Tema 1 ( El Discurso)

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EL DISCURSO

Lingüística

Con la presentación de este contenido se busca incentivar al estudiante por el


conocimiento científico del lenguaje, a la vez que pueda fundamentar su reflexión y
reconozca la importancia de esta facultad en el proceso de desarrollo de la mente
(cognición humana), la convivencia, la interacción y las formas de vida de los grupos
humanos.

Su objeto y su método

Los estudios en torno a los hechos del lenguaje han llegado a construir un cuerpo de
teorías y leyes a través de la investigación científica; han determinado su objeto y su
método, lo que le da carácter de ciencia.

No obstante lo anterior, como toda disciplina teórica contemporánea, el interés por las
cuestiones relacionadas con el lenguaje tiene su origen en la especulación filosófica de los
griegos. Las especulaciones de estos se mantienen hasta el siglo XVIII. Es en el siglo XIX,
con Ferdinand de Saussure que los estudios en torno al lenguaje adquieren su carácter de
ciencia. Las ideas científicas a partir de Saussure evolucionan con los planteamientos de
Noam Chomsky hasta las más modernas de la teoría del texto o análisis discursivo. Para
ampliar la información de este tema, hagan clic aquí.
El lenguaje

Luego de leer este apartado usted será capaz de responde a interrogantes como ¿es
específicamente humana la facultad del lenguaje?, ¿se puede hablar con propiedad de
lenguaje animal?, ¿cómo adquieren y desarrollan los niños el lenguaje?, ¿cuál es la razón
de que hablar sea una manifestación propiamente humana?, ¿cuál es el rasgo esencial que
permite diferenciar los sistemas lingüísticos del ser humano de los sistemas de
comunicación animal?

Concepto

El ser humano tiene algún grado de semejanzas con otros seres vivos y otras especies,
tanto en aspectos anatómicos como conductuales. ¿Pero qué lo caracteriza?, ¿qué lo
particulariza y lo hace ser humano?

Basta el sentido común para darnos cuenta de las semejanzas anatómicas entre el ser
humano y los grandes monos (chimpancé, gorila, etc.); sin duda, como se ha planteado,
“una relación de semejanza estructural condicionada por un parentesco de origen”, pero de
evolución en sentidos diferentes. Por otra parte, es innegable, la capacidad de expresividad,
de socialización y de abstracción de algunas especies. Por ejemplo, en estudios llevados a
cabo con chimpancés, éstos muestras capacidad de comunicación social, la cual nos
informa de una capacidad expresiva, comunicativa e intelectual; sin embargo, se encuentra
en un punto del cual no evolucionará jamás, según los estudiosos del tema.

Otro ejemplo son los estudios llevados a cabo con las abejas o las hormigas; las cuales
tienen una organización social muy compleja y desarrollada. Esto también implica, además
de capacidad de socialización capacidad comunicativa. Los animales superiores, por su
parte, dan muestra de un cierto grado de abstracción. Para el caso, los perros diferencian
entre un individuo como tal _su dueño_ y un individuo como representante de la especie
_un humano (hombre o mujer). Toda especie de vida orgánica supone algún
procedimiento de comunicación, la cual implica el uso de señales (acústicas, visuales,
olfativas, etc.); procedimientos estos necesarios tanto para la reproducción de la especie
como para la vida de grupo.
Entonces, ¿cuál es el rasgo exclusivo de lo humano? ¿Es específicamente humana la
facultad del lenguaje?
Las facultades mencionadas: comunicación, expresividad, socialización y la facultad de
abstracción son funciones fundamentales del lenguaje en el ser humano, tal como lo
menciona Malmberg (1985, pág. 14). Este es el indicador propio de lo humano. Al respecto,
Robins (1995, pág. 26) plantea que el lenguaje “...es una parte universal y reconocida del
comportamiento humano, y de las facultades del hombre, tal vez una parte de las más
esenciales para la vida humana tal como la conocemos y una de las capacidades humanas
de mayor alcance en relación con el conjunto total de los logros de la humanidad”.

Ahora, ¿qué se entiende por lenguaje? Como todo conocimiento científico, en la teoría de la
ciencia lingüística, esta categoría teórica presenta algunas acepciones amplias y algunas
restringidas. Tales concepciones y definiciones han variado de acuerdo con las ideas de la
época en que fueron planteadas o con la concepción filosófica e ideológica del autor.

Entre los conceptos que se han dado al término lenguaje a lo largo de la historia de la ciencia
lingüística están:

• Expresión del pensamiento y medio de comunicación de éste.

• Conjunto de sonidos y de palabras que ha acordado un pueblo para comunicarse.

• Conjunto de signos que transmiten algún mensaje y que sirven de medio de


comunicación entre los seres humanos.

• Facultad que le permite al hombre hablar.

• Sistema de reglas gramaticales y conjunto infinito de oraciones.

Se sabe que las reflexiones que los griegos llevaron a cabo acerca del lenguaje fueron
“estrictamente especulativa y filosófica”, pues la gramática se estudiaba como parte de la
filosofía. Por este motivo ellos entendieron el lenguaje como “expresión del pensamiento”
(logos) por medio de la unión del onoma (nombre) y el rhema (verbo).

Esta concepción pasa incólume durante el periodo romano y la edad media y es lo que en
la historia de las ideas de la ciencia lingüística se conoce como gramática Tradicional. Esta
primer atapa en los estudios del lenguaje se caracteriza por entender el lenguaje como
expresión del pensamiento, su carácter de gramática especulativa; centrada, por una parte,
en el examen de la relación entre el lenguaje y el pensamiento; por la otra, una gramática
práctica, que concede prelación al lenguaje escrito sobre el oral y por ser una gramática
prescriptiva o normativa al considerar que las formas escritas deben ser los modelos a imitar;
es decir, la gramática enseña a hablar y escribir.

