La Piel de Centroamerica - Completo-53-74

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CAPÍTULO 4

EL PROYECTO DEMOCRÁTICO EN LA
POSGUERRA: VICTORIAS Y FRUSTRACIONES

E l predicado general es que la crisis del 29/30 produjo


un estancamiento en el desarrollo previsible de estas
sociedades; fue más de una década pues la Segunda Guerra
prolongó los trastornos hasta 1944/45. El fin del Gran
Conflicto abrió de nuevo posibilidades de reinmersión en
las tendencias del comercio mundial; al mismo tiempo, fue
necesario un ajuste de cuentas en el plano de la política local.
La imagen de la “olla de presión” es útil para sugerir que
las paredes del orden autoritario fueron insuficientes para
contener el poderoso apremio por el cambio. Las presiones
aumentaron y el tapón saltó finalmente, dejando en libertad
el malestar tanto tiempo reprimido.
En los cinco países la presión salió con ímpetus diver-
sos que cambiaron las sociedades centroamericanas. Por eso,
se puede hablar en propiedad que hubo transformaciones en
todos, y en algunos fueron exitosos movimientos antioligár-
quicos que buscaron el acomodo de nuevas fuerzas sociales,
como en Costa Rica y Guatemala. En otros, se produjeron in-
gratas restauraciones, como en Honduras y El Salvador. La
olla de presión no tuvo ‘fugas’ en Nicaragua, pero continuó
acumulándose hasta el estallido final de 1979.

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

En los escenarios de la posguerra hubo dos personajes


señeros cuyas vidas políticas simbolizan posibilidades y lí-
mites de la modernidad buscada: las figuras de José Figueres
y Jacobo Arbenz personifican respectivamente el ímpetu gra-
dualista, exitoso y el revolucionario, impaciente, fracasado.
El primero, militarista, centrista, oportunista con ideales,
pro norteamericano; el segundo, militar, izquierdista, con
rígidas convicciones democráticas, antimperialista. De mu-
chas maneras emblemáticas reflejan dos realidades opuestas,
Guatemala y Costa Rica.
Esta, la realidad costarricense, es digna de mención
inicial porque el orden político antes de ser democrático fue
estable, con una oligarquía paradigmática, llena de caudillos
civiles, liberales, cultos, respetados y nunca temidos, elegidos
por su prestigio, que actuaban mediante pequeños partidos
de notables, formados por ciudadanos prestigiados por
diversos motivos de su vida pública. Se caracterizaban por
su capacidad de tolerar la existencia de la oposición política
y de hacerse mutuamente fraude. Lo relevante es que en
este país había partidos políticos y competencia electoral,
que les permitió superar en gran parte la prueba de los
efectos sociales de la depresión. De hecho, el último caudillo
liberal, Ricardo Jiménez, no fue elegido sino nombrado por
el Congreso en mayo de 1932, tras proponerle primero como
candidato y proclamarle luego presidente. Aunque fue un
fracaso, el intento de golpe de Estado en Bella Vista, reveló
las limitaciones que ya eran evidentes en el antiguo modelo
oligárquico.
Con todo, en febrero de 1936, León Cortés, del Partido
Republicano Nacional y abierto simpatizante del fascismo,
fue elegido sin que se produjera ninguna crisis importante.
En 1940 el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, del ala
católica del PRN, fue electo con el 84% de votos. Se dice que
su excepcional política social produjo la división del poderoso

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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

PRN,y sus alianzas el rompimiento con la élite oligárquica.


En efecto se apoyó en la Iglesia católica –encabezada a la
sazón por el arzobispo Sanabria– y Vanguardia Popular, el
pequeño pero influyente partido de los comunistas dirigidos
por Manuel Mora Valverde.

Cuadro 7
Presidentes de Honduras desde 1932

Período Nombre Partido


1932-1949 Tiburcio Carías Andino Elección Partido Nacional
1949-1954 Juan Manuel Gálvez Durón Elección Partido Nacional
1954-1956 Julio Lozano Díaz Nombramiento Partido Nacional
1956-57 Junta Militar Golpe Fuerzas Armadas
1957-1963 Ramón Villeda Morales Elección Partido Liberal
1963-1971 General Oswaldo López Arellano Golpe Fuerzas Armadas
1971-72 Ramón Ernesto Cruz Uclés Elección Partido Nacional
1972-1975 General Oswaldo López Arellano Golpe Fuerzas Armadas
1975-1978 General Juan Melgar Castro Elección Fuerzas Armadas
1978-1982 General Policarpo Paz García Elección Fuerzas Armadas
1982-1986 Roberto Suazo Córdova Elección Partido Liberal
1986-1990 José Azcona del Hoyo Elección Partido Liberal
1990-1994 Rafael Leonardo Callejas Elección Partido Nacional
1994-1998 Carlos Roberto Reina Elección Partido Liberal
1998-2002 Carlos Flores Facussé Elección Partido Liberal
2002-2006 Ricardo Rodolfo Maduro Joest Elección Partido Nacional
2006- José Manuel Zelaya Elección Partido Liberal
Fuente: idem cuadro 5.

