DOCUMENTO DE TRABAJO - América Latina, Entre La Convergencia o La Fragmentación
DOCUMENTO DE TRABAJO - América Latina, Entre La Convergencia o La Fragmentación
DOCUMENTO DE TRABAJO - América Latina, Entre La Convergencia o La Fragmentación
Encuentro
“América Latina: entre la convergencia o
la fragmentación”
DOCUMENTO DE TRABAJO
Felix Peña
Septiembre 2014
El mapa institucional de la región
En algo más de cincuenta años, América Latina ha acumulado un significativo
acervo de instituciones orientadas a promover distintas modalidades de articulación
entre países de la región, incluyendo las que han tenido como objetivo avanzar hacia
grados profundos de integración económica con un alcance multidimensional.
Se traduce ello en el mapa institucional que hoy existe. Las principales
instituciones generadas en este amplio período tienen una membrecía variada.
Algunas son de alcance latinoamericano ‐tal los casos por ejemplo, de la
Asociación Latinoamericana de Integración ‐ ALADI ‐ (www.aladi.org), resultante de la
transformación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio – ALALC ‐; del
Sistema Económico Latinoamericano ‐ SELA ‐ (www.sela.org) y, más recientemente, de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños ‐ CELAC ‐ (www.celac.org) ‐.
Otras tienen un alcance sudamericano, ‐tal el caso de la Unión de Naciones
Suramericanas ‐ UNASUR ‐(www.unasursg.org) ‐.
Y otras son de alcance subregional –tal los casos del Mercado Común del Sur –
Mercosur ‐ (www.mercosur.int); del Mercado Común Centroamericano, hoy Secretaría
de Integración Centroamericana –SICA ‐ (www.sica.int/sgsica) y www.sieca.int); de la
Comunidad Andina de Naciones – CAN‐ (www.comunidadandina.org), antes Grupo
Andino; de la Comunidad del Caribe ‐ CARICOM ‐ (www.caricom.org); de la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América ‐ ALBA (http://alba‐tcp.org) y más
recientemente de la Alianza del Pacífico (http://alianzapacifico.net).
Este mapa institucional desarrollado a través de los años es, por momentos,
variado, complejo y heterogéneo. Incluye acuerdos institucionales con distintos grado
de evolución relativa, de cobertura geográfica, de relevancia y de eficacia y que,
incluso, suelen presentar una al menos aparente y a veces real, superposición en sus
objetivos, agendas e instrumentos.
Pero cada una de estas instituciones refleja diferentes momentos de la
concreta evolución histórica de la idea de concertar distintas modalidades de acciones
conjuntas entre países de la región. Además, son parte de la realidad actual, por lo
menos en el plano formal. Por momentos, sin embargo, parecerían no estar
plenamente utilizadas por los propios países que las han creado. O al menos esa suele
ser la imagen que se disemina a veces en la opinión pública.
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Intentar un rediseño completo de este mapa institucional no parece algo
recomendable ni realista, al menos como una prioridad actual. Sería costoso en
recursos, en tiempo y en energías políticas. Los resultados, además, no serían fáciles
de anticipar como positivos. Parece más conveniente, entonces, orientar la acción de
los países de la región hacia el objetivo de lograr un mayor aprovechamiento de la
capacidad institucional existente.
La rica diversidad latinoamericana
Por lo demás, tal como está, este mapa institucional refleja la rica diversidad
que ha caracterizado siempre a la región y que, muy probablemente la seguirá
caracterizando en el futuro. Es una diversidad que en mucho resulta de la historia y,
sobre todo, de la propia geografía de la región ‐ caracterizada por significativas
distancias físicas que han dificultado la comunicación entre los países y, especialmente
entre sus principales centros urbanos ‐, como así también por marcadas disparidades y
asimetrías de poder relativo y de dimensión económica. Resulta, asimismo, de los
naturales cambios en prioridades y preferencias que suelen resultar de la propia
evolución política y económica de los distintos países de la región y de las diferentes
subregiones.
