La Discriminación

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La discriminación:

La discriminación consiste en otorgar un trato peor a una persona en comparación con otras.
Suecia cuenta con una ley contra la discriminación en la cual se prohíbe la discriminación. Sin
embargo, desde un punto de vista legal, no todo trato injusto es considerado discriminatorio.

La discriminación tiene lugar cuando una persona no puede disfrutar de sus derechos
humanos o de otros derechos legales en condiciones de igualdad con otras personas debido a
una distinción injustificada que se establece en la política, la ley o el trato aplicados.

Por otro lado, la discriminación hacia otros se produce cuando hay una actitud adversa hacia
una característica particular, específica y diferente.
Como parte de la campaña contra la no discriminación de las Naciones Unidas, se ha fijado el
día 1 de marzo como el Día para la cero discriminación.

En comportamiento social, la discriminación (del latín discriminativo, -anís) es el trato desigual


hacia una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, diferencias físicas, políticas,
de sexo, de edad, de condición física o mental, orientación sexual. En filosofía moral se ha
definido a la discriminación como un trato o consideración «desventajosa». Esta definición es
comparativa: una persona no tiene que ser dañada para ser discriminada, simplemente tiene
que ser tratada «peor» que otras por razones arbitrarias. La reacción o interacción inicial que
le sucede un grupo influencia el comportamiento real del individuo hacia el propio grupo o a su
líder, restringe a miembros de un grupo de privilegios u oportunidades disponibles para otro
grupo, lo que conduce a la exclusión del individuo o a entidades basadas en una toma de
decisiones ilógica o irracional.

La mayor parte de las personas afectadas por la discriminación son individuos pertenecientes
a las denominadas minorías, pequeños grupos dentro de una sociedad, aunque hay muchos
casos en los que estos grupos no son pequeños.
Existen tradiciones, políticas, ideas, prácticas y leyes discriminatorias en muchos países e
instituciones en todas partes del mundo, incluso en territorios donde la discriminación está mal
vista. En algunos lugares se ha intentado beneficiar a quienes habían sido tradicionalmente
víctimas de discriminación a través de mecanismos de discriminación positiva, como el
establecimiento de leyes de cuotas para favorecer el acceso de la mujer a los cargos de
representación o para favorecer la contratación de personas con discapacidad.

En la Convención para la Eliminación de todas las formas de


Discriminación Racial celebrada por las Naciones Unidas en
1963, se define la discriminación racial como:
“Toda distinción, exclusión, restricción, o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje
u origen nacional o étnico que tenga por objeto o
por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en
condiciones de igualdad, de los derechos y libertades.”
Muchas veces identificamos la discriminación racial solamente
con las reacciones más agresivas de rechazo racista, pero como vemos en la definición, se
manifiesta a través de otras muchas prácticas que la sociedad tiene asumidas como normales
y que, de hecho, están provocando una desigualdad material en determinados
grupos de ciudadanos, tener un origen étnico o unas características
culturales diferenciadas de la mayoría.
De acuerdo a la Directiva 2000/43 de la Unión Europea, relativa
a la aplicación del principio de igualdad de trato de las personas,
independientemente de su origen racial o étnico, podemos distinguir entre:
Discriminación directa: tiene lugar cuando se trata a una persona de manera menos favorable
que a otra en circunstancias similares, por motivos étnicos. Existe discriminación directa
manifiesta,
por ejemplo, cuando a una persona se le impide acceder a un establecimiento público porque
“no sirven a gitanos”. La discriminación
directa puede también ser encubierta, y en este caso la motivación
racista estaría disfrazada con excusas, por ejemplo, alegar que el
piso por el que una familia gitana ha mostrado interés, ya ha sido
alquilado o va a ser vendido, sin que sea cierto.

