Educación Lingüística Lomas
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~ TERESA COLOMER, LUCI NUSSBAUM,
~ ANDRÉS OSORO, AMPARO TUSÓN
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Colección Cuadernos
de Formación del Profesorado
TÍTULOS PUBLICADOS
La edurncilÍn lingiiística ~ literaria rn la
Enseñan,a Secundaria.
Curio., [,0111,11 1( ·(lord. 1
2 Política. legislacilÍn e instituciones en la
EducacilÍn Secundaria .
.\lu1111cl de !'11cl/n (Coonl. 1
3 La atrncilÍn a la dhersidad en la Educaci6n
Secundaria.
Ul'IIU .\luni11 \ frrnu .\fu1111 1( ·oord. 1
TÍTULOS EN PREPARACIÓN
• Enseñar ~· aprender Filosofía en la EducacilÍn
Secundaria.
/,11i1 Ci/111'11/n I J. .\l." c;111i,'rrc: 1Coord. 1
• Enseñar~ aprender Cienrias Sociales. Ceografía
e Historia en la Educaci,ín Secundaria.
l'ilur /fr11,ju111 r Jou11 Pu~c, 1Coord. 1
• La enseñan,a y el aprendi,aje de las Cit·1wias de
la \aturale,a rn la EducacilÍn Senmdaria.
/.11i1 dl'I Cur/1/l'll / Coord. 1
• L'ensen~ ame ni i l'aprenentatge de la Llengua i la
Literatura en l'Edurari,í Secundaria.
\11110 C,1111¡" i lcrnu Co/()111a I C()()ril. 1
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Institut de Ciencies de l'Educació
UNIVERSITAJ" DE BARCELONA
H~RSORI
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CUADERNOS
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DE FORMACION
DEL PROFESORADO
EDUCACIÓN SECUNDARIA
1
CARLOS LOMAS (Coord.),
TERESA COLOMER, LUCI NUSSBAUM,
ANDRÉS OSORO, AMPARO TUSÓN
LA EDUCACIÓN
LINGÜÍSTICA Y LITERARIA
EN LA ENSEÑANZA SECUNDARIA
ICE/ HORSORI
Universitar de Barcelona
Director: César Coll
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización de los titulares del •Copyright», bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción rotal o parcial de esta obra por cual-
quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la
distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
7
CAPÍTULO V. LOS MATERIALES DIDÁCTICOS: ANÁLISIS E INS-
TRUCCIONES DE USO. Carlos Lomas y Andrés Osoro ......................... 183
CAPÍTULO VI. PARA SABER (Y SABER HACER). Carlos Lomas ........ .. 223
8
Presentación
Éste es un libro escrito con la intención de ser útil. Útil para la reflexión y útil
para la acción. Útil para el conocimiento de las diversas teorías sobre el uso del
lenguaje y útil para el ejercicio de la práctica educativa en las aulas. Útil para la
formación del profesorado y útil para quienes tienen la ardua y difícil tarea de
enseñar lengua y literatura en nuestro país. En él se invita a quienes lean estas
páginas a una indagación crítica sobre los objetivos de la educación lingüística y
literaria en la enseñanza secundaria y a la búsqueda de la difícil coherencia entre
lo que se dice y lo que se hace.
Porque no basta con decir que la finalidad esencial de la enseñanza de la
lengua y de la literatura es mejorar las habilidades comunicativas de quienes
acuden a las aulas de nuestros institutos de lunes a viernes. Conviene, además,
que tal intención impregne la selección de los contenidos, las formas de hacer en
las aulas, el modo en que se diseñan las tareas de aprendizaje y las maneras de
entender la evaluación. Este libro intenta ofrecer algunas claves que ayuden al
lector a acortar esa distancia que a menudo se observa entre lo que se dice y lo
que se hace con el fin de que las aulas no sean sólo ámbitos de transmisión de
conceptos lingüísticos sino también un escenario comunicativo donde alumnos
y alumnas hablen, escuchen, escriban y lean y al hacer estas cosas con las pala-
bras cooperen en la construcción del significado, en la adquisición gradual de las
distintas destrezas comunicativas y en el acceso a nuevos aprendizajes.
Es obvio que cualquier cambio trae consigo ansiedad e incertidumbre y que,
por tanto, es más cómodo instalarse hasta el final en las creencias que impregnan
nuestras rutinas didácticas que revisar el sentido de lo que uno dice y de lo que
uno hace en [as aulas. De ahí esa tendencia tan habitual entre nosotros a la
intuición y a la improvisación, a no indagar demasiado, al uso de métodos y de
9
materiales didácticos nunca puestos en tela de juicio, a olvidar cómo las teorías
de las personas se contradicen a menudo con sus prácticas, a someterse en fin a
los dictados de un pensamiento vulgar incapaz de superar el nivel de lo concreto
y de lo inmediato.
Este libro invita, frente a tales inercias y a tal sumisión, al ejercicio del pensa-
miento crítico en el ámbito de la educación lingüística y literaria. Porque no es
posible ningún cambio real de las prácticas educativas sin una revisión a fondo
de los planteamientos teóricos en los que cada cual (.:on o sin consciencia
de ello) ha basado su acción docente en el pasado y sin un conocimiento cabal de_
los fundamentos epistemológicos y psicopedagógicos que inspiran los nuevos
rumbos por los que, al parecer, va a transitar la educación lingüística y literaria
en nuestro país. De ahí que en estas páginas se manifieste una doble voluntad de
reflexión teórica y de utilidad práctica. Porque estas líneas desean contribuir no
sólo al saber lingüístico de sus lectores sino también a ayudarles a saber hacer
algunas cosas que favorezcan el aprendizaje de los alumnos y de las alumnas en
las aulas.
En esta voluntad de contribuir a la mejora del saber lingüístico y del saber
hacer didáctico de quienes lean este libro, indagaremos sobre algunas ideas que
han justificado (y aún justifican) determinadas formas de entender (y determina-
das formas de hacer en las aulas) la práctica de la enseñanza de la lengua y de la
literatura en nuestro país. En las páginas iniciales de este libro, en su capítulo I
(Carlos Lomas: «La educación lingüística y literaria»}, el lector encontrará un
ensayo sobre los fines de la educación lingüística y literaria y algunas alusiones
críticas a ciertas maneras de entender (y de hacer) las cosas en las aulas de la
educación secundaria. Posteriormente, y en un afán no sólo de evaluar crítica-
mente el pasado sino también de mirar hacia el futuro con cierta esperanza,
Carlos Lomas y Andrés Osoro analizan en el segundo capítulo («Los objetivos de
la educación lingüística y el currículo de Lengua castellana y Literatura en la
enseñanza secundaria») si los nuevos enfoques didácticos de la educación lin-
güística y literaria suponen o no un cambio real con respecto a las tradiciones
didácticas de la enseñanza de la lengua y la literatura y al modo habitual de
enseñar lengua en la educación secundaria en nuestro país. De ahí que, con el fin
de observar si el currículo oficial del área en la educación secundaria abre o no
las puertas a un giro copernicano en la enseñanza de la lengua y la literatura, en
las páginas de este extenso capítulo se analicen de forma minuciosa los entresijos
del currículo del área y de la materia de Lengua castellana y Literatura y se
evalúe si refleja o no una mayor coherencia pedagógica con los objetivos comu-
nicativos de la educación lingüística y si favorece el inicio de cambios reales en
las formas de hacer en las aulas de lengua y literatura.
Si en los dos capítulos iniciales de este libro el lector se asoma a un estudio
crítico sobre los programas de enseñanza de lengua y literatura en nuestro país,
a sus efectos en la práctica docente en las aulas y a una exhaustiva descripción
del enfoque comunicativo y funcional que subyace al currículo de Lengua caste-
llana y Literatura, en los tres apartados siguientes del tercer capítulo («Ciencias
del lenguaje y enseñanza de la lengua y la literatura») tiene la oportunidad de
acercarse al escenario de las diversas teorías con las que se construye en la actua-
10
lidad ese saber lingüístico y didáctico cuyo conocimiento es absolutamente esen-
cial para quienes ejercemos el difícil oficio de enseí'lar lengua y literatura. En su
viaje a lo largo y ancho de este capítulo el lector encontrará tanto un paisaje de
las distintas ciencias del lenguaje que se ocupan de analizar las cosas que las
personas hacemos con las palabras (Amparo Tusón: «El estudio del uso lingüísti-
co») como un panorama de los últimos enfoques de la investigación didáctica
sobre la enseñanza y el aprendizaje de las lenguas y de la literatura (Luci Nuss-
baum: «La didáctica de la lengua: temas y líneas de investigación e innovación»
y Teresa Colomer: «La didáctica de la literatL1ra: temas y líneas de investigación
e innovación»). La lectura de estos tres trabajos es de una indudable utilidad
para el conocimiento tanto de la pluralidad de miradas con las que en la actuali-
dad se observa y estudia el uso del lenguaje como de las diversas indagaciones
didácticas sobre las formas más adecuadas de favorecer la adquisición de las
habilidades lingüísticas, discursivas, estratégicas, sociolingüísticas y literarias que
configuran la competencia comunicativa de las personas en nuestras sociedades.
Con el fin de indagar sobre la orientación de los cambios educativos en la
LOGSE y sobre sus efectos en las programaciones de lengua y literatura de
la educación secundaria, en las páginas siguientes el lector encontrará un capítu-
lo (Carlos Lomas y Andrés Osoro: «Enseñar lengua y literatura en la educación
secundaria. Orientaciones para la elaboración de proyectos curriculares y pro-
gramaciones de aula») especialmente dedicado a sugerir algunas ideas para la
construcción de proyectos didácticos de lengua y literatura que faciliten el traba-
jo cotidiano en las aulas. En esa voluntad de ofrecer no sólo teorías sobre la
lengua y sobre su enseñanza sino también herramientas de carácter práctico,
quienes lean estas páginas encontrarán en el capítulo quinto (Carlos Lomas y
Andrés Osoro: «Los materiales didacticos: análisis e instrucciones de uso») una
selección de materiales didácticos de diversa naturaleza, intención y utilidad (desde
libros de texto hasta unidades didácticas y otros recursos). En esta selección el
lector no sólo encontrará una breve descripción de su contenido sino también
algunas valoraciones críticas sobre el grado de coherencia de tales materiales con
el enfoque comunicativo del área y sobre su posible utilidad pedagógica. Con el
propósito de facilitar el análisis crítico de los diversos materiales didácticos por
parte del profesorado, se sugieren al comienzo del citado capítulo algunas ins-
trucciones de uso para la evaluación de los materiales y recursos que están apare-
ciendo en nuestro país al compás de la generalización del nuevo sistema educativo.
Finalmente, y como anticipo de las referencias bibliográficas de las obras
citadas por los autores de este libro, el lector encontrará en el sexto capítulo de
este volumen (Carlos Lomas: «Para saber [y saber hacer])» algunas sugerencias
de lectura de distintos libros y artículos con los que puede, si lo desea, profundi-
zar en algunos de los aspectos que en estas páginas aparecen apenas enunciados.
Los títulos comentados en este capítulo invitan a la reflexión lingüística y didác-
tica y, por tanto, no son, como los trabajos reseñados en el capítulo anterior,
materiales para el aula aunque su consulta ayudará al profesorado a resolver
algunos de los problemas de su práctica diaria o, al menos, a comenzar a abor-
11
darlos con otra perspectiva. En cualquier caso, es obvio que no están todos los
que son: ni el espacio del capítulo permite detenerse con más amplitud en la des-
cripción del inmenso y variado paisaje bibliográfico sobre las diversas teorías del
lenguaje o sobre algunos aspectos didácticos de la enseñanza de las lenguas y
de la literatura ni se trata de acabar con la paciencia del lector proponiéndole un
listado interminable de lecturas que quizá se justifique desde la erudición acadé-
mica, pero quizá no tanto desde su posible utilidad como herramientas de cono-
cimiento teórico y de acción educativa. No están todos los que son pero, los que
están son indudablemente títulos de referencia obligada en la reflexión sobre los
nuevos rumbos de la enseñanza de la lengua y la literatura.
Las referencias a los autores y a los trabajos citados en este libro y un índice
temático con los conceptos esenciales que aparecen a lo largo y ancho de estas
páginas cierran este volumen.
Quienes colaboran en estas páginas saben del arduo oficio de enseñar lengua
y literatura a adolescentes y a jóvenes ya que ésta y no otra es la tarea que ejercen
en diversos centros educativos. Este libro es, en consecuencia, el fruto no sólo de
unas ideas semejantes sobre el significado de enseñar lengua en nuestras socieda-
des sino también de bastantes años de acción docente en las aulas. En última
instancia, es la expresión del compromiso de sus autores y autoras con la innova-
ción didáctica en el área de lengua y literatura, con la investigación educativa en
el aula y con la formación inicial y continua del profesorado.
Sin embargo, estas líneas no son sólo el resultado de algunas lecturas y de la
experiencia didáctica de quienes colaboran en este libro. Estas páginas son tam-
bién el fruto del diálogo, del contraste de puntos de vista y del intercambio de
ideas con multitud de profesores y profesoras de lengua y literatura a lo largo de
estos últimos años de cambios, esperanzas y desilusiones. Con ellos tienen una
innegable deuda de gratitud.
En esta época en la que la extensión de la educación obligatoria hasta los
dieciséis años y diversos factores de naturaleza cultural (como las desigualdades
sociales de origen, las diferentes aptitudes, capacidades y motivaciones de los
alumnos y de las alumnas o el influjo de los usos y formas de los medios de
comunicación de masas en sus formas de decir las cosas y en sus formas de pen-
sar el mundo) condicionan de forma notable el ejercicio del difícil oficio de
enseñar, convirtiéndolo en un reto cada vez más complejo y fascinante, estas
páginas desean ser una invitación a la esperanza. Porque, pese a tanto desánimo
y pese a tantos obstáculos, seguimos creyendo que merece la pena acudir de
lunes a viernes a las aulas de educación secundaria e intentar que adolescentes y
jóvenes entiendan que el uso adecuado de esa herramienta de comunicación y
representación que es el lenguaje es algo enormemente útil en los diversos ámbi-
tos de su vida personal y social.
Porque la lengua no es sólo un sistema formal sino también algo que las
personas hacemos con las palabras con determinadas intenciones. De ahí la fas-
cinación que ejerce en nuestras vidas y de ahí el intento de quienes enseñamos
lengua y literatura por transmitir a quienes acuden a las aulas la pasión por el
laberinto del lenguaje, de las lenguas y de sus usos. Este libro destila, bajo la
hojarasca lingüística y pedagógica de sus páginas, esa pasión y esa fascinación
por el lenguaje.
Carlos Lomas
12
CAPíWLO I
La educación lingüística y literaria
Carlos Lomas
13
ñanza de la lengua y de la literatura en la educación obligatoria debe orientarse
al dominio expresivo y comprensivo de los mecanismos verbales y no verbales
de comunicación y representación que constituyen la base de toda interacción
social y, por ende, de todo aprendizaje.
Si estamos de acuerdo en que la escuela debe favorecer la adquisición y el
desarrollo de las habilidades discursivas de los aprendices, si deseamos, en fin,
ser coherentes con los fines comunicativos inherentes al trabajo pedagógico de
quienes enseñamos lengua y literatura en la escolaridad obligatoria, habrá que
empezar a entender el aula de lenguaje como un escenario cooperativo de crea-
ción y recepción de textos de diversa índole e intención en el que se atienda
tanto a afianzar las destrezas comprensivas y expresivas del alumnado como a
iniciar la reflexión en torno a los rasgos formales, semánticos y pragmáticos
implicados en los usos verbales y no verbales de las personas.
Concebir la educación lingüística y literaria como un aprendizaje de la comu-
nicación debe suponer orientar las tareas escolares hacia la apropiación por par-
te de los alumnos y de las alumnas -con el apoyo didáctico del profesorado- de
las normas, conocimientos y destrezas que configuran la competencia comunica-
tiva de las personas (Canale y Swain, 1980; Canale, 1983; Hymes, 1984). Esta
competencia (lingüística, discursiva, sociolingüística, estratégica, ... ) es entendi-
da, desde la antigua retórica hasta los enfoques pragmáticos y sociolingüísticos
más recientes, como la capacidad cultural de oyentes y hablantes reales para
comprender y producir enunciados adecuados a intenciones diversas de comuni-
cación en comunidades de habla concretas.
Intervenir en un debate, escribir un informe, resumir un texto, entender lo
que se lee, expresar de forma adecuada las ideas, sentimientos o fantasías, dis-
frutar de la lectura, saber cómo se construye una noticia, conversar de manera
apropiada, descubrir el universo ético que connota un anuncio o conocer los
modos discursivos que hacen posible la manipulación informativa en televisión:
he aquí algunas de las habilidades expresivas y comprensivas que hemos de apren-
der en nuestras sociedades si deseamos participar de una manera eficaz y crítica
en los intercambios verbales y no verbales que caracterizan la comunicación
humana.
En definitiva, de lo que se trata es de mejorar el uso de esa herramienta de
comunicación y de representación que es el lenguaje y de contribuir desde el
aula al do minio de las destrezas comunicativas más habituales (escuchar, hablar,
leer y escribir) en la vida de las personas. En consecuencia, si estamos de acuerdo
en estas intenciones, los contenidos, los métodos, las tareas de aprendizaje y los
criterios de evaluación del área deberán subordinarse a las finalidades comuni-
cativas que el sistema educativo - y el conjunto de la sociedad- encomienda a
quienes enseñamos lengua y literatura.
Y, sin embargo, como sabemos desde la más tierna infancia, entre la realidad
y el deseo, entre la prosa de la vida y los afanes más nobles, se abre casi siempre
14
un abismo. A1 asomarnos a él nos invade con frecuencia el vértigo de una con-
ciencia que nos recuerda la enorme distancia que media entre lo que debe ser y
lo que es, entre el decir y lo hecho. Porque si en las intenciones unos y otros
estamos de acuerdo en que de lo que se trata es de mejorar las capacidades
comunicativas de los alumnos y de las alumnas, cuando ponemos en relación los
fines comunicativos de la educación lingüística y literaria con los contenidos,
los métodos, las tareas escolares y los sistemas de evaluación que aún persisten
en los programas escolares, en los libros de texto y, por tanto, en los modos de
hacer en las aulas, comprobamos que entre lo que se dice y lo que se hace el
abismo se abre.
No basta con proclamar los fines comunicativos de la enseñanza de la lengua.
Es necesario adecuar la selección de los contenidos, los modos de la interacción
en el aula y las tareas escolares de forma que hagan posible que los aprendices
puedan poner en juego las normas y procedimientos expresivos y comprensivos
que caracterizan los intercambios comunicativos entre las personas. No basta
por tanto con afirmar, como reconocen ilustres lingüistas como Lázaro Carreter,
que «enseñar lengua es ensefiar a usar la lengua». Es imprescindible que esa
intención impregne los materiales editoriales y el trabajo pedagógico en las aulas
de lenguaje mediante la creación de situaciones de uso que hagan posible una
interiorización gradual de las diversas capacidades comunicativas de los escola-
res.
Si consultamos algunos manuales escolares de los últimos cursos de la Educa-
ción General Básica o si hojeamos los libros de texto más usados en los primeros
años de las enseñanzas medias, constataremos la presencia casi exclusiva de con-
tenidos referidos al sistema fonológico de la lengua, a la morfología de las pala-
bras, a las funciones sintácticas o a la historia literaria y la ausencia más que
evidente de las actividades de uso. En consecuencia, en las clases de lengua se
dedica un tiempo casi absoluto a la descripción de la estructura interna de las
palabras (mediante el reconocimiento de fonemas, monemas y morfemas), al
estudio de las categorías gramaticales, a la corrección ortográfica, al análisis sin-
táctico de las oraciones o al repaso histórico de los rasgos formales de diversos
textos literarios. Sin duda estos asuntos pertenecen al conocimiento lingüístico y
literario, pero cuando se aíslan y se sacralizan como únicos contenidos de ense-
ñanza de la lengua y de la literatura resultan insuficientes a la hora de acercarse
al complejo proceso de la creación y de la recepción de los mensajes y, por tanto,
en poco favorecen el logro de unas intenciones educativas orientadas al desarro-
llo de las capacidades comunicativas de los alumnos y de las alumnas. La lengua
en la escuela es con frecuencia para el alumno una retahíla de contenidos forma-
les que casi nada tiene que ver con el uso que de esa útil herramienta de comuni-
cación y de representación que es el lenguaje hace fuera de los muros escolares.
15
VALOR DE CAMBIO Y VALOR DE USO DE LOS SABERES LINGÜÍSTI-
COS
16
procedimientos expresivos y comprensivos (un saber hacer cosas con palabras,
un saber decir, un saber entender) orientado a afianzar y fomentar las competen-
cias discursivas de los aprendices, sin olvidar, en fin, la conveniencia de enseñar
los valores que hacen posible el desarrollo de actitudes críticas ante los prejuicios
lingüísticos, ante los usos discriminatorios del lenguaje y ante las diversas estra-
tegias de manipulación y persuasión utilizadas en los intercambios comunicati-
vos.
17
sos implicados en la comprensión y en la emisión de los mensajes o a los proce-
dimientos lingüísticos y no lingüísticos, en fin, de creación del sentido han per-
manecido ajenos con frecuencia a un trabajo escolar centrado, por el contrario,
en las actividades gramaticales, en los usos escritos y en sus normas gráficas, en
el análisis sintáctico y en los modelos canónicos de la historia literaria. E inmer-
sos en tales tareas hemos olvidado casi siempre algo tan evidente como que
«nuestra capacidad para aprender una lengua sobrepasa en mucho nuestra capa-
cidad de describir y explicar cómo está hecha esa lengua» (Roulet, 1976: 55).
18
estas teorías gramatícales que, siendo tan útiles para la descripción, por ejemplo,
de los aspectos fonológicos o morfosintácrícos del sistema, margínan sin embar-
go del estudio lingüístico -y lo hacen como postulado metodológico- el análisis
de los usos verbales y no verbales de la comunicación humana. No conviene
olvidar que, como señala Raffaele Simone, «muchas de las príncipales teorías
lingüísticas de hoy nacen precisamente sobre la base de excluir algunos campos
de fenómenos de su gama de intereses» (1988 [1992: llJ), por lo que el intento
de traducir al aula los planteamientos especializados de disciplinas que se cons-
truyen desde la negación de que la actividad del hablante pueda ser estudiada
desde la lingüística (Saussure, 1916 [1 971: 64)) o desde la voluntad de describir
la competencia lingüística de «un hablante/ oyente ideal en una comunidad lin-
güística del todo homogénea» (Chomsky, 1965 [1 971: 5]) no parece el mejor
camíno para contribuir al logro de las finalídades comunicativas de la enseñanza
de la lengua.
Es cierto que todos somos iguales en lo que se refiere a nuestra capacidad
innata para adquirir y aprender las reglas del lenguaje, pero también lo es que
esa adquisición y ese aprendizaje tienen lugar en el seno de situaciones culturales
que hacen que en el uso los hablantes seamos diversos y desiguales. Y si somos
iguales ante la lengua pero desiguales en el uso (Tusón, 199 1), entonces nuestra
tarea como enseñantes debería consistir en favorecer desde las aulas el desarro-
llo de las capacidades lingüísticas y comunicativas de los aprendices de forma
que avancen hacia una desalienación expresiva que les permita comprender y
expresar de forma adecuada los diversos mensajes que tienen lugar en ese com-
plejo mercado de intercambios que es la comunicación humana y adoptar actitu-
des críticas ante los usos y formas que denoten discriminación o manipulación
entre las personas.
Y, sin embargo, en vez de avanzar en esta dirección, en nuestras aulas de
primaria y secundaria se ha hecho con demasiada frecuencia lingüística aplicada
pese a que, corno dijera Saussure a comienzos de este siglo, «el lenguaje es una
cosa demasiado importante para dejársela a los lingüistas»2 y pese a que Choms-
ky (1966) negara una y otra vez que la lingüística generativa fuera útíl «para
servir de base a una tecnología de la enseñanza de las lenguas>>. Frente a la obse-
sión didáctica por el análisis minucioso y preciso de ese objeto formal que es el
sistema de la lengua, de lo que se trata ahora es de que los alumnos y las alumnas
conozcan y manejen las diversas estructuras textuales adecuadas a la íntención,
tema, destinatarios y contexto del intercambio comunicativo. Y, ciertamente en
este menester la aportación de las teorías estructuralistas y generativas es limi-
tada.
Una lengua es ante todo un repertorio de usos comunicativos que forman
parte de la acción humana, por lo que comunicarse es hacer cosas con las pala-
bras (Austin, 1962) con determinadas intenciones: al emitir un enunciado, su
autor intenta hacer algo, el destinatario interpreta (o no) esa intención y sobre
2
Citado por Rafaelle Simone (1988 [1992: 74]}.
19
ella elabora una respuesta, ya sea lingüística o no lingüística (Gumperz, 1982).
Lo dijo Humboltd hace casi dos siglos («el lenguaje es esencialmente enérgeía, no
ergon», actividad, no producto), y lo reiteró hace poco Jakobson (1963 [1974:
15 y 21]) al recordar que «la lengua debe concebirse como parte integrante de la
vida en sociedad» por lo que el discurso «no se da sin intercambio». Pese a ello,
con demasiada frecuencia se ha olvidado, en la historia de la lingüística y en las
escuelas, algo tan obvio como que lo que justifica la creación de un texto es la
intención de producir un efecto y de construir un sentido en la interacción.
Como señala irónicamente Halliday (1978 [1982:248]), «después de un periodo
de intenso estudio del lenguaje como construcción filosófica idealizada, los lin-
güistas han convenido en tomar en cuenta que las personas se hablan entre sí».
En las últimas décadas, las ciencias del lenguaje y otras disciplinas colindan-
tes (Newmeyer, 1988b; Serrano, 1993; Lomas, Osoro y Tusón, 1993) han evo-
lucionado muy rápidamente siendo muy significativo a este respecto el auge de
las corrientes sociolingüísticas y pragmáticas -que entienden el uso comunicati-
vo como un lugar de encuentro entre las diversas manifestaciones discursivas y
las variables de naturaleza situacional y contextual que regulan los intercambios
comunicativos-y de los enfoques cognitivos sobre la adquisición y el desarrollo
del lenguaje. Estas teorías sobre el lenguaje, escasamente conocidas aún en los
muros endogámicos de la universidad española, han comenzado a interesarse,
precisamente, por el modo en que se producen en la vida real los intercambios
lingüísticos y comunicativos, por la forma en que se producen los fenómenos de
la expresión y de la comprensión, por cómo se adquiere y desarrolla el lenguaje
y por el papel que juega en todos esos procesos la interacción social3.
Las diversas disciplinas a que nos referimos podrían agruparse dentro de
cuatro grandes bloques: en primer lugar, la filosofía del lenguaje y la pragmática,
que, heredando el legado de interrogantes de la retórica clásica, abordan el estu-
dio de la actividad lingüística entendiéndola como una parte esencial de la ac-
ción humana (de ahí nociones tan reveladoras como las de juegos del lenguaje,
actos de habla o principio de cooperación); en segundo lugar, la antropología
lingüística y cultural, la etnografía de la comunicación, la etnometodología, el
interaccionismo simbólico y la sociolingüística, que se ocupan de la lengua en
relación con los usos lingüísticos y comunicativos de los hablantes en comunida-
des de habla concretas; en tercer lugar, los enfoques discursivos y textuales que,
convergen no sólo filólogos y lingüistas sino también filósofos, sociólogos, antropólogos, didactas
de la lengua y de la literatura, semiólogos, psicólogos... Amparo Tusón describe en estas mismas
páginas el complejo panorama de las diversas disciplinas que se ocupan del estudio del uso lingüísti-
co y comunicativo de las personas.
20
desde su diversidad metodológic:i y analítica, parten del estudio de unidades
supraoracionales al considerar que la significación se construye en el uso discur-
sivo que se da en b interacción social (la lingüística del texto, el análisis del
discurso, la semiótica tex tual, ... ); y, en cuarto y último lugar, la psicología del
lenguaje (tanto los estudios de psicología evolutiva como la psicolingüística de
orientación sociocognitiva), que se ocupa de los procesos que subyacen a la ad-
quisición y al uso de las lenguas.
No se trata, sin embargo, de sustituir ahora las referencias gramaticales por
las aportaciones de las últimas corrientes lingüísticas o psicológicas, ni de incor-
porar como antaño a los programas escolares, a los manuales y a las clases de
lengua el glosario conceptual y la hojarasca terminológica de unas disciplinas
corno las citadas que -no lo olvidemos- no han sido creadas con fines didácticos.
Conviene además insistir, ante la confusión y ansiedad que todo cambio educa-
tivo crea en los enseñantes, en que poner el énfasis en los usos comunicativos no
debe significar ni la ausencia de actividades de reflexión ni el olvido de las refe-
rencias disciplinares en las que nos hemos formado. El bagaje lingüístico, litera-
rio y didáctico que hemos ido adquiriendo a lo largo de años de estudio y de
docencia constituye un capital profesional de enorme valor que debe animarnos
a abrir nuestras miradas a otras formas de entender la descripción de la lengua y
del uso comunicativo. De lo que se trata, en fin, es de ampliar nuestra visión de
los fenómenos comunicativos con las aportaciones de un conjunto de ciencias
del lenguaje (Lomas y Osoro, 1993) que intentan dar cuenta del complejo meca-
nismo que subyace a la producción y a la comprensión de mensajes en el seno de
situaciones concretas de comunicación. Si hasta ahora hemos enseñado lo que
hemos aprendido, otorgando un estatuto incuestionable a las escuelas lingüísti-
cas en las que nos hemos formado, no parece razonable negar ahora el pan y la
sal a otras perspectivas desde una desconfianza a ultranza con respecto a la utili-
dad de las aportaciones teóricas al trabajo de aula4. Porque, como señala Eagle-
ton (1983 [1 988: 10]), con frecuencia «la hostilidad a lo teórico equivale a una
oposición a las teorías ele los demás y al olvido de las propias».
• Sobre las últimas tendencias de la investigación didáctica acerca de la ensefianza y del aprend i-
zaje d e las lenguas, véase el trabajo de Luci N ussbaum en estas mismas páginas.
21
nuestras aulas a esos artefactos culturales que hemos convenido en denominar
obras literarias o textos artísticos de naturaleza lingüística.
A tal desacuerdo sobre los fines y métodos de la educación literaria contribu-
ye sin duda la enorme diversidad de enfoques y perspectivas que ha caracteriza-
do, y aún caracteriza, a la investigación crítica sobre el texto literario a lo largo
de este siglo. En efecto, si nos asomamos al índice de cualquier manual o tratado
sobre teorías de la literatura advertiremos la notable profusión de escuelas y de
ópticas desde las que se ha abordado en las últimas décadas el estudio de la
textura (y de la contextura) de lo literario y las evidentes discrepancias que man-
tienen unas y otras entre sí a la hora de identificar cuáles son los elementos
(lingüísticos, comunicativos y culturales) que otorgan a un fragmento verbal el
estatuto canónico de texto literario.
En efecto, mientras el formalismo ruso (con sus epígonos el estructuralismo
checo y la semiótica soviética) subrayaba desde la lingüística aplicada como lite-
rario el uso enajenado del lenguaje ordinario y el desvío expresivo de las formas
más habituales del habla cotidiana al servicio de la construcción de la poeticidad
de los textos («esa violencia organizada que se ejerce sobre el lenguaje ordina-
rio», en palabras de Jakobson, 1963 ), las teorías marxistas de la literatura (y
algunos discípulos díscolos como los teóricos de la escuela de Frankfurt}, ponían
el acento en la dimensión cultural e ideológica de las obras literarias y en el
reflejo que en ellas era posible observar de unas determinadas relaciones sociales
y de unas concretas condiciones de vida. Por otra parte, cuando el estructuralis-
mo de los sesenta pugnaba por aislar el conjunto de leyes subyacentes al texto
lingüístico que hacen posible la creación de las formas literarias y la aparición de
la función poética en los signos, aparecen las distintas visiones pragmáticas de lo
literario (desde las estéticas de la recepción hasta la semiótica de orientación
comunicativa) atentas a descubrir el contrato comunicativo de cooperación que
se establece entre el autor y el lector en la obra literaria, a estudiar «las estrate-
gias inscritas en el texto» (Eco, 1979) y a describir el papel que juega el destina-
tario en su tarea interpretativa de un texto literario que no es sino «una máquina
perezosa» que exige la construcción cooperativa del sentido.
Y es que, nos guste o no, la historia de la teoría literaria contemporánea es
parte de la historia ideológica de nuestra época. Como señala Terry Eagleton
(1983 [1988: 231 y 232]), «cualquier conjunto de teorías referentes al significa-
do, a los valores, al lenguaje, a los sentimientos y a la experiencia humanos
inevitablemente tendrá que referirse a conceptos muy hondos sobre la naturale-
za tanto de los individuos humanos como de las sociedades, a los problemas de
la sexualidad y del poder, a las interpretaciones del pasado, a los puntos de vista
sobre el presente y a las esperanzas para el porvenir».
En cualquier caso, en relación con el estudio de la comunicación literaria,
cabe subrayar el interés de las aportaciones de autores y de enfoques críticos que
contemplan el discurso literario desde la consideración de sus condiciones de
producción y recepción. En este sentido son de especial interés los trabajos
de Bakhtin (1975) sobre el carácter dialógico y polifónico del lenguaje literario
y las aportaciones de la Estética de la Recepción (Warning, 1989), de la semióti-
22
ca cultural (Lotman, 1970) y literaria (Eco, 1979) y de la pragmática (Mayoral,
1987).
Si algo está claro en el oscuro laberinto de la literatura es -nos guste o no- esa
radical divergencia de presupuestos, métodos y conclusiones de las distintas es-
cuelas críticas y ese desacuerdo constante en torno a los elementos y factores que
a la postre construyen la literariedad de esos textos a los que asignamos la eti-
queta de «literarios». Quizá, en un alarde de eclecticismo nada inocente, haya
que convenir con van Djik (1988: 119) que acaso la literatura se defina en fun-
ción de lo que «algunas instituciones .(las escuelas, las universidades, los libros de
texto, los críticos, etc.) llamen y decidan usar como literatura». Y quizá por ello,
como señala de nuevo Eag!eton (1983 [1988: 239]), la tarea de los teóricos de la
literatura, de los editores, de los críticos y de !os profesores no sea sino la de
guardianes del discurso, es decir, la de estimular el estudio y el consumo del texto
literario en !as universidades, en el mercado editorial, en los suplementos cultu-
rales y en las escuelas e institutos y la de fomentar su uso (y si es posible su
abuso) entre el resto de los mortales.
El laberinto de !a educación literaria se complica aún más por la diversidad de
métodos con que el profesorado ha intentado en el pasado e intenta hoy en día
resolver esa difícil comunicación entre los alumnos y los textos literarios. Desde
el eje diacrónico de la historia literaria hasta la organización temática de los
contenidos literarios, desde el comentario lingüístico de fragmentos sueltos has-
ta la lectura de obras completas, desde el taller de escritura hasta las más vario-
pintas estrategias de la animación lectora, si algo caracteriza a la enseñanza de la
literatura en las últimas décadas en nuestro país es esa incesante variedad de
métodos pedagógicos, de criterios de selección de los textos y de tácticas didác-
ticas que refleja esa voluntad del profesorado por acercarse al horizonte de ex-
pectativas de unos adolescentes cada vez menos selectos y cada vez más
interesados, en su calidad de depredadores audiovisuales (Gil Calvo, 1985), en el
consumo de otros usos comunicativos más vulgares y de otras literaturas5 •
5
En torno a b educación literaria, véase más adelante el rrabajo de Teresa Colomer en estas páginas.
23
las distintas sociolingüísticas, intervienen en el desigual desarrollo de las habili-
dades comunicativas de los hablantes. Pese a ello, conviene recordar que la es-
cuela ha sido y debe seguir siendo para la inmensa mayoría de esas tribus infantiles
y adolescentes que habitan de lunes a viernes en las aulas un escenario de cono-
cimiento compartido donde la vida entre y se perciba de una forma diversa y
plural, donde sea posible emanciparse de los estereotipos y de las servidumbres
de una sociedad edificada sobre los cimientos de la insolidaridad y de la des-
igualdad y donde las tareas escolares se orienten a una comprensión cabal y, por
tanto, crítica del mundo que les ha tocado vivir.
Cuando un niño o una niña adquieren una lengua inician la difícil andadura
del aprendizaje escolar y cultural de las estrategias de cooperación y de persua-
sión que caracterizan la comunicación entre las personas. Al participar en inter-
cambios comunicativos con otras personas aprenden no sólo las reglas gramaticales
que hacen posible la formación de las palabras y de las oraciones sino también el
modo en que esas personas entienden e interpretan la realidad y, por tanto, los
significados culturales que los usos verbales y no verbales encierran. Aprenden a
orientar el pensamiento y las acciones, a regular la conducta personal y ajena, a
conocer el entorno físico y social, a poner en juego las formas de cooperación
que hacen posible el intercambio comunicativo con las personas y a ir constru-
yendo en este proceso un conocimiento del mundo compartido y comunicable.
De ahí que, como señala Jesús Tusón (1986: 106), «el amor a la propia lengua
(sin xenofobias ni chovinismos) sea el amor al lenguaje, y también la estima
profunda de todo aquello que nos hace humanos y nos permite, definitivamente,
vivir en la coherencia»6.
6 Estas líneas recogen, en ocasiones literalmente, algunas reflexiones aparecidas en dos trabajos
24
CAPÍTULO 11
Los objetivos de la educación
lingüística y el currículo
de Lengua Castellana y Literatura
en la enseñanza secundaria
Carlos Lomas y Andrés Osoro
25
Esta distancia entre lo que se piensa y lo que se hace en el escenario de las
aulas no es fruto del azar ni de una especie de «perversión pedagógica» que
afecte especialmente a quienes enseñamos lengua. Por el contrario, otras son las
razones que ayudan a entender ese abismo que a menudo se observa entre lo que
se dice cuando se habla de los objetivos de la enseñanza de la lengua («enseñar
lengua es enseñar a usar de forma adecuada el lenguaje en diversas situaciones de
comunicación») y lo que en ocasiones se hace en las clases de lengua en la educa-
ción secundaria (enseñar una de las lingüísticas y algunas destrezas ortográficas y
sintácticas}.
Por una parte, tal y como se ha señalado en el capítulo inicial de este libro1,
en la mayoría de las facultades de filología, encargadas hoy por hoy de la forma-
ción inicial de quienes enseñan (o aspiran a enseñar) lengua y literatura en la
educación secundaria, siguen aún dominando aquellas teorías del lenguaje que
excluyen de su ámbito de estudio y de reflexión el uso lingüístico y comunicati-
vo de las personas. De ahí que con frecuencia casi nada se enseñe en tales facul-
tades sobre el modo en que tienen lugar los intercambios lingüísticos y
comunicativos, sobre la forma en que los hablantes cooperan en la construcción
del significado, sobre cómo se adquiere y desarrolla el lenguaje, sobre las estra-
tegias del sentido en los actos del hablar, del escuchar, del escribir y del leer o
sobre los factores culturales que en nuestras sociedades condicionan la produc-
ción y la recepción de los mensajes orales, escritos e iconográficos. Por el contra-
rio, el énfasis en la formación inicial del profesorado se pone en el estudio
fonológico, léxico y morfosintáctico de la lengua y en el conocimiento de los
diversos autores, obras y épocas de nuestra historia literaria. Es obvio que tales
asuntos pertenecen al saber lingüístico y literario, pero también lo es que por sí
solos no constituyen una herramienta especialmente eficaz para emprender la
ardua y difícil tarea de mejorar las habilidades comunicativas del alumnado en
la educación secundaria.
Por otra, no conviene olvidar en qué tradición didáctica se inserta la expe-
riencia docente de la mayoría del actual profesorado de educación secundaria.
No hace falta ir demasiado atrás en el tiempo para recordar cómo el programa
oficial o currículo de cada una de las asignaturas en las enseñanzas medias (BUP,
FP y COU), debidamente traducido por las editoriales en forma de manual o
libro de texto, se convertía en una guía de actuación pedagógica que indicaba
con absoluta precisión qué hacer {y cómo, cuándo y de qué manera hacerlo) en
cada momento. En este contexto, el papel del profesor, en principio, se limitaba
a la ejecución técnica del programa de enseñanza, es decir, a la transmisión ver-
bal de los contenidos académicos de la asignatura a lo largo del curso escolar, a
la calificación de los aprendizajes y a la selección académica del alumnado.
En el ámbito de los programas de enseñanza de la lengua, éstos eran con
frecuencia una larga retahíla de conceptos lingüísticos y literarios cuya selección
se efectuaba teniendo en cuenta las aportaciones de la teoría gramatical, de los
1
Véase «La educación lingüística y literaria» (Carlos Lomas) en el capítulo anterior.
26
cstructuralismos lingüísticos y del formalismo literario. En consecuencia, el pro-
grama de la asignatura en el Bachillerato o en la Formación Profesional no era en
la práctica sino un ensayo o antesala de los planes de estudio de la facultad de
filología de turno. De esta manera, las clases de lengua se convertían a menudo
en una tupida hojarasca de saberes gramaticales o de habilidades sintácticas cuyo
conocimiento, con frecuencia efímero, era útil en la hora de la calificación aca-
démica pero, más allá de tal circunstancia, era escasamente eficaz si de lo que se
trataba era de mejorar las habilidades comunicativas del alumnado en la recep-
ción y en la producción de mensajes orales y escritos y contribuir a la adquisi-
ción y a la mejora de su competencia comunicativa.
Ilustremos de forma breve con un par de ejemplos esta forma de encender los
programas de enseñanza de lengua.
Uno de los manuales de lengua española más utilizados en 1° de BUP durante
la década de los ochenta ha sido el escrito por Fernando Lázaro Carreter y por
Vicente Tusón para la editorial Anaya. Si leemos el índice de lecciones del citado
manual, la conclusión es bastante evidente: una presencia casi absoluta de conte-
nidos fonológicos (2 lecciones), métricos (2 lecciones), léxico-semánticos (3 lec-
ciones) y especialmente sintácticos (1 O lecciones). Es decir, una selección de
contenidos orientada a fomentar el conocimiento de los aspectos más formales
de la lengua en detrimento de otros contenidos referidos al saber hacer cosas con
las palabras o a la reflexión sobre los usos lingüísticos y comunicativos habitua-
les en la vida de las personas. Otras lecciones abordan asuntos como lengua y
sistema, la formación del español, la situación lingüística de España, la lengua
literaria o la norma lingüística. En cualquier caso, y pese a la bienintencionada
inclusión de ejercicios colectivos y de comentarios de textos, el manual ilustra a
la perfección una concepción de la enseñanza de la lengua en la que subyace esa
creencia tan extendida (aunque nunca avalada por la investigación didáctica) de
que el conocimiento de los entresijos de ese aparato formal que es la lengua es
condición suficiente para la mejora de las habilidades expresivas y comprensivas
de las personas. Desde tal creencia, el manual es un perfecto ejemplo de lingüís-
tica generativa aplicada y en consecuencia de la escasa presencia de otros conte-
nidos referidos a la actuación comunicativa de las personas y al uso funcional del
lenguaje.
Otro tanto ocurre con el manual de COU escrito por Emilio Alarcos Llorach
y un equipo de discípulos para la editorial Santillana. En este caso, de los 24
temas del manual, 13 se refieren a contenidos morfosintácticos (en este caso,
abordados desde la gramática funcional de la que Alarcos es el mayor represen-
tante en nuestro país). Otros contenidos lingüísticos se abordan desde la lingüís•
tica estructural (y en las páginas del manual se proyecta entonces la alargada
sombra de Saussure, Hemjslev o Martinet) o aluden a la historia de las lenguas y
de los dialectos en España. El uso lingüístico apenas se estudia de forma especí-
fica en cuatro páginas del tema titulado "La lengua y sus variedades internas"
aunque se alude en otros temas a diversos tipos del lenguaje como las jergas, el
lenguaje científico, el técnico, el administrativo, el jurídico, el periodístico,
el publicitario y el literario.
27
En esta breve, y quizá caricaturesca, descripción del contenido de ambos
manuales no hay ningún afán de crítica a sus autores ni ninguna intención de
enjuiciar el indudable rigor teórico con el que fueron elaborados. Al aludir a
ambos textos (quizá los más usados por el profesorado de enseñanzas medias en
la década pasada) hemos intentado ilustrar cómo estos (y otros) manuales refle-
jaban la hegemonía de las escuelas lingüísticas dominantes en los años sesenta y
setenta en las facultades de Filología de nuestro país y una ausencia bastante
evidente de conceptos y de procedimientos relativos al uso lingüístico y comuni-
cativo de las personas .. EI enfoque formal del programa de enseñanza se orienta-
ba así, de forma casi exclusiva, al fomento del saber lingüístico, aunque éste se
adquiriera de un modo efímero, como se comprobaba al curso siguiente, en
detrimento de un trabajo didáctico orientado a la mejora de las destrezas comu-
nicativas de adolescentes y jóvenes.
De ahí que convenga ahora, en estos tiempos de cambios educativos, analizar
si los currículos de Lengua Castellana y Lietaratura de la educación secundaria
en la LOGSE que sustituyen a los programas oficiales de enseñanzas medias de la
Ley General de Educación de 1970 se adecuan o no a los objetivos comunicati-
vos de la educación lingüística y si favorecen un tipo de intervención pedagógica
en la que el profesorado no sólo se limite a ejecutar un programa de enseñanza
determinado sino que a la vez sea capaz de gestionar su intervención didáctica
en el aula atendiendo a la diversidad de intereses, capacidades comunicativas,
estrategias cognitivas y modos de construcción de los conocimientos de los alum-
nos y de las alumnas y eligiendo en cada momento las interacciones adecuadas.
Porque detrás de un currículo, y de los materiales didácticos que se derivan de él
-desde el libro de texto hasta unidades didácticas aisladas-, no sólo hay determi-
nadas opciones epistemológicas, didácticas, psicológicas o sociopolíticas. Detrás
de cada currículo hay también una forma concreta de entender el trabajo docen-
te (Atíenza, 1994: 19).
En este capítulo, y tras algunas consideraciones sobre el modo en que en la
LOGSE -y en las políticas educativas que la concretan- se concibe el diseño, el
desarrollo y la práctica del currículo, analizaremos el currículo del área Lengua
castellana y Literatura en la Educación Secundaria Obligatoria y el currículo de
la materia homónima en el Bachillerato. El objetivo de tal análisis es evaluar el
grado de coherencia que es posible observar, en nuestra opinión, entre unos
objetivos orientados al desarrollo de las capacidades comunicativas del alumna-
do y los contenidos lingüísticos y literarios seleccionados, las opciones metodo-
lógicas adoptadas y la forma en que se conciben y enuncian los criterios de
evaluación en el área y en la materia. En nuestra opinión, es desde la referencia
a los fines de la educación lingüística y literaria desde la que conviene evaluar la
coherencia del resto de los elementos del currículo de Lengua castellana y Lite-
ratura en la educación secundaria ya que tanto los contenidos de enseñanza
como los criterios de evaluación del área o de la materia y las consideraciones
metodológicas deben estar enunciados de manera que guarden una estrecha re-
lación con unos objetivos orientados al desarrollo de las habilidades comunicati-
vas del alumnado.
28
l. CURRÍCULO Y CAMBIOS EDUCATIVOS
Con la apariciún de los decretos oficiales por los que se establecen las «ense-
ñanzas mínimas» y se regulan los contenidos de enseñanza, objetivos y criterios
de evaluación de cada una de las áreas de las etapas obligatorias de la educación
primaria y de la educación secundaria obligatoria (MEC 1991 a, 19916) y de
cada una de las materias del bachillerato (MEC, 1992a y 19926) se consuman
una serie de iniciativas orientadas a poner en marcha en nuestro país la LO GS E
y con ella la reforma del sistema educativo surgido de la Ley General de Educa-
ción de 1970. Por su car::ícter prescriptivo, estos decretos constituyen hoy una
referencia obligada a la hora de planificar el trabajo didáctico en los centros
educativos y en el aula en torno a los proyectos curriculares de etapa y a las
diversas programaciones de área.
En nuestra opinión, el análisis del currículo de un área o materia determina-
da en una etapa educativa concreta debe valorar, aunque sea brevemente, no
sólo b s opciones teóricas que influyen en la selección de los objetivos, conteni-
dos y criterios de evaluación y en las orientaciones metodológicas en cada etapa
sino también el contexto en que la reforma educativa que surge de la LOGSE
está iniciando ahora su andadura.
Con respecto al análisis de las fuentes teóricas que condicionan la selección
de objetivos, contenidos, criterios de evaluación y metodología en cada etapa,
tal análisis es, a nuestro juicio, absolutamente oportuno al menos por dos razo-
nes: porque algunos de los principios generales que se derivan de tales fuentes
impregnan el currículo de cada área o materia y porque una buena parte de las
tareas que se le encomiendan al profesorado se derivan también de tales princi-
pios generales.
En lo que se refiere a las denominadas fuentes del currículo, es evidente que
las dos principales son las que intentan dar respuesta al cómo se produce el
aprendizaje (y, en consecuencia, a qué principios deberían guiar la acción didác-
tica) y al para qué se organizan los procesos de escolarización, enseñanza y apren-
dizaje. Dicho de otra manera: las fuentes de decisión determinantes en el diseño
del currículo afectan al campo de la psicología (y más concretamente al ámbito
de la psicología del aprendizaje) y al de la sociología de la educación.
En el caso de los currículos citados (MEC 199 la, 1991 b, 1992a y 1992b), es
bastante obvio que la fuente teórica de mayor peso, con enorme diferencia, es la
fuente psico lógica y, dentro de ésta, la opción concreta por una interpretación
constructivista de los procesos de ensefi.anza y aprendizaje (Coll, 1987 y 1990)
que es, a su vez, una síntesis de diversos planteamientos que genéricamente sue-
len caracterizarse como cognitivos. Las múltiples referencias al aprendizaje signi-
ficativo, a la construcción activa del conocimiento o a los procesos evolutivos y
de maduración son un indicio concluyente de esta primacía de lo psicológico en
los actuales currículos. Frente a esta importancia concedida a los aspectos relati-
vos al cómo se aprende, las referencias al para qué se enseria y al para qué se
aprende aparecen únicamente en los objetivos de las etapas o en algunas referen-
cias a la necesidad de fomentar la formación profesional de base o de tener en
29
cuenta la diversidad de «intereses, motivación e, incluso, aptitudes de los alum-
nos».
En cualquier caso, la principal característica de los actuales currículos de las
distintas etapas y áreas es su carácter semiabierto y flexible. En este tipo de
currículos se establecen tan sólo algunos de sus elementos (los objetivos genera-
les de etapa, área y materia, los contenidos de cada área o materia y los criterios
de evaluación) y se deja en manos del profesorado la tarea de adecuar y concre-
tar el currículo en proyectos curriculares y en programaciones de aula adecua-
dos al contexto sociocultural de cada escuela e instituto y a las características.
psicosociales del alumnado.
Tal tarea de elaboración, desarrollo y evaluación de proyectos curriculares de
etapa y de programaciones de área exige una forma distinta de entender el traba-
jo didáctico en el centro y en el aula ya que, en este contexto, el docente deja de
ser como antaño un técnico especializado en la transmisión de los conceptos
de las distintas disciplinas del conocimiento y en la aplicación de métodos y
estrategias diseñados por personas ajenas a su ámbito de actuación pedagógica
para pasar a ser un enseñante capacitado para diseñar su intervención educativa,
reflexionar sobre la propia práctica docente y adaptarse a los cambiantes y con-
flictivos contextos tanto del aula como del entorno cultural y social.
Desde esta perspectiva, el diseño, experimentación y evaluación de proyec-
tos curriculares y de programaciones de aula le exige al enseñante volver a pen-
sar «su teoría implícita de la enseñanza, sus esquemas básicos de funcionamiento
y las actitudes propias [... ]; en este proceso el profesorado moviliza su pensa-
miento práctico y hace activas una serie de teorías formales y académicas sobre
el proceso de enseñanza/aprendizaje [...]. El profesorado, al diseñar proyectos
curriculares concretos y reflexionar sobre su desarrollo, no puede obviar el aná-
lisis sobre su forma de intervenir en el aula» ( MEC, 19896: 106).
Lawrence Stenhouse (1984) caracteriza este tipo de profesionalidad docente
como una actitud orientada a «poner sistemáticamente en cuestión la enseñanza,
el modo de enseñar y la coherencia entre teoría y práctica, por su consciencia de
que la labor educativa se desarrolla en contextos socioculturales más amplios
con los que mantiene una estrecha interdependencia y por su opción explícita
por determinada concepción del curriculum y de los procesos de evaluación».
Esta forma de entender las tareas docentes en las aulas y en los centros exige
habilidades complejas que van desde el conocimiento de los fundamentos teóri-
cos que inspiran las prácticas educativas hasta el dominio de destrezas para el
trabajo cooperativo, la elaboración y evaluación de proyectos curriculares, la
adecuación de la intervención pedagógica a los contextos culturales de la escuela
o la consciencia de la función social e ideológica de la educación. De esta mane-
ra, el profesorado adquiere y desarrolla una actitud de indagación crítica sobre
la propia práctica pedagógica que le permite revisar de forma continua el senti-
do de lo que hace en el aula y modificar, a la luz de la observación, del contraste
y de la evaluación, aquellos aspectos de su intervención didáctica que en su opi-
nión no se adecuan a los fines educativos que persigue.
Como acabamos de señalar, uno de los aspectos más sobresalientes del currí-
30
culo de las distintas etapas, áreas y materias es su carácter semiabicrto y flexible.
De ahí las tareas que el profesorado debe realizar con el fin de adecuar el currí-
culo de la etapa y de cada una de las áreas a los contextos culturales de cada
escuela e instituto y a las características psicosociales del alumnado. Y de ahí la
utilidad de saberes y de habilidades que hagan posible la elaboración de proyec-
tos curriculares y de programaciones de aula que concreten de forma coherente
y apropiada lo que se establece con carácter obligatorio en el currículo (objetivos
generales d e etapa, área y materia, contenidos de cada área o materia y criterios
<le evaluación).
Es obvio que esta manera de entender el trabajo docente choca con una tra-
dición didáctica que ha privilegiado la idea de que 1a enseñanza es tan sólo una
acción técnica de transmisión del saber para cuyo ejercicio basta con el dominio
de los conceptos específicos de cada asignatura (Hernández y Sancho, 1993;
Lomas, 19946). Por otra parte, ni en la formación inicial del profesorado se ha
tenido en cuenta el destino último de los saberes adquiridos en las aulas univer-
sitarias (ser enseñados como contenidos escolares en la educación primaria y
secundaria) ni el acceso a la docencia se ha regido por otros criterios que el de la
competencia del opositor en determinado tema de la disciplina de turno y una
cierta dosis de azar, ni las actuales condiciones de trabajo de los enseñantes (des-
de el número de horas lectivas hasta el malestar docente) han favorecido la re-
flexión y las actitudes de indagación crítica sino que, por el contrario, han
contribuido a aumentar las resistencias ante los cambios educativos (Escudero,
1994; Masjoan, 1994; Estevc, 1996; Busto y Osoro, 1996).
Pese a tales dificultades, el análisis del currículo es hoy, sin duda, una tarea
ineludible desde el momento en que lo que se establece en él debe ser el punto de
partida de las programaciones docentes y, por tanto, de lo que se dice y se hace
en las aulas. De ahí el análisis que el lector encontrará a continuación. En él no
sólo hay información sobre sus contenidos sino también, y sobre todo, algunas
valoraciones sobre las opciones adoptadas y algunas opiniones sobre las implica-
ciones prácticas que cabe deducir de sus enunciados.
El conjunto de elementos que constituyen el currículo en la LOGSE aparecen
definidos con carácter prescriptivo en los decretos de enseñanzas mínimas de
cada etapa (MEC, 1991a y 1992a) y en los decretos que establecen el currículo
de cada área y materia (MEC, 19916 y 19926). Es, por tanto, algo ya estableci-
do. Sin embargo, no todos los elementos del currículo tienen el mismo grado de
desarrollo. Algunos de ellos (como los objetivos generales de cada etapa y de
cada una de las áreas y de las materias, los contenidos de enseñanza y los crite-
rios de evaluación) están desarrollados en los citados decretos y son de «obliga-
do cumplimiento», si bien pueden ser matizados o adaptados por el profesorado
en sucesivos «niveles de concreción» (proyectos curriculares de etapa y progra-
maciones de área). Otros, como la metodología, son, por ley, elementos del cu-
rrículo, pero no tienen un carácter obligatorio. Hay, por último, en los citados
decretos otros apartados que son de una extraordinaria importancia pero que,
sin embargo, no forman parre del currículo en un sentido estricto ni tienen un
carácter obligatorio. Es el caso de las introducciones que aparecen en los anexos
31
al comienzo de la parte dedicada a cada área o materia. No deja de ser paradóji-
co que el enfoque didáctico y la opción epistemológica que justifica una deter-
minada selección de objetivos, contenidos y criterios de evaluación, y en el que
se expresan los fines generales de cada área o materia, no sean obligatorias y sí lo
sean los elementos que se derivan de tal enfoque u opción.
