Aspectos Ortopedicos de Las Displacias Oseas
Aspectos Ortopedicos de Las Displacias Oseas
Aspectos Ortopedicos de Las Displacias Oseas
CLASIFICACION
El problema de la clasificación de estos trastornos es muy complejo. La etiología, el
mecanismo hereditario y la fisiopatología de estos trastornos son conocidos en algunos
casos, desconocidos en otros, e incompletamente conocidos en muchos de ellos. Por otra
parte, las descripciones puramente morfológicas han ido apareciendo a lo largo de la his-
toria y son las únicas realmente fiables; no obstante, resulta dificultoso y poco fiable cla-
sificar a este tipo de afecciones desde un punto de vista puramente descriptivo.
En este contexto, desde el primer intento de FAIRBANK en 1951, seguido del de
Mc KUSICK, en 1966, quien distingue por primera vez los trastornos hereditarios de los
trastornos heredables, las clasificaciones existentes hasta el momento han sido el resultado
de la tendencia a agrupar los trastornos del crecimiento y estructura ósea, considerándolos
desde distintos puntos de vista. Las clasificaciones más utilizadas son:
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Raquis dorsolumbar.- Los niños que sufren enanismo presentan con gran frecuencia
deformidades raquídeas, de tipo cifótico, lordótico o escoliótico. La escoliosis es frecuente
en enanos de tronco corto. En general se trata de curvas leves y escasamente progresivas.
Sin embargo, en determinadas afecciones como las Displasias Diastrófica y Metatrófica,
la escoliosis es grave y progresiva.
En otras osteocondrodisplasias que afectan al raquis de un modo importante (Dis-
plasias espódiloepifisarias) son frecuentes las anomalías congénitas vertebrales (hemivér-
tebras, barras de fusión) que dan lugar a escoliosis congénitas progresivas graves. Todas
las escoliosis severas de este tipo de pacientes son subsidiarias de tratamiento quirúrgico,
difícil y arriesgado.
La cifosis dorsal grave es típica de un grupo de osteocondrodisplasias: La Enferme-
dad de Morquio y la Displasia Espóndiloepifisaria. Concretamente en la Enfermedad de
Morquio se producen alteraciones típicas de las vértebras a nivel de la unión dorsolumbar,
que dan lugar a una gibosidad. Esta cifosis no debe ser tratada quirúrgicamente más que
cuando exista inestabilidad vertebral y compromiso neurológico, para no comprometer
aún más el crecimiento de estos niños.
La exageración de la lordosis lumbar, por el contrario, es típica de la acondroplasia.
El defecto de crecimiento de la pars interpeduncularis de estos pacientes conduce a un
raquis lumbar muy lordótico, y con estenosis del canal lumbar, con el consiguiente peligro
de desarrollo de complicaciones neurológicas en las raíces terminales.
Caderas.- Las caderas se afectan en gran número de displasias (Displasia Espóndi-
loepifisaria, Displasia Epifisaria Múltiple, Enfermedad de Morquio, etc.), aunque su de-
formidad final no suele ser excesivamente importante. Cuando la alteración del crecimien-
to llega a producir incongruencias articulares graves y artrosis secundarias con traducción
clínica importante, puede ser necesaria la utilización de prótesis totales de cadera en la
vida adulta.
Rodillas y pies.- El enanismo desproporcionado suele llevar aparejado la presencia
de desviaciones axiales de los miembros inferiores a nivel de las rodillas. Es típica la exis-
tencia de genu varo en los enanismos micromiélicos de tipo acondroplásico y la presencia
de genu valgo en los enanismos con tronco corto y miembros largos.
Las desviaciones axiales de la rodilla suelen tener una doble causa, ósea y ligamen-
tosa. En el caso de la acondroplasia, el genu varo se debe fundamentalmente a una relativa
mayor afectación de la tibia en relación con el peroné, que crece relativamente más. Aquí
la causa es fundamentalmente ósea y, en consecuencia la deformidad se corrige bien por
medio de osteotomías, que siempre deben ser de adición, para no agravar más el acorta-
miento.
