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Universidad Autónoma de Nuevo León

Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones


Internacionales

Japón

Nombre:Jaya Serena Sandoval Martínez


Matrícula:1897883
Grupo:210
Materia:Política Internacional Contemporánea

Magda Karina Moreno Juárez


Antecedentes: Antiguo Japón
Primeros pobladores
Los primeros indicios de vida humana en Japón se remontan a 30 000 años atrás,
pero es posible que estuviera habitado mucho antes. Hasta el final de la última
glaciación, hace unos 15 000 años, varios “puentes” de tierra unían Japón con el
continente (Siberia por el norte, Corea por el oeste y quizá la actual Taiwán por el
sur), por lo que el territorio resultaba accesible.
La primera cultura reconocible en emerger fue la neolítica jōmon, en el 13 000 a.C.
Los historiadores les llamaron así por la cerámica con marcas que creaban,
imprimiendo cuerdas retorcidas sobre vasijas hechas a mano. Tenían una vida
seminómada en asentamientos a lo largo de las zonas costeras, sobre todo en el
noreste de Japón.
En algún momento entre los años 800 y 300 a.C., una nueva cultura empezó a tomar
forma: la yayoi (también debe su nombre a su cerámica característica, creada en un
torno). Existe mucho debate sobre el origen de este cambio en la creación de la
cerámica; sobre si lo introdujeron los pobladores llegados de China o Corea (o
ambos). Los primeros asentamientos yayoi conocidos se descubrieron en el norte de
Kyūshū, cerca de la península coreana, y el cambio cultural se propagó desde allí.
Los yayoi introdujeron técnicas de cultivo húmedo para el arroz; algo que supuso un
gran cambio; no solo porque exigía asentamientos más estables, también porque la
práctica del cultivo intensivo se adaptaba mejor a las tierras bajas, lo cual favoreció
el crecimiento de la población en las cuencas fértiles. También introdujeron el
hierro y el bronce. Hacia el s. I d.C., los yayoi se habían extendido hasta el centro de
Honshū; el norte se siguió considerando territorio jōmon hasta el s. VIII (Hokkaidō y
Okinawa no existían entonces).
El auge del clan Yamato
Los asentamientos agrícolas delimitaron territorios y fronteras. Según fuentes
chinas, hacia el final del s. III d.C. existían más de 100 reinos en Japón, y algunos de
ellos estaban gobernados por una reina llamada Himiko. El lugar exacto de su reino
no está claro; algunos historiadores afirman que se hallaba en el noroeste de
Kyūshū, pero una mayoría considerable señala la región de Nara. Su territorio era
conocido como Yamatai (posiblemente el nombre “Yamato” proceda de ahí). Los
chinos llamaban a este estado naciente Wa, y consideraban a Himiko como su
soberana, quien, por medio de tributos, reconocía su lealtad al emperador de China.
Al mismo tiempo se extendía una práctica por la cual los líderes tribales eran
enterrados en túmulos funerarios (kofun), cuya forma y tamaño iban relacionados
con su estatus, lo cual prueba la existencia de una sociedad cada vez más
jerarquizada y el auge de una cultura basada en lo material (tras su muerte, en el
año 248, Himiko fue enterrada en una enorme tumba, junto con 100 esclavos
sacrificados). Este desarrollo derivó en el comienzo de lo que los historiadores
denominan el período Kofun, o Yamato, durante el cual el poder administrativo y
militar empezó a fusionarse alrededor del clan Yamato, en la cuenca de Kansai.
Bajo el reino de la emperatriz Suiko (592-628), y su poderoso príncipe regente
Shōtoku (573-620), se promulgaron reformas administrativas inspiradas por la
dinastía china Tang y dirigidas a consolidar el poder a través de impuestos, la
distribución regulada del territorio y los rangos oficiales.
El príncipe Shōtoku tuvo un papel instrumental en la temprana propagación del
budismo (que llegó a Japón por medio de la influencia coreana), fundando varios
templos en la zona de Kansai.

La era de los cortesanos


Creación de la capital
Antes del año 694, la corte Yamato tenía la costumbre de trasladar y construir un
palacio nuevo cada vez que se elegía un nuevo emperador o emperatriz (30 o 40,
según se cuente). La emperatriz Jito fue la primera que ordenó la construcción de
una capital más permanente, basada en el modelo chino de una red ordenada. Solo
duró 16 años, pero la idea cuajó, y en el año 710 se establecía una nueva capital en
Nara (Heijō-kyō).
Por aquel entonces, el budismo prosperaba; como prueba, destaca la construcción
del templo Tōdai-ji (745), que todavía sigue en pie y alberga un enorme Buda de
bronce. Es el edificio de madera más grande del mundo (y uno de los más antiguos).
Los kofun habían pasado de moda en la capital (aunque seguían erigiéndose en los
territorios de las afueras) y las tumbas se decoraban con motivos budistas.
El emperador Kammu [781-806] decidió reubicar la capital en el 784, quizá a raíz de
una sucesión de desastres ocurridos tras el traslado a Nara, entre ellos una epidemia
de viruela que acabó casi con un tercio de la población entre los años 735 y 737. En
el 794 la capital se trasladó a la vecina Kioto (Heian-kyō), que ejerció como tal más
de 1000 años (aunque no siempre fuera el centro verdadero del poder).
Auge y caída de la corte Heian
En los siglos siguientes, la vida cortesana en Kioto alcanzó el culmen de su
refinamiento y protocolo, como refleja la famosa novela Historia de Genji,escrita
por la cortesana Murasaki Shikibu hacia el 1004, donde se muestra a los cortesanos
entregados a diversiones como adivinar las flores por su aroma, construir
extravagancias arquitectónicas y no escatimar gastos en lo último en lujo. Aquel era
un mundo que estimulaba la estética con conceptos como el mono no aware (lo
agridulce de las cosas) y la okashisa(incongruencia que sorprende y agrada), que han
subsistido hasta hoy, pero también era un mundo cada vez más alejado de la
realidad. Manipulado durante siglos por la familia Fujiwara, políticamente muy
poderosa, el trono imperial perdía autoridad.
Mientras los nobles se engolfaban en placeres e intrigas cortesanos, en las
provincias surgían poderosas fuerzas militares acaudilladas casi siempre por nobles
de alcurnia menor, enviados con frecuencia en nombre de la alta nobleza para
desempeñar tareas ‘tediosas’. Algunos de ellos eran parientes lejanos de la familia
imperial, apartados de la línea de sucesión –se les daban nombres nuevos y eran
desterrados a clanes provinciales– y hostiles a la corte. Entre sus sirvientes
figuraban diestros guerreros conocidos como samuráis (literalmente, “sirvientes”).
Los dos clanes principales de la baja nobleza descastada, los Minamoto (o Genji) y
los Taira (Heike), eran enemigos. En 1156 se les encargó que apoyaran a sendas
facciones rivales que aspiraban a mandar en la familia Fujiwara, pero esto pasó
pronto a un segundo plano cuando se entabló una contienda entre los Minamoto y
los Taira.
Se impusieron los Taira, al mando de Kiyomori (1118-1181), que se estableció en la
capital y, en los 20 años siguientes, se entregó a sus muchos vicios. En 1180
entronizó a su nieto Antoku, de 2 años. Cuando un pretendiente rival recabó la
ayuda de la familia Minamoto, que se había reagrupado, su líder, Yoritomo (1147-
1199), no lo dudó. Kiyomori y el pretendiente murieron poco después, pero
Yoritomo y su hermanastro Yoshitsune (1159-1189) continuaron con la guerra
contra los Taira. En 1185 Kioto había caído y los Taira fueron perseguidos hasta el
extremo occidental de Honshū. Tras una batalla naval en la que vencieron los
Minamoto, la viuda de Kiyomori se arrojó al mar con su nieto Antoku (que ya tenía 7
años). Con Minamoto Yoritomo como hombre más poderoso de Japón, empezó un
período de dominio militar.