En resumen, el currículo que se establece con la LOGSE responde a un mo-
delo de currículo semiabierto y con él el legislador atribuye a los centros educa-
tivos y al profesorado diversas responsabilidades en el desarrollo y puesta en
práctica de ese currículo. Conviene, en consecuencia, con el fin de analizar con
mayor rigor el marco curricular de estas etapas, diferenciar con mayor precisión
las ideas de diseño, desarrollo y puesta en práctica del currículo.
El diseño del currículo es el proceso que lleva a establecer las intenciones y el
plan de acción. Habitualmente es un trabajo encomendado a instancias técnicas
y políticas. El desarrollo del currículo es el proceso que va desde el diseño inicial
hasta una estructura más amplia y completa, dispuesta ya a ser llevada a la prác-
tica. La puesta en práctica del currículo consiste en efectuar prácticas de aula
conformes a ese diseño y a desarrollos particulares del mismo (Zabalza, 1991).
En el caso de la reforma educativa española, se ha optado por mantener de
modo rígido esas distinciones, atribuyendo cada proceso a instancias distintas.
Esta separación, propia de los planteamientos empiristas o técnicos, según dis-
tinción de Kemmis (1988), se ve reforzada con una serie de políticas educativas
que tienden a confundir el desarrollo y la puesta en práctica del currículo con las
coyunturas de implantación de las nuevas etapas educativas (Escudero, 1994).
Por otra parte, en cada nivel de desarrollo o concreción del currículo hay
determinados elementos que tienen un mayor peso. Así, en el diseño curricular
casi nada se dice sobre metodología ni tampoco sobre los objetivos de cada curso
o sobre la organización de los contenidos. En los documentos intermedios de
desarrollo, elaborados por las Comisiones de Coordinación Pedagógica o por
los equipos directivos de cada centro educativo, apenas se apuntan algunos acuer-
dos genéricos sobre metodología y casi no se modifican los objetivos generales,
pero en cambio se establecen con precisión la denominada «secuencia de conte-
nidos» o los objetivos y criterios de evaluación de cada ciclo. Por último, las
programaciones tienen dificultades para responder con fidelidad a los fines ge-
nerales de la etapa o a la propia concepción general del área o de la materia que
aparece en el diseño curricular. El propio mecanismo de planificación estableci-
do tiende a especializar cada nivel en un asunto y a obviar u olvidar en cada uno
lo que se aborda en los otros. En cambio, la programación es la instancia encar-
gada de desarrollar hasta sus últimas consecuencias los aspectos metodológicos
y, por tanto, de decidir qué se les va a obligar a hacer a los alumnos y alumnas en
las aulas.
Este esquema de concreción del currículo tiende a producir un efecto "en
cascada" que trae como consecuencia el alejamiento entre los niveles de aplica-
ción práctica y aquellos en los que se establecen los fines y principios que debe-
rían sustentar las decisiones concretas. El trabajo de planificación tiende a
32
tecnificarse y, en cierto modo, a producirse, en los niveles más próximos a la
práctica, de un modo "alienado":.
Este tipo de currículo responde a lo especificado en el artículo 4.1 de la
LOGSE, en el que se dice que se entiende por currículo el conjunto de objetivos,
contenidos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación de cada nivel, ciclo o
etapa. El mismo artículo, en su segundo párrafo, anuncia que el Gobierno esta-
blecerá, en relación con los objetivos, contenidos y criterios de evaluación del
currículo, los aspectos básicos de éste que, según el tercer párrafo del artículo
4.1, será desarrollado por las distintas administraciones educativas. las enseñan-
zas mínimas que se citan en este artículo son las que se establecen en el Real
Decreto 1007/ 1991, para la Educación Secundaria Obligatoria (MEC, 199 l a), y
en el Real D ecreto 1178/ 1992 para el Bachillerato (MEC, 1992a), mientras que
el desarrollo al que se re fiere el párrafo tercero es el que se establece, para el
territorio gestionado po r el MEC, en el Real Decreto 1345/ 1991, para la Educa-
ción Secundaria Obligatoria (MEC, 1991b), y en el Real Decreto 11 79/1992,
para el Bachillerato (MEC, 19926). Finalmente, la LOGSE establece en su artí-
culo .5 7.1 que los centros educativos deben completar, adecuar y desarrollar el
currículo de los distintos niveles, etapas, ciclos, grados y modalidades « ••. en el
marco de su programación docente».
El análisis que de forma pormenorizada se realizará en los epígrafes siguien-
tes de este capítulo tiene como referencia el texto de los currículos del área y de
la materia Lengua castellana y Literatura en el ámbito de gestión directa del
Ministerio de Educación y Ciencia. Es, a nuestro juicio, especialmente útil este
análisis no sólo porque a fecta en líneas generales a lo que se dice en los diversos
decret0s de enseñanzas mínimas que sirven de marco a los currículos de cada
comunidad autónoma (objetivos, contenidos y criterios de evaluación están ya
fijados en líneas generales en los citados decretos) sino tam bién porque permite
detenerse con una mayor precisión en la forma peculiar en que en un caso (en
este caso, el que afecta al ámbito de gestión del Ministerio de Educación y Cien-
cia) se interpretan tales enseiianzas mínimas.
A los efectos del trabajo de planificación del profesorado destinado en el
ámbito gestionado directamente por el MEC, las disposiciones que regulan los
currículos están en el Real Decreto 1345/1991 para la etapa de Educación Se-
cundaria Obligatoria (MEC, 19916) y en el Real DecretO 1179/1992 para la
etapa de Bachillerato (MEC, 1992b). En el articulado de ambas disposiciones se
establecen los objetivos generales de cada etapa, comunes a todas las áreas y
materias, y en los anexos se sugieren algunos principios metodológicos generales
(sólo en el caso de Educación Secundaria Obligatoria), relacionados con la con-
cepción que sobre el aprendizaje significativo se maneja en las disposiciones ofi-
ciales, y se establecen con carácter obligatorio los objetivos y contenidos de
2
En opinión de José María Rozada (1 98 9: 76 y 77), «los profesores son trabajadores alienados
en J;i medida en que realizan un t raba¡o práctico sin el dominio de los fundamentos teóricos del
mismo• por lo q ue «la falta de dominio de los fundamentos teóricos de la actividad práctica que
realizan convierte a los profesores en trabajadores funcionales para el sistema•.
33
enseñanza de cada una de las áreas o materias, así como los criterios de evalua-
ción final de la etapa que corresponden a cada una de ellas. Cada documento de
área o materia va precedido por una introducción que justifica y explica la con-
cepción general de la enseñanza de esa área o materia y la selección posterior de
objetivos, contenidos y criterios de evaluación.
Los citados decretos indican que el currículo debe tener posteriores niveles
de concreción a cargo de las Comisiones de Coordinación Pedagógica y, poste-
riormente, del profesorado en sus programaciones de aula. A las primeras les
atribuye la elaboración de los que denomina «proyectos curriculares de carácter
general, en los que el currículo establecido se adecue a las circunstancias del
alumnado, del centro educativo y de su entorno sociocultural». Al profesorado
de cada área o materia le encomienda la elaboración de programaciones «en el
marco de esos proyectos». En este esquema (adaptado del presentado en Lomas,
Osoro y Tusón, 1993: 65), es posible observar de una manera gráfica tanto los
distintos niveles de desarrollo del currículo como los contenidos de cada uno de
ellos:
PROYECTO CURRICULAR
Cada centro educativo determina para cada ciclo o curso:
• Objetivos del área o de la materia
• Secuencia de contenidos
• Criterios de evaluación
* Principios metodológicos generales
34
Un breve análisis de los elementos que integran el currículo debe comenzar
por la constatación, ya apuntada unas líneas más arriba, de que las administra-
ciones educativas renuncian, en principio, a tornar decisiones relativas a los mé-
todos pedagógicos, ya que remiten en este sentido a bs decisiones adoptadas por
los centros educativos en cada Proyecto Curriculm y súlo establecen los objeti-
vos generales de la etapa, del área y de la materia, los contenidos de enseñanza y
los criterios de evaluación final de la etapa.
En cuanto a los ob;etivos generales de la Educación Secund:1ria Obligatoria
aparecen recogidos en el artículo 19 de la LOGSE, mientr:1s que los objetivos
generales del Bachillerato aparecen enunciados en el artículo 26 de la misma
Ley. Para cada una de las áreas o materias, los decretos :1ntes citados establecen
también unos objetivos generales. Tanto unos como otros aparecen expresados
en términos de capacidades cuya adquisición es el objetivo final de cada etapa. Si
los objetivos que establece el currículo oficial son efectivamente finales, enton-
ces será necesario que los equipos docentes del imiten los objetivos correspon-
dientes a cada curso o ciclo, bien en el contexto del Proyecto Curricular de
Etapa, bien en el de la programación concreta de cada curso. En todo caso, los
objetivos del segundo ciclo de la Educación Secundaria Obligatoria coincidirán
con los objetivos finales del cuarto curso, y ambos con los objetivos finales de la
etapa, denominados «objetivos generales». Lo mismo ocurrirá en el caso del
segundo curso de Bachillerato respecte a los objetivos generales de esta etapa.
Los contenidos aparecen agrupados en una serie de «bloques» (en el decreto
de Educación Secundaria Obligatoria) o en «conjuntos» (en el decreto de Bachi-
llerato) que, y se insiste reiteradamente en tal idea, no son la base para una
secuenciación ni, menos aún, para una programación de curso. En los decretos
del currículo se dice en varias ocasiones que estos bloques o conjuntos de conte-
nidos deben ser «atravesados» por las distintas unidades didácticas o por las
lecciones que integren las programaciones de cada curso. En cualguier caso, la
principal novedad que los decretes ofrecen en relación con los contenidos es la
distinción entre contenidos referidos a conceptos, contenidos referidos a proce-
dimientos y contenidos referidos a actitudes. Aunque tal distinción aparece bien
delimitada en los bloques de contenidos de la Educación Secundaria Obligato-
ria, no se mantiene como tal en los «conjuntos» de contenidos de las materias de
Bachillerato.
Si bien en algunas áreas esta distinción referida a los contenidos puede resul-
tar novedosa, no lo es tanto en el área de Lengua castellana y Literatura ya que
los procedimientos (el «saber hacer» cosas con las palabras) han sido inherentes a
la enseñanza de las lenguas. Algo semejante podría decirse con respecto a los
contenidos referidos a las actitudes o a los valores. En cualquier caso, el enfoque
comunicativo de la enseñanza de la lengua que sustenta el currículo del área en
la Educación Secundaria Obligatoria y el currículo de la materia en el Bachillera-
to, a los que aludiremos en los epígrafes siguientes, subraya la importancia de
unos contenidos de enseñanza de la lengua y de la literatura formulados ahora
en términos de procedimientos y de actitudes.
Respecto a los criterios de evaluación, puesto que no aparecen formulados
35
con carácter general sino únicamente en relación con cada área o materia, quizá
sea adecuado aplazar su análisis hasta el momento en que abordemos el estudio
del currículo específico del área o de materia. Sí debe decirse, en todo caso, que
la evaluación aparece directamente relacionada con los diversos tipos de conte-
nidos, lo cual constituye ciertamente una novedad respecto a épocas anteriores
en las que el elemento determinante para la evaluación de los aprendizajes eran
los objetivos de la enseñanza. Esta impresión se verá confirmada posteriormente
por el análisis de los criterios de evaluación específicos de nuestra área.
3 En Fidalgo y otros (1990), el lector encontrará un análisis crítico del Diseño Curricular Base
(MEC, 1989a) de Lengua castellana y Literatura para la educación secundaria obligatoria. Por otra
parte, en un trabajo posterior (Lomas y O soro, 1992), a partir del estudio comparado entre el citado
Diseño Curricular Base y el decreto que regula los objetivos, contenidos de enseñanza y criterios de
evaluación del área (MEC, 19916), analizamos el ajuste pragmático, discursivo y sociolingüístico del
currículo, señalamos algunas insuficiencias en el enfoque didáctico de los contenidos referidos a la
reflexión metalingüística y a la literatura y advertimos de los indicios selectivos de unos criterios de
evaluación susceptibles de ser interpretados como criterios de selección. Algunas de las reflexiones
que el lector encontrará en el apartado segun<lo de este capítulo del libro tienen su antecedente en
estos dos trabajos anteriores.
36
L 1 primera parte de esa introducción se dedica a exponer cómo se entienden
los fenómen os lingüísticos y comunicativos y cuáles son los fines esenciales de la
enseñanza de Ja lengua y de la literatura en la educación secundaria obligatoria.
En cuan to a la concepción del lenguaje en el currículo, se subrayan las funciones
de comunicación y representación y, a través de ellas, el papel de los usos lingüís-
ticos como reguladores d e la conducta propia y de la ajena y corno instrumentos
de desarrollo d el pensamiento y de la representación de la realidad. En este
último sentido, se subraya la dimensión que tiene el aprendizaje de la lengua
como apropiación de los sign ificados culturales asociados a los signos lingüísti-
cos y, en consecuencia, el papel que desempeña el lenguaje como herramienta de
socialización. De ahí que conceptos como los de persuasión y manipulación apa-
rezcan al lado de otros como información o conocimiento. No se descarta la
necesidad del conocimiento de la estructura de la lengua, pero se insiste en que
esa estructura se actualiza siempre en el discurso y en que debe ser éste, por
tanto, el principal objeto de atención en las actividades de enseñanza. Ésta debe
centrarse, pues, en los principios de adecuación al contexto de comunicación, en
los de cohesión y coherencia de los textos y en el de corrección de los enuncia-
dos. Llegarnos así al aspecto central de esta introducción: la finalidad de la ense-
ñanza de la lengua y de la literatura en la educación secundaria obligatoria:
37
escrita, a través de la consolidación de las cuatro destrezas básicas (escuchar,
hablar, leer y escribir) atendiendo principalmente a los principios de adecua-
ción, cohesión, coherencia y corrección, y todo ello al servicio de una concep-
ción comunicativa y funcional del lenguaje.
El resto de la introducción aborda sucesivamente los diferentes campos que,
en epígrafes posteriores, se definirán como contenidos del currículo: los diver-
sos usos de la lengua oral y escrita; la reflexión sistemática sobre los usos lingüís-
ticos, el estatuto del texto literario y, finalmente, la interrelación en la actividad
comunicativa entre el lenguaje verbal y los lenguajes no verbales. Para cada uno
de estos aspectos, el documento justifica el interés educativo de esos contenidos,
establece relaciones con las capacidades desarrolladas en la educación primaria,
procura delimitar el campo específico de la acción didáctica en esta etapa en
relación con cada bloque de contenidos y proporciona algunas pautas generales
que podrían entenderse como orientaciones o principios metodológicos sobre la
producción y comprensión de los diferentes tipos de textos y sobre el sentido de
la reflexión lingüística y sus relaciones con las actividades comunicativas.
Se comentaba al comienzo de este apartado que la finalidad de este análisis
era situar el currículo oficial del área en el contexto de las últimas aportaciones
de las ciencias del lenguaje y de las diversas tendencias de la didáctica de las
lenguas. En lo que se refiere a la deuda del currículo con las diversas corrientes
de la lingüística, no es difícil adivinar una cierta voluntad de poner el acento en
las aportaciones de los enfoques pragmáticos y sociolingüísticos sobre el lengua-
je (Lomas y Osoro, 19 92) que conciben los usos lingüísticos como un hacer (y un
saber hacer) cosas con las palabras en los diversos contextos y situaciones del
intercambio comunicativo entre las personas4 • En cuanto a las últimas tenden-
cias de la didáctica de las lenguas, nos parece adecuado aludir a las opiniones de
M. Breen (1987) puesto que ofrece un panorama completo de la evolución de
las diversas concepciones sobre diseño del currículo y describe con detalle las
características de cada una de las tendencias que cita. Seguiremos, pues, como
guía para el análisis los contenidos del artículo citado. Reconoce Breen tres mo-
mentos básicos en la evolución de los programas de enseñanza de lenguas duran-
te los últimos treinta años (véase en la página siguiente el cuadro 1).
El primer momento corresponde a los años sesenta, en los que dominan lo
que llama programas formales o nocionales, cuyo fin principal es alcanzar el
conocimiento formal de la lengua; en otros términos,el conocimiento del siste-
ma lingüístico. En la década siguiente, como consecuencia de la influencia de la
filosofía del lenguaje y, más concretamente, de la teoría de los actos de habla
4 Sin embargo, esta orientación pragmática y sociolingüística del currículo no se traduce con la
misma intensidad y fortuna en los distintos bloques de contenido. Así, mientras conceptos de las
corrientes pragmáticas y discursivas como actos de habla, persuasión, coherencia y cohesión textual,
situación comunicativa o contexto de uso aparecen de forma reiterada en los contenidos relativos a
los usos y formas de la comunicación oral y escrita, en otros contenidos, como los literarios, apenas
se dejan ver, como si lo literario perteneciera a un ámbito de la comunicación lingüística ajena tanto
a aproximaconcs pragmáticas como a consideraciones sociológicas.
38
CUADRO 1
Sistema lingüístico
Norma
Componente fonológico
Programas formales Lingüístico
Componente
morfosintáctico
Componente léxico
Corrección
Lingüístico
Adecuación
Sociolíngüístico
Programas procesuales Cohesión
Discursivo
Coherencia
Estratégico
Negociación
(Austin, 1962; Searle, 1969), aparecen los que Breen denomina programas fun-
cionales, que hacen hincapié en un repertorio de ejecuciones comunicativas que
suponen interpretar el componente comunicativo de la propuesta de Hymes y
Gumperz (1972) en términos de exponentes lingüísticos de las funciones socia-
les del lenguaje. El tercer momento, que se inicia a mediados de los años ochen-
ta, corresponde, siempre según Breen, a la aparición de lo que denomina un
nuevo paradigma en la concepción de los programas de enseñanza de la lengua.
Ese nuevo paradigma, que corresponde a los programas procesuales, según Breen,
se caracteriza por los siguientes rasgos:
1. Plantea como objetivo el desarrollo de la competencia comunicativa de los
alumnos y de las alumnas.
2. Pretende integrar en un único proceso el conocimiento formal de la lengua
y el conocimiento instrumental o funcional.
3. Concede una importancia fundamental a los procedimientos, en la medida
en que centra su atención en el uso y, en consecuencia, pretende no sólo
alcancanzar un saber lingüístico sino, principalmente, desarrollar un saber
hacer cosas con las palabras.
4. Adopta una perspectiva cognitiva como referencia psicopedagógica general.
39
Si procedemos ahora a comparar cada uno de estos cuatro rasgos con las
opciones que se adoptan en la introducción al currículo de Lengua castellana y
Literatura de la educación secundaria obligatoria, observaremos, en primer tér-
mino, que el documento afirma pretender como finalidad curricular el dominio
de las cuatro destrezas básicas (hablar, escuchar, leer y escribir) atendiendo a los
principios antes citados de adecuación, coherencia, cohesión y corrección. Estos
principios son directamente relacionables con las subcompetencias estudiadas
por Canale y Swain (1980) y, más tarde, por Canale (1983) al desarrollar el
concep.to de competencia comunicativa. Esa definición, ampliamente aceptada
entre los especialistas en diseño de programas de enseñanza de las lenguas, en-
tiende que la competencia comunicativa se alcanza cuando se ponen en juego un
conjunto de saberes, habilidades o subcompetencias necesarias para comportar-
se comunicativamente de una manera apropiada y que se caracterizan del si-
guiente modo:
a) una competencia lingüística, o conocimiento del código de la lengua (in-
cluidas todas las variedades), que se relaciona con el principio de correc-
ción expresiva;
b) una competencia sociolingüística, que se refiere al conocimiento de las
normas socioculturales que regulan el comportamiento comunicativo en
los diferentes ámbitos del uso lingüístico y por tanto alude a la capacidad
de adecuación de las personas a las características del contexto y de la
situación comunicativa;
c) una competencia discursiva o textual, relativa a los conocimientos y habi-
lidades que se precisan para poder producir diferentes tipos de discursos
con arreglo a los principios de cohesión y coherencia;
d) y una competencia estratégica, que se refiere al conjunto de recursos que
podemos usar para reparar los diversos problemas que se pueden producir
en el intercambio comunicativo (desde los malentendidos hasta un defi-
ciente conocimiento del código) y cuya finalidad es hacer posible la nego-
ciación del significado entre los interlocutores.
El currículo de Lengua Castellana y Literatura parece cumplir el primero de
los requisitos señalados por Breen en la medida en que comparte, al menos, la
pretensión de desarrollar tres de los aspectos que componen la competencia
comunicativa. Sin embargo, es obvio que la autodefinición de un enfoque como
comunicativo no es, en sí misma, una garantía de que tal planteamiento comuni-
cativo se respete, porque, como señala Nunan (1989: 12), «mucho se ha escrito
y se ha dicho sobre la enseñanza comunicativa de la lengua, pero hay algo erró-
neo en hablar sobre el «enfoque comunicativo» cuando se trata de una familia de
enfoques que se proclaman a sí mismos como «comunicativos» (es difícil, en
efecto, encontrar enfoques que afirmen no ser comunicativos)»5•
En cuanto al segundo de los requisitos exigidos por Breen (la consideración
simultánea del conocimiento formal y del conocimiento instrumental de la len-
5
La traducción, como otras que siguen de los textos de Nunan, es nuestra.
40
gua), tal cuestión aparece expresamente recogida en el texto del currículo cuan-
do se afirma:
«El dominio de los códigos oral y escrita, la asimilación de las convenciones
lingüísticas, de uso, estructura y forma, han de supeditarse a un intercambio
comunicativo fluido entre emisor y receptor y, junto con eso, han de ordenarse
también a un uso personal, autónomo y creativo del lenguaje» (MEC, 19916:
160).
El tercero de los requisitos antes citados hacía referencia a la importancia de
los procedimientos en relación con otros tipos de contenidos, en la medida en
que el uso lingüístico es el objeto de enseñanza y su dominio requiere no sólo
saber, sino, principalmente, saber hacer. Como luego veremos al analizar los
contenidos, los procedimientos ocupan un lugar central en la selección que rea-
lizan los autores del currículo. Pero la principal razón que avala la importancia
de los procedimientos en relación con otros tipos de contenidos es que, como
luego se verá al analizar los criterios de evaluación, éstos están relacionados de
modo casi exclusivo con los contenidos relativos a procedimientos. Parece evi-
dente que si son el principal criterio de evaluación, los procedimientos ocupen
un lugar preminente frente a los conceptos o a las actitudes.
Por último, Breen señalaba como cuarto requisito la adopción de una pers-
pectiva cognitiva. Si entendemos por tal las posturas psicológicas que conceden
un papel activo al sujeto en la construcción del conocimiento, que entienden que
éste se elabora como consecuencia de una actividad mental que se produce en
situaciones de intercambio o interacción social, la propia concepción general del
currículo de la educación secundaria obligatoria, ya comentada en el aparrado
inicial de este trabajo, y que alcanza, como es natural, a todas las áreas de la
etapa, bastaría para situar el currículo de Lengua castellana y Literatura en una
perspectiva cognitiva. En efecto, el constructivismo que sirve de principal refe-
rencia psicológica al currículo de la etapa no es otra cosa que una síntesis, a
efectos psicopedagógicos, de aportaciones de distintos autores que pertenecen al
campo de la psicología cognitiva: Vygorski (1986), Piaget (1969) y Ausubel (1983),
entre otros.
Pero el aprendizaje lingüístico presenta algunas peculiaridades que dan lugar
a que las referencias psicológicas sean menos generales que las utilizadas para el
currículo de la etapa. De los psicólogos antes citados hay algunos que han pres-
tado una atención preferente a los problemas de la adquisición del lenguaje y a
su relación con el desarrollo de los procesos mentales. La referencia principal,
en este sentido, es la obra del psicólogo ruso Vygotski y de sus seguidores o
intérpretes (Luria, 1984 ; y Wertsch, 1988, entre otros).
Conceptos vigotskianos fundamentales como el papel del lenguaje corno re-
gulador de la conducta propia (a través del lenguaje interior) y de la ajena, o la
considerac ión del lenguaje como mecanismo de mediación semiótica que se ad-
quiere y se desarrolla a través de la socialización, aparecen expresamente citados
en el currículo de nuestra área:
«[el lenguaje es ... ] una actividad humana compleja mediante la cual se reali-
zan dos funciones básicas: la comunicación y la representación, funciones que,
41
por otra parte, aparecen de forma simultánea e interrelacionada en la actividad
lingüística. En el intercambio social, el lenguaje nos permite recibir y transmitir
informaciones de muy diversa naturaleza, y, de esta manera, influir sobre las
otras personas, regulando y orientando su actividad6, al mismo tiempo que ellas
influyen sobre nosotros y pueden regular y orientar la nuestra» (MEC,1991b:
156).
Es evidente que la referencia vigotskiana y, por tanto, cognitiva, está muy
presente.
En conclusión, es posible afirmar que en la introducción, en la.medida en que
se cumplen todos los requisitos señalados por Breen (1987), la concepción del
currículo del área de Lengua castellana y Literatura se inscribe plenamente den-
tro del denominado enfoque comunicativo de la enseñanza de las lenguas o, en
palabras de Breen, entre los programas de tipo procesual, puesta que el fin fun-
damental de nuestra área es el desarrollo de la competencia comunicativa en la
propia lengua, entendida en la doble dimensión de capacidad de usos diversos
(incluido el literario) y de reflexión sobre esos usos, junto con el desarrollo del
hábito de lectura. Esta adscripción del currículo del área de Lengua castellana y
Literatura a un enfoque comunicativo o procesual de la enseñanza de las lenguas
no debe quedarse en una mera etiqueta formal ya que la adopción de un enfoque
determinado tiene implicaciones en todo el resto de elementos del currículo. El
esquema que utilizaremos a partir de este momento consistirá, precisamente, en
valorar hasta qué punto la selección de objetivos, contenidos y criterios de eva-
luación es fiel a ese enfoque comunicativo y a las implicaciones que éste tiene.
2 .1. Objetivos
6 La cursiva es nuestra.
42
tanto en relación con la variedad de lenguas del Estado como con los diferentes
usos sociales de la lengua, y remiten, por tanto, al desarrollo de la capacidad de
uso diversificado y adecuado y de reflexión sobre esa diversidad lingüística.
La segunda característica de un planteamiento comunicativo de la enseñanza
de una lengua reside en su voluntad de relacionar el conocimiento lingüístico
con el uso instrumental del lenguaje. En este sentido, los objetivos 5°, 6º y 7° se
ocupan de la reflexión y del análisis de algunos discursos específicos (los de los
medios de comunicación y los literarios) y de la relación de estos discursos espe-
cíficos con la ampliación de las capacidades expresivas y de reflexión de los
alumnos. El objetivo 8° se refiere específicamente al desarrollo de la capacidad
de reflexión sobre la lengua y a la relación de esta capacidad con la mejora de las
producciones propias (se relaciona, pues, de modo directo con lo que hemos
denominado competencia lingüística). El 10° objetivo, finalmente, responde a la
concepción de la lengua como instrumento para otros aprendizajes y para el
cumplimiento de las funciones de representación, desarrollo del pensamiento y
regulación de conductas que veíamos al comienzo de este análisis.
En síntesis, la redacción de los objetivos generales de nuestra área hacen
referencia a un conjunto de capacidades que se corresponden con los requisitos
básicos de un programa de tipo procesual y, en consecuencia, se mantiene la
coherencia entre esa redacción de objetivos y la concepción general de la lengua
y de su enseñanza que habíamos analizado anteriormente.
De cualquier manera, es evidente que el fomento educativo de tales capaci-
dades es difícilmente previsible en metas o fines específicos ya que «el aprendiza-
je de las destrezas discursivas es un proceso que arranca de la competencia ya
adquirida por el alumno o la alumna y aumenta progresivamente su grado de
complejidad, formalización o necesidad de planificación de las diversas manifes-
taciones discursivas a medida que se plantean nuevas necesidades de comunica-
ción derivadas de situaciones o contextos también nuevos [... ]. Ese proceso de
aprendizaje se puede, sin duda, planificar, puesto que se debe ordenar el acceso
a las estrategias, recursos y procedimientos discursivos que sean necesarios en
cada caso, pero esa planificación no debe hacerse, a nuestro entender, en el nivel
de delimitación de unos objetivos generales, sino [... ] en el diseño del programa
de enseñanza. En este último nivel sí será posible establecer fines concretos para
cada unidad de aprendizaje, en términos de las capacidades que debe lograr cada
alumno y alumna para desempeñar correctamente la tarea que se le presenta»
(Lomas, Osoro y Tusón, 1993: 81).
Cabe, antes de terminar con el análisis de los objetivos, hacer una breve refe-
rencia a la posible relación entre éstos y los tres grandes tipos de contenidos que
se citan en el currículo: los conceptos, los procedimientos y las actitudes. Esa
relación, que puede parecer irrelevante, puede convertirse en significativa si to-
mamos en consideración lo que el propio decreto afirma: los objetivos -la ex-
presión de las capacidades que se pretenden desarrollar como consecuencia de
los procesos de enseñanza y aprendizaje- no son directamente evaluables sino
que se ha de atender a determinados aprendizajes que, por la propia concep-
ción que se maneja, terminarán remitiendo a la adquisición de un contenido. Si
43
intentamos ese análisis, veremos que los objetivos 1, 2, 4, 5, 6, 7, 8 y 9 tiene
relación principalmente con procedimientos, puesto que se trata de comprender,
producir, leer, reflexionar, analizar, reconocer o interpretar. El objetivo 3, en cam-
bio, y, en parte, los objetivos 5, 7 y 9, parecen apuntar al desarrollo de actitudes
referidas a la valoración de la diversidad cultural y lingüística o la actitud recep-
tiva y crítica ante las informaciones recibidas. Como veremos posteriormente,
esta primacía de los procedimientos y, en segundo lugar, de las actitudes, ya
apuntada más arriba, tiene su correspondencia en la delimitación de los criterios
de evaluación.
2.2. Contenidos
44
úanza agrupados en "bloques". En el caso del currículo de Lengua castellana y
Literatura, los bloques de contenidos son cinco:
l. Usos y formas Je la comunicación oral.
2 . Usos y formas de la comunicación escrita.
3. La lengua como objeto de conocimiento.
4 . La literatura.
5. Sistemas de comunicación verbal y no verbal.
En c:ida uno de los bloques, los contenidos aparecen agrupados a su vez en
tres apartados, según correspondan a conceptos, procedimientos o actitudes.
La propia denominación de los cinco bloques parece apuntar ya a los dos
grandes conceptos apuntados más arriba, en cuanto que los dos primeros se
ocupan prioritariamente de los distintos usos, orales y escritos, mientras el terce-
ro se refiere a la reflexión lingüística o metalingüística y los dos últimos a discur-
sos específicos (el literario y los de los media) y a la interacción en el uso entre
los recursos verbales y los no verbales. Parece oportuno, sin embargo, analizar
con más detalle cada uno de los bloques para intentar confirmar esta impresión
global.
45
sociolingüístico y lo pragmático aparecen al introducirse la función reguladora
de conductas de los usos orales o al aludirse a las determinaciones sociales que
regulan los actos de habla de los interlocutores. Como veremos más tarde, este
bloque, junto con el que le sigue, son los que -tal vez por tener como objeto
precisamente los usos lingüísticos- responden de un modo más coherente al
planteamiento general que hemos visto más arriba.
46
adecuación y cohesión textual que parecen remitir a una concepción de la re-
flexión sobre la lengua cercana a la lingüística del texto (Bernárdez, 1982; van
Djik, 1978; Castellá, 1992) y regida por los principios ligados a la subcompeten-
cia d iscursiva. De la atención casi exclusiva a lo morfosintáctico, tradicional en
nuestra área, se pasa a dar prioridad (si es que la ordenación de los contenidos se
puede entender así) al marco explicativo supraoracional, al discurso y a sus par-
tes como marco del resto de niveles de análisis sobre el uso lingüístico y sus
relaciones con la situación y el contexto de comunicación. Sorprende, sin em-
bargo, la ausencia de referencias a la dimensión. sociolingüística de la reflexión
sobre los usos lingüísticos. Conceptos como comunidad de habla, variación con-
textual, origen y valoración social de los diferentes registros y de las normas des-
igual distribución del capital lingüístico (Bourdicu, 1982) constituyen elementos
básicos de una reflexión sociolingüística que debería haber estado presente en
los tres tipos de contenido de este bloque, salvo que se entienda que tales con-
ceptos aparecen agrupados bajo el epígrafe genérico del punto 1 de los concep-
tos ("La lengua como producto y proceso social y cultural en cambio
permanente"). Las connotaciones ideológicas de los usos lingüísticos y el estí-
mulo de las actitudes críticas ante algunas formas discursivas o ante las determi-
naciones sociales que controlan y regulan el acceso a los registros comunicativos
permanecen ajenos a los enunciados del bloque.
4 . La literatura
47
innovador se apunta al abrirse la puerta a un tratamiento temático de los textos
literarios -bien es verdad que dentro de un eje que tiene en el género literario la
unidad formal a partir de la cual deben analizarse los textos- o al aludirse por
primera vez a los rasgos semánticos y pragmáticos de las obras literarias o a las
determinaciones que condicionan su consumo. Pese a ello, con el planteamiento
conceptual del bloque poco o nada va a cambiar en la enseñanza de la literatura.
En cualquier caso, no conviene olvidar que es tarea del profesorado escoger las
opciones teóricas y las estrategias metodológicas que considere más adecuadas
para favorecer la adquisición por parte de los. alumnos y de las alumnas de una
competencia literaria que conjugue el conocimiento de textos de un enorme
potencial semántico como los literarios con el estímulo del disfrute de la lectura
y del placer de la escritura.
Entre los procedimientos se echan de menos referencias a la conveniencia de
plantear procesos de investigación elemental que permitan comprender los con-
textos originales de producción y recepción de los textos literarios. También en
el apartado de valores podrían haberse incluido contenidos referidos a los pro-
cesos de construcción social del gusto literario (Bourdieu, 1979 y 1992) o a la
cambiante consideración que del mismo concepto de literatura se puede detec-
tar en distintos momentos de la historia. Cabe señalar, por último, que el objeti-
vo de desarrollar el hábito lector podría haber aconsejado la inclusión de algún
procedimiento referido a la selección y realización de lecturas por parte de los
propios alumnos y con la guía del profesor.
48
que hace referencia a los procedimientos adolece de la confusión teórica antes
descrita y no invita al trabajo didáctico con destrezas que permitan acceder a los
usos discursivos de los media. Preside el enfoque una visión descriptiva de
los soportes, salvo en el caso del discurso publicitario, mientras que en lo que
afecta a las actitudes se recupera el tono pragmático de otros momentos del
documento al aludir a los lenguajes no verbales como instrumentos de regula-
ción y modificación de conductas o, en una síntesis bastante ajustada, a «la acti-
tud crítica ante los usos discursivos, verbales y 110 verbales, orientados a la
persuasión ideológica».
En conclusión, la selección de contenidos es ampliamente coherente con el
enfoque adoptado en lo que se refiere a los bloques dedicados a los usos orales y
escritos de la lengua. En cuanto a la reflexión sobre esos usos, se ha de valorar
positivamente la introducción de contenidos referidos a los aspectos discursivos,
pero se echa de menos una mayor insistencia en los aspectos sociolingüísticos. El
bloque dedicado a lo literario es el que presenta menores novedades respecto a
planes de estudio anteriores y, corno se ha dicho, el que presenta menor cohe-
rencia general con el enfoque adoptado. El bloque 5, por último, abarca un
conjunto muy amplio de contenidos, todos ellos coherentes con los fines genera-
les, pero confusamente organizados y con referencias epistemológicas contra-
dictorias en tre sí.
49
regular ningún aspecto referido al método didáctico, ¿por qué se establecen como
obligatorios unos criterios de evaluación cuyo contenido despierta inevitable-
mente analogías con los objetivos terminales y que van a entenderse como crite-
rios de calificación (y de selección escolar)?
Si pasamos a realizar un análisis más concreto de los quince criterios que se
establecen para nuestra área, tendremos que rastrear la coherencia entre los plan-
teamientos del área, manifestados en la introducción y plasmados en objetivos y
contenidos, y los criterios de evaluación que se fijan al final del texto correspon-
diente a Lengua castellana y Literatura. El primer comentario que provoca la
lectura de los criterios es que si en la concepción del área se mantenía un equili-
brio entre los aspectos de uso (comprensión y expresión) y los de reflexión sobre
el uso, en el caso de los criterios de evaluación el equilibrio se rompe de manera
clara a favor de los aspectos metalingüísticos o rnetacomunicativos: de los 15
criterios, y a salvo de la discusión concreta que se podría mantener sobre alguno
de ellos, sólo 4 se refieren a actividades de uso, mientras que 11 tienen que ver
con tareas de reflexión o metacomunicativas. Se podrá argumentar que en la
evaluación se valora precisamente el grado de conocimiento o de desarrollo de
la capacidad de reflexión que cada alumno o alumna haya alcanzado al finalizar
el ciclo, pero si es así ya no estamos ante un área concebida para mantener el
equilibrio entre el uso y la reflexión. Por otra parte, las pocas ocasiones en que se
habla de uso se hace referencia a la producción (hablar o escribir) sin apenas
alusiones a la comprensión, como sí la creación de sentido por el oyente o lector
no fuera un aspecto digno de valoración.
Desde otro punto de vista, los quince criterios de evaluación son susceptibles
de análisis en cuanto a su relación con los tres tipos de contenidos que se estable-
cen en la relación de bloques. Pues bien, los criterios de evaluación en nuestra
área hacen referencia, sobre todo, a procedimentos y, en segundo término, a
conceptos. Se dirá que no está mal esta primacía de los procedimientos si preten-
demos poner el énfasis en el uso y en la reflexión sobre los diversos usos del
discurso, pero esta supuesta coherencia se pierde si advertimos, como hacíamos
antes, que esos procedimientos están claramente sesgados hacia lo metalingüísti-
co y apenas se ocupan de los procedimientos de uso. Pero lo más sorprendente es
que tales procedimientos -los que se valoran en los criterios- tienen más que ver
con el carácter funcional - desde un punto de vista académico- de la lengua en la
escuela que con la reflexión sobre los usos sociales del lenguaje. Dicho de otro
modo: se valoran sobre todo los procedimientos de tratamiento de la informa-
ción (lo que tradicionalmente denominábamos "técnicas de estudio": resúme-
nes, detección de ideas principales, esquemas, etc.) en detrimento de una reflexión
sobre las diferentes situaciones sociales de uso en contextos diversos y con fina-
lidades distintas. El tercer tipo de contenidos -las actitudes y los valores- apenas
tiene presencia en los criterios de valoración. Tan sólo en el criterio 14° se hace
referencia a la identificación de expresiones que denoten discriminación, como si
éste fuera el único valor relevante cuando de lengua y literatura se trata. Da la
impresión de que no existe un marcado interés en valorar la capacidad crítica del
alumnado en temas relacionados, por ejemplo, con la persuasión y con la mani-
50
pulación, con la desigual distribución del capital lingüístico o con los beneficios
de distinción (Bourdieu, 1979 y 1982) que éste produce en el mercado de los
intercambios comunicativos.
Otro aspecto que debemos considerar es el sesgo que los criterios de evalua-
ción provocan en relación con algunos aspectos de método o de organización
del área. El caso más evidente puede ser el de los criterios referidos a la literatu-
ra. Mientras que en la introducción se mantiene una actitud abierta ante los
modos de abordar lo literario, en la relación de bloques de contenido se prefigu-
ran algunos aspect0s que este trabajo debe abordar - bloque 4- , aunque el hecho
de que esos contenidos tengan que ser posteriormente secuenciados y organiza-
dos por los centros dejaba algún margen para distintas posibilidades de organi-
zación de los contenidos literarios (por ejemplo, para una organización temática
de tales contenidos). Los criterios de evaluación, en cambio, no dejan lugar a
dudas: lo q ue el alumnado debe hacer es identificar el género al que pertenece
cada texto y establecer las pertinentes relaciones históricas de ese texto con au-
tores, obras o movimientos literarios. El abanico de opciones metodológicas
parece cerrarse definitivamente.
Hay un último asunto en relación con los criterios de evaluación: y es la
formulación de los mismos que, al menos en el área de Lengua castellana y
Literatura, parece haberse guiado por un criterio de máximos y no de mínimos.
El conjunto de capacidades que perfilan los quince criterios de evaluación del
área dibujan lo que, parafraseando una noción habitual entre lingüistas, podría-
mos llamar el hablante/oyente/estudiante ideal. Es obvio que cualquier alumno o
alumna con esas capacidades estaría en condiciones de aprobar COU e, incluso,
por lo que se refiere a la capacidad metacomunicativa "académica", de cursar
con éxito estudios universitarios. Es cierto que en la parte dispositiva general del
decreto se dice que cada centro deberá contextualizar y adaptar estos criterios a
las circunstancias concretas del centro y de sus alumnos y alumnas. Pero, si es
así, ¿por qué enunciar de una manera tan tajante los criterios de evaluación
invitando a una interpretación literal que consagre formas de evaluar aguda-
mente selectivas en una etapa obligatoria de escolaridad?
2.4 . Metodología
51
ble con un currículo como el que hemos venido analizando en estas páginas. Sin
embargo, la decisión de optar por un enfoque comunicativo y procesual de la
enseñanza de la lengua como el que acabamos de describir tiene implicaciones
metodológicas que no deben ignorarse, pues, como señala Nunan (1989: 15),
«con el desarrollo de la enseñanza comunicativa de la lengua [... ] la distinción
entre programa y metodología se vuelve difícil de sostener. Se necesita no sólo
especificar tanto el contenido (o fines del aprendizaje) como las tareas (o medios
para aquellos fines) sino que también es necesario integrar ambos aspectos».
En consecuencia, el abanico de los métodos didácticos no es infinito y se
reduce considerablemente si se desea ser fiel a un enfoque comunicativo de la
enseñanza de la lengua como el que subyace al currículo del área. En buena
lógica, la programación debería moverse en el contexto de las orientaciones
metodológicas, antes comentadas citando a Breen (1987), que caracterizan a los
programas procesuales. El eclecticismo metodológico del currículo del área no
favorece, en cambio, el desarrollo de prácticas docentes coherentes con unos
fines orientados a la mejora de las capacidades comunicativas del alumnado y
legitima, en cambio, otras formas de hacer en las aulas que se alejan, en ocasio-
nes de una manera absoluta, de los objetivos comunicativos de la enseñanza de la
lengua y la literatura en la educación secundaria obligatoria.
52
riormente estaban referidos a toda la etapa, aparecen ahora diferenciados para
cada uno de los dos cursos.
Estas particularidades del currículo de Bachillerato con respecto al currículo
de la Educación Secundaria Obligatoria no afectan, sin embargo, al enfoque
comunicativo y funcional que subyace a los currículos de Lengua castellana y
Literatura: en la educación primaria, la educación secundaria obligatoria y el
bachillerato. En efecto, al leer el currículo de la materia en el bachillerato salta a
la vista su evidente continuidad con respecto al currículo del área en la Educa-
ción Secundaria Obligatoria, tanto en lo relativo a la concepción de la enseñanza
de la lengua como al desarrollo sin rupturas de los objetivos, contenidos y crite-
rios de evaluación. De ahí que en los decretos que regulan el currículo oficial de
la materia en el Bachillerato (MEC: 1992a y 19926) se insista de nuevo en que la
finalidad esencial de la enseñanza de la lengua debe ser el desarrollo de las capa-
cidades comunicativas del alumnado. En consecuencia, tal y como se establece
en la introducción al currículo de la materia, la enseñanza de la lengua «se pro-
pone consolidar y ampliar la competencia comunicativa del estudiante de Bachi-
llerato, que es una condición imprescindible para el logro de los fines formativos
y propedéuticos asignados a esta etapa. También pretende ampliar la competen-
cia literaria e introducirle al conocimiento de la literatura española en castella-
no» (MEC, 19926: 69).
Las principales diferencias entre el área correspondiente de la Educación Se-
cundaria Obligatoria y la materia de Bachillerato vienen dadas por las diferen-
cias generales entre las dos etapas: los diversos fines de cada una de ellas y el
mayor grado de madurez personal e intelectual de los alumnos y de las alumnas
entre los 16 y los 18 años.
En efecto, el Real Decreto 1700/1991 señala la triple finalidad del Bachille-
rato:
a) formación general, entendida como desarrollo de una mayor madurez per-
sonal, de capacidades generales y de las específicas correspondientes a cada
modalidad;
b) orientación académica y profesional;
c) propedéutica, o de preparación para estudios posteriores, ya sean de ám-
bito académico o profesional.
Como veremos en el análisis posterior, de estos fines se derivan las principa-
les diferencias entre los currículos de las dos etapas.
Para el análisis del currículo de Bachillerato seguiremos un esquema semejan-
te al utilizado en el currículo de la Educación Secundaria Obligatoria. Analizare-
mos, pues, sucesivamente, la introducción, los objetivos, los "conjuntos" de
contenidos y los criterios de evaluación. Como se verá, en muchos casos se pro-
duce una notable continuidad con los aspectos correspondientes de la Educa-
ción Secundaria Obligatoria; por ello, no será necesario, en esas ocasiones, la
exposición pormenorizada que se ha hecho con la etapa anterior. Sí habrá que
citar, como un elemento más para el análisis, las relaciones entre los elementos
del currículo de esta etapa y los correspondientes a la Educación Secundaria
Obligatoria.
53
Como acabamos de señalar, la Introducción al currículo de la materia plantea
la continuidad fundamental entre una y otra etapa. La enseñanza de la lengua en
el bachillerato tiene como finalidad «consolidar y ampliar la competencia comu-
nicativa del estudiante del Bachillerato, que es una condición imprescindible
para el logro de los fines formativos y propedéuticos asignados a esta etapa[ ... ].
La educación en la lengua, entendida como desarrollo de la competencia comu-
nicativa del estudiante, es un continuo a lo largo de las diversas etapas educati-
vas, por lo que no existe una frontera nítida en ella. Sin embargo, el desarrollo
de esta competencia exige dar respuesta a nuevas necesidades en cada tramo de
edad» (MEC, 19926: 69-70).
En la cita precedente se manifiestan las tres características básicas de la ense-
ñanza de esta materia:
l. Su fin básico es el desarrollo de la competencia comunicativa de los alum-
nos y de las alumnas. Este concepto fundamental, que en el currículo de la
Educación Secundaria Obligatoria hubo que deducir de las afirmaciones
sobre los fines de la etapa, aparece en el Bachillerato como un fin explíci-
to.
2. La continuidad, en los aspectos fundamentales, con la etapa anterior, puesto
que se considera el desarrollo de esa competencia como «un continuo».
3. La necesidad de deslindar aspectos en el desarrollo de esa competencia
que son específicos de la etapa de Bachíllerato.
El concepto de competencia comunicativa como aspecto central en la ense-
ñanza y en el aprendizaje de la lengua se mantiene, pues, en el Bachillerato y se
desarrolla, incluso, con más detalle, pues las diferencias entre ambas etapas vie-
nen dadas en términos del distinto grado de desarrollo de lo que habíamos lla-
mado «subcompetencias» de esa competencia comunicativa general (Canale y
Swain, 1980; Canale, 1983). En efecto, en relación con la competencia sociolin-
güística se plantea abrir el abanico de situaciones diversas a las que debe ade-
cuarse el alumno para abarcar también otros ámbitos de conocimiento y
experiencia, como «los usos formales de la lengua que regulan la vida social de la
comunicación interpersonal y con las instituciones». Por otro lado, se pretende
enriquecer la competencia discursiva mediante la incorporación de nuevos tipos
textuales, pues «es conveniente que en el Bachillerato la reflexión lingüística y
las actividades de análisis y producción de textos atiendan tanto a los discursos
literarios y culturales, como a los de la ciencia y la cultura». Por otra parte, se
afirma que «el aprendizaje de la Lengua en el Bachillerato se centrará en el desa-
rrollo de habilidades y destrezas discursivas». Por último, se hace referencia a la
consolidación de la competencia lingüística, en la medida en que el estudio de la
lengua y la literatura «debe procurar, por una parte, dotar al alumnado de una
mayor capacidad para conocer discursos ajenos y para formalizar el propio y,
por otra, elevar el nivel de conocimientos y la capacidad de reflexión».
En síntesis, la materia Lengua castellana y Literatura en el Bachillerato pre-
senta una serie de señas de identidad específicas con respecto al área homónina
en la Educación Secundaria Obligatoria:
54
l. Una mayor complejidad de las actividades discursivas en las que el alum-
nado debe ser capaz de comprender y producir mensajes adecuados a la
situación y al contexto de comunicación.
2. La capacitación para el conocimiento, análisis y control de los factores que
caracterizan el contexto social de los distintos tipos de discurso a los que
tendrá que enfrentarse el alumnado.
3. La atención específica a las variedades del discurso relacionadas con el
aprendizaje, tanto en los aspectos específicos de nuestra asignatura como
en los comunes a los procesos generales de aprendizaje, investigación, com-
prensión y utilización de información variada.
4. El estudio sistemático del fenómeno literario, entendido como forma es-
pecífica y particular de comunicación, que debe ser interpretado como
producto histórico, cultural, lingüístico y estético.
Pese a ello, se confirma en la introducción al currículo de la materia la impre-
sión, ya señalada anteriormente, de que hay una continuidad fundamental en los
planteamientos sobre la enseñanza de la lengua entre la Educación Secundaria
Obligatoria y el Bachillerato. Esa continuidad nos exime de repetir aquí lo ya
dicho sobre la ubicación de esos planteamientos en el panorama de la didáctica
de las lenguas. Baste recordar que, siguiendo a Breen (1 987), intentábamos con-
firmar hasta qué punto el currículo de la Educación Secundaria Obligatoria cum-
plía los cuatro rasgos señalados por ese autor como requisitos de los programas
procesuales o comunicativos. El primero de ellos era, precisamente, la inclusión
del desarrollo de la competencia comunicativa como objetivo principal, que ya
hemos visto que lo es explícitamente en el caso del Bachillerato. El segundo
rasgo era la integración del conocimiento formal de la lengua con su carácter
instrumental y funcional. A este respecto, el currículo de Bachillerato afirma:
«El objeto de la enseñanza de la Lengua en este nivel educativo no es única-
mente el saber organizado propio de las ciencias del lenguaje, sino también el
desarrollo de las capacidades lingüísticas. No se trata sólo de describir la Lengua
de acuerdo con determinados modelos explicativos, sino además de promover el
máximo dominio de la actividad verbal» (MEC, 19926: 70).
El tercero de los rasgos reclamados por Breen era la importancia del aprendi-
zaje de los procedimientos, lo cual queda explícitamente corroborado en el cu-
rrículo de la materia cuando se manifiesta que «el aprendizaje de la Lengua en el
Bachillerato se centrará en el desarrollo de habilidades y destrezas discursivas, es
decir, el trabajo sobre procedimientos debe articular el eje de todo el proceso
didáctico» (MEC, 1992b:70).
El último de los requisitos, respecto a la adopción de una perspectiva cogni-
tiva, viene exigido por los principios generales sobre el aprendizaje que se afir-
man en los preámbulos a los decretos de todas y cada una de las etapas educativas.
Podemos, pues, situar también los planteamientos del currículo de la materia
en el Bachillerato, incluso de un modo más claro que en la Educación Secundaria
Obligatoria, en la línea del nuevo paradigma comunicativo caracterizado por la
aparición de los programas procesuales. Veremos en lo sucesivo si la selección de
objetivos, contenidos de enseñanza y criterios de evaluación de la materia en el
Bachillerato es coherente con este enfoque didáctico de orientación comum-
cativa.
55
3.1. Objetivos
56
cursivas y estratégicas, es decir, a procedimientos comprensivos y expresivos que
forman parte del saber hacer cosas con las palabras. El objetivo 6° conjuga e!
saber literario con el manejo de procedimientos interpretativos de la obra litera-
ria y con técnicas de búsqueda de la información, mientras que el último objeti-
vo alude a actitudes ante lo literario. Como veremos en el comentario de los
contenidos de la materia, el peso de los conceptos ha aumentado con respecto a
etapas anteriores (y en consecuencia el énfasis en la competencia lingüística y
literaria) en d etrimento de un trabajo centrado en procedimientos, pese a lo que
se afirmaba en la introducción al currículo sobre la conveniencia de articular el
proceso de enseñanza y aprendizaje de la materia en torno a los procedimientos.
En cualquier caso, los objetivos del Bachillerato mantienen una notable con-
tinuidad con los de la etapa anterior, matizados ahora por la necesidad de una
formación más completa y un mayor desarrollo de las capacidades generales y
específicas de los alumnos. Podemos reiterar entonces lo ya dicho: esos objetivos
hacen referencia a un conjunto de capacidades que coinciden con los requisitos
de un programa de tipo procesual o comunicativo, en coherencia con lo expues-
to en la introducción.
3.2. Contenidos
Es evidente una cierta correspondencia entre los contenidos del área de Len-
gua castellana y Literatura en la Educación Secundaria Obligatoria y los conteni-
dos de la materia ahora comentada en el Bachillerato. No cabe otra opción desde
el momento en que la adquisición de la competencia comunicativa es un proceso
gradual en el que se trata de ir avanzando a lo largo de toda la escolaridad en el
dominio de habilidades cada vez más complejas y variadas.
Como ya se ha dicho al comienzo de esta parte, los contenidos, al igual que
los criterios de evaluación, aparecen ahora especificados para cada uno de los
dos cursos y organizados en "conjuntos" según un criterio temático. Sin embar-
go, los títulos de esos "conjuntos" son coincidentes para los dos cursos y tam-
bién lo son, en general, los conceptos, los procedimientos y las actitudes que se
incluyen en cada epígrafe. Las diferencias entre uno y otro curso vienen dadas
por la mayor amplitud o complejidad de los aspectos tratados en segundo curso
respecto a los homólogos del primero.
Tal vez merezca un comentario el hecho de que, como se ha dicho, los conte-
nidos aparezcan en Bachillerato perfectamente deslindados para cada uno de los
dos cursos. Mientras que en la etapa enterior, de mayor duración, los "bloques"
no presentaban ningún tipo de ordenación temporal, nos encontramos en el
Bachillerato con una ordenación de contenidos que se parece bastante a una
secuencia, aunque en el estado en que los contenidos se presentan en el currículo
no pueda considerarse esa ordenación como un esbozo de organización para la
programación de cada curso. Con todo, esa distribución merma, en cierto senti-
do, las posibilidades de los centros y del profesorado de adoptar una organiza-
ción y disposición temporal de los contenidos en la etapa, en posteriores
57
momentos de desarrollo y concreción del currículo, que responda a los princi-
pios metodológicos que se defiendan y a la lectura o interpretación de los conte-
nidos de la materia que necesariamente se ha de hacer para planificar la actuación
en el aula y para concretar un programa. En este sentido, el currículo de Bachi-
llerato deja un menor margen de maniobra al profesorado del que disponía en la
etapa anterior. Por otra parte, y como veremos al analizar algunos de los conjun-
tos de contenidos, esa distribución en cada uno de los dos cursos es, en algunos
casos, discutible. Por ello, una interpretación correcta del currículo debe enten-
der que el hecho de que algunos contenidos aparezcan, por ejemplo, en segundo
curso no es óbice para que alguno de esos contenidos concretos se trabajen, si es
preciso, durante el primer curso. Al tratar sobre los contenidos de los conjuntos
3°, 4° y 5°, podremos ver algún ejemplo de lo que aquí se apunta.
Los cinco conjuntos, que se repiten en los dos cursos, son los siguientes:
l. La variedad de los discursos.
2. Los discursos en los procesos de aprendizaje.
3. El discurso literario.
4. Transformaciones históricas de las formas literarias.
5. La reflexión sobre la lengua.
Analizaremos ahora cada uno de esos "conjuntos" desde la siguiente perspec-
tiva:
a) Relaciones de estos contenidos con los correspondientes a la etapa ante-
rior.
b) Relaciones entre los contenidos homólogos correspondientes a cada uno
de los dos cursos.
c) Coherencia de la selección de contenidos con el enfoque comunicativo de
la enseñanza de la lengua y con los fines del Bachillerato.
58
y planificados (en la lengua oral) y se incluyen procedimientos específicos desti-
nados a la producción de textos orales planificados.
