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Bloque I.

La noción de la primera infancia y las representaciones sociales

1.- La noción de Infancia


La infancia como representación ambi-valente y cambiante:Etimológicamente,el origen del
concepto «infancia» es meramente descriptivo: Del latín in-fale, no hablan, los bebés.
De esta idea se pasó a la de que «aunque hablen, aún no razonan bien», y aparecen a lo largo de
la historia (no sólo social, sino también del derecho) nociones para diferenciar un «antes» y un
después»: uso de razón, discernimiento, raciocinio, responsabilidad, madurez, capacidad,
competencia, imputabilidad, minoridad de edad, etc… (Casas, 1993).
La infancia, en el sentido de «conjunto de población de un territorio o sociedad» no es sólo una
realidad observable y objetivable. Es también (y quizás sea superfluo añadir que para un psicólogo
social es «sobre todo») una realidad representada no sólo por cada uno de nosotros
individualmente, sino también colectivamente.
Una de las características de muchos fenómenos sociales complejos es que «realidad» y
«representación mayoritariamente compartida sobre esa realidad en una sociedad concreta» no
coinciden necesariamente.

Lo que puede parecer paradójico es que dicha representación también forma parte no sólo de la
“realidad social” en el sentido más amplio, sino incluso de la misma realidad concreta que nos
representamos. Estas realidad concreta que nos representamos. Estas ideas forman parte de la
historia de las ciencias humanas y sociales, y de maneras matizadamente distintas, han sido
profundizadas por Durkheim a finales del siglo XIX, por los interaccionistas simbólicos durante
buena parte del siglo XX, y por los sociocognitivistas europeos las últimas décadas, entre otros.

CASAS, F. (1992): Las representaciones sociales de las necesidades de niños y niñas, y su calidad
de vida. Anuario Psicología, 53, 27-45.

Las últimas décadas, sumergidos en lo que algunos han denominado una sociedad
aceleradamente cambiante (Casas, 1998) hemos visto emerger con fuerza las denominadas nuevas
culturas infantiles y adolescentes. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación
tienen mucho que ver con estas culturas: nuevos lenguajes utilizados en el móvil o en Internet,
distintas expectativas de valor de cara al futuro personal, nuevas formas de relación, nuevas
habilidades y competencias, más independencia del mundo adulto, menos contraste de valores
entre generaciones, etc…
Cada vez está más claro que la infancia que podemos observar a nuestro alrededor es «otra cosa»
que la infancia tal como nos la representamos.

2. Las representaciones sociales de la primera infancia

Para entender el desarrollo histórico de las políticas sociales de infancia, se plantea la necesidad
de profundizar en tres vertientes representacionales inseparables:
(a) Las representaciones sociales acerca de la infancia,
(b) acerca de sus problemas y necesidades sociales y
(c) acerca de las formas apropiadas de afrontar dichos problemas y necesidades.

Las representaciones sociales acerca de la infancia


A lo largo de la historia, una buena parte de la investigación de todas disciplinas científicas
interesadas por la infancia ha mostrado estar sometida a las representaciones sociales
mayoritarias acerca de la infancia en su entorno socio cultural concreto.
Problemas y necesidades sociales
Hay muchas situaciones sociales que hoy consideramos problemáticas e indeseables, y que nos
parece que han sido problemas desde siempre. Sin embargo, es crucial distinguir entre dos
cuestiones:

a) la circunstancia que determinados comportamientos o situaciones sociales se hayan dado desde


muy antiguo en la historia de la humanidad (por ejemplo, posiblemente siempre han habido
personas que no tenían suficiente ni para comer; niños que eran pegados por sus padres; mujeres
tratadas violentamente en el hogar; etc.).

b) y el hecho que dichos comportamientos o situaciones se consideren socialmente


negativos, y que por tanto se piense que hay que actuar para modificarlos. Lo más frecuente es
que tan pronto «vemos» socialmente una realidad como negativa nos «inventemos»
(«construyamos» sería la explicación socialmente más dinámica) un concepto nuevo para referirla,
que ya en sí resulta ser un concepto «problematizador» (así aparecieron, por ejemplo, la
pobreza como problema social, durante el durante el siglo XV, como consecuencia de la
divulgación de la obra de Juan Luis Vives; la crueldad con los niños y niñas a finales del siglo XIX;
los malos tratos a la infancia, a partir de la divulgación de los estudios de Kempe et al. (1962) sobre
el Síndrome del niño pegado; la violencia doméstica con las mujeres las últimas décadas del siglo
XX; etc.).

Las necesidades y problemas de la infancia son fundamentalmente privados: de sus padres; a lo


sumo, también de sus maestros y de sus pediatras. No hay sentimiento de responsabilidad
ampliamente compartida sobre los problemas del conjunto de nuestra población de menor edad,
salvo en los casos extremos de abandono, maltrato o sufrimiento infantil. Hay alto consenso sobre
los derechos de los niños y niñas, pero baja intensidad a la hora de actuar: siempre debe haber
alguna otra instancia a quien le toca hacer algo cuando los derechos de los niños/as son
conculcados.

Formas apropiadas de afrontar dichos problemas y necesidades

A lo largo de unos cuantos siglos de la historia de la humanidad, la lógica mayoritaria era bien
simple: Si el problema no es grave, se da una ayuda material, pero si es grave «se saca a la
persona de su medio y se la lleva a una institución especializada en atender personas con su
mismo problema». Esta lógica crea y consolida el denominado «paradigma de la especialización»
en la intervención social.

Quizás el aprendizaje más interesante de la historia del paradigma de la especialización, después


de siglos de dominio absoluto, es su total hundimiento conceptual en un período relativamente muy
corto de tiempo, acompañado de enormes resistencias sociales para evitar su desaparición en la
práctica.

Los nuevos planteamientos emergentes apostarán por resistirse a la separación de la persona


«con problemas» de su medio natural. Las perspectivas ecológicas y ecosistémicas en psicología y
en trabajo social insistirán en la importancia del contexto social. Se defenderá el respeto al medio
social «natural» (a las redes de apoyo social, formularemos poco después) evitando la ruptura de
vínculos afectivos establecidos entre las personas. La profundización en el estudio y comprensión
de los contextos sociales nos irá llevando a perspectivas cada vez más multi-pluri- o
interdisciplinarias.

CASAS, F. (1992): Las representaciones sociales de las necesidades de niños y niñas, y su calidad
de vida. Anuario Psicología, 53, 27-45.

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