TFG Decena Rodriguez Esperanza
TFG Decena Rodriguez Esperanza
TFG Decena Rodriguez Esperanza
FACULTAD DE FILOLOGÍA
2. INTRODUCCIÓN ................................................................................................... 2
3. OBJETIVOS ............................................................................................................ 4
4. DESARROLLO ....................................................................................................... 4
5. CONCLUSIÓN ...................................................................................................... 28
6. BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................... 30
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1. RESUMEN
A través de este trabajo se ha realizado un acercamiento al Trastorno de Espectro
Autista y a las diferentes dificultades lingüísticas que presenta –siendo estas uno de los
tres criterios de la tríada que caracteriza al trastorno-, profundizando en aquellos
fenómenos que se relacionan con la pragmática del lenguaje. A través de la
pragmalingüística y relacionándola con ciertas teorías cognitivistas que intervienen en el
lenguaje, se han puesto de relieve las claves que explican el comportamiento
comunicativo deficitario de los afectados por este trastorno cognitivo.
2. INTRODUCCIÓN
La palabra autista procede del término griego “autos” que literalmente significa
“consigo mismo”. Siguiendo a Baron-Cohen (2010: 39-48) vamos a definir y ver la
evolución histórica de lo que hoy etiquetamos como ‘Trastorno del Espectro Autista’
(TEA). El autismo fue descrito por primera vez en 1943 por Leo Kanner en Baltimore,
donde describió el comportamiento de once niños que mostraban nulo interés por las
personas. En su primer artículo, Kanner supuso que el autismo era un trastorno puramente
emocional. En honor a este psiquiatra infantil que puso por primera vez atención en estos
niños se denomina al autismo clásico como Autismo de Kanner.
2
medicina e investigador austriaco, que describió un tipo de afectado diferente con rasgos
específicos, tales como el hecho de no mostrar retraso en la adquisición del lenguaje, sino,
más bien, un desarrollo precoz del vocabulario y un estilo de discurso pedante, además
de tener un coeficiente intelectual en la media o por encima de ella. Sus trabajos pasaron
desapercibidos en vida y alcanzaron su reconocimiento mundial tras su muerte. Fue Lorna
Wing la que popularizó en el mundo anglosajón las ideas de Asperger, que fueron
traducidas por Frith al inglés en 1981. Aun así no sería hasta 1994 cuando los comités de
diagnóstico de la American Psychiatric Association [APA]1 acabaron reconociendo a este
subgrupo denominándolo Síndrome de Asperger. Se observa cómo, con el paso de los
años, se ha ido modificando la idea del autismo tanto en su variabilidad interna como en
su propia concepción como espectro.
De estos primeros estudios podemos extraer una serie de rasgos que ayudan a
definir tipos específicos de conducta (Baron-Cohen 2010: 40-54), sobre la base de los tres
criterios que constituyen la tríada característica del autismo: dificultades de relación
social, anomalías en la comunicación y conductas repetitivas e intereses obsesivos.
1
La Asociación Americana de Psiquiatría es la principal organización de profesionales de la
psiquiatría estadounidense y la más influyente a nivel mundial. Publica diversas revistas así como el Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, considerado el texto básico para la categorización de
los mismos.
3
o en la adolescencia”, a saber, la de “Trastornos del Espectro Autista”, que incluiría tanto
el Trastorno Autista como el Síndrome de Asperger.
3. OBJETIVOS
El objetivo de este trabajo es tratar de describir las dificultades lingüísticas
presentes en los Trastornos de Espectro Autista, poniendo el énfasis en aquellos déficits
que se den en el nivel pragmático de la lengua, así como tratar de integrar los dos planos,
el pragmalingüístico y el cognitivo, para lograr un entendimiento más profundo del
trastorno y facilitar la elaboración de protocolos de diagnóstico e intervención.
