Enfoque Interdisdiciplinar

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Capítulo 2

Diálogo entre Teología y Ciencia, desde un


enfoque metodológico Interdisciplinar
José Vicente Vergara H.
El presente capítulo se inscribe en la preocupación por un queha-
cer teológico y una ciencia que respondan a la realidad, la cual se
entiende como plural, secular y en contexto posmoderna, de fuer-
te raigambre amnésica ante las situaciones de sufrimiento. Así, la
perspectiva de diálogo que se plantea aquí, apuesta por una línea
propositiva que tiene su mayor expresión en el paso de las teoriza-
ciones hacía la realidad. Así pues, frente a las diversas disciplinas,
campos de las ciencias y ubicados en el hacer académico univer-
sitario1, el diálogo entre Ciencia y Teología puede formularse des-
de un enfoque metodológico interdisciplinar que se constituye en
posibilitador del incremento del conocimiento, del favorecimiento
de la integración interactiva de las disciplinas, pero también, como
acercamiento acertado a los diversos problemas y niveles de com-
prensión de la realidad.

La perspectiva metodológica interdisciplinar alimenta la interac-


ción crítica entre las diversas disciplinas e intenta la superación,
en cierta medida, de la fragmentación epistémica que introdujo el
positivismo cientificista, que no solo produce las rupturas de los
puentes de comunicación entre saberes sino que genera, además,
una pérdida de riqueza cognoscitiva que brota en tales interaccio-
nes.

La crisis de la ciencia que trae consigo tales rupturas hunde sus raíces
en los resplandores de los tiempos ilustrados:

1 Cabe resaltar, al respecto, el esfuerzo de los profesores del Servicio de Formación Teológica
de la Pontificia Universidad Javeriana, quienes vienen revisando la identidad, principios
y métodos sobre los que se debe pensar la formación teológica impartida en las carreras
civiles de la Universidad. Este artículo pretende hacer eco a este horizonte.

Capítulo II • Diálogo entre teología y ciencia... 39


El proceso de Ilustración es, pues, un proceso de desencantamiento
del mundo que se revela como un proceso de progresiva racionaliza-
ción, abstracción y reducción de la entera realidad al sujeto bajo el
signo del dominio, del poder. En cuanto tal, este proceso, que quiso
ser un proceso liberador, estuvo viciado desde el principio y se ha
desarrollado históricamente como proceso de alienación, de cosifi-
cación.2

Al indagar esta ruptura identifica Heidegger que el comienzo de la


Ilustración científica se constituye directamente en el comienzo de
la metafísica moderna. Su tesis en este sentido evidencia la caída del
pensamiento bajo el imperio de la razón industrial, definido por él
como Gestell. En este imperio la ciencia moderna equivale a un bos-
quejo técnico del que no escapa fácilmente el hombre. Todo debe ob-
servarse desde tal lógica. Luego, «las ciencias sociales necesitan sus
estadísticas, lo mismo que las ciencias naturales aplican sus métodos
cuantitativos a la naturaleza. En ambos casos es el dominio del méto-
do el que define lo que es posible y digno de saber. Esto significa que
el acceso al saber ha de ser controlable»3. A partir de estos elementos,
miremos las dificultades y distancias para el diálogo.

1. La relevancia multidisciplinar de la ciencia y lo


interdisciplinar

Los primeros intentos por sanear los distanciamientos entre los cam-
pos de las ciencias y las disciplinas científicas se pueden catalogar
como intentos multidisciplinarios. Al respecto, J. C. Scannone los de-
fine como unidad colaborativa que sigue conservando su identidad
particular:

La unidad de la colaboración científica proporcionada solamente


por el objeto material de la investigación: por ejemplo, el estudio
de la religiosidad popular en sus distintos aspectos: histórico, psi-

2 Marx Horkheimer y Theodor Adorno, Dialéctica de la Ilustración, fragmentos filosóficos


(Madrid: Ed. Trotta, 1994). Introducción realizada por Juan José Sánchez.
3 Hans G. Gadamer, Los caminos de Heidegger (Barcelona: Ed. Herder, 2002), 235.

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cológico, sociológico, antropológico-cultural, filosófico, teológico,
etc. En el fondo se trata de una yuxtaposición de saberes, cada uno
según su propio punto de vista (u objeto formal), sus propios plan-
teamientos, marcos teóricos e hipótesis de trabajo, y sus propios
métodos4.

