Etnicidad y Discriminacion Racial en La
Etnicidad y Discriminacion Racial en La
Etnicidad y Discriminacion Racial en La
1
Etnicidad y Discriminación
Racial en la Historia del Perú
Tomo II
Pontificia Universidad
Católica del Perú Programa Sociedad Civil
Instituto Riva Agüero Banco Mundial
3
Agosto del 2003
Lima-Perú
I.S.B.N. 9972-832-11-2
Carátula:
Día de los Reyes, 6 de enero. Desfile de las hermandades afrocubanas denominadas cabildos con sus atuendos tribales. Tomado
de Sugar is Made with Blood, p. 46, de Robert L. Paquette, publicado por Wesleyan University Press Middletown, Connecticut, EUA,
1998.
Banco Mundial
Oficina Subregional para Ecuador, Bolivia, Perú y Venezuela
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La información contenida en este libro puede ser reproducida, siempre que se mencione la fuente de origen y se envíe un ejemplar
al Instituto Riva Agüero y otro a la oficina del Banco Mundial en Lima.
Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo financiero del Programa de Sociedad Civil del Banco Mundial de Lima y no
constituye un documento oficial de dicho organismo.
El Instituto Riva Agüero y el Banco Mundial no se responsabilizan por las opiniones vertidas por los autores.
4
Índice
Presentación 7
Introducción 9
5
Presentación
7
sus raíces culturales que nos brinda generosamente la historia. La interpreta-
ción de la información que ofrecen las fuentes históricas y la metodología de
análisis utilizada para arribar a conclusiones, serán relevantes para generar un
debate necesario entre los investigadores de la historia con los actores sociales y
descendientes de esa historia.
8
Introducción
9
Carlos Flores estudia las revueltas que estallaron en el valle de Nepeña luego
de la expulsión de los jesuitas, ocurrida en 1767. De acuerdo con el autor, las
relaciones laborales sufrieron una grave disrupción cuando una nueva admi-
nistración entró a manejar las haciendas que habían pertenecido a la Compa-
ñía. José Javier Vega, por otro lado, nos ofrece una vívida narración de lo que
—a partir de la documentación de Temporalidades— fue la vida cotidiana de
los esclavos negros de la hacienda lambayecana de Tumán. A través del trabajo
de Mónica Ferradas podemos recrear la postura de indios y negros frente a la
muerte y al momento de testar. En el ensayo de Alejandro Rey de Castro se
obtiene una visión de la dinámica entre élite y plebe durante la coyuntura de las
reformas borbónicas llevadas a cabo en Lima a fines del siglo XVIII. El trabajo
de John Rodríguez nos ubica en la larga y álgida discusión que levantó la abo-
lición de la esclavitud en la prensa peruana en la primera mitad del siglo XIX.
Finalmente, el artículo de Mónica Solórzano nos transporta, a través del pincel
de Pancho Fierro, a la vida cotidiana de la Lima del XIX donde negros, mulatos
y castas en general cumplieron un papel protagónico en las calles, mercados y
celebraciones. El volumen cierra con un largo y exhaustivo ensayo bibliográfi-
co a cargo de José Ragas, quien lleva a cabo un meticuloso balance de lo que se
ha publicado en recientes años tanto en el Perú cuanto en el extranjero sobre la
historia del poblador negro y sus descendientes. Sin duda, un trabajo de gran
utilidad.
Quiero expresar mi gratitud a todos y cada uno de los autores de estos ensayos,
que con su trabajo han hecho posible esta publicación. Sin la dedicación de ellos,
primero a investigar temas poco explorados y luego a mejorar las monografías
para su publicación, este segundo volumen no se habría producido. Mi gratitud se
hace extensiva al Banco Mundial, por el interés y apoyo que brinda a este proyecto
y la publicación de sus resultados. Igualmente, va mi agradecimiento al Instituto
Riva Agüero y muy particularmente a su director, doctor José Antonio del Busto,
quien nos ha ofrecido su respaldo en los dos años consecutivos que se ha trabajado
en este proyecto. Esperemos que esta publicación cubra las expectativas trazadas
y, sobre todo, que abra nuevas rutas para futuras investigaciones.
10
Ramiro A. Flores Guzmán
Asientos, compañías,
rutas, mercados y clientes:
Estructura del tráfico de esclavos
a fines de la época colonial (1770-1801)1
influyó notablemente en la recuperación demográfica de la población
negra a inicios del siglo XIX.
Ahora bien: si los beneficios de la trata eran tan evidentes, ¿por qué las
autoridades se resistieron durante tanto tiempo a liberalizar esta activi-
dad? La respuesta hay que encontrarla en la misma estructura del comer-
cio esclavista. De todas las actividades comerciales, el tráfico de esclavos
era la única que se hallaba enteramente en manos extranjeras, pues los
españoles no disponían de bases en África para suplir esta mercancía
humana. A la Corona no le quedó otro remedio que suscribir contratos
con compañías foráneas, las que aprovechaban la debilidad del gobierno
para negociar con ventaja la obtención del “Asiento de Negros”, como se
3
Consulta a S.E. en vista de una denominaba a la concesión del comercio negrero.
representación firmada de va-
rios interesados sobre el comer-
cio libre de negros se introdu-
cen por la vía de Valparaíso.
En virtud de este acuerdo los barcos negreros podían recalar directamen-
AGN H-3, libro 1087, 1797.
te en los puertos indianos para vender su cargamento. Libres del rígido
control de la Casa de Contratación, los asentistas practicaban un escanda-
loso contrabando de todo tipo de mercaderías, amparados en la venta de
los negros. De ahí que los comerciantes europeos estuvieran especialmen-
te atraídos por la posesión del Asiento, que suponía ventajas comerciales
insuperables para comerciar con las Indias.
!
duro cerco del monopolio comercial americano. Los primeros en disfru-
tar de esta concesión fueron los franceses, quienes utilizaron hábilmente
su influencia en la corte de Madrid para obtener el Asiento de Negros
para la Real Compañía Francesa de Guinea en 1702. Sin embargo, al
finalizar la contienda este privilegio fue transferido a la Compañía del
Mar del Sur, propiedad de grandes comerciantes ingleses que de esta
forma se apuntaban un tanto importante en su gran cruzada comercial
en las Américas.
"
rios españoles, lo que expresa claramente la intención de nacionalizar el
tráfico en la medida de lo posible, aunque es evidente que estos mercade-
res actuaban como meros intermediarios entre las Indias y los traficantes
extranjeros en el África.
#
anual para cada puerto negrero: 1.500 esclavos a Cartagena y Portobello,
1.000 a Cuba, 400 a Campeche y Honduras y 600 piezas para otros puertos
del Caribe. En segundo término se establecieron precios de venta máxi-
mos en cada localidad donde la empresa vendiera sus esclavos, los cuales
debían proceder de Senegal, Isla de Gorea y Cabo Verde. Finalmente se
le dio como una gracia especial la posibilidad de extraer géneros ame-
ricanos para su venta en la plaza de Cádiz. Uriarte no pudo disfrutar
plenamente del asiento, pues fue obligado por la Corona a aceptar como
socios a un cartel de mercaderes vascos entre los que se contaba a Lorenzo
de Aréstegui, Francisco de Aguirre, José Ortuño Ramírez Marqués de
7
Villa Real de Purullena y José María de Enrile .
$
aplicación de nuevas medidas de
corte más liberal. En principio se
autorizó a los comerciantes rio-
platenses a internar esclavos en
barcos neutrales, lo que produjo
un aumento significativo del
comercio negrero procedente del
Brasil. Asimismo, la Corona per-
mitió a sus súbditos del Caribe,
por RC del 25 de enero de 1780,
importar esclavos desde las
posesiones francesas.
%
polio con la creación de la Real Compañía de Filipinas en 1785. Esta gran
corporación semiestatal tenía como propósito realizar el comercio de
larga distancia entre la Península y el Asia a través de las Filipinas, vincu-
lando en este tráfico a sus posesiones americanas. Muchas esperanzas
fueron depositadas en esta sociedad, que aspiraba a convertirse en una
poderosa empresa que pudiera competir con otras grandes compañías
europeas en aquellas áreas sensibles del comercio internacional como
el abastecimiento de mercaderías orientales o el suministro de esclavos
africanos. Justamente para facilitar sus operaciones en el campo del
comercio negrero, la Corona otorgó a la Compañía de Filipinas —por Real
Orden del 2 de junio de 1787— una licencia especial para importar escla-
vos negros a Montevideo y los puertos del Perú y Chile, por vía de ensayo
y durante dos años. Sin embargo, como veremos más adelante, esta
experiencia fue un auténtico fracaso, lo que conllevó un giro definitivo
hacia una política liberalizadora de la trata negrera.
&
al virrey Gil de Taboada a solicitar al Rey, mediante una carta fechada el 8
9
de agosto de 1794, que otorgara al Perú el mismo trato que a las demás Fuentes, Manuel Atanasio:
Memoria de los virreyes que han
colonias en virtud de “las ventajas que resultarían a la agricultura de este gobernado el Perú durante el
tiempo del coloniaje español.
virreinato, atrasada por falta de brazos auxiliares, si aquí se adoptase la Lima: Librería Central de Fe-
9 lipe Bailly, 1859, t. VI, p. 119.
misma libertad del comercio de negros” . La Corona aceptó este pedido, 10
Existen algunos elementos
y por Real Orden del 21 de mayo de 1795 hizo extensiva la libertad de la que debemos tener en consi-
deración antes de proceder al
trata negrera al virreinato peruano, con la precisa condición de introducir análisis de la información.
En primer lugar, los datos
los esclavos por los puertos de Paita y el Callao, mediante el uso de barcos
que presentamos proceden
españoles. La autorización era por un plazo definido, que fue prorrogado de los registros oficiales de
impuestos de alcabala y
en 1798, 1800, 1804 y 1805 por un lapso de doce años. Eventualmente, almojarifazgos pagados en
las receptorías de Hacienda
para inicios del siglo XIX prácticamente toda la América hispánica disfru- (cajas reales) y Aduanas, por
lo que solo corresponden a
taba al fin de la libertad total de la trata negrera.
los esclavos que ingresaron
de forma legal al virreinato,
excluyendo a los que lo hi-
cieron por vía de contraban-
do, cuyo número es muy di-
3. LAS VARIABLES ECONÓMICAS Y DEMOGRÁFICAS fícil de cuantificar. En segun-
DEL COMERCIO DE ESCLAVOS do lugar, no disponemos de
la serie completa de impor-
taciones, pues se perdieron
algunos registros anuales. En
El análisis del tráfico esclavista nos remite a la difícil tarea de establecer la el caso de Paita, existen tres
cantidad de esclavos que fueron importados al Perú durante el periodo lagunas completas que abar-
can los años 1773–1778,
estudiado. Resulta muy complicado determinar la cifra exacta de esclavos 1792–1795 y 1799-1801, mien-
tras que para el Callao la se-
que ingresaron, pues no contamos con un registro documental completo rie es discontinua, pues no
disponemos de datos para
para todos los años y menos aún para el contrabando, cuya magnitud es
los años 1772-74, 1780, 1782,
10
imposible de calcular . No obstante, con los datos de que disponemos 1785, 1787, 1792, 1795 y 1800.
A pesar de esta deficiencia,
podemos determinar una tendencia bastante aproximada del tráfico para se pueden inferir algunas
tendencias importantes a
los años 1770-1801. partir de los datos disponi-
bles. Por último, no todos los
esclavos consignados en los
La muestra estadística que presentamos a continuación comprende a barcos estaban destinados a
la venta. Hubo casos de al-
todos los esclavos que ingresaron por los puertos del Callao y Paita entre gunos que eran registrados
11 como criados o equipaje,
1770 y 1801 . En este periodo hemos encontrado datos sobre la entrada al
acompañando a sus amos en
virreinato de 8.404 esclavos, de los cuales unos 6.744 (80,2 por ciento) lo los viajes; otros viajaban para
curarse de alguna enferme-
hicieron a través del Callao y solo 1.660 (19,8 por ciento) por Paita. Si bien dad e incluso hubo casos de
esclavos que eran trasla-
estas cifras son parciales, revelan de todas formas el absoluto predominio
dados a la capital para ser
que adquiere Lima como puerto de entrada de los cargamentos de negros juzgados por algún delito.
11
Nos hemos concentrado en
esclavos a fines del periodo colonial. ambos destinos por cuanto
'
Gráfico 1
Importación de esclavos por Callao y Paita (1770-1801)
Callao
80,2%
Paita
19,8%
Desde allí las partidas de esclavos eran introducidas en el interior a través
de la cordillera o, más comúnmente, realizaban el viaje por la vía del Cabo de
Hornos, haciendo escala en el puerto de Valparaíso para reabastecerse de agua
y alimentos y vender una parte del cargamento a los propietarios chilenos.
La última parte del tramo hasta el Callao era bastante tranquila y se llevaba a
cabo en muy poco tiempo debido a que se contaba con vientos favorables.
Gráfico 2
Rutas de importación de esclavos al Perú (1770-1801)
1000
900
800
700
Nº de esclavos
600
500
400
300
200
100
Años
70
72
74
76
78
80
82
84
86
88
90
92
94
96
98
00
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
18
Esclavos venidos por el Itsmo de Panamá Esclavos venidos por el Cabo de Hornos
La estructura del tráfico de esclavos no sufrió grandes cambios desde
el siglo XVI, ya que la trata seguía estando dominada por empresas de
12
pequeña escala indefinidamente organizadas . La mayor parte de las
importaciones eran realizadas por comerciantes o maestres de los barcos
que adquirían uno o dos esclavos a consignación de algún particular de la
capital o provincias. Este esquema se puede apreciar claramente en dos
casos: el viaje del barco San Francisco de Asís, que llegó a Paita el 28 de
marzo de 1788 procedente de Panamá con un cargamento de cincuenta y
dos esclavos comprados a cuenta y consignación de diecisiete personas
13
de Piura, Lambayeque y Lima ; y el que realizó la fragata Nuestra Señora
del Carmen de Valparaíso al Callao en 1789, con cincuenta y un esclavos
14
de cuenta de diez compradores en la capital . Este predominio de las
operaciones a pequeña escala era abrumador, al punto que de los 2.185
registros de importación que hemos anotado, 1.973 involucraban opera-
ciones por uno o dos esclavos, lo que representa un poco más del 88 por
ciento del total de transacciones.
Gráfico 3
Partidas de importación de esclavos (1770-1801)
1 esclavo
76,9%
76.9%
Resto
resto
6,1%
6.1%
2 esclavos
2 esclavos
5 esclavos 3 esclavos 11.2%11,2%
5 esclavos 3 esclavos
1.1% 4 esclavos 3.2%
1,1% 3,2%
4 esclavos
1,5%
12
Bowser, Frederick: El espa-
cio africano, p. 84.
13
AGN C16 1204-195.
14
AGN C16 787-1012. Fuente: AGN, Real Aduana y Cajas Reales de Lima y Paita.
Ahora bien: si ampliamos el rango para incluir las partidas de hasta cinco
esclavos, la cifra alcanza 2.103, lo que viene a ser un poco menos del 94
por ciento del total. Las grandes partidas traídas por los traficantes
negreros, si bien eran poco usuales, se fueron haciendo más frecuentes a
partir de 1789. No obstante, pocas fueron las expediciones realmente
grandes, como la de la fragata Nuestra Señora del Rosario, que en 1783 trajo
283 esclavos de cuenta de Ángel Izquierdo y Compañía, o la del navío
San Miguel, que el 1 de julio de 1789 descargó en el Callao una partida de
460 negros bozales, pertenecientes a la Compañía de Filipinas.
!
los negros recién llegados del África, incluso por encima de los negros
criollos. El motivo era atribuido comúnmente a la docilidad y fidelidad
que demostraban los primeros, frente a los “vicios” e “insolencia” que
15
caracterizaba —en opinión de los españoles— a los segundos . Para-
dójicamente, la escala de valoración invertía la lógica de la sociedad,
ya que cuanto más clara era la piel del esclavo, menor era su estimación
económica. Podemos apreciar, así, que los zambos se encuentran un
escalón por debajo de los negros, mientras que los esclavos mulatos,
mulatos “blancones” o blancos ocupan el último lugar en este rango
16
de aceptación, debido probablemente a su carácter díscolo y rebelde .
De otro lado, entre los diversos grupos o “naciones” africanas también
existían rangos diferenciados de estimación económica. Es muy ilustra-
15
Bowser, Frederick: El escla-
vo africano, p. 117.
tivo, en este sentido, que las compañías negreras de Francisco Xavier de
16
Los registros de mulatos y
Yzcue (1799), Tomás Gallegos (1800) y José Antonio Azevedo (1808)
“blancones” presentan a me-
nudo indicaciones negativas anotaran como una cláusula de su constitución la compra preferente de
sobre la conducta de estos in-
dividuos. Los registros afir- negros angolas y banguelas, los cuales alcanzaban las mejores cotizaciones
man que el mulato blanco 17
Bernardo (que llegó de en el mercado local .
Valparaíso el 26 de enero
de 1789) estaba “cargado
de vicios”, mientras que el
El factor más importante que los propietarios tenían presente al momento
mulato Francisco de Aragón
(quien vino el 10 de octubre de decidir la compra de esclavos era su precio de mercado. Varios his-
de 1786) tenía “perversísimas
costumbres”, y los mulatos toriadores se han preocupado por analizar la evolución de esta variable,
Francisco y José Antonio
(llegados el 2 de abril de 1794) coincidiendo en señalar que –en líneas generales– ella mostró una cierta
eran unos “blancos cimarro-
nes”.
estabilidad a lo largo del periodo colonial. Frederick Bowser sostiene, en
17
AGN Protocolos notariales,
este sentido, que durante la primera mitad del siglo XVII el valor medio
Joseph Aizcorbe, prot. 35, f.
669, 1798; Luis Thenorio, de un esclavo de buena calidad alcanzaba en Lima los 600 pesos, mientras
prot. 1029, f. 559, 1800 e
Ignacio Ayllón Salazar, prot. que Rout Leslie B. cree que esta cifra estaba más cerca de los 500 pesos,
10, f. 106v, 1808. 18
18
Bowser, Frederick: El escla- precio que se mantuvo sin muchos cambios entre 1630 y 1780 . Rolando
vo africano, p. 114. Rout, Leslie
B.: “The African Experience
Mellafe, por su parte, encontró que los esclavos introducidos por Buenos
in Spanish America”, citado
Aires tenían un valor sensiblemente inferior a los importados desde
en Mazzeo, Ana Cristina: El
comercio libre en el Perú. Las Panamá, lo que actuó de alguna forma como un contrapeso adecuado
estrategias de un comerciante
criollo José Antonio de Lavalle y para mantener la estabilidad de los precios. Debemos considerar asimis-
Cortés, 1777-1815. Lima, 1994,
p. 185. mo que durante buena parte de la era colonial el mercado estuvo domi-
"
nado por empresas monopólicas que tendían a subir o, en el mejor de los
casos, conservar el valor unitario de cada esclavo.
#
Gráfico 4
Precio unitario de los negros bozales en Lima (1775-1801)
600
500
300
200
100
0
75
79
83
86
86
87
88
88
88
89
92
93
93
94
94
95
97
98
01
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
18
Años
Gráfico 5
Precio unitario de los negros criollos en Lima (1775-1801)
600
500
Precio unitario (en pesos)
400
300
200
100
0
75
76
79
79
81
81
83
84
86
86
87
88
88
89
90
93
94
98
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
Años
$
Gráfico 6
Precio unitario de los mulatos en Lima (1775-1801)
450
400
350
Precio unitario (en pesos)
300
250
200
150
100
50
0
75
76
79
79
81
81
84
84
86
87
88
88
90
93
94
94
95
98
01
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
17
18
Años
4. EL RÉGIMEN IMPOSITIVO
%
5 por ciento de almojarifazgo y 6 por ciento de alcabala desde inicios del
21
siglo XVIII . Durante la década de 1770 se pagaba un valor fijo de 5 pesos
6 reales por cada esclavo por concepto de derecho de introducción
(almojarifazgo), monto que fue incrementado por real cédula del 25 de
enero de 1780 a una tasa de 6 por ciento sobre un monto de 200 pesos por
esclavo, lo que representaba un aumento del almojarifazgo a doce pesos.
Durante el bienio 1783-1784 se estableció la estructura impositiva definiti-
va para el tráfico esclavista. En 1783 se redujo la alcabala a un 4 por ciento,
mientras que por real cédula del 4 de noviembre de 1784 se determinó
que el 6 por ciento del almojarifazgo se calculara regulando el precio de
cada esclavo en 150 pesos, lo que equivalía a cobrar un impuesto fijo de
nueve pesos por cabeza.
Sin embargo, los cambios no se registraron tan solo en el nivel de las tasas,
sino en el ámbito de los trámites administrativos. Durante la época de
los asientos, la política del Estado garantizaba para los inversionistas un
relativo monopolio del mercado de negros bozales. En esta línea, el 4 de
22
julio de 1767 el virrey expidió un decreto mediante el cual se penalizaba
la entrada de bozales de contrabando procedentes de Buenos Aires con
una elevada multa de cien pesos. Solo se permitía el ingreso de negros
criollos o de castas desde los puertos chilenos, pero siempre con la precisa
licencia expedida por el Presidente de Chile. La consecuencia natural de
estas disposiciones restrictivas fue el incremento del contrabando bajo
distintas modalidades, que no podían ser atajadas totalmente por las
autoridades oficiales.
21
butarias, pero generalmente eran descubiertos en el registro que realizaban
Ibid., p. 170.
22
Refrendado por Real Or- los agentes de aduana en el mismo puerto de entrada. En julio de 1781
den expedida en San Loren-
zo el 11 de octubre de 1768.
Joaquín Ramos importó de Valparaíso en el navío San Pablo un negro,
Solo se permitía la entrada
declarando que era criollo, pero se constató por los recibos de compra que
de negros bozales de cuenta
23
de los asentistas oficiales. era un bozal venido de contrabando desde Montevideo . El caso más
AGN C16 652-387, 1781.
23
AGN C16 652-388, 1781. sonado fue el de Joaquín Villaurutia, quien introdujo un negro y una
&
negra traídos en la fragata Nuestra Señora del Rosario desde Valparaíso en
octubre de 1781, anotando en la declaración de embarque que eran negros
criollos; pero cuando los inspectores de aduana les preguntaron a estos
por su origen, respondieron en tres ocasiones que habían nacido en Angola.