4. DESARROLLO
4.1 Dificultades lingüísticas del Trastorno de Espectro Autista (TEA)
4.1.1. Recopilación de las diversas afecciones del lenguaje
En el área del lenguaje, los autistas presentan alteraciones heterogéneas y
complejas que engloban tanto la producción como la recepción del mismo. La actuación
lingüística de un afectado por TEA está siempre deteriorada. Como ya hemos indicado,
estas alteraciones se concretan en la tríada que caracteriza al trastorno.
4
La ausencia del lenguaje es una de las preocupaciones fundamentales y da lugar a
la distinción entre afectados. La deficiencia en la producción lingüística está presente en
las dificultades que se consideran más graves; asimismo, la comprensión y las habilidades
pragmáticas siempre son deficientes; numerosos estudios han evidenciado la existencia
de alteraciones en el procesamiento semántico de la información en niños y en adultos
autistas.
Síndrome léxico-semántico
Turno de palabra
Inicios de conversación
Lenguaje figurado
Clarificaciones
Mutismo selectivo
Trastornos de la prosodia
2
Según el DRAE: perturbación del lenguaje que consiste en repetir el enfermo involuntariamente
una palabra o frase que acaba de pronunciar él mismo u otra persona en su presencia (2014).
5
relacionado con la ecolalia anteriormente mencionada, aunque tal vez tenga relación con
fenómenos cognitivos sociales.
Los afectados que tienen lenguaje pueden mostrar diferentes anomalías, tales como la ecolalia o
la inversión de pronombres; el nivel estructural de las emisiones puede verse afectado, así como
el grado de complejidad y desarrollo funcional; pueden mostrar o no habilidades conversacionales
y discursivas y alcanzan unos niveles muy bajos de desarrollo pragmático”. (Etchepareborda,
2001: 178).
6
La alteración más interesante para los estudiosos del lenguaje es la que se produce
en el nivel semántico-pragmático. Su importancia deriva de la conexión entre el déficit
lingüístico y la manifestación en su vertiente social. La dificultad reside
fundamentalmente en la adecuación de su producción a la situación comunicativa y en la
comprensión de los actos lingüísticos de sus interlocutores, especialmente por la cantidad
de significados que no se destilan directamente de los significantes.
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La dependencia pragmática obliga al hablante a tener en cuenta el contexto y la
correspondiente adaptación de su actividad lingüística, la cual debe ser tanto mental como
interpersonal. A un afectado por TEA este hecho le supone una dificultad al estar
implicados simultáneamente aspectos tan diversos como la adecuación con el contexto y
con la persona con la que mantiene este intercambio. Según Happé (1993: 102), la
incapacidad de los autistas para diferenciar la intención ostensiva va a estar directamente
relacionada con la dificultad de adquirir el lenguaje, puesto que estos niños no se orientan
hacia el discurso al entender la voz como parte del ruido del entorno.
8
del interlocutor; son frecuentes la falta de interés por el discurso de la otra persona y la
dificultad para el mantenimiento del turno. (Pérez Rivero, P., Martínez G, L. 2014: 141,
155). En estos casos, el nivel de lenguaje expresivo es superior al lenguaje receptivo. Las
carencias, sin embargo, no le impiden al afectado tener una adaptación a la vida cotidiana
y al entorno escolar.
Según Pérez Rivero y Martínez Garrido (2014: 142), las limitaciones pragmáticas
están relacionadas con el déficit en la compresión del lenguaje y en la estructuración de
los elementos conformantes. Cuando un individuo realiza intervenciones fuera de lugar
se debe a que tiene dificultades para la comprensión. Del mismo modo, son frecuentes en
este tipo de personas la perseverancia en tópicos específicos, los problemas con las frases
largas y complejas, así como la necesidad de responder a preguntas que requieren realizar
inferencias (Equipo Deletrea 2007).
