Universidad Tecnológica de Honduras": Redes Sociales Y El Derecho de La Comunicación

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Universidad Tecnológica de Honduras”

Derecho de las comunicaciones


online

Redes Sociales Y El Derecho De La Comunicación

Presentado Por:

 Osvel Josué Mendoza Martínez.


201910060434

Catedrático:

Abo. THANIA LIZZETH AGUILAR PONCE

Campus:

Tegucigalpa

Carrera:

Licenciatura en Derecho

Fecha de entrega: 12 de octubre de 2022.


Objetivos

 Definir la importancia de las redes sociales y la relación que esta tiene


con el derecho de comunicación.

 Observar si existe vulnerabilidad en los derechos por el uso de las redes


sociales.
Introducción

En el presente trabajo, lo que se pretende es plantear los aspectos más


importantes a tomar en cuenta con relación a las redes sociales, viendo
ventajas, desventajas, riesgos y su gran influencia desde diferentes puntos de
vista.

Hablar sobre las redes sociales constituye un tema bastante amplio ya que en
los últimos años han ganado un asombroso crecimiento y popularidad a nivel
mundial, logrando atraer la atención de la población en general, siendo los
adolescentes y los jóvenes los usuarios más fanáticos de estos sitios
Redes Sociales Y El Derecho De La Comunicación

Desde hace algunos años las redes sociales rigen el mundo y se han
convertido sin dudas en un fenómeno social, cambiando la forma en la que nos
comunicamos unos con otros.

Las Redes Sociales son sitios de internet formados por comunidades de


individuos con intereses o actividades en común (como amistad, parentesco o
trabajo) que facilitan la transmisión de mensajes en canales de información,
acortando distancias y tiempos de envío de mensajes para permitir el contacto
entre estos, de manera que puedan intercambiar información.

Esto nos permite compartir momentos interesantes de nuestra vida a través de


imágenes y videos que muestren detalles acerca de nuestro día a día,
dándoles a nuestros familiares y amigos que viven lejos, la oportunidad de
sentir que son parte importante de nuestra vida, sin necesidad de estar en el
mismo lugar.

Los usuarios no necesariamente tienen que conocerse antes de entrar en


contacto a través de una red social, sino que pueden hacerlo a través de esta y
ese es uno de los mayores beneficios de las comunidades virtuales.

El fenómeno de los medios sociales en Internet está transformando la


convivencia de las personas y comunidades en todos los ámbitos y niveles.

Hasta antes de los medios sociales, las tecnologías de la comunicación e


información eran un aliado que abría posibilidades, que se insertaban bien en
la lógica de las empresas y los Estados, que generaba nuevas posibilidades de
expansión al modelo de desarrollo posterior a la Guerra Fría. El e-government,
el e-business, el e-learning, el e-commerce, eran parte de una agenda digital
que sólo traía beneficios y oportunidades de negocios y mejores servicios.
Visto desde el poder, Internet tenía un efecto positivo, activador de negocios a
distancia, permitía eliminar y ahorrar recursos humanos –“estos molestos seres
humanos”- evitaba intermediarios, posibilitaba la publicidad a muy bajo costo.
Pero súbitamente se terminó la luna de miel entre el gobierno y las tecnologías
de la comunicación e información. Explosivamente aparecieron y se
expandieron las redes sociales, particularmente lo que yo llamo el Tridente
Facebook – Twitter – Youtube. Los ciudadanos se los apropiaron y empezaron
a utilizarlos para transformar el mundo que los medios y lógicas dominantes
habían construido como verdades inamovibles.

El ejercicio de esos derechos, sin temor ni interferencias indebidas, es esencial


en una sociedad abierta y justa, en la que se pueda acceder a la justicia y
disfrutar de los derechos humanos.

Los gobiernos tienen el deber de prohibir aquellos discursos que promuevan el


odio e inciten a la violencia, pero, abusando de su autoridad, muchos silencian
la disidencia pacifica con leyes que criminalizan la libertad de expresión. Para
ello, se invoca a menudo la lucha contra el terrorismo, la seguridad nacional o
la religión. Además, en los últimos tiempos, las autoridades vienen
amenazando la libertad de expresión con medidas represivas contra activistas,
ONG y personas anónimas que ayudan a la población refugiada y migrante.

