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LA BATALLA DE SUIPACHA (1810, BOLIVIA). UN ABORDAJE DESDE NUEVAS


NARRATIVAS

Article · January 2018

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2 authors, including:

Carlos G. Landa
Universidad de Buenos Aires
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UBACYT; Código Nº 20020170100060BA, Resolución (CS) 1041/18. Título: Arqueología del norte de la pampa. Diversidad poblacional, cambio y persistencia de
estrategias culturales. Facultad de Filosofía y Letras, UBA / Archeology of the north of the pampas. Population diversity, change and persistence of cultural strategies.
Faculty of Philosophy and Letters, UBA. View project

Poblamiento del Norte de La Pampa, Argentina / Population of the North of La Pampa, Argentina View project

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Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana
Dossier “Arqueología Histórica Argentina. Situación y perspectivas”. Número 12 (2018)

LA BATALLA DE SUIPACHA (1810, BOLIVIA). UN ABORDAJE


DESDE NUEVAS NARRATIVAS

THE BATTLE OF SUIPACHA (1810, BOLIVIA). AN APPROACH


FROM NEW NARRATIVES

Florencia Ávila*
Carlos Landa**

RESUMEN

Los campos de batalla constituyen un tipo particular de sitio arqueológico, no sólo


por su tipo de abordaje teórico-metodológico, sino también por el lugar significante que
ocupan para las comunidades involucradas en dichos paisajes de conflicto. Por su rol en
la historia de diversos colectivos, su incidencia en el devenir político de los pueblos o en la
constitución de diversas entidades geopolíticas; estos sitios poseen un poder de evocación
que atraviesa diversas escalas (locales, regionales y nacionales). Son a la vez espacios de
olvidos y memoria, evidencian cicatrices, movilizan y conmocionan, constituyen estigmas
o son celebrados. En numerosas ocasiones son claros referentes identitarios.
La batalla de Suipacha fue un episodio bélico ocurrido el 7 de noviembre de 1810
entre las fuerzas del Ejército Expedicionario al Alto Perú (Ejército del Norte) enviadas por la
Primera Junta de Buenos Aires y las fuerzas realistas. Fue el primer triunfo de los ejércitos
rebeldes en las guerras de independencia. El enfrentamiento acaeció aproximadamente
a 25 km de Tupiza, en el poblado de Suipacha, a orillas del San Juan del Oro, actual
territorio de la Nación Chichas (provincia de Sud Chichas, Departamento de Potosí,
Estado Plurinacional de Bolivia). En esta contienda aunaron fuerzas jujeños, salteños,
tarijeños, cinteños y chicheños. Entonces bien, ¿quiénes fueron los que combatieron?
¿Qué estrategias y tácticas de lucha se llevaron a cabo? ¿Qué saberes se pusieron en
marcha? ¿Qué rol jugó y juega en el imaginario colectivo?
En este trabajo se presentará una primera aproximación a estas preguntas
pensándolas desde un enfoque pluridisciplinar (arqueológico, histórico, antropológico)
que incorpora nuevas narrativas que permitan echar luz sobre los modos de construcción
de colectivos identitarios históricos.

Palabras claves: Campos de batalla, Guerras de la independencia, Suipacha, Nuevas


narrativas

*Universidad Nacional de Lanús (UNLa). CONICET. [email protected]


** Instituto de Arqueología - Facultad de Filosofía y Letras – Universidad de Buenos Aires.
CONICET. [email protected]

Ávila F. y C. Landa. 2018. La Batalla de Suipacha (1810, Bolivia). Un abordaje desde


nuevas narrativas. [Dossier] Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana
12: 213-234. Buenos Aires.

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Ávila y Landa 2018: 213-234

RESUMO

Os campos de batalha são um tipo específico de sítio arqueológico, não só para


o seu tipo de abordagem teórica e metodológica, mas também pelo lugar significativo
das comunidades envolvidas nestas paisagens de conflito. Por seu papel na história
de vários grupos, o seu impacto sobre o futuro político do povo ou o estabelecimento
de diversas entidades geopolíticas; esses sites têm um poder de evocação através de
várias escalas (local, regional e nacional). Ambos são esquecimento e memória espaços,
mostrar cicatrizes, mobilizar e conmocionan, eles são estigmas ou são comemorados.
Em numerosas ocasiões claras referências de identidade.
A batalha de Suipacha foi um episódio de guerra ocorreu no dia 07 de novembro de
1810 entre as forças do Peru Exército Expedicionário alta (Norte) enviado pela Primeira
Reunião de Buenos Aires e as forças monarquistas do Exército. Foi a primeira vitória
dos exércitos rebeldes nas guerras de independência. O confronto aconteceu cerca de 25
km de Tupiza, na cidade de Suipacha, ao longo do San Juan del Oro, atual território dos
Chichas Nation (província de Sud Chichas, departamento de Potosí, Estado Plurinacional
da Bolívia).
Neste concurso eles se uniram jujeños, salteños, tarijeños ,cinteños e chicheños.
Bem, então, quem eram aqueles que lutaram? Quais as estratégias e táticas de luta foram
realizados? Que conhecimento foram lançados? Que papel e jogar no imaginário coletivo?
Neste trabalho apresentamos uma primeira abordagem a estas questões de pensar
deles (antropológica arqueológico, histórico) abordagem multidisciplinar que incorpora
novas narrativas que permitem lançar luz sobre as formas de construção de identidade
histórica coletiva.

