Emociones
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Emociones
Palabras clave: conflicto armado, secuelas emocionales, política pública, paz y convivencia,
perdón y olvido, duelo, pérdidas, ansiedad, depresión, autoestima, proyecto de vida,
invisibilidad de los daños, voluntad política.
Ab stract: The ar ti cle is a re flec tion from a po lit i cal psy chol ogy view point, and it ad dresses
two ques tions: First, what are the emo tional costs and con se quences of po lit i cal vi o lence for
its di rect vic tims, fam i lies, the ci vil ian pop u la tion in gen eral, and the fab ric of so c i ety? Sec ond,
how should these emotional consequences be handled in future peace and coexistence
proposls?
This ar ti cle is based on the phi los o phy that it is nec es sary to ac knowl edge the dam age and pain
caused in the midst of con flict as the only valid strat egy in con struct ing a coun try where all
Colombians can co ex ist peace fully. Like wise, this ar ti cle is based upon the con vic tion that
peace ful co ex is tence among Co lom bi ans will not be achieved merely through the sign ing of an
agree ment or peace pact. In or der to achieve na tional rec on cil i a tion, the will of the peo p le
must be free of emo tions such as ha tred and a thirst for ven geance.
Key words: armed con flict, emo tional con se quences, po lit i cal pub lic, peace and co ex is tence,
par don and obliv ion,loss, duel, anx i ety, de pres sion, autoesteem, life’s proyect.
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Problema
l sometimiento prolongado a hechos de violencia política como la
E tortura, la desaparición forzada y las masacres se convierte en
una situación traumática para las víctimas y la población en
general, ya que estos hechos producen tensión en las personas y las
obligan a vivir situaciones extremas de terror. Lo más grave que
afrontan los ciudadanos en medio de contextos de guerra no es el
miedo y la zozobra propias de la situación amenazante que implica la
confrontación política armada, lo más letal y lesionador para la vida
psíquica de las víctimas de la violencia política es tener que “aprender”
a vivir en medio de las pérdidas, tener que actuar como si nada
estuviese pasando, pues la estrategia psicológica del conflicto armado
es la de conducir al sujeto a experiencias innombrables, de lo
inenarrables, a fin de que la per sona quede sumida en una vivencia de
destrucción de su cuerpo, de su yo, de su mundo, dejando como única
alternativa la muerte, la locura o la sumisión.
Las experiencias traumáticas que afrontan los colombianos no han
sido asumidas por los planes de gobierno de los mandatarios que han
ejercido el poder en medio del conflicto armado; ninguno de ellos ha
incluido dentro de sus programas y proyectos la reparación psicosocial
de los daños causados por el conflicto armado. En ninguna de las
experiencias de negociación y desmovilización de grupos armados se
ha incluido el tema de los efectos psicosociales del asesinato, del
secuestro, de la desaparición forzada, de la extorsión, la tortura y el
desplazamiento.
Las experiencias dolorosas y desarticuladoras del proyecto de vida
individual, familiar y social de las víctimas del clima de violencia
política han quedado silenciadas e invisibilizadas tanto por el Estado
como por los grupos actores de la violencia, ninguno de los cuales ha
posibilitado la apertura de un espacio para hablar de las secuelas
emocionales del conflicto armado, como si la reconciliación nacional y
la reparación del tejido so cial fuesen posibles sin que se requiera pasar
por lo psicológico; como si se pudiese pensar y lograr la paz sin que las
par tes en conflicto elaboren las pérdidas y “perdonen” a quienes les han
producido tanto do lor y daño.
Pensar en un fu turo de convivencia en Co lombia requiere
necesariamente la integración y participación de todos los ciudadanos,
pero este proceso no se puede dar sin que las par tes en conflicto superen
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Testimonio:
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de cadáver. El hom bre volvió y entró, y la se ñora le dijo que dijera que ella
no estaba...Debimos regresar en medio de la ausencia de la ley, ninguno
quiso venir a ver qué pasaba. Llegué como a las cinco de la mañana,
recogimos a mi papá, lo bañamos y lo echamos en la camioneta para
traerlo hasta la funeraria en Barrancabermeja (Testimonio de un
desplazado, Barrancabermeja, 1994).