Los contenidos correspondientes al segundo curso introducen la noción de
«significatividad social» de los textos orales y escritos y añaden la necesidad
de valoración de las diferentes producciones junto al análisis y a la interpreta-
ción de las mismas. También aparecen contenidos específicamente destinados al
conocimiento de los medios de comunicación de masas, a la relación entre len-
guajes verbales y no verbales y, como discurso específico, a la publicidad. H ay
que señalar que este último grupo de contenidos no parece presentar dife rencias
notables con los ya vistos en la Educación Secundaria Obligatoria en el bloque
quinto de contenidos del área (Sistemas verbales y no verbales de comunicación).
Tal vez debería interpretarse, a la luz de los fines de la etapa, que se trata ahora
de profundizar en el análisis de esos medios, de captar su contenido ideológico y
de avanzar en la consideración de estos medios o de algunos discursos específi-
cos (como el publicitario) en su calidad de herramientas comunicativas de per-
suasión.
En resumen, puede afirmarse que, al igual que en la etapa anterior, estos
contenidos responden con coherencia al enfoque comunicativo y funcional de la
enseñanza de la lengua y de la literatura antes comentado.
59
El resto de los conjuntos de contenidos trata esencialmente de saberes lin-
güísticos y literarios (y, por tanto, de conceptos) y tienen una cierta semejanza
con los contenidos tradicionales de las asignaturas de Lengua y de Literatura de
BUP y COU, así como con los bloques de contenidos tercero y cuarto de la
Educación Secundaria Obligatoria.
3. El discurso literario
60
el nacimiento del ensayo literario en el XIX, q ue se remiten al siguiente curso),
y, en el segundo curso, la evolución de las formas literarias en el siglo actual.
Un aspecto novedoso en relación a lo que son las tradiciones didácticas en
nuestra materia es el agrupamiento de movimientos, autores y obras no por
criterios estrictamente diacrónicos, sino por criterios de género. Se relacionan
en un mismo epígrafe - y podría entenderse que se sugiere que se desarrollen con
este esquema- los distintos momentos de la evolución de un género desde su
nacimiento en la literatura española hasta el límite temporal que el currículo
establece para el primer curso; este planteamiento se reproduce en segundo cur-
so para la evolución de los géneros en el siglo XX. Con este tipo de agrupamien-
to, el eje d iacrónico es un eje interno en el análisis global de cada forma literaria.
Por otra parte, parece desprenderse de la relación de épocas, movimientos o
autores que se citan, la tendencia a no presentar un panorama exhaustivo de la
historia literaria. Puede entenderse que el currículo opta, en cierto modo, por
una antologización de la historia literaria, opción ésta que a nuestro entender
resulta la más adecuada para una materia común a todas las modalidades de
Bachillerato que no pretende tanto una especialización filológica como contri-
buir a la formación integral de los alumnos.
Q uizá sea discutible la diferente carga de contenidos de historia literaria que
se prescriben para cada uno de los cursos. Parece haber estado presente, en algu-
na medida, el peso de la tradición didáctica de los cursos de tercero de BUP y
COU, puesto que no parece adecuado, cuando no se trata de un curso monográ•
fico de literatura, remitir la mayor parte de la historia literaria a un primer curso
que, además, tiene una mayor carga de contenidos pertenecientes al resto de los
"conjuntos" que se han de trabajar en la etapa. Por otro lado, la ausencia de
procedimientos (como no sea «la lectura y estudio de una obra significativa
de cada una de las formas literarias») y de actitudes confirma la citada corres-
pondencia entre este conjunto de contenidos y los programas oficiales de Litera-
tura de tercero de BUP y de COU.
61
fológico, léxico y sintáctico (con la palabra y la oración como unidades de aná-
lisis) sino también como texto que construye el sentido y como forma de inter-
cambio entre las personas (y de ahí la presencia de conceptos tan cercanos a la
lingüística del texto y a la pragmática como adecuación, coherencia y cohesión).
En este sentido, es fácil detectar en los enunciados de estos contenidos la huella
de un cierto eclecticismo epistemológico en el tratamiento de los conceptos lin-
güísticos. La reflexión sobre la lengua se aborda desde una perspectiva que inte-
gra tanto los enfoques más formales de la lingüística contemporánea (el
estructuralismo y la gramática generativa) como las últimas aportaciones de las
distintas teorías sobre el uso lingüístico (en especial, la lingüística del texto y la
pragmática).
Es discutible, sin embargo, como ya habíamos advertido en relación con otros
conjuntos de contenidos, la separación, aparentemente arbitraria, entre los que
corresponden a cada uno de los dos cursos. Por ejemplo, no parece fácil enten-
der cómo se puede separar el estudio de los fenómenos de bilingüismo o pluri-
lingüismo (en el primer curso) de los fenómenos del contacto de lenguas o de los
principios, tendencias y problemas de la normalización lingüística (en el segun-
do curso).
Tal vez deba señalarse la ausencia de algunos contenidos de tipo sociolingüís-
tico que contribuirían a completar la reflexión sobre la lengua, como, por ejem-
plo, el análisis de las variedades sociales de las lenguas, el origen de las mismas,
su distribución social, la valoración que merece su uso y su repercusión en la
clasificación social de los hablantes.
Como conclusión relativa a los contenidos, la selección que se presenta en el
currículo es, en general, adecuada a los fines de la etapa y a los que en ella se
atribuyen a nuestra materia. Del mismo modo, parece mantenerse una notable
coherencia con la concepción sobre la enseñanza de la lengua que se presenta en
la introducción y con las fuentes disciplinares en que ésta parece beber. Sin em-
bargo, la distribución de los contenidos entre los dos cursos puede condicionar
opciones de organización o programación perfectamente legítimas y justifica-
bles que, si se mantiene estrictamente la división que aparece en el currículo,
serían inviables. Por otra parte, esa distibución parece provocar, como hemos
visto en relación con los tres últimos conjuntos de contenidos, algunos proble-
mas y contradicciones que deben probablemente revisarse en posteriores mo-
mentos de desarrollo y concreción de este currículo.
Por último, tal vez sea conveniente analizar brevemente la presencia entre los
contenidos del Bachillerato de los tres tipos que, con carácter general, citan
los currículos: los conceptos, los procedimientos y las actitudes. En este sentido,
puede advertirse que los contenidos de los dos cursos son, en su inmensa mayo-
ría, conceptos o procedimientos. Las actitudes sólo se citan al hablar de la acti-
tud crítica respecto a los procesos de selección, contraste y síntesis de la
información y al tratar de la valoración crítica de las obras literarias. Salvo que se
entienda que otras actitudes están "subsumidas" en conceptos o procedimientos
-y de ser así no habría por qué citar las que sí aparecen-, no resulta fácil de
entender que pueda hablarse de bilingüismo, normalización, medios de comuni-
62
cación o publicidad, por poner algunos ejemplos, sin hacer referencia a valores y
actitudes que en relación con esos contenidos tienen enorme importancia for-
mativa. Por último, hay que señalar que los procedimientos aparecen relaciona-
dos principalmente con los tres primeros conjuntos de contenidos, mientras que
en el cuarto conjunto de contenidos son casi exclusivamente conceptos. En el
quinto conjunto de contenido sólo se citan conceptos.
Como indicamos en el epígrafe 2.4 de este capítulo en relación con los crite-
rios de evaluación del área en la Educación Secundaria Obligatoria, el currículo
oficial de la materia en el Bachillerato no establece (afortunadamente) un méto-
do didáctico, pero sí fija en cambio, y con carácter prescriptivo, los criterios de
evaluación. Un análisis elemental de tales criterios refleja que la mayoría de ellos
están formulados en términos de actividades que los alumnos han de realizar
positivamente para demostrar la adquisición de determinadas destrezas de tipo
metalingüístico. En consecuencia, los criterios de evaluación se presentan bajo la
fórmula de tareas escolares para cuya resolución habrá que capacitar a los alum-
nos y a las alumnas.
A la hora de analizar con cierto detalle los once criterios de evaluación del
currículo oficial de la materia (MEC, 19926) en cada uno de los dos cursos
habrá que rastrear en primer lugar la coherencia (o la incoherencia) entre los
planteamientos didácticos de la materia, manifestados en la introducción y plas-
mados en objetivos y contenidos, y los criterios de evaluación que se fijan al final
del texto del currículo. En este caso, y al contrario de lo que ocurría en la Edu-
cación Secundaria (ver apartado anterior), es posible reconocer ahora una cierta
coherencia entre unos contenidos referidos a conceptos lingüístico-literarios y a
procedimientos expresivos y comprensivos en torno a los usos más formales y
planificados de la lengua y unos criterios de evaluación que inciden de manera
clara en los aspectos metalingüísticos o metacomunicativos. De este modo, las
actividades en torno a un uso más espontáneo se relegan (salvo quizá en el se-
gundo criterio) y se pone un énfasis evidente en la comprensión y producción de
textos científicos, expositivos, argumentativos, técnicos o literarios, es decir, en
el tipo de textos que se utilizan de forma prioritaria en el ámbito escolar y cuyo
manejo eficaz hace posible la construcción del conocimiento y, por tanto, la
adquisición de aprendizajes.
Como hemos indicado anteriormente, los criterios de evaluación en Lengua
castellana y Literatura (en todas las etapas educativas) hacen referencia, sobre
todo, a procedimientos y, en segundo término, a conceptos. En el caso del currí-
culo de la materia en el bachillerato, tales procedimientos -los que se valoran en
los criterios- tienen más que ver con el carácter funcional y académico de la
lengua en la escuela que con los usos sociales del lenguaje. Dicho de otro modo:
se valoran sobre todo los procedimientos de tratamiento de la información (cons-
trucción de textos orales y escritos, esquemas, producción de textos expositivos,
63
argumentativos, científicos, técnicos, reconocimiento de lo literario y del carác-
ter estético de la comunicación literaria, identificación y análisis de textos litera-
rios ... ).
Al igual que ocurría en la Educación Secundaria Obligatoria, esos procedi-
mientos hacen referencia siempre a conceptos y nunca, salvo quizá en los crite-
rios 4° y 6° del segundo curso, a actitudes y a normas. Curiosamente, el criterio
6° se refiere a la necesidad de tener en cuenta valoraciones y actitudes sociolin-
güísticas que se manifiestan en textos de diverso tipo, cuando entre los conteni-
dos de la etapa no se recoge esa referencia sociolingüística, como ya hemos
señalado. Esta situación corresponde a lo ya visto en el epígrafe dedicado a los
contenidos. Se ha de insistir, por tanto, en lo discutible que resulta restringir el
trabajo sobre la lengua y la literatura a los procedimientos y a los conceptos, en
lo que parece un ajuste técnico que deja al margen todo el complejo mundo de
valores, normas y contenidos ideológicos que conlleva cualquier producción verbal
y más aquellas que tienen un carácter intencional y planificado.
En otro sentido, los criterios que se formulan para el Bachillerato no resultan
tan restrictivos como los que en su momento analizamos para la Educación Se-
cundaria Obligatoria. Si allí decíamos que tenían la forma de tareas escolares
muy concretas, en el caso de la etapa que ahora estudiamos su formulación, si
bien remite al trabajo de los alumnos en la resolución de un trabajo de aula, es
mucho más genérica, al abarcar aspectos más globales de los diferentes tipos de
textos o discursos que se abordan en esta etapa.
También es posible analizar la relación de los criterios de evaluación (11 para
primero y otros tantos para segundo) con cada uno de los cinco conjuntos de
contenidos de cada curso. En primer curso, los dos primeros criterios hacen
referencia a los procesos de comprensión y expresión de textos orales y escritos
y, por tanto, al primer conjunto de contenidos. Los criterios 4° y 6º se relacionan
con el segundo conjunto de contenidos en cuanto que se refieren a la producción
de textos argumentativos o científico-técnicos relativos a las tareas y situaciones
de aprendizaje. Los criterios 3° y 5° se relacionan claramente con el quinto con-
junto, pues el primero de ellos se refiere al análisis morfosintáctico de textos en
relación con su comprensión y el segundo al análisis léxico-semántico. Los dos
criterios que parecen referirse expresamente al tercero de los conjuntos («el dis-
curso literario»), son, por una parte, el que aparece con el número 7, relativo al
reconocimiento en el texto de las características de la comunicación literaria, y
el número 9, referido al reconocimiento de las diferentes estructuras de género.
Los criterios 8° y 10º remiten claramente al conjunto cuarto, que se ocupa de la
historia literaria. Curiosamente, el criterio 10° se refiere a contenidos (rasgos
sociales, ideológicos, históricos y culturales de la obra literaria) que figuran sólo
entre los del segundo curso. Parece que esta situación avala lo dicho anterior-
mente al analizar la escasa coherencia que se da en algunos casos en la distribu-
ción de contenidos entre los dos cursos. El criterio 11 º, por último, parece tener
un carácter globalizador, pues se refiere a la capacidad para aplicar conjunta-
mente al análisis textual los distintos instrumentos, técnicas y conocimientos
que se hayan aprendido.
64
Si aplicamos el mismo esquema de análisis al segundo curso, podemos obser-
var que en este curso parece concederse mayor importancia (en la medida en que
los criterios la reflejen) a los contenidos referidos a la variedad de los discursos.
En relación con unos aspectos u otros, los cinco primeros criterios y , e n parte, el
sexto, se refieren a ese primer conjunto de contenidos. Los criterios 6° y 11° se
refieren a contenidos del conjunto quinto y, el último de los citados pretende
valorar la utilización global de la reflexión sobre todos los componentes de la
lengua en producción y comprensión de todo tipo de textos. Sólo uno de los
criterios (el número 7) valora contenidos del conjunto segundo, mientras que el
resto de los criterios se refieren al discurso literario y, por tanto, al tercer conjun-
to (criterios 8° y 9°) o a los aspectos histó ricos de estos textos {criterio 10°). Se
ha de advertir, en todo caso, que los criterios del segundo curso parecen incluir,
puesto que coinciden además con el fin al de la etapa, muchos aspectos a los que
ya se refieren los criterios del primer curso, si bien esos aspectos se plantean
ahora con un mayor nivel de complejidad y, junto con algunos nuevos, se aplican
a procesos textuales más complejos.
De nuevo, al igual que en la Educación Secundaria Obligatoria, conviene
considerar el sesgo que los criterios de evaluación introducen en relación con
algunos aspectos del método didáctico o de la organización de la materia. El
caso más evidente puede ser de nuevo el de los criterios de evaluación referidos
a la literatura. Mientras que en la introducción se mantiene una actitud abierta
ante los modos de abordar la educación literaria, los criterios de evaluación
cierran las opciones metodológicas del profesorado al indicar que lo que el alum-
nado debe hacer al fin alizar su aprendizaje literario es identificar el género al
que pertenece un texto, analizar la estructura formal de ese texto e identificar
autores, obras o movimientos literarios.
En cualquier caso, los criterios de evaluación quizá tienen una formulación
más abierta que en la etapa anterior, no parecen casi nunca inducir metodologías
específicas, respetan el equilibrio entre los diversos conjuntos de contenidos y,
en términos generales, parecen coherentes tanto con los objetivos de la materia
como con la concepción general y los grandes fines que se exponen en la intro-
ducción.
4. CONCLUSIONES
65
entender la educación lingüística y literaria con respecto al pasado inmediato es
bastante notable. Por una parte, el currículo del área y de la materia invita al
ejercicio del pensamiento crítico del profesorado en la medida en que le otorga
cierta autonomía a la hora de planificar su intervención pedagógica en el aula.
Por otra, en el currículo se encuentran al fin algunas de las ideas que hoy son
esenciales en el ámbito de la investigación lingüística así como algunas de las
aportaciones más interesantes de las últimas tendencias de la didáctica de las len-
guas. Finalmente, al adoptar el currículo de Lengua castellana y Literatura un
enfoque comunicativo y funcional, la educación lingüística y literaria no se orienta
ya tan sólo al conocimiento formal de la lengua y a la adquisición del saber
lingüístico sino también -y sobre todo- al aprendizaje de la comunicación (al
saber hacer cosas con las palabras). De esta manera, la educación lingüística y
literaria se enfrenta a la difícil, lenta y ardua (aunque irrenunciable) tarea de
contribuir a la mejora de las habilidades expresivas y comprensivas del alumna-
do y a la adquisición de la competencia comunicativa de quienes acuden de lunes
a viernes a las aulas de nuestras escuelas e institutos.
66
CAPíTIJLO III
Ciencias del lenguaje y enseñanza de
la lengua y la literatura
A lo largo del presente siglo, y hasta hace relativamente pocos años, los dos
pilares fundamentales - y muy a menudo exclusivos- en que se ha basado, por lo
que a "disciplinas" se refiere, la enseñanza de la lengua han sido, de un lado, la
descripción gramatical (de uno u otro signo, basada en una u otra teoría, según
los tiempos o los autores de las reformas educativas o de los libros de texto) y, de
otro, la gramática normativa. Sin embargo, actualmente (desde hace ya algunas
décadas en otros países occidentales), se aprecia el interés de considerar otras
perspectivas que abordan la descripción y el análisis del hecho lingüístico de
forma diferente a como lo hacen los enfoques más inmanentistas que acabamos
de citar.
Los objetivos de la enseñanza se centraban, prioritariamente, en el dominio
de la escritura y en el análisis gramatical de "preparados" de oraciones o pala-
bras buscadas para la ocasión. El interés se centraba, sobre todo, en la corrección
normativa de las producciones lingüísticas. Los modelos para la elaboración de
textos escritos eran de forma casi exclusiva literarios. La comprensión, descrip-
ción y elaboración de textos orales era -y sigue siendo en muchos casos- algo
secundario o ausente en las aulas de lengua. Era evidente que ese tipo de ense-
ñanza no revertía en un mejor uso de la lengua. Por ello, los cambios educativos
que se han ido produciendo en nuestra área cultural han tenido como conse-
cuencia el establecimiento de unos objetivos diferentes para la enseñanza y el
67
aprendizaje de la lengua. Este cambio sitúa las prioridades educativas en la am-
pliación y el desarrollo de la competencia comunicativa -oral y escrita- de los
estudiantes (véanse en este sentido los capítulos 1 y 2 de este libro).
Desde esta perspectiva, el propósito de este capítulo es doble. En primer
lugar, se pretende presentar, de forma necesariamente somera, algunas de las
aportaciones que diferentes disciplinas (que podríamos agrupar bajo el rótulo de
ciencias del lenguaje) ofrecen para la comprensión de los múltiples factores que
constituyen la realidad comunicativa de los usos lingüísticos orales, escritos e
iconoverbales. En segundo lugar, se dará una importancia especial en mostrar de
qué manera esas aportaciones son fundamentales para la construcción de una
propuesta didáctica (a la que se dedica el capítulo cuarto de este libro) en la que
la enseñanza de la lengua tenga como metas la ampliación de las capacidades
comunicativas de los estudiantes así como el desarrollo de su conciencia crítica
respecto a esas capacidades y a las implicaciones sociales y culturales de los usos
lingüísticos 1 .
Nuestra especie está dotada de una capacidad que la hace diferente al resto
de las especies animales: el lenguaje humano. Se cree, aunque esta idea ha susci-
tado controversia, que el lenguaje es una capacidad innata, es decir, que, de
algún modo, todas las personas, al nacer, poseemos en nuestro programa genéti-
co aquello que permitirá que adquiramos la lengua o las lenguas que se hablan a
nuestro alrededor, sin necesidad de que para ello nos sometamos a ningún tipo
de aprendizaje formal.
«Las lenguas son mecanismos complejos que relacionan secuencias de sonidos
con significados. [...] Los lingüistas han acuñado el tecnicismo lengua natural
para distinguir los sistemas verbales utilizados por el hombre de cualquier otro
lenguaje artificial (como el de la lógica o el de las matemáticas) o no humano
(como el de las abejas).» (Hernanz y Brucart, 1987: 11)
Así pues, esa capacidad innata y, por lo tanto universal, cristalizará en una u
otra lengua natural según el entorno sociolingüístico en que se desevuelva cada
persona. Vemos que la lengua primera (o lenguas primeras), la que el niño o la
niña comienza a hablar en los primeros años de su vida, se adquiere en el uso y a
través del uso. Esto quiere decir que, si bien la capacidad es universal e innata, su
desarrollo, su cristalización en la adquisición de una lengua concreta, exige que
la persona crezca en un entorno humano, social, en el que se hable esa lengua (o
esas lenguas).
1
Iremos jalonando el texto con citas literales para incluir la voz directa de autores que hayan
hecho aportaciones de interés sobre lo que se está presentando o comentando. Esas citas podrán
servir también como textos de referencia de los que podrán partir quienes lean este libro para co-
mentar o discutir conceptos o ideas básicas sobre diferentes temas. En el capítulo 6 de este libro
("Para saber (y saber hacer]") el lector encontrará una breve descripción y comentario de algunos de
estos textos.
68
Las lenguas, en tanto que existen y son usadas, se manifiestan, en primer
lugar, oralmente. Todos los seres humanos -exceptuando aquellos que tienen
alguna discapacidad física o psíquica que se lo impida- hablan y se relacionan a
través del uso de la palabra oral. La palabra nos acompaña a lo largo de nuestras
actividades cotidianas, y es un instrumento precioso que nos permite realizar
gran parte de esas actividades. Asimismo, la lengua nos permite representarnos
el mundo y a nosotros mismos en él. Yo soy en tanto que me puedo explicar a mí
misma ante mí y, sobre todo, ante los demás, con los demás. La lengua nos
permite ir dando sentido a todo lo _que sucede en nuestro entorno.
69
voces, e incluso en los monólogos aparecen continuas referencias al auditorio
presente, a través de pronombres de primera y segunda persona, de deícticos
temporales y espaciales que aluden al contexto físico que se comparte, a través,
en fin, de apelaciones al conocimiento compartido o de peticiones de aclaración
cuando se realizan hipótesis falsas sobre ese conocimiento presuntamente com-
partido. Los gestos, las vocalizaciones, la distancia mayor o menor entre quienes
participan en la interacción son otros aspectos que no se pueden separar del
habla porque están estrechamente ligados a ella y contribuyen - facilitándola o
dificultándola- a la comunicaciór:i. Todo ello se traduce en un tipo de estructuras
a veces incompletas, en la presencia de discordancias o anacolutos que manifies-
tan cambios de estrategia sintáctica o que, simplemente, son una muestra de que
se confía en que la persona o personas con quienes hablamos completarán aque-
llos aspectos necesarios para dar sentido a nuestras palabras y, si no son capaces
de ello, nos lo manifestarán a través de preguntas directas o indirectas, vocaliza-
ciones, gestos de incomprensión u otras señales que nos ayudarán a volver a
formular de otra manera nuestros enunciados.
Por su parte, la escritura, en principio, es una actividad solitaria, ya que la
relación entre quien escribe y quien lee está, en la mayoría de los casos, despla-
zada en el tiempo y/ o en el espacio. Esto requiere una mayor elaboración dis-
cursiva -precisión léxica, complejidad sintáctica, uso de conectores lógicos y
discursivos, etc.- porque es más difícil calcular aquello que se puede presuponer
como conocido por los posibles lectores futuros. En la escritura sólo contamos
con lo verbal y con aspectos iconográficos -tipos de letra, subrayados, disposi-
ción en párrafos, títulos, subtítulos, gráficos, ilustraciones, etc.- pero en pocas
ocasiones podemos contar con la presencia física de los destinatarios para que
cooperen en la construcción del sentido.
En las sociedades en las que es una práctica común (es importante señalar
que existen cientos de lenguas habladas por comunidades que no poseen un
código escrito), la escritura ha adquirido unos valores institucionales que van
más allá de los puramente instrumentales de almacenamiento de información.
Porque no se almacena cualquier cosa (por ejemplo, una conversación espontá-
nea entre dos vecinas en el rellano de la escalera o en un bar) sino aquello que
por algún motivo cultural o social se considera importante: las transacciones
comerciales, los cambios de "estado civil", los procedimientos judiciales y lega-
les en general, los avances científicos, etc. También la escritura se convierte en
objeto de evaluación "institucional" cuando resulta ser el instrumento utilizado
para comprobar los conocimientos o las aptitudes de las personas.
«El uso oral, que por ser un modo de realización primario y universal podría
ser considerado como superior y prioritario, queda superado en cuanto a presti-
gio y valoración social por el uso escrito. La institución escolar recoge esta valora-
ción, reproduciendo actitudes y creencias sociales que llevan a extender la noción
de que la lengua oral es variada y poco fiable mientras que la lengua escrita cana-
liza la vida social y cultural y proporciona solidez y definición a la propia lengua.
En consecuencia, no sólo se obtiene que el modelo de la lengua escrita es el que
usan los profesores como punto de referencia para sus juicios críticos con respec-
to a la capacidad verbal de sus alumnos, sino que, en último término, la insricu-
70
ción escolar distribuye a los ciudadanos de forma estratificada según su dominio
de la lengua escrita, ya que, en la práctica, es el medio lingüístico que se exige para
dar cuenta de los conocimientos adquiridos.» (Calsamiglia, 1991: 42}
71
plinas que se sitúan dentro del ámbito de las llamadas ciencias humanas y socia-
les. La antropología, la sociología, la psicología, la ciencia cognitiva, la inteligen-
cia artificial, la neurología, la psicopatología, la filosofía o la ciencia del texto
son algunas de esas disciplinas que, junto con las tradicionales disciplinas filoló-
gicas -la gramática, la dialectología, la historia de la lengua- se han planteado
describir y analizar algunos aspectos del lenguaje, de las lenguas y de sus usos
que la particular mirada de cada una de ellas puede iluminar. Crystal (1987:
412) ofrece una lista de quince «campos interdisciplinares» en los que los saberes
lingüísticos se articulan con los de otras disciplinas: lingüística antropológica,
lingüística aplicada, lingüística biológica, lingüística clínica, lingüística compu-
tacional, lingüística educativa, etnolingüística, geolingüística, lingüística mate-
mática, neurolingüística, lingüística filosófica, psicolingüística, sociolingüística,
lingüística estadística y lingüística teológica.
A continuación ofrecemos, en forma de esquemas, algunas de las corrientes
que surgen de esas miradas que, desde diferentes disciplinas, se han dirigido
hacia el hecho lingüístico (esquema 1) o, visto de otra manera (esquema 2), las
propuestas que estudian las relaciones entre la lengua y otros aspectos de la vida
humana.
SOCIOLOGÍA
ANTROPOLOGÍA PSICOLOGÍA
Í:r1¡0 f:l'ti
'g,-iif,- O/¡¡J ..
lii de L 'ltli¡sr¡c
iico, ii
°lJ1¡/¡ .
lr;:iic
16
SEMIÓTJCA 1J . - - ~ - - - L - - ~ ' - - - - - - , FILOSOFÍA
Semiótica textual L_:.Pr~a~gm~át::ic::ª:..----
HECHO
1 eoruía,.._g;¡:r.::;.am_a.,..t_ic~a\ UNGÜÍSTICO
. üística de\ texto
.. , \,ng
LINGUISTICA '!o-v'I> CIENCIAS
·'l;l,~0'1>
,(,•
0-(,\,'I> \ '?;
INFORMÁTICAS
-;-;
<)'' .,
~
DIDÁCTICA t%-
~
LITERATURA TRADUCTOLOGÍA
72
SOCIEDAD
SIGNOS CULTURA
LENGUA
LENGUA
ENSEÑANZA
MEDIOS DE
COMUNICACIÓN
ACCIÓN
HUMANA
INFORMÁTICA ARTE
Con estos dos esquemas hemos pretendido ilustrar de forma evidente el ca-
rácter multidisciplinar que exige un entendimiento cabal del funcionamiento de
las lenguas teniendo en cuenta todos los factores que influyen en su adquisición,
en el desarrollo de las capacidades lingüístico-comunicativas, en sus usos socia-
les y artísticos, en su aprendizaje formal y en todas las implicaciones físicas,
psicológicas, sociológicas y culturales que forman parte del manejo de ese pre-
cioso instrumento de comunicación y representación que son las lenguas natura-
les. También en estos esquemas se puede observar que la gramática no es sino
una perspectiva dentro de ese panorama multidisciplinar.
«La gramática, esa parte del estudio del lenguaje que se ocupa de eslcarecer
cómo se forman -y cómo se entienden- las oraciones, es tan antigua como la histo-
ria misma de la vida civilizada. A lo largo de su no corta existencia, sin embargo,
ha sido concebida de muy diversas maneras. Arte, reflejo de las leyes del pensa-
miento, código del buen hablar, lista más o menos sistemáticamente organizada
de fenómenos lingüísticos, o parte de la teoría general dd lenguaje englobada en
la ciencia cognitiva son varias de las denominaciones q ue podrían reflejar las con-
cepciones diversas sobre las que se ha fundado el estudio gramatical. Diversidad,
73
empero, que se atenúa en parte porque en todos estos casos es la sustancia propia
del lenguaje -aquello que no está en él por efecto de otros fenómenos del mundo- lo
que se intenta caracterizar por medio de los enunciados de la gramática.» 2
(Demonte, 1989: 13)
2
El énfasis es de la autora.
' El énfasis es de la autora.
4 La traducción d e esta cita y de todas aquellas en las que aparezca [T.A.] al final de la referencia
son de la autora.
74
Ciertamente, desde que Saussure (1916} proclamara la esencia oral de la len-
gua -entendida como una institución social-, los estudios gramaticales no han
podido dejar de lado esta r ealidad indiscutible, si bien -tal como el propio autor
indicaba- se ha considerado que el habla está sujeta a infinitos cambios, debidos
a los múltiples factores que intervienen en cada emisión particular de enuncia-
dos y, por lo mismo, se ha pensado que resulta inaprehensible como objeto de
reflexión científica. De este modo, el estudio de la lengua en sí misma se ha
convertido en el centro de atenció n de gramáticos y lingüistas en las décadas
posteriores. Los análisis de orientación generativista, si .bien cambian de pers-
pectiva sobre la lengua, ya que subrayan su realidad psicológica o neurológica
más que su dimensión social, seguirán el mismo enfoque en cuanto a lo que
constituye su objeto de estudio, dejando de lado la actuación, para dedicarse al
análisis de la competencia lingüística de los hablantes con el fin de proporcionar
un "modelo" de la gramática de la lengua estudiada.
«Se comprende y hasta se justifica que cada uno encuentre más eficaz y precisa
la norma idiomática a cuya sombra ha nacido y se ha formado; pero ello no impli-
ca rechazo o condena de otras normas tan respetables como la propia. [...] Toda
gramática termina, o empieza, por ser normativa. Y, al cumplir con el compromi-
so contraído, también esta gramática aconseja normas, siempre, eso sí, sin espíritu
dogmático. [...]
Conviene así que el normativismo se forre de escéptica cautela. En el orden
jerárquico interno de la gramática, primero viene la descripción de los hechos; de
su peso y medida se desprenderá la norma, siempre provisional y a merced del
uso.» (Alarcos, 1994: 20)
75
Ahora bien, el corpus que se utiliza en las descripciones gramaticales - ya
tengan una intención puramente analítica o una intención normativa- está com-
puesto, normalmente, tal como ya hemos señalado, por ejemplos o bien cons-
truidos para la ocasión o bien por fragmentos procedentes de la escritura. Por
consiguiente, es necesario reconocer los límites de las descripciones gramatica-
les; por una parte, nos encontramos con los límites que la propia teoría gramati-
cal se impone {por ejemplo, elegir como unidad de análisis la oración, no tener
en cuenta los fenómenos llamados "extra-lingüísticos", etc.); por otra, nos en-
contramos con el corpus que se utiliza, que reduce, en muchas ocasiones, el
alcance de los análisis. Además, por lo que respecta a las gramáticas normativas,
a estas dos limitaciones se le añade la de su finalidad prescriptiva. Es preciso
tener claro que sus "consejos" se refieren a un uso público, más o menos formal
e institucional de la lengua, especialmente en su modalidad escrita u oral "prepa-
rada", y que, como toda normativa, está sujeta a los cambios que el propio uso
impone.
Desde el punto de vista de la formación del profesorado, parece evidente que
cualquier persona que se especialice en la enseñanza de la lengua tiene que haber
dedicado una buena parte de su formación al estudio del código objeto de ense-
ñanza desde una perspectiva interna y que debe conocer la normativa lingüísti-
ca, de la misma manera que es bueno que quien enseña educación física sepa
anatomía y conozca las normas que regulan las prácticas deportivas. Ahora bien,
si para quien enseña educación física es fundamental conocer cómo funcionan
los cuerpos según las condiciones en que están (de temperatura, de fatiga, de
limitaciones individuales, de sexo, etc.) para que sus estudiantes saquen el mejor
partido posible de su físico y lo conozcan mejor, de igual manera, quien enseña
lengua necesita plantearse su materia y su cometido de una forma más amplia,
que tenga en cuenta el máximo de factores que acompañan, influyen, condicio-
nan e intervienen en la producción e interpretación de los enunciados. A ello
vamos a dedicar las próximas páginas de este capítulo ya que ésa es la visión que
conviene adoptar desde un enfoque comunicativo de la educación lingüística y
literaria como el que en este libro se plantea.
76
ción cognitiva. Así lo señalaba W. Bright en su introducción a una de las publica-
ciones fu ndamentales en la constitución de la sociolingüística como disciplina.
Es curioso, tal como señala Bright, que a veces los límites entre las disciplinas
o los enfoques se deban, no tamo a que exista realmente una frontera marcada
por e l objeto de estudio o por la metodología y los supuestos teóricos sino, más
bien, por imposiciones académicas por completo ajenas a los intereses de las
temáticas estudiadas (organizaciones departamentales en las universidades, iner-
cia de determinadas escuelas de pensamiento o de determinadas prácticas de
investigación, :rnsencia de comunicación entre personas, competitividad, etc.}.
Afortunadamente, en la actualidad, están apareciendo tendencias que ven la ne-
cesi dad de integrar los avances de toda una serie de disciplinas, como mostrare-
mos más adelante. En concreto, nombres como Análisis del discurso o Pragmática
pueden utilizarse, precisamente, en ese sentido, como perspectivas que se pro-
ponen el estudio del uso lingüístico contextualizado y que recurren a todo aque-
llo que pueda utilizarse para construir un programa de investigación coherente
con ese objeto de estudio.
-' Véase Gumperz & Levinson, cds. (1996) como prueba de la actualidad del tema y de los
cambios que esa teoría ha experimentado respecto a sus primeras formulaciones.
77
desde esta posición se plantea es que existe una estrecha interdependencia entre
las lenguas y los miembros de los grupos culturales que las hablan. Así, por
ejemplo, estudios hechos sobre los términos aplicados a los colores o a las plan-
tas o al parentesco muestran que existen aspectos universales en la denomina-
ción del mundo que nos rodea (ya sea físico o cultural), pero que existen
interesantes apreciaciones o variantes de una cultura a otra. Del mismo modo lo
demuestran los recientes estudios sobre las estrategias discursivas de cortesía
utilizadas, al parecer, en todas las culturas, pero de manera específica en cada
una. Podríamos decir que la antropología pone el acento en la diferencia, en la
diversidad, mientras que hay otras disciplinas que ponen el acento en lo común
y universal.
Se parte de la idea de que aprender una lengua no consiste sólo en adquirir el
código o el conjunto de formas lingüísticas sino mucho más: implica adquirir
toda una serie de habilidades que orientan sobre cómo usar ese código en las
diferentes ocasiones de comunicación que se producen en el entorno de quienes
lo hablan. De este modo, la competencia lingüística se entiende como una parte
-desde luego importantísima- del conjunto de conocimientos y habilidades que
componen la competencia comunicativa. El concepto de «competencia comuni-
cativa» se crea en el seno de la antropología lingüística y más concretamente
dentro de la corriente o propuesta conocida corno etnografía de la comunica-
ción (Gumperz y Hymes, 1964, 1972) y ha tenido un impacto incontestable en
el ámbito de la enseñanza de las lenguas, como veremos más adelanté.
ción para la enseirnnza de las lenguas, pueden consultarse Canale y Swain (1980), Tusón (1991 y
1995a) así como los diferentes artículos recogidos en W.AA. (1995).
78
Así pues, lo que caracteriza, o cohesiona, a un grupo humano es el hecho de
compartir un repertorio verbal y comunicativo, es decir, un conjunto de recur-
sos, que pueden ser una lengua o más de una y todas las variedades de esa o esas
lenguas y unos patrones o hábitos de uso de esos códigos, variados y heterogé-
neos. La cohesión existe cuando se establecen redes de comunicación relativa-
mente estables y estrechas entre las personas. Esta visión de la sociedad centra su
atención en la interacción comunicativa entendida como el lugar a partir del
cual se organiza la realidad sociocultural de los grupos humanos, organización
que se puede observar a través de los hechos o acontecimientos comunicativos
en que se desarrolla la vida social de la comunidad.
Los hechos comunicativos son variados y pueden ser diferentes de una cultu-
ra a otra o de un grupo a otro dentro de una misma cultura. Ejemplos de hechos
comunicativos en nuestro entorno pueden ser, por ejemplo, un juicio, una misa,
una reunión de trabajo, una asamblea, una conferencia, una clase magistral, un
trabajo en grupo, un debate televisivo, etc. Lo que define a este tipo de aconteci-
mientos es que es imprescindible el uso de la palabra para que se realicen y,
también, que se suelen asociar a un tiempo y a un espacio apropiados o que se
pueden constituir como tales al celebrarse en ellos tal acontecimiento (en los
ejemplos anteriores serían un juzgado, una sala de actos o local amplio, una aula,
un estudio de televisión). Además para cada hecho comunicativo quienes parti-
cipan en él se supone que lo hacen a partir de unos estatus y papeles caracterís-
ticos, utilizan instrumentos verbales y no verbales apropiados y actúan en el
tono o clave también apropiados para los fines que pretenden, respetan unas
normas de interacción que regulan cómo se toma la palabra, si se puede inte-
rrumpir o no, etc. y unas normas de interpretación que les guían a la hora de dar
sentido a lo que se dice aunque sea de forma indirecta o implícita, normas que,
desde luego, se pueden transgredir o aplicar de forma equivocada, dando lugar a
malentendidos o a equívocos -deseados o no-.
Este conjunto de elementos que intervienen en cualquier acontecimiento co-
municativo lo organizó D. Hymes (1972) en lo que se conoce corno el modelo
SPEAKING, haciendo alusión al acróstico que se forma con las iniciales de los
ocho componentes en inglés: Situation, Participants, Ends, Act sequences, Key,
Instrumentalities, Norms y Genre (situación, participantes, finalidades, secuen-
cia de actos, clave, normas y género).
Desde una perspectiva didáctica, se ha propuesto entender la competencia
comunicativa como un concepto modular, formado por cuatro subcompetencias
(Canale y Swain, 1980; Canale, 1983):
1. la competencia lingüístico-gramatical,
2. la competencia discursivo-textual,
3. la competencia sociolingüística y
4. la competencia estratégica.
79
3.2. Sociología del lenguaje y sociolingüística correlacional
Del mismo modo que parece del todo lógico que la antropología se interese
por los patrones comunicativos de las culturas que estudia, es completamente
comprensible que la sociología se haya preocupado por descubrir el papel que
ocupa y desempeña la lengua en las sociedades que son objeto de su atención.
80
truccura y en la organización de las sociedades. Los métodos utilizados para la
recogida y el tratamiento de los datos suelen ser de tipo cuantitativo, partiendo
de encuestas, preguntas en los censos o padron es, etc. También, por ello, se
conoce esta corriente como macrosociolingüística, haciendo referencia con este
término al hecho de que interesan los grandes procesos sociales. Para algunos
autores, este enfoque sería simple sociología y no sociolingüística en sentido
estricto. Sin embargo, las fronteras son muy difusas y vale la pena prestarle aten-
ción porque los estudios que se han realizado desde este enfoque pueden servir
de referencia para otros estudios más estrictamente sociolingüísticos. La sociolo-
gía del lenguaje ha investigado temas como a) los procesos de estandarización y
normalización de las lenguas en países en vías de desarrollo; b) la relación de
esos procesos con la constitución de las naciones o de los nacionalismos; c) los
efectos del contacto de lenguas y variedades en una comunidad; d) la distribu-
ción social del repertorio lingüístico de una comunidad, es decir, de las lenguas
y las variedades; e) la relación de esa distribución con la desigualdad social; e)
los fenómenos de bilingüismo y diglosia; f) la política lingüística que regula los
usos públicos -y educativos- de las lenguas y las variedades; g) las actitudes
respecto a las lenguas y a las variedades, es decir, los prejuicios -positivos o
negativos- lingüísticos; h) los efectos de las migraciones en la vida de las lenguas
y las sociedades, etc. J.A. Fishman (1972), uno de los máximos representantes de
esta corriente, distingue entre una sociología del lenguaje «descriptiva» y una
sociología del lenguaje «dinámica», y plantea como sigue los cometidos de una y
otra:
«[...] la sociología del lenguaje descriptiva se esfuerza por dar una respuesta a
la pregunta: é'quién habla (o escribe) qué lengua (o qué variedad lingüística) a
quién y cuándo y con qué finalidad?' La sociolingüística descriptiva trata de des-
velar las normas del uso lingüístico --es decir, los patrones sociales aceptados y
practicados en general- en comunidades y redes sociales mayores o menores.
[... ] la sociología del lenguaje dinámica se esfuerza por responder la pregunta 'éde
qué dependen las diferencias en los cambios de organización social del uso lin-
güístico y del comportamiento hacia el lenguaje?'.» (Fishman, 1972: 46-4 7 [T.A.])
81
que el fracaso académico de escolares procedentes de clases bajas o grupos étni-
cos marginados se debían a su carencia verbal (estos planteamientos, que criticó
duramente Labov, eran planteados básicamente desde la psicología a través de lo
que conocemos como teoría del déficit) . W Labov (1972) demostró con sus estu-
dios empíricos que la variedad hablada por escolares negros -llamada black En-
glish vernacular- era tan compleja como el inglés estándar, sólo que no era la
variedad que la escuela valoraba positivamente.
Una de las grandes aportaciones de esta corriente ha sido demostrar que la
variación no es caótica o que depende de demasiados factores para ser estudiada
(tal como se postulaba desde las teorías gramaticales), sino que la variación es
sistemática, se relaciona con factores sociales y puede ser descrita y analizada si
se adoptan los métodos y técnicas adecuados. En este sentido, en el seno de esta
corriente se han desarrollado propuestas metodológicas altamente especializa-
das que combinan técnicas cuantitativas informáticas (para correlacionar los datos
lingüísticos y las variables socioculturales) con técnicas cualitativas más semejan-
tes a las utilizadas por la antropología o la sociología (como la grabación de
entrevistas abiertas o de historias de vida).
«[ ...) la hipótesis desplegada con éxito por esta disciplina (...) dice que las
lenguas son estructuras ordenadamente heterogéneas donde las variables intrínse-
cas aparecen definidas por la covariación con elementos lingüísticos y extralin-
güísticos.
Supone esca hipótesis que la variación completamente libre es una circunstan-
cia que, al recibir análisis detenido, deja al descubierto el cumplimiento sistemáti-
co de ciertas reglas, de donde se desprende que la variación es parte integrante de
la estructura de toda variedad lingüística. Los factores que impulsan o determinan
esta variación son, además de los propiamente lingüísticos, de carácter social.»
(López Morales, 1989: 182-183)
Una versión radical de esta teoría llevaría a afirmar que la gramática de cual-
quier lengua debería incluir, entre sus reglas, reglas de variación que dieran cuenta,
justamente, de esa heterogeneidad intrínseca de las lenguas, ya no sólo como un
hecho empíricamente observable en la actuación sino como parte integrante de
la competencia lingüística (López Morales, 1989: 188).
82
El interaccionismo simbólico es una de las corrientes de la "microsociología"
que sitúa en primer plano el papel que desempeñan las interacciones en la vida
social.
«Este enfoque trata el uso lingüístico como algo, a fortiori, social y la sociedad
como un orden comunicativo e interpretativo. [... ] Trata el uso lingüístico como
un rasgo integral y activo de la vida social.» (Warson, 1995: 526 rr.A.])
E. Goffman (1971) plantea que hasta las conversaciones más informales pue-
den verse como rituales a través de los cuales nos presentarnos a nosotros mis-
mos, negociamos nuestra imagen y la de las personas con quienes interaccionamos,
así como negociamos el sentido y el propósito de nuestras palabras y acciones.
Propone un doble nivel de análisis: el primer nivel, o nivel sistémico, se ocuparía
del estudio de la organización, que se lleva a cabo, básicamente, a través de la
gestión de los turnos de palabra; el segundo nivel se refiere específicamente a los
ritos de la interacción que son un reflejo de las relaciones sociales.
Respecto a la gestión de los turnos, una buena parte está dedicada, según este
autor, a lo que él llama el bricolaje interactivo, que consiste en poner en funcio-
namiento un conjunto de estrategias encaminadas a hacernos entender (autofa-
ci/itación) y a entender a los demás (heterofacilitación). Ejemplos de estas
estrategias son la simplificación, la repetición, las preguntas aclaratorias, la re-
formulación, etc.7 En cuanto al segundo nivel, el ritual está presidido por dos
conjuntos de estrategias: unas encaminadas a la no invasión del territorio del
otro y otras encaminadas a la conservación de la propia imagen. Quienes inte-
ractúan van produciendo movimientos orientados por este conjunto de finalida-
des. Esta actividad verbal interactiva está presidida, en gran medida, por rutinas,
y depende del conocimiento previo el que puedan ser producidas e interpretadas
de forma adecuada a la situación concreta en que se dan.
7
Estas aportaciones han sido utilizadas con gran acierto desde 1a enseñanza de lenguas extranje-
ras, especialmente por un grupo de estudiosos suizos entre quienes destaca Bcrnard Py (véase, a
modo de ejemplo, su artículo de 1996).
83
La etnometodología parte de la constatación de que los seres humanos parti-
cipan de forma regular en múltiples circunstancias que poseen una estructura
compleja y elaborada que requiere toda una serie de conocimientos previos y
que pone en funcionamiento «un bagaje de expectativas como un esquema para
la interpretación» de lo obvio, de lo que «se ve pero no se nota» (Garfinkel,
1964: 2 [T.A.]). Las personas participan utilizando métodos que dan sentido a
las diferentes actividades que realizan. Desde esta perspectiva, se plantea que la
realidad social se construye, se (re)crea, se mantiene y se cambia a través de las
interacciones en que las personas se involucran en el día a día.
8
Garfinkel (1967) lo expresaba muy gráficamente con el siguiente enunciado: «to do interaction
is to tell interacrion» (algo así corno llevar a cabo una interacción es decir una interacción).
84
se orientan hacia contextos sociales y evocan esos contextos.» (H uchtby & Drcw,
1995: 183-184 [T.A.J
85
7. La duración de una conversación no se especifica previamente.
8. Lo que dicen los hablantes no se ha especificado previamente.
9. La distribución de los turnos de palabra no se ha especificado previamente.
1O. El número de hablantes puede variar.
11. El discurso puede ser continuo o discontinuo.
12. Existen técnicas para la distribución de los turnos.
13. Se utilizan diferentes unidades formales de construcción de los turnos (una
palabra, una frase, una oración, etc.).
14. Existen mecanismos para reparar los errores o las transgresiones en la toma
de la palabra.
En ese ejemplo se puede observar como en (1) se abre un par adyacente que
no se cierra hasta (6), y en medio de esos dos turnos se producen otros dos pares
adyacentes: (2)-(3) y (4)-(5). Se supone que de no darse (6), antes o después, el
intercambio resultaría algo extraño y posiblemente A insistiría hasta conseguir
una respuesta o pensaría que algo no funciona.
Otros temas que han merecido el interés de este enfoque son, por ejemplo,
los solapamientos (dos o m ás personas hablando a la vez en una misma conver-
sación), los silencios, las interrupciones, el mantenimiento y el cambio de tema,
las rutinas para iniciar y para acabar una conversación, las técnicas para reparar
las "disfunciones" conversacionales (por ejemplo, silencios, solapamientos, inte-
rrupciones, malentendidos... ). En definitiva, toda una serie de fenómenos que
constituyen lo que podríamos llamar la "mecánica" conversacional y de los
que depende, en gran medida, el éxito o fracaso de los intercambios comunica-
tivos que nos permiten llevar a cabo nuestras actividades cotidianas y darles
sentido.
86
3.4. Sociolingüística interacciona!
87
En las interacciones comunicativas, los interlocutores continuamente eligen
entre las posibilidades que les ofrece su repertorio verbal y no verbal. Esa elec-
ción -controlada o no de forma consciente- se produce en todos los niveles
(prosodia, morfosintaxis, léxico, gestos, etc.) y es portadora -además de su sig-
nificado referencial- de un sentido que se le otorga por su uso social. Por lo
tanto, es necesario conocer las convenciones -un conjunto de indicios que per-
miten la continua contextualización de lo que se está diciendo- que regulan esas
interpretaciones, basadas en supuestos socioculturales y que hacen posible for-
mular hipótesis sobre las intenciones de quienes nos hablan, a la vez que nos
permiten formular enunciados que contengan los indicios adecuados para su
interpretación de acuerdo a nuestras propias intenciones.
88
3.5. Psicolingüística
9
Obras básicas para encender la influencia de la psicolingüística en los enfoques comunicativos
de la enscfianza de las lenguas son J.P. Bronckarr (1985), J. Bruner (1 984), H. Horman (1976), A.R.
Luria (] 979, 1980), L.S. Vygostky (1 9 79, 1986)J.V. Wcrtsch (1985).
89
tres aspectos, sin apenas dar cabida a la interacción y a la creatividad por parte
del alumnado.
90
perder en el lenguaje interior. Ontogenéticamcnre, el lenguaje es un instrumento
de comunicación. Ésta es su función principal, y sobre ella se modelan los demás.»
(Silvestri, 1993: 36)
91
4.1. La retórica: persuadir y convencer
92
l. de ethos, persuasión basada en las cualidades del orador,
2. de pathos, persuasión que se basa en la reacción del auditorio, y
3. de prueba lógica, basada en la argumentación.
En cuanto a la organización interna de los discursos persuasivos, considera
que deben respetarse las siguientes partes:
l. El exordio o proemio: es la introducción, en la que se tiene que captar la
atención y la "benevolencia" del :mditorio.
2. La narración o exposición de los hechos o temas, en la que se presenta
aquello sobre lo que se quiere convencer o persuadir a la audiencia.
3. La argumentación propiamente dicha, en la que se presentan las pruebas
(técnicas y no técnicas) a través de diferentes tipos de argumentos para
convencer.
4. El epílogo o conclusión, parte final en la que se "recapitula" o se resume lo
dicho y se "mueve a los afectos" del auditorio.
Pronto la retórica pasaría a formar parte de la educación de los hombres
libres (Quintiliano), en parte por su funcionalidad en la vida pública y, en parte,
por concebirla como esa forma de alcanzar la bondad y la verdad a la que nos
referíamos antes.
Durante la Edad Media, al reducirse la vida pública debido a nuevas formas
de organización social y política más totalitarias, la vida de la retórica se restrin-
ge considerablemente. Aun así, forma parte del Trivium junto con la gramática y
la lógica, y sus enseñanzas se siguen practicando en los sermones de una parte de
los eclesiásticos (otros la desecharían por sus raíces "paganas") y en los actos
públicos de ti po jurídico. Más tarde, la retórica aportaría su completo bagaje
analítico al mundo de la filología y especialmente al ámbito de la teoría literaria
y del comentario de textos.
En la actualidad, asistimos a una recuperación de la retórica desde diversos
campos. La importancia que, de nuevo, ha adquirido la palabra dicha y la vida
pública, el debate político y social, la propaganda de todo tipo, a través princi-
palmente de la influencia de los medios de comunicación de masas y de la vida
democrática, ha puesto de nuevo sobre la palestra la necesidad del buen manejo
de los recursos verbales y no verbales y su articulación en la producción e inter-
pretación de los mensajes. La teoría de la argumentación (Perelman y Olbrechts-
Tyteca, 195 8), la semiótica textual (Eco, 1976, 1979; Greimas, 1976), la
orientación retórica de los estudios semiológicos sobre la imagen (Barthes, 1964;
Durand, 1970; grupoµ, 1992) y sobre la publicidad (Lomas, 1996) y, en gene-
ral, lo que se conoce como la nueva retórica son algunos ejemplos de la actuali-
dad de esta disciplina que ha ampliado sus intereses desde aquellos tres tipos de
discursos muy formales e institucionales hasta los discursos más comunes de la
vida cotidiana, como la publicidad o el lenguaje ordinario.
93
Actualmente, el crecimiento de los estudios retóricos ha originado sugerentes
alianzas: ante todo con los estudios jurídicos, en la línea de la más antigua voca-
ción retórica; después, con la poética y con la estilística, copartícipes, aunque con
forma y condición diferentes en el tiempo, de las fortunas e infortunios de la
retórica; con los análisis pragmáticos del discurso, con las orientaciones más re-
cientes de la lingüística textual, con la hermenéutica, con las distintas semióticas.»
(Mortara Garavelli, 1988: 11)
Durante la primera mitad del presente siglo, y como respuesta a las larga-
mente mantenidas afirmaciones sobre la primacía del pensamiento sobre el len-
guaje o a las posiciones del positivismo lógico respecto a las condiciones de
verdad o falsedad como las únicas que permitían evaluar si un enunciado tenía
sentido, surgen voces -como las de Wittgenstein o Austin- que plantearán, de
forma contundente, otras maneras de entender el uso lingüístico y la creación
del significado. Es lo que se conocerá como pragmática12, término que C.W
M orris (1938) acuñó en su sentido moderno como el estudio de los signos en
relación con sus intérpretes.
11 A modo de ejemplo, véanse los trabajos de Alcalde (1996), Cros y Vila (1995a, 19956), Mar-
ten un acceso a esta disciplina. Véanse, por ejemplo, Bertuccelli (1993), Escandell ({1993} 1996),
Leech (1983), Levinson (1983), Mey (1993), Reyes (1990, 1995) y Valdés Villanueva (1991).
94
apropiarse de una serie de conjuntos de reglas que nos permiten llevar a cabo
diferentes juegos de lenguaje. Aprendemos cómo se compra y se vende, cómo se
regaña, cómo se pide perdón, cómo se ofrece, cómo se rechaza, cómo se halaga,
cómo se muestra modestia, etc.
«La expresión «juego de lenguaje» debe poner de relieve aquí que hablar el
lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida.
Ten a la vista la multiplicidad de juegos de lenguaje en estos ejemplos y en
otros:
Dar órdenes y actuar siguiendo órdenes-
Describir un objeto por su apariencia o por sus medidas-
Fabricar un objeto de acuerdo con una descripción (dibujo)-
Relatar un suceso-
Hacer conjeturas sobre el suceso-
Formar y comprobar una hipótesis-
Presentar los resultados de un experimento mediante tablas y diagramas-
Inventar una historia y leerla-
Actuar en teatro-
Cantar a coro-
Adivinar acertijos-
Hacer un chiste; contarlo-
Resolver un problema de artimética aplicada-
Traducir de un lenguaje a otro-
Suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar.
[... ]
Ordenar, preguntar, relatar, charlar pertenencen a nuestra historia natural tanto
como andar, comer, beber, jugar.» (Wittgenstein, 1953: 39-40 y 43)
95
dad- que se han de producir para que esa expresión provoque los efectos que
pretende. Algunas de esas condiciones son que quien emite esa expresión tenga
la autoridad de nombrar presidente a alguien, que quien recibe ese enunciado
sea susceptible de ser nombrado presidente y que se diga en un lugar y en un
momento apropiados para que ese nombramiento tenga efecto. Si todas estas
condiciones se producen, entonces el "estado del mundo" cambia y ese enuncia-
do resulta feliz, exitoso.
Así, al principio, Austin distingue entre enunciados constatativos -los que se
pueden someter a pruebas veritativas- y enunciados realizativos -aquellos que
tienen éxito o fracasan-. Pronto, sin embargo, el filósofo extenderá su visión
afirmando que siempre que emitimos expresiones estamos realizando algo con
nuestras palabras, y formulará su teoría de los actos de habla. Esta teoría ha sido
posteriormente desarrollada por J. Searle (véanse, a modo de ejemplo, sus traba-
jos de 1964, 1969 y 1975). Según Austin, al hablar se producen tres actos:
El acto locutivo, la emisión de una oración con un significado literal determi-
nado por las palabras que se dicen y su combinación.
El acto ilocutivo, lo que se hace al decir ese enunciado, gracias a una fuerza
ilocutiva que acarrean las palabras. Quien emite un enunciado, al hacerlo, se
compromete con la verdad de lo que dice, muestra sus emociones, promete,
agradece, exige, ofrece, bautiza, dimite, etc.
El acto perlocutívo, el efecto - verbal o no verbal- que la expresión emitida
provoca en la audiencia a la que va dirigida.
Desde esta teoría, se considera que todo aquello que podemos «hacer con las
palabras» se puede agrupar en los cinco grandes tipos de actos de habla (los
infinitivos que se ponen a continuación de cada tipo indican nombres de accio-
nes):
l. Asertivos: afirmar, anunciar, predecir, insistir...
