souza, de
mayo de 185'3, s© decía, con referencia seguramente a ese in-
cidente, que el Comisario oriental sostenía que el utis possidetis
comprendía todo ©1 terreno situado al sud del Puntal del Pa-
raguayo, mientras que el Comisario brasileño invocaba a su fa-
vor el hecho de que ese terreno "estaba ocupado desde muchos
años por íamiliias brasileñas sin «mezcla de morador alguno
oriental". Y agregaba ique la duda había quedado resuelta y
que los trabajos habían sido reanuíjados, en razón de que "el
Gobierno Oriental se había mositrado de acuerdo con la línea
propuesta y aprobada por ei GobisTno Imperial."
Hay que recordar que el Imperio tenía un poderoso aliado
en las angustias del Tesoro público, que él calmaba con los
48 Anales de la Universidad

subsidios o aiVivaba con la interrupción de Jos pagos, según las


conveniencias de cada momento.

lia coparticipación de los partidos en el poder.

Las agitaciones parlamentarias ói que hemos hablado, eran


simplemente el reflejo de movimienitos más profundos en el cam-
po donde durante tantos años se habla estado luchando c:n las,
armas en la mano.
Había triunfa»do el candidato presideuicíal deil Partido Blan-
co. Pero al Partidoi Colorado era el único dueñoi de la situa-
c'ón, porque tenía el Ministerio de la Guerra a cargo del ge-
neran César Díaz, la Jefatura Po<lític-a de Monlteivlideo a cargo
fiel coroneil Venancio Ftloresi y toda la troipa de línea a cargo
de ios coroneles Palleja y Solsona. Y de esa situación, de aibso-
luto predominio no fué desalojado jamás. Cuando el general
César Díaz renunció por efecto de desinteiligencias políticas, pa-
só a ocupar su puesto el coronel Plores hasta pocas semanas
antes del derrumbe de Giró. Mayor era todavía la estabilidad
en los cuarteles, pues ni aun a raíK del motín del 18 de julio
se pensó en el reempleao de los jefes ique abierta y decidida-
mente arrimaban eil hombro contras lais autoiridades consti-
tuidas.
.Es que los dirigentes de la situación trataban dei combatir el es-
píritu de bandería mediante un programa amplísimo de copár-
'.icipaición, único medio en 'conioepto de ellos de arrancar al país
de las garras de la guerra civil que tan cruelmente lo habían
desangrado.
La paz era la aspiración de todois, como lo hacía constar el
general Rivera en una expresiva carta al Presidente Giró, en la
ciue luego de "felicitarlo por el término die las otsicilialcioníes que
habían afligido a la patria por tanto tiempo", agregaba que
todos sus esfuerzos propenderían a! plan de "contribuir a la
conservación de la paz".
Pero el sentimiento de partido continuaba vivo a despecho
í e todos los esfuerzos de los homl>res del gobierno. A raíz del
decreto de marzo de 1852 que suspendía las afectaciones de las
rentas constituidas por las autoridades de la Defenea, hubo
violentas polémicas, en que los unos exaltaiban las glorias de la
ciudad sitiada y los otros la causa del campo sitiaidor, y hasta
nianifestaciones callejeras con arranques oratorios de peligrosa
resonaincia.
Anales de la universidad 49

Un día se le ocurrió al ,geaeral iManueL Oribe entregar al


Alcaide Ordinario' de la Unión la bandera del Reigim'ento
Oriental N.° 9, de heroica actuación en las campañas del Pací-
lico, depositada en la igilesiia de Córdoba después de la disolij-
ción del Regimiento. La entrega dio origen a violentas reerim.
naciones contra el donante, que llevaba una vida oscura e i =!U
tiuinta del Migueláte', increípándosiete, con tal mloitivo tolda la san-
gre que había derramado en el curso de sus campañas a favor
de la consolidación de la dictadura de Rosas en las proivincias
argentinas.
El Presidente Giró, ique creía sin embango afirmado el senti-
miento de tía paz, decía al clausurar las sesiones ordinarias del
Cuerpo Legislativo en julio de 1852:
"Mediante vuestros patráóticos .eslfu'erzíos, apoyados por el
seintimiiento nacionial, esita patria que encoíitrasteis poco ha di-
lacerada y moribunda bajo los gclpes de nuestras discordias
civiles, ©m'pieza Ihoy a Levantarse ide su prolongado martirio y
a dar señales de vida y de ívigor, que anuncian para una época
no muy distante un venturoso poirvemir. En verdad no hemos
andado gran trecho en el camino de la reorganización nacional,
porque no se reparan en pocos días diez años de ruina; pero te-
nemos paz, orden, libertad, independencia, estas únicas y sóli-
das bases del bienestar y proisiperidad de los pueblos y esto bas-
ta para glorificar la éspoaa, del pirimer período legislativo".
Pocas horas después de la; lectura de este mensaje, empeza-
ban los festejos conimemoTatlTos de la Jura de Ja Consititución
con el concurso de toido el pueblo de Montefvideo. El programa
comprendía desifile de loe niños de ilas escuelas públicas, para-
da militar, corrida de sortijas, juegos artálflcialeis,, comparsas
de máscaras; y fué reaJizado sin un solo incidente qu« diera
entrada a la PoJícia.
"Al ver un puelDlo eatero—decía "La Constitución" en su
cr6nica( de los fesiteJo'Si—ren«vando el Juramento de sostener
en todo trance el pacto oonstitucional, nadie habría siquiera
sospechado que ese pueíblo poco ha dividido en bandos escanda-
lizada al mundo con las escenas de sus disteordias y miserias; to-
dos aparecían animados de ila misma idea, oonyencidos de que
e\ único puerto de saiLvación en el futuro es el cumplimiento
leal y franco de la Constitución de la República".
"La República Oriental —agregaba algunos días después ese
mismo diario—marcha indudablemente en una vía de progreso
50 Anales de Ja Universidad

-j engraadecimiento. Nadie que la recorriera hoy, s'n conocer


los antecedentes podría siquiera sospechar que acaba de salir de
una guerra atroz, en que se agitaron todas las pasiones y se
pusieron en cuesitión los funidamiemtosi más sagrados de la so-
ciedad. . . Eil semtitaianto general de que todos hemos erraidO' y
de que nadie tiene derechO' a tirar la primera piedra, hace que
exista una tolerancia reciproca respecto de lo pasado y que to-
dos nos entreguemos con ansia a trabajar por la consolidación
del orden y de las instituciones. El recuerdo de lo pasado no
i'ios sirve, sino como servia a los jóvenes espartanos la presen-
cia de los ilotas ebrios que se hadan, circular por las mesas co-
munes, para aipartarnos de todo aquíeMo que pudiera conducir-
nos a la situación dei^gra'ciada de que aicaibamos de Síulir... El
que hoy viniera a promover cuesitiones sombre la justicia de las
r-retensiones que respeictivamenite sostenían los partidos que di-
vidieron al país, no sólO' aparecería como hombre de otra época,
sino que maniifesitaría que no tiene corazón Oi que no lo inflama
el sagrado d«iber de la patria".
"Nos encontramos al fin — exclamaba a su turno "El Comer-
cio del Plata", — en aquella situación feliz en que de todos los
puntos de la República no parte una voz, ne se manifiesta un
sentamiento que no sea con tendencia a estrechar los lazos fra-
ternales entre los hijos de la tierra".

Empieza a sentirse el malestar.

Desgraciadamente la acción gubernativa no respondía a las


exigencias del momento.
Faltaba empuje para resolver los gravísimos problemas eco-
nómicos y financieros que había planteado la larga guerra que
•¿cababa de terminar, y el mailestar die tod'as la® clases, produ-
cido por la destrucción de la riqueza pública, tenía que acentuar-
se y se acentuaba día a día.
Dándose cuenta de ello, la prensa sugería la idea de hacer
trabajar en torno de los Ministerios inactivos una cincuentena
de ciudadanos, que se distribuirían en grupos o subcomisio-
nes para el estudio de Iniciativas y tareas relacionadas con la
reconstrucción general.
"La situación es de malestar — decía "El Comercio del Pla-
t a " en octubre de 1852. Es una situación de absoluto descono-
Anales de la universidad 51

cimiento de las exigencias del país, que reclama actividad y ob-


serva un quietismo pernicioso, que exige iniciativa franca, deci-
dida, ilustrada, y ve en su lugar una negación completa de ella.
Es una situación que mantiene al pais en una expectativa fatigo-
sa acerca de sus grandes intereses, de sus menoreiS necesidades,
de su presente y de su futuro. Es una situación en la cual no se
considera la miseria, no se atiende a remediar el atraso, no se
provee a la falta de población. Es una situación en la cual cada
día que transcurre nos lleva a un precipicio por la incertidum-
bre en la Hacienda, más encarecida aún en vista del sistema d«
,no publicidad tan exageradamente observado. Por todo esto es
de malestar la situación y desde luego el país reclama su cese
inmediato, so pena de que no se teüga derecho a contar con su
apoyo".

lios primeros rumores de reivolución.

A mediados de mayo de 1852 la Cámara de Senadores inter-


peló al ministerio con motivo de los tumultos de la barra de la
Cámara de Diputados al discutirse la legitimidad de algunos de
los decretos del gobierno de la Defensa.
Uno de los oradores habló "sobre el estado de coacción en que
se hallaba la Cámara de Diputados por las demostraciones de la
barra; sobre los rumores circulantes acerca de la actitud que
habrían asumido algunos jefes brasileños y el Ministro de la
Guerra en el caso de que los tratados de 1851 no se hubieran
aprobado; sobre la existencia armada de la división oriental;
sobre la medalla que debía distribuirse a los soldados de Case-
ros en uso de facultades que sólo a la Asamblea correspondían;
y sobre la necesidad de restablecer la Guardia Nacional".
El Ministro contestó "que la concurrencia a la barra de la
Cámara de Representantes de oficiales de la división oriental,
era motivada por el interés de las cuestiones que se debatían y
jamás por un objeto hostil; que la distribución de medallas ten-
dría lugar el 2 5, por haberlas concedido el Gobierno Provisorio;
y que respecto de los rumores a qu* se había hecho referencia,
nada contestaba, porque nadie podía juzgarle sino por sus actos
públicos".
Tales eran las palabras del acta oficial, mudho menos expre-
sivas que las de la crónica parlamentaria de "El Comercio del
52 Anales de Ja Universidad

Plata", según la cual el Ministro de la Guerra general César


Díaz, había sido acusado sobre la base de rumores de revolución
en connivencia con los brasileños para el caso de que no fueran
aprobados los tratados de 1851, originándose con tal motivo una
violenta discusión a la que hubo de poner término el Ministro
doctor 'Castellanos, con la declaración de que el Gobierno es-
taba resuelto a adoptar como línea de conducta el respeto a los
hechos consumados. Juzgando que remover el pasado sería hun-
dir al país en el caos.
La crónica de "El Oriental" ponía en boca del general César
Díaz la respuesta de que "sii él lo creyera necesario para salvar,
ia independencia de la Repübilica, no tendría inconvenieíite en
ponerse al frente de una revolución".
Una revwlueión que se dirigía no contra el gobierno de que
formaba parte el Ministro, sino contra la mayoría parlamenta-
ria qu© pretendiese dominar con sus decisiones!
Otro diario, "La Patria", publicó una versión parlamentaria
más extensa, con numerosos párrafos entre comillas que denun-
ciaban la prolijidad de sus informaciones, y que vamos a ex-
tractar:
Senador Masini — En toias partes circulan rumores alarman-
tes. La Cámara de Diputados aparece cohibida, o por lo menos,
la mayoría se abstiene de concurrir a las sesiones a causa de
Los desórdenes de la barra. No ae organiza la Guardia Nacional,
que es la mejor garantía de las libertades públicas.
Senador Antuña — La situación del país es gravísima, ex-
teaordiniaria y sumiamente pellíigrosia. Es ntecesairio que el minis-
terio declare ante el Senado si responde de la tranquilidad pú-
blica y de la completa libertad de la Asamblea en el ejercicio
de sus funciones.
Ministros de OoMerno y Chverra — Nada hay que temer del
doible punto de vista de la tranquilidad pública y de la libertad
de los debates parlamentarios.
Cenador Antuña — La mayoría de la Cámara de Diputados
está notoriamente coacta, por efecto de los desenfrenos d© una
barra compuesta de gente armada y de gran número de milita-
res. En todas partes se dice que esos desórdenes son promovi-
dos por el propio Ministro de la Guerra general César Díaz,
quien busca un pretexto para dlsrtlTer el Cuerpo Legislativo.
Con esta disolución nos amenazan desde hace días, asegurán-
dose que el Ministro de la Guerra está resuelto a derrumbar al
Anales de la universidad 53

Gobierno si no se aceptan los tratados con el Brasil. Se agrega


Oiue el Ministro está en connivencia con el ejército brasileño,
acampado sobre el Santa Lucia, y que las fuerzas de caballería
de ese ejército sólo aguardan para volTer sobre Montevideo un
aviso del plenipotenciario Cameiro Leao. Estos rumores pue-
den ser exagerados o falsos, pero hay varios hechos que los co-
rroboran, tales como el próximo reparto de medallas a los sol-
dados de Caseros sin ley de la Asamblea que lo autorice, la per-
manencia y acuartelamiento de todas las fuerzas orientales que
actuaron en Casoros, no obstante la le'y de Presupuesto, limi-
tativa del ejército de linea, y la no convocatoria de la Guardia
Nacional.
Ministro de la Guerra general César Díaz. — En cuanto a la
medalla siento no haber venido a la Cámara trayéndola en el
pi cho. Esia medalla debe ser resipetada, porque emana de la au-
toridad que podía decretarla y ademar, porque se trata de u:i
hecho consumado. En cuanto a los militares de la barra de la
Cámara de Diputados, ellos asisten en su carácter de ciudada-
nos y son incapaces de promover desórdenes. No ha sido con-
vocada todavía la Guardia NaciOinal en razón de no estar pro-
\istas todas las Jefaturas Poilíticas. En cuanto a las acusaciones
de revolución que se me dirigen, las rechazo en nombre del
ejército, pero agregando que si fuera necesario no tendría em-
barazo en ponerme a la cabeza de una revoilución para salvar
la patria.
I^rnador Masini. — Pido que se llame al orden al señor Mi-
nistro. Ante el Senado que está habilitado para juzgar a los
Ministros, no ipuede jactarse el genlera'l César Díaz de hacer
revoluciones contra el orden constitucional.
Ein el curso de su réplica, reflriéiadose el senador Masini a lo
que debía entenderse por hechos consumados, habló de la venta
de la Iglesia Matriz y de la Plaza Constitución por el gobierno
de Suárez, y ellio dio mérito a esta frase final del Ministro de
la Guerra:
"No sólo la Iglesila Matriz, sino un pueblo entero deberla ha-
berse vendido si eso hubiera sido necesario para salvar todo un
pueblo de la cuchilla de un tirano como Rosas".
Eran tan formidables los rumores ique habían dado base a
la Interpelación del Senado, que pocos días después de esa tu-
nriltuosa sesión, se dirigía el Ministro de Gobierno y Relacio-
nes Exteriores doctor Florentino Castellanos, al plenipotenciario
brasileño doctor Paranhos, en demanda de auxilios.
54 Anales ñs la Universidad

"Se trata hoy—^le decia en nota de principios de junio de 1852


—^^bajo infundados pretextos de partidos que han debido quedar
muertos para bien de la patria, de hacer una revolución contra la
autoridad, diciendo que se cuenta p¡íTa ello con la fuerza de los
batallones de línea acantonados en esta Capital y que formaron
la división oriental en el grande ejército aliado a las órdenes
del señor general don Justo José de Urquiza". Todo lo cual se
declara .públicamente y ei propio doctor Paranhos lo ha refe-
rido al Ministro firmante. Es necesario, pues, que en el día baje
de la escuaidra brasileña, de conlfoirmidad a los tratados de 18i51,
"fcda la fuerza dlsiponible".
Contestó el Ministro Brasileño que habia dado las órdenes
necesarias "aún cuando la escuadra no tenía tropa® de des-
embarco".
Pero antes de que ellas tuvieran ejecución se apresuró a
anunciar la cancillería oriental a la Legación Brasileña que ya
hablan desaparecido los motivos a que respondían. "El espíritu
de orden y de conioordia—'decía en su nuetva nota—domina com-
pletamente a los espíritus alucinados en mala hora".
Refiriéndose a estos mismos conatos de revolución, que se
encargó de documentar el Ministro Paulino Soárez de Lima, en
su Relatorio de mayo de 18'5.3, decía la cancillería oriental a la
Asaímblea en marzo del mismo año:
"En los primeros días de junio del año anterior se propagó
el rumor de que se trataba de hacer un movimiento militar. El
Presidente de la República no le daba crédito, porque tenía
el convencimiento de que el espíritu de orden y de concordia
que dominia en al áníTno de todos no ipermitirla se'mejante
atentado. Sin embargo, como medida de prudente precaución,
pidió al Ministro residente del Brasil que dispusiera lo conve-
niente para que desembarcara la fuerza que tuviera disponible
la escuadra, de conformidad a lo estipulado en el tratado de
alianza. Esta obligación fué reconocida inmediatamente por el
representante del Imperio, y auruque no fué necesario el desem-
barco, el Gobierno agradeció la prontitud, lisonjeándose hoy
mismo de no haber sobrevenido motivo para tal auxilio".
Tres meses después de la criáis que acabamos de historiar,
llegaban rumores de alzamiento en Paysandú. La división del
general Servando Gómez allí destacada, que debía ser licencia-
da en cumplimiento de la ley de Presupuesto, se negaba a dar
efectividad a tal medida, según las versiones circulantes. Pero
Anales de la Universidad 55

el coronel Flores, que había reemplazado al general César Díaz


en el Ministerio de la Guerra, salió a campaña y disolvió esas
fuerzas sin embarazos de ninguna especie.

l<}volución de los partidos.

Había una revolución en marcha. Pero nadie quería cargar


con la responsabilidad de resucitar las divisas de guerra.
Todos consideraban que era un crimen leívantar el estanidarte
blanco o el estandarte colorado que tantas y tan cru'-les des-
gracias habían traído al país durante el período de guerra iius
corre de 1836 a 1852.
Por eso, cuando los prohombres de la Defensa de Montevi-
deo resolvieron estrechar nías y prepararse para la lucha lo hi-
cieron sobre la base del repudio de las viejas denominaciones
y de los viejos exclusivismos.
La "Sociedad de los Amigos dei País", nacida de ©sa inicia-
tiva, se organizó dentro de un ambiente netamente colorado,
pero coa un programa que podía ser suscrito por todos los
orientales que quisieran contribuir al afianzamiento de la paz
y de las instituciones.
Véase lo que decía ese programa que se publicó en noviem-
bre de 1852:
"La pacificación de Ja República en octubre de 1851 hizo
nacer en todos las más grandes esperanzas de prosiperidad. Un
año ha tranisicurrido, y no viendo' realizadas esas esperanzas, el
malestar ha sucedido a las lisonjeras expeictativas de los pri-
meros días de la paz. La prolongación de semejants estado de
coisas, originando el descontento, traería cuando^ menos la indi-
ferencia por el sistema de! orden constitucional y por consi-
guiente el fácil trastorno de la República, mientras que la pron-
titud con que el país reporte en lodo sientido los beneficios de
la paz, hará por el contrario que la decisión de sostenerlo sea
enérgica en todos los iciudadanios".
"Dejamos a la historia y a la opiuión el juicio de lo que fué,
así respecto de los sucesos oomO' de los hombres, no reconociendo
más juez que la historia para decidir de qué parte haya estado
el error político, ni más juez que la opinión para juzgar los
extravíos individuales. Sólo el crimen y la inmoralidad no tie-
nen derecho por lo pasado a más consideración que eí olvido y
el desprecio".
56 Anales de la universidad

¡Se propone reunir el nuevo paitido "a todos los buenos


orientales." Acepta la solución de octubre de 1851 "como punto
de partida de la nueiva era .constitucional." Quiere el imperio
de l'a ley, la realidad de la constitución, el mantenimiento de
la paz, la consolidación del orden, la obediencia a la autoridad,
el sistema del gobiernio constitucionail. La sucesión constitucional'
de los Presidentes, la moralidaid en el gobiern»', la pureza en la
administración, el afianzamiento del crédito público, la pronta
acción de la justicia, el respeto a los tratados, el progreso de la
República por todos los medios que conduzcan a la mayor civi-
lización y prosperidad.
"Consideramos como un mal para el país el modo como los
partidos han he«ho sentir antes de ahora su vida pública; de-
claramos que si podemos llegar a ser un partido político, re-
chazaremos con todas nuestras fuorzas cuanto pueda comtribuir
a la existencia de un .partido persOinal"^
Centenareg de ciudadanos de uno y otro partido, entre los
Que figuraban don José María Muñoz, don Joaquín Requena,
don Melchor Pacheco y Obes, don Salvador Tort, don Lorenzo
BatUle, don Bnirique Muñoz, don Bstamlslao Vega, don Fermín
Perreira, don Francisco Magariños, don Carlos Anaya, don José
María Castellanos, don Juan Carlos Gómez, don Pedro Bustamante,
don Eduardo Acevedo, don Manuel Freiré, don Saturnino Al-
varez, don Miguel Alvarez, don Jo&é G. Palomeque, don José
María Solsona, don Francisco Tajes, don Adolfo Rodríguez, don
Doroteo García, don Mateo Magariños, don Ambrioso Velasco,
don Federico Nin Reyes y don Atanasío Aguirre se apresuraron
& suscribir tan patrióticas declaraciones.
iLuego de recogidas las primeras adlhesiones, la Comisión ini-
ciadora compuesta de don José María Muñoz y don Juan Carlos
Gómez se dirigió a los adherentes invitándolos para una reu-
nión en los salones de la Unjlversidad, "para la incorporación
de los nuevos miemhros y el nombramiento de una Comisión
que asociada a la Mesa se encargaría de redactar el proyecto
fie Reglamento".
Uno de los adherentes. el doctor Eduardo Acevedo, contestó
diciendo que estaba dispuesto a concurrir "a una reunión ge-
neral en qu?e se arreglarían los estatutos de la asociación, mas
no a incorporarse a una sociedad "ya instalada y organizada".
Aioeptaba la fusión, no la abSiorioión. . . "Para acabar con los an-
Anales de la Universidad 57

tiguos partidos era necesario igualarlos ante la Constitución de


la República".
Ampliando esas observaciones, decía el doctor Acevedo en
"La Constitución":
El programa aunque iniciado por un círculo, fué en el acto
suscrito por los hombres que no pertenecían a ese círculo.
Era un programa de ideas, no de personas. Pero sus iniciadores
han resuelto otra cosa. Han resuelto organizarse ellos en par-
tido y aceptar a los demás como incorporados. En vez de la
fusión, la absorción. Lo natural era que después de firmado el
programa, hubiera una reunión general en que se efectuase la
fusión. Con la actitud de los iniciadores podría darse el caso
de que frente a la Sociedad de Amigos del País, iniciada por
los colorados, se organizase otra por los blancos, exactamente
con las mismas ideas, p,orque no son las ideas sino las per&onas
lo que divide hoy a los orientales. En el fonido resulta una ten-
tativa de resurrección de los viejos partidos.
Tuvo lugar la reunión en la Universidad y en ella quedó
aplazado el estudio de los estaitatos hasta la celebración de
'^tra asamblea que jamás fué convocada, en'cargándosie entre-
tanto lois acontecimientos políticos ele extremar el espíritu par-
tidista y enterrar esa misma idea de la incorporación que ha-
bía reemplazado a la primitiva de fusión, tan Mena de popula-
lidad y de prestigio a raíz de la paz.

La diputación del Salto.

Hubo una sola elección de legisladores durante el gobierne


de Giró: la del Defpartamento del Salto, para llenar una va-
cante que se había producido en la Cámara de Diputados. Dos
candidatos se disputaban el triunfo: el doctor Juan Carlos Gó-
mez, proclamado por los colorados, y don Francisco Lecocq, pro-
clamado por los blancos.
El doctor Juan Carlos Gómez acababa- de llegar de Cihile des-
pués de una larga y brillantísima campaña en la prensa del Pa-
cifico, que 1» había valido al tiempo de su regreso a la patria
honrosas demostraciones populares, consistentes en un banquete
y en el regalo de una obra de arte con esta inscripción: "El co-
mercio de Valparaíso a Juan Carlos Gómez".
58 Anales de la Universidad

Su candidatura estaba apoyada por el Presidente Giró, según


£0 encargó de comunicarlo el Ministro de Gobierno doctor Flo-
rentino Castellanos al Jefe Político don Bernardino Alcain:
"Sin que esto importe la imposición de candidato alguno, —
decía el Ministro en su nota — me hago un deber en indicar a
usted que me sería muy apreciable el que aquella elección re-
cayera en la persona del doctor Juan Carlos Gómez, pudiendo
asegurar a usted que ella será también de la aprobación y sim-
patía de Su Excelencia el señor Presidente de la República".
Aumque todas las s'im'patias de la Jefatura Política de injclina-
ban a la candidatura de don Francisco Lecocq, se desenvolvió
en forma tan correcta el proceso electoral que al llegar al tér-
mino de la jornada cívica, fué vivado el Jefe Político con igual
entusiasmo por amigos y adversarios, dando eso lugar a que "El
Comercio del Plata" señalara el caso del Salto como un ejemplo
de "libre ejercicio del derecho del sufragio".
La lucha fué reñidisima, como lo demuestra el número de
votos obtenidos por cada uno de los dos candidatos: 274 el doc-
tor Gómez y 2 69 su antagonista.
Luego de conocer esas cifras, agregaba "El Comercio del
Plata":
"Merece notarse, en vista de lo pub'licado,~que cuando una au-
toridad local tan influlyeinite como lo es en los departamentos
un Jefe Poilttico, no ha sido bastante a arredrar al ípueiblo a ex-
presarse libremente, podemos decir que la conciencia de los ctu-
íladanos va fortificándose respecto de sus derechos y que el po-
der empieza a verse reducido al círculo de acción puramente ad-
ministrativo que la ley le señala en los departamentos como en
la Capital".
Terminada la ludha, fué el doctor Gómez al Salto para agra-
decer el honor que se le había disi)ensado, y allí coronó la cam-
paña con una hermosa nota de concordia cívica.
"No admito, señores, — dijo — que haya habido en el país
partidos criminales; jamás un gran número de hombres se une
para cebarse en el crimen, paxa degradarse en la infamia. . .
Cada uno de los partidos ha obedecido a convicciones, ha creído
sostener principios, conveniencias del país en la lucha; pueden
haberse equivocado, pero han sido sinceros".
Anales de la Universidad 59

lieformas electorales.

Aparte de este acto camiioial de resonancia, liubo durante la ad-


minisitnación Giró variáis elecoionos corrientes de Alcaldes Ordi-
narios y Defensores de Menores, que la legislación de la época
atribula al pueblo. Y esas elecciones sólo en un caso dieron lu-
gar a protestas dignas de tomarse en consideración. Nos refe-
rimos a la del Departamento de Tacuarembó a principios de
1853. De los antecedentes remitidos al Senado resultaba que se
habla ejercido presión sobre la mesa eleictoral "por grandes gru-
pos de hombres armados", y que se había admitido el voto de
muchos extranjeros sin la previa comprobación de que estaban
domiciliados en el país o que ejercían una industria, o que ha-
bían contraído matrimonio con hijas del país.
Pero si no hubo otros actos electorales; en cambio mucho se
discutió y bastante se legisló para asegurar la pureza del su-
Iragio en las elecciones generales que íiabrían de realizarse
en 1854.
.La ley de junio de 18i53, debida a lá iniciativa del doctor
Kduardo Acevedo, reglamentó el Registro Cívico con toda la es-
trictez y eficacia que permitían las circunstancias de la época.
El registro debería abrirse en enero y clausurarse en agosto
del año en que hubiera comicios. Para obtener la inscripción
el interesado debería acreditar ciudadanía, que tenía más de 20
años de edad y que sabía lieer y escribir. En septiembre cada
Juzgado pulblicaria en un cuadro, a la vista de todos, la nómina
de los inscriptos. Durante ese mes cualquiera podría reclamar
por la no inscripción o tachar a las personas insicriptas contra
la ley. Las tachas serían resueltas por la mesa electoral prima-
ria, con apelación ante la mesa central del departamento. Cada
inscripto recibiría un certificado de su inscripción. Nadie po-
dría inscribirse ni votar fuera de la sección de su domicilio, en'-
tendiénldiose ipor domiciilio la residenlcia •continua por seis o más
meses en la misma localidad.
Otra ley importante dictó la Asamblea en esa oportunidad:
la ley reglamentaria de la ciudadanía legal. Hasta entonces era
de práctica que la Asamblea se pronunciara con ocasión de
cada solicitud particular que presentara el extranjero que as-
piraba a entrar al goce de la ciudadanía legal. La ley de que
nos ocupamos estableció que en adelante el extranjero que qui-
60 Anales de la universidad

íiiera adquirir ciudadanía, tendría que presentarse al Juez Le-


grado de su domicilio y producir anite éate la prueba de que re-
unía algunas de las condicionies exigi-da-s por la Constitución'
para entrar al g|oice de los deiredhois políticos, concluida lo cual
quedaría lialíilitado para pedir carta de natuiralizaclón aíl Poder
j!.:ecutiTO.
Pero antes ide llegarse a la sanción áe esa ley, hubo largos
e interesantes detates en el Parlamento y en la prensa, acerca
üel alcance de las disposiciones confititucianales que se trataba
de reglamentar.
iLos doctores José María Muñoz y Juan Carlos Gómez pre-
sentaron un dictamen que fué rechazado, por el que se decla-
raba que el extranjero que reuniera lae circunstancias constitu-
cionales para el ejercido de la oiudaidanfa, era ciudadano por
ministerio de la ley y no tenía necesidad de recurrir al Cuerpo
Legislativo, bastáadole para enitraír al ejercicio de los dere-
chos políticos una simple manifestación de voluntad, cual sería
su inscripción en el Registro Cívico. La carta de naturalización
— agregaba el dictamen — no es necesaria para el ejercicio de
los derechos políticos, pero si se quiere obtener como constan-
cia de la ciudadanía, habría que pedirla al Poder Ejecutivo,
que está obligado a darla.
Vivían en Montevideo y en los departamentos millares de ex-
tranjeros que durante el transiourso de la Guerra Grande
habían sido arrastrados a las illas combatientes, y la mayoría
de la Asamblea pensó sin duda alguna que no convenia que esa
masa exaltada quedara incorporada sin más trámite al Regis-
tro Cívico; que era prudente establecer algunas formalidades,
abriendo sólo el escenario político a favor de aquellos que es-
luvieran resuelto® a suscribir una declaración judicial sdlemne,
hasta como medio de que luego de actuar en la política no lle-
garan a invocar su nacionalidad de origen para pesar sobre el
país con alguna reclamación de índole económica.
iCon ocasión de los debates a que daba lugar la ley de la
ciudadanía legal, recordó "La Constitución" que haibla dos le-
yes olvidadas, sancionadas ambas por la Constituyente, que
podían y debían considerarse como la interpretación auténtica
de la disposición constitucional que se trataba de reglamentar.
"Luego de jurada la Constitución — decía una de las leyes—
mandará el Gobierno que en todos los departamentos ste forme
un registro en que se Inscriban todos los individuos que tengan
Anales de la universidad 61

]ds calidades desigmadas por el artículo 8." ide la Constitución


para ser ciudadanos, exceptuando los que expresamente renun-
ciasen la ciudadanía, negándose a ser insoriptos".
De acuerdo con la otra ley, los Jueces de Paz estaban obligados
a levantar, con ayuda de lo® Tenientes Alcaldes, un registro de
todos los vecinos d« sus secciones y distritos que tuvieran las
calidades prevenidas en los artículos constitucionales sobre ciu-
dadanía natural y lega!.
(Si la revolución del 18 d© julio no hubiera hecho tabla rasa
de todo lo existente; si se 'hubiera dejado a las autoridades
constitucionales organizadas a raíz de la terminación de la Gue-
rra G-rande desenvolver todas sus energías tranquila y serena-
mente, esas olvidadas leyes üabrían podido recibir cumpli-
miento y dentro de un ambiente de calma hubiera tenido el pro-
blema de la naturalizaci6n de los extranjeros una solución ra-
cional, exenta de los temoTes que creaban las pasiones en cho-
que y el estado terriblemente anormal del país.

El Presidente Giró realiza im viaje de estudio a la campaña.

No quiso el Presidente Giró terminar el primer año de su ad-


ministración sin hacer una visita a todos los departamentos de
campaña, para enterarse de sus necesidades y atenderlas con
pleno conocimiento de causa.
"Hasta albora — decía "El Comercio del Plata" señalando la
novedad del programa — los Presidentes de la República nunca
han salido a la campaña sino para ponerse al frente de los ejér-
citos, dejando siempre por doquier que pasaban una huella de
desolación y de ruina".
La jira fué iniciada a fines de octubre de 1852. El Presidente
Giró salió acompañado de su Ministro de Gobierno y Relacio-
nes Exteriores doictor PlorientinO' Castelilfflnos y de los generales
Juan Antonio Lavalleja y Anacleto Medina, las dos figuras mi-
litares de más relieve a la sazón dentrO' de los partidos que ha-
bían estado fíente a frente.
Un crecido número de ciudadanos escoltó al primer mandata-
rio hasta la Unión, siendo esa la primera de una serie de gran-
des manifestaciones en todas y cada una de las etapas de la
jira. Una o dos leguas antes de la llegada a cada pueblo, el ve-
cindario en masa salía a recibir al Presidente, y los vecinos maa
fcSi)ectables tomaban la cuarta para apresurar la marcha del ca-
rruaje.
62 Anales de Ja universidad

'•'El elegido del 1.° de marzo — escribía "El Camercio del


Plata"-—es hoy objeto de una ovación literalmente n a c i o n a l . . .
Representa para el país la idea pacífica y constitucional que debe
dominarlo t o d o . . . Como tal lo miran los pueblos; le salen a
su encuentro y le ofrecen su concurso; como tal él expresa sen-
timientos de orden, fortifica las esperanzas en el futuro, se com-
promete a ser fiel a lo que de él exige el país".
Al llegar a cada capital el Presidente reunía a las autoridades
locales, se enteraba de tos aspiraciomeis de cada una, daba su
opinión respecto a las .reformas a realizarse y b a d a leivanta^
acta detallada de la entrevista. Más de una vea tuvo oportuni-
dad taimibién de tramquiliizar los ánimiOs con palabras, de con-
cordia. En iCerro Largo, ipor ejemplo, la población estaba divi-
dida en bandos tan antaigónicos que se habían formado doa co-
irdsiones de receipciión, cada una de elllas con alojamientos pre-
parados para recibir al primer mandatario. El Presidente lla-
mó a los dirigentes y después de una breve ailocución obtuvo
que se refundieran en un solo grupo.
Pero si había entusiasmo en todas partes y si la campaña en-
tera procuraJba llenar de flores el camino que recorría el Presi-
dente, en cambio era de intensa tristeza el espectáculo de la
riqueza pública en escombros, por efecto de la larga y asoladora
guerra recién terminada.
"Tremendas han sido las crisis por que ha pasado la Repübli-
CJ, — decía una de lias Juntas Bconólmico-iAjdminlsitrativas al Mi-
nisterio de Gobierno en su Memoria del año siguiente—y lejano
e?tá el día todavía en que vea cicatrizadas todas sus heridas.
Hay una inmensa distancia de lia agonía al estadoi normal. . .
Huellas terribles habrá visto por doquiera el supremo gobierno
en su tránsito por los departamentos y ellas le habrán atesti-
guado que sólo una voluntad firme y una asiidua perseverancia
en los medios puede sacarla del letargo en que tanto tiempo ha-
ce está sumida".
"Este departamento, decía la Junta Económica del Salto
en su Memoria, se hallaba en un estado floreciente antes de la
guerra y absorbía el comercio de cuatro fronteras, Brasil, Pa-
raguay, Corrientes y Entre Ríos. Hoy esitá circunscripto a sil
despoblado territorio y a una parte del de Misiones".
Uno de los acompañantes del Presidente escribía desde la
ciudad de Maldomado haciendo la crónica de lia jira:
"Los campos que hemos recorrí lo hasta aquí están pidiendo
Anaces de la Universidad 63

Que la mano del hombre los haga productivos. Las haciendari


son escasas, calculándose en 40,000 cabezas el ganado manso y
en 30,000 el alzado".
En una de las paradas que la comitiva hizo en el Departa-
mento de Cerro L#argo, el Presidente Giró entró en un rancho
habitado por una madre viuda coii 14 hijos. "Somos pobres,
señor—le dijo al ofrecerle una silla—la guerra nos ha dejado
en ruinas, pero que Dios bendiga nuestra paz y no ambiciona-
remos más riqueza".
A mediados de enero de 1853 resolvió el Presidente regre-
sar a Montevideo, des:pués de dos y medio meses de fecunda
j.'ra.
Al anunciarse que había llegado a la Unión, tomó el comercio
la iniciativa de una gran demostración popular.
"Deseando el comercio nacionial — decía ítai conivo;catoria —
ofrecer al Presidente d© la República una sencii'la pero ingenua
ciemoistración de su adhesión y resipeto y en agradecimiento por
su parte a los esifuerzos de S. E. por el mantenimiento del or-
den, lia paz y la libertad de la República, ha resuettito salir a re-
cibirlo a su Heigaida".
Si triuafall había sido — decía "El Comercio del Plata" des-
cribiendo* el homenaje — la recorrida por los departamentOí'i,
triuníal fué también la demostración que le hizoi la población de
Bíontevideo. Entró el Presidente por la calle 18 de Julio acom-
pañado ipor todo el pueblo* ai caballo,, en coches y a pie, corona-
das de señoras todas las aizofteas y balcones de esa calle y en me-
dio de salvas de artilllerla".
El Presidente—agregaba el mismo diario — ha oído ai país
entero; ya está al cabo de sus necesidades; ahora ha" Ilerado el
momento de darle satisfacción.

Campaña contra el abigeato.

Como reSiUltado de la* primo-as ni-didas a.doptdd;is a raiz ds


;a jira, ganó inmensamente la seguridad de la campaña, según se
encargarom de reivelaTlo- las domunioacionies subsiguientes de las
Jefaturas Políticas de los departamentos.
La de Cerro Largo, a .'a" ;o -le Moi José María Morales, 'lacia
al Ministro de Gobierno en abril de 1853:
"Los habitantes del departamento gozan de la más completa
64 Anales de la Universidad

seguridad y sosiego y hasta se puede aseguraír que el crimen del


abigeato ha desaiparecido".
La de San José, a cargo de don Josié C. Sienra, decía en el
mismo mes de abril que los partes mensuales demostraban "el
l'erfecto mantenimiento del orden público, siendo de notar que
en dicho mes no había ocurrido un solo oaso de abigeato en nin-
guna de las secciones del departamento".
Don Bernardino Alcain, Jefe Político de Salto, se expresaba
en términos todaivia más expresíTros;
"El abigeato, que se había hecho tan general en la campaña,
h;\ desaparecido coim'pletaimremte".

Un interinato fecundo en proyectos.

El Presidente GWró, antes de emprender su viaje puso en po-


sesión detl mando al Presidente del Senado don Bernardo P.
Herró.
Durante los dos y medio meses de su interinato, trazó don
Bernardo P. Berro, con la. firma del coronel Venamicio Flores,
que actuaba como titular de Guerra y encargado de las carteraiS
de Gobierno y de Relaciones Exteriores, un plan de hermosas
iniciativas, que contraistalban con ed depllcrable marasmO' que
hasta entonces había reinado en la Casa de Gobierno.
Instituyó comisiones encargadas de redactar el CódigO' Ru-
ral, de proyectar estímulos a la inmigración, de establecer una
Sociedad de Beneficencia a cargo de señoras; reorganizó la
estadística; fijó las garantías de las guías de campaña; regla-
mentó la colonización particular; acordó ayuda a los emigra-
dos orientales; decretó la fundación de una granja experimen-
tal y abordó el estudio de lias cuestiones de vialidad.
"Babel d>e proyectos", "foco de asociaciones", "fiebre de
empresas", escribía desde San José uñó de los corresponsales
que formaba parte de la comitiva presiidencial, al aproximarse
s. Montevideo y enterarse del tren de actividad en que andaba
la presidencia interina.

I/a medalla a los vencedores de Caseros.

Dos días antes de la apertura de las sesiones ordinarias de


la Asamblea, don Joaquín Suárez, ya en la víspera de su des-
censo del gobierno, decretó honores a los jefes, oficiales y sol-
Anales de la Universidad 65

dados de la división oriental que había actuado en Caseros: ei


grado de general para el' coronel Oésar Díaz y una medalla
con el lema "Al vencedor en los Santos Lugaires", a cada uno
de sus subalternos.
La división oriental regresó a iVIontevideo en los comienzos
de la administración G-iró y fué oibjeto de grandes" demostracio-
nes. El Gobierno dedlaró feriado el día del desembarco y dis-
puso que la Guardia Nacional concurriera al muelle para pre-
sidir el homenaje. Varios ciudadanos pertenecientes a los dos
partidos que habían luchado durante la guerra que acababa de
terminar, domaron la iniciativa de una reunión encaminada a
preparar el programa del recibimiento que habría de hacerse
"a esos bravos—decían —ique habíái agregado un laurel a nues-
tras armas, haciendo tremolar con gloria el pabellón de nues-
tra patria en los campos de Caserots". Entre los firmantes de
la convocatoria figuraba Leandro Gómea, de saliente actuación
ya en la's filas del Partido Blanco. Hurbo un banquete de 100
cubiertos, al que concurrieron todos los hombres importantes
que habían estado hasta entonces en campos separados, pro-
nunciándose brindis patrióticos por los señores Eduardo Ace-
vedo, José María Muñoz, Cáindido Joanicó, Fermín Ferreira, Ma-
teo Magariñois y el general César Díaz, quien dijo al atoar su
copa: "Que la unión realizada alrededor de esta mesa sea tan
sólida y durable como se requiere para la dicha de nuestro
país".
Al reparto de las medallas, que tuivo lugar tres meses des-
pués en la Plaza Constitución, concurrieron los cuatro batallo-
ues de infantería y la batería de artillleiría que integraban la
división oriental a órdenes de sus comandantes Lezica, Palle-
jas, Solsona, Abella y Mitre. El Presidente Giró, al entregar
personailmente las medallas, dir.igió una proclama a la tropa.
que estaba encabezada así: "Soldados! fracción importante del
grande ejército aliado de Sud América a las órdenes del gene-
ral don Justo José de TJrquiza, representantes armados del
principio de libertad e independencia de la patria en la gran
jornada de Monte Caseros!"
La demoistración hahía ciorrido aobre rieles. Todos hablan
rivalizado en ella, sin una sola r.ota discordante que denun-
ciara la existencia de antagonismos anteriores a la caída de
Rosas, lo cual sirvió sin duda alguna para que los homena-
jes a 'la división oriental se renovaran al año siguiientei con
ocasión del primer aniversario de Caseros.
5.
66 Anales de la universidad

"Esa bizarra tropa—decía el Estado Mayor en una orden


del día—al mando de su comandante en jefe general don Cé-
sar Díaz, formaba la extrema iziciuierda y fué destinada por el
Exceitntísimo General en Jefe don JustO' Jo-sé de Urquiza para
sostener lo más rudo del coimbate; y en eíecto, luego que fué
avistada la linea enemiga, mandharon intrépidos, armas a dis-
creción, directamente a un frente, por en medio de una llu-
via de balas y proyectiles de todf; especie, hasta romper la
llave de la posición enemiga y ostentar gilorioso el pabellón de
las cuatro barras azules sobre lo miás alto del edificio de Monte
Caseros".
Al finalizar el período ordinario se presentaron a la Asam-
blea el general Anacleto Medina y los coroneles Wenceslao
Paunero y Ramón Cáceres, actores también en la batalla de
Caseros, solicitando el goce de la medalla acordada a la divi-
sión oriental que había actuado baje el mando del general Cé-
sar Díaz.
Y esa petición dló lugar en marzc de 1853 a grandes y agi-
tados debates. Todos los legisladores estaban de acuerdo en
cuanto a la justicia del otorgamiento de la medalla a los tres
solicitantes, pero no en cuanto a la manera de hacer lugar al
premio. Para los unos el decreto del gobierno de Suárez no
podía ser discutido; para los otros debía ser ratificado por el
Cuerpo Legislativo.

La prensa tei'cia en el debate.

"Los actos verdaderamente consumados—decía "La Constitu-


ción"—nadie piensa tocarlos, ya vengan de los unos o de los
otros; pero cuando se trata de actos que tienen tracto sucesivo,
¿puede nadie sostener que esos supuestos hechos consumados
ge pongan encima de la Constitución de la República y la mo-
difiquen? El velo sobre el pasado importa no traer a cuestión,
no acusar las anteriores infracciones de la Constitución, pero en
manerii alguna puede importar la autorización de seguir in-
fringiendo la ley fundam«ntal. Es lo mismo que si en un in-
dulto general hubiera sido comiprondido un adúltero y preten-
diese fundarse en ese indulto para seguir adulterando. No, se
le diría: se le perdona a usted el adulterio' pasado, pero no
se le puede perdo.nar el que cometa ahora mismo y el que
cometa en adelante. Lo contrario sería inmoral y haría impo-
sible el establecimiento del orden en las sociedades".
Anales de la Universidad 67

El buen sentido, agregaba en otro artículo, aconseja no to-


car los hechos consumados, los que han pasado para no volver;
pero ¿puede nadie pretendisr que nos quedemos observando dis-
posiciones que importan la modificación de nuestra ley fun-
damental? El mismo buen sentido aconseja que vuelto el país
a su esitado normal, aproveche las ocasiones que se presen-
ten de conformar a la Constitución las disposiciones de tracto
sucesivo, a medida que la oportunidad se vaya presentarido Dos
decretos del Gobierno Provisorio, anteriores al de honores a la
división oriental, abonan esa manera de pensar: el decreto dic-
tado a raíz de la paz, ©n que s© declara "que la necesidad de
defender los derechos de la República obligó al Gobierno a dic-
tar medidas excepcionales y extraordinarias, que deben cfesar
desde que el restablecimiento ha puesto en completa vigencia
las leyes y e^l régimen constituiclonal", y eil de disotoclón de la
Asamblea de Notables, cuyo preámbulo dice así: "Consideran-
do cesados los motivos y objetos que aconsejaron la creación
de la Asamblea de Notables y que su existencia es incompatible
con la de los mandatarios que la Nación tierre ya electos para
representarla".

Cómo termina el Incidente.

Triunfaron los sotenedores de esta tesis, sancioMándose en


el mismo mes de marzo una ley que aprobaba la medalla con-
cedida por decreto del gobierno de Suárez y la extendía a todos
los orientales que hubieran combatido "en aquella gloriosa jor-
nada en comisión o con permiso del Gobierno".
La minoría colorada publicó entonces un manifiesto en qu.i
sostenía que dentro del criterio de la mayoría el Presidente
Giró, al ejeo'itar "A decreto de su antecesor, había viciado la
Constitución. Y dando forma al pensamiento, formuló el
doctor Juan Carlas Gómez en la sesión subsiguiente de la Cá-
mara de Diputados una moción que- decía asi:
"Se declara llegado el caso del artículo 26 de la Constitución,
de determinar si el jeíe S'uiprettno del Estado ha vioiado la
Ccns'Jtución r!e la República, por ejecutar el decreto del 13 de
febrero de 18i5'2 y si hay luigar a foirmación de causa".
Da Comisión especial encargada del examen de esta moción
produjo dos informes. Para los señores Bustamante, Tort y Zu-
billaga no existía violación: la ratificación del decreto parecía
68 Anales de la Universidad

indicar lo contrario; pero los hechos anteriores a la instalación


de los poderes constitucionales eran hechos consumados y en-
tonces la ley aprobatoria sólo podía signlflcar un acto de adhe-
sión al decreto del gobierno de Suárez. Para el doctor Gómez
no correspondía hacer declaración alguna, por mAe evidente que
fuera que el Presidente Giró se había limitado a ejecutar un
decreto del gobierno de Suárez.
Ambos informes fueron rechazados, según el acta, "por una
casi unanimidad de votos".
Hablan terminado los debates parlamentarios de la mejor ma-
nera posible; pero quedaban en la Asamblea, en el gobierno y
sobre todo en el ejército, gérmenes morbosos que no tardarían
en provocar terribles conflagraciones partidistas.

Orgaiilza«íión de la Guardia Kaclonal.

Uno de los temas más calurosamente discutidos en el curso


de esta crisis política fué el de la Guardia Nacional.
Desde mediados de 1852 había publicado el Gobierno el de-
creto de convocatoria de acuerdo con la ley de 1835 que man-
daba crear en cada pueblo de la República un batallón de in-
fantería, una compañía de artillería y dos escuadrones de caba-
llería, con ejercicios en los d'Las festivos de febrero, marao y
abril; y acordaba a los saldados enrolados, lia elección de los
oficiales y a éstos la de los jefes, con encargo de someter los
nombramientos a la sanción gubernativa.
El decreto tuvo cumplimiento en todos los departamentos,
con excepción del de Montevideo, donde quedó en suspenso a la
espera seguraímente de una reforma de la ley solicitada a instan-
cias del Ministno de la Guerra coronel Flores, que entre otras
cosas atribuía al Gobierno el nombramiento de jefes y oficiales.
lia Cámara de Diputados sancionó el proyecto de enmiendas,
sin alterar el procedimiento de la elección de loi jefes y oficiales
y el Senado sancionó otro proyecto que autorizaba al Poder
Ejecutivo para llamar al servicio activo a la Guardia Nacional,
mienitras no se dictara la ley de reemplalzo. de la troipa de línea.
Estaba ya la Asamiblea en las postrimerías de las sesiones or-
dinarias, y aún cuando las Comisiones militares se apresuraron
a aconsejar la sanoióu definitiva de ambos proyectos, llegó la
hora de la clausura sin que las Cámaras pudieran ultimar los
trámites respectivos.
Anales de la Vniveisidad 69

El doctor Juan Carloia iGómeiz que era uno de lois que encabe-
zaban la resistencia a la convocatoria, presentó un tercer pro-
yecto de ley, por el cual se suspendían duranta tres años los
ejepciciois de la Guardia Nacioniaji. Eira una idea cjue ccMiitaba
con el apoyo decidido del Miniíatro Flores, quien en su Memo-
ria anual a la Aisamblea invocaba la necesidad en que estaban
U-.f. vecindaWois rurales de contraeinse al culidaido de sus intereses.
Rebatiendo el proyecto del doctor Gómez, decía la Comisión
Militar de la Cámara do Diputados:
La Guardia Nacional es una institución que está en conso-
nancia com nuestro sistema demoiorát'co, y la suspensión de sus
ejercicios dejaría un vacío difícil de llenar. Sólo a los gobier-
nos arbLtrarios puede infundir repugnancia el enrolamiento de
los ciudadanos. La Guardia Nacional es más bien un derecho
qje un deber, una prerrogativa de 'la que no debe ser privado el
ciudadano. Y en cuanto a los inconvenientes, ninguno puede re-
sultar si los ejercicios se limitan a los días festivos de un tri-
mestre del año, es decir, a 12 o 16 días inútiles para el trabajo.
La mayoría de la Cámara desechó el proyecto del doctor Gó-
mez después de un largo debajte, en que también terció a favor
de la suspensión de los ejercicios el doctor José María Muñoz,
que era el verdadero jefe de la minoría colorada.
Advertiremos que en el curso de esos debates quedó incorpo-
rada a la Ipy de Presupuesto General de Gastos del Ejercicio
1854 una partida de 80,000 pesos, oon destino a la plana mayor
de la Guaridla Nacional de toldo el país, y otra de 30,000 pesos
CTU idestino al servicio activo de; la parte de la Guardia Naicional
que fuera convocada.
Había, como se ve, una fuerte discrepancia entre la minoría
y la mayoría del Cuerpo Legislativo en lo que atañe a la orga-
nización y convocatoria de la Guardia Nacional.
La mayoría quería que los jefes y oficiales fueran elegidos
popularmente por los mismos ciudadanos enrolados. Quería que
hubiera ejercicios doctrinales en los días festivos de tres meses
al año. Y quería que una parte de la Guardia Nacional fuera
llamada a prestar servicio activo a la par del ejército de línea.
,La minoría colorada, en cambio, quería que la elección de los
jefes y oficiales emanara del Gobierno y, como medida transito-
ria, que la Guardia Nacional no fuera conivoioada, ni para prac-
ticar ejercicios doctrinales, ni menos para prestar servicio ac-
.tivo.
70 Anales de la Universidad

¿Cuál poidía ser la razón de la discrepancia? No es difícil


contestar. La base militar del gobierno de Giró era esencial-
meuite colorada. Miniistro de la Gruerra colorado. Jefes y oficia-
les de batallones, colorados. Soldados, los mismos que habían
actuado dentro de los muros de Montevideo. La Guardia Nacio-
nal estaba destinada a servir de contrapeso al ejército de línea,
y tal era la causa, sin duda alguna, de las resistencias que en-
contraba. Hubiera podido obtenerse el mismo resultado median-
te un cambio radical en el personal de Jefes, oficiales y clases
del ejército de línea. Pero al Presidente Giró le faltaba empuje
para ello.
Uno de los órganos de la reacción colorada, "El Orden", de-
cía a raíz de la revoilulción oonjtra Giró, inisisitlendo en la nece-
sidad "de arrancar a loa ciudadanos el privilegio de elegir a sus
jefes y oficiales:
"Hay que ro'bustecer al Poder Ejecutivo. La Constitución lo
lia circundado de obstáculos y dificultades. Se temía en 1830 la
organización de un poder fuerte en medio de la fiebre de la
época, que era de exageración de liberalismo. Ha sido un error
general en la América y eso explica las convulsiones por las
cuales ha pasado. Pero sin salir de las disposiciones constitu-
cion;iIes, se le pueden aumentar sus atribuciones, dándole to-
das aquellas que la Constitución no confiere a la Asamblea o
ai Poder Judicial, por ejemplo el nom'bramiento de jefes y oficiales
d': la Guardia Nacional.
PJl Partido Blanco — escribía el general Pacheco al año si-
guiente en "M Nacional" — había psnsado en la supresión de
ios batallones de línea y el Presidente Giró no atreviéndose a
ejecutar la medida tomó el temperamento de organizar la Guar-
dia Nacional.

L.1 obra de reconstrucción económica queda relegada al segundo


plano.

Todo estaba por hacerse al tiempo de la elección de Giró: la


población dislocada, la riqueza pública en escombros, el tesoro
nacional exhausto. La obra de reconstrucción era considerable,
pero considerable era también la energía del país para salir del
pantanio. Si el Presidemlte se huíbleira puesto a la tarea, todos le
habrían ayudado y los problemas candentes de la política par-
tidista habrían quedado quizá relegados a! segundo plano. Des-
Anales de la universidad 71

üraciadamenite don Juan Pranciisco Giró se contentatoa con mirar


el cuadro cruzado de brazos. La prensa de la época acusaba a
su ministerio, que era de una esterilidad absoluta. ¿Pero por
qué no lo removía el Presidente? Posiblemente porque le fal-
taba el empuje que reclamaban las circunstancias. Quizá tam-
bién porque la situación política anormal que creaba la exis-
tenlcia de un Presidente de origen bilanco sostelniído por un ejér-
cito colorado, trababa movimientos, creaba preocupaciones y ab-
sorbía energías en perjuicio de los problemas económicos que'
resultaban así injdeiflnidamente aplazados.
A primcipios de l'8t53 hu'bo en los Miniisterios varias reuniones
de ciudadanos encaminadas a prestar ayuda al estudio de algu-
nos de IiOis proiblemais más urgentes de la situación. De esas reu-
niones resultó el nombraimieinito de comisionéis' encargadas de
proyectar la consolidación de la deudaí, la reiforma militar, la
organización de la Guardia Nacional y la foirm-a de reclutamien-
to del ejército de línea. Bra la realización de una idea lanzada
varias veces por la prensa. Uno ide loa diarios, "La Couistitu-
ción", haibla pugnado poT el nombramiento de Coimisiones per-
manentes en toirno de cada Ministario, como imedio de que sus
mieimbrois estuidiaram anticipadamenlte las necesidades del país
V
. estuvieran así habilitados para traibajar en todo momento con
pleno conocimiento de causa.
¡Pero la vida minisiterial volvió a quedaí paralizada después
de esos alíeteos auspiciosos, y así lo declaraban los diarios de tQ-
dos los matices.
El ministerio del señor Giró — escribía "La Constitución"—
"no ha traído una sola, idea. Hay malestar en todas las clases
sociales. La situación es faitea, errada, improductiva por efecto
de la incapacidad miniisterial. Urge aplicar una poilitlca conati-
íucional franca y enérgica, deaem bar azada de todo vano mira-
miento".
"La situa,ción financiera—decía "El Comercio del Plata" —
es el verdadero abismo en qu3 podrá naufragar el país". Sería
posible conjurar el mal, pero el Gobierno no se preotcu.pa de es-
tudiar un plan de impuestos caipaz de hacer frente a las exigen-
cias del momento.
"El Gobierno—decía "La Prensa Urnguaya" — se halla en
verdadero deacubierto, que paira nosotros es el cejgo más fun-
dado que pudiera hacérsele. No se ha .puesto a la ca,beza del mo-
vimiento intelectual y civilizador, ha dejado haicer y dejado pa-
72 Anales de la universidad

sar, "laisser faire, laisser passer"; pero no está el país en esta-


do de que se esipere de' sus solas fuerzas los adielaatosi que en to-
dos los ramos necesita. Un pueblo que sale de una larga lucha,
como la guerra de nueve años, dividido en partidos que poco a
poco han ido aooatumibrándose a tratarse como amigos, aunque
de diferentes ideáis o conveniencias políticas, necesita un gobierno
Que no mire con ajpatia, sino con empeño, lO'S progresos intelec-
tuales y las mejoras de toda clase que eil país reclama. El Gobier-
no mirando la estrechez de suis recursos, ha procedido con algu-
na indiferencia sobre ciertos puntos que debían haber Idaimado
seriamente su atenció-n. Ha adoptado por des.gra<;ia un cierto
aislamiento quie lo ha privado de muchas veatajas".
Mas de una vez ese abandoii.o ostuvo a punto- de promover
oonifllctos con la Comisión Permanente. Véase cómo se' expresa-
ba esa corporación en febrero de 1853, luego de referir vairios
casos de infracción de la Co'nistitución y de las leyes, esipecial-
mente relacionados con el Presupuesto:
"Esas advertenicias, la Coimiisión siente 'decirlo, no han sido
justamiente avallOTadas, sin embargo de haberse hecho hasta por
segunda vez, y eso después de haber Mamado a su seno al Mi-
nistro. Grave y delicada es la situación del país y grandes son
también los servicios que el Poder Ejecutivo le ha rendido pa-
ra cimentar la paz publica, y con ella la libertad completa de
que gozamos y que rápidamente nos conduce al engrandecimien-
to y la prosperidad. La Comisión, en consecuencia, se ha, deteni-
do ante la consideración de la proximidad del período legislati-
vo y el vivo deseo, de que jamás pudo prescindir, de no menos-
rabar el crédito y la autoridad del Poder Ejecutivo".

Rpniracia del miiilsterio.

Era tan premiosa, la necesidad, de un cambio ministerial, que


la Comisión de Hacienida de la Cá'mara de Diputados resolvió
en mayo de 1853 aprovecbar la oipo'rtunidad de la contratación
de un empréstito para encabezar el res'pectivo proyecto de ley
con este preámbulo encaminado a precipitar la crisis:
"iConsideraindO' que aumque la capacidad admiinistrativa del
ministerio no inspira la coafianza necesaria, es indispensable
proveer al Poder Ejecutivo de los medios de atender el pago in-
debidamente retardado de los servidores del E s t a d o . . . "
Los oradores de 'a mayoría acusa'ban al mini-aterio de haber-
Anales de la Universidad 73

se apartado de la ley de Presuipuesto, y los de la minoría


sostenían que el encabezamiento era inconstitucional. Des-
pués de um ardoroso debate, los aradores de la, mayoría retira-
ron el encabezamiento juagando que ya había producido el efec-
to politice que buiscaban, o sea el de romper toda solidaridad
cf-n el ministerio saldando al Preisildemte G-ixó, y el empréstito
quedó sancionado.
"El ministeriB fué atacado violenitamente y derrotado ipor la
mayoría —• escribía el diputado don Pedro Bustamante a don
Tv más Vil'laliba' — (cartas publicadas por el doctor Palomeque).
Por esta vez el ministerio se ha encontrado solo, porque a la
verdad era impoisiible sostenerlo sin perderse en el concepto públi-
co, siUi hacersie cómplice de sus abusios. Muchas veicea durante el
receso de las Cámaras, le instamos al señor Gastellanos p«,ra que
íi ministerio nos habilitase a defenderlo... El ministerio nO' ha
querido tomar esas advertenoias en lo que valían y hoy está reco-
giendo los frutO'S de su obatinaioión. Lo que s-e ha dicho a y e r p j r
la mayoría no sé que se haiya dicho entre nosotros a ningún otro
ministerio. Se le ha acusado de indoilencia por los intereses pú-
biicos, de parcialidad y hasta de malrversación de rentas, y lo
yeor es que algunas de esas acusaciones son harto, fundadas".
No fué «u'íioieiite esa s'esióm tempestuosa para producir la cri-
sis ministerial que se provocaba, y entoncea los legisladores de
la mayoría celebraran una reunión en la que luego de declarar
que el miiriisterio del 'doctor Castellanos carecía de condiciones de
vida, resollivieron no prestarle su apoiyo. Ante esa declaración el
Presidente Giró inivitó a los miembrois die la mayo'rta a una se-
sión en su domicilio y entonces el doctor Castellanos resolvió re-
nunciar.
Ya se había retirado el coronel Ploréis. Contra él sin embargo
no se dirigían ni la prensa ni la mayoría parlamentaria. La dimi-
sión del Ministro de la Guerra reconocía causa más honda, se-
gún todas las iniformaciones de la época: la negativa a poner su
firma al cúmiplage de la ley ratlflcatoria de la medalla de Cáse-
les. "La .Sociedad de Amigos del País", en su réplica a don An-
drés Lamas, reiprodujo tres años después las cartas cambiadas
entre el Presidente y el Minlisitro dimiitente, reveladoras de la
crisis que ya entonces asomaba con violenicla.
"Me ha soriprendido muc|ho la renuncia que hace usted de su
cargo y las razones que para ella da (escribía el Presidente Giró
a su Ministro). . . No me he opuesto hasta ahora a ninguna me-
74 Anales de la Universidad

diida de usted, que se rae hajya presentado coimo necesaria al res-


tabledimiento del orden. . . Si usted sale del Ministerio, yo tam-
bién salgo 'de la Pre'sídenjcia. Vaya usted abora al Fuerte y habla-
remos. De lo que resulte pende la guenra civil y la sombra de
Jndependenicia y nacionalidad que hoy tenemoisi, o «1 bien de
nuestra tierra."
'^La cita que usted me hace al Fuerte — contestó «1 coronel
Flores — me es imposible en estos momentois poirque he venido
a darle un adiós a mis hijos, que tenigo en este destino (la Cha-
cra) resuelto a separarme de mli país por algún 'tiempo. Después
de esto mi renuncia es im,>prasicánldiblle y no Iharé retroceso en
ella; no quiero hacerme responsaible die una situación que no
penide de mí dominar. Creo haber ¡hecho cuanto ha depiendido de
un hambre de honor para coniseguiíllo. Todo ha sli'do inútil; nada
r<ie resta por hacer sino evitar envoilverme en una criéis funelsta
y salpicarme qulizá con sangre de mis compatriotas, cuya idea me
aterra."
Esa renuncia fué precursora de una crisis poilltica que el Go-
bierno agravó con el nombramiento de un Ministro de Guerra de
filiación blanca, el generad Brito del Pino, para dirigir un ejér-
31X0 de línea netamente colorado. Ya había empezado en la Asam.
blea el movimiento de unificación con ell triunfo de don Atana-
aio Aiguirre para Presidente de la Cámaxa de Diipntados, en re-
emplazo de don José María Muñoz que habla oculpado ese puesto
en 1852.
Al Ministro de la Guerra siíguió el de Hacienda don Manuel
Errázquin. Su reemplazante el idoctor B'ernabé Caranria no alcanzó
a estar veinticuatro horas en la Casa de Gobiermo, por efecto
de un prdgrajma de aidministraci'ón que publicó, en el que luego
d,s referirse a lia neceslidad de cumplir estrictamente la ley de Pre-
supuesto y de gaJrantizar el dereciho de todos los acreedores del
Estado, establecía que había habido en las gestiones anteriores
extravíos o errores que era necesario horrar. Fué nombrado para
sustituirle don Viteente Váziquez, quien renunció ante el fralcaso
de un emipréstito destinado a cubrir el déñciit.
La vacante del doctor CastellanoH fué llenada con don Bei-
nardo P. Berro, a quien también se le confió interinamente la
cartera de Hacienda.
Estos cambios ocurridos a principios de julio de 1853, dieron
lagar a insistentes rumores de reacción colorada que el Presi-
ciente traitó en vano de contrarrestar, mediante el ofrecimiento
Anales de la Universidad

de la cartera de Hacienda al doctor Mamuel Herrera y Obes, a!


coronel Lorenzo Batlle, a don G-a'briel Antonio Pereira, a don
Juan Miguel Martlntez y a otros ciudadanos de filiación colorada,
que contestaron sencillamente que no, o que sólo aceptarían en
el caso de que a la vez se prioveBrera oon determinada persona el
Ministerio de la Guerra.
"La Constitución" y "El Comercio del Pliata" recogían, aunque
para desmenitirlots, ewis rumores de revolución o de movimientos
militares próximos a eisitalliar en Montevideo, encabezados por mi-
litares que, olvidando sus deberes, habrían prorrumpido en ame-
nazas conltra las autoridades; miemtras que otro's como "El Noti-
cioso" a'brílan sus coilumnas a artículos de violenta propaganda
en que se baiblaba die ser'enatas con vivas a la fusión y acomipa-
aamiento de violines y violones, "instrumentos introducidos nue-
vamente en el país con el oibjeto de relformar, metodizar, orga-
nizar y aniquilar a los añejos que constantemente han estado sir-
Vien'do al país."

Preparando la revolución.

El general Pachaco ha señalado así en carta al coronel Fran-


cisco Tajes (publicada por ")B1 Nacional") él comienzo del mo-
vimiento revolucionario que echó abajo al gobierno de Giró:
"¿Recuerda usted el día que fui a verle en su casa para de-
cirle mi resolución de cambiar un orden de cosas que hacía la
desgracia del país? Era el 3 de abril y entonceis la administra.
ción que ha calido parecía sólidamente establecida. Entramos a
luchar con un gobiern: que contaba con los recursos del país.
Luego deibímos encontrar oposición hasta en muchos de nuestros
amigos; tuvimos, en fin, toido género de contrariedades. Sin em-
bargo, a los seis meses nuestra obra se ha consumado sin arran-
carse Uiía lágrima, sin derramar una gota de sangre, sin vio-
lai un derecho."
En carta al general Rivera (publicada por "El Orden") agre-
gaba el general Pacheco con referencia a la" reacción blanca.que
encabezaba el Presidente Giró:
"A pesar de eso yo me resistía a admíitir como remedio un mo-
vimiento armado y si lleigué a pensar en él seriamente fué cuando
tuve el convencimiento de que él Presidente de la Repüblica des-
cendía a ser hombre de partido, y cuando sien/do pública la
alianza de Urquiza con los blancos, pareció probable el triunfo
Anales de la universidad

de ese caudillo por el vencimiento de la escuadra de Buenos


A i r e s . . . Fué entonces, señor General, que, oomo lo he indicado,
cpiné por una revolución como el único medio de salvarnos, por-
que yo veía que triunfante Urquiz>a en Buenos Aáres, se repeti-
ría la inigerencia de un caudillo argentino en nuestros nagocios
con el fin de aniquilar al ¡partido político que quiere antes que
todo inidelpenidencia para la patria. . . Aceptado como medio de
salvación el empleo de La fuerza, quise explorar la opinión de la
campaña, para ver si podíamos tentar ese medio. Lo que adquirí
me dio la coinviccdón de que podíamos apelar a las armas, no
£tlo con la certidumibre de triunfar, sino también de evitar la
gv.erra civil. Me atorí entonces con los amigos y tuve muy luego a
HJÍ disposición las fuenzas de línea. Trabajé tam'bién a la campaña,
obteniendo los mejores resultados, pero a tos amigos de la cam-
paña, como a lo's del ejército, les dije siempre que nada se ha-
ría sin estar de acuerdo con usted, porque es usted el jefe del
Partido y sin usted no debe tomarse ninguna resolución im-
portante."
Los preparativos de la revolución se hacían públicamente y,
se explica que no hubiera necesidad de reservan desde que los
directores del movimiento tenían en sus manos toda la tropa
de línea y estaban resueltos a no dejarse desalojar de sus posi-
ciones.
Una semana antes del movimiento decía "La Constitución":
"Hace quince días que no se habla sino de movimientos re-
volucionarios que deben estallar en la ciudad y en la campaña.
Se señala el día, se nombran los jefes, se enumeran los eleimen-
tos con que cada uno cuenta, y se dan detalles como si eil hecho
ji que se refiere hubiera ya acaecido. Para algunos es tan cierta
la noticia de una revolución en Montevideo, que sólo dudan res-
pecto del d í a . . . Fluctúan entre el 15, día de la clausura de las
Cámaras, y el 18, aniversario de la Jura de la Constitución. Por
lo domas, refieren el programa del movimiento con tanta exac-
titud, como si se tratara d© las fiestas juilas".
El Jefe Político do la Colonia don Luis Gil anunciaba al Go-
bierno, a principios de julio, que según sus noticias el día 18
estallaría la revolución en Montevideo. Su nota iba complemen-
tada por otra del Comandanta Militar del mismo departamento
coronel Lucas Moreno, denunciando que los revolucionarios dl-
ligíaií invitaciones para colaborar en su obra y que en presencia
de ello había reunido una fuerza de 800 hombres para sostener
al Gobierno.
Anales ele la Universidad 77

Den Tomás Villalba, Jete Político de Suriano, decía al Minis-


tro de Gobierno a raíz del movimiento, que la noticia había "in-
tlamado los ánimos fuertemente exaltados ya en días anteriores
con los rumores de una próxima revolución", agregaado que
había creído necesario armarse y que el vecindario estaba ya
"completamente en pie y resuelto a defender al Gobierno y a
las mstituciones que se creían heridas mortalmente".
B! mismo día en que estallaba el motín, escribía desde Río de
Jiineiro don Juan José Soto al doctor Acevedo:
"Según me han dicho personas bien informadas, hoy debe
haber estallado un motín en Montevideo".
Sólo una medida preventiva resolvió adoptar el Presidente
Giró: la convocatoria de la Guardia Nacional de Montevideo,
aplazada hasta entonces por efecto de las circunstancias de que
heimos hablado anteriormente.
Ya habían transcurrido los meses de los ejercicios doctrina-
".93 y hubo que optar por un enrolamiento voluntario, le que
no impidió que la concurremcia a los cuarteles fuera numerosa
y que la medida diera origen a debates ardientes en la Cámara
de Diputados, donde el doctor Juan Carlos Gómez pidió, aunque
sin éxito, que el ministerio fuera interpelado.
Apresurémonos a ajgregar que no obstante la notoriedad de
los trabajos revolucionarios, la publicidad más bien dicho con
Q'Ue se hacían, nadie en Monteivideo, con excepción de los con-
jurados, consideraba posible que hubiese ciudadanos capaces de
atentar contra las autoridades constituidas.
Por eso el Presidente Giró concarrió lleno de optimismo a la
sesión de clausura de las sesiones ordinarias de la Asamblea el
15 de julio, tres días antes del motín.
"El periodo que hoy concluye — dijo serena y confiadamente
en esa oportunidad — ha sido fecundo en leyes de alta impor-
tancia para el mejor goibiemo de la República y para el desarro-
llo progresivo de la población, de la industria y de la riqueza;
pero mucho resta que hacer todavía para satisfacer las necesi-
<íades de nuestra siituación. Esto será ohra del tiempo y de nues-
tros comunes esfuerzos. Entretanto el Gohierno, durante vuestra
aiisencia, se esmerará en el mantenimiento del orden púhlico y en
¿í estricta observancia de la Constitución y de las leyes: y me^
diante una política conciliadora, equitativa y firme, auxiliado
por el buen sentido del pueblo oriental, espera que cuando el deher
os llame de nuevo a este recinto, la situación de la República será
xra todos un motivo de mutuas felicitaciones».
78 Anales de la universidad

El Presidente de la Asamblea, doctor Francisco Solano de- An-


tuña, se consideró obligado, sin embargo, a decir algo acerca
de los rumores de revolución, aunque sin atribuirles la enorme
gravedad que tenían.
"La representación nacional, de la que tengo en este mo-
mento el bonor de ser órgano—dijo—^se complace en reconocer
y declarar ijue el gobierno de V. E. es un gobierno verdadera-
mente libre, un gobierno verdaderamente constitucional, y tal
cual lo anhelaban los orientales que para conseguirlo tanta
sangre han derramado. V. E., señor Presidente, justo aprecia-
dor d3 las libertades piúlblicas y liberal además por carácter,
bien puede gloriarse de que gobierna al país conforme a la
Constitución y de que seamos en la actualidad un pueblo ver-
daderamente libre; pero loisi hombres no avemidois a este sis^
tema, algunos que no sean capaces de valorarlo, tal vez atri-
buyan a debilidad lo que es purameute un deber. De aquí acaso
esos rumores, esas voces subversivas que de vez en cuando se
levantan y que aun cuando los orientales las desprecian por-
que saben que nada valen, sin emibargo esipantan a los extran-
jeros que no nos conocen, alarman al comercio y efectivamente
dañan."

El motín militar.

El IS de julio de 1853, que ora el día anunciado, estalló


efectivamente el conflicto en medio de los festejos conmemora-
tivos de ia Jura de la Constitución.
El Batallón 2.o de Cazadores, qve estaba bajo el mando de
su jefe el coronel Palleja, hizo fuñgo sobre la Guardia Nacional
que carecía de municiones, y que per eso mismo se dispersó en
el acto, perseguida en todas direcciones por la soldadesca des-
enfrenada.
Ninguna duda cabe acerca de la Iniciativa del ataque, recono-
cida lealmente por el doctor Juan Carlos Gómez en 1857 desde
las columnas de "El Nacional".
Pero no sucede lo mismo respecto del número de las víctimas.
En su ya mencionada carta al general Rivera, decía el ge-
iieral Pacheco que la Guardia Nacional había tenido 7 muertos
y 19 heridos y la tropa de linea 2 muertos y 6 heridos, y agre-
gaba:
Anates de la universidad 79

"Dispersada completaimente la Guardia Nacional, yo llegué


a la plaza y me encontré con la mjticia de que el Batallón I.»
se había pronunciado poT el Gohierro. Creí entonces perdido al
2.0 y me coloqué a su frente para correr la suerte de mis com-
p a ñ e r o s . . . ün momento después t( da la guarnición se había
pronuiniciado y el Presidente tenía que coneentir en encargarme
del orden público".
Otro de los testigos de la época, el doctor Antonio de las
Carreras, en una polémica con el doctor Mateo Magariños Cer-
vantes, elevó a una cincuentena el numero de los caídos de la
Guardia Nacional durante la formación y en la persecución sub-
siguiente soibr-e toldo, en la cual muriieron, decía, líos jóvenes
Núñez, Pozo, Barboza, Dubrcca y otros.
El propio doctor Juan Carlos Gómez, refiriéndose en "Los
Debates" de 18'58 a uno de los prisioneros de Quinteros y a
la manera cómo fué sial'vado por ese prisionero el doctor
Eduardo Acevedo, ha escrito estas palabras reveladoras de la
racha de muerte que se había extendido por las calles de la
ciudad:
"Fué salvado por ese misma Pagóla el 18 de julio de 1853,
poT ese Pagóla que reconociéndolo supo contener a los soldados
exaltados que conducía e imponerles respeto por el doctor Ace-
vedo indefenso".
Es conveniente agreigar que en osos mismos momentos otro
grupo de soldados voltealba de un balazo a don Manuel Ace-
bedo, confundién'dolo con el hermano a quien el capitán Pa-
góla acababa de salvar.

Sedimentos del motín.

Terminada la persecución por las calles, regresaron los ba-


tallones de línea a los cuarteles, y el Presidente Giró, que no
se 'Conisideiraba con fuerzas para dominar el motín, resolvió pactar
con sus adversarios, creyendo erróneamente que las autorida-
des constitucionales podrían consolidarse mediante ese sacrflco
personal y político.
Por efecto de ello volvió a ocupar el Ministerio de la Que-
r í a el coronel Venancio Plores, en reemplazo del general Brito
del Pino, que renumció, y el doctor Manuel Herrera y Obes entró
a desempeñar la cartera de Hacienda que corría interinamente
a cargo del Ministro de Gobierno don Bernardo P. Berro.
80 Anales de la universidad

Los departamentos de campaña, que a la primera noticia del


movimiento producido en la Capital se habían puesto de pie,
volvieron a lia vida normal, disolviéndose las divisiones que ya
habían empezado a formarse, en Caneloinieis por el general Ignacio
Oribe, en San José por don ralfael Zipitría y en la Colonia .por
el coronel Lucas Moreno.
También se llamó a sosiego el general Rivera que estaba en
el movimiento, según él mismo se encatgó de documentarlo con
ayuda de una proclama dirigida desde la villa del Yaguarón,
donde vivía, a las autoridades de Cerro Largo y Tacuarembó que
el Jefe Político dPl primero d'e esos departamentos comentaba
así, en nota al Ministerio de Gobierno, de principios de agosto:
"Puede el Gobierno dormir el sueño de la confianza, porque
el semblante que presentaban las cosas al primer golpe de vista
al leer la nota imperativa que me pasó el general Rivera, ha
desaparecido".
Había necesidad de tranquilizar al país y el Presidente Giró
expidió una proclama en que decía:
"La primera necesidad de la República es la paz domésti-
ca. . . Juremos todos no ahorrar ningún género de sacrificios
para mantener ese bien inestimable. . . Todos nuestros esfuer-
zos deben dirigirse a asegurar el orden bajo el amparo de la
ley y de la autoridad".
También resolvieron hablar los Ministros.
El de Gobierno y Relaciones Exteriores don Bernardo P. Be-
rro, se dirigió en estos términos a los Jefes Políticos:
"El orden público perturbado por el conflicto que ooasional-
niiunte tuvo lugar en ett, dia d'e 'ayer entre las fuerzas de línea
y la Guardia Nacional, ha sido completamente restablecido. La
Capital ha vuelto a su tranquilidad, la tropa a la obediencia,
y el Gobierno en todo el lleno de su autoridad constitucional
seguirá, ocupándose de sus tareas administrativas".
El Gobierno — escribía a su turno el Ministro de la Guerra
coronel Flores, a los comandantes de Guardias Nacionales de
todos los departamentos •—- ha dispuesto que cesen las reunio-
nes, que el vecindario quede habilitado para ocuparse de sus
tareas, y que se libre a la sola acción de las policías el manteni-
miento del orden, "deseoso de conservar el sosiego público por
todos los medios que están en sus atribuciones".
Algunos rumores habían corrido acerca de trabajos de la ma-
yoría parlamentaria a favor de la instauración de un proceso
Anales de la Universidad 81

a los autores del movimiemto militar del 18 de julio. Pero "El


Orden", órgano del partido político a que pertenecían los revolu-
cionarios, se apresuró a prevenir desde el día de su aparición en
ei eistaidlo de la prensa, que sii talles rum'c'res "tomas'en íuerza y
fueran prohijados por el primer magistrado, vendrían a compro-
rifrter die nuieivo la paíz ipública".
La revolución quedaba, pues, en pie y debía fatalmente com-
pletarse con el derrumbe de las autoridades constituidas.
Un mes después volvía a intranquilizarse el país con el anun-
cio de convulsiones a estallar en la campaña, y el Ministro Be-
rro tenía que dirigirsi6 a los Jefes Políticos pidiéndoles que
Infundieran calma y confianza acerca de la estabilidad de la
situación. "La inquietu'd y la agitación que aun se sienten —i
les decía — por consecuencia de los sucesos que han tenido lu-
gar en el mes anterior, está, produciendo los más perniciososi
efeotois". Pero el aniinlcio de convulsiones sieguía tomando cuenpo
y entonces el Ministro se vio obligado a dirigir una segunda
circular. Los Jefes Políticos — decía en ella — deben emplear
"iodos los medias que esitán en la esfera de sius atribuciones
para atajar esos rumores y provocaciones que tanto mal hacen,
debiendo considerar y tratar a sus autores como perturbadores
del orden público".
Por su parte, el M'inistro Plores resolvió recorrer personal-
mente los departamentos que parecían más agitados, y a prin-
cipios de septiembre, de regreso de su jira, comunicaba al
Presidente "que la tranquilidad y el sosiego público se hallaban
restablecidos en todo el territorio de la República".

El deimunbe del gobierno de Giró.

Quedaba restablecida la calma en la campaña. En cambio en-


traba en ebullición la Capital. Todo el mundo hablaba de un
nue^vo movimiento cuartelero que produciría el derrumbe de
las autoridades constituidas, y con tantos detalles, que el Mi-'
nistro de Gcrtiierno y Relaciones Exteriores resolvió pedir el
concurso de la marinería de los buques de guerra extranjeros
surtos en ©1 puerto de Momtevldeo, para el mantenimiento del
orden público. Véase lo que decía el Ministro Berro a las Le-
gaciones en su nota circular del 21 de septiembre:
"La Capital se halla según parece amenazada de una conmo-
c'ón, que puede venir acompañada de grandes desórdenes, siu
82 Anales de la Universidad

que al Gobierno le sea dado impedirlo por la falta absoluta de


fuerzas a su disposición... En esta situación no puede el G»
b'frno resipoin/d'er de la iseguridaid, ni de las personas, ni de las
propiedades, y en tal virtud cree ser llegado el momento de que
!os agentes extranjeros con la fuerza armada de que disponga*
se enfiargueu de la protección de la ciudad".
Tres días después de escrita esa circular ell Presi'dente Giró
buscaba asilo en la Legación de Francia para escapar a "nuevasi
asonadas". He aquí, efectivamente, lo que escribía el doctor
Eduardo Acevedo a don Juan José Soto el 30 del mismo mes:
"La fuga del Presidiente desconcertó por un momento a log
anarquistas. Ellos, que pretendían llevar ese día la violencia a
sus últimos limites, al salir de un banquete de 200 cubiertos que
Pacheco había mandado preparar en una fonda de la plaza, se
determinaron a cejar y el banquete se concluyó muy tranquila-
mente. Todos los preparativos de desorden quedaron sin efecto.
LeterminaTon hacer creer entonces que el paso del Presidentie no
iiabía sido proivcoado, qule no halbía exiatildo iptellgro ailiguno ni para
su persona ni para su autoridad, y que ©1 asilo que había ido a
buscar era una especie de acto de demencia. Supongamos que
así fuera: supongamos que el Presidente, en vez de refugiarse
en lo de Mr. Maíllefer hubiera salido tirando piedras por las
calles, ¿era eso motivo para que desconocieran las demás auto-
rif'.ades constitucionailes?, ¿para que preacinldieran de la iComisión
í'ermanente, de la Asamblea General y de la autoridad que ipso
jure inviste el Presidente del Senado en loe casos de falleci-
miento, ausencia o renuncia del Presidente? La conducta de loa
revolucionarios no tiene excusa ni pretexto. En una reunión tu-
multuaria echaron por tierra todas las autoridades constitucio-
nales y nombraron, o mejor dicho, nombró Pacheco el singular
triunvirato que asume hoy el nombre de Gobierno Provisorio
de la República".
Don Bernardo P. Berro se apresuró -a dirigir una circular ali
Cuerpo Diplomático para explicar las causas determinantes de la
gravísima resolución presidencial. El Presidente—les decía—"ce-
diendo a la violencia, ha tenido que suspender di ejercicio de su
autoridad en la Capital, y proveer a su seguridad personar'^
Desde que estalló el motín del 18 de julio el primer mandata-
rio previo estos resultados, juzígando que podría conjurarlos me-
diante concesiones. Pero, inútilmente. "La autoridad del Go-
bierno desconocida en la Capital ha hecho lugar al mando irres-
Anales de la Universidad 83

ponsable de un jefe militar (Pacheco) que quiere parodiar a


los caudillos que han deslionrado a estos países, sin tener en
cuenta las desgracias que serán la consecuencia necesaria at¡
tales procedimientos. En semejante situación el señor Presiden-
te de la República, que no quiere ensangrentar inútilmente las
calles de Montevideo, se ha decidido a abandonar el campo a
los revoltosos, antes que prestarse a humillaciones que harían
más deplorable la guerra que ya no puede evitarse".
Los promotores de la revolución publicaron un Manifiesto en
que decían que podos días antes de que se extremaran asi los
sucesos, el Ministro Flores había pedido al Presidente la remo-
ción de los Jefes Políticos del Salto, Durazno y San José, vién-i
dose obligado a renunciar por no haber sido atendidas sus ges-
tiones; que el Presidente dando largas a la aceptación de la re-
nuncia, había recabado de su Ministro un programa político y
administrativo que tuviera la garantía de la Legación Brasile-
ña; que al enterarse Giró del resultado de las gestiones del Mi-
nistro Brasileño, había exigido la salida del país del general
Pacheco, llevando una misión diplomática, exigencia que fué
aceptada por el interesado bajo la condición de que habría de
darse a los colorados tres Jefes Poüíticos, como medio "de que
al menos estuvieran en igualdad los dos partidos en el gobierno
de los departamentos"; y que era en los m'omentos en que el
Ministro Brasileño daba trámite a las nuevas gestiones que se
había producido la fuga del Presidente.
iBl coronel Flores asumió la representación gubernativa y en
tal carácter se dirigió a la Comisión Permanente para expre-
sarle que "abandonado el gobierno de la República por el señor
Juan Francisco Giró, su Presidente hasta ahoxa", había queda-
do en sus manos "la fuerza pública de que estaba encargado
como Ministro de la Guerra" y pedirle que resolviera lio que hu-
biera lugar.
Otra nota de mayor gravedad dirigió el mismo día el coronel
Flores al Encargado de Negocios de Francia.
"Habiendo abandonado — le decía — el señor don Juan
Francisco Giró su puesto de Presidente de la República, dejan-
do al Estado sin gobierno y en la más completa acefalia, y ha-
biendo quedado la fuerza pública en mis manos como Ministro
de la Guerra hasta ahora, me hallo colocado en la necesidad y
en el deber de emplearla en salvar las garantías sociales y el
porvenir de la Nación. En esta situación me he dirigido a la Co-
84 Anales de la Universidad

misión Permanente de la Honorable Asamblea, comunicándo-


selo y espero su resolución. Entretanto la deserción del Presi-
dente de su puesto y la circunstancia de haber bust»ado asilo en
casa de V. B., que no ha podido dárselo sino en ol carácter de
Simple ciudadano, me obliga a dirigirme a V. E. manifestándole
mi confianza de que V. E. no permitirá que el señor Juan Fran-
cisco Giró se traslade del asilo que ha buscado a un punto cua;l-
quiera de la República a encender la guerra civil bajo el pre-
texto de la legalidad de una autoridad que él ha desertado".
Faltaba un último número del programa, el número que el
general Pacheco anticipaba así al sargento mayor don Benito
Huibó en carta del mismo día de la fuga:
. "Ha llegado el caso de obrar. Ha Llegado el caso de tomar
las armas para evitar que nuestro® enemigos sean dueños abso-
lutos del país y puedan saciar en nosotros sus rencores. . . Ago-
tados, pues, todos los medios de conciliación, hemos resuelto
tomar las armas. Mañana declararemos por un acto público que
don Juan Francisco Giró ha dejado de ser Presidente".
El 26 de septiembre hubo una reunión en la Casa de Gobierno,
a la que asistieron según los apuntes del general Enrique Mar-
tínez, los generales Pacheco, Lavalileja y Díaiz, coroneles Flores
y Lavandera y ciudadanos don Jote María Muñoz, don Juan
Carlos Gómez y don Fermín Ferreira, y en ella quedó resuelta
la creación de un gobierno provisorio compuesto del coronel
Flores y de los generales Rivera y Lavalloja.

La parte del Brasil en la caída del gobierno de Giró.

El Presidente Giró había desconocido la legitimidad de los


tratados de octubre de 1851 y la mayoría parlamentarla que
respondía a su política había discutido agria'mente esos trata-
dos, sancionándolos al fin para evitarle al país una catástrofe,
pero con el voto de reprobación que significaba el célebre preám-
bulo de la ley ratificatoria de 1852.
De ahí arranca la colaboración del Brasil en los trabajos re-
volucionarios contra el gobierno de Giró, valga el testimonio
irrecusable del doctor Juan Carlo¿ Gómez que antes ihemos
transcripto, y la colaboración siguió sin interrupción hasta que
el derrumbe se produjo.
Puede decirse que la Legación Brasileña era el centro obli-
Anales de la Universidad 85

gado de todas las reuniones encaminadas a precipitar la caída


de Giró.
El doctor Juan Carlos Gómez decía en 1857 desde las co-
lumnas de "El Nacional", describrendo los preparativos de ia
víspera del movimiento revolucionario:
lEn la noche del 17 de julio estaban reunidos en la Legación
Brasileña a cargo del Ministro Paranhos, don Manuel Herrera
y Obes. don Juan Miguel Martínez, el general Pacheco y otros
muchos ciudadanos. Bl general Pacheco dijo allí que él "res-
pondía con su cabeza de que se salivaría la paz pública al día
siguiente sii se evitaba la reunión de fuerzas armadas en la
plaza pública, porque no podía responder—anadió—en el estado
de irritación de los espíritus, de cualquier accidente que hi-
ciera disparar loa fusiles por sí solosi". Entonces todos los pre-
sentes piidieron al Ministro Paranhos que interpusiera su in-
fluencia ante el Presidente Giró a fin de evitar la reunión de
fuerzas. Y el Minisrro Paranhos salió y a su regreso dijo que
habla hablado con Giró y que al día siguiente no saldrían las
fuerzas.
Bl director de "Bl Comercio del Plata", otro testigo presen-
cial de los sucesos, escribía a raíz del movimiento revoluciona-
rio del 18 de julio:
Los decretos de nombramiento del coronel Flores y del doc-
tor Manuel Herrera y Obes para dos de los Ministerios de Giró,
se extendieron en la noche misma del 18 de julio como con-
secuencia de una reunión de personas notables de la mayoría y
de la minoría de las Cámaras que tuvo lugar en la Legación
del Brasil.
El mismo doctor Gómez, en una carta sobre política brasileña,
dirigida al doctor Andrés Lamas en 18&5 (que reprodujo "Bl
Plata" diez años más tarde) diocía lo siiguiente:
"En vísperas del conflicto o motín del 18 de julio de 1853,
el Presidente Giró requería del Ministro Brasileño el auxilio es-
tipulado por los artículos 6.o y 7.» del tratado de alianza de
12 de octubre de 1851, por el cual se obligó el Brasil a sos-
tener al gobierno constitucional fuere cual 'fuere el pretexto de
•os sublevados, a no rehusar su auxilio bajo ningún pretexto". . .
Pero su nota recién fué contestada cuatro días después del 18
de julio y entonces en forma de lamentación de los sucesos ocu-
rridos.
Otro testigo presiencial de los sucesos, el doctor Eduardo Ace-
86 Anales de la Universidad

vedo, decía a don Francisco Lecocq, a fines de agosto de 1853:


"El motín del 18 de julio que n^ vino a responder a ninguna
necesidad del país, se debe exclusivamente a la política insen-
sata de los estadistas brasileños, que creen favorecer los inte-
reses de su nación aniquilando la nuestra para absorberla des-
pués más cómodamente. Llamo insensata esa política porque aún
suponiendo que los brasileños consiguiesen su objeto y trajesen
sus fronteras hasta el Río d« la Plata, cdnsumando la ruina de
estos habitantes nacionales y extranjeros, no harían sino au-
mentar los elementos de desorganización 'que encierra en sí
mismo el Brasil y que más tarde o más temprano traerán su
desmembración. La adquisición de este .país sería para el Bra-
sil un nuevo vestido de Dejanira, que aería fatal a su posee-
d o r . . . ¡Qué lástima que la Francia no se haya apercibido del
papel que estaba llamada a desempeñar en estos países! Cuando
estaba por retirarse en 1852 la coJumna expedicionaria francesa
que mandaba Mr. Bertin Duchateau, pedimos al almirante Le
Predour que retardara la partida de la expedición para que nos
sirviera de escudo contra las injustas y exageradas pretensiones
brasileñas. El almirante no se creyó autorizado a ceder a votos
que salían de los mismos que más ardorosamente habían comba-i
tido la intervención francesa en el Plata. El almirante no co-
noció cuántas ventajas reportarían los intereses franceses de
siemejante concesión hecha a antiguos adversarios que venían a
reclamar la intei-vención pacifica de la Francia para sostener
la independencia de la República j la consolidación del orden
constitucional."

La confesión brasileña.

El Relatorio del Ministro de Negocios Extranjeros de! Bra-


sil correspondiente al año 1853 se encargó de confirmar las re-
ferencias del doctor Gómez en términos todavía más graves.
Luego de hacer la crónica de los sucesos del 18 de julio, de ao-
ñaiar las causas del debate relativo a las medallas de Caseros,
de hablar de "la debilidad del Gobierno", de la renuncia del Mi-
nistro Castellanos y del nombramiento de Berro, agregaba . la
cancillería imperial:
Al aproximarse el 18 de julio era ya temida una colisión
entre la fuerza de línea y la Guardia Nacional. El Prasident^j
Ciro recién se dio cuenta del peligro en la noche del 17 cKi
Anales de la Universidad 87

julio y entonces pidió el auxilio de fuerzas brasileñas. Contestó


la Legación que esas fuerzas no tomarían parte "en la lucha ci-
vil", pero que desembarcarían cuando fuere necesai-io para
mantener el orden público. Más tarde, al producirse la renun-
cia de los colorados que entraron a Integrar el ministerio, el
Ministro Berro expresó a la Legación que había llegado el casa
de que los agentes extranjeros protegieran la ciudad con toda
la fuerza armada de que pudieran disponer, porque el Gobierno
carecía de elementos para mantener el orden. El Ministro Flo-
res que era uno de los renunciantes, volvió a su puesto, y en-
tonces el Ministro Brasileño fué invitado por el Gobierno a una
reunión en que se le autorizó para asegurar a los descontentos
que se concederían las Jefaturas Políticas a condición de que el
general Pacheco saliera del país. Pero el Presidente, sin
aguardar la respuesta se asiló en la Legación de Francia y desde
allí preguntó a la Legación Brasileña qué actitud pensaba asu-
mir, contestando ésta que observaría "la más absoluta absten-
ción".
Ese mismo Relatorio complementaba au documentación con
una nota del Gobierno Brasileño a su Ministro doctor Amaral co-
mentando la respuesta de Giró a otra nota de 30 de enero de
1854, en que la Legación le anunciaba que el Brasil había re-
suelto prestar su reconocimiento al gobierno de Flores.
En su respuesta afirmaba el ex Presidente Giró que él había
aldo derribado sin Que el Brasil le prestara los auxilios solici-
todos antes y después del derrumbe, y agregaba rechazando pre-
tensiones de tutoría de la Legación Brasileña:
"Todo Gobierno independiente tiene derecho de aceptar o
rehusar, según le parezca justo, los consejos que quieran darle
Sus aliados y amigos, porque si no tuviera ese derecho no seria
Independiente y el cumplimiento de sus mutuos pactos y la
conservación de sus relaciones dependería exclusivamente de la
voluntad de una sola de las partes".
Pues bien, la parte principal de la nota del Gobierno Brasi-
leño a su Ministro Amaral estaba destinada a demostrar que el
auxilio a que se había obligado el Imperio podía ser 'de con-
sejo" o "de fuerza"; que los consejos habían sido desatendidos
por Giró, quien sólo se preocupaba de recabar auxilios mate-
riales; y que la fuerza militar que existía en el puerto de Mon-
tevideo no era suficiente para sostener al Gobierno.
Véase sin embargo lo que establecían los artículos 5.°, 6.°
88 Anales de la Universidad

y 1° del tratado de alianza entre el Uruguay y el Brasil, imo


de aquellos famosos tratados de 1851 por los que el Imperio
se tragó buena parte de nuestro territorio y nos convirtió en
carceleros de sus esclavos y en tributarios de sus industrias:
"Para fortiflcar la nacionalidad oriental por medio de la paz
interior y de los hábitos constituoiiomales, el Gabierno de su Ma-
jestad el Emperador del Brasil se compromete a prestar eficaz
apoyo al Presidente que debe elegirse constitucioualmente en
l£i República Oriental por los cuatro años de su duración legal.
"Este auxilio será prestado por la fuerza de mar y tierra del
Imperio a requisición del mismo gobierno constitucional de la
República Oriental, en los casos siguientes: 1.° en el de cual-
quier movimiento armado contra su existencia o su autoridad,
sea cual fuere el pretexto de los sublevajdos; 2." en el de de-
posición del Presidente por medios inconstitucionales.
"El Gobierno Imperial no podrá, bajo ningún pretexto, rehu-
sar su auxiilio en cualquiera de los casos del artículo anterior".

Una interpelación ntídosa en Río de Janeiro.

A flnels de maiyo de 1854 hubo una temipestuosa sesión en


el Parlamento Brasileño. Bl senador por Marañón formuló el
proceso de la política imperial en la forma ique extractamos a,
continuación:
El señor Giró pertenecía al Partido Blanco y llamó mucho la
atención que fuera elegido Presidente en circunstancias en que
Oribe, jefe de ese partido, era apenas tolerado en Montevideo.
"Los amigoá del Gobierno dirigieron acusaciones a nue«tro En-
riado Extraandinario y Ministro Plenipotenciario por no haber
tratado de frustrar semejante resultado". Los comienzos de Giró
fueron tranquilizadores y la opinión camlbió hasta que desaten-
didas ciertas peticiones de nuestro agente diplomático empeza-
ron a enfriarse nuestras relaciones. Una de esas peticiones era
la confirmación de don Andrés Lamas. El Presidente Giró se
negaba decididamente a ella, diciendo: "elijan cualquier otro
menos ese". Llegó, sin embargo, un momento en que las críti-
cas circunstancias financieras del Uruguay obligaron al gobierno
de Giró a nombrar al señor Lamas, que vivía desde un año atrás
en la corte sin credenciales. Esa concesión an'mó al Gobierno
Imperial y a sus representante. El hecho es que el doctor Pa-
ranhos resolvió presentarse "como agente diplomático de un país
Anales de la Vniversidad 89

protector y reducir a Montevideo al protectorado del Brasil".


Producida la escisión entre los partidarios de Giró y los colori-
dos, el doctor Paranhos, que observaba que éstos ganaban terre-
no, resolvió ayudarlas, llegando hasta Influir en favor de algu-
nos nombramientos.
"A toldo ello se prestó el señor Giró durante algún tiempo. Al
producirse la primera tentativa de revuelta en julio de 1853,
aconsejó el señor Paranhos el nombramiento de los Ministros
Flores y Herrera, a pretexto de conciliar los partidos. . . Vi-
iiieron los desórdenes de septiembre y la conducta del señor
Paranhos se hizo sumamente dudosa, llegando el orador hasta
soiEipedhar que S. E. estuiviese a^l corriente de la oonsipiración y
(\ue la alimentaba al mismo tiempo que hacia grandes protestas
al señor Giró"
Caído Giró se organizó un gobierno provisorio, en el que in-
gresaron los generales Lavalleja y Rivera, "los dos más encar-
iiiza.dos enemigos del Brasil". Vivió el primero apenas un mes,
y si no hubiera sido así "ya habríamos visto todo lo que hubiera
hecho". En cuanto al segundo, si él también no hubiera muerto
al poco tiemipo "habría sido Piresidente de la República y estaría
causando ahora grandes embarazos al Brasil".
Por los tratados estaba obligado el Brasil a- sostener al go-
lierno de Giró con las fuerzas de mar y tierra, sin que en nin-
gún caso pudiera negarse a prestar el auxilio. La nota del doc-
tor^ Paranhos acerca de la prestación de ©sos auxilios, revela
"la chicana de que echó mano para no cumplir los tratados",
granando así tiempo a fin de evitar que Giró volviese al gobierno.
Cuando el Gobierno Imperial tuvo noticias de la organización
del gobierno provisorio y supuso que Rivera podría llegar a la
presidencia de la República, trató de apoyar a Giró con el propó-
sito de evitar un mal mayor. Pero muerto Rivera, el Gobierno
Imperial cambió de rumbo previendo ya la elección de Flores.
"'Si la mardha del Gobieirno huibiera sido otra, — concluía
el orador — si el Ministro Brasileño hubiera declarado al Go-
bierno de entonces que el Brasil en ejecución de los tratados
enviaría fuerzas para el sostenimiento a toda costa de la auto-
ridad legail, la fracción que protegió a Flores no hubiera osado
tentar una rebelión y después de ella la deposición del gobier-
no; y entonces viéndose el seftor Giró se'guro en el puesto, se
hubiera prestado de buen grado a las exigencias del Gobierno
Brasileño, como se prestó en los primeros tiempos y aun des-
pués".
90 Anales de la Universidad

Terminado es'e sensaicional discurso, subió a la tribuna el


Ministro de Negocios Extranjeros. Pero no para rectificar las
¡íravísimas revelaciones del senador interpelante, sino para ate-
nuarlas sosteniendo que el Uruguay repudiaba al gobierno de
Giró; que el Brasil podía intervenir a su favor "como auxiliar",
mns no como "agente prinici|pal", y que sin embargo habría te,
rido que hacerlo en esta última forma desde que en Montevideo
todos abandonaban al Presidente, y en campaña eran rápida-
mente sofocadcs los levantamientos producidos. Defensa acusa-
dora, como se ve, que dejaba subsistente el cargo fundamental
y decisivo de la acción incesante de la Legación Brasileña para
derrumbar a Giró, azuzando a los colorados y negando luego
al gobierno, que todavía estaba en pie, el coocurso militar que
habría evitado la caída.

Habla el Ministro Paranhos.

Un año después, en julio de 1855, volvió a debatirse en el


Congreso Brasileño el tema de la responsabilidad del Imperio
en el derrumbe de Giró. Estaba entonces al frente de la cancille-
ría imperial el mismo doctor Paranhos que había colaborado
en los sucesos de 185 3, convirtiendo su Legación en foco prin-
cipal de la revolución colorada.
El diputado Ferraz pidió explicacioaies al ministerio a.oeroa
de un empréstito que intentaba realizar el Estado Oriental, y
de promesas que se decían hechas para asegurar el pago del
servicio de la deuda consolidada. Hizo referencias a la cuestión
presidencial que debía resolverse el 1." de marzo de 1856. El
Presidente Plores, S'egún s u í informes, intentaba hacerse reele-
gir. También hacia trabajos un personaje que había estado siem-
pre ligado a Rosas. ¿Qué hará en medio de esto la fuerza bra-
sileña? La política del Brasil en los suceS'Os de 1853 fué la de
"viva quien triunfe". Fué todavía más: fué la política "de la
conciliación con los que se sublevan, la del reohazo dte la re-
presión contra los que atacan la autoridad l e g í t i m a . . . Si no
fomentamos esa revuelta que llevó al poder al Ministro de Gue-
rra revoltoso, a lo menos le dimos toda la fuerza".
Después de esta interpelación — que el Ministro Paranhos
contestó diciendo ique el Brasil no había prometido empréstitos,
ni tampoco ofrecido garantías para el servicio de la deuda con-
solidada, aun cuando era verdad ique esos auxilios habían sido
Anales de ía universidad 91

solicitados con empeño, y en cuanto a Flores que no lo juzgaba


capaz del p'lan de reelección qu'e se le atribuía — siguió inten-
sificándose el debate parlamentario en forma que obligó al doc-
tor Paranhos en agosto a pronunciar un extenso discurso que
puede resumirse así:
"Habiéndose colocado (Giró) fuera de las condiciones de la
alianza; habiendo hecho inminente la guerra civil; no habiendo
querido entenderse con el Gobierno Imperial sobre las condi-
ciones de la alianza; no habiéndose prevenido contra las even-
tualidades de una guerra civil que sólo él podía prever, porque
sdlo él podía medir las consecuencias de su pensamiento; no ha«
hiendo requerido en tiempo el auxilio del Gobierno Imperial para
que éste pudiera intervenir eflcazmente cuando fuera necesario...
¿podía yo declarar qute el Gobierno Imperial estaba obligado y
dispuesto a llevar la guerra al Estado Oriental, para restable-
cer la persona de ese Presidente en el primer cargo de la Repú-
b l i c a ? . . . Le aconsejé que entrase francamente en el camino de
la alianza, en la política que los dos partidos habían aceptado
en presencia de los aliados cuando depusieron las armas; que
practicase algunos actos que pudieran inspirar confianza al par-
tido descontento, porque no había otros medios de evitar la re-
volución... Sólo después del 18 de julio el Presidente "com-
prendió toda la gravedad de la situación" y lletvó al ministerio
al doctor Herrera y Obes y al coronel Flores. Pero no pasó de
ahí el cambio de política "y la guerra civil volvió a hacers'e in-
minente". El 23 de septiembre fui consultado por los Ministros
del señor Giró sobre el apoyo que el Ministro Imperial presta-
ría a la autoridad". Contesté que no podía prestar apoyo mate-,
rial alguno, "que no debía desembarcar los pocos marineros que
teníamos en aquel puerto para exponerlos a un inútil sacrificio
de sangre en las calles de Montevideo". La Legación ofreció en
cambio "su aipoyo moral". Pocas horas después de ese ofreci-
miento oomunicaba el Presidente por intermedio de sus Minis-
tros que estaba dispuesto a otorgar concesiones, pero que de-
seaba que la Legación del Brasil ejerciese influencia para do-
minar la r'evolución. Consistía una de las causas del descon-
tento en que la casi totalidad de las Jefaturas Políticas estaba
en manos de'l Partido Blanco y que eso permitiría al mencio-i
nado partido ganar de nuevo las elecciones de senadores y di-
putados. El Presidente Giró hizo saber a la Legación que es-.
taba resuelto a conceder dos Jefaturas, a condición de qu'e el
92 Anales de la Universidad

general Pacheco se alejara del país, y ya la Legación había con-


seguido que Pacheco se decidiera a salir cuando llegó la noticia
de que el Presidente se había asilado en la Legación de Francia.
Tales fueron las de-claraciones oficiales del Ministra Paranhos.
En resumen: que la Legación del Brasil pretendía ejercer una
verdadera tutoría sobre el Presidente Giró para ayudar a la
leacción colorada, y que cuando el Presiidente se sintió vacilar
V reclamó la ayuda militar del Imperio, de acuerdo con cláusu-
las expresas del tratado de 1851, la Legación le contestó que
no suministraría ni un solo solidado, pero que en cambia le se-
guirla dando consejos, a favor naturalmente del partido revolu-
cionario, que tenia el ejército y que además quería tener todas
ias llaves de la administración.

La libertad de la prensa dvirante el gobierno de Giró.

'En dos oportunidades tuvo que oicuiparse de la prensa del go-


bierno de Giró: en febrero de 18i53, cuando las agitaciones de la
política argentina amenazaban aumentar las ya graves agita-
ciones de nuestro propio ambiente político; y en septiembre del
mismo año, cuando la autoridad constitucional, ya maltrecha
por el motín militar del 18 de juho, creyó evitar el derrumbe
Impidiendo el debate histórico entre blancos y colorados.
En la primera de esas oportunidades el Ministro de Gobierno
y Relaciones Exteriores doctor Florentino Castellanos se diri-
gió a la Jefatura Política de la Capital ordenándole que noti-
ficara "a todos los impresores o encargados de periódicos crea-
dos o por crear, que se abstuvieran de dar lugar en sus co-
lumnas a todo artículo tendiente » herir a cualquiera de los
partidos de la República vecina, bajo la más seria responsabili-
dad, limitándose sólo a narrar los hechos con toda imparciali-
dad y a la inis-erción de loa docupientos oficiales".
"El Gobierno:—^deicía la nota!—ique se ha trazado una marcha
especial en los negocios de Buenos Aires, no puede permitir
que la prensa nacional sea el campo de contendientes extraños,
ni el baluarte de donde se asesten tiros a uno u otro de los par-
tidos en que se encuentra dividida la República Argentina. Las
leyes del Estado garanten la libertad de expresión del pensa-
miento, pero esa libertad en nada queda herida por prohibirse
el debate de las cuestiones argentinas en momentos de una agi-
tación tan palpitante, desde que el Gobierno quiere dejar Ubre
Anales de la universidad 93

el pensamiento para juagar de los actos de su administración.


No se ataca la ley prohibiéndose que se viole la neutralidad y
ésta quedaría comprometida si se tolerase por mus tiempo el
abuso que se hace de la prensa nacional, donde no debieran
íratarse otras cuestiones que las que llevan por oibjeto ayudar
la majToha de progreso, lenta pero segura, en que ha entrado al
país, para convertirla en arma peUgrosa de dos partidos que
como argentinos tienen todas las s.mpatías del Gobierno de la
República".
"Esa neutralidad salvadora—agregaba el Presidente en su
mensaje de apertura de las sesiones ordinarias de la Asamblea
en febrero de 1853 — preservánidonos de los males que en otros
tiempos pesaron sobre nosotros, nos ha habilitado también para
ofrecer a los partidos contendientes de la iOooiifederación nues-
tros buenos oficios, mediando entre ellos para promover la paz
que les deseamos tanto como para nosotros mismos".
Véase cómo fundaba el Minisitro de Gobierno y Relaciones
Exteriores doctor Casitellanos, el decreto en su Memoria anual a
la Asamblea:
"La ley de imprenta no había previsto el caso de los ataques
a países extraños. La guerra que asóla la Provincia de Buenos
Aires, empezaba a tener eicos parciales en los diarios de la
República. El Gobierno habla declarado la neutralidad más es-
tricta en esas cuestiones. Temía que se abusara sin responsabi-
Mdad efectiva de un derecho que la Constitución sólo 'había te-
nido en vista para los asuntos peculiares de la administración
-nterior, que son los que interesan más inmediatamente al país.
Por eso ha tomado sobre sí la responsabilidad de mandar se
abstengan los diarios de publicar nada que pueda herir a cual-
quiera de los partidos que dividen a la Repiública Argentina y
ordenado que se limiiten a narrar los hechos con toda impar-
cialidad y a la inserción de los do.;umentos oficiales. Los hábi-
tos constitucionales no han tomado todavía entre nosotros toda
la energía necesaria para salvarse a despeaho de los intereses
de familia y vecindad que nos ligan a los argentinos. Era nece-
sario poner con tiempo un ipronto lemedio a los males que otras
veces han pesado sobre el país y se acordó esa medida. El Go-
bierno no ha esquivado su responsabilidad por eso: ha declarado
que la Conetituolón y la ley de imprenta dictada para regir en
la República y para los delitos que aquí sean verdaderamente
punibles, tengan en ella todo su imperio. Así ha creído guardar
94 Anales de la Universidad

la ley, conclliando sus prescripciones con la política que con-


viene seguir al país. Esas medidas P.borrarán a la República re-
clamaciones y harán cesar disgustos y contro'versias personales".
Se entabló con tal motivo un amplio debate acerca de las fa-
cultades del Gobierno para limitar la propaganda de la prensa,
reinando conformidad acerca de la inoonsbitucionalidad del de-
creto, pero no así respecto de otros puntos conexos.
La ley de 1829 — decía el doctor Eduardo Acevedo en "La
Constitución" — sancionada por la Asamblea Constituyente en
los precisos momentos en que se discutía la carta fundamental,
ciuedó redactada así: "todo ciudadano puede por medio de la
prensa publicar libremente sus ideas sobre cualquier materia
hm previa censura". Con esa ley ©n la mamo puede el Gobierno
impedir que los no ciudadanos usen de la libertad de escri-
bir. Podrá debatirse la justicia d© tal restricción, pero la ley
existe y el Gobierno estaría habilitado para exigir su cumpli-
miento. En cambio, no hay ley alguna que impida a la prensia
ocuparse de los intereses de los demás países, y si el Gobierno
juzga que existe un vacío, debe presentar un proyecto de ley a
la Asamblea, en vez de dictar un decreto.
La tesis relativa a los extranjeros fué contradicha por otro
órgano de la prensa, y entonces el director de "La Constitución"
se creyó obligado a sostenerla. Véase su argumentación:
¿Es o no conveniente que el extranjero goce de la libertad de
la prensa? ¿La Constitución de la República acuerda ese dere-
cho? Son dos cuestiones diferentes.
La libertad de la prensa es un derecho político, y así lo han
reconocido las más liberales conistitucio'neis. El proyecto de De-
claración de los derechos del hombre de la Convención Naoio-
nal de Franlcia, acoridaba "a todo hombre la libertad de escribir,
de imprimir su pensamiento". Pero esa forma de redacción que-
dó rechazada y en su lugar se sancionó esta otra: "La libre co-
municación de los pensamientos es uno de los más preciosos de-
rechos del hombre; todo ciudadano puede, pues, hablar, escribir
e imprimir libremente, salva la reponsabilidad del abuso de vz¿.
libertad en los casos determinados por la ley". La Constituc'ón
española de 1812, que es una de las grandes fuentes de la nupfe-
tra, dice: "Todos los españoles tienen la libertad de escribir, im-
primir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licenci.
revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajT las
restricciones y' responsabilidades que establezcan las leyes". La
Anales de la universidad 90

Constitución de Nueva York, dice: "Cualquier ciudadano puede


libremente exponer, escribir y publicar su oipünión sobre todas
las materias".
En cuanto a la otra cuestión, la ley de imprenta sancio-
nada por la Asamblea Constituyente en los mismos momentos
en que se discutía y sancionaba la Constitución, establece "que
todo riudadano puede por me-Jio de la pr3nsa publica- libremen-
te sus ideas sobre cualquier materia sin previa censura". En el
curso de la discusión, propuso el doctor Julián Alvarez que se
permitiera a los extranjeros impriimir avisos concernientes a
sus negocios, porque entendía que la ley en la forma en que
estaba redactada, les impedía escribir cosa alguna. Pero en la
sesión siguiente retiró su moción. Otro diputado la reprodujo
con el objeto de que pasara a Comisión y se redactara un ar-
tículo adicional. Y también fué rechazada esta moción. No cabe
duda, por lo tanto, de que los constituyentes quisieron reservar
la libertad de imprenta a los ciudadanos. Se objetará que el ar-
tículo constitucional consagra la libertad de imprenta en forma
absolutamente general. Pero no debe olvidarse que el mismo ar-
tículo al hablar de las responsabilidades del autor o impresor,
dice "con arreglo a la ley" — es decir — a la ley de imprenta
que la Asamblea sancionaba en esos mismos momentos. Hay
algo más. Al discutirse la ley de imprenta se acordó practicar
su revisión luego de sancionada la Carta Fundamental, t a r e a '
que abordaron los propios constituyentes en julio de 1830, sin
mejorar la condición de los extranjeros.
Ambas cuestiones quedaban agotadas y el Gobierno aunque
no derogó su decreto lo dejó prácticamente en desuso o sin
efecto. Hubo asimiismo ma.nifestaiCiones parlamentarias do des-
aprobación. La iComisión especial del Senado encargada del es-
tudio del mensaje presidencial y de las memorias ministeriales,
declaró que el Poder Ejecutivo había atacado la ley de impren-
ta, y el doctor José María Muñoz presentó pocos días antes del
motín una tardía moción de intenpelación ail ministerio, que fué
rechazada.
El segundo decreto sobre la prensa apareció a mediados de
septiembre de 185 3, cuando ya el gobierno de Giró estaba bajo
el tutelaje de los revolucionarlos del 18 de juUo. Ese decreto,
que lleva a su pie la iflrma de los Miinietroa don Bernardo P . Be^
rro, don Manuel Herrera y Obes y coronel Venancio Flores, pro-
hibía a la prensa todo debate acerca de las disensiones partidis-
tas anteriores.
96 Anales de la Universidad

'"Considerando — decía el decreto — que toda recriminación


sobre opiniones y actos referentes a la guerra que terminó en
octubre de 1851, es una violación flagrante de los pactos que
precedieron a la pacificación de la República. . . Que la obser-
vancia de esas estipulaciones interesa a la conservación de la
paz p ú b l i c a . . . Queda de todo punto prohibido a la prensa pe-
riódica el traer a ju'cio los actos u opiniones r e f e r i d a s . . . La
trasgresión será clasificada y penada como una concitación al
desorden y a la anarquía".
El Presidente Giró ya estaba en vísperas de asilarse en la
Legación de Francia para escapar a otras asonadas y el nuevo
decreto restrictivo de la libertad de imprenta no tuvo la misma
resonancia que el anterior.

Iios sucesos argentmos.

La política argentina, causa eficiente de uno de los dos decre-


tos que acabamos de examinar, tenía que actuar y siguió actuando
después de la paz de octubre, por la estrecha vinculación que los
acontecimientos desarrollados desde 1830 habían creado y for-
talecido entre los partidos de alleiide y aquende el Plata. Como
consecuencia de esos acontecimientos, el Partido Blanco estaba
•vinculado al gobierno de Uriquiza y el Partido Colorado a! go-
bierno de la Provincia de Buenos Aires constituido por los mis-
mos emigrados porteños que hablan combatido desde laa mura-
llas de Montevideo contra las tro¡pas de Oribe.
Poco tiempo después de Caseros, en seiptiembre de 1852. la
Provincia de Buenos Aires se alzó contra Urquiza, encabezando
el movimiento el general Piran con la ayuda del general Ma^
dariaga y de la tropa correntina, que allí había quedado des-
pués de la caída de Rosas.
"Nuestro Gobierno, nuestra Asamblea, nuestras rentas, nues-
tro ejército — decía en su proclama el general Piran — de todo
se nos ha despojado a cambio de una mentida libertad: como si
ella pudiera existir sin el ejercicio de los primeros derechos, de
los pueblos".
La Sala de Representantes se apresuró a lanzar un manifieír
to en que hacía su expresión de agravios contra Urquiza por su
conducta a raíz de Caseros: había fusilado 200 prisioneros y
transportado otros 700 a Entre Ríos, todos ellos oriundos de
Buenos Aires; había impuesto a la población el uso del (!¡inti-
Anales de la universidad 97

lio punzó símbolo de la dictadura de Rosas; y se había hecho


dar, en una reunión de gobernadores, poderes Inmensos, como
medio de que la organización constitucional de la Confederación
quedara entre sus manos y no en las del pueblo argentino.
Al principió ürquiza resolvió ©ludir la lucha, y en tal sen-
tido se dirigió al país.
"Pueblos confederados — decía en su proclama de octubre
— yo habría podido en vuestro nombre y con el poder que me
habéis dado, someter a los díscolos y hacer cesar inmediatamen-
te el escándalo que dan a la Nación y al mundo entero. Pero he
preferido sujetarlos a vuestro juicio y entregarlos al fallo que
sobre ellos p r o n u n c i é i s . . . Argentinos: os he ofrecido no omi-
tir esfuerzos, ni perdonar sacrificios por mi parte hasta ver or-
ganizada y conistituida la N a c i ó n . . . Pae y unión fraternal en-
tre todos los argentinos, ha sido y es el lema de mi bandera,
el resumen de mi programa y el objeto de mis ardientes votos".
Pero al finalizar el año 1852 estalló la guerra, una guerra
llena de alternativas y de honda repercusión en nuestro agitado
ambiente político, circunstancia que indujo al Presidente Giró
a ofrecer su mediación a los dos oointendientes.
La República Oriental, — decía en su nota, — "goza de los
beneficios de la paz pública, después de largos años de guerra,
y deplora que ésta se haya encendido entre hermanos".
Urquiza aceptó la mediación; pero el gobierno de Buenos Ai-
res no la tomó en cuenta.
.Después de ocho meses de lucha el ejército de Urquiza se
retiró a Entre Ríos, justamente en los momentos en que el mo-
tín del 18 de julio hacía tambalear al gobierno de Giró.

Glorificacdón de la obra de Artigas.

No cerraremos este paréntesis relativo a los acontecimientos


políticos de la Argentina, sin destacar un hecho de alta signi-
ficación del punto de vista artiguista.
Al reinstalarse don Bartolomé Mitre en Buenos Aires después
de una larga actuación dentro de los muros de Montevideo, re-
solvió fundar un diario destinado a servir de baluarte contra
Urqiuiza. Este diario, llamado "Los Debates", apareció en abril
de 1852, y véase lo que decía su ilustre fundador y redactor al
señalar los rumbos del nuevo órgano de publicidad en un artícu-
lo titulado "Profesión de fe":
98 Anales de -la Vniversidad

"Todas las cuestiones de organización nacional serán consi-


deradas del punto de vista del dereoho público federativo.
El federalismo es la base natural de la organización del país.
Todos los antecedentes cons'titucionales del país son federales.
Todas las cuestiones económicas, tales como la navegación de
los ríos, sistemas de Aduana, percepción de las rentas, etc., no
son otra cosa que cuestiones federales que deben resolverse por
el mismo sistema que las ha hecho surgir. Todos los tratados in-
terprovinciales han sido hechos sobre la base del pacto federal.
La voluntad de la mayoría se ha pronunciado a favor de ese
sistema. La organización federativa es no sólo la única posible,
sino que también la más racional; la que se apoya en la tra-
dición administrativa y revolucionaria; la que satisface a todas
las exigencias, conoilia todos los intereses; la que tuvo por
apóstol al célebre Moreno en 1810 y la que reúne en su apoyo el
ejemplo de la primera república del Orbe".
No era esa, ciertamente, la tradición de Mayo, sino la tradi-
ción de Artigas. Los proceres de Mayo tendían al centralismo
absoluto, a la dictadura de la oligarquía porteña contra Arti-
gas que trataba de implantar en el Río de la Plata el régimen
norteamericano, con gobiernos provinciales autónomos, provistos
de sus tres poderes. Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y un go-
bierno federal provisto de iguales resortes para el manejo de
los intereses de todas las provincias, programa grandioso cas-
tigado con un decreto de expulsión por el Congreso Constitu-
ypnte de 1813, y al que el Jefe de lo& OrienitaLes permaneció
absolutamente fiel en todas y cada una de ilas etapas de esa lu-
cha gigantesca que se extiende hasta el año 1820 y que al fin
tuvo que cerrar con su expatriación definitiva al Paraguay,
firme en la resolución de no aceptar transacciones en materia
de principios institucionales.
El. nombre de Mariano Moreno, escrito por un error que ya
hemos rectificado en el primer lomo de esta obra, podría y
iteberla, en coniseC'uenoia, sier sus'tlituído por el, de Artigas en
homenaje a la verdad histórica y como glorificación efectiva de
'as famiosas Instrucciones que él idicfcó en 1813 fr€nite a los mu-
ros de Montevideo.
CAPITULO II

Movimiento económico

ija población después de la Guerra Grande.

Un año después de la terminaición de la Guerra G-rande, a fines


de 1852, decretó el Gobiernoi el levantamiento del censo de la
República.
Esa operación arrojó un total de 131,969 habitantes, distri-
buidos en la iorma que sigue:

Montevideo 33,994
Canelones 17,817
San José 13,114
¡Coilonia 7,971
Durazno 5,591
Soriano 9,031'
Paysandú 6,247
Salto 7,364
Tacuarembó 6J567
ICerro Largo 6,451
Maldonado 9,733'
Minas 8,089

Se debió luchar con granides dificultades al descomponer las


cifras. El hecbo es que las clasiflcaciooiss por nacionalidad, es-
tado civil, edad, sexo, etc., quedaron muy lejos del total de la
población. Ninguna de ellas alcanzó a redondear la cifra de cien
mil (haibitantes, sin duda poT efectoi de omisiones imputables a
los encargados de la recolección de los datos. He aquí algunas
de esas clasificaciones incompletas:

Nacionalidad:

Orientales 67,(5,68
(EixtranijeroB 28,58 6
100 Anales de la Universidad

Estado civil:

Casados 22,915
Solteros 69,574
Viudos 5,104

Raza:

Blancos 84,-525
Negros 6,i5i37l
Mulatos 5,031

Estado sanitario:

Sanos . . 92,620
Enfermas 1,(318

iDisitribución poír edades:

Hombres Mujeres Niños Personas de 60


hasta 59 años hasta 59 años hasta 14 años años arriba

Montevideo . 12,308 10,867 10,294 1,018


Canelones. 2,410 2,694 2,645 345
San José i 3,409 6,017 3,048 640
Colonia 2,085 2,414 3,097 375
Durazno 1,877 1,352 2,144 218
Soriano 2,398 2,393 2,810 580
Paysandú 587 856 834 111
Salto . 1,346 1,306 1,422 18
Tacuarembó 304 248 328 24
Cerro Largo 1,999 1,393 2,879 180
Maldonado 705 1,179 1,256 231
Minas . . 519 760 925 178

29,947 30,979 31,682 3,918

iLa comiparación de la cifra global de 1852 con las de los cen-


sos, padrones y oálculoB que hemos reproducido en los anteriores
volúmenes arroja el siguiente resultado en cifras redondas:
Anales de la universidad 101

AÑOS Montevideo Población


total de la República

1829, 14,000 74,000


23,000 128,000
1840, 40,000 200,000
1843. . 31,000
1852. . 34,000 132,000

Está aihí de relieve la obra destructora de la Guicrra Grande


que emipieza en 1838 y teinmina en 18'51. ,Hasta 1842 fueron in-
,?ig.nificanteisi sua efectos ea raaón de qua la luclha no tenía por
escenario el territorio nacional, fuera del pairénitesis de la inva-
sión de Edhagüe. Pero desrde el momento en que Oribe cruza
el Uruguay y establece el ,sitio de Montervidieo, empieza el rápido
descenso de las cifras, por la cesaición de la corriente inmigrato-
ria, por la eimiigración de todos los que podían buscar asilo en
ios países limítrofes, y por las mortandades causadas por la gue-
rra y las privaciones, hasta coniraerse la població,n total de
Id República casi al nivel ide 1835, y la de iMontavideo al que
existía en la pilaza odho meses después de plantaido el sitio.
Y adviértase que el censo de 1852 no ifuié levanitaido a raíz de
la coniclusión de la guerra, sino un año después, cuando ya ha-
bía vuelto ocn la a;yuda del gabierno de Giró buena parte de la
poblaición desbandada y se hablan restablecido las corrientes in-
;uigratorias.
Véaae lo que decía, por ejemplo, don Quintín Correa, Jefe Po-
lítico de Maldouado, en febrero de 18i5i3, describiendo la situa-
ción de su departamento anies y desipués de la paz:
"Una tercera parte de estos habitantes se hallaba emigrada
en el Brasil, y otra tercera parte dte' los vecinios de campaña es-
taba concentrada en los pueblos, después de tener abandonados
por algunos años sus establecimientos, de manera que cuando
\dlvieroin a ellos no encontraron más que ruinas y ailgiunos ni
vestigios de sus antiguas poblaciones". Pero un año después de
la paz quedaban repoblados en gran parte Maldonado, San Car-
los y Rocha y en tal forma que la siembra de las chacras alcan->
zaba a 200,000 fanegas de trigo.
En noviembre de 18'51, un mes después de la cesación de la
guerra, fué levantado el censo del Departamento del Salto por
el Jefe Político coronel Manuel Lavalleja. Ya había empezado
102 Anales de la Universidad

el activo movimiento de repoblación. Pero véanse las cifras re-


cogidas por el Jefe Político:

Población de la ciudad y suburbios 1,977


" " campaña 3,000
Total 4,977

De los 1,977 habitantes de la ciudad del Salto, 1,462 eran na-


cionales y 515 «xtranjeros. Del punto de vista del color, eran
blancos 1,831, negros 87 y mulatos 59. Y en cuanto a edades,
lie aquí cómo se distribuían:

Hombres hasta 59 años 641


Mujeres ídem ídem 601
Niños de 14 años abajo 717
Personas de 60 años arriba 18

Comparaidio este censo con el de 1852' arrojaba las siguientes


diferencias:

1851 1852 Aumento

Habitantes nacionales en la ciudad. 1,462 1,647 185


¡> extranjeros » » » . 515 1,2.35. 720
» de la campaña. 3,000 4,482 1,482

4,977 7,364 2,387 •

En el curso de un' año, pues, la población había tenido un


auimento de 2,3i8'7 habitantes y aínálogos crtecimíentos habrían
podido anotar los coimjpiliaidores del censo de 1852 ai los Jefes
Políticos de los demás deipartamentos hubieran imitaido el ejem-
plo del «oronel La^valleja.

Organización de la estadística.

No podemos compTetar estos datos con los del movimiento


vegetativo de la población.. La estadística estaba por reorgani-
Anales de la universidad 103

zarse todavía. Apenas encontramos algunas cifras aisladas o


truncas relativas al año 1852: por ejemplo, que en las parro-
quias de la Matriz, San Francisco, Carmen y San Agustín, de
Montevideo, hubo 429 matrimonios y 2,123 nacimientos; y que
en el casoo de la ciudad, no comprendidas las parroquias del
Cordón y de la Aguada, hubo 969 defunciones (correspondiendo
394 a niños menores de 7 años), cifra enorme, que el doctor
Martín de Moussy atribula, sieigún consta en otro volumen de
esta obra, al cambio de régimen de vida que trajo la conclu-
Fión de la guerra, a los calores excesivos y a la acción devas-
tadora de la langosta.
La Mesa de Estadística quedó reorganizada a fines de 1852
mediante un decreto que obligaba a los curas párrocos a formar
cuadros trimestrales de los bautizos, matrimonios y entierros;
a los administradores de hosipitales un estado de altas y bajas,
con especificación de enfermedades; a los médicos, una relación
semestral de enfermoa, con detalles acerca de clase de enfer-
medades y resultados obtenidos; a los Jueces de Paz, una rela-
ción de las defunciones y crímenes de su sección; a los Juzga-
dos y Tribunales, una relación de las causas en trámite; a los
Jefes Políticos, una memoria de los sucesos de sus departamen-
tos y datos sobre las Industrias.
Pero este decreto quedó en susipenso por efecto de los graves
sucesos políticos que se desarrollaron a mediados del año si-
guiente.

La corriente inmigratoria.

En el curso del año 1852 llegaron al puerto de Montevideo


3,056 inmigrantes, según las publicaciones oficiales del Minis-
terio de Gobierno. 1,471 de ellos procedían de Italia, según los
cuadros complementarios de la prensa de la época.
La corriente se acentuó con energía en 1853. En un solo dia
de enero llegaron de Europa 363 inmigrantes con destino al Río
le la Plata, de los que sólo 60 siguiíeron viaje para Buenos Ai-
res. Em febrero, el número de inmlgraateg subió a 840. En mar-
zo declinó a 344. En abril volvió a subir el nivel, como que la
Sociedad Protectora de Inmigrantes tuvo que alojar o simple-
mente atender a 828 pasajeros llegados de distintos países euro-
peos. En mayo la entrada fué muoho mayor y ante el halago
104 Anales de la Universidad

del auimento empezó a dedicarse más atención a la estadística


portuaria, resultando de los datos dados a la publicidad, que
durante dicho mes entraron al puerto de Montevideo 2,049 pa-
sajeros y síalieron 277, quedando un saldo favorable de 1,772.
En las entradas figuraban 75 pasajeros de puertos orientales y
544 de puertos argentinos, destacán'dose así las procedencias
europeas y brasileñas:

Bayona 598
Coruña 266
Genova 219
Burdeos 128
Brasil 95

Pero cuando la inmigración europea tomaba así cuerpo con-


siderable restableciendo la corriente de brazos y capitales de la
segunda administración Rivera, empezaron a nublarse los hori-
zontes con los amagos de revolu'ción y de nuevo las barcadas da
hombres de trabajo volvieron a pasar de largo por Montevideo
con rumbo a Buenos Aires.
La Sociedad Protectora do Inmigrantes d« que hemos hablado,
era una institución particular cuyo programa abarcaba la pro-
paganda en Europa, el alojamiento y manutención de los in-
migrantes que desembarcaran en Montevideo, y las gestiones
para la colocación de los mismos en las distintas esferas de la
producción nacional. Fué fundada a fines de 1852 por don
Juan Ramón Gómez y desde el primer momento funcionó bajo
la presidencia del doctor Juan Carks Gómez. Durante los bre-
ves meses que los acontecimientos políticos dieron ambiente a
la realización de su amplio programa, reunió 400 socios sus-
critores, cobró por concepto de cuotas mensuales 4,150 pesos,
alojó y dio manutención a 500 persionas y proporcionó coloca-
ción a un número mucho mayor de inmigrantes que iban direc-
tamente de los muelles a las casas o establecimientos que te-
nían necesidad de sus servicios.

I<!$tímulos a la inmigración y colonización.

Sobre la base de un proyecto presentado por el doctor Jaime


Estrázulas, la Asamblea acordó en 1853 los siguientes estímu-
los a la inmigración: absoluta exención de derechos portuarios
Anales de la Universidad 105

por el término de oobo años a los buques destinados exclusivamente


ai transporte de familias de aigricultores; exención de derechos
aduaneros por el mismo plazo a favor de las semillas, herra-
mientas, edificios de madera o de hierro y materiales destina-
ños a su construcción, con destino al establecimiento de colo-
nias agrícolas compuestas de diez familias por lo menos; exen-
ción por cuatro años de toda contribución personal que lle-
gara a establecerse. Autorizaba asimismo la ley al Poder Ejecu-
tivo para contratar un empréstito de 10.000,000 de pesos fuer-
íes, a la par, de 6 % de interés, con destino a la colonización
de 500,000 cuadras de tierras públicas o particulares.
El programa de colonización a Que respondía esa ley había
sido propuesto por varios capitalistas y empresarios extranjeros
representados por el comerciante de esta plaza don Fernando
Menck, quien luego de sancionada la ley se embarcó para Eu-
ropa, muy ajeno al derrumbe, que ya estaba en plena incuba-
ción, del gobierno de G-iró.
No inclinaba sin embargo el criterio de la época a extremar
la colaboración oficial. "Todos estamos de acuerdo — decía "La
Constitución", — en que debe fomentarse el aumento de la po-
blación. ¿Pero de qué manera? Efl Gobierno sólo debe remover
obstáculos, asegurar el orden y las garantías para las personas
y las propiedades, dejando lo demás a los extranjeros ya vin-
culados al país, cuyas cartas a los parientes y amigos surten
más efecto que las palabras de los empresarios de colonización
y de los Cónsules". •»
Nuestra policía marítima vigilaba a la vez al inmigrante. Un
reglamento del año 1835 imponía a los capitanes de buques y
a los pasajeros la obligación de traer sus papeles y pasaportes
legalizados por los Cónsules orientales. El gobierno de Giró
resolvió castigar con una multa de dos patacones a los infracto-
res, multa que fué objeto de críticas severas en la prensa, por
juzgarse que excedía de las facultades administradoras del Poder
Ejecutivo y que constituía una traba a la inmigración.
Durante el interinato a que dio lugar la jira presidencial de
fices de 1852 y pninteiipios de ISB-S, el Presidente en ejercicio
don Bernardo P. Berro nombró una comisión poipular con "el
encargo de proponer al Gobierno cuanto estimase comveniente
respecto de inmigración y colonización, y aibrir dictamen sobre
las cuestiones que fueran sometidas a su consideración". Y ape-
nas instalada la comisión sometió el Presidente Berro a su es-
tudio el siguiente cuestionario:
106 Anales de la Universidad

1.0 ¿Debe colonizarse concentrandj a los colonos en pueblos o


diseminándolos en distritos agrícolas? Ventajas e inconvenien-
tes de uno y otro sistemas.
2.° ¿La colonización puede quedar abandonada a los colonos
u sometida a una empresa?
3.0 Hay que conceder franquicias a las empresas colonizado-
ras. ¿Pero basta qué límites?
4.0 Modos de distribuir la tierra: por arrendamiento, por do-
nación, por venta. ¿Cuál es el mejor?
5.° La Oonstitución consagra la libertad de cultos; pero ¿de-
bemos prescindir de las creencias del inmigrante o coiivene te-
nerlas en cuenta?
En el período próspero que antecedió a la Guerra Grande y
tn el que siguió a la paz de 1851, liabían ocurrido desdnteli-
gencias y conílictos entre emjpresarios y colonos que la Asam-
blea creiyó meoesario prevenir en 18,53, mediante una leiy cuyas
prescripciones principales pueden sintetizarle así:
Correslponde a Lois Jueces de Paz el conocimiento y rescluoión
de todas las cuestiones sobre inteligencia y cumplimiento de
los contrato® entre los colonos o Inmigrantes y las personas que
ban. pagado sus pasajes o adquirido derecho a sus servicios. De
las sentencias de los Jueces de Paz sólo habrá recurso para ante
el superior inmediato, quien conocerá en método verbal y sin
apelación. Los colonos que no cumplan sus contratos, serán com-
pelidos con multas desde 10 hasta 100 pesos, o en su defecto
prisión desde,diez días hasta tres meses, en proporción al
tiempo que falte para llenar los contratos. Los colonos podrán
dejar el síervicio de lo® patrones pagando la cantidad que les
adeudan y un monto igual a esa cantidad poT concepto de in-
demnización de perjuicios. En el caso de que los colonos reci-
ban mal tratamientoi, podrán ser autorizados por los Jueces pa-
ra pasar al servicio de otros patrones que resipondan a los pri-
meros de lo que falte para cubrir sus anticipaciones.
BI doctor Eduardo Acevedo, autor de esta ley, justificaba así
su necesidiajd en lia Cámara de Diputadois:
Una de las exigencias más imperiosas de este país es el au-
mento de lia polblación, y aunque yo entiendo que la auto-
ridad no ddbe hacer nada direetamente, oreo' que está obli-
gada a remover los obstáculos con que lucha la corriente inmi-
gratoriia. Unp de estos obstáicuilos es la falta de medios para
compeler a los colonos al cumplimiento de los compromisos con-
Anales de la universidad 107

traídos. Hombres que en Europa a duras penas consiguen ga-


nar 3 o cuatro pesos mensuales, reciben la propuesta de venir
iviediante doce o catarle pesos, y la aceptan como muy ventajosa.
Pero luego de llegar aiqul encuentran quien les ofrece el dobf
de lo que les marca el contrato y entonces abandonan sus com-
promisos, sin que los patrones tengan medios eficaces para com-
pp'iarlos a siu cumplimienta, poirquie ihay que seguir un pleito lar-
go que generalmente termina con una sentencia ilusoria a cau-
sa de la insolvencia del ejecutado. Debemos buscar seguridades
análotgas a las quo existen en los Estados Unidos. La perspectiva
del cumplimiento forzoso bastaría para que el colono no se al-
zara contra su contrato.
Era tan intenso el deaeo ide inoorponaír brazos a la praducción
nacional, que aun antes de la conclusión de la guerra se dio
el caso de veoindarios de campaña que allegaran recursos para
traer inmigrantes europeos. En 1849 resolvieron, por ejemplo,
ios vecinos de Cerro Largo fundar una colonia de 100 familias
de labradores y en breves días quedaron suscritas 8 0 de las 100
accionos necesarias para la realización del pensamiento. El agri-
mensor Eguía hizo el trazado de la colonia y ya estaban com-
binadas las bases paira la cOintratación de agricultores, europeos,
cundo la paz de 1851 vino a crear otras necesidades mñs urgen-
tes, pero sin que se abandonara ese proyecto que continuó toda-
vía sobre el tapete y que habría sido llevado a la práctica den-
tro de un ambiente de mayor tranquilidad política que el de la
administración Giró.

La edificación.

El censo de 1852 demostró la existencia de 16,858 viviendas


clasificadas así:

En toda la República

Casas de azotea
í con paredes de material
Kanchos
108 Anales de Ja Universidad

Apenas terminada la Guerra Grande empezó en toda la Re-


pública un activo movimiento encaminado a la reinstalación de
'.os hogares destruidos y a la explotación de las fuentes de ri-
queza iduranifce tan largio tieimpo abanidonaidas.
Como prueba de la situación angustiosa de las ciudades de
camipaña, a que era naoe&airio poner remedio, baS'tará decir que
el censo de la ciudad del Salto levantado a fines de 1851 por
el coronel Lavalleja, concentraba la edificación de la ciudad y
suburbios en estas cifras:
Casas de azotea, &1; cascas con pare^des de material, 132;
ranchos, 221. Total die casas: 404.
Han transcurrido apenas catorce meses de la paz, escribía
"El Comercio del Plata" al finalizar el año 1852, y lo que es
ci; la capital de la Itepúbliiica paireoen ya borradois los signos
Ce la guerra.
"Diriase de Montevideo que es una raíz llena de vigorosa
savia qiue no «bstante dos reípetidois cortes de la hoz retoña con
más vida luego que se la abandera a su propio i m p u l s o . . .
Borrando con edificios nuevos y con la pronta reedificación de
ja mayor parte de los destruíldois todas las señales q'ue esos
extravíos d e j a r o n . . . Levántanse por todas partes obras serias
y valiosas; calles apenas trazadas vanse orillando de casas dis-
minuyendo así el espacio vacío. La ciudad vieja, la ciudad
nueva, el Cordón, la Aguada, los suburbios, dondequiera que se
eche la vista, se nota la planta ile una obra empezada, se ve
ei arrimo de materiales o se oye el martillo que Latora las can-
teras para proveer de piedra a los nuevos edificios".
Había ambiente también para los grandes edificios públicos.
Desde mediados de 1852 se inició con 'éxito un movimiento de
susicriipción de acciones para construir loicales ajnplios' con des-
tino a la Bolsa de Ciomercio, al Casino y al Baile Montevideanoi.
y los generosas anhelos de ©sias distintas empresas se habrían
'Balizado si los factores políticos no hubieran empujado de
ruevo ail país por la pendiente de su nuina.

El espíritu de asociación.

Al haber de esa misma iniciativa pajnticular que resurgía vigo-


rosa desde los comienzos del gob'eino de Giró, hay que acre-
flitar una sociedad de socorros mutuos fundada por el gremio
de zapateros que alcanzó a tener 200 socios, con amplio serví-
Anales de la Universidad 109

ció de médicos, botica y asistencia & las familias, y un Club de


Eíxtranjeros cuyo programa estrecho excluía al elemento nacio-
nal por efecto de prevenciones que ya no tenían razón de ser.
"Una de las circunstancias aue más han contribuido a pro-
longar nuestras desgracias—decía "La Constitución" estimu-
lando el movimiento—y a detenernoí. en el camino del progreso
3 que estábamos destinados por la fertilidad de nuestro suelo,
la salubridad de nuestro clima y la liberalidad de nuestras ins-
tituciones, ha sido indudablemente la falta de es:píritu de aso-
ciación". . .Todo lo hemos estado aguardando de los gobiernos. . .
Hemos empezado a reaccionar, según. lo revelan las empresas
de inmigración, puente®, caniinos', muelles-, aduana, y baile
memsuail, planteaidois en los últimos tiemtpois. Habría que crear
ahora asociaciones para reformar la enseñanza, para reformar
las cárceles y para reformajr los hoisipitales., Convendría crear
también una sociedad de beneificencia de señoras con ramificación
pn todos los departamentos para distribuir premios a la virtud
y al trabajo, organizar hospitales y fundar escuelas de niñas,
siguiendo en ipa^rte el grande ejeimplo dado por las señoras du-
rante el sitio.
Esta última idea dio origen al decreto de a-bril de 1853
creando la Sociedad de Damas de Caridad con atribuciones so-
bre las escuelas de niñas, asilos de expósitos y Hospitales de
mujeres.

Todavía la esclavitud.

A despecho de todas las leyes contra la esclavitud dictadas


por nuestras AsambleaiS antes y desipués de sancionada la Cons-
titución de la República, la venta de hombres autorizada y
practicada por el Brasil continuaba realizándose dentro de nues-
tras .propis fronteras, bajo disfraces que obligaban incesante-
mente al legislador a dictar nuevas y más eficaces medidas de
represión.
En 1853 empezó a generalizarse la introducción de esclavos
ál territoriio oriental bajo fonma de cantratois en que el ne-
gro se obligaba a servir durante 24 años por el precio anual de
47 % patacones. El producto de las 24 anualidades cons--
tiluía el capital de 1,140 patacones representativo del valor co-
rriente de un esclavo. Con el propósito de cortar ese abuso, el
Senado sancionó un proyecto de ley por el que se declaraba sin
lio ' Anales de la Universidad

fuerza alguna "los contratos sobre servicios personales celebra-


dos con personas de color fuera del territorio de la República".
Los negros contratados debían quedar bajo la protección del
Defensor de Menores y no podrían ser retirados del territorio
nacional sin su expres-o y libre co-nsentimiento ratificado ante
el Alcalde Ordinario y Defensor de Menores, bajo pena de 500
pesos de multa. Este proyecto no alcanzó a ser convertido en
ley por efecto de los trastornos políticos que sobrevinieron.
Otro abuso no menos grave se cometía con los menores de
color a la sombra del patronato establecido por las propias le-
yes dictadas contra la esclavitud. El patronato o tutela conce-
dido a los antiguos amos había Ijlegado a conveirtirsie en un ar-
tículo de comercio que restablecía la esclavitud durante la mi-
noría de edad de la víctima. El Senado creyó combatir el a b -
mediante una nueva reglamentación del patronato. Pero la Cá-
mara de Diputados re&olvió mostrarse más radical. Lía institu-
ción del patronato emanaba del concepto de que el esclavo es-
taba incapacitado para el ejercicio de la patria potestad. Abolida
lo. esiclavituld, era absurdo, sin eanbango^ que iprosi^uiera ese ré-
gimen que desconocía el derecho del p^adre sobre sus hijos. Votó,
pues, la Cámara de Diputados un proyecto sustitutivo de acuer-
do con esas ideas y su criterio fué también aceptado por el Se-
nado, sancionándose así la ley de 185 3 que hizo extensivas a
los menores de color las disposiciones generales sobre menores.
Otra ley se apresuró a dictar la Asamblea en el curso del mis-
mo año, por la que se declaraba piratería el tráfico de esclavos.
El gobierno de Giró al recabar la sanción de esa ley, decía en
su mensaje: "Aunque la República no tiene esclavos en su te-
rritorio, este hecho magno de sus instituciones no ha recibido
aún su cumplimiento". Pero era el espectáculo del tráfico de
esclavos en la frontera lo que real y positivamente movía al
I'oder Ejecutivo en su campaña humanjitaria, aun a riesgo de
embravecer al Brasil y de aumentar la herida abierta por el der
bate de los tratados de 1854:, inclinando a los voraces estadis-
ias del Iniperio a reanimar la hoguera de la guerra" civil entre
los partidos orientales.

Intereses comerciales. Oiíras del censo de 1852.

Hay carencia absoluta de cifras oficiales acerca del comercio


exterior durante la presidencia de Giró. Pero de la importancia
Anales de la Universidad 111

íle; impulso inicial da idaa una ley de julio de' 185 2 autorizando
al Poder Ejecutivo para contratar con don Hipólito Dbinnel una
gran aduana, con muelles, ramblas y calles de acceso, de costo
máximo de 600,000 pesos. La propuesta aceptada fijaba como
asiento de la obra 8,000 varas de terrenos del empreisario y
ü.OOO que se ganarían al mar en la zona llaimada "Baño de los
Padres", adoptándose como modelo el plano de la mejor aduana
francesa. El Estado no quedaba obligado a desembolsar suma
alguna, aun cuando pokjría hacer anticipos cada vez que la situa-
c'ón del Tesoro lo permitiera. Los 600,000 pesos sé cubrirían
con el producto de los derechos de almacenaje y eslingaje de los
edificios y muelles proyectados.
El censo de 1852 demostró la existencia en toda la. República
de 114 casas de comercio mayoristak y 1,769 minorisiflas, entran-
do en esas cifras el Departamento de Montevideo con 73 de las
primeras y 794 de las segundas.
He aquí algunas de sus cifras más importantes:

Boticas 40
Cafés 87
Confiterías 51
Carpinterías 231
Fondas 94
Herrerías 108
Hornos 104
Hojalaterías 35
Jaboneriias 21
Panaderías 54
Platerías 50
Quintas de verdura . . . . 400
Saladeros y mataderds . . . 57
Sastrerías 85
Sombrererías 32
Velerías 12
Zapaterías 193

(Según la estadística levantada a fines de 1851 por el Jefe Po-


lítico del Salto coronel Man.uel Lavalleja, la ciudad d.e ese nom-
bre y susí suburbios tenían en aquellos momentos 8 casas ma-
yoristas y 53 mir.oristas, y los diversos establecinlientos que
subsiguen: 5 saladeros, 5 panaderíasi, 10 carlpinteríasi, 3 herre-
rías, 3 sastrerías, 3 jabonerías, 3 cafés, 3 confiterías, 1 botica,
11 2 Anales de la universidad

1 sombrerería, 2 * velerías, 5 zapaterías, 4 fondas, 3 hojalate-


rías, 2 platerías, 2 quintas de verdura y 10 hotnos de ladrillo.

Xúmero de patentables.

La Aldministraoión de Paped Selliaido ly Patentes iPUiblicO a me-


diados ide 1853 un cuadro ideil quie resultaba que se ha-
bían ©xpedido a los comereiantes e industriales de Montevideo
2,202 patentes desftribuíüas en la forma que sigue:

Para la ciudad dfi Montevideo 1,505


Para el resto del departamento 491
Para varios puntos de la campaña 206

De las patentes exipeididas, 1,7'2'4 coirreaponaiam a extranjeros y


478 a nacionales.
lEra un número pequeño. Pero recién empezaba el trabajo de
leconstrucción en medio de los escombros amontonados por la
guerra. Que los comienzos «ran auspiciosos lo demuestra la fuer-
te tentativa a favor de las organizaciones gremiales de que he-
mos hablado anteriormente.

El servicio doméstico en 1853.

La Policía de Montevideo llevaiba un registro del servicio do-


méstico, del que ecstraemos los siguientes datos relativos al mes
dtí mayo de 1853:

Sirvientes blancos 63
'• de color 315
Lavanderas blancas 197
" de color 721
Cocineros blancos 107
de color 455
Amas de leche blancas 38
de color 56
Costureras 32
Plandhadoras 47

2,031
Anales de la universidad 113

Gestiones comerciales.

CON LA AEGENTINIA.

Un decreto de Rosas correspondiente al año 1836, de que he-


mos hablado al ocuparnos de la administración Oribe, castigaba
con el 2'5 % el comercio de la Argentina con Europa por inter-
medio del puerto de Montevideo. Para escapar a ese considera-
ble recargo, los buiques de ultramar tenían que seguir a Buenos
Aires a despecho de las facilidades portuarias de Montevideo y
de las ventajas del depósito en almacenes fiscales qiie teníamos
nosotros y de que carecían los argentinos.
Desde los i)rim©ros días del gobierno de Giró empezó un ac-
tivo movimiento a favor de la derogación de esa medida que
Rosas había dictado con el propósito claro y manifiesto de arrui-
nar el comercio de Montevideo o por lo menos de aniquilar su
gran corriente de tránsito. Un grupo de comerciantes de Bue-
liOs Aires adhirió a los trabajos medianlte una/ representación
al Gobierno Argentino en que se invocaba la armonía de inte-
reses comerciales a uno y otro lado del Plata.
"Hoy más que nunca — agregaba la representación — causa
graves perjuicios a esta plaza el Superior decreto en cuestión,
careciendo nosotros de una aduana de depósito y conteniendo
Montevideo una grande y variada Cantidad d€ manufacturas ex-
tranjeras que hacen gran falta en nuestro m e r c a d o . . . " .
Hizo concebir muchas esperanzas el resultado in)nediato de
las gestiones iniciadas, y en presencia de ello salieron de nues-
tro puerto varias expediciones para reanudar la interrumpida
corriente de tránsito. Pero los barcos tuvieron que regresar o
que liquidar las mercaderlaa aon pérdida, iporquie el! decreto se
mantuivo en vigencia.
Expresando agravios, decía en mayo de 1852 la cancillería
orienital a la angientina, que el decreto de 1836 colocaba al co-
mercio de Montevideo en condiciones de inferioridad respecto
del Brasil que estaba exento del 25 %. Y agregaba que tal re-
cargo acababa de ser agratvado por un nuevo decreto del Go-
bierno nacional según el cual todas las mercaderías reembar-
cadas en Buenos Aires para cabos adentro debían iij en buques
con bandera argentina, exclusivismo inexplicable írente a la
absoluta igualdad de las dos bamderas decretada pc^r la Repú-
blica Oriental.
8
114 Anales de la universidad

Adviértas'e efectivamente que por decreto de marzo de 1852,


uno de los primeros del gobierno de Giró, los buques de la ma-
trícula de Buenos Aires hablan quedado asimilados a los orien-
tales, , en la forma ya acordada a la Provincia de Entre Ríos
cuando se preparaba la alianza contra Rosas. Y adviértase tam-
bién que el gobierno de Buenos Aires habla contestado en el
acto asimilando por vía de reciprocidad los buques de cabotaje
oriental a los de la provincia que regía.
La cancillería argentina pasó el asunto a estudio del gobierno
provincial de Buenos Aires, el cual reconoció da justicia del re-
clamo, paro con el agregado de que antes de atenderlo era nece-
sario que la Aduana organizara almaoemea de delpóeito como los
de Montevideo. "Favorecida aquella plaza — decía -— por su
situación y su puerto, se establecería en ella el emporio comer-
cial del Plata si se derogara ese recargo del 25 % qu» es como
el contrapeso que restablece la Igualdad entre ambas aduanas".
En agosto, finalmente, quedó derogado el recargo del 25 %,
mediante un decreto del gobierno de Urquiza cuyo preámbulo
decía así:
"Considerando que el decreto de 4 de marzo de 1836 que es-
tableció un recargo de la cuarta parte más sobre los efectos de
ultramar que se introdujeran a la provincia por trasbordo o
reembarco de cabos adentro, tuvo por objeto establecer un justo
equiliibrio entre la Aduana de Buenos Aires y la de la Repú-
blica Oriental, pues que sin este recargo nuestra plaza habría!
quedado en una positiva dependencia de la de aquella Reipúb'liea
por las franquicias que su ley de Aduana concede y que la mues-
tra negaba a los introductores, y habiendo desaparecido estos
motivos desde que el decreto del 26 del corriente ha permitido
el depósito de mercaderías en la Aduana de Buenos Aires. . .".
En cuanto a la recíproicidatd de banderaJs para el comercio de
cabotaje, ni una sola palabm mereció a la cancililería argentina
ol decisiva argumento del Goibiermo Orienltal y, en consecuencia,
quedó isubsistiente el priryiliegio local como medio de seguir obs-
tacjilizBJndo la corriente de tránsito por vía uruguaya.

CON EL BBASIL.

La Cámara municipall de Río Granide inició a mediados de 1853


gí-stioines para que el Gc,bierrLo Imperiail pusiera sus tarifas de
aduana al nivel de las tarifas orientales. Justiiflcando su pedifdo
decía:
Anales de la universidad 115

La Prorvlnicia de Río Grande exporta por la frontera con des-


tino al territorio oriental yerlja mate, cal, tamangési, córrelas,
madera, alguafldieinte, monturas!, tablaisónj y cerealies; y recibe
en cambio del territorio oriental caxne solada, eneros, grasa, siebo,
ganados y asiilmismo artlculiois de procedencia euroipela descar-
gados en eíl puerto de Montevideo. Bsios artículos se coutraban-
aean enormemente, tía, ipectueñ'a viWia oriental conoipida con el
nombre de Arredondo, podria ser bautiziada con la dbmoininación
de Aduaina de la Proivincia de Río Granlde, de tal manera acuden
a ella, para organizar sus surtidos, nuestros coimercialites y nues-
tras íalmilia». ¿Por qué razón? Por las diferencias ^e precios a
que dan origen las tarifas aduaneras cuyo margen alcanza en
ciertos casois ál 100 %. P a í a combatir el contrabando habría,
pues -—• conoluda la Cámara municiipal — que unifoímar las ta-
rifas brasileñas a las orientales.
Es sensible que ni la Aduana de allá ni la de acá, publicaran
estadísticas en esa. época.

CON ITALIA.

El Senado devolvió al Poder Eijecutivo en 1853 un tratado


de comercio y navegaición celebrado con el Rey de Cerdeña, cuyos
defectos señalaba así marcando nueivas normas a nuestra can-
ciJlería:
Acuerda aJl reino de Cerdeña el tratamiento de la nación más
tavoreciida, atándonos las manois pana ooinoeder bteneflciob especia-
les a España y a los paSseg sudamerioanois', a cambio de otras
ventajáis mercantiles o políticas dignas de compensa^rse en esa
forma. Acueirda a los subditos sairdOB todas las garantías que
establece Ha Constitución, pero slnj preiver el caso de que ellos
tomen parte en las cuestiones' lodaJles, armándose e interviniendo
en los comicios con las reispomsabllidades consiguientes. Y acuerda
indemnización a los subditos sardos en ciasffl de secuestro o de-
tMiclón de bujques, sin dejar a salivo, como sería necesario, las .
medidas represivas del contrabando.

Movinüeiito de buques en el puerto de Montevideo.

En 1852 entraron en el puerto de Montevideo 1,!724 buques,


procedentes:
116 Anales de la universidad

De ultramar 620
De cabotaje 1,104

La Aduana expidió en ©1 mismo año 13,980 permisos así cla-


sificados:

Descarga 5,941
Trasbordo 11,325
Reeonbarco 4,585
Embanque 2,il29

Tomando al azalr un día cualquiera de los comienzos de 1853,


cuan'do el moivimiento portuario se haibla nidranalázado entera-
in^ente, el 2(5 de enero por ejemiplo, encontraríamos fondeados
en el piieirito 'de Montervideo 104 buiques miercantes de ultramar
por razón d'e operacioines die carga a' descarga.
Lajs estaidlsticas de un dl'a deittermimad'o del año que hemos re-
írod'ucido en los Tolúmenes anteriores, arrojan 106 buques de
ultramajr en plena guerra civil y 151 desipués de la paz durante
el año' 1838; 191 buques en 1840; 122 en 1842. Y ias estadísiti-
cas recapituliativas del año completo, arrojan 512 buques para
1S39, y sucelsivaim'ente 700, 789 y 824 para 1840, 1841 y 1842.
iSeñalaiba, pues, descenso el movimiento de ultramar con re-
lación a los períodos próslperos anteriores al sitio grande.

Obras portuarías malogradas por efecto de la guerra.

La dársena empezada a construir bajo el gobierno de Oribe


por iniciativa de una emipresa particular, cuya base financiera
estribaba pn un derecho a cargo de los buiques que utilizaran
la obra, quedó detenida por la revolución de Rivera primero y
por la Guerra Grande después; y el Directorio reunió a los
accionistas en 18 53 para enterarlos del estado de la liquidación
y hacer el reipanto del activo.
Establecía el Directorio en su Memoria que durante los apre-
mios financieros suibaiguientes a la interrupción de los traba-
jes, el Go'bierno habla venküido Bus accioneB y una parte
de los terrenos indispensables para la construcción de la dár-
sena; que como consecuencia de ello se había rescindido el con-
venio y adquirido con destino a los accionistas 13,500 varas de
tierra amurallada y 14,400 de playa, que al precio corriente
Anales de la universidad 17

de 10 pesos las primeras y 4 las segundas, rapreaentaban 193,000


pesos; que computando el valor de los materiales ¿e la draga
y otros enseres, podía estiimar&e el activo de la sociedad en
197,000 pesos; y que como el capital social era simplemente
de 93,000 peisols, riesailtalba rpara los aiocioniietais, no rabsitante ©1
fracaso de la obra, una ganancia líquida de más de 100,000
pesos.
Da prensa iasinuó la idea de qusí el Gobierno noimbrara una
comisión encargada de restaurar la draga y proceder de inme-
diato ai la limpieza del puerto. Pero ed ambiente político estaba
ya muy agitado y nada se hizo en definitiva.

Controversias sobre jurisdicción fluvial.

A mediados de 181512 «1 gobierno de Urquiza dictó un de-


creto que abría a la marina mercante extranjera la navegación
de los ríos Uruguay y Paraná, y establecía a la vez en lia isla
de Martín García una aduana de registro, bajo severas regla-
mentaciones encaminadas a dificultar el contrabando. Todo bu-
que procedente del extranjero que se dirigiera a los puertos ar-
gentlnios deil Uruguay y Paraná O al Pajraiguay, debería entrar
por el canal de Martín García, bajo pena de confiscación del
barco y de su carga Todo buque pue pasara por Martín García
quedaba obligado a fondear en el puerto de la isla, I a efecto de
ser visitado y gestionar permiso para pasar al puerto de su des-
tino. La aduana de Martín García estaba autorizada para co-
brar a cada buique que subiera un deretího de visita de 4 pesos
fuertes y otro d© 6 a 12 pesos potr conceipto de pasei.
Casi en los mismos momentos e; gobierno de Urquiza sus-
cribía un tratado con Francia, q^o establecía la l|bre navega-
ción del Uruguay y deíl Paraná; que reservaba al Gobierno
Oriental el derecho de hacerse parte en ei tratado; y que agre-
gaba "las altas partes comtratantes reconociendo que la isla de
Martín García ipuede por su posición embarazar o impedir la
libre navegación de los confluentes del Río de la Plata, con-
vienen en emplear su influjo para que la posesión de dicha
isla no sea retenida ni conservada por ninigún Estado del Río
de la Plata o de sus con)£luentes que no hubiera dado su adhe-
sión al principio de su libre navegación".
Mudha pallvareda liewantó el in'usiitajdio decneto de lUnquiza. El
gobierno de Giró despacihó en el acto una misión diplomática
118 Anales de la üniversiüad

a cargo de don José Brlto del Pino, para obtener la derogación


de esa medida que resipondía a exigencias de la guerra entre el
Gobieirno de la Confederación y el de la Proivincda de Buenos
Aires, más que a un plan de absorción verdaderamente inex-
plicable en aquellos momentos.
Mientras el general Brito del Pino iniciaba sus gestiones y
con él propósito de precipitar su desenlace sin duda alguna, el
gobierno de Giró dictó un reglamento en virtud del cual todo
buque que marchara a puertos orienitales debía entregar uua
copia de su manifleisto a la Heoeiptoiria General de Higueritas.
Esta vez reclamó la cancillería argentina. P e r j contestó el Go-
bierno Oriental que su dereobo era indiscutible como condómino
en \m aguas. Y los dos reclamos, ©1 argentino y eil oriemtal, que-
daron para ser solucionados a la voz.
No era por razones de exclusivismo local que así procedía e!
gobierno de Giró, sino por principios de judlsdicción y sobera-
nía territorial según lo demuestra el proyecto que presentó a la
Asamblea en junio de 1853, en la víspera de la revolución,
•'abriendo a los buques y comercio de todas las naciones", los
puertos habilitados del río Uruguay.
"La República Orientali—decía el Gobierno en su mensaje—
desde los primeros días de su emancipación concibió el designio
de abrir sus puertos a todas las barderas, como ha franqueado
su territorio a todas las naciones." Pero las luchas intestinas,
agregaba, han venido aplazando esa iniciativa que hoy mlamo
tiene que ser incompleta por impsdir todo acuerdo acerca del
rio Uruiguaiy el elstado de guerra civil en que se halla la Re-
pública Argentina.
La ley de junio del año siguiente, deibida a esa misma co-
rriente de ideas llberailes, fué todavía má« lejos al declarar
comip deolaa^ó "abiertos a los bu|ques y oomeroio de todas las
I]aciones los ríos navegables de todw la República".

El debate se extieaide a Martín García.

No se limitó el gobierno de Urquiza al establecimiento de


una aduana de registro en Martín García. Recabó a la vez del
Gobierno de la Provincia de Buenos Aires la cesión de la isla,
"a fin ide prorve-er ipor este meidio — decía — a la sieguiridad de
Icis ríos interiores y a la coinServación del territorio e intereses
fiscales d* la Reipública... La calidad de territorio naicional que
Anales de la Universidad 119

tiene este punto lo pone también. . . bajo la vigilancia e inme-


diata ins-pección y resguardo del director provisorio".
Por distintas circunstancias, pues, voilvla a figurar en la or-
den del día- el tema de la jurisdicción de la isla.
"La Constitución" se ocupó de inmediato del histórico pleito.
El Gobierno Argentino — decía — alega la posesión; el Orien-
tal que la isla está eia su territoirio. Como todavía no ha llaga-
do la oportunidad de celebrar el tratado definitivo de paz que
ha de determinar los límites del nuevo Estado de acuerdo con
la convención de 1828, la posesión argentina no puiede servir
de título de prescripción. El tratado de comercio y navegación
en'tr© el Brasil y el Uruiguay de octubre de 1'8'51, cUya acepta-
ción ¡por la conlvencd'ón del 15 de njayo de 1852 ha garantizado
el propio general Urquiza, establece una fórmula encaminada
a orillar las dificultades mientras no se resuelva la cuestión de
í-n)do. BIS esta: ambais partes coinitrata;.nites resuelivelí oponeír»©
a que la soberanía de la isla deje de pertenecer a uno de los
Estados ribereños y solicitar'án de aquel a quien pertenece o
venga a pertameoer "que se cbligue a no servirse de ella para
embarazar la libre navegación de los otros ribereños y a consen-
tir en su neutralidad en tiempo de guerra".
Y agregaba en otro articulo, examinando el nuevo conflicto
aduanero que a todos preocupaba:
"Pendiente todavía la cuestión relativa al do.miniol de Martín
García, ha dictado el Gobierno Argentino un decreto que re-
glamenta la navegación del Uruguay e impone condiciones y
gabelas que se pretende aplicar a la República 'Jriental. A
nadie se le ha ocurrido negar que el rio Uruguay pertenece en
comfln a Jos dos países a quienes sirve de límite. NI el mismo
Rosas lo desconoció jamás, habiendo al contrario nuiperosos do-
cumentos suyos en que reconoce H comunidad".
Don Mateo Maigariños, reidactor del "Diarlo Naciionar', publi-
có también un artículo sosteniendo los derechos orientales so-
bre Martín García, que dio mérito a una réplica de "El Pro-
greso" de Buenos Aires, en la que se condensaban así los argu-
mentos a favor de la Argentina:
Martín García ha estado desde el coloniaje bajo laj dependen-
cia de Buenos A i r e s . . . Al pactarse la independencia oriental
en 1828, se habló únicamente de la provincia de M<>ntevideo o
Cisplatlna. . . En el acta de Incorporación de julio (le 1821 de
ia Provinioia Cisplatlna, se fijó como límite el Río de la Pilata y
120 Anales de la universidad

el río Uruguay, sin incluirse la i s l a . . . La primera vez que fla-


meó en la isla la bandera oriental fué en 1838, cuando la es-
cuadra francesa bloqueadora se apoderó de e l l a . . . El general
Lavalle al empTomder su oampafia de 1839 eniarTK>16 allí la
bandera argentina. . . Reanudad'aia las hostilidadea de Francia,
los orientales tomaron posesión de la isla ha^ta 1851 en que el
almirante francés la abandonó y ©1 Gobierno Argentino la ocu-
p ó . . . La mayor proximádad a la costa oriental no es un titu-
l o . . . Aunque es verdad que el canal más hondo está del lado
opuesto a la cosía oirientail, también lo es que entre la isla y
la costa oriental hay otro canal navegable para buques de me-
nor calado.
La isla—^contestó el doctor MaigarificMl—-eetavo durarnte el co=
loniaje bajo la dependencia de Buenos Aires del mismo modo
que lo estaba Montevideo. . No se hizo mención de Martín (Jar-
cia en el Congreso Ciaplatino, pero lo mismo podía decirse de
las islas de Lobos y de FloTes. . . Tampoco se haiWó de ella en
la conivenición de 1828fc porque no se trataba de delinear limi-
tes, sino de reconocer en globo la independencia del Uru-
guay. . . Hay que tener en cuenta, ajdemás, que a esa coniven-
ción no concurrió el Gobierno Oriental, como concurrirá sin du-
da alguna el día que se arribe al tratado definitivo de paz.

A favor de la libre navesación del Plalta y sus aflnentes.

A mediados de 185'2, llegaron a Montevideo loe señores H o '


than y Georges, Ministros respectivamente del Gobierno Britá-
nico y del Gobierno Francés. De sus discursos de recepción re-
sultaba que hablfin sido comisionados para una acción conjunta,
que segiún las inKovteacionefl de la pronto se relacionaba con
la libre navegación del Río de la Plata y sus afluentes.

Farolas y balizas para dar seguridad a la navegación.