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Entes erráticos,
habitantes de la violencia
que vagabundean sin dirección;
callar es la ley que los mantiene vivos,
la autocensura es la defensa contra el aniquilamiento...2
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No sé qué hacer; me angustia el no saber qué hacer; an tes creía que estaba
haciendo las cosas bien, ahora no sé; an tes el enemigo era la injusticia so cial,
ahora hay otras fuerzas oscuras. Dejar de ser quien fui, dejar de ser aquella
per sona que estaba luchando y liderando unos procesos de cambio; empezar a
tener una vida pasiva, salir huyendo dejando atrás toda una vida…La presión es
tanta que yo me digo a mí misma que dejo esto porque no aguanto más
(Testimonio de mujer amenazada, en Barrancabermeja, 1994).
A uno lo angustia ver a tantas per so nas que han sido asesinadas y de ahí no pasa
nada, per so nas tiradas en el piso sin sa ber por qué. A uno le in vade el ter ror y el
miedo de que lo culpen de algo, que lo maten por cosas que quiso hacer bien
(Testimonio de mujer amenazada, en Barrancabermeja, 1994).
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son técnicas que no dejan ci ca tri ces o señales en el cuerpo, pero causan
grandes trastornos psicológicos.
Testimonio:
... para ese momento, las hijas mayores se habían ido de la casa con los
mu cha chos que las conquistaron para la lucha. La mayor quedó viuda y enferma
an tes de cumplir los veinte años y el do lor de pérdida de Fabio, que era un
hombre bueno, no le permitió recuperarse nunca. Salió de la vida militar
desnutrida y con el alma rota de ver tanta injusticia y crueldad. La segunda,
estuvo más de diez años en la militancia y a la tercera, la mataron en combate,
murió en su ley. Sin em bargo no es eso lo que me hace sufrir, sino la inclemencia y
el ensañamiento de los militares después de su muerte.
Cuando supe que mi hija mayor estaba enferma y que la habían sacado al
hos pi tal, me embarqué en un bus arriesgando mi vida, decidido a confirmar la
noticia y a presentarle mi cariño para su recuperación, pues no tenía nada más
que ofrecerle. Salí una mañana temprano, cuando aún el sol no se mostraba.
Llegué al primer retén a eso de las seis de la mañana y tuve el presentimiento de
que allí me iban a matar. Como el presagio fue tan fuerte, le dije al hijo pequeño
que me acompañaba que, al bajarnos, se fuera y siguiera en ese bus o en otro
hasta el pueblo y le avisara a la mamá, que buscaran a María en el hos pi tal, que
la pusiera a salvo y la ayudara ya que yo posiblemente sólo llegaba hasta allí. Me
habían estado buscando varias veces en la casa y yo siempre me había podido
escapar; nunca encontraron nada que les confirmara que yo apoyaba a la
guer rilla y menos que mis hijas se habían ido con ellos. Cuando me bajaron y me
pidieron la cédula, estaba seguro de que algo grave sucedería ese día.
El teniente volvió con su piquete de soldados, entregó los documentos a los
pasajeros y me ordenó a mí y otro mu cha cho que fuéramos a la garita, que tenían
que preguntarnos unas cosas. Mientras estudiaron los documentos de todos, yo
alcancé a recomendarle al con duc tor de otra camioneta que arrancaba después
de la requisa de rigor, que se llevara al niño que a él nadie lo había detenido.
Cuando el niño se fue yo perdí el valor; el presagio se hizo más fuerte y cuando me
dieron la orden de quedarme temblaba, no podía controlar el miedo.
-Dan iel Argüello, ¿es usted? -preguntó el que al parecer conducía el
interrogatorio.