Palavras-chave:Campo de batalha , Guerras de independência, Suipacha, Novas narrativas

ABSTRACT
Battlefields are a particular type of archaeological sites; they are significant places
for the communities involved in these landscapes of conflict. For his role in the history
of various groups, their impact on the political future of the people; these sites have a
power of evocation through various scales (local, regional and national). They are both
forgetfulness and memory spaces, show scars; they are stigmas or are celebrated. On
numerous occasions are clear identity references.
The Battle of Suipacha was a war episode occurred on November 7, 1810 between
the forces of the High Peru Expeditionary Army, sent by the First Meeting of Buenos
Aires and the royalist forces Army. It was the first victory of the rebel armies in the wars
of independence. The confrontation happened about 25 km from Tupiza, in the town
of Suipacha, along the San Juan del Oro river, current territory of the Nation Chichas
(province of Sud Chichas, Potosí Department, Plurinational State of Bolivia).In this contest
they joined forces Jujuños, Salteños , tarijeños , cinteños and chicheños. Well then, who
were those who fought? What strategies and tactics of struggle were carried out? What
knowledge were launched? What role did and play in the collective imagination?
In this work we present a first approach to these questions from thinking them
(archaeological, historical, anthropological ) multidisciplinary approach that incorporates
new narratives that allow shed light on ways of building collective historical identity .

Key words: Battlefields, Independence wars, Suipacha, New narratives

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Dossier “Arqueología Histórica Argentina. Situación y perspectivas”. Número 12 (2018)

INTRODUCCIÓN

Los campos de batalla constituyen un tipo particular de sitio


arqueológico, no sólo por su forma de abordaje teórico-metodológico,
sino también por el lugar significante que ocupan para las comunidades
involucradas dentro de paisajes de conflicto. Por su rol en la historia de
diversos colectivos, su incidencia en el devenir político de los pueblos
o en la constitución de diferentes entidades geopolíticas; estos sitios
poseen un poder de evocación que atraviesa múltiples escalas (locales,
regionales y nacionales). Son a la vez espacios de olvidos y memoria,
evidencian cicatrices, movilizan y conmocionan, constituyen estigmas
o son celebrados; y, en numerosas ocasiones, son claros referentes
identitarios.
La batalla de Suipacha fue un episodio bélico ocurrido el 7 de
noviembre de 1810 entre las fuerzas del Ejército Expedicionario al Alto
Perú (Ejército del Norte) enviadas por la Primera Junta de Buenos Aires
y las fuerzas realistas. Fue el primer triunfo de los ejércitos rebeldes en
las guerras de independencia. El enfrentamiento acaeció aproximadamente
a 25 km de Tupiza, en el poblado de Suipacha, a orillas del San Juan
del Oro, actual territorio de la Nación Chichas  (provincia de  Sud
Chichas, Departamento de Potosí, Estado Plurinacional de Bolivia). En
el nuevo escenario político que constituye la conformación de un estado
plurinacional, dicha batalla comienza a ser vista por la Nación Chichas
(Nación reconocida por el gobierno boliviano como originaria, indígena,
campesina, autónoma, preexistente a la llegada de los europeos al
continente) como símbolo de entrega heroica a la patria naciente y de
unión de los pueblos originarios del sur. Una contienda en donde aunaron
fuerzas jujeños, salteños, tarijeños, cinteños y chicheños.
Consideramos que se debe comprender Suipacha como un hito
identitario que entrelaza miradas argentinas y bolivianas, trascendiendo
a los estados naciones tales como se piensan desde la centuria
decimonónica. A partir de un enfoque pluridisciplinar (arqueológico,
histórico, antropológico) que integre nuevas narrativas a las ya
tradicionales, buscamos conocer diversos aspectos que arrojen luz
sobre los tiempos iniciales de la revolución en este sector del continente.
Para ello presentaremos un proyecto en donde explicitaremos un plan
de investigación que contemple: la búsqueda exhaustiva en múltiples
archivos, repositorios y bibliotecas (ubicados tanto en la República
Argentina como en el Estado Plurinacional de Bolivia) con el objetivo
de recabar y organizar información documental de índole primaria y

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secundaria; el desarrollo de investigaciones arqueológicas de sitios


vinculados a las guerras de independencia (1810-1825); y la realización de
estudios de memorias orales ancestrales. A estas narrativas tradicionales
proponemos integrarles nuevos discursos, sistemas de registros
plasmados en otros soportes y bajo otros cánones, como es el caso del
arte rupestre, los queros y los khipus. Esta integración nos posibilitará
comprender diversos interrogantes tales como: ¿quiénes fueron los que
combatieron? ¿Qué estrategias y tácticas de lucha se llevaron a cabo?
¿Qué saberes y prácticas se pusieron en marcha? ¿Qué rol jugó y juega
en el imaginario colectivo? ¿Cuál es su relación con la identidad de los
distintos actores en pugna a través del tiempo?, entre otros.
Este nuevo enfoque es relevante no sólo para una mayor comprensión
del devenir revolucionario americano sino también para poner en el debate
el rol jugado por los conflictos regionales como verdaderos laboratorios
identitarios. Poder pensar sobre ellos será de utilidad para despojarnos
de la visión cifrada en las falsas fronteras estáticas que la constitución de
los estado-nación liberales impusieron y centrarnos en el ágil y dinámico
mundo intercultural que constituyó y constituye nuestra Patria Grande
Latinoamericana, una identidad en continua efervescencia.

