La Acumulación Inicial Condicional de Acciones de Seguel

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ROMERO SEGUEL, Alejandro.

“La acumulación inicial condicional de


acciones”. En La acumulación inicial de acciones en el derecho procesal español.
Barcelona: Editorial Cedecs, 1999.

1. Notas introductorias. La cuestión terminológica


La acumulación condicional es un tema al que nuestra doctrina científica no ha prestado
particular interés en su desarrollo dogmático, aunque no por ello se trata de un asunto
completamente desconocido, especialmente en la práctica judicial. Pues bien, lo primero
que se debe precisar es lo siguiente: la acumulación condicional es una categoría distinta
de la acumulación simple de acciones, radicando la diferencia entre ambas
manifestaciones en la forma como se dispone el petitum de la demanda en la que son
afirmadas varias acciones.
Coinciden acumulación simple y acumulación condicional en su carácter inicial,
esto es, ambas son realizadas por el actor en el acto de demanda1, aunque en todo caso
la condicionalidad no es un atributo exclusivo de la acumulación inicial de acciones2.
En general, se estará frente a una acumulación condicional cuando el petitum de
una demanda con pluralidad de acciones está sometido a una condición (en los términos
que en cada caso se precisaran). Por el contrario, si la petición de protección
jurisdiccional en un proceso con objeto complejo se formula pura y simplemente se trata
de una acumulación simple.
Por otra parte, la acumulación condicional conforma un verdadero género
acumulativo, aunque debe anticiparse que no existe en la doctrina una pauta uniforme
para determinar los tipos que ella comprende, ni tampoco la denominación que debe
darse a los mismos. En efecto, en lo estrictamente terminológico, las especies de
acumulación de acciones que comprendería la acumulación condicional son explicadas
por la doctrina ciñéndose indistintamente a dos criterios: el bipartito, y el tripartito.
El criterio bipartito distingue en la acumulación condicional de acciones dos
concretas manifestaciones: la alternativa y la eventual, aunque dentro de esta última
categoría algunos distinguen entre una acumulación propia e impropia. Esta es la
distinción que de un modo preferente utiliza la doctrina germana para designar a la
alternative klagenhäufung, y la eventualle klagenhäufung, aunque distinguiendo algunos
-como se anticipaba- entre acumulación eventual propia e impropia3.
Paralelamente a la anterior distinción está el criterio tripartito, que es la pauta
seguida de ordinario por la doctrina italiana4, comprendiendo en su seno las siguientes
manifestaciones: el “cumulo successivo” (o condicional en sentido estricto), el “cumulo
eventuale” (o subordinado), y el “cumulo alternativo”.
Nuestra doctrina procesal ha seguido indistintamente en sus explicaciones de la
acumulación condicional de acciones tanto el criterio bipartito como el tripartito5. Tal
diversidad terminológica en la doctrina hispana se puede explicar por la falta de
reglamentación general de la acumulación condicional en nuestro medio, razón por la
cual resulta lícito seguir cualquiera de esa pautas de sistematización, en cuanto son
instrumentos que ayudan a explicar la categoría cumulativa condicional, que tanta
importancia tiene en la práctica procesal.
Tomando partido por alguno de estos criterios, nosotros preferimos optar por el
criterio tripartito, básicamente por entender que la categoría de la acumulación sucesiva
-según se justificará más adelante- tiene una propia fisonomía distinta de la acumulación
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eventual impropia. Así las cosas, en lo sucesivo debe entenderse que la acumulación
condicional de acciones comprende las siguientes manifestaciones: la acumulación
eventual, la sucesiva y la alternativa.
Por otra parte, dentro de estas notas introductorias, conviene anticipar que en el
tratamiento científico de la acumulación condicional convergen una serie de cuestiones
de índole procesal y material respecto de las cuales se justificaría una investigación
autónoma sobre el particular, que excedería los propósitos de nuestra investigación. Por
lo mismo, no pretendemos agotar la rica temática de la acumulación condicional, sino que
nos contentamos con abordar los aspectos que nos parecen más relevantes, dentro de
esta descripción del régimen general que venimos haciendo de la acumulación de
acciones en nuestro derecho. En suma, centraremos nuestra atención en los siguientes
aspectos: 1º) en la justificación que tiene la acumulación condicional; 2º) en la
admisibilidad que cada una de las manifestaciones de la acumulación condicional tiene en
nuestro sistema procesal; y, 3º) en algunos de los problemas procesales que genera la
tramitación y decisión de estas categorías acumulativas.
2. La justificación de acumulación condicional. Breves notas
2.1. Consideraciones generales
La admisibilidad de la acumulación condicional -en general- puede justificarse de varios
modos, que resultan por cierto convergentes. En primer lugar, la aceptación de la
posibilidad de pedir una tutela jurisdiccional con la introducción de un elemento que
condiciona la decisión del juez debe mirarse como el resultado de una verdadera
“espiritualización” de las formas procesales, en cuanto se concibe al proceso más como
un mecanismo tutelar de derechos, que como una manifestación rígida en sus formas de
constitución y desarrollo del mismo. En tal sentido, resulta pertinente recordar con
Calamandrei que el proceso civil es un método impuesto por la autoridad para llegar a la
justicia, esto es, un método de razonamiento, prefijado y ordenado por la ley, que las
partes y los jueces deben seguir por etapas, de acuerdo con una sucesión preestablecida
y una coordinación dialéctica, con el fin de obtener una sentencia justa; y, por otra parte,
que las reglas de derecho procesal -que regulan ese método- son en su esencia ni más ni
menos que máximas de lógica, de buen sentido y de habilidad técnica, traducidas en reglas
obligatorias, características todas que llevan a Calamandrei a postular que el derecho
procesal constituye sustancialmente una técnica del buen razonar en juicio6.
Es justamente dentro del contexto anterior donde entendemos debe situarse la
justificación general de la acumulación condicional de acciones, esto es, como un
mecanismo que sirva para lograr una mayor eficacia en la protección del derecho7.
En igual línea argumentativa, otra razón que sirve para fundamentar la
admisibilidad general de la acumulación condicional, como una categoría más del
fenómeno acumulativo, puede obtenerse del alcance que debe otorgarse al principio
dispositivo. Como se sabe, el principio dispositivo atribuye a los justiciables la posibilidad
de configurar a su libre arbitrio el contenido del objeto del proceso, y en tal línea de
razonamiento resulta lógico concebir la posibilidad de ordenar el petitum de la demanda
según el interés que el actor tenga para la protección jurisdiccional de sus derechos
subjetivos e intereses, introduciendo en él la modalidad jurídica de la condición,
obviamente siempre que dicha actuación se ajuste a las limitaciones que imponen las
reglas de la lógica general y la normativa procesal de ius cogens.
Lo anterior se comprende de mejor forma si se repara en que no es raro, en la
actual configuración del ordenamiento jurídico, encontrar que de una misma situación de
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hecho nazcan varios derechos, los cuales legitiman en modo concurrente la petición de
una misma providencia jurisdiccional, y por lo mismo debe reconocerse la posibilidad de
solicitar la protección jurídica conforme a lo que estime son sus necesidades de tutela
jurisdiccional, conjugando de esa forma razones de oportunidad y de economía procesal
en la protección de los derechos e intereses de las personas8.
Otra base sobre la cual se sustenta la acumulación condicional entre nosotros se
puede obtener del alcance otorgado por la jurisprudencia al principio «pro actione». Este
principio, que es una manifestación más de la garantía constitucional de la tutela judicial
efectiva, se ha configurado como un importante criterio de exégesis legal, «según el cual
debe otorgarse a las normas procesales una interpretación que favorezca el ejercicio de
la acción y la continuación del proceso garantizando la efectividad de los principios de
defensa y contradicción...»9. En su esencia, el principio pro actione viene a establecer una
obligación para los órganos judiciales de interpretar los diferentes requisitos y
presupuestos procesales de un modo más favorable con el derecho constitucional de
tutela judicial efectiva, debiendo rechazarse in limine litis interpretaciones rígidas o
formalistas que puedan privar a las personas del derecho fundamental a dicha tutela
judicial efectiva10; doctrina dentro de la cual defendemos debe admitirse a las personas la
posibilidad de realizar una acumulación condicional de acciones, afirmación que no es
ociosa si se tiene en cuenta que la acumulación condicional no está expresamente
regulada en nuestro derecho procesal, salvo menciones muy aisladas que se indicarán en
su momento.
2.2. Justificación procesal de la acumulación condicional
Desde un plano estrictamente procesal, la acumulación condicional de acciones ha
debido sortear algunos obstáculos teóricos muy concretos en orden a su admisibilidad,
aunque a esta altura, por las distintas aportaciones dogmáticas pueden en buena parte
entenderse superados. De un modo específico, un primer impedimento provenía de la
idea, unánimemente manifestada por la doctrina científica, en orden a que los actos
procesales no pueden estar sujetos ni a condición ni a modo, debiendo producir sus
efectos pura y simplemente, limitación que era predicada tanto para la demanda, como
para la sentencia definitiva11, formulándose la regla prohibitiva de varias formas, pero
siempre coincidiendo en lo fundamental: que los actos procesales deben ser siempre
puros y simples, sin que admitan condiciones ni plazos para su realización, excepto en los
que la ley conceda para este último fin12.
En términos más precisos, se ha establecido como criterio general que «no puede
hacerse depender ningún acto procesal, y mucho menos la presentación de la demanda o
la interposición de un recurso o su retiro, etc., de un acontecimiento futuro
extraprocesal. Esto no concordaría con el significado que tienen estos actos para el
adversario, y también para el tribunal; sus consecuencias, la litispendencia, la suspensión
de la autoridad de cosa juzgada, etc., no pueden quedar en la incertidumbre(...)»13.
Para Gómez Orbaneja, «a diferencia de los actos del derecho civil, los procesales
no pueden someterse a condición ni a plazo. Esta doble imposición afecta a ambas clases de
actos de parte [actos de postulación y actos de causación]. Y rige por igual en el caso que
con el acto procesal se ejercite un derecho potestativo del derecho civil que por sí
mismo los admitiera. La función que en el proceso se cumple no toleraría que una
petición, una alegación o un acto de causación quedasen sometidos al transcurso de un
tiempo, o condicionados suspensiva o resolutivamente a un acaecer futuro y eventual.
Por descontado que la manifestación de que se va a pedir, alegar, desistir, recurrir, etc.,
más tarde, o “en caso de que”, no es todavía el acto de ese contenido anunciado: no
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existe como tal acto»14.
En el fondo, lo que se trata es, lisa y llanamente, evitar todo tipo de inseguridad o
de incertidumbre en el inicio y el término de la relación procesal.
Sin embargo, la misma doctrina procesal ha debido ceder frente a las anteriores
limitaciones formuladas con carácter general, admitiendo excepcionalmente la
posibilidad de someter a condición determinados actos procesales, como es el caso del
acto procesal de demanda, específicamente en lo que se refiere a la acumulación de
acciones. En tal sentido, por ejemplo, se entiende que «la única indeterminación
admisible, a modo de condición, es permitida en la acumulación eventual de pedimentos,
bien sea por razones de fondo o por razones procesales, a fin de precaverse contra las
consecuencias de la preclusión (por ejemplo, para la proposición de excepciones
dilatorias -art. 536-), la acumulación de impugnaciones o de recursos, no cumulativa, la
proposición subsidiaria de la reconvención15, la proposición subsidiaria de prueba por
peritos, etc.»16.
Esta contingencia de someter excepcionalmente a condición los actos procesales
-como lo entiende Rosenberg17- se acepta en cuanto no se introduzca inseguridad si en
un procedimiento de recurso o de demanda, ya abierto, se hace depender una solicitud,
o el hecho de hacer valer medios de ataque o de defensa, de una configuración
determinada de la situación procesal; es decir, de acontecimientos procesales internos, a
saber: del éxito o del fracaso de un acto de parte condicionado, cumplido por ella misma
o por la otra parte.
Por su parte, la posibilidad de acumular condicionalmente las acciones, en los
términos recién expuestos, no ha tenido en la doctrina una explicación uniforme,
situación que se entiende si se considera que otro de los escollos que debió sortear la
admisibilidad de la acumulación condicional dice relación con otra clásica afirmación de la
doctrina procesal, en orden a que al derecho procesal no le son aplicables los preceptos
de derecho material18 y por ende, las condiciones, en cuanto son una elaboración
típicamente de derecho privado. Sin embargo, se reacciona contra la idea anterior,
proclamando la posibilidad de utilizar las condiciones en la configuración del acto
procesal. En este sentido, útil es recordar las palabras de Carnelutti, cuando de un modo
general proclamaba que: «es un fenómeno observado desde hace varios siglos que los
efectos jurídicos de un acto pueden depender no sólo del modo de ser del acto en sí y
también de su posición respecto de otros actos o hechos, en su conjunto, sino también
de un particular hecho diverso...»19.
Ahora bien, del fenómeno anterior lo que ha llamado especialmente la atención-
continúa Carnelutti- es que el efecto de los contratos o, en general, de los negocios
jurídicos pueda subordinarse por las partes a un acontecimiento futuro, cierto o incierto,
en el sentido de que de su producción dependa que dicho efecto se produzca o no. A ese
evento se le ha dado el nombre de término o de condición, atribuyéndose a ellos el
carácter de elementos accidentales, en contraste con sus elementos esenciales20.
En lo que interesa destacar, Carnelutti, después de las anteriores precisiones,
concluye que la condición voluntaria [esto es, no legal], aun cuando se haya revelado a la
observación en el campo de los negocios, no es un fenómeno limitado a éstos y mucho
menos a los negocios de Derecho privado, sino que resulta plenamente aplicable a los
negocios de Derecho público, extensión que se explicaría en la medida que el concepto
de negocio jurídico se ha venido aplicando a la elaboración de los actos de Derecho
público, trasplantando a este terreno también las nociones de condición y de término,
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suspensivo o resolutivo21.
Por otra parte, aceptada sin más la posibilidad de condicionar el petitum de una
demanda, con las limitaciones propias de los actos procesales, la misma doctrina procesal
se ha preocupado de determinar si la condición a que se sujetan las acciones en una
misma demanda es de tipo resolutivo o de tipo suspensivo. La cuestión tiene importancia
teórica para efectos de determinar desde cuando se debe entender que surte efecto la
litispendencia de las acciones, especialmente las que están sometidas a condición. En tal
sentido, la doctrina germana mayoritariamente ha postulado que se trata de una
condición interpuesta con efecto resolutivo, y por lo mismo la acción subsidiaria o
eventual entra en estado de pendencia inmediatamente, al igual que la principal,
quedando condicionada resolutoriamente dicha litispendencia “ex tunc” al evento de que
se admita o rechace la acción principal22. En otros términos, bajo el prisma de la doctrina
germana la acumulación condicional de acciones lo que produce es un estado de
litispendencia pleno e inmediato, pero precario, ya que está condicionado en sentido
resolutivo, siendo lo peculiar de este estado el poder resolver íntegramente y
retroactivamente ipso facto la acción condicionada por el cumplimiento del evento
condicionado23. En nuestra doctrina sólo Prieto-Castro toma partido, aceptando la tesis
de la doctrina alemana del condicionamiento resolutivo de la acción24.
Por último, esta posibilidad que se reconoce de someter el acto procesal de
demanda a la modalidad jurídica de la condición, a lo que apunta es a conseguir que el
actor obtenga con ello un determinado efecto jurídico en la concesión de la tutela
jurisdiccional, efecto que no se presenta de igual forma en todas las hipótesis de
acumulación condicional (eventual, sucesiva y alternativa), sino que viene determinado
por la estructura del tipo acumulativo de que se trate. Por decirlo en los términos: el
sometimiento a condición del acto procesal de demanda permite adecuar mejor a las
necesidades del actor la petición de tutela jurisdiccional, situación que se abordará en
particular cuando examinemos cada uno de los tipos acumulativos que comprende la
acumulación condicional de acciones.
3. La acumulación eventual (o subsidiaria) de acciones
3.1 Delimitación conceptual
No existe en nuestra legislación procesal una definición de lo que debe entenderse por
acumulación eventual de acciones. Frente a tal omisión nuevamente ha sido la doctrina
científica la que se ha encargado de delimitar los contornos de esta especie acumulativa
de tipo condicional, coincidiendo generalmente en sus rasgos fundamentales. En tal
sentido, se precisa que la acumulación eventual o subsidiaria de acciones, en explicación
de Prieto-Castro25, es aquella en la que de un solo fundamento (causa petendi) se hace
derivar una pluralidad de pedimentos, o con una diversidad de fundamentos se formula
un único pedimento, o a base de una pluralidad de fundamentos se consigna una
pluralidad de pedimentos, de tal suerte enlazados que el segundo o posterior
fundamento sólo se entiende empleado subsidiariamente, esto es, para el caso
(eventualidad) de que el primero o anteriores no sean considerados aptos para fundar el
pedimento de que se trata, o bien el segundo o posterior pedimento únicamente se
repute como formulado en igual supuesto, es decir, para el caso de que el primero o
anteriores pedimentos no sean estimados.
De un modo más llano, se concreta el concepto de acumulación eventual (o
subsidiaria) diciendo que es aquella en la que el actor no persigue la estimación de todas
las pretensiones, sino sólo de una de ellas, pero según un orden de preferencia que él
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establece26; o en términos más simples todavía: la acumulación eventual existe si el
demandante ejercita una acción para el caso de que no prospere la ejercitada en primer
lugar27.
Como se puede apreciar en la estructura interna de la acumulación eventual
existen siempre dos acciones: la principal, y la subsidiaria, que se encuentran
indefectiblemente en una relación de exclusión o contradicción, en términos que el
órgano jurisdiccional sólo puede conocer de la acción afirmada como subsidiaria cuando
es desestimada la acción principal.
En todo caso, debe advertirse que la acumulación eventual no significa necesaria y
exclusivamente que se dé entre dos acciones, puesto que es factible que esa relación de
subordinación se pueda presentar entre una serie de acciones, que se afirman
escalonadamente por existir entre ellas esa relación de exclusión o de contradicción, que
es la esencia de este tipo acumulativo.
Como se puede apreciar, en la acumulación eventual de acciones media entre
todas ellas una relación de subordinación negativa, esto es, hay una que se plantea como
principal y su desestimación se pone como condición para que el Juez se pronuncie sobre
la otra (la acción subsidiaria)28.
Insistimos una vez más en que lo distintivo de la acumulación eventual es que el
Juez no podrá entrar a conocer de la acción subsidiaria hasta que no resuelva la que fue
afirmada con carácter de principal. Pero si es admitida la principal, no podrá entrar a
juzgar de las acciones acumuladas eventualmente, pues si así lo hace infringirá el deber de
congruencia procesal. En efecto, con la acogida de la acción principal no existe obligación
del juez de pronunciarse sobre el resto de las acciones eventualmente acumuladas, por
cuanto habrá desaparecido el interés procesal de obtener una tutela que fue concedida
con la admisión de la acción antes acogida; esto es, no se tendrá respecto de las acciones
subordinadas a la que fue admitida el interés que es la medida de toda acción29.
Ahora bien, el hecho de que sea admitida la acción principal no significa la
desestimación de la acción o acciones accesorias30, ello sin perjuicio de que, por las
relaciones existentes entre las acciones en el orden material, lo lógico será que falte el
interés para ser deducida esa acción o acciones que no fueron resueltas en un juicio
posterior.
Los atributos antes apuntados de la acumulación eventual de acciones la
convierten en una categoría singular, que es necesario confrontar con las otras
manifestaciones del fenómeno cumulativo. Se distancia de la acumulación sucesiva en que
en esta última existe una o más acciones cuya admisibilidad depende del acogimiento de
una acción principal, mientras que en la acumulación eventual la admisión de la acción
principal imposibilita que se pueda entrar a conocer del fondo de la acción que fue
formulada con carácter de subsidiaria (o eventual).
Asimismo, la acumulación eventual se diferencia de la acumulación alternativa en
que, en esta última, no hay ninguna acción que dependa del rechazo de otra para que el
Juez pueda pronunciarse sobre ella, puesto que se presenta el petitum de un modo tal que
se solicita una u otra acción indistintamente.
Por último, la acumulación eventual se distancia de la acumulación simple de
acciones en que, en esta última categoría, las acciones son afirmadas en un mismo acto,
para que si concurren los presupuestos procesales y las condiciones de admisibilidad de
cada una de las acciones afirmadas puedan ser acogidas todas ellas en la misma sentencia
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definitiva, sin que exista entre las acciones acumuladas ningún tipo de condicionamiento.
3.2. Objeciones formuladas contra la acumulación eventual. El principio de la eventualidad como
fundamento
Desde el punto de vista teórico a la acumulación eventual de acciones se le ha formulado
en la doctrina algunos reparos, que apuntan justamente a criticar el sello característico de
esta especie acumulativa; se observa que en ella se estarían aduciendo en un mismo pleito
afirmaciones de hecho contradictorias entre sí y una afirmación incompatible con la
afirmación establecida principalmente implica la retirada de la última31.
Sin embargo, la doctrina refuta esa crítica por partir del erróneo supuesto de
atribuir a la afirmación de las acciones el carácter de medio de prueba destinado a influir
sobre el juez por su valor de veracidad, cuando, en realidad, la afirmación no es medio,
sino objeto de prueba, razón por la cual, cuando una parte formula eventualmente una
afirmación incompatible con otra principalmente establecida, cuenta con la posibilidad de
que el medio principal de ataque o de defensa no triunfe, sobre todo que no se puede
probar32.
A la objeción anterior se puede responder, además, considerando que la
estructura interna de la acumulación eventual de acciones viene determinada por la
realidad material a la que tradicionalmente esta acumulación sirve de instrumento en la
tutela jurisdiccional del Derecho. En efecto, desde el punto de vista material la
acumulación que nos ocupa es el mecanismo de que se vale una persona para afirmar en
una misma demanda varias acciones que sirven para tutelar derechos que están en
relación de concurso. Ahora, si el actor solicita en un mismo acto de demanda la tutela de
sus derechos concurrentes, estableciendo un orden de prioridad en la petición de
protección jurídica (la eventualidad), ello no puede considerarse como alegaciones
contradictorias, puesto que justamente la introducción de la eventualidad determina la
superación de cualquier contradicción en esa actuación procesal. La contradicción entre
afirmaciones se daría sólo si se pidieran la concesión de estas tutelas contradictorias
entre si a la misma vez, cuestión que sabemos está prohibido en nuestro derecho por el
artículo 154 nº 1 de la L.E.C.
Todo este mecanismo de la acumulación eventual viene desde hace tiempo
siendo justificado en el principio del procedimiento conocido como “principio de la
eventualidad”33, cuyo contenido, en lo sustancial, apunta a facilitar que en un mismo
momento o trámite procesal se puedan realizar varias alegaciones u oponer varias
excepciones, o alegar incluso varios medios de prueba a la vez; todo lo anterior, con la
finalidad de evitar los efectos extintivos que puede acarrear la existencia de una regla de
preclusión en el proceso, procurando que en un mismo acto de parte se realicen todas
las posibilidades procesales de actuación, para que si alguna de las alegadas
preferentemente no prospera puedan ser acogidas las siguientes, que vienen articuladas
o aducidas secundum eventum litis34. Lo anterior, obviamente, es sin perjuicio de los otros
principios y argumentos que justifican en general la acumulación condicional de acciones,
en los términos antes explicados35.
En otras palabras, este tipo de condicionamiento de los actos procesales, que es
la “eventualidad”, apunta a admitir la posibilidad de emprender un acto para el caso de
que otro semejante, intentado principalmente, sea infructuoso. Su génesis deriva del
principio del mismo nombre, que, siendo de origen italiano, se desarrolló en el derecho
procesal común alemán, y que imponía a las partes la necesidad de alegar todos sus
medios de ataque y de defensa de una vez, es decir, formulando siempre el posterior para
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el caso (in eventum) de que el anterior no tuviera éxito36.
Desde otro ángulo, se advierte que con el principio de eventualidad referido a la
acumulación de acciones se trata de evitar que el proceso se demore, permitiendo al
actor que de una vez proponga todos los medios de ataque que pretende hacer valer,
aunque por el momento resulten inútiles, ya que pueden ser útiles, por las derivaciones
posibles de la litis (in eventum)37.
En todo caso, hay que precisar que la vigencia del principio de eventualidad en la
acumulación de acciones necesita de alguna matización, que se impone desde la actual
configuración del proceso civil. En efecto, es tradicional en materia de excepciones
(“dilatorias” y/o perentorias) y de prueba que se imponga una rígida regla de preclusión,
por la vía de establecer al demandado una verdadera “carga procesal” en la alegación
conjunta de todas las excepciones y medios de prueba38 que tenga, debiendo oponerlas y
proponerlas, respectivamente, en un solo acto, so pena de preclusión procesal39.
Pues bien, entendemos que tal efecto preclusivo no rige con igual intensidad en
materia de acumulación de acciones, toda vez que, por efecto del principio dispositivo, la
configuración del objeto del proceso corresponde exclusivamente al actor, no existiendo
ninguna obligación o carga procesal de acumular eventualmente todas las acciones de que
disponga. Lo anterior no obsta a que por razones de economía procesal o anhelos de
alcanzar una mayor certeza jurídica, el actor se vea compelido a realizar una acumulación
eventual de acciones en una misma demanda40, pero, insistimos, ello no es prescriptivo.
