Introduccion A La Epistola A Los Filipenses

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La Epístola a los Filipenses -

Introducción
Norbert Lieth
El autor de la Epístola a los Filipenses es el
apóstol Pablo (1:1). Él es mencionado
frecuentemente en la carta. Los destinatarios
son los cristianos en Filipos (1:1).
Contrariamente a otras cartas, la Epístola a
los Filipenses está escrita en un estilo muy
cercano. En comparación, la Epístola a los
Gálatas, por ejemplo, se dirige a varias
iglesias de Galacia. También la Epístola a los
Colosenses es una carta circular, pues tenía
que ser leída también en Laodicea (comp.
Gálatas 1:2 y Colosenses 4:16).
Con alta probabilidad, la Epístola a los
Filipenses fue escrita en el año 61 después de
Cristo. Pablo se encontraba en Roma, en su
primer cautiverio, como podemos leer en los
capítulos 1:13-14 y 4:22. Mientras escribía la
carta, estaba en arresto domiciliario, por lo
tanto disfrutaba de cierta libertad. Los
creyentes de Filipos habían enviado una
ofrenda de apoyo a Pablo, por medio de
Epafrodito. Ya lo habían hecho dos veces
antes, por ejemplo, cuando Pablo se
encontraba en Tesalónica (comp. Filipenses
4:10,15-16,18). Pablo les escribió entonces
para agradecerles el apoyo. Es posible que el
mismo Epafrodito, a su regreso de Roma,
haya llevado la carta a los filipenses (cap.
2:25-30).
La ciudad de Filipos estaba situada en
Macedonia, en el norte de Grecia y fue
fundada por Filipos II de Macedonia. Este fue
el padre de Alejandro Magno. Filipos II había
conquistado la región en el año 357 a. C.,
había ampliado y fortificado la ciudad y le
había dado su nombre. En la época de los
apóstoles, Filipos era la ciudad más
importante en la región: “…Filipos, que es la
primera ciudad de la provincia de
Macedonia”, dice en Hechos 16:12. Fue
ampliada por los romanos para los soldados
veteranos de las legiones romanas. Con esto,
Filipos se convirtió en una colonia romana y,
por lo tanto, los ciudadanos de Filipos tenían
los mismos derechos que los ciudadanos de
Roma. La Biblia de Estudio de John
MacArthur, comenta al respecto: “Filipos se
convirtió en una colonia romana en el año 31
antes de Cristo, y desde entonces gozaba de
libertad (administrándose a sí misma y siendo
independiente del gobierno provincial).
También gozaba de exención tributaria y de
pleno derecho a poseer tierras”.
En el 50 d. C., Pablo quiso partir para su
segundo viaje misionero. Aunque hubo una
diferencia entre él y su compañero de viaje
Bernabé, por causa de Marcos. De manera
que Bernabé y Pablo se separaron. Bernabé
llevó consigo a Marcos, y Pablo a Silas,
como podemos leer en Hechos 15:36-41.
Cuando Pablo y Silas llegaron a Listra,
eligieron y recibieron a Timoteo como
colaborador, lo que leemos en Hechos 16:1-5.
El Espíritu Santo les prohibió llevar a cabo
sus planes de anunciar el Evangelio en la
provincia de Asia (es decir, Asia Menor, la
actual Turquía), como vemos en Hechos
16:6. Cuando estaban en Troas, en la parte
noroeste de Asia Menor, Pablo tuvo una
visión en la noche. Un hombre macedonio le
dijo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”.
Reconocieron en esto la guía del Señor, y
decidieron viajar a Macedonia (Hechos 16:6-
10). De esta manera, el Evangelio llegó por
primera vez a Europa continental.
Después de llegar en barco, vía Samotracia, a
la ciudad portuaria de Neápolis, siguieron
hasta Filipos, la capital de aquella región
(Hechos 16:11-12). Allí contemplaron la
posibilidad de alcanzar a los filipenses con el
Evangelio. Sabían de algunas mujeres que se
reunían a orar a orillas del río, fuera de la
ciudad (Hechos 16:13). El día de reposo,
Pablo y sus misioneros, en vez de ir a la
sinagoga, como de costumbre, se acercaron al
grupo de mujeres. Este hecho nos muestra
que no había muchos judíos en Filipos. Para
fundar una sinagoga, se necesitaban diez
hombres judíos. La ciudad no tenía sinagoga.
Entre las mujeres que se reunían junto al río,
había una vendedora de púrpura de Tiatira
que se llamaba Lidia. Era una mujer temerosa
de Dios, pero probablemente no era judía—
un caso similar al de Cornelio. Después de
escuchar a Pablo, Lidia se convirtió y con ella
toda su familia (Hechos 16:14-15). La
primera persona cristiana en Europa
continental fue, pues, una mujer.
Luego, el apóstol Pablo tuvo un encuentro
con una mujer con espíritu de adivinación. Él
la liberó de un demonio, de manera que ya no
podía adivinar. Pero, la mujer había
proporcionado una considerable ganancia a
sus amos. Había estado doblemente
esclavizada: por un lado por el diablo, y por
otro lado por sus empleadores, que se
aprovechaban de ella para sus propios fines.
Después que el espíritu de adivinación la
había dejado, ya no podía proveerles
ganancias a sus amos. Llenos de ira,
prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron
ante las autoridades de la ciudad. Fueron
acusados, difamados y azotados (Hechos
16:19-20). Luego, fueron encerrados en la
cárcel bajo la más rígida vigilancia. A
medianoche, los dos cantaban y alababan a
Dios. Entonces sobrevino un terremoto, de
manera que las puertas de la cárcel se
abrieron y las cadenas de todos los presos se
soltaron. Finalmente, el carcelero y todos los
que estaban en su casa, encontraron la
salvación por medio de la fe en Cristo
(Hechos 16:23-24). Pablo y Silas fueron
puestos en libertad, y regresaron a la casa de
Lidia. Desde allí, siguieron viaje a
Tesalónica.