Por todo ello, podemos caracterizar el perfil lingüístico de las personas con AAF
y SA como un patrón que presenta una serie de características: alteraciones graves en la
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pragmática que contrastan con un manejo adecuado de la estructura formal del lenguaje;
dificultades en la comprensión de los actos de habla indirectos, como metáforas o el
sarcasmo; uso de un lenguaje retórico, poco ajustado al interlocutor, con ausencia de
verbos mentalistas; dificultades en el uso de la deixis y el vocabulario abstracto, además
de un escaso uso de las preguntas.
Al decir que un sujeto tiene una teoría de la mente, queremos decir que el sujeto atribuye estados
mentales a sí mismo y a los demás. Un sistema de inferencias se considera, en sentido estricto, una
teoría, en primer lugar porque tales estados no son observables, y en segundo lugar, porque el
sistema puede usarse para hacer predicciones, de forma específica, acerca del comportamiento de
los organismos. (Premark y Woodruff 1978, apud Baron-Cohen, 1993: 20-21)
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dos enfoques: “el primero basado en la intuición o desarrollo social, incluiría la empatía,
el afecto o la simulación. El segundo, la cognición fría concede importancia a procesos
inferenciales.” (Rivière, 1994, apud Gómez Echeverry 2010: 117).
Relacionado con este enfoque, Harris (apud Gómez Echeverry 2010: 118), postula
que la Teoría de la Simulación es fundamental. La Teoría de la Mente daría las
herramientas para que los niños, mediante la introspección, se hagan conscientes de sus
propios estados mentales. A partir de ahí, mediante un proceso de simulación son capaces
de inferir los de los demás.
Así, en su primer año solo es capaz de reproducir las intenciones de los otros en relación con lo
presente; en el segundo año, el niño atribuye actitudes hacia objetivos presentes; en el tercer año,
la simulación pasa a ser imaginación, con algún grado de independencia respecto a lo presente; en
el cuarto, la capacidad de imaginar se flexibiliza, siendo capaz de simular actitudes intencionales
hacia objetivos contrarios a lo que percibe. Esta sería la demanda imaginativa de la tarea de la
creencia falsa.(apud Gómez Echeverry 2010: 117).
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Figura 1: Test de la falsa-creencia usado por los terapeutas para diagnosticar el déficit de la Teoría de la
Mente.
Happé (1993: 102) sostiene que la Teoría de la Mente puede establecerse en dos
niveles: una persona que es capaz de atribuir primeros pero no segundos estados mentales
es capaz de reconocer el contenido informativo del hablante, pero no su intención
comunicativa. El primer nivel se basa en la capacidad para atribuir estados mentales al
interlocutor, mientras que un segundo nivel se apoya en la capacidad de discernir si es
pertinente o no ese estado mental.
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una vez “leída la mente” debe producirse una reacción emocional que se ajuste a los
pensamientos del otro. Esto es denominado “empatía afectiva”.
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teorías cognitivistas. Todo ello nos permitirá llegar a una caracterización más específica
y profunda de las alteraciones neurolingüísticas de este trastorno de alcance pragmático.
Tomando la Teoría de los Actos de Habla de Austin (1959: 139-144) como punto
de partida, vamos a dividir las diferentes categorías inferenciales. Una vez denunciada la
“falacia descriptivista” de la lengua, que consideraba que esta tenía una función
puramente representativa (“enunciados constatativos”), y aceptada la idea de que hay una
dimensión realizativa en los enunciados que proferimos - que constituyen, por tanto, una
forma de acción, y no solo representación- en cualquiera de nuestros enunciados podemos
reconocer tres dimensiones que se dan simultáneamente. Estos tres tipos de actos son
locutivos, ilocutivos y perlocutivos. Los primeros se basarán únicamente en la emisión
fónica de elementos con significado y una referencia, mientras que con los segundos
designamos al hecho que realizamos al decir algo, pues al comunicarnos actuamos. Por
último, el acto perlocutivo apunta a los efectos potenciales de ese acto de habla en
nuestros interlocutores.