Ya para el siglo XVII, los estudiosos de la Escuela de Port-Royal, quienes exponen sus
planteamientos en la obra Grammaire générale et raisonée, entienden el lenguaje como
comunicación, pero entienden que las estructuras gramaticales no son más que copias fieles
de las estructuras del pensamiento y así, el lenguaje es concebido como imagen del
pensamiento. Para ellos el lenguaje es “vehículo o expresión del pensamiento y está
fundado en la razón” (Castro R. et al; 1999, pág. 5).

En el siglo XVIII, Wilhem von Humboldt (1767-1835) plantea que “…el lenguaje es una
facultad del hombre que le permite, de un lado, representar el mundo y, de otro,
comunicarse.” para este autor “el lenguaje “es el órgano creador del pensamiento: así como
los números nos ayudan a calcular, las palabras nos ayudan a pensar”
A finales del siglo XIX, Ferdinand de Sausurre (1857-1913) le da carácter de ciencia
autónoma e independiente de la especulación filosófica al estudio acerca del lenguaje.
Establece que “Tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y heteróclito; a caballo en
diferentes dominios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al dominio
individual y al dominio social… el ejercicio del lenguaje se apoya en una facultad que nos da
la naturaleza…” (Saussre; 1983: 74-75). Como ya se ha mencionado, en el conjunto del
lenguaje, Saussure diferencia lo social - la lengua- y lo individual -el habla-.

Con las propuestas de Humboldt y Saussure se empieza a definir el lenguaje como facultad;
pero será Noam Chomsky, quien desde una postura neorracionalista precise esta
concepción. Para este autor el lenguaje es una capacidad mental común a toda la especie
humana, que le permite al hablante comprender y hablar una lengua.

Para efectos de nuestro curso, entenderemos el lenguaje “como aquella capacidad del ser
humano que le ofrece los recursos para abstraer, conceptualizar y representar la realidad”.
(Jorge Vidal Castro R, 1999). Gracias a la facultad lingüística los seres humanos
construimos, por una parte, un universo conceptual en nuestra mente/cerebro y, por el otro,
diferentes sistemas sígnicos (la lengua, los gestos, la música, la escritura, la pintura, etc.)
para el fin de la comunicación, es decir, para dar a conocer ese mundo conceptual y la
realidad.

Como se deduce el lenguaje es una facultad biológica y psicológica que caracteriza al homo
sapiens. El lenguaje es la dimensión esencial, propia y definitiva de lo humano.
Lengua, habla y norma lingüística

Como se decía en párrafos anteriores, el conjunto del lenguaje se desdobla en una parte
social y una individual; es decir, la facultad del lenguaje presenta tanto una dimensión social
como una dimensión individual.

Para Saussure la lengua es la parte social del lenguaje; es el sistema de signos que los
hablantes aprenden y retienen en su mente y completa sólo está en la mente de todos los
hablantes de una comunidad lingüística; es una entidad abstracta. Por ejemplos, la lengua
española completa sólo está en la mente de todos los hablantes de la comunidad lingüística
de la lengua española (hablantes de España, América Latina, Filipinas, sefardíes, los
hablantes del español que están en Norteamérica). Como hablantes individuales sólo
manejamos una pequeña parte de ese sistema.

Esta categoría, más o menos, se corresponde con lo que Chomsky llama competencia, la
cual es concebida por este autor como “en el conocimiento que los hablantes y oyentes
tienen de su lengua nativa”.

El habla, por su parte, es el uso individual que el hablante hace de su lengua. Es decir, de
acuerdo con sus necesidades comunicativas el hablante hace uso de la lengua; o sea,
selecciona los elementos lingüísticos que le son precisos para comunicar lo que desea.

Posteriormente, Coseriu plantea que la dicotomía lengua-habla presenta el fenómeno


lingüístico de manea rígida y expone que frente al sistema, existe la norma, es decir, “todo
aquello fijado tradicional o socialmente en la Técnica del habla… es el conjunto formalizado
de las realizaciones tradicionales del sistema (Lewandowski, 1982, pág. 242)”. Así, pues, el
uso individual que los hablantes hacen del sistema está determinado por lo que en su
comunidad se ha realizado tradicionalmente como reglas gramaticales, ortográficas, léxico-
semánticas, sintácticas, semántico-pragmáticas, retóricas y estilísticas. Claro, estas reglas
están determinadas por factores sociales, geográficos, contextuales o diacrónicos.

Lenguaje, pensamiento y realidad

La relación entre el lenguaje, el pensamiento y la realidad ha sido uno de los problema objeto
de interés de la filosofía en todos las época y de estudiosos de diferentes disciplinas en la
ciencia actual.

Como vimos en el apartado anterior la facultad de lenguaje, que tiene todo ser humano
“normal” – con esto queremos decir, todo ser humano que al nacer no presente limitaciones
físicas o psicológicas o que en el transcurrir de su vida no sufra alguna lesión cerebral o de
su aparato fonador – le permitirá, por una parte, abstraer y conceptualizar la realidad y por
la otra, la de representar esa realidad por medio de algún tipo de señal o signo. Pero, ¿qué
significa esto?

