El trastorno límite de la personalidad se caracteriza por emociones turbulentas e inestables que conducen a acciones impulsivas y relaciones caóticas. Se cree que está causado por factores genéticos, familiares y de abuso en la niñez. Los síntomas incluyen miedo al abandono, ira inapropiada e impulsividad. Se diagnostica mediante una evaluación psicológica y se trata principalmente con psicoterapia a largo plazo.
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El trastorno límite de la personalidad se caracteriza por emociones turbulentas e inestables que conducen a acciones impulsivas y relaciones caóticas. Se cree que está causado por factores genéticos, familiares y de abuso en la niñez. Los síntomas incluyen miedo al abandono, ira inapropiada e impulsividad. Se diagnostica mediante una evaluación psicológica y se trata principalmente con psicoterapia a largo plazo.
El trastorno límite de la personalidad se caracteriza por emociones turbulentas e inestables que conducen a acciones impulsivas y relaciones caóticas. Se cree que está causado por factores genéticos, familiares y de abuso en la niñez. Los síntomas incluyen miedo al abandono, ira inapropiada e impulsividad. Se diagnostica mediante una evaluación psicológica y se trata principalmente con psicoterapia a largo plazo.
El trastorno límite de la personalidad se caracteriza por emociones turbulentas e inestables que conducen a acciones impulsivas y relaciones caóticas. Se cree que está causado por factores genéticos, familiares y de abuso en la niñez. Los síntomas incluyen miedo al abandono, ira inapropiada e impulsividad. Se diagnostica mediante una evaluación psicológica y se trata principalmente con psicoterapia a largo plazo.
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El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una afección mental por la cual una persona
tiene patrones prolongados de emociones turbulentas o inestables. Estas experiencias
interiores a menudo los llevan a tener acciones impulsivas y relaciones caóticas con otras personas. Causas La causa del TLP se desconoce. Se cree que se relaciona con factores genéticos, familiares y sociales. Los factores de riesgo incluyen: Abandono o miedo al abandono en la niñez o en la adolescencia Vida familiar disociada Comunicación deficiente en la familia Abuso sexual, físico o emocional El TLP ocurre de igual manera en hombres y en mujeres, aunque las mujeres tienden a buscar tratamiento más a menudo que los hombres. Los síntomas pueden mejorar después de la mediana edad. Síntomas Las personas con TLP carecen de seguridad en cómo se ven a si mismas y en cómo son juzgadas por otros. Como resultado, sus intereses y valores pueden cambiar rápidamente. También tienden a ver las situaciones en términos extremos, o todo es bueno o todo es malo. Sus puntos de vista sobre otras personas pueden cambiar rápidamente. Una persona que luce admirable un día puede lucir despreciativa al siguiente día. Estos sentimientos súbitamente cambiantes a menudo llevan a relaciones intensas e inestables. Otros síntomas de TLP incluyen: Miedo intenso de ser abandonado Intolerancia a la soledad Sentimientos de vacío y aburrimiento Manifestaciones de ira inapropiada Impulsividad, como con el consumo de sustancias o las relaciones sexuales Actos de autolesión, como hacerse cortes en las muñecas o tomar sobredosis Pruebas y exámenes El trastorno límite de personalidad se diagnostica sobre la base de una evaluación psicológica. El proveedor de atención médica valorará los antecedentes y gravedad de los síntomas de la persona. Tratamiento La psicoterapia individual puede tratar eficazmente el TLP. Además, la terapia de grupo algunas veces puede servir. Los medicamentos tienen un papel menor al tratar el TLP. En algunos casos, pueden mejorar los altibajos en el estado de ánimo y tratar la depresión u otros trastornos que se pueden presentar con este trastorno. Expectativas (pronóstico) Las perspectivas del tratamiento dependen de la gravedad de la afección y de si la persona está dispuesta a aceptar ayuda. Con la psicoterapia a largo plazo, la persona a menudo se mejora gradualmente. Posibles complicaciones Las complicaciones pueden incluir: Depresión Drogadicción Problemas con el trabajo, la familia y las relaciones sociales Intentos de suicidio y suicidio.
