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Beneficios de La Psicoprofilaxis

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Beneficios de la Psicoprofilaxis.

Lo más importante para el bienestar de un bebé es que se sienta rodeado del


amor que le proporcionan sus padres. El niño necesita que le hablen, lo acaricien,
le sonrían y sobretodo que lo quieran. Si el hijo se siente amado, muy pronto
aprende las lecciones valiosas que le van a llenar de confianza y de seguridad. Es
muy importante comenzar a estimular al bebé desde el embarazo. Si los niños son
estimulados adecuadamente desde antes de su nacimiento logran el mejor
desarrollo orgánico y funcional de su sistema nervioso y de sus órganos de
contacto.

VENTAJAS PERINATALES:

Prenatal:

1. Mejor estimulación intrauterina, sobre lo cual hay muchas investigaciones


científicas a través de la Biopsicología prenatal.

en el segundo y tercer trimestre del embarazo las técnicas


de estimulación prenatal se realizan directamente para trabajar las
capacidades emocionales y sensoriales del feto, y se trabajaría
la estimulación de los sentidos del bebé. A las 16 semanas de
gestación, el feto ya puede percibir luces brillantes, con lo cual se
puede comenzar la estimulación visual. Al cuarto mes ya están bien
desarrollados los sentidos de tacto y gusto del bebé. Y, a partir
del quinto mes, se comenzará con las técnicas auditivas. Lo
recomendable es alternar los ejercicios. 

2. Una curva de crecimiento intrauterino en promedio ideal.


3. Menor presentación de sufrimiento fetal agudo o crónico.

Intranatal :

1. Una fase expulsiva más rápida y menos traumática.


2. Menor nacimiento bajo instrumentación.
3. Menor presentación de sufrimiento fetal agudo.

Post natal-

1. Mejor puntaje Apgar al minuto y a los cinco minutos.


2. Menor presentación de problemas neonatales, como: Apnea, disnea,
displasia de cadera y bajo peso.
3. Mejor lactancia natural.
4. Mejor estimulación temprana.
¿QUÉ ES LA ESTIMULACIÓN TEMPRANA?

Es toda actividad que oportuna y acertadamente enriquece al niño en su desarrollo


físico y mental; busca una comunicación afectuosa y constante entre el niño y sus
padres desde el embarazo, su nacimiento y a lo largo de su crecimiento y
desarrollo.

Los movimientos de la madre al caminar, las voces y demás ruidos que el bebé
escucha desde el útero, las sensaciones que percibe cuando su mamá se acaricia
el abdomen y muchas otras sensaciones lo bombardean continuamente
estimulándolo y con esto, se va madurando su sistema nervioso. El bebé, desde
que está en el vientre de su madre, tiene la capacidad de sentir, ver, oír y hasta
tiene preferencias del sentido del gusto. Todo lo que los padres hacen durante el
embarazo para comunicarse y comenzar a estrechar lazos afectivos con el bebito,
tiene una repercusión positiva en él. El feto capta también las emociones,
debido a la circulación de las hormonas en el torrente sanguíneo. Así, cuando
mamá tiene momentos de satisfacción, alegría y bienestar, las hormonas que
circulan son las del placer; y cuando está tensa y angustiada, se impresiona, se
asusta o se disgusta, circulan las hormonas del estrés.

Hay muchas actividades que estimulan al bebé en el útero y que la embarazada


puede hacer regularmente y de forma intencional:

Ejercicios físicos que estimulen al bebé a través del movimiento de la


madre.
Cantar, bailar y escuchar música.
Sobarse el vientre con la intención de acariciar al bebé y comunicarse con
él.
Dejar que el agua caiga sobre el abdomen cuando se baña.
Permitir que el papá acaricie el vientre de mamá y que le hable en voz alta
Relajarse, imaginar al bebé y comunicarse con él durante el ejercicio de
visualización.
Jugar con el bebé produciendo ruidos de sonajas o música suave cerca del
vientre

Relación Madre- Hijo.

La relación madre-bebé es la expresión de una comunión, una disposición


delicada y vulnerable. Fácilmente se pone en riesgo, por un lado, las
características de cada miembro de la díada, disponibles en cada encuentro o
desencuentro, y por el otro, las circunstancias del ambiente en las que llega el
bebé.
Comprender lo vital de estas relaciones tempranas de madre y bebé ayuda a
rescatar las herramientas necesarias para la construcción de vínculos humanos
seguros y cercanos. Es en esta atmósfera emocional en la que surgen las
conexiones cerebrales necesarias, la mentalización adecuada, para que los
vínculos sociales, nuestra naturaleza, se hagan posibles mediante la más
maravillosa de las emociones: el amor, que no sólo asegura nuestra
supervivencia, sino que nos asegura también que este tránsito por la vida sea
satisfactorio, creativo y sentido.