Desde la neuropsicología, se entiende que el lenguaje es una de las funciones esenciales


del cerebro, gracias al cual son posibles los procesos de generalización y abstracción;
entendiéndose estos como procesos cognoscitivos, es decir procesos que permiten
aprehender el mundo. La abstracción es el proceso por el cual se separa mentalmente lo
que en la realidad es inseparable; se caracteriza por seleccionar algunas propiedades y
características de un conjunto de cosas del “mundo real”, de las cuales se excluyen otras no
pertinentes. La abstracción es anterior a la generalización, o como lo consideran algunos
autores, la abstracción es el instrumento de la generalización. Por este último proceso
mental el ser humano descubre las relaciones de semejanza que existen entre los objetos o
fenómenos de la realidad y se llega a la noción de lo que les es común; es decir, es el
proceso mental por el que de una serie de objetos o fenómenos parecidos de “del mundo
real” se obtienen las características comunes.

Los procesos de abstracción y de generalización (lea las 4 primeras páginas de la


lectura “Abstracción y Generalización”, haciendo clic sobre el título de la misma) están
estrechamente unidos y no pueden existir sin la palabra, es decir, sin el lenguaje. Es esta
facultad específica de la especie humana la que le permite llevar a cabo estos procesos
mentales. A partir de estas dos operaciones mentales es que se organizan los conceptos.
De esta manera tenemos organizada la realidad en nuestra mente.

“El hombre, en el proceso de conocimiento del mundo, traspasa los límites de la experiencia
sensorial y penetra en la esencia misma de las cosas; crea conceptos a partir de la
abstracción de las características de los objetos de manera aislada y capta los enlaces y
relaciones que entre éstas se establecen” (Fajardo Uribe, 1999).

Por ejemplo:

Existe un “búho americano muy grande y fuerte, con la región superior negruzca, con rayas
grises, y la región inferior entre blancuzca y leonada, con listas de color negro intenso, y
patas totalmente emplumadas”, al que aquí en Honduras llamamos “estiquirín”. En la
realidad, hay muchos de estos animales, pero tenemos un concepto (el enunciado
anteriormente) de ellos y a todos ellos los llamamos con este significante “estiquirín”. Y esto
es así, con cada uno y todos los conceptos que manejamos de los objetos – materiales o
abstractos – que conocemos. De esta manera el lenguaje nos simplifica la realidad.

Otro ejemplo:

El concepto de animal es más general que el de perro o el de león, vaca, ratón, etc.; estos
últimos quedan incluidos en el primero. O el concepto de ser vivo es más general que el de
animal y este último queda incluido dentro del concepto de ser vivo. El lenguaje jerarquiza y
nos organiza la realidad.

A continuación se grafica la forma en que el ser humano abstrae, generaliza y conceptualiza


la realidad:
Luz Ampara Fajardo Uribe (1999) parafraseando a Luria (1984) considera que:

“…el hombre dispone no sólo del conocimiento sino del conocimiento


racional, el cual le permite reflexionar y hacer deducciones a partir de sus
impresiones inmediatas. El ser humano vive, entonces, tanto en el mundo de
sus impresiones inmediatas como en el mundo de los conceptos abstractos y
es esto lo que le permite acumular, además de su experiencia visual, la
experiencia del mundo social a través de las abstracciones. Esta
particularidad caracteriza la conciencia del hombre diferenciándola de la
psiquis de los animales...” (pág. 37)

“El proceso de conceptualización consiste en abstraer y generalizar impresiones de los


sentidos. Esto es función del pensamiento” (Tamayo, 1999, pág. 38). La serie de conceptos
que de la realidad nos hacemos organizan nuestro “universo conceptual”.

La serie de conceptos que nos hacemos de la realidad conforman nuestro pensamiento. El


pensamiento es un proceso psíquico socialmente condicionado y está indisolublemente
ligado al lenguaje. El pensamiento como tal implica la abstracción y la generalización.
Recordemos que estos dos procesos se efectúan gracias a la facultad de lenguaje que
tenemos los humanos. El pensamiento se define como un reflejo generalizado de la
realidad. El pensamiento como reflejo de la realidad adquiere forma en las palabras o signos
lingüísticos, es decir, “se encarna” en ellos. El lenguaje es la forma del pensamiento. Así,
pues, lenguaje y pensamiento son mutuamente dependientes; “…el pensamiento abstracto
en términos de conceptos es imposible sin el lenguaje” (Schaff, 1983). Es tan íntima la
relación entre lenguaje y pensamiento que muchos autores hablan más bien de lenguaje-
pensamiento.

Por todo lo expuesto en párrafos anteriores, se dice que tanto el pensamiento como el
lenguaje constituyen formas exclusivamente humanas de reflejar la realidad. Son totalidades
dinámicas que aparecen y viven en el ser humano como procesos, como movimiento.
Siendo que ellos ocurren en el tiempo, el lenguaje y el pensamiento se relacionan con otras
formas temporales históricas, que sitúan al ser humana como un complejo de actitudes:
culturales, estéticas, afectivas, psicológicas, políticas, etc. (Espejo, 1986).

Se plantea que tanto en la filogénesis como en la ontogénesis lenguaje y pensamiento se


dan por la existencia de unas determinadas condiciones biológicas y objetivas de vida.

En la filogenia se sabe desde la ciencia biológica, que la constitución orgánica del ser
humano fue precedida y acompañada de una larga evolución de los animales y que el
origen del pensamiento también está antecedido por la historia del modo cognoscitivo de
los mismos. Es decir, la evolución de la unidad de pensamiento y lenguaje en la filogénesis
presupone la existencia de premisas biológicas y sociales comprobadas y estudiadas en
los animales superiores. Esas premisas sociales se relacionan específicamente con la
necesidad de cooperación en las actividades de supervivencia, es decir, con lo que en su
momento constituía el trabajo.
Los signos

Como ya se dijo en el subtema 2, gracias a la facultad lingüística el ser humano, además de


un universo conceptual en la mente/cerebro, también construye o inventa diferentes
sistemas sígnicos (la lengua, los gestos, la música, la escritura, la pintura, etc.) para el fin
de la comunicación; es decir, para dar a conocer ese mundo conceptual, para dar a conocer
la realidad.

