Diga El Mundo Lo Que Quiera

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 40

ADMINISTRACIÓN

34 6
JL^JLI*JLC:<Z>-XZ>¥li¿±JS¿LA.rrJLGA-

¡DIGA EL MUNDO

LO QUE QUIERA
ESTUDIO EN ÜN ACTO Y EN VERSO

ORIGINAL DF.

U A N JOSÉ CHAZARRI

<-t- -X^r-y^^-»-

13
MADRID
SEVILLA, 14, PRINCIPAL
1886
DIGA EL MUNDO LO OUE QUIERA!
¡DIGA EL MUNDO LO QUE QUIERA!

ESTUDIO

E33>í XJTI^a A.GTO Y J3IST ^VJB3I=t.S»0

original de

JUAN JOSÉ CHAZARRI

Estrenado con extraordinario éxito en el Teatro de NOVEDADES


el dia 30 de Noviembre de 1885

MADRID: 1886
ISTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO
DE M. P. MONTOYA T COMPAÑÍA
Caños, 1.
PERSONAJES ACTORES

Merck des '.


Sra. Domínguez.
Enriqueta Srta. Guillen.

Dolores, niña de 5 años. . » Aquino.


Edüa rdo Sres. Cachet.

Román » Osuna.

La acción en Sevilla.— Época actual.

Esta obra es propiedad de su autor, y nadie podrá,


sin sn permiso, reimprimirla ni representarla en Espa-
ña y sus posesiones de Ultramar, ni en los paisas con
los cualeshaya celebrados, ó se celebren en adelante,
trabados internacionales de propiedad literaria.
El autor se re«erva el derecho de traducción.
Los comisionados de la Administración Lírico-Dra-
mática, perteneciente á I). Eduardo Hidalgo, son los

encargados de conceder ó negar el permiso de represen-


tación, y del cobro de los derechos de propiedad
Queda hecho el depósito que marca la ley.
AL PRIMER ACTOR

D. EDUARDO PÉREZ CACHET

Hijo es este modestísimo trabajo del estudio, y á


usted llega en demanda de Padrino, buscando el

agua de su estreno. Débil y pobre lia nacido como el

ingenio de su Padre, pero si usted le bautiza, con su


fe, su constancia y su talento, tengo por cosa segu-
ra que, combatida la anemia, el engendro adquirirá
la vida que le falta.

Juan José Chazarrt.

P. D. Con verdadero cariño ha dirigido usted los en-


sayos de este modesto estudio, señor Cachet.
Los aplausos que el público le ha prodigado, débense á
la esmeradísima interpretación de mis compañeros; dé
usted gracias en mi nombre á la señora Domínguez, á la
señorita Guillen y al señor Osuna: bese muchas veces, por
mí, á la niña Aquino, que ha estado tan monísima como
inimitable en el desempeño de su papel, y crea usted fir-
memente que no encuentro palabras con que darle gra-
cias por la perfectísima ejecución del Eduardo de «Diga
el mundo que quiera.»
lo
Diga que quiera el mundo, y una usted á los muchos
lo
aplausos que ha recibido uno que nace del alma de

EL AUTOR.
ACTO ÚNICO
Decoración modesta, pero no blanca, reducidísima, al extremo da
que el telón del foro debe ocupar la primera caja de bastido-
res, y las dos puertaslaterales han de formar chaflanes apo-
yando sus primeros términos en los bastidores de embocadura:
ventana al foro, con tiestos da flores: la puerta de la derecha
es la entrada de la calle; la de la izquierda, comunica al in-
terior de la casa. Muebles muy modestos, pero muy limpios.
En el foro derecha, cómoda, sobre la que habrá un cuadro pe-
queño que represeute la Virgeu de los Dolores, alumbrado por
una lamparilla. En el foro izquierda, velador con mantel, bo-
tellas y vaso, y copa, platos, cubierto, etc., etc. Talón de calle
detrás de la ventana del foro. La acción empieza á las once y
media de la mañaua.

ESCENA PRIMERA.
MERCEDES , acabando d© arreglar el velador, que está servido.

MERC. Creo que está todo listo...


justo... no me falta nada...
los platos... el pan .. el vino...
copa y botella con agua...
que al llegar io encuentre todo
como le gusta... y sin faltas,
pues todo se lo merece
el hijo de mis entrañasl
ESCENA II.

MERCEDES y DOLORES, que trae una cajita coa pañuelo bordado.

Dol. Y me entré... no me ha sentido.


La asustaré, por supuesto.
(Se agacha y tira del vestido á Mercedes.)
Mero. Demonio!... Señor, qué es esto?
Dol. Que aquí estoy porque he venido.
Merc. Vaya un susto, San Antonio!
Dol. Pase del susto la racha.
Soy yo.
Mé*rc. Sí, que eres, muchacha,
el mismísimo demonio.
Dol. Un beso!
Merc. Y que no es rehacio;
y dos y tres... con excesos!
Dol. Bueno, basta ya de besos
y vamos á hablar despacio.
Merc. Despacio nosotras?
Dol. Sí.
Merc. Será la cosa importante! (Burlándose.)
Dol. Vaya!... pues lo es, y bastante.
Merc. Bien, hablemos.
Dol. Traigo aquí (Por el pañuelo.)
algo que mucho interesa!
Merc. A ver.
Dol. Quieta!
Merc. Que te riño!
Qué traes? '

Dol. (Con entonación cómica.)


