El documento describe cómo los médicos en la época clásica trataban de curar la locura a través de engaños y representaciones teatrales que buscaban disipar los delirios de los pacientes. Estas técnicas se basaban en aceptar los delirios de los pacientes y luego usar trucos o comidas para convencerlos de que sus delirios no eran reales, lo que a menudo curaba sus enfermedades.
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El documento describe cómo los médicos en la época clásica trataban de curar la locura a través de engaños y representaciones teatrales que buscaban disipar los delirios de los pacientes. Estas técnicas se basaban en aceptar los delirios de los pacientes y luego usar trucos o comidas para convencerlos de que sus delirios no eran reales, lo que a menudo curaba sus enfermedades.
El documento describe cómo los médicos en la época clásica trataban de curar la locura a través de engaños y representaciones teatrales que buscaban disipar los delirios de los pacientes. Estas técnicas se basaban en aceptar los delirios de los pacientes y luego usar trucos o comidas para convencerlos de que sus delirios no eran reales, lo que a menudo curaba sus enfermedades.
El documento describe cómo los médicos en la época clásica trataban de curar la locura a través de engaños y representaciones teatrales que buscaban disipar los delirios de los pacientes. Estas técnicas se basaban en aceptar los delirios de los pacientes y luego usar trucos o comidas para convencerlos de que sus delirios no eran reales, lo que a menudo curaba sus enfermedades.
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Historia de la locura en la época clásica 2ª Parte Michel Foucault
elemento perceptivo, al principio silencioso, pero cuya afirmación progresiva pondrá
en duda a todo el sistema. Es en sí mismo, y en la percepción que confirma su delirio donde el enfermo percibe su realidad liberadora. Trallion relata cómo disipó un médico el delirio de un melancólico que imaginaba no tener cabeza, y que sentía en su lugar una especie de vacío; el médico, aceptando el delirio, y de acuerdo con la petición del enfermo, trata de tapar el agujero, y le coloca sobre la cabeza una gran bola de plomo. Muy pronto, la molestia resultante del peso se convierte rápidamente en algo doloroso, y convence al enfermo de que tenía cabeza."cccxlii Finalmente, el engaño y su función de reducción cómica puede presentarse con la complicidad del médico, pero sin otra intervención directa de su parte, por el juego espontáneo del organismo del enfermo. En el caso anteriormente citado del melancólico que moría realmente por no querer comer porque se creía muerto, la realización teatral de un festín de muertos lo incita a comer; esta alimentación lo restaura, "el consumir los guisos lo hace más apacible", y al desaparecer la perturbación orgánica, el delirio que era indisociablemente tanto su causa como su efecto, no dejará de desaparecer. cccxliii Así la muerte real que iba a resultar de la muerte imaginaria es eliminada de la realidad, por la sola realización de la muerte irreal. El intercambio del no-ser consigo mismo se logra en este juego sabio: el no-ser del delirio se ha trasladado al ser de la enfermedad, y la ha suprimido, por el solo hecho de que ha sido expulsado del delirio por la representación dramática. La realización del no-ser del delirio en el ser llega a suprimirlo, incluso como no-ser; esto acontece por el mecanismo puro de su contradicción interna, mecanismo que es a la vez juego de palabras y juego de ilusión, juego del lenguaje y de la imagen; el delirio, en efecto, es suprimido en tanto que no-ser, puesto que se transforma en ser percibido; pero como el ser del delirio consiste en no-ser, es suprimido en tanto que delirio. Y su confirmación dentro de la fantasía teatral lo restituye a una verdad que, al retenerlo cautivo dentro de lo real, lo expulsa de la misma realidad, y lo hace desaparecer en el discurso sin delirio de la razón. Tenemos allí como una minuciosa puesta en obra, irónica y médica a la vez, del esse est percipi; su sentido filosófico se encuentra seguido al pie de la letra, y al mismo tiempo utilizado en dirección contraria a su impulso natural; ha subido a contracorriente de su significado. En efecto, a partir del momento en que el delirio penetra en el campo del percipi, se remite, a pesar suyo, al ser, es decir, entra en contradicción con su ser propio que es el non-esse. El juego teatral y terapéutico al que entonces se juega consiste en poner en continuidad, en el desarrollo del delirio mismo, las exigencias de su ser con las leyes del ser (es el momento de la invención teatral, de la puesta en escena de la ilusión cómica); después, consiste en promover, entre éstas y aquéllas, la tensión y la contradicción que ya se encuentran allí inscritas pero que pronto dejan de ser silenciosas (es éste el momento del drama); finalmente, consiste en descubrir, poniéndola bajo una luz cruel, esta verdad que en las leyes del ser del delirio son tan sólo apetitos y deseos de la ilusión, exigencias del no-ser; y en consecuencia, el percipi que la insertaba en el ser la condenaba ya secretamente a su ruina (es la comedia, es el desenlace). Desenlace en el sentido estricto de que el ser y el no-ser son liberados el uno y otro de su confusión en la casi-realidad del delirio, y devueltos a la pobreza de aquello que son. Puede verse la curiosa analogía de estructura, en la época clásica, entre los diversos modos de liberación; tienen el mismo equilibrio y el mismo movimiento en el artificio de las técnicas médicas, y en los juegos serios de la ilusión teatral. Puede comprenderse por qué la locura como tal ha desaparecido del teatro a fines del siglo XVII para no reaparecer casi antes de los últimos años del siglo siguiente: el teatro de la locura era efectivamente realizado en la práctica médica; su reducción cómica era del orden de la curación cotidiana.