2A Neogótico-Pintoresquismo-Eclecticismo - Imperesa
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NEOGÓTICO
PINTORESQUISMO
ECLECTICISMO
Taller Vertical de Historia ‘T’-
El espíritu romántico
Los románticos desprecian el materialismo de la sociedad burguesa en que viven y su gusto reaccionario. Se
convierten en revolucionarios que luchan contra las reglas académicas en busca de libertad y originalidad tanto en arte
como en modales, traje y conducta, escandalizando a los burgueses con su «vida bohemia».
Aunque existe también un Romanticismo reaccionario que preconiza un retorno a la Religión y a los valores cristianos
de la Edad Media frente al laicismo revolucionario.
El choque del idealismo romántico con la realidad materialista motiva que muchos románticos acaben con su vida
mediante el suicidio, muriendo jóvenes.
El Romanticismo se expresa preferentemente a través de la literatura, la música y el arte, en especial en la pintura.
Aspira a la obra de arte total.
La literatura romántica
En el Romanticismo los géneros preferidos fueron el lírico y el dramático, que no respeta las tres unidades aristotélicas
(acción, tiempo y lugar) ni la de estilo (mezclando prosa y verso). También surgió el género de la novela histórica y la
novela gótica o de terror, así como la leyenda. Se escriben también novelas de aventuras y folletines. Cobraron gran
auge el estudio de la literatura popular (romances, baladas, cuentos tradicionales) y de las literaturas en lenguas
regionales.
1. El Romanticismo comenzó en Gran Bretaña con los poetas Blake, Coleridge y Wordsworth (Baladas líricas)
iniciadores del estilo. Más tarde surgieron los poetas más célebres Shelley, Lord Byron (Don Juan) y Keats. En
narrativa el escocés Walter Scott fue el creador de la novela histórica (Ivanhoe). Aparecen también las novelas
góticas, llenas de espectros y fantasmas (El monje de Lewis).
2. En Alemania el movimiento Sturm und Drang (tempestad y pasión), desarrollado en la segunda mitad del siglo
XVIII, fue el precursor del Romanticismo alemán. En una primera fase entre 1797 y 1801 (Primer Romanticismo)
destacaron los filósofos idealistas Fichte y Schelling, que con su idea del yo darán origen a la del genio individual, y los
escritores Novalis y Hölderlin. En una segunda fase de madurez los autores más importantes fueron el joven Goethe
(Werther), ya que en su madurez volvió al clasicismo, y Schiller que expresó el idealismo y el pesimismo románticos
en sus dramas como Los bandidos y Don Carlos. El irónico Heine se puede considerar un postromántico.
3. En Francia en el siglo XVIII, Rousseau fue un precursor claro al rehabilitar la pasión y el sentimiento, así como el
amor a la Naturaleza (La nueva Eloísa). Chateaubriand, quién hizo una apología del catolicismo con su Genio del
Cristianismo y se convirtió en el maestro de la nueva generación romántica tras la publicación de Atala, René y sus
Memorias de ultratumba y Madame de Staël (Alemania y Corinne) encarnan el Primer Romanticismo francés. Ambos
fueron enemigos de Napoleón y hubieron de exiliarse. En el Romanticismo pleno la poesía lírica y el teatro se liberan y
rompen con las reglas y normas clásicas. El mayor representante fue Victor Hugo (Hernani), maestro de A. de Musset
y A. de Vigny. El género dominante era la novela, que generalmente aparecía en forma de folletín en los periódicos.
Las preferidas eran las novelas de aventuras (El Judío errante de Eugene Sue) y las sentimentales (las de George
Sand). También alcanzó gran éxito la novela histórica con Alejandro Dumas (Los tres mosqueteros). Los mejores
escritores se impusieron por su análisis de los sentimientos como Sthendal (La Cartuja de Parma o Rojo y negro). El
gusto por la historia llevó a un notable éxito de público de algunos historiadores como Lamartine, Thiers y Michelet.
4. En España hubo algunos precedentes ilustrados como Cadalso (Noches lúgubres) y J. Mª Blanco White, pero los
primeros ecos del Romanticismo se producen con el debate surgido entre J. N. Böhl de Faber y los neoclásicos en
torno a los nuevos postulados románticos. Los escritores liberales emigrados en Francia e Inglaterra entraron en
contacto con el Romanticismo europeo e importaron la estética romántica a su vuelta a España tras la muerte del rey
Fernando VII. En 1834 se inicia la década del Romanticismo pleno en el que el género más cultivado es el dramático:
Martínez de la Rosa (La conjuración de Venecia), el Duque de Rivas (Don Alvaro o la fuerza del sino) y J. Zorrilla (Don
Juan Tenorio). Larra es la gran figura en prosa. En la poesía destaca Espronceda (El Diablo Mundo), prototipo de
poeta romántico exaltado y también Zorrilla (Leyendas), más moderado. Un Romanticismo tardío aparece en la
década de los años sesenta con la obra de G. A. Bécquer (Rimas) y la gallega Rosalía de Castro (Cantares). El
Romanticismo daría paso al costumbrismo de Mesonero Romanos y Estebánez Calderón.
5. Otros países: En Italia la figura destacada es el poeta Leopardi (Cantos). Manzoni escribió una gran novela
histórica (Los novios). En Rusia, Pushkin utiliza el ruso como lengua literaria por primera vez.
La música romántica
La música es el medio de expresión ideal del Romanticismo por su capacidad de transmitir pasión y sentimientos. Los
compositores tratan de emocionar al público. Los medios favoritos fueron el piano, la orquesta, la ópera y el lied o
canción. Se produce la incorporación de la música popular. Hay una explosión de colores sinfónicos y decae la música
religiosa y de cámara.