La tolerancia de los gobiernos frente a opiniones desfavorables y voces críticas


es, con frecuencia, un buen indicador de su respeto por los derechos humanos
en general.

Amnistía Internacional apoya a quienes alzan la voz pacíficamente, en su


propio nombre o en nombre de otras personas: desde periodistas que informan
sobre la violencia de las fuerzas de seguridad, hasta sindicalistas que
denuncian condiciones laborales deficientes o líderes indígenas que defienden
sus derechos a la tierra ante grandes empresas. De igual forma,
defenderíamos el derecho a expresarse pacíficamente de quienes respaldan
las posturas de las grandes empresas, las fuerzas de seguridad o el
empresariado.

Consideramos preso o presa de conciencia a cualquier persona encarcelada


sólo por haber ejercido, de forma pacífica, su derecho a la libertad de
expresión, y pedimos su liberación inmediata e incondicional.

La libertad de expresión como derecho fundamental e inalienable, inherente a


todas las personas, encuentra en Internet uno de los mecanismos ideales para
su desarrollo. Aunque la libertad de expresión es un derecho inalienable,
hemos de insistir que no es un derecho absoluto, en el entendido que está
sujeto a la responsabilidad derivada del respeto a los derechos de los demás,
en particular la reputación, la protección de la seguridad nacional, el orden, la
salud y la moral pública.

Con relación al derecho a la libertad de expresión en las RSI, no podemos


dejar de mencionar la problemática que se ha planteado respecto al ejercicio
de este derecho y la expulsión de los agresores sexuales de algunas RSI como
Facebook y MySpace

La tecnología nos rebasa día con día y aunque hace unos ayeres veíamos
como algo disparatado el tener que legislar simples y aparentemente
«inofensivos» medios de entretenimiento como las redes sociales, hoy en día el
derecho parece estar unos pasas atrás cuando se pretende regular la actividad
que transcurre en un espacio como Internet en que confluye una gran cantidad
de información e interactúan miles de personas sujetas además a distintas
legislaciones.

Hace algunos años, cuando Internet apenas había sido liberado al sector
comercial y sólo unos cuantos podían acceder al atractivo sistema, la iniciativa
privada consideró que la medida más importante para que la red prosperara y
se volviera atractiva para las consumidores era garantizar la intervención
mínima (o nula) del Estado en la mayor medida posible. Hoy en día pareciera
que dicho principio se ha hecho a un lado ante la insistencia de ciertos sectores
por regular los contenidos vertidos en el espacio cibernético provocando
censura y vigilando a aquellos usuarios que publican contenidos que
«perturban» el orden público.

Aunque cada país tiene sus respectivas leyes para regular la actividad
cibernética que transcurre en su territorio, existen algunos tratados y principios
internacionales (como los Principios de Manilia) que establecen ciertos
estándares mínimos, uno de ellos es la imposibilidad de sancionar a los
intermediarios por contenido publicado por tercero. Por intermediarios se
entiende a aquellas empresas proveedoras de servicios como Google o
Facebook que aunque comparten contenido y permiten buscarlo, no lo editan ni
lo crean, sólo lo difunden. De ahí que se considere absurdo el que tengan
responsabilidad cuando algún usuario propague contenido ilícito en estas
plataformas al no ser ellos autores de tal material –aunque sí pueden ser
sancionados si la autoridad pertinente les solicita retirar un contenido específico
y no lo hacen.

Tal principio es un buen punto de partida cuando se habla de regular Internet


pues es una manera para proteger el derecho a la libertad de expresión, pero
paulatinamente algunos Estados han establecidos leyes que hasta cierto punto
regulan esta actividad en redes teniendo en cuenta el masivo alcance que
puede tener una publicación en la Web.