La era de los guerreros


El primer sogún
Yoritomo no aspiraba a convertirse en emperador, pero quería que el nuevo
emperador le otorgara el título de sogún (generalísimo), lo que paso en 1192.
Mantuvo varias oficinas e instituciones, y creó su sede en su territorio natal,
Kamakura (cerca de la actual Tokio), en lugar de en Kioto. Su sogunato fue conocido
en japonés como bakufu, que hace referencia al cuartel general de campaña de un
general de campo. Aunque, en teoría, Yoritomo representaba el brazo militar del
gobierno del emperador, en la práctica quien mandaba en el gobierno era él.
El baufuku de Kamakura estableció un sistema feudal –que perduraría casi 700 años
como institución– basado en la lealtad entre señores y vasallos.
Cuando Yoritomo murió en 1199 (tras caerse de su caballo en circunstancias
sospechosas), su hijo le sucedió en el título de sogún. Sin embargo, su viuda,
Masako (1157-1225), era miembro del clan Hōjō y una figura formidable, y acumuló
un poder muy significativo el resto de su vida (a pesar de afeitarse la cabeza y tomar
votos religiosos tras la muerte de su marido). Su padre ejerció de regente, un título
que los Hōjō conservarían hasta que las intrigas y las disputas internas acabaron con
la vida del último heredero Minamoto, momento que los Hōjō aprovecharon para
reclamar abiertamente el sogunato.
Las invasiones mongolas
Durante el sogunato Hōjō los mongoles intentaron invadir Japón dos veces: en 1274
y 1281. Con Kublái Kan [1260-1294], el imperio mongol estaba casi en el ápice de su
poderío y, tras conquistar Corea en 1259, el kan demandó a Japón que se sometiera
a su soberanía, pero sin resultado.
El primer ataque de Kublái Kan se produjo en noviembre de 1274, supuestamente
con unos 900 barcos que transportaban a 40 000 soldados, aunque esto quizá sea
exagerado. Los mongoles desembarcaron cerca de Hakata en el noroeste de Kyūshū
y, a pesar de la vigorosa resistencia, avanzaron hacia el interior; sin embargo, por
razones poco claras se retiraron a sus naves y después sobrevino una tormenta que
causó daños a un tercio de las mismas. El resto regresó a Corea.
Siete años después se llevó a cabo un intento más decidido desde China. Kublái Kan
mandó construir una flota de 4400 barcos para transportar a 140 000 hombres, de
nuevo cifras dudosas. En agosto de 1281 los mongoles desembarcaron de nuevo en
el noroeste de Kyūshū y, una vez más, se encontraron con una tenaz resistencia y
tuvieron que retirarse. Los elementos volvieron a intervenir (esta vez un tifón). Los
supervivientes regresaron a China y los mongoles renunciaron a invadir Japón.
El tifón de 1281 dio pie a la idea de una intervención divina para salvar a Japón, y
acuñó el término kamikaze (literalmente, “viento divino”), que después se aplicaría
a los pilotos suicidas de la guerra del Pacífico quienes, supuestamente imbuidos por
el espíritu divino, daban sus vidas para proteger a su país.
La caída de Kamakura
A pesar de su exitosa defensa de Japón, el sogunato Hōjō se resintió. Su incapacidad
para satisfacer los pagos prometidos a quienes habían repelido a los mongoles causó
un gran descontento, mientras que lo gastado mermó notablemente sus finanzas.
La desafección al sogunato culminó en tiempos del autoritario emperador Go-Daigo
(1288-1339). Tras escapar del destierro que le habían impuesto los Hōjō, empezó a
recabar apoyos contra el sogunato en el oeste de Honshū. En 1333, y para frenar
esta amenaza, el sogunato envió tropas al mando de uno de sus generales más
prometedores, el joven Ashikaga Takauji (1305-1358); sin embargo, al percatarse de
la desafección a los Hōjō y de que si se unía a Go-Daigo entre los dos tendrían un
considerable poderío militar, Takauji se alió con el emperador y atacó las
dependencias del sogunato en Kioto. Otros no tardaron en rebelarse contra el
propio sogunato en Kamakura.
Aquello supuso el final del sogunato Hōjō, pero no de la institución. Takauji aspiraba
al título de sogún, pero su aliado Go-Daigo temía que ello debilitaría su poder como
emperador. La alianza se rompió y Go-Daigo envió tropas contra Takauji, pero este
venció y atacó Kioto, lo que obligó a Go-Daigo a refugiarse en las montañas de
Yoshino, unos 100 km al sur de la ciudad, donde estableció su corte. Takauji, por su
parte, instaló en Kioto a un emperador títere de un linaje rival, el cual le proclamó
sogún en 1338. Las dos cortes coexistieron hasta 1392, cuando la “corte del sur” (en
Yoshino) fue traicionada por Ashikaga Yoshimitsu (1358-1408), nieto de Takauji y
tercer sogún Ashikaga.
Estados en guerra
Takauji estableció su sogunato en Kioto, en Muromachi. Con contadas excepciones
como Takauji y su nieto Yoshimitsu (que mandó construir el famoso Kinkaku-ji y se
declaró en una ocasión “rey de Japón”), los sogunes Ashikaga fueron relativamente
ineficaces. Sin un poder fuerte y centralizado, el país se vio inmerso en un conflicto
civil cuando los señores de la guerra (los daimios) se enzarzaron en interminables
luchas por el poder. Empezó con la guerra de Ōnin de 1467-1477 y durante 100 años
el país vivió en una contienda civil casi constante; a ese período se lo conoce como
era Sengoku (Estados en Guerra).
Durante aquella época, la clase guerrera se hizo con las tierras y las aficiones
culturales de la nobleza terrateniente, y sus gustos marcaron la moda de la época.
La austeridad y autodisciplina del budismo zen, que había penetrado en Japón desde
China en el s. XIII, atraía a la clase guerrera y también influenciaba sus valores
estéticos, como la sabi (sencillez elegante), la yūgen (introspección elegante y
tranquila, como en el nō), el wabi (rústico) y el kare (adusto y austero). Y así sucedió
que, durante aquella época de guerras e inestabilidad casi constantes, las artes
como el refinado nō (teatro-danza minimalista), el ikebana (composiciones florales)
o la chanoyu (ceremonia del té), vivieron un momento floreciente.

La reunificación
Nobunaga sube al poder
Los primeros europeos llegaron en 1543; los vientos llevaron a tres comerciantes
portugueses hasta la isla de Tanegashima, al sur de Kyūshū. Pronto aparecieron más
europeos, junto con el cristianismo y las armas de fuego, que se encontraron una
tierra dividida por la guerra y a punto para su conversión, por lo menos a ojos de
misioneros como Francisco Javier, que llegó en 1549. Sin embargo, los daimios
estaban más interesados en temas más prosaicos, como las armas de fuego. Uno de
los daimios que les sacó más partido fue Oda Nobunaga (1534-1582). Partiendo de
una sede de poder relativamente menor (en la actual prefectura de Aichi), su
generalato hábil y despiadado le valió una serie de triunfos sobre sus rivales. En
1568 tomó Kioto y colocó como sogún a un miembro del clan Ahikaga (Yoshiaki); en
1573 lo expulsó y se estableció en Azuchi. Aunque no asumió el título de sogún,
Nobunaga poseía el poder de facto.
Célebre por su brutalidad, Nobunaga no era hombre a quien llevarle la contraria;
odiaba a los sacerdotes budistas y toleró el cristianismo como un contrapoder frente
a ellos. Su objetivo era el “Tenka Fubu” (Un Reino Unificado bajo un Gobierno
Militar) y hasta cierto punto lo consiguió al redistribuir territorios entre los daimios,
realizar catastros y normalizar pesos y medidas. Pero nunca sabremos qué tipo de
gobernante habría sido: antes de que pudiera alcanzar su objetivo, fue traicionado
por uno de sus generales y asesinado en 1582.
Las ambiciones de Hideyoshi
Otro de los generales de Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi (1536-1598), retomó la
antorcha de la unificación. También era un personaje extraordinario, un soldado
raso que había ido ascendiendo rango a rango hasta convertirse en el favorito de
Nobunaga. Menudo y de rasgos simiescos, Nobunaga le apodaba “Saru-chan”
(“pequeño mono”), aunque su sed de poder contradecía su estatura. Se deshizo de
sus posibles rivales entre los hijos de Nobunaga, asumió el título de regente,
continuó con la política de Nobunaga de redistribución territorial e insistió en que
los daimios debían entregarle a sus familias como rehenes en Kioto. También
proscribió las armas a todas las castas salvo a la de los samuráis.
En sus últimos años, Hideyoshi se volvió cada vez más paranoico: cortaba por la
mitad con una sierra a los portadores de malas noticias y mandó ejecutar a jóvenes
de su familia por ser supuestos conspiradores; también decretó la primera expulsión
de los cristianos (1587) porque sospechaba que eran la avanzadilla de una invasión.
Su ambición contemplaba la conquista de toda Asia, y como primer paso intentó la
invasión de Corea en 1592, que fracasó; repitió el intento en 1597, pero la campaña
se abandonó cuando Hideyoshi murió de enfermedad en 1598.
Ieyasu toma el poder
El poder de Hideyoshi se había visto brevemente contrarrestado por Ieyasu
Tokugawa (1542-1616), hijo de un señor feudal menor aliado de Nobunaga. Tras una
breve pugna por el poder, Ieyasu acordó una tregua con Hideyoshi, y este, a cambio,
le cedió ocho provincias en el este de Japón. La intención de Hideyoshi era debilitar
a Ieyasu separándole de su tierra ancestral, Chūbu (la actual prefectura de Aichi),
pero el advenedizo vio aquel gesto como una oportunidad para reforzar su poder, y
creó su sede en una pequeña localidad con castillo llamada Edo (la futura Tokio).
En su lecho de muerte, Hideyoshi encomendó a Ieyasu, que se había convertido en
uno de sus mejores generales, la protección del país y la sucesión de su joven hijo
Hideyori (1593-1615). Pero Ieyasu tenía ambiciones más elevadas, y enseguida
declaró la guerra a los partidarios de Hideyori. Los hombres de Ieyasu derrotaron
finalmente a los de Hideyori en la legendaria batalla de Sekigahara en 1600, que le
valió a Ieyasu el poder supremo. Escogió Edo como su sede permanente y marcó el
inicio de dos siglos y medio de dominio Tokugawa.
Gracias a estos tres hombres, Nobunaga, Hideyoshi, Ieyasu, por medios limpios o,
sobre todo, arteros, el país se reunificó en tres décadas.