El PRN hizo elegir a Teodoro Picado (con el 66%) en


1944, quien profundizó la política social; la votación fue
calificada de fraudulenta, en medio de un clima radicalizado,
en el que la acusación de fraude era paralela a la denuncia

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

anticomunista. El enfrentamiento condujo a un paro patronal


el 23 de julio en 1947, la crisis se prolongaba por más tiempo
y se exacerbó cuando en 1948 Calderón Guardia trató de
recuperar la presidencia en elecciones calificadas de nuevo
como fraudulentas. José Figueres, con apoyo de la llamada
Legión del Caribe7 se levantó en armas en una rebelión que
derrotó a las fuerzas gubernamentales.
Es oportuno precisar a esta altura de la historia, que a
finales de la década de los cuarenta, es decir, inmediatamente
después del triunfo aliado frente al fascismo, se rompió ese
frente con ocasión de la “crisis de Berlín” y se planteó el encono
antisoviético tan arriesgado como angustioso. Se presentó como
el enfrentamiento a muerte de los sistemas capitalista y socialista:
la Guerra Fría alteró las fronteras del quehacer político y situó a
las izquierdas ‘del otro lado’ del mapa.
Hubo un anticomunismo liberal en Europa, pero otro
fanático y cerril en los Estados Unidos que se tradujo en
la periferia en un nutrimento para robustecer los peores
rasgos autoritarios locales. Lo social y lo democrático, en la
intransigente ideologización anticomunista, fue condenable
como parte del arsenal enemigo. En un terreno culturalmente
conservador, ausente de tradiciones de participación o
conflictos sociales, sin hábitos de organización, el anticomu-
nismo se convirtió en la medida para juzgar la defensa del
statu quo. Tuvo efectos fatales para la democratización
centroamericana.

7
Sobre la Legión del Caribe hay una mala historia. El trabajo
de Richard E. Clinton jr., The United States and the Caribbean
Legion: democracy, dictatorship and the origins of the Cold War
in Latin America, tesis doctoral, Ohio University, 2001, contiene
la información más precisa sobre este tema. La Legión fue origi-
nalmente respaldada por el gobierno de EEUU, por su reconocido
anticomunismo.

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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

Las dictaduras militares que en el decenio de 1930 se


instauraron en cuatro de los países de América Central experi-
mentaron una presión doble en las postrimerías de la segunda
guerra mundial, que provocó lo que se ha llamado la “crisis de
la oligarquía”. Por un lado, el clima internacional que creó la
derrota del fascismo europeo animó a la gente a condenar las
experiencias autoritarias locales, las dictaduras militares, pero
también a los intereses que ellas defendieron.
Por otro lado, las fuerzas sociales interiores que se ha-
bían visto contenidas durante tantos años de estancamiento y
dictadura trataron de organizarse y participar en la vida polí-
tica, social y cultural, instaurar un proceso democrático por
medio de mecanismos modernos: elecciones, competencia,
pluralismo, partidos, debates. En breve, la crisis resintió a la
oligarquía por cuanto todo lo que se empezaba a vislumbrar
en los años veinte como modernización y que durante una
generación los años de dictaduras habían impedido, surgie-
ron como exigencias frente a ellos.
¿Se formuló un programa antioligárquico, o al menos
propuestas programáticas para construir una democracia libe-
ral? Las demandas políticas de emergentes intelectuales de
las clases medias ‘soñadoras’, buscaban con la virtud de la
continencia, establecer el imperio de la ley, tener elecciones
libres, partidos políticos independientes, gobiernos civiles. Es
decir, redefinir los mecanismos de constitución del poder y
del acceso al mismo para democratizar al Estado. No había
maximalismo ideológico ni estrategias de ruptura. Pero estas
demandas, prudentes, constituían una negación de los valores
y de los principios de la oligarquía y eran necesariamente in-
aceptables.
Competir electoralmente por el gobierno y perder no
entra en la lógica del concepto elitista del orden, y disimula
una astucia subversiva, a los ojos de la oligarquía. A la mitad
de los años cuarenta el ingrediente subjetivo era débil y se
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EDELBERTO TORRES-RIVAS

experimentó una contradicción porque las luchas contra


las dictaduras adoptaron la forma de insurrección urbana.
El método y las metas estaban objetivamente distantes entre sí.
En abril de 1944 una huelga general obligó al general
Hernández Martínez de El Salvador a dimitir. La huelga fue
un movimiento multiclasista encabezado por profesionales
de clase media y militares jóvenes. La campaña no logró con-
vertirse en un movimiento nacional ni introducir cambios
profundos porque sus líderes fueron descubiertos y fusilados.
A consecuencia de ello, la crisis se resolvió en lo interno de las
fuerzas armadas y el decrépito dictador fue substituido por el
jefe de su policía, Osmín Aguirre. Más adelante, en marzo de
1945, en un proceso amañado, el Dr. Arturo Romero, que había
fundado en meses el partido Unión Democrática, perdió frente
a un general escogido apresuradamente, Salvador Castañeda
Castro (1945-1948), del partido Agrario (sic). Los grupos
democráticos no tuvieron fuerza para encabezar el cambio.
Como se dijo, la vida política de El Salvador siguió
caracterizándose por la presencia militar permanente, tanto
porque el ejército había sido un factor decisivo en la lucha
por el poder desde 1932 como porque los altos cargos del
gobierno habían salido siempre del estamento militar. En el
período que estamos analizando, la crisis oligárquica y su
equivalente, la modernización institucional y democrática,
se manifestó tibiamente en la llamada “revolución del 48”,
movimiento de oficiales jóvenes y algunos profesionales
civiles que dieron un golpe de Estado el 14 de diciembre de
1948, de limitado alcance ideológico y fundaron el Partido
Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD).
A partir de entonces se tomaron diversas medidas enca-
minadas a mejorar la economía y las instituciones estatales.
Puede decirse de todas ellas, llevaron a una relativa moder-
nización de la sociedad salvadoreña, aunque sin recurrir a