En otros casos, la razón fundamental de la desviación axial es la hiperlaxitud liga-
mentosa. Esta alteración aparece básicamente en aquellas osteocondrodisplasias que afec-
tan también a la elasticidad de los ligamentos, tales como la enfermedad de Morquio y la
Osteogénesis Imperfecta. En estos casos es muy frecuente la asociación de genu valgo y
pies planos laxos. Evidentemente, en este tipo de caos, la utilización aislada de osteotomí-
as correctoras no suele solucionar el problema.
bre las imágenes radiográficas que nos podemos encontrar. Sin embargo, ante la presen-
cia de un niño con la sospecha de que pueda padecer una osteocondrodisplasia, es obliga-
do el estudio radiográfico del raquis, de la pelvis y de las manos. En esas zonas es donde
lar alteraciones óseas con traducción radiográfica asientan con mayor frecuencia. Si no
existen hallazgos radiográficos significativos en esas áreas, la probabilidad del diagnósti-
co de osteocondrodisplasia disminuye mucho.
CLINICA
Estudiaremos únicamente alguno de los síndromes más representativos. La enfer-
medad más frecuente, y la más conocida desde antiguo es la acondroplasia. Durante mu-
cho tiempo, todas las displasias con micromelia fueron agrupadas bajo el mismo epígrafe
de acondroplasia. Sin embargo, a medida que los conocimientos han ido progresando, se
han ido individualizando los distintos síndromes.
ACONDROPLASIA
La acondroplasia es la displasia ósea más común y más fácilmente reconocida. Ya la
diosa egipcia Bes fue representada con la forma típica de una acodroplásica. Otras repre-
sentaciones clásicas incluyen la estatua de un gladiador acondroplásico, que data de la
época del emperador Domiciano (51-96 A.D.J.) Se encuentra también ampliamente repre-
sentada en la obra pictórica de Velázquez y es típica la presencia de enanos acondroplási-
cos en los espectáculos circenses.
Su incidencia es de l caso por cada 30.000 RNV. Afecta por igual al sexo masculino
que al femenino. La acondroplasia es una enfermedad hereditaria autosómica dominante.
Desde un punto de vista teórico, si ambos padres son acondroplásicos, el 25 % de sus
hijos deben ser homozigóticos, con alteraciones respiratorias graves y muerte en periodo
perinatal (LANGER y cols. 1969), el 50 % serán acondroplásicos heterozigóticos y el 25
% serán homozigóticos normales. (BEIGHTON 1979). Los hijos acondroplásicos de pa-
dres normales son el resultante de una variación genética que, como hemos visto más arri-
ba, es muy difícil que vuelva a repetirse en hijos posteriores.
La mutación genética se halla localizada en el cromosoma 4p16.3 y afecta al recep-
tor 3 del factor de crecimiento fibroblástico (FGFR3), el mismo que está afectado en la
hipocondroplasia (una variante menor de la acondroplasia) (Matusi y cols 1998). Como
consecuencia de esta alteración decrece la capacidad de crecimiento en la fisis de los hue-
sos de osificación encondral, donde existe un bloqueo en la producción de cartílago inters-
ticial columnario (hipoplasia del área de proliferación), que comienza en la vida prenatal.
Esto se traducirá en una alteración del crecimiento en longitud del hueso. El cartílago arti-
cular es normal, y por lo tanto no habrá alteraciones articulares. La osteogénesis perióstica
y membranosa se lleva a cabo normalmente, por lo cual no habrá afectación del creci-
miento transversal del hueso ni alteraciones de los huesos con osificación membranosa.
Las manifestaciones clínicas son ya evidentes en el momento del nacimiento y, aun-
que el diagnóstico se puede hacer habitualmente en base a los hallazgos clínicos, debe
confirmarse radiográficamente.
La deformidad básica es un enanismo apendicular rizomiélico, con una facies carac-
terística. El tronco es de longitud normal y las extremidades son cortas, siendo el acorta-
miento mayor en la porción proximal de las mismas. El centro del cuerpo queda situado
por arriba del nivel del ombligo. La piel es laxa y la grasa subcutánea excesiva, apare-
ciendo pliegues transversales y cojinetes en las extremidades. Debido a la cortedad de los
huesos largos las masas musculares se apelotonan, aparentando una inusual fuerza, espe-
cialmente en los varones.