Prueba de cariño .

á Eduardo.
Merc. Sí?
Dol. Gran sorpresa!
Merc. Un imperio, Lola, vales!
Dol. (Sacando el pañuelo.)
Aquí ha presentado:
está: se
todo en seda está bordado
y lleva dos iniciales!
Merc. Dos E. E. Vamos, ya adivino.
Se unen en dicha completa...
Dol. Mi hermana, que es Enriqueta,
con Eduardo, mi padrino^
Merc. Pero muchaeha, tú sabes?...
Dol. Que se casan? Bobería!
Vaya, las niñas de hoy día
sabemos cosas más graves!
No le asuste lá noticia,
pues del mundo en el enredo,
al crecer el cuerpo un dedo
crece cuatro la malicia;
yo soy un ejemplo hecho
de lo que mi voz confiesa...
No llego en cuerpo á la mesa,
pero en picarilla, al techo!
Merc. Vamos, calla.
Dol. Se incomoda?
Merc. No me incomodo.
Dol. En mi anhelo,
yo traigo aquí este pañuelo
como regaló de boda.
Y pues nadie lo recela
quiero yo, sin que haya riña,
que pues lo bordó la niña,
á ellos lo entregue la abuela!
Merc. Dalo tú.
Dol. No hay quien me venza
á hacer esol Usted... no hay más.
Merc. Más tú, por qué no lo das?
Dol. Porque me causa vergüenza!
Mekc. Por qué tan corta este día?
Vamos, tu respuesta aguardo.
Pues no quieres á mi Eduardo?
Dol. Como á un padre, madre míal
Merc. Mucho?
Dol. Justo es que confiese.
Con cariño que ha crecido!
Cómo no? Si no he tenido
otro padre que me bese!
Y á más, en ventura ufana,
que de esto también entiendo,
va á ser su marido, siendo
— 10 —
el amparo de ini hermana.
MERO. Hija mía... ven aquí...
Comprendo cuando lo pienso
el cariño tan inmenso
que Eduardo siente por tí.
En sus dichas ó en sus penas,
más te ama, aunque no nos cuadre,
que á su novia, que á su madre
y á la sangre de sus venas.
En el mundo eres su edéu!
Su delicia!... Su sosiego!
adora ciego
Sí, hija sí, te

y yo te adoro también,
que eres Lola, á no dudar,
ángel puro en nuestra historia,
desprendido de la gloria
y caido en nuestro hogar!
DoL. Vamos, no tanto, no tanto.
Merc. Hija...
DoL. Es una tontería!
Ea, vaya... Vaya, alegría
y á ver si se seca el llanto.
MERC. Deja el llanto que me anega
y que mi dolor contiene.
DOL. Yo no quiero que usted pene...
Chito!Que mi hermana llega.
Conque basta de arrechucho!

ESCENA Iií.

DlCHAS, — ENRIQUETA, que viene vestida como indica el

diálogo.

Enr. Qué haces aquí? En pleno ocio?


DOL. •
(Con intención.)
Pues he venido á un negocio
que me interesaba mucho!
Y ahora no he de detenerme:
me marcho.
Enr. Pero, qué es esto?
DOL. Que pues que tú te has compuesto
— 11
también voy á componerme!
Enr. Chica!
Dol. No, no escucho nada*
ni medetengo un momento:
no estar ya compuesta siento;
la ropa está?
Enr. Preparada.
Dol. Pues allá voy con anhelo!
Paso franco á una chiquita
que se va á poner bonita
desde los pies hasta el pelo! (Sala corriendo.)
Merc. Adiós, la grave persona
que me asusta, si se agacha.
Enr. Es muy mala esa muchacha.
Merc. Es muy lista y es muy mona!
Enr. Usted; siempre trabajando!
Merc. (Enriqueta pasa quedando á la derecha.)
Hija, qué quieres que haga?
La que vive del trabajo,
la que no tiene criada,
lo ha de hacer todo ella sola.
Enr. Es verdad.
Merc. Y ensancha el alma,
trabajar, si por un hijo
como Eduardo, se trabaja!
Enr. Le quiere usted mucho?
Merc. Mucho!
(Después de mirarla y con mucha intención, pero
con cariño.)
Más que tú!
Eür. (Muy rápido y con mucho interés.)
No, madre!
Merc. Calla!...
Cuando tú tengas un hijo...
Enr. (Expresando en la exclamación temor, vergüenza
y sentimiento.)
(0h!)
MERC (Sin notar nada, y siguieudo sin pausa el verso
anterior.)
Me lo dirás, muchacha.
(Reparando en el tocado de Enriqueta.)
Hola, compuesta te veo!
ENR. (Con gran naturalidad y sencillez.)
Me levanté cou el albal
Merc. Vaya, y pensando en los dichos
que al anochecer, sin falta,
te has de tomar con Eduardo,
que es tu novio...
E¡SR, (Con mucho fuego.)
Que es mi alma!
Mero. Te has puesto muy coquetilla
y muy linda.
hiNR. fCon mucha modestia.)
Vaya en gracia!
Está usted hoy!...
i MERC. (Con mucho cariño y cogiéndola de las manoa.)
Como
siemprel
Ven que te mire á mis anchas.
Sortijillas hecho el pelo!
ENR. (Rápido y con mucha naturalidad.)
Pues ahi la mano uo anda;
esas se hacen ellas solas:
que apenas un poco de agua
me pongo, madre, en el pelo
y peine la desparrama,
el
riza la naturaleza
mis trenzas...
MERC. (Por el color muy rubio del cabello de Enri-
queta.)
De oro cuajadas.
Sigamos viendo.
Enr. Por Dios!
M(JER. Bata de percal, muy clara,
Enr. No quiero que oscuro sea
el porvenir que me aguarda!
Merc. Hija, el que te espera á tí
será de risas.
Enk. (O lágrimas!)
Merc. Sigamos, sigamos viendo...
Enr. No siga usted, no... caramba! (Taconeando.)
Mkrc. No taconees tan fuerte,
que vas á torcer, muchacha,
ese zapato tan negro.
que cubre media tan blancal
— 13 —
Enr. De veras, estoy bonita?
Merc. Mucho!
Enr. Cuando Eduardo salga
conmigo á la Vicaría
vendrá muy contento?
MlíRC. Calla!
Sois el uno para el otro
pareja que... ni pintada!
Dios os haga tan felices
como yo..
Enr. Que Dios lo haga!
El es bueno y yo soy buena.
Mkrc. Mucho le quieres!