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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

los riesgos de la democracia y sin tocar las bases económicas


de la oligarquía del café. A pesar de estas limitaciones, la
actuación tanto de la junta revolucionaria como del régimen
del mayor Oscar Osorio (1950-1956) se caracterizaron por
una errática voluntad de cambio. En 1950 se promulgó una
Constitución más moderna, se creó la seguridad social y una
nueva legislación laboral. El clima general de esta época ex-
plica por qué, como en los otros países, los derechos sociales
de los trabajadores fueron reconocidos en leyes específicas;
hubo rasgos nuevos, más funcionales en el papel del Estado
en la economía y en los cambios que ésta debía experimen-
tar. Resta decir que los derechos laborales fueron y aún son
resistidos por la patronal.
De hecho, los militares centroamericanos de los años
sesenta y setenta, y los salvadoreños especialmente, fueron
keynesianos sin saberlo, o a disgusto en la estricta dimensión
de su estadofilia muy marcada. Lo fueron a pesar de, o aun
más, cuando su modernización impulsada por la Doctrina
de Seguridad Nacional los convirtió en un ejército contrain-
surgente. Quizá el rasgo más importante de estos años fue el
esfuerzo por fomentar el crecimiento industrial empleando
medios diversos. En este campo son significativos la cons-
trucción de la central hidroeléctrica de Río Lempa, que es la
mayor de Centroamérica, y del moderno puerto de Acajutla,
que tenía por objetivo fortalecer el comercio exterior. Ambas
empresas estatales autónomas se construyeron con la partici-
pación del sector privado.
De hecho, el pensamiento reformista de estos jóvenes
militares continuó después del régimen de Osorio y se pro-
longó hasta los primeros años del gobierno del coronel
José María Lemus (1957-1960). La vida política del país,
sin embargo, continuó caracterizándose por la presencia de
un Estado intransigente y represivo, por una democracia
electoral en la que el general escogido era electo, en las

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

llamadas elecciones autoritarias. Si antes la política era un


asunto de familia, ahora es de los militares.
Descontentos porque Lemus no satisfacía los principios
modernizadores del PRUD, un golpe marcial el 26/X/1960
lo retiró y lo sustituyó un efímero triunvirato cívico-militar
que fue tildado de comunista y sustituido tres meses después
por otro claramente de derecha. No obstante, varias medidas
fueron tomadas como la nacionalización del Banco Central,
la creación de un ente estatal para administrar los servicios
de agua, leyes de alquiler, de descanso dominical y una
ley electoral que propuso la representación proporcional.
En septiembre de 1961 se funda el Partido de Conciliación
Nacional (PCN), que desde entonces ha sido el partido de los
militares.
En abril de 1962 nombran/eligen al coronel Rivera, que
como sucedió con los gobiernos de los otros países, recibió
la ‘filosofía’ y los recursos de la Alianza para el Progreso
con un doble temor: echar a andar una política reformista de
inspiración social y provocar así los poderosos gérmenes del
descontento popular. Fue esta una experiencia transparente
de una saludable política social, de inspiración externa, que
se hunde en la inoperancia por el temor al cambio.
Le sucedió el general Sánchez Hernández (1967/1972),
con una nueva ley electoral que alteró el panorama político;
por ejemplo, en las elecciones parlamentarias de 1968 el PCN
obtiene sólo el 47% del voto, y el 53% en 1966, es decir,
comparten el poder, a disgusto, con la oposición política. Hay
que consignar que los efectos movilizadores de la revolución
cubana ya influían fuertemente en sectores de oposición y
había una feroz represión anticomunista. Al mismo tiempo
la economía agrícola se diversifica y en julio de 1969 estalla
la guerra de ‘las l00 horas’ con Honduras.