La época de la estabilidad
El dominio de los Tokugawa
Tras haber asegurado el poder a los Tokugawa, Ieyasu y sus sucesores estaban
decididos a conservarlo. Su estrategia básica era la micro-organización extrema.
Ejercían un control férreo sobre los daimios provinciales, quienes gobernaban como
vasallos del régimen Tokugawa, requiriendo autorización para construir castillos o
casarse. Siguieron distribuyendo (o confiscando) territorio y, lo más importante,
exigían que los daimios y sus sirvientes pasaran uno de cada dos años en Edo, donde
sus familias permanecían retenidas como rehenes permanentes según el
edicto sankin kōtai. Esta política de deslocalización dificultaba que los daimios más
ambiciosos urdieran planes para derrocar a los Tokugawa.
El sogunato controlaba también directamente los puertos, las minas, las ciudades
principales y otras zonas estratégicas. Los desplazamientos se restringían por medio
de severos puntos de control, era necesario un permiso por escrito para viajar y el
transporte sobre ruedas estaba prohibido. Se impuso una sociedad muy
jerarquizada, compuesta por (en orden decreciente de importancia)
los shi (samuráis), los nō (agricultores), los kō (artesanos) y los shō (comerciantes).
El atuendo, las viviendas e incluso el modo de hablar de cada clase se regían por un
código muy estricto, y la interrelación entre clases estaba terminantemente
prohibida. Los jefes de pueblos y barrios se encargaban de imponer las normas a
nivel local, creando un ambiente de vigilancia constante. El castigo por la más
mínima falta podía ser muy duro, cruel e incluso comportar la muerte.
Aislados del mundo
Al principio, el sogunato Tokugawa adoptó una política de sakoku (cierre al mundo
exterior), que duraría más de dos siglos. El régimen recelaba de la potencial
influencia del catolicismo, y expulsó a misioneros en 1614. Tras la Revuelta de
Shimabara, encabezada por cristianos, el cristianismo fue prohibido, varios cientos
de miles de cristianos japoneses tuvieron que esconderse, y todos los occidentales,
salvo los holandeses protestantes, fueron expulsados en 1638. El sogunato veía al
protestantismo como una amenaza menor que el catolicismo (se sabía que el
Vaticano podía reunir uno de los ejércitos más poderosos), y habría permitido que
se quedaran los británicos si los holandeses no lo hubieran convencido de que Gran
Bretaña era católica. Con todo, los holandeses no pasaron de ser una docena de
hombres confinados en una pequeña factoría en la isla artificial de Dejima, cerca de
Nagasaki.
Los japoneses tenían prohibido viajar al extranjero (y los que estaban en el
extranjero tenían prohibido regresar), pero, a pesar de todo, el país no quedó
totalmente aislado: el comercio con Asia y Occidente continuó a través de los
holandeses y del imperio Ryūkyū (hoy Okinawa), solo que bajo un estricto control y,
junto con el intercambio de ideas, se canalizaba exclusivamente hacia el sogunato.
El auge de la clase comerciante
A pesar de todas las restricciones, el período Tokugawa vivió un dinamismo
considerable. Las ciudades japonesas crecieron enormemente durante este período:
Edo alcanzó el millón de habitantes a principios del s. XVIII, por encima de Londres y
París. Kioto, convertido en un centro de producción de artículos de lujo, y Osaka,
centro del comercio, rozaron la cifra de los 400 000 habitantes durante la mayor
parte del período.
A pesar del gran esfuerzo de los gobernantes por limitar el crecimiento de la clase
comerciante, esta prosperó a lo grande gracias a los servicios y productos necesarios
para los viajes de los daimios a y desde Edo, tan costosos que los daimios debían
convertir una gran parte de sus dominios en efectivo. Aquello impulsó la economía
general.
Surgió una nueva cultura que rechazaba las restricciones y la austeridad del
sogunato. Los comerciantes, cada vez más ricos, patrocinaron el teatro kabuki, los
torneos de sumo y los barrios del placer; disfrutando de una  joie de vivre que
disgustaba a los adustos señores del castillo de Edo. El pilar de esta cultura
hedonista era el concepto del ukiyo (“mundo flotante”), un término derivado de una
metáfora budista sobre las alegrías fugaces de la vida. Los mejores ejemplos de
aquella época se hallan en las ukiyo-e(xilografías). Mientras tanto, los samuráis ya
no tenían compromisos militares relevantes, y la mayoría de ellos pasaron a ‘luchar’
en contiendas burocráticas como administradores.

La modernización
La llegada de los barcos negros
No se sabe cuánto tiempo más podría haber durado el sogunato Tokugawa en su
aislado mundo, pero las fuerzas exteriores aceleraron su desaparición. Un grupo de
barcos occidentales –a los que los japoneses llamaron kurofune (barcos negros),
porque iban cubiertos de alquitrán– había empezado a aparecer en aguas japonesas
desde comienzos del s. XIX. Sin embargo, cualquier occidental que pisara territorio
japonés, aunque fuera a causa de un naufragio, era expulsado o ejecutado.
EE UU, en particular, pretendía expandir sus intereses por el Pacífico, y sus
numerosos barcos balleneros del noroeste necesitaban aprovisionarse con
regularidad. En 1853, y otra vez al año siguiente, el comodoro estadounidense
Matthew Perry entró en la bahía de Edo con sus cañoneras y exigió a Japón su
apertura al comercio. El sogunato no podía enfrentarse al fuego de Perry y tuvo que
acceder a sus demandas; pronto llegó un cónsul de EE UU, seguido por los de otras
potencias occidentales. Japón se vio obligado a firmar los “tratados de la
desigualdad”, por los cuales abría el acceso a sus puertos y cedía el control de sus
aranceles a las naciones occidentales.
La Restauración Meiji
A pesar de los últimos esfuerzos desesperados del régimen Tokugawa por reafirmar
su poder, el sentimiento anti-sogunato era intenso, sobre todo en los alrededores
de Satsuma (sur de Kyūshū) y Chōshū (oeste de Honshū). Se alzó un movimiento
para “venerar al emperador y expulsar a los bárbaros” (sonnō jōi); en otras palabras,
para restaurar el poder real del emperador (y que fuera más que una autoridad
titular) y echar a los occidentales.
Pero tras infructuosas escaramuzas contra los poderes occidentales, los reformistas
se dieron cuenta de que no era factible expulsar a los extranjeros; pero sí lo era
restaurar el poder del emperador: tras una serie de choques militares entre los
ejércitos del sogunato y los rebeldes –que demostraron la ventaja de estos últimos–,
el último sogún, Yoshinobu (1837-1913), aceptó retirarse en 1867 y pasó los últimos
años de su vida en paz en Shizuoka.
En 1868, el nuevo emperador adolescente Mutsuhito (1852-1912; posteriormente
conocido como Meiji) fue erigido líder supremo del país, y con él comenzó el
período Meiji (1868-1912; ‘culto a la regla’). El sogunato se abolió como institución,
y su sede, Edo, se remodeló como la capital imperial y recibió el nombre de Tokio
(“capital del este”). Pero los partidarios de Tokugawa no desaparecieron; las luchas
continuaron, sobre todo en el norte, entre 1868 y 1869, en la guerra Boshin.
En realidad, el emperador tenía poco poder: se formó un nuevo gobierno, liderado
por samuráis treintañeros de Satsuma y Chōshū. Aunque aseguraban que lo hacían
todo en nombre del emperador y con su autorización, les movían la ambición
personal y un interés genuino por su país.
La occidentalización
Por encima de todo, los nuevos líderes de Japón –ávidos observadores de lo que
sucedía en toda Asia– temían ser colonizados por Occidente. Se apresuraron a
modernizarse según los estándares occidentales, para demostrar que podían estar a
la altura de los colonizadores.
El Gobierno emprendió un gran proyecto de industrialización y militarización; y
comenzó un importante intercambio entre Japón y Occidente: eruditos japoneses
eran enviados a Europa a estudiar de todo, desde literatura e ingeniería hasta la
construcción de naciones y tácticas bélicas modernas, y se invitó a eruditos
occidentales a dar clases en las nacientes universidades japonesas.
La nueva clase dirigente japonesa aprendió con rapidez: en 1872 se inauguró la
primera vía ferroviaria, que unía Tokio con el nuevo puerto de Yokohama, al sur, a lo
largo de la bahía de Tokio. En 1889 el país ya tenía una Constitución, modelada
según los marcos de gobierno de Inglaterra y Prusia, y se establecieron sistemas
bancarios, un nuevo código legal y los partidos políticos. A los daimios se les
‘convenció´ para que cedieran sus feudos al Gobierno a cambio de obtener cargos
de gobernadores u otros, lo que permitió la creación de prefecturas.
La democracia no fue un proceso rápido, y persistían los favoritismos. El Gobierno
asumió la responsabilidad de fundar las principales industrias para después
venderlas a precio de ganga a emprendedores amigos de la clase dirigente; un factor
clave en la formación de enormes conglomerados industriales, conocido
como zaibatsu, muchos de los cuales todavía existen hoy (como Mitsubushi,
Sumitomo y Mitsui).
En los primeros años, la principal industria de Japón era la textil, y la seda su gran
exportación; pero en el período Meiji pasaron a serlo las manufacturas y la industria
pesada, y el país se convirtió en una potencia mundial de la construcción naval.
Nuevas ideologías
La Restauración Meiji también abanderó cambios sociales de largo alcance: se
eliminó el sistema de clases. Tras siglos teniéndolo todo prescrito, los ciudadanos
ahora eran libres de elegir su oficio y lugar de residencia. La nueva élite intelectual,
viajada y leída, animó a los japoneses a emprender para demostrar al mundo que
Japón era una nación poderosa y de éxito. Las mejoras en la tecnología agrícola
liberaron mano de obra en el campo, y muchos agricultores se trasladaron a la
ciudad para engrosar las filas obreras de los sectores de la manufactura.
El budismo, que tenía un estrecho vínculo con el sogunato, sufrió con el nuevo
gobierno. El sintoísmo –y, sobre todo, los rituales de adoración al emperador– eran
promovidos en su lugar como un sistema de creencias ‘puro’ (léase autóctono). Sin
embargo, se conservaron elementos del nuevo confucionismo porque favorecían el
orden; y las nuevas leyes acuñaron un sistema familiar patriarcal por el cual las
mujeres quedaban subordinadas a sus maridos. El catolicismo dejó de estar
prohibido (aunque poco importó).