A pesar de esta flagrante infracción, Villaurutia salió bien librado y no
tuvo que pagar la multa de doscientos pesos, ya que un mes antes se ha-
24
bía derogado el decreto de 1767 .
'
Durante la década de 1790 se avanzó definitivamente hacia una política
de libertad del comercio negrero, lo que implicó nuevas reformas de la
estructura impositiva. Una medida inicial fue concebida para favorecer
a los ministros de las instituciones de gobierno otorgándoles en 1790
la facilidad de importar un máximo de cuatro esclavos sin pagar almo-
27
jarifazgos . Para mejorar los procedimientos administrativos e impedir
que los importadores retiren subrepticiamente sus esclavos del puerto,
se ordenó a los maestres, por decreto del 18 de febrero de 1791, señalar el
día que se introducirían los negros por la Real Aduana para preparar el
aforo y la visita de registro.
!
5. EMPRESAS Y EMPRESARIOS ESCLAVISTAS
31
La quiebra de Aguirre y Aréstegui en setiembre de 1779 abrió el camino
para el otorgamiento de nuevas licencias y la formación de grandes
empresas dedicadas al tráfico de esclavos. Por entonces el negocio estaba
30
mucho más ligado a la política, ya que para conseguir una licencia se 31
AGN C16 1184-6, 1779.
Aguirre Beltrán, Gonzalo:
debía contar con el visto bueno de varias instancias del gobierno virreinal. La población negra, p. 89.
!
La autorización permitía al beneficiario internar una cantidad determina-
da de esclavos al virreinato, cuyo monto estaba en función directa del
32
poder e influencia política del demandante . Una vez obtenida la licen-
cia, algunos asentistas la vendían por partes a los comerciantes que desea-
ban importar esclavos.
!
de 1.500 negros anuales y un precio de venta de 450 pesos la pieza electa
33
de Indias . El administrador de la Real Hacienda y el fiscal evacuaron
igualmente informes positivos, comentando asimismo la precaria situación
del comercio y el fracaso de la compañía Aguirre y Aréstegui, en su inten-
to por satisfacer la demanda de esclavos de la colonia. Por el contrario,
el Consulado se mostró inflexible en su negativa a avalar el proyecto de
San Isidro por considerar que los privilegios solicitados eran excesivos.
En primer lugar, señaló que en la negociación solo se hizo referencia a
los impuestos reales de alcabala y almojarifazgo, pero de ningún modo
a los que cobraba el Consulado, en especial al impuesto a la extracción
34
del oro y la plata instituido en 1777 y que debían ser cobrados . Asimis-
mo, se negó rotundamente a aceptar la posibilidad de extraer frutos al
Brasil, para intercambiarlos por otros productos de esa colonia (como brea,
alquitrán y azúcar), porque se trataba de comercio prohibido con un país
extranjero, aunque solo se efectuara con frutos del país y no de caudales.
!!
a punto de naufragar por la negativa del virrey Sobremonte a dar licencia
a Alvarado y Sarratea para viajar al Brasil, alegando que el virrey brasi-
leño había prohibido la extracción de esclavos fuera de su territorio.
Los agentes tuvieron que desplegar todas sus influencias para conseguir
el permiso de viaje, retrasando el negocio de importación por dos años.
En 1783 llegaron las partidas a cuenta de la Compañía en los navíos Nues-
tra Señora del Rosario, San Miguel y San Juan Nepomuceno, conduciendo
39
apenas 449 esclavos de los 1.500 permitidos .
!"
un ensayo que tenía como objetivo determinar si era viable dejar este
negocio en manos de una gran empresa dirigida por la Corona, o, dicho
en términos más directos, si podía estatizarse el comercio negrero ame-
ricano. Gonzalo Aguirre Beltrán señala, asimismo, que detrás de este
proyecto había un intento de la Corona por explotar de forma directa sus
nuevas colonias africanas adquiridas a Portugal en 1778: las islas Fernan-
41
do Poo y Annobon en el Golfo de Guinea . Sea como fuere, los directivos
de la corporación no tenían ni la experiencia ni el ánimo para emprender
este negocio de forma independiente, pues no querían arriesgar los
fondos de la Compañía en una suerte de “safari africano” poco seguro.
Por ello suscribieron un contrato con la casa británica Baker and Dawson,
que se encargaría de proveer de cinco a seis mil esclavos anuales extraí-
42
dos directamente del África, a un precio de 155 pesos por cabeza .
Adicionalmente, la Compañía solicitó una gracia especial que consistía en
exportar cueros, astas de toro y lanas del Río de la Plata en los barcos
43
negreros que realizaban el tornaviaje a Inglaterra . Los negros debían
llegar a Buenos Aires y Montevideo, para después embarcarse hacia
Valparaíso y el Callao.
!#
los activos y se retirase definitivamente de este giro en 1791. El fracaso
de este experimento comercial puede ser atribuido a tres factores: la
falta de experiencia en el negocio, la dependencia de intermediarios
extranjeros y la competencia del contrabando desde el Brasil, que intro-
ducía en el Río de la Plata esclavos mucho más baratos que los internados
45
por la Compañía .
!$
Javier de los Ríos, que consignó setenta esclavos para ser recibidos
por el comerciante limeño Vicente Larriva. En contados casos eran los
propios comerciantes peruanos quienes arriesgaban sus capitales y
crédito para importar directamente los esclavos de la plaza bonaerense.
Así, por ejemplo, en 1794 el comerciante limeño Xavier María de Aguirre
importó 228 negros bozales, mientras que en agosto de 1797 el Conde
de Premio Real introdujo 240, que había comprado directamente de
las costas africanas. Algunos comerciantes aprovecharon la coyuntura
de buenos precios para importar esclavos dedicados al servicio de sus
propias haciendas. Estas operaciones podían ser verdaderamente
grandes, como la de Domingo Laspiur, quien importó diecisiete
negros para su hacienda Monterrico en abril de
1794, cantidad pequeña si la comparamos con los
108 esclavos que internó José Antonio del Villar en
el paquebot Santa Rosa para su hacienda Bocanegra
en mayo de aquel mismo año.
!%
No tardarían en formarse compañías que, enmascaradas en su apelativo
genérico de “negreras”, se dedicaban en realidad a varios rubros. La
primera entidad de este tipo fue fundada por los comerciantes limeños
Domingo Ochoa de Zuazola, Juan de Pertica y Francisco Xavier de Yzcue
el 26 de agosto de 1799. El contrato de constitución de la compañía
establecía algunas cláusulas muy importantes que reflejaban el espíritu
especulativo que animaba a los inversionistas. Primeramente se instituyó
la división de funciones entre los socios. Yzcue y Pertica aportarían el
capital estimado en 40.000 pesos, mientras que Ochoa debía gerenciar
directamente todo el negocio, dirigiéndose a Buenos Aires para la compra
de los esclavos. Igualmente, se determinó que la forma de dividir los
riesgos y ganancias entre los socios sería en partes iguales, desde el
momento mismo en que se comprasen los negros. Finalmente se incluyó
una cláusula especial, por la que se ordenaba a Ochoa tantear la situación
del mercado bonaerense para determinar la forma de invertir los caudales.
Si encontraba que no había negros en esa plaza, o que no era conveniente
su compra, podría invertir el dinero hasta por 25.000 pesos en la compra
de efectos del país o de Europa, los cuales serían remitidos inmediatamente
a Lima. Ahora bien: para emprender este negocio, Ochoa debía asegurar-
se de que las condiciones políticas en Europa se mantuvieran sin cambios.
Pero si recibía noticias sobre la llegada de la paz o el inminente fin de
las hostilidades, no se debía gastar el dinero y la compañía procedería a
disolverse. El sentido de esta medida era asegurar la existencia de un
mercado artificialmente desabastecido por efectos de la guerra, lo que
repercutía naturalmente en mejores precios para los importadores. No
estamos seguros si esta empresa logró finalmente su objetivo, pero es muy
posible que fuera liquidada, ya que no encontramos información sobre
sus actividades posteriores.
48
La compañía importó final-
mente sesenta y seis esclavos Casi exactamente un año después, el 22 de agosto de 1800, los comerciantes
que llegaron el 8 de junio de
1801 en la fragata El Águila
limeños Tomás Gallegos, Francisco Xavier de Yzcue y Manuel de Pertica
procedente de Buenos Aires fundaron una nueva compañía negrera, con un fondo inicial de 18.500
y con escala en Valparaíso.
48
AGN C16 925-1761, 1801. pesos . Las cláusulas para la formación de esta empresa eran casi un calco
!&
de la precedente, incluso en lo relativo a las medidas a tomar en caso de
declararse el fin de la guerra. Esto pone en evidencia el alto grado de adapta-
ción de los comerciantes peruanos a las cambiantes condiciones del mercado
producto de la guerra europea, y, paralelamente, la extraordinaria importan-
cia que adquiere Buenos Aires no solo como centro emisor de esclavos, sino
además como la nueva llave para los intercambios comerciales atlánticos.
6. A MODO DE CONCLUSIÓN
!'
entre el monopolio privado o estatal (en el caso de la Compañía de Filipi-
nas) y la liberalización restringida, la cual estaba más cerca del concepto
de “comercio privilegiado” acuñado por Cristina Mazzeo que del de
liberalismo comercial. Creemos que el resultado de la “liberalización” fue
empujar aún más a los empresarios a relacionarse con el Estado, como
parte de una lógica típicamente mercantilista que benefició a muy pocos
afortunados como José Antonio de Lavalle.
Sin embargo, queda claro que durante este periodo Lavalle no fue, ni
con mucho, el único empresario esclavista que estuvo activo en este
campo. Varios comerciantes importaron grandes partidas de esclavos para
el mercado peruano. Pero, consistente con su mentalidad conservadora,
prefirieron actuar bajo la sombra de algún gran traficante bonaerense
ganando una comisión por ventas, antes de arriesgarse a una cara e in-
cierta operación de importación que podría haberlos arruinado. Algunos
de estos consignatarios fueron ricos mercaderes como Antonio Álvarez
del Villar, que recibió un cargamento de cincuenta esclavos de Martín
Felipe Añonga; José Ignacio Palacios, que vendió 111 esclavos de propie-
dad de Tomás Antonio Romero, o Benito Cristo, que tenía la consignación
de 152 negros de Borja de Andía Varela y Compañía. Al doblar el siglo
los comerciantes peruanos estaban pagando la factura de una reorientación
mundial de los intercambios que dejó a las urbes atlánticas con la pri-
macía absoluta en los intercambios interoceánicos.
"
La propaganda oficial, e incluso algunas corporaciones privadas (como el
Consulado), abogaron a favor del impulso de la agricultura y la industria
colonial, e incluso llegaron a formular algunos planes de desarrollo
50
regional . Hasta se mencionó la posibilidad de cambiar la estructura del
Consulado para adaptarlo a las reglas del de La Habana, dominado
por los intereses de los plantadores de caña. ¿Hubo acaso un intento por
reorientar la estructura económica del virreinato y reconvertirlo en
una colonia especializada en la producción agraria? Difícil decirlo, pero
en caso de haberse llevado a cabo esta iniciativa, por lo menos se había
allanado el problema de la mano de obra. Desde nuestra perspectiva,
existían otros factores que estaban frenando el desarrollo de la agricul-
tura, y estos tenían poco que ver con la provisión de esclavos. Las causas
pueden buscarse esencialmente en la nueva dinámica de la economía
mundial y las deficiencias estructurales (léanse costos de transacción) que
encarecían nuestros productos en el mercado internacional. Sin embargo,
todavía falta una investigación más exhaustiva en este punto.
50
En 1804 las autoridades del
Consulado solicitaron a sus
diputaciones de provincia
información sobre las poten-
cialidades económicas de
cada región. Los informes
son una fuente muy impor-
tante para conocer exacta-
mente la situación económi-
ca del virreinato a fines del
periodo colonial. Una pre-
ocupación similar se puede
apreciar en varios artículos
del Mercurio Peruano dedica-
dos a la descripción de los
diferentes partidos de la co-
lonia.
"
Carlos Flores Soria
Crisis agraria y
revuelta de esclavos :
Nepeña, 1767-1790
"!
sostiene que tales expresiones fueron solo una parte de la hostilidad ma-
3
nifestada por los esclavos a raíz de su condición .
El presente trabajo tiene como objetivo explicar los factores que generaron la
crisis agraria y las revueltas de los esclavos en el valle de Nepeña colonial
entre 1768 y 1790; es decir, entre la expulsión de los jesuitas y la institu-
cionalización de la Real Junta de Temporalidades. Las primeras aproxi-
maciones al tema fueron realizadas por Kapsoli (1975/1990) y Lazo y Tord
4
(1981) . Mientras Kapsoli explica las causas de las rebeliones esclavas en
Nepeña como el reflejo de la crisis del sistema colonial y el aumento de
la explotación —en este caso— sobre los negros, Lazo y Tord (1981) pro-
ponen un modelo histórico analítico para el estudio de los movimientos
sociales en el que se visualice la dinámica de clases, enfrentamientos y
conflictos, a partir de las denominaciones “hecho-tumulto” y “hecho-juicio”,
Histórica, vol. III, n.° 2. Lima: tomando como ejemplo a los esclavos de la hacienda San José de la Pampa.
PUCP, 1979, pp. 71-88.
Arrelucea, Maribel: “De la
pasividad a la violencia. Las
manifestaciones de protesta
de los esclavos limeños a fi- 1. LOS JESUITAS EN NEPEÑA, 1700-1767
nes del siglo XVIII”, en His-
toria y Cultura n.° 24. Lima:
Museo Nacional de Arqueo-
El valle de Nepeña está ubicado en lo que constituyó el antiguo Corre-
logía, Antropología e Histo-
ria del Perú, 2001, pp. 15-23. gimiento de Santa (provincia del Santa, Áncash). Allí estuvieron localiza-
3
Klein, Herbert: La esclavitud
africana en América Latina y el das las haciendas San Jacinto, San José de la Pampa y Motocachi.
Caribe. Madrid: Alianza Edi-
torial, 1986, p. 136. Poco sabemos de cómo ha evolucionado la propiedad agraria en Nepeña
4
Kapsoli, Wilfredo: Rebelio-
desde la llegada de los españoles ocurrida hasta 1700. Las haciendas
nes de esclavos en el Perú.
Lima: Ediciones Purej, 1990. pertenecieron a la Compañía de Jesús hasta 1767. Desde 1710, cuando
La primera edición es de
1975. Lazo, Carlos y Javier recibieron como herencia la hacienda de San Jacinto —con 700 fanegadas
Tord: “Apuntes metodoló-
gicos para una historia so- de extensión— hasta el año de 1721, la extensión de sus propiedades au-
cial: Un tumulto esclavo.
mentó a 1.715 fanegadas. Cuestiones de orden administrativo determina-
Nepeña, 1779”, en Hacienda,
comercio, fiscalidad y luchas ron, para entonces, su división en dos haciendas: San Jacinto y San José
sociales (Perú colonial). Lima,
5
1981. de la Pampa. Posteriormente se unió a estas la de Motocachi .
5
Flores, Carlos y Martha
Chávez: De las haciendas jesui-
tas al capitalismo inglés: El
Los trabajos de Macera (1977) sobre los jesuitas siguen siendo funda-
valle de Nepeña (s. XVI-XX).
Lima, 1993, p. 31. mentales para entender cómo esta orden religiosa logró formar un gran
""
Esclavos trabajando en hacienda azucarera.
6
patrimonio material, desde su llegada hasta el momento de la expulsión .
Las haciendas de caña de azúcar fueron para los jesuitas de mayor impor-
tancia que casi todas sus estancias de ganado y chacras de panllevar,
seguidas de las de vid.
"#
Las dos primeras lograron formar una sola unidad productiva, y toda
su organización y relaciones sociales de producción se establecieron so-
bre la base de la elaboración y cultivo de la caña; la preocupación de sus
administradores era elevar la cantidad de producción con miras a obtener
mejor rentabilidad y mayor ganancia.
8
Archivo General de la Na- Si bien es cierto que el proceso de la producción del azúcar exigía de-
ción (en adelante AGN): Car-
tilla de regímen y manejo de terminadas condiciones que iban desde la calidad de la tierra hasta el
la hacienda nombrada San
Jacinto. Temporalidades. Tí- procesamiento de la caña de azúcar, la fuerza de trabajo —especialmente
tulos de Hacienda. Leg. 36,
la esclava— resultó siendo el elemento más importante. La mayor con-
año 1767.
9
Flores, Carlos y Martha centración de la población esclava en la época colonial se produjo en la
Chávez L., Las haciendas jesui-
tas. p. 33. costa y para los cultivos altamente comerciables, como la caña de azúcar y
"$
la vid. Cuando expulsaron a los jesuitas, de los 5.224 esclavos secuestra-
dos el 62,3 por ciento correspondía a los cañaverales costeños, 28,8 por
ciento a los viñedos y solo el 2,1 por ciento a las plantaciones serranas de
10
Pachachaca, Santa Ana y el obraje de Cacamarca .
"%
porque “... para el buen orden de esta hacienda se procuraba la sujesión
de los esclavos y que no les faltase lo necesario en su estera, assi de comi-
da como vestuario y tabaco. Tenía particular encargo el administrador,
para no ser riguroso el castigo [...], tambien era prohibido que se hicieran
faenas de noche y que se les diese madrugones para que no se maltrata-
15
sen” . A ello se agregaba el cuidado en la alimentación con alto conteni-
do calorífico, basado principalmente en el maíz y el frijol, alimento este
último fue reemplazado por el pallar. En la hacienda Motocachi, para
“... el sustento de los esclavos se sembraba en esta hacienda maiz del
16
que proveian a las de San Jacinto y San Joseph cuando les faltaba” . Esto
demuestra la preocupación de los religiosos por mantener en buenas
condiciones a sus operarios que de alguna manera se vio expresada
en la eficiente producción de azúcar y aguardiente, permitiéndole a
17
la orden participar en el mercado local y regional . Tras la expulsión
de los jesuitas este panorama cambió profundamente, tal como veremos
más adelante.
"&
siguiendo a Mörner, sostiene que la razón principal fue de carácter polí-
tico: los jesuitas tenían demasiado poder y contradecían en muchos casos
al poder de la Corona. La orden consideraba que su jefe supremo era
el Papa y no el rey de España. Las reformas borbónicas buscaron reforzar
el poder central, y todo poder que lo contradijera o se opusiera tenía que
desaparecer o disminuir. En este sentido, la Iglesia era uno de los poderes
que enfrentaba al poder central: sus funciones y obligaciones se cruzaban.
José Campillo, funcionario de la época reformista, criticó el excesivo po-
der económico y político de la Iglesia, así como la cantidad de haciendas
que manejaban las órdenes, lo que impedía el desarrollo económico de los
sectores laicos. En esta política de recortar poder a la Iglesia se ubica la
19
expulsión de los jesuitas .
1. Revisar las cuentas que habían dejado los jesuitas de las múltiples
operaciones contables que realizaban: arrendamientos; cuentas por
hipotecas; fianzas; deudas por cobrar de embarques de azúcar, miel,
aguardiente y vino; compra de efectos para el colegio; manutención
de esclavos; pago a los yanaconas y sirvientes que trabajaban en las
haciendas; pago a los artesanos, al médico, etcétera.
"'
de la expulsión del Perú. Casi todo el proceso se desarrolló durante el gobier-
no del virrey Amat y Juniet (1761-1776). Al finalizar 1775, aproximadamente
un 72 por ciento de las haciendas jesuitas estaban rematadas. Buena parte de
las ventas se hicieron a crédito y muchas de las haciendas tuvieron que
21
embargarse por incumplimiento de pagos, volviéndose a rematar .
#
Debo decir que son tres los motivos que han ocasionado esta decadencia:
el primero [...] el grave descuido que fue de dicha hacienda [...] no haber
hecho plantadas y que los cuarteles tienen mas de 30 años de edad, 8 los
que menos [...] de 20, por cuyo motivo la
caña que producen es pequeña y nudosa
y rinde mucho menos [...]; el segundo, la
escases de gente [...]; el tercero que los
peones acostumbraban labrar su azúcar
en ornas de media vara por cuyo motivo
25
salian los panes pequeños [...]” .
Matías Sotil, propietario del cañaveral San José, planteó como solución
aumentar las exigencias de trabajo de los esclavos y disminuir el gasto
dedicado al mantenimiento de estos. Por ello informó: “Cuando recibi
la hacienda era costumbre tocar la campana para el trabajo a las 5 de la 25
AGN: Cuenta de Dn. Fran-
cisco Xavier Álvarez, admi-
mañana, pero los negros salian a la hora que les convenia, salian a la nistrador de la hacienda
San Jacinto. Temporalidades.
pampa y al medio dia no se encontraba hombre ni mujeres en sus tareas;
Título de Hacienda. Leg. 54,
se iban a trabajar sus chacras. Esto no les he permitido, a las 6 deben fl. II-IIV. Año 1769.
26
AGN: Testimonio del in-
llegar a su trabajo y de su trabajo vengan a la puerta de la capilla, digan ventario de la hacienda Mo-
27 tocachi. Temporalidades.
el bendito y de ahí se cuenten todos con sus herramientas [...”] . Planteó Inventario de 1772. Leg. 30.
27
AGN: Leg. 146, f. 129. Cf.
que el trabajo debía organizarse y controlarse en términos de que “cada
Kapsoli, Wilfredo: Rebeliones
uno trabaja según sus fuerzas y edad y procuro cuidarlos [...] pues la de esclavos, p. 66.
#
perdida de un jornal en una hacienda aunque sea un dia hace mucha
28
falta” . Introdujo el frijol en la ración de los esclavos en cantidades tan
pequeñas que generaron el descontento, de tal manera que los negros
se quejaron de la mala alimentación y de la deficiente asistencia que
recibían.
28
AGN: Informe de Matías
Solis al Director de Tempora- Por otro lado, en 1768 el administrador de la hacienda San José se quejaba
lidades. Correspondencia.
