San Francisco de Asís - Camino Mistico

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San Francico de Asís

Camino Místico

n1
2N
Fray Alejandro Ferreirós OFMConv.

SF an
rancisco
A de
sís
Camino Místico

n3
Nihil Obstat
Fray Carlos Trovarelli
Ministro Provincial
Buenos Aires, mayo de 2010

Diseño y producción gráfica:


Emilio y Sergio Buso / [email protected]

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en la Argentina

ISBN

MISIONES FRANCISCANAS CONVENTUALES


Cóndor 2150 1437 Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: (011) 4918-3673
e-mail: [email protected]

4N
A todos los hermanos
que han encontrado
en San Francisco de Asís
un modelo de vida
atrayente y entusiasmante
para seguir a Jesús
y vivir su Evangelio
y de este modo forman parte
de la innumerable
familia franciscana.

n5
El Autor
Fray Alejandro R. Ferreirós, fraile y sacerdote
franciscano, reside actualmente en Buenos Aires, Argentina.
Luego de realizar licenciaturas en Teología espiritual e
Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de
Roma, se ha desempeñado como docente de teología e
historia en distintos institutos.
Desde hace años trabaja asiduamente a nivel
internacional asesorando grupos y comunidades de la
Renovación carismática dedicándose a la enseñanza y la
predicación.
Es autor de diversos artículos de teología espiritual
y poemarios como: “Loado seas mi Señor”, “San Francisco
en versos”, “Te amo, Espíritu Santo”, “Amor y Exilio”, ”San
Francisco de Asís, Camino Místico”, “Un instante Contigo”,
“Canto Trinitario” y un estudio sobre el bautismo en el
Espíritu Santo titulado “El sello del Espíritu”.

6N
P resentación

El Padre Alejandro, en el espacio de pocos meses, nos


sorprende con un nuevo libro, y nuevamente sobre San
Francisco de Asís.
Pero el subtítulo “Camino místico” nos advierte que
ya no se trata de una biografía “en versos” como la anterior
“San Francisco en versos”, sino de unos breves “poemas”
o reflexiones en versos sobre los distintos elementos
que hacen a la espiritualidad franciscana y que emanan
de la experiencia mística del Poverello. Y la experiencia
de Francisco se realiza en un proceso que supone tres
momentos: la concepción de un proyecto de hombre y
de hermano menor, confrontación con el Evangelio y,
finalmente, la realización en una fraternidad de fe. En esta
experiencia afloran los elementos fundamentales de la vida
cristiana: las conductas de los hombres en relación con el
Padre Dios Creador; con los demás hombres-hermanos;
consigo mismos y con toda la naturaleza. En definitiva se
trata de un llamado a toda la humanidad cristiana para que
aprenda a ver, escuchar, reconocer, adorar y alabar al Señor
Dios, “todo bien, sumo bien, bien total”.
Todos estos elementos los encontramos reagrupados
en catorce “capítulos”:
1) Los Comienzos: luego de una breve reseña
biográfica de San Francisco, nos encontramos con la
primera composición: “En la aurora”, que nos recuerda,

n7
salvando las distancias, como en el canto XI del Paraíso,
en la Divina Comedia, el franciscano seglar Dante Alighieri
describe lo que significó el nacimiento de Francisco para la
ciudad de Asís y para la humanidad:
…De esta cuesta, allá donde abandona
más su rudeza, nació al mundo un sol,
como asoma a veces el del Ganges.
Sin embargo quien de ese lugar hable
no diga Asís, que quedaría corto,
mas Oriente, si con propiedad quiere.
2) Peregrino: Francisco, vestido como un peregrino,
recorre la comarca… Se vuelve un caminante, un mendigo y
un “peregrino del Absoluto”, y en su boca un grito: “¡El Amor
no es amado!”. Francisco muere de amor y quiere morir por
amor de Aquel que en la cruz dio su vida por él.
3) Enamorado: a decir del autor, Francisco “es un ave
danzando en el viento de la historia; hay un amor ardiente
en su pecho que lo lleva a hacer locuras de amor. Todo él
se ha vuelto canto y llanto”. El “Amor que no es amado” ha
encontrado finalmente al amante perfecto.
4) Alabanza y entrega: Francisco, en su entrega
y contemplación, descubre que todo el universo ora
incesantemente; que el universo tiene alma y es un gran
orante: toda la creación se mueve al ritmo de su oración.
5) Los Hermanos: Francisco, gran conocedor del
corazón humano, invita a analizar los motivos profundos
que nos mueven en nuestro amor al prójimo, pues a
menudo, tras una aparente generosidad, se puede esconder
un acto egoísta de nuestro yo. Para Francisco el amor no es
solamente ausencia de odio o de envidia, sino más bien acción
concreta, comunión viva a través de gestos reales. El lobo
deja de ser “enemigo” cuando lo descubro como hermano. La
misma muerte pierde su rostro cadavérico para volverse la
“hermana” que nos acompaña al encuentro con el Padre.

8N
6) El Orante: como nos dicen los primeros biógrafos,
Francisco no era un hombre que oraba sino un hombre
“hecho oración”. Para él, la oración es una gracia que hay
que pedir; es una participación en la vida de los ángeles, un
apoyo en la acción y un encuentro con Cristo. La oración
convierte a los pecadores más que la predicación, y es
fundamental para poder conocer la voluntad de Dios.
7) El Camino: Francisco había entendido muy bien
lo que dijo Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
El cristiano es aquel que se descubre discípulo de Jesús
y se pone en camino; ya no caminamos hacia la Tierra
prometida, sino hacia un nombre concreto: Jesucristo. Él
es el alimento que apaga el hambre y el agua cristalina que
apaga la sed del caminante. Francisco es un seguidor, un
buscador de Dios.
8) La Misión: El que se encuentra con Cristo, Palabra
de Dios, no puede quedarse callado. El seguimiento de Jesús
lleva a Francisco a vivir permanentemente bajo la acción
del Espíritu. Este seguimiento es posible en la medida
en que somos interiormente purificados, interiormente
iluminados por el Espíritu del Señor. Seguir al Buen Pastor
cuando los caminos son llanos puede ser fácil, pero seguirle
cuando el camino se hace angosto y escarpado, y los
precipicios son profundos, es algo que nos puede aterrar.
9) Padre, Hijo y Espíritu: Francisco tiene una
relación vital con las tres Personas de la Santísima Trinidad,
que distingue pero no desconecta jamás, y a las que recurre
para que cada una lo transforme, para vivir en la plenitud
de su relación de amor en el corazón de la Vida, la Trinidad
perfecta y simple unidad de Dios.
10) El Misterio de María: en las oraciones de
Francisco encontramos importantes referencias a María;
en particular se hace cantor enamorado de la Virgen

n9
componiendo dos plegarias. La primera exalta a María
por su relación con la Trinidad: “Santa Virgen María, no ha
nacido en el mundo entre las mujeres ninguna semejante a ti,
hija y esclava del altísimo y sumo Rey, Padre celestial, madre
de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu
Santo: ruega por nosotros, con san Miguel arcángel y con todas
las virtudes del cielo y con todos los santos, ante su santísimo
Hijo amado, Señor y Maestro”. Francisco contempla con
estupor a María, porque ha realizado lo que él mismo
desea apasionadamente: llevar siempre consigo a Jesús,
convertirse en su digna morada, adorar con reconocimiento
el misterio del Verbo que se hace hombre, engendrarlo en
la propia vida y ofrecerlo a los hermanos.
11) Misterio Pascual: Francisco descubrió y
contempló a Cristo, Hijo del Padre, que da su vida por sus
ovejas por amor del Padre. “…sabiendo Jesús que había llegado
su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a
los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”
(Jn 13,1). Este descubrimiento y esta contemplación
impulsaron a Francisco a vivir como Cristo, a vivir la vida de
Cristo hasta la Cruz. Para él, el hecho de que Jesús diera su
vida por nosotros es algo «santo y amado, agradable, humilde,
pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable»
(2CtaF 56). También Para Francisco, como para San Juan, el
misterio pascual es la consumación de la bajada del Verbo a
la carne, y la muerte-resurrección de Cristo constituyen dos
momentos o dos etapas de un único acontecimiento, que se
condicionan y se interpretan mutuamente.
12) Las Bodas: Desde que el “Cantar de los Cantares”
se ha interpretado como un poema alegórico que canta el
amor de Dios y de Israel como un amor conyugal, la mística
nupcial ha entrado en la tradición cristiana y las bodas de
Cristo con la Iglesia (o con el alma fiel) se ha vuelto tema de
muchos autores. Francisco, en su camino de conversión, ha
vivido las distintas etapas de encuentro con el Amado.

10 N
13) La Montaña: La montaña es el lugar privilegiado
donde se dan las más grandes teofanías o manifestaciones
de Dios. También en la vida de Francisco hay una montaña
fundamental: el monte Alvernia. Fue ahí, como escribe
Dante Alighieri, donde Francisco se encontró con su Dios,
Cristo crucificado:
“…en el áspero monte entre Arno y Tiber
de Cristo recibió el último sello,
que sus miembros llevaron por dos años”.
14) El Encuentro: Francisco llega al final de su
peregrinación terrenal. Como un verdadero israelita celebra
su Pascua, y acoge con serenidad a la hermana muerte: ella
es la puerta de la vida. A través de la muerte Francisco nace
a un mundo nuevo, entra en la plenitud de la vida de Dios.
Sí, porque el cristiano no vive para morir, sino que muere
para vivir.
Concluyendo, quien se aproxima, aunque sea por un
momento, a San Francisco de Asís, queda profundamente
cautivado por su personalidad. Desde hace ocho siglos
sigue siendo una figura dominante en la historia de la
Iglesia y de la humanidad; todavía hoy, sigue siendo el
punto de referencia para quien quiera abrazar en el modo
más auténtico la vida cristiana.
Una advertencia: no hay que buscar en estos
poemas programas o definiciones que se hayan de asimilar
intelectualmente, y menos aún dogmas religiosos que
se hayan de creer abstractamente. Sólo quieren ser una
colección de reflexiones espirituales sobre el discernimiento
interior y fraterno. El camino del hermano menor y de todo
cristiano es el de una lucha permanente entre el Espíritu
del Señor y el espíritu de la carne.
Fray Luis Furgoni OFMConv.
Asistente Nacional OFS

n 11
12 N
P rólogo

Una de las cosas que más llama la atención en aquello


que podríamos denominar el “Fenómeno franciscano” es que
ha trascendido ampliamente las fronteras, no solamente de la
Iglesia católica sino los mismos límites del cristianismo.
San Francisco de Asís se ha transformado propiamente
en un hermano universal. Venerado por los cristianos orientales
y de diversas confesiones cristianas, es incluso admirado en
oriente y hasta por los mismos musulmanes.
¿Qué es lo que ha hecho de Francisco de Asís un referente
universal?
Quizás estamos demasiado acostumbrados a identificar
a San Francisco con el santo de los animalitos, el juglar, casi
hippie, de las sagas medievales, el trovador ingenuo de los
libros infantiles.
Sin embargo es el santo del cambio de época. Su
experiencia cambió la historia de la Iglesia. Fue tan radical,
entusiasta y dinámica que logró entusiasmar a las masas que
lo seguían.
Francisco fue el emergente y el catalizador de las máximas
aspiraciones del corazón humano de todos los tiempos. Me
gusta afirmar que Francisco es un mito viviente.
Si uno se pregunta por qué después de más de ochocientos
años de su muerte sigue siendo tan actual, tan buscado, citado

n 13
y presentado como modelo, la respuesta es simple, pocos han
encarnado en su vida concreta con tanta frescura, jovialidad,
entusiasmo, energía y vitalidad el Evangelio simple y llano
de Jesús. Sin glosa, como a él le gustaba decir, o sea sin
interpretaciones que lo licuen o lo desvíen. Simplemente el
Evangelio total de Jesús.
Si Jesús es el verdadero modelo de hombre y de Hijo de
Dios, el que se lanza con toda autenticidad y entusiasmo a vivir
su mensaje se humaniza de tal modo que se vuelve transparencia
del absoluto, respuesta a las llamadas más fundamentales del
corazón.
No es casualidad que a Francisco lo llamaran el “otro
Cristo” casi como indicando que el primer Cristo había regresado.
Es que se había identificado y compenetrado hasta tal punto
con su Señor que en su misma mirada se traslucía la mirada
de Jesús. Era un puente vivo que remitía permanentemente al
Maestro de Galilea.
Su entrega y entusiasmo fueron tan contagiosos que
lograron movilizar masas de jóvenes que trasladaron sus
ideales de gestas caballerescas y guerreras al Evangelio de
Jesús. Francisco fue un cruzado de su tiempo, pero su espada
fue la Palabra de Dios, esa Palabra que se le había clavado en el
corazón como una espada de doble filo, lo había herido de amor
hasta tal punto que lo había dejado todo por Cristo.
Sin embargo todo esto proviene de una experiencia
interior de encuentro fascinante con el Cristo vivo y resucitado.
Francisco es un orante, un contemplativo, un místico de
altísimo vuelo. Ciertamente que no es un místico especulativo,
no se dedicó a escribir ni a hacer teología, su teología fue la
vida, su libro fue escrito con sangre de penitencia, de estigmas,
de compenetración y conformación con Cristo hasta los límites
de lo imaginable.
Él se llevó sus secretos a la tumba, a nosotros nos quedan
los resultados de su paso fascinante por el mundo. Por donde

14 N
Francisco pasó, crecieron oasis de espiritualidad en medio de
los desiertos de la vida.
Bebió de las aguas de la vida y se volvió manantial del que,
todavía hoy, tantos seguimos bebiendo la frescura vivificante
del Espíritu Santo que trasluce.
Es el hombre del misterio, un buceador de las
profundidades de Dios. Sus intuiciones son maravillosas, su
contemplación de los misterios divinos, altísima, es el Cóndor
de las alturas divinas, de las sublimidades de la experiencia
espiritual, el Padre de una multitud de místicos que han
enriquecido la vida de la Iglesia y de la humanidad a lo largo y
ancho del mundo y de la historia.
Francisco sigue vivo, no solamente en Dios, sino en su
presencia entre nosotros.
No hay hombre, después de Jesús del que se haya escrito
tanto ni filmado tantas películas.
Sigue siendo un referente de las búsquedas auténticas
de todo corazón inquieto. Y él nos dice simplemente que el
Evangelio puede ser vivido y que vale la pena lanzarse a esta
aventura.
Simplemente te digo, si Francisco pudo tu también puedes
vivir esa experiencia. ¿Lo realizó con sus propias fuerzas? De
ninguna manera. Él mismo lo dice, todo lo que hizo en su vida
fue obra del Espíritu Santo en él. El verdadero protagonista de
la santidad sublime de este joven, es el Espíritu de Jesús. Fue
el que lo transformó en otro Cristo y lo volvió transparencia del
Evangelio para el mundo.
Ese mismo Espíritu está dispuesto a realizar maravillas
en tu vida. Solo tienes que llamarlo.
En este libro he querido simplemente bucear con
creatividad poética en el corazón del misterio del pobre de Asís.

n 15
No es propiamente una biografía, trata de ser una
especie de boceto en acuarela que sugiere mucho más de lo que
denota.
Trata de ser una experiencia espiritual orante. Te invito
a leerlo en oración y a hacer oración con el Francisco que te vas
a encontrar.
Que el Espíritu Santo acaricie tu alma para que en
algún momento dejes de pensar en Francisco y, simplemente,
comiences a tener con el Señor, la misma relación de intimidad
amorosa que él tuvo. Se trata simplemente de esto. Él hará el
resto.
Paz y Bien, que Dios te bendiga.
Fray Alejandro Ferreirós OFMConv.

16 N
L os comienzos

En el momento oportuno, en pleno medioevo, cuando


las ciudades italianas comenzaban a bullir con el comercio
y el desarrollo de las universidades, en época de cruzadas
y violencia, de caballeros y juglares, Dios decidió bendecir al
mundo con un hombre capaz de creerse el Evangelio en toda su
pureza y decidirse a vivirlo.
Su nombre es Francisco. Nació en Asís, en la región
de Umbría, centro de Italia, entre 1181 y 1182. Hijo de un
acaudalado comerciante en telas, Pedro Bernardote y de Juana
apodada ‘madona Pica’. Se formó en el ambiente familiar de
la típica clase media italiana de entonces, ansiosa de ascender
tanto a nivel político como económico.
Francisco se formó en el arte de los mercaderes, era hijo
primogénito, proclamado rey de los banquetes y de la juventud
de Asís y ocupaba su tiempo en veladas de gala en medio de
cantos y música.
Participó activamente en la conquista de la libertad
contra el señor feudal y a los veinte años se enroló en la guerra
comunal entre Asís y Perusa cayendo prisionero. Fue liberado
después de un año de prisión (1203-1204) y probado por una
larga enfermedad.
A partir de entonces el mundo comenzó a parecerle
distinto y raro.

n 17
Una vez recuperado vuelve a las ansias de conquistas
para conseguir el título de caballero. Marcha nuevamente a la
guerra pero, como San Pablo en el camino de Damasco, el Señor
cambia sus planes con un sueño profético. Le propone seguir a
un patrón más importante.
Regresa a Asís y se dedica a la búsqueda de la voluntad
de Dios, retirándose a una gruta solitaria preguntando con
insistencia: ¿Señor, qué quieres que haga?
Estando en oración en la capilla semidestruida de San
Damián, siente la voz del crucifijo que le dice “Francisco, ve y
repara mi iglesia que amenaza ruina”.
Poco tiempo después, enfrentando la ira de su padre,
renuncia a sus bienes frente al obispo, en la plaza pública de la
ciudad, entregándose completamente a Dios como predicador
y peregrino, en perfecto desprendimiento de todo. Son los
primeros meses de 1206. Francisco se transforma en el Heraldo
del gran Rey.

18 N
En la aurora

E n la aurora más pura


amaneció en el mundo una esperanza,
una senda segura
de Amor y de confianza,
un sendero de paz y de alabanza.

Francisco era su nombre,


una gota de miel en la amargura
del mundo sin el hombre
capaz de la ternura
que funde la ilusión y la bravura.

El pobre pregonero
del camino de Dios entre las zarzas,
alegre cantinero
del vino que lo embarga
y alegra la canción que lo consagra.

Humilde vagabundo
tan libre como el sol que nace nuevo,
su morada es el mundo
y el mar su derrotero,
navegante del viento venidero.

Francisco fiel testigo,


promesa de la luz en que amanece
un Dios que se hace amigo
y en gracia que estremece
anida la ilusión en que acontece.

n 19
Invierno

I nvierno y hace frío,


es tiempo de raíces y de ocaso,
el sol ya se ha dormido,
la luna, en tu regazo,
abre el misterio suave de tu abrazo.

La noche se ilumina
de cándida fragancia y trébol verde,
el silencio domina
y la mente se pierde
en un sendero mágico de orfebre.

Tu cálida presencia
dilata los compases de mi tiempo,
se queda atrás la ausencia
y el sórdido lamento
y calla ante el abrazo del encuentro.

Plegaria retenida
por el aire aromado en que reposa
la música escondida
que en el Amor se goza
y acaricia, en el pétalo, la rosa.

El toque de tu mano
que apacigua el latido de mi tiempo,
presente y soberano,
tan íntimo te siento,
que sólo en Ti yo encuentro mi alimento.

20 N
Peregrino

A londras en el huerto,
el cántaro de vida consagrado,
al día me despierto,
mi valle recostado
en un monte de cedros y granados.

El bosque y su espesura,
el sendero, de vida, tapizado,
belleza y hermosura,
las huellas del Amado
que, en el aire, su aroma me ha dejado.

Camino hacia el ocaso,


las laderas en llamas me acompañan
y el sol, en su regazo,
le canta y desentraña
la música divina que lo extraña.

Los ojos miran alto,


las cumbres resplandecen en su aurora,
quisiera dar un salto,
llegar adonde mora
Aquel por quien mi alma pena y llora.

Y sigo caminando,
las alondras señalan el camino,
el alma va cantando,
orante peregrino
a la cima de Dios que es mi destino.

n 21
Se forja el corazón

S e forja el corazón
poco a poco en la fragua del olvido,
sentidos y razón
que quedan consumidos
y en luz de eternidades encendidos.

Perfora la oración
la coraza del vicio y del pecado
y queda el corazón
de fuego cautivado,
nuevamente jovial y esperanzado.

Nacido de la unción,
del óleo trascendente y perfumado,
trocado en oración,
se encuentra transformado
en templo de un encuentro inesperado.

Su culto es la canción
del viento que, en su hondura, se hace cielo,
es pura su oración
y llena de consuelo
si, en Ti, se ha terminado su desvelo.

¡Bendita la oración!
Que ha abierto ya las puertas de tu reino
y es ya contemplación
forjada en el invierno
que atenaza las llamas del infierno.

22 N
La paz...

L a paz que no se acaba


hoy te pido, Señor, arrepentido,
el cielo que soñaba
parece que se ha ido
y su ausencia ha dejado noche y frío.

Tu santa compañía,
la calida certeza de tus ojos,
devuelve la alegría
en tiempo de despojo
y a tu abrazo de amigo yo me acojo.

Tu voz sonora y clara


aquieta la bravura del oleaje,
la vida serenada
renueva su paisaje
y emprende tu camino con coraje.

Tu aliento humedecido
en la trama de un tiempo vagabundo
me deja persuadido
y enfrento, en él, el rumbo
de la opción que me lleva por el mundo.

Sólo tu Soplo ansío,


tu Espíritu de luz en mi memoria,
su amor que es como un río,
caudal de la victoria
de tu vida en las muertes de la historia.

n 23
Tu amor...

T u Amor lo ha decidido.
Quiere dejarlo todo por seguirte,
el sueño lo ha perdido,
sólo quiere servirte
y adonde Tú te has ido perseguirte.

Negocios, padre, hermanos,


casa, fortuna, guerras y armadura.
Tus ojos soberanos:
su herencia más segura,
la pobreza: su esposa casta y pura.

Camina de tu mano,
en sus ojos ya brilla el infinito.
El lobo es ya su hermano,
los montes de granito,
su corazón eglógico y contrito.

Ya todo lo ha dejado,
el alma sólo quiere tu riqueza,
tu Amor lo ha cautivado,
tu mística pobreza,
y de harapos se viste su realeza.

El cielo es su destino
y a la casa del Padre se encamina,
transita su camino,
Francisco peregrina
y en sus ojos la música divina.

24 N
Sembrador

E l sembrador divino
su misterio, en mi campo, ha ya sembrado,
florece en mi camino
el trébol que ha regado
el rocío, en la noche, derramado.

El Divino hortelano
ha querido donarme sus bondades
y sin cesar, su mano,
cultiva los manjares
que alimentan deseos primordiales.

Él ha arado mi tierra
con una cruz de olivo perfumado
y el labrador encierra,
en el surco dorado,
su semilla de trigo refinado.

Él planta en mi pradera
lino celeste y música dorada,
fragancias mañaneras
que la luna plateada
besó con sus pupilas encantadas.

Y siembra enamorado
con delicados besos en mi mente
semilla de granado,
licor de amor ardiente
que me lleva a su altura de repente.

n 25
Hay amor...

H ay Amor que es caridad,


el Eros que en la noche, está escondido,
la raíz de la bondad
que me tiene sumergido
en el mar de un Amor desconocido.

Amparo en la soledad
y manto en ese toque de rocío,
compañía de Verdad
que regalas: Señor mío
si en la noche, tu Amor, ahuyenta el frío.

Deseo de Eternidad
que me lanza en la noche hacia tu cielo,
es toque de suavidad,
es el roce de tus dedos,
caricia en tu mirada y mi consuelo.

Tu Amor es Paternidad,
protección, providencia y compañía,
es seno y maternidad,
es la razón de mi vida,
es música serena y alegría.

Es dicha en mi sequedad
y fuente inagotable de ternura,
es anhelo de hermandad,
belleza del alma pura
que renace a la luz de tu figura.

26 N
Coro de flores

E l coro de las flores


besadas por el sol de la mañana
te canta sus amores
y llega a mi ventana
la música de prímulas tempranas.

Están enamoradas,
las has dejado, de oro, entretejidas
y quedan cautivadas
y expresan su alegría
en concierto de pétalos y vida.

Caléndulas bañadas
en perlas de rocío perfumado,
camelias entregadas
y un lirio delicado
que el Espíritu Santo ha cultivado.

Jazmines de pureza,
de una blancura tierna y regalada,
hoy cantan tu realeza
con música enhebrada
y notas de azucenas impregnada.

¡Despierta jardinero!
Que un coro de magnolias hoy te ofrece
su cántico primero
y el valle se estremece
con el silbo fugaz de los cipreses.

n 27
Violín

E l violín afinado
en las notas más dulces que había oído
se queda recostado,
sereno y recogido,
en música de cielo sumergido.

Amante sinfonía
que en las notas del alba se compone
y se queda dormida
cuando el sol ya se pone
para que su Amado la aprisione.

Le canta humedecida
si el sol de la mañana la acaricia,
despierta conmovida
al prado que, en la brisa,
le ofrece humildemente su sonrisa.

Y en vísperas ardientes
le entrega a las colinas su lamento,
besando el occidente
le ofrece el sentimiento
que embarga el Amor y el pensamiento.

Y cuando es noche y llega


la calma y el misterio que contiene,
allí a su Amor entrega
la vida y se detiene
el tiempo que en su exilio la mantiene.

28 N
Canario

A manece un canario
cantándole al Oriente un aria nueva,
contempla solitario
el Sol que lo desvela
y en su beso fragante lo renueva.

Le canta en la mañana
cuando el musgo, en las rocas se despierta,
su música lejana
es melodía selecta
para un arpa templada en la foresta.

Tizón de luz y encanto


y el alba se levanta primorosa,
lo envuelve con su manto
la luz que da a la rosa
el color de una alegre mariposa.

Cantan con él zorzales,


cipreses, abedules y manzanos,
jilgueros, cardenales,
que entonan como hermanos
alabanzas al Cristo que adoramos.

Canario en su nostalgia
que vela por la luz la noche entera.
Y en su canto, su magia
se vuelve enredadera
de notas que en la aurora se recrean.

n 29
Mandolina

A legre mandolina,
vibrante cuerda en toque de misterio,
música cristalina
y pentagrama etéreo
en que juegan las notas del salterio.

Flautín que, melodioso,


sopla el maestro y el Amor enciende,
sencillo y armonioso
en manos del orfebre
que tall,a en la alborada, un canto alegre.

Melodía primera,
su música, cautiva en tu remanso,
perfuma su marea,
tu paz y tu descanso,
su frescura, la playa en que te alcanzo.

Eres violín dormido


en pétalos de orquídea y azalea,
que suena enardecido
y al viento canturrea
baladas que en el alma se generan.

Violonchelo que, herido,


entrega su nostálgica armonía,
un grillo en el estío,
una noche encendida
de nácar y de luna ennoblecida.

30 N
Jardinero

H umilde jardinero
que plantas con tus manos frutos santos:
granados, limoneros
perales y damascos
manzanos, membrillos y naranjos.

Tú siembras con esmero


el huerto que le ofreces a tu dueño.
Bendice el sol de enero
el lance de tus sueños,
el trabajo constante de tu empeño.

Con fresias color ámbar


tapizas el sendero que allí llega;
caléndulas de nácar
y camelias de seda
que adornan, con las rosas, la ladera.

Jacintos y amapolas,
crisantemos, gladiolos, pensamientos,
las azucenas solas,
jazmín y sentimientos;
granados bermellón en todo tiempo.

Glicinas y begonias,
pasionarias, violetas y azaleas,
ciclamen, peperomias,
margaritas, abelias,
lavandas, evónimos y alteas.

n 31
Golondrinas

A legres golondrinas
guardianas de la brisa y de las flores,
pequeñas, saltarinas,
acróbatas de amores,
del Esposo vestido en sus colores.

Son perlas escogidas


que en su vuelo despiden el invierno,
son notas elegidas
del músico más tierno
en azul pentagrama y cielo eterno.

Te anuncian que ha llegado


la estación de las fresas matutinas,
que el fiel enamorado
te consuela y anima
en la estación melodica y divina.

Primavera en el alma,
mañanas tibias, prados y laguna,
las pasiones en calma,
palidece la luna,
se alejan las estrellas y las dudas.

Y el sol de la certeza
derrite ya los restos de la helada,
impone su realeza,
su faz serena y clara,
novedad que nadie imaginaba.

32 N
Trovador

S oy trovador del cielo,


es mi música el arpa de la aurora.
Soy cítara y desvelo
de ilusión que enamora.
Soy corazón en llamas que te adora.

Soy nota suspendida


en la brisa melódica del monte
y lágrima tendida
que besa tu horizonte
y quiere que su vuelo se remonte.

Soy armonía pura,


laúd de amanecer que se despierta
si, ausente tu figura,
te llama en noche incierta
con la puerta del alma siempre abierta.

Soy compás de las horas,


del tiempo que transcurre sin decirlo.
Soy flauta que enamora
y quiere repetirlo
con la inocente música de un mirlo.

Y soy cadencia y lirio


mecido por el viento, en tu mirada,
arpegio del delirio
que ya es fuente entregada
con dulzura de miel, de madrugada.

n 33
Himno

S oy himno mañanero
que galopa en el sol a cielo abierto
y viento lisonjero
que sopla en el desierto
despertando a la vida lo que ha muerto.

Soy bálsamo de lumbre


que enciende en la tiniebla la luz nueva,
que toda pesadumbre
en el amor recrea
y trae la claridad que el mundo espera.

Soy melódica urdimbre


de un tiempo que se ha ido, pasajero.
Al cielo quiero irme,
soy simple pregonero
de un Amor que es amigo y compañero.

Soy cuerda de la lira


que toca la ilusión cuando te encuentra
y tierra que respira
cuando en tu noche entra
y siente la pasión que la sustenta.

Y soy hierba en el prado


que cultiva, fragante, tu mirada,
tulipán encantado
que besa la alborada
del mundo rescatado de la nada.

34 N
Heraldo

S oy heraldo del viento


que dibuja en el cielo tu figura
y recoge el lamento
que gime en la espesura
de la selva expectante que te augura.

Soy vocero del cielo


que ha quemado mis labios con su brasa
y me envolvió en consuelo,
purificó mi casa
y anticipa la gloria si me abrasa.

Soy canto tempestuoso


que resuena en los valles solitarios,
mensajero y esposo
del Amor trinitario
que me llama en la sangre del calvario.

Soy anuncio de vida,


proclama de la paz que el cielo ofrece
y en mi voz se reaviva
como ofrenda que crece
y levanta al caído que padece.

Soy esperanza cierta


del cielo que he tocado con mis manos
y en mi gozo despierta
el don de los hermanos
en un Dios que ha querido hacerse humano.

n 35
Soy ave

S oy ave de tus cielos


que vuela, en libertad, hacia tu altura
y lleva, en sus anhelos,
la sed de tu figura,
buscando la bondad de tu hermosura.

Soy libre sentimiento


en busca de su nido en tus amores
y soy el pensamiento
que te ofrece unas flores
diciéndote que ansía tus primores.

Y soy también lamento


y llanto de una aurora sin ocaso
que gime en el aliento
del bosque, en tu regazo,
anhelando el cobijo de tu abrazo.

Soy gorrión despojado


de toda vanidad, peso y riqueza,
que vuela enamorado,
vestido de pobreza,
deseando saciedad en tu realeza.

Y soy búsqueda inerme,


deseo mendicante de un “te quiero”
y en Ti quiero perderme
porque en tu Amor yo espero
reposar para siempre si me muero.

36 N
P eregrino
Con hábito de peregrino, Francisco comienza a recorrer la
comarca y en su boca aparece la llama de un anuncio inesperado:
“El Amor no es amado”. Es el grito del que ha encontrado el
Amor absoluto, auténtico, ese Amor derramado en el corazón
del cristiano por el Espíritu santo que Jesús da a aquellos que
lo buscan y se lo piden.
Francisco ha conocido el Amor verdadero y se ha
transformado en una hoguera amante en búsqueda de Dios.
De sus labios brota un torrente de fuego transformado en
Alabanza y anuncio.
El mundo se ha transfigurado a su alrededor. En realidad
son sus ojos los que se han renovado. Dios se hace presente en
todas las cosas y realidades, aún las más dolorosas y difíciles.
Se vuelve un caminante, mendigo, pordiosero y peregrino
de aquel absoluto que irrumpió en su vida y lo dejó transformado
en fuego enamorado de Dios.
Desde ahora su casa será el bosque, su pavimento, los
senderos por donde la providencia lo lleve.
Un canto nuevo habita el pecho del juglar que se ha vuelto
el juglar del Altísimo. El joven que gustaba cantar al amor
durante las noches en las fiestas de Asís pasa ahora las noches
en adoración y contemplación. Francisco se ha enamorado.
Había soñado con ser caballero, pero ahora se ha enrolado
en un ejercito totalmente distinto de los que conocía.
Resuenan todavía en su mente las palabras de aquella
voz misteriosa que le había hablado en sueños en Espoleto.

n 37
–“Francisco, ¿quién puede favorecerte más el siervo o el
Señor?”
Francisco respondió: “el Señor”.
Y la voz continuó: “¿Entonces por qué abandonas al
Señor para seguir al siervo?”
Francisco continuó: “¿Qué quieres que haga, Señor? Y
el Señor le respondió: “Vuélvete a la tierra de tu nacimiento,
porque yo haré que tu visión se cumpla espiritualmente”.
Efectivamente, días antes había tenido una visión en la
que veía un palacio suntuoso lleno de armas y una bellísima
esposa por lo que había preparado exageradamente los arreos
necesarios para marchar a la Pulla para enrolarse en una guerra
buscando conseguir el título de caballero.
Ahora todo ha cambiado y forma parte del ejército de
profetas que anuncian al mundo el Amor de Dios y su presencia
cercana paterna y materna.
La batalla ahora es la batalla por la conquista de la
santidad, por la conquista del corazón que debe volverse un
pesebre en el que el Amor pueda nacer nuevamente.
Sus ojos no buscan otra cosa que el Rostro del Señor
que lo ha cautivado y le ha regalado una fe capaz de mover las
montañas de los deseos de glorias mundanas y placeres frívolos
en los que estaba sepultada su alegría auténtica.
Su corazón ahora se conmueve con la creación que lo
rodea, siente vibrar en él el canto y el llanto de la vida, de
la creación, que con dolores de un parto milenario, espera el
nacimiento del hombre nuevo.
El joven que pasaba las noches danzando ahora baila con
las golondrinas y adora la presencia del Altísimo en la vida que
bulle en torno a él.

