DISERTACION

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ANALOGÍAS ENTRE EL PENSAMIENTO PLATÓNICO Y LA FRANCMASONERÍA

[FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN]

El tema que se va a tratar en esta disertación serán una serie de analogías relacionadas
con la idea de conocimiento que encontramos al hablar de la alegoría de la caverna de
Platón y la masonería.

La masonería o francmasonería es una institución de carácter iniciático, filantrópico,


simbólico, filosófico, discreto, armónico, selectivo, jerárquico, internacional, humanista y
con una estructura federal, fundada en un sentimiento de fraternidad. Afirma tener como
objetivo la búsqueda de la verdad, el estudio filosófico de la conducta humana, de las
ciencias y de las artes y el fomento del desarrollo social y moral del ser humano,
orientándolo hacia su evolución personal, además del progreso social. Se presenta a sí
misma como una herramienta de formación, con un método particular que, basado en el
simbolismo de la construcción, permite a sus miembros desarrollar su capacidad de
escucha, de reflexión y de diálogo, para transmitir estos valores a su entorno.

Si aceptamos que los ideales masónicos nacen el 24 de junio 1717, tendríamos que pensar
que Platón escribió su obra fundamentado en los principios, morales, éticos y
humanísticos de las civilizaciones que precedieron a la Grecia clásica, y que los primeros
redactores de los principios masónicos se inspiraron en buena parte de la doctrina
platónica. Sin indagar muy a fondo podemos encontrar la reproducción de numerosos
temas que constituyen el bagaje intelectual de Platón en el ideario masónico como por
ejemplo el procedimiento iniciático para entrar a la Academia o la búsqueda de
conocimiento y verdad como objetivo general. Según Platón solo el trabajo descubre la luz
y encuentra la verdad: “Después de una larga convivencia con el problema y después de
haber intimado con él, de repente, como la luz que salta de la chispa, surge la verdad en el
alma y crece ya espontáneamente” (Platón, Carta VII); las figuras, los mitos y el uso del
lenguaje son elementos con los que enseña Platón.

La masonería está vertebrada en un conjunto de símbolos que se articulan


progresivamente en emblemas que trasuntan un relato mítico, de un modo
deontológicamente graduado basado en la catarsis griega, donde siempre su columna
vertebral ha de pasar por un relato dotado de un contenido moral. Una similitud entre
ambos pensamientos podría darse en el texto platónico de marras, donde se haya Sócrates
próximo a beber la cicuta enseñando que la filosofía es una preparación para la muerte y
entre cuyas enseñanzas vitales se encuentra la reflexión filosófica sobre los opuestos,
estando la realidad masónica estructurada deontológicamente hacia una preparación para
la muerte simbólica con un sentido de trascendencia.

El filósofo ateniense recurre constantemente a parábolas, mitos, fábulas y ejemplos para


transmitir sus enseñanzas a la humanidad, encontrándose en un contexto mítico-religioso
muy acentuado. En el libro VII la República, Platón trae a colación uno de los mitos más
famosos de la filosofía: el mito de la caverna. Lo presenta por intermedio de Sócrates. El
mito de la caverna es una representación metafórica que pretende, a través de un
lenguaje simbólico (las imágenes que se muestran), ilustrar un camino que hay que seguir
para poder alcanzar el verdadero conocimiento perfecto. De este modo, el interior de la
caverna representa la oscuridad, es decir, la ignorancia que hay en el mundo sensible,
porque este es una copia imperfecta del mundo de las ideas (mundo perfecto).

En síntesis, la alegoría cuenta que en el fondo de una caverna se encuentran desde niños
unos hombres “que son como nosotros”, dice Platón–, atados del cuello y de los pies, de
tal manera que tienen una visión limitada a la pared que tienen enfrente. Tan sólo pueden
ver el fondo de la gruta y las sombras y apariencias que se forman por la luz que penetra
por la boca de la misma. Su aparente realidad del mundo está condicionada por la manera
de mirar esa propia realidad, es la disyuntiva entre conocimiento y razón. A uno de los
prisioneros se le quitan las cadenas, se escapa hacia la luz, y luego desciende de nuevo a la
caverna, con lo cual sufre dos choques en serie: uno, por el paso de la oscuridad a la luz y
el otro por la irracional incomprensión de sus antiguos compañeros de tinieblas. La
primera turbación se produce por el contacto con la luz, que de momento deja ciego al
prisionero recién liberado. Pero luego éste va observando la realidad, reconoce que antes
se hallaba engañado por simples apariencias y poco a poco adquiere la capacidad de verlo
todo, hasta los propios rayos del sol. Se alegra de conocer la belleza de las cosas y se
apiada de quienes aún siguen encadenados y engañados en el antro. El segundo impacto
se produce al descender a la caverna y contarles la realidad a sus antiguos compañeros de
prisión, pues, al explicarles que viven en un mundo de sombras, éstos, en vez de
agradecerle sus esfuerzos para liberarlos, se enfurecen y tratan de matarlo: lo que hicieron
otros oscurantistas a Sócrates. Platón concluye que: “Solo la educación puede dar a
conocer la realidad del mundo”.
El cuarto de reflexión o cámara de reflexión ubicada a un lado del templo, es el último
paso del candidato antes de ser conducido por primera vez a su interior. Es su particular
caverna en la que actúa libre de cadenas. En la masonería como en la mayoría de las
corrientes filosóficas el paso final antes de convertirse en un iniciado es la muerte
simbólica y su posterior renacer. La transmutación espiritual se lleva a cabo después de
haber superado una serie de pruebas y la muerte simbólica. Ingresado a la cámara es ahí
cuando descendemos a nuestro estado más denso y flotamos en la más absoluta
oscuridad. Un estado entre estados, un plano entre planos.