ANTECEDENTES. ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA Y DE CAMPOS DE


BATALLA

En el marco de la Arqueología histórica el estudio del conflicto y la


violencia - entendiéndolas como partes constitutivas de las relaciones
forjadas entre las potencias occidentales y aquellas comunidades con
las que entran en trato -, los estudios de campos de batalla y sitios
relacionados (fortificaciones, bunkers, campos de prisioneros, etc.),
pueden retrotraerse a la segunda mitad del siglo XX. Si bien comienzan
a emerger dentro del contexto de descolonización, su proliferación se
encuentra ligada a la emergencia de múltiples y antiguos conflictos
producto de la fragmentación, crisis y emergencias de identidades
vinculadas al desarrollo de los procesos globalizadores durante la década
del 90 (Landa y Hernández de Lara 2014).
Existen diferencias en el desarrollo de este tipo de estudios en
Estados Unidos, Europa y Latinoamérica, tanto en su volumen de
producción como en las temáticas abordadas. Las investigaciones
arqueológicas en el sitio de la batalla estadounidense de Little Big Horn

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(1876), llevadas a cabo en la década del ochenta del pasado siglo, se


convirtieron en ejemplo paradigmático (Fox 1993). Sin embargo una
búsqueda bibliográfica exhaustiva permitió ubicar trabajos anteriores
(década 70) en conflictos acaecidos en Cuba (Guarch Delmonte 1972).
Por otra parte, en Estados Unidos también abundaron los estudios de los
escenarios bélicos de su Guerra Civil (1861-1865) (Geier y Winter 1994).
En Europa, específicamente en los países anglosajones, se han
constituido equipos especiales que se dedican a esta temática, estudiando
sitios arqueológicos tanto romanos, como medievales y postmedievales
(guerras entre Escocia e Inglaterra, guerras civiles inglesas, guerras
mundiales, etc.) (Pollard y Banks 2005). Por otro lado, Francia y Bélgica
también poseen sus agrupaciones de arqueólogos que se dedican
específicamente al estudio de la materialidad de las dos guerras
mundiales. Arqueólogos alemanes se han dedicado a abordar la Guerra
Fría desde esta óptica (Schofield et al. 2006). En los últimos años España
ha incrementado notoriamente su interés por los aspectos materiales y
espaciales de las batallas de la antigüedad clásica y de su Guerra Civil
(Alonso González 2008; Quesada Sanz 2008; Quintero Maqua y Marín
Suárez 2011).
En lo que respecta a Latinoamérica desde fines de la década del 90 -
aunque, como mencionamos, se cuenta con los antecedentes cubanos - la
producción de este tipo de estudio arqueológico-histórico ha ido creciendo
al principio tímidamente y aumentando su énfasis a lo largo de la década
pasada. En Brasil se estudió el conflicto civil conocido como Guerra de
Canudos (1896-1897) (Zanettini y Robrahn- Gonzalez 1999). Por otra
parte en México se investigó desde la Arqueología histórica la Guerra del
Mixtón (sureste de Zacatecas) acaecida entre caxcanes y españoles en
1541 (Medrano Enríquez 2005). En Colombia destaca el trabajo realizado
en la zona de Bocachica (Cartagena de Indias). Allí se llevó a cabo un
combate anfibio en 1741 acaecido entre las fuerzas inglesas y la defensa
española colonial (del Cairo Hurtado 2011).
Curiosamente dentro de la región latinoamericana, es en Argentina,
en donde se da la mayor cantidad de investigaciones arqueológicas en
torno a diversas batallas (Landa y Hernández de Lara 2014). Comenzadas
hace una década atrás y con auge a hacia finales de la década del 2000,
en nuestro país así como también en el resto de Latinoamérica el trabajo
del Dr. Mariano Ramos, constituye un aporte pionero fundamental.
Este equipo de investigación viene trabajando ininterrumpidamente en
el sitio de la batalla de Vuelta de Obligado (1845, Provincia de Buenos
Aires) desde el año 2000 (Ramos et al. 2003, 2008, 2011). Por otra
parte la extensa labor llevada a cabo en Obligado no solo se limitó a la