38 N
Todo le habla de su Amado. El perfume de la vida lo
embriaga de un amor que lo trasciende y lo eleva hasta las
alturas divinas.
Su vida está entregada. Ha escuchado la voz que le ha
dicho que lo llevaría al desierto para hablarle al corazón. En la
soledad llena de la presencia divina, escucha la voz de Aquel que
lo ha cautivado y a quien ha entregado su vida totalmente.
Francisco fluye en plegaria apasionada. El Espíritu
Santo lo ha vuelto una hoguera de Amor ardiente. En medio de
la noche de los tiempos se ha encendido una antorcha capaz de
incendiar el mundo con el Amor de Dios.
Francisco es una antorcha viviente del Espíritu. Su
plegaria es fuego enamorado y búsqueda anhelante del Amor
que no es amado y que él ha descubierto. Puede decir con San
Agustín: “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé”.
Francisco muere de amor y quiere morir por amor de
Aquél que en la cruz dio su vida por él. Tiene ansias de martirio,
de ser testigo hasta el derramamiento de su sangre.
Y lo será. Su vida, de ahora en más, será un largo y alegre
martirio en el que él mismo se irá derramando gota a gota
en la predicación, en el servicio y en la adoración insistente,
prolongada y enamorada.

n 39
Un sendero

U n sendero de abetos,
tapizado mi paso de ocre vivo
y un silencio repleto
de voces y de olivo,
tu misterio entre cedros escondido.

Camino persuadido
de una presencia fiel que me acompaña,
avanzo sumergido,
en el bosque y su entraña,
dejando atrás la sombra que me engaña.

Tu luz se me promete
al final del sendero angosto y frío,
la brisa es un jinete,
armado de rocío,
que cabalga las noches del estío.

El encuentro adelante,
tu corazón es meta de mi intento
y mi pecho anhelante
se desliza en el tiempo
deshojando amapolas en el viento.

Camino mendicante,
los robles me señalan tu figura,
bordeo tintineante
un hilo de agua pura
que brota en tu desborde de frescura.

40 N
Caminas...

C aminas tu sendero...
encendido en el Sol y agradecido,
ardiente pregonero
en canto consumido,
jilguero que, entre harapos, se ha escondido.

Caminas anunciando
que el tiempo ya ha llegado y es ahora
que Dios ha regalado
el tiempo que devora
para abrirse al misterio de su hora.

Caminas pordiosero
mendigándole al Sol tu canto herido,
tu corazón sincero
despierta en el latido
del río que, en el bosque, se ha perdido.

Caminas anhelante,
tu deseo, en el cielo, se ha fundido,
arroyo refrescante
tu canto sumergido
en las hayas del monte del olvido.

Y atrapa, cautivante,
tu mirada de miel, el tiempo ido,
quedándote expectante
del cielo prometido,
el Sol en tu plegaria entretejido.

n 41
Coronado...

C oronado en el sol,
laureles y jazmín son tu realeza,
coronado en Amor
te envuelve su grandeza
navegante en el mar de la belleza.

Bajel a su destino
que raudo hincha las velas en el viento,
jilguero vespertino
de música y lamento
volando hacia la casa del encuentro.

Gorrión libre y ligero,


arlequín de las flores tempraneras,
eres flecha y arquero,
profeta que renueva
la Alianza entretejida en las estrellas.

Petirrojo dorado,
tus alas, en su Amor, ensangrentadas,
tu trino enamorado
es música entregada
al mundo desgranado en tu mirada.

Halcón de las alturas,


de horizontes bordados con tu vuelo,
poeta de ternura,
de místico consuelo,
enhebrando la tierra con el cielo.

42 N
Florece...

F lorece mi mañana
de azucenas y nardos tapizada,
golpea a mi ventana
la música encantada
del viento en una aurora regalada.

Percibo, entre las flores,


la ternura de un Dios que me acompaña
y enciende los colores
del sol que desentraña
la vida originaria en sus entrañas.

Acaricia tu lumbre
el pétalo dorado de mi tiempo
y arranca de su herrumbre
el sueño macilento
del pasado escondido en su lamento.

Es tu luz la certeza
del día que se brinda en mis auroras
y engendra la nobleza
del himno que atesora
la gracia en tu mirada que enamora.

Es tu luz la tibieza
del soplo matutino de tu aliento
que engendra la realeza
y aleja el desaliento
fecundando, sinfónico, mi tiempo.

n 43
Tu voz

T u voz recorre el mundo


hamacándose suave entre los cerros
y es el eco profundo
del bosque en su misterio
liberando las notas del salterio.

Profunda y silenciosa,
la cañada, recoge tu Palabra,
perfume que reposa
fundiéndose en el agua,
pidiéndole a la rosa que se abra.

Que ofrezca su fragancia,


que el pétalo germine en vida nueva,
que despierte la infancia
del aire en primavera
que aromando los prados se renueva.

Florezca la inocencia
en el valle besado por tu aliento
y llueva la clemencia
que fecunda en el viento
el rostro que cautiva el sentimiento.

Palabra poderosa
la que vibra en el pecho que se entrega
amando en cada cosa
a Aquel que lo recrea
Espíritu de Vida que renueva.

44 N
Caballero

C aballero aguerrido
luchador de la lucha que no muere,
soldado redimido
del Cristo que lo quiere
bastión de la inocencia que lo hiere.

Tu batalla es la vida
peleas contra el mal que no sucumbe
y suaviza la herida
del tedio y pesadumbre
el fuego que te abrasa con su lumbre.

Oh lámpara encendida,
caballero eternal del Sol ardiente,
antorcha enardecida
lucero del oriente,
Oh llama que lo adora humildemente.

Tu batalla es la vida,
el corazón humano dividido,
la libras noche y día
pues Cristo te ha pedido
que le entregues, amante, tus latidos.

Pues Él será tu todo,


Él será tu pasión, tu bien, tu suerte,
caminar a su modo,
vencida ya la muerte,
en el fuego que quiere poseerte.

n 45
Tu gozo

L a fuente de tu gozo:
el rostro del Señor crucificado,
los ojos del Esposo,
del Cristo traspasado,
de Aquel que por amor todo te ha dado.

Contemplas sus heridas,


la fuente primigenia de sus llagas
y quedan encendidas,
en lágrimas bañadas,
tus pupilas de niño iluminadas.

Bebiendo su misterio
se ensancha el corazón de Amor donado
y queda en cautiverio,
tu pecho acrisolado,
de Aquel que con su sangre lo ha limpiado.

La cruz es tu alegría,
el lecho de tu amor transfigurado,
el árbol de la vida,
el monte del Amado,
amor en que te quedas abrasado.

Y de su sangre bebes
Espíritu y verdad que te enamoran
y abrazándolo puedes
unirte a los que adoran
al Amor entregado a los que imploran.

46 N
Tu fe...

T u fe se ha vuelto roca,
certeza de un amor apasionado,
clamor que al cielo invoca
y dolor acunado
en ausencia y misterio atormentado.

Tu fe se ha vuelto escucha,
acogida y palabra fecundante,
se hizo camino y lucha,
un corazón de amante,
un fuego iluminado y penetrante.

Tu fe se hizo renuncia,
pobreza, libertad, canción de cuna,
se hizo una voz que anuncia
que hermanos son, la luna,
el océano, el prado y la laguna.

Tu fe se hizo proclama
de un Amor primordial que no es amado,
se hizo una voz que llama,
con grito apasionado,
a entregarse al Amor que no es amado.

Tu fe se hizo victoria
sobre el miedo, el dolor y el enemigo,
certeza de la gloria
del que te llama amigo
y te vuelve, en el mundo, su testigo.

n 47
El llanto...

E l llanto de la tierra
conmueve tus entrañas, te destroza,
y en su clamor encierra
la plegaria amorosa
que funde las espinas en la rosa.

Es el parto del mundo


que pide, en su plegaria, un tiempo nuevo,
y es el dolor fecundo
del reino que yo espero
de tu pecho ha brotado su renuevo.

La creación renovada
ansía que tus ojos la descubran,
de Dios está preñada
y en su dolor se alumbran
esperanzas y gozos que despuntan.

Tus ojos transformados


descubren la bondad que te circunda
y quedan renovados
los lazos en que abunda
la hermandad que la tierra hace fecunda.

El futuro ha llegado
quebradas las pasiones que dominan
y este mundo llagado
se levanta y camina
y espera que tus hijos lo rediman.

48 N
Adoración y danza

A doración y danza,
el misterio del canto es tu tesoro,
se enciende la alabanza
del universo todo
que en ti se vuelve canto, anuncio y coro.

Tu corazón postrado
está del todo, en Cristo, sumergido,
te tiene enamorado,
su Espíritu te ha ungido
y detrás de sus pasos tú te has ido.

Sus ojos te miraron


y en los tuyos quedaron ya clavados,
en silencio te hablaron,
ojos enamorados,
en un fuego divino iluminados.

Y fue en esa mirada


que encontraste, gorrión, tu nido eterno
y tu alma enamorada
salió de aquel infierno,
de tu vida vacía en cruel invierno.

Sus ojos cautivaron


tu corazón amante y peregrino,
los tuyos encontraron
en ellos su camino
perderte en su mirada es tu destino.

n 49
Tu paso

T u paso reposado,
caminas lentamente por la calle,
tu voz en el mercado
hace que el sol estalle
e ilumine su música en el valle.

El Amor no es amado:
es sencilla tu prédica serena,
su nombre han olvidado
y su mirada buena,
indulgencia y bondad, tierna y amena.

-El Amor que he encontrado


ha cambiado mi vida en su mirada,
perdonó mi pasado
y en mística alborada
rescató mi alegría de la nada.

-A Él la vida he entregado.
Mi sudor, con mis ansias y raigambre,
estoy enamorado
y mi ser tiene hambre
de su cuerpo bendito y de su sangre.

Soy testigo de un cielo


que a la tierra ha llegado bendiciendo
y en ojos de consuelo
me ha ido repitiendo
las palabras que, en mí, siguen ardiendo.

50 N
He salido...

H e salido al desierto
a pedir que me muestres hoy tu rostro,
si estoy en desconcierto
ante tu Amor me postro
si en la aridez del alma yo me agosto.

He dejado los ruidos


y en silencio ungido estoy buscando
y tengo mis oídos
atentos, escuchando,
tu Palabra en el viento silabeando.

La inmensidad me invita
a buscar tu mirada de consuelo,
al Señor que me habita
y me promete el cielo
en quien todo mi ser vuelca su anhelo.

Y en soledad me llamas
a compartir contigo mi existencia,
me dices que me amas
y cubres mi indigencia
con un manto estrellado de clemencia.

He salido al desierto
y el Amor que buscaba yo he encontrado
y en del camino incierto
he sido rescatado,
me dirijo a la meta, enamorado.

n 51
Mi plegaria

T e entrega mi plegaria
la tarde que en la noche se ha dormido
y ofrece, trinitaria,
la música en el nido
en que la golondrina encuentra a su querido.

Los atrios de tu templo,


erguido entre las cumbres de la altura,
reflejan en el tiempo
la fúlgida hermosura
que en la noche despide tu figura.

En ellos se hace eco


la salmodia perpetua de mi canto
y se pierde en el hueco,
al borde de tu manto,
la filigrana tenue de su encanto.

Ha penetrado el cielo
la música ancestral de la inocencia
que eleva con su vuelo
la paz y la clemencia
que pide con su ingenua transparencia.

La oración de la tarde,
ya muerta la pasión que encierra el día,
es la llama que arde
y quema su alegría
en el brasero ardiente que te ansía.

52 N
Mi camino

T ú eres mi camino;
sólo Tú mi esperanza valedera,
es tuyo mi destino,
eres mi primavera,
la respuesta del alma que, en Ti espera.

Mi verdad y certeza,
seguridad en medio de lo incierto,
eres Tú mi pureza,
la luz en que despierto,
la lluvia matutina de mi huerto.

Eres mi Vida nueva,


en Ti yo he renacido, por Ti vivo,
y mi alma prisionera
de un Amor fugitivo
te busca si presiente que te has ido.

De tu Amor peregrino,
de tus aguas sediento voy andando
pues sólo en Ti me animo
a seguir predicando,
tu Palabra de vida proclamando.

Eres Tú mi esperanza,
impulso en quien al Padre me dirijo,
mi canto y alabanza,
en quien me vuelvo hijo,
el Amor que me hiere y que yo elijo.

n 53
Siguiendo voy...

S iguiendo voy tus huellas,


buscando por las playas tus pisadas,
las veo en las estrellas,
o en las cumbres nevadas,
o en praderas de luz inhabitadas.

Siguiendo voy tus pasos,


me he vuelto un peregrino de tu sombra,
de Ti me habla el ocaso,
o el cielo que te nombra,
el Sol que señorea y que me asombra.

Tu voz me ha cautivado,
la escuché en el murmullo de un arroyo
y quedé enamorado,
en Ti encontré mi apoyo,
eres camino cierto y sin escollo.

Contigo voy andando,


son mi casa los bosques y praderas,
en libertad cantando
las coplas mañaneras,
amando tu belleza en las laderas.

Y en Ti yo estoy viviendo
esta vida fugaz en que te amo
y en tu Amor descubriendo
la gracia que proclamo,
soy gorrión anidando entre tus manos.

54 N
Seguir tus huellas

Q uiero seguir tus huellas


y en mi oración, Señor, volcar mi llanto,
buscarte en las estrellas
y regalarte el canto
que con la alondra sube al cielo santo.

Quiero andar por el mundo


sin alforja, sin peso ni atadura
y ser un vagabundo
de tu senda segura,
cobijarme en tu Amor, si el tiempo apura.

Quiero ser peregrino


de campanarios nuevos y escondidos,
buscarte sumergido
en las aguas del río
que baja desde el monte altivo y frío.

Quiero escalar las cumbres


de la inocencia pura y escondida
pidiéndote que alumbres
mi existencia perdida
que ha puesto ya en tus ojos su guarida.

Y quiero, sumergido,
en las aguas profundas de tus mares
entregarme al olvido
de dudas y pesares
quemadas, en tu Amor, mis vanidades.

n 55
Sombra

Q uiero ser una sombra


que galopa en las noches tus praderas,
que en su aliento te nombra
y en las horas postreras
enciende con tu Amor la tierra entera.

Quiero fundir la brisa


con la hondura ancestral de mis anhelos
y bordar tu sonrisa
en lino y terciopelo
hilvanando la tierra con el cielo.

Quiero llorar mis penas


y con la lluvia hundirme en la cañada
rompiendo las cadenas
de mi vida pasada,
mi alma, en tus auroras, reposada.

Quiero soñar tus sueños,


volando en un cometa, en Ti, perderme,
porque ya eres mi dueño,
has querido escogerme
y en tu Amor has deseado retenerme.

Y quiero, en Ti, quedarme


reposando mi tiempo en tu misterio,
en Ti, quiero encontrarme,
en un suspiro etéreo
liberado mi amor y en cautiverio.

56 N
Subir al monte

Q uiero subir al monte


por la cuesta escarpada del sendero,
es azul mi horizonte
y verde el derrotero,
camino sin descanso, allí te espero.

Tu fuerza necesito,
tu impulso, tu pasión, tu Amor constante,
porque, yo en él palpito,
hace que me levante
y pueda ser, en Ti, perseverante.

Necesito tu guía,
en mi noche es incierto el recorrido,
pues sólo en Ti confío,
mi corazón henchido
con el Soplo del cielo que has traído.

Necesito tus ojos


que indiquen el camino, el derrotero,
para encauzar mi arrojo
en el justo sendero
que me lleve a servirte como quiero.

Quiero alcanzar la cima


de la vida en Amor a que me llamas
y en Ti se determina
la libertad que ama,
que anhela tu morada y la reclama.

n 57
Laúd

S uena el laúd ungido,


gime el arpa dolida su tristeza,
mi corazón herido
lamenta su tibieza,
su sequedad, su agobio, su aspereza.

Llora una flauta inerte


y entrega su melódica agonía,
tan sólo quiere verte
y en su melancolía
siente que su alma vuela sin tu guía.

Suspira por tu lumbre


el pabilo apagado y macilento
porque su pesadumbre
es tan sólo el intento
de encenderse en el Soplo de tu aliento.

Y anhela tu semblante,
tiene sed de la luz de tus pupilas,
su deseo expectante
te busca entre las lilas,
en el néctar de gracia que destilas.

Suena el laúd y llama,


la tarde le responde que ya vienes,
que tu presencia inflama
la noche que retienes
y entre llamas de ocaso la sostienes.

58 N
Martirio

C on ansias de martirio
partes hacia una zona devastada,
tan simple como un lirio,
tu paso se acercaba
a una tierra dolida, ensangrentada.

Tú quieres ser testigo


del Amor en su gran condescendencia,
del Dios que se hace amigo
y ofrece su clemencia,
de un corazón transido de indulgencia.

Ya todo has entregado,


solo queda tu vida en indigencia,
tu amor para tu Amado,
tu vida en contingencia,
quieres por Él morir, esa es tu ciencia.

Es tu Dios y tu todo,
el amor de tu vida y tu esperanza,
tu perla, tu tesoro,
el fuego en tu alabanza,
es tu cimiento firme y tu confianza.

Su sangre te ha salvado,
le quieres dar la tuya, agradecido,
el Amor no es amado,
proclama tu gemido,
todo en Amor, tu pecho se ha encendido.

n 59
E namorado

Las semillas del Verbo eterno están sembradas en el


mundo y comienzan a florecer y dar frutos a lo largo de la
historia en la medida en que la lluvia fresca del Espíritu Santo
se derrama sobre los campos de Dios y hace que cada planta
florezca y fructifique según su propia especie.
Francisco ha abierto el campo de su corazón a la lluvia
de Dios. Ciertamente que ese campo había sido bien sembrado
con abundancia de carismas y de dones. Sin embargo todo
estaba latente como sucede en los tiempos de sequía: una
espera silenciosa aguarda la manifestación de la maravilla que
sobrevendrá cuando lleguen las lluvias. Todo está preparado,
falta solamente el toque de lo alto. En realidad lo que falta es
que el joven Francisco se deje tocar por el Espíritu que todo
lo transforma. Es más, falta que se deje arrebatar totalmente
por Él.
Se ha vuelto un nardo perfumado que transforma
solamente con su presencia el ambiente que lo rodea. Es un ave
danzando en el viento de la historia. Hay un amor ardiente
en su pecho que lo lleva a hacer locuras de amor. Todo él se ha
vuelto canto y llanto.
Su mirada, purificada ya de todo apego mundano y afán
de posesión, puede ahora dirigirse sobre la faz de la tierra y
descubrir en ella las huellas del Amor que lo ha seducido y al que
ha decidido responder. En los jardines de Dios florecen la vida, el
canto, los sueños de entrega, los deseos de virtud y santidad, las
ansias de entregar la vida por aquello que verdaderamente valga
la pena. En definitiva el deseo de entregar la vida por Dios.

60 N
Francisco es ese árbol plantado a orillas del arroyo
de agua viva. Sus raíces se sumergen en el Espíritu Divino y
bebe directamente de los manantiales de la vida plena. Él se
vuelve fuente y pozo del que tantos otros buscadores de la vida
auténtica pueden beber desde ahora.
Se ha vuelto el paladín del sendero angosto, ha decidido
pasar por la puerta estrecha, ha encontrado un motivo para
darlo todo porque ha encontrado al Todo.
El Amor que no es amado ha encontrado finalmente
al amante perfecto, aquél que sin reclamos sólo piensa en
entrega.
Francisco está decidido a amar totalmente a Aquel que
totalmente se entregó por amor, a Jesús, descubierto como el
único tesoro por quien vale la pena perderlo todo, invertirlo
todo, dejarlo todo y entregarlo todo.
Descubre al Señor como el Todo de su vida, de sus
intereses, opciones y elecciones.
Dirá: “Mi Dios y mi Todo”.
La música corre por sus venas, todo él es canto y melodía
dirigida hacia el cielo en medio del coro de la creación.
Es el grillo del absoluto, el jilguero de los últimos tiempos
que en adoración perfecta y sublime fluye hacia su Amado en
medio de los bosques, exhalando su canto único como brisa
sobre las praderas encendidas en el sol de la mañana.
El silencio de los bosques de abetos y cipreses se llena de
una presencia nueva. Parece hasta que los ángeles han bajado
para orar con él.
Finalmente el cielo se ha fundido con la tierra.

n 61
Serena su figura

S erena, su figura
su rostro de querube en luz bañado,
transido de ternura,
Francisco, anonadado,
en éxtasis su aliento se ha quedado.

Su Dios lo toma todo,


atraviesa su mente un pensamiento:
hacerse todo a todos,
angustia y sentimiento,
hacer del Cristo vivo su contento.

Dejado atrás el mundo


peregrino del sol, del infinito
su espíritu en el rumbo
del astro que, bendito,
envuelve el corazón que está contrito.

Cara al Sol y radiante,


sus ojos de ilusión besan el viento,
su espíritu expectante,
el ánimo contento,
Francisco, el don divino en el aliento.

A Cristo entrega el alma,


en Él quema su tiempo y se enamora,
sirviéndole con calma
su pecho lo atesora
y orante se despierta con la aurora.

62 N
Tu danza

F ue tu danza en el viento,
picaflor del jardín de los amores,
la gracia y el intento
de apagar tus ardores
en la policromía de las flores.

Con pétalos de vida


se viste tu emoción ilusionada,
tu alma está cautiva,
calandria enamorada,
cantándole a su Amor apasionada.

Eres mañana nueva,


alegre trovador de parado y cielo,
eres canto y espera
que llena de consuelo
y expresa, de la tierra, sus anhelos.

La cuerda de tu lira,
afinada en el canto de las aves,
es música escogida
que la conciencia invade
y en una nota eterna me persuade.

Jilguero entusiasmado
que en las alas del bosque, al cielo, entrega
su canto esperanzado,
su voz de primavera,
arlequín que, en el Sol, se vuelve hoguera.

n 63
Amor ardiente

E n un Amor ardiente,
sus entrañas benditas se inflamaban,
el ánimo candente,
en fuego se quemaba,
y a su Amado, en el canto, se entregaba.

El arpa del Dios vivo,


su música fundida con el viento,
todo de Amor transido,
en plegaria y lamento,
oración hecha hombre en el aliento.

Del Amor poseído,


de sus ojos fluía la confianza,
mirada del ungido,
antorcha de alabanza,
arrebato encendido de esperanza.

Morir de Amor quería,


fundirse en ese océano de vida
y por su Amor sufría
la impotencia dolida
de no poder amar a su medida.

Y en su carne sufría
el peso, en la materia contenido,
llagada el alma ardía,
aromo florecido,
en óleo perfumado sumergido.

64 N
Agradecido

T u canto agradecido,
juglar acariciando primaveras,
corcel enardecido
surcando las praderas
en busca de la gracia y fe primeras.

Jilguero estremecido,
en su pasión has sido perdonado,
tu canto agradecido
es el salmo encantado,
el silbo de tu pecho enamorado.

Todo tu ser invita,


mandolina vibrante, encantadora,
en tu entraña palpita
la fuerza abrasadora
del fuego enardecido que, en ti, adora.

Tu voz es la proclama
del Amor anhelado en noches frías,
tu corazón lo aclama,
exhulta de alegría
ya la muerte ha vencido tu osadía.

La música en tus venas,


violonchelo otoñal, ritmo del llanto
en que desencadena
el alma en su quebranto,
las ansias del Amor que te hace santo.

n 65
Mirada pura

C on la mirada pura,
sostenida en el hilo de la aurora,
su presencia segura
captura y enamora
la atención que busca a toda hora.

Tu espíritu se eleva
hacia la altura profunda del encuentro
y cuando se subleva
el hombre viejo adentro
el Amor lo sosiega y vuelve al centro.

El prado silencioso
del corazón amante está sembrado
de lino primoroso
y de trigo dorado,
de Aquel que, con fatiga, ha madurado.

Es el lecho grandioso
del Amor ardiente consumado,
el beso del Esposo
que deja sosegado
tu espíritu en los campos recostado.

Su brisa te visita,
te rosa su caricia en el perfume,
el que al amor invita
y en anhelo resume
la llama que te invita y te consume.

66 N
De azahares…

D e azahares y magnolia
tu verde pensamiento huele a encanto,
impregna la memoria, me cubre con su manto,
la suave melodía de tu canto.

Penetra tu perfume
la esencia matinal del huerto herido
que la canción asume
del aromo dolido
que su lágrima entrega escondido.

Fragancia del orante,


henchida en el aroma de su aurora,
bordada en el instante
que besa y enamora
la mítica sustancia de tu hora.

De cedros y jazmines,
de algarrobas al sol, de enebro y tuya,
aroman tus jardines,
si tu alma se hace suya,
en el susurro amante de la grulla.

Vuela tu mente al viento


y en la brisa te bebes las praderas,
tu vida en el aliento
de nuevas primaveras
bordando, en tus plegarias, sus laderas.

n 67
Crisantemo puro

¡A y crisantemo puro!
¡Ay junco acariciado por el viento!
El naranjo maduro
en que ha cuajado el tiempo,
las flores que perfuman mi lamento.

¡Ay jacinto dormido


en la blancura ingenua de la luna!
Aromo florecido
en la aridez que acuna
la nostálgica noche de la duna.

¡Ay alelí indigente!


Tu pétalo esencial ya me acaricia.
Con su brillo durmiente
me deja la primicia
de la mañana nueva, la noticia.

¡Ay nardo perfumado!


El azul de tu canto ya me envuelve,
ciclamen cultivado
que en el Amor resuelve
la esencia que a la vida me devuelve.

Francisco ha florecido
en el jardín de un mundo derrotado
y porque le has creído,
tu huerto cultivado,
se ofrece en testimonio esperanzado.

68 N
Florecen...

F lorecen en el muro
del viejo caserón, tus brotes nuevos,
el aroma más puro,
la vida en su renuevo,
el retoño del Sol en el que espero.

Azul y terciopelo,
pequeñas flores tenues que retoman,
llenando de consuelo,
la presencia en que aroman,
la grisácea pared en que se asoman.

Sus pétalos tan suaves


acarician la brisa que los toca
y cantan con las aves
al amor que te invoca
con la plegaria fiel que el cielo evoca.

Enamorados donan,
al cielo, su color azul intenso
y en la tarde coronan
el culto en el incienso
del cántico floral en que te pienso.

Brotó tu primavera
en el muro vetusto de la alcoba,
saciándose la espera
del jardín que la arroba,
tapizada en tu vida, se enamora.

n 69
Tulipán

E l tulipán dorado
desde tu pecho asoma embellecido,
parece estar bordado
con hilo de zafiro
y en un rayo de sol entretejido.

Penetran sus raíces


la gruta que el Amor se ha construido,
allí donde tú dices
haberte sumergido
en busca del Amado que se ha ido.

Revelan los matices,


del pétalo preñado en colorido,
el fuego que me dice
que vas de Amor herido,
del misterio que llevas escondido.

Por ello ha florecido,


en el jardín bordado de rubíes,
el tulipán nacido
en lecho de alelíes
que cantan sus canciones cuando ríes.

Un tulipán dorado,
en el que el Sol ha puesto su morada,
me muestra que ha llegado
la noche a su alborada
y en la luz se ha quedado desposada.

70 N
Sendero angosto

A ngosto es el sendero:
espinas, piedras, cardos y maleza,
incierto el derrotero
y prueba la aspereza
la realidad del alma y su nobleza.

Francisco va seguro,
no sabe su porqué, su rumbo y meta
atravesado el muro
camina su alma inquieta
prendado de un Amor que el pecho aprieta.

Luciérnagas sus ojos


que buscan en la noche tu presencia,
comienza su despojo,
herido va de ausencia,
de la voz que lo llama en su inclemencia.

Refugio es tu caverna,
silencio y soledad, escucha y llanto,
ya seca su cisterna,
sediento de tu encanto
beber quiere, en tu cáliz, vino santo.

El tiempo se diluye,
las horas ya no pasan ni lo inquietan,
la noche en la que fluye
su música secreta
custodia su oración pura, discreta.

n 71
No es amado

E l Amor no es amado,
en lágrimas tus ojos se deshacen,
te sientes desolado
y quieres que se abracen
los hombres, a la cruz, en que renacen.

Se encuentra abandonado
el Amor, encarnado, se ha ofrecido
y tú lo has encontrado,
cansado y abatido,
a él te has aferrado y no se ha ido.

Es tu perla y tesoro,
el fruto de tu búsqueda angustiada
y vale más que el oro
Aquel que en su mirada,
la tuya aprisionó y es tu morada.

En Él el cielo encuentras,
por Él la vida nueva ha comenzado
y de Él te alimentas,
la vida tú le has dado,
al que te amó primero y te ha llamado.

El Amor rescatado
de la intemperie, fluye en tu mirada,
se encuentra acrisolado
en la mansión dorada
que tu alma le ofrece, enamorada.

72 N
En la mañana

C aricia en la mañana
es tu luz que me envuelve, fresca y nueva,
cuando abro la ventana
de la vida que espera
frescura de azahares que recrea.

Es beso tu memoria,
aroma de alelí, jacinto y nardo,
es canto sin euforia
y llama en la que ardo
ofrecida en la aurora en que me embargo.

Es fragancia de cielo
tu Palabra sencilla y cautivante
y toque de consuelo
que me deja expectante,
es trueno en las montañas, impactante.

Tu luz enciende el canto


de un amor que a tu aurora se despierta
dejado atrás el llanto
de la razón incierta
en un coro de ángeles se inserta.

En tu luz me despierto,
peregrino del alba en que te ofreces
y toca en el concierto
la lira que enternece
con notas de un Amor que en mí ya crece.

n 73
Caballero

M i amor de caballero
buscando está la luz que lo ilumine,
que muestre el derrotero,
que el ardor encamine,
que su fuerza y arrojo determine.

Ansias tiene de entrega,


de causas que enardezcan sus sentires,
de pasión verdadera,
te pide que lo mires
y des a su ilusión tus porvenires.

Mi amor te está diciendo


que vaga sin saber el “hacia dónde”
y en pesar, balbuciendo
busca el cielo que esconde
el tesoro de vida a que responde.

Mi amor pide que vengas,


que irrumpas con tu fuerza soberana,
que en Amor lo retengas,
en luz de tu mañana
y en su respiro te hagas filigrana.

Mi amor clama presencia


de las glorias que anhela y va buscando
y suspira clemencia,
tus ojos anhelando,
tu visita nocturna, esperando.

74 N
En tu mirada pura

E n tu mirada pura
navega lentamente, cautivado,
placentera y segura,
la marcha ha comenzado
hacia el puerto seguro del Amado.

En tu dulce mirada
la suya se quedó bebiendo vida,
talmente enamorada
y de tu Amor herida,
golondrina que vuela a su guarida.

En tu mirada buena
la suya se ha quedado recostada,
en la brisa serena
que la deja arrobada,
porque ha sido, del sino, rescatada.

Envuelto se ha quedado
en la mirada fiel del Dios amante,
Francisco, anonadado,
su ánimo expectante,
un corazón de antorcha palpitante.

En Ti quiere perderse
y llevar su bajel a tu bahía,
en Ti quiere esconderse
y quedar noche y día
cobijado en Amor, en Ti confía.

n 75
La Luna

L a luna le entregaba
un resplandor de plata en sus pupilas
y el niño jugueteaba,
su alma sumergida,
en su dulce presencia embellecida.

La noche está dormida,


refresca la caricia del sereno
la canción escondida
y el pecho en el Dios Bueno;
un bosque orante cálido y ameno.

Francisco sumergido
en la pasión del tiempo que acompaña
su corazón ungido,
ardiéndole la entraña,
del Amor que enciende la montaña.

Y el bosque es alabanza,
sinfónica presencia orante y pura,
que mueve la esperanza
a la meta segura
del templo que su Cristo le asegura.

El éxtasis lo enciende
con la luz primigenia de su Amado;
su mente sólo entiende
la razón que le ha dado
en la llaga que ha abierto en su costado.

76 N
Querubín de soles

¡A y, querubín de soles!
Alado serafín de canto y fuego
que acoges los primores
del amor verdadero
y enciendes, en mí, el cielo en el que espero.

Francisco, enamorado
te has quedado de Aquel que te cautiva,
estás atravesado
por la luz de la vida
que abrasa el corazón en el que anida.

Francisco cautivado,
por la mirada fiel que te enamora,
te deja anonadado,
fundido con la aurora,
transido de su lumbre, arrobadora.

Porque su Amor te ha herido,


tus entrañas se han vuelto luminosas,
tu espíritu encendido
descubre, en cada cosa,
la bondad de su música amorosa.

¡Ay querubín de luna!


Jilguero enamorado en noche calma,
el tiempo que te acuna
y acaricia tu alma
es anuncio del beso que te salva.

n 77
Amapolas

U n valle de amapolas,
sugestiva la tarde del verano,
¡Tan juntas y tan solas!
Camino de tu mano,
tu mirada me envuelve en el arcano.

Su belleza trasciende,
ondulante marea acariciada,
tu lumbre las enciende
y crecen recostadas
en la ladera del pecho de la nada.

Su pobreza es el canto
de la interior ermita en la que encuentro
el sentimiento santo
mirándose hacia adentro,
gustando en tu presencia mi alimento.

Aroma de la encina
que en el altar del mundo ha ya crecido,
fragancia vespertina
que acaricia el olivo
en el valle encantado amanecido.

Se quema la mirada
en las colinas ocres de la espera,
tu luz anaranjada,
otoño y primavera
y en azahares la brisa de mi entrega.

78 N
Las magnolias

N o opacan las magnolias


la belleza y la luz de tu mirada
y aclaman la victoria
de la luz encantada
ofrecida en sus pétalos, dorada.

Azucenas de gloria,
de blancura perfecta, inmaculada,
cautivan la memoria
que se queda prendada
en perfume de luz y enamorada,

Tu belleza en el prado
le canta una vez más al horizonte
que observa cautivado
la magia que se esconde
y entre hierba y olivo le responde.

Le dice que se queda


besándole la sien a la colina,
dormido en la pradera
aromada de lima
¡tan verde, tan austera, tan divina!

Y allí te entrega el alma


hecha de brisa y violeta del camino
la tarde en que se calman
la fuerza del destino
y el monte con tu cántico divino.

n 79
Cigarra

C igarra vagabunda,
un violín en tus manos, mi consuelo,
la noche me circunda,
tu música en el cielo
es fuente inagotable de consuelo.

El bosque oscurecido
en los brazos del valle se distiende,
el viento se ha dormido
y una chispa se enciende
en el fondo del alma suavemente.

Tenaz, consoladora,
pabilo de virtud, el hombre herido,
la llama en la que mora
el fuego que ha encendido
el Amor que te tiene consumido.

Oh grillo solitario,
tu canto ungido es brasa que consume,
es canto trinitario
que en el Amor resume
la búsqueda ancestral que el fuego asume.

Francisco, te has perdido


en el verde profundo del sendero,
tu canto confundido
con el amor primero
se hace bosque y nostalgia de un “te quiero”.