El trastorno de identidad disociativo (TID), conocido popularmente como “Trastorno de
personalidad múltiple”, es una de las psicopatologías más frecuentemente representadas en la ficción. Personalidad Múltiple: ¿qué es? Desde El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde hasta Psicosis o El club de la lucha, pasando por el personaje de Gollum de El señor de los anillos e incluso el personaje interpretado por Jim Carrey en la comedia Yo, yo mismo e Irene, se cuentan por decenas las obras que han usado el TID como inspiración debido a lo llamativo de su sintomatología. Es por este tipo de divulgación que la personalidad múltiple es uno de los trastornos psicológicos más conocidos, si bien no uno de los mejor entendidos, ni siquiera dentro del mundo de la Psicología, en el que hay una importante controversia con respecto a la misma existencia de este trastorno como tal. Síntomas La cuarta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) define el TID como «la presencia de dos o más identidades –raras veces más de diez- que toman el control de la conducta de una persona de forma recurrente, teniendo cada una de ellas recuerdos, relaciones y actitudes propios». En general, las distintas identidades no recuerdan lo experimentado por el resto, por lo cual no son conscientes de su existencia, si bien esto no siempre es así. El cambio entre personalidades suele producirse como consecuencia de estrés. La personalidad primaria (o la “real”) tiende a ser pasiva y depresiva, mientras que el resto son más dominantes y hostiles. Son las identidades más pasivas las que manifiestan amnesia en mayor medida y, en caso de que sean conscientes de la existencia de las personalidades más dominantes, pueden ser dirigidas por estas, que incluso pueden manifestarse en forma de alucinaciones visuales o auditivas, dando órdenes a las demás identidades. En la actualidad, tanto en el DSM como en la Clasificación internacional de enfermedades (CIE-10), el TID se categoriza dentro de los trastornos disociativos, es decir, aquellos que se producen por fallos en la integración de la conciencia, la percepción, el movimiento, la memoria o la identidad (en el caso de la personalidad múltiple, la desintegración se daría en todos estos aspectos) como consecuencia directa de traumas psicológicos. Causas del Trastorno de Identidad Disociativo Es esta relación con experiencias traumáticas lo que vincula el TID con el trastorno de estrés postraumático, que se caracteriza por la presencia de ansiedad y reexperimentación (mediante pesadillas o flashbacks) tras sucesos que ponen en peligro la vida, como abusos sexuales o catástrofes naturales. Un elemento de particular interés en este caso es el hecho de que el trastorno de estrés postraumático puede incluir síntomas disociativos, como la falta de recuerdo de aspectos importantes del suceso traumático o la incapacidad para experimentar emociones. Estos síntomas se conciben como una protección contra sentimientos de dolor y terror que la persona no es capaz de manejar adecuadamente, lo cual es normal en los momentos iniciales del proceso de adaptación a la vivencia traumática, pero que en el caso del estrés postraumático se vuelve patológico al cronificarse e interferir en la vida de la persona. Siguiendo la misma lógica, el TID sería una versión extrema del estrés postraumático de inicio en la infancia (Kluft, 1984; Putnam, 1997): experiencias traumáticas tempranas, intensas y prolongadas, en particular negligencia o abuso por parte de los progenitores, llevarían a la disociación, es decir, al aislamiento de recuerdos, creencias, etc., en identidades alternativas rudimentarias, que se irían desarrollando a lo largo de la vida, dando lugar progresivamente a un mayor número de identidades, más complejas y separadas del resto. Raramente se observan casos de TID con inicio en la edad adulta. Así, el TID no surgiría de la fragmentación de una personalidad nuclear, sino más bien de un fallo en el desarrollo normal de la personalidad que resultaría en la presencia de estados mentales relativamente separados que acabarían convirtiéndose en identidades alternativas. Evaluación y Tratamiento El número de diagnósticos de TID ha aumentado en los últimos años; mientras algunos autores atribuyen esto a una mayor conciencia del trastorno por parte de los clínicos, otros consideran que se debe a un sobrediagnóstico. Se ha propuesto incluso que el TID se debe a la sugestión del paciente debida a las preguntas del clínico y la influencia de los medios de comunicación. Asimismo, también están los que opinan que existen una falta de formación sobre las manifestaciones del TID y una infravaloración de su prevalencia que llevan a que muchos casos de TID no sean detectados, en parte por una exploración inadecuada. En este sentido, cabe tener en mente que, según Kluft (1991), sólo un 6% de los casos de