El escenario mundial
El Japón imperialista
Un elemento clave en el objetivo japonés de convertirse en una potencia mundial
era el poder militar. Siguiendo los modelos prusiano (ejército) y británico (marina),
Japón desarrolló un ejército magnífico. Con la misma táctica que Perry había
empleado contra los nipones, en 1876 Japón pudo imponer en Corea el tratado que
más le convenía y se inmiscuyó cada vez más en su política.
Utilizando la ‘interferencia’ china en Corea como pretexto, en 1894 Japón ‘fabricó’
una guerra con China, una nación débil en aquella época a pesar de su descomunal
tamaño, y se alzó con la victoria. Como resultado, se apropió de Taiwán y de la
península de Liaotung. Rusia presionó a Japón para que renunciara a la península, y
acto seguido la ocupó, lo cual dio lugar a la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, con
victoria nipona. Cuando Japón se anexionó Corea de forma oficial en 1901, apenas
hubo protestas internacionales.
A la muerte de Mutsuhito en 1912, Japón era considerado una potencia mundial.
Además de sus victorias militares y conquistas territoriales, en 1902 había firmado la
primera alianza anglo-japonesa, la primera entre un país occidental y uno no
occidental. Los tratados desiguales se habían enmendado.
A Mutsuhito le sucedió su hijo Yoshihito (conocido como el emperador Taishō),
aunque en 1921 su deterioro mental convirtió en regente a su hijo Hirohito (1901-
1989). No fue una época fácil, pero el breve período Taishō (1912-1926; “de la gran
rectitud”) se resume como un tiempo de optimismo. Las viejas lealtades de la época
feudal se extinguieron, y nacieron los partidos políticos, dando lugar al término
“democracia Taishō”.
Japón participó en la I Guerra Mundial en el bando de los aliados, y fue
recompensado con un asiento en el consejo de la recién creada Sociedad de las
Naciones. También adquirió posesiones alemanas en el este de Asia y el Pacífico. La
guerra había impulsado la economía, generando un nuevo estrato de riqueza (ajeno
a la gran mayoría de la población).
La militarización
Durante la década de 1920, Japón empezó a sentir que las potencias occidentales no
le trataban de una forma justa. La Conferencia de Washington de 1921-1922 fijó las
proporciones navales en tres buques capitales para Japón, cinco para EE UU y otros
cinco para los británicos, lo que ofendió a los japoneses (a pesar de estar por
delante de los 1,75 de Francia). Casi al mismo tiempo, la cláusula de igualdad racial
propuesta por Japón a la Sociedad de las Naciones fue rechazada, y en 1924 EE UU
introdujo políticas de inmigración basadas en la raza que apuntaban directamente a
los japoneses.
El descontentó se intensificó en el período Shōwa (1926-1989; “paz
resplandeciente”), que empezó con la muerte de Yoshihito y el ascenso formal al
trono de Hirohito. La población rural denunciaba a una élite que consideraba
pervertida por la decadencia occidental. De la Gran Depresión que comenzó a
finales de la década de 1920 surgió una nueva clase de pobres urbanos que
rechazaba lo que hasta entonces había considerado como progreso. Las redes de
izquierda, inspiradas por los cambios en Rusia, empezaron a reclamar los derechos
de los trabajadores.
Mientras, los militaristas sufrían la humillación de otra ronda de capitulaciones, y
concluían que Japón necesitaba velar por sus propios intereses: creían en la Esfera
de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental, rica en recursos y bajo control nipón. El
primer ministro Hamaguchi Osachi, que primaba la austeridad económica ante el
aumento de gasto militar, recibió un disparo en 1931 (murió varios meses después).
Los militares actuaban por cuenta propia.
La agresión a China
En otoño de 1931, miembros del Ejército japonés destinados en Manchuria, donde
vigilaban las líneas ferroviarias que China alquilaba a Japón, detonaron explosivos
en las vías y culparon de ello a los disidentes chinos. Aquel ardid, que sirvió de
excusa a los nipones para represalias armadas, se conoce como el Incidente de
Manchuria. Los japoneses vencieron con facilidad a las fuerzas chinas, y en cuestión
de meses asumieron el control de Manchuria (las actuales provincias de
Heilongjiang, Jilin y Liaoning), colocando a un gobierno títere. La Sociedad de las
Naciones se negó a reconocer al nuevo gobierno de Manchuria, y en 1933 Japón
abandonó dicha organización.
Las escaramuzas entre el ejército chino y japonés continuaron, culminando en una
gran guerra en 1937. Tras una ardua victoria en Shanghái, las tropas japonesas
avanzaron hacia el sur para capturar Nanjing. A lo largo de varios meses, entre 40
000 y 300 000 chinos fueron asesinados en la Masacre de Nanjing (o la Violación de
Nanjing). A día de hoy, la cifra de muertos y el porcentaje de violaciones, torturas y
saqueos cometidos por los soldados japoneses es motivo de acalorado debate entre
los historiadores (y los nacionalistas gubernamentales) de ambos lados. Los intentos
japoneses por minimizar esta y otras masacres en Asia siguen siendo un gran
obstáculo en las relaciones de Japón con la mayoría de las naciones asiáticas.
La II Guerra Mundial
Animado por las primeras victorias alemanas de la II Guerra Mundial, Japón firmó un
pacto con Alemania e Italia en 1940 (aunque la alianza apenas le reportó
cooperación). Con Francia y los Países Bajos distraídos y debilitados por la guerra en
Europa, Japón se adentró en sus territorios coloniales –la Indochina francesa y las
Indias Occidentales holandesas– del sureste asiático.
Las tensiones entre Japón y EE UU se intensificaron cuando los estadounidenses,
alarmados por la agresividad nipona, exigieron que Japón se retirara de China.
Cuando la diplomacia fracasó, EE UU asestó un golpe crucial prohibiendo la
exportación de petróleo a Japón. Ante ello, el Ejército japonés atacó Pearl Harbor el
7 de diciembre de 1941, dañando el grueso de la flota estadounidense del Pacífico y,
al parecer, tomando por sorpresa a los norteamericanos (aunque algunos
historiadores creen que Roosevelt y otros permitieron el ataque para acabar con el
sentimiento aislacionista y dar entrada a EE UU en la guerra contra Alemania; y
otros piensan que Japón nunca creyó que iba a vencer a EE UU, pero esperaba
sentarlo en la mesa de negociaciones y salir ganando).
Japón avanzó con rapidez por el Pacífico, pero su suerte empezó a cambiar en la
batalla de Midway, en junio de 1942, donde una gran parte de su flota fue
destruida. Los japoneses se habían extralimitado, y durante los tres años siguientes
se esperaba un contraataque en el país. A mediados de 1945, Japón, haciendo caso
omiso de la Declaración de Postdam, que exigía su rendición incondicional, se
preparaba para un ataque final de los Aliados. El 6 de agosto se lanzó sobre
Hiroshima la primera bomba atómica, que mató a 90 000 civiles. Rusia, con cuya
eventual mediación había contado Japón, le declaró la guerra el 8 de agosto. Para
rematar, el 9 de agosto se lanzó una segunda bomba atómica, esta vez sobre
Nagasaki, que causó otras 50 000 bajas. El emperador se rindió el 15 de agosto.

El período contemporáneo
Los términos de la rendición japonesa ante los Aliados permitieron al país mantener
al emperador como jefe de estado ceremonial, pero desprovisto de toda autoridad –
y de ascendencia divina–, y Japón se vio obligado a retirar sus demandas
territoriales en Corea y China. Además, EE UU ocupó el país bajo el mando del
general McArthur, una situación que se prolongó hasta 1952. La derrota tuvo un
sabor muy amargo, pero la población se moría de hambre, y los alimentos de los
norteamericanos eran mejor que nada.
En la década de 1950 Japón emprendió una audaz trayectoria de crecimiento que se
ha descrito como milagrosa (aunque muchos historiadores, tanto japoneses como
norteamericanos, sostienen que el rol de Japón como base avanzada de EE UU en la
Guerra de Corea reactivó la economía nipona). No fue hasta la década de 1990, con
el estallido de la burbuja financiera, que el país volvió a tocar con los pies en el
suelo.
Las décadas siguientes se han caracterizado por el estancamiento económico,
empeorado por la crisis financiera mundial del 2008. Tres años más tarde, Japón
quedó devastado por el Gran Terremoto del Este de Japón y el tsunami que le siguió,
que causaron más de 15 000 víctimas mortales. El s. XXI es una época introspectiva
para el país, que pelea con el legado de los altibajos de siglos anteriores, mientras
intenta hallar su lugar en un mundo que cambia a toda velocidad.
Nacionalismo: Podemos ver cómo surge con fuerza la teoría nihonjinron, muy decorada
con un nacionalismo japonés que vivía un momento ‘dulce’ gracias a las victorias en las
guerras sino-japonesas y buscaba el establecimiento de una cultura unificada y
totalizadora. Gracias a la propaganda del gobierno imperial, la nihonjinrontenía cada vez
más fuerza, ayudada por los medios de comunicación que publicaban la superioridad de
los japoneses frente a los chinos o los europeos, especialmente durante la  Segunda
Guerra Mundial.Sin embargo, cuando Japón perdió la guerra el país quedó sumergido en
un estado de búsqueda interior. Si la nihonjinron era cierta, si el pueblo japonés era
realmente superior, ¿por qué habían perdido? Todos se hacían la misma pregunta y la
reacción fue bastante natural dado el caso: dar la espalda a esas mentalidades y sistemas
que les habían llevado hasta esa cruel situación. Pero durante los años 60 del siglo pasado
comenzó un cambio de tendencia, probablemente debido al fuerte crecimiento
económico que vivió Japón y a los grandes cambios que esto supuso para la sociedad.
La nihonjinron comenzó a usarse como ejercicio de introspección que buscaba encontrar
las características singulares de la identidad nacional japonesa, fruto de la necesidad de
responder a la pregunta básica de quiénes son los japoneses.

Así pues, la nihonjinron hace referencia a muchos aspectos de la sociedad, lengua y


cultura del pueblo japonés, pero de manera general podemos decir que se basa en la
extracción de aquello que es inherentemente único de Japón. Y ahí está justamente el
problema, porque las comparaciones pocas veces son objetivas y suelen ser más juicios de
valor que análisis académicos.Una de las críticas más abiertas hacia la nihonjinron es que
al ser usada por el nacionalismo cultural se basa en la idea de que Japón y los japoneses
son una raza y una sociedad culturalmente homogénea, extremadamente aislada y poco
abierta a conceptos extranjeros. Poco afectan a la teoría nihonjinron las similitudes entre
coreanos y japoneses o la presencia de los ainu o los ryukyuanos. De hecho, hay quien ve
en la negación oficial por parte del gobierno japonés de la existencia de minorías étnicas
(recordemos que el Gobierno no aceptó la existencia de minorías étnicas hasta 1980)
como un símbolo de apoyo por parte del gobierno hacia la nihonjinron.

Esta teoría es, por tanto, una manera de mantener a los japoneses dentro de los límites
establecidos, obligándolos a obedecer a sus superiores de manera natural, olvidando así
todo individualismo (Van Wolfren, 1989). De hecho, si analizamos los temas tratados en la
gran mayoría de libros escritos bajo la influencia de la nihonjinron, veremos repetida mil
veces la palabra «grupo»: el hecho de ser parte del grupo es uno de los pilares
fundamentales de la nihonjinron.

Sociedad: Los valores japoneses están profundamente arraigados en todos los aspectos
de la vida y afectan profundamente a las relaciones familiares, laborales y sociales.Para los
extranjeros (especialmente los occidentales) resulta difícil entender todos los códigos y
costumbres de los japoneses, incluso su comportamiento al pedir ayuda o
preguntar.Aspectos como guardar las apariencias en público, el autocontrol de sus
sentimientos, su disciplina, perfeccionismo, respeto por los demás (especialmente por los
ancianos) tienen un por qué, un motivo.