80 N
A labanza y entrega

Francisco es búsqueda anhelante, deseo insatisfecho de


un Amor que lo trasciende, que lo envuelve y que lo llama a
superar todas las barreras imaginables.
Amor absoluto que despierta en él el ímpetu de la entrega
ilimitada.
Francisco se entrega a la oración. No es una formalidad.
Se ha transformado en su respiración. Es más, ha descubierto
que todo el universo ora incesantemente. Que el universo,
aparentemente inerte, es en realidad un gran viviente y un
gran orante. Toda la creación se mueve al ritmo de su oración.
Como incienso que se quema en el tiempo de la historia y
de la vida, como antorcha viviente encendida en un fuego venido
de lo alto, el pobre de Asís fluye enteramente en un canto nuevo
que se funde en plegaria con el canto del universo.
Francisco se vuelve voz universal para expresar la
alabanza de todo ser creado.
Surge de su interior la música escrita por Dios en la
partitura de la vida. Canta su corazón, sus ojos que llenos de
lágrimas de amor se identifican con el fluir de los arroyos.
Como una flor única surgida en la intemperie de los tiempos,
Francisco exhala el perfume de la santidad que vuela con la brisa
de la tarde anunciando el despertar de una nueva aurora, de una
nueva era que anticipa, ya ahora, el goce del cielo.
Es aquel que ha creído en el cumplimiento de las promesas
del Señor y por eso es feliz. Había conocido lo efímero de las
alegrías mundanas y ahora se ha lanzado a la aventura de
gustar de las alegrías divinas. Su corazón está cautivado con un

n 81
amor que lo hace cantar con los jilgueros y las alondras, bailar
con las libélulas nocturnas, danzar con la brisa fresca que trae
el eco del canto de las montañas.
Francisco se vuelve manantial fresco de fiesta anticipada
en la tierra del desamor. Vuela con las golondrinas una danza
única y creativa al compás de las notas escritas en el viento por
el dedo de Dios.
En él estalla la vida del que ha renacido de lo alto. Ha
quedado sumergido en la mirada del Amor que todo lo recrea
y restaura volviéndolo a su pureza original. Su alma vuela
habiendo dejado atrás el lastre de las preocupaciones vanas,
fútiles y triviales, se ha vuelto un peregrino del absoluto.
Es el pregón viviente del mundo nuevo comenzado en la
Pascua.
Su pobreza y desapego absolutos lo van robusteciendo.
Poco a poco se va transformando en un roble a cuya sombra
tantos buscadores encontrarán alivio, consuelo y refugio.
Francisco ha bebido de las aguas cristalinas del Espíritu
y ahora es fuente en la que beben los que anhelan la frescura de
los cielos nuevos.
Pero no ha sido fácil. La madurez no se alcanza sin
sufrimiento ni el estallido de la primavera se gusta sin el
invierno que ha permitido consolidar las raíces. La sequía
ha consolidado la esperanza. Se ha vuelto firme, cierta,
independiente de los vaivenes de los tiempos. Han quedado
atrás las primeras tormentas y el sol brilla en su plenitud. Su
rostro se ha vuelto a encender en la alegría desbordante que se
cimienta solamente en Dios y sus beneficios.
Cada célula de su ser se ha transformado en adoración
y alabanza de la grandeza de Dios. Todo se ha vuelto
contemplación de sus beneficios.
Francisco es un canto agradecido al Amor que lo ha
rescatado de la vanidad de una vida perdida en los vericuetos
de lo pasajero y lo ha vuelto peregrino de lo definitivo.

82 N
Perfume...

P erfume de magnolia,
tu alabanza se eleva, vespertina,
y es chispa de la gloria
la luz que la ilumina,
reflejo de la atmósfera divina.

La brisa entretejida,
entre tus dedos amantes suspendidos,
es soplo de la vida
que en cántico encendido
al cielo, como nunca, es ofrecido.

Se quema en la confianza
el incienso en la tarde enrojecida
y sube la esperanza,
fragancia suspendida,
en la hoguera del alma y de la vida.

Plegaria de la tarde,
tu canción que es música confiada
en el océano arde
la esencia renovada
de la oración del alma ensangrentada.

La noche te recibe,
hoguera enamorada que en el viento
y en el Amor concibe
el canto y el lamento,
la llama del Espíritu en el tiempo.

n 83
La flauta

L a flauta en la que fluye


el alma de Francisco enamorado,
el sentimiento intuye,
a Aquel que le ha dejado
el violín de su pecho unificado.

Dormido el violonchelo
en un rincón del mundo reclinado,
pues ha tocado el cielo,
nostalgia le ha dejado,
de un Amor que en su música ha quedado.

Extraña partitura
que ejecutan sus dedos de magnolia,
sus notas son seguras,
penetran la memoria
hilvanando los flecos de su historia.

Es música confiada
la del violín que llora en su recuerdo,
es plegaria y llamada
que brota en cautiverio
de un tierno corazón y su misterio.

Francisco es melodía
que al soplo del Espíritu sonaba.
La cuerda de su lira
que el viento acariciaba
sus notas al Amado le entregaba.

84 N
Felices...

F elices los que creen.


Feliz de ti, Francisco que has creído
al Dios que te posee,
al Cristo que te ha herido
dejando mundo y pompa en el olvido.

Tú sabes que te quiere,


que su sangre es bebida y rojo vino,
que es llaga que te hiere,
su voz en tu destino,
llagándose en tus pies de peregrino.

Tú sientes su consuelo:
rocío que en el valle te acompaña
germinando tu suelo
genera, en tus entrañas,
la fe que moviliza las montañas.

Su paz es tu delicia:
ungüento del olivo primigenio,
aroma es su caricia,
la gracia de tu dueño,
el que vela, cubriéndote, tu sueño.

Sus ojos son tu guía,


su mirada la luz de tu camino,
anuncio y profecía,
aliento y don divino,
su Palabra tu Oriente matutino.

n 85
Tus pies...

T us pies de picaflor,
bordados del color de la mañana
te llevan al Señor
coloreando la trama
de la vida en que el cielo se proclama.

El futuro ha llegado,
el final de los tiempos ya presente
te tiene cautivado,
henchido totalmente
del anhelo del Reino ya presente.

Te encuentra anonadado,
hecho canto de tierra y de frescura,
de gracia coronado
tu cuerpo y tu figura,
fortaleza de un cielo hecho ternura.

Estás enamorado
Francisco, del Señor, de su semblante,
estás ensangrentado
de Vida penetrante,
del vino que es Palabra desbordante.

A Él te has entregado
suspendida la noche en un instante,
heraldo atravesado
de Amor unificante,
del cielo que se anida en tu semblante.

86 N
Tu voz

T u voz es una alondra


Francisco, cuando enhebras con tu canto
la prímula en la sombra,
enebro y calicanto
y el bosque que te abriga con su manto.

Tu voz es canto eterno,


melodía que surge de la roca,
calidez en invierno,
es súplica que invoca
al Dios que vuelve lira lo que toca.

Es plegaria en el viento
el cálido silbido de tus labios
que recoge el lamento
del valle milenario,
del monte que se yergue temerario.

Susurro es tu sonrisa,
mariposa aleteando entre azucenas,
juguete de la brisa
que amor desencadena
liberado en sus alas color siena.

Salmista matutino
Francisco, hermano fiel de la alabanza,
orante vespertino,
profeta de esperanza
que adelantas el Reino en su añoranza.

n 87
Volar...

V olar de golondrinas
enhebrando la tarde de tus soles,
canción que peregrinas
perfumando las flores
del prado en que se entregan tus amores.

La tarde está transida


con la daga del sol que yace herido,
la muerte, ya vencida
anuncia que se ha ido
el tiempo por tu fuego consumido.

Y la oración alcanza,
elevándose al cielo agradecida
en canto y alabanza,
con música escogida,
la meta que le tienes prometida.

Soy pétalo encendido


en los rayos de luz que en la mañana,
te cantan confundidos
con perfume de grama
y, hacedor de la aurora, te proclama.

Y en la tarde te alabo
con trinos de escarlata y mar adentro,
me entrego anonadado,
soy música del viento,
entramado en la tarde del encuentro.

88 N
Lleno de vida

-¡T an lleno estás de vida!


Oh Jesús, tan dolido y tan llagado
que en una eucaristía
de vino ensangrentado
la vida misma tuya has entregado.

-En pan de sacrificio


tu corazón, amante, lo has dejado
partido en santo oficio
de Amor crucificado
en un árbol bendito y perfumado.

Es paz y es alegría,
un pozo de verdad y de misterio,
la fuente de la vida,
Amor que quema adentro,
que llaga, que me deja en cautiverio.

Prisionero del cielo,


vuela el cóndor blanco hacia la altura
y el sol le corre el velo
que oculta la figura
de Aquél que lo encandila en su hermosura.

Sumerge sus anhelos


en la corriente de gracia de la vida,
beberla es su consuelo,
de Cristo le venía,
de su pecho que en sangre se ofrecía.

n 89
Golondrinas

A legres golondrinas
guardianas de la brisa y de las flores,
pequeñas, saltarinas,
acróbatas de amores,
del Esposo vestido en sus colores.

Son perlas escogidas


que en su vuelo despiden el invierno,
son notas elegidas
del músico más tierno
en azul pentagrama y cielo eterno.

Te anuncian que ha llegado


la estación de las fresas matutinas,
que el fiel enamorado
te consuela y anima
en la estación de melodía divina.

Primavera en el alma,
mañanas tibias, prados y laguna,
las pasiones en calma,
palidece la luna,
se alejan las estrellas y las dudas.

Y el sol de la certeza
derrite ya los restos de la helada,
impone su realeza,
su faz serena y clara,
novedad que nadie imaginaba.

90 N
El roble

E l roble echó raíces


en el soplo del mar de la inocencia
y amándolo le dice,
al sol de la clemencia,
que acoge en su mirada la inclemencia.

Sus brazos se dirigen


al cielo que lo llama desde siempre,
cantándole se aflige,
lo escucha y no comprende
la ausencia del amor que lo trasciende.

¡Tan verde su frescura!


Erguida y ancestral su permanencia,
altiva su figura,
su señorial presencia,
su firmeza serena la conciencia.

Se inclina reverente;
besándole los pies, su copa entrega,
Francisco dulcemente
le dice que lo espera
inaugurando una alegre primavera.

Y erguido le devuelve
gozando la alabanza vespertina
su canto, siempre verde,
su música divina
fundida en una tarde que declina.

n 91
Las hayas, los alerces…

L as hayas, los alerces


el viento de las cumbres más lejanas
y un fuego ha de encenderse
en la oración que brama,
intimidad y encuentro te reclama.

A la cumbre has llegado,


no ha sido tan sencilla la subida,
el Amor se ha clavado
y está tu alma herida
de búsqueda sedienta y compartida.

Ha sido un largo viaje,


un camino sinuoso atravesado,
tu amor se hizo coraje,
tu pasión, un legado,
yen la cima te encuentras traspasado.

Tu Dios habla en el viento,


te responde en la nieve amiga y pura,
no hay llanto ni lamento
y su voz te asegura
que ha valido la pena tu aventura.

Y en tu pecho se escribe
la nueva ley que al mundo purifica,
el Amor te recibe,
su toque dignifica,
y tu ser extasiado se unifica.

92 N
La Roca...

L a Roca en la que bebo


abreva en mí la sed del agua viva,
la fuente en la que espero
saciarme con su vida,
manantial del Amor que se convida.

Magnífico torrente
que surge de la entraña de tu suelo,
de frescura potente,
de místico consuelo,
en respuesta a mis noches de desvelo.

Herida está la Roca


y sacia, en ella, el alma su deseo,
cuando el Amor convoca
al don más placentero,
delicia del Amor que en Ti poseo.

Renueva mi desierto
con las aguas vitales en que riegas
el suelo, si está yerto,
y en arroyo le entregas
la vida celestial en que recreas.

Sumergido en tus aguas


atravieso la estepa desolada,
ya no hay rutas amargas
ni dicha desgastada
que no quede, en tu fuente, renovada.

n 93
Pintados...

P intados en tus ojos


los ojos del amor que truena y llama,
en el encino rojo
que se encendió en su llama
la hoguera de su fuego te reclama.

La luz de sus entrañas


se quedó en tus pupilas anidada
y en una noche extraña
te envolvió su mirada
y quedó tu alma en ella aprisionada.

Iluminó un destino,
descubrió a tu sendero, su horizonte
y mostró su camino
en el que el Sol se esconde,
ocaso del Amor que te responde.

Y se encendió en tu rostro
aquella luz seráfica y ardiente
del trono al que me postro
si contemplo, indigente,
al Señor que ha vencido, reverente.

Resplandor del amante


que ha encontrado refugio en esa aurora.
encuentro fulgurante,
mirada que enamora
y apodera del alma precursora.

94 N
Naranjos florecidos

N aranjos florecidos,
colinas, por el viento, acariciadas,
los frutos ofrecidos,
aroma de granadas,
con la savia del cielo ensangrentadas.

Colinas de misterio
sembradas por la mano del amado,
Amor en cautiverio
y azahar de luz cuajado
que se entrega a su cielo perfumado.

Los ángeles retozan


entre las ondas suaves de la brisa,
en su aroma se gozan,
es nácar su sonrisa
que las heridas viejas cauteriza.

El valle colorido,
en él los pies del Santo se recrean,
se queda adormecido
el sol de primavera
que en las dulces naranjas se renueva.

Hay fiesta y abundancia,


la bendición del cielo está presente
y huelo la fragancia
que embriaga ya mi mente
cuando tu Amor me envuelve de repente.

n 95
Madrugada

A mor de madrugada,
antes que cante el gallo ya te alabo,
mi alma enamorada,
mi sueño cautivado,
pasan las noches dándose a su Amado.

Amor en noche pura,


en un rumor silente que estremece
si el camino asegura
la fe que lo enternece
y en silencio adorante, a Ti, se ofrece.

Los grillos me acompañan


y entonan su melódico lamento
y amantes desentrañan
el místico argumento
de un llanto que conmueve el firmamento.

La oscuridad te llama,
la hierba en tu caricia humedecida,
sin decirlo proclama
que llega tu venida
y mi alma se ha quedado, en Ti, rendida.

En el alba te adoro,
soy grillo de la noche que suspira
y tu mirada imploro
si la luna me mira,
son tus ojos mi nido y mi guarida.

96 N
Mi pabilo

S e encendió mi pabilo
en un toque de místico cuidado,
en Ti ya no vacilo,
tu voz me ha enamorado,
susurro de un Amor que no es amado.

Encendiste la mecha
de un camino de entregas y de goces
y mi alma desecha
ha vibrado en tu roce
esperando que el fuego la despose.

Cautivaste mi nada,
una sola palabra me ha tomado
y quedó anonadada
mi vida en tu costado,
en tus mismas entrañas abrasado.

Tu caricia me llena,
me cubre tu mirada inusitada
sin reto ni condena
me ofrece la morada
de una vida sin fin y regalada.

Mi ilusión se ha encendido
en el Soplo llameante de tu Aliento,
mi orgullo ha sucumbido
y en Ti, mi pensamiento
se volvió llama viva y sentimiento.

n 97
Memoria

E s memoria mi espera
de los bienes futuros que me aguardan,
del Amor que recrea
los aromas que embargan
el pensamiento puro en que se guardan.

Y sostiene mi lucha
la visión de los bienes prometidos,
la recompensa es mucha
y todo lo perdido
vale la pena; estoy de Amor herido.

Se quedó mi mirada
contemplando, del cielo, su riqueza
y ya no quiero nada,
sólo Amor en pobreza,
entregarme a tu vida con presteza.

¡Qué efímera es la vida!


Pasajera es la gloria que se muere.
Me diste por bebida
un licor que me hiere
y que te dice, al alba, que te quiere.

Pasajera es la dicha
del mundo que, muriéndose, se muda,
mi dolor y desdicha,
mi vacilar y duda,
cambiaste en alegría y agua pura.

98 N
Grandes cosas

H as hecho grandes cosas,


has cambiado mi vida y yo te adoro,
no hay espina sin rosa,
Tú eres mi tesoro,
el Dios de la quietud en la que moro.

Me has dado vida nueva,


alegría perpetua y don probado,
colmada está mi espera
en tiempo rescatado
de la nada, del sino y del pecado.

Señor, me has liberado


de toda vacuidad y sinsentido
y tu Amor me ha dejado,
del todo consumido,
estoy en tus Amores sumergido.

Has roto mis cadenas,


quebradas ataduras ancestrales,
me das las obras buenas
con cantos celestiales,
con notas de laúd angelicales.

Y libre soy contigo,


estoy por Ti danzando de alegría,
eres mi sol y abrigo,
amigo en quien confía
el sentimiento entero que te ansía.

n 99
Cantar al viento

Q uiero cantar al viento


con un hilo de brisa mañanera,
enhebrar el momento
con luz de primavera
en el eco del mar, en la escollera.

Quiero besar tu luna


danzando en las estrellas que me alumbran,
recostarme en las dunas
y sanear, si disturban,
las aguas del adiós que me perturban.

Quiero un baile en el cielo


con cometas de nácar y jazmines
y sea mi desvelo
sembrar nuevos jardines
entre danzas de sol y serafines.

Quiero música nueva,


notas de plenitud y de armonía
y transformar mi era
en canto y alegría,
amanecer cantándole a tu día.

Y ofrecerte en mi canto
la ilusión de sentirte nuevamente
sin pesares ni llanto,
donarme enteramente
a tu Amor que me llama dulcemente.

100 N
Canto nuevo

D ame un cántico nuevo,


dame un sol de ilusión que resplandezca,
porque tu unción espero,
no quiero que anochezca
y el gozo que hallo en Ti desparezca.

Dame un cántico ungido


para poder decirte que te amo,
que eres mi Dios querido,
que me aferro a tu mano,
que anhelo tu designio soberano.

Dame un cántico fresco


en azahares y nardos perfumado
porque yo en él me ofrezco,
jazmín ilusionado
aromando los campos del Amado.

Dame un canto de gloria


que en toda la creación se plenifique,
que exalte tu memoria,
que el amor dignifique
y en notas de azahar te glorifique.

Un canto enamorado
en que pueda decirte lo que siento,
un amor rescatado
que encuentra su alimento
adorando y sirviendo en todo tiempo.

n 101
Danza

U na danza de estrellas
me dice, en esta noche, que me amas
y que la vida es bella
si tu Amor se derrama
declarando, del cielo, su proclama.

Luciérnagas en fiesta,
como chispas de sol, dicen tu nombre
y encienden la floresta
con un ardor que esconde
la hoguera de un Amor que les responde.

Frescura del rocío


en que la noche anuncia cuando vienes,
me besa, si te ansío,
la calma que retienes,
su toque reposándose en mis sienes.

Hay noche que es encuentro,


que es hoguera de Amor, calidez pura,
que es perfume de almendro,
que evoca tu figura
y en silencio recuerda tu ternura.

Te espero y no me canso
de invocar tu presencia en mi respiro,
es tiempo en que descanso
y encuentro, cuando miro,
las huellas de tu rastro en un suspiro.

102 N
Tu luz

T u luz todo lo envuelve,


las cavernas del frío iluminadas
en candor que devuelve,
al alma apasionada,
la belleza en que ha sido rescatada.

Tu luz todo lo invade,


Señor de la alegría que me embarga,
del gozo que persuade
si la hora es amarga,
del Amor que transforma toda carga.

Tu luz me purifica,
penetra mi sentido y pensamiento
y en ellos magnifica
el santo sentimiento
de entregarme a tu Amor sin fingimiento.

Tu luz me quema y hiere


y de la noche oscura me rescata,
es brillo que no muere
y mi alma levanta
cuando, desde la noche, a Ti te canta.

Y en esa luz divina


mi alma se renueva y se gloría
y hacia Ti se encamina
sin buscar otra guía
que la de la Palabra en que confía.

n 103
La sequía

S e acaba la sequía
que en aridez de muerte te ha asolado,
despierta tierra mía,
de ti yo me he acordado,
un profeta de luz te ha sido enviado.

Ya se acaba la angustia,
desolación y llanto ya se han ido,
no más la hierba mustia
ni el prado consumido,
un corazón en fuego ha sido herido.

He quemado sus labios


con Palabra de trueno y de centella,
reparará el agravio
con la canción más bella
que me ofrece en su cántico de estrella.

Yo le he dado por cetro


un violín acordado en fuego y ámbar,
y un corazón abierto que mi Palabra guarda,
que embelezado canta y de amor sangra.

Ha llegado la hora
de mi victoria fiel manifestada,
Yo escucho al que me implora
en tierra desolada,
será, por mi profeta, restaurada.

104 N
Palabra

T u Palabra en mi boca
es fuego que deleita y que consume
y que hallándome toca
el corazón que asume
la vida que destila tu perfume.

Tu palabra en mi mente
es bálsamo de luz que me ilumina
y en la noche silente
con su luz encamina
la opción que en el Amor se determina.

Tu Palabra en mi oído
es caricia fugaz de un cielo abierto,
es un canto encendido
que levanta al que ha muerto
y me lleva a la vida a que despierto.

Tu Palabra me anima
a seguir caminando en tu presencia
y la virtud arrima,
cargada de inocencia,
grabando tu figura en mi conciencia.

Tu Palabra en mis labios


es brasa que en tu Amor me purifica
y me deja el resabio
del toque que unifica
y en mi tiempo tu gloria magnifica.

n 105
Tu Palabra

T u Palabra me ha dado
la savia primordial que mece el tiempo
me deja anonadado,
balbuciente mi intento
de expresar en un verso lo que siento.

Es el suave alimento,
el maná que del cielo llueve, ungido
y renueva el aliento
del que se ha consumido
y en intensa oración quedó rendido.

Y me he vuelto el lamento,
oración que suplica en un gemido
y en un cántico lento
te expresa su pedido:
¡Devuélveme tu llama, que te ansío!

En mí ya se ha clavado
la espada de dos filos de tu boca,
me dejó cautivado
del Amor que te invoca
y dolor de hombre nuevo me provoca.

Tu Palabra ha bajado
hasta mi pobre vida y se ha metido
en el centro sagrado
del corazón herido
que ha quedado, en el tuyo, sumergido.

106 N
No dejes...

N o dejes de decirme
las palabras que llenan mi vacío,
porque en Ti quiero irme,
en tu Amor suspendido,
al cielo luminoso que yo ansío.

No dejes de llamarme
con la voz poderosa que me eleva,
ni dejes de impulsarme
al Amor que congrega
y en silencio adorante ya se queda.

Yo quiero responderte
que estoy aquí, tus pasos esperando,
que clamo y quiero verte,
que te estoy aguardando,
que en ardiente oración me voy quemando.

Deseo conocerte,
estar en tu presencia, allí perderme,
porque el dolor es fuerte
si cruje al encenderme
el fuego, que en tu Amor, puede envolverme.

Yo quiero en Ti quedarme
cobijado en la gruta de tu herida
y allí quiero embriagarme
del vino que es bebida,
el cáliz que en tu pecho se convida.

n 107
Anuncio

Y o quiero ser anuncio


de la dicha divina que has traído
y por ello renuncio
al mundo que he perdido,
detrás de tu Palabra yo me he ido.

Yo quiero ser proclama


de los bienes futuros que han llegado,
del Bien que se derrama
en aquel Hijo amado
que en un pesebre frágil se ha humanado.

Seré pregón de auroras,


de las mañanas nuevas que me esperan,
del Sol en que enamoras
a los que a Ti se entregan
y tu santa morada sólo esperan.

Seré anuncio de amores


que despierten al gozo de encontrarte
y con los ruiseñores
me lanzaré a alabarte,
te rendiré mi vida al adorarte.

Y seré pregonero
del mundo que en tus ojos se ilumina
con el Amor primero
que en el cielo termina,
en la fiesta litúrgica divina.

108 N
La tormenta

P asada la tormenta
la nieve, con su sangre, está teñida
y un ángel lo alimenta,
su cuerpo, eucaristía,
se ha vuelto sacrificio y hostia viva.

El monte y el encuentro,
las hayas centenarias son testigos
del sacrificio cruento,
de un amor consumido
en llamas de seráficos latidos.

El íntimo secreto
de Francisco es ahora revelado,
el místico y discreto
querube enamorado
ha quedado, en sus llagas, traspasado.

Ya sólo el tiempo impide


el vuelo del seráfico jilguero
que sólo Amor despide,
orante y pordiosero,
la entrega de la brasa a su brasero.

Reliquia del calvario


que en el monte su Amor ha consumado
y el canto milenario
del serafín dorado
lo proclama, en su Amor, transfigurado.

n 109
L os hermanos

Desde el día en que dejó definitivamente la casa paterna


en la plaza de Asís, Francisco pudo llamar con toda libertad
Padre al padre de los cielos.
La paternidad de Dios se le manifestó de un modo
totalmente nuevo y puro. Se volvió su protector y su proveedor.
Más que las aves del cielo y los lirios del campo pudo
experimentar que todo lo podía en Aquél en quien encontraba
su conforto y consuelo.
Jesucristo ya no era solamente el Rey del universo, el
todopoderoso Señor de majestad que podía infundir miedo,
rechazo o lejanía, sino que se había vuelto el hermano que
ofrecía la posibilidad de ser hijo de su mismo Padre.
Pero hay mucho más. Él no era el único hermano
del Salvador que había dado su sangre por todos. De la
contemplación de Jesús hermano y de Dios como Padre,
Francisco llega a la experiencia de la hermandad universal que
lo une, no solamente con los demás seres humanos sino con
toda la creación.
El alma de Francisco se ensancha con la dimensión de la
creación entera. Se siente parte de esa trama universal de vida
que lo penetra todo y todo lo supera.
Toda la creación se vuelve transparencia del absoluto
que lo absorbe en el amor creador. La creación ya no es el acto
externo de un Dios que trabaja, de un artista o un arquitecto. La
creación es hija de un Padre amoroso que cuida, ama, protege,
mima, guía, alienta, acuna y siente con corazón de madre.

110 N
Todo habla a Dios. Y el orante se sumerge en el coro
milenario de la alabanza que fluye incesantemente desde el
corazón de las cosas hacia su origen amoroso.
Francisco se vuelve amante en la creación amante.
Todo le habla de amor.
Todo lo enciende en amor.
Todo es motivo para alabar, adorar y agradecer.
Todo lo impulsa a amar, con todo el corazón, el alma, la
mente y el espíritu.
Es por eso que son hermanos el sol, la luna, las estrellas,
el viento y el fuego, el aire y el agua, los ríos, los bosques, la
tierra que sustenta y los animales.
Francisco descubre que la hermandad es un principio que
está por encima y es más fuerte que la enemistad, la rivalidad,
el odio, la venganza e incluso la guerra. El descubrimiento del
otro como hermano está por encima de las diferencias religiosas,
teológicas, de raza, cultura e incluso de la situación moral en la
que el hermano o la hermana puedan encontrarse.
El lobo o los ladrones encontrados en el bosque dejan de
ser enemigos cuando se los descubre como hermanos.
Caen las barreras de la salud o la enfermedad, de la
pobreza o la riqueza. La unidad fundamental entre los hombres
y la unidad fundamental con el universo entero derivan, no
de los entendimientos o coincidencias, sino del mismo Padre
celestial que nos mantiene vivos en su presencia.
La misma muerte pierde su rostro cadavérico y se vuelve
la hermana que nos llevará a la fiesta de las bodas definitivas
en la consumación del camino del Amor emprendido.
Pero los hermanos son fundamentalmente un regalo de
Dios. Francisco no se puso a hacer proselitismo para agrandar

n 111
la Orden que había fundado. Simplemente era un vocero
convencido del Dios vivo. El testigo de un Cristo resucitado. Era
este mismo Señor el que le mandaba hermanos y aumentaba
incesantemente el número de estos trovadores de la vida y de
la paz en un mundo de muerte y guerras incesantes y cruzadas.
Hermanos que amaba con un amor entrañable y maternal.
Enseñaba que los hermanos debían amarse y nutrirse
entre sí mucho más de lo que una madre ama y nutre a su hijo
carnal. Y esto justamente por que los lazos que unen a los frailes
entre ellos no son lazos de sangre sino los lazos del Espíritu. El
mismo Espíritu Santo, Aquel al que Francisco quería colocar
como ministro general de la Orden, el que forma en la historia
el cuerpo místico de Cristo, la Iglesia, de la que cada uno de
nosotros somos las células vivas. El que formó el cuerpo carnal
de Jesús en el seno de María forma ahora el cuerpo espiritual
de Jesús en el seno de la historia.
Es un cuerpo de hermanos unidos por la fe en el mismo
Señor que hace todo en todos.

112 N
Hermano Sol

Y o te alabo mi Señor
por el Sol que en el cielo me ilumina,
es el signo de tu Amor,
protege y encamina,
Amor que se derrama y me reanima.

Te alabo Señor mío


porque en el cielo brilla tu belleza.
Yo sólo en Ti confío
admirando tu grandeza,
imagen es el sol de tu realeza.

Está lleno de esplendor


potente, casto, colmado de firmeza,
imagen de tu fulgor,
de tu robusta entereza,
me habla de tu fúlgida nobleza.

Es tu manto en el invierno,
cobijo protector, dador de vida,
es el abrazo tierno,
amor que se convida,
mi indigencia se siente protegida.

Y es ardor de primavera,
es brote, exuberancia, canto y danza,
el que la vida recrea
y transforma la alabanza,
el desierto que se abre a la esperanza.

n 113
Hermana luna

A labado seas Señor


que acaricias los mares con tu luna,
su blancura y su candor,
reflejo en la laguna,
vestida está de luz como ninguna.

En tu cielo es mi solaz,
ilumina la noche y llena el alma,
mensajera de tu paz,
acuna la brisa y calma
mareas agitadas en el alma.

Alabado mi Señor
por el ardor tenaz de las estrellas,
son el brillo de tu Amor
y de tu luz que destella
en la noche más cándida y más bella.

Se encienden en el rubor
de una luna que baila primorosa,
un jazmín alado en flor
enhebrado en una rosa,
una danza de luz en cada cosa.

Y en esa danza preciosa


te canto con el cielo iluminado,
con la música amorosa,
corazón enamorado,
el gozo que en mi seno has derramado.

114 N
Los hermanos

P or el don de los hermanos


yo te alabo agradecido mi Señor,
son regalo de tu mano,
la dádiva de tu Amor,
son tu abrazo cercano y tu calor.

Son el jardín cultivado,


la variada elección de tu presencia,
son el don ilusionado
de una vida en penitencia
colmada en tu bondad y tu clemencia.

Regalo de tu bondad,
cobijo en largas horas del invierno,
amparo en la adversidad,
protección contra el infierno,
anticipo fugaz de un cielo eterno.

Compañeros de camino
en el largo trayecto de la vida,
con alma de peregrino
al amparo de tu guía,
son renuevo de fiesta y alegría.

Hermanos del corazón,


del Espíritu fiel que nos reúne,
el brillo de la ilusión,
zarza que no se consume,
hoguera de oración que el cielo asume.

n 115
Damas hermanas

P or las damas hermanas,


orantes sin cansancio ni desvelo,
por la bondad humana
que llena de consuelo
al que se entrega entero con tu anhelo.

Por su tierna alabanza


que toca los umbrales de tu trono
y llena de esperanza
al que sufre abandono
y escucha de tus labios: “te perdono”.

Te alabo por el canto


que, como incienso, quema en tu presencia
y es el arrullo santo
que brota en la indigencia
de corazones llenos de indulgencia.

Por su ser consagrado


que ofrece un corazón arrepentido,
por el don entregado
que calienta en el frío
y sube a tus alturas como un río.

Te alabo porque en ellas


la humanidad entera se te entrega
y son, con las estrellas,
luz de la nueva era
que alumbra con tu gracia y regenera.

116 N
Gobernantes

P or los que nos gobiernan


yo te alabo Señor y te agradezco,
porque en tu Amor se enciendan
por entero me ofrezco
y te doy los dolores que padezco.

Te pido que los llenes


de tu santa y fontal sabiduría,
por el amor que tienes
danos paz y alegría,
que vivamos en tu soberanía.

Te pido que conduzcas


por la senda del bien a todo el pueblo
y que en tu honor produzca
frutos de amor al verlo,
ansias tengan de Él y de tenerlo.

Te pido que ilumines


a los que nos conducen y dirigen
y que nos encamines
si el yugo nos aflige
hacia la libertad que ya te elige.

Por los ministros santos


te alabo mi Señor Dios de la vida
y te entrego mi canto,
mi gozo y alegría,
mi adoración en llamas, mi osadía.

n 117
Hermano viento

P or el hermano viento
te alabo y te bendigo Señor mío,
recuerdo de tu Aliento
que se funde en el mío,
frescura de tu Soplo en el estío.

Por las nubes del cielo,


la lluvia que desciende de lo alto,
su frescura y consuelo
son don en que te exalto,
Oh Dios de bendición que yo resalto.

Por la brisa serena,


caricia de tu Amor en mis dolores,
por su frescura buena
que enciende los primores
del prado en el que imprime tus colores.

Por el aroma suave


te alabo Dios bendito con mi canto,
por el vuelo de un ave,
por su gracia y encanto,
perfume de la Vida y el Dios Santo.

Por tu Soplo bendito


que renueva el ardor de mis entregas,
atmósfera en que habito
alentando la espera
del tiempo que traerá tu primavera.

118 N
Hermano de las nubes

H ermano de las nubes,


del viento angelical que mece el cielo,
del místico querube
que lleno de consuelo
acaricia el dolor de un violonchelo.

Hermano de las garzas,


del pájaro que se hace carpintero,
del canto que se alza,
orante y lastimero,
del gorrión, del flamenco, del hornero.

Hermano de la lluvia,
de la nieve, del mar, del ventisquero,
del sol que no se enturbia
y envuelve el mundo entero
en el don del magnífico alfarero.

Hermano de la tierra,
de la zarza, del monte y del espino
que su belleza encierra,
misterio tan divino,
y sustenta tus pasos y camino.

Hermano de la muerte,
artífice de paz reconciliada,
has unido tu suerte
al águila dorada
que vuela hacia la altura en la mirada.

n 119
Hermano fuego

P or el hermano fuego
te alabo y te bendigo en este día,
por él a ti me entrego,
encendida la vida,
en la llama que arde de alegría.

Es vigoroso y fuerte
y transforma mi leño en alabanza,
en él yo quiero verte
y encender la añoranza
del cielo en el que tengo mi esperanza.

Tu llama me ilumina,
es guía de mi noche y mi desierto,
es aliento que anima
en el camino cierto,
es luz en la alborada de mi huerto.

En esa hoguera quiero


fundirme en una llama abrasadora,
porque sin Ti yo muero
y en esa llama implora,
mi alma, tu presencia que enamora.

En tu Fuego es que ardo,


me ha quemado el toque de tu dedo,
y como un simple nardo
mi perfume te entrego
en la hoguera de amor en que me quedo.

120 N
Hermana tierra

P or nuestra hermana tierra


te doy gracias Señor y te bendigo,
por la bondad que encierra,
es refugio y abrigo,
por sus uvas sabrosas, por su trigo.

