Calamus 2020 - Art. Belén Randazzo
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RESUMEN
PALABRAS CLAVE Seniloquium, obra datada a finales del siglo XV, es la primera colección
manuscrita de refranes en la historia del pueblo castellano. En ella aparecen
Seniloquium compilados casi quinientos refranes de uso corriente en la época,
acompañados por glosas de carácter explicativo, compuestas por el autor-
Refranero compilador, con un propósito didáctico. Aunque la autoría de la obra aún
Referencias bíblicas está en discusión, podemos acordar en que el autor intelectual fue un
clérigo, es decir, un hombre de amplia competencia cultural, cuyos saberes
Fuentes doctrinales
provienen tanto de su formación universitaria como de su vida
Didactismo eclesiástica. En este sentido, la doctrina cristiana resulta ser una referencia
fundamental para la interpretación de este refranero, no solo por la
recurrencia del autor a principios dogmáticos para explicar el sentido que
les atribuye a las distintas paremias, sino también por la utilización
de múltiples fuentes escritas doctrinales para refrendar estos sentidos, y,
especialmente, por la marcada presencia de referencias bíblicas en las
glosas.
En el presente artículo nos detenemos en el análisis de los usos de las
referencias bíblicas y las fuentes doctrinales religiosas, tanto de la patrística
como de otras autoridades fundamentales del cristianismo. Proponemos
como hipótesis que el uso que el autor-compilador hace de estas fuentes
escritas contribuye a delinear el perfil del destinatario ideal
de Seniloquium: un lector que, tal como el autor, pertenece al ámbito
eclesiástico y comparte su competencia cultural. De modo que, mientras la
crítica ha sostenido hasta ahora que el propósito de la obra es educar a los
sectores populares de acuerdo a los valores propios de la moral cristiana,
aquí sostenemos que la obra fue concebida para circular fundamentalmente
al interior del estamento eclesiástico, con el propósito de adoctrinar y
corregir a sus miembros.
Calamus. Revista de la Sociedad Argentina de Estudios Medievales 4 \ Marzo 2020 ISSN 2545-627X
Esta obra se encuentra bajo una licencia Creative Commons
Atribución - No Comercial - Compartir Igual 4.0 Internacional
Ma. Belén Randazzo, “Reflexiones sobre…”, pp. 67-80
SUMMARY
KEYWORDS Seniloquium, a literary work dated at the end of the 15th century, is the
first Castilian handwritten collection of proverbs. The manuscript
contains almost five hundred proverbs representative of that period,
Seniloquium compiled and glossed with comments composed by the author with a
Collection of proverbs didactic purpose.
Although the authorship of the work is still under discussion, we can agree
Biblical references
agree that the intellectual author was a clergyman, that is, a man of wide
Religious doctrinal cultural competence, whose knowledge comes both from his university
sources education and from his ecclesiastical life. In this sense, the Christian
doctrine is a fundamental reference for the interpretation of this collection
of proverbs, not only by the author's recurrence to dogmatic principles to
explain the meaning attributed to the different paremias, but also by the
use of multiple doctrinal written sources to endorse these senses, and,
especially, by the marked presence of biblical references in the glosses.
We dedicate this article to analyze the uses of biblical references and
religious doctrinal sources, both patristic and other fundamental
authorities of Christianity. We propose as a hypothesis that the use the
author-compiler makes of these written sources contributes to delineate
the profile of the ideal receiver of Seniloquium: a reader who, just like the
author, belongs to the ecclesiastical sphere and shares his cultural
competence. So, while the critic has sustained so far that the work has
been written to educate the popular sectors according to the values of
Christian morality, we believe that Seniloquium was conceived to circulate
fundamentally within the ecclesiastical establishment, with the purpose of
indoctrinating and correcting its members’ misconduct.