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investigación arqueológica del sitio, sino también a distintos aspectos


vinculados con el episodio bélico, tales como el desarrollo de actividades
vinculadas con la arqueología pública, el estudio de la memoria oral y la
relación de la comunidad del actual pueblo de Vuelta de Obligado con la
batalla, la construcción de un museo aledaño al sitio y su puesta en valor
(Salerno 2012). Todas estas características tornan al trabajo de Ramos y
sus colaboradores en el más completo abordaje de un campo de batalla
llevado a cabo en la región latinoamericana (Landa 2013).
El Dr. Juan Leoni y su equipo se encuentran investigando
arqueológicamente la batalla de Cepeda (1859). Ocurrida entre las
tropas de la Confederación Argentina y las de Buenos Aires, esta lucha
civil se enmarca dentro de los conflictos suscitados por las diferentes
concepciones político-económicas en torno a la constitución de un estado-
nación argentino (Leoni y Martínez 2012).
La batalla de La Verde (Provincia de Buenos Aires), fue abordada
por el Dr. Carlos Landa, Dr. Facundo Gómez Romero y equipo. El estudio
de este conflicto civil se inserta dentro de un plan de investigaciones
arqueológicas-históricas de eventos bélicos acaecidos durante las
décadas de 1860-1870 en contextos de fronteras aborígenes (Landa et
al. 2010, 2011). Cabe destacar que Latinoamérica, como escenario de
múltiples conflictos de diversa índole, constituye un área de investigación
arqueológica-histórica con un alto potencial. Basta mencionar los vastos
campos de batalla de la Guerra de la Triple Alianza, las campañas
sanmartinianas o las bolivarianas por todo el frente andino, las invasiones
británicas al Plata y al Caribe, la Guerra del Chaco, la Revolución Cubana,
la Guerra de Malvinas, entre tantas otras.
En nuestro caso, Bolivia no cuenta con investigaciones de esta
índole. El estudio de las diversas expediciones del Ejército del Norte
y su relación con la conformación de identidades regionales podría
constituirse en el puntapié inicial que genere espacios compartidos que
permitan el desarrollo y acceso a múltiples trabajos comprometidos con
sus realidades.

LA BATALLA DE SUIPACHA Y SU CONTEXTO HISTÓRICO

La batalla de Suipacha se desarrolló, en la otrora Intendencia del


Potosí, a unos 25 km de Tupiza, entre las poblaciones de Suipacha y
Nazareno, a orillas del río San Juan del Oro (Provincia Sud Chichas,
Departamento de Potosí, Estado Plurinacional de Bolivia) (Figura 1).

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Figura 1. Imagen satelital del paisaje en donde se produjo la batalla de Suipacha


Acceso al sitio permiso comunidad Tupiza, Suipacha nazareno

Este episodio bélico debe comprenderse dentro del contexto histórico


signado por el emerger del movimiento revolucionario de Mayo y en un
contexto de franca militarización del ámbito rioplatense (Halperín Donghi
1994; Rabinovich 2013). Luego de la destitución del Virrey Baltasar
Hidalgo de Cisneros y la constitución de la Primera Junta, este organismo
se encargó de poner en armas un ejército con el objetivo de reprimir el
movimiento contrarrevolucionario liderado por Santiago de Liniers en
Córdoba. En julio de 1810 este ejército, formado por diez compañías,
entre ellas Dragones, Húsares y Blandengues, comienza a marchar hacia
Córdoba y luego al Alto Perú (Cajal 1969; Comando en Jefe del Ejército
1972). Reprimidos los contrarrevolucionarios y fusilado Liniers (6 de
agosto) asume el mando del Ejército Expedicionario al Alto Perú el Mayor
General Antonio González Balcarse reemplazando al Coronel Francisco
Ortiz de Campos. En su marcha hacia los territorios altoperuanos fueron
incorporando diversos contingentes de tropa (v.g. los Patricios de Santiago
del Estero al mando de Juan Francisco Borges, aquellas aportadas en
Salta por Martin Miguel de Güemes o la caballería chicheña al mando
de Pedro Arraya, entre otras).

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Ya en el Alto Perú, el denominado Ejército del Norte o Ejército


Auxiliar del Perú dejó jalonadas una sucesión de batallas contra las tropas
realistas. Este sendero de guerra vincula diversos paisajes, territorios
y espacios que escapan a las fronteras y límites políticos generados e
impuestos durante los desarrollos de las entidades conocidas actualmente
como la República Argentina y el Estado Plurinacional de Bolivia.
Cotagaita constituyó el primer hecho de fuego el 27 de octubre de
ese mismo año, se trató de un evento bélico cuya duración fue de cuatro
horas. En ella se enfrentaron 800 individuos de la tropa revolucionaria,
con 4 piezas de artillería, contra 2000 realistas, con mismo número de
bocas de fuego. Los realistas sostenían una posición estratégicamente
fuerte, de difícil acceso, por encontrarse flanqueada por cerros y curso
de agua (Cajal 1969).
La infantería del ejército expedicionario atacó frontalmente en tres
columnas cruzando el río, bajo el fuego de la artillería realista. Al cabo
del tiempo mencionado fueron rechazados por los realistas, por lo que
emprendieron una retirada estratégica hacia Tupiza. Las bajas fueron
escasas en ambos mandos.
Acorde a fuentes documentales y bibliografía consultada (Castelli en
parte oficial 1810; Cajal 1969), Balcarce, al llegar al pueblo de Suipacha,
cruza el río homónimo hacia el caserío de Nazareno (poblado menor).
En dicha locación se incorporan 100 soldados y dos piezas de artillería
posicionándose en dicha ribera.
Los realistas con 1000 hombres y 4 piezas de artillería se
posicionaron al norte del rio Suipacha (o San Juan del Oro) y tras
cuatro horas de estudio del terreno y de desprendimiento de guerrillas
al ver a 200 infantes rebeldes deciden cargar sobre ellos. Estos últimos
emprenden una rauda maniobra de retirada fingida conduciéndolos hacia
la quebrada de Choroya (Castelli [1810] y luego reproducida en múltiples
bibliografías históricas) (Figura 2).
Balcarce había ocultado allí estratégicamente al resto de su
tropa. Las fuerzas realistas se toparon con el contraataque rebelde y
en media hora de combate quedaron desbandados dejando en campo
sus pertrechos, que fueron tomados como botín de guerra. El resultado
fueron 40 muertos y 150 prisioneros del bando realista y solo 1 muerto
y algunos heridos de los 700 infantes, 150 de caballería y 4 piezas de
artillería que poseían los rebeldes.
Suipacha fue el primer triunfo de armas de la Revolución de Mayo.
Esta victoria generó la euforia de las comunidades circundantes y una
mayor adhesión a la causa de Mayo, aumentando el caudal de tropa a