Es madre que alimenta,


que sostiene, que nutre y que se ofrece
en suelo que sustenta,
en campo que florece,
en dones de una vida que estremece.

Se entrega en sus praderas,


en bosques de espesura milenaria,
en soleadas laderas,
montañas legendarias,
reflejo de hermosura trinitaria.

Cuajada está de flores,


de frutos sazonados y manjares,
reflejan tus amores
el vuelo de las aves
y el ímpetu ferviente de sus mares.

Las cascadas, los ríos,


el agua de los lagos cristalina,
el arroyo y su brío,
la lluvia saltarina,
sustento de un amor que peregrina.

n 121
Hermana simplicidad

H ermana simplicidad
que realzas el sabor de cada cosa,
el brillo de la verdad
que aroma pétalo y rosa
en tu vuelo fugaz de mariposa.

Santa madre austeridad


que el valor esencial devuelve al tiempo,
alegre sol de bondad
que provee el alimento
y acaricia mis mares con su aliento.

Hermana que todo das


pues nada necesito si te tengo,
a mi lado siempre estás
porque yo a tu lado vengo
y con tu compañía me sostengo.

Tú alientas mi caridad
y la luz del Amor que te posee
es aurora de hermandad
para todo aquel que cree,
cobijo de la vida que provee.

Hermana fraternidad,
regalo del Señor que me dio hermanos,
te bendigo en la unidad
que me lleva de la mano
habitando su cielo soberano.

122 N
Hermana jovialidad

H ermana jovialidad
que alegras, con tu beso mi camino,
que ahuyentas la adversidad
y le das al peregrino
impulso fresco, alegre y matutino.

En ti no hay temeridad,
por ti canto de gozo en las praderas
dejada atrás la orfandad
y las cosas pasajeras
con el alma buscando tierras nuevas.

Si todo es fugacidad,
si pasan las riquezas de este mundo
yo sólo busco, en verdad,
aquel encuentro profundo
con el Dios del Amor fresco y fecundo.

Ya no más trivialidad,
que en cosas pasajeras me he perdido,
yo quiero felicidad
y un corazón aguerrido
que quiera conquistarte si te has ido.

Hermana simplicidad,
te agradezco la paz que me has traído,
me has dado serenidad
en el Amor que ha venido
a dejarme en su aroma confundido.

n 123
Hermanos que perdonan

L os hombres que perdonan


son imagen de Ti, Padre indulgente,
hermanos que pregonan,
pintado entre la gente,
el rostro de un Dios bueno, fiel, clemente.

Puentes que se levantan


si el desamor se yergue soberano
y perdonando cantan,
entregando su mano,
al Dios que me hace hijo y me da hermanos.

Aquellos que perdonan


son reflejo de un Rostro compasivo
y en ellos ya se asoman
los ojos del Dios vivo
rescatando al que, en odio, está cautivo.

Te alabo Padre bueno


por tu Amor cautivante que arde y llega
en el perdón sereno
que a alabarte me lleva
y alumbra en mí las luces de la entrega.

Te alabo Padre Santo


por el perdón que ofreces a los hombres
envolviendo en su manto
a aquel que en Ti se esconde
y amando y perdonando te responde.

124 N
Hermano lobo

Y o te alabo mi Señor
por el lobo feroz que nos acecha,
por el que siembra el terror
y nos hace ver la brecha
que ha abierto el desamor y el alma estrecha.

¿Por qué, Señor, la furia?


¿Por qué devora hombres y animales?
Ese hermano en penuria,
vagando en soledades,
hambriento de tu luz y tus bondades.

Derriba las barreras


tu Amor en que perdono el mal sufrido
y enciende las hogueras
que calientan el frío
del desamor que oprime al lobo herido.

Tu Amor lo reconcilia
con el hombre que asume su pecado,
su avaricia y desidia,
que ofrece su cuidado
a ese lobo en cordero transformado.

Es tu Amor que transforma


el duro corazón en don de hermano,
Amor que me conforma
al Cristo soberano
que aferra mi indigencia con su mano.

n 125
Hermanos leprosos

Y o te alabo mi Señor
por los pobres que has puesto en mi camino,
enfermos de dolor,
gorriones matutinos,
mendigos de tu pan y de tu vino.

Leprosos sin amor,


marginados del bien y la alegría,
sin techo y sin calor
en una noche fría
buscando, sin saber, tu cercanía.

Tú has cambiado el sabor


de las cosas amargas en dulzura
y me has dado el fervor:
osadía y locura
de encontrar en sus rostros tu figura.

Desposé en la pobreza
tu vida, tu querer, tus sentimientos
y ahora son mi riqueza
los harapos mugrientos
del leproso y el pobre sin aliento.

Son ellos mis hermanos,


aquellos en tu sangre renacidos,
jilgueros en tus manos,
desechados y heridos
que encuentran en tu Amor, su hogar, su nido.

126 N
Hermana muerte

T e alabo por la muerte


en que todo te entrego enamorado,
con ella me iré a verte,
envuelto en su cuidado,
a tu cielo, en tu fulgor, iluminado.

Amiga, hermana muerte


que, cándida, me tomas de la mano,
he aprendido a quererte,
a ser tu buen hermano,
tú me llevas por fin al que yo amo.

Porque yo sé que un día


volaré a las alturas con tu aliento,
tu sonrisa en la mía,
fundidos en el viento,
anhelando la luz del firmamento.

Me vestirás de fiesta
con hábito de estrellas y brocado,
la luna en la floresta
le cantará a mi Amado
el canto en que la noche la ha acunado.

Y llegarán las bodas


del Cordero que en sangre me ha salvado,
se encenderán las horas
del tiempo consumado
en los brazos ardientes del Amado.

n 127
Hermano

Y o quiero ser hermano


de la rosa que muere y se marchita,
del cielo soberano
y de la luz que habita
en las estrellas claras y bonitas.

Hermano quiero hacerme


de la mañana cándida que alaba
a Dios que quiere verme
enhebrado en su aljaba
con la alabanza pura que deseaba.

Soy hermano del bosque


que guarda la emoción de mi secreto,
que quiere que te invoque
con un verdor de abeto,
de tus aguas, mi cántaro, repleto.

Hermano yo me siento
del arroyo danzante y cristalino
que nutre y da sustento,
que alegra mi camino
y con salmos alienta al peregrino.

Y soy, en tus praderas,


hermano de la hierba y de las flores,
del monte y sus laderas,
del sol en sus fulgores,
del canto que me dan los ruiseñores.

128 N
Lluvia

H ermano de la lluvia
voy a hacerme, saltando por los campos,
y en toda mi penuria
te alabaré en el salmo
que canta el aguacero con su llanto.

Hermano de las mieses


que ondulan bajo el sol en tus llanuras,
de robles y cipreses
que alaban tu hermosura
y son, de tu presencia, la figura.

Soy hermano del río


que bebe de tu templo en la montaña
y me da un nuevo brío
y el amor desentraña
y es canto amable, puro y no me engaña.

Hermano soy del fuego


que me pide en sus llamas que te adore
y en su brillo me entrego,
encendido en amores,
en la hoguera de luz de tus ardores.

Hermano de la tierra
que es madre bondadosa y entregada,
que tu riqueza encierra
y en tu luz adornada
me dice que me ofrezca en madrugada.

n 129
E l orante
Relatan los primeros biógrafos de San Francisco que
oraba de tal modo que no era un hombre en oración sino la
misma oración hecha hombre.
El encuentro con un Cristo vivo y resucitado había
cambiado totalmente su vida. Y ese encuentro se transformó
en diálogo sincero, profundo, confiado e incesante.
Encendido en un Amor sobrenatural, todo su ser fluía
hacia Dios en canto, alabanza, acción de gracias y adoración
profunda.
Francisco es un juglar del Amor divino. Es una lira
enamorada que toca las notas más dulces para Aquél a quien
ha entregado la vida. Se suma al cántico de la creación entera y
es voz enamorada de la naturaleza inanimada.
La Palabra de Dios se vuelve su alimento incesante.
Aprende a saborear cada vocablo de la Sagrada Escritura,
especialmente escuchada en la liturgia de la Iglesia. El evangelio
se torna su forma de vida y la de los hermanos que el Señor le
regala con abundancia.
Pero esa Palabra que tiene poder para resucitar a los
muertos como lo tuvo para crear el universo, no cae en saco
roto. Francisco es como una esponja seca que absorbe cada gota
de la miel que se destila en la Escritura sin desperdiciar una
sola gota. Tiene avidez de vida. Sabe rumiar con detenimiento
la Palabra proferida. Su meditación es serena y prolongada. Su
lectura y escucha son oración encendida, brasas en el brasero de
su corazón enamorado.

130 N
La Palabra es un puente que lo lleva a las profundidades
del corazón divino. Y en ese diálogo, el suyo se transforma en
una hoguera en la que arden los primores del amor divino.
Aprende a gustar hasta lo indecible los momentos de
intimidad amorosa con Dios. En sus prolongados silencios,
nunca estará solo, el Señor está con él, no lo abandona, acaricia
sus entrañas con palabras de vida eterna. La eternidad ya
ha comenzado, pues el cielo ya ha descendido a su tierra, su
corazón es el pesebre-templo en el que Dios habita.
Gusta de un modo especial de la soledad del bosque, de
los lugares bellos que la comarca italiana le ofrece. Se hace
hermano de todos y con todos alaba y adora al Creador.
Su corazón es un anhelo que clama por la presencia del
Señor. Está totalmente cautivado por aquél Amor que no es
amado. Es una hoguera encendida en el fuego del Espíritu.
El alba lo encuentra despertándose con las primeras
luces en alabanza. La tarde lo enciende en los ardores del ocaso
ensangrentado que lo remite a la pasión redentora.
El silencio se apodera de él. Dedica siete cuaresmas al
año al Señor buscado en la soledad del monte, entre arroyos
cristalinos y naturaleza nostálgica de presencia.
Por las noches, cubierto con el manto de las estrellas o
iluminado pálidamente con el resplandor de la hermana luna,
contempla la presencia de Dios en un silencio preñado de
nostálgica dolencia de amor.
Arrobamientos, éxtasis, quietud y recogimiento amoroso
son su pan de cada día y sobre todo de cada noche.
Su pecho es música y partitura escrita con el dedo de Dios.
Recrea los salmos, inventa himnos, súplicas y plegarias variadas.
Una y otra vez pasa por el tamiz de su mente y de su corazón
enamorado la Palabra divina escuchada y gustada en la liturgia.

n 131
Llora sus pecados y se anonada frente a la sublime
presencia que lo subyuga. Su pecho se abre hacia las
inmensidades del Amor divino.
Francisco quiere más. Clama por su Amado. Está
sediento de infinito. Todo lo ha dejado porque ahora desea
ardientemente el Todo de Dios.
Como la amada del Cantar de los Cantares, el alma de
Francisco está sedienta de amor. La vida es un destierro sin la
presencia de Aquel que espera. No llora solamente sus pecados,
llora su indignidad, el saber y sentir que no está a la altura de
semejante experiencia amorosa que lo supera totalmente.
Se siente un pobre gusanillo. Y frente a la infinitud del
Amor divino lo es realmente.
Dios juega a las escondidas. Hace crecer las ansias de
amor. La vida se debe desarrollar en fe pura, esperanza cierta
y caridad perfecta. Es necesario superar los sentimentalismos
y navegar en los mares de las certezas divinas. Vivir de fe, de
esperanza y de amor.
El anhelo aumenta con la aparente ausencia del Amado
mientras la experiencia interior se consolida en una alegría
serena e inconmovible.
El ruiseñor de Dios va madurando un canto maduro, algo
melancólico, en el que la nostalgia del cielo lo atrae como un imán.
En la selva solitaria, Francisco se ha vuelto clamor
silencioso, orante, perseverante y entregado totalmente al
Amor que ha decidido seguir, amar y servir.
Su deseo se ha abierto de tal modo que, con una
sensibilidad exquisita, comienza a captar los pequeños gestos
y pasos del Amado por su vida como si fueran totalmente
nuevos. El cielo ha comenzado a bajar a la tierra. Y en la mente
y el corazón de Francisco ese cielo tiene un rostro y un nombre
concreto: Jesús.

132 N
La oración de Francisco

U na armoniosa lira,
en la sombra del bosque sumergida,
con ojos nuevos mira
y suena entretejida
entre prímulas rojas sumergida.

Es de néctar su canto,
en ámbar su perfume y melodía
y el bosque con su encanto
se llena de alegría
y perfume de cedros le ofrecía.

Su música sencilla,
la paz que de su arco destilaba
era flor en la orilla
del río que bajaba
y al mar, su melodía, le llevaba.

La tarde se cuajaba
del fuego que los montes encendía
y en flama regalaba
la dicha y la osadía
que en el alma del músico ardía.

La noche ya llegaba,
las místicas luciérnagas venían
y el frailecito oraba,
su música decía,
y el corazón su llama consumía.

n 133
Escondido

F rancisco se ha escondido
de la noche en su hueco silencioso,
ha puesto allí su nido,
abrazo del Esposo,
envuelto está en su Soplo primoroso.

El bosque se ha aquietado,
las voces de la noche se han dormido,
él se encuentra abrasado,
en fuego consumido,
en el ardor primero sumergido.

Su canto es la congoja
de un mundo de nostalgia atravesado
que en llanto se deshoja
en busca de su Amado,
de Aquel que con su Amor lo ha apuñalado.

Y en su lamento llama,
en penumbra y tiniebla al cielo invoca,
si la atención reclama
de Aquel que lo convoca
a una fiel soledad de viva roca.

Y te envuelve la luna,
con su mirada dulce te consuela,
en su blancura acuna,
es la noche tu escuela,
la búsqueda de un rostro te desvela.

134 N
Orante

F rancisco está escondido,


es gruta el corazón que lo contiene
y queda sumergido
en Aquel que más quiere,
el tiempo que lo envuelve se detiene.

Orante cautivado,
peregrino del cielo y el olvido,
la llaga en su costado
y el cuerpo tan herido
que amándolo le entrega su sentido.

Corazón y caverna,
intimidad a solas que asegura
la gracia que es eterna
y enciende la locura
de entregarle a su dueño un alma pura.

Su mente y pensamiento,
el tiempo peregrino y palpitante,
aroma y sentimiento,
mirada penetrante,
quemándose, en sus llamas, el orante.

Francisco hecho de fuego,


hoguera es la caverna del olvido,
el pobre pregonero,
mendigo convertido
en la brasa candente del ungido.

n 135
Espera....

E spera que en tus ojos


la alborada de nuevas esperanzas
eleven del despojo
los sueños que se alzan
y levante tu canto su alabanza.

La tierra enmudecida,
la melodía del bosque y la hojarasca,
se siente empobrecida
y quiere que renazca
la música en que el lirio se complazca.

Tú eres violín del cielo,


el grillo de la orquesta vespertina
que lleno de consuelo,
su dulce mandolina,
acaricia con música divina.

El canto de la tarde
se eleva de tu pecho premuroso,
es un violín que arde
en toques armoniosos
entregándole versos a su Esposo.

Luciérnagas errantes
acarician, doradas, tus pupilas
y es fuego penetrante
su luz que te encandila
encendiendo, en tus ojos, su armonía.

136 N
El Éxtasis

H acia el cielo inflamado


en medio de la selva, en la penumbra,
sube un santo abrasado
en el fuego que alumbra
la noche en la plegaria que la inunda.

Francisco, orante inerme,


el torbellino de Dios lo ha cautivado
y en éxtasis extiende
sus brazos traspasados
por el Amor en llagas perforados.

Es un astro en la noche
un corazón seráfico entregado,
es éxtasis su goce
pues el día ha quemado
en un fuego de amor inusitado.

Místico arrobamiento,
un dardo del Eterno se ha clavado
en un pecho sediento,
de amor unificado,
licor de la bodega del Amado.

El silencio lo invade
ya no hay palabras, ya no más profecía,
un querubín de jade,
su esencia, pura vida,
suspendido en la noche espera el día.

n 137
Mares escondidos

L os mares escondidos
guardianes de mis ímpetus ignotos,
los sueños coloridos,
los paisajes remotos
y el soplo de los aires más devotos.

Atracan en mi mente
las barcas de ancestrales profecías
que llegan de repente
y quedan suspendidas
en el agua fugaz de mi bahía.

La marea tranquila
y el aroma salado de la playa
y el corazón destila
la música que ensaya
cuando el vaivén romántico se calla.

Y se queda dormida
la luna en las pupilas que la acogen
blancura embellecida
que en su candor recoge
la espuma de las olas en la noche.

Marítima armonía,
oración empapada de ternura,
presencia y cercanía
de mística hermosura
que en las aguas tu rostro configura.

138 N
Canto escondido

E n un canto escondido
escuché la canción que me cautiva,
era un lamento herido,
nostalgia de la Vida
que brota desde el fondo de tu herida.

Ardiente melodía
con notas de cristal y de amatista,
tu Amor la concebía,
su música conquista
mi alma con el toque de un artista.

El canto de la tierra,
el sonido entrañable de su esencia,
que su sentido encierra
y engendra permanencia:
la eterna suavidad de tu presencia.

Tu canción es deleite
y gusto de las cosas que no pasan
y en ella se convierte
el mundo en una casa:
en hogar de ese fuego que me abrasa.

Tu canto es melodía
entretejida en el tiempo de mi empeño,
anuncio y profecía,
llamada de mi dueño,
anticipo del cielo con que sueño.

n 139
Consuelo

N o hay llanto sin consuelo


si el chubasco otoñal el pecho anega,
si el lirio clama al cielo,
si de Él todo lo espera,
si se duerme gritando: ¡Primavera!

No hay entrega sin paz


ni martirio que no riegue la tierra
con la sangre veraz
del vino que recrea
la entrega del Amor que me congrega.

No hay subida sin fin


ni río que no anhele un mar sereno,
no hay boda sin festín,
rayo ardiente sin trueno,
corazón vivo lejos de tu seno.

No hay esperanza tenaz


que mire un cielo azul sin recompensa,
ni un Amor tan mordaz
que no inspire clemencia
ni otorgue, al alma en pena, tu paciencia.

No hay cielo sin tu luz


ni camino en mi vida sin tu aliento.
No hay resurrección sin cruz,
eternidad sin tiempo
en que morir de Amor sea mi sustento.

140 N
La visión

C olumnas de alabastro,
capiteles azules de zafiro,
el esplendor de un astro,
las aguas de su río,
que llegan a mi pecho enaltecido.

-Te busco Jesús mío


y me muestras tu ciudad amurallada,
radiante con tu brillo,
llena de luz dorada:
la respuesta del cielo a mi llamada.

-Me llevaste hasta el cielo


a contemplar el triunfo de tu gloria
que, llena de consuelo,
me muestra tu victoria
empedrada de plata y de magnolia.

Sus muros de amatista,


de turquesas, rubíes y de jade,
la mano de un artista
que ya todo lo invade
acaricia la esencia de mi valle.

Tu gloria me persuade,
el resplandor de tu trono omnipotente,
de tantas vanidades
que acosaban mi mente,
y Tú me has liberado totalmente.

n 141
Es suave y cristalina

E s suave y cristalina
tu voz que llena el alma de consuelo
y todo lo domina,
perfume del otero,
de bálsamo divino y placentero.

Tu voz que me cautiva


palpitando en las venas de la tierra
es llamada a la vida
que tu presencia encierra
y a un corazón eglógico se aferra.

Susurro que en la brisa


y en canto de lavanda se distiende
robando una sonrisa
al cedro que desprende
la fragancia del tiempo en que se extiende.

Es tu voz melodía,
gaviota que en el sol enciende el vuelo,
se eleva y desafía
la bóveda del cielo
alcanzando el confín en que te espero.

Es tu voz que me envuelve


con el viento salado de las olas
y al ánimo devuelve
con toque de amapolas
el canto en que, alabándote, te adora.

142 N
Tu desierto

L a vida es tu desierto,
es tu cuerpo la ermita del encuentro,
el hombre viejo ha muerto
y el brote del almendro
es vida que le brota desde adentro.

Anuncio y primavera,
el fruto de tu vida penitente,
aurora y nueva era
que surge del Oriente,
un sol que alumbra al mundo refulgente.

Y tu ánima doliente
las fuerzas desde el cielo recupera,
lucero de Occidente
tu fuego es una hoguera
que quema en la pasión a que se entrega.

Un Cristo que, llagado,


apareció una noche en tu camino,
amando, te ha llamado,
ungido peregrino,
y cambió para siempre tu destino.

Él es tu compañero,
el que hermanos de vida te concede,
amigos del sendero,
regalo que procede
del río de la vida que no muere.

n 143
Llorando

L lorando está la rosa,


besando la ilusión de un aire nuevo
y en el viento reposa
su amor y su desvelo,
acuna eternidad en su denuedo.

Llorando está, tan sola,


envuelta en una bruma gris, silente
y le habla una amapola
con lágrima doliente
del Amor que se ha ido y está ausente.

Sonrojada lo adora,
tersa y suave pasión exhala al viento
pues sólo en ella mora
el dolor y el lamento
de aquel Amor ausente, su sustento.

En silencio lo espera,
su pétalo tenaz suprime el tiempo,
aguarda pregonera
del Amor el intento,
de ofrecer su holocausto y sentimiento.

Llorando el alma en pena,


en una tarde gris besa su ocaso
y en el desencadena
el Amor en su abraso,
las llamas que se encienden a su paso.

144 N
Un monte...

U n monte de castaños,
laderas en tu llanto enrojecidas,
han pasado los años,
de Amor están teñidas,
en viento y soledad atardecidas.

Un monte en el poniente,
tus pasos lo atraviesan silenciosos
y escuchas, de repente,
el canto del Esposo,
hilvanado en el aire, primoroso.

Allí el Amor ausente,


que, en silencio, forjó tus soledades,
te toca suavemente,
garúa de bondades,
penetra tu emoción y todo invade.

Allí el silencio canta,


la noche se ilumina, el cielo cruje,
y tu alma se levanta,
del Amor el empuje,
haciendo que su rostro se dibuje.

Las lágrimas te anegan,


tus ojos ya no ven, sólo tu alma,
amores que se entregan
en aliento que salva,
fundiéndose en la luz que cuaja el alba.

n 145
Deshojando la vida

D eshojando la vida,
hojas secas y el tiempo que se duerme,
otoño en que destila
el cielo que se pierde,
la luna sobre un bosque siempre verde.

Desgranando el momento
va el orante Francisco paso a paso,
Jesús en el aliento,
su fuego en el ocaso
y el viento que lo enciende con su abrazo.

Devana la madeja
del camino que juntos recorrieron,
y la cumbre los deja
allí donde se dieron
las ansias que en amores se fundieron.

Devana el sentimiento
tu corazón de aroma primitivo
y en él tu pensamiento
se cuela fugitivo,
se mezcla tu frescura con su río.

Y allí el amor provoca,


la soledad ardiente que se sacia
en la fuente que evoca
el manantial de gracia
en tu pecho de robles y de acacia.

146 N
Otoño

T risteza del Otoño


que acuna la canción estremecida
y nutre tu retoño
con la pasión herida
en suavidad y luz amanecida.

Sutil melancolía
que en el valle del tiempo se acunaba
y suave me decía
que la emoción soñada,
en la interna prisión, se acrisolaba.

Tu pecho es melodía
es música, intuición, don ofrecido
y nota de alegría
del ruiseñor herido
cantándole al Amor que se le ha ido.

Es búsqueda anhelante
la hoguera que se enciende en tu mirada
de corazón amante,
paloma desterrada,
golondrina sin nido y despojada.

Sereno, tu semblante,
adolece de Amor y cautiverio,
perfume cautivante
y brasa del salterio,
tu oración hecha carne y refrigerio.

n 147
El horizonte

A zul el horizonte
y blanco el campo, en nieve amanecido,
hay calma sobre el monte,
hasta el viento se ha ungido
con la luz del amor aparecido.

La brisa en la ladera
acaricia la grama blanquecina
y anuncia vida nueva
en el cedro y la encina
la savia del Amor que los anima.

Torcazas a los lejos


y golondrinas negras en el cielo,
el lago es el espejo
del alma en su consuelo,
en misterio de luz, corrido el velo.

Y tú, Francisco, clamas,


la visión que el anhelo hace presente,
en tu oración lo llamas,
parece indiferente,
responde en la garúa, suavemente.

Y empapa tu osadía
la canción que, del cielo, te contesta,
un toque de alegría
que anticipa la fiesta,
del Amor que destila en la floresta.

148 N
El trébol...

E l trébol en tus ojos


con lágrimas, la noche lo ha besado,
riqueza en tu despojo
de jilguero mojado
en rocío de luna te has quedado.

La selva solitaria
fue testigo del místico romance,
de la emoción primaria,
del canto que dio alcance
al Amado que llamas en tu trance.

Y en el lugar secreto
por los brazos del bosque custodiado,
fue tu canto discreto,
melódico, arrobado,
un lamento entrañable y extasiado.

Su voz te ha respondido
hablando al corazón tan dulcemente
que te ha dejado herido
de su Amor trascendente
ardiendo en tus entrañas suavemente.

Y en tu pecho ha quedado
el beso que fecunda tu existencia,
el toque del Amado,
la llaga de su esencia,
la sangre en la que bebe tu indigencia.

n 149
Un jazmín

H ay un jazmín herido,
una gardenia pura, inmaculada,
clavel enrojecido
y rosa perfumada,
tu alma está, de amor, ensangrentada.

Un amor doloroso
hecho de miel y tálamo de ausencia,
herida del Esposo,
sangrante tu inocencia,
anegado tu pecho en su clemencia.

Es un amor ausente
hecho silencio, música y partida,
es un sabor doliente
de espera atardecida
anhelando en la noche su venida.

Es amor expectante,
sorpresa, libertad, dolor, quejido,
y es daga penetrante
que te deja rendido
aguardando el regreso, si ha partido.

Y es amor cautivante,
prisión por la que el alma es liberada
cuando tu ser amante
se vuelve su morada
y en él queda tu alma sosegada.

150 N
Te bendigo

S eñor, yo te bendigo,
soy magnolia del tiempo que florece,
de tu Amor el testigo,
del tiempo que acontece,
tulipán cautivado que se ofrece.

Porque Tu eres mi abrigo


si incierto es el camino y escarpado,
por tus huellas te sigo,
en tu Amor arropado,
mi Bien, mi Dios, mi Todo, mi Amado.

Por Ti mi amor se exalta


hasta las cumbres mismas de la aurora
y es mi ilusión tan alta
que tu voz me enamora,
enhebrados tus ojos en mi hora.

Por Ti mi Amor espera


subir por las laderas de la nada,
eres la primavera
de mi vida entregada
entre camelias blancas aromada.

En Ti mi amor se goza
y mi pecho se expande al infinito
pues sólo en Ti reposa
el Bien por quien palpito:
Señor de mis ardores, Dios bendito.

n 151
Te sigo...

T e sigo enamorado,
quiero beber tu cáliz y embriagarme
del vino estacionado
que quieres regalarme
y en tu vado llagado has de darme.

Te sigo cautivado,
impresa tu mirada en mi memoria,
porque he sido alcanzado
por tu Amor en mi historia,
herido por destellos de tu gloria.

La lucha Tú has ganado,


he opuesto resistencia y has vencido,
y en fuego huracanado
de amor he sucumbido,
me has dejado del todo, a Ti, rendido.

Mi cielo se ha pintado
con destellos de luz y colorido,
en tu Amor coloreado,
está, de luz, henchido,
el pecho en que te quedas escondido.

Caverna del Amado,


mi corazón inquieto has sumergido,
en él se ha cobijado
el bien amanecido,
herido en tu Palabra te he seguido.

152 N
Espero...

E spero tu regreso,
el tiempo de la dicha que no acaba,
llevo tu Amor impreso
en mi cuerpo hecho llaga,
posesión de una vida iluminada.

Aguardo tu venida,
el reino del Amor que estalla en triunfo
y le canto a la vida
con el gozo que infundo
al canto en el abismo más profundo.

Te pido que regreses,


que tu gloria, en poder, se manifieste
y que ondulen las mieses,
te alabe el campo agreste,
que tu Vida a la muerte le conteste.

Yo te pido que vengas


a instaurar para siempre el Reino eterno,
que en tu Amor me contengas
con abrazo materno,
cerrada ya las puertas del infierno.

Y te ruego que llegue


la hora en que proclames tu victoria,
cuando la muerte entregue
sus muertos a la gloria,
el sello de la vida en nuestra historia.

n 153
Últimos tiempos

L os tiempos han llegado,


el final de la historia prometido,
yo aguardo esperanzado
se termine el olvido,
se consume la gloria del Ungido.

El tiempo restaurado
del Cristo que, ha salvarnos, ha venido
y deja enamorado
al corazón herido
que en su Fuego se encuentra sumergido.

Porque ya ha comenzado,
el final de las penas Tú has traído,
en pobreza acunado,
en intemperie y frío,
Salvador humanado que yo ansío.

Estás crucificado,
tu Amor, a mi indigencia, ha descendido,
estás de Amor llagado
por el hombre caído
que en Pascua de pasión has redimido.

El cielo ha comenzado,
tus ojos se encontraron con los míos
y quedé consagrado
en aguas de tu Río
bebiendo en tu mirada me he perdido.

154 N
E l camino

El camino es el símbolo cristiano por excelencia. Jesús


pasó sanando paralíticos, ciegos, postrados al borde del camino,
al borde de la vida. Los rehabilitó, los puso de pie, y se fueron
detrás de Él siguiéndolo por el camino.
El camino es el símbolo del discípulo. El pueblo del Dios
está formado por las personas que salieron de la esclavitud, de
la muerte y de la postración de una vida sin Dios en medio de
los ídolos y esclavitudes de la vida y se pusieron a caminar por
el desierto hacia la tierra de la promesa.
Para el cristiano la tierra de la promesa tiene un nombre
concreto y es Jesucristo. El que se ha encontrado con Él, el que
se ha dejado encontrar por Él, se ha dejado tocar y sanar, es
una nueva criatura. Ha salido de su postración física y sobre
todo espiritual y se ha puesto a caminar detrás de su Señor y
maestro.
Hay una realidad profunda en la vida del discípulo y es
la sed de Dios. El seguidor siempre quiere más. Se vuelve un
buscador del absoluto, un inconformista. Ansía las cumbres.
Francisco es un seguidor, un buscador de Dios. Puede
repetir con el salmo “como la cierva busca las corrientes de
agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mío”.
Francisco ha encontrado al amor de su alma, lo ha
aferrado con todas sus fuerzas y no quiere dejarlo jamás.
La vida en penitencia se vuelve para él el trabajo concreto
de transformación del corazón moldeándolo con la forma del
corazón de Cristo. A Él se ha entregado y paulatinamente en Él
se va transformando.

n 155
Pero el método de transformación es simple y siempre el
mismo: el hombre se transforma en aquello que contempla.
Se entrega a la oración y a la contemplación de los
misterios de la vida de Cristo. Su catedral es el bosque. La noche,
el tiempo de los enamorados, se vuelve su ámbito preferido para
buscar, a solas, la presencia de su Señor. Las vigilias son su pan,
la luna su compañera de plegaria y las estrellas el coro en el que
se funde su voz melodiosa.
Como un lirio transformado por la luz cándida de la noche,
exhala el perfume de un amor renovado vuelto plegaria.
Los sacrificios se vuelven el abono del jardín que cultiva
para la alegría de su Amado. Sus ojos se encienden con un brillo
nuevo que no tiene su origen en este mundo. Tan despojado
como un leño sin hojas arde en la hoguera del amor puro. Su
búsqueda es sólo cuestión de amor. Su vida se reduce a los
elementos más simples y fundamentales de la existencia: amar
y ser amado. Hasta el propio sustento y la alimentación han
pasado a segundo plano. todo lo ha entregado a Aquel en quien
confía totalmente.
Sediento del Amor que no muere, camina buscando las
corrientes de agua del Espíritu que puedan calmar la sed que
devora su corazón insatisfecho.
Y totalmente vacío de sí mismo, descubre nuevos
manjares para saciar su hambre y su sed: la Palabra de Dios y
la Eucaristía. Desde ahora se alimentará solamente de Jesús,
todo Él vuelto su pan de vida.
Jesús es la fuente de la que bebe las palabras de vida
eterna que lo encienden. El manjar más exquisito que se
vuelve eucaristía y don entregado y compartido. Su cuerpo se
vuelve presencia para ser consumida. Con avidez participa de
la eucaristía incluso más de una vez al día. Él es su pan y su
deleite, el alimento que lo sacia de eternidad, el maná en el
desierto de la vida hasta que pueda entrar al banquete de las
bodas eternas.

156 N
Te busca

T e busca el ciervo herido,


ha probado las aguas de la cima,
camina sumergido,
la llaga lo lastima
y en pos de tu misterio se encamina.

No conoce su origen,
el instinto del cielo lo ha guiado,
las espinas afligen,
el sendero dorado
y lacia la cumbre marcha cautivado.

El cielo lo ha llamado,
las nieves de la altura lo estremecen;
camina enamorado,
ya sus pies no padecen,
el viento y las alondras enmudecen.

Asciende sumergido
en el aire divino que lo envuelve,
en su pecho el latido
del tiempo que se pierde
en la llama fontal que lo trasciende.

Sutil desfiladero,
el camino que lleva a tu morada,
Francisco, el pordiosero,
su equipaje: la nada,
la esperanza brillando en su mirada.

n 157
La búsqueda de Dios

L as murallas erguidas:
muros de piedra inerte que encerraban
la mística subida,
la búsqueda confiada
del alma que en su llanto te llamaba.

Insípidas las fiestas,


licor avinagrado de las noches,
te busca el alma inquieta,
su vida es un derroche,
un vacío de nadas y reproches.

La sórdida alegría,
la vanidad de un mundo trasnochado,
perdida la armonía,
el alma se ha quedado
sin Amor, sin bondad,
sin tu cuidado.

Por una puerta estrecha,


en medio de la noche desolada,
se adentra en la foresta
el alma enamorada
de un joven que sus ansias te entregaba.

¡Francisco ha decidido!
La oscuridad lo envuelve con su manto,
te busca mal herido
de Amor y desencanto,
ansias tiene de Dios y de su encanto.

158 N
Invierno y compasión

I nvierno y compasión.
Su joven corazón habías cambiado
leproso y aflicción,
un Cristo que, llagado,
la puerta de su amor había golpeado.

En sus ojos tu Amor,


el ánimo, tan dulce y transformado
que besa, en su dolor,
al pobre desgraciado
que, en sangre y llaga viva, lo ha mirado.

Tu Amor lo conmovió
y abandonando la senda del pecado
el corazón abrió
al Cristo, que, llagado
redimía su historia y su pasado.

Francisco:

-Amado y Señor mío


que en llagas de aflicción te has humanado,
perdóname el olvido
si indiferencia he dado
al mendigo que vi necesitado.