Recibido: 31/03/2019
Aceptado: 22/04/2019
1
Cantalapiedra y Moreno, últimos editores del refranero, incluyen en su edición publicada en 2006 un completo
estudio introductorio, en el cual proponen una hipótesis de autoría que resulta absolutamente novedosa en
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obra como por el perfil de su autor, la doctrina cristiana resulta ser una referencia fundamental
para la interpretación de Seniloquium, no solo porque el autor aplica recurrentemente
principios dogmáticos –como la noción de pecado– para explicar el sentido que le atribuye a
las distintas paremias, sino también por la utilización de múltiples fuentes escritas doctrinales
para refrendar estos sentidos, y, especialmente, por la marcada presencia de referencias bíblicas
en las glosas.
En relación a este aspecto, se debe tener presente el doble valor de la expresión
refranero, que se refiere tanto al repertorio oral tradicional de todos los refranes elaborados por
una comunidad –sea a lo largo de toda su historia o bien en un determinado periodo– como a
los distintos testimonios escritos en donde se fija o compila la materia oral. En la segunda
acepción, el refranero es, por definición, el producto de la convergencia de dos tradiciones. Por
un lado, la cultura oral popular dentro de la cual son elaborados y utilizados los refranes como
forma de preservar la sabiduría que la experiencia cotidiana provee y de transmitirla a las
generaciones más jóvenes. Por el otro, la tradición erudita a la que pertenecen los clérigos y
nobles de fines del Medioevo, que se propusieron reunir y fijar por escrito todo ese material de
origen oral, ofreciendo, en algunas de las compilaciones, glosas de carácter exegético que
marcan pautas de interpretación para los refranes, vinculadas con los intereses didácticos
particulares a los que responden las colecciones.
Ramadori presenta esta idea como hipótesis de lectura del refranero castellano
medieval, cuando señala que:
[…] la conjunción de saber tradicional y erudito caracterizó el desarrollo del discurso proverbial
castellano en la Edad Media y, al mismo tiempo, fue determinando las variables de valoración y
creación de las distintas formas proverbiales, que condujeron a la mayor estimación de los
refranes y locuciones populares en los períodos siguientes (Ramadori, 2016: 564-565).
[…] la puesta por escrito de un fenómeno popular y tradicional difundido oralmente, pero que en
determinado momento un autor, culto o semiculto, decidió incorporar a su obra por algún
motivo en especial […]. Alguien en determinado momento se adueñó de formas propias del
lenguaje oral y las utilizó por escrito, tal vez de la misma forma, tal vez adecuándolas ahora al
nuevo discurso. Pero en ambos casos lo que se produjo fue una confluencia de tradiciones
(Bizzarri, 2004: 41-42).
De acuerdo con este concepto, una vez que los refranes ingresan en una compilación escrita se
transforman en refranes literarios, de modo que esa es la perspectiva que asumimos para el
análisis de los refranes compilados en Seniloquium. Los casi quinientos refranes incluidos y
relación con las consideraciones tradicionales de la crítica. Los estudiosos se apoyan en la información obtenida de
distintas fuentes escritas de la época y de datos autobiográficos extraídos de Seniloquium, para proponer que la
obra habría sido compuesta ente 1478 y 1481 por el diácono Diego García de Castro, Auditor Escolástico de la
ciudad de Segovia, a pedido del obispo Juan Arias Dávila. Los argumentos presentados por Cantalapiedra y
Moreno nos resultan atendibles, de modo que adherimos a la hipótesis propuesta.
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Nos referimos a la persona responsable de la confección de la obra como “autor-compilador”, pues creemos que
su aporte original radica en la tarea de compilación y glosado de las formas proverbiales tradicionales recogidas de
la oralidad. Por una cuestión estilística utilizamos esta denominación extensa en alternancia con el término
“autor”.