ENR. (Con pasión.) El alma


daría, madre, por él
sin sentirla ni llorarla!
(Cambiando de tono y muy natural.)
Soñé con esto ayer tarde!
Merc. Y cuál íué tu sueño? habla.
ENR. (Después de una tijera pausa.)
Cuaudo acabé mis costuras
cansada, y con alegría,
y ya las luc< s del día
iban toruándo.^e oscuras,
aunque, hoy, aromas no emana
porque se encuentra marchito,
junto á mi rosal, chiquito,
me seuté, de mi ventana:
Bajo el rosal, sin igual,
soñaba, madre, dormida,
y una rosa desprendida
besé yo de aquel rosall
Besall... me dijo un acento,
que en un beso se dá un alma!
y yo la besé con calma
y fui feliz un momento!
pero sentí, aunque soñaba,
decir á un eco también:
Un relámpago es el bien:
truena mal, y el bien acaba!
el
De pronto, nublóse el día:
las rosas se marchitaron;
— 14 —
de mi lado se alejaron
con lenta y triste agonía:
sobre mi cuerpo angustiado,
presa ya de un paroxismo,
negro como horrible abismo
un insecto cruzó aladol
«Despierta!» dijo al pasar,
y aprenderás que es vivir,
entre el placer del dormir
y el dolor del despertar!
A la realidad torné
cuando el sueño huyó de mí,
y madre, tan solo vi,
cuando la verdad miré,
perdido su color grana,
por tristezas infinitas,
dos hojas secas, marchitas
del rosal decni ventana!
Merc. Ya ves, hija, cuan fugaz
es el bien.
ENR. . (Volviendo á recobrar alegría.)
Pues no me embarga
tristeza por lo soñado,
ni el soñar me importa nada,
que al fin, madre, el sueño huye,
y el mal del sueño se acaba.
Merc. Bendita seas, hija mía,
y bien tus contentos hayan!
Enr. Madre, hablemos de otra cosa.
Merc. De lo que tú quieras habla.
ENR. (Con muehisimo temor, porque intenta descubrir
el secreto de au vida.)
Quisiera... (Pausa.)
Merc. Qué?
Enr. (No me atrevo!)
Merc. Vamos, estás embobada.
ENR. (Decidida.)
En este papel confío.
(Sacando uua carta del bolsillo de la bata.)

Oiga usted, madre!


Merc. Qué? Acaba!
EüUARD. (Dentro y muy alegre.)
— 15 —
Madre!
Enr. (Al oir la voz de Kduardo, guarda precipitada-
mente la carta y dice muy turbada y muy rápido.)
Eduardo! luego!... luego!
Merc. Más qué agitación? Qué pasa.
Enr. (Con mucha agitación en todas las frases, hasta
la salida de Eduardo.)
Un beso, madre,que borre
viva y grana
la tinta tan
que habrá teñido mi rostro!
Merc. Verdad: estás colorada!
Enr. Madre, un beso!
Merc. Vamos, tonta:
toma. Jesús, qué muchacha!
(Dá un beso fuerte á Enriqueta, en el mismo mo-
mento en que Eduardo se presenta en la puerta
de la derecha.)

ESCENA. IV.
Dichas. — Eduardo.
(Toda esta escena del estudio es muy cómica,
muy movida y muy alegre.)
Eduard. Gran beso! Bravo: me alegra.
Enr. Eduardo!
Eduard. Es raro, á fé míal
beso con tanta alegría
en los labios de una suegra!
Merc. De veras?
Eduard. (Pasando á colocarse en medio de las dos, y be -

saudo una mano á su madre.)


Madre querida!
(Reparando en Enriqueta.)
Enriqueta: estás muy mona!
Enr. Burlón!...
Eduard. Mi fé te lo abona.
Merc. Almuerzas?
Eduard. Digo!... En seguida!
YLolilla?
Merc. Digo, .digo!
Enr. Componiéndose... que salta.
— 16 —
EDUARD. No sé; pero algo me falta
cuando no almuerza conmigo,
Si almuerzo, pronto ha de ser.
Mekc. Voy al punto.
(Sala Mercedes por la primera, izquierda.)