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Figura 2. Vista actual de la Quebrada de Choroya. Foto Florencia Ávila

las fuerzas revolucionarias. Participaron en ella: salteños, oranenses,


tarijeños, cinteños, chicheños, entre otras comunidades.
Pese a haber sido loada inmediatamente (recordemos el
reconocimiento de la junta materializado en el escudo “a los vencedores
de Tupiza” otorgado el 29 de noviembre de 1810 o el poema publicado en
La Gaceta el 27 de diciembre del mismo año cuyo autor fue Vicente López
y Planesi); ser un topónimo recurrente para nombrar calles, estaciones de
trenes, pueblos, etc. y constituir una efemérides; posee escasa relevancia
en la historiografía oficial argentina y boliviana. Se trata de un evento
invisibilizado, solo recordado nominalmente y que fue escuetamente
abordado por la historiografía nacional (ni siquiera se han desarrollado
mapas o croquis de la batalla en la historiografía militar; ver Best 1960).
La historiografía tradicional e incluso la revisionista se centran
en la historia de los grandes hombres, miembros de la elite colonial
comandantes de tropas. Ambas discuten quién merece los bronces acorde
a su posición ideológica y teórica, pero no se centran en los actores
sociales mayoritarios de los procesos bélicos: los miembros de la tropa.
Esta dista de ser un colectivo homogéneo y se encuentra atravesada por
diversas variables tales como la clase, la etnicidad, la edad, entre otras.
Fueron ellos los que absorbieron el grueso impacto que la guerra ocasionó
en la región. Recién en los últimos tiempos, en las ciencias sociales y más
específicamente en el campo de la historiografía, se está enfocando desde

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la micro historia o historia de la vida cotidiana la situación de los soldados


de la independencia (Rabinovich 2013; Lorenz 2015). La antropología
desde su constitución como disciplina de lo social ha puesto en su mira
la cotidianidad de las comunidades estudiadas, por ende consideramos
que un enfoque interdisciplinario que aúne a la historia, la antropología
y la arqueología permitirá vislumbrar interrogantes tales como: ¿Quiénes
fueron los que combatieron?¿Cómo fue la conformación de la tropa? ¿Qué
diversos colectivos sociales contribuyeron a la causa revolucionaria y sus
formas de hacerlo?¿Qué estrategias y tácticas de lucha, logística, uso y
conocimiento de rasgos espaciales poseían (caminos, cerros, quebradas,
asentamientos urbanos)? ¿Qué saberes se pusieron en marcha? ¿Qué
rol jugó y juega en el imaginario colectivo el movimiento independentista
y su guerra?, entre otros.

SOBRE LOS CAMPOS DE BATALLAS. SUIPACHA

Los conflictos manifiestan oposiciones de intereses que pueden


expresarse en una rica gama desde lo sutil a lo violento. En sus múltiples
y variadas expresiones materiales son inherentemente humanos. No
existió, ni existe humanidad sin conflicto. Pensamos el conflicto porque
estamos permanentemente atravesados por ellos, son parte constitutiva
de nuestra especie, dejan trazas o marcas que muchas veces, quedan
imborrables. De alguna forma todo paisaje, es paisaje de guerra.
Los campos de batalla constituyen una de las formas de conflicto.
Allí, los hombres se reúnen para dirimir sus asuntos por medio de
la aniquilación total o parcial de algunas de las fuerzas en pugna.
Durante horas, días, meses o incluso años, pequeños o inmensos grupos
permanecen en esos espacios para luego desbandarse y continuar en
otros lugares y tiempos.
Como arqueólogos estamos sobre los campos de batalla. Literalmente
caminamos por aquellos espacios en donde otrora los seres humanos
decidieron matarse por un territorio, por la nación, por la religión o
por diversas otras causas. Pero también estamos sobre sus huellas y
para ello consideramos indispensable integrar técnicas de análisis muy
diversas. El estudio del conflicto, así como de cualquier problemática
de lo social debería ser siempre de índole pluridisciplinar. No debemos
limitarnos o restringirnos a una sola especialidad, debemos superar los
atrincheramientos disciplinares y salir a los campos de batalla muñidos
de múltiples “armas” teórico-metodológicas.