-Sí, señor –contesté.
-¡Sí, mi capitán, gran hijueputa! –me gritó.
-Sí, mi capitán –respondí.
-A ver, cabrón, cuéntame de su contacto y apoyo a la guer rilla.
-¿Yo, mi capitán?
-Claro, estúpido, cabrón, hijueputa, ¿o es que no es Dan iel Argüello?
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Testimonio:
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Inmediatos:
1. En la etapa generadora del desplazamiento. Aparece la ansiedad, debido a la
situación amenazadora contra la vida y la integridad per sonal o del grupo,
también surgen episodios de tristeza, por la posible pérdida de perso nas
representativas o de bienes materiales.
2. Durante el desplazamiento. Lo inesperado y amenazador de la situación se
refleja emocionalmente en ansiedad y depresión por el abandono de la tierra y
las propiedades.
3. Al instalarse en nuevo sitio de vivienda. Sigue habiendo predominio de la
depresión, por el choque cul tural y la pérdida de identidad (anonimato), se inicia
el proceso de aceptación de la pérdida.
Mediatos
1. De orden ma te rial. Debe aceptar que ha perdido tierras, propiedades o bienes
y que debe enfrentar una situación de miseria. Esta situación se ve complicada
p o r la idealización de la región de origen.
2. De orden afectivo. Las pérdidas en este orden están dadas por la separación de
familiares o seres queridos que debieron ubicarse en otro sitio o quedarse en la
zona de origen, o bien por el asesinato de per so nas queridas.
3. En el orden de la autoestima. Se debe aceptar una condición de pobreza,
anonimato y pérdida de la función so cial (rol), que se manifiesta en sentimientos
de minusvalía.
4. En el orden de la identidad.Este es un aspecto cen tral de la dinámica emocional
de la per sona desplazada. La identidad está determinada, en tre otros elementos,
por el rol so cial, las responsabilidades asignadas, el sentido de pertenencia a un
grupo y por las posesiones materiales. Si los anteriores determinantes se ven
afectados por la situación de desplazamiento, la identidad se verá seriamente
afectada” (Castaño, Berta Lucía, 1994: 34).
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Apoyo a Víctimas de Violencia sociopolítica Pro-Recuperación Emocional, corporación
a la cual pertenecen psiquiatras profesores de la Universidad Nacional de Colombia y
otros profesionales de la rama de la medicina, la enfermería y las ciencias sociales.
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Testimonio:
Un día nos visitó la Guer rilla, que era la ley en las tierras donde vivíamos; nos
comentaron que el ejército había decidido entrar por allí y corríamos peligro.
Nos dijeron que para defendernos lo mejor era hacer una marcha de protesta
hasta San José de Guaviare y quedarnos allá hasta que el Gobierno negociara
con los campesinos el retiro de la tropa. Salimos los colonizadores con nuestros
hijos y duramos cuarenta y cinco días en el pueblo; aguantamos sol, lluvia, mala
comida y expusimos nuestras vidas. El ejército mató algunos hombres y la
protesta se convirtió en una gran batalla. No teníamos nada con qué defendernos
y la guerrilla disparaba, nosotros éramos el escudo humano y entramos en
pánico. La muerte de esos campesinos obliga a la negociación.
En la salida a San José perdimos los sembrados con que nos manteníamos y
algunos animales se murieron. La comida para la protesta se había llevado de las
fincas de todos, así que regresamos cansados, quemados por el sol, con el cuerpo
atormentado por las noches a la intemperie, tirados en el piso, y nos encontramos
con el desastre del abandono...