ESCENA V.

Enriqueta. — Eduardo.
Eduard. Hay que andar vivo!
Enr. Y de tal prisa el motivo,
dime, se puede saber?
Eduard. Celos?
Enk. Yo?
Eduard. Vamos!
Enr. Qué afán!
Y aunque ..

Eduard. Diré lo que pasa.


Pues hay que acabar la casa
del señorito Román.
Enr. (Al oir el nombre de Román, hace la exclama
ción que sigue, después trata de serenarse y dic»;

afectando tranquilidad.)
(Ah!) Falta mucho?
Eduard. No: nada.
algo solo del dorado
y el escudo ya empezado
que corona la fachada.
Enr. Ten cuidado!
Eduard. No me apuro.
Enr. A veces...
Eduard. Temores vanos!
Tengo yo muy buenas manos
y elandamio está seguro.
Enr. . Y hay tanta prisa?
Eduard. Infinita!
Enr. Mas por qué?
Eduard. Me hablas en broma?
Pues no sabes que hoy se toma
de dichos la señorita!
— 17 —
De veras? como los dos?
Lo mismo en su casa pasa.
Es feliz porque se casa:
como yo!
(Bendito Dios!)
Hay allí tal movimiento!...
más de lo que yo quisiera:
ni por dentro ni por fuera
hay quien descanse un momento.
Adornos!... Ricos tapices!...
Alfombras!... Muebles sin par!
Hija... Qué se yo! .. La mar!
(Preocupada )

Vaya si serán felices!


Eso, lo dudo: me ciño
á mi duda, y bien infiero,
porque hay allí más dinero,
pero hay aquí más cariño!
ENR. (Con coquetería.)
Estás seguro?
EdüARD. A mi ver,
verdades d'go sinceras...
A no ser que tú me quieras
un poco menos que ayer.
ENR. (Con eufado.)
Jesús!. En irme no tardo!...
.

(Va á marcharse y Eduardo la detiena cojiéndola


de una mano.)
EdüARD, No: ven: mi amor te sujeta.
(Con pasión.)
Me quieres mucho, Enriqueta?
ENR. (Con un arranque del corazón.)
Que si yo te quiero, Eduardo?
(Ligera pausa.)
Con tu amor, de horrible cruz,
pasé, on éxtasis eterno,
de las noches del infierno
á los cielos de la luz.
Que si te amo con locura?
No lo dudes, vida mía!
Horizontes de alegría
y horizontes de ventura, t

2
— 18 —
hacen arder con pasión '

dos fuegos en un momento:


el uno en mi pensamiento

y el otro en mi corazón!
(©reeiendo en expresión hasta el final de la
escena.)
Eduard. Enriqueta!
EnR. Tú el primero
reinaste aquí. (Por el corazón.)
Eduard. Yo?
Enr. Y es más:
que el último tú serás!
Lo quieres así?
EDUARD. (Loco de amor.)
Yo quiero
de amor mi ser embriagado,
ofrecerte decidido,
lo que tú no hayas pedido,
lo que tú no hayas soñado!
Tal vale tu amor, si es cierto,
que por poderlo pagar,
quisiera en perlas cambiar
las arenas del desierto,
y en oro trocar ufa oo
de amor el pecho sediento,
el azul del firmamento
y el azul del Occeano!
Mi cariño en su crisol
anhela en afán profundo...
darte por trono este mundo,
y por corona ese sol!

ESCENA VI.

DlCHOS. — MERCEDES, que trae dos platos con lo que indica el

diálogo,

Merc. Con que vamos á almorzar?


Eduard. No tengo tiempo.
Merc. Yá dieta?...
Eduard. Vamos, almuerza, Enriqueta.
19 —
Enr. No quiero.
Merc. (Muy cómico y con mucha intención.)
A qué has de invitar?
Hoy está en sus emociones,
por comprensibles caprichos,
solo almuerza y come dichos
y cena amonestaciones.
Edüard. {k su madre, también muy cómico y con mucha
intención.)
Usted, si tiene memoria,
puede decir...
Merc. (Comprendiéndolo.)
Vamos, quita!
Edüard. Si esa comida exquisita
no suele saber á gloria!
Merc. Pero algo siquiera, al fin...
Edüard. Muy poco y en un momento:
me olvido gou el contento...
(Reparando en la ni^aa.)
Hola, hola!... Gran festín!
Huevos y pescado frito,
un trozo de lomo asado...
uvas... queso...
Merc. Regalado.
Edüard. Y café... y vino...
Merc. Exquisito!
Es un almuerzo sencillo.
Edüard. Esto es un banquete!
Merc. Basta!
Edüard. (De repente y muy cómico.)
A que convido á Sagasta
ó á Cánovas del Castillo!
Merc. Siempre ese humor!
Edüard. Penas lejos.
Los convido, está hecho el trato!
(Después de una pausa.)
Más para ellos falta un plato...
Merc. Cuál?
Edüard. (Con intención.)
El puré de cangrejos!
Merc. A tí te gusta?
Edüard. (Muy rápido.)
— 20 —
Jamás!
Esa es pregunta escusada:
á mí no me dé usté nada
que ande, madre, para atrásl
No almuerzo: de café un poco.
(Toma uno ó dos sorbos de café.)
Merc. Ya acabaste?
Eduard. Me precisa.
Tengo que irme más aprisa
que se signa un cura loco!
(Colocándose en medio de las dos y dirigiéndose
á su madre.)
Venga un abrazo. Conviene?
MíRC. Hijo! (Abrazándolo.)
Eduard. Así, apriéteme usté!
(Se queda miraudo á Enriqueta y dice muy có-
mico.)
A tí... ya te los daré

en la semana que viene!