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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

Cuadro 8
Jefes de Estado de Nicaragua desde 1937

Período Nombre Forma de asunción del cargo


1937-1956 Anastasio Somoza-García Golpe/elecciones arregladas
(y marionetas)
1956-1967 Luis Somoza-Debayle Elecciones arregladas
(y marionetas)
1967-1979 Anastasio Somoza-Debayle Elecciones arregladas
(y triunvirato de marionetas)
1979-1985 Junta de Reconstrucción Nacional Insurrección armada
(jefe, Daniel Ortega Saavedra)
1985-1990 Daniel Ortega Saavedra Elección competitiva
1990-1997 Violeta Barrios de Chamorro Elección competitiva
1997-2002 Arnoldo Alemán Elección competitiva
2002- Enrique Bolaños Elección competitiva
Fuente: idem cuadro No. 5

El caso de Guatemala se diferencia en que las fuerzas


democráticas triunfaron, aunque el nuevo período de vida
democrática duró menos de un decenio. El derrocamiento de
la dictadura del general Ubico en junio de 1944 y de la de
su sucesor inmediato, el general Ponce, el 20 de octubre del
mismo año, fue consecuencia de un movimiento nacional
de protesta, de base amplia, estudiantes, profesionales, mili-
tares, empresarios, de clase media y media alta.
Se le ha llamado la Revolución de Octubre, que tuvo
éxito por la división de los militares de una vieja y una nueva
generación. Los generales del antiguo ejército de la dictadura
fueron expulsados del país, el Partido Liberal desapareció
y el escenario quedó abierto para su consolidación con la
formación de un triunvirato (dos militares y un civil) y
la elección de una asamblea constituyente. Se promulgó
una moderna Constitución que substituyó a la antigua

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

constitución liberal vigente desde 1877. En esta se restablece


la autonomía municipal y de la Universidad, se introducen
normativas sociales y de desarrollo, se trazan políticas para
la educación y la cultura.
Con la elección del doctor Juan José Arévalo, traído
desde la Argentina donde se desempeñaba como docente
universitario, en diciembre de 1945, se inició un proceso de
reformas con amplia participación popular. El gobierno de
Arévalo (1945-1951) fomentó la modernización de un país
social y culturalmente atrasado, aplicó programas para el fo-
mento y la diversificación económica, creó el Instituto de
Fomento de la Producción y el instituto Guatemalteco de
Seguridad Social, pero, sobre todo, Arévalo estimuló las
condiciones para la organización de diversos grupos de in-
terés social y su participación. Cuando se valora compara-
tivamente la íntima naturaleza de los cambios se concluye
que el retraso era profundo y que era toda la sociedad la que
estaba contra los vientos de la historia.
Lo más destacado fue el poderoso impulso para la
educación pública, que en perspectiva solo fueron medidas
iniciales en una sociedad con el 75% de alfabetos. Hubo
descontento conservador desde el comienzo, el anticomu-
nismo unificó a la Iglesia, a los cafetaleros, grupos milita-
res y clases medias altas frente al prudente reformismo del
gobierno. También lo hubo por los Estados Unidos ante la
mera promulgación del Código de Trabajo y luego su apli-
cación en un movimiento reivindicativo de los trabajadores
bananeros.
A Arévalo le sucedió el coronel Jacobo Arbenz (1951-
1954), ministro de la Defensa y ex triunviro, también elegido
por buena mayoría de votos y cuyo gobierno continuó el
programa de Arévalo pero con un estilo más nacionalista
y radical. Pero fue la reforma agraria el punto toral de su
programa. Entre 1952 y 1954 se intentó renovar la antigua
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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

estructura rural –propiedad de la tierra y relaciones de


trabajo– aplicando una reforma agraria que hiciera avanzar
el capitalismo en el campo. La modernización castigaba
únicamente a las tierras solteras, sin cultivos, prohibía toda
forma de servidumbre personal al utilizar la tierra, que
entregó a los campesinos que la solicitaban, en usufructo
vitalicio.
El propósito implícito era desmantelar la antigua es-
tructura rural de clases y crear un mercado interior que fuera
capaz de sostener el crecimiento industrial bajo el control de
capital nacional y estatal; todo ello constituyó el más profun-
do desafío al orden social tradicional, nunca antes intentado,
en toda la región. El programa agrario era antioligárquico
pero no antiburgués, lo que no evitó que los grupos propieta-
rios hicieran un poderoso frente común y llamaran después
de 1953 al derrocamiento de Arbenz.
La expropiación de más de 560,000 hectáreas de
tierra (equivalente a la cuarta parte de la tierra cultivable)
entregada a cerca de 100,000 cabezas de familia junto con
una intensa movilización de los campesinos hacia junio
de 1954, marcó el momento culminante de la ofensiva
antioligárquica en América Central. Muchos detalles como
las indemnizaciones a los expropiados, el crédito campesino,
un amparo que casi paraliza el proceso y otros ceden en
importancia a la magnitud de la crisis política que se estaba
viviendo. La expropiación de 15 mil hectáreas de la UFCO –el
mayor terrateniente del país– provocó aún más la decisión
norteamericana de acabar con lo que en clave de Guerra Fría
calificó como una amenaza roja.
También alimentó el anticomunismo interno e interna-
cional la estrecha amistad de Arbenz con altos dirigentes del
PGT (comunista). Desde marzo de 1952 se montó un plan
intervencionista, concretado meses después en la llamada