3
Nos referimos a los escritos de Agustín de Hipona, Gregorio Magno, Ambrosio de Milán y Jerónimo de
Estridón, que constituyen fuentes de la doctrina católica. San Jerónimo es, además, el patrono de la orden religiosa
a la que pertenecen el autor y el destinatario sugerido en la Dedicatoria. García de Castro cita profusamente su
obra, dando cuenta de un conocimiento cabal de la misma. También es frecuente la cita de textos de otras figuras
célebres del ámbito eclesiástico, como Isidoro de Sevilla o Juan Crisóstomo.
4
Cantalapiedra y Moreno, pensando la obra en el contexto de la reforma católica y el mecenazgo del obispo Juan
Arias Dávila, señalan: “La intencionalidad educadora del autor de Seniloquium es obvia; el refrán es la
metodología más rentable para un educador, ya que la riqueza moral del refranero es asequible al pueblo llano. Es
la tarea emprendida en el obispado de Segovia” (Cantalapiedra y Moreno, 2006: 16). Sobre este aspecto coinciden
Cantera y Sevilla: “El recopilador se sirve de la riqueza moral de los refranes para educar al pueblo con su propio
lenguaje; pretende confeccionar una guía para los más jóvenes con los refranes que dicen los ancianos, en
particular ‘los ancianos de campo’, los campesinos, pues ellos poseen la ‘madurez moral’, ‘con la conversación de
los ancianos la educación de la juventud se hace perfecta’, porque ‘se tiene como ley lo que los ancianos dicen’
(Prólogo). Por eso, ‘se citan refranes como ley’” (2016: 10).
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Y [alude] a algunos prelados que acuden a los monasterios, quienes, no contentándose con los
alimentos ordinarios que se les suministran caritativamente, piden carnes. Si no se las
proporcionan, las consiguen violentamente. Y a los propios religiosos, que están en contra, les
hacen grandes limosnas de los bienes del monasterio, y les exigen dinero para herrar los caballos,
aunque sus caballos no necesiten herraduras. Y rompen los batientes de las puertas del
monasterio y acarrean con los ornamentos eclesiásticos (69).6
5
En el estudio previo ya mencionado, hemos establecido el concepto de proyección semántica para referirnos a la
operación mediante la cual el autor-compilador desarrolla en las glosas diversas aplicaciones del contenido de los
refranes a distintos planos de la experiencia y las relaciones sociales. Esta operación se registra en la gran mayoría
de las glosas, y es, quizás, la que convalida el proverbio como una expresión lingüística que esquematiza y
condensa la sabiduría extraída de la experiencia vital. Lo llamativo es que, si en algunos casos las proyecciones
simplemente confirman el significado original de los proverbios, en otros casos el autor-compilador ejecuta
distintas adecuaciones de sentido, por medio de las cuales esta significación resulta, con frecuencia, ampliada,
acotada o redireccionada por completo. De modo que, en los distintos casos, el sentido primario de los proverbios
es objeto de acomodaciones tanto temáticas como ideológicas, y de interpretaciones fundadas en inferencias y
relaciones relativamente laxas, propuestas por el autor de acuerdo con sus intereses pedagógicos y doctrinales.
6
Todas las citas se Seniloquium se hacen desde la edición de Cantalapiedra y Moreno consignada en la
bibliografía, indicando el número de página entre paréntesis.
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Una vez advertida la representación de los hombres y mujeres religiosos en las glosas de la
compilación, podemos centrarnos en la consideración del uso de fuentes bíblicas y doctrinales.
Es preciso plantear, en primer lugar, que, mientras el análisis de la sátira clerical resulta
delimitable a un corpus de refranes que no constituyen la totalidad de los proverbios
compilados en Seniloquium, la presencia de referencias doctrinales y bíblicas es una constante
que se registra en casi todos los comentarios de los refranes que integran la obra. Así pues, la
exégesis de los refranes como expresiones populares acordes al saber religioso erudito es una
característica compositiva del refranero, a la cual obedece la estructura de las glosas, en las que
se produce lo que los críticos han denominado “jerarquización del refrán al nivel de auctoritas”
(Bizzarri, 2004: 107) o “dignificación como discurso sapiencial” (Ramadori, 2016: 567). Si
hacemos una ponderación de los ejes temáticos o elementos recurrentes que podemos observar
en las glosas, y su grado de desarrollo, podemos establecer una clasificación de los refranes en
tres grupos.