Pero en contraste con otras regiones del mundo, no es una diversidad que haya
resultado de fracturas y confrontaciones que a veces predominan –en el pasado y
también en la actualidad‐ en las relaciones entre países vecinos con conflictos difíciles
de administrar, tales como los que reflejan diferencias profundas especialmente en el
plano cultural, étnico o religioso e, incluso en el ideológico.
En tales casos, una resultante de la diversidad puede ser la fragmentación y
ésta puede incluso adquirir connotaciones violentas dando lugar a conflictos armados.
La historia larga de muchas regiones así lo demuestra. Pero también es posible ilustrar
tal riesgo con lo que ocurre actualmente en determinadas regiones del mundo. No es,
ni necesariamente ha sido, el caso de América Latina ni del espacio sudamericano
donde muchas veces los principales conflictos inter‐estatales se han originado en
percepciones y en cuestionamientos relacionados con la definición de los límites
territoriales, hoy en su mayor parte superados o en proceso de superación a través del
diálogo y la acción diplomática.
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La diversidad existente, sin embargo, puede dificultar la acción conjunta de
países que pertenecen a una misma región. Ocurre ello, por ejemplo, cuando se
plantean los posibles esquemas de cooperación e integración como eventualmente
contrapuestos, por responder por ejemplo, a diferentes concepciones y visiones sobre
cómo encarar el desarrollo económico y la inserción en la economía mundial. Este tipo
de planteamiento puede conducir a confrontaciones de signo predominantemente
ideológico y, eventualmente, pueden generar dificultades en la gobernanza de la
región, precisamente por no contemplar en todos sus alcances la importancia de la
dimensión política en las relaciones entre los países latinoamericanos. En cierta
medida es lo que han alertado en los últimos tiempos, personalidades como los ex
Presidentes Ricardo Lagos y Lula da Silva, al referirse a las inconveniencias de una
visión antagónica de los procesos de integración a través del Mercosur y de la Alianza
del Pacíficoi.
Un mejor aprovechamiento de las instituciones existentes en la región
Si se excluye la conveniencia de encarar un rediseño amplio del mapa
institucional de la región, cobra validez entonces la idea de concertar acciones
conjuntas que permitan un mejor aprovechamiento de las instituciones existentes
por parte de los propios países miembros a través, cuando fuere necesario, de sus
adaptaciones a las nuevas realidades regionales y de los respectivos países. Es un
proceso que probablemente será gradual y que difícilmente será la resultante de una
hoja de ruta predeterminada. Por el contrario debería reflejar la idea, basada en
muchas experiencias, en el sentido que la construcción voluntaria de espacios de
cooperación e integración entre naciones soberanas, se suele lograr a través de pasos
sucesivos, muchas erráticos y no lineales, y no necesariamente basados en el diseño
trazado en los momentos fundacionales.
En tal perspectiva surge una primera pregunta que cabría formular y debatir.
Tal pregunta se puede plantear en los siguientes términos:
¿No sería conveniente, más allá de las apreciaciones que se puedan efectuar
sobre la calidad y la eficacia de las instituciones existentes, concertar esfuerzos para
su mayor aprovechamiento posible, en función de los desafíos y necesidades que en
la actualidad y hacia adelante confrontarán los países de la región especialmente en
el plano global e interregional, y de sus notorias ventajas competitivas originadas,
por ejemplo, en sus recursos naturales (energía, alimentos, minerales, agua potable,
tierras cultivables) y humanos (fuerte creatividad resultante, entre otros factores, del
mestizaje cultural y étnico?
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Si la respuesta fuere positiva, al menos tres posibles líneas de acción parecen
al respecto recomendables. Ninguna de ellas requeriría modificaciones sustanciales en
los acuerdos existentes, aunque sí en la forma con que ellos son desarrollados por sus
órganos y por los respectivos países miembros.
La primera línea de acción conjunta implicaría profundizar los vasos
comunicantes y la coordinación entre los distintos esquemas institucionales
existentes.
Ello sería facilitado por una mayor transparencia sobre sus actividades,
agendas y costos, lo que hoy es más fácil de obtener a través de mejoras sustanciales
en la calidad de sus respectivas páginas Web. A tal efecto, deberían ser concebidas
como forma de reflejar los principales datos que permitan a la ciudadanía apreciar sus
activos, sus actividades, sus aportes concretos a los problemas de la gente. Asimismo,
ellas deberían estar permanentemente actualizadas. No siempre ocurre hoy así.