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

operación PB Success, que incluyó la participación de los


gobiernos vecinos y de nacionales guatemaltecos en el
complot.
Diversos hechos convergieron en el operativo antiar-
bencista. Una invasión mercenaria, desde Honduras, enca-
bezada por el coronel Carlos Castillo Armas; bombardeos a
la ciudad de Guatemala y bloqueo comercial, conspiración
con los mandos del ejército fomentada por el embajador nor-
teamericano, John Peurifoy. La amplitud de la operación se
concretó en la acción conspirativa de Peurifoy al exigirle a
Arbenz que renunciara o ilegalizara al PGT, fusilara 20 diri-
gentes políticos y diera marcha atrás en la política agraria.
Fue esto la culminación de una larga campaña anticomunista
que tuvo un fuerte apoyo de masas interno. Los mandos
superiores, finalmente, aceptaron las condiciones del emba-
jador y exigieron a Arbenz una decisión.
Este decidió renunciar y lo hizo público la noche del 27
de junio de 1954, entregando el poder al jefe de las Fuerzas
Armadas, coronel Carlos Enrique Díaz. Lo inesperado de la
dimisión de Arbenz provocó una enorme confusión interior
y facilitó que en el espacio de poco tiempo los partidos y
las organizaciones populares fueran declarados ilegales y
sometidos a una brutal represión. El éxito de la Operación
PBSuccess llevó en el plazo de una semana el poder a manos
de los líderes de la conspiración. El 5 de agosto de 1954 el
coronel Carlos Castillo Armas fue nombrado jefe del Estado
y así comenzó una ofensiva especialmente violenta contra el
campesinado, que se había beneficiado de la redistribución
de la tierra. La Guerra Fría explica la naturaleza de este
anticomunismo histérico en relación con una sociedad que
fue considerada ‘cabeza de playa’ soviética aunque nunca
llegó a tener relaciones diplomáticas con la URSS.
La derrota del programa nacional popular no signifi-
có una restauración del ubiquismo, un retorno al pasado,
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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

pero sí un serio retroceso en la construcción democrática y


un abandono de las políticas de desarrollo con equidad. El
poder contrarrevolucionario no pudo estabilizarse. Castillo
Armas fue asesinado por uno de sus propios partidarios el
26 de junio de 1956, lo que desató una nueva crisis en el
interior de las fuerzas de derecha. Sucesivos golpes de Es-
tado y unas elecciones fraudulentas en 1957 llevaron final-
mente a la elección en 1958, ganadas por el general Miguel
Ydígoras Fuentes, que presidió un intento de transición
conservadora a la democracia. Se restablecieron las liber-
tades de organización, de expresión y de prensa y se trató
de aplicar políticas, asaz contradictorias, de reconciliación
nacional que le enemistaron con la coalición conservadora
que le había llevado al poder. En noviembre de 1962 se
produjo un amplio alzamiento militar contra la política de
Ydígoras, de donde surgió el M-13, primer grupo guerrille-
ro militar.
Fue destituido por un golpe militar en marzo de 1963 y
sustituido por su ministro de guerra, coronel Enrique Peralta
Azurdia (III/1963-V/1966) Este movimiento militar impidió
el proceso electoral convocado y en donde seguramente habría
ganado el ex presidente Juan José Arévalo; fue, además,
un golpe del ejército votado por la Junta de Comandantes,
una decisión institucional que marcó el inicio de un nuevo
modelo de intervención militar. Ya en estos tiempos empezó
a constituirse el Estado contrainsurgente, cuya violencia
empezó a ser respondida por grupos de izquierda armada.
Las luchas democráticas contra la oligarquía y el auto-
ritarismo militar no triunfaron en Honduras, como en los
casos vistos; aquí, la campaña “antioligárquica” dirigida por
los liberales tenía una dimensión limitada y era en esencia
una batalla partidista contra el dictador rupestre, el doctor y
general Tiburcio Carías Andino, que contaba con el apoyo
de los intereses extranjeros propietarios de las plantaciones

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

y, por ende, con una base suficiente para la estabilidad del


gobierno. No obstante, el descontento social limitó las
ambiciones electorales del general Carías, que accedió que
se celebrasen elecciones presidenciales en 1948 y permitió
que los liberales participaran en ellas. El vencedor fue su
ministro de la Guerra, Juan Manuel Gálvez.
En la Honduras de este período la elección de Gálvez
(1949-1954) equivalió a una prolongación del régimen de
Carías, aunque se produjeron varias novedades importantes.
La primera fue la gran huelga del sector bananero en mayo
de 1954, que empezó como simple protesta por el despido
de 25 trabajadores de la Tela Railroad, que era propiedad
de la United Fruit Company, y fue extendiéndose hasta
convertirse en una campaña de aumento de salarios y mejores
condiciones de trabajo.
Una opinión pública favorable al cambio y la búsqueda
de calistenia democrática, que se expresaban de diferentes
formas en toda la región, explican por qué el conflicto se
extendió rápidamente a todas las plantaciones bananeras, a la
mina El Mochito y a toda la zona agroindustrial de propiedad
extranjera de la región de San Pedro Sula. El conflicto, que
recibió apoyo activo de más de 40,000 trabajadores, terminó
en julio después de 69 días de huelga. Fue importante no
sólo por su conclusión victoriosa, sino también porque tuvo
efectos decisivos en el conjunto de la sociedad política, el
más importante de los cuales fue crear posibilidades reales de
organización obrera y campesina. Fue, además, el punto de
partida de la promulgación de leyes laborales y de seguridad
social, así como de la creación del Ministerio de Trabajo.
Una dimensión positiva fue la toma de conciencia de
que el problema nacional estaba estrechamente vinculado
al problema social. Más adelante, el campesinado pobre y
sin tierra se activó como fuerza política autónoma, un hecho