El Romanticismo comenzó en Alemania con Beethoven, autor de grandes composiciones instrumentales de enorme
riqueza, quién marcó con su influencia a toda una generación de románticos. En el pleno Romanticismo destacan los
compositores alemanes, austriacos y franceses como Weber, Mendelssohn (Sinfonía escocesa), Schubert (Sinfonía
inacabada), Schuman (Poemas sinfónicos), Liszt (Rapsodia húngara), Chopin (Nocturnos, Valses, Polonesas) y
Berlioz (Sinfonía fantástica). La ópera alcanza su apogeo de la mano de los grandes compositores italianos: Rossini
(El barbero de Sevilla), Puccini (Turandot, Tosca), Bellini (Norma) y Verdi (Aida). En el romanticismo tardío destaca el
genio del alemán Wagner, que expresó con su música leyendas y símbolos (Tristán e Isolda, El Anillo de los
Nibelungos), del noruego Grieg, del austriaco Mahler (Sinfonía nº 1) y de los grandes compositores rusos:
Tchaikovsky, Moussorgsky y Rimsky-Korsakov.
La pintura romántica
Será la pintura la que alcance una mayor importancia en el Romanticismo. El pintor busca la expresión de
sentimientos y la libertad de tema, de composición. Gusta de los temas exóticos y dramáticos, de la composición
dinámica y barroca y de una rica paleta de colores variados y pastosos. Los géneros más utilizados son la pintura de
historia, el retrato y el paisaje. Estas son las principales características de la pintura romántica.
En Francia alcanza un extraordinario esplendor con Gericault (La balsa de la Medusa) y especialmente con Delacroix,
muy influido por Rubens, que usa violentos contrastes de color en sus cuadros (La Masacre de Quios, La libertad
guiando al pueblo, La muerte de Sardanápalo).
En Inglaterra sobresalen los grandes paisajistas: Constable, que se interesa por una naturaleza serena y luminosa (El
carro del heno, La catedral de Salisbury) y Turner, quien capta la esencia del paisaje a través de la atmósfera, luz y
color (Lluvia, vapor y velocidad, El Temerario). En Alemania el paisajista C. D. Friedrich (El caminante sobre la niebla,
El naufragio de la Esperanza, La cruz en la montaña) se centra en una Naturaleza grandiosa, cargada de fantasía y
misterio que crea incertidumbre y angustia existencial.
En España se cultiva preferentemente el retrato (Esquivel, Federico de Madrazo) y el paisaje (Pérez Villaamil). Hay
también un costumbrismo bien representado por V. Becquer. Seguidores de los temas populares y de la factura libre
de Goya fueron Alenza y E. Lucas.
PINTURA ROMÁNTICA
HENRICH FÜESSLI
“El Ocaso” 1798
Lo sublime en el arte
Lo sublime tuvo gran relevancia en el Romanticismo: los románticos tenían la idea de un arte que surge
espontáneamente del individuo, destacando la figura del “genio” –el arte es la expresión de las emociones del artista–.
Se exalta la naturaleza, el individualismo, el sentimiento, la pasión, una nueva visión sentimental del arte y la belleza
que conlleva el gusto por formas íntimas y subjetivas de expresión, como lo sublime. También otorgaron un nuevo
enfoque a lo oscuro, lo tenebroso, lo irracional, que para los románticos era tan válido como lo racional y luminoso.
Partiendo de la crítica de Rousseau a la civilización, el concepto de belleza se alejó de cánones clásicos, reivindicando
la belleza ambigua, que acepta aspectos como lo grotesco y lo macabro, que no suponen la negación de la belleza,
sino su otra cara. Se valoró la cultura clásica, pero con una nueva sensibilidad, valorando lo antiguo, lo primigenio,
como expresión de la infancia de la humanidad. Asimismo, se revalorizó la Edad Media, como época de grandes
gestas individuales, en paralelo a un renacer de los sentimientos nacionalistas. El nuevo gusto romántico tuvo especial
predilección por la ruina, por lugares que expresan imperfección, desgarramiento, pero a la vez evocan un espacio
espiritual, de recogimiento interior.
En arte, lo sublime corrió en paralelo con el concepto de lo pintoresco, la otra categoría estética introducida por
Addison: es un tipo de representación artística basada en unas determinadas cualidades como serían la singularidad,
irregularidad, extravagancia, originalidad o la forma graciosa o caprichosa de determinados objetos, paisajes o cosas
susceptibles de ser representadas pictóricamente. Así, sobre todo en el género del paisaje, en el arte romántico se
aúnan sublime y pintoresco para producir una serie de representaciones que generen nuevas ideas o sensaciones,
que agiten la mente, que provoquen emociones, sentimientos. Para los románticos, la naturaleza era fuente de
evocación y estímulo intelectual, elaborando una concepción idealizada de la naturaleza, que perciben de
forma mística, llena de leyendas y recuerdos, como se denota en su predilección por las ruinas. El paisaje romántico
cobró predilección por la naturaleza grandiosa: grandes cielos y mares, grandes cumbres montañosas, desiertos,
glaciares, volcanes, así como por las ruinas, los ambientes nocturnos o tormentosos, las cascadas, los puentes sobre
ríos, etc. Sin embargo, no sólo el mundo de los sentidos proporciona una visión sublime, también existe una
sublimidad moral, presente en acciones heroicas, en los grandes actos civiles, políticos o religiosos, como se podrá
ver en las representaciones de la Revolución francesa. Igualmente, existe la sublimidad pasional, la de la soledad, la
nostalgia, la melancolía, la ensoñación, el mundo interior de cada individuo.