Trató el gobierno de Giró de prestigiar el puerto de Monte-


video mediante un amplio plan de mejoras en el servicio de lu-
ces y balizas.
La farcóla del Cerro, destruida durante el sitio grande, volvió
a funcionar desde mediados de 1852.
Fueron sacadas a licitación las obras de abalizamiento del es-
Anales de la Universidad 121

eolio de la Panela, tan peligroso para los barcos de la carrera


de Buenos Aires y de Icí ríos.
Se decretó la construeoión de la farola de la Colonia sobre
la base de un dereClio portuario, cuya creación dio margen a
observaciones de la Comisión Permanente que aplazaron la eje-
cución del proyecto.
Se mandó estudiar la construcción da una farola en el pun-
to más conveniente de la embocadura del Plata, señalándose
luego como resultado de esos estudios la isla de Lobo,
La Comisión Toipográftca quedó encargada del levantamiento
Js un plaino de las castas del Este, para la instalacióm de un faro
en el Cabo de Santa María en combinación con un servicio te-
legráfico hasta Montevideo.
También, ahondó ©1 Gobferno el estudio de un proyecto de
'lOS señores Jones y Maokinnon) ipara el estahleclimiento en el Ban*
co Inglés y en varios bancos diserainaidos entre los puertos de
Montevideo y Buenos Aires, de un tipo de boyas ya adoptado en
Southampton, que consistía en un pequeño bote salvavidas pro-
visto de una campana de fuerte repercusión y de un espejo des-
tinado a reflejar los rayos del sol y de la luna hasta 6 y 7 mi-
llas de distancia.
La Cámara de Diputados se ocupó a principios de 18 53 de un
proiyecto de ajbaliaamiento del río Uruiguay. La Comisión inifor-
mante proponía el aplazamiento de su sanción a la espera de
un acuerdo previo con la Argentina en su calidad de ribereñ-
trabándose en torno de ese dictamein un imiportante debate en que
el doctor Juan Carlos Gómez se opuso a que se declarara de
una manera absoluta la falta de dereolho para abalizar y co-
brar imtpue&tos, a los buiques ique arribaran a puertos orientales.
Consecuente aomi sus opiniones, presentó el dootoí Gómez al-
gunofl meses después un proyecto que autorizaba al Poder Eje-
cutivo para conltratar el abalizamiento del Uru'guay y para cu-
brir los gastos con el producto de un nuevo impuesto de medio
real por tonelada a cargo de todos los barcos que entraran o
salieran de piuerto orieotal en el expresaido río.
Era una tesis de combate contra el exclusivismo de la can-
cillería argentina y bien explicable por lo mismo en los momen-
tos en que era lanzada.
122 Anales de la Universidad

IJ3I navegación a vapor.

E a 186i2i se inició en Montevideo la formación de una coimpa-


ñía encargada de establecer dos vapores para el servicio del Río
de la Plata y sus afluentes, sobre la base de 200 acciones de
500 patacones cada una.
y antes de finalizar el año se inauguraba el servicio de Mon-
tevideo al Salto mediante el vapor "Progreso", subvencionado
por el Tesoro público con 300 pesos mensuales' durante los pri-
meros seis meses de la carrera.
Desde 1843 debió quedar inaugurada esa obra de progreso
por la comlpañía inglesa de don Juan Halton Buiglanid, frafia-
aada a raíz de la guerra civil .que estaiUó ese mismo año.
iLa navegación a valpop tra.nsatlá.nitica, reducida hasta enton-
ces al servicio de la compañía inglesa que había emipezado a
actuar en 1851, recibió también un fuerte impulso gracias a la
organización de dos nuevas com'pañian en Genova y en Burdeos
para el establecimiento de vapores con destino al Río de la Plata.

La riqueza ganadera.

E'l censo de 18/52 demostró la existemcia de 4,478 estableci-


mientos de pastoreo en todo el país, con la siguiente población
ganadera:

Vacunos costeados 1.267,522


aJzados 621,100
Caballos 121,119
Potros 32,252
Yeguas 973,698
Muías 17,243
Burros 2,247
Cabras 1,406
Cerdos 25,300
Ovinos mestizos 133,747
criollos 662,543

Tenía ya la campaña'un año de vida tranquila cuando ese cen-


so fué levantado y muchas de las estancias totalmente arrasa-
das durante la guerra habían vuelto a funcionar con ayuda de
Anales de la Universidad 123

trepas traídas de Río Grande y de Corrientes. Pero asimisimo


el stock ganadero apenas excedía al de los afios más castlga-
áos. En 1835, por ejemplo, se estableció una patente extraordi
naria sobre los ganados, y no obstante las enormes ocultacionos
estimuladas por la falta absoluta de medios de contralor, los "Í,-
g'istrois de los recaudadoires Tevelairom un m'onto de l.i600,000
animales vacunos.
La riqueza ganadera de Tacuarembó — escribía el Jete Polí-
tico de ese departamento don Eufrasio Báilsamo en junio de
Í8'5i3, — viene aumentando gracias a las fuertes importaciones
del Brasil y de Corrientes. Hoy puede estimarse su existencia en
180,000 animales' de cría. Desgraciadamente hay una peste que
mata de 100 a 200 reses diarias. En cambio el abigeato hal
desaparecido oaai totalmente. En cuanto a precios — agregaba
— abónase corrientemente en este departamento 10 pesos poT
novi'llo de saladero.
"No es posible encarecer el estado de miseria a que ha que-
dado reducida !a República — escribía el doctor Pedro Busta-
mante desde Maldonado a principios de 1853—. Cielo y pasto
es lo que encuentra el viajero entre Minas y Maldonado. No al-
canzan a cuatrocientos entre vacunos y caballares los que he vis-
to en esa faja de terreno de 16 leguas. Estancieros hay que se
mantienen de dharqui y aTroz, y el qute 'le presenta a usted un
asado no puede llamarse pobre".
Don Tomás Villalba, Jefe Político de Soriano, fijaba en 150,000
íOS animales vacunos que pastaban en las 450 loguas de ese de-
partamento. Para que tal superficie — agregaba — pudiera ser
explotada reproductivamente debería tener 1.350,000 cabezas.
Un recuento practicado en el Departamento de San-José antes
del levantamiento del censo arrojó' 320 estancias con 210,000'
animales vacunos costeados, 12,000 alzados, 2i3<8,000 oveja»
criollas y 12,940 merinas.
Otro recuento más prolijo heoho por el Jefe Político del Salto
en noviembre de 1851 — un mes después de la terminación de
la guerra— demostró la existencia de 290 establecimientos de
liastoreo distribuidos en 750 leguas cuadradas. En esas 290 es-
tancias había simiplemente 180,000 vacunos co-steados y 120,000
alzados. En cuanto a ovejas, ni una sola había dejado la cuchilla
devastadora de la guerra. El censo del año siguiente no demos-
tró progreso sobre esas cifras tan extremadamente pobres.
124 Anales de la Oniversidad

Ti>iporta«ión de ganados.

El gobierno de Giró trató de activar la Importación de vacas,


Fn octubre de 1852 envió un comisionado ante el general Ur-;
quiza para gestionar permisos de importación d« ganado. Ya ha-
bían empezado las alarmas polltioas y por eso un diario de la
época, al dar la noticia del nombramiento del comisionado, ex-
clamaba: "Que abunden las vacas y ya desaparecerán los gritos
contra el Gobierno!"
Hasta llegaron a proyectarse emprestas para la repoblación ga-
nadera del país. Una de ellas ofreció al Gobierno traer 500,000
vacunos de dos años arriba que se comprarían en la c6sta argen-
tina al precio de 3 y % a 4 pesos, y se reivenldeirían en da Colo-
nia a 5 pesos. Para el pago se a'ooTldaría ©1 plazo de 4 años
con el interés del 12 % anual, bajo garantía hipotecaria de los
camlpos, aíoradois a un término medio d© dos mil pesos la suerte
de estancia.
No quedó olvidada en esta campaña de repoblación ganadera
la cría de ovejas.
En los primeros meses de 1853 llegaroin de Europa 77 oveja»
y carneros merinos con desitino a las estancias de don Juan'
JaCkson. Venían al cuidado de varios peones contratados para
'láigir sil multiplicación y habían siido adquiridos en las caba-
nas de origen al precio de 19 libraa esterlinas loa matíhos y 14
las hembras.
Don Benjamín Poucel, uno de los más entusiastas propagan-
distas de la raza merina en el Uruguay, reanudó también a la
sombra de la paz y del progreso del paJís la campaña que hab-'a
empezado en 1840 en su gran establecimiento ganadero de Pi-
chinango ©n la Cofonia.
La condición de este suelo — decía el señor Poucel — se
presta admirablemente a la cría de ovejas. En cada legua cua-
drada pueden pastar 10,000 ovejas. Comparada esa cifra con la
de los principales países criadores, resulta que una legua d©
territorio uruguayo equivale a 4 del Cabo de Buena Esperanza,
a 3 de Australia y a 2 de la Rusia meridional. En o t r o s | térmi-
nos, que a igual superficie de tierra explotada el estanciero' uru-
guayo obtiene un resultado cuatro veces mayor que en el CaiDO,
tres veces mayor que en Australia y dos veces .mayor qu© en
Rusia. RIvadavia estimuló oificialmente la imiportaoión de merinos
Anales de la UniversicLad 125

en 1*823. En los treinta años transcurridos desde entonces han to-


ncado mucho impulso los embarques de reproductores par;! \x
Argenitina y Río Granide. En cuanto al Uruguay — concluía el se-
por Pouoel — la acción deisitructora de la guerra sólo ha dejado
bn pie doB majadas puras de raza: la de dton Ruiperto de las Ca-
rreras en Canelones y la de Pichinango.

PJagas de la campaña.

A los males de la escasiez agregábanse los del ganado alzado


y de los perros cimarrones, otros dos colazos del abandono for-
zoso de las estancias durante la guerra.
El ganado alzado que existía en oasi todos los jdepartaraentos,
sin asiento fljo- en ningún campo, era explotado en la misma
forma destrudtora que durante el coloniaje, unas Teces por
agentes autorizados, y otras por ladrones, simplemente para la
uiilización del cuero, y ello dientro de un ambiente de eternas
querellas entre los estancieros, porque dada la falta de marca
era imposible deslindar el dereoho de cada uno. No hay necesi-
dad de adrtrertir que las crías eran las primeras víctimas de las
corridas, con lo cual se dificultaba también la repoblación gana-,
dera d« las estancias.
lEl gobierno de G-iró, excediéndoste em sus facultades, pasó a
mediados de 1852 una circular a los Jefes Políticos por la que
declaraba que el ganado orejano pertenecía al dueño del campo
en qus estuviese; prohibía las corridas en campos que notoria-
mente no contuvieran ganado alzado, y obligaba a notificar
antticipadaimeTite las matanzas a los linderros a efecto de que pu-
dieran presenciarlas.
/Peno más terribles que las cueireadories de ganado eran los
perros cimarrones. Antes de la Guerra Grande—decía uno de
¡os diarios de la época—aunque los perros se contaban por do-
cenas en cada estancia, su acción no preocupaba a las autori-
dades públicas. Fué sólo después del abandono en que quedaron
los estableciimienitos ganade-ros como consécuenicía de la in/vasión
de Oribe que apareció realmente la p'laiga, porque entonces los
perros quedaron obligados a buscarse ellos mismos ©1 alimento
y a la vez en condiciones de multiplicarse indefinidamente. Al
líTincipio de la guerra limitaban sus atajques a loa rodeos de
ovejas. Pero luego se dirigieron también al ganado vacuno y al
ganado yeguarizo, organizados en grandes bandadas que se auxi-
126 Anales de la Universidad

liaban y escalonaban en foirma de hacer continua la persecución,


mediante la incesante incoripotraicián de perros de refresco. Con-
c;uMa la refriega, quedaban los campos cubiertos de cadáveres.
En el solo rincón del Tacuarí, Departamento de Cerro Largo,
fjeron siacrificados a mediados de 1852 trece mil perros ci-
<narrones, cifra — decía "La Constitución" — que da una ideal de
la magnitud de esa plaga a la que no escapa el hombre mismo.
¡Desigraciaido, agreigaba, 4él que tiene que recorrer ciertas zo-
nas, porique los cimarronea siguen allí al viajero (por centenares!

I-os saladeros orientales bajo la acción del traitado de comercio


de 1851.

Sólo trabaja un saladero en toda la costa del río Uruguay—


escribía a principioB de 1854 un corresponsal del Salto a "El
Comercio del P l a t a " : — el saladero de Lafone, v ese mismo no
puede luchar con los establecimientos similares de Rio Grande,
por la sencilla razón de que ellos compran nuestros ganados
libres de impuestos, en tanto que nuestro tasajo está sujeto
a fuertes derechos de importación en el Brasil.
La verdadera compensación de la ventaja acordada por el
Uruguay a los saladeros ríogranidenses, habría consistido — co-
mo lo observaba "La Constitución", — en exlfnir al tasajo orien-
tal de derechos en todas las aduanas brasileñas, y no simple-
mente en las de Río Grande, donde funcionaban saladeros que
elaboraban nuestra propia materia pr.lma en condiciones que
convertían realmente el territorio oriental en invernada de
esa provincia brasileña.
jSegún los protocolos del tratado de 1857, loa brasiteños po-
seían en 1850 los siguientes establecimientos ganaderos en te-
rritorio oriental:
Sobre la frontera del Chuy y San Miguel, 3 6 estancias com-
puestas de 342 leguas cuadradas.
Sobre la frontera del Cuareim, l'fil estancias con 381 leguas.
Al iSur del Arapey, 77 estancias con 227 leguas.
Y sobre las fronteras del Yaguarón y de Bagé 154 estancias
con 8'32 leguas.
En conjunto, 428 estancias con 1,782 leguas sobre la fron-
tera simplemente.
Era necesario completar la obra de absorción realizada por
e: trata/do de límites, medianjte el aniquilllaimiento de los sala-
Anales de la Universidad 127

ueros orientales, y de ello se encargó el tíatado de comercio d i


1S51. ¿De qué manera?
La República abolía inmediataiiiente el impuesto sobre el
ganado que trasponía la frontera com destino a Rio Grande. ¡Y
qué amplitud daíia a esa franquicia el Brasil! Pocos años des-
pués del tratado la Asamblea dictó Uina ley grajvando la sallida
(";e ganado de cada departamento con un impuesto local de
r!os reales por cabeza. No era un deredhoi de exportación, sino
un impuesto interno. Pero el Bra.sil eixdgió y obtuvo que se
declarara que en los casos de extracción de animales de un de-
partamento a otro departamento, regiría el impuesto; pero que
61 Fisco se abstendría de cobrar cuando los ganados marcha-
i'an de cualquier deipaiPtamento a Río Grande!.
El Imperio se obligaba a su turno a mantener la exención
de impuestos de consumo de que ya gozaban el charque y de-
ínás productos ganaderos imiportados' a RíO' Grande por la
frontera terrestre, conviniendo en que continuasen ©quipa-
lados a los productos similares de dicha provincia. Eran im-
puestos que estaban suprimidos desde 1847, para dar mayores
facilidades al mercado brasileño, d e manePa que nada nuevo
cbtenia la República en compensación de lo que &lla cedía.
Pero el mantenimiento de esa misma franquicia no tardó en
ser objeto de retaceos, como medio de seguir arruinando a la
industria, orienital. Al cellebrarse el trataidio de 1851, el Brasil co-
braba al charque introducido pov otras aduanas que las de
su frontera terrestre un derecho del 25 %. Si los saladeros
orientales exportaban por mar tenían que pagar el impuesto.
En cambio, si lo mandaban por la frontera gozaban de la exen-
ciótí de deredhos sobre el tasajo arigenitino o de otra, proce-
dencia extranjera. Bien pronto, sin embargo, emprendió el Im-
perio la reforma de sus tarifas' bajando sucesivamente el dere-
cho al 11 % y al 8 %, con lo que anulaba la ventaja concedida, a
la vez que sometía a inaguantables trabas el pasaje del charque
por la frontera, mediante la imposición de trasbordos y otros
lequisitos que tenían que desalentar a nuestros exjpoTtadores.
Golpeaba así el Brasil a las saladeros orienta"ies en la espe-
ranza ide que los estaíblecimientas similares de Río Grande lle-
ííarlan a cubrir integra'm«nte leu cuantioso 'Oonislumo de charque,
que el consejero Paramhos fijaba así para todo eil Imperio en su
memoria parlamentaria de mediados de 1857:
128 Anales de la Universidad

Zafras Arrobas

1848-i49 2.433,915
1849-50 2.16'5,07S
1850-51 2.215,869
1851-52 2.184,634
1852-53 2.260,256
1853-54 1.904,127
1854-55 '.'. 1.668,350

Del resultado efectivo de los planes brasileños instruye este


otro cuadro del tasajo oriental introducido ea Río Grande, ique
reproduc'imas de una de laa notas de don Andrés Lamas a la
cancillería de Río de Janeiro:

Zafras Arrobas

1850-511 618,926
1851-52 _. 256,076
1852-53 231,030
1853^54 212,545
1854-15:5 126,002

Corresponde a este mismo pieríoldo de crisis saladeril una ten-


tativa de don Tomás Olidan para abaratar el tasajo, mediante
un específico q.ue en «onloepto de su inventOír eutaiba Idiesf-inaido a
suprimir la sal eni la elaboración de ese producto. El Gobierno
designó una comisión encarg'ada de examinar el nuevo
procedimiento^, piero él irnteresaidc no q'uiso realizar las pruebas
tiue ise le exigían, aileg^ando el pelliígro de ;a dlvuilgación del se-
ciieito, lo cuial no impidió ique se la conicedier.i privilegio exclu-
sivo por dilez años, aiunict'ue sin garantirse naturalmente ni ía
prioridad ni el mérito de la invención. El inventor sólo quedaba
obligado a comunioalr al Poider Ejecutivo el nombre de las ma-
terias coimtpioniemtes de su específico.

La agricultura.

Apenas concluida la Guerra Grande empezó el tra'bajo de ro-


taración de la tierra en los depalrtamentos que ya habían he-
cho su aprendizajie en ese ramo de la producción.
Todos liofe vecinos qiue halblan iomigrado al Brasil — escribía
Anales de la Universidad 129

un oarriesipomisial de MiaJlldonaidio em 18i52 —• están del regreso y


on pilena labor agrícoíia, y al eii año reisülita "biieno la cosecba
del departamento aloanaairá para cuibrir ©1 consumo entero del
país. Y que no babla eixagieración ©n esais palabras sle encargó
de demostrado en seguida una ©stadfsitica lefvantada por la Je-
faitura úe Policía, de la que. resultaba que la siem'bra de la ju--
rlSdicción de MaMonado, &an Carlos y Rodlia, babía absorbido
2,08'8 fanelgajs.
Tamibién en el Departaanento dle Monitevideo sie trabajó con
resultadoH muy satisfaiotordois, segUn lo coimprueban estas cifras
tís un :cuialdro poli'ciajl de la Ocisieciha recogida haista, marzo de
1853: 15,587 fanegas de trigo y 6,660 fanogals de maíiz.

Empresas de iiunlgracióii y colonización.

Un grupo de ciudadanos presidido por don Jaime Estrázulas,


don Franicis'co becocfq, don Federico Nin Reyes, don Cándido
Joandcó y don Atanasio Aiguirre, a quienes en el acto se incor-
poraron extranjeros de fuerte empuje como don Samuel Lafone,
e-stobtecló a fines de 1852 una imlpontante empresa bajo el nom-
biie de "iSocieldad' de Población y Fomento", cuya tarea princi-
pai debería consistiir em la organiiziación de colonias agrfcoilas
dentro d* los ejidos de todos los pueblas de la Repúbliioa. Era
base indeclinable isiegún .los estatutos la transimisión efeictiva de
la propiodad de las chacras y tierras a los colonos que cumplieran
sus comiprolmisois con la Sociedad, en forma de que siempre tu-
viera lugar '"la diTis(ió.n y suibditvisiión de la propieidad". Rá-
pidamienta icellebró la Sociedad icontnatos de 'colonización oon las
Juntasi Econámico-Ajdministraitiivas de Colonia, Soriano, Pay-
sanldú, Canelones, San José, Tacuatfem'bó, Cerro Largo y Du-
laano, fracais'anído en otros departaimiemtos cuya» lauítorddades. mu-
nicipales se negaron aib'solutam'ente a deaprenderae de las tie-
rras d© siu jurisdicción, entre ellas la del Salto que alegó que
ella no necesitaJba ayuda ajena para poblar su ejido.
La misma Sociedad estableció en el Carmelo una empresa filial
bajo el nombre de "Sociedad Agrícola y Filantrópica", que
p-mitió accionéis y adquirió 500 cuadráis de tierra próximas al
Urugualy, donde instaló 30 familias. Fundó también un estable-
clmienito agroinómico, esipecie de leiscuela práctica encargada de
liacer oolnocer los mejtores pnocedimientos de exp'lotación de la
tierra y de infundir enseñanzas útiles, bajo la dirección de don
130 Anales de la Universidad

Martín Martímeiz Castre, progresista veicino de la zona, y una


granja d« proipagamd'a en Oa>aellones bajo da dirección del seño,r
Dureau, 'deistlnialda principalmente a la formación de almacigos
de árbolies y a jvroduioir los ailimentoB necesarios a los oolonos
Hue larribaíran ad país. Esta última granjia recibió, con flnes de
divulgación y de einsieñanza, una máiquinia inglesa de trillar cojí
capacidad para maniiipitlar 60 faiaegas por día, una máquina lini-
piadora de itrigo y otros iimplememtos agrlcdlias que emtonces
constituían una verdiaflera norvedaJd en el Río de la Plata.
La Sociedad d/e Población y FamSnito ofreció también su ayu-
da a la empresta de don Femando JWenck para el planteamiento
úe su banco coilonizador. En una propuesta que presentó al Go-
Merno, ponía a disposii'ción de eisle banco las 140 leguas 'de campo
que exigía su programa y que eil'la ipioseía lindepenidieateimente de
ias tierras de lióte eijidos de los pueblos que trataba de colonizar.
Con el (proipósito de hacer frente a sus comprotaiisos de colo-
nizaJoión ide los ejidos, la Sociedad de Población y Fomento di-
rigió circuilares a Europa y firmó conitratos con los señores
TreusSein y C." para la imlportación de 1,000 familias alemanas;
con el señor Becú para la imiportación de 2l50 familias de la
misma procedencia, y entabló gestiones p-ara la contratación de
familias bellgas 'y suiaas. Sus dirigeintes bablalban de contratar
liasta cinco mil familias, comipuestas de cinco personas arriba
con dote hombres poír lo menos, y de escrituraír a caxla una de
ellas 20 cuaidrais una vez oumiplido eíl plazo de cinico años da
irabatjo continuo.
Para la prol>agaiida europea oonitaba con elementos de tan
^ijlta preiparación como el doctor José Ellauri, quien en una de
.=ius ootaunicaiciones recordaiba que ya en 1830, coímo Ministro de
Rivera, ihabSa •diotaido m'edidais efioaces "para atraer uma gran
población de las Islas Canarias", y que nueve años después,' es-
tando a cargo de la Legación de Francia, había trabajado con
éxito en el fomento "de esa emigración vasca que tantos adelanx
tos ha producido al país".
Juntamente con la Sociedad de Población y Fomento actua-
ban en el pads diversas empresas caloniizaidoras con elementos de
valía que aseguraban de antemano el éxito de los planes tra-
zados:
La de don José de Buischental para el establecimiento de una
colonia agrícola de 200 familias en el rincón formado por los arro-
yos Sauce )y Vííboras y el rio Uruguay, y un pueblo sobre la
Anaces de la universidad 131

margen del Uruguay con 200 casas, que tendría por asiento el
paraje conocido pox Nueva Palmira. El Estado cederiia las tie-
rras fiscales comprendidas dentro de esa zona.
La de don Martín Martínez Castro, don Federico Nin Reyes
y don Carlos Cairo para el establecimiento de una "Colonia
Agrícola Pastoril de Merinos" en un camipo de 4,000 cuadras, de
propiedad del primero de los proponentes, destinando mil cua-
dras a la erección de un pueblo y tres mil a Qbaoras de 16 cua-
dras cada una. El Estado debería esitablecer las autoridades, ha-
bilitar el puerto de Carmelo o el de Higueritas y eximir de dere-
chos de importación durante tres años los artículos destinados
al consumo de los colonos.
La de don Lucas Moreno y don Luis Gil para la colonización
de los suburbios de la ciudad de la Colonia, sobre la base de
la contratación de 50 fanyiilias canarias y el fraccionamiento de
una suerte de estanjcia .Las acciones destinadas a la realización
de este plan fueron suscritas en gran parte desde el primer mo-
mento.
La de don Domingo Gounouilhou ipara la colonización del
ejido y villa de Soriano. Pedia el proponente la adjudicaqión de
todas las tierras dentro y fuera de Soriano que no fueran de
Piopiedad particular, con él comipromdso' de colocar 200 per-
sonas en cada legua cuadrada que se le escriturara por ese con-
cepto. La Junta Bconócmico-Administrajtiva aceptó la propuesta,
pero reduclénidola a la villa' de Sotlano y con estas modiflcacio-
r e s : en calda legua cuadrada se estalbleoerían 7i5 familias; a cada
familia se le adjudicarían diez •cuadras cuadradas; en cada le-
gua habría por lo menos 10 familias nacionales; por cada
legua abonaría el concesionario 2,000 patacones.
La del agrimensior don Manuel Egula para el planteamiento de
una colonia en los alrededores de 1^ viMa de Meló, compuesta de
80 chacras de 40 cuadras cuadradas cada una, de acuerdo con
un plan ya esibozado y aceptado en las postrimerías de la Gue-
r r a Grande.
Dentro de este amplio movimiento colonizador no podían que-
dar olvidadas las familias nacionales que vagaban por la cam-
paña o se estacionaban en los camiinos y en las márgenes de los
TÍOS, sin hogar y sin otros recursos que los del robo de ganados.
E! abatimiento de la riqueza rural — decía "La Constitu-
ción" — limita considerablemente la demanda de brazos y los
desocupados tienen que buscar su alimento por medios ilícitos^
132 Anales de la Universidad

Habría que concentrar esas familias en los arrabales de los pue-


blos, arbitrámdoise los gaistos de transporte e instalación por las
Juntas, sobre la base de una suscripción pública a la que todos
¿5 ntribuirían: los estancieros ,para evitar las carneadasi y los
pueblos para aumentar el número de sus habitantes. La trasla^
clon sería especialmente beneficiosa para esas familias desampa-
radas, porque al aproximarse a un centro encontrarían mil me
dios de hacerse de recursos por el trabajo".
Esta indicación encontró eco simpático en el Gobierno y en
la Asamblea.
El Gobierno se dirigió en ssptlembre de 1852 a los Jefes Polí-
ticos para ordenarles que procedieran a la reconcentración de
las familias en los ejidos de los pueblos y al racionamiento de
las más necesitadas hasta el máximo de una res por día. La
prensa, que había estimulado esa medida, pedía a la vez que se
proporcionaran mater|iales para la construcción de viviendas y
yuntas de bueyes para el laboreo de la tierra, que darían con
gusto los estancieros con tal de verse libres de la plaga de los
desocupados en las lindes de sus establecimientos.
También se resolvió arbitrar recursos para 'la repatriación de
las fajmilias que habían emigrado y que no podían regresar al
pafis. La base principal debía obtenerse mediante una suscrip-
ción popular, porque el estado angustioso del Tesoro circuns-
cribía la acción directa del Estado.
A principios de 1853 comunicó la Jefatura de Paysandú que
estaban agotados los fondos destinados a las familias indigen-
tes y emigradas, y contestó el Ministro de Gobierno que no era
posible realizar nuevas remesas con destino a las primeras y que
para la repatriación de los emigrados se había resuelto acordar
700 pesos al Salto, 200 a Paysandú y 200 a Tacuarembó. Feliz-
mente el país entero s© habla puesto de i^le y las angustias del
Tesoro público fueron rápidamente contrabalanceadas por las
comisiones populares encargadas de completar su obra.
Algo más amplio trató de realizar el Gobierno: el reparto gra-
tuito de todas las chacras y solares baldíos de los ejidos de los
pueblos de campaña. En julio de 1852 pidió con tal objeto a las
Juntas EoQnómico-Administrativas un estado de los solares y
chacras d,isponibles, y no habiendo obtenido los datos dio or-
den a la Comisión Tapoigráfica para que enviara agrimensores
a los departamentos con el encargo de formular los planos res-
pectivos.
Anales de la universidad 133

Una ley de julio de 1853 complementó esas medidas dispo-


niendo que se ddera preferencia a las familias nacionales en el
reparto de solares y chacras de los pueblos de Santa Rosa, Que-
guay y Artigas, maudadois crear por leyes de la época.
Don José María Cantilo y don Nepomuceno Madero, redacto-
res de "El Comercio del Plata", dirigieron una circular a los
Jefes Políticos a fines de 1852, ofreciéndoles las coluínnas de su
diario para fines de propaganda local. Y esa circular dio base a,
don Toimás VSllalba, Jefe Político de Soriano, para adiherir a
la idea de la colonización que a todos preocupaba intensamente
en esos momentos.
"Otro aspecto tomarla la campaña — decia el señor Villalba
— si en cada departamento de deaitinaran diez •leguas cuadra-
das de tierra, en fracciones cuando menos de una legua, y se
dieran con buenas garantías al primer individuo o sociedad na-
cional o extranjera que estableciera dentro de los dos primeros
años 100 familias labradoras en cada legua de tierra, haciéndo-i
las propietarias de 25 cuadTas cuadradas, con la obligación de
facilitarles las bestias necesarias, herramientas, semillas y las
subsistencias para el primer año. Deberían quedar exentas de
todo servicio y tributo por seis meses y bajo las garantías de las
ieyes y convenios que hi-cieren con las sociedades colonizadorasj
para indemnizarles sus adelantos. Deberían asimismo compren-
derse en las condiciones de tales eoloniais, todas las familias pof
bres que vagan actualmente de estancia en estancia mendigando
la subsistencia, o que viven en pequeñas chozas en las costas
lie los arroyos, alimentándose con la caza o con la carne de ye->~
gua cuando la m e r e c e n . . . Habría que invertir 200,000 pesos
en tierras al precio de 2,000 pesos la legua c u a d r a d a . . - " Pero
gastar con provecho y utilidad no es más que un principio de
«conomía. . . Cuando se publique el censo se verá "que para una
familia que tiene algo de qué vivir hay 50 que nada tienen de
productivo. Bepartamento hay cuyo ganado vacuno puede apa-
centarse penfectaimente en 30 leguas de campo, mientras que
cuentan con 300 de superficie".
Toda esta fecunda obra de reconstrucción económica a base
de inmiígración europea y colonización nacional quedó brusca-
mente truncada y abandonada por efecto de la revolución que
echó abajo al gobierno de Giró,
134 Anales de la Universiáaé

El Gobierno pide recursos para practicar estadios geológicos.

Uno de los primeros mensajes del gobierne die Giró al Cuerpo


Legislativo fué el de marzo de 1852, encaminado a obtener un
. crédito de 30,000 pesos con destino a la exploración geológica.
del territorio nacional mediante la contratación "de hombres
científicos y competentes".
"Restablecida la paz — decía es« do'cumento — el Gobierno
ha contraído su más seria atención a investigar los medios, da
subsanar las pérdidas que ha sufrido el primer ramo de riquez.v
racional, que es la cria y beneficio de los ganados. Uno de esos
medios que más urgente juzga el Gobierno poner en ejecución,
consiste en la exploración del territorio de la Re,pú/blica, por
hombres científicos, en los abundantes gérmenes que ofrecen loa
reinos de la Naturaleza. No se oculta a V. H. que existen en
nuestro suelo minas de metales y piedras, como igualmente va-
riados e importantes productos vegetales que sólo las calaml-i
éades de la guerra han podido mantener improductivos a la in-
dustria y al comercio".
No encontró ambiente en el Parlamento esa iniciativa fecunda
y he aquí por qué motivo según la minuta de comunicación san-
cionada por una de las dos ramas del Cuerpo Legislativo:
"La Calmara de Senadores entiende que siiemdo per ahora, co^
me Jo será por mutího tiemlpo, la ünica riqueza de la Repdblica
la cría de ganados, es este el objeto que más urgentemente re-
clama la protección y cuidado del Gobierno y que por COT:si-
guiente la primera y más manifiesta necesidad es de establefor
una buena policía en la campaña, consultando el mayor acierto
en la elección de las autoridades departamentales. . . Cierto es
que la exploración de nuestro suelo, rico en minerales y produc-
tos vegetales, proveería al Gobierno de informes científicos con
fos que alentaría las empresas particulares que atraerían al Es-
tado importantes recursos; pero no sería bien recibido por la
Nación que estando gravada con una deuda inmensa, aún no
bien conocida ni liquidada, se destinara una parte de la renta
pública para aquellas exploraciones... No tienen el Poder Eje-
cutivo ni el Judicial casas adecuadas para su residencia; no laa
tienen las Cámaras Legislativas, ni tiene el pai» una sola cárcel
en lugar aparente, cómoda y segura".
lEra un error. Precisamente porque había deudas millonarias
Anales de la Universidad 135

y porque las más urgentes obras públicas quedaban aplazadas


por la angustiosa situación financiera, es que convenía promover
la explotación de todais las fuentes de la riqueza publica y au-^
mentar así la capacidad económica del país. Pero el error era ge-
neral y el proyecto quedó desechado.
Habían empezado a multiplicarse en esos momentos las de-
riuncias de minas de oro y de cobre en Tacuarembó y Salto, bajo
el impulso de don Pdderico Nin Reyes, don Atanasio Líapido
y otros ciuidadanos, y con ©1 objeto de interesar al capitail extran-
jero publicó don Andrés Liamos en el "Jornal do Commercio"
algunos capítulos de su obra "Notidias sobre la Repiüblica Orien-
tal", con datos y observaciones tendientes a divulgar el conoci-
miento de las riquezas de nuestro suelo.

üiversas industrias.

Otros ramos industriales fueron también objeto de la aten-


ción pública en el período de resurgimiento que arranca de la
terminación de la Guerra Grande.
, Entre ellos el de la cal en el Departamento de Minas, ya es-i
tiidiado con entusiasmo por el ingeniero Pellegrini con ocasión
del proyecto de obras de puerto presentado en 18i33 al gobierno
do Rivera. Ha escrito Petlegrini qu cuando fué a Mináis para estu-
diar los materiales que podrían utilizarse en las obras portua-
rias, trabajaban allí 16 caleras para las plazas de Montevideo y
Buenos Aires; que a recorrerlas encontró en un rancho una
;a\ flaca y negruzca pero de tal poder que habiéndqila desleído
en un plato de loza tuvo que roraper el plato para^ desprender
la cal que se haibía pegado y he.dhó'euerpo con él; yí <lue el ,pai-
SP.no dueño de esa materia tan Bneciosia decía con fasitl'dio al
verlo romipcr el plato: "la beneficié por mis pecados, pues nadie
quiere de esta inmunidicia".
Í:—'El Gobierno envió a Injgiliaterra muestras de algodón cose-
chado en el Sailto, que fueron clasificadas como de primera ca-
lidad.
—^La repoblación de los montes" públicos fué también materia
de estudios, aunque sin arribarse a nada práctico. Uno de los
ciudadanos que más se habían destacado en este ramo, don
Juan P. Caravia, sostuvo el derecho de los propietarios de cam-
bes, contiguos,-Ellos se consideran, decía,-con título a los monr
tes públicos que forman la prolongación de su propiedad y de
136 Anales de la Universidad

ios que realmente están en posesión. Si no huMera sido por su,


acción (Vigilante, ya los montes iabrían desaparecido. Por otra
parte, los campos' que tienen monte se cotizan a más alto pre-
cio que los que no lo tienen. Toldo lo cual demuestra — agre-
gaba, — que al dictarse la ley de montes conjviene contemplar
s! deredho de los propietarios de campos contiguos.
- —^Respondiendo a exigencias de varias industrias en tren d6
marcha, presentó el doctor Juan Carlos Gámez a la Cámara de
Diputados un proyecto que eixlmla de derechos de importación
a! hierro en barras y en plandhais, al bronce y acero sin labrar,
a las maderas de construcción, al ilquitrán y la resina.

La Asamblea dicta una ley de privilegios Indnstrlciles.

Los que impulsaban ese movimiento industrial tenían que


lecurrir a la Asamblea en demanda de privilegios que eran de
tramitación forzasamente lenta, aun cuando se tratara de em-
presas tan reclamadas como la de Thell para el establecimiento
de una fábrica de azúcar de remo'acha, la de Nouthon de S.
Amat para el planteamiento de un lavadero público, y la de
Vernet a favor de un específico destinado a impedir la filtra-
ción de los aceites y grasas de nuestra exiportación. En cir-
cunstancia determinó a la Comisió,! de Peticiones de la Cámara
de Diputados a redactar un proyecto de carácter general que
en el acto fué sancionadí».
La ley de 1853 a que nos reíferimos, autorizó al Poder Eje-
cutivo para expedir patentes de privilegio exclusivo en los ca-
sos de invención, mejora de invención e importación de inven-
6ión. La Nación no garantizarla ni ©1 mérito ni la .prioridad de
las invenciones o mejoras, llbra-ndo a los Tribunales la decisión
de todos los reclamos y cuestiones que pudieran suscitarse. El
privilegio exclusivo serla de 10 años para el autor, de 8 para
el introductor y de 6 para el perfeccionador.
Por tal medio quedaba facilitada la tramitación dé las sell-
citudes y estimulado el espíritu de empresa en forma eficaz y
amplia.

l^mpresas de ómnibus y de ferrocarriles.

• Desde principios 'de 18i53 quedó establecido un excelente ser-


vicio de ómnibus entre Montevideo y la villa de la Unión. Cada
Anales de la Universidad 137

coche tenía capacidad para 30 personas y el pasaje costaba uu


•:e&l fuerte. Antes de esa mejora el viaje se hacía ín carruaje
y el costo era de medio patacón.
Como prueba de la vitalidad del servicio, citaban las cróni-
cas de la época la cifra de 300 pasajeros en el día de la inau-
guración. La carrera empezó con dos ómnibus, pero en seguida
hubo que encargar tres más a Inglaterra. Es que los empleados
públicos y los mismos empleados i,articulares, segün observaba
i.no de los diarios, empezaban a dirigirse a la Unión en busca
de hogares amplios y baratos.
—Otra ©m|pres3 resoilvió es.taibilecer en esa misma época una
'i.'nea de diligencias entre Montevi.leo y Minas con ánimo de
extender el servicio a diversos pueblos de campaña sí el ensayo
daba resultados.
—^Tajnjpoico quedaron reziaigadas las emipresias ferroiviarias y
tele¡gráiflcas.
Una de ellas solicitó la línea de "Montevideo a la Unión. Cal-
culaba ¡a obra en 140,000 pesos, } pedía al Estado la mitad
le esa suma. Eil camino tendría 30 varas de ancho, debiendo
übrarsü al tráfico general todo el espacio que no absorbieran
".os rieles.
—lOtra, de miás amlpllias proiyeociones, encabezada por los seño-
ves Isolda y Nin, proyectaba una línea férrea y servicio telegrá-
fico auexo desde Montevideo hasta la ciudad de la Colonia,
¡on estaciones en Las Piedrasi, Santa Lucía, San José y Colla.
El Estado debía suministrar a la empresai algunas manganas de
tierra én los puntos terminales y además una faja úe 3 a 10 eua-
dra? de ancbo a cada lado de la vía y una cuota mensual de mil
a dos mil pesos durante los primeros 25 años de' funciona-
miento efectirvo del ferrooarTill. A los cincuenta años el ferroca-
rril pasaría al doiminlo del Estado, pero no así los terrenos a
lo largo de la vía. La empresa quedarla autorizada para esta-
blecer un muelle en la Colonia y un servicio de vapores hasta
Buenos Aires. El proyecto fué sancionado por la Cámara de
Senadories polco antes del derrumbe del gobierno de Giró y no
alcanzó a confveptlrse en ley por eíeoto de los trastornos que
sobrevinieron.
—^y una tercera emipresa, encabeBaida por don Miguel Valencia,
realizó trabajos para obtener el establecimiento de un telégrafo
eléctrico de Monteivideo a Buenos Aires, pasando por la Colonia.
138 Anales de la universidad

Bancos, bolsas y monedas.

- El señor Picconi presentó al Gobierno a fines de 1852 un


proyecto de Banco emisor, bajo el título de "Banco Oriental",
con capital de 2.500,000 pesos. Emitiría billetes hasta el monto
de su capital efectivo; abriría una cuenta al Gobierno por me-
dio millón, con garantíía de bonos de 5 % anual; adelantaría
dinero sobre frutos del país; descontaría letras, y haría prés-
tamos hipotecarios.
—^Más resonancia obtuvo el Monte de Piedad y Oaja de Aihorros
proyectado por el doctor Jaime Estrázulas. En poco días que-
daron colocadas la mitad de sus ¿icciones. Tendría un capital
cíe 10,000 pesos. El Monte de Piedad haría pequeños présta-
mos de 10 a 100 pesos, bajo garantía prendaria, hasta tres
meses de plazo, vencido el cual se procedería al remate de la
garantía. La Caja de Ahorros abonaría el % % mensual y sus
utilidades acrecerían el capital del Monte de Piedad.
—Antes de finalizar el a&o 1852 quedaban muiy adelantados los
trabajos para la fundación de la Bolsa de Comercio, con local
propio y un amplio programa encaminado a facilitar las reunio-
nes de comerciantes, el estableoimiemto de cotizaciones oficiales,
y la reconcentración de corredores e intermediarios de negocios
en general. Con el propósito de apresurar la iniciación de las
obras, se fusionaron los accion,istas de la Bolsa con los del Ca-
sino, otro establecimiento que habla despertado mucho interés
en Montevideo.
Completando el programa de servicios de la Bolsa, proyectó
d(n Mauricio Blanes el establecimiento de una "Sala de Comer-
cio y Telégraifo Marítimo", desitina44 a ofrecer en sus mesas de
lectura y en sus i^izairras informaciones- sobre ventas, entradas y
pálidas de buques con nombres, banderas, procedencia y mani-
fiestos, y un sistema de señales ipara anunciar el movimiento de
los barcos.
-—Popas semanas antes de la terminación de su mandato, a
fines de enero de 185i2, dictó el gobierno de don Joaquín Suárez
un decreto autorizando la circuliajción, de diversas monedas de
oro extranjeras, que tomaba por base de las equivalencias el
peso y la leiy de la onza de oro esipañoTla. ILia libra esterlina, por
ejemiplo, tendría el valor de. 5.75, el águila 12.15 y la pieza de
20,000 reís, 13.26.
Ese decreto convulsionó al mercado de Montevideo. Según la
Anales de la Universidad 139

opinión más difundida, aseguraba a las monedas extranjeras un


valor mayor que el de la cantidad de oro puro que contenían.
La libra esiteríina, en vez de S.'V'SO, valía 5J568, atento a que
la par sobre Londres era de 42 peniques por peso uruguayo. Un
grupo de comerciantes adMriendo a esas op|iniones, pidió a'. Go-
bierno la suspensión del decreto, hasta que la Asamblea dicta-
ra una ley, y asi lo acordó don Bernardo P. Berro durante su
breve interinato presidencial de febrero de 1852.

Los intereses devengados durante la Giierpa Grande.

La Guerra Grande habia dejado planteadas numerosas y com-


plicadas cuestiones sobre inejecución de contratos, qUe recarga-
ban las tareas de Jos Tribunales y del mismo Cuerpo Legialativo.
A mediados de 1852 la Asamblea resolvió solucionar en tér-
minos generales la máis grave y apremiante de esas cuestiones:
la relativa a intereses del dinero por efecto de obligaciones exi-
gibles ,o contraídas en el transcurso de la guerra. He aquí en qué
forma:
"Toda cuestión sobre intereses devengados entre el 6 de di-
ciembre de 1842 y el 8 de octubre de IS'Sl queda sometida a
los principo® establecidos por las leyes para los casos fortuitos
y dé fuerza mayor".
Quedaban expresamente excluidos los oonifliotos que pudieran
suscitarse con motivo de obligaciones ya cumplidas, transadas o
resueltas por senten<^ías ejecutoriadas.
Durante la guerra—Idecia la Comisión idie Legislación de la Cá-
mara de Dipuitaldos en su infonme—Ihan viviido los ha,bitanltes del
país bajo el pe<so de una calajnildad incomtrastabLe tLué ha causia--
do el desquicio y la ruina de la propiedad territorial, industrial
y comercial, e inhabilitado para el cumpillmiento de las obliga-
ciones contraídas. Y es un principio de jurisprudencia que el
caso fortuito no debe perjudicar a los impedidos o imposibili-
tados.
Pero el Poder Ejecutivo no era de la mlsana pipinlón y devolvió
la ley a la Asamblea alegando que ella venía a resolver cuestio-
aes anteriores a su promulgación y que, en consecuencia, era
una ley de efecto retroactivo. Llegado el momento de la vota-
ción, resultó que sólo estuvieron por la afirmativa 21 legislado-
res y por la negativa 15, quedando desechada la ley de acuerdo
con las .prescripciones constitucionales.
CAPÍTULO III

Movimiento administrativo

El producto de Í3S rentas.

Según los estaidos de la Comtaidurla G«n«rail de la Nación, el


Tesoro ipúbíico recibió en 1852 la oanitl'daki de 3.20i6,000 ipesos,-
fiobresalienldo en Jos inigresosi los dersiclhois de importación por
9 31,000, el piapel sellaido y «las patentes de giro por 215,000 y los
contratos de prestamos ipor 94i9,000, y en los egresos las pilani-'
Has del Mínislterio de Guerra por 810,000, lel reemljolso de diver-
sos préstamos por 772,000, él rescate de propledaides por 84,000
y la amortización del guibsidio francés p.or 154,000. Al cerrar el
ejercicio quedaba un déflclt de 84i3,000 pesos.
iLa documentación de ese ejencicio pajsó a informe de la Co-
misión de Cuentas del Cuerpo Legislativo, resultando de un esn
tudio muy prolijo (practicado por el Cointador don Miguel For»;
taza, que las rentas habían dado 1.750,370 pesos, y los gastos
habían absorbido 2.439,294 pesos. La Comisión de Cuentas dff
la Cámara de Diputados, compuesta de don Juan C. Gómez y
de don José Zubillaga, y la del Senado compuesta de don An-
tonino Dom'ingo Costa y don Juan Miguel Martínez, presentaron
dos informes en Io« que hacís^ graves Inculpaciones.
En todos loB ramos de la Adminietraclón de Rentas — decfá
uno de los informes — reina el más profundo desorden. Mienv
tras los libros de la Tesorería Coilectora, por ejemplo, denuncian
una entrada de 1.354,116 pesos, las de la CJeUtaduríft'isólo'arFCH
jan 1.291,865. Faltan asientos, figuran pagos de ingentes sumas-
por concepto de empréstitos, intereses y comisiones sin la in-
tervención de la Contaduría. Hay aforos rebajados en un 20 y
un 25 por ciento. Hanse acordado devoluciones de derechos poj*
s:m|piles notasi de Visitas de Aduana y la vedes sin dicftio requi-
sito. Existen diferencias en las partidas de los mismos libros.
"Finialimente el des'orden más completo, puds hasta los libros estáB
Ein foliatura" — decían, los senadores Oosta y Martínez al ca"
rrar su informe.
Anales de la Universidad 141

Podían esitar reicargadas las tintas, como represalia .contra


el decreto que habla arrebatado la A'duana al Directorio mixto
que la administraba. El doctor Juan Carlos Gómez había com-
batido crudamente al Gobierno con motivo de ese decreto y don
J u a n Miguel Martínez formaba parte del Directorio cesante.
Pero en el fondo el desorden existía, y el Senado dándose cuenta
de ello, mandó pasar copia del Informe de su Com,isión de Cuen-
tas al Poder Ejecutivo "con el fin —• decía en su minuta — de
que se provea a los Inconvenientes qué en él se notan".
Canecidas la(s cifras g'lobaHes de lais rentas, veamos el detalle
de las doa más importantes — Ja de AJduana y la de pa,pel se-
llado y patentes.
¡La, renta d e im(p»rtaici6n ,y de eaüiportaclónj produjo- 1.430,33©
pesos, distribuidos en la forma que subsigue:

Enero 66,631 . $ 126,652


Febrero . . . . . 77,786 Agosto 127,446
Marzo 155,596 Septiembre . 143,793
Abril 105,599 Octubre . 150,077
Mayo 134,508 Noviembre . 106,527
Junio 140,444 Diciembre 101,277

El repunte de septiembre y oictubre concidia con la afluencia de


tarcos en el puerto de Montevideo por efecto de las agitaciones
políiticais de que era teatro la plaza de Buenos Aires en esos mo-
mentos.
En una liquidación correspondiente a los primeros siete meses
del año, que montaba a 807,219 pesos, la importación figuraba
con 5614,000, la exiportaoión con 66,000, el derecho municipal con
134,000 |y con cifras de menor cuantía otros rubras.
Las patentes de giro, p.a,pel seMíudo, alcabala, patente de cabo-
taje y otro® impuestos más pequeños redituaron en 1852 la can-
tidad de 215,000 pesos, correspondiendo 164,000 al Departamento
de la Caipitail y 5.1,000 al resto del país.
En los l'6i4,000' pesos del Departamento de la Capital figura-
ban las patentes d© giro por 102,000, %\ paípel sellado por 34,000
y la alcabala por 16,000.
Muy inlcoimpDetos son los datas de 1853, año de derrumbe de
las autoridades constitucionales y de (agitaciones políticas que
daban peca ambiente a las publicaioianies estadísticas.
Sólo conocemos estas cifraB parciales de líos Inigresos de Aduana:
142 Anales de la universidad

Febrero 4 103,747
Marzo . 130,274
Abril 105,796
Mayo 109,762
iSeptiembre 153,000

Denunician xetroioeso con Tellación a las de 1862. Pero hay q\i9


advertir qute el deredho MaJmado mumiioiipal ctuedó suprimido en
1853 y que no toldo debe cargarse «n consetíuenicia a la disminu-
C'ón de los conisumos.
El monto de los impoíestots recauídaidos en 1852 ($ 1.750,000)
corresponde a los niveles alIpainaaidoB duranite el gobierno de Ori-
be, en que las rentas oscilaron de 1.400,000 a 1.600,000, según
los datos que Iheimos reiproduclüo en el Tomo II. Pero reflejan
,baja enorme con relación a losi años 1840 y 1842, del goibiemo
de Riivera, en que el producto rentístico osciló de 3.029,000 a
3.500,OOiO pesos. ¡Efecto de la Guerra Grande!
(Etotre las medMais enioaminadas a faoiliitaT el cointralor aidimi-
nistlrativo y parlameinitario de eiste período, sie desitaican el decreto
de juruio de 1853 abligiando a laig ofiícinas recaudadoras a verter
Gus fondas en la Tesorería General, y la ley dte julio del mismo
¿\ño que pnesicribla que cualndo la Comisilón de C'uentas del Cuer-
10 Legislativo no terminare su tarea dentro del período ordina-
lio, la Coimlsión Permianente la lleivaría baista su fin.

Sigue el Gobieimo emdeiudáMdoise cada vez más.

Hemos hecho referencia al préstamo de 300,000 pesos gea-i


t.'omad'O poír el gobierno de Qiró desde los primeros día« de su
administración.
Fracasada la negociación con los acreedores de la Aduana, a©
•entendió el Gobierno con un grupo de capitalistas que encabe-
zaba don Carlos Navia. Obligábanse los capitalistas a anticipar
los 300,000 pesos a dos, tres, cuatro, cinco y seis meses de pía-'
zo, bajo forma de vales que serían descontados en plaza, o por
'os mismos prestaimistas si así lo reaollviera el Gobierno. En de^
íecto de reembolso de las sumas prestadas, los documentos de
crédito contra el Gobierno que tufviese Navia serían recibido»
por la Aduana en pago de derechos. Tal era lo que establecía el
contrato. Pero luego de entregados 78,000 pesos, aurgieron desin-
teligencias que condujeron a la rescisión del préstamo.
Anales de la Universidad 143

La Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados practicó


a mediados de año el examen documentado de esa operación
parcial, resultando de su estudio que el erario público había pa-
gado por concep'to de deácuenitois y primas de letras y comisiiones
7,800 pesos, o sea justamente el 10 % de la cantidad recibida.
Era eso, sin embargo — agregaba la Comisión — lo más econó-
mico a que podía aspirar el Gobierno dentro de las circunstan-
cias, y entonces lo que convenía era aprobar lo hecho y derogar
la ley acordada para mayor cantidad.
Desipués de esa primera operación, realizó varias otras el Go-
bierno, llegando a estabilizarse el recurso de salir de los apuros
de cada mes mediante la negociación de los ingresos del mea
siguiente. Véase el monto de los más importantes:

Junio $ 79,000
Julio 65,000
Agosto 60,000
Septiembre 120,000
Octubre 73,000
Noviembre 250,000
Diciembre 120,000

$ 7167,000

Las circunstancias financieras debían empeorarse, y se em-r


peoraron desde los comienzos de 1853, bajo la doble presión de
la oposición colorada que ya había puesto la proa al gobierno de
G'ró con ánimo de echarlo abajo, y de los propios elementos si-
tuacionistas que trataban de p'rovoicar un cambio de ministerio
que llevara a la administración hombres d« más empuje y de
más espíritu de empresa que los que rodeaban al gobernante.
lEl Poder Ejecutivo pidió en marzo autorización para negociar
un emt>réstito de 600,000 pesos con destino al pago de los suel-
dos civiles y militares atrasados y de otros compromisos. Laa
necesidades crecían con tal rapidez, que fresca todavía la tinta
de ese proyecto y antes de que la Asamblea hubiera tenido tiemí
po de sancionarlo, tenía que peldir el ministerio que el crédito
fuera eilevaldo a un milllón.
"Como el estado de apuros en que se halla el Tesoro — decíat
la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados —, es el
resulltado de la martíha generad que el ministerio ha seguido^
144 Anales de la Universidad

desde su advenimiento al .poder", parecería llegada la hora de


definir posiciones aplazando el proyecto; pero se ha optado por
e' des'pacího "a présemela idie la neoesiidad premiosa de atender a
los pagos atrasados que en su mayor parte son el alimento de
los servidores del Estado".
La Asamblea votó el millón pedido con la garantía de un de-
recho adicional de Aduana, bajo la expresa condición de que el
interés no excedería del 24 % anual y que la operación se rea-
lizaría a la par.
Con el producto de la nueva operación debían cubrirse, según
d'o'o el Ministro de Hacienda en la Cámara de Diputados, 500,000
pesos de deuda «xigible, y otros 500,000 por sariois atrasos, en-
tre los que figuraba un préstamo de 144,000 pesos de don Ireneo
EYangelista de Souza, barón de Mauá, al gobierno de la De-
fensa, para compra de material de guerra.
Lo dilí'cll era, sin embargo', encontraT quién se arriesgara a
desembolsar dinero en una situación tan apurada y tan llena de
incertidumbres.
Había anticipado el Ministro que existían propuestas hasta
dB 8 y 10 millones procedentes de plazas extranjeras, y que el
mismo comercio de Montevideo estaba en tren de facilitar fuer-
tes sumas al 1 y % % de interés mensual, que era el más favo-
rable que regía para las firmas de prestigio. Pero el movimiento
1 evolucionarlo del 18 de julio sorprendió al Gobierno todavía
en la tarea de encontrar capitalistas que estuvieran dispuestos
a entregar su dinero al Estado.
Eli minisiterio surgilda dé ese morimiento revodulcionario rea-
nudó con bríos la tarea durante las pocas seilianas de vida
acordadas al gobierno de Giró. Don Manuel Herrera y Obes
qu'e deaetniíwñaibia la cartera de Hacienda, conivocó a los más
importantes miembros del comercio de Montevideo para pedirles
su con<;ursO' sobre las siguientes 'bases:
Los prestamistas entregarían 3 2 2,0 00 pesos en vales al por-
, tadoT pagadieToa a 3 y 4 meses de plaaoi; las sumas prestadas
no devengarían interés; el Gobierne daría órdenes de pago a
cargo de la Colecturía por el importe de los vales, a los mismos
plazos de 3 y 4 meses, que serían aceptadas en pago de dere-
ohoB de Aduana; las rentas de Aduana, papel sieWado y mercado
quedarían hipoteicadas en garantía d e la oiperación.
Pero la suscripción del comercio apenas alcanzó a 160,000
pesos y entonces el Gobierno resolvió dirigir la vista al Brasil,
Anales de la universidad 145
* .
en la esperanza de levantar allí el millón autorizado por la
Asamblea. Un diario tan bien informado como «El Comercio del
Plata» y tan vinculado a la nueva situación creada a raíz de
la revolución de julio, llegó a decir que se aseguraba que ha-
bla gestiones diplomáticas tendientes a que el Gobierno Impe-
rial garantizara la realización del empréstito, sin perjuicio de la
reanudación del subsidio mensual de 60,000 patacones del tra-
tado de 1851 que también estaba en trámite.

El atraso en los pagos.

Por decreto de enero de 1852 mandó el gobierno de Suárez


que se restableciese el servicio regular de los sueldos civiles y
militares suspendido durante toda la Defensa, suprimiendo a la
\ez las exenciones de impuestos, los suministros de víveres y
las concesiones de alojamiento con que hasta entonces habían
sido atendidas las necesidades de los empleados y sus familias.
Los pagos debían hacerse por quincenas anticipadas.
Pero con rentas tan exiguas como las que había, y sin am-
biente para las operaciones de crédito no era posible que el
decreto tuviera cumplimiento.
Los sueldos se fueron, pues, atrasando, sobre todo al finali-
zar el primer año de la administración Giró.
«Nos encontramos cada día peor de recursos — escribía el Mi-
nistro de la Guerra coronel Venancio Mores al Ministro de Go-
bierno doctor Florentino Castellanos en noviembre de 1852 —.
Hoy estamos sin pagar la lista civil y militar y van corriendo
tres meses; todo el mundo desespera de miseria, y esto es de
trascendencia, como usted debe comprenderlo. Yo creo indispen-
sable y como único recurso tocar al Gobierno del Brasil, a ver
si nos da el subsidio por algunos meses para salir de este
estado».
«A los empleados públicos se les debe sus sueldos de cuatro
meses», agregaba el Ministro de Hacienda a mediados de 1853
en la Cámara de Diputados. Pocas semanas después expresaba
el doctor Juan C. Gómez en esa misma Cámara que el atraso
había aumentado a cinco meses.
La Cámara de Diputados, tomando una hermosa iniciativa,
votó un proyecto de ley por el que se suspendía el abono de las
dietas, a la espera de la normalización de los pagos; pero el
Senado no siguió su impulso y el proyecto quedó rechazado.
10-IV
146 Anales de la universidad

En julio, al ', iempo de estallar el motín militar contra el


gobierno de Gíió, habían subido a seis los presupuestos atra-
sados.
Los militares, uue veían crecer la montaña de la deuda, a la
que indefectiblemente irían todos los sueldos y atrasos pendien-
tes, resolvieron gestionar la sanción de leyes tutelares de sus
intereses. En una representación al Cuerpo Legislativo encabe-
zada por los generales Juan A. Lavalleja, Enrique Martínez, An-
tonio Díaz, César Díaz, José A. Costa y Andrés Gómez, pedían
que se declarase «que los créditos originarios por sueldos pro-
venientes de servicios a la patria, gozaban de preiación y pri-
vilegio sobre todas las cuentas pasivas que el erario nacional
reconociera en su contra:». La Comisión Militar de la Cámara
de Diputados, al despachar ese asunto reconoció la justicia de la
preiación, pero con la advertencia de que la oportunidad de de-
clararlo sólo llegarla una vez que la Asamblea acometiera la
obra de la clasificación de la deuda pública. Y ese informe pre-
sentado a mediados de junio de 1853, en la víspera de la clau-
sura de las sesiones ordinarias, dio lugar a que los generales pe-
ticionantes volvieran a presentarse, «para implorar — decían —
la declaración paladina y en el día de que en efecto los haberes
militares gozan de la preiación y privilegio que hemos invo-
cado».
Una especie de ultimátum, como se ve, que denunciaba la des-
esperación de los empleados en la víspera del movimiento mili-
tar de julio.

El déficit.

Véase cómo describía el Piesidente Giró el estado de las finan-


zas nacionales al abrir las sesiones ordinarias del Cuerpo Legis-
lativo en febrero de 1853:
«Las rentas públicas han excedido el cálculo del Presupuesto
a pesar de la supresión que se hizo de diversos derechos con el
fin de dar facilidades al comercio; pero las necesidadies supervl-
nientes a la ley de Presupuesto; los gastos de pacificación de la
República; la incorporación sucesiva a la lista militar de oficia-
les, de inválidos y de viudas; el aumento de plazas en el Res-
guardo; la creación de otras en las oficinas de recaudación y de
policías de los departamentos; el armamento de algunas embar-
caciones para el celo de las costas; el establecimiento de una
Anales de la universidad . 147

aduana de depósito en la Colon^ia, y otros gastos pendientes ex-


traordinarios indispensables para el mejor servicio del Estado,
han ocasionado un déficit mensual en Tesorería que el Gobierno
ha llenado por medio de empréstitos sucesivos, calculando den-
tro de la cantidad para que estaba autorizado".
Dos meses más taiíde lel Ministro idte Hacienda -declaraba ,ante
la Cámara de Diputados, con ocasión del proyecto de empréstito
de un millón de pesos, que eV déficit montaba a 1.768,000,
.nduMO' el lya existente en agosto ide 185i2 ipor 439,000.
La prensa de la época señalaba especialmente entre los fac-
tores del desequilibrio la afectación del 2 5 % de la renta adua-
nera al reembolso dell subsi'dio acordado por el Tesoro fran-
cés al gobierno de la Defensa y la abolición del impuesto mu-
rieipal. Dentro del presupuesto de 18 meses destinado a re-
gir desde junio de 1852 hasta diciembre de 1853, representaba
el primero la pérdida de 450,000 pesos y el segundo de 270,000,
o sea un promedio de 40,000 peisois mensuales, cuya disponibili-
dad habría permitido ayudar fuertemente a la leguVari/.ao'ón '¡e
los pagos,
Sólo por concepto de sueldos — escribía Juan C. Gómez al
ímalizar el mes de junio—se adeudan más de (100,000 pesosr
17,000 por febrero, 220,000 por marzo y abril, y 369,000 por
mayo, junio y jallo.
"Feriistir por más tiempo — decía "EV Comei ció del P l a t a "
— pu el estado actual, que es ana bancarrota menos el nom-
bre, dejar que se acumulen impagrs los sueldos de los servi-
ilores públicos, que no se vea una luz que indique que los
acreedores del Estado pueden contar con alguna cosa de lo
cue se les .debe, y por fin no mirar en la situación violenta
que nace de ahí sino una situación, normal, que no exige nada
f'e parte del Gobierno, es de veras una aberrai'ón daploraible
y peligrosa".

limpieza la liqui)Cllacllón de la deuda pública.

Uno ide los tratados ide 1851, «1 de préstamos, ^imponía aíl


Uruguay la o*ligaeión de organizar de inmediato una Junta de
Crédito Público encargada de la liquidación y elasiificación de
¡a ideuida, en la que teadiría entraida un delegaldo del Imperio^;
y de convertir dentro del primer semestre de 1852 todo ell monto
licjuiídado y tílasiflcado en títitíloB de deuda consolidada idel 3 y
di?l '6 % de .interés al año. '
148 • Anales de la universidad

Por efecto del propio proceso de la reconstrucción nacional


:niciado a raíz de la paz, hubo que aplazar el cumplimiento de
esas cláusulas. Recién en julio ile 1852 quedó instalada la
Junta de Crédito Público, a)ctuan(do en nomlbre idiel Imlperio don
Manuel Viera Braga primeramente y lueigo el señor Tolen-
lino, y en nombre del Gobierno don Orisitóbal Salvañach, don
Vicente Vázquez y don Alejandro Chucarro.
Mucho había trabajado la prensa, sin embargo, a favor de
la rát)ida ejecución del tratado, indicando la conveniencia de
movilizar el capital muerto de la dtuda y la necesidad patrió-
tica de enterrar el pasado de luchas partidistas de que esta
deuda emaoEuba.
Empezó la Junta de Crédito por darse uh reglamento, cuya
•diflposición sustan'ciail decía así:
"La Junta de Crédito Público llamará por edictos publicados
•en los diarios de esta iciíadad a todos Jos acreedoreg del Estado
<;uyas deudas estén documentadas y reconocidas por el Go-
"bierno, o reclamaciones que tengan despacho de éste, para que
sean liquidadas y clasifioadas por la misma Junta, señalando
ell término de cuatro meses, contados desde el día 1.° de sep-
tiembre, )para íque le sean ¡presenitaldas".
Sólo concurrieron tres reclamantes el día de la apertura del
registro: dos de ellos volvieron a llevarse su papeles, porque
TiO estaban en forma, y el registro se estrenó entonces con un
solo asiento por 48 presos pertenecientes a una pobre mujer.
¡Tal fué el moide'stio comienzo de la montaña de 100 milllones
•de deuda ccn que debía cerrarse e! reigistro instituido por exi-
jíen'cias de la dijplomacia braslleáa!
Precisando el alcance de la cláusula del Reglamento que he-
mos reproídiicido, (presloribió un delcreto gubernativo que la
Junta sólo admitiría los documentos o títulos de crédito contra
el Estado que hubieran seguido su tramitación en forma y es-
^uvieran reconocidos por las autoridades adniinistrativas o ju-
diciales correspondientes. Aquellos que no exhibieran documen-
tos o títulos así reconocidos o que sólo tuvieran a su favor
simples informaciones, deberían aguardar la autorización del
Cueripo Legislativo, "no considerándose el Gobierno autorizado
r a r a su reconocimiento".
Anales de la Universidad 149

IJOS perjuicios de guerra.

Quedaban, pues, fuera de las atribuciones de la Junta de


Crédito Público todos los perjuicios de guerra no reconocidos
eu form'a por las- autoridades aidiministraitivas o en su delecto
por sentencia judicial.
Pero la Asamblea sancionó a meáiados de li853 una ley que
umpliaba notabltemente los marcos.
"Sólo se reconoce como deuda nacional por razón de perjuicios
de la guerra — decia esa ley - el importe de los animales, ar-
tículos, efectos o bienes tomados o inutilizados a particulares,
por autoridades públicas militares o civiles dep'jndientes de
cualquiera de ¡os respectivos gobiernos que dentro y fuera de
Montevideo han regido el país hasta el 8 de octubre de 1851".
La justificación se haría ante los Alcaldes Ordinarios de todo
el país. El Gobierno designaría en cada departamento un agen-
cie fi&cal «on el xuall se sustanciarían las «aus'as. iLioa 'reclamos
se interpondrían por escrito o verbalmente, levantándose acta
en el último caso. Una vez concluidas las informaciones, serían
1 emitidos los expedientes al Poder Ejecutivo para que éste dic-
tara resolución previo dictamen del ministerio fiscal. En caso
de ser favorable la resolución, el ¡Poder Ejecutivo mandaría li-
quidar, documentar e inscribir el crédito, "sin perjuicio de so-
meterlo a la revisión legislativa". En caso de ser desfavorable,
Quedaría libro al reclamante la acción judicial. Los reclamos de-
berían -presentarse dentro del plazo de seis meses computados
desde el nombramiento de los agentes fiscales en los departa-
mentos.
A un verdadero tembladeral empujaba así el legislador en
el deseo patriótico de echar una palada de tierra sobre los agra-
vios de la larga y asoladora guerra que acababa de terminar.
"Casi todos los pueblos de la tierra — decía en 1857 el doc-
tor Juan Carlos Gómez — han consagrado el principio de que el
Estado no debe indemnización por perjuicio de los hechos de las
guerras civHies, siendo ellas caLa,midiadies que ©esan sobre todo
el país, de que sufren todos sus habitantes y con cuyas conse-
cuencias todos deben cargar en la parte que les haya cabido,
como las inunldaciones, los terremotos, los inicentdios, las epiídemias
y otras grandes desgracias de las sociedades".
150 Anales de la Universidad

Proyectos de consoUdación de la deuda»

Quedaban ya abiertas y en pleno funcionamiento las dos


jrrandes canillas de la deuda pública: la de los créditos recono-
cidos por las autoridades administrativas o judiciales y la de
los perjuicios de guerra a base de informaciones sumarias en
los departamentos y de resoluciones ministeriales más sumarias
todavía.
Una leiy Bancionada en 1852 autorizalja al Poder Ejecutivo
para iniciar con los acreedores, previa liquidación y claaiflcación
•ie la deuda general, los arreglos convenientes, y también para
preparar y acordar las operaciones de crédito necesarias, todo
olio con cargo de dar cuenta instruida a la Asamblea y proceder
on definitiva conforme a lo que ésta resolviese.
A principios de 1853 hubo una numerosa reunión de legisla-
<iores y hombres de negocios en el Ministerio de Hacienda para
cambiar ideas acerca de la forma en que debería efectuarse el
arreglo y pago de la deuda. "Varios proyectos surgieron de esa
iniciativa.
Uno de ellos, suscripto por don Francisco Magariños, don Ata-
Tiiifrio Aguirre y don Josié María Muñoz, establecía quo los tré-
.litos provenientes de depósitos, los pactados con garantía hipo-
tecaria de las rentas y los consolidados serian convertidos en tl-
iulos de deuda de 6 % de interés; los procedentes de suminis-
tros, comtratos y préstamois sin garantía hipotecaria, serían con-
vertidos en títulos de 3 % de interés; y todos los deniáf en tí-
tulos de deuda sin interés alguno. Para el pago de los intereses
se crearía un adicional del 4 % sobre la importación y para e'
pago del capital se negociaría un empréstito de 8 millones d i
pesos con la garantía de la contribución directa y de otras ren-
tas.
Otro de don Pablo Duplessis, limitábase a la creación de un
fondo amorltizante a exlpensasi de la comtribución .directa y diver-
ja.'! rentas.
Un tercer proyecto de don José Zubillaga, autorizaba la con-
tratación de un empréstito de 2 millones destinados a amorti-
zaciones quincenales de 100,000 pesos cada una, al precio de
í)laza, lo cual permitiría en un año rescatar 12 millones. El em-
préstito sb pagaría en diez años mediante una entrega mensual
tíe 20,000 pesos de rentas generales. El autor calculaba que la
Anales de la Universidad 151

liquidación de la deuda llegaría a 30 millones, pero se limitaba


a planear la extinción de algo más de la tercera parte de esa
suma.
Otro del coronel Lorenzo Batlle, proponía la contratación de
un empréstito para amortizar, al precio de plaza, la totalidad
de la deuda.
L a ' J u n t a de Crédito Público presentó un nuevo proyecto que
dividía la deuda en tres categorías: la 1." constituida por los
«réditos hipotecarios y los títulos de reforma militar; la 2." por
lois er,(3|dítois no hipotecarlos; y la 3." por las demás ideu'daa.
P a r a el pagp de los capitales de la primera categoría, se emiti-
ría una deuda consolidada de 6 % de interés y 2 % de amor-
tización. Para los de la segunda categoría, se emitiría deuda de
3 % de interés y 1 % de amortización. Y para los de la última,
títulos de 1 % de interés y ^2 % de amortización. La consolida-
•ción recaería exclusivamente a favor de los capitales originarios,
debiéndose recabar de los acreeidores la renuncia de los intereses
"en vista' de la carencia de recursos".
La Junta de Crédito Público partía de la base de que la deuda
reconocida no excedería de 40 millones de pesos, y suministraba
un dato revelador del cruel desiprestiígio de Jos dróditos que
se estaban registrando: las liquidaciones de sueldos de emplea-
dos civiles y militares se vendían con la enorme pérdida de 99
y % %• o sea al precio de ^¡ %. Agregaba que la mayoría de los
documentos registrados no estaban ya en manos de sus dueños
primitivos, sino que habían sido negociados a un promedio que
podía Ajarse en la décima parte de su valor nominal.
Sobre la base de estas diversas fórmulas y muy especialmente
de la última, formuló el Gobierno un último proyecto que fué
sometido al Cuerpo Legislativo en mayo de 1853.
DiTídía la deuda en cinco categorías: capital originario ínte-
gro de los contratos hipotecarios y de la reforma miUtar; capi-
tail originario de los empréstitos y contratos no hipotecarios con
rebaja del 40 o|o; capital originario de alquileres con rebaja del
60 o|o; capital originario de las demás deudas con rebaja del 85
o|o; capitales rebajados e intereses corridos hasta diciembre de
1852.
Las cuatro primeras se pagarían con títulos de deuda conso-
lidada de 6 o|o de interés y 1 o|o de amortización. La quinta
<'on títulos de deuda flotante, sin intereses. La amortización
se efectuaría por el precio de plaza y sólo empezarla a hacerse
efectiva pasados cuatro años.
15-2 Anales de la Universidad

Llegó el mes de julio, último de las sesiones ordinarias, sin


que la Asamblea abordara el examen de ese proyecto, y enton-
ces se lanzó la 'idea de convocar a sesiones extraordinarias que-
se dedicarían exclusivamente a la consoWdación de la deuda.
Pero la idea no encontró ambiente y dando las razones del fra-
caso, decía "IjiL Constitución":
Por ahora tenemos bastante con 5a ley que autoriza al Po-
der Ejecutivo a celebrar arreglos con los acreedores y la ley
que estaiblece la Caja de Amortización. Antes de consolidar, es-
preciso que quede terminado y cerrado el expediente de la deu-
da. El artículo 17 de la Constitución atribuye a la Asamblea la
facultad de contraer la deuda nacional y consolidarla. En un año-
que lleva de funcionamiento apenas ha realizado la Junta áe
Crédito Público la mitad ide su tarea. ¿'Cómo hablar entonces
de consolidación? Es cierto que el Tratado de Préstamos con el
Brasil impuso la obligación de consolidar durante el pr'mer se-
mestre de 1S52. Pero al redactarse el Tratado se suponía que
líi liqui'dación y clasi'floación de los créditos quedarían terminadas;
en ese plazo y no en el otro mucho mayor que va resultando.

Una propuesta europea ligada con la colonización.

Otro proyecto más importante presentó don Fernando Menck,.


del comercio de Montevideo, a nombre de varios capitalistas,
franceses. Partía de la base de una deuda consolidada de 40 mi-
llones y para rescatar esa deuda a tipos que podrían oscilar del
15 al 40 por ciento, ofrecía diez millones de pesos efectivos. El
Estado abonarla el interés del 6 o|o al año y entregaría al s.in-
clj'Cato poT espacio de diez años 500,000 cuadras de tierra cul-
tiloables para ser 'cojloniziadas con 10,000 familias de 5 iadividuot-
cada una, término medio. A los 5 años la mitad de las tierras se-
rian adjuldica'd'as en propiedad a las familias, y a los 10 años-
el sindicato devolvería al Estado la otra mitad valorizada por
el trabajo de los colonos.
Este proyecto fué acejiltaido en principio y el Gobierno anun-
ció el propósito de entrar en negociaciones previa autorización
legislativa. Pero ya el ambiente político estaba muy agitado y
:as autoridades constitucionales, arrastradas a la pendiente del
derrumbe, no tuvieron ni tiempo ni oportunidad de llevar más
adelante las cosas.
Anales de la universidad 153

Se establece una caja de amortízación de la deuda.

Una ley de 1852, debida a la iniciativa del doctor Eduardo-


Acevedo, afectó todas las tierras y propiedades públicas a la.
amortización de la deuda; autorizó al Poder Ejecutivo a em-
prender de Inmediato la mensura general del territorio, con exa-
men de la titulación privada; y prohibió desde ese momento ad-
líiitir denunicias y realizar enajenacion'es' de las peTtenen<;ias del
Estado
Apoyando esa Iniciativa decía en su informe la Comisión de
Hacienda del Senado:
"Después que la Nación ha visto enajenar los cuarteles de la
tiiOipa, todos los eidiflcios ipúblicos y hasta las plazas de la Capi-
tal, de temer es que la codicia por una parte y la indolencia por
ütra se vuelvan a combinar para desaiprofplar al Estado de las
tierras 'Que aun tiene en su vasta campaña. Es incalculable la
riqueza que todavía poseemos en tierras de pastoreo; pero no
por los cuidados de las admlniistraclones anteriores sino por su
propio abandono en recibir y titular agr(imensores de número a
cualquier extranjero que se ha presentado con tal solicitud.
¿Qué podría importarles a éstos que al recibir el área de un
campo que iba a vender el fisco se escribiesen cuatro leguas en
vez de ocho, si su mensura no habría de (rectiflcarse desde que-
los colindantes no hubieran S|ido perjudicados? Y así es que he-
mos visto asegurar a un agrimensor que constaba de 60 leguas
un campo cercado por límites naturales, cuando tenia más de
400".
Otra ley de 1853, obra también del doctor Acevedo, creó
ui.a Caja de Aimortlaación y Rescate, sin perjuicio de las demás
(peraciones que pudieran hacerse en adelante. La Caja traba-
jaría con ayuda del 5 % de las rentas generales y el producto-
de las tierras públicas, y sería administrada por una Comisión
compuesta de un senador, dos diputados y un representante
de los acreedores. El rescate de la deuda se efectuarla men-
feualmente, bajo forma de propuestas cerradas aceptándose las
más ventajosas para el Estado.
Explicando el propósito que perseguía, dijo su autor que-
c.e las publicaciones de la Junta de Crédito Público resultaba
que la liquidación de la deuda uo quedaría pronta antes de-
í.,lgunos ilieses y que era entretanto necesario que la Asamblea-
hiciera aligo en obsiequio de los numeroaq* acreedores que esta—
ban postergados en sus pagos.
154 Anales de la Universidad

Complementando el programa práctico a uue respondía la


'Caja de Amortización, abordó la Assamblea el arreglo y forma
de pago de varios créditos de importancia, entre ellos los que
éestionaban los .señores Pereda., Gounouilthou, Costa, Murguiondo,
Agell y Mainesí por sí y como representantes de otros acreedo-
res hipotecarios, por la suma de tres y medio de millones de
pesos. Mientras la renta de Aduana no excediera de 150,000
pesos mensuales, se aplicaría a su rago el 1 % y la cuota iría
creciendo a razón de 1/2 % mási por cada 25,000 pesos de
.progreso en la renta.
La Caja de Amortización empezó a funcionar en la últimas
semanas del gobierno de Giró y q.iedó envuelta en el derrumbe
de ese gobierno.

Tesoro especial para el servicio de la deuda.

El Poder Ejecutivo presentó en esa misma oportunidad un


,plan encaminado a asegurar el servicio de la deuda sobre la
base de los siguientes recursos:
Un impuesto de 6 % sobre los allquileres de las fincas si-
tuadas en ¡a ciudad de Montevideo, que se recaudaría durante
.'os años 1853 y 1854; una contriibución directa sobre las pro-
piedades inmuebles de toda la República, qu* em.pezaría a recau-
darse desde el año 1855 en adelante con la- tasa de 4 por mil
•ci primer año, 6 por mil el segundo y 8 por mil en los
años subsiguientes: un derecho, adicional de Atíuana del 4 %
sobre la importación; un canon sobre el capital de los montes
públicos que sería del 6 por mil del valor de tasación de los
montes en el primer año y 8 por mil después. Desde el año
3 855 en adelante los compradores de tierras públicas pagarían
.el precio es'cliusivamente en títulos de deuda. Todas las rentas
y recursos se depositarían en una caja provista de tres llaves
<;ue estarían en manos de un diputado y dos senadores.
La Asamblea no llegó a ocupars-3 de este plan. Pero en cam-
bio incorporó a la ley de Presiupuesto una partida de 600,000
•pesos con destino al servicio de la deuda.
Es Interesante agregar que ai Iniciarse el estuldio de la con-
solidación de la deuda, uno de \oa órganos de la prensa, "El
.Noticioso Universal", habló, de implantar el papel moneda so-
-fcre la base de (garantías ihipotacarias suiftcien'tes. - Felizmente
Anales Ae la Universidad lñ5

la idea levantó mucha polvareda y quedó abandonada. El país


continuaba salvándose asi del empapelamiento en lo más recio
de sus crisis, gracias a las resistencias de un comercio sano
y sólido acostumbrado a cumplir honradamente sus compromi-
sos y p,or lo mismo la coimprar y vender en metálico.

Kl monto de la deuda.

A mediados de 1852, al pedir a la Asamblea autorización para


entrar en arreglos con los acreedores, calculaba así el gobierno
de Giró el monto de la deuda pública:

Deudas contraídas con afectación de rentas hasta


OKStulbre de 1851 5.i6i32,809
Deudas contraídas en la misma forma después de
octubre 468,481
Cálculo de la deu,da pendiente en enero de 1852. . 18.972,934

25.074,224

lEn el primero de esos rubros figuraba el subsidio del Tesoro


francés al gobierno de la Defensa por cerca de un millón y me-
dio de pesos y otras operaciones realizadas por el mismo gobier-
no para el levantamiento de fondos.
Las rentas públicas de 1853 habían sido calculadas en
1.613,800 pesos, y basta poner frente a frente ambas cifras, la
de la deuda y la de los recursos, para palpar lo angustioso de la
situación. Adviértase sin embargo que cuando esos cuadros se for-
mulaban, todavía no había empezado a funcionar la Junta de
Crédito Público y que, en consecuencia, el cálculo de la deuda
pendiente carecía absolutamente de base.
A mediados de 1853 el monto ya liquidado y c:r.::ricado por
ia Junta de Crédito Público llegaba a 26 millones, auedando to-
davía montañas de expedientes por liquidar y clasificar!

Valor de los dociuneiitos de crédito.

Señalando los efectos de una saludable reacción en el nivel


tlel crédito público, obra del esfuerzo en favor del arreglo de la
deuda, decía "El Comercio del Plata" en marzo de 1853:
1.Í6 Anales de la universidad

"Documentos que hasta hace poco no s.e compraban sino a u a


cuarto por ciento y a un octavo por ciento, tienen hoy el precio-
del 5 % y aún del 6 %".
La reacción era grande, sin duda alguna: de un octavo al seis-
por ciento. Pero ¡cuánto trayecto a recorrer todarrta para nor-
malizar y prestigiar el crédito del país!

lieglslación tributarla.—La ley de Aduana.

Eu 1853 fué saucionada una ley de Aduana derogatoria de la.


que venía rigiendo desde 1837.
En imateria de importación quedaban exonerados de impue¿-
lo las máquinas, el carbón de piedra, las cascaras para curtir,,
la sal, el ganado en pie, los frutes similares de los del país y
otros artículos de la misma índole. Se establecía como derecho-
general e! 20 %, y ese porcentaje se bajaba, por ejemplo, al
15 % a favor de los tejidos de hilo o de seda y al 6 % a favor
de! hierro sin labrar, o se alziaba al 25 % >para el azúcar, la yer-
ba, el café y los comestibles en general, al 30 í'o para los mue-
bles, la ropa hecha, el Jabón, los sombreros y las puertas y ven-
tanas, y al 3 5 rí para las harinas, los fideos, el queso, la man-
teca, los cigarros, las velas d-e sebo, el aguardiente, el vino y la
c(?rveza. Dsberían liquidarse los derechos sobre la base de loa
precios corrientes al por mayor con el 10 % de rebaja.
La exportación de frutos del país quedaba absolutamente exo-
nerada de derechos.
Y en cuanto al tránsito-, eran- declarados libres de derechos el
trasbordo y el reembarco.
La misma ley habilitaba las aduanas y receptorías de Monte-
video, Colonia, Soriano, San Salvadoi, Carmelo, Mercedes, Hl-
gueritas, Paysandú, Salto, Santa Rosa, Constitución, Rosarlo, Ar-
tigas, OeboHatí, Tacuarembó -y -Cuatt-eim. Pero el depósito sólo
se autorizaba en Montevideo, Maldonado, Colonia, Higueritas,
Paysandú, Salto, Santa Rosa y Constitución.
Apenas promulgada la ley, el comercio de Montevideo se pre-
sentó al Gobierno reclamando contra el almacenaje. La ley d&
1837 fijaba ese si&rviicio en un oietavo ipor ciento y la nueva ley
en un cuarto por ciento. El derecho quedaba, en consecuencia,
duplica/do en circunistanicias en que confvenía ajtraer aJ puerto
la mayor corriente comercial posible. Convencido de ello, dict6
el Gobierno un decreto suspendiendo el cobro del recargo.
Anales de la universidad lñ7

Por las mismas razones de conveniencia portuaria, la Cámara


de Diputados rechazó a mediados de 1853 dos proyectos que gra-
vaban el trasbordo y el reembarco.
En cambio fueron sancionadas dos leyes estimuladoras de la
•exportación: la de mayo de 1852 que exoneraba de derechos a
los cueros oaballares secos y sallados, y la de junio siguiente que
jeducta fuertemente el dereolio sobre los cueros va<;unos secos
o salados.
Justiiflcando la primera de esas leyes decía la Comisión de
Hacienda de la Cámara de Diputados que era necesario fomentar
la extirpación de la inmensa cantidad de yeguas que inundaba los
campos de la República.
Al discutirse la segunda, pidieron algunos diputados que el
impuesto sobre los cueros vacunos fuera abolido en Vez de reba-
jado. Nuestros derechos — decía el doctor José María Muñoz —
son imás a/ltos que los argentinos, y a causa de ello los cueros del
litoral oriental salen de contrabando con rumbo al puerto de
Buenos Aires. Otro diputado, don Salvador Tort, corroborando
esa tesis invocó una inspección personal que acababa de reali-
sar en Buenos Aires. Durante tres días de operaciones portua-
rias realizadas a su vista, había constatado que la sexta parte
de los cueros que sallan para ultramar eran de procedencia
oriental.
Otra forma de contrabando más grave preocupaba al comercio
<?.6 Montevideo: la que se realizaba a la sombra del reembarco
o trasbordo de mercaderías extranjeras. Y para" combatirlo pro-
pusieron los comerciantes, en una reunión celebrada en la Co-
lecturía General, un plan de ©ontrallor q.ue sin'tetizaban así:
Los buiques que operan en los puertos del litoral deberán pre-
sentar sus guías en forma; las receptorías devolverán a la Adua-
na de Montevideo las gulas originales cumplidas; la policía
-aduanera ejercerá una vigilancia especial en las operaciones de
removido.
Sobre la base de ese plan dispuso el Gobierno en 1852 que las
autoridades portuarias del Uru-guay sólo admitieran los buiques
riue llevaran las guías lacradas y selladas por la Aduana de Mon-
tevideo, Colonia, Pailmira o Hiígueritas, o por eJ ConsuHado
•Oriental si procedían de puertos argent,inos.
También fué restablecida la Receptoría General de Higuenitaá
y se dirigió ©1 Gobierno a la Asamblea en demanda de autoriza-
ción para comprar y armar un buque destinado a la policía del
Tío Uruguay.
Anales de la universiada

La escasez de instalaciones dificultaba grandemente la aplica-


cito de algunas de las medidas adoptadas para dar facilidades
al comercio y combatir el contrabando, principalmente en las re-
ceptorías flufviaües, donde el Gabierno se veía obligado con fre-
cuencia a permitir el depósito particular por falta de almacenes-
fiscales.

Se establece la Contribución directa.

La idea de establecer la contribución directa fué lanzada des-


de las columnas de "La Constitución" en 1852.
Una vez generalizado e'. verdadero concepto del impuesto —
escribía el doctor Eduardo Acevedo — la neces,idad de que to-
dos contribuyan en proporción a sus facultades al sostén de las
cargas públicas — podrán realizarse reformas importantes en
nuestro viciosísimo sistema económico. Bstablecido el imlpuestO'
directo sobre el capital, vendría la abolición de las aduanas que
constituyen la más desigual de las contribuciones. La reforma
supone la previa organización de las municipalidades, auxiliares
poderosos para la repartición y recaudación del imipuesto, y el
levantamiento del censo de la población y de las propiedades.
Tomadas estas medidas se principiaría con una cuota muy peque-
ña disminuyendo proporeionalmente los dereclios de aduaJia, y
así se seguiría por algunos años hasta arrilaar graidualmemte a la
abolición de ias aduanas y a la organización de una contribu-
ción directa con recursos fijos para atender a todas nuestras
necesidades. Por el momento podría destinarse su prniuclo a
la amortización de la deuda general.
La ley de Contribución Directa proyectada y sancionada on
1853, establecía la cuota uniforme del 2 por mfi sobre todos los
capitales de la Reipüblica. Los contrlbuJyentes deberían hacer la
declaración de siu's capitales ante las Juntes Hconómico-Admi-
nistrativas o Com-.siones Auxiliares, y en caso d3 no hacerlo a«f
o de disminuir notablemente el caipital, praoticaría el avalúo un
Jurado compuesto del Juez dt- Paz y Jo dos vecinos sorteados
de una lista de veinte formada por los propios Juecns 3o Paz
al principio de cada año. Quedaban exentas del impuesto las pro-
piedades de mil pesos abajo, y las urbanas o rurales improduc-
tivas.
Otra ley sancionada en la misma oportunidad aplicó el pro-
ducto del nuevo impuesto al pago de la deuda, luego de cubierta
eil déficit deü Presupuiesto.
Anales de la Universidad lf]9

Establec'ase una cuota moderada del 2 por mil absolutamente


igual para todos los capitales, como medio — decía la Comisión
de Haciienda de la Cámara de Diputados — "de que principie,
de un vez a ser habitual el sistema, más que por sus resultados
inmediatos".
G:nViene — agregaba la Comisión dictaminante — 'es-
tablecer un sistema de rentas que ponga al erario al abrigo d.3
las eventualidades que presenta el que actualmente existe en la
República".
La contribuición directa debía empezar a reicaudavse desde-
1854. Pero sólo fué aplicada al año siguiente, y entonces co7i
lyia cláusula adicional que autorizaba a los contribuyentes a
cancelar el impuesto con títulos de deuda por el precio máxi'^Ta
de la última amortización mensual.

Piítentes de giro.

La ley de Patentes de Giro sancionada en 1852 establecía li)


categorías con cuotas que oscilaban de 10 a 100 pesos. La de
100 pesos era aplicable a los saladeros y panaderías y la de 80
pesos a las casas de consignación y boticas al por mayor. La
Rían mayoría de los estableicimienitos pagaba en consiecuetucia,
cuotas extremadamente moderadas en armonía con las estreche-
ces industriales de la época.
Las casas extranjeras estaban obligadas a pagar la patente
inmediata superior o en su defecto el 25 por ciento de recargo,,
salvo que tuvieran empleados dos jóvenes del país, tratándose
del comercio mayorista, y uno tratándose del comercio minorista.
Quedaban prohibidas las tiendas volantes o mercachifles.

Papel sellado.

La de Palpel Sellado del mismo año estaiblecía nueve sellos,


desde el de 20 centesimos aplicable a las obligaciones de menos
ne 20 pesos, hasta el de 9 peaqs aplicable a las obligaciones do
^ . 0 0 0 pesos arriba.
Al impuesto de papel sellado quedaban sujetos los pagaréSf
Jos vales y demás documentos otomgaidos entre particularesi, pero-
escapaban los recibos por cancelación de contratos consumados
o de actos conclluJdas, otorgados (por vía de resguardo simtple--
mente, como los recibos de alquilieres y jornales.
Ito Anales de la Universidad

Jlnajenacióii de rentas.

El Poder Ejecutivo fué auítoriaa'do en 1853 para vender la mi-


tad de las rentas de Aduana, mercados, corrajles y lotería, por
uno o dos años. Los rematadores iLtervendrían en la adminis-
tración y Te«auüación -de las rentas y prqponidTían todo «1 perso-
r^al subalterno, el cual sería amoivible a volunta^d del Poder Eje-
cutivo. El nombramiento de jefe ele la oficina sería privativo
. del Gobierno.
Prestigiando el proyecto, diecEa la Comisión de Hacienda de
la Cámara de Diputados:
iB® un pensamiento "digno de ser secundado por cuauTÓ él
-conduce a la buena administración óe las rentas, que para exis-
lir necesltají inteligente y activa flscalizaicióni. . . Encomenldar
una parte de este trabajo y de ese deber al interés individual
es el medio más apropiado de alcanzar todos "los resultados
apetecibles, y de cierto que una •^ez reconocida esa convenien-
cia seria lástima no aplicarla a otras rentas del E s t a d o . . . "
Esa ley tenia su principal antecedente en la de 1834, obra
de la administración Rivera, largamente aplicada luego por el
gobierno de Suárez durante todo el período de la Defensa, cir-
cunstancia que fué Invocada por los oradores de la minoría co-
lorada para oponerse a la nueva enajenación.
El gobierno de Giró — decían — despojó con ^u decreto de
marzo de 1852 a los compradores de la renta de Aduana y de-
más rentas enajenadas por el gobierno de Suárez, a título de
o.ue la recaudación de impuestos orrospondía al Presidente de
la RepliibWoa. Puesto que abora se reaicclona, lo que corresipon-
-de 'es relnteigrar len el ej.ercicio de siu'S idere«h.os a los com-
pradores despojados. Tal era la argumentación de los doctores
José María Muñoz y Juan Carlos Gómez.
El Presidente Giró habla dictado su deicreto ante la nece-
sidad de vivir e invocando que las /bipo'tecas constituidas por
su antecesor reconocían un origen pura y exdlusivamente admi-
nistrativo, es decir, sin ley que las autorizase. Eran razoiues
que podían discutirse sin duda y que se disicutieron con caíar
fn la Aisam'blea idie 18'5'2, pero que no ipodían Invocarse .contra
la autorización que peldía «1 Gobi'erno al único Poder icapacitado'
3í>ara otorgarla.
Anales de la Universidad ]íl

Abolición de impuestos.

Varios impues.tos fueron abolidos durante la administración


Giró a despecho de lo angustioso de- la situación financiera.
En primer lugar, la alcabala. La Comisión de Hacienda de la
Cámara de Diputados inició la reforma mediante la rebaja de
la cuota. Ste cobraba el 4 % sobre el valloT de los bienes raices
y rn ccnc'eipto W,e Ha Comisión deibía ocbrarse el 2 %, como
medio de facilitar las transacciones y de combatir el fraude.
Al discutirse el proyecto propuso el doctor Eduardo Acevedo,
sin éxito, la abolición lisa ly llana. Pero en el ISenado prevale-
cf9--la idea abolicionista, y cuando el asunto volvió a la Cámara
de origen pudieron uniformarse las opiniones en el mismo sen-
tido, resultando de ello la ley de julio de 1852 que suprimió
ese impuesto antieconómico que trababa la circulación de los
I)ientes inmuteljles enicareciien|do los trastpasos y «jue acoistumbra-
ba a vendedores y comlpradores a ©staíbliecer iprecios ficticios ipara
defraudar 'aU fisco.
En segundo lugar, el impuesto municipal creado por decreto
del gobierno de la Defensa en 1849. Era un derecho adicional
de Aduana que recargaba con el 4 % todos los artículos de
importación y con dos y medio pesos cada barrica de harina.
El gobierno de Giró se presentó a la Comisión Permanente so-
licitando autorización para suprimirlo, y esa corporación le
acordó la venia juzgando que se trataba de un impuesto que
"causaba gravámenes de consideración al comercio del país y
fomentaba un escandaloso contrabando". Ya anteriormente ha-
bían sido aiboili-dos o .notajbleimentie rfebajatíos algunos derechos
Qf exportación, segün lo bemos dicho al ocuparnos del impuesto
de Aduana.
En tercer lugar, el impuesto llamado de luces, o sea el de
puertas y ventanas creado en 1844 durante el gobierno de la
Defensa. Era un impueisto antihigiénico que inclinaba al contri-
buyente a disminuir el número de aberturas de los edificios. El
PodSer Ejecutivo ise -dirigió a lia AS'amb'iea pildienldo la raduoción
de la cuota a la cuarta parte. Pero en el Cuerpo Legislativo
había ideas más radicales y el impuesto quedó abolido por la
ley de junio de 1852.

11.
ltí"2 Anales de la Universidad

Cieacíón d e impwistxjis ipfne simiples ¡decajetos.

El mismo gobierno que así- tomaba la iniciativa de la reduc-


ción o abolición de impuestos gravosos a despeaho de las enor-
mes dificultades financieras que le rodeaban, más de una vez
estuvo expuesto a conflictos parlamentarios por su equivocado
concepto acerca del alcance de sus facultades constitucionales.
Al tiempo de la clausura de las sesiones ordinarias de 1852,
la Cámara de Diputados señaló al celo de la Comisión Perma-
nente varios impuestos que había decretado el Poder Ejecutivo
sin autorización legisLativa. La Comisión interpeló al ministe-
rio, y éste contestó que efectivamente había creado un d e r e ^ ^
tobre lia 'navegación en el puerto die lai Colonia, un peaje en él
Paso del Molino y un adicional de abasto sobre los cerdos, el
primero con destino a la farola Ciue debía allí construirse y
los otros dos para mejoras de vialidad, agregando qiue había
procedido así en la creencia de que estaba habilitado para esta-
blecer impuestos de carácter local o municipal. Aclarado el
error, fuerotn dejados sin efeicto lois impuestos observados.

l'resupues|to8-

E L DE 1853. "

A mediatíos de 1852 fué isanci.omado un Friesuipuesto que debía


regir hasta fiiues de 1853, o sea por esipaioi'o de 18 meses.
Los gastos anuales estaban fijados en 1.760,879 ipesosasí dis-
tiibuldijs:

Cueripo .Lagiisaativio $ 67,265


Miiiíisiterio de Gobierno- y Relacionies .Exterioires . 514,515
" Hacienda 2-39,507
" Guerra 939,592

Y los .recursos en 1.613,800 pesos a cargo de las siguieates


fuentes tributaríais:

Aduana de Montevideo 1.200,000


Impuesto munjicipal 180,000
Papel Sellado y Patentes 150,000
Anates de la Universidad 163

Puerto $ 8,000
Policía de Montevideo 30,000
Correo 9,000
'Corrales de Mointeivide'o 36,000
Juzgado OrdinaJrio 800

La Poliicía del Departamento de M'ontevideo co&tdba al año


66,000 pesos por concepto de sueMois de 16 comisiarios, 16 sar-
geaitos, 20 -caibos y 40 ceiLaidores. Y da de toldo el resto del país
177,000 ipesios. Al Depa/ntamento de Maldonado, que entoinees abar-
caba también Raaha, se le asigaaban cinco comisarios, cinco sar-
genitoa, cinco cabos y 40 c¡e.laidores. Con Jigeras variantes, eran las
cifras de tados los ctrioig departamentos.
La enseñanza pública en todos sus gra;dos absorbía 40,000 pe-
sos, comiprendidos los cursas universitarios a cargo de tres ca-
tedráticois de Denetího y (CiniCo de Preparatorios, la (Escuela Nor-
mad, ,el Colegio Nacional! \y l'ais.35 escuelas primarias que fun-
cioinaban a la sazón.
De ©sos 40,000 pesos, correslpoinidian a la eniseñainza primaria
28,673 por los siguientes coniceptas:

Su'edos $ 23,760
Gastos 3,329
Aliquileres 1,584

El Ministerio de la Guerra se Mevaba en caimlbio más de la


mitad del monto total de los ingresos, por efecto naturalmente de
;a gruesa iherenicia de sueldos y pensiones amointonadois durante
la larga luclhai que acababa de terminar. Véase el número de los
jtfes, otfloialles y soldaJdos coimprenididos en sus planillaiS:

Estado Mayor Activo Estado Mayor Pasivo Plazas del Ejército de Línea

9 Brigadieres. 24 Coroneles. Brigada de Artillería . 137


5 Coroneles Mayores. 52 Tenientes Coroneles. 2 Batallones de Infan-
7 Coroneles. 48 Sargentos Mayores. tería 696
5 Tenientes Coroneles. 109 Capitanes. 2 Escuadrones de Ca-
11 Capitanes. 29 Ayudantes Mayores. ballería 588
S2 Tenientes 1.».
40 Tenientes 2.°. 1.421
71 Subtenientes.
164 Anales de la universidad

Coimparadas ios ingíesos con los egresos, resultaba un déficit


de cerca de .150,000 ipesos, que a madle alarmaiba en esos mo-
mentos de fueirte oiptimismo. Haciéndoise eiocf d'el sentimiento ge-
neral escribía "La Constitución":
Hay idiivíersas rentas d e oaimipaiña ique no están ca(lcu|ladas y las
re.ntas icalculadas están en su mínimo. El Poder Eje<;utiivo, de
acuerldo con la liey deberá librar ail erario de algunas recargos.
En vez de déficit, babrá entonces sobrante. Y es por compren-
derlo así qute el Gobierno ba reidiuici|do ^eí inupuiesto «obre los cue-
ros d« dols peales a 75 «entiésiimos y ba siiprimído el derecho de
puertas fy vientanais, la ailcabala y «1 IrolpUieBto muuiciipaí.
lEn .1'85I3 la Asam'bliea •extenddó a. ias yiudae e "hlljios menoresjje
los jubillados [la ley de ¡peneion'eis de 1838, icreando con «lio un
ii;i|eYo rulbTo (de egreBi0« dentro Idiel ya dleseiquillbrado Presu-
puesto de Gastos.

E L DE 1854.

Varios meses antes die terminar ,el ipllazo fijado al Presutpuesto


que acabamos de extractar, fué sancionadoi el de 1854.
E(l nuevo Preisulpuesto, en «1 qu'e figuraba por ^íri'iiiera vez el
servicio de la deu|da: pública, subía a 2.8136,84i8 piesos, distribuidos
t n la siguiente forma:

Cuenpo Legislativo $ BB.SSa


Ministerio de Gobierno y Relacionies Exteriores. .63 4,402
" HaJoienda 489,916
" Guerra 1.047,278
Deiuda Pública 600,000

La Policía diel Departamenito de Manitevideo, aparecía con 120


celadores y la de «ada una de los deipartamentoB de campaña con
56, guarismos que denunciaban progreso sensible con rfelaciifin
a los diel aiño anterior.
El número de escuelas primarias subía a 55, correspondiendo
11 al departamento de la Capital y 44 al resto del país, con un
costo de 7'1,780 ipiesos, distribuidos en esta forma:
Anales de la Universidad, 165

Departamento
Los demás
de
departamentos
Montevideo

Maestros « 10,560 $ 42,240


Alquileres . . . . . . . 2,340 7,920
Gastos . . . . 1,320 4,400
Útiles 3,000

« 14,220 $ 57,560

-lia plaaliaa ide la Univer,sidíi(d) seguía lümitadia a 11,480 p'esos


con destino al siguiente cuerjio de profeisores: un oaiteidrático de
Derecho Civil y de Gentes; un catedrático de Derecho Adminis-
trativo y Economía Política; cuatro catedráticos de Preparato-
lios para la enseñanza de la Física Experimental, Filosofía, Ma-
temáticas y Latín; dos prolfesores de idiomas viv'os, uno de di-
hujo y un maestro de la Escuela Normaí.
En cuanto al ejército de línea, véanse las cifras del Presupues-
to de 1854:

Estado Mayor Activo Estado Mayor Pasivo Plazas del Ejército de Línea

9 Brigadieres. 35 Coroneles. Artilleria 126


4 Coroneles Mayores. 65 Tenientes Coroneles. 2 Batallones de Infan-
72 Sargentos Mayores. tería 480
152 Capitanes. 1 Escuadrón de Caba-
26 Ayudantes Mayores. llería 120
81 Tenientes 1.°.
59 Tenientes 2.°. 726

97 Subtenientes.

Dos diferencias de bulto resaltan de la comparación de estas


cifras con las del año anterior: el fuerte aumento del cuadro
del Estado Mayor pasivo por efecto de la reincorporación de
jefes y ofloiales, y la reducción a la mitad de los soldados de lí-
nea,
Cojniptetaniao los datos del P¥esu(p>uesto con otras informacio-
ues de origen oficial, fijaba así "/El Coimprcio del Plata" ©1 nú-
mero ,'de indLvJduos depenidientes d'e las dijversas p'lanillas del Mi-
nisterio de la Guerra en 1853:
166 Anales de la universidad

Número'de individuos Sueldos y Pensiones

Lista Militar Activa . . . . 1.538 f 416,461


» » Pasiva . . . . 587 305,082
Oficinas de guerra . . . . 43 21,204
Viudas, menores e inválidos . 330 191,624

2,498 « 934,371

Para cubrir este Preauípuesto fde 2.83i6,848 pesos votó aa Asam=


blea un cálliculo de recursos por 2.611,000, en el que se desta-
caban los siguientes rubros:

Aduana de Montevideo . . . 1.560,000


Receptorías y subreceptorías 165,000
Derecho adicional 320,000
Sellado y Patentes 280,000
Corrales de Montevideo . . . 45,000
ildem de los departamentos . 15,000
Mercado principal 45,000
Lobos 30,000
Loterías 36,000
Correos 20,000
Ponida de Montevidieo . 36,000
ídem de los departamentos . 6,000

Se inflaba el cálculo de recursos para equilibrar sobre el pa-


pel el Pres'upuesito, y eao cuando ya el optimismo de los primeros
tiempos de la paz se habían deprimido fuertemente por efecto
del recrudetíiimieinto id|e las jteisionea de ipartiido que amagaban
con nuevas disturbios y de una intensa crisis financiera que re-
percutía dolorosamente sobre los empleados bajo forma de no-
table atraso en el pago de los sueldos.
Y aún así tenia la Asamblea que votar el Presulpuesto con un
;léflc¡t de más de 200,000 ipesos.

Kl déñcñt lena el maH die la| época.

Cuaad'o la Asamlbleaí calculaba eH défllcit del año 1854 no ha-


bía terminado todavía el ejercicio extraordinario de 18 mes.?s
Anales de la Universidad 167

legi.do por 'el Presulpuesto d'e 18'5E. Fa(lta)ba todo el segundo se-
mestre de 18153. Pero el délfioit ya producido ,y lilquidado se aiproxi-
maba a un imillón y medio de pesos, computando las partidas
adicionales que había votado la misma Asamblea por 498,000
Ijesas, ^ log pagos íuera de Presu|p.uíeato 'que montaban a 955,000,
inciluídloa 43'9,000 del déficit que ya existía a mediados de 1852
y 179,000 ipeisos pagados al Tesoro franic(és por oon'ceipto de reem-
bolso del subsidio al gobierno de Ga 'BefEensa.
Como mo bajstaba votar los ipagoisi, deáde que el desequili-
brio financiero seguía acentuándose, la As^imblea autorizó t i m -
bién por otra ley la contratación de una operación de crédito por
vn millón da pesos con garanitfa de un deredho adicional de
Aduana creado con ese objeto..
Pesaba ya tan rudamente el déficit en mayo de 1853, que la
Cámara de (Diputados sancionó una moción del doctor Eduardo
Acevedo por la que se establecía que el Poder- Ejecutivo disron-
(íría íliKreiE'ente d)e los forados destinados al .paigio de las dietas
de los legisladores,, mientras no quedara resíuifcrizado el sueldo
de los empleados p''.blicos.

La enseñanza pública.—lias rscueilsts primarías.

Bajo la presión de la guerra hablan ido desapareciendo casi


todas las escuelas del país por falta de maestros o de recursos
para pagarlos.
El gobiernio de Giró resollvió a meidiadoe de 1852 establecer
dos escuelas públicas en cada pueblo de campaña, y al comu-
nicar esa resolución dtecfa el Ministro de Gobierno doctor Flo-
rentino Casitiellainoe a las Juntáis Ecoluítmico-Administratlvias:
"Una de las primeras atenciones del Gobierno entre las muy
numerosas que le rodean desde su marcha constitucional, ha
sido facilitar los medios de la educación pública, porque com-
prende que ella es la base y garantía de nuestras instituciones".
"Convencido -— decía poco después a la Asamblea el propio
Presidente Giró — de que sin instrucción no puede haber paz
ni mejora posible, el Gobierna decretó el estaiblecimiento de
"ina escuela de niñas y otra de varones en cada pueblo".
Antes de finalizar el año 18 5 2 se .practicó un recuento de
ios «stabile'cimientos asicolares que fun'cionaban en eil Departa-
mento de Montevideo. Dentro de If ciudad y de los distritos
de la Aguada, Cordón, Paso del Molino, U(nión, Miguelete y
168 Anales de la universidad

Cerro había 49 elscuieilas, en,tre particulares y gratuitas, con


1.790 alutanoe, de los que 680 eran niñas y 1,110 varonies.
No se establecía en el recuento cuáles eran las escuelas pú-
blicas y cuáles las particuliares. Pero las primeras estaban
en notable minioría, según resulta de una e¡xa)osici6n que va-
rios meisie.s deispués, en mayo die 18153, preserptó el doct&r Pa-
lomeque aíl Instituto ,de Instruccióta Pública.
En la ciudad de Montevideo — decía el doctor Palomeque —
sólo está abierta la escuela primaria de la Universidad que
sostiene el Instituto. No hay una sola escuela pública de ni-
ñas en todo el idepartamento d,e lia Capital, y ,las de varones del
Cordón, Ag-uada, Unión, Reducto y otros puntoai es'táíi oerradas
por falta de maestros, o más bien 'dicho por te irregularidad flfe
los pagos.
No podía ser más ventajosa, naturalmente, la situación de
las escuelas de campaña. Contestando una circular del Minis-
terio de Gobierno y otra del Instituto do Instrucción Pública,
véase los datos que suministraban las J u n t a s Económico-Admi-
nistrativas acerca deJ estada de la enseñanza pública a fines de
3 852 y principios de 1853:
San José.—^Funciona una s d a escueíla con 55 aJlumnos. Textos
que se emplean: la cartilla, el catón, el libro 2.o de los niños,
la gramática ,d6 Herránz y Quirós y el catecismo. Eili maestro
om;pieza por la enseñanza de la escritura en papel rayado por
los mismos alumnos; sigue con ¡a lectura; después con las
cuentas; más adelante con la gramática, y finalmente con la
ortografía práctica o sea escribiendo los alumnos lo que a viva
voz se les dicta. Como remate de tareas se resuelven problemas
de multiplicación. Los alumnos h.íllanse divididos en clases y
éstas en bandos con dos asientos honoríficos cada uno que se
obtienen como premio.
Salto.—Hasta marzo de 1853 no existía una sola escuela pública
y la única que se fundó en esa oportunidad tu\o que cerrar sus
puertas por falta de recursos, cin'co 'mes-oj idespués, quedan'do
desamparados los 62 ailumnos que a ella concurrían. Punicionan
en cambio dos escuelas particulares.
Soriano.^La, única escuela púTjlica ú-e varones que funciona en
Mercedes está clausurada por falta de recursos. Se sostenía con
el producto del impuesto de Corrales actualmente rematado. Su
director don P d i r o Allzaiga se ha asociadlo a ios presbíteros don
Carlios Palolmar y don José Policarpo Amilivia para la fundación
Anales de la universidad 169

de una escuela particular, a la Qiia ha sido cec^ido el material


de bancos y útiles de la escuela p-ública bajo el compromiso de
dar enseñanza a una veintena de riños pobres.
Por estos 'datos que eKtraemos de las no'tas dirlgLd'as al Mi-
nisterio de Gobierno, es fácil juzgar del estado desesperante de
ia enseñanza púbjica en la campaña. Las eiacuelas se cierran
— decía "El Orden" en agosto de 185i3 — y los maestros se
van huyendo del hambre", en bascí de otros trabajos que les
permita vivir.
Faltaban los recursos. Pero no los anhelos de progreso, según
lo demuestra una gest'ón del Presidente del Instituto de Ins-
trucción Pública don Manuel Herrera y Obes, a mediados de
1852, a favor de la instalación de una ¡Escuela Normad encar-
gada de formar maestros para toda la República.

Contra las dlstlncSotticte de claoes.

Dentro de ese misimo miserable ambiente de las escuelas pú-


blicas surgió más tíe una vez la idea -de erdluir al niño
pobre a título de mezquinas distinciones anatematizadas por la
Constitución de la República.
En 1852 trataron de ponerse de acuerdo los maestros para
excluir a los alumnos de color. Al año siguiente se presentó
una maestra al Instituto de Instrucción Pública solicitando la
regencia de la esicuella de niños de la Unión bajo la condición de
que no serían admitidos los menesterosos.
(El doctor Joaquín Rectiuena, que fonmaba parte del Instituto,
combatió esa pretensión monsíFuosa. Ya en 1838 — dijo —
hubo tentativas análogas, y entonces por indicación del orador
se orilló la dificultad, como podría orillarse ahora, dando a los
preceptores particulares una reíribueión por cada alumno pobre
que admitan mientras no haya escuela pública abierta. Y el
Instituto hizo suyas esas ideas.

Una escuela de ajilniltos de coloí'.

Con el propósito de combatir esas mismas tendencias el doc-


tor Eduardo Acevedo, ayudado por los ¡doctores Antuña y Palo-
meque, acometió la fundación de una escuela de adultos de color.
La escuela empezó a funcionar a fines de 1852 con cincuenta
170 Anales de la Universidad

y tantos alumaos en los salones de la Universidad, baio la direc-


ción de don Mariano Peredra, colaboranido en las tareas de la en-
señanza el propio doctor Acevedo y los dos ciudadanos que lo
habían secundado en su empresa.
Quedan allí unidos — decía "La Constitución" al dar cuenta
de la instalación de la escuela — "los mismos que ayer se mata-
ban sin piedad".

Conflictos de jurisdicción.

No estaban bien deslindadas las atribuciones del Instituto de


Instrucción Pública y las de las Juntas Económico-Adminis-
trativas y eso determinaba frecuentes rozamientos y hasta ver-
daderos conflictos entre ambas corporaciones.
En 1853 llegó al Instituto la denuncia de que el ayudante de
la escuela de don José María Cordero, una de las más prestigio-
sas escuelas particulares de Montevideo, había roto los dientes
y desarticulado las mandíbulas a un niño. El Instituto nombró
en el acto una comisión investigadora y luego pasó los antece-
dentes ail Juzgado del Crimen y mandó alausurar la escuela, has^
ta que los Tribunales resolvieran lo que creyeran conveniente.
Pero el director reclamó ante la Junta y ésta dispuso la reaper-
tura de la escuela.
El Poder Ejecutivo puso fin al conflicto mediante un decreto
que d'eclaraba que el Instituto era el enicangado de dirigir la en-
señanza como «uerpo consiulitlvo d'al Gobierno pero sin invadir
las atribuciones municipales. La enseñanza, agregaba el decreto
marcando la función que asignaba al Instituto, requiere un cen-
tro común sin el cual ella tiene que carecer de basie y de unifor-
midad.

Ija einseñanza sectundarSla y sui>eriiot.

El Colegio Nacional que funcionaba de tiempo atrás en el lo-


cal de la Universidad, fué trasi'Jadado en 1852 a'l llamadlo Cole-
gio de la unión, eapacioso edificio que permitió desde el primer
momento aumentar ell núimero de alumnos internos del estable-
cimiento. Al ordenarse el traslado se resolvió también que las
Juntas Económico-Administrativas de \& Reipúbllica dispondrían
de varias becas con destino a los alumnos de sus respectivos de-
Anales de la universidad 171

partamentos, (jue ellas elegirían "entre las familias más pobres


y más recomendables por sus servicios prestados al país y con-
•sultando también las alptituldes de dichos alumnos".
Al alejarse del ambiente universitario, sufrió algo la moral
del establecimiento. Lo demuestra una denuncia del año siguien-
te, según la oual en el cuarto que el retetor del cotegio destinaba
•a conreoción de lois alumnos, haí)ía calaveras y icanlíUas humanas
-colaoadais allí sin duda alguna para infundir sentimientos de
ipavor.
'Las clases de estudios preparatftrios prosiguieron en el viejo
local de la calle Maciel esquina Sarandl, con notables ampliacio-
nes según lo acreditan los cursos de extensión universitaria a
cargo del profesor Amadeo Jacques y del químico Lenoble.
El profesor Amadeo Jaoques, distinguidísimo hombre de cien-
cia de la Universidad de París, que llegó aquí emigrado en 1852,
Tiresentó al Gobierno un :pllan de organización de la enseiñanza
•secunidaria que las penurias del Teroao público no peranitieron
aceptar, viéndose obligado por tal causa su autor a trasladarse
a Buenos Aires, donde encontró las facilidades que había hus-
meado inútilmente entre nosotros.
He aquí las líneas generales de ese plan:
El examen del programa de estudios de la Universidad de
Montevideo denuncia un vacío entre la enseñanza superior de
•las lenguas y literaturas latina y francesa, la jurisprudencia, la
filosofía, las matemáticas, que sólo aprovechan a las clases su-
•periores de la sociedad, y la enseñanza primaria limitada a lo
estrictamente necesario para las más simples exigencias socia-
les. Enitre los hombres de pensamiento y los que sólo actúan por
BUS ibírazos, es oieiceeario q'ue exista una d a á e interime'dia ajpta
•para la dirección práctica; y si esa clase es necesaria, también
•debe serlo el funcionamiento de los estudios para formarla. El
nuevo programa debería componerse de tres partes principales,
como medio de abarcar la agricultura en su acepción amplia y
comprensiva de las riquezas -vegetales y animales, la industria
transtformadora de los productos brutos y el comercio.
Tal era el programa, y para realizarlo proponía el profesor
Jacques la fundación de una escuela científica de carácter prác-
tico, que enseñaría:
I. Fisiioa. ly química elementales, adaiptaibles al cultivador de
It á produldtas de la tierra, sean Vogetiales o animiales, al arte-
sano e industrial y al comerciante.
172 Anales de la Universidad

II. Mecánica ipráctica, adajptaible a las tareas rurales e Im-


dustriales.
IH. ATitmléUcla y g«ometTía apíJciadas, adáptateles a los ofi'
riOiS comerciaíes con a/plic-acicn a \s^ teneduría de tlibros y ope-
raciones de banco y de cambio.
Este importantísimo plan para cuya buena ejecución tenia so-
bi-adas aptitudes el profesor Jacquea. no puio ser congiderad»
según hemos dicho, dentro de la angustiosa situación financiera
que subsiguió a la Guerra Grande; paro no obstante ello, su au-
tor, iQue estaba enicariñado can el país, trató die vincuílartee a la
enseñanza universitaria, mediante la fundación de un curso gra-
tuito, ide física y Qiuítalcia «¡spieTiimentalles con a^ruda de los ele-
mentos de laboratorio que había traído de Europa. El excelente
resultado de ese ensayo lo determinó en 1853 a dictar cursos
pagos. Pero sobrevinieron luego los incidentes políticos del mes-
de julio y el derrumbe del gobierno de Giró y el profesor Jac-
Ques se marchó para Buenos Aires donde obtuvo la dirección del
Colegio Nacional.
La iniciativa del ilustre proffesoír francés estimuló al señor
Lenoible, cqmlpeitentíisimia proifesor de química de la Universidad,
a dictar un curso expierimenitail de la aislgnatura a su oargo^ que
funcionó por espacio de varios meses con gran beneplácito de
los alumnos en general y de los in-teleotuailes de Montevideo que
se intertsarcn de,áde lel ¡pi-iíner momento por esta enseñanza t a a
nueva y de tanto interés para nosotros.
Coríesponide a e&te mismo período de intensa aiotividad la in-
ccrporaición del do'ctor Placido Ellauri a la cátedra de Filosofía
lie la Universidad que habría de desemipeñar durante ouairenta
y tantos años, colaborando eficaamente en todo esie lapso de tiem-
po'—no tanto por su bagaje científico cuanito poír la serenidad de
su juicio, la moralidad de siu vida, el culto a los (principios y u a
criterio siempre liberal, ampllio y ecuánime para res'oliver todas
-a.'' cuestionesi—^en la organización de la esitructura intelectual de-
las varias generaciones que desfilaron po,r su cátedra.
,E1 doctor Ellauri entraba a ocupar la vaicante qiue hajbía d e -
jado el doctor Luis José de la Peña ai regresar a la República
Argentina — después de largos años de ostriaolsimo grandemente
apro,vec|hados por la initeleotualidad uruguaya — para ocupar un
puesto deBlooiUante en el gobierno de Uriquiza.
Al 'deeitaicpT 'los iprintíáipajes riubros ;dell PresulJuesto'gen'eral de-
¡iastos hemos didho ya cuáles eran las cátedras de estudios pro-
Anales üs la Universidad 173

. fesionalies que tunicionaban en la Universidad durante este pe-


ríodo': tres de Derecho en 1852 y simp'lein«in)te das en 1853, es-
tas últiimas ipiara la ie,nise&aniza 'del Deredho iCivil, 'idel Derecho 'de
Gentes, idel Deíeriho Atdimini&tnativo ¡y de la Eeonqmia Política, y
cinco cátedras ide Preparatorios en 1852 y simplemente cuatro al
año siguiente para la enseñanza de la Pilosolfla, de las Matemáti-
cats, de la Física experimental y del Latín.

Un plan de reorganización de la enseñanza.

Era una planilla extremadamente pobre, como se ve, pero no


ipor lia .estredhez de tea ideas idominanttes, sino ipor la tirantez
financiera ique imipédía íhacer otra cosa. Precláameinte louando se
abordaiba el estudio del Presupuesto en 18'52, publiicaba la prensa
como elemento .de juicio para el estudio de la reforma de la en-
señanza publica el plan de estuldiois primarios, secundarios y su-
periores que el doctor Bduardic, Acevedo formulara dos años an-
tes. He aiqul lias lineas de ese plan:

iNSTBÜCCrÓN PMMARIA.

La imatrucción primatria sierá gratuita y obligatoria.


La conicuPrencia de 20 alumnos bastará para el establecimiento
id'í una eSicueflia ipública. Se leatablecerán asimismo y con igual asis-
tencia asegurada escuelas .de aduHtoB.
En |l!a Capital 'funcionará una eacuelai norttnal en 'que ee cursará
lectura, ©acritura, aritmética, gramática, historia y geografía del
país, doctrina cristiana con desarrdlilos .dle Ihlstorla sagrada, pe-
dagogía teórica y práctica, examinándose las cuestiones gene-
rales Idie enseñanza y los diversos métodios conoci,do3 y 'ejercitán-
dos'e a lois alumnos en la práctica de los métodcs más simples y
más faíViOirabl«s a la inistruicción.
En las eaouielas públicas se enseñará lectura, escritura, elemen-
tos de aritmética o sean las cuatros reglas primarias sobre ente-
ros, quebrajdos y deoim'ailes, agregándose en las escuelas de niñas
costura y carte. (Aídlviértase qué este iplan ste 'hla,bia redactado en
plena Guerra Granide y que la falta absoluta de maestros impo-
nía exeepcionalies restricciones).
Se ajpHcairil el método de la enseñanza mutua. Asi, por ejem-
plo, en la díase de aritmética habrá un pizarrón y uno de lus
174 Anales de la Universidad

alumnos ejecutará las operaciones, estando atentosi todos los de-


más para enmeiradar los errores y res{)ioader a las interragacio-
ttes del profesor.
El maestro dirigirá a los alumnos por medio de recompensas
y castigos. Coinsistirán las recompensas en notas que según su
irn'portancia ste acordarán a ,los ajluinunoa, se enviarán a los
paidpes, sie transcribirán en las ipizarras de clase y se comunica-
rán a las Jaintas Econólmlico-Aldministratii'vlas. 'Los castigos se re-
ducirán a niotas malas, avisos a los pa/dres, idofel'e tarea, encierro y
puMicaición de nolmbres en los pizarrones, quedanido profhibido to-
do castigo que como los de azoíes, palmetas, penitenicias públi-
cas, tienlden a en¡viliec©r y degraidar el carácter de los niños.
La lnBip€icción y dirección de las escuelas publicas en cada de-
paitatmento iferten'e'ceTá .a l a reejiefetíva, Junta lEconómioo-Ajdmi-
nistratiiva y la inspección y dirección general de las escuelas de
todo el país corresiponderá a un Consejo Nacional, de Instrucción
Publica.

E>&EÑA?;ZA SECU>DARIA Y STJPEBIOE.

Los esituidios universitarios se (diviidirán eo preparatarios y de


í'acuHades ma'yores.
• Los estudios preparaitorios tendrán seis años de duración y
abarcarán per aJhora latín, inglés, trances, filosofía, retórica, geo-
grafía, hisitoria, elementos de íhistoiria natural, mat6máti<!as ele-
mentales, nociones de física y química, dibujo lineal y descriptivo,
economía industrial y estadística.
Para el estudio de la física experimental habrá un gabinete
ide instrujneiitos y máiquiaias, P a í a el estutiío idte la .química, un
laboratorio en que puedan realizarse los experimentos necesa-
ricis. Para eil eiatudio de la ihistori^ natuxail, luoi gabiniefe de pro-
ducciones zooliÓgiOas, botánicas y imineraJlógicas.
Los estudios superiores se cursarán en las Facultades do.
Ciencias Sagradas, Jurisprudencia, Medicina y Matemáticas tras-
cendentales.
Eta (la Facultad de 'Citencias Sagraidais s>e enseiñará teología,
moral, escritura sagrada, derecho eclesiástico, derecho de gentes
y dereciho conatitucionaJ. Los cursos durarán tres años.
Los estudios de la Facultad de Jurisprudencia comprenderán
f;I derecho civil, el derecho penal, el derecho eclesiástico, el
derecho comercial, el derecho de gentes y el derecho constitu-
Anales de la Universidad 175

Cirnail, Los cursois ¡durarán tres años, ',co,n ejerc'iciois prácticos en


la Academia.
Los estudiantes de notariado tendrán que seguir todos los
estudios de jurisprudencia, aparte de los especiales que estabTe"z-
can los respectivos reglamentos.
En la Facultad 'de Meldicinia «durarájn los cursos cinco añ:is,
estudiándose anatomía descriptiva, general y comparada, física
y química médicas, fisiología, historia natural médica, higiene,
materia médica, teraipéutica y farmacología, medicina operatoria,
patología Interna, patología externa, anatomía patológica, clí-
jiica interna y externa, "medicina operatoria, medicina legal y
partos.
En la Facultad de MatJemiáticas regirá un (programa ide cuatro
afios jpara lel «stuid'io de ías .siguientes miateirias: comlpilementos
de álgebra, geometría descriptiva, secciones cónicas, cálculo dife-
renciail e integfrail, fílsica general <e inidiustrial, -química general e
industrial, miecánica general, construcción ¡y establecimiento de
Kiáiquinasi, íanquitiectura g>eneral, historia natural e industrial, geo-
grafía matemática y elementos de astronomía, diseño y trazado
<;n los diversos ramos de los trabajos civiles, industriales y
públicos.
Cada sala de medicina tendrá los instrumentos y útiles nece-
sarios. A la clínica médica estará adscri|pta un saíla que .con-
tenga por lo menos 40 enfermos que presenten los diversos ca-
sos de esta ciencia. En el mismo local deberá existir un anfi-
teatro para las autopsias.
Los cursos universitarios s e . abrirán el l.o de marzo y du-
rarán hasta la conclusión de los exámenes. El 1." de noviembre
empezarán los repasos y a fines del mismo mes los exámenes.
La .Univerisildlad itenidrá un iRector y un Cíwiae'jo Nacional de
Instrucción 'P;úb¡liicai, «omipuesito rfeil Rector, d,e dos vocales qu'e
designará el Gobierno y de catedráticos delegados de los cinco
departamentos de estudios o Facultades.
Desarrollando algunas de las ideas de su plan, decía el au-
tor en "La Constitución":
La enseñanza primaria debe ser gratuita y obligatoria. Gra-
tuita, porique el derecho a Ja instrucció,n es tain sagrado como
cualquiera de los otros de que goza un hombre en la sociedad;
obligatoria, porque la Constitución declara suspendida la ciuda-
danía a los que no sepan leer ni escribir e impone, por conse-
cuencia, la necesidad de ©vitar que tal suspensión se pro-
duzca. . .
176 Anales de la Universidad,

Es neoeisario hermanar ¿a inetrudción y >la •edu<3ación. El ipro-


greso de la instrucción no siempre es indicio de progreso en lo
moral. . ,
Las primeras impresiones que se reciben en la infancia nos
siguen en todas las épocas de la vida, y deciden muchas veces
de 'nuestro (porvenir. jLa 'eiduícaclón !de la juVeíntu(d 'debe ser un ob-
jeto preferente. Pero esa educación no se recibe exclusivamente
en la escuela. Empieza en el hogar doméstico y se extiende a to-
dos los IvgEiiies en ique l'a juive'utuid se reúne. .Es una triste e'd'.i-
cación la que ae limita a enseñar a leer y escribir al pueblo. Se
necesita algo más: se necesita imprimir en el ámimo de los n.iños
esos principios que sirven de base para todas las grandes accio-
nes. La familia, la patria, la humanidad, son ideas que deben
hacerse comprender a los niños desde los primeros momentos.
Así se logra impedir que cunda ese miserable egoísmo que es el
cáncer de las viejas sociedades. Cuando las ideas de convenien-
cia individual emlpiezan a sobreponerse a los principios de la
justicia y 'de Ja conveniencia generail, cuando el qué me importa,
ocupa el lugar del patriotismo, de la humanidad y de todos los
sentimientos nobles, poca es.peranza puede depositarse en el por-
venir de un país. En ese sentido hemos aplaudido la idea d-;
hacer ique 'los niños toanen aparte en ila soleininizaici6n d'e las fies-
tas nacionales. . .
La instrucción pública debe estar central,isada. Pero como me-
dio de armonizar tal exigencia con el artículo consfcitucional so-
bi e Juntas lEconcimicc-iAldminiístraitivas,, debe 'darsie a estas cor-
poraciones la inspección y direc(^i«n de las escuelas de cada de-
partamento, atribuyendo a un Consejo Nacional la inspección y
dirección general de las escuelas de toda la República.
El reglamento que hemos extractado esta'blecla 'para la lectura
libros de mora/l y lun cateotiamo coniatitu'Cionall. Y «u propio au-
tor, redactó en 1852 el catecismo constitucional destinado a las
escuelas primarias.

Complementos de la enseñanza universitaria.

Los modestos estudios de derecho que se cursaban en las sa-


las de la Universidad tenían su complemento en la Academia
Tt'órico-iPréctica de Jurisíprudeniciía, cuya presi'dencla deseimpe-
ñaba el propio doctor Eduardo Acevedo cuando ese plan de es-
tudios se publicaba.
Anales de Ja Universidad 177

Bajo la iniciativa del doctor Salvador Tort, intentaron tam-


bién los escribanos darse una organización gremial cuyos dos ob-
jetos principales serían la reforma de lios aranceles y la funda-
ción del Colegio de Escribanos. Rápidamente quedaron redacta-
dos los proyectos que habrían de elevarse al Cuerpo Legislativo
por intermedio del Tribunal Superior de Justicia. Pero el movi-
miento político de julio de 1853 paralizó los trabajos.
No podían los imédicos organizar su academia de ipráct'ica co-
mo los abogados, porque el establecimiento de la Facultad de
Mediciina habla quedado de nuevo librado a tiempos mejores.
Pero en cambio fundaron a fines de 1852, bajo el título de "So-
ciedad de Medicina Montevideana", un centro que debería encar-
garse según los estatutos de "establecer discusiones científicas
sobre las enfermedades reinantes y los puntos más importantes
de la medicina, cirugía y farmacia, asi como las cuestiones de
medicina legal e higiene pública".
Esa Sociedad ds cuya mesa fundadora fomabaí parte ios doc-
tores Fermín Ferreira como Presiidente y Martin de M'Oussy y
Enrique Muñoz como Secretarios, amipezó a traJbajar activamen-
le deside los primeros meses de 1853, abocándose al estudio ds
la epidemia de virueila que en esos momentos flagelaba a la po-
blación de Montevideo.
Muy cerca del ambiente universitario, el consitituyente don
Hamión Masini alternaba sus funciones de senaJdor con las da
taquígrafo de la Asamblea, procurando prestigiar una carrera
Que lentonces ludhaba con enorm'es idificultades y a la que, en
oonsecuencia, nadie quería consiagrarse.
OtrOíS hombrea de progreso fundaron a mediados de 1852 una
sociedad para el establecimiento de una biblioteca y sala de lec-
tura que funcionaríaai desde las 9 de la mañana ¡hasta las 11
de la nodhe, como medio de oonourrir al movimiento civilizador
surgido a raíz de la con>cliusiióm de la Guerra Grande.

lia pobladón univeirBltarJia.

Véase cuál era e'l número de alumnos que tenía la Universi-


dad a mediados de 18i52, según el informe presientado en esa
oportunidad por don Mianuel Herrera y Oibes a la sala de doc-
tores :

12.
178 Anales de la Universidad

Jur.isa)Tudien<íia 28
Filosofía 17
Matemáticas 24
Latín 15
Fraacés 3 OÍ
Enseñanza primar'ia elemental
y suiperior 120

Advertía eil iReator iqu'e esias clíras eran inferiores (a las de 1851,
año de guerra, pior efecto de los nuevos rumbois abiertos a los
emigrados argentinos y a lo» de nuestra campaña q<ue habían
vuelto a sus hogaJres o <iiue encontraban ajqjul misimo trabajo re-
munerador que lea obligaba a abandonar laa autlaa.
Y termlnalba su iaforme diciemdo que estaba "urgentemente
reclamada la erección de las aulas de Medicina y Ciencias Natu-
rales".
Un año des(puiés el nueivo Rector de la Unlversiidad don Flo-
rentino Casteílantfs presienta^ba este otro resumen de la pobla-
ción universiitajria:

Jurilsiprudencia 20
FiLosofla 401
Flsico-IMatemáticas 16
•Latín 36
Inglés 27
FrauíCés 55
Colegio Nacional 55
Bniseñanza primaria 216

En ese mismo año tuvo lugar la colación de grados en la Ca-


oilla de los Ejercicios, comipr.endlda dentro de los muros de la
Universidad, recibiendo el graido de doctor un alumno de teo-
logía y doce de derecho.

Los abogados orientales en Buenos Aires.

Desidi© el año 1:8 39 regía em la República un decreto del go-


bierno de Rinrera que ordenaba 'la revalliidaoión de los idiploimas
die abogados otorgados por oualeaquiera de las reipúbllcas amierl-
canas, sin pruebas de examen, mediante la simple exlhiblclón de
los títulos o diplomas respectivos.
Anales de la Universidad 179

Esa franquicia dio lugaír a que ©I doctor Vicente López, reem-


plazante de Rosas en la gobernación de Buenos Aires, después
de Caseros, dictara un decreto de reciprocidad, que decía así:
"Todo profesioír de algún ramo científico qn© presentase cer-
tificados en forma' de baber hecho los estudios preparatorios en
los establecimientos nacionales de la Reptlblica Orienital y de
haber recibido la Ucencia competente para ejercer en ©Ma la
profesión científica que en virtud de aiquellos estudios y de los
resipectivos exámenes hubiere ganadlo, será tenido en 'toda la
Provincia de Buenos Aires, por profesor recibido en él ramo
que acreditase, sin m á s -formalidad que ía d e la ipresent'ación de
los debidos comproibantes".

Orientales en Europa.

De vez en cuando, pero siempre con explicable parsimonia


poirque otra cosa no consentían las estrecheces del erarlo, la
Asamblea otorgaba bolsias de viaje a loa .alumnos que deseaban
leaWzar ©studios en Europa.
A modiadois de 18i52 iniciaba sus estudios módicos en la Fa-
cultad de París don Gualiberto Miémdtez, gracias a una d e esas
modiesitas bolsas de viaje que apenas llegaba a 60 pesioa mensua-
les. Cuanido él rendía sui primer examen preparánidose para con-
quistar una de las cunubres de la ciencia méidiica uruguaya, otro
compatriota eminente, el 'doctor Teodoro ViiLardeibó, *terminaiba a
au lado un,segundo ciclo de estudios de medicina, después de ha-
ber actuado con brillo en ese mismo teatro donde se había gra-
duado y aquí en su patria donde había ejercido la medicina ad-
mirado por su saber y por' su alitruísimo incomparable.
(Honrando en igual forma a la patria, don Alejandro Magarifios
Cervantes escribía en Bsipaña obras ootao "Celiair", que aplau-
dían todos los literatos españoles con Ventura de la Vega y Eu-
genio de Ochoa a la cabeza, y preparaba una "Revista Española
de Ambos Mundos" que debía proporcionarle medios de vida
complementarios de los que de aquí le eran enviados por sus
amigOiS y admiradores, qiue hasta lavanitaron con ese objeto una
suscripción pública a mediados de 1853.
180 Anales de la Universidad

lia. enseñanza agronómica.

En 185 2 sugirió la prensa la idea de estimular el progreso


rural mediante la creación de establecimientos modelos.
lEntre las funciones de las Juntas — escribía el doctor Eduar-
do Acevedo en "La Constitución" — figura el fomento de la
agricultura. ¿Cómo podrían las Juntas realizar esa función? Be-
moviendo obstáculos e ilustrando a los agricultores. No pueden
forzarse las cosas. La agricultura nace después que se produce
exceso de capitales en la ganadería, como las industrias fabriles
surgen después qu« abundan los capitales empleados en la agri-
cultura. Las Juntas deberían someter proyectos apropiados a la
Legislatura. La propaganda más eficaz es la del ejemplo. "Que-
rríamos que se establecieran chacras modelos donde se biciera
uso de los nuevos arados y de todos los útiles recientemente in-
troducidos, de los que apenas un cierto número de individuos
tienen conocimiento entre nosotros".
Como medio de impulsar la agricultura, proponía a su turno
"Bl Comercio del Plata" la idea de fundar en cada capital de
departamento una escuela agraria que enseñase agricultura y
que cultivase terrenos bajo la fiscalización de un directorio com-
puesto del Jefe Político, del Presidente de la Junta Eioooómico-
A'dministrativa y idiel Cura párroco, todo ello bajo el programa
de formar capataces.
Pocos meses después emprendía siu jira a los departamentos
el Presidente Giró, y don Bernardo P. Berro ique entró a reem-
plazarle como Presidente del Senado, se apresuraba a recoger
esas ideas, a las que daba forma mediante un decreto de enero
de 1853 refrendado por su Ministro de la Guerra coronel Ve-
nancio Flores, que creaba la Granja Experimental de Montevi-
deo bajo la dirección de don José A. Zubillaga, don Doroteo Gar-
cía y don Francisco Lecocq, con el siguiente notable programa:
Hacer ensayos de todo género sobre cultivos de las varieda-
des de trigo y demás granos y plantas y árboles en general des-
conocidos en el país; dar aplicaciones industriales a los produc-
tos de la agricultura con determinación de los lucros líquidos
de esos productos; experimentar el uso de los instrumentos, má-
quinas e ingenios aplicables a la agricultura; estudiar las diver-
sas cualidades de las tierras y el destino quie debe dárseles; bus-
car los mejores métodos de cultivo; estudiar todo lo relativo a
Anales de la Universidad 181

la mayor economía de la casa de campo; trasmitir a los agri-


cultores y empresarios de establecimientos agrícolas todos los
descubrimientos y observaciones que puedan serles de utilidad.

Orgaiüisdacióii de la il!d!ii);iii£sti<aclón de JuiSl^clUi.

La Asamblea abordó a mediados de 18 53 el estudio de un re-


glamento de la Administración de Justicia, otora delll doctor
Eduardo Acevedo, que reducía el juicio ordinario a dos instan-
cias, simplificaba fuertemente el juicio ejecutivo, reformaba el
recurso extraordinario de nulidad e injusticia notoria, dividía lasi
funciones del ministerio fiscal entTe dos magistrados consagra-
do el uno a los intereses morales y el otro a los intereses mate-
riales, establacla el requisito de la flnma de aboigado ante los
tribunales letrados, limitaba el número de los procuradores y
escribanos y exigía a estos últimos el mismo programa de tres
años de Jurisprudencia que tenían que cursar los abogados y
un examen especial de competencia.
No bubo tiempo de considerar ese reglamento en todas sus
partes. Apenas alcanzaron a entrar en vigencia mediante la ley
de julio de 1853 los capítulos relativos a los recursos de apela-
ción, revisión, nulidad e injusticia notoria y procedimientos del
juicio ejecutivo, y un capítulo de disposiciones generales que
entre otras cosas suprimía ¡a pena de confiscación de bienes.
Dando una de las muchas razones a favor de la reorganización
de la Administración de Justicia, decía "La Constitución":
La lentitud de nuestros procedimientos es una circunstan-
cia que asusta a todo ©1 quie quiere litigar. iSe siabe cuándo prin-
cipia un pleito, pero no se puede precisar cuándo concluirá. Eso
basta para detener a un país en su progreso. Véase uno de sus
efectos: mientras que el interés comercial es del 9 al 12 %, el
interés hipotecario oscila del 18 al 24 % porque la escritura de
hipoteca es un pleito que puede durar uno o más años. Lo que
boy se llama por una especie de burla juicio ejecutivo, es nece-
sario que lo sea de verdad para que el capital afluya a nuestro
I'aís.
Campliementando esie reglamenito, la Cámara de Diputadas
sancionó un proyecto de arganffaajción! die la justücia penal obra
del doctor Antonio Luis Pereira, "coloicado ipor sus conocimien-
tos y su inteligencia a la cabeza dte los abogados de Montevideo"
182 Anales de la ÜJiitersidad

—deola "La Coinstitución", Estaíblecía el nuevo proyecto jvrys de-


partamentales icolmpuiestos diel Juez Letrado y siete j'urados ele-
gidos por las respectivas Juntasi Bconómlco-Adlninisitrativas, pa-
ra él comolcimienjto de las causas de vaigamcia, eimí)riaguez, pe-
lea, heridas leves, injurias, abigeato y rabo sin violiencia; y tries
altos jurys compuestos del Juez Letrado' y doce jurados, para co-
nocer en toidas las demás camaas, don jurisdicción cada uno so-
iTt" una zoma terrdtoiriaíl de cuatro departamentos.
Al puibWoansie él proyecto dell dokstor Pereira ya había resuelto
la Comisiión inlfoirmantJe de ila Cámara d© Dipuitadoa susitituir el
jurado por un tribunajl compuesto del Juez del Crimen y de dos
letrados que conocerían; del heidho y deil der«iclh<y, qué era preici-
samente lo que esitabjecla el Regilaanento del doctor Aoevedo al
rfriocionar contra los Innumeíalb'leis vicias del simulacro de ju-
rado que a la sazón exiaUa. Paro la Comisiión eniconíró que todos
ios incomvenienites deaaparecian con la fórmula del doctor Pe-
reira y resolvió acejP'tarJia.
Véase cómo señalaba el doctor Aoevedo los vicios del régimen
del Jurado, tal como funcionaba entonces y tal ooimo siguió fun-
cionando por cuanto la revolución de 1853 dejó sin efecto la re-
forma sancionada:
Tomar de sus casias algunos propietarios, comerciantes o ar-
tesanois, elmbutlrHes 300 o 400 fojas de autos en que se hace uso
da Hen'guaje extraño para ellos y en que se han agotado quizá to-
dos los recursos de la dhioana; y preguntarles después si está
o no está probado ©1 deilito de que sie trata, es una verdaidiera
burla de la institución del Jurado. ¿Qué puede quedar a los bo.m-
bres buemos de esa leiotura que con voa monótona hace el escri-
nano y que a vaoeis se prololniga por mudhas boiras? Absolutamen-
te nada. Un tribunal semejante, adiemáa de todos sus inconve-
nientes notOTiJos, tSenie el de alejairnios cada día más de la bené-
fica .institución d|el Jurado, .tan recomendada por nuestra ley fun-
rtatnental, en que los homhres buenos ven y oyen aj acusado y a
los teetigois y adquieireln los datos indiapienisables para producir
su juicio.
Una de lias más vivas aspiraciones de la campaña era la sus-
t'itución de los Alcaldeis Ordinarios por Jueces Letrados. De to-
dos los departamentos Ilegaiban protestas contra los Alcaldes. Pe-
ro la falta de letradas suiflcientes Impedía abordar la reforma en
toda su amplitud, razón por la cual "La Constitución" indicaba,
como fórmula transajcclonal la creación de tres grandes zonas ju-
Anales de la Universidad 183

risdiccionale» a cargo de letraidas, cuyo número iría creciendo a


medida iCfuie a amiéntase lél de los cbagado®.
En materia de leígisilaioión se procuraba, pues, emprenlder obra
grande y definitiva. Lo único que Seguía en el mismo estado de
anguetias causad» por la guerra, era el Biutel|do Ki'e lois Jueces. Log
miembros dell TTilbuna'l (habían conseguido esloaplar al atraiso de
los presupuiestos mediatote un deoretlo de 1850 que les autorizaba
a cubrir sus haberes con los proivenitois de las escribaolas del Es-
todo. Pero el Presidiente,Giró dieroigó «se ipriviltegio d-eade los co-
ipienzos de su administración, disponienid'o que las entradas de
las escribaníaia fueran vertidais en la Tesorería.

Trabajos de codificaolóii.

Dos códigos fueron sometidos & la sanción de la Asamblea


que empezó a actuar en 1852: el Código Civil del doctor Eduar-
do Ace-viedo y el Ccidigo 'Rural de' cion Píóícidio Liaguaa.
Hasta ese momento todos los países sudamericanos, salvo Bo-
livia gr'aicias al po'd'er incontrastable dell miari's'cal Santa Cruz, se-
guían viviendo baijo el régimen de la legisilación coloniial, una le-
?"islacJ6n atrasada y vendaidenaimeiiíio caMXc» ¡compuiesta de más
de cinícuentia mili lieyles dic;taid'aK para dilfereintes edadies y dife-
rentes pueblo®.
El doctor Aoevedo consagró las liargas ihoras die la Guerra Gran-
de a la reg'uliariza'cióp, in«toidiiizaciión y mejoramiento (de esa enor-
me montaña de leyes. Partiemdoi del Derecho Romano o sea de
'a fuente misma de las leyes esipañoilas y de las leyes francesas,
redactó un Cedido que aidoptanldo lo mejor de .todos los modelos,
aparecía sin emjbargo como reflejo eixclusiivo de las diaposici'onies
que cotístituíaiii nuestro deredho nacional. Oentenarfts de artícu-
los sugeridos por los ccotoentadonée dieil Denedho -Romiano o del
Código Naipoleón, aparecían así en su Proyecto como emanados
de las leyes esipañolas o de los coimentaristais españoles. Es que
se había prepuesto ailejar toda 'Jacha de exotismo que pudiera obs-
taculizar la sanción de su trajbajo. BWo no olbsta'nte, el Proyecto
causó profunida alarma por algunas de las refoirmas con que se
anticipaba a los tiempos, especialmente la eecularizafCión del Re-
gistro del Esitado Civil y la separación absoluta de la jurisdicción
oivil y de la jurisidiocióni ecliesiAstica en la institución, del matri-
monio: lel estahleciimiento Üel Registro d© EíStad'o Civil y el m'a-
tr'monio civil en una palabra.
184 Anales de la L'niveniJad

El Código Ruiral de don Plácido Laguna principiaba por detei-


r/iinar las oMigaciones del estanlciero. Era necesario declarar an-
te ílas J u n t a s Eiconóimico-Aidniíinisltrativas l'a superfrcie die los caim-
r o s osplotadois y el ruúmaro, clase, marcas y señales de los ga-
nados. En cada suerte de estancia, comipuesta de 2,700 cuadras,
n j podría haber más de dos mil vacunos, incluido el procreo del
año, o su elquivalenite en otras especies calculadas a razón de un
• yeguarizo o de 4 lanares por cada ivacuno. Lajs ihierras se praietl-
carían en dos épocas fijas del año con previo aviso ail Teuiente
Alcalde y a los vecinos. Para la extraoción de ganados de un dis-
trito habría que dar aiviso al Teniente AEicalde y parar rodeo. El
númepo de pernos se fijaría siegún la importancia de cada esta-
blecimiemito, no ¡piidienldo en ninigUm lOaeo lexceldier die do'ce.
Determinaba luego los deredhos die los estaacieros. La marca
de los animalLes vacunos y yeguarizcB y 'lais señales -en los ovi-
nos fijarían la propiedad de loa ganados. El estanciero tendría de-
recho de marcar a toldo animal orejano de dos años arriba que
estuviera en su campo^ aunque siguiera a madre ajena. El que
justificara con dos testigos balitantes ante efl Teniente AldaMe
que otro estanciero le Ihabla carneado animales, adquiriría el de-
reclho de ser indemnizado die inmediato con cuatro animales por
cada uno die los oarneados. El dueño de un campo habitualmente
invadido ipox los ganados de los vecino®, ipodría cobrar un arren-
damiento provisionial mientras no fueran retirados tos animales.
En todas las cuestionles relativas a ganados y diferencias entre
los estanioieros, actuaría como juez el Teniente Aioalide con ape^
la'cicn ante ei Juez de Paz^ 'p'ero sin perjuicio de cumplirse
de inmediato loe faülos de primera instancia.
Ambos Códigos fueron pasados a estudio de concisiones que
no alcanzaron a expedirse por efecto de los acontecimientos po-
líticos de 1853, manteniéndose empero en la orden del día el
Código Civil como lo veremos más adelante.

Las confiscaciones de la Guerra GraWda.

Por uno de los decretos dictados a raíz del levantamiento


del sitio, ordenó el gobierno de Suárez la devolución de las
propiedades puestas bajo la administración del Estado en Mon-
tevideo y las confiscadas por Oribe en el resto de la República,
cometiendo la resolución de las cuestiones que surgieran a un
jurado compuesto del Jefe Político c del Alcalde Ordinario y de
Anales de la Universidad 185

cuatro vecinos propiietariois y de responsiabillliidaid, bajó el concepto


de que una vez r'einstallaidasi las Janta.s E|eonómico-Ad.ministra-
t'vas a ellas corresponderían las facultades que el decreto con-
cedía a los Jefes Poílit'icos y A'IcaiL'djos Ordinarios.
Luego de restablecido el régimt-n constitucional, la Junta
Boanómico-AdministratiTra de Montevideo' y la de Canelones
después se dirigieron al Gobierno para manifestarle que ese
deicreto, explioabie en mome'ntos 'de aoefalía de ilias auitori'dadies
constituidas, no podia mantenerse en vigencia, y que era nece-
sario que la tarea judicial que i;e había encomendado a las
Juntas fuera tranisiferida a los 'Triibunalles. Pero el Presiidernte
Giró mantuvo el decreto de su antecesor, invocando la necesi-
dad de facilitar la devo/lución de las propiedades confiscadas.
A fines de 1852 ya hablan sido devueltas todas las propie-
dades confiscadas y sólo subsistían las cuestiones emergentes de
la devolución: fruto de las propiedades, ganados vendidos,
arrenidamiemtos a pagartse (y llquidacióin de lois Idaños o de las me-
joras correspondientes al tiempo de la detentación, siendo esos
y no otros, según "La 'Constitución", los asuntos que daban
motivo a las Jun'tas ipara ,pedirllie ail Golbiierno que las eximiera
de entender en tareas iprivativas d e tos Tribunales. ET Mind-s-
tro de Gobierno doctor Castellanos se encargó de agregar en
su Memoria de marzo de 1853, que de las mismas cuestiones
sobre frutos sólo qu'ediaban en pie alig^ma que .otra y qu'e ell
Poder Ejecutivo habia dado por terminadas sus tareas librando
a los Tribunales esO'S po'cos eip'edien'fces en, ítráimite.
En el mismo año tenía el general LaAralleja que presentarse
una vez más al iCueripo Legislliatiivo ep demanda 'del reintegro
de una parte de lo que ae le había confiscado a consecuencia
de las revoluciones promovidas contra el primer gobierno de
Rivera, demora inconcebible que daiba base a la Comisión de
Peticiones de Ha Oáimara idle Diputados, de lia 'que formaba parte
el doctor Juan Carlos Gómez, liara exhibir el cuadro de la
desesperante situación del jefe de los Treinta y Tres.
"Consta — decía — que el general Lavalleja no ha podido
entrar hasta ahora en el goce de '.os campos con que le pagó
el Estado en años anteriores parte de su fortuna de que lo
d e s p o j ó . . . El Estado debe además al general Levalleja 121,648
pesos 'en letras ministeriales con c u s también pagó la fortuna
despojada. . .No habiéndole abonado sus sueldos por los cuales
le adeuda 16,925 'pes'Os, e'l gemeraJl LavaMeja exipone haberse
186 Anales de la Universidad

visto en la necesidad de contraer compromisos para subsistir


que absorben hoy en pago de intereses las entradas que podría
destinar a la subsistencia de su numerosa familia".

lia ley de expropiación.

Borrados ya los últimos vestigios de las confiscaciones de


Oribe y de las reiquisaa del gobierno de la Defensa, habia que
garantizar el derecho de propiedad contra los avances de la au-
toridad.
Es lo que se propuso el doctor Cándido Joanicó mediante la
presentación de un proyecto de ley según el cual la expropia-
ción por causa de utilidad pública sólo podría tener efecto
cuando se reunieran eisitlas «cuatro condiwionesi: q^ue Ha Asambíea
votara una ley autorizando la expropiación, que el Poder Eje-
cutivo dictara un decreto designando la propiedad a expropiarse
y publicara edictos emplazando .a todos los interesados, que
los Tribunales oTidenaran por sentencia ejieicutoriada lia expro-
piación, y que él propieibario reciMera una justai tademnizacióo
rara cuyo señalamiento se tendrían en cuenta las ventas y
arrendamientos más recientes de Is misma propiedad o de las
:u mediatas.
Fueron incorporadas íntegramente esas: .condiciomes a la 1-ey de
julio de 1853.

Los plazos de los arrendamientos.

Esta otra disposición importante relacionada con las garan-


tías de la propiedad territorial dictó la Asamblea en 1853:
"La ley no reconoce las estipulaciones verbales sobre térmi-
nos en los contratos de arrendamiento. No se admitirá otra
prueba de término establecido que la que resulte de documento
escrito".
Se quería poner fin con ella a un régimen de incesantes
despojos coinsuma<dOB a la sombra de la prueba de testigos, y
el remedio resultó de una eficacia absoluta.

El abigeato.

Había que persieguir también a loB iaidroneis d e ganador, ta-


vcrecidos por la forzosa confusión de animales en campos abier-
tos y sin cercos de ninguna especie.
Anales de lo Universidad 187

La ley de julio de 185i3, calcada en un proyecto del doctor


Jaijme Estrázulas, tcaiátii'g'aba ai 'laidróm ide ganadas oon tres me-
ses de prisión y trabajos públicos la primera vez, y con el duplo,
el triple y el quíntuplo de esa pena en caso de reincidencia; asi-
milaba al robo de ganados la destrucción o desfiguración de mar-
eas, la marcación y señalaani'ento de animallies afeüoa y la com-
pra a sabiendas de cosas robadas; y prevenía que dichas penas
en ningún caso podrían conmutarse.
Colaborando en esa obra /de saai'eamiento rural, .el Gobierno
dictó un reglamento de guías a base de publicidad y fiscaliza-
etón y ordenó a los Jefes Políticos que hicieran reconcentrar en
los e>idos áe los pueblos a las familias dispersas 4ue constituían
una amenaza constante contra el estanciero, aunque sin conse-
guir resultados del todo eficaces por la resistencia de los intere-
sados a la reconcentración.

Cárceles.

Todos se confunden en un mismo local — decía "La Consti-


tución" describiendo el régimen carcelario de 1852 — los ase-
sinos famosos, los 'ladironee, los ebrios y ílos autores Ide pequeñas
faltas que no demuestran perversidad moral; y de esa confusión
resulta el contagio de lo malo y que el hombre que todavía no
ha idesceodii'do, 'desicienida y sie liagi¡ candidato para el crimien.
Habría que implantar — agregaba — el régimen penitenciario
que mejora la condición de los mismios delincuentes con ayuia
Ge la instrucción, del aprendizaje de un oficio y de la formación
de un pequeño capital.
Los patios del Cabildo donde se amontonaban los presos, fue-
ron lluego divididos en dos compartimientos. De un lado quádó
instalada lo que podríamos llamar cárcel de policía bajo la in-
mediata dependencia del Jefe Político, con destino a los contra-
ventores de reglamentos y a los condenados a trabajos públicos
por un corto número de días. La Policía utilizaba los huéspedes
(le ese patio para el barrido de las calles de la ciudad, compos-
tura de empedrados, rellenamiento de pantanos y otras de las
tareas municipales que entonces le incumbían. En el patio con-
tiguo quedó instalada la cárcel de seguridad con destino a los
autores de delitos comunes, bajo la inmediata dependencia de
JOS Jueces y Tribunales. Estos otros huéspedes que en 1852 lie-
188 Anales de la Universidad

gabán a 67 nada hacían, ningún trabajo tenían a su cargo, y se


pasaban el tiempo en jugarretas que más de una vez degenera-
ban en reyertas furibundas.
A mediados de 1852 fueron interrumpidos los debates de la
Cámara de Senadores por una de esas reyertas en que los pre-
sos lucían filosos cuchillos. Intervino el cuerpo de guardia, y los
peleadores fueron puestos en el cepo, pero la gritería continuó
todavía estimulada por uno de los penados que amenazaba a
su adversario con darle de puñaladas el día que saliera de la
cárcel!
"Esos gritos, esclaima'ba eíl senacor Masinl, que alberan ed
sosiego de la Cómiara, dielbem llaimar muestra atención ¡para que
nos ocupemos de la construcción de una cárcel en lugar más
aparente".
Y algunos meses después el Senado sancionaba como conse-
cuencia de esa iniciativa un proyecto que autorizaba al Poder
Ejecutivo para la construcción "de una cárcel pública, segura,
cómoda y adelanta/da, ¡para diar ocupación a los presos en be-
neflcio de ellos mismos".

ICistiadística Jiidi|cijal.

Son extremadamente incompletos los datos que registran las


publicaciones oficiales de la época. Damos a continuación los
que presentó a la Asamblea el Ministro de Gobierno doctor Cas-
tellanos, reflejando el movimiento de 1852:
Montevideo: iCtau&as subidas al Tiii'buna'l en afpeilación 77.
Juzgado Ordinario de Montevideo: causas Iniciadas 224; en
trámite 117; concluidas 107.
Juzgado de Paz de la Capital: 687 causas.
Colonia, Maldonado, Cerro Largo, Salto, Canelones, Sorlano,
Mercedea, San José y Minas: causas pendientes 110; conclui-
das 70.
Explicando la ausencia de algunos departamentos hacia cons-
tar el Ministro que en el Durazno "no había habido ni un solo
pleito".

Tratado de extra(U|c|i6ii qon el Bnasll.

De acuerdo oon el tratado de extradición die 1851, uno ide


los cinco negociados por don Andrés Lamas, el Gobierno dirigió
Aciales de la Universidad 189

una circular a los Jefes Políticos estableciendo que debían ser


devueltos los esclavos que fueran reclamados por el Presidente
de la Provincia de ,Rlo iGranlde o por el a'mo que penetrara ©n
territorio nacional persiguiendo al prófugo. Pero con la impor-
tante advertencia de que el esclavo que fuera introducido por
sus amos al territoTío "die lia Reipú'bíllQa, se reputaría hombre ^li-
bre y en consecuencia no ¡podría ser materia de extradición.

Intereses municipales.

Frente al renacimiento del espíritu de empresa — decía "El


Cóiner'cio del Plata" —< que quiere tranbfiormar la Capit/al, no
deben quedar en olvido los departamentos: hay que preocuparse
de fundar escuelas, de mejorar las vías de comunicación, de
organizar las policías y de arbitrar a las Juntas recursos para
ejercer la caridad en la campaña, tarea esta última que les está
vediado hacer dtentro ide los catoroe peBwsi y medio que les asigna
el Presupuesto vigente!
Para que nuestra Carta Fundamental — decía a su turno "La
Consititución" — entre en laa costumbres y no sea una ley en
ei papel, es necesiario quie haya leyes secundarias. Al disioutirse
en el seno de la Oonstituyemite si cajpítulo relativo a régimen de-
partamental, propuso el iconstituyente Garclla /qTie se incluyera
entre las atriibuiclonas de las Juntáis la de establecer ayuntamien-
tos. Pero se consideró que era innecesairla la declaración, porque
aun isiin ella podían establleoerise ayuntamientos o cabilMois donde
conviniera instalarlos. Habría, pues, que restablecer los cabil-
dos, como medio die Que se acostumbraran los Ciuidadanoa a con-
aar más en S'us fuerzas, a desarrollar al esiplritu, dd asociación,
a desarraigar el caudillaije. Par lo pronto habría que organizar
comisdones dle vecinos para el ©stindio de las necesidades, estu-
dio que daría luego a las Juntas acaisión para cumplir la misión
constitucional "de proponer a la Legislatura o al Gobierno to-
das las mejo/ras necesarias o útiles".
En conceipto de loe constituyentes — agregaba en otro artícu-
lo — debían marchar a la par la a/dministracion flel departa-
mento y la dé los municipios, y es por ello que sostenemos la ne-
cesidad de crear esos últimos, persuadido® de que el vecino que
tiene Inconveniente en ipiagar dos itiesos Tnensuales para rentas
generales, pagaría gustosamente cuatro para ser invertidos ante
sus ojos, en beneficio del pueblo que habita con su familia. De
190 Aipales de la Univeí sidad

ese modo se fomentarían las escuelas, los hospitales, las cárceleis


y se darla impuliso eé (espíritu de asociación. Cada pueblo se con-
sideraría como una gran asociación en ctuie cada individuo apor-
taría un jContiingente en relación con suis facultades. Aumentaría
esí el niúmero d(e lois 'que se interesan en la .cosa púbillca y
ecabarla por desterrarse else egoísmo (miserabllle que ha, empe-
zado a invadirnos.
Esta propaganda encaminada a pvoimovier el resurgimiento de
la vida municipal, empezó la producir resultados en 1853. Bl Dr.
Prancisico Soilano d e Antuña ipresentó a ila 'Cámara de Senadores
un proyecto por el cual ise entregaban a lias Juntas Económico-
Administrativiais la recauídaoión e inversión dIe ilos impuestos de
papel sellado, patentes y corrales de abasto y se declaraba x la
vez de cargo de lais mismas Juntas el pago de las planillas de la
AdminiBtracióin de Justicia, EnseQanza primaria y superior y Je-
fatura de Piolicfal, — todo ello oom arregló a la ley de Presu-
puesto. Los departamentos «uyais rentas fuenan insuficientes se-
rían ayudados por los que tuvieran •soibraint'es.
La institución de las Juntas — decía el doctor Antuña fun-
dando su proyecto — no ha respondido hasta ahora a los fines
constitucionales. A los antiguos caibiidos incumbía la adminis-
tración económica local con atribuciones muy extensas. Al ex-
tinguirlos para que no quedasen vestigios del régimen colonial,
58 consideró que todas sus funciones quedaban traspasadas a las
Juntas BcoEómico-Atd'ministrativas, ' endaderos caTslldos «on otro
nombre. Pero los «abildos tenían rentas 'mientras que- las Jun-
tí-s ni siquiera disponen hoy de fondas propios para cositear un
escribiente o pagar el alquiler de la casa en que sesionan.
El día en que los contribuyentes sepan que lo que pagan es
para aplicarse a sus respectivos departamentos — decía "La
Constitución" —- desaparecerá ía Idiea odloisa que hoy tienen
d e l fi'SiCO.
No quiso el Presidiente 'Giró quedar exaluído de leste movimien-
to de Ideas que responidifa a un gran clamor de la campaña, y
en marzo de IS'SS presentó un proiyecto de ley a la Asamblea
por el cual ste aidj:udicaba a 'las 'Juntas Económico-Administrati-
vas e(l derecho de abasto, el registro' de marcas y el peaje
de ríos, bajo la condición de que el importe de las rentas sería
aplicado de acuerdo con el Poder Ejecutivo.
Anales de la Universidad 191

Obraos ¿le paTÍniiein;tAicióii.

Durante el interinato presidencial de don Bernardo P. líe-


rro íSe dictó um ideioreto sobre vialidad que determinaba el
ancho de los caminos de Montevideo: el de la Unión tendría 30
varas, e;l idel Cerrito 20 y ál de'. ¡Migueiete otras 20. Eran las
" e s grandes vías que reconocía el diec;:eto. Todas las demás ten-
'¡rían de 8 a 20 varas de ancho, segiún el uso a que estuvieran
r" espinadas.
Criticando estas disposiciones recordaiba "La Constitución" el
decreto de 1840, obra de la administración Rlrvera, que fijaba a
los caminos 40 imetros de amoho. Si se «onsiidera — decía aquel
diario — lo ique ilia,a zanjas imutiliaan, la anchura de oolio varas
apenas alcanzará para los hombres a cabaJlllio. Deberían tener,
agregaba, 20, 30 o 40 varas, según su iinj)ortancia, dado el
escaso valor del terreno y habría a la vez que preocuparse de
su conservación, tarea más imiportainte que la de construirlos,
valga el ejemplo de Atenas donde el Senado mismo era el en-
cargado de la vigllaucia de los caminos.
Algo intentó hacer también el Gobierno en favor del emi)t>-
drado de las calles de Montevideo. Llegó hasta formalizar un
contrato ai precio ide 6 y % reales (la vara cuadrada, lo que
arrojaba 400 pataconee 'por cuadra, garantiaaindo los ipagos con
el producto de la pateante de rodados. Pero era tan angustiosa
líi situación dol eirario público que los trabajois quedaron reduci-
dos a trechos insigaiflcantes, viéndose obligados por ello más de
una vez los vecinos a ir ©n ayuda ddl Gobierno. Tai es lo que
ocurrió a principios de 18'53 con ©1 arreglo de la calle Ibicuy
desde la Plaza Caganoha hasta la pllaya de la Aguada reaai-
zado mediante una suscripción pública.

El «eirvicio de sereiios.

El servicio die serenos fué reorganizado a mediados de 1852


por una Comisión delegada de la Junta íEconómioo-Ad'miniS'tra-
tiva. Eil número de agentes que sólo llegaba a 40, fué elevado a
60. A cada sereno se I© dotó de un capote, una Mnterna y una
p-'stola. En cambio se l«s prohibió que llevaran perros, por ha-
tersie comprobado — decía el informe — que algunos utilizaban
esios animales para echarse a dormir y tener a su lado quien los
192 Anales de la Universidad

áespertara aJ acercarse un transeúnte. Las calles quedaban de-


siertas a medianoclie y cualquier ruido producía 'la algarabía
de los perros, dando tiempo al sereno para pararse y enfocar la
linterna en dirección al trasnocliador.
Todavía a mediados de 1852 pro-testaba "El Comercio del Pla-
t a " contra la costumbre de los guardia® nocturnos de interrogar
al 'transeúnte: "¿Quién va al sereno?", que el interrogado con-
testaba según su condición con las palabras de "Vecino", "Ciu-
dadano", "Extranjero", "Militar". A buen seguro — agregaba
el articulista — que ningún ladrón responderá: "Ando en ace-
cho". \ ' ' ií '

El alumbrado a gas.

Don Demetrio y don Aquiies Isola se presenitaron al Gobierno


en abril d-e li8'52 solicitando 'Una concesióin exclusiva para la ex-
plotación del servicio de iluminación a gas en las calles y edifl-
ciOiS de Montevideo. En compensación de ese monopolio que de-
bía durar quince años, ofrecían iluminar gratuitamente durante
algún tiempo las calles 25 de Mayo, Rincón, Zabala, Misiones,
Treinta y Tres, Ituzaingó, Cámaras, Oerro y Juncal.
Pocas semanas después los proponentes realizaban un ensayo
de iluminación a gas en la botica de don Mario Isiola situada en
la calle 2i5 de Mayo, para que toda la población, pudiera apre-
ciar las ventajas de ese siervicia que hasta entonce» era absoluta-
mente desconocido en el Rio de la Plata. El ensayo resultó deci-
sivo. Los dos pequeños tubos de la botica de Isola iluminaban
más que los qulmqués de múltiples mecheros de las casas de co-
mercio contiguas. Y en eil acto quedaron colocadas las acciones
y ae nombró una comisión compuesta de don Eduardo Acevedo,
don Avelino Sierra, don Oanlos Joanicó, don Manuel Illa y don
Pedro Piñeyrúa para eil estudio de las bases de la nueva jiro-
puesta que halbría de presentarse al Gobierno.
Anticipándose al resultado de la tramitación de esa propuesta,
prosiguieron sus trabajos los empresarios y los accionistas alen-
títdos por el tren de progreso en quie esitalba Montevideo. El in-
geniero don Demetrio Isola marchó a Europa en busca de maqui-
narias y materiales y en julio de 1853, en la víspera misma del
movimiento revolucionario que habría de colocar de nuevo una
capa de plomo sobre la República, quedaban iluminadas por vía
de ensayo 14 cnadras de las principales calles y se procedía a la
Anaces de la Universidad 193

I adacción de los 'estatutos de la Sociedad ipor unía icomisión que


encabezaban 'd'on J u a n Miguel Martínez y idon Javier Alivarez, so-
bre la base de un capitaJl 4© 60,000 pesos en acciones de 250
pesca cada una..
BI derrumbe del gobierno de Giró parailiaó' ©se ráp'do movi-
miento ique cOlocaiba a Montevideo, del punto de vista de la ilu-
miniacióo pública, a la cabeza de la América del Sur, pues Huecos
A'res mismo no había podido salir toda^^ía del aeei*^^e Je potro
y del kerOíSene.

