Arturo Alvarado, El Rigor de La Palabra
Arturo Alvarado, El Rigor de La Palabra
Arturo Alvarado, El Rigor de La Palabra
ensayos escogidos
Rectora de la UNAH
Julieta Castellanos
Vicerrectora Académica
Rutilia Calderón
Arturo E. Alvarado
© Editorial Universitaria
Universidad Nacional Autónoma de Honduras
Primera edición, diciembre de 2016
Edición
Suny Arrazola
Compilador
Carlos Lanza
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Una noche, en una fiesta, muy bien acompañado por Baco, re-
citó hasta el delirio un verso del poema “La palabra iluminada”
de Rivas y decía “¡Oiga esta belleza!: O la palabra /que se lleva
los lirios hasta el agua…”. No olvidaré esa noche, pues fue la pri-
mera vez que vi al doctor llorando por un verso. Era rígido con
la teoría, pero cuando un poema lo conmovía era “un corazón
tendido al sol”, en palabras del cantautor español Víctor Manuel.
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ria trabajara con las mismas exigencias de este grupo, otra sería
la suerte de la literatura de este país.” Cito lo anterior porque el
doctor Alvarado tenía muchas dudas sobre las nuevas generacio-
nes, especialmente por las nuevas y nuevos poetas, muy dados a
la adulación y a una enfermiza necesidad de reconocimiento. De
los poetas aglutinados en la Asociación Literaria del Sur, más
que su poesía, el doctor reivindicaba la rigurosidad con la que
encaraban su trabajo.
Entre sus trabajos también está una breve y apretada síntesis so-
bre la historia de la literatura hondureña: aborda apuntes sobre
los cuales se puede reconstruir la historiografía de la crítica, tarea
necesaria para valorar con propiedad nuestra literatura. Este en-
sayo presenta algunas limitaciones en cuanto a la actualización
de obras y escritores pero, en términos generales, Alvarado traza
una línea de trabajo en la cual se puede apreciar el proceso de
organización y desarrollo de la literatura nacional.
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Ensayo publicado en la Revista de la Escuela Superior del Profesorado “Francisco Morazán”.
Año II. Tegucigalpa, D. C. Honduras. Abril-mayo-junio, 1965, n.º 5, pp. 13-15.
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Gaily be bedight
a gallant knight,
In sunshine and in shadow,
singing a song
In search of Eldorado.
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I
La producción literaria hondureña, en lo que va de 1821 a 1842,
año de la muerte de Francisco Morazán, se reduce al ensayo, al
periodismo y a la oratoria. Personalidades como Francisco Mo-
razán, José Cecilio del Valle, Juan Lindo y Dionisio de Herrera
externaron sus ideas en esta época, en la cual el verso, más escaso
que la prosa, se convirtió en sarcasmo al servicio de ambos ban-
dos políticos. Claro que no era momento propicio para el verso
lírico porque la sociedad carecía de una sólida base de sustenta-
ción y los intelectuales se veían desplazados a cualquiera de los
dos polos de atracción.
*
N. de E. Este ensayo ha sido publicado en tres ocasiones: la primera vez fue en el año 1965, bajo la
responsabilidad de la Escuela Superior del Profesorado. La segunda tuvo lugar en el texto Literatura
hondureña (1988) de Rigoberto Paredes y Manuel Salinas Paguada (compiladores). En esas dos
ediciones el trabajo se publicó bajo el título “El Romanticismo en Honduras (su aparecimiento en
el panorama cultural de 1880-1900)”. La tercera publicación (texto que presentamos en este libro)
se dio en 1993 por la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”, bajo el sello editorial
Colección Cátedra correspondiente al n.º 1. El ensayo fue revisado por el autor en muchos tramos,
publicándolo finalmente bajo el título “Visión panorámica del Romanticismo en Honduras”.
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II
El trabajo de transformación emprendido por la Reforma de
Soto y Rosa determina que nuestros poetas, al mismo tiempo
que le cantan a la libertad y fustigan la opresión, hayan elogiado
el progreso y todas las innovaciones del sistema. Esto dará lugar
a la metamorfosis de la poesía lírica en oratoria. En química, las
valencias contrarias se atraen, y esta misma ley es válida para la
literatura de aquel momento: dos géneros completamente exclu-
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III
Cuando nuestros poetas se enteraron de que más allá del Meren-
dón la neurosis había adquirido carta de ciudadanía en la litera-
tura y que otros hombres soltaban sus cuitas interiores, corrieron
ellos también a exteriorizar las suyas, siguiendo así el ejemplo del
narrador de La confesión de un hijo del siglo: “Si yo fuera el único
enfermo, no diría nada; pero como hay muchos otros que como
yo sufren el mismo mal, escribo para ellos” (Musset, 1973, p. 19).
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IV
El aparecimiento del Romanticismo en Honduras no vino acom-
pañado de pleitos, estridencias y extravagantes atavíos como en
algunos países europeos, puesto que todo eso no era más que la
expresión exterior de una lucha violenta contra arraigados cáno-
nes estéticos puestos en vigencia por escritores neoclásicos de
mucho prestigio. En cambio, en nuestro país carecíamos de una
tradición literaria contra la cual enfrentarse: el Romanticismo
penetró sin violencia, como quien entra a su casa.
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V
La aspiración a lo infinito es una de las peculiaridades del Ro-
manticismo, pero tiene consecuencias muy negativas a nivel del
pensamiento y de la forma, porque esa misma aspiración “está
predestinada a fracasar, y ello explica la llamada falta de estruc-
tura en el pensamiento romántico, el descuido romántico de los
límites y la incapacidad de lograr una forma concisa” (Gode,
1947, p. 148).
¡Oh materia!
Tú eres lo único eterno; tú no acabas
tú no aumentas, tú no disminuyes,
eres principio y fin de cuanto existe,
de ti depende todo y a ti torna.
Eres la misma aunque diversa siempre,
pues tu esencia suprema, indestructible,
es tan compleja y a la vez tan una
que recorre una escala interminable
de formas, de organismos y de vidas.