Partiendo de los actos locutivos, en los cuales los afectados por AAF y SA
presentan menos dificultades, ya que se basan únicamente en la combinación de
fonología, morfosintaxis y semántica, vamos a centrar nuestra atención en el acto
ilocutivo, que supone la capacidad de conformar e interpretar la intención comunicativa
de nuestros enunciados.
El problema planteado por los actos de habla indirectos es el de cómo le es posible al hablante
decir una cosa y querer decir esa cosa y algo más. Y puesto que el significado consiste en parte en
la interacción de producir comprensión en el oyente, una gran parte de ese problema es la de cómo
le es posible al oyente entender el acto de habla indirecto cuando la oración que oye y entiende
significa otra cosa diferente. (Searle, 1975: 60).
Estos implícitos en los que se basa este tipo de interacción lingüística se pueden
dividir atendiendo a su caracterización lingüística. Es fundamental el conocimiento de
esta tipología a la hora de enfrentarse a las dificultades pragmáticas de los afectados de
TEA, puesto que cada una va a basarse en un uso concreto de la lengua y va a requerir un
nivel de Teoría de la Mente.
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afectados de AFF y SA se conserva casi intacta. Sin embargo, cabe citar que ciertos
procedimientos entonativos participantes en estas presuposiciones se ven alterados en
muchos de los casos de afectados por TEA, ya que su discurso se caracteriza por la
disprosodia3. Vemos así que queda afectada no solo la capacidad de exponer aspectos
emocionales, sino también la informatividad de los enunciados.
Expresiones idiomáticas que están fijadas en la lengua, es decir, que han sufrido un proceso que
los lingüistas llamamos de lexicalización o gramaticalización, ya que son sintagmas que funcionan
como una entidad léxica inseparable. Se trata de grupos de palabras fijos que cualquier hablante
competente conoce y cuyo significado, por lo general, no se desprende de los significados aislados
de sus palabras constituyentes (Gallardo-Paúls 2005: 68).
Debemos separar estas inferencias trópicas del uso figurado que un hablante
utiliza en un momento concreto del discurso sin estar fijado o sistematizado. Para la
doctora de la Universidad de Valencia, los modismos suponen una dificultad para
aquellos hablantes con problemas semánticos, como los afásicos, mientras que el uso
figurado no convencional puede ser problemático para aquellos hablantes con dificultades
pragmáticas, como los autistas. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, observamos
cómo, en muchas ocasiones, los hablantes autistas van a tener problemas tanto en la
interpretación de estos modismos como en la adecuación a la hora de introducirlos en su
discurso.
Llegamos al que puede ser el proceso lingüístico más complejo para un afectado
de TEA: la producción- interpretación de las implicaturas. En multitud de ocasiones,
hemos comentado la dificultad que tienen estas personas para comprender más allá del
sentido literal de las palabras enunciadas, es decir, de interpretar el contenido sin que este
se encuentre materialmente presente. “La implicatura es un tipo de significado inferencial
no convencional que ya no se basa en el uso de ciertas palabras, sino en la aplicación de
ciertas normas comunicativas; tienen, por tanto, un carácter más social” (Gallardo-Paúls,
2005: 68).
3
Según el Diccionario Académico de Medicina: Alteración en la expresión de los elementos
melódicos y rítmicos de una lengua
17
El significado inferencial de la implicatura depende directamente del Principio de
Cooperación de H.P. Grice (1975:45), que regula nuestros intercambios comunicativos,
y de cuyo cumplimiento o violación se deducen contenidos no literales o implícitos.
Entendemos este principio como el correlato lingüístico de la Teoría de la Mente, un
puente que une la teoría pragmática y la cognitivista:
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es el déficit en la Teoría de la Mente lo que explica la dificultad de un afectado de AAF
o SA para seguir un tema y mantener su relación con el tópico de la conversación. En el
caso de que el intercambio tenga un tema constante, puede llegar a tener intervenciones
relevantes, pero su dificultad va a aumentar conforme la conversación vaya saltando de
un tema a otro. En este último caso, presenta una tendencia a introducir temas nuevos o a
desarrollar temas preferidos (glosomanía), con serias dificultades a la hora de topicalizar
los temas que propone el interlocutor y proporcionar una verdadera retroalimentación.