Higiene pública. El seirvicio de caños maestros.

En otro servicio ©dülteio d.e enorme importancia amticipábaae


también Montevideo a todas las demás ciudades de la Amóri-
cs del Sur,
A •mediados de 18-52 rescívieron 'cotiaarsie 75 veicinos de l a s c a -
ilies 2 5 de M'ayo, Rinicón, Cerrito, Zalbaila, Piedras, Misiones, Itu-
zalngó y Treinta y Tres, para la instalación de un servicio de ca-
ños maestros propuesto por don Genaro de las Hlvas. Po.n des-
pués el mismo empresario se presentaba al Gobierno solicitando
la contribución del Tesoro 'púibliico para l a parte de caño maes-
tro icorreapondienite a las bocacapes y lasimismo que se exten-
diera a todos lois propietarios la obligación de costear el pago dei
trozo correspondiente a!l frente de sus respectivas propiedades.
Casi al mismo tiempo ge presentaba al Gobierno Ion Ju.m José
de Arteaga con otra propueslta para la cons^ruebión dte una red
oloacal en toda la iRidad de Montevideo, provjista de amplias bó-
vedas en forma de permitir su recorrido a los empleados y encar-
gados d e la conservación y buen funcionamiento de la obra. Los
propietarios deberían pagar diez pesos por cada vara de caño
construido al frente de sus casas.
Ambas propuestas fueron pasadas al Cuerpo Legislativo, pe; o
con marcada preferencia a favor de la formulada por el señor Ar-
teaga, que en concepto diel' Gobierno «ra la miás ventajosa. Los p'la-
nos y memorias correspondientes a esa propuesta, eran obra del
£eflor Aulbourg, distinguido arquitecto francés que había venido
a Montevideo a d,irigiir la ediiflcación de la nueva Aduana. "To-
dos entienden — decía "La Comstltucián" — que es una obra
magnífica, y hay quien duda de que sea un negocio para el em-
presario".
En la Cámara de Diputados triunfó también la propuesta Ar-
13.
194 . Anales de la Universidad

leaga, pero no así en el Senado donde íué fechaaada a mérito de


irj dictamen de la Comisión Especial en que s* sostenía, que la
red cloacal debía costearse con impuestos y no mediante el pago
de cuotas del vecindario directamiente favorecido a una empre-
sa particular.

Hospitales.

Véase el nilmero de enfermos que se alojaban en el Hospital


de Caridad a mediados de 185.3, según una comunicación de la
Junta Econcimico-Aldmlnistrativa aH Go'bíerno, encaminada a die-
mostrar la escasez de los fondos aplicables al servicio:

Civiles 110 Depositados . . . 3


. Mujeres 30 Expósitos . . . . 8
Oficiales 17 Locos 10
Soldados 26

Entre los enfermos figuraban 27 variolosos.


En un informe del año 18i52' la Comisión (delegada de la Junta
Económico-Afllministrativa fijaba en 2,370 pesos mensuales
"os ingresos del Hospital y en 3,0(00 los gastos indlsIpemBaíbles.
El nivel de los ingresos subió después, pero no con la energía
necesaria para cubrir el déficit.
Explicando esa situación decía la Junta íEconómico-Adminis-
trativa al Gobierno en marzo de 1853: ^
Para el sositenimiento diel Hospital sólo se contaba hasta ha-
ce poco con 9O0 pesos mensuales emanados de la lotería. El re-
matador de esa renta, que era a la vez el encargado del sumi-
nistro de artículos de consumo, anticipaba a la Junta 1,200
pesos, reintegrables el día del cese del contrato, lo que equivalía
a asegurarle indefinidamente la lotería, desde que cada vez era
lias difícil el reembolso de la suma anticipada cuyo monto llegó
a. subir a 13,200 pesos. Gracias a un nuevo contrato la Junta
percibirá ahora 3,000 peoosi, de cuya suma 500 irán a amorti-
zación de la deuda y 2,500 al Hospital.
La situación debió seguir mejorando por efecto de la incor-
poración de nuevos recursos, según lo demuestra un estado par-
cial del Hospital de Caridad relativo a los cincuenta y tantos
días corridos desde el I.» de agosto ¡basta el 22 de septiemfbre
Anales de la universidad 195

ciel mismo año. Los ingresos habían subido a 9,6i45 pesos, co-
rresipondiendo 5,|500 a la loteríla, 2,400 aJl % % de Aduana y
el resto a diversos rubros.
La población extranjera tendía a la vez a descongestionar el
Hospital de Caridad mediante la organización de establecimien-
tos particulares. En mayo de 1853 fué colocada la piedra fun-
damental del Hospital Italiano.
Durante todo el período del sitio había estado el Hospital de
Caridad a cargo de la "Sociedad de Caridad Pública", instituida
por decreto de noviembre de 1844. El gobierno de Giró derogó
ese decreto en 1852 y puso ^1 Hosipital bajo la depemidencia de
¡a Junta Econé(mico-iAdiminisitratiiva.
Por otro decreto de fines deil misimo año, correspondiente al
interinato de don Bernardo P. Berro, fué nombrada una comi-
sión compuesta por don Eduardo Acevedo, don Juan Carlos Gó-
mez, don Cándido Joanicó y don Francisco Magariños para .pro-
yectar Ja fundación de una sociedad de señoras que tendría in-
tervención en los establecimientos de beneficencia. La comisión
se expidió en un informe que fué aceptado por el Gobierno y
que sirvió de base a lia creación de una sociedad de señoras bajo
el título de Sociedad de Caridad que tendría a su cargo las es-
cuelas de niñas, las casas de expósitos y los hospitales de mu-
jeres.
Para el servicio de cuarentenas, previsto de tiempo atrás en
los reglamentos redactados por el doctor Vilardebó, fué habili-
tada la Isla de la Libertad.

El servioio de coirr*eos.

A mediados de 1S52 se llamó a propuestas para la conducción


de la correspondencia al interior del país, y habiendo resultado
muy altos los precios acordó el Gobierno que ©1 servicio se hi-
ciera por conductores particulares, que saldrían a campaña el
1 y el 16, y estarían de regreso el 14 y el 30 de cada mes.
Muy grandes debieron ser las dificultades, porque tres meses
después el Gobierno volvía al régimen que habla resuelto aban-
donar, y contrataba con don Atanaslo Lapido el servicio de co-
rreos en toda la República, bajo las siguientes bases: el contra-
tista establecería cinco carreras de postas provistas de sucursa-
'.•es en variois puntos y con salidas ordinarias ed 1 y el 16 de cada
mes, y percibiría por concepto de retribución 1,000 pesos men-
196 Anales de la Universidad

suales durante el plazo de seis años. Y el nuevo contrato empe-


zó a ejecutarse ,con éxito.

El ejército de línea.

De acuerdo con la ley de Presu;puesito el gobierno de Giró


dictó a mediados de 18152 un decreto que organizaba en esta for-
ma el ejército de línea:
Dos batallones de infantería compuestos de 350 plazas cada
uno, en los q/ue serían refundidlos los cuatro aue existían antes
de prom'u'llgarse el Pnesutpuesto, a cargo de los coroneiles Josié
María Solsona y León de PaWeja.
Una brigada de artillería compuesta de dos compafiiasi de
61 soldados cada una, bajo el mando del coronel Mariano
Vedia.
Cuatro escuadrones de caballería de 150 plazas cada uno,
bajo el mando de los coroneles Francisco Tajes, Lucas Moreno,
Francisco Olivera y José María Pinilla.
La infantería y la artillería que constituían la guarnición de
Ja Capital, quedaban en manos de jefes colorados, y los es-
cuadrones de caballería en manos de blancos y colorados. Agre-
gúese que el Mini>siterio de la Guerra estaba en manos de jefes
colorados de allto prestigio como los coroneles Gésar Díaz y
Venancio Flores ly se tendrá la clave del derrumbe del gobierno
dé Giró.
La Guardia Nacional era naturalm-ente mucho más numerosa.
Según lia Memoria que a principios (de 1853 presentó a la
Asamblea ell coronel Flores, l a calbaUería de toda la República
tenía 8,074 soldados, distribuidos en ¿7 escuadrones.
En la fecília de la presentación de esa Memoria no estaba
todavía organizada la Guardia Nacional de la Capital, y fué
precisamente, como hemos didho en otro caipftulo, su llama-
miento parcial para las fiestas conmemorativas del 18 de Julio
de 1853 lo que precipitó el motín ndlitar de ese día.
Dos meses antes del motín la piensa señalaba con satisfac-
ción que los batallones de los coroneles Palleja y Solsona, los
mismos que habrían die actuar en el derrumlje de Giró, habían
entrado a la Iglesia Matriz para oir misa.
"Esta es la primera vez — decía "La Prensa Uruguaya" —
que hemos visto en nuestro país poner en práctica lo que se
Anales de la universidad 197

practica en todas las naciones crisitianas según lo prescribe la


ordenanza militar".

Quedia suprimjida la leva.

Los bataUonies de linea compuestos casi exclusivamente de


:iegro;s ly los escuadrones de línea eran remontaJdos con ayuda
de la leva o caza de hombres, realizada aquí en la Capital
durante la noche y en campaña en pleno día a la vista de todo
el mundo.
Con el propósito de cortar de raíz esa práctica abusiiva
presentó el doctor Eduardo Acovedo a la Cámara de Diputados
un proyecto que decía así:
"El Poder Ejecutivo hará cesa'.' inmediatamente el sistema
inmoral y contrario a la Ley Fundamental de las levas para
atender al reemplazo del ejército permanente. . . Sólo serán
destinados al ejército permanente en calidad de vagos los que
fueran dealíarados tales por Juez competente".
El proyecto marchó sobre rieles en ambas ramas del Cuerpo
Legislativo y pocas semanas después quedaba convertido en ley
de la Repüiblroa.

lios castigos corporales.

Otra lacra igualmente terrible presentaba el ejército.


A principios de marzo denunció la prensa que uno de los
soldados de línea habia sido castigado con 1,500 azotes, y esa
denuncia dio mérito para que el coronel Palleja, jefe del cuerpo,
luego de rectificar la cifra — 500 palos y no 1,500 — agre-
gara:
"Deploro como el que más la terrible necesidad de los cas-
tigos corporales que prescriben nuestrasi leyes militares y he
tenido que reprimir mis sentimientos para habituarme a pre-
senciarlos. Pero échese una mirada por el personal actual de
nuestros • ouier¡po,s de línea; ésitos son comp.uestos de una gran
cantidad de esclavos africanos, indolentes y acostumbrados al
rigor, que sólo con él se consigue que se vistan, que ae aseen
y que observen los deberes del soldado, y de otra parte peor
reclutada en la crujía de la cárcal; hombres incorregibles, que
198 Anales de la Universidad

si fuera a darse cumplimiento a lo que prescriban las ordenan-


zas militares, serla necesario fusilar con frecuencia. ¿Se quiere
abolir los castigos corporales? Es lüuy justo y muy a la altura
de la libertad y de la civilizacián de la República; pero antes
refórmese ell personiail dleil .ejército, ¡purgúese -a éste de la hez y
de los criminales".

La reforma mlUtar.

El gobierno de Giró resolvió a principios de 1853 reanudar


la obra de la reforma militar Iniciada en 1835 bajo la adminis-
tración de Oribe y anulada luego por efecto de las revolui'iones,
que obligaban a convocar de nuevo a los reformados y que
imipeldían aideimóls al Tesoro ¡piiMlco paigar regularmente sus ca-
pitales a los militares ya dei9vinculialdos de la ley de Presiipuiesito.
De una reunión de ciudadanos espectaibles verificada en el
Ministerio de la Guerra, surgió una Comisión que luego de estu-
diar el punto propuso la adopción de las siguientes bases, para
redactar el proyecto de ley que habría de someterse a la Asam-
blea:
La reforma debe hacerse mediante entrega de dinero efec-
tivo, y no de títulos de crédito qu.-i obligarían a gastar cuatro
o seis veices más, agrandando así eü mionto de la deuda;
La reforma actual como la de 183 5 debe fijar las cantidades
a entregarse a cada reformado de conformidad a la ley de
retiro;
A los jefes y oficiales reformados en 1835 y vueltos al ser-
vicio, sólo debe reconocérseles el tiempo subsiguiente a su
re imgres o;
Los fondos deberán obtenerse mediante un empréstita en el ex-
tranjero.
Fueron aceptadas ©Sitaa bases- y, en consecuencia, el Ministro
de la Guerra coronel Flonesi, presentó un proyecto de leiy a la
Asam'blea, que establecía el retiro de todos los jefes y oficiales
que no fueran necesarios para el servicio püMico, y la entrega
por una solia vez del siguiente capital:
Dos años de sueldo a los que tuviesen de 5 a 9 años de anti-
güedad en el servicio; tres a los ique tuviesen de 9 a 15; cuatro
a los ique tuviesen de 15 a 2 1 ; cinco a los que tuviesen de 21
a 2i5. y seis aiñ'cs de sueldo 3, los que tuivieisen arriba de 25 años
«le antigüedad.
Anales de la Universidad 199

El proyecto fué ráipidamente san.cioaa;do y en seguida empeza-


rom los preparativos para su ejecución. El Poder Ejecutivo se di-
vigió a la C'omisiión Permanente ©n demanda de venia para s.e-
guir abonando medio sueldo a los jefes y oficiales reformados
mientras no recibieran sus reepectlfvoe capitales, y a su turno la
Cámara de Diputados empezó a estudiar una operación de crédi-
to ,por 'dt)s millones de pesos con destino al pago de esos ca-
pitales.
Pero el motín del 18 de julio ya esitaba encima y la obra que-
aó inconclusa.

Honores a los generales AlV^ar y Garzón.

El general Ailvear murió en Washington a fines de 1852. Nues-


tro 'Cuerpo Legislativo, asociándose ai los homenajes argentinos,
sancionó un proyecto de ley que acordaba pensión a la viuda
del ilustre jefe del ejército de Ituzaingó.
En ese mismo momento recibía la viu,da del genera^l Garzón el
proidiutíto de una siuscrilpaión púlbllioa desitina'da a honrar la me-
moria del procer que tan ihonido vacío había dejado en nuestro
escenario polítiico. Ascendía lio r^co'lectaído a 12,li29 pesos, que-
dando pendiente de cobro un saldo de 4,14,4 pesos.

Servicios de la Policía.

¿Desde los primeros meses de 1852 inició la Policía una cam-


paña encaminada a reprimir los abusos de la mendicidad.
lEn vista de que muic(has perisionaa — -decía una idie sus orde-
nanzas — aptas para el trabajo se dedican a la mendicidad, todo
ol que se considere en estado de imi^loraír la caridad pública de-
berá concurrir a la PoHicía, donde previo examen miédico se le
expedirá una tablilla con el membrete: "Merece la caridad públi-
ca", que el interesado deberá llevar al cuello.
Fué sorprendente el resultado. Los grupos de mendigos que re-
corrían las calles se fueron disolviendo poco e poco y a mediados
de año hacíia constar eil médico de Policía doctor Gabriel Mendo-
za, que en toda> la ciudad de Montevideo sólo había 77 mendigos
autorizados.
Luego abrió un registro deil servicio doméstico aplicable a las
pardas y morenas que la abolición efectiva de la esclavitud ha-
200 Anales de la universidad

bía dejaido en una situacíión ima'l deflnilda, que daba margen a in-
cidentes de todo género. De acuerdo con la ordenanza respectiva
todas las pardas y morenas dedicadas al servicio doméstico de-
berían oottourrir a la Pollicía caída Vez que cambiaran de casa, a
fln de hacer constar la causa de la salida, en forma de que que-
dara esitablecida la buena o maila, conducta observada.
Tam'bién se ocuipó la Policía de mejorar algunos de loS servi-
cios más urgentes de limpieza. B-n 1852 publicó un aviso haciendo
saber a la poblaioión que había celebrado un contrato que permi-
tiría la recolección de las basuras -domioiliarias tres veces por
semana, salvo el caso de lluvias muy copiosas en que el servicio
ouedaría suspendido hasta el día siguiente. Prevenía a la vez
Que desde ese momento quedaba absolutamente prohibido arro-
jar basuras a la calle, a los "huecos" y a la costa del mar.
Eran esos los tres vaciaderos a que recurría la población. Los
"i'ecinos que tenían que valerse de sus propios brazos, se limita-
ban a volcar sus tachos en la calzada; los que tenían algún mu-
chacho a su servicio, hacían conducir les basuras a los huecos,
es decir, a los solares baldíos situados entre dos edificios; y las
de mayores recursos o que no tenían huecos próximos, enviaban
ift carga hasta la costa del mar.
La matanza de perros, otro de los números del programa poli-
c'al, quedó reanudada a raíz de la Guerra Grande sin modifica-
ción sustancial en los procedimientos de exterminio.
En 1852 las policías de extramuros maniobraban con sus lan-
zas a todo el correr de los caballos. Al año siguiente iniciaba
uno de los diarios el estudio comparativo del palo y del veneno
para la matanza en las calles de Montevideo, con marcada pre-
ferencia a favor del primero. Y el palo entró a figurar en la or-
den del día de la Jefatura, seguramente porque dentro de las
angustias del Tesoro público significaba un ahorro sobre el ve-
neno.
Dando cuenta de la matanza inaugurada en marzo de 1853,
refería uno de los diarios que en la puerta principal del mercado
de la Cindadela (actual Plaza Independencia) actuaba un grupo
de celadores armados de lazos y de gruesos palos y que el ex-
terminio se realizaba allí mismo a la vista del público estacio-
nado para presenciar el horrible espectáculo. De cómo se com-
probaba la importancia de cada jornada instruían los partes
diarios de los Comisarios al Jefe Político, que solía publicar la
prensa de la época. Uno de ellos comunicaba la matanza de 21
Anales de la Oniversidad 201

perros "cuyas lenguas se acompañan para consfancia", se apre-


suraba a prevenir el Comisario.
La Policía reanuldalba de vez en <Manido anitiguas funciones edi-
licias de las qu'e en parte había sido despiojada por las Juntas
Económico-Adlministratiivas. A mediados de 1853 abordaba con
ayuda de los celadores y de los presos la tarea de eliminar un
t'ran peñasco situado en la calle Tr€inta y Tre's entre 25 de
Mayo y Cerrito, que por su forma convexa constituía un serio
peligro para los transeúntes. El resultado se consiguió con ayu-
da de minas numerosas pero muy pequeñas para no perjudicar
a los edificios contiguos.
La necesidad de ampliar los servicios policiales dio oportuni-
dad más de una vez durante la administración Giró para traer
a colación una minuta de la Asamblea Constituyente de abril
de 1830, recomendando como medida de economía la provisión
de empleos civiles con militares en goce de sueldo. Sería el m»-
dio^—decía "La Constitución"—de alhorrar dinero y a la vez
utilizar los servicies de muchos hombres aptos.

Tentativa para abolii' el pasaporte.

El doctor Juan Carlos Gómez presentó en 1853 un proyecto


do ley aboliendo el pasaporte.
"En un país esencialmente comercial como el nuestro — de-
cía la Comisión de Legislación adhiriendo al proyecto — todo
io que facilita el movimiento de la población es de Incuestiona-
ble utilidad".
Como medida de poMcIa—ihabía didho dos meses antes "La
Constitución" prooliamando la misma reforma,—el pasiaporte es
del todo ineficaz: aólo lo respeta el qu« no ha delinquido; y
como recurso financiero, es de una pobreza extrema.
La Cámara de Diputados lo suprimió para el interior de la
República, manteniéndolo para el exterior. Y el Senado, más
apegado todavía a la vieja traba colonial, encontró que era pre-
ferible no alterar lo existente y en consecuencia rechazó el mis-"
rao proyecto restringido de la Cámara de Diputados.
El pasaporte que según todos los datos publicados constituía
un rubro muy poco importante para el escuálido tesoro policial,
resultaba sin embargo muy pesado para el viajero: tres pesos
y seis reales tratándose de pasajes para el exterior. La peque-
nez del producto emanaba de la poca frecuencia con que se via-
jaba entonces.
2Ci2 Anales de la universidad

L/a Iglesia y el Estado.—El Gobierno hace valer sus derechos de


patrono.

Pro&eguía nuesitra Iglesia en situación anormail por di aplaza-


miento en la creación de la diócesis del Uruguay, no obstante
todas las gestiones realizadas de acuerdo cou la ley de 1830
obra d e la AisaimiMea Consitituyente.
iSólo se había congaguido que Larrañaigia, que actuaba cruvo
delegado del olbisipo de Buenos IAÍTOS, recibiera en 18i32 el nom-
bramiento de "vicario oipiostdlico en ila parte de la diócesis de
Buenas Aires ique se llaima Reipüblica Orientalli", decía el res-
pectivo decreto. lEra la independencia del nomibramiento, .pero
no de la diócesis.
Muerto Larrañaga, fué elegido en el mismo carácter don Lo-
renzo Antonio Fernández que ya ejercía funciones análogas den-
tro de la plaza sitiada, por delegación del titular. Oribe resolvió
rechazar ese nomibramiento ique empequeñecía su autoridad fren-
te a la diell gobierno de la Defensa. Hizo intervenir al obispo de
Buenos Aires que ya no tenía jurisdicción interna en los nego-
cios de la Igilesia oriental, y al delegado apa&tó'lico de Río de
Janeiro, por intermedio de la Legación Argentina, consiguiendo
«!si que el presbítero Manuel Rivero fuera nombrado vicario del
Uruguay ccn excepción d e la ipllazia de Montevideo, que quedaba
a cargo de Fernández.
Concluida la guerra, obtuvo la Legación Oriental en Río de
Janeiro que el delegado apostólico revocara el nombramiento de
Itivero, quedando entonces a cargo de toda la vicaria don Lo-
renzo Antonio Fernández.
Pocos meses desipu^ se presiento al Ministerio d* Gobierno el
provisor don José Joa<[ufn Reina, pidiendo la aprobación guber-
nativa a favor del nomhraimiento de provicario ique ie había ex-
tendido Fernández con la calidad de "mientras dure mi enferme-
dad", que el Gobierno se negó a ratificar invocando incompatibi-
lidades de carácter eclesiástico que dietjerminaron la presentación
de un nuevo nombramiento.
En el curso de ese imcidente se iprodujo ei fallecimiento del vi-
cario Fernández y entonces surgió un nuevo interesiado a la vi-
caría, el presbítero Rivero, con un ipliego en que Fernández le de-
legaba sus funciones y que el Gobierno encontró suficiente y
aprobó.
El provisor Rema seguía sin embargo atribuyéndose derechos
Anales de la Universidad 203

al puesto vacante y el Gobierno resolvió entonces suspender a los


ríos contendientes y aguardar la resolución del Papa.
El decreto respectivo, expedido durante el interinato del Pre-
sidente del Señando dion Bernardo P. Berro, esita,blecla que en di-
-versas oportunidades las autoridades orientales hablan presjlado
iiu exequátur a las provisiones eclesiásticas sin la previa présen-
la ción al patrono, condescendencia que debía cesar, y agregaba:
"Que importa ya hacer entender de manera muy seria y muy
decidida que el Gobierno no tolerará que nadie desconozca, le
dispute ni contraríe esas prerrogativas y derechos que no puede
iin desdoro abandonar".

OrgAülzacióii de la estadística.

Mucho se ocupó don Bernardo P. Berro de la organización de


la estadística durante los dos meses de su actuación presidencial.
Por un primer decreto creó una Mesa de Esitadistica en el Mi-
iiisterio de Hacienda.
Por un segundo decreto instituyó en cada departamento una
Comisión de estadística compuesta del Jefe Político y de dos ve-
<ino*, con facultad de estaWlecer subcomisiones dle distrito bajo
la presidencia del Juez de Paz o Teniente Alcalde respectivo,
"conyencldo el Gobierno—^dtecla el decreto—d'e la necesidad da
•obtener para La exactitud y acierto de los cálculos y oiperaciones
económicas un conocimiento completo de la riqueza nacional, de
sus especies y del modo como se halla distribuida la población de
la República".
Por un tercer decreto trató de regularizar el suministro de da-
tos a la Mesa de Bsitaldílstlca y a las Comisiiones diepattamentales.
Los curas quedaban obligados a pasar trimestralmente a los Je-
tes Políticos una lista dle los casamientos, bautizos y defunciones;
7 con la misma periodicidad quedaban obligados a pasar al Mi-
nisterio de Gobierno la Administración de Vacuna una nómina de
los vacunados, los médicos de Policía y del Hosipital y los médicos
en general una relación de los enfermos que hu'bieran asistido;
¡ps Jueces y Triíbunalles una relaición de las causas en que inter-
vinieran; el Instituto de Instruoción PúMlca un estado de Das es-
cuelas; la Comisión .Topográfica una relación de las mensuras;
l3 Adanlnistración de Correos un Inlforme del servicio postal; la
Colecturía un estado de las rentas; las Jefaturajs de Policía un
estado de su movimiento y un cuadro anual de la ganadería, agri-
cultura e industrias de sus respectivos departamentos.
204 Anales de la universidad

Teatros y espectáculos públicos.

Las obras dte'l Teatro Solls, «omenzadas durante el gobierno de


Kivera y detenidas poír la inrvasión de Oribe, volvieron a entrar
en actividad a fines de 1852, desipués de una larga parallaación de
diez años.
La Comisión Direotiva reunió en esa oiportiunida'd a los accio-
nistas de la empresia para entregarles los planos del arquitecto
Oarmendia y enterarles de la reanudación de los trajbajos.
Dentro del edificio empezado — decía en su informe — se guar-
daban el valioso cargamento de madera qiue habíamos hecho traer
de Europa, las coluímnas de mármol, los dhaspiteles y las pizarras
destinadas a cubrir los techos. Durante la guerra sólo qUi©daron
dentro de imuros dos de los miemtírois del Directorio: don Juan
Miguel Martínez y don Florentino Castellanos, y ellos se consti-
tuyeron en guardianes de esas existencias, y arrendaron el resto
del terreno, obteniendo así re'oursos que permitieron pagar algu-
nos gastos y dejaron un excedente de 1,782 pesos.
Lo inverti'do hasta albora, terminaba el Direotorio, monta a
85,785 piesos, ¡por concepto de comipra de terreno, parte del edl-
f ció construido y materiales acopiados.
Uno de los Tedactores de "La Constitución", describiendo el es-
tado del local momentos antes de la reanudación de las obras,
refería que las columnas de mármol, los dhapiteles y los zócalos
estaban enterrados en gran parte; que algunas de las pilas de-
madera estaiban apolilladas; que los cimientos y los arcos se en-
contraban en buen estado. Y agregaba que en todo el interior del
edificio se criaban aves de carral y se cuidaban animales de carga.
El "baile mensual" implantado durante el sitio resurgió
desde mediados de 1852 bajo el título de "Baile Montevi-
deano", con tantas energías que hasta se resolvió abordar la
construcción de un gran «alón de fiestas sociales. Baste saber
que al primer baile concurrieron 700 personas, cifra enorme
con relación a la exigua población de Montevideo en esa época.
La gran fiesta divica de octubre fuié solemnizada en el mismO'
año con embanderamiento, fuegos artificiales, una magnífica
liesta en el Baile Montevideano y una función de gala en ©I
teatro, representándose el drama de don Francisco X. de Aioha,
' La Fusión", alusivo a la fórmula de la paz: "Sin vencedores
Ei vencidos".
En esos mismos momentos se fundaba una sociedad por ac-
Anales de la universidad 205

ciones para el establecimientos de las carreras inglesas en Ma-


roñas y principiaba la constructeión die la Piaza de Toros en la
Unión.
El anuncio del restablecimiento de las corridas de toros
desipués de un Jargo paréntesis de diez años, dio lugar en la
Cámara de Senadores a una interpelación al Ministro de Go-
bierno, de la que resultó que esos espectáculos habían sido au-
torizados en las positrimerías del gobierno de Suárez por de-
creto die 18'52, inspirado en ej deseo de dar nueva vida a la
villa de la Unión, reducida a la m'seria como consecuencia de
la paz de cictubre y La Clausura del iVuerto del Buceo.

Creación de pueblos. Proyecto de tpaslación de la capital de la


República al Ttxwaxao.

"La Constitución" inició durante el gobierno de Giró una


campaña a favor del traslado de ln capital a un punto céntrico
del territorio.
Hasta ahora — decía ese diario — no ha habido disposición
legislativa alguna que dé a Montevideo el carácter de capital
de la República. Durante la guerra de la independencia los
Poderes públicos residieron alternativamente en Florida, San
José y Canelones. Por resolución de 6 de febrero de 1829 se
suspendieron las sesiones en Canelones para continuarlas en la
Aguada, y el 14 de marzo siguiente se determinó que luego de
fevaicuiada la plaza por las tropas brasiíleñas se trasladaría a ella
la representación nacional. Es la í;nica resolución que puede
invocarse para considerar a Monteivideo como capital, y de ella
han emanado muchas de nuestras desgracias, por efecto del
descuido en que ha quedado la cami)aña. Para la capital to-
das las mejoras ¡y la observancia estricta de la Constiti^ión;
para la campaña &l abandiono y el despotismo de jefes milita-
res. Debemos procurar que la vida anime igualmente a todas
las partes del cuerpo social, que no haya sombrero de gigante
en busto de pigmeo. Y el medio de consieguirlo sería la trasila-
ción de la capital de la Repiública al punto de la campaña que
se consiiderasie miás apropiado. (Estableciénd'oila en un punto cen-
tral como el Durazno, la acción del Gobierno se sentiría efi-
cazmente en toda la República; s'> construirían los puentes,
los caminos de hierro y todos los medios conocidos para acor-
206 Anales de la universidad

tar las distancias; se liaria posible la administración de justi-


cia en todo el país; adquirirían un valor inmenso los terrenos
próximos a la nueva capital y los comprendidos en el tránsito
entre ella y Montevideo cuya importancia como primera ciu-
dad no desaparecería absolutamente por la traslación de la
capital.
Tal era la airgumentación del doctor Eduardo Acevedo. Y
ella encontró inmediatamente eco en el Cuerpo Legislativo.
Don Antonino Domingo Cos.ta, uno dte los .constituyentes y a
la sazón Sienad'or, presentó un proyecto de trasllado de la capi-
tal al D^iraznoi. Para la construcción de los edificios destinados
a los Poderes pfiíblicos se retiraría de rentas generales la can-
tidad de cinco mil pesos mensuales durante dos años.
La Comisión de Legislación, compuesta de los doctores Fran-
cisco Solano de Antuña y Antonio Luis Pereira, a cuyo estudio
pasó el proyecto, introdujo una variante: el Poder Ejecutivo
estudiaría el punto del centro de la Repiública que debería ser-
vir de asiento a la capital e informaría a la Asamblea con
presentación de los planos de la nueva ciudad a erigirse.
De varios departamentos y muy especialmente del Salto y
San José partieron entusiastas mensajes de feltoitaicióni, y el
proyecto pasó poír siete votos contra dos. Pero no pudo prose-
guir su trámite porqu.e la revolución diel 18 de julio paralizó
en absoluto la acción legislativa.
Esta misma Leigisilatura decretó la creación de varios pue-
blos: el de Santa Rosa en la confluencia de los ríos Cuareim
y Ñaquiñá con el Uruguay, proyectado por el doctor Eduardo
Acevedo con el nombre de Bella Unión que el Senado cambió
por el que lleva actualmente; 'el de Sarandí en la confluencia
de los arroyos Sarandí y Las Cañí>,s, proyectado por el mismo
legislador; el de Treinta y Tres en la confluencia del Yerbal
Grande con el río Qlimar; el de Constitución en la confluen-
cia del río Ramírez con el Uruguay; el de Cuareim en la costa
del río del mismo nombre. Y dio al pueblo de Arredondo el
nombre de Villa de Artigas.
II

GOBIERNO DE FLORES. 1853-1856


CAPÍTULO IV

Movimiento político

El triunvirato oreado a raíz del derrtanbe del gobierno de Ginó


dirige un ntan4fi(es:to al país.

Ya hemos diclio que el Presidente Giró con el propósito de


escapar a nuevas asonadas que estaban en preparación, se asiló
en la L/egación de Francia el 24 de septiembre de 1853 y que
ese hecho fué aprovechado horas después para la creación de
vn gobierno provisorio compuesto del coronel Flores y de los
generales Rivera y Lavalleja.
El general Pacheco y Obes, verdadero promotor y organizador
del movimiento revolucionario, resolvió asumir la jefatura del
Pistado Mayor y eso por algunas semanas simplemente, trans-
curridas las cuales escribía al coronel Francisco Tajes:
"Ahora que nadie puede dudar de que si yo quisiera el más
alto destino lo tendría, ahora mi amigo me retiro", sin asomo
de descontento personal que no podría atribuírseme tratándose
de una administración donde figuran Batlle, Juan Carlos Gó-
u e z y Lavalleja.
El nuevo gobierno publicó un manifiesto con las firmas de
Lavalleja y de Flores y de susí Ministros Gómez, BatMe y Sayago,
explicativo de los sucesos ocurridos.
El Presidente Giró, decía en ese documento, se dejó arras-
trar a una reacción insensata, desoyendo las indicaciones a fa-
vor de una política nacional. Rompió el equilibrio de los par-
tidos en todas partes, llegando en ciertos momentos hasta pro-
veer con hombres de la reacción dos de los tres Ministerios que
existen y 10 de las 12 Jefaturas de Policía que funcionan. "En
vano era señalarle las leyes vot3,das en agravio del partido ya
desposeído de la participación del Poder que le había prometido
la pacificación de octubre y patentizarle el grave peligro que
corría la paz pública desde el momento en que un partido vién-
dose sin la salvaguardia de la ley y objeto de la malquerencia
de la autoridad, no podía dejar de creer llegado el caso de la

14.
210 Anales de la Universidad

legítima defensa de sus más esenciales derechos y de sus más


caros intereses".
Todas las garantías constitucionales, agregaba, están en vi-
gencia. A ningún ciudadano se le tendrá en cuenta sus anterio-
res opiniones políticas. El Gobierno sólo reprimirá a los que con.
las armas en la mano pongan obstáculo a su misión. Restable-
cido el orden público convocará "una grande Asamblea de do-
ble número de representantes y de senadores, prevista por el
artículo 159 de la Constitución de la Repiúiblica, y entregándolos,
destinos del pais a esta Asamblea se inclinará ante su soberano*
fallo".

Nadie piensa en la contliíairTievoluciiión.

En los primeros días ide su asilo en la Legación de Francia


permaneció el Presidente Giró ajeno a todo plan de restauración
de las autoridades constitucionales. Ya lo había anticipado su,
Ministro don Bernardo P. Berro al comunicar al Cuerpo Diplo-
mático el paso dado por el señor Giró. "El Presidente de la Re-
pública — decía en su circular — que no quiera ensangrentar
inútilmente las calles de la ciudad, se ha decidido a abandonar
el campo a los revoltosos, antes de prestarse a las humillaciones
oue harían más deplorable la guerra que ya no puede evitarse".
Y se encargó de ratificarlo el propio Giró en una nota al Encar-
gado de Negocios de Francia.
"Mientras he permanecido en vuestra casa, — escribía el 2&
de septiembre al-Ministro Maillefer — no han salido de mis la-
bios y de mi pluma sino palabras de paz y de conciliación entre
todos los orientales bajo el imperio de la autoridad y de la ley".
Con esa declaración quería desautorizar sin du^a estos docu-
mentos que acababan de publicarse bajo su firma: .
Una proclama en que declaraba que no había hecho dejación
de la autoridad, sino que había "buscado un asilo susipendiendo
temporariamente el ejercicio de su autoridad en la Capital para
sustraerse a las violencias que se le hacían":
Varios decretos por los que se colocaba a la Aduana bajo la
bandera francesa, se autorizaba a los Ministros para el desem-
barco de fuerzas destinadas a la protección de las personas y
propiedades de sus connacionales, se facultaba a los residentes
extranjeros para armarse contra la rebelión, se designaban co-
mandantes de armas en los departamentos, y se disponía que los
Anales ile la Univemidad 211

Jefes Políticos procedieran al llamamiento de la Guardia Nacio-


nal;
Y con la firma del Ministro Berro simplemente: una circular
a los Jefes Políticos disponiendo la convocatoria de la Guardia
Nacional y dos notas. Una aJl general Servando Gómez con las
siguientes insitrucciones': "Es preciso proceder «on el mayor
orden en la reunión de la fuerza y demás pasos. Nada que pa-
rezca espíritu de partido-. Levántese la bandera constitucional
la bandera de la autoridad nacional y nada más. . . Usted, Ge-
neral, es ¡¡amado a sostener el orden y el goibierno legal como
uno de los más distinguidos patriotas y guerreros del país. Muy
pronto irán las óndtenes convenientes. Usted puede" ponerse a
la cabeza de las fuerzas que juague conyeniente reunir en los
departamentos de PayEíandH, Salto y Tacu,arem|b6." Y otra al
coronel Gervasio Burgueño, en c(iue le d-eieía "reúna a toda la
gente que pueda, proclamando al gobierno contra los anarquis-
tas, apaderándO'SS del departamento, cortando las comunicacio-
nes de Montefvideo icon Plores".
Eran documentos de autenticidad muy sospechosa, y por ello
el gobierno revolucionario resolvió pasarlos a los Tribunales
para la averiguación correspondiente.
Ante el Juagado del Crimen desfilaron varios testigos, y apo-
yándose en algunas de sus decHaraciones afirmó ell Fiscal que en
su conoeipto estaba "bastantemente probada que el autos era don
Bernardo P. Berro y la presunción de que al proceder así esta-
ba de acuerdo con el señor Giró".
Otro documento apareció en esos días con la Arma de Berro:
iína proclama a los residentes extranjeros invitándolos a armarse
contra la rebelión. "Tiempo 'hace—^ decía esa proclama que
están coimbatiendo dos principios en esta parte de Amiérica, a sa-
ber, el principio de la ley y el principio de la espada: el principio
de la llejy es eil orden, la justicia, la paz, la civilización, el pro-
greso; el principio de la esipada es la tiranía, la guerra civil, la
barbarie, el atraso".
El general Pacheco, en la creencia de que con él rozaba la es-
tocada, publicó en el acto una contraproclama a los legionarios
franceses e italianos:
"Giró y Berro', — lea decía — dos hom'bres de Rosas, dos de
ruestros antiguos enemigos, de los que aplaudían cuando algu-
n,o de vosotros cala degollado... esos dos hombres comensales
del Cerrito habían llegado al poder porque en la victoria fuimos
212 Anales de la universidad

rioderados y en el poder cuando no podían esperar el veros de-


goUaidos, os calumniaban, os negaban justicia".
Continuó durante algunos días la publicación de documentos,
entre eillos una circular con la linma 'de Giró, en que el ex Presi-
dente, que había (pa&ado de la Liogación a un buque de guerra
francés, declaraba que no había renunciado a su alta investidura
y que simplemente se había asilado pa<ra escapar a las violencias
de que estaba amenazado.
Pero la prueba irrevocable de que nadie había pensado en la
contrarrevoJución está en la actitud absolutamente pacifista de
los prohombres del gobierno derrumbado.
A principios' de octubre el general Servando Gómez escribía al
i-oronel Venancio Flores Acatando al gobierno surgido de la re-
volución. "Sabe usted, 1© decía, que soy un .patriota desnudo de
toda aspiración y que nunca me llevará otra cosa que la tranqui-
lidad de mi pels y la unión de los orientales".
Algunos días después don Bernardo P. Berro bajaba de un bu-
que en que estaba asilado y se alojaba tranquilamente en su quin-
ta. Y antes de finalizar el mes de octubre hacía lo mismo don Juan
Franicisco Giró; el general Manuel Oriíbe, que estaba en otro bu-
que de guerra, emiprendía viaje a España; de toda la campaña lle-
gaban noticias tranquillaadores respecto de la actitud de los prin-
cipales jetes del gobierno derrumbado; y ^ coronel Flores, que
había salido a recorrer los departamentos de Canelones, San José
y Colonia en previsión de posibles resistencias, regresaba a Mon-
tevideo luego de disolver alguna que otra pequeña fuerza arma-
da y sin derramar una sola gota de sangre.
Explicando el desconcierto general, escribía el doctor Eduardo
Acevedo a don Juan Josa Soto:
"Los jefes departamentales no tenían instrucciones de ninguna
especie y el gobierno se vino aibajo en la Caipltal sin ha«er el me-
nor esfuerzo para soSítenerBo en otras partes. Eso explica que Fió-
les haya podido llegar sin niaguna especie de obstáculo hasta
San José con poco más de 20 infantes y 50 oaiballos".

Muere el general Iiavalleja.

A los veintitantos días de la creación del triunvirato, murió


repentinamente ell general Lavalleja en la Casa de Gobierno.
"La pérdida del fundador ilustre de la naeionalidad oriental—
decía al día siguiente un decreto firmado por Flores y sus Minis-
Anales de la universidad 213

tros Juan Carlos Gómez, Lorenzo BatUe y Santiago Sayago — es


una calamidad nacional, es uno de los hechos que hacen época
en la vida de los pueblos y que la moral pública exige pasen a
las generaciones acompañados de los altos testimonios de respeto
y gratitud que merecen los héroes a quienes Dios reservó la re-
dención de las naciones».
Se ordenó la construcción en la Iglesia Matriz de una tumba
para guardar sus restos, con la advertencia de que ninguna otra
podría construirse bajo las bóvedas de esa iglesia; se resolvió
que el Tesoro público se hiciera cargo de todas sus deudas, en
virtud de que el Estado había absorbido su fortuna particular y
que había muerto al borde de la miseria; y se dispuso que
los empleados públicos llevaran luto por espacio de quince días.
De la autopsia, que fué practicada por once médicos, resultó
que la muerte se había producido por congestión cerebral.

Muere el general Rivera.

Otro de los triunviros, el general Rivera, vivía en Yaguarón


cuando el derrumbe de Giró, sin haber abandonado todavía el
territorio brasileño en que se alojaba desde el destierro de 1847
impuesto por el gobierno de la .Defensa y revocado cuatro años
después a raíz de la pacificación de 1851.
A principios de enero de 1854 se puso en viaje para ocupar
su puesto en el Gobierno. Pero la muerte le sorprendió a me-
diados de ese mismo mes en el Departamento de Cerro Largo,
cerca del arroyo Conventos, uno de sus contados escenarios de
la guerra civil manchados con sangre de prisioneros.
Haciendo una merecida excepción a la exclusividad acordada
a Lavalleja, mandó el Gobierno que los restos de Rivera fue-
ran traídos a Montevideo e inhumados en la Iglesia Matriz,
junto a la fosa del jefe de los Treinta y Tres, como efectivamente
se hizo.
Concluida la ceremonia fúnebre, se dirigió el cortejo a la
casa de la viuda doña Bernardina Fragoso de Rivera, donde
Acuña de Figueroa recitó unos versos que terminaban así:
«Quién fué tan grande como é l ? . . . Nadie en la tierra!» y el
doctor Estanislao Vega pronunció un discurso en que decía:
«Nuestra tierra es la madre del general Rivera, pero nuestra
patria es la creación de sus trabajos y el teatro de sus glorias».
Del domicilio de la viuda marchó el cortejo a la Casa de Go-
214 Anales de la universidad

bierno, y allí el Presidente del Tribunal de Justicia don Fran-


cisco Araucho dijo dirigiéndose al coronel Flores: «El Poder
Judicial se auna en su sentimiento a V. E. y a todos los orien-
tales cuyo segundo patriarca y jefe ya no existe».
Don Francisco Araucho, soldado de Rivera en las gloriosas
campañas de 1816 a 1820, llamaba a su jefe «segundo patriarca
y jefe de los orientales.» ¿Quién había sido el primero? El mis-
mo se encargó de nombrarlo en la nota de pésame a la viuda
del conquistador de las Misiones. Véase en qué forma:
«iSéame permitido recordar otra vez al ínclito General, a
nuestro Arístides, al virtuoso ciudadano don José Artigas —
a un lado miserias y partidos».
Poco después se dirigía doña Bernardina Fragoso de Rivera
al Gobierno y hacía entrega de la espada de su marido en es-
tos términos dignos de ella y de las grandes señoras de su
tiempo que trabajaban por la patria sin desatender las nobles
tareas del hogar:
«Yo he creído que muerto el general Rivera, su espada no
puede pertenecer a su familia; he creído que es una propiedad
de Ip, Nación. Llenando así lo que de mí exigían mi doble
título de ciudadana y de viuda...»
Eu abril del mismo año le hizo preguntar el Gobierno si
estaría dispuesta a colaborar en las tareas de la Sociedad de
Caridad creada por decreto del año anterior, y ella contestó
en el acto:
«Hacer el Dien o ayudar a hacerlo, es la sola ocupación que
corresponde a la viuda del general Rivera».

El u-iniiTirato deglenera en dictadura de nno solo.

En menos de cuatro meses habla desaparecido, pues, el triun-


virato, quedando el coronel Flores a cargo de la dictadura que
ya ejercía de hecho desde la muerte de Lavalleja, dada la au-
sencia de Rivera.

Bajo la dictadura de Flores.

En octubre de 1853 fué convocado el país a elecciones ge-


nerales. Cada departamento elegiría doble número de senadora
y diputados con amplios poderes para proceder a la reforma de
Anales de ¿a Vnivertidad 215

la Constitución de la ReprúbIHca. Los comicios tendrían lugar


í>l último domingo del mes de noviembre y la Asam^blea empeza-
ría suis sesiones el 1.° de enero de 18i54.
No era ese el tramité constiiucional. De acuerdo con la
Constitución una primera Legislatura debía indicar la necesi-
dajd de la refoTima, una segunda concretar las reformas a reali-
zarse y una tercera -sancioinar o redhazar esas reformas, con do-
ble número de senadoras y diputados en el caso de cambio do
forma de gobierno.
El procedimiento a que recurría el goibierno de Plores era,
pues, un procedimiento revolucionario que hacía caso omiso de
lodos los trámites previos, en el deseo de precipitar las refoi-
m a s . . . ¿En qué consistían esas reformas?
Uno de los diarios de la época—^'"El Nacional"—ocupándose
tíe la grande Asamblea, señalaba la necesidad de vigorizar la
acción del Poder Ejecutivo, de aumentar el plazo del mandato
presidencial, de modificar el sistema electoral, de disminuir el
iersonal administrativo, de armonizar la libertad de imprenta
•con el estado de nuestra civilización, de deslindar el Poider mu-
nicipal y de centralizar las policías.
El doctor Juan Carlos Gómez, inspirador de esa grande Asam-
blea, cruz^ó como un r©léim|pago por la Casa de Gobierno, expi-
diendo en los treinta y tantos días de permanencia en el minis-
terio un decreto que abría a los buiques y al comercio de tedas
l&s naciones los ríos navegables de la RepúlUiica; otro que
restablecía e'll pacto de pacificación de octubre de 1851; otro
que susipenldía el uso del palioo oficial en ei Teatro San Felipe
por tratarse "de una costuimibre de(l régimen coloniail contraria
3 los bá^bitois democráiticos y atentatoria a les dere'dhos de la
propiedad .particuilar"; y una circullar en que se recoimendaba
a los Jefes Políticos que hicieran eíectivias las garantías
tonstitucionales: que fueran moderados, parcos en dictar reso-
luciones y firmes en cumplirlas una vez dictadas; que se abstu-
vieran de parcialidades y preferencias; que seleccionaran su
personal entre elementos dignos de la consideración de los ve-
cindarios; que sólo emplearan la coacción de la fuerza después
de agotar los medios persuasivos; que hicieran respetar la in-
violabilidad de la correspondencia y no trabaran la circulación
de imipresos, fuere oual fuere su contenido.
El acuerdo gubernativo que restablecía el pacto de 1851 "no
Jiay vencidos ni vencedores", llevaba las firmas de LavaBeja y
216 Anales de la Universidad

de sus Ministro'! Juan Carlos Gómez, Liorenzr Batlle y Santiago


Sayago, y estaba coiiceoido así:
"El pacto de octubre que quitó las armas de la mano de los
orientales, haciendo suceder la paz .a una guerra destructora,
fué falseado por la administración que caducó. . . Afianzado el
orden en el Estado y reconocida sin contradicción la autoridad
del Gobierno Provisiorio, él se aipresura a proclamar que mira en
Ifi ejecución del pacto de octubre la base más sólida de la paz
y que se reconoce obligado a la ejecución leal de sus condicio-
n e s . . . Todos los orientales que por ese pacto pudieron consi-
derarse autorizados para vivir «n el país, si lo han abandonado
pueden volver a él, garantiendo el Gobierno a todos sin ninguna
excepción el goce de los derechos que la ley les acuerda".
El doctor Juan Carlos Gómez renunció a principios de no-
viembre de 1853 y pocos días después abandonó también la re-
dacción de "El Orden", diario que había fundado con el pro-
pósito de colaborar en la obra revolucionaria que hizo tabla
rasa del gobierno de Giró. Juntamente con él se retiró del mi-
nisterio el coronel Batlle, síntoma claro de que habían surgido
disidencias fundamentales en el seno del gobierno revolucio-
nario.

El Presüdente Oiró se lanza a la contrarrevolución.

La situación de Flores había quedado entretanto plenamente


normalizada. Nadie discutía sus títulos. Eí proipio Presidente de-
rrumbado había abandonado su asilo y entrado de nuevo a su
hogar, resuelto a aceptar el hecho consuimado, sobre ©1 que ya
parecía absolutamente imposible volver.
Pero la diplomacia brasileña, que tan activamente había co-
laborado en la caída del gobierno de Giró, resolvió ayudar al
Presidente derrumbado para que a su turno volteara a Flores.
Era el medio de que no desapareciera el estado de guerra en
este ensianigrentaidw suélio que él lantperio habita decidido anarqui-
zar como medio de absorberlo más rápidamente.
Antes de concluir el mes de octubre de 1853 quedaba en ar-
mas P1 Departamento de Cerro Largo bajo la acción del coronel
Dionisio Coronel, y pocos días después, a principios de noviem-
bre, también lo estaban la' división de San José a órdenes del
coronel Dieigo Lamas, la de MalMonadio a las del coronel Ber-
nardino Oíid, la de Tacuarembó a las del coronel Jacinto Barbat,
y la de Colonia a las del coronel Lucas Moreno.
Anales de la Universidad 217

Como consecuencia de esos levantamientos fueron desterrados


don Bernardo P. Berro, don Cándido Joanicó, don EdUiardo Ace-
vedo, don Francisco Solano de Antuña, don Jaime Estrázulas,
don Bernabé Caravia y don Amlbrosio VeHaziao, y por efecto d^
las complicaciones subsiguientes otros ciudadanos de filiación
sitiuacionisita entre ellos don Manueíl Herrera y Obes.
Flores dellegó el gobierno en el generall César Díaz y marchó a
los departamentos del litoral, aJ mismo tiempo que el general
Anacleto Medina se dirigía a Cerro Largo al frente de una di-
visión de mil hombres.
Tan distantes lestaban, sin embargo, algunos de aquellos ciu-
dadanos de la idea de la revolución, que en los mismos momen-
tos en que la diiplomacía brasileña sacaba al Presidente Giró del
retiro de su hogar para conttlagrar la campaña, ellos trabajaban
u favor de la concurrencia a los coml'cios generales de senadores
j diputados a que Ihabla convocado Floresi. En carta del 1.»
de noviembre que la prensa publicó al año siíguiente, expresaba
el doctor Eduardo Acevedo al caudillo de Cerro Largo don Dio-
risiio Coronel, que era necesario ir a las elecciones, salvo que ,se
contara con elementos para dominar la campaña, cosa que él de-
bía reputar imposible dados ios términos de la carta a don Juan
José Soto, que antes hemos reproducido.

Actos de vloleimiia. durante la lucha.

Durante su interinato el general César Díaa dictó varios de-


cretos sensacionales con la firma de sus Ministros el general En-
rique Martínez, don José Aguiar y don José Zubillaga.
Por uno de ellos ordenaba el arresito de don Bernardo P. Be-
rro, bajo la advertencia a todas las autoridades del país de que
deberían pasarlo "por las armas, sin más formalidad que la
justificación de la identidad de su persona". Invocaba el preám-
bulo como rassones detertainantes la tranquilidad del país, la
concordia de sus habitantes, la rebeldía de Berro, bajo cuvo in-
llujo se había producido el levantamiento en armas, y el título
de Ministro que todavía sie atribuía en sus comunicaciones.
Por otro establecía una Comisión militar "(para ©1 conoci-
miento y sentencia de todas las causas por delitos militares" y
en general de toda clase de personas acusadas "por los delitos
de traición o conspiración contra ell Estado", La ComLsión —•
i.gregaba el decreto — "procederá con arreiglo a las ordenan-
218 Anales de la universidad

zas, aunque ver'balmente, en las causas en que tenga que cono-


cer y sus fallos serán inapelables". Invocaba el preámbulo la
necesidad de "facilitar la represión y castigo de todos aquellos
delitos atentaitorios del orden y de la seguridad pública".,
Y por otro, finalmente, afectaba al pago de los gastos de gue-
rra los bienes de don Bernardo P. Berro, don Dionisio Coronel,
don Lucas Moreno, don Diego Lamas, don Juan Carvallo, don
Atanasio Aguirre, don Agustín Iturriaga, don Juan Barrios, don
Iiarnardina Olid y don Jacinto Barbat.
Algo más hiao el general Diaiz: derogó el decreto que declara-
ba en vigor las estipulaciones del convenio de paz de octubre de
1851, por no haber sido at)r-eciado po.r los enemigos y porque
el conivenio mismo no podía ni debía reputarse "sino como una
generosa concesión del momento bedba al ejérolto invasor que
obedecía al tirano de Bueno® Aires y que fué vencido por las
-armas de la República y de loa poderes aliados".
Ante esta serie de gravísimos decretos decía editorialmente
"El Comercio del Plata" bajo el epígrafe de "Sálvense los prin-
í;pi0'8":
La causa de ia Defensa de Montevidieo era una causa de
principios. Esia causa está hoy com'prometida. Hl Gobierno Pro-
visorio declaró al tiempo de siu advenimiento al poder en pleno
vigor las garantías constitucionales a favor de la vida y de
la propiedad. La opinión pública desaprueba las medidas que
en contra de losi principios proclamados ha adioptado el Go-
bierno y desaprueba los actos que han sucedido a algunas de
esas medidas.
Estas y otras protestas debieron ejercer alguna presión en la
Casa de Gobierno. El hecho es que el general César Díaz apro-
vechó las noticias de la paz que llegaban de campaña para dejar
sin efecto el banido de muerte lanzado contra Berro, "conside-
rando — decía el decreto — que es humano y santo el prin-
cipio de unir el triunfo a la indulgencia".
No registra la prensa de la época actos de sangre con los ven-
cidos, fuera del fusilamiento del capitán Javier Amarillo en Paiy-
sandú bajo la acusación de traición. Pero ocho años después, el
-t'octor Antonio de las Carrerasi aumentó Ha lista «on las siguien-
tes víctimas:
El alférez Justino Bolarte, esesinado en su casa; N. Silveira
y S. Sánchez, degollados en Minas; el sargento Alejandro, ase-
sinado en Florida; el comandante Polanoo y sus compañeros.
Anales de la Universidad . 219

asesinados en Tacuarembó después de rendidos; el comajidante


Heyes, degollado en el Colla; los hermanos Mieres, León Urán y
Juan Cepeida, asesinados en Cerro Largo.

Triunfan rápidamente las fuerzas del Gobierno.

Fué muy coTta la campaña. Sólo hubo un encuentro de reso-


l a n c ' a , en el que las tropas que mandaba el gobernador Florea
lueron derrotadas y desibandadas por las del coronel Lucas Mo-
reno. Peiro la revolución carecía do elementos y no pudo saicar
partido de eise triunfo aislado.
Treinta y tantos días después de iniciado el movimiento en Ce-
Tro Largo, los corolneílea Dionisio Coronelll, Barbat y Olid tras-
ponían las fronteras de Río Grande; el coronel Lucas Moreno
•vadeaba el Uruguay en dirección a la costa entrerriana y las
fuerzas del coroinel Lamas s-e desbandaban.
El coronel Plores reasumió el gobierno a principios de enero
^e 1854 y en el acto suprimió la divisa colorada como distintivo
Ce gueirra; acordó un indulto del que qiuedaban excluidos lois je-
fes del movimiento don Lucas Moreno, don Diego Lamas, don
Dionisio Coronel, don Juan Barrios, don Juan Carvallo, don Ja-
<;into Barbat, don Berniardino Olid, don Francisco Laguna, don
Pedro Carro, don Lázaro Pérez, don Juan P. Pastrana, don Ti-
ra oteo Aparicio, don Cipriano Cames y don Doroteo López; y
dio de baja a todos los jefes y oficiales que se hubieran allizado
<jn armas contra e(l Gobierno.
Loa favorecidos por el induilto quedaban obligados a gestionar
ante los Jefes Políticos "el respectivo resguardo para no ser mo-
lestados".
Transcurrieron algunas semanas antes de que los sucesos vol-
•vieran a la plena noiinalidad. El Presidiente Giró, que ae había
mantenido en el puerto de Montevideo a bordo de un buque de
guerra brasileño, recién siguió via;je para Buenos Aire» a me-
diados de febrero y allí continuó hasta el mes de mayo, en que
regresó a Montevideo para instalarse de nuevo en su casa.

E!l Brasil era el promotor de la contrarrevolución.

El 61 Presidente Giró estaba asilado en la Legación del Brasil


al tiempo de quedar conflagrada la campaña y de la Legación
220 Anales de la universidad

pasó a un buque de guerra brasileño a raíz de las primeras


noticias llegadas de Cerro Largo, para quedar en situación de
instalar su gobierno en cualquier parte de la costa, según rezaba
yna comunicación del coronel Moreno aJl coronel Báez.
Entre los documentos secuesitrados a las fuerzas de Cerro Lar-
fe'o figuraba una carta de don Bernardo P. Berro a don Diouisio
Coronel, avisándole que la Legación Brasileña «staba resuelta a.
sostener al gobierno de Giró y que era necesario, en consecuen-
cia, que la autoridad de ese gobierno apareciera sostenida por
todo el país.
Tal era el origen del movimiento revolucionario que estallaba
ouando todo ya se había normalizado, cuando el ex Pres'i'dente
Giró había vuelto a Montevideo y estaba en su casa acatando-
ai gobierno' de hecho que lo habla suplantado.
"La situación producidla por la revolución de septiembre—es-
cribía el 31 de octubre el doctor Florentino Castellanos a don
Tomás Villalba (correspondencia publicada por el doctor Palo-»
meque) — no la acepta el Gobierno Imperial. No consiente en la
leunión de la doble Asaanblea a que se convoca. No prestará, auxi-
lios pecuniarios. Ha visto en peiligro el tratado de alianza. De-
sea que se excuse la continuación diel señor Giró en la preaiden-
ria de la República — que las Cámaras actuales prr/ean a s,u
reemplazo, pero que al hacerlo entiendan que no poeten le con
6u cooperación que triunf© un partido".
Hemos extractado en el capitulo I el importante debate que
tuvo lugar en el Senado brasileño a mediados de 18'54 con mo-
tivo de los sucesos del Plata.
Caído Giró, dijo el s-enador interpelantie, surgió un gobierno
del que formaban parte Rivera y LavaJlleja, "los dos enemigos
más encarnizados del Bras.il"; y entonces el Goibierno ImperiaU
que supuso que Rivera podría ocupar la presidencia, trató de
apoyar a Giró, y asi lo hizo hasta que la muerte de aqu-él le
permitió cambiar de propósito y sostener a Flores.
Y adviértase ique eso dijo el senador Interpelante sin ser rec-
tificado en sus graves confidencias por el Ministro de Negocios
Extranjeros que estaba allí presente!

Habl^ el doctor J u a n Carlos Gómez.

Refiriéndose a estos frecuentes cambios de rumbos de la di-


plomacia imperial con la invariable amenaza de ínterveHCiones
Anales de la Universidad '¿i]

armadas, escribía en 1855 el doctor Juan Carlos Gómez al doc-


tor Andrés Lamas:
"Muchas veces el doctor José Maria Muñoa y yo hemos repe-
tido al señor Paranhos, Ministra Brasileño en Monterideo, estaa
pallabras: no hay pleito entre colorados y blancos; el Brasil quiere
crear el pleito para traernos un arMtraje forzoso... Después de
haber apoyado, después de haber reconocido al Gobierno Pro-
Tisorio por actos púiblicos, cuando ya hacía cerca de un mes que
el señor Giró estaba en su c a s a " , le dirigió el Ministro Pa-
ranhos una nota en que le daba "el trataaniento de Presidente de
la República que habla cesado de d a r l e . . . " La nota de Giró a
Paranhos era del I.° de octubre y la contestación del Ministro
llegó el 30 del mismo mea. Entre una y otra nota había quedado
instalado el gobierno y el señor Giró se había retirado a su casa.
En su respuesta decía Paranhos que el Imperio acababa de
"aprontar en la frontera un ejército de 5,000 hombres y de au-
mentar la estaciión naval en Montevideo", y advertía que em-
plearía "todos los esfuerzos a fln de que quedara restablecida
la autoridad constitucional" de G i r ó . . . "La guerra civil que
estalló en noviembre de 18(53 fué, pues, obra de la poJItica bra-
sileña. No hay en la República Oriental un solo hombre blanco
o colorado que no teniga hoy ese convencimiento".

La confesión brasileña.

No hay exageración en esas formidables palabras. Ellas es-


tán confirmadas pjor toda la documentación oficial de la época.
Hemos hecfho referencia en el oaipítulo I a un cambio de no-
tas entre el Ministro Amaral y el ex Presidente Giró con mo-
tivo del anuncio de que el Brasil había resuelto reconocer al go-
bierno de Flores.
Véase ahora la respuesta del ex Presidente Giró a esa deci-
sión del Imperio, respuesta publicada en la prenaa de Montevi-
deo casi al mismo tiempo que en el Relatorlo del Ministro de
Negocios Extranjeros diell Brasil:
Tanto efl 18 de Julio como e(l 2 5 de (Septiembre - decía Giró
en su nota datada en Buenos Aires el 1." de marzo de 1854 —
solicité el auxilio del Brasil sin conseguirlo. La Legación sólo
intervenía para obtener concesiones a favor de los revoluciona-
rios. Estos parecían contentarse al principio con dos Ministros i e
su filiación política; pero una vez satisfecha su exigencia, pidie-
¿22 Anales de la Oniversidad

ion la destitución de varios Jefes Piolíticcs, siendo invariable-


mente el Ministro Brasileño el intérprete de sus exigencias...
todo ello basta el 30 de octubre en que la (Legación me dirigió.
una no'ta en que expresaba: "Que ,S. M. estaba diapuesto a cum-
plir religiosamente .el tratado de alianza y a prestar ell apoyo de-
sús fuerzas de mar y tierra para el restablecimiento del gobier-
no constitucional toda vez que le íuese requerido y se veriflcase-
el caso de obrar como auxiliar, y no como parte principal que
huibiese de imponerle al país un go'bierno que él T.epeliese".
Adviértase que la cancillería de Río de Janeiro lejos de ocul-
tar sus maquinaciones las idivuiligaiba con lujo de detalles, según
lo demuestra este extracto de una crónica de los sucesos conte-
nida en el Relatorio del Ministro de Negocios Extranjeros corres-
pondiente a mediados de 1854:
Ell Presidente Giró bajó a tierra y se alojó en su casa parti-
cular el 21 de octubre de 1853. Una semana después la Lega-
ción, de acuerdo con las insitrucciones que había recibido de Río
de Janeiro, se dirigió al señor Giró para decirle que el Brasil
estaba dispuesto a cumplir el tratado de alianza y que por lo-
tanto auxiliarla a los ciudadanos que se propusieran restablecer
la autorid-ad depuesta. Contestó el señor Giró que él se consi-
deraba inhabilitado para tomar disposiciones sobre el particu-
lar. Pocos días después estallaban movimientos aislados en di-
versos departamentos y entonces el señor Giró se asiló en la.
Legación Brasileña y alUí ¡estuvo desde ell 6 de noviemíbre hasta el
3 de .diciembre en que pasó de la casa de la Legación a un buque
de, guerra brasileño. Mientras estuvo asillado no obtuvo el señor-
Giró la intervención del Brasil. En seguida se divildió el Partido
Colorado en dos fuertes gruipos y la acción de Illa Legación fué
solicitada por el señor Giró y por el Gobierno Provisorio. El 30
de enero finalmente comunicó la Legación que el Brasil había
resuelto apoyar al gobierno de Plores y entonces el señor Giró
abandonó su asilo en la corbeta brasileña y se dirigió a Buenos
Aires.
Ta;i es da crónica del Rellatorio concordante con todos los da-
tos que hemos reproducido. Es el proceso de la diplomacia im-
perial formulado con todo desenfado por la misma cancillería
de Río de Janeiro, que hoy daba elementos a un partido y .ma-
ñana se los quitaba para dárselos al otro con la esperanza men-
guada de que bajo la presión del cansancio, de la desesperacióa
Anales de la Universidad 223

y de la sangre derramada alcanzarla el Imtperio correr sus^


fronteras hasta el Río de la Plata!

Un pediido de mtesrvención brasileña formulado por los partida-


rios de Giró.

Esa nota del 30 de enero que ponía bruscamente término a


un período durante el cual el Brasil no había cesado de esti^
mular a los partidarios de Giró para que se alzaran en armasi
contra los colorados que el mismo Brasil había ayudado a apo^
derarse del Poder, coincidió con la organización de una serie
die trabajos que parecían bien encaminados del punto de vista
de la orientación de la diplomacia imperial.
¡Así que el Brasil resolvió dar la espalda a los revolucionarios-
del 18 de julio y arrimar el hombro a la revolución blanca, losi
partidarios del restablecimiento del gobierno de Giró enviaron
a Río de Janeiro al doctor Jaime Estrázulas para coadyuvar a
las nuevas insitruociones del Ministro Amaral, y como consecuen-
cia de las insinuaciones imperiales fueron redactados dos docu-
mentos destinados a provocar el restablecimiento del gobierno
de Giró.
Esos dos documentos, reproducidos en 1868 por "El Siglo",
nevaban las firmas de un centenar de hombres representativos,
entre los que figuraban .don Luis de Herrera, don Enrique de
Arrascaeta, don Fedeírico Nin Reyes, don Pantaleón Pérez, don-
Francisco Solano de Antuña, don Santiago Botana, don Cristó-
bal Salvañach, don Avelino Líerena, don Doroteo García, don
José Vázquez Sagastume, don Juan José de Herrera, don Les-
mes Bastarrica, don Antonio de las Carreras y don Ignacio Ur-
tubey.
El primero de ellos era una representación al Ministro Ama-
ral concebida asi:
"Los habitantes- de la ciudad de Montevideo hemo'a visto con
la más viva satisfacción la presencia de V. E. en medio de nos-
otros, porque estaimos ipersuadidos de los beneiflcios de la mi-
sión de V. E. y de la elevada política de S. M. el Emperador del
Brasil respecto del Estado Oriental del Uruguay. Nos hallamos
de consiguiente íntimamente penetrados de que el Gobierno Im-
perial al prestar su generoso apoyo a la República lo basa en
el espíritu genuino de la convenición de paz de 182i8 y en la
letra de los tratados de 1851 que vinieron a complementar y ga-
£24 Anales de la universidad

rantir aciuella convención; ctue los fines aue se propone son los
de sostener incólume la soberania de este Estado y concurrir a
la estabilidad de su independencia combatida por tantos elemen-i
tos disolventes; y que estando reconocido y coaslguado en do-i
cumentos clásicos y solemnes que el interés que mueve al Go-i
tierno Imperial es santo y legitimo porque se funda en compro-
misos piúblicos y propende a afianzar la paz y todas las garantías
sociales, no trepidamos en declarar a V. E. que el concurso que
el Brasil ofrece a la República es considerado por nosotros como
generoso, noble, desinteresado, sin que empañe en lo más mí-
nimo la dignidad nacional. Una serie de años calamitosos para
este pueblo, lo ha conducido a la anárquica y difícil posición
en que lo ve sumido V. E., y para que el comercio y la industria
y todos los elementos de prosiperldajd y de riqueza puedan des-
envolverse, sólo se necesiita paz, garantías sociales y concordia
entre sus, hijos. Si para conseguir tan benéficos resultados fuera
-necesario el auxilio de la intervención armada, como ya lo es
el de medios pecuniarios para atender a los gastos de la Admi-
nistración, esa intervención armada sea bien venida, porque lle-
nará nuestros deseos y servirá de sostén al orden y las institu-
ciones de la República. Estos son, Excelentísimo Señor, los mo-
tivos que llevan a la po'blación de esta Capital a presentar a
V. E. la franca exposición de sus sentimientos, y lo hace con
tanta mayor satisfacción cuanto que es grande la certeza que
tiene de las altas cualidades personales y elevado caráctet
de V. E.".
El otro documento que llevaba a su pie las mismas firmas,
era una declaración de propósitos que decía así:
"Nosotros, los ciudadanos orientales que firmamos la repre-
sentación anexa, declaramos que lo hacemos persuadidos de que
la intervención armada a que ella alude es indispensable no sólo
para darnos garantías sociales, pero también para ponernos en
el pleno goce de nuestros derechos políticos, d e ' los cuales de
facto nos hallamos privados, porque anarquizado el país, sin
garantías de género alguno, necesitamos de la Intervención ar-
mada a fin de que el Brasil, en cumplimiento de los tratados de
12 de octubre de 18l51, haga efectivos y duraderos la paz, el or-
den y el imperio de las instituciones".
Ambos documentos fueron firmados el 30 de enero de 1854,
es decir, el mismo día exactamente en que el Ministro Amaral,
Inspirador de los trabajos, se dirigía al ex Presidente Giró para
ÁnaTes de la Universidad 225

decirle que el Brasil había resuelto reconocer al gobierno de


Flores y por lo tanto abandonar los planes de reacción que hasta
entonces había esitado promoviendo.
La diplomacia brasileña había arrancado una prenda valiosa
de adhesión a los propios autores del proceso de sus maquina-
ciones infernales y podía en conaecuencia dar la espalda al Pre-
sidente Giró a fln de quedar en condicione's de introducir el
germen de la guerra civil entre los mismos revolucionarios del
18 de julio, ya muy tranquila con la posesión de documento»
que probaban la altura de sus miras!
Con pocos días de diferencia irecübía la Legación otra nota
suscrita por don Florentino Castellanos, don Francisco Solano
de Antuña, don Luis de Herrera, don Enrique' de Arrascaeta,
don Avelino Lerena y general BritO' del Pino, seis personas no-
fabl&s de Moateviüieo, pidiendo al Minisitro Amaral que alistara
c'irectamente a los comicios generales a que había convocado
el gobierno de Flores. Invocaban los Armantes, en apoyo de su
pedido, la circular de la canciMería brasileña al Cueripo Diplo-
mático sobre intervención armada del Brasil en la República
Oriental, la falta de garantías para el ejercicio de los derechos
políticos y la violación constitucional que entrañaba la convo-r
cación de una doble Asamblea sólo autorizada para el caso de
cambio de forma de gobierno.
Lo singular e s ' q u e un órgano de publicidad tan vinculado a
la situación como "El Orden" acogió el rumor de que entre los
firmantes de uno de los documentos dirigidos a la Legación, que
podría ser el relativo al aplazamiento de los comicios, figuraba
don Joaquín Siiárez, el patriarca de la Defensa.

Xia grande Asamblea s^ tramsíorma en Legislaitiiiria ordinaria.

La elección de los diputados y senadores de la grande Asam-


blea debía tener lugar a fines de noviembre. Pero la guerra ci-
vil que estalló entonces bajo la pres'ión de la diplomacia brasi-
leña, obligó al gobernador Flores a decretar áu aplazamiento
previa consulta con los hombres más notables de la nueva si-
tuación. A ese primer aplazamiento sucodieron otros a la es-
pera de la completa normalización del país, hasta que finalmente
los comicios pudieron celebrarse luengo de derogados los decre-
tos de embargo de bieaes y destierros, exceptuándosie los rela-
tivos a los jefes de la contrarrevolución, que se dejaban vigentes.

15.
226 Anales de la Universidad

Pocos días antes de las elecciones hubo una reunión política


en el domiciUo de Flores y allí se formaron las listas que ha-
brían de votarsie en todo el país. Loa colorados cons^rvador.es
no habían sido invitados. "El Nacional" se aa)resuró a decir que
la reunión había sido pro-movida por los amigos del gobernador,
rere q\ie éste había expuesto su propósito de no presentar can-
didatos.. Adviértase, sin embargo, que otro diario situacionísta,
"El Orden", había publicado desde novi.embre 'de 1853 las listas;
de candidatois a senadores y representantes, diciendo que eran
las que recomendaha o sus amigos el 'benemérito coronel don Ve-
nancio Flores.
Ya anteriormente habla habido varias reuniones parcialea
en casa de doña Bernardina Fragoso de Rivera, para uni-
formar opiniones y estrechar filas en toriio del cpro^nel Flores.
El día de la elección corrió tranquilam.ente. Para "El Comer-
cio del Plata" no hubo lucha y si mucha indiferencia y abierta,
detertminaoicn de abstenerse, según lo comiproibaba el hecího de
que a las pocas horas de instaladas las mesas de Montevideo ya
las Comisiones receptoras estaban descansando por falta d« ta-
reas.
La grande Asamblea empezó a funcionar a mediados de mar-
zo de i]i8'54 dentro de un ambiento calateado por dos tesis radi-
calmente opuestas.
Según la primera de ellas, que estaba sostenida por don José
María Muñoz, don Juan Carlos Gómez, don Pedro Bustamante, don
Marcelino Mezlquita y otros de los proihombres del Partido Co-
lorado que empezaban a distanciiar.íe de los caudillos, la grande
Asamblea no debía dividirse en Cámara de Senadores y Cámara,
de Diputados. Debía mantener la integridad de sus funciones y
trabajar como si constituyera un solo cuerpo. Tampoco debía
ocúpame del nombramiento de iPresidente de la R«piúbili«a, y sus
lunciones debían, en consecuencia, correr paralelamente con las
del 'Gobierno Provisorio que a la. sazón existía.
Según la otra tesis, la grande Asamblea era una Legislatura,
como cualquier otra, que debía fraccionarse en Cámara de Se-
nadores y Cámara de Diputados y nombrar Presidente, sin per-
juicio de abordar la reforma constitucional.
En el fondo de esa controversia había un fuerte interés de
círculo: una parte de la Asamblea rechazaba al coronel Flores y
esperaba posiblemente verlo caer de su alto puesto en medio de-
aquellas maquinaciones infernales de) la Legación B.rasileña; la_
Anales de la universidad 227

otra respondía al caudillo y estaba resuelta a transformar su


dictadura en presidencia constitucional.
La mayoría, inclinándose a esta segunda tesis, resolvió nom-
brar Presidente de la República por el período complementario
de la presidencia de Giró, es decir, hasta marzo de 1856; resol-
vió también convertirse ella misma en simple prolongación de
la Legislatura derrumbada en 1853, hasta completar el mandato
de esa Legislatura, debiendo en consecuencia llamarse de nuevo
a comicios generales en noviembre de 1854; y declaró final-
mente que el interés nacional exigía la reforma de la Constitu-
ción de la República.
Los colorados de la fracción conservadora, verdaderos organi-
zadores del movimiento militar contra el gobierno de Giró, vién-
dose derrotados desde el comienzo de las tareas quisieron re-
nunciar, y no habiendo sido aceptadas sus renuncias resolvieron
abstenerse de concurrir, y así lo hicieron hasta que la Cámara
los declaró cesantes.

Flores es elegido Presidente de la República. — Su programa de


concMxrdia cívica.

La Asamblea eligió, pues, a Plores Presidente constitucio-


nal por dos años hasta redondear el plazo de la presidencia de
Giró. T complementando su homenaje le otorgó en seguida el
grado de general.
Fueron tranquilizadores los primeros días de la nueva situa-
ción.
Flores empezó por dirigir una proclama al país en que decía:
«A los esfuerzos y patriotismo de mis conciudada.nos apelo
para dar cima a la obra de reconstrucción que el país necesita,
comenzando por afianzar sólidamente la paz que felizmente he-
mos alcanzado... Penetrado de que ese supremo bien es el solo
precursor de la prosperidad y engrandecimiento de nuestra pa-
tria, mi política no puede ser otra que la de conciliar todas las
opiniones moderadas, procurando cicatrizar las heridas que han
dejado las pasiones desenfrenadas».
Y luego se dirigió a la Asamblea para recabar una declara-
ción que dijera:
«Todos los individuos que por causas políticas hayan salido
del territorio de la República quedan habilitados para volver a
él. El Poder Ejecutivo cuidará de que las autoridades subal-
228 Anales de la universidad

ternas pongan el mayor esmero para que el olvido de las di-


sensiones pasadas tenga toda la realidad que la presente ley se
propone».
«La iniciativa de una conciliación sincera — decía en su men-
saje — debe partir de la autoridad, y los bien entendidos intere-
ses del país reclaman la concurrencia de todos sus hijos».
-La Asamblea sancionó la declaración en estos términos:
«Danse al más completo olvido todas las ocurrencias políticas,
que han alterado la unión de los orientales y obstado a la
consolidación de la p a z . . . Declárase a todos los individuos
comprendidos en la disposición del artículo anterior en el per-
fecto goce de todos los derechos y garantías que la Constitución
acuerda».
En la Cámara de Diputados se hizo moción, aunque sin re-
sultado favorable, para que fueran repuestos en sus grados y
empleos militares los jefes y oficiales que hablan sido dados de
baja y en sus empleos los funcionarios civiles destituidos.
Inspirándose en las mismas ideas, algunos senadores votaron
en contra de la ley aprobatoria de los actos del Gobierno Pro-
visorio, alegando que no podía aceptarse ni el decreto que or-
denaba la muerte de don Bernardo P. Berro, ni el decreto que
proclamaba la confiscación de bienes.

Ese progi'ama de concordia no era una qovedad dentt'o del am-


biente político de la época.

El derrumbe iniciado el 18 de julio no había alcanzado, como


se ve, a quebrar de inmediato el formidable sentimiento pacifista
surgido a raíz de la conclusión de la Guerra Grande. Todos los
que tenían horror a la reanudación de las contiendas civiles,
trataban de aunar voluntades en torno de una amplia bandera
de concordia.
Antes y después de su asilo en la Legación de Francia y en la
del Brasil, recabó opiniones el Presidente Giró acerca de la acti-
tud que le convenía asumir, y entre las que obtuvo figura este pro-
grama redactado por el doctor Eduardo Acevedo de acuerdo
con la propaganda que había hecho desde las columnas de «La
Constitución», diario que empezó a publicarse a mediados de
1852 y que cesó de aparecer el día del motín:
«Bw el interior, — Unión de los orientales bajo el estandarte
constitucional. Observancia estricta de la Constitución de la Re-
Anales de la universidad 229

pública hasta en sus menores detalles, sustituyendo a la vida


del caudillaje que ha desolado a estos países, la vida del de-
recho, la vida de la Constitución. Extinción absoluta y completa
de los antiguos partidos que nada representan, ni pueden re-
presentar en principio. Necesidiad en que estamos todos de tl-
r a j las antiguas divisas y de trabajar por ©1 bienestar futuro
del país, sin que nadie tenga facultad de enrostrar al otro con
el pasado y sus consecuencias. Arreglo pronto de la deuda gene-
ral del Estado, de modo que concilie todos los intereses legíti-
mos. Reducción de los gastos, fiscalización de las rentas y crea-
ción de nuevos recursos que nos pongan en el caso de equili-
brar nuestras entraidas con las cargas que reconocemos. Repro-
bación explícita de los med|ios revolucionarios, vengan de donde
vinieren. Favor a la introducción de brazos y capitales extran-
jeros, haciendo al efecto prácticas todas las garantías que la
Constitución confiere a las personas y a las propiedades".
"En el exterior. —• Reslpeto a todos Tos deredhoe adiquiridos
y cumiplimienito d© todos los deberes que imponen la amistad y
buena inteligencia. En lo q'ue toca ai Brasiil principalmente, ha-
cer que 'los intereses comerciales vengan en apoyo de los víncu-
los que ya unen a los dos países y llevar adelante el cumpli-
miento de los tratados existentes, sin perjuicio de solicitar las
modiiificaciones que sirvan para estrecihar más y miás lia amistad
y buena Inteligencia".

Obstáculos que encontraba la fusión entre los revolncionarlos.

Dos semanas antes del derrumlbe de sieptiemibre escribía "El


Oden" coimentando las tentativas de fusión a que en esos mo-
mentos se consagraban los proibombres de la administración
Giró:
"La fusión es posible, es cierto; pero sobre esta base indecli-
nable: una mayoría del Partido Conservador y un (Presidente
del Partildo Conservador en él próximo período. Dennos hoy lo
que nosatros les dimos ayer".
El programa era jutfto. Lo míalo era el procedimiento de eje-
cución. Para asegurarse esia mayoría habían realizado el motín
militar del 18 de jiilio, y no contentos con el motín estaban or-
ganizando nuevas asonadas cuando el Presidente Giró resolvió
guarecerse en la Legación de Franela.
23ü Anales de la universidad

El Partido ConseirTador.

¿De idi6n'de salla ese Partido Conservador q,ue venía a. terciar


en el campo hasta enitonces dominado por los blancos y los colo-
rados?
"El Orden", qu* aipareció a raíz del motín dell 18 de jullio, io
expltloaba así:
"Asegurada la paz, el partido de que este periódico es el ór-
gano da el bello ejemplo de adoptar u n a divisa de paz denomi-
nándose Partido ConseiivadoT. . . Sus antecedentes son "los prin-
cipios, las ideas y los intereses sostenidos en te defensa del país
contra las agresiones de don Xuan ¡Manuel R o s a s " . . . Y su Ipro-
graOua es el mismo que foímuiló la Sociedad de Amigos del País,
"cuando selducidia ipor da i'luisiión generosa de una vasta fusión"
quiso establecer lo que albora se esltlabliece, es decir, "un partido
Interesado en la paz,, en el orden, en la ooncíliación de los
oriental-es y en la tolerancia para con todas las opiniones".
Antes de ifinalliZíar ©1 año "El Orden" arriaba sin embargo su
bandera y se presentaba como órgano del partido de la Defensa.
Los redactores que hablan sustituido al doctor Juan Carlos Gó-
mez dijeron explicando el cambio, que su antecesor había soste-
nido "una idealidad", "una ñcción", "un interés de círculo",
porque invocaba la existencia de un partido desconocido en la
Repüblioa.
El doctor José Pedro Ramírez atribuyó en 1868 la denomina-
ción al doctor Juan, Carlos Gómez, pero éste se ajpresiuró a re-
chazar la paternidad.
No es iBía — dijo. — Siempre opté por da de Partido Colo-
»ado. Pero encontré resistencias. En 1852 mis amigos optaron
3)or la de Sociedad de Amigos del País. Al año siguiente fué por
iniciativa del general Flores que "El Orden" aparec'ó como ór-
gano del Partido Conservador. Creo que la denominación fué
insinuada a Plores por el Ministro Paranhos, que era conserva-
dor en el Brasil.-
Con ©1 cambio de bandera de "El Orden" no desaparecieron
sin embargo nd la denominación ni el programa con que se ha-
bla iniciado el diario. El' Partido Conservador quedó Incorporado
a nuestro escenario político, como una fracción de principios
dentro del Partido Colorado y en pugna con la otra fracción co-
lorada dominada por los caud,lHos más que por los principios.
Anales de la Universidad 231

Renace la propagaiula exclusivista,.

Detrás de "El Orden" apareció "El Nacional" resuelto, decía


en su proigrama, a trazar "a Jos hosmtores de iPatermo y dej Cerri-
to la historia de sus hechos, denunciando de nuevo al mundo
los crímenes con q^ue se mancharon, los males que hicieron al
paíB".
Ya anteriormente, con ocasión de las grandes demostraciones
de duelo arrancadas por la muerte de Rivera, habla tenido que
denunciar "El Comercio del Plata" la costumbre que empezaba
a generalizarse "de poner una estrella roja en vez del sol que
debe llevar la bandera nacional".
Extremando la mieína nota paritiüista, la Cámara de Di-
putados sancionó a mediados de 1854 un proyecto de leiy que
mandaba celebrar el aniversario de Cagancha en todos los pue-
blos de la República, "con una acción solemne de gracias al To-
dopoderoso".
El primer aniversario de la revolución del 18 de julio fué so-
lemnizado traniquilamente con un funeral en la Iglesia Matriz,
al que asistió el Presidente del Senado don Alejandro Qhuca-
rro. Pero no así el segundo. Estaba anunciada una misa en su-
fragio de una de las víctimas (de ese día, y a la bora señalada,
cuando ya las familias lllenaban ell templo, hizo irruipción una
compañía de línea con banda ide música y la comitiva se dispersó
en medio de grandes alarmas.
Don Andrés Lamias había escrito al general Pacheco a fines
de agosto, cuando se aproximaba el derrumbe del gobierno de
Giró:
"Es urgentíisimo sustituir la base de la tropa de línea, que
es malísima, por la base de un programa legal. . . Detenga usted
esos f u s i l e s . . . Contenga u®ted esa Aera que se Ualna caudillaje,
que nos va a devorar de nueivo".
Pero ya la máquina destructora estaba en maraha y el medio
ambiente había entrado en plena agitación, desalojando los sen-
timientos d e concordia y dando entrada a los sentimientos de
odio, que era lo que aguardaba la diplomacia brasileña para vol-
ver a encender la guerra civ.il entre los orientales, según ya lo
hemos visto y según volveremos a verlo en el curso de este mis-
mo capítulo.
232 Anales de la Universidad

Cómo repercute entro los hombres del Partido Blanco esta pro-
paganda partidista.

Los prohombres del Partido Blanco trataron a su turno de or-


ganizarse, a mediados de feíbrero de 1864, en torno d© su vieja
bandera, aunque protestando que lo hacían como recurso de cir-
cunstancias, a la espera de una época más propicia a la fusión
de blancos y colorados y a la proscripción de las divisas partí-'
darías.»
'Celebraron varias reuniones secretas, con asistencia de los se-
ñores Aguirre, Arrascaeta, Carreras, Botana, Espina, Lerena,
Errasquin y otros de los ciudaldanois que no habían salido .le
Montevideo o que habían regresado después del fracaso de laj
contrarrevolución promovida por el Brasil. El objeto que se per-
seguía era, según el acta de la primera reunión, organizar "una
asociación tendiente al restablecimiento del régimen de la Cons-
titución en el gobierno de la República". La autoridad del par-
tido sería ejercida por una Junta Central nombrada a dos gra-
dos para evitar reuniones numerosas.
Don Bernardo P. Berro, a quien fué confiada la presidencia
de esa reunión, formuló un programa que puede sintetizarse
asi:
"Entre el partido de la Defensa y las potencias Interventoras!
(Francia, Inglaterra y Brasil) hay cierta solidaridad de lucha
contra el Partido Blanco. Al Partido Blanco le conviene enton-
ces, en vez die llevantar una bandera y una divisa que produci-
rían alarmas, limitarse a contestar las acusaciones que le diri-
gen los colorados, pero sin mengua del pacto de octubre de 1851,
que no quiere la humillación de nadie..." La nación no ipueide
menos de irse adhiriendo a ese principio salvador: el olvido de
lo pasado y la Igualdad proclamada por el pacto de octubre. Asi
es que: o se consigue eso y los blancos habrán conseguido cuan-
to necesitan; o si no se consigue, si los colorados persisten en
no adherirse a él, necesariamente han de sucumbir a la larga
y quedar subordinados. Ligar, pues, a los blancos a ese porvenir
es hacerles el mayor beneficio que se puede imaginar para favo-
recerlos; es restablecer su buen nombre y consolidar su poder,
puesto que al fin convirtiéndose en el Partido Blanco ese resul-
tado definitivo servirá lo mismo para justificar y glorificar su
presente que su pasado procedimiento".
Anales de la universidad 233

Varias cartas explicativas y de propaganda escribió Berro en


tal oportunidad. En una de ellas decía: •
"La existencia del Partido Colorado no ctuiere decir otra cosa
que guerra a los blancos; la del Partido Blanco expresa la re-
sistencia a esta agresión. Asi fué des'de el principio; así es ahora
también".' Los blancos se han limitado a defender los puntos en
que legalmente estaban colocados, a defender un gobierno que
no dilapidaba, que respetaba todos los derechos y todas las ga-
rantías. Los que los han despojado de sus puestos quieren te-
nerlos en perpetua sumisión. . . "Sin etolbargo, aunque sea licito
que los blancos se liguen otra vez en forma de part'do y aun-
que no puedan dejar de hacerlo, deben con todo desear que des-
aparezca la necesidad que a ello les obliga y obrar siempre de
modo que no se haga iimipo»ible o dificulte eso; es decir, no ce-
rrar la puerta sino propender en toda oportunidad que se pre-
sente a la supresión de los partidos, disolviéndose juntament*
con sus contrarios. . . El Partido Blanco y el Partido Colora-
do no están separados por ideas, ni por clase o condición. Igual
es su composición, iguales también sus principios políticos. Su
división es toda personal o corresponde sólo a las personas de
que se componen".
Estas ideas fueron aceptadas y en consecuencia se acordó la
organización del partido bajo las denominaciones de "blanco"
y "constitucional" con un programa transitorio que se daría por
terminado una vez que el régimen institucional imperara de
nuevo en la República.

Trata el Brasil de afirmarse sobre su presa transportamdo uiv


ejército a Montevideo.

Pocas Semanas antes de celebrarse estas reuniones, en enero


de 1854, la cancillería de Río de Janeiro a cargo entonces del
Ministro Paulino Limpo de Abreu, habla dirigido una circular
•¿.I Cuerpo Dili)lloim|ático acerca de isuis relaciones con el Gobierníí
Oriental. Véase lo que decía en ella:
Por efecto de la actitud de Rosas no le fué dado al Bra-
sil intervenir durante la Guerra Grande, a pesar de las estipula-
ciones de la convención de paz de 1828. Recién pudo hacerlo
en 1851. Derrumbada entonces la tiranía gracias a las fuerzas
de la coalición organizada por el Brasil, quedaba la campaña
234 Anales de la Universidad

oriental en ruinas. La ciudad de Montevideo había sacrlflcado


cuanto un ipuebTo puede sacrificar; el paíB contaba . apenas
130,000 a'lmas; su ganadería estaba aniíquillada; sus capitales ha-
bían desaparecido; los hábitos de trabajo estaban olvidados; lasi
rentas y las propiedades púWicas haJblan sido enajenadas por
largo tiempo; una deuda enorme había surgido "y gran parta
de la población reclamaba del Gobierno subsistencia, recompen-
sas, indemnizaciones". El representante diplomático oriental al
describir ese cuadro, "propuso y presentó los proyectos de tra-»
tados que se concluyeron el 12 de octubre de 1851". Desgracia-t
damente "las buenas intenciones del Brasil no fueron bien apre-
ciadas por los que tomaron la dirección de los negocios". El
Presidente Giró, q.ue se vino al suelo sin que el país ihiciera es-
fuerzo alguno para sostenerlo, solicitó el apoyo militar del Bra-
sil, pero el Gobierno Imperial no se consideró obligado a ello,
y así se lo hizo saber. Estalló luego una revolución en campaña
que fué dominada por las fuerzas del Gobierno. La situación
oriental sigue emipeorándosie entretanto. La población acaba
de sufrir una nueva ipérdida de 15,000 almas. La corriente in-
migratoria que afluía a Montevideo se dirige a otros puertos; los
capitales que habían empezado a aparecer, vuelven a ocultarse,
"y lo que es peor que todo, las pasiones y los odios civiles se
enfurecen cada vez más por la proscripoión de los hombres, por
el secuestro de lotsi bienes y por las vialencias de toda esipecie".
(Bil Gobierno Oriental — agregaba la circular — ha requerido
auxilios militares y el Brasil ha resuelto intervenir de acuerdo
con los tratados de alianza de 1851, porque entiende que tal ac-
titud será mirada como un acontecimiento feliz por las naciones
amigas. El Brasil se limitará "a asegurar la existencia del Es-
tado, el ejercicio de los derechos de todos sus habitantes, la paz
y el sosiego público y el establecimiento de un gobierno re-
gular y durable". No quiere "para sí, cualesquiera que sean las
circunstancias, ningún predominio ilegítimo en el Estado Orien-
tal". Tampoco "aspira a ningún aumento territorial y considera
y declara solemnemente como límites definitivos entre el Im-
perio y el Estado Oriental, los que se han fijado en el tratado de
12 de octubre de 1851".
Tales eran las protestas de la diplomacia imperial. El Brasil,
que se había tragado la mitad de nuestro territorio y que para
completar su obra de absorción había mantenido al país en per-
manente pie de guerra, iba a enviar un tuerte ejército a Monte-
Anales de la Universidad 23.i

video con noble altruismo, sin ánimo de conquista, sólo para es-
"tablecer la paz entre los orientales que se estaban despedazando
emjpujados unos contra otros por la ipropia diplomacia imperial!
Esa circular fué expedida el 19 de enero de 1854, el prdpio
día en que el general Rivera, uno de los miembros del triunvi-
rato, era sorprendido por la muerte al llegar al arroyo Conven-
tos, en viaje para Montevideo a donde lo llamaba el ejercicio
de su alta investidura.
iBl Brasil, que dirigía precisa,m«nte su proa contra el triunvi-
rato por las sospeelias que le inlfunidía Rivera, resolvió entonceá
entenderse con Flores a fin de instalar más rápidamente y con
más economía de sangre sus batallones en el centro de la codi-
ciada presa.
Antes de finalizar el mes de enero llegaba a Montevideo el
doctor Amarali, munido de las instrucciones necesarias para dar
curso a las ideas de la circular.
"La misión que S. M. el Emperador del Brasil se ba dignado
C'iroeterme, — decía en su discurso de recepción — tiene por
fin prestar a la noble Nación Oriental la cooperación del Brasil,
desinteresada .pero enérgica, para ell restabliecimiento del orden.
Ja (pa2 y las instituciones constitucionales".
Y horas después de la ceremonia obtenía el doctor Amaral la
conformidad que anhelaba para la entrada del cuerpo de ejér-
cito encargado de la conquista pacifica de nuestro territorio.
"Reconociendo — decía el encabezamiento del acuerdo d e 31
d e enero de 1854 firmado por Florea y sus Ministros don Enri-
que Martínez y don José A. Zubillaga —• eii los actuales momen-
tos, como de la mayor imiportancía 1^ entrada al territorio de la
Eepú/blica de una fuerza de cuatfiro njiil hombres del ejército ibra-
sileño, de conformidad a las altas y ©letvadas miras de S. M. el
Emperador del Brasil, parqnB esto importaría la má,s eficaz ga-
1 a.ntía para los interes'esi generalles de la Nación, que S. M. tan
generosa y dignamente p r o t e g e . . . "
La tropa cruzaría la frontera el 30 de marzo y sus gastos ctí-
rrerlan de cargo del Tesoro uruguayo.
Otro acuerdo complementario firmó el Ministro Amaral me-
diante ©1 cual se obligaba el Tesoro brasileño a entregar al Go-
bierno Oriental un subsidio mensual de 30,000 patacones. La
suma debió parecer insuficiente para restablecer loa pagos y
asegurar el equilibrio financiero, porque una semana después
.se dirigía Flores a la Legación solicitando que fuera etlevada a
236 Anales de la Universidad

60,000 patacones y que además se acordara un préstamo extraor-


dinario de 180,000 patacones. El Ministro Imperial que había
traído instrucciones más modestas, tuvo que recabar nuevos po-
deres que no tardaron en llegarle para elevar al doble el monto
áel subsidio.

La intei-vención brasileña ant(a la gran A<:^mblea.

Una vez instalada la gran Asamblea, Flores recabó venia para


la entrada del ejército brasileño.
La Cámara de Senadores abordó de inmediato y sin discre-
pancias fundamentales el estudio de esa sensacional autoriza-
ción.
"Tal" proceder del Gobierno Provisorio — decía la Comisióa
informante — es no sólo digno de la alta misión que asumió al
instalarse el 26 d'e septiiembre, sino salvador de las instituciones
y garantías que acuerda el Código Fundamental a todos los ha-
bitantes".
De perfecto acuerdo con su Comisión dictaminante, votó el
Senado una minuta de comunicación en que dejaba constancia
de que el Gobierno, al pactar la entrada de la división imperial,
había obrado dentriO de la órbita de sus deberes de las estipula-
ciones del tratado de ailianza de 1851.
"Ha visto con satisfacción a la repartición de Relaciones Ex-
teriores — decía el Senado en siu minuta — que en el estado
a que los acontecimientos anteriores condujeron al país no sólo
se hayan conservado las buenas relaciones con las potencias ex-
tranjeras, sino ique se hayan estrechado más aún lasi del Imperio
del Brasil que por tratados solemnes y por su cooperación en
el empeñoi de salvar la indeiienidenc^a de la República, era ya
nuestro aliado y amigo. SI la política del gobierno del señor
Giró habla sido dudosa por no comprender bien la s,ituación del
país, ni apreciar las estipulaciones que garantían los derechos
de todos los habitantes nacionaJles y extranjeros, asi como las
que establecían las bases para el renacimiento del crédito pú-
blico, garantías para la paz y iconfianaa en el porvenir de la
República, el Gobierne Provisioirio autorizando con nuevos pode-
res al Ministro de la República residente en Río de Janeiro don
Andrés Lamas, ha obtenido su reconocimiento y la revalidación
del Tratado de prestaciones que había paralizado la administra-
ción que caducó".
Anales de la universidad 237

No reinaba la misma desconsoladora conformidad en la Cá-


mara de Diputados y la Comisión dictaminante produjo dos in-
formes contradictorios.
El de la mayoría, concordante con el del Senado, establecía que
el gobierno de Flores había procedido de acuerdo con las nece-
sidades de la situación y dentro de la esfera de sus atribucio-
nes al pactar la entrada de la división brasileña. «Cree necesa-
rio (la Comisión) no sólo la alianza con el Brasil, sino a la vez
el auxilio de la fuerza armada con el fin de fortificar la nacio-
nalidad oriental por medio de la paz interior y de los hábitos
constitucionales y ofrecer mayores garantías al desarrollo de la
industria y a la inversión de capitales en empresas útiles al

Bl de la minoría, que llevaba una única firma, la de don Fer-


nando Torres, aconsejaba el nombramiento de una comisión revi-
sora de los decretos de la dictadura de Flores, y en cuanto al
caso concreto de la entrada de las tropas brasileñas, optaba deci-
didamente por la negativa, invocando razones financieras y razo-
nes políticas. Las planillas del Presupuesto y de la deuda exigi-
ble — decía — absorben 172,000 pesos mensuales y las rentas
sólo producen 100,000, resultando en consecuencia un déficit
mensual de 72,000 pesos, al que habrá que agregar el costo del
ejército brasileño, las reparaciones de cuarteles y otros gastos
que absorberán por entero los 60,000 pesos del subsidio. Ese
ejército brasileño que la República mantendrá a sus expensas,
desatendiendo sus propias necesidades, será, por otra parte, «un
manantial de disensiones y un sangriento sarcasmo a la pre-
tendida debilidad de la República». Su pernianencia en Montevi-
deo significará «la falta absoluta de fuerza moral y material, la
debilidad en el presente y la duda éa el porvenir».
Lílegado el momento de la votación triunfó la minuta del Se-
nado que había hecho suya la Comisión en mayoría, por 34 vo-
tos contra 4 que la rechazaban.
De acuerdo con lo resuelto por la gran Asamblea el auxilio
militar quedaría limitado «a hacer restablecer el orden y el
ejercicio de la autoridad constitucional y cesaría inmediatamente
que hubiera llenado esos fines».
Pero de acuerdo con los planes y tendencias seculares del
Imperio, otro programa bien distinto debía realizar el ejército
brasileño: el de avivar los oAos, armando a los orientales unos
contra otros para que bajo la presión del cansancio corrieran sin
238 Anales de la universidad

estrépito las fronteras imperiales hasta el Plata. Y ya veremos


Que el ejército supo cumplir ese programa monstruoso.

Adhesiones que recibe la Ijegaeión del Brasil.

«El- Comercio del Plata», lejos de señalar el peligro del zar-


pazo en -perspectiva, procuró demostrar en un largo editorial
que al Uruguay le convenía aliarse al Brasil como medio de te-
ner estabilidad, robustecer la acción del Gobierno y auxiliar su
tesoro.
«El Orden», luego de referirse a la prestación del subsidio y
a la circular del Cuerpo Diplomático, decía lleno de confianza
en las intenciones del implacable devorador de territorios:
«Son otros tantos actos que afirman a los cansados habitan-
tes en la persuasión de que es llegado el día de la regenera-
ción, diremos así, en que reformánidose todo, modificándose todo,
la esperanza en un porvenir dichoso no sea más burlada, como
desgraciadamente lo ha sido en otras ocasiones».
El doctor Mateo Magariños Cervantes, apoyando la entrada de
las tropas brasileñas al territorio oriental, daba estos fundamen-
tos en los que se echaba de menos que el causante de buena par-
te de nuestra desgracia era el propio Imperio que él exhibía
como benefactor:
«Abramos nuestra historia desde que nos constituímos en na-
ción independiente, y veremos a los pueblos trabajados por re-
voluciones que todas no han tenido más objeto que el predomi-
nio de uno o de otro caudillo. Vemos a la primera presidencia
en campaña a los dos años por la revolución de Lavalleja; vemos
a la segunda en campaña también por la revolución de Rivera
y desde entonces convertida la República en un vasto campo de
batalla, y si examinamos las causas encontraremos que a ex-
cepción del sitio de Montevideo la sangre ha corrido sólo por
las impaciencias de un ambicioso».
Al Ministro Amaral le habían sido entregadas anteriormente
varias representaciones estimuladas por la diplomacia brasileña
que trataba de consolidar su influencia, o provocadas por el
choque de intereses políticos que la misma diplomaxiia caldeaba.
Entre ellas esta, calcada en otra que hemos reproducido, que lle-
vaba un millar de firmas recogidas en el comercio por Instiga-
ción del Ministro Imperial y de la Policía que lo secundaba en
sus planes:
Anales de la Universidad 239

"Nos hallamos íntimamente penetrados de que el Gobierno


Imperial al 'prestar su a-poyo a Ta ReptlbM'ca lo hace basado ©n
el espíritu genuino de la convención de paz celebrada el 27 de
agosto de 1828 y en la letra de los tratados de 12 de octubre de
1851 qiue vinieron a completar y garantir aq.uelilia convención...
Una serie de afios cal'ami*osos para este pueblo lo han conducido
a la amarga y difícil posición en q'ue lo ve sumido V. E. Y para
que el comercio y ila industria y todios los eleanentos de prospe-
ridad y riqueza puedan desenvolverse sólo se necesita paz y ga-
rantías sociales y concordia entre sus hijos. . . Si para conseguir
tan benéficos resultados fuera necesario el auxilio de una inter-
vención airmada como ya lo es de los medios pecuniarios para
hacer frente a los gastos de la administración, esa intervención,
señor, sea bienvenida, porque llenará nuestros deseos y servirá,
de sostén al orden y a las instituciones de la República".
La prensa gubernista entretanto redoblaba sus aplausos al
Brasil.
"Sostendrá este estandarte nacional — decía "El Orden" —
que miuchos opinan maliciosamente viene a destruir, y lo sos-
tendrá quiz-á con más honor que nosotros lo hemos hecho, con
más honor decimos, porque nuestras guerras no han sido en de-
fensa de la patria sino de los partidos".

Voces de protesta contra la intervención.

Estas palabras de "El Orden" arrancaron una nota de pro-


testa a los colorados disidentes que habían adoptado el nombre
de consevadores.
"Nos creemos en el deber de rechazar tamaño ultraje — de-
cían don Juan Carlos Gómez, don José María Muñoz, don Pe-
Oro Bustamante, don Lorenzo BatUe, don Fernando Torres, don
Francisco Tajes, don Oésar Díaz, don Miguel Ailvarez, don Saliva-
dor Tort y don Enrique Muñoz. — Los vencedores del Rincón
y del Sarandí no tienen nada que aprender de los brasileños en
el modo de sostener con honor su pabellón".
Juan Carlos Gómez, emiprendió a La vez una ardorosa cam-
paña comitra la intervención armada del Imperio.
Es útil — decía — la alianza de la República con el Brasil,
pero la intervención armada que se anuncia pone en peligro la
alianza. El tratado de octubre de 18i51 sólo autoriza la interven-
ción de fuerzas a pedido del Gobierno Oriental en ios casos d e
240 Anales de la universidad

movimiento armado o deposición violenta de las autoridades. Ac-


tualmente la República se encuentra en paz y el Gobierno está
acatado por todo el país. El efecto político que se busca con la
intervención, ¡puede obtenerse sin ella situiando ail ej'ército brasi-
leño en la frontera brasileña. La intervención será siempre un
pretexto para la inestabilidiad de las instituciones, porque el par-
tido vencido ha de alegar la nulidad de todo lo que surja de la
situación sostenida por esa fuerza. Se hatíla de un memorial con
mil firmas presentado al Ministro Amaral, entre las cuales figu-
ran las de muclhas casas de comercio. Pero la República cuenta
ron 130,000 habitantes y esos mil no tienen su representación.
Bien sabemos por otra parte como se firman tales memoriales,
con los que hubiera sido posible canonizar a Rosas y a Oribe. Es-
te ejército brasileño va a absorber 40 o i50 mil pesos mensuales,
o sea la mitad de nuestra;s rentas. La intervenoión armada "va a
matar la alianza que es nuestra garantía, nuestra prenda de por-
venir, nuestro bien conquistado".
Existe — agregaba en otro artículo — similitud perfecta en-
tre la situación actual y la de 1817. También entonces Lecor
anunciaba en sus programas que no traía 'ningún propósito de
conquista, ni de predominio territorial; también entonces e^l
ejército portugués se denominaba pacificador; también entonces
se iba a la incorporación al Brasil mediante peticiones de nacio-
nales anáiloigas al memorial .presentado al doctor Aimaral!
"El Comercio del Plata" contestó a Juan Carlos Gómez, supri-
miendo con la pluma todo el pasado:
"Bl Brasil no puede querer nuestra absorción, porque sus ne^
ces;idaides internas y su inmenso territorio despoblado, sus in-
mensais costas desiertas, le fuerzan a contraer a sí mismo los ele-
mentos, que nunca serían bastantes, que quisiera destinar a con-
seguir la absorci-ón".
El general Toimás Guido que tuvo que salir a la defensa de la
convención de 1828 atacada por "El Plata Científico" de Bue-
nos Aires, laipro'vedhó la opoTtunidiad para ¡hacer estas marca-
das referencias al pasado que olvidaba "El Comercio del Plata":
"Inútil es decir que no siempre las dificultades que subviier-
ten el orden de un Estado nacen de loiS defectos de su constitu-
ción política o de su situación moral. Muchas veces las influen-
cias externas vienen a fecundar los gérmenes de perturbación
que fermentan de continuo en el fondo de todas las sociedades,
y muy especialmente en las nue/as, sufriendo así intermitlen-""
Anales de la universidad 241

cías terribles que han puesto a prueba el vigor de las repúbli-


cas americanas. . . Bien a<ualizada la his'toria de la Banda Orien-
tal, no sería difícil hallaT ejemplos d e q u e no siempre sius distur-
bios tuvieron un origen de que ese país sea tan solamente res-
ponsable".

JSntra la dÍTisión brasileña en Montevideo.

A fines de marzo de 1854 el ejército brasileño cruzó la fron-


tera.
Se ocmponlla de 5 batallones de inifantería, 8 piezas de ar-
tillería, 3 regimientos de caballería de línea y una división de
guardias nacionales de caballería. En conjunto, 5,145 plazas, se-
^ún el Relatorio de 'la cancillería brasileña correspondiente al
jnismo año.
Su jefe, el brigadier iPereira Pinto, al tiempo de emprender
marchas ex/pidió una orden del día en que decía:
"No tenemos enemigos que combatir, ni enarbolamos la ban-
dera de ningún partido; vamos sí a'prestar el auxilio que de nos-
otros necesitan los hombree honraidos de todos los partidos en
favor d© la Oirganización de es.te país".
Un raes después llegaba el ejército brasileño al Cerrito de la
"Victoria y los batallones de infantería y artillería penetraban en
la ciudad de Montevideo* y se alojaban en los cuarteles que se
¡íes había preparado- de antemano', quedando la caballería en las
afueras.
El Presidente Flores dirigió en tal oportunidad una procla-
m a a los orientales y otra a los brasileños.
,A los primeros les decía:
"La ruina que viene tras de las disidencias civiles ha colo-
cado a la Nación Oriental en graves apuros para sufragar las
exigencias de una organización tan vigorosa como es indispen-
•sable en el estado de desiquicio a que nos ha conducido el cata-
clismo que ha tenido en peligro por largos años la existenicia
de la Reipúblíca. Las fatigas de los pueblos si no han superado a
nuestra constancia, han afligido a todas las familias, y no debe
prolongarse el mailestar, la insegurildad en que podría ponernos
la impaciencia de a l g u n o s . . . No es poaiblie conservar la acti-
t u d de guerra de un modo indefinido."
Y decía a los segundos:
"Digna y generosa es la misión que vais a desempeñar en

le.
242 Anales de la Universidad

la patria de los orientales: que la fraternidad iguaUe a la dis-


ciplina y aJl valor, y los objetos humanitarios úe la intervención
corresponderán a tan alta misión."
También el Ministro Amaral proclamó a sus. compatriotas.
"Nuestro deber — les decía — está definido en nuestro»
tratados. El Soberano del Brasil ha prometido fortificar la na-
cionalidad oriental por medio de !a paz interior y de las prác-
ticas constitucionales."
A mediados de año se firmó en Río de Janeiro un protocolo
por el cual se establecía — según el Relatorio del Ministerio
utí Negocios Extranjeros — que la entrada de las tropas bra-
sileñas sólo tenía poT objeto "tortificaT la nacionalidad orien-
tal por medio de la paz interna y de los háibitos constituciona-
les"; que el auxilio militar no podría prolongarse más allá del
periodo de la presidencia de Flores, sin perjuicio de poderlo
hacer cesar en cuallquier moimento el Gobierno Oriental o el G-o-
bierno Brasileño; que accediéndoise al deseo del Goibierno Orien-
tal quedarían a cargo del Tesoro braisileño los sueldos de la
troipa de línea, su equipo y armaimento, y a cargo del Tesoro
oriental los demás gastos de la tropa de línea y todos los de
la Guardia Nacional; que ett Gobierno Oriental cumpliría el ar-
tículo del tratado de ailianza de 1S51 que le imponía la obli-
gación de hacer efectivas las garantías constitucionailes en todo-
el país.
lía Guardia Nacional de Río Grande no tardó en regresar a
la frontera, quedando entonces reducida la división brasileña
a 4,000 hombres.

La demarcación de limites.

Ya tenía el Brasil un ejército en Montevideo destinado a fa-


cilitar SiUS seculares planes de fomento de antagonismos internos
y de incorporación total de territorios. Pero estaba resuelto a
la vez, como en 1819, a tragarse, a (la sombra de sus tratados,
la mayor suma de tierras posible, a fin de que en el caso de
fracasar la absorción total prevaleiieran por lo menos algunas
absorciones parciales.
Los tratados de 1851 le habían adjudicado grandes y valio-
sas zonas de las que jamás había estaido en posesión. Pero
eso aipenas había servido para hacerle abrir las fauces. Estaba
todavía pendiente la demarcación definitiva de la linea fronte-
Anales de la Universidad 243

riza, y la situación del Uruguay con sus agitaciones políticas in-


ternas, con su Tesoro exhausto y en permanente demanda de
auxilios al Tesoro brasileño, se prestaba admirablemente para
nuevas usurpaciones.
A fines de marzo de 1854 cuando el ejército imperial cru-
zaba nuestras fronteras, • El Comercio del Plata» reproducía
un artículo del «Jornal do Commercio» acerca de desintellgencias
surgidas entre el Comisario imperial general Andrea y el Comi-
sario oriental coronel Reyes. Según el diario de Río de Janeiro,
ninguno de los dos gajos del Yaguarón reunía la condición -iel
tratado de límites, y tal era el origen de las desinteligencias.
Y un mes después anunciaba «El Sol Oriental» que se había
negociado entre el gobierno de Plores y el plenipotenciaiúo
Amaral un protocolo para remover las dudas a que estaba dando
origen el trazado de la línea del Chuy.
A mediados de 1855 transcribía «El Nacional» una corres-
pondencia de Río Grande al «Jornal do Comanercio» en la que
se establecía que hablan surgido nuevas discrepancias entre el
Comisario brasileño barón de Casapava y el Comisario oriental
coronel Reyes acerca de la dirección de las líneas de Aceg.iá
y de San Luis. El director de «El Nacional», que sin duda al-
guna había tenido oportunidad de leer el memorándum del co-
ronel Reyes, comentando esa correspondencia decía que el Co-
misario oriental negaba su conformidad a la pretensión brasi-
leña y demostraba gráficamente «la importancia de las pérdidas
territoriales que disminuían los exiguos límites de la República».
Algo más grave manifestaba el Comisario oriental. Véase en qué
términos según el redactor de «El Nacional»:
«Declaraba al Gobierno que al dar ese paso previo, antes
de transmitir esas mismas demostraciones al Comisario del Im-
perio, había tenido presente que en la penosa y crítica situación
en que se encontraba la República la no conformidad de sus
opiniones con aquellas exigencias podría quizá contrariar n
trabar su marcha y su política, debilitando sus relaciones inter-
nacionales con el gabinete, precisamente en momentos en que
agobiados de apuros financieros se negociaba con él la conti-
nuación de los subsidios pecuniarios que debían aliviar sus
aflicciones, promoviéndose a la vez otras gestiones no menos
importantes para los intereses de la República. Que en fuerza
de estas consideraciones se había abstenido de toda discusión
en tanto no le fueran conocidas las vistas del gabinete, des-
244 Anales de la Universidad

pues de instruido del protocolo de esas negociaciones, para obrar


en consonancia con ellas.»
Prevenía «El Nacional» que el gobierno de Flores habla auto-
rizado al coronel Reyes para mantener su discrepancia. Pero
salta a los ojos que las instrucciones y sobre todo su cumpli-
miento efectivo allá en el desierto de la frontera y sin testigos,
no podía obstaculizar gran cosa los planes del barón de Ca-
sapava para irse tragando territorios bajo la presión de los
distintos tornillos que la cancillería brasileña podía aplicar al
Gobierno Oriental: la tropa en los cuarteles, el subsidio, la
ayuda a los conservadores para voltear a Flores!
En febrero de ese mismo año empezó a publicar «La Nación»
un estudio sobre la intervención brasileña y los tratados de
1851, especialmente el de límites que según ese diarlo nos ha-
bía arrebatado la tercera parte de nuestro territorio, abriendo
horizontes además a nuevas invasiones merced a la fijación de
la línea fronteriza en una forma vaga y sujeta a inevitables con-
troversias al tiempo de la demarcación definitiva sobre el te-
rreno.
Pues bien, el redactor de «La Nación» fué llamado a la Casa
de Gobierno y allí el Presidente Flores le prohibió que conti-
nuara su prédica, invocando la legislación de imprenta vigente.
Tras esa amonestación vino el arresto y el periodista fué llevado
al patio de presos de la Jefatura, donde se encontró con don
Cesáreo Villegas y don Santiago Botana acusados de complici-
dad en la divulgación de unos versos contra la política d ^ Bra-
sil en el Río de la Plata. Después de varias horas de detención,
fué puesto en libertad el redactor de «La Nación», pero el Jefe
Político le previno en nombre del Presidente de la República
«que lo había arrestado por haber escrito contra la Intervención
brasileña y que se le ponía en libertad a condición de no volver
a escribir sobre lo mismo».
Este suceso dio origen a una interpelación en la Cámara de
Diputados, sin consecuencias, porque la conducta del Gobierno
fué aprobada.
Podían, pues, avanzar tranquilamente los demarcadores de la
línea fronteriza. Todo ayudaba su obra. Por eso, dando cuenta
al Parlamento Brasileño de las desinteligencias surgidas con
motivo de la determinación del gajo del rio Yaguarón a que ha-
Wa querido referirse el tratado de 1851 y del verdadero arroyo
San Luis, decía la cancillería imperial, llena de confianza, en su
Relatorio de mediados de 1855:
Anales de la universidad 245

"Es de creer, sin embargo, que esas dudas, tengan una solu-
ción razonable y pronta y no embaracen la continuación de la
demarcación".
La solución razonable era, naturalmente, la de seguir avan-
zando en territorio oriental!

La cuestión de Martín Gaircia.

A mediados de 1854 don Patricio Vázquez presentó a la Cá-


mara de Diputados de que formaba parte, una minuta de comu-'
nicacióm al Poder Ejecutivo aprovechando la oportunidad de una
misión diplomática que en esos momentos proyectaba nuestra
cancillería. Esa minuta que fué apoyada por "El Nacional" qu&
ora el órgano oficial del gobierno de Plores, iba derechamente
a la reivindiea.ción de Martín García. He aiquí en quié términos lai
fundaba su autor:
La isla de Martin García forma parte integrante de nuestro
territorio. Está inmediata a la costa oriental y en cambio no se
ve desde la costa argentina. Durante el coloniaje se mantuvo la
jurisdioción de Montevideo sobre esa isla y las de San Gabriel y
de Hornos con las que forma un triángulo a la altura del puerto
de la Colonia. Como consecuencia de las agresiones inglesas, el
Gobierno Español otorgó recom/pensas a los que habían actuado
en la defensa y reconquista de los pueblos del Río d© la Plata.
A don Antonio Tejo, vecino de Buenos Airesi, le fué regalado
Martín García. Y la real orden para la entrega y posesión de la
isla vini3 cometida al Gobernador die Montevideo, prueba incon-
trastable de que la tierra cedida estaba bajo su jurigdicción te-«
rritorial. La convención de paz de 1828 no esfibleció los límitesi
de nuestro país, librando este puntó al tratado definitivo en el
cual naturalmente tendrá que esitar reipriesentado el Uruguay.
En 1838 las armas orientales, en unión con las de Francia, to-
miaron ipoisesión de la isla. Dos años desipuiés la Francia, sin nues-
tro consentimiento, la devolvió a Rosas En 1845 las armas
orientales reconquistaron su posesión y la mantuvieron hasta;
I'8i5l2, en que el Gobierno Oriental la entregó a requerimiento del
Gobierno Argentino, pero bajío una solemne ijrotesta que de-
jaba a salvo nuestros derechos.
Agregaba don Patricio Vázquez en su minuta que las grandes
potencias habían estipulado en sus tratados con la üonfederacón
246 Anales de la Universidad

Argentina que era necesario que Martín García se conservara


en poder de aiquel estado ribereño que no se opuisiera a la na-
vegación de los ríos interiores; que el Parlamento Oriental se
manifestaba resueilto a dictar una ley que' decliaras© la libre na-
vegación de nuestros ríos en una lorma amplia que el Gobierno
ae Buenos Aires parecía no aceptar por el momento; y que ha-
bría que evitar que con el andar del tiempo y modificándose a
<ise respecto el criterio argentino lilegiaran nuestros vecinos a
obtener de los tratados lo que el derecSbo nos acordaba a nos-
ctros con mejores títulos.
Pero el ambiente político estaba absorbido ipor los problemas
internos y la minuta quedó aplazada indeflnidamonte en las car-
petas de la Comisión dictaminante.

La absoi-clóii comercial como paso previo a la absordóii po-^


lítica.

En noviembre de 1854, cuando la política brasileña precipi-


taíba su plan de absorción deH Uruguay, don Andrés Lamas, que
seguía al' frente de la Legación ^de Río de Janeiro, se creyó obli-
gado a levantar su voz contra lo que al fin y al cabo era la con-
secuencia lógica de los tratados que él mismo había negociado
en 1851.
Véase lo que decía a la oancilleríia brasileña haciendo la his-
toria de los tratados:
"Toidos deseaban la paz, todos la pedían, todos la creían. Y
esta aipariencia era singularmente favorable para el Estado
Oriental. El Brasil lio amparaba, «1 Brasil tomaba ante el mundo,
por asi decirlo, el solemne compromiso de ayudarlo a reorgani-
zarse, de mantener su orden constitucional, de mantener su paz
interior. Podía, pues, esperarse que tan lisonjera, tan seductora
perspectiva produjera inmediatamente sus consecuencias natura-
les. La más natural de sus conseouencias era convertir en terri-
torio agrícola, en territorio explotable y exipdotado por la inmigra-
ción y capitates extranjeros, todo el litoral y sud del río Negro
desocupado por la ganadería por resultas de la 'úiltima guerra. Esa
conversión era la salvación del Estado Oriental. El articulo 4."
del tratado de comercio ooneumiaba la desocupación de esa zona
die territorio, relegaba la ganadería al norte del río Negro, y
bajo ese aspecto concurría a acelerar la revolución importante,
de importancia incalculable, que debía verificarse por el cambio
Anales de la universidad 247

de la fuente de producción al sud del río Negro. Por desgracia


de todos, la situación mo fué ni altamente comiprendida, ni alta-
mente majiejada... Lo que debía resultar, lo que ha resultada
en verdad, todos lo saben, todos lo ven. Ni un sollo prestigio
ha quedado en pie, puesto que aun la misma alianza y máis que ¡a
alianza escrita la intervención armada del Brasil se ;ba despresti-
giado y se ha esteri'Mziado. Frustradas así las baaes reacionales
ao(bre que fué admitido el artículo 4.° dol tratado de comercio,
ese artículo ha contribuido a agravaí la situación actual. La ga-
nadería que existe se ha concemtrado sobre la' frontera terrestre,
porque es el más provechoso canal para- la exportación de sus
productos. Lo pooo ique el país produce sale por allí. El resto
del país, el Ilitoral, está muerto. No itiene que exportar y la falta
de exportación produce sus resultados naturales, la deSpoblaciónv
el desaparecimiento del comercio, etc. Aun hay sobre esto una
consideración muy grave y que debe influir de diversos modos
sobre la alianza y la intervención brasileña. EJl litoral y gran
parte del país mueren, en provetího de la faja de tierra que se ex-
tiende sobre la frontera brasiilleña, y esa faja de tierra está mo^
nopolizada por los criadores brasileños, de manera que no sólo
grande parte del país, todo su litoral muere en provecho de la
fracción fronteriza, sino que los orientales, los extranjeros no
brasileños que se encuentran en el país no pueden aprovechar
los beneficios de aquella fracción de territorio en que se ha con-
centrado casi toda su producción".
Deil grado do eifilcacia de estas protestas de la Legación Orien-
tal instruye un sensacional decreto del gobierno de la Provincia
de Río Grande, de marzo de ISo'B, que prohibía en absoluto el es-
tacionamiento en la margen oriental del Yaguarón de embarcacio-
nes que no llevaran pabellón brasileño o que no tuvieran auto-
rización de las autoridades aduaneras brasileñas; que prohibía
el atraque de embarcaciones no autorizadas a los establecimien-
tos de charque ubicados en territorio oriental; que prescribía
que los botes y embarcaciones fondeados en la costa oriental de-
berían quedar amarradosi con cadenas de hierro durante la noche,
y que establecía otras trabas miás, que en concepto de la Jefa-
tura Política de Cerro Largo destruían "la industria de las char-
queadas del litoral de la Laguna Merim y sus afluentes en el río
"Yaguarón y cerraban la frontera brasileña para la exportación
de nuestros productos".
248 Anales de la Universidad

¿Planes de incorporación al Brasil?

A mediados de 1855 don Andrési Lamas, que acababa de ser


destituido del' cargo de Ministro Plenipotenciario en Río de Ja-
neiro, publicó un manifiesto en que a la v«z que presentaba a sus
romipatriotas un pirograima de concordia cíivica encaminado a la
formación de un partido verdaderamente nacional formado por
blancos y coloradOiS, Ihacía graves revelaciones acerca -de la po-
lítica brasileña en el Rio de la Plata.
Todo el país —' decía el doctor Lamas — pedia la interven-
ción brasileña a raíz del derrumbe de Giró bajo la presión de
ios apremios financieros, con un déficit aterrador de tres y me-
dio mil'liones de pesos que era el resultado del proyecto de PresTi-
puesto y de los atrasos existentes; y desde Montevideo le fué in-
sinuado al plllenipotenciario oriental que algunas de los hombres
allegados' al Presidente Flores juagaban que podría gestionarse
del Brasil una esipcicie de inoorporacióm u ocupación en forma de
protectorado por dioce años y una emisión de doce millones de
pesos papel garantizaida por el Imperio.
Tal debió ser sin duda uno de los punto® de arranque de las
gestiones que dieron por resultado la circular de la cancillería
brasileña al Cuerpo Dipilomático, anunciando el pro'póSiito de in-
tervenir a mano armaidia en los sucesos del Uruguay, la expedi-
ción militar a cargo del general Pereira Pinto y la misión ante
las cortes europeas confiada aJ autor de la circular Paulino Soa-
rea de Souza, vizcond© de Uruguay, acerca de la cual decía «n
mayo de 18'55 "O Cruzairo", uno de los diarios del Imperio:
"lEn nuestra humilde y franca opinión, lo más probable es que
S. E. haya sido encargaido de negociar en Francia e Inglaterra
¡a incopporaición del Estado OrientaJl del Uruguay al Imperio,.
reconstit'uyenld'o así la antigua Provincia- Clsiplatima."
En él curso de ese misimo mes de mayo' hubO' un ruidoso de-
'bate en el Senado brasileñoi, con ocasión de la respuesta all dis-
curso del Trono, y el barón de Pindaré interpeló al ministerio
acerca de los planes que ise atribuían al Imperio con respecto a
la (Reptíbllica Oriental.
OSTo debe olvidarse — dijo — que fresca todavía la tinta con
que se 'había recono«Jdoi la independencia oTJental, la cancille-
ría imperial enviaba instruicciomes a Europa para unir de nuevo
el Uruguay al Brasil. La política actual es la misma política
que impeiraba en la época de la dominación portuguesa. Por eso
Anales de la Vnmersidaí 249

(>s que en el Uruguay reina tan grainide desconfianza. ¡Ouánto


ifiejor sería que los cuatro: mil soMados que alilí tenemos fue-^
sejt destinados a establecer colonias militares eij el Brasil!
(Se limitó a contestar el Ministro de Negocios Bxtranoeros que
la misión dei vizkJOD'de de Uraguay era completamente ajena al
íJstado Oriental.
Pero el dcictor Juan Carlos Gómez que estaba en París, escri-
bía en octubre -del mismo año:
"La misión del señor Paulino a Europa tiene sin duda rela-
ción con la República Oriental, pero no ha empezado aún a des-
arrollarla. . . Tal vez porque la Franicia se halla mal dispuesta
resipecto al Braisil con motivo de la najvegalción del Amazonas. .
Entretanto el Brasil paga artículos de propaganda encaminados
a desacreditar a Monitevideoí y esaJltar aií Imiperlo haciendo ver
que nosotros somos incapaces de gobierno y dejando deducir /que
no hay para nosotros otro prospecto posible que la aaexión al
Hrasil."

Las elecciones generales de 1854.

La gran Asaim'blea convocaida ipara completar el perío.lo de


las Cámaras de Giró debía terminar su mandato en febreiro de
i85G. En consecuencia fué Jilamado de nuevo el país a elecciones
generales de senagiores y diputados en noviembre de 1854.
El Partido Blaaco, que se haibía abstenido en las elecciones
(le la gran Asamblea, resoilivió coacuTrir esta vez a las urnas,
y para uniíormax opiniones instaló un oluh eílectoral en la villa
de la Unión, fundó un diaTio de propagaTida "La Unión", y or-
ganizó un Comité directivo de los trabajos com,puesto de doa
Bernardo P. Berro, don Manuel J. Erráaquin, don Amibrosio Ve-
"azco, don Fraimciaco Solano de Anibuña, don Luis de Herrera,^
don Santiago Botana, don Hermeaegiildo Fuentes y don Peidra
Fuentes.
El Partido Blanco según e^l programa de "La Unión", debía
ir a ios comicios con una amíplia biuntdera de fusión anáJloga a
)ci que ha'bla enarbolaido anteriormente.
El Comité publicó una circular en la que luego de proclamar
Ja libertad electoTajl, aconsejaba la aoeptajción de cuaiLquier can-
didatura que reuniera las conldiciones legales, "sin exciluir nin-
guna", fiel al principio de que todos tienen derecho a ser;
representados en los tres Poderes públicos del Estado. Exigía ai
2f)0 Anales d3 la Universidad

los canididatos ad)hesd6n a la' indeipenldencia na;clonal, a la Cons-


titución d-e la RepúMica, a la dibeirtad de penisamienlto escrito, a
la libertad de industria, a lais franiqulcias coimerciafles, y los co^n-
ipella a propender al desanrollo de La ed'ucaiclóni picipular, al fo-
mento de la inmigración y de la aJgricultura, a la mejora de la
administra'cián de justicia, al arreglo de la deuda y al desiemvol-
vimiento de las Juntas Econójnico-Axiministrativas sobre la base
de rentas propias que capacitaran a esasi corporaciones i)ara
cumiplir sus fines conistltucionalies.
El ooTonel Diego Laimas que conitlnuaiba emigrado en Concor-
dia, se dirigió a sus a/mlgos del Salto pidién'doiles que secundaran
^1 lOotmlté central de la Unión, y lo mismo hicieron los corone-
les Dioitlslo Coroneil, Jacinto Barbat y Ijucas Moreno en-Cerrc
Xargwi, ea Tacuarembó y en el lltoraí.
El gobierno de Flores, a su turno, que parecía resuelto a abs-
tenterise de toda partlolipación en la lucba comicial, decía a los
Jefes Políticos en lUna circular refrendada por su Ministro el
S'^nieral Enrique Martínez:
"El Código Polítiico de la República acuerda a lo« ciudadanos
de alia libertad absoluta ein tos comicios ipúblieos. . . Esa liber-
Tad que es indislpenisiable para que lois elegidos Sean la verdadera
•expresión de la voluntad de los pueblos que iban de representar,
•quiere el Gobierno hoy que sea una r e a l i d a d . . . En consecuen-
cia, recomienda a V. S. haga en las próximas elecciones de re-
preseintantes y senaJdoires que las autoridades de su departa-
mento se congerven simples eslpectadoras de la Inciha eílectoral,
£,;n tomar más Ingerenoia en ella que la de mantener el orden,
Iniípidlendo que sie cometan ajvances conítra las mesas encarga-
-.ias de reicibir los votos, lais cuales están en el deber de res-
petar."
Iimi<;lá,banse, pues, los tirabajos eilectoraleai dentro de un am-
biente tranquilo y lleno de esiperanzas para todos los que anhe-
laban Ja reconstrucción ipiclítica del país a la sombra de la con-
co;rdia de sus hijos.

Xa abstención del Partido Blanco.

Pero ya en 'la víspera de las eleociones «i Partido Blanco re-


solvió abstenerse y así lo comiunlcó al Presidente Plores en una
•nota que llevaba la firma de lia mayoría de los hombres espec-
ia bles de esa agrupación polítioa.
Anales de Ja Universidad 251

Decían Jos firmarnteis de esa nota que habían comourrido a los


actos preipaTatoriosi dieil sufragio alentajdois por las píomesias del
Presiidente y de la circular de la cancillería brasileña acerca de
la política de la interyemicián, armada; que a desipeoho de todas
sus promiesias el Gobierno habíla sin embargo miilitarizado al
3)aíg, disitiribuyemido fuerizas organiizadas en el Durazno por me-
dio de la lerva; que los Jefes Políticos amenazaban a los ciudadia-
T'09 que no querían voitar las listas oficiales y los alhu^yentaban
con la persipectiva de la leva; que el Estado Mayor llamaba a
los jefes y dñicialies que no estaban en actividad y los conminaba
sin otro delito que el de su indeipendeincia de opiniones; que se
había violado la liey en la fonmacián de las mesas primarias de
los Juagados de Montevideo y de varios departamentos.
El doctor Ambrosio Velaaco se dirigió en esos misónos momen-
tos al Ministro Aimarall adjuntándole una represien/tación firmada
por treimta y tantos ciudadanos de San José.
Una vez anunciado — decían los firmantes de ese documento
— que e;i Braisil se proponía fundar la paz y radicar las insti-
tuciones, fué aceptada la intervención por la generalidad del país.
Pero el hedho es que em este período eleictoral se hace uso de
• a fuerza y se viola la ley en mengua del fin proclamado por la
intervención. Corresponde en consecuencia que el Ministro Bra-
sileño, "como representante del poder interventor, se digne adop-
tar medidas que basten a garantir los derechos de todos, dando
íísí realiidad a lag prom'esias imiperiailes".
A su turno el Comité Electoral de la Unión dirigió un. mani-
fiesto al paila en que invocaba como razón determinante de la
aJbistención, las violaciones y fraudes llevados a tai extremo, de-
cía, que en los departamentos de camípaña se ha dado el caso de
ser arrestado y deporta;do un ciudadaiao cuyo úniíco d'eilito con-
sistía en haber hecho uso del derecho de protesta aut'OTízado por
!a ley de elecciones.

l'll fraude oficial provoca también disidencias entre los colorados.

Es que no obstanite las promesa® contenidas en la circular a


ios Jefes Políticos, el Presidente Flores había resuelto centrali-
zar las elfeíocionies en la Casa de Gobierno.
Después de una jira a los departamentos de Canalones, San
José, Cotonía, Durazno y Soriano, realizada en compañía de un
grupo de ministros y legielladores para reunir y dlsoüpllnar
252 A7iales de la Universidad

tuerzas eleotorates, acoimetió la misana tarea en la Capital, al


prinicipio sin tropiezos, pero luego con protesitas por efecto de
los exces-Ois áe la introimisión oificial.
En la vís.pera de las eleccionies hubo una reunión en los pa-
tios de la Aduana, donde quedó nombrada la Comisión encar-
gada de proyectar las listasi de eandidatois a la representación
nacional. A esa reunión s-iíguió otra en el Teatro San Felipe, en la
que ©I doctor Maiteo Magariñosi Cervantes que acababa de pre-
sentar renunicia del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exte-
riores, exipreisó que el Presidente de la República, ejerciendo un
derecho que tenía como ciudadano, había confeccionado listas
de candidatos; que lo que conívenía entonices era que la Mesa
fuese autorizada para acercarse al general Flores y .pregumtarl©
qué candidatos tenía y con e»e antecedente confeccionar sus lis-
tas; que el ipartid'o debía roibustecer la acción de^l Gobierno y evi-
tar las divisiooi'es.
Fué aceptada la proposición del d'oictoir Magariños. Una vez
obtenida la lista oficial de candijda.'tos por el Departamento de
Montevideo, voilvió a sesionar la asamfblea papular en el teatro,
esta vez con asistencia de don Luis Lamas y de don José Ma-
ría Muñoz, especialmente invitados por los iniciadores de los tra-
bajos.
El doctor Luioas Herrera y Obes, encargado de expresar el
objeto de la asamblea, dijo que la comlposioión de la .lista ofi-
cial y la manera de presentarla suiponía la abdicación de los
dereíahois del pueblo y que el puieblo estaba allí reunidoi para
resistir paoílfioamente a la inispcsición; que ^ra menester sin
duda evitar el triunfo de los blanicos, pero que era menester
también qme los candidatos coloi'ados ofrecieran amplias garan-
lias al partido.
Don Luis Lama® protestó contra l'C'Si candidíatos por la Capi-
tal, y agreigó que con esa muestra poioa conifianza podían inspi-
rar las listas oficiales enviadas a los departamentos.
Don Joaé María Muñoz dijo que el Partido Colorado había mar
nifestadoi una abnegación coonpleta al abandonar al Gobierno la
conifección de las listas en toda la República para no dividirse,
pero que la lista oficial dividía al partido y que era necesaria
entonces ique la asamblea procediera al nombramiento de una
Comisión en/carigada de proponer candidatos popuilares.
Así se hizo y en seiguida la lasamblea designó otra Comisión
encargada de acercarse al Presidente y proponerle como tran-
Anales de la Universidad 253

sacción que de la lista popular compuesta de ocho candidatos acep-


tara cuatro, sustituyendo los restantes" en la forma que quisiera.
Pero Flores contestó que él no variaba su lista y que los ciu-
dadanos tenían libertad para votar por otros candidatos.
En los mismos momentos en que tenía lugar esa entrevista,
se publicaba una carta-circular del Ptresidente a loe vecinos del
Salto, adjuntándoles la lista de candidatos a senador y diputados.
«Amante como el que más de la tranquilidad y prosperidad
nacional — decía el Presidente — desmentiría estos sentimisn-
tos de mi corazón si no corriera a tomar parte con mis conciu-
dadanos en las trascendentales votaciones próximas y trai.":lona-
ría mis deberes como tal ciudadano si no prestara además la
cooperación debida en el acto solemne de la vida republicana...
Llevado de estos sentimientos y seguro de que toda mi vida píi
blica ha de oponerse a toda mala interpretación que algunos es-
píritus querrían darle, me dirijo a usted acompañándole las can-
didaturas que he formado y que creo llenarán el bien de la pa-
tria, para que usted las presente en mi nombre a los ciudada-
nos de ese departamento y les invite a contribuir con sus votos
a la formación de una Asamblea que ha de excederse en senti-
mientos de paz, de estabilidad y progreso... En esto creo lle-
nar un deber de conciencia, ejerciendo un derecho que tiene
todo ciudadano.»
Lo que había ocurrido, según las manifestaciones del doc'^or
Muñoz corroboradas por la amplia información periodística de «El
Comercio del Plata», es que los colorados, para no dividirse fren-
te a los blancos que se organizaban con entusiasmo, delegaron
sus derechos cívicos en el Presidente Flores y que éste al redac-
tar las listas resolvió dejar de lado a los que no comulgaban
con sus ideas, es decir, a los colorados llamados conservadores.
Fué una escisión que continuó acentuándose hasta el día antes
de los comicios en medio de las más grandes inquietudes porque
todavía no había trascendido al pueblo la resolución abstencib-
nista de los blancos.
Bajo la presión de esas inquietudes pudo al fin la ComisióK
delegada arribar a una fórmula transaccional con el Presidente
Flores, y entonces la asamblea popular del Teatro San Felipe
que se había declarado en sesión permanente, volvió a sesionar.
Don José María Muñoz, que era el encargado de dar cuenta del
hecho que sellaba la unión colorada, al anunciar que el partido
votaría una lista mixta dio dos vivas: «a la soberanía popular»
254 Anales de la Universidad

y «al Presidente de la República», que la asamblea repitió, sa-


liendo acto continuo a la calle y organizando una columna en-
cabezada por el propio doctor Muñoz, jefe del Partido Conser-
vador, que aclamaba incesantemente a Flores. Las manifesta-
ciones continuaron hasta la noche, rematando con una serenata
en honor de la fusión colorada, en la que tacó al doctor Juan
Carlos Gómez, la otra figura culminante del Partido Conser-
vador, la tarea de llevar la palabra anite el Presidente Flores.
Coincidieron estos fesitejos con la divulgación de la noticia
de que el Partido Blanco había resueltto abstenerse.
Ya no había liijcha, pues. Las listas mixtas combinaxias por
el Presidente y la delegación del grupo conservador tenían que
ser votadas canónicamente. Y entonces la Legación Brasileña
que se encontraba en la imposibilidad de emj)ujar a los unos
contra los otros de acuerdo con su invariable programa, resol-
vió dar el día de los comicios una prueba de respeto a la sobera-
nía nacional. Hizo alejar de la ciudad a los batallones imperia-
les, abandonando a las fuerzas del país la tarea del manteni-
miento del orden público. «Eise hecho debía hacerse constar y
eso hacemos», decía «El Comercio del Plata»!
Treinta y tantos días después de las elecciones generales, la
villa de la Unión, que había continuado siendo el asiento de laa
autoridades del Partido Blanco, fué teatro de diversos actos de
violencia con motivo de las elecciones de Alcalde Ordinario.
Disputábanse el triunfo dos listas: la del Partido Blanco en-
cabezada por don Cesáreo Villegas y Luna y la del Partido Co-
lorado encabezada por don Juan F. González. Iba predominando
fuertemente la primera, cuando la mesa fué asaltada por un gru-
po que se apoderió de los registros y que distribuyó palos y pu-
ñaladas hasta quedar dueño de la situación.
Interpeló la Comisión Permanente y contestó el Ministro que
el Gobierno era extraño a los hechos, pero que había mandado
instruir un sumario. Y nada más volvió a saberse.

Contra la libertad de la prensa. Medidas adoptadas a raíz del de-


rrumbe del gobierno de Giró.

El gobierno revolucionario se estrenó en septiembre de 1853


con un decreto que dejaba sin efecto las medidas restrictivras
contra la libertad de imprenta dictadas en las postrimerías de
• la administración Giró, cuando este ciudadano vivía bajo la tu-
tela de los miamos que acabaron por echarlo abajo.
Anales de la Universidad 255

Antes de finalizar el mismo año volvía, sin embargo, a quedar


colocada la prensa bajo el régimen de las medidas restrictiva!?.
El general César Díaz, como delegado de Plores, suspendió la
publicación de «La Estrella Oriental», invocando que era una
hoja inmoral y por lo tanto contraria al programa de orden y
de respeto que se había trazado el Gobierno. Y como se anuncia-
ra que por la misma imprenta se daría otro diario bajo el título
de «El Soil Oriental», el delegado se dirigió a la Policía para que
previniera a los editores que deberían «abstenerse de trabar la
política del Gobierno con discusiones que ofendían la sana razón
V la moral pública».

Reglamentación monsti-uosa que contra la prensa pnopone el Go-


bierno.

A raíz de la llegada a Montevideo de la división brasileña, en


mayo de 1854, la prensa empezó a revelar tendencias que alar-
maron al Ministro Amaral y entonces el Presidente Flores resol-
vió presentar a la Asamblea un proyeoto de ley restrictivo de la
libertad de imprenta. He aquí los lineamientos de ese proyecto
refrendado por el Ministro de Gobierno don Mateo Magarifios
Cervantes:
No podría publicarse, ningún diario sin que previamente se
obtuviera «del Ministro de Gobierno la autorización competen-
te», La autorización sólo sería acordada mediante fianza de dos
mil pesos tratándose de nacionales y de cinco mil tratándose de
extranjeros. Los editores deberían presentar al Ministro el pro-
grama del diario. El Poder Ejecutivo estaría autorizado para
suspender la publicación de todo diario «que proclaitiase ideas
o principios subversivos del orden publico, contrarios a la moral
y a la religión, consultando previamente a una Comisión com-
puesta de tres miembros del Cuerpo Legislativo o de la Comi-
sión Permanente en su receso».
Grandes y legítimas protestas levantó este proyecto de ley.
«iSi el mal destino quiere que en mi tierra brote la suma del
Poder público — escribía don Manuel Herrera y Obes al Direc-
tor de «El Comercio del Plata» — no dude que he de volver a
ser el hombre del 43 y del 51, El proyecto del Gobierno es algo
más que un error, es un atentado: sus tendencias no sólo san
peligroeas, son insensatas».
Plores se creyó obligado a dirigir una proclama al país, en la
256 Anales de la Universidad

que atribuía la polvareda a los conservadores que habían preten-


dido — decía — que en vez de nombrarse Presidente constitu-
cional, continuara la situación de hecho. Afirmaba que las me-
didas contra la prensa eran espontáneas del Gobierno, rechazan-
do así la versión generalizada de que hablan sido impuestas por
la Legación Brasileña; y agregaba:
«A la simple enunciación de una medida para preservar a la'
patria de las complicaciones internacionales que ocasiona el
desenfreno de la prensa, por la que aún están palpitantes nues-
tras desgracias, por la que visten luto innumerables familias,
siendo ella la que nos envolvió en la sangrienta guerra que ha
paralizado nuestro engrandecimiento, ha proclamado el clamo-
roso grito de alarma media docena de malos ciudadanos aoo-
ciados a los manejadores de esa prensa, y como esa alarma psie-
de sorprenderos el Gobierno quiere que al mismo tiempo llegue
a vosotros el eco de su voz paternal y justiciera».

La Asamblea sanciona la ley de imprenta con algunas enmiendas.

En la Cámara de Diputados marchó el proyecto del Gobierno a


tambor batiente. El mismo día de su presentación fué despacha-
do favorablemente en cuarto intermedio por la Comisión de Lre-
gislación, con esta sola enmienda: que el Poder Ejecutivo ten-
dría que asociarse a la Comisión parlamentaria para suspender
la publicación de un diario. Y el mismo día también la Cámara
sancionó el proyecto con la enmienda propuesta por la Comisión
de Legislación. La sesión había durado desde las 8 de la noche
hasta la 2 de la madrugada!
Encontró, en cambio, serias resistencias en el Senado. La
Comisión de Legislación produjo dos informes: el de la mino-,
ría que aconsejaba lisa y llanamente el rechazo, invocando que
la Asamblea carecía de facultades omnímodas, y el de la mayo-
ría que lo depuraba mediante la supresión de la fianza y de las
licencias.
El Senado sancionó el proyecto sustitutivo de la Comisión en
mayoría, y ese proyecto sustitutivo triunfó también en el seno
de la misma Cámara de Diputados, promulgándose en consecuen-
cia de ello la ley de 22 de mayo de 1854 que facultaba al Po-
der Ejecutivo para «mandar recoger y prohibir por tiempo de*
terminado la circulación» de cualquier esicrito que tendiera «a
alterar el orden público», «comprometer las buenas rélacior.ea
Anales de la Universidad 257

con los Gobiernos amigos" o entrometerse "en la vida privada


de los ciudadanos". .
El Gobierno que tenía ya en la mano ese formidable instru-
mento de presión, se creyó obligado a tranquilizar al país, pre-
viniendo en una circular a la prensa, suscrita por el Ministro de
Gobierno doctor Mateo Magariños Cervantes, que la censura de
los actos gubernativos no se consideraría como un abuso de la
libertad de imprenta y que tampoco quedaba prohibida la discu-
sión razonada de la alianza con el Brasil y de los acontecimien-
tos políticos de la Argentina, a condición de que se conservase
"la digniídad y respetos debidos al Gobierno y a las personas".

La Asamblea reacciona contra sn obra.

Corta duración tuvo esta ley monstruosa exigida por la Le-


gación del Brasil. Dos meses después de haber estado en vigen-
cia, don Francisco Hordeñana presentó un proyecto derogatorio
en forma de adicional a la ley de imprenta dictada en 1829 por
la Asamblea Constituyente, y ese proyecto respondía a un senti-
miento tan premioso que en veinticuatro horas quedó sancionado
por ambas Cámaras.
He aquí lo que disiponía la nueva ley.de julio de 1854:
"Toda publicación por la prensa deberá llevar el nombre y
la firma de su autor y en caso de no ser conocido o no encon-
trarse responderá el impresor. . . Queda prohibido a la prensa
atacar, injuriar o denigrar con palabras o conceptos a los Go-
biernos con quienes la República se conserva en paz y buena
a m i s t a d . . . Le es igualmente vedado tomar parte en la aprecia-
ción de las cuestiones de política interna de cada uno do aqve-
llos países cuando ellos tengan perturbada la paz entre sus ha-
bitantes'.

Vuelvo el Gobierno a las medidas restrictivas.

Al aproximarse los comicios generales de noviembre del mis-


mo año, quedó de nuevo la prensa bajo la presión de las ame-
nazas gubernativas. En nota de M de octubre decía el Mini&tro
general don Enrique Martínez al Jefe de Policía:
"El desborde de la prensa ha llegado a tal estremo, que de-
manda una seria consideración por parte de la a u t o r i d a d . . .
17. - IV
258 Anales de la Universidad

Haga comparecer a su despacho a todos los encargados de las


imprentas de la Capital, significándoles que el Gcibierno está re-
suelto a aplicarles con toda severidad las penas de la ley".
En febrero de 1855 empezó la prensa a ocuparse de la acti-
tud del Brasil y eso dio mérito para que el Presidente Flores
llamara a su despacho a los periodistas y les previniera que es-
taba resuelto a proceder con la mayor energía, dando mérito
con ello a una crisis parcial del ministerio constituido en ese
momento por dooi Francisco Hordeñana, el general Enrique
Martínez y el coronel Lorenzo Batlle. El renunciante era den
Francisco Hordeñana.
Pero lo que no podía ir a la prensa responsable se desbor-
daba en publicaciones anónimas a despecho de todas las medi-
das inspiradas por la Legación del Brasil. Una mañana apareció
en toda la ciudad una hoja suelta que el Ministro de Gobierno
don Alejandro Chucarro describía así en la Cámara de Dipu-
tados:
"Una verdadera concitación a la insurrección y la revuelta,
desde que acriminando malignamente la conducta del Gobierno
Imperial en lo que concierne a la República, acusando las ten-
dencias de la alianza entre los dos Estados de una cubierta in-
fidencia, despertando en las masas la desconfianza y los odios
con recuerdos gloriosos, azuzando los belicosos sentimientos del
pueblo, se le quiere precipitar en luchas y sucesos que si tu-
vieran lugar pondrían en peligro nuestra nacionalidad o, por
lo menos, serían el principio de las más íntimas desgracias para
el país".
La Policía practicó diversos arrestos que dieron base a don
José María Muñoz para promover en la Cámara de Diputados
una ruidosa interpelación al Ministro de Gobierno, en la que
éste sostuvo que las medidas no habían sido solicitadas por la
Legación del Brasil y anticipó que los presos serían sometidos
a la acción de la justicia ordinaria.

Se inicia un fuerte moviniienta de fusión entre los partidots tra-


dicionales.

Hemos hecho referencia a un opúsculo publicado por don An-


drés Lamas a raíz de &u destitución del cargo de Ministro del
Uruguay en Río de Janeiro.
Anales de la universidad 259

Ya el Brasil — decía Lamas en ese opúsculo — no quiere


prestar más dinero al Uruguay y se apronta para el retiro de
la división militar existente en Montevideo. Quedaremos libra-
dos a nosotros mismos. Una parte del Partido Colorado apoya
a Plores y la otra lo combate. Es notorio que Flores aspira
a la reelección y que a tal propósito se oponen el Partido Blan-
co y todo lo que el Partido Colorado tiene de más valimietóo.
Para salvar al país es necesario que «cerremos el libro del pa-
sado, porque ese libro no sirve sino para dividirnos». No es
nueva esta idea. En 1851, antes de la paz, cuando ya se apro-
ximaba la solución, yo escribía al canciller brasileño: «el Par-
tido Blanco tiene de malo la cabeza; encierra mucha parte de
lo más distinguido y de lo más ilustrado del país; la división de
blancos y colorados imposibilita la pacificación y aun la crea-
ción de una administración regular; es preciso aprovechar el
descrédito y la nulidad actual de los caudillos para disolver
esos partidos y organizar un gran partido de gobierno y admi-
nistración». Mía es esa fórmvila de la pacificación de octubre:
ni vencidos ni vencedores. Para formar el nuevo partido es pre-
ciso renunciar a las divisas personales y redactar un programa
de ideas que parta cltl cunipliniieuto de la ConLtitución de la
República y propenda al progreso del país en todo sentido.
Ese opús(;ulo publicado en Río de Janeiro, llegó a Montevideo
en agosto de 1855. El momento no podía ser más oportuno para
una propaganda de concentr^ición. Los conservadores acentua-
ban su oposición y los blancos seguían combatiendo al gober-
nante que los había obligado a abstenerse cuando ellos se juz-
gaban con fuerzas para ganarle la batalla al pie de las urnas.
En uno y otro campo, en el de los conservadores y en el de los
blancíjs, debía encontrar, pues, y encontró eco simpático la palabra
del doctor Lamas.
Don Bernardo P. Berro fué uno de los primeros en apoyar el
movimiento de concentración mediante una serie de cartas qae
publicó en «El Comercio del Plata» y que más tarde fueron ^e-
copiladas en un folleto con el título de «Ideas de fusión».
Remontándose a los comienzos de la Guerra Grande, sostenía
el señor Berro que la intervención anglo-francesa, que bien di-
rigida hubiera podido solucionar la crisis, había contribuido a
embravecer los ánimos, dividiendo al país en dos bandos anta-
gónicos, resueltos a exterminarse a despecho de la igualdad de
las razones con que cada uno apoyaba su causa. Ambos habían
260 Anales de la Universidad

recibido el patrocinio extranjero, europeo el uno, americano el


otro. De ahí que cada partido reprochara a su antagonista el
haber traído la ingerencia extraña a una cuestión doméstica y
que ambos se acusaran de servir el interés extranjero y de trai-
cionar la independencia. La paz de 1851 fijó dos bases a la con-
ciliación: la igualdad de los partidos y el reconocimiento de la
buena fe con que habían luchado.
Ocupándose luego de la reorganización constitucional que
subsiguió a la paz, recordaba Berro que los hombres más influ-
yentes de ambos partidos habían hecho prácticas las ideas de
fusión en los comicios y que muerto el general Garzón que ei'a
el candidato de todos, se buscó a un hombre que fuera bueno
e inteligente pero sin condiciones para dominar, triunfando así
don Juan Francisco Giró, que reunía efectivamente esas cuali-
dades, de las que no se desprendió en el curso de su gobierno,
pues jamás fué hombre de partido, jamás fué hombre de volun-
tad dominadora, jamás fué hombre de atraso y brutalidad. Caíio
Giró, el Partido Blanco continuó aclamando la unión y los colo-
rados se dividieron agrupándose los unos en torno de Flores
y «onstituyendo los otros, los de mayor valimiento intelectual,
un partido de oposición.
«Los orientales no están divididos por principios políticos;
estando solamente por los hechos, por la aplicación de aquéllos
a algunos de éstos que ya sucedieron tiempo atrás. Respecto
a las ideas especulativas, todos están conformes y se puede de-
cir que todos pertenecen a la mfsma escuela. Justamente con
dificultad se encontrará un país civilizado y libre en que haj^a
menos diferencias de opiniones tocantes a doctrinas y princi-
pios, cosa que ciertamente tenía que suceder así, porque no ha-
biendo sido practicado sino por breves espacios el sistema de
gobierno adoptado, aún no ha habido tiempo de que se hayan
formado opiniones diferentes sobre infinidad de cuestiones a
que una larga práctica daría ocasión. La división ha estado en
los* hechos; la división existe por el recuerdo de esos hechos».
La unión que necesita el país — agregaba — no debe redu-
cirse al respecto a las personas y derechos de nuestros contra-
rios políticos; debe propender a una «verdadera fusión» con^ff
primer paso a la «creación de partidos de ideas, compatibles
con la paz y con el desarrollo regular de las instituciones li-
bres». El olvido del pasado es lo más importante y esencial en
la obra de la unión. «Hay un silencio santo; hay una mudez
Anales de la Universidad 261

salvadora. ¿Por qué no nos hemos de callar y mirando sólo ade-


l a n t e ? . . . ¿Por qué no hablamos solamente de nuestros deberes
de hoy, de nuestros deberes de mañana, sin tocar a lo que hi-
cimos y a lo que dejamos de hacer a y e r ? " . . . La desunión nos
mata. Matemos la desunión, antes que la desunión nos mate
a nosotros".

Nuevas y violentas medidas contra la pi-ensa.

Bajo la influencia de estas ideas varios jóvenes del Partido


Colorado fundaron un diario, "La Libertad", "órgano de la ge-
neración que se levanta" rezaba su lema, con el cancurso de
'os estudiantes de la Universidad y de los abogados recién egre-
sados.
Su primer número, condenatorio de los caudillos y de los
que habían levantado y seguían levantando a los caudiLlos
hasta colocarlos en la presidencia de la República, concluía
así:
"Eil luto, la orfandad, el hambre lo debemos a los caudillos.
Esos charcos de sangre, esos escjueleitos humanos que se en-
cuentran en nuestros campos, es obra de los caudillos. ¡Oh! de-
cid ahora si no basta ya de caudillos, decid ahora si no os encon-
tráis con ánimo suficiente para rechazarlos, para clamar por
hombres de inteligencia y de orden! El país está en la peor
situación. Bajad la cerviz, hincaos y permitid que reine el
caudillo, pero no abriguéis la menor esiperaniza de felicidad,
contad segura la ruina de la patria, la ruina vuestra".
Flores cerró y lacró la imprenta y encerró en la fortaleza
del Cerro a uno de sus redactores, don Antonio Tomé, sin con-
teguir con ello su ohjeto, ponqué el diario volvió a salir con
la incorporación de un nuevo colaborador, don José María
Muñoz.
Juntamente can la orden de clausura el Presidente dictó un
decreto refrendado por sius Ministros don Salvador Tort, don
Francisco Agell y el general Enrique Martínez, en que sometía
a la prensa a un régimen todavía más atentatorio que el que
se había empleado en las crisis anteriores.
"Queda prohibido — decía el decreto de 10 de ago-.o —
la publicidad de periódico alguno sin obtener previamente del
Ministerio de Gobierno La autorización comipetente. . . Para ob-
tener dicha autorización los directores de los periódicos esta-
262 Anales de la Universidad

blecidos o que en lo sucesivo se establecieren prestarán una


lianza de diez mil pesos, así como también someterán a la
aprobación del mismo Ministerio el programa del periódico...
El no cumplimiento de lo dispuesto en los artículos anteriores
será penado con la suspensión de un año del periódico y mil
pesos por la primera vez, y por dos años y dos mil pesos la
s e g u n d a . . . El juicio de calificación ,se comete a los Jueces del
Crimen, de lo Civil y de Hacienda, formando tribunal".
El mismo día hacía constar don Nepomuceno Madero en la
columna editorial de "El Comercio del Plata" que el redactor
del diario don José María Cantilo había sido llamado por el
Presidente r i e r e s para expresarla el desagrado con que obser-
vaba la propaganda de "El Comercio del Plata" y prevenirle que
lo metería en un caliabozo y cerraría la imiprenta si continuaba
escribiendo en la misma forma.
El Gobierno se dirigió en el acto a la Comisión Perma-
nente dando cuenta de la clausura de "La Libertad" y del de-
creto restrictivo de la libertad de imprenta. Decía en su men-
saje que aquel órgano de puiblicidad lanzaba ideas subversivas
del orden público; que según las informaciones recibidas se
trataba de . convulsionar el país; que el estudiante Tomé era
oficial del ejército y que tal había sido la razón determinante
del arresto dictado contra él.
El grupo de legisladores conservadores, encabezado por don
José María Muñoz y don Pedro Bustamante, se dirigió a la
Comisión Permanente pidiéndole que hiciera efectiva su misión
constitucional ante el decreto restrictivo de la libertad de la
prensa, ante la clausura de imprentas y ante las amenazas he-
chas personalmente por el primer mandatario a los redactores
de los diarios. Y lo mistmo hizo la Ju'Uta Económico-Adminis-
trativa de la Capital ail protestar contra el atropello de que había
sijdo víctima otra imprenta, la de "La Nación".
La Comisión Permanente pasó el mensaje a estudio de dos
de sus miembros, don Mateo Magariños y don Eugenio Fernán-
dez, los cuales adhirieron por completo a la actitud del Go-
bierno.
:E1 Poder Ejecutivo — diecían — ha hecho en este caso uso
de la facultad que le conceide la Constitución, la de tomar me-
didas prontas de Seguridad en los casos de ataque exterior o
conmoción interior. Ha tratado de corregir desmanes de la
prensa que llevan a los espíritus "el convencimiento pernicioso
Ancles de la U7iiversidad 263

áe que hay patriotismo en la resistencia a los mandatos de la


autoridad". En cuanto al decreto^ es lo cierto que establece
garantíais para la efectividad de las penas y para la realiza-
ción del juicio, cometiendo el proceso a un tribunal compuesto
por los jueces de primera instancia. '"Son conocidos de Vues-
tra Honorabilidad y de todo el mundo los inconvenientes que
ofrece la reunión del Jurado y la facilidad con que se elude la
responsabilidaíd de los que injurian por la prensa".
¡Cediendo a las mismas ideas la Comisión Permanente aprobó
la clausura de imprentas y la reglamentación restrictiva: lo pri-
mero, como podía hacerlo si era efectivamente cierto que se
estaba tramando una revolución para derrocar a las autorida-
des, según lo decía el Ministro de Gobierno; lo segundo, con fla-
grante violación de los principios constitucionales desde qae>
el Presidente en vez de pedir una ley a la Asamblea se había
erigido en legisiLador y había redactado una verdadera ley de im-
prenta.
Estas medidas contra la prensa cotitribuyeron formidable-'
mente a acentuar el movimiento de fusión iniciado por don An-
drés Lamas y don Bernardo P. Berro. Los ciudadanos se acer-
can — escribía "El Comercio del Plata" — a impulsos de ideas
de concordia y el pueblo se resiste contra los atentado? del Go-
bierno sin salir del terreno legal.
De la influencia de los partidos en lucha puede dar idea el
hecho verdaderamente extraordinario de que el diario "La Li-
bertad" clausurado por el Gobierno y sometido luego al decreto
restrictivo de la libertad de imprenta, hizo caso omiso de una
y otra cosa y siguió publicándose como si el régimen de la pren-
sa no hubiera sufrido modificaciones!

Para salvarse del desastre el Gobierno deroga su diecreto.

Apenas diez días alcanzó a contar el decreto. El 20 de ugosto


quedó sin efecto, por haber "terminado las causas", decía el
Gobierno en su revocatoria.
Juzgando ya serenado el ambiente, Flores promovió en su
despacho una numerosa reunión de hombres de todos los par-
tidos. Deseaba atraerse voluntades. Dijo en esa reunión que las
medidas restrictivas habían respondido al propósito de mante-
ner la paz, pero que en adelante "su programa sería el de la
más amplia libertad basada en la unión de los orientales", por-
264 Anales de ¡a universidad

que "el Gobierno — recal'có —• tiene el convencimiento Intimo


de que la paz y la confraternidad de los orientales es la supre-
ma necesidad de la patria"; y concluyó haciendo alusión al
brusco cambio operadlo en la diplomacia brasileña, "al desvío
(son palabras de la crónica periodística de la época) que de
poco tiempo a esta parte se notaba en el agente imperial en
cuanto al apoyo que tenía derecho a esperar de él el Gobierno",
Trataba, pues, el Presidente de buscar apoyo entre los hom-
bres representativos de ambos partidos y muy especialmente de
los blancos para resistir al Ministro Amaral, que tenía un ejér-
cito de cuatro mil brasileños en Montevideo y que estaba acos-
tumbrado a influir decisivamente en la marcha gubernativa.
Pero los ciudadanos a quienes ahora buscaba querían a su
turno sacar partido de las eternas insidias de la diplomacia bra-
sileña, y contaban con el Ministro Amaral para voltear a Flo-
res, como antes había contado el mismo Flores con el Ministro
Paranhos para voltear a Giró.
Exteriorizando las ideas de todos los que como él pensaban,
colorados y blancos, dijo en la reunión de la Casa de Gobierno
el doctor Francisco Solano de Antuña, procer ded Partido
Blanco:
Procura el Gobierno' al revocar el decreto contra la prensa
encarrilarse en la senda de la Constitución, promover la unión
de los orientales y suprimir toda influencia extraña. Puede
aplaudirse el decreto revocatorio y el pensamiento de la unión,
pero no así el rechazo de la intervención brasáleña que emana
de tratados o sea de verdaderas leyes. El comentario público
atribuye la clausura de imprentas a la propaganda unionista
que el folleto de don Andrés Lamas vino a despertar y a la
propaganda contra la reeíieoción del Presidente Flores, y es del
ataque a la prensa que ha resultado la actual des'inteligencia
entre el Gobierno y la Legación Brasileña. EWrechazo de la in-
tervención en estas circunstancias significaría un acto de ven-
ganza más que un esfuerzo a favor de la unión de los orienta-
les. Los blancos, por otra parte, no pueden tener confianza en
la acción de un gobierno que ae arma y que persigue en toda la
campaña a sus adversarios políticos.
Con estas manifestaciones quedaba fracasado el objeto de la
reunión y los invitados regresaron a su centro de propaganda
para precipitar la caída del gobierno de Flores, ya decretada
por el Partido Conservador,
Anales de la Universidad 265

La revolución de agosto de 1855.

La situación del Gobierno se había ido complicando así bajo


la triple presión de los ataques del Partido Conservador, do los
ataques del Partido Blanco y de la diplomacia brasileña o, me-
jor dicho, del ejército brasileño que guarnecía la plaza de Mon-
tevideo. Y Flores resolvió contener su derrumbe mediante la
convocatoria de la Guardia Nacional, el establecimiento de c;ia-
tro comandancias militares en los departamentos de campaña
y la requisa de armas de guerra existentes en manos de parti-
culares.
iBl domicilio de don José María Muñoz, jefe del Partido Con-
servador, era uno de los que debían ser inspeccionados a los
efectos de la requisa de armas, y la Policía recibió orden de
preceder a su allanamiento y asimismo al arresto de aquel ciu-
dadano en el caso de resultar cierta la denuncia.
No había tal armamento, pero la noticia de la orden dada a
la Policía atrajo al domicilio del jefe de los conservadores a nu-
merosos ciudadanos, disipoiesto-s a imipedir a todo trance que se
practicara el registro.
"Propiamente dicho, escribía "El Comercio del Plata", no se
trataba de una revolución, sino de una resistencia a la dictadura,
y para demostrar esta verdad baste decir que los que iniciaron
este movimiento son la juventud ilustrada del país, los hijos
de las familias más acomodadas y más altamente colocadas. Allí
no había proletarios, ni vagos: eran doctores, ciudadanos, estu-
diantes. El pueblo entero los siguió y todo un pueblo no se equi-
voca".
Procuró la Poilicía disolver ese vasto grupo, pero inútilmente,
porque el número de ciudadanos crecía a cada instante. El Pre-
sidente Plores, que se daba cuenta de La gravedad del momento,
resolvió ir personalmente a gestionar la disolución. Salió de la
Casa de Gobierno al frente de una fuerza armada, pero al apro-
ximarse al domiicilio del señor Muñoz dejó la fuerza y avanzó
él solo para hablar con el jefe de los coruservadores, como efec-
tivamente lo hizo. A ninguna fórmula transaccional pudo arri-
barse en esa entrevista y entonces el Ministro de Gobierno, don
Salvador Tort, que acompañaba al Pre.sidpnre, pidió al pueblo
allí reunido que nombrara una Comisión delegada que expusie-
ra sus deseos.
La Comisión delegada, de la que formaban parte don Manuel
266 Anales de la Universidad

Herrera y Obes, don Pedro Bustaraante, don Lorenzo Batlle y den


Jaime Estrázulas, concretó las aspiraciones populares en estas
tres exigencias: que el periodista Tomé fuera puesto en liber-
tad; que se otorgaran garantías a todos los ciudadanos; que ce-
sara la movilización de la Guardia Naciional.
El Presidente, sin admitir la petición en cuanto calificaba de
arbitrarias las medidas discutidas, contestó respecto del perio-
dista, que estaba redactando el decreto derogatorio del arresto
aplicado por su calidad de militar; respecto de garantías, que
al día siguiente publicaría un manáfiesto que ya tenía pronto,
en que diría que la Gonstitxición sería siempre su norte y que
sin el cumplimiento de sus cláusulas "no creía posible ninguno
de los goces a que debemos aspirar como nación libre e indepen-
diente"; y reslpecto a los preparativos belices, que "ellos tenían
por objeto defender la independencia de la República, si fuera
necesario, y la dignidad nacional ajada por el Ministro Imperial",
no debiendo olvidarse que existían dentro del país "cuatro mil
soldados extranjeros".
Guando la Comisión delegada daba coienta de esas niapifesla-
ciones al pueblo estacionado en los alrededores de la nasa del
señor Muñoz, llegó el rumor de que el Presidente había ccmu-
nicado al Ministro Amara! que de campaña ll8,;íuía un contin-
gente de tropas para sofocar la üp'>si'ción. Y ante 33a noticia re-
solvieron todos las circunstantes ir a la Oaea de Gobierno y
echar abajo a Flores.
iLa columna tpoipular se ,pu9o en marcha en seguida. Al frente
de elia iban don José María Muñoz y el coronel Batlle. La guar-
dia de la Casa de Goibierno se plegó al movimiento. El coronel
Sülsona, el comandante Vedia y ctros jefes y oficiales entraron
al cuartel de artillería y obtuvieron que¡ ese cuerpo se pronuncia-
ra también a favor de la revolución. El coronel Francisco Tajes
se plegó igualmente con la fuerza de caballería que comanda-
ba. Y el coronel Palleja, que estaba al frente de un piquete de
Policía en la Jefatura, se .retiró a su casa, dejan'do la tropa a
disposición del doctor Muñoz.
Los dirigentes del Partido Blanco habían ya adherido al plan
de los conservadores en una gran asamblea celebrada en la vís-
pera de la revolución, de la que resultó el nombramiento de
Mil Comité encargado de dirigir todos los trabajas. Ese Comité,
que estaba formado por dom Luis de Herrera, don Francisco So-
lano de Antuña, don Ambrosio Velazco, don Pedro Fuentes y
Anales de la Universidad 267

•ÍOTOL Enrique de Arra&caeta, publicó al tiempo de estallar el mo-


viííiiento un manifiesto que deoía:
"Derrocado el Gobierno y levanitada la bandera de la unión
y la Constitución, esa es desid© hoy la causa de todos los orie^n-
tales. Unidos todos sin distinción, tomemicis las armas por la li-
bertad, jurando no deponerilas mientras que la Nación no sea
legítimamente representada coniforme la Comisión lo ha conva-
niclo con los iprimeros hombres del Partido Colorado. ¡Viva la
Constitución! ¡Viva la Unión!"
Eli Presidenite Filores, que se haljía quedado absolutaimente
solo, salió de la ciudad con rumbo a Las Piedras, en busca dé
IOS contingentes que venían de camipaña, y desde allí lanzó una
proclama en que decía:
"Un tumulto inifame, encabezado poT tres o cuatro traidores,
ha tenido lugar en la caipital de la República contra el Gobierno
l e g a l . . . Juventud incauta de la Capital, volved por vuestros pa-
sos, abandonando a esos dema;gogos ambiciosos y evitaréis al
Gobierno, consititucional de vuesitra patria el disgusto de tener
que descargar sobre vosotros el castigo que deben esperar los
revoltosos."