-Señor, Jesús Amado


que en un leproso llamas a mi puerta
no me dejes postrado
y llévame a la huerta
en la que el alma muerta se despierta.

n 159
No me dejes

N o me dejes, te ruego,
vagar el sinsentido del pecado,
si es todo lo que espero
perderme en tu costado
y quedarme en tu herida anonadado.

No me dejes, te pido,
perderme en la ilusión de un mundo vano,
déjame tan herido
del Soplo soberano
que brota de las llagas de tus manos.

No me dejes, te imploro,
apartarme de Ti, de tu presencia,
en silencio te adoro
y busco tu clemencia,
la fuente de la vida y la inocencia.

No me dejes, suplico,
alejarme de ti, de tu camino,
en él yo reivindico
la fuerza del destino
que me llama a adorar tu ser divino.

No me dejes, te ruego,
enfriarme en el amor que has encendido
y quema con su fuego
el alma que ha aprendido
la llama penetrante del ungido.

160 N
Penitencia y corazón

P enitencia y corazón,
transido, en un sayal de Amor divino,
el canto de la ilusión,
un amor peregrino
que, descalzo, recorre su camino.

Es Francisco, tu oración
un cántico de ensueño entre las flores,
es el fuego de la unción,
estallido de colores,
primavera entre invierno y desamores.

Peregrino de pasión,
fiel hermano del Sol y de la tierra,
jilguero del corazón
que canto y notas encierra
si egoísmo y codicia se destierran.

Tú eres, Francisco, el ardor


del fuego que ha encendido el canto nuevo,
encarnación de un Amor
que quema el tiempo en el hielo
y derrite el infierno en su consuelo.

Francisco, canto y dolor,


compasión que en el lirio ha florecido,
el aroma de una flor
en un mundo ensombrecido
en fragancia de cielo trascendido.

n 161
Entrega

-H oy te entrego mis sueños,


mis días, mi futuro, mi pasado,
para que seas mi dueño
y quede acurrucado
en la llaga de Amor de tu costado.

-Allí quiero perderme


sumergido en el río de tu gloria,
allí quiero esconderme
ungido en la victoria
de la sangre que llena mi memoria.

-Bautízame en tu fuego,
en la llama que brota de tus manos,
altísimo guerrero
Oh Cristo soberano
que en tu Amor has querido un rostro humano.

Has querido la muerte


has querido sudor, lágrimas y tiempo,
y yo me duelo en verte
sangrando en tu tormento
y en tu rostro, del hombre, su lamento.

En mis ojos tus llagas


y en los tuyos, la vida que te entrego,
cautiva tu mirada,
me quedo prisionero
del abismo en que siempre me renuevo.

162 N
Un bosque…

U n bosque en noche pura,


Francisco está desnudo y extasiado,
el silencio perdura,
su pecho enamorado,
en la hoguera de Cristo se ha quedado.

Ya todo lo ha dejado
y un camino en silencio ha acometido,
el mundo se ha quedado
tan lejos y perdido
que solamente a Cristo se ha adherido.

Su plegaria amorosa
enciende, en la penumbra, la maleza
y en canto se desposa
con la dama pobreza,
es de trébol y aromo su realeza.

Su aliento es el susurro
de un amor añejado en la plegaria
y es canto en que descubro
la esencia trinitaria
de la oración ungida milenaria.

Centinela nocturno,
orante de veladas escondidas,
toca al amor el turno
de encender la alegría
en las mañanas suaves escogidas.

n 163
Ocaso

M i ocaso está en tu pecho,


atardecer en Ti si el día termina,
es tu llaga mi lecho
y el sol ya se encamina
a la noche preñada en luz divina.

Sumergido en la sombra,
tu serena presencia me protege,
y la noche te nombra
si blanca palidece
la luz que en una estrella se me ofrece.

Solitaria cabaña
hecha de ramas secas y de olivo,
la hoguera me acompaña,
me siento sumergido
como brasa en tu fuego consumido.

Soy leño que ha encendido


sus entrañas vibrantes en tu hoguera
y va, de Amor prendido,
quemando su madera
con el ardor que el fuego le ofreciera.

Noche de fuego y luna,


noche de cedros verdes vigilantes
en que el dolor se acuna
y vuelve penetrante
la ausencia de tu pecho palpitante.

164 N
Un lirio

U n lirio iluminado
le ha robado a la luna su pureza,
se ofrece perfumado
y entrega su nobleza
a Aquel que lo cultiva en su realeza.

Un lirio enaltecido
aromado de Amor, perfuma el día,
en Dios amanecido,
alegre se ofrecía,
la casta plenitud que en él ardía.

Su cuerpo enjuto, austero,


macerado en el templo de la aurora,
se dona todo entero
sin reserva ni mora,
al Dios de la pasión que lo enamora.

Y es tesoro ofrecido
en la oración que quema silenciosa,
el lirio embellecido
del alma que desposa
al Amado que le habla en cada cosa.

Amando totalmente
a Aquel que se entregó sin restricciones,
le entrega enteramente
su afecto y emociones,
su deseo, sus sueños, sus pasiones.

n 165
Un ramo de violetas

U n ramo de violetas,
la humilde sencillez en un manojo,
la obediencia discreta,
voluntad y despojo,
el poder, la valía y el antojo.

La escucha atenta y mansa,


voluntad que al Señor se ha sometido,
su orgullo en Él descansa
y queda sumergido
en el querer de Aquel al que ha seguido.

Entrega sin razones


y búsqueda confiada en fe viviente,
somete las pasiones
con juicio reverente,
en su Amado confía totalmente.

Su Espíritu lo guía,
sus mociones escucha internamente,
a su impulso confía
la vida enteramente,
al Soplo que lo lleva hacia su fuente.

Francisco es obediente,
somete un corazón enamorado
en una escucha ardiente,
entrega su cuidado
al Señor que en la cruz todo le ha dado.

166 N
La flor en el espino

L a flor en el espino
en pobreza libérrima buscada,
una opción, un destino,
forjado con la nada
y el despojo que ampara tu mirada.

El dolor más fecundo,


liberación del lastre que te ata,
tu nave emprende el rumbo,
la vida se desata,
cortadas las amarras, la fe intacta.

Alegre pordiosero,
tan pobre como un cardo florecido,
tu canto pregonero
de valle amanecido,
simplicidad y encanto renacido.

Mendigo de la aurora,
clamando por el pan de su presencia,
del trigo que devora,
tu mística indigencia
y sacia los despojos de la ausencia.

Primavera de harapos,
perfume que en los campos embarrados
o en carrusel de trapos
y espinos aromados
proclaman que tu gozo lo ha encontrado.

n 167
Encendidos tus ojos

E ncendidos tus ojos


en la luz cautivante que te impulsa,
abiertos los cerrojos,
el corazón exhulta
en la felicidad que el miedo expulsa.

Encendidos tus labios,


es brasa la alabanza que te eleva.
Jilguero solitario
que en el Amor congrega
la creación que en tu música se entrega.

Encendido tu pecho
en el fuego escondido que consume
y restaura el deshecho
del mundo que él asume
y en tu ígnea alabanza se resume.

Encendidas tus manos


exhalan el aroma de la vida,
tu don a los hermanos,
por Él están ungidas
en bálsamo amoroso consumidas.

Encendidos tus pasos,


quemando tu inocencia los caminos,
tejiendo los retazos
del viento matutino
que impulsa tu deseo a su destino.

168 N
Despojado y ardiendo

D espojado y ardiendo
en el fuego interior que lo consume,
las huellas va siguiendo
del Cristo que lo asume
y lo llaga de amor con su perfume.

Despojado y gimiendo,
con un parto de luz en sus entrañas,
el mundo trascendiendo,
el lago y las montañas,
en rumbo hacia las tierras más extrañas.

Despojado y muriendo
a todo lo que es vano y se le ofrece,
lo sigue consumiendo
un Amor que estremece,
pariendo el hombre nuevo, lo enardece.

Despojado y siguiendo
al Señor de señores que lo llama,
la vida recorriendo,
su Espíritu lo inflama,
y su oración desnuda al cielo clama.

Despojado se abrasa
en el fuego divino que lo enciende,
el mundo es ya su casa
y todo lo trasciende
pues en pos del Amor el rumbo emprende.

n 169
Tan sólo cuestión de Amor

T an sólo cuestión de Amor,


que seguirte no puedo sin tu ayuda,
ni percibir el sabor
que exorciza toda duda,
la victoria, entregándote desnuda.

Desarraigo, cruz, dolor,


es el precio que pago por amarte,
de las muertes el olor
que es perfume al encontrarte
y es aroma de encuentro al abrazarte.

Sin equipaje ni rumbo


camino en pos de Ti por Ti guiado,
soy ciudadano del mundo,
del sueño que Tú me has dado,
jilguero de tu cielo enamorado.

Y voy cantando a tu Nombre


testigo de tu Amor y tu grandeza
que en la luna me responde
preñada de tu belleza,
coronada en tu honor y tu realeza.

Tan sólo cuestión de Amor,


peregrino detrás de tus pisadas,
soy el eco del clamor
que en partituras aladas
se eleva con mi canto a tus moradas.

170 N
Desnudo

D esnudo en simplicidad,
sin posesión alguna ni riqueza,
en absoluta orfandad,
entrega a Dios su pobreza,
sus vestidos: la paz y la nobleza.

Desnudo, sin posesiones,


sin bastón, sin alforja, sin dinero,
y sin vanas distracciones
Francisco, fiel pordiosero,
del altísimo Bien, su pregonero.

Desnudo y sin vacilar,


tan libre, como etérea golondrina,
es Jesús su caminar,
en sus pasos se encamina,
transparenta su alma, luz divina.

Desnudo en su libertad,
tan solo en Dios su aposento,
aromado de bondad
y elevado en el intento
de poner sólo en Dios su pensamiento.

Desnudo Francisco va,


sobre las alas frágiles del viento
y en alabanza se da
sin temor ni fingimiento
pues tan sólo el Amor es su sustento.

n 171
Tus huellas...

T us huellas peregrinas
son besos de su Amor en el sendero,
si por su Amor caminas,
alegre y pregonero,
llevando tu alegría al mundo entero.

Tus huellas son el canto


del ruiseñor mendigo en los caminos,
son los pasos del santo
que entrega su destino,
un lirio perfumado y peregrino.

Tus huellas son proclama


de un Amor que ha encontrado su cobijo
y suave se derrama
en mi alma si lo elijo
y a su encuentro en la noche me dirijo.

Tus huellas son ausencia


que busca ser llenada de misterio,
o indican la presencia
del sublime cauterio
que ha dejado tu alma en cautiverio.

Tus huellas hoy me invitan


a lanzarme al camino entusiasmado,
porque en mi ser habitan
las ansias que ha engendrado
el que dejó mi ser enamorado.

172 N
Sediento

S i voy sediento, en pena


bebo el agua del místico arroyuelo,
bordeado de azucenas
alivia el desconsuelo
esta sed de agua viva en que desvelo.

Sorbiendo me renuevo.
Baja el agua, en el monte, de la cima.
Allí el glacial primero
la ofrece cristalina
con un aroma fresco de glicinas.

Agua de vida eterna


que acumular no puedo ni comprarla
y en su correr impregna
la selva legendaria
de una frescura arcaica y milenaria.

Baja del santo templo,


da de beber al cedro y a los pinos,
alerces en el tiempo
y arrayanes esquivos
se sacian en el cauce de tu río.

Y el parque de los tilos,


erguidos en su amor robusto y fuerte,
contempla pensativo
los abedules verdes
que su blancura quieren ofrecerte.

n 173
Alimento

-N o busques tu alimento
sino en Aquel que deja el alma llena
el que te da el sustento
si tienes hambre y penas
el que amándote ha roto tus cadenas.

-Si amar es tu tormento


porque sientes, del fuego, el abandono,
mantén el sentimiento
posado en el aromo
que te ofrece el perfume en que me dono.

Florece en el invierno
anunciando, sutil, mi primavera,
es primo del almendro
que da su flor primera
contagiando la dicha duradera.

El valle y los castaños


ungidos en mis ojos de armonía
entregan con los años
la música perdida
en la que el alma acuna su alegría.

Su fruto es duradero
y endulza el corazón, manjar sabroso,
yo tus frutos espero
será un canto armonioso
entregado en los brazos de su Esposo.

174 N
La fuente

E l agua que yo bebo


en la cima del monte está escondida.
En ella me recreo,
me refresca la vida,
y apaga, en mí, el ardor del alma herida.

La fuente la conozco,
Francisco, a su ovejuela, le decía.
En ella reconozco
la paz y la alegría
que el deleite del cielo me ofrecía.

Su origen escondido
tiene una roca fuerte por guarida,
un Cristo escarnecido,
su cuerpo en carne viva
que se vuelve dulzura y miel bebida.

El manantial desciende
al valle de mi pecho consumido,
su paz en mí se extiende
y quedo confundido
totalmente en sus aguas sumergido.

Oh fuente de mi Amado,
licor de gratitud es tu buen vino,
lo bebo en tu costado
sangrante en mi camino
es para mí tu herida el don divino.

n 175
Mi manjar...

M i manjar exquisito,
el pan que de los ángeles me llega,
si por Amor palpito,
mirarte me sosiega,
me invita a la pasión que se hace entrega.

Quiero comer tu carne,


quedarme en tu misterio aprisionado
y en tu presencia estarme
todo mi ser donado,
en tu Amor misterioso abandonado.

Quiero a tu cuerpo darme,


sumergirme en el todo de tu esencia
y allí quiero quedarme,
volverme transparencia
del Amor que se abraza a mi indigencia.

Maná de mi dolencia,
pureza del Amor que me has tenido,
mi fuente de inocencia
cuando me siento herido,
el corazón errante y abatido.

En Ti quiero saciarme,
de tu carne inmolada en Amor puro
y en Ti quiero quedarme,
abrasado y seguro
de que vendrás un día sin apuro.

176 N
Tu cuerpo...

T u cuerpo es mi deleite
alimenta mi gozo y mi esperanza,
ungido en el aceite
que quema mi alabanza
y alienta, de tu cielo, la añoranza.

Eres pan de mi vida


escondido tu amor en la simpleza
y te hiciste comida
llegando a mi bajeza
elevando mi nada a tu realeza.

Eres Dios escondido


que te quedas en pan transfigurado;
por amor has querido
ser trigo triturado,
alimento del hombre que has salvado.

Eres don ofrecido


y mesa del encuentro preparada,
eres Amor ungido,
dulzura de mi nada,
reposo en el camino a tu morada.

Anticipo del cielo


anuncio simple y puro de presencia,
en soledad, consuelo,
y en las horas de ausencia
mi fuente de solaz y de clemencia.

n 177
Pan

E n pan de harina y vida,


con dedos de algarrobas amasado,
en mística comida
de Amores renovados,
en Amor sin medida te has quedado.

Divina es tu bebida
el vino de tu vida me ha embriagado,
y queda sumergida
el alma en tu costado
si el jugo de tus venas ha probado.

Elixir de misterio
en secretas bodegas añejado,
me provoca beberlo
el sueño regalado:
el rugir de las pasiones serenado.

Rojo vino y Palabra,


Espíritu ancestral que me inhabita
y hace que se abra
la puerta que limita
el paraíso escondido en el que habita.

Cáliz de sangre bebo,


virtud que se derrama en mi pobreza,
en Ti yo me renuevo
me engendra tu riqueza
en el santo licor de tu realeza.

178 N
El pan de la Palabra

E l pan de la Palabra,
el pozo de Jacob de la Escritura
ha hecho que se abra
el surco de la hondura
en que siembras la Vida que perdura.

La semilla del Reino


que llega suavemente, imperceptible,
la llama de tu leño
que se quema apacible
y eleva una plegaria intraducible.

Su voz es agua clara,


bebiéndola tu tierra se fecunda
y su frescura ampara
la gracia que te inunda
y de amapolas rojas te circunda.

Su voz es aguacero,
desborde torrencial de cielo abierto,
empapado tu huerto
exhulta en el concierto
preñado de su Amor, tu suelo yerto.

Su voz, en ti, levanta


la música más bella que se ha oído,
la que al eterno canta
en vuelo agradecido,
en prado de color amanecido.

n 179
Camino del olvido

C amino del olvido,


sendero del Amor y la confianza,
el pétalo caído
renueva su esperanza
de ser resucitado en tu alabanza.

Camino humedecido
en lágrimas de cielo y abandono,
el beso del rocío,
perfume del aromo
que tapiza la vida a que me asomo.

Camino agradecido,
la hojarasca del tiempo me acompaña,
mi paso persuadido
te busaca y no se engaña,
si asciende raudamente la montaña.

Camino, el pecho herido


de un Amor trascendente que me llama
y me deja cautivo
porque encadena y ama
con la dulce nostalgia de su flama.

Y si el sol se ha dormido,
la luna, que en la noche me acompaña,
me dice que escondido
se ha quedado en su entraña,
en el bosque, en la nieve, en la montaña.

180 N
Canto de sirenas

U n canto de sirenas
desde el fondo del mar de los aromas,
la miel en la colmena
y arrullo de paloma,
por el sauzal seráfico se asoma.

El espejo esmeralda
al que entrego, mirándolo, mi anhelo,
bordeado en la guirnalda
de pensamiento y cielo,
que alimenta el lago del consuelo.

Bucólico paisaje
del alma, en su búsqueda confiada,
que danza en el oleaje
que crea tu mirada
si la deja, en su brisa, enamorada.

Tan verde su plumaje,


golondrina azabache transformada,
que llena de coraje
y música dorada
se eleva a la luz de tu mirada.

De perlas enjoyada
coloca su tesoro entre tus manos,
en fuego coronada
por su Amor soberano,
se quema en los misterios del arcano.

n 181
L a misión
El discípulo, el caminante peregrino del absoluto, cuando
profundiza en su proceso de maduración, se vuelve misionero.
No puede callar lo que ha visto y oído. La Palabra que ha
escuchado, que lo ha embriagado de una presencia nueva y
vivificante, quema en su interior como brasa que devora y puja
por salir vuelta fuego en la predicación enardecida de amor.
Es más. La contemplación de la pasión, de la sangre
derramada por su salvación a cambio de nada lo conmueve hasta
tal punto que pide al Señor “haz que la fuerza abrasadora y dulce
de tu Amor absorba de tal modo mi alma que muera por amor de
tu Amor ya que por amor de mi amor te dignaste morir”.
Ese amor contemplado y experimentado se transforma en
ansias de martirio. Francisco quiere morir por Aquel que murió por
él. Desea dar el supremo testimonio de su amor restituyéndole a su
Amado lo único que le queda por darle todavía: su propia vida.
Parte como un cruzado de paz y alegría. Aquel que
amansó y reconcilió el lobo va hacia el gran lobo, el sultán de
Egipto a predicarle lisa y llanamente el mensaje de salvación. Y
no tiene miedo de morir por la Palabra que lleva dentro.
Es un predicador alegre, enardecido, convencido y
convincente. En sus ojos se contempla el fuego de un amor que
todo lo cree y todo lo entrega. Un amor que no viene de este
mundo, un ardor sobrenatural.
Francisco no puede callar. Su vida es anuncio. Vuela
con el viento hacia el desierto para fecundar las arenas de la
infidelidad con el bálsamo de la Palabra divina.
Su monasterio es el camino, su celda, su propio cuerpo,
su catedral, el cielo y las estrellas, sus compañeros de misión,
algunos hermanos cercanos y la inmensidad de la creación que
lo envuelve en la atmósfera divina. Es un pregón ambulante.
Una llama encendida por Dios para incendiar el mundo con el
fuego de la Palabra.

182 N
Partida

S i todo te lo he dado,
peregrino me he vuelto de la nada,
yo partí enamorado
detrás de tu mirada
dejando atrás mi patria y mi morada.

A Ti yo me he entregado
quemando en tu sentir mis ilusiones,
tu Amor me ha cautivado,
ardientes, mis pasiones,
encendidas en Ti mis oraciones.

Mi cuerpo he consumido
peregrino del viento y de la aurora,
detrás de Ti se ha ido
la canción que te implora
recibas el acorde de mi hora.

Tu Amor me ha desposado
en la sangre del río que me anega,
en llaga transformado,
es mi canto la entrega
de un salmo en el mirar que me congrega.

Si tomas lo que queda


me marcharé hacia Ti, hacia tu cielo
y el tiempo de mi espera
tan llena de consuelo
será el abrazo místico que anhelo.

n 183
Desgarra tu corazón…

D esgarra tu corazón
abre un surco en tu tierra que ya vengo.
Yo venzo en tu tentación.
Yo soy el que te sostengo
y en mi fiel esperanza te mantengo.

Tu tierra se endureció,
necesita la lluvia de mi gracia
y si el amor se murió
y te has hundido en desgracia
te entrego el agua viva que te sacia.

Yo tu surco llenaré
con Amor refrescante y don fecundo,
tus tierras empaparé,
en mi lluvia Yo te inundo,
mi Espíritu que cubre todo el mundo.

Hay quebranto y aflicción,


hay llanto y amargura, luz sin brillo,
hay pena y desilusión,
violines sin su grillo,
tristeza que oculta el don sencillo.

Desgarra tu tierra ya
que llueve bendición sobre los campos,
es mi Amor el que le da
nueva música a tu canto
y adelanta la dicha de los santos.

184 N
Mi alegría

E res tú mi alegría,
mi consuelo, mi bien, mi fortaleza,
mi canto y mi osadía,
amparo en la pobreza,
eres Tú mi renuevo y entereza.

Mi Dios, mi Bien, mi Todo,


refugio en las tormentas del camino,
transformaste mi lodo
en canto peregrino,
en sendero de luz y Amor divino.

Eres Tú mi belleza,
la hermosura fontal iluminada
y sublime grandeza
de mi alma despojada
que ha quedado en tu sol anonadada.

Eres impulso firme,


la razón que me mueve si me canso,
porque ya quiero irme,
como un cordero manso
que ha encontrado en tus brazos su descanso.

Eres Tú mi esperanza,
el brillo en el asombro de mi aurora,
he puesto mi confianza
en tu luz que enamora
y mi alma es el huerto que te adora.

n 185
Como un cedro…

C omo un cedro robusto


que, extendiendo sus brazos cubre el cielo,
como un roble vetusto,
aferrado a tu suelo
ofrezco, en mi follaje, tu consuelo.

Mis ramas te protegen


del Sol abrasador al mediodía
y verdes se entretejen
en la brisa que envía
el ventisquero fiel que besa el día.

Soy cobijo y amparo,


protección en las noches de intemperie.
Soy el amor callado
ramaje siempre verde.
Soy vida y compasión, tu canto alegre.

Soy firmeza y unción


permanencia, entereza y desafío,
misterio en tu razón,
frescura en el estío,
Soy sombra protectora junto al río.

El árbol de la vida
en que encuentras la paz y la esperanza
y Soy la sinfonía
que ofrece su alabanza
en exultante coro que te alcanza.

186 N
Tus ojos

H e mirado tus ojos,


nunca más volveré a mirar lo incierto,
soy harapo y despojo,
soy canario y desierto
que a la vana lujuria ya se ha muerto.

He quedado prendado
de tu mirada buena e indulgente,
estoy enamorado,
le has robado a mi mente
su fiesta de colores, de repente.

Y estoy en Ti perdido,
son mi casa el sendero, el bosque, el prado,
estoy de Amor herido,
camino despojado,
soy nogal esencial que has deshojado.

Ya no quiero otra cosa


que adorarte y servirte noche y día,
tu gracia poderosa
será mi luz y guía,
la fuente de mi canto y alegría.

Tu mirada es el nido
al que ansío llegar en raudo vuelo,
en ella sumergido
te busco en mi desvelo
sediento de tus ojos y consuelo.

n 187
La voz…

L a voz de mi profeta,
el cuerno que resuena entre los montes,
es llamada de alerta
que al cielo le responde,
es la voz que te llama y no se esconde.

Es voz de trueno santo


que retumba en un cielo ennegrecido
y que recoge el llanto
del pobre y del sufrido
que ha sido, en la injusticia, envilecido.

Es látigo y venganza
del Dios que ha superado su paciencia
que levanta su lanza
y exige penitencia,
justicia para el pobre e indulgencia.

Y en su voz enardece
el pecho en la esperanza de los justos,
porque el día amanece,
del quiebre del robusto,
del cepo de maldad, cruento e injusto.

Escucha a mi profeta
que entre llamas de fuego yo lo envío,
la antorcha que el atleta
llevará en su navío
anunciando que el triunfo es todo mío.

188 N
En la aurora

L e robaré a la aurora
un rayo de su luz para ofrecerte
un salmo que enamora,
que clama por tenerte,
y surge del ardor que quiere verte.

Quiero entregarte el trino


que el jilguero ha robado a las estrellas
y bordar mi camino
con la nota más bella
que ofrece el manantial cuando destella.

Quiero al trébol pedirle


que me preste su verde humedecido
y al aromo decirle
que la noche se ha ido
dejándome en amores sumergido.

Con el canto del alba


volará mi sentir a tu presencia
y una nota de malva
gustará la clemencia
de la miel que derrama tu indulgencia.

Y llenaré la tarde
con un salmo seráfico y hermoso
en el canto que arde
y me inflama en el gozo
que contempla los ojos del Esposo.

n 189
Escucha, pueblo mío

E scucha, pueblo mío,


que ya llega la hora del encuentro,
que el tiempo del hastío,
zozobra y desaliento,
ha llegado a su fin, te doy mi Aliento.

Escucha y reverdece,
que surjan brotes nuevos en tu aurora
pues te rejuvenece
mi Amor que te enamora,
la brisa en la que envuelvo al que me implora.

Alégrate en su trino,
en el canto del mundo en que te acuno,
el salmo matutino
en que lo mucho es uno,
liturgia de los hijos que reúno.

Alégrate que llego,


te desposo en bálsamo y frescura,
porque mi Amor te entrego,
belleza y hermosura,
tu deleite: mi luz y mi figura.

Te envuelve mi mirada,
la eternidad en fiesta te recibe,
tu alma enamorada
que un canto nuevo escribe,
y en el canto del alba se concibe.

190 N
Ha llegado…

H a llegado la hora
del amor en el bosque de los sueños,
del perfume que aflora
del aromo pequeño
que ha encontrado los brazos de su dueño.

Ha llegado el momento
de fundirse en los lienzos de la luna,
plegaria en el aliento
y una canción de cuna
que toca la cigarra en la laguna.

Hay un silencio orante


que sumerge tu esencia en el misterio,
corazón expectante
y amor en cautiverio
de un llamado ancestral tomado en serio.

La floresta levanta
el murmullo de un coro enardecido
que en un susurro canta,
Francisco se ha rendido,
a los pies de su Amado se ha extendido.

Su espíritu fundido
en el aroma fiel de los azahares,
el tiempo se ha dormido,
no hay dolor ni pesares,
un arroyo entregándose a tus mares.

n 191
Deshecha la tristeza…

D eshecha la tristeza
que envidia y mal humor serán tu ruina,
que no hay mayor riqueza
que la dicha genuina
que florece en el hombre que la estima.

Desecha la tibieza
el aguachento gusto de la nada,
que molicie y pereza
dejan el alma arada
con la hiel de una euforia desgastada.

Deshecha la bajeza,
el ánimo rastrero que pervierte,
que no hay mayor pobreza
que el disgusto de verte
mediocre y sin afán de engrandecerte.

Que la vida dichosa


es bálsamo en el alma que la alienta
y la dicha es hermosa
si el alma está sedienta
del canto celestial que la alimenta.

Y fuente de alegría
es mi Palabra fiel que llena el alma
de aquella lozanía
que es frescura y es calma
que es canto de victoria en una palma.

192 N
No puedo callar

S eñor, no puedo callar,


tu Palabra me quema las entrañas,
necesito proclamar
en las tierras más extrañas
un mensaje de amor que no me engaña.

Me lanzaré sobre el mar,


iré hasta los confines de la tierra,
en tu Amor quiero entregar
la Palabra a que se aferra
mi esperanza que todo bien encierra.

Quiero el mundo recorrer


como heraldo del Rey que me ha encontrado
pues no puedo contener
el fuego que me ha llagado
y el corazón en llamas ha dejado.

Quiero por tu Amor sufrir,


consumirme en la hoguera en que me quemas,
quiero contigo partir,
rotas todas mis cadenas,
en tu Soplo de Amor, mis velas llenas.

Y a todos he de decir
que he encontrado el Amor que yo buscaba
y por Él quiero morir,
vivir mi vida entregada,
ser voz de la Voz más esperada.

n 193
Los pantanos…

L os pantanos me cantan
bullendo están de vida y de inocencia,
sus voces se levantan
con notas de clemencia
y las garzas intuyen mi presencia.

Cigüeñas elegantes,
nutrias, castores, monos y reptiles,
y búhos vacilantes
con ojos de rubíes
y en danza rutilantes colibríes.

La vida que acontece


diversa, primitiva y burbujeante,
sinfónica, estremece,
si tu mirada errante
se vuelve observadora y penetrante.

Es la vida que canta


que nada, que se trepa o aletea
y en su culto levanta
la luz que juguetea
en pétalos etéreos de azalea.

La vida que te he dado


tan simple, tan gratuita y primigenia,
un tesoro acabado,
mi aroma en tu gardenia,
una chispa del sol hecha pequeña.

194 N
Anunciar

A l mundo debo anunciar,


tantos sufren, Señor, no te conocen,
yo les quiero proclamar
tu Amor para que se gocen
y en tu Palabra viva e reposen.

Llévame donde Tú quieras


que en ansias de martirio yo me muero,
quiero romper las fronteras
y llevar al orbe entero
la certeza del cielo en que yo espero.

Soy heraldo de tu Amor


pregonero de paz y de alegría
y no merezco el honor
de emprender la travesía,
la misión que tu Soplo me confía.

Sólo te pido el valor


de anunciar la Palabra que he escuchado,
enciéndeme en el fervor
de tu fuego huracanado
que a todos quiero darles tu legado.

Dame la unción de tu Amor,


la dulzura tenaz que rompe el hielo
que no le tema al dolor,
sé que Tú eres mi desvelo,
a todos quiero darles tu consuelo.

n 195
En la tarde...

E n la tarde he dejado
un aroma de Amor dulce y lejano,
la hierba se ha impregnado
del paso soberano
del toque con el dedo de mi mano.

En el cielo he bordado
un collar de amapolas elegidas
con un hilo dorado
que las deja prendidas
y junto a las estrellas, encendidas.

En el mar he tocado
la partitura mística de un sueño
y en tu navío alado
he escrito, muy pequeño,
el Nombre escondido de su dueño.

En el viento he cantado
la mejor melodía que conoces
y en ella he suscitado
todos los viejos goces
que en la brisa te ofrezco y bien conoces.

Y a mi templo le he dado
un corazón amante en el que habito,
en mi Amor restaurado,
pues en él Yo palpito,
es obra de mi Espíritu infinito.

196 N
Frescura

O frece su frescura:
huele, el jazmín, perfume de Amor nuevo.
Radiante su figura,
en ella me recreo,
en su aroma de nubes y de cielo.

Un sol de ventisquero,
y en la cumbre jazmines al levante.
Oriente y me renuevo,
los ojos expectantes
y el brillo de tu sol en mi semblante.

Envuélvame tu celo
con el viento ancestral de tu hermosura
y sea mi desvelo
la luz de tu figura
que prendado me deja, de tu altura.

Y surjan las violetas


en las laderas del monte de vertientes,
embellezcan la meta
del camino ascendente
que llega hasta el origen de tu fuente.

Altura inestimable
de amapolas azules y nevadas,
tu cima inigualable
de luz resucitada
en nardos y jacintos aromada.

n 197
Eleva tus primicias…

E leva tus primicias


que todo cuando existe te lo he dado
y siente la caricia
del aire perfumado,
del trigo que en tu campo he cosechado.

Eleva la plegaria
de adoración ungida que te pido,
tu esencia trinitaria
de hombre redimido,
de hijo que en mi Hijo Yo he asumido.

Eleva el pensamiento
al cielo que te acoge en fiesta y canto
y fluya el sentimiento
que secará tu llanto,
hoy te cubre, mi vida, con su manto.

Eleva la alabanza
que se funde en el prado con las aves
que, llenas de esperanza,
el firmamento invaden,
con el canto que di para que alaben.

Y eleva tu semblante
hacia el sol de justicia que te cubre,
deja que te levante,
que nada te perturbe,
que en Mí, el Amor perfecto se descubre.

198 N
Tu viento…

T u viento y la marea.
Zarparé con la nave de mis sueños,
en tu Amor que recrea
la flama de mi leño,
bajel de la ilusión de que eres dueño.

Al soplo de tu Aliento
embestiré las olas que me enfrenten,
seré ráfaga y viento,
impulso en que se alienten
deseos que en tu fuego se sustenten.

Serán tus horizontes


los derroteros nuevos de mi vida,
en ellos me respondes,
en el fuego que anida
la esperanza de verte y mi osadía.

Surcaré mares nuevos


impulsado en el hálito del cielo,
encendido mi fuego
en tu llama y consuelo,
seré antorcha de paz y Tú mi anhelo.

Seré anuncio viviente,


testigo de tu Amor que me ha llamado,
proclamando a la gente
que el futuro ha llegado,
el Reino de los cielos que he encontrado.

n 199
Nunca has imaginado

N unca has imaginado


qué significa suelo bendecido,
ni tu mente ha logrado
descubrir que he querido
derramarme en Amor sobre tu nido.

No pudiste pensarlo
porque mi don supera tus esperas
y pudiste desearlo
como la primavera
se añora en el invierno en tal manera.

Y ahora puedes verlo,


cómo en el don supero la esperanza,
y puedes conocerlo
blandiendo la alabanza
como espada de fe que da confianza.

Ahora puedes sentirlo,


la lluvia ha penetrado tus jardines
y te mando a decirlo:
junto a los serafines
hay un puesto esperando a que te animes.

Ahora puedes contarlo


mi Soplo ha fecundado tus raíces
y puedes disfrutarlo
cuando en su Amor bendices,
cuando sientes que te amo sin matices.

200 N
Fuego

A rde un fuego en mi pecho,


tu Palabra me quema con premura,
por Ti todo lo he hecho
pues veo tu figura
en el sol que se enciende en tu hermosura.

Soy llama de un anuncio


destinado a encender el mundo entero
y en tu Nombre renuncio
a todo lo que quiero
porque tu reino es todo lo que espero.

Ha quemado tu brasa
mis labios y mi lengua se ha encendido
en la voz que me abrasa,
el corazón hundido
en el fuego de Amor que me has traído.

Soy proclama de fuego,


pregón de un torbellino desatado
y con pasión me entrego,
estoy enamorado
del Soplo que en tu Amor me ha cautivado.

Ya no puedo dejarte,
necesito decir lo que he encontrado,
mi vida es anunciarte,
Señor resucitado
que en tu río de sangre me has lavado.

n 201
Ramitos de violetas

R amitos de violetas,
simplicidad que adorna tu cantero,
melodías secretas
que te dicen: te quiero,
mi regalo de fragante Amor sincero.