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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

decisivo en el marco de una sociedad agraria atrasada. Un


efecto negativo de la huelga en el mercado de trabajo fue que
redujo el empleo en las plantaciones de 35,000 trabajadores
en 1953 a 16,000 en 1959, a la vez que sus efectos en la
producción fueron agravados por un huracán en diciembre
de 1954.
Un segundo hecho importante en este período, en
Honduras, fue la entrada fugaz de las fuerzas armadas en
el ruedo político. En las elecciones de 1954 los partidos tra-
dicionales, el Liberal y el Nacional, exhibieron de nuevo
sus diferencias porque ninguno pudo obtener la mayoría
absoluta. Aunque los liberales obtuvieron el 48% del total,
una segunda votación fue corrompida por el fraude y provocó
que el presidente interino Lozano Díaz, oportunista, se
proclamara ‘jefe supremo’ y disolviera el Parlamento. Con
una voluntad rectificadora, un golpe militar en 1956 lo retira
del mando y se convoca a elecciones constituyentes. Fue
esta la primera intervención militar en Honduras con una
nueva calidad: no lo hicieron a nombre de un partido sino
como cuerpo institucional y con una misión mediadora.
Es significativo que la constituyente reconociera como
el vencedor de las elecciones de 1954 al Dr. Ramón Villeda
Morales (1957-1963), lo cual supuso la vuelta de los liberales
al poder después de 25 años de gobiernos conservadores.
Antes de terminar su mandato, el primer golpe de Estado de
las fuerzas armadas como institución lo interrumpió y tomó
el poder el general Oswaldo López Arellano, que habría de
figurar más de una vez en la política hondureña.
Un comentario oportuno se refiere a la cultura jurídica
centroamericana que guarda un sentido mágico político por
las constituciones. Entre 1945-50 los cinco países estrenaron
Constitución y a partir de esa fecha se promulgaron por
lo menos ocho en cuatro países. Solamente entre 1954 y

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

1985 Honduras y Guatemala tuvieron por lo menos cuatro


constituciones. Este avorazado consumo de constituciones
revela una falsa sabiduría que atribuye a la ley no un valor
normativo sino reconstructivo, casi mágico. Por ello, las
constituciones son violentadas por los militares, ex ante y
con el golpe de Estado, se busca una nueva, ex post. El reino
de la ilegalidad no puede existir sin constituciones, pero
estas no resuelven la ilegalidad de la vida política.
En Nicaragua la ofensiva democrática, antimilitarista y
antioligárquica no se produjo como en los otros países por-
que el régimen de Somoza representaba un modelo distinto,
anómalo, que hemos calificado en otra parte como un “sul-
tanato” tropical por los rasgos constitutivoss del primer mo-
mento. Fue un poder familiar apoyado en un partido propio,
un ejército pretoriano y un Estado donde lo público y lo pri-
vado se confundieron con desorden premeditado; nepotismo
y un siniestro juego de represión y recompensas, lealtades
compradas, exigidas o castigadas, todo ello hecho posible
por el respaldo total de los Estados Unidos. En Nicaragua,
la “familia” pudo tener éxito porque los intereses de reno-
vación social y política, democráticos, por los cuales había
luchado una generación de ciudadanos desde los años trein-
ta, se vieron obscurecidos por la histórica gresca, fratricida,
entre caudillos liberales y conservadores, pero peor aún, por
las rivalidades internas, divisiones y alianzas que el genio de
Somoza estimuló para servirse de ellas para su permanencia
en el poder.
En el período de la posguerra que se viene describiendo
y que provocó seísmos políticos en cuatro de los países de
la región, en Nicaragua sólo produjo un leve movimiento
de tierra. Como una réplica de lo ocurrido en las sociedades
vecinas, los grupos juveniles y estudiantiles del Partido
Conservador, participaron de manera activa en la lucha