2. Directivos: preguntar, pedir, prohibir, recomendar, exigir...
3. Compromisorios: ofrecer, prometer, jurar....
4. Expresivos: pedir perdón, perdonar, agradecer, felicitar...
5. Declarativos: sentenciar, bautizar, vetar, ...
Sucede, muy a menudo, que el significado literal - derivado del acto locuti-
vo- no se corresponde exactamente con la fuerza ilocutiva. Por ejemplo, una
oración interrogativa puede utilizarse no sólo para pedir información no conoci-
da, sino para realizar una demanda («¿Puedes acercarme ese libro?»), un ofreci-
miento («¿Quieres un poco más de ensalada?») o para regañar («¿os callaréis de
una vez?») 13 •
En el mismo sentido, se observa que una misma fuerza ilocutiva puede llevar-
se a cabo con enunciados diferentes, con actos locutivos distintos. Veamos los
ejemplos con que ilustra M. Bertuccelli (1993: 51-52) este hecho:
96
a) ¿Puedes prestarme tu coche?
b) ¿podrías prestarme tu coche?
c) Venga, ipréstame tu cochel
d) Quisiera que me prestases tu coche.
e) ¿Te importaría prestarme tu coche?
f) ¿y si me prestases tu coche?
g) Me avergüenza tener que pedirte que me prestes tu coche.
h) Te estaría infinitamente agradecido si me prestaras tu coche.
i) Hazme un favor, préstame tu coche.
97
incompetentes y "pesados", ere. En todos esos casos, falla en algo el principio de
cooperación. Ahora bien, a Grice le interesan especialmente un tipo de situacio-
nes en las que se viola una máxima pero no se deja de cooperar. Quien transgre-
de la máxima lo hace con la intención de que quien le escucha lo descubra y ese
descubrimiento funcione como un interruptor que desencadena un tipo especial
de inferencia -la implicatura- que no está basada en un enunciado al que le asig-
namos convencionalmente un sentido añadido, sino que ese significado "no di-
cho" depende del momento en que se produce. Por eso llama a esas inferencias
implicaturas conversacionales no convencionales. Veamos algún ejemplo:
«La teoría de la relevancia [...] se alinea claramente con aquellas teorías que
ponen el énfasis en la idea de que no hay una correspondencia biunívoca y cons-
tante entre las representaciones semánticas abstractas de las oraciones y las inter-
pretaciones concretas de los enunciados. [... ] la diferencia fundamental de este
modelo con respecto a otros radica en que pretende ofrecer un mecanismo deduc-
tivo explícito para dar cuenta de los procesos y estrategias que conducen desde el
significado literal hasta la interpretación pragmática.» (Escandell, {1993} 1996:
109)
98
alguien oye un enunciado ambiguo, por ejemplo, su mente no busca todas las
interpretaciones posibles, para luego decidir cuál de ellas puede ser la más apro-
piada, dada la situación en que se produce tal enunciado, sino que busca la más
accesible con el mínimo coste de procesamiento, porque considera que quien ha
producido ese enunciado lo ha hecho pensando que su interpretación se realiza-
rá de esa manera.
99
guen a buen término sin que exista demasiado desgaste entre los participantes.
Leech formula un «principio de cortesía» que formaría parte de la retórica
interpersonal, junto con el principio de cooperación, el de ironía u otros, y pro-
pone un conjunto de máximas de cortesía:
Brown y Levinson, sin embargo, no creen que la cortesía verbal pueda poner-
se en el mismo plano que el principio de cooperación. Por una parte, argumen-
tan que es un principio de carácter universal, pero, por otra, señalan que así
como el de cooperación es un principio sine qua non (en el sentido de que no se
puede producir una conversación si no se coopera mínimamente), las estrategias
de cortesía no siempre se producen (alguien puede decidir ser descortés o actuar
con grosería) y, además, en determinadas ocasiones ni tan sólo es apropiado ya
que puede ser mucho más adecuado ser directo porque no hay peligro de ofen-
der (por tratarse de relaciones muy familiares o extremadamente jerárquizadas),
o porque la situación así lo aconseja (como en el caso de pedir auxilio en caso de
peligro).
Estos autores plantean tres tipos de estrategias de cortesía, encaminadas a
compensar o mitigar los enunciados a través de los cuales se realizan lo que ellos
llaman «actos que amenazan la imagen»:
100
estorbe su atención. Es la esencia del comportamiento rcspemoso, del mismo modo
que la cortesía positiva es la esencia del comportamiento 'familiar ' y 'distendi-
do' .» (lkown y Levinson, 1987 : 129[T.A.])
H asta ahora, en los apartados tres y cuatro de este capítulo, hemos estado
exponiendo una serie de propuestas de explicación del hecho lingüístico surgi-
101
das de disciplinas no estrictamente lingüísticas. En este apartado, vamos a ocu-
parnos, por el contrario, de corrientes que han partido de la lingüística y que
han tomado como unidad de análisis el texto o el discurso. Algo común a ellas es
que, a medida que se han ido desarrollando, han visto la necesidad de recurrir a
las explicaciones que aportaban otras perspectivas, como las que hemos ido pre-
sentando en apartados anteriores, para poder dar cuenta de los fenómenos tex-
tuales y discursivos de una manera más cabal y completa.
14
Obras de referencia básica sobre la lingüfsrica del texro pueden ser, entre orcas, las de Adam
(1992), Beaugrande y Dressler (1981), Bernárdez (1982, 1995) van Dijk (1977, 1978)
102
nos permite realizar un resumen o una ampliación de un mismo texto: tanto el
texto fuente como su resumen o su ampliación mantendrán la misma macroes-
tructura, el mismo contenido básico. La superestructura, sin embargo, nos hace
descubrir el "esqueleto" del texto, su particular arquitectura, al margen de su
contenido, y es lo que nos permite asignar un texto a un tipo textual determina-
do: descripción, narración, etc. Además, hay que tomar en consideración las
condiciones pragmáticas de todo texto, es decir, sus características enunciativas
y sus finalidades: quién lo elabora, a quién va dirigido y qué se pretende con él.
Lo que confiere a l!I1 texto esa unidad de sentido es la coherencia. Para que
un texto sea coherente tiene que cumplir, según M. Charolles (1 978), cuatro
reglas:
l. Regla de repetición, cuya aplicación asegura que se mantengan algunos
referentes básicos.
2. Regla de progresión, cuya aplicación permite que se avance e n el trata-
miento de los temas o que se cambie de tema.
3. Regla de no-contradicción, por la que se evita la aparición de elementos
contradictorios no controlados.
4. Regla de relación, cuya aplicación conecta el contenido del texto con un
mundo real o imaginario en el que cobra sentido.
Esta propiedad semántica que debe poseer todo texto, la coherencia, se mani-
fiesta en el plano superficial a través de los mecanismos de cohesión, que son un
conjunto de piezas o estrategias que aseguran la aplicación de las reglas anterio-
res. Mecanismos de cohesión básicos son a) aquellos que aseguran el manteni-
miento de la referencia -las relaciones fóricas, la elipsis, la repetición, entre otras-,
b) los que permiten la progresión temática -la articulación entre la información
conocida y la nueva- y c) los conectores discursivos. A través de la correcta
utilización de todos estos recursos, el texto adquiere su peculiar textura, que le
hace consistente y característico. J.M. Castella (1992) presenta en el siguiente
esquema las correspondencias entre las reglas de coherencia y los elementos de
cohesión:
Articulación tema-REMA
Progresión Conectores (organizadores textuales)
Relación Conectores
103
temática que pueden presentar los textos (este autor identifica el término tema
con el concepto de información conocida y el de rema con el de información
nueva):
l. Progresión de tipo lineal: se parte de un primer tema y lo que se presenta
como información nueva (rema) se convierte en el tema siguiente (información
conocida) al que se le atribuye otro rema, que a continuación se convierte en
tema, etc.:
Tl • Rl
j,
T2 • R2
l
T3- • R3-...
~ TO (hipertema)
Tl • Rl l~~
T2 • R2
T3 • R3
15 Se pueden encontrar ejemplos de estos tres tipos de progresión temática en Castella (1992) y
en Zayas (1993).
104
independientemente del contenido (es decir de la macroestructura} de la narra-
ción, aun cuando veremos que las superestructuras imponen ciertas limitaciones
al contenido de un texto. » (van Dijk, 1978: 142)
Veamos los esquemas que este autor propone para dos tipos de texto, el
periodístico y el narrativo.
discurso periodístico
/
--
sucesos prev10s
historia
~
ante-
- - - - - - - - - - - \ exp~c~ ~ación
sucesos
-------
sucesos
actuales
~ ----------
consecuencias
sucesos/acciones
/
consecuentes
--- reacciones
(orales)
--
cedentes ~
directos explicación sucesos principales
antecedences
generales
-------
contexto
actual
(van Dijk, 1978: 70)
--
trama
historia
~------
narración
evaluación
moraleja
_;;.--
marco ---
episodio
----
suceso
---- -----
complicación resolución
(van Dijk, 19 78: 156)
105
Evidentemente, resulta difícil encontrar textos "puros" en cuanto a su super-
estructura esquemática. Lo más habitual es que -al igual que se planteaba al
tratar los tipos de progresión temática- en un texto se combinen varios tipos de
esquemas, si bien, puede existir un tipo dominante. Para dar cuenta de la com-
plejidad estructural que pueden presentar los textos, se ha acuñado la noción de
secuencia. Así, un texto puede tener, por ejemplo, un secuencia de base narrati-
va, pero en su interior, pueden aparecer secuencias descriptivas o argumentati-
vas, etc. En este sentido, Adam y Revaz (1996) proponen como ilustración el
análisis de la composición de un texto etiológico titulado "Cómo nacieron las
Islas Canarias". Este texto está compuestos por una entrada-prefacio + una se-
cuencia narrativa + una secuencia explicativa + una evaluación final.
Respecto a las condiciones pragmáticas, interesa todo lo que se refiere a la
situación de enunciación16 y a las funciones o finalidades que se persiguen con
un determinado texto. Interesa ver quién elabora el texto y de qué manera se
inscribe en él o se esconde o se borra, a través, por ejemplo, del uso de deícticos
de persona (pronombres) o de piezas modalizadoras; a quién va dirigido e, igual-
mente, si se alude a los destinatarios de forma explícita o si se esconde o se elude
su presencia en el texto. En cuanto a las finalidades o funciones de los textos,
entramos en el tema de los géneros, es decir, de la relación de los textos con la
realidad sociocultural, en cuanto que son acciones situadas en contextos especí-
ficos.
El impacto de la lingüística textual ha tenido en la enseñanza de la lengua ha
sido enorme, especialmente en lo que se refiere a todo lo que tiene que ver con
la elaboración y la interpretación de textos escritos. Como muestra de este im-
pacto baste con referirnos a los trabajos de H. Calsamiglia (1993), A. Camps
(1990, 1994), D. Cassany (1989, 1993), L. Alcalde (1996), A. Ramspott (1992,
1995), F. Zayas (1993 ), entre otros, así como las monografías que revistas espe-
cializadas han dedicado a este tema (véanse las monografías en Textos de Didác-
tica de la Lengua y la Literatura, 5 y 10, y Articles de Didactica de la Llengua i la
Literatura, 5). También esta perspectiva ha estado en la base de algunos de los
materiales institucionales elaborados desde la Generalitat valenciana a finales de
los años ochenta y principio de los noventa y que pueden verse reseñados en el
capítulo cinco ("Los materiales didácticos: análisis e instrucciones de uso"} de
este volumen.
Hace unas décadas se solía distinguir entre texto y discurso . El primer térmi-
no se utilizaba para designar el producto estrictamente lingüístico de la actividad
ción. Valga, al menos, la referencia a algunos títulos básicos, como los de Bajtín (1979), Benveniste
(1966-1974), Kerbrat-Orecchioni (1970) o Ducrot (1984), que han influido considerablemente en
trabajos posteriores.
106
verbal, mientras que el segundo se usaba para el resultado de situar un texto en
su contexto de producción y recepción. Esta distinción actualmente ya no pare-
ce pertinente, como se puede desprender de lo expuesto en la sección inmedia-
tamente anterior. También, durante un tiempo, se utilizó la expresión «análisis
del discurso» para referi rse a un grupo de estudiosos que se conoce como la
«Escuela de Birmingham» (Sinclair y Coulthard, 19 75}. Otros usos del término
discurso lo han asociado con las producciones orales, mientras texto se asociaba
con las producciones escritas. También el uso que permite el plural discurso /
discursos tiene una larga tradición de uso para referirse ya sea a estilos discu.rsi-
vos, a géneros o a configuraciones verbales que crean de forma sintomática for-
mas de acción o de pensamiento.
Actualmente, sin embargo, el sintagma análisis del discurso se utiliza como
una etiqueta de tipo general que recubre un campo de intereses y actividades
amplio que, básicamente, tienen en común el estudio de piezas de uso comunica-
tivo "auténticas". En cierto modo, tal como plantea J.J. Gumperz, se trataría de
la actividad pragmática que toma como objeto de interés el discurso: el uso
comunicativo qu e integra lo verbal y lo no verbal en situaciones auténticas de
producción e interpretación.
Tomado desde este punto de vista, el análisis del discurso describe más bien
una actividad de análisis para la que se recurre a aquellos instrumentos teóricos
y metodológicos que se consideren más apropiados para la tarea de explicación
e interpretación que se está llevando a cabo. Exige, pues, el conocimiento de
todas las disciplinas o propuestas a las que nos hemos ido refiriendo en este
capítulo y que permiten una aproximación adecuada al objeto de estudio: el uso
lingüístico.
En este sentido resulta sintómatica la aparición de un conjunto de publicacio-
nes, aparecidas a partir de los ochenta, como las de Gumperz (1982}, Bronckart
et al. (1985}, Brown y Levinson (1983}, los cuatro volúmenes que componen la
obra editada por van Dijk (1985), en la que se abordan de la mano de prestigio-
sos especialistas las diferentes áreas que abarca este campo de estudio o, más
recientemente, los tres volúmenes de Kerbrat-Orecchioni (1990-1994), el traba-
jo de Schiffrin (1994} o las publicaciones de Fairclough (1989, 1994)-represen-
tante de la corriente conocida como «Análisis Crítico del Discurso»-, obras, todas
ellas, con una clara voluntad integradora.
El análisis del discurso está teniendo una r epercusión importantísima en el
ámbito educativo (véase el trabajo de L. Nussbaum en este mismo volumen} ya
que ofrece un marco para observar, describir, analizar y transformar lo que suce-
107
de en las aulas, y porque permite plantear la enseñanza de las lenguas de forma
coherente y eficaz, poniendo el acento en los usos y sus funciones. A modo de
ejemplo baste citar los trabajos realizados por la escuela de Ginebra (Roulet,
1991), la obra de Cazden (1988) o las interesantes publicaciones de McCarthy
(1991) y McCarthy y Carter (1994).
Nos encontramos, pues, ante un momento de riqueza creativa en lo que res-
pecta a enfoques y disciplinas que permiten la descripción y explicación de los
usos lingüísticos y comunicativos. Este panorama no puede sino servir de ali-
mento y motivación para quienes nos dedicamos a la enseñanza de las lenguas.
108
111.2 La didáctica de la lengua: temas
y líneas de investigación e innovación
Luci Nussbaum
1. INTRODUCCIÓN
109
En las páginas que siguen intentaremos delimitar las funciones de la didáctica
de la lengua y señalar algunas de las líneas de actuación y de las grandes cuestio-
nes que son objeto de debate hoy en el ámbito de la enseñanza y el aprendizaje
de lenguas.
110
terreno de inter pretación y de actuación de la didáctica de la lengua. Así, esta
disciplina se construirá en un punto donde confluyen, en primer lugar, las expe-
riencias de enseñanza-aprendizaje; en segundo lugar, los saberes acumulados
respecto al uso de la lengua y respecto a cómo se apropian de dicho uso los
individuos y, en tercer lugar, los acuerdos entre profesionales. El profesor de
lengua no podrá, cuando realice sus propuestas de enseñanza, evitar ninguno
de estos espacios. En primer lugar, porque su programa de trabajo no podrá ser
un cúmulo de fórmulas aisladas o basadas, por ejemplo, en ideas del tipo «esto
funciona» o «los alumnos lo pasan bien», sino que tenderá a. ser una construc-
ción razonada que dé respuestas a las expectativas sociales y que se acople a
otras propuestas realizadas por los colegas del centro en la propia área de lengua
y en otras áreas del currículo. Además, respecto de otras materias escolares, la
lengua tiene la peculiaridad de ser a la vez objeto y medio de aprendizaje, vehí-
culo de todos los aprendizajes escolares, de evaluación de los mismos e instru-
mento de socialización por excelencia. Por ello, como señala Noguerol (1 995),
el profesor de lengua no podrá restringir su papel al ámbito exclusivo del aula,
sino que tendrá que actuar, en todo el centro educativo donde desarrolle su
trabajo, como mediador entre sus colegas y la comunidad de personas que traba-
jan en la didáctica de la lengua. Su carea será construir una programa de acción
encaminado tamo a mejorar y aumentar la competencia comunicativa de sus
alumnos como a facilitar las formas de comunicación en el centro y entre todas
las disciplinas. Siguiendo esta concepción, un enfoque comunicativo para la en-
seíianza de la lengua tendría que implicar a toda la institución y articular tres
ámbitos de discursos (Nogucrol, op. cit.}:
a. El de los individuos encargados de elaborar las propuestas de acción edu-
cativa, los proyectos de centro2 •
b. El de las relaciones entre docentes y alumnos en el aula.
c. El de los sistemas y medios de comunicación, entendidos como represen-
taciones del uso de la lengua y, por lo tanto, como prácticas de referencia
para los alumnos.
En estos tres ámbitos se producen hechos comunicativos de orden y finalida-
des distintos que la didáctica de la lengua debe conocer e interpretar para cons-
truir su propio discurso. En las páginas que siguen vamos a tratar sobre todo del
segundo y tercer planos, puesto que el primero tendría que surgir de las opcio-
nes que respecto de los otros ámbitos se realizarán en cada centro3 •
2
A mí entender, un proyecto curricular decento tendría que considerar una enseñanza integrada
de la lengua (o las lenguas del entorno) y de las lenguas extranjeras, lo cual facilitaría la transferencia
de competencias entre las lenguas y la toma de conciencia sobre determinados aspectos del uso del
lenguaje. Estas cuestiones, sin embargo, no se tratarán aquí.
' Quien desee profundizar en este sentido puede consultar el excelente trabajo de Nogueral
(1 995: 428-453).
111
3. EL DISCURSO COMO MEDIO DE APRENDIZAJE
112
sión al constructivismo que la didáctica de la lengua contemporánea comparte
los grandes postulados de esta teoría general que considera el aprendizaje como
un proceso interactivo a través del cual el individuo construye su propio conoci-
miento5.
En este sentido, el pensamiento de Vigotsky, al acordar un papel muy impor-
tante, en el desarrollo del lenguaje, a los factores sociales y a la interacción del
individuo con otros individuos es, hoy por hoy la hipótesis sobre apropiación de
lenguas que prevalece en didáctica de la lengua6 • Además, este punto de vista
enlaza con las concepciones sociopragmáticas del uso verbal (como, por ejem-
plo, las de Bajtín, coetáneo de Vigotsky) que sitúan el dialogismo y la interacción
en primer plano. Así, si consideramos que el discurso es sólo concebible en un
contexto determinado, con una finalidad precisa y con la presencia d e interlocu-
tores concretos -aunque sean hipotéticos- que ejercen su influencia e n la cons-
trucción d el sentido, el a prendizaje se entiende como un proceso en el que la
experiencia de los individuos entra en interacción con campos de conocimientos
y de competencias que les presentan otros individuos para realizar una tarea
concreta. La enseñanza-aprendizaje sería, pues, según estas ideas, un proceso en
el que un individuo se dejaría guiar por otra persona más experta para llevar a
cabo tareas que él mismo no podría realizar en solitario. Los esfuerzos para
regular el propio comportamiento con la ayuda del experto-docente estarían en
el origen de los aprendizajes. En este mismo sentido abunda Bruner (1996) cuando
señala que el aprendizaje se realiza en una búsqueda negociada del sentido y
mediante la torna de conciencia del proceso.
Al hilo de este pensamiento, el discurso generado en el aula será uno de los
puntos de mira de la didáctica de la lengua que se interesará así por poner de
relieve la incidencia crucial que tienen los formatos de comunicación o aquellas
situaciones pautadas (Bruner, 1983) en clase, que favorecen el aprendizaje en la
medida que el alumno toma conciencia de la tarea y de los papeles que en ella
tiene él mismo y el docente.
Veamos un pequeño ejemplo extraído 7 de la grabación de una clase de lengua
de primer curso de BUP. Se trata de una actividad de puesta en común de dos
tareas previas: los alumnos debían señalar las características de la oralidad a
partir del estudio de un texto -producido por un alumno de la clase- que había
sido grabado y transcrito y tenían que reformular los enunciados problemáticos
'El diseño curricular base fundamenta sus propuestas en esta teoría (véase Coll, 1986). Los
lectores del presente volumen hallarán en el mercado publicaciones como, por ejemplo, la de Aznar
(1992) que ofrecen síntesis de las distintas aportaciones a la constitución de esta teoría.
• Ello no implica que otras construcciones de carácter rnentalista sean totalmente rechaza bles.
Tal vez podrían integrarse en una construcción coherente, pero este debate no tiene cabida en estas
páginas.
7 Este ejemplo y los siguientes proceden del corpus del Círculo de Lingüística Aplicada de la
Universidad de Lérida. Para facilitar la lectura se han suprimido los símbolos de transcripción que
señalan algunas de las características de la oralidad (pausas, solapamientos, etc.). La inicial P indica
que el profesor toma la palabra. A, A2, etc. indica que la toman distintos alumnos. El texto subraya-
do corresponde a los enunciados que se perciben como problemáticos y a las soluciones propuestas.
113
desde el punto de visea del registro estándar. A lo largo de la secuencia de clase,
los alumnos seleccionan fragmentos que les parecen problemáticos, verbalizan
las razones de su selección y proponen soluciones que negocian con el profesor:
(1)
A - y la razón que inventó fue (palabra ininteligible) y todo eso
p - sí
A - pues yo he puesto y la razón que nos motivó a hacer este invento fue fue que se
celebró el décimo congreso
P - ¿qué problema lingüístico gramatical ves ahí? ·es decir, sí quieres cambiar es
porque te das cuenta de que esta oración no
A - porque esto de la razón que inventó
P - sí, ¿qué problema tienes?
A2 - la razón no inventa
P - exacto, la razón no puede ser el sujeto del verbo inventó porque la razón no
inventa, entonces ¿1a corrección que propones es la razón que nos motivó?
A - el invento fue que se celebró el décimo congreso
P - (ininteligible) a ver di
A - la razón por la que inventamos
P - la razón por la que inventamos, muy bien, entonces quitarías el pues (comen-
tario a propósito del uso de pues) más cosas sobre este párrafo?
A3 - la razón por la que inventamos este invento
P - inventar el invento no
A3 - bueno, por que lo inventamos fue porque se celebró el décimo congreso
P - (comentario a propósito del uso del relativo)
A4 - podría ser también al enterarnos de que se celebraba el décimo congreso
P - (comentario sobre la construcción sintáctica)
A4 - se celebraba el décimo congreso de inventores en Biesbaden Alemania nos
motivó a hacer nuestro invento
P - mm a ver
A - porque es que si pones esto, bueno es que está haciendo la razón, primero
dices la razón después dices motivó, quizás es lo mismo.
La actividad continúa con distintas propuestas hasta que, una vez que los
alumnos han detectado las distintas ideas que contiene el enunciado, el profesor
sugiere reconstruir el fragmento mediante oraciones simples y aconseja buscar
después el nexo lógico entre ellas. rnn qué sentido podemos considerar que el
formato de esta secuencia puede favorecer el aprendizaje? Señalemos sólo algu-
nos aspectos:
a. el alumno determina el tema, selecciona el fragmento que quiere comen-
tar, según su percepción de lo que es aceptable y de lo que no lo es. El
profesor intenta que el alumno tome conciencia de estas operaciones me-
diante preguntas reales;
b. a la conversación inicial se incorporan otras voces del grupo que muestran
así su motivación por la tarea en curso;
c. los alumnos se autoseleccionan, la palabra se distribuye de forma natural;
d. el profesor ayuda a focalizar el problema, pero no ofrece <<la respuesta
114
correcta», da opciones, hace comentarios laterales para aportar nueva in-
formación, pero deja a los alumnos la iniciativa para formular soluciones;
e. a pesar de los comentarios laterales del profesor, los alumnos continúan
focalizando el rema, hasta hallar una respuesta satisfactoria que permite
concluir la secuencia.
Todas estas características indican que el docente, incluso manteniendo el
papel que le otorga la institución como mediador del saber, organizador y eva-
luador, ha construido un marco en el que una de las características de la relación
pedagógica, la relación de asimetría docente-alumno (o experto-no experto), no
obstaculiza, como sucede a veces, la tarea en curso. El profesor ha programado
una actividad, pero deja un amplio margen de gestión temática e interlocutiva a
la iniciativa de los alumnos, marge n que es precisamente el que confiere a la
actividad su valor para el aprendizaje. Por otro lado, mediante tareas de este
tipo, tanto d e análisis como de producción, los alumnos muestran sus represen-
taciones del uso verbal, su conciencia sobre el lenguaje, sus estrategias para re-
solver problemas de lengua y sus capacidades reflexivas, aspectos todos ellos que
constituyen focos de investigación para la didáctica de la lengua.
Veamos ahora otro fragmento de una actividad de clase cuya finalidad de
reflexion sobre el uso verbal es aparentemente semejante a la anterior, puesto
que los alumnos, después de leer un texto, deben secuenciarlo para establecer
sus partes. La profesora pregunta a una alumna, la alumna responde indicando
un fragmento como constitutivo de una parte. La profesora no acepta la pro-
puesta de la alumna, es decir, evalúa negativamente, añade un cometario justifi-
cativo de su rechazo y formula lo que ella considera la respuesta correcta. Este es
el final del intercambío8 :
(2)
P - hasta año, bueno, 2el resto ahora estáis de acuerdo?
M - (voces solapadas ininteligibles)
P - a ver, vale, tampoco se trata aquí de imponer al personal las cosas, sino que
habéis de leer, empezamos una explicación y tal, Eva, no estas todavía conforme,
¿por qué?
A -yo continúo pensando que es hasta suf1ervivencia, pero si tú dices que no, pues
P - no, no, yo no digo que no porque sí, sino que te he dado las razones y foo son
suficientes?
A - sí
P - a ver, sigue, Pedro
115
que refleja el fragmento (2) puede tener su origen tanto en la estructura conver-
sacional que propone la profesora -pregunta-respuesta-evaluación-, por otra parte
muy frecuente en clase, que instaura una fuerte relación de asimetría, como en el
hecho de que la evaluación negativa agudice esta relación y sea interpretada por
la alumna como una agresión para su identidad y para su imagen social ante el
grupo, lo cual la mueve a no aceptar las explicaciones de la profesora, a no
querer profundizar en la cuestión planteada y a atribuir a la docente una cierta
personalidad autoritaria (sí tú dices que no). Sea como sea, es evidente que los
planteamientos de enseñanza no pueden evitar el hacer frente a cuestiones rela-
tivas a la construcción de las identidades individuales y de las relaciones sociales
en clase.
Dentro de este interés por el análisis del discurso en el aula, la didáctica de la
lengua se ha preocupado también por explorar el trabajo entre iguales (alumnos
en pareja o alumnos en grupo). En efecto, los enfoques cooperativos otorgan
una gran importancia a este tipo de organización del trabajo en el aula, puesto
que se ha observado que éste aumenta las posibilidades de participación de los
alumnos -siempre reducidas en el trabajo colectivo en clase- y favorece el inter-
cambio de saberes y competencias. Igualmente, los enfoques comunicativos por
tareas o por proyectos preconizan el agrupamiento entre iguales en el aula por-
que la lengua se convierte a la vez en objeto para ser tratado y en medio de
acción. Además, los alumnos se arriesgan como seguramente no lo harían ante el
docente o ante el colectivo, son capaces de alternar los papeles de experto-no
experto, reforzar los procesos de control y apoyarse mutuamente para construir
y compartir sus conocimientos, como podemos observar en el ejemplo siguiente,
fragmento de un trabajo en grupo en el que los alumnos tienen que clasificar
pequeños textos según el orden cronológico en que creen que han sido escritos:
(3)
AS - éste es el más antiguo
A - fa ver?
AS - el otro, espera, es más nuevo
Al - la más antigua9 es
AS - ¿cuál es la más antigua?
A - fa que es la b? la bes antiguo
A4 - porque lo dicen muy así, muy
A2 - por las palabras
A- sí
Al - ¿qué palabras, tía?
A-muy, muy
A2 - muy cultas
A- eso
Al - vale, pues la be es
A3 - es la más antigua
• El cambio de género se debe, sin duda, a la alusión a la letra que designa a cada texto.
116
En esta pequeña secuencia de apenas 30 segundos, los alumnos son capaces
de ponerse de acuerdo sobre un criterio de clasificación de los textos, precisan-
do el léxico adecuado para el criterio (palabras muy cultas) y lo hacen además de
forma coordinada, casi como en una sinfonía, utilizando sus propias maneras
de decir. El análisis del discurso generado en pequeños grupos o en pareja hace
accesible al docente-investigador el camino que recorren los alumnos para reali-
zar la tarea, los conflictos sociocognitivos que ellos mismos deberán gestionar y
resolver, sus representaciones sobre la tarea y sobre el lenguaje y su uso, aspectos
todos ellos que no suelen ser tan claramente observables en situaciones de traba-
jo colectivo en el aula.
Es importante reco rdar que, a pesar de las ventajas que supone el trabajo en
grupo para el aprendizaje, éste puede hacer emerger fricciones en el terreno de
las relaciones sociales entre los individuos y, por lo tanto, resistencias ante este
tipo de organización.
Por otra parte -y esta consideración es válida tanto por lo que atañe al traba-
jo en grupo como por lo que respecta al trabajo colectivo-, es habitual que un
alumno no indique verbalmente que está focalizando un determinado terna, rea-
lizando hipótesis sobre el funcionamiento de la lengua o planteando soluciones
a los problemas; ello no significa, sin embargo, que no esté aprendiendo. No
obstante, hoy por hoy; la verbalización -oral o escrita- de las competencias y de
los procesos mentales parece ser el único medio de explorar el aprendizaje. Que-
da pendiente, pues, en el programa de la didáctica de la lengua, la determinación
de otras formas de detectar el aprendizaje así como la definición exacta de los
procesos, procedimientos, estrategias y métodos que intervienen en el aprendi-
zaje.
De todo lo dicho se desprende la importancia crucial del discurso generado
en el aula entre docente y alumnos y entre alumnos. El alumno de educación
secundaria llega al aula con una experiencia socíal, con unas capacidades de uso
de la lengua y con unas representaciones sobre el uso verbal que sólo podrán ser
transformadas en la medida que la acción educativa se sitúe en el espacio que
Vigotsky denomina zona de desarrollo potencial, es decir, el espacio entre lo que
puede hacer el individuo solo y lo que puede hacer con la ayuda de otro. Por lo
tanto, la didáctica de la lengua tendrá que ocuparse no sólo de determinar qué
competencias comunicativas es preciso desarrollar sino en qué formatos de inte-
racción éstas pueden progresar de manera más efectiva. Las programaciones por
proyectos, de las que hablaremos enseguida, caminan en este sentido puesto que
el aumento de las habilidades comunicativas se estructura en el seno de una
acción global en la que interesa sobre todo el proceso.
El estudio del discurso en el aula creció fundamentalmente en el ámbito de la
didáctica de las lenguas extranjeras. Actualmente, a parrir de la idea mayoritaria-
mente compartida según la cual cognición, interacción y aprendizaje se hallan
fuertemente relacionados, el análisis del discurso en el aula se dibuja como una
de las líneas de fuerza de la didáctica de la lengua, tanto para la investigación
como para las propuestas educativas concretas. La idea directriz es considerar
que toda intervención didáctica, además de precisar los contenidos que quiere
117
desplegar, debe tener en cuenta las formas de interacción en que esa interven-
ción va a desarrollarse y las formas de discurso que puede producir. El modelo
de la investigación-acción, del que vamos a hablar también más adelante y que
constituye una de las vías más efectivas de la innovación en didáctica de la len-
gua, considera en análisis del discurso en el aula como uno de los ejes de su
programa. A título de sugerencia proponemos a continuación una serie de pará-
metros que pueden ayudar a establecer los focos de atención para el estudio del
discurso en el aula, según los intereses de cada docente:
1. Aspectos interlocutivos, que hacen referencia a los aspectos mecánicos
que contribuyen a la dinámica del discurso:
a. relación entre distribución y gestión de los turnos de habla en clase y acti-
vidades programadas: cuándo, cómo y quién toma la palabra;
b. actividades interlocutivas realizadas por alumnos y docentes: preguntas,
respuestas, aportación de informaciones, marcadores de acuerdo o de des-
acuerdo, marcadores de cambio de actividad, de dirección temática, mar-
cadores de la actividad discursiva, etc.;
c. capital verbal de alumnos y docente (número de turnos de palabra en cada
actividad, longitud de los turnos en palabras y/o en tiempo).
2. Aspectos temáticos, referentes a los contenidos de enseñanza-aprendizaje:
a. quién propone los temas y subtemas, cómo se focaliza un contenido de
aprendizaje, cómo y cuándo se cierra una secuencia temática;
b. relación entre programación prevista y contenidos focalizados por el do-
cente y los alumnos;
c. secuencias en las que aparece elaboración de significados, resolución de
problemas congnitivos o de relación entre los individuos;
d. estrategias de facilitación de la compresión (repeticiones, perífrasis, pará-
frasis, cambios de registro, etc.).
3. Aspectos enunciativos
a. Registro, tono, variedades lingüísticas;
b. Posición del sujeto respecto de lo que se está diciendo (yo, tú, vosotros,
nosotros, ello, ellos);
c. marcadores de distancia o familiaridad (tú/usted; bromas, anécdotas, alu-
siones a vivencias comunes);
d. marcas de formas de modalización (esto es, sería, podría ser; a veces, nun-
ca, siempre) 1º.
Quisiéramos señalar que el estudio del discurso generado en el aula, además
de constituir una vía esencial para la innovación didáctica, puede ser, utilizado
como tarea de clase, un instrumento útil para la formación lingüística del alum-
10 Wajnryb (1992) propone, en este sentido, una serie de tareas de observación acompañadas de
unos dispositivos muy sencillos y fáciles de manipular que pueden ayudar a explorar de forma siste·
rnática el discurso generado en el aula de lengua. Aunque partiendo de estudios realizados con niños
menores a los que ingresan en la Educación Secundaria Obligatoria, en Tough (1979) se examinan
con detalle las relaciones entre uso lingüístico y aprendizaje y se proponen formas de actuar que
pueden ser útiles para el docente de otras edades educativas.
118
no quien podrá así reflexionar sobre sí mismo como sujeto hablante y, con la
ayuda del docente y de sus compañeros, proyectar una mirada evaluadora sobre
sus propias formas de hablar y sus competencias 11•
11
En Nussb:mm (1 995) se hacen algunas propuestas sencillas en este sentido, aplicables a las
cbses de lengua en la Educación Sccuncl:iria Obligatoria.
119
verbal e incorporan como eíe de la programación los procesos que van a desa-
rrollarse y las actividades que permiten acceder al aprendizaje.
En las programaciones por tareas o por proyectos (Camps, 1996, por ejem-
plo12), se representa la comunicación como una consecución de actividades que
pueden facilitar el aprendizaje de las convenciones comunicativas. Las activida-
des pueden ser de práctica de la comunicación o de reflexión sobre ella, pero
focalizarán, además de las cuatro destrezas, la capacidad de interpretar, producir
y negociar el significado. Las tareas que deben realizar los alumnos, para ser
significativas, presentarán una relativa familiaridad y, a la vez, una relativa difi-
cultad respecto de los conocimientos de los alumnos en el momento de llevarlas
a cabo. La secuencia de una programación por proyectos como los que hemos
mencionado contendrá, pues, todos los pasos que conducen al alumno desde un
estadio determinado de sus posibilidades a un grado superior por lo que respecta
a competencias comunicativas (en términos de Canale y Swain: competencias
lingüística, sociolingüística, discursiva y estratégica) y a habilidades (compren-
sión y producción respecto del uso oral y del uso escrito). En este sentido, una de
las líneas de búsqueda de la didáctica de la lengua es el establecimiento coheren-
te de las distintas fases de un proyecto y la determinación de la tipología de
tareas cognitivas y comunicativas que favorecen la apropiación del uso verbal.
Las muestras de uso verbal a las que el docente podrá recurrir para el desa-
rrollo de una secuencia de enseñanza serán, por un lado, las producciones de los
propios alumnos en todas las fases del proceso y, por otro, aquellos discursos (o
fragmentos de discursos) procedentes del entorno inmediato y de los medios de
comunicación que son, como se ha señalado, las prácticas de referencia para la
clase.
En la selección de materiales para explorar el discurso en el aula, dos son los
criterios que prevalecen: autenticidad y variedad, criterios con los que se preten-
de reflejar toda la complejidad y diversidad de discursos. Desde el momento en
que cualquier tipo de texto -y no sólo el texto literario o el texto con finalidad
estética- se puede considerar objeto de estudio, el docente está libre para ofrecer
a sus alumnos documentos que motiven su atención. Así, observamos que, para
el tratamiento de la oralidad, se proponen todo tipo de discursos posibles en la
vida cotidiana: conversación informal, transacción comercial, consultas, inte-
racciones de los medios de comunicación, conferencias, etc. Para el uso escrito,
hallaremos una gradación que irá desde textos muy codificados (como anuncios
de periódicos, menús, recetas, cartas comerciales, etc.) hasta textos más creati-
vos como el artículo de diario, la poesía o el cómic.
Mientras los enfoques lingüísticos (formales y analíticos) suelen proponer
una explotación que, partiendo de les unidades discretas permita reconstituir el
sentido (procedimiento denominado «de la base a la cima» o bottom-up), los
enfoques comunicativos proponen partir del estudio de los aspectos situaciona-
120
les (escenario, finalidades, participantes) para llegar a las unidades discretas (pro-
cedimiento llamado «de la cima a la base» o top-dow11 ). En una aproximación
comunicativa y funcional del uso del lenguaje, los aspectos relativos al sistema
de la lengua se considerarán sólo una parte de los muchos aspectos formales que
constituyen el discurso . Además el estudio de las operaciones men tales que su-
pone la interpretación del sentido (anticipación, reconocimiento, selección, in-
ferencia, interpretación, retención) aconseja proponer maneras de explotar los
documentos que favorezcan este proceso. Por ello las actividades combinarán
enfoques holísticos y atomísticos, según las necesidades de la tarea. Se trata de
ayudar al alumno a que descubra, a través de procedimientos de observación y
reflexión sobre los textos (mediante tareas como contextualizar, deslinealizar,
reordenar, reformular y, en general, manipular los producros lingüísticos), las
gramáticas de los distintos tipos de discurso y los indicios de contextualización,
es decir, las formas lingüísticas o paralingi.iísticas (entonaciones, gestos, disposi-
ciones tipográficas, selecciones léxicas, etc.) que actúan como pistas a través de
las que los hablantes construyen el sentido de los intercambios orales o escritos.
En las secuencias de enseñanza y en consonancia con la idea de proceso, la
evaluación constituirá sobre todo un instrumento que permita estudiar las moti-
vaciones y las actitudes, analizar las necesidades de formación, pronosticar y
diagnosticar los progresos de los alumnos, así como regular los procedimientos
de enseñanza-aprendizaje, en función de unos objetivos preestablecidos y de las
capacidades y destrezas individuales.
En las páginas precedentes, hemos intentado esbozar cuáles son las grandes
cuestiones que se debaten hoy para hacer avanzar la didáctica de la lengua; he-
mos visto que la constitución del campo remite de manera constante al aula y,
fundamentalmente, a la renovación y mejora de los procesos de enseñanza-apren-
dizaje: el terreno propio de la innovación en didáctica de la lengua es la clase.
No obstante, como bien es sabido, la innovación no puede constituir una acción
intuitiva y parcial, sino que tiene que partir de la descripción y la interpretacíón
de las realidades en su complejidad, según un determinado modelo, y proponer
intervenciones razonadas para mejorar la práctica en su contexto. Intentaremos
explicar estas restricciones.
En primer lugar, la misma noción de proceso de enseñanza-aprendizaje anuncia
que la innovación debe contemplar todos los aspectos -sociales, lingüístico-co-
municativos y cognitivos- de los discursos de la clase, que, como hemos visto,
p ueden determinar en gran medida la asunción o no de los objetivos de la ense-
ñanza. Ello indica, por lo ta nto, que la innovación será en cierta medida "local",
para contextos precisos. En segundo lugar, la interpretación es la única opera-
ción que da sentido a la realidad en la medida en que puede precisamente poner
en relación las partes del todo de la clase y detectar aquellas zonas conflictivas.
Ahora bien, esta interpretación no podrá ser un proceso aislado, sino que, inde-
121
fectiblemente tendrá que construirse en contingüidad o en oposición a otras
experiencias de interpretación que se han constituido previamente en teoría, en
hipótesis o, por lo menos, en preguntas sobre cómo es la realidad educativa. De
igual manera, las modificaciones de algunos aspectos de las fases educativas, los
cambios en los modos de intervención, se posicionarán respecto de la propia
realidad, pero también respecto de otras realidades. De ello se desprende que la
la innovación tendrá que apoyarse en experiencias y en construcciones razona-
das en el ámbito que hemos denominado al principio «el espacio de la comuni-
dad de didactas». Por otra parte, en un modelo de educación obligatoria que
pretenda dar coherencia a toda la formación escolar de los alumnos, no es posi-
ble concebir una innovación que restrinja su alcance a una sola clase. En este
sentido, pues, la renovación y el avance de las propuestas educativas tendrá que
construirse en armonía con otras decisiones que tome el centro educativo.
Podríamos decir que existe hoy un acuerdo mayoritariamente compartido
según el cual no se podrá separar innovación e investigación en el aula y que ésta
se constituirá en una secuencia que organice observación, análisis e interpreta-
ción de las realidades de clase, propuestas de intervención, acción educativa y
reinicio del proceso. Todo ello supone que no es posible hoy hacer una distin-
ción entre docente e investigador, por más que las actuales estructuras educati-
vas se resistan muchas veces a otorgar al docente la legítima y necesaria función
investigadora que conlleva, ante todo y como ya se ha señalado, el análisis críti-
co de las prácticas educativas y la búsqueda de formas adecuadas de interven-
ción. Así se supera también la dicotomía que, a menudo, se denuncia entre teoría
y práctica, entre docente e investigador.
La investigación-acción (observación, identificación de problemas, toma de
decisiones, intervención y evaluación) parece ser el modelo de innovación que
más responde a las necesidades de cambios educativos y, al propio tiempo, de
formación del profesorado, en la medida que focaliza la tarea educativa cotidia-
na, los intereses inmediatos de los docentes, se sitúa en paralelo con los procesos
de evaluación de la enseñanza-aprendizaje, establece nexos entre comprensión
de la realidad y acción educativa, desarrolla la conciencia crítica del profesorado
y le empuja a buscar respuestas en los saberes acumulados por la didáctica.
6. PARA NO CONCLUIR
122
III. 3 La didáctica de la literatura:
temas y líneas de investigacción
. .,
e 1nnovac1on
Teresa Colomer
123
de unas prácticas de enseñanza en el aula. A partir del análisis de estos elementos
pueden esquematizarse los grandes ciclos de la evolución de la enseñanza litera-
ria en los siguientes modelos didácticos1 :
Este modelo fue el vigente desde finales de la Edad Media hasta, práctica-
mente, el siglo XIX . No respondía propiamente al propósito de enseñar literatu-
ra, sino que ésta aparecía como una actividad de elocución que preparaba para
actividades profesionales (el sermón eclesiástico, el discurso político, la escritura
al dictado de clérigos, notarios o escribientes, etc.). Asimismo, se entendía que la
literatura proporcionaba también los valores morales que debían contribuir a
conformar la personalidad de los aprendices. La retórica educaba en el dominio
del textO y del discurso, mientras que la lectura de los clásicos griegos y latinos
suministraba tanto los referentes morales y discursivos compartidos, como las
posibilidades expresivas y aun las citas a utilizar en la construcción del texto.
124
1.3. La capacidad de interpretar el texto
125
mente, la presencia de los textos en las aulas y el acceso directo a ellos del
lector-aprendiz, mientras que el análisis científico de los textos a través
del comentario explicativo del enseñante pareció el instrumento didácti-
co más apropiado para revelar la literariedad de las obras y la función
poética del lenguaje.
Este modelo de formación interpretativa supone el referente inmediato de
los cambios actuales, si bien puede afirmarse que, en la práctica, ha venido fun-
cionando de un modo superpuesto al modelo historicista decimonónico. Algu-
nos de sus elementos, como la formación de la competencia o el acceso al texto,
continúan sólidamente consolidados en la didáctica actual de la literatura. Otros,
como su definición de literatura o la concepción del comentario de texto, han
sido duramente cuestionados: en el primer caso, por la continuación del debate
teórico sobre la definición del fenómeno literario al que nos referiremos a con-
tinuación; en el segundo, por una nueva concepción, tanto de lo que debe apren-
derse a través de los textos, como de la forma en que puede hacerse a la luz de
los avances psicopedagógicos de la última década.
126
la lengua oral, el dominio de la expresión, la relación con los mass media o la
lectura de la imagen, mientras que las clases pasaron a basarse en el aprendizaje
de la gramá tica descriptiva y en ejercicios comunicativos, extraídos de la ense-
ñanza de las lenguas extranjeras.
Desde la teoría literaria propiamente dicha, el estructuralismo, a parti r de las
premisas del formalismo ruso y del Círculo de Praga, propició la ruptura con la
enseñanza de la historia literaria. El Congreso de Cérisy-La Salle de 19 69, dirigi-
do por Todorov y Doubronski, acostumbra a tomarse como el inicio emblemáti-
co de este cambio. Sus actas (1971) constituyeron un punto de referencia ineludible
en el proceso que llevó a la creación del modelo didáctico centrado en la explo-
tación interpretativa del texto.
La investigación teórica francesa sobre la naturaleza del lenguaje literario
derivó hacia la semiótica y sus propuestas explicativas intentaron aplicarse, así-
mísmo, al comentario escolar de textos. Los instrumentos de análisis literario se
multiplicaron, además, con los provenientes de la reflexión sociológica aplicada
a la literatura. Así, desde la Universidad de Bourdeaux, Escarpit recogió la co-
rriente q ue va de Auerbach a Lúkacs y a la Escuela de Francfort, y, especialmen-
te, la obra de Goldmann sobre la relación entre literatura y estructuras
soci oeconómicas; mientras que, desde Liege, la literatura fue formulada por
Dubois como «institución» que se relaciona con las estructuras sociales del po-
der, corriente que se mezclará con otras derivaciones marxistas en los trabajos
de Bourdieu y de lo que ha venido a denominarse «sociocrítica», en autores
como Mitterand. La reflexión sociológica tuvo una gran recepción en la educa-
ción francesa que había cuestionado, corno en ningún otro país, la función social
de la enseñanza a partir del fracaso de las expectativas sociales en la escolariza-
ción de los adolescentes en la etapa secundaria. Finalmente, también debe seña-
larse corno referente en la innovación didáctica al grupo µ, en su recuperación
de la retórica para el análisis de la función poética del lenguaje.
Todas estas referencias hallaron su traducción didáctica a través de revistas
especializadas como Le Franc;ais au;ourd'hui o Pratiques. La estrecha relación
existente entre los movimientos de renovación pedagógica de nuestro país con
la producción educativa francesa introdujeron con regularidad todas estas apor-
taciones a la renovación de la enseñanza literaria. Así, las ideas básicas de las
poéticas estructuralistas y generativistas sobre la forma de abordar el texto lite-
rario desde su especificidad habían provocado también en España la instauración
del comentario de texto en la etapa secundaria (Correa y Lázaro,1 957; Lázaro,
1974), mientras que los trabajos de Propp (1971) sobre los cuentos maravillosos
y su extensión a los relatos de iniciació n de la novela juvenil (Goldstein, 1979)
obtuvieron una gran difusión en la práctica escolar.
El punto de partida del debate italiano puede situarse en la aparición, en
1972, de la Sintesi di Storia letteraria de Asor Rosa, donde se planteó el papel de
la literatura en la nueva escuela de masas. La crisis de la historia literaria y el
manual de literatura como ejes de la práctica educativa condujeron la polémica
italiana a través de dos líneas interrelacionadas de interés: por una parte, la
reflexión sobre la relación ideología/cultura y literatura/historia sociocultural
127
llevó, por ejemplo, a replantearse la enseñanza de la literatura en el interior de
una materia de "historia cultural" (Colombo, 1985). Por otra, el desarrollo
de nuevas perspectivas semióticas permitió la crítica a las anteriores traslaciones
educativas que fueron denunciadas como meros utillajes formales, inadecuados
para los fines educativos. En este camino, resultó fundamental la obra de Eco
que incorporó la relación entre el texto y el lector y abrió la puerta a la influen-
cia de las teorías sobre la recepción de la Escuela de Constanza, teorías que han
tenido una inflencia más tardía en los países mediterráneos, como más tardía ha
sido la influencia de Bakhtin y la de Lotman y la Escuela de Tartu en la continua-
ción del debate entre literatura y cultura.
Los movimientos de renovación italianos, con asociaciones como CIDI, LEND,
MCE y sus revistas y publicaciones correspondientes, han tenido también una
fecunda relación con los movimientos de renovación pedagógica de nuestro país.
La renovación de la educación lingüística se ha beneficiado sin duda de esta
relación y algunos aspectos de la nueva formulación de la educación literaria
-incluso esta misma denominación- pueden rastrearse en la influencia italiana.
Es el caso evidente, por ejemplo, de la entusiasta adopción de las propuestas de
Gianni Rodari (1973) para la renovación de la redacción literaria en la escuela
primaria. En la etapa secundaria, la influencia ha permanecido en un nivel teóri-
co -con Segre y otros autores como referente de autoridad- a pesar de algunos
artículos de síntesis del debate didáctico italiano sobre la enseñanza literaria en
la etapa secundaria (Campillo, 1990) y de la difusión de sus propuestas de pro-
gramación (Bertoni del Guercio, 1992). En cambio, recientemente, han empeza-
do a aparecer algunos materiales didácticos que vienen a coincidir con algunos
de los enfoques ya adoptados en la renovación de los manuales de lengua y
literatura de aquel país, tales como la vertebración de los aprendizajes a través
de los tópicos literarios universales_
La enseñanza de la literatura en los países anglosajones no ha estado progra-
mada tradicionalmente sobre el recorrido patrimonial de la literatura, ni se ha
basado en el uso del manual histórico. En los años setenta se trataba de una
enseñanza situada en una escuela pragmática, regida por la obra de Richards
(1924; 1929), expresión de la preocupación del New Crítícism y de la crítica
objetiva en el campo pedagógico, y volcada al clos reading. El aprendizaje de
habilidades de lectura y el análisis estilístico del texto prevalecían, así, sobre la
función ideológica de la literatura en la cultura y la educación. Por ello, la crisis
de la enseñanza de la literatura en los países anglosajones se produjo de un modo
bien distinto a la ruptura producida en los países latinos, donde, como hemos
visto, se había caracterizado por la insatisfacción por la focalización histórica, la
defensa del acceso al texto y la preocupación por los problemas ideológicos y
socioculturales derivados del fenómeno literario.
Los medios educativos de Gran Bretaña se vieron conmocionados por el im-
pacto de algunas obras, como la de Widdowson (1972), que situaba los cambios
didácticos derivados de las teorías lingüísticas en el contexto literario o la de
Fish (1980), que permitía relacionar la enseñanza con la crítica literaria a la luz
de la nueva dinámica sobre la recepción del texto. A pesar de ello, resulta evi-
128
dente que fue en los Estados Unidos donde se mantuvo un debate más intenso
sobre la ense11anza literaria. La obra de Roscnblatt (1978) tradujo las teorías
deweyianas al campo de la ed ucación literaria y desencadenó la reivindicación
de una enseñanza literaria centrada en la experiencia individu;:il de los estudian-
tes. Esta tendencia ganó adeptos ;:i fines de los años sesenta y supuso una fuerte
reacción al monopolio ejercido por el New Criticism en la escuela secundaria. El
Congreso de Dartrnouth, en 1966-67, expresó un nuevo acercamiento humanís-
tico a la literatura y abrió el camino a la difusión del «Response Centered Move-
ment» y de la crítica subjetiva (Holland, 1969). Lógicamente, las teorías
germánicas de la recepción fueron bien recibidas en este contexto, pero la ten-
dencia anglosajona les reprochó su circunscripción a la definición teórica de un
lector modelo y, por su parte, incluyó el interés por los procesos pisicológicos
del lector y el análisis de las respuestas específicas.
La atención a la respuesta subjetiva de los lectores y la evaluación de los
resultados del proceso educativo han sido dos temas especialmente desarrolla-
dos en el área anglosajona. Los artículos aparecidos en Research in the Teaching
of English, una de las revistas más significativas, es una buena prueba de este
predominio de intereses. También resulta innovador, desde la perspectiva de los
países latinos, la acentuación de la optatividad en los curricula de enseñanza,
tanto británicos como estado unidenses, así como el uso frecuente de las encues-
tas evaluado ras por parte de instancias exteriores al propio sistema educativo,
prácticas que se están introduciendo en estos momentos en nuestro país en dis-
tintos grados y en diferentes niveles educativos.
En definitiva, el camino recorrido por la teoría literaria en estas décadas en
su definición del fenómeno literario ha tenido múltiples consecuencias en los
planteamientos didácticos". En estos momentos, la concepción pragmática de la
literatura como forma de comunicación social no ha hecho sino incrementar los
hallazgos teóricos que justifican su importancia en la formación de las nuevas
generaciones. Nuestro siglo ha otorgado una atención creciente al protagonismo
del lenguaje como creación e interpretación de la realidad, y esa atención inclu-
ye, cada vez más, la mediación ejercida por la literatura en el acceso de los indi-
viduos a la construcción del pensamiento cultural. La literatura es vista así, no
simplemente como un conjunto de textos, sino como un componente del siste-
ma humano de relaciones sociales que se institucionaliza a través de diversas
instancias (la enseñanza, la edición, la crítica, etc.). La realización a través de
instancias supone un mecanismo de creación de imaginarios propia de los seres
humanos, no en tanto que seres individuales, sino como seres sociales, de mane-
ra que la literatura constituye un instrumento esencial en la construcción de ese
espacio más amplio que denominamos cultura.
En este sentido, la teoría literaria ha coincidido recientemente con la psicolo-
gía cognitiva y otras múltiples disciplinas en considerar la literatura como un
2
Entre los artículos que han tratado esta relación en nuestro país, véase Gonz:ílcz N ieto (1993 ),
Meix (19 94) y Etreros (1995 ).
129
instrumento social utilizado por los individuos para dar sentido a la experiencia,
para entender el presente, el pasado y el futuro, para iluminar su propia entidad
corno personas y como miembros de una colectividad, así como para explorar
los límites y posibilidades del lenguaje. El reciente interés por la narración, por
ejemplo, ha destacado que las narraciones se utilizan para detener el constante
fluir de los acontecimientos y otorgar sentido a la experiencia, de manera que,
como dice Hardy (1977), las historias que se ofrecen a los jóvenes pueden enten-
derse como una especie de mapas culturales que les permiten atribuir sentido al
.mundo de una forma coincidente con su cultura.
Así pues, la focalización sobre el texto llevada a cabo en la década de los
sesenta se ha ampliado, tanto hacia los factores externos del funcionamiento
social del fenómeno literario, como hacia los factores internos de la construc-
ción del significado por parte del lector. Se postula que los textos literarios no
presentan propiedades retóricas especiales -sino que, bien al contrario, la litera-
tura es capaz de englobar todo tipo de discursos- ni responden a un concepto
universal y objetivable de literatura, sino a un uso social de comunicación regido
por unas convenciones que regulan una relación cooperativa entre el lector y el
texto. Si el lector cuya colaboración se requiere es el alumno de la educación
obligatoria, la enseñanza de la literatura se ha visto enfrentada con mayor urgen-
cia a definir qué es lo que la literatura aporta a los adolescentes actuales y cómo
éstos pueden aprender las reglas del juego.