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La cabeza es grande, tanto absoluta como relativamente, con una gran prominencia
frontal que contrasta con una cara generalmente pequeña, en la que la mandíbula sobresale
con cierto prognatismo. La nariz es ancha y achatada, en silla de montar. El conjunto ca-
beza y cara de estos enanos es inconfundible y muy característico.
El tronco es de longitud normal. El tórax es ancho en el diámetro transversal y estre-
cho en el anteroposterior. La cifosis tóraco-lumbar se ve con frecuencia en el niño peque-
ño y es reemplazada por una lordosis una vez la deambulación es perfecta. En el niño ma-
yor y en el adulto es más típica la hiperlordosis lumbar con acentuada prominencia de
nalgas y abdomen. Todo ello contribuye a la marcha típica “de pato”.
Los miembros superiores son cortos, más el brazo que el antebrazo. Su escasa longi-
tud permite a la mano alcanzar tan sólo la región trocantérea del muslo en la posición
erecta. A menudo hay limitación de la extensión del codo y supinación del antebrazo. Los
dedos son cortos y anchos, destacando la análoga longitud de los huesos de los cuatro de-
dos largos, distribuyéndose en tres grupos: 1º. pulgar, 2º. segundo y tercer dedos y 3º.
cuarto y quinto dedos mano en tridente).
Previamente a la bipedestación las piernas están bien alineadas. Cuando comienza el
soporte del peso estos niños tendrán un genu valgo. Cuando se ha establecido bien la de-
ambulación se desarrolla un genu varo fémoro-tibial. Como consecuencia de la deforma-
ción, existe la posibilidad de la aparición de una artrosis precoz de la rodilla Los pies son
cortos, con los dedos cortos y gruesos. El comienzo de la marcha está retrasado a causa
del peso de la gran cabeza y el hecho de que estos niños tengan los miembros pequeños,
junto con la hipotonía existente los primeros meses de la vida.
No existen otros trastornos, aparte de los esqueléticos. El desarrollo muscular es
normal. La corta longitud de los huesos de estos enanos hace incluso que los músculos
aparezcan aparentemente hipertróficos. El desarrollo sexual es normal, por lo que los
acondroplásicos se reproducen con normalidad, a pesar de la dificultad para el alumbra-
miento que representa la estrechez pélvica, lo que suele obligar a la práctica de cesáreas.
El desarrollo intelectual es normal, lo que puede conducir a la presencia de problemas
síquicos, derivados de la dificultad de adaptación social. Este tipo de problemas puede ser
motivo de indicación de determinadas intervenciones quirúrgicas, tales como los alarga-
mientos de miembros.
La expectativa de longitud de vida es normal. Al final del crecimiento, la altura me-
dia es de 131.5 cm. en el varón y 123.5 cm. en la hembra. El peso medio de los adultos es
de 55.48 Kg. en el varón y 46.28 Kg. en la hembra. La alteraciones óseas muestran unas
imágenes radiográficas típicas. El raquis lumbar, pelvis y cráneo, presentan cambios que
permiten hacer un diagnóstico precoz, porque los hallazgos presentes en el momento del
nacimiento muestran pocos cambios a lo largo de la vida de los acondroplásicos.
La base del cráneo, de origen encondral, es corta, pero los huesos de la bóveda cra-
neal, dado que tienen un origen membranoso y continúan su crecimiento, se desarrollan
normalmente, lo que se traduce en una prominencia de las áreas occipital y frontal. Existe
un aumento desproporcionado del desmocráneo con respecto a la cara y al condrocráneo.
El agujero magno es estrecho, como consecuencia del menor desarrollo de los huesos de
la base. La cabeza y la cara tienen un aspecto característico, resultado de los diferentes
desarrollos del condrocráneo y del desmocráneo: La cara es pequeña. en relación al tama-
ño total de la cabeza y aparece hundida, vista de perfil. La nariz es achatada en silla de
montar, y, en general, la parte media de la cara aparece hundida, con relación a la impor-
tante prominencia frontal, que puede estar agravada por la hidrocefalia, y a un cierto
prognatismo mandibular.