Los románticos encontraron cierta sublimidad –con efectos retroactivos– en la arquitectura gótica o en la “terribilità”
de Miguel Ángel, que para ellos era el genio sublime por excelencia. Sin embargo, el arte sublime se debe circunscribir
al realizado en los siglos XVIII y XIX, sobre todo en Alemania y Reino Unido. Dos de los más grandes representantes
de lo sublime, entendido como grandeza y como sentimiento desbordante, como un sublime moral más que físico,
fueron William Blake y Johann Heinrich Füssli.
Blake, poeta y pintor, ilustraba sus propias composiciones poéticas con imágenes de desbordante fantasía, personales
e inclasificables, mostrando una imagen paroxística de lo sublime por el carácter épico, místico y apasionado de los
personajes y las composiciones, de movimiento dinámico y exacerbado, de influencia miguelangelesca, como en su
poema simbólico Jerusalén (1804-1818) –Blake elaboraba a la vez imagen y texto, como en
las miniaturas medievales–.
Füssli, pintor suizo afincado en Gran Bretaña, realizó una obra de temática basada en lo macabro y lo erótico, lo
satírico y lo burlesco, con una curiosa dualidad, por una parte los temas eróticos y violentos, por otra una virtud y
sencillez influida por Rousseau, pero con una personal visión trágica de la humanidad. Su estilo era imaginativo,
monumental, esquemático, con cierto aire manierista influido por Miguel Ángel, Pontormo, Rosso
Fiorentino,Parmigianino y Domenico Beccafumi. El sentido de lo sublime en Füssli se circunscribe al ámbito
emocional, psíquico, más que al físico: es la sublimidad del gesto heroico, como en Juramento en el Rütli (1779); del
gesto desolado, como en El artista desesperado ante la grandeza de las ruinas antiguas (1778-80); o del gesto
terrorífico, como en La pesadilla(1781).
Quizá el más prototípico artista de lo sublime fue el alemán Caspar David Friedrich, que tenía una visión panteísta y
poética de la naturaleza, una naturaleza incorrupta e idealizada donde la figura humana tan sólo representa el papel
de un espectador de la grandiosidad e infinitud de la naturaleza –obsérvese que generalmente las figuras de Friedrich
aparecen de espaldas, como dando paso a la contemplación de la gran vastedad del espacio que nos ofrece–. Entre
sus obras destacan: Dolmen en la nieve(1807), La cruz en la montaña (1808), El monje junto al mar (1808-
1810), Abadía en el robledal (1809), Arco iris en un paisaje de montañas (1809-1810), Acantilados blancos en
Rügen (1818), El caminante sobre el mar de nubes (1818), Dos hombres contemplando la luna (1819), Océano glacial
(Naufragio de la “Esperanza”) (1823-1824), El gran vedado (1832), etc.
Otro nombre de relevancia es el de Joseph Mallord William Turner, paisajista que sintetizó una visión idílica de la
naturaleza influida por Poussin y Lorrain, con una predilección por los fenómenos atmosféricos violentos: tormentas,
marejadas, niebla, lluvia, nieve, o bien fuego y espectáculos de destrucción. Son paisajes dramáticos, perturbadores,
que provocan sobrecogimiento, dan sensación de energía desatada, de tenso dinamismo. Cabe destacar los
profundos experimentos realizados por Turner sobre cromatismo y luminosidad, que otorgaron a sus obras un aspecto
de gran realismo visual. Entre sus obras destacan: El paso de San Gotardo(1804), Naufragio (1805), Aníbal cruzando
los Alpes (1812), El incendio de las Casas de los Lores y de los Comunes(1835), Negreros tirando por la borda a
muertos y moribundos (1840), Crepúsculo sobre un lago (1840), Lluvia, vapor y velocidad (1844), etc.
También cabría citar como paisajistas enmarcados en la representación de lo sublime a John Martin, Thomas
Cole y John Robert Cozens en el Reino Unido; Ernst Ferdinand Oehme y Carl Blechen en Alemania; Caspar
Wolf en Suiza; Joseph Anton Koch en Austria; Johan Christian Dahl en Noruega; Hubert Robert y Claude-Joseph
Vernet en Francia; y Jenaro Pérez Villaamil en España.
Pintoresquismo
Lo pintoresco es una categoría estética surgida en el siglo XVIII en el Reino Unido, íntimamente relacionada con el
movimiento romántico. El término proviene del vocablo italiano pittoresco, que significa ‘similar a la pintura’, ‘a la
manera del pintor’, queriendo expresar una propiedad de los objetos, paisajes, o cualquier otro elemento del mundo de
los sentidos, que por sus características, cualidades, belleza o singularidad es digno de ser pintado, de ser
representado en una obra de arte. Lo pintoresco es aquel estímulo visual que aporta una sensación tal de singularidad
que pensamos que debería ser inmortalizado en un cuadro.
Como palabra, pintoresco fue empleado por primera vez por Giorgio Vasari en sus Vite, donde utiliza el término “alla
pittoresca” para significar un objeto que es capaz de producir nuevos efectos en el terreno pictórico. En Francia, se
empleó el término “genre pittoresque” para calificar la decoración rococó. Sin embargo, la significación actual y de
significado estético del término surgió en Gran Bretaña en el siglo XVIII, en relación con la
escuela filosófica empirista y el incipiente romanticismo, y en paralelo a la formulación de nuevas categorías estéticas
como lo sublime.
