La Vida y Sus Grados
La Vida y Sus Grados
La Vida y Sus Grados
1. Existencia y vida
Voltea a ver tu alrededor: contiene una pluralidad diversa de seres. Pongamos
que en este momento estás en tu casa leyendo esto: la computadora en la que
lees es un ser, tú mismo eres un ser y si miras por una ventana que da a la calle y
si es de día podrás distinguir árboles (son seres) y si es de noche, verás insectos
revoloteando las lámparas del alumbrado público (también son seres: tanto los
insectos como las lámparas).
¿Todos son seres? Sí, todos y muchos más que en este momento no ves ni oyes.
Todos son seres porque todos existen: están en la realidad de una forma u otra.
Pero no todos viven.
¿Cuáles viven? En este ejemplo: tú, los árboles y los insectos. Pero no tu
computadora ni las lámparas del alumbrado público, ellos sólo existen.
¿Qué tienen en común los vivientes (o sea, los que viven)? Pues que reaccionan
a los estímulos del medio físico, se nutren, crecen y, eventualmente, se
reproducen. Los meramente existentes no hacen nada de eso.
¿Te está clara la diferencia entre los seres vivientes y los seres meramente
existentes?
Pero entre los seres vivientes también hay visibles diferencias: el árbol no se
mueve por sí mismo del lugar donde está plantado mientras que el insecto sí se
mueve atraído por la luz y tú también te mueves pero decides cuándo, hacia
dónde y por qué te mueves.
¿Ves las diferencias? Tienen qué ver más con la calidad de la vida que con la
vida en sí.
Entonces ¿qué es la vida? Vida es una abstracción del verbo vivir y vivir, es el
conjunto de acciones que realizan todos los vivientes. Pueden ser muchas pero
vamos a centrarnos en las acciones esenciales y exclusivas de los vivientes:
nutrirse, desarrollarse y reproducirse (en primaria y secundaria sin duda
estudiaste en clases de Biología el “ciclo vital”: nacer, crecer, reproducirse y morir
y notarás la semejanza con las acciones vitales que acabamos de indicarte. Y
también las diferencias: faltan nacer y morir).
a. La nutrición
Esta primera acción vital supone el acto de nacer (o brotar de un huevo o de la
yema de un tallo vegetal) que es el acto inicial visible de la vida. Ya nacido o
brotado, el organismo de cualquier viviente asimila de su entorno substancias que
le convienen, las transforma en substancia propia y elimina las que no le
convienen. De diferentes maneras todos los vivientes se nutren. En tu caso (eres
un viviente humano) comes y lo que ingieres tus procesos orgánicos lo
transforman en carne, huesos, pelo, sangre, etc. El árbol se nutre de substancias
presentes en el agua, la tierra y hasta en la luz solar y todo lo que asimila, a su
modo, lo vuelve tronco, ramas, hojas, flores, frutos, etc. Es una transformación
cualitativa y no una mera acumulación de substancias.
b. El desarrollo
La acción nutritiva (que supone la ingesta y todos los procesos internos, desde
luego) permite la otra acción: el desarrollo, que consiste en que el viviente sufra
transformaciones internas y externas impresionantes. ¿Has visto tus fotos de
recién nacido? No te reconoces ¿verdad? Porque te has desarrollado de un
pequeño cuerpo (desde antes, en realidad, desde el óvulo fecundado por un
espermatozoide) hasta el joven adulto que actualmente eres. Igual un elefante
africano se transforma de un relativamente pequeño cuerpo (115 kilos, más o
menos) al enorme ejemplar adulto que recorre la sabana. Y la semilla de mamey
se vuelve un altísimo árbol.
Estas transformaciones visibles encierran otras transformaciones internas y la
más importante es que al desarrollarse el viviente (persona, animal o planta, por
mencionar los visibles) adquiere la capacidad para producir otros vivientes y ésa
es la tercera acción vital.
c. La reproducción
Consiste en la capacidad de parte de un organismo de dar origen a otros
organismos semejantes. Todas las formas de reproducción muestran dos
características:
Claro que no todos los vivientes lo hacen de la misma manera: los árboles de
mamey se reproducen inconscientemente (no saben y, por ende, tampoco
quieren reproducirse); los elefantes sí se dan cuenta pero no deciden
reproducirse: es el instinto lo que los impulsa irresistiblemente. Y tú, un viviente
humano, sí te das cuenta y sí decides reproducirte o no (ésta es una enorme
diferencia que retomaremos más adelante).
¿Ya vas captando cuál es la superioridad del viviente humano respecto de los
demás vivientes? El viviente humano tiene una vida fisiológica (el funcionamiento
de su organismo) que es la única que tienen los vegetales pero también tiene una
vida psíquica pues conoce y apetece hacer o no hacer lo que conoce (capacidad
que también tienen los animales por su instinto). Pero esta vida psíquica,
presenta 2 niveles:
a) el nivel inferior consiste en conocer a través de los sentidos y actuar en
consecuencia de ese conocimiento. Esta actuación es instintiva (si tengo
hambre y huelo comida, apetezco comer en consecuencia; si un tigre tiene
hambre y huele comida, también apetecerá comer). Este nivel inferior
depende del organismo tanto animal como humano,
b) el nivel superior es intrínsecamente independiente del organismo, pues tiene
qué ver con funciones inmateriales: entender y elegir libremente. Aquí
hablamos de que los motivos para actuar no son sensaciones sino ideas:
hacer lo que se quiere según lo que se entiende (tengo mucha hambre y huelo
comida, pero como estoy a dieta, elijo no comer, esto es, controlo el impulso
instintivo de comer porque tengo la idea clara de que comer no me conviene
para reducir mi peso corporal). Esto es muy importante: los humanos tomamos
decisiones libres no por lo que sentimos corporalmente sino por lo que
entendemos de la vida o sea, por motivos más allá de la corporeidad.
El ser humano es el único viviente que tiene vida psíquica de nivel superior y por
eso puede vivir más allá de su cuerpo. Esta capacidad es un argumento
antropológico para hablar de la inmortalidad del alma humana (y este es un dato
muy importante que retomaremos más adelante).