Conque adiós y haya alegría!
Nos darán, si algo no pasa,
las siete, aquí en esta casa,
las ocho, en la Vicaría!
(Sale por la primera derecha. Enriqueta le sigue
contemplándole irse. Mercedes retira el velador
al foro izquierda y queda junto á él.)

ESCENA VIL
Mercedes. —Enriqueta.
Merc. Adiós, vendabal furioso:
esun torbellino andando.
Enr. Siempre está alegre, contento.
Merc. No le atormentan* cuidados.
(Mercedes coge algunos objetos del velador
ve y se
dirije á la izquierda.)
Enr. Siempre así!
Mer. Que Dios lo quiera!
Enr. Se vá usted?
Merc. Tardaré un rato.
— 21 —
Tengo que hacer allá dentro
y no es cosa de dejarlo .

Conque doña novia, adiós.


Hasta luego.
(Es un dechado! ..)

(Sale Mercadea, primera izquierda.)

ESCENA VIII.

Enriqueta.

(Desde que ha visto salir á Eduardo, ha quedad»


pensativa. Desde este momento empieza el tinta
dramático del eUudio.)
Desgracia inmensa y ventura!
Yo tristeza: él alegría:
en su alma la luz del día;
en mi alma la noche oscura!
Callar, es ser fementida!
Rómpanse, pues, los arcanos
y entreguen mis propias manos
el secreto de mi vida!
(Saca la carta que guardó antes.)
Secreto! dolor completo
con que luchan mis ideas...
para que bueno no seas
basta que seas Secreto!
(Dirigiéndose á la carta.)
Fuera dudas! No hay piedad!
Hora es, sin vacilaciones,
que alumbren á estas ficciones,
auroras de laverdad!
Bel muado por la miseria
mi amor abismo ruede,
al
ya que corazóa no puede
el
purificar la materia!
(Dirigiéndose a la Virgen que hay sobra la c6 -

modf.)
Y nace en sus amores
si
el germen de la agonía,
consuélalo, madre mía,
22
por tus benditos dolores,
que si su dicha consiste
en mi suf'rhnientJ aquí,
(Cayendo de rodillas.) '

¡manda en uno sobre mí,


los siete que tú sentistel

ESCENA IX.

ENRIQUETA.— ROMA.N, que aparece en la puerta derecha. Este


personaje es cínico, excéptico, y dice toda la escena con mucha
. calma y sarcasmo.

KOM. (Sin pasar de la puerta.)


Por finí

Enr. (Levantándose y retrocediendo.)


Jesús!
Rom. Qué te pasa?
Enr. Tul
Rom. Sí: te vengo buscando.
Enr. Dios eterno, estoy soñando!
Rom. No sueñas.
Enr. Tú en esta casal
Rom. Yo, sí; por qué tanto afán?
(Avanzando.)
Piensas con tal inquietud?...
Enr. Que én donde está la virtud,
no cabe el crimen, Románl
Rom. (Siempre con sarcasmo y frialdad.)
Crimen?
Enr. CrímenI
Rom. Desatinol
Enr. Criminal eres!
Rom. Qué idea!
Enr. De más infame ralea
que el ladrón y el asesino!

Rom. . Por qué?


Enr. Lo ignoras? •

Rom. Lo ignoro.
Enr. Aquellos, en conclusión,
aunque no tengan perdón,
— 23 —
quitan vidas ó hurtan oro,
dos cosas en que al fijarse...
(Román quiero hablar, y Enriqueta quiere ha-
blar.)
no hables, nó: deja que arguya;
la una es mejor que concluya,
y el otro puede ganarse;
mas ni en sofisma, ni en ciencia
haber puede defensor,
para el que roba el honor
y la paz de la concieneial
E.OM. Te explicas, hija, de un modo,
que, francamente, dá grimal
Enr. De mi desgracia en la cima,
tú me lo has robado todo!
Tul Tú!...
ROM. Porqué has de cansarte!
Enr. Infame!
ROM. Calma completa!
(Después de uua pau-a.)
Dime, es verdad, Enriqueta,
que vas muy pronto á casarte?
Enr. Lo sabes?
Rom. Sí, lo sé todo.
Enr. "
• Pues...
Rom. Cesa, nada me digas.
Enr. Para que no me persigas?...
ROM. (Interrumpiéndola.)
No habrá manera, ni modo!
Porque yo tranquilo esté,
sin causarme sinsabores,
has de estar libre de amores.
ENR. (Con irouia )