Los i'evolucionarios organizan un goibiemo provisorio.

Don Jasé María MuñO'Z, jefe del movimiento, publicó un ma-


nifiesto en que decía que el orden público estaiba amenazado por
la autoridad misma; que l'Qis extravíos de Flores eran otras tan-
tas causas para su destitución; que era imiposible, sin embargo,
*i'ue esa destitución se decretase dentro de las formas legales,
porque el mandatario conitalba can la ajprobación de la mistaa
Asamblea encargada de refrenarlo. "En nuesitra actitud—agre-
gaba — no tiay ninguna tendencia anárquica, no hay la aspira-
ción nacional de nadie. Esperemos, ciudadanos, que por los mis-
mos resortes constituicionales se regularice cuanto antes la si-
tuación actual".
Hubo en seguida una numerosa reunión de la que resultó el
nombramienito de un gobierno provisorio compuesto por don
I.uis Lamas como gCíbernadbr y por el coronel Lorenzo BatMe,
don Manuel Herrera y Obes y don Francisco Solaiuo de Antuñ*
(conservadores los primeros y bLanco el último) como Minis-
tros.
Véase el manifiesto con que se estrenó el nuevo gobierno:
268 Aciales de la Universidad

"El Gobierno no reconoce el modo de usar lícitamente de fa-


cultades extraordinarias.. Tampoico haiy quien pueda dárselas:
1)0 las quiere, mi las necesita. , . La ley natural y positiva auto-
riza al hombre para defender su vida a costa de aquel que in-
tenta quitársela; y este deretího lo tiene también el gobierno
provisorio y usará de él en juicios breves y sumarios, sin faltar
a ninguna de las formas. . . Esitreclhémionos, orientales, dentro
del círculo de ila unión que hemos pactado. No quede esfuerzo
que hacer para salvar esta vez el código sagradO' que juntos to-
dos hemos levantado de nuevo. Abjuremos las malas pasiones
:le los antiguos partidos, y no pensemos en más que en mostrar
il único hombre que detesta la unión, que todos sus esfuerzos
han de venir a esitrelilarse contra el voto naciomal."
El Ministra de la Guerra coromel BatlLe dirigió tamibién una
circular a los jefes de campaña, en la que luego de darles cuenta
cl'í la organiízación del nue|vo gobierno, Les decía:
"Pero no es este (el nombramiento del gobierno provisorio)
el heaho grande e imiportante; el principal y de mayor trascen-
diencia es la unión y frateirnida-d de toidos los orientales bajo
la sola bandera de la patria, sin distinciones ni exceipciones al-
gunas, sin las antiguas divisas de partido. . . Todos los ciuda-
dancs, pues, sea cual haya sido su color político, están llamados
a la causa común; todois deben considerarse reintegrados o con-
seivados en sus puestos, cesando inicuas y odioisas proscripcio-
nes."
Los partidarios de la nueva situación resolVieroin además pro-
mover la fcirmaoión de un gran partido nacional, en el que in-
gresarían lois blanco^ y los colorados, y dando comienzo al cum-
plimiento de la idea dotminante resolvieran tirar las viejas di-
visas de guerra y adofptar como símboKoi de unión "el color ce-
leste de la bandera nacional".
Prestigiando la primera de esas idieas, decían en un manifiesto
don Fermín Feríreira, don Pedro Bustamante, don Manuel He-
rrera y Obes, don Luis Lamas, don Framcisco Hordeñana y don
Enrique Muñoz entre los firmantes de filiación colorada, y don
Leandro Gómez, don Luis de Herrera, don Cándido Joanicó, don
Ambrosio Velazco, don José Brito del Pino, don Antonio de las
Carreras y don Enrique de Arrascaeta entre los de filiación
blanca:
"Los ciudadanos que suscribimos, reunidos en asociación po-
lítica con el designio de formar un gran partido nacional que
Anales de la Universidad , "269

rija los destinos del país, sacándolo de la condición a que lo


lian reducido Las disensio'nes civilies, hemos acordado'. . . . Pro-
mover y sostener la existencia de g.o(bÍ6rnO'S regulares que arran-
cando de la vo'luntad nacional legítimamente expresada por mt-
dio de los comicios públicos, radiquen su existencia en la obser-
vancia de la Consitituclón y el respeto a cadla uno de los prin-
cliiios que ella consigna. . . Aceptar leal y decididamente, como
medio de arrilbar a este grande objeto, la alianza brasileña, dig-
na y benéficamente entendida. . . Trabajar en la extinción de
ios odiois y preyenciones que ba dejado la luidha entre los dos
¿I-andes palrtido® en que estuivo dividida la República, predi-
cando la unión entre todos los orientales y dándoles a todos la
parte que les corresponde en la reorganización del país. . . Acep-
tar c o m o . . . punto de p a r t i d a . . . la actualidad creada por los
a'C(.>ntecim,ientOis a que ha dado lugar la marcha arbitraria y
atentatoria de la presidencia del general Floires."
A don Anidirés Lamas no le parecían suficientes esas terminan-
tes declaracio.nes, que sin embargo traducían con toda valentía
bTis propias ideas sobre el pasado y el porvenir de los partidos.
Ustedes — escribía a principios de septiembre a loe doctores
Francisco Solano de Antnña, Manuel Herrera y Obes y José Ma-
ríi-. Muñoz — proyectan una coalición, una tregua, dejando en
pi.-- a los blancos y a Ic-s colorados. Pero lo que necesita el país
es una verdadera fusión de esos blancos y colorados y la forma-
ción de un nuevo partido. Los blancos y los colorados que "no
representan más que pasiones e intereses personales egoístas,
mezquinos, sion insanablemente impotentes para el bien".

lia fusión entre los partidarios de Flores.

lEl movimiento de fusión promovido por el opúsculo de don


Andrés Lamas y Los artículos de don Bernardo P. Berro había
hecho, pues, notebles pro\gresos enitre los dirigentes del Partido
Comservador y del Partido Blanco.
Los floristas habían tratado también de fundar un partido
i.¿ conciliación bajo el títuto de "Sociedad de la Paz", cuyos
fih'eal concretaba así ,el programa publicado veintitantos días
'jntes de la revolución:
"Propender por todos los medios a su arcanee a la conserva-
ción del orden público. Sostener las autoridades constituidas,
robusteciendo la acción del gobierno emanado de la ley. Contri-
270 Anales de la universidad

buir a que se proceda con moderación en el ejercicio de los gran-


des actos populares. Propagar dcictrinas de paz y de conciliación
por medio de la palabra y de la prensa en todo el territorio de
la República. Fomentar el espíritu de asociación y fraternidad
lecíproca de los asociados."
La publicación del» programa de la Sociedad de la Paz coin-
cidió con el arribo al puerto de Montevideo del general Manuel
Oribe, procedente de España donde había vivido dos años. Oribe
pidió y obtuvo autorización para desembarcar. Pero al llegar a
la Capitanía recibió orden de regresar al barco en qiue había ve-
llido. Una de las versiones más generalizadas relaicionaba esa
medida con exigencias del Ministro Brasileño Amaral y agregaba
que era con el propósito de evitar comentarios ardientes que el
Gobierno había clausurado la imlprenta de "La Nación".
Así que estalló el movimiento revolucionario y rotas ya las re-
laciones con el Ministro Amaral, Plores y Oribe resolvieron
unirse sin embargo para combatir contra los conservadores y
contra los blancos que intentaban adueñarse del gobierno.
"Los generales Oribe y toda la población de la Unión — de-
cía el Presidente Flores a don Francisco Vidal en carta data la
en el Paso del Molino el 3 de septiembre — se han ligado para
ayudar a la aoitoridad legítima de la Nación."
"El Presidente — escribía don Manuel Flores a don Santiago
Sarza en carta datada en Trinidad el 15 de septiembre — se
halla rodeado no sólo de la mayoría del país', sino que el 2 de
erte mes los generales don Ignacio y don Manuel Orib» se han
unido a él con todo el Partido Blanco para sostenerlo."

í lores renuncia y asume el poder ejecutivo el Presidente del


Senado.

Fué de muy corta duración la lucha entre los revoluciona-


rios que contaban con la fuerza de la Capital y el Presidente
r i í res que se encontralba a la vista de la ciudad con 600 a 700
hombres de cabaillería.
El movimiento revolucionario repercutió al principio en los
departamentos de campaña como un resultado de la presión ex-
clusiva del Brasil contra Flores, tan activa era la colaboración de
?a diplomacia imperial en los sucesos internos del país. Por efecto
de ello algunos jefes desafectos al gobernante se apresuraron a
rodearlo. Pero luego que se vio actuar a un grupO' numeroso de
Anales de la Universidad 271

ciudadanos de todos los partidos en torno de la nueva situación,


PKOs jefes volvieron a sus hogares, sin ánimo para reanudar la
guerra civil.
Los coroneles Diego Lamas y Lucas Moreno que estaban emi-
grados en Entre Ríos, se dirigieron desde los primeros días de
septiembre al gobiernioi prO'Visorio de don Luis Lamas oírecién-
uoJe sus servicios, "Fuera de la patria, le decían, pero' con el
corazón en ella, participamos de las ideas de los buenos ciudada-
nos que olvidando los antiguos partidos no tienen otra enseña que
el estandarte n-acional y el sositenimiento de las instituciones".
"Ansioso por la paz y la seguridad pública — decía el coro-
nel Dionisio Coronel a los habitantes de Cerro Largo — me en-
cuentro nuevamente entre vosotros, disipuesto a ser vuestra ga-
rantía para cual,iquier caso en que la luqha existente entre la Ca-
p'tal y sus alrededores pueda querer enrvolver auevamenite a esta
población en la funesta guerra civil. Nada de armas, nada de
lucha sangrienta: la paz, la tranquilidad, la seguridad pública,
las propiedades res(petadas bajo la custodia constitucional: estos
stn los anhelos de la población y lo que la población anhela es
mi deseo."
No podía haber lucjha, pues, y nioi la hubo. Las caballerías de
Flores se aiproximaron un día a la ciudad y las fuerzas de la
plaza salieron a isu emcuemtro; pero los soldados de las guerri-
llas se mezclaroin en la zona intermedia sin que nadie disiparara
U.1 t i r o .
Do® días desipués del movimiento revolucionario salió una de-
legación del comercio para entrevistarse con Flores y traer a
'a plaza una fórmula de conciliación. Contestó el Presidente que
nu se trata'ba de una guerra civil, sino de una verdade-ra guerra
nacional, aludiendo sin duda a la parti lipación principalísima
'Je la diplomacia brasileña en. los sucesos del día. Pero la dele-
gación del comercio siguió trabajando, y el Presidente persua-
dido ya de que los contingentes que aguardaba de cainpaña no
modificarían fundamentalmente su situación militar, resolvió en-
tenderse con ella en la forma alta y desinteresada que imponían
loe intereses del país.
Propuso, pues, a los intermediarios que se diera participación
<;n las negociaciones al Presidente de la Comisión Permanente
y que dicho funcionario reuniera a la Asamblea en una zona neu-
tral, entre la plaza de Montevideo ocupada por los revolucio-
narios, y la villa de la Unión ocupada por las fuerzas guberna-
272 Anales de la Universidad

tivas, con la promesa de que una vez reunida la Asamblea ele-


vtiría renuncia de su mandato ipresiiden'cial. Era entendido que
'.as fuerzas armadas de Montevideo sie pondrían a órdenes dei ge-
u^eral Anacleto Medina, y que se gestionaría la garantía moral
üe los agentes diplomáticos de Francia, Inglaterra y España a
f;ivor del cumplimiento del pacto.
Mientras se llenaban los trámites de la convocatoria de la
Asamblea, el Presidente Flores dirigió una proclama a las tro-
i)aR brasileñas que guarnecían a Montevideo y otra prodama al
pueblo.
En la primera, hablaba de desinteligencias con la Legación
imperial; decía que esas desinteligencias no podían debilitar la
estimación que le merecían los soldados brasileños; agregaba
que había dado cuenta a la cancillería de Río de Janeiro de la
conducta del Ministro Amaral, y concluía anunciando el ceso
inmediato de la intervención armada.
En la segunda, se dirigía a los hombres de todos los parti-
dos en estos términos patrióticos:
"Una desinteligenoia transitoria trajo al país la situación
bélica en que nos hallamos colocados orientales contra orien-
tales, unos a sostener legalm,ente la dignidad del gobierno que
represento, y otros a defender ese principio de soberanía que
nuestras instituciones reconocen en él pueblo y que se cre-
yeron agredidos a mérito de algunos de mis a'ctos que no
tuvieron otra tendencia que mantener en equilibrio las pasiones
que se desbordaban en la a n a r q u í a . . . Orientales: mis votos y
mis trabajos en la vida privada en que muy pronto me veré colo-
cado, no tendrán otro fin que el de que deeaparezcan entre
vosotros los distintivos e inconvenientes preocupaciones de par-
tidos para componer una sola familia, una sola masa, que tam-
bién como la paz constituirá el engrandecimiento de la Re-
pública".
La Asamblea General, que no había sido disuelta por el
movimienito revolucionario, se reunió a principios de septiembre
y ante elía presente Flores su anunciada renuncia.
"Quiera la Divina Providencia — decía en su nota — que
este paso a que me resigno con gusto en obsequio al bienestar
y felicidad de mi patria, para evitarle que corra sangre di
hermanicis, sea acogido saludablemente por todos: de no, la
responsabilidad recaerá sobre quiea tenga la culpa".
Fué aceptada ©sa renuncia y decla¡,rado el dimitente "bene-
Anales de Ja universidad 21S

mérito de la patria", de acuerdo con el dictamen de la Comi-


sión especial que aconsejaba "un voto de gracias al digno y
patriota general por la noble abnegación sin ejemplo con que
en homenaje a la paz de la República y progreso nacional" sacri-
ficaba el alto honor con que sus compatriotas lo habían hon-
rado.

El Presidente del Senado asume el poder ejecutivo.


Al día siguiente se hizo cargo del gobierno el Presidente de
la Cámara de Senadores don Manuel Basálio Bustamante;
"Cuento con el concurso de todos los buenos, con el pa-
triotismo de todos los orientales. . . — decía en su proclama
—. El resipeto a la Constitución y a la ley, la más com^pleta
imparcialidad, con toda prescindencía de afecciones o partidos
políticos 7 el mejor deseo de mantener el orden, la unión y la
paz en toda la República, son y serán mis invariables princi-
pios y nada podrá ap-art'arme de ellos".
Don Manuel Basilio Bustamante estaba vinculado estrecha-
mente al florismo y por esa circunstancia se había resistido a
raíz del movimiento de agosto a ocupar el sillón presidencial
que le ofrecían los mismos revolucionarios empujados quizá
"por las sugestiones del Ministro Amaral", de que hablaba
Flores en su mensaje a la Comisión Permanente.
Las primeras horas de su actuación fueron de grande incer-
Mdumbre. Pero el nombramiento de don Juan Miguel Martínez
como Ministro general "cortó la crisis premiosa de aquellos
momentos gravísimos", decía "\E1 Comercio del Plata", decre-
tándose en el acto la disolución de la Guardia Nacional y el re-
greso a sus departamentos de las fuerzas que se habían agio,
merado sobre Montevideo.
Algunas semanas más tarde el ex Presidente reigresaba de
campaña y se instalaba tranquilamente en su casa de Montevideo.
Polemizando con " El Nacional", órgano de Flores, decía " Bl
Comercio del Plata":
La revolución ha restablecido las garantías individuales; ha
restaurado la libertad de imprenta; ha traído al gobierno
hombres honrados; ha promovido un movimiento cívico de
concordia; ha suprimido la dictadura en que vivía el país.
Sólo una de esas conquistas era verdaderamente saneada e
indiscutible: la del formidable movimiento cílvico que aigru-
13.
274 Anales de la Universidad

paiba a los hombres bien intencionados de los partidos tradi-


cionales en torno de la misma bardera, la bandera de la pa-
tria, y de un mismo programa, el programa de la reconstruc-
ción institucional y económica del país.

Nuevos esfuerzos a favor de la completa extinción de los par-


tidos tradicionales.—La unión liberal.

De las reuniones realizadas al tiempo de la caída de Flores


resultó el noimbramiento de una Comisión compuesta de don
Tose María Muñoz, don Bernardo P. Berro y don Jaime Estrá-
zulas para la redacción del programa del nuevo partido que
habría de fundarse bajo el nombre de Unión Liberal.
"La Sociedad — decía el programa propuesto por la Comi-
sión — tiene por objeto robustecer la independencia de la Repú-
blica, dando a su nacionalidad la fuerza de ^ue carece para el
mantenimiento de la paz externa o interna, la observancia re-
ligiosa de la Constitución del Estado, el desarrollo de la ri-
queza pviblica y la mejora moral del pueblo... Keunirá en el
supremo interés de la patria a todos los orientales, trabajando
en la extinción de los odios y prevenciones de partidos y re-
nunciando por consiguiente no sólo a toda recriminación sobre
el pasado que feneció en 1851, sino aún a'l derecho de defen-
derse por la prensa sobre actos piíblicos de aquel pasado".
iHe aquí otras ideas del programa:
'Tolerancia ¡política. Sosteniímiento de ios gobiernos regula-
res. "Hacer del principio de la autoridad en la ley y dentro de
la ley un punto cardinal de las creencias políticas"; "desco-
nocer la posibilidad legal de las facultades extraordinarias de
los Poderes públicos"; proclamar para las elecciones populares
la más amplia libertad; exigir la moralidad administrativa;
propender al desarrollo del régimen municipal; emplear como
medios para conseg-nir lo«! fines de la Sociedad la libertad de
la prensa y la discusión en la tribuna; promover el adelanto
de la educación; dedicar una atención eapecial a las cuestiones
económicas y propender en todo sentido a la mejora material
del país; atraer al inmigrante extranjero.
Este programa fué sancio'nado ae inmediato y suscrito por
numerosas personas de significación como don Luis Lamas,
(ion Manuel Herrera y Obes, don Adolfo Rodríguez, don José
María Muñoz, don Francisco Tajes, don Lorenzo Batlle, don
Anales de la universidad 275

Pedro Bustamante entre los coloradcs, y don Francisco Solano


^e Antuña, don Beinardo P. Berro, don José Brito del Pino,
don Jaime Estrázu'Ias, don Luis tíe Herrera, y don Atanasiio
Aguirre entre los blancos.
Pocos días después se procedía a la instalación del partido
en la Cancha de Pelota de Casenave en la calle Rincón, con
asistencia de más de 500 ciudadanos.
Don Luis Lamas, que presidía la asamblea, dijo al abrir el
acto:
"Vamos a colocar la piedra fundamental del edificio de
iiuesitra reorganización".
Para componer el Directorio fueron elegidos los señores
Luis Lamas, Cándido Joanicó, Atanasio Aguirre, José María
Muñoz, Manuel Herrera y Obes, Jaime Estrázulas, Bernardo P.
Berro, Francisco Solano de Antuña, Francisco Hordeñana, Am-
brosio Velafflco, Luis de Herrera, Manuel Errasiquin, Lorenzo
Batlle y Fermín Ferreira.
Pero entre la primera y la segunda reunión se había enfriado
tanto el entusiasmo, que hubo que citar por segunda vez al
Directorio, con recomendación a sus miembro® de que de-
clararan si aceptaban o rechazaban el nombramiento. Don José
Alaría Muñoz, que había figurado entre los inasistentes a la pri-
mera citación, planteó en la siguiente una cuestión previa. Es no-
tario, dijo, que en varios departamentos se agita la idea de cele-
brar nuevos comicios, y como diputado yo me opondré a toda re-
solución en ese s.entido que apaTte de otros inconvenientes en-
cendería la guerra civil en la República. Quería, pues, una deci-
sión tranquilizadora. Hay que advertir que el vecindario de la
Colonia acababa de dirigirse al Poder Ejecutivo sosteniendo que
los comicios realizados bajo el gobierno de Flores debían ser anu-
lados por falta de libertad y que era necesario, en consecuencia,
que se convocara al país a nuevas elecciones.
De acuerdo con el señor Muñoz resolvió el Directorio que la
Unión Liberal se abstendría de toda resolución sobre el parti-
cular.
Ya los sucesos empujaban de nuevo a los movimientos revo-
lucionarios y el Partido Conservador, que se aprestaba para etihar
abajo ál gobierno de don Manuel Basilio Bustamante por efecto
de sus vinculaciones con el florismo, dejó que la Unión Liberal
rodara al vacío,
276 Anales de la Universidad

Iios generales Flores y Oribe forman a su turno «na liga.

Los generales Flores y Oribe, que ya habían estado de acuerdo


al tiempo de la revolución de agosto, volvieron a ponerse al ha-
bla frente a ese movimiento de concordia entre las hombres de
principios de ambos partidos tradiicionales, con el propósito de
influir en la ©lección presidenciail de 1856, Era un aicuerdo fá-
cil el que buscaban y rápidamente encontraron la fórmula de
conciiiliación.
El general Plores reunió a principios de noviembre en su casa
a un grupo de legisladores para anticipairles que se había puesto
de acuerdo con el general Oribe bajo ©1 compromiso de sostener
al candidato presidencial que fuera votado por la Asamiblea, y
horas más tarde circulaiba en toda la ciudad un manifiesto, da-
tado en la villa de la Unión, con la firma de amibos generales, en
que se esitablecía la fórmula del compromiso.
"La desgraciada situación en que se halla la República — de-
cía el manifiesto — proviene de la discordia que incesantemen-
te la ha conmovido desde los primeros días de nuestra exisitencia
política. La desunión ha sido y es la causa permanente de nues-
tros males y es preciso que ella cese antes de que nuevas . m-
vulsiones completen la ruina del Estado extinguiéndose nuestra
valiente nacionalidad. Mientras existan 'jn el país los partiíl^a
que la dividen, el fuego de la discordia se conservaría oculto en
su seno pronto a inflamarse con el menor soplo que io agite .
Eix esa inteligencia y persuadidos de que una de las causas que
más contribuyen a agravar la situación del país procede de las
miras encontradas de esos dos partidos en los momentos en que
convendría uniformar la opinión pública acerca de la persona
llamada a presidir los destinos de la Nación deside el 1." de mar-
zo del 5 6 . . . invitan a todos sus coniciudadanos a unirse en el
supremo interés de la patria para formar un solo partido de la
familia oriental, adhiriéndose al siguiente programa:
"Trabajar por la extinción de los odios que han dejado nues-
tras pasadas disensiones. . . Observar con fidelidad la Consti-
tución . . . Obedecer y respetar al gobierno que la Nación eligie-
s e . . . Sostener la independencia e integridad de la R e p ú b l i c a . . .
Trabajar por el fomento de la educación del p u e b l o . . . Sostener
por medio de la prensa la causa de las luces y de los principios,
discutiendo las materias de interés general y propender a la
marcha progresiva del espíritu público para radicar en el pue-
Anales de la Universidad 277

blo la adhesión al orden y a las instituciones, a fin de extirpar


por este medio el germen de la anarquía y del caudidlaje".
Este programa fué en el acto suscrito por lo® partidarios de
uno y otro caudillo.

Vuelve a agravai-se la situación política del país.

Los revoluciona.rios de agosto, para quienes el interinato de


don Manuel Basilio Bu&tamante era la continuación de la in-
fluencia del ex Presidente Flores, seguían entretanto sus pre-
parativos para dar un segundo golpe de mano.
Reflejando la impresión general, decía uno de los diarios a
principios de noviembre, que era mu|y vacilante la autoridad del
Presidente del Senado en ejercicio del poder ejecutivo y por lo
tanto muy delicada la situación política.
Dos semanas antes de que apareciera ese comentario, un exal-
tado había disparado dos tiros a través de las ventanas de la
casa ihabitación del Presidente en ejercicio, y una comisión de
cuatro diputados había ido a pedir a dicho magistrado que convo-
cara extraordinariamente a la Asamblea a efecto de que le desig-
nara sucesor para el caso de renuncia o muerte.
Los atentaidos estaban a la orden del día. En el curso del
mismo mes de noviembre se retiraba el general Oribe de la casa
del Presidente, cuando le llegó la denuncia de una conspiración
para secuestrarlo o matarlo. Oribe se dirigió entonces a caballo
a la Unión por caminos semi ignoirados, dejando que el carrua-
je en que había venido a la ciudad regresara por el camino que
él seguía habitualmente. El carruaje fué asaltado por un grupo
de hombres armados y Oribe escapó al atentado.
Ya las pasiones hervían y el país estaba abocado a una nueva
y gravísima crisis revolucionaria.
Eran de tal manera notorios los detalles de la conjuración,
que el jefe del bataUlón de artillería ligera comandante Julio
de Vedia y sais oficiales se vieron obligados a publicar un mani-
fiesto, "con el objeto — decían — de hacer cesar la alarma
causada en la población y en el comercio por los rumores y
voces de revolución... en que se hacía desempeñar el principal
papel al escuadrón de artillería ligera". Luego de desmentir el
rumor se declaraban dispuestos a ayudar a la autoridad existen-
te y a la que le sucediera el 1." de marzo "siempre que el'la —
agregaban — emane de la libre voluntad del pueblo emitida por
278 A7iales de la Universidad

su órgano natural y con arreglo a lo que la Constitución del Es-


tado tiene dispuesto para este caso".
Ese documento lejos de tranquilizar revelaba el propósito cla-
ro y manifiesto de favorecer el movimiento revolucionario que
en esos momentos se incubaba contra el Presidente interino y
contra sus dos tutores, los generales Ploires y Oribe, que eran
realmente quienes daban impulso a los trabajos políticos para
la, elección presidencial de 1856.

JLa revolución de naviembre.

Lia revolución estalló a fines del mes de noviembre.


Don José María Muñoz, don Eduardo Be'ltrán y don Fernando
Torres al frente de un centenar de hombres se apoderaron de
la Casa de Gobierno, del Fuerte de San José y del Cuartel de
Artillería, contando naturalmente con el auxilio de las fuerzas
militares que los custodiaban.
El Presidente del Senado se instaló en la Jefatura de Policía
con 50 hombres de caballería, única fuerza de que pudo echar
mano en les primeros momentos, y nombró Comandante Gene-
ral de Armas al general Flores, quien de inmadiato se ocupó de
la organización de las fuerzas con el concurso del general Oribe.
Cada uno de los dos contendientes estableció cantones en tor-
no de los edificios que ocupaba y el tiroteo se hizo sentir de
inmediato. Uno de los cantones gubernativos estaba situado en
la torre de la Matriz y desde allí dominaba completamente la
Casa de Gobierno que estaba situada en la actual Plaza Zabala.

Los diplomáticos extranjeros se dirigen a sus connacionales


pidiéndoles que no intervengan en la lucha.

Los Encargados de Negocios de Francia e Inglaterra señores


Maillefer y Thornton y el Cónsul sardo señor Capurro se apre-
suraron a dirigir una exhortación a sus connacionales encami-
nada a aislarlos áé la contienda.
"Siniestras provocaciones, — les decían — gritos de odio y
de mueras os llaman a las armas. A las armas ¿y contra quién?
Contra ciudadanos de la República Oriental, contra vuestros
Anales ds ¡a Universidad 279

hermanos de Francia, de Inglaterra y de Italia tal vez. No: no


las tomaréis esas armas fratricidas; quedaréis en vuestros ho-
gares para protegerlos; si es necesario predicaréis con el ejem-
plo el resipeto a las leyes, la concordia y la humanidad. Dejad
pasar esia tempestad, ella durará tíx^nto menos cuanto que los
combatientes indígenas reducidos a sus propios recursos podrán
menos contar con el concurso de los extranjeros. Después de
haber hecho vanos esifuerzos para conseguir la conservación de
la paz pública, hemos al menos conseguido el poner la Aduana,
ese tesoro común de los particulares y del Estado, bajo la cus-
todia de una fuerza que han suministrado las fuerzas navales
extranjeras en este puerto. Este es otro ejemplo de buena armo-
nía dado a los desgraciados orientales".

Gracias a esa exhortación los contendientes abren un paréntesis


durante el tiroteo para que los extranjeros festejen la caída
de Sebastopol.

Al tiempo de estallar ese movimiento revolucionario se ulti-


maban los preparativos de un tedeum en la Iglesia de la Ma-
triz y un gran banquete de 1,500 cubiertos en la barraca de Es-
teves con que los residentes franceses, ingleses e italianos feste-
jaban el triunfo de las naciones aliadas contra los rusos en Se^
bastopol.
El tedeum y el banquete debían tener lugar el 26. Todo es-
taba pronto para la celebración de esos actos, pero los invita-
dos no se arriesgaban a cruzar las calles en medio del tiroteo
de los cantones.
La Comisión organizadora de los festejos se dirigió entonces
a los contendientes en demanda de una breve suspensión de
hostilidades y obtuvo pleno éxito en sus gestiones, quedando
transformada de inmediato la ciudad de campo de batalla en
campo de jolgorios y de expansiones patrióticas..
Al tedeum concurrió muchísima gente y con ella y la que ha-
bía en la Plaza Constitución se formó luego una gran columna
encabezada por los agentes dipilomáticos y consulares de Fran-
cia, Inglaterra e Italia, que recorrió las calles en medio de los
vivas y aclamaciones de las fuerzas en lucha que en ese mo-
mento abandonaban sus fusiles.
Llegada la concurrencia a la barraca Esteves, fué nombrado
280 Anales de Ja Universidad

presidente del banquete Amadeo Bomplanjd, el ilustre compa-


ñero de Humboldt, que acababa de llegar a Montevideo.
Bompland brindó "por el restablecimiento de la paz, de la
agricultura y del comercio de la República Oriental".
"Hoy es un día de luto para la República Oriental — expresó
luego el doctor Leonard — ; la guerra civil ensangrienta las
calles. Nuestro banquete ha dado lugar a una t r e g u a . . . Que
esta tregua se convierta en una paz sólida y duradera".
"A La pacificación de la República Oriental — dijo alzando
su copa don Adolfo Vaillant — al olvido de todas las discordias
que suspenden el progreso, traban el comercio y coartan la pros-
peridad de este magnífico país".
iConcluído el banquete salieron los comensales llevando gajos
de laureles en las manos, y de nuevo la columna recorrió las
calles en medio del estruendo de los cohetes y a la vez de los
preparativos de los cantones para reanudar el combate, que en
efecto reanudaron así que llegó el anuncio de la terminación de
los festejos.

Los refi'Olucionarios se embarcan para Buenos Aii-es.

Pero la lucha no podía prolongarse. El número de los revo-


lucionarios no aumentaba, en tanto que crecía de hora en hora
el de los sostenedores del Gobierno.
Varias fórmulas de conciliación propusieron sin éxito don Flo-
rentino Castellanos y don Tomás Villalba que actuaban como
intermediarios del Gobierno. Los revolucionarios empezaron por
pedir y obtener que don Juan Miguel Martínez fuera nombrado
Ministro general, cargo que ya había desempeñado meses antes.
Pero luego surgieron dificultades imposibles de allanar. El jefe
del movimiento don José María Muñoz, pidió entonces al minis-
terio que el jefe del cuerpo de artillería, sargento mayor Ve-
dia, quedara en su puesto, asegurándole que sería "un apoyo
del Gobierno protector de las garantías de todos los ciudada-
nos", o que por lo menos fuera reemplazado por el capitán Al-
decoa. '
Ambas proposiciones signifioajban colocar el gobierno bajo la
tutela de los revolucionarios, y Bustamante, lejos de aceptarlas,
contestó con un decreto en que prevenía que los que depusieran
de inmediato las armas entrarían "al goce de las garantías in-
dividuales que todos los ciudadanos tienen por la Constitución
Anales de la universidad 281

y por las leyes", y que los que las mantuvieran serían tratados
con toda severidad.
Ante ese ultimátum los revolucionarios, que estaban venci-
dos, se dirigieron al muelle y se embarcaron en número de dos-
cientos y tantos entre civiles y militares, sin que nadie los mo-
lestara.
La lucha se había prolongaido desde el 25 hasta el 2 9 de
noviembre. Cinco días de fueigo durante los cuales hubo 2 0
hombres muertos y 30 heridos, según las relaciones del ecóno-
mo del Hospital de Caridad y de uno de los médicos que se ocu-
paban de la recogida de los caídos.
El Gobierno pasó en el acto a la Comisión Permanente un
mensaje en que daba cuenta de las medidas adoptadas y denun-
ciaba como jefes del movimiento y responsables de todo lo ocu-
rrido, a los diputados don José María Muñoz, don Eduardo Bel-
trán y don Fernando Torres.
Don Fernando Torres se apresuró también a dirigir a la
Comisión Permanente un extenso documento en que descri-
bía los sucesos en la forma que extractamos a continuación:
Desde mediados de noviembre corrían rumores alarmantes,
y yo vi al Presidente para .aconsejarle un cambio ministerial y
la organización de un batallón de guardias nacionales, con jefes
y oficiales que nombraría el Gobierno mismo para evitar los in-
cidentes partidistas ya ocurridos. Otros ciudadanos se aproxi-
m á r o n l a ! Presidente para darle análogos consejos. La atmós-
fera se fué caldeando. El 24 se supo que en el Cabildo habla un
centenar de soldados *de caballería. Fué una noticia que alar-
mó mucho. En casa de don José María Muñoz se congregaron
40 ciudadanos y habiéndosie interrogado sin resultado satisfac-
torio acerca del objeto de ese armamento, pasaron el doctor
Muñoz y sus amigos al cuartel de artillería cuyo jefe estaba
también muy alarmado. En nuevas entrevistas se hizo saber al
Presidente que su conducta daba lugar a que algunos creyeran
en la existencia de vínculos de solidaridad con don Manael Ori-
be, creencia robustecida por la filiación política de varios de
los oficiales reunidos en el Cabildo. Antes de la ruptura de las
hostilidades, reanudáronse las conferencias sobre la base de un
cambio ministerial, siendo nombrado entonces Ministro general
don Juan Miguel Martínez, que satisfacía a los revolucionarios,
al misimo tiempo que era atacado uno de los cantones de la re-
282 Anales de la Universidad

volución y que don Manuel Oribe entraba al Cabildo con man-


do de fuerzas, fracasando con ello las negociaciones y quedando
rotas las hostilidades.

Después del triunfo.

Fué de tolerancia para los vencidos la semana que subsiguió


a la terminación de la lucha.
)En vez de destituir a los empleados civiles y militares que
habían hecho causa común con los revolucionarios, se limitó el
Gobierno a disponer que todos los que se encontraran en ese
caso se presentaran a sus jefes inmediatos, bajo apercibimiento
de ser declarados cesantes.
Pero en seguida volvió a agitarse el ambiente ante el anun-
cio de un ataque por sorpresa que darían los mismos revolucio-
narios que hablan emigrado a Buenos Aires, y el Gobierno con-
firió de nuevo la Comandancia General de Armas al general
Flores y tiró un decreto por el cual prescribía que los com-
plicados en el movimiento revolucionario sólo podrían regresar
al país con permiso especial de la Policía.

La diplomacia brasileña durante las revoluciones que aciabamos


de historiar.

¡Hay que hacer justicia a la diplomacia brasileña! Sabía po-


ner en movimiento a los elementos nacioirales, a ñn de que par-
tiera de ellos la iniciativa para que el Brasil pudiera dar el zar-
pazo más cómodamente y sin aparecer como el principal pro-
motor de nuestras revoluciones.
Cuando Flores dictó su decreto restrictivo de la libertad de
imprenta en agosto de 1855, don Manuel Herrera y Obes diri-
gió al doctor Amaral, por insinuaciones de éste sin duda alguna,
una carta en que recababa su intervención a favor del pueblo.
El Presidente Flores — le decía — viola con ese decreto la
Constitución. El país que ha luchado por sus instituciones du-
rante doce años, se halla otra vez expuesto a la guerra civil
En nombre de todos los intereses amenazados y como signata-
rio de los pactos con el Brasil, vengo a solicitar el cumplimien-
to de los tratados de alianza de 1 8 5 1 . . . "lEn esa lucha entre
el pueblo y la autoridad rebelde al mandato que de aquél reci-
Anales d:^ /u Universidad 283

bió y de los deberes que con él aceptó, el Gobierno de S. M. Im-


perial ba pactado su -asistencia y el todo de su apoyo al pueblo
despojado de sus derechos y amagado en sus más caras libertades.
El se ha constituido garante de esa libertad y derechos, hacien-
do de su respeto una condición inseparable del cumplimiento
de los de,beres que contrajo en favor de la autoridad legítima-
mente constituida".
No siempre, sin embargo, era posible al diplomático imperial
permanecer en la penumbra. A veces quedaban en claro sus
manejos y entonces estallaba la protesta. A fines de agosto, por
ejemplo, cuando se buscaban fórmulas de conciliación que al
fin no se encontraron por culpa de la misma diplomacia brasi-
leña, uno de los delegados populares, don Jacobo A. Várela, pa-
dre de José Pedro Várela, dijo al Presidente Flores que el Mi-
nistro Amaral se había presentado al pueblo reunido en los al-
rededores del domicilio de don José María Muñoz, para ofrecer
sus servicios, pero que todos habían contestado que no podían
aceptarlos por emanar de un Ministro extranjero.
Tanto se preocupaba la diplomacia imperial de agrandar sü
tutoría, que al escribir el Relatorio de 1855 no vaciló el canci-
ller brasileño en estampar este estupendo párrafo relativo al
decreto restrictivo de la libertad de imprenta:
"Las buenas reilaciones tan largo tiempo sostenidas entre la
Legación Imperial y el Gobierno de la República fueron, a con-
secuencia de aquellas medidas, alteradas repentinamente. El
Ministro del Brasil no podía dar su asentimiento a una medida
excepcional que el orden público fuertemente defendido por la
intervención brasileña no reclamaba. El tenía el derecho de ser
oído previamente y de ser atendido respecto de medidas de se-
mejante naturaleza".
Una vez en posesión de la carta en que don Manuel Herrera
y Obes recababa su intervención, el doctor Amaral dirigió una
nota a Flores en que decía que el decreto limitativo de la li-
bertad de imprenta era contrario a la Constitución de la Repú-
blica y deibía por lo tanto ser derogado.
En su respuesta a esa especie de conminatoria, establecía Flo-
res que el decreto era la consecuencia de los desbordes de la
prensa, agravados por la llegada de don Manuel Oribe al puerto
de Montevideo y por trabajos hostiles a la tranquilidad pública.
Agregaba que la actitud de Amaral estaba dando lugar a que
284 Anales de la Universidad

se dijera que el ejército imperial era favorable a los planes de


la oposición. Y concluía pidiendo al Ministro una manifestación
pronta, franca y leal, encaminada "a calmar las inquietudes que
£>uibrecogen al pueblo, aunque en manera alguna pueden afectar
el ánimo del Gobierno",
Como nada contestara Amaral, reiteró Flores su nota cuatro
días después en estos términos:
El decreto restrictivo de la libertad de imprenta no ba produ-
cido "el efecto saludable que se buscaba". Lejos de ello, ha sido
desacatado por el mismo diario que había dado mérito a la me-
dida, y tal hecho, unido a "las maquinaciones subterráneas de
que el Gobierno tiene conocimiento", hacen prever próximos des-
órdenes. En tal situación pregunta el Gobierno: J." ¿Cuál se-
rá la actitud de la división imperial en el caso extremo de un
conflicto ocurrido por la tenaz resistencia de aquellos que des-
conocen su autoridad? 2.° Desenvueltos y precipitados los su-
cesos, dando por resultado un motín, ¿cuál será la línea de con-
ducta de la Legación Imperial . . . " El Gobierno está decidido
"a organizar elementos para rodearse de aquella respetabili-
dad que su propia conservación y decoro requieren, en el caso
no esperado de que los auxilios de su aliado no hayan de ser
una realidad en un caso supremo".
Era imposible postergar por más tiempo el silencio. Pero el
Ministro Amaral que había resuelto erigirse en director exclu-
sivo de la política oriental, contestó con el incalificable desenfa-
do a que lo tenían acostumbrado los acontecimientos:
El tratado de alianza "asegura la intervención del Gobierno
Imperial solamente para fortiíñcar la nacionaliidaJd oriental por
medio de la paz interior y de los háibitos constitucionales. . .
Las armáis de la intervención iimperial no deiben por lo tanto
apoyar sino la paz que tuviera por base los hábitos constitucio-
uales. Esta base puede ser solapada o por las agresiones anár-
quicas de la multitud a la autoridad legítima del gobierno o por
^fl? exorlíitancias de éste contra los derechos de los dudadanos».
"Eil Gobierno de la República — reiplicó en eil acto Flores —
repele la calificación que S. E. el señor Amaral se ha permitido
hacer de su conducta cuando establece que la base de los hábi-
tOiS constitucionales puede ser solapada poT las exorbitancias
del Gobierno contra los derechos de los ciudadanos. Por el sis-
tema que rige a la República del Uruguay no existe más que un
Foder autorizado para censurar los actos opuestos del Gobierno,
Anales de la Universidad 285

y ese poder representado por la Comisión Permanente ha com-


partido, aprobando su conducta, la responsabiilidad constitucio-
nal que el Gobierno asumió ante la Asamblea G'jneral por aque-
llos actos. . . El auxilio estipulado, que el Imperio no puede ne-
gar bajo ningún pretexto, es precisamente para que se baga efec-
tivo el eficaz apoyo que ambas partes contratantes conceptua-
ron necesario para robustecer la autoridad legal a fin de fortifi-
car la nacionalfidaJd oriental por medio de la paz interior y de
los hábitos constitucionales. La paz interior y los hábitos cons-
titucionales son el fin y no los medios de la alianza, y para con-
seguir ese fin es que se estipularon auxilios siempre que para
sofocar la subversión del orden público, sea cual fuere el moti-
vo, los requiriese el Gobierno de la República. De otro modo el
elemento de la alianza sería un elemento de destrucción. De
otro modo se tornaría en realidad la imputación proclamada ya
en la misma tribuna imperial, que el representante de la alianza
fomentando nuestras pasiones y nuestras disensiones, está siem-
pre pronto para vitorear al que vence".
Concluía Flores su nota preguntando de nuevo si la Legación
prestaría o no su ayuda militar, "bien persuadido de que pa-
sadas veinticuatro horas sin verificarlo, el Gobierno de la Re-
pública interpretaría su silencio como una ruptura del tratado de
alianza".

El gobierno de Flores pide el ceso de la intervención.

Pero pasaron las veinticuatro horas y otras muchas más, sin


que el Ministro Amaral diera señales de vida.
Producido finailmente el movimiento revolucionario, volvió
Flores a dirigirse al diiplomático brasMeño desde su cuartel ge-
neral en la villa de la Unión.
"Para sofocar a los anarquistas — le decía — que en el día
de ayer se apoderaron de una parte de la ciudad, hollando de
este modo los principios constitucionales, y. . . deseando evitar
por todos los medios la efusión de sangre de orientales, espera
de S. E. el señor Ministro la cooperación del ejército auxiliar a
sus órdenes con arreglo a los pactos existentes".
La Legación siguió callada y el Gobierno reiteró su nota con
el mismo resultado negativo.
Ya no cabían ilusiones de ninguna especie acerca de la acti-
tud del ejército impeTial que estaba de guarn,ición en la plaza
286 Anales de la Universidad

de Montevideo, y Flores resolvió dar por concluidas sus relacio-


nes con el Brasil.
"Este suceso escandaloso — decía al Ministro Amaral en una
última nota — la impunidad con que siguen aumentando sus
fuerzas los anarquistas y preparando puntos de defensa Mjo la
protección de las fuerzas aliadas; la indiferenqia con que V. E.
mira la actitud que debiera asumir con infracción del tratado de
alianza entre mi gobierno y S. M. el Emperador del Brasil, po-
nen a mi gobierno en el deber de protestar como lo hace contra
la conducta observada por el señor Ministro plenipotenciario del
Brasil" . . . y de "suspender sus relaciones con el señor Ministro
imperial hasta obtener una satisfacción de la buena fe con que la
República aceptó los tratados de alianza".
Y en el'acto envió instracciones a la LfOgación Oriental en Río
de Janeiro para solicitar el cese de la intervención armada y el
retiro del Ministro Amaral.

La liegación Brasileña procura evitar el cese de la intervenoión.

Desde el comienzo de este incidente diplomático el Ministro


Amaral hizo correr la noticia de que daría orden a las tropas
brasileñas de estación en Montevideo para que se retiraran a Río
Grande. Procuraba con ello poner en movimiento al comercio de
Montevideo y en general a las clases conservadoras, como efec-
tivamente lo consiguió bajo forma de representaciones destina-
das a evitar que las supuestas órdenes tuvieran efectivo cum-
plimiento.
El doctor Pico, agente de la Confederación Argentina en Mon-
tevideo, que se daba cuenta de las maniobras de la Legación
Brasileña, escribía a su Grobierno a proipósito del retiro de las
tropas exigido por el Presidente Flores (nota reproducida por
"La Reforma Pacífica" en 1864):
"Pero no creo equivocarme anticipando que esta petición del
Presidente de la República será eludida y sólo dará lu'gar a una
nueva violaqion de los convenios existentes. El empeño que ha
demostrado el señor Amaral por obtener peticiones de los habi-
tantes solicitando su permanencia, los contratos que se han he-
cho para alquilar fincas en que vivan los jefes y oficiales de la
div¡isión, bastarían a demostrar su intención de permanecer,
aunque no se tenga en cuenta que las cuestiones pendientes con
el Paraguay hacen para ©1 Brasil de una extrema necesidad te-
Anales de la TJnivct'siúad 287

iier en el Río de la Plata un puerto y una j)laza en que abrigar


y abastecer sus buques, calocar sus depósitos y sus reservas y
ejecutar con libertad el movimiento de sus tropas".
La prensa adicta a la revolución trató más de una vez de jus-
tificar la descarada violación del tratado de alianzia.
"Somos de los que en las filas del pueblo — escribía un co-
rresponsal de "El Comercio del Plata — hemos resiistido los
atentados del Poder en los últimos días. Somos por consiguiente
de los que para burlar los intentos y las horribles consecuencias
que aquellos atentados llevaban consigo, trajimos a nuestro lado
la intervención brasileña y utilizando los deberes que le impo-
nen los pactos existentes hemos reivindicado los derechos holla-
dos y las libertades amenazadas sin la sangre y los escándalos
que en otro caso y de otro modo hoy nos envolverían por todas
partes."
Pero no todos los escritores revolucionarios cerraban en esa
forma los ojos ante el espectáculo .que tenían por delante.
El doctor Gregorio Pérez Gomar, uno de los redactores de "La
Libertad", precisamente el diario fundado para preparar la re-
volución contra Flores, escribía hablando de la intervención bra-
sileña:
"Nada debemos, ni hemos debida al B r a s i l . . . Todos los ac-
tos de éste que han tenido relación con nosotros han redun-
dado en utilidad suya, como la demarcación de límites para
cuya operación escogió el gabinete brasileño una de las épocas
más afligentes". . . El Brasil tenía que defenderse contra Ro-
sas que lo amenazaba, pero recién lo hizo cuando las fuerzas
del Plata se organizaron en forma poderosa contra su adversa-
rio. Y en cuanto a su intervención actual, ella no ha impedido
que la Constitución haya sido violada.
El doctor Juan Carlos Gómez, ocupándose de las revolucio-
nes de 1855 y d© la subordinación de don Andrés Lamas a
los estadistas brasileños, decía un año después en "La Tribuna"
de Buenos Aires:
El folleto de don Andrés Lamas sobre fusión de los parti-
dos fué publicado cuando don Manuel Oribe viajaba en direc-
ción al puerto de Montevideo hajo la garantía del Brasil. Ese
folleto tendía a dividir a los colorados en el momento de ma-
yor peligro. Unos cuantos jóvenes cTe los dos partidos siguieron
la prédica de Lamas y fundaron un diario, dando lugar a la
persecución de sus redactores y a la revolución que estalló el
288 Aíiales de la Universirlad

mismo mes. En la revolución subsiguiente de noviembre que-


daron tendidos en las calles de Montevideo ciento y tantos co-
lorados y obligadas a expatriarse a Buenos Aires más de tres-
cientos. Por efecto del mismo folleto tiraron sus divisas Oribe
y Flores y el país está ahora abocado a grandes sinsabores.
Mucha exageración había sin duda en esas palabras, porque
la idea de la fusión estaba en eil ambiente desde antes de la
conclusión de la Guerra Grande, y era compartida por todos
]os hombres notables del país. Pero eLlas traducen la impresión
ele uno de los grandes testigos de la época acerca de los planes
de la diplomacia brasileña.

El gobierno de Flores da cuenta a la Comisión Permanente de


la connivencia brasileña con la rCTolnción.

Véase lo que decía el Presidente Flores dando cuenta a la


Comisión Permanente de la revolución de agosto de 1855:
"Desde la corte d&l Brasil se había enviado al Poder Eje-
cutivo una nota anónima en que se detallaba el plan de la re-
volución, designándose los autores que la realizaron el 28 de
agosto. En el discurso que eil Minisitro de Relaciones Exterio-
res del Imperio señor Paranhos pronunció el 10 de agosto
en la Cáimara de Diputados se voían rasgos prominentes que
aseguraban la realización del h e c h c " . . . Fué entonces que el
Poder Ejecutivo dictó el decreto lestrictivo de la libertad de
i m p r e n t a . . . "En tal situación, las reuniones secretas de los
conspiradores pasaron a ser públicas, asistiendo a ellas el se-
ñor Ministro del Imperio doctor José María do Amara!". . .
No contento con esto el Ministro Amaral .s© dirigió oficialmente
al Poder Ejecutivo para ofponeirse al decreto a título de una
interpretación constitucional ique sólo a la Comisión Perma-
nente competía h a c e r . . . El Gobierno eixigió* luego por escrito
al Ministro Brasileño el cumplimiento del tratado de alianza,
en cuanto obligaba a las fuerzas del Imiperio a prestar su coo-
peración para el mantenimiento de la paz, y preguntó con qué
elementos contaría en él caso de estallar una revolución. Pero
el Ministro no contestó, porque su silencio era el apoyO' que
necesitaban los revolucionarios para precipitarse... Estalló al
fin la revolución y el Presidente salió a las afueras de la ciu-
dad, donde se le reunieron algunas policías y un centenar de
hombres que aportó el Jefe Político de Canelones, y con esas
Anales de la universidad 289

luerzasi avanzó al día ságuiente na&ta la ciudad nueva con el


propósito de proteger la salada del Presidente del Senado, a quien
el Ministro diel Imperio instaba "para que ocupaS'e el sillón pre-
sidencial", , , En la noche del 2 9 el Poder Ejecutivo volvió
¡> dirigirse al Ministro del Brasil desde su cuartel general en
*as Tres Cruces, exigiéndole la cooperación del ejército a sus
órdenes, de acuerdo con el tratado vigente, sin obtener res-
puesta, y todavía reiteró su nota «-on el mismo resultado ne-
gativo.
Fué ante esa actitud, concluía el Mensaje, que el Poder
Ejecutivo formuló su protesta y susipendió sus relacioines con
el Ministro Amaral,' a tiempo que anticipaba a una comisión
de comerciantes que trabajaiba en favor de la paz el propó-
sito de realizar el sacrificio de s^u puesto y de renunciar a la
primera magistratura en obsequio a la terminación de la lucha.

El retiro de las tropas brasileñas.

Como consecuencia de las órdenes, dadas por el gobierno de


Flores a la Legación del Uruguay en Río de Janeiro y de la
actitud verdaderamente asombrosa de las tropas traídas para
mamtener el orden, llegó a Montevideo en misión extraordina-
ria un nuevo dipíomático brasileño, el viziconide de Abaeté.
Y a mediados de noviemibre, ya derrumibado Flores y en la
víspera de la segunda revolución de los conservadores, las tro-
pas brasileñas se ponían en march? con rumbo a Río de Ja-
neiro, después de un cambio de notas en que la cancillería
oriental quiso dejar constancia de la perfecta corrección y dis-
ciplina de esas tropas durante su lurga permanencia en Monte-
video, con el arrumaco de qiue su retiro constituía "la más
completa prueba del elevado desinterés. . . de la política del
Gobierno Imperial en sus relaciones con la República".
No era ese ciertamente el sentimiento que predominaba en
la República. La diplomacia brasileña había mantenido a los
partidos en perpetua guerra, había vo-lteado o tratado de vol-
tear uno tras otro a todos los gobiernos; había tratado de
inund'ir en las clases conservadoras la convicción de que era
necesario recurrir al protectorado extranjero para salir del
casos que ella misima promovía a manos llenas. Las tropas ha-
bían venido con ánimo de quedarse con la presa y se iban
a disgusto, cediendo a la reprobación unánime o casi unánime

19-
290 Anales úe la universidad

del país que las rechazaba como un gran factor de discordias


y que habría concluido por echarlas a viva fuerza si hubie-
ran pretendido quedarse en Montíivideo.
Cuando esas tropas se retirabaa en dirección a la fronteriw
avanzaba desde Río de Janeiro coa rumbo al territorio orien-
tal otro fuerte ejército brasileño. La prensa dio la voz dd
alarma con detalles espeluznantes: que el Imjperio se posesio-
naría de toda la zona del Yaguaron; que el puerto de la Colo-
nia pasaría al Brasil como prenda de las sumas anti-.;ipaclas
por el Tesoro imperial; que en diversos puntos de la frontera
había partidas dipuestas a invadir. El Gobierno desautorizó
los rumores, pero que aligo de verdad había en ellos se en-
cargó de demostrarlo una información de la prenda de Río
Grande que reprod^ujo la -dte Montevideo, según la cual el Go-
bierno Imperial en presencia de los sucesos políticos orienta-
les había constituido entre Yaguaron y Bagé des Ir principios
(!e octubre "un campo de obsenvación", poblado naturalmente
con fuertes contingentes militares.
Si el manotón no se dio fué porque el país entero lo habría
rechazado, confundidos los floristas, los conservadores y los
blancos en un solo movimiento bajo la presión de los mismos
abusos de la demoledora diplomacia imperial.
Alguna indicación importante debió partir también de la di-
plomacia europea, que desde meses atrás ejercía funciones de
vigilancia, según resulta de este párrafo de la Memoria presen-
tada a la Asamblea en mayo de 18 55 por nuestro Ministro de
Relaciones Exteriores don Alejandro Chucarro, al ocuparse del
acuerdo en que se fijaban los fines, conidición y duración de!^
auxilio militar prestado por el Imperio*
"La celebración de ese acuerdo era de tanta más convenien-
cia cuanto que ya los Gobiernos de Francia e Inglaterra, por me
•dio de sus respectivos Ministros acreditados cerca de la corte del
Imperio, habían manifestado al gabinete brasileño las apren-
siones que nutrían, a consecuencia d^ conservarse aún en Monte-
video una división imperial cuando parecían estar satisfechos los
fines de la intervención".

El Brasil trataba de extender sus garras al Paraguay.

También estuvo expuesto en esos momentos el Paraguay al


zarpazo del Brasil y el zarpazo se habría dado en forma incon-
Anales de la universidad 291

trarrestable si Montevideo no hubiera repelido de su seno al


conquistador solapado.
A principios de 1855 el Gobierno Imperial despachó una fuer-
te escuadra contra el Paraguay e hizo avanzar un cuerpo de
ejército en son de guerra por el lado de las Misiones.
El Presidente del Paraguay lanzó en el acto un manifiesto
anunciando al país esa doble agresión. Pero el ambiente volvió
a serenarse porque el aJlmirante brasileño desembarcó en la
Asunción con una carta que Jo acreditaba como Ministro Pleni-
potenciario para celebrar un tratado de comercio y navegación
que fué ajustado sin dificultad, y un tratado de límites que fra-
casó .porque el Brasil se atribuía deredhos sobre inmensos terri-
torios que no le pertenecfan.

El período complementario de la administración Giró.

El general Plores haibía sido elegido para completar el período


presidencial de don Juan Francisco Giró—marzo de 1852 a mar-
zo de 18'5i6'—^interrumpido ¡por la revolución de 1853. Por efecto de
su renuncia subió a la presidencia de la RQptública en septiembre
de 1855 don Manuel Basilio Bustamante que ocupaba a la sa-
zón la presidencia de la Oámara de Senadores, hasta febrero de
1856 en que entró a ejercer el mando el nuevo Presidente del
Senado don José María Pía.
Como además hubo un interregno de dos dictaduras a raíz de
la caída del gobierno constitucional y de una tercera antes de
la caída de Flores, resulta que el período presidencial de marzo
de 18'52 a marzo de 1856 lileigó a contar dos presidencias cons-
titucionales: la de Giró y la de Flores; tres dictaduras: la del
triunvirato de Lavalleja, Rivera y Flores, la de Flores y la de
Lamas; y dos interinatos a cargo de los Presidentes de la Oámara
de Senadores.
Cuatro años de cruda e incesante agitación política y de gra-
ves subversiones institucionales, como hemos tenido oportuni-
dad de verlo en el curso de este capítulo.

Las últimas palabras del constituyente Masini.

Estas luchas sangrientas, que con tanta frecuencia se repe-


tían en las calles de la ciudad o en las cuchillas de la campaña,
constituían la terrible pesadilla de los proceres de aquella épo-
292 Anales de la Universidad

oa desgraciada en que lo normal era el combate y lo transitorio


la paz.
En enero de 1855, cuando ya asomaban los primeros sínto-
mas de la revolución de los conservadores, cayó enfermo de
muerte" el constituyente don Ramón Masini; y he aquí sus últi-
mas palaibras según el después general Leandro Gómez, que lo
asistía:
"No crean que sienta dejar de viviir en una época tan fatal
y en la cual no veo remedio eficaz a los terribles males que afli-
gen a nuestra desgraciada tierra. ¡No! Yo recibiré la muerte
como un beneficio de la Divina Providencia. Ustedes tal vez ten-
drán que verter algunas lagrimáis más de dolor".
Dando la explicación del pesimismo o, más bien dicha, de la
desesperación en que vivían los prohombres de la época, decía
don Manuel Basilio Bustamante al terminar su interinato pre-'
sidencial el 15 de febrero de 1856:
"La decadencia de nuestro comercio, la despoblación de nues-
tras ciudades y el desaliento de nuestra hacienda pública, son
hechos de tal notoriedad que no vendría a mencionarlos espe-
cialmente en este lugar si no fuera porque hay efectiva necesi-
dad de recordar su existencia para acudir con el remedio que
sea más conveniente, a fin de hacer cesar cuanto antes su per-
judicial y funesta influencia. La principal o más bien dicho la
única causa de este estado de cosas tan sensible, son nuestras
desavenencias, nuestros odios recíprocos, muestras discordias ci-
viles. Cuando en una sociedad, honorables senadores y represen-
tantes, tienen lugar como en la nuestra los dolorosos sucesos
que hemos presenciado de cuatro años a esta parte, ¿cómo es
posible que en medio del trastorno que ellos han traído, esa so-
ciedad florezca, que su comercio prospere, que su crédito se ex-
tienda y consolide? Bajo tales circunstancias, harto hace ella
en conservarse y en resistir el influjo de tan poderosos elemen-
tos de disolución. Exigirle más, equivaldría a exigirle un imposi-
ble en el orden natural de las cosas. Con este convencimiento,
del cual no es dudoso que participe V. H., el Poder Ejecutivo
considera excusado manifestar aquí que en su concepto el gran-
de objeto hacia el cual deben tender todos vuestros conatos en
el próximo período de vuestras sesiones legislativas, es el res-
tablecimiento de la concordia entre nuestros conciudadanos y la
extinción comjpleta de esas insensatas pasiones políticas qiue
por tanto tiempo han desgarrado el seno de nuestra patria".
Anaies de la Uniíasidad 293

No todo era pesimismo, felizmente, en ese terrible ambiente


de nuestro períoido de formaición.
En el curso del mismo año del fallecimiento del constituyente
Masini murió en Buenos Aires el general Melchor Pacheco y
Obes, argentino por el lugar de su nacimiento, pero oriental por
la resolución persistente de su cerebro y los sentimientos de su
corazón. Pocos meses antes, al salir de un ruidoso jury contra
don Ramón Cáceres, había dicho contestando a los que ponían
en duda sus grandes y ardorosos entusiasmos patrióticos:
"Podrán disputarme la calidad de o r i e n t a l . . . Pero por nada
en el mundo llevaría los colores de otro p u e b l o . . . Si viviera
hoy la Roma que fué dueña del mundo, no cambiaría el título
de oriental por el de ciudadano romano".
CAPÍTULO V

Movimiento eeonómico

lia población.

Al finalizar el año 1854 "El Comercio del Plata" calculaba


la población de la República en 130,000 almas y hacía notar que
el Presupuesto General de Gastos absorbía al mes 130,000 pe-
sos, o sea justamente la cuota mensual de un peso por habi-
tante.
Los gastos estaban bien calculados. Pero la cifra de la pobla-
ción, casi igual a la del censo levantado a raíz de la conclusión
'de la Guerrta Grande, deibía ser más baja.
Como el mismo diario lo hacía constar, la corriente inmigrato-
ria se había detenido totalmente por efecto de los trastornos po-
líticos, económicos y financieros que subsiiguieron al movimiento
revolucionario de julio de 1853.
Tc5idosi o casi todofe los .pasajeros de ulltramar que bajaban a
nuestro puerto se reem'barcaban en el acto para Buenos Aires
por falta de trabajo, y los mismos del país tenían que seguir
el camino del extranjero bajo la presión de las persecuciones po-
líticas, de la inseguridad de la campaña y de las estredheces de
la vida.
He aquí el mioivimiento de entradas y salidas d'Urante los 16
meses corridos desde enero de 1853 hasta abril de 1854 según
ios registros de la Policía de Montevideo (la primera columna
indica los pasajeros presentados a la Policía y la segunda los
pasaportes expedidos):

Entradas Salidas

1853 (12 meses)


1854 ( 4 » )
Anales de la Universidad 295

Tenían que ser muy deificientes los registres policiales, como


se encargaba de prevenirlo la prensa de la época. El que arri-
baba al país estaba interesado en presentarse a la Policía para
impedir sospechas. En cambio, debían ser numerosas las salidas
clandestinas, tanto porque el pasaporte imiponía un desembolsa
de dinero, como porque las alternativas de la política obligaban
mudhas veces a huir de la Policía. Las cifras corresipondientes a
la salida debían ser, según "El Comercio del Plata", un 25 %
más altas de las que arrojaba la contabilidad policial.
Una ley dictada en 1854 suprimió el pasaporte para el inte-
rior y exterior de la Reipública. Pero otra sancionada en 18 55
restableció esia retranca con propósitos financieros más que po-
liciales o políticos. Cada persona adulta debía pagar dos pesos
y la cuarta parte de esa cantidad los menores de edad.
A fines de ese mismo año hacía constar la prensa de Monte-
video, llena de lisonjeras esperanzas, que de las barcadas de ul-
tramar destinadas al Plata habían quedado 163 colonos en nues-
tro puerto. Pero algunos meses después, en septiemhre de 1855,
anotaba el dato pesimásta de que die 600 inmigrantes llegados de
Europa, todos habían vuelto a embarcarse rumbo a la Argen-
tina, con excepción de cincuenta y tantos que seguían a la es-
pera de colocación. Y que las perspectivas se fueron empeorando
de día en día lo revelan dos informaciones periodísticas de prin-
cipios de 1856. La primera de ellas hacía constar la llegada do
300 inmigrantes y el inmediato reembarco de todos ellos para
Buenos Aires. La segunda anunciaha la lllegada de 64 0 más y
el reembarco subsiguiente de su casi totalidad para Buenos Ai-
res y Entre Ríos.
En 1855 nombró el gobierno de Flores una Comisión encar-
gada de promover la inmigración y la colonización y de correr
con todo lo relativo al alojamiento y alimentación de los inmi-
grantes. La Comisión quedaba autorizada para establecer subco-
misiones auxiliares en los departamentos. No alcanzó ese decreto
a traducirse en hechos, porque la Comisión carecía de recursos
y el país de ambiente tranquilo para la atracción de elementoa
de trabajo. Ya el año anterior había tratado el Gobierno, sin
resultados, de estimular la organización de una sociedad por ac-
ciones con un programa idéntico.
Los brasileños seguían entretanto su nunca interrumpido mo-
vimiento de avance, explotando la ausencia de población en nues-
tras zonas fronterizas. Véase lo que decía en octubre de 18'54
296 Anales .de la Universidad

al Ministerio de Gobierno la Junta Económico-Adim-inistrativa de


Cerro Largo, demostrando la niecesidad de eniviar allí un regi-
miento de línea destinado a servir de asiento a un, pueblo o co-
lonia que detuviera la absorción:
"Existe en este deipairtamento un disitrito que merece que el
Gobierno fije en él su atenlción. Es el de Aceguá. Todos sus mo-
radores son, con poquísiimas excepciones, brasileños y apenas si
se conoce en él el idioma castellano. La nueva demarcación de
iimites, próxima sin duda a llevarse a cabo, arrancará una buena
porción de diclho distrito y el Imiperio no dejará pasar mucho
tiempo sin fundar en él un pueblo. Las consecuencias son fáci-
les de calcular."
No se contentaba el Imiperio con llenar de brasileños las zo-
nas fronterizas. También robaha a nuestros hombres de color
para encadenarlos como esclavos en sus mortíferos estableci-
mientos agrícolas.
Doin Andrés Lamas denunció a la cancillería imperial en enero
de 1855 el caso de un mulato oriental que había sido conducido
a Río de Janeiro y allí to-rturado' y vendido como esclavo. Su
reclamo sólo dio por resultado que la víctima fuera sometida a
nuevos y terribles castigos, según resulta de una segunda nota
publicada diez añois después.
"He adquirido — decía en esa nota nuestro Ministro — el
cion¡venicimiento de que no existe justicia para el hombre de color
y creo que buscando justicia sólo volverá a encontrarse el látigo
del castigo' que dilacera las carnes."

Mi movimiento comercial.

Todo el período del gobierno de Flo'res fué de aplastamiento


comercial, por efecto de las continuas agitaciones políticas que
ahuyentaban a los capitales lo mi'&mo que a los hombres.
Nuestro comercio languidece — decía "El Comercio del Pla-
ta" en marzo de 185i4 — y para darle vida habría que supri-
mir las aduanas y crear un gran puerto franco.
El puerto franco cotastituía p rete i samen te en epos momentos
una de las preocupaciones del Gobierno. Pero los sucesos po-
líticos desalojaban de la orden del día a los temas económicos, y
un' año después, en mayo de 1855, anotaban los diarios el he-
cho entristecedor de que las casas de comercio se iban cerrando
una tras otra por falta de movimiento.
Anales de la Universidad 2d;

Cuadro de las exportaciones.

Sólo el comercio de exportación se mantenía con vida, gra-


cias al la ganadería que progresaba a desipeclio de las conflagra-
ciones políticas y de las inseguridades de la cam/paña.
Pertenece a ''El Comercio del Plata", tan exacto y tan pro-
lijo en sus informaciones comerciales, el siguiente cua'dro de
nuestras exportaciones durante los cuatro años de los goibier-
nos de Giró y de Flores:

1852 1853 1854 1855

Carne, quintales. 20,420 37,444 43,780 62,774


Cueros vacunos secos . 479,496 650,179 325,522 269,261
» » salados . 113,563 111,831 106,545 113,654
» de potro secos . 86,970 191,456 114,993 96,442
» » » salados . 26,926 102,250 71,250 82,314
Gorduras, arrobas . 186,550 163,080 93,000 139,430
Luna, arrobas . . . . 59,620 183,150 51,010 48,080

Tratados de comercio.

Tampoco había ambiente favorable en esite período para la ce-


lebración de tratados de comercio.
El Poder Ejecutivo sometió en 18.54 a la sanción legislativa
un convenio con Portugal y la Comisiión de Legislación del Se-
nado solicitó que fuera devuelto a efecto de ser sometido a
nuevo estudio.
Las garantías, inmunidades y beneficios que acuerdan los tra-
tados — decía la Comisión en su informe — se basan en la re-
ciprocidad, y por eejp'acio 'dte mulc|ho's años todavía no po'd'rán loe
oriéntale» hacer efectiva esa reciprocidad, exponiéndose enton-
ces a perjudicar la condición de los mercados ribereños, sin ob-
tener en camhio ninguna compensación.

1A\ navegación en el puerto de Montevideo.

Sólo encontramos en las estadísticas de la época el cuadro co-


rrespondiente a los meses de enero, febrero y marzo de 1855.
He aquí sus principales cifras:
298 A'^ales de la Universidad

¡ Valores
I Número Tonelaje
embarcados

Buques entradot 140 30,839 988,904


» salidos 126 29,251 1.280,155

El 20 de octubre de 1854 estaban fondeados en el puerto de


Montevideo 75 buques de ulltramar, destacánidose poír sus ban-
deras los españoles con 20 buques, los ingleses con 14, los fran-
ceses con 13 y los sardos con 9.
El 8 de febrero del año 1856 estaban fondeados- 67 buques
de ultramar
Son dos fechas que tomamos al acaso de las informaciones
marítimas de la prensa de la época.

Bstiinulando el cabotaje.

Nuestra navegación de cabotaje, completamente absorbida


ipor la largieintina, lUeigó en 185i5 "-a suls últJimias agonías", se-
gún las palabras pronunciadas por el diputado don Patricio
Válzquez en la Cámara de que formaba parte, al presentar un
proyecto que declaraba libres de derechos los frutos del país
que se exportaran por los puertos de Montevideo o Maldonado
y que se gravara con un impuesto los que se exportaran del
litoral uruguayo para puertos extranjeros.
La Cámara de Diputados, de acuerdo con el orador, impuso
el 4 % a todos los productos uruguayos que no fueran ex-
portados por Montevideo y Maldonado, salvo la carne y los
cueras quie estaban sujetos a un derecho esipecífico. El Se-
nada eximió a los cereales, la harina, la cal, los ladrillos y la
piedra. Y la Cámara en que había tenido origen el proyecto,
aceptó la enmienda, quedando en esa foíma sancionada la ley.

Servicio de faros.

Una ley de 18 5'5 estableció el impuesto de 40 centesimos


por tonelada de registro a los buques que navegasen de Mon-
tevideo o de la Colonia al interior del Rio de la Plata o sus
afluentes, con cargo a la construcción de una fa^rola en el
Anales de la Universidad 299

puerto de la Colonia. Otra ley dictada inmediatamente después


creó el impuesto de tres cuartos de real por tonelada de re-
gistro a los buques de ultramar, con destino a la colocación de
faros y de una barca de refugio en el Banco Inglés y en la
Isla de Lobos. Y una tercera ley del mismo año autorizó al
Poder Ejecutivo para iniciar arreglos con el gobierno de Bue-
nos Aires y con el de la Confederación Argentina, tendientes
a la reglamentación en común de los impuestos de faros.

Los ríos uruguayos abiertos a la navegación del mundo entero.

Uno de los pocos decretos del triunvirato refrendados por


el doctor Juan Carlos Gómez como Ministro de Gobierno y
Relaciones Exteriores en 1853, declaró "abiertos a los buques
y comercio de todas las naciones los ríos navegables de toda
la República", invocando que el desarrollo de la riqueza na-
cional constituye el modo más eficaz de afianzar la paz pú-
blica y que la base de la prosperidad del país radica en la
más amplia libertad de comercio.
La gran Asamblea que puso término a la dictadura- de Flo-
res ratificó ese decreto mediante la ley de junio de 1854.

Consti'ucción de una dársena.

Don Pablo de la Norvannais presentó al Gobierno en 1855


una propuesta para la construcción de una dársena en el pa-
raje llamado "Baño de los Padres", comprendido entre la
Aduana y el rompeolas. La dársena podría recibir 200 barcos
de ultramar de 300 a 400 toneladas de registro. Estaría cerrada
y tendría un canal de 30 varas de anciho y una profundidad de
12 pies ingflieise® en bajía manea y 18 en alta marea, o sea un
fondo igual al de las zonas más profundas del puerto de Monte-
video. Dispondría de ramblas y embarcaderos y los barcos ope-
rarían atra'cád'OiS a Ta Atíuana. P a r a hacer frente ¡al pago d é l a s
obras icuiya ejeicuición eistaba esicallonada e)n tres 'años, se proyec-
taba un impuesto de diez rea/lies por toneflalda de registro sobre
los bancos qué hi'cier'an uso de la díárs^ena.
Cuando se empezaba a estudiar el proyecto estallaron las
revoluciones de los conservadores y la atención del Gobierno y
300 Anales de la Universidad

del país entero quedó concentrada en la política y ya el pro-


blema portuario iio vnlvió a figurar en la orden del día.

TentatÍTa para formar una compañía nacaonal de seguróos ma-


rítimos.

Un grupo de comerciantes' encabezado por los señores Rossi,


Charry y Oapurro, sometió a la aprobación del Gobierno, en
1'8(54, lois eistiatuitois 'desuna societílad ianóliima dé seguros ma-
rítimos, con capital de 300,000 pesos, iniciando con ello el pri-
mer esfuerzo del comercio de Montevideo para cubrir riesgos
que hasta entonces habían estado a cargo excausivo de compa-
íií'as radicadas en el extranjero.

Número de los estáblecimleaitos de giro.

Eini 1855 funcionaban en toda la República 4,092 estableci-


mientos comerciales e industriales sujetos al impuesto de pa-
tentes de giro.
A'l Deipartamento de¡ Monteividteo QoVrelápondfan 1,9 70 y a
los de campaña 2,122.
Del punto de vista de la nacionalidad de los propietarios, se
¡distribuían así esos establecimientos:

Pertenecientes a extranjeros 2,730


» » nacionales 1,862

He aquí algunas de las cifras parciales más importantes del


cuadro general de donde extraemos los datos que anteceden:

Almacenes por mayor 82 Pulperías . . . . 1,736


Asientos de atahona 247 Tiendas al menudeo 313
31 Zapaterías.... 154
Carpinterías . 171 Carros y carretas de
80 la Capital . . . 473
Hornos de ladrillo . 56 Carruajes particula-
Jabonerías y velerías 23 res y de alquiler . 86
16
Anales de la Universidad 301

La Plaza Cagancha era nuestro único mercado de frutos en


1855. Las carretas de campaña, con sus largas hileras de yuntas
cíe bueyes, tenían en elila su paradero y allí descargaban. Por de-
creto de enero del año siguiente entró a desempeñar iguales
funciones la Plaza de Artola, dividiéndose desde ese momento
entre las dos plazas todo el tráfico de frutos de la campaña.

La agricultura y la colonización.

El Ministerio de Gobierno se dirigió en 1854 a la Sociedad de


Población y Fomento pidiéndole datos acerca del estado de los
trabajos que estaban planeados al estallar el movimiento revo-
lucionario del año anterior.
El doctor Jaime Estrázulas, que presidía la Sociedad, produjo
con tal motivo un interesante informe del que resultaba que la
empresa tenía en julio de 1853 varios e importantes contratos
a realizarse en campos de su propiedad y en tierras municipa-
les, destacándose los siguientes:
'Con la razón social Treussein y C", por 1,000 familias ale-
manas de cinco personas cada una.
Con la casa Carlos Becú por 250 familias alemanas de "cinco
personas cada una.
Con la casa de Carlos Calvo, por 5,000 familias de Alsacia-
Lorena, Suiza y Alemania.
€on la casa de Agustín Murguiondo, por 50 familias de Al-
sacia.
En conjunto, 6,300 familias, con 31,500 personas. La Socie-
dad había resuelto además cooperar al empréstito Menck, me-
diante la entrega de las 500,000 cuadras destinadas a coloni-
zación.
Tal era el vasto movimiento paralizado por el derrumbe de la
administración Giró. Aún cuando el doctor Estrázulas indicaba la
posibilidaid dte emprender su reanudación, ya el país estaba muy
agitado y la campaña muy intranquila y no pudo la emprende-
dora em,presa allegar los elementos^ que reclamaha la efectividad
de su programa.
En ese programa figuraba la reconstrucción y complementa-
ción de una sociedad por acciones, fundada antes de concluir la
Guerra Grande, para el establecimiento de una colonia en el eji-
do de Meló con destino a un centenar ñe familias alemanas con-
tratadas por don Ruperto de las Carrfiras.
302 Anales de la universidad

No obstante todos los fracasos imputables a nuestros conti-


nuos disturbios políticos, la agricultura nacional pudo continuar
el fuerte impulso surgido a raíz del levantamiento del sii-
tio, y en forma tal que a fines de 1855 un diario tan bien in-
formado como "El Comercio del Plata" hacía constar que la
producción uruguaya, luego de atender el consumo interno, ha-
bía cubierto el déficit de las cosechas de Buenos Aires durante
dos años seguidos.
El mismo diario calculaba la cosecha de ese año en 140,000
fanegas de trigo y 25,000 de maíz y decía que durante los pri-
meros ocho meses se había exportado a Buenos Aires por el
puerto de Montevi'deo 17,6)5i3 bolsas de trigo y que a esa can-
tidad había que agregar otros fuertes embarques par el puerto
de Maldonado y también por el río Santa Lucía, donde hubo bar-
co que llegó a cargar 1,200 balsas de trigo. El trigO' alcanzó a
l^renderse en esa oportunidad a 8, 9 y 11 pesos la fanega.
Ya la colonización suiza quedaba prestigiada en la República
por un plantel de familias radicado cerca del Santa Lucía, que
dio impulso a la industria lechera e inició con mucho éxito la
fabrieación de quesos tipo gruyere.

Intereses ganaderos.

En 1854 prohibió el Gobierno la matanza de vacas y terneros,


invocando la necesidad de impedir el aniquilamiento de la cría
ganadera. Pero cuatro meses después quedaba sin efecto la pro-
hibición por haber desaparecido sus causas — decía el nuevo
decreto. La verdadera causa determinante de la derogación no
debía ser esa, sin embargo, sino la protesta de los ganaderos con-
tra la traba en momentos en que la Inptrainquilidad de la cam-
:)aña obligaba a precipitar la liquidacióm de las haciendas.
Apenas se vislumbró una esperanza de cailma empezó en nues-
tras estancias un fuerte movimiento a favor de la refinación de
las haciendas, destacándose entre todas la de San Jorge, en el
Río Negro, que recibió de Inglaterra, a principios de 1855, un
lote de yeguas y caballos frisones y un plantel de vacas leche-
ras al cuidado de cinco famiilias de labradores ingileses llamadas
a formar ambiente o escuela de intensos progresos rurales.
Una correspondencia del Salto dirigida a "El Comercio del
Plata" en marzo de 1854, establecía que las charqueadas de Río
Grande habían pagado hasta 12 patacones por novillo, pero que
Anales de la Universidad 303

ias cotizaciones habían descendido luego a 10 para los no-


villos y 8 para las vacas y que la carne gorda de consumo se ven-
día a la población del Salto a razón de medio patacón !a arroba.
Del bajo valor de los campos en esa época da idea la venta
de la estancia del brigadier Olivero, entre Tacuabú y Ñaquiñá,
en el Departamento del iSalto, compuesta de catorce leguas de
hermosos campos, por la suma de 30,000 pesos, o sea aproxima-
damente a razón de dos mil pesos la legua.

Otras industrias.

En 18'54 abordó la expjlotación del cobre en la "Mina del Sol-


dado" (Departamento de Minas) una empresta que disponía de
15,000 pesos levantados median-te la emisión de acc'.ones de 100
peeos cada una. Desde el comienzo de la explotación trabajaba
allí una treintena de operarios.
Al año siguiente se inició la explotación del mármol de Pan
de Azúcar en lia estancia de Burgueño y de un nuevo enlosado
que había empezado a usarse con mucho éxito en las calles de
Montevideo, constituido — decían los diarios — "por una com-
posición bituminosa conocida con el nombre de asfalto".
Ante la Municipalidad de Maldonado se presentó en 1855 don
Juan María Rossi, solicitando con desitino a la explotación de la
sal los terrenos conocidos con el nombre de Rincón de Maldo-
nado. El empresario ofrecía levantar un capital de dos mil pe-
sos mediante acciones de 100 pesos cada una. No era una no-
vedad, ciertamiente. Ya se habían practicado estudios por don
Luis Búrmester y en consecuencia la Asamblea resolvió acordar
a éste la prioridad bajo forma de privilegio exclusivo por diez
años para la instalación y funcionamiento de l'a nueva industria.
En 1855 empezó a funcionar el primer molino a vapor de
Montevideo. Se trata de "un hecho que no merece dejarlo pasar
en silencio" — escribía "El Comercio del Plata" — al batir
palmas desde la sección editorial ante ese progreso industrial.
La maquinaria del molino estaba sin embargo en el país desde
largo tiempo atrás. Pertenecía a la gian fábrica de estearina, áci-
do su'ltfiúrico y jabones, instalada en el Cerro por don Hipólito
Doinnel poco antes de estallar la Guerra Grande y abandonada
luego por efecto de la misma guerra. Fué transportada desde
las ruinas de la fábrica del Cerro hasta el Molino de Poujade y
alli aplicada a la molienda del trigo. Tenia doce caballos de
fuerza miotriz.
30 i Anales de la Universidad

El ejemplo debió ser sugerente, i:ues en el acto pidió y obtuvo


privileigio por cuatro afiois don Francisco Sainz Rosas para la
instalación de otro molino a vapor con maquinaria de 100 ca-
ballos, privilegio que censuró la prensa por tratarse de una in-
dustria que ya estaba planteada y en tren de manifiestos pro-
gresos.
En 1854 llegó a Montevideo con procedencia de Nueva York
la primera máiquina de coser. Su introductor la llevó en el acto
al domicilio del Presidente Flores y allí la bizo funcionar en
medio del asombro de todos los circunstantes. Acababa de exhi-
birse ese invento en las salas de una exposición industrial de
Norte América, cuyas vastas y variadas maquinarias arrancaban
el siguiente comentario a uno de nuestros diarios, "El Orden",
muy ajeno al movimiento de expansión del trabajo y abarata-
miento de la vida de que el mundo serta deudor a las máqui-
nas :
"Deberá llegar un tiempo en que las tres cuartas partes de
los habitantes del globo no tengan en qué emplear sus brazos
para obtener el sustento".
Otra industria mencionaremos: una fálbrioa de pianos insta-
lada en Miontevideo por el señor Villiadecants, que debutó an
1855 con la construcción de tres hermosos pianos, que eran
también los primeros que se hacían en el país.

Ferrocarriles y telégrafos.

Los señores Ronsttop y De Roy, capitalistas de Bruselas, pre-


sentaron al gobierno de Flores a principios de 1854 un pro-
yecto de ferrocarril de Montevideo a Río de Janeiro, sobre la
base de la garantía de un mínimum de interés durante los
primeros 9 años, cesión gratuita de las tierras públicas que ocu-
para la vía y de todas las minas que fueran descubiertas con
ocasión de los trabajos ferroviarios.
El Gobierno otorgó el privilegio' paTa el planteamiento del
ferrocarril sin la garantía del interés y dando participación al
Fisco en las minas que la empresa pudiera descubrir. Pero uo
volvió a hablarse más de este proyecto incubado en los comien-
zo,s de la dictadura de Flores por el optimismo brasileño que
desibordatoa ante el arribo del cuerpo de ejército destinado a
la conquista pacífica del Uruguay.
A mediados de 1^855 realizáronse en .Montevideo los ensayos
Anales de la Universidad 305

del telégrafo eléctrico, mediante un cable tendidO' desde el sa-


lón de sesiones del Senado hasta la easa del señor Bertonnet,
situada a diez cuadras de distancia^
Era la primera vez que teníian lugar en ©1 Río de la Plata y
la prueba constituyó un gran éxito. De la Argentina partieron
indicacion'es para que también allíi se verificaTan experiencias
análogas, según resulta *de una información de «El Comercio del
Plata»» que hablando del empresario señor Bertonnet decía a fines
de agosto: «tal vez se traslade a Buenos Aires a hacer pública es-
ta maravilla».
Corresponde a esos mismos meseg de aparente resurgimiento
económico la instalación de la "Sociedad Amigos del País", con
un vasto programa de construcción de puentes en toda la Re-
pública, a base de concesión de peajes. M proigrama de trabajo
debería empezar por el establecimiento de un puente en el Paso
de Mataogo en el Canelón G-rande.

La tierra pública.

Desde los comienzos del gobierno creado a raíz del derrumbe


c!e Giró, quedó suspendida la ley del año anterior pro'hibitiva
de la enajenación de tierras públicas, invocándose las nuevas
necesidades provocadas por los movimientos revolucionarios que
tenían lugar en la campaña.
Comipletando esa medida, designó el Gobierno una comisión
compuesta de don José María Reyes, don Francisco Magariños,
don Alejandro Ohucarro, don José Dellepiane, don Joaquín Re-
quena, don Manuel B. Irigoyen y don Guillermo Hamniell, con
el encargo de proponer los medios de hacer efectiva la ley que
disponía el desilimde general de 'las pixíipiedades rurales para de-
terminar la parte del fisco. La comisión presentó su dictamen a
rcediados de 1854.
La superficie de ila Reipúiblica — decía la comisión — es de
59,000 a 60,0-00 millas cuadradas. Las adjudicaciones dentro de
límites naturales arrancan desde los primeros tiempos del régi-
men colonial, y habría que clasificar los sobrantes de esais ad-
judicaciones de acuerdo con las leíj'es de 1835 y 1852. Pero lo
que debería abordarse ante todo es el catastro, ún catastro com-
pleto que podría quedaír a cargo del Eistado o concederse a una
empresa.
Juntamente con estos estudios se multiplicaban los proyectos
20.
306 Anales de !a T¿iuvcisi:':a(l

de utilización inmediata de la tierra pública, destacándose uno


utíi Poder Ejecutivo que establecía que debían ser preferidos
los poseedores al precio mínimo de 1,000 patacones por legua en
el caso de posesión treintenaria y de 1,500 en los demás ca-
sos, aplicándose el producto a la conisolidación de la deuda; y
otro de la Calmara de Diputados que autorizaba el pago del pre-
cio de la tierra en títulos de la deuda consolidada al 25 %
de su valor.
Examinando estos precios decía la Comisión de Hacienda de la
Cámara de Diputados:
"En épocas las más felices para la República las tierras del
Estado jamás valieron el precio que se les así-gna por el Poder
Ejecutivo, y lioiy que el país se halla empobrecido, nuestra cam-
paña enormemente despoblada y el numerarlo muy raro, de
todo punto imlposible es la enajenación de las tierras públicas
por los vaílores q.ue les asigna el Poder Eijecutivo. La Comisión
de Hacienda en mayoría tiene en vista que las tierras de pro-
riedad particular no valen hoy las cantidades marcadas como
precio a las públicas y tiene también el convencimiento de que
el particular que quisieira comprar campos hallaría muchos cen-
¡^enares de leguas por mil pes;os".
La Comisión de Haclonda proponía la reducción del primer
mínimum a 900 pesos, dejando intacto el segundo, en pesos co-
rrientes de ocho reales, pagaderos no en dinero como pedía
el Poder Ejecutivo, sino en títulos de deuda aforados al duplo
de su valor corriente. Y proponía también que so autorizara ai
Pioder Eljecutivo para enajenar las tres cuartas partes de las
tierras públicas. La cuarta parte restante quedaría afectada al
cumplimiento de los compromisos pendientes con los legionario"
de la Defensa y a trabajos de eolouizaciión.
Todos los proyectos de la época tendían a la negociación in-
mediata de la tierra pública con destino al pago de deudas. Pero
de vez en cuando surgían voces de protesta contra su idea inspi-
radora y a la vez de adlhesión ai plan primitivo de no despren-
derse de ese rico patrimonio y de explotarlo bajo el régimen de
los contratos de arrendamiento a larigos plazos.
La extinción de la deuda — escribía don Juan María Torres
en 1855 — debe buscarse en el cumplimiento estricto de la ley
de Presupuesto y no en la tierra pública. La tierra pública d<*he
reservarse para otro destino más provohoso. Al norte del Río
Negro poseen lo estancieros brasileños 1,600 leguas. Los orlen-
Anales de la Universidad 307

tales, en cambio, todo lo han perdido en los cuarenta y lantos


años de revoluciones que llevamos. ¿Qué se obtendría con la
venta de la tierra pública? No tenemos datos acerca de la im-
portancia de este arbitrio, que algunos calculan en 200 leguas,
mientrais que otros hablan de 3,000 en un territorio que oscxii de
5,500 a 5,600 leguas. Son dos extremos inaceptables: el primero
por muy bajo y el segundo por muy alto. Supongamos que sean
mil leguas. Al precio más alto de 1,500 patacones cada una que
fijan los proyectos, darían un milllón y medio de patacones. T^a
deuda consolidada se cotiza al 4 % y a tal precio sería imposi-
ble amortizar 46 milloneiS. Pero apenas empezara la amortiza-
ción fuerte, subiría ail 10 o al 12' % y entonces quedaría m
saldo pendiente casi tan abrumador como el de la deuda que
hoy tenemos.
"Sean las leguas que fueren—ag<reg>abai—^conservadlas 'para
perpetuar en ellas nuestra raza. Arrendadlas a puros ciudada-
nas ahora a 100 pesos por año; de aquí a cinco años a 150; de
aquí a 10, a 200, y así sucesivamente, de modo que con el tiem-
po y el progreso de la población lleguen a ser un manantial fe-
cundo y perpetuo de las más sólidas rentas de la República,
manantial que según la cantidafd de las leguas que sean, poirá
un día permitirnos disminuir en su mitad y tal vez abolir del
todos las de Aduana".
Hermoso programa, sin duda, ya puesto en práctica desde
los comienzos de nuestra organización constitucional, pero que
resultaba impracticable dentro de la vida tumultuosia en que vi-
víamos y de las eternas angustias del Tesoro público.
Algún resultadio alcanzó sin embargo esta prédica de loa po-
cos adversarios de la venta de las tierras públicas, representa-
dos en la Cámara de Diputados por don Fernando Torres. Los
proyectos de la Comisión de Hacienda fueron aprobados prime-
ro y desechados después, sancionándose en cambio un proyec-
to sustitutivo encaminado a regularizar la situación de los po-
seedores en enfiteusis, que acordaba plazos para el pago de los
cánones atrasados y autorizaba al Poder Ejecutivo para renovar
los contratos por cinco años, al final de los cuales propondría
a la Asamblea el nuevo canon que hubiera de fijarse teniéndose
en cuenta el mayor valor adquirido por la tierra.
308 Anales de Ja Universidad

La tnoncda circulante.

Desde los primeros meses de 1854 empezó a notarse en la


plaza la falta de moneda divisionaria. En marzo sólo era po-
sible cambiar una onza de oro mediante la pérdida de medio
patacón. Y ell mal debió acentuarse al año siguiente, según re-
sulta de una información de la prensa que señalaba a fines de
1855 el quebranto de nueve reales por onza.
Con el propósito de arbitrar remedios instituyó el Gobieru") una
comisión compuesta de don Tomás Tonkinson, don Pedro Sáenz
de Zumarán, don Jaime Cibils, don Augusto LraS'Cases, don Ed-
mundo Barthold, don M. I'. Gruimaraens y don Juan Ramón Gó-
mez.
La comisión se expidió en seguida, indicando como causa cíe
la escasez de las piezas -de plata el fuerte stock de oro existente
en plaza y la suba de la moneda de plata en Buenos Aires don-
de gozaba de una prima del 15 % sobre el oro y en el Para-
guay donde la prima alcanzaba al 45 %; y proponiendo la acu-
ñación en Montevideo de 240,000 pesos en piezas de plata frac-
cionarias de la onza; la acuñación en Europa de 25,000 pesos
en piezas de ccbre; y una boni'ficación del 6 % a favor de la
moneda circulante de plata.
Como consecuencia de estos estudios, la Asamblea autorizó
al Poder Ejecutivo a mediados de 1854 para acuñar basta
60,000 patacones en monedas de cobre con fuerza cancelatoria
hasta el 5 % del monto de cada pago, 200,000 patacones en pie-
i-.as de plata y 400,000 en piezas de oro. Todas las acuñaciones
deberían hacerse en Montevideo, Para el retiro del cobre circu-
lante podría destinar el Poder Etjecutiivo hasta La suma de 6.000
patacones. Algunas semanas después quedaba instalado el taller
de moníedas y en el acto sie abordaiba la acuñación de cobre.
La escasez de piezas de oro divisionarias había dado lugar
fntes a que el Poder Ejecutivo se dirigiera a la Asamblea en
demanda de autorización para contar 200 a 300 onzas en c':ia-
tro partes Iguales " a efecto — decía el Mensaje — de facilitar
las transacciones comerciales".
También autorizó la Asaniblea la circulación de las monedas
de oro y de plata del Brasil, repúblicas americanas, España y
Francia, de acuerdo con una tabla de equivalencias que estable-
cía las siguientes bases:
Anales de la universidad 309

Ei ipeso de plata corriente conservará su valor de 8 reales,


de lOQ centesimos cada real; el peso fuerte español y el pata-
cón brasileño valdrán 1,000 centesimos; la peseta ©spañiola, 200
centesimos; la moneda de 5 francos, 900 centesimos; la mo-
neda de oro españoja, coimipuesta de cinco pesos fuertes, 5$ 160;
la brasileña, de 20,000 reis, li&$480; la francesa de 20 francos,
4$400, y la onza, 19$160.
Como complemento de esta tabla de equivalencias, empezó
a ocuparse también la Asamblea del establecimiento de una ofi-
cina que tomaría a su cargo el análisis de las monedas de oro
extranjeras y fijaría su valor sobre la base de la circulante en
la República.
Eran de tal manera angustiosas las circunstancias del erario
público, que precisado el Gobierno a solicitar en abril de 1854
anticipos de fondos a los rematadores del papel sellado y de las
patentes de giro, sólo pudo obtenerlos a^l 1 y % % mensual, no
obstante que el interés corriente para buenas firmas oscilaba del
% al 1 %, según las informaciones de «El Comercio del Plata».
Por efecto de ello las medidas encaminadas a combatir la cri-.
sis monetaria no alcanzaban a traducirse en hechos, y la plaza
que cada día veía aumentadas las dificultades resolvió salvarse
con ayuda de sus propias fuerzas.

LíOs bancos y sus emisiones.

A mediados de 1855 aunaron voluntades los comerciantes d-e


Montevideo a favor de la fundación de una sO'Ciedad anónima
con capital de 2(0,000 onzas de oro, eiquivalentes a 320,000 pa-
tacones, para practicar el descuento de letras comerciales y emi-
tir vales de comercio desde % de patacón hasta 8 patacones con-
vertibles a oroj
Era un verdadero banco emisor y tan lleno de prestigios que
en 185 6 pidió autorización la Oificina de Papel Sellado y Paten-
tes de Giro para recibir sus billetes y el Gobierno la concedió,
invocando la escasez de cambio menoir y la absoluta seriedad de
los componentes de la institución emisora.
Ya habían sido anteceididos los comerciantes de la Capital por
sus .colegas de Paysandú, creadores de una sociedad análoga con
6,000 pesos de capital para convertir los bi'lileteg de cambio me-
nor emitidois por sus accionistas, y también por los del Salto,
que habían reunido con el mismo objeto 4,000 pesos para la
conversión de los billetes de esa plaza.
310 Anales áf la Universidad

El Go'bierno resolvió a su turno lanzar vales de Tesorería.


Pero sin éxito a causa del . quebranto inmediato que sufrieron,
lien explicable dado el descrédito del papel mynedd argentiin
y el temor de que la plaga pudiera echar raíces aquí.
Un año antes había fracasado en la Cámara de Diputados, por
efecto de las mismas aprensiones, otra tentativa realizada por
.Ion Manuel V. Muñoz a nombre de una empresa que pretendía
emitir 300,000 patacones, cantidad igual a su capital, en bille-
tes convertibles que tendrían fuerza cancelatoria en lo« pagos.
Lía comisión de comerciantes a cuyo estudio pasó el proyecto,
:.>''odujo dois dictámenes. Uno de ellos favorable, suscrito por
don Juan B. Capurro y don Jaime Illa y Viamont. El otro, que
llevaba las firmas de don Juan Ramón Gómez y don Tomás Tom-
kinson, combatía el curso forzoso Que se asignaba a los bille-
tes, soistenien'do que debía dejarse en libertad a los contratan-
tes y combatía a la vez el monopolio a título de que dentro de
1.1 legislación oriental todo aquel que inspirara confianza tenía
fci derecho die emitir billetes.
íLa Comisión de Hacienda de la iCámara de Diputados, abrien-
do camino a aligunas de las negociaciones que estaban en trá-
mite, presentó a mediados de 1854 un proyecto que autorizaíba
a^ Poder Ejecutivo para promover y aprobar la organización de
un Banco Nacional de descuentos, depósitos y emisión, con su-
cursales en los departamentos. Los desicuentos se harían sobre
firmas abonadas, fondos p/úblicos, acciones o hipotecas; el inte-
rés no excedería del 6 % anual; la emisión podría extenderse al
friple del encaje metálico; el Gobierno nombraría un inspec-
tor encargado de fiscalizar el cumplimiento de los estatutos; el
Banco auxiliaría al Tesoro público en sus operaciones de crédito
¿iempre que fuera autorizado para ello.
De ese proyecto emanó la ley de julio del mismo año, que au-
torizaba al Poder Ejecutivo para promover la fundación de un
Banco Nacional, con caipital de dos mililoines de pesos, habilitado
para practicar descuentos de firmas, fondosi públicos e hipotecas,
a un interés no mayor de 6 % anual, y para emitir billetes sin
curso obligatorio hasta el duplo del dinero que tuviera en sus
cajas.
La tasa del interés corriente oscilaba en esos momentos del
3 8 al 2i4 % al año, y la prensa batió palmas ante la perspectiva
de reducirla all nivel europeo con una simple pilumada por la que
se dejaban de lado las condiciones deplorables de nuestro am-
Anales de la Universidad 311

biente económico y las más deplorables todavíia de nuestro am-


biente político, castigada por iacesantes revolucJonie® que habían
huir al dinero de la circulación. Y como era de presumirse, la
ley cayó en el vacío, pero sdn que úeclinara la esperanza de un
gran Banco Nacional a base de capitalesi europeos.
iDesde 1853 hjabía empezado un intenso esifuerzo en ese sen-
tido. Don Fernando Menck, representante del sindicato europeo
que había proyectado la oiperación de crédito por 10 millones
Je pesos con desitino a la colonización de 500,000 cuadras cua-
dradas de que antes hemos hablado, quedó autcrizado, luego de
producido el derrumbe del gobieirno de Giró, para ampliar sus
ííeistioaes a favor de la fundacióa de un banco de descuentos,
liróstamos generales e hi^potecas, cou capital de 3 millones de
pesos, que esitarf^, habilitado ,para «mitir billetes hasita el triple
ie su capital, bajo la condición expresa de no. .poder subir la tasa
del descuento arriba del 6 % anual.
Después de langa residencia en Burqpa regresó el señor Menck
con un proyecto que el Gobierno pasó a la Asamblea y que ésta
sancionó a mediados de 1855.
Quedaba autorizado^ el esitableoimiitD,to del "Banco Nacional
da Montevideo." con un capital de 3 millones de pesos fuertes
en accionles de 100 pesos cada una. B-1 Banco tendría el privile-
gio de emitir billetes por el duplo de su capital efectivo, que se
recibirían como dinero en Has oficinas recaudadoras del Estado;
descontaría letras de camibio y demás efectos de comercio de
plazo no mayor de tres meses y cou tres firmas de comerciantes
nctoriamente abonado®; priestaríia al comercio sobre mercaderías
depositadas, por pslazos no mayores d e tres meses; abriría
una cuenta al Gobierno hasta 50,000 pesos mensuale^s reembol-
sables a los tres meses, garantida con documentos contra la
Aduana; practicaría cobranzas, acepcaría depósitos, abriría cuen-
tas corrientes. A los particulares no podría cobrarles más dal
9 % anual y al Estado más del 6 %. El Gobierno nombraría un
contador fiscal. LfOs privilegios conoedidos al señor Menck du-
rarían doce años.
Cuando él sieñor Menok trabajaba su proyecto en Europa, don
Carlos Navia promovía reuniones do capitalistas en Montevideo
para proponerles la fundación de un Banco o caja de descuentos
y depósitos con capital de 200,000 pesos en accionies de dos mil
peso.g cada una, que se pagarían la mitad en efectivo y la otra
mitad en vales al portador aprobad03 y numerados por el Banco.
312 Anales de la Universidad

Esos vales circularían en plaza como dinero efectivo y serían


convertibles al portador a los cinco días de presentados al co-
bro. El Banco duraría un año, pero los aiccionisita,® podrían acor-
dar su continuación al veancimiento del plazo.
En es'O'S mismos momentos tamlaién don Andrés Lamas y el
barón de Mauá hacían 'llegar al Gioibierno otra prolpue&ta, la más
vasta de todas. El establecimiento que proyectaban se llamaría
"Banco de Monitevideio", tendría un caipital de 5 millones de
pesos, haría desicuento's, aceptaría depósitos y emitiría hasta el
duplo de su capital realizado, y aún hasta el triple mediante
venia gubernativa. Sus billetes serían recibidos como dinero en
las oficinas necauídadoras de impuestos. En ning^ún tiempo podría
obligarse al Banco a hacer préstamos al Grobierno.
Había, pues, energías de sobra para ayudar a la plaza an
su obra de resurgimiento económico. Desigraciadaimente la atmós-
fera revolucionaria que envolvía al país no era propicia para ias
operaciones de crédito, y uno tras otro cayeron en clvido todos
IOS proyectos presentados, quedanido empero dos gérmenes que
habrían de desarrollarse vigorosamente después: la Sociedad de
Caimbios de Montevideo, át que emanaríla el Banco Comercial,
y la agencia bancaria instituida .por el barón de Mauá desde la
terminaición de la Guerra Grande para el servicio de los sub-
sidios del Tesoro brasileño a l'os gobiernos de Suárez, Giró y
Flores, y otras operaciones que se fueron paulatinamente ensan-
chando, hasta dar a la agencia las características de un verdadero
banco emisor que al principio funcionó sin ley y sin autoriza-
ción gubernativa, según lo veremos en otro capítulo.
CAPITULO VI

Movimiento administrativo

Primeras medidas financieras del gobierno revolucionario. Ena-


jenación de ia renta aduanera.

Un mes después de l a caída de Giró resolvió el gobierino


revolucionario enajenar la renta aduanera como medio de pro-
curarse un ingreso regular de fondos. Sobre la Adua.na gravita-
ban ya muahos e importantes compromisos.
"El Orden", órigamo oficial del Ministro de Gobierno y Rela-
ciones Exteriares doctor Juan Carlos Gómez, acababa de anun-
ciar que los acreadores nada querían ceder al TesoTo público, y
que el Gobierno daría preferencia entonces "al derecho a los
alimentos". La advertencia era terminante. Emtre cumplir los
contratos hipotecarios o pagar los presupuestos, se optaría de-
cididamente por lO' último. Era exactamenite lo mismo que ha-
bía hecho el Gobierno de Giró en marzo de 1852, contra el voto
de los que a)hora no vacilaban en imitarlo.
Antes de finalizar el año 1853 quedó firanado el contrato con
uu gruipo de cuarenta y tantas acreedores de los que habían ad-
ministrado la re,nta hasta marzo de 1852, bajo el compromiso
de entregar al Go'bierno 130,000 pesos mensuales, que era la
cantidad representativa de los sueldos civiles y militares, y de
aplicar el remanente a la amortización de sus respectivos crédi-
tos.
El gobierno revolucionario reintegraba pues a los acreedores
desalojados por Giró, pero desalojando a su turno a los que en
esos momentos estaban percibienido el producto de las rentas a
mérito de contratos celebrados en legail forma.
El doctor Juan Carlos Gómez describía así las estrecheces del
erario horas antes de la firma del contrato, en carta a don To-
máis Villa)lba (correspondencia pubLicadia por el doctor Palo-
meque) :
314 Anales de la Univo-sidad

"Por más esfuerzas que hemos hecho no ha sido posible arre-


glarnos más de 100,000 pesos de entrada mensual y la lista
sube a ciento treinta mil y tantos. Para alcanzar esto mismo con
las rentas empeñadas par tan.tos meses y en el profundo des-
crédito en que dejó al Estado la administración GMró, han sido
precisos verdaderos milagros. Así es que nos hemos resignado a
pagar dos terceras partes de los sueldos que pasen de 300 pe-
sos, de suerte que la Policía será pagada íntegramente, hasta
que desempeñadas las rentas podamos pagar íntegramente a to-
dos los siete meses atrasados y la tercera parte que queda, en
suspenso y colocarnos al día".
En esa misma época ñjaba "El Orden" en 2.400,000 pesos el
monto de los créditos situados s'cbre la renta de Aduana y en
900,000 pesos el monto de los siete presupuestos adeudados a
los empleados civiles y militares. Dos compromisos aigobiantes
que varias veces estimularon a los corresponsales y colabora-
dores del mencionado diario a realizar propaganda a favor de
la emisión de papel moneda, como medio de cancelar las deudas
y de llenar el vacío dejado por el retiro de las especies metá-
licas.

Son despojados los nuevos compradores de la renta aduanera^

No alcanzó a tener larga duración él nuevo contrato.


Desde los comienzos de 1854 empeaó la luclha entre el Direc-
torio administraidor de la Sociedad c:mpradora de la renta, que
traibajaba a favor de la reducción de sus entregas, y el Gobierno
que tenía interés en recuperar la administración aduanera.
La situación del país — decía el Gobierno en febrero — es
actualmente mucho mejor que al tiempo de celebrarse el con-
trato. Hay mayor prosperidad y sobre todo se cuenta "con la
poderosa protección del Brasil". El Gobierno se conformaría,
sin embargo, con seguir recibiendo la cuota mensual de 150,000
pesos a condición de ique la Sociedad administradora garantizase
el pago de la mensualidad.
La Sociedad compradora invocaba a su turno el descenso de
la renta como consecuencia de la contrarrevolución de Giró, y
exigía el nombramiento de ábitrosi de acuerdo con una cláu-
sula del contrato que prevenía que el monto de las entregas po-
dría ser modificado por las partes contratantes.
Terminó este primer incidente mediante la aceptación por la
/Inares de la Uniíersidad 315

Sociedad compradora de una fórmula propuesta por el Gobier-


no, bajo apercibimiento de rescición del contrato, que consistía
en la reducción de la cuota a 100,000 pesos mensuales siempre
que el producto aduanero no excediera de esa cifra mínima.
Pero el Goibierno, que ya estaba resuelto a ir a su fin, luego
de adoptar algunas medidas de contralor tomó violentamente
posesión de la Aduana, desaJlojando al Directorio administrador
constituido por don Pedro Bustamante, don Bruno Mas, don
Adolfo Rodríguez, don Juan José Sosa Díaz, don José María Mu-
ñoz como contador, y dirigió un mensaje explicativo a la Asam-
blea.
El Gobierno Provisorio — decía el mensaje — celebró ese
contrato en el concepto de recibir cantidades fijas para atender
el pago de las necesidades públi<ías. Su cumplimiento resulta
ahora gravoso por haber rechazado la empresa varias modifica-
ciones que le fueron propuestas. Ha tenido necesidad, además,
el Gobierno de separar un miemhro del Directorio que hacía de
tesorero y a varios empleados cuyas procederes perjudicaban los
intereses del Estado. El contrato adjudicaba él 5 % de las rentas
a la amortización de una categoría de créditos que resultaban
privilegiados. Por todo ello, y de acuerdo con el artículo 82 de
la Comstitución, el Gobierno ha resuelto asumir lia administra-
ción de la Aduana.
Ya Flores había roto con Jos conservad are» que tenían ei
contralor del Directorio por medio de algunos de sus primates,
y don José María Muñoz que era uno de ellos y que a la vez
ocupaba una banca en la Cámara de Diputados, dijo a raíz del des-
pojo que Flores había realizado mediante su intromisión en la
Aduana actos de camurilla para echar sombras sobre el Directo-
rio y convertirse en apadrinador de prevaricadores.
En la Cámara estaban muy divididlas las opiniones y la divi-
sión se tradujo en dos dictámenes de la Comisión de HJacienda:
uno de la mayoría, que fué desechadoi, y otro de la minoría, que
triunfó.
La Comisión en mayoría fué a la Aduana' y allí examinó los li-
bros en presencia del contador del Directorio don José María
Muñoz. Persuadida de que eran inexacto® los cargos que habían
dado base a las medidas gubernativas, presentó un proyecto de
ley declarando que el decreto por el cual el Gobierno reasumía
la administración de la Aduana, "estaba destituido de funda-
mentos de Jiecho y de derecho".
316 Anales de la Universidad

"No es la primera vez — decía en su informe — que se ha


presentado la interpretación del artículo 82 de la Constitución
de la República para establecer si el Poder Ejecutivo tiene o no
facultades de confiar a particulares la recaiudación de las rentas
por enajenación u otro contrato. La Cámara de Representantes,
influenciada sin duda por espíritu de partido y de circunstancias,
quiso negarlo en una declaración sobre el decreto de 30 de
mairZ'O de 185i2; pero no tardó la Asamiblea en adoptar una re-
solución contraria en la ley de julio de 18,5'3 para la enajena-
ción de la mitad de las rentas de Aduana, dejando con ello in-
terpretado y establecido que el artículo constitucional no era
un obstáculo a la enajenación de las rentas, pues si lo fuera
la Asamblea lo hubiera violado con la sanción de esa ley. La
Comisión no puede menos que extrañar que el Poder Ejecutivo
dé semejante interpretación al artículo constitucional respecto de
,a enajenación de fias rentas de Aduana y no la dé al mismo
tiempo respecto de la enajeniación de las rentas de papel se-
llado, de mercados y de corrales, para cuya enajenación apare-
ce en los periódicos un aviso en los momentos en que vuestra
Comisión de Hacienda se expide en esite informe. La Comisión
informante no puede salir de este dilema: o no tiene el Poder
Ejecutivo la facultad de enajenar o cometer la administración
de sus rentas, y en este caso viola a sabiendas el artículo cons-
titucional; o tiene esa facultad, y en este caso ésitá en el de-
ber de respetar los compromisos que contrae y cumplir las obli-
gaciones que estipula en los contratos de enajenación"
El de la minoría declaraba simplemente que las cuestiones
contenciosas no eran de la competencia del Cuerpo Legislativo
y que en cosecuencia la Cámara debía pasar a la orden del día!

La situación financiera en 1854.

Agrupando las cifras relativas a los primeros meses de su go-


bierno, decía Flores a la gran Asamblea en su mensaje de mar-
zo de 18i54:
La nueva administración se encontró con una deuda de
1.786,337 pesos contraída por el gobierno de Giró, incluidos en
olla seis meses de sueldos civiles ly militares devengados de abril
a septiembre de 185 3. A esa deuda estaba afectada la casi totaii-
fiad de las rentas. En tal situación el Gobierno realizó arreglos
con los acreedores que 'percibían los ingresos de Aduana, pape^
Anales de la Universidad 317

sellado y mercado. La cuota de los primeros quedó reducida a


49,000 pesos mensuales, coresipondiendo el excedente al Gobier-
no. De las rentas de papel sellado y mercado quedó libre la mi-
í.id para el Gobierno. Todos esos recursos no alcanzaban a
80,000 pesos, suma insuficiente para cubrir las más urgentes
erogaciones. Hubo, pues, que enajenar la renta aduanera, lote-
ría, mercado y papel sellado de 1854.
Pueden calcularse — agregaba — los gastos mensuales del
Presupuesto en 1'35,000 pesos y en 37,000 los de la deuda exigi-
ble. Contando con el subsidio brasileño bastarían entonces
100,000 pesos mensuales de rentas generales para establecer el
equilibrio.
El Ministro de Hacienida don Lorenzo Batlle presentó al
Cuerpo Legislativo a principios de 18i55 la cuenta de ingresos y
egresos correspondiente al año anterior.
El Tesoro nacional había tenido una entrada de 3,71,5,98 6
pesos poír diversos conceptos, entre los que sobresalían estos
cuatro:

Renta aduanera $ 1.405,000


Papel Siellado y patentes de giro. . . 100,000
Subsiidio brasileño 65 6,000
Empréstiltoá 1.335,000\

Entre los egresos sobresalían los rubros que subsiguen:

iCuenpo :LegliiSlativoí $ 82,097


Ministerio de' Golbierno 406,038
de Guewa 1.137,820
" de Haicienida (inoluíidos pesotS
1.289.000 por cancelación
de empréstitos) 1.8&7,8i58

Hacía constar el Ministro qu'e la renta de Aduana y Recepto-


rías, calculada al tiempo de formularse ©1 Presupuesto en
1,725,000 pesos, había sufrido una merma de 300,000 pesos; que
la renta de papel sellado y patentes, presupuestada en 280,000
pesos, había dado 180,000 menos; que todas las demás rentas ha-
bían dejado déficit; y que una de ellas, el derecho adicional ííe
Aduana, jamás había alcanzado a recaudarse.
318 Anales do la ünioersidad

Agregaba que computadas todas las demás diferencias, re-


sulta'ba una merma de 874,000 pesos con relación al cálculo de
lecursos, y que como además el Presupeusto de 1854 había sido vo-
tado con un desequilibrio de 225,000 pesos, el desnivel efectivo
era de un mMlón cien mil pesos en números redondos.
Algo más prevenía el Ministro: que los •diisturbios poillticos ie
1854 habían hecho subir el déficit a 1.292,000 pesos, y que ado-
rnas gravitaba sobre el Tesoro público un saldo de 1.434,0ü0
])esos por concepto de créditos exigibles contraídos todos el'os
desde la terminación de la Guerra Grande en adelante.
lEn resumen: el déficit al finalizar el año 1854, era de pesos
2. 726,976 y se distribuía así:

Libramientos impagos de 1854 . . . $ 785,141


Presupuestos de septiembre, octubre,
noviembre y diciembre 517,689
Deuda exigible 1.424,146

Tanto abundaban los créditos de la llamada deuda exigible que


las informaciones financieras de la época, al establecer el cálculo
do ingresos y egresos de 1855, fijaban en 720,000 pesos anuales el
desembolso por ese solo concepto.
No podía darse, pues, una situación más desastrosa. El año
cerraba con cuatro presupuestos impagos. Las rentas descen-
dían fuertemente. Y los igastos en penpetuo tren de aumento
amagaban con nuevos y formidables desequilibrios financieros.

La situación financiera se agrava en el curso de 1855.

A mediados de año se presentaron al Gobierno unos doscientos


empleados militares y civiles, entre los que que había varios gene-
rales, expresando que su situación era afligente, como que tenían im-
pagos sus sueldos desde enero amén de los atraisos correspon-
dientes al año 1854. Pedían que se les pagara con bonos de la
deuda consolidada al precio del día.
iComo consecuencia de esa y otras gestiones, la Asamblea au-
torizó al Poder Ejecutivo para girar vaJes de Tesorería contra
las rentas generales hasta 200,000 pesos por una sola vez y 350,000 en
siete mensualidades de 50,000 pesos cada una. La emisión y el
rescate quedaban a cargo de la Comisión de Cuentas de la Asam-
blea, del Ministro de Hacienda y del Contador General, Pero los
Anales de la Universidad 319

•vales de Tesorería se estrenaron con un quebranto de 6 %, que


a las pocas semanas se hizo más gravoso. Y el atraso siguió cre-
ciendo.
El coronel don Ramón Cáceres que acababa de llegar de campa-
ña en busca de recursos para hacer frente a las exigencias de su
hogar, se presentó al Ministerio de la Guerra diciendo que se le
había hablado de la cancelación de seis presupuestos con títulos
do deuda exigible, pero que esos títulos estaban muy depreciados
y que su aceptación le irrogaría grandes perjuicios. Prevenía que
SI le adeudaban sus haberes desde enero.
Ante la avalancha en perspectiva dictó el Gobierno un decreto
(jue, luego de referirse a la ley de creación de la deuda exigible
y a la necesidad de darle estricto cumplimiento, disponía que en
adelante no se admitirían en las oficinas púib|licas solicitudes sor
bre pago de sueldos de 1853, 1854 y ¡primer semestre de 1855;
pero que en cambio se exspediría a los reolaimantes que lo solici-
taran certificados por lo que el Tesoro leis adeudara.
Antes de dar ese portazo a los emípleados, se había castigado
con otro a los compradores de sueldos. Invocando que los em-
pleados públicos habían tenido que enajenar sus sueldos del pri-
mer semestre de 1855 para subvenir "a la subsistencia de algu-
nos días », con lo que se quería evidenciar las condiciones usura-
rias del negocio, resolvió el Gobierno que en los casos de enaje-
nación de sueldos o pensiones del segundo semestre, sólo se abona-
ría la mitad de lo que perteneciera a cada empleado.
Algunas excelentes medidas surgieron de esos atrasos emanados
en buena parte de la falta absoluta de contralor administrativo.
Entre ellas un decreto prohibiendo a las oficinas recaudadoras
que atendieran órdenes de patgo y mandando verter en la Teso-
lería General las rentas de todo el país, a fin de que la Conta-
duría interviniera en la distribución de las mismas.
Veamos albora el balance de 1855, tal como fué exhibido ante
le Asamblea a mediados del año siguiente.
Al Tesoro pilblico había ingresado 2.578,548 pesos, destacándose
estos rubros:

Aduana de Montevideo exclusivamente. . . $ 1. 317,634


Papel sellado y patentes de giro 231,307
Corrales de Montevideo 46,798
Mercados de Montevideo 47,lil6
Contribución directa de Montevideo 19,177
Empréstitos 683,286
320 Anales de la Universidad

Quedaba el cerrar el año un déficit de 3.357,190 pesos, que, como


se encargaba de hacerlo notar el Gobierno, excedía en 1,324,000 pe-
sos a todo el cálculo de recursos de 1855!
Entre las partidas componentes del déficit figuraban 356,000
pesos adeudados al barón de Mauá por concepto de empréstitos
y eso que el propio barón en su propuesta bancaria del mismo
año, proscribía como dañosos los préstamos al Gobierno!

El subsidio brasileño.

De estos extremos angusitiosos había intentado s^alir más de


ina vez el Gobierno mediante el subsiidio pactado en lo© trata-
dos de 1851, que la diplomacia imperial explotaba invariablemente
tn apoyo de sus planes de anarquía interna y de absorción terri-
torial.
Producido el derrumbe de Giró obtuvo el gobierno de Flores
una primera prestación de 30,000 patacones mensuales, que
enpezó a baicense efectiva en diciembre de 1853. Tres meses des-
pués fué elevada a 60,000 patacón es, bajo la expresa condición
de que el subsidio terminaría en diciembre de 1854, Bin el tra-
tado que se ajustó con taJl motivo reconoioió nuestra cantcille-
ría como deuda internacional un préstamo de 84,000 pesos otor-
gado por la casa Guimaraens y C.° al interés del 1 % % mensual,
tasa que quedó reducida al 6 % anual que devenigablan las pres-
taciones emanadas de los tratados de 1851.
«No puede presentarse un testimonio más elocuente del vivo
'nteréis que inspira al Gobierno de S. M. el Emperador del Brasil
la prosperidad de la República, su organización y paz estable»,
decía uno de los documentos relativos a la ratificación parla-
mentaria de ese ajuste, tendiendo un velo sobre las intrigas de
la diplomiacia imperial para voltear gobiernos y sacar gruesas
compensaciones territoriales de los subsidios de su Tes.oro.
Mientras se realizaban los trabajos de la demarcación de li-
mites, — decía un diario en 185i4 — el déficit O'bligaba iacegan-
temente al Goibierno Oriental a recurrir al Tesoro brasileño. El
subsidio — agregaba otro diario en 18i56 — sólo ha servido
aquí para fomentar el despilfarro administrativo.
La Memoria de Relacionesi Exteriores presentada por don Ale-
jandro Clhucarro a la Asamblea a principios de 1853 contenía
dos párrafos que hubieran padido citarse como prueTia de la pri-
Anales de la Universidad 321

mera de esas críticas periodísticas. En uno hablaba de la con-


vención de junio que elevaba el su^bsidio a 60,000 patacones men-
suales, y en el otro hablaba de la corrección de un error del tratado
(j'.t Umites al demarcar la frontera del Chuy, corrección que había
P';nnitido — decía el Miruistro — reanudar los trabajos que esta-
ban interrumpidos.
¡Según el cuadro de la cancillería brasileña de abril de 1855, los
préstamos acordados por el Tesoro imperial desde diciembre de
1853 hasta diciembre de 1854 y el adeudo al barón de Mauá, mon-
taban a 720,000 patacones.
Poco después eran publicados, con motivo de una interpelación
del Senado al Ministro de Haoienda, otros cuadros de los que re-
sultaba que el Tesoro oriental había recibido 864,000 patacones en
esta forma: 746,151 en efectivo y 117,849 por concepto de los crédi-
tos del barón de Mauá, y declaraba el Ministro interpelado que
la Contaduría no había tenido intervención en una importante par-
tida de 90,000 patacones!
Nuestra cancillería gestionó en enero de 1855 la continuación
del subsidio. Pero sin resultado. El Brasil había resuelto ya echar
abajo al gobierno de Plores mediante la acción del Partido Con-
servador, y lo que menos le interesaba era que ese gobierno, caído
•íu desgracia, pudiera regularizar sus descalabradas finanzas.
También se preocupó con empeño de obtener la garantía del
Brasil para la contratación de un empréstito que se emitiría al
7C %. Fué una gestión que prosiguió por espacio de varios meses,
según lo atestigua una nota de la Legación Oriental en Río de Ja-
neiro a- cargo del doctor Adolfo Rodríguez, al Ministro Paranhos,
diciéndole en julio de ese año que uno de sus cometidos era el de
«obtener del Gobierno de iS. M. Imperial un empréstito de dos mi-
llones de pesos fuertes con su garantía oficial», bajo expresa y
ospecial hipoteca de algunos de los ramos de las rentas de la Re-
pública, cuya administración estaba dispuesto el «gobierno a entre-
gar a los prestamistas».
Agregaba el doctor Rodríguez que su Gobierno se proponía
emprender la reforma militar, con lo cual aliviaría el presu-
puesto de 45 a 5 0 mil pesos mensuales y convertiría a los mili-
tares de factores de disturbios en agentes interesados en el man-
tenimiento del orden público.
Pero, con resultado igualmente negativo, según se encargó de
decirlo la canciMería imperial en el Relatorio presentado al Par-
lamento en mayo de 1856.
21.
322 Anales de la Universidad

No fué obstáculo esta doble negativa para que la voracidad


del Imperio siguiera dando temas sabrosos a la prensa, y de tal
calibre que a fines del mismo año «El .Nacional» recogía el rumor
de que el Brasil habia ofrecido tres millones por la ocupación tem-
poraria de la Colonia como base de operaciones de guerra contra
el Paraguay y de comercio con la Proivincia de Buenos Aires. Dfes-
mintieron la noticia los demás diarios y la Policía llamó al direc-
tor de "El Nacional" para que indicara el origen de su informa-
ción, sin conseguir nada positiivo; pero la atmósfera continuó
agitada, porque en esos momentos, como lo hemos dicho en otro
capítulo, era teatro la frontera de Río Grande de fuertes reu-
niones de gente armada que coincidían con la orden de desalojo
dada a las tropas- imperiales de guarnición en Montevideo.

El producto de las rentas.

El Impuesto de Aduana.

La época era de frecuentes sacudidas políticas y" la Mesa de


Estadística suministraba escasos datos y esos mismos con lamen-
tables intermitencias.
En noviembre y diciembre de 1853, dos meses de intensa
expectativa a causa de los trabajos de la diplomacia brasileña
para provocar la contrarrevolución del ex Presidente Giró, la
Aduana produjo 137,000 y 70,000 i esos respectivamente.
De marzo a noviembre (9 meses' de 1854, hubo un ingreso
de 1.131,240 pesos, correspondiendo la mensualidad más alta
al mes de mayo que produjo 150,650 y la más baja al mes de
noviembre que produjo 113,640. Hay que advertir que por de-
creto de octubre de 18 53 había quedado sin efecto el adicional
de 1/5 % sobre la importación, votado en julio de ese mismo
año.
En todo el transcurso del año 1855 la Aduana sdlo alcanzó a
producir 1.279,187 pesos, contra 1,430,236 que halbía dado en
J852, primer aflo de la adminis,tración Giró.
En enero y febrero de 1856, últimos meses del período com-
plementario de la presidencia de Flores, la Aduana dio respec-
tivamente 76,366 y* 79,72i8 pesos.
La Cámara de Diputados abordó en 1854 el estudio de la
ley de Aduana.
Debemos propender — decía la Comisión de Hacienda en su
Anales de la Universidad 323

dictamen — a que el comercio se concentre en Montevideo, en


vez de concentrarse en Buenos Aires como ocurre actualmente.
Hasta los mismos pueblos orientales de la costa del Uruguay
se surten en dicha plaza, porque ion argentinos han sabido dar
al comercio toda suerte de facilidades, empezando por sus con-
siderables rebajas en las tarifas de Aduana. Nuestro puerto es,
sin embargo, superior al de Buenos Aires, donde la carga y
descarga de un buque cueistan más que todo el flete de Europa
ül Río de la Plata.
"La ley de Aduana — agregaba — no es sollámente una ley
de impuestos, sino una ley económica. No solamente debe tener
por objeto crear rentas, sino favorecer al comercio y a la pro-
ducción del país. En la situación actual es un elemento pode-
roso que tenemos en la mano para hacer revivir el comercio
moribundo de esta plaza, si establecemos aqueL'as franquicias
que pueden atraerlo; o acabará de consunción si siguen las co-
sas como se hallan arregladas actualmente. Los soilos consumos
de la plaza de Montevideo son en sí poca cosa para alimentar el
comercio en la grande escala que nos prometen nuestro bello
puerto y nuestra situación geográfica. Y asi mismo, los escasos
productos que ofrece el país por su devastaición son insuficien-
tes a pagar las importaciones, rasultando de aquí un déficit
que tenemos necesidad do pagar en moneda metálica. Esta si-
tuación es ruinosa y debemos hacer toldo esfuerzo para salir
de ella cuanto antes, haciendo de modo que los efectos euro-
peos introducidos a Montevideo puedan repartirse en los puer-
tos de la Confederación Argentina y buscar allí mismo los fru-
tos de exportación que necesitamos para los retornos. Este es
el único remedio que tiene por el momento nuestra situación
mercantil".
Proponía la Comisión en su proyecto de ley de Aduana que
lucran declarados libres las maquinarias, los frutos similares a
los del país, la sal, el ganado, etc.; que pagaran el 5 % el
hierro, la hojalata, el zinc, las maderas de construcción; el 8 %
los tejidos de hilo y de seda; el 15 % el azúcar, la yerba,
el aceite y los comestibles en general; el 20 % los muebles,
el calzado, los sombreros, la ropa hecha, el vino, los cereales;
el 30 % los cigarros y los naipes. Las harinas quedaban suje-
tas a un derecho variable del 15 al 30 % según su cotización
en plaza.* El derecho general era del 10 %. Pero computados
todos los aumentos, resultaba para el movimiento global de
324 Anales de la Universidad

la importación un promedio del 14 %, justamente igual al


porcentaje argentino. La exportación y el tránsito por trasbordo
o por reembarco eran declarados absolutamente libres.
Hubo una discusión parlamentarla tenaz. El Ministro de Ha-
cienda se oponía a tan radicales reformas. Son reducciones bue-
nas — decía — para los países europeos y aún para el nuestro si
no estuviéramos en las condiciones en que estamos. Pero no es es-
ta la oportunidad de implantarlas.
El momento or.i de descenso rentístico y el Ministro quería
evitar el riesgo de una reagravación del déficit, aunque sin te-
ner en cuenta que entre los factores del descenso figuraba pre-
cisamente el desnivel arancelario cjue la Comisión quería su-
primir con intuición patriótica.
La Cámara se dejó impresionar, sin embargo, por los temores
del Ministro y adhirió al proyecto del Poder Ejecutivo que coin-
cidía con el de la Oomisión de Hacienda en las primeras oategn-
r/as, pero que elevaba al 20 % el derecho general de importa-
ción y al 3 0 7c el de la ropa, hecha, calzado, cereales, etc.
Otro de los factores del descenso era el contrabando, y para
combatirlo estableció el Gobierno un pontón aduanero auxilia-
do por embarcaciones armadas, en el río Uruguaj^ cerca del
puerto de Higuerltas.
"To>do buque que naveigue en el Uruguay — prevenía el de-
creto — con destino a puertos de este Estado, está, obligado a
fondear cerca del p|ontón para sufrir el registro".

Los demás impuestos.

La Asamblea votó en 1854, a pedido del Poder Ejecutivo, un


"impuesto de barrera" en el Deipartamento de Montevideo. De
acuerdo con la ley respectiva, los ganados procedentes de cam-
paña quedaban sujetos a una cuota de 20 centesimos por ca-
beza, aplicable a caminos, calzadas y puentes en todo el terri-
torio de la República.
La ley de contribución directa sancionada por las Cá,maras de
la administración G-iró en julio de 1853, debía empezar a te-
ner ejecución desde el año siguiente. Pero al vencer el término
se resolvió aplazar su cumplimiento hasta enero de 1855, y aun en-
tonces fué el Ministro de Hacienda a la Cámara para preve-
nir que la ley seguía en suspenso, a causa — decía — «del
estado de aniquilamiento en que todavía se hallan todas las
Anales de ¡a Universidad 325

fortunas particulares y de las graves dificultades que presenta


el establecimiento de esta imposición con la justicia y equidad
necesarias para que ella no sea origen de continuas reclamacio-
nes".
Al procederse ese mismo año a la revisión de la ley hubo
una discrepancia importante en cuanto a la cuota. La Cámara
de Diputados votó el 2 ^c y el Senado el 4 '/ce. Hubo necesidad
de someter el punto a lá Asamblea General y entonces prevale-
ció el 2 %c, que era precisamente la cuota establecida por la ley de
creación del impuesto.

El Presupuesto de 1855.

Le, ley de Presupuesto sancionada en 1854 pon destino al año


siguiente, fijaba los gastos en 2.718,000 pesos y los recursos
en 2.349,000, o sea con un déficit inicial de más de 350,000
pesos.
He aquí cómo se distribuían los gastos:

Cuerpo Legislativo $ 66,430


Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores 771,288
Ministerio de Guerra 914,014
Ministerio de Hacienda 247,134
Servicio de la Deuda 720,000

Total ,. f 2.718,866

La Administración de Justicia absorbía 54,732 pesos.


La Policía figuraba con cantidades muiy bajas: 3 8,032 para
el Departamento de Montevideo, con sólo 14 comisarios y 10 ce-
ladores, y de 3,960 a 5,940 para cada departamento de camipaña
con uno o más comisarios según el número de los pueblos y
sin un solo celador. Pero, en cambio, se creaba un regimiento de
policía de línea con 1,368 plazas y un costo de 328,216 pesos.
La Universidad absorbía 12,280 pesos con destino al servicio
de una cátedra de teología, una de derecho civil, una de de-
recho de gentes, una de filosofía, una de matemáticas, una de
latín, una de inglés, una de francés, una de dibujo y una Es-
cuela Normal. Al discutirse en la Cámara de Senadores esta pla-
Jailla, el doctor Enrique Muñoz votó en contra de la cátedra de
teología, alegando que había necesidad de fundar escuelas pni-
326 Anales de la Universidad

marias. "Cuando hay en el país — agregó — un Alcalde Or-


dinario que no sabe leer, no es propio que se sostenga una cá-
tedra de teología".
P a r a el serivicio de la enseñanza primaria destinaba el Pre-
supuesto 78,980 pesos, y con esa suma debían ser atendidas 54
escuelas y un colegio superior. Montevideo tenía 10 escuelas
con 14,200 pesos de costo, incluíd,.os 3,000 pesos para alquileres,
y los departamentos de campaña 44 escuelas con un costo de
54,1560 pesos, del que correspondían 7,920 a alquileres. El Co-
legio Nacional tenía 3 6 alumnos internos, cuyo sostenimiento
absorbía 8,300 pesos. Para textos había 1,200 pesos. También
figuraba en la planilla de Instrucción Pública una beca de 720
pesos para estudios de pintura en Europa.
En las planillas del Ministerio de Guerra destacábanse el Es-
tado Mayor Activo compuesto de 6 brigadieres y 4 coroneles mayo-
res y el Estado Mayor Pasivo con 34 coroneles, 63 tenientes coro-
neles, 72 sargentos mayores, 160 capitanes, 50 ayudantes mayores,
95 tenientes 1.°, 49 tenientes 2." y 92 subtenientes.
El ejército de línea, reducido a su menor exipresión en virtuid
de encontrarse ocuipados los cuartelles de Mont-evideo por las tro-
pas brasileñas, componíase de 102 soldados de artillería y dos pla-
nas mayores y dos cuadros de oficiales sin soldados.
En el cálculo de recursos que ascendía, como hemos dicho, a
2.349,000 pesos, destacábanse la Aduana de Montevideo con
1.800,000 pesos, las receptorías y subreceptorías con 130,000,
el papel sellado y las patentes de giro con 206,000, los corra-
les de Montevideo con 50,000 y los de campaña con 6,000, el
mercado de la Capital con 50,000 y el Correo con 20,000. No
figuraba la contribución directa, pero un axtículo de la ley de
Presupuesto aplicaba su importe y el de las tierras públicas a la
amortización de la deuda.
Desde los primeros meses del año surgieron grandes dificul-
tades para cubrir este presupuesto y el Gobierno resolvió diri-
girse a la Asamblea en demanda de una rebaja general de
sueldos que oscilaría del 10 al 2 5 % .
El Presupuesto — decía el Poder Ejecutivo en su mensaje —
sube a 1.986,764 pesos sin computar la partida de 720,000 pe-
sos de intereses de la deuda, que no ha recibido todavía cum-
plimiento. Ese monto representa al mes 165,543 pesos. Tiene
el erario que cubrir además 9,000 pesos por concepto de cons-
trucción de depósitos de Aduana y 10,000 por concepto de amor-
Anaces de la universidad 327

tización de la deuda consolidada. En conjunto 184,543 pesos


mensuales. Y para pagar esa erogación sólo cuenta el Gobierno
con 130,000 pesos de la Aduana y de las receptaríais y 10,000 de
corrales, mercados, correos y demá; fuentes fiscales. En resu-
men 140,000 pesos de ingresos y 184,000 de egresos.
Con ayuda de la proyectada rsduoción de sueldos esperaba
poider obtener el Poider Ejecutivo una eiconomía de 20,000 pesos
mensuales, o sea cerca de la mitad del déficit existente.
Don Andrés Lamas que no alcanzaba a comprender que con
la reducción de sueldos pudiera solucionarse la crisis, publicó
un plan más vasto, con apreciaciones concretas sobre el monto de
la riqueza pública, que vamos a reproducir.
'La ccntribución directa, que era el principal recurso de ese plan,
podía producir en su concepto alrededor de 100,000 pesos apli-
cando la cuota legal del 2 %c sobre los siguientes capitales:

5,000 leguas de tierras sobre las co¿-'tas y fronteras,


a 2,000 pesos $10.000,000
3,000 leguas de tierras en el interior, a 1,200 pe-
sos 3.600,000
2.000,000 de cabezas de ganado, a 6 pesos . . . 12.000,00»
8 leguas de terrenos y quintas, desde la Aguada
y el Cordón basta el Pantanoso, Unión y Buceo, a
50 pesos cuadra 1.440,000
13 leguas desde el Pantanoso basta Las Piedras y
Toledo, a 15 petsos cuadra 702,000
1.240,000 varas en Ita ciudad vieja,, a tres pesos
vara 3.720,000
Lo edificado 'en esos terrenos, a razón de cien mil
pesos cuadra 12.400,000
1.500,000 varas en la ciudad nueva, a un ipeso
la vara 1.500,000
Lo edificado en esos terrenos, a razón de 50,000 pe-
sos cuadra 2.500,000

Proponía, además, el doctor Lamas la contratación de un em-


préstito de 2 millones de pesos al tipo de 85 % con un servi-
cio de 6 % de interés y 1 % de amortización, para rescatar la
renta de papel sellado hipotecada al barón de Mauá por 480,000
pesos y regularlizar el pago de los presupuestos. Como no era
posible que el Uruguay obtuviera dinero, y sobre todo en esas
328 Anales de la Universidad

condiciones en m o m e n t o s de i n t e n s a crisis financiera, i n d i c a b a el


doctor L a m a s que podría g e s t i o n a r s e la g a r a n t í a del Brasil, olvi-
d a n d o que el Brasil y a h a b í a resuelto c e r r a r los c o r d o n e s de su
bolsa m i e n t r a s no a c a b a r a de e n g u l l i r s e el territorio que nos iiabia
dejado por los t r a t a d o s de 1851 y l a s a b s o r c i o n e s posteriores a
titulo de corrección de errores o e n d e r e z a m i e n t o de l í n e a s en la
d e m a r c a c i ó n de la frontera.

L a d e u d a p r o c e d e n t e d e p e r j u i c i o s d e gueiTa.

Vencido el plazo áe seis meses fijado por la ley de j u l i o de


1853 para la presentación de los reclamos procedentes de per-
juicios sufridos d u r a n t e la G u e r r a G-rande, la J u n t a de Crédito
P ú b l i c o p r e s e n t ó al Gobierno a principios de 18 5 4 el c u a d r o
de los créditos q u e t e n í a l i q u i d a d o s y clasificados h a s t a ese
m o m e n t o . L a s cifras e r a n a t e r r a d o r a s : por concepto de capita-
les o r i g i n a r i o s 30.800,000 pesos; i,or concepto de i n t e r e s e s d e
esos c a p i t a l e s , 1 2 . 7 0 0 , 0 0 0 ; por concepto de u s u r a s o g a n a n c i a s ,
4.000,000. E n c o n j u n t o c u a r e n t a y s i e t e y medio millones de
pesos, reipresentados por 16,302 r e c l a m o s q u e se clasificaban
así:

Sueldos $23.370,559
Empréstitos 4.366,770
Pólizas 1.681,450
Reforma militar 1.643,453
Servicios e v e n t u a l e s 369,161
Indemnizaciones 2.134,753
Diversos 105,381
Perjuicios 24.647
Depósitos 126,310
C o m p r a de p r o p i e d a d e s . . . . 1.5i63,574
Deuda flotante 54,106
Alquileres 2.160,027
Suministros 9.994,733

No e s t a b a t e r m i n a d a la operación. Q u e d a b a n t o d a v í a nume-
r o s o s e x p e d i e n t e s en los d e p a r t a m e n t o s de c a m p a ñ a , cuyo monto
se c a l c u l a b a en doce m i l l o n e s . L a liquidaición definitiva oscila-
r í a , p u e s , s e g ú n la J u n t a de Crédito P ú b l i c o , a l r e d e d o r de se-
Anales de ¡a üniversidal 329

senta millones de pesos, sin computar el subsidio francés por


1.117,395 y el brasileño por 1.38(i,049 al gobierno de la De-
fensa.
Partiendo de ese cálculo el Gobierno obtuvo de la Asamblea
un crédito suplementario de cincuenta mil pesos mensuales con
destino a intereses, que agregado al de los diez mil que absorbía
la amortización, elevaban ©1 monto del servicio a sesenta mil
pesos. Y en seguida procedió a la reorganización de la Oficina
de Crédito Pniblico sombre la base del es)tablecimiento de tres
secciones encargadas respectivamente de la liquidación, de la
consolidación y de la amortización de la deuda, resolviendo asi-
mismo que desde el I.» de enero de 1855 empezaría a entregar
la Tesorería General la cuota destinada a intereses y amortización.
Pero apenas empezaron a moverse las reclamaciones semi-
paralizadas de los departamentos, se comprendió que el nivel
cal'culaido na tardaría en ser notablemente excedido. En marzo
de 1855 las sumas liquidadas y claisificadas se aproximaban ya a
57 millones, y en presencia de ello el Gobierno resolvió dirigirse
a la Asamblea para preguntarle si una vez alcanzados los 60 mi-
llones, deibería continuar a debexía interrumpir su trabajo la
Junta de Crédito Público. La Asamblea resolvió afirmativamente
i a consulta.

Una excepción monstruosa a favor de los reclamantes extran-


jeros.

Otra ley muy grave fué dictada en esa misma oportunidad a


pedido del gobierno de Flores: la que autorizaba al Poder Eje-
outivo, con la sola retranca de dar cuenta a la Asamblea o a
la Comisión Permanente, "para celebrar con los agentes diplo-
máticos" arreglos relativos a las reclaimaciones de sus respecti-
vos stibditos.
ILey inconsulta ique permitía dar carácter internacional a
'os reclamos poT perjuicios de guerra de los numerosos extran-
jeros domiciliados en el país y que colocaba en manos de los
Ministros diplomáticos un instrumento de opresión y de opro-
bio del que tenían que abusar y abusaron según lo veremos más
adelante!
330 Anales de la Universidad

Consolidación de la deuda.

La Junta de Crédito Público al presentar el cuadro de los


reclamos clasificados y el cálculo de los que podrían presentarse
en la campaña, que redondeaban en conjunto la suma de sesen-
ta millones de pesos, proponía al gobierno de Flores un plan
die consolidación con 3 % de interés anual y un fondo amorti-
zante que permitiría extinguir la deuda en. 32 años. El servicio
empezaría en 18-55 y terminarla en 18'8 6, con el siguiente des-
embolso:

Por intereses $ 3 1 . 048,,556


Por amortización 24.844,642

$ 55.893,,19'8

Los recursos para el servicio se obtendrían mediante un im-


puesto del 5 % sobre Tos alquileres, del 1 % sobre las ventas
en remate público, del 2 % soibre las transferencias de bienes
raíces y de un adicional de importación del 5 al 10 % sobre las
bebidas alcohólicas y sobre los muebles.
Un mes después el Gobierno, que tampo'co se resignaba a
aguardar el resultado final de la liquidación, en la falsa creen-
cia de que no sería excedido el límite de los 60 millones, pre-
sentaba a la Asamblea tres proyectos encaminados a promover
el arreglo de la deuda.
Por el primero se autorizaba al Poder Ejecutivo para recoger
•? inutilizar todos los 'expedientes, dando en. su lugar títulos de
conversión hasta la cantidad máxima de 40 millones de pesos.
Era entendido que en caso de contratarse el empréstito, no se
abonaría por esos títulos arriha del 2 5 % de su valor nominal.
Por el segundo quedaba autorizado el Poder Ejecutivo para
la contratación de un. empréstito destinado al pago de esos tí-
tulos de conversión. El empréstito tendría un servicio de 6 %
de interés y 2 % de amortizalción y podría aibonarse por con-
cepto de comisiones y gastos hasta el 3 0 % de su valor no-
minal.
Por el tercero se autorizaba al Poder Ejecutivo para fundar
un Banco nacionaJl de descuentos, giros, préstamos hipotecarios
y conversión de deudas.
La Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, a cuyo
Anales de ¡a Universidad 331

estudio pasaron esos proyectos, produjo un informe contrario


a] plan gubernativo.
lExiaten — decía la Comisión — dos basies para el arregilo de
la deuda: la consolidación y la amortización. La primera quedó
establecida expresamente en los tratados de 18i51 que hasta fija-
ron las tasas del interés que habría de pagar el Uruguaiy: del
3 al 6 %. Es que en esa époica se consideraba que la deuda no
pasaría de 20 a 25 millones. Hoy sabemos que llega a 60 millo-
nes. Y es imposible consolidar un pasivo tan grande. Al tipo mí-
nimo de los tratados absorbería su servicio dois mifllones de pe-
sos, en cuyo caso tendríamos un déficit de 1.700,000. Aún re-
duciendo el interés al 1 %, lo cual significaría apartarse de los
tratados, el servicio absorbería 600,000 pesos. No hay que olvi-
dar, además, que tenemos otras gruesas deudas que es forzoso
pagar,: la nacional exigible por 1.800,000 pesos; la francesa por
1.117,395; y la brasileña por 2.636,000. En conjunto cinco y
medio millones de pesos.
Aconsejaba, pues, la Comisión el rechazo de los planes del
Gobierno fundados en la consolidación, y la sanción de un pro-
yecto susititutivo a base de amortizaciones con absoluta prescin-
dencia de inteTeses.
De acuerdo con el nuevo proyecto se destinaría a la extinción
de la deuda el 7 % de las rentes generales. Funcionarían dos
Cajas de amortización. Una de ellais, que tendría el manejo de
la tercera parte del producto de la renta, atendería el pago de
los créditos hipotecarios y preferentes. La otra, con las dos ter-
ceras partes restantes, estaría desitinada a los créditos genera-
les. Ambas Cajas funcionarían bajo la vigilancia de una Comi-
sión de comerciantes presidida por un delegado de las Cáma-
las. La amortización se practicaría por trimestres. El Poder
Ejecutivo quedaría autorizado para contratar un empréstito de
12 millones destinados a la amortización a la puja. Se haría pre-
sente al G-obierno del Brasil la imposibilidad de realizar la con-
solidación pactada en los tratados de 1851.
Juzgaba la Comisión dictaminante que con la aplicación del
7 % de las rentas generales bastarían once años de paz y de
buena administración para cancelar los cinco y medio millones
de las deudas ipreiferentes y amortizar una gruesa parte de la
deuda por perjuicios de guerra.
Al discutirse este dictamen en la Cámara de Diputados, ex-
presó el Ministro de Gobierno que tanto el proyecto gubernati-
332 Anales de la Universidad

vo como el de la Comisión de Hacienda eran, impracticables, y


que comprendiéndolo así había formulado el Poder Ejecutivo
un tercer proyecto en virtud del cual la deuda iiquidada por la
Junta de Crédito Público devengaría el 1 % de interés desde
1855, el 2 % desde 18 5 8 y el 3 % desde 1861 en adelante. Para
el servicio de la deuda se entregaría mensualmente 50,000 pe-
sos con destino a intereses y 10,000 con destino a amortización.
La Asamblea encontró preferible la fórmula del Poder Eje-
cutivo e inspirándose en el'Ia dictó la ley de julio de 1854.
"Queda reconocido como deuda naicionail -—• decía esa ley —
el monto de todos los documentos liquidados por la Junta de
Crédito Públilco, con los intereses y ganancias que contienen y
todas las demás deudas que en lo sucesivo liquide pertenecien-
tes a años anteriores al de 1852, pTOcedentes de empeños del Es-
tado a particulares". ,
Dicha deuda — agregaba — será convertida en títulos conso-
lidados que devengarán intereses del 1 % desde enero de 1855,
del 2 % desde enero de 1858 y del 3 % desde enero de 1861,
destinándose a su pago la mensualidad de 60,000 pesos, de los
que se aplicarán 10,000 a amortización en la forma que dispon-
ga el decreto reglamentario.
La ley fijaba el plazo de cuatro meses para el canje de los
créditos ya liquidados o en trámite y el de un año para la pre-
sentación y diligenoiamiento de las reclamaciones por perjuicios
de guerra que no hubieran podido deducirse y probarse por
falta de magistrados en los departamentos.
El decreto reglamentario estableció que los tenedores de tí-
tulos de la deuda consolidada tendrían el derecho de formular
propuestas de venta a la Caja de Amortización y que ésta acep-
taría las que conceptuare más ventajosas. Quedaba así establB-
cido el régimen de la amortización a la puja.

La bancaiTota..

Había juzgado el Gobierno que el Tesoro público se encontra-


ría con fuerzas para efectuar desde enero de 1855 el aparte
mensual de 60,000 pesos destinados al servicio de intereses y
amortización de la deuda consolidada.
Pero como sie aproximara el vencimiento del primer trimestre
sin que la Tesorería entregara los 150,000 ipesos de intereses, la
Cámara de Diputados interpeló al Ministro de Hacienda y supo
Anales de la universidad 333

entonces que el aparte no había podido hacerse por falla absoluta


de recursos.

Proyectos que surgen en la Asamblea para evitar el derrumbe


de la deuda.

Ante esa manifestación de bancarrota entró la Cámara de Di-


putados a ocuparse de varios proyectos encaminados a detener
el desprestigio del crédito público: que el pago de la contribu-
ción directa se practicara exclusivamente con títulos de la con-
solidada; que una parte de los derechos de Aduana se cubriera
con títulos aforados al doble del tipo de la amortización oficial; que
la Caja de Amoitizaoión reicihazara toda propuesta que no ex-
cediera del 5 % del valor nominal de los títulos; que quedara
en suspenso la ley de perjuicios de guerra como medio de de-
tener el progreso de la deuda.
De acuerdo con los dos primeros proyectos estableció la Cá-
mara que la Aduana recibiríia hasta la sexta parte del monto
de los derechos en títulos de la deuda consolidada aforados al
duplo de su última amortización, y que la contribución directa
se podría cancelar totalmente con títulos aforados al mismo du-
plo.
Al pasar al Senado pidió el Ministro de Hacienda un compás
de espera, invocando gestiones iniciadas para obtener el con-
curso del Tesoro brasileño. Pero algunas semanas después vol-
vió sobre sus pases en virtud de haber fallado ese auxilio. Re-
anudado el debate, fueron sancionados por el Senado ambos pro-
yectos, con modificaciones que reducían el monto de la deuda
admisible en la Aduana y el precio de la destinada al pago de la
contribución directa.
De estas dos leyes sólo alcanzó a promulgarse la relativa al
pago de los dereclhos de Aduana con la reducción votada por el
Senado, quedando pendiente la otra a la espera de una reunión
de la Ahamblea General, que no se produjo.

El Poder Ejecutivo se opone a esos proyectos invocando que le


cercenan sus rentas.

El Gobierno, que estaba muy alarmado con esta irrupción de


proyectos de emergencia que conducían al cercenamiento de sus
escuálidas rentas, resolvió llamar al orden a la Asamblea.
334 Anales de la Universidad

En el mensaje que le dirigió con tal motivo decía que la Te-


sorería carecía de fondos para atender el servicio de intereses
de la deuda; que en cambio había entregado y continuaría en-
tregando religiosamente la partida de 10,000 pesos m e n s u r e s
destinada a la amortización; que no se disipusiera de las rentas
anteo de la sanción del Presupuesto General de Gastos; y concluía
con Gotas frases:
"Asegurados los gastos de la Administración con todas las
reducciones que creáis Justo hacer, entonces destinad a la deuda
bajo las más severas resiponsabilidades cuanto exceda de aque
lia cifra".
La Comisión de Hacienda, que sintió rozada la dignidad de la
Asamblea, presentó una minuta de comunicación en la que lue-
go de lamentar que el Poder Ejecutivo hubiera llegado "en
BUS deseos por la mejora de la situación financiera de la Repú-
blica hasta sospechar o temer que pudiera faltarle a la Cámara
de Diputados el buen tino, prudencia y saber que deben pre-
sidir sus deliberaciones», prevenía que la Cámara guardaba y de
fendía las conveniencias del pueblo "como un sagrado deber y
no le era necesaria la comunicación del Poder Ejecutivo para
ciiniiplir dignamente con su misiión".
Cuando se iba a considerar esta minuta ya habían pasado al
Senado lo dos proyectos que más alarmaban al Gobierno, y en-
tonces se dijo que puesto que la Cámara había hecho precisa-
uiente lo que el Poder Ejecutivo quería que no se 'hiciese, bastaba
con un acuse de recibo liso y llano del mensaje. Y así se resolvió.
Ei Poder Ejecutivo había estado, sin embargo, en el buen te
rreno al pedir a la Cámara que aplazara sus proyectos inconsul-
tos, especialmente el que alteraba la forma de pago de los de-
rechos de Aduana en beneficio exclusivo de unos pocos acapa-
radores de papeles que no por eso dejaban de seguirse cotizando
a tipos miserables, como así tenía que reconocerlo la propia
Asamblea al derogar esa forma de pago a los cuarenta y tantos
días de haber estado en vigencia.
Entraba en receso la Asamblea en esos momentos y el go
bierno de Flores aprovechó la oportunidad para enriquecer el
fondo amortizante de la deuda con una segunda mensualidad de
10,000 pesos y para establecer que la 'Caja de Amortización re-
recihazaría toda propuesta que no alcanziara al 5 olo del valor no-
minal de los títulos. Eran dos medidas que sólo la Asamblea
podía autorizar. Hay que advertir que una de ellas, la que re-
Anales de la Universidad 335

forzaba el fondo amortizante, había sido desechada por el Cuer-


po Legislativo pocos días antes de que Flores tomara sobre sí
la responsabilidad de dictarla; y que la otra, la que establecía
un límite para la aiceptaición de las proipue&tas, tenía la sanción
de la Cájnara de Diputados, pero no la del Senado. Dándose
cuenta de su eixtralimitación, el Poder lEjecutivo volvió en se-
guida sobre sus pasos derogando ambos decretos.

Queda la Caja de Ajiioitización como única contribución del Es-


tarlo al servicio de la deuda.

Desde mediados de 1855 quedaba así como único resorte in-


dicativo del servicio de la deuda la Caja de Amortización,
transformada en sección o departamento de la Junta de Crédito
Público, con su fando de 10,000 pesos mensuales destinado a
la compra de los títulos que el público le propusiera en venta.
Y ello por obra del mismo gobierno revolucionario que en su
decreto de octubre de 185i3, a raíz del derrumbe de Giró, había
suspendido la ley de creación de la Caja, dando como fundamento
que era inmoral, irrealizable y violatoria de tratados solemnes
a que estaba obligada la República, como así volvió a repetirlo
en su mensaje de marzo del año siguiente a la gran Asamblea.
El Gobierno — decía el mensaje — sus,pendió por inmoral la
creación de la Caja de Amortización y rescate de la deuda
y la ley que aceptó la propuesta de arreglo con los acreedores
del Estado.
Reconciliado con la idea insplradoira de la Caja de Amorti-
zación, que era lo único práctico que pernútíau las circunstan-
cias angustiosas de la época, procuró Flores asegurarle la efecti-
vidad inmediata de alg'Uiios de Jos recursos votados por la Le-
gislatura de 1853.
En el curso del mismo año 1855 se presentó con ese objeto
a la Asamblea pidiendo autorización para enajenar todas las
tierras públicas, sin excluir las dadas en enfiteusis, al precio mí
nimo de 1,000 pesos la legua. La ley de 1852 cuya deroga-
ción parcial pedía el Gobierno, aplicaba también las tierras y
propiedades públicas a la amortización de la deuda, pero de-
jaba en suspenso las enajenaciones a la esipera de una mensura
general del territorio del Estado que debería practicarse sobre
la base de los títulos legítimos que presentaran los propietarios.
336 A')iales de la Universidad

El monto de la deuda.

El Poder Ejecutivo comunicó a la Asamblea a mediados de


1855 que ya se había lanzado a la plaza deuda consolidada por
valor de 60 millones, o sea precisamente la cantidad tomada
como máxima al fijar la partida de 50,000 pesos mensuales para
intereses.
Al finalizar el año la deuda clasificada y liquidada por la Ofi-
cina de Crédito Público subía a 80.922.000 pesos, de cuya suma
estaban ya convertidos en títulos de deuda 73.458,588, quedan-
do pendientes de canje 7.463,558 pesos.
El mismo cuadro de la Oficina de Crédito Público de donde
extraemos esas cifras, hacía constar que en los ocho primeros
meses de 1855 se había amortizado la cantidad de 2.826,618
pesos en esta fo.rma generalmente progresiva:

Enero $270,011 Mayo . . . .$317,691


Febrero 265,208 Junio . . . . 321,600
Marzo 291,800 Julio . . . . 405,802
Abril. 334,002 Octubre . . . 620,502

Había recibido a la vez la Aduana en pago de derechos algu-


nos centenares de miles de pesos, resultando entonces que la
amoTtización efectiva de los ocho meses del cuadro era de
3.143,264 pesos.
Para extinguir tan abultada masa de papeles sólo había dis-
puesto el Gobierno de las siguientes cantidades:

Entregas mensuales de la Tesorería . . . $ 82,241


C'ontTibución directa 12,247
Vs de los derechos de Aduana 19,2 8 6

$ 113,774

Con algo más de cien mil pesos habían quedado, pues, extin-
guidos tres m'llenes largos de deuda consolidada.

El precio de las deudas.

Para amortizar una cantidad tan importante, era necesario


íiue la deuda se cotizara a precias miserables. Y así sucedía efec-
Anales de la Universidad 337

tivamente, según lo demuestra el siguiente promedio de los pre-


cios pagados por la Junta de Crédito Público en el curso de
1855:

Enero 29 reales por cada 100 pesos


Febrero 30 » » » 100 »
Marzo 2T » » » 100 »
Mayo 24 » - » 100 »
Junio 25 » » » 100 »
Octubre 12 » » » 100 x
Noviembre 13 » » » 100 »
Diciembre 12 » » » 100 »

Ni la ley que autorizaba el pago de la octava parte de los


derechos de Aduana en títulos de deuida, ni el decreto que pro-
hibía a la Junta de Crédito Público aceptar propuestas inferio-
res al 5 % del valor nominal, habían conseguido evitar el de-
rrumbe de los precios a que arrastraban la continua emisión de
consolidada y el apremio financiero en que vivía el Gobierno.
A principios de noviembre de 1852, o sea en los momentos
en que la Oficina de Crédito Público cerraba su cuadro, se di-
rigía la Comiisión Permanente al Poder Ejecutivo para hacerle
las siguientes advertencias:
Que el producto de la cooiitribución directa no se aplicaba a
la deuda como lo mandaba la ley; que en septiembre y octubre
no se había practicado la amortización mensual de la misma
deuda; que los sueldos de los emipleados públicos se pagaban
con billetes de Tesorería (que sufrían en plaza un quebranto
del 20 %.
Y en cuanto a emisiones de deuda, bastará saber que el l.o
ríe marzo da 1856, dfa en que terminaba el período complemen-
tario de la presidencia de Flores y que ésta como se sabe no
alcanzó a llenar, el monto de la consolidada era de noventa y
ocho y medio millones de pesos!

De empréstito en empréstito.

Véase cómo describía "El Nacional" el procedimiento de


provisión de fondos que empezó a aplicar el gobierno revolucio-
nario desde fines de 1853:
Necesita dinero el Estado. Se presenta entonces un corredor
22.
338 Anales de la Universidad

que le oifrece vales de comercio a ti es o cuatro meses de plazo


sin interés. Esos vales se descuentan al 1 y 3/4 % de interés
y 1/4 % de corretaje, o sea para el Tesoro el 2 % mensual.
El Gobierno atiende el pago de los préstamos mediante letras
Cíjntra la Aduana, admisibles en pago de derechos que deven-
gan el interés del 1 o del 1 y 1/2 % mensual. En resumen, el
Tesoro abona como mínimo el 3 % mensual o el 36 % al año. Ad-
viértase que mientras el comerciante firma vales sin interés, el Es-
tado abona por los suyos el 1 y el 1 y % %, a pesar de que los
primeros carecen de garantía, en tanto que los segundos se reciben
como metálico en la Aduana.
"Bl Comercio del Plata" hizo la cuenta a mediados de 1854
del número de operaciones de e&e género realizadas por el
Ministerio de Hacienda. En los do.3 meses transcurridos desde
principios de abril hasta principios de junio arribaba a la cifra
de 30 empréstitos por un total de 534,000 pesos al interés de^
2 % mensual.
El Ministro de Hacienda, que no podía absolutamente cubrir
lus presupuestos, promovió a principios de 1855 una reunión de
comerciantes y capitalistas con la esperanza de levantar fondos
sobre la base de las rentas que estaban libres. Pero en seguida
llegaron noticias de Río de Janeiro acerca de una operación más
vasta en que habían intervenido la Legación Oriental y la Casa
Mauá, y el Gobierno resolvió ratificar esa operación, sin aguardar
la sanción legislativa, invocando el apremio financiero del momento.
Tratábase de un contrato por 400,000 patacones, incluidos 100,000
que se adeudaban a Mauá. El interés era del 12 % al año, amén de
una comisión del 2 j Vz % a, favor de Mauá. En garantía del ser-
vicio de intereses y amortización del empréstito, quedaban afectadas
las rentas de patentes de giro y papel sellrido. Todo ello bajo esta
cláusula verdaderamente asombrosa que sin embargo no vacilaron
tn ratificar con sus firmas el Presidente Flores y sus Ministros don
Lorenzo Batlle, don Enrique Martia'>z y don Francisco Hordoñana,
cediendo a las estrecheces del momento:
«El Gobierno de la República reconoce en el prestamista el
derecho de reclamar la protección oficial del Gobierno de su país
y en éste el derecho de intervenir y obligar a la República por
todos los medios autorizados por el derecho de gentes a cumplir
fielmente todas y cada una de las condiciones de este contrato
en el caso absolutamente inesperado de faltar " la República al
cumplimiento de alguna de ellas.»
Anales de la universidad 339

Sólo después de cuarenta y tamos días de l\ ratiflcación ¡re


arriesgó el Gobierno a pasar una copia del contrato a la Asam-
blea General. Ya nada había que hacer, pues se trataba de una
operación consumada, y el contrato, con su formidable cláusula,
quedó en pie.
Un alivio muy transitorio fué el que resultó de esa operación.
En mayo ya tenía el Gobierno que volver a sus procedimientos
habituales de las prestaciones locales. Para cancelar los sueldos
de diciembre del año anterior y dar algo a cuenta de los de
enero, pidió y obtuvo 130,000 pesos garantizados por las ren-
tas de Aduana, y al mismo arbitrio volvió a recurrir en los me-
ses subsiguientes para salir de los apremios del día, matizando
sus operaciones habituales con otras más vastas de que ya hemos
hablado al ocuparnos de la situación financiera en 1855.

lios vales ele Telsofei'ía.

Ijna de las leyes dictadas a mediados de ese año facultaba al


Poder Ejecutivo para girar gradualmente vales de Tesorería hasta
el monto de 550,000 pesos, reembolsables al finalizar el plazo de
la emisión con ayuda de entregas mensuales de 25,000 pesos que
haría la Tesorería a la Junta de Crédito Público.
]^os primeros vales fueron girados en el curso del mes de julio.
El comercio de Montevideo se apresuró a darles el calificativo de
papel moneda y lo eran efectivamente por su forma. Desde el
primer día de su aparición sufrieron un descuento del 3 al 5 %,
que siguió acentuándose en los días subsiguientes y que salvó a
13, plaza de la plaga de que se juzgaba amenazada.
El gobierno de hecho surgido de la revolución de los conserva-
dores suspendió la emisión de esos vales, y la administración re-
gular que reemplazó a dicho gobierno trató de efectuar su retiro
mediante un contrato por el cual un grupo de comerciantes tomaba
a su cargo la cantidad circulante, levantaba un gravamen de
120,000 pesos sobre las rentas de Aduana y entregaba mensual-
mente al Gobierno 60,000 pesos, todo ello a cambio de las rentas
de Aduana, corrales y mercados hasta febrero de 185i6.
Pero el contrato no alcanzó a realizarse y entonces el Gobierno
resolvió utilizar de nuevo los vales de Tesorería para hacerse de
recursos. A fines de 1855 hacía constar «El Comercio del Plata»
que el Ministerio de Hacienda había lanzado a la circulación
160,000 pesos y que el quebranto de dichos papeles había subido
340 Anales de la universidad

al 20 9o> no obstante lo cual continuaban siendo recibidos por su


valor nominal en pago de los derechos de Aduana.
Un nuevo grupo de comerciantes se organizó entonces para eli-
minar de la plaza ese elemento de perturbación financiera. Don
Carlos Navia, que era el representante del grupo, empezó por ofre-
cer a cambio de ia lenta de mercados y corrales a percibirse du-
rante el año 1856, la suma de 150,000 pesos pagadera parte en
oío y el resto en vales de Tesorería que serían retirados y can-
jeados por vales de comerciantes, fraccionados en forma de poder
atr utilizados como moneda menor en las transacciones. Dichos va-
les serían convertibles y deberían quedar retirados dentro de un
p.azo de tres años. El sindicato prestaría a la vez al Gobierno tres
mil onzas de oro al 1 % de interés mensual .
No habiendo el Gobierno encontrado equitativas esas bases, el
sindicato ofreció entre otras ventajas la tercera parte de las entra-
das líquidas de las rentas enajenadas, y entonces su propuesta en-
contré ambiente y fué aceptada.

l/a deuda exigible.

Otro de los proyectos gubernativos convertidos en ley por la


Asamblea juntamente con el de los vales de Tesorería, autorizaba
a la Junta de Crédito Público para clasificar y liquidar todos los
créditos devengados desde el mes de enero de 1853 hasta el de ju-
nio de 1855. Para cancelar esos créditos se emitirían títulos de
«Deuda Exigible» con 6 % de interés al año y se establecería una
caja especial de amortización, a la que se entregaría la suma de
cinco mil pesos mensuales.
No era un pensamiento nuevo. Ya en 1854 se había presentado
ei Gobierno a la Asamblea pidiendo autorización para cancelar con
títulos de deuda exigible los créditos y sueldos posteriores al l.o
dt marzo de 1852, y para establecer una caja de amortización que
recibiría hasta la suma de 200,000 pesos por año. Cuando el Go-
bierno iniciaba esas gestiones, hacía constar «El Comercio del
Pluta», como un síntoma revelador del renacimiento de la con-
fianza pública, que los créditos y sueldos que se cotizaban al
1 y % de su valor, habían subido al 2 %!

El desorden financiero como mal de la época.

La Comisión de Cuentas del Cuerpo Legislativo se dirigió en


febrero de 1855 a la Comisión Permanente para darle cuenta «de la
deformidad del desorden en que se hallaba la contabilidad».
Anales de la Universidad 341

«Inmensas cantidades de cargo entradas en la Caja sin conoci-


náento ni intervención de la Contaduría General...—^Gruesas su-
mas en recibos provisorios por pagos que ha practicado la Teso-
rería General sin orden escrita del Ministerio respectivo y menos
aún con noticia tan siquiera de la Contaduría... Falta absoluta
de balances, ni mensuales ni anuales, entre la Tesorería y la Con-
taduría. ..—^Distracción de los fondos destinados exclusivamente
para los presupuestos y aplicados a ramos y objetos no presupues-
tados.»
Tales eran las acusacioBes que anranicaba el examen de la con-
tabilidad correspondiente al año 1853. Pero la Comisión de Cuen-
tas se apresuraba a prevenir que los vicios que ella señalaba no
eran transitorios, sino permanentes; que no se aplicaban a tal o
cual administración, sino a todas las adm.inistra'oiones y todas
las épocas; que eran abusos «cuyo origen se perdía en la existen-
cia tempestuosa de la República» y que, por lo mismo, exigían re-
formas sustanciales en el régimen de la contabilidad nacional
Pocos días después de publicado el informe de la Comisión de
Cuentas, se jubilaba el Contador don Manuel Figueroa y entra-
ba a reemplazarle don Tomás Villalba, uno de los ciudadanos más
indicados para aquel delicado cargo público, por sus probadas ap-
titudes en el desempeño de varias Jefaturas Políticas de campaña.
Dos decretos de impoiitancia subsiguieron a este cambio de per-
sonal.
«La Contaduría G^iueral de la Nación — decía el primero —
es la llave de todas las oficinas de Hacienda: las fiscaliza y ejer-
ce superintendencia sobre ellas»... En adelante el Contador in-
tervendrá todas y cada una de las órdenes de entradas y salidas
de fondos de la Tesorería General y devolverá al Gobierno con ob-
servaciones los libramientos de pago que den mérito para formu-
larlas.
Por el otro decreto se prohibía a las oficinas recaudadoras de
fondos pagar órdenes libradas contra ellas y se les mandaba ver-
ter sus rentas en la Tesorería General.
Don Tomás Villalba alcanzó a construir sobre los escombros
qae había encontrado la Comisión de Cuentas una obra que es to-
davía honra y prez de la administración financiera del Uruguay.

Enjudiriamiento de un Ministro.