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Desde la Arqueología, los espacios en donde se llevaron a cabo


enfrentamientos armados son considerados sitios arqueológicos y por
ende plausibles de ser estudiados. Su estudio implica una concepción del
tiempo y el espacio no usual en la disciplina, suelen ser espacios de amplia
escala pero temporalmente acotados. Los estudios de la distribución y
características de los hallazgos permiten: determinar límites del sitio y
establecer las dimensiones del evento, establecer cronologías relativas,
ubicar posiciones e inferir movimientos de los combatientes, conocer la
tecnología bélica y vestimentas empleada, comprender las condiciones
de vida de los combatientes, entre otras cosas. Esta información puede
y debe integrarse a la proporcionada por los diversos tipos de fuentes en
las que abreva la disciplina historiográfica. Esto no puede generar sino
como resultado una rica visión del pasado.

LA BATALLA MÁS ALLÁ DE LA BATALLA

Así como al maniatarnos disciplinarmente se corre el riesgo de


invisibilizar preguntas sociales; tomar como fuente a la historiografía
y al “registro” arqueológico, no daría cuenta de que la construcción del
pasado es siempre una práctica multi-narrativa.
Nos encontramos buscando a “los otros” en los eventos bélicos.
Aquellos que compusieron las tropas, los que vivieron diariamente ante
un inminente conflicto, o sus tierras fueron el centro de una batalla. Ante
los interrogantes de quiénes fueron, cuáles fueron sus motivaciones, cómo
se llevó a cabo “la práctica de la guerra”, sentimos que los documentos
escritos nos dejan un relato demasiado simplista.
Las narraciones sobre el pasado de los Andes se conforman, en
realidad, por una unificación de discursos dada por un sector de la
sociedad, muchas veces ausente de las realidades. De esta forma se
construye un relato homogéneo y sometido a un criterio excluyente
de ser “verdadero” (Martínez 2005). Es por ello que planteamos una
búsqueda que trascienda los partes militares, las fuentes escritas, las
interpretaciones historiográficas (o revisionistas) sobre las mismas. Una
investigación que desande caminos históricos y recuerde el pasado andino
en su totalidad. Desde esta postura nos surge preguntarnos ¿hay en el
siglo XIX formas alternativas de “re-presentar” la historia, los momentos,
los actores? ¿Es posible que haya otros espacios narrativos que no
respondían a la imposición directa de los saberes y epistemes de control?

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El objetivo es ampliar el corpus de fuentes hacia otras no “occidentales”


o “europeizantes” en las cuales pudieron haber circulado con mayor
libertad (o con menor restricción) lo que podríamos llamar las “palabras
andinas”, las voces propias de un pueblo en armas. “Se advierten relaciones
profundas (…), que podían ser expresados indistintamente por intermedio
de diferentes sistemas de soportes y de tipos de lenguajes corporales,
táctiles, visuales u orales” (Martinez y Martinez 2013:69). En este sentido,
los queros, los textiles, los bailes, cierta geografía, ciertas estructuras
(como las chullpas), el arte rupestre, los cantos, las performances y otros
conjuntos narrativos; en determinados contextos rituales o evocativos,
podrían ser parte de una forma de reactivación de la memoria colectiva
(Abercrombie 2006; Cummins 2007; Gisbert 1999; Martinez 2010).
Si bien no directamente relacionados con la batalla en la que
nuestra investigación se encuentra inmersa, daremos cuenta de algunos
interesantes ejemplos en los que las guerras por la emancipación
encuentran nuevas formas de registro. Nos referiremos, puntualmente,
a pinturas rupestres, queros y khipus.

Arte Rupestre

El registro rupestre siempre ha sido objeto de estudio para dar cuenta


de la dinámica social pre y pos hispánica. Sin embargo, se han hallado corpus
de pinturas rupestres de soldados y batallas de la colonia tardía y la república
temprana en la región andina del Alto Perú y sur del Virreinato del Perú, que
brindan un nuevo panorama a la historia del siglo XIX. Los conjuntos de
imágenes se caracterizan por representar escenas completas o pequeñas, o de
soldados esquemáticos vistos de perfil portando armas de fuego (muchos de
ellos interpretados como fusiles) (Hosting 2004; Medinaceli et al 2003; Ponce
Oha 2013; Querejazu 1992; Strecker y Taboada 2004). En la margen oriental del
lago Titicaca, entre Carabuco y Escoma, Medinaceli y colaboradores describen
los paneles de Waylla Ph’uju (Medinaceli et al. 2003). Entre los mismos se
destaca una escena compleja de enfrentamiento armado entre dos fuerzas,
cada una compuesta de filas de jinetes armados y soldados a pie (Figura 3).
Si bien los autores lo han interpretado como una representación de las
rebeliones entre fuerzas criollas e indígenas de 1781-1782; creemos que valdría
la pena revisitarlo, dado que los cuadros de línea hacen recordar a estructuras
castrenses de infantería y caballería. Imágenes similares a estas fueron relevadas
por Querejazu (1992) en el sitio Tunari, cercano a la ciudad de Cochabamba.
En el Departamento de Puno, Perú, Arkush (2014) ha dado a conocer
un interesante sitio con arte ruspestre, las Pinturas de Japuraya, cercano
a Tiquipalla. En uno de sus paneles se encuentran representados

