Salmo 77
Salmo 77
Salmo 77
v.1 El título que sigue “al maestro de coro” nombra Yedutun, uno de los miembros de la
comunidad del templo postexílico; se añade “de Asaf. Salmo”. En Ne 11,17-18 leemos a
propósito de estos dos personajes: “ 17 Matanías, hijo de Micá, hijo de Zabdí, hijo de Asaf,
cantor jefe que entonaba la acción de gracias en la oración; Bacbuquías, el segundo entre sus
hermanos, y Abdías, hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Yedutún. 18 El total de los levitas en la
ciudad santa era de doscientos ochenta y cuatro.”
2. La primera parte del salmo se abre con el v.2 que sirve de introducción. Es como la antífona
de un invitatorio que pone enfáticamente la voz del salmista al inicio del versículo y al inicio
del segundo hemistiquio. Sin muchos giros de palabras se entra en el estado de ánimo del que
grita con urgencia al Señor en espera de un destello de luz: será el tema de esta primera parte.
3-7. La noche y el recuerdo. “El día de la angustia” (v.3) se anuncia pero no se explican los
motivos de tal estado de ánimo que turba, agita el alma y corta la respiración (NEFESH) al
orante que jadea fatigosamente día y noche. Es una condición conocida en la Biblia (Sal 42,12;
43,5; 55,18); la expresión “el día de la angustia” aparece otras dos veces: resume el evento
ocurrido a Jacob en Gn 35,3 y también en Sal 86,7 en el que el orante se siente agredido por
enemigos arrogantes. En esta situación de sufrimiento el busca al Señor incesantemente
tendiendo las manos hacia él. Es una oración nocturna (Sal 6,7; 22,3; 32,4; 42,4.9; 88,2) que
espera, con la llegada del día, una respuesta.
El recuerdo del Señor quita el sueño (vv.4-5): la meditación de los acontecimientos del pasado
(que todavía no son precisados) es la causa de desmayos. El espíritu (RUAJ) del orante es tan
débil que está en una situación cercana a la muerte (Is 57,16). En una situación similar parece
encontrarse Jonás en el vientre de la ballena: también el gime, como si estuviese en los
infiernos, e invoca esperando el suspirado alivio (Jon 2,7). Las noches de insomnio inquietan al
orante hasta el punto de paralizarle la palabra, como si tuviese una enfermedad grave (Sal
39,3): con los ojos impedidos y la boca atrofiada parece estar en la antesala de la muerte. Y sin
embargo se abre camino un pensamiento, un destello de esperanza (vv.6-7): el recuerdo de los
años que fueron, una canción que ha escrito su melodía en el corazón y la meditación
reiterada no pueden sino conducir hacia un único interrogativo amargo.
8-10. La preguntas sobre Dios. La pregunta fundamental concierne al cambio en Dios. Se puede
probar a reformularla así: ¿el nuestro es un Dios que cambia de parecer? ¿No era un Dios fiel
que mantiene su fidelidad de generación en generación? ¿No es él el “benévolo”, el que ama
diversamente del amor inconstante de los hombres porque él es Dios y no hombre (Sal 110,5;
103,17; 106,1; 107,1)? La pérdida de la aprobación es uno de los principales motivos de
sufrimiento y de lamentación en la tradición orante de Israel (Sal 22,2; 43,2; 44,10.24; 60,3;
74,1.8; 88,15; 89,39.47; Lm 2,7; 3,17; 5,22). Por consiguiente en el v.8 se menciona la pérdida
de la fidelidad: ¿es entonces un Dios infiel? Y sin embargo el Sal 136 hace de su misericordia el
estribillo que articula al historia de Israel. ¿La promesa de la entrega de la tierra hecha a
Abrahán (Gn 17,8) y a Moisés (Ex 19,5-6; Dt 11,22-24) ha sido anulada (v.9)? Esta referencia a
la promesa (OMER) evidencia la situación de exiliado que está viviendo el orante, si bien pueda
referir más genéricamente al cambio de actitud divina que ha sustituido la bondad por la ira.
En efecto, el v.10 parece confirmar esta segunda interpretación. La fidelidad (HESED) y el amor
entrañable (RAHAMIM) se han desvanecido. Típico de las lamentaciones es la convicción que
ya no haya más espacio si no para la ira y el castigo, y que la situación se precipite
irremediablemente: “¿Por qué has de olvidarnos para siempre, por qué toda la vida
abandonarnos?” (Lm 5,20). Y sin embargo, se abre siempre la convicción de que el Señor no se
aleja para siempre: “31 Porque el Señor no rechaza | para siempre; 32 y si hace sufrir, se
compadece | conforme a su inmensa bondad; 33 pues no se complace en humillar | y afligir a
los humanos.” (Lm 3,31-33).
11. Síntesis teológica. La conclusión a la que llega el salmista es que por desgracia el actuar de
Dios – de la que la mano derecha expresa la potencia salvadora como en el pasaje del mar Rojo
(Ex 15,6) no se adecúa a lo relatado por los padres. Se derrumban las certezas teológicas en el
momento en el que Dios no hace lo que se espera o lo que se esperaría: esto es un verdadero
tormento para el Israelita piadoso, o según una traducción posible, una profunda herida.