Discriminación indirecta: se produce cuando una disposición,


criterio o práctica que se plantea y aplica de manera neutral para
todas las personas, coloca a un grupo étnico en desventaja por su
especial situación o características. Por ejemplo, constituiría una
práctica de discriminación indirecta con respecto a ciertos inmigrantes, exigir en una oferta de
trabajo un perfecto dominio del
español, cuando este requisito no es necesario para desarrollar el
puesto. Con respecto a los gitanos, podemos encontrar ejemplos
de discriminación indirecta en la estricta regulación de algunas actividades económicas que
tradicionalmente han sido llevadas a cabo
por miembros de esta comunidad, como la venta ambulante.
También se consideran formas de discriminación el acoso, que
tiene como objetivo o efecto atentar contra la dignidad de la persona por motivos étnicos y
crear un entorno humillante y ofensivo; la
incitación a la discriminación; la segregación; y las represalias contra
las personas que denuncien prácticas discriminatorias.

Trato diferenciado y desigual hacia una persona o un grupo en diversos ámbitos de la vida
social en función de una o varias categorías, sean estas reales, atribuidas o imaginarias, tales
como la cultura, el género, la edad o la clase social.

La discriminación es un acto que limita o perjudica el acceso a derechos de las personas


afectadas. En la actualidad, cuenta también con una acepción positiva, denominada
habitualmente ‘acción positiva’, dirigida a favorecer la igualdad de las personas estableciendo,
por ejemplo, determinadas cuotas de poder a quienes que se encuentran en situaciones de
desigualdad (Ej. medidas para asegurar la de representación equilibrada entre mujeres y
hombres en las listas electorales).
En el marco del derecho de asilo, la discriminación no es considerada por sí misma como
persecución, exceptuando sus expresiones particularmente atroces y que, por sí mismas,
constituyen una violación grave de los derechos humanos. Sin embargo, un patrón persistente
y generalizado de discriminación que resulte en consecuencias sustancialmente perjudiciales
para la persona o para el grupo, justifica la necesidad de protección internacional.

En el ámbito de las migraciones, destaca un tipo de discriminación debido a su extensión e


impacto: la discriminación racial. Siendo el racismo un sistema ideológico, la discriminación
racial es una de sus formas de violencia.

Según el artículo primero de la ‘Convención internacional sobre la eliminación de todas las


formas de discriminación racial’ (Organización de Naciones Unidas, 1965), consiste en “toda
distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la raza, el color, la ascendencia o el
origen nacional étnico, cuyo objetivo o cuyo efecto es destruir o comprometer el
reconocimiento, el beneficio o el ejercicio, bajo condiciones de igualdad, de los derechos
humanos y de las libertades fundamentales en los ámbitos político, económico, social y
cultural o en cualquier otro ámbito de la vida pública”.

La discriminación social, sustentada en la desigualdad de poder, de


recursos y de estatus entre los grupos humanos, es tan vieja como la
humanidad y ha revestido las más diversas formas en la historia. En nuestra
época, algunas de ellas han cobrado peculiar visibilidad incluso en las
naciones industriales más desarrolladas, debido a los conflictos y a los movimientos de
resistencia que han desencadenado.
El propósito de este trabajo no es inventariar o analizar
empíricamente los innumerables casos de discriminación reportados
cotidianamente por los medios de comunicación o presenciados por
nosotros mismos en la vida diaria o profesional como testigos las más de
las veces impotentes. Nuestra perspectiva es más teórica y se orienta a
analizar los mecanismos psicosociales básicos que subyacen a los procesos de
discriminación social, a la luz de una teoría de las identidades sociales o,
más precisamente, de una teoría de la producción y atribución de
identidades sociales a través de operaciones recíprocas de reconocimiento.
La tesis central que nos proponemos sustentar a este respecto puede
formularse así: toda discriminación social comporta un intercambio
recíproco, pero desigual, de reconocimientos evaluativos entre actores sociales que ocupan
posiciones dominantes y dominadas en el espacio social.
En virtud de este intercambio, los actores que ocupan posiciones dominantes tienden a
imponer una definición sobrevaluada (y por lo tanto
etnocéntrica) de sí mismos, a la vez que atribuyen unilateralmente identidades minoradas,
devaluadas y frecuentemente estigmatizadas a los
dominados. De aquí resulta un intercambio desigual de valores (cualitativos) que tiende a
generar un tipo particular de conflictos llamados
“conflictos de reconocimiento”, analíticamente distintos de los conflictos
de interés y de los ideológicos.
Pero antes de entrar directamente en materia, conviene poner un poco
de orden dentro de la confusión teórica y conceptual que suele reinar a
propósito del tema que nos ocupa.