No quedó • limitado a ese cambio de funcionarios el efecto del


informe de la Comisión de Cuentas, como de ello instruye un es-
342 Anales de la Universidad

ciito de don Manuel Acosta y Lara pidiendo a la Cámara de Di-


putados que le promoviera juicio ante el Senado de acuerdo con
la Constitución, en virtud de habérsele dirigido acusaciones ca-
lumniosas sobre manejo de fondos durante el desempeño del Mi-
nisterio de Hacienda.
Don Manuel Aoosta y Lara había sido Ministro de Hacienda
del gobierno de Floréis y ocupaba una banca en el Senado al tiem-
po de la presentación de su escrito.
La Cámara de Diputados pasó el asunto a estudio de la Comi-
sión de Peticiones y ésta produjo un informe en el que estable-
cía que de los antecedentes traídos a la vista resultaba «el con-
vencimiento del espantoso despilfarro de las rentas públicas y en-
tradas del Tesoro Nacional durante la administración del señor
Acoeta y Lara», existiendo casos «de malversación de los cau-
dales públicos, envueltos algunos con vehementes presunciones de
dilapidación y peculado», por todo lo cual procedía que'la Cáma-
ra de Diputados acusara al peticionario ante el Senado «por el de-
Lto de malversación de fondos públicos».
La Cámara de Diputados resolvió aceptar el temperamento acon-
sejado por la Comisión de Peticiones y a fines de mayo entabló la
acusación ante el Senado designando para llevarla adelante a los
diputados don José María Muñoz, don Fernando Torres y don Ma-
teo Magariños Cervantes.
El Senado nombró una Comisión encargada de ponerse al habla
con la acusadora y de informar luego sobre si había o no lugar a
formación de causa. Pero surgió entonces un incidente de fondo,
porque la Comisión acusadora consideraba que ella tenía man-
dato para acusar ante el Senado y no ante una Comisión delegada
argumento que no era nuevo para la Comisión del Senado puesto
que ella también había puesto en duda la personería de sus cole-
gas de la otra rama del Cuerpo Legislativo.
¡El incidente se prolongaba y la Comisión del Senado resolvió
solucionarlo mediante la presentación de un informe, que fué san-
cionado por dicha rama del Cuerpo Legislativo, en que se decla-
raba que el ex Ministro Acosta y Lara había satisfecho a todas
las observaciones y quedado a cubierto de toda imputación des-
honrosa. La Comisión acusadora se presentó a la Cámara de Di-
putados protestando contra esa decisión, violatoria en su concep-
to de disposiciones constitucionales, puesto que con ella se eludía
el juicio. Pero la Cámara mandó archivar el escrito considerando
que el asunto estaba realmente concluido.
Anales de la Universidad . 343

Ln enseñanza vública: escuelas primarias.

Por efecto de los sucesos políticos de 1853 y de la crisis finan-


ciera que se acentuó a raíz de la oaJída dé Giró, quedaron clau-
suradas casi todas las escuelas de la República.
íBn marzo de 1854 empezó el Gobierno a realizar trabajos a fa-
vor de la reapertura de algunas de ellas, y un año después el Mi-
nistro de Gobierno don Alejandro Chucarro bacía constar con sa-
tisfacción ante la Asamblea que funcionaban en la Capital y en
loh departamentos más de cuarenta escuelas entre públicas y par-
ticulares.
La Escuela Normal reabrió sus puertas el mismo año bajo la di-
rección de don Marcos iSastre y fué reorganizada luego bajo la
dirección de don Juan Manuel Bonifaz.
Entre las escuelas particulares seguía destacándose el «Colegio
de los Padres Escolapios», reorganizado en 1853 por don Pedro Gi-
ralt y don Joaquín Rivas, hecho que provocó una nota de aplauso
y de adhesión de parte de los ex alumnos del establecimiento doc-
tores Enrique Muñoz, Conrado Rücker, Marcelino Mezquita, Ja-
cinto Susviela, Alejandro Magariños, Mateo Magariños, Adolfo Pe-
dralbes, Marcos Baeza y José María Montero. Un año después te-
nían lugar con su acostumbrado brillo los exámenes bajo un pro-
grama que comprendía lectura, gramática, aritmética, matemá-
ticas, dibujo, inglés, francés y estudios comerciales.
Han quedado datos estadísticos más completos acerca del movi-
miento de la enseñanza primaria en los departamentos de cam-
paña.
A fines de 1854 realizó una jira de inspección el vocal del Ins-
tituto de Instrucción Publica doctor José G. Palomeque, y como
resultado de su viaje presentó en enero del año siguiente este cua-
ti ro de las escuelas públicas que funcionaban a la sazón:
344 Anales de la Universidad

DEPARTAMENTOS Habitantes
Varones Niñas

Canelones 21.000 1 1 25 36
San José 17,000 3 — 165 —
Colonia . 12,000 8 1 42 38
Durazno 8,000 1 — 25 —
Soriano . 13,000 2 3 45 82
Paysandú . 10,000 1 — 20 —
Salto. . . 8,000 1 1 i 71 —
Tacuarembó 7,000 1 1 15 30
Cerro Largo 9,000 1 1 68 8S
Maldonado . 15,000 3 3 39 48
Minas 9,000 1 1 27 40

129,000 18 12 542 357

En conjunto, 30 escuelas públicas con menos de un millar de


alomnos.
Y hay que que advertir que las cifras no eran más bajas gracias
a los esfuerzos desplegados por el doctor Palomeque para reabr'r
algiinos establecimientos que encontró clausurados.
La escuela de varones de Las Piedras — decía en su informe al
Instituto — está cerrada por falta de preceptor. En Canelones
quedó nombrada una maestra para reabrir la escuela de niñas.
La escuela de Santa Lucía está cerrada por falta de maestra. En
San José fué reabierta la escuela de niñas. Bn el Rosario y en el
Carmelo también. En nueva Palmira quedó reabierta la escuela
de varones. En Soriano también. En Payisandú y Salto se traba-
jó a favor de la reapertura de las escuelas de niñas, que estaban
cerradas por falta de maestras. Bn Pando está cerrada la única es-
cuela existente, por falta de útiles.
Dando la explicación del desastre, decía el doctor Palomeque^
«Los profesores impagos, los alumnos sin textos, los estableci-
mientos sin útiles ni materiales que les sirvan..,». Las Juntas
Blconómico-Administrativas descuidan sus funciones constitucionales
e;i materia de instrucción pública. Habría que restablecer el servi-
cio de Inspectores generales de escuelas que existía antes de la
creación del Instituto, pudiendo actuar como Inspectores los pro-
pios miembros del Instituto.
Anales de la U7iiversidad 345

El estado de la enseñanza.

Ya con anterioridad a la jira del doctor Palomeque había tenido


que ocuparse el Instituto de Instrucción Pública del calamitoso
estado de la enseñanza en campaña, con motivo de una nota del
Ministerio de Gobierno llamando la atención acerca de la frecuen-
cia con que los maestros abandonaban sus escuelas.
Tal abandono — decía la Comisión especial a cuyo estudio ha-
bía pasado la nota — puede provenir de aquellos maestros que se
marchan sin permiso y a quienes «no sería dado sujetarlos a ser-
vir y i público sin que se les proporcionase los medios de existir», o
de aquellos otros que recaban permiso de las Juntas, pero luego
se quedan por largo tiempo en la Capital a causa «de las privacio-
nes y dificultades que experimentan en el pago de los sueldos».
Concluía la Comisión proponiendo una resolución según la cual
los maestros no podrían ausentarse de las escuelas «so pretexto de
recurrir al Gtobierno en reclamo de sueldos», debiendo en todos los
casos valerse para sus gestiones de los pagadores o habilitados.
iDentro de ese ambiente en que todo faltaba, terriblemente po-
bre debía resultar la obra de la enseñanza.. Un maestro de Minas,
don Bonifacio Montes de Oca, describía así el estado de la escuela
que acababa de entregársele, en nota dirigida a la respectiva Jun-
ta Económico-'A.dministrativa en 1854:
Cuarenta y siete niños cuenta la escuela. Ninguno de ellos sa-
be leer correctamente. Ninguno sabe escribir con ortografía. Nin-
guno sabe colocar en orden los sumandos para hacer la operación
más elemental de la aritmética. Y en cuanto a moralidad, el es-
tado de la escuela «es el más lamentable».

Los niños de color.

Otro asunto muy interesante estudió el Instituto de Instrucción


Pública en esa misma época: si los niños de color debían ser ad-
mitidos en las escuelas públicas.
Para don José María Muñoz la ley no podía establecer distincio-
nes; pero las preocupaciones sociales y la falta de aseo de los niños
de color aconsejaban cierta separación en beneficio de los propios
niños de color. Los programas de enseñanza debían ser, sin em-
bargo, absolutamente iguales para todos. Para don Joaquín Re-
quena la clase de color había estado siempre, y seguiría estándolo
346 Anales de la Universidad

por largo tiempo todavía, al servicio de las familias, y entonces


lo que convenía enseñarle era la plancha, el lavado y otros que-
haceres domésticos.
Y el debate prosiguió sin que el Instituto adoptara ninguna re-
soluición, posiblemente por no poderse formar mayoría todavía en
torno de la tesis que luego habría de resultar indiscutible, de la
tesis que proclama la perfecta igualdad de todas las clases socia-
les en la escuela, sin distinción de bancas ni de programas de en-
señanza.

Instrucciones a los mialeistiros.

El mismo IníStituto de Instrucción Pública aprobó en 1855 un


pUego de instrucciones a las maestros, redactado por su Secreta-
rlo don Joaquín Requena, en el que se contenían las siguientes
normas:
No conviene emplear medios extraordinarios para estimular el
estudio. Las promesas de mucho valor, los honores exagerados fo-
mentan la presunción y el orgullo en los unos y el desaliento y
el odio en los o t r o s . . . Es necesario excluir los castigos humillan-
tes y los rigores excesivos... Debe observarse el culto de la ver-
d a d . . . La disciplina es el alma de la escuela... La enseñanza mo-
ral no debe limitarse al tiempo que marque el horario de clase.
Es un ramo que no debe abandonarse en ningún momento.

La enseñanza secundaria.

üos decretos de reorganización del Colegio Nacional dictó el


gobierno de Flores. Por el primero de ellos quedaba ese estableci-
miento incorporado a la Universidad y bajo la vigilancia del Con-
sejo Universitario en todo lo relativo al cumplimiento de las leyes
y reglamentos respectivos. Por el segundo volvía el Colegio a re-
cobrar su autonomía, o mejor dicho a completar esa autonomía,
como que se le erigía en Universidad menor y se le habilitaba para
expedir diplomas de bachiller en ciencias y letras.
Los exámenes de 1854, que tuvieron lugar con gran pompa,
fueron presididos por el doctor Luis José de la Peña que había
vuelto a instalarse en Montevideo y a dictar sus cátedras de filo-
sofía y matemáticas en el Colegio, después de un paréntesis de
fuerte actuación en la cancillería de la Confederación Argentina.
Anales de la Universidad 347

l.os alumnos fueron examinados en filosofía, retórica, físico-ma-


te;iiáticas, latín y francés.
El Rector del Colegio doctor Antonio M. Castro, presentó en
esa oportunidad una memoria en que estudiaba la marcha del es-
tablecimiento. Desde hace dos años — decía — funciona el Colegio
Nacional en la villa de la Unión. Antes de su traslado tenía el
concurso de todos los catedráticos de la Universidad, que ha des-
aparecido ahora por la distancia. La escuela pública de la vi-
lla de la Unión — agregaba — ha sido anexada al Colegio Na-
cional como medio «de que la enseñanza desde los primeros elemen-
tos sea conducida bajo un sistema uniforme».
El establecimiento tenía en esos momentos 48 alumnos, de los
cuales 25 procedían de los departamentos de campaña y estaban
sostenidos por el Tesoro público.
A los colegios particulares que ya existían hubo de agregarse
otro más, «El Ateneo Oriental», proyectado por Adadus Calpe (A.
D. de Pascual) quien también presentó al Oobierno un proyecto de
Academia en que se enseñaría lenguas clásicas y modernas, bellas
leí ras, geografía, matemáticas, historia nacional americana y uni-
versal, filosofía, química, física, mineralogía, geología y botánica.
«lEl Estado Oriental — decía el autor de esos proyectos en su
di'irio «La América del Sur» — tiene hombres de saber y jóvenes
dt grandes esperanzas: una historia que contar, llena de episodios
sublimes; tiene biografías que presentar como dechados a la pos-
teridad... tiene una misión augusta sobre todo decir, y es llamar
hacia sus ubertosas playas millares de pobladores».
Salto era el único de los pueblos de campaña que tenía enseñanza
secundaria. Dábase esa enseñanza en el Colegio de Humanidades
y Escuela Pública que funcionaba bajo la dirección de don Pe-
dro Andreu. A los exámenes de 1855 concurrieron 111 alumnos in-
cluidos los de enseñanza primaria. La Mesa examinadora hizo in-
terrogaciones sobre gramática, catecismo, aritmética, francés, mú-
sica, teneduría de libros, ética, geometría, álgebra y geografía.

I>a enseñanza universitaria.

En 3a vieja casa universitaria de la calle Sarandí esquina Maciel,


donde había funcionado también el Colegio Nacional, se daba en-
señanza primaria, enseñanza secundaria y enseñanza superior, por-
que los estadistas de entonces no admitían las autonomías que hoy
abundan y reconocían la necesidad de someter a una misma au-
348 Anales de la Universidad

toridad técnica dirigente esos tres grados de la enseñanza pú-


blica.
Terminados los exámenes de 1853 en medio de las agitaciones
políticas a que había dado lugar la contrarrevolución del ex Pre-
sidente Giró, resolvieron las autoridades universitarias realizar
en acto público la distribución de grados.
La ceremonia tuvo lugar en enero del año siguiente, ante una
concurrencia numerosísima, de la que formaban parte las autorida-
des públicas y hombres culminantes de la Defensa como el general
José María Paz. Uno de los alumnos premiados que concluía bri-
llantemente su curso preparatorio de fisicomatemáticas, José Pe-
dro Ramírez, dirigió al Gobierno y a sus compañeros de aula una
alocución en la que hacía resaltar el hecho verdaderamente nota-
ble de que aún en los momentos en que la necesidad de restablecer
eí orden público obligaba a llamar al país a las armas, los estu-
diantes universitarios quedaban exentos del servicio y las aulas
continuaban regenteadas por sus profesores.
«Cuando parecía — agregaba — que un solo punto debía tener
concentrada la atención del Gobierno por su importancia, sus ojos
se desviaban por momentos de ese importantísimo punto para pe-
netrar en el recinto donde día a día se trabajaba por el porvenir
dei país, cuyo presente le estaba encomendado, acercando de este
modo el presente y el porvenir.»
Dos meses después organizaba la Universidad una segunda fiesta
para discernir el grado de doctor en jurisprudencia a 15 alumnos
y el de bachiller en ciencias y letras a otros 6.
El doctor Juan Carlos Gómez, padrino de uno de los graduados,
prenunció estas palabras dignas de esculpirse en el aula de juris-
pTudencia:
<-No olvide usted que el abogado es el paladín moderno: paladín
sin coraza y sin espada, pero pronto a acudir con el pecho des-
cubierto al peligro en defensa del perseguido, en protección de la
inocencia, de la orfandad, riel desvalimiento. No olvide usted, com-
pañero, que la misión del abogado es extender su mano al que
sufre.»
He aquí el número de alumnos que tenía la Universidad en
1854, según el informe rectoral de don Florentino Castellanos:
Anales de la Universidad

Enseñanza primaria 300


Francés 60
Inglés 24
Latín 28
Físico-matemáticas 16
Filosofía 26
Jurisprudencia 12
466

Al finalizar ese año volvieron a abrirse los ¿alones de la Uni-


versidad para recibir las pruebas de sus alumnos. Las clases de
enseñanza primaria que contaban con 250 niños estaban a cargo
de don Martín País y don Lindolfo Vázquez, la cátedra de juris-
prudencia estaba desempeñada por el doctor Marcelino Mezquita,
la de filosofía por el doctor Plácido EUauri, lá de físico-matemá-
ticas por don Alfredo Pasquier, la de francés por don Domingo
Gounouilhou, la de latín por don Pedro Giralt y la de inglés por
don Federico Morador. El número de cátedras iué aumentado en
esa oportunidad con la de derecho de gentes confiada al doctor
Juan Carlos Gómez, y un año después con la de química.
Muy duro resultó el año 1855 por efecto del atraso financiero.
La Universidad se derrumba — escribía el Secretario don José G.
Palomeque al Rector don Manuel Herrera y Obes — la enseñanza
sigue atendida por el desinterés de los profesores, pero los emplea-
dos abandonan sus puestos porque no se les paga.
Por iniciativa del doctor Salvador Tort, miembro del Tribunal,
se realizó a mediados de 1855 una reunión para promover el esta-
blecimiento del Colegio de Abogados. Fué nombrada una comisión
encargada de proyectar los estatutos que habrían de presentarse al
Cuerpo Legislativo. Pero la idea no marchó dentro de aquel am-
biente tan intensamente agitado por la política. «
El doctor Eduardo Acevedo que había instalado su estudio de
abogado en Buenos Aires a consecuencia del destierro dictado con-
tra él a raíz del derrumbe del gobierno de Giró, recibía en esos
mismos momentos una distinción de la Universidad bonaerense.
La alta Cámara de Justicia de aquella ciudad había formado una
terna para la elección de Profesor úe Jurisprudencia, en la que
no figuraba el doctor Acevedo por su calidad de extranjero; pero
los alumnos se presentaron solicitando que fuera incluido, y ha-
biendo la Cámara accedido fué nombrado dicho abogado catedráti-
co de la materia.
350 Anales de la Universidad

La Sociedad de Medicina Montevideana.

La ley de 1833 que incorporaba dos cátedras de medicina y


cirugía a la enseñanza universitaria, seguía aplazada por efecto de
nuestras guerras civiles y de la penuria financiera en que vi-
vían nuestros gobiernos, debiéndose a ello que Buenos Aires pu-
diera anticiparse de hecho a Montevideo al crear su Facultad de
Medicina en 1852.
Pero si nuestros médicos carecían de cátedras, tenían en cam-
bio una institución privada a la que cada uno aportaba su caudal
de clínica y de investigación. Nos referimos a la «Sociedad de Me-
dicina Montevideana». Desde su fundación en noviembre de 1853
no cesó el esfuerzo de los doctores Ferreira, Vilardebó, De Mous&y,
Vavasseur y otros, para asegurarle toda la robustez a que tenía
derecho por los altos antecedentes de la ciencia médica uruguaya.
Celebrando el primer aniversario de su fundación decía en 1854
el doctor Fermín Ferreira:
«Fiel a sus estatutos, empezó sus tareas dando prioridad a las
enfermedades que sucesivamente han reinado desde su instalación,
investigando sus causas, observando su marcha y discutiendo los
medios terapéuticos con que debían combatirse... Ningún interés
márs vital para nuestras poblaciones que ilustrarlas con consejos
saludables cuando desgraciadamente son acometidas de enferme-
dades... La aparición de la viruela en los últimos meses, la
condujo a discusiones científicas de utilidad trascendental, com-
prendiendo en su vistas la necesidad de la revacunación, para lo
cual se hicieron reiterados ensayos de resultados satisfactorios...
Bajo el título modesto con que ella se denomina, se ha lanzado sin
embargo a la difícil tarea de presentar al mundo científico el
ensayo de sus propias fuerzas. En sus anales trimestrales se re-
gistran algunas memorias y observaciones prácticas sobre puntos
importantes ffe la ciencia.»
En esa misma reunión conmemorativa fueron leídos trabajos
tan importantes como el del doctor Martín De Moussy acerca del
clima, régimen de vida y enfermedades de Montevideo desde 1840
hasta 1854, de que ya hemos tenido oportunidad de hablar en
otro volumen.
¡Entre los temas generales que la Sociedad abordó y discutió en
1S54, figuraban la viruela y los medios más eficaces para la pro-
pagación de la vacuna, la fundaciónj de una escuela de medicina
en la Universidad de Montevideo, el contagio de la fiebre amarilla
Anales de la Universidad 351

y de otras enfermedades epidémicas en diversos países, el pro-


yecto de construcción de caños maestros para la ciudad de Mon-
tevideo, la reglamentación de las inhumaciones. Y entre los estu-
dios presentados los que indicamos a continuación:
«Caso de imperforación del glande y obstrucción de la uretra
en un niño recién nacido, curado por medios quirúrgicos», por
el doctor B. Odicini.
«Análisis químico del floripondio», por el profesor Domingo Pa-
rodi.
«Historia de un caso de ligadura de la arteria ilíaca externa
con uií éxito completo», por el doctor Fermín Ferreira.
«Acción del perclorureto de hierro en la curación de las várices»,
«Estudio sobre el percloruro de hierro en medicina».
«Eátadistica médica de las salas del Hospital de Caridad».
«Estudios sobre la fiebre amarilla».
«Tablas de mortalidad correspondientes a 1853».
«Estudios sobre la constitución médica reinante en Montevideo
en la quincena anterior a la reunión de la Sociedad».
«Estudio sobre el contagio de la fiebre amarilla», por el doctor
Francisco A. Vidal.
«Medidas policiales sobre la inhumación de cadáveres».
«La spina bífida curada por inyecciones yoduradas».
I^a actividad de la Sociedad debió disminuir en 1855 por efecto
de las 1 evoluciones <iue alteraron el ambiente. Apenas encontra-
mos en la prensa la crónica de una sesión correspondiente al
mes de mayo con la siguiente ordtn del día:'
«¿Hay posibilidad de distinguir la sangre humana de la que no
lo es, en las ropas manchadas con sangre? ¿Puede distinguirse
la sangre del hombre de la sangre de la mujer?».
Los médicos allí presentes contestaron por unanimidad de votos:
«En el estado actual de la ciencia es completamente imposible
distinguir en manchas secas la sangre humana de la de otros
animales y es igualmente imposible distinguir la sangre del hom-
bre de la de la mujer.»

lia acción (le la javentud.

No podía faltar en este período tan agitado de nuestra histo-


ria, como tampoco había faltado en los anteriores, el apoyo entu-
siasta de la juventud a la obra de reconstrucción.
«El Eco de la Juventud Oriental», revista literaria correspon-
352 Anales de la Universidad

diente al año 1854, surgió pidiendo al iGobierno y a la Asamblea


apoyo para la Universidad y la educación de la campaña.
«Nacidos — decía en su programa — en medio de la lucha y
de los grandes acontecimientos, que aunque ensangrientan glori-
lican el origen de nuestro país, nos sentimos animados por el
deseo ardiente de prepararle mejores días.»
Pocos meses antes esa misma juventud había trasladado los res-
tos de Adolfo Berro a un sepulcro construido por suscripción pú-
blica, en cuya lápida había una lira y estaba esculpida esta ins-
cripción: «A la memoria de Adolfo Berro. La juventud oriental».

Administración de Justicia. El Código Civil.

El gobierno de Flores instituyó en 1854 una comisión de abo-


gados para el estudio del Proyecto de Código Civil del doctor
Eduardo Acevedo que obraba en las carpetas de la Asamblea de
Giró.
«La ciencia — decía «El Comercio del Plata» refiriéndose a la
filiación política del codificador — tiene ese peder de estrechar,
facilitando la concordia; y la concordia es el bien supremo a que
•lebemos aspirar para no morir desesperanzados, habiendo vivido
desunidos.»
Pero la Comisión revisora no respondió a los propósitos guber-
nativos. Al finalizar el año hacía notar el mismo diarlo que to-
í.avía «no había salido de la consideración de los primeros artícu-
los», e invocando esa circunstancia pedía que el Código Civil fuera
votado de inmediato, sin perjuicio de llevar adelante la tarea ya
emprendida y de que se introdujeran en su oportunidad las modifi-
caciones necesarias. Casi todas las disposiciones del Código Civil,
agregaba, están apoyadas en las leyes españolas que nos rigen,
prueba que el Código no tiene novedades; y a la vez parecen to-
madas del Código Napoleón, que actualmente es el modelo de los
Códigos, prueba evidente de que lo único atrasado en nuestra le-
gislación colonial es la forma, no la idea o el fondo.
Bl Gobierno se dirigió a la Comisión a principios de 1855, en-
careciendo la urgencia del estudio del Proyecto, y entonces contes-
tó el doctor Florentino Castellanos que no era posible sesionar por
falta de quorum.
Con más eficacia se preocupó el gobierno de Flores del Regla-
mento de la Administración de Justicia del doctor Acevedo, san-
cionado a mediados de 1853 y suspendido a raíz de la caída de
Anales de la Universidad 353

Giró. Antes de finalizar el año 1854 restablecía el Reglamento en


\odas sus partes, excluidos los artículos que exigían la ciudadanía
para el ejercicio de la profesión de abogado sin perjuicio de res-
petarse el derecho de los extranjeros ya domiciliados en el país, y
JOS que establecían el gremio de procuradores de número y obli-
gaban a los litigantes a comparecer personalmente o por interme-
dio de procuradores de número. Y más adelante se dirigía a la
Asamblea pidiendo la ratificación de su decreto.

Beorganización de la uija^straitura.

La Asamblea abordó en 1854 la obra de la descentralización ju-


dicial mediante la craación de cinco Juzgados Letrarios. Dos de
ellos, el Juzgado de lo Civil y el Juzgado del iCrimen, que existían
ya, seguirían atendiendo los asuntos de Montevideo y los de los de-
partamentos de Canelones y San José. Los otros tres, que serían
de lo civil y del crimen, tendrían su asiento en Maldonado, Co-
lonia y Paysandú, con jurisdicción sobre otros departamentos.
Cáela Juzgado Letrado tendría un agente fiscal, un escribano y un
alcaide.
Al finalizar el año empezó a cumplirse la ley, instalándose el Juz-
gado de lo Civil y del Crimen de Maldonado con jurisdicción en los
departaK:eutos de Minas y Cerro Largo.
Había un gran voto nacional a favor de la sustitución de los
Alcaldes Ordinarios, funcionarios legos, por Jueces Letrados. Pe-
ro la falta de abogados que obligaba a la Asamblea a reducir a
tres los Juzgados de campaña, se encargaría también, como lo ve-
remos, de trabar esa misma reforma modesta con la que se quería
dar un comienzo de satisfacción al país.
iEn cambio, el Gobierno arrió velas en otro caso de importan-
cia a pesar de que había abogados para mantener la reforma.
Nos referimos al Juzgado Letrado de Comercio suprimido por
Flores en 1854 mediante un decreto en el que luego de invocarse
que la innovación originaba trastornos e inconvenientes, que au-
mentaba los gastos! que alargaba el tiempo de las tramitaciones,
que los Jueces Letrados no procedían con el criterio práctico y de
equidad propio de los comerciantes, restablecía el viejo régimen
y convocaba a todos los comerciantes patentados para el nombra-
miento de Prior y cuerpo consular mercantil, instituciones que ya
parecían absolutamente abandonadas.

23
354 Anales de la Universidad

IJOS Registros de ventas y de hipotecas.

La Asamblea creó en 1855, en cada capital de departamento, un


Registro de escrituras de ventas, permutas y donaciones de propie-
dades raíces, para la anotación de la fecha de los instrumentos,
nombres de los otorgantes y extensión, ubicación y linderos de
las propiedades. La escritura que no fuera registrada carecería de
efectos jurídicos. Por cada toma de razón habría que pagar la
cuota única de 3 pesos, prueba palpable de que el legislador no
buscaba una fuente de recursos, sino la retribución de los gas-
tos de funcionamiento del Registro.
Un año antes la gran Asamblea se había ocupado de un proyec-
to análogo, obra del escribano don Martiniano Mouliá, que crea-
ba además en Montevideo una oficina central destinada a la refun-
dición de las anotaciones de todos los registros departamentales.
Pero ese proyecto, aunque informado favorablemente por la Comi-
sión de Legislación, había sido desechado por la Cámara de Dipu-
tados.
La nueva Legislatura, que estaba ya convencida de las ventajas
del régimen de la publicidad, votó pocos días después de la san-
ción del Registro General de Ventas, la creación del Registro Ge-
neral de Hipotecas. Dos escribanos, don Félix de Lizarsa y don Pedro
P. Díaz, se habían encargado de dar impulso a la idea.
Es muy posible que el autor del proyecto de Registro General
de Ventas conociera la ley Torrens que en aquella misma época
ora aplicada con estrépito en Australia. Pero la obra inspiradora
de ese Registro y del de hipotecas fué, con toda seguridad, el Có-
digo Civil del doctor Acevedo, cuya sanción urgía en esos momen-
tos el Gobierno. De acuerdo con el citado Código, efectivamente,
la venta de bienes raíces y las hipotecas convencionales sólo po-
drían verificarse por instrumento público, debiendo establecerse
además en cada departamento una oficina registradora de las se-
gundas.

Cárceles.

La «árcel de lyiontevideo, ubicada en los patios del Cabildo, con-


tenía a mediados de 1854, según los datos estadísticos de «El
Comercio del Plata», 98 presos.
/En esa misma época tramitaban ante la justicia del crimen 70
causas que se clasificaban así:
Anales de la Universidad 355

Homicidios 35
Robos y abigeatos 23
Heridas 10
Varias 2

Uno de los procesados por homicidio fué fusilado en la Plaza


Cagancha antes de finalizar el año.
En los patios del Cabildo vivían confundidos los condenados y
los encausados. Pero su situación resultaba tolerable comparada
con la de los presos de campaña, según lo revela este párrafo que
extraemos de la Memoria presentada en 1854 por la Jefatura Polí-
tica de Cerro Largo al Ministerio de Gobierno:
«Parece imposible, pero es la triste realidad, que esté por expi-
rar el año 1854 y estén las cabezas de los departamentos sin aque-
llos edificios (las cárceles). Además de la inseguridad hemos visto
hacinados hasta hace poco más de 40 presos en un solo cuarto y
lo que es más, confundidos allí los criminales con los que tal vez
no merecerían más que trabajos correccionales.»
Entre los pensionistas del Cabildo figuraba Cabrera, el matador
de Florencio Várela, sin sentencia definitiva todavía a causa de
que nadie quería hacerse cargo de la defensa. En 1853 se creyó
obligado el Tribunal a salir del marasmo y dictó un acuerdo con
las firmas de los camaristas Araucho, Vega, Antuña y Joanicó, por
el que se disponía que el Juez del Crimen compeliera a uno de los
abogados a tomar la defensa, «causando — decía el acuerdo —
gran escándalo en la sociedad no menos que mengua y desdoro a la
Administración de Justicia el enorme retraso de la causa por ra-
zón de las excusaciones más o menos motivadas de los letrados
que en número de 27 nombró sucesivamente para la necesaria
defensa».
Gracias a ese acuerdo al finalizar el año se veía la causa en
acto público y el jurado declaraba culpable a Cabrera y el Juez del
Clrimen lo condenaba a la pena de muerte, que se ejecutaría en
la Plaza Cagancha, debiendo el cadáver quedar suspendido du-
rante seis horas a la expectación pública. Pero apelada la senten-
cia e iniciada la segunda instancia, volvieron los abogados a sa-
carle el cuerpo a la defensa del asesino, sin que esta vez el acuerdo
del Tribunal, que se reprodujo, actuara con la misma eficacia.
356 Anales de la Universidad

Higiene pública.

Al finalizar el año 1855 aparecieron en las fronteras de Río


Grande algunos casos de cólera. Ya en otras provincias del Brasil
había estallado la epidemia. La Junta de Higiene se puso a la obra
en el acto. Trazó un plan defensivo de cuarentenas y desinfeccio-
nes, expidió un pliego de instrucciones a la población, encamina-
do a obtener e^ mejoramiento de las condicion'es higiénicas, y di-
vidió la ciudad de Montevideo en siete distritos a cargo de inspec-
tores habilitados para formar en cada manzana una comisión sec-
cional encargada de vigilar el aseo interior y exterior, auxiliar a
los pobres con alimentos, ropas y medicinas, fomentar la asisten-
cia escolar y promover el concurso popular para el establecimien-
to de nuevas escuelas.
Ese plan tan sabiamente combinado en el que entraba la con-
currencia de los niños a las escuelas como medio de mejoramiento
higiénico, dio excelentes resultados, pues la ciudad se vio libre del
«íontagio.

Hospitales.

Véase cuál era la organización y estado del Hospital de Cari-


dad en 1855:
Sala de cirugía, con 52 camas, a cargo del doctor Odicini.
Sala Maciel, con 35 camas, dividida en dos secciones: sífilis y
afecciones neumónicas, a cargo del doctor Fermín Perreira.
Sala de crónicos, con 25 camas, a cargo del doctor Odicini.
Sala de Medicina, con 21 camas, a cargo del doctor Enrique
Muño¿.
Sala de Oficiales, oon 16 camas, a cargo del doctor Eerreira.
iSala Zabala, para mujeres, con 30 camas, a cargo del doctor
Mickelson.
Hí'.bía además un departamento de huérfanos, con internos y
externos, y un departamento de dementes.
El departamento de dementes estaba unido a los demás del Hos-
pital y con frecuencia sus asilados hacían irrupciones peligrosas.
En 1854 uno de ellos se corrió a una casa de la calle Maciel y
desde allí sostuvo una larga lucha con la Policía, hasta que ago-
tadas sus fuerzas se entregó.
Eran bien exiguos los recursos del establecimiento. Un estado
Anales de la universidad 357

oficial relativo a los 16 meses corridos desde octubre de 1852 has-


ta enero de 1854, fijaba las entregan del contratista de la lotería
den Francisco Estéves, en 52,577 pesos, lo que representaba alre-
dedor de 3,000 pesos mensuales.
En 1855 la Coir.ijión ad'airis-radora del (lospl.al hizo un lia
mamiento al público, en demanda de cobertores y ropa. «Las ca-
lamidades de los últimos tiempos — decía en su manifiesto — han
hecho desaparecer las rentas con que la piedad de esta población
había dotado al Hospital de Caridad».
Oon el propósito de organizar el concurso pecuniario de la po-
blación y obtener el apoyo de irreemplazables fuerzas morales,
instituyó la Junta Económico-Administrativa una Comisión de ca-
balleros que lanzó la idea de crear un hospicio para los dementes
y una casa de trabajo para los mendigos; y otra Comisión de da-
mas que en el acto se hizo cargo de la inspección de los huérfa-
nos en poder de amas y de la organización de un nuevo servicio
con destino a los niños de menos de cuatro años de edad.
Fué tan empeñosa y tan inteligente la gestión de ambas Comi-
siones, que antes de finalizar el año 1855, el Presidente de la Comi-
sión de caballeros, don Juan Ramón Gómez, pudo pasar una nota
a la Junta Económico-Administrativa, en la que decía que es-
tando ya regularizada la situación financiera del Hospital, había
llegado la oportunidad de fundar en los suburbios de Monte-
video un establecimiento para los dementes y una sección con des-
tino a los mendigos, bajo el plan de suprimir la mendicidad calle-
jera y regenerar por medio del trabajo a todos aquellos que pu-
dieran ser utilizados industrialmente.
iSecundando la iniciativa de las autoridades municipales, lanzó
la prensa la idea de organizar una Comisión popular encargada
de reconcentrar las dádivas de la población y de distribuirlas con
acierto, sin perjuicio de la creación del asilo para los verdadera-
mente incapacitados y de la regeneración de los que tuvieran apti-
tudes para el trabajo.
Paralelamente a la acción oficial se desenvolvía la acrión parti-
cular, destacándose entre sus conquistas la Asociación Española
de Beneficencia creada en 1853.

Mejoras municipales.

El problema de los caños maestros, resuelto negativamente en


1853 por entender el Senado que la obra debía imputarse a rentas
358 Anales de la Universidad

generales en vez de hacerla recaer sobre el vecindario en provecho


(le una empresa particular, volvió a plantearse al año siguiente.
Los propietarios de varias calles de la ciudad tomaron la ini-
ciativa • del movimiento y entonces el gobierno de Flores aprobó
la propuesta Arteaga, con supresión de la base que imponía la
obligación de servirse de los caños subterráneos Ya estaba arrai-
gado el pensamiento, y aunque todavía habría de sufrir nuevos
aplazamientos emanados de la supresión de esa base, era sólo
cuestión de tiempo la construcción de la trascendental obra de
saneamiento puesta a la orden del día desde los comienzos col
gobierno de Giró.
El servicio de iluminación a gas comenzado con tanto empuje
(?n esa misma oportunidad, quedó trabado por la revolución de
1853, y sólo pudo reanudarse y completarse bajo los gobiernos
subsiguientes. Durante ese paréntesis de inactividad para el Mu-
nicipio de Montevideo, el de Buenos Aires implantó la ansiada me-
jora edilicia. La piedra fundamental de la usina bonaerense fué
<'olocada, efectivamente, en 1855.
Algo se hizo, en cambio, en materia de pavimentación. La Asam-
blea concedió a don Jaime Castells, en 1854, en representación de
la Sociedad «El Progreso», autorización para construir una carre-
tera entre Carmelo y Nueva Palmira, y un puente en las Víboras,
sobre la base de un derecho de pontazgo, cuyo importe se reparti-
ría entre la Junta y la empresa concesionaria. Un año después
If Asamblea resolvió que todas las calles de Montevideo no em-
l-edradas ni reempedradas con posterioridad a 1835, fueran pavi-
mentadas a costa de los propietarios, pudiendo aplicarse a las
calles de la nueva ciudad el sistema ya adoptado de piedras de
cuña o el de Mac-Adam.
Las Juntas carecían de recursos y Plores trató de llenar el vacío
en 1853 mediante un decreto que declaraba municipales los im-
puestos de corrales, ramos policiales y pasaje de ríos de los de-
partamentos de campaña. Dichos impuestos deberían ser recau-
dados por las Juntas y aplicados al sostenimiento de las escuelas
rúblicas, «considerando — decía el decreto refrendado por el doc-
tor Juan Carlos Gómez — que el Gobierno debe una atención pre-
ferente a la ilustración de la juventud, en que está cifrado el
porvenir de la Nación».
Una ley dicada en 1855 asignó a las Juntas EconómicoiAdmi-
nistrativas los impuestos de peaje, pontazgo y 'jarcaje, bajo la
Joble limitación de que sólo podrían recaudarse allí donde hubiera
Anales de la Universidad 359

puentes, canales, acueductos, calzadas o servicios de botes, cons-


truidos por las Municipalidades o por concesionarios, y de que
los impuestos no excedieran del máximum que fijaba la misma
ley.

El Ejército.

Ya hemos dicho que con motivo de la llegada de la división


brasileña, los efectivos del ejército de línea presupuestados para
1855 quedaron reducidos a un centenar de soldados de artillería y
c\ dos planas mayores y dos cuadros de oficiales sin soldados.
F:l licénciamiento empezó antes de ponerse en ejecución el nuevo
presupuesto, dándose con ello lugar a una interpelación de la Co-
misión Permanente fundada en que la fuerza de línea estaba fi-
j!\da para todo el año 1854 y debía en consecuencia mantenerse
intacta hasta el final.
Más de una voz se hizo oir contra esta peligrosa confianza en
el apo>o quo el Brasil prestaría al Gobierno. Entrs ellas la de don
Juan María Torres, quien proclamaba desde las columnas de la
prensa la necesidad de restablecer el ejército de línea, como base
insustituible del mantenimiento del orden interno y de las ga-
rantías internacionales. Todas nuestras revoluciones — decia el
señor Torres — han sido realizadas por las milicias y con las
milicias seguirá viviendo el paí.-5 en mv^dio de revoluciones!
Juntamente con la disolución del ejército de línea empezó el
reclutamiento de la Guardia Nacional. En 1854 fué convocada la
infantería de la Capital, no porque hubiera el menor peligro —
.se apresuraba a prevonir en su proclama el Presidente Flores —
f?ino al solo efecto de cumplir las leyes en vigencia. Un año des-
pués, ruando la tormenta arreciaba y las tropas brasileñas de
guarnición en Montevideo ayudaban a los opositores, hubo que ge-
neralizar la convocatoria y que dividir la campaña en cuatro gran-
des zonas para organizar la defensa.
Derrumbado Flores fué convocada otra vez la Guardia Nacional
para proceder al nombramiento de jefes y oficiales, pero con re-
sultados deplorables del punto de vista de la política fusionista
del momento. Triunfaron los blancos en algunas compañías y con-
tra ese triunfo protestaron los colorados con don José María Mu-
ñoz a la cabeza. Uno de los protestantes, el diputado Beltrán, pro-
7)uso como fórmula transaccional la formación de compañías de
blancos y compañías de colorados, con oficiales de su respectiva
360 Anales de la Universidad

liliación, idea peregrina que fué recibida con vivas y mueras, di-
?olviéndose en seguida la reunión.
Hasta en el seno mismo del Gobierno empezó entonces a abrirse
camino la idea de restablecer el ejército de línea, según lo demues-
tran estas palabras del Presidente del Senado al abrir las sesiones
del Cuerpo Legislativo en febrero de 1856:
«Es necesario, honorables señores, que la formación de una
fuerza de línea venga a reemplazar a las fuerzas ciudadanas, pues
que de ahí resultarán grandes ventajas que no se ocultarán a
vuestra alta penetración.»

La reforma militar.

La Legislatura de 1854 trató de llevar adelante la reforma mili-


tar sancionada bajo el gobierno de Giró, autorizando al Poder Eje-
cutivo para contratar un empréstito de dos millones de pesos cu-
yas bases deberían ser sometidas a la Asamblea.
Al año siguiente presentó don José María Muñoz a la Cámara
de Diputados un proyecto mediante el cual ios reformados recibi-
rían títulos de la deuda consolidada al tipo de la última amorti-
zación, en cuatro cuotas que se entregarían en 1855, 1856, 1857 y
1858, con el interés del 18 % anual, debiendo destinarse la mitad
de todo lo que se ahorrara al aumento del fondo amortizante de la
deuda. Pero ni el ambiente político, ni mucho menos el ambiente
financiero permitían recurrir al crédito, y la iniciativa fracasó una
vez más.

La Policía.

El gobierno de Flores presentó a la Asamblea en 1854 un pro-


yecto de reorganización policial, sobre la base de una Intendencia
radicada en Montevideo con jurisdicción sobre todas las Jefaturas
de campaña.
iLa Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados, sin des-
conocer que se trataba de una concentración útil, creyó que el plan
era violatorio del régimen establecido por la Constituición, y pre-
sentó otro proyecto que fué sancionado por dicha rama del Cuerpo
Legislativo, que acordaba al Jefe Político de Montevideo la su-
perintendencia de la Policía de toda la República y creaba con
tal objeto una brigada policial de caballería. De acuerdo con el
mismo proyecto el Jefe Político tendría voto deliberativo en los
consejos de gobierno para todo lo relativo a los objetos de su ramo.
Anales de la universidad 361

Ya hemos visto en el curso <ie este mismo capítulo que la idea


de la brigada policial encontró ambiente propicio al sancionarse
jl presupuesto de 1855, pero sin los resultados que se esperaban se-
gún lo demuestra la documentación de la época, en buena parte
quizá porque el considerable atraso en los pagos dificultaba todo
plan de organización.
Don Francisco Lecocq, Jefe Político de la Capital, se disculpaba
en 1856 de no haber disuelto una expedición revolucionaria que
había salido de nuestro puerto con rumbo a Buenos Aires, invo-
cando que las policías sólo habían recibido tres meses de sueldo
en todo el transcurso de 1855 y que el número de agentes era diez
veces menor que el de la fuerza expedicionaria compuesta de dos-
cientos hombres bien equipados y hasta con artillería!
Recogiendo una idea lanzada por la prensa, dirigió ese mismo
año el Ministro de la Guerra una circular a las Juntas Económi-
co-Administrativas, estimulándolas a que pidieran a los estancieros
y vecinos en general su concurso pecuniario para el sostenimiento
de las policías. La de Montevideo nombró Comisiones seccionales
con tal objeto y las de los departamentos la imitaron en el acto.
El vecindario de Cerro Largo fué tJe los primeros eu hacerse car-
go del pago de las policías de varias secciones.
Tan violentas situaciones creaba el atraso en los pagos, que a fi-
nes de 18'55 el Jefe Político de San José se vio obligado a salir
preolpitadiamente de su <iiepartamento con rumbo a la iCapLtal,
dando con ello lugar a que el pueblo se reuniera en la plaza y pi-
diera a la Junta que se hiciera cargo de la autoridad vacante. Es
que ya no tenía disculpas de qué echar mano para calmar las jus-
tas impaciencias de sus subalternos.
Otro Jefe Político, el de Paiysandú — nada menos que el coro-
nel Ambrosio Sandes, de valor realmente legendario — fué asalta-
do en el mismo año por su propio asistente, perdiendo en la re-
friega el cinto de oro que llevaba!
Fué para suministrar algunas migajas a los tesoros policiales
que i-na ley de 1855 restableció el pasaporte. La Comisión de Ha-
cienda de la Cámara de Diputados, al despachar favorablemente
el asunto, invocaba la vigilancia portuaria que no justificaba la
medida, y la pobreza del erario que era realmente la causa deter-
minante.
La Policía de Montevideo gestionó y obtuvo en 1854 un decreto
que castigaba con multas de 50 a 500 pesos a los dueños de los es-
tablecimientos en donde se 'permitieran juegos de envite y que
362 Anales de la Universidad

aplicaba el importe de las multas a construcción y mejoramiento


de caminos.
Por otro decreto del mismo año, el Gobierno entregó a una Comi-
sión popular la recaudación y administración del impuesto de se-
renos y al Jefe de Policía la jefatura del Cuerpo de Serenos.
En lo que nada se innovaba era en materia de extinción de la
raza camina. En 1854 informaba la prensa, en tono de protesta,
que la matanza era realizada a palos en plena calle; que la ma-
yor parte de los perros quedaban durante largas horas con esterto-
res de vida; que por todas partes había regueros de sangre; que
los cadáveres quedaban en exposición hasta que se corrompían!

lia Iglesia contra la Masomería.

En 1865 anunció la prensa la inauguración de una logia ma-


sónica denominada «El Sol Oriental». Y en el acto se presentó al
Gobierno el vicario apostólico don Juan Benito Lamas, diciendo que
esa logia que era la primera de su género que se establecía en el
Uruguay, violaba las leyes y debía, en consecuencia, prohibirse su
iuncionamiento.
No hemos encontrado en la documentación de la época ningún
dato o antecedente que demuestre que el Gobierno atendiese o re-
chazase la pretensión de la Iglesia, pretensión que, ella sí, estaba
en pugna con el régimen de libertad creado por la Constitución de
la República y no contradicho por las leyes nacionales.

Correos.

En su Memoria anual al Cuerpo Legislativo, hacía constar en


1855 el Ministro de Gobierno don Alejandro Chucarro, que «la
Administración de Correos se desempeñaba con bastante regulari-
dad». Y para demostrarlo decía que cada mes salían de Montevideo
correos para los departamentos del interior, amén de uno par-
ticular que iba hasta Carmelo.
iNo era seguramente como para batir palmas. Pero el Ministro
escribía bajo la presión de las enormes dificultades con que
los gobiernos de entonces luchaban para el establecimiento de las
comunicaciones postales.
Anales de la Universidad 363

Centros y sociedades.

Un grupo de empleados de comercio de Montevideo que se propo-


nía estimular el espíritu de ahorro, fundó en 1854 una sociedad
denominada «Mutualidad», con capital de 12,000 pesos en acciones
de 120 pesos integrables por cuotas mensuales. La sociedad duraría
tres años, vencidos los cuales se procedería al reparto del capital
y de las utilidades entre los socios.
En 1855 empezó a funcionar en Paysandú una asociación de
260 adherentes, presidida por don Miguel Horta, don Domingo
Mendilaharsu y don Vicente Mongrel, que sólo admitía «socios eu-
ropeos» y cuyos fines concretaban así los estatutos: «Prestarse
los socios apoyo mutuo en los casos de revolución en el país, gue-
rra civil u otros trastornos políticos, para preservar sus personas
e intereses de todos los actos de violencia que en tales circuns-
tancias no puedan prevenir las autoridades legítimas de la Repú-
blica»; recabar el nombramiento de un Vicecónsul, llamado a ha-
cer respetar los derechos de los españoles; socorrer a los pobres
en casos de enfermedad u otros accidentes que inhabiliten para el
trabajo; abstenerse de toda participación en la política interna del
país.
Pocas semanas después el pensamiento de los residentes espa-
ñoles de Paysandú repercutía entre los extranjeros de Montevideo,
quienes fundaban también una sociedad de extranjeros bajo un re-
glamento que luego de referirse a la frecuencia de nuestros mo-
vimientos revolucionarios y a la insuficiencia de la protección de
los gobiernos, señalaba así los fines de la sociedad:
(Socorrer a los pobres, dirimir lais cuestiones entre extranjeros,
provocar el establecimiento de una colonia agrícola, fomentar la
inmigración, establecer un diario, defender contra todo ataque ile-
gal la persona e intereses de los socios, abstenerse absolutamente
en las cuestiones de la política local.

Teatros y espectáculos públicos.

La edificación del Teatro Solís, reiniciada en 1852, volvió a pa-


ralizarse bajo la presión de los acontecimientos políticos del año
siguiente, y la paralización continuó hasta 1854 en que los accio-
nistas resolvieron llevar adelante las obras.
A finalizar el año 1855 el Directorio que presidía don Juan Mi-
364 Anales ae la Universidad

guel Martínez, anunció a los accionistas que sólo quedaban pen-


dientes las obras de ornato y de comodidad interior; que todo lo
que había que gastar para que el teatro abriera sus puertas se
reducía a 20,000 patacones, y que para obtener esa suma existía
todavía en caja un saldo de once acciones de las trescientas repre-
sentativas del capital de 180,000 pesos en que se había sido presu-
puestado el edificio. Agregaba que los trabajos estaban bajo la di-
rección del arquitecto Garmendia, autor del plano.
"En esa misma asamblea, fué bautizado el teatro, que entonces
se llamaba «De La Empresa», con el nombre de «Solís». Uno de
los accionistas propuso la denominación de Teatro de la Paz, in-
vocando que la obra había sido reanudada en una época de paz
y de prosperidad y que era también en una época de paz que
.legaba a su término.
«La sociedad formada para la construcción del teatro — decía
«El Comercio del Plata» — ofnece tal vez el resultado más feliz
de todos los que se han ensayado hasta hoy, gracias a la buena
elección de mandatarios. La guerra, la miseria, no han sido bas-
tantes a destruir el pensamiento de la sociedad. Ahí está el Tea-
tro Solís, sirviendo de testimonio irrecusable de lo que pueden los
hombres cuando quieren».
Las obras del Teatro Colón de Buenos Aires fueron iniciadas el
mismo año en que terminaban las de Solís.
También en 1855 quedaron terminados los trabajos para el esta-
blecimiento de las carreras inglesas, de que hemos hablado al ocu-
parnos de la administración Giró, y en el acto fué inaugurada la
pista. Era la primera vez que en Montevideo se corrían carreras
inglesas, y la población se trasladó a Maroñas en carruajes, en ca-
rros y a caballo. Detrás del público seguía un convoy de carros
con comestibles y bebidas para las tiendas volantes instaladas a
la entrada y a lo largo de la pista. En el programa de la fiesta
inaugural figuraban cinco carreras, con entradas de 4 patacones
por caballo y premios de 3 a 6 onzas de oro.
Un mes después eran reanudadas en la Unión las corridas de
toros en un local provisorio, porque todavía no había terminado la
construcción de la gran plaza que más adelante fué estrenada.
El producto de las corridas se destinaba a la prosecución de
l&s obras. Según la crónica de esas primeras funciones, el número
de concurrentes oscilaba normalmente alrededor de 4,000. Al fina-
lizar el año llegó de España una cuadrilla de toreros que inten-
sificó el entusiasmo por esos espectáculos.
Anales de Ja Universidad 365

Todos los coches, carros, carretillas y caballos de Montevideo eran


puestos a contribución en los días de carreras o de corridas. Los
carros, algunos con toldo y otros sin él, partían desde la Plaza
Undepeiidencia bajo una tarifa moderada de seis vintenes por viaje.
Los carruajes vallan, en cambio, hasta cincuenta pesos.

El cadáver de Artigas abaudonaxlo em el rincón de una oficina


pública!

Desde mediados de 1853 obraba en el Ministerio de Gobierno


una solicitud a favor de la repatriación de los restos de Artigas,
promovida por los deudos del procer. El ambiento político estaba
¡nuy agitado y la solicitud quedó olvidada hasta enero del año
siguiente, en que el gobierno de Flores resolvió atenderla y en-
viar con ese objeto una misión especial al Paraguay presidida
per don Manuel Acosta y Lara, de la que luego no volvió a ha-
blarse por haber sido llamado dicho ciudadano al Ministerio de
Hacienda.
En abril de 1855 fué nombrado el doctor Estanislao Vega agente
confidencial ante el Gobierno Paraguayo, con un pliego de ins-
irucciones en que figuraba la repatriación de los restos de Ar-
tigas.
El doctor Vega marchó de inmedianto para su destino y a me-
diados de septiembre estaba de regreso con las preciosas reli-
quias confiadas a su celo patriótico.
Artigas — decía al dar cuenta al Gobierno del cumplimiento de
su misión — «es el primero sin disputa en cuyo corazón se alzó
poderoso e indomable el sentimiento de nuestra independencia na-
.ional».
La exhumación — según las actas acompañadas — tuvo lugar
el 20 de agosto de 1855. El solar estaba señalado «con una piedra
de ISs" que este país produce, con la inscripción General Don José
Artigas, año 1850». Luego de levantada la piedra «se cavó como
vara y media hasta que apareció el cadáver». Los huesos fueron
1>añados en cloruro de cal por el doctor en medicina don Luis
Etcheverría, y colocados luego de oreados en una urna que fué
depositada en la Iglesia, a la espera de su conducción al vapor
«Uruguay» encargado del transporte. El cura don Cornelio Contre-
ras Hizo constar que por resolución del Gobierno Paraguayo nin-
gún otro cadáver había sido enterrado en aquel solar.
El doctor Vega desembarcó los restos de Artigas a raíz de la
366 Anales de la Universidad

caída del gobierno de Plores. Nadie se acordó en esos momentos


terribles de exequias ni de honores y la urna quedó olvidada en
un rincón de la Capitanía del Puerto.
Un mes después del desembarco, Leandro Gómez pedía al nuevo
gobierno, desde las columnas editoriales de «La Nación», que sa-
cara los restos de Artigas «del rincón de la oficina públicat^
en que estaban abandonados, les decretara «unos funerales modes-
tos» y los hiciera conducir al Cementerio, mandando esculpir «en
la misma losa que servía de mausoleo en la Asunción» estas pa-
labras: «"Siempre patriota, siempre honrado, siempre pobre hasta en
el sepulcro».
Se trata — exclamaba el futuro héroe de Paysandú — «del pri-
mero y más heroico campeón, del primero y más eminente ciu-
dadano, de la primera y más grande de nuestras glorias, del que
íué siempre modelo de abnegación y del más puro patriotismo».
Pero el país estaba en crisis. La diplomacia brasileña acababa
(le armar a los orientales unos contra otros, para que se despeda-
zaran; las tropas encargadas de recuperar la plaza ya conquistada
en 1816, seguían atizando el fuego en la esperanza de hacerse dueñas
de la codiciada presa; y los huesos de Artigas continuaron arrinco-
nados en la Capitanía, sin que la voz de Leandro Gómez encon-
trara eco alguno ni en el Gobierno ni en el pueblo!
III

GOBIERNO DE PEREIRA.—1856-1860
CAPÍTULO VII

Movimiento político
Preliininaíres de la elección presidencial áe 1856.—lia, candida-
tura de don Gabriel Antonio Pereira.

liemos hablado en el capítulo IV de la alianza política de los


generales Manuel Oribe y Venancio Flores para luchar contra los
conservadores y resolver ©1 problema presidencial.
Esa alianza, surgida a raíz de la revolución de 1855, persistió
hasta el último día de la campaña presidencial en que resultó
triunfante la candidatura de don Gabriel Antonio Pereira, patro-
cinada por aquellos dos militares que ejercían respectivamente la
jefatura del Partido Blanco y la jefatura del Partido Colorado
Hemos hablado también de un decreto del mismo año según el
cual todos aquellos que hubieran emigrado a consecuencia de la re-
volución de noviembre sólo podrían regresar a la República con per-
miso especial de la autoridad. Un nuevo decreto de enero de 1856
prohibió el regreso de los diputados don José María Muñoz, don
Fernando Torres y don Eduardo Beltrán, hasta que la Cámara de
que formaban parte declarara si había o no lugar a formación de
causa.
No debían, pues, actuar los conservadores en el proceso presiden-
cial de 1856.
Las elecciones de Alcalde Ordinario y Defensor de Menores, prac-
f i cadas al empezar el año, denunciaban ya cuál sería la orientación
de los sucesos. En las de Montevideo — valga la crónica circuns-
tanciada de «La Nación» — la Guardia Nacional formó en la Pla-
za Comstituición y desde allí mairchaban los soldados en compañías
compactas, con los oficiales a la cabeza, a depositar sus votos en
'as urnas. En la villa de la Unión los guardias nacionales votaron
también, uniformados y armados, con la sola variante de que al
desfilar ante las urnas daban vivas a Oribe. En la Florida la tro-
pa armada rodeó una mesa electoral para impedir el triunfo de don
Juan P. Cajravia, e impuso la lista oficial.

24.
370 Alíales de la Universidad

El general Flores, que seguía al frente de la Comandancia de


Armas, se dirigió a principios de febrero de 1856 al Ministerio de
la Guerra en demanda de autorización para reunir una fuerza de
300 a 400 hombres de pelea.
«Yo, como uno de tantos — decía fundando su pedido — estoy al
cabo de todos los resortes interiores y exteriores que se ponen en
juego en el pueblo y en la campaña para alterar el orden público
y renovar las sangrientas escenas pasadas, con motivo de la próxi-
ma elección de Presidente Supremo de la República».
Y a raíz de concedida la autorización, promovía en su domicilio
una reunión de diputados para uniformar opiniones a favor de la
candidatura de don Gabriel Antonio Pereira.

lia candidatura del general César Díaz.

Los periodistas de Montevideo resolvieron también reunirse


para uniformar opiniones y por mayoría proclamaron la candi-
datura del general César Díaz. Uno de los diarios que le nega-
ron su voto decía que esa candidatura era la de los revoluciona-
rios de 1855 y la del gobierno de la provincia de Buenos Aires,
acusación esla última de que también se hacía eco el general Flores,
según una de las publicaciones del candidato.

Los candidatos presientan sus programas.

El general Díaz, que desde 1853 estaba al frente de la Legación


Oriental en la Argentina, renunció su cargo y vino a Montevi-
deo a ponerse al frente de los trabajos de sus amigos, publicando
entonces un programa presidencial en el que prometía lo siguiente:
Observancia de la Constitución, conservación a todo trance de
la paz interior, «tolerancia nacional en cuanto a los antiguos ex-
travíos de los partidos políticos y rigor ejemplar contra todo el
que pretendiese envolver al país en nuevas desgracias»; fomento
de la industria; repatriación de los emigrados.
Don Gabriel Antonio Pereira publicó a su turno un progra-
ma en el que luego de referirse a los trabajos realizados por los
generales Oribe y Flores, decía afirmando la política de fusión a
que respondía su candidatura victoriosa:
«En el franco y leal cumplimiento de la Constitución buscaré
la fuerza y la sanción de todos mis actos gubernativos... Colo-
cado en esa altura, si el hombre privado conserva alguna simpa-
AnnicH (le la Uniícrsidad 371

tía por tal o cual partido, el jefe del Estado, padre de la gran fami-
lia oriental, no tendrá más colores que los purísimos colores de
la bandera de la patria. Debajo de su sombra cabemos todos; esos
colores simbolizan recuerdos sin mancha; son acaso el único víncu^
lo que puede todavía unimos. Ellos me impondrán el deber de
iniciar mi gobierno proclamando la unión, la concordia, el olvi-
do de nuestras malas pasiones... Mande quien mande, la mitad
del pueblo oriental no puede conservar en eterna tutela a la otra
mitad».

Rekwmlecieii las medidia^ de fuerza.

La contienda presidencial quedaba, pues, empeñada. De un lado


la candidatura de don Gabriel Antonio Pereira, sostenida por los
generales Oribe y Flores con toda la fuerza gubernativa en sus
manos. Del otro la candidatura del general César Díaz, apoyada
por los conservadores. También figuraba, aunque en segundo plano,
una tercera candidatura, la del doctor Florentino Castellanos que
el general Flores sostuvo que venía impuesta por la diplomacia
brasileña, cargo que rechazó el candidato.
Las medidas de fuerza se iban entretanto acentuando a me-
dida que se aproximaba la fecha de la elección presidencial. A
principios de febrero se reunió la Comisión Permanente para oir
las explicaciones del Ministro de la Guerra acerca de denuncias
que concretaba en esta forma el diputado don Mateo Magariños:
«El día 2 del corriente, a la salida de una casa de familia ho-
nesta, se tomaba a todas las personas que no tenían una papele-
ta de nacionalidad extranjera o que no llevaban en su bolsillo el
diploma de excepción del servicio militar, llegando el desacato de
los ejecutores de tan arbitraria medida hasta detener a algún re-
presentante de la Nación, coincidiendo ese acto con la interpe-
lación que ese mismo día se había hecho al Ministerio respec-
tivo . . . También coincide ese proceder con la aglomeración de
''uerzas de la campaña sobre la Capital, en circunstancias en que
debe abrir sus sesiones ordinarias el Cuerpo Legislativo».
Contestó el Ministro interpelado, en cuanto a las levas qup sólo
se trataba de arrestar desertores de línea y guardias nacionales
que eludían el enrolamiento, y en cuanto a la aglomeración de
fuerzas, que se trataba de 300 a 400 hombres que había reunido el
Comandante de Armas general Flores, con destino al manteni-
miento del orden en la Capital. Y la Comisión se dio por satisfe-
cha con esas explicaciones,
372 Anales de la Universidad

Reabiertas la sesiones ordinarias de la Asamblea, pidió el


senador don Enrique Muñoz que fuera llamado el mismo Secre-
tario de Estado para dar explicaciones acerca de las fuerzas reu-
nidas en torno de la Capital. Se hace aparecer — dijo — a la
Asamblea como si careciera de apoyo nacional y hubiera nece-
sidad de susttituir ese apoyo por el de las bayonetas. Pero la mo-
ción no prosperó y el aparato bélico continuó su obra de coacción.
Ante esa ola de fuerza que avanzaba, el diputado don Patricio
Vázquez dirigió una carta abierta a don Gabriel Antonio Pereira,
para prevenirle que no debía contar con su voto. Los generales
del pacto — le decía — han prescindido deliberadamente de la
opinión de los legisladores y la candidatura de usted es hoy abso-
lutamente rechazada por efecto de la intervención de Oribe.
Una semana antes de las elecciones el Comandante de Armas ge-
neral Flores pasó revista a las tropas en la plaza de Artola, como
para exhibir los elementos con que contaba.
Casi en los mismos momentos ocurrían escenas tumultuosas en
la barra de la Cámara de Diputados; se realizaban arrestos por
ia Policía de la Capital; y estallaba una asonada de italianos, a
consecuencia de haber sido muerto un niño de esa nacionalidad por
una bala escapada del cuartel de guardias nacionales, asonada que
dio lugar a la prisión y destierro de varios oficiales de la antigua
legión de Garibaldi y a un decreto que colocaba el Departamento de
Policía «bajo la. dependencia del Ministerio de la Guerra».
El general César Díaz, sobre cuyo domicilio ejercía la Policía
una vigilancia abrumadora, creyó necesario buscar garantías y se
usiló en la Legación de España juntamente con el coronel Fran-
cisco Tajes y otros de sus amigos.
Recién el día antes de la elección el Presidente del Senado en
ejercicio del poder ejecutivo, don José María Pía, resolvió cerrar
su brevísimo período presidencial de quince días adjuntando a la
Asamblea un decreto por el que se dejaba sin efecto la prohibición
de regresar al país impuesta a los diputados Muñoz, Torres y Bel-
T.rán, y se declaraba que todos los emigrados políticos tenían abier-
tas las puertas de la patria.
En la noche de ese mismo día el Presidente de la Cámara de
Diputados reunió en torno de su mesa a los legisladores, y éstos
después de concluido el banquete fueron en busca de los generales
César Díaz, Enrique Martínez y del coronel Francisco Tajes, que
estaban asilados, y acompañaron hasta su domicilio al primero de
dichos ciudadanos.
Anales de la Universidad 373

Ya la contienda presidencial podía considerarse terminada con


el triunfo de la fórmula patrocinada por los generales Oribe y
Flores y ningún factor podía, en consecuencia, turbar la absoluta
tranquilidad del ambiente oficial, salvo el del tiempo, a que la
prensa opositora apelaba con estas palabras de «El Nacional» de
1839:
«Todo lo que no va en armonía con las necesidades y gustos del
pueblo, es efímero, ridículo y del momento. Hoja seca de un árbol
verde y vigoroso, marcbitada en medio de la vida para caer al
polvo sin ofender la marcha progresiva del ser a quien pertene-
ce. El pueblo es eterno, como el tiempo; sus voluntades son
eternas como las del Dios que interpreta, y un día, un día menos,
al fin un día, tienen su ejecución profunda e infalible».

Complicaciones del lado argentino.

Con el retiro de las tropas brasileñas había desaparecido mo-


mentáneamente uno de los dos factores de nuestros disturbios polí-
ticos internos, el de la frontera terrestre que nos envolvía en la
anarquía para acabar de absorbernos. Pero quedaba en pie el otro
factor, el de la frontera fluvial, que fatalment3 nos envolvía en
PUS propios disturbios por efecto de viejas y nunca interrumpidas
vinculaciones entre los partidos existentes aquende y allende el
«ata
Aquí se había tratado por todos los medios imaginables de ente-
rrar el pasado y de abrir una nueva era. Ni vencidos ni vencedores
había dicho Urquiza, repitiendo la frase de don Andrés Lamas.
Y al día siguiente de la paz, blancos y colorados se confundían,
sin que un solo proceso viniera a alterar la perfecta cordialidad
del ambiente.
Allá ocurría todo lo contrario. Terminada la batalla de Caseros
empezó la matanza de prisioneros. El regimiento entero del coro-
nel Aquino, que se había sublevado para pasarse a Rosas, fué ex-
terminado. Las víctimas eran alineadas de a 10 y de a 20 para
ganar tiempo y los cadáveres quedaban en el camino o eran col-
gados en los árboles. Son datos del general César Díaz, testigo
presencial de los sucesos.
A la matanza de prisioneros en el campo de batalla sucedió la
de los Tribunales en nombre de la ley. En diciembre do 1853 quedó
concluida la causa seguida a Ciríaco Cuitiño y Leandro Alem por
!os asesinatos de 1840 y 1842. La sentencia los condenaba a la
374 Anales de la Universidad

pena de muerte en una ^laza pública de Buenos Aires, con sus-


itensión de «los cadáveres en una horca por 4 horas». Cuando los
reos, en marcha para el patíbulo, pasaban por la Casa ae Gobierno
Cuitiño vivó varias veces a Rosas, vociferando que «moría por él
y por su causa».
Todavía en 1857 el Congreso Argentino seguía estimulando los
procesos, con proyectos que como el que declaraba a Rosas «reo de
lesa patria», hacían exclamar al doctor Félix Frías: «Hay quien
sostiene que todo es permitido contra los tiranos. No, señores: a
los hombres de principios no les es permitido todo contra los ti-
ranos; no les es permitido imitarlos».
Habían seguido, pues, hirviendo las pasiones de partido en Bue-
nos Aires, y eso en alguna forma tenía que repercutir entre los
orientales, tan íntimamente vinculados a los argentinos hasta la
conclusión de la Guerra Grande.
A principios de 1856 salió de Montevideo una expedición de re-
volucionarios argentinos bajo el mando del general Costa. Esa
-txpedición desembarcó en la Colonia y luego de recibir algunas
incorporaciones cruzó el río y siguió viaje hasta completar su
programa. Pero con resultado tan adverso, que de los 160 hombres
que la componían, apenas sobrevivieron 30, pereciendo todos los
demás en la persecución o en ei patíbulo, en razón de que las tro-
pas gubernativas tenían la terrible consigna de fusilar a todos los
prisioneros.
Pues bien: desde las primeras notas diplomáticas a que dio ori-
gen esa revolución, afirmó el Gobierno de Buenos Aires que el
cuerpo expedicionario se había formado y reclutado en la Unióri,
con la ayuda de «un notable jefe que ejercía poderosa influencia
sobre el Gobierno Oriental», desempeñado a la sazón por don Ma-
nuel Basilio Bustamante. Y aclarando la referencia decía en otra
de sus notas el Ministro de Relaciones don Valentín Alsina:
«Desde la siniestra aparición de Oribe en estas regiones copiosa
sangre ha corrido en ambas márgenes del P l a t a . . . El es el prin-
cipal autor de la situación que ambos Gobiernos deploran... Sin
éJ, sin sus profundos rencores a Buenos Aires, los conspiradores
hubieran tenido que devorar sus malvados deseos en su propia
impotencia. Más él los alentó y facilitó la obra; él derramó su
oro; él los proveyó y armó; él cooperó a los enganches, él puso
a su servicio los recursos de su posición y de su influencia; él,
fn fin, los empujó a la empresa temeraria y a la muerte.»
Estas y otras acusaciones de connivencia provocaron la renuncia
Anales de la universidad 375

de nuestro Ministro de Gobierno doctor Rodríguez y del Jefe de


Policía don Francisco Lecocq, y un decreto gubernativo de des-
agravio en el que se declaraba que los generales y coroneles ar-
gentinos José María Flores, Gerónimo Costa, José Joaquín Baltar,
Ramón Bustos, Hilario Lagos y León Benítez, «habían abusado del
asilo que les concediera la República, promoviendo ilegalmente
dentro de su territorio el enganche y armamento de gente desti-
nada a hostilizar al gobierno vecino y amigo de Buenos Aires»,
7 les prohibía, el regreso «como indignos de la hospitalidad del
pueblo oriental».
El ambiente internacional quedaba envenenado con ideas de
represalia que habrían de tener ejecución bajo el gobierno de don
Gabriel Antonio Pereira, ya próximo a estrenarse bajo la protec-
ción de Oribe y de Flores.

lia elección de don Gabriel Antonio Perclra. Manifestaciones


(le coníratemiflaid política a que da origen.

A la sesión del 1.° de marzo de 1856, destinada a la elección de


Presidente de la República, concurrieron 33 legisladores de los 45
'!ue formaban parte de la Asamblea. Tres de los inasistentes, loa
diputados Muñoz, Torres y Beltrán estaban en Buenos Aires, co-
mo hemos dicho, por efecto de un decreto de destierro revocado el
día antes de la elección, es decir, cuando ya no había tiempo para
que efectuaran el regreso.
Según «El Comercio», uno de los diarios de la época, la ciudad
y sus inmediaciones estaban convertidas ese día en un cuartel
por efecto de la aglomeración de fuerzas que había decretado el
Comandante de Armas general Venancio Flores para garantir el
orden.
De los 33 legisladores presentes, 24 votaron por don Gabriel An-
tonio Pereira, 7 por don Florentino Castellanos, 1 por don José
EUauri y 1 por don Juan Miguel Martínez.
Cuando se proclamó el resultado de la votación gritaron de la
barra: «¡Viva el Presidente de la República! ¡mueran los salvajes
-.niitarios»!
«Trataré de sacar al país del caos en que se encuentra», dijo
el Presidente electo luego de prestar juramento.
Al transferirse el mando que ejercía el señor Pía, habló el Pre-
sidente de la Cámara de Diputados señor Palomeque, en términos
que fueron estruendosamente aplaudidos por todos los que llena,
ban el salón de la Casa de Gobierno. «Hago votos al Ser Supremo
376 Anales de la Universidad

—dijo—para que iluminando a V. E. le quepa la gloria de que no


se oiga de boca ni se lean en ningún corazón oriental los títulos
devorantes y desastrosos de blancos y colorados, de conservadores
y floristas».
Era el voto que estaba en el ambiente.
La Comisión Directiva de la «Unión Liberal» celebró una se-
sión extraordinaria en la que luego de expresar su Presidente,
que la Sociedad había permanecido a la expectativa por efecto de-
las pasiones de partido, pero que ya había llegado la oportunidad
de entrar en actividad, fué sancionada la siguiente declaración con
el voto de don Luis Lamas, don Manuel Herrera y Obes, don Ber-
nardo P. Berro, don Jaime Estrázulas, don Manuel Errasquin, don
Franciisoo Hordeñana, don Aimibrosio Velazoo, don Oándldo Joa-
nicó, don Fermín Ferreira y otros ciudadanos:
«iEl programa del Presidente de la República se armoniza cum-
plidamente con los principios y bases constitutivas de la Sociedad,
y en consecuencia, ella resueilv© apoyar y secundar la acción del
Gobierno por todos los medios que sus estatutos le permitan.»
Respondiendo al mensaje de apertura de las sesiones ordinarias,
decía dos meses después la Asamblea General en su minuta de
mayo de 1856:
«La Honoraible Asamblea General Legislativa, en el interés de
propender con su sanción a la extinción completa de las in-
sensatas pasiones jM>líticas que han desgarrado el seno de la pa-
tria desde su nacimiento y en el de que la administración públi-
ca en lo civil, político y judicial sufra las modificaciones más
análogas a nuestro modo de ser actual, espera que el Poder Eje-
cutivo no omitirá someter todos los proyectos necesarios a tan
gran objeto».

Trata el Presidente electo de indiepeinidíizaarse de sus dos tutores.

Don Gabriel Antonio Pereira, impuesto por los generales Florps


y Oribe, trató en el acto de tirar los andadores.
Casi todos los diarios de la época están contestes en que el
mismo día de la elección dirigió una carta política a dichos gene-
rales, pidiéndoles que declararan que ellos no tomarían ingeren-
cia alguna en la marcha gubemaitiva. Y están contestes también
en que Oribe respondió que no intervendría y que Flores tnos-
tró vaguedades en su contestación, según unos, o no contestó ab-
soluta mente según otros.
Anales de la Universidad 377

El primer empujón debía darse, pues, contra Flores y efecti-


vamente así lo hizo el Presidente Pereira. Pocas horas después
de la toma de posesión del mando, dictó un decreto dejando sin
efecto las medidas militares adoptadas en diciembre del año an-
terior, y entre ellas la Comandancia de Armas que desempeñaba
Flores. Al día siguiente se quiso paliar la destitución con el ar-
gumento de que el propio Flores había presentado con anterioridad
su renuncia. El hecho era, sin embargo, que el decreto se había
dictado y que el rompimiento político estaba producido.
Quedaba en pie Oribe. Pero su alejamiento estaba también re-
suelto y era sólo cuestión de tiempo.

Sus primeros actos admimistrativos.

El Presidente Pereira constituyó un ministerio que era garan-


tía de buena e intensa labor: al doctor José EUauri le fué confia-
da la cartera de Gobierno y Relaciones Exteriores, a don Doro-
teo Grarcía la de Hacienda, al coronel Carlos San Vicente la de
Guerra, y a la vez publicó un manifiesto en el que procuraba cal-
mar así al público, ávido de reformas:
«Las medidas que la situación exige deben ser de alta impor-
tancia y grande trascendencia para el país. Nada más peligroso
que precipitarse en semejantes casos. Confío, pues, que se espera-
rá con calma el resultado de la meditación profunda que ella de-
manda, así como el de la ejecución rápida que me propongo dar-
les. No descuidaré, sin embargo, el ocurrir pronta y eficazmente a
las exigencias justas que no admiten dilación. Las palabras que
dejo aquí consignadas son una promesa que he de sostener con
lealtad y altura. Podré sucumbir en la lucha, pero mi divisa ha
sido y será siempre paz, unión, progreso y libertad*.
El Ministro de HJacienda don Doroteo García reunió en su des-
pacho a todos los periodistas de Montevideo y les hizo conocer el
programa, que había redactado en esta forma con su colega don
José Bllauri:
«Solidaridad completa; celebración de acuerdos en consejo de
ministros; fiscalización de las rentas; publicación diaria y men-
sual de los ingresoa y egresos; acatamiento a la ley de presu-
puesto; equilibrio .fin/andiera».
Luego de leído ese programa, dijo el Ministro a loe periodistas
allí reunidos: «El náufrago que se halla en la isla desierta y que
no tiene de qué vivir, pide al que va navegando que lo salve, arro-
378 Anales de la Universidad

jándole un poco de alimento. La prensa, que portadora de un


gran contingente de ideas va de acuerdo con la opinión pública
expresando las nt^cesidades del país, puede en su trayecto soco-
rrer al ministerio arrojándole ideas y haciéndole advertencias opor-
tunas para que encuentre cómo satisfacer sus necesidades.»
Preparándose para realizar obra intensa, los Ministros presen-
taron a la vez al Presidente un proyecto de decreto que en el acto
fué promulgado, por el cual se creaba un Consejo Consultivo, divi-
dido en tres secciones que presidirían los secretarios de Estado. El
objeto era obtener el asesoramiento de los hombres entendidos en
todos los asuntos de importancia ya planteados o que se plantea-
sen en el porvenir. Era la realización de un pensamiento lanzado
años antes por el doctor Eduardo Acevedo en "La Constitución" y
que más tarde habría de aplicar también don Tomás Villalba, Mi-
nistro de Hacienda del Gobierno de Berro. Algunas dificultades de-
bió encontrar en la práctica, sin embargo, porque pocos días des-
pués quedó aplazado el funcionamiento del Consejo hasta nueva
resolución.
Los primeros actos del ministerio traducían, pues, un plan de
publicidad, contralor, orden y economía que los órganos más ca-
racterizados de la prensa se apresuraron a aplaudir.
Uno de los diarios que habían formado en las filas de los soá-
lonedores de la candidatura del general César Díaz, «El Mercurio»,
señalando esas tendencias sanas, decía:
«Jamás adminiistra;ción alguna hallló al país en el estado de pos-
tración y desquicio en que lo encuentra la del señor Pereira; i^cio
tampoco administración alguna ha encontrado jamás mayor coo-
peración, más sincero deseo de ser ayudada. Del exceso del mal ha
surgido el bien. La animación que se nota, la confianza en el por-
venir y la esperanza que todos abrigamos de superar las dificulta-
des que nos rodean, no tienen otra base que la persuasión en que
todos estamos de que el Gobierno va a emprender con mano firme
la reforma que la administración del país reclama, y de que el
Gobierno va a reorganizar, regularizar y moralizar esa administra-
ción».
Eran grandes, sin embargo, las dificultades con que tenía que
luchar el ministerio.
Desde la caída de Rosas, decía «El Comercio del Plata», la ori-
V>a occidental del Plata es teatro de aumento de población, de fuer-
te empuje mercantil, de progreso material, y la oriental de des-
población y «decaimiento de la riqueza casi fabulosa de los tiempos
Anales de la Universidad 379

anteriores a 1843». Es que allá se conservaron intactos los elemen-


íos vitales, que aquí fueron destruidos por la guerra.
Tal era efectivamente la causa fundamental de la diversa si-
tuación de los dos paisas. Rasas había oprimido brutalmente al
país, pero le había asegurado la paz exterminando a todos los cau-
dillos de las provincias, capaces de hacer sombra a su dictadura.
El Uruguay, en cambio, había vivido en plena guerra civil y sus
riquezas habían sido devoradas por los combatientes. De manera
que restablecida la normalidad, mientras que del otro lado del
Plata se presentaban intactas las fuenites productoras, de este lado
sólo escombros aparecían por todas partes.

De nuevo bajo las agitaciones políticas.

Desde los primeros días de marzo empezó el regreso de los emi-


grados que se habían radicado en la Argentina como conse-
cuencia de los sucesos revolucionarios de 1855 y agitaciones polí-
t ic'as subsiguientes.
Uno de ellos, don Juan José Cernadas, argentino que había ad-
quirido carta de ciudadanía uruguaya, fué obligado por la Policía
a reembarcarse en el acto. La Cámara de Diputados, que se entera-
bíj en esos mismos momentos del decreto dé* Piresi'ivvvte Pía c.ue
permitía el regreso de los desterrados, interpeló al Gobierno y con-
testó el doctor EUauri que se trataba simplemen'e de medidas po-
liciales, «contra un hombre turbulento e inmoral en su conducta».
Obligado a entrar en mayores detalles hizo un paréntesis el Mi-
n'siro para entrevistarse con el Presidente Pereiift y luego regre-
só a la Cámara para advertir que la medida no podía ser revoca-
da y que había recibido instrucciones «para no entrar en discu-
sión, lo que hacía presente a la Cámara para que ella resolviese».
También estaba intranquila la campaña, sobre todo en Mercedes,
donde según las crónicas enviadas de aquella localidad a la prensa
argentina, el coronel Máximo Pérez había reunido fuerzas, invo-
cando instrucciones del general Flores para sofocar un movimien-
to revolucionario que se atribuía a los conservadores.

Grave agresión contra los diputados consorvadoíres.

Apenas terminado este primer incidente, ocurrió otro más gra-


ve. Entre los que habían regresado de la Argentina figuraiban los
diputados conservadores don José María Muñoz, don Fernando To-
380 Anales de la Universidad

rres y don Eduardo Beltrán. Subía el segundo de ellos las escale-


ras del Cabildo para ocupar su banca, cuando fué brutaLmeate agre-
dido, agresión que se repitió con varios otros diputados al descen-
der las escaleras luego de terminaida la sesión, todo ello a la vis-
ta de la guardia de cárcel y de los agentes de Policía que esta-
ban como inmovilizados. Los mismos que agredían en esa forma
a algunos de los diputados, vitoreaban y alzaban en hombros al
Presidente de la Cámara doctor Palomeque.
El Presidente Pereira se dirigió a la Cámara con la promesa
de adoptar medidas enérgicas y a la vez publicó un manifiesto
de desagravio.
«Un hecho inaudito — decía — acaba de tener lugar en la misma
casa de la Representación Nacional, atacándose Impune y vilmente
a algunos miembros de ella. Ajado así el Código Fundamental dt?l
Estado que garante la inviolabilidad de los que invisten tal carác-
ter, el Presidente de la República ha debido tomar y ha tomado
".nmediatamente las disposiciones oportunas para castigar con todo
el rigor de la ley a los que resulten autores de tan criminal aten-
tado.»
Las medidas iniciales parecían realmente encaminadas al cas-
ligo de los culpables. Fué destituido el Jefe Político don Clemente
César y se mandó instruir un sumario. Pero en seguida resultó
claro el propósito presidencial de salvar a los agresores, y enton-
ces el doctor EUauri resolvió alejarse del Ministerio de Gobierno
fiue desempeñaba.
Una vez llenada la vacante con el doctor Joaquín Requena, apa-
reció un nuevo manifiesto en que el gobernante decía:
«Que adherido con fuerte voluntad al programa del Presidente,
sería Indeclinable en su decisión; que su constante anhelo tendría
por norte la unión, la concordia, el olvido de las malas pasio
zies...»
Era esa la tercera proclama de don Gabriel Antonio Pereira, en
los veintitantos días de presidencia que contaba, como lo hacía
notar sarcásticamente la prensa.
El sumario, entretanto, en el que figuraba una declaración del
diputado don Fernando Torres con la lista de los agresores, quedó
en los archivos del Ministerio de Gobierno durante 14 meses, hasta
junio de 1857, en que fué pasado al Juzgado del Crimen con un de-
creto que prevenía que la indagación «para hacer constar los pro-
motores y principales autores de las ofensas de palabras y de he-
'ho contra algunos representantes, no había dado resultado».
Anales de la Universidad 381

Desoyendo esa recomendación indirecta a favor de los agresores,


el Juez de Crimen libró orden de arresto contra don Narciso Utl
Castillo, don Francisco Oribe, don Eduardo Díaz, don Pedro P.
Díaz, don Santiago Botana, don Manuel Méndez Caldeira, don
Francisco Ramos da Rúa y capitán Malbárez, orden que la Policía
liirló contestando que no había podido aprehender -i ninguno de
dichos ciudadanos, por lo cual dispuso el Juzgado que se libraran
exhortes a las autoridades de todos los departamentos y se pasa-
ra nota al Ministerio de Gobierno solicitando que excitara el celo
de la Policía.

(/na conjuradón de los conservadores.

Todavía no había transcurrido el primer mes de la nueva pre-


sidencia cuando ocurría un tercer suceso de mayor repercusión po-
lítica todavía: el descubrimiento de una conjuración de los con-
servadores.
El Presidente Pereira decretó el arresto y destierro a Buenos
Aires del general César Díaz, del coronel Francisco Tajes, del co-
mandante Susini y de los capitales Fernández y Larragoitia y
restableció la Comandancia General de Armas que había suprimido
en los primeros días de marzo, como medio de eliminar del esce-
nario político al general Flores. «Siendo necesario — decía el de-
creto — atender a la conservación del orden interno de la Capital,
que aparece perturbado por hombres inquietos...» Al frente de la
Comandancia fué colocado el general Manuel Freiré.
Todos los periodistas de Montevideo fueron convocados a una
veunión en la Casa de Gobierno, donde el Ministro les hizo pre-
sente lo difícil de la situación y les pidió que no contrariasen
i as medidas gubernativas porque se procedía sobre la base de he-
chos ciertos.
Según el acuerdo publicado en esos mismos momentos, había ocu-
-rido el caso grave de conmoción interior exigido por la ley fun-
damental para la adopción de medidas prontas de seguridad. Nada
más contenía ese documento para explicar el suceso. Pero en su
mensaje a la Asamblea General, agregaba el Presidente Pereira:
«Que en la noche del 26 (marzo) y en las noches anteriores, se
liacían reuniones en casa del general César Díaz, cuyo número
llegó a ser de 80 y de 100 individuos, entre ellos algunos jeff,?.
y oficiales que se nombran, y eso sin contar otras reuniones en
.jasas Inmediatas a la del general Díaz; que ai m;smo tiempo se
382 Anales de la Universidad

intertaba seducir a los soldados del Escuadrón de Artillería, y


aún a su comandante el sargento mayor don Benigno Evia a quien
se ofreció con reiteración el empleo de coronel de artillería y mando
absoluto del cuerpo y todo el dinero que necesitase para sí y su
familia, garantiendo esto con firmas del comercio de esta plaza»
La Asamblea General aprobó las medidas adoptadas por el Poder
Ejecutivo por juzgarlas «absolutamente necesarias para perfeccio-
nar la grande obra de nuestra reorganización social, establecién-
dose así bajo bases duraderas y saludables esa paz tan anhelada
por todos».
El general. Manuel Oribe, que conservaba todavía sus posiciones
fie coautor de la presidencia Pereira, concurrió al sostenimiento de
la autoridad con el 2." Batallón de Guardias Nacionales de la
Unión y otras fuerzas que había reunido desde los primeros ama-
gos de revolución.
Tranquilizados algo los espíritus, dirigió el Gobierno a fines del
mes de marzo una circular confidencial a los Jefes Políticos, en
que bregaba a favor de la extinción de los partidos tradicionales.
Véase en qué términos:
«He creído conveniente establecer con usted una correspondencia
en carácter confidencial, sin perjuicio de la correspondencia ofi-
cial que es de práctica, y que por ella me instruya de todo lo
que se relaciona a las mejoras y adelantos del departamento, para
jomarlas en consideración y atenderlas según las circunstancias y
el estado del erario lo permitan. Y como desgraciadamente las
pasiones rencorosas de partido ciegan las almas ilusas, una de
?as primeras y más serias atenciones de los Jefes Políticos será
de conservar de todos modos la armonía y perfecta inteligencia
entre las autoridades locales para de común acuerdo disponer de
los medios que estén a su alcance y que las antiguas divisiones de
partidos desaparezcan para siempre y que todos los ciudadanos,
sin odiosas excepciones ni diferencias, entren al fin al goce tran-
quilo de sus libertades y de los derechos que les acuerdan las
2eyes.»

Una manifestación do los generales Oribe y Plores.

Pero las agitaciones volvieron a acentuarse en gran parte por


efecto de la'5 resultancias del sumario instruido a raíz da la con-
juración que acababa de fracasar.
El senador don Luis Lamas solicitó su pasaporte para alejarse
Anales de Ja Universidad 383

momentáneamente del país. El comandante don Juan José Poyo


fué arrestado en su establecimiento de campo y traído luego a un
cuartel de Montevideo. Uno de los diarios llegó a hablar de la
.'nminencia de «una explosión terrible», dando lugar con ello a
que la Policía llamara al editor y le previniera «que la autoridad
yabría reprimir toda demostración en el sentido de la referida ame-
naza». Varios individuos armados se atrincheraron en una barraca
de la Plaza Cagancha y desde allí mantuvieron un nutrido fuego
de fusilería con la Policía y con un piquete de artillería, hasta
que cayeron los cabecillas y fué tomada la barraca por asalto, re-
sultando de las averiguaciones practicadas que se trataba' de una
gavilla que había resuelto matar a dos Comisarios.
En el seno del Parlamento surgió entonces la idea de asegurar
la tranquilidad pública sobre la base del restablecimiento de la
yrmonía entre los factores que habían contribuido a la solución
leí problema presidencial, y dando manos a la obra se acercaron
yarios senadores y diputados a don Gabriel Antonio Pereira para
ledirle que tomara la iniciativa de una reunión a la que serían
invitados los generales Plores y Oribe.
Como consecuencia de esos trabajos apareció en abril de 1856
un manifiesto de solidaridad política, en el que decían los referi-
c-os generales:
«El pacto que celebiamos para afianzar la esitabilidad del go-
bierno constitucional que se había de elegir el 1.° de marzo y
que con aceptación pública recayó en la persona del distinguido
ciudadano don Gabriel Antonio Pereira, no sólo no ha desmerecido
un ápice de sus compromisos, sino que en la reunión confidencial
í. que hemos sido invitados por el Poder Ejecutivo a solicitud de
varios senadores y representantes que la pidieron, ha sido explí-
cita y categóricamente por cada uno de los que suscriben ratificada,
prestando cooperación franca y leal a sus actos.»
Era una declaración de forma. En el fondo continuaban los
antagonismos que habían dado margen desde los primeros días de
marzo a la destitución del general Flores. Por otra parte, el mal
de la intranquilidad reconocía causas más hondas, a las que el
manifiesto no podía absolutamente poner fin.
El mes de mayo fué de intensas alarmas tanto en la Capital
?omo en la campaña.
Como resultado seguramente del acuerdo a que habían arribado
el Presidente Pereira y los generales Oribe y Flores, fué decre-
tado el licénciamiento de la guardia nacional de infantería de la
384 Anales de la Universidad

Capital, Sólo debía quedar en pie la compañía de pardos y morenos.


Pero al hacerse efectivo el licénciamiento en la villa de la Unión
'jue era el centro militar de Oribe, desacató la orden el coman-
dante don Santiago Botana, a título «de que el Gobierno los de-
jaba atados con esa medida en virtud de haber contraído compro-
misos políticos». El comandante Botana fué destituido como con-
secuencia de ese desacato.
Casi en los mismos momentos llegaba a Tacuarembó don Pedro
Chucarro con el nombramiento de Jefe Político de ese departamento
y el vecindario estimulado por la Junta Económico-Administrativa
resolvía impedir a viva fuerza que dicho ciudadano tomara pose-
sión del cargo. Los comandantes Barbat y Azambuya, que acau-
dillaban el movimiento popular, organizaron cantones para la de-
fensa del pueblo contra las fuerzas policiales que rodeaban al
Jefe Político. De Montevideo salieron entonces tropas bajo el
mando del general Manuel Freiré, que rodearon el pueblo y varias
veces lo atacaron con lamentables bajas de uno y otro lado. Des-
pués de nueve días de sitio, el Jefe Político Chucarro y los co-
mandantes Azambuya y Barbat arribaron a un convenio bajo la
mediación y con la garantía del general Antonio Netto, en que
los contendientes pactaban de potencia a potencia, como verdade-
ros beligerantes. He aquí los términos de ese documento:
«Deseosos unos y otros de poner término a las aciagas escenas
que contristan al pueblo en estos momentos y evitar las fatale.^
consecuencias que podrían surgir de su continuación, han acordado,
poseídos del sentimiento de la paz, de la humanidad y de los vín-
culos que a todos nos ligan como a hijos de una misma patria, el
siguiente convenio: Artículo 1." Entretanto que la suprema auto-
ridad del Estado no adopte una resolución definitiva que concille
las circunstancias desgraciadas en que se halla envuelto el depar-
tamento, las fuerzas de una parte del pueblo y las que conserva
a sus inmediatas órdenes el Jefe Político cesarán desde este mo-
mento sus hostilidades y provocaciones, campándose las fuerzas
de caballería fuera del pueblo a una legua de distancia entre los
arroyos Tranqueras y Tacuarembó Chico, y la de los cantones
dentro de la misma población adonde mejor lo prefieran, sin os-
tentar ninguna actitud hostil, siendo permitido además el libre
tráfico de aquellos artículos de primera necesidad sin los cuales
sería difícil la subsistencia de las familias y de las tropas. — Art.
2.0. Será mandada retirar a sus respectivos distritos toda y cuales-
quiera fuerzas cuya reunión haya sido ordenada por las partes
Anales de la Universidad 385

contendientes para tomar parte en las hostilidades que no pueden


ser permitidas por la ley. — Art. 3.° El honor y la lealtad de los
ciudadanos en armas que toman por testigos a la Providencia y
a la patria de la religiosidad y buena fe de este pacto dirigido .i
ahorrar la sengre de sus conciudadanos, dando un testimonio elo-
cuente de su respeto al Código de la Nación y a los poderes cons-
tituidos por ella, será la mejor garantía de su más exacto y seve-
ro cumplimiento».
Pero salieron de Montevideo nuevos contingentes de tropas, y en-
tonces los comandantes Azambuya y Barbat tuvieron que someter-
se y fueron arrestados y conducidos a Montevideo, y sometidos a
la justicia del crimen, bajo cuya jurisdicción permanecieron hasta
e' aniversario de la paz de octubre, en que el Gobierno pidió el so-
breseimiento de la causa.
El resto de la campaña permaneció en paz, pero dentro de una
atmósfera malsana que don Juan P. Caravia describía así desde
San José en junio de 1866:
«No hay garantías para el trabajo. El derecho de propiedad se
halla desconocido y sobre todo en la ganadería es enteramente ilu-
sorio por el escandaloso abuso con que se comete el abigeato; y
lo que es peor en esa lucha diaria del trabajo con la holgazanería,
de la honradez contra el vicio, de la propiedad contra el robo, el
hombre laborioso que no encuentra la protección que le acuerdan
las leyes sale vencido, el desaliento lo reduce a la inacción y muy
luego la necesidad lo conduce al crimen cuya impunidad le pre-
senta un cómodo y seguro modo de vivir.»

Continúa la intcaquilidiad. El gemeral Flores pide y obtiene au-


torización para alejarse del país.
La Capital continuaba a su vez bajo la presión, de grandes alar-
ma. En la Cámara de Diputados era interpelado el Ministro de la
Guerra sobre la reorganización de fuerzas en la villa de la Unión,
centro de la influencia de Oribe, y contestaba el Ministro que sólo
se trataba del reclutamiento de una cincuentena de guardias nacio-
nales a cargo del comandante Bastarrica, con destino a custodia de
presos. El capitán Feliciano González, uno de los desterrados
a Buenos Aires por efecto de la conjuraicióii de los conseorvadoTes,
que había vuelto a radicarse en Montevideo, era arrestado y em-
barcado en seguida. Contra el comandante Leandro G-ómez se
expedía orden de prisión por puhlicajciones relativas a loe sucesos
de Tacuarembó.

23.
386 Anales de la universidad

Véase cómo describía «El Comercio del Plata» el estado del país
a mediados de julio:
«Ss intenta voltear el ministerio, diicen unos, y no expresan
quién lo intenta ni por qué. Habrá un conflicto, dicen otros, luego
que las Cámaras se cierren, y no se dice por qué ni para qué. El
Gobierno está preparado y toma sus medidas, es también una mo-
neda que corre y tiene crédito. Los generales del pacto se aprestan
y cada uno reúne más o menos ostensiblemente sus recursos. Y en
medio de esta lluvia de rumores y de cálculos en que no intervienen
sino los deseos puramente individuales, pocos se acuerdan de que en
un país eonstitucionalmente dirigido, que tiene su carta clara y ex-
plícita, que se halla en una época rigurasamente normal, radie go-
bierna sino el Gobierno, y que cada uno de esos rumores que to-
ma cuerpo como los fantasmas de la noche en la imaginación de
los niños, aleja de Montevideo a todo el que tiene algo que per-
der y en qué emplear su tiempo tranquila y utilmente. Así, de día
en día, merced a esa fiebre de creaciones políticas, nos vamos que-
dando sin comercio, sin rentas, sin población, porque no hay que
engañarse: si a media docena de individuos puede convtnir que
el río se revuelva, 'a 3ien mil no les conviene sino que cerra tran-
quilo y claro como es natural».
Para el Presidente Pereira la causa principal del malestar ema-
naba de la pobreza ílscal, de manera que dominada ésta el país te-
nía que entrar en un período de prosperidad. Véase cómo se expre-
saba al cerrar las sesiones ordinarias del Cuerpo Legislativo, ca-
si a la misma hora en que «El Comercio del Plata» presentaba el
cuadro que acabamos de reproducir:
«Aunque la presidencia del I.» de marzo se ha dedicado empeño-
samente a la conservación de la paz pública y del orden social por
medio de una política equitativa fundada en las prescripciones de
la Constitución, no puede lisonjearse de haberlo conseguido com-
pletamente, porque sólo el tiempo y la constancia han de remover
los obstáculos que las antiguas y prolongadas disensiones civiles han
creado. La pobreza fiscal es uno de esos obstáculos, el más difícil
de vencer, el que requiere mayor dedicación y más energías. Era,
pues, necesario buscar por una parte recursos y arbitrios y dismi-
nuir por otra parte las erogaciones y los gastos; y como la Hono-
rable Asamblea General al sancionar el Presupuesto no ha efectua-
do ni reducciones ni reformas, las sesiones legislativas terminan
quedando el Poder Ejecutivo sin lo indispensable para el servicio
pxiblico».
Anales de la Universidad 387

A la clausura de las sesiones extraordinarias de la Asamblea con-


currieron 23 legisladores, de los que sólo 16 entraron a sala. Dan-
do las explicaciones del hecho decía al día siguiente «El Comer-
cio del Plata»:
«Parecen, pues, pasados los momentos que algunos rumores se-
ñalaban como terribles».
¿A cuál de los caudillos políticos podían referirse esos rumores?
Horas antes de la clausura die las sesiones ordinarias, el general
Flores se había dirigido al Presidente Péreira para anunciarle que
tenía el propósito de alejarse del país, y a la Asamblea en demanda
de venia para embarcarse.
«La alarma que mis enemigos esparcen—^decía en su nota al Pre-
sidente—.haciendo creer a esta sociedad que soy el agente de nuevas
conmociones políticas que traerán necesariamente desgracias in-
mensas a mi patria, me impulsa a dejar esta tierra tan querida, pro-
bando una vez más que jamás seré yo quien promueva el desorden
y el desquicio de ella»... Entendía que mi nombre jamás sería con-
siderado como elemento desorganizador, «pero hoy que mis enemigos
se empeñan en comprometerme para agitar la sociedad, y que aún
el mismo Gobierno quiere creerlo según lo muestran las extraordi-
narias medidas que de su orden se toman, resuelvo alejarme...».
Conviene «a los intereses del país — decía en su nota a la Asam-
blea — y a los míos particulares mi auaencia al extranjero por al-
gún tiempo... Con este sacrificio doloroso creo hacer un nuevo ser-
vicio a mi querida patria».
El Presidente contestó que no le faltarían garantías para vivir
en el país y que las medidas adoptadas, por extraordinarias que
fueran, no podían afectarlo a él personalmente.
y la Asajmblea acordó la venia «recoinociendo los sentimientos
de abnegación y patriotismo que la motivaban».

De nuevo los destierros.

Parecía ya eliminado todo peligro de reacción. Pero el Gobierno


debió conservar vivos temores. El hecho es que antes de finalizar
el mes de julio, procedía al arresto del redactor de «La República»
don José P. Pintos, de don Narciso del Castillo y de don Pedro P.
Díaz.
Esos tres ciudadanos fueron conducidos a la Isla de Ratas y
luego embarcados con destino a Buenos Aires. Justificando el
destierro decía el Poder Ejecutivo a la Comisión Permanente:
388 Anales de la Universidad

iCon motivo de la rebelión de Tacuarembó y del arresto y enjui-


ciamiento de sus promotores, los señores Pintos, Castillo y Díaz ve-
nían extremando su propaganda de oposición. Espera el Poder Eje-
ciitivo que la Asamblea aprobará esta medida, como ya lo hizo
anteriormente con otras análogas, a pesar de que entonces se tra-
baba «de ciudadanos de más representación social, de otros méri-
tos personales y de buenos servicios a la patria».
El argumento no era atendible, sin duda alguna. El hecho de
Que hubieran sido aprobados los destierros anteriores, no bastaba
para que el Gobierno siguiera desterrando cada vez que se alzara
en la prensa un voto de censura. Pero la Comisión Permanente se
declaró convencida y aprobó los decretos de extrañamiento.
Pocas semanas después regresaban de su destierro, con la auto-
rización del Gobierno, el general César Díaz, el coronel Francisco
Tfcjes y los comandantes Solsona y Susini, y la calma volvía a
reinar aparentemente en Montevideo.

Los comicios parciales de 1856. El Presidente Pereira en lucha


con el general Oribe.

Cinco departamentos de la República habían quedado sin repre-


sentación en las Cámaras y era necesario llenar las vacantes.
Quedó resuelto, pues, que el pueblo sería convocado con ese objeto
para el último domingo de noviembre de 1856.
El Presidente Pereira y el general Oribe mantenían todavía in-
tactas sus relaciones, aunque habían estado a punto de romper-
las durante las agitaciones de julio, con motivo de varias reuniones
de guardias nacionales en la villa de la Unión, sin orden del Es-
tado Mayor. Durante la función de gala dada en el Teatro Solís
or, el aniversario de la batalla de Sarandí, Oribe tomó asiento a la
derecha del Presidente Pereira. La prensa de Buenos Aires señaló
el hecho como una claudicación colorada, pero la de Montevideo,
adicta al Gobierno, replicó que Oribe había actuado en la batalla
que se rememoraba y que Pereira, por otra parte, no era un man-
datario de partido.
Pero al aproximarse los comicios de noviembre trató Oribe de
asegurarse la adhesión de los electos y entonces se produjo el rom-
pimiento.
El Presidente que estaba resuelto a imponer sus propios candi-
datos, empezó por dirigir una circular a los Alcaldes Ordinarios
de todos los departamentos con el proi>6sito de obstaculizar los
trabajos de Oribe.
Anales de la universidad 389

Aunque ya conocen ustedes — les decía — «el candidato de mi


íiceptación entre los que se proponen para ese departamento, debo
impedir que se abuse de mi nombre o del nombre del Gobierno
por los agentes del general Oribe suponiendo que las candidaturas
de éste son convenidas y acordadas conmigo o con el Gobierno...
Procure contrariar semejante abuso por medio de sus relaciones
y de los Jueces de Paz o Tenientes Alcaldes, a íin de que se per-
suadan los ciudadanos de que con ese proceder se trata de encu-
brir o disfrazar una oposición al Presidente de la República que
puede ser perniciosa para la p a z . . . Es natural que yo prefiera
para las bancas de la representación nacional entre buenos e ilus-
trados ciudadanos a aquellos de cuya cooperación estoy seguro».
Uno de ios choques más recios fué el que tuvo lugar en el
departamento de la Capital con motivo de la elección de senador.
La influencia presidencial se inclinaba a la candidatura de don
Juan Miguel Martínez y la del general Oribe a favor de la candi-
datura del doctor Florentino Castellanos.
Ambos candidatos eran de filiación colorada. Pero ia prensa
adicta al Gobierno afirmaba que el doctor Castellanos había con-
traído serios compromisos políticos con Oribe, acusación que obli-
gó al candidato a salir a la prensa para desmentir a sus detrac-
tores.
En la víspera de los comicios apareció una declaración con la
firma de ciento y tantos ciudadanos, entre los que figuraban los
generales Manuel Freiré, Enrique Martínez y Anacleto Medina, que
estaba así concebida:
«En presencia de la actitud que ha asumido don Manuel Oribe
en la crisis electoral que atravesamos e importando esa actitud
la tendencia de restablecer su funesto influjo, es deber de todos
los amantes de las instituciones y del orden oponerse a que pre-
valezcan esas candidaturas, no por éstas en sí, sino por la in-
fluencia que las recomienda. Por eso y a fin de robustecer la ac-
ción de la autoridad, los ciudadanos que suscriben votarán por la
candidatura del señor don Juan Miguel Martínez, aceptada por el
pueblo y por S. B. el señor Presidente de la República.»
Resolvieron también adherir a la candidatura de don Juan Mi-
guel Martínez algunos de los miembros más caracterizados del
Partido Blanco, como don Francisco Solano de Antuña, don Ata-
iiasio Aguirre, don Francisco Lecocq, don Antonio de las Carreras
y don Federico Nin Reyes.
«La aceptamos — decían en su manifiesto — porque toda lucha
390 Anales de la Universidad

electoral hoy tendería a hacer revivir el espíritu y las animosida-


des de los viejos partidos, y porque la extinción de esos partidos
es lá primera necesidad del país, necesidad proclamada por el
Presidente de la República y uniformemente reconocida por todos
los hontbres pacíficos y sensatos. La aceptamos porque a má* de
ser ella irreprochable, hay notoria conveniencia en robustecer con
el voto popular la acción del Presidente de la República en la
marcha de reparación y concordia que inició con su programa.»

Oribe sale del país.

El día piLtes de los comicios el Gobierno nombró Comandante


de Armas al general Medina, segundo jefe de la Comandancia de
Armas al general Manuel Freiré y jefe de la Guardia Nacional
de extramuros al coronel Francisco Tajes.
Una vez organizado ese Estado Mayor, que podríamos llamar de
concentración colorada atento el ingreso del coronel Tajes — uno
de los desterrados a consecuencia del movimiento revolucionario
atribuido al general César Díaz — el Ministro de la Guerra dirigió
una resonante nota al general Medina, en la que le decía que
notificara a don Manuel Oribe, «cuyo nombre se invocaba por los
agitadores», que el Gobierno lo hacía «responsable de cualquiera
alteración del sosiego público».
«La actitud que han tomado ciertos hombres de la íntima rela-
ción de don Manuel Oribe — agregaba esa nota — alarma a la po-
blación pacífica nacional y extranjera de esta Capital, pues ellos
'uo se limitan a buscar tranquilamente el triunfo de su lista sino
que amenazan con las vías de hecho.»
«Yo — contestó Oribe — nunca he sido, ni soy, ni seré agi-
tador del orden público, ni autorizo a nadie para que propague
especies amenazantes del orden público.»
Pero una semana más tarde pedía y obtenía sus pasaportes para
alejarse del país por razones de seguridad personal, y quizá tam-
bién en el deseo de eludir la polémica a que uno de sus correligio-
uarios, el doctor Ambrosio Velazco, electo senador por Canelones,
lo provocaba con un violentísimo artículo en que exhumaba acu-
saciones correspondientes a la época de la Guerra Grande, por
actos emanados del Juzgado de lo Civil, que el articulista tenia
a su cargo en el campo sitiador. Véase el epígrafe de ese articulo.
«Crónica de varios hechos, del general don MaiiU'>l Oribe du-
rante la época de los nueve años, en que gobernó despóticamente.
Anales de la Universidad 391

disponiendo a su arbitrio de la vida y de la reputación de los


ciudadanos y administrando sin cuenta ni razón el Tesoro público.
y apropiándose del mismo modo las haciendas de los habitantes
de la campaña.»
Quedaban, pues, eliminados del escenario político los dos gene-
rales del pacto que había dado origen a la candidatura Pereira
y en tren de halagadora cordialidad las relaciones con los conser-
vadores representados por el coronel Francisco Tajes.

El resultado de los comitios.

Con todo el aparato de fuerza desplegado y con el concurso que


prestaban los conservadores y los blancos alejados de Oribe, es-
taba descontado el triunfo de las candidaturas presidenciales.
En el Departamento de Montevideo obtuvo la lista oficial 1,442
votos computadas las secciones áe la ciudad. Cordón, Aguada,' Mi-
guelete, Peñarol, Unión, Manga y Toledo, contra 995 que alcanzó
don Florentino Castellanos sostenido por Oribe. En la sección de
la Unión, centro de la influencia oribista, la candidatura Castella-
nos obtuvo 344 votos, contra 28 de la candidatura oficial. El Co-
legio Electoral integrado por hombres de uno y otro partido como
don Joaquín Suárez, don Luis Lamas, don Atanasio Aguirre, don
Francisco Solano de Antuña y don Octavio Lapido, nombró sena-
dor a don Juan Miguel Martínez y suplentes a don Francisco So-
lano de Antuña, do'n Cándido Joanicó. don Manuel Herrera y Obes
y don Manuel Errasquin.
En la Florida obtuvo el triunfo un Colegio Electoral que nom-
bró senador al doctor Emeterio Regúnaga y suplentes a don Juan
Carlos Gómez, don Adolfo Rodríguez, don José Vázquez Ledesma
y don Domingo León Costa. El Alcalde Ordinario de dicho depar-
tamento al comunicar al Ministerio de Gobierno la lista del Co-
legio triunfante, lo hacía en esta forma reveladora de la índole
de los procedimientos electorales del día:
«Esos ciuldadanos son los que presentó el pueblo al Supremo Go-
bierno, de quien mereció aprobación para elegir al doctor Regúnaga
•senador de ese departamento.»
En Canelones triunfó la lista en que figuraba el doctor Ambro-
sio Velazco como senador y como suplentes don Marcelino Santu-
rio, don Joaquín Suárez, don Rafael Zipitría y don Carlos Vidal.
El cómputo de las secciones de Guadalupe, San Juan Bautista,
Tala y Las Piedras arrojó 582 votos a favor de la lista oficial y
392 Anales de la Universidad

119 a favor de la lista de oposición. lEn torno de la Mesa elec-


toral de Pando hubo algunos desórdenes que obligaron al Gobierno
a enviar allí tropas al mando del general Freiré.
Terminados los comicios, el Presidente Pereira, tan dado a las
proclamas, dirigió un manifiesto al país en que lejos de ocultar,
confesaba sin ambajes su acción prominente en el proceso elec-
toral.
«Conocido es de todos — decía — el origen de la oposición
contra las candidaturas del pueblo y del Presidente de la Repú-
blica; conocidas son sus tendencias, y sin embargo los agentes de
eta oposición y sus adictos han gozado de la libertad más perfecta,
de la más completa para procurar el triunfo de sus listas en todas
las secciones del departamento. Ellos no han triunfado; el triunfo
está de parte de quien debía estar: de parte de la autoridad
y de las instituciones; pero los opositores no han sido vencidos
por, ninguna coacción, por ninguna resistencia indebida y hasta la
fuerza pública, las fuerzas del Gobierno, han servido para garan-
tirles el libre ejercicio de sus derechos, si es derecho contrariar la
autoridad constitucional, contrariar la causa del orden y de los
principios, a la verdadera causa del pueblo, por favorecer preten-
siones individuales y revivir influencias personales del pasado.»

El Senado amula uno de los diplomas.

Habían triunfado las listas oficiales, pero en 'uno de los departa-


mentos con detrimento de los mismos intereses a que respondía
la intervención gubernativa en los comicios, dándose con ello lugar
a dificultades que hubo que allanar mediante la eliminación, del
candidato victorioso. Nos referimos al doctor Emeterio Regúnaga,
senador por la Florida.
La Comisión de Poderes pidió durante las sesiones preparato-
rias que quedara pendiente el estudio de su diploma, pero la ma-
yoría del Senado lo declaró incorporado y desde entonces el doctor
Regúnaga concurrió regularmente a todas las sesiones.
Varios meses después voUvió a abrirse ol debate al averiguarse
si formaba o no parte del Departamento de Florida una de las sec-
c'ones que mayor número de votos había dado al doctor Regúnaga,
y la Comisión encargada del estudio de ese punto aconsejó la
convocatoria a nuevas elecciones, sin que el Senado pudiera re-
solver nada, por razón de empate, hasta mediados de 1859 en que
el asunto entró de nuevo en la orden del día, y entonces para de
Anales de la Universidad 393

clararse que el doctor Regúnaga, que ya había actuado como sena-


dor desde 1857, es decir, durante dos y medio años, debía ser des-
pojado de su diploma.
iLo singular es que en el curso de esa larga incubación parla-
mentarla alcanzó a dictarse una ley que declaró que la sección dirs-
cutida formaba parte integrante del Departamento de la Florida,
pero con la advertencia de que tal declaración por ser posterior a
los comicios no podía subsanar el vicio imputado al diploma del
doctor Regúnaga!

Elecciones de Alcalde Ordinario.

A los comicios parciajles de los cinco departamentos que ca-


recían de representación legislativa, subsiguieron en 1857 los de
Alcalde Ordinario, con detalles poco tranquilizadores del punto de
vista de la intervención oficial.
En el Departamento de la Florida, el mismo cuya elección sena-
turial se había decidido anular, llegó la coacción oficial a los mayx)-
res extremos. Según una representación suscrita por el Alcaide Or-
dinario saliente, don José Vázquez Ledesma, el suplente de di-
cho magistrado y varios amigos suyos se posesionaron del salón
donde estaba depositada la urna y nombraron una mesa a su pa-
ladar que sólo dejaba entrar a los amigos, y eso con tal rigor que
hasta al propio Alcalde titular lo había hecho retroceder por medio de
un centinela.
En las elecciones de la Capital fué también saltante la inter-
vención oficial y de ello resolvió dejar constancia la Comisión Per-
mante en su informe anual a la Asamblea.
La Comiisión — decía ese informe — pidió explicaciones al mi-
nisterio acerca de «algunos actos arbitrarios y violentos cometi-
dos por el Jefe Político de la Capital en la elección de Alcalde Or-
dinario y cuyos actos importaban una coacción impuesta por la au-
toridad al libre ejercicio del derecho electoral. Esos actos eran de
notoriedad pública; pero el Ministro de Gobierno declaró que no
le eran conocidos y prometió en nombre del Presidente de la Re-
pííblica que se levantarían respecto de ellos los informes necesa-
rios y se trasmitirían al conocimiento de la Comisión Permanente.
A pesar de esa promesa y de haber transcurrido un mes desde
que ella fué hecha, la Comisión no ha sido instruida del resultado
de las averiguaciones ofrecidas por el ministerio».
394 Anales de la Universidad

Una nota tranquilizadora después de los comicios.

Terminados los comicios trató el Presidente Pereira de llevar la


pacificación a los espíritus.
Revocó los decretos de nombramiento de los generales Medina
y BYeire y del coronel Tajes para la Comandancia de Armas
y jetaitura de la Guardia Nacional, dictados al iniciarse la lucha
contra Oribe. Reintegró en sus empleos militares a todos los je-
fes y oficiales que habían sido dados de baja por simples decretos
administrativos a consecuencia de los sucesos políticos de 1853 y
de los años subsiguientes, invocando que los despachos militares
fiólo podían ser revocados de acuerdo con las ordenanzas y leyes
genei'ales. Y mandó liquidar los haberes vencidos a los militares
reintegrados.
Eran medidas oportunas. A fines de 1857 debían realizarse los
comicios generales de senadores y diputados y había necesidad de
tranquilizar el ambiente, para que la nueva e inevitable crisis po-
lítica no impidiera al país desenvolver sus fuerzas productoras
tan largamente estancaidas.
La Comisión Permanente, de la que formaba parte uno de los
primates del Partido Conservador, el doctor Pedro Bustamante, de-
cía respondiendo a ese anhelo general ail dar cuenta a la Asamblea
de los sucesos del año anterior:
«Vuestra Comisión Permanente se ha esforzado por segundar
la acción del Ejecutivo, llevando al efecto su espíritu de concilia-
ción hasta donde era compatible con sus deberes constitucionales.
Esta política era en el sentir de vuestra Comisión la única que
consultaba los intereses generales del país y las exigencias de la
actualidad, y a la Comisión le es grato haceros saber que ella tu-
vo desldie un piTincipio el comcurso d«l Presidemte de la República.
Si bien ha habido alguno que otro-acto gubernativo de que la Comi-
sión Permanente no ha creído de su deber hacerse solidaria, nin-
guno de ellos era de carácter tal que reclamase la convocatoria
extraor'dinaria de las Honorahles Cámaras».

Empieza de nuevo la agitación electoral.

Desde mediados de 1857 empezó la prensa a preocuparse con ca-


lor de las elecciones de noviembre. Como se atribuyera en general
al Gobierno un programa intervencionista igual o más amplio que
Anales de la universidad 395

el que acababa de ejecutarse, creyó oportuno el Ministro de Go-


bierno doctor Joaquín Requena desautorizar la especie mediante
una circular a los Jefes Políticos.
Hay quien invoca — decía en ella — el nombre del Gobierno en
los trabajos electorales; pero es necesario que se sepa que el Go-
bierno, lejos de proceder asi, «ni indica ni acepta candidatos, ni
oficialmente ni privadamente, y que la influencia oficial se emplea-
rá sólo para garantir el derecho electoral de los ciudadanos».
Horas después era el propio Presidente Pereira quien se dirigía
a los Jefes Políticos para insistir en las mismas ideas. Véase en
qué forma:
«íBl Poder Ejecutivo, que profesa el más profundo respeto a los
principios del sistema que nos rige y al derecho inviolable de los
ciudadanos, quiere que el sufragio en las elecciones sea un hecho
positivo y práctico, dejándolo en toda la plenitud de su libertad,
para que así cada pueblo pueda darse los representantes que la ley
le acuerda, recayendo la elección en los que realmente merezcan su
confianza. De ese modo, dejando el Poder Ejecutivo a los departa-
mentos en pleno goce del gran derecho consignado en nuestro Có-
digo Fundamental, podrán con entera confianza entregarse a sus
solas inspiraciones, y entonces con madurez, con tino y patriotismo
fijarse en hombres que vengan a la Asamblea a representar y sos-
tener los verdaderos y legítimos intereses del país bien entendidos
j fuera de toda mezquindad de círculo o de partido. Conviene, pues,
que tanto los ciudadanos de la República como los delegados del Po-
der Ejecutivo se penetren de que tal es la mente del Gobierno, los
primeros para usar de sus derechos depositando en la urnas electo-
lales el voto libre de su espontánea voluntad; porque así Dios y
la patria juzgarán de la rectitud de su conciencia que en vir-
tud de los resultados absolverá o condenará a cada uno. En cuan-
to a los segundos, para que no ejerzan otra influencia en aquel ac-
to solemne que la del depositario de la fuerza pública para con-
servar el orden, sostener y hacer respetaír las regalías del ciu-
dadano en el ejercicio más grandioso de su derecho en el sistema
representativo popular. Esta es la única prerrogativa del Poder
Ejecutivo y la única en que reserva toda su acción. De este modo
habremos dado un gran paso en beneficio de la República, de la
paz, de las instituciones; y sus garantías no serán ya más el ju-
guete de los caudillos y de los ambiciosos».
Los Jefes Políticos se apresuraron a poner su lenguaje al dia-
pasón presidencial.
396 Anales de la Universidad

El de Tacuarembó don Pedro Chucarro se limitó a contestar que


con la actitud que asumía el Poder Ejecutivo se pondría coto a
«la demagogia». Pero el del Durazno don Juan Coronel dejó co-
rrer su pluma en esta forma: «No me son desconocidos los círcu-
los políticos que comienzan a poner en juego sus relaciones e in-
fluencias para llenar sus miras en la elección de diputados que de-
be tener lugar en noviembre del presente año. Conforme en un todo
con los patrióticos deseos de V. E., emplearé cuantos medios es-
tén a mi alcance para conducir ai camino de la razón a los bue-
nos ciudadanos que más de una vez engañíados por la hipocresía
de hombres que se llaman patriotas, caen en el lazo que les tien-
den y cooperan sin conocerlo al desquicio y ruina de su p a í s . . .
Hombres de estos, señor Presidente, en campaña tienen muy pocos
partidarios. El vecindario pacífico y laborioso reconoce sobrada-
mente las ventajas que goza al amparo protector del gobierno de
V. E., para dejar de acatar con la mayor obediencia sus resolucio-
nes superiores... Ese rumor que esparcen los ambiciosos, de que
V. E. patrocina tales o cuales candidatos, no es más que la idea
perversa de predisponer los ánimos de algunos desgraciados que aún
conservan viejos rencores de los errores pasados, para elevar a
diputados a sujetos que nada les debe el sosiego y mejora que hoy
disfrutamos. Yo, Excelentísimo Señor, influiré cuanto pueda para
que en el departamento que V. E. ha confiado a mi cargo se pro-
ceda con arreglo a ley, llegado el tiempo de las elecciones. No ha-
ré más que procurar se conserve el orden debido en los comicios
y unir mi juicio al de las personas sensatas para elevar a la dig-
nidad de representantes hombres cuyos antecedentes y sentimien-
tos patrióticos sean conocidos».
Pero como el Presidente Pereira estaba resuelto en el fondo a
seguir interviniendo, tenía que haber lucha ardorosa dada la reso-
lución que había en los partidos de disputarse el triunfo al pie
de las urnas.
Continuaba en vigencia la legislación electoral sancionada en
1853 por las- Cámaras de Giró, según la cual los registros cívicos
debían abrirse de enero a agosto, era indispensable acreditar la
ciudadanía y tenía cada ciudadano el derecho de reclamar contra
la inscripción de los demás.
Anaces de la Universidad 397

La propaganda partidista.

Empezaron los diarios tradicionalistas por caldear el ambiente.


Para uno de ellos era Oribe «el hombre preciso». Para otro, sólo
una agrupación «cubierta de crímenes y de infamias» podía juz-
gar en tal forma «a ex degolladores y ex cuereadores». Hasta llegó
a insinuarse la idea de la expulsión de Oribe como medio de
tranquilizar el escenario político.
No escapaba el Gobierno a las incidencias de esa ardorosa po-
lémica. Sólo que algunos atacaban al primer magistrado mientras
que otros se dirigían exclusivamente contra sus Ministros.
Más de una vez hubo que desmentir las noticias revolucionarias
que emanaban de esa agria y tenaz controversia. Eu mayo, por
ejemplo, tuvo el Gobierno que dirigir una circular a los Jefes Po-
líticos ordenándoles que desautorizaran los rumores circulantes.

La aiiexión del Uruguay a las Provincias Unidas del Río de la


Plata.

Al doctor Juan Carlos Gómez, que era quien atizaba más for-
midablemente el fuego desde las columnas de «El Nacional», se
atribuía el doble propósito de promover un movimiento revolu-
cionario contra el gobierno de Pereira, análogo al que había de-
rrumbado al de Giró, y de trabajar a favor de la reincorporación
de la República a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Había vivido el doctor Gómez tres años en Buenos Aires, ac-
tuando en la prensa como leader del partido unitario en una gran
campaña contra Urquiza, llena de incidentes que culminaron en
diciembre de 18S6 con una radha de duelos provocada por
don Nicolás Calve desde las columnas de «La Reforma Pacífi-
ca». Ei primero fué con el propio doctor Gómez que redactaba
«La Tribuna». Se realizó en Palermo a 15 pasos de distancia,
con una pistola cargada y otra sin cargar. Sonadas las palmadas
reglamentarias, tiró Calvo. Pero su pistola estaba descargada. Juan
Carlos Gómez no hizo funcionar la suya. — ¿Por qué no tira us-
ted?, increpó Calvo. — Porque mi objeto, al venir aquí, contestó
Gómez — ha sido mostrar a usted que sé morir defendiendo los
principios que sostengo, pero de ningún modo el de matar a usted».
Cuando triunfante ya su propaganda, resolvió el redactor de
«La Tribuna» regresar a Montevideo, sus amigos le despidieron
398 Anales de la Universidad

con un banquete, que tuvo enorme resonancia por las personas


que asistieron y por lo que algunas de ellas dijeron al tiempo de
los brindis.
«Gómez — dijo don Domingo Faustino Sarmiento — creía, y
así nos lo dijo desde su llegada, que la salvación de la libertad de
todos estos países dependía de su triunfo en Buenos Aires. Así
Buenos Aires recoge hoy la semilla que sembró en otro tiempo y
de los extremos del antiguo Virreinato acuden los patriotas argen-
tinos de este o del otro lado del río a vigorizar en el centro los
principios que han de difundirse más tarde por todo el conti-
nente; porque, señores, para el nombre argentino es estrecha la
patria si la nieve de los Andes no la limitan al Oeste, el trópico
al Norte y los rigores polares al S u r . . . Gómez nos ha traído algo
que nos faltaba y en cambio lleva a su país lo que Buenos Aires
puede darle: simpatías, ejemplos y libertades conquistadas. Que
Montevideo se restablezca de los males de cuerpo y alma que lo
afligen; que recupere su bienestar y su salud y el pueblo volverá
los ojos adonde están sus amigos, sus compatriotas de sangre,
de raza, de idioma, y un día buscarán en los Estados Unidos del
Plata remedio a sus males.»
«Nuestro amigo el doctor Gómez — agregó el doctor Dalmacio
Vélez Sarsfield que acababa de abandonar el Ministerio de Gobierno
y Relaciones Exteriores — que con su fuerte palabra ha hecho
revivir los dormidos fuegos del más noble pensamiento en el pue-
blo de Buenos Aires para obtener la victoria de lo.i más sanos
principios sociales y consolidar las grandes inátituciones que se
había creado; en el momento del triunfo y cuando su nombre era
elevado hasta los cielos, abandona todo, su patria y sus amigos,
cuanfb un hombre puede ambicionar, y marcha a sacrificios oscu-
ros, a trabajos sin término, cuyos resultados y consecuencias él
mismo no podrá prever. Que sea feliz en todos sus pasos; que
alce su antigua patria de la postración y desgracia que sobre ella
pesan; que el cielo y los hombres lo ayuden a hacer de sus dos
patrias una sola, como antes lo fueron; que a él se deba la unión
en una sola república del Estado Oriental y de los Estados del
Plata.»
A todos contestó el obsequiado, refiriéndose al pueblo:
«lEl día está cercano en que poniéndose de pie en toda la Re-
pública aterre su voz a los caudillos... y enarhelando con su
brazo robusto la bandera de la nación, podamos todos reunidos
a su sombra, ciudadanos de una poderosa república, brindar por
el gran pueblo de los Estados Unidos del Sur.»
Anales de la universidad 399

Hay que a,,°,regar que «La Tribuna» de Buenos Aires, órgano


del gobierno de Alsina, hablando de la campaña periodística que
el doctor Gómez iba a emprender en Montevideo, decía lo si-
guiente:
«El triunfo de los principios alcanzado en Buenos Aires no se-
ría completo si nuestros correligionarios políticos no lo consiguie-
ran también en Montevideo. La obra está empezada y sólo basta
completarla. La tarea es ardua, peligrosa, llena de escollos y de
t'spinas que lastiman; pero no ha faltado quien la acometa con
decisión y energía. El doctor Juan Carlos Grómez se ha encargado
de iniciar la reacción a favor de los principios y de la causa de
la libertad.»
Tal era, pues, el programa con que el doctor Juan Carlos Gó-
mez abandonaba la prensa de Buenos Aires y se incorporaba a la
de Montevideo: la caída de Pereira y la reconstrución de las Pro-
v'incias Unidas del Río de la Plata.

Taman rumbos distintos los generales del pacto. Uno de ellos se


declara gubernista y el otro oposijtor.

El general Oribe, que había estado alejado del escenario políti^'J


desde los comicios parciales de 1856, volvió a entrar en actividad
al intensificarse la lucha electoral de 1857, bajo un programa de
fusión de blancos y colorados, pero francamente gubernista.
Poco después ©1 general Flores que había permanecido varios
meses en Entre iRíos, se reincorporaba al Partido Conservador,
aunque sin abandono de las ideas de fusión que había sustentado
juntamente con Oribe desde la proclama>ción de la candidatura
presidencial ide don Gabriel Pereira, según lo demuestran estas
palabras del manifiesto que puhli-có al día siguiente de su desem-
barco :
«lEn la unión de todos los orientales está cifrado el porvenir
de la República... Los represientantes del pueblo que vengan en
este mes tienen una gran misión que cumplir. El examen de los
tratados con el Brasil cuya discusión ha susipendido la disolución
del Cuerpo Legislativo, requiere un contingente de patriotismo, de
saber, y sobre todo de ese puro sentimiento de independencia y li-
bertad que sostiene él escudo de nuestras armas. Trabajaré, pues,
por que ese patriotismo y ese saber en alas de la unión de todo&,
sea la expresión de las próximas eleocionesi».
Las ideas de fusión tan insistentemente proclamadas por los ge-
400 Anales de la Universidad

nerales que habían hecho triunfar la candidatura de Pereira, erají


aceptaldas poír casi todos los hombres que actuaban en el eiscena-
rio político durante el período electoral que examinamos.
El mismo Juan Carlos iGómez se veía obligado a detener su plu-
ma ante ese movimiento intenso de reconcentración.
«No queremos ni gobierno colorado ni gobierno blanco — decía
a mediados de año en «El Nacional» — queremos gobierno de las
Instituciones, gobierno de las garantías y de las libertades, go-
bierno que deje a los colorados y los blancos sostener sus ideas
como mejor les plazca».

Los partidairio» del Gobierno fundan el "Club de la Unión".

Las primeros en organizarse fueron los partidarios del Presiden-


te Pereira. Unos meses antes de los comicios celebraron una reu-
nión en la Universidad por iniciativa del general Anacleto Medina,
quedando fundado de inmediato el «Club de la Unión» bajo la di-
rección de los generales Medina y Brito del Pino, don Manuel Ba-
silio Bustamante, don Luis Lamas, don Mateo Magariños, don Can
dido Joanicó, don Julio Pereira, don Manuel Errasquin, don
José G. Palomeque, don Juan José Duran» don Antonio de las Ca-
treras y don José Vázquez Segastume.
De acuerdo con el programa votado en esa misma oportunidad,
el Club tomaría «por base de sus trabajos el programa político ilá
S. E. el señor Presidente, cuya realización constituía el anhelo
de todos los buenas ciudadanos, la única tabla de salivación del
presente y la esperanza del porvenir».
Al -aproximarse el día de los comicios publicó el «Club de la
Unión» con la firma de todos los miembros de la Junta Directiva
un manifiesto a favor de la siguiente lista de candidatos por el
departamento de Montevideo, en la que figuraban ciudadajnos de to-
dos los partidos: Joaquín Suárez, Manuel Herrera y Obes, Eduar-
do Acevedo, Juan José Duran, Francisco Lecocq, Cándido Joani-
có, José Eillauri, Santiago Sayago, Jaime Illa y Viamont, Fran-
cisco F. Fisterra y Martín Pérez.
«En la terminación de las luchas de bandería — decía el mani-
fiesto — en la extinción de los viejos partidos, en la unión de los
orientales bajo los únicos colores del pabellón nacional, está, a
no dudarlo, el engrandecimiento positivo de la República por el
afianzamiento de su independencia... Acompañemos, conciuda-
Anales de la Universidad 401

nos, ayudemos con todo nuestro esfuerzo al Presidente de la Repú-


blica»
Ya el general Medina había publicado un manifiesto en el que
luego de condenar el debate de los hechos pasados, con claras
dluslone.s a la prédica del doctor Juan Carlos Gómez en «líl Na-
cion-al», decía refiriéndose a la administración Pereira:
«Ella representa en la actualidad la transición de ese doloroso
período de desquicio y de desorden hacia un porvenir de paz, de
unión y concordia entre los orientales, que al paso que es la única
base para hacer fuerte nuestra nacionalidad, lo es también para ha-
cer una verdad de las instituciones democráticas».

Les conservadores fundían el "Club de la Defensa".

Frente al «Club de la Unión» que respondía al Presidente Pe-


reira, se instituyó el «Club de la Defensa», de franca oposición al
Gobierno, por iniciativa de los generales César Díaz y Enrique Mar-
tínez y coronel Francisco Tajes, en cuyo programa, redactado por
el doctor Fermín Ferreira y Artigas, se leía lo siguiente:
«Declaramos que nueestros principios son los que se sostuvieron
en la Defensa de Montevideo contra la invasión armada que tra-
jo a la patria Manuel Oribe».

Un tercer grupo se coloca entre esos dos.

En esos mismos momentos apareció «La Opinión Pública», dia-


rio 'jolorado reidactado por don José G. Palomeque y don Mateo
Magariños Cervantes. Proclamaba su absoluta adhesión a la De-
fensa de Montevideo, «el hecho más glorioso que se conoce en los
fastos de la historia americana», pero condenaba «1 debate del pasa-
do que sólo podía conducir al embravecimiento de las pasiones y la
desunión de los orientales, y proclamaba a la vez la fusión de
blancos y colorados con una sola base limitativa: «la exclusión de
Oribe».
En igual orden de ideas estaba don Joaquín Suárez, el patriarca
de Id Defensa, sesfún lo aseguró don .luán José de Herrera en uníi
polémica con don Jnya Carlos Gómez en el curso de esta misma con-
tienda electoral. Don Joanuín Suárez, — decía ed doctor Herrera —
dirigió en 1855 una carta a don Andrés Lamas adhiriendo a su
tase de unión de los orientales, de olvido del pasado, de extinción
de los partidos de guerra civil. Yo he leído esa carta — agregaba
402 Anales de la Universidad

— y acabo de visitar a don Joaquin Suárez, a quien he encontra-


do con las mismas ideas de entonces.

Cuáles eran los partidos en lucha.

Al aproximarse los comicios actuaban, como se ve, grupos de los


más distintos matices: los conservadores que con el doctor Juan
Carlos Gómez a la cabeza iban al derrumbe del gobierno de Perei-
la; los colorados situacionistas que con el general Medina, don Ma-
nuel Basilio Bustamante, don Luis Lamas, don José G. Palomeque
j don Mateo Magariños rodeaban al gobierno de Pereira y pro-
clamaban la fusión de colorados y blancos; los colorados que
seguían al general Flores con su programa de fusión de los par-
tidos, pero de oposición a Pereira; los blancos fusionistas que con
don Cándido Joanicó, don Manuel Errasquin, don José Brito del
Pino, don Antonio de las Carreras y don José Vázquez Sagastume
rodeaban al gobierno de Pereira; y los blancos que con idéntico
programa de fusión y de ahesión al Presidente Pereira respondían
exclusivamente a la voz de don Manuel Oribe.
Como resultado del movimiento de reconcentración que se ope-
raba &n torno del Presidente Pereira, se presentaron al Ministe-
rio de la Guerra en la víspera de los comicios los generales Ana-
cleto Medina, José Brito del Pino y José A. Costa y coronel Salva-
dor García, proponiendo la creación «de una guardia de honor de
la Constitución y del Gobierno», compuesta de dos o más compa-
ñías, que tendría por jefe al Presidente de la República en calidad
de coronel, idea que fué aceptada en el acto, nombrándose al ge-
neral Medina para el desempeño del segundo puesto.

Muere el genei-al Oribe.

En lo más álgido de la campaña electoral ocurrió la muerte de


don Manuel Oribe, desapareciendo con ello uno de los factores de
mayor efervescencia política en esos momentos.
Al inhumarse los restos dijo el Ministro de Gobierno, aludí ende
a la acción culminante de Oribe en la cruzada de los Treinta, y Tres
Orientales:
«Ante estos recuerdos de grandeza y de gloria nacional deben
acallarse las discordias de partido, deben extinguirse las mezqui-
nas pasiones de egoísmo y de individualidad. En este momento
doloroso y solemne no somos, no podemos ni debemos ser sino
Anales de la Universidad 403

orientales, y los orientales no olvidaremos jamás, no podremos


olvidar que el general don Manuel Oribe fué uno de los héroes
que al lado de Lavalleja nos dieron patria y libertad-»
Y la prensa recordó un episodio heroico de esa campaña, ocurri-
do en el campo de batalla de Ituzaingó, cuando el regimiento
9 de Caballería retrocedía en desbande a raíz de una íoirmidable
carga con la que no había podido romper las líneas enemigas, y Or¡-
l)e que era su jefe, se arrancaba las charreteras al tiempo que
gritaba a los fugitivos que él no quería mandar soldados que no
fueran capaces de morir por la patria, consiguiendo con esa acti-
tud que los soldados se rehicieran y volvieran a la pelea!

El Presidente Pereira recurre a medidas violentas.

Fero el proceso electoral hizo crisis de pronto bajo la presión de


;a propaganda del doctor Juan Carlos Gómez y del decidido propó-
sito del Presidente Pereira de inteirveriíir en la designación de los
representantes del pueblo.
Habían resuelto los colorados, para dar forma definitiva a sus tra-
bajos, celebrar una reunión pública en .el Teatro San Felipe, el l.o
de noviembre de 1857, y el Presidente resolvió prohibir esa reu-
nión.
El decreto, que estaba refrendado por los Ministros don Joaquín
Requena, don Lorenzo Batlle y don Carlos San Vicente, prohibía
no solamente esa reunión, sino «toda otra en que se levantase la
bandera de cualquiera de los antiguos partidos».
«Empeñado e)l Presidente de la República — decía el preámbulo
— on conservar la paz, como Sie lo preceptúa muy especialmente
la Constitución y como lo exigen los verdaderos intereses del
país que empieza recién a reparar los inmensos quebrantos causa-
dos por las disensiones de partido; persuadido íntimamente de que
el úi:ico medio de conservar aquellos bienes tan deseados por la
gran mayoría sensata y pacífica de la población nacional y extran-
jera, es la realización del programa que regula la política del Go-
bierno y que ha sido aceptado por el país, así también como es el
•jaedio de anarquizar el país el levantar la bandera de alguno de los
viejos partidos que han ensangrentado la República... Y conside-
rando que por mucho que sea el acatamiento del Gobierno al libre
ejercicio del dereohó electoral, que por lo mismo de ser sagrado
dentro de sus justos límites no debe consentirse su abuso empleán-
dolo para concitar a la guerra civil, alegando falsos peligros pa-
404 Anales de la Universidad

ra la independencia del país cuyo pabellón tiene el orgullo el Pre-


sidente de la República de mantener en su mayor altura...».
Horas más tarde eran aprehendidos y desterrados a Buenos Ai-
res don Juan Carlos Gómez, redactor de «El Nacional», don Vicen-
te Garzón y don Isaac de Tezanos redactores de «El Sol Orien-
tal» y varios jefes y oficiales, y se expedía un decreto nombrando
al general Medina Comandante de Armas de la Capital.
Hubo con tal motivo fuertes debates en el seno de la Comisión
Permanente, porque algunos legisladores tachaban de inconstitu-
cionales esos destierros sin previa sentencia. Pero la mayoría no
pairticipaba del mismo modo de pensar, y en consecuencia las medi-
das del Poder Ejecutivo fueron aprobadas.
Concluido el incidente, el Presidente Pereira lanzó un manifiesta
en que decía:
«La paz continuará inalteraible y la República marchará hacia
su engrandecimiento. El Presidente de la República, que ha consa-
grado toda su vida a la independencia, a la libertad y a las insti-
tuciones de la patria, no omitirá el sacrificio de su persona para
mantener esas bienes»,

Stí realizan los comicios de 1857 en pleno ambieinte revolucájonario.

Las elecciones coincidieron con los preparativos de un nuevo mo-


vimiento revolucionario que el Gobierno trató de conjurar median-
te la militarización del país.
«El Comercio del Plata» de^scribía así la situación política una se-
mana antes de los comicios:
«Conculcados todos los principios republicanos, no podemos reco-
nocer como elecciones los actos que se practiquen bajo la influen-
cia de esas conculcaciones. Hoy empieza ya el primer acto de esa
solemne transición de los pueblos. Hasta hoy estuvimos en la re-
solución de concurrir, porque hasta hoy abrigábamos (en honor del
Gobierno) la esperanza de que restableciese el sistema republicano
bajo el cual únicamente se practican elecciones libres. Pero hoy es
ya reconocida la persistencia del Gobierno en tener suspendida la
seguridad individual y el sistema democrático».
Sólo concurrió a las urnas el partido que se había reunido en tor-
no del Presidente de la República sobre la base del programa fu-
sionista.
En el Departamento de Montevideo obtuvo el triunfo una lista
de diputados en la que fio:uraban al lado de don Joaquín Suárez, don
Anales de la Universidad 405

José Ellauri, don Andrés Lamas y don Francisco Hordefiana, de tra-


dición colorada, — don Eduardo Acevedo, don Cándido Joanicó, don
Francisco Lecooq, don Jaime Illa Viamont, don Martín Pérez y don
Juan José Duran, de opuesta tradición política. Esa lista alcanzó a
tener hasta 2,012 votos.
En el Departamento de Minas el Jefe Político, que ya estaba en
tren de revolución, patrocinó una lista en la que figuraban los jefes
civiles del Partido Conservador radicados a la sazón en Buenos Ai-
res: don Juan Carlos Gómez, don José María Muñoz y don Pedro
Busíamante. Luego d« restablecida la paz, dictó el Gobierno un de-
creto que anulaba esas elecciooies y convocaba al Departamento de
Minaá a nuevos comicios, usurpando con ello facultades privativas
de las Cámaras, únicos jueces de la validez de las elecciones de sus
miembros. «No habiendo podido efectuatrse—decía el decreto—elec-
ción de representantes a la VIII Legislatura a causa de la rebelión
iniciada por el traidor Brígido Silveira sublevándose contra el Go-
bierno en los días en que ella debió tener lugar, expulsando del de-
partamento a las autoridades legales para hacer con sus secuaces la
farsa de una elección que diese por resultado el nombramiento de
individuos complicados en la rebelión».
Ya no deberían practicarse otras elecciones bajo el gobierno de
Pereira. Pero la Asamblea resolvió abordar el estudio de algu-
nas reformas en la legislación electoral vivamente reclamadas por
la experiencia, dictando finalmente, a mediaJdos de 1858, una ley
según la cual el Registro Cívico se abriría en enero del año en que
hubiera elecciones y se clausuraría en septiembre; los que concu-
rrieran a inscribirse firmarían en los regisitros y recibirían una
boleta con su número de orden; en octubre se deducirían las ta-
chas o reólamos, fallando el Juez de Paz en primera instancia y
el Alcalde Ordinario en segunda; y nadie podría votar fuera de la
sección de su domicilio.
También sancionó la Cámara de Diputados en 1857 un proyecto
de revisión constitucional. No concreitaba reforma alguna, limi-
tándose a establecer que se procedería a moidificar «aquella parte
que la experiencia haya aconsejado en pro de los intereses nacio-
nales». Pero la iniciativa no prosperó en el Senado, donde el pro-
yecto fué rechazado.
CAPÍTULO VIII

Movimiento político

Kl episodio de Quinteros.

Merece capítulo aparte la revolucián de 1857, por su gran epi-


sodio de Quinteros, tan ardorosamente debatido todavía debido a
io incompleto ide sus antecedentes y al 'hecho de no haber sido
planteado dentro de la atmósifera de sangre que en esa época ro-
deaba a todo el Río de la Plata.

El alzamiento del coronel Brígido Sllveira.

Una vez proclamada la abstención electoral como consecuencia


de la suspensión de ila asamblea que debía realizarse en el Tea-
tro San Felipe y del destierro del doctor Juan Carlos Gómez, em-
pezaron los conservadores a organizar desde Buenos Aires un mo-
vimiento revolucionario para voltear al gobierno de Pereira. Con-
labaa con el concurso material del partido unitario, que impe-»
raba en la Provincia de Buenos Aires, y oon el concurso moratl de
su prensa, a la que había estado largamente vinculado el doctor
Juan Carlos Gómez.
En la víspera de los comicios empezaron a acentuarse los rumo-
res de revolución, y el Gobierno resolvió prepairarse para contra-
rrestar el movimiento, creando tres comandancias militares en los
departamentos de campaña, a cargo de los generales Manuel Freiré
y Diego Lamas y del coronel José Villagrán.
A mediados de diciembre hubo una tentativa de sublevación en
el Escuadrón de Artillería, que dio lugar al arresto y destierro del
general César Díaz, de varios jefes y oficiales y de los propietarios
y algunos redactores de «El Comercio del Plata». También fué lla-
mado el coronel Brígido Silveira, que desempeñaba el cargo de
J&fe Político de Minas, pero sus explicaciones debieron ser tran-
Anales de la Universidad 407

OLUilizadoras, puesto que el Gobierno lo dejó regresar a su depar-


tamento.
Pocas horas después se alzaba, sin embargo, en armas el coironel
Siilveira al frente de 500 hombres, y a su llamado se alzaban tam-
bién los comandantes Pollo, Caballero y Farías.

Primeras medidas que adopta, el Gobierno.

El Presidente Pereira, complementando uno de sus decretos an-


teriores, distribuyó los departamentos en cuatro zonas militares.
Los de Montevideo, Canelones, Florida, Colonia y San José que-
daban a cargo de los generales Anacleto Medina y José A. Costa;
los de Paysandú, Soriano y Durazno a cargo del general Manuel
Freiré, Jefe Pollítico del primero de esos departamentos; los del
Salto, Tacuarembó y Cerro Largo a cargo del general Diego La-
mas, y los de Maldonado y Minas a cargo del coronel José Vina-
gran. El genera;! Medina conservaba, además, él nom'bramiento de
General en Jefe del ejército de operaciones en campaña, con que
había sido investido desde los primeros rumores de revolución.
La prensa, que ya había sido castigada con el destierro de al-
guíi03 redactores, tuvo también su decreto restrictivo.
«Levantado ell estandarte de la rebelión — decía ese decreto —
contra el gobierno constitucional de la República por los que, re-
pudiando el programa de unión y de paz que forma la base polí-
tica del Gobierno, se empeñan en revivir los odios del pasado, lle-
vando al país a nuevos trastornos y calamidades, no puede per-
mitirse sin agravio de la moral, de la justicia y del derecho y da-
ño de la causa pública... que ciertos periódicos de la Capitaíl ha-
gan publicaciones anárquicas en apoyo de la rebelión o con ten-
dencia a excitar los rencores de los antiguos pairtidos... Toda pu-
blicación de la naturaleza indicada . . . será caliñcada y penada
como participación y complicidad en la rebelión o como concita-
ción al desorden y a la anarquía, procediéndose en consecuencia
contra el impresor o editor y el redactor con la severidad que el
caso demande».

La coliuuna del coronel Brígido Silveira se presenta delante de


Montevideo.

Pocos días después de su alzamiento, se presentaba el coronel


Brígido Silveira delante de Montevideo, luego de dispersar en el Co-
408 Anales de la Universidad

lorado a las fuerzas policiales del comandante Zenón Freiré que ha-
bían salido a su encuentro. En el rápido tiroteo que se produjo al
avistarse las fuerzas, murió don Luis Pedro de Herrera, Comisario
da una de las policías dispersadas. Y tal es la única baja que re-
gistran las crónicas de la época, que agregan que el cadáver del
Comisario fué mutilado.
¡Con un doble objeto realizaba ese movimiento el jefe revolucio-
nario: recibir una expedición que debía salir de Buenos Aires y fa-
cilitar una conspiración que debía estallar en la plaza de Montevi-
deo.
Comprendía dos partes el programa de la conspiración: el alza-
miento de una compañía del cuerpo de artillería, hecho que se pro-
dujo, pasando al campo revolucionario los soldados con su jefe el
sargento mayor Aurelio Freiré; y la captura del Presidente Pereij;.
ra por un grupo de cuarenta italianos, que fueron descubiertos a
tiempo y atacados en la casa donde estaban reunidos para realizar
su plan.
Dominada la conspiración de «los lombardos», como fué llamada,
e] Presidente Pereira publicó un manifiesto, en el que recomendaba
a los extranjeros la más estricta neutralidad y que tuvieran con-
fianza en la paz, en el orden, en el acatamiento a la Constitución y
rv la ley. «Sólo así — agregaba — no se renovarán tentativas san-
grientas, como las que con el auxilio de la Divina Providencia han
sido descubiertas y dominadas; sólo así el Presidente de la Repú-
blica no se verá colocado en el caso de ejercer sobre ciertos hom-
bres el rigor de la autoridad y de la ley».
La expedición preparada en la Argentina realizó su viaje en la
goleta «Maipú», un barco de propiedad del gobierno de la Provin-
cia de Buenos Aires.
La «Maipú» arribó en pleno día al puerto de Montevideo el 6 de
enero de 1858 con setenta y tantos hombres bajo el mando del ge-
neral César Díaz, comandantes Eugenio Abella y Juan C. Vázque?,
sargentos mayores Felipe Arroyo, >Esteban Sacarello y José M. Ca-
bot y capitanes Manuel Pagóla y Juan Manuel de la Sierra. El des-
embarco se produjo en la costa del Cerro, donde ya se encontra-
ban los coroneles Silveyra, Caballero, Hubo, Pollo y los sargentos
mayores Freiré y Farías, con un millar de hombres, según la re-
lación de uno de los expedicionarios don Juan Manuel de la Sie-
rra. Un día después, las fuerzas del Gobierno se apoderaban de la
goleta «Maipú», que había Quedado abandonada en el saladero de
Lafone.
Anales de la universidad 409

El general César Díaz tomó el mando de todas las fuerzas y en


el acto se dirigió al Cerrito y desde allí a la plaza de Montevideo,
con ánimo de atacarla, alentado por la noticia de que el resto del
cuerpo de artillería seguiría el ejemplo de la compañía del mayor
Freiré.

La defensa de la plaza.

Un año antes del desembarco del general César Díaz, en febrero


de 1857, decía el Mdnistro de la Guerra general Carlos San Vicente,
en su Memoria anual al Cuerpo 'Legislativo:
iLas fuerzas militares están reducidas a un escuadrón de artille-
lía ligera compuesto de 150 plazas y un escuadrón de caballería
compuesto de 69 plazas. El otro escuadrón fué disuelto con motivo
de los sucesos revolucionarios de 1855. No hay, pues, ejército per-
manente. Pero el iGobierno se preocupará de proyectar algo en el
nuevo Presupuesto. En cuanto al parque «no existe ni una terce-
rola, ni un sable, ni una canana: no hay más armamento que 4O0
fusiles recompuestos: tampoco hay más pólvora en depósito que
60 arrobas».
Nadie se preocupó de llenar esos enormes vacíos, de manera que
al producirse el ataque, los recursos escaseaban tanto como enton-
ces. «La Capital estaba inidefensa, — d'ecía el Ministro de la Gue-
rra en su Memoria de 1858 — sin fusiles, sin municiones, sin or-
ganización militar».
La Guardia Nacional fué convocada el mismo día en que era
declarado el estado de sitio.
Horas después de su desembarco, inició el ataque la columna
expedicionaria, y lo repitió en los dos días subsiguientes, avanzando
por c4 Cordón hasta penetrar en la ciudad y adueñarse de algunas
de las barricadas que habían sido improvisadas por los jefes de la
plaza. Según el testimonio de don Juan Manuel de la Sierra, los ata-
cantes tomaron posesión de la Plaza Cagancha, destruyeron dos de
las trincheras, y por ellas se internaron hasta la altura del Tem-
plo Inglés y de la calle Piedras.
Pero después de recios tiroteos, en que hubo varias bajas, y an-
te la certidumbre de que el cuerpo de artillería no se plegaría al
movimiento, el general César Díaz resolvió retirarse al interior
del país y proseguir allá la campaña en una nueva forma.
410 Anales de la ütiiversidad

Las divisas de guerra.

Durante el ataque a la pilaza, el Gobierno dictó un decreto que


prescribía, como distintivo del Ejército de línea y de la Guardia
Nacional, «una divisa del color de la escarapela nacional», que
luego se hizo extensiva a todos los empleados de la Nación.
Quería demostrar con eso el Presidente Pereira que él se man-
tenía extraño a los partidos en que habían estado divididos los
orientales.

Decretos de muerte y de proscripción.

El 1.° de enero de 1858, a raíz del ailzamiento del coronel Sil-


veira apareció un decreto que decía así:
«Declárase reos de lesa patria a los traidores Erigido Silveira
y demás jefes y oficiales que se hayan prestado o se prestaren a
apoyar la rebelión contra el Gobierno. Ordénase a las autoridades
civiles y militares de la República, que en el caso de ser apre-
hendidos los autores de la rebelión, procedan a juzgarlos con bre-
vedad y pronta aplicación de laley».
Algunos días después fué instituido un tribunal militar «para
juzgar sumariamente todo delito de rebelión, como conspiración,
motín o connivencia con los enemigos del Gobierno».
Por otro decreto del mismo mes fueron arrestados varios ciu-
dadanos y dados de baja el general Díaz, los coroneles Erigido iSih
veira, Francisco Tajes y todos los demás oficiales alzados en ar-
mas. También fué destituido y dado de baja el general Manuel
Freiit. Jefe Político de Paysamdú y de una de las comandancias
militares de campaña

El Presidente Pereii*a habla de renunciar.

En los mismos momentos en que el ejército atacante abandona-


"ba los. suburbios de Montevideo y se dirigía a la campaña, el Pre-
sidente Pereira convocó a los principales jefes militares de la pla-
za, para cambiar impresiones acerca de los sucesos que se estaban
desarrollando.
Según eil acta de esa reunión, el Presidente deseaba ante todo
conocer el valor de las opiniones que establecían que él era el
único obstáculo de la paz. Todos los invitados, entre los que figura-
Anales de la Universidad 411

ban los generales Anacleto Medina, Ignacio Oribe, Servando Gó-


mez, José Brito del Fino y José Antonio Costa, estuvieron de acuer-
do €11 que él Presidente debía defender y salvar el régimen cons-
titucional.

El ejército revolucionario queda rápidamente vencido.

Según algunas de las opiniones autorizadas de la época, si el ge-


nera^ César Díaz hubiera insistido en sus ataques, Montevideo ha-
bría caído en su poder, o por lo menos el gobierno de Pereira no hu-
biera podido sostenerse sin sufrir cambios fundamentales en su
composición.
Pero, en lo que todos están conformes es en que el abandono
de las líneas de ataque constituía un desastre irreparable, tanto
por la falta de vinculaciones de los revolucionarios fuera de la Ca-
pital, como por la abundancia de los elementos militares de que
el Gobierno podía echar mano en los departamentos.
La revolución había sido imciada por los conservadores, y los
conservadores que constituían el elemento ilustrado del Partido Co-
lorado, sólo tenían prosélitos en Montevideo. La campaña era de
los caudillos, del general FUores sobre todo, que a la sazón vivía
tranquilamente en Entre Ríos, donde también estaban los coroneles
Ambrosio Sandes, Manuel Caraballo y otros de los que tenían el
privilegio de formar legión dondequiera que clavaran sus bande-
rolas. El coronel Erigido Silveira era una excepción. Todos los
demás caudillos colorados, como lo hacía constar el doctor Vázquez
Sagastume a raíz de la revolución, vivían en la Argentina ajenos
al plan de los conservadores.
En cambio el Gobierno, que había convocado a la Guardia Na-
cional y que tenía todas las policías de campaña, podía formar
rápidamente fuerzas considerables con que anonadar a los revo-
lucionarios.
Eli ejército del general César Díaz marchaba, pues, al desastre
al dirigirse al interior del país. Y el desastre quedó consumado an-
tes de terminar el mismo mes en que había atracado la «Maipú» al
costado del saladero Lafone y se había intentado el asalto de Mon.
tevideo.
El 16 de enero anunciaba el coronel Bernardino Olid, jefe de
la vanguardia del ejército gubernativo, que había infligido una
derrota a la caballería del coronel Silveira en las puntas del
Solís
412 Anales de la Universidad

Dos días después se dirigía el coronel Dionisio Coronel al Pre-


sidente de la República para comunicarle el resultado de otro
hecho de armas más importante. El ejército del general Lucas
Moreno, de que él formaba parte, estaba acampado en Cagancha
cuando se avistaron las fuerzas revolucionarias compuestas dte
500 hombres de caballería y 300 de infantería. Como jefe del ala
'zquifcrda, haibía atacado, dispersado y perseguido a la caballería
enemiga. Pero al regresar se había encontrado con que el campo
de batalla estaba abandonado y nadie tenía noticias acerca del
general Moreno.
Las crónicas de la época aclaran ese extraño parte militar. La
caballería del ejército gubernativo había triunfado; pero la in-
fantería había tenido que retirarse en derrota. Y el ejército re-
volucionario, dueño momentáneamente del campo de batalla, se
había visto obligado a retirarse también, porque ya se aproxima-
ba un nuevo y fuerte ejército dell Gobierno al mando del general
Anacleto Medina.
Según la relación de don Juan Manuel de la Sierra, las caballe-
rías al mando directo del coronel Brígido Silveira fueron dispersa-
das, perdiéndose por tal concepto más de 400 hombres; pero las
restantes, a cargo del coronel Tajes y de los comandantes Pollo,
Caballero y Hubo, persignieroii a las fuerzas de Moreno, quedando
entonces la infantería revolucionaria dueña del campo de batalla.
Fué en ese momento de aparente triunfo que el jefe de la re-
volución lanzó su manifiesto.
«De todas las administraciones — decía — que se han sucedido
en la República durante los años que cuenta de existencia, ningu-
na ha sido tan funesta a los intereses más vitales como la del ciu-
dadano don Gabriel Pereira; ninguna ha asestado golpes más rudos
a la Constitución y a las libertades públicas y a los derechos pri-
mordiales de los ciudadanos; ninguna ha abusado tanto de la pa-
ciencia de los pueblos y de su disposición a la paz».
Y para justificar esas palabras, invocaba el general Díaz el aten-
tado del 18 de marzo de 1856 contra varios legislladores de la opo-
sición, el destierro de ciudadanos, los decretos restrictivos de la li-
bertad de imprenta, el encarcelamiento y destierro de periodistas,
la prohibición de las reuniones públicas durante el proceso electo-
ral y el nombramiento de diputados por el Gobierno.
La columna del general Díaz, reducida ya a 650 hombres, reanu-
dó su marcha hacia el interior del país. All llegar al Paso de Quin-
teros, fué alcanzada por el ejército del general Medina que venía
Anales de la Universidad 413

en su seguimiento, y allí tuvo que declararse vencida en Jas con.


fiiciones de que después hablaremos, el 28 de enero, veintitantos
días después del desembarco en el Cerro.
La revolución sólo había alcanzado a congregar alrededor de
mil hombres, en el mismo lapso de tiempo en que el Gobierno ha-
bía reunido 5,000 que se distribuían así, según las informaciones
de la prensa: 1,500 a cargo del general Moreno; 1,200 a cargo del
coronel Diego Lamas; 2,000 a cargo del general Medina, y los
restantes en la guarnición de Montevideo.

El gobierno de Pereira rompe relaciones con el de Buenos Aires


y pide su ayuda a los de la Confederación Argentina y del
Brasil.

Era tan pública la ayuda prestada por el Gobierno de la Pro-


vincia de Buenos Aires a los revolucionarios, que varios días an-
tes de que la goleta «Maipú» cruzara el Río de la Plata, se dirigía
la Cancillería oriental al Cónsul Argentino don Carlos Calvo, para
denunciarle que en una casa del Bajo de Buenos Aires existía
un depósito de armas y municiones, «según se susurraba salido
del Parque»; que estaban alistados allí 200 legionarios y 145 ne-
gros y que la expedición «según todas las probabilidades, desembar-
caría en Punta Carretas o en el rincón del Cerro».
Invocando la notoriedad de esa ayuda el gobierno de Pereira
cerró los puertos orientales a las procedencias de Buenos Aires
y se dirigió a las cancillerías del Brasil y de la Confederación Ar-
gentina, para requerirles el cumplimiento de los tratados de 1828
y 1856, obteniendo que ambos Gobiernos — decía en su mensaje
a la Asamblea — «se a,preisuraran no sólo a ofrecer, sino a poner
práctica e inmediatamente a su disposición numerosos elemen-
tos bélicos de toda especie, capaces de concurrir en un momento
dado y de una manera eficaz al aniquilamiento de aquella rebe-
lión vandálica, imprudentemente fomentada, organizada ^ auxi-
liada por elementos venidos de Buenos Aires».
Muy halagado el Presidente Pereira ante esa actitud de los dos
Gobiernos que desde 1830 venían promoviendo y auxiliando nues-
tras revoluciones y que ahora estaban contra ellas porque asi
convenía a sus intereses del día, agregaba en su mensaje:
«Por medio de estipulaciones convenientes y de carácter esta-
ble, podrá darse la seguridad de que toda vez que en el futuro pue-
da alterarse el orden en el interior o se vea comprometida la in-
414 Anales de la universidad

tegridad e independencia del Estado, ha de contar de antemano


el gobierno constitucional con el auxilio de entrambas naciones,
como que entrambas garantieron desde 1828 la plenitud de esos de-
rechos y la existencia efectiva, renovando ese solemne compro-
miso en el trajado de 7 de mayo de 1856, que debe complementarse
con la concurrencia del Estado Oriental del Uruguay».
lEJ etjército de la Coiiifedeira'Ciión Argetnitina había isido venci-
do por el partido unitario y la Provincia de Buenos Aires, don-
de es-e partido tenía su asiento, vivía independizada de la Con-
federación y en lucha con ella. De ahí ©1 interés de Urquiza, je-
fe d<3 la Confederación, en apoyar al Presidente Pereira, desde
que el triunío de César Díaz era el triunfo de la influencia uni-
taria en el Uruguay.
En cuanto al Brasil, era todavía más dirtcto y más vivo el in-
lerés en sostener al gobierno de Pereira. Don Andrés Lamas, que
estaba al frente de nuestra Legación en Río de Janeiro, había pre-
venido efectivamente en enero de 1858 al Ministro de Negocios Ex-
tranjeros vizconde de Maranguapé, que los revolucionarios exi-
gían la anulación de los tratados de 1851, anulación que consti-
tuiría un casus belli para el Imperio y para la Confederación
Argentina; que el general César Díaz contaba con el apoyo de la
Provincia de Buenos Aires; y que el Uruguay solicitaba y aceptaba
«con agradecimiento la intervención del Brasil y de la Confedera,
ciún Argentina para salvar los elementos de la independencia na-
cional».
El general Urquiza, que tenía en Entre Ríos el asiento de su
gobierno, resolvió de inmediato el envío de 800 hombres de infan-
tería y 1,000 de caballería, con destino al cuerpo de ejército que
mandaba el general Diego Lamas al norte del Río Negro.
Casi todas sus tropas habían vaideado ya el río Uruguay y el
resto se preparaba a hacerlo, cuando llegó la noticia del triun-
fo alcanzado por el general Medina en el Paso de Quinteros.
«Vamos a levantar nuestro campo — decía el general Urquiza
a sus soldados al anunciar ese triunfo — el enemigo que íbamos
a combatir se ha rendido: aquel pueblo hermano no necesita ya
de nuestros heroicos esfuerzos para restablecer el imperio del or-
den y la Seguridad de su independencia y sus instituciones».
Una de las divisiones a cargo del coronel Santiago Artigas con-
tinuó, sin embargo, en Paysandú hasta adquirir la certidumbre
de la completa pacificación del país, repasando el Uruguay a me-
diados de abrdl.
Anales de la Universidad 415

El Gobierno Brasileño no tuvo tiempo para mandar refuerzos


de Río de Janeiro, limitándose por eso la marinería de su es-
cuadrilla a colaborar, juntamente con la de los barcos de gue-
rra franceses, ingleses, norteamericanos y españoles, en la vigilan-
cia de la Aduana y seguridad de la población, mientras la guarni-
ción de la plaza se incorporaba al ejército de Medina.
Pero trató de ejercer presión sobre el de la Provincia de Bue-
nos Aires, para impedir la repetición del caso de la goleta «Mai-
pú» y obtener su neutralidad en la contienda oriental. El Cónsul
del Brasil en Buenos Aires, a quien fueron enviadas instruccio-
nes con ese objeto, luego de recordar todo lo ocurrido, decía a
la cancillería provincial en nota de 30 de enero de 1858:
«Hecha la presente exposición de todos los antecedentes que
han tenido lugar desde que la rebelión del coronel Silvei'.a tomó
un carácter más serio, y explicado el pensamiento del Gobierno
Imperial acerca de tan extraordinarios sucesos; declarada así tam-
bién con la franqueza y lealtad que son el característico del go-
bierno de Su Majestad, la marcha que seguirá respecto a los mis-
mos sucesos, el abajo firmado en virtud de las órdenes recibidas,
solicita del Gobierno las más severas órdenes para que no salga del
puerto de Buenos Aires y de su territorio gente armada y aquí
organizada con el fin de engrosar las filas de los revoltosos que
se hallan en campaña contra el gobierno constitucional de la Re-
pública Oriental del Uruguay. Pero si por fatalidad la vigilan-
cia de este Estado fuese poco eficaz y consiguieran tales aventure-
ros burlar las medidas que el abajo firmado espera sean adopta-
das con tal fin, las fuerzas navales del Imperio en estas aguas
tienen orden de prevenir la realización de esas expediciones por
los medios que ostén a su alcance».
Contestó el gobierno de Alsina que «las exigencias que se le
hacían no estaban en armonía ni con los usos más recibidos en-
tre las naciones en casos de esta naturaleza, ni con los principios
del Derecho Internacional».
Y como ya había terminado la revolución y estaba totalmente
pacificado el territorio orienta[I, la diplomacia brasileña se lla-
mó a silencio.
Cuando el Presidente Pereira dio cuenta a la Asamblea del re-
sultado de sus gestiones ante los países signatarios de la Con-
vención de 1828, la Cámara de Diputados respondió:
«La cooperación que han prestado a V. E. los Gobiernos del Bra.
sil y la Confederación Argentina, merece la gratitud del pueblo
416 Anales ele la Universidad

oriental. Esos Gobiernos no podían dejar de reconocer que la re-


belión preparada y auxiliada por el Gobierno actual de Buenos Ai-
res infectaría en sus consecuencias aniquiladoras no sólo a la Re-
pública Oriental y al Río de la Plata, sino a toda esta parte de
la América del Sur».

lios fusilamientos de Quinteros.

Cuatro días después de consumada la rendición, fueron fusilados


ios generales César Díaz y Manuel Freiré, los coroneles Francisco
Tajes, Eugenio Abella e Isidro Caballero, y veintitantos jefes y ofi.
cíales más. La lista fué creciendo por efecto de nuevos fusilamien-
tos realizados en el curso de la marcha del ejército hacia Mon-
tevideo.
El general Manuel Freiré era uno de los Treinta y Tres orien-
tales de la Cruzada Libertadora del general Lavalleja, en la que
habla figurado con el grado de capitán.
Según una correspondencia dirigida a don Nicolás A. Calvo, re-
dactor dé «La Reforma Pacífica», el coronel Caballero, al despe-
dirs.í del general César Díaz, pronunioió estas paüabras:
«C lando nos arrojamos a la revolución, vinimos a triunfar o
a ser vencidos, y en este caso sabíamos que jugábamos nuestras
cabezas. No es este, pues, el momento de pensar en las balas que
nos van a atravesar. Lo que es preciso es saber morir». Y dando
unos pasos y abriendo la pechera de la camisa para que le tiraran,
agregó: «Deseo que esta sangre que va a derramarse sirva realmen-
te para la verdadera unión de los orientales».
Otra de las informaciones de la época, escrita por el sargento
mayor don Juan Manuel de la Sierra, pone en boca del mismo co-
ronel Caballero estas palabras al ser conducido al suplicio:
«Si supiera que mi sangre habría de redimir a mi patria, mori-
ría contento; pero si cae al suelo por el capricho de un hombre o
de un partido, del suelo la han de recoger mis hijos algún día».
El coronel Francisco Tajes, según el mismo testigo, se disparó
dos tiros de revólver al tiempo de ser conducido al sitio del su-
plicio, sin conseguir matarse, y en esa situación fué fusilado.

¿Fué ese un crimen de partido?

El Presidente Pereira y el general Medina eran dos personajes


culminantes del Partido Colorado. Pero ellos contaban principal-
Anales de la Universidad 417

mente con el concurso de los blancos, sus antiguos adversarios


políticos, que dominaban en el ministerio con Carreras, Nin Re-
yes y Andrés A. Gómez, y en el ejército de Quinteros con Lasala,
Dionisio Coronel, Burgueño, Timoteo Aparicio, Madriaga, Rafael
Rodríguez y Bernardino Olid.
La hecatombe, decía don Nicolás A. Calvo en «La Reforma Pa-
cífica» de 1864, fué dictada para ahogar las revoluciones y no
para favorecer a un partido! político... «la responsabilidad de
Quinteros no es de un partido, es de un gobierno y de un gobier-
no mixto».
De un gobierno mixto en que dominaban los blancos, pudo y de-
bió agregar.
Quince días después de Quinteros, el comandante de la Guardia
Nacional de Montevideo don Jaime Illa y Viamont, depositaba en
la Iglesia Matriz la bandera que había enarbolado la Guardia Na-
cional el 18 de julio de 1853, al ser atacada por la fuerza de lí- .
nea que respondía a los dirigentes del Partido Colorado.