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es una incongruencia articular marcada y una coxartrosis muy precoz. Existen pequeñas
alteraciones radiográficas en los cuerpos vertebrales, con irregularidad de los platillos
vertebrales y múltiples hernias de Schmorl.
No existe tratamiento etiológico. El tratamiento es el quirúrgico de la coxartrosis
precoz.
les. Las corticales suprayacentes son muy finas y pueden estar interrumpidas por una o
varias fracturas patológicas. Inicialmente, las lesiones asientan siempre en las metáfisis.
Con el crecimiento van emigrando y pueden llegar a situarse en la diáfisis, donde no es
infrecuente que aparezcan en el primer examen.
Si los condromas son muy grandes, pueden presentarse como bandas longitudinales
radiotranslúcidas que se extienden a distancias variables desde el cartílago de crecimiento
hacia la diáfisis. La densidad del hueso entre las columnas de cartílago está a veces au-
mentada, dando una apariencia estriada característica y patognomónica de la metáfisis
comprometida, que, a menudo, aparece ensanchada y deformada. Pueden existir dismetrí-
as de 5 a 25 cm. cuando las lesiones son unilaterales y afectan a una extremidad inferior.
Los tumores continúan creciendo lentamente en la vida adulta y los huesos afectos pueden
sufrir grandes deformidades, acortamientos e incurvaciones.
En el Síndrome de Maffucci, junto a los encondromas múltiples, aparecen heman-
giomas carvernosos múltiples, localizados sobre todo en manos y pies y que suelen conte-
ner flebolitos.
La causa de la anormalidad es desconocida. Según GOMAR, se produce una hiper-
plasia del área de cartílago proliferativo. Los condroblastos fallan en su maduración y
emigran hacia la metáfisis. Una vez allí proliferan y dan lugar al encondroma.
Entre el 30% y 50% de los casos sufren una degeneración maligna condrosarcoma-
tosa. El riesgo de degeneración maligna es mayor que el de cualquier otra lesión cartilagi-
nosa. Es muy rara en la mano, siendo más probable en un hueso proximal. Es rara en la
primera o segunda décadas de la vida. Hay que sospecharla si una de esas lesiones co-
mienza a aumentar de tamaño rápidamente después de la pubertad. En el Síndrome de
Maffucci el riesgo es menor, alrededor del 15%.
Otras complicaciones posibles son la alteraciones funcionales, especialmente de la
movilidad articular, producidas por la presencia de tumores yuxtaarticulares y las fracturas
patológicas, que se producen sobre todo en las falanges.
Cuando se plantea la duda sobre la posible malignización del tumor, son indicacio-
nes para realizar la biopsia: Un rápido crecimiento del tumor, especialmente en un hueso
cercano a la columna vertebral, la presencia de dolor, o la sospecha radiográfica de dege-
neración maligna. Normalmente el resultado de la biopsia es lo suficientemente expresivo
para indicar una cirugía radical en caso de malignización. En otras ocasiones, aunque no
se haya malignizado, un condroma de gran tamaño necesitará de excisiones parciales si es
causa de molestias, dificultad para vestirse, etc."
Las fracturas patológicas deben tratarse como cualquier otra fractura. Las deformi-
dades pueden corregirse mediante osteotomías. Los encondromas de falanges y metacar-
pianos se tratan con curetaje y relleno con injertos. Esto sólo se hará cuando interfieren
con el movimiento de los dedos. A veces es necesario amputar un radio completo. En oca-
siones son necesarias las amputaciones por motivos estéticos o funcionales.
DISPLASIA FIBROSA
La displasia fibrosa mantiene cierta similitud con la enfermedad de Ollier, debido a
la asimetría, a la irregular distribución de las lesiones óseas, que a veces afectan a un sólo
hueso, y por la presencia de geodas, únicas o múltiples. ALBRIGHT en 1937 describió un
tipo particular de displasia fibrosa asociada a pigmentaciones cutánea y a pubertad precoz,
que desde entonces se conoce como Síndrome de Albright.
