Bicentenario, Museo y Educaci+ N RedPOP Brasil 2011
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Bicentenario, Museo y Educaci+ N RedPOP Brasil 2011
1. RESUMEN
“Sabemos que vosotros estimáis en alto grado el tipo de aprendizaje que se enseña en esos
colegios, y que el mantenimiento de nuestros jóvenes durante el tiempo que estuvieran entre
nosotros os resultaría costosísimo. Nosotros estamos convencidos, por lo tanto, de que
mediante vuestra proposición deseáis hacernos bien y os lo agradecemos de todo corazón.
Pero vosotros, que sois sabios, debéis saber que naciones diferentes tienen distintos
conceptos de las cosas, y por lo tanto no tomaréis por impropio el que nuestras ideas a
cerca de este tipo de educación no sean las mismas que las vuestras. Hemos tenido una
buena experiencia de ello; varios de nuestros jóvenes se educaron en los colegios de las
provincias norteñas; se les instruyó en todas vuestras ciencias, pero cuando volvieron a
nosotros, eran malos corredores, ignoraban todos los medios de vivir en el bosque, eran
incapaces de soportar ya fuera el frío o el hambre, desconocían el modo de construir una
choza o como atrapar a un venado o como matar a un enemigo; hablaban nuestra lengua
con imperfección, y no estaban preparados para ser cazadores ni guerreros ni consejeros;
en definitiva, que no servían absolutamente para nada.
Sin embargo, no nos sentimos menos obligados por vuestro generoso ofrecimiento, aunque
declinamos aceptarlo, y para demostraros nuestra gratitud por el mismo, si los caballeros
de virginia nos envían una docena de sus hijos, nosotros cuidaremos de su educación, les
instruiremos en todo cuanto sabemos y haremos de ellos hombres”
De lo anterior se puede concluir que la educación es para la vida, para la vida cotidiana, la del
día a día. En donde, y con palabras contemporáneas, es necesario desarrollar competencias y
habilidades de todo tipo, individuales y sociales, que nos permitan hacernos ciudadanos y
ciudadanas, pero que también permiten cohesionar la comunidad. Las palabras de los
indígenas norteamericanos encierran gran sabiduría, que desgraciadamente pareciera que se
ha perdido en estos tiempos.
Si la educación es para la vida, y por supuesto para la vida en las sociedades democráticas
actuales y en comunidades concretas, significa que la educación es cuestión de todos. Es
decir, del estado y del ciudadano, de comunidades y de individuos, de lo público y de lo
privado. Y por supuesto de la escuela y del museo. Con los 200 años del Grito de
Independencia se hace necesario reflexionar sobre el pasado para prever un mejor futuro.
Ahora que estamos en la conmemoración del Bicentenario del Grito de Independencia, vale la
pena devolvernos unos siglos y dar una rápida mirada a esas dos instituciones objetos de estas
líneas: la Escuela y el Museo.
Durante el siglo XIX, se desarrollan y fortalecen la Escuela pública y el Museo, que nace
como entidad moderna al adquirir su carácter público. Este fortalecimiento se da en el marco
de la consolidación de la República en Europa. Estos procesos, que no fueron fáciles, tuvieron
que ver en el paso necesario que se debía dar para formar ciudadanos de súbditos y vasallos.
Es decir de construir unas relaciones distintas, políticas, sociales, culturales y económicas de
las que se tenían con lo reyes y poderosos. La Revolución Francesa fue fundamental como
detonante de estos procesos, allí jugó tanto lo positivo de la Revolución, como sus excesos de
la “época del terror”.
“Durante el siglo XIX, la educación llega a ser la función primaria del museo. El ideal del
museo fue entendido como “la escuela avanzada de auto instrucción”, y el lugar donde los
maestros deberían “ir naturalmente para asistencia”. Aunque muchos museos y galerías
fueron incapaces de lograr este ideal, esta visión fue mantenida firmemente. Por los años 20
esta convicción, sostenida firmemente por los pensadores del siglo XIX en muchas áreas de
la vida intelectual y política, fue echada atrás. Una nueva generación de curadores se
interesó menos en el uso público de los museos, y estuvo más interesado en la acumulación
de colecciones.”
La misma autora comenta que el Louvre fue el primer museo libre público establecido como
parte del sistema estatal de educación. Se produjeron catálogos muy baratos en el lenguaje del
visitante. El Louvre actuó como el nodo central de una red de museos en el país que se
esforzó en el empeño de construir ciudadanos a partir de vasallos. El Museo se constituyó
como un instrumento de la educación pública. Este ejemplo tuvo gran influencia en Europa.