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VI
Los periódicos nacionales de aquella época publicaban poemas
de Víctor Hugo y Lord Byron, verdaderos astros de aquella
constelación. Por Hugo sentían nuestros poetas una verdade-
ra veneración porque le canta a la libertad y porque condena el
despotismo. Pero en ninguno de los poetas hondureños se en-
cuentra la alucinación típica del poeta francés, si entendemos por
alucinación el hecho de “percibir una sensación sin que exista
ningún objeto exterior capaz de producirla” (Riffaterre, 1976, p.
269). Daremos un breve ejemplo:
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VII
Las actividades culturales se hicieron cada vez más frecuentes,
en la época de la cual nos ocupamos. Las veladas lírico-literarias
eran obligatorias en escuelas e institutos. La música ocupa una
posición privilegiada entre los románticos. Esto se comprende
bien, porque si en la poesía se buscaba que la expresión del senti-
miento fuera directa, con mucha más razón se prefirió la música
que, siendo como es —un lenguaje carente de palabras—, ha-
bla directamente al sentimiento. Y es un filósofo, precisamente,
Schopenhauer quien, al clasificar las artes por su relación con la
voluntad, coloca a la música por encima de las demás, porque:
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que lleva por título Don Juan Tenorio”. Como dato curioso, se
lleva a escena la pieza de un hondureño: La visión del opresor, de
Jerónimo J. Reina.
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Bibliografía
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mente hasta en los sitios más íntimos: “el terror congelado entre
mis dedos o el sonido de los balazos/puede encontrar de súbito/
el sitio de la intimidad”, en la segunda parte del libro.
He vuelto.
El caserío se desploma y flota su nombre
solamente.
La realidad sonríe
tal vez
porque algo
he inventado en esta historia.
Por eso
he decidido —dulcemente,
mortalmente— construir
con todas mis canciones
un puente interminable hacia la dignidad, para que pasen
uno por uno
los hombres humillados de la Tierra.
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Así que, una vez identificados los artífices de este orden de co-
sas y una vez definida la materia de la creación, arribamos a la
tercera parte del libro. Empieza con un mea culpa en “Los días
difíciles” donde sobresalen los versos elocuentes:
Asesiné
—por órdenes superiores—
el jardín de mi hermano mayor,
que era su único tesoro.
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*
N. de E. Este ensayo fue publicado en la Colección Criterio de la Asociación de Profesores
del Centro Universitario de Estudios Generales (Apecueg), para su primer número, en julio de
1989. El mismo año se publicaría en la revista Tragaluz, n.º 22. Es necesario advertir que dicha
publicación fue incompleta, faltando aproximadamente tres páginas de contenido.
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Muy pocos
entienden
el laberinto de nuestro sueño.
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Y todo
se consuma
bajo esa sensación de ternura que produce el dinero.
Nuestros cazadores
—casi nuestros amigos—
nos han enseñado, sin equivocarse jamás,
los diferentes ritmos
que conducen al miedo.
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Y caigo envuelto
en repentinos lazos
dispuestos
por algunos abogados de mirada podrida.
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Podrán
oír entonces
la canción que he repetido
a boca de los anocheceres: ustedes
destruyeron
cuidadosamente
mi patria y escribieron su nombre
en libros secretos.
A nosotros
nos transformaron
en espantapájaros.
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Llueve. Cruje
la realidad
(...)
En los días de lluvia
los enfermos mentales
imaginan lagunas y veleros;
navegan al olvido y ya no vuelven.
(...)
La lluvia en el cementerio
se convierte
en una catedral extraída de la plata.
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Creemos que los elementos con valor positivo son más escasos
en este libro y pensamos que el más importante es el agua, lo
cual no debe extrañarnos pues existe una relación estrecha entre
el agua y el seno materno, según Gastón Bachelard. Así, po-
dríamos citar “ojos de agua melancólica, agua dormida, frente
al agua del agua”. Insectos y yerbas poseen igualmente un valor
positivo, en “La igualdad” y en “La ciudad de los niños mendi-
gos”. En el poema “Mi padre”, encontramos: “los frutos están
bajos para todas las bocas”. La palabra lucero aparece expresada
dentro de un deseo del poeta: “y luceros debajo de sus zapatos”,
y no olvidemos que los regalos del padre consisten en “gavio-
ta/y redes de aire”. Podríamos citar otros pocos elementos, pero
preferimos terminar con dos símbolos que se contaminan de un
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Aún veo
a aquella campesina,
al carbonero
y a la bestia de carga inmóvil de cansancio
bajo el negro fuego petrificado;
y miro al viejo azotando a la pequeña,
porque ella, débil como era,
no podía dominar
al asno de ojos de agua melancólica.
Pueden
llevar en hombros
el féretro de una estrella.
El frío
tiene
los ademanes suaves.
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Los pobres nos revela más sobre nuestra realidad que cualquier
tratado socioeconómico sobre la misma y a ello contribuye enor-
memente la calidad literaria del libro. Con relación a los trabajos
anteriores del autor, Los pobres se caracteriza por los giros lin-
güísticos de sello muy personal, de manera que cada poema es un
hecho irrepetible. Debemos reconocerle a la miseria la capacidad
extraordinaria de desencadenar, también, a nivel estético, imá-
genes y sueños que son, en definitiva, los elementos de la gran
poesía.
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La obra está dividida en tres partes, cada una con un título mu-
sical que corresponden a la forma de la sonata o de la sinfonía
clásica del siglo XVIII, la época de Haydn o de Mozart: un alegro
inicial y otro final, con un movimiento central lento, que podía
ser un andante o un adagio. Pero la asociación de la novela con
la música no es nada reciente; podemos citar Contrapunto de Al-
dous Huxley; es el ejemplo más ilustre, sin olvidar La sonata a
Kreutzer de Tolstoi; El acoso y Concierto barroco de Alejo Carpen-
tier; pero no nos interesa alargar esta lista.
*
Ensayo publicado en El Educador, órgano de divulgación del Programa de Educación a Distancia
de la Escuela Superior del Profesorado “Francisco Morazán”, en octubre de 1988.
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Hipercodificación e intertextualidad en la
poesía romántica hondureña*
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Ensayo publicado en la Memoria del Primer Simposio de Literatura Hondureña (1991). Editorial
Universitaria, Honduras.
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a un pobre infortunado
que anhelándote está.
Tú eres la que mantienes
mi existencia penosa
en la mar borrascosa
en que bogando va.
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Y cuántas repetiste
Su graciosa expresión en suaves ecos!