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Existen varias formas de esta afección. Las fundamentales son la Displasia Fibrosa
Monostótica, que afecta a un sólo hueso y que es considerada por la O.M.S. como un tu-
mor óseo benigno, la Displasia Fibrosa generalizada, que es considerada como una Dis-
plasia, encuadrada en el presente grupo de Alteraciones en el desarrollo de los componen-
tes cartilaginoso y fibroso del esqueleto, y finalmente el Síndrome de Albright.
La base genética de la Displasia Fibrosa no es aún totalmente conocida. Se sabe que
el síndrome de Albright carece de un patrón hereditario y aparece como una mutación
esporádica, producida, casi con seguridad, a lo largo del desarrollo embrionario. Afecta al
cromosoma 2q 13.2 y se traduce en alteraciones en la fijación guanidina-nucleótido de la
proteína alfa, lo que, probablemente, hace que las células pluripotenciales de AEGERTER
que aparecen en la vecindad de la línea de calcificación metafisaria en lugar de diferen-
ciarse a osteoblastos, lo hagan a fibroblastos y proliferan así., produciendo masas de teji-
do fibroso en el interior de la metáfisis, que van emigrando hacia la diáfisis con el creci-
miento. Como la osificación perióstica no está alterada, estas masas están siempre cubier-
tas de una cortical, más o menos gruesa. Sin embargo, la presencia de las masas de tejido
fibroso produce una debilidad estructural del hueso, que puede sufrir incurvaciones y / o
fracturas patológicas.
La Displasia Fibrosa Generalizada puede hacerse evidente a cualquier edad, pero
habitualmente lo hace durante la adolescencia. Normalmente los síntomas iniciales se re-
fieren al fémur, con menor frecuencia a la tibia. El síntoma inicial puede ser la deformi-
dad, la claudicación producida por la dismetría, consecuencia de la deformidad, o el dolor
producido por una fractura patológica. Si la afección afecta a un solo miembro no es pre-
ocupante y el pronóstico es bueno.
Las masas fibrosas pueden localizarse también en el esqueleto axial y en el cráneo.
La afectación del raquis y el cráneo es más preocupante. En el raquis, las masas de tejido
fibroso intraóseas pueden ser la causa de colapsos vertebrales y paraplejías. En el cráneo
existe la posibilidad de compresión de los pares craneales, especialmente el n. óptico.
Además las masas de tejido fibrosos producen deformación de los huesos del cráneo y la
cara con exoftalmos, asimetría facial y tumoraciones mandibulares, con desfiguraciones
importante de la cara.
Cuando se afectan múltiples costillas, el tórax puede deformarse, apareciendo un
surco de Harrison y alteraciones de la capacidad torácica, con los consiguientes trastornos
respiratorios.
Las imágenes radiográficas de los huesos largos pueden ser similares a las de la en-
condromatosis, pero con frecuencia son más grandes, policíclicos y redondeados. Pueden
presentar septos y son de una densidad más uniforme, sin presentar las calcificaciones
intratumorales típicas de los tumores condrales. En otras ocasiones, las masas de tejido
fibrosos son de límites poco definidos y de apariencia radiográfica de “cristal esmerilado”.
Las lesiones asientan fundamentalmente en las diáfisis, aunque a veces se extienden a la
metáfisis, especialmente en la extremidad superior del fémur. Las diáfisis en las que asien-
tan las masas fibrosas aparecen ensanchadas y con frecuencia son de diámetro superior a
las metáfisis. Pueden presentar incurvaciones importantes. En el fémur es típica la incur-
vación “en cayado de pastor”. las corticales pueden ser finas o más gruesas de lo normal.
Ocasionalmente presentan trazos de fracturas patológicas. Existe una cierta tendencia a la
mejoría espontánea de las lesiones al finalizar el crecimiento.
