Articulo Sociologia

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Para contradecir al maestro Juan Rulfo

Andrés Vergara Aguirre

A Juan Rulfo le gusta llevar la contraria. Y sus cuentos y su novela, y tal vez convencernos
siempre busca el silencio. Por eso, en vez de de que nunca existieron sino que apenas los
añadirles páginas a sus obras, de por sí dema- soñamos, en un mundo parecido a ese de los
siado flacas para la grandeza y la fama que han murmullos que de Comala se extiende por
conquistado en la literatura universal, quisiera toda América Latina, pero ya no podría negar
sustraerles páginas hasta que se desvanezcan lo dicho por tantos de sus lectores. Como Elias
de nuestras bibliotecas. No obstante, si lograra Canetti, quien afirma sobre “Diles que no me
su cometido, en un acto de infinitas humildad y maten”: “No he conocido cuento más perfec-
arrogancia simultáneas, los testimonios sobre tamente construido, más conmovedor y más
sus obras no podría borrarlos. Podría llevarse entrañable. Es difícil encontrar un cuento don-
de la emoción, la inteligencia y la expresión se
junten y constituyan un heroísmo literario”;1
o como Jorge Luis Borges, quien dice que
Pedro Páramo “es una de las mejores no-
velas de las literaturas de lengua hispá-
nica, y aun de toda la literatura”.2
Fotografía Jairo Osorio. Juan Rulfo en Medellín, c.1978. Archivo del autor

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Cuando se le pregunta qué tantos recuerdos
de su infancia hay en su obra, Rulfo, por llevar
la contraria, insiste en que “recuerdos simple-
mente no los hay”, pero a renglón seguido se
contradice: “lo que hice fue ubicarme en esa
región [de Jalisco], porque la conozco algo,
porque la conozco, y porque la infancia es lo
que más influye en el hombre. O sea, es una
de las cosas que menos se olvida, que más per-
siste en la memoria de cualquier hombre y,
efectivamente, hay el ambiente, la atmósfera,
la luz, la misma situación social, todo eso lo Fotografía Jairo Osorio. Juan Rulfo en Medellín,
(a la izquierda, Darío Ruiz Gómez) c. 1978. Archivo del autor
recuerdo y por eso decidí ubicar todo lo que
he hecho en esa región”.3

Contradictorio afirmar que los recuerdos no nes de ingreso a la Facultad de Derecho, y en-
están, porque su obra y sobre todo su silen- tonces entra a trabajar con el gobierno como
cio son un constante murmullo en el que evo- agente de inmigración, cargo que desempeña
ca aquellos tiempos de infancia, de la Guerra entre 1936 y 1946. En ese cargo coincide con
Cristera, que de cierto modo lo favorece por- el poeta y cuentista Efrén Hernández, quien
que entonces a su casa llevan, para custodiar- cuando descubre el interés de Rulfo por la
la, la única biblioteca del pueblo, la del cura, literatura lo anima a publicar sus primeros
y allí sacia su temprana voracidad de lector, cuentos, que más tarde serán parte del volu- 21
con mucha “subliteratura”, calificativo que da men El Llano en llamas. Después trabaja como
a obras como las de Emilio Salgari y de Ale- agente viajero en la Goodrich-Euzkadi, don-
jandro Dumas, por ejemplo. Pero también de tiene la oportunidad de conocer “toda la
encuentra obras “serias”, dice, especialmente república”, dice para aludir a una larga corre-
de escritores nórdicos, como Knut Hamsun, de ría por los más apartados pueblos mexicanos,
quien lo impresionan hondamente algunas donde entra en contacto con campesinos que
de sus novelas, entre ellas Hambre (1890), que todavía conservan muchas de las tradiciones
gira en torno a la miseria en la urbe. indígenas; este encuentro será decisivo en sus
futuros relatos.
A sus catorce años se traslada a Ciudad de
México, donde asiste como oyente a algu- Es contradictorio que el escritor diga que en
nos cursos de arte en la Facultad de Filoso- su obra no están los recuerdos de la infan-
fía y Letras de la Universidad Nacional (hoy, cia, cuando en esa imagen de Juan Preciado
UNAM). Allí, como parte de las lecturas de prometiéndole a su madre moribunda que
clase, se aproxima a los escritores de la revolu- buscará a Pedro Páramo evocamos al peque-
ción mexicana, entre los que le causa una gran ño Rulfo, de diez años, junto al cadáver de
impresión Rafael Felipe Muñoz, quien dedica su madre difunta. Y en la voz triste del sar-
varias de sus obras a exaltar la vida de Pancho gento dispuesto a consumar la venganza en
Villa. Estas lecturas también marcan la trayec- “Diles que no me maten” también hay un eco
toria de Rulfo. del autor a sus seis años, junto al cadáver de
su padre asesinado. Por eso, la voz del perso-
En esa época, por presión de la familia, inten- naje se funde con la del escritor cuando dice:
ta estudiar leyes, pero no aprueba los exáme- “Guadalupe Terreros era mi padre. Cuando