Me amas mucho?
ROM. (Fríamente.) No lo sé.
(Pausa.)
Consista en lo que consista,
desde el día en que me miraste...
Enr. Primero en que me infamaste.
ROM. Yo no te pierdo de vista,
y aunque te causen ofensas,
por medios, quizá falaces,
— 24 — '

averiguo cuanto haces


y adivino cuanto piensas!
Enr. Y hoy?...
ROM. Llegar hasta aquí afronto,
inquietando tu placer,
porque he sabido anteayer
que vas á casarte pronto.
Enr. Y qué quieres?
ROM. Vas á oirlo.
Oponerme.
Enr. Tú!... A no verlo!...
Pues yo estoy diapuesta á hacerlo.
ROM. Y yo dispuesto á impedirlo.
Prueba en verdad, y no escasa,
que en declararte no tardo,
es que al ver salir á Eduardo
he subido hasta esta casa.
ENR. (Después de uua pausa.)
Qué quiere tu poco juicio,
que por tu dicha completa,
sea yo una esclava, sugeta
á la cadena del vicio?
Que agena á toda bondad,
faltando á todo deber, *

no haya más ley en mi ser


que tu sola voluntad?
Erraste así al calcular,
pues el mal para evadir,
tengo aquí con qué sentir (El corazón.)
como aquí con qué pensar,
( y prefiero de una vez,
sin vacilación, de lleno,
á lujo revuelto en cieno
pobreza con honradez.
De Eduardo la buena fé
sorprenderá tu falacia?
El no sabe mi desgracia,
pero yo se la diré
ROM. Tranquila?
Enr. Y será la palma
de martirios y agonías,
que no caben felonías
— 25
en amor puro del alma!
Rom. No me quieres?
Enr. Te aborrezco!
Rom. Nuestra hija!
Enr. (Con un arranque del corazón.)
Mía tan solo!
Borra su baldón y dolo,
y hasta... quererte te ofrezco!
Rom. Sacrificarías?...
Enr. Te extrañas?...
Rom. Tu amor...
Enr. Qué vale mi amor
si evitar puede un rubor
á la hija de mis entrañas! (Pausa.)
No?
Rom. No.
Enr. Nada te convence?
(Movimiento de indiferencia en Román.)
Quieres, pues, á mi entender,
que el ser á quien di yo el ser
^ de su madre se avergüenze!
Rom. Vamos!...
Enk. Verdad son mis frases!
Rom. Calma, repito, completa!
Yo sólo quiero Enriqueta...
Enr. Qué, dime?
Rom. Que no te cases.
Enr. Cruel!
Rom. Yo aguardo
que Eduardo, tal vez...
Enr. Concibo...
Por no quiere, le escribo.
si

> Oye lo que escribo á Eduardo:


(Pausa, y lee la carta que ha sacado.
«De pasión y de amor locas
»unidas al fin se vieron,
»y tomé de vida tocas
»en dos besos, de dos bocas
»que al besarse se fundiero n!
— 26 —
«Apenas vida de engaños
»pude ver, murió mi padre,
»y entre espinas y entre daños
»viví, Eduardo, quince años
«sola, sola con mi madre!

«De inocente á impura el trecho


»crucé de horrible manera,
»que con traición en su pecho,
»no faltó, quien en acecho
«de mi inocencia estuviera!

«Resistiendo y esperando
«pasé mi tiempo mejor,
»mas una noche velando
»ví á mi madre, agonizando
sen su lecho de dolor.

» Llegó el alba enrojecida;


»dos hombres, por triste suerte,
» llegaron á mi guarida,

«y uno recetó su vida!


«y otro recetó mi muerte!

» Salió la ciencia, falaz


»oto dio infamia á pobreza,
«vergüenza sentí en mi faz,
«mas por mi madre, un audaz
»robó, Eduardo, mi pureza!

«Engañarte no me es dado:
»sabe claro y sin patrañas,
»que esa niña que has criado
»y por mi hermana ha pasado,
»es hija de mis entrañas!

»Hija de mi triste Uantol


«Alegría del corazón!...
«No me explico en mi quebranto
«que se quiera tanto y tanto,
«el fruto de una traición;
— 27 -
»y hoy menos, porque su calma
»en este mundo traidor,
»de mártir tengo la palma
»y por un amor del alma,
»del alma pierdo otro amor!

»En tu nobleza confío:


»y si dejaras de amarme,
»de tu desdén en el frió!
«Perdóname, Eduardo mío,
»si es que puedes perdouarme!»
(Después de una ligera pausa.)
Esto escribo!
ROM. Que eso escribes?
Enr. Sí.
Rom. Te falta la razón!
Enr. Como esto es abnegación
tú, Román, no lo concibes!
EOM. La mente tu ser perdió.
ENR. (Sin dirigir.se á Román.)
Porque no entiende... pretende!...
(En este momento Eduardo, abre violentamente
la puerta derecha, y páaa en la situación que re-
quiere el momento en medio de los dos. Lo ha
oido todo.)

ESCENA X.
Dichos. —Eduardo.