Leg. 88. Año 1779.
informando que “la mayoría de los esclavos con que contaba la hacienda
29
AGN: Correspondencia.
eran viejos, impedidos o criaturas pequeñas que no podian realizar
San José de la Pampa. Leg.
29
273. Año 1768.
30
faenas [...]” . Lo mismo se informaba para Motocachi, donde “[...] los
Citado por Wilfredo
Kapsoli: Rebeliones de esclavos, esclavos que hay en esta hacienda por sus edades y achaques, son de poco
p. 35. 30
31
Constituye un vacío histo- trabajo y no pueden rendir lo que necesita la hacienda” . En San Jacinto,
riográfico que alguna vez se
llenará, en la medida en que
de los 179 esclavos solamente 117 estaban en condiciones de trabajar, ya
se realicen investigaciones
que los 62 restantes eran cuarenta niños y veintidós ancianos. Creemos
que aporten nuevos casos.
Entonces, estaremos en la ca- que las razones que originaron estas revueltas fueron: el incremento de
pacidad de sistematizar y
caracterizar la dinámica de la explotación de la mano de obra, los recortes de ciertos beneficios
los movimientos sociales ge-
nerados por los esclavos en —como las chacras de que disponían los esclavos en tiempo de los jesui-
el Perú colonial. En ese sen-
tido, un trabajo relacionado
tas— y la reducción de la dieta. Además, da la impresión de que la po-
con el tema es el de Richard blación esclava no se había renovado, pues mostraba signos de vejez.
Price, editor: Sociedades cima-
rronas. Comunidades esclavas
rebeldes en las Américas. Méxi-
co: Siglo XXI Editores, 1981. Las investigaciones sobre la protesta esclava en el Perú colonial se han
Se ocupa del cimarronaje,
como una expresión social de desarrollado a partir de casos concretos. No obstante, aún carecemos de
protesta de los esclavos en
un estudio que sistematice las diversas expresiones de lucha y resistencia
Centroamérica y la creación
31
de comunidades cimarronas de los esclavos en el contexto colonial . Por ello, Kapsoli (1990) exageró
bien cimentadas y contesta-
tarias al orden colonial. los hechos creyendo mostrar rebeliones y sublevaciones donde no las hubo.
#
Tord y Lazo (1981), por otro lado, minimizaron las dimensiones del
“tumulto” de San José. Nosotros creemos que se trató de una serie de
revueltas. En uno de sus conocidos trabajos, Scarlett O’Phelan sostiene
que “una revuelta será un alzamiento de breve duración, espontáneo en
la medida en que no responderá a un plan previo, local, restringiéndose
en términos de espacio a una doctrina o un pueblo específico. Será
consistentemente motivada por un estímulo directo —en nuestro caso
contra el administrador de la hacienda— y estará sujeta a un fácil control
por parte de las autoridades coloniales. Su presencia será más del orden
32
cotidiano que del coyuntural” . La revuelta era de ordinario espontánea
y convocaba a los esclavos más próximos. Si bien las protestas no se ex-
tendieron a otras zonas, los documentos consultados nos informan de la
existencia de un clima de zozobra y miedo en el pueblo de Nepeña.
#!
34
tradores y soldados” . Entre tanto, los revoltosos se dedicaron a saquear
los tambos de las haciendas para aprovisionarse de alimentos, ropas y
utensilios para llevar al monte.
#"
36
nacian” . Sotil denunció a Pérez ante el corregidor de Huaylas y no tomó
acción directa por temor a un alzamiento general y a las pérdidas que
ocasionaría en las instalaciones de la hacienda la huida de los esclavos al
monte, lo que le impediría cumplir con sus obligaciones ante la Dirección
de Temporalidades. Muchos esclavos poseían pequeñas parcelas que la
hacienda les había concedido y algunos criaban caballos y porcinos.
Entonces Sotil decidió reducir progresivamente estas concesiones y elimi-
nar la carne de la ración de los esclavos, y estos optaron por protestar y no
recibir frijol a cambio. Según Kapsoli (1990), la toma de La Habana por los
ingleses en 1779 fue un episodio que repercutió en la hacienda, con el
estribillo “Ya el inglés ganó La Habana”.
Este movimiento fue mucho más violento que los anteriores: se dio muer-
te al corregidor, los insurrectos destruyeron los bienes de la hacienda,
incendiaron alimentos y objetos, liberaron presos y el miedo se apoderó
de Nepeña, a tal punto que el cura se vio obligado a sacar en procesión a
la Virgen de Guadalupe para enfrentar y llamar al orden a los esclavos.
Los principales cabezas de la revuelta fueron Estalinao, criollo, Ignacio
Bernabé, Mateo y Santiago Congo, Domingo Chillón, Úrsula Conga y cin-
37
co esclavos criollos más . Un hecho muy importante en este movimiento
es que los esclavos decidieron venir a Lima a interponer un documento
de queja contra el hacendado, a quien tenían solo por administrador.
Más de veinte esclavos llegaron a Lima para presentar su carta al director 36
AGN: Causas criminales.
de Temporalidades, argumentando haber actuado en defensa propia. Leg. 43, C. 514, ff. 145. Causa
seguida contra los esclavos
Pero serían encarcelados y sometidos a un proceso judicial. En el futuro de Matías Sotil, por delito de
motín y homicidio...
sería necesario profundizar en el estudio de este movimiento, por las 37
Kapsoli, Wilfredo: Rebelio-
características señaladas. nes de esclavos, p. 70.
##
6. LA REVUELTA DE MOTOCACHI EN 1786
#$
Los esclavos tomaron conocimiento del embargo y, bajo el liderazgo del
negro Felipe Criollo, plantearon la expulsión del mayordomo y el dueño,
a quienes consideraban como simples administradores de Temporalidades.
Justo Salas decía que los esclavos “cuchichean”, que “[...] sino que soy
mero administrador, como dicen lo son los demas subastadores y a correr
la voz que habian de acabar con Depositario Buendia si no se iba pronta-
39
mente de la hacienda” . Para el 1 de octubre se habían fugado de la ha-
cienda dieciséis esclavos que retornaron al día siguiente gracias a la inter-
vención del cura de Nepeña. Cuando estos encontraron que el mayordo-
mo Buendía seguía en la hacienda, se “tumultaron no solo los 16 sino
todos los demas sin excepción de los caporales pues, grandes y chicos,
hombres y mujeres, se convocaron y ocurrieron en tropel a la morada del
dueño, donde a vista del Señor cura, que no fue posible contenerlos le
40
faltaron gravemente el respeto” . Gracias a la gestión mediadora del cura
y a la promesa de Buendía de retirarse de la hacienda, los esclavos sosega-
ron en parte su algaraza y vocerío, no sin antes haber liberado de la pri-
sión al zambo Andrés, al que “se lo llevaron al monte, donde le quitaron
las prisiones y después volvieron con él trayendolo suelto para que fuera
41
su capitan en el alzamiento” .
7. REFLEXIONES FINALES 39
AGN. Carta de Justo Salas
del 30 de octubre de 1786.
Correspondencia. Tempora-
El cambio de propietarios alteró radicalmente las condiciones de trabajo y lidades. Legajo 31.
40
AGN: Ibid, f. 25.
de vida de los esclavos. El restablecimiento de reglas existentes en el mundo
41
AGN: Ibid.
#%
colonial para los esclavos y no practicadas por los jesuitas hizo más difícil
la convivencia en las haciendas. Los nuevos propietarios no pudieron
continuar con la organización y administración con que habían funciona-
do las haciendas en manos de la Compañía; tampoco pudieron frenar
el descenso de la producción azucarera, ni mejorar las condiciones de tra-
bajo de los esclavos. La crisis agraria fue inminente y se prolongó hasta
1870 aproximadamente. La respuesta de los esclavos no se hizo esperar, y
se expresó a través de diversas revueltas, que se caracterizaron por ser
movimientos de corta duración y espontáneos y por tener como objetivo
luchar por mejorar sus condiciones de trabajo y subsistencia. La revuelta
constituía el último recurso de hombres y mujeres desesperados ante los
abusos que les imponía el sistema, en tanto los esclavos constituían el
eslabón más importante de la producción en la lógica esclavista colonial.
Tras ello se escondía un objetivo mayor: la libertad.
42
Figueroa e Idrogo , a partir del estudio de un conjunto de movimientos
de protesta de esclavos y libertos en Lambayeque, registrados entre
1750 y 1850, concluyen que estos desarrollaron actitudes de resistencia
extendidas y persistentes tanto en el plano individual cuanto en el colecti-
vo. La máxima aspiración expresada en aquellas protestas fue la libertad.
42
Figueroa Luna & Idrogo
Cubas: “Revueltas y litigios
de esclavos en Lambayeque
1750-1850”, en Historia y Cul-
tura n.° 24. Lima: Instituto
Nacional de Cultura, 2001,
pp. 77-108. Es un número
dedicado a los negros en la
historia del Perú.
#&
José Javier Vega Loyola
“Hablan los negros del Combo, contestan los de Tumán. Los de Lambayeque dicen, en
Saña cómo estarán. Alan durun durun durun dá.” Así cantan los habitantes negros
del departamento de Lambayeque para referirse a la solidaridad étnica ante los
estragos que causa el fenómeno El Niño. Sin embargo, la historiografía peruana
casi nada recoge de esta realidad del norte peruano. ¿Desde cuándo y cómo se
inserta la población negra de ascendencia africana en el norte del Perú?, es algo
que importa precisar, dando el espacio que corresponde en la historia del Perú a
los ancestros de aquellos que hoy realizan la tradicional danza de negritos en
la fiesta de la Santísima Cruz de Chalpón; momento en el cual, cuando su
piel morena está resaltada por el betún, parece que reencuentran su identidad,
bailan frenéticamente con un aire de libertad contenido que se suelta de pronto
como un torbellino. Creo que nunca son tan felices como en ese momento, y
eso que, a decir de ellos mismos, son alegres por naturaleza.
Pero no solo es el caso de los negros del norte. En general, la historia oficial
peruana ha marginado de sus contenidos el aporte de los negros del África
traídos como esclavos al Perú. No obstante ser evidente que la nuestra es una
historia de fusión y de síntesis que se fue forjando en la cotidianidad de la vida,
en el compartir de los alimentos en el que los descendientes de África, al ponerle
dulce a nuestras comidas, hicieron de la chicha de maíz una mazamorra
morada, de la calabaza andina una mazamorra rubia, del zanco de frejol un
#'
frejol colado y de la pasta de trigo un turrón de doña pepa, fueron manos
morenas las que popularizaron en nuestro país la culinaria hispana, rubro
en el cual las esclavas moriscas hicieron nuestros los anticuchos, parrilla-
das y guisos cuya sazón lleva el gusto al límite no del pecado de la carne,
sino del pecado por la carne.
1. CUESTIÓN PREVIA
$
características en todos los lugares y en todas las épocas, y entonces se ha
visto a los negros esclavos solo como víctimas de un sistema opresor, anu-
lando desde esta perspectiva la posibilidad de rescatar aquellos aspectos
positivos que, a pesar de su condición de esclavos, los venidos del África
y sus descendientes supieron aportar en el proceso de formación de la
peruanidad y lo peruano.
Tumán fue una hacienda jesuita, y sabido es que en estas el trato a los
esclavos fue menos duro que en las haciendas de particulares, caracte-
rística continuada por los administradores nombrados por la Junta de
$
Temporalidades. Por otro lado, la política jesuita de hacer que el esclavo
se identifique con la tierra que cultivaba y con el proceso de elaboración
del azúcar tuvo en Tumán un resultado positivo que redundó en un
mayor bienestar de la población de la hacienda y, seguramente, en
un mayor nivel de autoestima, tal como se puede apreciar en la capacidad
de respuesta ante los cambios que los afectaban ya sea comprando su
libertad o desconociendo la autoridad del nuevo administrador cuando, a
fines de siglo, les quiso negar el derecho a dar asilo a los negros cimarro-
nes y a los del palenque que andaban escapando del maltrato que se
les daba en la vecina hacienda Pomalca. Y es que los de Tumán, al ser
numerosos, habían logrado constituir una comunidad con capacidad de
presión e incluso imponerse con el uso de la fuerza.
Fueron tan diversas las formas que asumió la esclavitud en el Perú virreinal,
que no solo era diferente el trato entre el esclavo de la ciudad y del campo,
sino que en un mismo valle podemos encontrar notables diferencias. En
el caso del valle de Lambayeque, ser esclavo en Tumán era muy diferente
de ser esclavo en Pomalca, Calupe o en Cayaltí. En estas últimas los
abusos eran el pan de cada día, y los esclavos se veían obligados a huir y
transformarse en cimarrones o formar palenques. Pero volvamos al caso
que nos ocupa, la vida cotidiana de los de Tumán; y que no nos sorprenda
entonces si encontramos que para su alimentación se mataban veinte
reses al mes. No era el paraíso, pero tampoco el infierno.
$
Por supuesto, también en ocasiones especiales como los días de fiesta,
cuando todo se transforma (habitación, comida y vestidos) todos tenían
que estar a la altura de la ocasión.
2. LOS DE TUMÁN
$!
ocupado por la casa principal. Además, contaba con un pastizal de
trescientas fanegadas en Chongoyape, a catorce leguas hacia el este de la
hacienda, pero a ese lugar muy rara vez eran enviados los esclavos.
Cinco años más tarde en 1595 poseía 6 corrales con distancias que llegaban hasta
a dos leguas del centro. Durante los siguientes 25 años se le añadieron las estan-
cias de Chuman, Sontocap y Tumán, y aunque la actividad principal siguió sien-
do la cría de cabras para la producción de jabones y curtido, el dueño puso a cargo
de alguno de sus trabajadores el cultivo de una parte de sus terrenos. Picsi se
convirtió en una hacienda con título legal de propiedad sobre 130 fanegadas de
tierra, jurisdicción oficial sobre una extensión mucho mayor de pastos y bosques
1
y una población total que se aproximaba a las 100 personas .
Hacia 1659, Picsi fue donada a los jesuitas del Colegio de Trujillo a través
de testamento por doña Juana Carvajal. Posteriormente los jesuitas
1
Ramírez, Susan: Patriarcas fueron comprando las tierras colindantes, dando lugar a la formación de
provinciales: La tenencia de la 2
la gran hacienda de Tumán .
tierra y la economía del poder
en el Perú colonial. Alianza
Editorial, Madrid: 1991,
p. 138. Pero los jesuitas no solo recibieron tierras sino también esclavos negros
2
Macera, Pablo: “Tratado
de utilidad, consultas y pa- cuya cantidad, como ocurría con las tierras, se fue engrosando a través de
receres económicos jesuitas”,
la compra y la reproducción natural en virtud de una política de equili-
en Trabajos de historia, tomo
III. Lima: Instituto Nacional brio de sexos que favorecía las uniones matrimoniales y el aumento de los
de Cultura, 1977, pp. 112,
3
120. nacimientos .
$"
El inventario realizado al momento de la expropiación de la hacienda en
1767 evidencia que de los 178 esclavos registrados, 109 eran varones y 69
mujeres. La mayoría de ellos eran nacidos en la hacienda y mantenían un
fuerte lazo de identidad con la tierra. Por otro lado, a pesar de las restric-
ciones que impidieron una relación más fluida con la población indígena
de las comunidades aledañas, una serie de situaciones ineludibles hicie-
ron que las costumbres indígenas se filtraran en la vida de los esclavos
negros de Tumán, llegando a formar parte de su cotidianidad. “Los orines
del niño”, como hasta hoy llaman los campesinos de Lambayeque a las
lluvias que se presentan a fin de año y que se transforman en torrenciales
cada vez que se presenta el fenómeno El Niño, jugaron un papel prepon-
derante en ese proceso de acercamiento entre negros e indios, pues como
“cuando llueve todos se mojan”, los trabajos de reparación de acequias,
puentes y represas exigieron la concurrencia de los esclavos de la hacien-
4
da conjuntamente con los indios de las comunidades .
3
5 Macera, Pablo: “Los jesui-
3. UN HECHO INSÓLITO tas y la agricultura de la
caña”, en Trabajos de historia,
tomo III. Lima: Instituto
En la hacienda Tumán las cosas discurrían normalmente. Como buen Nacional de Cultura, 1977,
pp. 83 y 84.
jesuita que era, el padre coadjutor, don Lorenzo de Herrera, disponía lo 4
Sobre el fenómeno El Niño
ver el interesante trabajo de
necesario para que la hacienda tuviera buenos resultados, informando
Lorenzo Huertas Vallejo: Di-
constantemente de sus actividades al Colegio de Jesuitas de Trujillo del luvios andinos. Lima: Fondo
Editorial de la Pontificia Uni-
cual dependía y al cual pertenecía la hacienda Tumán. Así las cosas, el 7 versidad Católica del Perú,
2001.
de setiembre de 1767 la mayoría de los esclavos ya se encontraban en el 5
La información para este
campo cuando una comitiva se hizo presente en la casa principal. Pero no acápite procede del volumi-
noso cuaderno de 222 pági-
venían a comprar azúcar o mieles de las que producía la hacienda: venían nas, titulado, “Testimonio de
los inventarios que A° Urtado
nada menos que a tomar posesión de ella. Requirieron la presencia del y Sandoval (Corregidor de jus-
ticia Mayor) de Trux°; mandó
padre Lorenzo de Herrera, a quien mostraron el “Auto Real” y el docu-
levantar en Tumán a raíz de la
mento mandado por el Corregidor; se le exigió la entrega de las llaves de ocupación de aquel fundo por la
Junta de Temporalidades y se
las viviendas y oficinas, y se procedió a inventariar. entregó a Juan D° Pérez de la
Calle”. Correspondiente al
Cuaderno 1 del legajo 106,
Otros fueron los testigos oficiales que firmaron el inventario, pero Mag- Sección Temporalidades del
Archivo General de la Na-
dalena de Jesús, esclava nacida en la hacienda y de setenta años de edad, ción (en adelante AGN).
$#
vio todo. Observó lo humillante que fue para el reverendo padre Lorenzo
tener que entregar las llaves y permitir que empezaran a registrar su
aposento. Y junto con todos los demás bienes de la hacienda se registró a
los 178 esclavos negros. Vio a los viejos Cayetano Collado, José del Río
y Cayetano Mina, los tres de casta mina; Luis Gallo, de casta congo, y
Domingo de Jesús, de casta criollo, todos de noventa años de edad: eran
los esclavos más veteranos de la hacienda Tumán. Luego estaban los
de ochenta años: Antonio Belasco, María Mercedes y Pascuala Reyes, de
casta criollos; Pascual, de casta mina, y Esteban y Francisco Luque, de
casta arará. Magdalena de Jesús era criolla y la única de setenta años.
Estaba muy perturbada por lo que sucedía. El ser inventariados no era lo
que le preocupaba: los administradores jesuitas llevaban a cabo estos
inventarios cada año, y lo mismo sucedía cuando se realizaban las
auditorías a las que permanentemente era sometida la hacienda. Pero este
no era un inventario más: sus dueños estaban siendo sustituidos. Esto
era algo insólito. Observando a sus hermanos de condición, le consolaba
pensar que los diez mayores que ella ya estaban en el final de sus días,
pero se preguntaba qué vida les esperaría a Pantaleón de Jesús y a Ana
María, que apenas acababan de nacer. Prefirió dejarlo todo en las manos
de “Jesús Nuestro Señor”.
$$
Temporalidades, que en adelante se encargaría de administrar las pro-
piedades de los jesuitas del Colegio de Trujillo.
6
Pero no todos los esclavos se dedicaban directamente a la producción y Macera, Pablo: “Los jesui-
tas y la agricultura de la
procesamiento de la caña de azúcar. Una amplia gama de actividades caña”, p. 83.
$%
anexas, muy bien organizadas por el padre coadjutor, empleaban la
mano de obra de una importante cantidad de esclavos. Además, siendo
que “La Compañía de Jesús actuaba al mismo tiempo como una empresa
comercial y como un instituto religioso y se esforzó siempre por encon-
7
trar un terreno común en que ambas exigencias fueran compatibles” ,
gran parte de los esclavos no aptos para las actividades agrícolas eran
dedicados a los servicios religiosos. Algunos hasta se especializaron
en estos, y era precisamente tal especialización la que los convertía en no
aptos para el trabajo en el campo. Tal es el caso de Pascual de Santa María.
Había nacido en la hacienda y desde niño se dedicó al oficio de organista,
8
enseñando a cantar a los niños que intervenían en las misas .
5. EL GALPÓN
Este era el edificio que veía nacer y también extinguirse la vida de los
esclavos negros en Tumán. Y como ya se indicó anteriormente, la mayoría
de los esclavos de la hacienda eran criollos mayormente nacidos en la
misma hacienda. No sabemos si solo había una o más “parteras”, pero
Magdalena de Jesús había atendido tantos partos que no supo decir, a sus
setenta años, en 1767, cuántos fueron. Recibía al “angelito” en sus manos,
le retiraba la placenta con unas tijeras, luego bañaba a la criatura con agua
tibia previamente hervida para que “lagua no vaya a picar la herida”,
después limpiaba la herida con enjundia de gallina derretida, luego lo
envolvía en pañales de tocuyo blanco y lo amarraba con puntas del
7
Ibid., p. 61.
8
AGN. Sección Temporalida-
mismo material. A la madre le daba “una compostura” que consistía en
des, Legajo 106, cuaderno 11.
9
masajes para relajar el cuerpo; le amarraba la cabeza y después un
AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 106, Cuaderno 1. buen caldo de gallina, prohibiéndole tocar metales, por lo que tenía que
$&
hacerlo con cuchara “de palo”. Muy raras veces necesitó la ayuda del
10
médico de la hacienda .
$'
Francisca Natividad, Losania Bartola, Damiana Micaela, Felipe Jacobo,
Gregorio Pablo, Juan. Esto evidencia además el alto grado de cristianización
de la población esclava de Tumán de fines del siglo XVIII. Para diferen-
ciarlos tenían que llamarlos además por su sobrenombre o apellido. Este
a veces correspondía al de la “casta” a la que pertenecía, mayormente
relacionada con el lugar africano de donde provenían. En Tumán había
12
congos, minas, carabalís, ararás y chalas .
%
abundantes, o simplemente porque cabía la esperanza de recibir telas
14
extras para vestidos nuevos .