De esta manera, la multidisciplinariedad descrita ha sido la colum-


na vertebral de la estructura académica, hasta la fecha conocida.
En el ámbito universitario se reúnen las disciplinas y saberes, pero
dada la identidad, el objeto, el método propio de cada disciplina,
las posibilidades para entablar el diálogo, a partir de ella, se ven
limitadas ante la generación de desconfianzas, prevenciones e in-
credulidades. La interdisciplinariedad, por el contrario, y como lo
resalta Scannone, se da cuando se toma en serio el “inter”. Ella,
afirma Scannone:

Constituye un “fenómeno de compensación” o de “reparación” con


respecto a otro fenómeno moderno, centrado en: la autonomía y alta
especialización de las ciencias particulares. De esta manera la inter-
disciplinariedad orienta la búsqueda de una nueva forma de “unidad
del saber”, según la cual la especificidad, diferencia y autonomía no
irían en desmedro de la unidad plural del saber, ni ésta de aquellas,
sino lo contrario5.

Desde ella se abre la posibilidad de trascender el positivismo, los


cientificismos propios que centralizan y configuran los lenguajes
especializados y exclusivos de la ciencia, sobre los que giran las
disciplinas e intereses investigativos. La interdisciplinariedad no
solo permite profundizar los intereses propios sino que también
se sitúa en los bordes, en las fronteras del saber, convocando a la
apertura, a la interacción, al reconocimiento mutuo de las particu-
laridades y de las diferencias epistémicas propias de tales campos.

4 J. C. Scannone, “Teología e interdisciplinariedad: Presencia del saber teológico en el ámbi-


to de las Ciencias.” Theologica Xaveriana 94 (1990): 64.
5 Ídem. Para Scannone, es misión de la Universitas reencontrar la unidad, y si es una
Universidad católica, la unidad de todo el saber, incluido el teológico, puede favorecerse a
través de la interdisciplinariedad.

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Reconoce al respecto Scannone que, en los intentos de establecer la
unidad del saber:

Quizás sea preferible hablar con Husserl, del “mundo de la vida”


como suelo común para las ciencias. Entre el primero y las últimas
se da una “ruptura epistemológica” que, sin embargo, no es absoluta,
porque el “mundo de la vida” y el sentido en él implicado siguen
constituyendo el trasfondo no sólo para la subjetividad del científi-
co como hombre y para su práctica científica, sino también para las
ciencias objetivamente consideradas. Según creemos esa es la prime-
ra base y condición de posibilidad de la interdisciplinariedad, pues
todas las ciencias –al menos las no formales– hablan desde allí, sobre
la misma realidad y –aunque también a través de la ruptura entre la
teoría y la práctica– para volver a ella”6.

Este “mundo de la vida” husserliano, también planteado como tras-


fondo común a los procesos multidisciplinarios, no necesariamente
ha significado el establecimiento de interacciones y canales de comu-
nicación de disciplinas convocadas para responder a los problemas
presentes en la realidad. Lo interdisciplinario, en tanto, es acentua-
ción del ejercicio interactivo de las disciplinas, como también puede
llegar a constituirse él mismo, en trasfondo común al plantear nuevos
problemas y acercamientos distintos a los referenciados por el méto-
do propio. En este sentido asegura Scannone:

El “inter” de la “interdisciplinariedad” indica “interacción, interde-


pendencia e interfecundación” recíproca entre las distintas discipli-
nas, de modo que el planteamiento mismo de la investigación sea
interdisciplinario y las hipótesis de trabajo sean comunes e interco-
nectadas. De acuerdo con ello la marcha misma de la investigación
debe ser de confrontación dialéctica y dialógica, con continuos re-
ajustes en función de la integración funcional de las distintas disci-
plinas autónomas y la búsqueda de puntos de vista más adecuados
para la comprensión del objeto común de investigación. Además de
ese modo se pondrá especial atención en los problemas fronterizos,

6 Ibíd., 64.

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las interrelaciones y las articulaciones de los distintos enfoques en
servicio de la comprensión del todo en cuanto tal y, desde éste, de sus
aspectos parciales7.