Pensamientos sutiles,
colorida paleta en terciopelo
pequeños y gentiles,
son toques lisonjeros
del pincel que te dice que te espero.

Gardenias primorosas,
petunias, alelíes y rosales
y azucenas preciosas,
voces angelicales
del coro en que exorcizo tus pesares.

Orquídeas de ternura,
criaturas del Amor con que te miro,
reflejan la hermosura
del sol en un zafiro,
tus ojos refugiándose en los míos.

Margaritas pacientes
reflejan en tus lunas mi pureza,
chispas de amor ardiente
que el corazón te dejan
sumergido en mi Amor y mi realeza.

202 N
Iré...

I ré por los collados,


por escarpados montes y riveras,
por valles alejados,
por campos y praderas,
por aldeas y pueblos, donde quieras.

Tu nombre proclamando,
la salvación que bulle en tus entrañas
y que estás entregando
al hombre que acompañas
al templo que se eleva en tus montañas.

Mi canto irá diciendo


que ha llegado la aurora de los tiempos,
que voy de Amor muriendo,
sin pausa repitiendo
que el fuego de tu llama va creciendo.

Mi voz te irá llevando


a aquellos corazones que padecen,
que en desamor sangrando,
en tinieblas fenecen,
sus ojos sin los tuyos, palidecen.

Y el corazón ungido
en óleo de virtud irá expresando
que en tu Amor ha querido
quedarse reposando,
por bosques y senderos alabando.

n 203
Toma la pluma…

T oma la pluma y dime


que no encuentra la tarde el derrotero,
porque mi voz redime,
rescata el mundo entero
de la necia pasión que no tolero.

Abre la boca y clama


por el perdón que ofrece mi clemencia,
porque mi voz los llama,
es fuente de indulgencia,
es la fuente de toda mi paciencia.

Se encienda la proclama:
que en mi gracia la vida se te ofrece:
Yo soy el Dios que ama
la vida que fenece
si se aparta de Mí cuando anochece.

Las fuentes de la gracia


hoy se abren en mi pecho atravesado
donde el amor se sacia
si bebes mi cuidado
y en mi costado quedas extasiado.

Porque mi Amor te invita


al banquete en que Yo soy consumido
y en ese Amor habita
el manjar ofrecido,
desde la eternidad Yo lo he traído.

204 N
Tentación

L a tentación arrecia.
El mundo con su pompa me reclama.
Mi corazón aprecia
la bondad que me llama,
un Padre comprensivo que me ama.

La carne que me muerde,


que me insita al pecado se rebela
y mi ánimo se pierde
si deja la cautela
que mantiene la llama siempre en vela.

El demonio combate,
me tienta con afán de someterme
y quiere que desate,
con ansias de perderme,
la virtud que puede sostenerme.

Y yo imploro tu fuerza,
tu ayuda celestial que me da impulso;
que tu Espíritu ejerza
el poder con que expulso
la vana inclinación de un mundo insulso.

Dame fuerza y constancia


porque es arduo el camino que he emprendido,
dame perseverancia
en el bien conseguido,
y dame un crecimiento sostenido.

n 205
Mira la nieve…

M ira la nieve y dime


si pureza tan blanca has encontrado,
si cuando el viento gime
en el hielo atrapado
sólo escucho un lamento acongojado.

Mira la cumbre y siente


la soledad extrema de su altura,
contempla la pendiente
en toda su hermosura,
déjate subyugar por su figura.

Si la avalancha truena
sepultando los bosques a su paso,
mi amor desencadena
la fuerza de su abrazo
hundiéndose, su furia, en el ocaso.

Y si el río desciende
y en su origen despunta una cascada,
su frescura distiende
la nieve derrotada
que besa la ladera derramada.

Mira la cumbre y piensa


que es tan sólo un pálido reflejo
del templo en que se tensa
la vida en un espejo,
es sólo un referente que te dejo.

206 N
Desierto…

T u desierto es morada
en que puedo encontrar la fe perdida,
es silencio y llamada,
es fuerza contenida,
es voz de inmensidad que me da vida.

Soy pregón y camino;


he llegado hasta aquí para anunciarte,
en tu Amor peregrino
y quiero proclamarte
y en palabras de luz quiero sembrarte.

Tantos no te conocen,
me duele su dolor, su desamparo
y quiero que se gocen,
que sientan tu cuidado,
que sepan que eres Padre, luz y amparo.

Quiero que en tu Palabra


edifiquen sus vidas y te alaben,
que el cielo se les abra,
que escuchando te amen,
pues el miedo y las dudas los invaden.

Las arenas me dicen


que el sol en que las besas va conmigo,
me animan y bendicen
a ser tu fiel testigo
porque si en fe te anuncio, estoy contigo.

n 207
Mundo

E l vendaval del mundo


embiste con su furia en torbellino,
golpea tremebundo
y me cierra el camino,
obstaculiza tu Reino y mi destino.

Dame fuerza, te ruego


que entero, sólo a Ti, yo me he entregado,
y en esta hora quiero
ser pájaro anidado
en las cumbres sublimes del Amado.

Y en Ti transfigurado,
caminar quiero yo mi vida entera
buscando enamorado
tu voluntad primera,
tú eres el final de mi carrera.

En Ti venceré el tiempo,
el desgano, la acedia y la arrogancia,
que acecha en el intento
de opacar la fragancia
que aroma tu Palabra en mi constancia.

En Ti yo me resisto
al embate furioso que me acecha
y su obstáculo embisto
por lograr una brecha
que permita ofrecerte la cosecha.

208 N
P adre, Hijo, Espíritu
Jesús dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, nadie
va al Padre sino por mí. La vida cristiana es el camino de regreso
a la casa del Padre, por el Hijo en el Espíritu Santo.
Tres años pasó francisco retirándose a una gruta en
soledad para descubrir el sentido de su vida. Sus locas y ardorosas
ansias juveniles eran una usina de vida sin un por qué o un para
qué que valiera verdaderamente la pena. Fue en la intimidad
con Dios, en la oscura soledad de esa gruta iniciática, donde
Francisco consolidó los cimientos de su vida nueva. Saldrá de allí
a proclamar en la plaza de Asís que Dios era el único que merecía
realmente el nombre de Padre. Finalmente lo había descubierto.
Si Pedro Bernardone había soñado para él las grandezas
mundanas, caballerescas y comerciales, propias de las burguesías
urbanas de la época, su Padre Dios había soñado otras grandezas
desde antes que estuviera en el seno de su madre.
En la intimidad oscura de la soledad de la caverna, Francisco
pudo vislumbrar otros sueños, otras grandezas, otras luchas
y otros derroteros. Descubrió los ideales más altos, sublimes y
entusiastas. Sus ímpetus juveniles, su ardorosa pasión habían
encontrado un canal para desahogar el volcán de amor apasionado
que ardía en su interior. Nacía el heraldo del gran Rey.
El encuentro transformante de Francisco con el Cristo
de San Damián, que lo envió a reparar la Iglesia, llenó su vida
de sentido. Los ojos de ese crucifijo se le clavaron en la mente
y en el corazón. Bastaba cerrar los ojos para volver a verlo. Ya
no necesitaba el leño pintado del icono que había quedado en la
capilla del monasterio, lo llevaba dentro. El mundo era su san
Damián y sus ojos las ventanas hacia el cielo desde el que su
Señor le seguía hablando.

n 209
El Espíritu de Jesús se vuelve la atmósfera en la que vive,
respira y se desarrolla. Es el ecosistema divino en el que crece y
se desarrolla el hombre nuevo a imagen de Cristo.
Francisco arde en las llamas del Espíritu Santo. Lo quiere
proclamar superior general de la Orden religiosa por él fundada.
Sabe por experiencia propia que todo lo que está viviendo es obra
suya y se desarrolla bajo su impulso. El barco de la iglesia sólo
avanza raudamente cuando sus velas están llenas del viento
impetuoso del Soplo divino y lo mismo sucede con su fraternidad.
El Espíritu es el que multiplica sus hermanos, el que hace
que la llamada al seguimiento se sienta en las profundidades
del corazón. Él es el impulso del seguimiento, la constancia en
la perseverancia y el núcleo de la alegría en la entrega.
El Espíritu es el que, poco a poco va cambiando el corazón
endurecido y lo va transformado en un corazón amante.
Francisco descubre el rostro trinitario de Dios, Padre,
Hijo, Espíritu Santo. Es Padre bueno y omnipotente, creador y
sustentador de todo lo que existe. Es el Dios vivo y altísimo. El
que es capaz de abrazar al hijo arrepentido que vuelve a casa
con corazón paterno y materno al mismo tiempo. Es el Amor
incondicional e incondicionado.
Y la maternidad de Dios se manifiesta de un modo
peculiar en María, la madre de Nuestro Señor Jesucristo, la
Señora pobre que le dio carne humana al Verbo eterno para que
pudiera caminar entre nosotros. Francisco la llama con gran
intuición Esposa del Espíritu Santo. Nadie, después de Jesús
llegó a tener una intimidad tan profunda con la tercera persona
divina como la llena de gracia, María, la virgen Inmaculada,
madre de Dios y reina del cielo junto a su Hijo.
Por el sí de María, la Palabra eterna se ha proclamado
entre nosotros en nuestro propio idioma, ha caminado entre
nosotros y lo sigue haciendo en el misterioso cuerpo de la
Iglesia. María es la Virgen hecha Iglesia, el palacio de Dios entre
nosotros, figura de la Iglesia madre que sigue manifestando al
mundo al Salvador.

210 N
En el misterio...

E n el misterio eterno
del Dios que ha cautivado tu conciencia,
en el seno materno
se encuentra tu inocencia,
sumergido en su Amor y su existencia.

Es cobijo su abrazo,
te envuelve su presencia misteriosa,
estás en su regazo,
la Trinidad hermosa,
su unción que te penetra, silenciosa.

Tu habitación soñada,
del Dios trino, en su seno, sumergido,
se ha vuelto tu morada
Aquel que te ha elegido
para ser su testigo preferido.

Y es su Amor que te envuelve


torbellino de vida originante
y su unción te devuelve
su paz gratificante
su brisa primordial santificante.

La Trinidad amada,
condescendencia única, infinita,
plenitud anhelada,
Amor que te inhabita,
unción de eternidad que en ti palpita.

n 211
Señor del universo

S eñor del universo,


Tú eres Santo y te alabo Dios del cielo,
te entrego yo mis versos,
eres fuerza y consuelo,
la fuente cristalina de mi anhelo.

Eres gracia segura,


eres Vida, Verdad, Fuego y Misterio,
eres el agua pura
que bebo en cautiverio
si me estrecha el abrazo de tu imperio.

Eres sabiduría,
Belleza, compasión, gozo y templanza,
mi fuente de alegría,
dulzura y esperanza,
el sol en que se funde mi alabanza.

Eres Tú mansedumbre,
eres grande, admirable y Dios eterno.
Tú soplas en la cumbre
y abrigas en invierno
y me salvas del frío del infierno.

Altísimo y sublime;
Sumo bien, Bien total y Omnipotente,
tus ojos me redimen
si miras dulcemente
y siembras en mis horas tu simiente.

212 N
Del alba la ternura,
de la tarde doliente el fuego intenso,
eres del mar bravura,
azul de un cielo inmenso,
el que está más allá de lo que pienso.

Tú ser es mi grandeza,
la esencia del Amor en que me muevo,
tu vida es mi riqueza,
el Bien que yo más quiero,
el descanso seguro en el que espero.

Eres unción divina,


el óleo perfumado del rocío,
el agua cristalina
que bebo si confío
y caminando tus huellas yo te sigo.

n 213
Dios omnipotente

O h Dios omnipotente,
Señor del universo, creador santo,
Oh Padre providente
que envuelves con tu manto
el mundo que has llenado de tu encanto.

Te canto agradecido,
soy hijo de tu Soplo incandescente,
suspiro sumergido
que brota de tu mente
acunado en tus manos dulcemente.

Soy hijo de tu sueño


proyecto de tu luz que se ha humanado,
astilla de tu leño,
del árbol que has plantado
en medio del jardín que has cultivado.

Soy luz de tu sonrisa,


un toque de tu dedo delicado,
perfume que, en tu brisa,
aroma, llano y prado
y se funde en el bosque y tu cuidado.

Soy trama de tu urdimbre


entretejido en el tiempo de tus dedos,
me amaste al concebirme
y amándote me quedo
peregrino del cielo en el que espero.

214 N
Te alabo...

T e alabo Padre bueno,


Sumo Bien, Bien total, Amor hermoso,
con cariño sereno,
te adoro en mi reposo,
Oh Padre providente y generoso.

Te canto emocionado
encendiendo en el bosque tu recuerdo,
estoy enamorado
y sin tu Amor me pierdo,
si la noche es canción, de Ti me acuerdo.

Contigo voy seguro


a la intemperie, me envuelve tu cuidado,
el aroma mas puro
que me deja embriagado
en esencias divinas aromado.

Contigo estoy tranquilo


aunque el viento golpee, eres mi lumbre,
y enciendes mi pabilo
para que el mundo alumbre,
desterradas tristeza y pesadumbre.

Contigo encuentro el alba


que acaricia la noche en retirada,
con la luz que me salva
y deja iluminada
mi alma totalmente enamorada.

n 215
Altísimo...

A ltísimo Dios vivo


que me has amado a mí, pequeño ingrato,
soy tu hijo querido,
soy el niño que trato
de ofrecerte las notas que desato.

Altísimo Dios trino,


Amor condescendiente que me amas,
yo sólo en Ti camino
y siento que me llamas
en el místico tiempo que devanas.

Omnipotente y Bueno,
glorioso salvador, fuente de vida,
suspiro por tu seno
y anhelo tu venida,
en tu Palabra tengo mi guarida.

Grandiosa es tu belleza,
tu hermosura encandila mi alma herida.
Oh fuente de pureza
que el amor consolida
mi lámpara, en tu lumbre, está encendida.

Admirable y potente,
misericordia fiel, justicia suave,
te amo totalmente
en el Amor que invade
mis entrañas de pobre y me persuade.

216 N
Toma, Señor, mi mente

T oma, Señor, mi mente,


mi alma, mi sentir, mi pensamiento,
absorbe totalmente
deseo y sentimiento
pues Tú eres el aire de mi aliento.

Tu Amor eternamente
encienda la esperanza de encontrarte
y pueda simplemente
en paz glorificarte,
proclamar tu grandeza y alabarte.

En tu Amor dulcemente
quiero morir y ser crucificado,
pues tu Amor firmemente,
en mi pecho ha clavado
la espina que me tiene traspasado.

Donarme plenamente,
entregarte mi vida y mi pasado,
hoy quiero, solamente,
decirte que he buscado,
el modo de quedarme, en Ti, abrasado.

Tu Espíritu me hiera
de esperanza, de amor y fe probada
y que en tu Amor yo muera,
deseando tu morada,
transformada mi vida en tu alborada.

n 217
El abrazo del Padre

E l abrazo del Padre


le devuelve a tus ojos la confianza,
con corazón de madre,
al arlequín en danza,
le arranca la emoción de su alabanza.

Todo tu cuerpo adora,


Francisco, bailarín del cielo nuevo,
y el prado se enamora,
entrañable jilguero,
un corazón en danza, aventurero.

Todo tu ser exalta


la gracia del Amor reconciliado,
aspiración tan alta
de mundo renovado
en el canto de Amor que has liberado.

Nada aquieta tu gozo,


nada puede empañar tu melodía,
en tu pecho de esposo
la música fluía,
un mágico vergel en sinfonía.

Y la orfandad del alma


se vuelve filiación en un instante,
amanecida calma
que en tu seno anhelante
se ha vuelto una plegaria penetrante.

218 N
Espíritu

T u Espíritu me guíe
Jesús y encienda en fuego mi camino.
Si mi alma te persigue
es que busca tu vino
y puso en tu bodega su destino.

Llévame a las praderas


a las colinas fecundas de frutales,
pues quiero, en sus laderas,
al canto de zorzales,
beber de tus fecundos manantiales.

El sol besa las viñas


y madura su fruto a cielo abierto,
prepara la vendimia
del día al que despierto
¡Me has sacado del valle de los muertos!

-Tu Espíritu de vida


fecunde los terrones de mi huerta,
regada de agua viva
a tu color despierta
una esperanza verde, fresca y cierta.

Y encienda mi alegría
el soplo de la brisa de tu seno
que refresca la herida
causada por el trueno
de la Palabra ungida del Dios bueno.

n 219
Paráclito...

P aráclito de bondad
brisa de Dios eterna y regalada,
preludio de eternidad,
de la mística morada
que el Padre ya nos tiene preparada.

Oh soplo de majestad,
inspiración, defensa y mansedumbre,
Espíritu de Verdad
eres luz para que alumbre
mi lámpara en la inmensa muchedumbre.

Tú eres lumbre y eres paz,


consuelo del Señor y Amor eterno,
eres refugio y solaz
que nos salva del infierno,
eres casa y abrigo en el invierno.

Aliento de inmensidad,
rocío en los ardores del verano,
aceite de suavidad
y perfume soberano,
palabra que convoca a los hermanos.

Fuente de eterna virtud,


plegaria del desierto en soledad,
Tú quiebras la esclavitud,
encontrarte es libertad,
ser morada de la Santa Trinidad.

220 N
La estepa...

L a estepa desolada
gime en sus ansias de retoños nuevos,
reseca y devastada,
sin agua ni renuevo,
la sed aprieta con ardor primero.

Es tierra desahuciada
que clama bendición a un Dios que calla,
ardiente y entregada,
una plegaria ensaya
y se quiebra en el cielo la muralla.

Y el aguacero llega
en la voz de un jilguero renovado,
Francisco que congrega
un pueblo restaurado,
el Israel del Dios resucitado.

Torrentes de agua pura


ya corren por los valles y cañadas
y es sólo la figura de la tierra soñada
que mana leche y miel y es anunciada.

Es Francisco el ungido
y el Espíritu Santo que has enviado,
en él ha puesto el nido
y es por él entregado
en Palabra y poder que has desatado.

n 221
En ámbar

E n ámbar floreciste,
en el jardín oculto y perfumado,
allí tomar quisiste
mi alma y su pecado
y lo dejaste de flores adornado.

¡Florece! Me dijiste.
Que en tulipanes blancos y azulados
el prado que me diste
será santificado
con aroma de frutos sazonados.

El huerto cultivado,
que al sol de mis pupilas amanece,
será transfigurado
y en él mi gracia crece
y en mil colores cálidos florece.

Es obra de mis manos,


del soplo del Espíritu amoroso,
dará frutos tempranos
y ofrecerá a su Esposo
el deleite del vino más sabroso.

El huerto está regado


con la fresca llovizna del estío,
fragante lo ha dejado,
radiante y colorido,
pues lo cubre en la noche mi rocío.

222 N
Viento

T u viento que en mis venas


es soplo de agua ardiente en noche fría,
hiriéndome me quema
y es llaga producida
que deja el corazón en carne viva.

Ardientes, las arenas


del médano en que dejas tus pisadas,
y la playa serena
se duerme recostada
diciéndote su canto enamorada.

Las gaviotas cansadas


reposan en el mar de tu ternura,
se sienten custodiadas
por las arenas puras
de la playa que enciende tu hermosura.

Camina solitario
Francisco junto al mar de la nostalgia
y escucha, trinitario,
el canto que presagia
las bodas del Amor y de su magia.

Sus pies besan las olas


que mueren en la playa si la besan
y el joven se enamora
del cielo y su nobleza,
del Amor ofrecido en su pobreza.

n 223
E l Misterio de María
María estuvo presente en todo el itinerario espiritual
de Francisco.
Nos dice el primer biógrafo de San Francisco que él
“rodeaba de un amor indecible a la Madre de Jesús, por
haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le
tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones,
le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar
lengua alguna. Pero lo que más alegra es que la constituyó
abogada de la Orden y puso bajo sus alas, para que nutriese
y protegiese hasta el fin a los hijos que estaba a punto de
abandonar. ¡Ea, Abogada de los pobres!, cumple con nosotros
tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre.
María fue, junto con su Hijo, el modelo de pobreza y
entrega que Francisco quiso imitar.
Admira su maternidad y dice que, como María, todos
podemos ser “Madres de Cristo, si dejamos que la Palabra
de Dios se haga carne en nosotros y hacemos que Cristo
venga a nuestro mundo mediante nuestras buenas obras
de amor, paz y justicia. Podemos decir que esta es la meta
de la verdadera devoción a la Virgen.
La Madre pobre está cerca de los pobres. Fue Ella la
que le obtuvo de Jesús la indulgencia de la Porciúncula. Es la
indulgencia de los pobres, de los que no podían emprender
las grandes peregrinaciones requeridas para ganar otras
indulgencias. Francisco quería poner los tesoros de la
gracia al alcance de todos y María le ayudó a hacerlo.

224 N
Ya desde los comienzos de la familia franciscana
los hermanos y hermanas vieron a María, sobre todo
como la inmaculada Madre de Dios sin mancha. No era
conveniente que aquella que debía ser la madre de Dios
estuviera manchada por el pecado. Dios omnipotente podía
preservar, en orden a la encarnación del Verbo eterno,
a María del pecado original, era conveniente que así lo
hiciera para darle a su Hijo una madre según la pureza de
los orígenes, por lo tanto Dios lo hizo.
Este fue el simple razonamiento que estaba en la base
de la advocación de María como Inmaculada, la totalmente
llena de gracia. Y esto se daba pues la contemplaban
totalmente unida a Jesús.
Pero no es todo. Francisco da a María por primera
vez en la historia el título de “Esposa del Espíritu Santo”. Él
queda maravillado de esa unión única y total de la Virgen
con la tercera persona de la Santísima Trinidad. De tal
modo que la ve como modelo de lo que se debería realizar
en la vida de cada cristiano y de los hermanos y hermanas
en particular.
Francisco deseaba sobre todas las cosas ser un
cristiano, o sea un ungido del Señor. Y el modelo de unción
es justamente María. Por esta unión tan grande con el
Espíritu puede dar a luz a Jesús. Es lo que debemos hacer
nosotros: unidos al Espíritu Santo dar a luz a Jesús en
nuestras buenas obras.
Es por eso que Francisco advierte a sus hermanos
que lo que deben desear sobre todas las cosas es “tener el
Espíritu del Señor y su santa operación”.
El hermano movido totalmente por el Espíritu de
Jesús en cada aspecto de su vida será un hombre espiritual
y verdaderamente llegará a ser otro Cristo.

n 225
Esposa...

E sposa del Esposo,


del Espíritu Santo prometido,
su cántaro y su gozo,
transformado tu vino
en la sangre del hombre redimido.

María Inmaculada,
esposa del Espíritu donado,
Iglesia engalanada
de perlas y brocado,
del don desde los cielos derramado.

Esclava y siempre madre,


ungida con la unción que hace los santos,
predilecta del Padre,
alegría y encanto
de Aquél que te ha cubierto con su manto.

Sagrario en el que mora


el Cristo, en los profetas anunciado,
iglesia que atesora
su don resucitado:
Espíritu a los hombres entregado.

Cortejo de virtudes
los ángeles en coro te proclaman,
te cantan multitudes,
seráficos te aclaman
los astros que en tu cielo se engalanan.

226 N
María, Madre...

M aría, Madre y Reina


de los frailes menores que te imploran,
tu dicha ya es eterna
magnífica Señora,
tu trono está en las luces de la aurora.

Esposa siempre virgen


del Santo, del Altísimo donado,
escucha a los que eligen
a Dios como legado
y sirven al Señor resucitado.

Esclava que ahora reinas


vencidas las tinieblas del pecado
son ya tus manos tiernas
el toque perfumado,
el bálsamo del Padre y su cuidado.

Discípula perfecta,
eres hija del hijo que has formado,
criatura predilecta
del Padre que te ha dado
la luz que ha prevenido tu pecado.

El astro de su cielo
que refleja la gracia en su pureza,
su amparo y su consuelo,
espejo de nobleza,
vestida con su luz y su realeza.

n 227
Salve...

S alve Palacio de Dios


criatura primordial divinizada,
hoy te consagro mi voz,
Oh María Inmaculada,
Oh Madre de la gracia regalada.

Tabernáculo del Rey,


del pastor de Israel humanizado,
protectora de su grey,
del pueblo fiel rescatado
en la llaga bautismal de su costado.

Primogénito vergel,
Virgen pura en la luz de su mirada,
salve Madre de Israel,
de la nación consagrada
en la sangre del Hijo edificada.

Salve Hija de Sión,


Salve templo de Dios y lugar santo,
Salve alabanza y canción
del Espíritu, su encanto,
protégeme al amparo de tu manto.

Iglesia en su fiel misión,


Arca de la Alianza realizada
en la cruz de la pasión,
en Espíritu sellada,
tierra virgen y mística morada.

228 N
La Adoración de los Magos

U na estrella en Oriente
anuncia un mundo nuevo a los paganos,
se encarna un Dios clemente
en un mundo de hermanos
donando vida nueva a los humanos.

Los magos peregrinos


comienzan del Amor la travesía,
desierto es su camino
y una estrella los guía,
tu luz desde lo alto presidía.

Su búsqueda segura,
tenaz, en el camino recorrido,
búsqueda en alma pura
y aliento contenido,
detrás está el desierto recorrido.

El niño está dormido;


asombro, adoración en su conciencia,
postrados, sumergidos
en misterio y presencia,
te ofrecen oro, incienso y permanencia.

El mundo peregrino,
adorando, a tus pies se ofrece todo,
a Ti lleva el camino
que recorro a mi modo
y en el camino hermanos codo a codo.

n 229
Epifanía

E l sol brilla en la noche,


la madre entre sus brazos sostenía
al rey que en un derroche
de Amor permanecía
envuelto entre pañales y dormía.

La Virgen lo ofrecía
y en Él la vida eterna se entregaba
y el sol que lo envolvía
al mundo proclamaba
que la luz en la carne se anidaba.

Francisco está extasiado


porque en su noche el sol resplandecía;
contempla enamorado
al niño que venía
a calmarle la sed que padecía.

Tabor y epifanía
el cielo que se abre con su encanto
y el bosque le ofrecía
incienso y óleo santo,
perfume, ardor, regalos, mirra y canto.

Las estrellas cautivas


lo miran y sonríen encantadas
la luna reina altiva
le entrega luz dorada
y queda en sus cabellos recostada.

230 N
Desde el Oriente...

D esde el Oriente una luz,


un astro primordial resplandeciente,
es el Nombre de Jesús
como una estrella naciente
y que enciende la alborada plenamente.

Es llama de sangre y cruz


el Nombre que se humilla totalmente,
es el Nombre de Jesús
que alivia al alma doliente
y la envuelve en su manto suavemente.

Un nombre que es bendición,


rocío, eternidad y mansedumbre,
el nombre de la oración
que es la llama de mi lumbre
y ahuyenta desazón y pesadumbre.

El que alumbra mi razón


y es brisa y suavidad de la mañana,
el que enciende mi canción
con su música temprana
y en gotas de ternura se derrama.

Es tu nombre mi pasión,
dulzura que en pecho se derrama,
fundirme en él mi ilusión,
la que en el alma se inflama
y orante en la mañana te proclama.

n 231
Anunciación

L a noche de los tiempos


llegaba a su final frente a tu aurora,
un designio tremendo
se abre paso en tu hora,
la propuesta del Dios que te enamora.

Un ángel en su vuelo
llega hasta Ti radiante y premuroso
y su voz corre el velo
al rayo luminoso
que quiere, en tus entrañas, ser tu esposo.

El Hijo de la Vida,
eterna procesión del Padre Bueno,
sanando la caída
del hombre en su terreno,
haciéndose, en tu prado, crisantemo.

El Sí brota en tu seno,
la fe en su gracia única te envuelve,
su Espíritu de trueno
en brisa se resuelve
y el Dios del universo en Ti se pierde.

Misterio de inocencia
Inmaculada Madre y Virgen Santa
que acoges la clemencia
del cielo que le canta
al niño Dios su gloria sacrosanta.

232 N
Visitación

A llá por las montañas


el Arca de la Alianza peregrina
y lleva en sus entrañas
el brote que germina
del tronco de Jesé que ya ilumina.

Tu gozo se hace anuncio,


María, profetiza de los vientos
y en tu nombre pronuncio
la paz en el aliento
del rezo que se eleva en el lamento.

Israel ya te espera,
la aridez de su desierto ha fecundado,
su canto es primavera
del gozo renovado,
del hijo que es profeta consumado.

San Juan salta de gozo,


la presencia del hijo lo conmueve,
amigo del Esposo,
profeta que remueve
el corazón del pueblo en el que muere.

Te proclaman dichosa
la madre, el hijo, el cielo y las estrellas,
mujer maravillosa,
belleza en la doncella,
mujer de luz, del cielo la más bella.

n 233
Nacimiento

U n niño que ha nacido,


una rosa en el hielo se ha encendido
y el niño está dormido,
del todo sumergido,
en los brazos del alba estremecido.

El Dios del universo


a una cuna, en pobreza, se ha bajado
y su llanto es el verso
de un Dios enamorado
en tus brazos de Madre, recostado.

Un buey está admirado,


el sol en un pesebre se ha encendido,
el asno arrodillado
adora convencido
al niño Dios del cielo descendido.

Oh mujer entregada
que a Dios tu cuerpo has dado sin reservas,
Oh madre consagrada
que en tu seno conservas
la Palabra de vida en que me integras.

Tu fe nos da la vida:
el Hijo en la Palabra que ha venido,
el Verbo-Eucaristía,
el Hijo empobrecido,
en la humana mansión entretejido.

234 N
Navidad

L a navidad nevada,
la gruta en la montaña del encuentro,
su música dorada,
cautivo el sentimiento
en Aquel que ha escuchado su lamento.

El asno, el buey, la luna,


los pastores que buscan su consuelo,
su voz es de aceituna,
de almendro tempranero
que ofrece, florecido, amor al cielo.

El niño está en sus ojos


en su mente de niño ilusionado,
se abrieron los cerrojos
del cielo huracanado
y el Rey del universo se ha humanado.

Pesebre y transparencia
de la luz que la altura concebía,
Jesús toda su ciencia,
la santa Eucaristía,
el niño que en sus brazos se dormía.

Celebración y fiesta,
altar que se hace cuna y profecía,
adora la foresta
al Dios que da la vida
y en el pan consagrado se escondía.

n 235
El Niño Jesús hallado en el templo

E l niño se ha perdido,
tu búsqueda callada no lo encuentra,
está en el templo, ungido
y su vida se centra
en la casa del Padre que lo engendra.

Él es sabiduría,
sorprende la oquedad de los doctores,
es fuente de agua viva
que apaga los ardores,
la sed de un saber nuevo en sus albores.

El templo es acogida,
es la casa del Padre que lo ha enviado,
es gracia recibida
del Amor que ha entregado
la ley al corazón que ha transformado.

Lo encuentras y comprendes
que la misión del Verbo ha comenzado
y en sus ojos adviertes,
el fuego desatado,
la Palabra de vida se ha encarnado.

La casa de mi Padre:
el Templo queda al fin purificado
en la Palabra que arde,
en Amor proclamado,
ungüento del Espíritu donado.

236 N
Aparición de Jesús Resucitado a la
Virgen María

S e alza el sol en la noche,


su luz resplandeciente todo llena,
la luz en su derroche,
su Amor desencadena
Resurrección y la Pascua se hace plena.

El tiempo se ha cumplido,
el viviente está al fin resucitado,
en carne aparecido,
María lo ha contado,
el Hijo en sus entrañas encarnado.

Presentas a tu Madre
las llagas de tu cuerpo atravesado,
porque te vas al Padre,
Amor resucitado
y María se vuelve tu legado.

María te contempla,
corazón doloroso traspasado,
estás vivo, y se templa
el discípulo amado
en la fe que la Madre ha conservado.

Resucitó el Amado,
Esposo de la Iglesia peregrina,
el tiempo ha comenzado
y el mundo se encamina,
la estrella de tu Madre lo ilumina.

n 237
Asunción y Coronación de María
como Reina y Señora de todo lo
creado

L os ángeles te llevan
en cortejo nupcial hacia el levante
y sus bocas se llenan
de cantos exultantes,
la Esposa del Espíritu radiante.

No conoce la muerte
aquella en quien la muerte se ha vencido,
y el mundo quiere verte,
el cielo enardecido
en fuego del Amor que se ha encendido.

Subes en cuerpo y alma,


la mano de tu Hijo te sostiene,
noche de paz y calma,
la vida se contiene
y en un instante el tiempo se detiene.

Radiante, esplendorosa,
coronada en el Sol de la justicia,
Madre de Dios gloriosa
que anuncia la noticia,
del cielo victorioso, la primicia.

De gracia mediadora,
Madre de Dios, María Inmaculada,
potente intercesora,
esposa enamorada,
de justicia divina coronada.

238 N
M isterio pascual

La Pascua es el centro de la vida cristiana y franciscana.


Francisco conoce al Cristo pobre y crucificado. Pero también
conoce al Señor resucitado que lo llenó de su luz. Es por eso que
la comprensión y meditación del misterio pascual en la vida de
Francisco está llena de luz.
Será un enamorado de la cruz enseñando a decir a
sus seguidores “Te adoramos, Oh santísimo Señor nuestro
Jesucristo, aquí y en todas las iglesias que hay en el mundo
porque por tu santa cruz redimiste al mundo”. Experimenta la
cruz como el signo elocuente del Amor salvífico de Dios por los
hombres. Se llena de ternura y compasión. Pero el Cristo que
él conoce, el que le habló en la imagen de San Damián, está ya
resucitado en esa misma cruz. Él sabe que no está muerto sino
vivo y reinante a la derecha del Padre. Por eso su dolor está
también lleno de esperanza.

n 239
Hermano de la Pasión

H ermano de la pasión
del Cristo atravesado y mal herido,
sangrante tu corazón,
en sus llagas sumergido,
bebiendo de la sangre que te ha ungido.

Hermano que en su dolor


bautismo de agua y sangre has consumado
y en el baño del Amor,
a tu Señor traspasado,
tus sueños y esperanzas le has donado.

Anonadado en su Amor,
crisol de la ilusión y la ternura,
sumergido en tu Señor,
en la herida que perdura,
purifica tu historia su agua pura.

Hermano envuelto en su luz,


tu rostro, en su fulgor transfigurado,
eres hijo de la cruz,
de las llagas y los clavos,
del Amor desbordante consignado.

Francisco fiel trovador


que dices que el Amor ya no es amado,
colorido ruiseñor
que, en el bosque cautivado,
le cantas a tu Amor crucificado.

240 N
En un madero frío...

E n un madero frío
en un madero añejo silencioso,
el Amor se hizo río,
indómito, impetuoso,
en el rústico trono del Esposo.

Y en hálito amoroso
el Espíritu Santo primigenio
cautiva silencioso
el ánimo y empeño
del hombre que descubre, en Él, su dueño.

