Erich Fromm Obreros y Empleados Alemanes

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Obreros y empleados alemanes en vísperas del 3º Reich

Fue el primer estudio empírico de la Escuela de Frankfurt. Fue la investigación


que, de algún modo, permitió anticipar el nazismo y –en buena medida– salvar a uno de
los focos de pensamiento crítico más importantes del siglo XX. Fue la primera
investigación que cruzó el marxismo científico y el psicoanálisis. Fue un campo de
batalla de diversos personalismos intelectuales que terminaron frustrando su
divulgación. En 1980, después de 50 años de oscuridad y poco antes de morir, Erich
Fromm –su principal autor– autorizó su publicación bajo el título Obreros y empleados
en vísperas del Tercer Reich. Un análisis psicológico-social. 32 años después de su
aparición en alemán, y habiendo sido traducido hasta el momento, sólo al inglés, el
italiano y el japonés, los lectores de habla hispana finalmente pueden acceder al único
libro de Erich Fromm que aún no fue traducido al español. Esta es la historia de una
pieza de gran valor crítico y cultural.

La investigación
A fines de la década del ’30 del siglo pasado, Alemania era un torrente que
arrastraba siglos de historia religiosa, filosófica, científica, estética, económica y
política. El agrietamiento de los trabajadores en clases sociales con mentalidades bien
diferenciadas, producto de la rápida industrialización de fines del siglo XIX, sumado a
los golpes asestados por la derrota sufrida en la guerra, la caída de la monarquía y la
corrosión moral desatada por la crisis política, económica y financiera, condicionaban la
suerte de la endeble República de Weimar. La vieja e imprecisa Germania que desde
Carlo Magno ocupaba el centro de Europa con vocación protagónica, había marcado el
devenir del nuevo occidente bajo la confluencia de nombres como Durero, Lutero,
Leibniz, Kant, Beethoven, Goethe, Mozart, Hegel, Schiller, Marx, Wagner, Nietzsche,
Dilthey, Weber y Heidegger; pero ahora se asomaba a su propio abismo.
Por entonces, los miembros del Institut Für Sozialforschung, más conocido como
Escuela de Frankfurt, observaban que la miseria económica, lejos de acentuar la
oposición anticapitalista en favor de los partidos socialista y comunista, esmerilaba la
esperanza y exacerbaba la intolerancia, con una marcada tendencia en favor del
disciplinamiento, la uniformidad y la búsqueda de un líder. Se preguntaban: ¿Tendrían
la conciencia y la ideología predominio sobre el irracionalismo? Más: ¿cuántos entre los
trabajadores y empleados alemanes eran combatientes confiables contra el avance del
nazismo?
El Instituto de Investigación Social había sido fundado el 3 de febrero de 1923 por
el argentino Felix Weil. Los fondos que su padre le giraba desde la pampa húmeda,
producidos en una de las cerealeras más importantes del mundo (con filiales en toda
Europa, una flota de sesenta barcos y más de tres mil empleados), había permitido que
Felix y un grupo de hombres interesados en la teoría social, sortearan los rígidos canales
del sistema universitario alemán y consiguieran la independencia financiera e intelectual
necesarias para extender sus investigaciones académicas a los espinosos campos del
marxismo, que aún estaba lejos de alcanzar el garbo de una disciplina científica
reconocida. A partir de ese momento, la historia del movimiento obrero y los orígenes
del antisemitismo, que no integraban el curriculum de la enseñanza alemana, se iban a
poder estudiar con un rigor desconocido hasta ese momento por la academia. Las
primeras investigaciones, sin embargo, se abocaron fundamentalmente al análisis de la
subestructura socioeconómica, bastante lejos de la disección radical de la sociedad
burguesa que se habían propuesto. Recién en 1930, con la asunción de Max Horkheimer
al frente del Instituto y la designación del joven Erich Fromm, como Director del
Departamento de Psicología, se iba a abrir el interés a la superestructura cultural y el
psicoanálisis con el objetivo de analizar las estructuras psíquica de la sociedad y el
“carácter autoritario”, como así también al estudio de los modelos de autoridad y su
conexión con la familia. Una de las primeras tareas que anunció Horkheimer cuando
asume la dirección, fue precisamente un estudio de la mentalidad de los trabajadores,
con la intención de enriquecer la perspectiva teórica con investigaciones empíricas.
Fromm, a cargo del proyecto, era un intelectual de izquierda, cultor de la relación entre
Marx y Freud, y lo había hecho explícito tempranamente con “La Evolución del dogma
de Cristo” (1927), y más tarde –mientras se llevaba adelante la investigación–, con
“Psicoanálisis y Política” (1931), causando discusiones considerables en los círculos