El rol de lo interdisciplinario se eleva, de esta manera, a nivel de


mediación, pues, en décadas anteriores se ha privilegiado a los
procesos de mediación y acercamiento entre las disciplinas, centrados
en la filosofía. Sin embargo, dada la crisis de la filosofía moderna
que centralizó todo su quehacer en una racionalidad funcional e
instrumental, de predilección por acentuar los límites, por definir
claramente el objeto de estudio, por especializar los lenguajes y
por territorializar los campos de la ciencias como si se tratara de
establecer feudos del conocimiento, se cerraron las posibilidades
a otros saberes presentes en las culturas, en las sociedades y en las
religiones.

Desde esta perspectiva, el concepto de disciplina fue reservado solo


para lo involucrado con el ejercicio y la investigación científica, en
particular, de una ciencia estrictamente positiva, modelada bajo las
leyes y ordenamientos cognitivos, acorde con las lógicas matemati-
zantes, calculadoras y valorativas de lo demostrable, lo cuantifica-
ble, comprobable y medible, haciendo que toda disciplina esté com-
prometida con la respuesta univocista, mientras se dejan de lado los
otros sentidos de respuestas a la realidad.

Cuestiones morales, artísticas, estéticas y poéticas presentes en la


cultura, por ejemplo, pierden su estatus al estar desligadas de toda
validez científica. La teología, al no equipararse con las ciencias de
la naturaleza, se le reducirá al plano de la tradición mitológica y
supersticiosa, a fábula y ensueño religioso, incapaz de solucionar el
mal humano y de evitar la destrucción del mundo. Desde este punto
de vista, no se contabiliza a la teología entre las categorizaciones
científicas, como tampoco son tenidos en cuenta otros saberes que
aportan otras perspectivas de sentido.

7 Ibíd., 66.

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2. La teología, inteligencia de la fe y rememoración de
Cristo

La teología, a quien compete expresamente la realidad de Dios, la


revelación del acontecer divino, la memoria de la tradición bíblica
y de la tradición judeo-cristiana, ha nutrido, desde sus orígenes, su
discurso a partir de la filosofía, lo que en ocasiones le ha generado
un sesgo helenista a su quehacer. Esta misma mediación ha forjado
cierto grado de tensión entre fe y razón, como por ejemplo durante el
período de la escolástica, cuando en pos de lograr la unidad total de
las ciencias bajo el primado de la fe, se concibió que la autoridad co-
rrespondiera con la tradición eclesial, no con la interacción fe-razón.
De esta manera, no se supera el rígido razonamiento y objetivismo en
la teología de esta época, como tampoco con la que se dará en siglos
posteriores, por el contrario, se cosecha la evidente parcelación de la
unidad fe-razón que dará paso al establecimiento y disociación de la
lógica racionalizante proclamada en los tiempos ilustrados y moder-
nos, por un lado, y de una fe privatizada, por el otro.

Enfrentada la teología a esta lógica, encontraremos una disciplina


planteada exclusivamente como productora de formulaciones dog-
máticas, de tratados doctrinales, de verdades defendidas a partir de
argumentos de autoridad eclesiástica. Un quehacer que se realza des-
de este carácter doctrinal y de autoridad, poco rememora el logos-da�
bar, misterio de Dios revelado en Cristo, que se hace prójimo de quien
sufre a través del amor, un logos-dabar de la cruz y resurrección, que
se actualiza en el aquí y ahora de nuestra historia y que nos abre a la
esperanza futura.

La centralidad que ha tenido la diversidad metódica –de funciona�


lidades especializadas, de racionalismos lógico-matematizantes, de
textualismos, de historicismos entre otros-8 pone en vilo el quehacer
de la teología, en especial cuando se trata de entrar en diálogo con
otras disciplinas científicas. Los peligros y amenazas, de empoderar

8 A. Parra, Textos, contextos y pretextos. Teología fundamental (Bogotá: Facultad de Teología,


Pontificia Universidad Javeriana, 2005).

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una sola disciplina en cuanto conocimiento absoluto, persisten. Este
es, quizás, el reto mismo para la teología. Al igual que otras disci-
plinas no soslaya fácilmente los totalitarismos cientistas, puesto que
también para ella se hace imposible la apertura al diálogo, la interac-
ción crítica, reconstructiva y constructiva de nuevos conocimientos
capaces de transformar la “realidad”. Así pues, un nuevo enfoque
significa salir de los encerramientos propios, procura superar la frag-
mentada positivización de los lenguajes de las disciplinas, a la vez
que la posibilidad de la unidad en medio de la complejidad de los
saberes, en la que ella debe redescubrir nuevos sentidos al explorar la
interacción dialogante entre razón, fe y cultura.