Hemos señalado que, bajo las nuevas perspectivas teóricas, se está produ-
ciendo en la enseñanza un retorno renovado a la afirmación del valor epistemo-
lógico de la literatura, a su capacidad cognoscitiva de interpretación de la realidad
y de construcción sociocultural del individuo. Pero el punto de partida se sitúa
ahora en las necesidades formativas de los alumnos y en la elección de los ele-
mentos teóricos que se revelen útiles para el proyecto educativo, y no, como
ocurrió en la década de los setenta, en la vulgarización de las teorías literarias
propias del saber académico. Si entonces los avances de la lingüística provoca-
ron, tanto la atención educativa hacia la expresión de los alumnos, como la
colocación del texto en el centro de la enseñanza, en los años ochenta el despla-
zamiento teórico hacia el lector y los avances de las disciplinas psicopedagógicas
han conducido a la preocupación por los procesos de comprensión y por la
construcción del pensamiento cultural. En este sentido, la sustitución del térmi-
no enseñanza de la literatura por el de educación literaria se propone explicitar
el cambio de perspectiva de una enseñanza basada en el aprendizaje del discente.
Este cambio de orientación didáctica ha producido diversas líneas de renovación
que señalaremos a continuación.
130
3.1. El acceso al texto
La reivindicación del contacto entre las obras literarias y las nuevas genera-
ciones en formación parte de la idea de que la comprensión y el placer obtenido
con su lectura desarrollarán la competencia literaria de los alumnos y alumnas.
La renovación didáctica producida al tomar el acceso al texto como punto de
partida puede verse, en primer lugar, en las nuevas formas de lectura adoptadas
por la escuela, en segundo lugar, en la introducción posterior de una nueva
concepción del uso de la escritura literaria y, finalmente, en la recuperación de
las formas orales de interpretación artística. Asimismo, el acceso al texto ha
fomentado la búsqueda de modos de familiarización y contacto de los alumnos y
alumnas con las formas actuales de producción y consumo cultural del fenóme-
no literario.
3
La penetración de esta línea de fuerza en la erapa secundaria puede verse, por ejemplo, en el
gran éxiro obtenido por la obra de Pennac (1992).
131
«Y nació entonces en nosotros la convicción de que como método inicial [...],
era preciso convertir al lector adolescente en colaborador, personaje, creador de
proyectos completivos vinculados con la obra, polemista comprometido, testigo
presencial, relator de gustos y vivencias, etc. En una palabra, establecer la vincula-
ción emocional entre el adolescente, centro de su mundo, y el libro que leía.»
(1978:27)
'Por ejemplo, aparecen muy a menudo nombres como Calvino, Buzzari, Moravia, Fournier,
London o Steimbeck. Las obras de Salinger o Golding, publicadas inicialmente para adultos, fueron
justamente un indicador del éxito que podían tener entre los adolescentes las novelas basadas en la
problematización del mundo por parre de jóvenes protagonistas.
132
La lectura más o menos libre de obras ha venido completándose en los últi-
mos años con múltiples actividades de animación a la lectura (comentarios co-
lectivos, presentaciones de libros, etc.). En este campo, la escuela se ha visto
implicada con los intereses editoriales que ofrecen programas completos de lec-
tura con actividades educativas a cargo de las editoriales. Los enseñantes se han
encontrado así en una situación un tanto ambigua en la que, por una parte,
pueden coincidir con los intereses del mercado, pero en la que, por otra, necesi-
tan desarrollar criterios propios de juicio para la valoración y utilización de este
tipo de obras.
El contexto de los años setenta puso en circulación entre los enseñantes los
conceptos de actividad, juego, expresión y creatividad. Aparte de la influencia de
las teorías generativas, la enseñanza de la lengua transformó sus prácticas influi-
da por las disciplinas psicopedagógicas, con nombres como Wallon, Winnicott,
Claparede o Freinet corno referencias. A la reivindicación del acceso directo a la
lectura del texto se unió, entonces, la del aprendizaje de la literatura a través de
la experimentación de sus técnicas y recursos por parte de los propios alumnos.
Los talleres literarios, en sus distintas formas, surgieron así como un instrumen-
to didáctico de primer orden en la enseñanza literaria.
La introducción de la expresión escrita como práctica creativa recogió, en
realidad, dos tipos de herencias didácticas distintas. Por una parte, puede verse
como la continuación de la antigua tradición escolar de escribir a la manera de.
Desde esta perspectiva, por ejemplo, se ha objetado que muchos ejercicios de
creación poética divulgados en la enseñanza no han hecho otra cosa que sustituir
el modelo de discurso de referencia romántica o simbolista por el modelo ins-
taurado por las prácticas surrealistas o de vanguardia. Por otra, se relaciona con
la pedagogía de la expresión libre que contempla la literatura como una fuerza
liberadora que permite desbloquear la creatividad personal. Así, Malineau (1975),
en la introducción de su propuesta de juegos poéticos afirma que se propone
«hacer que los niños reencuentren sus energías y sus formas de inteligencia atro-
fiadas, utilizar estas energías con finalidades creativas y darles los medios lin-
güísticos para que puedan expresarse».
Esta doble filiación remite a una tensión de fondo entre juego abierto y juego
regulado que subyace al discurso pedagógico generado durante las últimas déca-
das en la enseñanza literaria y que puede hacerse extensiva, en parte, a la polé-
mica sobre la lectura libre. Una parte de los argumentos se dirige a la defensa
radical del placer espontáneo y compartido de la palabra poética. Sus defensores
se mantienen imperturbables ante las críticas escolares sobre la falta de progra-
mación, sistematización y evaluación que suponen, ya que, como señala irónica-
mente Delas (1983) «ino se puede perder el tiempo cuando la imaginación toma
el poder!». Otra parte de los argumentos y de la práctica escolar se sitúan en la
perspectiva del juego regulado. Esta posición recoge el aspecto lúdico como
133
motivación, pero su objetivo real es el análisis y la apropiación de las técnicas
abordadas. En la contraposición que establece Delas se trataría de «la imagina-
ción «al servicio>• del poder del discurso».
Se puede objetar, siguiendo a Winnicott (1970) que los juegos organizados
son «una tentativa de mantener a distancia el aspecto atemorizador del juego»,
pero la polémica remite en definitiva a la distinción entre juego/trabajo y a los
límites de la institución escolar. Las propuestas de creación literaria en la escuela
adoptan inmediatamente características de juego regulado y establecen una ten-
sión entre su pérdida de promoción del deseo y. su ganancia en eficacia metodo-
lógica, eficacia que pasa por el intento de establecer objetivos lingüísticos y
literarios diversificados entre los distintos tipos de propuestas creativas. El énfa-
sis en la experiencia del placer del texto implica entonces un objetivo de domi-
nio de la lengua, del instrumento de representación de la realidad, del poder de
su efecto comunicativo y estético. La introducción de la creación literaria en la
enseñanza se justifica así, no en su efecto desbloqueador ni en la supuesta inme-
diatez de su gratificación, sino en su capacidad de permitir tocar la realidad de la
lengua, de acceder a su reverso y, en definitiva, de contruir un placer constituido
por la experiencia y el conocimiento.
Las técnicas de escritura creativa aparecieron en España, por una parte, en la
etapa primaria a partir de la pedagogía freinetiana basada en la producción del
texto libre y del impacto causado por la obra de Rodari y, por otra, a través de los
talleres para adultos de autores sudamericanos como el colectivo argentino Gra-
fein (1981). La difusión de los talleres literarios en la etapa secundaria se produ-
jo durante la década de los ochenta a partir de la experiencia de talleres por
géneros literarios realizada por Rincón y Enciso (1985) y ha estado presidida
por la influencia de obras de referencia como la de Queneau (1947) y los traba-
jos del grupo OULIP05 •
Las técnicas utilizadas mayoritariamente a partir de estos trabajos (Delmiro,
1994; Calleja, 1992; Moreno, 1989; Franco, 1988; Samoilovich, 1979, etc.)
pueden dividirse en tres grandes grupos según se refieran a la manipulación de
las obras (cambio del punto de vista, inversión paródica, etc.), a la creación
de textos originales a partir de algún estímulo o consigna (una asociación insóli-
ta de palabras, etc.) y a la creación textual a partir de modelos retóricos determi-
nados (un subgénero narrativo, el paso de un género a otro, etc.). Estas nuevas
prácticas educativas han tenido, sin duda, efectos beneficiosos en la enseñanza
literaria, entre los cuales pueden destacarse los siguientes:
propone experimentar reglas de construcción literaria que sustituyan a las anteriores, consideradas
caducas, a partir de nociones matemáticas, explotaciones no experimentadas de recursos anteriores,
etc. Hasta ahora se han publicado 3 volúmenes de la Bibliotheque oulipienne que agrupan las publi-
caciones regulares del grupo entre 1974 y 1987. L-i editorial Gallimard ha publicado también sus
dos títulos teóricos: Oulipo, en 1973 y Atlas de Littérature potentie/le, en 1987.
134
1. La aceptación generalizada de la necesidad de que los alumnos y
alumnas experimenten y disfruten personalmente con las posibilidades
creativas y subversivas del lenguaje.
2. La consiguiente apertura producida en el corpus literario tradicio-
nal que ha tenido que incluir texros poco frecuentes hasta estos aüos
- tales como la poesía vanguardista o los contemporáneos relatos de géne-
ro-, h a potenciado el uso de textos pertenecientes a distintas literaturas y
ha multiplicado el número de textos leídos.
3. La susritución de los limitados y rutinarios ejercicios sobre el texto
literario -el cuestionario de evaluación de la comprensión, la persecución
de metáforas y otras figuras estilísticas o la a plicación mecánica de los
criterios histórico-estilísticos descritos anteriormente por el profesor y el
libro de texto- por una amplia gama de operaciones de lectura, escritura
y oralización que, a través de montajes, exposiciones, etc., ha facilitado
tanto la relación con otras formas artísticas como el uso comunicativo de
los textos literarios.
135
catálogos, reseñas, colecciones, etc.-, la asistencia a representaciones teatrales,
la familiarización con las librerías y formas de venta comercial o el conocimiento
de la relación entre producción literaria y leyes del mercado. Se intenta así incor-
porar a todos los sectores sociales a las formas actuales de uso y disfrute de los
textos, al conocimiento crítico de su circulación social y, en definitiva, a la con-
textualización en las sociedades postindustriales de una literatura percibida por
los alumnos como algo eminentemente escolar.
6 Por ejemplo, las propuestas que incluyen textos literarios en Alvermann et al. (1990); Cairney
13 6
tipos de ejercicios que puedan contribuir a esa construcción compartida. La re-
presentació n gráfica, la discusión sobre elementos concretos (por ejemplo, la
coherencia sobre distintas posibilidades anticipativas o de desenlace), la traduc-
ción a otra lengua, la información puntual del enseñante o la comparación
-coincidente o contrastada, explícita o implícita- entre las obras leídas son vías
complementarias para que los estudiantes vayan construyendo su conocimiento
sobre el funcionamiento literario.
Recientemente, ha empezado también a incorporarse el uso de las nuevas
tecnologías en la enseñanza literaria. De este modo se ha producido, por ejem-
plo, la presencia de multimedias literarios en el aula, la experiencia de escritura
o lectura compartidas por distintos centros docentes a través de la interconexión
informática o Ja creación y uso de bases de datos sobre temas literarios perte-
necientes al imaginario colectivo.
Los distintos tipos de ayudas a la comprensión acostumbran a combinarse en
el interior de una unidad didáctica más amplia e igualmente variable. No cabe
duda, por ejemplo, de que las propuestas de secuencias didácticas basadas en
itinerarios de lectura literaria se inscriben en esta línea de construcción colectiva,
de comparación y contraste entre los textos (Díaz et al., 1994). O algunas pro-
puestas de planificación general de enseñanza de la lectura han incluido la lectu-
ra literaria en su definición de los distintos ámbitos de actuación (Charmeux,
1985; Colomer, 1991). Puede señalarse, también, el esquema de actividades an-
tes/durante/después de la lectura, ampliamente experimentado en las clases de
lectura del área anglosajona y trasladado a la literatura en las propuestas
de Benton y Fox (1985) sintetizadas en el cuadro siguiente:
Visualización Dramatización
137
3. LA PROGRAMACIÓN DE LOS APRENDIZAJES
/lengua i literatura nº 3 y varias descripciones sobre proyectos literarios en !os números 39, 26 y 14
de Aula de innovación educativa.
138
Podemos seflalar algunas de las ventajas del trabajo por proyectos en los aspectos
siguientes:
1. Integra los aspectos de acceso y disfrute del texto con las ayudas ::i
su comprensión y con el ::iprendizaje y ejercitación d e ::ispcctos literario s
concretos. Los tres tipos de actividades se producen al servicio d e un pro-
pósito unificad o, de manera que pueden ser percibidas po r los estudiantes
en el seno de una misma línea de progreso.
2. Interrelaciona las.actividades de lectura y escritura. Tanto si el p ro-
yecto prima la lectura (en una audición d e poemas, por ejemplo) como la
escritura (en la creación de una colección de cuentos terroríficos, ponga-
mos por caso), los alumnos se convierten en receptores y emisores de una
gran variedad de textos de y sobre la literatura que superan la divisió n
escolar tradicional entre la lectura del texto como algo externo y sancio-
nado socialmente, y la escritura como ejercicios fragmentarios y de escasa
elaboración.
3. Favorecen la asimilación de los aprendizajes. Los estud iantes re-
cuerdan mejor la lectura de textos determinados si se halla incluida en el
recuerdo global de un tipo de actividad extensa y con sentido propio. Así,
por ejemplo, se recuerda mejor la lectura de un poema a través de su
conexión con un itinerario de lectura que la realizada en un análisis pun-
tual en el aula.
139
char, por ejemplo, los aspectos comunes del lenguaje narrativo del cine y
de la narración literaria o los recursos compartidos de la canción moder-
na y la poesía 1írica. Desde la literatura, la oportunidad metodológica de
esta vía viene justificada por la creciente desafección de sectores impor-
tantes de los adolescentes actuales por las programaciones escolares, en
contraste con su amplio conocimiento de formas retóricas y de ficción a
partir de la presencia abrumadora de formas de consumo audiovisuales.
3. Un uso instrumental de la intertextualidad como recurso didáctico
para la comparación y contraste entre los textos, dotándolos así de la
contextualización que se considera necesaria para su comprensión lecto-
ra, contextualización que puede referirse tanto al propio código del au-
tor, como a su tradición literaria específica o a la producción artística del
mismo período en otras lenguas. Así formulada, esta práctica educativa
parece de escasa novedad respecto a los planteamientos teóricos tradicio-
nales, pero, en realidad ha sido un recurso muy poco utilizado en las
aulas, presididas por programaciones nacionales de estricto desarrollo li-
neal y enciclopédico.
140
ción progresiva de los objetivos anteriores. Por otra, abordan la necesidad de
crear un mapa mental de la información cultural del fenómeno literario, sin que
ello suponga el abandono de su inserción en la experiencia lectora. Para ello, es
imprescindible que el debate sobre la enseñanza de la historia se retorne con
seriedad en la definición de los contenidos de esta etapa. Es cierto que la progra-
mación histórica fu e acusada con fundamento de convertir procesos culturales
muy complejos en una narración concatenada y falseadora de simplificaciones,
pero también lo es que la mutilación del contexto histórico lleva a convertir el
texto en una rareza ahistórica, a juzgarlo desde los valores actuales y a mantener
a los estudiantes en una falta total de sentido del pasado. Parece, pues, urgente
elaborar un nuevo modelo didáctico de historicidad que relacione la literatura
con las otras áreas humanísticas y que se compagine con una muestra metodoló-
gica de diferentes e ntradas en lo literario para poder caracterizar, finalmente, los
objetivos de esta etapa.
Por otra parte, el protagonismo del aprendizaje otorgado a los estudiantes a
través de la comprensión y fruición progresivamente compleja de los textos lite-
rarios lleva, necesariamente, a la multiplicidad de opciones, tanto en el corpus
manejado, como en las actividades realizadas.
En lo que se refiere al corpus, si, por una parte, el criterio de selección debe
incluir siempre la capacidad Je los textos para relacionarse de forma intelectual
y afectivamente motivadora con la experiencia lectora y de vida de los alumnos,
por otra, fenómenos actuales, como la difuminación de las fronteras entre las
distintas formas artísticas (cine y literatura, por ejemplo}, o como la tendencia
hacia el juego literario con la tradición, han contribuido también a que la exis-
tencia de un corpus de estudio claramente definido se convirtiera en un objeto
disecado, incapaz de poner en contacto al lector con su realidad cultural. En este
sentido, la mención de las literaturas clásicas, de la literatura universal y de la
literatura juvenil en los currículos de la reforma educativa actual sancionan el
proceso de apertura de la enseñanza de las literaturas nacionales en la enseñanza
obligatoria. Cabe señalar, además, que, en España, una gran parte de las alumnas
y alumnos reciben la enseñanza de la literatura a través de dos áreas de lengua,
aparte de la lengua extranjera, de modo que la colaboración entre los docentes
de las distintas filologías y la coordinación de sus programaciones ofrece un
campo muy interesante para la diversificación del corpus.
En cuanto a las actividades, la reflexión psicopedagógica de los últimos tiem-
pos ofrece un amplio espectro de posibilidades organizativas y de tipo de ejerci-
cios que pueden facilitar la formación de lectores competentes. Si el papel del
enseñante es el de introducir a las nuevas generaciones en el uso y disfrute de la
comunicación literaria en nuestra sociedad, es evidente que la lectura y la escri-
tura literaria constituyen el núcleo de las actividades que deben realizarse. Es
preciso, sin embargo, distinguir entre distintos tipos de actividades. Unas, como
el fomento de la lectura o los montajes teatrales, se dirigen a la experimentación
de la comunicación literaria, a la formación de la autoimagen de los alumnos y
alumnas como lectores y a su conciencia de integrarse en una comunidad cultu-
ral. Otras, como el debate sobre las obras, los ejercicios de comprensión y expre-
141
sión sobre los textos o la explicitación de las reglas ofrecen las ayudas necesarias
para que los alumnos y alumnas sigan un itinerario de complejidad creciente en
su aprendizaje interpretativo. Finalmente, otras actividades, como la sistematiza-
ción de los elementos constructivos vistos o la ejercitación de recursos retóricos
segregan momentos de ejercitación y reflexión necesarios para los dos ámbitos
anteriores.
En la práctica, estos tres tipos de actividades pueden distinguirse sólo en
algunos casos o hasta cierto punto en la marcha cotidiana del trabajo escolar y
bien puede suceder que precisamente intenten fusionarse los tres niveles en acti-
vidades globalizadoras. Como hemos visto, el modelo didáctico en formación se
caracteriza por un amplio abanico de posibles concreciones tanto en el corpus
escogido como en las actividades de enseñanza, si bien los criterios didácticos
subyacentes han ido afianzándose hasta alcanzar un grado elevado de solidez y
consenso educativo. En definitiva, pues, podemos resunúr el sentido del cambio
didáctico realizado en la enseñanza de la literatura en estos últimos años en el
cuadro siguiente:
Tipos de actividades
142
CAPÍTULO IV
Enseñar lengua y literatura
en la educación secundaria
Orientaciones para la elaboración de proyec-
tos curriculares y programaciones de aula
Carlos Lomas y Andrés Osoro
]43
tablemente diversa entre unos y otros casos. Si en ese hipotético ejercicio de
análisis y observación pudiéramos contemplar cómo cada profesor o profesora
concreta y desarrolla ese proyecto curricular del área o esa programación de
aula, podríamos encontrarnos con estilos didácticos que parecen responder a
concepciones y finalidades radicalmente contrapuestas.
Por lo tanto, existe un amplio espacio de interpretación a partir de ese currí-
culo común y la opcionalidad que en él cabe afecta tanto al modo de entender la
actividad del profesor como al papel atribuido al alumno y a la representación
del mismo que subyace a cualquier propuesta de planificación de la enseñanza y,
sin duda, afecta al propio objeto de enseñanza: la lengua castellana y la literatu-
ra, en nuestro caso. Estos tres elementos (el enseñante, el alumno y la materia)
constituyen los vértices de lo que se ha llamado por algunos autores el sistema
didáctico y, como tal, el objeto central de las llamadas didácticas específicas (Coll,
1993; Bronckart y Schneuwly, 1991). Ese espacio, pues, que tiene como referen-
cia común el currículo prescriptivo y que puede dar lugar a prácticas muy diver-
sas y hasta contradictorias, constituye precisamente el espacio propio de la
didáctica de la lengua materna.
En este capítulo analizaremos cuál es, en el momento actual, el grado de
desarrollo de la didáctica de la lengua como disciplina autónoma e intentaremos
exponer cuál es su estatus en relación con las disciplinas de referencia que ac-
túan como fuentes del currículo (la didáctica general, la psicología y las ciencias
del lenguaje). Veremos después cómo los fines que se atribuyan a la enseñanza de
la lengua constituyen el elemento rector de cualquier propuesta para la enseñan-
za y el aprendizaje de nuestra área. Examinaremos a continuación la convenien-
cia de elaborar instrumentos de intermediación entre la teoría y la práctica que
faciliten las tareas de planificación didáctica y procuraremos ofrecer algunos
criterios para tomar decisiones relativas a los elementos que consideramos más
relevantes en el proceso de planificación: los fines, los contenidos, las activida-
des y la evaluación. Para finalizar el capítulo apuntaremos algunas ideas sobre
diferentes modos de organizar programaciones de aula que persigan de modo
coherente los fines que se asuman para la enseñanza de la lengua y de la literatu-
ra.
144
producen los procesos del aprendizaje y de la construcción Je! conocimiento,
bien la didáctica general, en su calidad de teoría general de la enseúanza, bien la
lingüística, que ofrecía modelos explicativos sobre el lenguaje que únicamente
debían ser trasladados o presentados a los estudiantes para que los estudiasen y
se ejercitasen en su aplicación.
El proceso de diferenciación de las didácticas específicas como disciplinas
autónomas es tan reciente que ni siquiera el objeto de cada una aparece clara-
mente del imitado y aún se discute, en ámbitos académicos, dónde se encuentran
los límites, las coincidencias y las discrepancias con otras disciplinas cuyo objeto
resulta similar o coincidente con el de las didácticas 1• Parece que, a este respecto,
comienza a consolidarse un cierto acuerdo (Camps, 1993:1; Bronckart y Schneu-
wly, 1991) en entender que el campo de la didáctica específica, la de la lengua en
nuestro caso, se define como un ámbito surgido desde la práctica y cuyo fin
último es el análisis de los fines, de los contenidos y de los métodos de la educa-
ción lingüística y la búsqueda de soluciones a los múltiples interrogantes con que
nos enfrentamos quienes enseñamos lengua y literatura.
1
Un número doble de Infancia y Aprendizaje (62/63) recoge las reflexiones de un cncuenrro
entre distintos profesionales de la educación cuyo objetivo era la discusión en torno a las coinciden-
cias y discrepancias entre didaccas de diversas áreas del saber y psicólogos.
145
Porque la psicología nos dice algunas cosas sobre cómo se produce el apren-
dizaje de las personas pero nada (o casi nada) dice sobre los fines de la educación
lingüística, sobre la adecuada selección de los contenidos del área, sobre los
métodos de enseñanza más idóneos o sobre el uso concreto que conviene hacer
de los diversos materiales didácticos en el aula. Por otra parte, las ciencias del
lenguaje se acercan a los problemas de la lengua y de la comunicación desde
diversas (y en ocasiones antagónicas) perspectivas pero en ningún caso se cons-
truyen con fines pedagógicos sino como teorías que aspiran a dar cuenta de la
estructura interna de las lenguas o de los mecanismos verbales y no verbales que
hacen posible el uso lingüístico y comunicativo de las personas. El saber de las
disciplinas lingüísticas es, en consecuencia, un saber orientado a la descripción
del aparato formal de la lengua o a la comprensión de los factores verbales y no
verbales implicados en la construcción del significado pero no un saber específi-
co orientado a ilustrar cómo se enseña (y cómo se aprende) una lengua. Es obvio
que, como hemos señalado en diversas ocasiones a lo largo y ancho de este libro,
algunas de sus aportaciones son de una enorme utilidad didáctica ya que ayudan
a comprender de una manera cabal el uso lingüístico y sus procedimientos dis-
cursivos. Pero también lo es que para enseñar (y para aprender) una lengua no
basta con el dominio de algunos conceptos gramaticales ni con el conocimiento
de unas u otras teorías lingüísticas. Si el objetivo esencial de la educación lingüís-
tica en la enseñanza primaria y secundaria es favorecer la adquisición de las
habilidades discursivas que permiten a las personas desenvolverse de una mane-
ra eficaz en ese mercado de intercambios comunicativos que son las sociedades
actuales, entonces enseñar lengua es algo más que enseñar lingüística o hacer
lingüística aplicada.
Finalmente, la didáctica aspira a constituirse, en su calidad de disciplina de
naturaleza pedagógica, en una teoría general de la enseñanza. Sin embargo, de la
enunciación de problemas comunes a la enseñanza y al aprendizaje de los conte-
nidos de las diversas áreas del saber no es posible deducir respuestas concretas a
los interrogantes específicos a los que aludíamos unas líneas más arriba al referir-
nos a los fines y contenidos de la educación lingüística y literaria y al modo más
adecuado de abordarlos en las aulas de la educación secundaria. No cabe, por
tanto, entender la enseñanza y el aprendizaje al margen de unos fines y de unos
contenidos concretos, en este caso al margen de los fines y contenidos del área
Lengua castellana y Literatura. En la medida en que aspira a ser un referente
para la práctica pedagógica en las aulas, la didáctica de la lengua y de la literatu-
ra debe evitar las formulaciones genéricas de cualquier didáctica general y tener
como referencia ineludible los fines de la educación lingüística y los contenidos
específicos del área y la voluntad de analizar cuáles son los métodos más adecua-
dos para favorecer las habilidades lingüísticas, discursivas, estratégicas y socio-
lingüísticas de los alumnos y de las alumnas.
Dicho de otra manera: una didáctica de la lengua y la literatura sólo es posi-
ble en la medida en que surge de la reflexión sobre las diversas prácticas de la
educación lingüística y literaria, se ocupa del análisis de los fines, los contenidos,
los programas y los métodos de enseñanza y aspira a ayudar a resolver algunas
146
de las dificultades con que nos encontramos quienes enseñamos lengua y litera-
tura. Por eso, la propia existencia de una didáctica supone una actitud crítica
respecto al estado actual de cosas. Como dicen Bronckart y Schneuwly (199 1),
«si toda didáctica es crítica, innovadora, combatiente, es porque la situación de
enseñanza a la que se dirige es considerada como problemática; la didáctica es
una respuesta a la insatisfacción frente al estado de las cosas. Esta insatisfacción
puede provenir de factores diferentes: constatación de fracaso manifiesto por lo
que se refiere a ciertos objetivos precisos; necesidad de modificar los objetivos
. para adaptarlos a una nueva situación social; necesidad de renovar los conteni-
dos o los métodos que progresivamente han envejecido y caducado; finalmente,
voluntad de integrar a la enseñanza los nuevos logros de las disciplinas de refe-
rencia. Cuando -cosa nada extraña- se combinan unos cuantos de estos factores,
la enseñanza de una materia se declara en crisis y la acción didáctica se hace
imperativa» 2 •
La larga cita precedente nos permitirá analizar brevemente hasta qué punto
la enseñanza de la lengua castellana y su literatura es merecedora de esa crítica
que convierte en imperativa la acción didáctica. Repasemos los factores que pue-
den suscitarla: en primer lugar, como indicábamos en el capítulo segundo de
este libro, si bien existe una coincidencia general en que la enseñanza de la len-
gua materna debe desarrollar las capacidades expresivas y comprensivas de los
alumnos y de las alumnas de niveles no universitarios, también es general la
convicción de que esos fines rara vez se consiguen: valga el ejemplo de la noticia
recurrente sobre la mala "clasificación" de los escolares españoles respecto a la
lectura o a la escritura o las también frecuentes declaraciones públicas de lingüis-
tas o académicos que denuncian la pobreza expresiva de las nuevas generaciones
de estudiantes3 •
En cuanto a la vigencia social de los objetivos tradicionales que guiaban la
enseñanza d e la lengua, la casi unanimidad sobre lo que sería deseable y el nota•
ble acuerdo sobre el fracaso sistemático en el logro de esos objetivos ponen de
manifiesto dos cosas: que la enseñanza de la lengua centrada en el puro conoci-
miento formal del sistema lingüístico y en el estudio también formal y diacróni-
co de las manifestaciones literarias no resulta un fin prioritario cuando se piensa
en términos de la formación básica de todos los ciudadanos y que, o bien las
prácticas pedagógicas siguen siendo deudoras de aquellos objetivos ya supera-
dos, o bien no encuentran el camino adecuado para lograr los nuevos fines. A
nuestro juicio, siguen teniendo, desgraciadamente, plena vigencia las afirmacio·
nes que hacía Bronckart hace más de una década: « La enseñanza de la lengua es
147
una de las prácticas pedagógicas más conservadoras y que con más frecuencia es
desviada de su objeto específico (enseñar a dominar el sistema de comunicación-
representación que constituye una lengua natural) a favor de finalidades vaga-
mente histórico-culturales». (Bronckart, 19 85: 7)
La necesidad de renovar los métodos tradicionales de enseñanza de la lengua
y de la literatura debería deducirse de las dificultades con las que nos encontra-
mos los enseñantes para lograr, a partir de nuestra formación filológica, el desa-
rrollo en nuestros alumnos y alumnas de esas capacidades comunicativas que
todos declaramos perseguir con nuestro trabajo pedagógico en las aulas. El cam-
bio de paradigma en la enseñanza de las lenguas, al que nos referíamos en el
capítulo segundo al hablar de los programas procesuales (Breen, 1987), se ha
manifestado con cierta pujanza en la enseñanza de lenguas extranjeras, pero
apenas ha tenido desarrollo en el ámbito de la enseñanza de la lengua materna, a
pesar de algunos intentos teóricos y prácticos para lograrlo (Siguán, 1995; Lo-
mas, Osoro y Tusón, 1993; Osoro, 1996, entre otros ejemplos).
Por último, la incorporación de las últimas aportaciones de las disciplinas
lingüísticas de referencia se revela como algo ineludible, pero dista mucho de
haberse logrado. Por una parte, como señala Camps (1993a), «conviven orienta-
ciones muy diversas en los estudios lingüísticos, lo cual hace extraordinariamen-
te compleja la relación de la enseñanza con las ciencias del lenguaje, dándose
además la paradoja de que el naciente predominio de las orientaciones discursi-
vo-comunicativas no se corresponde con la formación lingüística que se da en las
universidades, predominantemente filológica o estructuralista-generativista». Por
otra, algunas prácticas renovadoras no han logrado los frutos deseados, a pesar
de la buena voluntad que las animaba. Como reconoce Vila (1993a}, «en los
últimos veinte años, un sector de profesionales de la enseñanza de la lengua han
reivindicado los aspectos comunicativos implicados en el uso del lenguaje frente
a los análisis lingüísticos tradicionales. Sin embargo, los resultados de las prácti-
cas derivadas de estas concepciones no son satisfactorios».
La enseñanza de la lengua y de la literatura parece, pues, abocada a una
profunda renovación didáctica, en el sentido apuntado por Bronckart y Schneu-
wly; pero los problemas son muchos: insatisfacción con los resultados, perviven-
cia de prácticas tradicionales, apego a contenidos poco funcionales para los fines
que se plantean, necesidad de nuevos objetivos para la acción didáctica, dificul-
tades, en fin, para incorporar a la enseñanza las últimas aportaciones sobre el
uso lingüístico y la comunicación. La didáctica de nuestra materia está aún por
construir: no hay, por tanto, certezas, pero sí algunas ideas sobre cuáles pueden
ser los caminos más adecuados para el logro de los fines que perseguimos y
también alguna experiencia que invita a desechar, por inconvenientes, determi-
nadas referencias y algunas prácticas muy arraigadas en el ejercicio cotidiano de
nuestra profesión. Comencemos, en primer lugar, por indagar qué orientaciones
teóricas, procedentes de diversas fuentes, servirán mejor en nuestra opinión a
nuestros intereses.
148
2. ENTRE LA LINGÜÍSTICA APLICADA Y LA DIDÁCTICA PSICOLÓGI-
CA: EN BUSCA DE LA AUTONOMÍA INDISPENSABLE
' En otro lugar (Lomas, Osoro y Tusón, 1993) hemos expuesto con mayor detenimiento b
compleja y camh i<mte relación entre los estud ios lingüísticos y la enseñanza de la lengua. De igual
manera, en el capítulo tercero de este libro el lector dispone de una descripción de las diversas
t,orb s que s~ ocup:tn del uso lingüístico y comunicativo de las personas.
149
sujeto del aprendizaje y al modo en que suponemos que éste se produce, como a
las que pueden dar cuenta de las variables, los procedimientos y las actitudes que
están presentes en el intercambio comunicativo. No se trata, por tanto, de igno-
rar aquellas aportaciones de las disciplinas de referencia que puedan facilitar la
consecución de los fines que se nos plantean.
El problema es que esas disciplinas no son homogéneas ni internamente ni
entre sí, y mientras algunas de sus aportaciones resultan oportunas para cons-
truir una didáctica atenta al uso comunicativo, otras resultarán escasamente úti-
les o tendrán un papel subsidiario respecto a las anteriores. ¿cómo se concreta,
entonces, la aspiración de la didáctica de la lengua a gozar de entidad autóno-
ma? Pues precisamente haciendo de sus propios fines el eje fundamental en que
han de basarse las decisiones para la construcción de sus propuestas de acción.
En palabras de Bronckart (1985:110-111), «la didáctica de la lengua se propone
[... ] volver a utilizar lo pedagógico en primer plano, analizar las finalidades so-
ciales en vigencia, tanto a nivel de los discursos oficiales como de Las prácticas
verbales de la clase, y adaptar a este análisis los trabajos de renovación de los
programas y de los métodos de enseñanza». Y puesto que las aportaciones de las
disciplinas de referencia presentan entre sí contradicciones, el didacta de la len-
gua «ha de recrear una coherencia en el mismo plano didáctico [...] tomando, si
hace falta, distancias importantes con Los marcos teóricos de donde son tomadas
en préstamo Las nociones» (Bronckart y Schneuwly, 1991)
Por lo tanto, el enseñante, enfrentado a la formulación más general del pro-
blema didáctico que se le presenta (cómo lograr el desarrollo de la competencia
comunicativa de sus alumnos y alumnas), ha de interrogar a la psicología y a las
ciencias del lenguaje, no con la pretensión de aplicar directamente a la enseñan-
za de la lengua los principios o conceptos acuñados por esas disciplinas, sino con
el fin de reconstruir un sistema coherente que informe tanto las tareas de plani-
ficación didáctica como el propio trabajo de aula.
Aunque en otro lugar nos hemos ocupado más extensamente de este asunto
(Lomas, Osoro y Tusón, 1993) y en el tercer capítulo de este libro se dedica un
amplio espacio a presentar algunas de las principales contribuciones de las cien-
cias del lenguaje a la enseñanza de la lengua, podemos resumir ahora qué ideas
procedentes del campo psicológico y del estudio del lenguaje deben estar pre-
sentes en el trabajo del docente. Esta mención puede ser de utilidad, además,
tanto para la toma de decisiones didácticas adecuadas a los fines que se persi-
guen como para la revisión de los programas de formación inicial y permanente
de los enseñantes de Lengua castellana y Literatura.
Entre las principales aportaciones de la psicología a la enseñanza comunica-
tiva de la lengua5 hay que mencionar algunas ideas sobre la concepción misma
del lenguaje que deben integrarse necesariamente en lo que Van Lier (1995)
150
denomina conciencia lingüística de los enseñantes de lenguas. Nos referimos a
principios generales del ap rendizaje, como los que se derivan del concepto vi-
gorskiano de zona de desarrollo próximo, o a conceptos más ligados a los :isuntos
específicamente lingüísticos, por ejemplo, a la consideración del lenguaje como
instrumento de construcción del pensamiento y a la concepción vigorskiana del
lenguaje como derivación de los procesos de interacción soci:il.
Las ciencias del lenguaje presentan hoy un panorama caracterizado por la
proliferación de estudios muy diversos, inspirados en intereses, enfoques o "mi-
radas" sobre la lengua y su uso muy diferentes. Por esa razón se insiste con
frecuencia (Camps, 1993a; Bronckart y Schneuwly, 199 1) en las dificultades que
la didáctica de la lengua tiene para orientarse entre esa profusión de estudios y
enfoques y en la necesidad de que el enseñante de lengua reconstruya la cohe-
rencia entre las fuentes epistemológicas a las que acuda a partir de los fines que
asume y de las concepciones más generales que sustentan esos objetivos.
El problema que se le plantea al docente es que en esa elección no todo vale:
ni la formación universitaria recibida, ni la tradición aprendida como alumno y,
luego, como profesor, ni las referencias teóricas de muchas de las lecturas que
realizamos. En primer lugar, encontramos el problema, frecuenteme nte señala-
do (Camps, 1993a; Lomas y Osoro, 1993; González Nieto, 19946), de la inade-
cuación entre la formación filológica que reciben en las aulas universitarias los
futuros profesores de lengua y los fines una educación lingüística y literaria orien-
tada al perfeccionamiento progresivo de los diferentes usos expresivos y com-
prensivos. Una ojeada a la definición oficial de los títulos de Licenciatura en
Filología Hispánica y al modo en que se desarrollan en los planes de estudio de
diversas universidades (Autónoma de Barcelona, Autónoma de Madrid, Grana-
da, Oviedo, Valencia o Valladolid, por ofrecer una muestra) manifiesta que la
parte fundamental de los estudios de los futuros licenciados está constituida por
materias de carácter teórico general (Lingüística o Teoría Literaria), por descrip-
ciones sincrónicas o diacrónicas del sistema ele la lengua española en sus diversos
aspectos (fonológico, morfológico, sintáctico y léxico), por el estudio diatópico
de la misma lengua (dialectología) y por sucesivas asignaturas que se ocupan de
las diversas etapas, movimientos, autores y obras de la literatura española e his-
panoamericana. Las escasas ocasiones en que aparecen materias como Pragmáti-
ca, Sociolingüística o Comentario de Textos, por citar discip linas interesadas en
el estudio de diferentes aspectos del uso lingüístico, lo hacen como optativas.
Nada hay, desde luego, que objetar a todos esos saberes corno conocimientos
con sentido en sí mismos pero, como señala González Nieto (1 9946), esos pla-
nes de estudio se caracteriz:in «por la ignorancia casi absoluta de que quienes los
cursan serán, en el futuro, profesores de lengua y literatur:i». No es nuestra
intención negar el interés de los enfoques gramaticales a la hora de describir la
estructura formal de una lengua, pero sí nos interesa subrayar que la formación
inicial de nuestras facultades de Filología debe completarse con otros enfoques
lingüísticos que ayuden a explicar la diversidad de usos orales, escritos e icono-
verbales sobre los que el futuro profesor deberá trabajar con sus alumnos. Algo
semejante podría deci rse con respecto a la selección de contenidos para activida-
des de formación permanente del profesorado.
151
En efecto, en la medida en que la formación permanente debe orientarse a
ofrecer a quienes ya enseñan algunas ideas e instrumentos que les ayuden a ana-
lizar y a resolver las dificultades de su propia actuación didáctica en las aulas, la
selección de los contenidos de las diversas actividades de formación debería te-
ner como referentes:
1.- Los fines sociales de la enseñanza y los objetivos de la educación lingüís-
tica y literaria en las distintas etapas educativas. Como señalamos en los capítu-
los 1 y 2 de este libro, nadie niega en la actualidad que la finalidad esencial de la
enseñanza de la lengua y la literatura en la educación primaria y secundaria debe
ser ayudar a los alumnos y a las alumnas a dotarse de los recursos expresivos y
comprensivos que les permitirán hacer un uso adecuado de la lengua en situacio-
nes y contextos diversos de comunicación. Este consenso sobre la finalidad esen-
cial de la educación lingüística, en el que coinciden tanto las disposiciones oficiales
del currículo del área y de la materia como enseñantes de lengua y literatura y
especialistas en asuntos lingüísticos y pedagógicos, debe ser determinante a la
hora de seleccionar los contenidos de formación.
2.- La selección de los distintos tipos de contenidos lingüísticos y literarios
del currículo del área o de la materia. Frente a la presencia casi absoluta de
conceptos gramaticales y de hechos literarios en las programaciones de Lengua y
Literatura de las enseñanzas medias, en la actualidad aparecen también como
contenidos obligatorios de enseñanza en la educación secundaria los referidos a
los usos y formas de la comunicación oral y escrita, a los sistemas iconoverbales
de comunicación y a la lengua corno instrumento de aprendizaje. Como acaba-
mos de señalar, el enfoque formal de las escuelas estructuralistas en las que nos
hemos formado la mayoría de los enseñantes de lengua no favorece especial-
mente el dominio de los conocimientos y de las destrezas que nos permitirían
abordar en las aulas con cierto rigor estos contenidos referidos al uso lingüístico,
a los procedimienros iconoverbales de construcción del sentido y a los procesos
de comprensión que facilitan el aprendizaje. De igual manera, y aunque sea de
una forma tímida y no exenta de contradicciones, el currículo sugiere otro trata-
miento de lo gramatical y de lo literario que integre otras perspectivas comple-
mentarias de las que aportan la teoría gramatical y el historicismo literario.
Por otra parte, enseñar lengua y literatura no es sólo enseñar conceptos lin-
güísticos y literarios sino también contribuir a la adquisición y al dominio de los
procedimientos expresivos y comprensivos del alumnado, favorecer determina-
das actitudes ante la lengua y valorar de una forma crítica los diversos usos
lingüísticos. Esta triple dimensión de los contenidos del área introduce una ma-
yor complejidad en el trabajo práctico del enseñante y debe tener importantes
recerpusiones en la selección de los contenidos de las actividades de formación
del profersorado de Lengua castellana y Literatura.
3.- Las ya citadas carencias de la formación inicial del profesorado Lengua
castellana y Literatura de educación secundaria (tanto en lo que se refiere a su
insuficiente bagaje lingüístico como a sus conocimientos psicopedagógicos y di-
dácticos) y la ausencia de una tradición didáctica ligada a un trabajo práctico en
el aula con el uso lingüístico y comunicativo. En este sentido, el olvido en la
152
enseñanza lingüística de la tradición retórica, iniciado en el siglo XVIII y dcfini-
tamente confirmado con el auge de los estructuralismos, ha derivado en un acer-
camiento formal a los fenómenos del lenguaje que tiene notables efectos en la
formación lingüística de los filólogos que a la postre van a acabar enseñando
lengua y literatura.
De estas consideraciones sobre los fines y contenidos de la educación lingüís-
tica y sobre algunas de las dificultades con que nos encontramos quienes enseña-
mos lengua y literatura cabe deducir que los contenidos de la formación inicial y
permanente del profesorado deberían articularse en torno a dos ejes: los proce-
dimientos expresivos y comprensivos de los usos lingüísticos y comunicativos y
los conceptos y actitudes que nos permiten reflexionar sobre esos usos. Un cono-
cimiento cabal de estos asuntos nos permitiría, en nuestra opinión, contribuir
con mayor eficacia al desarrollo de las capacidades de uso de la lengua y a la
gradual adquisición de la competencia comunicativa de los alumnos (o sea, al
aprendizaje del conjunto de procesos, habilidades y estrategias que deberán po-
ner en juego para producir y comprender textos adecuados a las diversas situa-
ciones y contextos de comunicación).
Si de las tradiciones didácticas hablamos, ya hemos visto cómo, en muchas
ocasiones, éstas han consistido en una aplicación, a menudo degradada y casi
siempre acrítica, de visiones o descripciones formales de la lengua que ni estaban
pensadas para la enseñanza ni apenas aportaban nada a la explicación del conte-
nido esencial de ésta: los diversos usos comunicativos. Y si nos ocupamos de la
literatura, todos hemos asistido, en las aulas universitarias o en las aulas de los
institutos de enseñanza secundaria, al curioso fenómeno de dedicar un curso
entero a esta materia sin que el profesor encargado de impartirla encontrara
ocasión o interés para dedicar media hora al comentario de las obras a las que
constantemente se hacía referencia. Si es cierto que el comentario de textos ya
hace años que se ha convertido en práctica habitual en la m ayoría de las aulas de
educación secundaria, no lo es menos que en muchas ocasiones esa tarea se
realiza con enfoques estrictamente formalistas que no contribuyen ni al desarro-
llo del gusto por la lectura ni a una cabal comprensión del fenómeno literario en
el marco más amplio de los diferentes usos comunicativos.
Cabe preguntarse, pues, en qué enfoques o visiones de la lengua y la comuni-
cación puede encontrar el docente conceptos, análisis o ideas que puedan resul-
tar de utilidad para construir una didáctica que, junto a los aspectos formales
que inevitablemente debe contemplar, atienda preferentemente al desarrollo de
las capacidades del alumnado para producir y comprender tex tos diversos, con
distintos fines, con diferente grado de formalización, de complejidad muy varia-
da y susceptibles de transmisión por canales diferentes, a menudo integrados
con otros sistemas o códigos no verbales de comunicación. La respuesta no es
fácil, porque, como antes se apuntaba, el panorama de las ciencias del lenguaje
es muy variado y el objeto de estudio, las concepciones teóricas o los enfoques
metodológicos pueden presentar entre sí profundas divergencias. Pero el ense-
fiante que se plantee esos interrogantes seguramente puede ya atisbar por dónde
deben ir sus intereses: las referencias lingüísticas de mayor utilidad serán aque-
153
llas que se ocupen de las variables del contexto, de la situación y de los elemen-
tos de la comunicación, las que analícen la variedad de usos, el origen que éstos
tienen y el modo en que funcionan en las diversas situaciones de comunicación,
las que permitan construir una tipología de los diferentes tipos de discurso y la
caracterización de cada uno, las que ayuden, finalmente, a comprender cómo se
producen los procesos de comprensión y expresión y qué procedimientos o es-
trategias utilizan en el aprendizaje de esas habilidades comunicativas. Sin preten-
der ser exhaustivos, ya que son muchos los autores que se ocupan más
extensamente de este asunto (Newmeyer, 1988; Serrano, 1992; Castellá, 1992;
Lomas, OsoroyTusón, 1993; Bernárdez, 1994; Tusón, 1994 y 1995, entre otros),
hay que citar aquí las concepciones, principios o explicaciones que pueden to-
marse en préstamo de disciplinas como la Lingüística del Texto, la Sociolingüís-
tica, la Pragmática, el Análisis del Discurso, la antigua Retórica o la Psicolingüística,
sin olvidar que los diferentes estructuralismos siguen proporcionando una exce-
lente herramienta para la descripción del sistema formal la lengua.
En cualquier caso, insistimos en que estos enfoques ocupados en el estudio
del uso lingüístico y comunicativo no se han creado con fines didácticos y en la
idea de que no se trata de sustituir las referencias gramaticales por los conceptos
acuñados por la sociolingüística, el análisis del discurso, la lingüística del texto o
la pragmática sino de acudir a aquellas fuentes lingüísticas que puedan sernos
útiles en el conocimiento de los fenómenos lingüísticos y en La tarea de mejorar
las capacidades comunicativas del hablar, del entender, del escribir y del leer.
En cualquier caso, el problema de qué tipo de referencias teóricas pueden
aportar las ciencias de referencia a la construcción de una didáctica de la lengua
es más complejo que el que se produce en otras didácticas específicas. Como
señalan Coll (1993) o Bronckart y Schneuwly (1991), mientras en el campo de
ciencias como las experimentales o matemáticas se da una cierta estabilidad o
acuerdo sobre los paradigmas teóricos a los que puede acudirse, en el caso de la
enseñanza de la lengua ese panorama teórico es cambiante, diverso y multidisci-
plinar. Además, la enseñanza y el aprendizaje de la comunicación deben perma-
necer atentos al tipo de prácticas comunicativas vigentes en el entorno social de
la escuela, a lo que Bronckart y Schneuwly (1991) denominan «prácticas sociales
de referencia», y estas prácticas también cambian y se encuentran cargadas de
valores y de sanciones sociales, lo que debe ser tenido en cuenta al decidir el
enfoque con que se integran esas prácticas en las programaciones de lengua y
literatura.
En última instancia, y como antes apuntábamos, el criterio para orientarse en
esa elección de conceptos o referencias teóricas es el conjunto de los fines que se
atribuyen a la enseñanza de la lengua.
154
3. LOS FINES DE LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA COMO GUÍAS PARA
LA ELABORACIÓN DE PROPUESTAS DIDÁCTICAS
En este capítulo hemos repetido ya en varias ocasiones que los fines social-
mente admitidos para la enseñanza de la lengua apuntan al desarrollo y a la
consolidación de las capacidades de comprensión y producción de textos diver-
sos. El fin de la enseñanza de la lengua en los niveles no universitarios es, en
otros términos, el desarrollo de la competencia comunicativa de los alumnos y
alumnas, tal como se expone con más detenimiento en los capítulos iniciales de
este libro. Puede entenderse que cuando hablamos de «fines socialmente admiti-
dos» para referirnos a los que se recogen en los decretos que establecen los currí-
culos de las diferentes etapas educativas estamos interpretando que las
disposiciones oficiales reflejan necesariamente el sentir de la mayoría de la socie-
dad. Sin negar la legitimidad democrática del legislador, parece evidente que, en
todo caso, los decretos reflejan una cierta concepción de la lengua y de su ense-
ñanza (la de quienes fueron encargados de su redacción) y que esa concepción
es, como todas, discutible y criticable en el terreno de las opciones teóricas. Por
ello, conviene dilucidar hasta qué punto existe acuerdo en que esas finalidades
son, efectivamente, las generalmente admitidas, para conocer con qué respaldo
cuenta el didacta cuando funda sobre ellas una determinada propuesta de méto-
dos o procedimientos de enseñanza.
Aunque no quepa hacer aquí ni siquiera una aproximación a las numerosísi-
mas opiniones sobre lo que son los objetivos de la educación lingüística en los
niveles no universitarios, sí parece posible afirmar que existe un amplísimo acuerdo
(aunque se exprese de diferentes maneras) en que en esos niveles de enseñanza
hay que procurar que los alumnos y las alumnas lleguen a alcanzar un dominio
adecuado de ese instrumento de expresión y comprensión que es la lengua, de
modo que se convierta en un medio eficaz de comunicación y también en una
buena herramienta para el desarrollo de su pensamiento, la adquisición de nue-
vos aprendizajes y la construcción de una visión matizada y rica del entorno
social y natural que les rodea. También es frecuente que se citen entre tales fina-
lidades las de desarrollar el gusto por la lectura, especialmente de los textos
literarios y, alcanzar, al finalizar la educación secundaria, una cierta cultura lite-
raria integrada en el conjunto de los conocimientos culturales del alumno. Esta
es la opinión que manifiestan académicos de prestigio ( y, como ejemplo, véanse
las declaraciones del profesor Alarcos Llorach que se citan en la nota 3 de este
capítulo) o la que mantuvieron, hace ya muchos años, filólogos ilustres como
Américo Castro o Rodolfo Lenz (ÁlvarezMéndez, 198 7; Lomas, 1994a). Coin-
ciden en esos fines tanto numerosos didactas de la lengua (Bronckart, 1985;
Camps, 1993a; González Nieto, 1994a) como algunos psicólogos de la educa-
ción (Vila, 1993a y 19936). Es difícil que un profesor o profesora de Lengua y
Literatura apunte otro tipo de fines. Y no parece, en fin, aventurado afirmar que
es ésta también la opinión del común de los ciudadanos cuando tienen la oportu-
nidad de manifestarse sobre lo que esperan que las instituciones escolares apor-
ten a la formación lingüística y literaria de sus hijos e hijas.
155
Pero esta casi unanimidad en los fines convive, como señalábamos más arri-
ba, con una enorme diversidad de criterios de selección de contenidos, de méto-
dos pedagógicos, de criterios de selección y uso de materiales didácticos y de
prácticas de evaluación (Lomas, 1994a). Y ya hemos comentado que si hay coin-
cidencia en los objetivos también la hay, desgraciadamente, en lamentar la escasa
correspondencia entre aquellos y los resultados.
¿cómo explicar el que para unos fines semejantes se den respuestas tan di-
versas y resultados tan contradictorios? Sin duda, porque no es suficiente con
enunciar unas finalidades genéricas en los preámbulos de las disposiciones lega-
les (o en las declaraciones a la prensa o en las reuniones del departamento didác-
tico). Las finalidades deben ser puestas en relación con todas y cada una de las
decisiones que se tomen en el proceso de planificación didáctica, en ese recorri-
do, a menudo tan complejo, difícil y trabado de trampas y momentos de desáni-
mo, que el profesorado tiene que recorrer cada año. Y la complejidad misma del
proceso, el peso de las tradiciones didácticas, las concepciones a menudo muy
arraigadas procedentes de nuestros años de formación universitaria, las concep-
ciones que cada uno mantiene sobre la lengua, la literatura y la comunicación,
las ideas más generales sobre el papel de la educación escolar, la ideología, en
fin, que tiñe nuestra posición ante cada una de las variables anteriores, provocan
esa enorme diversidad de respuestas.
Dicho de otro modo: el problema de los fines de la enseñanza de la lengua es
indisociable del relativo a las concepciones sobre los modos de organizar esta
materia para su enseñanza y ambos no pueden separarse de la concepción que se
mantenga en relación con los fenómenos de la comunicación verbal y no verbal.
Porque, como señala Vila (19936), «cualquier propuesta didáctica sobre la len-
gua comporta, en sí misma, una concepción sobre el lenguaje que, de una u otra
forma, se explicita en la propia propuesta. [... ] Creemos de interés que en el
ámbito de la didáctica de la lengua se reflexione sobre aquello que se quiere
enseñar porque, de otra forma, difícilmente se pueden explicitar objetivos y
seleccionar contenidos».
El problema, pues, reside en cómo mantener la coherencia entre esos fines
comunicativos que afirmamos compartir y las sucesivas tareas de planificación
didáctica que incluyen, al menos, la delimitación y redacción de objetivos, la
selección y ordenación de contenidos, la preparación y secuencia de las activida-
des y los principios y tareas de evaluación. Queremos volver a insistir en la idea
de que deben ser los fines, como guías de las tareas de planificación didáctica, los
que orienten al profesorado en las decisiones que conforman una programación
o la planificación de un período determinado de actividad escolar.
En todo caso, la plasmación de los fines en el conjunto de elementos que
integran un programa de enseñanza está condicionada por el marco general de
la planificación didáctica y por las opciones que se tomen (haciendo un uso
inteligente de los márgenes de actuación y de los resquicios que toda norma
ofrece) en ese marco legal. Como se recordará (véase el epígrafe 1 del segundo
capítulo de este libro), las diferentes disposiciones oficiales prevén que los dife-
rentes decretos de currículo sirvan de base para concretar en cada centro algunas
156
decisiones de carácter general, tomadas por la Comisión de Coordinación Peda-
gógica, que se plasman en el documento denominado «Proyecto Curricular <le
Etapa». Posteriormente, cada departamento didáctico parte de este último docu-
mento para elaborar otro conjunto de decisiones más concretas referidas a cada
ciclo o curso, dando lugar a las denominadas «programaciones didácticas», que
serán a su vez el documento que oriente el trabajo que cada profesor o profesora
rea liza en el interior de su aula.
Veamos ahora qué problemas se están manifestando en el desarrollo concre-
to de ese proceso de toma de decisiones y cuáles pueden ser los caminos para
intentar superarlos o paliarlos.
157
creción y desarrollo del currículo común. El mismo efecto pernicioso ha tenido
la confusión que se ha producido, en la práctica, entre los plazos y procesos de
implantación de la reforma educativa y los de desarrollo y puesta en marcha del
currículo.
El resultado de ese conjunto de decisiones de política educativa es una ten-
dencia inevitable a la pérdida de la coherencia entre la formulación de los fines
más generales, la selección de los contenidos y de los criterios de evaluación, la
adecuación de unos y otros a las situaciones concretas de alumnado y contexto
de cada centro y, en fin, el modo de selección y preparación de las actividades de
aprendizaje. De este modo, «cada profesor o profesora pierde su dominio sobre
la totalidad del proceso de planificación y se convierte en simple aplicador de
decisiones tomadas en instancias que le son ajenas. La tendencia natural es vol-
ver a recorrer inexorablemente todas las estaciones de la rutina profesional»
(Busto y Osoro, 1996).
Parece, pues, que, si se pretende que las propuestas didácticas que se elabo-
ran en los centros de enseñanza y se encarnan en acciones diversas en cada una
de sus aulas respondan a las exigencias de una proposición razonada, integrada
entre sus partes y atenta tanto a los fines sociales de la educación lingüística y
literaria como al estado de la cuestión de las ciencias de referencia, no cabe otra
opción que procurar reconstruir la unidad del proceso de desarrollo curricular,
desde la concepción y los fines de cada etapa educativa hasta lo más concreto de
las actividades de enseñanza. Y esa recreación de lo que se ha escindido artificial
y burocráticamente no puede tener otro protagonista que el profesorado que
planifica su acción didáctica. Pero para recuperar esa unidad no parece existir
otro procedimiento que pensar en algún instrumento que integre en un proceso
único lo que las decisiones oficiales han fragmentado como responsabilidades de
distintos órganos o personas y en momentos y sobre temas diferentes. Se trataría
de llegar a disponer de «marcos teórico-prácticos que medien entre las decisio-
nes más generales del currículo y las concretas de la programación, [... ] de im-
pulsar la elaboración de nuevos instrumentos de intermediación, de ningún modo
prescriptivos, sino orientadores y facilitadores simultáneos del trabajo del profe-
sorado y de su formación» (Busto y Osoro, 1996).