La escuela elemental era prácticamente inexistente en los albores del s XIX. En Santa Fe, por
ejemplo, había unos 200 niños matriculados en la escuela primaria y la ciudad contaba en esos
momentos con 30.000 habitantes. Las escuelas públicas de primeras letras se establecen en el
siglo XVIII como consecuencia de las políticas ilustradas de los Borbones que acceden a la
corona española. La educación, que era monopolio de las congregaciones religiosas, por
disposición de la Corona se permite que pueblos y villas administren escuelas siempre y
cuando paguen el sueldo de los maestros. Sueldo que con frecuencia no pueden pagar. A esto
se debe agregar que conseguir maestros no era fácil y muchos de ellos apenas sabían leer y
escribir.
Los colegios y universidades seguían el método escolástico, que consistía en que el maestro
leía un texto, la dictatio. Después los estudiantes resolvían preguntas y sacaban conclusiones
mediante un mecanismo de argumentación y contra argumentación, la disputatio. Los
exámenes se realizaban cada 4 meses y al final de cada ciclo (existían tres ciclos: artes,
teología y cánones) había un gran examen denominado la tremenda, basado en el método ya
descrito y sustentado en latín ante público. Realmente las materias fundamentales se referían a
la teología, las leyes y un poco de lógica. Ya en la segunda mitad del siglo XVIII había
muchas críticas a estos métodos de pura estirpe medieval, en donde se insistía en una
educación basada en métodos modernos y con contenidos científicos, como en su momento
habían insistido José Celestino Mutis y otros ilustrados.
El anterior era el panorama educativo general cuando se da el Grito de Independencia. Aquí
se puede hablar de dos periodos de interés. De 1810 a 1816 que se puede llamar la I
República, que termina con la reconquista española y después de 1819 con la independencia
definitiva.
Se puede afirmar que la I República está signada por movimientos de lo que ahora se llama la
sociedad civil. Debido a la capitulación de Bayona en 1808, el poder que residía en el rey
queda en el vacío. Pronto surge la idea que ante el vacío de poder, este reside en el poder
soberano del pueblo de tal manera que en la Península surgen juntas patrióticas en diversos
pueblos y ciudades, juntas que expresan su lealtad al rey. Esto tuvo gran influencia en las
colonias españolas de América. De tal manera que surgen juntas patrióticas en distintas partes
de ella; alimentando el deseo de autonomía en América ya que el poder soberano del pueblo
va a chocar con el poder virreinal en muchas ocasiones.
Estas diferencias hicieron que durante el periodo de 1810 a 1816 se dieran muchas tensiones y
enfrentamientos entre ellas.
Las provincias, intentando desarrollarse como repúblicas, fueron dictando sus constituciones
y en ellas se hace patente el interés por la educación primaria como universitaria. En cuanto a
esta última se abogó por proteger las universidades en las ciudades en donde habían:
Cartagena y Santa Fe y que quedaran bajo la inspección del gobierno. Además, se dispuso
crear universidades en Medellín y Tunja.
Con la Revolución triunfante en 1819, los dirigentes criollos se dan a la tarea de construir la
república y será en el campo educativo en donde se realicen esfuerzos en la medida que el
Estado necesita, por un lado, de distintos funcionarios que administren la cosa pública, las
relaciones exteriores y la misma educación y por otro la necesidad del fortalecimiento de la
actividad privada. Con este esfuerzo se trata de ampliar la clase dirigente. Para eso se inspiran
un poco en Francia y mucho en las reformas de los Borbones de la Corona Española que se
esforzaron por racionalizar el manejo del estado, sin tocar las estructuras del poder (Iglesia y
Monarquía) cuestionadas por los ilustrados europeos. Esto condujo “a una variante ilustrada
de carácter tímido, la llamada Ilustración Católica” que estuvo presente en sus dos formas: los
que apoyaban la monarquía y los que la rechazaban.
El esfuerzo criollo se realiza tanto a nivel de la educación elemental, media y superior. Es así
como Francisco de Paula Santander decreta en 1820 la creación de escuelas públicas en
pueblos cuyos maestros debían ser pagados por el gobierno local, así mismo se decreta la
fundación de escuelas en conventos y “pueblos de blancos” pagados por los vecinos.
Se establece que habrá exámenes cada 4 meses en presencia del gobernador o su delegado, el
cura y el juez del lugar.