Lo anterior significa, que el lenguaje nos permite desarrollar la capacidad semiótica o


simbólica; es decir, nos permite representar o significar la realidad. Lo distintivo del ser
humano es ser “animal simbólico”. Estamos dotados de la facultad que nos permite crear,
adquirir, aprender y usar códigos constituidos por signos. Los juegos infantiles son ejemplo
y manifestación de cómo todo lo convertimos en signo. Esta facultad nos permite no
responder de forma instintiva al mundo natural; por lo que hemos conformado un mundo
más amplio y rico que el mundo animal. Hemos construido nuestro propio universo simbólico
que nos posibilita entender e interpretar, articular y organizar, sintetizar y universalizar
nuestra experiencia. (Nubiola, 1999, pág. 24).

Como parte de ese universo creado por el ser humano se pueden mencionar la religión, la
ciencia, el arte, la literatura. Se dice que la propia sociedad es creación de la capacidad
simbólica humana. “En el lenguaje, el hombre descubre un poder inusitado, la capacidad de
construir un “mundo simbólico” (Nubiola, 1999, pág. 24).

Según Piaget la función simbólica es una capacidad que desarrollamos los seres humanos
y que radica en poder representar algo, por ejemplo, un objeto, un acontecimiento, un
significado cualquiera, un concepto, etc., por medio de un significante, que solo sirve para
esa representación. Por tal función los humanos podemos aprehender cognitivamente la
realidad, representarla, transformarla, enriquecerla o referirnos a ella.

“La más desprevenida observación de nuestro comportamiento de las


condiciones de nuestra vida intelectual y social, de la vida de relación, de los
nexos de producción y de intercambio, nos muestra que utilizamos a la vez,
y a cada instante, varios sistemas de signos: los del lenguaje, los signos de
la escritura, los “signos de cortesía”, de reconocimiento, los signos
reguladores de los movimientos de los vehículos, los “signos exteriores”
que indican condiciones sociales, los “signos monetarios”, los signos del
arte en sus variedades (música, imágenes, reproducciones plásticas), en una
palabra y sin ir más allá de la verificación empírica, está claro que nuestra
vida entera está presa en redes de signos que nos condicionan, al punto de
que no podría suprimirse una sola sin poner en peligro el equilibrio de la
sociedad y del individuo.” (1978)

Pero ¿Qué es un signo?


Los seres humanos comunicamos nuestro conocimiento intelectual o nuestras
experiencias afectivas, es decir, las experiencias objetivas o intelectuales y las
experiencias subjetivas o emocionales. Comunicamos nuestro saber o nuestro sentir, es
decir el conocimiento científico y el artístico. ¿Por medio de qué? Pues, por medio
de signos o señales.

Es necesario, en este momento, que intentemos precisar qué se entiende por signo. En la
literatura semiótica o semiológica no solo se denomina de diferentes formas lo que aquí
denominamos signo, sino que, también, este término se entiende de maneras diferentes;
por ejemplo Umberto Eco (1981) cita 14 sentidos de signo.
Consideramos que las definiciones presentadas permiten, por una parte, tener una
conceptualización lo suficientemente general, pero al mismo tiempo clara de lo que es el
signo. Importa reiterar que, por una parte, la cosa representada o evocada por el signo
puede ser tanto un objeto material como un objeto conceptual o idea o la propiedad de un
objeto, un sentimiento, etc. Por otra parte, el término alguien alude a cualquier organismo
capaz de utilizar signos, aunque en principio nos referimos con él a los seres humanos.

Por último el término representar debe entenderse en su sentido primario de “hacer


presente”, no en su sentido restringido de “sustituir o hacer las veces de”. Debe entenderse
que el signo no solo está en lugar de la cosa, sino que su representación nos permite
conocer algo más. Al conocer el signo inferimos lo que significa. Además de los aspectos
cognitivos este significado comprende también las actitudes, los valores, las emociones y
otros tipos de connotaciones socio-afectivas y culturales.
Pensar es el principal modo de representar. Interpretar un signo es esclarecer su significado.
El signo crea algo en la mente de quien lo interpreta. Por esto, los signos no se definen
únicamente porque sustituyen las cosas, sino porque funcionan como instrumentos que
hacen posible que pensemos también en lo que no se ve ni se toca o, incluso, en lo que ni
siquiera imaginamos.

La relación entre el signo, el referente y el sujeto es la base de la semiótica tridimensional.


La interrelación de estos tres elementos da lugar a tres áreas de estudio:

• Pragmática: se ocupa de la relación entre los signos y sus usuarios o interpretes y


a la acción en que ocurre.

• Semántica: estudia las relaciones entre los signos y los objetos denotados por ellos,
es decir, entre los signos y la realidad o los referentes.

• Sintaxis: considera las relaciones que establecen unos signos con otros dentro de
un sistema de signos.

Tipología de los signos

En la literatura de la ciencia semiótica se encuentran múltiples clasificaciones de los signos.


Las diversas clasificaciones dependen del criterio del que se parta. Por ejemplo Umberto
Eco cita 11 tipologías. Para efectos de nuestro estudio presentaremos algunas de las tantas
clasificaciones, consideradas más generales, a modo de que puedan verlas hagan
clic aquí. (Esta lectura es obligatoria)

El signo lingüístico

Como ya apuntábamos en párrafos anteriores, de todos los signos los más importantes son
los signos lingüísticos o signos verbales. Los signos lingüísticos son las que el hablante
común y corriente llama “palabras”. Es decir, que signo lingüístico es el término técnico
usado por la ciencia lingüística.
Ya Saussure decía que la lengua es un sistema de signos solidarios e interdependientes.
Estos signos que la estructuran son los signos lingüísticos o palabras.