Atribuimos aquí un sentido genérico a la discriminación social y la definimos tentativamente


como una actitud culturalmente condicionada y negativamente orientada de los grupos
dominantes hacia los grupos dominados, que en los procesos de interacción/comunicación
se traduce en comportamientos de hostilidad y trato desigual de los individuos identificados
con los primeros respecto de los individuos identificados con los últimos. Pero esta
definición genérica requiere ser especificada. De
hecho, la discriminación social puede revestir diferentes figuras y modalidades si
consideramos tanto su grado de radicalidad como los motivos en
que se apoya.
Actualmente, no se discute la vigencia o validez del principio/derecho a la igualdad o, más
concretamente, a no ser discriminado. Los desacuerdos parecen centrarse en el alcance de la
protección del mismo, especialmente entre privados, y, todavía más específicamente, en los
límites de las acciones afirmativas. El panorama en Chile, por su parte, es bastante diferente,
pues, si bien es posible afirmar que existen normas expresas e, incluso, instituciones propias
del Derecho antidiscriminatorio, la carta fundamental no menciona la discriminación, razón por
la cual la protección constitucional se ha llevado a cabo desde el derecho a la igualdad.
Sostengo que la ausencia de cláusulas constitucionales de prohibición de discriminación,
entendidas como un elemento que considera la pertenencia a ciertos grupos sociales, así
como la conceptualización de la discriminación desde la arbitrariedad, generan la convivencia,
de manera simultánea, de concepciones diferentes sobre la discriminación, hecho que aleja a
Chile del tratamiento comparado habitual de la materia.

Hace poco más de 20 años, tras la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, la discusión sobre
el racismo y la discriminación racial emergieron como temas de política pública en Guatemala.
Desde entonces a la fecha, las políticas han tenido grandes altibajos.
En este contexto, la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo contra los
Pueblos Indígenas en Guatemala (CODISRA) solicita a la Sede Subregional de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en México elaborar un proceso de
cooperación técnica para analizar, valorar y medir los efectos de la discriminación racial y el
racismo en la reproducción y profundización de la desigualdad estructural que afecta a los
pueblos indígenas en el país. Un equipo de investigadores trabajó de la mano de la CODISRA
y la CEPAL para generar el presente estudio.
El objetivo de este estudio es visibilizar la desigualdad social que resulta del racismo y la
discriminación racial, y recomendar contenidos de política pública que permitan ir avanzando
en los caminos hacia la igualdad social promoviendo a la vez la diversidad cultural.
“Discriminación” es una de esas palabras que están presentes
en una gran cantidad de usos cotidianos del lenguaje. Se trata
de un término que se usa con mucha frecuencia y con sentidos
e intenciones diversas. El Diccionario de la Lengua Española,
publicado por la Real Academia Española de la Lengua, ofrece dos definiciones del verbo
discriminar: “1. Separar, distinguir, diferenciar una cosa de otra; 2. Dar trato de inferioridad,
diferenciar a una persona o colectividad por motivos raciales,
religiosos, políticos, etcétera”.

Esta segunda acepción es, seguramente, la más extendida en nuestro uso común del idioma,
y ya posee un sentido negativo que
no se puede dejar de lado. Por ejemplo, una persona discrimina a otra, en este segundo
sentido lexical, cuando la considera inferior por ser afrodescendiente o por ser indígena, o por
tener alguna discapacidad. Así, discriminar es tratar a otro u
otros como inferiores, y esto en razón de alguna característica
o atributo que no resulta agradable para quien discrimina: el
color de la piel, la forma de pensar, el sexo, su discapacidad,
etc. De esta manera, si alguien es considerado inferior por ser
indígena, mujer u homosexual tendemos a decir que está siendo discriminado. Este uso es
probablemente más extendido
que el primero, y alude ya a los prejuicios negativos y los
estigmas que están en la base de la discriminación.