Hay varios grados o etapas en la obtención de la luz. Un primer momento, es aquel en el


que el liberado puede mover la cabeza y los primeros rayos de luz le golpean sus ojos. Pero
luego, “a la fuerza es arrastrado por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes
de llegar a hasta la luz del sol”. Cuando ya está en la superficie, fuera de la caverna, por
hallarse encandilado sólo ve las sombras de los hombres y “después las figuras de los
hombres y de los objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos
[…]. Finalmente, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que
le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito”.
Prosiguiendo, no es tarea fácil para quien haya visto la luz y desee descender a las tinieblas
para enseñar sus experiencias a quienes se hallan atados a la ignorancia de la caverna.
Porque, por una parte, “tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar
repentinamente del sol”. Y por la otra, al “interesarse en desatar a quienes están
encadenados y conducirlos hacia la luz, intentarán matarlo, si pudieran tenerlo en sus
manos”. Finalmente, una vez se ha alcanzado la luz, esta será “la causa de todas las cosas
rectas y bellas”. Sin embargo, “los ojos pueden ver confusamente por dos tipos de
perturbaciones: uno al trasladarse de la luz a la tiniebla, y otro de la tiniebla a la luz”. Pero
“cada uno a su turno”, quien haya adquirido la luz, “debe descender hacia la morada
común de los demás y habituarse a contemplar las tinieblas”. Cada vez que el prisionero
está más cerca de poder alcanzar el mundo de las ideas, este camino se vuelve a la vez
también más difícil. Este tiene por delante el estudio de los objetos reflejados, el estudio
de la dialéctica (utilizará la razón y la palabra) y de este modo le permitirán al prisionero
finalizar su viaje con el conocimiento de la idea del Bien (la cima de la jerarquía de las
ideas), que el mito es representada como el Sol.
Como dijo el filósofo Platón: “El conocimiento debe tener como objeto lo que es en verdad
real en contraste con lo que es sólo en apariencia”. Sin embargo, las personas solo
percibimos la realidad que otros nos quieren mostrar, y nosotros no nos preocupamos en
cuestionarlas, sino que las aceptamos como verdaderas. Esto solo crea personas que
ignoran la realidad, pero creen saber la verdad, convirtiéndonos en esclavos que se
consideran libres cuando no lo son. Los prisioneros utilizan la opinión, tienen un
conocimiento relativo que se establece a partir de los objetos del mundo visible, pero
como estos son cambiantes, los objetos solo son una parte del verdadero ser de las cosas,
por lo tanto, los prisioneros no pueden obtener un conocimiento absoluto. Por lo que
saber o conocer la realidad no significa ver su apariencia, sino conocerla y
comprenderla en su totalidad, incluso interpretar su verdadera intención.

En conclusión, que todo este camino que tiene que seguir un filósofo para alcanzar el
mundo de las ideas, y después bajar otra vez al mundo sensible y aplicar el conocimiento
que ha aprendido durante todo el recorrido, sirve para dirigir un gobierno y poder guiar a
las personas ignorantes (en el caso del mito, los prisioneros que no estaban libres) del
mundo sensible hacia la idea del Bien. La masonería por su parte como argumenta Yolanda
Alba (2014) en el libro “Masonas: Historia de la masonería femenina”: tiene como objeto
la búsqueda de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad, a través de
su instrucción procura: enseñar a pensar, liberar a sus miembros de cualquier prejuicio,
inculcar el amor a la Sabiduría la Belleza y el Bien.

BIBLIOGRAFÍA:

Alba Y., 2014. Masones: Historia de la masonería femenina. Editorial Almuzara, España.

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