Entre los diez y quince años eran incorporados a las actividades produc-
tivas de la hacienda. Hasta entonces solamente habían ayudado a sus
padres en las actividades domésticas y en el cuidado de las aves de corral,
cerdos y cuyes, o en la pequeña chacra familiar. Sí, porque en Tumán,
como en casi todas las haciendas jesuitas, a los esclavos no solo se les
permitía criar animales como propiedad personal, sino que además
recibían pequeñas parcelas para cultivar “pan llevar” con que completar
16
su dieta alimenticia .
%
subrayar que en Tumán los esclavos que sobresalían en alguna actividad
eran incentivados con propinas para que se especializaran como mano de
obra calificada a la que se le asignaba pagos extras, y cuarto de vivienda
17
fuera del galpón .
De los quince años para arriba las jóvenes esclavas ya eran consideradas
casaderas. Los varones, en cambio, se casaban bastante más tarde. En 1767,
cuando se produjo la expulsión de los jesuitas, había en Tumán, constitui-
das de acuerdo “al sacramento del santísimo matrimonio”, treinta y siete
parejas. Eran “desparejas”, en cambio, de acuerdo con sus edades, siem-
pre los varones mayores que las mujeres. La diferencia entre las edades de
Antonio de Belasco y Antonia de Jesús era la más notable: él de ochenta y
ella de treinta años. Les seguían Cayetano Collado, de noventa años, y su
mujer, de cincuenta. La menos “despareja” fue la de Nicolás de Jesús e
17
AGN. Sección Compañía de
Ignacia de Jesús, él de veinticuatro y ella de veinte. Así, el promedio dife-
Jesús, Legajo 94, Cuaderno de
Cuentas 1766. rencial de edades en las parejas resulta ser veintitrés años. Esta compro-
18
AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 106, Cuaderno 1. bación es importante, puesto que podría estar planteando un retraso del
%
matrimonio de los varones para utilizar su fuerza de trabajo al máximo en
actividades productivas, y, por el contrario, una temprana maternidad de
las mujeres para favorecer la reproducción. La edad más baja de las espo-
sas registradas es de dieciocho años, pero debemos tener presente que
varias ya llevaban algunos años de casadas. Sin embargo, y como siem-
pre, existen las excepciones. La única pareja aún en las edades era la de
Juan Insunde y Josefa Insunde, ambos de sesenta años. Y no sabemos cómo
reaccionaba Francisco Solano, de treinta y seis años, al saberse el único
19
cuya esposa, Petrona de Jesús, era un año mayor que él .
%!
antes de que se avinagraran. Y si escaseaba algún producto de los que se
les repartían de ordinario, era compensado dándoles igualmente trozos
21
de azúcar y mieles. Lo que no podía ser reemplazado era el tabaco .
22
Ibid. enfermería, era una habitación de la casa principal donde se aplicaba el
AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 107, Cuaderno 21. tratamiento debido a los enfermos principalmente por accidentes labo-
%"
rales, quemaduras con los caldos del azúcar hirviente, fracturas de los
miembros en los trabajos del campo, torceduras, cortes, desgarros, etcé-
tera. Era atendida por un “barbero” que con tratamientos tradicionales
enfrentaba situaciones complejas. Después de los primeros auxilios se
aplicaba un purgante para limpiar el cuerpo del enfermo; luego emplas-
tes, frotaciones y sangrías según el caso. Pero también había médico. “Don
Teodoro Daza, cirujano de profesión y práctico en medicina, con título
del Real Protomedicato de la ciudad de Lima” atendió a los enfermos de
Tumán entre 1767 y 1769. Se le murieron diez esclavos en ese periodo.
Lorenzo de la Cruz, de cuarenta años, con tabardillo; a José Ríos, de
noventa años, no lo pudo atender porque murió de repente; Francisco
Luque, de noventa y un años, murió con llaga en los testículos; Justa Rufina,
de treinta y cinco años, con sobreparto, además de seis recién nacidos,
23
la mayoría con el mal de los siete días .
El 22 de enero de 1768 fue trágico para los de Tumán. El viejo José Ríos,
esclavo de casta mina, murió de repente a los noventa años de edad.
Dijeron los que lo lloraron que en vida había sido un “gran rezandero e
incansable bailarín”, virtudes que se preocupó de inculcar en los esclavos
más jóvenes. El cadáver amortajado fue velado en una habitación de la
casa principal en medio del llanto y los rezos de las esclavas, quienes
lamentaban que “el José no haya recibido la extremaunción”. No por eso
la ocasión dejó de ser propicia para el consumo de aguardiente y tabaco
en abundancia, “para aliviar el dolor”. Al día siguiente el cura de Picsi
asistió a dar consuelo a los deudos; ordenó trasladar el cadáver a la
capilla, ofició una misa cantada por quien “tanto bien había hecho a
la hacienda”, y después procedieron a sepultarlo en el panteón de la capi-
lla. El cura se retiró, no sin antes asegurarse de que le abonaran el pago de
24
cinco pesos por los servicios prestados .
23
AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 107, Cuaderno 23.
24
En el galpón la gente siguió llorando por varios días la muerte del negro AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 107, Cuadernos
José, y se hicieron varias misas más pidiendo por el descanso de su alma. 15 y 23.
%#
6. LA PAMPA
Luna negra camina / que tengo que trabajar / anda recoge la caña / que tu negro
va a cortar. Estos versos de 1631 recogen precisamente la experiencia de
los negros en la pampa durante la cosecha de la caña.
La milenaria historia de los terrenos sobre los que se asentaban los caña-
verales de Tumán bien podría resumirse en la historia del Gran Taimi.
Este era un canal que llevaba las aguas del río Chancay hasta Ferreñafe.
Pareciera ser que Taimi en lengua mochica significa acequia, pues se han
encontrado referencias a varios taimis, e incluso la antiquísima acequia
de Racarumi, que unía el río Chancay con el río La Leche, es conocida
como el Taimi de Túcume. Así lo señala Brüning haciendo referencia a un
documento de 1580 que trata de los aguaceros torrenciales que hubo en
25
la costa entre febrero y marzo de 1578 . El doctor Gregorio González
de Cuenca, quien a mediados del siglo XVI visitó los repartimientos de
Lambayeque, afirma que estos se regaban con las aguas de una acequia
muy antigua a la que denominan Gran Taimi. La verdad es que este canal
debió de haber sido construido antes del siglo V de nuestra era, porque
%$
étnica y caída poblacional producida luego de la invasión española
imposibilitó dar el mantenimiento debido al canal, que colapsó en 1578.
El corregidor de Saña, don Juan Monroy, ordenó la reparación y limpieza
del canal. Entre dos y tres mil indios trabajaron por más de dos meses
27
para rehabilitarlo .
La limpieza del canal se hacía según “lo establecido por la costumbre des- 27
Huertas, Lorenzo: Diluvios
andinos, pp. 29-32.
de tiempos muy antiguos”. Para tener derecho al agua según composi- 28
Tejada, José: “1929. Crónica
ción hecha en época de los jesuitas y lo estipulado por la costumbre, la de la parroquia de Ferre-
ñafe”, en Anales del I Congreso
hacienda debía correr con los gastos de limpieza. Así, en el mes de enero de Irrigación y Colonización del
Norte. Lambayeque, 19 al 24
de 1774 don Máximo Pedro Joseph Burque, párroco del pueblo de Santa de febrero de 1929. Lima:
Imp. Torres Aguilar, 1929.
Lucía de Ferreñafe, quien a la vez ejercía el cargo de juez privativo del 29
AGN. Sección Temporalida-
Canal del Taimi, salió a inspeccionar el cauce del canal para identificar los des, Legajo 107, Cuaderno 15.
%%
lugares donde era menester repararlo y programar todo lo necesario para
su limpieza. La hacienda abonó cincuenta pesos para llevar adelante tal
inspección y cincuenta pesos más para la alimentación de los indios del
común de Picsi y los del común de Ferreñafe, quienes realizaron en con-
junto la “limpia de acequia” en la primera semana de febrero de acuerdo
30
con las costumbres ancestrales .
En 1775 también se limpió el canal. Pero ese año las lluvias fueron tan
fuertes que el canal no pudo resistir las grandes avenidas de agua que se
produjeron a fines de febrero y durante el mes de marzo. La inundación
afectó grandemente a la hacienda Tumán. Se perdieron varios cuarteles
de caña, se derribaron algunas paredes del edificio donde se procesaba la
caña, se mojaron muchos panes de azúcar y la situación se tornó caótica
con la epidemia de fiebres. Ante la emergencia, también los esclavos
31
tuvieron que salir a la limpia de acequia .
Con una larga tradición agrícola, los terrenos sobre los que se asentaban
los cañaverales de la hacienda Tumán tenían una serie de topónimos
mochicas, pero para 1767, cuando se produce la expulsión de los jesuitas,
son más bien nombres cristianos los que ostentan la mayoría. El inventa-
rio realizado en tal ocasión así los describe:
%&
cuarteles; en tierras de la segunda 4 cuarteles de caña soca; en El Elefante 1
cuartel de caña al corte; en Pascual Bailón 1 cuartel de caña en planta; en
otras tierras llamadas del Padre 5 cuarteles de caña soca, en el lado de la ollería 5
cuarteles, 4 de brote y 1 para brosarse; en San Isidro 3 cuarteles al corte; en las
Ánimas y Santo Domingo 6 cuarteles; 1 en San Cayetano, otro en San Ignacio,
otro en San Borja, otro en Santa Catalina y otro en Santa Isabel, otro en San
Agustín, otro en Santa Rosa y otro en el Pabellón; en San Andrés 9 cuarteles; en
Cocharcas 7 cuarteles; en Pampa Hermosa 8 cuarteles; en Virgen de Loreto 7
cuarteles. Al final de los cañaverales se registraron 4 alfalfares todos de 10 fanegadas
de semillas. En tierras llamadas Morropillo se hallaron 5 alfalfares de más de 8 y
9 fanegadas de semillas. En total se registraron 139 cuarteles de caña y 9 alfalfares.
Ahí se suspendió el inventario por ese día dejando las tierras de Chongoyape para
32
después .
Todo esto era producto del trabajo de los esclavos negros de Tumán.
Esa era la pampa que día a día cultivaban con herramientas muy rudi-
mentarias: sesenta y cuatro lampas de fierro, sesenta y dos machetes, nue-
ve hachas y dos hoces. El resto lo ponía la fuerza del músculo humano.
Pero, por su puesto, en la pampa el trabajo no siempre era el mismo ni
todos hacían las mismas cosas a la vez. El texto del inventario anterior-
mente citado señala que algunos cuarteles tenían caña planta, es decir, caña
recién sembrada, diferente de la otra, caña al corte, que era la raíz que
quedaba después de la primera cosecha. La soca era la caña retoño des-
pués del primer corte, y se llamaba resoca a los retoños del segundo o más
cortes, los cuales podían ser hasta cinco cortes, luego de lo cual era sacada
33
de raíz, quemada, y se dejaba descansar la tierra .
%'
pasaban la mayor parte del día en la pampa. El resto, la mayoría eran
peones que desempeñaban diversas tareas de acuerdo con el proceso de cul-
tivo de la caña, pero podían ser requeridos en otro momento para las labores
de acarreo, para la molienda o para el empajado de los panes de azúcar.
El canto del gallo anunciaba el inicio del día y había que disponerse para
la nueva jornada. Con los primeros rayos del alba los esclavos salían al
puesto designado por el mayordomo o el caporal; como solía decirse:
“compañeros a la pampa con amor a trabajar”. Salían los encargados del
alfalfar con sus talegas, su lampa y su hoz, pues el cultivo de alfalfa era
importantísimo para alimentar a los bueyes que halaban el arado y las carre-
tas y daban vuelta el trapiche. Salían también las pastoras con sus manadas
de cabras a buscar pastos en el monte. Pero la mayoría que iba a la pampa
se dirigía a los cuarteles de caña, a desherbar, regar, arar, champear y cortar
caña en tiempo de cosecha. Una carreta que se acercaba a lugares previamen-
te establecidos era muy esperada a eso de las ocho de la mañana. Llevaba
el desayuno que era repartido a los esclavos, con el cual debían resistir
hasta el medio día. En la pampa el calor norteño era agobiador y el cansancio
era calmado con la inhalación del humo de tabaco, buscándose un momento
para ello cuando no se estaba a la vista del caporal. Solo un momento, porque
se debía cumplir la tarea asignada, pues así lo mandaba “El Señor, que es más
justo que los amos terrenales”. También un buen gajo de caña sobre todo
si era caña planta y bien madura, para reponer las fuerzas. Esta había que
recogerla en el camino porque no siempre estaba a la mano en el lugar donde
se iba a laborar, sobre todo cuando se sembraba.
&
arador se seleccionaba los becerros mas fuertes, y “cuando ya estaban maltones
se los capaba”; entonces ya no podía ser toro y se convertía en buey. De
esta manera se lograba que el animal tuviera mayor fuerza y pudiera resistir
el yugo de madera que lo unía al otro buey y juntos halar el arado que
roturaba la tierra. Tampoco araban con cualquier persona sino solo con un
experto gañán que supiera conducirlo. En algunas ocasiones las yuntas de
bueyes aradores de la hacienda no eran suficientes; entonces se alquilaban
yuntas de bueyes a los indios de Chiclaiaep. Pero estos alquilaban sus
yuntas con sus respectivos gañanes —decían: “para que lo cuiden bien”—;
entonces se les tenía que pagar diez pesos por el alquiler de la yunta. Después
de arada se dejaba asolear la tierra por varias semanas y luego se la prepara-
ba para la siembra, se hacían los surcos, se plantaba la caña y se echaba
agua, lo suficiente para permitir la germinación de las estacas, que eran
34
los trozos de caña utilizados como semillas .
Hasta que nacían las plantas el cuidado era extremo. Se debía retirar la
mala hierba cada cierto tiempo, y sobre todo racionar el agua necesaria.
Aquí era el regador el que asumía la responsabilidad. Después sim-
plemente se dejaba el agua discurrir por los surcos hasta que la caña
estuviera casi madura; entonces se retiraba el agua para dejar que la caña
35
termine de madurar y tomara sazón .
Luego de dos años de la siembra, algo más o algo menos, la caña estaba
madura. Entonces se le prendía fuego para quemar las hojas y facilitar la
cosecha. Al día siguiente los macheteros en un do po tre hacían tabla rasa
del cuartel de caña. Otros las enterciaban y recogían en las carretas que
luego eran conducidas hacia la molienda. El carretero era diestro en uncir
los bueyes con la carreta y en guiarlos desde la pampa hasta la molienda.
En las cosechas de los cuarteles que se ubicaban en los confines de la
hacienda las ocho carretas con que contaba no se daban abasto, por lo que
era necesario contratar carreteros del pueblo indio de Chiclaiaep. Estos 34
AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 107, Cuaderno 12.
venían con sus carretas y bueyes y trabajaban varios días hasta terminar 35
Macera, Pablo: “Haciendas
de trasladar toda la caña al trapiche. El trayecto era agotador, duraba jesuitas del Perú”, pp. 78-79.
&
varias horas y solo cuando se acercaban al puente de Picsi a la entrada de
la casa principal de la hacienda, respiraban esperanzados sabiendo que
36
habían remontado una vez más la pampa .
7. EL TRAPICHE
La primera parte del proceso era conocida como la molienda; por eso a la
ramada donde se ubicaban los trapiches se le conocía también como la
ramada de molienda, y a los esclavos especializados en atender las opera-
ciones de esta etapa como molineros o trapicheros. Una vez limpiada, la
caña era enviada a los trapiches para que le extraigan el jugo. Eran los
bueyes moledores los que movían el eje que hacía girar la rueda del trapi-
che. Al igual que los aradores, no cualquier buey era moledor; los que lo
39
eran estaban preparados para no marearse dando vueltas en círculo .
36
AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 107, Cuaderno 15.
37
Después el proceso continuaba en la Casa de Paylas. Esta era un conjunto
AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 106, Cuaderno 1. de cuartos donde se ubicaban unos enormes recipientes de metal llama-
38
AGN. Sección Temporalida-
des, Legajo 107, Cuaderno 12.
dos paylas o fondos que tenían diversos usos. Las paylas eran confeccio-
39
Ibid.
nadas en la misma hacienda por un oficial herrero indio, el que trabajaba
con la ayuda de algunos esclavos. Pero para la confección de las paylas
&
más grandes se contrataban los servicios de un especialista fundidor;
fue el caso del indio Vicente Espinola, quien en 1774 confeccionó “dos
grandes fondos de cocinar caldos y uno chiquito para el legiero”, cobran-
40
do por ello sesenta y dos pesos . Los jugos extraídos, conocidos como
“caldos”, eran juntados en un gigantesco “artesón de plomo”. Esta era la
primera payla por la que pasaba el jugo de caña en proceso a convertirse
en azúcar. Luego eran conducidos a otro cuarto, donde se encontraba la
llamada Mesa de Paylas, que no era otra cosa que una gigantesca cocina
que contenía ocho grandes paylas donde se cocinaban los caldos hasta
que tomaran punto, proceso conocido como de templa. Aquí se encon-
traba el esclavo más importante de la hacienda, conocido como “el azuca-
rero”. Señalaba el instante preciso en que los caldos tomaban punto. De
su pericia dependía que el azúcar saliese de buena calidad, el punto preci-
so para las mieles y la templa suficiente de las melazas. En él se juntaban
habilidad, pericia y experiencia, pero a veces también fallaba; entonces
había que volver a hervir los caldos corriendo el riesgo de que el azúcar
saliese de mala calidad. Otras veces los caldos ya no cuajaban y entonces
había que convertirlos en melaza para que sean repartidos entre los escla-
vos o para pagar con ello a los indios que prestaban servicio a la hacienda
y que “tanto la apetecían”. El azucarero era asistido por otros esclavos,
que concurrían a mantener el fuego a punto, a remover el caldo en las paylas
o a sacar las espumas del caldo conocidas como “cachazas”, las cuales eran
juntadas en una payla especial. Y no precisamente por ser dulces los vapores
dejaban de ser extenuantes las labores en la casa de paylas; había que tener
cuidado en no respirar mucho vapor de azúcar porque sino la persona se
mareaba; entonces se decía: “Ya le agarró la cachaza”. El trabajo aquí era
el más riesgoso, y muchas fueron las veces en que los esclavos sufrieron que-
41
maduras, salpicados por los caldos hirvientes .
&!
Esclavos trabajando en el procesamiento del azúcar.
&"
ciendo de hormas nuevas, las que eran depositadas en un cuarto especial
43
denominado La Barrera .
&#
8. EPÍLOGO
Fueron los daños ocasionados por las lluvias de 1775 los que dejaron
sentir un poco el peso de la crisis sobre los esclavos de la hacienda. Se
malograron varios cuarteles de caña, fue necesario refaccionar la casa de
la hacienda y por lo tanto disminuir un poco los gastos en alimentación
y demás servicios a los esclavos. Entonces empezó a escasear el tan
preciado tabaco, la ración de carne disminuyó y el reemplazo con mieles
y azúcar fue más frecuente. Los esclavos empezaron a dar mayor impor-
tancia a las “chacritas” donde cultivaban alfalfa y hortalizas, así como a
los puercos y gallinas que criaban como propiedad personal. Pero no se
dieron situaciones de malestar considerables, o al menos los documentos
46
consultados no evidencian eso .
45
Al respecto véase la inves-
tigación realizada por Rocío
Álvarez: ”Economía de una
hacienda azucarera en el va-
Pascual de Santa María sí se vio afectado. En 1773 se le quiso mandar a la
lle de Lambayeque, Tumán: pampa a trabajar; fue entonces cuando “solicitó su libertad por el precio
siglo XVIII”. Tesis susten-
tada para optar el título de su tasación tal como se había hecho con los esclavos de otras hacien-
profesional de licenciada en
Historia. Lima: Universidad das”. Se le avaluó en trescientos pesos, los que fueron depositados en la
Nacional Federico Villarreal,
1996.
Caja de la Dirección General de Temporalidades, que ordenó su libertad
46
Esto se deduce de las el 14 de diciembre de 1773. No sabemos si ese año todavía Pascual recibió
cuentas presentadas por los
administradores de la ha- “el aguinaldo por la pascua de navidad que se le tenía asignado”, con lo
cienda contenidas en los 11
cuadernos del legajo 106 y el que se demoraba en llegar la información a Tumán. Pero sí recibió año
primero del legajo 107 de la
Sección Temporalidades del
nuevo con sus veintiocho años de edad en su nueva condición de libertad,
AGN. siempre tocando el órgano en la capilla de la hacienda y enseñando a los
47
AGN. Sección Temporalida-
47
des, Legajo 106, Cuaderno 11. negritos a cantar .
&$
Al parecer siguiendo el ejemplo de Pascual, Isidora promovió autos soli-
citando su libertad por el precio de su tasación. Lo hizo a través de un
abogado que sustentó el pedido a “ejemplo de lo que se ha practicado
con otros esclavos de Temporalidades”. El proceso duró casi todo el
año de 1774, pero esta vez no se le aceptó el pago en efectivo; el fiscal de
Temporalidades propuso que se busque una reemplazante. La negra
Dominga fue la designada por Isidora para que lo remplazara y así obtu-
48
vo su libertad en 1775, a los treinta y dos años de edad .
&%
A mediados de 1800 el dueño de la hacienda, don José Antonio de
las Muñecas, fue perseguido por negros del palenque. Inmediatamente se
preparó desde Lambayeque el ataque contra los rebeldes, pero estos
se refugiaron principalmente entre los esclavos de Tumán. Se les conminó
a entregar a los “facinerosos”, pero como manifestaron “que no tenían
amos ni le conocían y primero obedecían a un indio prestándole la
obediencia que no a los que se manifestaban sus amos, que no entregaban
la gente que su merced solicitaba porque en aquella hacienda no se pren-
día a nadies y estaban resueltos defenderlos y que primero perderían
la vida”, entonces se emprendió el ataque contra los negros de la hacienda
el 29 de agosto. El combate fue duro; al parecer murieron tres y el resto de
los varones huyó; la hacienda fue retomada solo momentáneamente, pues
se retiraron dejando como mayoral al esclavo Francisco Salés, “en quien
tiene puesta toda su confianza los amos”. Apenas el 6 de enero de 1801 el
50
dueño de la hacienda volvió a tomar control de ella .