Además, en una época en la que se observa el fenómeno del empoderamiento
de las ciudadanías, están tornándose más evidente los cuestionamientos sobre los
costos de las instituciones de gobernanza internacional en las que cada país participa,
incluyendo las regionales o subregionales.
Se ha puesto ello en evidencia en los últimos tiempos, por ejemplo, en las
percepciones, decepciones y actitudes de las ciudadanías europeas con respecto a la
eficacia de las instituciones comunitarias, especialmente tras la crisis financiera
exteriorizada a partir del año 2008.
De allí que un aspecto central de una política de transparencia en la región
latinoamericana, debería referirse al presupuesto y a la estructura de gastos de cada
una de sus instituciones y, en especial, sobre cuánto le cuesta a cada país miembro, ya
sea en forma directa e indirecta. Al respecto convendría prever que, en adelante, la
ciudadanía formulará cada vez más la pregunta sobre “cuánto me cuesta cada
institución concreta en la que participa mi país y qué aporta al desarrollo de mi país”.
La segunda línea de acción a encarar, en parte como resultante de la anterior,
implicaría la efectiva participación de las respectivas sociedades civiles, con un
empleo más eficaz de las instituciones parlamentarias en el caso en que ellas existan,
como es el caso del Mercosur. Lo importante es colocar a la ciudadanía y a sus
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acciones a desarrollar y de pasos a dar, a fin de potenciar la diversidad regional
como un activo a la hora de intentar aprovechar desafíos y oportunidades que surgen
tanto en el plano global, como en el regional y el interno de cada uno de los países?
Un supuesto para abordar la respuesta a esta pregunta sería el diagnóstico
sobre las riquezas de opciones que resultan precisamente de la diversidad de recursos
y de situaciones, de ideas y de valores, de experiencias y motivaciones, que se
observan en América Latina en su conjunto y, más en particular, en América del Survii.
Es ese un diagnóstico que en el mundo actual requiere de una constante
actualización. Deberá contemplar, entre otros factores, los potenciales efectos sobre
los países de la región de la futura evolución del sistema multilateral del comercio
internacional, a la luz de lo que finalmente ocurra con la Rueda Doha y con los
resultados obtenidos formalmente, pero aún inciertos en sus efectos concretos, en la
Conferencia Ministerial de la OMC en Balí. También deberá contemplar lo que resulte
de las actuales negociaciones orientadas a concretar grandes acuerdos preferenciales
inter‐regionales, especialmente el Trans‐Pacific Partnership (TPP) y el Trans‐Atlantic
Trade and Investment Partnership (TTIP), si es que ellas pueden concluirse en los
plazos imaginados o al menos en plazos razonables. En ninguno de esos casos pueden
plantearse aún escenarios ciertos.
Algunos campos prioritarios de acción conjunta futura
Una forma recomendable de abordar los campos de acción conjunta futura
entre países de la región sería privilegiar por lo menos tres que, siendo relevantes,
permitirían señalizar, por efecto de demostración, caminos y metodologías a emplear
en relación a otros también importantes. Sin embargo la agenda puede ser mucho
más amplia, tal como lo ha señalado recientemente, entre otros, Sergio Bitar y Luis
Mairaviii, como también Alejandro Foxleyix.
Tanto la UNASUR como la CELAC pueden cumplir, junto con otras instituciones
regionales y subregionales conforme sean sus competencias, un papel relevante en la
formulación de los campos de acción conjunta que se estimen prioritarios y luego en el
impulso de su desarrollo.
Se sugiere comenzar en lo más inmediato por estos tres campos prioritarios de
acción conjunta:
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• Desarrollo de redes regionales de análisis prospectivo y de inteligencia
competitiva.
Su objetivo sería facilitar el acceso a diagnósticos actualizados sobre aquellas
tendencias y hechos portadores de futuro que más incidencia puedan tener en las
estrategias de inserción de países de la región en la competencia económica y en la
gobernanza global, como también en las de articulación en el plano regional y en las de
desarrollo en el plano nacional.