Espíritu del Hijo


que brota de la hondura de su seno,
en Ti yo me cobijo,
amparo del Dios bueno,
su manto carismático y sereno.

Tu fuente está en la herida


del cuerpo en que se entrega su Victoria,
abierta en sangre viva,
redime nuestra historia
y empapa dulcemente la memoria.

Espíritu de cielo
aroma mi camino en tu presencia,
Oh místico arroyuelo
de gracia y de clemencia,
de su luz y consuelo, transparencia.

n 241
Mi pasión es entrega

M i pasión es entrega,
una fuente que se abre embriagadora,
torrente que despliega,
su fuerza arrolladora
en el tibio murmullo de tu hora.

Cuerpo que se derrama


y en sangre de vigor su vida ofrece,
es un cuerpo que llama,
con voz que te estremece,
a adorarlo, si el tiempo palidece.

Son clavos y madero,


espinas que ha clavado la injusticia,
y es el golpe certero
del hombre en su malicia
que no prueba, del cielo, la delicia.

Y es sangre derramada
para darte a beber tu nueva vida
y queda reservada
para aquél que me pida
renacer en mi fuente, cada día.

Es sangre que en su fuente


quiere darte a beber mi misma vida
y deja, totalmente,
tu corazón que ansía,
embriagado en Amor que es luz y guía.

242 N
Sumergido

D el todo sumergido
en la pasión de Dios que te cautiva,
estás, de Amor, transido
y tu alma sólo mira
el sufrimiento aquel que la encandila.

Meditas absorbido
el misterio fontal que nos redime,
el del Cristo dolido
que en tu mente se imprime
porque hay rosas de sangre en tus jardines.

Y estás anonadado
porque el Amor eterno se ha ofrecido
cual Cordero inmolado,
en abandono y frío,
flagelado su cuerpo tan herido.

Tú lloras de impotencia
y aprieta el corazón compadecido
la terrible indolencia
del mundo que ha elegido
dar la espalda al Amor en el olvido.

Y estás de Amor llagado,


en compasión ardiente sumergido,
Francisco, enamorado,
jilguero enrojecido,
en la sangre preciosa del Ungido.

n 243
Huerto

E n un huerto de olivos,
de noche, cuando el cielo se ha callado,
te entregaste al olvido
de un mundo despiadado
que, del santo designio, se ha alejado.

En un huerto tu entrega
llegó hasta el extremo concebido,
la noche traicionera
y el doblez de un amigo
le abrieron la ventana al enemigo.

Soledad y abandono,
traición, huída, miedo y desconfianza,
maquinación y encono,
quebrada la confianza,
dispersión, confusión, desesperanza.

Olivos y misterio,
Señor en la ignominia y la derrota
esputo e improperio,
tu sangre gota a gota
fecundando la tierra más remota.

En un huerto cerrado
te contemplo obediente y sometido,
en el Padre centrado,
por su Amor sostenido,
un huerto de ignominias y de olivo.

244 N
Calabozo

P risión, muerte, soledad,


cadenas de dolor y de abandonado,
la hora de la verdad,
estás al Padre entregado,
el Hijo que va a ser crucificado.

Es de noche, oscuridad,
el cielo de la vida se ha cerrado,
hay silencio y sequedad
que envuelven al Hijo amado;
ausencia y apatía, traicionado.

Son horas de intimidad,


de desierto fecundo y de tormento,
son horas de humanidad,
de llanto, angustia y lamento,
discípulos dispersos en el viento.

Y allí tu interioridad
al Padre soberano abre las puertas,
asumida la orfandad
del alma que se despierta
y clama por tu vida si está muerta.

Calabozo y donación,
el mundo está contigo encadenado,
es tiempo de compasión
y de Espíritu entregado
que espera al vencedor resucitado.

n 245
Condena

E l mundo te condena,
eres rey pero no eres de este mundo,
tu Amor desencadena
un Reino más profundo,
el Reino de un Amor nuevo y fecundo.

Tu pueblo no lo entiende
y el juego del poder te sacrifica,
su malicia se extiende,
tu entrega no se explica:
Amor que, en sacrificio, purifica.

Estás abandonado,
religión y poder se confabulan
y Pedro te ha negado,
se han ido y no lo dudan,
tienen miedo y se van; ya te desnudan.

Tu cuerpo flagelado
por el azote cruel que brama y hiere,
está desfigurado
por el hombre que quiere
opacar la verdad que ya no muere.

Coronado de espinas
tu realeza, en agobio se disuelve,
y hacia el fin te encaminas,
la oscuridad te envuelve,
la luz, que se ha opacado, ya no vuelve.

246 N
La cruz

E l peso del pecado


sobre tus hombros llevas por entero,
el dolor provocado
por el mal que no quiero
es látigo que hiere y vil madero.

El dolor has cargado,


de la historia que gime y se rebela,
caminas aplastado
por el odio que impera
y nadie en este mundo te consuela.

Camino de dolores,
tus pies ensangrentados, tan heridos,
no hay corona ni honores,
tu rostro envilecido,
desfigurado a golpes y escupido.

Tú cargas mi destino,
mi vida atormentada y mi pobreza,
de sangre es tu camino
y llevas mi flaqueza
desgajada en tu piel con entereza.

Camino del olvido,


camino de la cruz que me ha salvado,
huellas de Amor sufrido
que todo se ha entregado
y hasta el extremo, en sangre, me has amado.

n 247
Primera caída

M is primeras caídas
en la tuya, Señor, has asumido,
sana aquellas heridas
que ahora, en el olvido,
el pecado dejó en lo que se ha ido.

Inmadurez, lujuria,
mentiras y un apego exagerado
a un amor en penuria,
egoísta y anclado
en ataduras ciegas del pasado.

Y ahora, tus rodillas,


doblegadas por ese peso ingente,
uniéndose a mi arcilla,
sangrantes y dolientes,
reparan mi memoria indiferente.

Esa infancia lejana,


esa niñez sin Ti, sin tu consejo,
tu piel herida sana
en el cándido espejo,
de ese fiel redentor a quien reflejo.

Mi carga te has llevado,


siento alivio del peso que me oprime,
he sido rescatado
por la sangre sublime
y el dolor que he heredado se suprime.

248 N
María

A los pies del madero


la Madre se deshace en dolor tierno,
redime al mundo entero
el Hijo en el invierno
de un Amor que desciende a los infiernos.

La cruz de la ignominia
se yergue como mástil de esperanza,
comienza la vendimia
que traerá la alabanza
del mundo que le entrega su confianza.

Espíritu esperado
del que nace la Iglesia, Madre mía;
soy discípulo amado
que vida nueva ansía,
que está de pie y espera tu alegría.

Yo recibo a tu Madre
como legado fiel y testamento,
ella, el cielo, me abre,
y del abatimiento
me levanta y cuál madre da sustento.

Es Iglesia que acoge,


esposa del Espíritu que aviva
y mujer que recoge
el deseo de vida
del pobre que, en Ti, clama y que te ansía.

n 249
Cireneo

U n hombre de Cirene
cargando va el madero del oprobio,
sobre sus hombros tiene
el peso del agobio,
el pecado del mundo con su odio.

Te alivia con su ayuda,


aligera el pesar y abatimiento
y la verdad desnuda
de todo el sufrimiento,
un poco se comparte y te da aliento.

Y completar yo quiero
lo que falta por fin a tus dolores,
ser cireneo espero,
cargando los temores
del mundo prisionero en sus temores.

Quiero cargar tu yugo,


el peso de la historia redimida
y no temo al verdugo
porque tuya es mi vida,
yo tengo en tus heridas mi guarida.

Cireneo del mundo,


ayúdame a llevar la cruz pesada,
en tu solaz abundo
y queda reposada
mi alma en tu victoria reparada.

250 N
Verónica

V erónica llorando,
enjuga el rostro del Amor sufrido
y en lienzo vas dejando
tu rostro sumergido
en el dolor humano que has querido.

Corazón compasivo
que toca las heridas del Esposo,
que sana al abatido
y que adelanta el gozo
del dolor compartido y el reposo.

Sus lágrimas silentes


son bálsamo de miel en tus heridas
y esa mujer doliente
se queda consumida,
en tu dolor de muerte está ofrecida.

Las llagas del leproso,


del moribundo inerme y desahuciado
son llagas del Esposo
que en cuerpo triturado
se hizo pan del doliente acongojado.

Verónica llagada
a los pies del dolor, mano de amiga,
esposa enamorada
del corazón que abriga
el dolor de la historia en sus heridas.

n 251
Segunda caída

O tra vez has caído,


el peso del pecado que te abruma,
tu cuerpo destruido
me pide que yo asuma
las causas de mis horas en la bruma.

Oculta reincidencia,
debilidad ajando la constancia,
manchada la conciencia,
busqué perseverancia,
vencida fue mi fuerza en la ignorancia.

Y perdí la esperanza,
tu cielo se alejaba, estaba frío,
marchita la alabanza,
el corazón herido,
el fervor del principio ya dormido.

Reaviva mi deseo
de ser para tu Amor antorcha viva,
por ese dolor quiero
ofrecer la alegría
de verme rescatado en tus heridas.

Porque por mí has caído,


por mi culpa y mi causa estás cansado;
me deja redimido
tu Amor en cuerpo arado
por el látigo cruel que te ha marcado.

252 N
Mujeres de Jerusalén

N o lloren por mi herida,


laméntense mas bien por esos hijos
que por senda perdida,
sin amparo y cobijo,
deambulan por la vida y que yo elijo.

Lloren por el pecado


de un mundo que condena y que divide,
por el mal provocado
que matar no consigue
las ansias de la vida que me pide.

Lamenten la dureza
del corazón que, seco, se ha quedado
contento en su vileza,
que el amor ha dejado
y va por mal sendero encaminado.

Lloren por la injusticia


de la vida perdida, abandonada
y escuchen la noticia
de la vida entregada
que tengo en estas llagas ofrendada.

Y lloren la sequía
del leño que ha quedado ya sin vida,
del amor que debía
gozar de mi venida
y en cambio se ha quedado sin guarida.

n 253
Tercera caída

T u cuerpo distendido,
pedregoso es el lecho, el suelo ingrato,
exhausto, estás rendido,
son golpes y maltrato,
agobio lacerante y mi destrato.

Yo también he subido
al monte de la entrega y de la gloria,
pero mi amor raído,
hecho de vana euforia,
caído me ha dejado en tanta escoria.

Tu dolor ha asumido
el cansancio del mundo que claudica,
aplastado y herido
tu sangre no se explica
sino por el Amor que reivindica.

Has cargado el tormento


de las vidas sin fe y sin esperanza
asumiendo el lamento
que se ha vuelto añoranza
del hombre que ha perdido la confianza.

Exhausto te levantas
y sigues tu camino redimiendo,
tus heridas son tantas
y vas, de Amor muriendo;
en Amor de mi nada estás ardiendo.

254 N
Desnudo

T e han dejado desnudo,


te arrancan sin piedad tus vestiduras
y todo el mal no pudo
arrancarte una duda,
tu entrega sigue firme y es segura.

Desnudez asumida
por el huérfano solo y abatido,
pobreza escarnecida
del leproso que ha sido
marginado del bien, de amor mendigo.

Desnudez que es proclama


de justicia celeste que no llega
y en gracias se derrama
en virtud de tu entrega,
aguacero de vida que se espera.

El hombre está desnudo,


sin belleza, en oprobio abandonado,
está callado y mudo,
está desfigurado,
el Siervo y el Señor tan ultrajado.

Has querido marcharte


en desnudez total como viniste,
has querido inmolarte
por este mundo triste,
te agradezco la vida que me diste.

n 255
Clavado

H ay clavos de impureza
que taladran tu carne inmaculada,
son clavos de tristeza,
de humanidad dañada,
de nobleza raída y devastada.

Son clavos de penuria


que horadan dignidad ensangrentada,
los clavos de la injuria
terrible y desatada,
clavos de la maldad desenfrenada.

Son clavos de arrogancia,


de envidia y oquedad, de don perdido,
son clavos de ignorancia
del hombre que ha perdido
el juicio y la razón, envilecido.

Clavos de orgullo y miedo,


de petulancia ciega y de incerteza,
clavos del odio ciego
taladran tu realeza,
del Dios que se ha entregado en su pobreza.

Poder que se hace muerte


y por tu entrega fiel será vencido,
no podrá retenerte
la trampa que han tendido,
hay victoria segura en el ungido.

256 N
Clavel

H ay un clavel de fuego,
una llaga de Amor en tu costado
y en ella yo me entrego
al Amor humanado
que ha querido, por mí, ser traspasado.

Por clavos perforado,


el cuerpo en el que el sol se había escondido
y ahora, desangrado,
agonía y olvido,
en un madero cruel, está extendido.

El cuerpo del Amado,


el que alimenta entraña y sentimiento
se encuentra desangrado,
la historia en su lamento,
sólo un dolor terrible es lo que siento.

Son llagas de Amor puro


en las que cuela el río de la vida,
son refugio seguro
si en ellas ya se anida
la golondrina fiel en su guarida.

Y en sangre soy cubierto


contemplando el misterio que me alcanza
y en tu sangre despierto
con dolor y confianza
compadecido aguardo, en esperanza.

n 257
Patíbulo absoluto...

P atíbulo absoluto
la cruz, en la que reinas soberano,
una tarde de luto,
en el monte cercano
la muerte y la tiniebla del arcano.

Tú reinas coronado
de espinas y dolor, en sangre y leño,
tu cuerpo ensangrentado,
la tortura y el sueño
de un mundo nuevo en manos de su dueño.

Tú reinas tan herido,


los clavos de crueldad que te sujetan
te dejan suspendido
en horas que se aprietan
concentrando el dolor en que se agrietan.

Tú reinas soberano,
luchando en un combate, infierno y cielo,
y brota, de tu mano,
la fuente del consuelo,
la sangre que redime mi desvelo.

Tú reinas plenamente
pero tu reino real está escondido,
se encuentra entre la gente
sembrado y sumergido,
entre cardos y espinas lo has querido.

258 N
Descendimiento

E stá tibio tu cuerpo,


te bajan de la cruz que nos has dado,
el Espíritu cierto
del Amor entregado
que en esa cruz gloriosa has espirado.

Tu Madre te recibe
a los pies de tu cruz está doliente,
y en ella se percibe
el Amor trascendente
que en sus ojos se entrega totalmente.

El discípulo amado
la recibe en su vida y la hace suya,
está justo a su lado,
deja que el Amor fluya,
renacido en tu sangre, es obra tuya.

Son la Iglesia naciente


que tiene en esa cruz árbol de vida
y bebe ávidamente
tu vino y agua viva
que brotan de la hondura de tu herida.

Pentecostés ungido,
Espíritu en tu Soplo entregado,
tu cuerpo descendido
y huracán desatado,
el mundo ya en tus llamas inflamado.

n 259
Entierro

E n un sepulcro nuevo,
tu cuerpo, en un sudario, está tendido,
imagen y hombre nuevo
en la luz renacido,
un cuerpo a mis infiernos descendido.

Hay silencio y espera,


la humanidad anhela ser salvada
y la materia entera
en luz es transformada,
estallido de vida renovada.

Amor resucitado,
Amor del Salvador que se ha ofrecido,
es amor entregado
que devuelve al olvido
la muerte y el pecado que ha vencido.

Y está resplandeciente
tu cuerpo hecho de luz resucitada,
humanidad triunfante
que ha sido rescatada,
obediencia filial, vida donada.

Señor, sólo te pido


me arranques del sepulcro en que me encuentro,
yo quiero ser testigo
del Dios que llevo dentro,
es tu cuerpo sagrado mi alimento.

260 N
Desciende a los infiernos

D esciende a los infiernos,


Señor, que en tu pasión me has redimido
y saca del invierno,
de la muerte y del frío,
al hombre que allí yace mal herido.

Tu bajas a mi olvido,
al abismo profundo de mi nada.
Yo busco arrepentido
tu casa y tu morada,
mi alma tiene sed de tu alborada.

Recorres las cavernas


de las sombras ocultas del pecado
y radiante te internas
como un rayo dorado
en el valle del templo rescatado.

Me das tu mano firme,


me arrancas del vacío sin sentido
y quiero consumirme
en el fuego encendido
y en el Amor divino hacer mi nido.

Por eso te bendigo,


tu humillación bendita me ha salvado,
el cielo es ya testigo
del Amor humanado,
Amor que reina al fin, resucitado.

n 261
Es sábado de muerte...

E s sábado de muerte,
de sepulcro y silencio lacerante,
mis ansias quieren verte,
mi alma, contemplarte,
surgir desde el infierno, Dios triunfante.

Es sábado y silencio,
los pájaros se callan de tristeza,
se ha apagado el incienso,
y oculta tu realeza
en el seno de Abraham tu fortaleza.

Tu presencia esperada
inunda de perfume los infiernos,
fragancia perfumada,
tu mano en el invierno
del Amor, rescatando en fuego eterno.

Adán reconciliado,
que proclamas allí la gran noticia:
que ha sido derrotado
el mal y es la primicia
de la vida que surge en tu justicia.

El adán victorioso
que baja a rescatar a los que esperan,
el beso del Esposo
del Israel que anhelan,
el reino prometido y se consuelan.

262 N
Lo amas…

L o amas, vas llorando,


su cuerpo ya no está, se lo han llevado,
tus ojos van buscando,
cielo resquebrajado,
una nube de muerte lo ha ocultado.

Tu llanto y el Amado,
deseo de encontrarlo, de tenerlo,
porque Él te ha rescatado,
lo buscas, quieres verlo,
y en perfumes ya quieres envolverlo.

Tus ojos empañados,


no puede, tu dolor, reconocerlo,
los tienes empapados,
y tiemblas al quererlo
abrazar en tu amor y retenerlo.

Diciendo está tu nombre,


el amor que te da lo reconoce,
ya vive aquel Dios-hombre,
tu llanto repose,
deseando que su gracia te despose.

Lo ves, lo has encontrado,


el amor de tu vida no está muerto,
tu pecho enamorado
se ha ido del desierto,
el sepulcro vacío ya está abierto.

n 263
Magdalena

L loraste a quien amabas,


su cuerpo tan querido, amortajado,
y tu te derramabas,
en lágrimas bañados
tus ojos que, de amor, se han empañado.

Estás deshecha en llanto,


ya no puede besarlo tu mirada,
si lo has amado tanto,
el alma está quebrada,
tu vida en los aromas, entregada.

Pero el Señor te mira,


rescata de la angustia tu semblante,
y es tu pecho la lira
de la nota vibrante
que se enciende de amor en un instante.

Y en un abrazo dice
que fugaz es el tiempo del encuentro,
su boca te bendice,
su Palabra es ungüento
que enhebra tus perfumes con el viento.

Y tu vas a contarlo,
Aquel que has encontrado es Jesús vivo
y debes proclamarlo,
el Santo está contigo.
¡Después de la tormenta ha amanecido!

264 N
El Amor del principio

E l Amor del principio ,


Galilea y el sol que no se apaga
y Dios se hace propicio
en un Amor que embriaga
al hombre navegante que naufraga.

¡Resucitó de veras!
El Señor de la vida reina ungido
y el don de sus entregas,
de su pecho dolido,
es bálsamo y perfume redimido.

La muerte, en su derrota,
ha quedado por siempre destruida
y del sepulcro brota
la esencia de la vida,
la entrega del Amor que se hizo herida.

Su luz brilla encendida


y en los astros del cielo se derrama,
la gracia concedida,
en ellos se proclama,
es el Dios que ha vencido y que te ama.

Es Pascua y ha surgido,
desde el sepulcro oscuro, la victoria
y el hombre redimido
la lleva en su memoria,
peregrino de cielos y de gloria.

n 265
El Amor ha dejado...

E l Amor ha dejado
el sepulcro de muerte ya vacío.
Está resucitado,
en su muerte ha vencido
al mal que tiene al hombre sometido.

Resurrección es vida,
manantial inextinguible que derrama,
en mística bebida,
y en gracia que proclama
la salvación de Dios que es ya cercana.

Resurrección es viento,
un huracán de luz y de misterio,
trasciende lo que siento,
libera el cautiverio
y vence de la muerte el improperio.

Resurrección es canto,
aurora en la que el día se hace euforia,
porque termina el llanto
y quiebra la memoria
la luz del Salvador hecho victoria.

Resurrección es vida,
estallido en un mar de finitudes,
del canto de alegría
que en arpas y laúdes
asciende en el amor de los querubes.

266 N
L as bodas

Desde que el libro del Cantar de los Cantares comenzó


a interpretarse como la metáfora del Amor de Dios por la
humanidad, la mística nupcial ocupó un lugar preponderante
en la vida espiritual del pueblo cristiano.
Dios pasó a ser el Esposo amado, no solamente de la
humanidad, sino de su pueblo elegido, de la Iglesia, y del alma
de cada cristiano y de cada hombre o mujer en particular. Una
metáfora que, más allá de la diferenciación sexual, nos habla
de la relación de intimidad y exclusividad amorosa que Dios
quiere mantener con cada uno de nosotros.
De este modo el cristianismo ya no es una cuestión de
ritos religiosos, de cumplimientos morales o de leyes. Todo eso
ya pasó. El cristianismo es encuentro amoroso con un Dios
amante. Es cuestión de Amor.
Dios es Amor. Por Amor se hizo hombre y habitó entre
nosotros. Por Amor murió desangrado en una cruz. Y por
Amor resucitó de entre los muertos, venciendo la muerte
definitivamente y abriéndonos las puertas del paraíso perdido.
Pero, qué es el paraíso sino el encuentro definitivo y
eterno con el Amor absoluto. Encuentro que se anticipa en cada
una de nuestras experiencias amorosas auténticas. El Amor se
transforma en el gran sacramento universal de la presencia
de Dios en el mundo. El que hace una experiencia de amor
auténtico está ya gustando algo del cielo que le espera, está
haciendo ya una experiencia de Dios. El amor roza lo divino.

n 267
El desposorio y el matrimonio se han vuelto metáforas
de la unión con Dios.
Las visitas del Amado encienden la búsqueda que llega
a hacerse incluso dolorosa. El deseo se alimenta con cada
palabra, con cada toque, y sobre todo con cada ausencia. Abre
las puertas de la interioridad anhelante para que, cuando el
Amado toque a la puerta, se abra de par en par para que entre
y se quede.
“Al que me ama, mi Padre lo amará, iremos a él y
habitaremos en él”. “Mira que estoy a la puerta y llamo, si me
abres, entraré y cenaremos juntos” dice el Señor.
Dios se define por su presencia y no por sus ausencias. El
discípulo se vuelve nostalgia viviente del encuentro y del cielo.
Busca, llama, anhela, desea hasta morir de amor.
Las visitas del Amado, cargadas de éxtasis amoroso dejan
el alma prendada del absoluto. Y sin embargo sabe que todavía
está caminando por el desierto de la vida y que la fiesta de las
bodas del Cordero llegarán solamente al final de los tiempos.
A solas con Dios sólo. Francisco aprende a esperar pero
con una esperanza totalmente enamorada.
Llegará el momento del abrazo total y ensangrentado
en la cruz. Aquel Cristo que tenía grabado en su memoria y le
había hablado desde su cruz, lo abrazaría también en su cuerpo
hasta identificarlo con Él. Hasta hacerse una sola llaga con Él.

268 N
La quietud...

L a quietud de la noche
acoge un alma en búsqueda y espera
y el bosque es un derroche
de savia que se quema
en la hoguera interior que es vida plena.

Un corazón en vela,
Francisco llama en lágrimas bañado,
la noche lo consuela,
le dice que su Amado
cumplirá la palabra que le ha dado.

Volverá, ciertamente,
encendidas las nubes en su flama,
volverá de repente,
sin ruido ni proclama,
en el Espíritu Santo que te inflama.

Regresará ese día


y fundirá sus ojos en los tuyos,
el será tu alegría,
tu corazón el suyo,
se llenará tu nido con su arrullo.

Tu paciencia lo espera,
hecho llaga el misterio de su encanto,
tu silencio es entrega
envuelta con su manto,
Palabra que ha encendido un fuego santo.

n 269
Encendida la noche

E ncendida la noche
con millones de hogueras en el cielo,
contemplo su derroche
y siento tu consuelo,
tu Amor es desbordante y me recreo.

Hay un hilo de vida


que recorre la historia de repente
y queda entretejida,
en tu gracia, mi mente;
en noche de rocío estás presente.

Tintineantes me dicen,
las estrellas inquietas que te alaban,
que en ellas me bendices
y la noche estrellada
es silencio preñado de alborada.

Un silencio elocuente
un himno que, en Amor, desgrana el tiempo,
un canto permanente
que adora desde adentro
tu presencia velada en su lamento.

La noche está dormida


y en ella vela mi alma enamorada
serena, me cautiva,
y busco tu mirada
escrutando en el cielo tu llamada.

270 N
Él es tu fortaleza

É l es tu fortaleza
la subida es difícil, alto el monte,
se forja tu entereza,
nublado el horizonte,
estás clamando al cielo y no responde.

El viento tararea
el eco que los truenos le entregaron,
altivo señorea,
las rocas lo llamaron
y a su caricia firme se entregaron.

La soledad aprieta,
tu búsqueda en silencio se hace dura
y asoma la silueta
del tiempo en que perdura
el camino que emprende tu alma pura.

En la cima te espera
el abrazo sangrante del Esposo,
la respuesta sincera,
el vino más sabroso,
la cruz de tu deleite y tu reposo.

Y allí crucificado
tu corazón amante se hace entrega,
será transfigurado
tu invierno en primavera,
llagado estás de amor por vez primera.

n 271
La alameda

E l sol en la alameda
quemándose impetuoso en el ocaso,
ardiendo la arboleda,
en llamas de tu abrazo
y al altar de la luz yo me desplazo.

Divino desposorio,
la pobreza esencial se siente ungida,
el prado es oratorio,
sus ropas encendidas
me dicen que anticipa tu venida.

De luna revestida,
de amapola pascual y terciopelo,
de acacia florecida,
radiante como el cielo,
la esposa en quien me diste tu consuelo.

-Quiero unirme contigo


Oh Cristo, en tu pobreza milenaria,
quedarme confundido
en tu canción primaria,
la música que suena trinitaria.

Oh divina pobreza
que a mi Amado revistes con tu lino,
eres tú mi riqueza,
vestida de oro fino,
sencillez que acompañas mi camino.

272 N
Intimidad esponsal

I ntimidad esponsal,
un monte y soledad acrisolada
y una aurora nupcial
besa la madrugada
que corona las noches de la nada.

Como aurora boreal,


tu alma embellecida en su luz nueva,
en una unión total
renace de la espera
que acrisoló tu amor en fiel entrega.

Deja el frío invernal


tapizada la cumbre en blanca nieve
y tu alma de cristal,
purificada, bebe
la copa del Amor que no se mueve.

Los montes son testigos


de aquel abrazo santo que te inmola,
los astros, tus amigos,
como fugaz estola,
abrigan tu canción que no está sola.

Sublime intimidad,
consumado el amor y muerto al mundo,
tan solo tu verdad,
en un segundo,
se abraza a la bondad en don fecundo.

n 273
El ruiseñor...

E l ruiseñor acuna
su canto melodioso en noche mansa
y a la luz de la luna
en su Amado descansa
y en melódica unción su cielo alcanza.

El bosque lo acompaña,
el ritmo de su Amor late sereno,
lo sabe y no se engaña,
los ojos del Dios bueno
se posan sobre él, abrigo ameno.

Jilguero enamorado
que le canta a su Amado con ternura,
un corazón alado
y lleno de frescura
prendado de su luz y su hermosura.

Zorzal ilusionado
que remonta las cimas del olvido
y el cielo ha arrebatado
con ánimo dolido
en búsqueda de Aquel que lo ha herido.

Calandria primorosa,
el alma de Francisco está preñada
de música preciosa,
de poesía inflamada
que entrega en una noche enamorada.

274 N
Anhelante...

A nhelante se eleva
en las entrañas mismas de la aurora
y en oración entrega
al Dios que lo enamora
el fuego en que se quema, en quien implora.

Anhelante desea
ser suspiro del tiempo en el que muere,
ser brisa que recrea
el Amor del que bebe
un pálido latir de vida breve.

Anhelante sondea
las entrañas oscuras del ocaso
y el rocío permea
la noche son su abrazo,
el Amor es intenso, el tiempo escaso.

Anhelante es que llama


en su nocturno canto a su Adorado
y en su gemido clama,
en lágrimas bañado,
por el beso de amor que le ha quitado.

Anhelante suspira
por el alba de luz que lo redima
y con el alma mira
al cielo que lo anima
a seguir esperándolo en la cima.

n 275
Tu noche

T u noche iluminada
¡Tan ciego te dejaron sus fulgores!
El abismo y la nada
te muestran los amores
del don que te ha entregado entre las flores.

La noche de la ausencia
que purifica el don que has recibido
y horada la conciencia
del tiempo transcurrido
entre valles y cumbres, florecido.

Es noche de intemperie
de chubasco y de trueno escalofriante,
de camino sin verde,
de búsqueda expectante,
de plegaria insistente y resonante.

La noche del olvido


que taladra en el alma enamorada,
la del Amor sufrido
que se hace llamarada
y fuego de insistencia acrisolada.

Y tu alma se ha forjado
con los golpes del viento que te ha herido,
corazón entregado,
de música embebido,
en el Amor divino sumergido.

276 N
Pobreza

O h fuente de virtudes,
Oh cantera de piedras tan preciosas,
el Sol al que tú aludes,
perfumada y hermosa,
es el que viste al lirio y a la rosa.

Tu despojo edifica
frescura cardinal de tu mirada,
el alma magnifica
al verte ilusionada
del Amor primordial enamorada.

La fragancia del tiempo


se enciende en tus mejillas sonrojadas,
tus pechos son un templo
de música entregada
en las notas de paz de la alborada.

Te acepto como esposa


divina compañera de camino
pues en tu amor se goza
mi pecho peregrino
y entretejo en tu aroma mi destino.

Contigo hago la alianza


que realizó Jesús en su madero.
Profeta de esperanza
seré su mensajero
llevando su palabra al mundo entero.

n 277
Solitario

S olitario pimpollo
en un jardín de piedra, de granito,
brotaste en el escollo
del tiempo en el que habito,
de la vida el clamor, el canto, el grito.

Tu fuerza se abrió paso


horadando la roca, tus raíces,
y el calor del ocaso
regala sus matices
al rosal que florece en tardes grises.

El invierno no pudo
congelar el tizón ardiente y santo
que ha desatado el nudo
del silencio en el canto
de la noche que besas con tu encanto.

Tu vida es esperanza,
ha vencido en la lucha al largo invierno
y exhulta tu alabanza,
derrotado el infierno
en música que exalta al Rey eterno.

Francisco el brote nuevo,


la savia de la Fe corre en tus venas,
poeta y limosnero
de amores y de penas,
rotas ya, de la muerte, sus cadenas.

278 N
Tu Amor me purifica

T u Amor me purifica
enciende mi madero, quema el leño
y ardiendo santifica
las horas de mi empeño
el tiempo del trabajo y de mi sueño.

Tu Amor lo toma todo,


es aire en que respiro tu presencia
amándote a mi modo,
en silencio y ausencia,
devolviendo a la vida su inocencia.

Unción del Soplo eterno,


Aliento que recrea de la nada,
tan cálido en invierno
que engendra la morada
en que habito seguro en tu mirada.

Tu Amor sostiene el mundo,


es cimiento del ser del peregrino,
en Él tengo mi rumbo,
camino tu camino
y coloco en tus palmas mi destino.

Tu Amor es el misterio
en que el mundo se encuentra sumergido,
es santo cautiverio
que queda redimido
en la entrega total del Cristo herido.

n 279
Subida

A l monte me has traído,


a la cumbre ancestral de tus amores,
abeto enardecido
que enciendes los rubores
del sol que se ha dormido entre las flores.

Hasta aquí yo he llegado


caminando las sendas del olvido,
estoy enamorado
y todo lo he perdido,
en pos de tu mirada yo me he ido.

Toma ya lo que queda


porque hasta mis raíces yo te entrego,
que se acabe la espera,
morir de amor yo quiero,
tengo sed de un Amor por el que muero.

Enciende mi bodega
en el licor ardiente de tus besos
y acepta ya mi entrega,
flameantes los cerezos,
tus ojos en mi alma están impresos.

Aferra ya mi mano
y llévame al altar de tu aposento,
al Amor soberano
que enciende el firmamento
con el beso de fuego en que te siento.

280 N
Detén el tiempo...

D etén el tiempo y dime


que las horas fundidas en tu ausencia
que mi canto redime
ya se han vuelto presencia
de un Amor transformado en permanencia.

Que a tu cumbre he llegado


a beber de tus aguas cristalinas,
mi pecho enamorado
su éxodo culmina
en la entrega amorosa vespertina.

Me quedaré en tu lecho
dormido para siempre en tu misterio,
que estoy de Amor deshecho,
rendido en cautiverio,
apresado en los besos de tu imperio.

Y allí seré ofrecido,


holocausto amoroso y duradero,
en tu llama encendido,
quemándome en tu fuego,
encendido mi tiempo en tu brasero.

Seré allí arrebatado


hasta tus cielos ígneos infinitos,
morir enamorado
de un Amor inaudito
es todo mi deseo, en Ti palpito.

n 281
Consumación

C onsumada mi entrega
entre las hayas tristes me he dormido,
tu vino, en mi bodega,
embriagó mi sentido,
soy zarza que, en tu llama, has encendido.

Mi corazón amante
en tus brazos ardientes se ha quedado,
embriaguez palpitante,
abrazo del Amado,
en su alma mi pecho recostado.

En tu Amor sumergido,
soy leño de la hoguera que no muere,
en Ti me has escondido
porque tu Amor me quiere
para siempre en el fuego que me hiere.

Ya no quiero otra cosa,


me ha encontrado tu Amor, no quiero irme,
preparada la esposa,
tu Amor puede decirme
las palabras de sol en que fundirme.

Es noche de sosiego,
al alba llegará y será tu día,
en la tierra que espero
despertaré a tu vida,
mi alma ya, en la tuya, entretejida.

282 N
Un lecho...

U n lecho de azucenas
y pétalos de rosas ofrecidos,
las canciones amenas,
álamos encendidos
en un fuego de cielo adormecidos.

Allí sopló tu brisa,


en los recodos yertos de mi tiempo,
tu beso cauteriza
la herida del encuentro
que se vuelve bebida y alimento.

Caverna de la ausencia
que llena, de repente, tu perfume,
aroma de presencia
y entrega que consume,
Amor que entre violines se resume.

Ha llegado la hora
del aposento alto y recogido,
del aire que enamora,
aliento suspendido,
un pecho en alabanza redimido.