El espectro radiográfico de las lesiones craneales es diferente. La base del cráneo,
intento la silla turca y las alas del esfenoides. Puede haber incluso crecimiento intracra-
neal, que hace que radiográficamente presente el aspecto de “bolas de algodón”, similar al
de la enfermedad de Paget
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En el Síndrome de Albright las lesiones óseas son idénticas a las de la Displasia Fi-
brosa Generalizada. A estas lesiones hay que añadir la presencia de manchas cutáneas
hiperpigmentadas, de tonalidad de café con leche, de contorno sinuoso y unilaterales, que
se detienen típicamente en la línea media. Este síndrome aparece casi siempre en niñas, en
las que además hay pubertad precoz, con precocidad de la menarquia, el desarrollo de los
genitales externos y la detención del crecimiento, con un cierto grado de enanismo. En los
raros casos en los que aparece en niños, suele producir ginecomastia. No está clara la cau-
sa íntima del trastorno hormonal, aunque lo que sí parece descartado es que se trate de mal
funcionamiento de la hipófisis, presionada por las alteraciones de la silla turca.
La anatomía microscópica de las lesiones demuestra que están formada por masas
de tejido fibroso, en el que aparecen, como flotando, restos de trabéculas óseas, definidas
como imágenes de” patas de cangrejo”. Las células que componen el tejido fibroso varían
desde fibroblastos a fibrocitos maduros.
El tratamiento es puramente sintomático y, siempre que sea posible, debe esperarse
a que se produzca la ‘mejoría post-puberal”. Deben tratarse sólo aquellas lesiones que
produzcan dolor, o corregirse únicamente las deformidades importantes. Se utilizarán las
técnicas quirúrgicas habituales de curetaje más relleno óseo y de osteotomías correctoras.
Las fracturas se tratan como cualquier otra.
o a veces más tarde. El hecho clínico fundamental son las fracturas múltiples producidas
por traumatismos mínimos y a veces no reconocibles. La fracturas consolidan con facili-
dad y a menudo producen callos exuberantes, con apariencia de osteosarcomas.
Como consecuencia de las múltiples fracturas se producen deformidades óseas, con
incurvaciones de los miembros inferiores. En tronco es corto, por la reducción en altura de
los cuerpos vertebrales, que sufren aplastamientos espontáneos, con facilidad. A veces el
esternón protruye hacia adelante, dando al niño un aspecto similar al de la enfermedad de
Morquio.
Además de los trastornos óseos existen otras alteraciones, aparentemente ligadas a
una deficiente maduración del colágeno: escleróticas azules, en mayor o menor grado,
como consecuencia de una excesiva transparencia de la esclerótica, sordera de conduc-
ción, indistinguible de la sordera producida por la otoesclerosis, que suele aparecer en la
edad adulta, alteraciones de los dientes, que aparecen amarillentos y “transparentes”, y
suelen perderse por completo antes de los treinta años de edad. Existe además una hiper-
laxitud generalizada, que disminuye la estabilidad y propicia la aparición de las fracturas.
Existen multitud de grados de afectación, que van desde el grado mínimo, en el que
sólo están presentes una ligera deformación craneal, escleróticas azules y esguinces de
repetición, hasta formas muy severas, en las que las múltiples fracturas conducen a defor-
midades monstruosas.
Las manifestaciones radiográficas de la Osteogénesis Imperfecta Tardía son diferen-
tes a las de la forma congénita. Los huesos largos son finos y tienen un aspecto grácil. Las
corticales suelen estar adelgazadas. Aparecen incurvados con mucha frecuencia y suelen
presentar estigmas de las fracturas sufridas. En determinados casos pueden llegar a ser
“filiformes”, especialmente el peroné. Las vértebras son osteoporóticas, con frecuencia
bicóncavas y con una cierta platiespondilia. En el cráneo, las tablas aparecen adelgazadas
y existe un patrón de osificación en mosaico, debido a la presencia de múltiples centros de
osificación.
La Anatomía Patológica microscópica pone en evidencia el desorden de las fibras
colágenas, que aparecen excesivamente finas, completamente desorganizadas y con im-
portantes alteraciones en su estriación. Estas alteraciones ocurren, no sólo en el hueso,
sino también en la córnea y en el resto del tejido conjuntivo.