A tal efecto parece recomendable impulsar acciones sistémicas orientadas a
facilitar la conexión de los esfuerzos nacionales actualmente existentes en algunos
países de la región – no se observa ello en todos ‐, tanto en materia de análisis
prospectivos como de inteligencia competitivax.
El articular los esfuerzos existentes en el marco de redes multinacionales
conjuntas, que aspiren a incorporar otras instituciones que puedan desarrollarse en el
futuro en países de la región, significaría un notorio progreso en la capacidad de
entender lo que está ocurriendo en la competencia económica global y sobre sus
eventuales incidencias en las estrategias nacionales y regionales de inserción
internacional. A ello debe sumarse lo que ya existe en la materia en instituciones
regionales, especialmente en el ámbito de la CEPAL y también, en algunos aspectos,
del SELA.
• Desarrollo de redes regionales de producción y de cadenas de
abastecimientos.
Su objetivo sería facilitar la articulación productiva entre empresas de países de
la región y el mejor aprovechamiento de la creciente demanda de bienes y de servicios
diferenciados, originada en consumidores urbanos de ingreso económico de clase
media, sea en la propia región o en otras regiones, especialmente en Asia, África y
Medio Oriente.
La ALADI brinda al respecto instrumentos sumamente valiosos en la actualidad,
a fin de impulsar y de formalizar acuerdos sectoriales de articulación productiva entre
sus países miembros, sin que sea necesario que abarquen a todos, al menos en un
primer momento. Son instrumentos que reconocen precedentes en la ALALC,
especialmente en la figura de los acuerdos de complementación por sectores
industrialesxi. Es importante señalar que pueden ser impulsados en forma compatible
con la normativa actualmente vigente en la OMC, especialmente por efecto de la
aplicación de la Cláusula de Habilitación del GATT.
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Otros elementos importantes en función de una estrategia de articulación
productiva a nivel sectorial, son los que se refieren a los regímenes de origen, normas
técnicas y otros marcos regulatorios. También ellos pueden ser abordados dentro del
marco institucional y normativo de la ALADI.
Quizás lo antes señalado constituye uno de los mejores ejemplos de cómo los
países de la región pueden, si así lo necesitan en función de sus respectivas estrategias
nacionales, sacar un mayor provecho de las instituciones actualmente existentes, sin
siquiera tener que modificar sus instrumentos jurídicos fundacionales.
• Desarrollo de redes de innovación y creatividad.
Su objetivo sería estimular que se compartan esfuerzos nacionales orientados a
potenciar capacidades existentes en sectores que son claves para estrategias eficaces
de inserción internacional y de desarrollo económico y social de cada país. No parece
que sea necesario que en tales redes se espere que tengan interés en participar
activamente todos los países de la región o de algunas de sus subregiones.
Pero los tres campos de acción sugeridos, requerirán por lo demás, un esfuerzo
sostenido y eficaz para mejorar sustancialmente la conectividad entre los distintos
espacios nacionales, lo que implicará encarar más inversiones significativas para el
desarrollo de la infraestructura física e impulsar, en lo necesario, medidas de
facilitación del comercio recíproco.
Son, por lo demás, campos de acción que permiten utilizar criterios flexibles de
geometrías variables y de múltiples velocidadesxii, a fin de posibilitar la activa
participación de los países más interesados, pero abiertos a la participación posterior
de cualquiera de los demás países.
Como ha señalado recientemente la CEPALxiii, no existe al respecto ningún
modelo pre‐establecido sobre cómo llevar adelante el trabajo conjunto, en función de
beneficios mutuos, entre países que comparten un mismo espacio geográfico regional
o subregional.
fundacionales. Ello permitiría evitar los costos económicos y políticos, de recurrir
eventualmente al empleo de acuerdos, reglas y mecanismos, que puedan ser
fácilmente considerados como que vulneran los compromisos internacionales
asumidos por los países que los impulsan.