Joseph Addison, en Los placeres de la imaginación (Pleasures of the Imagination, 1712), distinguió tres cualidades
estéticas principales: belleza, grandeza (sublimidad) y singularidad (pintoresco). En su obra, establecía como motor de
lo sublime y lo pintoresco la imaginación, que es la que condiciona nuestra interpretación del mundo circundante
basada en primer lugar en los sentidos, pero tamizada por la mente, por nuestro gusto y nuestros recuerdos y
educación. Para Addison, la imaginación es la fuente del impulso artístico creador, rechazando el principio clásico y
académico del arte como imitación de la realidad, basado en reglas. En la base de lo pintoresco se hallaría la
novedad, la singularidad de un objeto que nos produce admiración, una sorpresa agradable, lo cual produce
curiosidad, ganas de aprehenderlo, de conocerlo mejor. La novedad comporta extrañeza, hecho por el cual nos atrae
tanto un objeto bello como uno feo o monstruoso, pues su carácter singular despierta nuestra atracción por él. Así,
Addison hizo una interpretación psicológica de lo pintoresco, ya que es una cualidad que agita nuestra mente, que nos
provoca nuevas ideas o sensaciones. Es un impulso que parte de nuestra percepción sensible para provocarnos
emociones, sentimientos.
“HAMMEAU”
de María Antonieta
Versalles
La estética de lo pintoresco fue desarrollada por autores como William Gilpin (The Essays on the Picturesque, 1792),
Uvedale Price (An Essay on the Picturesque as Compared with the Sublime and the Beautiful, 1794) y Richard Payne
Knight (An Analytical Enquiry into the Principles of Taste, 1805). Price describió los placeres derivados de lo
pintoresco, que son producidos por fenómenos como la irregularidad, la variación o la rudeza. Aplicado generalmente
a la naturaleza, al paisaje, es cualquier visión natural que seduce a los sentidos por cualquiera de las cualidades
descritas, por ser irregular, por su variedad o por ser una naturaleza agreste, salvaje. Estos autores vincularon la
percepción de la naturaleza con el sentimiento admirativo y casi panteísta que de la naturaleza tenían los románticos,
para los cuales era fuente de evocación y estímulo intelectual, elaborando una concepción idealizada de la naturaleza,
que perciben de forma mística, llena de leyendas y recuerdos, como se percibe en su predilección por las ruinas.
Así pues, se puede definir lo pintoresco como un tipo de representación artística basada en unas determinadas
cualidades como serían la singularidad, irregularidad, extravagancia, originalidad o la forma graciosa o caprichosa de
determinados objetos, paisajes o cosas susceptibles de ser representadas pictóricamente. También se puede
considerar pintoresca una escena que llama la atención por unas extrañas cualidades que hacen que sea llamativa,
bien porque expresan temas de corte novelesco o porque muestran escenas idílicas o emotivas, generalmente ligadas
a ambientes exóticos o bucólicos (escenas con pastores, pescadores, gitanos, etc). Lo pintoresco provoca
asociaciones de ideas de índole caprichosa y evocadora, produciendo un sentimiento estético entre la relajada y
armoniosa visión de la belleza y la sobrecogedora grandeza de lo sublime. La estética de lo pintoresco influenció
la pintura paisajística, que mostraría predilección por la naturaleza agreste, por las ruinas, los ambientes nocturnos o
tormentosos, las cascadas, los puentes sobre ríos, cabañas en el bosque, etc. La composición pintoresca suele tener
un plano profundo con contrastes efectistas, mostrando paisajes o grupos de personas revestidas de un notable
interés plástico.
La influencia de lo pintoresco tuvo una gran relevancia en la jardinería y la arquitectura paisajista, propiciando la
creación de complejas planimetrías donde, junto a una naturaleza exuberante, se unía una singular disposición de
elementos arquitectónicos y ornamentales, con un creciente gusto por lo exótico y por el diseño historicista: podemos
observar así la ubicación de elementos tan singulares como templetes clásicos, pagodas chinas, mezquitas árabes, o
una cuidada recreación de ruinas grecorromanas o medievales. Se recibió igualmente la influencia de la
jardinería oriental, como se aprecia en la obra A Dissertation on Oriental Gardening (1772), de Sir William Chambers,
autor de los Kew Gardens a orillas del Támesis. El jardín pintoresco se vio reflejado en la ampliación de los jardines
de Versalles, a cargo de Gabriel Thouin. En Inglaterra corrió en paralelo a la arquitectura neopalladiana de moda en el
momento, con villas campestres como los jardines de Alexander Pope en Twickenham, los del conde de Burlington
en Chiswick, los de influencia loreniana de Stourhead House o el palacio de Horace Walpole en Strawberry Hill. La
figura sobresaliente de esta corriente fue John Nash, autor de diversas construcciones de estilo ecléctico, y que
adaptó los nuevos hallazgos al urbanismo, como en la reurbanización del West End de Londres (1811-1826), donde
diseñó un gran conjunto residencial en torno a una gran zona verde, el Regent's Park. Otra importante obra suya fue
el Pabellón Real de Brighton (1815-1823). Otros arquitectos pintoresquistas ingleses fueron William Kent, Lancelot
"Capability" Brown, Humphry Repton, etc. En Alemania, destacó la obra de Friedrich Ludwig Sckell, autor del Jardín
Inglés de Múnich, así como Peter Joseph Lenné, que diseñó el Parque de Potsdam. En Italia destacó Giuseppe
Jappelli, autor del Caffè Pedrocchi en Padua y de la Villa Torlonia en Roma.