Ignacio Arismendi Posada comenta sobre el decreto de 1820 que:
Llama la atención, además de la instrucción militar, una cierta mezcla entre algunas
cuestiones de inspiración colonial: escuelas y maestros pagados por vecinos, exámenes cada 4
meses, la enseñanza de los dogmas de la religión y la moral cristiana, con cuestiones de
inspiración republicana como son la instrucción de derechos y deberes del hombre en
sociedad. La Revolución Francesa introduce la separación Estado Iglesia como uno de sus
logros sustantivos, sin embargo el artículo 8o le da preeminencia a la religión católica en la
educación a través de lo que se debe enseñar y de lo que se debe juzgar. Por esta importante
vía la herencia cultural colonial española seguirá viva y ya en el s XX, en distintos momentos
históricos se hará uso de ella:
En 1826 se funda la Universidad Central con sedes en Bogotá, Caracas y Quito e inicia clases
en 1830, un par de décadas después la sede de Bogotá desaparece. Con la creación de la
Universidad Central culmina el proceso de la naciente república por establecer una educación
pública.
En el siglo XIX va existir una gran pugnacidad entre los partidarios del federalismo y los del
centralismo. Entre los que quieren la separación Estado Iglesia y los que siguiendo la
tradición colonial, se oponen a ello, viendo a la Iglesia como guía espiritual y moral de la
nación. Lo anterior va a llevar a graves confrontaciones durante este siglo, siendo la
educación un campo en donde se darán grandes controversias y choques. Ejemplo de lo
anterior es la reforma educativa de 1870 de los liberales radicales. Esta es la gran reforma
educativa en el siglo XIX en donde se piensa la educación de forma integral “ya que incluía
desde la formación del maestro hasta la construcción de los edificios escolares y la
formulación de una concepción pedagógica coherente con el desarrollo de las ciencias y con
una concepción política de los fines del Estado”. La reforma introduce por primera vez la
noción de neutralidad de la educación en materia religiosa y la educación elemental gratuita,
que venía desde el decreto de 1820, y obligatoria. Estas dos cuestiones neutralidad y
obligatoriedad serán parte de la oposición que los sectores tradicionalistas harán a la reforma,
que junto con la precariedad de recursos hará que finalmente la reforma se frene.
Respecto del movimiento regenerador de Rafael Núñez y de Miguel Antonio Caro que dio
origen a la constitución de 1886, el historiador Jorge Orlando Melo comenta en su ensayo
sobre el libro de historia de Henao y Arrubla que:
Europa había pasado por la Edad Media, por el Renacimiento y por le Siglo de las Luces que
anteceden y en muchos sentidos preparan el proceso de pasar de vasallos a ciudadanos,
proceso que no fue fácil debido a las distintas reacciones de las monarquías. Aquí pasamos
del medioevo americano a repúblicas que guardan una fuerte jerarquización y elitización
social como parte de esa herencia colonial española. Es decir, en el paso de vasallos a
ciudadanos los procesos de construcción de nuevas relaciones políticas, culturales y sociales
van a quedar a medio camino y no van a permitir el fortalecimiento y cualificación de la
república ni del sistema democrático, lo cual repercutirá en una república y en una democracia
con grandes fragilidades. Se podría decir que una metáfora que representa con acierto esta
situación es la de vino viejo (procesos de elitización y de exclusión que vienen de la colonia)
en odres nuevos (la república).
Regresando a los museos, sólo tres de ellos se van a crear en el siglo XIX, el ya mencionado
Museo Nacional (1823), el Museo Zea (1881) que posteriormente cambiará de nombre por el
de Museo de Antioquia y la Quinta de San Pedro Alejandrino (1891). Los dos primeros
museos pasarán por muchos avatares y sólo en la década de los 40 del siglo pasado podrán
tener una situación estable.
3. Museos S. XX
El siglo XX se inicia con la guerra de los Mil días en pleno desarrollo, esta guerra deja al país
en un estado lamentable: gran pugnacidad y desconfianza, desarticulado y con muchos odios.
De ahí que el Estado no pueda hacer mayores esfuerzos en el campo educativo. En 1901, los
Hermanos Cristianos fundan en Bogotá, el Museo de Historia Natural de la Salle y
posteriormente la misma comunidad hace los mismo en Medellín (1913) y Barranquilla
(1918), en todos estos casos el museo está anexo a los colegios de la Salle y van a jugar un
papel en donde se complementan mutuamente Museo y Escuela. Dada la pugnacidad, el odio
y la desconfianza entre los partidos como resultado de la guerra, sólo las congregaciones
religiosas podían acometer con éxito empresas de nivel nacional.
