La Caridad

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La caridad es la virtud que nos une a Dios, nuestro fin último, de manera

sobrenatural, con un vínculo absoluto, dándonos la posesión real de Dios y


estableciendo una mutua amistad entre Él y nosotros.
Ella constituye la esencia de la perfección cristiana, supone y encierra todas las
otras virtudes y sin ella las otras virtudes no tendrían valor alguno. De esta caridad
era llena la sierva de Dios Clelia Merloni.

La caridad hacia Dios era la razón misma de la vida de Madre Clelia,se mantenía
constantemente unida al Señor en la meditación de su paterna bondad y de los
misterios de la fe. El amor por Dios era para ella como un fuego que ardía, por este
amor consagró toda su vida.

Relata un testigo:
“Sobre la virtud de la caridad, puedo atestiguar que la sierva de Dios la practicaba
heroicamente; esto lo puedo decir sin miedo a equivocarme porque los largos
años vividos junto a Madre Clelia me han hecho comprender cuánto ella amaba y
practicaba la caridad. Antes que nada amaba a Dios y su santa Ley sobre toda cosa
y amaba mucho al sagrado Corazón de Jesús y María”.

Vivía continuamente en unión con el Señor y ello se veía sobretodo en el hecho de


cuánto y cómo rezaba.

He aquí cómo la recuerda un testigo:


“Aquello que puedo decir acerca de la caridad de la Sierva de Dios hacia el Señor
es que ella era en constante e íntima unión con Él, a través de la oración vocal y
mental. Del conjunto de las cartas que la madre escribía a sus hijas espirituales se
percibe cómo ella estaba llena del amor de Dios, inculcando tal amor a sus mismas
hijas. Estando yo en la casa donde la madre transcurrió el último año de su vida
puedo decir que su deseo fue el de vivir y morir en Dios”.

No sólo su amor hacia Dios era grande sino que también tenía una fuerza tal de
hacer crecer esta virtud incluso en el corazón de los otros. Este deseo suyo de
inculcar en los otros la caridad hacia Dios asumía, a veces, un carácter tan simple,
que dejaba una fuerte impresión sobre las personas que estaban junto a ella.

Leamos otro testimonio:


“Antes de salir del cuarto de la Madre, la Sierva de Dios me dijo: ‘Dame el crucifijo
(lo tenía siempre junto a ella), bésalo ¿Quieres a Jesús? Ámalo mucho, mucho’. Me
ha quedado en la mente la impresión de una Madre serena, muy cariñosa, deseosa
de que fuéramos verdaderas hermanas y que amaramos mucho al Corazón de
Jesús”.

La perfección no se agota en la caridad hacia Dios, debe extenderse también hacia


el prójimo, amado porque se ama a Dios. Madre Clelia era consciente de la
presencia de Dios en cada persona, consecuentemente buscaba de asumir una
actitud que fuese la que mejor se ajustara a aquella que habría tenido el mismo
Jesús.

Cuenta una de las hermanas:


“Su infinito amor se dirigía también hacia el prójimo; la caridad hacia los pobres,
los enfermos, los niños, era su característica; era sensible a las necesidades de los
otros. Era opinión común la afirmación según la cual la Madre al socorrer a los
necesitados tenía “las manos agujereadas”. No hace falta decir que el origen de
tal laboriosa caridad fue Dios mismo”.
Era cuidadosa y vigilante con la salud del alma; así lo expresa la siguiente
afirmación de un testigo: “La sierva de Dios tenía mucho celo por la salvación de
las almas: oraba y hacía mucha penitencia por su salvación. Amó sinceramente a
sus enemigos, integrándolos en sus oraciones y exhortando a sus hermanas a
unirse a sus oraciones”.
También su relacionamiento con las hijas espirituales era siempre muy cálido.

Relata un testigo:
“Todas las hermanas se alegraban cuando se presentaba la ocasión de tener que
entretenerse con nuestra Veneradísima Madre Fundadora. Escuchaba con
paciencia todo cuanto le decíamos; daba mensajes y consejos, o también hacía
observaciones e incluso reprendía, pero siempre con caridad”.

Madre Clelia enseñaba la importancia del respeto y del amor recíproco ya sea con
la palabra como también con el ejemplo. Quería que el espíritu de caridad reinara
en su Congregación y no se cansaba jamás de inculcarlo en las hermanas jóvenes.

“De frente a la falta de caridad ella exigía inmediatamente el acto de la


reconciliación; no admitía que la desarmonía separara el corazón de sus hijas. Las
penitencias que ella daba consistían, casi siempre, en oraciones o en humildes
servicios dirigidos a las hermanas”.

La expresión más alta de la caridad en Madre Clelia es elperdón. Durante su vida


recibió tantas ofensas incluso de parte de las propias hermanas. Ella respondió
siempre con caridad, paciencia y perdón. De esta manera no sólo ha imitado a su
Salvador, sino que se ha identificado con el Corazón de Jesús, traicionado y
traspasado y ha participado de Su acto de Redención. Como Jesús, Madre Clelia ha
derramado el óleo de a caridad sobre los daños recibidos y luego ha transformado
esas heridas en fuentes de amor que se han revertido sobre todos aquellos que la
hicieron sufrir. En 1927, casi al final de su vida, después de tantas pruebas,
incomprensiones, calumnias, Madre Clelia ha exclamado:
“El Divino Corazón de Jesús quiera cumplir este mi voto y concederme la gracia
que, todas unidas en Él con los sagrados vínculos de la Caridad, sepultando en el
olvido un dolorosísimo pasado, yo pueda transcurrir los pocos días que todavía me
restan, en el retiro y en la paz de mi Instituto”.

El ardor de la caridad presente en la vida de la Sierva de Dios era todavía fuerte en


su corazón cuando fue readmitida, después del injusto exilio, en la Casa General
en Roma. En los últimos dos años de su vida dio a las hermanas los más brillantes
ejemplos de caridad. Verdaderamente el lema paulino “Caritas Christi urget nos”
era la trama sustancial de cada uno de sus actos y las hermanas, especialmente las
más jóvenes, eran santamente edificadas.

Para reflejar:
1- ¿Qué te dice la caridad de Madre Clelia?
2- ¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de hoy siempre más orientado al
individualismo, al egoísmo, a la búsqueda de los intereses personales?
3- ¿Es posible vivir hoy la caridad como la vivió ella?

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