Unos ocho años más


tarde, durante su tercer viaje misionero, Pablo
fue arrestado en Jerusalén (Hechos 21:15ss).
Algunos días después, fue llevado a Cesarea
y finalmente a Roma. Allí estuvo preso por
dos años o, con mayor precisión, estuvo en
arresto domiciliario. Fue probablemente hacia
el final de su cautiverio en Roma, que Pablo
escribió su carta a los filipenses. Hechos
28:30 dice que “Pablo permaneció dos años
enteros en una casa alquilada, y recibía a
todos los que a él venían”. Desde allí,
escribió en Filipenses 1:19,26 y 2:24: “Sé que
por vuestra oración y la suministración del
Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi
liberación (…) para que abunde vuestra
gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia
otra vez entre vosotros. (…) Confío en el
Señor que yo también iré pronto a vosotros”.
Así, pues, habían pasado unos diez años entre
la primera visita del apóstol a Filipos y esta
carta. En este lapso, la iglesia en Filipos
había crecido considerablemente, e incluso
apoyaba económicamente a Pablo.
El tema principal en la Epístola a los
Filipenses es el gozo. En solamente cuatro
capítulos, esta palabra aparece dieciséis
veces. Pablo explica a sus lectores, en el
correr de la carta, por qué él siente gozo a
pesar de su cautiverio. Dice que aunque sea
derramado en libación sobre el sacrificio de
su fe, igual se gozará (2:17). Por eso, también
podemos describir la Epístola a los
Filipenses, como la epístola del gozo.
Filipenses 4:4 es el versículo más
representativo y, por lo tanto, el versículo
clave de la carta: “Regocijaos en el Señor
siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”.
Los temas claves son: Cristo, el vivir para mí
(1:21). Cristo, el ejemplo (2:5). Cristo, la
meta (3:14). Cristo, la fuerza (4:13). Además:
la comunión en el evangelio (1:5). La
confirmación del evangelio (1:7). El progreso
del evangelio (1:12). La defensa del
evangelio (1:17). El comportamiento digno
del evangelio (1:27). La fe del evangelio
(1:27). El servicio en el evangelio (2:22). El
combate en el evangelio (4:3). La predicación
del evangelio (4:15). También se pueden
analizar en la carta temas como: la actitud
correcta (1:12-19). La meta correcta (1:20-
24). La vida correcta (1:27-30). El sentir
correcto (2:5-11). La aspiración correcta
(3:12-14). El ejemplo correcto (3:17-21).
Otros temas que encontramos en la Epístola a
los Filipenses, son: ánimo en el sufrimiento
(1:12ss; 2:17-18). Recomendaciones
pastorales acerca del amor, la humildad, la
unanimidad y el empeño (1:8-9; 2:1-2,12;
1:27-30; 2:1-5; 2:12-16; 3:15-17; 4:2-3; 4:5-
9). Advertencia contra los falsos maestros
(3:2,17-19). El no afanarse (4:6-7). El
testimonio acerca de Cristo (2:6-11). El
testimonio personal de Pablo (3:4-14). El
testimonio acerca de Timoteo y de Epafrodito
(2:19-30). El regreso de Jesús en el día de
Jesucristo (1:6.10; 2:16; 3:20; 4:5).
También podemos sacar conclusiones de lo
que no está escrito. En la Epístola a los
Filipenses, no existe ninguna cita del Antiguo
Testamento. La iglesia de los filipenses
estaba formada, mayormente, por cristianos
no judíos. Como no estaban familiarizados
con el Antiguo Testamento, y el ministerio de
Pablo era específicamente el de ser el apóstol
a los gentiles, no citó ningún pasaje
antiguotestamentario en su carta. En la
Epístola a los Romanos la situación era
diferente, ya que había muchos judíos en la
iglesia romana. Además, en la carta a los
filipenses, casi no se encuentra enseñanza
teológica directa. La carta está escrita en un
estilo muy personal.
Tampoco aparece la palabra “pecado” en la
carta. Esto destaca aún más a la iglesia.
Donde no hay pecado, reina el gozo. El
pecado, sin embargo, quita el gozo.
La carta no habla del “día del Señor”, pero sí
del “día de Jesucristo” (1:5,10; 2:16; 3:20;
4:5). Esto se debe, probablemente, a que
Pablo es el maestro para las naciones. Los
apóstoles de los judíos escriben acerca del
regreso de Jesús en gloria para Israel (lo que
corresponde al “día del Señor”), sin embargo,
el apóstol a los gentiles escribe acerca del
regreso de Jesús para el arrebatamiento de la
Iglesia (que es el “día de Jesucristo”).

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