9. CONCLUSIONES
&&
aunque en términos generales todos debían concurrir donde el trabajo
urgía. Con todo, hubo quien se especializó en acompañar los servicios
religiosos y estaba exceptuado del trabajo en la pampa.
&'
cantada. Todo esto contribuía a bajar las tensiones propias del trabajo
y a mantener conforme a la población esclava de la hacienda.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
Fuentes documentales
'
Bibliografía
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XV”. Lima: Edubanco, 1991 .
'
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México: Editorial Siglo Veintiuno, 1977.
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Azul Editores, 1984.
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Macera, Pablo: Trabajos de historia, tomo III. Lima: Instituto Nacional de
Cultura, 1977.
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cas en Lima a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX”, en Etnicidad
y discriminación racial en el Perú. Lima: Edición del Banco Mundial/Insti-
tuto Riva Agüero-PUCP, 2002, pp. 147-171.
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económico social del Perú”, en Histórica, volumen IV. Lima, 1980.
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Quito: Ediciones África América, Centro de Cultura Afro-Ecuatoriano,
1997.
'#
------------------------: Lo africano en la cultura criolla. Lima: Fondo Editorial del
Congreso del Perú, 2000.
'$
Mónica Ferradas Martínez
'%
2
la muerte . Se convierte así en indicador del discurso que se forma en
torno de ella, ya que, al testar, el individuo deja indicada la forma en que
quiere ser enterrado. Inclusive, en algunos de los testamentos encontra-
mos cuál es la lectura que el testador tiene de la muerte, que en la mayoría
de los casos es tomada como algo natural.
La idea del orden está presente en nuestros testadores, como lo está tam-
bién la del tránsito a la otra vida unida a la de la salvación eterna; esto nos
lleva a otro tema fundamental que figura en los testamentos: la religiosi-
dad. Y es que a través del testamento no solo nos acercamos al ritual de
la muerte, sino que el documento nos muestra aspectos importantes de la
cotidianidad de una época.
Así, los testamentos setentistas funcionan como canales para expresar sen-
2
Vovelle, Michel: Ideología y
timientos cristianos buscando una absolución divina. Como señala María
mentalidades, p. 110.
3
Luiza Marcílio: “A mediados del siglo XVIII la preocupación religiosa es
AGN. Notario Silvestre Bra-
vo, Leg. 148. Lima, 1781.
4
más importante que el legado de bienes. El testamento era entonces un
AGN. Serie Fáctica. Lima,
1750. documento para la salvación del alma, era una verdadera alabanza a Dios,
5
Franca Paiva, Eduardo: 5
Escravos e Libertos nas Minas
a la gloriosa Virgen María y a sus intercesores celestiales” .
Gerais do Século XVIII: Estra-
tegias de resistencia a través dos
testamentos. Sao Paulo: Dentro del nuevo enfoque ilustrado la religiosidad también se verá
Annablume editora, 2000,
p. 34. replanteada con una propuesta que pretendía desterrar las demostracio-
'&
nes piadosas colectivas propias de la religiosidad barroca. Jesús Pereira
observa que “... en la segunda mitad del siglo XVIII, el modelo de reli-
giosidad desarrollado en la monarquía hispana a partir del Concilio de
Trento es puesto en picota por los ilustrados que no cuestionan la fe
ni los dogmas, pero sí sus manifestaciones exteriores y su influencia so-
6
cial” . En otras palabras, propugnan una religiosidad más volcada al
individuo; se prefiere la introversión del sentimiento religioso a su exte-
riorización.
''
populares, a la que denominaron como una falsa religión ya que estaba
plagada del mayor enemigo de la religión: la superstición. En resumen, lo
8
que buscaron fue purificar la religión . Este desprecio por la religiosidad
popular que desarrollaron los católicos ilustrados se centra en su crítica
9
de las costumbres procedente del barroco .
8
2. LAS DIVERSIONES DE LA PLEBE
Cevallos Ortega, Noé:
Toribio Rodríguez de Mendoza
o las etapas de un difícil itine-
rario espiritual. Lima: Edito-
Carlos III había mostrado su preocupación por las expresiones festivas, y
rial Bruño, s/f, pp. 43-46. la habría plasmado en varias prohibiciones legales, como la que decretó
9
Mestre, Antonio: “La acti-
tud religiosa de los católicos contra el uso de máscaras y sus medidas frente a la participación en las
ilustrados”, en Guimerá,
Agustín: El reformismo bor- procesiones tanto de Semana Santa como del Santísimo Sacramento.
bónico. Una visión interdisci-
plinaria. Madrid: Alianza
Editorial/Fundación Mapfre El Estado español inició una política agresiva contra el desorden provocado
América, 1996, p. 157.
por las fiestas en la metrópoli, y la trasladó a sus colonias en América. La
10
AGN. Notario Fernando
José de la Hermosa, Leg. 525.
Lima, 1768. expresión del deseo de la Corona por erradicar el desorden ocasionado por
11
Viqueira, Juan Pedro: ¿Re-
lajados o reprimidos? Diversio-
las fiestas se encuentra en la abundante reglamentación de estas: “En muchas
nes públicas y vida social en de estas reglamentaciones y prohibiciones civiles y eclesiásticas mencionan
la ciudad de México durante el
Siglo de las Luces. México: en forma reiterativa la perversión y el relajamiento de las costumbres, y
Fondo de Cultura Económi- 11
ca, 2001. por lo tanto, la necesidad de encontrar remedio a este grave problema” .
Estampa costumbrista del Portal de Botoneros y Escribanos de Lima. Acuarela panchofierrista.
Yale University Art Gallery.
procesiones, actos litúrgicos y demás demostraciones públicas de piedad.
Es así como nuestros testadores dejan parte de sus bienes para la compra
de objetos necesarios para las celebraciones, como candelabros de plata,
cálices, tafetanes, entre otros.
13
Antonio de Barroeta, quien “dirigió una campaña para controlar las mani-
AGN. Notario Fernando
José de la Hermosa, Leg. 528. festaciones exteriores de la religiosidad, de tal manera que no se permitiera
Lima, 1768.
14
Acosta de Arias Schereiber, ningún gesto que pudiere tener ni siquiera en apariencia, un fin distinto de
Rosa María: Fiestas coloniales 15
la piedad o que pudiese cuestionar las jerarquías” . Aunque hay un grupo
urbanas (Lima–Cusco–Potosí).
Lima: Otorongo Produccio- que sale en defensa de las manifestaciones populares, probablemente se trate
nes, 1997, p. 58.
15
Estenssoro Fuchs, Juan de miembros del bajo clero reforzado, desde la segunda mitad del siglo XVIII,
Carlos: Un plebeyo ilustrado:
El mulato José Onofre de la por la presencia de sacerdotes indios.
Cadena y los evatores de la
modernidad en el Perú del siglo
XVIII. Lima: Instituto Fran- El florecimiento de las ideas ilustradas hará surgir un sector de élite
cés de Estudios Andinos,
2001, p. 21. cuyo prestigio será pertenecer a un grupo culto, por lo que la presencia de
expresiones festivas es tomada como un desafío, como un atentado a su
condición de hombres ilustrados. Su lucha estará orientada contra las
manifestaciones de religiosidad popular y contra una posible forma de
resistencia a las nuevas tendencias que la Corona trataba de introducir.
Juan José Vilca, indio natural de Ica, solicitó: “Se amortaje mi cuerpo 16
AGN. Notario Silvestre
Bravo, Leg.148. Lima, 1775.
con el hábito y cuerda de Nuestro Señor San Francisco y se sepulte en 17
Barriga Calle, Irma: “El
su iglesia grande, como hermano tercero que he sido o en otra parte o Mercurio Peruano y los
muertos”, en Sobre el Perú:
lugar que pareciere a mi albacea, y acompañe mi entierro la Cruz, cura y Homenaje a José de la Puente.
Lima: PUCP, 2002. La auto-
sacristán de mi parroquia, según corresponde a mi nación, o el demás ra desarrolla esta idea a par-
tir de la campaña del Mercu-
acompañamiento que pareciere a dicho mi albacea; y todo se pague de rio Peruano contra la costum-
16
mis cortos bienes...” . bre de usar como lugar de
entierro las iglesias. Carlota
Casalino sostiene que los
ilustrados difundieron la
Una preocupación de los ilustrados fue la masiva cantidad de entierros en idea de que todas las plagas
y pestes eran consecuencia
las iglesias, que contaminaban la ciudad. Sin embargo, al igual que las del aire enrarecido provoca-
otras medidas dentro del proyecto borbónico, las reformas se tendrán que do por la descomposición de
los cuerpos sepultados en las
enfrentar a las arraigadas costumbres que veían en este uso una señal de iglesias (en “Higiene públi-
17 ca y piedad ilustrada: La cul-
piedad por excelencia . tura de la muerte bajo los
borbones”, en Scarlett
O’Phelan, compiladora: El
Como los testamentos de españoles, los suscritos por indios y negros bus- Perú en el siglo XVIII. La Era
Borbónica. Lima: Instituto
caron materializar el sentido religioso de la época haciendo donaciones Riva Agüero, 1999.
!
a órdenes religiosas, cofradías e
iglesias. A cambio de misas para
el reposo de sus almas, Antonio
Tanta Vilca Calcacho, indio de
Canta, no solo pensó en el
momento de su muerte, sino
que mandó a su albacea venda
“... una tembladera grande de
siete marcos de plata, la cual
mando la venda y con su pro-
ducto compre tres bulas de
Nuestra Señora de la Misericor-
dia, una para mí, otra para mi
padre y otra para mi madre y
Vendedora de frutas con niño. Pintura de Rugendas,
que del sobrante mande decir publicada en su obra Voyage pittoresque au Brasil,París
(1827-1835)
misas por mi alma y la de mis
18
padres y bienhechores...” . Nicolasa Chavarría, parda libre, mandó a
su albacea “... instituir y fundar a mayor honra y gloria de Dios nuestro
señor, de su Santísima madre la siempre Virgen María y porque el
culto divino sea más ensalzado y reverenciado un aniversario de misas
patronato de legos, libre y exento de la jurisdicción eclesiástica... para que
se digan por mi alma, la de mis padres y demás personas a quienes fuere
en algún, cargo y obligación las misas que alcanzaren a razón de un peso
de limosna cada una... que se han de decir perpetuamente en la capilla de
19
las ánimas de la iglesia de Santa Ana” .
"
20
testamento otorgado en 1793 , o como se dejó constancia en el testamen-
to de Pascuala Chavarría, parda libre, donde el escribano Orencio
Ascarrunz manifestó: “... que pareció estaba en su entero juicio y entendi-
miento natural, no firmó por no saberlo y sólo a su ruego firmó uno de los
21
testigos” .
#
Tanck para el caso mexicano, en Nueva España se fundaron escuelas de
lengua castellana para que niños y niñas indias aprendieran a hablar el
castellano. Para el caso peruano encontramos que las más importantes
fundaciones pedagógicas del siglo XVIII fueron realizadas por los prela-
24
dos en sus diócesis .
$
capacidad económica de la mujer en el siglo XVII. Para el siglo XVIII, se
encuentra que en Lima las mujeres han recuperado espacios en la esfera
económica; algunas de ellas hacen hincapié en sus testamentos del carác-
ter personal de sus propiedades, en clara alusión a que sus esposos no
tuvieron mucha incidencia en la obtención de estas.
Los indios eran muy minuciosos al detallar sus pertenencias. Entre sus
bienes se pueden encontrar pequeñas parcelas en las zonas rurales ex-
tramuros de la ciudad, así como “... mantas, medias, camisas, fustanes,
sábanas, almohadas, sayas, faldellín...”; y no faltaban los accesorios
de plata como “rosarios, hebillas, correas, zarcillos, espuelas de plata,
27
candelabros” . Esto a diferencia del caso de los mulatos o negros,
propios de las zonas urbanas, en cuyos testamentos podemos encontrar,
muy aparte de la vestimenta, alusiones a “lienzos, baúles, sillas, arpas,
28
espejos” . Se puede constatar también entre sus pertenencias la presen-
cia de propiedades urbanas como tiendas, ranchos o pequeñas casas:
“... declaro por mis bienes una casita que tengo y poseo en la calle que
29
llaman de Juan Simón” ; “declaro por mis bienes todo lo labrado que al
30
presente tiene una casita y nueve cuartos, situada en la Venturosa” .
%
Vendedores negros en plaza de Lima.
&
indios y negros en constante conflicto. No desestimamos que como pro-
ducto de la convivencia puedan haber ocurrido desencuentros; sin em-
bargo, es pertinente señalar, a la luz de la documentación revisada, que
los indios y negros de Lima compartieron muchas veces algo más que un
35
simple espacio de convivencia .
BIBLIOGRAFÍA
Barriga Calle, Irma: “El Mercurio Peruano y los muertos”, en Sobre el Perú:
Homenaje a José de la Puente Candamo. Lima: PUCP, 2002.
Franca Paiva, Eduardo: Escravos e Libertos nas Minas Gerais do Século XVIII:
35
Desarrollando afectividad
Estrategias de resistencia a través dos testamentos. Sao Paulo: Annablume que permite encontrarlos no
solo como amo y esclavo.
editora, 2000.
Jesús Cosamalón señala
cómo negros e indios se rela-
cionan entre sí a partir de
Gentile, Margarita: “Testamentos de indios del noroeste argentino”. matrimonios, compadrazgos
o amistad.Véase Cosamalón,
Actas del IV Congreso Internacional de Etnohistoria, tomo III. Lima: PUCP, Jesús: Indios detrás de las
murallas. Lima: PUCP, 1999.
1998.
'
Gonzalbo Sizpur, Pilar: Las mujeres en la Nueva España: Educación y vida
cotidiana. México: El Colegio de México, 1987.
Alejandro Rey de Castro Arena
Ilustración y sociedad
en el mundo iberoamericano:
Élite y plebe, 1750-1821
La Ilustración fue un movimiento intelectual europeo de los siglos XVII y XVIII por
el cual ideas concernientes a Dios, la razón, la naturaleza y el hombre fueron sinte-
tizadas en una visión global que ganó amplia aceptación y que instigó desarrollos
revolucionarios en el arte, en la filosofía y en la política. Fue central para el pensa-
miento ilustrado el uso y celebración de la razón por la cual el hombre adquiere el
poder para entender el universo y mejorar su propia condición. Los objetivos del
hombre racional eran considerados el conocimiento, la libertad y la felicidad.
Aspectos generales
Este proyecto ilustrado es objetivo de múltiples controversias histo-
riográficas. En efecto, tiene sus apologistas y sus duros críticos, por lo que
en el presente trabajo trataremos de matizar las opiniones. El proyecto
reformista ilustrado de Carlos III abarcó todos los campos: desde la reor-
ganización de la economía, el estímulo de la agricultura, el comercio y
la industria, hasta la propagación del espíritu científico y técnico, la inno-
vación de métodos pedagógicos y la plasmación de nuevas concepciones
urbanísticas y arquitectónicas. En general, el movimiento ilustrado tuvo
como objetivo de su empeño creador la prosperidad de la nación y la
1
racionalidad y modernización del Estado .
Por su parte, Mauro Hernández Benites afirma que lo que proliferó, más
que reformas, fueron proyectos, frustrados en buena parte. La innegable
capacidad de los ilustrados para diagnosticar los males de España y de
Hispanoamérica en general (atraso económico, subdesarrollo técnico,
esclerosis educativa, superstición religiosa) no condujo más que a refor-
mas parciales. Aun así, la resistencia de los grupos privilegiados echó atrás
buena parte de los proyectos. La realidad del despotismo ilustrado es la
de un intento de afianzar el poder de una monarquía cuya naturaleza está
1
Equipo Madrid: Carlos III,
divorciada del cambio social. Mauro Hernández considera a la Ilustra-
Madrid y la Ilustración, p. VII.
Madrid: Siglo XXI de España ción no como un movimiento cultural, sino como un intento de redefinición
Editores S.A., 1988.
2
Santos Madrazo, M.: “Refor- del papel del Estado en la sociedad feudal. Se puede ver que solo prospe-
mas sin cambios. El mito
de los caminos reales de
ran aquellas reformas que refuerzan el poder del Estado sin alterar los
Carlos III”, en Equipo Ma-
intereses de las clases privilegiadas. Progresa, por tanto, la centralización,
drid, compilador: Carlos III,
Madrid y la Ilustración. la vigilancia de las clases populares, el reforzamiento del ejército y del
Madrid: Siglo XXI de España
Editores S.A., 1988, p. 28. poder del Estado. Este reforzamiento no es, según el discurso ilustrado,
un fin en sí mismo, sino un instrumento de servicio para la felicidad de
los pueblos. Pero cuando las reformas que traerían ese bien común no se
producen, queda solo un Estado fortalecido, instrumento de dominio de
3
las clases poseedoras .
Aspectos religiosos
!
Aparte de las cofradías, entre las manifestaciones populares por reformar
destacan las supersticiones; el excesivo interés por lo maravilloso; las
expresiones desmedidas de religiosidad en las fiestas, romerías y pro-
cesiones; la mezcla de elementos sacros y profanos en ellos; los despil-
farros, etcétera. Todas estas desviaciones se debían reducir dentro de un
programa de mayor disciplina y de crítica a las costumbres procedentes
7
del barroco .
"
Además, en todos los niveles educativos se impondrían ciertas normas
comunes: una religiosidad ilustrada; amor a la nación, obediencia a su
soberano y a las leyes civiles; concepto de servicio que a veces hizo dege-
nerar los ideales culturales hacia un simple utilitarismo. Iglesia y Estado
colaborarían en estas tareas: la primera con su influencia y riquezas, el
9
segundo con su capacidad de coordinación y su autoridad .
9
Domínguez Ortiz, Antonio:
Debemos añadir que los problemas administrativos que minaron la efica- Carlos III y la España de la Ilus-
tración, p. 161.
cia de las reformas ilustradas se debieron, en parte, a que un porcentaje 10
Del Río, María José: Repre-
sión y control, p. 323.
importante de las disposiciones tomadas por la Corona, y que debieron 11
Pinto Crespo, Virgilio: Una
reforma, pp. 182 y 184.
beneficiar a las clases populares, chocaron con los intereses de la podero- 12
Del Río, María José: Repre-
sión y control, p. 325.
sa oligarquía; por ende, la efectividad de estas disposiciones quedó muy 13
Pereira P., Jesús: La religio-
disminuida. sidad, p. 253.
#
2. LA ILUSTRACIÓN EN HISPANOAMÉRICA: ÉLITE Y PLEBE
Aspectos políticos
$
puede afirmar que la moderación fue la norma; pocos ilustrados se apar-
taron de la ortodoxia católica, la lealtad monárquica y el conformismo
social. En el siglo XVIII, con pocas excepciones, fueron reformadores, no
revolucionarios. A partir del siglo XIX podría hablarse de una progresiva
radicalización. El desarrollo económico y cultural de los países de His-
panoamérica tenía que acabar por contar con un matiz político como
reflejo de la toma de conciencia de sus habitantes y, en este sentido, puede
decirse que la Ilustración fue uno de los supuestos previos de la Eman-
16
cipación . Así, los ilustrados de la segunda mitad del siglo XIX son
descendientes de la Ilustración borbónica; de ahí la importancia de la Era
17
Borbónica en el Perú .
%
alfabetos y analfabetos, categorías en sí
muy subjetivas, no es absoluta ni insu-
perable. Los analfabetos pueden, y de
hecho lo hacen, participar en la discu-
sión, creación y propagación de ideas.
Por lo demás, existía en los Andes en el
siglo XVIII una rica cultura oral, rasgo
de las sociedades andinas que se man-
tiene hasta hoy. Las discusiones actua-
les sobre el Siglo de las Luces y la Ilus-
tración, sea en Francia, Estados Unidos
Indios vendiendo fruta.
o en el Perú colonial, no se limitan ya a
analizar a la minoría “ilustrada”, sino que incorporan también otros sec-
19
tores sociales, grupos étnicos y regiones anteriormente soslayados .
&
no ritmo de los días, que permitían salirse de las normas de comporta-
miento habituales y que liberaban deseos normalmente reprimidos, tenía
entonces, necesariamente, que ser combatida.
En la ciudad de México eran muchas las fiestas religiosas que, a los ojos
de los ilustrados, había que reformar para acabar con los desórdenes y
abusos que en ellas se notaban. Las fiestas denunciadas eran aquellas que
tenían lugar en los barrios pobres de la ciudad, o bien eran exclusivas de
los indios, o bien eran aquellas que por su gran significado religioso atraían
a todos los habitantes de la ciudad. Por otro lado, detrás de la voluntad
ilustrada de separar la superstición de la auténtica fe se perfilaban los
esfuerzos de las élites por diferenciar sus creencias y sus valores de los de
23
la plebe, para así crearse una visión propia del mundo .
21
Viqueira Albán, Juan Pe-
dro: ¿Relajados o reprimidos?
Para el caso del Perú, las autoridades igualmente intentaron erradicar las
Diversiones públicas y vida so-
manifestaciones autónomas de la cultura popular en los actos religiosos. cial en la ciudad de México du-
rante el Siglo de las Luces.
Los bailes y cantos que sirvieron para reforzar las identidades étnicas de México: Fondo de Cultura
Económica S.A., 1995, pp.
indígenas, mestizos, negros y mulatos en las fiestas religiosas fueron 152 y 153.
22
Ricketts Sánchez-Moreno,
combatidos por las autoridades regalistas y el clero bajo el calificativo de
Mónica: El teatro, p. 17.
23
supersticiones. Al mismo tiempo, se uniformaba a todos estos estamentos Viqueira Albán, Juan Pe-
dro: ¿Relajados o reprimidos?,
sociales con el apelativo despectivo de “plebe”. El pacto entre la cultura pp. 153 y 154.
'
popular y el poder comenzó a fracturarse, lo que aportó un aliciente más
para que las relaciones de violencia cotidiana se intensificaran, a fines del
24
siglo XVIII, entre la élite y la plebe .
este papel periódico es hacer más conocido el País que habitamos, este
País contra el cual los autores extranjeros han publicado tantos paralo-
gismos”; y agrega: “la Historia Natural del Perú es fecunda en prodigios.