La conmemoración del Centenario, que tuvo un fuerte sabor centralista, contempló eventos
como la Exposición Industrial y Agrícola en el Parque de la Independencia de Bogotá, con el
fin precisamente de mostrar los adelantos del país como una nación civilizada, desfiles,
concursos, inauguración de bustos, estatuas y monumentos cuyos discursos tuvieron un fuerte
sabor hispanista, Te deum, misas y actos religiosos, que convirtieron a la Iglesia Católica en
una protagonista de la conmemoración, con el discurso de ser la verdadera civilizadora de la
nación.
En los concursos nacionales vale la pena mencionar el concurso de historia patria ganado por
los abogados conservadores Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, cuyo libro se entronizó
como el texto oficial para la enseñanza de la historia en el país.
“Los festejos fueron organizados a partir de la idea de una nación libre, centralista,
moderna, hispanista, protegida por el hálito divino representado por la Iglesia católica y
orgullosa de sus próceres independentistas. En palabras de Martínez, fue el “juramento
organizado de fidelidad a los dioses tutelares de la República Conservadora: la iglesia y los
próceres”. Una síntesis ecléctica de lo que podría ser parte de la nación, que a su vez
demostraría cuán restringida era la representación nacional hacia 1910: una nación
paternalista, clasista y racista frente a lo que no era considerado digno para un país como
Colombia.”
Durante la primera mitad del siglo el proceso de creación de museos es lento, sólo se crearon
38 museos, el 11% de los 352 reportados. El esfuerzo de los sectores público y privado se
concreta con la creación de 184 museos del sector público y 168 del privado que
corresponden a comunidades religiosas, sociedades de ornato y mejoras públicas, academias,
diversas juntas, fundaciones y personas naturales. En el sector público han sido entes del
orden nacional como ministerios, el Banco de la República, el Ejército, la Policía. En este
sector es interesante el caso de alcaldías (70 museos), gobernaciones (12) y casas de la cultura
(17) que muestran una gran dinámica en las últimas dos décadas, la última de ellas
corresponde al nuevo ordenamiento institucional con la elección popular de alcaldes.
Sin embargo, el proceso de creación de museos decae en el presente siglo. En esto tiene que
ver parcialmente con la crisis económica del país, a finales de la centuria pasada.
Por otro lado, lo que ha posibilitado la creación de museos ha sido en gran medida la idea de
conservar los patrimonios municipales, regionales y nacionales en donde las iniciativas
institucionales han sido muy importantes. En segundo lugar, desde la década de los 80 con la
emergencia de los llamados museos interactivos, la cuestión de la comunicación del
conocimiento y la educación han sido uno de los motores para la creación de este tipo de
museos.
Para terminar con la mirada a las tendencias en el s XX, que se pueden analizar con base en el
Directorio de Museos de Colombia 2003 - 2004, en donde se encuentra el tipo de colecciones
de nuestros museos que pone de presente el esfuerzo realizado en términos de conservación
del patrimonio material e inmaterial de la nación colombiana (que corresponden a las
colecciones de arqueología, arte, etnografía e historia) por un lado, y por el otro, en menor
escala al surgimiento de museos y centros de C&T que corresponde al esfuerzo educativo de
miembros y grupos de comunidades académicas y científicas.
4. Retos y perspectivas
Volvamos nuevamente a la relación Museo – Escuela. Para ello miremos un modelo simple
que pretende visualizar los contextos que concurren en un Museo.
Los cuatro contextos que se expresan en un Museo. Casos patrimonio material y patrimonio
inmaterial (contexto de las ideas, contexto del acervo de ideas manejadas por el museo).
La museología clásica va a poner su esfuerzo en el contexto del objeto y en el contexto de la
colección. Esto se va a fortalecer a partir de los años 20 del siglo pasado y los contextos de la
exposición y del público que signan a la institución museal como pública, están en un
segundo y a veces en un tercer plano, completamente subsidiarios de los contextos del objeto
y de la colección. A finales de los años 60 empiezan a tomar fuerza nuevamente los contextos
de la exposición y del público, volviéndose fundamentales ya que el museo como institución
tiene razón de ser en el marco de sociedades y comunidades concretas. No se desprecian los
contextos del objeto y de la colección, sino que estos están en función de la acción del museo
hacia la sociedad que se expresa en los contextos de la exposición y de los públicos que
concurren a las diversas actividades del museo.