Hasta cierto punto es lógico que en países como Alemania exista una
tolerancia mínima a ciertas expresiones dado que la historia de este país, pero
en otras naciones como Egipto o Venezuela, las regulaciones han llegado a
suspender el uso de estos medios de comunicación restringiendo la libertad de
las personas de manifestarse en contra de su gobierno y de acceder a
información de interés colectivo. La misma sociedad se ha dado cuenta que es
a través de medios como Facebook, Twitter o YouTube donde la información
circula sin ser maquillada por los medios tradicionales y, por ello, no pocos
gobiernos han buscado intervenir para que sean regulados.

Otro gran debate en lo que se refiere a legislar en cuanto la actividad en


Internet en realidad tiene una gran implicación, pues obliga a que se pondere
entre proteger distintos derechos humanos de suma importancia: el derecho de
libertad de expresión y de acceso a la información o el derecho a la privacidad
y al honor. Esto se refiere a responder el interrogante de qué tanto una persona
tiene derecho a que se proteja su intimidad en contrapeso a que al garantizar el
acceso a la información se tenga acceso a la vida íntima o, cuando menos, o
datos privados de un individuo. Está claro que para funcionarios públicos su
derecho a la intimidad queda algo limitado, pero qué sucedería con los
particulares en el mismo supuesto. El balance o equilibrio no es sencillo
Un aspecto también relevante se refiere a regular la libertad de expresión en
Internet respecto los discursos de odio, algo que puede resultar positivo cuando
tomamos en cuenta que las redes sociales son plataformas tan masivas en que
se pueden difundir sin control mensajes discriminatorios hacia grupos
vulnerables como las mujeres o los homosexuales. Aunque espacios como
Facebook y Twitter han implementado medidas para denunciar este tipo de
actividades, se trata de políticas de empresas privados. Por ello, algunos
países han desarrollado leyes que prohíben este tipo de discurso en dichos
espacios, caso destacable el de Francia que tiene la intención de implementar
una ley que sancione a espacios cibernético que alberguen contenido
xenofóbico.

Claro que en caso de que se implementen ese tipo de leyes es necesario que
sean redactados de un modo que tampoco afecten la libertad de expresión,
pues después de todo cualquiera tiene derecho a manifestar su oposición a
ciertas prácticas sin ser sancionado al respecto. De acuerdo a la doctrina el
discurso de odio tiene lugar únicamente cuando se da forma masiva, existe una
incitación pública a cometer un delito hacía una minoría e incluso algunos
autores manifiestan que debe materializarse una consecuencia. Por ende, no
debería entrar en ese supuesto la manifestación o reproche hacia el gobierno
en redes dado que sería una manera de censurar una de las vías más óptimas
de ejercer el derecho a la libertad de expresión de los usuarios.

Pasando a otra situación de gran relevancia actual, uno de los grandes temas
protagonistas cuando se aborda el tema de legislación digital es el derecho al
olvido, íntimamente relacionado con el derecho a la privacidad y al honor. En
una era en que cualquiera puede ser “googleado” o “wikipediado”, es natural
que muchas veces nos topemos con información que pueda significar una
mancha en la reputación de un individuo o que incluso implique un daño a la
imagen pública de ésta.

Es ya incuestionable la revolución tecnológica que se ha producido en el


ámbito de las comunicaciones en el pasado siglo XX. Sin embargo, con ellas
también se ha abierto una nueva forma de delinquir. Ante las circunstancias
que se plantean por las nuevas tecnologías, se establecen fórmulas que
protejan de la posible vulneración de derechos. Al mismo tiempo, el
desplazamiento del mundo real al virtual como espacio para desarrollar estas
actividades delictivas –fundamentalmente vulneración de derechos
fundamentales– no varía mucho, salvo el salto al ciberespacio; pero con él las
consecuencias se agravan ya que con el efecto globalización las fronteras
tradicionales se difuminan. La intimidad parecer se un derecho fundamental
que está de moda. Todos hablamos de intimidad y en los medios de
comunicación se habla de intimidad, pero sin embargo es un derecho
vapuleado, en primer lugar por nosotros mismos cuando a través de las redes
sociales ponemos una información, a veces personal, a disposición del mundo

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