El nacionalismo y la diversidad

A menudo se dice que la sociedad y la cultura japonesas son únicas y homogéneas.Este


enfoque sobre Japón se conoce como nihonjinron ( 日本人論 , “teorías de lo japonés” o
“teorías sobre ser japonés“).Las ideas del nihonjinron tomaron fuerza con la ocupación
estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial aunque se han hecho particularmente
populares a finales del siglo XX, incrementadas por medios de comunicación de masas
como el cine.Sin embargo, cuando se viaja a Japón o se profundiza un poco en su cultura,
se observa que no existe tal homogeneidad.Por ejemplo, existen muchas diferencias
históricas entre las diversas regiones de Japón que continúan en la actualidad en forma de
tradiciones, dialectos, etc. También entre el campo y la ciudad.Japón ha recibido un
enorme flujo de personas e ideas procedentes de países extranjeros como China, Corea,
España, Portugal, Francia, Alemania, Países Bajos, Inglaterra, Estados Unidos, Brasil y otros
lugares durante al menos 2.000 años.Su influencia es fácilmente detectable en su idioma y
en otros aspectos como la gastronomía, etc.El budismo y el cristianismo, el sistema de
escritura, la medicina, la política, la economía, los negocios y la educación, así como los
deportes y la cocina derivan, en parte, del exterior y se han convertido en parte de la
cultura japonesa.A su vez, Japón ha influido en muchas otras culturas.Antes de ir a
Japón es habitual esperar que todos los japoneses sean casi iguales y se vistan y se
comporten de manera similar (resultado de esa imagen idealizada y exótica que se ha
extendido por las teorías nihonjinron de las que hablé antes).Aunque eso es así, hasta
cierto punto, como resultado del valor subyacente de no llamar la atención sobre uno
mismo en público, especialmente entre la generación de mayor edad, Japón no es
monocultural ni monolingüe.Como dije antes, existen diferencias regionales en Japón
(más evidentes cuanta más distancia hay entre ellas).

Resultado de las influencias confucianistas procedentes de China, las jerarquías sociales


juegan un papel importante en la cultura japonesa e influyen en el comportamiento social
y la comunicación.De hecho, existen varios niveles de respeto para hablar (keigo) con
otras personas en función de su estatus social, edad, etc. De modo similar, los protocolos
y el comportamiento muestran deferencia hacia estos rangos sociales.Esa jerarquía queda
patente no solo en la comunicación, sino también en otros aspectos de las relaciones
sociales.Por ejemplo, se considera de buena educación dejar que el miembro de mayor
edad de la familia (normalmente el padre o el abuelo) se bañe o coma primero, seguido
por el resto de la familia en orden de edad. De igual modo, las personas tienden a
distinguir entre aquellos a quienes consideran parte de su círculo íntimo y a quienes no, lo
que se expresa comúnmente a través de los conceptos relacionados de uchi(“dentro”)
y soto (“fuera”), fundamentales en las costumbres sociales japonesas. No Pero quienes
son considerados “de fuera” no son vistos con recelo necesariamente, sino a veces, lo
contrario.Dado que uno de los valores de Japón es la hospitalidad (omotenashi), es
habitual que se dé prioridad a un invitado, por encima del resto de miembros de casa
(incluyendo a los ancianos). Forma parte del protocolo de la amabilidad y las relaciones
“sin problemas”.
Identidad: A partir de 1945 y a lo largo de los años 50 se genera en Japón una nueva
identidad nacional, que evidencia un fenómeno muy interesante de construcción social
del antimilitarismo como un factor identitario esencial y compartido.Antes de su
intervención en la segunda guerra mundial elementos importantes de la identidad
nacional japonesa reposaban en patrones propios de una sociedad militarista, en su
condición insular Japón siempre quiso constituir una identidad como un Imperio libre de la
presencia extranjera y con una gran capacidad de autodeterminación, la identidad se
construyó en torno a « la amenaza » extranjera bien fuera en el entorno regional o frente
al « otro » proveniente de occidente, el poder militar jugó un rol importante en la
configuración del Estado desde las reformas de Meiji (1868) al igual que durante la guerra
Ruso- japonesa a finales del siglo XIX. Durante todo este periodo el poder militar fue
concebido como el garante de la seguridad del imperio frente a las « potencias
depredadoras occidentales ». (Berger, 2000 ; 330)Las consecuencias catastróficas y la
ocupación que conllevó la participación japonesa en la segunda guerra mundial, fueron
entendidas por el pueblo nipón como un impedimento y una traición por parte de las
fuerzas armadas a su objeto y fuente de legitimidad como garantes de la libertad del
Imperio. De igual forma, las autoridades externas y las elites japonesas ayudaron a
sembrar profundos sentimientos antimilitaristas, que en un primer momento se
expresaron en el juzgamiento por crímenes de guerra de los militares japoneses
participantes en la II guerra, la transformación de los textos escolares y propaganda
abierta en contra de las fuerzas armadas. De igual forma los partidos políticos actuaron de
forma unánime, todo esto sembró de forma profunda un cambio en el interés nacional en
donde lo que va a primar de ahora en adelante son la unificación de esfuerzos para el
desarrollo de la economía y de un ethos democrático en el ámbito político (Berger, 2000 ;
332 - 334).Estos cambios se institucionalizaron en los años 50 durante el Gobierno de
Yoshida Shigeru cuando Japón fue se definición como un una « Nación Mercantil y
pacifica », capitalista, neutral y no intervensionista de las tensiones y conflictos regionales
(como Corea y posteriormente Vietnam).Esta postura basada en la cultura político-militar
especifica que se ha venido describiendo se ha mantenido constante durante hasta la
actualidad. A diferencia de fenómenos que se pueden observar en otros países,
históricamente los partidos de derecha en Japón no hecho énfasis en el fortalecimiento las
fuerzas armadas, sino que se han enfocado sus campañas en el desarrollo económico, así
como en el aprovechamiento de la ventajas del comercio y la tecnología, siendo coherente
de esta forma, con el desarrollo de la identidad de « nación mercantil y pacifica », con una
postura político militar antimilitarista que se construye frente a otras naciones descritas
como « guerreras o intervencionstas ». (Berger, 2000 ; 343)
Guerras o conflictos en los que a participado:

Armas más comunes en Japón:

Katana

Comenzamos con un arma tradicional japonesa muy fácil. Es quizás la más conocida
dentro y fuera de Japón, cuyo nombre se asocia directamente a los guerreros medievales
del país nipón.Consiste en un tipo de sable alargado y con hoja curvada, que rondaba
alrededor de un metro o más de longitud.Aunque sea el tipo de espada más conocida, no
es la más antigua usada en Japón. La fabricación de katanas se remonta al siglo X-XII, y la
idea fue introducida desde China.Los guerreros que entraban a Japón desde el país vecino
usaban este tipo de espadas largas para combatir al enemigo desde el caballo, atacando al
animal para derribar a su jinete.

Yari

Mucho más práctico que la gran mayoría de tipos de espadas japonesas, el yari fue un
arma japonesa utilizada por los guerreros para atacar a la caballería, la primera arma de
defensa de los ejércitos.Consiste en una lanza tradicional compuesta por un palo muy
largo y una hoja recta en la punta, muy, pero que muy afilada.Eran piezas baratas y fáciles
de hacer, cuyas hojas de acero se podían reaprovechar después de la lucha cuando el
mango quedaba dañado. Existen diferentes tipos populares de yari:

 Kikuchi yari
 Sasaho yari
 Sansaku yari
 Ryo shinogi fukuro yari
 Straight yari con saya
 Jumonji yari

Por este motivo fue usada por prácticamente todos los hombres de los ejércitos, incluidos
los grandes samuráis como el famoso general Honda Tadakatsu, con su lanza llamada
Tonbokiri, ‘libélula’ en japonés.

Yumi

Una de las armas ancestrales japonesas que cuenta con más siglos de tradición es el
arco.Mucho antes que las espadas y las lanzas, los guerreros de Japón se defendían con
un sencillo arco llamado yumi, con una técnica increíble montando a caballo al mismo
tiempo. El arte del kyudo japonés consiste precisamente en esto.Nada tiene que ver el
arco japonés con los arcos utilizados por los guerreros de occidente. Ni si quiera entre
los ejércitos de Asia occidental.

Tachi

Seguimos con las armas del tipo espada, con una de las favoritas de la infantería a caballo
durante el siglo XIII.Se dice que el tachi fue el precursor de la actual katana, algo más corta
y fácil de utilizar para atacar al enemigo a pleno galope.Esta arma la llevaban los samuráis
a caballo colgada del cinturón. La cuchilla mide unos 70 cm, con una tamaño entre la
katana y el wakizashi.La forma de la hoja es algo más curvada, adaptando mejor el golpe
para que el arma cumpla mejor su función con la inercia del movimiento.La creación de las
posteriores espadas japonesas, algo más largas, relegaron el tachi a un segundo plano,
como espada ceremonial que solo usaban los samuráis de alto rango.Esta se continuó
empleando de manera exclusiva por los guerreros que luchaban a caballo, que a medida
que pasaban los siglos disminuían en número entre los ejércitos japonesas.

Tanto

Otra de las armas ancestrales del Japón tradicional es el tanto. Es un tipo de daga
japonesa, con una hoja de 30 cm que se usaba en la guerra cuerpo a cuerpo para perforar
la armadura del contrario.Debido a la agilidad que tenían las guerras samuráis femeninas,
estas eran las mayores expertas en el uso del cuchillo japonés.Existen dos tipos de
cuchillos que reciben diferentes nombres según la forma de la empuñadura:
el aikuchi y hamidachi.El aikuchi es un cuchillo más rudimentario que tiene una
empuñadura de piel de pescado directamente sobre la hoja, mientras
que el hamidachi tiene una empuñadura en madera y lacado que protege mejor la mano.