personalidad múltiple son detectables en su forma pura: un caso típico de TID se caracterizaría por una combinación de síntomas disociativos y síntomas de estrés postraumático con otros síntomas no definitorios del TID, como depresión, crisis de pánico, abuso de sustancias o trastornos alimentarios. La presencia de este último grupo de síntomas, mucho más obvios que el resto de síntomas del TID y muy frecuentes por sí solos, llevaría a los clínicos a obviar una exploración más profunda que permitiera detectar la personalidad múltiple. Además, es obvio que a las personas con TID les resulta difícil reconocer su trastorno por vergüenza, miedo al castigo o a causa del escepticismo de los demás. El tratamiento del TID, que generalmente requiere años, se dirige fundamentalmente a la integración o fusión de las identidades o, al menos, a coordinarlas para lograr el mejor funcionamiento posible de la persona. Esto se lleva a cabo de forma progresiva. En primer lugar se garantiza la seguridad de la persona, dada la tendencia de las personas con TID a autoagredirse e intentar suicidarse, y se reducen los síntomas más interferentes con la vida cotidiana, como la depresión o el abuso de drogas. Posteriormente se trabaja la confrontación de los recuerdos traumáticos, como se haría en el caso del trastorno de estrés postraumático, por ejemplo a través de exposición en la imaginación. Por último, se integran las identidades, para lo cual es importante que el terapeuta respete y valide el rol adaptativo de cada una para facilitar que la persona acepte como propias esas partes de ella misma. Para una descripción más detallada del tratamiento del TID se puede consultar el texto Guidelines for treating dissociative identity disorders in adults, third revision, de la International Society for the Study of Trauma and Dissociation (2011). Depresión mayor (trastorno unipolar) Los pacientes tienen un aspecto triste, con ojos llorosos, ceño fruncido, comisuras de la boca hacia abajo, postura decaída, escaso contacto visual, ausencia de expresión facial, pocos movimientos corporales y cambios en el habla (p. ej., voz baja, falta de prosodia, uso de monosílabos). El aspecto puede confundirse con el de una enfermedad de Parkinson. En algunos pacientes, el estado de ánimo depresivo es tan profundo que se acaban las lágrimas; dicen que son incapaces de sufrir las emociones habituales y sienten que el mundo se ha vuelto anodino y apagado. La nutrición puede sufrir un deterioro importante, que requiere una intervención inmediata. Algunos pacientes con depresión descuidan su higiene personal o incluso a sus hijos, otros seres queridos o a sus mascotas. Para el diagnóstico de depresión mayor, ≥ 5 de los siguientes síntomas deben haber estado presentes casi todos los días durante un período dado de 2 semanas, y uno de ellos debe ser el estado de ánimo depresivo o pérdida de interés o placer: Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día Marcada disminución del interés o placer en todas o casi todas las actividades la mayor parte del día Aumento o pérdida significativa (> 5%) de peso, o disminución o aumento del apetito Insomnio (a menudo insomnio de mantenimiento del sueño) o hipersomnia Agitación o retardo psicomotor observado por otros (no informado por el mismo paciente) Fatiga o pérdida de energía
Sentimientos de inutilidad o de culpa excesiva o inapropiada
Capacidad disminuida para pensar o concentrarse, o indecisión
Pensamientos recurrentes de muerte o suicidio, intento de suicidio o un plan
específico para suicidarse
¿Qué es el síndrome maníaco depresivo?
El síndrome maníaco depresivo, conocido también con el nombre de trastorno bipolar, es un tipo de trastorno afectivo o del estado de ánimo que supera los altibajos cotidianos, convirtiéndose en una seria condición médica y un importante tema preocupante de la salud en Estados Unidos. El síndrome maníaco depresivo se caracteriza por episodios periódicos de gran júbilo, con ánimo eufórico o irritabilidad (episodios que constituyen la fase maníaca) a los que se contraponen episodios también periódicos de síntomas depresivos clásicos. La depresión es un trastorno depresivo que afecta al cuerpo, al estado de ánimo y a los pensamientos. Puede afectar o alterar radicalmente la alimentación, el sueño y la manera de pensar, pero no es lo mismo que sentir tristeza o estar decaído, ni tampoco es indicio de debilidad personal ni constituye un estado que pueda disiparse o modificarse a voluntad. Las personas que sufren una enfermedad depresiva no pueden simplemente "recobrar el ánimo" y reponerse. A menudo es necesario el tratamiento que, a veces, es incluso decisivo para la recuperación. Existen tres tipos de depresión que pueden clasificarse en tres grupos principales: Depresión grave (depresión clínica) Síndrome maníaco depresivo (trastorno bipolar) Distimia (trastorno distímico) ¿A