12-21. Himno sobre el pasado salvífico y memoria de la teofanía. Este himno presenta trazos
arcaizantes y vínculos con elementos mitológicos de Ex 14, características que han llevado a
algunos autores a proponer una datación antigua (s. X a.C). De todos modos, es clara la
inserción de motivos derivados de la narración de la teofanía del éxodo (aguas, truenos, rayos,
terremoto).
12-13. Introducción anamnética. Con el v.12 el orante comienza a dirigirse a Dios en la segunda
persona (aunque en el v.5 ya le dio también el “tú”). El verbo ZAKAR (“recordar”) aparece dos
veces en el v.12. El hacer memoria de los prodigios divinos (anámnesis) prepara la invocación
de su renovada y puntual intervención (epíclesis), anticipando su futura epifanía, esperada con
confianza y abandono. Este estilo de oración – típica del postexilio – caracteriza la oración de
algunos salmos ligados a la experiencia del dolor. El Sal 41-42 expresa la nostalgia del recuerdo
de los tiempos pasados en el que en la liturgia del templo se experimentaba la cercanía de Dios
(41,5); el presente, sin embargo, está marcado por la injusticia y la burla (42,1-2) y sólo bajo la
guía segura de Dios, a través de su luz y su verdad (42,3), se podrán de nuevo cantar himnos de
alegría y acción de gracias. La meditación que se habla en el v.13 confiere a este memorial en
el que conviven dos estados de ánimo – la angustia por el silencio divino y la esperanza de una
pronta intervención – la dimensión de la oración. Meditar, de hecho, no expresa solo una fría
actividad mental, sino es una profesión de fe: es la repetición susurrada de textos bíblicos que
ayudan a establecer una ligazón entre el pasado y el presente. Lo que el orante medita son las
maravillas del Señor y sus acciones salvíficas.
14-16. Introducción. En primer lugar se declara la superioridad de Dios (ELOHIM) sobre otros
dioses (v.14). La preocupación del salmista no estriba en negar la existencia de los dioses, sino
de profesar el primado de su Dios; en este sentido, la composición revela elementos teológicos
anteriores al monoteísmo exclusivo típico de la escuela deuteronomista. La unión entre los vv.
12.14 y 15 con Ex 15,11 es innegable: “¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? | ¿Quién como
tú, terrible entre los santos, | temible por tus proezas, autor de maravillas?”.
El camino (DEREK) es su plan, su proyecto (Sal 18,21-22; 67,3; 95,10; 138,5). Es santo en el
sentido de recto, inspirado en la verdad; es perfecto porque su palabra es íntegra (2Sam
22,31), es derecho porque tal palabra del Señor es probado al fuego (Sal 18,31). La
superioridad de Dios se evidencia en la historia (Sal 77,15-16) derrotando a los pueblos
paganos y liberando al pueblo de Israel. El brazo de Dios es símbolo de su misma fuerza y
potencia (Ex 6,6; 13,14; 15,16; Dt 4,34; 5,15; 26,8).
17-21. El himno teofánico. Estos versículos funden juntos la manifestación sinaítica y el pasaje
del mar Rojo. De la teofanía de Ex 19,16-25 que presenta el acercarse de Dios al pueblo como
un elemento terrorífico y peligroso, aparecen los siguientes motivos: la nube, elemento
cósmico que tiene la capacidad de velar y, al mismo tiempo, de desvelar la presencia activa de
Dios (haciendo suponer que él habita en los cielos); la luz (rayos); los truenos; el terremoto. La
escena es terrorífica: el Sinaí en fuego (un volcán en plena erupción), el sonido de la voz de
Dios en el trueno que habla a Moisés, constituyen un peligro real para la vida del pueblo, hasta
el punto que el mismo YHWH les manda mantenerse a distancia. En Sal 77,18 se añade la
mención del agua que aparece en otras manifestaciones teofánicas (Sal 18,13-14; 68,10).
Del pasaje del mar Rojo el salmista conserva la memoria mitológica de la lucha con las aguas
primordiales: el término del v.17 TEHOM (“océano-abismo”) es muy similar a TIAMAT, una
divinidad mesopotámica – de la obra Enuma Elis – contra la que lucha MARDUK, el Dios
creador, afirmando la propia superioridad y autoridad. La referencia a las aguas revela, además
de esta dimensión mítica ligada al Dios cósmico (Sal 74,14-15; 107,23.26; Is 43,2-3), también
un significado histórico en relación a los enemigos de Israel que Dios combate y vence (Sal
144,7; Is 17,3; Jr 46,7-8; Ez 32,2.14).
Sin embargo, esta acción potente de Dios parece no dejar trazas para aquellos que son
incapaces de una lectura de fe: quizá el orante aluda a la poca confianza del pueblo hacia Dios
a pesar de sus intervenciones (Ex 17; Nm 20), o bien, más general, profesa la superioridad del
Deus absconditus, siempre más allá de la comprensión humana (Eclo 3,10-15).
El último versículo de la composición (v.21) continua la imagen del camino de los vv. 14 y 20,
presentando a Dios como el buen pastor (Sal 23,1) que guía, mediante Moisés y Aarón, a
Israel-rebaño. Podemos concluir diciendo que el temor del salmista de permanecer sin la guía
sólida de Dios ha sido superado anclándose en los cimientos de la fe los padres. Por eso, a las
preguntas de los vv.8-10 sobre el cambio del amor divino, el opone la certeza de su probado
amor pastoral.