Naginata

La naginata es un tipo de lanza algo diferente al yari. En lugar de una hoja recta con ambos
bordes cortantes, esta lanza del Japón feudal tiene una punta curvada al final de un asta
de gran longitud.Se trata de un arma mucho más eficaz en el campo de batalla, tan
mortífera como una espada, pero más fácil de usar.Esta larga lanza tiene un peso
extremadamente ligero, por lo que era la favorita de las mujeres samuráis.Las féminas
eran las mayores expertas del arte marcial naginatajutsu, o la técnica de combate con la
naginata. También se usaba mucho entre los jóvenes combatientes, por ser un arma de
largo alcance que ofrece protección frente al enemigo.La lanza japonesa ha sido siempre
la herramienta de los cuerpos de infantería para atacar a la caballería. Incluso en época de
paz, en todo Japón se seguía practicando su uso entre las clases altas de la sociedad,
siendo una de las armas más elegantes y gráciles.Algo menos elegante, pero muy efectiva
para matar, es la kurasigama, una hoz formada por una cuchilla con mango de madera y
atada con una larga cadena.

Ideología: En Japón, las primeras doctrinas filosóficas aparecieron en la época del


feudalismo. La filosofía japonesa se desarrolló bajo la influencia de las representaciones
de la filosofía natural antigua china, de la doctrina ético-política del confucianismo,
el budismo y, más tarde, también del neoconfucianismo. Los fundadores del idealismo
neoconfuciano en Japón fueron Fujiwara Seika (1561-1619) y Hayashi Razan (1583-1657).
Su escuela –“Shushi Gakuha”– propagaba la doctrina del filósofo chino Zhu Xi. Los
neoconfucianistas japoneses enseñaban que en el Universo domina el “gran límite” o lo
“ilimitado” que es una fuerza sobrenatural universal, desprovista de cualidades y formas e
inaccesible a la percepción humana; lo absoluto místico de lo “ilimitado” constituye la
base del principio ideal “ri” (li), asociado al principio material “ki” (tsi) y capaz de crear la
naturaleza física de las cosas y del hombre. Los neoconfucianistas fundamentaban los
dogmas del confucianismo clásico sobre las relaciones eternas de sometimiento (del hijo
al padre, del súbdito al emperador, de la esposa al esposo, &c.). En aquel período
funcionaban también escuelas del confucianismo clásico y de los adeptos del idealismo
subjetivo del filósofo chino Wang Shouren (Wang Yangming). En oposición a las corrientes
idealistas, dominantes en la filosofía japonesa, se formaron las concepciones materialistas
de Muro Kyuso (1658-1734), Yamagata Shunan (1687-1752) y otros. En la época del
feudalismo desarrolló su actividad el filósofo materialista y ateo Ando Shoeki (fines del
siglo 17 y comienzos del 18). Al rechazar la idea neoconfuciana del principio ideal
“ilimitado”, Ando Shoeki defendía la tesis de que la ley auténtica de la naturaleza era el
“devenir ininterrumpido”. Afirmaba que el Universo está compuesto por cinco elementos
materiales infinitos. Ando Shoeki era adversario resuelto del régimen feudal y
propagandista de la ilustración. Impugnando la idea de la desigualdad innata de los
hombres, consideraba que la fuente del mal social era la propiedad privada. Sin embargo,
sus exigencias sociales eran utópicas. La revolución burguesa inacabada de 1867-68
constituyó un momento sustancial que ejerció influencia sobre la evolución de la filosofía
japonesa en la segunda mitad del siglo 19. En aquel período, las ideas filosóficas se
desarrollaban en la lucha entre los filósofos “kanryo gakusha” (“científicos de la
burocracia”) y “minkan gakusha” (“científicos del pueblo”). Los representantes de “kanryo
gakusha” –Nishi Amane (1826-94) y Kato Hiroyuki (1836-1916)–, que consideraban como
su vocación “el desarrollo de la cultura con arreglo a los planes, gustos y esfuerzos de los
de arriba”, procuraban combinar los elementos del confucianismo con las ideas de la
filosofía idealista euroccidental (Mill, Bentham, Comte, Spencer y otros). Nishi fue el
primero en introducir el término “tetsugaku” (“filosofía”). Fukuzawa Yukichi (1834-1901)
rechazaba las ideas socialdarwinistas de Kato Hiroyuki y predicaba la igualdad social. El
idealista y ecléctico Inoue Tetsujiro (1855-1944) fue ideólogo del régimen monárquico
japonés. Al impugnar el empirismo inglés, intentaba sintetizar las ideas del confucianismo,
el neoconfucianismo, el sintoísmo y el budismo con las de la filosofía clásica alemana
(principalmente las de Hegel), de E. Hartmann, y del empiriocriticismo. La doctrina
ecléctica de Inoue Tetsujiro pasó a ser la base filosófica de la ideología del “japonismo”.
Un adversario de la filosofía de Inoue y, en principio, de todo el idealismo fue el filósofo
materialista y ateo Nakae Chomin (1847-1901), que ejerció una gran influencia sobre el
desarrollo del pensamiento científico y social progresista japonés. Al entrar Japón en la
fase del imperialismo, las escuelas filosóficas idealistas recibieron un apoyo cada vez más
activo. En las universidades se organizan cátedras especiales, que divulgan las ideas de la
filosofía clásica alemana y del idealismo novísimo (fenomenología, filosofía de la
vida, pragmatismo y existencialismo). Se propagó más que otras la filosofía de Nishida
Kitaro (1870-1945), que trataba de expresar las ideas de budismo zen en los conceptos de
la filosofía, idealista euroccidental. La Gran Revolución Socialista de Octubre (1917) en
Rusia, la crisis general del capitalismo y los éxitos del movimiento obrero japonés
contribuyeron al surgimiento y extensión en Japón de la filosofía marxista, asociada al
nombre de Sen Katayama (1859-1933), sus seguidores y los propagandistas activos de esta
filosofía.

Religión: Las religiones principales de Japón son el budismo y el sintoísmo. Si bien el


budismo se originó en la India, el sintoismo tiene su origen en Japón.Mayoritariamente los
japoneses de declaran sintoístas, budistas o de las dos religiones al mismo tiempo, ya que
la filosofía y pensamientos de sus dogmas permiten la integración como culto dentro de
una misma persona. Lo más habitual en todo el territorio, es que al preguntar a un
ciudadano por su confesión religiosa, este se declare como sintoísta y budista al mismo
tiempo.Tanto el budismo como el sintoísmo tienen valores de solidaridad, humanistas y
democráticos.Hoy día exististe más de 180.000 templos y santuarios repartidos por todo
Japón, lo que da idea de lo profundamente arraigadas que se encuentran estas religiones
en la sociedad japonesa.Por otro lado se encuentran quienes se declaran no seguidores de
ninguna religión (irreligión), una tendencia muy ascendente que lleva produciéndose
desde hace años. Hoy día, este pensamiento representa una gran mayoría dentro de la
sociedad japonesa como veremos más adelante.Las principales religiones de
Japón por porcentajes en número de practicantes, son las siguientes:
Budismo

El budismo es la religión más seguida en Japón, con un porcentaje del 31% de la


población.Llegó en el siglo VI, cuando el rey Baekje de Corea le envió al emperador de
Japón una serie de sutras y pinturas de buda. El lugar donde se inició el budismo en Japón
fue en la ciudad de Nara, ya que por aquel entonces era la capital de Japón. Pasó después
a Kioto y desde allí se extendió por todo el país.Cuando hablamos de budismo en Japón,
hay que referirse a tres formas de interpretarlo:

 Mahāyāna es una rama que tiene un concepto personal en su interpretación.


Está extendido en la zona de Corea, el Tíbet, el norte de la India y la totalidad
de China y Japón.
 Theravāda se caracterizado por tener formas más ortodoxas. Está muy
extendido en la parte sur-oriental de Asia, la India y Japón.
 Vajrayāna, está relacionado con el budismo tántrico (mudras, dharanis,
mandalas y mantras). Está extendido por Asia oriental, Japón y el Tibet.

Sintoísmo
 El sintoísmo o Shintō es la religión originaria de Japón, remontándose sus primeras
interpretaciones a épocas prehistóricas. Actualmente se consideran practicantes
habituales sólo el 3% de la población, aunque el porcentaje sube el 80% por
quienes realizan alguna práctica o se siente influenciado.
 El sintoísmo (神道) respeta y venera a las deidades de la naturaleza, tales como el
sol, los sonidos, los árboles, el mar o incluso la muerte. A estas deidades se las
denomina Kami. En los lugares considerados sagrados por el Shintoísmo, suelen
existir santuarios dedicados a Kamis concretos.
 El sintoísmo es una religión que encaja con muchas formas de pensamiento y
filosofías, por lo que ha logrado coexistir en Japón junto al budismo. De hecho,
existen numerosas ocasiones donde en un mismo recinto se encuentran templos
junto a santuarios.
Cristianismo
 Sólo el 1% de la población japonesa se considera cristiana. Sin embargo, a pesar de
ello el cristianismo en Japón está muy presente dentro de su cultura.
 Hay que remontarse al año 1549, momento en el que el jesuita español Francisco
Javier, llegase a sus costas para difundir la religión católica. En un principio el
gobierno de Japón aceptó la llegada de los jesuitas, permitiéndoles sus actividades
de adoctrinamiento. Sin embargo, en el siglo XVIII se prohibió durante dos siglos
por los problemas y tensiones que estaban surgiendo en el país. Se permitió de
nuevo la entrada a los misioneros con la llegada de la restauración Meiji en 1866.
Judaísmo
 El judaísmo en Japón está representado por una comunidad de 1000 judíos, los
cuales llegan a representar sólo el 0,0008 por ciento de la población japonesa.
 A pesar de ser una minoría, la historia del judaísmo en Japón ha sido bastante
densa desde la llegada de comerciantes de procedencia portuguesa y holandesa en
el siglo XVI.
 Hoy día, el mayor aumento de judíos está representado por practicantes
procedentes de bases norteamericanas en territorio japonés. También por
personas de origen europeo.
 Actualmente existen dos sinagogas en Japón, una en Tokio y otra en la ciudad de
Kobe, lugares donde se encuentra la mayor comunidad de judíos.
Irreligión
 La irreligión representa al 62% de la población, constituyendo el mayor porcentaje
dentro de la sociedad japonesa.
 No debe confundirse con ateísmo o agnosticismo, sino con personas que tienen
creencias personales pero no se consideran seguidores de una religión. También
incluye a personas que no están afiliadas a ninguna creencia religiosa y además no
se consideran seguidores de ninguna.