De las dificultades de siglos pasados, tales como la aseveración agnos-


ticista y ateísta del pensar, que truncaron el diálogo entre teología y
ciencia, palpable en las prácticas educativas, en especial en el ámbito
universitario, se requieren hoy itinerarios distintos para el encuentro.
Del reconocimiento de las potencialidades, de las nuevas posibilida-
des y dinámicas nacientes en la apertura al diálogo interdisciplinar
surge, no solo a nivel profesional sino también en el aula de clases,
maneras nuevas de enfrentar, pensar y ver la realidad circundante.
Quien se forma en el campo de la ciencia, descubre que el diálogo
entre las disciplinas y saberes da sentido al proceso de profesionali-
zación y formación científica.

Luego, la teología es saber que permite al docente y al estudiante


construir conjuntamente comprensiones e interpretaciones que pue-
den responder de manera más acertada a las realidades históricas y
contextuales en las que se vive, pero además, se contribuye al des-
pertar del estudiante en su interés por la ciencia, la investigación y
la labor educativa, lo que a su vez recobra el verdadero sentido por la
elección profesional y científica.

La teología, desde esta perspectiva del diálogo, puede dar un paso


más allá de una apología teológica y de una ciencia orientada por una
racionalización positivista, hacer que en ella no prevalezcan los inte-
reses exclusivistas de una disciplina puesta al servicio del mercado
de lo religioso, o que en tantos casos se recorran la sendas de otras

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disciplinas, en que se depende de la industria cultural que adormece,
insensibiliza y sumerge en la amnesia del sufrimiento humano.

En esta cultura atiborrada de olvidos, encuentra la teología el desinterés


por el acontecer de Cristo. La linealidad del tiempo, en la que ella se en-
cuentra, padece la amnesia cultural de nuestro tiempo que pierde de vista
la otra cara –el reverso– de la historia humana en que el olvido reina. De
este peligro advierten los primeros pensadores de la escuela de Francfort.
Su crítica cuestionará no solo el horizonte de la razón, sino también el
quehacer de las ciencias, incluyendo el quehacer de la teología.

Ver el reverso de nuestro pensar9 es, precisamente, reconocer que las


catástrofes humanas, producidas por la racionalidad metafísica y la
falacia hiperracionalista, hunde sus raíces en el ocaso de una razón
que se esperaba autónoma y emancipadora, pero que resultó servil de
una cultura comercial, consumista e instrumentalizante de los suje-
tos. Por eso mismo la teoría crítica, que ha analizado tal ocaso, rastrea
también la decadencia y desorientación de la mencionada racionali-
dad, que se olvida del sujeto al hacer ciencia.

La fenomenología husserliana abordó este problema al referirse a la


pérdida de la cosa en sí, oscurecida y ocultada en las especulacio-
nes. Para la fenomenología, la pérdida es resultado de la crisis de las
ciencias de Occidente, de la que asegura Hoyos, «crisis que consiste
en la cosificación de la práctica mundo vital, en su empobrecimiento
y en su impotencia frente a la amenaza de la barbarie»10. Así, de los
esfuerzos positivistas que limitaron la comprensión del mundo y de
la vida, de su captura bajos los esquemas lógicos de la racionalidad
cosificadora, del mundo de la vida, todo pasa a convertirse en objeto
de experimentación, incluyendo al ser humano mismo11.

9 Las verdades proclamadas por la razón ilustrada fueron asimiladas en cuanto verdades de la
ciencia. Manuel Reyes Mate, Memoria de Occidente (Barcelona: Ed. Antropos, 1997), 31-55.
10 Guillermo Hoyos, “Elementos filosóficos para la comprensión de una política de ciencia
y tecnología”, en La conformación de comunidades científicas en Colombia (Bogotá: MEN-
DNP, 1990), 399.
11 Alfonso Borrero, La interdisciplinariedad concepto y práctica. (Bogotá: Pontificia Universidad
Javeriana, 2003), 400.

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Prontamente, reducida la perspectiva simbólica que integra al ser hu-
mano, autoafirmado el proceso de secularización, establecido el derro-
camiento social, la disolución de las religiones y elevada a compren-
sión racional, se debilita el papel de la teología al ligársele a la tradi-
ción mítico-religiosa. No bastó, por tanto, con los intentos de colocarla
a nivel de ciencias de la naturaleza. Por eso, al igual que las disciplinas
procedentes de las “ciencias del espíritu”, ella ha sido permeada por la
fractura de los puentes de comunicación con otros saberes.