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Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana
Dossier “Arqueología Histórica Argentina. Situación y perspectivas”. Número 12 (2018)

soldados, músicos y oficiales, portando trajes de la primer mitad del siglo


XIX (Figura 4). En particular, pantalones blancos, chaquetas cortas,
zapatos y fusiles de chispa o bayoneta.
Una de las interpretaciones que se hace del mismo es que fueron
obras producidas por poblaciones indígenas dado que, más allá del
soporte en el que se hallan inscriptas, los colores utilizados infringen
normas europeas de representación (Strecker y Taboada 2014). Estas
formas de registros nos llevan a pensar a qué público estaban destinados
y cuál fue el lugar significante que ocuparon en el paisaje (por ejemplo,
su cercanía a un contexto bélico).

Figura 3. Panel de Waylla Ph’ju en Medinaceli et al. 2003.

Figura 4. Panel de Jarapuraya en Arkush 2014

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Queros

A lo largo de la historia andina, los vasos queros participaban de


una práctica de negociación reciprocitaria, una práctica de autoridad. Se
bebía siempre en par y, al hacerlo, se “cerraba” una relación política, social
o simbólica con otra persona o deidad. “De oro, de madera y, al parecer,
incluso de piedra, de tamaños variables aunque más bien grandes (…),
formaban parte inseparable del conjunto emblemático que rodeaba a
todas las autoridades en el Tawantisuyu y –siempre en pareja- eran
parte imprescindible de los rituales políticos reciprocitarios” (Martinez
2005:113). En épocas de la colonia, los queros, ya de madera, llenándose
de imágenes y figuras, siguieron circulando dando continuidad a un
sistema de registro, pero actuando en contextos distintos, bajo prácticas
diferentes. Los queros pasaron a configurar emblemas de memoria,
textos visuales andinos, con sus propias configuraciones, manteniendo
estrechos puentes con los relatos orales (Martinez et al. 2014).
Aquí queremos dar mención a uno de los queros más tardíos
registrados, asociado a la época republicana temprana y, en estrecha
relación, a la época en el que se centra nuestro estudio (Flores Ochoa et
al. 1998) (Figura 5). Se ha planteado que con este quero se “firmó” una
alianza entre el cacique Choquehuanca (autoridad del Cuzco) y Simón
Bolivar, luego de la batalla de Ayacucho (Flores Ochoa et al. 1997). Si bien
aún cae en un marco de suposición; resulta sugerente su configuración
escénica, muy distinta a las registradas en la colonia.

Figura 5. Quero republicano en Flores Ochoa et al. 1998

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Khipus

Un último soporte al que haremos referencia es al sistema de registro


de cordeles con nudos, denominado khipus. Sumamente conocido en
épocas del Tawantinsuyu, los khipus no sólo persistieron en tiempos
de la colonia, sino que también se los encuentra actualmente en uso
en distintas comunidades de Perú (una de las más estudiadas fue la
de Tupicocha en Huarochirí –Salomon 2004-). Pudiéndose pensar así
una etnografía del uso y performance del khipu, ya no al servicio de la
supervisión del antiguo régimen (sea este incaico, español o eclesiástico),
si no como emblema de autoridad intracomunitario. Nos interesa dar
cuenta de una comunidad campesina en particular, San Cristóbal de
Rapaz (Provincia de Oyón, Perú), trabajada por Frank Salomon en la
que, tras la elección de autoridades (o curacas) anuales, los khipus o
“quipocamayos” se envuelven alrededor del cuerpo de la nueva autoridad,
siendo así investidocon el poder del nuevo cargo (Salomon et al. 2011)
Los khipus históricos que aún se conservan en la Kaha Wayi (casa
donde se celebran las asambleas anuales), en los extremos distales de
sus cordones, tienen intercalados mechones de lana de distintos colores,
cueros, pompones y figurinas (Figura 6). Es en este punto en el que
quisiéramos detenernos.

Figura 6. Khipu de la comunidad de San Cristobal de Rapaz en Salomon et al. 2011:358

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Hay dos figurinas (en un cordel fechado entre 1809 y 1834) con
uniformes particulares que recuerdan a los bandos patriotas de las
guerras independentistas. Por un lado, uno que recuerda a un oficial
del Batallón de Infantería de Granaderos (Figura 7, izquierda) y, por
otro, a un montonero, miembro del ejército irregular de Simón Bolivar
en territorio peruano (Figura 7, derecha). Llamados por los rapaceños
“patriano” o “patriarcas” (seguramente en referencia a “patriotas”), éstos
seguramente tuvieron algún tipo de interacción con los ayllus andinos,
sea para aprovisionarse de alimento, para reclutar fuerzas o recabar
información.
Sea como fuere, este tipo de registro nunca fue entendido, ni llegó
seguramente a oídos de los patriotas, o de ninguna persona externa a
las comunidades. Pero esto no quiere decir que no haya existido una
narración sobre eventos históricos, no exista una revitalización de las
narraciones y que no se vuelva resignificar cada vez que nuevos pasantes
asumen su cargo.