Los fusilamientos de Villamayor en Buenos Aires.

iSe trata, sin duda, de un crimen consumado a sangre fría con


ilustres prisioneros de guerra.
¿Pero era la obra exclusiva de las exaltaciones partidarias, o
se encuadraba dentro del criterio de esa etapa de la evolución
política del Río de la Plata, plagada de saltos de barbarie atá-
vica?
Hemos hablado en el capítulo anterior de la expedición revolu-
cionaria de los generales argentinos José María Flores y Gerónimo
Costa, organizada en Montevideo a principios de 1856 contra el go.
bierno de la Provincia de Buenos Aires, Y debemos ahora comple-
tar nuestras referencias, con el episodio de sangre en que fué ahoga-
da dicha expedición, porque ese episodio es el antecedente del
oue dos años después tuvo lugar dentro de nuestro propio territorio,
en el Paso de Quintero, como corolario de la expedición del general
César Díaz, organizada con la cooperación del Gobierno de Buenas
Aires.
Estaba entonces al frente del Gobierno de Buenos Aires don
Pastor Obligado, con un ministerio de la más elevada talla política
y moral: don Bartolomé Mitre, don Valentín Alsina y don Nor-
berto de la Riestra.
Apenas divulgada la noticia de la expedición, el Gobernador Obli-
gado y sus tres Ministros firmaron este decreto de muerte:
27.
418 Anales de la Universidad

«Habiendo desembarcado en el territorio del Estado un gru-


po de anarquistas capitaneados por el cabecilla Gerónimo Costa,
con el criminal objeto de atentar contra la autoridad constitu-
cional del mismo, para suplantar en ésta la del terror y barbarie
que caducó con el triunfo de Caseros, y siendo necesario que el
castigo de tan famosos criminales siga inmediatamente a la apre-
hensión de los mismos, a fin de dejar sentado un saludable ejem-
plo para lo sucesivo y satisfecha la vindicta pública, que tan
enérgicamente se ha pronunciado contra los mismos: 1.° Todos los in-
dividuos titulados jefes que hagan- parte de los grupos anarquistas
capitaneados por el cabecilla Costa y fueren capturados en armas, se-
rán pasadas por las armas inmediatamente al frente de la división o
divisiones en campaña, previos los auxilios espirituales. 2.° Los capi-
tanes inclusive abajo serán remitidos, con la seguridad conveniente,
para que tengan entrada en la cárcel pública hasta nueva disposi-
ción, salvo aquellos que por circunstancias agravantes deban ser
comprendidos en el artículo 1.°, en cuyo caso se ordenará lo conve-
niente».
La columna expedicionaria, compuesta de 150 hombres, desem-
barcó en Zarate en enero de 1856 y se internó en busca de in-
corporaciones. El Ministro de la Guerra coronel Bartolomé Mitre
salió para dirigir las operaciones. Pero no tuvo necesidad de realizar
grandes marchas, porque los revolucionarios fueron casi en segui-
da alcanzados, rodeados y exterminados en los campos de Vi-
llamayor.
Oigamos lo que decían los partes oficiales.
El comandante Esteban García al Gobernador Obligado: «¡Rom-
pimos el fuego y los llevamos por delante, matándoles 10 a 12
hombres, entre ellos Ramón Bustos, coronel, tomando prisionero
al ex general Costa, un teniente coronel y otros oficiales. Por
nuestra parte creo no tener desgracia ninguna. Costa ha sido fu-
silado ya».
El coronel Emilio Conesa al Ministro de Guerra coronel Mitre:
«Alcanzados y después de una ligera resistencia, murieron todos
los traidores. Réstame, señor, felicitarlo una y mil veces porque
esta soez canalla ha tenido el trágico fin que de mucho tiempo atrás
debió tener».
Concluida la campaña se procedió al licénciamiento de las mi-
licias convocadas a raíz de la invasión, y véase lo que en tal opor-
tunidad decía el Gobierno de sus soldados en una proclama que lle-
va las firmas del Gobernador Obligado y de sus Ministros Mitre,
Alsina y Riestra, consagrando la gran matanza de prisioneros:
Anales de la Universidad 419

«Al volver a vuestros hogares» llevad la conciencia de haber


afirmado el orden público, pues los malvados que lo pudieron con-
mover han expiado ya sus negros crímenes con sus cabezas».
Sarmiento se apresuró también a batir palmas ante la esce-
na de carnicería realizada en los campos de Villamayor.
«Han muerto — decía en «El Nacional» — o han sido fusilados
en el acto de ser aprehendidos, Bustos, Costa, Olmos (si no lo
está lo estará: ¡voto al chápiro). Trofeos, la espada de Costa,
luin y mohosa. El carnaval ha principiado. Los paisanos han to-
mado a Olmos. Los paisanos han lanceado a Bustos, ellos han
perseguido a Costa y lo han fusilado».
Al producirse la invafeión del general César Díaz, estaban to-
davía frescas las escenas de Villamayor, y el ensalzamiento de
dichas escenas hecho por estadistas de la talla de Mitre, Alsina
y Sarmiento, debía repercutir aquende el Plata como un estímulo
para cerrar también con sangre el período de las revoluciones
orientales.
Villamayor puede ser entonces considerado como padre de Quin-
teros, y padre de ilustre abolengo, dada la alta autoridad moral y
política de los proceres que confirmaron y aplaudieron ese acto de
carnicería.

Villamayor era uno de los tantos episodios que ensangrentaban e]


gi*an escenario argentino.

No era tampoco la matanza de Villamayor una excepción, de


esas que a raíz de ocurridas obligan a los pueblos a reaccionar con-
tra extravíos del momento y a reprimir la efervescencia de las
pasiiones.
Nada lo demuestra tan concluyentcmente como las luchas de la
propia República Argentina bajo las administraciones subsiguien.
tes de sus dos grandes estadistas Mitre y Sarmiento.
Después de! desastre de Pavón, tuvo lugar en noviembre de
1861 el desquite de la Cañada de Gómez, en que el general Ve-
nancio Flores que estaba al servicio del gobierno de Mitre, ven-
ció al general Virasoro, infligiéndole una baja formidable de 190
muertos y 144 prisioneros, la mayoría de ellos capturados por Ur-
quiza en Pavón. Luego de dar esas dos cifras, agregaba el general
Flores en su nota al Jefe del Estado Mayor general Emilio Mitre:
«Por nuestra parte sólo hemos tenido dos soldados levemente he-
ridos, uno del Regimiento Sol de Mayo y otro del Escuadrón de
Arrecifes»,
420 Anales de la Universidad

El general Juan Andrés Gelly y Obes fué más explícito en una


carta que dirigió al Gobernador de Buenos Aires don Manuel Ocam-
po a raíz del combate.
«El suceso de la cañada de Gómez — le decía — es uno de esoa
hechos muy comunes por desgracia en nuestras guerras, que des-
pués de conocer su resultado aterroriza al vencedor, cuando és-
te no es de la escuela del terrorismo. Eso es lo que le pasa al
general Flores y es por ello que no quiero decir detalladamente
lo que ha pasado. Hay más de 300 muertos y como 150 prisioneros,
mientras que por nuestra parte sólo hemos tenido 2 muertos y 5
heridos. Entre los muertos se encuentran muchos jefes y oficiales».
La matanza de la Cañada de Gómez suscitó fuertes críticas de
este lado del Plata y entonces el doctor Fermín Ferreira y Ar-
tigas tomó su defensa en «El Comercio del Plata».
Cuando se mata a sangre fría — decía marcando la diferencia
con Quinteros — cuando no se respeta el pacto que hacen los
valientes, no por temor sino por salvar la vida de sus hermanos,
entonces la reprobación es universal, porque el asesinato políti-
co no es ya una disculpa en el mundo civilizado. Pero cuando en el
campo de batalla, por deplorable que sea esa necesidad, se extermina
al enemigo para cortar con su derrota mayor derramamiento de
sangre y para alcanzar más pronto el feliz resultado de salvar
la inmunidad de tantos pueblos en atraso por el yugo del despo-
tismo, no se puede tachar a los autores de esa propaganda li-
bertadora con esos epítetos infames que les lanza la prensa ene-
miga, sino con los títulos honorables que la humanidad ooncede
a los defensores de sus derechos. El árbol de la libertad necesi-
ta el riego de la sangre, por medio de la cual llega solamente a
adquirir su frondosidad».
Pasemos a las campañas argentinas de 1862 y 1863.
Sarmiento era Gobernador de la Provincia de San Juan y a la
vez director de la guerra contra las montoneras que acaudillaba
el general Peñalosa (a) «El Chacho». Bajo sus órdenes estaba el
coronel Ambrosio Sandes.
A mediados de marzo de 1862, Sandes venció a los montoneros
de La Rioja, en Salinas Grandes, y dando cuenta de su triunfo
escribía al general Wenceslao Paunero, jefe del primer cuerpo del
ejército de Buenos Aires:
«Entre los prisioneros, el sargento mayor don Cicerón Quiroga,
capitán don Policarpc Lucero, ayudante mayor don Carmelo Ro-
jas, tenientes don Nemoroso Molmé, don Ignacio Bilbao y don N.
Anales de la Universidad 421

Vallejo, alférez don P^món Gutiérrez y don Juan de Dios Videla.


Todos ellos han sido pasados por las armas, según la orden de
V. S. y la necesidad de hacer ejemplar el castigo de la ley con los
alzados en armas contra la tranquilidad pública».
Con ocasión del mismo suceso de armas escribía Sarmiento
E Mitre:
«El coronel Sandes llevó orden por escrito de pasar por las ar-
mas a todos los que encontrase con las armas en la mano y lo ha
ejecutado en los jefes y oficiales... El triunfo del coronel Sandes
termina con brillo la guerra civil interior, que comienza en la
Cañada de Gómez y concluye en las Salinas de Moreno».
Advertía Sarmiento que eran triunfos que correspondían a las
tropas de la Provincia de Buenos Aires.
La campaña de 1862 concluyó rápidamente, y al pasar su último
parte escribía el general Paunero al Gobernador Mitre:
«En mi anterior le decía que La Rioja era una espina que te-
nía usted introducida en el talón, y hoy tengo la satisfacción de
djecirle que la tal espina ha sido extraída del lugar doloroso,
merced a la habilidad de un facultativo que se llama el coronel
don Ambrosio Sandes».... La acción de Sandes «es una repeti-
ción de la Cañada de Gómez, en su forma y resultados».
El coronel Sandes, ejecutor de esas órdenes de exterminio, era
uno de los jefes de más relieve de la época, por su brillante foja
de servicios y las cincuenta y tres heridas que ostentaba con or-
gullo, recibidas casi todas ellas en cargas memorables que ha-
bían dado al regimiento de su mando el rango más alto en el
ejército de Buenos Aires. Cid Campeador, le llamaba Sarmiento
en una proclama de 1862. El _ cuerpo y el alma de Sandes, decía
«La Nación Argentina» en 1863, «parecen vaciados en un molde
sobrehumano». Y documentando su tesis publicaba ese diario una
serie de anécdotas encaminadas a honrar su legendario coraje per-
sonal. Vayan estas como muestra:
Iba una vez Sandes con su asistente por un camino solitario.
De pronto el asistente se echa al suelo y empieza a quejarse. San-
des se baja del caballo y al agacharse, el asistente le abre el vien-
tre con su daga y monta a caballo y escapa. Sandes recoge sus
entrañas y camina hasta una estancia vecina y obliga a los peo-
nes a que salgan en persecución del heridor y sólo después de
aprehendido consiente en que lo curen.
Marcos Neira era el terror de la campaña oriental. Supo un día
Sandes que estaba en un rancho con tres bandidos, y allí fué a bus-
422 Anales de la Universidad

cario. Al llegar al rancho se paró en la puerta y gritó a los cua-


tro que se entregaran. Neira se abalanzó sobre Sandes con su
daga, pero cayó muerto en la lucha y sus tres acompañantes se
rindieron en el acto.
Salía una noche iSandes de su estancia en dirección al pueblo de
Paysandú cuando fué asaltado por 16 hombres armados de cara-
bina. El estaba solo, pero a,simismo sostuvo y rechazó el asalto,
hiriendo a varios de sus atacantes y saliendo herido.
Otra noche, al doblar una esquina, recibió una estocada tan re-
cia que produjo la rotura del estoque, quedándole en el cuerpo
tres pulgadas de acero. Prosiguió asimismo su camino y entró de
visita en una casa, donde permaneció largo rato. Recién al día
siguiente llamó a su médico, el doctor Blancas, para que le extra,
jera el estoque.
Después de la campaña de 1862, empezó la de 1863, con el mismo
espíritu de exterminio que acababa de salpicar de sangre al ejér-
cito de Buenos Aires.
En abril comunicaba el coronel Sandes al general Paunero un
triunfo obtenido en Punta del Agua, Decíale en su parte que los
montoneros habían tenido 150 muertos en una de las cargas y 74
en otra, y agregaba que había tomado 24 prisioneros y que 4 de
ellos háTiían sido fusilados.
En junio del mismo año comunicaba el general Paunero al Pre-
sidente Mitre una derrota de «El Chacho» en las inmediaciones de
Córdoba, que había costado a los montoneros 300 muertos. «Sandes
— decía — ha dado una de esas cargas que le son familiares y
que han hecho del primer regimiento un cuerpo de caballería digno
de rivalizar con los de nuestros mejores tiempos».
Algunas semanas después la prensa de Montevideo transcribía
de la de San Juan la crónica de las ejecuciones de varios de los
prisioneros tomados a «El Chacho». Uno de ellos había sido ahorca-
do y su cabeza había sido colocada luego en un palo. «¿Cómo
llamaremos — decía lleno de satisfacción el diario «La Zonda» de
San Juan—esta serie de coincidencias de venir cayendo al término
de sus iniquidades y a manos de los hombres que llevan las ar-
mas de la ley, uno tras otro los feroces asesinos de las hordas fe-
derales? Justicia de Dios!».
Al finalizar el mes de julio daba cuenta el general Paunero al
Ministro de la Guerra de la victoria alcanzada en las Playas de
Córdoba contra «El Chacho». Los vencedores habían tenido 14
muertos y 20 heridos; los montoneros, U heridos, SOO muertos y
700 prisioneros.
Anales de la Universidad 423

La campaña de 1863 terminó en noviembre con la captura de


«El Chacho» en su propio domicilio, y la inmediata ejecución y
mutilación del prisionero. El comandante Pablo Irrazábal, al co-
municar el suceso a Sarmiento, Gobernador de San Juan, prevenía
«sque para escarmiento había colocado la cabeza del titulado gene-
"•al en la plaza de Otta».
El gobierno de Mitre protestó contra la ejecución de «El Chacho»,
como más tarde Sarmiento, siendo Presidente de la República, y
hostigado por la prensa opositora con el mote de degollador, ob-
tuvo del general Ignacio Rivas la declaración de que los fusila-
mientos del coronel Sandes emanaban de órdenes transmitidas por
el propio Rivas, ajenas al Gobernador de San Juan, quien sólo ha-
bía tenido noticias de ellas después de ejecutadas.
Pero el hecho es que las ejecuciones de prisioneros se repetían
sin cesar y que los autores de esas ejecuciones seguían siendo los
militares de confianza de los estadistas argentinos, de los que ha-
bían recibido y seguían recibiendo grados y honores que sólo a
los grandes servidores alcanzaban.
Un año antes había tenido necesidad de protestar «La Nación
Argentina» contra otro diario importante de Buenos Aires, «El
Nacional». Véase en qué términos:
líEl degüello de los niños.—'Nada se conseguirá en la guerra de los
indios, si no se les aplican los principioa del derecho de gentes.
Apliquemos estos principios al indio. Llevémosle la guerra de ex-
terminio. Sin tomar prisionero al grande, que ha de buscar otra
vez la Pampa o la espesura de las selvas para robar y asesinar,
sin perdonar al que pequeño todavía tiene ya el odio instintivo al
hombre civilizado»... Estas palabras atroces no las ha escrito nin-
gún tigre: pertenecen a la redacción ele «El Nacional». Parece que
hay tratadistas de derecho de gentes que aconsejan el exterminio
de los prisioneros y el degüello de los n i ñ o s . . . El mismo Calfucurá,
si se le ocurriera hacer degollar a los hijos de sus enemigos, no
se atrevería probablemente luegd que aprendiese a escribir, a pro-
clamar este crimen sin nombre como un principio del derecho de
gentes... ¡Quién creería que en medio del ilustrado, culto y libe-
ral Buenos Aires, por un 3iario que se l)retende órgano del partido
de los principios y de la civilización, se predica el degüello de los
niño^!»
424 Anales de la Universidad

Tampoco escapaba el genet^al César Díaz a las influencias de la


época.

Esa atmósfera de sangre y de violencias envolvía con frecuencia


a la República Oriental y el jefe de la revolución no pudo sus-
traerse a su terrible influencia.
Ya anteriormente, en las postrimerías del año 1853, al produ-
cirse la contrarrevolución de don Juan Francisco Giró contra Flo-
res, había puesto su firma, como gobernador delegado, al pie de
un decreto que ordenaba el arresto de don Bernardo P. Berro, bajo
^.a prevención a todas las autoridades del país de que deberían
<-'pasarlo por las armas, sin más formalidad que la justificación de
la identidad de su persona», y de otro decreto que confiscaba, con
destino a gastos de guerra, los bienes de ese y otros ciudadanos
vinculados al movimiento de restauración del gobierno de Giró.
La revolución contra Pereira provocó en la prensa unitaria de
Buenos Aires una propaganda de resurgimiento de odios y de ac-
tos de venganza, que extremaba así «La Tribuna» en un artículo
que reprodujo la prensa de Montevideo en 1858:
«Preciso es que los hombres de la Defensa recuerden lo que han
sufrido y lo que sufrirían en caso de tener algún contraste las
armas de la libertad. Preciso es recordar los quebrantos que ha su-
frido la República, ocasionados por hombres que vendieron su pa-
tria a un tirano, y con arreglo a ello marchar con firmeza, dando
frincipio al exterminio y confiscación en todos los puntos que
domiren las armas de la libertad. De lo contrario la guerra es
^.esigual y viendo los soldados de la libertad que no se adopta una
m?.rchi enérgica y firme, pronto entrará el desaliento, faltarán lo 3
recursos, y ellos con su antigua táctica, tomarán vuelo y llevarán
la ventaja que siempre han llevado... La experiencia nos ha mos-
trado ya que sin esa medida es imposible que se acabe la guerra
civil en las dos márgenes del Paraná y del Plata, y siendo esta
una necesidad imprescindible, es preciso endurecer el corazón y
adoptarla: a quienes guerra a muerte saben hacer, con guerra a
muerte se les debe responder. Si ellos abrieron la escuela para des-
truir todo lo bueno, para degollar a todo hombre de honor y si
son los verdaderos autores de todos los males que han sufrido las
dos Hepúblicas del Plata, abren de nuevo la misma escuela de
Rosas y Oribe que ellos establecieron para acabar con todo lo
bueno y para asesinar lo más notable de nuestra pa,tria, ¿qué cosa
Anales de la Universidad 425

más llana y sencilla que lavar con sangre la manchas de sangre?


. . . L a fusión es una mentira, la fusión es imposible, es toleran-
tismo, un crimen de lesa patria, y los soldados de la libertad deben
preferir que se acabe la especie humana, antes que se pierda la
campaña... Con el terrorismo, el robo y el pillaje alentó Rosas y
Oribe a sus tropas de bandidos; con el terrorismo se les debe con-
testar, y a quienes son tan amaestrados en la guerra a muerte, con
la guerra a muerte se les debe responder.»
Recogiendo estos terribles consejos, escribía el general César
Díaz a don Tomás Gomensoro el 20 de enero de 1858, a raíz de
]a batalla de Cagancha, al darle instrucciones para el levanta-
ra iento de fondos sobre la base de tributos de guerra a varios per-
sonajes del Partido Blanco:
«No tenga, usted escrúpulo, porque esas fortunay son nuestras,
de nuestros amigos, a quienes las han robado. No tenga usted es-
crúpulo, porque esas fortunas cuando menos deben volver al Es-
tado, porque es necesario moralizar la sociedad, castigando los
crimines que con ultraje de Dios han estado impunes hasta ahora;
y disponiendo usted de ellas para el servicio de la cosa pública,
no hace usted más que hacer uso legal de los dineros del tesoro
nacional.»
«Es preciso — agregaba — que todo el Partido Colorado, el par-
tido de las tradiciones gloriosas de la República, se levante como
un solo hombre para gritar ¡atrás! a esa canalla que prostituye
áos destinos públicos. Es preciso extirpar esa raza maldita que más
de una vez ha entregado el país al extranjero, y que si han tenido
y tienen patria, lo deben a nosotros. Es preciso usar de rigor con
los enemigos y con los indiferentes, porque éstos han hecho
siempre en nuestras filas tanta brecha como aquéllos. Es preciso
que corra sangre, porque ella es necesaria para sellar la revolu-
ción y hasta es moral que no se demore el castigo de los criminales.
No haya lástima, no, con esos bandidos, que nos degollarían a
todos si pudieran; severidad, amigo, y mano de fierro con esa
canalla. Fusile usted a todo el que no quiera plegarse a nuestras
ideas, a todo el que no quiera aceptar las tradiciones gloriosas de
la Defensa.»
Días antes, en otra carta dirigida a su esposa había dicho:
«He venido a San José, que es el centro de los recursos del
Partido Blanco en la campaña, para proveerme de lo que yo ne-
cesito.»
Debemos advertir que en 1831 sostuvo el doctor Mateo Magari-
426 Anales de la universidad

ños Cervantes que la carta a don Tomás Gomensoro no era autén-


tica, y que el doctor Antonio de las Carreras, con quien polemizaba^
contestó quo el original existía.
'Los Jefes Políticos de Canelones. Florida y Durazno documenta-
ron también varios actos de violencia personal, do contribuciones
de guerra y de saqueos de mercaderías, atribuidos a las fuerzas
del general Díaz, de los que no podemos ocuparnos dada la impo
sibilidad de aislar lo que realmente era imputable a la revolu-
ción de lo que se consumaba a la sombra del desorden reinante.

¿Hubo capitulación en Quinteros?

La matanza de Quinteros, antecedida de la matanza de Villama-


yor y seguida de las matanzas de prisioneros que eran el epílogo
obligado de todos los combates dados por la consolidación de la
nacionalidad argentina, no contrasta, pues, con el criterio de la
época, que inclinaba al exterminio como medio de destruir el pen-
samiento político que inspiraba al enemigo.
Es un cuadro de carnicería, pero que tiene sus modelos en
otros cuadros que llevan las firmas de Mitre, Alsina y Sar-
miento, personajes de cumbre a los que bien podían imitar el Pre-
sidente don Gabriel Antonio Pereira y su Ministro de Gobierno
don Antonio de las Carreras.
¿Pero constituye además la violación de una capitulación de
guerra?
lEmpecemos por la declaración del General en Jefe del Ejército
ante el cual se rindió el general César Díaz.

La palabra del general Medina.

El mismo día de la rendición, el 28 de enero de 1858, escribía


el general Medina al Presidente de la República:
«Hemos triunfado completamente, pues el ejército rebelde que
logramos alcanzar, todo se ha sometido y ha entregado sus armas,
pertrechos y bagajes... El general don César Díaz, Freiré, el co-
lonel Tajes y 14 jefes más, están prisioneros en nuestro poder.»
Este primer parte llegó a Montevideo el 1." de febrero y en el
acto empezó el repique de las campanas y se organizaron manifesta-
ciones callejeras, con bandas militares algunas de ellas, que asalta-
ron la imprenta de «El Comercio del Plata» y realizaron otros ac-
Anales de la Universidad 427

tes igualmente censurables, dando lugar con ello a que el Ministro


de Gobierno se'dirigiera a la Policía, diciéndole: «Que se habían co-
metido algunos excesos que no podían tolerarse, porque ofendían
el decoro y la dignidad del país» y que era urgente que se ins-
truyera un sumario para la averiguación de los culpables.
Al día siguiente decía «La República», rematando sus comen-
tarios:
«Nos dirigimos al señor Presidente para recordarle esa palabra
de Cristo, el soberano juez del Universo, que dijo que ha ser mi-^
sericordioso el que quiera tener misericordia.»
Pero el director del diario debió sufrir una formidable crisis,
porque horas más tarde, reaccionando contra su editorial, expre-
saba que no debía haber clemencia con los jefes, que los jefes no
debían ser perdonados, porque eran vándalos!
Dos días dspués de su parte al Presidente, se dirigía el general
Medina al Ministro de la Guerra, desde Villasboas, dándole cuenta
más circunstanciada de la rendición.
En este nuevo parte del 30 de enero, que fué publicado en bo-
letín el 2 de febrero, decía el general Medina describiendo el mo-
mento en que ambos ejércitos habían quedado en contacto:
«Seguían estas fuerzas p'or la margen derecha del río a gran
galope, arrollando cuanto se presentaba a su frente, y al remontar
las cuchillas y disponer un ataque simultáneo con dichas fuerzas,
apareció en el Paso un parlamento de los rebeldes. Lo mandé re-
cibir por el teniente coronel don Geremías Olivera, segundo jefe
del Estado Mayor, cuyo parlamento ofrecía el sometimiento com-
pleto de los rebeldes y la rendición de sus armas, lo que acepté
por evitar la efusión de sangre, quedando de este modo demostrado
el irresistible poder del ejército de la República que sostiene tan
dignamente su gobierno y sus instituciones... Han quedado en
nuestro poder y a disposición del Gobierno prisioneros los genera-
les don César Díaz y don Manuel Freiré, siendo el primero el
General en Jefe del Ejército y el segundo su Jefe de Estado Ma-
yor, más 9 jefes, 63 oficiales y 315 individuos de tropa.»
Desde la Florida volvió a escribir el general Medina al Presiden-
te Pereira. Véase lo que le decía en esa carta, datada el 4 de febre-
ro, o sea a los cinco días del parte que acabamos de transcribir:
«Respecto a lo que digan a V. E. de pasaporte y demás, no son
sino absurdos, pues yo no estaba autorizado para ello. Lo qu«
hay, señor Presidente, es que los hombreis se vieron en una si-
tuación dificilisima, rodeados por todas partes por las fuerzas
428 Anales de la Universidad

del Gobierno que ansiaban por caerles encima y exterminarlos.


En ese momento se arrojaron como desesperados" sobre el Paso
con un parlamento pidiendo garantías. Yo les contesté que tenían
media hora de plazo para rendirse, lo que efectuaron, y no hice
sino buscar el medio de tomarlos, a fin de evitar el que corriera
tanta sangre, pero sin contraer ningún compromiso para con
e'^os».
Desde el Miguelete, en los suburbios de Montevideo, adonde
pliego el 8 de febrero, voMó a escribir el general Medina- Véase
lo que decía en esa carta comunicación al Ministerio de la Guerra:
«No debiendo tolerar por más tiempo que los enemigos del or-
den continúen con la pretensión de obscurecer el triunfo de las
armas del Gobierno, propalando que la rendición de los rebeldes
en el Paso de Quinteros ha sido hecha bajo capitulación y que a
i'íSL capitulación se ha faltado, es de mi imprescindible deber como
General en Jefe del ejército desmentir tal superchería, tanto más
cuando han revestido aquella impostura figurando condiciones y
basta circulando cartas apócrifas con la copia de un supuesto pasa-
porte dado por mí a César Díaz y demás rebeldes.
«Después de derrotados completamente' los rebeldes por la van-
guard(ia del ejército constitucional, quedaron reducidos en el Pa-
so de Quinteros con su infantería y tres escuadrones de caballe-
ría, donde el grueso del ejército que había tomada la retaguar-
dia del enemigo los embistió circunvalándolos para cargarlos. En-
tonces fué cuando tentaron la capitulación por primera y segunda
\ez que no quise oír, hasta que habiéndola propuesto por ter-
cera vez, les intimé se rindieran a discreción y áln condiciones
en el término de media hora, so pena de ser inmediatamente acu-
chillados por el ejército. Se rind(ieron efectivamente y conside-
rándolos, como realmente eran, traidores tomados con las armas
en la mano, los puse a disposición del Gobierno.»

¿Cuántos parlamentaiáos enviaron los revolucionarios?

Hagamos, ante todo, el resumen de los parlamentos: en el parte


oficial al Ministro de la Guerra, figura uno solo, con propues-
tas aceptadas de inmediato; en la carta al Presidente, también
un solo parlamento, pero con propuestas de garantías rechazadas
&a absoluto; y en la carta al Ministro de la Guerra, nada menos
que tres sucesivos, con propuestas en los tres casos rechazadas.
El genera] Medina terminaba su cuarta comunicación diciendo
Anales de la Universidad 429

que él tenía el derecho de ser creído, porque tal derecho debía te-
ner «el veterano que desde la Independencia servía a su patria sin
haber mancillado jamás su larga carrera por un acto de des-
lealtad».
Era título glorioso y saneado, sin duda alguna, el que invocaba
el viejo guerrero de los tiempos heroicos de la Independencia. Pe-
ro de esos tres documentos contradictorios, todos ellos con su fir-
ma, ¿cuál era el que decía la verdad? ¿El primero, en que un
parlamentario ofrecía una capitulación que era aceptada? ¿el se-
gundo, en que un parlamentario ofrecía una capitulación que era
rechazada? ¿o el tercero, en que aparecían uno tras otro tres par-
lamentarios con propuestas que eran invariablemente rechazadas?
Al viejo servidor de la Independencia le habían hecho firmar
declaraciones sucesivas, de acuerdo con las modificaciones que se
operaban en el ambiente de la Casa de Gobierno, y de ahí sin
duda alguna las contradicciones en que incurría.
Y la última de ellas debió sonrojar a sus propios autores, cuan-
do teniéndola en su poder desde el día 8, recién se resolvieron
a darla a la prensa el 28, o sea veinte días después!, en que fué
publicada por «La República», en la sección de documentos ofi-
ciales.

Ijas propuestas de los parlamentarios.

En el parte oficial del 30 de enero al Ministro de la Guerra, fi-


gura, según hemos dicho, una propuesta aceptada de inmediato.
Y tal es la segunda observación que sugiere la nota del general
Medina, cuando luego de establecer que apareció en el Paso de
Quinteros un parlamentario ofreciendo «el sometimiento completo
de los rebeldes y la rendición de sus armas», agregaba que había
aceptado «por evitar la efusión de sangre».
Esa frase, perfectamente explicable a raíz de una capitulación,
no tendría sentido tratándose de una rendición lisa y llana. Si el
oficial parlamentario hubiera ido a proponer una entrega a dis-
creción, ¿por qué habría de decir al Ministro de la Guerra el ge-
neral Medina que había aceptado para evitar la efusión de sangre?
El general Medina conocía el decreto de muerte lanzado contra
los jefes del movimiento revolucionario desde el alzamiento del
coronel Brígido Silveira, y tenía que explicar por qué no había ul-
timado a los vencidos.
Oigamos ahora a los prisioneros.
430 A7ial€s de Ja Universidad

La palabra de los prisioneros.

Durante cuatro días estuvieron los jefes y oficiales revoluciona-


rios dentro del campamento vencedor, tranquilos y respetados. He
aquí algunas de las cartas que les fueron atribuidas por las pu-
blicaciones de la época:
Del general César Díaz a su hermana: (Paso de Quinteros. 29
de enero) «Mi querida Angelita: ayer hemos sido obligados a ca-
pitular con el general Medina. Mediante un parlamento se convi-
no en que serían garantidos todos los oficiales y soldados y que
los jefes obtendríamos un salvoconducto para salir del país. En
efecto, se nos dio el pasaporte, expresando en él que seríamos acom.
panados hasta la frontera del Brasil por el Jefe Político de Cerro
Largo don Dionisio Coronel, y la tropa fué entregada con sus ar-
mas. Pero aún cuando estaba convenido de palabra que ayer mis-
mo saldríamos para nuestro destino, estamos hasta hoy en el cam-
po del ejército. Se nos dice que es para que marchemos junto con
la división de aquel departamento, que debe salir de hoy a ma-
ñana».
Del propio general César Díaz a su esposa (carta incluida en el
sobre de la anterior): «Mi querida Pepa: después de extraordina-
rios esfuerzos para sostener la campaña, nos hemos visto ayer obli-
gados a capitular. El general Medina ha garantido la vida de to-
dos los oficiales y soldado? que me acompañaban. En cuanto a mí
y los demás jefes, nos ha dado un pasaporte para marchar a la
frontera del Brasil, bajo una escolta de las fuerzas a su mando.
Esto ha sido pactado antes de deponer las armas. Y tengo en mi
bolsillo el expresado pasaporte; mas según lo convenido debíamos
haber salido ayer para ese destino y hasta hoy estamos detenidos.
No me figuro que el general Medina sea capaz de violar un con-
venio celebrado con todas las formalidades de la guerra; pero no
puedo sin embargo hablar con seguridad de mi futura suerte. ¿Nos
llevarán al Brasil? ¿Nos llevarán a Montevideo? ¡Quién sabe! Pien-
so a todas horas en ti».
Del coronel Eugenio Abélla a su esposa (1.° de febrero): «El 28
por la mañana se nos fueron del campo dos escuadrones, uno
de Nicasio Borges, y otro de Goyo Castro, diciéndonos que es-
tábamos perdidos; huyeron cobardemente. Nos quedaban todavía
como 100 hombres de caballería y más de 300 de infantería, decidi-
dos a todo; pero nuestra situación era difícil... El general Cé*
Anales de la Oniversidad 431

sar Díaz y demás jefes del Estado Mayor, resolvieron hacer una
capitulación, p a r a ©vitar el d e r r a m a m i e n t o de sangre entre her-
m a n o s . . . Se mandó un p a r l a m e n t a r i o con proposiciones y por
conclusión el general Medina, jefe de las fuerzas del Gobierno,
se avino a dar fianza a todos los jefes y tropa dei ejército; p a r a
]os jefes les dio un pasaporte con la g a r a n t í a del Jefe Político
tie Cerro L a r g o don Dionisio Coronel, y firmado por el mismo
general Medina, cuyo pasaporte e r a p a r a el Brasil e iríamos es-
coltados por una fuerza h a s t a la frontera; pero h a s t a la fecha no
h a sucedido. Hoy hemos venido al Durazno como prisioneros y ro-
deados de centinelas».
De don Vicente Garzón a su m a d r e : «Hemos sido vencidos por
la incapacidad de n u e s t r o g e n e r a l ; el enemigo h a sido m u y gene-
loso con nosotros. Lasala me ha sacado de e n t r e los prisioneros y
me tiene a su lado».
Según el sargento mayor don J u a n Manuel de la S i e r r a la car-
la del general César Díaz a su h e r m a n a fué dada al coronel Lasa-
la, quien la puso bajo sobre dirigido a persona de su familia (don
I g n a c i o S o r i a ) y la e n t r e g ó al mismo oficial c o n d u c t o r del p a r t e
oficial del general Medina.
Llegaron, pues, las cartas del general Díaz a Montevideo el mis-
mo día que el parte oficial dirigido por el general Medina al Pre-
sidente P e r e i r a .
En el acuerdo de gobierno que de inmedáato se celebró, quedó
resuelto bajo la presión de las exaltaciones políticas del día el
fusilamiento de los jefes prisioneros.
E l general E n r i q u e Martínez, p a d r e político del general César
Díaz, asilado a la sazón en el Consulado de los Estados Unidos, tra-
tó entonces de salvar la vida de los prisioneros, m e d i a n t e una oir-
cular al Cuerpo Diplomático, d a t a d a el 2 de febrero, en la que de-
cía los siguiente:
«Ayer vino a mis m a n o s la carta que he depositado en las de S. E.
el señor E n c a r g a d o de Negocios de Su Majestad Británica, en que
el general Díaz participa a mi familia que se ha entregado a las
fuerzas del Gobierno bajo la fe de u n a capitulación en que se pro-
metía a los vencidos el poder p a s a r libremente ai territorio ve-
cino del Imperio del Brasil, otorgándoles el respectivo pasaporte».
La prensa afín al Gobierno dijo que no se había entregado el
original, sino una copia. P o r su p a r t e el Ministro de Relaciones
Exteriores doctor Antonio de las C a r r e r a s , dirigió u n a contracir-
cular al Cuerpo Diplomático, en que decía lo que extractamos a
continuación: ' .
432 Anales de la Universidad

Sabe el Gobierno que el general Enrique Martínez, asilado en el


Consulado Norteamericano, se ha dirigido a los Agentes extran-
jeros para que intercedan en favor de los vencidos de Quinteros,
haaiendo al efecto «una inicua relación de aquel acontecimiento».
Se trata de «una torpe calumnia». El sometimiento de los revolu-
cionarios fué sin pacto ni condición alguna... «Ni los conceptos
del parte oficial, ni las correspondencias particulares del ejército re-
velan que hubiera habido capitulación ni convenio alguno... El ge-
neral Medina, por otra parte, no podia hacer concesión alguna,
porque no tenía facultades para ello- Todas sus instrucciones se
reducían al cumplimiento del decreto y disposición gubernativa
acerca de los rebeldes. El Gobierno no podía dar crédito a los ru-
mores que recién ayer llegaron a su conocimiento acerca de una
capitulación, porque esos rumores están en contradicción con lo
que revelan los partes oficiales, que nada dicen de arreglo ni con-
venio alguno. Con todo, ante una copia simple y un pasaporte que
se dice dado por el general Medina al ex general César Díaz y en
el interés de que no se le tachara de proceder impremeditadamen-
te, mandó suspender la ejecución ordenada, hasta la verificación de
los hechos que se aducían».

Una carta fie don José María Castellanos.

La noticia de la capitulación circuló fuera del campamento. Lo


demuestra esta carta que también registran las publicaciones de
la época, del respetable hacendado don José María Castellanos a
su esposa, datada en el Durazno el 28 de enero o sea el mismo
(lía en que el general Medina daba cuenta al Gobierno de la ter-
minación de la guerra:
«El portador de esta es el oficial que conduce el parte oficial,
que dice que todo ha concluido. Las fuerzas del general Díaz han
capitulado... César Díaz, Tajes, Pollo y todos los oficiales pidie-
ron ser conducidos al Brasil. Don Dionisio Coronel los debe es-
coltar.»

E¡] pasaporte de los prisioneros.

Asegura don Juan Manuel de la Sierra que el general César


Díaz tenía en su poder el pasaporte original y que habiéndoselo
pedido el general Medina, sacó una copia con destino a don Juan
Anales de la Universidad 433 .

Ramón Gómez, quien la entregó al Ministro Inglés Mr. Thornton


para que gestionara la derogación del decreto de fusilamiento.
Es un testimonio que coincide parcialmente con las palabras que
don Antonio Díaz atribuye al coronel Bernardino Olid, según las
ouales a raíz del fusilamiento fué extraído del bolsillo de César
Díaz un pasaporte con la -lista de los jefes que marchaban garan-
tidos al Brasil, extendido el 28 de enero, con la firma de Medina
y esta certificación: «Es copia. César Díaz».
En el archivo del doctor Luis Mellan Lafinur existe una de esas
dos copias.

Cómo describe la capitulación el sargento mayor don Juan Ma-


nuel de la Sierra.

Don Juan Manuel de la Sierra, uno de los oficiales subalternos


del general César Díaz, describe en esta forma la rendición de las
fuerzas de que él formaba parte:
Al llegar al Paso de Quinteros en el Río Negro, quedaron en
contacto los dos ejércitos: el de Medina fuerte de 2,500 hombres
y el de César Díaz, que ya no alcanzaba a 500 en razón de ha-
berse retirado varias partidas ante el anuncio de una transacción.
Después de algunos combates aislados, el general Díaz envió un
parlamentario contra la opinión del coronel Tajes, quien se inclinaba
a seguir luchando por falta de confianza en la actitud de los ad-
versarios. El mayor Espinosa, que era el parlamentario, regresó
con una carta de Medina y, luego de leerla, dijo César Díaz a
Tajes: «El general Medina me dice aquí que garante la vida de
todos nosotros; por consiguiente trato con él y no con los blan-
cos». Volvió Espinosa al campo de Medina y regresó con un pliego
que establecía las siguientes condiciones: las fuerzas sublevadas se
someterán al jefe del ejército constitucional; los oficiales y solda-
dos serán conducidos a la Capital para ser puestos a disposiciójn
del Presidente de la República; el general y los demás jefes pa-
sarán con sus respectivos pasaportes al Brasil... Estas condicio-
nes estaban firmadas por Medina y fueron leídas a los oficiales y
soldados después de su aceptación por los jefes superiores.
Mien'tras se pactaba hubo una suspensión de armas, en que los
jefes de Medina se daban por interiorizados de las xiondiciones de
la capitulación.
César Díaz se quedó con el original y pasó una copia bajo su
firma a Medina. En el acto del canje de las notas, don Dionisio

28.
434 Anales de la Universidad

Coronel notificó a los jefes de la revolución que debían ponerse


t:n marcha para el Brasil, custodiados por el escuadrón del capi-
tán Alvarez, y ya la columna se había puesto en marcha y había
andado unas tres leguas cuando se mandó retrogradar.
lAntes de llegar la orden de fusilamiento hubo en el ejército un
movimiento contra la vida de los prisioneros, que obstó al cum-
plimiento inmediato de la capitulación, resolviéndose esperar la
palabra del Gobierno.
La orden llegó el l.o de febrero y en el acto fueron fusilados
el general César Díaz, — quien al caminar hacia el sitio, del supli-
cio y al enfrentarse con Medina le increpó su conducta en estos tér-
minos: «¿qué vale ya la palabra de un general oriental?»—el ge-
neral Manuel Freiré, el coronel Francisco Tajes, el coronel Eulalio
Martínez, y al día siguiente los comandantes Isidro Caballero, Eu-
genio Abella, Benigno Islas, Juan Josié Poyo y Ramón Islas, los
sargentos mayores Esteban Sacarello, Manuel Espinosa, Aurelio G.
Freiré y varios oficiales subalternos.

Las órdenes de fus^ilamieiitxy.

Vamos a abordar otro capítulo muy interesante de la capitula-


ción: el de las órdenes de fusilamiento.
El 30 de enero de 1858, es decir, dos días después de la rendi-
ción del ejército del general Díaz, el Presidente Pereira celebró
uu acuerdo de Ministros para dictar instrucciones al general Me--
dina.
Todavía no se conocía la rendición. El chasque portador del
parte oficial de Medina recién entró en Montevideo el 1.» de febre-
ro. Pero ya habían llegado rumores acerca de las marchas y situa-
ción de ambos ejércitos y nadie abrigaba dudas respecto al desen
jace rápido de los sucesos.
Como consecuencia de ese acuerdo de gobierno, el Ministro di'
la Guerra general Andrés A. Gómez trasmitió al General en Jef-:
el mismo día 30 el siguiente decreto:
«Resuelto el Gobierno a salvar el país de la desmoralización
a que lo han conducido las continuas maquinaciones de los enemi-
gos de todo orden que sin más pretexto que sus bajas pasiones
conspiran contra la sociedad atacando a los gobiernos legítimos
que la representan, y no pudiendo clasificarse de otra manera que
de banda de forajidos entregados a todos los excesos del pillaje
y del exterminio la aglomeración de hombres que han osado venir
Ánates de la Universidad 435

robre la Capital y en cuya persecución han marchado las fuerzas


nacionales, que no pueden tardar en castigar a esos delincuentes
malvados, puestos ya fuera de la ley en virtud de los decretos y
írdenes dictados para el caso de ser aprehendidos; y considerando
ei Gobierno que aunque autorizado pai~a usar de la clemencia c »ni
patible con las circunstancias, no puede extenderla a los jefes y
oficiales tomados con las armas en la mano, porque además de
aparecer débil e inconsecuente con las promesas hechas al país,
contraería para con él una seria responsabilidad: en cumplimiento
de lo dispuesto en el decreto de l.p de enero del corriente año,
que declara reos de lesa patria a todos los jefes y oficiales que se
hayan prestado o se prestaren a apoyar la rebelión contra el Go-
bierno, ha acordado que se oficie al General en Jefe del ejército
nacional para que haga pasar por las armas a los generales y
jefes que aprehenda hasta la clase de coronel inclusive, y que desde
la de teniente coronel hasta la de alférez sean quintados para su-
frir la misma pena. Y que si entre estos mismos hubiese algunos
que se hubieran distinguido por hechos de una criminalidad remar-
cable en asesinatos y saqueos, sean exceptuados de la quinta y
fusilados sin entrar en ella. — Pereira, Antonio de las Carreras,
Juan A. Gómez, Federico Nin Reyes.»
La nota original del Ministro de la Guerra general Gómez, en
«lue se transmitía el acuerdo que antecede, obra en poder de la
familia del general Medina.
lEste bárbaro decreto, por el que debían ser fusilados todos los
jefte* de coronel inclusive arriba y quintados los de coronel abajo,
debió llegar a su destino a los dos o tres días, si juzgamos por el
tiempo que demoró el chasque conductor del parte oficial de la
revolución (28 de enero a 1.» de febrero).
Pero en ese intervalo de días que corresipondía a los chasques
ordinarios, llegó el parte oficial de la rendición y salieron de Mon-
tevideo nuevas órdenes conducidas por chasques extraordinarios.-
que tenían instrucciones para aipurar las marchas con toda la exci-
tación en que hervían las autoridades y los habitantes de Monto-
video, unos para que corriera sangre, otros para que prevalecieran
los sentimientos de humanidad.
El 1.0 de febrero, o sea el día mismo de la llegada del parte
oficial, celebró el Presidente Pereira un nuevo acuerdo de gobierno
y como resultado de ese acuerdo envió el Ministro de la Guerra
general Gómez la siguiente nota, por la que se mantenía la ejecu-
ción de los jefes de coronel arriba, pero se derogaba la de losofi-
436 Anales de la universidad

ciales inferiores (original en poder de la familia del general Me-


dina) :
«Los detalles del triunfo obtenido sobre los anarquistas en el
Paso de Quinteros y la consideración de que el escarmiento que
él importa por lo subversivjo debe lograrse con el menor número de
víctimas posible, porque demasiado es ya el que ha costado la re-
belión a las familias orientales, han torcido los sentimientos gene-
rosos del Presidente de la República y ha resuelto que quede sub-
sistente el acuerdo comunicadio con feciha 30 del ppdo. en la parte
relativa a los generales y coroneles tomados, que debían ser pasa-
dos por las armas inmediatamente, y sin efecto la parte relativa a
la quinta de comandante a alférez inclusive, los cuales serán exen-
tos de esa disposición, sin perjuicio del castigo que el Gobierno
creyere deber aplicarles; y en cuanto a aquellos que se hubieran
distinguido por robos, violaciones, asesinatos u otros delitos de esta
clase, sean pasados por las armas a la par de los generales y co-
1 oneles ya mencionados.»

Un paréntesis de clemencia para quedar bien con el Cuerpo Diplo-


mático.

•El Cuerpo Diplomático, impresionado por las revelaciones del


general Martínez, y muchas e influyentes personas de Montevideo,
asediaban entretanto al Presidente y a su familia, con gestiones
tendientes a evitar las escenas de sangre decretadas. ¿Qué resultó
de ellas?
En primer lugar, esta carta que el Presidente Pereira escribió
al general Medina el día 2 de febrero y que «La República» pu-
blicó luego con la advertencia de que su autor habla cedido a ges-
tiones diplomáticas basadas en documentos apócrifos:
«El Gobierno ha ordenado la ejecución de los jefes de la rebe-
lión que han caído en poder de las armas nacionales; pero atentas
las circunstancias que han mediado en el sometimiento que recién
conoce, y a consideraciones de que el Gobierno no ha podido pres-
cindir, ordena a V. E. que en el acto de recibir este despacho,
suspenda V. E. la ejecución, conduciéndolos a la villa de la Unión.»
En segundo lugar, la circular que dirigió al Cuerpo Diplomático
el Ministro de Relaciones Exteriores doctor Antonio de las Carre-
ras el día 3 de febrero, que ya hemos reproducido, en la que se
comunicaba que el Gobierno había mandado suspender la ejecución
ordenada, a la espera de lo que se averiguara acerca de la supuesta
capitulación.
Anales de la Universidad 437

Había, en consecuencia, dos documentos concordantes: la carta


del Presidente Pereira al general Medina y la circular del Minis-
tro Carreras al Cuerpo Diplomático.
¿Quién podía dudar acerca de la sinceridad de estos documentos
oficiales y de la absoluta verdad de la orden de suspensión de los
fusilamientos?

El Gobierno reitera la orden de fusilamiento.

Pues bien: en los mismos in&tantes en que el Presidente Pereira


escribía su carta al general Medina, — carta' que daba mérito al
doctor Carreras para dirigirse al Cuerpo Diplomático — el Minis-
tro don Juan Andrés Gómez enviaba una nota al propio general
Medina, en que le reiteraba la orden de fusilamiento, HUBIEBA O NO
CAPITULACIÓN, porque tal es lo que significaba la frase «cualesquiera
que hayan sido las condiciones en que cayeron en su poder».
Esa terrible nota, que también obra original entre los papeles
de la familia del general Medina, dice así:
«Febrero 2 de 1858. — A pesar de las órdenes que haya reoibi-
do V. S. posteriores al acuerdo que se le remitió, V. S. procederá a
mandar fusilar en el acto mismo de recibíT* ésta a todos los re-
beldes que comprende el acuerdo del Gobierno del 30 del ppdo., que
por segunda vez se le adjunta a V. S., previniéndole a V. S. que
deben ser inmediatamente fusilados cualesquiera que hayan sido las
condiciones en que cayeron en su poder, pues están condenados con
anticipación por decreto del Gobierno de l.o de enero, como reos
de lesa patria, y el Gobierno no retrocederá en su resolución de
justicia... V. S. dará cuenta inmediatamente de su ejecución...
—Andrés A. Gómez».
Adviértase que por esta nueva resolución quedaba restableci-
do el acuerdo de 30 de enero, según el cual debían ser fusilados
todos los jefes de coronel inclusive arriba y quintados los de co-
ronel abajo, y ello, repetimos, a la misma hora en que el Presi-
dente Pereira daba órdenes al general Medina para que suspen-
diera la ejecución!

Lías alternativas del Presidente Pereira.

Están contestes las crónicas de la época en que el Presidente


Pereira, achacoso ya y con la cabeza debilitada, vivía en esos días
438 Anales de la universidad

de Quinteros en un ambiente de grandes alternativas, tironeado


por centenares de personas que entraban a su casa, las unas para
invocar sentimientos de conmiseración, las otras para reclamar
un escarmiento análogo al de Villamayor en la Argentina. Y agre-
gan que aquella cabeza lo misom quería contentar a los que pedían
humanidad, que a los que pedían sangre, resultando de ello las
contradicciones que revelan los documentos que hemos reprodu-
cido.

¿ E r a más tolerable el ambiente del oampamiento del general Me-


dina?

El general Medina había aceptado la capitulación, porque como


General en Jefe de un ejército en campaña tenía el derecho de
proceder en esa forma, no obstante el decreto de l.o de enero que
declaraba reos de lesa patria a Erigido Silveira y demás jefes y
ofiQiales revolucionarios y ordenaba su ejecución en caso de ser
aprehendidos. Y además, porque era enemigo del derramamiento
de sangre y porque entre los prisioneros figuraban viejos y no-
bles compañeros suyos en las guerras anteriores.
Pero en su campamento había jefes que debían atribuir ese ac-
to de humanidad a simples razones de camaradería política; je-
fes que no podían olvidar que aquellos prisioneros del Paso de
Quinteros eran los mismos que habían echado abajo al gobierno
de Giró en 1853 y que habían expedtido decretos de exterminio, de
proscripción y confiscación contra los que pretendían restable-
cer ese gobierno; jefes que debían hablar con insistencia de la ne-
cesidad de un escarmiento, que repitiera aquí lo que habían hecho
los argentinos en Villamayor bajo la influencia prestigiosa de Mi-
tre, de Sarmiento y de Alsina; jefes que debían mortificarlo a ca-
da rato poniendo en duda su derecho a otorgar capitulaciones,
frente a un decreto de muerte que como subordinado estaba obli-
gado a cumplir.
Y el viejo guerrero, que nunca había manchado su foja de ser-
vicios, debió quedar dominado por aquel ambiente de sangre de su
campamento y por aiquellas órdenes terminantísimas de Montevideo,
que ponían en conflicto sus derechos y deberes de General en Jefe
en el campo de batalla, únicos a que debía atenerse, con sus dere-
chos y deberes de militar sujeto a la dependencia jerárquica del
Presidente de la República.
Tal es la explicación que surge del examen desapasionado de
los documentos que hemos expuesto.
Anales de la universidad 439

El mensaje del Presidente a la Asamblea haciendo el elogio de


los fusilamientos.

Véase cómo se expresaba el Presidente Pereira al abrir las se-


siones ordinarias de la Asamblea en febrero de 1858:
«Deshecha completamente la caballería enemiga en la jornada
del 15 de enero, vinieron sus restos y toda la infantería con sus
generales y jefes a rendirse a discreción en las márgenes del Río
Negro el día 28 del mismo mes, y el 1.° del presente eran esos ge-
nerales y jefes públicamente castigados con la última pena por las
manos de la justicia nacional con arreglo a las leyes y decretos vi-
gentes y según lo reclamaban los altos y bien entendidos intereses
del país, al cual era preciso darle ejemplo saludable y seguridades
de que para el futuro no volvería la anarquía a levantar la cabeza
en nuestra tan hermosa cuanto desgraciada patria. Por profundo
que fuese el sinsabor que debía apurar el Gobierno aprobando y
decretando ese grande acto de justicia penal, después de haber
ofertado inútilmente el perdón y el olvido en los primeros momen-
tos, tuvo que sobreponerse a todo sentimiento de clemencia, para
no mirar sino la senda estricta y severa del deber y de la necesi-
dad nacional».
«Por grandes que fueren las esperanzas que siempre tuviera el
Gobierno en el porvenir de la República; por incontrastable que
hubiera sido siempre su resolución y su energía para conservar
incólume el edificio social, jamás pudo prometerse que al convo-
caros para pediros el concurso de vuestras luces y vuestro patrio-
tismo en la grande obra del progreso y de la felicidad de la patria,
OF saludaría en esta ocasión más lleno de júbilo, más firme y
más tranquilo en la posición que le cupo recibir pK)r la disposi-
ción de la Divina Providencia y por el voto nacional. Es a esa
Providencia que vela por los destinos de la República, a la que
debemos rendir nuestras humildes gracias por los inmensos fa-
vores que se ha servido dispensarnos, particularmente en el úl-
timo período de días corridos desde el 15 de diciembre de 1857
al 28 de enero de 1858, período breve en verdad, pero quizá el más
fecundo así por la multitud y especialidad de los sucesos, como
por las consecuencias que prepara para el bienestar y engrande-
cimiento futuro de la patria».
440 Anales de la universidad

Un debate periodístico sobre Quinteros.

A fines de 1861 el doctor Antonio de las Carreras, ex Ministro


de Gobierno y Relaciones Exteriores de la administración Perei-
ra, abordó en su diario «La Discusión» la defensa de los fusila-
mientos en que tan prominente rol había tenido.
lEra necesario, decía, impedir la revolución. El revolucionario
sfibía que a raíz de cada fracaso podía volver a su casa. El Go-
bierno resolvió cortar el mal de raíz y por eso tiró su decreto de
muerte.
Pero como le increparan que la matanza había recaído después
de una capitulación, replicaba:
«Ahí están los documentos oficiales de la época. Ahí está el
primer parte del general Medina datado en el mismo Paso de
Quinteros, en el que nada dice sobre pacto o capitulación... Re-
cién el día 2 de febrero llegó a oídos de los miembros del go-
bierno la palabra capitulación; y desde ese momento fuimos nos-
otros a averiguar la verdad del hecho, diciendo que se suspendiese
la ejecución para castigar al general Medina si hubiere ultrapa-
sado las instrucciones que se le dieran. Presentándonos el señor
Amaral una copia del pasaporte que se decía dado por dicho ge-
neral a los principales cabecillas de la rebelión, llamamos inme-
diatamente la atención del Presidente de la República sobre ese
documento, exigiéndole la orden de suspender los efectos del de-
creto del día 30 de enero, porque si el hecho era cierto esos hom-
bres no podían ser fusilados, debiendo responder el General en Jefe
del ejército ante un consejo de guerra del uso que hubiere hecho
de las facultades e instrucciones con que salió a campaña... Fir-
mada la orden (que vio después la luz pública) la entregamos a
las señoras de la Sociedad de Beneficencia que a la sazón se en-
contraban allí, para que llegase a la mayor brevedad a manos del
general Medina y hubiese tiempo de conocer la verdad... Al día
siguiente llegó el parte detallado que nada decía de capitulación
y quedaron desvanecidas las dudas que un momento abrigamos sr-
bre la lealtad del General en Jefe del ejército nacional. Lo mos-
tramos al instante al señor Amaral, que lo leyó todo con la mis-
ma avidez que nosotros para buscar la verdad, para convencerse de
lo que le dijeran los amigos de los vencidos, y después de leer-
lo por segunda vez nos lo devolvió manifestándonos la convicción
de haber sido víctima de una farsa. Lo mismo pasó con el señor
Anales de la universidad 441

Thornton al mostrarle la carta del general Medina en que recha-


zaba la calumnia de los enemigos... Se trata de una invención del
general Enrique Martínez. Si no bastaran las palabras del general
Medina, ahí está la carta de don Vicente Garzón: hemos sido ren-
didos por la incapacidad de nuestro general. El enemigo ha sido
muy generoso con nosotros. Ni una palabra de pacto. ¿Qué más
prueba de la mentira propalada?... Se dijo que en el Con-
sulado Inglés había sido depositada una carta auténtica de
don César Díaz con el original del pasaporte. Eso es falso. El mis-
mo Encargado de Negocios Mr. Thornton nos lo negó, asegurándo-
nos que nunca había dado crédito al rumor sobre la capitulación,
por lo cual no había hecho ningún caso de la circular de don En-
rique Martínez».
Pero aún suponiendo por un mom'ento — agregaba — que hu-
biese habido capitulación, la responsabilidad tendría que recaer no
sobre el Gobierno, a quien no se le comunicó, sino sobre el general
Medina que la habría celebrado sin facultades y sin mencáonarla
en sus partes.
Hasta ahí la defensa del ex Ministro de Gobierno. Comparada
con los documentos oficiales que hemos reproducido en el pará-
grafo anterior, resulta que efectivamente el 2 de febrero fué de-
cretada la suspensión, pero que el mismo día fueron reiteradas
las órdenes de fusilamiento y ello con la prevención de que el
fusilamiento debía consumarse fueren cuales fueren las condicio-
nes con que los revolucionarios hubiesen caído prisioneros, es de-
cir, hubiera o no hubiera habido capitulación. La orden de suspen-
sión había sido decretada, pues, para quedar bien con el Cuerpo
Diplomático y tranquilizar a las señoras que asediaban con sus
súplicas al Presidente.
Don José Cándido Bustamante, que no conocía ese documento,
contestó al doctor Carreras desde las colu/mnas de «El Comercio
del Plata», invocando cartas, actos y palabras de los prisioneros.
He aquí lo más sustancial de su demostración:
La carta del general César Díaz a su esposa, que ya hemos trans-
cripto.
Las palabras del coronel Tajes a su batallón, que se negaba a en-
tregar las armas: «compañeros: no tengan recelo por nuestras vi-
das, que están aseguradas».
El viaje emprendido por los jefes prisioneros con rumbo al Bra-
sil en la tarde del 28 de enero, interrumpido luego «por un emisa-
rio que se le acercó al general Díaz para pedirle la devolución
del pasaporte.
442 Anales de la universidad

Y la increpación del jefe de las fuerzas revolucionarias al mar-


char al suplicio: «General Medina: ¿qué vale ya la palabra es-
crita de un general oriental?», contestada en esta torma por el
interpelado: «¡Vaya usted, que esa es la orden del Gobierno!»

Quinteros ante un tribunal de imprenta.

La polémica se fué enardeciendo en términos que decidieron al


doctor Carreras a recurrir al tribunal de imprenta, para que su ad-
versario pudiera presentar las pruebas de la capitulación.
Tuvo lugar el jury a principios de 1862.
El doctor Carreras — empezó diciendo el señor Bustamante —
debía haber traído aquí al general Medina para que declarara bajo
juramento. Me desafía a que presente la capitulación «que él tiene
tanta conciencia como yo que existió». No la tengo. Pero puedo
invocar otros documentos.
En primer lugar una carta del general Díaz a don Juan Ramón
Gómez datada en Villasboas el 29 de enero de 1858, adjuntándole
una copia del pasaporte expedido por el general Medina y una car-
ta dirigida a don Pedro Zumarán, en la que figuraba el siguiente
párrafo que el general Díaz transcribía a Gómez:
«Anteayer, mediante un parlamento, hice una capitulación con
el general Medina, el cual se obligó por escrito a garantir la segu-
ridad en el país de todos los oficiales y soldados y a darme a mí
y a los demás jefes un salvoconducto para salir el mismo día ha-
cia el Brasil.»
Agregaba el general Díaz que a pesar de lo pactado marchaba al
parecer hacia Montevideo y concluía pidiendo al sefipr Gómez que
intercediera para evitar cualquier medida violenta y que diera no-
ticia de todo a su padre político el general Enrique Martínez.
La carta a don Juan Ramón Gómez no fué presentada original,
sino en copia certificada por el escribano don Martín Ximeno, quien
hacía constar que el original obraba en poder de don José Cándido
Bustamante.
En segundo lugar, la carta del comandante Abella que antes he-
mos reproducido.
Y en tercer lugar, las manifestaciones verbales del coronel Bur-
gueño y del coronel Dionisio Coronel, corroborantes de la capitu-
lación, formuladas según el orador en presencia de los prisioneros.
Después del jury hizo constar el señor Bustamante, invocando
Anales de la universidad 443

gestiones de una persona a quien no podía desatender, que la carta


dirigida a don Pedro Zumarán no obraba en poder de su destina-
tario. Pero, en cambio, publicó esta otra del general Manuel Freiré
a su esposa, datada el 28 de febrero, que le había sido entregada
rcr la familia del mismo general:
«Esta tiene por objeto decirte que hasta la fecha estoy sin nove-
dad, pero sin saber cuál será mi destino; pero creo, según lo pac-
tado, salir del país. No te aflijas por eso cuando así suceda, pues
hemos tenido un fin trágico en nuestra empresa. Aurelio, Grego-
rio y Benito irán para la Capital, pues todos los oficiales y tro-
pas están garantidos, y los jefes salen del país hasta que el Su-
perior Gobierno lo determine».

Después de la polémica.

El tribunal de imprenta falló contra Bustamante y la publi-


cación del fallo dio lugar a que el doctor Carreras examinara en
su diario las pruebas de la capitulación presentadas por su an-
tagonista.
«Dos cartas, decía, una de las cuales se presenta como copia.
¿Pero qué valen esas cartas en presencia de los documentos ofi-
ciales, de las declaraciones hedhas por el general Medina y los
üemás jefes del ejército que niegan el hecho? ¿Quién asegura que
no sean falsificadas? Y suponiendo que no lo sean, ¿quién res-
ponde de que esos hombres comprendiendo la enormidad de su cri-
men y la ignominia que iba a caer sobre su frente por el castigo
de la ley, no inventasen esa farsa de la capitulación, para apare-
cer víctimas de una felonía, en vez de criminales castigados por
la ley? Nótese que esas cartas han sido escritas después de es-
tar presos y que ellos mismos desmienten el cuento de que en con-
secuencia de la capitulación iban ya con dirección al Brasil cuan-
do fueron destinados»... ¿Por qué habría de ocultar el general
Medina la capitulación? Es cierto que César Díaz mandó al mayor
Espinosa a parlamentar... «Apercibiéndose los jefes de que el ge-
neral Medina había recibido un parlamento, se reunieron y envia-
ron al mayor Lacalle a decir al general que ellos habían venido a
pelear y no a capitular y que no se conformaban con nada que no
fuese un sometimiento completo. El g-eneral Medina respondió que
e&a era también su opinión y contestó a los rebeldes que se rin-
dieran en el término de media hora. Esto que nos ha referido el
mayor Lacalle, nos ha sido confirmado por el general Medina».
444 Anales de la universidad

Así concluyó su explicación el ex Ministro de Gobierno de la


administración Pereira.
En cuanto a las cartas de los prisioneros, que podían ser fal-
sificadas y que si eran auténticas podían haber sido escritas pa-
ra que la historia en vez de reputarlos criminales los considera-
. ra como víctimas de una felonía. Y en cuanto a las conferencias
del general Medina con el oficial parlamentario, que los jefes se
habían amotinado ante la idea simplemente de que pudiera acep-
tarse una capitulación.
Pero ¿quién había de falsificar cartas en esas horas de angus-
tia? ¿Cómo podían los jefes prisioneros fraguar una capitulación
en su correspondencia íntima?
Un detalle interesante. Cuando se discutían ante el Jurado y
en la prensa estos puntos de vista de la tragedia de Quinteros,
estaba en Montevideo el gene^ral Medina y estaba en Buenos Ai-
res el Ministro Inglés Mr. Thornton. Y ninguno de esos persona-
jes habló ni se dio por entendido de la grave controversia.
El general Medina, sin excusa alguna, ante el pedido de don
José Cándido Bustamante, reiterado por su abogado el doctor Fer-
mín Ferreira y Artigas, de que compareciera a declarar.
El Ministro Thornton, en cambio, tenía motivos para sustraer-
se a la polémica. A raíz del fracaso de las gestiones del Cuerpo
Diiplomático para salvar la vida de los prisioneros de Quinteros,
el plenipotenciario británico en la Argentina Mr. Christie, había
dirigido una nota a Urquíza en la que acusaba recibo de las comu-
nicaciones sobre auxilios militares al gobierno de Pereira para
combatir la revoluoión de César Díaz, y agregaba, refiriéndose al
desenlace de la lucha antes que las tropas argentinas hubieran
tenido oportunidad de actuar:
«El Gobierno Argentino esitá exento de resiponsabilidad por la
lamentable carnicería (massacfe) de oficiales y extranjeros que si-
guió a la rendición de las trapas revolucionarias mandadas por el
general Díaz. El abajo firmado cuidará de hacer conocer al Go-
bierno de Su Majestad que las tropas argentinas no han tenido
parte en los lamentables sucesos que han manchado el triunfo del
Gobierno de Montevideo».
Fué esta una nota que levantó gran polvareda en nuestra pren-
sa y en nuestra cancillería, obligando seguramente al Ministro
Thornton a no desiplegar los labios en todo lo relativo a sus ges-
tiones para salvar la vida de los prisioneros de Quinteros.
Anales de la Universidad 445

Después de Quinteros. Manifestaciones de adhesión al Presiden-


tfl Pereira.

D E LA MUNICIPALIDAD DE MONTEVIDEO.

El ejército del general Medina regresó a Montevideo a princi-


pios de febrero de 1858 y una vez terminados los honores que ie
habían sido decretados por el Gobierno, la Junta Económico - Ad-
ministrativa resolvió trabajar a favor de la libertad de los prisio-
neros.
En una nota que llevaba las firmas de don Juan Ildefonso Blan-
co, don Luis Lerena y don Juan D. Jackson, luego de felicitar al
Presidente Pereira por el triunfo alcanzado, pedía la Junta «un
magnánimo y generoso perdón general»; y agregaba:
«Si halla V. E. que con el castigo infligido a lo^ principales auto-
res de la rebelión, queda satásfeoho el ultraje cometido contra
las leyes, la sociedad y el Gobierno, digno sería de la gloriosa
administración de 1868 acordamos el amplio perdón que respe-
tuosamente le solicitamos».
El Presidente Pereira contestó que pondría en libertad a los pri-
sioneros, pero sólo después de una clasificación que permitiera
pplicar penas correccioiíales a las militares y entregar a la jus-
ticia ordinaria a los que tuvieran asuntos con ella. Y pocos días
después mandó poner en libertad a 4 jefes, 26 oficiales y 283 sol-
dados, manteniendo en arresto una media docena y enviando a Ca-
nelones para su ejecución a tres soldados que estaban complica-
uos en un asesinato.

DEL PRESIDENTE DEI SENADO DON BEBNAHDO P . BEÍBBO.

Hemos reproducido las palabras sustanciales del mensaje en que


el Presidente Pereira daba cuenta de los fusilamientos al abrir
las sesiones ordinarias de la Asamblea en febrero de 1858.
La atmósfera estaba caldeada todavía y don Bernardo P. Berro
no pudo sustraerse a ella al tomar la palabra como Presidente del
Senado.
«Aún cuando no he sido autonizado — dijo — como lo prescribe
el Reglamento para dirigir a V. E. palabras de ningún género, he
creído sin embargo que en esta solemne circunstancia no podía
permanecer silencioso, máxime cuando es tan necesario que el dig-
446 Anales de la Universidad

no magistrado que está a la cabeza de los destinos de la patria


conozca los sentimientos y las ideas de que se halla animado el
Cuerpo Legislativo... En nombre, pues, de la Asamblea le pre-
sento sus cordiales felicitaciones y agradecimientos por la firme-
za y energía con que en los conflictos en que se ha encontrado la
patria ha sabido, a la cabeza de la fuerza pública, a la cabeza de
esos leales y bravos defensores del orden y las instituciones, ven-
cer y escarmentar la rebelión».

D E LA ASAMBLEA.

A esas palabras tan expresivas del Presidente del Senado qui-


so agregar otras más amplias la Asamblea. La Comisión de Men-
saje de la Cámara de Diputados, compuesta de don Juan José de
Herrera, don Octavio Lapido, don Avelino Lerena y don Jaime Illa
y Viamont, formuló a ese efectK) una minuta que fué sancionada
con insignificantes aclaraciones de forma.
«La Asamblea General Legislativa — decía la Comisión en su
minuta — cuanple con un deber y satisiface al mismo tiempo el
sentimiento nacional, manifestando la alta estimación que le me-
recen los servicios prestados por "V. B. a la República durante los
sucesos ocurridos en el receso de las Honorables Cámaras, de que
V. E. ha dado cuenta en su mensaje. La Asamblea Legislativa reco-
noce con V. E. que la Providencia Divina ha velado por la suerte
de la República, puesta al borde de su completa perdición por los
hombres que en los últimos seis años la han ensangrentado y arrui-
nado sin piedad. Reconoce que V. B. ha sabido cumplir con los de-
beres ique la Constitución impone al Jefe del Estado, llenando con
fidelidad el progiama de unión, de concordia, de extinción de los
viejos partidos tradicionales y de obediencia a la ley, defendien-
do con valor y perseverancia los prinoipios de orden, moralidad y
justicia, sin los cuales no hay sociedad civilizada ni regularmen-
te constituida, sin los cuales ni la democracia, ni el sistema re-
presentativo son posibles. Por eso el país entero ha rodeado a
V. E. cuando se ha visto de nuevo atacado en su vida, en su pro-
piedad, en su nacionalidad por esa rebelión que en pocos días ame-
nazó convertirlo todo en un montón de sangrientas ruinas. El pue-
blo y con él los miembros del Cuerpo Legislativo han presencia--
do los sucesos y saben que V. E. llevó la prudencia, la mode-
ración y la tolerancia más allá de donde era posible, de donde
era conciliable con la salvaguardia de los sagrados intereses de
Anales de la universidad 447

la sociedad; y aunque la República ha tenido que estremecerse a


la presencia de hechos oprobiosos y brutales perpetrados en hom-
bres indefensos y en débiles mujeres; aunque ha sido necesario
para salvar la patria el sacrificio de víctimas nobles y generosas
que han rendido sus vidas en defensa de las instituciones, la Asam-
blea se complace de que la severidad de la ley no haya sido apli-
cada a los principales autores de tantas desgracias y tantos críme-
nes sino en el último extremo.»

OTROS HOMETSTAJES DE LA ASAMBLEA.

Veintitantos días desipués de la capitulación, el doctor josC


Gabriel Palomeque presentó a la Cámara de Diputados un proyec-
to de ley por el que se declaraba al Presidentíj í'ereira gran ciuda-
dano, benemérito de la patria, «considerando — decía el preámbu-
lo— que el Excelentísimo señor Presidente de Id Itepública. llenan-
do fielmente su programa de par, de unión, de instituciones y de li-
bertad, mediante la práctica perseverante de una política eleva-
da, noble e imparcial, ha establecido sólidamente el principio de
la autoridad y el imperio de la ley... Que con su constancia en
esa política y con su abnegación personal ha creado para la Re-
pública, víctima antes de los odios de partido o de pretensiones per-
sonales, una época de estabilidad, de orden y de progreso sobre las
ruinas del caudillaje y de la demagogia... Que la extinción de
esos dos elementos del desquicio nacional y de la destrucción de
los pueblos, es un gran benefioio para la República que progresará
sin obstáculo, al amparo del orden y de las ins.tituciones . . . Que
como un efecto de la política de S. E. el ciudadano don Gabriel A.
Pereira. los gloriosos sucesos de Callorda y Quinteros sobre la re-
belión importan un verdadero y exclusivo triunfo de la autoridad
y de las instituciones de la República, quedando así labrada la ba-
se inmutable del orden y la mejor garantía para la felicidad co-
mún».
El Presidente pidió a la Cámara que desistiera de ese homena-
je, que en su concepto era opuesto «a los principios democráti-
cos que profesaba el país». Pero un grupo de cincuenta y tantos
ciudadanos, entre los que figuraban don Luis de Herrera, don Joa-
quín Requena, don Francisco Solano de Antuña, don Antonino Do-
mingo Costa, don Tristán Narvaja, don Joaquín Requena y García,
don Hipólito Gallinal y don Martín Berinduague, solicitó la san-
ción del proyecto «como expresión del voto público y acto de me-
recida justicia y de gratitud nacional».
448 Anales de la Universidad

Dos informes divergentes produjo la Comisión especial encar-


gada del estudio del proyecto. El de la mayoría, que aconsejaba el
aplazamiento de los homenajes hasta que el agraciado bajara de
su alto puesto, y el de la minoría que proponía que de inmediato
le fuera acordado al Presidente el grado de brigadier general.
En la Cámara de Diputados prevaleció el criterio de la minoría,
con expresa aceptación de los considerandos del proyecto del doc-
tor Palomeque.
El Senado, en cambio, encarpetó el asunto hasta las postrime-
rías de la administración Pereira, en que lo hizo reaparecer, pe-
ro entonces para rechazarlo en la discusión general. Pocos días
después, sin embargo, la maiyoría del Senado, que no quería de-
jar de honrar al mandatario de Quinteros, sancionaba otro proyec-
to de la Cámara ée Diputados, el de creación del «Pueblo Pereira»
en la confluencia de los arroyos Hospital y San Luis, prestigiado
por la Comisión dictaminante como «un testimonio público de re-
conocimiento a los servicios prestados» por aquel mandatario.
CAPÍTULO IX

Movimiento político

La acción argentina durante el gobierno de Pereira. Rompimien-


to de relaciones con el Gobierno de Buenos Aires.

Como resultado de la fuerte ayuda prestada a la revolución del


general César Díaz, nuestro Gobierno pasó una larga nota al de
Buenos Aires, en que hablaba «de los armamentos y enganches he-
chos pública y escandalosamente en el puerto y la ciudad de Bue-
nos Aires», y de «la vejatoria indiferencia con que había sido des-
atendida la presentación de la carta-patente que acreditaba a don
Juan José Ruiz Cónsul General de la ¡República»... No le pare-
cía posible, agregaba., «que un Gobierno amigo con el cual había
procurado siempre estrechar sus leales relaciones, prohijara o con-
sintiera jamas directa o encubiertamente un ataque tan alevoso e
inmerecido como el que acababa de dirigirse desde la opuesta
orilla, por el enganche de tropas, embarque y conducción de
ellas con municiones y pertrechos de guerra, verificado con todo
escándalo en la goleta «Maipú» a la clara luz del día».
Pero ninguna explicación mereció esa nota y entonces nuestro
Grobierno resolvió cortar sus relaciones diplomáticas con el de
Buenos Aires mediante dos enérgicos decretos dictados en ene-
ro de 1858.
Por el primero de ellos declarábase cerrados los puertos orien.
tales a las procedenoias de Buenos Aires, «en el deber — decía el
Gobierno — de garantirse por todos los medios a su alcance de las
agresiones y expediciones armadas que parten del Estado de Bue-
nos Aires en apoyo de los anarquistas encabezados por Brígido
Silveira, César Díaz y otros caudillejos y atento a la injustifica-
ble tolerancia de las autoridades de aquel Estado respecto de esas
expediciones».
Por el s^undo decreto se cazaba el exequátur del comisiona-
do especial y Cónsul General del Estado de Buenos Aires don

29.
450 Anales de la Universidad

Carlos Galvo y se le enviaban sus pasaportes con orden de aban-


donar el territorio oriental «en el perentorio término de veinti-
cuatro horas», dándose como fundamentos «el proceder del Gobier-
no de Buenos Aires o cuando menos su escandalosa tolerancia de
las hostilidades que de allí se han dirigido y que según recientes
avisos de nuevo se dirigen contra el territorio de la República»;
el tono agresivo de la prensa oficial; y la resistencia del Gobierno
bonaerense a expedir el exequátur al Cónsul General de la Repú-
biica Oriental.

Actitud deii Goibiemo de la Confederacdón Argentina.

Bl Presidente Pereira se dirigió al mismo tiempo al Gobierno de


la Confederación Argentina para denunciarle «las hostilidades que
de la manera más pública y escandalosa se dirigían desde la ciu-
dad y puerto de Buenos Aires contra nuestro territorio» y para in-
terrogarle «si en la eventualidad de desarrollarse algunas hostili-
dades y de verse comprometida la independencia nacional podría
contar con el apoyo y acción» de la autoridad nacional, «simul-
tánea y separadamente con la del Brasil con arreglo a los trata-
dos vigentes y a los más vitales intereses de uno y otro Estado».
Véase cómo explicaba el Presidente Pereira en esa misma nota
los antecedentes de la revolución de César Díaz:
«Todos ellos arrancan como es notorio de la importancia que el
Gobierno de Buenos Aires dio a las pasadas .^lecciones de repre-
sentantes de este Estado, en razón de depender de esas elecciones
el nombramiento para la próxima presidencia de la República. De
ajhí todo el empeño de hacer revivir la lucha de los antiguos par-
tidos contrallo establecido en el pacto de octubre de 1851, que es
ley de la República, y contra el programa político del Presidente
de la República, apoyado en el voto de la Nación; de ahí la pro-
jpaganda de la prensa demagoga, con sus doctrinas de exclusivis-
mo hasta el exterminio, traída y mantenida por los individuos
mismos que la sustentaban en los diarios de Buenos Aires; de ahí
en fin la rebelión, el soborno, la conspiración de mercenarios ex-
tranjeros preparada con iniquidad abominable; la resistencia al
reconocimiento de nuestro Cónsul General; y todo eso acompaña-
do de armamentos de Buenos Aires, de enganches de filibusteros
con oro cuyo origen no es dudoso para nadie, y del público embar-
que de éstos a los gritos de ¡muera el Presidente Pereira!, repe-
tidos por la prensa oficial hasta su aparición en este puerto en
un buque que es de notoria• propiedad de aquel Gobierno».
Anales de la Universidad 451

El general Urquiza que presidía los destinos de la Confedera-


ción Argentina, respondió en el acto que estaba dispuesto a pres-
tar «su apoyo franco y leal para la completa pacificación de la
República, con el escarmiento de los criminales perturbadores del
orden público».
Es que entre el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires que
ayudaba al general César Díaz, y el de la Confederación que en-
viaba sus tropas en ayuda de Pereira, existía un estado de guerra
latente que en esos mismos días agitaba fuertemente los ánimos.
Después de Caseros — decía la cancillería de la Confederación
a la de Buenos Airos en febrero de 1858 — hubo que reorganizar la
autoridad nacional que de hecho ejercía Rosas. En el acuerdo de
fían Nicolás de los Arroyos fueron acordados a Urquiza por el voto
de todos los gobernadores los poderes nacionales. Pero la Provin-
cia de Buenos Aires desautorizó en seguida a su representante y
quedó aislada de las demás. Se trata de una situación que no pue-
de prolongarse. El Congreso Constituyente ha dictado una Cons-
titución y es necesario que esa Constitución sea sometida al
voto de la Provincia antes que el Gobierno Nacional recurra al
.empleo de la fuerza.
El rapidísimo desenlace de la expedición de Oésar Díaz impidió
que la guerra civil argentina volviera a radicarse en el territo-
rio oriental, como habría sucedido dada la intensa ayuda del Go-
bierno de Buenos Aires a la revolución.

Lia guerra civil argentina. Su repercusión entre nosotros.

Pero la guerra civil argentina tenía por lo menos que envolver


a los emigrados orientales que vivían con la idea fija de la revan-
cha, preparando con ello una nueva y formidable invasión a nues-
tro territorio.
A mediados de 1859 el Presidente Pereira dio de baja al gene-
ral Flores, invocando que dicho militar había pasado de Entre Ríos
fa Buenos Aires sin previo conocimiento de las autoridades orienta-
les. Y poco después desterraba a varios ciudadanos y conv'ocaba
extraordinariamente a la Guardia Nacional.
«Por grande que sea la confianza — decía al dar cuenta a la
Asamblea de estas medidas—que el Gobierno deposita en la decisión
del país por el orden y la paz, la reunión en la ciudad de Buenos
Buenos Aires de los principales fautores de todas las revoluciones
que en estos últimos años han ensangrentado y arruinado a la Re-
452 Anales de la Uiiiversidad

pública y la actitud armada que han asumido a las órdenes de aquel


Grobiemo, colocan al Poder Ejecutivo en la necesidad de prevenir
la repetición de las constantes hostilidades de allí dirigidas para
alterar el orden público y envolvemos de nuevo en los desastres
de la guerra».
Ya en esos momentos quedaban rotas las hostilidades entre la
Confederación y la Provincia de Buenos Aires y el gobierno de
Pereira pasaba una circular al Ouerpo Diiplomático anunciando
su propósito de permanecer neutral en la contienda, y otra a los
Jefes Políticos prohibiéndoles la admisión y venta de presas en los
puertos orientales, a la vez que escalonaba un cuerpo de ejército
de 1,500 hombres en la costa del Uruguay para evitar pasajes de
fuerzas a nuestro territorio.

Un iíieideiit*;- diplomático ruidoso.

En una de las alternativas de la lucha entró al puerto de Mon-


tevideo la escuadrilla de Urquiza y horas después entró también la
de Buenos Aires pidiendo que se obligara a la primera a salir mar
afuera o en su defecto desarmarse. Nuestro Gobierno ordenó la sa.
lida de ambas escuadrillas, y la orden se habría cumplido sin la
publicación de un parte del comandante bonaerense que terminaba
con estas palabras:
«Deseando patentizar una vez más nuestra superioridad sobre las
fuerzas enemigas, entré al puerto de Montevideo pasando a tiro de
pistola del fuerte de San José y a tiro de fusil de los buques ene-
migos».
Ante esa alharaca resolvió el Gobierno volver sobre sus pasos,
mediante un decreto en que hacía constar que la salida de las
escuadrillas había sido dictada por interposición del Encargado de
Negocios del Brasil; que el parte del jefe argentino que presenta-
ba a las autoridades orientales como cediendo a la presión de los
cañones había causado honda sensación; y que mientras la canci-
llería argentina no diera amplias satisfacciones, la orden de salida
quedaría suspendida-
Dio lugar ese decreto a una nota de la cancillería brasileña a la
I-egación Oriental en Río de Janeiro que tuvo honda repercusión en
el Plata.
El Gobierno de la Confederación — decía la nota — formó
su escuadrilla de guerra en el propio puerto de Montevideo so-
bre la base de seis barcos mercantes comprados y armados allí
Anales de la Universidad 453

mismo. Cuando la escuadrilla de Buenos Aires entro tambión al


puerto de Montevideo, preguntó el Gobierno Oriental a la Lega-
ción Imperial si en el caso de conflicto podría contar con la arma-
da brasileña, y habiendo obtenido respuesta afirmativa intimó a los
beligerantes que se abstuvieran de abrir allí hostilidades. Los bu-
ques de la Confederación continuaron su armamento, y eso dio lu-
gar a que la escuadrilla de Buenos Aires volviera a presentarse
©n Montevideo. Fué entonces que el Gobierno Oriental resolvió
decretar la salida de ambas escuadrillas, orden que acató la de
Buenos Aires y no la de la Confederación, a pesar del acuerdo a
que se había arribado por intermedio de la Legación. Si el Gobier-
no Oriental no se mantiene neutral, el Brasil, «reservando plena li-
bertad de acción, intervendrá solamente por el bien de los grandes
intereses del Imperio, que puedan venir a quedar comprometidos
en la lucha emergente».
Don Andrés Lamas solicitó instrucciones a Montevideo y mien-
tras se le enviaban surgió otro incidente que la cancillería orien-
tal se apresuró a comunicarle en una nota de principios de noviem-
bre que fué publicada de inimediato para tranquilizar al pueblo.
Empezaba diciendo nuestra cancillería que el acuerdo guberna-
tivo que dejaba sin efecto la orden de salida de las dos escuadri-
llas, no significaba una reacción contra el principio de neutrali-
dad, a pesar de lo cual había pretendido y seguía pretendiendo
la Legación Brasileña que se hiciera una nueva y amplia declara-
ción do neutralidad. Tal pretensión es inadmisible. Importaría
reconocer que el Gobierno ha faltado a la neutralidad y deroga-
ría además la actitud que obligó a asumir la nota agraviante del
jefe de la escuadrilla de Buenos Aires.
Si esa exigencia del Imperio — agregaba la cancillería al doc-
tor Lamas — «es una condición para mantenerse en el compromiso
contraído de apoyarlo en el sostén de la integridad y de la inde-
pendencia de este Estado, renuncia desde ahora a ese apoyo que
vendría a imponérsele a costa de su dignidad y de su buen derecho.
Declárelo así S. E. al Gobierno Imperial, manifestándole que el de
la República fiará de hoy en adelante la salvaguardia de los dere.
chos e intereses nacionales al solo esfuerzo y concurso de los bue-
nos ciudadanos, con los cuales ya los salvó otra vez de las garras
de la anarquía y de las insidias de un gobierno extranjero».
El mismo día en que era entregada la nota a la prensa, el Pre-
sidente Pereira dirigía un manifiesto al país para ratificarse en
sus declaraciones sobre neutralidad.
454 Anales de la universidad

«Ante los grandes acontecimientos desenvueltos en el Río de la


Plata — decía ese manifiesto — que la historia ha de recoger
con avidez para juzgar a sus hombres y a sus pueblos, los momen-
tos que atravesamos son solemnes y nunca mejor sentida la voz
de la autoridad para hacerles conocer los principios de siu conduc-
tñ política»... Consiste esa política «en la conservación de la más
perfecta y absoluta neutralidad en toda clase de guerras extra-
ñas» . . . La República necesita conservarse neutralizada «por su
propia voluntad»... Colocada por su situación geográfica en me-
dio de dos naciones que alternativamente y en tiempos no muy
lejanos se disputaron su predominio, en medio de dos naciones
que desde la independencia de la República se han encontrado
ora agitadas en su seno por la guerra civil, ora juntas, ora separa-
das por intereses políticos de cada una de ellas, vino a costa de
su sangre y de su tesoro a aprender que toda vez que por razones
de conveniencia siempre transitorias como lo es la de la política
que no busca base real en intereses mercantiles y económicos, en
intereses permanentes, se dejase arrastrar bajo la influencia de
la una o de la otra, bien a las luchas fratricidas, bien a las gue-
rras nacionales, sólo tendría que recoger por resultdo la desmem-
bración de su territorio, el empobrecimiento y la ruina de su
bienestar»... Por eso el Gobierno ha proclamado «el principio sal-
vador de la neutralización absoluta» y a él se conservará fiel en
tanto no vea comprometidos los derechos e intereses del Uruguay.
Tocaba en esos momentos a su término la contienda argentina
bajo la presión de la batalla de Cepeda y se iniciaban negociacio-
nes de paz sobre la base de la reincorporación de la Provincia de
Buenos Aires a la Confederación, actuando como mediador el Go-
bierno Paraguayo representado por el general Francisco Solano
López.
Pero la Legación Oriental, que ya tenía las instrucciones que
había solicitado, resolvió contestar la nota de la cancillería brasi-
leña.
Insistía el doctor Lamas en que la suspensión de la orden de
salida de las dos escuadrillas había sido la consecuencia obligada
de la publicación del parte argentino que hería la dignidad nacio-
nal; prevenía que algunos de los buques de la escuadrilla de Ur-
quiza habían sido armados en Río de Janeiro y no en Montevideo;
y agregaba para demostrar al Brasil la necesidad de apoyar al
Uruguay en su resolución de permanecer neutral en la contienda
argentina:
Anales de la Universidad 455

«Las autoridades de Buenos Aires siguiendo sin duda una tradi-


ción cuyo rastro se encuentra en la política de todos los gobier-
nos establecidos en aquella ciudad, permitieron que bajo sus au-
picios se iniciare allí una soñada República del Plata que debía
absorber la nacionalidad oriental.»

Un artículo del doctor Juan Cíwlos Ctómez sositleiiiendo que el


Uruguay debía reincorporarse a la Oomíederación Argentina.

Hacía reiferencia sin duda alguna la Legación Ordental a la cam-


paña periodística que había vuelto a emprenderse a favor de la
reincorporación de la República Oriental a la Confederación Ar-
gentina.
Véase cómo planteaba el problema el doctor Juan Carlos Grómez
desde la columnas de «El Nacional» de Buenos Aires en julio de
1S59:
«Mientras el Estado Oriental constituya una naoionalidad in-
dependiente no habrá integridad nacional y por consiguiente no
habrá posibilidad de organización de la República. Lucharemos en
vano con lo imposible que es más fuerte que la voluntad de los
hombres. La cuestión de la integridad nacional no está, pues,
en Buenos Aires como Urquiza finge creerlo en sus propósitos
de caudillaje; no está en Entre Ríos, como los hombres de Estado
en Buenos Aires se han imaginado hasta ahora extraviados por
'ina ilusión ée óptica que les hace ver allí el horizonte de la pa-
tria. La cuestión nacional está en el Estado Oriental: es allí don-
de ha de debatirse, es allí donde la Providencia prepara los suce-
sos que han de darle solución definitiva. Tan ciegos están a este
resipecto los hombres de Estado de Buenos Aires y la gente de
caudillaje de Entre Ríos que unos y otros en vez de allanar esa so-
lución, aglomeran obstáculos para entorpecerla, abonando elemen-
tos e intereses inmorales en el Estado Oriental que han de oponer
la res'stenoia a la solución del problema. El Estado Oriental ha
de venir a la unión. Es cuestión de tiempo. Veintinueve años de
desgracias y desastres le han probado que la paz es imposible con
esa ficción de nacionalidad que lo mantiene en la condición de
provincia brasileña, con todas las cargas y sin ninguna de las,
ventajas de las demás provincias del Imperio».
456 Anales de la Universidad

Queda subsistente el amago de revoluciones ayudadas por el Go-


bierno de Buenos Ali*es.

No era una pacificación definitiva, sino un simple compás de


espera lo que había hecho bajar las armas a los partidos argenti-
nos. La contienda tenía que reabrirse y con ella Jos amagos de
nuevas invasiones a nuestro territorio.
«El Gobierno de la República — decía el Presidente Pereira
al abrir las sesiones ordinarias de febrero de 1860 — ve con pe-
sar que el pacto del 11 de noviembre no ha modificado como era
de esperarse la situación preexistente entre la República y aque-
lla provincia (Buenos Aires) y ha tenido que conservar la misma
actitud que guardó desde 1858 a consecuencia de las injustifi-
cadas agresiones que desde allí se dirigieron contra la paz del
Estado durante la admindstración que ha caducado. Han quedado
en pie las mismas causas de continuas asechanzas, conserván-
dose en posiciones oficiales a los mismos hombres que conspiraron
siempre contra el bienestar de nuestro país y este orden de cosas
no puede menos de inspirar desconfianzas y recelos... Dispuesto
sin embargo a mantener lejos del país, en el interés mismo de la
paz, aquellos espíritus irreconciliables oon el orden y el imperio de
las instituciones, he tendido una mano generosa y he abierto las
puertas de la patria a todos los que sin haber tomado una parte
muy principal en los desórdenes anteriores solioitaran regi*esar
a ella prometiendo que no contribuirían en lo sucesivo a pertur-
bar el reposo que felizmente aseguran sus leyes»-
El amago era real y habría de consumarse bajo la presidencia
de don Bernardo P. Berro por los mismos militares orientales
Que habían estado al servicio del Gtobierno de Buenos Aires en
las luchas contra Urquiza y que volverían a estarlo después has-
ta conquistar el apoyo moral y material que necesitaban para
vencer.

l;a diplomacia brasileña durante el gobierno de Pereira. Liqui-


dando anteriores agravios.

Al discutirse en la Cámara de Diputados en mayo de 1856 la


respuesta del Senado al mensaje presidencial de apertura de las
sesiones ordinarias del Cuerpo Legislativo, don José G. Palome-
que se ocupó del retiix) del Ministro Amaral gestionado por el go-
Anales de la Universidad 457

bierno de Flores con motivo de las revoluciones de 1855. Dijo que


el Imperio lejos de acceder al reitro, había concedido un ascenso al
doctor Amaral, y que era necesario averiguar cuál había sido la
actitud de la cancillería oriental ante semejante hecho.
La Cámara de Diputados resolvió pedir explicaciones al Poder
Ejecutivo y votó una minuta de comunicación en la que se es-
tudiaban los antecedentes del asunto.
Se trata — decía la minuta — «de un hecho que mancilla dolo-
rosa y cruelmente la dignidad y honra de la República»... La Cá-
^ mará «mira con el más profundo pesar la representación del Gobier-
no de S. M. Imperial en la República en la persona de su Minis-
t.io Plenipotenciario el Excmo. Señor José M. do Amaral»... Por
lesolución de agosto de 1855 se ordenó que nuestra Legación en
Río de Janeiro declarase «al Gobierno Imperial el cese de la in-
terven^íión armada y pidiera en consecuencia su retiro y el retiro
de S. B. el señor Ministro Amaral, contra quien el Poder Ejecuti-
vo tenía tan justos como dobles motivos de queja»... El mismo
Poder Ejecutivo se vio posteriormente en el caso de protestar
«contra la conducta inerte y parcial del Ministro Imperial doc-
tor Amaral y en consecuencia suspender sus relaciones hasta
obtener una satisfacción digna de su Gobierno por infracción de
la buena fe con que el de la Reipública aceptó los tratados de alian-
za con el de S. M. Imperial»... Y a pesar de todo el señor Amaral
fué ascendido a Ministro Plenipotenciario y recibido como tal
er el mismo año 1855 «con el más humillante y completo olvido
de los antecedentes que marchitan los gloriosos colores de la patria».
Quiso eludir la contestación el Poder Ejecutivo, pretextando que
a esa minuta le faltaba la sanción del Senado. Pero la Cámara in-
sistió en su pedido de explicaciones y ante su actitud el Presiden-
te Pereira confió nuevamente nuestra Legación a don Andrés La-
mas, atendiéndose entonces por la cancillería brasileña el pedido
que había encarpetado. El hecho es que el Ministro Amaral
anunció meses después al Gobierno Oriental que su misión ha-
bía terminado por orden del Emperador.
Otro colazo Importante del debate parlamentario fué la di-
solución dfe la división brasileña que había estado destacada en
Montevideo y que todavía en mayo de 1S56 se conservaba intac-
ta en Pirahy Grande, Provincia de Río Grande, a la espera segu-
ramente de un posible aviso de regreso! Según las informaciones
de «El Comercio del Plata» recién en esa oportunidad fueron dis-
tribuidas las tropas entre las distintas plazas de Río Grande.
458 Anales de la Universidad

iiñ, revisión del tratado de alianza.

Juntamente .con la reiteración del pedido de retiro del Ministro


Amaral, anunciaba don Andrés Lamas a la cancillería imperial que
el Presidente Pereira había resuelto «tener por único apoyo de su
autoridad las leyes y la opinión nacional».
«Habiendo sido prácticamente ineficaces — agregaba en su nota
— para afianzar la paz pública, fortificar los hábitos constitucio-
nales y restaurar el saludable principio de la autoridad legítima /°-
los medios del tratado de 1861. tales como fueron empleados, S. E.
entendió que la experiencia estaba de acuerdo con sus sentimien-
tos y opiniones personales y que sólo lleg-aria a afianzar Ja paz, a
fortalecer los hábitos constitucionales y a levantar el principio déla
autoridad legítima, por medio de un plan político todo nacional,
de justicia y de consideración sincera, siendo el Presidente el jefe
legal y responsable de la Nación y no el candidato de un partido
personal, y llamando a su lado a los orientales que antes divi-
dían las rotas y odiosas divisas de la guerra civil y del caudillaje
que todos los buenos ciudadanos tienen en horror perdurable».
Al dar cuenta de estas gestiones a la Asamblea decía el Pre-
sidente Pereira en su mensaje de apertura de las sesiones ordi-
narias de 1857:
«Siendo prácticamente ineficaces para afianzar la paz y forti-
ñcar los hábitos constitucionales los medios estipulados en el tra-
tado de alianza con el Brasil, inclinado el Presidente de la Repú-
blica a apoyarse únicamente en la opinión popular... lejos de
pretender apoyarse en el auxilio armado que le garante el trata-
do de alianza, expidió órdenes al Ministro Plenipotenciario de la
República para solicitar la revisión del tratado en el sentido de
que se dejen sin efecto a^juellas estipulaciones».
La presencia de las tropas brasileñas sólo había servido efec-
tivamente para multiplicar el número de nuestras revoluciones,
ahondar las divisiones entre los orientales y dar pretextos al Im-
rerio para seguir tragándose los territorios fronterizos.

Uno de los tantos movimientos revolucionarios fomentados por ia


Ijegación Brasileña.

Antes de finalizar el año 1856 pidió también el doctor Lamas a


la cancillería brasileña, de acuerdo con sus instrucciones, «una de-
Anales de la universidad 459

claración explícita sobre la política que el Gobierno de S. M. se


proponía seguir en relación a los negocios internos de la Repúbli-
ca Oriental del Uruguay».
«La opinión corriente en el Río de la Plata — decía el doctor La-
mas historiando los comienzos del gobierno de Pereira — atribuía
al Brasil haber ofrecido el apoyo de su fuerza moral a algunas in-
dividualidades con quienes los agentes brasileños habían manteni-
do y mantenían relaciones a las que se suponía carácter político»
Era una clara referencia a las relaciones del Ministro Amaral
con Oribe al descubrirse la conjuración del general César Díaz. De
las entrelineas de la nota resultaba que la diplomacia brasileña al
ver que Oribe acaudillaba fuerzas importantes, le había insinua-
do la idea diabólica de echar abajo al gobierno de Pereira en vez
de sostenerlo.
El Ministro Paranhos que estaba al frente de la cancillería bra-
sileña y que conocía bien todo lo que había ocurrido y seguía ocu-
rriendo en el Río de la Plata, contestó a don Andrés Lamas que
era efectivamente cierto que Oribe había mantenido conversacio-
nes privadas con los agentes brasileños, cuando apareció como je-
fe de fuerzas armadas en apoyo de la autoridad legítima; «que no
dudaba qu£ una que otra conversación persorval hubiera tenido Ju-
gar sobre objetos políticos», pero que la República podía contar
con todo «el apoyo moral que el Brasil estaba dispuesto a prestar
al gobierno constituido y legalmente ejercido».
Era la confesión paladina de una nueva intriga revolucionaria
que no había alcanzado a realizarse.

A propósito de la exclusión del Uniguay en el tratado de 1856


entre la Argentina y el Brasil.

Una tercera y muy importante gestión tuvo que realizar la Le-


gación Oriental en Río de Janeiro a fines de 1856.
El Brasil y la Argentina acababan de concertar un tratado de
amistad, comercio y navegación en el que figuraban dos cláusulas
que importaban un desconocimiento claro y manifiesto de la so-
beranía uruguaya.
Ratificaban por una de ellas la Convención preliminar de paz
de 1828 que imponía a las partes contratantes la obligación de de-
fender la independencia e integridad del Uruguay; y agregaban
en la otra:
460 Anales de la universidad

«Se considerará atacada la independencia e integridad del Es-


tado Oriental en los casos que ulteriormente se acordaren en con-
currencia con su gobierno y desde luego y terminantemente en eí
caso de conquista declarada y cuando alguna nación extranjera
pretendiese mudar la forma de gobierno o designar o imponer
la persona o personas que hayan de gobernarlo».
Vale la pena de agregar, dada su importancia histórica, que por
ese mismo tratado el Brasil y la Confederación Argentina recono-
cían la conveniencia de neutralizar la isla de Martín García en caso
de guerra, y asimismo la de «oponerse por todos los medios a
que la posesión de Martín García deje de pertenecer a uno de los
Estados del Plata interesados en su libre navegación».
El Brasil y la Argentina — decía el doctor Lamas — se com-
prometen a defender la independencia del Uruguay, estipulación
gravísima en que no ha intervenido el Gobierno Oriental, que im-
plica un desconocimiento de la independencia absoluta del Uru-
guay. La Convención de 1828 debió ser seguida del tratado defi-
nitivo de paz, varias veces promovido sin éxito por el Uruguay por
efecto de la resistencia de la Argentina. Y ahora se reúnen Jos
plenipotenciarios de la Argentina y del Brasil para redactar o>i&
tratado sin la intervención uruguaya!
«La República Oriental del Uruguay — agregaba — será inie-
.pendiente mientras existan orientales. En este punto no hay par-
tidos ni disidencias, y como lo decía el infrascrito al Gobierno
Imperial en 1854, ningún proyecto de dominación encontraría c-n
ellos ni en ninguna parte de ellos, cooperadores, cómplices, ni aún
indiferentes; y el que quisiera dominarlos tendría tantos enemigos
como hay orientales... Quieren ser, serán independientes, pero
por su derecho, por su voluntad, no porque la independencia les
sea impuesta, no porque inconsultos ellos sus vecinos tengan la
benevolencia de constituirse los campeones perpetuos de la inde-
pendencia oriental.»
«No son sólo el Brasil y la Confederación Argentina los que se
consideran interesados y con derechos a mantener la independen-
cia oriental. La Inglaterra lo deduce de su mediación para la Con-
vención de 1828. La Francia, del artículo 4." del tratado de 29 de
octubre de 1840. En virtud de esos títulos más o menos contestables
y por otros que valían más que ellos, todas esas naciones han inter-
venido en el Estado Oriental, todas han asistidto a sus desastres,
todas han dado sin quererlo alimento y asidero a las intrigas, a
los cálculos, a las esperanzas, a las decepciones, a los enconos de
Anales de la Universidad 461

las pasiones encendidas y ciegas, ciegas de esa ceguera horrible,


vertiginosa, suicida que produce la sangre de las guerras civiles.
Esta es la verdad dolorosísima, pero incontestable. La experiencia
ha demostrado que la intervención de una o dos potencias por ac-
tos aislados no es conveniente. El aislamiento produce celos, rivali-
dades, sospechas de predominio o de propósitos de predominio... La
independencia oriental ¿es un interés común al Brasil, a la Con-
federación Argentina, a la Inglaterra y a la Francia?... Bien:
reconozcamos y formulemos las garantías de esa independencia, con
o] concurso de todos los interesados... La garantía sea de todos,
pues todos tienen el mismo interés en ella.»
«Tal es en breves palabras la base capital — concluía el doctor
Lamas — de la revisión que solicita el Gobierno de la República
üel tratado de alianza de 1851.»
Como consecuencia de estas gestiones se firmó en septiembre
de 1857 un protocolo en que el Brasil declaraba que el tratado de
1856 jio menoscababa la absoluta y perfecta independencia orien-
tal y que se entraría en negociaciones para arribar al tratado
indicado en la nota de la Legación Oriental. Y en igual forma con-
testó la cancillería de la Confederación Argentina.
Por el mismo protocolo se ponía fin a los auxilios militares
pactados en 1851, evitándose con ello la repetición del desastroso
espectáculo dado por las tropas gestionadas y obtenidas en 1854
por el gobierno de Flores.
Ocupándose de esta gestión diplomática decía el Poder Ejecutivo
eiJ su mensaje de apertura de las sesiones ordinarias de 1857:
«La Confederación Argentina y el Imperio del Brasil celebraron
entre sí un tratado de amistad, comercio y navegación, en el cual
tuvieron a bien comprender estipulaciones que se refieren a nos-
otros, obligándose los poderes contratantes a defender la integri-
dad e independencia de la República Oriental del Uruguay y desig-
rando ya algunos casos en que la independencia debe considerarse
atacada. Esta estipulación, por favorable que parezca para la Re-
pública, debía establecerse con acuerdo suyo. La independencia del
Estado Oriental es perfecta y absoluta. La misma Convención pre-
liminar de paz que se invoca en el tratado lo declara así. Luego
ninguna otra nación, ninguna otra potencia, ni aún las signatarias
de aquella Convención, pueden hacer estipulaciones que afecten al
Estado Oriental y le obliguen de cualquier modo sin su concurso
y libre consentimiento. Siendo, pues, una condición esencial de
nuestra existencia entre las naciones la conservación de nuestra
462 Anales de la Universidad

independencia y de nuestra soberanía sin menoscabo alguno, y


decidido el Poder Ejecutivo a mantenerla así, ordenó a la Legación
de la República en el Río" de Janeiro y en el Paraná pidiera las
necesarias explicaciones. Así se ha practicado y el Poder Ejecutivo
confía en que la solución de este asunto ha de satisfacer amplia-
mente a la República.»
Tal es el punto de partida del Tratado de Neutralización de que
hablaremos más adelante.

El tratado de comercio y el de peoniita de territorios.

Dos tratados de importancia ajustó al año siguiente nuestro Mi-


nistro don Andrés Lamas: el de comercio y el de permuta de te-
rritorios.
LEI primero llegó a Montevideo en septiembre de 1857 y el Go-
bierno se apresuró a divulgarlo mediante una circular a los Jefes
Políticos, en la que luego de hablar de las ventajas que su sanción
reportaría al Uruguay, decía:
«Pero esas ventajas y aún la ejecución misma de las estipulacio-
i'es del tratado dependen de la permanencia de la paz hajo la polí-
tica iniciada en el inograma de 8. E. el Presidente la República.
Afortunadamente el espíritu pacífico de la población, fruto del
amargo desengaño producido por una larga serie de calamidades
y sufrimientos, es una garantía de la estabilidad de la paz y una
prueba de la aceptación sincera que la gran mayoría de la nación
presta a la política del Gobierno».
A principios de octubre fué convocada extraordinariamente la
Asamblea para abordar su estudio, dando ello lugar a una vio-
lenta polémica entre vicentinos y alacranes como eran denomi-
ixados popularmente los opositores y los partidarios del tratado,
a la que el Fiscal del Crimen trató inútilmente de poner térmi-
no acusando ante el Jurado al doctor Juan Carlos Gómez por los
términos ultrajantes — decía — que había empleado en «El Na-
cional» contra el Ministro negociador y contra el Gobierno.
La controversia fué subiendo de tono, y en tal forma que antes
de terminar el mismo mes de octubre y pendiente todavía, el es-
tudio del tratado, consideró el Presidente Pereira que era pruden-
te clausurar las sesiones extraordinarias.
«Convencido — decía al comunicar esa decisión a la Asamblea
— que en la exaltación en que están los ánimos con motivo de la
cuestión electoral que se debate calorosamente excitando las pa-
Anales de la Universidad 463

siones, no es posible, como lo prueba la sesión de este día, una


discusión templada e imparcial sobre dichas modificaciones, que
se toman como pretexto para pretensiones que pueden afectar la
paz pública y alterar el orden que el Poder Ejecutivo debe con-
servar inalterable».
Por el otro tratado la República cedía al Brasil una superficie
de territorio bastante vara ejido de la villa de Santa Ana do Li-
vramento, a cambio de una superficie igual que en otro punto de la
frontera cedía el Brasil.
(La Comisión de Legislación del Senado, que la constituía el
doctor Ambrosio Velazco, aconsejó su aprobación. «Las estipula-
ciones del tratado — decía en su informe — están basadas en
la igualdad y los intereses recíprocos de ambos Estados».
Pero ya veremos que a mediados del año siguiente el Senado
rechazó ese pacto sin debate, como si se tratara de un acuerdo rea-
lizado en antesalas.

El tratado de limites. Procedimientos de ejecución durante el


gobierno de Pereira.

El tratado de límites impuesto cruelmente por el Brasil al go-


bierno de Suárez en medio de una situación de angustias polí-
ticas y financieras que obstaculizaban la defensa de las extensas
zonas que exigía el Imperio como precio de su actitud contra Rosas,
se venía ejecutando sobre el terreno en medio de otras angus-
tias que no cedían a las primeras en intensidad y que el Brasil
aprovechaba para continuar su plan de usurpaciones territoriales.
En marzo de 1857 comunicó al Gobierno el general de ingenie,
ros don José María Reyes que habían terminado los trabajos de
demarcación de límites, después de cinco años de tareas profe-
sionales». Quedan «demarcadas — decía — geodésica y astronó-
micamente 600 a 700 millas geográficas, a que se extiende la zo-
na de sus límites con el Imperio... Con esta demarcación la Re-
pública conserva con cortas diferencias después de tantos sacudi-
mientos y emergencias desgraciadas que pusieron en serio peligro
su conservación y hasta su propia nacionalidad, los límites que he-
redó con su independencia política en 1828 y cuyo estatu quo le
asignaron entonces los Poderes que la crearon».
Las cortas diferencias a que aludía el Comisario oriental eran
las zonas considerables a que nos hemos referido al ocuparnos
de los tratados de 1851. Pero las angustias de la época obliga-
464 Anales de la Univeisidad

ban todavía a no disgustar al voraz Imperio que nos había enviado


un ejército para atizar el fuego de la guerra civil y que seguía
abriendo su bolsa para sacar de apuros a nuestro Gobierno.
En su Relatorio de mayo de 1856 hablaba el Ministro de Nego-
cioíí Extranjeros del Brasil de dudas ocurridas al demarcarse la
línea entre el río Yaguarón y la cuchilla de Santa Ana, con la ad-
vertencia de que eUas habían dado lugar a que el Comisario orien-
tal se retirase por algún tiempo de la frontera.
Otro Relatorio presentado a la Asamblea provincial de Río Gran-
de, explicaba así esas dudas al año siguiente:
«La variedad y contradicción de nombres con que ciertos puntos,
bañados o arroyos son conocidos en ambos países, la posición du.
dosa o incierta de algunos otros, necesariamente debían a cada
paso haber suscitado embarazos para el pronto término^ del tra-
bajo de la Comisión. Sin embargo, actualmente los dos Comisa-
rios han conseguido vencer todos esos trabajos y resolver todas
las dudas:».
Es un comentario que basta y sobra para darse cuenta de la
extrema gravedad de las frecuentes controversias que iban sur-
giendo entre el Comisario brasileño que avanzaba paso a paso so-
bre el territorio ajeno, y el Comisario oriental que no podía de-
tenerlo con energía porque las circunstancias políticas y finan-
cieras del país obligaban a contemporizar.
Léase este otro párrafo del Relatorio presentado por el Minis-
tro de Negocios Extranjeros del Brasil en mayo de 1858:
«Se halla firmada por los Comisarios brasileño y oriental el ac-
ta de demarcación de la frontera de Aceguá y San Luis. Las rec-
tas que en falta de divisas naturales han de marcar el giro de
la linea divisoria de esas fronteras, fueron tomadas por la Comi-
sión 'brasileña. La exactitud de esa línea fué verificada y reco-
nocida por el ingeniero don Julio Reyes, debidamente autorizado
para ese fin por el Comisario oriental, que no pudo asistir a ese
trabajo de nuestra Comisión y que finalmente dio a él su asenti-
miento».
Esta estupenda declaración dio lugar a que nuestro Comisario
el general Reyes saliera a la prensa para explicar el hecho, sin
negarlo, lo que no impidió que su actitud fuera aprobada median-
te un decreto del mes de junio, obra de las circunstancias angus-
tiosas de la época, que cerraba así la grave polémica que envol.
vía a la prensa:
«El Gobierno considera que quedaron perfectamente garantidos
Anales de la Universidad 465

el acierto y la exactitud de la operación por los conocimientos cien-


tíficos de los respectivos auxiliares de ambas comisiones».
Estaban tan perfectamente acostumbrados los estadistas brasi-
leños a irse tragando gradualmente el territorio oriental, que ni
siquiera se tomaban la molestia de encubrir sus formidables zarpa-
zos con algunos harapos al redactar documentos oficiales de larga
resonancia. Léase este otro párrafo del Relatorio presentado por el
Ministro de Negocios Extranjeros a mediados de 1859 acerca de
la demarcación de límites en las fronteras de Aceguá y San Luis,
«Fijadas definitivamente aquellas fronteras era de recíproca con-
veniencia que las autoridades brasileñas tomaran posesión inme-
diatamente de los terrenos comprendidos entre la antigua y la
nueva línea divisoria, por cuanto no habiendo allí policía ni por
la parte del Imperio, ni por la de la República, servían esos' terre-
nos de asilo seguro a los criminales y desertores de uno y otro
país. El Gobierno Imperial expidió las órdenes que para ese ob-
jeto se le solicitaron y efectivamente esos terrenos hacen hoy par-
te del territorio del Imperio-».

Extremos a que llegaba la absiorcijón brasileña.

Hemos hecho referencia en el tomo anterior a unr. protesta pre-


sentada por don Andrés Lamas en 1857 contra las autoridades de
la villa de Yaguarón que negaban a los habitantes de Artigas per-
miso para conservar una canoa destinada a obtener auxilios mé-
dicos y religiosos en la margen brasileña. Hé aquí ahora los fun-
damentos de esa protesta, que constituyen todo un proceso contra
el tratado de límites, formulado por el propio Ministro negociador
de ese tratado:
La villa de Artigas, situada casi sobre la margen d^el río Ya-
guarón, queda inundada en las grandes crecientes y en esos mo-
mentos las lanchas fiscales brasileñas navegan sobre las calles
mismas de la villa oriental, habiéndose dado el caso de aprehen-
der a título de contrabando artículos de comercio que se dirigían
a otra parte de nuestro territorio... Los habitantes de Artigas y
de toda la margen del Yaguarón que pertenece a la República, te-
nían desde tiempo inmemorial, antes y después de los tratados
do 1851, botes y canoas destinados a usos comerciales y de sim-
ple comunicación personal. -Una noche cruzaron el río los agentes
fiscales del Imperio y robaron todas las embarcaciones sin respe-
tar las mismas que estaban en tierra firme a 20 varas de la cos-

30.
466 Anales de la universidad

ta. El vecindario de aquellos parajes que ocurría a la villa de Ya-


g u a r ó n en d e m a n d a de auxilios médicos y religiosos de que care-
cía, solicitó entonces la concesión de u n a sola canoa bajo la pro-
mesa de emplearla exclusivamente en dichos objetos. La autori-
dad oriental se ofreció a g a r a n t i r el buen uso de la canoa. P e r o
los empleados brasileños no sólo desecharon el pedido, sino que
iniciaron pretensiones sobre el uso del agua del r í o . . . Si merced
a las g u e r r a s extranjeras y sobre todo a las disensiones de fami-
lia que h a n hecho la desgracia y debilitado la República, el Bra-
sil pudo a d q u i r i r la posesión exclusiva de la navegación comer-
cial del río Yaguarón a que no tenía título histórico, ni título de
derecho, a que no tenía ni sombra de derecho, esa adquisición no
ha despojado al soberano de sus otros derechos; la República los
ha conservado y los mantiene, decidida como está a que tengan un
límite definitivo los despojos que su desgracia facilitaron y consu-
maron.
lEn una segunda nota expresaba el señor L a m a s que la autori-
dad local de Artigas había solicitado n u e v a m e n t e la concesión de
u n bote destinado al salvamento de vidas en las crecientes del Ya-
g u a r ó n y que tampoco ese pedido había sido atendido. No puede
demorar por mucho tiempo, sin embargo — agregaba el Ministro
Oriental — la provisión de t a n u r g e n t e necesidad y u n a vez colo-
cada la b a n d e r a oriental en las embarcaciones que el Gobierno
destine al servicio de seguridad y uso corriente de los h a b i t a n t e s
de Artigas, esa bandera no será aprisionada i m p u n e m e n t e por n i n .
g u n a fuerza o autoridad extranjera.
El Gobierno Brasileño al contestar ambas notas declaró que ha-
bían sido exorbitantes las medidas de fiscalización de que se que-
j a b a el plenipotenciario oriental y en cuanto a la navegación del
río Yaguarón, que a t e n t o lo convenido en 1851 y m i e n t r a s no se
ejecutara el nuevo t r a t a d o de comercio de 1857, p e r m i t i r í a que la
villa de A r t i g a s t u v i e r a dos. canoas o botes de simple t r a n s p o r t e
de personas para los ñnes con que los h a b i t a n t e s solicitaban la
concesión!
Vale la pena de agregar que el Brasil, que así obstaculizaba el
uso de u n a canoa en el río Yaguarón, había a r r a n c a d o a la Repú-
blica Oriental por los t r a t a d o s de 1851 el reconocimiento de la na-
vegación común del río U r u g u a y y de todos sus afluentes.
Anales de la Universidad 467

Un acta histórica.

El 18 de Julio de 1859 tuvo lugar en el Salto la colocación de


la piedra fundamental del edificio destinado a las oficinas depen-
dientes de la Jefatura de Policía, Junta Económico-Administrati-
va, cárceles y cuartel. En el acta conmemorativa suscrita por
el Jefe Político don Diego Lamas y por el Presidente de la Junta
Económico-Administrativa don Dionisio Trillo, se establecían los
límites generales del Uruguay. Y he aquí para qué:
«Como un recuerdo de lo que la República es en la actualidad y
en previsión de los azares del porvenir», atento a que ha sido «de-
vorada aquélla por el Brasil que en poco más de un siglo desde
los tiempos coloniales hasta la fecha se ha absorbido más de la
i-iitad de su territorio.»

Cuando el Brasil apretaba el toi'niquiete ei-a cuando nuestro Go-


bierno tenía mayor necesidad de recuiTír a su tesoít) y a su
ejército.

Al estallar el movimiento revolucionario de diciembre de 1857


la Legación Oriental se dirigió a la cancillería brasileña en de-
manda de tropas y de dinero.
Entre los anexos del Relatorio del Ministro de Negocios Extran-
jeros correspondiente a 1858, figura una nota en que don Andrés
Lamas hablaba así al canciller brasileño a mediados de enero de
dicho año:
«Es de la más reconocida importancia y urgencia que se aumen-
ten las fuerzas imperiales en Montevideo, de manera que en algu-
1 as de las eventualidades que puedan darse estén en estado de
hacer efectiva aquella oposición en tiempo y de modo eficaz y opor-
tuno. El G-obierno de la República vería con satisfacción el aumento
de las fuerzas imperiales para poder ocurrir oportunamente a ta-
les eventualidades, y si eso se verifica puedo desde ya asegurar a
3. E. el señor vizconde de Maranguapé que el Gobierno de la Re-
pública haría cuanto estuviera a su alcance para que las tropas
fueran alojadas conveniente e higiénicamente.»
Véase uno de los párrafos del mismo Relatorio relativo a las
angustias del tesoro oriental:
«El Gobierno Imperial atendiendo a las dificultades financieras
en que los últimos acontecimientos de Montevideo colocaron al Go-
468 Anales de la Universidad

bierno de la República Oriental del Uruguay y le imposibilitaban de


emprender cualquier operación de crédito para hacer frente a los
gastos públicos, como le fué representado por el Ministro de la
misma República en esta Corte, vino una vez más en auxilio de
fcíu aliado con un empréstito de ciento diez mil patacones.»
No es de asombrar en presencia de estos continuos requerimien-
tos de auxilios, que los brasileños, acostumbrados a absorber
nuestro territorio, realizaran también de vez en cuando actos enca-
minados a suplantarse a la justicia del país que así tenían domi-
nado. Dígalo una comisión de la escuadrilla surta en el puerto de
Montevideo, que en 1857 bajó a tierra en seguimiento de tres deser-
tores y mató a uno de ellos que se resistía cuchillo en mano a
regresar a bordo!

El tratado de neutralización de la República Oriental.

Como consecuencia de los reclamos interpuestos por el gobierno


ce Pereira contra la exclusión del Uruguay en el tratado celebrado
por la Argentina y el Brasil en 1856 y de los protocolos suscri-
tos al año siguiente, de que ya hemos hablado, se arribó a princi-
pios de 1859 a un nuevo ajuste diplomático que fué suscrito por
los Ministros del Uruguay, de la Argentina y del Brasil, respecti-
vamente don Andrés Lamas, don Luis José de la Peña y don
José María da Silva Paranhos.
Empezaba el nuevo tratado por ratificar la Convención Prelimi-
nar de paz de 1828. Era necesario el mantenimiento de la Repú-
blica Oriental de acuerdo con la voluntad del pueblo uruguayo y
como medio de remover las causas de guerras perennes sobre po-
sesión de territorios. La incorporación o protectorado en favor de
la Argentina o del Brasil alteraría las condiciones de paz, equili-
brio y seguridad de estos dos países e igual peligro ocurriría con
la incorporación o protectorado a favor de cualquier otra potencia
del mundo. La superficie territorial del Uruguay no podría ser
disminuida «sin inconveniente para la fuerza y aún para la exis-
tt'ncia de esa nacionalidad».
Ratificaba el reconocimiento de la independencia, pero con la
doble limitación de que el Uruguay no podría incorporarse a nin-
gún otro país del mundo y que tampoco podría ceder a nadie parte
de su territorio.
Facultaba al Uruguay para recabar de la Inglaterra y de la Fran-
Anales de la Universidad 469

cia o de otras potencias la garantía de su independencia con esas


dos limitaciones.
El Brasil y la Argentina declarábanse obligados por su parte a
íTefender la independencia e integridad del Uruguay, en el caso
de que una potencia tratara de conquistar eL país, mudar su for-
ma de gobierno por sí sola o ayudando una revolución interna,
intervenir en la designación de gobernantes, ocupar su territorio
o fraccionarlo para instalar gobiernos independientes. Los medios
a emplearse para la defensa del Uruguay serían establecidos por
convenciones especiales y en caso de desinteligencia se ocurriría
a los buenos oficios de una nación amiga.
El Uruguay quedaba «declarado y garantido como Estado ab-
soluta y perpetuamente neutro entre el Imperio del Brasil y la Con-
federación Argentina». En caso de guerra entre el Brasil y la Ar-
gentina no podría aliarse a ninguno de ellos, ni darle ventaja de
ningún género ni tolerar a sus habitantes violaciones de la neutra-
lidad; y a su turno ambas potencias obligábanse a considerar invio-
lablemente cerrado el territorio oriental y neutro con relación a
líus fuerzas beligerantes.
>Comprometíase el Uruguay a no apoyar segregación alguna de
territorios del Brasil y de la Argentina.
Obligábase finalmente cada una de las tres partes contratantes
U- no permitir que en su seno se organizaran revoluciones o conju-
raciones contra cualquiera de ellas.
En resumen: los dos Estados que durante un cuarto de siglo ha-
bían estimulado y mantenido nuestras guerras civiles, tragándose
el más voraz de ellos buena parte de nuestro territorio, convenían
en asegurar la paz y la integridad del Uruguay y en declararlo
inviolable en caso de que los dos garantes se trabaran en guerra.
¿Qué confianza podía inspirar la palabra de los signatarios de
la Convención Preliminar de 1S28 tan solemnemente empeñada y
tan reiteradamente violada?
Prestigiando su obra decía don Andrés Lamas al gobierno de
Pereira a propósito de la Convención de 1828:
«En ella se estipulaba por la sola voluntad y en el interés de
las altas partes contratantes la indespendencia de la entonces Pro-
vincia Oriental. No aparecía en el acta de nuestra nacionalidad
ni una sola palabra que se refiriese a nuestra voluntad. Tal omi-
sión a más de dolorosísima era peligrosa. Los documentos oficia-
les, las actas diplomáticas permitían sostener esa omisión:
pero toda nuestra ^historia protestaba contra ella. Y protestaba
470 Anales de la Universidad

muy elocuentemente la historia especial de la guerra de 1825 a 1828


a que dicha Convención ponía término. Treinta y Tres orientales
de imperecedera memoria la iniciaron el 19 de Abril de 1825 por
acto sin igual en los fastos americanos; nuestros representan-
tes reunidos en la Florida la promulgaron rodeados de las bayo-
netas extranjeras en el acta de 25 de Agosto de aquel año, y nues-
tros conciudadanos solos, venciendo en Haedo y Sarandí, decidieron
la libertad de todo el territorio de su patria, con la única excep-
ción de las plazas fortificadas del litoral! Estos hechos cuya he-
roicidad es parte de la gloria de los valientes soldados contra quie-
nes combatían los orientales, ese alzamiento unánime de todo un
pueblo que inicia, que delibera, que obra, que vence por sí solo,
revela y constituye él solo una nacionalidad; es la voluntad y es
el derecho».
Había sin duda necesidad de arribar al tratado definitivo de paz
previsto por la convención de 1828, con la concurrencia de la Repú-
blica Oriental entonces excluida. Pero, ¿a qué pedir garantías de
paz y de integridad territorial, que eran de franco y verdadero tu-
telaje, a los mismos signatarios de esa convención tMUtaí veces
violada?

Resistencia que el tratado encuentra en las Cámaras.

E1 tratado fué pasado en el acto a la Asamblea y en la creencia


de que su evolución parlamentaria sería rapidísima se apresuró el
Gobierno, previa venia del Senado, a crear una misión diplomática
ante el Papa, ante el Emperador de Francia, ante la Reina de In-
glaterra y ante la Reina de España, que se pondría a cargo del
propio don Andrés Lamas una vez terminadas las negociaciones
todavía pendientes con el Brasil. Véase el programa de la nueva mi-
sión:
«Conseguir el robustecíimiento de las garantías de la indepen-
dencia de la República, de su integridad y de su paz — impetrar
la independencia de la Iglesia nacional para su erección en dió-
cesis y reglar su mejor servido, atendiendo por este medio a los
más altos intereses morales de la sociedad — facilitar la reorgani-
zación definitiva de la hacienda y el renacimiento del crédito pú-
blico — y finalmente promover una colonización moral e indus-
triosa que venga a aumentar la riqueza, la fuerza y el bienestar
de la nación».
Dos meses después tenía, sin embargo, el Poder Ejecutivo que
Anales de la Universidad 471

dirigirse a la Asamblea para urgir el despacho del tratado. La


demora — decía en mensaje del mes de abril — puede producir
inconvenientes.
Por fin se expidió la Comisión de la Cámara de Senadores que
lo tenía a su estudio. Pero en dos informes contradictorios: el da
la mayoría, que era favorable a la sanción del tratado; y el de la
minoría, firmado exclusivamente por don Ambrosio Velazco, que
combatía las cláusulas limitativas de la soberanía oriental.
La soberanía que nos reconoce el tratado — decía el doctor Ve-
lazco — lejos de ser absoluta como debe serlo, mantiene el tute-
láje del Brasil y la Argentina sobre el Uruguay.
Abierta la primera discusión general, fué rechazado el informe
de la Comisión en maíyoría, y ante tan inesiperado suceso resol-
vió el Gobierno pedir el aplazamiento del debate con ánimo, sin
duda, de organizar trabajos a favor de un cambio de orientación
en el Senado.
«El Poder Ejecutivo — decía en su mensaje — siempre aten-
to al mantenimiento del orden público, celoso hasta el extremo
de la conservación de la paz, de ese b'ien inapreciable que tan-
tos esfuerzos ha hecho y está dispuesto a hacer para que no se
nos arrebate... urgió al Honorable Senado para la discusión del
tratado... H o y . . . cree cumplir con uno de sus más importantes
deberes pidiendo al Honorable Senado la suspensión de la discu-
sión... apartando la posible eventualidad de un rechazo irreflexivo,
apasionado, sugestionado por un espíritu insensato y díscolo... en
el momento en que absorben la atención preferente del Gobierno
pucesos de alta trascendencia... Vese bien claro que eso no im-
porta eludir la discusión, para ilustrar a la cual están prontos
los miembros del Gobierno. Pídese que ella se aplace para una
ocasión en que la voz del patriotismo y de la sana razón pueda
hacerse oir, sin que la audacia de las malas pasiones, siempre
prontas a aprovecharse de toda oportunidad, venga a dar" un ele-
mento de trastorno a la situación.»
El Ministro de Hacienda que concurrió a la sesión de la Cámara
de Senadores en que debía leerse dicho mensaje, pronunció estas
palabras reveladoras de la honda preocupación que había alcanzado
a producir en las esferas oficiales el debate parlamentario promo-
vido por don Ambrosio Velazco:
<«Se nota en el comercio, en todas las transacciones de un pue-
blo que necesita la paz para ser grande y rico, una completa pa-
ralización debido a la situación intranquila producida por la opo-
sición al tratado».
472 Anales de la Universidad

Y el Gobierno y los que estaban en su misma corriente de ideas


crataron en seguida de preparar un ambiente más propicio, obte-
niendo que don Cándido Joanicó, don Manuel Errasquin, don Luis
de Herrera y el general Medina, promovieran una reunión pública
en el Teatro Solís para adherir al tratado y que de los departamen-
tos llegaran representaciones de amplia solidaridad con la política
presidencial.

Otro proyecto más amplio de neutralización.

Uno de los iniciadores de esas manifestaciones de solidaridad


política, el doctor Cándido Joanicó, resolvió hacer algo más prác-
tico para salvar la idea de la neutralización de las grandes y jus-
tificadas aprensiones que suscitaba el tutelaje de los signatarios
de la convención de 1828.
Véase el proyecto que presentó a la Cámara de Diputados de
que formaba parte:
La República Oriental con todo su territorio se declara neutra-
lizada. Esa neutralización se entenderá exelusivamente con las
naciones que la acepten. Sobre ambas bases se autoriza al Poder
Ejecutivo para llevar adelante con Francia, Inglaterra, España,
y Estados Unidos la negociación ya iniciada con el Brasil y la
Argentina para la neutralización. El Poder Ejecutivo procurará
que en los tratados a celebrarse se establezca el principio del ar-
bitraje para dirimir las diferencias que surjan entre el Uruguay
y los países que concurran a su neutralización.
Fundando su proyecto, complementario como se ve del que ha-
bía negociado Lamas, decía el doctor Joanicó:
No hay que confundir la neutralización con la neutralidad. .La
neutralidad basta al país fuerte y es un acto de soberanía. La
neutralización es un convenio con otros países a que pueden re-
currir los que no se encuentren en esas condiciones. Acaba de pro-
poner el GrObierno el acuerdo con los países limítrofes, «Es la pri-
mera vez que una República americana dice: ¡alto ahí! no quie-
ro tomar parte en las disidencias que puedan ocurrir en los países
que me rodean: quiero atenerme a mí misma, quiero ponerme a cu-
bierto de las vicisitudes que hacen imposible la realización de to-
do principio social».
«El pensamiento de la neutralización consiste en ir a buscar el
reconocimiento, la garantía de todos los poderes de la tierra pa-
ra que este país quede completamente apartado de las cuestiones
Anales de la Universidad 473

internacionales que puedan ocurrir entre otros... Neutralizada la


República, neutralizado el territorio, está asegurada la soberanía,
está asegurada la integridad del territorio oriental. Por eso donde
veo neutralización, veo todo lo que busco para el porvenir de la
República... Las potencias europeas, no por el interés nuestro,
sino por el interés suyo, de su comercio en esta situación privi-
legiada que forma la República Oriental, tienen mucho a qué aten-
der . . . Neutralizada la República, establecida con la ayuda de
las grandes potencias esa neutralización, infaliblemente vendría a
eer el rincón privilegiado de la América y del mundo entero po-
dría decirse. Porque habría quitado entonces el principal de to-
los los inconvenientes, ese que rechaza porque espanta a todo hom-
bre laborioso, a todo hombre de orden, el decir que se viene al
país donde no hay segur'idad, que está sujeto a continuos tras-
tornos, a continuas revoluciones, adonde no hay fijeza en la ac-
tualidad, ni en el porvenir».

El proyecto del doctor Joanicó es sancioiíado por la Cámara de


Diputados.

Un dictamen muy favorable al proyecto del doctor Joanicó pro-


dujo la Comisión de Legislación.
«La neutralización del Estado — decía — es el pensamiento que
ha preocupado y preocupa actualmente al Gobierno de la Repú-
blica y al país entero. El tratado definitivo de paz celebrado últi-
mamente entre plenipotenciarios de la República, del Imperio del
Brasil y la Confederación Argentina abraza entre sus estipulacio-
nes este punto importante y fija definitivamente la posición inter-
nacional de la República por medio de la neutralización de su te-
rritorio, motivo de disputa y lucha constante entre esos dos Es-
t a d o s . . . Tiene la Comisión el convencimiento de que Ja idea de
colocar a la nación en una situación perfectamente neutral, vale
decir, de garantirle tanto como es posible hacerlo por las combi-
naciones humanas, su independencia, su tranquilidad y su reposo,
es la obra más patriótica a que podría consagrarse la octava Le-
gislatura».
<<Los males que ha sufrido nuestro país proceden principalmen-
te de las condiciones de su existencia. Nos erigimos en nación In-
dependiente sin contar todavía con todos los elementos necesa-
rios para sustentar una vida verdaderamente independiente... Co-
locada la República en medio de dos naciones relativamente pode-
rosas, no necesita demostrarse cómo ella ha sido y tendría que ser
474 Anales de la Universidad

en lo sucesivo agitada y conmovida por los intereses y cuestio-


nes de sus vecinos, y que aún cuando no fuera más que en el Inte-
rés de su equilibrio político, esas naciones no dejarán de disputarse
en lo venidero, como lo han hecho en el pasado, la influencia o la
dominación de nuestro país. En esta situación la única solución fa-
vorable de las dificultades existentes, favorable para nosotros, pa-
ra la Confederación Argentina y para el Brasil, es la nfutralza-
ción... No pudiendo entonces el Estado Oriental ser aliado o auxi-
liar de la Confederación Argentina o del Imperio del Brasil, no
tendría ya sobre qué ejercitarse el interés de influencia o predo-
minio, que se tornaría desde luego en interés bencüco por el man-
tenimiento de nuestra neutralidad».
Cerraba su informe la Comisión con un párrafo de Guizot acer-
ca de Bélgica, teatro de la mayoría de las guerras europeas du-
rante cuatro siglos hasta 1830, en que las grandes potencias resol-
•vieron acordarle el privilegio de la neutralidad.
Sólo uno de los diputados, el señor Iturriaga, se fué a fondo con-
tra el proyecto. Dijo que constituía una verdadera humillación pa-
ra el país; que la Argentina y el Brasil no habían vuelto a lu-
char por nuestro territorio después de constituido el país; que
la neutralización no podría salvarnos de la guerra civil que era
obra de nosotros mismos.
Llegado el momento de la votación, fué sancionado el proyecto
del doctor Joanicó por 19 votos contra 8.
La misma acogida favorable encontró en el seno de la Comi-
sión dictaminante de la Cámara de Senadores, según la cual el
doctor Joanicó había conseguido eliminar las objeciones formula-
das contra la intervención del Brasil y la Argentina. Sólo el doc-
tor Ambrosio Velazco salvó su voto invocando que el nuevo pro-
yecto era también limitativo de la soberanía nacional.
Tocaba en esos momentos a su término el período de las se-
siones ordinarias del Cuerpo Legislativo, y por esa circunstancia
no alcanzó el proyecto a completar su evolución parlamentaria.

El gobierno íle Perelra reanuda su tentativa a favor del trata*lo


de pennuta de territorios.

El Poder Ejecutivo, que juzgaba ya las cosas con más optimis-


mo, convocó extraordinariamente a la Asamblea para pedirle la
sanción del tratado de neutralización ajustado con el Brasil y la
Argentina y el de permuta de territorios con el Brasil rechazado en
primera discusión general par el Senado.
Anales de la Universidad 475

Honda sensación había causado en Río de Janeiro el rechazo


del tratado de permuta, obligando a nuestra cancillería a dar es-
peranzas tranquilizadoras al Emperador, según resulta del Rela-
torio presentado al Parlamento en 1859 por el Ministro de Nego-
cios Extranjeros.
La permuta de terrenos al frente de Santa Ana do Livramen-
to — son palabras del Relatorio — fué sancionada por la Cámara
de Diputados e informada favorablemente por la Comisión de Le-
gislación del Senado antes de ser rechazada por este cuerpo. El
Presidente Pereira considera «la aceptación del referido acuerdo
como una cuestión de honor para su gobierno», y así ordenó a su
Legación que lo dijera al Gobierno Imperial con la promesa además
de recomendar el asunto a la Asamblea Legislativa.
Pero tanto el tratado de permuta como el de neutralización
quedaron en las carpetas de la Comisión dictaminante, y el mis-
mo destino tuvo el proyecto complementario del doctor Joanicó
a pesar de que exteriorizaba una de las grandes aspiraciones de
la época: la defensa del país contra la acción disolvente de sus
dos grandes vecinos, eternos incubadores de revoluciones los dos,
y formidable usurpador de territorios uno de ellos.

La libertad de la prensa durante el gobierno de Pereira.

Pocas semanas después del comienzo de su administración se


dirigió el Presidente Pereira a la Policía para que recordara a la
prensa el cumplimiento del artículo 1° de la ley de 1854 que exi-
gía el nombre y la firma del autor al pie de toda publicación, y*
acto continuo decretó el arresto del director de «La Unión Euro-
pea», señor Devins, por falta de cumplimiento a la mencionada
disposición legal.
A principios de 1857 excitó el celo del Fiscal del Crimen para
que entablara acusación contra «El Sol Oriental», por su propa-
ganda contra las Cámaras. Pero fué recién en septiembre de ese
año que. extremó las medidas para detener la campaña de cier-
tos diarios contra el Gobierno, contra Oribe y contra el Brasil.
El acuerdo gubernativo de esa fecha, refrendado por los Minis-
tros don Joaquín Requena, don Lorenzo Batlle y don Carlos San
Vicente, establecía en su preámbulo que el Presidente estaba re-
suelto de tiemjpo atrás a adoptar algunas medidas dentro de sus
facultades constitucionales con relación a la prensa que predica-
ba la reconstrucción de los antiguos partidos y comprometía las
476 Anales de la Universidad

relaciones internacionales. Y concluía con la siguiente resolución:


«Que se amoneste a los redactores de los periódicos en nombre
de la paz pública, base del bien común, para que abandonen las
recriminaciones recíprocas, guardando en la discusión la tem-
planza y cordura que los bien entendidos intereses del país exi-
gen de todo buen ciudadano y para que se abstengan de toda alu-
sión ofensiva hacia los pueblos del Brasil, de la Confederación Ar-
gentina y del Estado de Buenos Aires, y que se excite el celo del
Fiscal para el caso de que esta amonestación sea desatendida.»
No era, pues, en el fondo una medida verdaderamente limitativa
de- la libertad de imprenta. Ciertamente que el Gobierno no tenía
el derecho de amonestar que abusivamente se atribuía, pero como
no dictaba contra la prensa ninguna sanción administrativa, con-
servaban los diarios el derecho perfecto de desatender esa amones-
tación, sin más riesgo que el de ser acusados por el Fiscal dentro
del régimen de garantías de la legislación vigente.
He aquí los considerandos en que el Gobierno fundaba su acuerdo:
«Considerando que conforme con el programa de S. E. el señor
Presidente y con las más vitales necesidades de la República, el
Gobierno ha proclamado la unión, la concordia y el olvido de las
malas pasiones, reconociendo que mande quien mande, la mitad
del r'i^hlo oriental no puede ni debe conservar en tutela a la otra
mitad; que el afianzamiento de la paz es la única base sobre que
puede establecerse el orden, la autoridad y las instituciones; que
la paz es la garantía verdadera de la independencia y de la liber-
tad de la nación y la fuente de poder y de progreso de los in-
tereses materiales y morales del país y que sin la paz no se pue*
den hacer prácticos los principios de justicia y de moralidad; y
que la adquisición y conservación de tan grandes bienes no es po-
sible por ningún medio que contrariando la política del Gobierno
reviva los dolores del pasado y concite al desorden... Conside-
rando igualmente que no es menos reprobable el empeño de com-
plicar con peligro de los altos intereses de la República en sus
cuestiones internas a los pueblos limítrofes y vecinos y a sus go-
biernos, imputándoles tendencias alarmantes y desdorosas y fal-
tando así a la ley que expresamente prohibe atacar o denigrar con
palabras o conceptos a los gobiernos con quienes la República se
encuentre en paz y buena amistad.»
Con una minuta de amplia solidaridad resolvió adherir la Co-
n.isión Permanente a la actitud del Poder Ejecutivo.
«La Comisión Permanente — decía la minuta — que en estos
Anales de la Universidad 477

niomentos representa a la Honorable Asamblea General en receso,


v.o puede sin m e n g u a de sus altas funciones dejar de aplaudir tal
disposición, porque ella es a su juicio la expresión de los princi-
pios democráticos y el eco de las v e r d a d e r a s libertades públicas,
que no se desarrollan ni se vigorizan sino en medio de la paz. La
l'.beral a d m i n i s t r a c i ó n del gobierno del l.o de marzo ofrece con esa
rr.edida un elocuente testimonio de que es su voluntad buscar en
el franco y leal cumplimiento de la Constitución la fuerza y la
sanción de todos sus actos gubernativos, como el sendero aceptable
p a r a que los eternos principios de moralidad y de justicia sean u n a
realidad e n t r e nosotros. La Comisión P e r m a n e n t e reposando en los
sanos principios que reglan todos sus actos, cumple bien manifes-
t a n d o al Poder Ejecutivo que ella p r e s t a su franco y decidido
apoyo al expresado acuerdo, como cumple reiterándole sus ofreci-
K?ientos de no economizar en todos los demás casos el concurso
que se busique en ella p a r a m a n t e n e r el orden y la paz pública.»
A raíz de la publicación del acuerdo el Fiscal del Crimen doctor
Montero acusó u n artículo de «El Nacional» que e n t r e otras cosas
establecía que en Cerro Largo se h a b í a n cometido 30 asesinatos.
«En sus columnas — decía el escrito de acusación — no se re-
g i s t r a n sino recriminaciones a p a r t i d o s que la política conciliato-
r i a del Gobierno se h a esforzado siempre e n e x t i n g u i r ; ataques
irrespetuosos a las a u t o r i d a d e s constituidas, presentánd;olas a la
expectación pública como a u t o r a s o coautoras de desórdenes y de
c r í m e n e s que exageran desfigurándolos, o se le i m p u t a n con false-
dad sin m á s objeto que el de desprestigiarlas y de botarlas al des-
precio de los que deben acatarlas, sembrando en fin la discordia, la
división y la a l a r m a en el seno de un E s t a d o que no tiene otro
anhelo ni tamipoco o t r a necesidad que la de ver c i m e n t a d a la paz
pública, la unión y concordia de sus h a b i t a n t e s y el respeto y
fer.stén de sus instituciones.»
L a acusación había sido interpuesta a n t e la justicia o r d i n a r i a
y el doctor J u a n Carlos Gómez, director de «El Nacional», se limitó
a contestar que como periodista sólo comparecería a n t e el j u r a d o
popular, quedando t e r m i n a d o con eso el incidente.

N u e v a s notificaciones a l a p r e n s a .

A mediados de 1859, en el curso de los incidente;? con la Argen-


t i n a y el Brasil, volvieron a repetirse las reconvenciones guberna-
tivas.
478 Anales de la universidad

En lo más álgido de la polémica diplomática el Gobierno ordenó


a la Jefatura que llamara a los redactores y editores de diarios
para recordarles la ley de 1854 que prohibía a la prensa «atacar,
injuriar o calumniar con palabras o conceptos ofensivos a los go-
biernos con quienes la República se conserve en paz y buena ar-
monía», e igualmente «tomar parte en la apreciación de la polí-
tica interna de aquellos países cuando ellos tengan perturbada la
paz entre sus habitantes»; y para hablarles de la conveniencia de
tratar «con altura y dignidad las cuestiones políticas del exterior
y de dar a la prensa nacional el carácter de cultura que están
obligados a observar».
También le fué retirado a la prensa el apoyo pecuniario del Go-
bierno, mediante un sensacional decreto que luego de hablar de
«la crecida subvención acordada a los diarios de la Capital, que
además de ser gravosa para el erario nacional podía influir en el
espíritu que debe dominar en la prensa tratándose de los intere-
ses permanentes del Estado», agregaba: «y atendiendo a que en la
presente época de reconstrucción moral y administrativa el Go-
bierno está empeñado en que esos intereses sean conveniente-
mente debatidos y sometidos sus actos administrativos a la opi-
nión sana e ilustrada de los verdaderos órganos de la opinión
pública, como firmemente decidido está a reprimir, en obsequio del
orden y del respeto a las instituciones, la propaganda revoluciona-
ria y cualesquiera publicaciones tendientes a agitar el espíritu de
partido o a recordar las luchas fratricidas que tan inmensos ma-
les han ocasionado al país...»
El doctor Antonio de las Carreras afirmó en 1860 que el Pre-
sidente Pereira había regalado 3,000 pesos a uno de los periodis-
tas y el periodista aludido reconoció públicamente el hecho y pre-
sentó a la Tesorería un escrito eu que prometia reintegrar esa
suma. Es un dato que permite formar opinión acerca de las sub-
venciones que dejaba sin efecto el decreto de que nos ocupamos.
Debieron prolongarse las amonestaciones hasta los últimos días
de la administración Pereira. Refiriéndose al tono agresivo de la
prensa de Río de Janeiro, decía efectivamente el redactor de «La
República» en enero de 1860 «que se abstenía de contestar, porque
otro artículo suyo acababa de atraerle «una amonestación del Go-
bierno por conducto de la Policía». Y advertía un colaborador del
mismo diario que la amonestación se había dictado a raíz de un
acuerdo que no alcanzó a consumarse, por el cual intentaba la can-
cillería brasileña valerse del Gobierno Oriental para fomentar los
conflictos existentes entre Urquiza y el gobierno de Buenos Aires!
CAPÍTULO X

Movimiento económico

Cálculo de la población.

Véase cuál era la población de la República a principios de 1859,


según los cálculos estadísticos de las Jefaturas de Policía publi-
cados por la «Guía de Montevideo»:

Habitantes
Montevideo 45,000
Canelones 12,000
San José 15,000
Florida 13,000
Colonia 10,257
Soriano 17,000
Paysandú 10,673
iSalto 16,000
Tacuarembó 15,000
Cerro Largo 15,000
Maldonado 15,499
Minas 15,000
Durazno 15,000

214,429

A mediados del mismo año tuvo lugar en el Salto la colocación


de la piedra fundamental del edificio destinado a Jefatura y Junta
Económico - Administrativa y en el acta de la ceremonia se atri-
buyó a ese departamento la población que subsigue:
480 Anales de la Universidad

Habitantes
-
Ciudad 4 500
100
50
250
San Eugenio . . . . 500
Chacras alrededor de los pueblos y
campaña 7,600

13,000

Es una cifra bastante más baja que la del cuadro que antecede,
prueba palpable de la poca prolijidad de los cálculos.
Pertenece a la Memoria del Ministerio de Gobierno correspon-
diente a 18Ó6 el sig-uiente resumen recapitulaiivo de las defuncio-
nes ocurridas en Montevideo:

Varones adultos 276


Mujeres adultas 156
Párviilos 265
697

No indica la Memoria a qué parte del departamento correspon-


dían esas cifras, aunque debe suponerse que a la planta urba-
na simplemente.
El Registro Estadístico de 1860 contiene estas cifras más an:-
plias lí^-lativas al año 1859:

Montevideo 1,067
Cordón y Aguada 209
Unión 111
(No figuran Reducto, P. del Molino, etc.) —
1,387

Entre las causas de las defunciones sobresalían la tisis pulmonar


(.^•1), «el mal de los siete días» (49), la gastroenteritis (33), ta
disentería (32), los nacimientos inanimados (23), la fiebre (23),
el crup (22), la pulmonía (21) y las heridas (21).
Anales de la Universidad 481

Otro cuadro complementario que se encargó de publicar la Co-


misión Organizadora de la Sección Uruguaya de la Exposición de
Londres en 1862, distribuía así las defunciones de 1859:

Orientales 911
Extranjeros 467
Se ignora 9

1,387

Y agregaba este otro dato interesante: que -en las defunciones


de dicho año figuraban los niños de 1 día a 7 años con el fuerte
guarismo de 6^7.

Lios es<5lavos del Brasil en territoorio oriental.

La plaga de la esclavitud suprimida por nuestra Constitución


y por nuestras leyes orgánicas, continuó desarrollándose bajo ¡a
administración Pereira a la sombra de los tratados de 1851 que
convertían al Uruguay en carcelero del Imperio.
Véase en qué términos protestaba don Andrés Lamas ante la
cancillería de Río de Janeiro en 1856 contra uno de los procedi-
mientos más vulgarizados entre los estancieros brasileños para
perpetuar la esclavitud en el territorio oriental:
Traen esclavos a la República bajo contratos que a veces se ex-
tienden a treinta años. Con esos contratos convierten al esclavo en
colono y cuando les conviene transportan a la victima al Brasil y
entonces cae el disfraz. Los hijos de esos colonos son bautizados
en Río Grande y nacen esclavos. «De esta manera en algunos es-
tablecimientos del Estado Oriental no sólo existe de hecho la es-
clavitud, sino que al lado del criadero de vacas se establece un
pequeño criadero de esclavos».
Otra de las prácticas corrientes era la de robar en nuestras es-
tancias menores de color para venderlos como esclavos en Río
Grande. En 1858 presentó la Legación Oriental varios casos con-
cretos de esa forma de explotación de la carne humana en nuestro
territorio.
Obligada a dar alguna satisfacción, siquiera en el papel, con-
sintió al fin la cancillería brasileña en firmar un protocolo en 1858
que consignaba la siguiente declaración:
«El Gobierno Imperial reconoce el principio de que el esclavo
31
482 Anales de la universidad

que fuera obligado por su amo a prestar servicios en el Estado


Oriental debe ser corsiderado libre».
Pero a raíz de ese acatamiento al principio, se agregaba para
eludir su cumplimiento y mantener la esclavitud en nuestro te-
rritorio, que procedería la extradición cuando el esclavo cruza-
ra la línea fronteriza por alguna circunstancia fortuita, por ejem-
plo en el caso de ir en siguimiento de algún animal que hubiera
disparado, o cuando se tratara de estancias ubicadas sobre la fron-
tera, teniendo parte de sus campos en territorio brasileño y parte
en territorio oriental. Lo que se deseaba era dejar una válvula de
escape a los abusos y fraudes de los traficantes ríograndenses.

IJÍ» corriente inmigratoria.

En 1856, según los registros policiales, entraron al puerto de


Montevideo con procedencia del exterior, 3,233 pasajeros y salieron
2,900, quedando reducido el saldo favorable a 333.
La Policía sólo tomaba el dato de los pasaportes expedidos o pre-
sentados, de manera que las cifras de sus cuadros eran relativas a
los que llenaban las formalidades vigentes y no a todos los que en-
iraban y salían realmente de Montevideo.
Según las informaciones de «El Nacional», en el solo mes de
diciembre de 1856 desembarcaron en el puerto de Montevideo con
urocedencia de la Argentina, Brasil y Europa 2,039 pasajeros y
salieron para los mismos destinos 1,073, quedando en el país ua
saldo de 966 inmigrantes. Hay que tener en cuenta, sin embar-
go, que muchos de los pasajeros procedentes de Europa bajaban en
Montevideo al solo efecto de tomar los buques de la carrera a Bue-
nos Aires.
Acerca del movimiento de 1857, sólo conocemos las cifras parcia-
les que subsiguen:

Entrada Salida Saldo

Junio i 646 373 273


Julio 61-2 4óñ 157
1,050 695 355

Véase ahora el movimiento del puerto de Montevideo en 1858,


según las informaciones de «La Nación», y en 1859 según el re-
iristro de pasaportes de la Policía:
Anales de la universidad 483

1858 1859

Pasajeros entrados 8,928 4,361


» salidos . 2,582 3,092
Saldo favorable al país 6,346 1.269

Entre los pasajeros desembarcados en el último de esos años,


figuraban 988 españoles, 931 italianos, 882 franceses y 392 ingle-
ses. Rectificando la estadística policial afirmaba «La Nación» que
sólo de los puertos de Galicia habían veuido 987 pasajeros, y que
no debía estimarse en menos de 1,800 el total de los españoles lle-
gados a Montevideo en el curso de 1859.

Franquicias a la inniigTaciión.

No eran cifras halagadoras, sin duda alguna, y explicando las


causas de su pobreza, decía uno de los diarios de 1858:
«Hace años que en los intervalos de serenidad que nos dejó el
huracán revolucionario que tan repetidas veces ha conmovido al
país, clamamos por inmigración, dibujándole el cuadro rico y be-
llísimo de nuestra fecunda naturaleza. Y sin embargo su corrien-
te se desvía de nuestro suelo, permaneciendo solitaírias nuestras
costas e inexplotados los veneros ignotos que guardan como un
tesoro en su fecundísimo seno. La fama de nuestro clima, de la
fertilidad de nuestra tierra, de la riqueza de nuestro territorio
es proverbial en el mundo. Ella sola atrajo en los tienupos de bo-
nanza y en pocos años más de 33,000 inmigrantes a la República,
y a la fecha podríamos tener otro tanto mediante los trabajos re-
comendables de la Sociedad de Población y Fomento. ¿Por qué se
ha detenido esa corriente de inmigración que empezó a afluir a
nuestras playas?... Son los trastornos frecuentes a que nos han
conducido las exigencias extremas, la exaltación de las pasiones
y los desaciertos de los gobernantes y gobernados, los que han ale-
jado de nuestro país esa concurrencia de brazos y capitales que
en otra época le dieron una preponderancia asombrosa, elevándo-
le al mayor grado de prosperidad que hemos conocido».
Dos mensajes dirigió el gobierno de Pereira a la Asamblea con
el propósito de estimular el movimiento inmigratorio.
Pedía por el primero de ellos que fuera prorrogada por ocho
años la ley de 1853 que acordaba exención de derechos de puerto a
484 Anales de la Universidad

los barcos que se ocuparan del transporte de inmigrantes y exen-


ción de derechos de importación a favor de los instrumentos de la-
branza, y que a dichas franquicias se agregaran estas otras: que
los colonos gozaran del privilegio de no ser ejecutados en más
de las cinco sextas partes de sus bienes y que quedaran exentos
por cuatro años de todo impuesto departamental. La Asamblea
acordó la prórroga de la ley hasta 1870, con la exención de im-
puestos, salvo los municipales, a los productos de los colonos.
Por el segundo se declaraba que para que el matrimonio pro-
dujera efectos civiles, «no era necesario que hubiera sido consa-
grado por ritos especiales», bastando que hubiera tenido lugar «de
la manera permitida, tolerada o autorizada» en el país de proce-
dencia de los inmigrantes.
Fué suavizada también la carga del pasaporte, restablecida desde
1855 para el interior y el exterior tal como había regido hasta la
ley derogatoria de 1854. La campaña abolicionista de 1857 obtuvo
la supresión de la retranca para el movimiento en el interior de
la República como primer paso de la supresión total que era uno
de los postulados de la época.

Bstíiuiilos para la colonización.

La Asamblea sancionó en 1856 una ley que autorizaba al comer-


ciante inglés don Juan Greenway para introducir familias de agri-
cultores y artesanos y establecer pueblos y ferrocarriles con las
siguientes franquicias: exención de impuestos durante 5 años;
exención del servicio militar; exención de derechos de Aduana a
favor de los materiales de construcción e instrumentos de trabajo;
entrega de una cuota de 40 pesos por cada colono importado. Pero
el Presidente vetó la ley invocando falta de recursos y la existen-
cia de otros proyectos de colonización más ventajosos, y entonces
la Asamblea volvió sobre sus pasos y la ley quedó desechada.
El Poder Ejecutivo presentó un proyecto sustitutivo, que no al-
canzó a ser sancionado, por el que se le autorizaba a contratar en
las condiciones solicitadas por Greenway, pero con la reducción de
la cuota de 40 pesos a la mitad. Era el resultado de una propuesta
presentada por un importante grupo de hombres de negocio, a
ctiya cabeza figuraban don Francisco Lecocq, don Pablo Dusplessis,
don Pedro Sáenz de Zumarán, don Juan Quevedo y don Tomás
Tomkinson, sobre la base de una prima de 20 pesos por colono
importado, que sería descontada por la Aduana en pago de dere-
chos de exportación e importación.
Anales de la ünivcrs.iud 485

La Cámara de Diputados abordó el estudio de un tercer proyecto,


que tampoco obtuvo el triunfo, por el que se acordaba durante
dos años a las empresas colonizadoras el 6 % de interés anual
sobre los capitales invertidos en el establecimiento de colonias
agrícolas, bajo la doble condición de que cada colonia debería te-
ner un mínimum de 1,000 almas y que las familias babrían de
traerse de Europa.
Otro proyecto presentó el Poder Ejecutivo a la Asamblea en 1857,
autorizando a conceder con destino a empresas de colonización y
por la mitad de su valor doscientos mil cuadras de campo en los
departamentos de Maldonado, Tacuarembó, Cerro Largo y Salto.
«Los departamentos fronterizos con el Brasil — decía el Presi-
dente Pereira en su mensaje — están ocupados en su mayor parte
por hacendados brasileños. La zona de territorio comprendida
entre la frontera y el Río Negro es el criadero de los ganados des-
tinados para las faenas de los saladeros de Río Grande. De suerte
que una fracción importante de nuestro territorio se inutiliza para
la industria principal de nuestro país.»
«Pero no es eso solo lo que nuestro país perderá: — agregaba
luego de señalar el mal de la proscripción de la agricultura —
perderá igualmente en sus elementos de poder, de seguridad y de
defensa; y si continúan las cosas como están, si la población brasi-
leña tan considerable ya, se hace exclusiva o predomina en aquella
zona, podrán sobrevenir en lo futuro dificultades tan graves que
fie resuelvan quizá en cuestiones de nacionalidad y de independen-
cia.»
La Legación Brasileña se apresuró a protestar contra esas apre-
ciaciones del mensaje que consideraba ofensivas a sus connaciona-
les, y entonces contestó la cancillería de Pereira que si el Gobierno
se había particularizado con los brasileños era simplemente porque
la mayoría de las estancias al norte del Río Negro eran brasile-
ñas, y porque esa zona lindaba con el Brasil, circunstancias ambas
que resultaban inaplicables a todos los demás extranjeros residen-
tes en el país. Quedó en las entrelineas de la respuesta el ter-
cero y más formidable argumento, el argumento inspirador del pro-
yecto: que el Imperio limítrofe, que ya se había apropiado zonas
grandes y valiosas de nuestro territorio, seguía con las fauces
abiertas para tragarse el resto.
Fuera por efecto de esa protesta o de las indecisiones reinantes
de que dan idea los proyectos de que hemos hablado, tampoco esa
importante iniciativa llegó a prosperar y la obra de la colonización
de la frontera quedó abandonada.
481) Anales de la universidad

En cambio, una empresa particular encabezada por don Doro-


teo García, don Juan Quevedo y don Joaquín Errasquin, resolvió
implantar a mediados de 1858 una importante colonia en el Rosa-
rio Oriental. A principios del año siguiente daba término al frac-
cionamiento de una zona de 4 leguas en chacras de 36 cuadras cada
una. Y casi inmediatamente después recibía de Europa el primer
plantel de colonos compuestos de 40 familias piamontesas y agru-
paba en torno de ellas diversas familias procedentes de Santa F^
y Río Grande.
Otras iniciativas más modestas figuran en las publicaciones de
la época, entre ellas la «Sociedad Agrícola de los Colonos», fundada
por don Pantaleón Pérez y don Tomás Benvenuto, a siete leguas de
Montevideo.
Concurriendo a ese mismo propósito de falicitar la incorporación
de brazos extranjeros, fué ascendido don Alberto Dax, de Cónsul
en el Havre a Cónsul General en Suiza, «con el encargo especial
— decía el decreto gubernativo — de procurar la inmigración y
colonización».

La edificación y la vialidad en la ciudad de Montevideo.

La Policía de Montevideo, que continuaba teniendo a su cargo


diversos servicios municipales, expidió en el transcurso del año
1859 noventa y siete permisos para edificar y cincuenta y siete
para reedificar. Con esas dos cifras y el dato de que había que-
dado abierto al servicio público el Hotel Oriental en la calle So-
lís esquina Piedras, terminan las escasas informaciones de la época.
Algo más amplios son los datos relativos al estado de la vialidad
en la ciudad de Montevideo.
A mediados de 1856 comunicaba la Comisaría del Cordón a la
Jefatura de Policía que entre los elementos de que ella disponía
y los de la Junta Económico-IAdministrativa se había conseguido
rellenar dos pantanos que obstruían la calle 18 de Julio, uno de
ellos a la altura de la Capilla del Cordón y el otro más próximo
todavía al casco de la ciudad. Esos pantanos que interrumpían to-
talmente el tránsito de las carretas, de los carruajes y de los mis-
mos transeúntes a caballo y a pie, eran tan grandes que uno de
ellos había exigido 356 carradas de piedra y el otro 736!
En los mismos días en que se publicaba ese informe denunciaba
la prensa que en la calle Uruguay existía un pantano peligrosí-
simo, donde acababa de hundirse hasta la cabeza el caballo de un
transeúnte.
Anales de la Univei-sidad 487

No se trataba de casos aislados sino del estado general de la


vialidad urbana. Véase cómo describía en 1856 el director de «El
Comercio del Plata» un paseo en carruaje al Paso del Molino:
Salimos por la calle 25 de Mayo en medio de un infernal zango-
loteo y continuamos por la de Uruguay hasta donde termina el
empedrado. Allí tropezamos con una serie de zanjones capaces de
producir un vuelco al menor descuido. La barranca de la calle
Río Negro, bastante mala, remata en un pantano que es como la
boca de la calle Paysandú. Siguiendo por esta última aparece otro
enorme pantano que obliga al cochero a recostarse a la acera y
a continuar así hasta la bocacalle de Queguay obstruida por otro
pantano más, y luego por la calle Ibicuy cubierta de profundas y
peligrosas sinuosidades. A la altura del templo de la Aguada
tropezamos con otro pantano y con dos más antes de llegar a lo
de Suárez, y desde este último punto hasta el Paso del Molino se-
guimos haciendo zig-zags para eludir verdaderas series de pantanos
donde no es raro que tengan que acudir las yuntas de bueyes en
auxilio de los coches que allí se embarrancan.
El número de los pantanos se fué multiplicando en los años
subsiguientes y a tal extremo que a mediados de 1859 la Jefatura
de Policía pasó una circular a las Comisarías pidiéndoles una re-
lación «de las calles intransitables, de los «huecos» transformados
en depósitos insolubres (solares baldíos circundados de edificios),
de las veredas por construir y de los caños maestros hundidos».
«Nuestra Capital — decía el Jefe Político en su circular — que
por su posición topográfica y la benignidad del clima está llamada
a ser una de las ciudades más bellas y más salubres del universo,
sólo requiere para alcanzarlo el celo e inteligencia de la autoridad
competente cuando de antemano puede contarse con la decidida
cooperación del vecindario.»
Con los primeros resultados de esa encuesta se dirigió el Jefe
de Policía a la Junta Económico - Administrativa adjuntándole
la lista de los pantanos y zanjones que obstruían el tránsito en las
calles y caminos de la Aguada, Cordón, Paso Molino, Cerro, Mi-
guelete. Pantanoso y Peñarol. Comprendía centenares de pantanos,
y dándose cuenta de que la obra de terraplenamiento excedería
a las fuerzas de la Municipalidad, apresurábase la Policía a ofre-
cer el concurso de todos sus elementos.
Antes de finalizar el año 1859 tenía a su turno el Ministro de
fíobierno que dirigirse a la Policía de Montevideo estimulando su
Iniciativa y ordenándole que estimulara la del vecindario a favor
488 Anales de la universidad

del terraplenamiento y cercado de las ocho a diez manzanas com-


prendidas entre las calles San José y Canelones, cubiertas de agua
— decía la nota — y que obstruyen el tránsito por las calles An-
des, Convención, Arapey y Daymán».
Varias veces se había ocupado la Asamblea de remediar ese es-
tado de cosas. En 1855 estableció un impuesto para costear el em-
pedrado de las calles de la ciudad vieja no empedradas ni reempe-
dradas con posterioridad a la ley de empedrados de 1835. Y en
1857 autorizó al Poder Ejecutivo para emprender la obra de te-
rraplenamiento y nivelación de las calles comprendidas en el ex-
tremo norte de la ciudad (Cerrito, Juncal. Florida y Cerro Largo)
y asimismo para obligar a los propietarios de esa zona a la reali-
zación de iguales obras bajo apercibimiento de hacerlo el Estado
y de sacarse a remate los terrenos mejorados para cubrir los
gastos.
Pero la situación política de la época y las estrecheces del Tesoro
público siguieron manteniendo la vialidad urbana en el mismo an-
gustioso estado durante toda la administración Pereira.

El' comercio exterior.

Estudiando el desenvolvimiento económico del país durante el


primer año de la administración Pereira, daba el Ministro de Ha-
cienda estos datos a la Asamblea:
La renta aduanera ha producido en 1856 la suma de 1.362,000
pesos. Hállase la importación sujeta a un promedio de derechos
uue puede calcularse en el 20 o|o. Los aforos oficiales se estable-
cen sobre los precios de plaza que están recargados con los dere-
chos aduaneros y las utilidades del comercio. El cálculo más exac-
to asigna a la importación un valor equivalente al cuadruplo de
los derechos: 5.440,003 para 1856. Y tal es realmente la deuda del
país con el extranjero.
Para cubrir esa deuda hemos exportado bajo forma de novi-
llos faenados y novillos en pie con destino a los salade"os de Río
Gfrande 225,000 cabezas que al precio de 20 pesos representan
4.500,000 pesos. Hemos embarcado además en lanas 500,000 pesos
y en cueros de consumo, crines, huesos, cueros caballares y trigo
1.500,000. En conjunto 6.500,000 pesos exportados.
Nuestros estancieros han aumentado sus vacas en una cantidad
igual a la de los novillos faenados: 225,000 cabezas que a 20 pe-
sos representan 4.500,000. Las majadas de ovejas han experimen-
Anales de la universidad 489

Tado un aumento de 1.000,000 de pesos. Los estancieros de Río


Grande nos han enviado nuevas tropas cuyo importe puede apre-
ciarse en 2.000,000 de pesos. Nuestros campos han tenido un au-
mento de 500 pesos por legua, que representa una valorización de
3 a 4 millones sobre el año anterior.
Hechas todas las operaciones •— concluía el Ministro — resulta
que el país ha tenido un enriquecimiento efectivo de 10 a 12 mi-
Uones de pesos en 1856.

La exportación ganadera en 1856 y 1858.

De los cuadros de exportación por el puerto de Montevideo co-


rrespondientes a 1856 y 1858 extraemos los siguientes rubros:

1856 1858

Cueros vacunos secos 296,407 316,546


» » salados . 188,239 141,385
» de potro secos . 7-J,061 13,800
» » » salados. 85,347 83,316
Quintales de carne tasajo 215,979 135,476
Fardos de lana. 2,798 2,595

En esos mismos años llegaron al puerto de Montevideo con proce-


dencia de la Argentina y de Río Grande los siguientes productos:

1856 1858

Cueros vacunos secos 150,208 166,990


» » salados 4H,324 —
» caballares secos 45,248 35,208
» » salados 33,275 —
Quintales de carne tasajo 45,810 —

Desde principios de 1857 quedaron habilitados para las opera-


ciones de importación los puertos de Maldonado, Colonia, Nueva
Polmira y Paysandú, aumentándose así las corrientes de tránsito
que ya se realizaban por intermedio del puerto de Montevideo.
490 Anales de la Universidad

Un cuadro más amplio de las exportaciones.