La emoción, desde siempre propuesta como relevante (todo individuo manifiesta


una forma peculiar de funcionamiento conductual, básicamente de naturaleza
emocional y ligada a su personalidad. Ya Hipócrates describía cuatro tipos de
individuos: sanguíneo o alegre; melancólico o de bilis negra; colérico o de bilis
amarilla; flemático o exceso de flema, pasivo, calmado), pero especialmente
destacada por Darwin en 1872, es el punto de partida para la actual revisión y
consideración: la emoción como protagonista, que ahora, alumbrada nuevamente
en toda su inmensidad, sigue siendo el centro que provee soluciones adaptativas
a los problemas que normalmente encuentra el animal, como mantener la
homeostasis del cuerpo, encontrar el alimento, la defensa contra el peligro, la
reproducción, el cuidado de las crías y de forma importante construir y mantener
relaciones sociales (Darwin, 1872, Pally, 1998a). Más de un siglo después
estamos repensando y contrastando estas premisas. En términos neurocientíficos
“la función de la emoción es coordinar mente y cuerpo, organizar la percepción, el
pensamiento, la memoria, la fisiología, el comportamiento y la interacción social de
forma tal de proveer los medios óptimos para lidiar con la situación particular que
es generar la emoción.”

La angustia de separación vivida por el bebé organiza un estado mental que


desencadena un comportamiento tal que dispara respuestas de atención y
acercamiento para la protección y el confort, por parte de la madre o cuidador. La
emoción no sólo conecta mente y cuerpo sino cuerpos y mentes entre
individuos. Información desde los sentidos, se dirige a la corteza sensorial
correspondiente al sentido que sea. Este input o registro en corteza sensorial es
poco denso, lo que lo hace no bien dispuesto al recuerdo; sin embargo, es capaz
de disipar las respuestas emocionales condicionadas por la experiencia
traumática. El hipocampo tiene funciones básicas. La memoria hipocampal, de tipo
fáctica. Este conocimiento adquirido allí se fija y es por lo tanto más fuerte y
posible de ser recuperado. La amígdala es esencialmente disparadora de señales,
nos permite establecer la valencia de una situación para disparar la alarma, en
cuanto a si es necesario reaccionar ante una amenaza. En la corteza prefrontal se
establecen los circuitos de planeación y organización conceptual. De hecho, no se
trata sólo de conexiones o estímulos transmitidos por una neurona para incitar la
acción en otra. La función global del cerebro consiste en estar bien informado de
lo que ocurre, tanto en el cuerpo como en él mismo, y además en el ambiente que
rodea al organismo; así se logran acomodaciones adecuadas de supervivencia
entre organismo y ambiente. Ahora bien, si el cuerpo y el cerebro interactúan entre
sí, el organismo que forman lo hace intensamente también con su entorno. Sus
relaciones están mediadas por los movimientos del organismo y sus mecanismos
sensoriales.

Cuidado Maternal y Salud Mental, donde expone su teoría de la “Necesidad


Maternal”, es la obra de John Bowlby que dio a luz su Teoría del Apego. Allí
escribe: “Consideramos esencial para la salud mental que el bebé y el niño
pequeño experimenten una relación cálida, íntima y continuada con la madre (o
sustituto materno permanente) en la que ambos hallen satisfacción y goce” (1951).
Una ruptura, en lugar de la vincularidad, traerá graves consecuencias
psicológicas. La fortaleza de este vínculo en cambio generará el sentimiento
básico de seguridad, que no es una condición natural por sí misma, pero que el
infante necesita en su transcurrir hacia la adultez, especialmente para enfrentar
las futuras y sucesivas experiencias de separación. La activación de conductas de
apego depende de la evaluación por parte del infante de un conjunto de señales
del entorno que dan como resultado la experiencia subjetiva de seguridad o
inseguridad. Para Bowlby, la psicopatología del desarrollo queda atada a la
interacción permanente con el ambiente. La intersubjetividad construida en los
primeros años de vida y edificada en la íntima interacción madre-hijo, cobra
sentido expreso. La incorporación de recursos internos le permitirá hacer frente a
las adversidades.