En primer lugar, existe un acotado grupo que no excede la veintena de refranes,
integrado por aquellos proverbios que tienen glosas breves que consisten en un exiguo
comentario de parte del autor, que, no obstante su brevedad, puede responder a diversos
propósitos o realizar distintas operaciones de proyección semántica sobre los refranes –
confirmar, acotar, ampliar o redireccionar el sentido–. En las sucintas glosas de algunos
refranes pertenecientes a este grupo, se establecen relaciones entre la enseñanza que el autor
desea que se extraiga de ellos, y ciertos episodios bíblicos, textos de la patrística o de
autoridades del mundo antiguo y medieval. Por ejemplo, el refrán nro. 55, “Aquel es rico, que
está bien con Dios”, cuya glosa refuerza esta enseñanza a partir de un texto agustiniano: “Por
ello también Agustín en su Carta a un macedonio dice que para una persona fiel todo el
ambiente de las riquezas es nefasto, hasta un solo óbolo” (86).
Luego podemos establecer un segundo grupo, al que pertenece la mayor parte de los
refranes de la compilación, en cuyas glosas se reitera una estructura bipartita en función del
propósito didáctico que motiva su escritura:
1) La primera parte de los comentarios está integrada por una explicación que esclarece en el
plano literal el sentido generalmente figurado del refrán, o bien, circunscribe la interpretación a
un segmento específico de la experiencia y las relaciones sociales. A esta explicación le sigue un
listado de ejemplos sobre los tipos de personas a los que se puede aplicar el contenido del
refrán.
2) En la segunda parte de la glosa, el autor se dedica a establecer una serie de relaciones entre
los proverbios y un amplio repertorio de fuentes eruditas ligadas al ámbito eclesiástico y
jurídico, a las que les sigue la mención de episodios y personajes bíblicos y, eventualmente, de
personajes históricos –tales como emperadores romanos, Papas o gobernantes en general– o
historias populares probablemente conocidas en la época, a través de las cuales el autor resalta
la enseñanza que debe extraerse del refrán, a modo de culminación de la glosa.
Un ejemplo lo constituye el refrán nro. 5, “Asna que tiene polino, non va drecha al
molino”, construido a partir de un foco conceptual que expresa que quien está afectado por
varios asuntos no puede atender rectamente ninguno de ellos. En la glosa se ofrecen cinco
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ejemplos distintos de situaciones a las cuales podría aplicarse el contenido del proverbio, tres
de las cuales aparecen refrendadas por la referencia a textos de la patrística: el primer ejemplo
lo constituyen los religiosos que, por tener hijos, no solo no cumplen con rectitud sus
obligaciones, sino que además pervierten la conducta de sus hijos. Según el autor-compilador,
tal situación se encuentra bien explicada en el Comentario a la Epístola a los Efesios de
Jerónimo. Otro ejemplo señala que quien se dedica a las tareas domésticas no puede cumplir
los deberes de la predicación, tal como “esclarece Ambrosio en el libro LXXXVI de Los
Deberes” (51). Por último, hay un ejemplo vinculado a la vida privada de las mujeres, que
establece que la mujer que se encuentra amantando no puede acceder con libertad al coito.
Según el autor-compilador, Agustín comenta esto, aunque no especifica en qué texto se puede
encontrar la referencia. La glosa también ilustra el contenido del refrán a partir de la mención
muy acotada de episodios vinculados a dos personajes bíblicos: “El Señor dijo al sacerdote Elí:
‘Has honrado a tus hijos más que a Mí’. Por otro lado el rey David fue expulsado del reino por
su hijo” (51).