Para Saussure el signo lingüístico es una unidad de dos caras -como una moneda o una
hoja de papel-; es decir, una entidad compuesta por dos elementos: el significado y
el significante. Y al igual que la moneda o la hoja de papel no existe sin una de las dos
caras, no hay significado sin significante ni significante sin significado para que exista el
signo lingüístico como tal. El signo lingüístico es la combinación del significado o concepto
y del significante o imagen acústica.
En palabras textuales de Saussure “El signo lingüístico es, pues una entidad psíquica de
dos caras…” (Saussure, 1983, pág. 183). Es decir, que tanto el significado como el
significante son entidades psíquicas. La imagen acústica la entiende como la huella psíquica
del sonido material.

La naturaleza psíquica del significante se comprueba claramente, cuando observamos que


podemos hablarnos a nosotros mismos (comunicación intrapersonal) o nos podemos recitar
mentalmente un poema, sin necesidad de mover la lengua o los labios. Aunque, Saussure
no toma en cuenta la parte propiamente material del significante, en la actualidad se
entiende, que el sonido material, emitido por el aparato fonador y percibido por el oído es
importante; claro que sí, de hecho es parte del significante.

Con lo anterior se quiere decir, que el significante tiene una parte abstracta o psíquica y una
parte material; ya que al igual que cualquier signo debe ser percibido por uno de los sentidos.
Es decir, el significante es la abstracción que de los sonidos de nuestra lengua –o fonemas-
tenemos en nuestra mente/cerebro y el sonido material mismo –sonidos-. Por ejemplo: silla,
cuaderno, religión, patriotismo, etc. y las abstracciones que en nuestro cerebro tenemos de
estos grafemas o letras y de los sonidos que representan esto grafemas.

El significado, por su parte, es la abstracción que de los objetos de la realidad (material y


abstracta) tenemos en nuestra mente/cerebro. Es el contenido, la idea que le asociamos al
significante cuando lo escuchamos. Esa abstracción está organizada en nuestra mente en
unidades mínimas llamadas semas. Por ejemplo el significado del significante silla:
1.Mueble, 2. Sirve para sentarse, 3. Tiene cuatro patas, 4. Tiene brazo, 5. Tiene respaldar,
5. Tiene mesa o tablero. El conjunto de estos cinco semas constituyen el significado del
significante pupitre. Y así tenemos en nuestra mente el significado de cada signo
lingüístico que sabemos: de amor, de patriotismo, de cuaderno, de plato, de familia, etc.,
etc.

Como ya se dijo, no hay significado sin significante ni significante sin significado para que
exista el signo lingüístico como tal. Cuando escuchamos sonidos de otras lenguas, de los
cuales no tenemos abstracciones ni les asociamos, por supuesto, significados no son signos
lingüísticos para nosotros. O lo mismo sucede cuando escuchamos una secuencia de
sonidos con los que ya estamos familiarizados, porque son de nuestra lengua, pero de los
cuales no sabemos su significado. Por ejemplo: ¿es signo lingüístico la palabra “jofaina”
para usted? He allí, la importancia de enriquecer nuestro acervo léxico. En la medida en que
aprendemos el léxico de nuestra lengua, enriquecemos o ampliamos nuestro universo
conceptual.

En el plano de la lengua Hjelmslev identifica el significado con el contenido y el significante


con la expresión. Así este autor habla de forma y sustancia de la expresión y forma y
sustancia del contenido.
Precisamente por esto es que Saussure dice que la lengua es forma no sustancia. Por otra
parte, para Saussure, “Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un
concepto y una imagen acústica” (Saussure, 1983). Queda claro, pues, que el significado no
son los objetos de la realidad, sino la abstracción que de ellos tenemos en la mente/cerebro.

Si bien Saussure centró sus planteamientos en torno al signo lingüístico y lo concibió como
una relación diádica, que se establece entre el significado y el significante, tal como se
observa en las explicaciones de arriba; en la actualidad, desde la semiótica se concibe,
más bien, una relación triádica. Saussure excluye de su definición de signo tanto el objeto,
la realidad, como la parte material del significante.

Para representar esta relación se usa el llamado, en la actualidad, triángulo semiótico:

Según se observa, los tres elementos no se relacionan de la misma forma. Entre el


significante y el significado y entre este y el referente se establece una relación directa. En
cambio entre el significante y el referente se establece una relación indirecta. Como se
observa la línea que une el significante con el significado es continua, dado que no hay
significante sin significado ni significado sin significante para que exista el signo.
Inmediatamente que escuchamos un significante de nuestra lengua le asociamos el
respectivo significado o cuando queremos dar a conocer un significado le asociamos el
respectivo significante para expresarlo.

La línea que une el significado con el referente, también es continua; establecen una relación
directa; ya que el significado o concepto no es más que la abstracción que tenemos del
referente u objetos de la realidad. Esta capacidad de convertir en conceptos las cosas
concretas que nos brinda el lenguaje nos simplifica el conocimiento del mundo.

El concepto engloba, esquematiza y generaliza la realidad. De esta manera en un solo


concepto se incluyen muchas cosas diferentes, pero que pertenecen a la misma clase. No
hay dos pupitres iguales, sin embargo a todos los incluimos en el concepto “pupitre” y los
nombramos con el significante pupitre.
En cambio, la línea que une el significante con el referente es discontinua. Esto es así,
puesto que estos dos elementos se unen o relacionan de forma indirecta, únicamente por
medio del significado. Éste funciona como un puente entre los dos. Cuando no conocemos
el significado de un signo lingüístico no le podemos asociar con el objeto de la realidad al
que nombra.