3.3.Reglamentación legal de la acumulación eventual
Desde una perspectiva histórica la acumulación eventual de acciones forma parte de
acervo jurídico procesal español, existiendo vestigios de su reconocimiento en las
lucubraciones de algunos prácticos, que contra la rígida regla de ley VII, Titulo X, Partida III,
que reconocía genéricamente la posibilidad de acumular todas las acciones que competen
a un mismo sujeto contra otro, siempre que no sean contrarias entre si ,“Ca si tales
fuessen non lo podria fazer”, llegaron gradualmente a admitir como una categoría más la
que aquí venimos designando como acumulación eventual o subsidiaria de acciones. Lo
anterior se puede verificar nítidamente en la exposiciones del Conde de la Cañada, en el
Febrero Novísimo, de Eugenio Tapia en las enseñanzas De Vicente y Caravantes, que ya
fueron objeto de nuestro estudio en la primera parte de esta investigación41.
No obstante, los legisladores procesales del siglo pasado no regularon
expresamente esta categoría acumulativa ni en la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1855 ni
en la estructura original de la actual Ley de Enjuiciamiento Civil de 188142.
De un modo excepcional la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881 contiene
actualmente -específicamente desde la Ley 34/1984, de 6 de agosto- una puntual reseña a
la acumulación eventual en la regla número 15 del artículo 489: «si se ejercitan dos o más
acciones de manera alternativa o con carácter subsidiario, de suerte que la estimación de
una excluya la de otra se atenderá sólo al importe de la que alcance mayor valor»43.
Por su parte, prescindiendo de esa puntual referencia, debe considerarse que en
una exégesis estricta y literal de las normas contenidas en el Título IV del Libro I de la
L.E.C., relativas a la acumulación de acciones, se podría sostener cómodamente que en su
estructura la ley ritual civil no admite esta acumulación de acciones, por cuanto prohíbe
la acumulación de éstas cuando sean “incompatibles entre sí” (arts. 153 y 154 nº 1 L.E.C.).
Inclusive, la misma ley procesal se encarga de precisar que existe tal incompatibilidad
cuando las acciones se «excluyan mutuamente o sean contrarias entre si, de suerte que la
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elección de la una impida o haga ineficaz el ejercicio de la otra» (art. 154 nº 1.º) y esas
limitaciones son justamente las que por naturaleza siempre acompañarán a la
acumulación eventual de acciones.
Sin embargo, razones de diversa índole han llevado a nuestra doctrina y
jurisprudencia, desde hace bastante tiempo a admitir claramente la procedencia de esta
peculiar forma de acumulación de acciones de tipo eventual. En este sentido, más
contundente no puede ser la siguiente pauta del Tribunal Supremo, al disponer que: «...el
número primero del artículo 154 de la Ley de Enjuiciamiento Civil lo que prohíbe es el
ejercicio simultáneo de acciones que se excluyan mutuamente o sean contradictorias
entre sí, pero no el ejercicio alternativo o subsidiario [eventual] de las mismas, en el que
queda eliminada la contradicción que podrá comportar su ejercicio simultáneo...»44.
Por otra parte, avala la admisibilidad de la acumulación eventual unánimente la
doctrina procesal, que incluso precisa que los requisitos procesales de la acumulación
simple de acciones le son aplicables a la acumulación eventual45, salvo la determinación de
la competencia objetiva por razón de la cuantía, y lo que dice relación con el
pronunciamiento en cuanto al fondo de las acciones afirmadas, que debe respetar la
condicionalidad propia de la acumulación eventual, según pronto se explicará. En todo lo
demás, rigen exactamente las mismas soluciones que se expusieron para la acumulación
simple de acciones.
En materia de determinación de la cuantía la peculiaridad que presenta la
acumulación eventual está contenida en el articulo 489 nº 15 de la L.E.C., antes citado.
Esta regla significa que para la determinación de la cuantía, a diferencia de lo que ocurre
con la acumulación inicial simple, las acciones acumuladas eventualmente “no han de
sumarse”46 entre sí, sino que se debe atender sólo al importe de la que alcance mayor
valor47. En todo caso, debe constatarse que el precepto recién transcrito está formulado
con una redacción verdaderamente lamentable, pero en todo caso hay que entenderlo
referido a la acumulación eventual, no obstante su equivoca mención a la acumulación
alternativa, ello porque la referencia de la parte final, en cuanto precisa que «la
estimación de una excluya la de otra», es un típico efecto de la acumulación eventual de
acciones48.
3.4. Límites internos de la acumulación eventual
La acumulación eventual de acciones como instrumento procesal puede ser utilizado
para solicitar la protección jurídica en un amplio espectro de situaciones de derecho
material, pero debe reconocerse que tal posibilidad de actuación tiene ciertos límites,
que justamente provienen de esa relación interna que deben presentar las acciones
acumuladas. A modo de enunciación, la acumulación eventual servirá para hacer valer una
pretensión con causas de pedir distintas pero tendentes a conseguir para el actor un
mismo fin económico (por ejemplo, solicitar el pago de una cantidad de dinero invocando
una letra de cambio y eventualmente la relación causal); se podrá acumular
eventualmente a una acción de condena otra acción declarativa sobre el mismo derecho;
se podrá acumular en una misma demanda una acción de cumplimiento y eventualmente
la de resolución del mismo contrato; se podrá solicitar la nulidad de un testamento y
eventualmente el reconocimiento de la legítima49.
En efecto, aunque la acumulación eventual de acciones sea una figura
comúnmente aceptada, la misma doctrina ha ido decantando su extensión en términos
tales, que los presupuestos de la acumulación eventual no pueden crearse
arbitrariamente. Dicho en otros términos, la limitación intrínseca de la acumulación
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eventual proviene de considerar que los instrumentos procesales, por regla general, no
pueden dar respuesta a problemas hipotéticos o previsibles, sino que, por el contrario,
en su normal funcionamiento deben actuar ante hechos de la realidad consumados
históricamente, o a lo más en curso de producción (como es el caso de las condenas de
futuro)50.
Desde otro ángulo, la doctrina procesal ha venido estableciendo las relaciones
que deben verificarse internamente entre las acciones que son acumuladas en forma
eventual. Por un lado están aquellos que fijan como condicionamiento interno de las
acciones acumulables en forma eventual la existencia de una relación de concurrencia o
de exclusión. La elaboración de Goldschmidt es una clara muestra de esta tendencia: «...la
acumulación eventual de varias acciones requiere que los fundamentos de la demanda
eventual alegados estén en una relación de concurrencia o exclusión respecto de los
principales, y que el pedimento eventual se halle con el principal en una relación de
exclusión»51. Precisa este mismo autor que existe una relación de concurrencia cuando
una y la misma consecuencia jurídica se basa en varios tipos jurídicos; y hay exclusión
cuando de varios tipos o consecuencias jurídicas sólo uno u otro puede ser fundado52.
En igual línea que la anterior, aunque en términos más lacónicos, para Schönke53
es necesario que la acción principal y la eventual se deriven de hechos fundamentalmente
iguales y que en lo esencial persigan la misma finalidad; de hechos completamente
diferentes no puede deducirse una acción principal y otra eventual.
Por su parte, para Rosenberg54 la acumulación eventual se restringe a dos
hipótesis, a saber: cuando de un mismo acontecimiento se derive una pretensión
principal y otra accesoria, o bien, cuando se deriven de acontecimientos distintos una
pretensión principal y una accesoria. Se trata de una categoría, según este autor, que
debe admitirse tanto cuando las dos pretensiones se excluyen mutuamente como
también ante el evento de que la pretensión supletoria se dirija jurídica o
económicamente al mismo fin o a uno equivalente al de la pretensión principal.
Para Chiovenda las acciones acumulables en forma eventual pueden estar
relacionadas por tener en todo o en parte el mismo fundamento (ejemplo: acción para la
prestación y acción subordinada para el equivalente), o bien tener fundamentos
diferentes, pero compatibles entre sí (acción cambiaria y acción subordinada de la
relación fundamental), o por último, las acciones pueden tener fundamentos
incompatibles, pero relacionados a una misma situación jurídica (acción de un heredero
legítimo para la nulidad de un testamento y subordinada para la prestación de un
legado)55.
En nuestra doctrina el tema de la relación interna en que deben encontrarse las
acciones acumuladas eventualmente no ha merecido mayor atención. Aisladamente,
Fernández López manifiesta que, «mientras las peticiones sean claras y estén
debidamente jerarquizadas, no existen límites -salvo la pura irracionalidad- al número de
acciones que pueden acumularse eventualmente. En la práctica puede y debe servir para
cubrir todas las eventualidades posibles, cuando la relación jurídica material no esté del
todo clara y sea indiferente al actor resarcirse de uno u otro demandado o de ambos
conjuntamente»56. En nuestro concepto, esa regla apunta a una consideración
cuantitativa de la acumulación eventual. Tiene razón Fernández López al señalar que la
acumulación eventual no tiene limites en el número de acciones, pero otro tema es la
relación que debe existir entre las acciones acumuladas eventualmente, aspecto sobre el
cual entendemos no se pronuncia el autor, aunque se desprende implícitamente de sus
explicaciones la aceptación de ciertos limites dados por la no irracionalidad, concepto
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
este último que resulta criticable por escapar a lo estrictamente jurídico.
Pues bien, delimitar la relación en la que deben encontrarse las acciones
acumuladas eventualmente no es una discusión meramente académica, sino que cobra
relevancia a la hora de distinguir esta categoría de las restantes clases acumulativas,
especialmente de la inicial simple y la sucesiva, a la vez que, determina una posible causal
de acumulación indebida si las acciones son afirmadas sin considerar los límites internos
que entendemos se presentan entre las acciones, y que justamente determinan la
necesaria utilización de este tipo acumulativo y no de cualquier otro57. En efecto,
compartimos el criterio doctrinal que defiende la existencia de una relación interna entre
las acciones acumulables eventualmente, ya por vía de exclusión entre éstas, ya por la
existencia de una relación de concurrencia entre acciones hacia un mismo fin o
satisfacción de un mismo interés del actor. En efecto, si no existieran tales vinculaciones
materiales entre las acciones, en rigor no serían objeto de una acumulación eventual, sino
que podrían ser acumuladas de cualquiera otra forma, esto es, simple o sucesivamente,
según la relación interna que se constate entre las acciones afirmadas.
Presupuesta la anterior relación interna entre las acciones -por concurrencia o
por contradicción-, nace la interrogante de qué ocurre en aquellos casos en los que el
actor en una misma demanda acumula acciones que son contradictorias o concurrentes
entre si, pero sin utilizar el mecanismo de la eventualidad58. El típico caso que se puede
apuntar en este sentido seria, por ejemplo, que se pidiera conjuntamente el
cumplimiento de un contrato de compraventa y su resolución por incumplimiento. Si así
fuera, estimamos que se está en presencia de una indebida acumulación de acciones, por
ser contradictorias entre sí, hipótesis ante la cual -según nuestro entender- el Juez queda
impedido de resolver sobre el fondo del asunto, puesto que, al entrar a conocer de
ambas acciones a la vez, estaría atentando contra el deber de congruencia que debe
observar toda sentencia judicial, debiendo por lo mismo dictar una sentencia absolutoria
en la instancia de todas las acciones que siendo contradictorias o concurrentes debieron
ser acumuladas eventualmente59.
En todo caso, debe reconocerse que la propuesta de estimar como una hipótesis
de acumulación indebida de acciones la que se produciría con la afirmación
incondicionada (“simple”) de acciones contradictorias o concurrentes entre si, se ve
limitada por la sugerencia de algún sector de la doctrina que pretende reducir el tema de
la acumulación de acciones a un asunto de mera interpretación del juez, con la
consecuencia de que podría entrar a corregir el vicio antes apuntado, y por ende,
concluir que se trata de una acumulación eventual, aunque formalmente no se haya
solicitado de tal manera. Concretamente, postula esta tesis Prieto-Castro, cuando afirma
que «corresponde al juez interpretar las alegaciones del actor que supongan una
acumulación siempre en el sentido de la utilidad y economía del proceso, y en caso de
que no sea posible descubrir si efectivamente existe tal acumulación o la clase de ella
propuesta por el demandante, o si ésta sea admisible, deberá no considerarla, a menos
que haya margen para darle el tratamiento de eventual»60. En otros términos, sustenta
este autor que este tipo de acumulación -la eventual- no necesita de formulaciones
expresas pudiendo ser estimada por el Juez mediante una simple interpretación procesal,
cuando aparezca que existe la voluntad de someter a conocimiento judicial el cúmulo de
fundamentos (títulos) o de objetos (pedimentos) con el grado que es propia de la
eventualidad61.
Por nuestra parte, nos parece criticable el planteamiento anterior, básicamente
porque no vemos cómo podrá determinar el Juez qué acción tiene carácter de principal,
La acumulación inicial condicional de acciones
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y cuál el carácter de eventual -cuando éstas se excluyen entre si-, sin que ello signifique un
verdadero acto de disposición patrimonial, con directas repercusiones en el derecho
sustancial del actor si es acogida la acción. Dicho de otra forma, si bien es cierto que el
Juez debe contar con facultades de dirección en el proceso, no es menos cierto que el
principio dispositivo establece que el objeto del proceso lo fija el actor, y no el Juez. Por
lo mismo, frente al trance de una indebida acumulación de acciones, por no haber sido
éstas afirmadas por el actor en forma eventual, la solución debe provenir de la propia
parte, a quien debiera darse la oportunidad de subsanar el defecto, aclarando qué acción
es la principal y cual se afirma eventualmente62. Lo anterior es sin perjuicio de las
hipótesis de acciones que están en relación de concurso simple o propio donde
estimamos que sí es factible la posible interpretación por parte del órgano jurisdiccional
del tipo acumulativo eventual, pues se trata de dos o más acciones que tutelan un mismo
derecho.
Desde otro punto de vista, exactamente contrario al anterior, postulamos que si
se trata de una acumulación que se formula por el actor en términos eventuales, pero en
la cual las acciones no están en relación de concurrencia ni de exclusión, debe entenderse
que se está frente a una acumulación simple o sucesiva -según la relación interna
existente entre acciones-. Se trata, en rigor, de una situación de improbable ocurrencia
pero no por ello imposible, como seria el caso, por ejemplo, de que se pida la
indemnización de perjuicios, y eventualmente, para el evento de que no prospere la
acción resarcitoria, que se declare un derecho de usufructo que tendría el actor sobre
una finca del demandado. Ahora, si se está ante esa infrecuente hipótesis, insistimos, se
debe resolver la acumulación como una hipótesis de acumulación simple o sucesiva,
básicamente porque al acoger ambas acciones a la vez no se vulneraría los límites que
impone el principio de congruencia procesal, ni tampoco se contradice el límite que fija el
principio dispositivo, puesto que no se trata de derechos ni excluyentes ni concurrentes.
Por lo mismo, un desliz del actor en este sentido no puede interpretarse como una
hipótesis de indebida acumulación de acciones, pues se trata de un error meramente
material, que desde el punto de vista jurídico no tiene ninguna trascendencia.
3.5. La acumulación eventual de acciones subjetiva-objetiva
3.5.1. Planteamiento doctrinal
Tradicionalmente en la doctrina, el desarrollo de la acumulación eventual de acciones ha
estado vinculado a un tipo de ella, la acumulación objetiva que existe entre un actor y un
mismo demandado, discutiendo los autores si es posible que se dé la acumulación
eventual en la relación litisconsorcial voluntaria (acumulación subjetivo-objetiva). Un
sector de la doctrina de un modo general niega la posibilidad de trabar una relación
litisconsorcial en la que se deduzca frente a uno de los litisconsortes acumulativa y
eventualmente una acción para el evento de que no prospere la interpuesta frente a otro.
Por ejemplo: A afirma una acción contra B y otra contra C, sometiendo esta segunda a la
condición de que no prospere la interpuesta contra B; esto es, no se podría acumular una
acción contra un litis-consorte pasivo eventualmente para el caso en que se desestime la
demanda contra otro de los litisconsortes63. En tales casos, se dice, «habría que
desestimar la demanda eventual, puesto que ni se puede poner como condición
resolutoria de la litis-pendencia la decisión de otro pleito, ni puede exigirse de un
demandado que concurra a un proceso cuya pendencia puede resolverse sin su
consentimiento»64.
Desde otro punto de vista, pero en igual orientación que la anterior, la doctrina
estima que «cuando el actor demanda conjuntamente a dos personas, pero pide la
La acumulación inicial condicional de acciones
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condena del segundo solamente para el caso de que se desestime la demanda contra el
primero, es de estimar que la demanda contra el segundo sólo ha sido presentada
condicionalmente debiendo ser desestimada como inadmisible(...)»65.
En sentido inverso al anterior, otra vertiente de la doctrina procesal admite la
posibilidad de una acumulación eventual de acciones en el litisconsorcio facultativo,
entendiendo que no existen mayores problemas para ello. Este es el caso, a modo de
ilustración, de Rosenberg, que postula que no existe inconveniente para admitir como
eventual una acumulación subjetiva de demandas, ilustrando su opinión de la siguiente
forma: «así, por ejemplo, la demanda por el pago contra A, pero si fuese nula la
transmisión de la deuda a A, contra el deudor original B, o en el caso de que surja de las
mismas circunstancias una pretensión contra A o contra B; o la demanda de A por pago
y, si fuese nula la cesión a éste, la demanda del acreedor primitivo B66.
En la doctrina italiana, dentro del desarrollo dogmático de los tipos
litisconsorciales, Allorio expresamente acepta el “litisconsorcio eventual”, como una
categoría que se utilizaría en aquellas situaciones en que, por la falta de certeza en torno
a la persona del sujeto pasivo de una relación controvertida, o en que por no estar clara
la relación jurídica controvertida, o no resultar claro el comportamiento de un
determinado sujeto en una específica relación jurídica, se opta por trabar una relación
litisconsorcial pasiva, en la que eventualmente se solicita la condena de un sujeto, o en
subsidio, la del otro demandado. Los típicos casos que se apuntan como hipótesis de
litisconsorcio eventual se darían en aquellas situaciones en las que no se sabe si una
determinada persona contrató a nombre de otro o en beneficio personal, debiendo por
lo tanto demandarse a los dos, eventualmente67.
En nuestra doctrina existen algunos pronunciamientos que admiten
expresamente la figura del litis-consorcio eventual. Así, por ejemplo, Serra Domínguez68,
designa a esta figura como litisconsorcio subsidiario, encontrando su justificación -a falta
de sanción legal- en necesidades de orden práctico, como podría ser en la demanda
conjunta contra el deudor principal y el fiador que no ha renunciado al beneficio de
excusión.
En la misma línea anterior, Cordón Moreno69, comentando la STS de 31 de marzo
de 1984, también admite la posibilidad de la acumulación subjetiva de tipo eventual.
Concretamente, propone este autor como ejemplo de esta manifestación litisconsorcial
aquella situación en la que el actor afirma varias acciones encaminadas a obtener del Juez
la indemnización de daños y perjuicios derivados de responsabilidad extracontractual,
pero sin pretender la condena por responsabilidad solidaria o mancomunada, sino tan
solo de aquél o aquéllos que fuesen responsables conforme a derecho.
También en el plano meramente casuístico, sin formular una regla general al
respecto, se admite entre nosotros la posibilidad de un litisconsorcio eventual en materia
de acciones tendentes a obtener el pago de una pensión de alimentos, en el supuesto que
se presente una pluralidad de obligados, específicamente cuando exista duda sobre la
aplicación concreta del orden de prelación del artículo 144 del Código Civil, siendo
conveniente para el alimentista acumular eventualmente sus pretensiones, esto es,
pidiendo la condena del obligado u obligado de grado posterior, para el caso de que no
fuera estimada respecto de los obligados preferentes70.
Por nuestra parte, entendemos que el litisconsorcio eventual es una figura
plenamente admisible entre nosotros, con tal que se cumplan los presupuestos causales
del artículo 156 de la L.E.C71. Con todo, debe reconocerse que la falta de un mayor
La acumulación inicial condicional de acciones
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desarrollo de la acumulación eventual litisconsorcial, tanto en nuestra doctrina como en
la jurisprudencia, con las salvedades recién apuntadas, es fruto del régimen de conexión
procesal que a propósito del litisconsorcio facultativo se ha ido imponiendo en nuestro
medio72. En efecto, si se entiende que existe una “solidaridad procesal”, que inclusive
nace con la sola afirmación del actor, no se presentan mayores problemas a la hora de
demandar a varios sujetos, puesto que no será necesario recurrir a una construcción
muy elaborada para justificar la admisibilidad de una relación litisconsorcial voluntaria.
Por decirlo de otra forma, en la práctica judicial basta que se demande pura y
simplemente a varios, con tal que exista la exigencia causal del articulo 156 de la L.E.C.,
para entender correctamente configurado el litisconsorcio, ello incluso en el evento de
que no se sepa quien es el responsable directo de acto que justifica la acumulación
subjetiva objetiva de acciones73.
3.5.2. Referencias jurisprudenciales
En el plano jurisprudencial también es posible constatar la existencia de la figura del
litisconsorcio subjetivo-objetivo de tipo eventual, aunque las sentencias que se refieren a
él ni siquiera lo adviertan en lo estrictamente terminológico, ni tampoco se llegue a
cuestionar su admisibilidad. Algunas manifestaciones de esta figura, a título meramente
ilustrativo, se contienen en los siguientes pronunciamientos del Tribunal Supremo:
En la STS de 26 de noviembre de 1990 se trabó una relación procesal
litisconsorcial en la que se afirmaba una acción principal contra una Comunidad de
Copropietarios, para que ésta ejecutara un acuerdo social de realización de
determinadas obras de construcción y salida común de una propiedad, y, para el caso de
ser desestimada la acción principal, se solicitaba se condenara a dos propietarios
singulares para que procedieran a realizar otras prestaciones (cerrar una puertas
determinadas que están usando en un elemento común del edificio). Aparte de aceptarse
esta modalidad de configuración de la relación procesal, ningún otro aspecto de interés
contiene la sentencia referida, a lo menos para el tema que nos ocupa.
De igual forma, en otra sentencia del mismo Tribunal Supremo, de fecha 26 de
noviembre de 1928 se puede constatar también la admisión de un proceso litisconsorcial
en el cual las acciones fueron acumuladas eventualmente. En efecto, según se lee de dicho
fallo, en primera instancia, ante el Juzgado Municipal de Utrera don J. A. U. interpuso
demanda en juicio verbal contra la Sociedad de Seguros F., solicitando que se declare
rescindido un determinado contrato de seguro, que el actor tenía suscrito con dicha
Compañía, y subsidiariamente dirige una acción contra don E. C. R., y don A. G. L., «para
en el caso que se estime improcedente la rescisión del contrato se les condene a
indemnizar el importe de las anualidades consecutivas a partir de la fecha indicada y hasta
la terminación del plazo concertado en la póliza, en razón y cumplimiento de la garantía
que en favor del demandante constituyeron para el caso de que la Compañía no diera por
terminado el contrato en el plazo de un año»74. Pues bien, se impugnó la demanda por
cuestiones de competencia alegada por inhibitoria y, al resolver dicha cuestión, se sentó
directamente el criterio a partir del cual es posible colegir que se acepta la relación
litisconsorcial voluntaria de tipo eventual, expresando sin más la sentencia que la parte
actora ha hecho uso del derecho que le concede el artículo 156 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil de acumular en su demanda acciones que estima le asisten el primer
término contra la Compañía demandada, y en forma subsidiaria contra los otros dos
demandados, agregando, además, que en todo caso no era ese «el momento procesal
oportuno para apreciar, y menos decidir, si dicha acumulación es o no procedente por
ser compatibles las acciones ejercitadas...».
La acumulación inicial condicional de acciones
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3.6. Efectos procesales de la acumulación eventual de acciones
3.6.1. Presentación del problema
En una primera aproximación, se puede afirmar que en la acumulación eventual de
acciones se produce el efecto típico de toda acumulación, a saber: que se discutirán todas
las acciones en un mismo juicio por encontrase todas las acciones acumuladas en estado
de litispendencia75; todas las acciones son res in iudicio deducta pudiendo ser objeto de
cuantos actos procesales sea posible realizar sobre ellas, tanto de prueba como de
alegación.
No obstante lo anterior, por la singular estructura de este tipo acumulativo, debe
reconocerse que en el aspecto decisorio del proceso se presentan algunas peculiaridades
sobre las que conviene detenerse. En efecto, la decisión de las acciones acumuladas
eventualmente se realizará según el orden preferente que le fue asignado por el actor en
el petitum de la demanda, y acogida que sea la acción principal el Juez se abstendrá de
pronunciarse sobre el resto de las acciones, en cuanto fuere incompatible con lo
resuelto76.
A mayor abundamiento, el rasgo característico de la acumulación eventual, que
hemos reiterado hasta la saciedad, viene dado por el tipo de condición a que están sujetas
las peticiones de tutela jurisdiccional, en términos tales que existe un verdadero orden
de prelación para el Juez en el pronunciamiento de la sentencia definitiva, pudiendo el
Juez entrar a conocer de la acción condicionada eventualmente sólo en el caso de que sea
rechazada la que es su antecedente: la acción principal. Pues bien, esa característica, que
en principio se presenta como exenta de problemas, en una perspectiva más restringida
obliga a tomar partido sobre cuándo debe entenderse cumplida dicha condición77.
3.6.2. El cumplimiento de la condición
La cuestión está en saber si el rechazo de la acción que tiene el carácter de principal en
una acumulación eventual debe ser ineludiblemente en cuanto al fondo, o por el
contrario, basta un pronunciamiento desestimatorio de la acción principal basado
exclusivamente en aspectos formales. En todo caso, útil es advertir que este problema no
se presenta cuando se acoge la acción principal, puesto que, si así ocurriese, ya se habría
concedido la tutela judicial buscada, extinguiéndose, la litispendencia que vinculaba a
todas las acciones78. De igual forma, con el acogimiento de la acción principal se carecería
de “interés procesal” para que conozca el juez de las siguientes acciones.