En el campo de la pintura, la tendencia pintoresquista tuvo una gran repercusión en el paisajismo. En Gran Bretaña,
la pintura de paisaje tuvo un gran auge en el siglo XVIII, en paralelo a la arquitectura y la jardinería.
En 1785, Alexander Cozens publicó un tratado sobre pintura de paisaje (Nuevo método para asesorar a la inventiva al
dibujar composiciones paisajísticas originales) que recogía las nuevas aportaciones realizadas en el terreno de la
estética por los filósofos empiristas. Cozens introdujo la idea de la “invención” de la naturaleza: en vez de imitarla, el
artista recrea una noción ideal de la naturaleza, que es el medio expresivo de la emotividad del artista. Influido por la
pintura china, elaboró obras donde, a partir de unas manchas de tinta sobre el lienzo, elaboraba un paisaje de
naturaleza fantástica. Los paisajistas más importantes del tardobarroco fueron Joshua Reynolds y Thomas
Gainsborough: Reynolds, artista y teórico del arte, tenía una línea más clásica, con influencia de Rafael y Van Dyck;
Gainsborough enmarca el paisaje en escenas de la vida social inglesa, de gran idealización y armonía. Otros artistas
destacados fueron Richard Wilson y John Crome, así como François Boucher, Jean-Honoré Fragonard y Hubert
Robert en Francia, y Giovanni Paolo Pannini, Giovanni Niccolò Servandoni y Bernardo Bellotto en Italia, adscritos al
género del “capriccio”, paisajes fantásticos con ruinas, de influencia piranesiana y vedutista. También se puede
vislumbrar cierto aire pintoresco en las escenas costumbristas de los cartones para tapices de Francisco de Goya, así
como en las vistas de Luis Paret y Alcázar.
Pero la estética del pintoresco tuvo su máxima representación en el Romanticismo: el paisaje romántico sintetizó las
principales características del género pintoresco, reflejando una naturaleza idealizada, de tipo sentimental y
composición escenográfica, que recogerá la moda por el Historicismo y el Eclecticismo, así como por la estética de la
ruina. Son paisajes de elaboración intelectual, no de imitación de la realidad, donde la naturaleza es el marco de una
cosmovisión donde el autor refleja su concepción ideal del mundo. Los paisajes románticos son elaboradas
escenografías donde la naturaleza es parte de un complejo diseño donde, junto a ésta, figuran construcciones y
elementos anecdóticos, o la presencia de pequeñas figuras humanas que se ven inmersas en la inmensidad del marco
natural. Destacó la obra de Joseph Mallord William Turner y John Constable, así como Caspar David Friedrich, Ernst
Ferdinand Oehme y Carl Blechen en Alemania, Caspar Wolf en Suiza, Claude-Joseph Vernet en Francia y Jenaro
Pérez Villaamil en España.
El Jardín pintoresco
En este sentido hay que tener en cuenta que la composición del jardín pintoresco no fue nada idealista; los elementos
que se utilizaron en ella fueron reproducciones de la realidad, no elementos ideales creados y recreados por el
hombre, como eran las grandes perspectivas del jardín francés. Pese a esta sujeción a la realidad, la composición
presentó un resultado artificioso, su apariencia era que la realidad natural parecía imponerse dominando el espacio
destinado al jardín, sin embargo, toda esa naturaleza fue puro artificio
El jardín pintoresco manipuló la naturaleza de manera similar a como lo había hecho el jardín clasicista, lo que varió
fue el sentido de aquella manipulación. El modelo figurativo de jardín barroco requería un sometimiento de la
naturaleza a las leyes de la geometría. El jardín pintoresco tendió más a una composición de los elementos. Por
ejemplo, los árboles ya no eran tallados como si se tratasen de esculturas, para lo cual se desvirtuaban sus formas
reales, sino que se insertaron en un determinado lugar junto a otros árboles y otros objetos, para componer un espacio
en el que se intentó recrear un ambiente con elementos naturales en su estado original.
Pero en el jardín pintoresco se incluyeron también elementos artificiales, esculturas y, fundamentalmente,
arquitecturas. Arte y naturaleza cooperaron en la estructuración de un gran ámbito teatral preparado para provocar
distintas emociones y sentimientos
A partir del último cuarto del siglo XVIII, los tratados sobre el jardín pintoresco fueron abundantes, en ellos se
expusieron distintas escenografías en función del tipo de sensaciones que pretendían: tranquilidad, melancolía,
fantasía, etc., lo que desarrolló perfectos esquemas estructurados en todos sus elementos.
HISTORIA DE LA
ARQUITECTURA.
Antología Crítica.
Luciano Patetta.
Entre los primeros ejemplos estuvieron dos mansiones escocesas construidas o remodeladas por William
Adam: el Inveraray Castle (1746) y el Culzean Castle(1777). También en Escocia, Walter Scott, autor de novelas
medievalistas, construyó en estilo neogótico su mansión de Abbotsford House (1824).
Más impacto, por su cercanía a Londres, tuvieron la remodelación de Strawberry Hill (1749, por iniciativa de Horace
Walpole) y la reconstrucción de la abadía de Fonthill (William Bedford y James Wyatt, desde 1796). En 1836 se
construyeron con criterios neogóticos las Houses of Parliament (Palacio de Westminster, de Charles Barry y Augustus
Pugin); y en las décadas siguientes (las de la denominada "Era Victoriana" -se habla de Victorian Gothic-) se
realizaron en el estilo multitud de remodelaciones o nuevas construcciones de toda clase de edificios en el Reino
Unido; entre ellas las de muchos colleges universitarios, cuyo ejemplo se extendió a las universidades
estadounidenses, con tal profusión que el estilo también recibe la denominación de Collegiate Gothic.