De esta fragmentación, hereda la teología su tarea de recoger y recom-


poner trozos de verdad, y junto a otras disciplinas se pregunta por la
legitimidad y validez de su quehacer. Sin embargo, es fundamental
para la teología deconstruir los postulados que le llevaron a confi-
gurarse como ciencia en términos empírico-analíticos, abandonando
el significado profundo de la inteligencia de la fe y rememoración
del misterio pascual cristiano, de un saber atado hondamente a una
episteme de la memoria de la cruz, muerte y resurrección de Cristo,
desde la cual hace eco al grito desesperado de quien sufre y de quien
reclama por la esperanza diluida entre las teorizaciones.

3. El enfoque metodológico, interdisciplinar

Alfonso Borrero, quien a partir del quehacer universitario dedicó


parte de su vida a pensar lo interdisciplinario, llegó a considerar que
en el siglo xix se asume la idea de que, «el único método válido para
resolver todos los problemas del hombre es el científico, en tal forma
que, ni la filosofía ni la fe tendría palabra alguna»12. La respuesta
estaba puesta en la proliferación de especializaciones que, en muchos
casos, no superaron los problemas complejos de la sociedad13. De
la particularidad y especialidad de una disciplina, se esperaba una
solución a problemas complejos difíciles de tratar, sin embargo, la
coexistencia multidisciplinar en ambientes universitarios, entre
otros, advierte la tendencia natural a la comunicación e interacción.
Es claro que la super-especialización, aunque haya traído beneficios,

12 Ibíd., 380.
13 Ídem.

Capítulo II • Diálogo entre teología y ciencia... 47


corroboró el aislamiento de las ciencias y del hombre, haciendo surgir
la necesidad del intercambio como medio de encontrarles respuestas
a los problemas que ya no conseguía resolver más. Es así como en
los intentos de dar solución a problemas complejos y de establecer
interacciones, a través del lenguaje, que promueve el diálogo entre
personas de diferentes áreas, como lo reseña Marilda Lopes,14 se ha
ido generando la práctica interdisciplinar.

El realce de lo interdisciplinario hoy ha venido a significar el proceso


de movilización del conocimiento de cada una de las disciplinas y la
apuesta por el diálogo, pretendiendo desde esto trascender la propia
especialidad, lo cual no significa la pérdida del lenguaje y método
propio. No se trata de sumar, sino de interactuar para transformar.
La interacción es, antes que nada, una actitud de comunicación, lo
que permite verificar que, más que categoría de conocimiento, la
interdisciplinariedad, así como la transdisciplinariedad, es una categoría
de acción15.

Es a partir de esta comprensión que entendemos que la interdiscipli-


nariedad es dinámica alrededor del problema que convoca, es posibi-
lidad de comunicación, coordinación y concertación. Esto posibilita
la superación de las divisiones de las disciplinas, que se presentan
hoy compartimentadas, los predominios de una sola racionalidad
instrumental y el sometimiento a un solo método que pierde la mira-
da amplia y la riqueza de diferentes perspectivas. De esta manera, se
hace inadmisible mantener esquemas en que, «mientras las unidades
académicas universitarias se encierran en egoísmos, la sociedad sigue
padeciendo necesidades»16.

Este mismo enfoque metodológico permite la reorientación de la


enseñanza y la interacción de los campos disciplinares. Así, los

14 Marilda Lopes Ginez de Lara, “Ciencias del lenguaje, Terminología y Ciencias de la


Información: Relaciones Interdisciplionarias y transdisciplinariedad”. Actas del VIII
Congreso ISKO - España, León, 18-20 de abril de 2007 (Sao Paulo: Universidad de Sao
Paulo, 2007), 104.
15 Ídem.
16 Alfonso Borrero, op. cit., 400.

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debates en torno a la ciencia y a la fe han tenido momentos históricos
claves que no pueden desconocerse, especialmente, cuando se trata de
hacer revisión de perspectivas distintas de análisis y comprensiones
señaladas como equívocas o contradictorias. Al establecer el diálogo
fe y ciencia, tal vez, los debates en torno a temas álgidos como
estos volverán a aparecer, lo cual requiere una aproximación que
reconozca la epistemología propia sobre las que se han situado las
argumentaciones de las disciplinas en diálogo.