Nuestra doctrina procesal no se ha preocupado específicamente por resolver
esta cuestión, limitándose a declaraciones genéricas de las que no es posible deducir si el
rechazo de la acción principal debió ser en cuanto al fondo (sentencia desestimatoria) o
bien por un motivo meramente formal. Así, a modo de referencia, se entiende que el Juez
podrá entrar a conocer de la acción subsidiaria o eventual: cuando desestime la
principal79; cuando la primera o anteriores no sean consideradas aptas para fundar el
pedimento de que se trate, o bien el segundo o posterior pedimento únicamente se
repute como formulado en igual supuesto, es decir, para que el primero o anteriores no
sean estimados80.
Como se puede apreciar todos los autores coinciden en señalar que por la
desestimación de la acción principal se puede entrar a resolver sobre la acción
subsidiaria81, pero sin precisar qué ocurre si el rechazo de la acción ha sido motivada por
una cuestión meramente formal.
De un modo excepcional adopta una posición más nítida sobre este punto
La acumulación inicial condicional de acciones
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Fernández López, al decir que, no estimada la principal, el juez debe entrar a decidir la
acción eventualmente acumulada, incluso aunque la “desestimación” (en realidad la falta
de decisión sobre ella) fuera motivada por la ausencia de un presupuesto procesal o por
la existencia de un óbice procesal que impidió la sentencia de fondo82.
Pues bien, la solución al problema planteado viene dada por la opción que se haga
entre uno de los dos posibles criterios interpretativos que admite esta cuestión: uno
flexible, y otro más rígido. En efecto, desde una perspectiva flexible se podría defender la
tesis de que, desechada por cualquier motivo la acción principal en la acumulación
eventual, el Juez está en condiciones de entrar a pronunciarse sobre la acción subsidiaria.
Lo anterior significa que aunque la acción principal haya sido desestimada por problemas
relativos a aspectos procesales o meramente formales, por ejemplo, por encontrarse en
situación de litispendencia, o por existir un “compromiso” entre las partes (por ejemplo,
se sometió por las partes a arbitraje la resolución del contrato de compraventa, pero no
el cumplimiento del mismo), el Juez queda en situación de resolver sobre la acción
afirmada con carácter subsidiario.
Desde una interpretación más rígida, el Juez sólo quedará en condiciones de
entrar a conocer de la acción acumulada eventualmente en la hipótesis, que la acción
principal haya sido objeto de un pronunciamiento desestimatorio sobre el fondo.
Desde nuestro punto de vista, aunque reconocemos que se trata de un tema
esencialmente opinable, nos parece preferible optar por el criterio más exigente, aquel
que propugna que, para tener por cumplida la condición que habilita para entrar a
conocer de la acción subsidiaria en la acumulación eventual, es necesario un
pronunciamiento sobre el fondo de la acción principal, esto es, con una sentencia
absolutoria en la instancia pronunciada respecto de la acción principal entendemos no está
cumplida la condición que habilita para entrar a conocer de la acción eventual. Las
razones para defender la posición anterior son las siguientes:
Primero. Una correcta aplicación del principio dispositivo da pie -en nuestro
concepto- a sostener que el actor, al fijar el objeto del proceso de esta forma plural y
eventual, manifestó claramente su interés en cuanto al orden de prelación con que
deberían ser resueltas las acciones afirmadas. Ahora bien, para que la voluntad del actor
sea verdaderamente respetada en la decisión de la acumulación eventual es necesario que
la acción principal haya sido desestimada en cuanto al fondo.
Reforzando lo anterior, vale la pena recordar el siguiente criterio expuesto por
Chiovenda: «la relación de principal a subordinada corresponde a una gradación de
intereses del actor; a la principal corresponde un mayor interés, a la subordinada un
interés menor. Por esto normalmente el orden en que se ponen las demandas [acciones]
es obligatorio para el juez, implicando la declaración de voluntad del actor de proponer
la demanda subordinada sólo en cuanto no sea estimada la principal. Por consiguiente, el
juez no puede pronunciar sobre la segunda demanda, sino después de haber rechazado la
primera»83.
Desde otro punto de vista, avala la tesis que se defiende la siguiente propuesta
que formula Calamandrei: «... el deducir un derecho en vía jurisdiccional es un modo de
disponer del mismo y, por consiguiente, el condicionar la tutela jurisdiccional a la petición
del interesado es una consecuencia lógica de la autonomía negocial reconocida al
particular sobre su propia esfera jurídica»84. Esto es, si se acepta la premisa anterior, debe
concluirse que el Juez en el pronunciamiento de una sentencia definitiva en un proceso
cuyo objeto esté compuesto por la afirmación de acciones acumuladas eventualmente
La acumulación inicial condicional de acciones
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tiene limitaciones de orden material, que entendemos no puede vulnerar sin sobrepasar
los limites del principio dispositivo, pues, si se le habilita para entrar a conocer del, fondo
de la acción eventual sin haber rechazado la acción principal también en cuanto al fondo,
se le estarían reconociendo facultades dispositivas sobre el derecho del actor que son
difíciles de conciliar con el principio dispositivo.
Ayuda a reafirmar el planteamiento anterior considerar, además, que las normas
procesales no versan solamente sobre la forma del acto de pedir tutela, sino que inciden
en la configuración de la tutela jurisdiccional de aquellas situaciones jurídico materiales85,
razón por la cual no es irrelevante pronunciarse sobre el contenido desestimatorio que
debe recaer respecto de la acción principal en la acumulación eventual, en cuanto ese
pronunciamiento desestimatorio es el que habilita para entrar a conocer de la acción
eventualmente acumulada.
Sin embargo, no desconocemos que si al principio dispositivo se le da otra
connotación, como pretenden los partidarios de la “socialización del proceso”86, la
conclusión podría ser distinta de la que aquí se defiende. En efecto, si se pone un mayor
énfasis en la función pública del proceso, en desmedro del interés del particular, no
llamará la atención que con una sentencia meramente procesal pronunciada en la acción
principal se pueda entrar a conocer del fondo de la acción eventualmente acumulada87.
Segundo. Desde otro punto de vista, la necesidad de una resolución que recaiga
sobre el fondo de la acción principal como condición que habilitaría al Juez para conocer
de la acción eventual es una exigencia que resulta obligatoria defender si se sustenta
-como aquí se hace- una tesis de la acción en sentido concreto. En este sentido vale la
pena recordar que la idea de la acción como un derecho a obtener una concreta tutela
jurisdiccional se atribuye al pensamiento de Wach88, que concibe la acción procesal como
un derecho independiente del derecho material sustancial: «La pretensión de protección
del derecho constituye el acto de amparo judicial que forma el objetivo del proceso. Ella
va dirigida al Estado, el cual debe otorgar tal amparo; y se dirige contra la parte contraria,
frente a la cual debe ser otorgada dicha protección. Es de naturaleza de derecho público,
y no es la emanación del derecho privado subjetivo. Pero ella tampoco es aquella facultad,
del derecho público de demandar, que compete a cualquiera que, dentro de las formas
establecidas y con fundamento jurídico, sostenga una pretensión de protección del
derecho. Frente al derecho civil esta pretensión es independiente en cuanto a sus
requisitos previos, sujeta a configuraciones concretas y extraprocesales de hechos,
independiente en su contenido y en su realización. Es el objeto inmediato del proceso
civil»89.
Pues bien, si se sigue la senda de los que defienden la existencia de un derecho a
favor de toda persona que ha sido lesionada en su esfera jurídica, cuyo objeto es la tutela
jurisdiccional concreta y determinada, resulta una exigencia de mínima coherencia lógica
reconocer que sólo con el pronunciamiento desestimatorio sobre el fondo de la
pretensión principal se podrá entrar a conocer de la acción eventualmente acumulada90.
Una sentencia meramente procesal no puede, bajo este prisma, entenderse como una
verdadero acto de tutela jurisdiccional91, y por lo mismo, entendemos que no se puede
estimar cumplida la condición de que pende la acción acumulada eventualmente.
Tercero. Si se propugna que para entrar a conocer de la acción eventualmente
acumulada no es exigible un pronunciamiento desestimatorio sobre el fondo de la acción
principal, bastando con una sentencia absolutoria la instancia, se puede presentar una
situación un tanto paradójica que conviene someramente analizar. En efecto, si se
resuelve sobre la acción subsidiaria -acogiéndola-, no obstante no haberse fallado sobre
La acumulación inicial condicional de acciones
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el fondo de acción principal, se estaría privando al actor de poder deducir aquélla con
posterioridad una vez subsanando el vicio que determinó la absolución en la instancia de
la misma.
Pues bien, si lo anterior se llega a producir, nos encontraríamos con la
contraproducente situación, que el actor que acumula eventualmente sus acciones,
estaría en peor situación que si no hubiera realizado tal actuación, toda vez que si la
absolución en la instancia se hubiera producido en un proceso con objeto singular, no se
le privaría al actor de poder ejercitar su acción con posterioridad una vez subsanando el
vicio.
Con todo, entendemos que existe una situación de excepción a la propuesta que
venimos defendiendo. En efecto, estimamos que en el caso de acciones que se
encuentran en relación de concurso propio debe excluirse la exigencia de un
pronunciamiento desestimatorio sobre la acción principal, siendo suficiente para tener
por cumplida la condición una sentencia meramente procesal. Lo anterior se fundamenta
en la siguiente consideración: en el concurso simple o propio las distintas acciones
tienden a proteger un mismo interés del actor, y por lo mismo, cualquiera que sea la
acción que se acoja, se estará tutelando, razón por la cual debe entenderse que no
concurre el limite que impone el principio dispositivo, esto es, el riesgo de que el juez
realice un acto dispositivo ajeno a sus funciones naturales. En otros términos, en el
concurso simple de acciones, al acogerse la acción eventual aunque no haya existido un
pronunciamiento de fondo respecto de la acción afirmada como principal, se está en el
fondo protegiendo un mismo interés jurídico del actor, y por lo mismo, mantener para
esta situación una interpretación rígida sobre el momento de cumplimiento de la
condición llevaría a extremos inaceptables, contrarios al principio “pro actione”, y por
ende, al derecho constitucional de tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE.
Somos conscientes de que al planteamiento, de exigir un pronunciamiento
desestimatorio en cuanto al fondo de la acción principal se le puede criticar que se trata
de un problema más aparente que real, puesto que, si se concede la tutela jurisdiccional
solicitada en la acción eventual, el actor ya alcanzó uno de los fines que satisfacían su
interés. Eso es efectivo, pero insistimos que el verdadero y auténtico interés del actor en
la acumulación eventual está en que se le conceda la tutela solicitada en la acción
principal. En efecto, puede ocurrir que el actor tenga interés en obtener el cumplimiento
de un contrato, y remotamente, para el evento de no poder acceder a esa pretensión
principal, solicite la resolución del mismo. Sin embargo, por una aplicación del criterio
flexible puede verse el actor privado de lo que era su verdadero interés en la protección
jurisdiccional de sus derechos. Por lo mismo, sólo si se acepta como premisa que el tema
del interés en la protección jurisdiccional de los derechos debe quedar siempre
rigurosamente fijado por el actor, se podrá concebir que el pronunciamiento
desestimatorio sobre la acción principal debe ser siempre sobre el fondo y no
meramente procesal92.
Esta tesis que se defiende debe ir acompañada de un amplio mecanismo de
subsanación de los vicios y defectos procesales que puedan ser óbice para entrar a
conocer del fondo de cada acción. Este amplio mecanismo se colige del texto de la misma
L.O.P.J., cuando en su artículo 11. 3 establece que: «Los Juzgados y Tribunales, de
conformidad con el principio de tutela efectiva consagrado, en el artículo 24 de la
Constitución, deberán resolver siempre sobre las pretensiones que se les formulen, y
sólo podrán desestimarlas por motivos formales cuando el defecto fuese insubsanable o
no se subsanare por el procedimiento establecido en las leyes».
La acumulación inicial condicional de acciones
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En todo caso, la solución de dejar imprejuzgada la o las acciones eventualmente
acumuladas por no haberse cumplido la condición que habilita para entrar a su
conocimiento no afecta el contenido de ninguna de ellas, por cuanto, según la doctrina,
«la sentencia que se pronuncia sólo sobre los presupuestos procesales, es decir, que
declara que no se puede resolver sobre la demanda o que absuelve sobre la prosecución
del juicio, no es favorable ni al acto, ni al demandado; no concede ni niega ningún bien, y
no produce cosa juzgada material93.
3.6.3.Posición de la jurisprudencia
En el plano jurisprudencial, en relación al tema del cumplimiento de la condición en la
acumulación eventual no existe un criterio asentado, constatándose soluciones
discrepantes en las dos únicas sentencias que se pronuncian directamente sobre este
tema, que son las que pasamos a comentar.
Por un lado, contiene la tesis que defendemos la STS de 26 de noviembre de
1990, cuando al acoger una excepción de litispendencia, que impide entrar a conocer del
fondo de la acción principal, establece que tampoco se debe entrar a conocer del
pedimento subsidiario, «ya que éste fue formulado sólo para el supuesto de que fuera
desestimado el pedimento principal y al no haberse podido conocer de éste, tampoco se
puede de ninguno de los subsidiarios»94.
No obstante, la STS de 10 de enero de 1991 aborda este punto estableciendo el
criterio contrario: «a este respecto, no ve esta Sala inconveniente en aceptar la tesis de
la Audiencia porque si la pretensión subsidiaria se ejercitó, como le es propio,“para el
caso de no estimarse la principal”, es claro que ésta ni fue estimada -cierto que tampoco
desestimada- y ello es suficiente para entender cumplido el presupuesto del examen de lo
pretendido con carácter subsidiario, pues no sería correcto interpretar su formulación
con tal rigor que privara de toda utilidad al proceso seguido, algo contrario al sentido de
los arts. 24 y 53 de la Constitución (...) y de la sentencia de esta Sala de 5 de diciembre de
1989 (R. 8803)»95.
4. La acumulación sucesiva (o accesoria)
4.1 Concepto. Problema terminológico
Dentro de las categorías que comprende la acumulación condicional de acciones la
doctrina incluye la denominada acumulación sucesiva o accesoria. Como se había
anticipado, existe una divergencia terminológica en la designación de este tipo
acumulativo condicional, que proviene básicamente de optar entre incluirla como una
manifestación más de la acumulación eventual, específicamente, la impropia, o bien,
caracterizarla como una manifestación autónoma.
Nosotros preferimos designarla como acumulación sucesiva, puesto que, en su
esencia, el tipo de condicionamiento a que se someten las acciones es distinto del que
concurre en la acumulación eventual, justificándose de esa forma su separación
terminológica. En efecto, la acumulación sucesiva es aquel tipo de acumulación
condicional en la que se formula un pedimento subordinado a la estimación de otro que
le precede, de tal suerte que si no se accede al primero, el segundo no tiene sentido96.
Para Chiovenda existe una acumulación sucesiva «cuando una acción es
propuesta con la condición de que antes sea acogida la otra de la cual tomará vida»97.
En igual orientación, se entiende que la acumulación es accesoria (o eventual
impropia) si el actor interpone una pretensión como principal y, para el caso de que sea
estimada, otras pretensiones cuyo fundamento, en todo o en parte, descansa en aquella
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
consideración98.
Como se puede apreciar, en todas esas definiciones existe un elemento común,
que resulta definitorio de la acumulación sucesiva: el juez no puede entrar a conocer del
fondo de las acciones “sucesivamente” acumuladas sino después de estimada la primera.
En todo caso, no debe pensarse que la admisibilidad de la primera acción necesariamente
lleve aparejada la estimación de las acciones condicionadas “sucesivamente”, pues es
perfectamente posible que las acciones así condicionadas sean rechazadas, aunque la
primera se haya admitido99. Ahora bien, lo que nunca podrá ocurrir es que, habiéndose
rechazado la primera acción, el juez estime las restantes, ya que, al no haberse cumplido
el requisito de que es la admisión de la primera acción, es imposible resolver las acciones
acumuladas sucesivamente, ello obviamente en el supuesto de que entre la acción
principal y las restantes exista una vinculación tal que la primera efectivamente sea de
algún modo -figuradamente hablando- “la fuente de las demás”.
Por otro lado, si se observa la estructura de la acumulación sucesiva no será difícil
llegar a la conclusión de que es distinta de la que presenta la acumulación eventual,
aunque las dos categorías cumulativas pertenezcan al genero de la acumulación
condicional. Concretamente se separa la acumulación sucesiva de la acumulación
eventual en los siguientes puntos:
Primero. En la acumulación eventual las acciones son, por definición, incompatibles
entre sí, por encontrase en relación de concurso o de exclusión; en cambio, en la
acumulación sucesiva las acciones tienen necesariamente que ser compatibles entre sí.
Como bien lo advierte Tapia Fernández100, en la acumulación sucesiva se ejercitan dos o
más acciones con objetos distintos, pero no incompatibles101.
Segundo. El tipo de condición que lleva ínsita la acumulación sucesiva, esto es,
proponer en una misma demanda una o más acciones que dependen de la admisión de
otra formulada con carácter de principal, no tiene relación con la condición que afecta a
la de tipo eventual. En esta última, el cumplimiento de la condición (que se rechace la
acción principal) es el hecho que habilita a entrar a conocer del fondo de la acción
condicionada; en cambio, la verificación del hecho futuro e incierto en la acumulación
sucesiva (que se acoja la acción principal) es justamente lo que obliga al juez a fallar sobre
todas las acciones afirmadas en el proceso. Por decirlo de otra forma, existe entre la
acumulación eventual y la sucesiva una diferencia esencial en su estructura interna:
mientras en la acumulación sucesiva se trata de la subordinación lógico-jurídica de una
acción a otra, de manera tal que el rechazo de la principal comporta también la falta de
fundamento de la accesoria, en la acumulación eventual no existe tal subordinación, sino
que descansa justamente en lo contrario, esto es, que se desestime una para entrar a
conocer de la acción siguiente (subsidiaria).
4.2. La prejudicialidad y la accesoriedad como factores de conexión de la acumulación sucesiva
Durante el desarrollo de esta investigación se ha insistido en la siguiente idea: desde el
punto de vista de la identificación de las acciones es posible constatar algunas relaciones
de carácter lógico jurídico entre los elementos constitutivos de las acciones, que
posibilitan un estudio sistemático de la acumulación de acciones, situación a la que no
escapa la acumulación sucesiva. En efecto, así como la conexión procesal nos auxiliaba en
la descripción de otras categorías acumulativas, especialmente la de tipo
subjetiva-objetiva, existen dentro de ese mismo concepto genérico de conexión otros
vínculos que, concurriendo en los componentes objetivos de las acciones, sirven para
explicar de un modo más científico el fenómeno de la acumulación sucesiva.
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
Concretamente, estas relaciones internas que pueden existir entre los componente
objetivos de las acciones son la prejudicialidad y la accesoriedad.
La prejudicialidad es un concepto con múltiples sentidos en el orden jurídico,
principalmente referida a un juicio previo de carácter incidental o de carácter autónomo
que es necesario para resolver algún asunto judicial102. No obstante, en lo que respecta a
la acumulación sucesiva de acciones el tipo de prejudicialidad que allí se puede verificar
dice relación estrictamente con un vínculo de tipo lógico jurídico: una acción (la principal)
debe decidirse antes que otra (la acción accesoria, que pueden ser varias) porque su
resolución incide en las restantes103.
En un plano más específico, el típico caso en el que se presenta una acumulación
sucesiva por prejudicialidad se da en ciertas acciones restitutorias que se acumulan
“sucesivamente” a la suerte de una acción declarativa o constitutiva afirmada con
carácter principal; esto es, acogida que sea la acción principal, los efectos constitutivos o
declarativos que su admisión genera producen otros efectos jurídicos, que son
justamente los que pretenden proteger las acciones afirmadas en forma sucesiva o
accesoria.
Dentro de las acciones constitutivas o declarativas que pueden generar esta
relación de prejudicialidad lógica están las de nulidad absoluta104, la de simulación y la de
resolución de contrato105, cuyo acogimiento provoca algunos efectos jurídicos,
principalmente de tipo restitutorio, causados por la perdida de eficacia de los efectos de
un determinado acto jurídico, y que desde un punto de vista procesal se pueden
subordinar anticipadamente al acogimiento de una acción principal; por supuesto
siempre y cuando se trate de acciones distintas y autónomas, y no de declaraciones
accesorias de una misma y única acción, pues al ser una única acción se pierde el
presupuesto esencial de la acumulación, que es la pluralidad de éstas. Por lo mismo, las
acciones que se acumulan deben tener a lo menos algún componente distinto, y estar
vinculadas por una relación de prejudicialidad lógica o de accesoriedad.
Desde un punto de vista general este tipo acumulativo sucesivo ampara
preferentemente aquellas situaciones en las que se produce algún tipo de “ineficacia
jurídica” (como la nulidad, anulabilidad, validez, invalidez, rescisión, resolución, etc.,)106,
hipótesis en las cuales, para favorecer principalmente la economía procesal, y al existir
entre las acciones una relación de conexión objetiva, debe admitirse la posibilidad de
realizar una acumulación de acciones.
En el plano jurisprudencial se reconoce esta posibilidad de formular una
acumulación sucesiva, por encontrase las acciones en una relación de prejudicialidad
lógica, en las siguientes situaciones, que se apuntan en vía meramente ilustrativa:
1º) En materia de los efectos de la nulidad de un acto jurídico o de resolución del
mismo existen varios pronunciamientos jurisprudenciales en los que resulta claramente
admitida la posibilidad de una acumulación de acciones de tipo sucesivo. Así,
tempranamente la STS de 18 de enero de 1904 establece que «...no puede ejercitarse en
juicio acción alguna, cuyo éxito dependa de la nulidad del contrato, sin que previa ó
conjuntamente se ejercite la acción adecuada para obtenerla...»107.
2º) Por otro lado, se entiende como válido el ejercicio condicional en forma
sucesiva de la acción reivindicatoria y de la acción de deslinde o de limitación. Con esta
última acción se solicita se precisen los límites de una determinada propiedad y a través
de la reivindicatoria se persigue reintegrar al actor el terreno que la primera acción
deslindará. En un plano específico, reconoce esta hipótesis la S.A.P de La Rioja, de 3 de
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
enero de 1995, aunque con razones lejanas a las que dogmáticamente explican la
acumulación sucesiva108.
3º) En materia de derecho de familia, se ha estimado como válida la acumulación
sucesiva en la cual conjuntamente con una acción de filiación, se afirman otras atinentes
a derechos sucesorios que se considera son una derivación de aquélla. En esta línea la
S.A.P. de Sevilla, en sentencia de 3 de diciembre de 1991, analizando la excepción del
artículo 533. 6º de la LE.C., mediante la cual se denunciaba la improcedencia de la
acumulación de la acción de filiación con otras distintas, declara que debe desestimarse
tal alegación, «porque la facultad de acumular en la demanda cuantas acciones competan
al actor, que establece el artículo 153 de la ley Procesal, sólo tiene un límite legal, cual es
que las acumuladas no sea incompatibles entre sí, entendiéndose que se da tal
incompatibilidad según el artículo 154, cuando (...). En el caso presente la exclusión que
alega la demandada lejos de concurrir viene desautorizada, toda vez que las atinentes a
derechos sucesorios que se ejercitan son una derivación de la de filiación para el caso de
prosperar esta, de tal modo que puede afirmarse que, lejos de excluirse, se
corresponden y se complementan...»109.
4º) En materia de derechos personales también se pueden presentar algunas
hipótesis de acumulación sucesiva de acciones por prejudicialidad. Un típico caso de esta
manifestación, que recoge nuestra jurisprudencia, se da cuando se ejercitacomo acción
principal la de revisión de rentas del arrendamiento, acumulándose a ella, para el evento
que prospere la primera, la acción de cobro del resultado de dicha revisión110.
Por último, la otra relación justificante de una acumulación sucesiva de acciones
es la accesoriedad que se puede constatar entre los componentes objetivos de las
acciones111. En el plano de los conceptos, la accesoriedad «tiene lugar entre dos acciones,
una de las cuales (que se llama precisamente accesoria) parece como subordinada y
dependiente, por el título, de la otra (que se denomina principal»112. En otras palabras, se
está frente a una relación de accesoriedad cuando una acción (la accesoria) es
dependiente por el título, de tal manera que la decisión sobre la primera dependa de la
decisión de la segunda113.
Como precisa Satta, la accesoriedad es una relación de carácter sustancial, por la
cual la pretensión que constituye el objeto de la demanda accesoria, aun siendo
autónoma, tiene su título en la pretensión que constituye el objeto de la demanda
principal de cuyo acogimiento depende114. Esto significa que la acción accesoria necesita,
al igual que en acciones vinculadas por razón de prejudicialidad, de una resolución
anterior que actúe como verdadero hecho constitutivo de su causa de pedir. En este
sentido sirve para ilustrar una hipótesis real de acumulación sucesiva por accesoriedad la
demanda en la que se solicita al deudor principal y a su fiador simple el cumplimiento de
una determinada obligación (art. 1834 C.C.). En dicha relación la obligación del fiador
tiene respecto de la obligación principal el carácter de accesoria, y por lo mismo, si se
estima eficaz la acción principal, necesariamente debe admitirse la acción accesoria, sin
perjuicio de la existencia de excepciones que pueda oponer el fiador contra el actor115.
4.3. Problemas procesales para la admisibilidad de la acumulación sucesiva
Una primera observación crítica susceptible de dirigirse contra la aceptación dogmática
de la acumulación sucesiva dice relación con uno de los efectos de la perpetuatio
iurisdictionis, concretamente con la idea de que la sentencia que acoge la demanda debe
actuar la ley [Derecho] como si lo hiciese en el momento mismo de la demanda
judicial116.