Se representa en el esquema, cómo el significado y el significante forman el signo


lingüístico, el referente queda fuera del signo; es un elemento extralingüístico.

Con este triángulo se ilustra, lo afirmado en el subtema anterior, la interrelación entre el


signo, el referente y el sujeto y las respectivas áreas a que dan lugar: semántica, sintaxis y
pragmática.

El proceso de la comunicación

La comunicación humana o interacción semiótica está ligada a la capacidad de producir e


interpretar signos lingüísticos de una determinada lengua, gestos, imágenes, marcas, etc.,
como signos de otras realidades, acerca de las cuales un interlocutor quiere llamar la
atención. Esto significa que este proceso se realiza no sólo por medio de signos
lingüísticos, sino también por otros medios de comunicación, auxiliares o sustitutos en
relación con los signos de una lengua. Asimismo, es un proceso por el cual se transmite
información, que quita el desconocimiento acerca de una realidad o referencia.

La comunicación lingüística cotidiana

Tres elementos básicos establece la teoría lingüística como necesarios para que se dé una
interacción semiótica. Estos elementos controlan o regulan el funcionamiento del proceso
de la comunicación.
Si bien el emisor, el receptor y el mensaje son los tres elementos básicos para que se dé la
comunicación social, no son los únicos. Cada componente del proceso cumple una función
o conducta específica para que se dé la interacción semiótica. Veamos cuál es la conducta
o función de cada uno de los componentes:

Emisor: es la cosa, el animal o la persona física o ausente, conocida o desconocida,


individual o social que produce un signo. Este debe pertenecer a un código para que pueda
cumplir su función comunicativa. Aunque no todos los signos forman códigos, la mayoría sí.
Todas las lenguas son códigos por medio de los cuales, básicamente, los seres humanos
nos comunicamos. Otros ejemplos que se pueden mencionar son: el código de los colores,
el código de los números telefónicos, el código de las placas de los carros, el código de las
señales de tránsito, el código de los números de identidad, etc.
Dos actitudes manifiesta el emisor cuando hace uso de los signos de un código:

• La voluntad de transmitir un mensaje a través del signo seleccionado del código y

• Un mensaje.

Muchas veces solo se manifiesta el primero de los dos aspectos; por ejemplo cuando el
código lingüístico no es el mismo que maneja el receptor. O cuando, aún usando signos de
la misma lengua no es del mismo nivel lingüístico.

Supongamos que usted se encuentra en un parque y se le acerca una persona y emite


esta secuencia de signos: Wie spät ist es? (¿Qué hora es? En alemán) Se produce la
situación siguiente: el emisor manifiesta voluntad de querer decir algo, pero no logra
transmitir un mensaje determinado a través de los signos usados. Por su parte, el receptor
se da cuenta de la intención del emisor, pero no comprende el mensaje que quiso
transmitirle.

No obstante, no podemos decir que no se pueda dar comunicación; ya que el emisor, de


alguna manera, dará a conocer su incomprensión del mensaje; y quizás, el emisor buscará
otro tipo de signo para transmitir el mensaje, como por ejemplo, señalarse la muñeca,
donde regularmente nos colocamos el reloj, signo que hemos inventado para medir el
tiempo. De esta manera, la relación social comunicativa siempre se da. Sin embargo, para
una comunicación efectiva es requisito que emisores y receptores usen el mismo código,
que los significantes que usen tengan los mismos significados para los dos.
En realidad todas las cosas que el ser humano ha inventado para su preservación informan,
aunque no constituyan signos de un código y así se convierten en instrumentos
comunicativos o indicios. La sociedad tiene tipos de información por medio de las cosas que
la conforman. Por ejemplo, el tipo o diseño de una casa informa acerca de la condición
económica de la que goza su dueño; la calidad de las prendas de vestir indican la
precedencia social de las personas; ocurre lo mismo con las comidas, que informan acerca
de la procedencia u origen de los individuos, etc.

El esquema completo queda así:


El acto sémico o acto comunicativo es posible porque los copartícipes (emisor y receptor)
del proceso pueden codificar una situación real tal y como la viven en un momento
determinado, o sea, pueden comunicar socialmente los pensamientos acerca de la realidad,
como también las experiencias emocionales, estéticas, volitivas, etc.

Al decir que pueden codificar la realidad o referencia, debe entenderse que emisores y
receptores pueden traducir un objeto, una experiencia, una idea, un sentimiento, etc. a
través de los signos que estructuran un código específico. Es decir, que no se habla de las
cosas con las cosas mismas, se comunica haciendo uso de los signos. No obstante, la forma
en que emisores y receptores codifican la realidad no es la misma. Son dos diferentes
maneras de codificación:

• Encodificación: es la codificación que realiza el emisor para transmitir su mensaje


y que como ya lo plantea Saussure (Saussure, 1983, págs. 76-77) va de los
significados (que tiene en su cerebro) que quiere transmitir a los significantes que
selecciona del código para formular su mensaje.

• Decodificación: es la codificación que lleva a cabo el receptor, la cual implica un


orden inverso del proceso: va de la percepción del significante por el oído y de los
cuales tiene la huella psíquica en su cerebro y su asociación mental con los
respectivos significados. En este proceso el receptor encuentra las dos actitudes del
emisor: el propósito de transmitir un mensaje y el mensaje transmitido.

Tenemos, entonces, en el siguiente cuadro las acciones que llevan a cabo el emisor y el
receptor en el acto sémico:
EMISOR RECEPTOR
1. Selecciona un referente. 1. Identifica o reconoce el signo.