analíticos. Su formación psicoanalítica le permitió diseñar la investigación a partir de
cuestionarios interpretativos orientados a dilucidar una caracterología de tipos
freudianos. El universo: 3300 casos. La mecánica: 271 preguntas sobre tópicos
conscientes presentadas a modo de asociación libre. El objetivo: abrir el acceso a la
ideología y a los rasgos latentes de la estructura libidinal correspondiente a los
diferentes estamentos socioeconómicos. Su interpretación, también en clave
psicoanalítica, permitiría establecer el potencial autoritario de los obreros y empleados.
Este método, tanto como el posicionamiento teórico respecto del carácter social y
la traspolación de la psicología individual al ámbito de los procesos sociales, por cierto
que con el tiempo fue reconsiderado y hasta desechado de plano. Pero Fromm sostenía –
y sostuvo a lo largo de su obra– que la sociedad era pasible de ser psicoanalizada como
un individuo, lo que cambiaba era una cuestión cuantitativa y no cualitativa; con una
salvedad: “en tanto que la investigación psicoanalítica se interesa principalmente en
individuos neuróticos, la investigación sociopsicológica trabaja con grupos de gente
normal”. En este sentido, la primera etapa de la investigación puso de manifiesto un
preocupante panorama social. Aunque la orientacción política de los trabajadores era
preponderantemente de izquierda, el porcentaje de respuestas “revolucionarias” resultó
bien bajo. Por ejemplo, ante la pregunta “¿a quiénes considera usted las personalidades
más grandes de la historia?”, los encuestados se inclinaban por nombres que, aunque
pertenecían a un arco ideológico de izquierda, eran elegidos por sus fuertes liderazgos.
Del mismo modo, en la pregunta por la forma ideal de gobierno, la mayoría se
pronunció a favor de un gobierno de izquierda, pero a la hora de tomar posición
respecto del castigo corporal, hubo significativamente más respuestas autoritarias que
antiautoritarias. Esto denotaba una actitud hacia el poder, propia del carácter autoritario
de tipo sado-masoquista: admiración, disposición al sometimiento, desprecio por los
derechos de los débiles. El balance del primer análisis reveló que un 15% de los obreros
y empleados tenía una estructura democrática asentada, un 25% presentaba un carácter
completamente autoritario o con tendencia de tal, y una gran mayoría –alrededor del
60%– era gente cuyo carácter tenía una estructura formada por una mezcla de ambos
extremos. El supuesto teórico era que los autoritarios serían “nazis” fervientes, los
“democráticos” antinazis militantes, y la gran mayoría ni una cosa ni otra, pero
justamente por su inconsistencia, en la medida que se agudizara la crisis y el
resentimiento, serían proclives a la obediencia y hasta la crueldad. Como años más tarde
ampliaría Fromm en El miedo a la libertad –fundamentalmente sobre la clase media: “la
angustia los lanzaría a un estado de pánico, convirtiéndolos en presa de un apasionado
anhelo de sumisión y, al mismo tiempo, de dominación, con respecto a los débiles”. No
eran pruebas, eran tendencias, pero las presunciones, tal como lo demostraron los
hechos ocurridos entre 1933 y 1945, no eran desacertadas.
A partir de 1931, como una suerte de verificación, la situación sociopolítica de
Alemania se volvería cada vez más hostil, hasta llegar al 13 de marzo de 1934 –un año
después de la asunción de Hitler– en que el Instituto, considerado un verdadero nido de
judíos y marxistas, fue registrado y cerrado por la policía. Pero el último de ellos, Leo
Lowëntal, se había marchado al exilio una semana antes. La emigración forzada hizo
que se perdieran documentos valiosos de la investigación, y de los 1100 cuestionarios
respondidos hasta ese momento, sólo lograron salvarse 584. Ya en el exilio se siguió
trabajando y elaborando conclusiones por algún tiempo, pero la idea de una psicología
social era progresivamente abandonada. Horkheimer, que había compartido criterios
con Fromm, modificaba su posición teórica y el sentido político del Instituto hacia
objetivos más moderados y menos comprometedores. Se acercaba de este modo a
Theodor Adorno, que desde siempre había dudado de la empresa por considerarla una
forzada sociologización del psicoanálisis, típica de neofreudianos como Karen Horney –
y en especial– el propio Fromm, contra quien siempre fue particularmente despreciativo
por considerarlo un idealista y un optimista. Estas diferencias se profundizaron de un
modo insostenible y en 1939, con la separación de Fromm, ya no se iba a poder acceder
a la documentación y la continuidad de la investigación se vio frustrada para siempre.
También se malograba la posibilidad de acceder al material y a sus conclusiones en un
libro de acceso público.

