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Lo que puede parecer paradójico es que dicha representación también forma parte no sólo de la
“realidad social” en el sentido más amplio, sino incluso de la misma realidad concreta que nos
representamos. Estas realidad concreta que nos representamos. Estas ideas forman parte de la
historia de las ciencias humanas y sociales, y de maneras matizadamente distintas, han sido
profundizadas por Durkheim a finales del siglo XIX, por los interaccionistas simbólicos durante
buena parte del siglo XX, y por los sociocognitivistas europeos las últimas décadas, entre otros.
CASAS, F. (1992): Las representaciones sociales de las necesidades de niños y niñas, y su calidad
de vida. Anuario Psicología, 53, 27-45.
Las últimas décadas, sumergidos en lo que algunos han denominado una sociedad
aceleradamente cambiante (Casas, 1998) hemos visto emerger con fuerza las denominadas nuevas
culturas infantiles y adolescentes. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación
tienen mucho que ver con estas culturas: nuevos lenguajes utilizados en el móvil o en Internet,
distintas expectativas de valor de cara al futuro personal, nuevas formas de relación, nuevas
habilidades y competencias, más independencia del mundo adulto, menos contraste de valores
entre generaciones, etc…
Cada vez está más claro que la infancia que podemos observar a nuestro alrededor es «otra cosa»
que la infancia tal como nos la representamos.
Para entender el desarrollo histórico de las políticas sociales de infancia, se plantea la necesidad
de profundizar en tres vertientes representacionales inseparables:
(a) Las representaciones sociales acerca de la infancia,
(b) acerca de sus problemas y necesidades sociales y
(c) acerca de las formas apropiadas de afrontar dichos problemas y necesidades.
A lo largo de unos cuantos siglos de la historia de la humanidad, la lógica mayoritaria era bien
simple: Si el problema no es grave, se da una ayuda material, pero si es grave «se saca a la
persona de su medio y se la lleva a una institución especializada en atender personas con su
mismo problema». Esta lógica crea y consolida el denominado «paradigma de la especialización»
en la intervención social.
CASAS, F. (1992): Las representaciones sociales de las necesidades de niños y niñas, y su calidad
de vida. Anuario Psicología, 53, 27-45.