Costumbres: LOS JAPONESES DAN LAS GRACIAS POR TODO


Ya lo dice el refranero: "es de bien nacido ser agradecido" y si algo tienen los japoneses es
que dan las gracias por todo. Y para muestra nuestra admirada Marie Kondo que antes de
tirar cualquier cosa le da las gracias por los servicios prestados. Los nipones también
tienen la costumbre de dar las gracias antes de comer a todos los que han contribuido a
que esos alimentos estén en la mesa. Y lo mismo hacen una vez han acabado de comer.
Gracias, gracias, gracias...

LOS JAPONESES NO DESPERDICIAN NI UNA GOTA DE AGUA

Los japoneses son muy ecológicos e intentan no desperdiciar ningún recurso. Después de
todo es un país formado por islas. Por eso en algunos baños públicos de Japón el agua que
se usa para lavarse las manos se reutiliza luego para la cisterna del inodoro.

SE DESCALZAN AL ENTRAR EN CASA


En plena pandemia quien más quien menos ha adaptado el recibidor de casa para poder
dejar el calzado al entrar algo que los japoneses hacen desde hace mucho años. De hecho
muchas casas tienen una especie de cajón por debajo de la entrada principal,
llamado genkan, que es donde dejan los zapatos al entrar. Y tienen un calzado especial y
hasta unos calcetines que usan dentro de casa para evitar la entrada de cualquier
contaminación y evitar que la casa se ensucie. Y ojo lo hacen en casa pero también en las
escuelas, algunos trabajos, hospitales...

LOS JAPONESES SON LOS REYES DEL RECICLAJE


En Japón la separación de los residuos es casi una cuestión de estado. Tienen
contendedores diferenciados para papel, plástico, residuos orgánicos... y, además, cada
residuo tiene un día de la semana establecido para ser tirado y hasta un horario. Además,
en Japón si en tu bolsa de basura no has separado los residuos bien es muy probable que
te la devuelvan con una etiqueta advirtiendo que debe ser separado correctamente. Así
que mucho cuidado.

Y NADA DE TIRAR LA BASURA EN LA CALLE


Los japoneses son muy limpios y eso se nota no solo en sus casas también en las calles y
eso que es un país con pocas papeleras y barrenderos. Y es que la limpieza en Japón es
una asignatura que se aprende desde el colegio.

LOS NIÑOS JAPONESES LIMPIAN LA ESCUELA


Desde la escuela primaria hasta la secundaria la limpieza forma parte del horario
escolar. Los niños participan en la limpieza de la escuela de una manera habitual. "En la
mayoría de los colegios japoneses, los estudiantes tienen que barrer, trapear y servir la
merienda como parte de su rutina escolar, también tienen que lavar los baños, una
práctica se llama o-soji. Así el alumno aprende a cuidar lo que es público y a ser un
ciudadano más consciente", explicaba el profesor Toshinori Saito a la BBC.

TIENEN UN NOMBRE PARA LA HOSPITALIDAD


Los japoneses tienen palabras para todo y su concepto de hospitalidad se llama
Omotenashi. Presente en cualquier reunión japonesa, el Omotenashi entiende la
hospitalidad como una verdadera empatía por los invitados (o los clientes). Se compone
de una serie de pequeños gestos que comienzan antes de que lleguen sus invitados y se
extienden toda la velada. En Japón, por ejemplo, un anfitrión salpica agua en el camino
que conduce a su puerta principal como un gesto de bienvenida. Si quieres saber más
sobre el Omotenashi Marie Kondo te lo cuenta.

LOS JAPONESES MADRUGAN PARA HACER EJERCICIO


Así es, dentro de la planificación japonesa está la costumbre de empezar el día con buen
pie y con un poco de ejercicio. No solo es saludable sino que les ayuda a encarar la
jornada con más fuerza y menos estresados. Lo hacen al aire libre, en las escuelas y hasta
tienen un programa de radio muy popular que a las 6.30 fomenta los ejercicios matutinos
al ritmo de un piano.
ENVUELVEN LOS REGALOS CON TELAS, NO CON PAPEL
Otro gesto japonés que podríamos aplicarnos es envolver los regalos con telas en lugar de
papel. Una tradición muy ecológica y decorativa que se llama Furoshiki. El nombre viene
de la tela cuadrangular tradicional japonesa que se usa para envolver y transportar todo
tipo de objetos.

En función del objeto a envolver y el tipo de nudo la técnica tiene nombre distintos y
resultados de lo más decorativos y sorprendentes. Seguro que hasta les da pena abrir los
regalos.

NO SOLO SE ENVUELVEN REGALOS EN OCASIONES FELICES SINO TAMBIÉN EN LAS TRISTES


"En Japón, es común regalar para ocasiones como funerales. Además, los paquetes de
cuidado personal para alguien que está hospitalizado se consideran habituales, pero de
ninguna manera son una "ocasión feliz". Envolvemos los regalos de manera diferente para
aquellos eventos que deseamos que no se repitan. Por ejemplo, al envolver una caja para
una ocasión así, el lado izquierdo del papel estaría encima del lado derecho(en lugar del
lado derecho sobre el lado izquierdo para ocasiones felices)", nos explica Shiho Masuda, la
gurú japonesa que te enseña a envolver regalos.

Tratados: Acuerdos de Asociación Económica de Japón.

1. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-México


2. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Unión Europea-Japón
3. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Perú
4. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Singapur
5. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Chile-Japón
6. Acuerdo de Asociación Económica ASEAN-Japón (Malasia, Filipinas, Chile,
Tailandia, Brunéi Darussalam, Vietnam, Indonesia)
7. Acuerdo Japón-Suiza
8. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Vietnam
9. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Australia
10. Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC)
11. Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP)
12. Acuerdo de cooperación aduanera con la Unión Europea
13. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Reino Unido-Japón
14. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Brunei Darussalam-Japón
15. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica India-Japón
16. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Mongolia
17. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Suiza
18. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Indonesia
19. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Tailandia
20. Tratado de Libre Comercio e Integración Económica Japón-Malasia
Japón es uno de los promotores del Corredor de Crecimiento Asia-África

Instituciones económicas a las que pertenece Japón:

1. Foro de Boao para Asia


2. Diálogo de Cooperación de Asia (ACD)
3. Foro de Cooperación América Latina-Asia
4. Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico (ESCAP)
5. Banco Asiático de Desarrollo (BAsD)
6. Plan Colombo

Líderes: Japón es una Monarquía Constitucional con gobierno parlamentario.


El Jefe de Estado es SM Emperador Naruhito desde el 1ro de mayo de 2019, fecha en que
se inició el período Reiwa. Sucedió a SM Emperador Akihito (Emperador del período
Heisei).El Jefe de Gobierno es el Primer Ministro SUGA Yoshihide, quien encabeza el
Gabinete y designa a los Ministros. El Viceprimer Ministro es el Sr. Taro ASO, quien
también actúa como Ministro de Finanzas.)La Dieta (Parlamento) es el órgano legislativo,
que entra en sesiones ordinarias en enero de cada año, y también puede llamar a sesiones
extraordinarias y especiales.La Dieta se divide en una Cámara de Representantes (Cámara
Baja) y una Cámara de Consejeros (Cámara Alta). La primera se compone de 465 bancas,
mientras que la segunda la conforman 242 legisladores. Los legisladores son elegidos por
un mecanismo combinado de representación uninominal y de representación
proporcional. El Primer Ministro es designado por la Dieta, y cumple funciones por cuatro
años. Es el líder del partido o coalición mayoritaria.El Poder Judicial japonés se compone
de una Corte Suprema, Cámaras de Apelaciones y cortes de distrito.
Organismos del país:

Poder en la Política Internacional: El fin de la Guerra Fría significó que la probabilidad de


una guerra mundial se había reducido pero aumentó el peligro de conflictos locales como
la invasión iraquí en Kuwait en 1990. En aquella ocasión, Japón se enfrentó a una seria
dificultad en cuanto al tipo de contribuciones internacionales. Algunos hablaron sobre la
necesidad de enviar fuerzas armadas al golfo Pérsico. Otros se opusieron al envío de
militares japoneses porque consideraron que era inconstitucional. Japón decidió
contribuir con 11.000 millones de dólares a las fuerzas multinacionales dirigidas por los
estadounidenses. Sin embargo, no se pudo llegar a un consenso nacional sobre el envío de
militares a ultramar. Solo en junio de 1992 se legisló la Ley de Cooperación Internacional
que por fin permitió a los destacamentos militares participar en la operación de
mantenimiento de paz (PKO) por las fuerzas de las Naciones Unidas. Sin embargo, todavía
no hay consenso suficiente en cuanto al tipo de armas que pueden llevar los
destacamentos militares y cómo usarlas en el lugar al que sean enviados.

Según esta ley, Japón tomó la iniciativa en el establecimiento de la paz en Camboya y


envió 600 militares en 1992. Mandó otros destacamentos mucho más reducidos a
Mozambique en 1993 y a las Alturas del Golán en 1996.
Esta ley también permite el envío de personal civil para observar elecciones conflictivas.
Según esta estipulación, se ha enviado civiles a varios países de Asia, Medio Oriente y
América Latina.

El fin de la Guerra Fría también significó que el principio de la separación del aspecto
económico y el político perdió una de sus bases. Como el comunismo perdió fuerza
ideológica hasta para los líderes de los países socialistas como China, Japón ahora pudo
defender abiertamente la democracia y el capitalismo sin temer la repulsión de los países
socialistas. La promoción de la democracia y del mercado libre fue integrada en las metas
básicas de la diplomacia japonesa en 1991. Estos, junto con la protección del medio
ambiente y la disuasión del uso o la exportación de las armas, también llegaron a ser
metas de la AOD en 1992. Sin embargo, Japón se enfrenta a dificultades en su política de
defender la democracia y derechos humanos en Asia, como en China y Birmania, donde
todavía se da prioridad al mantenimiento de buenas relaciones económicas.