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
La aplicación rigurosa del efecto anterior debería llevar a que el Juez no tomara en cuenta
los hechos constitutivos del derecho y de la acción acaecidos con posterioridad a la
presentación de la demanda117, con lo cual la posibilidad de admitir la acumulación
sucesiva de acciones en el terreno teórico se ve muy comprometida, puesto que en este
tipo cumulativo se ha condicionado una o más acciones a que se produzca el acogimiento
de la acción principal, de la cual como dice Chiovenda118, tomarán vida las acciones
acumuladas sucesivamente. En otros términos, la objeción anterior se puede formular
reconociendo como premisa base que existiría una limitación natural en la acumulación
sucesiva de acciones, impuesta fundamentalmente por la circunstancia de que los
instrumentos procesales, por regla general, no pueden dar respuesta a problemas
hipotéticos o previsibles, sino que deben reaccionar ante hechos de la realidad
consumados históricamente119, o a lo más, en curso de producción (como es el caso de
las condenas de futuro)120.
A mayor abundamiento, se debe considerar que el propio Tribunal
Constitucional, en sentencia de 8 de abril de 1991, establece como principio aplicable en
esta materia el siguiente: «... allá donde existe un derecho o interés legítimo digno de
tutela, existirá un derecho a obtener la tutela efectiva de los Jueces y Tribunales... »,
precisando luego que, en todo caso, «es necesario que exista una lesión actual del interés
propio, al margen del carácter o no fundado de la acción, lo que significa no sólo la
utilidad o efecto práctico de la pretensión, sino la existencia de un derecho
insatisfecho...»121.
En suma, lo que se trata es de evitar es que el proceso se convierta en un
mecanismo para afirmar pretensiones que no respondan a la existencia de un verdadero
conflicto jurídico.
Pues bien, bajo esas premisas, y considerando que los hechos constitutivos de las
acciones afirmadas accesoriamente en la acumulación sucesiva no existen hasta que no se
reconozca la acción principal, nos encontramos ante la realidad de que un actor está
pidiendo tutela jurisdiccional respecto de acciones cuyos hechos constitutivos, al
momento de su afirmación, ciertamente no existen, sino que dependen del acaecimiento
de una condición: que se admita la principal.
Desde otro punto de vista, el anterior reparo se puede reconducir a otro ámbito
teórico referente al momento de nacimiento de la acción procesal. En tal sentido, se
podría objetar a la acumulación sucesiva que las acciones condicionadas a un hecho
futuro e incierto no existen en el momento de ser afirmadas en la demanda, y en rigor, lo
lógico sería, para no contradecir el carácter instrumental del proceso, que esas acciones
accesorias sean propuestas después de haber producido cosa juzgada la sentencia que
actúa como hecho constitutivo de las acciones que se afirman como accesorias122.
Ahora bien, los anteriores reparos teóricos han sido superadas por la doctrina
con diversos argumentos. En este sentido, -como lo puntualiza Chiovenda, respondiendo
con ello a la primera observación crítica antes indicada-, en el derecho moderno el rigor
del efecto de la perpetuacio jurisdictionis está amortiguado por el principio de economía
procesal, y por lo tanto resulta plenamente admisible que en la sentencia el juez pueda
acoger la demanda si el hecho sobre el cual se funda se ha verificado durante el litigio123.
De igual forma, frente a la otra posible censura que atañe al momento del
nacimiento de la acción, debe considerarse que se trata de una de las cuestiones más
difíciles de resolver en el campo de la doctrina de la acción, especialmente si se opta por
la tesis concreta de la misma124. Pues bien, prescindiendo de mayores detalles sobre esta
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
polémica, pensamos que se puede responder a esta puntual observación crítica lo
siguiente: para que exista un proceso válido deben necesariamente existir los
presupuestos procesales, pero no es necesario que exista la acción; si la acción existe, el
actor tiene derecho a que el órgano jurisdiccional pronuncie la concreta resolución de
tutela jurídica solicitada en el proceso. Por lo mismo, para que nazca la obligación del
órgano jurisdiccional de pronunciarse sobre el fondo bastará que las acciones sean
afirmadas mediante el acto de la pretensión, siendo necesario tan solo que el hecho
constitutivo de las acciones accesorias exista en el momento del pronunciamiento de la
sentencia definitiva.
En otra visión del problema, complementaria de la anterior, se podría eludir la
crítica que se formula a la acumulación sucesiva por la vía de aceptar la distinción
doctrinal entre la existencia de la acción y su identificación. En efecto, la verificación de
las condiciones de las acciones se debe realizar en la sentencia, y no en una etapa
anterior; en cambio, para la configuración del objeto del proceso bastará con la
afirmación de las acciones, sin importar que los hechos constitutivos no existan al
momento de esa afirmación125.
Desde otro punto de vista, se ha tratado de justificar la “carencia de acción”
afirmada en forma “sucesiva” recurriendo a las condenas de futuro. En tal línea,
Goldschmidt apunta como una manifestación de condena de futuro aquella que persigue
obtener la entrega de objetos patrimoniales después de conseguido otro efecto
jurídico126. No obstante la respetable opinión de este autor, entendemos que no resulta
correcto reconducir la justificación dogmática de la acumulación sucesiva a las condenas
de futuro, básicamente por lo siguiente: el carácter distintivo de las condenas de futuro
consiste en que la prestación jurisdiccional que se obtiene anticipadamente no es exigible
hasta que no se verifique la causa que la motivó (un incumplimiento en el pago, un retraso
en la devolución de un bien, etc.). Pues bien, esa característica no concurre en la
acumulación sucesiva, en la cual, concedida la tutela jurisdiccional, será inmediatamente
ejecutable, sin tener que esperar el cumplimiento de ninguna condición. Dicho en otros
términos, en la condena de futuro, tal como lo ha precisado la doctrina, se trata más bien
de una condena de presente con ejecución futura, cualidad que no se presenta en las
acumulación sucesiva, que es una condena de presente con ejecución inmediata127.
A mayor abundamiento, los mismos que desde el punto de vista teórico ponen en
duda la posibilidad de realizar una acumulación sucesiva de acciones, por razones de
orden práctico han debido ir cediendo sus planteamientos, aceptando como una
manifestación más de la acumulación condicional la de tipo sucesiva. Un claro ejemplo de
esta tendencia se encuentra en el mismo Chiovenda, cuando después de las
observaciones críticas dirigidas por él mismo contra la aceptación de esta especie
cumulativa -en los términos antes referidos-, termina concluyendo que el principio de la
economía de los juicios induce «a sacrificar el principio de que el derecho debe
verificarse existente en el momento de la demanda judicial, y este sacrificio es posible por
el hecho de que debiendo desarrollarse entre las mismas partes el juicio sobre la segunda
acción, su anticipación no perjudica a nadie»128.
4.4. Requisitos y efectos procesales de la acumulación sucesiva
Para determinar los requisitos procesales de la acumulación de acciones sucesiva se debe
considerar que este tipo acumulativo condicional, en su constitución interna, está más
cerca de la acumulación simple de acciones que de cualquier otro tipo de acumulación
condicional, circunstancia que es constatable por el hecho de que en ambos tipos
acumulativos el actor afirma las acciones en una misma demanda para que sean estimadas
La acumulación inicial condicional de acciones
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todas ellas. Pues bien, de la afirmación anterior se deriva la necesaria identidad de los
requisitos de procedencia de este tipo de acumulación con los de la acumulación inicial
simple, a saber: que se trate de una pluralidad de acciones; que el tribunal ante el cual se
acumulan las acciones tenga jurisdicción y competencia; que todas las acciones se
tramiten en un procedimiento de igual naturaleza; y por supuesto, que las acciones no
sean incompatibles entre si, rigiendo en esta última exigencia la delimitación que realiza el
artículo 154 de la L.E.C. Ahora, como todos estos presupuestos fueron desarrollados en
su oportunidad, al estudiar la acumulación inicial simple nos remitimos a lo ya indicado,
evitando caer en reiteraciones.
Sin embargo, no puede ignorarse que existen ciertas especialidades procesales en
la acumulación sucesiva de acciones -aparte de la condicionalidad- sobre las que conviene
detenerse, pues, son las que le dan a este tipo acumulativo su fisonomía propia. Nos
referimos específicamente a las exigencias para la determinación de competencia por
razón de la cuantía y a ciertos problemas de competencia territorial.
Para el tema de la determinación de la cuantía rige la regla contenida en el artículo
489 nº 16 LEC: -Nº 16 «Cuando a la reclamación principal le sigan otras accesorias o
derivadas, el valor de éstas se sumará al de aquéllas. Sin embargo, para la fijación del valor
de la demanda no se tomarán en cuenta los frutos o intereses por correr, sino los
vencidos, tanto si son objeto de reclamación principal como accesoria». En rigor, la
especialidad se consagra en la segunda parte del precepto, pues también comparte la
acumulación inicial sucesiva con la inicial simple el criterio que atiende a la “suma de las
acciones” para determinar la cuantía, con todos los efectos que ello conlleva en el orden
competencial (principalmente el de la perpetuatio jurisdictionis).
En la determinación de la competencia territorial se han presentado algunos
problemas, que provienen de la colisión entre las normas generales y especiales, cuando
estas últimas otorgan la competencia territorial a un tribunal específico para conocer de
un determinado asunto. En la práctica jurisprudencial se ha solucionado esra situación
entendiendo que el fuero territorial de la acción principal se impone a las demás129.
4.5. La acumulación sucesiva subjetiva-objetiva (o litisconsorcial)
En la acumulación objetiva no existe duda sobre la posibilidad de acumular acciones
condicionadas (sucesivamente) a la admisibilidad de la acción principal, ello en los
términos antes expuestos. Sin embargo, en materia de acumulación subjetiva-objetiva
existen en parte de la doctrina ciertas reticencias para aceptar la configuración de una
relación litisconsorcial que involucre una acumulación de acciones sucesiva. Así, por
ejemplo, se ha entendido que «...debería negarse la acumulación cuando la segunda
acción y el segundo juicio debiesen desarrollarse entre diferentes personas, como si
quien obra para la anulación de un testamento pretende en el mismo juicio acumular
acciones contra terceros, que conseguirá con la adquisición de la herencia como heredero
legítimo; o como la acción contra un tercero deudor de la herencia, o la acción para la
nulidad de las disposiciones de otro testador, cuya herencia corresponda por ley a aquel
en torno a cuya sucesión se contiende (...); en estos casos no solamente se lleva a un
tercero en juicio mientras no se tiene acción contra él ni se sabe si se tendría después,
sino que se ejercita una acción que actualmente corresponde a otros»130.
No obstante lo anterior, entendemos que resulta perfectamente factible admitir
una acumulación de acciones de tipo sucesivo en una relación de litisconsorcio
voluntario. Un ejemplo de ello se puede presentar en la siguiente hipótesis: cuando una
acción (principal) dirigida contra una determinada persona, al ser estimada, provoque
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
ciertos efectos constitutivos o declarativos que justificarían deducir posteriormente y en
juicios diversos acciones contra terceros131.
De cara a la posible fundamentación de este tipo de litis-consorcio sucesivo
entendemos que concurren varias razones para su plena aceptación. En primer lugar, si
se estima que es lícito en la acumulación objetiva afirmar acciones cuyos hechos
constitutivos nacen con el reconocimiento de una acción principal, no vemos cuál puede
ser la razón dogmática que permita discriminar contra tal posibilidad de actuación en la
acumulación litisconsorcial sucesiva.
En segundo lugar, en la actual configuración del proceso español existe una
verdadera necesidad de admitir el litisconsorcio sucesivo. En efecto, uno de los defectos
más visibles de la Ley de Enjuiciamiento Civil es su omisión del tratamiento de la
intervención de terceros. Ni la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1855, ni la posterior de
1881 regularon la intervención de terceros en general, no obstante que el tema contaba
en el derecho histórico patrio con importantes antecedentes en todas las posibles
manifestaciones que este fenómeno procesal reconoce132. Al examinar la estructura de la
L.E.C. se constata que en la codificación procesal se optó por un sistema procesal
fundado en una férrea defensa del principio de dualidad de partes, que cierra la
posibilidad de que sujetos distintos al demandante y demandado, puedan participar en el
proceso133.
Al dato anterior se le debe adicionar la vigencia del principio de que el efecto de
cosa juzgada, por lo general, afecta únicamente a quienes hubieran intervenido en el
proceso en calidad de partes y no aprovecha ni perjudica a los terceros que hayan
permanecido ajenos al mismo, salvo excepciones muy determinadas (art. 1252 CC.)134.
Para centrar mejor esta cuestión debe insistirse en la siguiente idea: lo que
estamos buscando es fundamentar el litisconsorcio sucesivo como una verdadera
necesidad, de cara a la actual realidad procesal, pues, no debe desconocerse que desde el
punto de vista técnico hace bastante tiempo que se tiene conciencia en nuestra doctrina
procesal de la estricta necesidad de reglamentar la intervención en juicio de los terceros
con mayor o menor extensión135.
Entrando en materia, la admisibilidad del litisconsorcio voluntario sucesivo se
justifica entre nosotros, en el terreno práctico, principalmente por la falta de una
normativa general sobre la intervención coactiva de terceros. En efecto, mediante el
mecanismo de la acumulación litisconsorcial sucesiva se traerá al juicio a aquellos sujetos
que son titulares de una relación jurídico material que contenga algún elemento de
conexión con la relación material deducida en el proceso (en la acción principal),
supliendo de ese modo la falta de reglamentación de la intervención coactiva o forzada,
que sería el camino técnico más idóneo para hacer extensivos a un tercero los efectos de
un proceso en el cual no fue emplazado desde un principio.
Lo anterior, explicado desde otro punto de vista queda de la siguiente forma: la
sentencia recaída sobre una determinada situación, (por ejemplo, la nulidad de una
escritura de venta) puede provocar un efecto prejudicial que incidirá de modo reflejo en
los derechos y obligaciones de un tercero. Pues bien, por razones de economía procesal,
previendo tal efecto reflejo, un actor anticipadamente podría traer al juicio a ese o esos
sujetos que se verán afectados por la estimación de una determinada acción, utilizando
para tal efecto el litisconsorcio sucesivo136.
Por otro lado, aunque tradicionalmente el problema del efecto reflejo de la
sentencia se examina desde la perspectiva de los terceros, resaltando que el efecto
La acumulación inicial condicional de acciones
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relativo de la cosa juzgada se torna insuficiente como mecanismo protector de sus
derechos137, nosotros, sin embargo, estamos poniendo énfasis justamente en la previsión
que el actor puede hacer de tal efecto reflejo, anticipándose a él y pidiendo en un proceso
-mediante la acumulación sucesiva litisconsorcial- la tutela jurisdiccional frente a una
persona que si no es demandada en ese momento sólo podrá ser emplazada con
posterioridad, en un juicio distinto, haciendo valer el actor el efecto reflejo que
justificaría tal actuación.
Obviamente si existiera entre nosotros reglamentada la intervención de terceros
a instancia forzosa, ya sea a petición de parte o por iniciativa del Juez, no tendría que
utilizarse la construcción del litisconsorcio sucesivo138, aunque entendemos ambos no
son mecanismos excluyentes sino absolutamente compatibles, por tender a una misma
finalidad.
El litisconsorcio sucesivo tiene sus propias limitaciones, que provienen
naturalmente de la circunstancia de que el actor se percate, después de iniciada la
relación procesal, de la existencia de ese tercero que se verá afectado por el efecto
reflejo de la sentencia. Al prohibirse entre nosotros, en principio, la ampliación de la
demanda (y la intervención forzada de terceros), ya no podrá acumular acciones que le
permitan cubrir tal contingencia, salvo que todavía no se haya contestado la demanda, en
cuyo caso el actor podría hacer uso de la facultad de modificar la demanda, conforme al
artículo 158 de la L.E.C., emplazando a este potencial tercero al juicio, salvo que las reglas
de determinación de la competencia se lo impidan por razón de la cuantía (por ser de
mayor cuantía la acción que pretende acumularse sobrevenidamente)139.
Por último, todo el planteamiento anterior necesita de dos precisiones finales.
Por un lado, la solución que se propone de usar el litisconsorcio sucesivo es sin perjuicio
de que se pueda recurrir al expediente de la acumulación de autos, que es el mecanismo
procesal típicamente utilizado para configurar un proceso con objeto complejo en las
situaciones antes descritas140.
Por otro lado, no puede confundirse la anterior construcción con aquellos casos
en los cuales el tercero es titular de la misma relación jurídico material que ha sido
afirmada en juicio por el actor. Si así fuera, estaríamos frente a un típico caso de
litisconsorcio necesario, en el cual por la existencia de una legitimación conjunta, no
existirá una acumulación de acciones. En este sentido vale la pena recordar la STS de 21
de noviembre de 1991, que pronunciándose sobre el tema del litisconsorcio pasivo
necesario y su relación con el efecto reflejo de la sentencia, establece la siguiente
doctrina: « ... si los Tribunales han de velar porque el litigio se tramite con todos aquellos
que puedan resultar afectados por la sentencia, fundamentándose el principio en la
veracidad de la cosa juzgada, en la extensión de sus efectos, en que nadie puede ser
condenado sin ser oído y en la necesidad de evitar fallos contradictorios, no es menos
cierto que la justificación más importante ha de buscarse, como presupuesto, no procesal
pero sí preliminar al fondo, en la situación jurídico-material controvertida en el pleito,
con presencia de todos los interesados de modo directo en ella, únicos que pueden ser
considerados como litis consortes necesarios, pues si los efectos hacia un tercero se
producen con carácter reflejo, o indirecto, por una simple conexión o porque la relación
sobre la que se produce la declaración les afecta simplemente con carácter prejudicial, su
posible intervención en el litigio no es de carácter necesario, que es lo que ocurre en el
caso que nos ocupa, claro es que sin perjuicio de que se pudiera dar una intervención
voluntaria o espontánea, no necesaria, pudiendo también cualquier comunero o
copropietario no contratante adherirse a la postura del demandado para colaborar al
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
éxito de su oposición, lo que, repetimos, no implica en modo alguno litisconsorcio pasivo
necesario,...»141.
4.6. La acumulación sucesiva litisconsorcial en la jurisprudencia
Justificado en su aspecto teórico la admisibilidad del litisconsorcio sucesivo, nos
corresponde verificar el grado de aceptación que dicha construcción tiene en la
jurisprudencia. En tal sentido se debe reconocer que nuestra jurisprudencia acepta sin
mayores cuestionamientos, y desde hace bastante tiempo, la figura del litisconsorcio
voluntario sucesivo, respondiendo de esa forma a las necesidades prácticas, a las que el
proceso ha tenido que prestar su atención, no obstante la falta de sanción legal de esta
figura.
Así, por ejemplo, en el siglo pasado, la STS de 21 de noviembre de 1899,
reconoce sin vacilación alguna esta construcción litisconsorcial. En lo que nos interesa
destacar, la sentencia aludida justifica esta relación litisconsorcial estableciendo que
«entablada la demanda de los síndicos de la testamentaría concursada de don F.M.,
juntamente contra doña D.M., don D.D.R., y don J.D. H., para que se declare la nulidad de
la venta que en 1887 hizo don F.M., a su hija, y la de la otorgada por ésta respecto de la
misma finca en 1890 en favor de los dos últimos, no es posible desconocer la íntima
relación que existe entre las acciones dirigidas contra los tres demandados, relación
derivada del objeto final de la demanda, que no puede ser otro que el de reivindicar para
el concurso la expresada finca, sobre la base de la nulidad, pretendida é imprescindible,
de las dos escrituras de su enajenación, en cuyo sentido es tan evidente el interés
conjunto é inseparable de dichos demandados, aun pudiendo ser distintas las
excepciones que en su día aleguen para defender su respectivo derecho, que suponiendo
la existencia simultánea de dos distintas demandas, habría habido necesidad de acumular
para no dividir la continencia de la causa, por fundarse en el fondo en la misma razón de
pedir»142.
Otros típicos ejemplos de acumulación sucesiva litisconsorcial que se registran en
la jurisprudencia son aquellos que se producen cuando el actor, por razones de
conveniencia y oportunidad, quiere aprovecharse de los efectos jurídicos que la
declaración de ineficacia jurídica de un contrato producirá en su beneficio. En efecto, la
resolución puede afectar no sólo al otro contratante sino también, de modo indirecto,
reflejo y conexo, a un tercero, que podría estar en posesión de un bien que por los
efectos de la resolución tenga que devolver a su antiguo dueño. Así las cosas, el actor
puede demandar, a ese tercero que se verá obligado -en principio- a restituir la cosa,
acción que está subordinada al éxito de la declaración de ineficacia intentada mediante la
afirmación de otra acción dirigida contra el otro demandado, ello sin perjuicio de la
protección que el Derecho otorga al tercero de buena fe143. Esta actuación, frecuente en
la práctica judicial, ha sido justificada por el Tribunal Supremo en el principio dispositivo,
afirmando que se trata de una facultad que le concede al actor tal principio 144.
Otra manifestación de litisconsorcio sucesivo se recoge en la STS de 7 de
diciembre de 1987. Sucintamente, la demanda de autos se dirigía por el actor contra
varios demandados, acumulando dos acciones: una de nulidad de unas actuaciones
practicadas en un procedimiento hipotecario (incluidas la subasta, el remate y la
adjudicación de los bienes a los demandados), y otra acción declarativa de dominio de
una de las fincas hipotecadas. En sede de casación, ante la denuncia de acumulación
indebida, el Tribunal Supremo desatiende tal alegación estimando compatible la
acumulación de acciones efectuada en la demanda e invocando para ello la aplicación
flexible que, desde la doctrina de las SSTS de 12 de junio de 1985 (R. 3109) y 5 de marzo
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
de marzo de 1956 (R. 1142), se viene haciendo de la exigencia causal del artículo 156 de
la L.E.C.: «desde un punto de vista objetivo existe en el supuesto aquí contemplado la
necesaria conexión jurídica entre las dos acciones acumuladas, pues, en definitiva, tienen
su origen en el mismo hecho, o sea la irregular tramitación del procedimiento judicial
sumario del artículo 131 de la Ley Hipotecaria, determinante de la procedencia de la
nulidad que se postula en la demanda y de la que ha de derivar, al cancelarse en el
Registro de Propiedad la inscripción operada del dominio de las fincas subastadas a favor
de los rematantes, que adquiera plena vigencia la inscripción del dominio de las meritadas
fincas operada a favor de uno de los actores con posterioridad a la iniciación de aquel
procedimiento, y dado además, que no era superfluo el ejercicio de la acción declarativa
de dominio en cuanto determinante de que se resuelva en litigio el tema de la validez del
título a virtud del cual se obtuvo la inscripción a favor de los demandantes»145.
5. Las acumulación alternativa de acciones
5.1 Delimitación conceptual
La acumulación alternativa de acciones es otra de las manifestaciones que
tradicionalmente se incluye dentro de la sistematización del fenómeno de la acumulación
condicional, aunque debe anticiparse que su admisibilidad no cuenta con el parecer
unánime de la doctrina procesal, según pronto se tendrá ocasión de examinar con mayor
detención.
En el plano de los conceptos, la acumulación alternativa de acciones es aquella en
la cual la parte ejercita en una misma demanda dos o más acciones, constituyendo sobre
todas ellas litispendencia, pero con la particularidad de que el petitum no se extiende al
conjunto de los objetos (sino sólo a uno u otro) y de que el juez sólo ha de pronunciarse
sobre de uno de los mismos146. En otros términos, la acumulación alternativa de acciones
persigue la estimación de alguna de las varias acciones afirmadas en el proceso, siendo
indiferente al actor cuál de ellas sea147. En suma: en la acumulación alternativa «el actor
hace valer una u otra acción»148.
Como se puede apreciar en las definiciones anteriores, la característica que
concede su sello distintivo a la acumulación alternativa proviene de la circunstancia de
que en este tipo acumulativo la petición de tutela jurisdiccional formulada por el actor no
se extiende al conjunto de las acciones afirmadas en la demanda, sino a una o a otra. Por
ejemplo, solicita el actor la resolución de un determinado contrato o la indemnización de
perjuicios por el incumplimiento del mismo, pero no ambas cosas a la vez.
Ante tal caracterización de la acumulación alternativa, debe rechazarse
categóricamente que se está frente a una acumulación de esta clase cuando el actor, no
obstante afirmar varias acciones solicita la admisión de todas ellas, introduciendo en el
petitum una modalidad que condiciona la ejecución de la sentencia para el evento de que
se admitan todas las acciones afirmadas. Esta situación a que nos estamos refiriendo viene
determinada por el derecho sustantivo, concretamente por el carácter subsidiario que
en nuestro ordenamiento se atribuye a la indemnización pecuniaria respecto del
cumplimiento “in especie”, según lo ha reconocido nuestra doctrina y jurisprudencia149. En
tales hipótesis, no existe una acumulación alternativa simplemente porque el actor pide la
admisión de todas las acciones, y el Juez -si se reúnen las condiciones procesales y
materiales- dará lugar a todas ellas, con la particularidad de que su cumplimiento queda
sujeto a la verificación de una condición (que no pueda cumplirse “in natura” la
obligación). En otras palabras, la situación anterior trata más bien de un problema de
ejecución de una sentencia con contenido complejo, que de una acumulación condicional
La acumulación inicial condicional de acciones
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de acciones150.
Otro aspecto sobre el que resulta interesante detenerse en esta delimitación que
se viene intentando de la acumulación alternativa es la pertinencia de incluir esta
categoría dentro de la acumulación condicional de acciones. En concreto, si se es
riguroso con el concepto jurídico de condición, concibiéndola como un hecho futuro e
incierto a cuya manifestación se somete la producción de un determinado efecto jurídico,
se puede censurar la inclusión de la acumulación alternativa dentro del estudio de los
tipos que comprende la acumulación condicional, porque en la acumulación alternativa, a
diferencia de la acumulación eventual y sucesiva, el pronunciamiento sobre las acciones
afirmadas en una misma demanda no está sujeto a la producción de ninguna condición -en
sentido estricto-, sino que, por el contrario, la peculiaridad de esta categoría acumulativa
viene dada por un acto de mera elección entre una u otra acción, que debe ser realizado
por el Juez en el momento de pronunciar la sentencia definitiva.