En el siglo XIX la Europa continental vivió una auténtica fiebre neogótica que, además de levantar nuevos edificios,
restauró y completó edificaciones medievales, como catedrales y castillos. En Francia destacó la labor restauradora y
reconstructora de Eugène Viollet-le-Duc.
El ambiente artístico de mediados del siglo XIX fue muy proclive al medievalismo, que se extendió por todas las artes,
especialmente en la decoración y el mobiliario(Arts and Crafts), pero también en pintura, con distintos criterios
(los nazarenos en Alemania, los pre-rafaelitas en Inglaterra); o en literatura (drama romántico, novela histórica, novela
gótica) o en música (óperas de ambientación medieval).
Las ilustraciones de la obra de Charles Knight Pictorial Gallery of the Arts (1858) muestran en detalle la incorporación
de la influencia del diseño moderno en el neogótico. Para 1872, el Gothic Revival británico estaba lo suficientemente
maduro para que Charles Locke Eastlake, un prestigioso profesor de diseño, escribiera A History of the Gothic Revival;
aunque la obra principal sobre el movimiento se produjo medio siglo más tarde desde el ámbito de la historia del arte,
a cargo de Kenneth Clark: The Gothic Revival. An Essay (1928).
El Neogótico en Francia
La época napoleónica, en la que predomina el estilo Imperio y el Neoegipcio, no fue proclive al Neogótico, que ha de
esperar al cambio político y cultural que supone la Restauración. Los Borbones incentivaron a los jóvenes arquitectos
a contactar con el pasado artístico del reino de Francia medieval. Entre ellos destacó Jean-Baptiste-Antoine Lassus y
su discípulo Eugène Viollet-le-Duc, que trabajó con Lassus en obras de restauración como la de Notre-Dame y la de
la Sainte Chapelle, ambas en la isla de la Cité de París.
Viollet-le-Duc realizó minuciosas observaciones de las edificaciones medievales, y sus intervenciones son radicales,
reconstruyendo completamente ciertas construcciones con gran imaginación, incluso añadiendo partes completamente
nuevas (ciudad amurallada de Carcasona, château de Pierrefonds, château de Roquetaillade, château de Pupetières),
criterio que posteriormente fue reprobado como "desnaturalización" por los nuevos conceptos de restauración
(intervención mínima y respeto a la obra original). Difiere de su homólogo inglés, Ruskin, en que reemplaza el trabajo
de los canteros medievales y acoge novedades que prefiguran la "honestidad estructural" del modernismo, como
la arquitectura del hierro, al tomar conciencia que en las obras medievales el hierro (empeado en tirantes y grapas) y
la cantería se combinaban en las construcciones (Entretiens sur l’architecture, publicado entre 1863 y 1872, un
conjunto de planes audaces y vanguardistas, nunca realizados, pero que influyeron notablemente en las siguientes
generaciones de arquitectos, como Gaudí o los Destailleur -château de Trévarez-).
El Neogótico en España
El estilo neogótico se integró en España a finales del siglo XIX; terminándose bajo sus criterios las fachadas de
algunas catedrales medievales, como la la de Barcelona y la de Cuenca (Vicente Lampérez) o la remodelación de San
Jerónimo el Real (donde se utilizan también elementos neomudéjares y neo-isabelinos) y levantándose otras, como
la San Sebastián. Con más libertad se empleó en casas particulares como el palacio de Sobrellano (Comillas),
el palacio de la marquesa de Cartago (Ciudad Rodrigo) o el palacete Laredo (Alcalá de Henares, también mezclado
con elementos neomudéjares).
Particularmente en Cataluña el neogótico fue fomentado por la emergente conciencia nacionalista de la burguesía
local, interesada en entroncarse con el pasado medieval (Barrio Gótico de Barcelona, modernismo catalán).
Otros edificios comenzaron a concebirse con planteamientos neogóticos pero se terminaron con muy distintos
supuestos, bajo la influencia del naciente modernismo español: así ocurrió con el primer modelo para la Sagrada
Familia de Barcelona, de Francisco del Villar, que Gaudí transformó radicalmente (el mismo Gaudí, en el palacio
episcopal de Astorga, partiendo del neogótico, introdujo elementos que pueden denominarse "modernistas"); o con
parte del planteamiento inicial de la catedral de la Almudena de Madrid, que tras sus sucesivas fases de construcción
se convirtió en arquitectura ecléctica para encajar con el entorno madrileño más neoclásico.
En Inglaterra nunca se dejó de admirar los monumentos medievales. De hecho, el Renacimiento tardó en asentarse
mucho más que en otros países y durante la Edad Moderna se siguió aplicando el lenguaje y las formas góticas en la
construcción de los College o en la adaptación a estructuras ya existentes; es lo que se llamó el gothic survival, la
supervivencia del gótico. Por eso no es de extrañar que desde mediados del siglo XVIII, coincidiendo con la
corriente revival neoclásica grecorromana, se renovase el interés por las formas góticas (gothic revival).
Inicialmente, durante más de medio siglo, el estilo neogótico se aplicará sólo a la construcción de fantasiosas villas de
campo, pero a partir de la caída de Napoleón y de la llegada del espíritu del Romanticismo, el gusto neogótico se
difunde por Europa unido a la literatura de ambientación medieval (Walter Scott) y en Inglaterra se aplica a cualquier
tipo de edificios (iglesias, edificios institucionales, museos, mercados, estaciones de tren, almacenes). En este artículo
voy a ver esta evolución centrándome en el estudio de dos edificios muy significativos: Strawberry Hill House, primer
ejemplo de una primera etapa inicial, y el Parlamento Británico, ejemplo culmen de la etapa madura del estilo.