..Recuerdo con qué esperanzas crié una marrana; estaba para dar cría, podría
venderla bien y quedarme con la camada, pero como las salidas a las marchas se
habían venido sucediendo con frecuencia, no tenía nada más que entregar y tuve
que perderla. Estábamos cansados de sufrir y la última vez, en abril de 1986, mi
hermano convocó a los finqueros de las chacras cercanas y decidimos oponernos
a la marcha. Ellos lo comunicaron a la guer rilla y se acordó que le mandaríamos
la comida para los que salían. Esa marcha campesina duró más de dos meses y
todos los días había que mandar las lanchas llenas de plátano, yuca, gallinas y
marranos. La ruina nos volvió a caer encima. Nos prohibieron salir al pueblo a
comprar la remesa; la manteca, la sal y la panela se acabaron y nos tocó
aguantar hambre. Los niños lloraban todo el día... Nos tocó comer animales del
monte, quebrar y moler caña para darles guarapo e incluso robar la manteca y la
sal en las casas de los que salieron para no morir.
Cuando la situación se estaba volviendo extrema, se terminó la marcha y sobre
nosotros pesó la sombra de la muerte. Recuerdo la mañana en que llegaron los
primeros y corrió el ru mor de que ese día iban a ajusticiar a los que no habíamos
ido a la marcha. Yo corrí con la niña y le avisé a Faustino lo que estaban diciendo
y fuimos hasta la finca de Rodrigo. Él mandó reunir a los finqueros y a los
raspachines que estaban en el cultivo y nos agrupamos más de setenta per so nas.
Pensamos que si enfrentábamos la muerte juntos, tendríamos menos
miedo...Finalmente nos quedamos juntos, unos, colgamos hamacas en el
camellón de la casa grande; otros, durmieron en el suelo, y digo durmieron
porque yo no pegué el ojo y la mayoría tampoco lo hizo, el miedo era aterrador.
En la región, la guer rilla ordenaba algo y al que no cumplía se le imponía algún
castigo: el más severo era la muerte...
Después de la primera luz mortecina y tenue porque era invierno y aún no nos
habían ajusticiado a eso de las seis de la mañana vimos venir a un grupo, en el
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camellón no se oía ni el vuelo de una mosca. Las respiraciones se cortaron y
podría decirse que cada uno murió mientras los vimos venir y nos hablaron:
Recojan lo que tienen –dijo el que parecía el comandante-, van a salir para
siempre de estas tierras, es la decisión que tomamos para perdonarles la vida. No
podrán salir por el puerto en lancha, tendrán que hacerlo por el monte y si los
volvemos a ver por aquí deben saber que la orden es matarlos, los que no
obedezcan están sentenciados a muerte –dio me dia vuelta y se marchó...”( Ardila
Galvis Constanza, 1988: 133,134,135).
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una posición que privatiza el daño, es decir, fuerza a que las situaciones
traumáticas se vivan de manera aislada.
Si no se asumen las secuelas de la violencia política como
fundamento de una política pública de paz y convivencia, los
colombianos seguiremos viviendo una violencia presente incluso
paradójicamente en el mismo discurso so cial sobre la paz, un discurso
violento porque hipostasía causalidades, y se apoya en olvidos
deliberados, olvida contradicciones, olvida conflictos irresueltos,
olvida el desequilibrio so cial, la intransigencia del poder y del cap i tal,
olvida que el pasado nunca ha sido mejor, olvida, y sobre todo, olvida el
nombre de los asesinos.
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Conclusiones
Las alteraciones de la vida psíquica producidas por la violencia
política reclaman acciones políticas que apunten a reparar y recuperar
el papel so cial activo de las per so nas víctimas de la zozobra y el temor
que imponen los contextos de confrontación ar mada.
Las secuelas emocionales dejadas por la violencia política reducen
la capacidad vi tal de las per so nas y la energía necesaria para mantener
o construir el proyecto de vida per sonal y colectivo.
La falta de voluntad política para tomar decisiones en torno a los
problemas psicosociales que gen era el clima de violencia política, y la
ausencia de iniciativas para ubicar el tema como relevante en la
búsqueda de la paz y convivencia, es la actitud que han mantenido los
mandatarios a lo largo del conflicto armado en Co lom bia. La ausencia
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