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Los acentos
de mi lira
que suspira
por tu amor,
sólo encierran
desencanto,
triste llanto
de dolor.
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Se miran desparecer
¿A do irás? No lo sé, en raudo torbellino
(Gonzalo Guardiola)
Y yo no puedo infelice!
( José Santos del Valle)
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Otro tanto hace José Santos del Valle al escribir “abismo inson-
dable” y:
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Hipercodificación en la retórica
Gérard Genette, en un trabajo fundamental, afirma que:
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apenas iluminan
los montes encumbrados.
Ya la noche sombría
encamina su carro
sobre nuestro horizonte
con majestuoso paso.
Ya las aves hicieron
con su melifluo canto
sus últimos saludos
a la luz, y han buscado
sus nidos, y el pastor
con su corvo cayado
retira sus ovejas
de los floridos prados.
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El símil
El símil es una figura muy corriente en la poesía romántica hon-
dureña, pero no nos detendremos mucho en ella, puesto que, al
igual que la metáfora, se basa en la similitud. El “cómo” deter-
mina que la similitud sea parcial y por lo tanto no hay figura se-
mántica. Por esta misma razón, la retórica tradicional colocaba el
símil entre las figuras de pensamiento y no en los tropos (Grupo
M., op. cit., p. 113). La desvalorización del lenguaje articulado,
de la cual hemos hablado en dos ocasiones, más arriba, puede
explicar la presencia masiva de esta figura.
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La hipérbole
El Romanticismo es terreno propicio para el uso de la hipérbole,
así como lo fue el Barroco. Pero la hipérbole romántica no re-
sulta elaborada como la barroca, pues ella se origina en “aquella
exaltación emocional que llevaba al poeta a multiplicar tamaños
y realidades” (Carrilla, 1967, p. 218).
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Para que nuestro trabajo resulte más completo creemos que será
muy útil hacer un rápido recorrido en el terreno del epíteto.
El epíteto
Es sabido que cada época codifica el uso del epíteto. El Neocla-
sicismo, por ejemplo, admite muy poco un sustantivo solo y esti-
pula el empleo de lo que la retórica tradicional llamaba epíthetum
constans, que consiste en adjetivar con la cualidad intrínseca de
sustantivo. El Padre Reyes, obediente seguidor de las normas,
adjetiva así: “negra oscuridad”, “caudaloso mar”, “verde hierba”,
“purpúreas rosas”, “blanco corderillo”. El Romanticismo no pue-
de escaparse de este principio y los epítetos que más se repiten
a lo largo de la obra de estos poetas son: triste, negro, oscuro,
sombrío, lóbrego, lúgubre, letal, fatal, fatídico, terrible, angeli-
cal, pura, divina, radiosa.
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El ojo
que la luz del espacio recogía,
se vuelve turbio y rojo
al bañárseme en sangre.
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Un ejemplo de símil:
Intertextualidad
Para dar un concepto de intertextualidad, vamos a citar a Julia
Kristeva quien, refiriéndose a Bajtín, dice: “Todo texto se cons-
truye como mosaico de citas, todo texto es absorción y transfor-
mación de otro texto. En lugar de la noción de intersubjetividad
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Por si esta noción resultara vaga, recurriremos a otra cita que nos
la aclarará mejor:
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Flébil, blando,
cual quejido
dolorido
dolorido que del alma
se arrancó.
Cual profundo
ay!, que exhala
moribundo
corazón.
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Bibliografía
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Ensayo publicado en 1994 por la Editorial Universitaria, UNAH.
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milo José Cela quien, al referirse a este género, dice que: “Novela
es todo aquello que, editado en forma de libro, admite deba-
jo del título, y entre paréntesis, la palabra novela”. En muchas
definiciones se pueden encontrar frases como “cierta extensión”
o “considerable extensión”, que no hacen más que complicar el
asunto porque no fijan un límite objetivo y porque excluirían
algunas novelas breves.
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¿Angelina es un cuento?
Ya hemos dicho que la novela guarda relaciones muy fuertes con
la realidad; pero si el narrador les da a los acontecimientos ca-
racterísticas que los distinguen de aquellos a los que estamos ha-
bituados en la vida real, nos encontramos dentro de la literatura
fantástica, mitos, cuentos (Butor, 1969, p. 8). Quisiéramos abor-
dar la concepción que se tenía del cuento en el siglo XIX, dentro
del cual está ubicada Angelina, y nos vamos a remitir a uno de
los teorizadores más ilustres: Edgar Allan Poe, cuyos puntos de
vista siguen teniendo vigencia, como lo demuestran los trabajos
que sobre este género han realizado Julio Cortázar y Mario A.
Lancelotti.
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II
¿Héroe o heroína?
Existe una tendencia generalizada a considerar a Angelina como
la heroína de la obra de Carlos F. Gutiérrez, posiblemente por el
título de la misma. Muchas novelas, desde el siglo XVIII hasta el
XIX llevan el título de la heroína: Clarissa Harlowe, Pamela, Gra-
ziella, Atala, sin olvidar María y Amalia. Sin embargo, en estas
novelas no cabe ninguna duda de que la heroína es el personaje
principal de las mismas, pero en Angelina la situación es otra,
como lo veremos más adelante.
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Jung sostiene que los héroes “son casi siempre viajeros. El viaje
es una imagen de la aspiración, del deseo nunca saciado que en
ninguna parte encuentra su objeto, de la búsqueda de la madre
perdida” (1982, p. 218). En Angelina, Julián es quien más se des-
plaza de todos los personajes de la obra. Pero podríamos utilizar
otros instrumentos más convincentes para encontrar el verdade-
ro héroe de Angelina. Vladimir Propp utiliza el término “héroe”
para designar al personaje que sufre directamente la acción del
agresor o, también, al personaje que repara una ofensa. En este
caso, Angelina sufre la agresión, así que sería la heroína y el vi-
llano resultaría Julián. Claude Brémond divide los personajes en
“pacientes”, que son los personajes afectados por algún proceso
modificador o conservador y “agentes”, los que inician cualquiera
de esos procesos; estos últimos se dividen en: influenciadores,
modificadores y conservadores. Angelina es un personaje “pa-
ciente”, y Julián, un personaje “agente modificador degradador”.