Se ha referido el Apego como la conducta en la cual un individuo busca la


proximidad con otra persona; el infante idealmente con la madre, quien es
considerada como más fuerte; se resiste a la separación, reacciona ante ello; usa
la figura de apego como ‘base segura’ para Relación Madre-hijo 149 explorar el
entorno y como refugio en momentos de alarma. Esta no es una capacidad innata,
el infante necesita de una relación diádica para regular las señales que emite
acerca de sus estados de necesidad, para que sean entendidas y certeramente
respondidas por sus figuras significativas.
La necesidad de bebé de estar próximo a su madre, de ser
acunado en brazos, protegido y cuidado ha sido estudiada
científicamente.
Fue el psicólogo John Bowlby que en su trabajo en instituciones
con niños privados de la figura materna le condujo a formular
la Teoría del apego.

El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus


padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad
emocional indispensable para un buen desarrollo de la
personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que
el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es
determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de
respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se
establece el vínculo).

El bebé –según está teoría- nace con un repertorio de conductas


las cuales tienen como finalidad producir respuestas en los padres:
la succión, las sonrisas reflejas, el balbuceo, la necesidad de ser
acunado y el llanto, no son más que estrategias por decirlo de
alguna manera del bebé para vincularse con sus papás. Con este
repertorio los bebés buscan mantener la proximidad con la figura
de apego, resistirse a la separación, protestar si se lleva a cabo
(ansiedad de separación), y utilizar la figura de apego como base
de seguridad desde la que explora el mundo.

Más tarde Mary Ainsworth (1913-1999) en su trabajo con niños en


Uganda, encontró una información muy valiosa para el estudio de
las diferencias en la calidad de la interacción madre-hijo y su
influencia sobre la formación del apego. Ainsworth encontró tres
patrones principales de apego: niños de apego seguro que
lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en
presencia de la madre; niños de apego inseguro, que lloraban
frecuentemente, incluso cuando estaban en brazos de sus madres;
y niños que parecían no mostrar apego ni conductas diferenciales
hacia sus madres. Estos comportamientos dependían de la
sensibilidad de la madre a las peticiones del niño.

La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia


del contacto continuo con el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a
sus demandas están presentes en todos los modelos de crianzas
según el medio cultural.

“Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible


a sus demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de
seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación” (John
Bowlby).

MADRE:

1. Menor grado de ansiedad, permitiéndole adquirir y manifestar una actitud


positiva.
2. Adecuada respuesta durante las contracciones uterinas, utilizando
adecuadamente las técnicas de relajación, respiración, masajes y demás.
3. Mayor posibilidad de ingresar al centro de atención, en trabajo de parto, con
una dilatación más avanzada.
4. Evitar innecesarias y repetidas evaluaciones previas al ingreso para la
atención de su parto.
5. Menor duración de la fase de dilatación en relación al promedio normal.
6. Menor duración de la fase expulsiva.
7. Menor duración total del trabajo de parto.
8. Esfuerzo de la madre más eficaz, sin perder atención al objetivo y
significado de su labor.
9. Menor uso de fármacos en general.
10. Menor uso de analgésicos.
11. Menor riesgo a presentar complicaciones obstétricas.
12. Acusará menor malestar y / o dolor durante el trabajo de parto, bajo el
fundamento de saber aplicar toda su fuerza física, equilibrio mental y
capacidad de concentración en miras de controlar la situación.
13. Tendrá amplias posibilidades de éxito en la evaluación final del mismo.
14. Aprenderá a disfrutar mejor de su embarazo y parto, mejorando su calidad
de vida y percepción respecto a todo el proceso.
15. Ampliará las posibilidades de gozar de la participación de su pareja, incluso
durante todo el trabajo de parto, lo cual tiene una importante contribución
en su actitud emocional.
16. Menor incidencia de partos por cesárea.
17. Menor incidencia de partos instrumentados.
18. Recuperación más rápida y cómoda.
19. Aptitud total para una lactancia natural.

PADRES:

La personalidad materna, especialmente, incide en la atmósfera que cobija este


desarrollo; la madre tiene una realidad interna con su propia construcción de
maternidad, en la cual la historia de su infancia imprime un sello importante en la
propuesta que haga a su bebé y el desempeño de su maternidad. La compañía
amorosa y continente del compañero es indispensable para afirmar la maternidad
como experiencia emocional que afiance el nido que el bebé necesita para
encontrar la protección y la seguridad. Este estado mental puede lograrlo la mujer
con mayor tranquilidad y seguridad en compañía del padre, presente y ejerciendo
su paternaje. Él también gesta un bebé en su mente, y la pareja parental así
constituida, gesta en su seno ese producto de la emoción y el sentimiento mutuos.

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