quiénes afecta el síndrome maníaco depresivo? El síndrome maníaco depresivo afecta por igual a hombres y mujeres (aunque las mujeres son más propensas a la depresión que a la manía), y comienza a menudo en la adolescencia o juventud. De hecho, la edad promedio de aparición de los primeros episodios maníacos ronda los 25 años. Cuando los síntomas se manifiestan antes de los 12 años, se los confunde a menudo con el trastorno hiperactivo de déficit de atención (su sigla en inglés es ADHD), un síndrome caracterizado por dificultades serias y persistentes que generan falta de atención, distracción, impulsividad e hiperactividad. El síndrome maníaco depresivo suele manifestarse en miembros de una misma familia y se cree que en algunos casos se trata de una enfermedad hereditaria. Se están llevando a cabo intensas investigaciones para identificar un gen que puede ser responsable de este trastorno. ¿Cuáles son los síntomas del síndrome maníaco depresivo? A continuación, se enumeran los síntomas más comunes del síndrome maníaco depresivo. Sin embargo, cada individuo puede experimentarlos de una forma diferente. Entre los síntomas depresivos podemos citar los siguientes: Tristeza, ansiedad o sensación de "vacío" persistentes. Pérdida de interés en actividades que antes se disfrutaban. Llanto excesivo. Mayor inquietud e irritabilidad. Menor capacidad de concentrarse y tomar decisiones. Disminución de la energía. Pensamientos de muerte o suicidas, intentos de suicidio. Aumento de los sentimientos de culpabilidad, desamparo y, o desesperanza. Alteraciones del peso y, o del apetito debido a comer de forma insuficiente o excesiva. Alteraciones en los hábitos del sueño. Aislamiento social. Síntomas físicos que no ceden ante los tratamientos estándar (por ejemplo, dolor crónico, dolor de cabeza). Entre los síntomas maníacos podemos citar los siguientes: Autoestima exagerada. Menor necesidad de descanso y de sueño. Mayor distracción e irritabilidad. Mayor agitación física. Compromiso excesivo en actividades placenteras que pueden tener consecuencias dolorosas, como conductas provocativas, agresivas o destructivas. Mayor locuacidad. Sentimientos de "excitación" o de euforia. Mayor deseo sexual. Mayor nivel de energía. Escaso sentido común en personas que lo tenían. Mayor negación de la realidad. Para diagnosticar el síndrome maníaco depresivo, el individuo debe mostrar síntomas de manía y de depresión en grado diverso según la gravedad del trastorno. Los síntomas del síndrome maníaco depresivo pueden parecerse a los de otros trastornos psiquiátricos. Siempre consulte a su médico para el diagnóstico. ¿Cómo se diagnostica el síndrome maníaco depresivo? Como se ha comprobado que a menudo la depresión coexiste con otras condiciones médicas, como cardiopatía, cáncer o diabetes, y también con otros trastornos psiquiátricos como el abuso de drogas y la ansiedad, el diagnóstico y tratamiento en las etapas iniciales son cruciales para la recuperación. A menudo el diagnóstico se hace después de un examen psiquiátrico minucioso y una historia médica realizados por un psiquiatra u otro profesional de la salud mental. Tratamiento del síndrome maníaco depresivo El tratamiento específico del síndrome maníaco depresivo será determinado por su médico basándose en lo siguiente: Su edad, su estado general de salud y su historia médica. Qué tan avanzada está la enfermedad. Su tolerancia a determinados medicamentos, procedimientos o terapias. Sus expectativas para la trayectoria de la enfermedad. Su opinión o preferencia. El tratamiento puede incluir cualquiera de los siguientes elementos o una combinación de ellos: Medicamentos (por ejemplo, anticonvulsivos que estabilizan el ánimo como el litio, el valproato o la carbamazepina y, o antidepresivos como Prozac, Zoloft o Paxil). Psicoterapia (en la mayoría de los casos, terapia cognitivo-conductista o interpersonal orientada a modificar la visión distorsionada que tiene el individuo de sí mismo y de su entorno, con énfasis en las relaciones complicadas y la identificación de los factores de estrés en el entorno para aprender a evitarlos). Terapia electroconvulsiva (su sigla en inglés es ECT). Un adecuado reconocimiento de la variedad y cambios extremos del estado de ánimo asociados con el síndrome maníaco depresivo es fundamental para determinar un tratamiento eficaz y evitar las dolorosas consecuencias de una conducta maníaca imprudente. En la mayoría de los casos, es necesario un tratamiento preventivo a largo plazo para estabilizar los altibajos del estado de ánimo característicos de esta enfermedad.
Revisar el Decreto 59-05 de la Promoción de la salud, ¿cuáles son los beneficios de su aplicación para que mejoren las acciones de promoción de la salud?, partiendo de que "La promoción de la salud es uno de los pilares para sostener el modelo sanitario planteado por la Ley 42-01"Decreto 59-05.