Eduard. (A Enriqueta.)
Déjalo: si no lo entiende;
lo entiendo, Enriqueta, yo!
Enr. Tú!...
Eduard. Yo, que siento un ariete
que me arranca el corazón!
Yo, que....
Rom. Sin vacilación!...
Eduard. (Iuterrumpiéudolo.)
No hables tú... tú... calla y vete!
Enr. Por qué has vuelto?
_ 28 —
EOUA.RD. Suerte cruel!
Sarcasmo atroz de que aún dudol
Para concluir su escudo
vine en busca de un cincel,
y él en insondable abismo
por inconcebible audacia,
labrando iba mi desgracia
con el cincel del cinismo.
(Movimiento d« Román.)
No bables, sé que altivo estás,
y aunque mi mente se ofusca,
en una frase que busca
mi afán, sé que me dirás,
que de vana suerte en pos
elmundo en necia jactancia,
establece gran distancia
entre el vivir de los dos.
En bora buena! gozad
en los dorados salones
de mentira, de ficciones
y de orgullo y vanidad!
pero con su fe sencilla
deja en eterna quietud
el reposo y la virtud
de la modesta boardilla,
ó teme que el pobre un día
con luz que en su alma se encienda,
se despoje de la venda
que le ata la felonía,
y en alas de la esperanza
mida, con medida triste,
la diferencia que existe
entre el trabajo y la holganza!
que quizá entonce en su afán
sin cuidados tan prolijos,
lleve más pronto á sus hijos
algún pedazo de pan!
Rom. Pronto, sal.
Enr. Eduardo, calma!
EduaRD. Ob! por profundos arcanos
voy á estrujar con mis manos
las infamias de tu alma!
— 29 —
No tiemblo ante tu presencial
Sal!
Sin sustol Voy...
(Después de mirar despreciativamente a Bduardo
y Enriqueta, sale.)
Salió.
Ve, si no te asusto yo,
te asustará tu conciencia!

ESCENA X.
Eduardo. —Enriqueta .

Y así se marcha... A
no verlo!.
Sale de aquí sin matarlo,
porque no puedo pensarlo
y no acabo de creerlo!
Te extrañas, porque salió
ileso? Infame! Cruel I

Si en vez de matarle á él
estoy por matarme yo!
La muerte á mí!
Pensar loco!
Al menos no sufriría!
Yo tu inocencia quería;
la vida me importa poco,
que al nacer, brisas insanas
por do quiera respiramos,
y abandonamos
al morir,
estas miseriashumanas!
Tus ideas no te eximen
de delitos agravantes ...
Se deja de existir, antes
de llevar á cabo el crimen!
Enr. Tal dices?
Eduard. Sí: digo tal.
Enr. No lo digas: loca estoy!
Que criminal, dices, soy?
Eduard. Sí, Enriqueta, criminal!
El mundo te exige, y yo,
morir buena y pura siendo!...
— 30 —
Enr. Morir una, lo comprendol
Matar á su madre, noli
Porque es fuerza que así juntes,
amor y odio tan profundo?
EdüARB. Eso, pregúntalo al mundo,
á mí no me lo preguatesi
Al destino que ea su ira,
sin que nada el mal acalle,
nos arrojó en este valle
de miserias y mentira!
(Después de una ligera pausa, dice muy rápido
y como asaltado por uua idea.)
Si con bendición de arriba
y fé en mí, noble y sincera,
efectuado se hubiera
el lazo que á unirnos iba,
mañana, por gran dolor,
aunque, á los necios desprecio,
al desprecio de algún necio
me hubiera hecho acreedor.
No, Enriqueta! Aunque me pasmo
con este amor que sentí,
no quiero ver sobre mí
desprecio, burla y sarcasmo,
que quiero, con alegría,
si alguien me llega. á ofender
pedazos poder hacer
al que ultraje la honra mía!
Y con derecho y razón
hirviendo sangre en mi pecho,
con razón y con derecho
estrujar su corazón! (Pausa.)
Enr. Todo inútil!
Edüard. Todo! Sí.
Enr. Será...
Edüard. De dolor esencia
para el mundo indiferencia,
aunque muerte para mil
Enr. Basta: aun resta una verdad
que me devuelva quietud.
Edüard. Cual?
Enr. La más pura virtud
— 31 —
de todas. La Caridadl
Ante ella mi ser hoy postro
porque cubra en ansia loca,
la pureza de su toca
la vergüenza de mi rostro!
Voy á existir, sin patrañas,
porque no te martiricen,
junto á enfermos que agonicen
con la hija de mis entrañas!
EüUARD. (Al oir que va A separarse do la niña.)
La niña... tu hija!...
Enr. Sí.
EüUARD. (En colmo del dv.lor.)
el

No; Enriqueta, no, por Dios!


Tú de tus culpas en pos:
mas la niña, junto á mí
déjala! Mi alma es el nido
en que ha de tomar aliento,
y con fuego que aquí siento, (El corazón.)
que me la dejes, te pido,
por esta pobre razón!
Por ese Dios invisible!
Por este amor imposible
que embarga mi corazón!
Por la sombra, por la luzl
Por el afán con qué insisto...
Por la espiración de Cristo
en el árbol de la cruz!
Enr. No.
Eduard. Que no?
Enr. No, y bien arguyo.
EüUARD. Más humana te creía!...
Enr. Cómo la deshonra mía
ha de ser consuelo tuyo!
No, Eduardo, no: aunque te aflija,
pide, pues tienes derecho,
los latidos de tu pecho!
mas no me pidas mi hija!
Eduard. Tu hija!...
Enr. Mi gloria!... Mi edén!...
EdUAIíD. Tú... (Enriqueta quiere hablar y Eduardo la inte-
riumpb.)
— 32 —
Déjame que concluya,
y dime: si es hija tuya,
no es hija mía también?
(Otro movimiento da estrañeza en Enriqueta.)
Yo, á la niña que arrancar
quieres hoy, con mi existir,
yo la he enseñado á reir,
yo la he enseñado á rezar!
Yo, entre peligros y agravios
á la muerte y sus antojos,
he dado luz á sus ojos
con los besos de mis labios!
Yo, Enriqueta, en más de un día
de contentos ó de horrores,
por la vida de Dolores
hubiera dado la mía!
Con que ve si ese tu edén,
si esa niña que te pido,