Más interesante resulta la aplicación de la clasificación actancial
de Greimas: Julián resulta ser como el “sujeto” que busca conser-
var a Angelina como compañera quien, a su vez, se convierte en
“objeto”. Si en todo conflicto debe existir un protagonista y un
antagonista, el primero es quien “comunica a la acción su primer
impulso dinámico”, Julián es el protagonista, puesto que es quien
impulsa la acción en la obra; el antagonista es Felipe, pero no rea-
liza una fuerza de oposición sino que, simplemente, es el marido
de Angelina o sea su rival y aquella resulta como el objeto deseado.
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en ese mismo sitio, ella y su novio unen sus bocas para “darse un
apasionado beso”, de lo cual podríamos sacar dos conclusiones:
primero, que Angelina no es tan casta ni tan recatada, como se
suele pensar; y, segundo, que al besar a Felipe, en el fondo está
besando a Julián puesto que ha escogido el mismo sitio en que
este la besó. La candidez de Angelina se ve desmentida en el
capítulo VIII cuando, al momento de bailar con Felipe, levanta
“sus bellísimos ojos para envolverlo en una misma mirada apa-
sionada y ardiente”. Angelina llega al extremo de pensar que le
pertenece a Julián a causa del beso, inclusive ya casada, lo cual
revela un deseo inconsciente reprimido (p. 27).
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III
¿Romanticismo o Realismo?
La cuestión de la filiación literaria del relato de Carlos F. Gu-
tiérrez no deja de suscitar algunos problemas. Por ejemplo, los
únicos elementos románticos que pueden ser detectados son: la
llegada a la posada una tarde del mes de noviembre, el origen
oscuro de los dos personajes principales, el fetichismo de Julián
(visitas constantes al lugar del beso), la imagen de mujer casta y
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Bibliografía
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La palabra com-partida*
o un homenaje a la palabra
La obra que hoy comentamos está formada por dos libros: Sole-
dades como pájaros heridos de Alexis Laínez y Vendimia intemporal
de Marco Aurelio Laínez. El título “La palabra com-partida”
implica una auténtica fraternidad en la poesía.
*
Presentación del libro La palabra com-partida (1999). Centro Editorial, San Pedro Sula,
Honduras.
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Soledad
devórame en tus brazos.
Soy un viejo piano en el sótano
de una casa abandonada.
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Espérame, mujer
Volveré
y llenaré tu cuerpo
de silvestres flores
Con mi boca
traeré hojas de almendro
para tu soledad.
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Y destruye el tiempo
con su pelo de guitarra.
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***
Cuando vuelvas,
la universal torridez del amor
disipará toda huella glacial.
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Me obsesioné en quererla
con este amor nuevo que aprendí del agua.
(“Amor del agua”)
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Cargados de auroras
desafiaron a pecho limpio
el aullido de la noche
y sus rapaces vuelos.
(...)
Con inédita valentía de invulnerables burbujas
señalaron las jadeantes guaridas del terror
y conocieron el mordaz apetito de las hienas.
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Casualidad derramada
pretendiendo desandar
la involuntaria ruta.
Por todo lo que hemos expuesto, estamos muy seguros que este
libro de Alexis y Marco Aurelio Laínez constituye, en primer
lugar, una verdadera celebración de la palabra.
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Ensayo publicado por la Editorial Guaymuras, Colección Fragua, Tegucigalpa, Honduras, 1996.
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Prólogo de Vindel, Javier (1999). H2O. Máxima Industria Litográfica: Tegucigalpa.
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Los versos de Javier Vindel tienen “la niñez del alba” y el poeta
define su arte poética en dos poemas del libro: “Profesión de fe”
y “La orfebrería necesaria”, en los que expresa que escribir es un
acto de prestidigitación, de taumaturgia. De manera que el verso
es “un alhelí de abretesésamos”, a través del cual el poeta extrae
sus vísceras de su sombrero, que nos lleva a la conclusión de que
la creación literaria no es un “aborto intelectual”.
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En los jardines
de su quimono de guacamaya se desembaraza la hierba
y lácteas sortijas de rubí
(medallas de amor
con las que la primavera engalana el cumpleaños de la tierra)
se ruborizan con los piropos
que susurra el céfiro en la pubertad del aroma.
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Panta rei.
(Todo fluye)
Heráclito
Hemos tenido que esperar este libro póstumo treinta y dos años,
después de la publicación de Mitad de mi silencio, en 1964. El
título resulta de la frase de un verso del tercer soneto de “Los
responsos del tiempo”. El lector está en el perfecto derecho de
preguntarse si este poemario es distinto del primero, si hay cons-
tantes o si se advierten diferencias. Pero una cosa es cierta: El
agua de la víspera es el libro de un poeta que ha vivido y que
nos habla del tiempo (del cual el título es una metáfora), de la
muerte, de su situación en el mundo y de la creación artística.
Queda desterrada la pirotecnia verbal del “Réquiem del pez” o
de “Coqueta”, pero el silencio continúa siendo otro instrumento
de comunicación más elocuente que la palabra. En este sentido,
encontramos una coincidencia con Vicente Huidobro, en dos
versos suyos: “Vamos al silencio/al silencio de las palabras que
vienen del silencio”. Sintomáticamente, el primer poema que
* Prólogo Rivas, Antonio José (1996). El agua de la víspera. Editorial Guaymuras: Tegucigalpa.
173
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aparece en el libro se titula “La palabra”, del cual citamos los dos
versos finales:
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La mudanza
es quedarme en lo fijo. Si se parte
la ruta que me lleva y me reparte
en una espesa bruma de añoranza.
Y así muerdo
la tiniebla y la luz, sangre partida.
(“La memoria”)
176
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
El tiempo huraño
lo ve pasar con rumbo a lo seguro
y la vida se ríe del tamaño
… yo nunca atino
a distinguir las cosas por su orden.
Espero, cuando más, que se desborden
para ver donde quedo.
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Los símbolos
En la serie de los treinta y seis sonetos, el lector podrá discernir
fácilmente algunos símbolos que se repiten constantemente; nos
referiremos a la tortuga, al espejo, a la caída y a la densidad.
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Extraña
pasa la muerte recogiendo espejos
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II
… y, tal un ruiseñor
junto a la fuente
encontrando la hondura de su pecho
y prolongando el mar
en el fino y rosado
caracol de su nombre.