Ha llegado el momento
del amor en tu hoguera consumado,
del místico aposento,
del templo recostado
en las colinas fiemes del Amado.

n 283
L a montaña

La montaña es el lugar privilegiado de la manifestación


de Dios. Su cima es el punto en el que el cielo se toca con la
tierra, es el lugar del encuentro en la soledad total, sin los
ruidos ni las distracciones del llano.
Las grandes teofanías o manifestaciones de Dios se
realizaron en las montañas. Dios se le reveló a Moisés en el
horeb dándole la ley. Allí mismo se le manifestó a Elías en
la brisa suave. En el monte Moisés oraba para que el pueblo
venciera en la batalla. El monte Sión alberga el Templo de
Jerusalén, el nuevo templo del encuentro que es la cruz gloriosa
se alza en el gólgota. Jesús ora en el monte de los olivos y en un
monte se transfiguró para que los discípulos pudieran intuir la
gloria a la que estaban llamados los seguidores del Maestro.
También en la vida de Francisco hay un monte
determinante: el monte Alvernia.
Solía retirarse allí especialmente en las cuaresmas
veraniegas para dormir a la intemperie en medio de los bosques
y dejar que sus cantos de alabanza se mezclaran con los ímpetus
del viento de las alturas.
Allí Francisco era un jilguero enamorado, una alondra
matutina, una golondrina errante volando en los cielos del
Amado.
Francisco sube a la montaña, como un nuevo Moisés,
buscando el encuentro con Dios.

284 N
Allí ayuna, llora, ora, clama, alaba y adora a su Señor.
Allí se enciende en el fuego de lo alto que le abrasa el
corazón de Amor divino.
Allí se le aparece el crucificado envuelto en llamas
seráficas y le regala sus llagas.
Francisco queda identificado definitivamente con Aquel
al que había entregado su vida, sentimientos, sueños y deseos.
La pasión de Jesús que llevaba adentro, aflora en llagas de
sangre y vida.
Como un nuevo Cristo su mismo cuerpo se abre al mundo
como fuente de vida.
Su cuerpo se consume, su alma está a punto de ser
liberada de la cárcel que ya no puede contener sus deseos de
unión. Y sin embargo la muerte deseada y anhelada, no como
huida del dolor sino como deseo amoroso de unión con su
Amado, no llegará tan pronto.
Francisco ha quedado escondido en las llagas
embriagantes del crucificado.
Puede decir con San Pablo “llevo en mi cuerpo las llagas de
Jesús. Estoy crucificado con Cristo y el mundo está crucificado
para mí como yo lo estoy para el mundo”.
Bajará del monte con la nueva ley de la Alianza grabada
y escrita en su propio cuerpo. Ese pobre cuerpo que ya no puede
contener tanta pasión, tanto amor, tanto deseo y que comienza
a desmoronarse como una piel seca que está a punto de alumbrar
al hombre nuevo, el hombre de los últimos tiempos deseoso de
volar definitivamente hasta las alturas del encuentro.

n 285
Ascensión

U n valle de castaños
en las laderas el viento de tu altura,
el otoño y extraño
tu rostro y tu figura
melodía, arroyuelo y agua pura.

¡Tan ocre el horizonte!


Que el bosque se ha fundido con la tierra,
misterio en que se esconde
entraña en la que encierra
el tesoro, que orando, desentierra.

Caverna sumergida
el sendero en las rocas esculpido
buscando el alma herida,
el Amor que se ha ido
entre las azaleas escondido.

Las aves con su canto


acompañan sus pasos peregrinos,
la tarde, azul su manto,
perfumado de lino,
protege al caminante en su camino.

Asciende la colina,
las flores diminutas y sencillas,
el santuario es la cima,
un lago en sus orillas
le ofrece mariposas amarillas.

286 N
La cima

L a cima es una fuente,


caverna celestial de la que brota
la cándida vertiente
de la canción ignota
que me ofrece su música y sus notas

Vertiente cristalina
manantial del agua de los hielos,
mis ojos ilumina
tu mágico arroyuelo
si en la noche, sediento, me desvelo.

Del agua de tu fuente


quiero beber sediento y extasiarme
¡Anega ya mi mente!
Deseo consolarme
en tus corrientes divinas abrevarme.

Pues seca mi garganta


con tanta sed de cielo y agua viva
su cántico te canta
y queda persuadida
de la verdad que tu música destila.

Fuente de Amor primero


que corres por el bosque de mi vida,
tú riegas mi sendero
y brota la alegría
canturreando tu música sencilla.

n 287
Monte santo

A lvernia, monte santo,


Alvernia de la unción y El sacrificio,
el monte del encanto
que te enseñó, propicio,
en un beso llagado un santo oficio.

Pasión y soledad,
unción que es en su amor arrolladora,
herida y majestad,
un cielo que se añora
y una selva nevada que en Ti llora.

Contemplas a tu amado,
a aquel que en una cruz te dio su herida,
y queda anonadado,
tu pecho en su guarida,
tu alma entre sus llagas encendida.

Es una noche fría


y una antorcha se enciende allí en la cumbre,
tu fiel melancolía
es llama que en su lumbre
entrega a aquel amor su pesadumbre.

Y su respuesta es llaga,
cauterio de un Amor que se hace herida,
amor que no se apaga,
que enciende y que cautiva,
amor que se hace carne y rosa viva.

288 N
Alvernia

A lvernia suspendido
entre el cielo y la tierra, monte alado
Francisco allí se ha ido,
su pecho devorado
por el Amor que Cristo le ha mostrado.

Ayuno y penitencia,
Espíritu y verdad, fuego humanado,
sólo el Amor su ciencia
y sus ojos cegados
por la dulce presencia del Amado.

Un Serafín llegado
desde el seno del cielo lo ha transido
y en llaga ha transformado
la mente y el latido
del corazón que lleva tan herido.

Sus pies están llagados,


llagadas ya sus manos cuelan sangre,
su pecho ensangrentado
y el alma tiene hambre
de la llama de vida en la que arde.

Con Él crucificado
a la cruz se ha subido y lo asemeja,
en ella lo ha clavado
el Amor que lo deja
por Amor en su Cristo transformado.

n 289
Un serafín...

U n serafín de fuego;
un hombre entre tus llamas abrasado
encuentra tu consuelo,
te canta enamorado;
un pájaro que herido se ha quedado.

Un pobre que ha olvidado


el mundo, su riqueza y su lujuria
está crucificado,
camina en la penuria
con Cristo que en sus llagas lo ha clavado.

Mendigo y pregonero
de un Amor que lo tiene encadenado.
Su vida y su dinero
a Él le ha consagrado
quedándose en sus manos entregado.

La noche lo ha encontrado
en el bosque solitario prisionero,
la brasa en su brasero,
de Amor encadenado,
el fuego en sus ardores traspasado.

Francisco, el caballero,
el mendigo de Dios que a todos lleva
la luz y el candelero,
perfume y primavera,
y a su Maestro da la vida entera.

290 N
Su Amor lo ha arrebatado;
océano, su pecho de agua pura;
ardiente y arrobado,
y toda su figura
refleja, de su Amado, la hermosura.

Francisco, en su locura
“heraldo del gran Rey” se ha proclamado;
su vida: antorcha pura,
sus ojos incendiados,
sus pies de anunciador ilusionado.

Están de miel llagados;


sus manos inocentes pacifican,
su voz y su legado
el aire purifican
mensajero de paz y enamorado.

Enciende el horizonte
el brillo de sus ojos vespertinos;
y el sabor que se esconde
aroma en su camino
de bodega divina y rojo vino.

n 291
Palabras llagadas

E n llagas tus palabras,


sangrantes los efluvios de tus labios
reclaman que se abra
el cielo trinitario
si un tornado lo oculta temerario.

Encendida la hoguera
del corazón: quebracho enardecido,
con la llama primera,
la del Amor herido,
la de los himnos fúlgidos vividos.

Calor de brasa y tiempo,


brasero que en la noche se mantiene
expectante y atento
esperando al que viene
en fuego angelical que el sol sostiene.

Tú calientas la noche,
no importa la nevada silenciosa,
el susurro y el roce,
sus copos que se posan
como un manto de gracias amorosas.

Hay frío, el bosque duerme


y vela el corazón que está encendido,
la oscuridad se cierne
alrededor del nido,
y el jilguero se entrega a su querido.

292 N
Serafín...

S erafín de ilusiones,
tea de gratitud y amor ardiente,
hoguera de emociones
es tu pecho doliente,
un cántaro de amor firme y paciente.

Antorcha perfumada,
la llama que te invade quema el mundo,
y deja enamorada
el alma en un segundo,
abrasada en el fuego más fecundo.

Tu corazón en llamas,
antorcha en que se quema la esperanza,
latido que se inflama
quemando la alabanza,
deshojando, del cielo, la añoranza.

Adoración y canto
entretejida el alma en un suspiro,
se hace palabra y llanto,
agonía y gemido,
ansias de enamorado enardecido.

Es fuego tu semblante
de adorador amante y verdadero
y tu pecho anhelante,
quemando amor sincero,
se enciende como brasa en su brasero.

n 293
Cansado

C ansado, me escondí
en la herida sangrante de tu pecho
y allí me amanecí,
tu llaga fue mi lecho
renovado en la fuente que me ha hecho.

Tu sangre allí bebí,


la vida que en bebida Tú me diste
y en ella conocí
el Amor que quisiste
sorbiera en esa fuente que me abriste.

Caudal de vida nueva,


arroyo embriagador de vino ardiente,
bebida del que espera
fundirse eternamente
en Aquel que origina su torrente.

Tu sangre salvadora,
ungüento y suavidad del don divino,
potencia embriagadora,
bebida del camino
para aquel que te entrega su destino.

Sumergido en tu vida
beber quiero en su fuente del vino bueno,
angélica armonía,
Amor puro y sereno
que surge de la hondura de tu seno.

294 N
Llagado...

L lagado estás de olvido,


llagado estás de amor de unción y encuentro
y atraviesa tu oído
un sereno lamento,
el Amor no es amado en este tiempo.

Unción reveladora,
el Amor que ha querido transformarte,
dulzura abrasadora
que quiere regalarte
las llagas que, en la cruz, quiso donarte.

Y en ellas traspasado
estás, sobre la nieve, ya tendido,
estás enamorado
del Amor que ha querido
sacarte de la noche del olvido.

Francisco estás llagado


en un amor audaz, sin condiciones
y en él transfigurado,
ya quietas las pasiones,
entregado en su paz sin restricciones.

Jazmín ensangrentado
encendiendo en su luz tus ilusiones,
estás anonadado
y al Dios de tus canciones
le quemas en la noche tus razones.

n 295
Quiero beber...

Q uiero beber tu sangre


la vida que me das brota en tu herida,
mi alma tiene hambre,
tiene sed y te ansía
y que sea tu cáliz mi bebida.

Beber en tu semblante
el licor de la dicha que me embriaga,
el vino burbujeante
del Amor que se apaga
tan sólo en el encuentro, en tu morada.

Tu sangre me ha limpiado,
ha quemado mis labios con su fuego
y embriaguez ha dejado,
deseo en que me entrego
al lagar de tu pecho, ardiendo llego.

Tu sangre me ha salvado,
es vino de victoria que a mí viene
y me deja abrasado
con el ardor que tiene
y amante peregrino, me sostiene.

Tu sangre es mi deseo,
beber de tu misterio hasta perderme
en el don que poseo
y en tu cáliz volverme
la vida que te he dado al poseerme.

296 N
En sus llagas...

E n sus llagas perdido


el místico camino comenzado,
de su vino embebido,
en su Amor embriagado,
en la rosa de miel de su costado.

Es llaga de Amor puro,


vertiente de su mística bodega
y sendero seguro
en que el Amor se entrega
embriagante licor de vida nueva.

Sus manos has besado,


tus labios se enrojecen de Amor santo,
tu espíritu saciado,
anegado en el llanto
que ha quebrado el silencio con su canto.

La compasión aprieta
las llagas de su Amor hieren tu vida,
en la roca una grieta
de celestial bebida,
tu alma en ella queda sumergida.

Vas remontando el río


que al mar de los misterios te conduce,
con tu espíritu herido,
el Amor lo seduce,
y el esperado encuentro se produce.

n 297
Llagadas...

L lagadas las entrañas


te vas por los aminos consumiendo,
por el cielo que extrañas,
los montes encendiendo,
el fuego de los santos esparciendo.

Llagadas esperanzas
de un mundo que no llega todavía,
que nace en alabanzas
pariendo la alegría
de surgir renovado cada día.

Llagada tu conciencia
que llevada a lo alto, al cielo asoma,
y gusta la experiencia
del Amor que perdona,
de la acogida fiel en que se dona.

Llagada tu alma pura


con el néctar ardiente de su esencia,
entregada y segura,
en hambre e indigencia,
ofreciendo al Amado su inocencia.

Llagada está tu vida


en el Amor eterno que te ha herido,
estrella sumergida
en el río dolido
del que bebo su Amor si lo he perdido.

298 N
Su Amor...

S u Amor está contigo,


su presencia te tiene perfumado,
en la noche es tu abrigo
y velas cobijado
todo en fuego divino unificado.

Te invade la certeza
de su presencia cierta y evidente,
admiras la nobleza
de Aquel que suavemente
habita en tus entrañas dulcemente.

Confirma su llamado
y renuevas la dicha de seguirlo,
de dejar lo dejado,
de poder conseguirlo,
de ser libre en tu entrega y repetirlo.

Ya es tuyo su camino,
impreso está en tus ojos su semblante,
corazón peregrino
y espíritu de amante
sus huellas son tus pasos, caminante.

Su Amor está sellado,


se ha vuelto llaga sangre de la Alianza,
tu cuerpo atravesado
de paz y de esperanza,
consumada tu entrega y tu confianza.

n 299
Desposado...

D esposado en el viento
culminada tu búsqueda constante,
cuajado el sentimiento
de dicha cautivante,
de alegría cantora y exultante.

Allí tomó tu mano


Aquel que te llevó por el sendero,
el Cristo soberano,
el del Amor primero
del que fuiste, en tu vida, pregonero.

Allí colmó tus ansias


Aquel por el que todo lo dejaste
y exhala tu fragancia
la dicha que anunciaste
por los pueblos del mundo en que pasaste.

Allí consuma el canto


el alegre jilguero del Dios trino
allí se enjuga el llanto
que regó tu camino
con lágrimas de oliva y rojo vino.

Allí tu vida entera


como incienso amoroso es recibida,
terminada la espera,
cerrada ya la herida,
en sus ojos, la tierra prometida.

300 N
Los pies...

L os pies del que desciende


del monte de la luz y del encuentro,
el que en la cruz se enciende
y encuentra su alimento
en el fuego que tiñe el firmamento.

Son pies de bendiciones


que han pisado, en la altura, tierra santa,
proclaman las acciones
del Dios que se levanta
sobre la muerte injusta que me espanta.

Son pies ensangrentados


que abrazaron la cruz de la victoria,
de Amor están llagados
y dejan la memoria
empapada en la sangre de la gloria.

Anuncian que ha vencido,


el Señor, a las fauces de la muerte
y el cuerpo redimido,
imagen del Dios fuerte
que dice que, en Él, puedes sostenerte.

Son pies de mensajero,


de Francisco, el heraldo peregrino,
del Amor pregonero,
del bálsamo divino
que ilumina tu vida en su camino.

n 301
Arrecia la tormenta

A rrecia la tormenta,
el cuerpo y las entrañas oprimidos,
el caminar a tientas,
el cielo que se ha ido,
en penumbra, Francisco, sumergido.

El tiempo desmorona
un cuerpo frágil de ángel consumido
y el alma que aprisiona
el cántico debido:
llamarte, solo puede en un quejido.

Ardiente purifica
la brasa de tu Amor sus labios finos
y en llaga santifica
su vida en tu camino
transformada su herida en rojo vino.

Querube de paciencia,
Francisco que, quemándose en tu llama,
entrega su indigencia
y en su dolor proclama
el triunfo de tu gracia soberana.

Seráfica inocencia,
paraíso de nuevo reencontrado,
envuelto en tu clemencia
su Amor purificado,
Francisco en sangre y vida coronado.

302 N
E l encuentro
Francisco ya está preparado para la partida. Todo lo ha
dado y todo lo espera.
Le ha podido cantar a la hermana muerte corporal
descubriendo en ella la puerta hacia el encuentro definitivo
con su Amado Señor. Sólo espera poder terminar de entregarlo
todo. Su cuerpo, el pobre hermano asno, como le gustaba
llamarlo, estaba ya consumido. Sus órganos apenas podían
cumplir con sus funciones vitales. Prácticamente ciego por una
conjuntivitis avanzada y las inútiles cauterizaciones a que se
había sometido, tenía ojos solamente para su Señor. Todo él era
una evocación todavía viviente del crucificado.
Gusta unos dulces traídos por su querida hermana
Jacqueline de Settesoli a la que llamaba cariñosamente fray
Jacoba, y pidiendo que coloquen su cuerpo desnudo sobre la
tierra desnuda, bendice a sus hermanos como Jacob y parte su
alma en vuelo hacia las bodas definitivas acompañada por el
vuelo de las alondras.
Era la noche entre el 3 y el 4 de Octubre de 1226, en
Santa María de los Ángeles.
Partió diciendo: “Hermanos yo hice mi parte que el Señor
les muestre la suya”.
El juglar de Dios, el loco de Asís, el Cristo del medioevo,
el poverello, exclamaba con su última prédica: “El Amor no es
amado” y yo me he decidido a amarlo, con toda mi mente, alma,
espíritu y fuerzas, hagan ustedes lo mismo, vale la pena.
Entregarse al Amor vale la pena y lo valdrá siempre,
ánimo, sigan, lo mejor todavía está por venir.

n 303
Canto solitario

E l canto solitario,
el éremo sencillo y la espesura,
perfume trinitario,
la nieve blanca y pura,
la plegaria apretada que se apura.

Las hayas majestuosas


desnudas se someten al invierno,
sus raíces rugosas
penetran suelo eterno
y el abrazo del cántico fraterno.

Oración y penumbra:
soledad esencial, silva tu viento,
la lámpara que alumbra,
el latido del tiempo,
que se vuelven un pálido lamento.

El cielo y el silencio,
el alma de Francisco apaciguada
se quema como incienso
la brasa perfumada
de su oración brindándose callada.

La cumbre del encuentro:


Alvernia y soledad, monte habitado,
un bosque que es un templo
que ha sido coronado
y en ardores seráficos tallado.

304 N
Hermana muerte, amiga

H ermana muerte, amiga,


con ansiedad espero tu visita,
me dice que te siga,
mi corazón palpita
con el Amor divino que me habita.

Sé que vendrás un día


en medio de la noche, a visitarme,
en canto de alegría
a mi Amor quiero darme
y en sus brazos de ébano entregarme.

Vestida en luz de luna


llegarás con estrellas en tus manos,
con la canción que acuna
el cielo soberano
a llevarme a su encuentro de tu mano.

A la bodas eternas,
a una fiesta de encuentro consumado,
en la mirada tierna
los ojos del Amado,
del que en su luz me deja iluminado.

El cielo del Cordero,


las bodas del Amor en que camino,
el Amor en que espero
consumar mi destino
embriagado en el cáliz de su vino.

n 305
Entrega

M e entregaré desnudo,
en éxtasis de todo lo que he sido.
La muerte, en Amor puro,
perfumará mi nido;
cantando entre las fresas, me habré ido.

Él tomará mi mano
y emprenderé a su lado el recorrido,
le ofreceré lozano
mi cuerpo consumido
que ayuno y penitencia han redimido.

-Hermana muerte mira,


tú que traes, del Amado, la corona,
que mi alma es una lira
que música aprisiona
y en acordes sinfónicos se dona.

-Soy el canto del suelo,


el fruto de un Amor que se ha encarnado,
que hoy regreso a mi cielo
en brazos del Amado,
de Aquel que el corazón me había robado.

Encontraré reposo
en las colinas verdes de su prado,
pues Él será el Esposo,
de mirra coronado,
que, por Amor, está resucitado.

306 N
La muerte y su misterio

L a muerte y su misterio
te envuelve en un instante con su abrazo,
libera el cautiverio
del alma que a su paso
se quema en las hogueras del ocaso.

Es el último beso
de un Dios tan dulcemente enamorado,
el que te quita el peso
que el cuerpo ha doblegado
y te deja por siempre liberado.

Es la hermana querida,
en noches de vigilias esperada,
que en la noche dormida
te abrasa en llamarada
y enciende tu canción enamorada.

Te lleva de la mano
al encuentro anhelado del Esposo,
amado soberano,
tu meta y tu reposo,
Aquel que en una cruz se hizo tu gozo.

La boda preparada,
purificada el alma, ardiendo en fuego,
en Él queda abrasada,
las Bodas del Cordero
que consuma su amor y arde en tu ruego.

n 307
La muerte de Francisco

L a muerte y su misterio.
Francisco, que en la tierra se extendía;
el fin del cautiverio,
su mano bendecía;
era de noche y pronto amanecía.

Hermana de la gloria,
la muerte, que en la sombra se escondía,
revela la victoria
del Dios que da la vida,
del fuego que en su alma tanto ardía.

Sus ojos no veían;


su corazón en brazos del Amado;
un Cristo bendecía
con sangre en su costado;
lo dejaba su aroma cautivado.

Francisco ya partía
a la casa del Padre acompañado,
los ángeles vestían,
de sol iluminado,
al Santo de poesía coronado.

El cielo está de fiesta,


Francisco ya en su gloria entronizado;
la luna y la foresta,
un fuego enamorado,
y el triunfo del Amor manifestado.

308 N
He golpeado a tu puerta

H e golpeado a tu puerta,
he venido hasta ti, estoy llamando,
levántate y despierta,
mis glorias anhelando
que hacia el Padre, en mi luz, te estoy llevando.

Aférrate a mi mano
y salta ya del lecho de la muerte.
Soy tu Dios soberano
el que se alegra al verte,
el que sangre ha vertido por tenerte.

Hoy cenarás conmigo,


el banquete de bodas preparado.
Yo te diré: mi amigo,
y tú, enamorado,
entrarás en la luz de mi costado.

Discípulo perfecto,
haz encontrado en mí la vida plena,
pequeño y predilecto
ya no hay dolor ni pena,
ha quebrado mi Amor, toda cadena.

Entra y goza mi gloria


la boda celestial ya ha comenzado
y culmina la historia
del Amor que has amado
en un cielo de vida eternizado.

n 309
Bendición

-M e voy y los bendigo,


les he dado mi música y mi aliento,
soy hermano y amigo
que, más allá del tiempo,
en el Señor he hallado mi sustento.

Me reveló su gloria.
Me mostró tanto Amor en su mirada
que grabo en mi memoria
su música dorada
que mi alma ha encadenado enamorada.

Y le entregué mi vida
mi pensar, mi querer, mis sentimientos.
Fui una hoguera encendida
que me quemaba ardiendo
en su mirada profunda y pensamiento.

Fue su voz dulce y clara


la que arrancó mi vida del infierno,
la que en Amor donara
en desolado invierno
la esencia de un amor que se hizo eterno.

-Yo les muestro el camino


a la Jerusalén triunfante y enjoyada:
el Cristo peregrino
que arranca de la nada
si encuentras, amorosa, su mirada.

310 N
Alondras al cielo

R emontan las alondras


los cielos de un amor transfigurado,
ya no hay nada que esconda
las llagas del Amado
en el cuerpo del santo traspasado.

Hay llanto y alegría,


el corazón se hunde en la congoja,
un cuerpo se dormía
y un alma se despoja,
volando hacia el Amor que la desposa.

Hay fiesta en las alturas,


hay canto de alabanza y de victoria
pues toda la frescura
del Amor en su gloria
aclama, del profeta, la memoria.

Francisco se ha dormido
en los brazos de Aquel que lo ha llevado
al reino prometido,
paraíso esperado,
el templo de la gloria proclamado.

Tu voz sigue clamando:


el Amor todavía no es amado,
es el que está esperando
el culto renovado
del corazón del hombre restaurado.

n 311
312 N
Índice
Presentación .............................................................. 7
Prólogo ........................................................................ 13
Los comienzos ............................................................ 17
En la aurora .......................................................................... 19
Invierno ................................................................................ 20
Peregrino .............................................................................. 21
Se forja el corazón ................................................................ 22
La paz... . ............................................................................... 23
Tu amor... . ............................................................................ 24
Sembrador ............................................................................ 25
Hay amor... . ......................................................................... 26
Coro de flores . ...................................................................... 27
Violín .................................................................................... 28
Canario ................................................................................. 29
Mandolina ............................................................................ 30
Jardinero .............................................................................. 31
Golondrinas .......................................................................... 32
Trovador ............................................................................... 33
Himno ................................................................................... 34
Heraldo ................................................................................. 35
Soy ave .................................................................................. 36
Peregrino .................................................................... 37
Un sendero ........................................................................... 40
Caminas... ............................................................................. 41
Coronado... ........................................................................... 42
Florece... . .............................................................................. 43
Tu voz . .................................................................................. 44
Caballero ............................................................................... 45
Tu gozo ................................................................................. 46
Tu fe... ................................................................................... 47

n 313
El llanto... . ............................................................................ 48
Adoración y danza ................................................................ 49
Tu paso . ................................................................................ 50
He salido... ............................................................................ 51
Mi plegaria . .......................................................................... 52
Mi camino ............................................................................. 53
Siguiendo voy... . ................................................................... 54
Seguir tus huellas ................................................................. 55
Sombra . ................................................................................ 56
Subir al monte ...................................................................... 57
Laúd ...................................................................................... 58
Martirio ................................................................................ 59
Enamorado ................................................................. 60
Serena su figura .................................................................... 62
Tu danza ............................................................................... 63
Amor ardiente ...................................................................... 64
Agradecido ............................................................................ 65
Mirada pura .......................................................................... 66
De azahares… ....................................................................... 67
Crisantemo puro .................................................................. 68
Florecen... ............................................................................. 69
Tulipán . ................................................................................ 70
Sendero angosto ................................................................... 71
No es amado ......................................................................... 72
En la mañana ........................................................................ 73
Caballero ............................................................................... 74
En tu mirada pura ................................................................ 75
La Luna ................................................................................. 76
Querubín de soles . ............................................................... 77
Amapolas .............................................................................. 78
Las magnolias ....................................................................... 79
Cigarra .................................................................................. 80
Alabanza y entrega ................................................... 81
Perfume... ............................................................................. 83
La flauta ................................................................................ 84
Felices... ................................................................................ 85
Tus pies... .............................................................................. 86

314 N
Tu voz . .................................................................................. 87
Volar... ................................................................................... 88
Lleno de vida ........................................................................ 89
Golondrinas .......................................................................... 90
El roble .................................................................................. 91
Las hayas, los alerces… ........................................................ 92
La Roca... .............................................................................. 93
Pintados... ............................................................................. 94
Naranjos florecidos .............................................................. 95
Madrugada . .......................................................................... 96
Mi pabilo ............................................................................... 97
Memoria ............................................................................... 98
Grandes cosas ....................................................................... 99
Cantar al viento .................................................................... 100
Canto nuevo ......................................................................... 101
Danza .................................................................................... 102
Tu luz .................................................................................... 103
La sequía ............................................................................... 104
Palabra .................................................................................. 105
Tu Palabra ............................................................................. 106
No dejes... ............................................................................. 107
Anuncio . ............................................................................... 108
La tormenta .......................................................................... 109
Los hermanos . ........................................................... 110
Hermano Sol . ....................................................................... 113
Hermana luna . ..................................................................... 114
Los hermanos ....................................................................... 115
Damas hermanas . ................................................................ 116
Gobernantes ......................................................................... 117
Hermano viento ................................................................... 118
Hermano de las nubes . ........................................................ 119
Hermano fuego . ................................................................... 120
Hermana tierra . ................................................................... 121
Hermana simplicidad ........................................................... 122
Hermana jovialidad .............................................................. 123
Hermanos que perdonan ..................................................... 124
Hermano lobo . ..................................................................... 125

n 315
Hermanos leprosos .............................................................. 126
Hermana muerte .................................................................. 127
Hermano . ............................................................................. 128
Lluvia .................................................................................... 129
El orante . .................................................................... 130
La oración de Francisco . ...................................................... 133
Escondido ............................................................................. 134
Orante . ................................................................................. 135
Espera... ................................................................................ 136
El Éxtasis .............................................................................. 137
Mares escondidos ................................................................. 138
Canto escondido ................................................................... 139
Consuelo ............................................................................... 140
La visión ............................................................................... 141
Es suave y cristalina ............................................................. 142
Tu desierto . .......................................................................... 143
Llorando . .............................................................................. 144
Un monte... ........................................................................... 145
Deshojando la vida ............................................................... 146
Otoño . .................................................................................. 147
El horizonte .......................................................................... 148
El trébol... ............................................................................. 149
Un jazmín ............................................................................. 150
Te bendigo ............................................................................ 151
Te sigo... ................................................................................ 152
Espero... ................................................................................ 153
Últimos tiempos . ................................................................. 154
El camino .................................................................... 155
Te busca ................................................................................ 157
La búsqueda de Dios ............................................................ 158
Invierno y compasión . ......................................................... 159
No me dejes .......................................................................... 160
Penitencia y corazón ............................................................ 161
Entrega ................................................................................. 162
Un bosque… . ........................................................................ 163
Ocaso .................................................................................... 164
Un lirio .................................................................................. 165

316 N
Un ramo de violetas ............................................................. 166
La flor en el espino ............................................................... 167
Encendidos tus ojos ............................................................. 168
Despojado y ardiendo . ......................................................... 169
Tan sólo cuestión de Amor .................................................. 170
Desnudo . .............................................................................. 171
Tus huellas... ......................................................................... 172
Sediento ................................................................................ 173
Alimento ............................................................................... 174
La fuente . ............................................................................. 175
Mi manjar... .......................................................................... 176
Tu cuerpo... ........................................................................... 177
Pan ........................................................................................ 178
El pan de la Palabra .............................................................. 179
Camino del olvido . ............................................................... 180
Canto de sirenas ................................................................... 181
La misión . ................................................................... 182
Partida .................................................................................. 183
Desgarra tu corazón… .......................................................... 184
Mi alegría .............................................................................. 185
Como un cedro… .................................................................. 186
Tus ojos ................................................................................. 187
La voz… . ............................................................................... 188
En la aurora .......................................................................... 189
Escucha, pueblo mío . ........................................................... 190
Ha llegado… .......................................................................... 191
Deshecha la tristeza… .......................................................... 192
No puedo callar . ................................................................... 193
Los pantanos… ..................................................................... 194
Anunciar ............................................................................... 195
En la tarde... . ........................................................................ 196
Frescura ................................................................................ 197
Eleva tus primicias… ............................................................ 198
Tu viento… ........................................................................... 199
Nunca has imaginado . ......................................................... 200
Fuego .................................................................................... 201
Ramitos de violetas .............................................................. 202

n 317
Iré... ....................................................................................... 203
Toma la pluma… ................................................................... 204
Tentación .............................................................................. 205
Mira la nieve… . .................................................................... 206
Desierto… ............................................................................. 207
Mundo .................................................................................. 208
Padre, hijo, Espíritu ................................................. 209
En el misterio... .................................................................... 211
Señor del universo . .............................................................. 212
Dios omnipotente ................................................................ 214
Te alabo... .............................................................................. 215
Altísimo... ............................................................................. 216
Toma, Señor, mi mente ........................................................ 217
El abrazo del Padre ............................................................... 218
Espíritu ................................................................................. 219
Paráclito... ............................................................................. 220
La estepa... ............................................................................ 221
En ámbar .............................................................................. 222
Viento ................................................................................... 223
El Misterio de María ................................................. 224
Esposa... ................................................................................ 226
María, Madre... ..................................................................... 227
Salve... ................................................................................... 228
La Adoración de los Magos .................................................. 229
Epifanía . ............................................................................... 230
Desde el Oriente... . .............................................................. 231
Anunciación . ........................................................................ 232
Visitación .............................................................................. 233
Nacimiento ........................................................................... 234
Navidad . ............................................................................... 235
El Niño Jesús hallado en el templo ..................................... 236
Aparición de Jesús Resucitado a la Virgen María . ............. 237
Asunción y Coronación de María como Reina
y Señora de todo lo creado ................................................... 238
Misterio pascual ........................................................ 239
Hermano de la Pasión .......................................................... 240
En un madero frío... ............................................................. 241

318 N
Mi pasión es entrega ............................................................ 242
Sumergido . ........................................................................... 243
Huerto . ................................................................................. 244
Calabozo ............................................................................... 245
Condena ................................................................................ 246
La cruz .................................................................................. 247
Primera caída . ...................................................................... 248
María . ................................................................................... 249
Cireneo . ................................................................................ 250
Verónica ................................................................................ 251
Segunda caída ....................................................................... 252
Mujeres de Jerusalén ........................................................... 253
Tercera caída ......................................................................... 254
Desnudo . .............................................................................. 255
Clavado ................................................................................. 256
Clavel .................................................................................... 257
Patíbulo absoluto... . ............................................................. 258
Descendimiento ................................................................... 259
Entierro . ............................................................................... 260
Desciende a los infiernos ..................................................... 261
Es sábado de muerte... ......................................................... 262
Lo amas… . ............................................................................ 263
Magdalena ............................................................................ 264
El Amor del principio ........................................................... 265
El Amor ha dejado... ............................................................. 266
Las bodas .................................................................... 267
La quietud... . ........................................................................ 269
Encendida la noche .............................................................. 270
Él es tu fortaleza . ................................................................. 271
La alameda . .......................................................................... 272
Intimidad esponsal . ............................................................. 273
El ruiseñor... ......................................................................... 274
Anhelante... .......................................................................... 275
Tu noche ............................................................................... 276
Pobreza ................................................................................. 277
Solitario ................................................................................ 278
Tu Amor me purifica ............................................................ 279

n 319
Subida ................................................................................... 280
Detén el tiempo... ................................................................. 281
Consumación ........................................................................ 282
Un lecho... ............................................................................. 283
La montaña ................................................................ 284
Ascensión . ............................................................................ 286
La cima . ................................................................................ 287
Monte santo ......................................................................... 288
Alvernia ................................................................................ 289
Un serafín... .......................................................................... 290
Palabras llagadas .................................................................. 292
Serafín... . .............................................................................. 293
Cansado ................................................................................ 294
Llagado... . ............................................................................. 295
Quiero beber... ...................................................................... 296
En sus llagas... ...................................................................... 297
Llagadas... ............................................................................. 298
Su Amor... ............................................................................. 299
Desposado... ......................................................................... 300
Los pies... .............................................................................. 301
Arrecia la tormenta .............................................................. 302
El encuentro ............................................................... 303
Canto solitario . .................................................................... 304
Hermana muerte, amiga ...................................................... 305
Entrega ................................................................................. 306
La muerte y su misterio ....................................................... 307
La muerte de Francisco ........................................................ 308
He golpeado a tu puerta . ..................................................... 309
Bendición .............................................................................. 310
Alondras al cielo ................................................................... 311

320 N

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