Ahora bien pesar de que la acumulación alternativa presenta una fisonomía
distinta de la acumulación eventual de acciones, no son pocas las ocasiones en las que, en
el ámbito legislativo151 y jurisprudencial152, se las confunde en desmedro de la necesaria
claridad que debería existir en la utilización de los conceptos procesales.
Por último, otro ámbito que es necesario separar de la acumulación alternativa de
acciones es la fundamentación alternativa de un mismo hecho (o causa de pedir). En este
sentido, debe recordarse que si es una única acción, pero fundamentada jurídica y
alternativamente no existirá la premisa esencial de toda acumulación: la existencia de
varias acciones. Ahora bien, para evitar repeticiones, este tema puede ser examinado a la
luz del problema de la configuración de la causa de pedir, materia a la que nos remitimos
para evitar repeticiones.
5.2. El problema de su admisibilidad. Síntesis de la doctrina
Nuestro legislador no reconoce expresamente esta categoría acumulativa, salvo la
equivoca referencia que de ella hace el artículo 489 nº 15 de L.E.C., que a nuestro juicio
-como ya se ha manifestado-, no puede ser interpretado como un reconocimiento de la
acumulación alternativa, por referirse el contenido de ese precepto más bien a la
acumulación eventual de acciones153. En efecto, si se estimara admisible la acumulación
alternativa de acciones, la regla que entendemos aplicable para la determinación de su
cuantía -y los efectos que ello provoca- sería la que contiene el artículo 489 nº 14 de la
L.E.C., esto es, la que atiende al criterio de sumar los importes de todas las acciones
porque el actor que acumula las acciones alternativamente las afirma todas con carácter
principal, siendo el Juez en definitiva el que elige cuál resuelve, al optar por una u otra.
Despejado lo anterior, lo que corresponde es determinar si la acumulación
alternativa puede ser aceptada en nuestro medio como una categoría más dentro de la
acumulación de acciones, toda vez que la falta de sanción legal de la misma no puede
interpretarse ni a favor ni en contra de su admisibilidad, necesitando el tema de una
mayor reflexión, sobre todo si se tiene en cuenta el amplio contenido del principio “pro
actione” que informa en general la admisibilidad de la acumulación condicional de
acciones154.
Parte de la doctrina científica rechaza el mecanismo de la acumulación alternativa
de acciones, aduciendo que este tipo acumulativo es contrario al requisito de concreción
del objeto de la demanda; esto es, faltaría la determinación del objeto del proceso que
exige el artículo 524 de la L.E.C., con la consiguiente indefensión del demandado, puesto
que éste tendría dificultades para concretar sus medios de defensa155.
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
La anterior argumentación no nos resulta del todo convincente y entendemos
necesita de algunas precisiones. En rigor, no estimamos que la acumulación alternativa de
acciones vulnere el derecho de defensa del demandado, básicamente porque no
divisamos cuál puede ser la incertidumbre que se produce en la determinación del objeto
del proceso, como tampoco cuáles podrían ser los límites que esta categoría impone al
demandado para oponer sus excepciones (en sentido lato) a las acciones acumuladas
alternativamente. En efecto, desde su afirmación por el actor las acciones entran en
estado de litispendencia, y por lo mismo no existe tal indeterminación en el objeto del
proceso, que estará compuesto de tantas acciones como haya afirmado el actor. Tema
distinto al de la determinación del objeto del proceso es el de la falta de precisión del
petitum de la demanda, que será analizado más adelante.
En suma, estimamos que no existe ningún problema de indefensión o de
incertidumbre en el objeto del proceso en la afirmación alternativa de las acciones, razón
por la cual, a lo menos por esas razones, no es posible sostener el rechazo de la
acumulación alternativa156.
Por otra parte, es común en la doctrina procesal, para denegar la posibilidad de
una acumulación alternativa de acciones, recurrir al artículo 154 nº 1, de la L.E.C., que
prohíbe la acumulación de acciones incompatibles, esto es, cuando la elección de una
impide o hace ineficaz el ejercicio de la otra.
Sin embargo,certeramente a nuestro juicio, Tapia Fernández157 precisa que la
imposibilidad de realizar una acumulación de acciones, por razón de la incompatibilidad
sustantiva, sólo es predicable de la acumulación simple, donde hay suma de acciones,
pero no en este caso, en que se trata de la elección de una o de otra acción. Esta
precisión doctrinal nos parece correcta, agregando por nuestro lado, a mayor
abundamiento, lo siguiente: si se repara en la finalidad de la prohibición contenida en el
artículo 154 nº 1 de la L.E.C., esto es, que se formula por una razón de elemental lógica
y de congruencia de la sentencia, por cuanto es imposible al órgano jurisdiccional
conceder a un mismo tiempo la tutela jurisdiccional de acciones contradictorias158, debe
concluirse que esa limitación no concurre en la acumulación alternativa, en la que
precisamente se accederá a conceder una única tutela jurisdiccional y no varias y
contradictorias entre sí, (que es justamente lo contrario a lo que ocurre en la
acumulación inicial simple de acciones). Por lo mismo, la posible incompatibilidad
material en la que puedan encontrarse las acciones tampoco tiene una verdadera
proyección impeditiva la acumulación alternativa, pues en el momento de decidir, el Juez
accederá sólo a una de ellas, desapareciendo el obstáculo de orden material que desde un
punto de vista lógico impediría fallar tal acumulación. Avala la conclusión anterior la
jurisprudencia del Tribunal Supremo, que al argumentar en favor de la admisibilidad de la
acumulación alternativa, resalta que no produce incongruencia, y por lo mismo estima su
plena licitud159.
Otro argumento para rechazar la acumulación alternativa la indeterminación del
petitum de la demanda160. Este razonamiento denegatorio cuenta con apoyo legal en
nuestro medio, específicamente en la exigencia del artículo 524 de la L.E.C., que
prescribe lo siguiente: «se deberá fijar con claridad y precisión lo que se pida». Es
justamente esa exigencia la que no concurre en la acumulación alternativa, puesto que se
estaría relegando expresamente la determinación de lo pedido a un sujeto distinto del
actor: no puede predicarse que el petitum sea claro y preciso porque mientras no se haga
esa elección lo único que existe es la más absoluta indeterminación161.
A modo de ilustración sintetiza esta tesis la siguiente doctrina de la S.A.P. de
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
Toledo, de 3 de noviembre de 1993: «...en nuestro Derecho no es admisible la
acumulación alternativa, entendiendo por tal aquella en la que el actor ejercita dos o más
acciones (...) para que el Juez, a resultas de lo que quede probado en el proceso, acoja o
elija una de ellas. En este género de supuestos, es palmaria la indefinición e inconcreción
en que queda el “petitum” del actor, siendo así que el artículo 524 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil le obliga a que fije en la demanda “con claridad y precisión lo que se
pide”, requisito este último que no se puede dar por cumplido cuando el actor “delega”
de algún modo en el Juez la estimación de una u otra de las dos o más acciones ejercitadas
alternativamente. Esta conclusión, por lo demás, en nada resulta contradictoria con las
máximas “da midi factum”, “dabo tibi ius”, o “iura novit curia”, toda vez que el juego de
estos principios se despliega desde el punto y hasta en que la parte actora explícita con
nitidez lo que pide, momento a partir del cual le cabrá al juez aplicar el Derecho que
estime procedente a los hechos declarados probados»162.
No obstante lo concluyente que nos parece la argumentación anterior para
defender el rechazo de la acumulación alternativa con carácter general en nuestro
sistema procesal, estimamos que existe otra razón adicional y complementaria de la
anterior para llegar al mismo resultado. Siguiendo la misma línea de argumentación
empleada a propósito de la acumulación eventual -aunque justificando allí otro extremo-,
conviene recordar nuevamente la siguiente idea que hacemos nuestra en todas sus
partes: «... el deducir un derecho en vía jurisdiccional es un modo de disponer del mismo
y, por consiguiente, el condicionar la tutela jurisdiccional a la petición del interesado es
una consecuencia lógica de la autonomía negocial reconocida al particular sobre su
propia esfera jurídica»163. Pues bien, esa premisa nos obliga a reflexionar si es lícito a un
Juez entrar a elegir alternativamente una de las varias acciones que se han afirmado en un
concreto proceso jurisdiccional, sin que ello signifique una merma en el principio
dispositivo, sobre todo cuando no existe en nuestro ordenamiento ninguna norma que
autorice al órgano jurisdiccional a realizar tal actuación.
Respondiendo a la interrogante antes planteada, y tal como se anticipó en páginas
anteriores, es pertinente recordar que defendemos una interpretación del principio
dispositivo en virtud del cual se deben reconocer ciertas limitaciones a la función
decisoria jurisdiccional, que provienen básicamente de las repercusiones que en el orden
material acarrea para el actor la petición de tutela judicial del derecho. Si accionar
significa disponer de un derecho, entendemos que por esa misma razón el acto de
demanda de protección jurisdiccional debe estar absolutamente determinado, en
términos que el mismo actor fije cuál es el derecho o interés que de un modo primordial
le interesa se le ampare164.
Lo anterior lleva a admitir que no se puede aceptar en el actor una actitud de
indiferencia en el ejercicio de los derechos, debiendo precisar siempre cuál es el interés
que le parece prioritario para ser protegido jurisdiccionalmente. Por lo mismo, admitir la
acumulación alternativa de acciones sería admitir la posibilidad de presentar verdaderos
dilemas al Juez para que éste los resuelva165.
Sin embargo, todo el planteamiento denegatorio anterior necesita de un análisis
más delicado si se observa el mismo fenómeno desde la perspectiva del concurso de
acciones. En efecto, se podría replicar en contra de la afirmación que deniega la
acumulación alternativa como categoría general que sólo puede referirse al caso del
concurso alternativo o electivo de acciones, que es aquél que presupone en su estructura
interna la existencia de una diversidad de derechos con diverso contenido, que son
atribuidos electivamente a un mismo sujeto; puesto que, al tratarse de derechos distintos
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
que concurren en un mismo titular, el Juez, al resolver, estaría ejerciendo una verdadera
facultad dispositiva, contrariando de esa forma justamente el límite que le impone el
principio dispositivo. En igual sentido, también es aplicable a dicha situación la objeción de
indeterminación que afectaría al petitum de esta acumulación, en los términos ya antes
examinados.
En cambio, si se trata de un concurso propio o simple, en el que para unos
mismos hechos el ordenamiento jurídico propone un mismo efecto o resultado que
tutela a través de varias acciones, podría sostenerse que no se quiebra el principio
dispositivo si se presenta esa situación concursal propia en el esquema de la acumulación
alternativa. Tampoco rige la objeción relativa a la indeterminación del petitum, que
necesariamente tendrá que ser único, pues es un mismo efecto jurídico el que protege el
concurso simple de acciones. En efecto, si el Juez opta por una u otra acción, cualquiera
que sea la que elija siempre se llegará a proteger el mismo derecho166. En otros términos:
se presenta dudosa la posibilidad de rechazar la acumulación alternativa de las acciones
que se encuentren en razón de concurso propio o simple porque en tal hipótesis no
concurren las limitaciones que -a nuestro criterio- imponen el principio dispositivo y la
imprecisión del petitum, y por lo mismo, debería aceptarse como una excepción a la
inadmisibilidad general que se propugna de la acumulación alternativa, puesto que el Juez
no estaría eligiendo entre derechos distintos, sino entre acciones diversas que tutelan un
mismo derecho.
En nuestra doctrina Tapia Fernández expresamente admite la posibilidad de que
se pueda hacer uso de la acumulación alternativa en el evento de un concurso, cualquiera
sea su clase -propio o impropio-: «una cosa es permitir al actor que acumule en su
demanda acciones en todo diversas, con carácter alternativo, para que se elija (¿el juez?
¿el demandado?) la que se prefiera (lo que supondría, como ya se ha dicho, un
confusionismo rayano en la indefensión para el demandado) y otra distinta que ese actor
acumule en su demanda acciones conexas concurrentes (ya sea concurso propio o
impropio): ni hay aquí indeterminación del objeto, ni se produce indefensión para el
demandado»167.
Este rechazo general que se postula de la categoría de la acumulación alternativa
-salvo la situación de excepción recién apuntada- debe entenderse que afecta tanto a la
acumulación objetiva, como al litisconsorcio alternativo, en el cual el actor afirma varias
acciones contra varios demandados, pero no pide una sentencia condenatoria con
relación a todos ellos, sino que le basta que se condene a uno de ellos168.
5.3. El problema de la obligación alternativa
Alguna doctrina, no obstante adherirse firmemente al rechazo de la acumulación
alternativa de acciones -por los motivos antes analizados-, apunta como una excepción
en esta materia el caso de las obligaciones alternativas169.
Entendemos que el problema de la acumulación alternativa no existe en las
obligaciones del mismo nombre, pues, o bien la elección la efectúa el actor antes del
proceso (por ejemplo arts. 1483 y 1486) o bien la efectúa en la demanda, con lo que no
se da tal acumulación, pues el objeto del proceso esta formulado con precisión170. En
efecto, debe considerarse que a partir del momento en que se lleva a cabo una eficaz
notificación de la elección, la obligación deja de ser alternativa y se convierte en una
obligación única con una prestación también única171.
A mayor abundamiento, «la particular estructura de la obligación alternativa
requiere que en un momento posterior, y separado por tanto al de la constitución de la
La acumulación inicial condicional de acciones
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obligación, se determine el objeto del pago satisfactorio y extintivo de la obligación
considerada en su totalidad, extraído precisamente de uno de los contenidos plurales en
que consistía la prestación, en cuanto objeto de la obligación alternativa, que quedan por
virtud de tal extracción excluidos desde entonces del nexo obligatorio»172.
Todo el planteamiento anterior se refiere a la forma normal de cumplimiento de
la obligación alternativa -mediante la elección del sujeto llamado a ello-, situación respecto
de la cual debe admitirse pacíficamente que no se configura un problema relacionado con
la acumulación alternativa de acciones, por existir un objeto del proceso único o singular,
cualquiera que sea el sujeto llamado a realizar tal elección.
Sin embargo, las dificultades en esta materia, que son las que llevan a nuestro
juicio a cierta confusión en relación al contenido del objeto del proceso, provienen de
aquellos casos en los cuales se incumple la obligación alternativa por parte del deudor,
esto es, este sujeto no realiza la “elección” a que está comprometido como deber
esencial de este tipo de obligaciones. Si es esta la situación, no existe en nuestro Derecho
una solución legal expresa que indique al acreedor el camino a seguir, y por lo mismo,
dentro de lo opinable que es este tema en el plano del derecho sustancial,entendemos no
puede defenderse que retorna al acreedor la facultad de elección que el deudor se niega
a realizar173, razón por la cual, si tal acreedor quiere solicitar el cumplimiento de esta
obligación lo que debe ejercitar es una simple acción de condena, para que
jurisdiccionalmente el deudor cumpla con su elección, o si persiste en su negativa, que el
juez lo realice a nombre de él174.
Pues bien, bajo el anterior prisma no puede estimarse tampoco que dicha
actuación procesal signifique una acumulación alternativa de acciones, pues la acción
ejercida por el acreedor es única, y no múltiple: se trata simplemente de una acción de
condena cuya causa de pedir es el incumplimiento de la obligación por parte del deudor,
y su petitum es precisamente obtener que éste sujeto cumpla con su obligación.
En suma, aun en los casos en los cuales en la obligación alternativa la elección
corresponde efectuarla al deudor, no resulta posible concebir que se trata de una
acumulación alternativa de acciones, sino más bien de proceso con objeto singular175.

NOTAS:
1. Sobre este punto vid. supra Cap. IV nº 1 y 2.
2. El carácter condicional no es un atributo exclusivo de la acumulación inicial, puesto que también es
factible que otras manifestaciones acumulativas sobrevenidas puedan sujetarse a este peculiar régimen,
como es el caso de la ampliación de la demanda y de la reconvención. (En relación a esta última: la
reconvención eventual , por todos, cfr., TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel, La reconvención. Límites. Jurisprudencia,
ob. cit., pp. 88-89; GUTIÉRREZ SANZ, María Rosa, La reconvención en el proceso civil español, ob. cit., pp.
71-72.
3. Sobre este punto, entre otros siguen el criterio bipartito, ROSENBERG, Leo, (con SCHWAB, Karl,
GOTTWALD, Peter), Zivilprozessrecht, München: Beck, 1993, pp. 562-563; ZEIS, Walter, ZivilprozeBrecht,
Tübingen, J.C.B. Mohr, 8a. ed. 1993, pp. 144-145; con un desarrollo mayor de la categoría de acumulación
propia e impropia, cfr. MERLE, Werner, «Zur eventuellen klagenhäufung», en Zeitschrift fur ZivilprozeB,
1970, pp. 436-469.
4. Entre otros, siguen este criterio tripartito en la doctrina italiana CHIOVENDA, José, Principios de Derecho
Procesal Civil, ob. cit. II, pp. 732-734; BETTI, Emilio, Diritto processuale civile italiano, Roma: Foro Italiano, 2a.
ed. 1936, pp. 672-673; PAVANINI, Giovanni, Contributo allo estudio del giudizio civile di rinvio, Milán: Cedam,
1937, pp. 156-157.
5. Siguen este criterio bipartito, refiriéndose a pluralidad de pretensiones alternativa, y eventual, entre
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
otros: GUASP, Jaime, Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 243; GÓMEZ ORBANEJA, Emilio (Con HERCE,
Vicente), Derecho Procesal Civil, ob. cit. I, p. 259; GIMENO SENDRA, Vicente (con CORTÉS DOMíNGUEZ,
Valentín, MORENO CATENA, Víctor), Derecho Procesal: proceso civil, ob. cit., pp. 107-108; RAMOS
MÉNDEZ, Francisco, Derecho Procesal Civil, ob. cit. I, p. 448; PRIETO-CASTRO, Leonardo, Derecho Procesal
Civil, ob. cit., I, pp. 471-474, aunque este autor distingue entre acumulación eventual propia e impropia.
Adoptan el criterio tripartito, sin ánimo exhaustivo, ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO
AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis), Derecho Jurisdiccional, ob. cit., T. II, 1º, pp. 109-110; TAPIA
FERNÁNDEZ, Isabel (con CAVANILLAS), La concurrencia de responsabilidad..., ob. cit., pp. 180-185.
6. Cfr. CALAMANDREI, Piero, Proceso y Democracia, ob. cit., pp. 29-32.
7. Así lo justifica expresamente VASALLI, Filippo, «La sentenza condizionale», en Studi Guiridici , Milán:
Guiffrè, 1960, vol. I, p. 455.
8. Vid. supra Cap. II. nº 4.2.
9. STC 218/1993, de 30 de junio (Sala Segunda), Ponente: José Gabaldón López. En la misma línea, entre
otras, las SSTC: 78/91, de 15 de abril (Sala Primera), Ponente: Francisco Tomás y Valiente, F.J. 4; 57/84, de
8 de mayo (Sala Segunda), Ponente: Jerónimo Arozamena; 115/84, de 3 de diciembre (Sala Primera)
Ponente: Gloria Begué Cantón; 63/85, de 10 de mayo (Sala Primera), Ponente: Manuel Díez de Velasco;
89/85, de 11 de julio (Sala Segunda), Ponente: Francisco Rubio Llorente; 164/86, de 17 de diciembre, (Sala
Primera) Ponente: Francisco Rubio Llorente, FF.JJ. 1 y 2; 100/87, de 12 de junio, (Sala Segunda), Ponente:
Jesús Legina, F.J. 2; 109/87, de 29 de junio (Sala Segunda), Ponente: Fernando García-Mon; 118/87, de 8 de
julio (Sala Primera), Ponente: Miguel Rodríguez Piñeiro, F.J. 2; 5/88, de 21 de enero (Sala Segunda), Ponente:
Francisco Tomás y Valiente, FJ 4; 21/89, de 31 de enero, (Sala Segunda), Ponente: Gloria Buegué, F.J. 3;
216/89, de 21 de diciembre, (Sala Segunda), Ponente: Vicente Gimeno Sendra, F.J. 3, y 15/90, de 1 de
febrero (Sala Primera), Ponente: Carlos de la Vega B., FJ 3.
10. Cfr. STC 122/1993, de 19 de abril (Sala Primera), Ponente: Pedro Cruz Villalón, con referencias a las
SSTC 115/1990, 172/1991, 154/1992 y 65/1993). En igual orientación: STC 200/88, de 26 de octubre (Sala
Segunda), Ponente: Jesús Legina, F.J. 2).
Tal creación jurisprudencial se engarza dentro de un fenómeno de mayor relieve, que es el del
antiformalismo procesal, promovido en primer lugar por el Tribunal Constitucional, y seguido luego por el
Tribunal Supremo. De este modo, este último Tribunal ha manifestado que, «...la plena efectividad de la
tutela judicial efectiva exige una interpretación procesal inspiradas en el principio «pro actione» y
presupone que el mismo principio debe inspirar su aplicación (S. 21-6-1991 [RJ 1991, 4570]...». (STS 18 de
febrero de 1992, RJA nº 1318/92); en igual orientación, cfr. STC 194/1993, de 14 de julio (Sala Primera),
Ponente: D. Miguel Rodríguez-Piñeiro.
11. Este atributo de no someter a condición los actos procesales principalmente se ha predicado de la
sentencia definitiva, como una derivación del principio del favor veritatis, de gran desarrollo en el derecho
canónico, y que apunta a que el proceso tenga como objeto último la defensa de la verdad. Dentro de las
varias manifestaciones prácticas del aludido principio los canónistas sostenían que la sentencia debe ser
cierta, no dudosa ni condicionada, fundamentando esas exigencias en la misma finalidad de la sentencia: la
consecución de la justicia mediante el restablecimiento de la verdad que debe ser patente a las partes para
que entre ellas renazca la paz y se mantenga la concordia entre los fieles. Pues bien, atentaría contra la
certeza de la sentencia que ella sea dada sub conditione, razón por la cual si era dada de esa forma se le
estimaba nula. (Sobre este tema, mayores antecedentes, con la bibliografía y cuerpos del derecho canónico
que profusamente cita, cfr., LLOBELL TUSET, Joaquín, Historia de la motivación de la sentencia canónica,
Zaragoza, 1985, pp. 58 ss. especialmente pp. 77-78).
Por otra parte, la prohibición de la sentencia condicional con sanción de nulidad está recogida en Las
Partidas (III, Título XXII, ley XIV), en los siguientes términos: (como non vale el juzio que es dada so condición,
o por fazañas), «O condición non deuen los judgadores dar fus juyzios, e si por auentura los dieffen, e la parte contra
quien fueffen dados fe alcaffe, por tal razon como efta lo,...». Doctrinalmente se ha buscado una posible
interpretación histórica a la sanción aplicable a esta situación. En tal sentido AIKIN ARALUCE, en una
síntesis que ilustra lo complejo que resulta este tema en las fuentes históricas, establece lo siguiente: «Los
glosadores habían encontrado normativa dispar respecto de este tema en el corpus justinianeo. Varias
normas del Codex admitían la posibilidad de una sentencia condicionada a un juramento (“si iuraveris te
absolvam”), mientras que en un pasaje de Ulpiano en el Digesto la prohibía, aunque admitía su apelabilidad
en el caso de que se hubiese dado. La escuela se dividió en dos posturas contrarias, una favorable a la
“sentencia sub conditione”, apoyada en los textos del Codex y probablemente en el peso que esta clase de
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
sentencias tenían en la práctica procesal de una época en que el juramento jugaba todavía un papel
importante. Otra rama de la escuela se aferraba literalmente a la prohibición ulpianea del Digesto. Desde
Placentino se tomó una postura intermedia: la sentencia condicional, a pesar de estar prohibida, es válida
una vez pronunciada en base a su apelabilidad, con lo cual se volvía de lleno al texto ulpianeo, que es el que
presenta nuestra normativa de las Partidas». (AIKIN ARALUCE, Susana, El recurso de Apelación en el Derecho
Castellano, Madrid: Reus, 1982, pp. 73-74).
12. Cfr., PRIETO-CASTRO, Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit, I, p. 556. En análogo sentido,
se estima que: «por regla general, la demanda judicial no puede estar condicionada», (CHIOVENDA, José,
Instituciones de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 184); «es inadmisible sujetar a condición aquellos actos
procesales que inmediatamente produzcan efectos jurídicos. Por ello, no puede supeditarse la demanda
como tal», (SCHÖNKE, Adolfo, Derecho Procesal Civil, ob. cit.,p. 111. El mismo autor agrega que: «Debe
constar con claridad si por la demanda se establece o no una relación jurídica procesal; y por ello no puede
ser presentada condicionalmente...», [Ob. cit.p. 150]); «las condiciones son en general inadmisibles, y las
determinaciones de tiempo lo son siempre. Someter los efectos de un acto de parte al vencimiento de un
término, inicial o extintivo, está en contradicción con el objeto para el que son ejecutados los actos del
proceso», (ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., T., I, p. 373).
13. ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., T., I, p. 373. (el destacado es del autor).
14. GÓMEZ ORBANEJA, Emilio, (con HERCE, Vicente) Derecho Procesal Civil,ob. cit., I, pp. 190-191. (Las
cursivas son del autor).
15. Por todos, cfr., TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel, La reconvención. Límites. Jurisprudencia, ob. cit. pp. 88-89.
16. PRIETO-CASTRO, Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, pp. 556557.
17. Cfr., ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., T., I, p. 373.
18. Entre otros, cfr., SCHÖNKE, Adolfo, Derecho Procesal Civil, ob. cit., pp. 110-111; BETTI, Emilio,
Interpretación de la ley y de los actos jurídicos, tr. José Luis de Los Mozos, Madrid: Revista de Derecho Privado,
1975, p. 341, al decir expresamente que : «a cualquier clase que pertenezcan los actos procesales no vienen
regulados por otra ley que no sea la procesal».