Como reacción a la formalidad y a la frialdad neoclásica imperante a mediados del siglo XVIII, y de manos de
diletantes, surgirán las primeras manifestaciones arquitectónicas neogóticas en mansiones levantadas a las afueras
de Londres, como Strawberry Hill House, construida por el escritor Horace Walpole. A ésta le seguirán otras realizadas
por prestigiosos arquitectos que por un momento abandonan el neoclasicismo imperante para hacer casas a capricho
de sus propietarios.
Horace Walpole (1717-1797), era un aristócrata, hijo del que fue primer ministro inglés Robert Walpole. Escritor y
aficionado a la arquitectura compró en 1749 una pequeña casa de campo a orillas del Támesis, en Twickenham, cerca
de Londres. Su amor por la Edad Media le llevó a escribir la que es considerada la primera novela de terror gótica
(gothic novel), The Castle of Otranto (1764), y al mismo tiempo a proyectar y a ampliar paulatinamente su propia
vivienda tomando elementos arquitectónicos y decorativos de distintos edificios góticos que admiraba de Inglaterra y
del resto de Europa.
Horace Walpole adquirió en 1748 una casa en la zona cercana a Londres conocida como Strawberry Hill. Durante los
años siguientes reconstruyó y amplió el edificio según sus propios y peculiares diseños inspirados en el estilo gótico
medieval.
Walpole, en colaboración con un grupo de amigos aficionados a la arquitectura, estudió ejemplos de edificaciones en
Inglaterra y otros países, y basó sus diseños en la arquitectura de las grandes abadías y catedrales góticas. Tumbas
medievales, puertas con arcos, rosetones y celosías fueron modelos para sus chimeneas, ventanas, puertas y techos,
pero en lugar de piedra labrada, hizo la decoración de las habitaciones de madera, yeso y papel maché. En su
mansión pueden verse detalles inspirados en la Abadía de Westminster o en la de Canterbury. La chimenea se basó
en la tumba de Eduardo el Confesor.
En el transcurso de los años, hasta 1776, surgió un conjunto asimétrico y pintoresco -algunos dirían peyorativamente
que un pastiche- de estilos góticos.
La parte exterior es bastante inarmónica. Presenta un diseño abigarrado de saledizos y entrantes, torres y pináculos,
arcos ojivales y soportales, ventanas treboladas y corona de almenas, texturas lisas y rugosas, que pretendía imitar
los progresivos añadidos de una estructura medieval hecha a lo largo de la historia.
La primera fase que, en palabras de Walpole, es un “pequeño castillo gótico” comenzó en 1749 y se completó en
1753; una segunda etapa se inició en 1760 y hubo otras modificaciones, como la torre redonda de 1771, la gran
alcoba del lado norte en 1772 y la torre llamada Beauclerk. Se completó con los diseños de un arquitecto profesional
en 1776. Paralelamente al proceso de creación de la casa, Walpole escribió la novela que le haría célebre, El castillo
de Otranto, considerada la obra inaugural del género gótico.
Para el diseño del interior, Walpole y los amigos que le aconsejaban tomaron como modelo las ilustraciones que
aparecían en las obras sobre arquitectura medieval, aún muy escasas en aquella época. Procedieron guiándose por
criterios puramente decorativos, de modo que una tumba gótica de la abadía de Westminster podía servir como
modelo para el marco de una chimenea o la balaustrada del coro de la vieja catedral de San Pablo de Londres para
crear las estanterías de la biblioteca. Así, fueron creando una amalgama de detalles pertenecientes a diferentes obras
y periodos del estilo gótico inglés, italiano y francés, todo a escala reducida y fabricado con revoque, madera o papel
maché, pintado en vivos colores y completado con la colocación de espejos. Este mundo artificial y frívolo aún tenía
mucho que ver con el rococó y poco con la seriedad arqueológica que iba a caracterizar al neogótico y al
neoclasicismo a finales del siglo XVIII.
Sir Roger Newdigate, rival político de Walpole, reformó su casa de campo de Arbury Hall (cerca de Birmingham), a lo
largo de un lento proceso que duró 50 años (1748-1799) hasta convertirla en uno de los monumentos más bellos
del gothic revival. A diferencia de la casa de Walpole, ésta mantiene un único modelo concreto a imitar, la capilla de
Enrique VII de la abadía de Westminster, por lo que resulta más coherente desde el punto de vista del estilo, el
perpendicular o gótico tardío inglés: con arcos tudor, estrechos paneles de tracería y bóvedas de abanico en su
interior. Su situación en un ligero promontorio refuerza el carácter defensivo medieval que se quiso dar a la
construcción.
La casa de Strawberry Hill fue el primer edificio sin ningún elemento medieval preexistente, es decir, construido
partiendo de cero, en estilo gótico. Por esa razón está considerado como el punto de partida del estilo llamado
neogótico.
El edificio evolucionó sin un plan fijo. El dueño fue añadiendo caprichosamente nuevos elementos durante un
período de casi treinta años.
James Wyatt (1747-1813) se distinguía en Londres por ser un arquitecto neoclásico; no obstante, proyectó y
construyó en Fonthill Abbey (1792-96), en Wiltshire, una casa para el millonario y excéntrico escritor William
Beckford. En su diseño se inspiró en la planta de cruz latina de una abadía gótica, con torre octogonal en el crucero.