Los métodos a emplear –a veces especie de “trajes a medida”‐ resultarán de la
concertación de intereses nacionales bien definidos por cada uno de los respectivos
países, y de lo que enseñan sus propias experiencias previas, como también de otros
países y regiones. Por cierto que en su definición se deberán tomar en cuenta los
compromisos ya asumidos y las reglas de juego pactadas – interpretadas
correctamente y con sentido práctico ‐ en acuerdos internacionales en los que los
países miembros participan, tales en particular, como las del sistema comercial
multilateral institucionalizado en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Un papel más relevante en la construcción de un espacio regional de
integración y cooperación regional – en el sentido de acciones concertadas entre un
grupo de países que conduzcan a una mayor conectividad y articulación en todos los
planos, pero en particular en el económico, y sin que ellas impliquen que ninguno de
los respectivos países pierda su identidad e individualidad como nación soberana –
puede ser desempeñado por los países de mayor dimensión y poder relativos. Brasil y
México parecerían, en tal sentido, los más en condiciones de impulsar, incluso en su
propio plano interno, medidas que contribuyan a una efectiva articulación productiva
en la región, por ejemplo, dando plenas garantías en el acceso sin restricciones a sus
respectivos mercados nacionales, al menos en el caso de productos que se
comercialicen en el ámbito de cadenas de valor de alcance regional.
Sin embargo, ello no impide que países contiguos y de menor dimensión
económica relativa puedan avanzar articulándose en función de sus respectivos
intereses, en particular si son contiguos y tienen estrategias globales o regionales bien
definidas. En su momento lo puso en evidencia el Grupo Andino y, por cierto, el
Benelux en Europa. En todo caso, no existen condiciones en la región latinoamericana,
para que un país pueda aspirar a desempeñar el papel de Prusia en la construcción del
Zollverein alemán que, por lo demás, demandó varias décadas para su pleno
desarrollo.
En el mapa institucional regional actual, otras instituciones como la CELAC, la
UNASUR y la ALADI, cada una en el marco de sus competencias, pueden cumplir un
papel central colaborando en la definición, concreción e impulso de esos campos de
acción prioritarios, y en su actualización permanente.
11
Todo ello, sin perjuicio del papel relevante que también puedan desempeñar
otras instituciones existentes en la región, como son la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas ‐ CEPAL ‐(www.cepal.org); la CAF‐
Banco de Desarrollo latinoamericano (www.caf.com) y, eventualmente, el Banco del
Sur cuando finalmente su funcionamiento sea efectivo.
i
Luiz Inacio Lula da Silva y Ricardo Lagos, “América Latina: dos océanos y una voz”,
diario El País, Madrid, 19 de junio 2014, en:
http://elpais.com/elpais/2014/06/11/opinion/1402515021_275792.html.
ii
Ver Amitav, Acharya, “The End of American World Order”, Polity Press, Cambridge‐
Malden 2014.
iii
Ver Heraldo Muñoz, "Convergencia en la diversidad: La nueva política
latinoamericana de Chile", nota publicada en el diario El País, Madrid, jueves 13 de
marzo de 2014, en: http://elpais.com/.
iv
Ver al respecto, entre otros, Félix Peña, “Mercosur y Alianza del Pacífico en la
integración regional: Primera aproximación a la pregunta ¿se contraponen o se pueden
complementar?”, en su Newsletter mensual de Junio 2013, en
http://www.felixpena.com.ar/index.php?contenido=negociaciones&neagno=informes/
2013‐06‐mercosur‐alianza‐del‐pacifico‐integracion‐regional, y “Convergencia y
articulación productiva a nivel regional: Una iniciativa oportuna surgida de la reciente
Cumbre de la Alianza del Pacífico”, en su Newsletter mensual de Julio 2014, en:
http://www.felixpena.com.ar/index.php?contenido=negociaciones&neagno=informes/
2014‐07‐convergencia‐articulacion‐productiva‐nivel‐regional. Ver asimismo, Félix Peña,
“Mercosur y Alianza del Pacífico. Tareas pendientes”, en Alejandro Foxley y Patricio
Meller (editors) en “Alianza del Pacífico: en el proceso de integración latinoamericana”,
CIEPLAN, Santiago de Chile 2014, ps. 95‐103 (para la versión digital del libro ver
www.cieplan.org).
v
El artículo 3° b) del Tratado establece que convergencia “se traduce en la
multilateralización progresiva de los acuerdos de alcance parcial, mediante
negociaciones periódicas entre los países miembros, en función del establecimiento del
mercado común latinoamericano”.
vi
Es el alcance que puede atribuirse a la palabra convergencia en el planteamiento
efectuado por el Canciller Heraldo Muñoz en su artículo citado más arriba.