En nuestra doctrina GÓMEZ ORBANEJA, entiende que «los actos procesales de parte no se rigen, ni en lo
que concierne a su forma, ni a sus otras condiciones de validez, ni consecuentemente a su impugnación, por
los preceptos de la ley civil. No es ésta aplicable ni directamente ni tampoco por analogía. Del derecho
procesal que los rige resultan unos principios y un tratamiento que excluyen la aplicación analógica de las
normas que rigen el negocio jurídico, hasta tal punto, que siempre que hayan de aplicarse una regla común
a uno u otro campo, ello dependerá de que la regla tiene una carácter más general -como (...) ocurre en la
interpretación». (GÓMEZ ORBANEJA, Emilio (con HERCE, Vicente), Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p.
189).
19. CARNELUTTI, Francisco, Sistema de Derecho Procesal Civil, Buenos Aires, ob. cit., T., III, p. 523.
20. Íb. cit. ant.
21. CARNELUTTI, Francisco, Sistema..., ob. cit., p. 539. En igual línea, el mismo autor acepta la utilización de
las condiciones a propósito de la acumulación de acciones en sus Instituciones del nuevo proceso civil italiano,
ob. cit., pp. 305-306; Instituciones del proceso civil, T., I, pp. 525-528. En igual sentido, cfr. VASALLI, Filippo,
«La sentenza condizionale», ob. cit., I, p. 470.
22. «La acción eventual (acción accesoria o subsidiaria) entra en pendencia en cualquiera de estos casos
inmediatamente de ejercitada; lo que ocurre es que queda condicionada resolutoriamente la litispendencia,
es decir, queda sin efecto (prescindiendo de la cuestión de las costas) “ex tunc” si se admite la acción
principal, cosa que ocurre en todos los casos de desestimiento». (GOLDSCHMIDT, James, Derecho
Procesal Civil, tr. Leonardo Prieto-Castro, Buenos Aires: Labor, 1936. p. 296). «Los efectos de la
litispendencia se producen respecto de todas las demandas acumuladas, tanto en caso de la acumulación
simple como condicional», (CHIOVENDA, José, Principios..., ob. cit., II, p. 738).
En palabras de ROSENBERG, « no es esto un planteamiento de demanda suspensivamente condicionado;
la pretensión eventual llegará a litispendencia inmediatamente y sin condiciones, de modo que puede
debatirse en seguida sobre ella, y ocurrirá esto por lo regular; pero su litispendencia, en virtud de que la
resolución sobre ella sólo debe producirse luego de rechazar o reconocer la pretensión principal, está
condicionada en forma resolutiva por el reconocimiento o rechazamiento con autoridad de cosa juzgada de
la pretensión principal, y caduca con efectos retroactivos con la realización de esa condición».
La acumulación inicial condicional de acciones
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(ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., II, p. 94).
23. Sobre este tema, cfr. CONSOLO, Claudio, Il cumulo condicionale di domande, struttura e funcione, Padova:
Cedam, 1985, I, especialmente pp. 27-104.
24. Cfr. PRIETO-CASTRO, Leonardo,Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 473, not. 76.
25. Íb. cit. ant., p. 472.
26. ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis), Derecho
Jurisdiccional , ob. cit., T. II, 1º, p. 109.
27. Cfr. SCHÖNKE, Adolfo, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 176. En igual línea, CHIOVENDA, José,
Principios..., ob. cit., II, p. 733.
28. En nuestra doctrina, resaltan como característica de la acumulación eventual la incompatibilidad que
debe existir entre las acciones, entre otros: FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Ángel, (con DE LA OLIVA,
Andrés), Derecho Procesal Civil, II. ob. cit., p. 99; CACHÓN CADENAS, Manuel, «Embargo, tercerías y
opción de compra», art. cit., p. 351; TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel (con CAVANILLAS MÚGICA), La
Concurrencia de responsabilidad..., ob. cit. p. 181.
29. «en los casos de concurrencia objetiva, el experimento victorioso de una de las acciones de condena
extingue también las otras, porque desaparece el interés para accionar a fin de obtener una segunda
condena, dado que la ejecución podría hacerse sólo una vez. En cambio el rechazo de la acción no perjudica
la acción concurrente». (LIEBMAN, Enrico T., Manual de Derecho Procesal Civil , ob. cit. p. 148. Sobre el
interés para accionar, cfr. el mismo autor, ob. cit. p. 115-116).
30. En este sentido, entre otros, cfr., GOLDSCHMIDT, James, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 296.
31. Cfr. GUASP, Jaime, Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 243.
32. Cfr., GOLDSCHMIDT, James, Principios Generales del Proceso, ob. cit. I, p. 186.
33. En general sobre el contenido de este principio cfr. WYNESS MILLAR, Robert, Los Principios Formativos
del Proceso Civil, ob., cit., pp. 96-106.
Desde otro ángulo, pero llegando a igual resultado, otros autores prefieren justificar la acumulación
eventual poniendo énfasis en el principio de preclusión más que en el de la eventualidad. (Siguen esta línea,
entre otros autores, FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Ángel, (con DE LA OLIVA), Derecho Procesal Civil, II. ob.
cit., p. 99; TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel, (con CAVANILLAS), La concurrencia de responsabilidad..., ob. cit. p.
180. También GUASP sigue este camino, al señalar que la acumulación eventual debe ser admitida sin
vacilación «como un correctivo al principio de preclusión procesal, que obliga a formular dentro de un
momento determinado las pretensiones sobre los que haya de decidir el órgano jurisdiccional, sin
posibilidades utilizables de rectificación posterior». (GUASP, Jaime, Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 244).
La distinta modalidad de tratamiento se explica si se considera la advertencia de GÓMEZ ORBANEJA, en
el sentido que el denominado principio de acumulación eventual, o de eventualidad, ha sido calificado por
algunos autores de exageración artificial del de preclusión. (Derecho Procesal Civil, ob. cit., I. p. 218).
34. En esta línea, cfr. VÁZQUEZ SOTELO, José, «Los principios del proceso civil», art. cit., p. 638;
COMOGLIO, Luigi Paolo, Il principio di economía processuale, ob. cit., I, p. 10.
35. Vid. supra nº 2-2.2.
36. Cfr. GOLDSCHMIDT, James, Principios Generales del Proceso, ob. cit., I, p. 179; MOLITOR, Eric (con
SCHLOSER, Hans), Perfiles de la nueva historia del derecho privado, ob. cit., p. 42.
37. En este sentido, cfr., DE LA PLAZA, Luis, Derecho Procesal Civil Español, I, ob. cit., p. 324.
38. En materia probatoria se ha pretendido explicar esta situación a través del “principio de la preclusión
de la prueba”, que básicamente consistiría en lo siguiente: «...se trata de una formalidad de tiempo u
oportunidad para su práctica y se relaciona con los de contradicción y lealtad; con él se persigue impedir
que se sorprenda al adversario con pruebas de último momento, que no alcance a controvertir, o que se
propongan cuestiones sobre las cuales no alcancen a controvertir, o que se propongan cuestiones sobre las
cuales no puede ejercitar su defensa. Es una de las aplicaciones del principio general de preclusión en el
proceso, también denominado de la eventualidad, indispensable para darle orden y disminuir los
inconvenientes del sistema escrito». (DEVÍS ECHANDÍA, Hernando, Teoría General de la Prueba Judicial ,
Buenos Aires: Zavalía, 3a. ed. 1974, p. 127).
39. En este sentido, conviene transcribir la doctrina de la STS de 20 de diciembre 1994, RJA nº 9772, que
reitera la siguiente pauta general: «delimitado el conflicto suscitado por los hechos alegados por la
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demandante, no podía la demandada aportar pruebas sobre hechos constitutivos de una excepción sobre
el fondo (...) que no fueron oportunamente alegados, por lo que tal prueba debió inadmitirse en su
momento ya que otra cosa vulnera los principios de contradicción y de igualdad en el proceso, al privarse
a la otra parte de formular alegaciones y aportar las pruebas necesarias para desvirtuar esos hechos no
invocados oportunamente...».
40. En ocasiones las pretensiones se pueden presentar dudosas en cuanto a su fundamento jurídico, no
porqué éste no se encuentre, sino porque se duda entre varios posibles, configurándose por lo mismo
causas de pedir distintas, situación que justifica acudir a la acumulación eventual de causa petendi, que
equivale a una acumulación eventual de acciones o de pretensiones. (Por este camino cfr. DE LA OLIVA,
Andrés, Sobre la Cosa Juzgada..., ob. cit. p. 88).
41. Sobre este punto supra Cap. I nº 2.2., 6º).
42. Vid. supra cap. I, nº 3-3.2.
43. En todo caso, esa pauta, que recurre al mayor valor es una solución que con anterioridad a la reforma
procesal de 1984 la doctrina sustentaba, y lo que hizo la ley fue tan sólo positivar un criterio de solución ya
explicítado en nuestra doctrina. (Sobre el criterio vigente con anterioridad a la modificación la Ley
34/1984, cfr. PRIETO-CASTRO, Leonardo,Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, pp. 467-468).
44. STS de 26 de noviembre de 1990, RJA nº 9049. En igual orientación, cfr., S.A.P. santa Cruz de Tenerife,
de 15 de septiembre 1993, RGDº, FF.JJ. 2º y 3º.
45. Defienden expresamente la aplicación a la acumulación eventual de los mismos requisitos procesales de
la acumulación simple, con la salvedad de la fijación de la cuantía y de la incompatibilidad material de las
acciones, entre otros autores, TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel, (con CAVANILLAS), La concurrencia de
responsabilidad..., ob. cit. 181; FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Ángel (con RIFA SOLER y VALLS GOMBAU),
Derecho Procesal Práctico, ob. cit., III, p. 234.
46. La expresión es de GOLDSCHMIDT, James, Principios Generales del Proceso, ob. cit., I, p. 182.
47. Las necesidades procesales superan las hipótesis previstas en el número 15, antes transcrito, siendo
posible que surjan problemas en la determinación de la competencia objetiva por razón de la cuantía en dos
situaciones no expresamente previstas por el legislador: cuando no es posible saber el mayor valor de la
acción deducida, y cuando se trata de acumulación de acciones de cuantía indeterminada.
En la doctrina se entiende que no se puede acumular eventualmente a la principal una acción cuya materia
o cuantía sobrepase los límites de la competencia objetiva del juez. (Cfr. TAPIA, Isabel (con CAVANILLAS),
La concurrencia de responsabilidad..., ob. cit., 181).
48. Vid. infra nº 5.2., parte primera.
49. Otros ejemplos, cfr. GOLDSCHMIDT, James, Principios Generales del Proceso, ob. cit. I, pp. 180-181.
50. Por lo mismo, se sostiene que no existe acumulación eventual cuando el actor ejercita una acción de
daños para el caso de que, aun estimada la acción principal, no se pueda ejecutar la sentencia; pues en tal
caso se ha de resolver sobre ambas, no existiendo relación de eventualidad en cuanto al proceso ni a la
sentencia, sino sólo para la ejecución. (PRIETO-CASTRO, Leonardo,Tratado de Derecho Procesal Civil, ob.
cit., I, pp. 473, not. 76).
51. GOLDSCHMIDT, James, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 296.
52. Cfr. GOLDSCHMIDT, James, Principios Generales del Proceso, ob. cit. I, p. 182. Por lo mismo, este autor
entiende que no seria admisible, por ejemplo, fundamentar la petición de pago de una suma de dinero,
principalmente por préstamo que tuvo lugar en el año 1932, y eventualmente por venta celebrada en el año
1933; o acumular eventualmente a la exigencia de una servidumbre de paso, una petición de devolver una
cosa prestada. (Ob. cit. pp. 181-182).
53. Cfr. SCHÖNKE, Adolfo, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 176
54. Cfr., ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., T., II, pp. 93-94.
55. En este sentido, cfr. CHIOVENDA, José, Principios..., ob. cit., II, p. 733.
56. FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Ángel, (con RIFA SOLER y VALLS GOMBAU), Derecho Procesal Práctico,
ob. cit., III, p. 234.
57. Esto es sin perjuicio de lo que más adelante se señalará para la acumulación alternativa de acciones (en
relación con el concurso propio de acciones). Vid. infra, Cap. V nº 5.2.
La acumulación inicial condicional de acciones
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58. «Se dice que los derechos están concurrentes cuando están vinculados entre sí desde el punto de vista
funcional de modo que la satisfacción de uno de ellos extingue también el otro: a la identidad de un cierto
resultado práctico, que se tiene derecho a conseguir, corresponde una pluralidad de razones de
pretenderlo, las cuales sin embargo, aun siendo autónomas y separadamente tutelables, no permiten
obtener aquel resultado más que una vez». (LIEBMAN, Enrico T., Manual de Derecho Procesal Civil , ob. cit.,
p. 148).
59. Salvo que se trate de una acumulación alternativa de acciones que se encuentran en relación de
concurso simple. Vid. infra, Cap. V nº 5.2.
60. PRIETO-CASTRO, Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 477.
61. Íb. cit. ant., p. 472.
En el fondo, esta cuestión trata de un problema que, en palabras de GUASP, puede reconducirse a lo
siguiente: «...en el terreno procesal, es preciso saber cuándo la protección de un interés ha sido pedida al
órgano jurisdiccional -y en consecuencia, éste deba esa protección también superando una posible
formulación errónea de la parte- y cuando falta tal petición y el Juez no debe actuar». (GUASP, Jaime, Juez
y Hechos en el Proceso, Barcelona: Bosch, 1943, p. 107). En esa misma obra el referido autor propone aplicar
como solución “el criterio de la intención”, que aplicado al arbitrio judicial en materia de hechos permite
«corregir la defectuosa actividad de las partes que no debe ser sancionada con la pérdida de sus derechos
procesales, lo que sin embargo, ocurre hoy con un criterio que recuerda el antiguo rigor de las acciones en
la ley». (Ob. cit., pp. 117-118).
62. Una solución menos técnica, pero que nos parece más correcta en la actual estructura del proceso civil
español -con excepción de la comparecencia previa del juicio de menor cuantía-, es admitir la renuncia de
una de las acciones. Este arreglo frente a un equívoco del actor se recoge expresamente en la STS de 3 de
febrero de 1993, RJA nº 801, en la cual, la actora, frente al error de haber acumulado en forma simple
acciones que por su relación interna -acción de simulación con la rescisión por fraude- debieron
acumularse eventualmente, renunció a una de ellas para que el juez pudiera pronunciarse sobre el fondo de
la que siguió siendo objeto del proceso.
63. Cfr. GOLDSCHMIDT, James, Principios Generales del Proceso, ob. cit., I, p. 183. (Con otras palabras,
GOLDSCHMIDT entiende que : «no se admite acumulación eventual subjetiva de las demandas, es decir el
actor 2 no puede entablar un pleito contra el demandado para el caso en que se desestime la demanda de
un actor 1 contra el mismo demandado, y tampoco puede un actor interponer una demanda contra el
demandado 2 para el caso en que se desestime su demanda contra un demandado 1»).
64. GOLDSCHMIDT, James, Principios Generales del Proceso, ob. cit., I, p. 183; Derecho Procesal Civil, ob. cit.
p. 297.
65. SCHÖNKE, Adolfo, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 150.
66. ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil,ob. cit., T., I, pp. 375-376.
67. Mayores antecedentes sobre este tipo acumulativo, cfr., ALLORIO, Enrico, «Litisconsorcio alternativo
passivo e impugnazione incidentale», en L´ordenamiento giuridico nelprisma dell´ acertamento giudiziale, Milán:
Giuffrè, 1957, I, p. 515-525.
68. Cfr. SERRA DOMÍNGUEZ, Manuel, «Concepto y regulación del litisconsorcio», art. cit.,pp. 580-581.
En igual orientación, MONTERO AROCA, definiendo al litisconsorcio eventual como aquél en el cual «el
demandante ejercita una pretensión como principal contra un demandado y sólo para el caso de que sea
desestimada ejercitada otra, como subsidiaria, contra un segundo demandado». («Acumulación de
procesos y proceso único con pluralidad de partes», en Estudio de Derecho Procesal, ob. cit., p. 230).
También acepta esta categoría FERNÁNDEZ LÓPEZ, cuando delimitando el alcance de la acumulación
eventual afirma que esta figura «...puede y debe servir para cubrir todas las eventualidades posibles, cuando
la relación jurídica material no esté del todo clara y sea indiferente al actor resarcirse de uno u otro
demandado o de ambos conjuntamente». (FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Ángel (con RIFA SOLER y VALLS
GOMBAU), Derecho Procesal Práctico, ob. cit., III, p. 234.
69. Cfr., CORDÓN MORENO, Faustino, «La congruencia en Segunda Instancia (Comentario a la STS de
31 de marzo 1984)», en Boletín de los Colegios de Abogados de Aragón, nº 96, 1 de enero 1985, pp. 70-76. La
relación de hecho de la sentencia aludida también se extrae de la exposición de este autor, puesto que la
STS de 31 de marzo de 1984, RJA nº 1476, sólo contiene una exposición fáctica en lo que resulta pertinente
a la casación.
La acumulación inicial condicional de acciones
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70. Con las referencias que indica, cfr. ORTELLS RAMOS, Manuel, «Problemas del proceso de alimentos
provisionales», art. cit., pp. 33-34. (Esto es sin perjuicio que en relación a la obligación alimenticia exista un
litisconsorcio necesario, evento en el cual no existe posibilidad alguna de un proceso con acumulación de
acciones; en este sentido, entre varias, cfr., STS de 12 de abril 1994, RJA nº 2789). Mayores antecedentes
supra Cap. III nº 7.2.3.
71. Recordemos, el artículo 156 de la L.E.C. establece que «podrán acumularse y ejercitarse
simultáneamente las acciones que uno tenga contra varios individuos, o varios contra uno, siempre que
nazcan de un mismo título o se funden en una misma causa de pedir».
72. Sobre la conexión justificante del litisconsorcio voluntario, vid. supra Cap. III nº 6 ss.
73. Una perspectiva general de la evolución de la jurisprudencia en materia de régimen de responsabilidad
civil extracontractual en ilícito causado por varios sujetos, cfr. DE ÁNGEL YAGÜEZ, Ricardo, Tratado de
responsabilidad civil, Madrid: Civitas. 3a. ed., 1993, pp. 846865. Otros datos sobre la doctrina judicial, cfr.
EGUSQUIZA BALMASEDA, Mª Ángeles, «La responsabilidad solidaria en el ámbito civil», en Aranzadi Civil,
oct. 1994, nº 12. pp. 13-26.
74. STS de 26 de noviembre 1928, Jurisprudencia Civil nº 63.
75. En este sentido, entre otros, cfr. PRIETO-CASTRO, Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit.,
I, pp. 473, not. 76; CHIOVENDA, José, Principios..., ob. cit., II, p. 738.
76. En efecto, la importancia de distinguir entre acumulación simple y acumulación condicional radica
fundamentalmente, siguiendo a CHIOVENDA, en lo siguiente: «la sentencia decide sobre las varias
demandas [acciones] siguiendo el orden determinado por la naturaleza de la acumulación».
(CHIOVENDA, José, Principios..., T. II, p. 739).
77. En un intento por delimitar la naturaleza de esta cuestión, entendemos que se trata de un asunto
vinculado a los mal llamados “presupuestos procesales”, básicamente porque la falta de estos -en general-
no genera la obligación del juez de resolver sobre el fondo. Por lo mismo, en su dimensión negativa, no se
trata de un problema de “condiciones de la acción”, esto es, las condiciones necesarias para obtener una
resolución favorable (Sobre este concepto de condiciones cfr. CHIOVENDA, José, Instituciones de Derecho
Procesal Civil, ob., cit., p. 68). En efecto, el cumplimiento de la condición -que en la acumulación eventual está
dado por el rechazo de la acción principal- es un presupuesto procesal de la acción acumulada
eventualmente y no una condición de la acción, básicamente de estimar que si se cumplen los presupuestos
procesales siempre habrá lugar a un pronunciamiento de fondo, ya sea favorable o desfavorable. En cambio,
si no concurren los presupuestos procesales impide que el órgano jurisdiccional pueda juzgar sobre el
fondo de la cuestión, esto es quedará la acción imprejuzgada.
Como precisa LIEBMAN, la ausencia de los presupuestos procesales «no impide la existencia del proceso,
pero constituye obstáculo a la sustanciación y al examen del fondo». (Cfr. LIEBMAN, Enrico T., Manual de
Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 129).
A mayor abundamiento, siguiendo las explicaciones de CALAMANDREI: mientras los requisitos atinentes
a la constitución del proceso (presupuestos procesales) son indispensables a fin que el juez pueda entrar a
examinar el fondo de la demanda [la acción eventual], los requisitos o condiciones de la acción son
indispensables a fin de que el juez pueda acoger la demanda y pronunciar una providencia de mérito
favorable al solicitante. (Cfr. CALAMANDREI, Instituciones de Derecho Procesal Civil..., ob. cit., I, p. 258).
78. En esta vía, cfr. ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., II, p. 96.
79. Así, RAMOS MÉNDEZ, Francisco, Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 448.
80. PRIETO-CASTRO, Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 472.
81. Cfr. TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel (con CAVANILLAS), La Concurrencia de responsabilidad..., ob. cit. 180;
82. FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Ángel (con RIFA SOLER y VALLS GOMBAU), Derecho Procesal Práctico,
ob. cit., III, p. 234.
Por su parte, SERRA DOMÍNGUEZ también aborda esta cuestión, pero su planteamiento resulta
enigmático, y no sabemos donde encasillarlo. Concretamente, nos dice este autor: «hemos distinguido la
pretensión subsidiaria genérica -formulada para todos los casos de desestimación de la pretensión
principal- de la pretensión subsidiaria específica tan solo para el caso de que la pretensión principal sea
desestimada por determinados motivos (falta de competencia; procedimiento inadecuado; falta de
legitimación pasiva, etc.)-. Como es lógico, la pretensión subsidiaria específicamente puede ser analizada
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
cuando la pretensión principal haya sido desestimada por el motivo concreto que determinó su
formulación». (SERRA DOMÍNGUEZ, Manuel, «Incongruencia civil y penal», en Estudios..., ob. cit. p. 415).
[La ambigüedad en el pronunciamiento -en nuestra opinión- proviene de no resultar claro si basta que la
pretensión principal sea desestimada por una cuestión de forma -como lo sugiere la primera parte de su
construccióno bien por una cuestión de fondo, puesto que, en la última parte, al referirse a la
desestimación “por el motivo concreto que determinó su formulación”, entendemos exige un
pronunciamiento sobre el fondo de la pretensión principal, pues el motivo concreto que determina el
ejercicio de las pretensiones debe ser siempre un juicio sobre el fondo de las mismas, ya que nadie afirma
pretensiones para que sean rechazadas por cuestiones meramente formales].
83. CHIOVENDA, José, Principios..., ob. cit., II, p. 734. Sin embargo, debe advertirse que este argumento
pierde coherencia en el pensamiento del autor cuando, siguiendo a STEIN, entiende que «...puede suceder
que el actor haya dado a sus demandas un orden que no corresponda a un interés suyo, ni siquiera moral,
y hasta contrario a su interés; en este caso, el juez puede racionalmente estimar que el orden no
corresponde a una precisa voluntad del actor e invertirlo por comodidad de decisión. La acumulación
subordinada se transforma entonces en alternativa». (Ob. cit., II, p. 734).
84. CALAMANDREI, Piero, Instituciones de Derecho Procesal Civil..., ob. cit., I, p. 397.
85. En este sentido, cfr., ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER,
Juan-Luis, MONTÓN REDONDO, Alberto), Derecho Jurisdiccional , ob. cit., T. I, p. 436.
86. La «socialización del proceso» es todavía un fenómeno difícil de precisar. Bajo ese rotulo se esgrimen
distintas opciones sobre las funciones que debe cumplir el proceso civil especialmente en lo que dice
relación con los poderes del juez y el alcance del principio dispositivo bajo el cual se cimienta el proceso
civil de corte liberal desde el siglo pasado. Pues bien, los precursores de esta idea cierran filas en torno a
las criticas que dirigen al proceso civil clásico, para desarrollar uno que obedezca a orientaciones más
publicistas, en desmedro del principio dispositivo de las partes. (Mayores antecedentes, cfr., BAUR, Fritz,
«Liberalización y socialización del proceso Civil», en Revista de Derecho Procesal Civil Iberoamericana, 1972,
nº 2-3, pp. 303-333; SERRA DOMÍNGUEZ, Manuel, «Liberalización y socialización del proceso civil», en
Revista de Derecho Procesal Civil Iberoamericana, 1972, nº 2-3, pp. 511 ss; MILLÁN, CARLOS, «Alcance del
llamado principio dispositivo y su repercusión en la resolución judicial», en Anuario Jurídico, XIII, 1981, pp.
437-449; CAPPELLETTI, Mauro, «Publicización, oralidad, socialización», en El proceso civil en el derecho
comparado, grandes tendencias evolutivas, tr. Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires: E.J.E.A., 1968, pp. 43-82.
87. Aunque en los últimos tiempos seamos testigos de importantes cambios ideológicos, la historia no muy
lejana nos demuestra que siempre existe la posibilidad de transformar al proceso civil de un instrumento de
protección de los derechos de las personas, en un mecanismo al servicio de intereses que lo desnaturalizan
de esa función, pudiendo, por lo mismo, darse el fenómeno que CALAMANDREI denunció como la
abolición del proceso civil. (CALAMANDREI, Piero, «¿La abolición del proceso civil?», en Estudios sobre el
proceso civil, ob. cit., pp. 343-348).