El tercer grupo responde al mismo esquema estructural bipartito ya delineado,
incorporando la totalidad de los elementos que lo integran: ya sean las abundantes atribuciones
a tipos sociales, familiares o situaciones que ilustran la idea presentada por el refrán, así como
confirmaciones de su sentido mediante la cita de múltiples fuentes letradas. La considerable
extensión de las glosas ocasiona, en la mayoría de los casos, que los elementos consignados en
la estructura aparezcan desordenados, o bien que la estructura básica se reitere dos o más veces
a lo largo del comentario, estableciendo una secuencia más compleja.
A modo de ejemplo, podemos detenernos en el refrán nro. 364, “Qual tiempo, tal
atiento”. Su glosa, una de las más extensas de la compilación, se inicia con explicaciones a
propósito del sentido figurado del refrán, seguida cada una de ellas por una cita de autoridad:
Así pues distingue la época y concordará la Escritura. Lo afirma Agustín en la Homilía Sobre la
penitencia. No debe juzgarse reprensible si se cambian los estatutos humanos según la variedad
de los tiempos. Las normas de los cánones se deben interpretar según tiempo, lugar, persona y
causa. Lo aclara Isidoro (280).
Durante el desarrollo de la glosa, el autor intercala múltiples citas de textos doctrinales de san
Gregorio, san Jerónimo, san Ambrosio y Juan Crisóstomo, con narraciones de historias
bíblicas, reformulaciones de la idea central del proverbio y aplicaciones a situaciones y tipos
sociales particulares. Así, recurre a la historia de las hijas de Lot para explicar por qué en la
Antigüedad los hombres podían tener esposas, y señala luego, sin mayores precisiones, que la
historia se encuentra referida en la obra de San Agustín:
Se atenuó el pecado de las hijas de Lot, quienes mantuvieron relaciones con su propio padre, ya
que todavía después del diluvio había escasez de la raza humana e incluso de la ley religiosa, y con
el afán de buscar la descendencia y de propagar el linaje, para que no se acabase la raza humana,
como explica Ambrosio. De ahí que los patriarcas tuviesen varias esposas no por la
concupiscencia de satisfacer su liviandad, sino para tener una descendencia numerosa. Lo refiere
Agustín (ibid.).
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El autor-compilador construye la interpretación del refrán en torno del foco conceptual general
que expresa la necesidad de adaptarse a los cambios sociales y vitales, pero acota su sentido al
plano legal: son las leyes las que deben variar conforme lo hacen las sociedades, de modo que
ciertos usos permitidos en la Antigüedad pueden resultar penalizados en el presente. El autor
opera, entonces, una adecuación semántica que restringe la idea del refrán a un aspecto
específico de la experiencia, que es la necesaria mutabilidad de los códigos legales, y se centra,
al interior de este campo, en las leyes que rigen el comportamiento de los eclesiásticos. Para
ello, recurre a una mención indeterminada de los sacerdotes del Antiguo Testamento, que
tenían permitido tener esposa para cumplir con el fin encomendado por Dios de procrear
descendencia y propagar el linaje humano y establece un paralelo con el momento actual y los
nuevos códigos legales que rigen el sacerdocio:
A los sacerdotes del Antiguo Testamento se les permitió casarse, ya que buscaban la
multiplicación del pueblo de Dios con la fecundidad de las mujeres y en la sucesión de la familia
constaba la sucesión de tal obligación. Ahora a los sacerdotes se les manda la castidad de la
continencia, ya que por la encarnación de Cristo la gracia de la fe se ha extendido a todo el
mundo y ya no se dice: “id a la casa de Judá, ni a la casa de Israel”, sino “id y enseñad a todas las
gentes”. Y a todo pueblo que teme a Dios y obra con justicia, se le acepta y además prefiere la
virginidad a la fecundidad. Por la variedad de las circunstancias se encuentra distinta la gestión
del legislador (ibid.).