21
La inferencia toma, pues, algunas de las representaciones del mundo de un individuo y las combina
para construir una interpretación que produzca efectos. Todos los elementos extralingüísticos que
intervienen de alguna manera en la comunicación lo hacen en forma de representaciones mentales;
es decir, lo hacen en la medida en que, y en la manera en que, los hemos interiorizado previamente;
sólo entonces pueden determinar el comportamiento y condicionar la interpretación. Nada nos
influye si no es a través de la idea o de la imagen que nos formemos de ello. De este modo,
conseguimos reducir la heterogeneidad de los factores extralingüísticos […] y podemos, de paso,
explicar la subjetividad como efecto de los matices particulares con que cada individuo se
representa el entorno. (2006: 119-120)
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fuerza que las anómalas, pues las primeras conllevan un proceso por el cual se debe
realizar únicamente una representación de la realidad en un primer nivel, tal como vemos
en el símil literal (Happé 1993: 104). En cambio, para la metáfora o para la ironía, por
ejemplo, vamos a necesitar un nivel superior de metarrepresentación, puesto que su
correcta interpretación exige el reconocimiento previo de intenciones comunicativas, es
decir, el reconocimiento de un acto ilocutivo en el interlocutor. En la correcta
interpretación de estos dos recursos también hay diferentes grados de dificultad: la
metáfora será una metarrepresentación de primer nivel, mientras que la ironía será una
metarrepresentación de segundo nivel, ya que exige un juicio acerca de la pertinencia del
símil o la metáfora.
Siguiendo estos postulados, los hablantes autistas pueden usar y entender los
símiles, ya que no implican un uso de la Teoría de la Mente. Sin embargo, como hemos
visto, la metáfora o la ironía suponen una mayor dificultad al exigir un esfuerzo de
interpretación de un nivel superior. La metáfora requiere una comprensión de las
intenciones y no puede ser entendida sin un primer nivel de lectura de la mente, puesto
que el estado mental del hablante en la metáfora es fundamental, y el significado literal
de la afirmación no es suficiente para su comprensión. En cambio, la ironía es el proceso
más complejo, ya que exige una metarrepresentación de segundo orden, es decir, el oyente
debe tener la capacidad de realizar un juicio sobre un estado mental atribuido. En la
pragmática tradicional, se entiende la ironía como un proceso que resulta de la
descodificación del significado literal del enunciado y, en el caso de que este significado
no se corresponda con el contexto, la activación de la inferencia y el acceso a un
significado contrario. Sin embargo, desde la Teoría de la Mente, se presupone la intención
del autor de hacer una burla enunciando afirmativamente algo que se sabe falso por el
oyente. Combinando la Teoría de la Mente aplicada al autismo y la Teoría de la
Relevancia de Sperber y Wilson podemos encontrar explicaciones a muchas de las
características en los casos de comunicación de personas autísticas.
Sin perder de vista los tipos de significados implícitos, vamos a observar ahora
aquellos que no son convencionales ni conversacionales, denominados sobreentendidos,
que se definen como “tipos de inferencia basados exclusivamente en la relación previa
que mantienen los interlocutores” (Gallardo- Paúls, 2005: 69). Estos significados son
difícilmente evaluables en el ámbito de las patologías del lenguaje descritas en este
23
trabajo, ya que son altamente personales y por ello impredecibles, pues están fuertemente
vinculados con la psicología y el conocimiento mutuo de los interlocutores.
4
Trastorno Específico del Lenguaje.
24
complicación en relación a estas operaciones aumenta ya que los referentes discursivos
no tienen siempre que ser introducidos explícitamente. La presencia de objetos o
propiedades en la situación en la que se da la conversación puede ser suficiente para ser
incluido en el tópico de una conversación.