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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

contra la dictadura de Somoza, pero ninguno de los partidos


de oposición logró dar a su accionar político un contenido
popular.
A pesar de ello, Anastasio Somoza I fue obligado
a desistir de hacerse reelegir insolentemente en 1947.
Sometido a presiones tanto nacionales como internacionales,
el dictador hizo elegir a su subalterno el doctor Leonardo
Arguello el 19 de febrero de 1947, pero lo destituyó el 24
de mayo de ese año; luego se apresuró a colocar a Benjamín
Lacayo Sacasa en la presidencia y después de 22 días de
gobierno provisional, se celebraron elecciones de las cuales
salió vencedor otro liberal dócil, Víctor Román y Reyes.
Ambos eran parientes de Somoza, que nunca abandonó su
cargo de jefe de la Guardia Nacional y volvió a convertirse
en presidente en enero de 1950, apoyado en el ‘pacto de los
generales’, de ambos partidos. De hecho siempre retuvo el
control del poder a través del control militar.
Durante este período Nicaragua pasó por una etapa
de importante crecimiento económico basado en las
exportaciones de algodón, que dieron cierta estabilidad
para la continuación del poder familiar. Sin embargo,
en la mitad de la campaña para su tercera reelección,
fue asesinado “Tacho” padre, el 21 de septiembre de
1956, en la ciudad de León. El control que la familia
Somoza ejercía sobre el Estado por medio de la Guardia
Nacional (en manos de Anastasio Somoza, hijo) y del
Congreso (presidido por Luis Somoza, hijo también)
garantizó que los mecanismos de sucesión se resolvieran
consanguíneamente, “ganando” Luis las elecciones de
febrero de 1957, apoyado por el Partido Liberal y el
Ejército contra la feroz oposición de grupos de liberales
independientes y del Partido Conservador.

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

La muerte de Somoza provocó una represión violenta


contra la oposición pese a que el asesinato lo cometió un
joven poeta, Rigoberto López Pérez, por motivos personales.
La elección de Luis Somoza fue ratificada por el Congreso
en febrero de 1957. Dirigió un gobierno fantasma que se
benefició del auge del algodón y de las primeras inversiones
que estimuló el Mercado Común Centroamericano. Luisito
murió de muere natural unos cuantos días antes de los
comicios de febrero de 1963, con los cuales la dinastía
familiar buscaba reelegirlo.
Hubo una breve interrupción porque finalmente el decoro
por las formas a veces es oportuno; se hizo elegir para esas
elecciones de 1963 un ‘amigo’ de la familia, René Schick,
que ayudó a pacificar la creciente oposición a los Somoza.
Es reemplazado por el vicepresidente Lorenzo Guerrero,
más obediente porque crea el espacio para la elección del 5
de febrero de 1967 que gana Anastasio Somoza II, hijo.
La historia de Nicaragua se caracteriza por pactos
frecuentes entre los dos partidos ‘históricos’. En 1972 se hizo
uno de estos pactos cuando el doctor Fernando Agüero, líder
de una fracción conservadora, accedió a actuar en calidad de
miembro de un triunvirato que se creó para que presidiera el
país hasta las nuevas elecciones en 1974. El terremoto del
23 de diciembre de 1972, que destruyó Managua, le dio la
oportunidad trágica de gobernar al autonombrarse presidente
del “Comité Nacional de Emergencia”. Impaciente por lo
simbólico, en septiembre de 1974 es elegido nuevamente
como jefe de Estado.
El terremoto interrumpió este sistema y debe mencio-
narse porque sus efectos telúricos fueron tan desastrosos
como los que tuvo en la situación política. Reveló la debili-
dad interna de la Guardia Nacional, incapaz de mantener el
orden cuando lo que hacía falta era la asistencia humanitaria;

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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

acabó con la formalidad del “triunvirato” cuando Somoza se


hizo elegir coordinador del Comité Nacional de Emergencia;
se desveló de manera dramática la miseria de las masas popu-
lares y las movilizó, especialmente en la ciudad de Managua.
Estas condiciones no impidieron que Somoza se hiciera ele-
gir presidente otra vez, en 1974.
En Costa Rica la experiencia democrática liberal tenía
profundas raíces históricas, pero las formas políticas que la
caracterizaban parecieron tocar a su fin en el decenio de 1940.
Fue el final no sólo de los caudillos liberales, sino también
de una forma política de gobierno basada en el gobierno de
una élite envejecida en el poder. En 1940, como ya se dijo, se
eligió al reformista Calderón Guardia y en 1944 a su heredero
Teodoro Picado. Bajo considerable presión política a causa
de los planes de reelección de Calderón Guardia, el gobierno
cedió el control del Tribunal Electoral Nacional a una de las
facciones de la oposición. Las elecciones se celebraron el
8 de febrero de 1948, pero los resultados no se conocieron
hasta el 28 del mismo mes, día en que se anunciaron la
derrota del Partido Republicano Nacional de Calderón y la
victoria de Otilio Ulate. El 1 de marzo el Congreso Nacional,
cuya mayoría era favorable a Calderón, anuló las elecciones
presidenciales. No tardaría en producirse un levantamiento y
el 10 de marzo estalló la “revolución del 48”.
Los acontecimientos militares de la guerra civil costa-
rricense, que duró dos meses, tienen poca importancia si se
comparan con los fenómenos sociales y políticos que acom-
pañaron el desarrollo y la resolución del conflicto. La alianza
oligárquica anticalderonista se dividió por contradicciones
aún más hondas. En un bando estaba la poderosa oligarquía
hacendada y comercial cuya base era el café y que organi-
zó la oposición más combativa en defensa de sus intereses
económicos y sociales. En el otro se encontraban los inte-
lectuales y políticos de la clase media urbana, que habían