Figura 7. Detalle de figurinas en Salomon et al. 2011:365 - 2011:367

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Dossier “Arqueología Histórica Argentina. Situación y perspectivas”. Número 12 (2018)

A MODO DE CIERRE

Estas nuevas narrativas, estas “otras” representaciones, nos


brindan una nueva imagen. Existe una historia y un modo histórico
pre-encarnado en los khipus, los queros y el arte rupestre. Al ampliar el
corpus de fuentes históricas, ampliamos nuestro conocimiento sobre las
voces andinas. Desde una perspectiva “occidental”, habría una unidad
representacional, un universo de soportes y espacialidades por las que
podrían haber circulado las imágenes, ser representadas y observadas.
Pero como vemos son múltiples y complejas. El arte rupestre, inmóvil
en el espacio, lo significa y simboliza, pasando desapercibido por las
autoridades hegemónicas. Los queros por el contrario, están al alcance,
son visibles y, por ende, sufren permanentes transformaciones en sus
cánones. Por último, los khipus, se mantuvieron impenetrables a la vista
occidental, revisitando su historia año a año con el cambio de autoridades.
Como vemos las formas de relato son diferentes. La linealidad de
la escritura, que metaforiza una determinada concepción epistemológica
del tiempo (lineal, continuo, con un antes y un después), entra en
superposición con relatos cíclicos, temáticos y multivocales. Creemos que
por ello, necesitamos complejizar las voces que narran y recuperar un
papel más democrático que el que hasta ahora, ha ejercido la escritura.
De esta forma podría apreciarse un panorama identitario de mayor
complejidad que el presentado hasta el momento.
Tomando Suipacha como punto de partida, tanto por su importancia
histórica como por su relevancia como hito en las diversas identidades
regionales, buscaremos abordar desde la integración de múltiples
narrativas el complejo proceso socio-histórico conocido como guerras de
la independencia. De esta forma intentaremos generar información que
pueda dar cuenta de las preguntas esbozadas al inicio de este trabajo

Recibido: 10 de mayo de 2016


Aceptado: 14 de septiembre de 2016

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BREVE CURRÍCULUM VITAE DE LOS AUTORES

Dra. Florencia Avila: Licenciada en Ciencias Antropológicas con orientación


en Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires (2006). Doctora en Arqueología por la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires (2011). Se desempeña como Investigadora Asistente
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica (CONICET), bajo la
dirección de los doctores Axel Nielsen y Pablo Sendon. Su lugar de trabajo tiene por
sede al Instituto de Antropología y Pensamiento Latinoamericano dependiente del
Ministerio de Cultura de la Nación.
Su área de especialización es la arqueología de las sociedades que vivieron en la
cuenca del río San Juan del Oro (área de frontera entre la puna argentina y el altiplano
boliviano) entre los siglo XI a XVI, con particular atención en sus manifestaciones
plásticas cerámicas. En la actualidad realiza investigaciones etnográficas y
etnoarqueológicas en comunidades alfareras de dicho espacio fronterizo, reconocido
actualmente como Nación Chichas (nación originaria indígena campesina).
Es docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires y Profesora Adjunta del seminario Pensamiento Nacional y Latinoamericano de
la Universidad Nacional de Lanús, del cual se desprenden proyectos de investigación
y cooperación entre Argentina y Bolivia. Ha publicado numerosos artículos y
capítulos de libros en diferentes espacios de difusión científica del ámbito nacional
e internacional.

Carlos Landa: Licenciado en ciencia antropológicas con orientación en


arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires
(2006). Magister en Investigación en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires (2009) y Doctor en Arqueología por lA
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (2010). Se desempeña
como Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnica (CONICET), bajo la dirección de la Dra. Alicia Tapia. Su lugar de trabajo
tiene por sede al Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos aires.Es miembro del Grupo de Arqueometalurgia (G.A.M.)
de la Facultad de Ingeniería, Universidad de Buenos Aires. Es editor de la Revista de
Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana (desde 2007) publicación periódica
con referato e indexada, pertenecientes a la Sociedad Argentina de Antropología.
Sus áreas de especialización son: Arqueología histórica, arqueología del
conflicto, arqueología de fortines, análisis de artefactos metálicos. Ha participado en
diferentes trabajos de campo como los realizados en el sitio Batalla La Verde, sitio
Fortín Otamendi, sitio Batalla de Vuelta de Obligado, sitio Puesto San Eduardo, sitio
Posta El Caldén y Mariano Miró. Ha publicado libros y numerosos articulos y capítulos
de libros en diferentes espacios de difusión científica. Ejerció funciones docentes en
distintos seminarios de grado y posgrado llevados a cabo en universidades nacionales
e internacionales

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