12
vii
Ver la presentación de Luis Maira, “América del Sur y las perspectivas de la
integración en la posguerra fría”, en la publicación del CEPES, “Mercosur. Prospectiva
20 años”, Montevideo 2012, ps.29‐35.
viii
Ver el artículo de Luis Maira citado en la nota anterior y el de Sergio Bitar en la nota
sub‐siguiente.
ix
Ver el capítulo de Alejandro Foxley, “Nuevo desafío para América Latina: Integración
productiva”, en Alejandro Foxley y Patricio Meller (editors) en “Alianza del Pacífico: en
el proceso de integración latinoamericana”, CIEPLAN, Santiago de Chile 2014, ps. 13‐26
(para la versión digital del libro ver www.cieplan.org).
x
Ver la presentación de Gerardo Caetano, “El futuro de la integración regional: entre la
administración de conflictos y la necesidad de pensamiento estratégico”, en la
publicación del CEPES, “Mercosur. Prospectiva 20 años”, Montevideo 2012, ps.29‐35, y
la de Sergio Bitar, “Las tendencias mundiales y el futuro de América Latina”, Serie
Gestión Pública n° 78, CEPAL – Inter‐American Dialogue, CEPAL, Santiago de Chile
2014.
xi
Los acuerdos de complementación están originalmente previstos en los artículos 16 y
17 del Tratado de Montevideo de 1960. Están en el origen de lo que luego serían los
acuerdos de alcance parcial de complementación económica en la etapa ALADI. Tal
figura es la que quizás mejor expresa la concepción original que impulsó a la
negociación de lo que sería la ALALC. Fue la presión externa la que obligó a insertar ese
primer acuerdo regional en el marco de la figura de zona de libre comercio prevista en
el artículo XXIV del GATT, alterando las ideas originales en particular de Argentina y
Brasil. Ello está en la base del posterior fracaso de la ALALC y de su transformación en
la ALADI. Sobre el alcance original de la ALALC y en particular de los acuerdos de
complementación conviene leer las respuestas que los países miembros dieron al
cuestionario que en su momento formulara el GATT a los que eran Partes Contratantes
y, a la vez miembros de la ALALC. Ya en el Tratado de Montevideo de 1980, ocupa un
lugar central la figura de los acuerdos de alcance parcial definidos y regulados en sus
distintas variantes por la Sección Tercera del Capítulo II del Tratado y, en lo que se
refiere a los acuerdos de complementación económica, por el artículo 11. A fin de
compatibilizar el enfoque del nuevo Tratado con las normas del GATT y, en especial su
artículo XXIV, los países de la región miembros del GATT tuvieron un papel protagónico
en impulsar la aprobación en la Rueda Tokio (1979) de la denominada “Cláusula de
Habilitación”. En los planteamientos actuales de “convergencia en la diversidad”,
especialmente entre los países del Mercosur y de la Alianza del Pacífico, lo antes
señalado puede tener mucha importancia práctica.
13
xii
Ver al respecto y entre otros, los planteamientos de Alexander Stubb, en
“Negotiating Flexibility in the European Union. Amsterdam, Nice and Beyond”,
Palgrave, Hampshire – New York 2002 (el autor es un experto en estos temas, pero
además ha sido Ministro de Relaciones Exteriores y es actualmente Primer Ministro de
Finlandia).
xiii
CEPAL, "Integración Regional. Hacia una estrategia de cadenas de valor inclusivas",
CEPAL ‐ Naciones Unidas, Santiago de Chile, Mayo 2014, en: http://www.eclac.cl/.
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