Derechos humanos :Discriminación.La minoría de etnia coreana de Japón —y en especial


las personas consideradas favorables a Corea del Norte— continuó sufriendo una
arraigada discriminación. En julio, el Tribunal Supremo desestimó una demanda por daños
y perjuicios interpuesta por una escuela vinculada a Pyongyang y parte de su antiguo
alumnado por la decisión del gobierno de excluir a las escuelas coreanas vinculadas a
Corea del Norte de un programa de subvenciones a la enseñanza para centros de
educación secundaria. Previamente, otros tribunales habían desestimado ya cuatro causas
judiciales más relacionadas con la misma cuestión.

Derechos de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI).En mayo, tras


intensas negociaciones entre el partido en el poder y la oposición, se consiguió añadir una
frase que declaraba “inaceptable la discriminación por motivos de orientación sexual e
identidad de género” a un proyecto de ley propuesto por el partido gobernante (Partido
Liberal Democrático). El texto legal tenía por objeto sensibilizar a la opinión pública sobre
la orientación sexual y la identidad de género. Sin embargo, durante el proceso de
aprobación interna del proyecto de ley consensuado por los partidos, los diputados de las
facciones más conservadoras del Partido Liberal Democrático formularon numerosos
comentarios discriminatorios sobre el añadido propuesto. Pese a la indignación pública
que despertaron esos comentarios, un miembro del consejo ejecutivo del Partido Liberal
Democrático anunció posteriormente que el proyecto de ley no se presentaría al
Parlamento. Al concluir el año, continuaba paralizado.

El gobierno no dio ningún paso hacia el reconocimiento legal del matrimonio entre
personas del mismo sexo. Sin embargo, en marzo, en una demanda interpuesta por tres
parejas homosexuales, el Tribunal de Distrito de Sapporo declaró inconstitucional la
negativa del gobierno a reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. Los
demandantes formaban parte de un grupo de 13 parejas que habían presentado
demandas similares el Día de San Valentín de 2019.2 Al concluir el año, 141 municipios
habían aprobado ordenanzas o directrices que reconocían las uniones entre personas del
mismo sexo.

Aumentó la presión de la sociedad civil para que se reformara la Ley sobre el Trastorno de
la Identidad de Género eliminando los requisitos contrarios al derecho internacional que
se imponían a quienes deseaban cambiar legalmente de género. De conformidad con esa
ley, las personas que deseaban cambiar su género legal no podían estar casadas, debían
tener más de 20 años, no podían tener hijos o hijas menores a su cargo y debían estar
esterilizadas o no poder reproducirse. Además, eran obligadas a operarse para que sus
genitales se asemejaran más a los de su nuevo género legal, a someterse a asesoramiento
psiquiátrico y a recibir un diagnóstico.

Derechos de las personas refugiadas y migrantes. Las autoridades siguieron sometiendo a


las personas solicitantes de asilo y migrantes en situación irregular a reclusión indefinida y
malos tratos, incluida falta de atención médica adecuada en los centros de detención para
inmigrantes. En marzo, la srilankesa Ratnayake Liyanage Wishma Sandamali, de 33 años,
murió en un centro de detención para inmigrantes. Posteriormente, en agosto, la Agencia
de Servicios de Inmigración del gobierno publicó un informe de investigación en el que
reconocía fallos en el sistema de atención médica.

Las autoridades continuaron invocando la Ley de Control de Inmigración y


Reconocimiento de la Condición de Refugiado para mantener recluidas hasta su
deportación a personas extranjeras indocumentadas, entre ellas migrantes y solicitantes
de asilo en situación irregular. En febrero, el gobierno presentó un proyecto de reforma
de esa ley. El proyecto de ley mantenía la presunción de detención, y las enmiendas
propuestas no establecían unos periodos máximos de reclusión y seguían negando el
debido proceso a las personas recluidas, al no permitir la revisión judicial de las órdenes
de detención. Además, pese al bajo índice de aprobación de solicitudes de asilo —menos
del 1% anual desde 2012—, el proyecto de ley incluía disposiciones que permitían a las
autoridades deportar a las personas solicitantes de asilo detenidas tras un limitado
procedimiento de apelación. En mayo, el gobierno retiró el proyecto de ley, ante las
críticas internas y la presión internacional.

En septiembre, el Tribunal Superior de Tokio declaró inconstitucional la decisión de


deportar a dos hombres srilankeses al día siguiente de haber sido desestimadas sus
solicitud de asilo. Resolvió que las autoridades de inmigración habían privado a esos
hombres del derecho de apelación y ordenó al Estado indemnizarlos con 600.000 yenes
(aproximadamente 5.300 dólares estadounidenses).

Pena de muerte. Tres presos condenados a muerte —Yasutaka Fujishiro, Mitsunori


Onogawa y Tomoaki Takanezawa— fueron ejecutados en la horca el 21 de diciembre, en
las primeras ejecuciones realizadas en Japón desde 2019. Los tres habían sido declarados
culpables de asesinato. Yasutaka Fujishiro sufría un trastorno de la personalidad.
Mitsunori Onogawa y Tomoaki Takanezawa habían solicitado un nuevo juicio, y en el
momento de su ejecución estaban a la espera del resultado de su petición.3

Iwao Hakamada, que había pasado 47 años condenado a muerte y soportado largos
periodos en régimen de aislamiento tras haber sido hallado culpable de asesinato en
1968, continuaba en libertad provisional y en espera de un nuevo juicio tras la resolución
dictada por el Tribunal Supremo en 2020. Su caso y su juicio inicial señalaban motivos de
preocupación aún existentes sobre el empleo policial de la tortura para extraer
“confesiones”.

Género en Política Internacional: Japón, que ocupa el puesto 165 en la clasificación de 193
países del mundo según el número de mujeres diputadas en la Dieta, ha puesto en vigor la
Ley para la Promoción de la Igualdad de Género en Política (Ley de Igualdad de Género en
Candidaturas Políticas). Impulsada y desarrollada por un grupo femenino civil, se la conoce
también con el nombre de Ley de Paridad Japonesa porque incorpora el concepto de la
paridad de género en la política. La profesora Miura Mari asegura que su aprobación es
muy significativa, a pesar de que se trata de una ley no coercitiva.

Cuestiones ambientales: El país nipón es considerado como un caso exitoso en el tránsito


de ciudades altamente contaminadas a ciudades limpias, con bajas emisiones de carbono
y sin enfermedades respiratorias. La existencia de una ley que controla las emisiones y
entrega facultades a los gobiernos locales para fiscalizar, contribuyeron a generar un
ambiente limpio.

El calentamiento global, en particular, y todos los efectos negativos que genera el cambio
climático son una real preocupación para los países del Este de Asia. Japón, además de
una fuerte convicción construida sobre una tradición milenaria de cuidado de los bosques
y ríos, sufre constantemente de crisis climáticas como inundaciones, tormentas, olas de
calor, sequías y deslizamiento de tierras. Los efectos del tifón en Kansai o los 41,1 grados
centígrados sentidos en la ciudad de Kumagaya que produjo decenas de muertes, han
alertado a las autoridades sobre la necesidad de tomar acciones con rapidez.
Una de las medidas más difíciles, pero que mejores resultados obtiene en el largo plazo es
la reducción de emanaciones de gases efecto invernadero. Uno de los componentes
principales de estos gases es el dióxido de carbono que, de manera acumulativa, hace que
las capas de la atmósfera más próximas a la tierra aumenten su temperatura, lo que lleva
a su vez a las olas de calor y su consecuente aumento de incendios forestales. Asimismo,
la temperatura en la medida que se eleva, se incrementan las partículas de agua en el aire,
a modo tal que las lluvias son más intensas de lo normal.
A pesar de que Japón es el país mejor preparado para enfrentar emergencias y desastres
naturales, el gobierno a través de su Agencia Metereológica y el Sistema Nacional de
Emergencia, enviaron una alerta sobre las devastadoras consecuencias que el cambio del
clima generaría en la agricultura, pues dañarían el cultivo de ciertas especies de frutas y
hortalizas. Una situación similar sufriría la pesca, ya que ciertas poblaciones de peces
podrían migrar hacia aguas menos cálidas en el norte del hemisferio. Todo esto lleva a que
el gobierno de Shinzo Abe considere al medioambiente como uno de los puntos más
importantes tanto en su agenda nacional, como en los foros multilaterales.
Sin embargo, los japoneses y sus instituciones ambientales no son novatas en tomar
acciones por el clima, ya que la contaminación del aire producida por los combustibles
fósiles en los grandes centros urbanos, ha sido un problema a solucionar desde la década
de los sesenta. La polución era producida por los autos, las centrales eléctricas y las
emisiones industriales, que durante los años noventa producían niveles de dióxido de
carbono que superaban las mil toneladas métricas al año, lo que significaba que en 1990
cada japonés producía 8,8 toneladas métricas de dióxido de carbono al año.
Tales niveles de contaminación ambiental ocasionaban severas enfermedades en la
población, que iban desde bronquitis crónica, asma bronquial, hasta demencia. La rápida
industrialización del país nipón generaba altos ingresos en la población, por una parte,
pero a costas de su salud que empeoraba con el paso de los años producto de las
emisiones de las industrias, los hogares con más acceso a bienes y al transporte basado en
combustibles fósiles.

Seguridad ambiental: Japón ha asumido el concepto de seguridad humana como un


aspecto clave de su política exterior y se ha convertido en uno de sus grandes impulsores
a nivel internacional. Esta asunción ha ido acompañada de una opción: Japón, aunque
admite la doble vertiente del concepto -freedom from fear y freedom fromwant-, se ha
ido decantando hacia los aspectos que vinculan seguridad humana y liberación de las
situaciones de privación extrema y que hacen referencia a las causas estructurales que
vinculan seguridad y desarrollo. Este artículo analiza la evolución del concepto nipón de
seguridad humana y su aplicación práctica teniendo en cuenta el contexto en que se gesta
y se desarrolla. Se defiende la tesis de que es un instrumento que responde a la necesidad
del Gobierno japonés de dar respuesta a las presiones internas y externas de renovación
de una política exterior reactiva y de perfil bajo, sin alterar aquellos elementos cuya
reforma pudiese provocar reacciones negativas en los países de Asia Oriental y en buena
parte de su opinión pública.

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