Discriminación se produce cuando las personas reciben un trato menos favorable que el
dispensado a las demás que se encuentran en una situación comparable solo porque forman
parte, o se considera que pertenecen, a un determinado grupo o categoría de personas. Las
personas pueden ser discriminadas debido a su edad, discapacidad, etnia, origen, creencias,
raza, religión, sexo o género, orientación sexual, idioma, cultura y por muchos otros factores.
La discriminación, que a menudo es el resultado de los prejuicios que tienen las personas,
hace que la gente se sienta impotente, impide que se conviertan en ciudadanos activos y que
participen en el desarrollo de sus habilidades y, en muchos casos, de acceder al trabajo, a los
servicios de salud, educación o vivienda.

El racismo es la valoración generalizada y definitiva de unas diferencias, biológicas o


culturales, reales o imaginarias, en provecho de uno o varios grupos y en detrimento de otros,
con el fin de justificar una agresión y un sistema de dominación». Puede expresarse como
prácticas, imaginarios o ideologías, y expandirse a todo el campo social. Puede proceder de
una clase social o de un grupo étnico. También puede provenir de las instituciones o del
Estado, en cuyo caso se habla de «racismo de Estado.

La Discriminación por su parte, es la materialización del racismo, traducida en hechos,


acciones y actitudes de preferencia y distinción que excluyen y restringen el ejercicio pleno de
uno o varios derechos debidamente establecidos, por motivo de género, etario, discapacidad,
religión, por tener una ascendencia o por pertenecer a un pueblo indígena, entre otros. Tales
hechos y acciones, anula y/o menoscaba el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos
humanos y libertades fundamentales. Niega la igualdad de oportunidades, favorece a unos y
perjudica a otros.

El racismo y la discriminación racial constituyen una ofensa a la dignidad humana y


menoscaban el reconocimiento, goce y ejercicios de los derechos fundamentales de la
persona. Se interrelaciona estrechamente con la estructura del Estado, sus instituciones y
prácticas. Sigue siendo una ideología que sustenta y promueve el sistema de dominación
hacia los pueblos indígenas y sigue siendo el motor reproductor principal de la desigualdad,
exclusión y discriminación hacia los pueblos. Por ello, el Comité para la Eliminación del
Racismo y la Discriminación Racial, recomendó en referencia a la discriminación estructural,
que la condición de pobreza y exclusión social afectan de manera intensa a los Pueblos
Indígenas y recomienda la adopción de medidas especiales o de acciones afirmativas para
romper el vínculo entre pobreza y racismo.
El informe aborda la situación de los derechos humanos en Guatemala, así como una serie de
desafíos estructurales en materia de acceso a la justicia e impunidad, seguridad ciudadana,
marginación y discriminación que han afectado en forma severa los derechos humanos de sus
habitantes.
Especial atención se da a la situación de las y los defensores de derechos humanos,
periodistas, mujeres, niñas y niños, población LGTBI, migrantes y pueblos indígenas.

Se da particular atención a la independencia y autonomía de la administración de justicia en


Guatemala y a los procesos de selección y las garantías de permanencia en el cargo de los
operadores de justicia.
Se destaca la reducción de la tasa de homicidios en materia de seguridad ciudadana, y la
decisión de la Corte de Constitucionalidad de septiembre de 2015 en materia de derechos
indígenas, que por primera vez ordena se practique la consulta a las comunidades indígenas
afectadas por un proyecto de inversión.

Se valoran los esfuerzos del Estado para crear un programa de protección a periodistas, las
acciones tomadas para prevenir y combatir la trata de personas y, la creación de estadística
diferenciada en materia de violencia contra la mujer que alimentan el diseño de políticas
públicas.

Históricamente ser indígena en Guatemala ha significado cargas valorativas negativas que los
han situado en una relación jerárquica de extrema desigualdad. La discriminación se
manifiesta en la falta de respeto y vigencia de los derechos humanos de los cuales son
titulares, los coloca en una situación pobreza y pobreza extrema.

La discriminación incrementa la desigualdad social y ahonda las condiciones de pobreza en


que se encuentra la población indígena. Esta exclusión se observa en todas las esferas,
incluyendo la propiedad de la tierra, el acceso a los servicios básicos, las condiciones
laborales, el acceso a la economía formal, acceso a la justicia, la participación en instancias
de toma de decisiones y representación en medios de comunicación y en el debate público.
Actualmente se toma como marco de referencia la definición de la Convención Internacional
para la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial (CERD) de las Naciones
Unidas (adoptada por la Asamblea General de la ONU en 1965 y vigente desde 19691 ), la
cual establece que la expresión “discriminación racial denotará toda distinción, exclusión,
restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico
que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o
ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales
en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida
pública.