La formación inicial y permanente del profesorado de Lengua castellana y
Literatura debería ofrecer a quienes enseñan (o a quienes aspiran a hacerlo en el
futuro) una serie de conocimientos y herramientas de análisis que les permitie-
ran adoptar decisiones pedagógicas coherentes en los diversos momentos de la
planificación didáctica y de la acción docente. En consecuencia, debería propor-
cionar ayudas y orientaciones para el diseño de proyectos didácticos y para el
inicio de procesos de investigación en el aula que favorezcan el abandono de
actitudes basadas en la intuición, en la aplicación mecánica de los saberes lin-
güísticos adquiridos en sus estudios filológicos o en la apelación a una tradición
didáctica que, a menudo no es sino un cúmulo de rutinas didácticas. En última
instancia, lo que proponemos es que tanto en el trabajo de formación inicial
como en las actividades de formación permanente se tienda a la elaboración,
aplicación e investigación de proyectos curriculares de área o materia, recupe-
158
randa la concepción de proyecto curricular expuesta por Stenhouse (1981) y
matizada entre nosotros por Cascante (1989) o Rozada (1991).
Hay q ue insistir en que el Proyecto Curricular de Lengua y Literatura no
sería un nuevo documento prescriptivo o una tarea más que sumar a las que ya
recargan en exceso el trabajo del profesor. Entendemos ese instrumento como
algo a lo que se debería tender tanto en las tareas de planificación didáctica en
los centros como, sobre todo, en las actividades que se lleven a cabo para la
for mació n inicial y permanente del profesorado.
No es éste el lugar para extenderse detenidamente en la discusión de los
elementos que podrían integrar un Proyecto Curricular de Lengua y Literatura.
A este respecto puede verse lo que se propone en Cascante (1989) o Rozada
(1 99 1), con planteamientos de carácter general en el primer caso o restringidos
al ámbito de la enseñanza de las Ciencias Sociales en el segundo. Para el caso
específico de Lengua castellana y Literatura, puede verse lo que hemos escrito
en otras o casiones al respecto (Lomas, Osoro y Tusón, 1993; también, Osoro,
1991). Sí procede indicar aquí que ese instrumento debería incluir, al menos,
t res grandes bloques o partes:
Un nivel general, o estratégico, en el que se decida a qué elementos de los
que participan en el proceso didáctico se les va a dar un mayor relieve y
sobre cuáles han de tomarse las decisiones más importantes. Sobre esros
elementos, y a la luz de los fines que se asuman para la enseñanza de la
lengua y de la literatura, habrá que establecer opciones, en relación con las
disciplinas de referencia (psicología, ciencias del lenguaje, sociología de la
educación, etc.) que permitan configurar un conjunto de principios o con-
cepciones generales que guíen, posteriormente, las decisiones más concre-
tas referidas a la programación.
- Un nivel más próximo a la práctica, en el que se prefigura la acción didác-
tica concreta, en forma de una programación o de diseño del programa de
ense ñanza, y que, mientras en el Proyecto Curricular de Área elaborado en
actividades de formación podrá incluir solamente ejemplificaciones y ex-
plicaciones del método de elaboración de la_s lecciones o unidades didácti-
cas, en el caso del Proyecto Curricular de Arca que orienta la acción real
del profesorado deberá estar constituido por el conjunto de lecciones o
unidades que, sumadas, integran la programación didáctica. Las decisio-
nes que se tomen en este nivel deben guardar, en buena lógica, un alto
grado de coherencia con las que se hayan tornado en el nivel anterior, y
deben tener en cuenta, además, las diferentes tendencias o modelos en el
diseño de programas para el aprendizaje de lenguas, juzgando sobre ellos a
partir precisamente de las decisiones tomadas anteriormente en ese nivel
más general.
- El te rcer y último nivel, que pone en relación los dos anteriores y la prác-
tica d e aula, está formado por el conjunto de principios e instrumentos de
evaluación del propio proyecto curricular de área que deberían permitir
las modificaciones de la práctica a la luz de los resultados prácticos y de su
mayor o menor distancia respecto a los fines explícitos que rigen ese con-
junto de decisiones.
159
En las líneas que siguen, procuraremos indagar por dónde deberían ir las
decisiones sobre planificación en el caso de Lengua castellana y Literatura para
que el resultado de esos planes responda con razonable fidel idad a aquello que
afirmamos perseguir cuando pensamos en el para qué de nuestro trabajo como
enseñantes de esta área o materia en la educación secundaria. Desearíamos que
lo que se va a decir hasta el final de este capítulo pudiera tener un doble uso:
como sugerencias que aspiran a orientar las decisiones de los profesores y profe-
soras en su trabajo diario y como principios o pautas, también orientadoras,
tanto de las actividades de formación permanente del profesorado como de aque-
llas que deban realizarse en el transcurso de la formación inicial.
160
drían correr el riesgo de obviar aspectos decisivos del proceso de enseñanza y
aprendizaje. En todo caso, como señala Arriera (1989), «los modelos didácticos
resaltan el papel de ciertos elementos sobre los restantes en función de las con-
cepciones educativas y curriculares de las que parten. [... ] Como las decisiones
relativas a las fuentes y a los elementos de la enseñanza dependen de valores y
supuestos siempre susceptibles de deliberación, (...} no existe, ni puede existir
un modelo de diseño y desarrollo curricular superior en eficacia, rigor o nivel de
cientificidad a otro».
Ese cierto relativismo a la hora de juzgar sobre los modelos didácticos no
debe dar lugar a la interpretación de que cualquier propuesta es válida. Además
de que la decisión que se tome deba estar argu mentada, habrá que procurar que
el resultado no sea un nuevo artefacto tecnológico, de extraordinaria finura y
complejidad, que sustituya a la fenecida «pedagogía por objetivos», pero que
termine convirtiéndose en un asunto para especialistas, ajeno e inabordable para
la gran mayoría de los profesores a la hora de pensar su trabajo. De ahí que, en
nuestras opinión, un requisito necesario para el modelo que se elija deba ser su
relativa sencillez y asequibilidad para el común del profesorado, de modo que
éste sólo tenga que pensar y tomar decisiones sobre un número relativamente
limitado de variables.
Para lo que son los fines de este libro, y pensando fundamentalmente en las
tareas que pueden plantearse en las actividades de formación inicial y permanen-
te del profesorado, proponemos un modelo simplificado de tan sólo cuatro ele-
mentos, pero que atiende, a nuestro entender, a los aspectos fundamentales sobre
los que es posible construir una propuesta didáctica. La descripción del modelo
y sus elementos es la siguiente:
1. Los fines de la enseñanza de la lengua y de la literatura en la educación
secundaria y la concepción y selección de los objetivos de aprendizaje.
2. Los contenidos de la enseñanza de Lengua Castellana y Literatura: tipolo-
gía, selección y ordenación.
3. Las actividades de enseñanza y aprendizaje: tipos de actividades, criterios
de selección y de ordenación.
4. La evaluación de los aprendizajes y la evaluación de la enseñanza.
En los epígrafes siguientes trataremos, pues, de justificar algunas orientacio-
nes para la toma de decisiones en relación con estos elementos y con los conte-
nidos o dimensiones que se indican para cada uno.
161
También hemos apuntado que la inmensa mayoría suele manifestarse de acuer-
do con tales fines y que las discrepancias no suelen aparecer en las declaraciones
de principios, sino en la interpretación posterior de las mismas. Si, por ejemplo,
a partir del acuerdo de que es necesario desarrollar las capacidades de compren-
sión y expresión del alumnado relacionadas con diversos contextos y situaciones
de comunicación, interrogáramos a diferentes profesores sobre el modo de con-
cretar esos principios, es probable que algunos se mostraran partidarios de tratar
en el aula algunas situaciones de comunicación formal, como el debate en lengua
oral o el informe o la monografía en lengua escrita. Quizá otros desearían am-
pliar esa competencia a otro tipo de situaciones comunicativas como, por ejem-
plo, el análisis de la conversación, la entrevista de trabajo, la elaboración de una
instancia o de un curriculum vitae. Si nuestras preguntas se refiriesen a qué quie-
re decir comprender un mensaje oral o escrito, muchos profesores entenderían
que tal actividad consiste en comprender el léxico utilizado, reconocer las ideas
principales o dilucidar cómo se ordenan éstas en el texto. Para otros, esa opera-
ción supondría también comprender las condiciones de producción de ese men-
saje y llegar a captar la intención comunicativa del emisor.
Parece oportuno, pues, recordar de nuevo los fines generales que las disposi-
ciones oficiales atribuyen a la enseñanza de la lengua tanto en Educación Secun-
daria Obligatoria como en Bachillerato y, a partir de esos fines, ver qué
implicaciones se desprenden en forma de principios o pautas de actuación para
el profesorado con el fín tanto de formular objetivos de aprendizaje como de
tomar decisiones en otros elementos de la planificación.
Respecto a la educación secundaria obligatoria, el currículo establece que el
objetivo último de la educación en Lengua castellana y Literatura «ha de ser que
los alumnos y las alumnas progresen en el dominio personal de las cuatro destre-
zas básicas e instrumentales de la lengua[...): escuchar, hablar, leer y escribir. [... )
En el transcurso de la educación secundaria obligatoria, la acción pedagógica
estará dirigida a afianzar esas competencias y desplegarlas en profundidad, con
especial hincapié en la expresión escrita, cuyo dominio es limitado, y continuan-
do la reflexión sistemática sobre la Lengua y la Literatura iniciada en la etapa
anterior. Se trata ahora de enriquecer el lenguaje, tanto oral como escrito, en el
doble proceso de comprensión y de expresión y de avanzar en la educación
literaria» (M.E.C., 1992b).
En cuanto al Bachillerato, la enseñanza de la lengua «se propone consolidar y
ampliar la competencia comunicativa del estudiante de Bachillerato [... ]. Tam-
bién pretende ampliar la competencia literaria e introducirle al conocimiento de
la literatura española en castellano [... ]. El objeto de la enseñanza de la Lengua
en este nivel educativo no es únicamente el saber organizado propio de las cien-
cias del lenguaje, sino también el desarrollo de las capacidades lingüísticas.[... ] El
estudio, por tanto, de la Lengua y la Literatura en bachillerato debe procurar, de
una parte, dotar al alumnado de una mayor capacidad para conocer discursos
ajenos y para formalizar el propio y, de otra parte, elevar el nivel de conocimien-
tos y la capacidad de reflexión, además de incrementar la experiencia lectora y la
potencialidad creadora» (M.E.C., 1992b).
162
Cuando en el capítulo segundo de este libro intentábamos relacionar los fi.
ncs de la enseí'íanza de la lengua y de la literatura en la educación secundaria
obligatoria y en el Bachillerato, concluíamos que en ambas etapas se trataba de
desarrollar la competencia comunicativa de los alumnos y alumnas, adecuándo-
se, en cada caso, al nivel de formalización y reflexión que cada etapa exige.
Entendíamos entonces que el concepto de competencia comunicativa podía ex-
presarse como dominio del conjunto de recursos de expresión y comprensión
- y de reflexión sobre los usos lingüísticos y comunicativos- que permiten una
utilización adecuada de los diversos códigos lingüísticos y no lingüísticos en si-
tuaciones y contextos variados, con diferente grado de formalización o planifi-
cación de las diversas producciones orales o escritas.
1ntentcmos ahora analizar los diferentes aspectos implicados en esa finalidad
general para analizar qué implicaciones tendrán en la planificación y ejecución
del trabajo didáctico en las aulas y qué orientaciones de ese trabajo resultan más
adecuadas a esos fines porque, como hemos indicado anteriormente, no todas
las elecciones resultan igualmente válidas.
En primer lugar, pretendemos lograr que los alumnos y alumnas comprendan
y expresen mensajes diversos en diferentes situaciones de comunicación. La com-
prensión y expresión de mensajes exige que el profesorado se interrogue sobre el
modo en que se producen los procesos de comprensión y expresión y, en conse-
cuencia, recurra a modelos explicativos, de origen casi siempre psicolingiiístico,
que permitan ordenar las acciones didácticas de un modo coherente con ese fin.
Si, por ejemplo, se recurre a un modelo como el que propone Luria (1 979), los
ejercicios de comprensión deberían ordenarse de modo que las actividades sobre
el texto lleven a la comprensión del sentido general del mismo, es decir, de
cuáles eran los fines probables del emisor en determinada situación de comuni-
cación. Con una opción como ésta, carecerían de sentido algunos ejercicios tra-
dicionales como la identificación de informaciones concretas contenidas en el
texto o el comenzar los ejercicios de comprensión con una exploración descon-
textualizada sobre el significado de algunos términos. Paralelamente, si es cierto,
como indica Luria, que los procesos de expresión tienen siempre su origen en
algún tipo de motivación, el profesor debería procurar colocar a los alumnos en
situaciones que motiven o favorezcan la expresión de sus ideas, sentimientos y
opiniones. Por otra parte, la comunicación implica necesariamente interacción
con los demás, por lo que las opciones metodológicas de la programación didác-
tica deberán mantener el equilibrio entre lo que es la actividad individual y la
compartida, sea en pequeño grupo o en el conjunto de la clase.
En segundo lugar, pretendemos que los alumnos y alumnas aprendan a co-
municarse en situaciones y contextos variados, y con diferente grado de formali-
zación o planificación. La diversidad de situaciones y contextos obligará, pues, a
trabajar mensajes orales y escritos, literarios y no literarios, propios de la vida
cotidiana o adecuados a situaciones formales de comunicación, estrictamente
verbales o iconoverbales, espontáneos o planificados. Además de las tipologías
textuales a las que podamos acudir, habría que considerar, como antes decíamos,
lo que Bronckart y Schneuwly (1991) denominan «prácticas sociales de referen-
163
cia», es decir, los usos comunicativos más habituales en nuestra sociedad y a los
que tendrán que enfrentarse-si es posible, con actitud crítica y con capacidad de
reflexión sobre los mismos- nuestros alumnos en su vida adulta.
En tercer lugar, como indicábamos más arriba al interpretar el concepto de
competencia comunicativa según las aportaciones de Canale y Swain (1980) y
Canale (1983), el desarrollo de esta capacidad supone llegar a comunicarse con
coherencia, cohesión, corrección, capacidad de adecuación a la situación y el
contexto ycon un conocimiento suficiente de los recursos estratégicos para man-
tener la comunicación y reparar sus posibles rupturas. Esto implica que, en las
etapas de las que estamos hablando, debe ser prioritario el trabajo con las ideas
y su organización antes de ocuparse de los aspectos relativos a la corrección.
Éstos tendrán que abordarse solamente en función de las necesidades expresivas
o comprensivas de cada situación de comunicación y de su diferente grado de
formalización. La reflexión sobre la lengua debería realizarse a través de proce-
dimientos que favoreciesen la formulación de hipótesis sobre los usos correctos,
la búsqueda de normas y el desarrollo de la capacidad de generalización y aplica-
ción a otros contextos o situaciones de comunicación. Más que favorecer la
aceptación acrítica de las normas, se debe propiciar el desarrollo de actitudes
indagativas ante los diversos usos lingüísticos y comunicativos, y una conciencia
crítica que interprete la norma no en términos prescriptivos sino de mayor o
menor adecuación a los requerimientos de la situación de comunicación.
El desarrollo de la competencia discursiva (cohesión y coherencia textual)
requerirá el conocimiento activo y pasivo de modelos textuales diversos. En las
actividades de comprensión habrá que tratar sistemáticamente aspectos como el
análisis de la organización de diferentes tipos de textos, el reconocimiento de las
marcas de cohesión, el estudio de la progresión temática, los diferentes tipos de
información que ofrece un texto y el modo en que esas diversas informaciones se
relacionan y se organizan y, en resumen, la adscripción de los textos a tipologías
textuales progresivamente más elaboradas. En cuanto a la producción, los plan-
teamientos más recientes -por ejemplo, Camps (19936) y Cassany (1991 y 1993),
para la lengua escrita, o Tusón (1991), Nussbaum (1991) y Abascal (1993) para
la lengua oral-, insisten en la trascendencia de la intervención pedagógica del
profesor en las fases de planificación textual, construcción y corrección de bo-
rradores y esquemas o elaboración de versiones definitivas de los textos. Esa
intervención pedagógica puede y debe ser apoyada por las aportaciones de los
propios alumnos y alumnas, mediante el trabajo en grupo. La aceptación de
soluciones diferentes, la potenciación y valoración de las capacidades de cada
uno y el apoyo a quienes parten de situaciones más desfavorecidas son algunos
de los recursos que permiten trabajar adecuadamente el tratamiento de la diver-
sidad en el aula y pueden facilitar el desarrollo de las capacidades expresivas y
comprensivas de cada alumno o alumna.
Para concluir con el análisis de los fines de la enseñanza de la lengua y de la
literatura en estas etapas, conviene insistir en que lo que perseguimos como fin
último es alcanzar la progresiva autonomía de los alumnos en el proceso de co-
municación. Quiere decirse con esto que la planificación debe incluir también la
164
previsión de los apoyos que los alumnos puedan necesitar, tanto los procedentes
del profesor como los que puedan ofrecer sus propios compañeros. Las ayudas,
que serán más necesarias al comienzo de estas etapas, podrán ir retirándose pro-
gresivamente o serán sustituidas por apoyos textuales indirectos que propicien
un trabajo cada vez más autónomo.
En la tradición de la planificación educativa se entiende convencionalmente
que los fines o metas generales se concretan en la formulación de unos objetivos
educativos. Los objetivos de carácter más general aparecen formulados prcscrip-
tivamente en las disposiciones de las administraciones educativas sobre los currí-
culos de cada etapa, pero en el proceso de planificación didáctica se han de
volver a formular o concretar esos objetivos, bien sea en el denominado Proyec-
to Curricular de Etapa o en las programaciones didácticas. El profesorado, por
tanto, se verá obligado a una interpretación propia de los fines y objetivos más
generales y a una reformulación de los mismos en sus documentos de planifica-
ción. Para realizar esas operaciones conviene reflexionar, a nuestro juicio, sobre
dos aspectos: en primer lugar, sobre qué lugar atribuimos a los objetivos en el
proceso de planificación didáctica, de qué naturaleza son y qué papel les atribui-
mos en relación con los procesos generales del aprendizaje y, especialmente, con
la valoración del mismo; en segundo lugar, con qué criterios se debería proceder
para seleccionar y formular objetivos cuando asumimos como referencia lo que
hemos denominado «enfoque comunicativo» de la enseñanza de la lengua.
En cuanto a la concepción y naturaleza de los objetivos y al papel que les
atribuimos en el proceso de enseñanza y aprendizaje, la tradición didáctica de
corte técnico en la que nos hemos formado muchos profesores en activo tendía
a entender los objetivos como una especificación de las metas a las que debía
llegar el aprendizaje de los alumnos. En esta tradición, que calificamos de tecni-
cista de acuerdo con su ubicación en el campo de la teoría curricular (Kemmis,
1986; Rozada, 1989), las decisiones sobre los objetivos generales correspondían
a los planificadores del currículo, mientras el profesorado se ocupaba de delimi-
tar el contenido de los objetivos de menor rango. Unos y otros, de acuerdo con
la tendencia conductista que les servía de referencia psicológica, estaban redac-
tados en términos de conductas observables y medibles, que se esperaban conse-
guir como consecuencia de los aprendizajes realizados. Por esta razón, esos
objetivos aparecían íntimamente ligados al proceso de evaluación del alumnado
puesto que la aparición (o no) de la conducta esperable constituía un criterio de
evaluación positiva o negativa.
En los currículos que desarrollan la LOGSE, la formulación de los objetivos
se aparta, aparentemente, de esa tradición tecnicista. Tanto para cada etapa como
para cada una de las áreas o materias, se establecen por parte de las administra-
ciones educativas unos objetivos generales formulados en términos de capacida-
des que el alumnado debe alcanzar a través de los aprendizajes desarrollados en
cada etapa. Esos objetivos deben ser posteriormente reformulados para adecuar-
los a las situaciones concretas de cada centro y de su alumnado, tarea ésta que se
e ncomienda a los profesores. A pesar de los cambios aparentes, sigue existiendo
en nuestra opinión un fondo tecnicista en el proceso de definición de los objeti-
165
vos: los planificadores del currículo continúan siendo quienes definen los obje-
tivos más generales, y al profesorado se le encomienda una tarea de mera adap-
tación de esos fines. Cuando se analiza cómo se concretan en las programaciones
esas finalidades, se advierte que con mucha frecuencia esa concreción ha produ-
cido una pérdida de la visión de las concepciones y de los fines más generales, de
modo que la desviación hacia lo tradicional o lo simplemente contradicrorio con
los planteamientos genéricos de la enseñanza de la lengua viene propiciada, en
buena medida, por el propio proceso de concreción y desarrollo del currículo,
tal como se ha concebido por las instancias oficiales.
Pero si se hace un uso inteligente de esa posibilidad de reinterpretar y ade-
cuar los objetivos del currículo oficial, el profesor o profesora que intenta cons-
truir un proyecto curricular de Lengua castellana y Literatura o, simplemente, se
enfrenta a la tarea de elaborar sus programaciones, puede suscribir las abundan-
tes críticas que desde las perspectivas práctica y críáca (Kemmis, 1986) se han
formulado sobre las consecuencias de conceder a los objetivos un papel predo-
minante en la planificación. Un argumento frecuente en contra de la primacía de
los objetivos es que los procesos de enseñanza y aprendizaje están sometidos a
un alto grado de incertidumbre o impredictibilidad, que conduce con frecuencia
a efectos no pretendidos y al fracaso en la consecución de los fines explícitos.
Por esa razón, parece preferible entender los objetivos con un significado orien-
tador de las actuaciones de la planificación didáctica, entendiéndolos como lí-
neas de orientación del camino que se pretende seguir. La redacción de objetivos
debería, pues, entenderse como una expresión de las intenciones del profesora-
do con la conciencia de que no existe sobre su consecución más certeza que la
convicción de que unos determinados contenidos organizados en torno a unas
determinadas actividades y coherentes con esos fines pueden favorecer el logro
de los mismos.
El segundo problema que indicábamos más arriba era el cómo seleccionar y
formular objetivos de aprendizaje que resultasen coherentes con los fines que
asumimos para la enseñanza de la Lengua y la Literatura. Ya hemos indicado
que, en nuestra opinión, el principal problema en la formulación de objetivos es
el no perder de vista los fines más generales, pues, de otro modo, es fácil dejarse
llevar por el interés del puro contenido lingüístico o literario en sí mismo, sin
reparar en que éste no es sino un instrumento para el desarrollo de las capacida-
des más amplias que son expresión de aquellas finalidades. Por ello, no sería
ocioso que cada profesor reescribiese, de acuerdo con sus concepciones, los fi-
nes generales del área o materia, y que éstos figurasen como una especie de
frontispicio inamovible al frente de cada programación, lección o unidad didác-
tica que vaya a planificar. Esa reescritura de los fines generales no debería hacer-
se, además, con criterios puramente académicos sino teniendo en cuenta la
funcionalidad de los aprendizajes escolares para la vida futura del ciudadano
adulto que hoy se encuentra todavía en periodo de formación. Las formulacio-
nes a las que se pueda llegar por esta vía, puestas en relación con los contenidos
concretos que pueden servir para alcanzar esos fines, deberían facilitar la selec-
ción de los objetivos más precisos de cada unidad de aprendizaje, tenga ésta la
forma de unidad didáctica o de lección más o menos amplia o abarque una
secuencia de aprendizaje mayor.
166
Intentaremos mostrar cómo de la concepción general del área o de la materia
pueden derivarse unos principios orientaciones de la acción didáctica que deter-
minen todo el proceso de planificación.
Si se asume que la finalidad principal en nuestro campo es -como suele afir-
marse y como establecen los decretos de currículo- el desarrollo de la competen-
cia comunicativa de los estudiantes, a partir de una concepción comunicativa y
funcional del lenguaje, que considera a éste como un instrumento esencial en el
desarrollo del pensamiento, en la construcción de una imagen del mundo y en la
socialización de las personas, podríamos aventurarnos a seii.alar una posible (en-
tre otras} reescritura de esos objetivos generales:
- Reconocer los elementos característicos de la situación de comunicación y
del contexto en que ésta se desarrolla.
- Conocer, reconocer y ser capaz de utilizar registros y estilos diversos que
configuran tipologías específicas de los discursos orales, escritos e icono-
verbales.
- Desarrollar las capacidades de producción y comprensión de discursos ade-
cuados a la diversidad de situaciones y contextos de comunicación.
- Desarrollar, junto al conocimiento lingüístico o textual propio de nuestra
disciplina, un conocimiento sociocultural y pragmático que permita la ne-
gociación de los significados, tanto en un nivel público e interpersonal
como en un nivel intrapersonal.
- Entender la lengua y utilizarla como instrumento tanto para las relaciones
interpersonales como para la construcción y la expresión de las ideas, opi-
niones y sentimientos propios.
Entender la lengua y utilizarla como mecanismo de conocimiento e inter-
pretación de la realidad, como objeto sobre el que también cabe el análisis
y la reflexión y como un instrumento imprescindible del trabajo intelec-
tual y de cualquier aprendizaje.
Reconocer el valor, el origen y las funciones sociales de las distintas prác-
ticas discursivas, así como su trascendencia en la clasificación o diferencia-
ción social.
Si se admiten como válidos los objetivos así enunciados, no resultará difícil
establecer otros más concretos, en la misma línea, cuando se trate de planificar
una unidad didáctica sobre un aspecto concreto de expresión o comprensión de
mensajes orales, escritos o iconoverbales, cuando se pretenda incluir algún tipo
de reflexión metalingüística o cuando queramos trabajar diferentes tipos <le dis-
curso de un modo diferenciado (literario, académico, publicitario, periodístico,
etc.)
167
trate, en los que éstos se mencionan sucintamente distinguiendo, en el caso de la
Educación Secundaria Obligatoria, entre los referidos a conceptos, los que se
orientan al dominio de procedimientos y los que remiten a valores o actitudes.
En muchas ocasiones, el contenido está simplemente enunciado como conteni-
do genérico que debe ser especificado o concretado. Por esa razón, no cabe
convertir de modo inmediato cada uno de esos "conjuntos" o "bloques" en pro-
gramas de enseñanza o en relaciones de contenidos ordenadas en el tiempo con
vistas a su aprendizaje. Para construir una propuesta concreta de enseñanza de la
lengua y de la literatura en cada una de esas etapas hay que realizar, a nuestro
juicio, tres operaciones: dilucidar qué tipos de contenidos son más útiles en rela-
ción con los fines comunicativos de la educación lingüística y literaria, establecer
algunos criterios que nos permitan seleccionar, de entre todos los que constitu-
yen el "corpus" de contenidos, los más adecuados para el periodo que planifica-
mos y para los objetivos que hemos establecido para el mismo, y ordenar, por
último, esos contenidos en relación con los aprendizajes que pretendemos lograr
en los alumnos y en las alumnas.
168
formalizar el conocimiento que es producto de esa reflexión y nos permite emi-
tir juicios sobre los diferentes tipos de producciones, propias o ajenas.
Los tipos de contenidos citados como fundamento de esa reordenación o
mapa conceptual de nuestra materia tienen, en lo que se refiere a los fines de su
enseñanza, la misma relevancia, pues la competencia o destreza para la comuni-
cación surge precisamente de la asociación entre esas destrezas comunicativas y
esos conocimientos. Sin embargo, no todos los tipos de contenidos tienen el
mismo interés para organizar en torno a ellos el eje de los procesos de aprendi-
zaje. Mientras en otras disciplinas ese papel corresponde, por razones epistemo-
lógicas, a los contenidos conceptuales o factuales, en el caso de Lengua castellana
y Literatura esa primacía debería corresponder, a nuestro juicio, a los procedi-
mientos, puesto que el saber hacer cosas con las palabras constituye un requisito
previo a la reflexión sistemática sobre los usos lingüísticos y comunicativos. Ade-
más, en nuestra disciplina se dan fenómenos que no son frecuentes en otras y
que permiten matizar la pretensión de delimitar con exactitud lo que son conte-
nidos propiamente escolares o académicos, puesto que el conocimiento requeri-
do para ser correcto, adecuado y coherente en la comunicación exige poner en
juego no sólo conceptos, principios, valores y procedimientos directamente re-
lacionables con la lengua y con su uso sino también estrategias, reglas y normas
de origen sociocultural que regulan multitud de aspectos de la comunicación,
como los turnos de la conversación, la cortesía, los aspecros proxémicos o las
presuposiciones e implicaturas conversacionales. Algunos de estos aspectos, ol-
vidados tradicionalmente por el conocimiento académico, se aprenden, además,
en relación con determinados tipos de discurso, en situaciones sociales ajenas al
mundo formalizado de la escuela, mientras que en otras ocasiones esos mismos
aspecros deben ser abordados en la escuela para situaciones o tipos de comunica-
ción más formalizados o más complejos. Con ello se complica el proceso de
selección de los contenidos escolarmente relevantes y, una vez más, habrá que
recurrir a las "prácticas sociales de referencia" para dilucidar qué conocimiento
necesitará el futuro ciudadano y sobre qué aspectos, por tanto, debe incidir la
educación formal.
169
seguir con el ejemplo, habría que seleccionar cuáles son los elementos que se
consideran definidores de la situación conversacional y qué conceptos y proce-
dimientos son aplicables a este tipo de comunicación oral. Queremos señalar
con este ejemplo que una primera operación de selección de contenidos debe
referirse, por tanto, a la decisión sobre cuáles son, de todos los que potencial-
mente se pueden considerar incluidos en los diferentes bloques o conjuntos, los
que mejor sirven a nuestros fines y los que resultan más coherentes con el enfo-
que comunicativo adoptado.
Por otra parte, los contenidos incluidos en los diferentes bloques o conjuntos
no tienen todos el mismo rango jerárquico. Inevitablemente, habrá algu nos con-
tenidos más amplios o integradores a los que, al menos, podamos atribuir una
mayor relevancia de acuerdo con la concepción de la enseñanza de la lengua que
mantengamos. Habrá, pues, que realizar una segunda operación de selección de
contenidos para procurar identificar aquellos de mayor relevancia que pueden
constituir el eje de la propuesta didáctica que hemos de elaborar tanto para el
proyecto curricular de área como para la programación didáctica.
Para indicar algunos criterios que permitan realizar esa selección podemos
recurrir de nuevo a la identificación que hacíamos anteriormente de los dos
grandes tipos de contenidos que figurarían como ejes de un posible mapa con-
ceptual de nuestra disciplina: la comunicación y la refl,exión sistemática sobre los
usos comunicativos. Si mantenemos la primacía de estos dos grandes ejes de
selección, los principales contenidos de nuestra área o materia deberían respon-
der a los siguientes requisitos:
- definición de las variables de contexto, situación y elementos de la comu-
nicación;
análisis de la variedad de usos comunicativos, del origen de cada uno de
ellos, de su caracterización y dessu funcionamiento en las diferentes situa-
ciones de comunicación;
contribución al establecimiento de una tipología de los discursos y a la
definición de cada uno de éstos en función de sus características peculia-
res;
aportación de los conceptos, procedimientos, normas y valores que per-
mitan simultáneamente la reflexión sobre los usos comunicativos y la me-
jora de los procesos de expresión y comprensión.
La selección de contenidos deberá, pues, guiarse por la identificación de los
diferentes usos comunicativos y por la aportación de los elementos descriptivos
que hagan posible el análisis y el juicio sobre esos usos. Los criterios pueden
encontrarse en algunas parejas de conceptos básicos como los que ofrecen Alcal-
de, González Nieto y Pérez (1993), que comentamos brevemente:
- expresión/comprensión: se trataría de buscar un equilibrio entre estos dos
aspectos, que tradicionalmente han sido tratados con intensidad muy distinta en
la enseñanza de nuestra disciplina. En nuestra tradición didáctica, si bien se ha
favorecido con frecuencia la actividad comprensiva (aunque reducida, general-
mente, a los aspectos más formales de los textos que se utilizaban), se ha dedica-
do en cambio una menor atención a la expresión, y en este caso con una mayor
170
dedicación a la expresión escrita que a la oral, aunque reducida en muchas oca-
siones a textos de intención literaria y rara vez a textos de uso funcional o coti-
diano;
- uso/reflexión: el tradicional sesgo metalingüístico de la enseñanza de la
lengua debería volver a equilibrarse con el tiempo y los esfuerzos dedicados a las
actividades de expresión y comprensión. Además, los aspectos relativos a la re-
flexión deben estar al servicio de la mejora de los usos comprensivos y expresi-
vos de los alumnos y de las alumnas;
- oral/escrito: también en esta oposición habrá que subrayar la necesidad de
lograr un equilibrio entre ambos tipos de producción verbal puesto que la ense-
ñanza formal ha primado casi siempre el segundo tipo de uso frente al primero.
La actividad en el aula deberá procurar la caracterización y diferenciación de los
dos tipos de producciones a la vez que señalar las evidentes relaciones entre uno
y otro;
- formal/no formal: aunque el peso relativo de los usos formales debe au-
mentar a medida que se avanza en la escolarización de los alumnos y alumnas, se
ha de mantener el trabajo sobre los dos tipos de producciones textuales, espe-
cialmente en cuanto unos u otros usos se explican por el principio de adecuación
a la situación y el contexto de comunicación. Por otra parre, los aprendizajes
deben ordenarse de modo que el uso preceda a la reflexión, y los usos no forma-
les de la lengua deberían permitir la progresiva construcción de un modelo de
comunicación cada vez más complejo que favorezca una también progresiva ca-
pacidad de análisis de los usos más formales;
- verbal/no verbal: el planteamiento comunicativo que preside el enfoque
didáctico de nuestra área o materia obliga a considerar la interacción entre los
aspectos verbales del discurso y aquellos de tipo iconográfico que aparecen rela-
cionados con los primeros en muchos medios de comunicación contemporá-
neos, cuyo consumo forma parte de los hábitos culturales de nuestra sociedad y,
por tanto, también de los alumnos y alumnas. En esta oposición habrá que inte-
grar también aquellos aspectos no estrictamente verbales (paralingüísticos, ciné-
sicos o proxémicos) que intervienen en la interacción y modifican o subrayan los
elementos verbales de la misma;
- literario/no literario: a pesar de las discusiones teóricas que genera esta
distinción,. parece conveniente mantener en la educación secundaria (obligato-
ria y postobligatoria) un tratamiento diferenciado, aunque integrado, de los tex-
tos específicamente literarios. Su integración en la concepción general de nuestra
área o materia vendrá dada por el tratamiento que le demos a este tipo de textos:
habrá que atender en ellos, como en los no literarios, a las condiciones y deter-
minaciones de su producción y recepción, y a los procedimientos, formas y fun-
ciones que caracterizan a los textos literarios frente a los que no lo son.
171
esta última denominación se alude a la obligación de delimitar en el Proyecto
Curricular de Etapa cuáles son los contenidos correspondientes a cada ciclo de
la etapa y los que corresponderán a cada curso, además de indicar el orden en
que se abordarán esos contenidos organizados en el tiempo.
A nuestro juicio, resulta discutible que en el caso de Lengua castellana y
Literatura la secuencia principal de la programación sea la referida a los conteni-
dos. En este sentido apunta Vila (1993a), al tratar sobre las relaciones entre uso
y reflexión, que «uno de los problemas más importantes se refiere a la secuencia
de contenidos. Se ha repetido muchas veces que la mejora del uso del lenguaje
responde a un proceso helicoidal y no lineal. Ello complica aún más las cosas en
el ámbito de la secuenciación y, probablemente, la respuesta no se encuentre
exclusivamente en los contenidos lingüísticos, sino en las tareas que debe reali-
zar el alumno en la escuela y el tipo de conocimientos que debe tener para resol-
verlas».
Por lo tanto, la secuencia principal de la programación no debería ser, en
nuestra opinión, la relativa a los contenidos sino la de las tareas de aprendizaje,
relacionada con el modo en que se ordenen los diversos usos comunicativos y las
actividades de reflexión sobre los mismos.
Ordenar los contenidos, entonces, supone dilucidar el modo en que va a
organizarse el acceso de los alumnos y de las alumnas a los diferentes tipos de
discursos o producciones textuales. Los criterios para esa ordenación deben ve-
nir dados por las referencias que tomemos respecto a los procesos de aprendiza-
je y las que utilicemos sobre la concepción de los fenómenos lingüísticos y
comunicativos. Dicho en otros términos, por las fuentes psicológicas y episte-
mológicas por las que hayamos optado de acuerdo con las consideraciones pre-
vias sobre los fines de la educación lingüística y literaria.
Las explicaciones más coherentes sobre el modo en que se producen los apren-
dizajes y, más específicamente, sobre la adquisición y el desarrollo del lenguaje
son, a nuestro juicio, las que se desprenden de la perspectiva vigotskiana (Vi-
gotsky, 1979; Wercsch, 1988). Para Vygotsky, los signos externos se «internali-
zan» en un proceso de control de los mismos a partir de su conocimiento y
manejo en el medio social. La internalización de un signo o de un complejo
sígnico estructurado supone una reformulación completa de las estructuras men-
tales en que se inscribe ese signo, de modo que la explicación de la situación
anterior al aprendizaje no es válida para la posterior. La creación de estructuras
más complejas exige el dominio de las más sencillas y anteriores. Un criterio
general de ordenación de los contenidos deberá considerar, pues, el avance des-
de lo más general y simple hacia lo particular y complejo.
De la misma fuente se deriva otra conclusión: si la construcción de los apren-
dizajes significativos supone la "reordenación" del conocimiento anterior, ese
conocimiento anterior debe ser el punto de partida necesario para los nuevos
aprendizajes. Por tanto, la secuencia de aprendizajes debería partir de aquellas
prácticas discursivas más próximas al alumno, las que mejor domina y sobre las
cuales puede tener, con los adecuados apoyos, mayor capacidad de reflexión,
para avanzar progresivamente hacía formas discursivas más complejas, elabora-
das y descontextualizadas.
172
Si el criterio que acabamos de exponer se pone en relación con la necesidad,
derivada de las opciones realizadas sobre las fuentes disciplinares, de establecer
una tipología de los diferentes tipos de discursos para realizar sobre ellos activi-
dades de uso comprensivo y productivo y de reflexión sobre ese uso, llegaríamos
a una ordenación de los diferentes tipos de discurso con vistas a su aprendizaje
muy semejante a la que ofrecen Alcalde, González Nieto y Pérez (1993), y que
propone trabajar sucesivamente los siguientes tipos discursivos:
Discursos prácticos, entendiendo por tales las prácticas que pueden consi-
derarse básicas y de mayor funcionalidad para la vida cotidiana: el habla y
la conversación espontánea, el hablar en público con mayor o menor pla-
nificación, la producción de textos prácticos de carácter cotidiano, etc.
- Discursos teóricos, que incluyen los aspectos básicos de los "discursos es-
colares", aquellos en los que alumnos y alumnas deben ser competentes
para lograr éxito en su actividad escolar: debates y exposiciones orales,
textos escritos de carácter expositivo y argumentativo, recursos para el
tratamiento y la reducción de la información, lenguajes científico-técni-
cos, etc.
Discursos artísticos, básicamente el literario, pero también aquellas otras
formas de expresión que aúnan lo verbal y lo no verbal con voluntad de
creación artística (historieta, cine... ).
- Discursos de los «media», que suelen utilizar junto a los recursos verbales
otros códigos iconográficos de diferente tipo, conformando, en función
del soporte o del canal de comunicación utilizado, tipos de discursos dife-
renciados. Este tipo de discursos deben ser abordados además en su di-
mensión de vehículos de la cultura de masas, incluida su dimensión industrial
y las posibilidades de persuasión y manipulación social que contienen.
En todo caso, la ordenación de los contenidos es un asunto muy próximo,
como hemos indicado, al modo en que se ordenan las tareas de aprendizaje y
éstas, en sentido estricto, se plasman de un modo más concreto en el programa
de enseñanza, del que trataremos en el último epígrafe de este capítulo.
173
enseñanza. Valga, por ahora, con recordar que estamos intentando reflexionar
sobre el conjunto de decisiones que debe tomar el profesorado a la hora de
planificar su actividad docente y que no pretendemos en este capítulo otra cosa
que ofrecer algunas reflexiones o criterios generales que puedan orientar tanto
las decisiones concretas de cada profesor o equipo de profesores al elaborar su
propia planificación como la orientación de las actividades de formación inicial
y permanente en el área de lengua y literatura.
Conviene precisar, en primer lugar, el propio concepto de actividad, diferen-
te del ejercicio aislado. Una actividad es un fenómeno complejo en el que se
ponen en juego competencias o procesos mentales de diverso tipo y que puede
exigir la realización de pasos sucesivos que podrían denominarse ejercicios o
«subactividades» y que en su conjunto conformarían una secuencia de actuacio-
nes que constituye el desarrollo completo de la actividad.
Las decisiones generales que parece necesario tomar respecto a las activida-
des se refieren, por una parte, a la definición de una tipología de actividades que
permita atender a las diferentes destrezas que contribuyen a la consecución de
los fines comunicativos de la educación lingüística y literaria. Por otra parte,
tendremos que proponer algún esquema general que sea válido para describir las
diversas actividades que componen un programa de enseñanza. Finalmente, ha-
brá que establecer algunos criterios para la selección de las actividades que, con
carácter general, deben incluirse en cualquier propuesta didáctica de Lengua
castellana y Literatura y tendremos que plantear algunas ideas sobre el modo de
organizar las actividades en los programas de enseñanza.
Tipos de actividades
174
específicamente al conjunto de destrezas o saberes que el alumno debe alcanzar
para lograr un desarrollo suficiente de su competencia comunicativa:
b) Actividades introductorias
d) Actividades de conclusión
175
f) Actividades de uso lingüístico y de reflexión metalingüística
Para dilucidar qué actividades favorecen uno y otro proceso puede ser útil
recurrir a la explicación, que comentábamos más arriba, que proporciona Luria
(1979) del proceso psicológico que se sigue en cada caso. En los procesos de
expresión, menciona tres momentos diferenciados: la motivación o estímulo que
lleva al hablante a manifestarse; la elaboración de los núcleos semánticos,
que estarían constituidos por los contenidos básicos del mensaje que se quiere
comunicar; la textualización o elaboración codificada del discurso y, finalmente,
la comunicación verbal desplegada, que constituye el acto propiamente dicho
de la elocución. En cuanto a la comprensión, establece cuatro momentos o situa-
ciones: la comprensión del sentido general del texto o mensaje, la detección de
las ideas clave sobre las que se constituye orgánicamente el texto, la compren-
sión del significado de las palabras, dotadas de sentido o desprovistas de ambi-
güedad significativa por la comprensión previa del sentido general y las ideas
claves y, finalmente, la captación de lo que Luria denomina «subtexto», que no
es otra cosa que la identificación del sentido último del texto en relación con las
intenciones de quien lo emite y con la situación y el contexto de comunicación
en que se da esa emisión. Si ese proceso es efectivamente así, habrá que incluir
actividades diferenciadas que favorezcan el desarrollo de esas secuencias de ex-
presión y comprensión.
176
i) Actividades colectivas combinadas con las individuales
177
En segundo lugar, parece oportuno dotar a las diferentes unidades de apren-
dizaje de una cierta cohesión interna que evite el fenómeno, frec uente en nume-
rosos manuales o libros de texto, de la ausencia de relación entre las diferentes
actividades de expresión o comprensión, las relativas a la lengua literaria y a
otros usos comunicativos o la presentación de contenidos de reflexión metalin-
güística que poco o nada tienen que ver con las actividades de uso que se propo-
nen en esa misma unidad.
Como último criterio cabría indicar la sugerencia de que la ordenación de las
actividades en el seno de cada unidad de aprendizaje se haga de acuerdo con un
criterio coherente con el que se adopte para el diseño general de programa, de
modo que si, por ejemplo, se adopta un esquema de trabajo por tareas, por
proyectos o por núcleos de interés, el orden y la secuencia de actividades estén
orientados a la realización del proyecto o tarea final que se relacione con el fin
último que persigue cada unidad, tema o lección.
5.5. Evaluación
178
recoger datos de los procesos de aprendizaje que se producen a lo largo de cada
lección o unidad didáctica (Nussbaum y Tusón, 1996). Además, parece deseable
que esas mismas actividades estén pensadas de manera que los propios alumnos
tengan la oportunidad y los instrumentos para valorar los logros de los aprendi-
zajes que vayan alcanzando.
En todo caso, si queremos que la evaluación mantenga la coherencia con
otras decisiones relativas a otros elementos del proceso didáctico, deberían man-
tenerse respecto a este elemento unos criterios semejantes a los que anterior-
mente hemos señalado respecto a los contenidos y a las actividades en cuanto a
la primacía del uso, a la importancia de los procedimientos, a la concepción
funcional de la reflexión metalingüística respecto del uso y a la necesidad de
atender a roda la variedad de situaciones y contextos de comunicación a la que
nos hemos referido repetidamente.
Los datos que se utilicen para la evaluación de los alumnos deberían también
ser utilizados para la valoración del proceso de enseñanza y aprendizaje y, en
último término, para legitimar o modificar las decisiones que se han ido toman-
do a lo largo del proceso de planificación didáctica. Los diarios del profesor, los
ficheros de observaciones, la colaboración de compañeros o compañeras en ta-
reas de observación externa y, especialmente, el debate colectivo de los profeso-
res que conjuntamente hayan realizado el proceso de planificación didáctica
deberían ser instrumentos habituales en esa valoración de acuerdo con ese enfo-
que de la formación del profesorado que se sustenta en una continua reflexión
sobre la práctica educativa.
Como hemos venido repitiendo, las decisiones sobre cómo se configuran las
programaciones de aula constituyen el marco en que se concretan todas las con-
sideraciones que hasta aquí hemos hecho sobre los diferentes elementos de la
planificación didáctica. Es casi ocioso insistir en que las consideraciones sobre
la programación no pueden perder de vista las reflexiones anteriores sobre fines
generales, objetivos, contenidos, actividades y evaluación. Por ello, la estructura
y contenido de la programación no puede ser un asunto independiente o inter-
cambiable y, no cabe pensar, por ejemplo, que después de tomar opciones seme-
jantes a las que se han venido sugiriendo en este capítulo se opte por seleccionar
como guía para la programación un manual o libro de texto que se base en
tradiciones o concepciones contradictorias con esas reflexiones6 •
Por esas razones, la decisión sobre el programa de enseñanza tendrá que re-
'· El lector dispone en el capítulo siguiente de este lihro de un análisis crítico del contenido de
diversos manuales de Lengua Castellana y Literatura y de una selección de distintos materiales y
recursos didácticos.
179
currir también a fuentes teóricas que hayan indagado la correspondencia entre
las concepciones generales sobre la enseñanza de la lengua y las opciones posi-
bles en el ámbito de la programación didáctica. Conviene volver, pues, sobre los
planteamientos de Breen (1987) a los que ya aludimos en el capítulo segundo de
este libro. En ese texto se pasa revista precisamente a lo que han sido los trabajos
durante los últimos años tanto de los teóricos o expertos en programación como
de los prácticos empeñados en la mejora de su tarea cotidiana. Al analizar esa
evolución, Breen cree descubrir un cambio de paradigma en el paso, en los últi-
mos años, desde los que él denomina «programas proposicionales» (basados en
criterios formales o funcionales) a los que llama «programas procesuales», que
serían la plasmación programática de los nuevos enfoques comunicativos sobre
la enseñanza de las lenguas.
Los programas procesuales se caracterizan por asumir como fin explícito el
desarrollo de la competencia comunicativa de los alumnos y alumnas. Además,
ponen el énfasis sobre los procedimientos, frente a la primacía tradicional de los
conceptos, pretenden integrar el conocimiento formal del lenguaje con el cono-
cimiento instrumental del mismo y asumen una perspectiva cognitiva que atri-
buye un papel relevante a los aprendices en la construcción de sus propios
aprendizajes. Breen distingue dos tipos de programas fundamentales dentro de
las llamadas programaciones procesuales: los programas basados en tareas y los
denominados procesuales en sentido estricto. La diferencia fundamental entre
ambos tipos de programas reside en que los segundos constituyen una progra-
mación permanentemente abierta a la negociación con los alumnos de los conte-
nidos, de los procedimientos de trabajo y de las tareas de aprendizaje. El programa
concreto de enseñanza se construye a través de un proceso de negociación con
los alumnos y la programación de partida del profesor está constituida por el
plan que va a regular ese proceso de negociación y por un repertorio de activida-
des de aula que son conjuntos de tareas categorizadas que se utilizan o se selec-
cionan según el resultado del proceso de negociación. Una programación de este
tipo lleva a sus últimas consecuencias los principios que inspiran el enfoque
comunicativo de la enseñanza de la lengua y puede resolver de un modo satisfac-
torio los problemas de motivación del alumnado y de atención a la diversidad en
el aula. Pero cuando buena parte del profesorado debe comenzar por someter a
revisión crítica sus concepciones y modos de pensar sobre la enseñanza de la
lengua, ese tipo de programas debe considerarse más como un punto de llegada
que como una posibilidad inmediata para la mayoría del profesorado. Por ello, y
como sugerencia general, parece más oportuno pensar en la posibilidad de adap-
tar algunas de las formulaciones que han ido surgiendo en los últimos tiempos
sobre la denominada «programación basada en tareas,/.
7
Una propuesta sobre cómo organizar una programación didáctica de lengua y literatura me-
diante tare~s de aprendizaje puede encontrarse en Lomas, Osoro y Tusón (1993). Un ejemplo con-
creto de unidad didáctica diseñada por tareas puede verse en Osoro, 1996),
180
No cabe dilucidar aquí cuál de las diferentes propuestas que se acogen bajo
esa denominación puede ser la más adecuada para una programación en concre-
to, pues cada modelo parte de esquemas o presupuestos diferentes, aunque com-
partan los principios comunes a lo que hemos denominado «enfoque
comunicativo». Sí cabe indicar que bajo esa denominación genérica se pueden
encontrar tanto lo que se llama en sentido estricto «aprendizaje de la lengua
mediante tareas» como otro tipo de propuestas tales como el trabajo por proyec-
tos, por núcleos de interés o por criterios temáticos. El lector interesado puede
acudir a desarrollos monográficos como los que ofrecen para la enseñanza de la
lengua mediante tareas Nunan (1989), Estaire y Zanón (1990 y 1994) o Zanón
(1990 y 1995). Ejemplos de adecuación de este enfoque a la enseñanza de la
lengua y la literatura pueden encontrarse en Osoro (1996) y en los trabajos del
Grupo «Narración e Imagen» (1996). Como ejemplo de trabajo por proyectos,
aplicado en este caso a la lengua inglesa, es ilustrativo el trabajo de Ribé y Vida!
(1993). Por último, se puede incluir entre las propuestas de este tipo la organiza-
ción de talleres o aulas-taller. Un panorama de este tipo de metodología se puede
ver en Rincón y Enciso (1985a y 1987) y Delmiro Coto (1994), y algunos ejem-
plos del tipo de trabajo que se puede realizar con esta metodología en las pro-
puestas de Corzo (1983), Grafein (1981), Ortega (1986), Rincón y Enciso (19856,
1985bc, 1985d), Tarrés (1989) y Delmiro Coto (1985).
181
CAPÍTULO V
183
cia de contenidos, el tipo de textos utilizados, las actividades de aprendizaje que
van a realizar los alumnos y las formas de evaluación. En otras, por el contrario,
utiliza de una manera crítica y reflexiva diversos materiales didácticos con el fin
de facilitar su trabajo cotidiano de lunes a viernes en los institutos sin someterse
a la tiranía de un manual concreto y a las ideas que sobre la enseñanza y el
aprendizaje de la lengua subyacen a cualquier material didáctico.
Porque los materiales didácticos no son sólo ayudas técnicas orientadas a
facilitar la intervención pedagógica del profesorado en las aulas. Aunque su fin
obvio sea ayudar a resolver los problemas más cotidianos de la práctica educati-
va (sugiriendo algunas de las cosas que pueden hacerse a diario en el aula) y
facilitar el aprendizaje del alumnado, no son sólo herramientas cuyo uso en las
clases sea inocente. De igual manera que el conocimiento escolar nunca es neu-
tral (Apple, 1993 y 1996), los materiales didácticos nunca son inocentes ya que
reflejan (aunque en ocasiones intenten ocultarla) una determinada concepción
de la enseñanza y del aprendizaje, una determinada concepción del papel del
profesorado en las tareas docentes y, en nuestro caso, una determinada concep-
ción del lenguaje y de la educación lingüística.
De ahí que en este capítulo ofrezcamos una serie de instruccíones de uso para
la elaboración, el análisis crítico y la selección de materiales de aula en una
coyuntura como la actual en la que están apareciendo en el mercado editorial, al
compás de los cambios educativos, trabajos de diversa naturaleza que, bajo el
rótulo de materiales didácticos, proyectos curriculares o manuales, aspiran a
persuadir a sus usuarios de la bondad pedagógica de sus contenidos. Como no
siempre es así, y como con frecuencia tras el cambio de diseño gráfico e incluso
tras la adopción de la terminología pedagógica al uso se oculta un enfoque di-
dáctico escasamente coherente con un enfoque comunicativo y funcional de la
educación lingüística, analizaremos a continuación algunos de estos materiales,
aunque por razones de espacio (y salvo en el caso de los manuales o libros de
texto, que merecen un comentario aparte por ser las herramientas didácticas
utilizadas por la mayoría del profesorado) nos limitaremos a sugerir aquellas
publicaciones que en nuestra opinión son más adecuadas y útiles por su voluntad
de contribuir al desarrollo de las capacidades comunicativas del alumnado1 •
Conviene, sin embargo, antes de continuar, delimitar con precisión qué en-
tendemos por materiales didácticos, así como establecer una posible tipología de
tales materiales en la que agrupar los distintos recursos pedagógicos a los que en
la actualidad puede acudir el profesorado. Como señalan distintos autores (Gi-
meno Sacristán, 1991; Apple, 1993 y 1996; Torres, 1994: 153-184; Atienza,
1 En Lomas (1994c) y en Corral (1995), el lector puede encontrar otras guías de recursos didác-
184
1994; Gómez Vilasó y Quirós, 1996; entre otros), los materiales didácticos cons-
tituyen una serie de herramientas cuya finalidad última es ayudar (y en ocasiones
sustituir) al profesorado en el proceso de planificación y ejecución de sus tareas
de enseñanza. De ahí su estrecha relación con el denominado tercer nivel de
concreción del currículo (la programación de cada curso) y su voluntad de faci-
litar la labor docente del profesorado al desglosar en sus páginas los diversos
aspectos en los que debe concretarse el trabajo didáctico en el aula: una delimi-
tación de los objetivos didácticos, una selección y una secuencia de los conteni-
dos lingüísticos y literarios, un determinado diseño de las actividades, rareas y
ejercicios de aprendizaje, una selección de los diversos textos de apoyo e incluso
alguna que otra alusión a los criterios de evaluación de cada unidad didáctica,
tema o lección. De igual manera, están dirigidos al alumnado en cuanto usuario
final aunque, en el caso de los li bros de texto, a menudo se edite también un
libro o guía del profesor con orientaciones didácticas e incluso adjunten, en
un alarde de modernidad tecnológica, un disco informático con el proyecto cu-
rricular de la editorial para el área.
En cualquier caso, y con el fin de establecer una tipología de los diversos
materiales didácticos, atendiendo a su autoría y al uso pedagógico que estimula
su orientación didáctica los clasificaremos de la siguiente manera (Gómez Vilasó
y Quirós, 1996: 18 y 19):
185
a los escolares, alumnos y estudiantes» (Atienza, 1994: 13). Finalmente, es evi-
dente que ha consolidado la tradicional división del trabajo escolar entre teóri-
cos y prácticos (limitando la labor de éstos a la ejecución técnica en el aula de lo
que aquéllos establecían como adecuado y conveniente) y ha sido a menudo una
eficaz herramienta de conservación del sistema de valores dominante y, por tan-
to, de reproducción ideológica.
Pese a tales críticas, en la actualidad asistimos al auge de la oferta editorial de
manuales y libros de texto. Como era de esperar, el mundo editorial ha adecua-
do su oferta a los nuevos rumbos didácticos con la finalidad de atender la de-
manda de un sector del profesorado, qui~á preocupado por el calado de los
cambios educativos (y por el vértigo de un currículo semiabierto y flexible) y
acostumbrado a la mera transmisión de los contenidos incluidos en el libro de
texto y a la sanción académica de los aprendizajes del alumnado. En este contex-
to, el profesorado se limita a la ejecución material de la programación docente
elaborada por los especialistas de la editorial de turno sin introducir otras modi-
ficaciones que las derivadas de su forma de hacer las cosas en el aula y de las
diversas incidencias, ajenas a la voluntad del enseñante, que modifican en cada
curso escolar una determinada planificación didáctica.