186
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Míocideano
de la lengua
total.
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188
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Sus muros
—blancos muros—
son lo
suficientemente altos
para mirar la altura de los árboles,
el amor de las aves.
… todo, todo,
hasta el barro y la cal,
es transparente.
189
Arturo E. Alvarado
Las palabras,
por suaves,
las repite el silencio.
… si alguna vez
se entreabre su rosa de silencio,
la casa se expande,
se ensancha como un éxtasis.
Crece,
crece la casa:
para colmarla,
entonces,
es necesario un niño.
… peces huidos
y absurdos
del miedo de la tierra;
(...)
cielos hechos
de lívidas palomas desterradas,
de pájaros sin nombre.
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Hoy
duele
el azul blando.
o inmolando en el aire
la paloma final del caserío.
… es madurar la estrella
que acarician los niños
en la fruta deseada.
195
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O repetir el gesto
en el blando rencor de la figura
sin que se quiebre el sueño.
El último verso del soneto “La Atlántida”: (“de algo vive la muer-
te en lo que vivo”) guarda una relación muy estrecha con estos,
en los que el poeta Rivas dice que crear es:
Hoy
se alivia
o se crea
de música delgada.
Pasaría,
sin talle,
por la niebla
de un paisaje de nadas impetuosas.
(...)
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
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Arturo E. Alvarado
En los tres últimos versos, el poeta nos deja con el artista y com-
parte lo que Picasso tenía en el alma: un niño7, un creador de
mundos a su manera, cuya única guía era su imaginación:
7 N. del A. Recordemos que Picasso escribió alguna vez: “De niño pintaba como Rafael, y,
luego, he tardado muchos años en pintar como los niños”.
198
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
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Bibliografía
200
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
*
Texto preparado para las Jornadas de la Lengua Española, organizadas por la Embajada de
España, 1998.
8 N. del A. Debo decir que muchos de los datos que acabamos de exponer derivan del texto “La
poética del silencio en el Siglo de Oro”.
201
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202
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Descubre tu maravilla.
Rompe tu carne y tu veste.
Y en el rumor de la brisa
prende la luz de tu frente.
Otro rasgo que nos parece muy interesante en este poema es que
la palabra no se opone al silencio ya que este forma parte de ella,
se le encuentra en su seno y es su lado frágil:
203
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… la mitad de mi silencio
es la razón de mis rimas.
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Y deja un epitafio
en cada piedra
desde que un día
se le ahogó la memoria
en una lágrima.
Continúa “La soledad”, que resulta una deidad igual que el silen-
cio y el olvido, pero el caso de esta resulta el más terrible, digno
de la mitología griega, pues recuerda el suplicio de Tántalo:
210
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Después de que el poeta escribe: “Ya no pesan las flores ni las llu-
vias./Ya no pesan los días ni los astros”, llega a la conclusión de que
lo único que pesa es la herida causada por la compañera, por lo que
resulta una compañera del alma, miguel hernandiana, pero insus-
tituible y mucho más llena de intensidad que en el poeta español:
En esta parte del libro, los huesos sirven para expresarse, como
ya lo hemos dicho: “Escribo con mis huesos”.
212
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Nos consta, pues, que después de los escombros del mundo en-
contrados en la tercera y cuarta parte del libro, se ha operado un
viraje en esta quinta parte y los últimos versos son un verdadero
himno de fe en la humanidad. Llorar se ha convertido en otro
lenguaje, producto del silencio y de la palabra, pero más elocuen-
te que ambos.
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Sus muros
—blancos muros—
son lo
suficientemente altos
para mirar la altura de los árboles,
el amor de las aves.
Las palabras,
por suaves,
las repite el silencio.
216
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
La luz
por todas partes se asoma,
ve, vigila,
porque en esta casa que digo,
todo, todo,
hasta el barro y la cal,
es transparente.
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Cielos hechos
de lívidas palomas desterradas,
de pájaros sin nombre.
formas hipnotizadas
de ígneas rosas
de piedra;
arroyuelos agrestes
con secuestros de luna,
como quien,
por debajo del alma
se asomara a los astros.
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Excavo en la caricia
y encuentro manos tibias
rozándome la frente,
dulces labios diciendo frases definitivas,
y un no sé qué
de un beso
y una voz
que se buscan los labios
en la pena.
Y si excavo en la roca
—duro sueño grisáceo—
descubro aves desnudas…
El huérfano de padre
tiene los ojos llenos
de habitantes distintos;
y en el hondo subsuelo
de sus pasos solloza
la raíz de su muerte.
220
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
221
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
*
N. de E. Texto inédito. Alvarado escribió este estudio para una de las Jornadas de la Lengua
Española. No es secreto que tenía una pasión teórica por la poesía de Antonio José Rivas y
escribía sobre él sin que mediara necesariamente el interés por publicar.
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Arturo E. Alvarado
… la mitad de mi silencio
es la razón de mis rimas.
Un sueño alfombra
tu paso en el que arrulla la naciente
claridad del silencio.
la mudanza
es quedarme en lo fijo.
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9 N. de E. Este aspecto no fue desarrollado y deja la impresión de que el ensayo quedó inconcluso.
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* Prólogo de Rivas, Antonio José (2002). El interior de la sangre. Tegucigalpa: Editorial Guay-
muras.
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En la casa de enfrente:
interior de mi sangre,
duerme un rumor unido
de cuatro corazones
que hoy adoré más tiempo
que otros días
sin noche.
¿Y el árbol?
Alza todo su cuerpo
como si fuera un largo camino
que no fuera
si el timbre no tocaran
los recuerdos:
234
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
El huérfano de padre
tiene los ojos llenos
de habitantes distintos;
y en el hondo subsuelo
de sus pasos solloza
la raíz de su muerte...
Pero el poema tenía que terminar con una nota más positiva;
el poeta deberá buscar un refugio, un espacio seguro: “que hoy
regreso al lugar/y así me salvo”.
236
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Introducción
La enseñanza de la literatura desempeña un papel importante en
nuestra formación ya que nos ayuda a cuestionar la realidad en
la cual vivimos, a tomar distancia respecto a ella. No olvidemos
que la literatura plantea problemas, preguntas o da respuestas
sobre nuestra propia realidad. Ya se trate de un poeta francés,
de un novelista inglés o de un escritor hondureño, los tres abor-
darán nuestra condición humana o social. Cuando el poeta Ro-
berto Sosa nos dice: “Caen/mis llaves…” nos libra un mensaje
en el que revela que se encuentra sin brújula, en un universo
vacío; trasmitiendo una experiencia humana que compartimos.