2. Encodifica o elabora el 2. Percibe el mensaje.


mensaje.
3. Decodifica, es decir, interpreta el mensaje.
3. Selecciona el canal.
4. Retroalimenta o reacciona ante el mensaje
4. Emite el mensaje. recibido.

Se considera que la mejor forma de comunicación es la interpersonal, el diálogo; puesto que


permite la retroalimentación, es decir, que las funciones de emisor y receptor se
intercambien. Así en un momento determinado el receptor pasa a ser emisor y este receptor
y así sucesivamente.
Lo anteriormente expuesto significa que el acto de la comunicación se logra no solo por la
utilización del tal o cual código o porque el emisor utilice correctamente el código, sino,
principalmente, porque hace uso del código en determinadas circunstancias. Y porque el
receptor, de igual manera, puede decodificar el mensaje, ya quelas circunstancias reales
en las que se da la comunicación le permiten encontrar el sentido de los signos.

En los ejemplos mencionados las circunstancias sociolingüísticas correspondientes son


estas:

• Ubicación de la cinta, hábitos comunicativos de los empleados, etc.

• Costumbre de registrar cuando se le deja una tarea.

• Lugar de la llegada (sala de maestros, por ejemplo), actitud de espera de los


compañeros, hora de llegada de la persona, motivo de la reunión.

• Lugar (colegio), costumbre de los estudiantes de escuchar el timbre, hora en que


suena el timbre.

Comunicación literaria

Entenderemos aquí literatura en un sentido muy amplio: todo lo impreso. Es decir, haremos
una aproximación, en este momento, a la comunicación que se da a través de la escritura.

En la segunda unidad de esta asignatura estudiaremos la literatura en su sentido estricto:


como un tipo de textos, que se caracterizan por hacer un uso peculiar de la lengua. La
literatura para cumplir su comunicación social también se lleva a cabo bajo condiciones
particulaes. En este tipo de comunicación el autor corresponde al emisor, el receptor es
el lector y el mensaje es un mensaje literario. Y como emisor el autor lleva a cabo el proceso
de codificación y el lector, como receptor, la función de decodificación. A las circunstancias
determinadas en que se lleva a cabo la comunicación les denominaremos circunstancias
lingüísticoliterarias.

El esquema de este tipo de comunicación es el siguiente:


A diferencia del acto sémico de la comunicación cotidiana, la cual se da en una totalidad
temporal presente, que permite que los copartícipes del proceso compartan las
circunstancias sociolingüística; en la comunicación literaria las circunstanicas
lingüísticoliterarias son diferentes para emisores y receptores. Esto se debe a que la
encodificación y la decodificación se dan en tiempos diferentes.

Son circunstancias lingüísticoliterarias propias al autor en el momento de la encodificación:

• El género escogido para transmitir el mensaje: lírica, dramática, narrativa,


ensayo, informe, artículo, etc. De esta manera, el signo pluma puede significar
diferentes mensajes si se trata de una poesía, un texto científico o de una narración.

• El contexto históricosocial en que vive el autor: así, la visión que nos encodifica
un autor del siglo XIX de América, se diferencia de otro del mismo siglo pero Alemán;
de igual manera un autor del mismo siglo XIX comunica una situación diferente de
la que comunica uno del siglo XX.

• La corriente o movimiento literario: los mensaje de un autor realista difieren de


otro modernista, aunque use el mismo código e incluso las mismas palabras.

• La ideología del escritor: los signos comunicación, acción, proceso, tienen alcance
significativo determinado, definiendo la actitud ideológica del autor frente a la
realidad.

De igual manera, el lector decodificará el mensaje en otras circunstancias:

• Competencia lectora para entender determinado género: lírica, ensayo,


narración, textos informativos, etc.

• Finalidad por la que se lleva a cabo el proceso lector: entretenimiento o


recreación, estudio, perfeccionamiento crítico lector, información, etc.

• Nivel intelectual desarrollado por la práctica lectora.

• Situación ideológica particular del lector.


Estos procedimientos permiten la realización de la comunicación social:

• La comunicación lingüística cotidiana (principalmente por medio de una lengua, pero


también mediante el uso de otros signos y códigos).
La comunicación lingüísticoliteraria (por el lenguaje de creación y la lengua científica).

Etapas de la Actividad Comunicativa Lingüística

El lenguaje es una forma de actividad comunicativa humana. En este sentido el


lenguaje es un proceso social, consciente e intencional, ya que siempre que usamos
nuestra lengua lo hacemos con un determinado fin. Como ya se dijo en párrafos
anteriores mediante el uso de los signos de nuestra lengua madre conformamos mensajes
con la intención de alcanzar un objetivo fijado de antemano y así transmitimos
pensamientos, deseos, experiencias y todas las actividades de una comunidad
determinada.

Como toda actividad la comunicación es un proceso que se realiza mediante las siguientes
etapas:

1. Motivación
o Toda acción humana está originada por necesidades biológicas,
psicosociales, cognitivas, afectivas, etc., que nos lleva a comprometernos
en un proceso social de interacción. Este puede ser informar, pedir,
explicar, persuadir, agradecer, etc.

2. Planificación
o Se hace a partir de las interrogantes: ¿qué?, ¿a quién?, ¿cómo?,
¿cuándo?, ¿dónde?, ¿por qué? y ¿para qué?

3. Realización
o Es el momento cuando, utilizando los signos lingüísticos y llevando a cabo
distintas acciones y operaciones elaboramos y emitimos el mensaje.