Por otro lado, la escolaridad media en Colombia anda por los 8 años (dependiendo de la
fuente varia de 8 a 9 años), lo que significa que el ciudadano promedio colombiano tiene
apenas 8 o 9 años de escolaridad. ¡ 8, 9 años ! En otras palabras, esto indica unos procesos de
exclusión social, cultural, educativa y laboral que necesariamente deben ser superados si
pensamos en la necesidad de ser una nación viable y respetada por sus tradiciones, su saber
socialmente acumulado y su creatividad trasformadora. Esto supone un gigantesco esfuerzo
por remontar esta situación.
Habíamos iniciado este escrito con la pregunta ¿para qué la Educación? y habíamos
respondido que la Educación es para la vida. ¿Qué sentido y que horizonte de vida puede
tener un ciudadano de 8 años de escolaridad? Si se reflexiona sobre esto, el cuadro es
realmente dramático.
Doscientos años después del Grito de Independencia, tenemos una situación que guarda
algunas semejanzas en términos de la necesidad de llevar a cabo procesos de formación
de ciudadanías y fortalecimiento democrático y republicano. Todo estas cuestiones en un
contexto global distinto al del s XIX.
Es curioso constatar que pocos museos tienen una política educativa. Tienen departamentos o
secciones educativas que desarrollan proyectos en este campo, pero pocos tienen una política
de esta índole. Estructurarla y ponerla en marcha es un reto de nuestras instituciones.
La Escuela ya no puede ser concebida como cerrada, autista. Las llamadas tecnologías de la
información y la comunicación, TIC, han tenido la virtud de llevar la vida a la Escuela y
además de quitarle el monopolios de la educación. Esto supone un cambio radical en la
Escuela, Los seres humanos nos movemos en un mundo tridimensional. La vida es
tridimensional, pero la Escuela se mueve fundamentalmente en dos dimensiones. Basta decir
que el texto es la fuente básica de comunicación de la Escuela y que necesariamente esta
deberá extender sus fuentes de comunicación más allá del texto.
La ciudad educadora aquí se entiende como aquella que procura que en sus espacios públicos
haya información socialmente relevante para el ciudadano y estamos hablando del ciudadano
de 8 o 9 años de escolaridad que es precisamente el que encontramos en calles y plazas
públicas. En esta perspectiva, el papel de los museos es fundamental. El Museo como espacio
público está cargado de sentido, pero precisamente el ciudadano promedio no asiste al Museo,
haciéndose necesario descentralizar su acción conquistando nuevos escenarios, en donde se
encuentre este ciudadano, brindando información socialmente relevante. Esta información
tiene un elemento contextual. No es lo mismo hacerlo en Quibdó que en Bogotá o Pasto o
Carmen de Bolívar, los micro contextos culturales son distintos, de ahí que sea necesario
redoblar esfuerzos en el marco de la formación de ciudadanías. Doscientos años después del
Grito de Independencia es necesario concluir los procesos que se quedaron a medio camino.
Museo y Escuela deben ser concebidos como socios para educar. Ese es el gran reto del
presente y del futuro.
Nuestras instituciones deben trabajar por un horizonte democrático que posibilite seres
humanos reflexivos, creativos y productivos, que sepan pensar, así se equivoquen y sepan
gozar. En otras palabras se hace necesario que la política educativa y comunicativa de los
museos apunte a la formación de ciudadanías, formación que se basa en el conocimiento tanto
global como local.
¿Para qué sirve la ciencia, el arte, la filosofía, el derecho, en general para qué sirve el
conocimiento que se enseña en la escuela? Precisamente para formar ciudadanos que
aprendan a crear, argumentar, debatir, evaluar, controlar, planificar, etc. Es decir, el
conocimiento que se enseña en la Escuela y el que se aprende en los museos está en función
de la formación de ciudadanías. He ahí el gran reto de esos socios para educar que son el
Museo y la Escuela.
La política educativa debe ser trasversal y debe tener presencia en el quehacer del museo. Los
anteriores aspectos deben ser concretados en programas, proyectos y actividades. La política
educativa le dará “dientes” a la institución para llevar a cabo las empresas culturales y
superar los retos que hemos señalado en este ensayo.
Como hemos visto estas empresas culturales son de gran envergadura y no las podemos
enfrentar solos. De ahí que en la política educativa se hace necesario que impulsemos una
dinámica de redes, consolidando y fortaleciendo las que ya existen, así como iniciando otras
que posibiliten enfrentar con éxito los retos del presente y del futuro.