Y cuando el mismo poeta escribe:
Nada
significa el cielo
para los ancianos indigentes…
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
El texto literario
La palabra texto viene del vocablo latino textus, que significa “te-
jido”. Lo cierto es que las palabras, frases y sentidos de un texto
literario constituyen un verdadero tejido. El término texto puede
tener dos sentidos: cuando hablamos del texto de una obra lite-
raria (un fragmento de un capítulo de una novela, por ejemplo),
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La lectura
Es imposible un comentario sin una lectura. El término lectura,
en realidad, va más allá de la simple decodificación de un texto
literario: podemos leer una tira cómica, una película, una pintu-
ra. Un director de una pieza teatral nos ofrece su propia lectura.
La lectura de un texto literario no supone simplemente consi-
derar la obra como un objeto lúdico, de distracción, sino que
debe comportar una comprensión y una valoración estética de
la misma. El carácter connotativo de una obra literaria significa
que podemos leerla de manera diferente a otra persona. Esto
permite que la misma no se agote y alcance perennidad: cuántos
siglos han transcurrido ya desde que se publicó El Quijote y aún
aparecen interpretaciones novedosas. Pero esto tampoco quiere
decir que se puede admitir cualquier interpretación.
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Tres casas más allá, César Montero soñaba con los elefantes.
Los había visto el domingo en el cine. La lluvia se había pre-
cipitado media hora antes del final, y ahora la película conti-
nuaba en el sueño.
El narrador del ejemplo anterior sabe más que los dos persona-
jes, posee mayor información: la esposa no sabe lo que ha estado
soñando su marido. Veamos este otro ejemplo, sacado de Don
Quijote:
Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una
moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo
anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo
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El orden
Ya hemos dicho que existe una diferencia entre el tiempo en que
se supone que sucedieron los acontecimientos y el tiempo de la
enunciación. Así, nos encontramos con un antes y con un des-
pués en relación con la enunciación. Al primero, Todorov lo lla-
ma retrospección y al segundo, prospección, pero preferimos la
terminología de Gerard Genette: analepsis y prolepsis. He aquí
un ejemplo de analepsis:
Las lenguas viperinas descendían en voraces y sucesivas olea-
das sobre la ciudad sórdida, cuando las gentes habían apaci-
guado sus ánimos y el sol rojo de las ardientes tardes de verano
ya se encontraba oculta tras los restos humeantes de quemas
inclementes.
(Roberto Castillo, Figuras de agradable demencia)
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
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Arturo E. Alvarado
Análisis e interpretación
No es necesaria una lectura detenida para darnos cuenta de que,
desde las primeras líneas (“lo vi subir penosamente”), hasta la úl-
tima (“y así lo hice”) es evidente la superioridad de las funciones
cardinales por sobre las demás (no olvidemos que el pretérito in-
definido es el tiempo verbal más corriente en estas). Trataremos
de establecer una lista de las funciones cardinales en este texto,
pero no lo haremos de manera exhaustiva, sino que nos atendre-
mos a las más importantes:
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—Papá.
—Qué.
Aún no había cambiado de expresión.
—Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro.
Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranqui-
lo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por
completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.
—Bueno —dijo—. Dile que venga a pegármelo.
Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano
apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el
umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra,
hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista
vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación.
Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:
—Siéntese.
—Buenos días —dijo el alcalde.
—Buenos —dijo el dentista.
Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo
en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor
glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la
fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la
silla, una ventana con un cancel de tela hasta la cintura de un
hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde
afirmó los talones y abrió la boca.
Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de
observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una caute-
losa presión de los dedos.
—Tiene que ser sin anestesia —dijo.
—¿Por qué?
—Porque tiene un absceso.
El alcalde lo miró en los ojos.
—Está bien —dijo, y trató de sonreír. El dentista no le corres-
pondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instru-
mentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, to-
davía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta
del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
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Análisis e interpretación
Después de una rápida lectura, hemos constatado la superioridad
de las funciones cardinales, pero también es evidente la presencia
masiva de los indicios. Una buena dosificación entre el diálogo y
la narración es patente en este cuento de García Márquez. Rela-
tivamente abundantes son también las descripciones y ya habla-
remos de su conexión con la narración. Los personajes, apenas,
son tres y no existe ningún cambio en el espacio en el que estos
realizan sus acciones. Una lista, muy somera y arbitraria de las
funciones cardinales sería la siguiente:
FC 1 abrió su gabinete
FC 2 puso un puñado de instrumentos
FC 3 ordenó de mayor a menor
FC 4 se puso a pulir
FC 5 volvió a gritar su hijo
FC 6 abrió por completo la gaveta inferior
FC 7 sintió que el dentista se acercaba
FC 8 movió la cara hacia la luz
FC 9 ajustó la mandíbula
FC 10 el dentista abrió las piernas y apretó la muela
FC 11 descargó toda su fuerza en los pies
FC 12 sintió un crujido de huesos
FC 13 sus ojos se llenaron de lágrimas
FC 14 el dentista le dio un trapo
FC 15 se puso de pie, se despidió
FC 16 cerró la puerta y dijo
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Inf. 1
amaneció tibio y sin lluvia
Inf. 2
camisa a rayas, sin cuello, pantalones sostenidos por
cargadores elásticos
Inf. 3 era rígido, enjuto
Inf. 4 una mejilla afeitada y la otra hinchada
Inf. 5 la descripción del gabinete
Inf. 6 el cielorraso desfondado
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
El comentario estilístico
Michael Riffaterre dice, a propósito del estilo literario, que el es-
critor agrega modificaciones expresivas a la expresión lingüística.
Las incidencias estilísticas operan sobre aspectos bien definidos
del texto literario: el estrato fónico-lingüístico y el de las unida-
des de significación. Un buen análisis estilístico deberá ocuparse
no sólo de la connotación sino que, también, de los elementos
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Cóoóoooóoóo
(ru) (carr) (dar) (chi)
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En el último verso, la mayor fuerza recae sobre por qué, que es,
justamente, la razón de la inquietud de los niños. El versolibris-
mo permite una mayor fluidez al mensaje del poeta, pero el verso
libre no está exento del ritmo.