Todos los sistemas que se han trazado en Europa sobre esta materia,
están sujetos a mil ampliaciones cuando aquí se hace la aplicación de
sus teorías”. También comenta el Mercurio, entre otros muchos temas eco-
nómicos, que “las fábricas del País se reducen a pocos obrajes de bayetas,
cuyo uso se limita casi solo a los indios y negros”. En cuanto a la minería,
28
apunta que “es el principal manantial de las riquezas del Perú” .
Estas publicaciones circulaban, principalmente, entre los miembros de los
estratos sociales más altos; sin embargo, las capas superiores de los secto-
res populares urbanos no estuvieron al margen del impacto de la prensa
en su vida diaria. Los periódicos eran leídos en los espacios de sociabili-
dad de la ciudad, donde las noticias eran comentadas, lo que dio origen a
corrientes de opinión, acalorados debates y proliferación de rumores.
En las tertulias, cafés, fondas, barberías y otros espacios de encuentro,
tanto de la élite cuanto del pueblo, se leían y comentaban los artículos
periodísticos. Muchas veces un ejemplar era conocido por más de una
31
persona, pues la lectura en voz alta era una práctica cotidiana .
oral desempeñó un papel aún mayor en la difusión de las ideas modernas
a un público más amplio. Las tertulias, que en un principio fueron reunio-
nes familiares y de amistades, se hicieron más frecuentes a finales del
siglo XVII y principios del XVIII, para convertirse en reuniones sociales
en las que se hablaba de literatura, filosofía, ciencia y los asuntos del
momento. En España y América las tertulias reunieron a las élites, nobles
y, del estado llano, comerciantes, funcionarios, sacerdotes, profesionales
y otras personas educadas para hablar de una gran cantidad de temas.
!
En tanto que las tertulias y los cafés atendían a los segmentos acomoda-
dos de la sociedad, las tabernas, paseos, parques y otros lugares públicos
se convirtieron en sitios de debate para un público más amplio, donde los
sectores populares de la sociedad (artesanos, arrieros, empleados públi-
cos de bajo nivel y los desempleados) se reunían para hablar acerca de los
temas del momento. Estos centros de reunión, en especial las cantinas,
inquietaban a las autoridades, pues los veían como lugares donde podía
estallar el descontento público. Con posterioridad a 1791, cuando el
temor a las ideas revolucionarias francesas se hizo extremo, las autorida-
des restringieron cada vez más la naturaleza de las actividades que se
36
desarrollaban en muchos lugares públicos .
Así, el nivel más bajo de sociabilidad se daba en plazas y calles. Son estos
los lugares de los “tumultos” en los que el escrito se convierte en palabra
por la lectura pública del pasquín, del panfleto o del periódico. A estos
lugares profanos debemos añadir las iglesias y sus dependencias, como
las cofradías y las instituciones piadosas y caritativas, que por medio del
púlpito o la conversación a la salida de los oficios son cajas de resonancia
de las noticias y de los sentimientos, lo que explica la considerable capa-
cidad de movilización del clero. Estos lugares de sociabilidad pueblerina
parecen haber jugado un papel importante en la formación de la “opi-
37
nión” de la plebe .
"
americanos de su ser histórico los condujo, inevitablemente, a la emanci-
38
pación de España .
La sociedad de castas
#
demás subdivisiones que se forman por la mezcla sucesiva son tantas como
41
las diversas combinaciones posibles de esas razas primitivas” .
Durante las cuatro últimas décadas del siglo XVIII se acelera claramente
la velocidad del cambio social, y a fines de la centuria la sociedad de
castas empieza a desmoronarse por la misma intensidad del mestizaje,
por el aumento del nivel de educación y de riqueza en el estrato social
intermedio ocupado por algunas “castas de mezcla”, por el subsiguiente
aumento de matrimonios mixtos y por la difusión de ideas de igualdad
derivadas de ciertas corrientes de la Ilustración europea. Al final del pe-
riodo colonial, en algunas regiones comienzan a percibirse leves síntomas
de una transformación social muy profunda: la aparición de una sociedad
42
de clases, aunque en grado incipiente .
$
era exacerbado, además, por el estrecho contacto físico en la vida cotidia-
45
na y por la permeable frontera entre lo privado y lo público .
%
lacho y pueblo. Pero aparte de una frágil condición económica, se contra-
48
ponían a las élites por vivir al margen de la cultura .
El mestizaje era algo que las élites estaban lejos de promover; más bien
había que impedirlo. Para la élite, las castas y las diversas mezclas raciales
eran perturbadoras del orden social, y existía, sobre todo, un gran temor
de que una unión entre negros e indios pudiese producir una revuelta de
consideración. La preocupación por el desorden que se podría producir,
al encontrarse las “diversas clases” en ciertos locales públicos, es un tema
51
que se perfila como el núcleo central del control social .
&
del mismo año), cuando publica la siguiente noticia: “El Excelentísimo
Señor Virrey permanece con igual esmero en todos los asuntos de su car-
go, especialmente en el total exterminio que ha hecho de los Negros que
de tiempo inmemorial se refugiaban huyendo de la servidumbre, y para
dar pasto a sus criminosas inclinaciones, a un monte sito en el Valle de
Carabayllo, que dista tres leguas de esta ciudad; pues noticiado su Exce-
lencia de las hostilidades que hacían al público en robos, homicidios y
estupros a los que transitaban por el camino real inmediato ordenó con
justificado celo que el Señor don Pablo Sáenz de Bustamante, coronel de
los Reales Ejércitos de su Majestad, y actual Gobernador del Presidio del
Callao con su acreditada conducta avanzase hacia el monte como de
facto lo avanzó del modo siguiente”. Luego de relatar los hechos, la
Gaceta de Lima concluye: “Así ha logrado su Excelencia dar una de las
mayores pruebas de su justicia e integridad, dejando libres los caminos a
beneficio del común, seguros los amos en el servicio de sus esclavos, y un
eficaz ejemplo para que en lo sucesivo quedemos a seguro de tantos y
tan graves insultos; y por la relación de los Oficiales se sabe tenían en el
monte cerca de sesenta palenques”.
'
algunos de estos oficios liberales, hay mezclados varios españoles nobles
y otros blancos, que nada desmerecen para considerarse distinguidos
según sus clases. Los Esclavos sirven, ya en las fincas rústicas, ya en lo
doméstico en peones que se alquilan, y este es el orden con que están
distribuidos los hombres, sin consideración a los que vagan de todas
53
clases y que perjudican al resto de la sociedad” .
!
rol femenino limitándolo al nuevo espacio privado por excelencia: el hogar.
En este sentido, el Mercurio Peruano publicó (23 de febrero de 1794) que
“nadie duda que la reclusión de las mujeres contribuye a conservar las
buenas costumbres”. Sin embargo, a fines de la Colonia para las mujeres de
los sectores populares la “vida privada” fue mucho menos doméstica de lo
que propugnaban tanto la ideología de género cuanto la Ilustración, abrién-
dose hacia el exterior, es decir, hacia la calle. Como dice Flores Galindo,
“la plebe vivía en la calle”. Esto se debía a lo pequeño y tugurizado de las
viviendas; la calle era una prolongación del espacio doméstico. A su vez esto
les permitió compartir con los hombres algunos espacios de sociabilidad que
en otras latitudes eran considerados exclusivamente masculinos y, asimis-
55
mo, construir sus propios espacios de sociabilidad femenina .
Por otra parte, el proyecto ilustrado borbónico inició para el Perú el largo
y difícil camino hacia la modernidad. Pretendía una sociedad basada en
la razón, y para ello buscó suprimir o controlar las prácticas sociales
populares por considerarlas “bárbaras”. Así, el 23 de febrero de 1794 el
Mercurio Peruano (tomo X, p. 131) anuncia que “la civilización y el arreglo
de las malas costumbres envejecidas serán un fecundo principio del buen
orden; nacerán también los adelantamientos de las artes mecánicas y
liberales”. En Lima, en general, las mujeres y los hombres del pueblo
56
asimilaron, recrearon o ignoraron los nuevos contenidos culturales .
!
Sin embargo, las élites hispano-
americanas del Siglo de las Lu-
ces no se sentían a gusto en las
calles de las capitales, no veían
en ellas más que intolerables ex-
cesos de la plebe y, sobre todo,
un continuo e interminable des-
orden. El despotismo ilustrado
no podría reformar la sociedad
y la ciudad sin transformar a
fondo sus calles, que eran su
59
espacio fundamental .
!
tarea que, dadas las condiciones de suciedad, insalubridad, violencia y
61
desorden imperantes en las ciudades, parecía titánica .
Entre las causas más significativas realizadas por los esclavos negros y
que se pueden encontrar en esos archivos destacan los pedidos para ser
vendidos o enajenados a otro amo (más benévolo), para ser trasladados a
otra localidad y así reunirse con sus familias y para que se les otorgue
62
boleta de venta . También destacan causas por las que esclavas denun-
cian a sus amos por obligarlas a sostener “relaciones ilícitas”. En resu-
men, revisando las causas civiles y criminales se puede concluir que los
esclavos negros tenían ciertos mecanismos legales, obviamente dentro de
una estructura de por sí absolutamente inhumana, con los cuales podían
defender ciertos derechos aunque, claro está, fueron una minoría los que
61
tuvieron conocimiento o acceso a estos mecanismos. Viqueira Albán, Juan Pe-
dro: ¿Relajados o reprimidos?,
p. 232.
62
Esto es importante, ya que
Quisiéramos redondear el tema de la sociedad de castas presentando unas obliga al amo a ponerle pre-
cio a su esclavo (precio que
ideas adicionales. Muchas de las costumbres y prácticas del sistema colo- se negocia entre ambas par-
nial eran verdaderos vicios que atentaban contra el proyecto borbónico. tes) y, por ende, el esclavo
puede autocomprarse o pa-
La aplicación de las reformas requería el reforzamiento de una autoridad sar a un amo de su elección.
!!
vertical que concentrara las distintas esferas del poder. Esta necesidad
se contraponía a lo disgregado que se encontraba el poder en el mundo
colonial y llegaba, además, en un momento en el cual muchos grupos han
afianzado claramente sus señas de identidad y todo un código simbólico
que les permitía presentarse como grupos autónomos, cosa que se daba
en el nivel de las diversas castas. La superposición, en el ámbito ideológi-
co, en la sociedad colonial de una explicación que definía a los miembros
de la sociedad, ya fuera por castas o estamentos, hacía eso posible.
Cada grupo, racial o cultural, podía definirse a sí mismo como un grupo
autónomo en un discurso de castas y, al mismo tiempo, como un grupo
coherentemente integrado y completo, con una clara división de funcio-
nes a su interior en un discurso estamental.
!"
Diversiones públicas
!#
En ese sentido, el Estado borbónico, con sus minuciosas reglamentacio-
nes, y la élite ilustrada peruana, desde los periódicos, delinearon una
manera “culta” y superior de vivir en sociedad: ejercer control sobre el
cuerpo, tener mesura; la Ilustración proclamó como ideal de vida la
moderación. Fueron criticadas las expresiones espontáneas y pasionales,
los bailes sensuales, el juego de azar; también el licor, que liberaba las
pasiones. Se criticó el gusto por las obras cómicas que no enseñaban nada
positivo para el progreso social, así como las tradicionales mascaradas de
68
negros durante la fiesta del Corpus Christi . Podemos hacernos una idea
de lo que pensaban los ilustrados sobre esta fiesta leyendo el Mercurio
Peruano. En su edición del 16 de junio de 1791 anota que “es la fiesta en
que más se esmeran para salir con lucimiento; todas las tribus se juntan
para la procesión. Los acompañan todos los demás de la Nación con unos
instrumentos estrepitosos, los más de un ruido muy desagradable. Los
súbditos de la comitiva que precede a los Reyes, van a porfía en revestirse
de trajes horribles. Acompañan a la procesión con unos alaridos y adema-
nes atroces. La seriedad y feroz entusiasmo con que representan todas
estas escenas nos dan una idea de la barbaridad con que harán sus acome-
tidas marciales. Esta decoración, que sería agradable en una mascarada
de carnaval, parece indecente en una procesión eclesiástica. Puede que
nuestros hijos vean la reforma de este y otros abusos de igual naturaleza,
69
cuya extirpación deseamos desde ahora” .
!$
Los ilustrados creían que el lugar ideal para educar a la sociedad, difundir
las ideas de progreso y crear al “nuevo ciudadano” era el teatro. Se tra-
taba de un espacio civil y cerrado, más controlable que la plaza y en el
cual se hallaban, en pequeño, todos los grupos sociales reunidos, presen-
tándose contenidos. Era pues perfecto para poner en práctica el modelo
de sociedad al que aspiraban.
!%
de la élite criolla de Lima sí se sintieron atraídos por ciertas manifestacio-
nes populares de diversión, sobre todo la danza. Añade Estenssoro que se
puede percibir al grupo criollo como “a la casa de elementos culturales”
para construir una identidad más clara a partir de la desarticulación de
74
las otras .
Por otro lado, la plebe urbana, ante la presión impuesta por las reformas
de orden cultural, parece haber asumido el proyecto ilustrado y estar de-
cidida a ponerlo en práctica, e incluso dispuesta a construirse una nueva
identidad cultural, racional y moderna. Y esto a pesar de que, como
reacción, las autoridades y los intelectuales tienden a cerrarse, situando a
76
la plebe como en las fronteras de la razón .
!&
la que callejones y casonas eran vecinos. Además, los documentos son
muy ricos al respecto y son tantas las quejas, a fines del siglo XVIII, sobre
la reunión de la plebe y la élite y los prejuicios que esto causa, que resulta
increíble que, aún hoy, se pueda hablar de mundos separados: aristocra-
cia y plebe. Así, la aceptación de “lo nuevo” no solo se dio en el nivel de la
élite, sino que cierto grupo de la plebe se acercó pronto al “nuevo gusto”,
como los artesanos; y al pensamiento ilustrado también, como el músico
mulato Onofre de la Cadena. Tenemos, por otra parte, en el teatro, uno de
los mejores ejemplos de convivencia y de participación en las “nuevas
78
ideas”; allí acudían todos: autoridades, élites y plebe .
!'
También se puede afirmar que, cuando menos en apariencia, las fiestas
coloniales urbanas igualaron a los miembros de la élite y a la plebe al
permitirles participar virtualmente juntos en los festejos religiosos y
profanos, puesto que ambos estamentos se concebían, por igual, hijos de
Dios y vasallos del Rey.
Para finalizar señalaremos que entre todos los juicios que se han emitido
sobre la situación de la América española en los preludios de la Indepen-
80 dencia y sobre los efectos que en ella tuvo la política ilustrada, los del
Acosta de Arias Schreiber,
Rosa María: Fiestas coloniales barón Alejandro von Humboldt parecen ser los más razonados e im-
urbanas (Lima-Cuzco-Potosi).
Lima: Editorial Salesiana, parciales. Luego de su prolongada estancia en Hispanoamérica notó la
1997, pp. 183, 184 y 185.
profunda división de ideas e intereses que había en la sociedad colonial,
"
censuró la esclavitud de los negros, el sometimiento de los indios, la pre-
potencia de los latifundistas, el espíritu represivo de la administración,
exacerbado por las noticias de la Revolución francesa. Advirtió el disgus-
to de los empresarios criollos por la dependencia económica respecto de
la metrópoli, que el decreto de libre comercio de 1778 no había anulado.
Percibió dentro de la pequeña clase alta ilustrada la oposición entre
reformistas y revolucionarios.
3. CONCLUSIONES
"
El inicio de la ruptura definitiva con España se produjo en 1814 con
el regreso del “rey deseado” Fernando VII y la abolición de las medidas
liberales producidas por las Cortes de Cádiz y la Constitución liberal de
1812. Los núcleos autonomistas que fueron adoptando las ideas políticas
más avanzadas de la Ilustración y derivaron hacia posiciones abiertamen-
te independizantes lo hicieron, entre otras cosas, porque el Rey no les
dejaba otra alternativa. Este ambiente liberal que rodeó al mundo ibe-
roamericano entre 1808 y 1814 fue influido, en gran medida, por las ideas
de la Ilustración.
"
A continuación tendríamos que evaluar a qué niveles la Ilustración pe-
netró en la sociedad hispanoamericana. Tradicionalmente se ha conside-
rado que solo las élites tuvieron acceso y se beneficiaron de las “nuevas
ideas”. Sin embargo, los estudios más recientes, como lo hemos indicado
a lo largo del trabajo, dan luces al hecho de que la plebe sí recibió, obvia-
mente de una manera diferente, el influjo de las ideas de la Ilustración.
Este influjo se produjo de varias formas y con diferentes intensidades.
En algunos casos, como el del protomédico Valdéz o el músico De la
Cadena, el influjo fue importante; en la inmensa mayoría de las veces fue
sutil, limitándose a un mayor acceso a la educación (hecho de por sí
trascendente) y a la adopción de ciertos valores y gustos estéticos moder-
nos promovidos por la Ilustración. En general se podría decir que la lucha
de los ilustrados burgueses, en el siglo XVIII, por imponer sus códigos de
comportamientos y sus gustos, se encuadra dentro del ascenso y triunfo
de la burguesía, que se dio en Europa a partir del siglo XVI.
"!
ha llegado su tiempo”. A la idea de independencia, en Hispanoamérica, le
había llegado su tiempo.
BIBLIOGRAFÍA
Estenssoro Fuchs, Juan Carlos: “La plebe ilustrada: El pueblo en las fron-
teras de la razón”, en Charles Walker, compilador: Entre la retórica y la
insurgencia: Las ideas y los movimientos sociales en los Andes, siglo XVIII. Cusco:
Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, 1996.
""
-------------------------: “Música, discurso y poder en el régimen colonial”. Tesis
PUCP, 1990.
"#
Pinto Crespo, Virgilio: “Una reforma desde arriba: Iglesia y religiosidad”,
en Equipo Madrid de Estudios Históricos, directores: Carlos III, Madrid y
la Ilustración. Madrid: Siglo XXI de España Editores S.A., 1988.
"$
John Rodríguez Asti
El discurso abolicionista en
la prensa peruana, 1800-1850:
Una aproximación al tema
El movimiento abolicionista, nacido en los últimos años del siglo XVIII, fue crean-
do en el mundo una corriente de opinión antiesclavista que se vio reforzada con
los postulados de la Revolución francesa. Sin embargo, la nación en la que más
decididamente se abogó por la abolición de la esclavitud fue Inglaterra, que
hasta ese entonces había sido una de las potencias que, paradójicamente, más
había recurrido a la mano de obra esclava en sus colonias, especialmente en
Norteamérica.
"%
1. EL ABOLICIONISMO EN LA AMÉRICA ESPAÑOLA
Y EN EL PERÚ
Este trabajo tiene como propósito revisar brevemente cuál fue el papel
que le tocó jugar a la prensa durante las últimas diez décadas de existen-
cia de la esclavitud, hasta que finalmente el presidente Ramón Castilla
otorgó la libertad a todos los esclavos en diciembre de 1854. Esta revisión
será realizada a través de algunas publicaciones de la época y de biblio-
grafía reciente referida al tema.
"&
que ya existían en Lima se registra una interesante discusión en torno de
los asuntos que se trataban en la península. Un punto relacionado con
el tema del presente trabajo era sin duda el referido a los derechos del
hombre y a la libertad. Al hablarse de ciudadanía e igualdad, era nece-
sario definir cuál era el lugar que les correspondía ocupar a aquellos
originarios o de ancestro africano. En el Perú, la diferenciación racial ha-
cía aún más necesaria la aclaración del concepto.
Uno de los diarios que siguió de cerca el debate constitucional que se daba
en Cádiz fue El Peruano. Entre los temas que se discutirían en las cortes
estaba el referido a la situación de los originarios de África. En su edición
del 10 de marzo de 1812 se publicaba la carta de alguien que bajo el seudó-
nimo de “Un originario de África” expresaba las expectativas que estaba
creando entre las castas la posibilidad de que mediante la nueva Consti-
tución se otorgara la ciudadanía entre los originarios o descendientes de
africanos. Al respecto, este remitente desconocido decía: “Una grande
expectación me acompaña. Según ellos se estaba discutiendo el artículo
22 del proyecto de Constitución política de la monarquía española pre-
sentado a las cortes generales: es artículo que integralmente comprende 1
Martínez, Ascensión: La
y pertenece a los españoles que por cualquiera línea traemos origen de prensa doctrinal en la indepen-
dencia del Perú. Madrid: Ins-
África. Negros, mulatos, zambos, chinos, cuantos vais a ser considerados tituto de Cooperación Ibero-
americana, 1985, p. 145.
en la nación española de una manera que nunca lo habéis sido... Vamos a 2
El Peruano, martes 10 de
2
mudar la situación en que han vivido nuestras castas...” . marzo de 1812, p. 185.
"'
3
Al parecer, este proyecto de artículo fue motivo de sendas discusiones
en las cortes, y uno de sus opositores, el diputado Uria, llegó al extremo
de manifestar que “si el artículo se aprobase en los términos que se había
4
propuesto, bastaría él solo para deslucir la Constitución española” .
3
El citado artículo propues-
to decía, a la letra:
Artículo 22 del proyecto de
Constitución política de la
monarquía española
”A los españoles que por
cualquiera línea traen origen
del África, para aspirar a ser Esclavos trabajando en hacienda de la costa.
ciudadanos les queda abier-
ta la puerta de la virtud y el
merecimiento; y en su conse-
cuencia, las cortes podrán La cobertura informativa de El Peruano, que, como hemos visto, al parecer
conceder carta de ciudadano
a los que hayan hecho servi- causaba expectativa entre la población de origen y ancestro africano,
cios eminentes a la patria, o
continuó en su siguiente edición correspondiente al 13 de marzo de 1812,
a los que se distingan por sus
talentos, su aplicación y su al transcribir completamente el texto del discurso del coronel Francisco
conducta, bajo condición res-
pecto a estos últimos, de que Salazar, diputado del reino del Perú, quien era contrario a la discrimina-
sean hijos de legítimo matri-
monio, de padres ingenuos, ción y a la exclusión de las castas de su derecho a ser también ciudadanos.
de que estén ellos mismos ca-
sados con mujer ingenua, y
avecindados en los dominios Salazar proponía que en lugar del artículo 22, que se hallaba en esos mo-
de España, y de que ejerzan
alguna profesión, oficio o in- mentos en discusión, se considerase como ciudadanos a todos aquellos
dustria útil con un capital
propio, suficiente a mantener anotados en los libros parroquiales, ya fueran españoles o castas. Con res-
su casa y educar sus hijos con
pecto a estos últimos, en caso de ser nacidos libres y de legítimo matrimo-
honradez”.