Casi toda la estructura superficial se almacena por tan solo en memoria a corto plazo y se olvida
pronto, mientras que la información semántica puede procesarse de tal modo que puede
almacenarse en una memoria a largo plazo. Hay una serie de excepciones en las que la información
superficial, por ejemplo de tipo estilístico, puede también almacenarse. (T. van Dijk, 1993: 230)
25
fundamentales de la comunicación, y constituye el objetivo intermedio que hay para
lograr alcanzar el resultado final” (V. Escandell, 2006: 142).
Son diversas las teorías que han aparecido en torno a la cortesía. R. Lakoff (1973)
establece unas reglas de cortesía en el intercambio. Desarrolla dos reglas básicas: “sea
claro”, “sea cortés” ambas enunciadas de forma semejante por Grice. Por su parte, Leech
(1983) va a desarrollar un principio como complemento de los principios
5
También recogido en Gallardo- Paúls 1991.
26
conversacionales de Grice. Para este autor, la relación que se establece entre los
interlocutores obliga a una selección de determinadas formas de enunciado que matizan
su significación. La cortesía es precisamente el principio regulador de la distancia social
y su equilibrio. A partir de ella, aumentamos o disminuimos la distancia. Es así como
pasa a ser el punto de referencia para medir la adecuación entre el enunciado y la
distancia. Esta sería la cortesía relativa, existiendo también una cortesía absoluta propia
de algunos actos de habla per se, como puede ser el mandato.
En el caso de que se produzca una trasgresión de este principio, se manifiesta una inconveniencia
social, descortesía e ignorancia de las limitaciones que podríamos llamar de decoro. La prioridad
es el principio social que se encarga de que nuestras emisiones no resulten amenazantes para la
imagen social de hablante y oyente. (Gallardo-Paúls, 2007:178).
6
El carácter universal de la cortesía es un hecho muy discutido.
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Estas trasgresiones, frecuentes en casos de afectados por TEA, hacen que su
discurso tenga frecuentemente una proyección social descortés, desajuste habitual en los
trastornos de alcance pragmático.
5. CONCLUSIÓN
A través de este trabajo, hemos intentado acercarnos al Trastorno de Espectro
Autista y a su tríada de características particulares, de entre las cuales hemos
profundizado en aquellas que atañen a la esfera del lenguaje, como puede ser el retraso
en la adquisición del mismo, un desarrollo pobre del vocabulario, la presencia de
frecuentes ecolalias y la inversión de pronombres personales (Baron-Cohen, 2010).
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la distancia social para la cual actúa la cortesía como reguladora. Por último, Brown y
Levinson (1987) relacionan la cortesía con el control de la agresividad innata de los
intercambios lingüísticos y aportan el término de faceta interpersonal la cual supone que
todos los hablantes van a mostrar un comportamiento racional tendente a proteger su
imagen pública y la de sus interlocutores El uso deficitario de todas estas capacidades es
la causa de que, en multitud de ocasiones, veamos el discurso de un afectado por AAF o
SA como brusco, agresivo e incluso desagradable. Todo ello tiene en su origen la
incapacidad de comprender la imagen pública que está ofreciendo de sí mismo, y la
misma incapacidad de entender que está atacando la imagen de su interlocutor.
Al reunir los dos enfoques hemos realizado una aproximación más profunda y
compleja de los fenómenos ya que, como es aceptado generalmente, la
interdisciplinariedad es un hecho fundamental a la hora de realizar estudios de estas
características.
Con este trabajo hemos intentado ofrecer una visión conjunta de los fenómenos
pragmáticos y de su implicación neurocognitiva, creando un marco teórico sobre el que
poder asentar posibles estudios de campo para llevar a cabo pruebas de diagnóstico y
protocolos de intervención.
6. BIBLIOGRAFÍA
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