La discriminación histórica de los Estados hacia los Pueblos Indígenas, se resume en la


negación de sus derechos humanos y colectivos. En Guatemala es evidente esta limitación a
través de leyes excluyentes como la Ley General de Telecomunicaciones decreto 94-96,
invisibilizando el carácter multiétnico plurilingüe y multicultural del país, otorgando privilegios
solo a un grupo reducido de empresarios, al considerar la subasta como único mecanismo
para acceder a las frecuencias.

Manifestaciones del racismo en Guatemala


La sociedad guatemalteca manifiesta su racismo a través de la discriminación racial de los
indígenas (Halfon, citado por Causas, 2010). A partir de preceptos biológicos y culturales, el
racismo ha afectado a los xincas, garífunas y mayas. De este grupo, las mujeres indígenas
son quienes padecen con más fuerza y crudeza la discriminación y la opresión en Guatemala
(Causas y Dávila, 2007, p. 22). En este país, el racismo y la discriminación racial son una
realidad profundamente arraigada, de acuerdo con el Relator Especial de las Naciones Unidas
sobre las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas
conexas de intolerancia.

El racismo y la discriminación racial son una realidad profundamente arraigada en


Guatemala […]. Son expresión de una penetración secular de los prejuicios que han
marcado la historia de ese país la cultura y las mentalidades, y que se han magnificado
con los trágicos sucesos del pasado reciente del del país.
El racismo en Guatemala se define como las actitudes racistas que han ocurrido en
Guatemala principalmente contra los grupos indígenas que, a pesar de ser mayoritarios en
ese país centroamericano, han quedado al margen de los avances culturales y económicos
por las políticas de los gobiernos. Durante la época prehispánica existían etnias indígenas que
consideraban a otras como inferiores, y luego de la conquista españolase desarrolló una
discriminación hacia el indígena guatemalteco, que empezó a ser llamado «indio»; no
solamente los indígenas eran discriminados, sino también lo eran los mestizos por tener
sangre indígena o africana, y los mismos criollos, a quienes las autoridades españolas
consideraban superiores a las demás razas que poblaban el área, pero inferiores a los
peninsulares por el hecho de haber nacido en el Nuevo Mundo. Por supuesto, tanto criollos
como mestizos discriminaban a los indígenas, quienes quedaron relegados a encomiendas y
doctrinas con escaso acceso a la educación.

El racismo y la discriminación racial constituyen una ofensa a la dignidad humana


menoscaban el reconocimiento, goce y ejercicios de los derechos fundamentales de la
persona. Se interrelaciona estrechamente con la estructura del Estado, sus instituciones
y prácticas. Sigue siendo una ideología que sustenta y promueve el sistema de
dominación hacia los pueblos indígenas y sigue siendo el motor reproductor
principal de la desigualdad, exclusión y discriminación hacia los pueblos. Por
ello, el Comité para la Eliminación del Racismo y la Discriminación Racial, recomendó
en referencia a la discriminación estructural, que la condición de pobreza y exclusión
social afectan de manera intensa a los Pueblos Indígenas recomienda la adopción de
medidas especiales o de acciones afirmativas para romper el vínculo entre pobreza y
racismo. En Guatemala persisten brechas desfavorables entre los pueblos indígenas y
no i n d í g e n a s e n c u a n t o a l a c c e s o a s e r v i c i o s p ú b l i c o s , la e s p e r a n z a d e
vida.
Sin embargo, las exigencias de trato van más allá del respeto básico que debemos tener unos
con otros. Ahora demandan que se les llame “ellos” “ellas”, “elles”, etc. Se ha distorsionado y
destruido el idioma en nombre de la “inclusión”, que no es más que un privilegio. Si no lo
usamos, nos acusan de discriminarlos, de tratarlos como “subhumanos”, de no reconocer sus
diferencias

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