4
5
El Peruano, ibid., p. 188. nio, contarían con voto activo; caso contrario, con voto pasivo, de acuerdo
El Peruano, 13 de marzo de
5
1812, p. 199. con lo que la Constitución estableciese .
#
Una propuesta más radical referida al problema de la trata se daría cuan-
do los diputados Alcocer y Argüelles propusieron abolir la esclavitud.
Sin embargo, esto no fue tomado en cuenta por la asamblea, que por su
posición moderada rechazó las propuestas en favor de la abolición, y, por
6
supuesto, la del limeño Salazar .
#
cédula que prohibía la introducción de esclavos africanos en las posesio-
nes españolas y que entraría en vigor en 1820. Esta ley, decretada en parte
por la presión británica, no abolía la esclavitud: solo prohibía la captura
de esclavos en África para introducirlos en las Antillas y el resto de
posesiones de España. A pesar de esta ley, durante años se siguió intro-
duciendo esclavos de contrabando, pero, en todo caso, la norma tuvo el
mérito de ser un primer paso hacia la futura extinción de la esclavitud.
#
No obstante lo anterior, la idea dejada por San Martín tendría eco en
la Constitución de 1823, que declaraba que eran peruanos todos los
hombres libres nacidos en el territorio del Perú y que nadie nacía esclavo
ni podía entrar en esa condición; además, quedaba abolida la trata de
esclavos.
#!
Por otro lado, el discurso racista que prevaleció fue una parte importante
de los esfuerzos de las debilitadas clases altas para reconstruir las bases
de su poder después de la Independencia. Por lo tanto, la imposición de
un estricto control social, la vuelta a una frecuentemente idealizada época
10
colonial, era un tema central en los programas conservadores .
#"
anacrónico con relación a las nuevas técnicas de producción; y los escla-
vos inmovilizaban un capital que podría ser invertido en otros sectores
de manera más provechosa.
##
La discusión acerca del tema recobró actualidad en el año 1841, a raíz
de la consulta de un grupo de propietarios al gobierno a principios de
setiembre, a través del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores,
consulta relativa a la introducción de esclavos al Perú. El proceso tomaría
bastante tiempo en ser absuelto, y gracias a lo publicado cuatro años
después en las páginas del diario capitalino El Comercio, en su edición del
26 de junio de 1845, hemos podido conocer la posición gubernamental a
través de lo determinado por el Consejo de Estado.
#$
los productos de la agricultura, y que ésta ha sufrido muchos atrasos, y si
se quiere de la falta de esclavos: pero el remedio que se propone es peor
que el mal que se intenta remediar”, agregando que “al Congreso le
corresponde remediar los males que sufre la agricultura por falta
de brazos y leyes protectoras; y por consiguiente puede también tomarlos
en consideración para las leyes que demandan el
fomento de aquella industria y sus productos en las
15
costas de la república” .
#%
Sobre este punto, es interesante recoger lo que afirma Carlos Aguirre
16 cuando dice que quedaba claro que los esclavos, en virtud de la escasa
Aguirre, Carlos: Agentes,
pp. 307-308.
17
renovación en las dotaciones producida por el fin de la trata negrera,
En su edición del 2 de
agosto de 1845, El Comercio la reducción progresiva de su número y las dificultades para ejercer sobre
editorializaba lo siguiente:
”Habíamos pasado en silen- ellos estricto control, no eran más la solución a los requerimientos de los
cio la moción hecha en el 16
Senado por uno de sus
hacendados .
miembros, el Sr. D. Lucas
Fonseca, para que se permi-
ta la introducción de escla- Sin embargo, esta polémica no quedaría resuelta, debido a que uno de los
vos de las naciones circunve-
cinas, porque estábamos en representantes de la Cámara de Senadores, Lucas Fonseca, presentó una
la persuasión que este pro-
yecto no se sancionaría en moción secundando la solicitud de los mencionados hacendados en torno
esa cámara, ahora que ha
de la viabilidad de introducir esclavos provenientes de las “repúblicas
pasado en revisión a la de
Diputados, creeríamos faltar circunvecinas”. Esta petición ocasionaría la reacción de varios periódicos
a un deber que nos impone
una de las más íntimas de de la capital, entre ellos El Comercio y El Correo Peruano, que no tardaron
nuestras convicciones, si no
tomásemos parte en el asien- en reaccionar contrariamente.
to, a nuestro juicio de suma
importancia.
”Probar a mediados del siglo
En efecto, durante varios días las páginas de El Comercio se convirtieron
XIX lo injusto y bárbaro que
es el tráfico de carne y san- en una tribuna del abolicionismo, rechazando con argumentada firmeza
gre humana sería una tarea
inútil en cualquier parte del el reinicio de la trata. Se refutaba la necesidad de brazos esclavos, opinan-
mundo, mucho más en el
Perú… do que se trataba de un pretexto para justificar la baja productividad y
”El mismo señor senador
proponente no desconoce
llamando la atención acerca de que no obstante que la agricultura de la
estos principios y por eso el
caña de azúcar había aumentado su producción en más del doble durante
único fundamento en que
descansa su proyecto es la los últimos veinticinco años, más que continuar con la mano de obra es-
falta de brazos que en el día
siente la agricultura. clava era momento de introducir los adelantos tecnológicos en uso en otras
”En todas partes, en los tiem-
pos modernos y en los anti- latitudes; asimismo, se abría la posibilidad de recurrir a otras fuentes de
guos, el temor que la tierra
quedase sin cultivo ha sido
mano de obra, tal como ocurría con algunas haciendas chiclayanas y
el pretexto para mantener 17
lambayecanas .
ese informe tráfico... Sospe-
choso, pues, como se ha he-
cho ese medio de que se han
valido siempre los que de- Dos días después, El Comercio abundaría con mayores argumentos en con-
sean tener esclavos; y grave,
difícil e imposible como es la tra de la trata e introducción de esclavos; en su edición del 5 de agosto
introducción de ellos en el
Perú para remediar esa gran
resaltaría el hecho de que otra publicación, El Correo Peruano, se aunara a
falta que tanto se pondera, su campaña con artículos en los que defendía las mismas opiniones de El
los datos que probasen el
grande atraso de nuestra Comercio en torno de la esclavitud.
agricultura...
#&
En aquellos días El Comercio también realizó un ilustrativo recuento de
la evolución de la abolición de la trata de esclavos, con datos extraídos
”Tenemos motivos para
de la obra Comercial Statistics de John Mac Gregor, obra en la que se ex- creer, con algunos inteligen-
tes hacendados de caña, para
plicaba, entre otras cosas, que la mano de obra liberta resultaba menos que en la actualidad las ha-
ciendas de las costas del
onerosa que la esclava, en tanto demandaba menores gastos para el
Perú, producen más del do-
propietario de la hacienda o ingenio productivo. Recalcando su decidido ble de lo que producían an-
tes del año de 1821, lo que se
interés en el tema, el diario capitalino indicaba: “Continuaremos ocupán- debe a los mejores métodos
de labranza, a las buenas he-
donos de la abolición de la trata hasta que la deseche la Cámara de Dipu- rramientas que se usan, a la
maquinaria introducida para
tados, de quien esperamos algo a favor de los esclavos”. moler caña, y a la debida co-
locación de las pailas en que
se cocinan los caldos.
Cuando, el 7 de agosto de 1845, la Cámara de Senadores votó favorable- ”Agréguese a esto el valor
que ha tomado el azúcar que
mente por la reiniciación de la trata, El Comercio dijo: “El proyecto que antes no tenía, y sumados
estos datos dígase si no es
sobre esclavos ha votado la Cámara de Senadores es de necesidad vital próspero el estado de nues-
tra agricultura. Nos fijamos
para la agonizante agricultura de la costa del Perú, dice la Comisión en su en el azúcar porque algunos
creen que sin el sudor del
dictamen, aun cuando no se presenta los datos estadísticos que prueban
esclavo no puede obtenerse
este aserto… nos duele haber llegado a esta situación tan lamentable”. En con ventaja este producto.
”Hay en las Cámaras de Di-
esta oportunidad se insistiría en “lo útil que será para el adelanto de la putados y Senadores a quie-
nes les consta todo lo contra-
agricultura atraer inmigración al país”. rio y aunque no pudiera dar-
se otro testimonio entre no-
sotros que lo que producen
las prósperas provincias de
Lo interesante en toda esta polémica es que gracias a la objetividad que
Chiclayo y Lambayeque, nos
reinaba entre los propietarios del diario El Comercio, sus páginas reprodu- bastaría para demostrar que
no está limitado este produc-
cen el sábado 9 de agosto una respuesta a un artículo titulado “El Perú en to a la mano de obra escla-
va, porque allí, sin un solo
retroceso”, publicado en el diario El Correo Peruano, firmada por el propio negro, los indios libres y aco-
modados obtienen azúcar
senador Lucas Fonseca. más barata que en ningún
otro punto del Perú. Es ver-
dad que nuestra agricultura
Este episodio de discusiones en torno de la trata concluiría momentánea- puede, debe y precisamente
ha de adelantarse más de lo
mente con la publicación, siempre en El Comercio y el 19 de agosto, de otro que está: pero no será jamás
por medio de la esclava fuga
proyecto presentado por el senador Fonseca para introducir esta vez es- que pueda conseguirse, y
mucho menos con esclavos
clavos de Estados Unidos, y la respectiva réplica el día 20.
que puedan traerse de las
naciones circunvecinas que
apenas los tienen.
Lo cierto era que esta polémica serviría también para demostrar que ”En Chile y Bolivia no hay
esclavos, apenas se conoce la
en la sociedad peruana de 1845 la esclavitud ya tenía sus detractores, y raza negra; en Nueva Grana-
da son libres desde el año
#'
también que existía una conciencia de la necesidad de modernizar los
21... De las naciones circun- medios de producción agrícola, ya fuese incorporando los adelantos tec-
vecinas, pues, solo queda el
Ecuador, que apenas cuenta
nológicos de la época o reemplazando la mano de obra esclava a través de
8,000 esclavos en todas sus
la introducción de inmigrantes.
provincias y donde por la ley
hacen libres y son mejor tra-
tados que aquí... ¿Cómo po-
dría entonces extraerse de En el ámbito internacional, las doctrinas que preconizaban la libertad de los
ese país, en donde han naci-
do, cantidad de esclavos que esclavos ya habían ganado en esta época mucho terreno. En Hispanoamérica
remedien de pronto la falta
de brazos que sufre nuestra
la esclavitud ya estaba en vías de desaparecer, y tanto el Perú cuanto Cuba y
agricultura?
Brasil eran unas de las pocas naciones donde aún prevalecía.
”No habiendo, pues tales na-
ciones circunvecinas de don-
de podamos exportar escla-
vos, el resultado del proyec-
to, si llegase a ser ley, no se-
ría otro más que el de presen- 6. LA ABOLICIÓN DEFINITIVA DE LA ESCLAVITUD
tar al Perú como pecando de
principio contra uno de los
EN EL PERÚ
principios de la moral, con-
tra un principio que ya casi
lo es derecho de juntas, pero El año 1854 fue un año decisivo para la abolición de la esclavitud en
en la imposibilidad de con-
sumar el crimen.” el Perú. Más que por causas ideológicas o humanitarias, la tan esperada
18
A continuación transcri-
bimos parte del texto: abolición se daría finalmente en una coyuntura de guerra civil que
”La urgente necesidad de po-
enfrentaba a dos bandos que se disputaban el poder político y que
ner término a los estragos de
la revolución, ha decidido al vieron en la manumisión y en la libertad definitiva un recurso para sus
gobierno a llamar al servicio
de las armas a los esclavos objetivos políticos. Por un lado, en el gobierno se hallaba el general
que en calidad de volunta-
rios quieran ingresar al ejér- Rufino Echenique, y, por otro, los liberales, liderados por Domingo Elías,
cito, y a concederles en pre-
mio la libertad de su perso- habían iniciado una revolución, que contó con el apoyo militar del
na y de la de sus respectivas
general Castilla.
esposas, desde que se pre-
sentan el Estado Mayor Ge-
neral, o a las autoridades de-
signadas en los departamen- Como ocurrió anteriormente cuando la trata y posesión de esclavos se
tos y provincias.
”Considerada esta medida convirtió en asunto público de primer orden, el tema sería tratado nueva-
bajo sus principales aspectos,
no puede dejar de merecer
mente en los diarios capitalinos. La prensa oficial, representada por el
los sinceros aplausos de
diario El Peruano, comentaba en su edición del jueves 9 de noviembre de
cuantos hombres se intere-
sen en el triunfo de la civili- 1854 respecto de la decisión del gobierno del general Echenique de llamar
zación y del principio huma-
nitario, porque la esclavitud al servicio en las filas del Ejército a los esclavos en calidad de voluntarios,
es rechazada por la justicia y
las ideas dominantes del si- destacando el beneficio de concederles en premio su libertad y la de sus
glo, y porque cuando tienda 18
a extirparla encuentra eco en
esposas .
$
19
Este decreto fue promulgado el 18 de noviembre de 1854 , y en la parte
considerativa argumentaba que como era un deber del gobierno asegurar
todos los corazones genero-
el triunfo de las instituciones y del sos pero bajo su punto de
vista militar y económico es
orden social evitando la rebelión y como se presenta más
la anarquía, se hacía necesario organizar proficua a causa de los posi-
tivos resultados que ofrece y
un ejército de reserva, y que por la de los nuevos horizontes que
abre a la industria nacional.
coyuntura existente era conveniente Siendo preciso formar un
nuevo ejército que sirva de
conciliarla con la manumisión de los
reserva para hacer más segu-
esclavos, como manera de preparar ro y expedito el triunfo de las
instituciones, ninguna espe-
una futura erradicación de la esclavitud. cie de soldados parece más
idónea a formarlo que la que
En este caso se puede apreciar que, se compone de individuos
como ocurrió durante la Independencia, que luchan por su libertad y
la del país; y como es natu-
se echó mano una vez más a la mani- ral esperar que en breve
tiempo estarán reunidas to-
Negros y mulatos en la pulación de la promesa de una futura das las plazas que tienen ne-
fiesta de San Juan de Amancaes.
cesarias, resulta que a la
libertad para los esclavos con otros fines.
oportunidad del pensamien-
En opinión de los adversarios políticos de Echenique, esta abolición súbita to se agrega su pronta ejecu-
20 ción.
de la esclavitud fue iniciada por aquel de quien menos debía esperarse . ”En cuanto a los fundos agrí-
colas cuyas labores se hacen
con esclavos, no cabe duda
Esta medida, por supuesto atractiva para los esclavos, en el fondo fue en que puedan experimentar
al principio, tienen un por-
consecuencia de la desastrosa retirada de la sierra de las tropas leales al venir de mejoras y progresos
innegables… ni los razona-
gobierno, que, derrotadas por las fuerzas de Castilla, se encontraron sin mientos egoístas, ni las hi-
medios para reclutar nuevos elementos con prontitud, por lo que se tuvo pócritas aclamaciones que
eleven entre los suyos los
que recurrir a la mencionada medida de prometer la libertad a todos aque- facciosos, podrán, pues des-
21 virtuar la importancia del
llos que se enrolaran en las filas del Ejército durante dos años . llamamiento que se ha hecho
a la raza africana esclavi-
zada…”.
En momentos en que su victoria era inminente frente al gobierno de 19
Parte del texto del decreto
Echenique, Castilla, conociendo lo decretado por su adversario y adop- se cita a continuación:
”Decreto del Presidente de
tando una decisión audaz, promulgó desde Huancayo, el 3 de diciembre la República, José Rufino
Echenique del 18 de noviem-
del mismo año, un decreto en el que se otorgaba la libertad total a los bre de 1854:
”-Que es un deber del Go-
esclavos. Así se pondría punto final a la esclavitud en el Perú.
bierno asegurar el triunfo de
las instituciones y del orden
social, adoptando cuantas
Las opiniones en torno de este tema, como había ocurrido anteriormente, medidas sean necesarias
para poner a la República a
tuvieron eco en diarios como El Comercio, que había abogado temprana- cubierta de toda eventuali-
mente en favor de la desaparición de la esclavitud. dad y para impedir que en
caso alguno se sobrepongan
$
Luego de que fuera conocido el primer decreto, el de Echenique, en la
edición del 6 de diciembre apareció un artículo titulado “Libertad de es-
clavos”, escrito bajo el seudónimo de “Los Libres”. En él se destacaba la
decisión adoptada por el hasta entonces gobierno presidido por el general
Echenique, dándolo como un hecho irreversible, aunque, contra lo que se
esperaba, triunfase Castilla.
$
Lo cierto es que entre 1854 y 1860 se manumitieron 25.505 negros esclavos, lo
que significó que el Estado indemnizara a sus amos con 7’651.500 pesos.
7. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
Periódicos
$!
Libros y revistas
Klein, Herbert: African Slavery in Latin America and the Caribbean. Oxford:
Oxford University Press, 1986.
$"
Mónica Solórzano Gonzales
Su obra no se analiza desde un estricto punto de vista plástico, pues sus solu-
ciones formales, propias de un pintor autodidacto sin avanzados conocimien-
tos de dibujo, composición y color, presentan logros personales. Su producción
se enmarca entre los años de 1830 a 1870, mas resulta difícil plantear una evo-
lución de su pintura, pues no se conocen las fechas de sus obras; los años que
consignan algunas se refieren más a la escena que representan y fueron reali-
zadas por los coleccionistas de las acuarelas. Por tales motivos, proponemos
solo aproximaciones sobre la figura de Francisco “Pancho” Fierro.
$#
El presente estudio se sustenta principalmente en la antigua colección
Palma, una de las más numerosas colecciones existentes en Lima. Hoy
en día hay en la Pinacoteca Municipal 258 pinturas entre originales del
1
pintor y atribuciones .
1
Aunque hacia los últimos años de su vida se encontraba en una situación
Todas las acuarelas que
ilustran este ensayo pertene- precaria, debido probablemente a su afición por la bebida, sobrevivió de
cen a la Pinacoteca Ignacio
Merino de la Municipalidad
su trabajo honesto y logró cierta popularidad como pintor de anuncios
de Lima; prestaron invalo-
para corridas de toros, murales y, principalmente, por sus acuarelas
rable apoyo proporcionando
parte de los negativos de su de costumbres y tipos limeños. En su tiempo no se lo valoró ni se lo con-
archivo.
2
Jaime Bayly y otros autores sideró un pintor de renombre, comparable con los pintores académicos;
afirman que llegó a realizar
pinturas murales en vivien-
sin embargo, logró importantes encargos de murales como el de José Balta,
das. No se tiene certeza que 2
después Presidente del Perú . Su muerte fue sentida y anunciada en el
alguna de ellas se conserve
en la actualidad. diario de la época. La falta de reconocimiento es comprensible, además de
$$
por su origen étnico, por su condición de pintor autodidacto sin escuela
dedicado a un género menor.
$%
más relevantes para la explicación de la obra de Fierro; sin embargo,
tal vinculación es difícil de comprobar, debido a la carencia de fuentes.
La prolongada presencia en Lima de pintores como José Joaquín del Pozo
(Sevilla, 1757-Lima, 1821) y Francisco Javier Cortés (Quito, 1775-Lima, 1839)
y , quienes laboraron con proyectos científicos y luego se establecieron en el
Perú dedicados a la enseñanza de la pintura y, el supuesto encuentro de Fie-
rro con Leonce Angrand, el viajero y diplomático francés, son algunos temas
por considerar en la formación de la pintura de costumbres aún por aclarar.
$&
1. LA COLECCIÓN PALMA
$'
por la plasticidad de su trazo ligero y vital y por la capacidad para
detenerse en sus hermanos de raza que, como él, empiezan a adoptar
nuevos oficios y a ganar espacios en la sociedad. Su obra sería el resultado
no solo de la necesidad de difundir tipos solicitados por ciertos mercados
y de cubrir una demanda, sino que respondería también a una motiva-
ción particular. Fierro encuentra la manera de mantener su mercado
descubriendo su particular manera de pintar, su propio estilo, el cual va
más allá del simple registro del tipo social.
Resulta impreciso ubicar la época exacta en que fueron realizadas las acua-
relas, mas sí se puede inferir el periodo que representan principalmente
por la actividad o costumbre que registran y también por el atuendo que
lucen los personajes. El historiador Ricardo Cantuarias plantea bien la
cronología de estas acuarelas basándose en lo segundo. Así, por ejemplo,
el vestuario masculino de fines del periodo virreinal se caracteriza por
el uso de pantalón corto hasta la rodilla, medias blancas y zapatos con
hebilla de plata, pechera y puños de encaje, casaca Luis XVI, coleta en
8
Los negros predominaron
la peluca, bicornio y capa. Ellas lucen “vestido sin vuelo, de busto ceñido
en la costa central. Hacia fi-
y mangas abuchonadas, peinados altos y calzados sin tacón”, mientras
nes del siglo XVIII solo en
Lima se encontraba el 60 por que el atuendo del periodo republicano varía hacia “vestidos acampa-
ciento de los esclavos, y en-
tre castas y esclavos llegaron nados y con más vuelo, mangas con blonda y peinados con bucles”. En
a casi el 45 por ciento de la
población. (Véase Flores el caso masculino se difunde el uso de sombrero de copa alta, pantalón
Galindo, Alberto: La ciudad
sumergida: Aristocracia y ple-
largo ceñido, corbata y puños de vueltas, levitón y botines o zapatos
be en Lima, 1760-1830. Lima:
puntiagudos. El vestido de los personajes del pueblo —pantalón corto,
Editorial Horizonte, 1983,
pp. 82, 83.)
9
chaleco, capa, zapatillas y altos sombreros de paja— cambió poco con
Cantuarias, Ricardo: Pancho
Fierro. Colección Forjadores el advenimiento de otras modas en el periodo republicano. La saya y el
del Perú, vol. 25, 1995, pp. 34, 9
35. manto se usaron aproximadamente hasta 1860 .