Pero más interesante todavía es este otro cuadro que reprodu-


cimos de la «Guía de Montevideo» de 1859:

CUEROS VACUNOS CUEROS CABALLARES GORDURAS LANA TASAJO


ZAFRAS
Secos Salados Secos Salados Pipas Fardos Quintales

1852-53 . . 639,366 252,283 175,390 136.153 4,596 6,274 _


1853-54 . . 394,349 176,703 108,501 119,857 3,816 1,570 —
1854-53 . . 261,056 222,528 102,769 88,842 3,519 1 1.600 200.469
1855-56 . . 285,356 194,437 67.111 81.383 3.758 1 2,370 231.156
1856-57 . . 326.835 303,129 56,225 133.854 8,097 3.305 300,645
1857-58 . . 336.902 229,029 36.128 79.096 4,620 1 3.461 282,820

Este nuevo cuadro abarca las zafras corridas de noviembre a


octubre y las exportaciones de todos nuestros puertos, dos circuns-
tancias que pueden explicar las diferencias de algunas de sus ci-
fras con las de 1856 y 1858 reproducidas anteriormente.
La zafra de 1852 - 53 corresponde al período de prosperidad ini-
ciado a la conclusión de la Guerra Grande y al de las revoluciones
que remató con el derrumbe del gobierno de Giró. Por efecto de
ambos factores, la confianza primero y el pánico después, debió in-
tensificarse la matanza de ganados en los saladeros y en las estan-
cias mismas. Normalizada la situación de la campaña, tenía que
declinar la faena en proporción al agotamiento de las existencias
ganaderas, hasta volver con ocasión de los disturbios políticos de
1857 y 1858 al período de liquidación febril bajo la presión del
pánico.
El cuadro que subsigue establece el número de cueros exporta-
dos por Montevideo, Buenos Aires y Río Grande durante las tres
zafras corridas de 1857 a 1860:

MONTEVIDEO BUENOS AIRES RIO GRANDE


ZAFRAS
DE NOVIEMBRE A OCTUBRE
Cueros Cueros Cueros Cueros Cueros Cueros
lalados secos salados secos salados secos

1857-58 219,257 214.366 319.247 588.348 173,317 78.584


1858-59 374,588 193.890 489,806 537,878 259,700 119.475
1859-60 453,766 409.191 417.790 924.833 361,226 180.871
Anales de la Universidad 491

Vamos a cerrar este parágrafo con un cuadro comparativo de las


exportaciones ganaderas del Río de la Plata en 1859, obra de don
Federico Anavitarte, redactor comercial de «La República»:

1859 (ANO CIVIL) Buenos Aires Montevideo

Cueros secos 1.013,113 475,164


» salados 517,078 194,008
» de caballo secos. 66,692 24,707
» » » salados . 101,646 109,051
Lanas, fardos 43,938 5,141
Cueros de carnero. 10,854 741
Crines 1,898 1,487
Aceite y grasa, pipas 13,094 6.560
» » » cajones . 3,988 3,612
Carnes, quintales . . . . 483,280 248,447
Astas 983,909 1.302,299
Huesos V cenizat*. toneladas 8,869 8,070

La exportación argentina no tenía entonces, como se ve, la con-


siderable superioridad que adquirió después en el Río de la Plata
gracias a la paz que se consolidaba allá cuando aquí ardía el país
en la guerra civil. Sólo la producción lanar se distanciaba fuer-
temente de la nuestra. En las demás apenas alcanzaba el puerto
de Buenos Aires a doblar las exportaciones orientales.

151 comercio interior.

El comercio de cabotaje trajo a Montevideo en 1859 los siguientes


frutos:

Cueros vacunos secos 258,968


» » salados 9,950
j de potro secos 13,669
» » » salados 58,546
Lana, arrobas 33,557
Cueros de carnero 44,901

En el curso del mismo año entraron en la ciudad del Salto,


según los libros de la Policía, 73,627 cueros vacunos (más de la
mitad del Brasil y el resto de la campaña del departamento);
9,926 arrobas de cerda (cerca de la mitad del Brasil); 4,322 arro-
bas de lana; y 35,853 yeguas para faenar.
492 Anales de la Universidad

Las exportaciones de tasajo.

Al discutirse el tratada de comercio con el Brasil publicó «El Co-


mercio del Plata» este cuadro de las exportaciones de tasajo por
el puerto de Montevideo (excluidas las exportaciones por las fron-
teras y receptorías fluviales), en 1855, 1856 y primeros diez me-
ses de 1857:

ANOS Brasil Habana

Quintales
1855 18,000
1856 29,820
1857 99,520

Mientras que los embarques para el Brasil permanecían esta-


cionarios, los correspondientes a la Isla de Cuba crecían con una
rapidez extraordinaria.
Véase el movimiento de 1859, según un cuadro muy prolijo de
«El Telégrafo Marítimo»:

Quintales

Puerto de Montevideo 258,100


» Buenos Aires . 484,100
\ Guaieguaychú 80,500
X Concepción del Uruguay , 82,900
« » Paysandú . 36,900
» Concordia . 52,900
» 3,500
Rosario. 8,500
> San Pedro. 3,200

1.010,600

(La Comisión Directiva del Club Nacional, constituida por don,


Vicente Fidel López, don Jaime Estrázulas, don Francisco A. Gó-
mez, don Adolfo de la Riestra, don Ricardo Hughes y don Esta-
Anales de la universidad 493

nislao Camino, publicó en 1862 otro cuadro, del que extraemos


las siguientes cifras correspondientes a los embarques de carne
tasajo por el puerto de Montevideo aisladamente, y en globo por
todos los puertos del Río de la Plata:

Todo Precios
ANOS Montevideo exclusivamente
el Kío de la Plata

1857. . . Quintales 199,040 752,506 6 1/2 pesos fuertes


1858. . . » 168,520 649,360 7
1859. . . 322,817 1.039,436 5 ^ / 4 » »

Pertenece al misímo informe de la Comisión del Club Nacional


este otro cuadro del número de animales vacunos faenados en los
saladeros orientales, argentinos y ríograndenses:

1857-58 1858 - 59 1859-60

1
168,100 243,300 2V2,000
378,300 675,600 625,000
190,000 280,000 360,000

736,400 1.198,900 1.257,000

En 1859 funcionaban seis saladeros en Montevideo y dos en Pa3'-


sandú.

Importación de sal, carbón de piedra y madera.

De la «iGuía de Montevideo» reproducimos el cuadi'o que subsigue:

Toneladas
ANOS Fanegas de sal de Pies de pino
carbón de piedra

1853-54 89,820 11,427


1854-55 107,450 13,882 2.294,000
1855-56 87,450 9,434 6.038,200
1856-57 130,030 9,132 2.499,696
1857-58 117,775 27,521 —
494 Anales de la Universidad

Las escuadras extranjeras, y muy principalmente la brasileña,


hacían en esa época sus aprovisionamientots en Montevideo, y a sus
operaciones más que a las del consumo interno deben atribuirse
las fuertes oscilaciones en el rubro del carbón de piedra que señala
el cuadro que antecede.

Guerra de tarifas en el Plata.

El comercio y la prensa de Montevideo empezaron a preocuparse


desde mediados de 1856 de los medios de enton-ir los resortes
comerciales de la plaza.
En Buenos Aires, — advertía «El Comercio del Plata» con
ocasión de una representación de las principales casas importa-
doras, — rige una legislación más liberal que la del Uruguay. Hay
ventajas en trasbordar o reexportar las mercaderías para Buenos
Aires, donde los derechos son más bajos y se pagan a plazos y
no al contado como aquí. Tiene además el comerciante argentino
el derecho de fraccionar el contenido de los bultos y efectuar el
despacho pieza por pieza, ventaja enorme de que no goza el co-
merciante uruguayo.
Respondiendo a esa propaganda, se dirigió el Gobierno a la
Asamblea en demanda de una ley que le autorizara para rebajar
los derechos sobre las mercaderías de fácil contrabando; reducir
fuertemente el número de artículos excluidos del deipésito en los
almacenes fiscales; crear una escala móvil reguladora de los de-
rechos sobre las harinas; fomentar el comercio de tránsito me-
diante el fraccionamiento de los bultos.
Estaban esas medidas a estudio de las Comisiones parlamenta-
rias, cuando el Congreso de la Confederación Argentina, que tenía
su asiento en el Paraná, sancionó una ley de derechos diferenciales
según la cual todas las mercaderías procedentes de cabos adentro
con destino a los puertos fluviales de la Confederación pagarían
el duiplo de los impuestos si no estaban sujetas al régimen de
los derechos específicos y el 30 % ad valorem si lo estaban. Las
mercaderías procedentes de cabos afuera no sufrirían alteración
alguna, y del mismo beneficio gozarían los productos naturales o
manufacturados del Uruguay, del Brasil y del Paraguay.
Era un golpe recio para nuestro comercio. Todas las merca-
derías europeas que bajaran a Montevideo para ser luego expedidas
en tránsito con destino a los mercados argentinos, abonarían do-
ble impuesto si pagaban derechos ad valorem y el 30 % si pagaban
Anales de la Universidad 495

derechos específicos. Se quería evitar a todo trance que Mon-


tevideo» pudiera convertirse en puerto terminal o de tránsito. Era
la exageración del decreto dictado por Rosas en 1834 gravando
con el 25 % el trasbordo de mercaderías en el Río de la Plata.
Véase cómo comentaba esa ley el Presidente Pereira al abrir las
sesiones ordinarias del Cuerpo Legislativo en 1857:
«La Confederación Argentina promulgó una ley imponiendo el
recargo de derechos a las mercaderías que se introdujesen en sus
puertos fluviales procedentes de cabos adentro. Semejante mj-
dida, tan falta de equidad y tan poco conciliable con los principios
de sincera amistad y recíproca benevolencia que deben regir entre
pueblos vecinos y hermanos, afecta a la República, perjudicando
sus intereses materiales. El Poder Ejecutivo no podía ni debía ser
indiferente, y dio sus instrucciones cuando la ley estaba en pro-
yecto al Encargado de Negocios de la República en la Confede-
ración para que entablara la conveniente reclamación. Ella no ha
producido todavía el efecto deseado, pero ha de sostenerse con to-
da la insistencia que requiere un asunto tan trascendental pard
la República y en que nos asiste tanta justicia. Un agente especial
será enviado oportunamente.»
También formuló observaciones la Legación Británica, invocando
cláusulas expresas del tratado de comercio con la Argentina, que
aseguraban la uniformidad de los derechos. Por lo menos así lo
aseguró «El Comercio del Plata». La gestión británica había sic^o
estimulada seguramente por alguna de las fuertes casas inglesas
radicadas en Montevideo, de amplias ramificaciones en los merca-
dos argentinos.
Entre las medidas prestigiadas en 1857 para disminuir los efec-
tos de la restricción comercial a que tendía la ley argentina,
figuraban una representación del comercio a favor del estable-
cimiento de un derecho único del 5 % sobre la importación, y
un proyecto de la Cámara de Diputados que acordaba el 50 % de
rebaja a las, mercaderías trasbordadas en Montevideo con desti'^o
a puertos orientales y recargaba con el 25 % a las mercaderí.-ís
de ultramar procedentes de puertos argentinos.
Durante todo el año 1858 prosiguió la campaña a favor de la
liberalización de nuestro régimen aduanero, estimulada por el co»
mercio que no cesaba de insistir en la necesidad de rebajar los
derechos. El promedio de lo que absorbía el Fisco, según uno de
sus argumentos, oscilaba alrededor del 18 %, y ese derecho que
redituaba al Erario 100,000 pesos mensuales, hacía pasar de con-
496 Anales de la universidad

trabando la mitad de la importación. El Ministro de Hacienda ci-


fraba todas sus esperanzas en la adopción de una tarifa de avalúos
sujeta a frecuentes revisiones, en reemplazo del aforo de las mer-
caderías al tiempo del despacho, y así lo proponía en su Memoria
anual,
Oe todas esas iniciativas sólo acogió la Asamblea la rela-
tiva a la abolición del almacenaje, aunque sin resultado práctico,
porque el Poder Ejecutivo vetó la ley invocando que había ya un
déficit, que el comercio tendría interés en prolongar el depósito,
y que sería necesario alquilar nuevos almacenes, observaciones que
fueron reputadas atendibles.
La cancillería uruguaya que había seguido trabajando a favor
de la derogación de los derechos diferenciales, obtuvo a mediados
de 1859 pleno éxito en sus gestiones, gracias sobre todo al dis-
tanciamiento cada día más agudo entre el Gobierno de la Confe-
deración y el de la Provincia de Buenos Aires, que obligaba a
buscar un ambiente de simpatía de este lado del Plata. La ley dic-
tada como consecuencia de dichas gestiones dejó en suspenso los
derechos diferenciales «en cuanto afectan, — decía, — los intere-
ses de la República Oriental del Uruguay».

Nuestro intercambio con Italia y España,

Durante el año 1855 salieron de España con destino a puertos


uruguayos 162 buques con una capacidad total de 36,276 tonela-
das, trayendo en sus cámaras 2,023 pasajeros, y en sus bodegas
mercaderías aforadas en 1.243,000 pesos fuertes, entre las que fi-
guraban 436,263 arrobas de vino tinto y 14,829 de aguardiente. En
el mismo año los mercados españoles recibieron del Uruguay
100,480 pesos fuertes en frutos y productos del país.
La estadística comercial española, de donde extraemos estos da-
tos, atribuía el fuerte desequilibrio entre lo importado y lo ex-
portado «al estado deplorable a que habían quedado reducidos
los mercados del Uruguay después de la guerra civil de nueve
años».
El comercio de Montevideo con . Genova, según los registros del
Cónsul General del Uruguay en los Estados Sardos don José
Mateo Antonini, ascendía a las siguientes cantidades:
Anales de la Universidad 497

1859 1880

Mercaderías salidas de Genova con destino a


Montevideo, francos 2.642,849 4.168,327
Mercaderías salidas de Montevideo con des-
tino a Genova, francos 2.498,129 4.059,430

Esta.bleciime(iitos de giro que existían en 1856.

Funcionaban en toda la República durante este año 4,092 es-


tablecimientos industriales y comerciales sujetos al impuesto de
patentes, perteneciendo a -nacioinales 1,362 y a extranjeros 2,730.
De esos establecimientos 1,970 eorresipondfan al departamento
de la Capital y 2,122 a los departamentos de campaña.
He aquí los más numerosos':

Almacenes por mayor . . 82 Herrerías 80


» menudeo . . 85 Pulperías 1,736
Asientos de atahona . . 247 Tiendas al menudeo, . 313
Carpinterías 171 Zapaterías 154

Existían, además, en la Capital, para el transporte de pasajeros


y mercaderías, 86 carruajes, 473 carros y carretas y 228 embar-
caciones.
De otra* estadística de 1859 relativa exclusivamente al departa-
mento de la Capital, extraemos estas cifras:

Casas introductoras y con


signatarias . 37 Fábricas de fideos . . 1
Registros . . . . 14 Fundiciones . . . . 5
Almacenes por mayor 22 Herrerías 36
Barracas de frutos . 18 Jabonerías 6
Fábricas de carruajes 6 Zapaterías 56
Carpinterías . 50

La crisis comercial de 1858.

Hubo un momento de pánico en la plaza de Montevideo a prin-


cipios de 1858. Ya se habían notado síntomas de paralización en
los negocios y de baja en los precios, cuando la casa de don Samuel
32
498 Anales de la Universidad

Lafone llamó a sus acreedores para evitar la bancarrota. Su ba.


lance no era alarmante: dos millones de pesos en el activo y un
millón en el pasivo. Tampoco lo era la propuesta de arreglo: el
pago íntegro con un interés perfectamente seguro, durante la mo-
ratoria, del 1 % mensual. Pero el hecho solo de la momentánea
suspensión de pagos de esa casa, que era la más importante de
Montevideo, tenía que promover y promovió hondas sacudidas y la
más absoluta restricción del crédito.
Casi en los mismos momentos suspendían pagos importantes casas
de Río de Janeiro, como la de Arango y C.a y Pradella y C ^, y
se debatía la plaza de Buenos Aires en medio de grandes dificul-
tados, todo ello como repercucion de la grave crisis que algunos
meses antes había estallado en Inglaterra, Francia y Estados
Unidos bajo la presión del oro extraído de las minas de iCalifornia
y de la multiplicación prodigiosa de los negocios resultante de
esas extracciones.

I^a zona franca en la Colonia.

La idea de la zona franca, tantas veces acariciada, se exteriorizó


en un proyecto que el Jefe Político de la Colonia don Plácido La-
guna presentó al Gobierno de Pereira en 1856. El propósito no
podía ser más halagador: llevar a la Colonia el comercio de trán-
sito con las provincias argentinas y el Paraguay. Pero las dificul-
tades financieras del momento obligaron una vez más a • dejar de
hido esa persistente aspiración nacional.
Se creyó luego posible la construcción de un puerto en la Co-
lonia, y respondiendo al estímulo oficial presentó don Agustín
Castro, en representación de un grupo de capitalistas, una pro-
puesta sobre la base de la adjudicación de la cuarta parte de las
rentas departamentales durante 10 años. Esa propuesta fué prohi-
jada por la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados en
1857, pero la crisis política que en seguida sobrevino dejó también
paralizado el expediente.

El Uruguay y el Brasil arriban en 1857 a un tratado de comercio


con tendencias al libre cambio.

El Brasil, como hemos dicho al ocuparnos de la Administración


Giró, había procurado anular la única franquicia acordada a los
Anales ae la universidad 499

saladeros orientales por los tratados de 1851, reduciendo a la ter.


cera parte el derecho aduanero del 25 % que con anterioridad a
los tratados cobraba al charque argentino. Su plan consistía siempre
en promover la liquidación de los saladeros orientales y en trans-
formar nuestras estancias en campos de engorde para el suministro
de materia prima a los establecimientos similares de Río Grande.
En consecuencia de ello el gobierno de Pereira envió instruc-
ciones a don Andrés ,Lamas para denunciar el tratado de comercio
de aquel año, una vez vencido el plazo fijado para su vigencia.
Ante esa amenaza de represalias que se traduciría en el resta-
blecimiento de los derechos de importación sobre los ganados des-
tinados a los saladeros de Río Grande, surgieron negociaciones
que abrían nuevos y fecundos rumbos a nuestras industrias. El
ambiente auropeo era de libre cambio en esos momentos, y el
plenipotenciario oriental colocándose de lleno en las nuevas co-
rrientes, presentó el siguiente programa de franquicias recíprocas:
Ambas partes admiten en principio la conveniencia del libre
cambio de sus productos naturales y agrícolas y convienen en
bacer un ensayo práctico de abolición de ciertos impuestos y re-
ducción progresiva de otros. Los productos naturales, ganaderos
y agrícolas del Uruguay, estarán exentos de derechos de consumo
en el Brasil, ya se introduzcan por la frontera terrestre, ya se
introduzcan por cualquiera de los puertos del Imperio. Los pro-
ductos naturales y agrícolas del Brasil gozarán en las aduanas
orientales de una rebaja del 2 % sobre el derecho general de
importación a que están sujetos los productos similares de cual-
quiera otra procedencia. El principio establecido en el tratado
de 1851 acerca de la navegación de los afluentes del río Uruguay
se hace extensivo a la navegación de la Laguna Merim y del río
Yaguarón.
Fué aceptado el programa del plenipotenciario oriental por la
cancillería brasileña y en el acto empezaron las conferencias, arri-
bándose finalmente en septiembre de 1857 a la redacción de un
tratado cuyas cláusulas esenciales reproducimos a continuación:
a) El Oobierno Oriental y el Gobierno Brasileño reconocen que
la posición geográfica de sus respectivos países establece mutua-
mente relaciones muy especiales, que deben ser regladas mediante
estipulaciones que al paso que favorezcan los intereses econó-
n^icos y la prosperidad material de los dos países, liguen a sus
habitantes y les hagan comprender prácticamente la estrecha de-
pendencia en que se encuentran la paz, la riqueza y el bienestar
500 Anales de la Universidad

recíprocos. Reconocen además la conveniencia de un ensayo que


pueda suministrarles los datos y reformas necesarios para asentar
en ellos un tratado definitivo que traiga progresivamente la abo-
lición de los derechos fiscales y protectores sobre los productos
naturales y agrícolas de los dos paises y por fin el libre cambio,
cuya utilidad reciproca reconocen en principio.
b) El ganado en pie que salga por la frontera con destino a
Río Grande estará libre de todo derecho de exportación y el ga-
nado brasileño que se introduzca en territorio oriental para ser
criado y engordado, estará exento de todo derecho de importación.
c) En compensación de estas ventajas estarán exentos de de-
rechos de importación en el Brasil y equiparados a los nacionales
el charque y demás productos ganaderos de origen oriental que
se introduzcan por la frontera o por los puertos del Imperio.
d) Los productos naturales y agrícolas del Brasil que se in-
troduzcan al Uruguay y los productos naturales y agrícolas del
Uruguay que se introduzcan al Brasil gozarán de una reducción
en los derechos de consumo que será del 3 % en el primer año,
del 4 % en el segundo y del 1 % en cada uno de los años sub-
siguientes.
e) Queda reconocida en principio la conveniencia para el co-
mercio, las industrias y las benévolas relaciones de los dos países,
de abrir por concesión del Brasil la navegación de la Laguna Me-
rim y del Yaguarón a la bandera oriental; pero dependiendo la
aplicación de ese principio de exámenes y estudios a que el Go-
bierno Imperial mandará proceder desde luego, será materia de
negociaciones ulteriores cuando se aborde el tratado definitivo.
Mientras tanto se concederán las mayores facilidades al comerció
que se hace por la Laguna Merim y el Yaguarón, eximiéndolo de
trasbordos forzosos.
f) El Uruguay concederá a las líneas de vapores brasileñas los
mismos privilegios acordados a las líneas inglesas, la exención de
derechos de anclaje, tonelaje y entrada de Aduana, y la exención
de derechos al carbón importado con destino a esos vapores, com-
prometiéndose además a no alterar durante el píazó dé diez años la
tarifa a que están sujetos los depósitos de carbón instalados para
('] servicio de las líneas brasileñas.
Suscripto ya el tratado, expresó el plenipotenciario oriental que
lo pasaría a su Gobierno con la siguiente interpretación de sus
dos cláusulas capitales:
Qué el Brasil no podría acordar a ningún otro país la exérición
Anales de la Universidad 601

de derechos al charque y demás productos ganaderos acordada en


cumpensación del libre pasaje del ganado por la frontera. Que
la concesión de la navegación de la Laguna Merim y del Yaguarón
otorgada en principio a la bandera oriental, restablecía la comu-
r.idad natural de aquellas aguas y que la práctica de ese prin-
cipio no podría quedar sujeta a ninguna condición que la hiciera
ilusoria y debería regirse por las reglas universales admitidas en
materia de navegación entre ribereños desde el Congreso de Viena.
De la polémica que se produjo en seguida entre el representante
del Uruguay doctor Lamas y el canciller brasileño vizconde de
Maranguapé, resultó conformidad plena respecto del primer punto;
pero en cuanto al segundo el diplomático imperial se manifestó fir-
me en su propósito de subordinar la concesión a la bandera urugua-
ya a condiciones dependientes de estudios que se mandaría prac-
ticar.
Quedaba, pues, en pie el problema de las aguas fronterizas. En
cambio se resolvíp. en términos muy favorables el problema de las
exportaciones. Las carnes uruguayas podrían penetrar en todos
los mercados brasileños libres de derechos y hasta con ventajas
sobre las de Río Grande sujetas a un impuesto municipal del 3 %
cuando se extraían con destino al interior del Imperio y del 7 %
cuando se exportaban para el exterior, y^'otra ventaja mayor sobre
Uis carnes argentinas que estaban gravadas con el 15 %. El Uru-
guay a su turno eximía de derechos de exportación al ganado y
a los productos ganaderos que salieran, por la frontera, vale decir,
lO mismo que establecía el tratado de 1851 no vencido todavía.
En cuanto a los demás productos, las concesiones eran recíprocas
y estaban encaminadas a una franca situación de libre cambio.
Uno de los plenipotenciarios brasileños, el vizconde del Uru-
guay, decía en el curso de las negociaciones, sintetizando el cri-
terio a que respondía el tratado:
«Es fuera de toda duda que las carnes que produce Río Grande
son insuficientes para el consumo del Imperio. A éste interesa
que sean abastecidas por la República. Pero también es muy grande
el interés de la República en tener el importantísimo mercado
que aquél le ofrece a su única industria actual. El Estado Oriental
produce un excedente de carnes que nos son necesarias para llenar
el vacío que en nuestro consumo deja nuestra producción de aquel
género. El Brasil produce azúcar, yerba mate, café, tabaco,
aguardiente, que consume y no produce el Estado Oriental. Las
relaciones comerciales de los dos países que son ya considerables.
502 Anales de la Universidad

ef.tán por lo tanto determinadas por esas circunstancias, por su


proximidad, y, por decirlo así, por la conmixtión de la población
de la frontera, de su industria, relaciones e intereses. Un sistema
que perturbase esas relaciones e intereses perjudicaría a todos
aquellos, ya brasileños ya orientales, que concurren con su con-
tirgente para la única industria de esos parajes.»

Trata el Gobierno de propiciarse el apoyo del país.

Antes de pasar el tratado a la Asamblea procuró el Gobierno


formar un movimiento de opinión a su favor, y con tal objeto di-
rigió una circular a los Jefes Políticos en que señalaba así las
ventajas que encerraba:
«Asegura un mercado privilegiadísimo en loe puertos del Brasil
a los productos del ganado del Estado Oriental y favorece a los
demás productos naturales y agrícolas... Establece una gran base
para el desarrollo de la industria y del comercio y, por con-
siguiente, para el desarrollo de la riqueza general del país y el
bienestar de sus habitantes.»

Pero la prensa de opositáón, dirige su proa contra el tratado.

El doctor Juan Carlos Gómez fué el primero en romper el fuego


desde las columnas de «El Nacional». Su oposición era absoluta.
Lo que el Brasil procuraba en su concepto era ratificar el tratado
lie límites territoriales que era nulo y que debía ser anulado en
vez de ratificado. He aquí su argumentación:
Lamas equiparó en 1851 «la detentación o usurpación maliciosa
con la posesión que nace de un derecho». El Uruguay tenía un lí-
mite de derecho y de hecho. Era la línea que forman los ríos
Ibicuy y Yaguarón. En vez de ella Lamas reconoció la que forman
el Cuareim y el Yaguarón, o sea el límite del acta de incorpo-
1 ación, acta declarada nula, írrita y de ningún valor en 1825.
Es un error de hecho que anula los tratados de 1851, tratados
nulos además por falta de sanción legislativa y por la promul-
gación ilegal que de ellos hizo el gobierno de Giró al declarar-
Tos hechos consumados cuando el ejército brasileño ocupaba nues-
tro territorio y el Uruguay salía de una larga guerra que lo co-
locaba en la imposibilidad de sostener en aquel momento con
las armas su derecha La cuestión de límites está pendiente ante
Anales de la Universidad SOS

el derecho, permanece irresuelta a pesar de la sanción indirecta


que le prestó la Asamblea de 1852 con la esperanza de ulteriores
modificaciones. El tratado de comercio que acaba de negociarse
tiene por objeto asegurar la línea divisoria. Su cláusula capital
acuerda efectivamente al Uruguay po7' concesión del Brasil, la
navegación de la Laguna Merim y del río Yaguarón. Todos los de-
más artículos son bordados hechos sobre esa tela para ocultar su
trama.
Uno de los diarios adictos al Crobierno, «La Nación», replicó que
la declaratoria de nulidad de la Sala de la Florida había quedado
sin efecto por los tratados de 1851; y en cuanto a las demás ob-
servaciones, que tanto el Presidente Giró como la mayoría de su
Asamblea se habían manifestado opuestos a los tratado»; que por
tííecto de ese rechazo la Legación Imperial se habla visto obligada
a aceptar modificaciones; que aun después de ello la mayoría sólo
había acordado su voto «en la esperanza de ulteriores modifica-
ciones», frase combatida por don José María Muñoz y don Pedro
Bustamante precisamente a nombre de los hechos consumados;
que la actitud de Giró y de la mayoría parlamentaria era tanto
más notable cuanto que los tratados estaban ya en plena ejecución
al tiempo de efectuarse en 1852 la transmisión del mando de don
Joaquín Suárez al Presidente de la Asamblea.
Lo que había de cierto en el fondo de esa polémica era que
los tratados de 1851 habían sido arrancados por el Brasil dentro
de una situación angustiosa en que el Uruguay no podía contra-
rrestar sus terribles zarpazos; que el gobierno de la Defensa que
por una resolución expresa de la Asamblea de Notables estaba obli-
gado a recabar la sanción legislativa, disolvió la Asamblea y por sí
y ante sí promulgó los tratados y les dio ejecución en cuanto era
dable hacerlo de inmediato; que el Presidente Giró que se resistía
a aceptar esa herencia tuvo que ceder bajo la presión de los ejér-
citos brasileños que ocupaban nuestro territorio, obteniendo, sin
embargo, algunas modificaciones; que la mayoría de la Asamblea
tuvo que ceder también, aunque con el preámbulo en que expresaba
la esperanza de ulteriores modificaciones, y todo ello porque
la minoría colorada que aceptaba los tratados como hechos consu-
mados no obstante la falta de sanción legislativa, tenía a su favor
el apoyo de ia Legación Brasileña, interesada en echar abajo al
gobierno de Giró y en reabrir el período de nuestras guerras civiles.
Tales eran los hechos. Y bien considerados, sólo quedaba como
argumento de invalidez la falta de libertad en 1852 para aceptar
Wi Añales de la universidad

o. rechazar los tratados, dado que la diplomacia brasileña que em-


pujaba a uno tle los partidos orientales para que corriera a bala-
zos al otro, tenía a poca distancia de Montevideo un ejército for^
midable con que asegurar la efectividad de sus planes.

El tratado de coinefrcio ante el Parlamento.

Hemos dicho en el capítulo IX cuál fué la suerte del tratado


de comercio al ser sometido por primera vez a la consideración
legislativa.
El país entero estaba en plena lucha electoral y los elemen-
tos de oposiciAn encabezados por el doctor Juan Carlos Gómez
hacían argumento de todo para crearle dificultades al Gobier-í
no y provocar un cambio violento de situación. El tratado de co-'
mercio suministró nuevos combustibles a la hoguera y hubo que
clausurar las sesiones ordinarias para cortar los debates, al mismo
tiempo que se prohibían las reuniones políticas y que eran deste-
rrados los periodistas que encabezaban la oposición.
Un año después, en 1858, volvió el tratado de comercio a figurar
en la orden del día de la Asamblea. Ya no había oposición, porque
la oposición había quedado aihogada en Quinteros, y el tratado si-
guió la tramitación parlamentaria, tranquila y serenamente, como
cualquier asunto de índole corriente.
A mediados de año la Comisión de la Cámara de Diputados que
lo tenía a estudio se expidió aconsejando su sanción.
<<iLa situación creada a la industria y al comercio de la Repú-
blica por los tratados de 1851—decía en su informe—sobre todo
después de reducir el Imperio a la. mitad la ventaja que la tarifa
de aquella época ofrecía a la exportación de nuestros productos por
la frontera terrestre, es a todas luces leonina e insoportablemente
onerosa»... Se ha dicho por los opositores que el nuevo tratado
responde al proipóslto de «matar el hambre de los negros del Bra-
sil y para establecer en esta República con sacrificio de sus intere-
ses un mercado privilegiado a favor de los productos del Brasil»...'
El hecho es, sin embargo, que el tratado exime absolutamente de
impuestos en el Brasil a los productos animales "de procedencia
uruguaya y establece una rebaja progresiva a favor de los pro-
ductos agrícolas y naturales bajo la única obligación de rebajar
progresivamente nuestros derechos a los artículos de procedencia
brasileña.
Anales de la universidad • 505

iSólo dos objeciones podrían hacerse al tratado—agregaba el in-


forme—la relativa a la efectividad del privilegio acordado a la
exportación uruguaya y el ultraje a la dignidad nacional que en-
vuelve la cláusula de la navegación de las aguas fronterizas. Pero
la primera carece de importancia ante los términos expresos del
tratado que establecen que el privilegio que obtiene la República es
la compensación de las franquicias que ella acuerda al Brasil y de
la nota final en que el negociador oriental declara que el tratado
será sometido a la aprobación legislativa en el concepto de que la
exención de impuestos constituye la compensación de las franqui-
cias acordadas al Brasil y que esa exención no podrá ser exten-
dida a ningún otro país sin que el tratado quede anulado por el
hecho. >Bn cuanto a lo de las aguas (fronterizas, toda la responsabi-
lidad del ultraje recae sóbrelos sostenedores de la teoría de los
hechos consumados de 1852, de aquellos «que hallándose a la ca-
beza de toda la fuerza armada del país y en medio de las angus-
tias de la República que se esforzaba por levantarse de la postra-
ción en que la había sumido la lucha de los nueve años, confesaban
en pleno Senado hallarse prontos a debelar las autoridades consti-.
tuidas de la Nación, poniéndose al frente de una revolución eij
sostenimiento de todas las indignidades que se le imponían».
El miembro informante de la Comisión, don Cándido Joanicó,
agregó refiriéndose al tratado de comercio de 1851:
La exención de derechos de exportación a favor del ganado des-
tinado a la provincia de Río G-rande impidió que tomara incre-
mento nuestra industria saladeril, porque toda ella se radicó en la
írontera terrestre. Es verdad que por otra cláusula del tratado
quedaban exentos de derechos los productos animales que se ex-
portaran por la frontera terrestre. Pero esa franquicia no era su-
ficiente para contrarrestar el golpe asestado a nuestra industria,
según lo demuestra el hecho de que transcurrieran varios años sin
que los saladeros pudieran sostenerse a pesar de las matanzas de
animales alzados a que se veían obligados los estancieros para
hacerse de fondos. Y el Imperio no satisfecho con ello, todavía hi-
zo más intolerable nuestra situación. La tarifa vigente al tiempo
de celebrarse el tratado gravaba con el 25 % el consumo interno
de carne y ese derecho fué reducido al 15 % por efecto de medidasj
inspiradas en los intereses de la clase trabajadora del Brasil. Lai
única ventaja que se nos había acordado quedó anulada en conse-
cuencia. No hay que pensar en tener saladeros mientras subsista
el tratado de 1851. Ese es el hecho. El nuevo tratado viene a dar
506 • Anales de la universidad

razón al preámbulo con que fueron sancionados los de 1851: el vo-


to a favor de ulteriores modificaciones, voto de realización fácil
dada la índole de las industrias del Brasil y del Uruguay, que con-
vierte a cada uno en consumidor de los productos del otro.
Prevalecieron estas consideraciones en ambas ramas del Cuerpo
Legislativo y en consecuencia el tratado de comercio fué sanciona-
do y previo canje de las ratificaciones empezó a ejecutarse por el
Uruguay y el Brasil desde diciembre de 1858,

Escasa duración de esite tratado.

El tratado de comercio y el de permuta de territorios habían si-


do ajustados por el plenipotenciario del Uruguay el mismo día;
pero sin ningima cláusula que estableciera dependencia o siquiera,
relación entre los dos tratados.
Ya había corrido un año desde la fecha del ajuste cuando la
diplomacia imperial convertía en hermanos siameses al irritado de
i'omercio, desbordante de liberalismo, y al de permuta destinado
fundamentalmente a colocar las iniquidades de 1851 al abrigo de
toda excepción de nulidad. Según las notas reservadas que se cam-
biaron en esa oportunidad la aceptación del tratado de permuta
era condición indispensable para la subsistencia del tratado de
comercio.
Veía el Brasil que el primero de esos tratados después de su
fracaso en 1857 había corrido sobre rieles al año siguiente, en
tanto que el segundo era rechazado de plano por la Cámara de Se-
nadores a pesar del informe favorable de la Comisión encargada
de su estudio. Y entonces se propuso ejercer presión sobre nuestro
Gobierno, a fin de hacer depender la vigencia de las franquicias
comerciales de la aceptación del tratado de permuta.
Cediendo a esa presión sin duda el Gobierno de Pereira volvió a
recomendar en 1859 la permuta de territorios, sin conseguir su
objeto, porque la Comisión de Legislación orientada ya en las mis-
mas ideas de la mayoría del Senado había resuelto aconsejar lisa
y llanamente el rechazo.
«Ei Brasil—^^decía la Comisión en su informe—ha dado pruebas
de que sólo espera circunstancias angustiosas para la República
para apropiarse de grandes zonas del territorio nacional y sería lo
más peligroso para nuestra propia seguridad establecer tratados
de cesión de territorios bajo el pretexto de permuta o de cualiiuier
Anales de la Universidad 507

otro, que después servirían de precedente para negociar otro y


ctros en circunstancias adecuadas para su logro».
Todavía no conocían nuestros legisladores las notas reservadas
y sólo procedían bajo la impresión de las absoiciones territoriales
de los tiempos anteriores, que no convenía de ninguna manera ma-
tizar con una ley que luego podría servir de precedente para nue-
vas usurpaciones.
Terminaba en esos momentos la administración Pereira y no
tuvo tiempo el Senado de ocuparse del asunto, que pasó así sin re-
solución al nuevo gobierno juntamente con la divulgación de las
notas reservadas. Y ya veremos que uno de los primeros actos de
la administración Berro fué retirar el tratado de permuta y que
invocando ese retiro declaró en el acto el Gfobíerno Brasileño ca-
ducado el tratado de comercio y subsistente el de 1851, volviendo
de nuevo ambos países, por efecto de la insaciable voracidad bra-
sileña, al régimen de represalias y de guerra económica de que se
había intentado salir.

La cláusula de la ibaeii|ón más faivorecidta en los tratados de co-


mercio.

Hasta el momento histórico que examinamos había dominado en


nuestras prácticas diplomáticas el principio de «la igualdad de
tratamiento al de la nación más favorecida».
En 1858 inició la cancillería oriental una decidida campaña con-
tra ese principio, que habría de intensificarse hasta triunfar lar-
gos años más tarde.
La cláusula de la nación más favorecida, nos crea—decía la Me-
moria de Relaciones Exteriores de ese año—una situación desven-
tajosa, desde que contraemos obligaciones a cambio de una recipro-
cidad que para nosotros resulta ilusoria y que además nos inhabi-
lita para poder arreglar nuestros intereses especiales de vecindad.

Seguros marítimos.

Desde mediados de 1856 empezó a funcionar en Montevideo una


agencia de la «Compañía de Seguros Marítimos y Terrestres del
Brasil». La lista de accionistas estaba encabezada por el barón de
Maná.
508 Anales de la Universidad

NaTegación de cabotaje.

La carrera del Río de la Plata y del río Uruguay adquirió un


buen impulso durante el golderno de Pereira.
En 1856 se fundó una empresa que adquirió el vapor «Comercio»
con destino a la carrera de Montevideo al Salto. Dos años después
empezó a funcionar una nueva línea con los vapores «Corza» y
«Sycce» y el mismo itinerario, pero pasando por Buesos Aires. Y
en 1859 entró en actividad una tercera empresa, la Salteña, con los
vapores «Salto» y «Montevideo», sobre la base de una subvención
mensual de mil pesos obtenida por el coronel Leandro Grómez repre-
sentante de la Compañía.

Obras de abalizamiento y de iluminación.

También prosiguió el Gobierno las obras de abalizamiento e ilu-


minación de nuestras aguas.
En 1857 empezó a funcionar el pontón-faro del Banco Inglés, de-
cretado por leyes y reglamentos de la administración anterior.
La Asamblea estableció en ese mismo año, con destino a obras
de abalizamiento, un impuesto sobre la navegación en el río Uru-
guay, de 120 centesimos (moneda antigua) por tonelada tratán-
dose de buques de ultramar y de 50 tratándose de barcos de ca-
botaje. Fué una ley de incubación laboriosa. La Cámara de Diputa-
dos optaba por el establecimiento liso y llano del impuesto, mien-
tras que el Senado juzgaba que sólo debía autorizarse al Poder
Ejecutivo para acordar el impuesto con la Argentina. Llevada la
disidencia a la Asamblea General prevaleció la fórmula de la Cá-
mara de Diputados. Todavía intentaron en esa etapa final los parti-
darios de la tesis del Senado la incorporación de un articulo que
autorizaba al Poder Ejecutivo para no aplicar el impuesto en el ca-
so de que así lo aconsejaran las negociaciones con el Gobierno Ar-
gentino, pero también sin resultado, porque el artículo fué
desechado.
Una empresa particular de la que formaban parte don Luis Le-
rena y don Leandro Gómez se encargó en seguida de iniciar tra-
bajos para la realización de las obras de abalizamiento, de acuerdo
con la fórmula del Senado. Empezó por gestionar ante nuestro Go-
bierno la contratación de las del río Uruguay, y una vez votada
ía ley se dirigió al Congreso Argentino, obteniendo una sanción
favorable de la Cámara de Diputados al finalizar el año 1858.
Anales de la Universidad 509

Los momentos no eran sin embargo propicios para establecer


recargos a la navegación de cabotaje, que continuaba en crisis a
despecho de las medidas adoptadas en años anteriores. '
Dando una de las razones de la decadencia, decía «iSl Nacional»
cue un barco costanero de 100 toneladas y 12 viajes al año, pa-
gaba en la Argentina 5 patacones de patente, contra 225 que
estaba obligado a abonar en Montevideo!
La Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados abordó
fcn 1858 el estudio de un plan de franquicias sobre la base de la
sr.presión de los derechos de patente y adicionales de hospital,
que hacía extensiva a los barcos de cabotaje de los países ribe-
reños del Plata y sus afluentes. Pero el proyecto quedó aplazada
a la espera de lo que estableciera la ley de Aduana.

Servicios de prácticos lemanes.

Otra reforma realizó el gobierno de Pereira: la derogación del


decreto de 1854, que autorizaba el establecimiento de sociedades
de prácticos lemanes para el servicio de navegación entre los
puertos de Montevideo y Buenos Aires. El nuevo decreto de 1856
declaraba s i n . efecto las sociedades ya existentes y dejaba en
completa libertad a los capitanes y consignatarios para elegir
prácticos, pero sin alterar la tarifa sancionada en 1840 y la de
gastos y derechos de puerto, ambas excesivamente pesadas para
el movimiento mercantil, según una de las publicaciones de la
época, la «Guia de Montevideo», que invocaba para demostrarlo es-
tas cifras relativas á los buques de ultramar: ^
Al práctico, por traer un buque de fuera de cabos, 8 pesos; por
abrir registro de carga, 24 pesos; por abrir registro de descarga,
20 pesos; por derechos de puerto 200 centesimos por cada tone-
lada (ya se percibían los derechos correspondientes a los faros de
Flores, Lobos, Cerro y Colonia).

El cabotaje en 1858.

De un cuadro estadístico publicado pqr la misma «Guía de Mon-


tevideo» extraemos las siguientes cifras relativas al movimiento de
entradas y salidas de buques de cabotaje en el puerto de Montevi-
deo durante el año 1858:
510 Anales de la universidad

ENTRADAS SAL.IDAS

Buques Toneladas Tripulantes Buques Toneladas Tripulantes

Nacionales . 526 19,091 2,846 521 19,066 2,835


Extranjeros . 179 5,905 1,030 182 7,299 1,078

705 24,996 3,876 703 26,365 3,913

A despecho de todos los factores de estancamiento y retroceso,


el cabotaje nacional conservaba todavía, como se ve, fuerte supe-
rioridad sobre el extranjero.

Adhesión del Uruguay a las declara|cion,es del Congreso de París.

Los Encargados de Negocios de Francia y de Inglaterra reca-


baron en 1856 la adhesión de la República Oriental a las siguientes
declaraciones del Congreso Internacional reunido en París a prin-
cipios de ese mismo año:
Abolición del corso. El pabellón neutral defiende la mercadería
etemiga, salvo el caso de contrabando de guerra. La mercadería
neutral bajo pabellón enemigo no es confiscable, salvo el caso
de contrabando de guerra. El bloqueo para que sea obligatorio
debe ser efectivo, es decir, mantenido por una fuerza suficiente para
interceptar realmente el acceso al litoral enemigo. Los Estados
en caso de conflicto deberán «antes de apelar a las armas, recurrir
hasta donde lo permitan las circunstancias a los buenos oficios de
ur.a potencia amiga».
Contestó el gobierno de Perelra que adhería enteramente a es-
tas declaraciones, y que las pasaría a la Asamblea de acuerdo con
la ley fundamental, como efectivamente lo hizo un año después.

Tja libre navegación de los ríosi.

Nuestra cancillería comunicó al Gobierno Paraguayo en 1857


que estaban abiertafj «a la navegación del Paraguay, como a la.
de todos los otros ribereños, la parte de los ríos que le pertenece».
Invocaba en su nota el tratado de 1851 con el Brasil, Entre Ríos
y Corrientes, y el del mismo año con el Brasil, que establecían la
libre navegación del Uruguay Paraná y demás afluentes del Plata
Anales de la Universidad 511

para los contratantes y ribereños que permitieran la misma nave-


gación en la parte de su pertenencia, declaración esta última que
el Paraguay había aceptado en principio.

Ferrocarriles y telégrafos.

Don Roberto Rowley pidió y obtuvo privilegio en 1856 para el


establecimiento de un ferrocarril entre Montevideo y Río de Ja-
neiro. El Poder Ejecutivo otorgó la concesión por ocho años invo-
cando la ley de privilegios de 1853. Y luego de obtenida se presentó
el concesionario al Cuerpo Legislativo solicitando ampliación a no-
venta años, con la promesa de construir otras líneas en el interior
del país, para ligar a la Capital con los pueblos de campaña. La Cá-
mara de Diputados votó el proyecto, pero el Senado lo desechó de
acuerdo con el miembro informante, quien opinaba que ese ferro-
carril tiera inútil por cuanto faltaba en el país la población, ali-
mento principal de estas empresas».
A fines de 1858 se organizó un empresa, de la que formaban
parte don Francisco Hocquard, don Carlos Navia, don Leandro Gó-
mez y don Pablo Duplessis para construir un ferrocarril de Mon-
tevideo a la Unión, y concentrar las tabladas en este último punto.
El Gobierno aceptó la propuesta y luego se dirigió a la Asamblea
en demanda de una ley que autorizara las expropiaciones de tie-
rras que fueran necesarias. Formulando el elogio del proyecto, decía
la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados:
«Es con el establecimiento de las vías férreas que se acortan las
distancias, se estrechan las relaciones de los pueblos y se aumenta
facilitándose el comercio, que es el agente más eficaz de la ri-
queza, de la paz y del engrandecimiento de las naciones. Plan-
teada una vez en la República esa importante invención, Iqg be-
néficos resultados que indudablemente producirá servirán de estí-
mulo para que mayores capitales invertidos en la misma espe-
culación hagan desaparecer de entre nosotros las dificultades del
transporte establecidas por la naturaleza. Cuando los desiertos y
los ríos de nuestra campaña no detengan el pensamiento y las
industrias, cuando nuestros hombres pastoriles y agrícolas estén
vinculados con los centros mercantiles, cuando sea fácil la re-
misión de la riqueza de un punto a otro del Estado, habremos
conseguido aniquilar el aislamiento, que es la causa que princi-
palmente retarda el progreso y el bienestar de los pueblos. Con
la comunicación rápida de las Ideas, con el cambio reciproco de
512 Anales de la Universidad

irtereses y con el adelanto que necesariamente resulta del contacto


inmediato y frecuente con las sociedades, a la vez que será más
regular y más fructífero el trabajo, cundirá más la ilustración en
las masas y con ella se multiplicarán los elementos que han de
fortificar la paz y el imperio de la ley».
No faltaban, pues, iniciativas de este lado del Plata. Pero como
ninguna de ellas podía prosperar a causa de las agitaciones polí-
ticas, el Ferrocarril del Oeste de Buenos Aires, inaugurado en
1857, quedó como el primero del Río de la Plata.
Desde ese mismo año empezó a abrirse camino la idea de es-
tablecer el telégrafo eléctrico entre Montevideo y Buenos Aires, 7
poco después llegó el representante de la Empresa de los cables en-
tre Europa y Norte América en busca de facilidades para extender
el beneficio de sus líneas a las dos capitales del Plata.

Lü industria ganadera.

En su Memoria anual correspondiente al año 1858, decía el Mi-


nistro de Gobierno que en nuestra campaña pastaban cerca de cua-
tro millones de animales vacunos, dos millones de ovinos y un
millón de caballares. Vamos a reproducir sus cifras por depar-
tamentos y también las de los establecimientos ganaderos que exis-
tían a la sazón según otro cuadro que don José Váziquez Sagastume
presentó a la Cámara de Diputados al fundar en 1859 un plan de
refundición de impuestos locales:

DEPARTAMENTOS Establecimientos Vacunos Lanares Caballares

Canelones . . . . 210 72,607 39,125


San J^sé. 625 260,347 168,292 46,300
Colonia . 486 85,000 213,000 —
Soriano . 694 259,000 249,850 62,963
Durazno . 458 235,000 50,800 23,026
Paysandú 496 158,284 77,994 36,306
Tacuarembó 900 335,275 200,000 106,083
Cerro Larg-o — 1.000,000 80,000 250,000
Minas. 614 172.962 68,043 38,310
Florida . 550 450,000 500,000 85,000
Maldonado 840 176,000 53,000 45,000
Salto . . 509 450,000 — 200,000

Figuraban bajo la clasificación de mestizas alrededor de 500,000


ovejas. ' .' .
Anales de la Universidad 51Í

En un cálculo estadístico presentado a la Cámara de Diputados


en la misma oportunidad, se hacía ascender a 7,182 el número de
los establecimientos, correspondiendo un millar al Departamento
d3 Cerro Largo que en el cuadro precedente aparece en blanco..
Según otros datos de origen oficial el Departamento de Tacua-
rembó encerraba realmente un millón de vacunos al tiempo de
levantarse la estadística ministerial, pero como una parte consi-
derable de esos animales era de invernada y estaba destinada
a los saladeros de Río Grande, sólo había computado la Policía los
rodeos que podían considerarse como estables o permanentes.
Advertiremos también que en el acta de colocación de la piedra
fundamental de la Jefatura del Salto, de mediados de 1859, se
atribuía a ese departamento por las propias autoridades locales
600,000 vacunos, 200,000 ovinos y 130,000 yeguarizos.
Varios meses antes de que el Ministerio de Gobierno hiciera pre-
parar sus cuadros por intermedio de las Jefaturas Políticas, el
Director de «La Nación» calculaba así las existencias, invocando
datos suministrados por los ganaderos:
La República tenía en 1852 alrededor de 2.000,000 de animales
vacunos según el censo, y de 2.500,000 computando las omisiones
del censo. El procreo de nuestra campaña donde jamás hay pes-
ies puede estimarse en el 33 % al año. Agregando las constantes
entradas de Río Grande y de Corrientes, resultará una existencia
de seis millones de cabezas, que nos suministra al año 100,000 no-
villos para consumo y 500,000 para saladero.
He aquí otro cálculo que al discutirse en 1868 el rendimiento de
una patente extraordinaria, hacía el ingeniero don Julio Reyes:
Ganado vacuno: 5.000,000.
Ganado lanar: 10.000,000.
Ganado caballar: 500,000.
Volvió el Ministerio de Gobierno en 1859 a recabar datos esta-
dísticos a las Jefaturas de Policía. No todas las contestaciones fue-
ron publicadas, por lo que sólo podemos reproducir las que sub-
siguen:
San José. Desde septiembre de 1858 hasta septiembre de 1859
fueron extraídos del Departamento 15,698 vacunos, 1,716 caballares
y 6,039 arrobas de lana. No figuran las salidas del distrito de
Porongos.
Colonia. Vacunos 206,367, lanares 290,509, caballares 51,004, cer-
dos 1,960 (adviértase que en el cuadro ministerial del año anterior
la existencia de vacunos no pasaba de 85,000 cabezas).

33.
514 Anales de la Universidad

Florida. 320 establecimientos g a n a d e r o s ; 560 establecimientos de


pastoreo y a g r i c u l t u r a ; 121 de a g r i c u l t u r a simplemente.
Maldonado. 234,899 vacunos; 70,774 ovinos; 58,669 caballares.
Todas estas cifras señalan sensible a u m e n t o sobre las del año
anterior.

C a r n e p a r a el c o n s u m o d e l a p o b l a c i ó n .

D u r a n t e los doce meses t r a n s c u r r i d o s desde agosto de 1857 h a s t a


j.ilio de 1858 fueron traídos a Montevideo y carneados 127,615
animales vacunos. E n el cuadro oficial de donde extraemos estas
cifras, figuran cincuenta y tantos compradores, algunos de ellos
en g r a n d e escala, como Lafone, por 25,000, Lucio Costa por 21,000,
Bnrzaco por 19,000, P e d r o P i ñ e y r ú a por 10,000.
Los corrales de abasto y el m a t a d e r o estaban ubicados en la playa
de la Aguada y de sus poco satisfactorias condiciones higiénicas
i n s t r u y e el hecho de que dichos establecimientos figuraron entre
los factores de la g r a n epidemia de 1857.

P r e c i o s d e l g a n a d o y d e l o s campos.

Al r e g l a m e n t a r la ley de contribución directa de 1856, estableció


el Poder Ejecutivo las n o r m a s que subsiguen p a r a la apreciación
de los capitales sujetos al i m p u e s t o :
Una s u e r t e sencilla de estancia puede contener dos mil cabezas
de ganado vacuno y caballar o diez mil de g a n a d o l a n a r . Cada
s u e r t e de estancia debe estimarse en dos mil pesos y el ganado
a los siguientes t i p o s :
Ganado vacuno de cría o rodeo, 6 pesos; g a n a d o vacuno al-
zado, 4 pesos; g a n a d o caballar, 12 r e a l e s ; ganado caballar alzado,
4 reales; ovejas finas, 6 pesos; mestizas, 3 pesos; criollas, 12
r e a l e s ; cerdos, 2 pesos.
Tales eran los precios establecidos p a r a el pago de la contri-
bución directa, inferiores algunos de ellos a los de plaza. Una co-
rrespondencia del Salto hacía notar en diciembre de 1856 que los
novillos y las vacas que se habían estado cotizando respectivamente
a 14 y 11 patacones, habían subido a 16 y medio los primeros y a
16 las segundas.
Sobre la base de los precios corrientes, apreciaba editorialmente
<vEl Comercio del Plata» a fines del mismo año, en seis millones
Anales de la Universidad 515

de patacones el valor de la zafra ganadera terminada, entrando en


esa cifra las lanas por 600,000 patacones.
Véase cuál era la cotización de los cueros y lanas en la plaza
de Montevideo a mediados de 1858 (pesos de ocho reales):

Cueros vacunos de saladero, 75 libras . 8 pesos 4 reales


» » » matadero, 75 libras . 7 » 6 »
Lana, arroba 3 » 6 »

De una estadística más anaplia de la «Guía de Montevideo» re-


producimos estos promedios de precios durante el trienio 1856-
1858. (El tasajo a pesos fuertes de 10 reales y los cueros y las la-
nas a reales):

CUEROS VACUNOS
ANOS Lanas Tasajo
Secos Salados

1856 . . . . 68 ¡i a 88 reales 63 a 78 11 '/2 a 17 reales 6 a 7 pesos fuertes


1857 . . . . 88 >> 110 » 84 « 112 16 » 20 5 Vi a 7
1858 . . . . 51 » 78 » 57 » 74 10 72 » 20 S a 7

En cuanto al precio de los campos, don Isidoro De-María que


recorrió la campaña en 1859, hacía notar en sus apuntes de viaje
que los campos de San José y Soriano se cotizaban de 6,500 a
8,000 pesos la suerte. Y agregaba que por los novillos de saladero
se estaba pagando a razón de 18 pesos.

Marcas y señales.

El signo representativo de la propiedad ganadera había estado


siempre librado a la fantasía de cada estanciero, resultando de
ello con frecuencia marcas iguales o que sólo se distinguían por
pequeñas diferencias, en provecho de los ladrones de ganados que
fácilmente conquistaban la impunidad.
En 1857 presentó don Juan Ildefonso Blanco al gobierno de Pe-
reira un sistema de marcación que permitía formular mediante
una combinación de líneas rectas y curvas 20,000 marcas diferentes,
número que luego fué elevado por el señor Blanco a 999,900. Los
10 guarismos de la aritmética estaban representados por otros
tantos signos convencionales, con guiones de trabazón para evitar
la superposición fraudulenta de marcas.
516 Anales de la Universidad

El Gobierno aprobó ese sistema en 1859, declaró que sus marcas


serían las únicas que servirían para acreditar la propiedad de los
ganados y estableció el precio de cuatro pesos por marca como
letribución al señor Blanco, invadiendo con ello atribuciones pri-
vativas de la Asamblea.

El robo de ganados.

Era tanto más urgente la reglamentación de la propiedad gana-


dera, cuanto que el robo iba asumiendo proporciones asustadoras
por efecto de los hábitos desarrollados a la sombra de los desór-
denes de la guerra civil y de la escasez de la Policía.
«Hay secciones en departamentos no lejanos de la Capital, —
uecía editorialmente «El Comercio del Plata», — en que la contri-
bución violenta que soportan los honestos y laboriosos habitantes
en provecho de los abigeos, vagos y ladrones, sería más que su-
ficiente para costear a toda una familia una vida no sólo cómoda,
fino lujosa en medio de los placeres de la Capital. Una, dos o tres
reses por noche, cuereadas o robadas, al precio que hoy tiene la
hacienda, representan al final del año un fuertísimo capital que se
destruye en provecho del vicio, de la holgazanería y del sustento
do esos bárbaros de nuestros tiempos calamitosos. Desde el año
185'2 en que empezamos a poblar este campo, — nos decía uno
de nuestros amigos estancieros que tiene 4,000 vacas, — los veci-
nos que no poseen un solo animal, que no siembran, que no se con-
chaban y que viven con sus familias, entre las cuales hay una
compuesta de 30 personas, nos han robado otro tanto de lo que
tenemos.» •
f

La doma de potros por el cloroformo.

En 1558 realizó el señor Munftar una curiosa experiencia de do-


ma de potro con ayuda del cloroformo. Volteaba al animal, le hacía
aspirar una dosis de cloroformo, y en seguida lo manoseaba, lo
ensillaba y lo montaba. La experiencia fué realizada en la barraca
de Errasquin, durante varios días, con excelentes resultados.
Al año siguiente llegó de Hamburgo una fuerte partida de clo-
roformo, y varios estancieros resolvieron poner en práctica el pro-
codimiento. Uno de ellos, el coronel Lucas Moreno, publicó el re-
sultado de sus ensayos con grandes elogios. Decía que la doma en
Anales de ¡a universidad 517

la forma corriente absorbía tres patacones, y que el potro quedaba


de ordinario arisco y estropeado, en tanto que con el cloroformo
el gasto era mínimo y el resultado perfecto. Le había b?.stado ana
sola aplicación de esa sustancia, seguida en los dos o tres días
subsiguientes del amansamiento a ra^.uo. Completaba su relación
el coronel Moreno diciendo que había despedido a sus domadores,
salvo un peón extranjero, porque ningún criollo quería modificar
su sistema.

La agricultura.

Las Jefaturas Políticas procedieron a principios de 1857 a la re-


colección de los datos relativos a la siembia y. cosecha de trigo
correspondientes al año anterior, con el vpsultado que demuestra
este cuadro que reproducimos de la Memoria del Ministerio de Go-
bierno:

Sembrado Recogido Sembrado Recogido

Montevideo, fanegas 4,177 31,858 Rocha, fanegas 346 3,768


Pando . . . . . 5,703 30,782 1 Minas . . 10,090
San José . . . . 953 8,877 Paysandú . . 151 2,416
Mercedes . . . . 467 5,717 Meló . . 100 1,200
Maldonado . . . 2,189 17,512
San Carlos . . . 2,031 16,248 16,117 128,468
1

Suponiendo un tercio de ocultaciones, calculaba el Ministro de


Gobierno en 200,000 fanegas la cosecha de los departamentos o
secciones de Departamentos comprerdidas en la estadística po-
licial.
Cuando las policías procedían a la recaudación de esos datos,
«El" Comercio del Plata» que se singularizaba por la exactitud de
sus informaciones comerciales, decía que la cosecha total del Uru-
guay oscilaba de 500 a 700,000 fanegas, siendo la primera de estp.s
cifras la más ajustada a la realidad de los hechos. Agregaba dos
datos de interés: que tomando por base el promedio del consumo
anual quedaba para exportar la mitad del trigo cosechado, o sea
alrededor de 250,000 fanegas, y que para el levantamiento de la
cosecha se luchaba con la escasez de brazos.
Algunas de las estadísticas omitidas en los cuadros del Ministerio
518 Anales de la Universidad

de Gobierno se publicaron más tarde, entre ellas la de Canelones,


con 18,695 fanegas sembradas y 91,936 fanegas recogidas; y la del
Salto con 107 fanegas sembradas y 1,318 recogidas.
Fué también muy abundante la cosecha de 1857, según las in-
formaciones de la prensa, que para demostrarlo exhibía el estado
próspero de la molinería nacional, ya con todos los contornos de
una fuerte industria. En el Departamento de Montevideo funcio-
naban cinco grandes molinos a vajpor y muchos a viento.
La estadística policial de la Colonia correspondiente a ese año
arrojó 7,211 fanegas de trigo cosechado. Y la de Paysandú 1,538
cuadras sembradas con 1,303 fanegas de trigo y 85 de maíz.
Prosiguió el trabajo agrícola con igual Intensidad en 1858. El
padrón levantado por la Policía de Canelones fijaba así el número
de fanegas de trigo sembrado:

Guadalupe 1,31S Puntas de Pando. . 709 Vejiga . . . . 366


Pando 4,734 Pedernal . . . . 767 Sauce Solo . . . 998
San Juan Bautista . . 761 Sauce 736 Mosquitos . . . 360
Piedras 1,239 Brujas 3,307 Solís Grande . . 93
Canelón Grande . . . 741 Tala 604

El padrón policial de Montevideo arrojó estos datos relativos tam-


bién a la siembra de trigo (fanegas):

Cordón (^5 Pantanoso 725


Aguada 16 Peñarol 404
Unión 306 Cerro 876
Paso Molino 86 Toledo 830
Miguelete 319

Algunas de las zonas que hoy cubre por completo la edificación


urbana estaban, como se ve, destinadas en esa época a la produc-
ción de trigo. La cosecha dio 38,738 fanegas, contra una siembra
oe 4,422, incluidos algunos establecimientos omitidos en el padrón.
Ei rendimiento era de 9 por 1, habiendo chacras excepcionales
en que había dado 22 por 1.
El padrón policial de Maldonado daba como resultado de las
siembras de trigo una c^ech'a í e 5§,D90 fanegas.
Al finalizar el año 1858 se calculaba corrientemente la cosecha
de toda la República en 600,000 fanegas, cifra reveladora de la no-
table intensificación del trabajo agrícola. Cotizábase el trigo en
esos momentos de 3 pesos 4 reales a 4 pesos 2 reales por fanega.
Anales de la Universidad 519

Jfintie estancieros y agricultores.

No hacían buenas migas los estancieros y los agricultores de la


época que examinamos. Y con sobrado motivo. Todos los campos
estaban abiertos y los ganados se encargaban frecuentemente de
destruir las sementeras, dando con ello origen a liich?s que solían
degenerar en verdaderas batallas. En febrero de 1859 se trabaron
tí. tiros los agricultores y estancieros de Canelones y la lucha fué
arreciando en medio de grandes alarmas hasta que la Policía pro-
cedió al secuestro de 1 500 a 2,000 vacas y caballos causantes del
conflicto.
Ya anteriormente la Junta Económico^Administrativa de ese de-
partamento había expedido con motivo de otro conflicto un dic-
tamen en que decía que Canelones era una zona esencialmente
agrícola y que era necesario que los estancieros se acostumbraran
a no destruir el trabajo ajeno y a indemnizarlo en caso de per-
juicio.
«Hay enemistad natural» entre ambos gremios — concluía la
información de donde extraemos estos datos — y para evitar el
choque de los intereses sería indispensable que cada productor ru-
ral quedara separado de sus vecinos.

El comercio interno.

Hasta fines de 1855 el mercado de frutos tenía su asiento en


la Plaza Cagancha y hasta allí llegaban las carretas de campo con
sus interminables yuntas de bueyes, cargadas de lana, cueros y
cereales.
En 1856 juzgó el Gobierno que el incremente de la edificación
obligaba a alejar el asiento de las carretas y dictó un decreto trans-
firiendo el mercado a la Plaza de Artola. Hubo con tal motivo
protesta» y hasta representaciones al Cuerpo Legislativo, que de-
terminaron al Poder Ejecutivo a permitir que las carretas pene-
traran hasta la Plaza Cagancha al solo efecto de descargar sus
frutos en las barracas allí existentes. Pero antes de finalizar el
año apareció un tercer decreto por el cual quedaba suprimido el
tránsito de carretas hasta la Plaza Cagancha y se habilitaban dos
mercados de frutos: el de la Plaza de Artola que en adelante se
llamaría de los Treinta y Tres, y el de la Plaza Sarandí, ubicados
respectivamente en los distritos del Cordón y de la Aguada.
520 Anales de la Universidad

Los propietarios de los alrededores de la Plaza Cagancha volvie-


ron en 1857 a gestionar la rehabilitación de su antiguo mercado
de frutos y el Gobierno sin acceder a ello autorizó de nuevo el
tránsito de carretas hasta las barracas que se habían mantenido
allí a despecho de las medidas decretadas, quedando como únicos
mercados de frutos los de las plazas Saramdí y Artola.
Sólo conocemos dos estadísticas parciales acerca del movimiento
de ambos mercados.
La de los meses de agosto, septiembre y octubre de 1858, que
arroja una entrada total de 34,169 cueros vacunos y 16,183 fane-
gas de trigo.
Y la del primer semestre de 1859 que arroja 57,023 cueros va-
cunos, 4,939 de potro, 29,370 arrobas de lana, 51,268 fanegas de
trigo y 5,462 fanegas de maíz.
Durante el mismo semestre llegaron por los ríos con destino a
los mercados de frutos 54,753 cueros vacunos secos, 5,095 salados,
5,524 cueros de potro secos, 11,632 salados y 19,666 arrobas de
lana.
La Junta Económico-Administrativa de Montevideo contrató en
1856 con don Vicente Lena la construcción de un mercado de co-
mestibles, el Mercado de la Abundancia en el Cordón, cuyo costo
se cubriría con los proventos de los primeros 12 años, pasando
luego al dominio municipal.

Los montes públicos.

El Ministerio de Gobierno se dirigió en 1856 a las Juntas Eco-


nómico-Administrativas y Jefaturas de Policía en demanda de datos
y observaciones con destino a una reglamentación de los montes
públicos. Prevenía el Ministerio en su circular que el decreto de
1834, inspirado en el propósito de conservar esas fuentes de ri-
queza, había quedado desde el primer momento olvidado «con ni'i-
tivo de las frecuentes y prolongadas guerras que habían asolado
al país y casi aniquilado sus instituciones». Y pedía que se le
remitieran informes «con relación al estado y situación de los
montes, causas que contribuyen a arruinarlos o mejorarlos, forma
de su administración, clase de faenas que en ellos se efectúan,
destino que puede darse a sus productos, impuestos con que se
pueden afectar y demás peculiaridades que conviniera tener pre-
sente».
Contestando esa circular decía el Jefe Político de Soriano don
Joaquín Teodoro Egaña:
Anales de la Universidad 521

Existen en nuestra campaña dos clases de bosques: los anega-


dizos, que orillean los ríos y arroyos, llamados montes blancos
por la corta duración de sus maderas; y los montes altos, de es-
pinillos, talas, algarrobos, ñandubayses que dan madera dura. Nadie
disputa los últimos al propietario del terreno. En cambio, los
primeros quedan por su misma situación expuestos a la acción
destructora del vecindario. Agregúese a ello los defectos de las
mensuras de los campos. Cuando faltaban o escaseaban agrimen-
sores, recurríase a los pilotos de mar que bajaban de a bordo para
realizar su trabajo, y luego se embarcaban para no volver más.
Esos pilotos no incluían en sus mensuras las zonas bajas o ane-
gadizas, quedando entonces en calidad de sobras las partes mon-
tuosas del campo, con fuertes estímulos al avance y atropello de
los vecinos.
Las Juntas Económico-Administrativas contestaron uniformemen-
te que los montes públicos se iban extinguiendo por la forma irra-
cional de su aprovechamiento, una forma en que todo el mundo
cortaba y nadie se preocupaba de replantar.
El Poder Ejecutivo presentó a la Asamblea a raíz de esta en-
cuesta, un proyecto de ley que establecía que los montes silvestres
podían ser del Estado, de las Municipalidades y de los particulares;
que en los dos primeros casos correspondía su explotación a los pro-
pietarios del campo en que estuvieran ubicados o de los campos
contiguos, pero siempre bajo la vigilancia de las Jefaturas y Juntas
Económico-Administrativas; que la ad'quisición de un campo no
daría derecho a los montes que contuviera, salvo que éstos hu-
bieran sido tasados e incluida su tasación en el precio de venta.
Pero en seguida volvió a hacerse el silencio en torno del impor-
tante tema y prosiguió en toda la campaña la obra destructora de
los montes públicos.

La propiedad de las minas.

También se preocupó el Gobierno de la reglamentación de las


minas. El proyecto presentado a la Asamblea en 1857 y sancionado
de inmediato por la Cámara de Diputados, atribuía la propiedad de
las minas a la Nación; reconocía a los particulares el derecho de
obtenerlas en posesión o en propiedad bajo la obligación de traba-
jarlas; y declaraba libre el cateo, sin perjuicio de ^as indemniza-
ciones a que hubiere lugar, y cuyo monto en defecto de acuerdo se
determinaria por peritos.
522 Anales de la Univcrsiclacl

Destacábase ya el D e p a r t a m e n t o de T a c u a r e m b ó en el movimiento
a d m i n i s t r a t i v o por las múltiples denuncias de m i n a s de oro a que
daba lugar.

O t r a s industrias.

E n i85tí empezó a funcionar' en Montevideo un g r a n molino ha-


rinero a vapor, «el más perfecto de los que trabajan en el Río de
la Plata», — según «Bl Comercio del Plata». Pertenecía a los se-
ñores Carrasco y Rosas. A su inauguración concurrieron el Presi-
dente de la República, sus Ministros y el Jefe Político.
Don José de Buschental introdujo en ese mismo año 200 col-
m e n a s p a r a ser distribuidas entre aiferentes personas.
Los señores Scarcela y Gambarota esiablecieron en Minas u n a
fábrica de baldosas, cañerías, ladrillos y tejas, que según certifi-
cadob expedidos por varios arquitectos e ingenieros de Montevideo
podían competir «con las de igual clase de las que se confeccionan
en Europa».
Los señores P o r t a l obtuvieron en 1858 privilegio por ocho años
p a r a la instalación de u n a fábrica de a g u a r d i e n t e y de azúcar.
También en ese año empezó a funcionar una fábrica de velas de
estearina y de composición.
El mismo Maldonado pareció despertar en 1857 de su l a r g a in-
acción ante el excelente resultado de los análisis de las p r i m e r a s
m u e s t r a s de sal elaboradas por el señor B ú r m e s t e r , y la llegada
de alambiques, tachos y materiales de construcción destinados a
una fábrica de caña, azúcar y vinagre.
Luchaban algunas de n u e s t r a s i n d u s t r i a s con la falta de com-
pradores y la Comisión de Beneficencia resolvió encabezar un movi-
miento destinado a asegurarles el m e r c a d o interno, m e d i a n t e la
exclusión de los productores extranjeros en todas sus licitaciones. Y
comenzando de i n m e d i a t o su campaña publicó avisos llamando a
propuestas a los industriales del país p a r a la construcción de 300
camas de hierro.
«Ha resuelto, — decía en sus avisos, — m a n d a r construir en el
Dais todo c u a n t o necesita p a r a los establecimientos a su cargo,
a.ún cuando p u d i e r a hacerlo con más provecho en E u r o p a , pues cree
que los recursos que le proporciona la población deben volver a
ella m i s m a beneficiando a sus industriales.»
Anales de la Universidad ñ23

La Policía de la Capital realizada entretanto una de las funciones


de contralor que le atribuían los reglamentos de la época: exigía a
los; fabricantes de velas de sebo el peso establecido por los edictos
de 1851, y visitaba constantemente las panaderías para averiguar
r.i el pan tenía el peso reglamentario, aplicando en caso de viola-
ción multas y decomisos.

Tierras públicas.

Había ido desapareciendo rápidamente la tierra pública bajo la


t>. iple presión de las leyes de la Asamblea, de las prodigalidades
de los gobiernos y de los abusos de los particulares. Era necesario
salvar lo que todavía se conservaba del viejo acervo nacional, y
no faltaron esfuerzos en ese sentido durante el período que exa-
minamos.
En 1856 el senador don Luis Lamas pidió al Poder Ejecutivo que
presentara una relación de todas las ventas de terrenos subma-
rinos.
«Si no se contienen con tiempo — decía — los avances de la
codicia sobre loá dominios de esa porción de agua tan sabiamente
encajonada por la Providencia para nuestra prosperidad y de tan
gran interés para nuestro comercio, pronto nos encontraremos sin
Cata herencia que hacía nuestro orgullo y nuestra esperanza. Fe-
lizmente aún no han empezado los compradores a construir en esos
terrenos las obras de consolidación y edificación que proyectan, y
antes de que el perjuicio público y el suyo particular hagan más
aifícil el remedio, es preciso que se adopte una providencia que
concille ambos interesesi».
Al año siguiente era el propio gobierno de Pereira el que asumía
H iniciativa para impedir que a la sombra de la legislación vi-
gente se escurriera toda la tierra fiscal.
«Es urgentísimo, — decía en su mensaje de febrero de 1857, — la
interpretación auténtica del artículo 11 de la ley de 24 de abril
de 1835. El Gobierno entiende que el legislador quiso acordar por
ese artículo la propiedad de las tierras públicas a favor de los que
a la fecha de la ley eran poseedores de más de 40 años. Dar otra
significación a la ley sería desviarse del espíritu y reducir a nada
o muy poco las tierras fiscales».
Como consecuencia de esa iniciativa la Asamblea declaró en
1857 que la prescripción cuarentenaria a que se refería la ley de
524 Anales de la Universidad

1835, era la ya comsumada al tiempo de su promulgación y no la


iniciada o corrida con posterioridad a ella.
Otra ley más restrictiva dictó la Asamblea al año siguiente,
por la cual establecía que las oficinas del Estado no admitirían
denuncias de tierras públicas y suspenderían todo procedimiento
contra las denuncias en trámite, basta nueva resolución legislativa.
El Poder Ejecutivo quedaba además obligado a presentar a la
Asamblea una relación de las tierras dadas en enfiteusis y de los
expedientes en trámite.
Al sancionarse esa ley corrió la noticia de que el Poder Ejecutivo
trataba de enajenar tierras a precios miserables y hubo con tal
motivo en la Cámara de Diputados una tentativa de interpelación
que dio lugar a que el Ministro de Hacienda rectificara la noti-
cia y declarara que mal podía echarse mano de las tierras públicas
desde que existía una ley, la de julio de 1852, que prohibía su
enajenación y efectaba esa parte del patrimonio nacional a la
amortización de la deuda.
Era necesario, entretanto, conservar lo que aún quedaba dispo-
nible de la tierra pública y con tal propósito se dirigió el Poder
Ejecutivo a la Asamblea solicitando la creación de una oficina
técnica especial, con el noifí1)re' de Departamento de Ingenieros, en-
cargada de practicar la mensura general del territorio, proceder
al deslinde de la propiedad pública y de la propiedad particular,
formar la estadística general y dirigir e inspeccionar los trabajos
públicos.
La Comisión especial de la Cámara de Diputados a cuyo estudio
pasó el asunto, presentó un proyecto sustitutivo por el cual se au-
torizaba al Poder Ejecutivo para contratar el catastro territorial
de la República mediante la cesión del 8 % de todas las tierras
que resultaran de propiedad fiscal. Pero la Cámara desechó el pro-
yecto y el asunto quedó de nuevo olvidado.

Bancos y monedas.

Al ocuparnos de la Administración Flores hemos dicho cuáles


fueron las primeras exteriorizaciones de nuestro movimiento ban-
cario: la asociación de comerciantes fundada en 1855 para el
descuento de letras comerciales y emisión de vales de comercio,
antecedida de asociaciones análogas en Paysandú y Salto; la pro-
puesta de esa misma asociación, por intermedia de don Carlos
Navia, a favor del establecimiento de un banco o caja de descuentos
Anales de la Univcisidad 525

y depósitos, cuyo capital consistiría en aportes en metálico y en


vales al portador que circularían como dinero, y la gestión de don
Andrés L a m a s y del barón de Mauá p a r a el establecimiento de un
banco de descuentos, depósitos y emisión.
Algunas de esas iniciativas prosiguieron h a s t a convertirse en
i m p o r t a n t e s establecimientos bancarios.

La Sociedad d e C a m b i o s y el B a n c o C o m e r c i a l .

L a Sociedad de Cambios surgió a raíz de la emisión de u n a


serie de vales de Tesorería que la plaza depreció en el acto, con
amagos de crisis antipapelista que obligaron al Gobierno a proceder
al rescate de la emisión mediante u n contrato que resolvía el pro-
blema del día y que a la vez a t e n d í a la viva necesidad de billetes
s. que habían respondido los vales.
De acuerdo con ese contrato las r e n t a s de mercados y corrales
quedaban t r a n s f e r i d a s a u n grupo de comerciantes y capitalistas
que se obligaba a r e t i r a r los vales de Tesorería y a e m i t i r en
?u lugar vales comerciales a cargo de los componentes del mismo
grupo o sindicato. *
Los vales de Tesorería que se cotizaban en esos momentos al
SO % de su valor, ascendían a 121,263 pesos y las r e n t a s p a r a su
rescate estaban calculadas en 150,000 pesos d u r a n t e los t r e s años
del contrato.
En marzo de 1856 empezaron a circular los vales de ese grupo
de comerciantes y capitalistas por valores que oscilaban desde 480
h a s t a 3,840 reis. Llevaban las firmas m á s prestigiosas de la plaza:
Pablo Dujílessis, J a i m e Cibils, Cruzet y F e r n á n d e z , Carlos Navia,
Samuel Lafone, Z u m a r á n y C . y Tomás T o m k i n s o n .
T a n t a aceptación e n c o n t r a r o n que al finalizar el a ñ o pidió el
grupo emisor autorización p a r a elevar su monto a 250,000 pesos,
invocando la escasez de moneda. Advertía en su solicitud que
p a r a evitar falsificaciones se habían mandado g r a b a r los billetes
a Europa, bajo el mismo régimen de precauciones empleadas por
el Banco de I n g l a t e r r a . El Gobierno acordó el pedido y designó
al Contador General de l a Nación don Tomás Villalba como inter-
ventor y encargado de inspeccionar los libros de la Sociedad. P e r o
interpeló la Comisión P e r m a n e n t e a n t e esa invasión de a t r i b u -
ciones legislativas y entonces el Gobierno volvió a t r á s , mante-
niendo el m o n t o autorizado de 121,000 pesos.
526 Anales de la Universidad

A mediados de 1857 la Sociedad de Cambios fué autorizada por


el Cuerpo Legislativo para establecer un Banco de emisión, depó-
sitos y descuentos, bajo la responsabilidad ilimitada de sus socios
fundadores y la responsabilidad limitada de los nuevos socios
que se le incorporasen a base de acciones o títulos. El capital
sería de 600,000 pesos, pudiendo elevarse a dos millones. Los bi-
lletes serían de una onza o de más de una onza, pero durante
la escasez de moneda menor podría el Banco emitir cierta cantidad
de billetes fraccionarios hasta de un octavo de patacón. La emisión
no podría exceder del duplo del capital efectivo. Los billetes serían-
convertibles a la vista y en su defecto el Banco entraría en
liquidación. El Banco publicaría mensualmente un balance y el
Gobierno nombraría un Comisario para examinar el registro de
emisión.
La Sociedad de Cambios fundó en el acto el Banco Comercial,
o mejor dicho se transformó en ese establecimientos bancario que
venía a dar considerable ensanche a su primitivo programa.
Un año más tarde volvió a presentarse al Cuerpo Legislativo el
Directorio del Banco Comercial para gestionar una nueva y defini-
tiva transformación: de sociedad solidaria en sociedad anónima.
Fundando su solicitud, decían los señores Duplessis, Zumarán,
Tomkinson, Lafone, Cibils y Navia:
«La experiencia ha hecho desaparecer los temores que a la ini-
ciación de la Sociedad de Cambios abrigaban algunos espíritus
inexperimentados y tímidos, temores de que V. H. no participó,
de un diluvio de papel que haría desajparecer totalmente las mo-
i:edas metálicas y dejaría en su lugar un papel inconvertible y de
consiguiente de un valor puramente nominal».
Y a mediados de 1858 quedó sancionada la ley que autorizaba
la transformación en sociedad anónima.

El Banco Mauá.

Cuando la Francia y la Inglaterra—decía el vizconde de M.^uá


en una exposición publicada durante la crisis de 1868—resolvieron
suprimir el apoyo que prestaban a la Defensa de Montevideo, el
Gobierno del Brasil que había resuelto terciar en la lucha centra
Rosas, me pidió que auxiliaran al gobierno de Suárez mientras el
Imperio preparaba su ejército. Puse entonces a disposición del go-
bierno de Suárez los recursos del Imperio y los míos propios, re-
sultando a la conclusión de la guerra acreedor por abultadas sumas
Anales de la universidad 527

que debían cancelarse mediante amortizaciones mensuales suce-


sivas. Para cobrar esas cuotas tuve necesidad de establecer una
agencia en Montevideo y de esa agencia resultó el Banco Mauá
en 1857.
En realidad el Banco Mauá empezó a funcionar desde mediados
de 1856, con un capital de 500,000 patacones, pero sin autorización
ni de la Asfirablea ni del Gobiei'no. Sus primeros bill'íi:^ provo-
caron con razón un movimiento de sorpresa que hubo de traducirse
en una interpelación a la que el Gobierno se anticipó aiediaiite la
orden de retiro de esos billetes.
Dándose recién cuenta de la omisión padecida se presentó el
Banco a la Asamblea en demanda de la autorización de tiue haata
entonces había prescindido. En su escrito de febrero de 1857 soli-
citaba autorización para emitir hasta el triple de su capital inicial,
pero sin privilegio alguno. Ya anteriormente se había presentado
al Gobierno gestionando la sanción de una ley de libertad de Bancos,
sobre la doble base de la admisión voluntaria de los billetes y de
la quiebra del establecimiento emisor en caso de falta de conversión.
Como consecuencia de ambas gestiones la Asamblea dictó a me-
diados de ese mismo año una ley que autorizaba a don Irineo
Evangelista de Souza barón de Mauá, para establecer un B:i,nco
de emisión, depósitos y descuentos. La responsabilidad de Mauá
sería ilimitada, pero él podría admitir socios responsables sola-
mente por sus aportes. El capital sería de 1.200,000 pesos. Los
billetes tendrían el valor mínimo de una onza de oro, pero durante
la escasez de moneda menor podrían fraccionarse dentro del iíniite
de un octavo de patacón, hasta el 10 % del capital. La emisión
no podría exceder del triple del capital y sería convertible a oro
bajo apercibimiento de liquidación inmediata en caso de no ha-
cerse. El Banco publicaría balances mensuales y el Poder EJefu-
tivo nombraría un Comisario para examinar sus registros le
emisión.
Juntamente con la incubación de esta ley habían empezado las
gestiones relativas al establecimiento del Banco Comercial, pu-
diendo en consecuencia decirse que del punto de vista legislativo
ambas instituciones corresponden exactamente al mismo momento,
aunque debe agregarse que la Sociedad de Cambios de que ema^
naba el Banco Comercial empezó a actuar como institución emi-
sora con autorización legislativa cuatro meses antes de que lo hi-
ciera sin autorización de ninguna especie el Banco Mauá.
Una sola protesta se alzó contra esos dos establecimientos que
528 Anales de la Universidad

surgían llenos de elementos de vida: la de don Fernando Menok,


concesionario del Banco Nacional de Montevideo, invocando el pri-
vilegio que le había acordado la Asamblea en materia de emisión
de billetes bancarios.

El Banco jVacional de Montevideo.

El Banco Nacional de Montevideo concedido a don Fernando


Menok por ley de junio de 1855 alcanzó a tener alguna repercusión
en París, según lo dijo la Comisión de Hacienda de la Cámara
de Senadores al aconsejar en 1858 la prórroga de la concesión. Ya
f-1 concesionario había conseguido otras prórrogas, entre ellas la
de 1856, que el Poder Ejecutivo vetó invocando que de acuerdo con
la ley de privilegios de 1853 sólo podía obtenerse la exclusividad
en los casos de invención, mejora de invención o importación de
invención, y que en ninguno de ellos estaba el monopolio de la
emisión bancaria concedida al señor Menck.
Pero todos los plazos transcurrieron sin que el Banco se esta-
bleciera.

Bancos departamentales.

Hemos hablado antes áa ahora de Tas pequeñas cajas locales fun-


dadas a principios de 1855 por los comerciantes del Salto y Pay-
sandú para suplir la falta absoluta de cambio menor. Fué un mo-
vimiento que se extendió a otros departamentos, al de la Colonia
por ejemplo, donde los comerciantes se reunieron en 1856 para
sancionar los estatutos de una Caja. Era muy sencillo el procedi-
miento de esas instituciones. Cada uno de los comerciantes aso-
ciados emitía vales con su firma, convertibles en metálico por la
Caja. Pero sólo se trataba <e suplir la falta de cambio menor.
Los comerciantes y capitalistas del Salto resolvieron ampliar en
3 858 el programa de la Caja y fundar íin verdadero Banco, si-
guiendo el ejemplo dado por sus colegas de Montevideo. La Co-
niisión organizadora de los trabajos, compuesta de don Mariano Ca
bal, don Leandro Velázquez, don Manuel J. da Conceigao, don Andrés
Kivas, don Eleuterio Mujica y don Pastor Tejo, se presentó a la
Asamblea y obtuvo la sanción de una ley qué autorizaba la fun-
dación de una «Sociedad anónima y Banco' de cambios, emisión,
descuentos y depósitos», con capital de 50,000 pesos, habilitada para
emitir «hasta el duplo del fondo efectivo de la sociedad».
Anales ds la Universidad 529

Otros bancos.

El Poder Ejecutivo trató de orientar este movimiento a favor


rie la colonización de la campaña, presentando a la Asamblea en
1858 un proyecto de ley de bancos hipotecarios con capital mínimo
ae dos millones de pesos, facultados para emitir billetes garan-
tizados por la cartera hipotecaria hasta el duplo del capital. Como
ostímulo se otorgaría al primer banco que se estableciera el pri-
vilegio de los depósitos judiciales.
Pero el proyecto quedó empantanado por falta de ambiente y
ia plaza se salvó de una emisión que habría resultado inconvertible
y fuente segura de empapelamiento.

Reglamentos bancarios de carácter general.


I'

Dos reglamentaciones generales fueron presentadas al Cuerpo


Legislativo en 1857, sin alcanzar a convertirse en leyes.
Una por el senador don Ambrosio Velazco, que establecía que
para la fundación de bancos se requería autorización legislativa y
capital social comprobado.
Otra por el diputado don José G. Palomeque sobre la base de la
libertad de bancos, que fué informada desfavorablemente por la Co-
misión de Hacienda que presidía don Pedfo Bustamante a mérito
de la prescripción constitucional que declaraba del resorte de la
Asamblea «la aprobación o reprobación, la creación y reglamento
de cualesquiera bancos que hubieran de establecerse».
El Gobierno reglamentó en 1859 la función de los Comisarios de
Bancos Deberían dichos funcionarios, según "el decreto respectivo,
vigilar la observancia de los estatutos, rubricar los libros de con-
tabilidad, fijar de acuerdo con los gerentes el número y destino
de los libros, examinar la contabilidad y los registros de emisión
en todo momento, asistir cada vez que lo creyesen conveniente a
las juntas de dirección y gobierno de los bancos y visar los ba-
lancetes mensuales y los balances generales.

Cifras de algunos balances bancarios.

Corresponden estas cifras a uno de los primeros balances del


Banco Mauá, el de septiembre de 1857:

34.
530 Anales de la universidad

Letras descontadas, 442,051 pesos; cuentas corrientes, 532,346;


caja, 107,449; emisión circulante, 51,000 pesos.
Algunos meses después adquiría fuerte impulso ese estableci-
rúento bancario y entraba también en plena actividad el Banco
Comercial. Lo demuestran estas cifras que extraemos de los ba-
lances correspondientes a septiembre de 1858:

Mauá Comercial

Cuentas corrientes 525,429 17,828


Diversos deudores. 1.192,297 1.073,061
Emisión . . . . 228,552 303,727

Avanzando otro año más encontramos estas nuevas cifras corres-


pondientes a noviembre de 1859:

Banco Comercial Banco Mauá Banco Comercial del Salto

Capital integrado $ 1.210,000 C a p i t a l . . . . $ 1.200,000 Capital . . . . 60.000


Obligaciones a co- Letras desconta- Obligaciones a co-
brar . . . . 1.146,871 das . 466,518 brar 71,675
Cuentas corrien- Cuentas Diversos deudores < 30,600
tes . . . . 529,851 tes 1.570,173 Caja 22,192
Efectivo en caja. 427,433 Caja 334,532 Emisión . . . . 47.636
Emisión . . . 722,035 Emisión 500,840

Tres meses antes el Banco Mauá, había sufrido y dominado una


corrida de los tenedores de billetes, de cuyos efectos pueden dar
idea estas otras cifras que extraemos de los balances de julio, o
sea de la víspera de la corrida:

Caja en efectivo Emisión circulante

$ 393,859 $ 604,349
381,547 807,244

f 775,406 $ 1.411,593

Comparando estas cifras con las di' noviembae resulta un au-


mento en las cajas del Banco Comercial equivalente al descenso
Anales de la universidad 531

operado en las del Banco Mauá, y en cuanto a los billetes la dis-


minución de un centenar de miles de pesos en cada uno de los
dos bancos, todo ello por efecto de la corrida.
Tal es la primera etapa de nuestro desenvolvimiento bancario,
bien caracterizado por el resistente empeño de la plaza en evitar
eJ riesgo del empapelamiento.

La tasa de] intei-és.

En enero de 1859 los bancos de Montevideo pagaban a sus de-


positantes el 9 % anual y cobraban en sus dc^icuentos el 18 %, ci-
fras reveladoras de la escasez del dinero a la vez que de las alar-
mas políticas de la época y del desequilibrio financiero reinante.

Acuñación de monedas.

Dando cumplimiento a la ley de 1854 resolvió el gobierno de


Pereira llamar a propuestas para la 'acuñación de monedas de
cobre. La ley fijaba el límite de 60,000 pesos. Pero el llamado a
propuestas se hizo por 100,000, dando ello lugar a una interpela-
ción de la Comisión Permanente que obligó al Gobierno a redu-
cirse al límite legal.
Don Hipólito Tampied, autor de la propuesta más baja, contrató
la acuñación en Francia por no estar todavía instalado en Monte-
video el taller de monedasj
A mediados de 1857 llegaron las primeras remesas de cobre.
Pero en el acto se descubrió que las monedas carecían del peso y
título que marcaba la ley y eso determinó fuertes alarmas en el
mercado que dieron lugar a la intervención de la Asamblea.
Ocupándose del asunto, decía la Comisión de Hacienda de la
Cámara de Diputados:
Si la acuñación hubiera sido hecha en forma, el contratista hu-
biera embolsado el 25 %, dado el precio corriente del cobre en ba-
rras. Pero como además ha rebajado la cantidad de metal en una
proporción que oscila alrededor del 20 %, resulta un margen con-
siderable del 45 % como estímulo a la obra de los falsificadores.
Adviértase que al extender el contrato el Gobierno impuso a Tam-
pied la obligación de abonar 300 onzas de oro por vía de prima
que la ley no autorizaba y que en cambio no procedió al rescate
de la moneda vieja de cobre, como la ley se lo ordenaba. Consu-*
532 Anales de ¡a Universidad

mada ya la acuñación sólo cabe recurrir a uno de estos dos ar-


bitrios: recoger el cobre circulante y proceder a su reacuñación, o
reducir el valor cancelatorio de las piezas a 30 centesimos las de
40, a 15 centesimos las de 20 y a 4 centesimos las de 5.
La Cámara de Senadores aceptando de llano el informe, optó
por la reducción del valor cancelatorio, contra la opinión de uno
de los oradores, que observaba que con ese procedimiento se cas-
tigaba al pueblo y no al contratista que había violado el contrato.
Fué esta la única de las acuñaciones autorizadas por la ley de
1854 que tuvo cumplimiento. Las de oro y plata que de acuerdo
con la indicación del Poder Ejecutivo debían contratarse en el
extranjero, mientras no se instalara la casa de moneda en Monte-
video, no se llevaron a cabo seguramente por el resonante fracaso
del contrato Tampied.

El porcentaje de cobre en los pagos.

Había establecido la ley de acuñación que nadie estaría obligado


a recibir moneda de cobre por más del 5 % del monto de los pagos.
Pero una segunda ley sancionada en 1858 estableció que fuere
cual fuere el monto de los pagos, nadie estaría obligado a recibir
cobre sino hasta la fracción de un patacón.
Era ese el medio único de evitar que él mercado se inundara
de cobre, según dijo el Ministro de Hacienda en la Cámara de Di-
putados.

El valor legal de las monedas de la épíxca.

Hemos hablado en diversas oportunidades del peso corriente,


del patacón y del peso fuerte, y es bueno precisar el alcance de
esas denominaciones.
El peso corriente se componía de 8 reales de 100 centesimos ca-
da real. Valía en consecuencia 800 centesimos y era la moneda en
que se llevaba la contabilidad general de la plaza de Montevideo.
El peso fuerte español y el patacón del Brasil valían 10 reales,
equivalentes a 1,000 centesimos.
Algunas de las publicaciones comerciales de la época señalaban
una diferencia entre el valor de la pieza de plata y el del billete
bancario. Así la tabla de equivalencias de la «Guía de Montevi-
deo» correspondiente a 1859, daba al patacón de plata el valor
Anales de la Universidad 533

de 10 reales, y al patacón de papel emitido por el Banco Maúa o


el Banco Comercial, 9 reales y 60 centesimos de real, resultando
entonces—agregaba—que una onza de oro se podía cambiar en
plaza por 16 patacones en billetes o por 15 patacones y 360 cente-
simos de real en plata. Era la prima de la plata sobre el papel en
esos momentos.
Dio lugar a fuertes debates una tabla de equivalencias de que se
ocuparon en 1854 las Cámaras. El proyecto del Senado, que era el
úe más ambiente, atribuía al dólar americano y a la pieza brasi-*
lefia de 2,000 reis el valor de 1,000 centesimos; a la moneda de
cinco francos el valor de 960 centesimos, y a la libra esterlina
el de 5.665. Pero no existiendo conformidad entre las dos ramas
del Cuerpo Legislativo, hubo que recurrir a la Asamblea General y
allí fueron rechazadas las dos tablas.

Cambios sobre Londres.

He aquí la tasa del cambio sobre Londres por peso de 8 reales c


de 800 centesimos («Guía de Montevideo»):

1853 De 40 Va peniques a 43
1854 » 40 » » 41 ^/,
1855 » 40 V2 » » 42
1856 . 40 s/s » » 45
1857 » 40 ^U » . 46 V.
1858 r> 4 0 » » 44

Bolsa de Comercio'.

A mediados de 1856 quedó instalada una sociedad de corredores:


en el escritorio de los señores Latorre y César. No era en el ion-
do una novedad. Ya de tiempo atrás se venían reuniendo los corre-
dores en otros locales para celebrar sus transacciones. Pero sólo
desde aquella fecha quedó constituida una sala estable con sus esta-
tutos correspondientes.
Fueron agitados los comienzos de la nueva institución. Como
consecuencia de especulaciones desordenadas sobre los bonos de la
Deuda Consolidada, el Gobierno se dirio-ió al Tribunal Consular
haciéndole notar que esa sala o bolsa se había constituido sin au
torización legislativa o consular y que era necesario reglamentar
Anales de la universidad

las ventas de los fondos públicos y muy especialmente las ventas


a plazo.
El Tribunal Consular suspendió las ventas a plazo mientras es-
tudiaba el asunto y luego formuló un reglamento sobre las si-
guientes bases que fueron aprobadas por el Gobierno:
En las operaciones sobre fondos públicos sólo podrán intervenir
corredores patentados. Ningún corredor podrá operar por su
cuenta. El corredor expedirá a cada interesado un boleto en qu9
expresará las condiciones del negocio y los nombres de los contra-
tantes. Ningún corredor podrá operar a plazo en fondos públicos
sin previo depósito de un 40 %, que el vendedor constituirá en
bonos y el comprador en metálico.
Era una reglamentación verdaderamente eficaz que en el acto
puso término a la especulación que tanto había alarmado al Go-
bierno.
CAPÍTULO XI

Movimiento administrativo

í ^ á l era la situación financiera al iniciarse el gobierno de Pe-


reira.

En junio de 1856, cuatro meses después de haberse hecho cargo


del gobierno, describía así el Presidente Pereira ante la Asamblea
la angustiosa situación de las finanzas públicas:
El año 1855 cerró con un déficit de 3.357,190 pesos, incluidos
663,000 de créditos exigibles garantizados por la renta aduanera.
Los impuestos de abasto y corrales estaban afectados a la cance-
lación de vales de Tesorería por 121,000. No tenía por consiguien-
te la administración actual la disponibilidad de una sola de las
rentas señaladas en el Presupuesto. Hubo que entrar, pues, en
arreglos con los tenedores de créditos situados sobre la Aduana,
readquiriéndose así una parte de renta que habría bastado para
atender el pago mensual de las listas civil y militar que insume
75,000 pesos previa reducción a la mitad de todos los sueldos de
más de 25 pesos, sin computar otras obligaciones de la administra-
(ión anterior que era necesario también regularizar. Adviértase
que el presupuesto del año corriente establece $ 2.157,462 de egresos,
contra 2.033,000 de ingresos. Pero como la administración anterior
enajenó y consumió anticipadamente parte de las rentas incluidas
en el cálculo de recursos y otras rentas fueron calculadas en laás
de lo que podían producir^ sólo quedarán realmente para cubrir los
2.157,462 a que ascienden los pagos, 925,200 pesos, y el déficit, por
lo tanto, en vez de ser de 124,000 según el Presupuesto votado, será
de 1.232,000 pesos.
Dos arreglos diplomáticos de importancia alcanzó a realizar el
Gobierno en esos momentos: uno con los acreedores de 1848 y otro
con Gounouilhou.
Los primeros tenían un contrato que les aseguraba la adminis-
tración de la Aduana para percibir la cuarta parte de su producto,
contrato no cumplido que el Presidente Pereira pudo arreglar
536 Anales de Ja Universidad

reduciendo las entregas mensuales a la octava parte, con renun-


cia de los intereses que ascendían a 1.000,000 de pesos.
El crédito de Gounouilhou por un 1.300,000 pesos fué arreglado
también sobre la base de la renuncia de los intereses, ahorrándose
el Estado otro millón por ese concepto.
Al discutirse en el Senado estos dos arreglos diplomáticos ex
puso el Ministro de Hacienda que ellos absorbían 22,000 pesos men-
suales de la renta de Aduana; que por diversos conceptos había
que entregar 8,000 pesos mensuales de la renta de corrales y
50,000 de la de papel sellado; que no quedaban recursos disponi-
bles para cubrir las planillas ordinarias de sueldos, gastos y obli-
gaciones que ascendían a 120,000 pesos mensuales.

Un nuevo cuadro de la situación finamciei-a.

El Ministro de Hacienda don Doroteo García trató de salir de


este caos mediante la creación de rentas municipales y no
habiendo encontrado ambiente favorable en la Cámara resolvió
abandonar su puesto.
Su reemplazante don Lorenzo Batlle quiso formular una especie
de inventario de las finanzas nacionales para que nadie se hiciese
ilusiones acerca de la extrema gravedad de la crisis.
Véase lo que decía al Presidente Pereira en agosto de 1856,
pocos días después de su nombramiento:
La situación financiera «es casi desesperada» y conviene que se
conozca a fin de que «los ánimos se dispongan al sufrimiento»...
La renta de Aduana soporta un gravamen mensual de 64,470 pesos
y como su rendimiento medio es de 111,000, sólo quedan disponibles
46,536... Los créditos que pesan sobre la Aduana de acuerdo con
los contratos de 1855 y 1856 montan a 3.735,000 y en consecuencia
será necesario que transcurran muchos años antes de que la renta
que ellos absorben quede l i b r e . . . «Las rentas de sellos y patentes,
correos, corrales y mercados ningún recurso dejan al Gobierno para
las atenciones premiosas que le cercan». La primera está afectada
al pago del empréstito de enero de 1855 y sólo quedará libre a
fines de 1857. La segunda, lejos de arrojar sobrante deja un défi-
cit de 700 pesos. La tercera está afectada hasta fines de 1858 en
garantía de operaciones de crédito realizadas con la sociedad que
preside el señor Navia... La renta de la receptoría de Yaguarón
está afectada al pago de créditos y el sobrante se aplica a es-
cuelas . . . Las de policías y corrales de campaña se aplican por las
Anales de la Universidad 537

Jefaturas a gastos locales... El producto de la Lotería de Caridad


que es de 2,500 pesos mensuales, lo percibe íntegramente la
Comisión del Hospital.
Hechas todas las deducciones queda al Gobierno un remanente de
47,136 pesos para cubrir el siguiente Presupuesto mensual (redu-
cidos ñ la mitad de su monto todos los sueldos de 25 pesos
arriba):

Lista civil 42,945 Piquetes del Cerro . $ 48


» militar. 33,250 Eventuales del Fuerte 70
Alumbrado del puerto 380 Depósito de pólvora. 96
Hospital . . . . 1,000 Obras del Cabildo . 1,000
Manutención de preso 700 Suplemento de los tres
Alquiler del Fuerte 600 departamentos . . 200
f 80,289

No están computados los gastos por equipos y otros que pueden


estimarse en 4,000 pesos y el servicio de intereses del empréstito
de agosto de 1853 que monta a 1,500 peses.
En conjunto 85,789 pesos, y como para cubrir dicho monto sólo
se cuenta con 47,136, resulta un déficit mensual de más de 38,000
2'€S0S.
Hay que agregar que ese déficit se encuentra recargado con el
de los meses de mayo, junio y julio, durante los cuales la Tesorería
abonó por concepto de sueldos y gastos 86,604 pesos y quedó adeu-
dando 235,608.
«Tal es el cuadro fiel — concluía el señor Batlle — que pre-
senta el departamento de Hacienda en el momento en que me
recibo de él. Cuando V. E. me ofreció su dirección, decliné el
honor porque lo consideraba superior a mis fuerzas; pero habló
V. B. de sus sacrificios personales y apeló a mi patriotismo para
que no rehusara aceptar una posición que veía erizada de dificul-
tades y en la cual había adquirido en otras épocas alguna confianza
en el ptSblico. Yo cedí, Excmo. Señor, porque V. E. invocó senti-
mientos que tienen mucho poder sobre mi corazón, y aun cuando
hoy toco esas mismas dificultades superiores a las que yo
imaginaba, acompañaré a V. E. hasta que tenga la evidencia de que
mis esfuerzos son inútiles.»
538 Anales de la Universidad

Cómo cerró el prianer año de la adnuúiistraición Pereira.

A principios de 1857 decía el mismo Ministro Batlle en su Me-


moria anual a la Asamblea:
La renta aduanera que la Ley de Presupuesto había calculado
en 1.700,000 pesos, tuvo una merma de 427,000. El déficit causado
por esa merma y por otros conceptos monta a 700,000 y aún a
889,000 si se agrega el servicio del empréstito de los acreedores
de 1848. El tesoro no puede cubrir los pagos mensuales, ni aún
después de reducidos los sueldos a la mitad. Nuestro déficit men-
sual es hoy de 40,000 pesos.
Publicábase en esos mismos momentos el cuadro de ingresos y
egresos de la Contaduría de la Nación correspondiente a 1856.
Entre los ingresos, que subían a 2.258,691 pesos, figuraban 234,000
procedentes de empréstitos; y entre los egresos, 206,491 pesos en-
tregados al Banco Mauá por concepto de cancelación de empréstitos,
destacándose con ello desde los comienzos de nuestra evolución
bcncaria la peligrosa vinculación con la Tesorería General que diez
años más tarde habría de agravar tan cruelmente la crisis comer-
cial de 1868.

Un detalle que revela la intensidad de la crisis.

En 1856 se dirigió el Ministro de Gobierno a la Junta Econó-


mico-Administrativa de la Capital para decirle que los vecinos de
A/arios departamentos de campaña habían resuelto sufragar total
o parcialmente el presupuesto de las policías y que era de desear
«que los de la Capital imitaran ese patriótico ejemplo cotizándose
con una cuota mensual, pero módica, aplicable al sostenimiento de
la Policía».
Algunas semanas después dirigíase la Junta de Montevideo a
los Jueces de Paz y Tenientes Alcaldes, para pedirles que se aso-
ciaran a los vecinos más caracterizados de cada localidad y pro-
cedieran al levantamiento de fondos destinados al pago de sueldos
y gastos de la Policía.
Ya en algunois departamentos de campaña ¡hablan recurrido
efectivamente los respectivos vecindarios a ese arbitrio^, espon-
táneamente o cediendo al impulso de los Jefes Políticos. Desde
agosto contribuían con una cuota mensual al pago de sus poli-
cías, diversas secciones de Paysandú y Maldonado, y otras como
Anales de la universidad 539

las de Cerro Largo enviaban rases a las Jefaturas para la ali-


mentación de los presos.
La circular de la Junta de la Capital contribuyó a sistematizar
y agrandar ese concurso, de tal manera que en septiembre pu-
blicaba el Jefe Político de ¡San José don Francisco iLarrdera uu
llamamiento directo al pueblo para sufragar el presupuesto
policial.
Poco tiempo antes Ihabía publicado la prensa de Montevideo
una correspondencia de la Florida, que entonces formaba parte
de San José, en l'a que se establecía que de las cuatro secciones
en que se subdilvidía aquella jurisdicción, tres carecían total-
mente de Policía y la del pueblo, única que existía, se componía
de un Comisario y de tres negros!
Había -que apurar tamibién las economías y como todos ios
servicios estaban exhaustos de personal, era forzoso recurrir
a los rubros más necesarios y a los más modestos para ir al
desiderátum del equilibrio de los ingresos y de los egresos.
Así en julio de 1856 el Gobierno redujo a la mitad la pequeña
pensión asignada a los alumnos del Colegio Nacional por con-
cepto de alimentación, y gravó a los estudiantes de la Univer-
sidad con un deredho de matrícula de 20 pesos ai iniciar los
cursos y otrois 20 al terminarlos; y a su turno la Asamblea su-
primió del Presupuesto las sueldos de los profesores de ense-
ñanza secundaria del Coleigiio, ique perdió así su cará-cter de
Universidad menor, según lo hacía constar el Ministro de Go-
bierno en su Memoria anual.

Continúan las estreicheiceis finalioieras en 1857.

Vamos a extraer albora algunos datos de la Memoria de Ha-


cienda correspondiente a 1857, para demostrar ila persistencia
de • la crisis ifinaniciera con ique desde el primer día tuvo que
luchar el gobierno de Pereira.
La Tesorería — empezaba diciendo el Ministro — tiene que
pagar mensualmente 121,144 pesos por concepto de gastos gene-
rales y 22,978 por concepto de gastos departamentales así distri-
buidos:
540 Anales de la Universidad

Gastos generales:

Cuerpo Legislativo . 5,390 Fuerzas . . . . $ 27,261


Presidencia.... 1,338 Justicia . . . . 3,151
Secretarias ministeria- Diversos servicios . 5,652
les 3,360 Sueldos militares y
C o n t a d u r í a , Colec- pensiones . 50,105
turía. Tesorería. 6,974 Varios gastos 5,599
Administración de Ren-
tas
$ 121,144
2,314

Gastos departamentales:

Policías $ 17,920
Juntas Económico-Administrativas . . 340
Instrucción Pública 4,718

$ 22,978

En conjunto, 144,122.
Para atender al pago de la partida de 121,144 pesos cuenta, la
Tesorería con 90,578 pesos mensuales por* concepto de los siguien-
tes ingresos:
Aduana. Está calculada su renta en 112.000 pesos. Deduciendo lo
que absorben el Directorio del 48, los créditos igleses y france-
ses y otras situaciones, queda un saldo disponible de 72,562.
Papel sellado y patentes. Están calculados en 25,000 pesos. Dedu-
cido lo que absorben el barón de Mauá y otros, y asimismo los
errores de cálculo al fijar anticipadamente la renta, quedan sólo
9,500 pesos.
Contribución directa. En la Capital 2,916 pesos.
Derecho adicional de corrales, 1,300.
Escribanía de Registro, 420.
Derechos de puerto, 377.
Montepío, 3,500.
Para atender al pago de la partid'a de 22,978 pesos, cuenta la
Tesorería con 13,332 pesos por concepto de los siguientes ingresos:
Contribución Directa, 3,000; derechos departamentales, 6,666; co-
rrales, 2,000; policías, 1,666.
Hecho el balance — concluía el Ministro — entre el total de los
Ancles de la Universidad 541

ingresos y el total de los egresos, resulta U7i déficit mensual de


Ji0,215 pesos.

lia, epidemia de fiebre aunarilla agrava la crisis.

A las angustias ya endémicas de las finanzas nacionales se agre-


gó a principios de 1857 el pánico causado por la epidemia de fiebre
amarilla de que lué víctima en esa época la población de Mon-
tevideo.
Por iniciativa del senador don Ambrosio Velazco, la Cámara de
Senadores sancionó un proyecto de ley que autorizaba al Poder
Ejecutivo para suspender durante la epidemia todas las afectacio-
nes que pesaban sobre las rentas públicas, a fin de aplicar esos
recursos a l'a lucha en que estaba empeñada la Junta de Higiene.
Adhiriendo a la iniciativa dirigió el Gobierno un mensaje a la
Asamblea, en que decía que ya que no era posible en esos mo-
mentos proyectar nuevos recursos, era forzoso echar mano de los
existentes.
«El Poder Ejecutivo, — decía en su mensaje, — cree .que el
único medio adecuado es suspender por el tiempo que dure esta
crisis cruel los contratos que perciben fondos por las rentas pú-
blicas, haciendo ingresar al Tesoro todas aquellas sumas y apli-
carlas rigurosamente a la mejora de las condiciones de salubridad
de la Capital y al alivio de sus desgraciadas familias.»
Véase cómo apoyaba la medida el Ministro de Hacienda en
una de las sesiones de la Cámara de Diputados:
«A mí me sucede con frecuencia que cruzando las calles de
Montevideo soy detenido por familias de empleados dependientes del
Estado, que vienen a exponerme sus necesidades y a pedirme les
socorra. Los recursos del Gobierno son escasísimos para esas aten-
ciones; en vez de tener fondos retenidos, le son insuficientes. Hoy
mismo, como hace 6 o 7 días, no hay un solo real en Tesorería...
La renta ha disminuido en sumas considerables. Los recursos del
Gobierno disminuyen mientras sus necesidades aumentan; la po-
sición del Gobierno es insostenible, insostenible, señores. Pide re-
cursos, pues, porque no sólo no tiene para hacer frente a los gas-
tos que la Junta de Higiene Pública aconseja para volver la sa-
lubridad a esta ciudad, sino que no tiene para llenar en parte el
déficit que le dejan en sus ingresos las mayores necesidades por
un lado, y la mayor deficiencia de las rentas por otro».
Como consecuencia de esta iniciativa, la Asamblea dictó una
542 Anales de la Universidad

ley que autorizaba al Poder Ejecutivo p a r a suspender d u r a n t e la


permanencia de la fiebre a m a r i l l a todos los contratos de enajena-
ción o afectación de r e n t a s .

E l oro brasileño.

Más de u n a vez tuvo que r e c u r r i r el Gobierno en el curso de


esta intensa crisis financiera al oro del barón de Mauá o de las
arcas de Río de J a n e i r o . En junio de 1856 el E s t a d o a d e u d a b a a
Mauá, según u n estado de la Tesorería, 370,000 pesos por concepto
de capital y 21,575 por concepto de intereses.
Al año siguiente sancionó la C á m a r a de Diputados un proyecto
que a u t o r i z a b a al Poder Ejecutivo p a r a obtener del barón de Mauá
un adelanto mensual de 22,500 pesos con destino al servicio de
amortización e intereses de la deuda consolidada. E n g a r a n t í a de
los a n t i c i p o s se afecciria la c o n t r i b u c i ó n d i r e c t a , c o n c e d i é n d o s e
a d e m á s al B a n c o el privilegio exclusivo d e emitir billetes de cambio
r j e n o r h a s t a el 20 % de su emisión, autorizada.
A u m e n t a r o n las dificultades a principios de 1858 por efecto de
la revolución del general César Díaz y del estado de a l a r m a que
subsiguió a Quinteros, y entonces el Tesoro brasileño prestó al go-
bierno de P e r e i r a 110,000 patacones bajo la expresa condición de
oue no sería destinada esa s u m a al pago de deudas a n t e r i o r e s ,
«sino a gastos futuros de los d e p a r t a m e n t o s de Guerra, Relaciones
FCxteriores y Gobierno», según así quedó establecido en el protocolo
suscrito por el Ministro C a r r e r a s y el Ministro Amaral. Luego de
realizado el préstamo, pasó u n a nota el Ministro Amaral, diciendo
que el Tesoro imperial h a b í a desembolsado 119,450 patacones p a r a
e n t r e g a r los 110,000 del préstamo, en virtud de comisiones satis-
fechas al Banco Mauá y del elevado precio de las monedas bra-
sileñas en ese momento. Y la cancillería oriental contestó recono-
ciendo el a u m e n t o y consintiendo en que la nueva cantidad fuera
agregada a los préstamos anteriores.

P r o s i g u e l a crisis h a s t a el f i n a l d e l g o b i e r n o d e P e r e i r a .

H e aquí el estado de las finanzas nacionales al t e r m i n a r el go-


bierno de P e r e i r a , según l a Memoria de H a c i e n d a p r e s e n t a d a por
don Cristóbal Salvañach a la Asamblea en febrero de 1860:
Las r e n t a s de 1859 ascendieron a 2.300,000 pesos, cantidad n o
inferior a la de los ingresos ordinarios. P e r o sobre la Aduana y
Añales de la Universidad 543

el papel sellado pesa una hipoteca de 767,000 pesos. No debe olvi-


darse, por otra parte, que el servicio de la deuda fundada absor-
berá 400,00U pesos. «La mitad de los tributos están destinados ex-
clusivamente a la satisfacción de créditos anteriores», resultando
de ello «anualmente un déficit de cerca, de un millón de pesos que
pesa principalmente sobre el servicio policial de la campaña y cla-
ses pasivas, como viudas, pensionistas, inválidos y estado mayor
pasivo».
«Tal vez parecerá una paradoja, pero es un hecho material com-
probado, que la situación actual de la Hacienda pública es peor
ahora que después de la desastrosa guerra de los nueve años.
Las rentas libres entonces se hallan empeñadas ahora, y continua-
rán empeñándose si un nuevo sistema no viene en su auxilio, has-
ta el punto de producir anualmente un crecidísimo déficit y qui-
tarle al Gobierno toda libertad de acción cada vez que precise
satisfacer inopinadamente grandes necesidades extraordinarias».
¡Sobre las rentas, — concluía la Memoria, — gravita una masa de
créditos que excede de 4 millones, que se pagan regularmente o que
fíiifren todas las angustias del Tesoro. Hay otra masa de 5.000,000
de pesos aún no situados sobre las rentas, aparte de los 4.000,000
a que montan la deuda inglesa, la francesa y - la brasileña. Para
amortizar lo que debemos a razón de 5 o|o anual, necesitaríamos
2.492,000 pesos, o sea todo lo que producen nuestras rentas!
Quiere decir, pues, que la angustiosa situación financiera con
que se estrenó don Gabriel Pereira en marzo de 1856, prosiguió
sin solución de continuidad hasta el término de su mandato pre-
sidencial en marzo de 1860.

El producto de las rentas públicas.

El Tesoro público recibió en 1856 la suma de 2.258,691 pesos, in-


cluidos 234,000 procedentes de empréstitos. Los ingresos de 1857
subieron a 2.404,788.
He aquí las partidas más importantes de ese monto, según los es-
tados generales de Contaduría:
544 Anales de la Universidad

1856 1857

Aduana de Montevideo y Receptorías .377,222 $ 1,487,594


Sellado y Patentes 216,631 197,736
Contribución Directa de la Capital . 88,255 35,209
» » » los departamen-
tos 39,586 10,394
Corrales de Montevideo 14,862 75,120
» » los departamentos. 22,459 24,106
Correos 2L>,4Í8 69,387
Impuesto departamental 22,753
Lotería 30,000 —

La Colecturía o administración general de rentas, que babla


quedado suprimida por efecto de las estrecheces del erario público,
fué restablecida a fines de 1859. Y a la ausencia de esa oficina
atribuía el Poder Ejecutivo en su decreto la confusión que se no-
taba en la administración pública.

Los derechos de Aduaiia.

La Asamblea sancionó en 1856 un proyecto de ley de Aduana,


redactado por don José G. Palomeque.
Demuestra nuestra experiencia — decía la Comisión de Ha-
cienda de la Cámara de Diputados al patrocinar el proyecto —
que el derecho elevado provoca grandemente el contrabando y li-
mita el movimiento aduanero al simple consumo de la población.
Y tales eran los dos males que la Asamblea se propuso- combatir.
Empezaba la nueva ley por enumerar los artículos exentos de
derechos de importación: máquinas, libros, cascaras para curtir,
.sal, frutos similares a los del país, carbón de piedra. Y establecía
luego una escala desde el 3 % hasta el 35 %, con destino a los
demás productos. El 3 V( era aplicable entre otros productos a la
madera sin labrar; el 5 % al hierro en bruto; el 7 % a los tejidos
(le seda; el 10 % al ácido sulfúrico, alquitrán, baldosas y fósforos;
el 20 % al azúcar, yerba, café, aceite, ropa hecha y calcado; el
25 % a los vinos, cerveza y licores; el 30 % al tabaco, trigo,
maíz, queso, manteca, muebles; y el 35 % a los cigarros, naipes y
harina de trigo, quedando esta última sujeta a una escala móvil
basada en el precio corriente del trigo en plaza. Los artículos no
regidos por derechos especiales pagarían el 15 %.
Los derechos debían establecerse sobre el precio al por mayor
Anales de la universidad 545

con uua rebaja del lU "¡Q. EU caso de discrepancia entre el vista


y el despachante resolvería un Jurado sorteado de una lista que
somestralmente formaría el Tribunal de Comercio.
El comercio importador quedaba habilitado para vender por bul-
to;3 o del modo que más le conviniese. No tenía obligación de
despachar los efectos depositados con destino a reembarco y el
plazo de permanencia en los almacenes fiscales era indefinido.
El reembarco y el trasbordo estaban exentos de impuestos y
t.T.mbién la exportación de frutos del país en el caso de realizarse
por intermedio del puerto de Montevideo. Realizándose por otros
puertos uruyuayos, cada cuero vacuno pagaría dos reales y los
demás productos el 4 % ad valorem. Era una retranca encaminada
a centralizar la corriente de exportación en el puerto de Montevi-
deo, evitando que la del litoral uruguayo se negociara por inter-
medio del Puerto de Buenos Aires.
Al año siguiente fué sancionada otra ley aduanera lue en lo
fundamental reproducía la de 1856, y el hecho se repitió en 1858
aunque esta vez con tres reformas de importancia: el estableci-
miento de un tarifa de avalúos que cada cuatro meses revisaría
una comisión compuesta de vistas de aduana y comerciantes, en
reemplazo del aforo al tiempo del despacho; el aumento de la lista
die artículos exentos de derechos de importación; y el sometimiento
ciel trigo a una escala móvil semejante a la ya establecida para
las harinas.
Otra ley de Aduana más innovadora presentó el gobierno de
Pereira a la Asamblea en 1859. Concentraba en el puerto de Monte-
video las operaciones de importación, exportación, depósito y trán-
sito; limitaba las del Salto y Paysandú a la importación de mer-
caderias procedentes de Montevideo y de frutos y artículos manu-
facturados procedentes de Corrientes y del Brasil, y las de las re-
ceptorías de Yaguarón y Aceguá a la importación directa del Bra-
sil. Los derechos de importación se cobrarían sobre la base de una
tarifa de avalúos renovable cada seis meses. El depósito en los
almacenes de la Aduana de Montevideo sería por tiempo indefi-
nido. Las mercaderías depositadas podrían ser vendidas sin nece-
sidad de previo despacho. El almacenaje sólo se cobraría después
de un año. Podría autorizarse el fraccionamiento de bultos como
medio de facilitar el comercio de tránsito.
Ese proyecto, que fué bien acogido por la Comisión de Hacienda
de la Cámara de Diputados, obedecía a un plan de medidas contra
el contrabando que se consumaba en las aduanas del litoral a la s

35.
546 Anales de la universidad

sombra del comercio de tránsito, plan ya condenado por una ex-


periencia decisiva. Precisamente a causa de su ineficacia es que
más de una vez se había pensado en el seno de las Cámaras en
exigir fianza para el otorgamiento de permisos de tránsito y
tornaguías que acreditasen que real y efectivamente la mercade-
ría había quedado en el extranjero.
A despecho de los apremios financieros de la época había una
fuerte tendencia a favor de la liberalización de los derechos de
Aduana, tanto que en 1857 el Poder Ejecutivo pasó a la Asamblea
un proyecto de don Pedro M. Isasa que rebajaba al 5 % el de-
recho aplicable a todos los artículos de importación. El despa-
cho de importación — decía el autor del proyecto en su informe
— debería producir actualmente al fisco alrededor del 20 % de
su monto, y sólo produce el 10 % porque el resto se lo absorbe el
contrabando; y de ese mismo 10 %, el presupuesto del personal
ordinario se lleva la mitad, resultando entonces que lo que in-
gresa positivamente al erario público es el 5 % y no el 20 %
de los precios de aforo vigentes.
En ese mismo año las dos Cámaras se pusieron de acuerdo
para suprimir un derecho de almacenaje votado en 1856 con des-
tino a la construcción de la Aduana. Reaccionando algunos me-
ses después contra el régimen de^ liberalidades que se deseaba in-
plantar, la Cámara de Diputados creó un derecho de pontazgo sobre
la importación y la exportación, con destino a la realización de
un plan de puentes y calzadas en toda la campaña, presentado
t»or don Luis Lerena. El Senado rechazó el proyecto invocando el
estado angustioso de la Hacienda pública, el mismo estado angus-
tioso que desde 1857 obligaba a buscar la tabla de salvación en los
derechos de exportación y en los adicionales de importación.

La Aduana en poíleí* de pai^ticulares.

Prosiguiendo gestiones ya entabladas durante la administración


anterior, el Presidente Pereira arribó en 1856 a un convenio con la
Legación Británica para la cancelación del crédito de la Sociedad
compradora de los derechos aduaneros de 1848, que ascendía a
1.077,000 pesos. La Sociedad acreedora se hacía cargo de la admi-
nistración de la Aduana a fin de percibir la octava parte del produc-
to líquido del impuesto, con destino a la amortización de su crédi-
to. El Poder Ejecutivo se reservaba la superintendencia autorizítíia
por los contratos celebrados durante el gobierno de la Defensa. Y el
Anales de la universidad 547

Gobierno Británico se comprometía a coadyuvar al mismo objeto,


«inspeccionando — decía el convenio — los actos de las administra-
ción de la renta que se entrega a la Sociedad de 1848, en la forma
y oportunidad que lo considere necesario para mejor garantía del
cumplimiento de parte de dicha Sociedad».
El capital adeudado no excedía de 200,000 pesos. Se había quintu-
plicado, según lo hacía constar la Memoria de Hacienda de 1858,
por efecto de la acumulación de intereses. Ya encerraba una con-
cesión enorme el reconocimiento del crédito millonario. Pero otro
error más imperdonable era la entrega de la Aduana a los acreedores
y la restauración del régimen del sitio de Montevideo, cuando ya no
existían las razones que entonces habían justificado y hasta presti-
giado el procedimiento.
No tardaron en ocurrir graves rozamientos entre el Gobierno y la
Sociedad del 48. Al finalizar el año 1857 ocurrió el primer conflic-
to. En la Aduana había empleados dependientes del Gobierno y em-
pleados particulares dependientes de la Sociedad administradora.
Un buen día el Directorio desconoció el derecho del Gobierno para
nombrar a sus empleados, y entonces el Presidente Pereira dictó
un decreto por el cual establecía que el Directorio cesaría de te-
ner la dirección del personal público sin perjuicio del nombramien-
to de empleados propios y por él costeados para fiscalizar la recau-
dación de la octava parte de la renta que le correspondía.
No podían quedar terminados con eso los conflictos. A mediados
de 1838 hubo una interpelación ruidosa en la que el legislador in-
terpelante aseguró que el Directorio había negado al Gobierno, du-
rante las urgencias de la revolución del general César Díaz, los fon-
dos que le pertenecían, interviniendo así en la acción política; que
seguía desconociendo el derecho del Poder Ejecutivo para nombrar
y destituir los empleados a cargo de rentas generales; que una
Comisión encargada de practicar los cambios de personal había
constatado que el mismo Directorio realizaba actos de contra-
bando. Y contestando la interpelación, declaró el Ministro de Ha-
cienda que efectivamente el Directorio desconocía y desacataba al
Gobierno, que hacía política de oposición, que se resistía no sólo a
la fiscalización, sino a la misma entrega de la parte de renta co-
rrespondiente al Tesoro público.
Ya no era posible la subsistencia del convenio y entonces la Asam-
blea autorizó al Poder Ejecutivo para entablar arreglos sobre la ba-
se de la sustitución de la renta de Aduana por la de papel sellado
y patentes. A mediados de 1858 se arribó al nuevo régimen con in-
)48 Anales de ¡a Universidad

tervención de la Legación Británica. La Sociedad del 48 devolvía


la administración de la Aduana y se recibía de la de papel sellado
y patentes p, efecto de percibir cuotas anuales de 144,000 pesos
hasta la completa cancelación de su crédito, que montaba en esos
momentos a 796,689 pesos. La Sociedad se reservaba el derecho
de nombrar y destituir los empleados, con la sola excepción del con-
tador interventor que designaría el Gobierno. Los gastos de la ad-
ministración y sueldos de los empleados serían de cargo del era-
rio público.
La prensa de la época no escatimó sus aplausos al Gobierno. Se-
gún sus datos desde el 1." de marzo hasta el 10 de septiembre el Di-
rectorio había entregado 336,548 pesos a la Tesorería. Y desde el
10 de septiembre hasta el 22 de diciembre del mismo año el ingreso
había sido de 415,539 pesos, incluida naturalmente la octava par-
te que antes retenía el Directorio y que había pasado al Estado en
virtud de la sustitución de la hipoteca de la Aduana por la de pa-
pel sellado y patentes.

El producto de la renta de aduana

Pertenecen estas cifras a la Memoria de Hacienda de 1857:

1855 1856 1857

Aduana de Montevideo . $ 1.289,926 $ 1.278,937 $ 1.332,811


Receptorías del Litoral ex-
clusivamente . . . . 57,767 83,204 154,783

!$ 1.347,693 $ 1.362,141 $ 1.487,594

Las receptorías de toda la República produjeron 179,971 pesos en


1857, correspondiendo a la del Salto 102,928, a la de Paysandú 25,474,
a la de Yaguaron 25,188, a la de Nueva Palmira 10,607, y en menor
cuantía a las demás.
Sólo hemos encontrado cifras aisladas en las publicaciones ofi-
ciales e informaciones comerciales de la época acerca de los años
1858 y 1859, y esas mismas con relación exclusivamente a la Aduana
de Montevideo. Helas aquí:
Anales de la Universidad 549

1858. Marzo 116,601 pesos, julio 136,930, agosto 106,989, sep-


tiembre 123,012, noviembre 116,035.
1859. Enero 120,561, íebrero 115,811, marzo 151,347, mayo
146,434, julio 145,001, octubre 140,508, noviembre 133,238.

Papel selladlo y patentes.

La ley de Patentes de Giro del año 1858 establecía dos escalas:


una más liviana para los nacionales y otra más recargada para los
extranjeros. Los establecimientos de extranjeros quedaban además
obligados a sacar la patente superior inmediata a su categoría
si no matizaban su personal con dos empleados nacionales por lo
menos. Eran las últimas exteriorizaciones del viejo prejuicio del
coloniaje contra los capitales y brazos extranjeros a los que de-
bíamos ya sin embargo los más fuertes impulsos y resortes de
nuestro progreso económico. Había trece categorías de patentes.
La más alta era de 300 pesos y se aplicaba a los bancos. Los esta-
blecimientos de campaña pagaban la patente anterior inmediata a
la de los establecimientos similares de la Capital.
La ley de Papel Sellado de 1859 establecía nueve clases de sellos,
desde el de 1 real aplicable a los recibos, pagarés u otras obliga-
ciones de 100 pesos abajo, hasta el de 9 pesos aplicable a los do-
cumentos de más de 20,000 pesos.
En 1856 surgió en el Senado la idea de establecer aparte del pa-
pel sellado un timbre de 2 reales aplicable a las letras, vales y
pagarés y de 1 real a cada endoso de esos mismos documentos; y
en la Cámara de Diputados la de un «derecho de Bolsa» aplicable
a todo documento de venta de títulos de deuda pública, a razón de
] real por tíada 100 pesos nominales negociados.
Los impuestos de papel sellado y patentes aparecían confundidos
en las publicaciones de la época, como si emanaran de u<ia solí
fuente tributaria. He aquí su producto según los datos suministra
dos a la Asamblea por el Ministro de Hacienda:

AÑOS En toda En Montevideo


la República exclusivamente

1855 . . $ 2.R0,n5 152,414


1856 . . » 214.550 140.664
1857 . . » 204,836 1> 121,355
550 Anales de la Universidad

Lia Contribución Directa.

La ley de Contribución Directa de 1856 establecía la cuota del


dos por mil sobre el monto de los capitales declarados por los con-
tribuyentes, y a falta de declaración o en el caso de declaración
diminuta, por un jurado compuesto del Juez de Paz y de dos ve-
cinos capitalistas sorteados de una lista de 10, formada por los
propios Jueces. Todo su producto debería aplicarse a la amortiza-
ción de la deuda consolidada.
Al revisarse la ley en los dos años subsiguientes fué integrado
el jurado con el Juez de Paz y seis vecinos, la mitad propuestos
por el contribuyente y la otra mitad por la Junta de Crédito Pú-
blico en Montevideo y por los recaudadores del impuesto en cam-
paña. La modificación debió dar malos resultados en la práctica.
El hecho es que la ley de 1859 restableció el jurado primitivo.
Al reglamentarse la ley de 1858 el Poder Ejecutivo fijó el va-
lor de la suerte de estancia en 2,000 pesos, el del animal vacuno
de rodeo en 6 pesos y el de las ovejas en 6 pesos las finas, 3
las mestizas y 1 las criollas.
Produjo este impuesto 77,841 pesos en 1856 y 70,006 en 1857,
según los datos suministrados por el Ministerio de Hacienda en
su Memoria de 1858, cifras que no coinciden enteramente con las
de los estados generales de la Contaduría que hemos reproducido
ai ocupamos del producto general de las rentas públicas, debido
seguramente a las distintas fechas de clausura de los cuadros.
Muy deficientes tenían que ser los procedimientos empleados
para la fijación del valor de los capitales gravados. En los cua-
dros de 1856 figuraban, por ejemplo, el Departamento de Montevideo
con un valor declarado de 14.706,000 pesos, el de Paysandiú con
1.264,507, el de Canelones con 2.760,000, el de Cerro Largo con
2.415,000, el de San José con 1.474,000 y el de Soriano con
1.718,000, cifras todas ellas notablemente inferiores a la suma del
valor de los tíampos, haciendas y demás caipitales gravados.

El únpnesto departamJdntal.

Entre las primeras medidas del gobierno de Pereira para conju-


rar la crisis financiera legada por la administración anterior figu-
raba el impuesto departamental.
(Según la ley votada a mediados de 1856, el ganado, el trigo, la
Anales de la Universidad 551

leña, los cueros, la lana, la grasa, la piedra y la arena deberían pa-


gar un impuesto al tiempo de su extracción del departamento de
origen. El impuesto estaba a cargo del vendedor y su producto
debía aplicarse al pago de las planillas de enseñanza primaria y
policías de la campaña.
Ocurrieron muchas dificultades desde los primeros meses de la
recaudación, y atendiendo a la principal de ellas prescribió la
ley de 1857 que el impuesto sobre el ganado vacuno se cobraría
u razón de 80 centesimos por cabeza, pero no sobre los animales
extraídos, sino sobre los procreos de cada estancia. Para los de-
más productos se mantenía el régimen inicial.
No habiendo conseguido dominarlas resolvió el Poder Ejecutivo
dirigirse a la Asamblea pidiendo la abolición del impuesto. Invo-
caba en su mensaje que la recaudación se hacía en las circunstan-
cias menos favorables para el contribuyente y que además exigía
una fiscalización muy costosa. Y en seguida, sin esperar el voto
legislativo, eximió a las harinas del pago del impuesto, «como
inedio de estimular» la producción nacional. Los impuestos — agre-
gaba el decreto — se establecen siempre para atender los' servi-
cios del Presupuesto, y entonces «puede el Gobierno suprimir aqué-
llos que no den el resultado que se tuvo en vista al establecerlos».
Era una tesis monstruosa que autorizaba al Poder Ejecutivo a
dejar sin efecto las leyes fiscales, pero que pasó en silencio por-
que concordaba con una necesidad premiosa de la producción na-
cional.

El impuesto de herencias.

Existía desde 1837 un impuesto de herencias que gravaba a los


colaterales con el 4 % tratándose de sucesiones testadas, y con
el 5, el 6, el 7 y el 10 %, según el parentesco, tratándose de su-
cesiones intestadas, aparte de un derecho general sobre todoá los
bienes que hubieren de salir del país, que oscilaba del 10 al 16 %.
Una nueva ley dictada en 1857 estableció dos escalas y modifi<!ó-
la cuota contributiva: una para las sucesiones testadas en que
las cuotas oscilaban del 4 al 6 %; y otra para las sucesiones
intestadas en que las cuotas oscilaban del 6 al 10 %, según el
grado de parentesco de los colaterales. En el caso de que los bie-
nes hubiesen de salir del país se pagaría además un 3 %. Las
herencias directas pagarían el 11 % en el caso de salir del país.
Las herencias dejadas a extraños pagarían el 12 % y además el
8 % en el caso de salir del país.
552 Anales de la Universidad

El impuesto de abasto.

Bajo la presión de los apuros fiscales fueron alzados en 1856 los


derechos de corrales y abasto en toda la República.
Por cada animal vacuno debería pagarse en adelante 12 reales
en la Capital y 8 en los departamentos; por cada cerdo 8 reales;
y por cada oveja 2 reales.

Pesca de anfibios.

Don Samuel Lafone adquirió en 1855 la concesión de la pesoa


de anfibios en las islas de Lobos, Castillos y costas adyacentes,
por diez años, mediante el precio de 100,000 pesos, a razón de
10,000 al año, pagaderos 20,000 en dinero efectivo y el resto en
documentos de crédito provenientes de un contrato de inmigra-
ción celebrado en 1837 y de alquileres de una finca destinada a
cuartel.

Correos.

En 1856 se estableció que la correspondencia para el interior


debería ser franqueada en la Administración central. Sólo queda-
ban exceptuadas del franqueo las cartas enviadas por intermedio
de las diligencias, las cuales en cambio deberían llevar timbre
«para evitar — decía el Ministro de Gobierno en su Memoria
anual a la Asamblea — la necesidad del previo franqueo en la
Administración General que no siempre podría obtenerse a horas
cómodas y con oportunidad para mandar las cartas por aquellas
vías». Fué una reforma que impulsó la renta a pesar de la re-
ducción del porte a la mitad dictada al mismo tiempo.
Dos años después el Administrador de Correos propuso al Go-
bierno el uso de sellos postales «como medio — decía en su nota
.— de concluir con el franqueo que se usa hasta ahora, asegu-
rando de este modo los derechos fiscales y facilitando al comercio
ventajas reconocidas en todos los países que los han adoptado».
Esa importante reforma quedó implantada desde junio de 1859.
El decreto respectivo al establecer «el franqueo por sellos posta-
les'» advertía que sin dicha formalidad «no se daría dirección a
ninguna carta»; que la Administración de Correos vendería los se-
llos; que éstos deberían colocarse en un ángulo del sobre, y que
Anales de la Universidad 553

la Administración debería inutilizarlos mediante una marca es-


pecial.
La Administración de Correos celebró en 1858 un contrato poí
cuatro años para el servicio de postas en toda la República. Ha-
bría cuatro correos mensuales, en vez de los tres que habían fun-
cionado hasta entonces, y cinco carreras o postas con el siguiente
itinerario:
Desde Montevideo hasta Carmelo, pasando por Canelones, San
José, Rosario y Colonia.
Desde Montevideo al Salto, pasando por Mercedes y Paysandú.
Desde Montevideo a Tacuarembó, pasando por Santa Lucía, Flo-
lida y Durazno.
Desde Montevideo a Artigas, pasando por Meló.
Desde Montevideo a Rocha, pasando por Pando, Maldonado y
San Carlos.
Cada posta tendría alojamiento y caballos para los pasajeros, a
precios que el mismo contrato precisaba.
Véase cuál era el movimiento de la Administración de Correos,
según las estadísticas oficiales de la época:

1857 1858

Cartas recibidas del exterior . 50,824 39,688


Impresos recibidos del exterior 17,227 17,071
Cartas enviadas al exterior. 47.884 62.945
Impresos enviados al exterior 8.292' 9,632
Cartas enviadas al interior. 19,917 30,652
Impresos enviados al interior 5,642 3,886
Eenta de correos . . . . $ 24,828 $ 28,961

Descentralización de rentas.

Existía ya en esta época un fuerte principio de descentralización


rentística, del que puede dar idea el siguiente resumen de los im-
puestos recaudados por la Jefatura Política de la Colonia en 1856:

Corrales f 2,278 Registros de escrituras $ 112


Guías de campaña . 309 Impuesto departamen-
Pasaportes para el exte- tal 1,190
rjor 510 Contribución directa 2,268
Pasaportes para el inte- Otros ramos 429
rior 88
$ 7,291
Derechos de puertos . IOS
554 Anales de ¡a Universidad

Más notable es este otro resumen de los ingresos y egresos del


Departamento del Salto en 1858 bajo la administración del coronel
Diego Lamas:
Ingresos 27,805 pesos. Egresos por concepto de planillas del
Presupuesto local 20,282 pesos. Sobrante aplicable a mejoras loca-
les 7,523 pesos.
Entre los ingresos destacábanse el impuesto departamental por
9,770 pesos, los ramos policiales por 6,414, la contribución directa
por 5,444 y el derecho de rifa por 1,008.
Algo más amplio se propuso realizar el Presidente Pereira en
los comienzos de su administración, según lo revelan estos párra-
fos de un Mensaje de 1856, refrendado por su Ministro de Ha-
cienda don Doroteo García, quien poco después se vio obligado a
renunciar ante las resistencias invencibles que encontraban en la
Asamblea sus fecundos planes de descentralización rentística:
«El Poder Ejecutivo se complace en observar que V. H. se ocupa
de atender a una de las reformas indispensables y a la vez más
justamente reclamadas por la mayoría de la Nación y es la de
establecer rentas municipales y aplicables al servicio de cada de-
partamento. El Poder Ejecutivo piensa que el mejor método a
adoptarse a este respecto sería el de cometer a los departamentos
mismos la facultad de establecer los arbitrios destinados a cubrir
los servicios especiales de su localidad, designando previamente la
materia imponible y el máximo del impuesto departamental en
relación proporcional a los impuestos generales, quedando sólo
subsistente la centralización para la contabilidad. El Gobierno cree
también que a fin de salvar la responsabilidad que sobre él pesa
respecto a la recaudación e inversión de las rentas creadas, es
necesario que se le autorice para el nombramiento de consejos ad-
ministrativos en los departamentos, compuestos de las Juntas
Económico-Administrativas como corporaciones constituidas y de
las personas más aptas y notables a las cuales deba confiarse la
gestión de la recaudación e inversión dentro de las partidas vo-
tadas en el Presupuesto, de las rentas y su aplicación al servicio
de cada localidad. Esta medida a la vez que desembarazarla a la
administración general de las dificultades de la percepción de las
rentas departamentales, aprovecharía a éstas por la aplicación di-
recta de esos fondos a las necesidades locales.»
De acuerdo con esas ideas el Poder Ejecutivo pasó a la Asam-
blea un proyecto de ley por el cual se establecía que cada uno
de los departamentos proveería al pago del servicio local de Po-
A.nales de la Universidad 555

licía, Culto, Instrucción Pública y Administración de J u s t i c i a ; que


las J u n t a s propondrían al Poder Ejecutivo los impuestos locales
necesarios, quedando facultado dicho Poder p a r a d e t e r m i n a r los
que h u b i e r a n de aplicarse; que la recaudación e inversión de los
impuestos q u e d a r í a a cargo de las J u n t a s Económico-Administrativas.

E l Presupuesto de 1856.

Desde la época del gobierno de F l o r e s obraba en poder de la


Asamblea el proyecto de P r e s u p u e s t o General de Gastos de 1856.
P e r o sin a m b i e n t e p a r a su sanción.
Elevaba los egresos a 3.280,745 pesos, correspondiendo a Go-
bierno y R e l a e i o n e s E x t e r i o r e s 63.1,936, a G u e r r a 1.135,800, a H a -
cienda 1.515,008, incluidos en este último r u b r o un e m p r é s t i t o del
Banco Mauá por 220,000 y el servicio de la Deuda Consolidada por
720,000.
Y reducía los recursos a 2.1e32,800 pesos, estableciendo con ello
un déficit de 1.147,945, que ascendía r e a l m e n t e a 1.214,375 con la
incorporación de la planilla del Cuerpo Lfegislativo que figuraba
aparte.
La Comisión de Presupuesto de la C á m a r a de Diputados de esa
m i s m a época había pedido que el proyecto volviera al Poder Eje-
ciillvo a efecto de que hiciera desaparecer el déficit mediante re-
bajas en los gastos o creación de r e n t a s .
«Este P r e s u p u e s t o — decía en su informe — p r e s e n t a u n enor-
me déficit eventual, y p a r a llenarlo no se propone medio alguno.
E n los gastos se incluyen asignaciones ilegalmente concedidas por
el Poder Ejecutivo a v i u d a s y a supuestas viudas e inválidos,
además del sueldo í n t e g r o que disfrutan algunos m i l i t a r e s sin
más razón p a r a ello que u n a orden superior. E n el proyecto se
presupuesta u n a administración m o n t a d a con s u p e r a b u n d a n c i a de
empleados y gastos, desconociendo así el Poder Ejecutivo l a indis-
pensable necesidad de a d o p t a r economías que h a g a n posible el
equilibrio de las r e n t a s con las erogaciones.»
El proyecto quedó así en suspenso h a s t a principios de 1856, en
que volvió a f i g u r a r en la orden del día y fué sancionado con
modificaciones de importancia.
Los gastos quedaron reducidos a 2.758,899 pesos, m e d i a n t e la
eliminación de la p a r t i d a de 600,000 pesos destinada a intereses
de la Deuda Consolidada, y los recursos quedaron fijados en
2.033,000, subsistiendo todavía u n déficit de más de 700,000 pesos.
556 Anales de la Universidad

El servicio policial del Departamento de Montevideo debía


ser atendido por 17 comisarios, 10 sargentos, 10 cabos y 80 cela-
dores, y el de cada uno de los departamentos de campaña por 8
comisarios y 60 celadores.
La enseñanza universitaria quedaba a cargo de tres catedráticot
de enseñanza secundaria (filosofía, matemáticas y química), tres
de lenguas (latín, inglés y francés), uno de derecho (para la en-
señanza del derecho civil, mercantil y de gentes), ano de teología
y una Asademla de Jurisprudencia para la práctica de los estu-
diantes de derecho. El Instituto de Instrucción Ptjblica tenía a
EU cargo el Colegio Nacional compuesto de 24 alumnos internos y
un número mayor de alumnos externos.
La enseñanz'a primaria debía ser atendida en el departamento de
la Capital por 10 escuelas y en los departamentos de campaña por
44. Las 10 de la Capital estaban presupuestadas en 14,200 pe-
sos, correspondiendo 10,000 a sueldos de maestros, 3,000 a alqui-
leres y 1,200 a gastos; y las 44 de campaña en 43,616 pesos,
correspondiendo 31,680 a maestros, 6,336 a alquileres, 4,400 a gas-
tos y 1,200 a textos.
Frente a estas modestas cifras de las planillas del Ministerio de
Gobierno, pongamos las del Ministerio de la Guerra.
En el Estado Mayor General figuraban 7 brigadieres, 5 coroneles
mayores y 3 coroneles; y en el Estado Mayor pasivo 40 coroneles,
76 tenientes coroneles, 64 sargentos mayores, 169 capitanes, 57 ayu-
dantes mayores, 106 tenientes 1.°, 58 segundos y 111 subtenientes.
Detrás de esa legión de jefes y oficiales sólo había un ejército
de línea diminuto: 1 escuadrón de artillería compuesto de 143. pla-
zas y 2 escuadrones de caballería con 304 plazas. En todo, 447
soldados.
Los recursos calculados como hemos visto en 2.033,000 pesos, de-
bían ser obtenidos por una decena de rentas, entre las que sobre,
salían las siguientes:

Aduana de Monte- Corrales de los de-


video . . . . $ 1.600,000 partamentos . $ 30,000
Keceptorias . 100,000 Mercados de Mon-
Corrales de Monte- tevideo 50,000
video . . . . 50,000 Cont. Directa . 100,000

Con el propósito de enjugar el déficit votó el Senado un descuen-


to de la tercera parte de todos los sueldos de más de 30 pesos men-
Anales de ¡a ÜJiiversidad 557

feuales que la Cámara de Diputados desestimó, y un artículo por el


que se establecía que las vacantes que se produjeran en la admi-
nistración pública serían llenadas con jefes y oficiales pertenecien-
tes al Estado Mayor pasivo y por inválidos, jubilados y pensio-
nistas que quisieran aceptar el nuevo destino y tuvieran aptitudes
para su desempeño.
Un solo paréntesis se abrió en esta campaña a favor de las eco-
nomías: el de la pensión a don Joaquín Suárez, materia de repe-
tidos debates durante el año 1856, en que se invocaba por los im-
pugnadores el estado angustioso de la Hacienda pública. El pro-
yecto concedía una pensión vitalicia de 3,600 pesos anuales y de-
claraba que el agraciado había merecido bien de la patria por sus
grandes servicios. Ambas Cámaras estaban de acuerdo en el ho-
menaje, pero disentían en cuanto a la asignación. Hubo que llevar
el asunto a la Asamblea General, y allí la ley fué sancionada sin
resistencias apenas se supo por boca de uno de los oradores que
el procer acababa de ser demandado ante los Tribunales por no
poder pagar algunas de sus deudas.

El Presupuesto de 1857.

Al sancionar el Presupuesto de 1857 trató la Asamblea de su-


primir el déficit mediante una fuerte reducción en el monto de
los gastos públicos. Pero como al mismo tiempo decaía el nivel de
las rentas, no pudo impedirse que la nueva ley resultara tan des-
equilibrada casi como la anterior.
Los gastos quedaron fijados en 2.327,034 pesos, así distribuidos:

Gobierno $ 552,462
Guerra 990,799
Hacienda 727,415
Tribunales 56,358

Y los recursos en 1.648,000 sobresaliendo la Aduana con 1.450,000,


el derecho de corrales con 80,000 y el Correo con 20,000.
La enseñanza pública continuaba figurando con cifras de ham-
bre: 6,800 pesos la Universidad; 1,324 el Instituto de Instrucción
Pública; 57,816 la educación primaria de las 10 escuelas de la Ca-
pital y de las 44 de los departamentos. En la planilla de la Univer-
sidad figuraba una cátedra de medicina y cirugía que fué suprimida
por la Cámara de 'Diputados.
558 Anales de Ja Universidad

Las clases pasivas militares y civiles absorbían más de un mi-


llón de pesos distribuido en la forma que subsigue:

Número Sueldos
de individuos y pensiones

Agregados al Estado Mayor 384,642


Inválidos 192,587
Viudas y menores militares 377,770
Jubilados civiles . . . . 51,000

El ejército de línea no alcanzaba a 300 plazas entre el escua-


drón de artillería y el escuadrón de caballería, únicos que figura-
ban en el Presupuesto. Su costo era apenas de 50,000 pesos al año.
Desde los comienzos de su administración dictó el Presidente
Pereira un decreto, más tarde incorporado al proyecto de ley de
Presupuesto, por el que se establecía que la Contaduría sólo li-
quidaría la mitad de los sueldos y que la otra mitad se pagaría
cuando lo permitieran las entradas del Tesoro público. No se tra-
taba de un aplazamiento transitorio, según se encargaron de de-
mostrarlo una manifestación suscrita por varios jefes y oficiales
en marzo de 1857, pidiendo a la Asamblea el restablecimiento del
sueldo íntegro, y una advertencia de la Comisión Permanente al
Poder Ejecutivo a mediados del mismo año con ocasión del veto
opuesto a la ley que mandaba separar el 5 % de las rentas con
destino al Presupuesto de la Administración de Justicia, según
la cual debían abonarse los sueldos no sólo con puntualidad sino
también íntegramente.

Jjeyes de pensiones y de reforma militar.

En el curso de este mismo año abordó la Asamblea dos tareas


relacionadas con la reducción de los gastos: la sistematización de
las pensiones a efecto de salir del régimen sin normas fijas en
que se vivía, y la consumación de la reforma militar votada en
1853.
. En materia de pensiones sólo alcanzó a promulgarse una ley
según la cual en caso de muerte de un inválido pasaría a su
Anales de Ja Universidad 559

viuHa e hijos menores la mitad de la pensión de que el causante


hubiera gozado.
La Cámara de Diputados sancionó también un proyecto que
acordaba a la viuda e hijos menores de los empleados de la ad-
ministración una pensión del 35 al 90 % de los f-.ueldos activos
según el número de años de servicios prestados por el causante,
y del 50 % de la pensión tratándose de jubilados.
Para llevar adelante la reforma militar decretó la Asamblea
una contribución extraordinaria del 1 % sobre todos los capitales
existentes en el país.

El Presupuesto de 1858.

Al acompañar el nuevo Presupuesto decía el Poder Ejecutivo que


las rentas de 1857 no habían alcanzado a producir la cantidad cal-
culada y que por efecto de ello el déficit había subido a 800,000
pesos. Pero el Ministro de Hacienda se encargó de agregar en su
Memoria anual que el ejercicio dejaba diversos atrasos que eleva-
ban el monto del déficit a una suma igual a la del cálculo de
recursos del Presupuesto de 1857, es decir, a 1.648,000 pesos.
Bajo este ambiente de bancarrota se abordó el estudio del Pre-
supuesto para 1858.
Los gastos quedaron fijados en 2.473,510 pesos, así distribuidos;

Cuerpo Legislativo $ 64,686


Ministerio de Gobierno y Relaciones
Exteriores 566,760
Guerra 1.039,177
Hacienda 802,887

Para la Administración de Justicia se acordaban 58,540 pesos.


La Policía del 'Departamento de Montevideo absorbía 86,736 pe.
sos y las de todos los departamentos de campaña 215,040, teniendo
el primero 200 celadores y 60 cada uno de los segundos.
La instrucción pública mantenía con pocas diferencias sus cifras
anteriores: 8,000 pesos la Universidad, 1,324 el Instituto de Instruc-
ción Pública y 56,616 las 54 escuelas primarias existentes en toda
la República.
En el Estado Mayor activo seguían figurando 7 brigadieres ge-
nerales y 5 coroneles mayores. En cambio los agregados al Es-
tado Mayor pasivo se habían multiplicado a despecho de las crue-
560 Anales de la universidad

les estrecheces del erario, presentando estas cifras extraordinarias


para un ejército de línea reducido a un escuadrón de artillería y
dos escuadrones de caballería con un efectivo, según la ley de Pre-
supuesto, de menos de 500 plazas:

39 coroneles 61 ayudantes mayores


71 tenientes coroneles 145 tenientes 1.°
85 sargentos mayores 61 >' 2.°
165 capitanes 145 subtenientes

Las rentas comprendidas en el cálculo de recursos sólo alcan-


zaban a 1.940,696 pesos, destacándose la Aduana de Montevideo y
receptorías con 1.362,141, el papel sellado y las patentes con
300,000, el impuesto departamental con 120,000 y el Oorreo con
22,000.
Comparados los gastos con los recursos resultaba un déficit de
más de 500,000 pesos.

De déficit en déficit.

Hagamos el resumen de los tres primeros presupuestos de la ad-


ministración Pereira:

ANOS Gastos Recursos Déficit votado

1856 $ 2.758,000 2.033.000 725,000


1857 2.3-27,000 1.64.S.UOO 679,000
1858 2.473,000 1.940,000 533,000

En conjunto un desequilibrio previsto de 2.000,000 de pesos en


números redondos, aparte de los créditos suplementarios votados
por la Asamblea, de los gastos autorizados administrativamente y
del menor rendimiento de las rentas con relación a los cálculos
casi siempre optimistas de los presupuestos.
Algo se intentó para enjugar el déficit. El Poder Ejecutivo pidió
a la Asamblea, y su proyecto fué votado por la Cámara de Diputa-
dos, un derecho de exportación y un adicional a las patentes de gi-
ro. Y al año siguiente, renovando una iniciativa del Senado al dis-
cutirse el Presupuesto de 1856, dictó un decreto por el cual esta-
blecía que los jefes y oficiales del Estado Mayor pasivo podrían
optar a los empleos civiles.
A.nales de la Universidad 561

Pero nada eficaz alcanzó a realizarse y el déficit que cada año se


agrandaba acabó por envolver al Gobierno y al país en complica-
ciones financieras de deplorable repercusión en el escenario po-
lítico.
El Cuerpo Legislativo con el propósito de colocar a su personal
al abrigo de las angustias del Tesoro público, sancionó a mediados
de 1858 una ley que obligaba a la Tesorería General a pagar los
presupuestos mensuales de Sala y Secretaría con el producto del
10 % de las rentas destinado al pago de las dietas por resolución
de la Constituyente. La ley fué vetada por el Presidente Pereira,
quien invocaba que si era explicable la retención tratándose de las
dietas, desde que la Constitución establece que ellas deben pagarse
con independencia del Poder Ejecutivo, no sucedía igual cosa con
las planillas de gastos. Pero la Asamblea mantuvo su resolución.
Era muy discutible el fundamento del veto, pero lo explicaba sin
duda el estado de miseria en que vivían los demás empleados sin
que la Asamblea hiciera nada para facilitar la regularización de
los pagos.

Los presupuestos subsiguientes.

A mediados de 1858 el Gobierno pasó un Mensaje a la Asamblea


en el que decía que tenía pronto el proyecto de Presupuesto para
1859, pero que no se resolvía a pasarlo porque era la reproducción
del Presupuesto anterior en que los gastos excedían a los recur-
sos. Prevenía que el Ejercicio de 1857 había cerrado con un déficit
de 800,000 pesos, porque los recursos no habían llegado a la canti-
dad calculada. Agregaba que había compromisos irreductibles «por-
que procedían de reconocimientos de créditos diplomáticos y de con-
tratos por servicios indispensables», avaluados en 700,000 pesos. Y
terminaba pidiendo a la Asamblea que hiciera correr el Ejercicio
económico de marzo a febrero y que autorizara al Gobierno para
introducir reformas en el Presupuesto.
Era una pretensión monstruosa dado el largo tiempo transcurrido
desde la sanción del último Presupuesto. Pero la Asamblea la aceptó
sin vacilaciones y, en consecuencia, modificó el Ejercicio econó-
mico; dio carta blanca al Presidente «para hacer en la administra-
ción, dentro de las cifras del Presupuesto, las reformas y reduc-
ciones que considerase necesarias a fin de igualar los ingresos
con los egresos»; y le autorizó a la vez para proyectar el arreglo
de la deuda con cargo de someter los convenios a la sanción legis-
lativa.
36.
562 Anales de la universidad

Un año después fué sancionado el P r e s u p u e s t o de 1859. M a n t e n í a


la cifra de gastos del Ejercicio anterior (2.473,510 p e s o s ) , pero ele-
vaba ficticiamente los recursos, de 1.940,000 en que h a b í a n sido cal-
culados p a r a ese Ejercicio a 2.531,000, inflando la A d u a n a y recep-
torías a 1.900,000, el papel sellado y patentes de giro a 260,000, los
corrales y mercados a 120,000 y en proporción los demás impuestos.
Por u n a ley subsiguiente quedó vigente el nuevo Presupuesto
h a s t a 1860 y autorizado el Poder Ejecutivo p a r a a t e n d e r a los gas-
tos e x t r a o r d i n a r i o s que d e m a n d a r a la defensa del país, pudiendo
a tal efecto «realizar operaciones de crédito a la p a r al m á x i m u n
del 12 % de interés al año y a los m á s largos plazos posible».

Inventario de la deuda pública.

E n diciembre de 1856 pesaban sobre la Nación 101.248,953 pesos


de deudas liquidadas, clasificadas y reconocidas, destacándose en
esa enorme m a s a las p a r t i d a s s i g u i e n t e s :

Deuda Consolidada Prestamistas de


y a consolidar $ 91.779,491 1848 . . . . $ 1.015,891
Deuda exigibte. 853,997 Créditos b r i t á n i -
» Brasileña 1.964,544 eos . . . . 651,568
» Francesa 1.063,587 Gounouilhou . . 1.588,099
» Inelesa . 340,548 Créditosatrasados
de 1855 y 1856. 1.299,306

Al finalizar el año 1857 el monto de la deuda había subido a


110.334,254, sobresaliendo las siguientes p a r t i d a s :

D e u d a Consolidada $ 90.844,615 Créditos b r i t á n i -


» a consolidar 9.156,627 eos . . . . $ 589,011
Deuda exigible . 905,298 Gounouilhou . . 1.199,000
» Brasileña 1.964,744 A t r a s o s de 1855 a
» Francesa 1.059,830 18.57 . . . . 1.925,468
» Inglesa . 540,540

l i a Deuda Consolidada.

¿€ómo h a b í a llegado a formarse esa m o n t a ñ a aplastadora de la


Consolidada?
Anales de la universidad 563

Desde los comienzos de la administración Perelra se dictó una


ley por la cual quedaba suspendida la tramitación de los expe-
dientes por perjuicios de guerra y se instituía una Comisión de
tres delegados del Poder Legislativo y otros tres del Poder Ejecu-
tivo, con el encargo de practicar una revisión prolija de lo ac-
tuado hasta ese momento. Fijábase un plazo de 45 días para la
presentación de los expedientes, bajo a^percibimiento de declarar-
se prescriptos los créditos de los omisos.
Pocos meses desipués quedaba truncado el estudio por efecto de
una disidencia fundamental acerca de la extensión de las faculta-
des de la Comisión clasificadora. Tres de sus miembros se consi-
deraban capacitados para realizar indagaciones tendientes a la com-
probación de los fraudes, mientras que los otros tres sostenían
que no lo estaban. Había, pues, un empate, y un empate insoluble
dado que la Comisión se componía de seis miembros. Los que
opinaban a favor de las indagaciones hicieron constar entonces en
el acta terminal estas declaraciones gravísimas reveladoras de los
enormes abusos a cuya sombra había venido creciendo la deuda:
«Que había en los archivos de la Comisión una nota del Jefe
Político del Departamento de la Colonia . . . en la que denunciaba
la existencia de una sociedad para la fabricación de expedientes)
con su respectiva dotación de «testigos supuestos y testigos fal-
sos» . . . «Que también constaba a la Comisión la existencia de ex-
pedientes en que se habían corrido todos los trámites de la ley de-
jando un gran vacío o blanco para la vista del agente fiscal»...
Que había muchos expedientes «con enmendaturas y adulteracio-
nes grcseras»... Que varios interesados habían declarado a la Co-
misión «que existían aumentos y falsificaciones» en las cantidades
y objetos reclamados... Que existían «incompatibilidades entre el
número de ganados reclamado y el área de los campos en que se
decía que esos ganados existían»... Que era sospechosa «la uni-
formidad de unos mismos testigos declarando en muchos de los ex-
pedientes de un mismo departamento»... Que carecían de auten-
ticidad «muchos de los reclamantes y de los testigos»... que por re-
gla general no habían sido presentados los títulos de propiedad o
contratos de arrendamiento... «Y por último que constaba a la
Comisión que en un solo caso en que ella había hecho uso del de-
recho de pedir informes a las personas o autoridades del lugar a
que la reclamación pertenecía, había resultado un aumento de
55,000 cabezas de ganado... sin embargo de estar perfectamente
probado al parecer el expediente respectivo».
564 Anales de la Universidad

Pertenece a esta época una correspondencia de la Colonia, in-


serta en «El Comercio del Plata», en que se establecía que antes
de estallar la Guerra Grande sólo había en ese departamento tres
estancias de 8 a 10,000 animales vacunos, que eran las de Rodríguez,
Calvo y Solanc, y sólo una, la de Quintana, con existencia mayor;
y en cuanto a lanares que apíirte del establecimiento de Poucel y
C.% que tenía 15,000 ovejasr sólo había de dos a tres mil lanares
más. Pues bien, agregaba el corresponsal: entre los expedientes
en trámite figuran por decenas los que reclaman diez, veinte y
treinta mil animales, con la agravante de que muchos de ellos
no son conocidos en el departamento o son pequeños estancieros
o pequeños comerciantes, sin volumen para gestionar reclamos fa-
bulosos.
(En esos mismos momentos el Jefe Político de Paysandú coronel
Francisco Caraballo adjuntaba al Gobierno una nómina de los
expedientes viciados por falta de personería, por abultamiento de
valores y por falsedades de todo género según el grupo de perso-
nas caracterizadas que había practicado el estudio minucioso de
los reclamos locales.
Al abuso incalificable de las reclamaciones originarias, agregá-
base el de las adulteraciones de los expedientes. En 1858 la pren-
sa publicó el caso de un reclamo de doña Juana María Carricart
por 4,500 reses, en que la cifra originaria inflada ya por la re-
clamante había quedado transformada en la de 45,000 por efecto
de enmendaturas que se encargó de denunciar uno de los propios
testigos del expediente ante el temor de las responsabilidades en
que pudiera caer envuelto.

Cómo repercuite la denuncia de estos abusos en la Asamblea.

La Comisión de la Cámara de Diputados a cuyo estudio pasaron


los antecedentes que acabamos de relacionar produjo un dictamen
que era el proceso de los abusos reinantes.
«Hay que poner coto — decía — al escándalo y al fraude». Ha
propuesto la Comisión revisora en su nota de renuncia «la quema
de todos los expedientes presentados a su consideración, o que
se reconozca por mitades las reclamaciones». Pero hay que optar
por la quema, porque «esa medida es la única que podría res-
taMecer el crédito y la moral pública altamente ofendidos». Ha
demostrado el Jefe Político de la Colonia que en su departamento
se han adulterado los reclamos mediante duplicación de capitales,
Anales de la Universidad 565

declaración de capitales apócrifos, simulación de personas que


jamás han existido y declaración de testigos falsos o supuestos.
El Jefe Político de Paysandú ha presentado una relación nominal
do los que fraudulentamente han entablado reclamos por perjui-
cios de guerra. Si a ello se agregan los demás hechos probados,
resultará sin asomo de dudas «que una hoguera es lo único que
prudentemente cabe para que desaparezcan de esta sociedad hasta
los últimos vestigios del escandaloso extravío que la ambición de
los interesados, la negligencia de los Jueces y la tolerancia del
Peder Ejecutivo mantienen aun en pie». La Asamblea ha dictado
varias leyes «para poner una barrera al escandaloso robo .que la
prensa denunciaba y el pueblo entero conocía». Pero esas leyes
— concluía el informe — «reprimidas bajo el peso de falsas como
indebidas interpretaciones, sólo han servido para alentar el fraude».
Entre las leyes a que se refería el informe había una que esta-
blecía que los propietarios que hubieran solicitado indemnización
por perjuicios de guerra estaban obligados a presentarse perso-
7ialmente a la Junta clasificadora, con sus títulos de propiedad o
contratos de arrendamiento, dentro de un término perentorio, pa-
usado el cual deberían quemarse los expedientes de los omisos. Al
darle su voto dijo uno de los senadores que deseaba abstenerse de
expresar las causas determinantes del proyecto, «porque ellas no
podían referirse sin arrojar una mancha sobre la sociedad». En la
Cámara de Diputados hubo en cambio quien sostuvo que no po^
día ni debía derogarse la disposición legal que autorizaba a los
hombres para hacerse representar, produciéndose con tal motivo
ardientes debates en que llegó a hablarse de la necesidad de que
fueran «arcabuceados los autores de los robos y fraudes denun-
ciados».
Uno de los diputados que encabezaba esa campaña contra los
fraudes, exhibió ante la Cámara, según la crónica parlamentaria
de «El Comercio del Plata», varios expedientes con cifras enmen-
dadas, decretos de Jueces con relación a vistas fiscales que no
existían y para las cuales había quedado un espacio en blanco!
Comentando el mismo diario al año siguiente los fraudes que
habían vuelto a figurar en la orden del día, decía en uno de sus
editoriales, refiriéndose a los expedientes ya convertidos y a los
exipedientes en trámite que se trataba de quemar:
«)Se han visto reclamaciones de propietarios que nunca existieron,
y pretensiones que reducidas a una cifra darían al territorio tres
veces más extensión de la que tiene y cincuenta veces mayor ri-
566 Anales de Ja Universidad

queza que la que nunca poseyó. Quedan reconocidos ciento y


tantos millones y no debe estar muy distante de esta suma la
que representan los expedientes en trámite. Doscientos millones
por indemnizaciones por perjuicios de guerra contra un erario
que no tiene con qué pagar a sus empleados».

La Asamblea declara cerrada la conversión de los reclamos por


perjuicios de gueiTa.

Como resultado de estos debates la Asamblea dictó una ley a


mediados de 1857, que declaraba terminadas las funciones de la
Comisión clasificadora y cerrada la conversión de la deuda por
perjuicios de guerra. Los expedientes no convertidos presentados
dentro de los plazos legales y en los que se hubieren llenado las
formalidades y requisitos correspondientes, se devolverían a los
reclamantes para la prosecución de sus gestiones. Los que no reu-
nieran esas condiciones serían inutilizados. Las planchas para la
impresión de los títulos de la deuda serían destruidas y los tí-
tulos existentes serían quemados.
Esa ley no era el resultado armónico de las decisiones de am-
bas Cámaras. En la de Diputados predominaba el propósito de que-
mar todos y cada uno de los expedientes cuya tramitación no
hubiera concluido. Pero como la de Senadores había manifestado
la resolución de respetar los expedientes en que se hubieren lle-
nado las formalidades legales, aquélla acabó por ceder como me-
dio — decía la Comisión en su dictamen — «de que no se hi-
ciera con su demora y con la reunión de la Asamblea General
decir a la República y a su historia que todo lo contempla que
el escándalo se aplaza, que el robo se protege y que la infamia
queda en pie».
Pocos días después eran inutilizadas las planchas litográficas y
quemados los bonos en el patio de la Casa de Gobierno, con Ja
sola reserva de cuatro millones que la Junta de Crédito Público
resolvió retener a la espera de una consulta acerca de varios ex-
pedientes concluidos pero no convertidos todavía, que la Asamblea
resolvió negativamente disponiendo que esos expedientes queda-
ran a la espera de ulteriores leyes de consolidación.
Así terminaron las emisiones de la Deuda Consolidada, abiertas
hasta ese momento por efecto de la prórroga abusiva del plazo de
seis meses fijado en 1853 para la presentación de los reclamos.
Anales de la Universidad 567

Una falsificación de bonos.

A la obra del fraude que se desarrollaba en los expedientes, vino


a agregarse en 1859 la de los falsificadores de bonos.
Debían ser quemados 3.297,000 nominales destinados a una vein-
tena de expedientes comprendidos en la ley que declaraba cerrada
la conversión. Esos bonos habían sido caucionados en momentos
de a,premio y al ser rescatados por el Gobierno fué que se descu-
brió el fraude. Casi todos eran falsos, según una de las informa-
ciones de la prensa.
El Gobierno fijó entonces un plazo para la presentación de to-
dos los bonos circulantes, a efecto de practicar una revisión ge-
neral que determinase el monto del fraude, nombró una Comisión
investigadora y dio intervención al Juez del Crimen, quien de-
cretó la prisión de varias personas que aparecían comiplicadas, y
adoptó otras medidas que propendían a circunscribir el fraude a
lo que ya estaba en circulación.
De 92 millones de pesos examinados por la Comisión investiga-
dora, más de 27 millones resultaron falsos.

El precio de la Consolidada.