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crecí y lo busqué me dijeron que estaba muer- fo para plasmar la realidad porque cuando
to. Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa escribe lo hace sobre un mundo imaginado.
de donde podemos agarrarnos para enraizar No, Maestro, perdone usted: sus fotografías
está muerta. Con nosotros, eso pasó”.4 ¡Cuán- tienen tantos fantasmas y seres imaginarios
ta angustia en esa voz! como sus relatos, y al mismo tiempo sus rela-
tos tienen tanto de la realidad como aquellas
Adentrarse en Comala, en ese mundo de mur- imágenes.
mullos interminables que harán reventar un
corazón por el miedo, es escuchar la voz de Tantas contradicciones, seguramente le faci-
aquel muchachito que se empeña en recuperar liten entender que muchos de los lectores no
las voces de sus muertos, porque no se resigna comprendan su Pedro Páramo, ni siquiera los
a la temprana orfandad. Ahí, detrás de Juan el críticos, que la reciben con diatribas; incluso el
personaje, está el otro Juan, el escritor, dialo- propio Alí Chumacero, jefe de producción del
gando con sus muertos. Fondo de Cultura Económica, que había pu-
blicado la novela, reniega de ella, y entre otras
Y vuelve a contradecirse el escritor cuando cosa señala que es “una desordenada compo-
afirma: “Yo no reflejo los problemas de mi sición que no ayuda a hacer de la novela la
país”.5 ¡Claro que sí! En esas páginas están unidad que [...] se ha de exigir de una obra de
los problemas sociales, las desigualdades, la esta naturaleza”, y ante la incredulidad del es-
opulencia de unos cuantos frente a la mise- critor por semejante despropósito del editor,
ria de tantos, la inconformidad de los cam- este le responde: “No te preocupes: de todos
pesinos, la ignorancia, la sequía, las guerras, modos no se venderá”.6 Y efectivamente, al
22 el fanatismo de un mundo en el que la Igle- comienzo fue un fracaso editorial, como suele
sia ejerce un poder irracional e ilimitado, la ocurrir con una obra que rompe esquemas, en
mitología, el sincretismo religioso en el que este caso en su juego con el espacio, el tiempo
se mezclan, por ejemplo, tradiciones indíge- y la estructura narrativa, por ejemplo.
nas y catolicismo en los rituales frente a la
muerte. Si no, ¿entonces qué es Pedro Páramo? Y que estas líneas no parezcan diatriba, cuando
Precisamente, un canto a la hibridez religio- en verdad son un homenaje —en el centenario
sa de México y de Latinoamérica, en el que de su natalicio— a toda la grandeza de sus pá-
la conquista espiritual “quedó a medias”, se- ginas, en las que logró plasmar con maestría
gún dice el escritor, donde el pueblo es “mi- un mundo tan propio: su obra literaria y sus
tad cristiano, mitad pagano”. Es también un fotografías constituyen, como el pueblo de
canto al lenguaje popular convertido en arte a Comala, un mundo donde Rulfo, que siempre
través de un uso cuidadoso, calculado, que le se negó a levantar la voz, nos sigue hablando
confiere una gran dimensión estética, lo mis- con sus incesantes murmullos, en ese retrato
mo que esas miles de imágenes que el Rulfo magistral que logró plasmar sobre este lugar
fotógrafo captó de la cotidianidad mexicana, sincrético que es América Latina; relato que,
y en las cuales, a partir de un uso también según contó alguna vez, comenzó con “un
cuidadoso de la luz, logra que el espectador ideal llamado Susana San Juan”, inspirado en
vea o intuya muchos de los mismos fantas- “una muchachita a la que conocí brevemente
mas que pueblan sus relatos. cuando yo tenía trece años”. ¿Sí ve? Todo hace
parte del mismo testimonio.
Y en este punto también vale contradecir
al maestro, o más bien señalar sus propias Por cierto: también quedó el testimonio de que
contradicciones cuando dice que es fotógra- escribió tres versiones de la novela, y cada vez

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Fotografía Jairo Osorio. Juan Rulfo en Medellín, c.1978. Archivo del autor
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le quitaba páginas y más páginas, hasta que el Referencias


editor logró arrebatársela. Si no, quizá él hu-
biera condenado a la hoguera a Pedro Páramo, 1 Borges, J. L. (2003), en: VV. AA., Subidos de tono. Cuen-
como dicen que ocurrió con otras obras que tos de amor, Lima, Coedición Latinoamericana, p. 167.
2 Citado en: Díez, M. (2006). Letralia, vol. X (143), Vene-
estuvo escribiendo y que al final no queda-
zuela, en línea: http://letralia.com/143/ensayo01.htm
ron sino en murmuraciones, como Cordillera y 3 Cruz, J. (1979). “Entrevista. Juan Rulfo: ‘No puedo
Ozumacín, entre otros proyectos que al fin ar- escribir sobre lo que veo’”, en: El País, 19 de agosto,
dieron en el fuego de su rigor, del que al final Madrid, disponible en digital: http://elpais.com/el-
se salvó El gallo de oro, publicada en 1980. pais/2015/07/27/actualidad/1437991191_012418.html
4 Rulfo, J. (1985). Obra completa, Caracas, Biblioteca de
Ayacucho, p. 58.
Hay que agradecerles a Efrén Hernández, a 5 Cruz, J., op. cit.
Juan José Arreola y a Antonio Alatorre, a Ar- 6 Chumacero, A. (1955). “El Pedro Páramo de Juan
naldo Orfila y Joaquín Díez, y también a Alí Rulfo”, en: Universidad de México, vol. IX (8). México.
Chumacero, que lograron sonsacarle los cuen-
tos para publicarlos en distintas revistas, y fi- Andrés Vergara Aguirre es docente y direc-
nalmente en el volumen El Llano en llamas, en tor de la revista Estudios de Literatura Co-
1953. Dos años más tarde, en 1955, después lombiana de la Facultad de Comunicaciones
de la Universidad de Antioquia. Es autor del
de muchas bregas, el editor logró imponerse
libro Historia del arrabal. Los bajos fondos bogo-
ante la indecisión del escritor, y al fin se impri-
tanos en los cronistas Ximénez y Osorio Lizara-
mió Pedro Páramo, considerada hoy una de las zo, 1924-1946. Escribió este artículo para la
obras literarias más importantes de América Agenda Cultural Alma Máter.
Latina.

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