Hasta aquí, hemos podido ver que en todos los tipos de glosas se encuentran presentes, con
mayor o menor grado de desarrollo, las referencias bíblicas y/o doctrinales que jerarquizan y
dignifican al refrán al presentarlo asociado significativamente a las fuentes escritas eruditas. Se
evidencia, así, que el conocimiento de estas fuentes, de aparición sistemática, constituye una
competencia cultural necesaria para los destinatarios de la obra.
Ahora bien, si la mención de fuentes escritas variadas es una constante estructural y
compositiva de Seniloquium, esto no significa que dichas fuentes aparecen referenciadas
siempre del mismo modo, pues la presentación formal de las mismas puede ser muy
heterogénea. En cuanto a las referencias extraídas del texto bíblico, estas se manifiestan de
forma directa o indirecta. A continuación, desarrollaremos las particularidades de cada
mecanismo de referencia.
Dentro del primer grupo de referencias, se incluyen aquellas en las que se mencionan
personajes, parlamentos o historias que proceden de la lectura que el autor ha hecho de la
Biblia, situación que es presumible porque, en todos los otros casos, García de Castro
menciona, de forma más o menos explícita, las fuentes escritas de las que toma las ideas,
mientras que la Biblia es la única fuente a la que no cree necesario remitir. Tenemos, a su vez,
varias alternativas de presentación de las referencias bíblicas.
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En primer lugar, encontramos las citas directas o indirectas de las palabras de los
personajes o de las epístolas de los apóstoles. En general, estas referencias no están
acompañadas de ninguna contextualización. Podemos encontrar algunos ejemplos de citas
directas en la glosa al refrán nro. 260, “Madre piadosa, cría hija merdrosa”, donde se recogen las
palabras de Salomón: “Por ello Salomón dice: ‘Golpea a tu hijo con una vara y librarás su alma
de la muerte’” (205) y en la glosa del refrán nro. 83, “Cuero lleno, piezgo enfiesto”, en la cual se
cita un pasaje de la carta de uno de los apóstoles: “De ahí aquello del apóstol: ‘No os
emborrachéis de vino, en el que está la lujuria’” (103). Se trata, en este caso, de una referencia
indirecta cuya comprensión cabal es posible si el lector conoce ciertos códigos propios de la
escritura del periodo, pues cada vez que en un texto medieval se cita a “un apóstol” sin
especificar su nombre, se alude al apóstol san Pablo. Por otro lado, nos encontramos con una
cita indirecta o quizás, incluso, una reelaboración personal del contenido bíblico, en la glosa del
refrán nro. 162, “En cada casa, su calla calla”, en la que el autor incluye algunas ideas de la
Epístola de Santiago: “Según la Epístola de Santiago, todos pecamos mucho y nadie está limpio
de pecado ni siquiera un niño, aunque su vida fuese de un solo día” (152).
En segundo lugar, hay referencias a distintos episodios que incluyen una síntesis breve
de lo acontecido en ellos:
Hace referencia igualmente a aquellos ancianos y presbíteros que acusaban a Susana, quienes, a
pesar de ser ancianos y presbíteros y haber sido constituidos como jueces por el pueblo, no
tenían en sí nada de bondad; incluso intentaban entregar a Susana a una muerte inicua (172).7
No perjudica el vino sólo a quienes lo prueban, sino también mucho más a otras personas,
delante de cuyos ojos los borrachos exhibieron sus miembros. Y fue la borrachera el origen; es
peor el resultado de una pésima recaída. Y por ello Abrahán no ofrecía vino en sus banquetes,
sino que sacrificaba un ternero lechal y leche, e incluso más aún, exhibía a los ángeles como sus
7
Refrán nro. 196: “Grand transado et chico recabdo”.
8
Refrán nro. 356: “Quien non crea a buena madre, crea a mala madrastra”.
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huéspedes. Lo comenta Ambrosio en el Sermón sobre el ayuno: “Quien así comienza, se resiste a
obedecer al padre divino” (104).