Reproducimos de las informaciones procedentes de la Sala de


Corredores de la época, estas cifras reveladoras del enorme y bien
explicable desprestigio en que se mantenía la Deuda Consolidada:
1856 Marzo 5. Cantidad vendida: dos y medio millones a 10
y 11 reales por cada cien pesos de deuda.
1856 Junio 20 y 21. Cantidades vendidas: diez y ocho millones
el primer día y veintiséis millones el segundo, a razón de 8 y 9
reales por cada cien pesos de deuda. Día 27. Cantidad vendida:
veintiséis y medio millones, a 10 y 10 % reales. Días 28 y 30.
Cantidades vendidas: siete y medio millones y trece y medio mi-
llones a los mismo tipos.
A fines de junio de 1857, después de destruidas las planchas y
quemado el sobrante de bonos, la Consolidada, que seguía bajando,
?e cotizaba a 6 reales!
Uno y medio años más tarde, en enero de 1859, todavía se ven-
día a 9 y í^ reales el ciento.
Era bien explicable que la deuda se arrastrara así por el suelo.
En marzo de 1856 la Cámara de Diputados dirigió una minuta de
568 Anales de la Universidad

comunicación al gobierno de Pereira que acababa de estrenarse, en


que le recomendaba el cumplimiento de la ley de 1854 sobre
amortizaciones.
«No hay un solo habitante de la República — decía en esa mi-
nuta — que no clame y que no esté persuadido de la urgente ne-
cesidad de que se ponga un pronto y eficaz remedio al descrédito
en que se encuentran los fondos públicos y a la espantosa banca-
rrota con que ese descrédito amenaza a nuestro debilitado comer-
cio." La íntima convicción del desánimo y aniquilamiento en que
están nacionales y extranjeros se halla dolorosamente confirmada
por los valores que aquellos créditos tienen hoy en plaza.»
Y contestó en el acto el Gobierno que la entrega mensual de
10,000- pesos que la ley imponía estaba suspendida desde largo
tiempo atrás; que por el momento no era posible reanudarla por
falta de recursos disponibles, pero que comprendiendo la impor-
tancia de la indicación trataría de libertar alguna renta con ese
objeto, aunque sin contraer compromiso de plazo.

La Comisión niixta para el arreglo de las reclamaciones franco-


inglesas.

Hemos hablado al ocuparnos de la administración Flores de la


ley de julio de 1855, que autorizó al Poder Ejecutivo para cele-
brar arreglos con los agentes diplomáticos, «dando cuenta a la
Asamblea General o a la Comisión Permanente», sin que hubiera
encontrado ambiente la frase final «para su aprobación», pro-
puesta por un diputado.
A raíz de esa ley las Legaciones de Francia e Inglaterra propu-
sieron al Gobierno que los reclamos por perjuicios de guerra de
sus connacionales, en vez de ser resueltos por las autoridades
orientales, quedaran sometidos al fallo de una Comisión mixta
que designarían las mismas Legaciones y el Gobierno, propuesta
que fué aceptada por Flores según se encargó de comprobarlo la
cancillería de Pereira cuando urgida por las Legaciones contestó
que enviaría el asunto al Cuerpo Legislativo, como efectivamenl?
lo hizo.
La -Comisión Permanente pasó los antecedentes a estudio j e
una subcomisión de la que formaba parte el doctor Pedro Busta-
mante, y esa subcomisión sostuvo que el Poder Ejecutivo ;if.
estaba facultado por la ley de 1855 para crear una Comisión mixta.
«Tiende a alterar por su base la citada ley — decía en su dicta-
AncJcs de la Universidad 569

nien — y también a arrancar a la autoridad nacional la renuncia


o delegación de derechos y facultades que no puede renunciar ni
aun delegar... Esto no puede consentirlo el Presidente de la Re-
pública ni por sí ni con acuerdo de la Comisión Permanente, ni
tampoco podría autorizarlo la misma Asamblea General, pues la
Asamblea General no puede delegar sus atribuciones constituciona-
les, y una de esas atribuciones es fijar los gastos públicos, es de-
cir, determinar cuáles son las verdaderas exigencias del servicio
público.»
Dicho dictamen fué aprobado, y corroborando sus conclusiones
decía la Comisión Permanente a la Asamblea en febrero de 1857:
«La Comisión Permanente creyó y cree que el Poder Ejecutivo
debía haber desechado la proposición de los agentes de Francia e
Inglaterra como inconciliable con la ley fundamental de la Repú-
blica y con sus derechos de soberanía, mas se abstuvo de aconse-
jarlo así al Poder Ejecutivo en atención a la proximidad de la
reunión de las Honorables Cámaras y por un sentimiento de res-
peto a ellas.»
Parecía, pues, un asunto enterrado. Pero lejos de ello el Presi-
dente Pereira resolvió darle forma a las negociaciones iniciadas
por el gobierno de Flores y presentó a la Asamblea a mediados del
mismo año un ajuste diplomático que establecía lo siguiente:
Las reclamaciones por perjuicios de guerra serán resueltas «en
cuanto a su justificación y monto», por una Comisión mixta árbitro-
arbitradora, compuesta de cuatro miembros, dos de ellos nombra-
dos por el Gobierno Oriental y los otros dos por los Gobiernos de
Francia e Inglaterra. «El monto de las indemnizaciones que la
Comisión mixta hubiere admitido como justificado, será reconocido
l!or el Gobierno de la República como deuda nacional y su extin-
ción será arreglada por una convención especial». Las reclamacio-
nes se presentarán dentro del plazo de 90 días tratándose de per-
sonas domiciliadas en la República y de 180 para los que residen
en el extranjero. La Comisión será presidida por el Juez de Ha-
cienda, pero sin voto. En caso de empate decidirá un quinto ar-
bitro sorteado de una lista de ocho integrada la mitad por el Go-
bierno Oriental y la otra mitad por las Legaciones.
Ese monstruoso ajuste diplomático que sustraía a la jurisdicción
nacional el conocimiento de todos los reclamos por perjuicios de
guerra que perteneciesen a subditos franceses e ingleses, fué rati-
ficado por las Cámaras y convertido en ley de inmediato y sin difi-
cultades de ninguna especie.
070 Anales de ¡a Universidad

Pide también el Brasil una Comisión mixta.

Apenas iniciadas las negociaciones por los Gobiernos de Francia


e iDgliiterra, se apresuró a pedir la Legación Brasileña que se ex-
tendiera a sus connacionales el privilegio que aquéllos pretendían,
y la cancillería oriental accedió en el acto a ello. Y un año más
tarde, eu mayo de 1858, el Ministro Carreras y el Ministro Amaral
suscribían un aju^>te diplomático por el cual se establecía que los
leclamos por perjuicios de guerra de los subditos brasileños serían
resueltos en cuanto a su justificación y a su monto por una Co-
misión mixta nombrada por el Gobierno Oriental y el Gobierno
Brasileño.

JJOS primercs actos de presión de las Liegaeiones de Francia y do


Inglaterra.

Casi al mismo tiempo, pues, que se quemaban los bonos de la


Consolidada y se destruían las planchas litográficas utilizadas para
eu impresión, la Asamblea instituía una Comisión franco-inglesa
para que reanudara la emisión de bonos, ya sin el contralor de las
autoridades nacionales.
La primera Comisión mixta fué integrada por don Bernabé Ca-
ravia y don Patricio Vázquez en representación del Gobierno Orien-
tal, don Alfonso Daneant en representación del Gobierno Francés
y don Roberto Rouley en representación del Gobierno Inglés.
Empezó a actuar en 1859. Pero sus trabajos quedaron truncados
desde los primeros momentos en razón de que los comisarios ex-
tranjeros pretendían llevarse por delante a los orientales contando
con las incalificables debilidades del Gobierno.
«Exigían — según el doctor Caravia — el reconocimiento liso,
llano y franco de las pretensiones deducidas, sin más trámite que
la palabra del recurrente y sin más prueba que la que éste pre-
sentase.»
Don Patricio Vázquez planteó el conflicto ante la Comisión Per-
manente de la que formaba parte.
Al tratar de fijar reglas para nuestros trabajos — empezó di-
ciendo — los comisarios extranjeros promovieron pretensiones ex-
travagantes sobre intereses de las cantidades reclamadas, sobré
conversión de bonos ya recibidos por algunos de los reclamantes y
sobre asistencia del Presidente de la Comisión a los actos de
Anales de la Universidad 571

prueba. No siendo posible armonizar opiniones consultamos al


Gobierno y entonces recibimos instrucciones enteramente contra-
rias a las ya dadas, y contrarias también a la misma convención.
Se nos prevenía, entre otras cosas, «que era extravagante el pre-
tender los comisarios orientales que los perjuicios que tenían que
reclamar los ingleses y franceses debían ser de la clase de aquellos
a que se refería la ley de 1853». Se nos decía también «que si
los franceses e ingleses no habían reclamado cuando todos reclama-
ban, era porque no querían tener participación en el escandaloso
fraude que se había cometido entonces, ni la más pequeña parte
en el descrédito que era consiguiente». Nosotros reclamamos con-
tra estas instrucciones y entonces el Gobierno nos declaró cesantes.
El doctor Caravia — que también formaba parte de la Comisión
Permanente — tomó la paiabra en seguida para demostrar que
las primeras instrucciones expedidas por el Gobierno eran precisa-
mente las que se ajustaban a la letra de la ley. «La convención —
decían esas instrucciones—es una manera especial de procedimiento
que se ha creado para estos casos: en cuanto a las justificaciones
cuas se harán por las disposiciones legales vigentes y sobre todo
teniendo muy presente la ley de perjuicios de 14 de julio de 1853
que debe servir de norma a las decisiones de la Comisión.» Eso
es lo que prevenía él Gobierno al principio. Y eso era lo que co-
rrespondía. «Había que recibir pruebas sobre justificación de per-
juicios y estas informaciones no podían verificarse de otro modo
que como lo establecen las leyes del país, porque como he dicho
antes inmoral sería establecer para el extranjero un modo de pro-
ceder en cuanto a la prueba testimonial distinto del que está
establecido por las disposiciones vigentes para todos.» De acuerdo,
pues, con esas instrucciones que eran las legales, cada expediente
tenía que ser tramitado y sustanciado por el Juez y pasado recién
entonces a la Comisión mixta para su examen y resolución.
Pero el Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores que fué
llamado a dar explicaciones, contestó que la convención franco-ingle-
sa era anulatoria del procedimiento establecido por la ley de 1853;
que el primer pliego de instrucciones se desviaba de la convención
y por eso había sido modificado; que el Juez de Hacienda no podía
ni examinar ni juzgar la prueba porque era un mero agente ejecutor
de la Comisión mixta, a quien realmente correspondía examinar y
juzgar.
Tales eran los términos del debate. Las primeras instrucciones
habían sido dictadas de acuerdo con la ley y la convención. Una
572 Anales de la Universidad

cosa era la sustanciación del expediente y otra cosa era la senten-


cia. La comisión sólo podía ocuparse de lo segundo. Pero las Legar
clones, que tenían interés en atender todos los reclamos de sus
connacionales, reinvindicaban también lo primero, como medio de
Que no se formaran expedientes que a la fuerza tenían que dejar
constancia de los actos de favoritismo a que desde el primer mo-
mento se entregaron.
El asunto fué pasado a estudio de una subcomisión, la cual se
expidió diciendo que el mal estaba en la convención de 1857 apro-
bada por la Asamblea, y que por lo tanto no había margen para
dirigir observaciones al Poder Ejecutivo. Y su dictamen fué apro-
bado por la Comisión Permanente, quedando así los Ministros de
Inglaterra y de Francia triunfantes en sus pretensiones y en si-
tuación de seguir avanzando hasta los extremos brutales que cul-
minaron bajo el gobierno de Berro.

Conversión de la Deuda Consolidada.


r

El precio de cotización de la Deuda Consolidada oscilaba se-


gún hemos visto alrededor del 1 % de su valor nominal.
A ese precio llegó a incautarse el barón de Mauá de la casi tota-
lidad de la deuda, y una vez dueño de la plaza arribó con el Mi-
i>istro del Uruguay en Río de Janeiro don Andrés Lamas al si-
guiente ajuste:
Renuncia del 95 % del valor nominal de la Deuda Consolidada
y del 90 % de la Deuda Exigible, entregándose por el saldo títulos
de deuda fundada con 6 % de interés y 1 % de amortización a la
puja. Para garantizar el servicio de la nueva deuda se crearía un
adicional del 2 % sobre importación, un derecho del 4 % sobre la
exportación y un impuesto del 4 % sobre la venta de bienes terri-
toriales. El producto de esos impuestos sería entregado directamen-
te por las oficinas recaudadoras al Banco Mauá. El mismo Banco
sería el encargado de practicar el pago de los intereses y amorti-
zación y percibiría por tal tarea una comisión del 2 y % % sobre
el monto del servicio. En el caso de que las rentas afectadas no
fueran entregadas semanalmente al Banco, tendría el barón de
Mauá el derecho de hacer cesar la violación con ayuda del Gobier-
no Brasileño.
El Gobierno, que estaba de perfecto acuerdo con su representante
en Río de Janeiro, pasó el contrato a la Asamblea, y entonces la
Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados formuló varias
observaciones.
Anal^s de la Universidad 573

En primer lugar que Mauá sólo concurría con 56 millones y que


por lo tanto no se trataba de un arreglo general, sino de un arreglo
parcial de la Consolidada. En segundo lugar que el Banco Mauá
quedaba transformado en una verdadera oficina pública, que reci-
biría directamente las rentas afectadas y las administraría sin ga-
rantía de ninguna especié. En tercer lugar que se autorizaba la
intervención extranjera para dar efectividad al contrato mediante
«una cláusula repelente».
Apenas publicado el informe de la Comisión de Hacienda se di-
rigió el Poder Ejecutivo a la Asamblea para manifestarle que oi
proponente aceptaba todas y cada una de las observaciones formu-
ladas, obteniendo con ello que el contrato marchara sobre rieles
en ambas Cámaras.
La ley de junio de 1859 aprobatoria del contrato establecía que
Mauá concurriría al canje con 80 millones de pesos nominales;
acordaba un plazo de cinco años a los demás tenedores de títulos
para concurrir a la conversión; suprimía el impuesto sobre las
ventas de inmuebles; eliminaba el artículo que obligaba a las
oficinas receptoras a entregar directamente las rentas al Banco
Mauá; y eliminaba también la cláusula relativa a la intervención
brasileña en caso de violación del contrato.
Hubiera podido formularse y atenderse otra observación más:
la ganancia considerable que realizaba Mauá vendiendo al Estado
por cinco lo que había comprado por uno. Pero es lo cierto que si
Mauá embolsaba fuertes utilidades, el Uruguay conseguía la re-
gularización de una deuda cien veces millonaria que se arrastraba
por el suelo y constituía un factor de bancarrota y de vergüenza.
Por otra parte, como lo hacía notar la Comisión de Hacienda del
Senado, las leyes hasta entonces vigentes, aunque no cumplidas,
señalaban la cantidad mensual de 60,000 pesos para intereses y
amortización de la Consolidada con monto circulante de 89.546,000
pesos y de 5,000 para la Exigible que subía a 3.433,000, mientras
que la deuda Fundada en que habrían de refundirse esas dos ten-
dría un monto de 4.790,713 pesos y un servicio mensual de 28,744
asegurado por rentas especiales.
Al abordar la Cámara de Diputados el estudio de esta operación
de crédito, recordó el Ministro de Hacienda don Federico Nin Re-
yes la sorpresa y desaliento con que los senadores y diputados de
la primera Legislatura constitucional habían oído la lectura del
mensaje en que el Poder Ejecutivo denunciaba la existencia de
una deuda de 200,000 pesos. Pues bien, agregaba: al empezar la
574 Anales d3 la universidad

Guerra Grande ya la República debía 8 millones, y lo que es abora


hablamos de 100 millones sin que nadie se alarme!
Quedó resuelto que el servicio de la deuda Fundada empezaría
a hacerse efectivo desde enero de 1860.
La Oficina de Crédito Público—trunca desde octubre de 1856 en
que el Gobierno Brasileño retiró su comisario invocandjo que ya
estaba reconocida y liquidada la deuda de conformidad a los tra-
tados de 1851,—había dejado de funcionar desde fines de 1858 «por
haber terminado su cometido», decía el decreto que la suprimía del
escenario administrativo.

Una tentativa anterior de consolidación.

Dos años antes de la aprobación del contrato Mauá, un grupo


formado por los principales comerciantes y capitalistas de Monte-
video se había presentado ofreciendo entregar cien millones de
pesos nominales de las deudas Consolidada y Exigible, a cambio de
la contribución directa y del papel sellado y patentes durante 35
años, rescatables en todo momento por el Gobierno mediante el pago
en dinero efectivo del 7 % del valor nominal de las deudas materia
de la operación. Los proponentes se obligaban además a prestarle
al Gobierno 15,000 pesos mensuales en la forma y condiciones que
se establecerían en contratos especiales.
A la propuesta iba adjunta una planilla con las siguientes
cifras:

Deuda Consolidada emitida . . . . $ 92.000,000


Reclamos en trámite 5.000,000
Deuda Exigible 3.000,000
Intereses de 1854 a 1892 al 2 "¡o y al 3 °/o 102.000,000

$ 202.000,000

El papel sellado y las patentes daban al año alrededor de 240,000


pesos y la contribución directa 70,000. Deduciendo el 5 % por con-
cepto de gastos de recaudación resultaba un producto líquido de
294,500 pesos al año y de 10.307,500 en los 35 años.
Pero esa propuesta no fué considerada, juzgándose sin duda que
en momentos de tan intensa crisis financiera no era posible des-i
prenderse de rentas como las del papel sellado, patentes y contri-
bución directa.
Anales de la Universidad 575

Otras deudas.

Haciendo uso de la misma ley de 1855 que había servido para


crear la Comisión mixta franco-inglesa, el gobierno de Pereira ajus-
tó con la Legación de Francia un acuerdo que fijaba el monto de
los créditos reclamados por don Domingo Grounouiltiou en 1.297,000
pesos y garantizaba su pago con cuotas mensuales extraídas de la
renta aduanera. Un año después quedó suspendida la entrega de
las cuotas mensuales y habiendo ello dado lugar a debates parla-
mentarios el Ministro Batlle declaró a las Cámaras que por ese
millón y cuarto sólo había desembolsado Gounouilhou de 20 a
26,000 pesos!
lEl Poder Ejecutivo presentó en 1855 a la Asamblea un proyecto
por el que se establecía que la Junta de Crédito Público clasificaría
y liquidaría los sueldos impagos desde 1853, constituyéndose con
ellos una deuda que se llamaría Bxigible y que estaría provista de
un fondo amortizante de 10,000 pesos mensuales. La Comisión de
Hacienda de la Cámara de Diputados limitó el proyecto a los suel-
dos de 1855 y su dictamen dio lugar a que uno de los oradores, don
José G. Palomeque, hiciera presente que los sueldos impagos de
1852, 1853 y 1854 giraban alrededor de dos y medio millones de
pesos.
En 1859 fué instituida por el Gobierno una Comisión para el
examen, comprobación y liquidación de los créditos contra el Es-
tado, y refiriéndose a uno de sus cometidos decía el Ministro de
Hacienda en la Memoria del mismo año:
La Deuda hipotecaria clasificada por la extinguida Junta de Cré-
dito Público y no convertida en Deuda Consolidada por haberse ne-
gado a ello sus tenedores, pasa de 5 millones. Existen otros 4 mi-
llones que se están amortizando desde 1856 y un millón más que no
fué presentado a la Junta de Crédito. La deuda diferida gira alre-
dedor de 6 millones, sin contar los intereses devengados. Debemos
además dos y medio millones al Brasil, uno y medio a Francia y
50,000 libras a Inglaterra. En conjunto alrededor de 14 millones.
«De esa inmensa deuda — concluía el Ministro — y de las otras
que se están pagando, nadie tiene la culpa o todos la tienen igual-
mente, puesto que es el producto de 25 años de desaciertos, de des-
moralización y guerras civiles.»
La Comisión clasificadora que presidía don Tomás Villalba dio
algunos interesantes detalles acerca de la manera desordenada y
576 Anales de la universidad

abusiva como se habían ido formando algunas ce las deudas que


roas abrumaban en ese momento.
Muchos de los créditos clasificados como hipotecarios — decía
la Comisión en su informe — ni tenían autorización legislativa ni
alectaban realmente rentas que ya estaban hipotecadas, ni prove-
nían de préstamos efectivos al gobierno de la Defensa... «En ge-
neral provenían de bancarrotas, indemnizaciones, expoliaciones, con-
tratos usurarios, tal cual podían hacerse en aquellas circunstan-
cias, sobre víveres, vestuarios, equipos, armamento, municiones y
gastos generales de administración como liquidaciones de sueldos
libradas profusamente sobre la cuarta parte de la renta de Aduana,
contratos muy usuales entonces no sólo por el año corriente sino
por los posteriores... Una suma muy crecida de este capital es-
taba representada por títulos de los directorios que se sucedían en
la posesión y administración de la Aduana de Montevideo, expe-
didos en virtud de órdenes por sueldos, pensiones y otros gastos
que libraba el Gobierno sobre la dicha cuarta parte que se había
reservado en el producto de la renta. Los directorios los amortiza-
ban sustituyéndolos por títulos suyos, los cuales deberían ser cu-
biertos cuando estuvieran satisfechas otras órdenes anteriores; por-
que era tal la profusión de estos libramientos que ni la cuarta
parte reservada en un año ni todas las de los años siguientes al-
canzaban a pagarlos. Así es que puede estimarse por millones el
guarismo que representan estas órdenes respecto de las cuales se
t:ene la pretensión original de hacerlas pasar como hipotecarias...
La Comisión, por otra parte, ha tenido oportunidad de ver letras
firmadas por un personaje que s«lo era colector, sin poder encon-
trar en los registros de aquel tiempo decreto u orden provisional
que lo habilitase para ejercer interinamente el cargo de Miniptro.
Las letras tenían una nota puesta por un empleado subalterno del
Ministerio de Hacienda que decía así: esta letra debía ser firmada
por el señor Ministro, pero hallándose enfermo firma el actual.
Este actual no era otro que el Colector de la Aduana, que no re-
vestía el carácter de Ministro.»
La montaña crecía unas veces por efecto de las leyes que re-
conocían capitales no adeudados por la Nación, como en el caso
de los perjuicios de guerra, y otras por efecto del incumplimiento
de los contratos como en este caso que reproducimos de un in-
forme parlamentario de 1857:
En 1834 fueron tranzados los pleitos entre el P^sco y la sucesión
de don Francisco Alzaibar sobre propiedad de campos, mediante la
Anales de la Universidad 577

cantidad de 55,000 pesos en letras a diferentes plazos y al interés


del 6 % anual. De esas letras sólo alcanzó a percibir la sucesión
Alzáibar dos mil pesos, resultando de ello que su crédito ascienda
ahora por efecto de la acumulación de intereses a 602,946 pesos!

La enseñanza primaria.

Dando cuenta del estado de la enseñanza primaria decía en


1858 el Prei>idente del Instituto de Instrucción Pública don Manuel
Herrera y Obes:
Comprende el programa de las escuelas públicas numerosas asig-
naturas: lectura, escritura, aritmética, doctrina cristiana, moral,
gramática castellana, geografía de la República, dibujo lineal, no-
ciones de geometría en sus aplicaciones más usuales, ideas de la
cosmografía y de la geografía general, historia de la República y
Constitución. Pero este programa sólo se cumple en la escuela de
la Universidad y en alguna otra más. «En el resto la enseñanza
está reducida a lectura, escritura, doctrina cristiana, principios de
aritmética y de gramática castellana», por efecto de la falta de
maestros.
Don Manuel Herrera y Obes, que era a la vez Rector de la Uni-
versidad, agregaba al reproducir ese párrafo en su informe anual
a la Sala de Doctores, que era urgente reaccionar contra el mal
y que había que ampliar los programas mediante la incorporación
de la enseñanza industrial.
El Ministro de Gobierno general Antonio Díaz procuró en su
Memoria de ese mismo año interesar la atención de la Asamblea
acerca de la necesidad de pagar bien a los maestros, adquirir re-
cursos fijos, uniformar los planes y sistemas de enseñanza, difundir
la enseñanza en la campaña y crear escuelas de enseñanza indus-
trial. E insistiendo acerca de algunos de estos temas decía en su
Memoria de 1859:
«El programa que hoy tenemos para la enseñanza en las escue-
las del Estado sería suficiente para llenar los objetos de la edu-
cación primaria que tanto importa fomentar; pero nos faltan maes-
tros para desempeñar todas las que se han establecido; y para
tenerlos es indispensable dar a esa profesión la importancia y la
consideración con que es mirada en todas las naciones civilizadas:
tener recursos fijos para pagarlos con puntualidad y para atender
con la misma exactitud a los demás gastos que demande el servicio
de las escuelas.»

37.
578 Anales de la Universidad

«Debo también l l a m a r v u e s t r a atención sobre la necesidad de


establecer en el país escuelas de enseñanza i n d u s t r i a l sostenidas
por el Estado. L a población de hijos del país es muy poca y aun-
que ellos desean t r a b a j a r n u n c a podrán hacerlo con provecho si
por ignorancia no conocen m á s que los medios comunes de satis-
facer con dificultad las necesidades m á s indispensables de la vida.»
Apremiado por la crisis financiera gestionó y obtuvo el mismo
Ministro que los maestros de las escuelas públicas de Montevideo
quedaran bajo la i n m e d i a t a dirección y cuidado de las J u n t a s
Económico-Administrativas, «principlmente — decía el decreto res-
pectivo — en lo que se relaciona con los sueldos y gastos consi-
guientes».
E n el r e g l a m e n t o que con tal motivo redactó la J u n t a estable-
cíase que las Comisiones Auxiliares ejercerían la vigilancia de las
p&cuelas s i t u a d a s en sus respectivas jurisdicciones, que los exáme-
nes t e n d r í a n lugar bajo la presidencia de las m i s m a s Comisiones
en diciembre de cada año, empezando precisamente «en el día de
los Santos Inocentes»; que a los exámenes serían invitados el
Cura párroco y los padres de los a l u m n o s ; que en enero si-
guiente t e n d r í a lugar la distribución de premios, pasando luego los
alumnos premiados al domicilio del P r e s i d e n t e de la República
«para agradecerle la munificencia nacional».
Pocas semanas después de haberse hecho cargo del pago de los
educidos y gastos, hacía saber la J u n t a que había establecido u n a
escuela en el Paso del Molino y otra en el Reducto.
Por estas iniciativas puede formarse idea del extraordinario
abandono en que estaba la enseñanza p r i m a r i a . E n el Cerro había
u n a escuela de varones que recién empezó a funcionar a principios
de 1859. E n la Unión funcionaban u n a escuela n o r m a l y p r i m a r i a
a cargo de don J u a n Manuel Bonifaz y u n a escuela de n i ñ a s .
En el Cordón h a b í a u n a escuela de varones y o t r a de n i ñ a s . E n
la Aguada, una de varones y otra de n i ñ a s . Y n a d a más en todos
¡os alrededores de la ciudad vieja.
Hemos hecho referencia a don J u a n Manuel Bonifaz, el m á s
prestigioso de los m a e s t r o s de las escuelas públicas de la época,
valgan estas dos notables opiniones que reproducimos de «El Iris»
de 1864:
«Aquí tenemos muchos doctores, muchos poetas — exclamaba el
doctor Florencio Várela hablando de la legión de intelectuales
congregados en Montevideo desde los comienzos de la Guerra Gran-
de.—Pero sólo un hombre—señalaba a Bonifaz—a quien confiar la
educación de n u e s t r o s hijos».
Anales de la Universidad 579

«El sistema del señor Bonifaz — escribía Sarmiento al ocuparse


de su «Método de lectura»—es el primer paso dado de una mane-
ra eficacísima en el método de enseñar gradualmente a leer, con
ejercicios preparados para cada combinación de sílabas, y la ins-
trucción primaria le debe un inmenso servicio. Lo que yo he hecho
desipués no es más que una aplicación de aquella invención, que'
me hago un deber en encomiar».
Los alumnos de la escuela de varones de la Aguada fueron exa-
minados en 1859 de acuerdo con un programa que comprendía doc-
trina cristiana, lectura, escritura, gramática, aritmética, geogra^
fía de la República, Constitución e historia sagrada. El acto tuvo
lugar en la Iglesia, con asistencia de 98 alumnos de los 105 que figu-
raban en la matrícula.
Parte del vacío existente en la enseñanza primaria de Montevi-
deo era llenado por la Comisión de Beneficencia de Señoras y por
la Sociedad Filantrópica.
La Comisión de Señoras, dependiente de la Comisión de Caridad,
inició sus tareas en 1856 mediante la instalación de una escuela de
niñas, en la que inmediatamente ingresaron 62 alumnas. Un año
después hacía constar el Presidente de la Junta Económico-Admi-
nistrativa en su Memoria anual que esa Comisión de Señoras que
presidía doña María Antonia Agell de Hocquard, costeaba la edu-
cación de 220 niñas con ayuda de una suscripción popular: cien
de ellas en la escuela central y .las demás en distintos estableci-
mientos escolares subvencionados.
La Sociedad Filantrópica organizada durante la epidemia de fie-
bre amarilla de 1857 para combatir el flagelo y prestar ayuda va-
liosa a la población de Montevideo, estableció a principios de 1859
una escuela con destino principalmente a los niños que habían,
quedado desamparados por efecto de la epidemia. Esa escuela que
fué puesta bajo la dirección de don Jaime Roídos y Pons contaba
al finalizar el año con 120 alumnos.
Tales eran las corporaciones que ayudaban a la Junta Econó-
mico-Administrativa, tan exhausta de recursos, a realizar una par-
te mínima del programa que ella esbozaba a la Jefatura de Poli-
cía en 1857, al estudiar la situación de los niños que vagaban por
las calles de Montevideo.
«Bien querría la Junta — decía en su nota — establecer escue-
las primarias de artes y oficios y dedicar atención a este ramo im-
portante de su resorte»; pero careciendo absolutamente de los re-
cursos necesarios se ve obligada a pedir a la Jefatura que de acuer-
580 Anales de la Universidad

do con el Juez de Menores cite a los padres, tutores o encargados


de los niños malentretenidos y los amoneste por su desidia y aban-
dono, todo ello mientras no sea posible instalar una escuela correc-
cional de niños con su taller de artes y oficios.
Peor debía ser naturalmente el estado de la enseñanza pública
en campaña. De los informes, correspondencias, actas y demás pu-
blicaciones de la época, extraemos los datos que siguen:
El Salto tenía al finalizar el año 1858 una escuela pública de
niñas con 70 alumnas, y dos de varones, una de ellas en San Eu-
genio con 25 alumnos, y una escuela particular mixta con 14 varo-
nes y 30 niñas. Contaba además con el Colegio de Humani-
dades de don Pedro Andreu, que tenía una sección de enseñan-
za primaria y otra de enseñanza media a las que concurrían 130
alumnos, que en 1858 fueron examinados bajo un programa qu)e
comprendía lectura, escritura, gramática, aritmética, geografía as-
tronómica, física y política, teneduría de libros y francés.
Canelones tenía entre establecimientos públicos y particulares
tres escuelas de varones, dos de niñas y un curso de latinidad.
En Tacuarembó funcionaban dos escuelas públicas, una de va-i
roñes con 71 alumnos y otra de niñas con 44. Advertía la Junta
Económico-Administrativa en la nota de donde extraemos estas ci-
fras, que en 1858 se adeudaba a los maestros 10 meses de suel-
do. Una Sociedad áe Beneficencia de Señoras mantenía con el con-
curso de la Junta y de la Policía otras dos escuelas en las fron-
teras del departamento.
En Cerro Largo había cuatro escuelas públicas: dos de ellas en
Meló y otras dos en Artigas. Estas últimas tenían según una co-
municación de la Comisión Auxiliar, 32 varones y 46 niñas. En la
escuela de varones se enseñaba escritura, lectura, aritmética, gra-
mática, geografía general, geografía de la República, Constitución
y doctrina cristiana. La escuela de niñas estaba bajo la inspec-
ción de una Comisión de señoras, «que había alquilado una carre-
tilla para el transporte de 15 alumnas» que no podían ir a pie por
das largas distancias. Los sueldos de los maestros se pagaban al
principio por el vecindario y luego por el Tesoro público. Las la-
bores de las niñas, expuestas en los exámenes de 1858, fueron re-
matadas por la Comisión de Señoras, y su producto de 172 pesos
fué donado a la Comisión de Caridad de Montevideo.
En el Departamento de la Colonia funcionaban a fines de 1856
seis escuelas públicas, cuatro de varones con 120 alumnos y dos de
niñas con 60 alumnas. Dos años después el número de los estable-
Anales de la universidad 581

cimientos públicos había bajado a 5, tres de varones con 82 alumnos


y dos de niñas con 60.
En San José existían en 1858 tres escuelas públicas y seis par-
ticulares con una inscripción total de 159 varones y 214 niñas.
Florida tenía una sola escuela pública con 25 niños y dos es-
cuelas privadas una de varones con 28 inscriptos y una de niñas
con 16.
En Paysandú funcionaban tres escuelas de varones, una pública
con 74 alumnos y dos particulares con 40, y dos escuelas de niñas,
una pública con 47 inscriptas y otra particular con 21.
En el Durazno había dos escuelas públicas, una de varones con
50 inscriptos y otra de niñas con 49.
Son cifras de extrema pobreza, que demuestran que nuestras po-
blaciones Turarles estaban totalmente abandonadas por efecto de
las estrecheces financieras que acentuaban de año en año las revo-
luciones y los errores del período de formación que vamos reco-
rriendo.
De vez en cuando era turbado el angustioso ambiente de esos
maestros rurales por graves denuncias que repercutían en la prensa.
Don Melitón González concretó una de ellas en 1859 desde las co-
lumnas de «El Comercio del Plata». El Instituto de Instrucción
Pública se apresuró a estimular la acción pública, y el Juez del
Crimen, previa la sustanciación legal, dictó sentencia condenando
al denunciante a nombre de los principios de justicia, a dar una
satisfacción al magisterio. Y el señor González declaró en el acto
que sus informes habían sido erróneos.

La enseñanza universitaria.

Al empezar los cursos de 1856 publicó el Secretario de la Univer-


sidad don José G. Palomeque un cuadro de los alumnos matricu-
lados, del que resultaba que en las clases de enseñanza primaria
había 161 inscriptos y en las de enseñanza secundaria y profesio-
nal 190. En conjunto 351. He aquí cómo se distribuían los últimos:
Aula de jurisprudencia, catedrático doctor Tristán Narvaja, 9
alumnos. Aula de filosofía, catedrático doctor Plácido EUauri, 40
alumnos. Aula de físico-matemáticas, catedrático doctor Adolfo Pe-
dralbes, 42 alumnos. Aula de latín, catedrático don Pedro Giralt, 42
alumnos. Aula de química, catedrático señor Lenoble, 20 alumnos.
582 Anales de la Universidad

Aula de francés, catedrático señor iGounouilliou, 23 alumnos. Aula


de inglés, catedrático señor Morador, 14 alumnos.
Al finalizar los cursos rindieron exámenes parciales 85 alumnos,
examen general de bachiller 7 alumnos y examen general de doc-
tor 10 alumnos.
Bajo la presión de las angustias del Tesoro público el Gobierno
dictó un decreto a mediados de año estableciendo una matrícula de
40 pesos pagaderos la mitad al tiempo de la inscripción y la otra
mitad al tiempo de los exámenes, cuyo prodticto debía ser prorra-
teado entre los profesores a cuenta de sus sueldos; pero el Presiden-
le Pereira derogó ese decrto pocos días antes de la conclusión de
su mandato, invocando que había dificultado el ingreso a las aulas.
En sustitución del derecho de matrícula se restableció el de gra-
dos universitarios que había dejado de cobrarse desde 1856.
A mediados de 1858 tenía la Universidad 209 alumnos que se dis-
tribuían así según el informe del Rector don Manuel Herrera y
Obes a la Sala de Doctores: Jurisprudencia, 11; filosofiía, 3; ma-
temáticas, 16; latín, 7; química, 3; idiomas vivos, 18; instrucción
primaria, 151. Nótase — agregaba el Rector—«una sorprendente
y alarmante disminución» por efecto de la epidemia del año ante-
rior, de la revolución de principios de año y de los derechos de
matrícula.
Al año siguiente volvía a dirigirse el doctor Herrera a la Sala de
Doctores, con acento más pesimista todavía.
«Tal como hoy existe la Universidad — decía — apenas conser-
va el nombre y no hace más que prestar fuerza y medios para su
propia destrucción... Las aulas son cursadas por 16 alumnos en
derecho, 9 en filosofía, 9 en matemáticas, 9 en latinidad, 7 en quí-
mica y 26 en idiomas vivos. Estas cifras bastan para mostraros
la exactitud y verdad de lo que os dejo dicho.»

Conferencias de extensión universitaria.

La Universidad inició a fines de 1859 una serie de conferencias


de derecho civil, de filosofía y de química a cargo de los mismos
estudiantes. Las conferencias eran públicas y tenían lugar todas
las semanas. Uno de los alumnos actuaba como conferencista y los
demás ampliaban o replicaban.
Anal3s de la Universidad 583

La Univei'siiíad Menor.

El Colegio Nacional que después de la Guerra Grande fué tras-


ladado a la villa de la Unión, quedó erigido por decreto de febrero
de 1856 en Universidad Menor de la República.
Dio lugar ese decreto a una interpelación de la Cámara de Di-
putados, en la que sostuvo el orador interpelante que el Poder
Ejecutivo había invadido atribuciones privativas de la Asamblea.
Persuadido también de ello anunció el Ministro que volvería so-
bre sus pasos, previo informe del Consejo Universitario. Pero du-
rante varios meses siguió funcionando la Universidad Menor bajo
e] siguiente plan de estudios según la matrícula de 1857:
Instrucción primaria, latinidad, teneduría de libros, francés, in-
glés, filosofía, historia y geografía, matemáticas, agrimensura, ar-
quitectura, dibujo, música, gimnástica, esgrima.
En el mismo año rindieron examen general de preparatorio^ va-
rios alumnos y eso dio mérito para que el Rector de la Universi-
dad dirigiera una nota de protesta al Ministerio de Gobierno. Para
que la enseñanza — decía — no resulte «una visible farsa», es ne-
cesario que la Universidad Menor suspenda en el día sus funciones
literarias y que los alumnos ocurran a la Universidad Mayor a
tomar los grados.
Y recién entonces volvió el Colegio Nacional al rango subalterno
que tenía antes del resonante decreto.

Planes de reorganización universitaria.

En su Memoria de 1859 propuso a la Asamblea el Ministro de


Gobierno general don Antonio Díaz un vasto plan de reorganiza-
ción universitaria, que no alcanzó a tomarse en consideración por
las eschecheces financieras de la época.
La Universidad — siegún ese proyecto — debía abarcar toda la
enseñanza de la República: la primaria. La industrial, la secunda-
ria, la científica y la profesional. La enseñanza primaria compren-
dería las mismas materias ya incorporadas al Reglamento del Ins-
tituto de Instrucción Pública. La enseñanza industrial comprende-
ría agricultura, praderías y jardines, hortalizas, huertos, ganadería,
economía rural, legislación y contabilidad rural, artes y oficios. La
profesional se daría en las Facultades de ciencias exactas, de teolo-
gía, de derecho civil, de leyes y ciencias políticas, de medicina y
cirugía.
584 Anales de la Universidad

lEsta última había sido ya objeto de dos representaciones: una


ante el Senado en 1856 suscripta por varios ciudadanos que pedían
el planteamiento de una cátedra de medicina y cirugía; y otra
ante el Oobierno en 1858 suscripta por don Cándido Irazusta para
el planteamiento de una escuela de medicina sobre la base de una
subvención de 300 pesos mensuales.

Lia enseñanza s<ícundaria privada.

El Colegio de los Padres Escolapios que dirigían don Pedro Giralt


y don Joaquín Riba, tenía el amplio plan de estudios que revela
este programa de los cursos de 1857:
1." sección: religión, lectura, escritura, gramática castellana, arit-
mética, historia sagrada, nociones de historia y geografía.
2." Gramática castellana analítica, como introducción a los idio-
mas,» poligrafía, caracteres de adorno para la rotulación de cuen-
tas y libros, aritmética mercantil, teneduría de libros, cambios y
arbitraje, derecho mercantil, geografía fabril, correspondencia co-
mercial, idiomas francés e inglés.
3." Matemáticas, náutica, agrimensura, latinidad, literatura, di-
bujo y música.
El Liceo Montevideano que dirigían don José María Cordero y
don Cayetano Rivas complementó su-programa en 1856 mediante
la instalación de una «.Sociedad de Buenos Modales», a base de ter-
tulias encaminadas a difundir «la práctica del trato fino y atento».
Comentando esa iniciativa, decía «El Comercio del Plata»:
«Una sociedad presidida por gente que merece la confianza pti-
blica, que tiene por objeto distraer instruyendo y cultivando las
maneras de los niños, puede tener una trascendencia social que
debe llamar mucho la atención de los padres que hacen sacrificios
por la buena educación de sus hijos. Ella es la llave del porvenir
y los primeros gustos deciden casi siempre en la vida de las ca-
lidades del hombre. La educación solitaria, claustral, austera y
preocupada engendra en el espíritu tendencias que no se olvidan,
y de ahí muchas de esas pasiones rencorosas y algo salvajes que
tanto han dominado entre nosotros. Por el contrario, el roce, el
trato de los niños entre sí, dará gente culta, sociable y dispuesta
8 desempeñar en la buena sociedad el digno rol que le corresponda».
Entre los colegios extranjeros se destacaba por la amplitud de
EU programa y la seriedad de su disciplina la escuela británica
dirigida por don Guillermo Rae.
Anales de la Universidad 58ñ

Fuera de la Capital funcionaban el Colegio de Humanidades de


don Pedro Andreu en el Salto, el Colegio de los Padres Jesuítas en
la villa de Santa Lucía y el curso de latín y matemáticas del pres-
bítero don Manuel Francés en Canelones.
El Colegio de Humanidades tenía su asiento en el local de una
escuela pública y funcionaba bajo la protección de la Junta Econó-
mico-Administrativa del Salto y de la «Sociedad Amistad y Pro-
greso». En 1856, dos años después de su instalación, contaba con
111 alumnos externos e internos, incluidos los de enseñanza pri.
maria, y su programa comprendía: lectura, escritura, aritmética,
gramática, geometria filosofía, álgebra, teneduría, doctrina cristia-
na, música, geografía y francés. Al año siguiente subió el numere
de sus alumnos a 132 y el programa de enseñanza fué ampliado
con el latín, el dibujo, la taquigrafía, el comercio y las matemáticas
para la práctica de la agrimensura, dando ello base al director para
realizar gestiones tendientes a obtener el reconocimiento de los exá-
menes por la Universidad de Montevideo.
El Colegio de los Padres Jesuítas de la villa de Santa Lucía
empezó a, funcionar en 18&6 a raíz de un decreto del gobierno de
Pereira que reconocía como universitarios sus cursos siempre que
los exámenes fueran presididos por delegados de la Universidad y
profesores del Colegio. Dejó de funcionar al año siguiente, dando
con ello lugar a un nuevo decreto por el cual se restablecía el
colegio y se autorizaba a los jesuítas para fundar otros estableci-
mientos análogos en la República. Para librarlos de toda traba, se
acordaba a sus profesores «la más absoluta libertad de enseñanza
y la completa independencia de todo cuerpo literario». Una sola
limitación establecía el decreto: que los alumnos que aspirasen a
grados universitarios quedaban obligados a rendir todas las prue-
bas exigidas por los estatutos oficiales.
Los cursos de latín y matemáticas del presbítero don Manuel
Francés empezaron a funcionar en 1859 por iniciativa de la Jefa-
tura de Policía. Al finalizar el año rindieron sus alumnos examen
con resultado satisfactorio.

La enseñanza pública en 1859.

El año 1859 fué de verdadera crisis para la enseñanza pública,


eegún lo revelan estos datos de la «Guía de Montevideo», autori-
zada publicación de la época que dirigían los señores Horne y
Wonner:
586 Anales de la universidad

En la Universidad sólo funcionan 7 cátedras: una de derecho


civil y criminal complementada por la Academia de Jurispruden-
cia, una de matemáticas, una de filosofía, una de química, una de
latín, una de inglés y una de francés.
ÍLa enseñanza pública primaria hállase reducida a dos escue-
las en la Aguada, dos en el Cordón y dos en la Unión. En cambio
funcionan 38 escuelas privadas.
Otros datos interesantes de la estadística de los señores Horne y
Wonner:
En los registros profesionales de Montevideo figuraban en esa
(poca 37 abogados, 32 médicos, 60 agrimensores, 5 arquitectos y
J 9 escribanos.
La Biblioteca Nacional tenía 6,000 volúmenes.

Un amplio programa de solidaridad americana.

Don Andrés Lamas, fundador del Instituto Histórico y Geográ-


fico de Montevideo, propuso en 1856 al Instituto Histórico y Geo-
gráfico del Brasil de que era miembro, la fundación de una «aso-
ciación científica y literaria sudamericana para el estudio de las
siguientes materias:
Arqueología, Etnografía indígena. Etnografía europea con fines
de colonización americana. Numismática, Meteorología, Geología,
Mineralogía, Botánica, Zoología, Geografía física, política, histórica,
industrial y comercial. Biografía sudamericana. Bibliografía crítica.
Dividiríase la Asociación proyectada en tantas secciones como
fueran los Estados americanos que concurrieren a su sostenimiento
y su Junta directiva publicaría una revista bajo el título de «Ana-
les de la Asociación Científica y Literaria de Sud América».
Respondiendo seguramente a la iniciativa del doctor Lamas,
promovió en ese mismo año el general Mitre la fundación del Ins-
tituto Histórico Argentino.

Administración de justicia. Organización de Juzgados y Tribu-


nales.

La Legislatura de 1854 elevó a cinco el número de Juzgados Le-


trados: dos de ellos con asiento en Montevideo y los tres restan-
tes en Maldonado, Colonia y Paysandú, con jurisdicción sobre los
demás departamentos de campaña.
Anales de la Universidad 587

Los tres Juzgados de campaña quedaron instalados de inmediato


«Pero la imposibilidad de atender con regularidad al pago de suel-
dos y a los gastos necesarios para la seguridad de los presos —
decía el Ministro de Gobierno en su Memoria de 1856 — hizo que
(los de esos Juzgados quedasen en acefalía. El Juez Letrado de la
('olonia es el único que permanece en su destino, pero en ese
mismo Juzgado falta el defensor de oficio, por no haber aceptado
los abogados y graduados nombrados para reemplazar al que re-
nunció.»
Aleccionada por el fracaso la Cámara de Diputados sancionó en
1856 un nuevo plan de cuatro Juzgados Letrados con asiento en
Montevideo para el despacho de todos los asuntos civiles y cri-
minales del país. Ese plan fué resistido al principio por el Senado
que continuaba creyendo en la conveniencia de la descentraliza-
ción creada por la ley de 1854. Pero el Tribunal de Apelaciones
se dirigió a la Asamblea para expresarle ia dificultad que creaba
la falta de abogados en situación de ir a los departamentos, y
entonces desaparecieron las dudas y fué votada la reforma.
De acuerdo con ella dos de los Juzgados atenderían los asun-
tos de Montevideo y Canelones, y los otros dos lor del resto de
la campaña, ayudados en sus tareas por un Fiscal de lo Civil y
del Crimen y por un Fiscal de Gobierno y Hacienda. Otra ley dic-
tada en 1859, separó las causas civiles de las causas criminales,
operando así una división del trabajo que la experiencia señalaba
con urgencia.
En 1858 pidió el Poder Ejecutivo a la Asamblea flue redujera a
tres el número de miembros del Tribunal de Apelaciones, como
medio — decía en su Mensaje — de aumentar el sueldo de los
restantes «sin gravamen para el Tesoro público». Y la Asamblea
así lo resolvió en el curso de ese mismo año.
Poco después el Gobierno derogaba el decreto-ley de 1854 que
había suprimido el Juzgado de Comercio creado en 1838 y reins-
talado el Tribunal Consular que funcionaba anteriormente. Invo-
caba el Poder Ejecutivo, como fundamento de su medida, la nece-
sidad de uniformar y armonizar la legislación dentro de cuyos
modernos engranajes no encajaba ya la institución del Con-
sulado. Era una razón atendible, sin duda alguna, pero con des-
tino a una ley y no a un decreto administrativo como el que se
dictaba.
588 Anales de la üíiiversidad

Destitución del Tribunal.

A raíz de Quinteros y bajo la influencia de los sucesos políticos


que acababan de tener allí su epílogo de sangre, el gobierno de
Pereira dictó un decreto por el cual disolvía el Tribunal de Jus-
ticia que funcionaba a la sazón y reponía al derribado en sep-i
tiembre de 1853 por efecto de la revolución contra Giró. Sólo es-
taba en situación de reanudar tareas de inmediato el doctor Cán-
dido Joanicó y el Gobierno lo repuso dejando vacantes los demás
cargos a la espera de los nombramientos que hiciera la Asamblea.
La actual Cámara de Justicia — decía el decreto de febrero de
1858 — emana «del derrocamiento revolucionario e injustificado
de los legítimos magistrados que la constituían en 1853». Es un
tribunal de hecho — agregaba — que ha perdido con sus procedi-
mientos inmorales la consideración pública.
Habían pasado ya cinco años del derrumbe de Giró. El Tribunal
que el gobierno de Pereira consideraba como de hecho había sido
respetado y mantenido por las Legislaturas subsiguientes, y era
una monstruosidad que por un simple decreto administrativo se hi-
ciera tabla rasa de la magistratura existente.
Pero los legisladores que habían resuelto solidarizarse con la
actitud del Presidente, no sólo designaron a los demás ministros
que debían acompañar al doctor Joanicó, sino que resolvieron aplau-
dir el singular decreto y así lo hicieron al redactar la minuta de
comunicación al mensaje de apertura de las sesiones ordinarias de
la Asamblea. Véase en qué forma:
«El Tribunal de Apelaciones separado por V. E. no llenaba de
cierto las condiciones ni el objeto de la ley. La necesidad de
constituirlo debidamente era de todos sentida y reclamada y la
Asamblea ha. visto con satisfacción la reposición del ciudadano
don Cándido Joanicó, cuya ilustración y rectitud son notorias.»
¡Con igual título pudo el Gobierno reponer al Presidente Giró
y a la Asamblea de 1853!

Reglamento de la Administración de Justicia.

El Reglamento de la Administración de Justicia votado en 1853


quedó en suspenso al año siguiente por efecto de un decreto del
gobierno de Flores. Devuelto por tal causa al Cuerpo Legisla-
tivo, fué sancionado por segunda vez en 1856. Ese Reglamento
Anales de la Universidad 589

formaba parte integrante de una ley orgánica presentada por el


doctor Eduardo Acevedo a la Legislatura de 1852.
Por otra ley de 1856 la Asamblea puso en vigencia el «Manual
tie Procedimientos de los Jueces de Paz», obra del mismo juris-
consulto redactada en 1849 con destino a la magistratura que ac-
tuaba en el campo sitiador durante la Guerra Grande.

El Código Civil. Grestiones para su sanción.

Bl doctor Pedro Bustamante presentó en 1856 a la Cámara de


Diputados de que formaba parte una moción tendiente a obtener
que fuera sancionado el Proyecto de Código Civil del doctor
Eduardo Acevedo «sobre todas las materias comprendidas desde su
segundo libro inclusive».
Quedaba excluido de esa moción el libro primero, el libro que
establecía que las partidas del estado civil debían ser asentadas en
registros a cargo de los Jueces de Paz; que el matrimonio era un
contrato de derecho natural cuyas formas se determinaban exclusi-
vamente por el derecho civil, sin perjuicio de la consagración reli-
giosa a que quisieran someterse los contrayentes: que el matrimo-
nio debía celebrarse ante el Juez de Paz del domicilio de los con-
trayentes; que la filiación se probaba por las partidas del estado
civil; que ningún párroco podía proceder a las bendiciones nup-
ciales sin que se hubiera hecho constar la celebración del matri-
monio civil; que sólo los tribunales civiles eran los competentes
para fallar en las reclamaciones relativas al estado de las per-
sonas.
Todo eso debía quedar segregado para facilitar la sanción del res-
to del Código, emipantanado por las influencias clericales.
Al abrir las sesiones ordinarias del año siguiente decía también
el Presidente Pereira en mensaje refrendado por el Ministro de
Gobierno doctor Joaquín Requena refiriéndose a la necesidad de
reducir a un libro nuestro Derecho Civil:
«El Código Civil redactado por el doctor Acevedo es ese libro
que hará popular el conocimiento de los derechos y de los deberes
de los particulares en sus relaciones de la vida social... El Poder
Ejecutivo pasó en años anteriores ese Proyecto al dictamen de
una comisión de jurisconsultos, pero cualquiera que sea el estado
de sus trabajos someterá el Proyecto a vuestra deliberación para
que sea sancionado.»
La prensa trabajaba en el mismo sentido.
590 Anales de la Universidad

«Ese Código — decía el doctor Miguel Cañé — redactor de «El


Comercio del Plata»—como el Código napoleónico, como el prusiano
y muchos otros calcados más o menos sobre el que lleva el nom-
bre del gran hombre de este siglo, puede ser considerado como la
última exposición de la ciencia y de la sociabilidad del siglo XIX.
Sin variar la base de la razón y de la justicia que es eterna y
propiedad de todas las sociedades humanas, el Código Francés ha
traducido a los negocios de la vida práctica las especulaciones de
la filosofía y hecho de ellas verdades y casos que se realizan dia-
riamente. El Código del doctor Acevedo no es una invención, sino
una aplicación, y como tal debe consultarse si el país a que se
aplica se encuentra o no en estado de recibir las innovaciones que
se pretende establecer y si ellas pueden implicar un ataque a las
costumbres, a las creencias o los hábitos dominantes. Tal es el
análisis que le toca hacer al Cuerpo Legislativo antes de pres-
tarle su sanción, para que tenga la fuerza y la autoridad de la
ley.»
«Ese trabajo — agregaba en otro editorial — calcado sobre el
Código Francés, sufrirá sin duda contradicciones y acaso modifi-
caciones en la discusión; pero vencerá por su buen método, por
su claridad y por la evidente bondad de los principios que con-
tiene.»

La Cámara de Diputados sanciona el Proyecto de Código Civil.

La Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados, de la


que formaba parte el doctor Mateo Magariños Cervantes, despachó
el Código en las primeras sesiones ordinarias de 1857. Pedía que
el Proyecto fuera sancionado en globo, a libro cerrado.
«Debe tratarse de no malograr aquel trabajo, exponiéndolo a
las contingencias de una discusión prolongada y enfadosa, para la
que no siempre están habilitadas las Asambleas Legislativas». El
Congreso de Chile sancionó en esa forma el Código Civil redac-
tado por don Andrés Bello después del examen practicado por
una comisión de abogados. Y el Código Francés no habría alcan-
zado a regir sin el inmenso ascendiente que ejercía Napoleón sobre
todos los que estaban llamados a dictarlo.
'Eso decía la Comisión con el aplauso de Sarmiento en «El Na-
cional» de Buenos Aires,
«El señor Acevedo — decía el ilustre estadista argentino — en
medio del estruendo de los 'combates había hecho esta grande obra
Anales de la Universidad 591

legislativa que presentó a su país cuando por un momento se di-


sipaba la humareda.»... «Igual procedimiento — agregaba refi-
riéndose a la votación en block — habrá de adoptarse luego con
nuestro Código de Comercio, obra de la asidua contracción del
mismo señor Acevedo ayudado por el actual Ministro de Gobierno
y que se halla en prensa ya.»
Puesto en discusión el dictamen de la Comisión de Legisla-
ción, se produjo un largo y ardoroso debate en torno de las dis-
posiciones fundamentales del libro primero. El diputado La Ban-
dera, invocando que el matrimonio era un sacramento y que su
celebración en el Juzgado de Paz constituiría una ofensa a la re-
ligión católica, hizo moción para que la Cámara prestara su voto
al Código «en todo aquello que no se opusiera directamente a la
legislación canónica relativa al matrimonio».
Otro diputado pidió la modificación del artículo 81 del Proyecto,
según el cual «un extranjero se tendría por domiciliado, gozarla
de los derechos civiles sin excepción y quedaría sujeto a todas
las cargas de los naturales, si adquiriese por cualquier título bie-
nes raíces en la República, si habitase en ella diez años con casa
poblada, si ejerciera oficios mecánicos o tuviera tienda en que
vendiera por menor». En su lugar propuso que se dijera «un ex-
tranjero se tendrá por domiciliado y podrá gozar de los derechos
civiles sin excepción, quedando en este caso sujeto a todas las car-
gas de los naturales, etc.».
La Comisión de Legislación con el propósito de armonizar pare-
ceres, aceptó la segregación del título 5.° relativo al matrimonio y
también el cambio de redacción del articulo 81. Y entonces la
Cámara, sin más debates ni nuevas enmiendas, otorgó su voto a
libro cerrado.
En el Senado volvió el Código a empantanarse, por obra de las
mismas influencias religiosas que no se satisfacían ya con la se-
gregación del título 5." y que pretendían en consecuencia la elimina-
ción de todas las demás conquistas civiles que el Código realizaba.
La Cámara de Diputados trató de moverlo en 1858, mediante
una minuta de comunicación al Senado y con igual propósito
escribió un artículo el director de «El Comercio del Plata», para
quien el obstáculo continuaba siendo el capítulo del matrimonio
civil resistido por las influencias clericales.
Pero todo ello sin resultado, porque la mayoría del Senado estaba
resuelta a impedir que la cuestión religiosa pasara a la orden del día.
392 Anales de la Universidad

La obra de codiflcación en la Argentina.

También en la Argentina se trató de adoptar ese Código Civil.


A principios de 1856 escribía Sarmiento en «El Nacional»:
«El Presidente de la República de Chile ha convocado extraer-'
dinariamente a las Cámaras para la dis-cusión del Código Civil cu-
ya confección había sido encargada a uno de los más eminentea
jurisconsultos de aquel país. Tenemos nosotros un Proyecto de Có-
digo Civil elaborado por el doctor Acevedo y la Constitución Fede-
ral señala como una de las atribuciones del Congreso la codifl-
cación de las leyes... Hubo hace seis meses aquí entre varios di-
putados de la Sala de Representantes la idea de presentar el Có-
digo Acevedo y pedir su adopción pura y simple, de la que desis-
tieron por no encontrar dispuestos adoptarla a varios de sus miem-
b r o s . . . Tenemos hoy la obra ejecutada en el Uruguay y en Chile
por jurisconsultos eminentes. ¿Vamos a repetir nosotros la afec-
tación de un nuevo trabajo que absorba seis u ocho años para Ixi-
cirnos también en codificación, a fin de introducir unas pocas va-
riantes, que es todo lo que puede hacerse? Nosotros aconsejaría-"
mos la adopción de uno de los dos Códigos Civiles ya confecciona-
dos en los Estados vecinos, librando a la exiperiencia el aconsejar
las correcciones».
Cuando esas iniciativas surgían en el Parlamento y en la pren-
sa argentina malográndose quizá por etfecto de las mismas influen-
cias clericales que aquí habían triunfado, el doctor Acevedo em-
prendía por encargo del gobierno de la Provincia de Buenos Aires
la redacción del Código de Comercio.
«Tan alto honor — decía «El Nacional» de Montevideo al repro-
ducir la noticia — concedido por aquel Gobierno a nuestro ilus->
trado compatriota el doctor Acevedo, es sin duda la mayor distin-
ción a que pudiera aspirar aquél en la carrera a que se ve consa-
grado desde muchos años y que ha servido con altura y dignidad
gio sólo en su patria sino fuera de ella, donde han sido tal vez me-
jor comprendidos sus méritos, su integridad y su ilustración. El|
honor que acaba de recibir el doctor Acevedo con el encargo que
le ha confiado el Gobierno de Buenos Aires, nos hace sentir a la
vez un legítimo envanecimiento y un pesar profundo. Lo prime-
ro, porque vemos apreciado el mérito, los conocimientos y las be-
llas cualidades de uno de los más esclarecidos de nuestros compa-
triotas, y lo segundo porque no podemos dejar de lamentar que
nuestras miserias políticas hayan alejado de nosotros al doctor
Anales de la Universidad 593

Acevedo, privándonos de un hombre útil a la patria y de un aboga-


do ilustre, como de un ciudadano tan distinguido por sus talentos
y sus virtudes».
Otra distinción recibió el codificador oriental pocos meses deS'
pues de la terminación de su obra: la presidencia del Colegio de
Abogados fundado en Buenos Aires a mediados de 1858.
El Código de Comercio fué sancionado por las Cámaras de la Pro-
vincia de Buenos Aires en 1859 y por el Congreso Nacional en 1862,
marcha rápida que también habría seguido el otro Código sin sus
¡ííielantadas disposiciones acerca del estado civil que sólo largos
años más tarde habrían de incorporarse a la legislaxjión del Río de
la Plata.

Efectos jurídicos de los maitrimonios celebrados en el extran-


jero.

El tema del matrimonio dio lugar a nuevos debates en 1858, con


motivo de un proyecto que el Poder Ejecutivo presentó a las Cá-
maras.
«Para que el matrimonio produzca todos sus efectos civiles —
decía ese proyecto — no es necesajio que haya sido consagrado por
ritos especiales; basta que tenga lugar de una manera permiti-
da, tolerada o autorizada en el país en que se celebre».
Fundándolo decía el Poder Ejecutivo a la Asamblea en Mensaje
refrendado por el Ministro doctor Carreras:
«Anhelando el país por inmigración extranjera de todos los pun-
tos del globo, por consiguiente de todas las creencias y cultos re-
ligiosos sin distinción, tolerando en su seno el ejercicio de todos
los cultos y, por la misma razón la celebración bajo ellos del matri-
monio, no puede dejar de proveer desde ahora lo indisipensable pa-
ra que tales matrimonios, ya se hayan celebrado fuera de la Repú-
blica, ya se celebren en ella, produzcan en cuanto contratos y na-
da más, los mismos efectos civiles que los matrimonios celebrados
y consagrados bajo las solemnidades y ritos de la religión católi-
ca apostólica romana, que es la religión del Estado según la Cons-
titución política.»
Pero el jefe de la Iglesia oriental pidió el aplazamiento y como
consecuencia de ese pedido el asunto quedó encarpetado.

38.
594 Anales de la universidad

La ley de hipoitecas.

Varios capítulos del Código Civil alcanzaron sin embarco a in-


corporarse a la legislación oriental: los de hipotecas, cuyas avanza-
das conquistas señalaba así don Hipólito Gallinal en su tesis para
optar al grado de doctor en Jurisprudencia en 1859:
«Nuestros legisladores acaban de proclamar el doble principio de
la publicidad y de la especialidad en las hipotecas. La ley de junio
de 1856 ha adoptado como base el sistema hipotecario del Proyecto
de Código Acevedo.»
Varios años después, bajo el gobierno de Flores, se dictó la
ley hipotecaria de 1865, que la Comisión codificadora incorporó a\
Código Civil expresando en su informe que ella bastaba «para ha-
cer la gloria de una administración, aún en los países más ade-
lantados». He aquí los principios capitales de esa ley: que la hi-
poteca debe recaer sobre determinados bienes; que es indivisible;
que debe otorgarse por instrumento público; que debe anotarse en
i;n registro público; que debe otorgarse por persona que sea capaz
L'.t- enajenar; que la acción del acreedor puede dirigirse contra quien-
quiera que posea el bien raíz hipotecado. Y estos principios están
contenidos en la ley hipotecaria de 1856, sin que ello importe amen-
guar el mérito de la ley de 1865 ni la importancia de las mejoras
que ella introdujo en nuestra legislación.
A raíz de la sanción de la ley de 1856, la Cámara de Diputados
votó la creación del registro de hipotecas y privilegios legales des-
tinado a servir de base al régimen de publicidad que establecía
esa ley.

Estadística judicial.

En el curso del año 1856 tramitaron ante los Juzgados Letrados


y Tribunales de Montevideo 1,422 causas civiles y 138 causas cri-
minales (entre éstas 63 por muertes y heridas) quedando termi-
nadas 211 de las primeras y 50 de las segundas.
Ante los Juzgados de Paz fueron interpuestas 1,022 demandas,
quedando arregladas y concluidas 797 y prosiguiéndose bajo forma
de pleito las 225 restantes.
La Memoria del Ministerio de Gobierno, de donde extraemos es-
tos datos, presentaba un cuadro estadístico más general: el del
número de presos en toda la República durante ese año, clasificados
así por departamentos:
Anales de la Universidad 595

Montevideo 1,153 Minas H!


Paysandú 73 Durazno (52
Cerro Largo 111 Florida 46
Suriano 89 Canelones 30
Salto 65 Colonia 38

Eran 1,728 los presos clasificados y la cifra subía a 1,833 inclu-


yendo algunos no comprendidos en el cuadro. He aquí las pricipa-
les causas determinantes de la intervención policial:

Pelea 158 Ratería 133


Ebriedad 3U1 Abigeato 142
Robo 130 Homicidio 28
Desorden 289

La estadística de la Policía de Montevideo correspondiente al año


1859, acusaba una entrada de 1,274 presos y el siguiente movi-
miento:

Salidos 1,078
Pasados al Juzgado del Crimen 115
Destinados a las armas 31
Muertos en el Hospital 3
Existencia que pasa a 1860 47

El cuadro de la distribución por sexos arrojaba 1,178 hombres y


90 mujeres. Y en el de las nacionalidades sobresalían los orientales
con la cifra de 270, los españoles con la de 221 y los italianos con
la de 204.

Una ejecución de asesinos.

En 1858 fueron asesinados en Santa Lucia los hermanos Arriaga,


dos industriales franceses vecinos de aquella localidad. Fué un he-
cho que produjo honda impresión por ser oficiales del ejército los
usesinos. Al entierro concurrieron más de 3,000 franceses e italia-
nos en son de protesta. El Gobierno dio intervención a la justicia
militar y los oficiales Amado y Orellano, autores del asesinato, fue-
ron condenados a muerte.
Al dar cuenta de la sentencia relató la prensa de Entre Ríos un
incidente de la Guerra Grande, muy propio de la época y de núes-
596 ' Anales de Ja universidad

t r a s g u e r r a s civiles en general. El oficial Amado servía en las filas


lie los sitiados, y un h e r m a n o suyo oficial también, en las de los
sitiadores. E n u n a de las guerrillas que a diario t e n í a n lugar en-
t r e las líneas, vinieron a las manoo las p a r t i d a s que m a n d a b a n los
liermanos Amado, y éstos que estaban cubiertos de polvo y s a n g r e
y que no se habían reconocido absolutamente se s e p a r a r o n de sus
respectivos soldados para trenzarse en duelo a m u e r t e . El oficial
d e la plaza sitiada mató a su a d v e r s a r i o y r e c i é n , a l verlo caer r e -
conoció al h e r m a n o y presa de u n a g r a n agitación nerviosa alzó el
cadáver sobre su caballo y lo trajo a e n t e r r a r al cementerio de
l a plaza.
Lios asesinos de los h e r m a n o s A r r i a g a fueron fusilados en la
"plaza de Artola u n mes después del crimen.
No era por su actividad, sin embargo, que brillaba l a justicia
de la época. E n ese mismo año fugó de la Policía el asesino de don
Genaro de las Rivas, después de c u a t r o años de cárcel en que no
h a b í a conseguido que su causa m a r c h a r a adelante. Al tiempo de eva-
dirse dirigió u n a c a r t a explicativa de su fuga al P r e s i d e n t e de la
República, que éste pasó al T r i b u n a l a t í t u l o de recomendación de
p r o n t o despacho de los procesos criminales.

Lias cárceles.

No era sólo por razones de justicia social que había que reaccio-
n a r contra esa inconcebible pereza en la t r a m i t a c i ó n de las causas.
LiO exigían también imperiosas razones de higiene moral, que en
dos oportunidades se e n c a r g a r o n de exteriorizar l a J u n t a Econó-
mico-Administrativa de Montevideo y el Ministerio de Gobierno.
He aquí lo que en 1857 decían al Gobierno don J u a n R a m ó n Gó-
mez y don J u a n Manuel Besnes e Irigoyen, P r e s i d e n t e y Secreta-
r i o respectivamente de la Municipalidad de la Capital:
«Las cárceles h a n sido creadas para corregir y castigar a los de-
lincuentes y de n i n g ú n modo p a r a pervertirlos, privándolos de los
consuelos espirituales y de todo cuanto constituye y hace estima-
ble la vida del h o m b r e civilizado. Abandonarlos a sí mismos, de-
jarlos dueños de sus inclinaciones en la holganza y en el vicio,
dejarlos en contacto con sus iguales, es obrar contra la ley, contra
la sociedad, es educar y fomentar el vicio. La J u n t a Económico-
A d m i n i s t r a t i v a que tiene por la Constitución de la República el
encargo de velar por la seguridad individual, l e v a n t a su voz con
toda la energía de l a razón p a r a pedirle a V. E. u n p r o n t o remedio
Anales de la universidad 597

al mal social que nos amenaza. Nuestra cárcel, señor, es un oprobio


para el país; no se puede penetrar en ella sin experimentar un
vivo dolor. ¿En qué se ocupan esos hombres que la justicia ha en-
cerrado en ella? Se ocupan, señor, en jugar y adiestrar en el cri-
men a los delincuentes incautos que por faltas leves están mezcla-
dos con los famosos criminales. Allí se endurecen en el mal, allí
adquieren hábitos de contumacia, de allí salen como fieras tanto
tiempo comprimidas a devorar a sus semejantes. Muchas veces
vuelven a la cárcel por crímenes que tal vez nunca hubieran co-
metido si no hubiesen penetrado en ella... Una penitenciaría en
pequeña escala sería un progreso digno del país que tanto ha he-
cho en medio de sus desgracias.»
Dos años después decía el Ministro de Gobierno en su Memoria:
«La cárcel establecida desde mucho tiempo en la casa del anti-
guo Cabildo hace un contraste tan repugnante con el servicio a
que están destinadas otras habitaciones de ese edificio, que la civi-
lización, la moral y el honor misnjo del país exigen a la vez que
se haga desaparecer lo más pronto que sea posible; pues no se
puede llegar hasta el recinto augusto de las leyes sin presenciar
antes en sus umbrales el triste espectáculo de la degradación y do
las cadenas. No hay hasta ahora en la República un presidio en
vfue los criminales sufran las penas a que fueron condenados y no
sólo es necesario sino conveniente tener uno o más si fuera posi-
ble, no para que vivan en ellos entregados al ocio y a sus fatales
consecuencias, sino para que trabajen en la agricultura, a fin de que
puedan llegar a ser útiles para la sociedad y para sí mismos.»

Plazo para los desalojos.

Una ley dictada en 1858 estableció que las estipulaciones sobre


plazos en los contratos de arrendamiento sólo tendrían efectos ju-
rídicos cuando constasen por escrito. Y agregó que en los casos de
desalojo gozaría el inquilino de un plazo de 60 días tratándose de
habitación para familias y de 90 tratándose de establecimientos
comerciales o industriales, reduciéndose los plazos a 20 y 30 días
respectivamente cuando hubiese atraso en los pagos.
Con esa ley combatía la Asamblea los abusos a que venía dando
lugar el empleo de la prueba testimonial para justificar los contra-
tos de arrendamiento, a la vez que evitaba los lanzamientos inhu-
manos a que en más de una oportunidad habían sudo empujados
los Jueces por falta de normas legales a que atenerse.
598 Anales de Ja Universidad

La firma de letrado.

El Reglamento de la Administración de Justicia sancionado su-


cesivamente en 1853 y en 1856, establecía el requisito de la firma de
letrado al pie de todos los escritos no procuratorios que fueran
presentados ante los Tribunales y Juzgados Letrados.
Una ley de 1856 excluyó de la obligatoriedad de la firma los es-
critos firmados por las mismas partes litigantes.

Sobre embai'go de rentas públicas.

A fines de 1858 el Poder Ejecutivo dictó un decreto por el que


se negaba cumplimiento a una sentencia de remate notificada a
las oficinas recaudadoras de impuestos, «considerando — decía fcl
decreto — que las rentas públicas no son embargables, porque ellas
están destinadas por la ley de Presupuesto a cubrir los gastos de
la Administración».

Los protocolos de los escribanos.

La Asamblea sancionó en 1858 un reglamento de protocolos, por


el cual quedaban obligados los escribanos «a emplear cuadernos en-
teros de cinco pliegos cada uno, metido un pliego dentro de otro, de
manera que la primera hoja del cuaderno corresponda y esté li-
gada a la décima del mismo, y así los demás, no pudiendo el es-
cribano pasar adelante sin dejar asentado en el anterior al menos
el nombre de los otorgantes».
iDando la razón de ésta y de otras formalidades complementarias,
dijo el Ministro de Gobierno en la Cámara de Diputados que aca-
baban de descubrirse irregularidades en el protocolo de la Escri-
banía de Gobierno y Hacienda: tales como hojas en blanco, descon-
cierto en las foliaturas y otras faltas muy graves «que importaban
una preparación para el fraude, para el robo y para crímenes que
tienen penas muy severas en nuestra legislación».

Los procuradores bajo la dependencia del Tribunal.

En 1856 fué suspendido por el Tribunal uno de los procuradores


de número más acreditados de Montevideo a título de que se había
Anales de la Universidad 599

ausentado del país sin permiso, incurriendo por tal causa en re-
petidas inasistencias a los estrados en las horas del despacho pú-
blico. Reclamó el interesado y la pena fué revocada, pero con la
advertencia expresa de que los procuradores de número estabati
«por razón de su oficio», bajo la dependencia inmediata de la alta
autoridad judicial.

LíOs servicios de la asistencia pública. Moviii|iento del Hospital


de Caridad

He aquí el movimiento del Hospital de Caridad en 1856 y 1858,


según los datos contenidos en la Memoria ministerial del primero
de esos años y en la «Guía de Montevideo» del segundo:

1856 1858

1.291 1,848
1.038 l,f)68
188 248

Véase cuál era el número de asilados y empleados al cerrar el


primero de esos dos años:

Militares 26 Expósitos 64
Civiles 16.'} Kmpleados . . . . 50
Mujeres 43 Nodrizas y amas secas 64
Dementes 34
444

No hemos encontrado la estadística completa de 1857, pero sí la


de los meses de marzo y abril, durante los cuales ingresaron en
la sala del Hospital de Caridad 375 enfermos de fiebre amarilla,
de los que fallecieron 184.

Las hermanas de caridad.

La Junta EconómiconAdministrativa autorizó en 1856 a la Comi-


sión del Hospital para contratar en Europa un plantel de 8 herma-
nas de caridad.
A fines del mismo año llegaron las 8 hermanas y a la vez tres
6J0 Anales de Ja universidad

monjas salesas para fundar un convento, contratadas en Roma por


el presbítero don Isidoro Fernández.
Dos años más tarde la Comisión de Caridad que presidía don
Juan Ramón Gómez, pidió autorización a la Junta para aumentar
el plantel de hermanas de San Vicente de Paul con varias señoritas
uruguayas que habían realizado ya su noviciado. Decía en su nota
que las hermanas habían dado pruebas de heroísmo durante la epi-
demia de fiebre amarilla y que después de extirpado el flagelo ha-
bían organizado un asilo con destino a los niños desamparados.
Las monjas salesas fundaron en el acto un colegio, con un pro-
grama de cinco años, en el que figuraban las siguientes materias:
religión, lectura, escritura, gramática castellana, aritmética, fran-
cés, italiano, geografía, cosmografía, historia y labores.

El Liazareto.

Durante la época que examinamos existía un lazareto en la Isla


de la Libertad con instalaciones para cien personas.

Creación de asilos especiales.

En el Hospital de Caridad estaban reconcentrados hasta 1858 to-


dos los servicios de la asistencia pública, sin excluir el de demen-
tes que contaba 16 hombres y 24 mujeres. No había otro local dis-
ponible y por eso hubo que alojar allí en 1857 a los mismos enfer-
mos de fiebre amarilla.
La Junta Económico-Administrativa pidió y obtuvo en 1858 auto-
rización gubernativa para instalar en el antiguo Colt'gio de la
Unión un asilo, para cuyo sostenimiento resolvió recabar el concur-
so de la población bajo forma de una cuota mensual. Es necesario
— decía la Junta en su exhortación — hacer desaparecer la mendi-
cidad pública. El ejemplo de la C'ipital será seguido por todo el
país. En el asilo serán recogidos y cuidadOiS los mendigos, los cie-
fios, los dementes y sus hijos menores de ocho ifos, dando a todos
los que puedan recibirla educación moral e industrial.
Y en 1859 la Comisión de Beneficencia de Señoras que presidía
doña Eusebia Vidal y Zabala, propuso la creación del asilo de huér-
fanos, institución que ya existía en embrión desde la epidemia de
1857. En el Hospital de Caridad se mantendría el torno para la re-
cepción de los niños de corta edad y en los alrededores de la ciu-
Anales de la Universidad 601

dad se establecería el asilo de huérfanos y abandonados con ele-


mentos, para suministrar una educación completa capaz de trans-
formar esos niños en hombres útiles a la sociedad.
La Junta Económico-Administrativa autorizó a la Comisión de
Señoras para llevar a ejecución el pensamiento.
También para crear y sostener estos organismos hubo qae ri^cu-
ri ir al concurso del pueblo.

El presupuesto de beneficencia.

Empecemos por el de la Comisión de Beneficencia de Señoras.


Hasta mediados de 1855 en que fué instalada la Comisión — de-
cía su Presidenta doña María Agell de Hooquard e.n la Memoria de
1856 — no alcanzaban las rentas a cubrir las atenciones más pre-
miosas del Hospital. Hoy se cubren con holgura todas las necesi-
dades de los enfermos y son atendidos además los departamentos
de dementes y de huérfanos, y los gastos de enseñanza de ima es-
cuela que funciona en el mismo local del Hospital y siete escuelas
particulares subvencionadas, donde reciben educación 250 niñas.
De la importancia del concurso de la Sociedad de Señoras ins-
truye este resumen recapitulativo de los ingresos y eí;reso3 co-
rrespondientes a los 20 meses transcurridos desde mayo de 1855
hasta diciembre de 1856:
Entradas: 15,636 pesos, correspondiendo a productos de bazares
organizados por la Comisión 13,024 y a suscripciones populares
2,612 pesos.
Salidas: entregado a la Comisión de Caballeros para gastos del
Hospital de Caridad 11,402; aplicado a escuelas 1,740.
Estos éxitos trascendieron a la campaña promoviendo socie-
dades análogas, entre ellas la de Paysandú fundada en 1858 por
iniciativa del Jefe Político don Basilio Pinilla, y la de Tacuarem-
bó creada en 1859 con un amplio programa que abarcaba el auxilio
a los enfe.rmos, el socorro a los menesterosos, y la difusión de la
enseñanza, propósito este último que se exteriorizó en la fundación
de dos escuelas sobre la frontera.
Veamos ahora las cifras del movimiento general de entradas y
salidas del Hospital, englobados los recursos de la lotería, los
fondos aportados por la Comisión de Señoras, las operaciones de
crédito y los aportes gubernativos:
En el transcurso de los años 1855, 1856 y 1857, la Comisión ad-
ministradora del Hospital recibió 195,778 pesos, sobresaliendo la
602 Anales de la Universidad

lotería con 119,199, los bazares y legados con 21,273, el Gobierno


con 15,078 y el Banco Mauá por préstamos con 26,956 pesos.
En los egresos del trienio que subían a la misma suma de 195,778,
sobresalían los siguientes rubros: empleados y nodrizas 44,636 pe-
sos, alimentos 40,672, gastos diarios y' extraordinarios 19,929, tra-
bajos de albañilería, carpintería, pinturería, 22,068, medicamentos
8,024, rescate de la lotería, 24,000.

La lotería.

Una ley sancionada en 1856 declaró que la lotería pública y sus


productos constituían una propiedad exclusiva del Hospital de Ca-
ridad, dejando así regularizada la situación del Hospital que has-
ta ese momento sólo podía enjugar sus constantes déficits mediante
los bazares organizados por la Comisión de Señoras y los aportes
del Gobierno. Los remates anteriores a esa ley producían 2,500 pe-
sos mensuales para cubrir un presupuesto que siempre excedía de
3,600. De las ventajas obtenidas por el cambio de régimen puede
dar idea el resultado de la licitación a que se llamó en 1858: varios
proponentes ofrecían sumas mensuales que oscilaban alrededor de
6,000 pesos; un proponente ofrecía pagar 144,000 por la concesión
de dos años; y otro 280,000 por la concesión de tres años.

La epifleniia de fiebre amarilla de 1857.

En marzo de 1857 dio la prensa noticias alarmantes acerca de


la difusión de «la gripe» y poco después alzaba el diapasón ante el
rumor de casos de fiebre amarilla importados del Brasil.
La Junta de Higiene lanzó inmediatamente la voz de alarma y se
trazó un plan de campaña contra el flagelo.
Era la segunda vez que lo hacía en el curso de un corto período
de tiempo. Al finalizar el año 1855, ante la aparición del cólera mor-
bus en el Brasil, había publicado un pliego de instrucciones en el
que figuraban estas dos medidas reveladoras del estado lastimoso
de la higiene pública en Montevideo:
«Cegar todos los pantanos que se encuentran en las calles de
más tránsito, prefiriendo para aquel objeto los escombros de la-
drillo y cal o el pedregullo».
«Para que en las calles no haya charcos de orines y de inmundi-
cias se prohibirá hacer necesidades en ellas, y para conseguirlo se
Anales de la Universidad 6(3

fijarán avisos en aquellos parajes donde se ha hecho costumbre


orinar y se encargarán celadores para la vigilancia.»
Las medidas fueron más radicales en 1857. Véase lo que solici-
taba la Junta de Higiene que presidía el doctor Ferreira, al apare-
cer los primeros casos de fiebre amarilla:
«Cegar todos los terrenos pantanosos».
«Cegar todos los caños maestros».
El Gobierno dispuso que la Policía procediera a la limpieza de
la ciudad f intimara a los propietarios el terraplenamiento y
nivelación de sus terrenos y a la empresa de caños maestros la
prolongación de la red hasta el mar o en su defecto el cegamiento
de los caños.
El Cuerpo Legislativo complementó estas medidas autorizando
al Poder Ejecutivo para terraplenar y nivelar las calles contiguas
al mar e impuso a los propietarios colindantes la ejecución de
obras análogas.

El contagio de la fiebre amarilla.

El doctor Irineo Pórtela, Presidente del Consejo de Higiene de


Buenos Aires, que vino a Montevideo para estudiar la enferme-
dad y organizar la defensa en el caso de que también repercu-
tiera allí, publicó una extensa memoria en que se oponía resuel-
tamente al establecimiento de cuarentenas a las procedencias de
Montevideo, porque en su concepto la fiebre amarilla no era con-
tagiosa. Invocaba en apoyo de su tesis varias opiniones de hombres
de ciencia, entre ellas la que establecía que la peste se transmitía
por la respiración en focos infecciosos en medio de un estado epi-
démico pero no de otro modo. Ni los objetos ni los mismos enfer-
mos transmitían la enfermedad, según lo demostraba el Hospital
de ¡Montevideo en cuyas salas bien ventiladas se alojaban veinti-
tantos enfermos de fiebre amarilla.
Sus conclusiones encontraron resistencia entre nuestros médicos,
y el doctor Odicini, exteriorizando las opiniones de varios de ellos,
publicó un informe encaminado a probar la efectividad del con-
tagio.

El número de víctimas.

Tres meses duró la epidemia, con el siguiente número de vícti-


mas según los registros de defunciones a cargo de la Policía de
Montevideo:
604 Anales de la universidad

Fiebre amarilla Otras


enfermedades

Marzo
Abril .
Mayo .

Una de las primeras víctimas fué el doctor Teodoro Vilardebó,


el más notable de nuestros médicos, «muerto — decía «El Comercio
del Plata» — a la manera de Plinio el joven, aspirando en el le-
cho del doliente los miasmas que debían matarlo, como el otro
sobre el cráter del volcán las llamas que le disecaron la vida».
Y entre las últimas, confundidos en las salas comunes de los
pobres, los hermanos Fernando y Rosa Cabot, llevados al Hospital
de Caridad por el propio padre para no inficionar su casa, suceso
resonante del que se ocuparon durante varios dias la prensa y
la población de Montevideo en términos que rayaban en el ana-
tema.

Los recursos.

Nada había organizado en la ciudad para luchar contra la epi-


demia y fué necesario improvisarlo todo en medio de la confla-
gración, destacándose en esa tarea la Sociedad Filantrópica, la
Junta Económico-Administrativa, la Comisión de Salubridad, la
Policía y un grupo de ciudadanos abnegados.
La Sociedad Filantrópica que presidía don Luis Lerena surgió
del seno de la masonería. «Esa corporación — escribía «El Comer-
cio del Plata» — invisible en sus deliberaciones como la Provi-
dencia en sus decretos, se ha ocupado de todo lo que podía traer
al desgraciado el socorro que lo salvase de la miseria y a la Ca-
pital los medios de combatir al enemigo que la perseguía. Las
familias y la sociedad le son deudoras de una gran parte de sus
consuelos en los peores momentos de la desgracia.»
La Policía de Montevideo desempeñó también una función im-
portantísima. Los comisarios y celadores, como lo hacía constar
el Jefe Político don Luis de Herrera en nota al Ministerio de
Gobierno, estaban en todas partes, conduciendo enfermos al Hos-
Anales de la Universidad 605

])ital, sacando los cadáveres de las camas y quemando ropas, hasta


raer muchos de ellos allí mismo víctimas de la epidemia que
combatían.
Entre los ciudadanos que estaban en todas partes donde había
que llevar un auxilio o combatir un foco, figuraban don Juan D.
Jackson, don Julio Mendeville, don Adolfo Lapuente y don Jacobo
D. Várela, de tanto altruismo este último que al estallar un año
después la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires, para allá
?e embarcó a fin de reanudar su tarea, mereciendo por su excep-
cional consagración una nota de la Municipalidad bonaerense en
que se hacía constar que había atendido personalmente el Laza-
reto desde el dia de su apertura hasta el de su clausura. Era
padre de José Pedro Várela, el reformador de nuestra enseñanza
primaria.
Los recursos pecuniarios fueron obtenidos en buena parte por
medio de suscripciones populares en Montevideo y Buenos Aires.
En una publicación que hizo la Junta Económico-Administrativa
se hacía ascender a 33,835 pesos lo recolectado en ambas márgenes
del Plata y se establecía que luego de cubiertos todos los gastos
había quedado en la Caja Municipal un remanente de 7,133 pesos,
prueba de la admirable forma en que se habían manejado los
dineros del pueblo.
La Sociedad Filantrópica que también se encontró con un re-
manente disponible después de terminada la campaña contra el
flagelo, resolvió crear tres premios: cuatro mil patacones a la
Memoria en que se describiera el tratamiento seguro de la enfer-
medad o bien su profilaxis en forma tan eficaz como la vacuna
lara la viruela; mil patacones al autor de la Memoria que de-
mostrara las causas de la epidemia en Montevideo y los medios
de evitar su reproducción; y 500 patacones al autor de la mejor
historia médica de la epidemia reciente.
En cuanto al Gobierno, lejos de permanecer inacti'/^o frente a es-
tas enérgicas manifestaciones de la actividad privada, propuso a
la Asamblea la creación de una patente semanal sobre la propiedad
edificada de la Capital, que la Cámara de Diputados votó pero
que el Senado rechazó, y la enajenación por 30,000 pesos de la
tercera parte de las utilidades que se había reservado el fisco en
1856 al rematar por tres años las rentas de corrales y mercados.
606 Anales df la Universidad

L a traqueotomía en Montevideo.

La p r i m e r a operación de t r a q u e o t o m í a realizada en Montevideo


corresponde al año 1859. El doctor Gualberto Méndez, médico
operador, salvó entonces a u n a niña a t a c a d a de crup gracias al no-
table bagaje adquirido en las clínicas europeas, dando con ello
Vina lección práctica que en seguida fué aprovechada por sus cole-
gas con excelente resultado.

Tentativa para reglamentar la prostitución.

El Jefe Político de la Capital se dirigió en 1857 a la J u n t a


Económico-Administrativa, pidiéndole que estableciera un p a d r ó n
o registro de mujeres públicas como base p a r a el otorgamiento de
boletos e implantación de un servicio de inspecciones médicas.
Contestó la Municipalidad que no e r a posible el registro por la
f o r m a velada en que se desenvolvía la prostitución y por los es-
cándalos y p r o t e s t a s de todo género que produciría su reglamen-
tación.
Y la i m p o r t a n t e reforma quedó aplazada.

Servicios d e h i g i e n e p ú b l i c a . L o s caños m a e s t r o s .

La construcción de caños maestros subterráneos en las calles


de Montevideo fué r e g l a m e n t a d a finalmente por una ley de 1856.
Cada propietario quedaba obligado a contribuir al costo de
la obra con doce pesos por cada v a r a lineal de caño construido
en toda la extensión del frente de su propiedad, y desde el centro
de la calle h a s t a la p u e r t a de la casa. Excluíanse las casas que
l u v i e r a n l e t r i n a y los t e r r e n o s improductivos. L a construcción de
caños m a e s t r o s debería hacerse sobre las bases propuestas por
don J u a n José Arteaga.
El Poder Ejecutivo se a p r e s u r ó a v e t a r esa ley, invocando que
ella le obligaba a c o n t r a t a r con empresario y por precio determi-
nados, lo que excluía toda competencia. Agregaba que la propiedad
territorial muy deprimida en esos momentos soportaba ya el costo
del empedrado que era «obra de u n a utilidad m á s reconocida».
P e r o la Asamblea ratificó la sanción y el Ploder Ejecutivo se
vio obligado a ponerle el cúmplase a la ley.
La forma defectuosa en que fueron r e a n u d a d a s las obras dio lu-
Anales de la Universidad 607

gar en más de una oportunidad a las protestas del vecindario per-


judicado y a campañas ardorosas que culminaron en 1857 duran-
te la epidemia de fiebre amarilla, al saberse que algunos de los
caños maestros no llegaban al mar y que otros estaban rotos y*
abiertos en distintas partes del trayecto.
Para algunos de los que actuaban en esas campañas era necesa-
rio que la red cloacal quedara reducida a las aguas servidas, con
.iDsoluta exclusión de las materias fecales. Para otros era necesario
cerrar Ja comunicación de Jas casas y cegar sin demora los caños
con cal y arena.
Tan formidables exigencias repercutieron en el Senado, donde el
doctor Enrique Muñoz presentó un proyecto por el que se autori-
zaba al Poder Ejecutivo para rescindir el contrato Arteaga y a la
vez para prolongar los caños hasta el mar.
«En presencia de la calamidad que hoy sufre la Capital — de-
cía el autor del proyecto — deber sagrado de todos es remover las
causas que pueden haber dado origen a aquel flagelo. Entre esas
causas se ha señalado la existencia de los caños maestros por la
Junta de Higiene Pública que desde la aparición de la epidemia
pidió al Poder Ejecutivo que sin demora fuesen cegados».
Al año siguiente resolvió el Gobierno acumular elementos para
el estudio de la influencia de los caños maestros sobre la salud de
la población y se dirigió con tal objeto a la Junta Económico-Admi-
nistrativa de la Capital y a la Junta de Higiene.
La Junta EconómicoiAdministrativa pasó el asunto a su Comi-
sión de Salubridad, y ésta pidió la presencia del doctor Fermín Fe-
rreira y de otros hombres de ciencia y de consejo. El doctor Fe-
rreira se declaró contrario a la construcción de caños maestros
«por no creer que el país hubiera llegado al punto que debe alcan-t
zar para poder mantener cual conviene esa clase de obras.» Hubo
otras opiniones técnicas, como la del Maestro Mayor de Obras Pú-
blicas, favorables a la red. Luego de oir a todos, la Comisión de
Salubridad de que era Presidente don Luis Lerena y Secretario
don Melitón González, concretó así sus opiniones:
'La población en general condena los caños maestros por creer
que ellos contribuyeron a la propagación de la fiebre amarilla en
1857 y por la exorbitancia de sus precios. No tienen los caños las
dimensiones que establece el contrato. Su construcción es imper-
fecta. Los registros abiertos en las bocacalles infectan el aire. Pe-
lo con todos sus defectos resultan preferibles a los depósitos de
aguas sucias y de materias fecales que existen en el interior de las
608 Anales de la Universidad

casas. Lo que corresponde entonces es que se obligue al empresa-


rio a practicar las refacciones necesarias, a djar mayor capacidad
a los caños y a suprimir las alcantarillas de las bocacalles.
Véase ahora cuál fué el dictamen de la Junta de Higiene en la
que actuaban los doctores Fermín Ferreira y Enrique Muñoz, res-
pectivamente como Presidente y Secretario:
Sería de conveniencia pública la red cloacal si se hiciera con-
forme a los -preceptos del arte y tal como se detalla en la propues-
ta Arteaga. Su construcción está interrumpida desde la epidemia
de 1857 y una vez que se reanude deberá exigirse que todos los ca-
ños, y muy especialmente los de la costa norte, penetren en el
mar hasta quedar cubiertos ipor las aguas en las bajantes. Pero la
Janta de Higiene, «a pesar de aceptar la existencia de los 'caños
maestros subterráneos del modo que ya ha indicado, es de opinión
que ellos no sirvan para el derrame de las materias fecales, porque
considera que después de algunos añios se resipirará en la pobla-
ción un aire impuro y fétido, que si no es capaz de producir en-
fermedades de un carácter especial, molestará indudablemente a
los habitantes como sucede en Lisboa y otras ciudades donde esas
construcciones existen».
En presencia de opiniones tan contradictorias el Gobierno no al-
canzó a tomar resolución, dando con ello lugar a que la red cloa-
cal se fuera mejorando y a que desaparecieran las prevenciones
contra esa gran obra de higiene pública, la primera de su género
que se abordaba en el .Río de la Plata, y que forzosamente por eso
tonía que adolecer de toda clase de imperfecciones técnicas.
La Comisión de Salubridad que había dado la solución exacta,
se mostró incansable en la caonpaña emprendida para obtener el
mejoramiento del servicio. Véase lo que decía al Ministerio de Go-
bierno en 1859, señalando algunos de los defectos de mayor reper-
cusión en el pueblo:
«Aún cuando una resolución gubernativa no haya hecho saber si
deben permanecer o no los caños maestros, es urgente atender
los que existen mientras aquella resolución no sea conocida. En la
^íú\e Juncal y a inmediaciones de la esquina NO. del mercado pria-
cipal hay un antiguo y malísimo caño que en la actualidad se ha-
lla completamente obstruido, habiendo reventado su bóveda, lo que
causa emanaciones pestilenciales que amenazan muy seriamente
la salud del vecindario... En la de Camacuá sucede lo mismo: exis-
te un caño hundido en varias p a r t e s . . . la bóveda de ese caño está
enteramente descubierta... Se resienten también varios barrios de
Anales de la Universidad 609

olores insoportables» por efecto de resumideros que vierten su con-


tenido en las casas que están a más bajo nivel.
Y así, señalando y corrigiendo a diario las imperfecciones puílo
obtener la Comisión de Salubridad que escapara nuestra red cloa-
cal a la campaña abolicionista iniciada por la masa ignorante que
encontraba preferible el régimen de los p^ozos negros, y por los
hombres de ciencia que juzgaban que Montevideo no tenía todavía'
la dosis necesaria de civilización como para darse el lujo de un
servicio de que carecían todas las capitales de la América del Sur,
Explicando algunas de esas denuncias, decía don Juan José Ar-
teaga en 1859 que la empresa se había encontrado con caños subte-
rráneos de épocas anteriores, cuyos propietarios no habían querido
absolutamente entrar en modificaciones, viéndose por ello obligada
a conectar los caños nuevos a los viejos para poder hacer la pro-
longación hasta el mar.
En ese mismo año estudió la emipresa la construcción de un po»-
zo artesiano en la Plaza Cagancha, destinado al suministro de agua
para la limpieza diaria de los caños. Adviértase que Montevideo no
tenía entonces servicio de aguas corrientes y que el agua de loa
aljibes, única de que se disiponía, apenas bastaba para el consumo
de las familias.
Vamos a terminar con este pequeño cuadro que reproducimos de
un diario de 1859, en apoyo de las ideas sustentadas por la Comi-
sión de Salubridad:
El agua de aljibe de una de las casas de Montevideo empezó a
enturbiarse. De acuerdo con la práctica seguida en tales casos se
re&olvió el desagote a fin de extraer el limo del fondo. Pero la ta-
rea resultaba inacabable, porque a medida que los peones extraían
.-lus baldes volvía a llenarse el fondo por efecto de abundantes fil-
traciones de una de las paredes del aljibe, Y llevándose adelante
las indagaciones se vino a descubrir que a una vara del aljibe exis-
tía un enorme pozo negro y que era de ese pozo que salían las fil-
traciones!

Los servicios municipales. Desoemti'allzaoión de rentas.

Hemos hablado en el curso de este mismo capítulo del impuesto


departamental creado en los comienzos de la administración Pe-
reira. Véase lo que decía la Comisión de Hacienda de la Cámara
de Diputados al aconsejar la sanción de la ley:
«Los grandes beneficios que el país debía reportar con la ins-
610 Anales de la universidad

titución de las Juntas Económico-Administrativas han sido hasta


ahora completamente negativos por falta de leyes que complemen-
tasen el artículo 127 de la Constitución. La sabiduría de nuestros
constituyentes previo que si dichas corporaciones no contaban con
rentas suficientes para operar el desarrollo y prosperidad de los
pueblos, lo mismo en lo intelectual que en lo material, el bello pen-
samiento consignado en el artículo 122 del mismo Código queda-
ría en él sólo escrito para dar prueba de que si bien somos bas-
tantemente capaces para concebir grandes ideas, elevados con-
ceptos, nos falta la capacidad de acción, la acción de ejecución,
y por eso establecieron el artículo 127. Cumplamos sus preceptos:
hagamos.'»
Muchos años de esterilidad han corrido — agregaba — la edu-
cación primaria se halla hoy como estaba hace treinta años: la
f-eguridad individual espera aun el apoyo de la acción pública;
las policías son débiles e insuficientes.
Casi en los mismos momentos en que la Comisión de Hacienda
hacía así el proceso de los servicios locales, un corresponsal de
Paysandú escribía al director de «El Comercio del Plata»:
En este departamento no hay administración; las calles están
llenas de zanjas; los malhechores recorren impunemente toda la
campaña; el abigeato está a la orden del día.
Encarando la institución municipal de otro punto de vista, de-
cía el Presidente de la Junta Económico-Administrativa de Mon-
tevideo don Juan Ramón Gómez en su Memoria de 1858:
«Entre nosotros hay la idea equivocada de que estas corpora-
ciones dependen del Poder Ejecutivo y esto es un error que des-
graciadamente han robustecido las antecesoras. Las Juntas son
iiuxiliares administrativas del Gobierno y nada más. iSu elección
3o hace o debe hacerla directamente el pueblo en la misma forma
que la de sus representantes; pues así como éstos lo son en los
intereses generales, los miembros de las Juntas son sus repre-
sentantes inmediatos, agentes de su bienestar y del progreso de
sus respectivas localidades. Subordinar las Juntas como simples
agentes del Poder Ejecutivo sería falsear la Constitución del Es-
tado y en fin colocar a las Juntas en el puesto inferior de las
policías dependientes del Poder Ejecutivo, y cuyo nombramiento
corresponde exclusivamente a él, siendo empleados a sueldo amo-
vibles a su voluntad.»
Un grupo de respetables vecinos del Durazno que encabezaba
don Carlos Reyles, se propuso hacer una demostración práctica
Anales de la Universidad 611

de las ventajas que reportaría un buen régimen de descentrali-


zación de rentas, y pidió y obtuvo con tal objeto la recaudación
e inversión del impuesto departamental que el país entero conside-
raba insuficiente a los fines de su creación: el pago de las pla-
nillas de la Policía y de la enseñanza primaria de cada departa
mentó. Pues bien: durante el año que la comisión de vecinos ad-
ministró esa renta fueron pagados mes a mes los sueldos de la
instrucción pública y de la Policía, quedando apenas un déficit
de 50 pesos al cerrar el ejercicio.
Pero las tendencias de la época concordaban poco con tan alto
grado de autonomía y el fecundo ensayo del Durazno no consiguió
romper de inmediato los moldes del régimen fiscal imperante,
aunque quedó sí como una prueba decisiva de lo que era dable
aguardar de la acción particular en la vida de los departamentos.

El alumbrado a gas.

El servicio de alumbrado a gas iniciado en 1853 e interrumpida


por los trastornos políticos de ese año, volvió a tomar empuje du-
lante la administración Pereira. Pero de nuevo se interrumpió
como consecuencia de la fiebre amarilla de 1857. Según se en-
cargó de hacerlo constar el Poder Ejecutivo al solicitar una pró-
rroga a favor de la empresa concesionaria, el pueblo ignorante
había incluido la usina del gas entre los factores de la epidemia
de aquel año, acusación a la que tampoco había escapado, según
acabamos de decirlo, la red cloacal, otra de las grandes obras edi-
licias con que Montevideo se ponía a la cabeza de todas las ca-
pitales de la América del Sur.
Sólo una pequeña parte de la ciudad estaba iluminada a gas.
Todo lo demás continuaba con los viejos faroles de aceite de po-
tro que muchas veces no funcionaban o eran apagados a las 10 de la
noche porque a esa hora debía alumbrar la luna, aunque no alum-
brara salgan las denuncias insistentes de la prensa.
A mediados de 1859 se arribó finalmente a la regularización del
servicio mediante un contrato entre el Poder Ejecutivo y la em-
presa concesionaria, que la Asamblea ratificó.
De acuerdo con ese contrato la concesión del alumbrado público
quediaba prorrogada por veinte años más; la usina sería trasla-
dada a orillas d'el mar; el gas sería elaborado' exclusiVartiente con
carbón mineral, quedando prohibida la utilización de materias
animales y de cualesquiera otras nocivas a la salud pública; la em-
612 Anales d¿ Ja Universidad

presa seguiría percibiendo el impuesto de alumbrado; y al final


del plazo de la concesión podría el Gobierno comprar toda la
instalación por el precio que se estableciera.

Otros servicios y mejoras edilicias.

El Gobierno concedió en 1858 a las Juntas Económico^Adminis-


trativas el servicio de cementerios y carros fúnebres que estaba a
targo de la Policía.
El servicio de barrido y recolección de basuras continuó por al-
^ún tiempo todavía a cargo de la Policía. Era muy pobre el ma-
terial existente y a raíz de la epidemia de fiebre amarilla don Ma-
teo Martínez tomó la iniciativa de una suscripción popular que
permitió comprar 20 carros, 43 muías y los arreos correspondientes,
por 2,300 patacones.
lEn 1858 fueron arrancadas o cortados todos los postes de las
-aceras de Montevideo — viejos cañones mucho de ellos clavados
allí desde la época colonial — que servían para atar caballos, per-
mitir un respiro a los conductores de cargas y sotener la integri-
dad de las veredas.

l,a Policía.

Una buena reforma anunció el gobierno de Pereire. a los Jefes


Políticos en marzo de 1858: la de entregar la policía «a la guardia
nacional de los departamentos, es decir a los mismos vecinos in-
teresados en el mejor servicio público y en la efectividad de las
ííarantías constitucionales. Mientras no se lleve a cabo el cambio —
agregaba — es necesario que los cuadros del servicio policial se
llenen «con individuos cuyos antecedentes y cuya moralidad sean
im elemento de progreso y de organización».
En 1859 quedó instalando en la cárcel de Montevideo, por inicia-
tiva del Jefe Político coronel Pablo Bermúdez, un taller de artes
y oficios con destino al aprendizaje industrial de los encarcelados
que espontáneamente quisieran trabajar. El primer estado men-
sual de la Alcaidía arrojó 126 pesos por concepto de venta de ar-
tículos de sastrería, carpintería, escultura y dibujo de los 15 opera-
rios que ya había.
El coronel Bermúdez creó en ese mismo taller una sección de za-
padores bomberos que desde el primer momento prestó auxilios de
Importancia a la poblacldn.
Anales de la Universidad 613

Y organizó también el servicio de carruajes de alquiler en la


Plaza Constitución, sobre la base de una propuesta de la Cochería
de Passicot, que era la más importante de Montevideo, en la que
se establecía la siguiente tarifa por hora:
Carruajes de lujo: en días de fiesta 2 patacones y en días de tra-
bajo 1 y %; carruajes de primera, respectivamente 1 y % y 1 %.:
carruajes de segunda y de tercera, desde 1 y % hasta % de pa-
tacón en días de trabajo.
Pero si en esto había progresos apreciables, otros servicios poli-
ciales continuaban bajo los viejos moldes del coloniaje. El de ex-
tinción de perros, por ejemplo. Los celadores, llamados «matape-
rros» por la prensa de la época, recorrían las calles de la ciudad
provistos de lazos y gruesos garrotes y machetes, con los que orga-
nizaban a la vista del publico «espectáculos de carnicería horripi-
lantes», según la frase de uno d^e los diarios.

El ejército de línea. Procedimientos de remonta.

El Poder Ejecutivo pidió a la Asamblea en 1857 la sanción de un


proyecto de ley de remonta del ejército de línea. Las bajas serían
llenadas, según ese proyecto, «con los individuos que por causa de
ebriedad, pendencia, raterías, obscenidad y vagancia, fueran con-
denados al servicio de las armas por sentencia de Juez competente/).
Fundando su proyecto decía el Presidente Pereira:
«Hasta ahora, sin gozar de autorización expresa, han recurrido
nuestros gobiernos a la leva, al enganche y a la condena. La leva fué
abolida por la ley de 1853; la condena depende áe los Tribunales;
el engancihe no produce aquí resultados. El sorteo sería el procedi-
miento más justo; «pero en el estado actual del país, sus hábitos,
su educación y otras causas obstan por ahora a la adopción de ese
sistema.»
Para eludir el sorteo, que era lo más justo, o por lo menos el en-
ganche que si no daba resultado era por la exigüidad del sueldo,
se convertía, pues, al ejército de línea en el receptáculo de todos los
elementos que la sociedad excluía de su contacto por vicios o fallasn
morales graves.
La Comisión Militar de la Cámara de Diputados encontró sin em-
bargo atendibles los fundamentos del proyecto. No puede aceptarse
la conscripción — decía en su dictamen — porque casi todos nues-
tros conciudadanos han pagado ya tributo de sangre en nuestras
guerras civiles y porque tenemos una mayoría de extranjeros que
614 Anales de la Universidad

escaparían al servicio; y tampoco el enganche, dado que el jornal


del proletario es muy subido con relación a los recursos del Tesoro
público.
El proyecto no encontró resistencia en la Cámara de Diputa.dos,
pero quedó olvidado en el Senado, manteniéndose entretanto los
procedimientos de remonta a que había hecho referencia el Mensaje.
Un diputado pidió en 1857 que fuera interpelado el Ministro de
Gobierno por la reiniciación de la leva. La moción pasó a informe
de una comisión especial, la cual declaró que de las explicaciones
ministeriales resultaba exacto «haberse practicado levas para re-
montar el personal de la fuerza pública», no obstante la ley prohi-
bitiva existente. Pero la interpelación no se llevó a efecto, porque
en la Cámara hubo empate que el Presidente resolvió por la ne-
gativa.
Dos años después pidió la Legación de Portugal que fueran da-
dos de baja dos negros enrolados a la fuerza en los cuerpos de lí-
nea. El Ministro de la Guerra se negó a ello, invocando que esos
negros procedían de los contratos celebrados bajo el gobierno de
Rivera con intervención de las autoridades portuguesas, habiendo
pasado en consecuencia a ser uruguayos. Aunque la Legación re-
plicó que continuaban bajo la protección de su bandera, el inci-
dente quedó terminado sin que se decretara la baja solicitada.

Ordenanzas militares.

El coronel Francisco Lasala presentó al Gobierno en 1857 un pro-


yecto de Código Militar, que en el acto fué pasado a estudio de
una comisión compuesta de los generales Enrique Martínez, César
Díaz, Antonio Díaz, y coroneles Salvador García, Andrés Gómez
y Santiago Labandera.

Tentativas para realizar la reforma.

Mientras en la Casa de Gobierno se abordaban esos estudios, en


la Cámara de Diputados se buscaban medios prácticos para llevar
a ejecución la reforma militar sancionada en 1853 bajo el gobierno
de Giró.
De acuerdo con el plan propuesto por la Comisión de Hacienda,
se crearía una contribución extraordinaria del 1 % por una sola
vez sobre todos los capitales existentes en la República. Calculábase
su producto en dos millones de pesos. La reforma absorbería 10
Anales de la Universidad 615

y 1/2 millones. Pero como no todos los oficiales habrían de ser


reformados, y era necesario mantener a muchos de ellos en acti-
vidad, la operación podría realizarse con aquel impuesto y en todo
caso cubrirse el déficit con amortizaciones graduales a expensas
de la planilla de 30,000 pesos mensuales que el Presupuesto asig-
naba a la lista militar.
La Asamblea sancionó ese plan, pero incorporando al 1 % !a
emisión de una deuda de reforma militar, sin intereses, con un
fondo amortizante de 5,000 pesos mensuales.

La Escuela Militar.

En 1858 creó el gobierno de Pereira por iniciativa del Ministro


de la Guerra general Antonio Díaz la «Escuela Militar Oriental»
y designó para dirigirla al coronel de ingenieroc don José M.
Echandía.
«Considerando — decía el preámbulo del decreto — que el ejér-
cito nacional no puede ocupar debidamente la distinguida posición
que merece por sus grandes servicios a la causa tíe la libertad y
gloriosos antecedentes, ni perfeccionar su moral y disciplina mien-
tras que sus primeras clases no posean los conocimientos faculta-
tivos en sus respectivas armas a la altura de la ^vilización del
pueblo a que pertenecen y de los adelantos que la ciencia mili-
tar ha hecho en los países más cultos de la Europa; y que el
medio único de realizar tan digno objeto es ilust''ar en su noble
profesión a la juventud militar, a cuya conducta y capacidad han
de conferirse algún día el honor y la salvación de la patria en
los campos de batalla.»
Los cursos deberían durar cinco años con el siguiente plan de
materias:
1." año: aritmética, álgebra, geometría; 2.°: geometría, trigono-
metría, mecánica, estática; 3.o: fortificación, ataque y defensa de
plazas, minas; 4.": artillería, pirotecnia bélica; ñ.»: Historia mi-
litar.
Por otro decreto del mismo año quedó resuelto que todas las
vacantes que se produjeran en el cuadro de los oficiales del ejér-
cito desde 1863 en adelante en que terminaría la primera rotación
de cursos, serían llenadas con alumnos egresados de la Escue a
Miüi&r.
616 Anales de la Universidad

La Guardia Nacional.

El proyecto de ley de reorganización de la Guardia Nacional


íancionado por la Cámara de Diputados en 1853 quedó oividiido
en ei Senado a la caída del gobierno de Giró y nadie volvió a
acordarse de él hasta 1858 en que el doctor Vázquez Sagastume
pidió a la Cámara que lo pusiera de nuevo en la orden del día
y lo reconsiderara.
«La existencia de cuerpos bien organizados de guardias nacio-
nales — decía el doctor Vázquez Sagastume fundando su moción —
lia sido siempre un elemento de orden, de paz y de seguridad. La
sociedad y los gobiernos bien constituidos han encontrado siempre
en los ciudadanos armados los más ardientes defensores de las
instituciones de la iRepública y de los derechos del pueblo. Nuestro
país tan combatido por la guerra civil, necesita un dique contra
la anarquía y las malas pasiones; necesita un baluarte para la
libertad y las instituciones; necesita una garantía para la inde-
pendencia y para el respeto a la autoridad; necesita un poder para
parar los golpes que se asestan o que pueden asestarse a la paz
y a la tranquilidad pública; a la paz que constituye la esperanza y
el porvenir de la patria. Yo no encuentro un poder que represente
mejor la sobvanía del pueblo y que sea la expresión más carac-
terizada de la voluntad popular que los batallones de guardias na-
cionales.»
Como consecuencia de esa iiiiciativa la Asamblea dictó en -A
mismo año una ley que establecía lo siguiente:
La Guardia Nacional se dividirá en activa y pasiva. Sus servicios
se prestarán en las armas de infantería, artillería y caballería.
Puplirá al ejército de línea. Todo ciudadano es guardia nacional.
El servicio activo correrá desde los 17 hasta los 47 años de edad
y el pasivo hasta los 55. Las asambleas para la infantería y arti-
llería tendrán lugar los domingos y días festivos de los meses de
febrero, marzo y abril. Las de la caballería durarán 15 días con-
secutivos. El nombramiento de jefe corresponderá al Presidente de
la República y el de los oficiales también al Presidente, pero a
propuesta de los jefes. Habrá en Montevideo y en las demás ciu-
dades y villas del Estado los batallones y compañías que permita
el número de sus habitantes. Cada batallón tendrá las piezas de
artillería que sean necesarias. En las secciones rurales se organi-
zarán los regimientos y escuadrones que la población permita.
Al reglamentar la ley estableció el Poder Ejecutivo que en el
Anales de la Universidad 617

departamento de Montevideo habría cuatro batallones de infante-


ría y dos regimientos y un escuadrón de caballería.
Acababa de estallar la revolución del general César Díaz, en
cuya oportunidad la plaza de Montevideo había estado a punto de
caer por falta de fuerzas militares organizadas, y se deseaba na-
turalmente evitar la repetición de un riesgo que continuaba siendo
inminente.
Por efecto de las convocatorias extraordinarias de la Guardia Na-
cional a que los amagos de invasión daban lugar y de los aumen-
tos realizado» en el ejército de línea, hubo momentos en que el
número de soldados llegó a niveles desconocidos para las adminis-
traciones posteriores a la pacificación de 1851.
A la función del Corpus Christi celebrada en junio de 1858 con-
currieron las siguientes unidades:
l.er batallón de g^uardias nacionales, 400 plazas; 2.° batallón de
la Unión, 200; Cazadores de la Unión, 210; Artillería Oriental,
150; Cuerpo Municipal, 200; Dragones Orientales, 160; Caballerías
de policía, 140. En conjunto, 1,460, hombres.
Al iniciarse en 1859 los ejercicios ordinarios que prescribía la
ley, ocurrió un incidente llamativo. Los batallones de guardias na-
cionales iban desfilando por la casa del Presidente Pereira, y al
darse la orden de presentar armas al primer mandatario que
acababa de aparecer en los balcones, uno de los soldados ciudada-
nos, el joven Mariano Ferreira y Artigas, se dio vuelta y mantuvo
su fusil al hombro en señal de protesta contra los fusilamientos de
Quinteros, ocurriendo entonces un tumulto durante el cual el pro-
testante fué sacado de la compañía, desarmado y conducido por
4 soldados al Fuerte de San José.

Son, tras<ladado<s al cementerio los restos de Artigas.

HemoS' dicho en un capítulo anterior que la urna que contenía


les restos de Artigas, traída de la Asunción en septiembre de 1855,
había quedado abandonada en la Capitanía del Puerto, a la espera
de una resolución del Gobierno o de la Asamblea que dispusiera
pu traslado al cementerio.
Ante la larga inactividad de los Poderes públicos, varios ciu-
dadanos tomaron la iniciativa de promover una suscripción po-
pular para llenar ese gran deber. "Véase lo que en abril de 1856
escribían «Los viejos orientales» en «El Mercurio»:
«¡Orientales! los venerables restos del padre de la Patria, del
618 Anales de la Universidad

gran ciudadano, del virtuoso patriota, del Washington oriental don


José Artigas, yacen insepultos, sin que el Gk)bierno que mandó ex-
humarlos de la tierra sagrada que los cubriera en el Paraguay,
r.us numerosos deudos, los dignatarios de la Iglesia, ni nadie en
lin entre iiosotros que c;omos libres por sus afanes y sacrificio-i,
recordase la obligación que nos cumple a todos de honrar sus ce-
nizas. Ya es tiempo de llenarla, ciudadanos de todas clages y con-
diciones; ya es tiempo de lavar la negra mancha de la ingratitud
que nos afea ante el mundo. Contribuyamos dentro de nuestra
et-fera a rendirles el último homenaje, conduciéndolos a la eterna
morada en el suelo patrio.»
Ese llamado patriótico tuvo inmediata repercusión en la Cámara
de Diputados, donde don José E. Zas presentó un proyecto axjor-
dando honores «al primer jefe de los orientales... al más benem;'.-
rito y conspicuo en la historia de nuestra emancipación política».
La Cámara, dándose cuenta de la enorme culpa de todos, resol-
vió entonces tratar el asunto sobre tablas, y pasó a cuarto inter-
medio mientras se expedía la Comisión encargada de su estudio.
Reanudada la sesión fué aprobado el proyecto. Y su ejemplo fué
sííguido por el Senado pero con una enmienda que empequeñecía
el homenaje. Dos senadores invocaron el estado angustioso de la
Hacienda pública para pedir que fuera aplazado el /ítneraí, deposi-
tándose mientras tanto la urna en una Iglesia. Otro senador p r o
puso y su indicación fué aceptada por mayoría, que la Asamblea
en vez de decretar honores, lo que obligaba a tributarlos de inme-
diato, dijera tribútense oportunamente los honores fúnebres, etc.;.
Felizmente para el país triunfó el proyecto originario de la Cá-
mara de Diputados y en consecuencia la Asamblea dictó en junio
de 1856 una ley que estaba concebida en estos términos:
«Tribútense los honores fúnebres que corresponden al rango mi-
litar del primer jefe de los orientales. Gobernador y Capitán Ge-
neral de la antes Provincia constituida hoy República Oriental, ciu-
dadano don José Artigas. Facúltase al Poder Ejecutivo para los
fíistos de las exequias y competente depósito de los restos del ex-
presado General en un lugar preferente del cementerio público».
No existía todavía la rotonda que hoy sirve de asiento al panteón
nacional. La piedra fundamental de ese templo fué colocada en ju-
lio de 1859. Por eso la ley se limitaba a disponer que la urna fuera
colocada en un lugar preferente del cementerio.
Los restos de Artigas continuaron abandonados en la Capitanía
del Puerto hasta el mes de noviembre en que el Gobierno tiró los
Anales de la Ünivei'sidad 6)9

decretos que damandaba el cumplimiento de la ley dictada por la


Asamblea.
Por uno de ellos se designaba una comi&ión compuesta del gene-
ral Anacleto Medina y de los coroneles Velazco y Melilla para que
presenciaran la traslación de la urna al cementerio. Por otro se
establecía el programa de los honores: formación de todo el ejér-
cito; conducción del féretro por los generales y coroneles; descar-
gas de fusilería y de artillería; luto en el brazo que llevarían todos
los empleados públicos por el término de 48 horas; una inscrip-
ción en la lápida que dijera «Artigas, fundador de la Nacionalidad
Oriental».
Y finalmente el 20 de Noviembre de 1856, es decir, después de un
año largo de absoluto abandono en la Capitanía del Puerto, los
restos de Artigas fueron conducidos a la Iglesia Matriz donde se
rezó un funeral, y luego al Cementerio Central.
«La bandera — decía «El Comercio del Plata» redactado enton-
c s por el doctor Miguel Cañé — símbolo de las hazañas del héroe
oriental, con la cual tantas victorias alcanzó, cubría las insignes
cenizas del General Artigas.»
«Campeón ilustre» llamaba el doctor Cañé a Artigas en ese ar-
ticulo, rectificando at;í las apreciaciones deprimentes de un diario
de Buenos Aires al planearse el homenaje.
«El Guillermo -Tell de la libertad de los orientales, el Washington
de nuestra independencia», agregaba «La Nación» al ocuparse de
la ceremonia de la traslaoióa de los restos.
En el cementerio hablaron el Ministro de Gobierno doctor Re-
quena, el doctor "Vázquez Sagastume y los señores Acha, Reyes y
Aguiar.
«Los restos mortales del General don José Artigas — dijo el Mi-
nistro de Gobierno don Joaquín Requena — los gloriosos restoa
del ilustre campeón de nuestra libertad, descansan ahí bajo la
sombra del sagrado estandarte del divino libertador del género
humano. Tenemos ya el consuelo de custodiar por nosotros mismos
ese depósito santo, esas cenizas venerandas restituidas al seno de
la patria. Ellas serán para nosotros un vínculo de unión, porque
agrupados los orientales en derredor de la tumba del primero de
sus héroes, del patriarca de la independencia, del fundador de su
nacionalidad, del padre de la patria, todo sentimiento de división
será sofocado y revivirá solo, vigoroso y radiante, el sentimiento
de nacionalidad, de independencia, de libertad; y los orientales para
conservarnos independientes y libres necesitamos estar unidos».
620 Anales de la Universidad

«Poseía — dijo el general Aguiar heroico soldado de la inde-


pendencia — un patriotismo el más puro; así es que su nombre
fué el más popular que se ha conocido y que en vano pretendieron
aniquilar los enemigos de su época, por el cambio que la revolución
de América había producido, aunque en algunas circunstancias
se pusieron de su parte para hacerlo aparecer despreciable ante el
mundo aquellos mismos que se habían manifestado sus más ar-
dientes admiradores cuando tenían algo que esperar o temer de
sus virtudes cívicas... Sus servicios algún día deben formar la
leyenda más edificante de entusiasmo y nacionalismo en la relación
histórica de la emancipación política de esta parte de la América
del Sur.»
«iSu nombre pasará — dijo el general de ingenieros don José Ma-
ría Reyes — a las más remotas generaciones, grabado en el cora-
zón de todos los hijos de esta tierra.»
Al organizarse el homenaje Leandro Gómez que figuraba entre
los oficiales más distinguidos del ejército, se dirigió al Presidente
Pereira para hacerle un obsequio valiosísimo:
«Mi constante admiración por el ilustre oriental don José Artigas
— decía en su nota — hízome adquirir en Buenos Aires por el año
1842 la interesante noticia de la existencia de una prenda monu-
mental que le pertenecía. Era ésta una espada de honor que le fue-
ra consagrada por la Provincia de Córdoba en gratitud a los emi-
nentes servicios del campeón oriental; joya dispersa como otras
muchas por el huracán de la revolución que un día reunidas servi-
rán de diadema gloriosa a la República.»... La espada tiene estas
inscripciones en la vaina: «Córdoba en los primeros ensayos a su
protector el inmortal General don José Artigas. Año 1815», y en
la hoja «Córdoba independiente a su protector».
Aco'n^)año esa espada — concluía Leandro Gómez — «con la más
alta expresión de la admiración profunda que debo a la memoria
del patriarca de la libertad y la independencia de nuestra patria.»
Un año después la Cámara de Diputados completaba el homenaje
sancionando un proyecto por el que se mandaba pagar a don José
C. Artigas en títulos de deuda pública los haberes devengados
por su abuelo el Jefe de los Orientales desde el 1." de noviembre
de 1820 hasta el 18 de septiembre de 1850.

Fundación de pueblos.
El extenso territorio de San José fué dividido en dos departa-
montos a mediados de 1856: el de San José y el de Florida.
Anah;s de la Universidad 621

Don Manuel Errasquin, en representación de un grupo de pro-


pietarios, pidió en 1859 la creación de un pueblo en Fray Bentos.
i^l Gobierno encontró atendible el pedido y autorizó la fundación
_¿)«^fci Villa Independencia. Tratábase d« un simple decreto admi-
nistrativo, y ello dio margen a que en la Cámara de Diputados
se presentara un proyecto de minuta observando al Poder Ejecutivo
que la creación de pueblos era de la exclusiva competencia del
Cuerpo Legislativo. Pero después de largo debate, la moción quedó
::echazada y el decreto gubernativo recibió cumplimiento.
El Gobierno decretó luego el restablecimiento del pueblo de Be-
lén en los campos escriturados al general Lavalleja en 1838 y
rescatados parcialmente después mediante una transacción con los
heredero^ del Jefe de los Treinta y Tres. Dentro de las seis suer-
tes de estancia que readquiría el fisco se instalaría el pueblo y
se establecerían numerosas chacras con destino a los intrusos del
mismo campo y a las demás familias del Departamento del Salto
que quisieran avecindarse allí. Se quería asegurar el desarrollo de
la agricultura impidiendo que las estancias llegaran hasta el radio
urbano.
Ya en meses anteriores el Gobierno se había preocupado de evi-
tar las invasiones de intrusos, que era el mal de toda la cam-
paña, mediante un decreto que establecía que los ejidos de los
pueblos estaban destinados por nuestras leyes a la labranza y que
las •Juntas Económico-iAdministrativas debían exigir el cumpli-
miento estricto de lo que aquéllas prescribían.

Obras públicas.

En 1857 se presentaron al Gobierno los señores Roviría, Gras


Alfonso y Soler, ingeniero el primero y arquitectos los segundos,
como representantes del «Círculo Artemia». La Confederación Ar-
gentina y la República Oriental — decían en su representación
— podrían ser lo mejor del globo a condición de que fomenta-
ran su población, establecieran carreteras, organizaran un servicio
de aguas para el consumo de sus habitantes, dieran incremento á
la agricultura y canalizaran sus ríos y arroyos. Y concluían pi-
diendo una concesión por cincuenta años para construir y explo-
tar una carretera entre Montevideo y la Unión, y otra entre Mon-
tevideo y el Paso del Molino a base de un peaje de 6 vintenes
para los coches, 4 para las carretas, 3 para los jinetes, 2 para los
íinimales vacunos y caballares y 1 para los lanares.
622 Anales de la Universidad

Preparándose para estudiar esas y otras obras públicas, pidió


en seguida el Gobierno a la Asamblea que con el personal téc-
nico que acababa de trazar la línea divisoria con el Brasil se for-
mara el Diepartamento de Ingenieros. Pero la época era de an&íí^^
tías financieras y la Asamblea no creyó prudente recargar con esa
nueva planilla el presupuesto.
En el mismo año la Junta Económico-Administrativa de la Capi-
tal aceptó una propuesta de don Tomás Tomkinson para la cons-
trucción de un puente en el -Paso del Molino y una calzada en el
arenal del Arroyo Seco sobre la base de un peaje que regiría du-
rante cincuenta años.
Ya en años anteriores había propuesto don José Buschental la
construcción de varios puentes en el trayecto de Monttevideo a
Río Negro, sobre la doble base de una subvención anual de 18,000
pesos y un peaje en cada puente que se cobraría durante veinte
años en forma de asegurar a los empresarios el interés de
1 y % % mensual y la amortización del 2 %.
Los señores Duplessis, Navia y Hocquard, iniciaron gestiones
en 1859 para obtener la concesión de un ferrocarril de Montevideo
a la Unión. Contaban con un capital social de 200,000 pesos.
Impulsado por esas iniciativas se dirigió el Presidente Pereira
a la Asamblea proponiéndole la construcción de la Casa de Go-
bierno en el local de la Cindadela, actual Plaza Independenciar
donde a la sazón funcionaba el mercado. En la Casa de Gobierno
íondrían cabida el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Po-
der Judicial. En reemplazo del mercado de la Ciudadela, se cons-
truirían tres establecimientos más cómodos, uno de ellos en el
«Fuerte» o Casa de Gobierno, hoy Plaza Zabala, que había sido
enajenado por el gobierno de la Defensa y por el cual se abonaba
todavía en 1859 el alquiler mensual de 600 pesos. Ya la presidencia
Pereira estaba en sus postrimerías y bajo la administración subsi-
guiente se reaccionó contra la idea de construir la Casa de Gobier-
no en la Ciudadela, resolviéndose en cambio hacerlo en e' mismo-
sitio donde estaba el Fuerte.
También se ocupó el Gobierno del ensanche de la ciudad de la
(.'olonia. En 1859 ordenó la demolición de las murallas y baterías
de las fortificaciones de la época colonial, invocando que esas obras
dificultaban el desarrollo de la población y eran inútiles para la
defensa del Estado. Los terrenos que resultaran disponibles por
efecto de la demolición serían vendidos en remate y su importe^
se aplicaría al costo de la demolición y a trabajos de terraplena-
mi ento.
Annh-'i rJe la Unii:crsidad 623

Espectáculos públicos. La inauguración del Teatro Solís.

Entre los festejos conmemorativos del 25 de Agosto figuró en


1S56 la inauguración del Teatro Solís.
Empezó la fiesta inaugural con un programa literario en que
temaron parte don Cándido Joanicó, quien pidió desde su palco
Cjue el nombre de los miembros de la Comisión Directiva que presi-
día don Juan Miguel Martínez fuera esculpido en las columnas
ue mármol del vestíbulo, don Heraclio Fajardo que leyó una poe-
sía de Acuña de Figueroa, don Octavio Lapido y el Jefe Político
don Luis Lamas. Y en seguida se dio la ópera «Ernani» por una
compañía lírica de la que formaban parte la contralto Sofía Lorini,
los tenares Camoli y G entile y el barítono Cima.
«La América del Sur — escribía editorialmente el doctor Mi-
guel Cañé en «El Comercio del Plata» — no posee un solo teatro
.]ue pueda presentarse como rival, y muchas grandes ciudades
europeas lo desearían y lo mostrarían al viajero como obra digna
de examen.»
Hay que advertir, efectivamente, que sólo en 1857 tuvo Buenos
Aires su Teatro Colón.
Algunos meses después de la inauguración, el escenario del So-
lís se vio honrado por Tamberlick, el primer tenor del mundo,
quien debutó con un éxito tan extraordinario que el público lo
acompañó hasta el hotel «en medio de hachones encendidos», se-
gún las crónicas de la época.
Desde la primera representación quedó establecida la costumbre
cíe que la Policía recogiera los bastones de los concurrentes y
en forma tan rigurosa que una noche fueron requeridos para su
eumplimiento el Presidente Pereira y un general que le acompa-
ñaba, sin que el alto mandatario hiciera valer sus fueros contra el
celador que lo detenía a la puerta del teatro.

Censura teatral.

El gobierno de Pereira restableció el decreto del año 1837 so-


bre censura e inspección de teatros, invocando la necesidad «de
estimular las ventajosas disposiciones de la juventud que se dedica
al cultivo de la literatura dramática y garantir a la vez las exigen-
cias del decoro y la moral pública».
El cargo de inspector y censor fué confiado a don Francisco
624 Anales de la Universidad

Acuña de Figueroa, Tesorero jubilado decía el decreto de nombra-


miento, como para dar a entender que el gran poeta no recarga-
ría al erario público con su nueva comisión.
Figueroa, que ya había desempeñado iguales funciones en una
época anterior, redactó un reglamento que fué aprobado por la
Policía, que prescribía lo siguiente:
No podrá darse ninguna representación teatral sin previo
acuerdo del censor, a quien se remitirá la pieza con seis días de
anticipación. El censor podrá hacer las supresiones y correccio-
nes que estime convenientes. • Si algún actor faltare al decoro con
acciones o movimientos que pudieran ofender la decencia pública,
incurrirá en la misma responsabilidad que si hubiera pronunciado
palabras imprudentes o groseras. El censor podrá corregir a los
que violen el reglamento*
Hablaba el decreto de la necesidad de estimular las ventajosas
disposiciones de la juventud. Y es que efectivamente en esos mo-
mentos se iniciaba un fuerte movimiento encabezado por el doctor
José Pedro Ramírez con su drama «Espinas de la orfandad», estre-
nado con notable éxito en el Teatro San Felipe, y por el propio
Acuña de Figueroa fundador de una sociedad de aficionados orien-
tales para dar todos los meses funciones dramáticas seguidas de
bailes.

Centros de arte y sociabilMad.

En 1857 se inició la fundación de un conservatorio de música


bajo el nombre de «Sociedad Filarmónica», con clases superiores
de piano, violoncello e instrumentos de viento.
También se intentó la fundación del «Club Nacional», un cen-
tro de reuniones sociales y de confraternidad entre las familias
orientales «tan desligadas por las convulsiones políticas», decía «La
Nación». Pero la idea no echó raíces por efecto de las agitaciones
que subsiguieron a Quinteros.
)
Las corridas de toros.
I

Las corridas de toTOS reanudadas en 1855, prosiguieron durante


todo el gobierno de Pereira. En 1857 fué herido un torero y comen-
tando el suceso escribía el doctor Juan Carlos Gómez en «El Na-
cional»:
«El sacrificio de la vida en las astas de un toro es un suicidio y
Anales de la universidad 625

la religión tiene razón en negar al torero el entierro en sagrado


como una protesta de la moral ofendida. Las corridas de toros ha-
bían dejado ya de estar en nuestras costumbres. El pueblo las ha-
bía olvidado y buscaba los placeres de los teatros, de los circos, o
de otros pasatiempos educadores o inofensivos. Fueron restableci-
das las corridas a pretexto de fomentar a la villa de la Unión, cuya
decadencia se temía. Nos opusimos ^entonces al restablecimiento de
las corridas, porque creyéndolas ineficaces para el objeto que se
pretextaba iban a traernos sus males sin compensación de bienes
de ningún género. La experiencia ha probado nuestra previsión. La
villa de la Unión no debe ningún progreso a la plaza de toros. Los
ómnibus han valido para el adelanto de la Unión lo que no val-
drían 100 plazas de toros funcionando todos los días».

Fiestas conmemorativas de la independencia.

En octubre de 1858 hubo festejos conmemorativos de la indepen-


dencia nacional, figurando en el programa un monumento alegórico
que ocupaba el centro de la Plaza Constitución, en el que se leía es-
ta inscripción: «Artigas fundador de la nacionalidad oriental» y nu-
merosas corridas de sortijas en la Plaza Independencia y en la
Plaza Cagancha, cuyos alrededores entonces despoblados ofrecían
espacio amplio a las maniobras de los jinetes.

Intereses eclesiásticos.

De las costumbres de la población de Montevideo durante la épo-


ct que recorremos da idea este párrafo que entresacamos del ar-
tículo que un diario de 1858 dedicó a los últimos momentos del
doctor Francisco Solano de Antuña, una de las figuras consulares
del Uruguay:
«Como hermano del Santísimo el señor Antuña recibió los divi-
nos auxilios con todas las formalidades de estilo. Un numeroso
cortejo de hermanos y porción de gente con hachas y velas encen-
didas acompañaban la Majestad bajo palio».
Era así efectivamente cómo se administraba la extremaunción a
los católicos de entonces. Salía de la iglesia un pequeño grupo, al
que se iban incorporando hombres y mujeres durante el trayecto
tasta formar importantes columnas que penetraban en los dormito-

40
626 Anales de la universidad

ríos del moribundo, o llenaban los zaguanes, patios y aceras, acompa-


ñando al sacerdote con rezos y cánticos.
Otra costumbre colonial que se había perpetuado en las iglesias
de tercer orden era la de sustituir los santos de madera JMJT santos
de carne y hueso. Al trazar el programa de una procesión que de-
bía celebrarse en la iglesia de los Ejercicios en diciembre de 1858,
advertía «La República» que no habría santos vivos como se pre-
tendía que los hubiera, en razón de haberlo prohibido la Vicaría pa-
ra evitar que se diera un salto atrás.
De los aportes pecuniarios de la población al fomento católico
instruye una suscripción levantada en 1859 para la construcción de
la Iglesia y Colegio de la Concepción, en la calle Daymán, que en
breves semanas produjo los 40,000 pesos en que estaban calculadas
las obras.
La Policía hacía también buenas migas con la Iglesia, según lo
acredita una ordenanza de 1859 que bajo pena de multa de cuatro pe-
sos establecía que «todas las casas de negocio, artes o industrias de-
bían permanecer cerradas todos los domingos y días de fiesta des-
de las 10 de la mañana hasta las 4 de la tarde».

El Gobierno expulsa a los jesuítas.

Bste ambiente de solidaridad de las autoridades civiles y reli-


giosas quedó bruscamente alterado a principios de 1859, con motivo
de una correspondencia sensacional que llegó a manos del Presi-
dente Pereira.
Hemos dicho ya que los jesuítas tenían un colegio en la villa
de Santa Lucía bajo un régimen de absoluta libertad y con privile-
gios que daban a los estudios que allí se hacían el mismo valor que
los universitarios, bajo la sola condición de someterse los alumnos
a las pruebas que establecían los reglamentos oficiales.
(Los directores de ese Colegio trataron de que una señorita de la
localidad ingresara en la Hermandad de Caridad, contra la voluntad
de la familia. Y véase lo que en una de sus cartas decía el padre
jesuíta a esa señorita para decidirla:
«Su mamita no puede en conciencia, ni según las leyes, impedir-
le de tomar el estado que más conforme le parezca a la voluntad de
píos, ni negarle lo que le pertenece por parte de su difunto padre,
y que por lo tanto aún contra la voluntad de ella puede usted se-
guir la vocación y debe obedecer antes a Dios que a ella, mucho más
cuando la expusiera al peligro de pecar. Es necesario Anita que en
Anales de la universidad ' 627

esta parte usted se arme de un santo valor y desprecie todo huma-


no respeto, sabiendo que en esto va nada menos que su eterna sal-
vación, cuando por seguir los consejos de la carne y de los hom-
bres se expusiera a desobedecer a Dios:^.
El Ministro de Gobierno se dirigió en el acto al presbítero don
José Sato que era el superior de la €k)mpañía, para adjuntarle la
carta que había llegado a manos del Presidente y pedirle que re-
primiera y castigara tales avances, si quería evitar que el Go-
bierno recurriera a otras medidas. Censurando a los jesuítas de-
cía en su nota el Ministro;
«Desvían su atención a otros objetos ajenos a aquellos propó-
sitos y lo que es más alarmante a objetos para cuya consecución
se hace uso de teorías disolventes y desorganizadoras, que llegarían
hasta romper los vínculos de la familia, arrebatando la esponta-
neidad a vocaciones que sólo deberían ser hijas de las conviccio-
nes individuales y no el resultado de una propaganda desquicia-
úora, disfrazada con el ropaje de doctrinas que llevan en el fondo
al sello de la seducción y llegan hasta aconsejar la desobediencia
a la potestad paterna.»
Pero el superior de la Compañía no sólo admitió la autenticidad de
la carta, sino que emprendió su defensa mediante un largo alegato
en que invocaba los Santos Evangelios. Su contenido — agregaba
— «es muy conforme a la moral más pura de nuestra fe católica».
Ya no cabían contemplaciones y entonces el Gobierno resolvió
dejar sin efecto la autorización acordada en 1858 a la Compañía
de Jesús para fundar escuelas y dispuso que en el más breve lapso
di- tiempo salieran del territorio nacional todos los padres de la
Compañía.
Ese sensacional decreto que fué dictado en enero de 1869 con
cargo de dar cuenta a la Asamblea General, como en efecto se
hizo, estaba precedido del siguiente preámbulo:
«Considerando que es un deber del Gobierno prevenir las con-
secuencias que podrían resultar de la propagación de doctrinas
perniciosas que ya en el pulpito, ya en privado, llevarían la per-
turbación a los espíritus y despojarían de su verdadero carácter
de espontaneidad a vocaciones que sólo deben ser el resultado de
convicciones íntimas e individuales.»

Otro conflicto con ocasión de la elección de vicario.


A raíz del fallecimiento del vicario don José Benito Lamas, ocu-
rrido a fines del mismo año, el Gobierno, invocando sus derechos
628 Anales de la Universidad

de patrono, se dirigió a monseñor Marini, delegado del Papa en


el Río de la Plata con asiento en la Argentina, proponiéndole para
llenar la vacante a don Santiago Estrázulas y Lamas, cura rector
de la Matriz. ,
Monseñor Marini se excusó de confirmar el nombramiento bajo
pretexto de falta de facultades. Pero al mismo tiempo expidió
una bula por la que confería el vicariato a don Jacinto Vera, cura
dé Canelones.
El Gobierno en vez de exigir el retiro liso y llano de esa bula
violatoria del patronato, presentó una terna compuesta de don San-
tiago Estrázulas y Lamas, don Jacinto Vera y don Juan José
Brid. Era lo que quería monseñor Maíini, quien en el acto eligió
a su candidato, quedando con ello don Jacinto Vera al frente de
la Vicaría.
Alentado por este acto de debilidad, expidió monseñor Marini
un br^ve que concedía al cura del Salto la facultad de confirmar
sin haber obtenido previamente el pase del patrono. Era muy sal-
tante el desconocimiento de atribuciones y el Gobierno no tuvo
más remedio que protestar con energía. Se trata — decía el Mi-
nistro de Gobierno a la Vicaría en octubre de 1859 — «de un
heclio grave y atentatorio a las prerrogativas de la autoridad su-
prema del Estado», y por lo tanto «debe suspenderse al mencionado
cura en el ejercicio de su facultades parroquiales.»
Don Jacinto Vera se estrenó en el desempeño de sus funciones
de Jefe de la Iglesia oriental bajo un ambiente de paz con el
Estado. Reconociendo el patronato propuso al Gobierno la desti-
tución del cura de la Colonia, el nombramiento de sustituto, el
nombramiento de cura de San José y la designación de Secretario
de la Vicaría, obteniendo en todos los casos la aprobación guber-
nativa.
Ya veremos que por haber olvidado estas prácticas iniciales,
promovió más tarde, durante la presidencia de Berro, un conflicto
de mucho mayor resonancia en que el Gobierno sostuvo con vi-
gorosa energía sus derechos de patrono.

FIN DEL TOMO IV


ÍNDICE
ÍNDICE DEL TOMO IV

I. Gobierno de Giró. — 1 8 5 2 - 1 8 5 3

Págs.

CAPITULO I. MOVIMIENTO POLÍTICO


La lucha presidencial, pág. 7 — Apertura de las se-
siones ordinarias, 9 — El equilibrio de los dos par-
tidos, 11 — Adhesión de los militares, 13 — Prepa-
rativos para la elección presidencial, 14 — La elec-
ción de Giró, 15 — La Asamblea habla al país, 16
—^Empiezan los conflictos. El gobierno de Giró anu-
la los contratos de enajenación de rentas, 18 — La
abolición del impuesto de puertas y ventanas, 23
—'Prosigue el debate histórico con motivo de una
jubilación, 25 — Los tratados con el Brasil, 26 —
(El gobierno de Giró considera que los tratados de-
ben ser sometidos a la ratificación legislativa, 29 —
Los dos contendientes se dirigen a Urquiza, 30 —
El Brasil pide la ayuda de Corrientes y Entre Ríos
contra la República Oriental, 30 — Urquiza resuel-
ve apoyar al Brasil, 32 — La misión Peña, 35 —
Coadyuvando a la misión Peña, 37 — La presión
brasileña por medio de las bayonetas, 39 — La pre-
sión brasileña por medio de la revolución colorada,
40 — Otra forma de la presión brasileña: la sus-
pensión de los subsidios, 41 — La sanción legisla-
tiva, 43 — Entre presión y presión un pedazo de
territorio pasiaba al Brasil, 46 — La coparticipa-
ción de los partidos en el Poder, 48 — Empieza a
sentirse el malestar, 50 — Los primeros rumores
de revolución, 51 — Evolución de los partidos, 55
—La diputación del Salto, 57 — Reformas electo-
rales, 59 — El Presidente Giró realiza un viaje de
estudio a la campaña, 61 — Campaña contra *el
632 Anales de la universidad

abigeato, 63 — Un interinato fecundo en proyec-


tos, 64 — La medalla a los vencedores de Caseros,
64 — La prensa tercia en el debate, 66 — Cómo ter-
mina el incidente, 67 — Organización de la Guardia
Nacional, 68 — La obra de reconstrucción econó-
i

mica queda relegada al segundo plano, 70 — Renun-


cia del ministerio, 72 — Preparando la revolución,
75 — El motín militar, 78 — Sedimentos del motín,
79 — El derrumbe del gobierno de Giró, 81 — La
parte del Brasil en la caída del gobierno de Giró,
84 — La confesión brasileña, 86 — Una interpela-
ción ruidosa en Río de Janeiro, 88 — Habla el Mi-
nistro Paranhos, 90 — La libertad de la prensa
durante el gobierno de Giró, 92 — Los sucesos ar-
gentinos, 96 — Glorificación de la obra de Arti-
gas, 97.
CAPITULO II. MOVIMIENTO ECONÓMICO 99
La población después de la Guerra Grande, pág. 99 —
Organización di» la estadística, 102 — La corriente
inmigratoria, 103 — Estímulos a la inmigración y
colonización, 104 — La edificación, 107 — El espí-
ritu de asociación, 108 — Todavía la esclavitud, 109
—Intereses comerciales. Cifras del censo de 1852, 110
—Número de patentables, 112 — El servicio domés-
tico en 1853, 112 — Gestiones comerciales, 113 —
Movimiento de buques en el puerto de Montevideo,
115 — Obras portuarias malogradas por efecto de la
guerra, 116 — Controversias sobre jurisdicción flu-
vial, 117 — El debate se extiende a Martín Gar-
r cía, 118 — A favor de la libre navegación del Plata
y sus afluentes, 120 — Farolas y balizas para dar
seguridad a la navegación, 120 — La navegación a
vapor, 122 — La riqueza ganadera, 122 — Importa-
ción de ganados, 124 — Plagas de la campaña, 125
—^Los saladeros orientales bajo la acción del trata-
do de comercio de 1851, 126 — La agricultura, 128 —
Empresas de inmigración y colonización, 129 — El
Gobierno pide recursos para practicar estudios geo-
lógicos, 134 — Diversas industrias, 135 — La Asam-
blea dicta una ley de privilegios industriales, 136
Anales de la Universidad 633

PáffS.

— E m p r e s a s de ómnibus y de ferrocarriles, 136 —


.Bancos, bolsas y monedas, 138 — Los intereses de-
vengados d u r a n t e la Guerra Grande, 139.
CAPITULO in. MOVIMIENTO ADMINISTRATIVO 140
El producto de las r e n t a s , pág. 140 — Sigue el Gobier-
n o endeudándose cada vez más, 142 — El a t r a s o en
los pagos, 145 — El déficit, 146 — Empieza la li-
quidación de la deuda pública, 147 — Los perjuicios
de guerra, 149 — Proyectos de consolidación de
la deuda, 150 — Una propuesta europea ligada con
la colonización, 152 — Se establece u n a caja de
amortización de la deuda, 153 — Tesoro especial pa-
r a el servicio de la deuda, 154 — El monto de la
duenda. 155 — Valor de los documentos de crédito,
155 — Legislación t r i b u t a r i a . L a ley de Aduana,
156 — Se establece la contribución directa, 158 —
P a t e n t e s de giro, 159 — Papel Sellado, 159 — Ena-
jenación de r e n t a s , 160 — Abolición de impuestos,
161 — Creación de impuestos por simples decretos,
162 — Presupuestos, 162 — El déficit era el mal de
la época, 166 — La enseñanza pública. Las escuelas
p r i m a r i a s , 167 — Contra las distinciones de clases,
169 — Una escuela de adultos de color, 169 — Con-
flictos die jurisdicción, 170 — L a enseñanza secun-
d a r i a y superior, 170 — Un plan de reorganización
de la enseñanza, 173 — Complemento de la ense-
ñanza u n i v e r s i t a r i a , 176 — La población universita-
ria, 177 — Los abogados orientales en Buenos Aires,
178 — Orientales en Europa, 179 — L a enseñanza
agronómica, 180 — Organización de la Administra-
ción de Justicia, 181 — Trabajos de edificación, 183
—iLas confiscaciones de la Guerra Grande, 184 —
L a ley de expropiación, 186 — Los plazos de los
a r r e n d a m i e n t o s , 186 — El abigeato, 186 — Cárceles,
187 — E s t a d í s t i c a judicial, 188 — T r a t a d o de ex-
tradición con el Brasil, 188 — Intereses municipa-
les, 189 — Obras de pavimentación, 191 — El ser-
vicio de serenos, 191 — El alumbrado a gas, 192 —
Higiene pública. El servicio de caños maestros, 193
—iHospitales, 194 — El servicio de correos, 195 —
634 Anales de la Universidad

Págs.

El ejército de línea, 196 — Quedla suprimida la


leva, 197 — Los castigos corporales, 197 — La re-
forma militar, 198 — Honores a los generales Al-
vear y Garzón, 199 — Servicios de la Policía, 199
—^Tentativa para abolir el pasaporte, 201 — La
Iglesia y el Estado. El Gobierno hace valer sus de-
rechos de patrono, 202 — Organización de la esta-
dística, 203 — Teatros y espectáculos públicos, 204
—'Creación de pueblos. Proyecto de traslación de
la capital de la República al Durazno, 205.

II. Gobiento de FLoires. — 1853 -1856

CAPITULO IV. MOVIMIENTO POLÍTICO 209


El triunvirato creado a raíz del derrumbe del go-
bierno de Giró dirige un manifiesto al país, pág.
209 — Nadie piensa en la contrarrevolución, 210 —
Muere el general Lavalleja, 212 — Muere el gene-
ral Rivera, 213 — El triunvirato degenera en dicta-
dura de uno solo, 214 — Bajo la dictadura de Flo-
res, 214 — El Presidente Giró se lanza a la contra-
rrevolución, 216 — Actos de violencia durante la
lucha, 216 — Triunfan rápidamente las fuerzas del
Gobierno, 219 — El Brasil era el promotor de la
contrarrevolución, 219 — Habla el doctor Juan Car-
los Gómez, 220—¡La confesión brasileña, 221—^Un pe-
dido de intervención brasileña foniulado por los par-
tidarios de Giró, 223—La grande Asamblea se trans-
forma en Legislatura ordinaria, 225 — Flores es
elegido Presidente de la República. Su programa de
concordia cívica, 227 — Ese programa de concordia
no era una novedad dentro del ambiente político de
la época, 228 — Obstáculos que encontraba la fu-
sión entre los revolucionarios, 229 — El Partido
Conservador, 230 — Renace la propaganda exclusi-
vista, 231 — Cómo repercute entre los hombres del
Partido Blanco esta propaganda partidista, 232 —
Trata el Brasil de afirmarse sobre su presa trans-
portando un ejército a Montevideo, 233 — La In-
Anales de la Universidad 635

Págs.

tervención brasileña ante la gran Asamblea, 236 —


Adhesiones que recibe la Legación del Brasil, 238
— Voces de protesta contra la intervención, 239—•
Entra la división brasileña en Montevideo, 241 —
La demarcación de límites, 242 — La cuestión de
Martín García, 245 — La absorción comercial como
paso previo a la absorción política, 246 — ¿Planes
de incorporación al Brasil?, 248 — Las elecciones
generales de 1854, 249 — La abstención del Parti-
do Blanco, 250 — El fraude oficial provoca tam-
bién disidencias entre los colorados, 251 — Contra
la libertad de la prensa. Medidas adoptadas a raíz
del derrumbe del gobierno de Giró, 254 — Regla-
mentación monstruosa que contra la prensa propo-
ne el Gobierno, 255 — La Asamblea sanciona con al-
gunas enmiendas la ley de Imprenta, 256 — La
Asamblea reacciona contra su obra, 257 — Vuelve
el Gobierno a las medidas restrictivas, 257 — Se
inicia un fuerte movimiento de fusión entre los
partidos tradicionales, 258 — Nuevas y violentas
medidas contra la prensa, 261 — Para salvarse del
desastre el Gobierno deroga su decreto, 263 — La
revolución de agosto de 1855, 265 — Los revolucio-
narios organizan un gobierno provisorio, 267 —
La fusión entre los partidarios de Flores, 269 —
iFlores renuncia y asume el poder ejecutivo el Pre-
sidente del Senado, 270 — Nuevos esfuerzos a fa-
vor de la completa extinción de los partidos tra-
dicionales. La unión liberal, 274 — Los generales
Flores y Oribe forman, a su turno, una liga, 276 —
Vuelve a agravarse la situación política del país,
277 — La revolución de noviembre, 278 — Los di-
plomáticos extranjeros se dirigen a sus connaciona-
les pidiéndoles que no intervengan en la lucha,
278 — Gracias a esa exhortación los contendientes
abren un paréntesis durante el tiroteo, para que
los extranjeros festejen la caída de Sebastopol,
279 — Los revolucionarios se embarcan para Bue-
nos Aires, 280 — Después del triunfo, 282 — La
diplomacia brasileña durante las revoluciones que
836 Anales de la Universidad

Págs.

acabamos de historiar, 282 — E l gobierno d e Flo-


res pide el cese de la intervención, 285 — L a Lega-
ción Brasileña procura evitar el cese de la inter-
vención, 286 — El gobierno de Flores da cuenta a
la Comisión P e r m a n e n t e de la connivencia brasile-
ñ a con la revolución, 288 — E l r e t i r o de l a s tropas
brasileñas, 289 — E l Brasil trata;ba de extender sus
g a r r a s al P a r a g u a y , 290 — E l período complemen-
t a r i o de la administración Giró, 291 — L a s ú l t i m a s
p a l a b r a s del constituyente Masini, 291.
C A P I T U L O V. MOVIMIENTO ECONÓMICO 294
La población, pág. 294 — E l movimiento comercial,
296 — C u a d r o de l a s exportaciones, 297 — T r a t a d o s
de comercio, 297 — L a navegación en el puerto de
iMontevideo, 297 — E s t i m u l a n d o el cabotaje, 298 —
Servici'^ de faros, 298 — Los ríos u r u g u a y o s abier-
tos a la navegación del m u n d o entero, 299 — Cons-
trucción de u n a dársena, 299 — T e n t a t i v a p a r a for-
m a r u n a compañía nacional de seguros m a r í t i m o s ,
300 — N ú m e r o de los establecimientos de giro, 300
—'La a g r i c u l t u r a y la colonización, 301 — I n t e r e s e s
ganaderos, 302 — Otras i n d u s t r i a s , 303 — Ferroca-
rriles y telégrafos, 304 — L a t i e r r a pfiblica, 305 —
—^La moneda circulante, 308 — Los bancos y s u s
emisiones, 309.
C A P I T U L O VI. MOVIMIENTO ADMINISTRATIVO 313
P r i m e r a s medidas financieras del gobierno revolucio-
nario. Enajenación de l a r e n t a a d u a n e r a , pág. 313
— S o n , despojados los nuevos coinpradores de l a
r e n t a a d u a n e r a , 314 — La situación financiera en
1854, 316 — L a situación financiera se a g r a v a en
el curso de 1855, 318 — E l subsidio brasileño, 320
—El producto de las rentas, 322 — E l P r e s u p u e s t o
de 1855, 325 — L a deuda procedente de perjuicios
de guerra, 328 — U n a excepción m o n s t r u o s a a fa-
vor de los r e c l a m a n t e s extranjeros, 329 — Consoli-
dación de la deuda, 330 — L a bancarrota, 332 —
Proyectos que surgen en l a Asamblea p a r a evitar
el d e r r u m b e de l a deuda, 333 — E l Poder Ejecutivo
se opone a esos proyectos invocando q u e le cercenan
Anaces de la Universidad 637

sus rentas, 333 — Queda la Caja de Amortización


como única contribución del Estado al servicio de
la deuda, 335 — El monto de la deuda, 336 — El
precio de las deudas, 336 — De empréstito en em-
préstito, 337 — Los vales de Tesorería, 339 — La
deuda exigible, 340 — Enjuiciamiento de un Minis-
tro, 341 — La enseñanza pública: escuelas prima-
rias, 343 — El estado de la enseñanza, 345 — Los
niños de color, 345 — Instrucciones a los maes-
tros, 346 — La enseñanza secundaria, 346 —
La enseñanza universitaria, 347 — La Sociedad de
Medicina Montevideana, 350 — La acción de la
juventud, 351 — Administración de Justicia: el Có-
digo Civil, 352 — Reorganización de la magistratura
353 — Los Registros de ventas y de hipotecas, 354
—Cárceles, 354 — Higiene pública, 356 — Hospita-
les, 356 — Mejoras municipales, 357 — El Ejér-
cito, 359 — La reforma militar, 360 — La Policía,
360 — La Iglesia contra la Masonería, 362 — Co-
rreos, 362 — Centros y sociedades, 363 — Teatros y
espectáculos públicos, 363 — El cadáver de Arti-
gas abandonado en el rincón de una oficina pú-
blica, 365.

III. Gobierno de Pereira. — 1856 -1860

CAPITULO VII. MOVIMIENTO POLÍTICO 369


Preliminares de la elección presidencial de 1856. La
candidatura de don Gabriel Antonio Pereira, pág.
369 — La candidatura del general César Díaz, 370
—iLos candidatos presentan sus programas, 370 —
Recrudecen las medidas de fuerza, 371 — Compli-
caciones del lado argentino, 373 — La elección de
don Grabriel Antonio Pereira. Manifestaciones die
confraternidad política a que da origen, .375 — Tra-
ta el Presidente electo de independizarse de sus
dos tutores, 376 — Sus primeros actos administra-
tivos, 377 — De nuevo bajo las agitaciones políticas,
379 — Grave agresión contra los diputados conser-
vadores, 379 — Una conjuración de los conservado-
638 Anales de la Universidad

Págs.

res, 381 — Una manifestación de los generales Ori-


be y Flores, 382 — Continúa la intranquili-
dad. El general Flores pide y obtiene autori-
zación para alejarse del país, 385 — De nuevo
los destierros, 387—Los comicios parciales de 1856.
El Presidente Pereira en lucha con el general Oribe,
388—Oribe sale del país, 390 — El resultado de los
comicios, 391—El Senado anula uno de los diplomas,
392 — Elecciones de Alcalde Ordinario, 393 — Una no-
ta tranquilizadora desipués de los comicios, 394—[Em-
pieza de nuevo la agitación electoral, 394 — La pro-
paganda partidista, 397 — La anexión del Uruguay
a las Provincias Unidas del Río de la Plata, 397 —
Toman rumbos distintos los generales del pacto.
[ Uno de ellos se declara gubernista y ©1 otro oposi-
tor, 399 — Los partidarios del Gobierno fundan el
I «Club de la Unión:^, 400 — Los conservadores fun-
dan el «Club de la Defensa», 401 — Un tercer grupo
se coloca entre esos dos, 401 — Cuáles eran los par-
tidos en lucha, 402 — Muere el general Oribe,
402 — El Presidente Pereira recurre a medidas vio-
lentas, 403 — Se realizan los comicios de 1857 en
pleno ambiente revolucionario, 404.
CAPITULO VIII. MOVIMIENTO POLÍTICO 406
El episodio de Quinteros, pág. 406 — El alzamiento
del coronel Brígido Silveira, 406 — Primeras medi-
das que adopta el Gobierno, 407 — La columna del
coronel Brígido Silveira se presenta delante de Mon-
tevideo, 407 — La defensa de la plaza, 409 — Las
divisas de guerra, 410 — Decretos de muerte y
de proscripción, 410 — El Presidente Pereira habla
de renunciar, 410 — El ejército revolucionario que-
da rápidamente vencido, 411 — El gobierno de Pe-
reira rompe relaciones con el de Buenos Aires y
pide su ayuda a los de la Confederación Argenti-
na y'del Brasil, 413 — Los fusilamientos de Quin-
teros, 416 — ¿Fué ese un crimen de partido?, 416 —
Los fusilamientos de Villamayor en Buenos Aires,
417 — Villamayor era uno de los tantos episodios
que ensangrentaban el gran escenario argentino,
Anales de la Universidad 639

PágB.

419 — Tampoco escapa el general César Díaz a las


influencias de la época, 424 — ¿Hubo capitulación
en Quinteros?, 426 — La palabra del general Medi-
na, 426 — ¿Cuántos parlamentarios enviaron los re-
volucionarios?, 428 — Las propuestas de los parla-
mentarios, 429 — La palabra de los prisioneros, 430
— Una carta de don José María Castellanos, 432 —
El pasaporte de los prisioneros, 432 — Cómo descri-
be la capitulación el sargento mayor don Juan Ma-
nuel de la Sierra, 433 — Las órdenes de fusilamien-
to, 434 — Un paréntesis de clemencia para quedar
bien con el Cuerpo Diplomático, 436 — El Gobierno
reitera la orden de fusilamiento, 437 — Las alter-
nativas del Presidente Pereira, 437 — ¿Era más
tolerable el ambiente del campamento del general
Medina?, 438 — El mensaje del Presidente a la
Asamblea haciendo el elogio de los fusilamientos, 439
—^Un debate periodístico sobre Quinteros, 440 —
Quinteros ante un tribunal de imprenta, 442 — Des-
pués de la polémica, 443 — Después de Quinteros.
Manifestaciones de adhesión al Presidente Perei-
ra, 445.
CAPITULO IX. MOVIMIENTO POLÍTICO 449
La acción argentina durante el gobierno de Pereira.
Rompimiento de relaciones con el Gobierno de Bue-
nos Aires, pág. 449 — Actitud del Gobierno de la
Confederación Argentina, 450 — La guerra civil ar-
gentina. Su repercusión entre nosotros, 451 — Un
incidente diplomático ruidoso, 452 — Un artículo
del doctor Juan Carlos Gómez sosteniendo que el
Uruguay debía reincorporarse a la Confederación
Argentina, 455 — Queda subsistente el amago de re-
voluciones ayudadas por el Gobierno de Buenos Ai-
res, 456 — La diplomacia brasileña durante el go-
bierno de Pereira. Liquidando agravios anteriores,
456 — La revisión del tratado de alianza, 458 —
Uno de los tantos movimientos revolucionarios fo-
mentados por la Legación Brasileña, 458 — A pro-
pósito de la exclusión del Uruguay del tratado de
1856 entre la Argentina y el Brasil, 459 — El trata-
640 Anales de la Universidad

Faga.
do de comercio y el de permuta de territorios, 462 —
El tratado de límites. Procedimientos de ejecución
durante el gobierno de Pereira, 463 — Extremos a
que llegaba la absorción brasileña, 465 — Un acta
histórica, 467 — Cuando el Brasil apretaba el torni-
quete era cuando nuestro Gobierno tenía mayor ne-
cesidad de recurrir a su tesoro y a su ejército, 467
—El tratado de neutralización de la República Orien-
tal, 468 — Resistencia que el tratado encuentra en
las Cámaras, 470 — Otro proyecto más amplio de
neutralización, 473 — El proyecto del doctor Joani-
có es sancionado por la Cámara de Diputados, 473
—lEl gobierno de Pereira reanuda su tentativa a
favor del tratado de permuta de territorios, 474 —
La libertad de la prensa durante el gobierno de Pe-
reira, 475 — Nuevas notificaciones a la prensa, 477.
CAPITULO X. MOVIMIENTO ECOXÓMICO 479
Cálculo de la población, pág. 479 — Los esclavos del
Brasil en territorio oriental, 481 — La corriente in-
migratoria, 482 — Franquicias a la inmigración,
483 — Estímulos para la colonización, 484 — La
edificación y la vialidad en la ciudad de Montevideo,
486 — El comercio exterior, 488 — La exportación
ganadera en 1856 y 1858, 489 — Un cuadro más am-
plio de las exportaciones, 490 — El comercio inte-
rior, 491 — Las exportaciones ,de tasajo, 492 — Im-
portación de sal, carbón de piedra y madera, 498 —
Guerra de tarifas en el Plata, 494 — Nuestro inter-
cambio con Italia y España, 496 — Establecimientos
de giro que existían en 1856 — La crisis comercial
de 1858, 497 — La zona franca en la Colonia, 498 —
El Uruguay y el Brasil arriban en 1857 a un trata-
do de comercio con tendencias al libre cambio, 498—•
Trata el Gobierno de propiciarse el apoyo del país,
502 — Pero la prensa de oposición dirige su proa con-
tra el tratado, 502 — El tratado de comercio ante el
Parlamento, 504 — Escasa duración de este tratado,
506 — La cláusula de la nación más favorecida en
los tratados de comercio, 507 — Seguros marítimos,
507 — Navegación de cabotaje, 508 — Obras de aba-
Anales de la universidad 641

Págs.

lizamiento y de iluminación, 508 — Servicios de prác-


ticos lemanes, 509 — El cabotaje en 1858, 509 —
Adhesión del Uruguay a las declaraciones del con-
greso de París, 510 — La libre navegación de los
ríos, 510 — Ferrocarriles y telégrafos, 511 — La in-
dustria ganadera, 512 — Carne para el consumo de
la población, 514 — Precios del ganado y de los cam-
— pos, 514 — Marcas y señales, 515 — El robo de ga-
nados, 516 — La doma de potros por el cloroformo,
516 — La agricultura, 517 — Entre estancieros y
agricultores, 519 — El comercio interno, 519 — Los
montes públicos, 520 — La propiedad de las minas,
521 — Otras industrias, 522 — Tierras públicas, 523
—Bancos y monedas, 524 — La Sociedad de Cambios
y el Banco Comercial, 525 — El Banco Mauá, 526 —
El Banco Nacional de Montevideo, 528 — Bancos de-
partamentales, 528 — Otros bancos, 529 — Reglamen-
tos bancarios de carácter general, 529 — Cifras de
algunos balances bancarios, 529 — La tasa del inte-
rés, 531 — Acuñación de monedas, 531 — El porcen-
taje de cobre en los pagos, 532 — El valor legal de
las monedas de la época, 532 — Cambios sobre Lon-
dres, 533 — Bolsa de Comercio, 533.
CAPITULO XI. MOVIMIENTO ADMINISTRATIVO 535
Cuál era la situación financiera al iniciarse el gobier-
no de Pereira, pág. 535 — Un nuevo cuadro de la si-
tuación financiera, 536 — Cómo cerró el primer año
de la administración Pereira, 538 — Un detalle que
revela la intensidad de la crisis, 538 — Continúan
las estrecheces financieras en 1857, 539 — La epi-
demia de fiebre amarilla agrava la crisis, 541 — El
oro brasileño, 542 — Prosigue la crisis hasta el final
del gobierno de Pereira, 542 — El producto de las
rentas públicas, 543 — Los derechos de Aduana,
544 — La Aduana en poder de particulares, 546 —
El producto de la renta de Aduana, 548 — Papel se-
llado y patentes, 549 — La Contribución Directa, 550
— El impuesto departamental, 550 — El impues-
to de herencias, 551 — El Impuesto de abasto,
652 — Pesca de anfibios, 552 — Correos, 552

IV-41
642 Anales de la üiiiversidad

'Pékgi.

—Descentralización de rentas, 553 — El Presupues-


to de 1856, 555 — El Presupuesto de 1857, 557 — Le-
yes de pensiones y de reforma militar, 558 — El
Presupuesto de 1858, 559 — De déficit en déficit, 560
—'Los presupuestos subsiguientes, 561 — Inventa-
rio de la deuda pública, 562 — La Deuda Consoli-
dada, 562 — Cómo repercute en la Asamblea la de-
nuncia de estos abusos, 564 — La Asamblea declara
cerrada la conversión de los reclamos por perjuicios
de guerra, 566 — Una falsificación de bonos, 567 —
El precio de la Consolidada, 567 — La Comisión
mixta para el arreglo de las reclamaciones franco-
inglesas, 568 — Pide también el Brasil una Comi-
sión mixta, 570 — Los primeros actos de presión de
las Legaciones de Francia y de Inglaterra, 570 —
Conversión de la Deuda Consolidada, 572 — Una
tentativa anterior de la consolidación, 574 — Otras
deudas, 575 — La enseñanza primaria, 577 — La en-
señanza universitaria, 581 — Conferencias de ex-
tensión universitaria, 582 — La Universidad Me-
nor, 583 — Planes de reorganización universitaria,
583 — La enseñanza secundaria privada, 584 — La
enseñanza pública en 1859, 585 — Un amplio pro-
grama de solidaridad americana, 586 — Administra-
ción de justicia. Organización de Juzgados y Tri-
bunales, 586 — Destitución del Tribunal, 588 — Re-
glamento de la Administración de Justicia, 588 —
El Código Civil. Gestiones para su sanción, 589 —
La Cámara de Diputados sanciona el Proyecto de
Código Civil, 590 — La obra de codificación en la
Argentina, 592 — Efectos jurídicos de los matrimo-
nios celebrados en el extranjero, 593 — La ley de
hipotecas, 594 — Estadística judicial, 594 — Una
ejecución de asesinos, 595 — Las cárceles, 596 —
Plazo para los desalojos, 597 — La firma de letrado,
598 — Sobre embargo de rentas públicas, 598 — Los
protocolos de loa escribanos, 598 — Los procurado-
res bajo la dependencia del Tribunal, 598 — Los
servicios de la asistencia pública. Movimiento del
Hospital de Caridad, 599 — Las hermanas de cari-
Anales de la Universidad 643

Págs.

dad, 599 — El Lazareto, 600 — Creación de asilos


especiales, 600 — El presupuesto de beneficiencia,
601 — La lotería, 602 — La epidemia de fiebre ama-
rilla de 1857, 602 — El contagio de la fiebre amari-
lla, 603 — El número de víctimas, 603 — Los recur-
sos, 604 — La traqueotomía en Montevideo, 606 —
Tentativa para reglamentar la prostitución, 606 —
Servicios de higiene pública. Los caños maestros, 606
—Los servicios municipales. Descentralización de
rentas, 609 — El alumbrado a gas, 611 — Otros ser-
vicios y mejoras edilicias, 612 — La Policía, 612 —
El ejército de línea. Procedimientos de remonta, 613
—(Ordenanzas militares, 614 — Tentativas para
realizar la reforma, 614 — La Escuela Militar, 615
—-La Guardia Nacional, 616 — Son trasladados al
cementerio los restos de Artigas, 617 — Fundación
de pueblos, 620 — Obras públicas, 621 — Espectácu-
los públicos. La inauguración del Teatro Solís, 623
—Censura teatral, 623 — Centros de arte y saciabi-
lidad, 624 — Las corridas de toros, 624 — Fiestas
conmemorativas de la independencia, 625 — Inte-
reses eclesiásticos, 625 — El Gobierno expulsa a los
jesuítas, 626 — Otro conflicto con ocasión de la elec-
ción de vicario, 627.

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