Plantear el diálogo teología y ciencia en tales términos, además


de acoger la invitación de la Ex Corde Ecclesiae de Juan Pablo II al
considerar que la investigación en las universidades católicas puede
comprender una integración de conocimientos, un diálogo entre
fe-razón, una preocupación ética y filosófica, que también se hace
respuesta en la línea en que hoy se inscriben las teologías de la praxis,
de la experiencia, del relato, de nuevos horizontes para aprehender
nuevas realidades, y desde la cual, la interdisciplinariedad procura
trascender la pretendida univocidad conceptual y argumentativa de
disciplinas centradas en sí mismas.

De esta manera, el diálogo e interacción no se reducen al plano


de lo estrictamente epistémico sino también exige el plano ético.
Así, para la teología urge encaminar su reflexión e investigación
disciplinar por rutas que resignifiquen su quehacer unidisciplinar.
Para la teología, por tanto, este diálogo beneficia la comprensión y
legitimación semántica de la perspectiva evangélica de la justicia,
del mejoramiento de la calidad de vida de los empobrecidos, del
valor de la vida de las otras especies, co-habitantes de nuestro
mundo, y la memoria de los olvidados por la historia de barbaries y
catástrofes humanas.

La articulación interdisciplinar en cuanto enfoque metodológico,


abre los espacios dialogantes con lo antropológico, histórico,
legislativo, psicosocial, teológico más allá de lo estrictamente ligado
a la particularidad metódica y propia de cada disciplina. Desde ella
se construyen nuevos conocimientos, no deponiendo la rigurosidad
particular defendida por los límites unidisciplinares.

Capítulo II • Diálogo entre teología y ciencia... 49


Al respecto sugiere Borrero, al igual que Morin, que la interdisciplina-
riedad no se debe confundir con la omnisciencia de la mente que todo
lo domina, y menos con la capacidad de abarcar con ciencia actual,
el desprendido y desarticulado mundo de las ciencias positivas. Esto
es hoy más que nunca imposible, reconociendo de esta manera que la
especialidad es un hecho irreversible17. Asevera, Borrero:

A la interdisciplinariedad le corresponde, respetar la autonomía de


las ciencias o epistemes particulares, y también de las profesiones, re-
lacionarlas en mutuos y variados acercamientos. En realidad, la sec-
torización del saber obedece a un cierto artificio de la mente humana;
útil, sin duda, pero sin razón suficiente para que cada ciencia exagere
la posesión de su ámbito propio, incomunicado e incomunicable18.

Es responsabilidad ética de todas las disciplinas no quedarse al


margen de las grandes discusiones de nuestro tiempo. Negar las
posibilidades de diálogo acotando la renuncia a los campos de ac-
tuación propios, es cerrar las esperanzas a un mundo amenazado
por las consecuencias de la fragmentación y parcelación del saber
e igualmente, de la separación entre las teorizaciones y realidades
concretas en la que nos hallamos todos. Los caminos de la interdis-
ciplinariedad son irrecusables para quien quiera pensar de manera
responsable la sociedad, la naturaleza, el mundo y principalmente
el ser humano.

Por último y a manera de conclusión, la viabilidad del diálogo ha de


ser pensada, en primer término, entre docentes de diversas discipli-
nas buscando, a partir de él, crear los canales de comunicación en
torno a temas y problemas, reformular cursos y contenidos sobre te-
mas fronteras de las disciplinas y la teología moral, la ética cristiana,
la fenomenología de lo religioso y otros énfasis para estudiantes de la
teología y de otras profesiones no teológicas, pero abiertos al enfoque
de la episteme propia y de la investigación propuesta sobre los límites
fronterizos de un saber.

17 Juan Carlos Scannone, op. cit. 64.


18 Alfonso Borrero, op. cit., 400.

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En segundo término, si queremos que este enfoque logre acentuar
el diálogo e interacción, le corresponde a la institución universitaria
reformular los planes de estudio de las profesiones, en los que se
incluye un enfoque metodológico interdisciplinar, tanto a nivel estu-
diantil y como también a nivel de docencia, en que por mediación de
los canales institucionales establecidos, se oriente el favorecimiento
de la producción del saber y la solución de problema.

Bibliografía
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