En síntesis, se trata de materiales didácticos ajenos elaborados de una manera
bastante acabada con la que, casi siempre, se apela a una conducta docente que
se limite a la aplicación cotidiana de lo ya decidido como oportuno y convenien-
te. En algún caso, y con el fin de orientar al profesorado ante una coyuntura
educativa como la educación secundaria obligatoria, caracterizada por la diver-
sidad de aptitudes, actitudes e intereses del alumnado, estos manuales o libros de
texto se completan con un libro para el profesor con orientaciones didácticas,
con un disco informático con el proyecto curricular de la editorial e incluso con
una antología de textos y una recopilación de otros recursos.
186
1.3. Materiales de elaboración propia
187
ción en cada secuencia de aprendizaje. De igual manera, es necesario mostrar
(especialmente en el denominado libro del profesor o en las orientaciones didác-
ticas de cada tema o lección) cómo se articulan de un modo coherente las activi-
dades de aprendizaje con los objetivos que se pretende alcanzar y con los conte-
nidos que van a ser objeto de estudio en cada caso. En última instancia, se trata
de que los materiales didácticos sean diáfanos y no eludan el deber de reflejar de
forma clara y accesible las concepciones lingüísticas, pedagógicas e ideológicas
que subyacen a cualquier propuesta didáctica.
De ahí que en este epígrafe, en vez de proponer una guía o escala de análisis
que invite a una aplicación rutinaria, optemos por plantear algunas pre-
guntas que fomenten la indagación crítica del lector sobre la identidad pedagó-
gica de los materiales didácticos. En nuestra opinión, la búsqueda de respuestas
a estos y a otros interrogantes sobre la naturaleza, función y uso de los materia-
les didácticos puede ayudar al profesorado no sólo a seleccionar con una mayor
consciencia unos u otros materiales sino también, y sobre todo, a reflexionar
sobre su forma de entender la educación lingüística y el trabajo docente en el
aula.
1.- ¿se justifica en los materiales y en cada tema o lección el enfoque lingüís-
tico y didáctico adoptado? ¿se enuncian con claridad los planteamientos que
suscriben sus autores sobre la lengua y la literatura y su enseñanza? ¿se defiende
un enfoque formal de la educación lingüística (con un especial énfasis en los
contenidos fonéticos, morfológicos, sintácticos y léxico de la lengua) o quizá se
opta por un enfoque comunicativo orientado a la mejora de las capacidades de
uso (y de reflexión sobre ese uso} del lenguaje? ¿se entiende la educación litera-
ria como el conocimiento académico de las obras y autores de la historia de
nuestra literatura o se considera que el acercamiento a lo literario exige el adies-
tramiento en los hábitos y habilidades de la lectura, otra selección de textos más
adecuada al contexto cultural del alumnado y el ensayo de diversas técnicas de
escritura de intención literaria? ¿se alude a cómo uno u otro enfoque determi-
nan una manera concreta de entender los objetivos, de seleccionar los conteni-
dos, de diseñar las actividades y de realizar la evaluación?
2.- ¿Aluden estos materiales (en el apartado destinado al profesorado} al tipo
de profesionalidad docente que propugnan? andican de una manera precisa el
modo de actuar en cada caso o dejan a criterio del docente la adecuación de esos
materiales a cada contexto de aprendizaje e incluso su posible modificación o
mejora?
3.- ¿se explica la estructura de cada unidad didáctica, tema o lección? 6e
justifica por qué tiene una determinada organización y no otra? ¿se alude a la
coherencia que debe haber entre objetivos, contenidos, actividades y evalua-
ción? ¿se aclaran otros aspectos como los relativos a la progresión de los apren-
dizajes y al tratamiento cíclico de algunos contenidos? ¿se considera la posibili-
dad de negociar con los alumnos algunos aspectos de la secuencia didáctica, al
menos inicialmente?
4.- Aunque el currículo oficial del área o de la materia delimita una serie de
objetivos generales que aluden a las capacidades que se intentarán desarrollar a
188
lo largo del procesos de enseñanza, ¿están enunciados de forma suficiente no
sólo en el prólogo del libro de texto o del manual de turno sino también al
comienzo de cada secuencia didáctica, tema o lección de una forma accesible
para el alumno? ¿se Je indican al alumno cuáles son los objetivos que se persi-
guen en cada tema o secuencia didáctica (con el fin de que sea consciente de qué
es lo que se pretende y qué es lo que se espera de él) y sobre el modo de alcanzar-
los (con qué contenidos y a través de qué actividades)? ¿Se justifica la selección y
la secuencia de objetivos? ¿se establecen relaciones entre objetivos del área o
materia y objetivos generales de la etapa educativa? 2Se indica cómo tales objeti-
vos condicionan la selección de contenidos efectuada, las actividades programa-
das, la metodología utilizada y los criterios de evaluación?
5.- Aunque el currículo oficial del área o de la materia establece con criterio
prescriprivo una serie de bloques o conjuntos de contenidos\ es tarea del profe-
sorado la concreción, selección y ordenación de esos contenidos en cada curso y
ciclo. ¿se argumentan las ideas de las que se parte para efectuar la selección y la
secuencia de contenidos? ¿La selección y la ordenación de los contenidos tienen
como ejes el conocimiento formal del sistema de la lengua y el acercamiento
histórico a nuestra literatura? ¿o tienen en cuenta otras variables como los ám-
bitos de uso de la lengua (coloquial, académico, literario, medios de comunica-
ción...), las intenciones del intercambio comunicativo (informar, narrar, descri-
bir, argumentar, persuadir, divertir... ) o las características discursivas de los di-
versos tipos de textos (géneros literarios, formas de elocución ... )?
6.- En cuanto a los tipos de contenidos, ¿se integran de una forma adecuada
conceptos, procedimientos y actitudes? Con carácter general, ése observa en la
selección de los contenidos una presencia casi absoluta de conceptos o, por el
contrario, se hace hincapié sobre todo en los procedimientos? Dicho de otra
manera: dos contenidos se orientan tan sólo a la adquisición del saber lingüísti-
co o también, y sobre todo, al saber hacer cosas con las palabras? ¿se incluyen
otros contenidos referidos a actitudes, valores y normas? dnvitan a un trata-
miento interdiciplinar de los temas estudiados? ¿Jncorporan la posibilidad de
abordar en el aula otros asuntos como la violencia, la discriminación racial, el
sexismo, las desigualdades sociales, la educación ambiental...?
7.- En la selección y en la secuencia de contenidos, ¿se tiene en cuenta algún
criterio que justifique la ordenación de tales contenidos a lo largo del curso y de
los ciclos? Dicho de otra manera: ¿se organizan los contenidos de forma que se
parta de los usos más habituales del lenguaje para ir avanzando hacia otros usos
más complejos y hacia la reflexión sobre esos usos? O, por el contrario, ¿se
utiliza un criterio estrictamente filológico mediante el cual lo importante es trans-
mitir a los alumnos el saber acuñado por la teoría lingüística seleccionando y
ordenando los conceptos gramaticales en función de su menor o mayor comple-
jidad (desde la fonética hasta la semántica, pasando por la morfología y la sin-
taxis)? En cualquier caso, fasegura la ordenación de contenidos la adquisición
2
Véase el capítulo segundo de este libro ("Los objetivos de b educación lingüística y el currículo
de Lengua castellana y Literatura en la enseñanza secundaria").
189
funcional de los aprendizajes, establece cuáles son los contenidos esenciales en
cada secuencia didáctica y tiene en cuenta la conveniencia de comprobar más
adelante el grado de adquisición de tales contenidos esenciales?
8.- En cuanto a las actividades, ¿son adecuadas para el desarrollo de las capa-
cidades enunciadas en los objetivos y para la adquisición de las destrezas comu-
nicativas del hablar, escribir, leer y escuchar? ¿Abordan los diversos contenidos
del área o materia? ¿Hacen posible el tratamiento integrado de conceptos, pro-
cedimientos y actitudes? ¿comienza la secuencia didáctica con alguna actividad
inicial en la que se exploren las ideas y conocimientos previos de los alumnos, así
como sus habilidades comunicativas, en tomo a los contenidos que van a ser
objeto de estudio? ¿se incluyen actividades de introducción a los contenidos que
van a tratarse y de motivación del alumnado? A lo largo del desarrollo de la
secuencia didáctica, ¿se contemplan actividades de consolidación, refuerzo, an-
claje y profundización? ¿Está previsto algún tipo de síntesis al final de las activi-
dades con el fin de que los alumnos vean en qué medida saben más (o saben
hacer más cosas) que al inicio de la secuencia didáctica? ¿pueden tener algún
tipo de utilidad en la vida cotidiana de los alumnos las tareas realizadas en las
actividades? Si la respuesta es favorable, ¿10 perciben así los alumnos?
9 .- ¿se indica con suficiente precisión cómo han de ser organizadas, observa-
das y evaluadas las actividades? ¿se establecen algunas pautas de actuación en
relación con el agrupamiento de los alumnos y se busca el mayor equilibrio
posible entre el aprendizaje autónomo y el aprendizaje cooperativo en el aula?
¿Cómo se tiene en cuenta en las actividades la diversidad de aptitudes, actitudes,
estilos y motivaciones del alumnado? ¿Qué tipo de intercambio comunicativo
en el aula exige cada actividad? ¿se alude al uso de otros materiales y recursos en
el aula?
10.- En cuanto a la evaluación, ¿se indican con claridad desde el comienzo
los criterios de evaluación de cada secuencia didáctica? rnsrá prevista alguna
actividad de evaluación inicial de los conocimientos previos de los alumnos y
alumnas con el fin de que unos y otras sean conscientes de lo que ya saben
y sobre todo de las carencias y dificultades que aún tienen? ¿se evalúan no sólo
los resultados del aprendizaje sino también los procesos de enseñanza y, por
tanto, el cómo se ha enseñado y el cómo han aprendido los alumnos? ¿ofrecen
los materiales utilizados algún tipo de instrumentos de evaluación que ayuden al
profesorado a saber en qué medida se han desarrollado las capacidades enuncia-
das en los objetivos y si dominan de forma suficiente los contenidos asociados a
ellas? 2Se contemplan actividades e íntrurnentos de autoevaluación y coevalua-
ción del alumnado? ¿De qué manera se asegura el conocimiento por parte de los
alumnos de los criterios e instrumentos de evaluación? ¿En qué medida se sugie-
ren algunos cambios en el resto de secuencias didácticas en función de los resul-
tados de la evaluación?
Cabe concluir estas diez instrucciones de uso con una observación final. Como
señalan Gómez Vilasó y Quirós (1 996: 50-52), «no existen materiales didácticos
ideales, capaces de satisfacer todas las exigencias que el complejo proceso de
enseñanza y aprendizaje plantea y, por tanto, susceptibles de ser utilizados de un
190
modo exclusivo[ ... ]. Se trataría, pues, de buscar no tanto un manual adaptado a
las nuevas propuestas curriculares como de seleccionar y elaborar materiales
diversos que deben ser usados en el marco de una respuesta global y contribuyan
al enriquecimiento de la práctica docente[ ... ]. El camino de la autonomía profe-
sional no pasa tanto por el uso exclusivo de éstos como por la necesidad de que
los docentes no renunciemos al papel de sujetos de la planificación didáctica
desde una persp ectiva abierta e integradora en el marco de una cultura de la
colaboración».
Intentaremos ahora ilustrar con cierta brevedad qué utilidad pueden tener
las "instrucciones de uso" expuestas en el anterior apartado cuando se trata de
elegir entre varias propuestas editoriales. El análisis que presentamos no prejuz-
ga el uso que cada profesor o profesora pueda hacer de cada manual o libro de
texto: un libro escasamente coherente puede ser utilizado y completado con
inteligencia por el profesorado que se ve obligado a trabajar con él y, sin duda,
un libro que desarrolle de un modo más adecuado los principios en los que se
basa la concepción comunicativa de la enseñanza de la lengua podría ver desvir-
tuada esa coherencia por una utilización inflexible corno "manual" de lo que en
su origen puede constituir una invitación abierta a la reelaboración de sus pro-
puestas por parte del profesorado y de sus alumnos.
Tampoco pretendemos proponer aquí un ejercicio meramente formal de apli-
cación de unos criterios estrictos que lleven a una calificación o clasificación
rotunda de cada propuesta editorial. Por ello, no aplicaremos rigurosamente la
serie de interrogantes planteada en el apartado anterior sino que intentaremos, a
partir de la descripción de los dos manuales que utilizamos como pretexto, ver
en qué medida son fieles a las concepciones y principios en los que se inspira el
enfoque comunicativo de la enseñanza de la lengua, con la esperanza de que este
análisis pueda facilitar la reflexión que inevitablemente tendrá que realizar cada
profesor o cada departamento didáctico.
Para este análisis hemos recurrido a dos propuestas editoriales correspon-
dientes al primer curso de la educación secundaria obligatoria: el libro de la
editorial Santillana Lengua y Literatura. Curso 1° y el de la editorial Octaedro
Para narrar. Manual 1° ESO . De cada uno hemos elegido una unidad didáctica,
cuyo contenido es el mismo en ambos casos: la narración y sus elementos. Con
el fin de que este análisis no resulte demasiado engorroso, haremos una breve
descripción de la estructura y contenido de cada unidad didáctica, entendiendo
por contenido el conjunto de textos y actividades que se presentan al alumno.
Tras la descripción de cada unidad didáctica, intentaremos formular un juicio
global regido por la mayor o menor correspondencia entre esa secuencia didác-
tica, el conjunto de objetivos que se plantean, la selección de contenidos que se
realiza, la propuesta de actividades que se incluye y la presencia o no de pro-
191
puestas o indicadores de evaluación en relación con los fines, principios y con-
cepciones que se han expuesto, tanto en este capítulo sobre los materiales didác-
ticos, como en los capítulos 1, 2 y 4 de este libro.
La unidad del libro de Santillana es la que figura como unidad 1 y se titula
«La narración. Elementos» . Está dividida, como todas las de este manual, en tres
bloques: Estudio del texto, Estudio de la lengua y Literatura. El primer bloque
de la unidad que nos ocupa aparece introducido por algunas definiciones teóri-
cas: qué es una narración y cuáles son sus elementos. Aparece a continuación un
texto narrativo: «Historia de un joven indio iletrado». A partir de él, se propo-
nen hasta once ejercicios: explicación del significado de diferentes vocablos;
identificación de lugar, época y personaje principal del relato; varios ejercicios
sobre identificación y reconocimiento de los rasgos del personaje principal; va-
rios ejercicios sobre la organización del texto, en los que se pide la identificación
de las dos partes del texto; el resumen de cada una y el análisis del esquema
narrativo que corresponde a cada parte; finalmente, se le pide opinión (se supo-
ne que por escrito) al alumno sobre la verosimilitud de la narración y su valora-
ción personal de la misma, y se le invita a escribir un breve texto expositivo
sobre la actitud de los cronistas de Indias sobre el tabaco y su posible parale-
lismo con la del indio protagonista del relato. El apartado Estudio del texto
continúa con algunos ejercicios que aparecen bajo los epígrafes de "Técnicas",
"Expresión oral", "Composición" y "Taller de creación". En el primero, se dan
algunas instrucciones sobre cómo resumir un texto narrativo (acontecimiento
inicial, acción y desenlace) y se le pide al alumno que aplique esa técnica al
resumen de la narración anterior. En el apartado de expresión oral se presentan
tres viñetas y se pide al alumno que narre ( fa quién?) esa historia "en forma de
cuento" y se explique quiénes son el narrador y el personaje y cuál es la acción
del cuento. En el apartado de "composición" se muestra un modelo de ficha
cuyo contenido es la descripción de un personaje y se pide al alumno que la
complete con un personaje de su elección y que redacte "la presentación" del
mismo. A continuación se le invita a transformar las viñetas del apartado de
expresión oral en un cuento escrito. Por último, en el apartado de "taller de
creación" se propone la escritura de un cuento libre ateniéndose al esquema de
presentación de algún personaje y del tiempo y lugar de la acción, acontecimien-
to inicial, acción y desenlace.
Detengámonos aquí para hacer una valoración general de este primer bloque
de actividad. El primer aspecto que merece la pena comentar es la falta de co-
rrespondencia entre la presentación de los contenidos teóricos y lo que se pide
en los ejercicios de aplicación: mientras la presentación de los primeros es muy
somera y se limita a la definición de narración «como relato de unos hechos
reales o imaginarios que les suceden a unos personajes» y a una enumeración,
como elementos, del narrador, los personajes y la acción, en los ejercicios se
presentan secuencias diferentes (acontecimiento inicial-acción-reacción-solución,
en un caso, y presentación-acontecimiento inicial-acción-desenlace, en otro} que
no se explican teóricamente ni se justifican. En segundo lugar, destaca el notable
desequilibrio entre los aspectos de lengua oral y lengua escrita: un único ejercí-
192
cio de expresión oral (ninguno de comprensión), frente a quince de expresión o
comprensión escrita. Sí parece advertirse un mayor equilibrio en las actividades
sobre lengua escrita en cuanto al peso de las actividades de expresión y de com-
prensión. Sin embargo, la comprensión se plantea como reconocimiento de "in-
formación específica" en el texto o comprensión del vocabulario, sin que se
presente ninguna actividad de comprensión del sentido general del relato o,
incluso, de idcntific::ición de éste como forma textual específica o su diferencia-
ción respecto a otros tipo de textos. La actividad relativa a la descripción no está
integrada en el resto de actividades sobre el texto y se pierde la oportunidad de
explicar su funcionalidad en el relato y sus diferencias respecto a los pasajes
estrictamente narrativos. Como aspectos positivos cabe indicar que casi siempre
los ejercicios están relacionados con el propio texto de apoyo, que nunca cons-
tituye un mero pretexto para realizar ejercicios descontextualizados. Además, se
ofrecen apoyos a los alumnos en forma de esquemas o ejemplos que ayuden a
iniciar el ejercicio. Sin embargo, se pierde, a nuestro juicio, la oportunidad de
trabajar adecuadamente la motivación de los alumnos, lo que podría haberse
intentado recurriendo a la experiencia lectora o de narración oral o audiovisual
que, sin duda, poseen todos los alumnos en estas edades.
El segundo bloque de la unidad tiene como título «El lenguaje y su organiza-
ción,,. Hay una presentación de conceptos referidos al lenguaje como medio de
comunicación, a las diferentes intenciones comunicativas a las que puede res-
ponder la emisión de mensajes, a un esquema sencillo de los elementos de la
comunicación (emisor-mensaje-receptor) y a los factores que condicionan el sig-
nificado de los mensajes (palabras que los componen, función sintáctica de las
mismas, entonación y situación de comunicación). Se presentan a continuación,
como actividades de aplicación, tres ejercicios referidos a la identificación de
otras formas de comunicación, la expresión de mensajes para realizar acciones
diferentes y la identificación, en un ejemplo, de los elementos de la comunica-
ción. El apartado Estudio de la lengua continúa con la presentación de otra serie
de contenidos relativos a la organización del lenguaje, distinguiendo entre so-
nidos, palabras, enunciados y textos. Los ejercicios de aplicación de estos con-
tenidos teóricos consisten en la distinción en un texto entre sonidos, palabras y
enunciados, en el reconocimiento, a partir de una representación icónica, de los
momentos y actores de un acto de comunicación, y en un juego de composición
de sonidos, palabras y enunciados. El apartado Estudio de la lengua finaliza con
dos secciones dedicadas, respectivamente, al vocabulario y a la ortografía. En el
primero, a partir de un texto sobre Einstein, se presentan conceptos como pala-
bra derivada, significado de refranes y de la raíz "-logía", y se proponen algunos
ejercicios de aplicación. En el de ortografía se recuerdan algunas reglas generales
y se aplican a cuatro ejercicios. El juicio respecto a este bloque de estudio de la
lengua debe comenzar señalando la ausencia absoluta de relación o vinculación
con lo que se planteaba en el primer bloque de la unidad. De este modo, la
reflexión sobre la lengua aparece radicalmente separada de las actividades de
comprensión y expresión que se planteaban anteriormente, con lo que la funcio-
nalidad de la reflexión respecto al uso queda absolutamente al margen de los
193
planteamientos didácticos del manual que analizamos. Por otra parte, la propia
reflexión sobre la lengua carece de unidad o relación entre sus diversas partes y
más parece fruto de la necesidad de ubicar, con cierta arbitrariedad, conte-
nidos que no se sabe muy bien qué lugar deben ocupar en la secuencia didáctica.
Hay que valorar positivamente, en cambio, el intento de hacer hincapié en los
condicionantes generales de la comunicación (intención y situación comuni-
cativa) como marco explicativo más general de las diferentes producciones tex-
tuales.
El tercer y.último bloque de la unidad corresponde a la literatura y lleva por
título «Robinson Crusoe. La vida de un náufrago solitario». El bloque comienza
con un resumen argumental de la obra. Se ofrecen a continuación algunos datos
sobre la vida y la obra de Daniel Defoe, se traza un retrato de los dos personajes
protagonistas y se termina esa introducción con una caracterización del relato
como novela. Se presenta un fragmento de la obra y, en relación con él, se plan-
tean varios ejercicios. Las actividades de comprensión vuelven a ser, como co-
mentábamos anteriormente, actividades dirigidas a la captación de informa-
ción específica contenida en el texto. Se plantea a continuación la realización de
un guión que reproduzca la estructura narrativa del fragmento. Continúa con un
ejercicio de identificación de «expresiones en las que el narrador se dirija direc-
tamente al lector o le haga alguna aclaración» y concluye las actividades sobre
el texto con la propuesta de una valoración de los sentimientos que se reflejan
en el pasaje que es objeto de comentario. Finaliza la unidad con el apartado
"Taller de creación", en el que se propone narrar, adoptando el papel de Robin-
son como narrador en primera persona, una experiencia en una isla desierta.
Puede decirse que el bloque sobre literatura, salvo la identificación de la secuen-
cia narrativa, tampoco presenta ninguna relación con los contenidos y activida-
des del primer bloque que se referían precisamente al texto narrativo. Las activi-
dades de comprensión presentan las mismas insuficiencias que comentábamos
más arriba y, en general, el texto literario se utiliza como mero pretexto de un
activismo cuyo fin no aparece claro. Sorprende especialmente que en este blo-
que no aparezca ninguna referencia a la función específicamente literaria del
relato novelesco y que no se haga ninguna mención de las diferentes funciones
de la narración y del lugar que ocupa, entre ellas, el relato novelesco.
En resumen, la unidad didáctica del texto de la editorial Santillana se caracte-
riza por un problema común, por otra parte, a muchos libros de texto: la ausen-
cia de unidad entre las diversas partes, contenidos y actividades que la compo-
nen y la transmisión de la impresión inevitable de la ausencia de una reflexión
didáctica general que proporcione sentido y relación a los diferentes aspectos de
expresión, comprensión y reflexión sobre el uso. Los tres bloques de la unidad
aparecen así como partes relativamente independientes, apenas relacionadas por
el uso de textos narrativos como apoyo de las diversas actividades. Especialmen-
te preocupante, por cuanto revela una escasa asunción de algunos presupuestos
pedagógicos básicos en la concepción comunicativa de la enseñanza de la len-
gua, es la desvinculación entre el aparcado dedicado a los usos y el que se ocupa
de la reflexión o de los contenidos gramaticales. Hay un evidente desequilibrio
194
entre la atención que se presta a lo escrito frente a lo oral, pero en cambio parece
adecuado el tiempo dedicado a los diferentes aspectos de expresión y compren-
sión escrita. El tratamiento de los contenidos relativos a la narración es relativa-
mente pobre: no se plantea un análisis más detallado de los distintos tipos y
funciones de los personajes, no se trabaja adecuadamente la idea de secuencia
narrativa (que suele plantear problemas de comprensión y ejecución en el aula) y
se pierde la oportunidad de ilustrar diferentes tipos de textos narrativos que
respondan a funciones, fines comunicativos o situaciones de comunicación dis-
tintas. Se ha de valorar positivamente el esfuerzo por incluir textos narrativos
asequibles y potencialmente motivadores del interés de los alumnos y en este
sentido parece oportuna la opción que se realiza por el recurso a textos d e la
literatura de aventuras, si bien, como decimos más abajo en el apartado cuatro
de este capítulo, el manual no es absolutamente consecuente con esa opción, y
jumo a este tipo de textos literarios presenta otros que no parecen responder a
los mismos criterios. Finalmente hay que indicar dos ausencias que, a nuestro
juicio, son importantes: no se expresan en ningún momento los objetivos que se
persiguen con la unidad, y no se señalan destacadamente los contenidos que la
van a constituir, de modo que el alumno no tiene información previa (a menos
que el profesor cubra esta carencia) sobre lo que va a trabajar en la unidad y el
sentido que tiene ese trabajo. La segunda de las carencias se refiere a la ausencia
de cualquier referencia, propuesta, criterio o ejercicio de evaluación y, especial-
mente, de autoevaluación. En conclusión, se trata de un tipo de material de los
que antes calificábamos como fuertemente estructurados, escasamente suscepti-
ble de un uso flexible por parte del profesor y con algunas notables lagunas o
incoherencias con lo que debería ser un planteamiento comunicativo de la ense-
ñanza de la lengua.
El manual de la editorial Octaedro está organizado en torno a unidades di-
dácticas de mayor extensión (siete para todo el curso frente a las doce del libro
de $antillana). La unidad didáctica que comentaremos es la señalada con el nú-
mero 2, titulada «Un plan para narrar». Comienza con una presentación, en una
tabla de dos columnas, de lo que puede entenderse como un resumen de los
contenidos y objetivos de la unidad didáctica. La estructura de ésta está formada
por tres secuencias de actividades sobre la narración, por unas páginas dedicadas
a la "Reflexión gramatical", por un breve apartado de recapitulación y autoeva-
luación y, finalmente, por unas páginas que, bajo el título «De otra manera»,
plantean actividades que pueden entenderse como de consolidación, ampliación
o repaso de lo visto a lo largo de la unidad.
La primera de las tres secuencias lleva por título «Elementos de un relato».
Define, en primer lugar, cuáles son éstos (puesto que de la definción de la narra-
ción, sus contextos, sus fines y su tipología se ocupó en la unidad anterior),
distinguiendo entre personajes (protagonista y quienes se oponen o ayudan
a éste), conflicto (de diversos tipos) y acciones. Como primera actividad se
presentan cinco texros (dos narraciones literarias en prosa, un romance, una
noticia de prensa y una historieta) que se leen en grupo y se resumen oralmente
al resta de la clase. En las dos actividades siguientes, los alumnos deben recono-
195
cer en esos cinco textos los personajes, el conflicto y el resultado de las acciones
en cada uno (actividad 2) y los diferentes tipos de personajes y su relación de
colaboración o antagonismo con el protagonista (actividad 3). La actividad 4
consiste en reconstruir un relato a partir de fragmentos desordenados y respon-
der a diversas preguntas relativas, otra vez, a los elementos del relato.
La segunda secuencia lleva por título «La estructura del relato». Como la
anterior, lleva una breve introducción teórica en la que se distingue entre situa-
ción inicial, conflicto, desarrollo de las acciones, desenlace y situación final. Se
presenta a continuación un reportaje periodístico para reconocer en.él las dife-
rentes partes de esa hist0ria y resumir el conflicto, el desarrollo y el desenlace. Se
pide a los alumnos que busquen un reportaje en la prensa diaria y que resuman
su contenido para explicarlo oralmente al resto de la clase. La siguiente activi-
dad se realiza sobre otro texto (un cuento, en este caso), y para desarrollarla se
pide, por un lado, reconocer las dos historias paralelas que aparecen en él y, por
otro lado identificar las partes de cada una de las dos historias, además de com-
pararlas y explicar sus semejanzas o diferencias. El último ejercicio de esta se-
cuencia presenta, truncada, una fábula de Tolstoi, constituida también por dos
historias paralelas. Los alumnos deben imaginar y desarrollar la segunda de ellas
e inventar un desenlace para todo el cuento.
La tercera secuencia se titula «Escribir un argumento». Tras la habitual intro-
ducción teórica, se le presentan al alumno tres textos que son resúmenes argu-
mentales de diverso tipo: el de una película, incluido en una programación de
televisión aparecida en la prensa; el de La Celestina , tomado de una manual
de literatura; y el de Paradox rey , reproducido de un diccionario literario. El
alumno debe reconocer los fines que persigue cada resumen argumental, señalar
las diferencias entre ellos y justificar el tiempo verbal (presente) que se utiliza en
los resúmenes frente al pasado narrativo. Para finalizar la secuencia se presenta
una ficha de los elementos del relato que puede utilizarse como base para el
resumen argumental, distinguiendo entre personajes (protagonista, ayudantes y
oponentes) y estructura (situación inicial, conflicto, principales acciones, desen-
lace y situación final). Los alumnos deben imaginar una historia, rellenar la fícha
y redactar un argumento ajustado a lo pensado en ese esquema y utilizando el
presente como tiempo verbal.
En el apartado de reflexión gramatical se trabajan cuatro contenidos diferen-
tes: los conectores temporales, las repeticiones y sustituciones léxicas, incluido
el uso de los pronombres personales en función deíctica, la concordancia entre
sujeto y predicado y, finalmente, la distinción entre los diferentes tipos de sujeto
(agente, paciente y causa de la acción). El trabajo sobre conectores tempo-
rales se inicia con un texto narrativo, de carácter publicitario, en el que el alumno
debe identificar estos elementos. Posteriormente, sobre un texto autógrafo
se debe realizar la misma operación, corrigiendo además la puntuación para adap-
tarla a la exigencias del uso de esas expresiones temporales. Las repeticiones,
sustituciones léxicas y uso de los pronombres personales se trabajan sobre varios
textos narrativos (periodísticos, literarios y autógrafos) en sucesivos ejercicios
de observación y análisis, sustitución y relleno de huecos blancos en un texto.
196
Los contenidos relativos a la concordancia entre sujeto y predicado aparecen
introducidos por un cuadro-resumen de los contenidos teóricos. A continuación
se plantea un ejercicio de identificación de verbos en forma personal y de sus
sujetos en una narración literaria y algunos ejercicios de análisis de enunciados y
transformación de los mismos y, para finalizar, se propone la corrección de erro-
res de concordancia en un texto manuscrito por un escolar. Las actividades so-
bre los diferentes tipos de sujetos, introducidas también por un resumen explica-
tivo, se realizan sobre titulares de prensa en sucesivos ejercicios de reconoci-
miento y transformación de los mismos.
En el apartado de recapitulación y autoevaluación se pide a cada alumno, en
primer lugar, que refleje los conceptos, procedimientos y actividades trabajados
a lo largo de la unidad, que manifieste las dificultades o satisfacciones que ha
experimentado y que realice una valoración general del aprendizaje logrado y el
trabajo realizado. Posteriormente, debe anotar y explicar el vocabulario específi-
co utilizado tanto en las actividades sobre relatos como en aquellas que tenían
por objeto la reflexión gramatical. Por último, se le pide que identifique las
dificultades ortográficas con que se haya encontrado y las anote para tenerlas en
cuenta con posterioridad.
El último apartado de la unidad es el titulado «De otra manera». En él se
vuelven a plantear diversas actividades sobre textos narrativos (fundamental-
mente literarios) que tienden a globalizar los aprendizajes realizados, consolidar
y relacionar lo trabajado anteriomente en ejercicios separados y profundizar en
algunos aspectos (como, por ejemplo, la delimitación de una secuencia de accio-
nes en una narración). El apartado se articula de nuevo en torno a los cinco
grandes bloques sobre los que se organizaba la unidad: los elementos del relato,
la estructura del mismo, la escritura de un argumento, las repeticiones y sustitu-
ciones léxicas y la concordancia entre sujeto y predicado.
A la hora de realizar un juicio sobre esta segunda propuesta editorial, la pri-
mera diferencia respecto a la anterior es que, en este caso, sólo cabe hacer un
juicio global de la misma, y ello ya constituye una primera diferencia positiva: si
de la anterior propuesta destacábamos su fragmentación y la falta de relación
entre las partes que la constituían, la que hemos descrito en las líneas anteriores
destaca, precisamente, por la coherencia y trabazón entre sus diversas partes. En
cuanto al equilibrio entre las actividades dedicadas a la lengua oral y las que se
refieren a la lengua escrita, se puede anotar una mayor presencia de actividades
orales en el manual de Octaedro, pero el peso de los textos escritos sigue siendo
abrumadoramente mayor que el de los orales. También aquí hay que señalar que
se ha perdido probablemente la oportunidad de explotar los saberes previos del
alumno respecto a la narración oral (de hechos cotidianos o de tradiciones o
leyendas orales). En cuanto al equilibrio entre las actividades de expresión y las
de comprensión, la unidad parece bastante ajustada, porque si bien es cierto que
predominan las actividades de análisis y comprensión sobre las de expresión,
también lo es que el contenido de la unidad invita más al análisis y trabajo sobre
textos a partir de la comprensión que al puro ejercicio de creación. Con todo, las
actividades de expresión aparecen como un complemento necesario de lo tra-
197
bajado en relación con los diferentes contenidos y están lejos del puro activismo
que parece caracterizar a otras propuestas editoriales. Por otra parte, los resúme-
nes teó ricos de contenidos al comienzo de cada secuencia o sección de la unidad
didáctica están redactados con claridad, ejemplificados y sin contradicciones entre
los distintos m omentos en que se formulan o se utilizan para alguna actividad.
Otro aspecto que se debe destacar positivamente es la gran cantidad de tex-
tos narrativos que aparecen en la unidad (hasta 36), que cubren una amplia
tipología de narraciones de distinto carácter: literarias, periodísticas, publicita-
_rias, escolares o relativas a situaciones cotidianas. Además, esa amplia oferta de
textos permitiría su utilización en o tro tipo de actividades, además de las plan-
teadas, con fines de refuerzo, ampliación, consolidación o de recursos para aten-
der la diversidad de intereses y r itmos de aprendizaje de los diferentes alumnos y
alumnas. Por otra parte, y también se trata de un aspecto positivo, los diferentes
textos muestran de modo suficiente la diversidad de intenciones comunicativas
y de situaciones de comunicación que pueden plasmarse en la construcción de
un texto narrativo.
La reflexión gramatical aparece ligada al resto de los contenidos de la unidad
de dos modos diferentes: los contenidos relativos a los conectores temporales y
las referencias y sustituciones léxicas se integran de modo natural en las activida-
des de comprensión y análisis de textos narrativos. Los contenidos sobre la con-
cordancia entre sujeto y predicado y sobre los diferentes tipos de sujeto podrían,
efectivamente, aparecer en cualquier otra unidad, a unque en los ejercicios de
aplicación se vuelve al texto narrativo como marco para las actividades de análi-
sis o transformación de textos. Puede decirse, en definitiva, que en el caso de
este manual sí se observa una voluntad explícita de relacionar los diferentes usos
expresivos y comprensivos con la reflexión sobre los mismos y con la funciona-
lidad de los contenidos gramaticales al servicio de la mejora de los usos comuni-
cativos. También es digna de mención la voluntad de combinar las aportaciones
grupales y el trabajo individual, especialmente por la función facilitadora que las
primeras tienen r especto al segundo.
Hay que señalar, para finalizar, dos aspectos positivos de este manual: por
una parte, el que se le presenten desde el primer momento ante el alumno tamo
los principales contenidos como los objetivos que se pretenden alcanzar. Por
otra parte, la del interés de las propuestas de recapitulación y autoevaluación y,
especialmente, la presencia del último apartado («De otr a manera»), que permi-
te plantear actividades diversas de refuerzo, ampliación, consolidación o globa-
lización de los dife rentes aspectos trabajados en la unidad. En el apartad o de
carencias señalaríamos, en fin, la ausencia de propuestas de actividad o indica-
ciones específicas relativas a las actitudes o los valores que, sin duda, pueden
vincularse a los diferentes tipos de textos narrativos.
En conclusión, este manual de la editorial Octaedro responde, a nuestro jui-
cio, de una m anera coherente a los principios y concepciones que deben inspirar
un enfoque comunicativo de la enseñanza de la lengua, tanto en lo que se refiere
a la selección y explicitación de objetivos, contenidos, actividades y propuestas
de evaluación como en lo relativo a los planteamientos didácticos generales y al
modelo de programación al que se recurre.
198
4. GUÍA DE MATERIALES Y RECURSOS DIDÁCTICOS
-' Este epígrafe le debe mucho a Javier Quirós, cuyas anotaciones críticas sobre di versus manua-
les y libros de texto de educación secundaria obligatoria nos han sido muy útiles.
199
de la editorial están debidamente secuenciados en cada curso (al igual que los
criterios de evaluación), en los libros que van a consultar los alumnos no hay
ninguna referencia a ambos. Quizá tal ausencia tenga que ver con la idea (ade-
cuada desde un punto de vista comercial) de que el destinatario del planteamien-
to didáctico del libro es el profesorado y, en menor medida, el alumnado. Por
otra parte, del análisis de los contenidos cabe deducir algunas ideas. Por ejem-
plo, la historia de la literatura castellana aparece como el criterio dominante de
la secuencia de contenidos ya que en torno a él se articulan las distintas unidades
didácticas. Comienza el curso de tercero con los héroes y juglares de la épica y
de la lírica medieval y concluye el de cuarto curso con la literatura española de la
postguerra y con la literatura hispanoamericana del siglo XX.
El enfoque didáctico de estos materiales acentúa el predominio de lo líterario
y de lo gramatical en detrimento de otros contenidos referidos al uso oral, escri-
to e iconoverbal y a sus contextos de producción y recepción. Por otra parte, el
tratamiento didáctico de los contenidos gramaticales obedece a los criterios tra-
dicionales ya que el análisis gramatical se limita a la oración y a sus elementos
internos. De esta manera, se evitan otras formas de acercarse a la reflexión sobre
el texto y sobre sus contextos de uso. El acercamiento textual o discursivo a la
lengua y a sus usos, tan en boga en la lingüística de las últimas décadas, permane-
ce ausente en el tratamiento didáctico de los contenidos gramaticales.
El enfoque pedagógico de los contenidos lingüísticos y literarios es, en conse-
cuencia, bastante semejante al que inspiraba los programas oficiales de BUP (en
realidad, la secuencia escogida para estos dos cursos da la impresión de ser una
vuelta de tuerca del libro de Lengua Española de 1° de BUP y del libro de Litera-
tura Española de 2° de BUP}: no hay una integración fluida de los diversos
contenidos del área ya que la autonomía de lo literario y su influencia en la
selección y en la secuencia de las unidades didácticas dificulta un trabajo didác-
tico menos rígido y más flexible. A título de ejemplo, en una unidad didáctica se
trabaja el Poema del Mío Cid a la vez que se propone un trabaio en grupo de
búsqueda de información sobre Manuel Machado y se sugieren algunas activida-
des en torno a los géneros periodísticos con textos que aluden al ciclista Miguel
lnduráin. De igual manera, sin razones que lo justifiquen, coinciden el teatro
español del siglo XVII con ejercicios sobre el lenguaje publicitario. Finalmente,
los contenidos referidos a procedimientos no se enuncian en ocasiones de mane-
ra adecuada o se confunden, como suele ser habitual en estos casos, con activida-
des. Valgan como ejemplo algunas actividades ("Escribir con v, b, g o j según
corresponda", "Informarse del perfil humano e ideológico de Valle Indán", etc.)
que aparecen en los libros como procedimientos.
Por lo que se refiere a la metodología, no se observa ningún tipo de gradua-
ción en las actividades por lo que no encontramos tareas de iniciación, de pro-
fundización o de refuerzo. La atención pedagógica a la diversidad de aptitudes y
capacidades del alumnado difícilmente será posible con un planteamiento meto-
dológico tan homogéneo de las actividades. De igual manera, la presencia casi
absoluta de los textos de nuestra historia literaria quizá acabe actuando como
una opción didáctica escasamente adecuada en una etapa obligatoria de escolari-
200
dad 4 y como un obstáculo para el acceso del alumnado a otros textos. Finalmen-
te, la mayoría de las actividades se orientan al esfuerzo individual de los alum-
nos, por lo que el aprendizaje cooperativo y la construcción compartida del
conocimiento escolar apenas aparecen como estrategias metodológicas. En cuanto
a la evaluación, en el libro que va a manejar el alumnado no hay referencia
alguna a evaluación: nada se dice sobre evaluación inicial, instrumentos de eva-
luación, autocvaluación o coevaluación.
No obstante lo dicho, en nuestra opinión conviene subrayar algunos aspectos
novedosos en estos materiales, como, por ejemplo, el apartado Para leer que
aparece en cada unidad didáctica, en el que se orienta al usuario del libro sobre
posibles lecturas y sobre ediciones de los textos analizados, o los comentarios y
actividades sobre la lengua oral, cuyo enfoque sí parece coherente con un traba-
jo pedagógico orientado a la mejora del uso comunicativo de los alumnos y de
las alumnas.
En conclusión, el enfoque didáctico al que responden los materiales de la
editorial Anaya para el segundo ciclo de la Educación Secundaria Obligaoria es
similar, pese al cambio de diseño gráfico, a la incoporación de algunas ideas del
currículo y a una ordenación de los contenidos gramaticales y literarios en parte
distinta, al dominante en los anteriores programas oficiales de enseñanzas me-
dias y a la orientación de los libros de texro de BUP de la citada editorial. Quizá
desde una lógica comercial sea adecuado tender puentes con el pasado inmedia-
to con el fin de asegurar el contacto con este profesorado fiel a la empresa. Sin
embargo, la coherencia con un enfoque comunicativo de la enseñanza de la len-
gua es escasa.
' En absoluto cabe deducir de lo escrito que los rextos literarios deban ser ajenos al trabajo
pedagógico en la educación obligatoria. Por el contrario, es absolutamente necesario asegurar desde
la educación el acceso de los alumnos y de las alumnas al placer de la lecrnra de obras literarias y al
placer de la cscrirnra de textos de intención literaria. Sin embargo, y de acuerdo con tal intención,
opinamos que el eje diacrónico de la historia de la literatura española no es el instrumento más
adecuado en la educación secundaria obligatoria. Otras formas de acceso al disfrme de lo literario
(que conjuguen la atención al horizonte de expectativas que, como lectores, tienen adolescentes y
jóvenes con orra selección de los textos literarios y con el ejercicio de la escritura creativa) pueden,
en nuestra opinión, favorecer un acercamiento más fluido a la literatura de unos alumnos con bas-
tantes prejuicios hacia los textos canónicos de nuestra historia literaria y con una probada devoción
hacia otros textos de nacuraleza audiovisual. Véanse, en este sentido, los trabajos de Carlos Lomas
("La educación lingüística y literaria") y de Teresa Colomcr ("La didáctica de la litcrarura: temas y
líneas de investigación e innovación") en estas mismas páginas.
201
municación verbal y no verbal. Cada módulo consta de una entrada (con objeti-
vos, diagnóstico y una sinopsis) y una salida (pruebas de evaluación, relación
con otros módulos ... ). Cada módulo está pensado inicialmente para siete sesio-
nes, aunque los autores de estos materiales insisten en su flexibilidad y en el que
el orden de los módulos no prefigura una secuencia temporal concreta, por lo
que cabe comenzar el trabajo en el aula por cualquiera de los módulos.
En cuanto a las unidades didácticas, sobresale en las que se ocupan de las
destrezas de expresión y comprensión (Unidades I) el trabajo con diversos tipos
de estructuras textuales. No obstante, este apartado adolece de una cierta dis-
persión y requiere de una mayor cohesión interna que refleje el itinerario didác-
tico recorrido a lo largo de toda la etapa en torno a estos contenidos. Por lo que
respecta a la reflexión sobre la lengua y a la literatura (Unidades II), el tratamien-
to de lo literario evita el eje histórico, mientras lo gramatical se orienta hacia el
estudio morfosintáctico de la lengua. Pese a ello, hay una cierta atención hacia
los aspectos sociolingüísticos y se estudian las diversas tipologías textuales. Fi-
nalmente, por lo que respecta a los contenidos referidos a la comunicación ver-
bal y no verbal, sobresale la voluntad tanto de incorporar el estudio de tipos de
discurso que habitualmente permanecían al margen del trabajo didáctico en el
aula de lengua como de abordar asuntos que tienen que ver con la manipulación
informativa e ideológica. En este sentido, se estudian el lenguaje de la radio, de
la televisión, de la publicidad, del teatro, de la prensa o del humor gráfico y se
analizan las relaciones entre las artes plásticas y la literatura o entre el cine, el
cómic y la novela. También encontramos algunas ideas sobre cinesia y proxémi-
ca y una incorporación suficiente de otros contenidos transversales como la crí-
tica del sexismo, la educación para la paz o la reflexión sobre el consumo. En
este apartado se incluye siempre un estudio de casos y algunas técnicas de estu-
dio.
En cada unidad didáctica encontramos hasta 14 apartados: ambientación (bre-
ve texto dirigido a los alumnos donde se les informa sobre lo que se va a hacer),
diagnóstico (especie de evaluación inicial con la que los alumnos pueden
ser conscientes de cuál es su punto de partida), obietivos (en cada unidad se
formula de forma asequible un objetivo didáctico), sinopsis (en la que se alude a
los tipos de contenidos que se van a trabajar en la unidad), actividad modelo
(propuesta de una actividad que puede sugerir la realización de otras posterio-
res), indicadores de evaluación (orientaciones al profesorado y al alumnado para
la evaluación, incluyendo fichas de autoevaluación y mención expresa a lo que
se va a evaluar), técnicas de apoyo (consejos para el uso del género, instrucciones
para una lectura más fluida, etc.), eiercicios individuales y en grupo, ejercicios de
recuperación, ejercicios de ampliación, orientaciones para la resolución de pro-
blemas de aprendizaje, actividades, un glosario y una agenda del alumno (en la
que se le informa sobre lo que se espera que sepa o haga, sobre cómo resolver
posibles carencias y dificultades... ).
En síntesis, se trata de un material cuya estructura quizá sea en exceso com-
pleja y dificulte su uso por parte de un profesorado habituado a otro tipo de
materiales didácticos más manejables. De igual manera, convendría que los obje-
202
tivos y los contenidos se formularan en cada módulo, independientemente de
que luego se enuncien en cada unidad didáctica con el fin de que sus destinata-
rios sean conscientes de las intenciones educativas en cada caso. Sin embargo, es
un material que invita a la intervención creativa del docente, tiene en cuenta la
diversidad de usos verbales y no verbales que caracterizan la comunicación entre
las personas, evita un acercamiento historicista a los textos literarios, incorpora
de una forma sistemática la evaluación como herramienta de mejora tanto de los
procesos de enseñanza como de las actividades de aprendizaje y muestra una
clara volunta d de atender a la di\ ersidad de aptitudes, actitudes e intereses del
alumnado con tareas di vcr::.ifícadas y orientaciones concretas para ayudar a cada
al umno en la adquisición de saberes y de destrezas.
Del Grupo Albarán es ta mbién un Atlas de Lengua )' Literatura española
(Akal. Madrid, 1993). La original idad de este manual de lengua y literatura es el
uso de gráficos como herramienta didác tica para la comprensión de conceptos y
procedimientos lingüísticos y literarios ya que, a juicio de los autores, la síntesis
visual de una información permite fijarla en la memoria. El trabajo, con un dise-
ño innovador y atractivo por su despliegue iconográfico, parte de la convicción
de que «los gráficos son herramientas activas de aprendizaje en la medida en que
activan una percepción visual sintética de las interrelaciones de los conceptos».
En el libro encontramos, aparte de contenidos lingüísticos o estudios sobre co-
municación iconoverbal, un capítulo dedicado a la teoría de la literatura y otro a
prácticas de comprensión y expresión literarias.
203
rán en sus cuatro apartados (Literatura, Lengua, Textos prácticos y Ortografía.).
A continuación encontramos, bajo el título Tú también sabes, una serie de activi-
dades variadas (comentarios breves, reflexiones sobre un texto, búsqueda de
informaciones diversas, etc.), cuya función parece ser la de hacer consciente al
alumno de lo que ya sabe sobre los contenidos que van a trabajarse en cada
unidad didáctica. En el apartado sobre la literatura, se parte de un texto sobre el
que se proponen distintas actividades de comprensión, comentario y expresión
(vocabulario, estructura, tema, escritura, información sobre conceptos litera-
rios, etc.). En el apartado sobre contenidos gramaticales se describen algunos
conceptos y se proponen diversos ejercicios prácticos en torno a ellos. El aparta-
do sobre otros textos prácticos (el reportaje, la ficha, la crónica, la carta, incluso
algunas técnicas de trabajo, etc.) se inicia con una serie de preguntas sobre un
texto breve, se exponen las características de ese tipo de texto o de la técnica que
es objeto de análisis y se proponen algunas actividades de carácter práctico. La
ortografía ocupa el cuarto apartado y en él se trabajan de manera tradicional
estos contenidos: se alude a las reglas ortográficas y a la norma lingüística y se
proponen una serie de ejercicios concretos para la mejora del nivel de correc-
ción ortográfica del alumnado. Finalmente, la unidad concluye con una especie
de breve "examen" (Ahora ya sabes más) con el que se pretende que el alumno
sea consciente de lo que acaba de aprender.
En los libros no hay referencia alguna a objetivos ni a evaluación, como si
estos asuntos fueran tan sólo del interés del profesorado y, por tanto, debieran
estar sólo recogidos en el Proyecto Curricular de la editorial. No se percibe una
adecuada integración de los diversos contenidos del área. El tratamiento prefe-
rente -simultáneo aunque paralelo- de los contenidos literarios y gramaticales
impide una mayor atención a los aspectos del uso, que se abordan de forma
insuficiente, aunque bastante adecuada, cuando se alude a los textos prácticos o a
las técnicas de estudio. Así, por ejemplo, el trabajo con la lengua oral se restringe
al primer ciclo, al igual que ocurre con otros tipos de textos como la argumenta-
ción o la exposición. Lo literario se aborda bajo un prisma formal e historicista,
mientras que la reflexión lingüística apenas incorpora los últimos enfoques tex-
tuales o discursivos. Las actividades, casi siempre individuales, dan la sensación
de ser algo monocordes y escasamente adecuadas para atender a la diversidad
del alumnado de la educación secundaria obligatoria.
RINCÓN, F. y otros (1994, 1995 y 1996): Mágina I (1° ESO). Mágina 11 (2° ESO).
Mágina III (3° ESO) y Mágina N (4° ESO). Octaedro. Barcelona.
- (1995): Proyecto Mágina. Guía Didáctica. Área de Lengua Castellana y Lite-
ratura en la ESO. Octaedro. Barcelona.
Los autores advierten en la fundamentación metodológica que aparece en la
Guía Didáctica de estos manuales en que el modelo metodológico por el que se
opta «es un modelo donde docente y discente comparten el papel de investiga-
dcr-descubridor: el primero, en cuanto al proceso de enseñanza-aprendizaje que
ha provocado; el segundo, en cuanto al universo de códigos con el que irá en-
trando en contacto a partir de las diversas situaciones comunicativas propuestas.
204
Desde este punto de vista, el uso cada vez más autónomo (aprender a aprender)
de los distintos instrumentos, entre ellos el propio libro de texto, se con vierte en
un objetivo ineludible y primordial de este proyecto».
Con arreglo a estas intenciones, la secuencia de contenidos (en torno a cen-
tros de interés) opta por un trabajo didáctico orientado al desarrollo integral de
todas las capacidades expresivas y comprensivas del alumno. De ahí que, duran-
te el primer ciclo, se ponga el acento en los objetivos y en los contenidos referi-
dos a la comunicación oral (y a los lenguajes no verbales), mientras que en el
segundo ciclo, el énfasis se pone en los objetivos y en los contenidos que tienen
que ver con la expresión y la comprensión escritas y con lo literario.
En el primer ciclo, los autores utilizan como eie de la secuencia de contenidos
la lectura y la expresión y comprensión de mensajes orales. En el primer curso,
(Tradición literaria, comunicación y lenguaje oral) se aborda a lo largo de ocho
unidades didácticas el estudio de los distintos géneros de la literatura de tradi-
ción oral (el cuento, la lírica y el teatro} y se pone el acento en la expresión oral
(contamos, ri(t)mamos y actuamos) y en otros códigos no verbales de la comuni-
cación. En el segundo curso (Comunicación y lenguajes no verbales) se insiste en
los usos orales, pero en relación con otros lenguajes como la radio, el cómic y el
fotograma literario donde se conjuga lo lingüístico con otros códigos no verba-
les. A lo largo del primer ciclo, aun no siendo dominante, se insiste también en
las actividades de expresión y comprensión escrita.
En el segundo ciclo, el texto escrito pasa a primer plano. En el tercer curso,
(Exposición, descripción y argumentación) se aborda el estudio de los textos
expositivos (textos formales, cartas, noticias, reportajes, etc.}, descriptivos (bio-
grafías, libros de viajes y de aventuras, etc.) y argumentativos (textos periodísti-
cos de opinión, el relato policiaco, etc.). En la última unidad (Del habla a la
lengua) se alude a la situación lingüística del Estado español y a los prejuicios
lingüísticos-'. En el cuarto curso, lo literario pasa a un primer plano y en él se
aborda una visión diacrónica de los diversos temas literarios (el amor, la guerra,
la vida y la muerte} en la que se repasan las etapas, los géneros, las obras y los
autores claves de nuestra literatura. Quizá es en este curso donde, en nuestra
opinión, asistimos a un cierto cambio con respecto al enfoque didáctico del resto
de los manuales ya que en él lo literario se estudia desde una perspectiva históri-
ca, es decir, desde el eje de una historia temática de la literatura (El amor en la
lírica medieval, La guerra en la nanativa medieval, Honra y política en el teatro
del Siglo de Oro, Poesía y compromiso en la edad moderna, etc.). Es obvio que
una secuencia de contenidos realizada con criterios temáticos no conlleva nece-
sariamente el eje diacrónico que evoca otras formas de entender la educación
5
En una edición anterior del libro del tercer curso, los autores analizaban el texto expositivo,
narrativo y descriptivo a partir de los diversos géneros periodísticos (la noticia, el reportaje y el
artículo de opinión). En la edición ahora comentada se ha atenuado este énfasis casi monográfico en
el lenguaje de la prensa y se incluyen otros textos, con lo que, en nuestra opinión, se evita el cansan-
cio de trabajar con un solo tipo de textos (el periodístico) y se abre el abanico de usos conrnnicarívos
en los que pueden observarse las características de la exposición, la descripción y la argumentación.
205
literaria que han causado el cansancio (y el alejamiento del texto literario) de
tantos y tantos alumnos.
Aunque las unidades didácticas (temas, en el caso del libro de cuarto curso)
no es idéntica en cada uno de los manuales, sí en cambio es posible observar una
cierta estrucutra interna en la que aparecen sistemáticamente los siguientes apar-
tados: un planteamiento del tema (con una introducción para que el alumno
sepa cuál es el contenido que va a trabajarse y de qué manera, una evaluación
inicial orientada a conocer cuál es su punto de partida y, en ocasiones, algunas
actividades sobre un texto o algunas sugerencias de lectura), un análisis de las
características del lenguaje que es objeto de estudio (en el que se desarrollan los
contenidos de cada unidad y en el que se incluyen algunas propuestas de activi-
dades), la ayuda de la gramática (en el que se incorporan, en nuestra opinión de
una manera bastante acertada, los contenidos gramaticales, al hilo del tratamiento
de los diversos contenidos y no de una forma aislada y descontextualizada del
uso lingüístico y comunicativo, y que en ocasiones se completa con secciones
como Usos de la lengua en el manual de segundo curso o con El fichero de las
palabras útiles en el manual de tercero), antologías de textos (en el que, especial-
mente en los manuales del primer y del cuarto curso, se ofrece una propuesta
selectiva de lecturas y se proporcionan algunos modelos para la imitación creati-
va de textos), ejercicios de evaluación (actividades orientadas tanto a que el do-
cente observe cómo se está produciendo el aprendizaje como a la autoevalua-
ción y la coevaluación de los alumnos) y ejercicios de refuerzo (en el que se
intenta, mediante actividades de recuperación y de ampliación, atender a la di-
versidad del alumnado y "facilitar al docente el desarrollo de un proceso de
enseñanza y aprendizaje más plural y personalizado").