Modernamente el problema subsiste, pero con distinto matiz, aunque no por ello menos preocupante para
el futuro del proceso civil contemporáneo. Veamos algún ejemplo de este radicalismo abolicionista del
proceso civil. Dice un autor, que «es innegable que los viejos moldes privatistas e individualistas del
proceso dispositivo del siglo XIX están en crisis. El proceso privado y sus diversas ramas, como lo son el
proceso civil, el proceso mercantil, el proceso familiar y hoy el proceso arrendaticio, van surgiendo,
creciendo y desarrollándose al impulso de factores publicistas y socializantes. No puede ya ser, no puede
continuar siendo el factotum, el interés privado o particular de los individuos aislados. Los intereses sociales
o colectivos han ido ganando terreno en su protección, y ello en el desideratum de que el juez busque la
verdadera verdad. Las influencias publicistas en materia procesal hacen que el juez reivindique los poderes
estatales, pero no ya basándose para ello en la voluntad omnipotente y caprichosa del soberano absolutista,
sino en un sentido proteccionista y tutelar de ciertos intereses de grupo, de clase. Es decir, el juez ya no
puede ser el simple espectador pasivo de la contienda, sino que debe tomar en consideración la posición de
cada parte y desde luego, tiene una actitud de auxilio hacia el débil o el torpe frente al hábil y poderoso. Se
trata de lograr la obtención de la verdad material sobre la verdad formal o ficticia a que pueden dar lugar
ciertas construcciones procesales». (GÓMEZ LARA, Cipriano, «El futuro del proceso civil», en Ars
Iuris,México: Universidad Panamericana, nº 11, 1994, p. 256).
Una visión antagónica con la tesis antes transcrita, cfr. GUTIÉRREZ DE CABIEDES, Eduardo, «La
socialización del proceso» en Constitución, Derecho y Proceso..., ob. cit., pp. 423-441; CORDÓN MORENO,
Faustino, «En torno a los poderes de dirección del juez civil», art. cit., pp. 807-826.
88. Aunque para CHIOVENDA el concepto de acción en este sentido fue revelado primeramente por
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
MUTHER en su polémica con WINDSCHEID, y desarrollando después ampliamente por WACH. (Cfr.
CHIOVENDA, José, Instituciones de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 82).
89. WACH, Adolf, La pretensión de declaración, tr. del alemán Juan. M. Semón, Buenos Aires: E.J.E.A, 1962,
pp. 40-41.
90. En una visión antagónica de la que se propone en el texto, entendemos que si se opta por una tesis
abstracta de la acción podría defenderse sin problemas que no es necesario un pronunciamiento sobre el
fondo, básicamente porque en las tesis abstractas existe una radical separación entre derecho material y
acción procesal. En efecto, las doctrinas abstractas de la acción, si bien explican sin inconvenientes la
autonomía de la acción, a nuestro juicio, presentan la dificultad de convertir la acción y al derecho material
en verdaderos compartimientos sin ninguna conexión. En este sentido, postular que todos tienen derecho
de acción, por ser este un poder abstracto, inclusive hasta el litigante de mala fe y sin derecho subjetivo
alguno, significa reconocer implícitamente que es irrelevante el contenido del pronunciamiento que pueda
recaer sobre la acción principal en una acumulación eventual, pues el contenido de la acción se habría
agotado con esa facultad que todos tienen -de buena o mala fe- de solicitar la protección jurisdiccional.
91. Conviene, en todo caso, tener presente que para el Tribunal Constitucional la negativa arbitraria o
irrazonable a un juicio sobre el fondo, constituye un quebrantamiento del derecho a la tutela judicial
efectiva. (Cfr. STC 71/1991, de 8 de abril (Sala Segunda), Ponente: Miguel Rodríguez-Piñero y Bravo Ferrer,
FF. JJ. 1 y 2. “Es preciso recordar que este Tribunal ha declarado reiteradamente que, si bien el contenido
primordial del derecho a la tutela judicial efectiva reconocido en el artículo 24.1 CE comprende el derecho
al acceso a la actividad jurisdiccional y a obtener de los Jueces y Tribunales una resolución razonada y
fundada en Derecho sobre el fondo de las pretensiones deducidas por las partes del proceso (SSTC
55/1987 y 57/1988, por todas), al tratarse de un derecho prestacional de configuración legal, su ejercicio y
prestación están supeditados a la concurrencia de los presupuestos y requisitos procesales que, en cada
caso, haya establecido el legislador, que no puede, sin embargo, fijar obstáculos o trabas caprichosos que
obstaculicen la tutela judicial efectiva garantizada constitucionalmente (STC 185/1987)». STC 331/1994, de
19 de diciembre (Sala Primera), Ponente: Alvaro Rodríguez B.
En cuanto a la inexistencia de un derecho al acierto, cfr. STC 146/91, de 1 de julio (Sala Segunda), Ponente:
José Luis de los Mozos, F.J. 2, reiterando el criterio sentado anteriormente, en el sentido de que «...no
incluye el alegado derecho a la tutela judicial efectiva y a la no indefensión el derecho a que los criterios
judiciales respondan a lo pretendido por las partes, sino tan sólo a que se manifiesten en resoluciones
motivadas y no arbitrarias». En igual sentido, SSTC de 9/81, de 31 de marzo (Sala Primera), Ponente: Rafael
GómezFerrer; 22/82, de 18 de mayo (Sala Segunda), Ponente: Luis Díez-Picazo; 35/82, de 14 de junio,
(Pleno), Ponente: Francisco Rubio Llorente; 92/83, de 8 de noviembre (Sala Primera), Ponente: Manuel
Diaz de Velasco; y 160/85, de 28 de noviembre (Sala Segunda), Ponente: Jerónimo Arozamena Sierra.
Últimamente se ha resuelto que, « ...el art. 24.1 de la CE. no incluye el hipotético derecho al acierto judicial,
ni comprende la rectificación de incorrecciones jurídicas producidas en la interpretación o aplicación de las
normas (por todas, SSTC 163/1993 y 245/1993»).
92. De igual forma, también se nos podría criticar que el valor de la seguridad jurídica justificaría que el
órgano jurisdiccional entre a conocer de la acción eventualmente acumulada no obstante el rechazo
meramente formal de la acción principal, puesto que, en caso contrario aumentaría la falta de certeza de los
derechos.
93. Por todos, cfr. CHIOVENDA, José, Instituciones..., ob. cit., I, p. 69.
94. STS de 26 de noviembre 1990, RJA nº 9049. (Se mantuvo la sentencia de primera instancia, que por
haber estimado la excepción de litispendencia, se abstuvo de entrar a conocer de la acción principal).
Debe tenerse en cuenta que esta tesis cobra mayor fuerza por la doctrina del Tribunal Constitucional, que
específicamente ha establecido sobre el particular la siguiente pauta, que resume la STC 4/1994, de 17 de
enero (Sala Segunda), Ponente: Eugenio Díaz Eimil, en los siguientes términos: «de la constante y reiterada
doctrina que este Tribunal ha establecido, a partir de su STC 20/1982 en relación con el vicio de
incongruencia de las resoluciones judiciales, constituidas, entre otras, por la SSTC 14/1984, 177/1985,
142/1987, 69/1992 y 88/1992, debemos destacar (...), los siguientes elementos conceptuales: (...) c) no se
produce incongruencia omisiva prohibida por el artículo 24.1 de la Constitución, cuando la falta de
respuesta judicial se refiera a pretensiones, cuyo examen venga subordinado a la decisión que se adopta
respecto de otras pretensiones planteadas en el proceso que, siendo de enjuiciamiento preferente,
determinen -por su naturaleza o por la clase de conexión procesal que tengan con aquéllas- que su
estimación haga innecesario o improcedente pronunciarse sobre éstas, como ocurre en el ejemplo típico
de estimación de un defecto formal que impida o prive de sentido entrar en la resolución de la cuestión de
fondo». (F.J. 2º).
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
95. STS de 10 de enero 1991, RJA nº 294 (Civil), F.J. 4º.
En nuestro concepto resulta criticable está última solución jurisprudencial, por las razones que antes
expusimos sobre la necesidad de un pronunciamiento desestimatorio en cuanto al fondo de la acción
principal, a los que nos remitimos para evitar repeticiones.
96. Cfr. PRIETO-CASTRO, Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, pp. 473-474. (debe
advertirse que este autor la designa como acumulación eventual impropia).
97. CHIOVENDA, José, Principios de Derecho Procesal Civil, ob. cit., T., II, p. 732.
98. ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis), Derecho
Jurisdiccional , ob. cit., T. II, 1º, p. 109.
99. En este sentido, cfr. CHIOVENDA, José, Principios de Derecho Procesal Civil, ob. cit., II, p. 733.
100. Cfr.,TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel (con CAVANILLAS), La concurrencia de responsabilidad..., ob. cit., pp.
181-182.
101. Ese mismo rasgo de la acumulación sucesiva -en orden a la no incompatibilidad de las acciones- la
acerca más a la acumulación simple de acciones, por cuanto, ambas categorías acumulativas deben versar
sobre acciones no contradictorias ni incompatibles entre sí, radicando, sin embargo, la diferencia entre
ambas en la circunstancia de que en la acumulación sucesiva existen acciones afirmadas bajo la condición
que sea acogida una que tiene el carácter de principal. En nuestra doctrina TAPIA FERNÁNDEZ
expresamente ha sostenido que la acumulación sucesiva es una figura distinta de la acumulación eventual,
conclusión que funda en la circunstancia de que en la acumulación sucesiva las acciones acumuladas exigen
los mismos requisitos sustantivos y procesales de la acumulación simple, existiendo, por ende, una “suma
de acciones”, criterio que compartimos en todas sus partes. (ob. cit., p. 182).
102. Sobre la prejudicialidad, entre la abundante bibliografía cfr. MENESTRINA, Francesco, La pregiudiciale
nel processo civile, Milán: Giuffrè, 1963; CALAMANDREI, Piero, Instituciones de Derecho Procesal Civil..., ob.,
cit., I, p. 302; LIEBMAN, Enrico T., Manual de Derecho Procesal Civil, p. 146; MARÍN PAGEO, Encarnación,
«La prejudicialidad civil en el proceso declarativo», en Revista de Derecho Procesal, 1989, nº 1, pp. 47-67;
ALSINA, Hugo, Las cuestiones prejudiciales en el proceso civil, Buenos Aires: E.J.E.A. , 1959.
103. Para esta definición de prejudicialidad lógica, cfr. ARAGONESES MARTÍNEZ, Sara, la voz
prejudicialidad (Dº Procesal), en Enciclopedia Jurídica Básica, Madrid: Civitas, 1995, T., III, p. 4998.
Se debe recordar que esta vinculación de la acumulación sucesiva a una relación de prejudicialidad fue
advertida en nuestra doctrina por DE VICENTE Y CARAVANTES, cuando como excepción a la regla
general de su época, que prohibía la acumulación conjunta de acciones que estuvieran en relación de
prejudicialidad, excepcionaba tal criterio de la siguiente forma:«Sin embargo, como las acciones principales de
esta clase, ofrecen dos alternativas, una de las cuales admite el ejercicio de la otra, podrán formularse como
consecuencia de esta declaración y condicionalmente...». (DE VICENTE Y CARAVANTES, José, Tratado
Histórico..., ob., cit. T., I, p. 510).
104. En este sentido útil es recordar la siguiente pauta jurisprudencial: «que si bien, según opinión
corriente, la inexistencia o nulidad absoluta del contrato obra de pleno derecho y sin necesidad de
declaración judicial por no producir el mismo efecto alguno, tal doctrina no siempre puede admitirse como
exacta, pues al crear todo negocio jurídico una apariencia de validez, se hace indispensable destruir tal
apariencia si constituye obstáculo para el ejercicio de un derecho, principio este que viene inspirando la
jurisprudencia de esta Sala, de la que constituyen ejemplo las antiguas sentencias de 28 de octubre de 1867
y 17 de diciembre de 1873, y las más recientes de 19 de febrero de 1894 y 18 de enero de 1904...». (STS
de 3 de enero 1947, RJA nº 5).
En fecha más reciente la STS de 30 de mayo de 1990 RJA nº 4099, establece que:«... los negocios jurídicos,
aunque sean nulos plenamente, su apariencia de validez en principio les hace producir unos efectos que
exigen como indispensable destruir tal apariencia y liquidar las cuestiones de carácter patrimonial que
pueden haber originado, como se deduce de las Sentencias de 16 de marzo de 1959, 6 de mayo de 1961 y
otras».
105. Al igual que en la nulidad, la resolución también produce algunos efectos que pueden justificar una
acumulación sucesiva de acciones. Una buena síntesis de estos efectos se contienen en la S.A.P. de Madrid,
de 29 de septiembre 1994, ACA nº 1832, F.J. 6º, que en lo pertinente dice: «la resolución, dice la Sentencia
del Tribunal Supremo de 24 febrero 1988 (RJ 1988, 1301), tiene unos específicos efectos respecto de la
devolución al estado jurídico preexistente, con alcance retroactivo, de tal suerte que el comprador ha de
recuperar la parte del precio no sujeta a indemnización de daños y perjuicios, y el vendedor el objeto, tal
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
como lo vendió, o con lo que se le hubiera incorporado durante el tiempo de su posesión por el
comprador, por su carácter de deudor que ha incumplido. Como lo dice la Sentencia de 28 noviembre
1985 [RJ 1985, 5910], reiterando lo ya manifestado por las de 21 de noviembre 1963 [RJ 1964, 347], 14
marzo 1964 (RJ 1964 1594) y 16 de octubre 1967 (RJ 1967, 3823), la resolución del contrato sinalagmático
por incumplimiento tiende a cancelar desde un principio los efectos de lo convenido, colocando a los
intervinientes en la misma situación en que se hallarían si el pacto no se hubiera celebrado, efecto que
opera ex tunc y que lleva consigo la obligación de restituir cada parte lo que haya recibido de la otra por
razón del vínculo obligacional, sin perjuicio de los terceros adquirentes de buena fe cuyo derecho ha de ser
respetado. Pero además de la restitución de las prestaciones objeto del contrato, el artículo 1124 del
Código Civil reconoce a la parte que insta la resolución (...) la posibilidad de solicitar la indemnización de
los daños y perjuicios que se le han ocasionado como consecuencia del incumplimiento de la contraparte».
En igual orientación, entre otras, STS 11 de junio 1991, RJA nº 4444.
106. Un intento de sistematización de las distintas formas de ineficacia jurídica, por todos, cfr.
DIEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, ob. cit., I, pp. 423 -489.
107. STS de 18 de enero 1904, Jurisprudencia Civil nº 17.
108. S.A.P. de la Rioja, de 3 de enero 1995, ACA nº 77. En efecto, la mencionada resolución legitima la
acumulación de acciones ya descrita argumentando que es «perfectamente válida y posible, conforme a los
artículo 153, 154 y 156 LECiv, pues indudablemente las acciones deben entenderse que se fundan en un
mismo título e incluso una misma causa, como es la limitación del terreno y, como consecuencia de ella, el
reintegro de la porción de terreno indebidamente segregada aunque por el uso del demandado, según la
demanda, sin que esta petición parcial respecto de uno de los demandados haga indebida la acumulación de
acciones...».
109. S.A.P. de Sevilla, de 3 diciembre 1991, RGD.
Con todo, existen situaciones vinculadas al derecho de familia en las que no existe una acumulación de
acciones, aunque el Juez está obligado a emitir ciertos pronunciamientos, que desde el punto de vista de la
identificación de las acciones configurarían diversas acciones por la existencia de diversas causas de pedir
distintas pero conexas. Estas excepcionales situaciones se dan amparadas por la especial configuración que
a los procesos de derecho de familia se ha ido asignando, por la vía de aumentar los poderes del Juez, en
desmedro del tradicional principio dispositivo del proceso civil. Un claro ejemplo de lo anterior se
encuentra en aquellas declaraciones que sobre la patria potestad debe realizar el Juez cuando ha resuelto
sobre una acción de filiación. Así, a modo de ilustración, la S.A.P. de Valencia de 1991 justifica tal actuación
-negando expresamente la posibilidad de una acumulación de acciones- con la siguiente argumentación:
«existe un deber de hacerlo, es decir, de que la misma sentencia en la que se resuelve estimatoriamente
sobre la filiación se haga también un pronunciamiento expreso sobre privación de la patria potestad, a
menos, naturalmente, que el representante legal del hijo, o éste mismo una vez alcanzada por él la plena
capacidad (o sea la mayoría de edad, artículo 322 de Código Civil), soliciten, acogidos al penúltimo párrafo
del citado artículo 111, que dichas restricciones dejen de producir efecto; se trata por tanto, de
pronunciamientos inseparables que, en rigor, hacen improcedente hablar de acumulación de acciones,
pero que, aunque así no fuese y aunque cupiera estimar la privación de la patria potestad como una acción
autónoma, no tropezaría con traba jurídica alguna para actuar, una y otra, con simultaneidad...» (S.A.P. de
Valencia, de 28 de noviembre 1991, RGD.).
110. En esta línea, con amplia referencia jurisprudencial, la STS de 18 de abril 1990, RJA nº 2724.
111. En lo relativo al criterio de conexión aplicable, vid. supra Cap. III, nº 7.2.3., 2).
112. CALAMANDREI, Piero, Instituciones de Derecho Procesal Civil..., ob. cit., I, p. 298.
113. LIEBMAN, Enrico T., Manual de Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 145.
114. SATTA, Salvatore, Manual de Derecho Procesal Civil, ob. cit., T. I, p. 40. En nuestro derecho sustantivo
un intento de sistematización de la accesoriedad, cfr. VATTIER FUENZALIDA, Carlos, «Contribución al
estudio de las obligaciones accesorias», en Revista de Derecho Privado, 1980, enero-diciembre, pp. 28-49.
115. Mayores antecedentes, cfr. CORDÓN MORENO, Faustino, «Aspectos procesales de la fianza», art.
cit. p. 367.
116. Cfr. CHIOVENDA, José, Instituciones de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 167; MICHELI, Gian
Antonio, Curso de Derecho Procesal Civil, ob., cit., I, p. p. 133; LIEBMAN, Enrico T., Manual de Derecho Procesal
Civil, ob. cit., p. 127; entre otras, cfr. SSTS: de 18 de mayo 1994, RJA nº 4091; 13 de mayo 1995, RJA nº
4234.
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
117. Cfr. CHIOVENDA, José, Instituciones de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 184.
118. Cfr. CHIOVENDA, José, Principios de Derecho Procesal Civil, ob. cit. T., II, p. 732.
119. En este sentido, la STS de 19 de noviembre 1954 (Civil), RJA nº 2594, ha declarado que: «el ejercicio
de las acciones de condena debe referirse a prestaciones que, por hallarse vencidas, sean exigibles...». Cfr.
STC 194/1993, de 14 de junio (Sala Primera), Ponente: D. Miguel Rodríguez-Piñeiro.
120. En esta línea, entre otros, cfr. PRIETO-CASTRO, Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit.,
I, pp. 473, not. 76; ORTÍZ NAVACERRADA, Santiago, «Notas en torno al concepto de derecho procesal»,
en Actualidad Civil, nº 35, 1993, septiembre-octubre, p. 640.
121. STC 71/1991, de 8 de abril (Sala Segunda), Ponente: Miguel Rodríguez-Piñeiro, F.J. 4º.
122. Para esta objeción, cfr. CHIOVENDA, José, Principios de Derecho Procesal Civil, ob. cit., II, p. 732.
123. Cfr. CHIOVENDA, José, Instituciones de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 184.
124. Como botón de muestra basta recordar que CHIOVENDA objetaba a la doctrina de WACH lo
siguiente: «Dado que pueda concebirse derecho a la tutela jurídica frente al Estado,¿ existe este derecho
antes del proceso? (Cfr. CHIOVENDA, «La acción en el sistema de los derechos», ob. cit. pp. 14-18).
En nuestra doctrina, DE LA OLIVA entiende que tal interrogante lo único que resuelve es la calificación
como derecho procesal o no procesal de la acción, y tomando partido entiende que, «para ser congruentes
con la tesis aquí mantenida he de responder afirmando que el derecho a obtener una sentencia de
contenido concreto es anterior al proceso, que la acción es anterior al proceso». (DE LA OLIVA, Sobre el
Derecho a la Tutela Jurisdiccional,ob. cit. p. 67).
125. La distinción entre existencia de las condiciones de la acción y verificación de las mismas, sin ánimo
exhaustivo, cfr., MANDRIOLI, Crisanto, «Riflessioni in tema di “petitum” e di “causa petendi”», art. cit., pp.
464-480.
126. Cfr., GOLDSCHMIDT, James, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 101.
127. Sobre las condenas de futuro, últimamente, cfr. LÓPEZ SIMÓ, Francisco, «las condenas de futuro», en
Revista General de Derecho, julio-agosto 1994, nº 598-599,pp. 81238154).
128. Cfr. CHIOVENDA, José, Principios de Derecho Procesal Civil, ob. cit., II, p. 732, not. 1.
129. A modo de ejemplo, se suscitó una cuestión de competencia por inhibitoria entre los Juzgados de
Primera Instancia de Marbella y San Sebastián frente al ejercicio acumulado que de varias acciones hizo un
actor contra dos sociedades, en la que, una de ellas era una compañía aseguradora. Existía una cláusula de
sumisión, por la que las partes, con renuncia a su fuero propio, se sometían a los Juzgados y Tribunales de
Marbella. Sin embargo, al momento de trabarse la litis la Compañía de Seguros opuso la declinatoria, y la
otra sociedad promovió la inhibitoria, alegando que conforme al artículo 24 de la Ley 50/1980, de o de
octubre, sobre Contrato de Seguro, será juez competente para el conocimiento de las acciones derivadas
de dicho contrato el del domicilio del asegurado (en este caso: San Sebastián), siendo nulo cualquier pacto
en contrario.
La solución de ese problema concreto fue resuelta a favor del juzgado de Marbella, por las siguientes
razones: 1º) Siempre se ha venido manteniendo que, en las hipótesis de posible concurrencia de fueros, es
preferente el determinado por la sumisión al legal resultante de la aplicación de los demás criterios de
fijación (STS de 13 de marzo 1986 [RJ 1986, 1465], doctrina que habría de ceder en el caso que nos ocupa
si se hubiera ejercitado aisladamente la acción dimanante del contrato de seguro, mas como ésta se
acumula y deriva del incumplimiento de los contratos que contienen la sumisión, la conexión causal
mencionada en el artículo 156 de la L.E.C., lleva a que por razones de economía procesal y de conveniente
examen de un solo litigio, se justifique el tratamiento unitario y la resolución conjunta, evitando decisiones
discrepantes (SSTS de 16 de junio 1985 [RJ 1985, 3109] y 7 de julio 1987. A lo anterior, la doctrina
jurisprudencial agrega el argumento que el artículo 63/3 de la L.E.C. establece que “en las demandas sobre
garantía o complemento de otras anteriores será juez competente el que lo sea para conocer, o este
conociendo, de la obligación principal sobre la que recayeren. (Cfr. STS de 6 de marzo de 1993, RJA nº
2012). En igual orientación, STS de 19 de febrero 1993, RJA nº 1000 FJ 2º.
130. CHIOVENDA, José, Principios..., ob. cit., II, 732-733, not 1.
131. El caso más típico de este tipo de situación será la acumulación de la acción de declaración de nulidad
dirigida contra una persona determinada a la que se acumula la acción reivindicatoria deducida contra otro
sujeto en su calidad de actual poseedor del bien raíz que por los efectos de la nulidad debe volver a su
La acumulación inicial condicional de acciones
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antiguo dueño.
132. Se defiende la omisión del legislador en esta materia, argumentando que ello resulta plausible no sólo
porque dificultar la entrada de terceros en el proceso favorece la sustanciación entre quienes son parte,
sino también porque el instituto de la intervención se presta a ser utilizado de un modo torticero, con
exclusiva finalidad de retrasar o dificultar la actuación de los órganos jurisdiccionales. (Cfr. FERNÁNDEZ
LÓPEZ, Miguel Ángel, (con DE LA OLIVA), Derecho Procesal Civil, I, pp. 576-577).
133. Frente a ese vacío legislativo en materia de intervención de terceros, nuevamente han sido la doctrina
y la jurisprudencia las encargadas de armonizar, mediante interpretaciones y construcciones, por cierto no
exentas de problemas, los posibles casos en que es factible admitir algunas instituciones enmarcadas dentro
de la intervención de tercero. ( Sobre este tema, en general, cfr. MORÓN PALOMINO, Manuel, «El
proceso civil y la tutela de los terceros», art. cit., pp. 149; MIGUEL Y ROMERO, Ramón, «La intervención
del tercero en juicio», en Revista General de Legislación y Jurisprudencia, marzo, 1931, T. 158, nº 111, pp.
250-259; COVIÁN, Víctor, «Intervención de un tercero en el procedimiento Civil», en Revista General de
Legislación y Jurisprudencia, 1922, T., 141, pp. 5-34; ALSINA, Hugo, «Unificación de la legislación acerca de la
intervención de terceros en la relación procesal», en Revista de Derecho Procesal (publicación iberoamericana
y filipina), 1957, nº 1957, pp. 295319).
134. La protección procesal de los terceros presenta históricamente dos orientaciones. Por un lado la
concepción germánica, en virtud de la cual, por atribuirse a la sentencia el carácter de un verdadero
veredicto popular, extendía su fuerza a toda la comunidad -erga omnes, razón por la cual el ordenamiento
germánico contemplaba un amplísimo derecho de intervención de terceros en el proceso. (Cfr. FERRÉ
MARTÍ, José María, Protección procesal del tercero en el derecho canónico, Barcelona; I.G.F.O.S.A., 1982,
principalmente pp. 3135; ALVAREZ ABUNDANCIA, Ricardo, «La tercería y la oposición de tercero», art.
cit., pp. 436-477). En el polo opuesto a la concepción germánica está la solución del derecho romano, en el
que en su época clásica, según lo sostiene la doctrina, por regla general la sentencia pronunciada sólo
obligaba a las partes, no pudiendo perjudicar a terceros; luego no tenía porqué intervenir en el proceso un
tercero. Se defiende que el Derecho Romano desconoció la intervención voluntaria del tercero, admitiendo,
sin embargo, en algunos casos, la intervención necesaria a instancia de parte. (Cfr. FERRÉ MARTÍ, José
María, Protección procesal..., ob. cit. p. 32).