Su gótico mostraba clara tenencia a las fantasías. Poco tiempo después de finalizar las obras, la gigantesca torre de
84 metros de altura se derrumbó, llevándose consigo la mayor parte de ese romántico producto de la
imaginación. Wyatt también intervino en la restauración de algunas catedrales inglesas, lo que le valió el sobrenombre
de "Wyatt el destructor". Tampoco otros arquitectos, discípulos o imitadores, como Atkinson,Wilkins o Smirke, fueron
más rigurosos.
El declive de la arquitectura clasicista se inició en la primera mitad del S.XIX debido a que el Neoclasicismo del S.
XVIII, impuesto por la Academia, limitaba la creatividad del arquitecto a las normas clásicas.
La mayor ambición del siglo fue la de crear un estilo. Será el Eclecticismo historicista el que rompa el rígido esquema
académico permitiendo la creatividad y libertad compositiva.
El mismo término eclecticismo (del griego eklego, escoger), define la actitud de compaginar diferentes estilos
históricos. Un revival cargado de connotaciones moralizantes en busca del modelo ideal.
Diferentes motivos impulsaron esta nueva actitud. Por un lado, el interés surgido en torno a la Arqueología; por otro, la
desconfianza del Romanticismo hacia la razón y con ello hacia el estilo clásico, que asociado a la idea de racionalidad
dio paso al interés por las arquitecturas medievales que rompían el canon del clasicismo. Y por último, el proyecto del
Imperio Napoleónico de ocupar Europa y extender el estilo clásico como consecuencia, contribuyó a la aparición de
sentimientos nacionalistas en todos los países ocupados que incitaron a la búsqueda de estilos autóctonos.
En 1845 los revivals gozaban de una gran difusión. El Neogótico y el Neorrománico se prefirieron en las
construcciones religiosas, el clasicismo en los edificios oficiales y bancarios, el Neoegipcio se empleó en arquitectura
funeraria y el Neoárabe, Neoturco o Neohindú en arquitecturas pintorescas o fantásticas.
Una peculiaridad de los revivals fue la posibilidad de elegir aquella opción que a gusto del arquitecto mejor se
adaptase a sus fines, pudiendo construir a la vez en diversos estilos sin aparentes problemas de coherencia estilística.
No hay que olvidar que en la formación y desarrollo de estos estilos medievales está siempre presente la necesidad
de crear algo nuevo, un estilo moderno. Para ello también van a aprovechar los hallazgos tecnológicos de la sociedad
industrial y de la arquitectura del hierro.
En Francia encontramos interesantes realizaciones y ejemplos del eclecticismo. Un ejemplo de arquitectura religiosa
es Notre Dame de Lorette (1823-36) de L. H. Lebas. El aspecto exterior es el de un templo con pórtico tetrástilo de
orden corintio, mientras que el interior con cinco naves recuerda a las basílicas paleocristianas.
Las obras que mejor identifican el París de Napoleón III son el Nuevo Louvre de L. T. J. Visconti y H. M. Leufel, que
supone la unión del palacio del Louvre con el de Tullerías, y la Ópera, encargada mediante concurso público en 1860
a Charles Garnier
Garnier consiguió diseñar un edificio de alto valor plástico, su fachada principal es una superposición de elementos.
Desde el pórtico hasta la monumental galería superior con espléndidas columnas de orden gigante, todo está
recubierto de una rica decoración escultórica. Muchos elementos empleados recuerdan al S. XVI italiano. La gran
escalera principal da al conjunto un aspecto más escenográfico, encontramos un derroche de lujo y espectacularidad
con mármoles, lámparas, esculturas doradas, consiguiéndose una atmósfera en la que el espectador debe entrar.
En España, las primeras libertades políticas que llegaron con la muerte de Fernando VII pusieron los cimientos a lo
que sería el desarrollo del eclecticismo a lo largo del último tercio del S. XIX. Las prácticas de la Escuela de
Arquitectura elaboran lo más reseñable, destacando dos generaciones de autores, los nacidos en 1850 y en 1875.
Encontramos nombres como Velázquez Bosco, Rodríguez Ayuso, Repullés y Vargas, Antonio Martorel y Domènech,
Puig i Cadafalch, Alejandro Soler o Aníbal González, etc.
La Exposición Universal de Barcelona (1888) significó la plasmación de un rico conjunto de arquitectura ecléctica, que
apartada del mero historicismo, buscaba una apariencia nueva y moderna en el entorno español. La mayor parte de su
edificios se han perdido, pero aún se conservan el Arco de Triunfo de Vilaseca y Casanovas que serviría para recibir a
los visitantes que acudían al recinto ferial y el Café Restaurante de Doménech (hoy museo de zoología). La obra de
Lluis Domènech, en la que conviven materiales tradicionales con el hierro, evoca un castillo medieval con almenas y
torreones esquinados. Domènech también creó el desaparecido Hotel Internacional. Las viejas fotografías que se
conservan son testigos de una estructura aparatosa y compleja.
Aparte de las obras realizadas para la Exposición Universal de Barcelona, los inmuebles que obedecen a principios
eclécticos responden a temas arquitectónicos que nacen en el siglo XIX o que manifiestan un auge en estos años:
construcciones de carácter institucional como diputaciones, ayuntamientos y ministerios, estaciones, mercados,
teatros, casinos, escuelas, bancos, edificios bursátiles, culturales, kioscos de música, etc.
Royal Pavilion
John Nash.
Brighton
1822