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Análisis e interpretación
Después de una rápida lectura, resulta evidente que, en este so-
neto, son más importantes las unidades de significación que los
elementos fónico-lingüísticos; pero esto no quiere decir que va-
mos a dejar de lado este último aspecto. Decíamos que son más
importantes las unidades de significación porque, en los catorce
versos de este texto, podemos contar ocho personificaciones, dos
metáforas y una comparación.
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Este soneto es un retrato del perro del poeta, visto de día (los dos
cuartetos) y visto de noche (los dos tercetos). Los dos cuartetos
se refieren a la relación cotidiana entre el perro y su amo; en
cambio, los tercetos se refieren al perro solo; y aquí aparece arrai-
gado en el pueblo, que consiste en afirmar que, a media noche,
estos animales ven las almas de los muertos. Este lado misterioso
explica la presencia de vocales abiertas y cerradas en las sílabas
rimadas de las palabras finales (una-luna) en los versos 12 y 13.
En cambio, la relación intrascendente entre el poeta y su perro
explica la presencia de vocales abiertas en las sílabas rimadas de
los cuartetos: enarbola-amapola (o-a), embeleso (e-o).
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
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Análisis e interpretación
Creemos que en este poema son más importantes las unidades
de significación que los elementos fónico-lingüísticos, por la
presencia de algunas figuras, por la presencia de diminutivos,
por algunas adjetivaciones y por el valor de los tiempos verbales.
Sin embargo, digamos algo de los elementos fónico-lingüísticos.
275
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Acercamiento historiográfico
a la literatura hondureña*
I
Del mundo prehispánico al siglo XX
Como es sabido, la población indígena del continente americano
no tenía un sistema de escritura bien definido, de manera que en
Honduras no se conoce ningún texto literario anterior a la llega-
da de los españoles. Incluso, los glifos utilizados por los mayas
en las estelas de Copán, a pesar de múltiples trabajos realizados,
no han podido ser descifrados completamente.
Sin embargo, hay que referirse a ciertos ritos, que tienen un valor
antropológico y literario, observables en algunas pequeñas co-
munidades hondureñas, denominados guancascos, y que consis-
ten en una procesión de dos santos patronos de dos comunidades
vecinas, seguidas de un baile. Son ceremonias sincréticas y puede
pensarse que tienen un origen precolombino, en el que se ha
mezclado la influencia católica. Los guancascos más importantes
son los de Chinda y Gualala, Santa Bárbara; Lepaterique y Ojo-
jona, Francisco Morazán; y Gracias y Mexicapa, Lempira.
Honduras (2004), tomo II, del Grupo Océano, cada uno de manera autónoma. Debido a su
coherencia teórica y cronológica, hemos decidido unificarlo bajo este título.
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281
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La novela romántica
En el campo de la narrativa aparece Angelina (1898), obra de
Carlos F. Gutiérrez, (1861-1899), considerada por algunos au-
tores como la primera novela hondureña. Sin embargo, esta no
reúne las características que exige el género y sí las que corres-
ponden a lo que los franceses llaman nouvelle y que en espa-
ñol podría denominarse relato (a pesar de la incomodidad que
implica la palabra). Lo mismo ocurre con algunas protonovelas
latinoamericanas de la primera mitad del siglo XIX.
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
II
La poesía hondureña en los dos últimos siglos
Un recorrido por la poesía hondureña desde el Romanticismo
hasta finales del siglo XX nos permite encontrar cinco grandes
tendencias que pueden enumerarse del modo siguiente:
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El Modernismo
A causa de la hipercodificación de la poesía romántica (la misma
adjetivación, las mismas metáforas para la mujer amada o para
la existencia), dos poetas deciden hacer un viraje hacia el Mo-
dernismo: Froylán Turcios (1875-1943) y Juan Ramón Molina
(1875-1908). Este último, sin embargo, no es modernista en un
cien por ciento, puesto que además de que en sus poemas no
aparecen cisnes, ni pavos reales, ni dioses ni musas griegas, en
ellos se habla del dolor, de la vida amarga, de la obsesión por
la muerte, elementos típicamente románticos. Su Modernismo
radica en las novedades formales, por ejemplo, el alejandrino
musical, versos de pie quebrado, soneto a base de rimas mono-
silábicas, la adjetivación y las metáforas novedosas (“incendio de
la tarde”, “múrice ardiente de las rosas”, “mar hirviente de metal
fundido”).
Más modernista que Molina fue Froylán Turcios, quien fuera se-
cretario de Augusto César Sandino y director de la revista Ariel,
de difusión continental. Cabe mencionar dos poemas suyos:
“Los alcaravanes” y “Belkis”, este último, pleno de un exotismo a
ultranza. Sin embargo, la poesía modernista alcanza su máximo
esplendor con Joaquín Soto (1897-1926), Ramón Ortega (1885-
1932) y Ramón Padilla Coello, (1905-1931), que reflejan una
honda preocupación por el trabajo de la palabra.
284
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
La generación de 1915
El gran poeta nicaragüense Rubén Darío murió en 1916; por esos
mismos años se desencadenó la Revolución Mexicana (1911),
estalló en Europa la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y
triunfó en Rusia la revolución de los bolcheviques (1917). Fue
la misma época de las innumerables guerras civiles que azotaron
Honduras, razón por la cual los poetas nacionales ya no creían
en el cisne como símbolo de belleza formal, ni tampoco les atraía
el refinamiento del lenguaje o la musicalidad exterior. Buscaron,
al contrario, un lenguaje más depurado. Dos poetas brillantes
de esa generación son: Alfonso Guillén Zelaya (1888-1947) y,
sobre todo, Rafael Heliodoro Valle (1891-1959).
La generación del 35
Es conocida también como la “generación de la dictadura”,
puesto que sus integrantes están unidos, únicamente, por su re-
pudio a la férrea dictadura de Tiburcio Carías Andino, sin nin-
gún programa estético concreto. A este grupo pertenecen Jacobo
Cárcamo (1916-1959), Jorge Federico Travieso (1920-1953),
Jaime Fontana (1922-1972), David Moya Posas (1929-1970),
Clementina Suárez (1906-1991), Constantino Suasnávar (1912-
1974) y Claudio Barrera (1912-1971). A pesar de la admiración
por la poesía del chileno Pablo Neruda, todos ellos conservaron
su propia personalidad.