En resumen, se trata de unos materiales que intentan aportar algunas líneas
innovadoras de trabajo orientadas a fomentar el desarrollo de las capacidades
comunicativas del alumnado de educación secundaria obligatoria. De ahí algu-
nos de sus aspectos positivos: los objetivos y los contenidos aparecen al inicio de
cada unidad de manera asequible para el alumnado, la secuencia de contenidos
intenta ser coherente con un enfoque comunicativo de la enseñanza de la lengua
y de la literatura y pone el acento en los procedimientos expresivos y compren-
sivos y en el análisis de la diversidad de usos de la lengua que configuran el
intercambio comunicativo de las personas en nuestras sociedades, el tratamiento
de lo gramatical no está aislado del tratamiento del resto de los contenidos y
parte casi siempre del texto, las ideas sobre agrupamientos son adecuados, la
tipología de actividades se adecua a los fines comunicativos del área, tienen en
cuenta la conveniencia de atender a la diversidad de aptitudes, actitudes e intere-
ses del alumnado y no olvidan los asuntos referidos a la evaluación de la práctica
docente y del aprendizaje de los alumnos y de las alumnas. Quizá se echa en falta
un tratamiento más riguroso de los denominados contenidos transversales y un
mayor énfasis en el desarrollo de actitudes críticas ante algunos usos comunica-
tivos. Finalmente, consideramos que el tratamiento de lo literario en el cuarto
curso, aunque opte por una organización temática que en principio puede resul-
tar novedosa, responde esencialmente a una concepción de la educación literaria
206
deudora de planteamientos historicistas (y de ahí la selección canónica de los
textos). No obstante, incorpora de forma suficiente actividades de creación lite-
raria (mediante la imitación de modelos).
207
Odisea, etc.) con otros textos canónicos de la literatura castellana de difícil acce-
so para un lector de doce años (La vida es sueño, Don Quijote de la Mancha,
etc.). Si de lo que se trata es de fomentar la lectura y de educar en hábitos lecto-
res, el tratamiento de lo literario conllevaría otra selección de lecturas más ade-
cuadas al lector escolar del primer ciclo de la etapa (y la denominada literatura
de adolescentes y jóvenes ofrece algunos títulos muy interesantes) y un acerca-
miento a lo literario menos formal 6• Sin embargo, en el segundo curso se ofrece
un exhaustivo panorama de la literatura española a lo largo del tiempo (no olvi-
demos que sus destinatarios tienen aún trece años) y los autores y obras estudia-
dos reflejan el respeto a los cánones tradicionales a la vez que un escaso sentido
común pedagógico. Finalmente, el segundo ciclo se convierte en la reedición del
programa oficial de Literatura Española de segundo de BUP (en tercero se estu-
dia la literatura española desde la Edad Media hasta el Neoclasicismo y en cuar-
to desde el Romanticismo hasta nuestros días}.
En resumen, estos materiales dan la impresión de reflejar una tensión bastan-
te habitual: el difícil equilibrio entre la innovación que supone incorporar los
usos comunicativos más habituales de las personas al aula de lengua y literatura
con el fin de mejorar las capacidades expresivas y comprensivas del alumnado y
el respeto a la tradición didáctica de la asignatura en las enseñanzas medias con
su énfasis en la transmisión de conceptos filológicos y en el estudio de la historia
de la literatura castellana.
Vinculados al Proyecto Curricular de Santillana (editado en dos cuadernillos,
uno por cada ciclo) el lector puede consultar también el trabajo de Montserrat
Herrero y otros autores ("Técnicas de aprendizaje". Colección Saber hacer. San-
tillana, 1995) y la Carpeta de Recursos (Santillana, 1995) elaborada por Oiga
Acoltzin y otros autores (incluye un disquete informático).
• Veánsc en este sentido las monogroffo.s "La educación literaria" y "Las otras lireramras" apare-
cidas, respectivamente, en los números 4 y 9 de TEXTOS de Didáctica de la Lengua y de la Literatu-
ra.
208
fía y expresión. En cuanto a los libros de nivel, desarrollan los contenidos del
resto de los bloques de currículo del área. Estos contenidos se agrupan en torno
a tres apartados (El mecanismo de la comunicación, La lengua en su uso práctico
y La lengua e11 su uso lúdico)}' cada apartado se organiza en uno o varios proyec-
tos de trabajo que a su vez se dividen en tres partes: Descubre, Conviene que
recuerdes y Practica.
En El mecanismo de la comunicación, se desarrollan los contenidos referidos
a los usos y formas de la comunicación oral (bloque 1 del currículo del área) y a
los sistemas de comunicación verbal y no verbal (bloque 5). En él, además de
abordar contenidos específicos sobre lengua oral o sobre el lenguaje de los me-
dios de comunicación de masas, se hace hincapié en aspectos como los diferen-
tes tipos de situación comunicativa y sus elementos. En La lengua en su uso
práctico, donde se trabajan los usos y formas de la comunicación oral y escrita
(bloques 1 y 2 del currículo del área), la organización de los contenidos tiene
como criterio determinante la intencionalidad del discurso. Finalmente, en La
lengua en su uso lúdico y artístico, aborda el tratamiento de los contenidos lite-
ranos.
Los objetivos aparecen enunciados de forma asequible para el alumnos y
destaca la propuesta de textos, recursos y agropamiemos variados. Sin embargo,
se echa en falta alguna referencia a la evaluación en estos materiales didácticos.
En cuanto al Libro de Recursos para el profesor, incluye una introducción
(con reflexiones sobre el proyecto curricular de la editorial, la secuencia de ob-
jetivos, contenidos y criterios de evaluación, algunas ideas sobre trasnversalidad
y sobre la atención a la diversidad del alumnado y una bibliografía) y unas orien-
taciones didácticas (cada proyecto de trabajo está desglosado en una justifica-
ción inicial, unos objetivos didácticos enunciados en su relación con los objetivos
de ciclo, unos contenidos, unos temas transversales y recursos, unas orientacio-
nes metodológicas para cada uno de los tres apartados de los que consta el pro-
yecto, algunas sugerencias para actividades de ampliación y de refuerzo y unas
orientaciones para la evaluación).
En resumen, se trata de unos materiales didácticos que incorporan algunos
aspectos interesantes, como la enunciación inicial de los objetivos de cada pro-
yecto de trabajo orientada al alumno, la voluntad de incluir el tratamiento de los
denominados ternas transversales en los contenidos de cada curso, cierta sensibi-
lidad hacia la atención a la diversidad de aptitudes, actitudes e intereses de los
alumnos y de las alumnas, una tipología de actividades aceptable y una variedad
de recursos y de situaciones de intercambio notable. Sin embargo, sería deseable
una mayor integración entre los diversos bloques de contenidos ya que el desga-
jamiento entre lo gramatical y el resto de los contenidos del área, incluso con la
exstencia de un libro aparte, es en nuestra opinión un error especialmente grave.
Como lo es la ausencia de referencias a la evaluación en los materiales del alum-
no. Finalmente, y como es habitual en la mayoría de los manuales y libros de
texto analizados, el tratamiento de lo literario, e~pecialmeme en el segundo ci-
clo, es deudor de una concepción historicista de la educación literaria.
209
4.2. Programaciones de curso o de ciclo editadas por instituciones públicas
210
TE:--JORIO,P. y otros {1992) : Lengua Castellana y Literatura. Materiales Didácti-
cos. Secundaria Obligatoria. MEC. Madrid.
Estos materiales han sido editados, por encargo del Ministerio de Educación
y Ciencia, con el fin de orientar al profesorado que imparte el segundo ciclo de
la nueva educación secundaria y facilitar así la aplicación del nuevo currículo del
área mediante sugerencias de programación y unidades didácticas que faciliten
el trabajo docente en las aulas. En sintonía con estas intenciones, en este trabajo
se ofrecen desde la selección y secuencia de objetivos y contenidos del segundo
ciclo de la etapa hasta una programación de tercer curso y la presentación de tres
unidades didácticas para el primer trimestre del citado curso {sobre la comunica-
ción oral y escrita, las estructuras textuales básicas y los géneros literarios). El
trabajo refleja concepciones muy vinculadas al Diseño Curricular Base (1989) y
la bibliografía final elude las referencias disciplinares en favor de un repertorio
de títulos inevitables de teoría curricular.
VV.AA. (1987, 1989, 1990, 1992 y 1993) : Poética teatral. Cuarto curso. Secun-
daria Obligatoria (Libro del profcsor).Textos dramáticos en un acto. Secun-
daria Obligatoria (antología de textos dramáticos correspondientes al módu-
lo teatral del libro anterior). 51 narraciones. De los orígenes a las vanguar-
dias. Secundaria Obligatoria. Para narrar. .. Primer curso. Secundaria Obliga-
toria (2 ejemplares: Material del profesor y Material del alumno). Para
in(ormar(se). Segundo curso. Secundaria Obligatoria (2 ejemplares: Libro del
Profesor y Material para el alumno). Para convencer. Tercer cu.rso. Secundaria
Obligatoria (2 ejemplares: Libro del Profesor y Trabajo con textos). El len-
guaje y la prensa. Lengua y Literatura. Secundaria Obligatoria (2 ejemplares:
Guía para el Profesor y Módulo de actividades para el aula). Poemas. Antolo-
gía. Secundaria Obligatoria. Valencia: Generalitat valcnciana/MEC.
Este proyecto de materiales curriculares parte de la idea de que «entre el
DCB y los proyectos de centro se sitúan una serie de recursos didácticos que
tienen como finalidad facilitar las decisiones que debe tomar el profesorado» y
se articula a lo largo de toda la etapa en torno a un eje "en vertical": las funcio-
nes comunicativas: hablar y escribir para contar, informar(se), convencer, jugar/
crear/divertirse. Este hilo conductor intenta proporcionar un marco coherente
para las distintas prácticas discursivas (tanto habituales como literarias) y para la
reflexión sobre el uso que de la lengua se hace en situaciones de comunicación
diversas. Constan estos materiales de un libro o guía del profesor (con orienta-
ciones teóricas y didácticas y referencias bibliográficas) y de un módulo de traba-
jo con textos (análisis, planificación y producción de textos orales y escritos), de
un módulo de actividades gramaticales (texto y contexto, cohesión textual, la
construcción de la oración y la formación de palabras), y de un módulo ortográ-
fico.
Estos materiales didácticos, coordinados por el equipo del área de Lengua y
Literatura del Programa de Reforma de la Generalitat valenciana y elaborados
por el profesorado de valenciano y de castellano de diversos institutos de Alican-
te, Valencia y Castellón, han sido experimentados en el au la en cada uno de los
211
ciclos de la educación secundaria obligatoria y reelaborados a partir de la eva-
luación de tal experiencia. Es justo recordar que estos materiales, en el momento
de su aparición, significaron un ejemplo concreto sobre cómo encender la inter-
vención pedagógica en el aula de lengua desde un enfoque comunicativo de la
educación lingüística y literaria orientado a la mejora de la competencia discur-
siva de los alumnos y de las alumnas. Por esta razón, fueron y son una referencia
obligada para el profesorado más innovador del área. En la actualidad, la edito-
rial Octaedro está comenzando a publicar algunos de estos títulos. De ahí la
aparición_de Para narrar, un manual para el primer curso de la Educación Secun-
daria Obligatoria cuyos autores son Ana Martínez, Carmen Rodríguez y Felipe
Zayas. Se trata de un útil manual para la mejora de las habilidades narrativas de
los estudiantes. Cada una de las siete unidades didácticas consta de una presen-
tación (en la que se aclaran algunas ideas sobre el objeto de estudio y se enuncian
sus objetivos) y de una serie de secuencias didácticas con numerosas actividades
de uso, reflexió n, recapitulación y autoevaluación.
ABASCAL, M. D. y otros (19 93): Hablar y escuchar. Una propuesta para la expre-
sión oral en la enseñanza secundaria. Octaedro. Barcelona.
Este volumen surge corno consecuencia del trabajo de un grupo de profeso-
ras y profesores que venían desde hace tiempo trabajando con actividades de
producción de textos orales en cursos experimentales de la reforma del sistema
educativo. Tras aludir en el capítulo que abre el libro a la desatención tradicional
en el aula de lengua de las destrezas orales y a las posibilidades que se abren
ahora con los nuevos currículos y su énfasis comunicativo en la mejora de los
usos lingüísticos de las personas, los autores proponen un marco pedagógico
para el trabajo con usos orales espontáneos y elaborados y describen distintas
actividades de observación y producción de textos orales.
212
APARICI, R. (1992): El cómic y la fotonovela en el aula. Madrid. Ediciones de la
Torre.
Este trabajo pretende proponer una metodología para leer los mensajes ico-
noverbales del cómic y de la fotonovela y utilizar ambos lenguajes como instru-
mentos de aprendizaje escolar. En su primera parte se analiza el lenguaje visual,
el lenguaje verbal y los signos convencionales. En la segunda, asistimos al proce-
so de creación de una fotonovela. En la tercera y última se ofrecen criterios para
hacer posible en el alumnado una lectura crítica de la imagen que saque a la luz
sus claves ideológicas.
Cm.1A, J., dir. {1989): Cómics. (Coleccionable del diario EL PAJS). PRISA. Ma-
drid.
Coleccionable recomendable tanto por su concepción y contenido como por
el hecho de constituir un material muy difundido y, por tanto, disponible. La
colección consta de 25 entregas, cada una de de ellas compuesta por un conjunto
de textos sobre el subgénero o la época de que se ocupa el cuadernillo, acompa-
ñados de una historieta completa. La obra proporciona una información sufi-
cientemente completa sobre la evolución del género, los temas, las innovaciones
formales, los subgéneros, los personajes míticos y los principales autores y series,
tanto de los Estados Unidos como de Argentina, Francia, Italia y España. Ade-
más de la información que contiene, los textos pueden constitucir un buen ele-
mento de reflexión en el aula. Proporciona, además, numerosas imágenes, y la
213
historieta completa que se incluye en cada entrega puede ser un buen material de
análisis para abordar en el aula este tipo de discurso.
214
y no verbales de la historieta. En este sentido se proponen actividades de elabo-
ración de un cómic en el aub o se sugieren formas de utilización didáctica. Libro
surgido de la experiencia educativa de sus autores, nace de la convicción de que
el aprendizaje sólo es funcional si parte de las experiencias comunicativas de los
alumnos y de las alumnas: de ahí que los fines de este trabajo se sitúen en la
doble vertiente de todo trabajo con imágenes: hacia un saber ver (lectura crítica
de la imagen) y hacia un saber hacer (procedimientos de creación de textos ico-
nográficos).
En cuanto a álbumes de historietas que a nuestro juicio constituyen un buen
repertorio de textos iconográficos de interés, señalaremos a título de orienta-
ción los trabajos de Enri Bilal (La ciudad que nunca existió, Las falanges del
orden negro), Raymond Briggs (Cuando el viento sopla), Guido Crepax (Rusia
en llamas), Carlos Giménez (Paracuellos del ]arama), Winsor McCay (Little
Nema), Moebius (Los jardines de Edena, El mundo de Edena) y Hugo Pratt (La
balada del mar Salado, Corto Maltese: bajo el signo de Capricornio, Corto Mal-
tese: Las célticas). En cuanto a series de historietas con personaje fijo, destacare-
mos los álbumes de Will Eisner (Spirit), Harold Foster (Príncipe Valiente), Giraud
(Teniente B lueberry), Goscinny/Uderzo (Astéríx) , Hergé (Tintín), Ibáñez (13 Rue
del Percebe, Mortadela y Filemón), Jan (SuperLópez), Roger Leloup (Yoko Tsuno),
Quino (Mafalda), Alex Raymond (Flash Gordon) y Schultz (Charlie Brown).
2 15
no de la universidad de Buenos Aires y define su trabajo de composición escrita
como una fábrica del texto en la que se concibe la escritura como un juego que se
celebra en un territorio de libertad donde todo es posible (el humor, las emocio-
nes, los recuerdos, los mitos, las pasiones, etc.) y donde se investigan y analizan
los mecanismos de producción de textos. La estrategia de composición de los
textos parte de una consigna que anima a la creación del texto (consignas referi-
das a los elementos narrativos, a los argum entos, a los distintos géneros, a los
sentidos, etc.) y describe tres fases: escritura, lectura y comentario. Algunas de
las propuestas más frecuentes son: completar textos, escribir textos colectivos,
responder a preguntas sin sentido, caracterizar personajes, difundir rumores,
traducciones imaginarias, etc.
GRUPO «NARRACIÓN E IMAGEN» (1994): "El discurso del cómic", en C. LOMAS (ed.):
La enseñanza de la lengua y el aprendizaje de la comunicación. Trea. Gijón.
Este trabajo contiene una propuesta didáctica con el lenguaje de la historieta
en el aula. Sus autores, tras caracterizar el discurso del cómic y justificar psicope-
dagógica y sociológicamente su integración en un programa de enseñanza de
lengua, describen los objetivos, contenidos, actividades y evaluación de una uni-
dad didáctica y presentan unos Materiales del alumno (con abundantes ejemplos
gráficos de historietas muy diversas) esenciales para la realización de las distintas
tareas de aprendizaje (el lector puede encontrar una revisión de este trabajo, a
cargo de Andrés Osoro, en el número 7 de TEXTOS de Didáctica de la Lengua y
de la Literatura).
216
to periodístico y sus posibilidades de trabajo didáctico. Por otra, numerosos ejem-
plos de trabajo didáctico sobre la prensa realizado con alumnado de diferentes
niveles y etapas y sobre aspectos muy diversos -desde los géneros hasta la ima-
gen en el periódico- .
Otros títulos que abordan el uso de la prensa en el aula, con numerosas orien-
taciones y propuestas didácticas, son Barcolomé, D. (1983): La prensa en las
aulas. Madrid. Publicaciones ICCE; Zayas, F. y Latorre, V (1 987): El lenguaje y
la pre11sa. Valencia. Consejería de Educación de la Generalitat de Valencia. Cor-
zo Toral, J. L. (1986}: Leer periódicos en clase. Una programación para EGB,
Medias, Adultos y Com pensatoria. Popular. Madrid; Guillaumet, J. (1988): Co-
nocer la prensa. Introducción a su uso en la escuela. Gustavo Gili. Barcelona; y
Rotger, B. y Roque, J. M. (1 982): Cómo leer la prensa escrita (Didáctica y fichas
prácticas para EGB, Bachillerato y FP). Escuela Española. Madrid.
217
organización del aula y una dinánima distinta de trabajo con los grupos de clase
en la que cambia el papel del profesor. Los tres primeros títulos describen los
diversos talleres en torno a los distintos géneros literarios, mientras que los dos
últimos resumen los presupuestos didácticos que animan a los aurores de la pro-
puesta de trabajo. Los autores de este trabajo colaboran también en los manuales
del Proyecto Mágina comentados en el epígrafe 1 de este apartado.
218
actividades que permitan un trabajo escolar orientado a «crear todos los estímu-
los necesarios que nos permitan alejarnos de peligrosas uniformizaciones del
modelo de sociedad transmitido por los medios de comunicación e intentar po-
ner estos medios al servicio de la transmisión de un universo rico y vario».
En cuanto al contenido de los tres videogramas (en formato VHS), el prime-
ro (La imagen, 57 minuros de duración) pretende contribuir a la formación de
lectores de imágenes en el contexto de una urgente alfabetización audiovisual.
La estructura del videograma consta de presentación, tres bloques y un epílogo.
El primero de los bloques aborda el lenguaje audiovisual y describe los elemen-
tos básicos de la imagen. El segundo presenta las características básicas de las
imágenes y describe una posible metodología de lectura de la imagen. El tercero
propone sugerencias creativas de uso educativo de los medios audiovisuales.
El segundo de los videogramas (Fotografía, prensa y vídeo, l 00 minutos de
duración) describe la tecnología de estos sistemas de comunicación iconoverba-
les, reflexiona sobre su uso didáctico y describe algunas experiencias escolares
con estos m edios.
El tercero (La imagen en movimiento, 96 minutos de duración), en fin, parte
de la fascinación que ejerce la imagen en movimiento en lenguajes como el cine
y el vídeo para abordar más tarde la tecnología, el proceso de producción y
algunos rasgos formales de estos medios de comunicación. En un primer mo-
mento se explican los principios que permiten la ilusión del movimiento, las
técnicas del cine de animación y los últimos avances en la producción de imáge-
nes con nuevas tecnologías. Luego, se hace un repaso de las fases que se han de
acometer en la elaboración de una obra cinematográfica o videográfica, desde el
guión hasta la postproducción. Finalmente, se detiene en la descripción de los
recursos expresivos de las imágenes en movimiento: planos, puntos de vista,
movimientos de cámara, transiciones temporales, montaje, etc.
W.AA. (1990): El siglo XVI a través del monasterio de San Benito El Real de
Valladolid. CEPs de Valladolid.
En el contexto de un trabajo interdisciplinar para tercero de BUP gue implica
la colaboración del profesorado de historia, arte, diseño y literatura, las autoras
del trabajo sobre los textos literarios de la época analizada plantean la conve-
niencia de «estudiar la literatura de una época en relación con otras manifesta-
ciones artísticas y con los usos cotidianos dela sociedad». Los objetivos se orien-
tan a la mejora de las capacidades expresivas y comprensivas del alumnado y a la
valoración de los aspectos estéticos e ideológicos de las obras literarias. Los con-
tenidos se estructuran en torno a tareas de documentación, investigación y crea-
ción y se describen tanto las concepciones metodológicas como las fases de cada
tarea y los principios de la evaluación. El trabajo va acompañado de material
para el alumno, con textos seleccionados y propuestas de actividades.
21 9
forma un todo inseparable con el lenguaje iconográfico y los efectos especiales
de sonido. [... ] Sería un grave error efectuar un estudio puramente formalista y
descontextualizado de la publicidad, que es por esencia un acto de comunica-
ción multidisciplinar». Estas palabras sitúan la perspectiva desde la que se abor-
da esta propuesta didáctica de integración curricular de la publicidad en el aula.
Tras unas breves reflexiones sobre la escuela y los medios de comunicación, la
guía didáctica propone tareas de lengua oral y escrita y actividades relacionadas
con el lenguaje cinematográfico, el lenguaje plástico, la mujer y la publicidad,
etc.
220
mación, se plantean orientaciones, criterios y sugerencias sobre las decisiones
que han de adoptarse en la elaboración de una programación didáctica y se dan
algunas ideas para contemplar en la planificación didáctica las ayudas a los alum-
nos con necesidades educativas especiales.
Véase también el epígrafe segundo ("Ciencias del lenguaje y enseñanza de la
lengua") del siguiente capítulo de este libro (Para saber [y saber hacer]).
5. CONCLUSIONES
7
Véase en este mismo libro el capítulo inicial "La educación lingliística y literaria".
221
una losa en el tratamiento didáctico de lo gramatical o de lo literario aunque se
advierta, afortunadamente, (quizá porque a ello obliga el currículo del área y de
la materia Lengua castellana y Literatura) un mayor énfasis en el estudio del uso
oral, escrito e iconoverbal, en los procedimientos expresivos y comprensivos y
en la consideración de la diversidad del alumnado. Por el contrario, las unidades
didácticas y experiencias de aula glosadas en los epígrafes 4.2. y 4.3. tienen en
nuestra opinión una mayor coherencia pedagógica con el enfoque comunicativo
del currículo del área y de la materia y constituyen un ejemplo de los nuevos
rumbos por los que en nuestra op.inión debe transitar en el futuro la educación
lingüística y literaria en nuestro país.
222
CAPÍTULO VI
Para saber (y saber hacer)
Carlos Lomas
223
lenguas o sobre los diversos tipos de discurso, ni se trata de acabar con la pacien-
cia del lector ofreciéndole un sendero interminable de lecturas. No están todas
las que son pero, sin duda, las que están son obras de referencia obligada en la
reflexión sobre los nuevos rumbos de la enseñanza de la lengua y la literatura.
Conviene aclarar algunos de los criterios que han condicionado esta selec-
ción de títulos y autores:
l. Citamos casi siempre ediciones en castellano. El conocimiento compartido
de la lengua castellana entre los lectores y el acceso más fluido al mercado edito-
rial en esta lengua nos han inclinado por sugerir casi siempre el manejo de edi-
ciones en castellano.
2. Evitamos aludir en las referencias bibliográficas a los clásicos de la retórica
o de la lingüística (desde Aristóteles y Cicerón hasta Saussure, Jakobson y Choms-
ky, desde Sapir y Bloomfield hasta Benveniste, Ducrot o Wittgenstein) por en-
tender que su obra es suficientemente conocida por los lectores y citarlos a todos
haría de estas páginas un sendero interminable de títulos. Sin embargo, la alu-
sión al interés de la reflexión retórica, lingüística o antropológica de estos y de
otros autores aparece debidamente reflejada en el comentario de los tratados
monográficos sobre algunas disciplinas (por ejemplo, en las referencias a títulos
sobre retórica, sobre sociolingüística o sobre pragmática). De igual manera, cita-
mos algunas obras esenciales para el conocimiento de las últimas tendencias de
la lingüística.
3. Hemos agrupado las obras en torno a cuatro apartados. El título que abre
cada epígrafe hace referencia al contenido general de los trabaíos reseüados. Así,
por ejemplo, en el primero ("Teorías de la lengua y de la literatura") sugerimos
la consulta y lectura de diversos títulos esenciales para conocer la más reciente
evolución de las ciencias del lenguaíe y de otras disciplinas que intentan dar
cuenta del complejo proceso de la comunicación entre las personas; en el segun-
do ("Ciencias del lenguaíe y enseñanza de la lengua") comentamos algunos tra-
bajos que intentan tender puentes entre el saber lingüístico, psicopedagógico y
sociológico y el saber hacer en el aula de lengua; en el tercero («Contenidos»),
aludimos a títulos que tratan de forma monográfica los distintos bloques de
contenidos contemplados en el currículo oficial del área Lengua castellana y
L iteratura; en el cuarto y último ("Revistas"), aludimos a diversas publicaciones
periódicas sobre educación y lenguaje y a los números que, a nuestro íuicio,
tienen un especial interés para el profesorado de lengua y literatura.
224
de sus usos en una cuidada edición en la que abundan las ilustraciones, los mapas
y una ajustada síntesis de los conceptos más relevantes sobre la historia, el fun-
cionamiento y la estructura de las lenguas. El libro se organiza en torno a diez
capítulos (ideas sobre el lenguaje, lenguaje e identidad, estructura del len-
guaje, hablar y escuchar, leer y escribir, los signos y la visión, trastornos del
lenguaje, las lenguas del mundo y el lenguaje). Concluye este valioso trabajo de
divulgación (en el que hay que destacar el trabajo de adaptación al ámbito lin-
güístico del castellano del equipo dirigido por el profesor Juan Carlos Moreno
Cabrera) con un apéndice en el que se incluyen un glosario, símbolos fonéticos,
cuadros de lenguas del mundo, lecturas recomentadas, bibliografía, índice de
lenguas, familias y dialectos, índice de autores y personajes citados e índice de
materias.
Retórica
225
HERNÁNDEZ GUERRERO, J.A. y GARCÍA TEJERA, Mª C. (1994): Historia breve de la
retórica. Síntesis. Madrid.
El interés de este trabajo reside, frente a otros de carácter más monográfico
que abordan épocas o escuelas concretas, en que nos ofrece una visión general
del panorama histórico de la Retórica en el que no sólo encontramos los autores
y obras fundamentales desde la época griega o latina hasta nuestros días, sino
también atinadas valoraciones del interés de cada aportación y referencias conti-
nuas al contexto teórico e histórico en el que sitúa cada obra. Libro de carácter
divulgativo, constituye una buena introducción a los hitos de la Retórica, cuyo
conocimiento es, a juicio de los autores, imprescindible ya que «las diversas teo-
rías modernas de la comunicación están inevitablemente inscritas en las corrien-
tes retóricas que fluyen desde la antigüedad».
AusTJN, J.L. (1962): Cómo hacer cosas con palabras. Paidós. Barcelona, 1982.
Este libro contiene las intuiciones y reflexiones inconclusas de Austin, expre-
sadas en notas de clase, en torno a temas candentes enfocados desde la perspec-
tiva de la filosofía del lenguaje. Para Austin, los actos de habla se clasifican en
actos locutivos (acción de pronunciar los sonidos verbales), ilocutivos (actos que
encierran la intención del emisor), perlocutivos (actos que producen un efecto
en el oyente) y proposicionales (que atañen a la referencia y a la predicación). La
vindicación del lenguaje ordinario, el carácter cooperativo de la investigación
filosófica y la necesidad de "liberar" a la ciencia del lenguaje de lastres filosófi-
cos constituyen parte de las sugerentes ideas de Austin.
226
Pragmática
R EYES,G. (1990): La Pragmática Lingüística (El estudio del uso del lenguaje).
Montesinos. Barcelona.
Este libro de divulgación constituye una excelente introducción para quien
quiera iniciarse en el conocimiento de la pragmática. La autora presenta una
panorámica del lugar de la pragmática en el conjunto de las ciencias del lenguaje
y de su estatus en relación con esas otras ciencias o perspectivas. En capítulos
sucesivos ofrece una amena introducción a teorías como la de los actos de habla
227
de Austin y Searle, la del principio de cooperación conversacional de Paul Grice
o la de la relevancia de Sperber y Wilson. Ofrece, después, varios ejemplos de
aplicación de los principios de la pragmática al análisis del uso de algunos tiem-
pos verbales en el castellano y concluye con una breve pero clara exposición
sobre el carácter dialógico del habla a partir de las ideas de Bajtin y de Ducrot.
De la misma autora, véase tambien otro útil trabajo de divulgación (El abecé
de la pragmática. Arco/Libros. Madrid, 1995). En él, de forma clara y accesible,
aborda nociones esenciales de la pragmática como el significado contextual, los
actos de habla, el principio de cooperación, las implicaturas, la relevancia, la
conversación o las metáforas.
Sociolingüística
228
cios" de distinción social, por lo que el lenguaje cumple una función socialmente
diferenciadora orientada a perpetuar las prácticas culturales de los dominantes,
que adquieren así rango de prácticas legítimas. Lenguaje, poder simbólico, dis-
curso ritual, procedimientos de censura o formalización ... son algunos de los
aspectos tratados por Bourdieu con un sano propósito de provocación, orienta-
do a poner de manifiesto la necesidad de reconocer los mecanismos sociopolíti-
cos que consagran la legitimidad de unos usos lingüísticos frente a otros.
229
Psicología del lenguaje y psicolingüística
LuRIA, A.R. (1979): Conciencia y Lenguaje. Visor. Madrid, 1984 (2ª ed.).
- (1980): Lenguaje y comportamiento. Fundamentos. Madrid.
Luria es autor de sugerentes investigaciones sobre el papel del lenguaje en la
formación de la conciencia y en el desarrollo de los procesos mentales, sobre
la función reguladora del uso lingüístico y sobre los procesos de la expresión
(motivación o estímulo, elaboración de los núcleos semánticos y comunicación
verbal desplegada) y de la comprensión (sentido general, ideas claves, significa-
do de las palabras e identificación del sentido último del texto o "subtexto").
230
WERTSCH, J.V (1985): Vygotsky y la formación social de la mente. Paidós. Barce-
lona, 1988.
- (1991): Voces de la mente. Un enfoque sociocultural para el estudio de la
Acción Mediada. Visor Aprendizaje. Madrid, 1993 .
El primero de los títulos constituye una útil introducción al pensamiento de
Vygotsky sobre el papel que los procesos sociales tienen en la formación de los
procesos psicológicos superiores. En el segundo de los trabajos citados, James
Wertsch, desde una perspectiva psícosemíológica, que muestra una clara volun-
tad de encuentro entre la psicología evolutiva y la semiótica, analiza las aporta-
ciones de Bajtin, se detiene en el estudio de la pluralidad y heterogeneidad de
voces del significado y tiende puentes entre nociones como escenario sociocul-
tural, lenguajes sociales y acción mediada.
D1JK, T. A. VAN (1977): Estructura y funciones del discurso. México. Siglo XXI.
1980
- (1977}: Texto y contexto. Semántica y pragmática del discurso. Cátedra.
Madrid, 1980.
- (1978): La ciencia del texto. Un enfoque interdisciplinario. Paidós. Barcelo-
na, 1983.
T. A. van Dijk es el más señalado representante de la lingüística textual. En
estos trabajos están los fundamentos de una disciplina que se preocupa por dar
cuenta de forma integrada de los diferentes aspectos que intervienen en la pro-
ducción, la comprensión y los efectos de los textos, así como de las complejas
relaciones que se establecen entre los textos y sus contextos.
231
Análisis del discurso
BROWN, G. y YuLE, G. (1983): Análisis del discurso. Visor Libros. Madrid, 1993.
Brown y Yule presentan un amplio panorama de las diversas disciplinas que
se ocupan del estudio del discurso con metodologías propias de la lingüística
descriptiva. El fin de este trabajo es mostrar cómo se usa el lenguaje oral y escrito
para comunicar intenciones concretas en contextos diversos. La descripción de
estos usos (desde conversaciones hasta noticias de prensa, desde textos ficticios
. hasta grafitis) se hace mediante técnicas de análisis rigurosas. Las formas y las
funciones lingüísticas, el papel del contexto en la interpretación, el contenido y
la estructura del discurso, la estructura informativa y la coherencia en el discurso
son algunos de los temas tratados en este manual.
Semiótica
232
muestra cómo el interlocutor se prefigura como «representante del grupo social
al que el hablante pertenece» y cómo el lenguaje es un texto dialógico en el que
encontramos ecos de otros usos textuales y de otras voces culturales. Para Volo-
shinov, la interacción verbal o diálogo es la realidad esencial de todo lenguaje y
los signos están abiertos a significar aquello que la clase social, en cuyo seno se
expresan, tiende a denotar o connotar. En su proyecto de semiótica social orien-
tada a dar cuenta de la ideología y de la dimensión dialógica de los signos, el
autor analiza conceptos como los de enunciado, interacción discursiva, significa-
ción, discurso directo e indirecto, etc.
Teorías de la Literatura
233
cualidades inherentes [... ] sino como las diferentes formas en que la gente se
relaciona con lo escrito». Eagleton, con un sólido conocimiento de las teorías
literarias y con una gran amenidad expositiva no exenta de una aguda ironía,
revisa a partir <le estos supuestos las teorías literarias del mundo académico bri-
tánico de principios de siglo, de la fenomenología, de la hermenéutica, de la
teoría de la recepción, del estructuralismo, de la semiótica y del psicoanálisis,
concluyendo que la crítica ejerce un poder «que vigila lo que se escribe y lo
clasifica en literario y no literario» y que «no existe literatura de veras grande ni
de veras insignificante si se desliga de las formas específicas de la vida social e
institucional».
234
2. CIENCIAS DEL LENGUAJE Y ENSEÑANZA DE LA LENGUA
235
rales que regulan el comportamiento comunicativo en los diferentes ámbitos del
uso lingüístico}, una competencia discursiva o textual (relativa a los conocimien-
tos y habilidades que se precisan para poder producir diferentes tipos de discur-
sos con cohesión y coherencia) y una competencia estratégica (el conjunto de
recursos que utilizamos para reparar las dificultades en el intercambio comuni-
cativo).
236
la enseñanza de la lengua. En este volumen colectivo se editan en castellano los
ya clásicos trabajos de autores como Hymes, Canale, Widdonwson, Bachman y
Spolsky, junto a otros textos de autores de aquí.
3. CONTENIDOS
BLECUA, José Manuel (1982): Qué es hablar. Salvar, colección Temas Clave, nº
96. Barcelona.
En este libro divulgativo, aunando la brevedad y el rigor, Blecua aborda entre
otros aspectos la enunciación, la comunicación no verbal, la conversación, el
texto y el discurso, los procesos de adquisición del lenguaje, las relaciones entre
lengua oral y sociedad, las rutinas y los registros lingüísticos, la dimensión fóni-
ca, sintáctica, semántica y pragmática de los actos de habla, etc. Es una visión de
conjunto de los fenómenos del habla contada de forma amena que resume en
pocas páginas, la investigación realizada por disciplinas como las diversas lin-
güísticas, la filosofía del lenguaje, la sociolingüística y la etnografía de la comu-
nicación, la semántica, la psicolingüística, la pragmática, etc.
237
CAZDEN, C. B. (1988): El discurso en el aula. El lenguaje de la enseñanza y del
aprendizaje. Paidós/MEC. Barcelona, 1991.
Inteserante estudio sobre los modos en que los intercambios orales entre
maestros y alumnos influyen en los aprendizajes escolares. La autora, en su aná-
lisis del uso lingüístico en las aulas, aporta en su libro transcripciones de conver-
saciones grabadas en las distintas etapas educativas (desde preescolar hasta la
universidad) y describe, desde un enfoque etnográfico y sociolingüístico, algu-
nos de los rasgos que ayudan a entender los usos escolares de la lengua.
238
Usos y formas de la comunicación escrita
CASSANY, D. (198 7): Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Paidós. Bar-
celona, 1989.
En esta obra se analiza el proceso de escribir textos y se estudian las condicio-
nes que hacen posible ser un escritor competente, así como los procesos menta-
les y las estrategias utilizadas. El libro se ocupa, en su primera parte, del código
escrito -frente al oral- y del conocimiento de la lengua que se requiere para
escribir. En la segunda parte, partiendo de las condiciones de comunicación en-
tre los interlocutores del escrito, analiza desde diversas teorías cognitivas las
operaciones mentales implicadas en la composición de un texto, desde la plani-
ficación hasta el desarrollo del conjunto del texto y la revisión. Obra muy suge-
rente por la novedad de sus planteamientos, al desvelar los procesos implicados
en la actividad de escribir que, habitualmente, no se han sometido a un examen
reflexivo (del mismo autor, véanse también Reparar la escritura ([Graó. Barcelo-
na, 1993), y La cocina de la escritura [Anagrama. Barcelona, 1995]).
239
nido semántico del texto) la autora defiende la importancia de enseñar de forma
activa y sistemática la comprensión lectora de textos diversos a lo largo de toda
la escolaridad. Especialmente sugerentes son sus ideas sobre cómo enseñar estra-
tegias lectoras a lo largo del proceso lector y sus criterios para la evaluación de la
lectura (véase de la misma autora una síntesis de sus ideas en su artículo "Lectura
y estrategias de aprendizaje" en el número 216 de Cuadernos de Pedagogía, dedi-
cado monográficamente a "Leer y escribir".).
240
VV. AA. (1 996): "La lengua como instrumento de aprendizaje", en Textos de
Didáctica de la Lengua y de la Literatura, nº 8.
La literatura
241
PROPP, V. (1985): Morfología del cuento. Akal. Madrid.
Estudio clásico sobre las formas y las leyes que rigen la estructura de los
cuentos folklóricos a partir del análisis de la función y de la significación de
los atributos <le los personajes y del cuento en su totalidad. Para Propp, «los
elementos constantes, permanentes, del cuento son las funciones de los persona-
jes, sean cuales fueren estos personajes y sea cual sea la manera en que cumplen
esas funciones».
La comunicación no verbal
242
PoYATOS, F. (1994 ): La comunicación no verbal. Cultura, lengua;e y conversación
(vol. 1 ). La comunicación no verbal (Paralenguaje, kinésica e interacción (vol.
2). Istmo. Madrid.
En estos dos volúmenes el autor aborda de forma pormenorizada y rigurosa,
entre otros asuntos, la naturaleza comunicativa de la cultura, las posibilidades
comunicativas del cuerpo, la realidad audiovisual del discurso humano, la triple
dimension de los usos verbales (lenguaje, paralenguaje y kinésica), la significa-
ción del silencio, la estructura de la conversación, las cualidades de la voz, los
gestos y las posturas. Sistemático análisis de la compleja red de signos y mensajes
que constituyen la comunicación no verbal de las personas.
243
desarrollo de la competencia comunicativa del alumnado». Este trabajo justifica
la necesidad de una intervención pedagógica en torno a los usos iconoverbales
de la comunicación de masas y contiene una serie de orientaciones didácticas
sobre el lenguaje de la publicidad, del cómic y de la televisión en el aula de
lengua.
El lenguaje de la prensa
244
El lenguaje de la radio
El lenguaje de la televisión
245
casi siempre, un simple tapiz visual de ese discurso verbal. También resultan
sugerentes los análisis dedicados a discutir el principio de objetividad en la cons-
trucción de la n oticia o el proceso de selección discursiva que el medio opera
sobre la realidad noticiable. Además, se abordan en el libro análisis deta-
llados sobre el tiempo -real o ficticio, directo o diferido- de la emisión de la
noticia y sobre los papeles del enunciador y del enunciatario en el telediario. El
libro ofrece, además, algunos ejemplos de análisis que permiten comprobar las
posibilidades -y los límites- de la persuasión y la manipulación a través de la
noticia en televisión.
El lenguaje de la publicidad
246
encontrará en las páginas de este libro una guía para la lectura de textos publici-
tarios (una especie de instrucciones de uso que orienten la mirada del espectador
sobre la textura de los anuncios) y un repertorio de anuncios publicitarios que
ilustran algunos de los conceptos analizados en este libro.
247
GuBERN, R. y GASCA, L. (1988): El discurso del cómic. Cátedra. Madrid.
Esta obra constituye una herramienta indispensable para quien desee aden-
trarse en el conocimiento del lenguaje de la historieta. Se trata de un catálogo
casi exhaustivo de imágenes que ejemplifican los elementos caracterizadores del
lenguaje de la historieta: encuadres, perspectivas ópticas, estereotipos iconográ-
ficos, repertorio gestual, situaciones arquetípicas, figuras cinéticas, metáforas
visuales e ideogramas, textos (cartuchos o cartelas, globos, rotulación), onoma-
topeyas y todo lo relativo al montaje, la temporalidad y la secuencia.
248
El lenguaje del video
4. REVISTAS
249
CLI] .Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil (Directora: Victoria Fernández.
Redacción: Editorial Fontalba. Valencia 359, 6°-1°. 08009, Barcelona).
Publicación orientada hacia la animación a la Lectura y al fomento de las
estrategias que permitan la consolidación de los hábitos lectores, informa men-
sualmente de novedades editoriales, entrevista a autores de libros infantiles o
juveniles y reflexiona sobre la lectura en la escuela. El número 49 presenta una
selección de títulos con el fin de orientar al profesorado a la hora de recomendar
lecturas a sus alumnos y alumnas.
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trabajo de aula. La monografías aparecidas hasta la entrega de este libro han sido
"Enseíi.ar lengua" (nº 1), "Gramática y enseñanza de la lengua" (nº 2), "Hablar
en clase" (nº 3 ), "La educación literaria" (n°4), "La lengua escrita en el aula"
(nº 5), "Usos lingüísticos y diversidad sociocultural" (nº 6), "Imagen, lengua y
comunicación" (nº 7), "La lengua como instrumento de aprendizaje" (nº 8),
"Las otras lieraturas" (nº 9), "ffextos? ¿Qué textos?" (número 10) y "La progra-
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,,.
Indice temático
actitudes 17, 19, 35, 41, 43-47, 49-50, 52, 57, 60-64, 70, 74, 80-81, 121,150,
152-153, 164, 168, 186, 189, 190, 198, 203,206,209, 21 4,243, 249
actividades 15, 18, 2 1, 37-38, 44, 52, 57, 65-66, 69, 84, 86, 102, 108,
118-121, 124,126, 13 1- 139, 141-144, 151-152, 156, 158-161, 163-164,
167,172, 173-178, 179-1 81, 183-1 98,200-213,215-222,238-241,249,
266
descripción de actividades 177
definición de actividades 173-174
criterios de selección y ordenación de actividades 177-178
tipos de actividades 139, 141, 142, 161, 173, 174-177
actos de habla 17, 20, 38, 45, 4 6, 94, 96-97, 226-228, 231-232, 237,264
actuación lingüística (o actuación comunicativa) 17, 27
análisis de la conversación 46, 82, 84-86, 87, 162,225,227,235
análisis del discurso 21, 77, 83, 101, 106-107, 115-118, 154,232,235, 23 6,
255
análisis sintáctico 15, 18, 14 7,203
animación a la lectura 133, 250
antropología lingüística 20, 77-78
aprendizaje lingüístico 41, 89, 90
aprendizaje significativo 29, 33, 175
biblioteca escolar 132
capacidades 12, 13, 15, 17, 19, 25, 28, 35, 37, 38, 43, 5 1-57, 68, 71, 73 , 91,
11 7, 121, 132, 140, 147-148, 153-155, 162, 164 -168, 176-177,
183-1 84, 188,190,200, 205-206, 208, 218-21 9, 221, 240-242
capital comunicativo 16
267
capital lingüístico 16, 47, 51,228
cognitivo 13, 20, 29, 71, 89, 91, 98, 99, 101,117,121,229,264
comentario de texto 93, 126-127, 131, 151,153,216,217,241,260
competencia comunicativa 11, 14, 18, 27, 39, 40, 41, 44, 53--57, 66, 68, 78,
79, 101, 111, 138-139, 150, 153, 155, 162-164, 167-168, 175, 180,
210,216, 229,235-238, 241,244,256,261,265
competencia discursiva 40, 47, 54,164,212,236
competencia estratégica 40, 79, 236
competencia lingüística 19, 40, 43, 54, 56-57, 75, 78, 82, 90-91, 229,
235,237
competencia sociolingüistica 40, 54, 79, 235
competencia literaria 48, 53, 131, 136,162,241
comprensión 13, 17-18, 20-21, 24-25, 3 7-38, 44, 50, 55-56, 59, 63-71, 83, 85,
89, 99, 110, 112, 119-120, 122, 130-131, 135-141, 146, 152-155, 162,
164, 167-168, 170-171, 174, 177-178,193,195,197-198,202-205,210,
212,214, 230--231, 236,240,244,255,257,263
comunidad de habla 47, 78
conceptos 9, 16, 22, 26,28,30,31,35,38,41-48,50,52,56, 58, 60, 62, 64,
68,122, 133, 151-154, 168-170, 174-175, 177,180, 189-190, 193,197,
203-204,207-208,216,218,225, 227,229,233-238, 244,247-248
conceptos lingüísticos y literarios 26, 152
conciencia lingüística 151
condiciones pragmáticas 103, 106
constructivismo 41, 113, 254
contenidos
análisis de los contenidos del currículo 44-49, 57-63
ordenación de contenidos 57, 156, 189
secuencia de contenidos 32, 171-173, 183, 186, 189, 200, 203,
205-207, 210
selección de contenidos 27, 36, 44, 46, 49, 58, 151, 156, 169-170, 189,
191
tipología de (o tipos de) contenidos 36, 41, 43, 46, 50, 61 , 152,
168-171, 189,202
contexto (o contexto de uso) 19, 23, 26, 29-30, 35-38, 40, 44-47, 51-52,
55-56, 58, 70-71, 85, 99, 107, 113, 121, 128-129, 133, 136-138, 141,
154,158,160,164, 16~ 170-171, 176,186,188,211,219, 225-226,
231-232, 235,262,265
contextos significativos 112
contrato comunicativo 22
conversación espontánea 70, 86, 173, 232
corrección 15,37-38,40,56,67,90, 112,114,147,164,176,197,204,218,
256
cortesía 78, 94, 97, 99-101, 169,227
criterios de evaluación 14, 28-36, 41-42, 44, 49-52, 53, 55, 57, 63-65, 143,
158, 178, 185, 189-190, 200,209
268
currículo
diseiio del currículo (o diseño curricular) 29, 32, 36, 38, 113, 157,
210-211, 261
desarrollo del currículo (o desarrollo curricular) 32, 34, 49, 157-15 8,
161,166,210,220,253,258,266
niveles de concreción (o de desarrollo) del currículo 34
puesta en práctica del currículo 32
dcsalienación expresiva 19
destrezas comunicativas (o destrezas expresivas y comprensivas) 9, 14, 21, 25,
28, 169,190, 249
desvío expresivo 22
didáctica dela lengua 7, 11,109, 110-111, 112-1 13, 115-121, 144-154, 156,
214,216, 240-24 1, 254-264
didáctica general 144, 145, 146, 160, 194
didácticas específicas 144, 145, 154
discurso 16, 20-23, 37, 45-50, 55, 58-60, 64-65, 71, 83, 86, 92, 94, 101-102,
106-107, 111-113 , 11 5, 117-121, 124, 133-134, 154,167,1 69,171,
173,176,202,207,209,214,216,218, 231-233, 235-238, 243-248,
250, 256-257
diversidad 13, 16-17, 21 -23, 28, 30, 42-45, 61, 69, 73, 78, 80,120,140,151,
156, 163-164, 167, 169, 180, 186, 190,198,200, 203-204, 206,209,
222,229,233,235,240,251
enfoque comunicativo (y funcional) 10-11, 35, 37, 40, 42, 44, 47, 52-53,
58-59, 66, 76, 111, 149, 165, 170, 176, 180-181, 184, 188, 191, 198,
201, 206, 210, 212, 214, 222, 236, 238, 240-241, 243, 255, 26 1,
265-266
enfoque lingüístico y didáctico 187-188
enfoque por tareas o proyectos (véase también rareas y proyectos)
enseiíanza gramatical 18, 240
enseñanzas mínimas 29, 31, 33,262
enunciación 106, 143,146,209,233,237,244,248,255,257
enunc~do 16, 19,48,84,94,95,96,9~98,99, 114,168,233
estética de la recepción 22, 265
estrategias 17, 22-24, 26, 28, 43, 48, 78, 83, 91, 98-101, 103, 115, 117-118,
153-154, 169, 174,201,210, 239-240, 246
estructuralismo 22, 62, 125, 127, 149, 233-234
etnografía de la comunicación 20, 46, 76, 77-79, 87,229,237,242
ccnomerodología 20, 82, 84, 87, 238
evaluación
de alumnos 165, 178, 179
de la enseñanza 122, 161
de los aprendizajes 3 6, 161
experto-docente 113
filosofía del lenguaje 20, 38, 226, 230, 232, 237, 265
fines de la educación lingüística y literaria 10, 13-15, 28, 172
269
formación inicial 17, 26, 31, 37, 145, 150-153, 155, 158-160, 161-167, 174
formación permanente (o formación continua) 151-152, 158, 160,199,255
formalismo 17, 22, 27, 125, 127, 233
formatos de comunicación 113
fuentes del currículo (o fuentes teóricas) 29, 144-148, 180, 216
función poética 22, 126, 127
gramática 18, 72, 74-75, 112, 127, 199, 206-207, 230, 235-236, 240, 242,
251, 253-254, 263
habilidades 9, 11, 14, 16, 26-28, 30-31, 40, 78, 119-120, 128, 138, 142, 145,
228,236,239
hábitos de lectura 132
hecho comunicativo 79, 102
hiato metodológico 49
historia de la literatura 125, 200-201, 208
horizonte de expectativas 23, 201
indagación crítica 9, 30-31, 188
indicios de contextualización 121
inferencia 87, 88, 98, 121
interacción 14-15, 20-21, 41, 70, 76, 79, 84, 87, 90, 99, 113, 117-118, 136,
15 1, 163,230,242,249
interaccionismo simbólico 20, 82, 83, 87
intercambio comunicativo (o intercambio lingüístico) 19, 21, 24-25, 3 8, 40-41,
150, 189-190, 206,232,236
intertextualidad 125, 139-140, 261
investigación-acción 118, 122
itinerarios de lectura 137
juegos de lenguaje 94-95
libro de texto 26, 28, 135, 179, 185-186, 189,253
lingüística aplicada 19, 22, 72, 113, 146, 149
lingüística del texto 47, 102-106, 154,231,235
macroestructura 102, 103, 105, 244
manipulación 14, 17, 19, 37, 46, 50, 112, 134,173,202,218, 232,245,246
manual 26-27, 127, 185, 191-192, 194-196, 198, 206, 226-227, 229, 236,
248,254,262,265
materiales didácticos 11, 28, 183-191, 192,199,202, 209-210, 213,221
mercado de intercambios 146
mercado lingüístico (véase mercado de intercambios) 87
método 50-51, 63, 65, 159, 213-214, 216, 241 ,248,263
metodología (orientaciones metodológicas, aspectos metodológicos, opciones
metodológicas ... ) 28-29, 31-32, 49, 51 -52, 65, 77, 163, 181,189,200,
209, 213, 219
modelo didáctico 124-125, 127, 140-142, 160
negociación 40, 71, 83, 87, 167,180,238
normas 13-15, 18, 40, 46-47, 56, 64, 75-76, 78-79, 81, 97, 101,112,160, 164,
168-169, 170,174,189,235,242,249
270
objetivos 37-44, 54-57, 155-157, 161-167
persuasión 24, 38, 93,173,216,243, 246, 261
placer del texto 131, 134
planificación didáctica 144, 150, 156-159, 161, 165-166, 179, 183, 186, 191
prácticas sociales de referencia 154, 163, 169
pragmática 20, 23, 38, 48, 62, 89, 91 , 94-101 , 107, 119, 128-129, 151, 154,
224,227-228, 234,236, 23 8,258,260,263
prejuicios lingüísticos 16, 17, 250
principio de cooperación 20, 97-98, 100-101, 227-228
procedimientos 15, 17-18, 28, 35, 39, 41, 43-46, 48-50, 55, 57-64, 70, 117,
121, 149-150, 152-155, 168-170, 174-175, 179-180, 187, 189-1 90, 197,
200,203,206,210, 213,215 , 21 8, 222,229,231,233, 247-249
programa de enseñanza 26, 28 , 43,156,159, 173-174, 178-179, 183,216
programación de aula (o programación de curso) 35, 144
programación didáctica 159, 163, 170, 177, 180, 183, 220-221, 237
programas formales 38
programas funcionales 39
programas procesuales (o planes procesuales) 39, 52, 55, 11 9, 148, 180
programas proposicionales 119, 180
progresión temática 103-104, 106, 164
proyecto curricular
de área 159, 170, 177
de lengua 159,166,203
de etapa 35, 157, 165, 172
proyectos (o proyectos de trabajo) 138, 209
psicolingüística 21, 89, 150,154,230, 236-237, 265
psicología 16, 21, 29, 41, 72, 76, 82, 87, 89-91 , 144-145, 149-150, 159, 230,
232, 239, 254, 257
psicología del lenguaje 16, 230
recitación 135
reflexión 10-12, 14, 17, 20-21, 26-27, 31, 38, 42-45, 47, 50, 56, 61-62, 65, 69,
75, 120-121, 123, 127, 141-142, 145-146, 157, 162-164, 167-174,
176-179, 191, 193-194, 196, 198, 200-204, 208, 210-213, 215, 218,
223-225,227,232,237,239-241,246,250,262
registro 11 4,118,228,247
reglas de coherencia 103
relevancia 94, 97, 98-99, 227-228, 264
repertorio verbal 79, 88
retórica 14, 20, 9 1, 92-94, 124, 126-127, 140, 153-154, 218, 224-226, 232,
236,244, 247-248, 253, 262-263
saber 8, 10-11, 14, 16-17, 26-28, 31, 35, 38-39, 41, 44, 55-57, 59, 66, 115,
130, 145-146, 169, 189-190, 215, 221 , 223-224, 261
saber hacer 8, 10-11, 17, 27, 35, 38-39, 41 , 56-57, 59, 66,145,169,189,208,
215, 221, 223-224
saber hacer cosas con las palabras 27, 39, 56-57, 59, 66, 189
271
saber lingüístico y literario 26, 5 6
secuencia 32, 57, 79, 105-106, 114-115, 117-118, 120, 122, 156, 166,
171-172, 174, 177-178, 183, 185, 187-190, 194-198, 200, 202-203,
205-207,209, 211,220-221,248
semiótica 21-22, 41, 93, 107, 127, 230-234, 236, 244-245, 247-248, 258
significado 9, 12, 22, 26, 40, 83, 87-88, 94-96, 98, 102, 135, 166, 176,
192-193, 227-228, 230-231, 234-235, 260,265
signos 22, 37, 48, 88, 94,172,213,225,232,233
sistemas y medios de comunicación 111
sociolingüística 14, 20, 38, 40, 45, 47, 54, 56, 64, 71-88, 154, 224-225, 228,
229,232, 235-238
sociolingüística correlaciona! o teoría de la variación 80-81
sociolingüística interacciona! 87-88, 238
sociología de la educación 29, 159
sociología del lenguaje 80-81, 229
superestructura 102-103, 104,106,244
talleres literarios 133-134, 214,217,241,250,257,263
teoría gramatical (véase gramática) 17, 26, 76, 152
texto 11, 14-16, 20-23, 26, 28, 33, 38, 41, 46-47, 60, 62, 64-65, 68, 72,
102-103,105-107,113,115,120,122,125-128,130-131, 133-137,139,
141 , 154, 162-164, 176, 180, 183, 185-187, 191-194, 196-199,
203-204, 206-207, 214-216, 218,221,223, 230-235
tipología textual 231
unidad didáctica 166-167, 174-175, 179-180, 185, 188, 19 1, 194-195,
200-204, 214
uso lingüístico y comunicativo 7, 11, 20, 26, 28, 152
valor de cambio 16
valor de uso 16
valores 17, 22, 35, 47-48, 50, 60, 63-64, 70, 77, 87-88, 100, 123-124, 141,
154, 161, 168-170, 185-186, 189,198,213,236,243,249
zona de desarrollo próximo (o potencial) 51, 117
272
TÍTULOS EN PREPARACIÓN