135. La doctrina que se ha ocupado de este tema se mueve en dos orientaciones a la hora de proponer una
reglamentación de la intervención de terceros en juicio. Por un lado, están aquellos que propugnan una
extensa regulación legal de la intervención, por estimarlo como el medio más idóneo para la tutela jurídica
de los posibles terceros afectados por el proceso. (En este sentido, MORÓN PALOMINO, Manuel,«El
proceso civil...», art cit. p. 159; RAMOS MÉNDEZ, Francisco, Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 314).
En el otro extremo, se aboga por una regulación legal de la intervención en juicio restrictiva, que se
establezca por consideraciones de estricta justicia, encaminadas directa e inmediatamente a evitar un
perjuicio a los terceros. Cualquier otro tipo de consideraciones (evitar sentencias contradictorias,
economía procesal, etc.) que han sido profusamente barajadas y que se han intentado colocar como
basamento de la intervención, no justificarían para esta corriente, por si solas, la perturbación que, en
general, produciría la intervención, además que el objetivo que se pretende lograr con la intervención se
puede conseguir a través de la acumulación de procesos. (Mayores antecedentes, cfr. FERNÁNDEZ
LÓPEZ, Miguel Ángel, La tercería de dominio, ob. cit. pp. 51-56; Derecho Procesal Civil (con DE LA OLIVA,
Andrés), ob. cit., I, pp. 576-577, especialmente not. 4.
136. Conviene no perder de vista que se trata de una razón de orden práctico, pues no es necesario
demandar a los terceros; si ello no se realiza no se vulnera el principio de contradicción constitucional. En
efecto, conforme establece la STC de 6/1988, de 6 de abril de 1988 (Sala Primera), Ponente: Miguel
Rodríguez Piñeiro y Bravo Ferrer: « ... el problema de la indefensión en relación con la eficacia de la
sentencia se encuentra expresamente unido al problema de la constitución de la relación jurídica procesal.
No es contrario al principio de contradicción del art. 24 de la Constitución el que una decisión judicial
pueda tener efectos que repercutan en sujetos que no han participado en el proceso y que no han sido
llamados a él y que, por tanto, no figuren en la sentencia. Tal ocurre respecto de quienes sean titulares de
una situación jurídica dependiente o condicionada por un derecho ajeno sobre la que incide el contenido
de esa sentencia, la cual afecta a ese derecho ajeno que en el proceso de origen se cuestiona directamente
y sobre el que decide la sentencia. Formalmente el tercero, titular de esa situación, no estará afectado por
el mandato contenido en la sentencia, que no se dirige a él, pero su derecho, al depender del derecho de
otro, resultará afectado de forma directa o reflejada por la modificación que de ese último derecho derive
de la sentencia, al igual que también podía quedar alterado por actos de disposición ajenos a ese derecho.
Tal ocurre en los casos de contratos dependientes o derivados de una situación jurídica contractual de una
La acumulación inicial condicional de acciones
Alejandro Romero Seguel
parte, como son los distintos tipos de subcontratos y, muy en particular, los subarriendos. Por el nexo del
subarriendo con el contrato de arrendamiento principal, el subarrendatario ha de “sufrir” los avatares del
contrato de arrendamiento principal, cuyas vicisitudes tienen su reflejo necesario en los derechos del
subcontratista, por la dependencia permanente de las situaciones sustanciales». (F.J. 1º). En igual línea,
entre otras SSTS: de 7 de abril 1995, RJA nº 2989; de 25 de mayo 1995, RJA nº 4263; de 24 de julio 1995,
RJA nº 6198.
137. Una exposición sobre el origen y evolución de esta materia, cfr. MONTERO AROCA, Juan, la
Intervención adhesiva simple..., ob. cit. pp. 190-201; del mismo autor,La Legitimación en el proceso civil...; ob. cit.,
pp. 75-76.
En este sentido, se indica con acierto que, «si el precepto res judicata tertio non nocet fuera absoluto, el
tercero nada tendría que temer, por cuanto el día en que si fuera a ejecutar la sentencia, podría defender
su interés al amparo del principio invocado y aduciendo la existencia de una res inter alios judicata. Pero la
experiencia jurídica, más que los textos expresos de la ley, enseñan que la máxima no es absoluta y que, en
numerosas circunstancias de hecho, los terceros resultan alcanzados por la sentencia». (COUTURE,
Eduardo J., «Legitimación procesal del tercero coadyuvante», en Estudios de Derecho Procesal, Buenos Aires:
Depalma, 1989, T., III, pp. 225).
138. En otros ordenamientos, como el italiano o el alemán, se regula esta forma de intervención provocada
de terceros. En el caso del derecho italiano, en general, la intervención coactiva se da cuando existe
“comunidad de causa”, en la que la parte del proceso se dirige al tercero, titular de la relación jurídica
conexa, produciendo la llamada en causa unos efectos concretos: el tercero adquiere la condición de parte
procesal, con todos los poderes de tal condición, y así quedará vinculado a los efectos de cosa juzgada de
la sentencia que resuelva la pretensión que la parte ejercita frente al tercero con la propia llamada.
En el derecho alemán, en cambio, la intervención provocada de terceros el llamamiento que la parte del
proceso pendiente dirige al tercero, titular de una relación jurídica conexa por prejudicialidad/dependencia
(o también, por conexión alternativa) con el objeto del proceso, no se presenta como el ejercicio de
pretensión alguna, sino como simple provocación a intervenir, por cuanto la denuncia de la existencia del
proceso al tercero, suponiendo la mera notificación de existencia, no produce la extensión de los efectos
de cosa juzgada frente a él, sino que lo vincula con unos efectos propios y característicos a este tipo de
intervención, gravando así al tercero con la carga de su comparecencia en el proceso notificado. (Sobre
este tema, con amplia referencia a la doctrina italiana y alemana, cfr. LÓPEZ-FRAGOSO, Tomás, La
intervención de terceros a instancia de parte en el proceso civil español , ob. cit., 1990).
139. Vid. Supra Cap. II nº 5.2.2., 2º y 5.4.
140. Con mayor profundidad, cfr. ARMENTA DEU, Teresa, La acumulación de autos..., ob. cit. pp. 147-175.
141. STS de 21 noviembre 1991 (Civil), RJA nº 8475, F.J. 2º; en igual orientación, «...no se produce tal
fenómeno procesal pluripersonal respecto de aquellos a los que por vía indirecta o simplemente refleja
pudiera atañerles, ya que la resolución judicial recayente en el proceso no produciría respecto de ellos los
efectos de cosa juzgada material ] sentencias de 23 marzo, 29 abril y 23 noviembre 1992 (RJ 1992, 2222,
4468 y 9364]». (STS de 17 de febrero 1994, RJA nº 1623).
142. STS de 21 de noviembre 1899, publicada el 10 de enero 1900, Jurisprudencia Civil nº 78. (A mayor
abundamiento, agrega luego la misma sentencia otro dato que sirve para justificar el litisconsorcio sucesivo,
cuando dice: «...la obligación mancomunada ó solidaria no puede entenderse tan estrictamente que excluya
un caso como el actual, en que la razón fundamental de la acción ejercitada alcanza á todos aquéllos
constituyendo, según lo antes expuesto, una verdadera solidaridad de intereses en la defensa de los
derechos que sobre la finca á que se refiere la demanda ostentan, lo mismo los actuales poseedores que
aquella de quien la hubieron»).
143. Sobre la protección del tercero de buen fe, en relación a las acciones de restitución, en general, cfr.
DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos del derecho civil patrimonial, ob. cit., T. III, pp. 449-480.
144. Cfr. STS de 11 de junio 1991, RJA nº 4444.
Por otro lado, en la sentencia de fecha 12 de junio de 1985, se registra otro caso de litisconsorcio sucesivo.
En concreto, el Banco E. de C. demanda en juicio declarativo a varias personas, solicitando la nulidad y
revocación de determinadas transmisiones patrimoniales y otros extremos. Aunque el Juzgado estimó
arbitraria la acumulación de acciones, la S.A.P. de Valencia revocó dicha sentencia de primera instancia
acogiendo parcialmente la demanda. Impugnadas dicha resolución, en casación, denunciando
concretamente como vicio la indebida acumulación de acciones, por no reunirse -se decía- los requisitos
del artículo 156 de la L.E.C, el Tribunal Supremo desechó el recurso, aduciendo, entre otras razones, la
siguiente que es de nuestro interés: «...no puede desconocerse que la conexión causal mencionada en el
La acumulación inicial condicional de acciones
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artículo 156 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ha de ser reconducida a los fundamentos de hecho aducidos
por la parte en cuanto definen el acaecimiento básico de la pretensión -sentencia de veintisiete de
diciembre de mil novecientos cuarenta y siete (R. 1948, 9)-, que por razones de economía procesal y de
conveniente examen en un solo litigio justifican el tratamiento unitario y la resolución conjunta, evitando
decisiones discrepantes, razón por la cual ya la sentencia de cinco de marzo de mil novecientos cincuenta
y seis (R. 1142) propugnó una aplicación flexible de los elementos de tal figura, entendiendo que es
admisible la acumulación de acciones a pesar de que el supuesto no se halle literalmente comprendido en
la dicción de la norma si tampoco le alcanzan las prohibiciones de los artículos ciento cincuenta y cuatro y
ciento cincuenta y siete, y no puede ponerse en duda la conveniencia de someter a examen en el mismo
proceso la serie de contratos celebrados por los deudores citados y por los subadquirentes, cuando el
fundamento primordial (simulación o rescindibilidad por fraude) abarca a todos ellos y el fin perseguido por
el tortuoso proceder, burlar la satisfacción del derecho del acreedor, los colorea igualmente». ( STS de 12
de junio 1985 (Civil), RJA nº 3109).
145. STS de 7 de diciembre 1987 (Civil), RJA nº 9280.
146. Cfr. PRIETO-CASTRO, Leonardo,Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., I, p. 471.
147. En esta orientación, entre otros, ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO AROCA, Juan,
GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis), Derecho Jurisdiccional, ob. cit., T. II, 1º, p. 109; TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel
(con CAVANILLAS), La concurrencia de responsabilidad..., ob. cit., 182.
148. ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil,ob. cit., T., II, p. 92. En igual sentido, TARZIA,
Giuseppe, «Appunti sulle domande alternative», art. cit., p. 262.
149. Como lo explica ALBALADEJO, una de las características de nuestro régimen legal en materia de
incumplimiento de obligaciones es el siguiente: «que si no es posible ni obtener del deudor (porque no
puede ya, o no quiere realizarla) la prestación ni que sea verificada sustituyendo su actuación o
ejecutándola a su cargo, se indemnicen al acreedor los daños y perjuicios que ello le ocasione; y que se le
indemnicen también los que, a pesar de haber obtenido la prestación, se le hayan producido por haber sido
el incumplimiento inexacto o moroso (L.E.C., art 924, 1.º, in fine, 925, 926, último; C.c., art. 1.101;...). Esta
solución -continúa este autor- de establecer en primer término la necesidad de que, en cuanto sea posible,
venga satisfecho el acreedor precisamente con la prestación debida (lo que se denomina ejecución “in
natura” ) es la más justa y acorde con el concepto de obligación, ya que con la misma se persigue obtener
la prestación precisamente, y no una indemnización. Quedando ésta sólo como último recurso para
cuando aquélla no pueda obtenerse, o en tanto en cuanto no pueda serlo exactamente». (ALBALADEJO,
Manuel, Derecho Civil (derecho de obligaciones), Barcelona: J.M. Bosch, I,1994, pp. 187, con una síntesis de la
tendencia jurisprudencial que defiende este criterio). Otros antecedentes de este mismo tema, cfr,
CASTÁN TOBEÑAS, José, Derecho Civil Español, Común y Foral , Madrid: Reus, 1992, T., III, pp. 266 ss.;
DIEZ-PICAZO, Luis, (con GULLÓN, Antonio), Sistema de Derecho Civil, Madrid: Tecnos, 1995, vol., II, pp.
225-230. Entre otras, admite expresamente esta modalidad últimamente la STS de 18 de mayo 1994, RJA
nº 4091.
150. Mayores antecedentes sobre esta modalidad de ejecución, cfr. TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel, Las
condenas no pecuniarias (Ejecución de sentencias de dar, hacer o no hacer), Palma de Mallorca: Universidad de
Palma de Mallorca, 1984, principalmente pp. 115 ss.
151. El ejemplo más patente de lo que es una equivoca referencia a la acumulación que nos ocupa se
contiene en el artículo 489 nº 15 de la L.E.C., norma cuya génesis se encuentra en la Ley 34/1984, Sobre
Reformas Urgentes a la Ley de Enjuiciamiento Civil, que prescribe lo siguiente: «Si se ejercitan dos o más
acciones de manera alternativa o con carácter subsidiario, de suerte que la estimación de una excluya la de
otra, se atenderá sólo al importe de la que alcance mayor valor».
152. Alguna jurisprudencia confunde la acumulación eventual con la alternativa, bien cuando se refiere a ella
calificándola derechamente de eventual, o bien, utilizando como sinónimo de acumulación alternativa el
término subsidiariedad, calificativo este último que en propiedad apunta a una acumulación de tipo
eventual.
153. En un ámbito más delimitado, el tema de la admisibilidad de la acumulación alternativa de acciones no
sólo se presenta en el régimen general de la acumulación de acciones, sino que también a propósito de la
posibilidad de acumular alternativamente en un mismo proceso los interdictos de retener y recobrar,
cuestión esta última, que por su complejidad y autonomía nos limitamos sólo a enunciar. Mayores
antecedentes, con una síntesis de la evolución jurisprudencial, entre otros, cfr. GUASP, Jaime «Dictamen
sobre la admisibilidad procesal de la demanda alternativa de interdicto de retener o recobrar», art. cit., pp.
La acumulación inicial condicional de acciones
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14011420; y últimamente, CORDÓN MORENO, Faustino, «Algunas cuestiones sobre el interdicto de
retener y recobrar la posesión», en Revista General de Derecho, 1993, nº 591, pp. 11649 ss., especialmente
11660-11661.
154 Vid. supra nº 2.2.
155 En este sentido, por todos, cfr. PRIETO-CASTRO, Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit.,
I, p. 471; ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis),
Derecho Jurisdiccional, ob. cit., T. II, 1º, p. 109; FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Ángel, (con DE LA OLIVA,
Andrés), Derecho Procesal Civil, II, ob. cit., p. 99.
156. A mayor abundamiento, avala la afirmación del texto la siguiente doctrina jurisprudencial: «como lo ha
precisado el Tribunal Supremo en sentencia de 24 de mayo 1882, se cumplen los requisitos del artículo 524
de la Ley de Enjuiciamiento Civil si en la demanda se indica lo que se pide en la forma y con las
características necesarias a fin de que el demandado pueda hacerse cargo de lo que se pide». (TSJ Cataluña
de 1 de marzo 1994, RJA nº 6990 (Civil-Foral).
157. Cfr. TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel (con CAVANILLAS), La Concurrencia de responsabilidad..., ob. cit., p.
183, not 36.
158. Se debe recordar que existen ciertas hipótesis en las cuales nuestra jurisprudencia autoriza la
ejecución de sentencias en las cuales se han concedido la tutela de derechos que son contradictorios,
situación que -como se explicaba- viene determinada por ciertas realidades de derecho sustantivo, como
es el carácter subsidiario de la indemnización pecuniaria respecto del cumplimiento “in especie”; pero
como no se ejecutan ambas tutelas jurisdiccionales al mismo tiempo, sino escalonadamente -si se cumple la
condición negativa que es la imposibilidad de cumplir la tutela principal-, no existe tal incompatibilidad
material. (Supra nº 5.1).
159. En efecto, una muestra de esta tendencia se contiene en la lejana STS de 3 de noviembre 1898: «Que
en caso de ejercitarse dos acciones en sentido alternativo, basta que se estime una de ellas para que exista
la más perfecta congruencia entre la demanda y el fallo, aunque no se haga pronunciamiento expreso
respecto á la acción desestimada, y es evidente que en tales condiciones queda resuelta por entero la
cuestión litigiosa». En igual línea, la STS de 25 de septiembre 1971, RJA nº 3669, cuando proclama: «que se
denuncia en el motivo quinto del recurso la vulneración del artículo 359 de la Ley Rituaria Civil en cuanto
se aduce que la sentencia recurrida no respeta los términos de la súplica de la demanda, que, según el
propio recurrente, implica una alternativa que se suprime en el fallo, sin tener en cuenta que cuando, como
en este caso, la demanda es alternativa en sus peticiones suplicadas, la sentencia dictada y ahora recurrida
que accede a uno de los extremos de ella, es total y absolutamente congruente, puesto que la razón de dar
en este caso no es distinta de la de pedir, confirmándose totalmente la resolución pronunciada con la
sentencia de lo solicitado por la parte y la probanza de los hechos que sirven de base a aquella petición, por
lo que en contra del criterio del recurrente, ya ha establecido la doctrina de esta Sala que en estos casos,
nos es preciso pronunciamiento expreso, si se accede a uno de los extremos respecto del otro, por lo cual
desestimamos el recurso ».
Con anterioridad, la STS de 4 de junio de 1919 (Jurisprudencia Civil nº 79), establecía : «que conforme a
reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo, la incongruencia ha de estimarse en relación con los
términos de la demanda y de la contestación; y la sentencia que absuelve de la demanda o condena, según
lo demandado, resuelve todas las cuestiones litigiosas que fueron objeto de debate, y aun en el caso de
petición alternativa, el fallo que accede a uno de los extremos es congruente».
En igual orientación, entre otras, cfr. SSTS: de 21 de febrero 1887, Jurisprudencia Civil nº 62; de 19 de mayo
1914, Jurisprudencia Civil nº 73; TSJ-Cataluña (civil-foral), de 3 de enero 1994, RJA nº 9035.
160. En esta línea, sin ánimo exhaustivo, cfr. ROSENBERG, Leo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., T.,
II, pp. 92-93; SCHÖNKE, Adolfo, Derecho Procesal Civil, ob. cit. p. 176; TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel, (con
CAVANILLAS),La concurrencia de responsabilidad..., ob. cit., 183; SERRA DOMÍNGUEZ, Manuel,
«Incongruencia civil y penal», en Estudios..., ob. cit., p. 416, ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO
AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis), Derecho Jurisdiccional, ob. cit., T. II, 1º, p. 109; GIMENO
SENDRA, Vicente (Con CORTÉS DOMÍNGUEZ, Valentín, MORENO CATENA, Víctor), Derecho Procesal:
proceso civil, ob. cit., p. 108.
161. Sin embargo, en contra de esta interpretación de la exigencia de la determinación del petitum se alza
GUASP, sosteniendo lo siguiente: «... frente a la aplicación del art. 524 de la Ley de Enjuiciamiento civil y,
por consiguiente, frente a la invocación de la excepción de defecto legal en el modo de proponer la
demanda, cabe oponer que en realidad en una demanda alternativa no hay impresición alguna (o no tiene
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porque haberla) en la determinación del petitum. Las diversas reclamaciones que integran una demanda
alternativa pueden aparecer en la práctica con una precisión absoluta y su relación disyuntiva no añade
equívoco a dicha claridad inicial, pues lo que exige la precisión del petitum es que la actuación reclamada no
pueda ser confundida con ninguna otra y en el caso de demanda alternativa, construida correctamente, tal
confusión no es posible: el actor pide precisamente a o precisamente b y la unión alternativa de a y b no arroja
equívoco sobre una u otra o sobre la relación en que recíprocamente se hallan. De entender que toda
relación alternativa supone una indeterminación o impresición de los objetos alternados, habría que llegar a
la misma consecuencia en todas las situaciones jurídicas en que se produjera tal fenómeno; en particular
había que considerar a las obligaciones alternativas como obligaciones indeterminadas o imprecisas, con
todas las graves consecuencias teóricas y prácticas que ello llevaría consigo». (GUASP, Jaime «Dictamen
sobre la admisibilidad procesal de la demanda alternativa de interdicto de retener o recobrar», art. cit., p.
1409).
162. S.A.P. de Toledo, de 3 de noviembre 1993, ACA nº 2323 FJ. 2º.
163. CALAMANDREI, Piero, Instituciones de Derecho Procesal Civil..., ob. cit., I, p. 397.
164. Vid. supra nº 3.6.2., tercero.
165. No obstante lo anterior, nuevamente no desconocemos que si al principio dispositivo se le da otra
connotación, como pretenden los partidarios de la “socialización del derecho”, la conclusión podría ser
distinta de la que aquí se defiende. En efecto, si se pone un mayor énfasis en la función pública del proceso,
tal vez se podría aceptar la posibilidad que el Juez ejerza un poder verdaderamente dispositivo, que le
permita incluso elegir libremente la concesión de la tutela jurisdiccional dentro de las varias solicitadas
alternativamente por un actor.
166. En este último evento, por ejemplo, se le pediría la restitución de la propiedad bien por la titularidad
dominical que detenta el actor o bien y alternativamente, por razón del contrato que le faculta para
recuperarla. Bajo este prisma también podría admitirse que se acumulen alternativamente acciones con
causas de pedir diversas, pero tendentes a obtener un mismo resultado: el caso típico sería admitir la
posibilidad de solicitar la indemnización de un daño fundamentando el actor sus acciones contra un mismo
demandado responsabilidad contractual, o en la responsabilidad aquiliana.
167. TAPIA FERNÁNDEZ, Isabel, (con CAVANILLAS), La Concurrencia de responsabilidad contractual y
extracontractual, ob. cit., p. 194.
168. En nuestra doctrina SERRA DOMÍNGUEZ afirma como razón para rechazar la admisibilidad del
litisconsorcio alternativo el argumento de texto extraído del artículo 524 de la L.E.C., relativo a la
indeterminación del petitum de la demanda. (Cfr. «Concepto y regulación...», art. cit., p. 581). Un
tratamiento más exhaustivo del litisconsorcio alternativo, entre otros, cfr. TARZIA, Giuseppe, «Appunti
sulle domande alternative», art. cit., pp. 292-299.
Asimismo, aunque se estime que esta figura litisconsorcial alternativa procede en la hipótesis en que la
responsabilidad civil corresponde a un sujeto indeterminado, en la cual, para su concresión, es necesario
demandar a varios con el propósito de que la sentencia definitiva precise cuál de todos ellos es el
responsable, se presenta la dificultad de que puedan aparecer varios de ellos como responsables, pero el
juez sólo puede condenar a uno de ellos, motivo por el cual entendemos pierde utilidad real demandar en
esta forma alternativa; no sabemos cuál podría ser la razón que tendría el Juez para elegir a un deudor de
entre los varios que se podrían encontrar en una misma situación de responder.
169. En efecto, para ROSENBERG, procede la acumulación que nos ocupa en las demandas por
obligaciones alternativas, tanto cuando corresponda al deudor la facultad de sustitución como cuando el
actor autorice al demandado para liberarse realizando la prestación debida. (Cfr. ROSENBERG, Leo,
Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., T., II, p. 92). Sin ánimo exhaustivo, en nuestra doctrina cfr.
GIMENO SENDRA, Vicente, (con...), Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 108.
170. Así lo defienden, entre otros: ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO AROCA, Juan, GÓMEZ
COLOMER, Juan-Luis), Derecho Jurisdiccional, ob. cit., T. II, 1º, p. 109; FERNÁNDEZ LÓPEZ, Miguel Ángel
(con DE LA OLIVA), Derecho Procesal Civil, II, ob. cit., p. 99.
171. DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, ob. cit., T., II, p. 307.
172. RAMS ALBESA, Joaquín, Las Obligaciones Alternativas , Madrid: Montecorvo, 1982, p. 260. Esta elección
es «la declaración unilateral expresa o tácita, emitida por quien está facultado para ello desde el inicio
mismo de la obligación, por la que se determina efectivamente el objeto de pago satisfactorio,
precisamente de entre los diferentes contenidos previstos en la prestación objeto de la obligación».
La acumulación inicial condicional de acciones
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173. Incluso en el plano histórico, en el ámbito procesal se estimaba como un típico caso de plus petición
cuando el actor en las obligaciones alternativas elegía una de ellas no teniendo el derecho de elección. (En
este sentido, cfr. DE VICENTE y CARAVANTES, José, Tratado Histórico..., ob. cit., II, p. 12).
174. Una exposición con las distintas soluciones que los autores proponen para este problema, con
referencias al derecho comparado, cfr. RAMS ALBESA, Joaquín, Las Obligaciones Alternativas, ob. cit., pp. 260
ss.
175. En nuestra doctrina, ORTELLS RAMOS expresamente niega la existencia de una acumulación
alternativa en aquellos casos en las que el derecho de elección corresponde al demandado (por ejemplo.
art. 1.132, I, y 1077 CC), por cuanto, en estos casos, «la sentencia estimatoria seguirá siendo alternativa y
será sólo en la etapa de su cumplimiento o ejecución deberá quedar satisfecha una de las pretensiones».
ORTELLS RAMOS, Manuel (con MONTERO AROCA, Juan, GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis), Derecho
Jurisdiccional, ob. cit., T. II, 1º, p. 109; en igual sentido, TARZIA, Giuseppe, «Appunti sulle domande
alternative», en Rivista di Diritto Processuale, 1964, vol., XIX, pp. 261-262.

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