La generación del 50
El momento culminante de la poesía hondureña corresponde a
esta generación, formada por Antonio José Rivas (1924-1995),
Óscar Acosta (1933-2014) y Roberto Sosa (1930-2011). Carac-
teriza a este grupo de poetas un deseo de renovar el lenguaje y,
por lo menos en dos de ellos, la búsqueda de metáforas de alta
calidad, que no había conocido la poesía escrita hasta entonces.
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
La voz convocada
Este grupo de poetas se formó en La Ceiba y publicó un li-
bro colectivo con el nombre de “La voz convocada” (1967). Los
miembros más destacados son Nelson E. Merren (1931-2007),
José Luis Quesada (1948), José Adán Castelar (1941) y Tulio
Galeas (1942). Merren publicó Calendario negro (1968) y Color
de exilio (1970); su poesía es muy personal, y dos elementos muy
recurrentes en ella son la soledad y la muerte.
11 N. de E. Pese a no ser un autor muy prolífico, Tulio Galeas ocupa un puesto emblemático en
el movimiento poético de Honduras. Además de formar parte de “La voz convocada”, posee una
obra de caracter invaluable, con una potente fuerza lírica. En el año 2010, publicó su segundo
poemario: Cambio de alas.
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Otros poetas
Aunque perteneció a “La voz convocada”, José Adán Castelar
(1941) ha escrito Entretanto (1979), Sin olvidar la humillación
(1987), También del mar (1991), Rutina (1992), Rincón de espejos
(1995), entre otros trabajos. Lo más notable de su poesía es el
lenguaje conversacional. Habla de sus propias experiencias, de
una vida muy difícil y de la suerte de la gente humilde y despo-
seída. Cuando se refiere a su propia existencia, no lo hace con
amargura, sino que destila humor y amor a la vida.
12 N. de E. Livio Ramírez publicó un compendio de su trabajo en el año 2005, bajo el título
de Obra reunida.
290
El rigor de la palabra: ensayos escogidos
Otros poetas de los que se puede esperar una obra más madura
son Óscar Amaya Armijo, Francesca Randazzo, Alexis y Marco
Aurelio Laínez, José Antonio Funes y María Eugenia Ramos.
III
Novela, cuento y teatro
En líneas generales, la narrativa ha sido menos abordada que la
poesía, pero tanto la novela como el cuento fueron planteando,
poco a poco, el tema de la identidad nacional. Froylán Turcios
publicó El vampiro (1910), cuyo tema gira alrededor de la muer-
te. Este escritor pertenece al Modernismo y, por ello, la realidad
no se ve reflejada en la obra, que mezcla, extrañamente, un estilo
preciosista y un tema violento. Turcios publicó, al año siguiente,
otra novela más breve: El fantasma blanco.
La proliferación de la novelística
Pero hay que esperar al período de la dictadura cariísta, duran-
te los años treinta y cuarenta, para encontrar un mayor número
de novelas, entre las que es digna de mención Bajo el chubasco
(1945) de Carlos Izaguirre (1895-1956), por el vuelo poético
de algunas descripciones; la obra plantea un problema político
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13 N. de E. En el año 2002, Roberto Castillo publicó La guerra mortal de los sentidos, una novela
altamente filosófica, que admite varias lecturas y que ha pasado a ser una obra referente de la
narrativa hondureña.
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
El cuento
El cuento ha sido más cultivado que la novela y entre los prime-
ros del siglo XX figuran dos de Juan Ramón Molina, “El Chele”
y “Mr. Black”. Al primero puede ubicársele dentro del Realismo,
por el empleo del lenguaje popular y por las alusiones a luga-
res que realmente existen en la capital. Posteriormente, el grupo
Renovación, durante la década de 1920, se dedicó a organizar
el cuento en Honduras. Este grupo estaba constituido por es-
critores como Federico Peck Fernández, Arturo Mejía Nieto
(1901-1972), Arturo Martínez Galindo (1900-1940), y Marcos
Carías Reyes. Pero, en realidad, no existió un plan de trabajo, ni
tan siquiera una sola tendencia en cuanto a temática se refiere.
Algunos de estos autores escribieron sobre la vida en las áreas
rurales y lo hicieron como si hubiesen sido crónicas periodísticas,
sin dedicarles un trabajo estético a fondo. Estos cuentos pueden
ser ubicados dentro del Criollismo.
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Arturo E. Alvarado
Pero hay que esperar a la década de 1960 para ver surgir el verda-
dero cuento moderno, gracias a las figuras de Julio Escoto (1944)
y Eduardo Bähr (1940). Con bastante personalidad, ambos au-
tores operan con una intertextualidad que remite a narradores
prestigiosos como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez o
Juan Rulfo; tanto Escoto como Bähr evitan escaparse de la reali-
dad en la que están inmersos.
14 N. de E. Este cuento fue llevado a la pantalla grande por el Centro de Recursos de
Aprendizaje (CRA) de la UNAH, bajo la dirección de Hispano Durón. En 2001, obtuvo el premio
a la mejor producción en el Festival Ícaro.
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Arturo E. Alvarado
15 N. de E. Pese al fino criterio selectivo del doctor Alvarado, en este ensayo historiográfico no
tomó en cuenta la novela Cenizas en la memoria (1994) ni el libro de cuento Desafinada serenata
(2000). Más que descartarlos por criterios estéticos, podemos estar ante una omisión infortunada.
A partir de 2002, Medina García ha publicado seis libros de narrativa.
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
El teatro
Comparado con los géneros antes abordados, el teatro hondu-
reño es una especie de pariente pobre. Ha habido relativamente
pocos escritores de teatro y han resultado mucho más importan-
tes las actividades teatrales, sobre todo en las dos décadas finales
del siglo XX.
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El rigor de la palabra: ensayos escogidos
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Este libro se editó en la Editorial
Universitaria de la Universidad
Nacional Autónoma de Honduras
en el mes de diciembre de 2016 y su
tiraje consta de 500 ejemplares.
Tegucigalpa, M.D.C.