El derrotero
Fromm se refirió a la investigación en innumerables oportunidades –
fundamentalmente en El miedo a la libertad y en Sociopsicoanálsis del campesino
Mejicano, escrito a cuatro manos con Michael Maccoby–, pero siempre estuvo rodeada
de misterios y leyendas. Se dijo que era imperfecta, que había cambiado la investigación
cualitativa, que inauguraba un nuevo método interpretativo, que fue una botín devorado
por los divismos farnkfurtianos. Recién en 1980, pocos meses antes de su muerte, y a
instancias de Wolfgang Bonß, Fromm autorizó la publicación de Obreros y empleados
en vísperas del Tercer Reich. Un análisis psicológico-social; cuando Horkheimer,
Adorno y el resto de los miembros del Instituto de aquel momento ya estaban muertos.
En América Latina, su publicación se conoció tardíamente. La noticia llegó en
1984, como un dato fronterizo de Fromm. Vida y obra, una biografía ilustrada escrita
por su discípulo Rainer Funk, a cargo de los derechos de su obra y presidente de la
International Erich Fromm Society. Hoy, cuando sólo se ha traducido al inglés, el
italiano y el japonés (sigue siendo uno de los pocos libros del creador del “psicoanálisis
humanista” que aún no se tradujo al francés), Obreros y empleados.... se publica para el
mundo de habla hispana. Esta edición, producida en forma conjunta entre Fondo de
Cultura Económica, la Universidad Nacional de San Martín y la Facultad Libre de
Rosario, incluye el estudio preliminar que Bonß realizó para la primera edición en
alemán y una introducción para la edición en español a cargo de Laura Sotelo, una de
las investigadoras que más conoce y más ha trabajado la Escuela de Frankfurt en
América Latina.
Esta obra, dice Sotelo, es una pieza central de ese constructo multidimensional
que fue la Escuela de Frankfurt y su lectura revela el horizonte intelectual con que sus
integrantes partieron al exilio para desarrollar la teoría marxista en unidad con las
ciencias sociales, el psicoanálisis, la filosofía y la investigación empírica, con aportes a
la teoría social que aún siguen siendo ineludibles.

Fernando Peirone

Nota publicada en la Revista Ñ del 19 de julio de 2012, con el título Engranajes del nazismo
Link a la nota: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Engranajes-nazismo-Erich-
Fromm_0_736726335.html

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