El Sacerdote Hoy en Su Realización Existencial

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Síntesis: EL SACERDOTE HOY EN SU REALIZACIÓN EXISTENCIAL Eduardo L.

Vega Moreno
LA ESCISIÓN ANTROPOLÓGICA COMO MOMENTO DE GRACIA

Introducción: Un marco necesario para situar esta reflexión


En la vida del sacerdote hoy en su realización existencial confluyen identidad (teología del
ministerio), sustrato (antropología teológica) y contexto (cultura contemporánea). -Su
identidad, ontológicamente unida a Cristo y a la Iglesia, hace del sacerdote testigo en el mundo
de otra vida más que la terrena, pero paradójicamente, sin permanecer extraño a la vida y
condición del resto de los hombres. -Como sustrato encontramos la realidad misteriosa y
paradójica que supone el hombre, creado a imagen de Dios, llamado a configurarse con Cristo,
desde su unidad psicosomática y debilitado por el pecado. -La situación cultural
contemporánea se pude definir como escisión de la vida en los fundamentos antropológicos
más importantes para poder vivir con garantía y con gozo la vida sacerdotal. -Paradoja: El
sacerdote se mueve en tres relaciones dialécticas: Cristo-Iglesia, Imagen-configuración y
secularismo-presencia de Dios.
I. La constatación realista de la situación como posibilidad
El sacerdote se ve profundamente afectado por la cultura que lo rodea, y esto aparece como
obstáculo (cultura de lo pasajero, individualismo) para ser fieles a nuestro ser y misión. Pero la
escisión antropológica que el sacerdote experimenta en su vida está llamada a ser
comprendida como un lugar privilegiado de la realización del hombre y de la revelación de
Dios: Si los sacerdotes soportan esta escisión que vive todo hombre en la sociedad
contemporánea, no ocultándola ni negándola, sino asumiéndola, purificándola y
trascendiéndola, quizá puedan hacer de su frágil y amenazada existencia sacerdotal un lugar
concreto y actual de encuentro entre el hombre y Dios desde su vida, destello de la realización
del hombre y revelación de Dios.
II. Lectura histórica de esta escisión antropológica
Esta escisión que el hombre experimenta en su vida concreta le ha acompañado siempre a lo
largo de su historia. En cada periodo significativo ha intentado solucionar esta escisión de
forma diferente. -El hombre de la antigüedad clásica interpreta su vida como tragedia, se haya
en la paradoja entre libertad y necesidad, ante la que cae rendido negando su propia libertad. -
El hombre bíblico entiende esta escisión como drama, la tensión inherente al hombre entre
pecado y gracia. Vive una historia dramática de libertad, donde su libertad en provocada a
convertirse en gracia, entregándose a Dios (fe) y a los hombres (justicia). -El hombre moderno
ha querido superar esta escisión desde su propia fuerza, construyendo al hombre sin mesura y
sin medida que termina finalmente destruyéndose a sí mismo. -El hombre posmoderno, que
acepta su fragilidad, recae en la visión trágica y gnóstica del hombre antiguo, rechaza su propia
responsabilidad y se crea personalidades de corta y pega. Estas cuatro vivencias se dan
simultáneamente en la actual vida de todos los hombres, también de los curas, a veces dando
lugar a la mediocridad. Han de contar con su «nada» convertida desde Jesús en fuerza de la
Cruz.
III. La necesaria interpretación cristológica
Siempre viviremos con una desproporción entre nuestro deseo y nuestra realidad, entre
nuestro ser y nuestra existencia, entre el sacramento recibido y su forma concreta de
realización. Es Cristo quien otorga al hombre la verdadera medida y armonía de lo humano. La
historia concreta donde el hombre vive esta escisión es en cierta medida insuperable. Cristo no
anulas las tensiones inherentes al ser humano, sino que asumiéndolas, las radicaliza, las
integra en su persona y las lleva a su consumación. Esa tensión asume desde cristo un nuevo
ritmo de exceso o radicalidad, que nos llama a dejarnos medir, juzgar e iluminar por Dios. El
nuevo ritmo que Cristo otorga a las tensiones referentes a la pobreza, castidad y obediencia,
en aquellos que están llamaos a configurarse con Él, consiste en diferir aún más ese deseo,
superando la necesidad propia de los animales, para que el deseo se haga mas humano y con
mayor capacidad de acoger la realidad de Dios, única capaz de saciar al hombre.
IV. La inherente paradoja de la existencia sacerdotal
Las tensiones inherentes que vive todo ser humano y de forma especial el sacerdote, pueden
resumirse en la relación entre cuerpo y espíritu, individuo y comunidad, mundo y Dios. –
Cuerpo-espíritu: Desde nuestra unidad psicosomática se ha de alcanzar la dimensión espiritual
que sobrepasa la materia, al tiempo que se han de reconocer esas realidades materiales como
el canal de comunicación con las realidades superiores más nobles. – Individuo-comunidad: Es
muy necesario contar con la dimensión comunitaria de nuestra vida humana y de nuestro
ministerio, que puede y debe ser pedida desde nuestra realidad humana y sacramental. –
Mundo-Dios: Toda la vida del ser humano consiste en saber unir este binomio. El oficio
sacerdotal de Cristo se mueve entre su radical solidaridad con los hombres, y la gloria del
Padre a la que conduce esa humanidad a través de la muerte y Resurrección, como altar,
ofrenda sacrificial y oferente. El sacerdote ha de unir ambas direcciones en su propio cuerpo.
V. La existencia sacerdotal como lugar de evangelización
La escisión que el sacerdote experimenta en su ser desde el impacto de la cultura en su vida
concreta puede ser convertida en puente para la evangelización del hombre contemporáneo,
testimoniando que esa escisión que a todos afecta puede ser vivida de otra manera, sin
rendirse. Solo si estamos realmente unificados y reconocidos en nuestro ser personal,
podremos presentarnos ante los demás para realizar una tarea de reconciliación en una
sociedad dividida.

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