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

salido a la escena política más recientemente motivados por


su interés en la modernización y el cambio. Sus líderes eran
José Figueres, Rodrigo Facio y jóvenes organizados en el
Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, que
politizados por esos años de crisis acabarían formando el
Partido Liberación Nacional, fundado el 12 de octubre de
1951 al unirse diversas fuerzas sociales bajo inspiración so-
cialdemócrata, ideología que ya estaba presente en una de
las corrientes que lo formaron, la que dirigía Figueres.
Al final de la crisis, Figueres, que encabezaba la
triunfante coalición de la clase media urbana y una frac-
ción de la oligarquía, se proclamó a sí mismo jefe de la
Junta Fundadora de la Segunda República y gobernó el
país durante 18 meses (de abril de 1948 a noviembre de
1949). Paradójicamente, las políticas que se tomaron
entonces y después, profundizaron el ímpetu reformista
que pusieran en marcha Calderón Guardia y los comu-
nistas. Por ejemplo, Figueres suprimió el impuesto sobre
el trigo con el fin de rebajar el precio del pan, facilitó los
incrementos salariales para los trabajadores agrícolas y
fundó el Consejo Nacional de Producción y el Instituto
Costarricense de Electricidad, que nacionalizó la produc-
ción y redujo el coste de la electricidad. El 21 de junio de
1948 introdujo un impuesto del 10% sobre el capital y na-
cionalizó los bancos privados. Fueron estas las medidas
más audaces que jamás se hayan tomado bajo inspiración
reformista. La nacionalización de la banca fue una de-
cisión revolucionaria porque alteró la correlación de las
fuerzas políticas a favor del campesinado y del mundo
rural.
Una Constitución nueva, redactada por una asamblea
constitucional con mayoría conservadora en 1949, abolió
el ejército y lo substituyó por una guardia nacional rural
y cuerpos de policía urbana. Al gobierno de transición de

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LA PIEL DE CENTROAMÉRICA

Figueres lo substituyó luego Otilio Ulate (de noviembre de


1949 a noviembre de 1953), líder conservador que participó
en la controvertida elección y le había ganado a Calderón
Guardia.
En las elecciones de 1953, como candidato del PLN,
Figueres fue finalmente elegido de modo constitucional pre-
sidente de Costa Rica (1953-1958) y durante su mandato
continuó de manera aún más vigorosa unas políticas que con-
tribuyeron a la modernización social y económica del país, al
perfeccionamiento de procedimientos estrictamente electora-
les y a la definición de un nuevo papel para el Estado.
Los cambios políticos que se pusieron en marcha en
la década de los 50s favorecieron no sólo una ampliación
de la democracia política, sino también una etapa de creci-
miento económico basado en la diversificación y la moder-
nización de la agricultura y la creación de industria ligera en
los centros urbanos. La nacionalización de los bancos debi-
litó los vínculos entre el capital comercial-financiero y los
exportadores de café y democratizó el crédito. La política
socioeconómica no tenía un propósito antioligárquico bien
definido; fomentó un vasto programa de modernización de
las plantaciones de café que benefició a todos los plantadores
al tiempo que creaba un sistema cooperativo para comer-cia-
lizar el café con el fin de limitar el monopolio comercial. En
esencia, esto estimuló un nuevo papel para el Estado en la
intervención económica activa tanto para modernizar las ba-
ses productivas de la burguesía como para limitar sus rasgos
monopolísticos.
La política social que siguió con vigor permitió al PLN
crear una nueva base de apoyo en el campesinado del país.
Al mismo tiempo, contradictoriamente, después de 1948 el
movimiento obrero urbano, bajo la influencia del comunista
Partido Vanguardia Popular (PVP), fue gravemente derrotado
y desorganizado. El anticomunismo de Figueres, que des-

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EDELBERTO TORRES-RIVAS

pués modificó, le redituó fuertes dividendos políticos con los


norteamericanos. En términos centroamericanos la ideología
y la política socialdemócratas del PLN constituyó una modali-
dad avanzada del pensamiento democrático burgués, sin em-
bargo poco parecido al reformismo radical del arbencismo
guatemalteco de entonces.

Cuadro 9
Presidentes de Costa Rica desde 1949

Período Nombre Partido político


1949-1953 Otilio Ulate Blanco PUN

1953-1958 José Figueres Ferrer PLN

1958-1962 Mario Echandi Jiménez PUN

1962-1966 Francisco Orlich B. PLN

1966-1970 José Joaquín Trejos Fernández Unificación


1970-1974 José Figueres Ferrer PLN

1974-1978 Daniel Oduber Quirós PLN

1978-1982 Rodrigo Carazo Odio Unidad


1982-1986 Luis Alberto Monge Alvarez PLN

1986-1990 Oscar Arias Sánchez PLN

1990-1994 Rafael Ángel Calderón Fournier PUSC

1994-1998 José Figueres Olsen PLN

1998-2002 Miguel Ángel Rodríguez Echeverría PUSC

2002-2006 Abel Pacheco de la Espriella PUSC

2006- Oscar Arias Sánchez PLN

Fuente: idem cuadro 5.

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