Un caso llamativo se da en la glosa del refrán nro. 162, que vuelve a mencionar a Abrahán,
aunque aquí el autor incorpora, dentro de una referencia indirecta, una cita bíblica
presumiblemente literal, a juzgar por el uso de comillas: “En la casa de Abrahán se escuchó:
‘He ahí a la esclava y a su hijo’. Y también en la casa de Isaac: ‘Amé a Jacob y lo tuve en odio a
Esaú’. Lo cita Agustín en la Carta a Vincencio, donatista y rogatista” (152).
Hasta aquí podemos concluir que la Biblia, sea a partir de la lectura directa del autor o
de las explicaciones leídas en la obra de los Comentaristas, es la fuente escrita doctrinal más
citada en Seniloquium. En cuanto al contenido de las referencias bíblicas, resulta evidente que,
a fines del Medioevo castellano, había personajes y episodios que eran ampliamente conocidos
y analizados dentro de la comunidad eclesiástica, pues aparecen mencionados en varias
ocasiones. El caso más claro es el del rey Salomón, personaje del cual se menciona, por un lado,
el renombrado episodio de las dos madres que proclamaban derechos sobre el mismo niño, y
por el otro, su vicio más reconocido en el texto bíblico, la lujuria. Pero si en ocasiones aparece
mencionado por los episodios más salientes de su historia o sus conductas más censurables y
anti-ejemplares, también encontramos, en algunas glosas, citas directas de sus palabras, como es
el caso de la glosa al refrán nro. 260, citado anteriormente. Su linaje también aparece
mencionado en varias ocasiones en la figura de David, su padre y antecesor en el trono del
Reino de Israel. Otros núcleos familiares bíblicos que aparecen repetidas veces en las glosas
son la familia de Abraham y la del sacerdote Elí. En el primer caso, encontramos referencias no
solo a Abraham sino también a su primogénito Esaú, a su sobrino Lot y a la esposa de este
último, mientras que en el segundo caso se menciona al sacerdote y a sus hijos Ofín y Fineas.
Otros personajes famosos que reaparecen en las distintas glosas son Moisés, de cuya
historia se narran distintos episodios, y Herodes, aludido en la mayoría de las glosas por un
mismo acontecimiento, que es la ejecución de Juan Bautista. También es necesario destacar la
historia de Susana y los ancianos mentirosos, mencionada de forma recurrente en distintas
glosas.9 En este caso, llama la atención que la actitud condenada es siempre la de los ancianos,
aunque el foco de atención sobre el episodio varía en los distintos casos, pues mientras en
algunas oportunidades el autor se limita a señalar la condición de ancianidad de los
protagonistas, en otras, aclara que los hombres eran presbíteros y que, por lo tanto,
constituyen un ejemplo de aquellos que no se comportan con la honestidad que exige su
investidura religiosa, al cometer falso testimonio.10
A partir de lo analizado aquí, podemos afirmar que los personajes más destacados del
texto bíblico, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, aparecen vinculados siempre a
los mismos episodios. Así sucede con Adán y Eva, la primera pareja creada por Dios. En el
caso del varón, aparece presentado como un individuo cuya mayor falta es ser débil frente a la
maldad y a la persuasión de la mujer, que es la portadora de una naturaleza pecaminosa. Esto se
ve, por ejemplo, en el refrán nro. 126, “De Dios viene el bien; de las abejas, la miel; de la mar,
9
La hemos encontrado mencionada en cinco oportunidades, en los refranes nro. 7, 102, 196, 217 y 405.
10
Esto último puede verse en la glosa del refrán nro. 403. “Quien a su can quiere matar rauja le ha de leuantar”.