4. Consecución de una finalidad


o Momento en que obtenemos el resultado de la actividad lingüística; el cual
debe coincidir con el objetivo inicial ysolucionar una necesidad.
Tomado de: (Parra, 1996)

El siguiente ejemplo sirve para ilustrar mejor el proceso


de la actividad comunicativa lingüística:

El alumno de la asignatura de Español de la sección X,


Rodolfo Juárez, no entiende la diferencia entre las
oraciones coordinadas y subordinadas; necesita que
alguien le aclare su duda. Planea esta operación
alrededor de interrogantes tales como: ¿qué va a decir?,
¿a quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿por qué?, ¿para qué?
Como resultado de esta planeación decide producir el
siguiente mensaje oral:

_ “Buenas tarde, licenciada. Necesito una cita para que


me dé asesoría. ¿Para cuándo me la puede dar?”

La docente responde: _”Puede ser pasado mañana a


las 11 de la mañana, que es la hora asignada para la
asesoría de esta sección. Mañana no puedo, pues, otra
persona ya tiene cita.”

El alumno Juárez ha realizado una actividad comunicativa y ha logrado su objetivo inicial,


contribuyendo así a la solución de su necesidad. El ejemplo puede diagramarse de la
siguiente manera:
Denotación y Connotación

Al momento determinado de usar (de forma oral o de forma escrita) nuestra lengua, los
signos lingüísticos pueden adquirir dos valores semánticos: denotativo o connotativo. Estos
dos valores se oponen como tal, pero en su uso cotidiano regularmente se complementan.

La edición electrónica del Diccionario de la Real Academia Española (Española, 2001)


establece que la denotación es la acción y efecto de indicar, anunciar o significar. Desde la
lingüística la denotación es el significado objetivo de las palabras; se opone a la connotación.
O como se explica en el Diccionario de Lingüística (Pottier, s/f, pág. 67) denotación es el
lenguaje en estado “bruto”, banal, sin una especial sobrecarga (ideológica o afectiva)”. Así,
pues, el denotativo es el significado primario y objetivo de los signos lingüísticos; es el
significado que encontramos en los diccionarios; el que comparten todos los hablantes que
usan ese signo. Las palabras adquieren este valor cuando las usamos con su significado
directo y preciso. Cuando indican al referente.

La connotación por su parte, se entiende como “Por oposición al significado denotativo,


básico, literal o asociativo, tipo de significado secundario de un vocablo o expresión
derivado, por lo general, de alguna característica más o menos constante de los contextos
en que se emite.” (Merino, 1986, pág. 60). Son significados secundarios o marginales que
se asocian al significado literal de las palabras y por lo tanto accidental e imprecisa. Son
sentidos sugeridos contextualmente.

Veamos unos ejemplos para aclarar más:

1. Asno: animal solípedo, como de metro y medio de altura, de color, por lo común,
ceniciento, con las orejas largas y la extremidad de la cola poblada de cerdas. Es
muy sufrido y se le emplea como caballería y como bestia de carga y a veces
también de tiro.

(Española, 2001)

2. Platero

Platero es pequeño, peludo, suave: tan blando por fuera, que se diría todo de
algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros
cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas
apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… lo llamo dulcemente: “¿Platero?”,
y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo
ideal…

(Jiménez, 1980)
Podemos observar que en el texto 1 se presenta el significado denotativo de qué es un asno;
y tal como se conceptualiza, es un significado directo, objetivo, nos remite al animal (a un
asno cualquiera), lo describe. Es el significado que aparece en el diccionario. En el texto 2,
también, se dice qué es un asno, pero como se observa el significado es sugeridor de otras
significaciones. Se describe, sí, pero los adjetivos que se usan connotan el afecto, que el
autor siente por el animal. Este nivel es más profundo en su análisis, es subjetivo y sugerente
y depende de cada individuo

Veamos otro ejemplo:

1. Pobre: “adj. Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir.” (Diccionario de la Real
Académia Española, 2001).

2. El Banco Mundial define pobreza en términos absolutos. La pobreza, se define


como vivir con menos de $1 al día, la pobreza moderada como vivir con menos de
$2 al día. Se estima que para el 2001 había 1.1 mil millones de personas cuyo nivel
de consumo estaba por debajo de $1 al día y 2.7 mil millones de personas vivían
con menos de $2 al día.

La proporción de población mundial que vive en la pobreza extrema ha caído de 28%


en 1990 a 21% en 2001. La mayor parte de este avance ocurrió en el Oriente y Sur
oriente de Asia. En el África Sub-sahariana por el contrario, el PIB se encogió 14%
y la pobreza extrema aumentó de 41% en 1981 a 46% en 2001. Otras regiones no
han presentado ningún cambio. A principios de los 1990s, durante la transición de
las economías de Europa Oriental y Asia Central, estos países vieron caer su ingreso
agudamente. Los niveles de pobreza subieron al 6% al final de la década antes de
empezar a retroceder otra vez.

3. Los pobres

Los pobres son muchos


y por eso
es imposible olvidarlos.

Seguramente
ven en los amaneceres
múltiples edificios
donde ellos
quisieran habitar con sus hijos.

Pueden
llevar en hombros
el féretro de una estrella.

Pueden
destruir el aire como aves furiosas,
nublar el sol.
Pero desconociendo sus tesoros
entran y salen por espejos de sangre;
caminan y mueren despacio.

Por eso
es imposible olvidarlos.

(Sosa, s/a)

Es así que la lectura de todo texto literario o no literario se da en estos dos niveles. Un mismo
elemento de contenido puede expresarse denotativa o connotativamente, como se puede
apreciar en los ejemplos anteriores: el mismo tema (el asno o burro en el primer caso, y
pobre, en el segundo) pero expresado en diferentes niveles.

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