El pronóstico de esta afección es variable. En general, los síntomas tienden a mejo-
rar en la adolescencia, pero la calidad de la vida de estos pacientes depende mucho del
número de fracturas sufridas y de las deformidades residuales. Los intentos de tratamiento
etiológico han fracasado, por lo que se utiliza únicamente el tratamiento de las fracturas y
el paliativo, preventivo y corrector de las deformidades. Deben preferirse las técnicas qui-
rúrgicas a los tratamientos conservadores, con el fin de conservar al máximo la movilidad
de estos pacientes y prevenir la osteoporosis por desuso.
De este último grupo, hemos elegido par su estudio las afecciones más frecuentes: La Mu-
copolisacaridosis tipo I (Síndrome de Hurler), la Mucopolisacaridosis Tipo II (Síndrome
de Hunter) y la Mucopolisacaridosis tipo IV (Síndrome de Morquio).
MUCOPOLISACARIDOSIS
Las Mucopolisacaridosis son un grupo de afecciones que producen alteraciones es-
queléticas como resultado de un defecto en la degradación de los mucopolisacáridos áci-
dos que conduce a una acumulación visceral y a una alteración importante en el desarrollo
esquelético encondral. Los pacientes afectados muestran alteraciones faciales, enanismo y
displasia esquelética. Otras alteraciones de aparición variable son un déficit intelectual
progresivo, hepatoesplenomegalia, opacidades corneales e infiltración de las válvulas
cardiacas. Son enfermedades que han llamado tanto la atención de los investigadores mé-
dicos, que según BEIGHTON, existen en la actualidad más médicos investigando estos
desórdenes, que pacientes sufriéndolos.
El término genérico de Mucopolisacaridosis se aplica a las afecciones que cursan
con un exceso de mucopolisacáridos excretados en orina. Posteriormente se han ido indi-
vidualizando las diversas enfermedades, a medida que se iban identificando los enzimas
cuyo déficit era el responsable de la alteración metabólica. Aunque en la actualidad aun no
es posible el tratamiento etiológico de estas enfermedades, probablemente en el futuro
será posible reemplazar los enzimas defectuosos y tratar así estas afecciones.
una hipoplasia anterior de las últimas vértebras torácicas y primeras lumbares, típica de
esta afección, que se traduce en un deslizamiento hacia atrás de las vértebras afectadas, lo
que produce la cifosis dorsolumbar típica de esta enfermedad. El examen tomográfico de
la encrucijada occipito-vertebral pone de manifiesto las alteraciones en las primeras vérte-
bras cervicales.
Las diáfisis de los huesos largos aparecen algo acortadas. Las epífisis, especialmente
las de las extremidades superiores de los fémures, se desarrollan insuficientemente y son
anormales, tanto en lo concerniente a su época de aparición como a su estructura. Apare-
cen aplanadas y ensanchadas. Las metáfisis se deforman secundariamente, ensanchándose
para poder contener a las epífisis. El acetábulo aparece agrandado, para poder contener a
la cabeza femoral deformada.
El resultado, al final del crecimiento, son unas extremidades óseas deformadas, que,
especialmente en la cadera, conducen a la artrosis. En la muñeca, las extremidades distales
del cúbito y el radio suelen presentar una gran oblicuidad y aparecen prácticamente en-
frentadas. Los epífisis de los metacarpianos aparecen alteradas, pero no así las diáfisis,
que son normales, lo que, junto con las alteraciones de la muñeca, los típicas cambios del
raquis, y la alteración de las caderas, permite diferenciar claramente esta enfermedad.
No existe, en el presente, tratamiento etiológico para esta afección. Se utilizan tra-
tamientos ortopédicos y quirúrgicos para la corrección de la cifosis, del genu valgo, y de
la artrosis de la cadera. Deben realizarse controles neurológicos, debido al peligro de mie-
lopatías producidas en la encrucijada occipito-vertebral. Si el trastorno aparece, estará
indicada la fusión quirúrgica de la zona.
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