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la sal; de la mala muger, mucho mal”, que proclama explícitamente a las mujeres como el
enemigo del cual emanan los males:
Es abominable decir y oír contra la santidad de los sagrados cánones que los sacerdotes cohabitan
con mujeres; donde, efectivamente, existe un tugurio para los pasajeros que se detienen, no faltan
estímulos del viejo enemigo. La mujer engañó a Adán y lo llevó al pecado (131).11
Puede ejemplarizarse este proverbio en una doncella que no quiso aceptar ningún matrimonio y
andar por el camino recto, sino que prefirió buscar ardientemente a un dueño y de este modo
prostituyó a los miembros de Cristo. Sobre ella comentó Jerónimo en la Epístola a Eustaquio:
“Escucha al profeta que dice: desciende de tu trono a la tierra, doncella, hija de Babilonia, siéntate
en tierra; un trono no es propio de una hija de Caldeos; no consientas ser demasiado blanda y
delicada; coge el molino y muele harina”. También este proverbio recuerda otro pasaje, que,
después de la boda, después de los besos de su séquito y del esposo, ella, en quien poco antes se
cumplía la palabra del profeta “se levanta como reina a tu derecha con gala, con vestido de oro,
rodeada de variedad”, ella se desnudará y se pondrá otros objetos inferiores en su dorso y en su
cara (77).
Se puede observar aquí que las historias están completamente descontextualizadas y no cuentan
con precisiones narrativas de ningún tipo –ni siquiera se explicitan los nombres propios de los
protagonistas–. Por lo tanto, la presencia de referencias con este nivel de indeterminación
implica que el punto de partida del autor es el bagaje erudito con el que cuentan sus receptores,
que muy probablemente pertenecieran al estamento eclesiástico o a los grupos nobiliarios
cercanos, educados por la clerecía. Si recuperamos la perspectiva crítica tradicional, según la
cual Seniloquium fue pensado como un repertorio de contenidos a los que los clérigos debían
recurrir para construir sus sermones, resulta difícil comprender qué efectividad pedagógica
11
En otro refrán, el nro. 257, “Mas vale estar solo que mal acompannado”, reaparece esta idea, puesto que en la
glosa se afirma que: “Cuando Adán estaba solo, no pecó porque su pensamiento le acercaba a Dios. Lo comenta
Ambrosio en la Carta a Sabino” (204).
12
Refrán nro. 354, “Quien vna vez furta, fiel nunca”. Es interesante advertir, en el fragmento citado, que la
naturaleza pecaminosa de la mujer se presenta como un justificativo para legitimar su necesaria sumisión a la
dominación masculina. En este sentido, es posible rastrear en varias glosas un posicionamiento similar de parte del
autor-compilador, que habla desde una perspectiva misógina característica de la cosmovisión religiosa medieval.
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tendría este tipo de referencias que, para los sectores populares destinatarios de los sermones,
resultarían, al menos, vagas y lejanas.
Un tratamiento similar al que reciben las referencias bíblicas se observa a propósito de los
textos doctrinales, que se manifiestan en las glosas con grados variables de determinación.
En algunos casos, el autor-compilador incorpora pasajes de los textos doctrinales
citados de manera directa, entre comillas. Los autores más citados son, sin lugar a dudas, san
Agustín y san Jerónimo, y aunque los textos de estos autores presentes en Seniloquium son
muchos, hay algunos casos en los que el autor opta por prescindir de mencionar el texto citado.
Observemos estas dos citas presentes en la glosa del refrán nro. 26, “A mucho fablar, mucho
errar”. En el primer caso, solo se menciona el autor, mientras que, en el segundo, se explicita
autor y obra.
Comenta Agustín: “No puedo negar, ni debo, que son muchas las cosas que pueden evitarse en
mis pequeños opúsculos en un justo juicio e incluso ser culpadas sin ninguna temeridad”. […]
Escribe Jerónimo en su Carta a Rústico: “No es propio de mi pequeñez ni de mi modo de ser
juzgar sobre los demás, ni decir nada perjudicial sobre los ministros de la Iglesia” (67).
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Ma. Belén Randazzo, “Reflexiones sobre…”, pp. 67-80
cuales, según los distintos casos, puede especificar título y capítulos, pero también mencionar
solo el título, o bien no brindar precisión bibliográfica alguna.
Conclusiones
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