aunque tú la has concebido,


no es hija mía también?
ENR. (Presa de dolor inmenso, cae en una butaca que
debe haber á la derecha.)
Ah!
EDUARD. (Al verla caer corre á ella.)
Enriqueta!
ENR. (A. media voz.)
No me quieras!
Déjame morir en calma!
. (Cae en un profundo letargo.)
Edüard. Enriqueta de mi alma,
no me dejes, no te mueras,
que si entre ídícuos rigores
así tu vida se va,
qué de mi madre será?
Qué será de tu Dolores?
Vuelve... mi ansiedad lo quiere,
vuelve en y el bien en pos...
tí,

Enriqueta!..Justo Dios!
Es que se muere? Se muere?...
(don arrauque del alma.)
Libertad que al bien inclinas!
Volcaues mil que abrís grietas!
— 33 —
Hilo que rayo sugetasl
al
Ciencia que al mundo dominasl
Emplead juntos el poder
y arrancad, por ser mi suerte,
á las garras de la muerte
la vida de esta mujer,
aunque el fuego, si es eterno,
que en vida su ser encienda,
con Satanás se desprenda
de las llamas del infierno!
(Pausa. La mira: no sabe que hacer, y grita.)
Madrel

ESCENA. XI.

Dichos. — Mu rcedes.
Merc. Hijo!
^Mercedes sale sin precipitación, porque lo ha
oido todo.)
Eduard. Si en algo cree...
Merc. Eduardo!
Eduard. Allí, que se muere.
(Al final del parlamento anterior, ha quedada en
la izquierda, y eu este momento llega Mercedes á
donde está Enriqueta derimayada.)
El mundo, el mundo lo quiere!...
Madre... yo ..
Merc. Todo lo sé.
Eduard. (Oon mucha ansiedad.)
Respira?
Merc. Sí.
Eduard. Por favor! >
Va Verdad en suma!
á morir?
Merc. No, Eduardo; sólo la abruma
el peso de su dolor!
EaüARD. Qué hacer?
Merc. Depende de tí
Piensa.
Eduard. Pensar? Ni nn momento!
Si ya aquí no hay pensamiento,
si sólo hay sombras aquí!
— 34

ESCENA ULTIMA.
Dichos.— Dolores.

Dol. . Enriqueta!
(Al verla desmayada se acerca á ella, diciendo.
Ay! ..

Edüad. (Más desdichas no aguardo!)


Dol, Qué tiene?
Merc. Nada
Dol. A cuidarla...
Eduardo, ven á salvarla
que tú la salvas, Eduardo.
(Estos dos versos anteriores con mucha inocencia
y naturalidad.)
Eduard. Yo!!
Dol. Sí.
Eduard. (No hay más que sufrir!)
MERC. (Que habrá pasado á la derecha de Ednardo.)
Hijo!
EDUARD. Morir mi afán quiere!)
DOL. Y mira que si se muere
también me voy á morir!
EDUARD. (Corriendo á la niña.)
Tú, no! Señor ya concibo
que has hecho, por mi consuelo,
bajar á este áDgel del cielo
y en mis brazos lo recibo,
Dolores!. .. Madre! Enriqueta,
unios ámí en tierno lazo
y déme un estrecho abrazo
calma, si puede, completa.
Juntos! paz á mi conciencia!...
Merc. Hijo!...
EDUARD. Madre! no te asombre;
daré á Enriqueta mi nombre
y á la niña mi existencia!
que así tendré, aunque no cuadre
al mundo, Fé en tí y bonanza,
en la niña mi Esperanza
y Caridad con la madre!...
— 35 —
El mundo por ley artera
mal juzgará.
(Movimiento de querer hablar en Marcadas.)
Yo me fundo!
Me importa poco del mundo!
Diga el mundo lo que quiera!!

FIN DEL ESTUDIO


PUNTOS DE VENTA.
MADRrD.

Librerías de los S? 5.Viuda é Hijos de Cuesta, calle


de Carretas; de D. Fe> ando Fé. Carrera de San Jeró-
nimo; de D. Antonio de San Martin, Puerta del Sol;
de D. M. Murillo, calle de Alcalá; de D. Manuel Ros t-
%
do,y de los Sres. Córdoba y C. Puerta del Sol
,
le

D. Saturnino Calleja, calle de la Paz, y de los señwes


Simón y C.\ calle de las Infantas.

PROVINCIAS Y ULTRAMAR.

En casa de los corresponsales de esta Galería.

EXTRANJERO.
FRANCIA: Librería española de E. Denné, 15, me
Monsigni, París. PORTUGAL: D. Juan M. Valí i.

Praca de D. Pedro, Lisboa y D. Joaquín Daarte de


Mattos Júnior, rúa do Bomjardin, Porto. ITALIA.
Cav. O. Lamperti, Via Ugo Foseólo, 5, Milán.

Pueden también hacerse los pedidos de ejemplar- s


directamente á esta casa editorial, acompañando sn
importe en sellos de franqueo ó libranzas de fácil cobro,
sin cuyo requisito no serán servidos.

También podría gustarte