%
3. COMERCIO INFORMAL
%
el cual he visto los mejores vegetales, carne, aves y frutas tropicales, y en mayores
cantidades de las que antes hubiera visto en mercado alguno, y a precios muy
12
razonables […] .
%
El comercio ambulatorio es registrado también por Fierro con La tisanera
(1850), quien caminaba por la ciudad portando recipientes y distribuyen-
do su refrescante bebida. El humitero (1850), La almuercera (1830) y las
vendedoras de tamales como Ña Goyita la tamalera
(1850) distribuyen también sus viandas recorriendo
las calles. La última presenta una típica solución
compositiva de Fierro donde el personaje principal,
la morena de sombrero, es ubicada de espaldas. Otros
negros vendedores de una diversidad de productos son
representados en El negro velero (1830), quien distribuía
la principal fuente de luz antes de que la electricidad
(instalada en Lima a partir de 1855) iluminara en los
hogares; El mantequero (1830) distribuía manteca, en-
La tisanera (1850).
tonces indispensable para la elaboración de los alimen-
tos. Revolución caliente (1830) muestra uno de los más recordados produc-
tos de la venta callejera. Junto a los panecillos, la inseparable cadencia del
pegajoso ritmo de “Revolución caliente, música para los dientes; azúcar,
clavo y canela, pa’ rechinar las muelas”. Eran negras también las repre-
sentadas en La picaronera y La chichera. Estas imágenes de distintas colec-
ciones son de composición simple; se ubican aisladas, sin fondo, y apenas
esbozan el suelo; la intención es registrar el tipo de personaje.
%!
de africanos. Así, El anticuchero (1850) cuece sus
brochetas de carne sobre una parrilla de ladrillos
dispuesta en alguna calle de Lima e intercambia
su producto con una mujer de manto blanco,
envueltos en la humareda de la frágil cocina.
Un visitante de los convulsos años de la Indepen-
dencia opinaba así de las viandas populares: “Los
mercados son las partes más sucias de la ciudad
y están atestados de negros que cocinan platos sa-
18
brosos al aire libre para vender a los transeúntes” .
El anticuchero (1850).
4. AMANCAES
18
Proctor, Robert: “El Perú
entre 1823 y 1824”, p. 196.
Citado por Iwasaki, Fernan-
El popular paseo a las lomas de Amancaes, ubicadas en el actual distrito
do: “Ambulantes y comercio
colonial”, p. 211.
19
del Rímac, se iniciaba a partir del 24 de junio y reunía a distintos sectores
La autora cita a Mugaburu
1917, VIII: 141, en O’Phelan de la sociedad limeña. Desde la plebe, cuyos integrantes asistían a pie o en
G., Scarlett: “Una rebelión
abortada. Lima 1750: La burro formando caravanas, hasta señores y señoras en calesa, e incluso
conspiración de los indios
hasta el propio virrey, se congregaban en Amancaes; tal es el caso del
olleros de Huarochirí“, en
Sobre el Perú. Homenaje a José virrey Duque de La Palata, quien en 1683 asistió a la caza de venados y
Agustín de la Puente, tomo 2,
19
p. 989. Lima, 2002. halcones que allí se realizaba . Esta costumbre ya era frecuente en 1631,
%"
y todas las clases sociales se daban cita en la popular
pampa, mas no se mezclaban necesariamente, como
anota Scarlett O’Phelan, pues cada quien compartía las
celebraciones con los asistentes de su misma clase.
5. SERVICIOS PÚBLICOS
%#
Alrededor de las nueve de la mañana circulaba por la ciudad, y después
de 1867, cuando se instaló el servicio a través de tuberías, el aguador
20
siguió repartiendo el líquido vital . En otra
acuarela se le observa regando la Plaza
de Armas; esto, junto a la eliminación de
perros vagabundos, eran actividades también
reservadas a los aguadores, y la última
también es captada por el pincel de Fierro.
Los aguadores, en su mayoría esclavos
21
jornaleros , se agrupaban en distintos
gremios y existía mucha rivalidad entre ellos,
Aguador regando la Plaza de Lima
(1850). debido a la abundancia de estos.
6. SERVIDUMBRE DOMÉSTICA
%$
con una campanilla el paso del caballero que recoge
la limosna para alguien sentenciado. Dos acuarelas
tituladas ¡Para el Santo Monumento!, de la colección
de la Pinacoteca Municipal, repiten no solo el tema
sino también la composición. Se trata de un religioso
mercedario, en el caso de la ilustración, quien es
acompañado de dos sirvientes negros ataviados al
estilo republicano. Uno de ellos sostiene el enorme
parasol y el otro porta un azafate en el que se depo-
sita la limosna de los fieles. Esta actividad, en la que
¡Para el Santo Monumento!
los sacerdotes entraban de casa en casa solicitando
limosnas para el Santo Monumento, se realizaba en Semana Santa, aun-
22
que en la época del pintor ya había perdido la pompa de años pasados .
%%
elegantemente ataviados atienden a los invitados. En la segunda de ellas
se observa un salón alumbrado por una araña de cristal, donde cuatro
criados, entre mujeres y varones, ofrecen bebidas a
distinguidas señoras. Resaltan los detalles del intenso
colorido del atuendo de los sirvientes, así como detalles
de los pendientes, peinado de trenzas y flores que lucen
las mulatas. La atención que presta a la representación
de las damas del sofá es menos detallada que en los
criados; incluso las facciones de sus rostros son solamente
esbozadas. El retrato del grupo realizado en Entra un
visitante presenta probablemente un hecho anecdótico.
La figura en primer plano de la mulata que ingresa
Entra un visitante.
desde la derecha portando un azafate con bebidas en-
frenta un encuentro visual con el clérigo de sotana y capa. Los personajes
sedentes se encuentran en amena conversación con militar. La falta de
datos nos produce incertidumbre e interrogantes con relación a la historia
que relata esta acuarela.
7. RELIGIÓN
%&
Fierro representaciones de estas manifestaciones de
devoción popular, pues el pintor no las registró; solo
ilustra los personajes que participan en ellas, como el
Penitente del Santísimo Sacramento y Penitente Nazareno en
la Procesión del Señor de los Milagros. Ataviados con hábi-
to azulino y morado respectivamente, y capucha, portan
pequeños retablos, estampas en algunos casos, y la
infaltable alcancía para recoger la limosna de los fieles
instados a colaborar a través de su constante pregón.
Aunque solo en algunos casos Fierro los representa
descalzos o sin guantes, con lo que señala la piel oscura
Penitente Nazareno en la
Procesión del Señor de los Milagros.
de los penitentes, se sabe que generalmente eran negros.
%'
El acompañante del Santísimo Sacramen-
to es otro participante de las procesiones
que se realizaban por la celebración
del Corpus Christi, llamada también del
26
Santísimo Sacramento de la Eucaristía .
Con esclavina roja y distintivo de su her-
mandad, porta un farol primorosamente
decorado; era el encargado de la lumbre.
Los negros de las hermandades de las
diferentes parroquias de la ciudad eran
los encargados de portar los faroles y Un acompañante del
Santísimo Sacramento.
las cruces —decoradas con esmero—,
cuidaban de las andas de la imagen venerada y se encargaban también
de recoger la limosna que solventaba los gastos que implicaba velar por
la imagen de su advocación. En la procesión seguían a las comparsas de
negros danzantes. Roberto Rivas describe así esta festividad:
[…] duraba ocho días y estaba precedida por una víspera, que se celebraba
con fuegos artificiales la noche del miércoles previo. Al primer día se le llamaba
propiamente fiesta del Corpus o simplemente Día de Corpus, y era la más im-
portante del ciclo, pues en ella se realizaba una extensa procesión por la ciudad.
En el desfile participaban todas las autoridades e instituciones representativas.
Asimismo, el último día del ciclo era conocido como Octava de Corpus y le seguía
en importancia al Día de Corpus. […] Se realizaba en ella una procesión alrededor
de la Plaza Mayor, de menor extensión que la del Día del Corpus, y se guardaba
27
la Custodia hasta el siguiente año .
26
Rivas A., Roberto: “Dan-
zantes negros en el Corpus Todos los sectores de la sociedad estaban pues obligados a asistir, y la
Christi de Lima, 1756”. “Vos
estis Corpus Christi” (I Cor., disposición de cada uno de ellos en las procesiones respondía a un orden
XVII, 27), en Etnicidad y dis-
criminación racial en la histo- jerárquico: empezaba con los sectores de menor rango e iba ascendiendo
ria del Perú. Lima, 2002, p. 36.
27
Ibidem, p. 40.
hasta la Custodia ubicada al final, seguida de las instituciones civiles. Las
28 28
La tarasca era una repre- comparsas de negros acompañaban a la tarasca , que iniciaba el desfile
sentación de un dragón o de
una serpiente. (Ibid, p. 44.) con máscaras de diablos y al ritmo de arpa; cajas y otros instrumentos
&
representaban al mal que había sido reducido por el Cristo Eucarístico;
atraía mucho a las clases populares y continuó representándose en las
procesiones a pesar del desagrado de algunos, hasta que fue suprimida
posteriormente. Figuras grotescas conocidas como mojigangas eran
los llamados Gigantes (figuras de unos cinco metros accionadas interior-
mente por negros) y los Papahuevos (grandes cabezas), ambos también
registrados por el pincel de Fierro.
&
imagen de su devoción al aire de bárbaras cadencias y ataviados los
30
integrantes con aderezos de mal gusto” .
Otra fecha religiosa registrada por Fierro en la que no solo los negros
31
combinan la devoción religiosa con la danza es la festividad de la Virgen
Estenssoro F., Juan Carlos:
“La plebe ilustrada: El pue- Purísima, realizada en el mes de diciembre. Existen dos acuarelas se-
blo en las fronteras de la ra-
zón”, en Charles Walker, mejantes en distintas colecciones, que registran la jarana que se armaba
compilador: Entre la retórica
y la insurgencia: Las ideas y los
en las casas después de las oraciones y plegarias frente al altar de la
movimientos sociales en los virgen. En la acuarela de la Pinacoteca Municipal se trata de una pareja
Andes. Cusco, 1996, p. 45.
de blancos que en el centro de la composición y rodeados de demás
32
Ibid.
&
concurrentes realizan movimientos de baile. La acuarela del Banco de
Crédito, en cambio, presenta a una pareja de negros dispuesta en muy
semejante posición ejecutando una graciosa danza.
8. DIVERSIONES PÚBLICAS
Las corridas de toros, junto a las peleas de gallos, eran los eventos no religio-
sos que congregaban a mayor público durante el siglo XIX. Los textos
sobre el pintor coinciden en señalar que logró popularidad y subsistencia
realizando también carteles y anuncios para la fiesta brava. Ello seguramente
le facilitó la concurrencia a dichos eventos para así conocer bien las inciden-
cias que ahí ocurrían. Dentro del grupo de acuarelas dedicadas a esta
actividad resalta el grupo formado por los capeadores a caballo, también
33
denominada “suerte nacional”, desempeñada por negros . Fierro retrató a
dos afamados capeadores, Esteban Arredondo y Manuel Monteblanco,
quienes llegaron a ser los más populares en su género. El primero se destacó
entre los años de 1826 a 1860, mientras que Monteblanco estuvo activo de
1837 a 1852. Sin duda, una de las pocas mujeres que se atrevió a desafiar a
los ejemplares taurinos fue Juanita Breña, también retratada por Fierro en
distintas facetas a caballo enfrentándose al toro.
&!
Pero Fierro no solo registra los per-
sonajes que acuden a eventos que con-
gregan masivamente a la población,
sino que también retrata personajes en
locales populares reservados a la plebe.
Pulpería (1820), bar típico de la época,
es el escenario de una pareja de negros
ubicados muy juntos uno del otro.
Ella fuma y sostiene un vaso, y él la
contempla absorto con una botella de
Pulpería (1820).
guarapo probablemente, pues era la
bebida corrientemente distribuida en estos lugares. Son observados por
una pequeña tapada que huye del cuadro con una mirada de reproche.
Es interesante anotar la preferencial ubicación de la imagen de la virgen al
medio entre las botellas de licor.
9. MONTONEROS Y MILITARES
Desde fines del siglo XVIII, esclavos fugitivos se unieron a grupos dedi-
cados al bandolerismo que en bandas pluriétnicas acosaban en los cami-
nos de las afueras de la ciudad, práctica que se hizo frecuente hacia
34
inicios del siglo XIX . Posteriormente, en épocas de la independencia,
las agrupaciones de bandoleros se tornaron en montoneras. Fierro retrata
en más de tres ocasiones al muy conocido en su tiempo Montonero Escobar
(1834), de la colección de la Municipalidad de Lima. Presenta al jinete de
34 perfil al trote en magnífico y bien dibujado ejemplar equino; su oscura
“En los inicios del siglo
XIX, la condición de los ne- piel resalta debajo de su albo atuendo. En esta acuarela, una de las mejor
gros en Lima se deterioró
sensiblemente. La crisis co- logradas de Fierro, y en las referidas a los capeadores, luce su afición
mercial que comenzaba a
afectar a la ciudad repercu- por la figura del cuadrúpedo, sin duda muchas veces observado en
tió en una notoria baja en la
las corridas. Se dice del montonero Escobar que varias veces puso en
demanda de trabajo y en los
jornales.” (Flores Galindo, jaque a la ciudad y que finalmente fue capturado y sucumbió fusilado
Alberto: La ciudad sumergida,
p. 101.) en la Plaza Mayor.
&"
Fierro registra también a negros como parte de los cuerpos militares,
aunque hay que señalar que la presencia de negros libres integrando com-
pañías de milicianos es temprana. En el siglo XVII ya existían compañías
especiales de milicias conformadas por mulatos como la que el virrey
35
Conde de Lemos envió a Panamá en 1671 durante un ataque inglés .
En el periodo borbónico se reglamentan y reorganizan estas unidades de
36
milicias, que estaban conformadas por civiles entrenados por soldados .
Solo los negros y mulatos libres, no esclavos, formaban parte de las mi-
licias de pardos y morenos que llegaron a ser muy bien consideradas
por su valor y lealtad, demostrados en la rebelión de 1780 en Cusco.
Posteriormente, durante el periodo independentista, las milicias de par-
dos y morenos se sumaron a la causa seguramente incentivados por el
decreto del Libertador José de San Martín que declaraba libres a los
esclavos nacidos después de la Independencia.
seguramente el feliz
decreto del Libertador.
&#
tratado en pleno fandango con otra morena. Posteriores deben de ser los
retratos del Capitán Zapata y del veterano militar retratado en Fui del
Ejército Libertador.
&$
avanzado periodo republicano. Se dice de
este personaje que perteneció a una im-
portante familia que cayó en bancarrota
económica.
10. CONCLUSIONES
&%
que la tapada y la vendedora de quesos le dirigen a la sonriente frutera
serían acaso de reproche? En La pulpería, la aterrada mujer de manto que
huye del bar mirando de soslayo a la pareja de negros, ¿no representaría
los muchos prejuicios de la sociedad de la época? La escena que presenta
en el aula de clases es también muy ambigua. El niño negro que se enfren-
ta al profesor, ¿revela orgullo, burla o temor? Este velado discurso que
Fierro plantea en muchas de sus acuarelas ha sido advertido también por
el historiador Pablo Macera, para quien Fierro “tuvo que hacer de la am-
37
bigüedad una regla de oficio […]” .
BIBLIOGRAFÍA
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Fondo Editorial del Congreso de la República, 2001.
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y Librería García Ribeyro SCRL, 1975.
37
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Fierro y la imagen disculpa-
da de Lima”, en Diccionario Cantuarias, Ricardo: Pancho Fierro. Colección Forjadores del Perú, vol. 25.
histórico y biográfico del Perú,
p. 53. Lima: Editorial Brasa, 1995.
&&
Cosamalón A., Jesús: Indios detrás de la muralla. Matrimonios indígenas y
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Universidad Católica del Perú-Fondo Editorial, 1999.
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razón”, en Charles Walker, compilador: Entre la retórica y la insurgencia:
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Lohmann V., Guillermo: “El Corpus Christi, fiesta máxima del culto cató-
lico”, en La fiesta en el arte. Lima: Banco de Crédito-Fondo Pro Recupera-
ción del Patrimonio Cultural de la Nación, 1999.
&'
Majluf, Natalia: “Convención y descripción: Francisco-Pancho Fierro (1807-
1879) y la formación del costumbrismo peruano”, en Hueso Húmero n.° 39.
Lima: Mosca Azul Editores, 2001.
Porras B., Raúl y Jaime Bayly: Pancho Fierro. Lima: Ediciones del Instituto
de Arte Contemporáneo, 1959.
Sánchez R., Susy: “Un Cristo moreno ‘conquista’ Lima: Los arquitectos de
la fama pública del Señor de los Milagros (1651-1771)”, en Etnicidad y dis-
criminación racial en la historia del Perú. Lima: Instituto Riva Agüero/Banco
Mundial, mayo del 2002, pp. 65-92.
'
José F. Ragas Rojas
Afroperuanos:
Un acercamiento bibliográfico
'
No eran solo los historiadores los interesados en los sectores afroperuanos:
la aparición de la narrativa urbana (Julio Ramón Ribeyro), en detrimento
del indigenismo, ayudó a fijar la atención en los descendientes de africa-
2
nos que se hallaban en el ámbito urbano . Naturalmente, los antropólogos
(la sociología no hacía aún acto de presencia por ese entonces) fueron los
primeros en dar una aproximación contemporánea a la problemática de
3
estas poblaciones marginales .
'
desfasados) esquemas dependentistas para ceder paso a otras esferas, como
lo fueron las cofradías y otras prácticas que hoy los entendidos llamarían
de “sociabilidad”. Los trabajos sobre cofradías (producto de la reapertura
parcial o total del Archivo de la Beneficencia Pública), así como los
dedicados a los espacios de sociabilidad (dentro de los cuales hay que
destacar el de Jesús Cosamalón), han encajado dentro de los nuevos
vientos de la historia cultural. Temas que se creían agotados, como el de
las rebeliones, han sido replanteados y todavía deparan muchas sorpre- 6
También podríamos hacer
sas al investigador, especialmente los referidos al siglo XIX en el ámbito referencia a la apertura de
archivos antes restringidos y
regional, aún no explorado. a su mejor catalogación, so-
bre todo aquellos que alber-
gan secciones especiales,
Hay dos circunstancias más que han incidido en la proliferación de traba- como es el caso del Archivo
Arzobispal de Lima y las
6
jos sobre nuestro tema . La primera está referida a una iniciativa estatal y secciones referidas a “Expe-
dientes de matrimonios de
patrocinada por el Congreso de la República, que desde hace algunos años negros (1601-1880)”, y “Cau-
sas de negros (1597-1836)”,
ha venido publicando una serie de libros vinculados a la diversidad cul- entre otros preciados legajos.
tural peruana. Descontando algún desliz editorial (Delgado Aparicio 2000), Para una mejor aproxima-
ción a los catálogos de los
el Congreso ha publicado valiosos trabajos, como la compilación titulada distintos archivos peruanos,
cf. Revista Peruana de Historia
Lo africano en la cultura criolla, que no solo reúne estudios históricos sino Eclesiástica 7. Cusco, 2001. Se
7 trata de un catálogo de los
que acoge testimonios personales de afroperuanos . principales archivos religio-
sos de las diferentes órdenes
religiosas. Para una visión
El segundo hecho es la publicación de la revista Historia y Cultura, que en más amplia de los archivos
en el Perú debe consultarse
su número 24 (2001) editó las actas del coloquio titulado “La presencia de Pedro Guibovich y Jorge
Blanco: “Los archivos histó-
los negros en el Perú”, incluyendo diecisiete artículos de dicho evento. ricos en el Perú: Reseña y
Con todo, se podría volver sobre la idea esbozada al inicio: que esta guía bibliográfica”. Revista
del Museo Nacional 49: 367-
preocupación e interés por los afroperuanos no es gratuita ni casual, ni, 415. Lima, 2001.
7
Es necesario reconocer el
mucho menos, obedece al azar, ya que en los últimos años se ha visto enorme esfuerzo editorial
que tuvo la Comisión de Cul-
un notorio incremento de su participación en la esfera pública. tura del Congreso (dirigida
por Martha Hildebrandt y
Rafael Tapia) al editar libros
Los avances logrados en las últimas décadas en lo que respecta a la de buena calidad a un bajo
costo. Dentro de sus publica-
historia de los afroperuanos son notables. Como ya lo señalamos, el cono- ciones también se encuentra
el libro de José Antonio del
cimiento actual permite desterrar algunos lugares comunes que Busto, que constituye una
se habían filtrado en los libros de divulgación. El más importante es el de visión de síntesis sobre los
afroperuanos desde su llega-
la situación de permanente marginación en que se hallaba la población da en el siglo XVI.
'!
africana en nuestro país. Sin dejar de reconocer que no fue de las mejores
(comparándola con la de los inmigrantes chinos y la de los indios), los
historiadores, además de estudiar los mecanismos de coerción que se
empleaban contra ellos (panaderías y otros castigos físicos), también han
descubierto las formas en que podían intentar revertir la situación, de
manera pasiva o empuñando las armas.
En tercer lugar, creo que otro de los tópicos que deben ser desterrados es
el de negar la presencia de esclavos en el interior del país y restringirlos
solo a la costa. No solo el trabajo reciente de Jean Pierre Tardieu (1998)
para Cusco, sino otros sobre Ayacucho, demuestran cuán extendida se
hallaba su participación en centros urbanos y rurales.
'"
Este apretado resumen de lo que se ha trabajado sobre cinco siglos de
presencia afroperuana en el Perú no cubre todos los matices que se han
dado en su derrotero, pero estamos plenamente convencidos de que la
bibliografía que presentamos a continuación (y que hemos ordenado por
8
temas para facilitar su manejo) tendrá alguna utilidad .
SOBRE LA BIBLIOGRAFÍA
I. Obras generales
II. 1. Agricultura y haciendas
2. Esclavitud y manumisión
3. Control social, rebelión y resistencia
III. 1. Hábitat y espacios de convivencia
2. Mestizaje y convivencia interétnica
IV. 1. Estadísticas, censos y composición demográfica
2. Relaciones con el Estado (ciudadanía y milicias)
V. 1. Cultura
2. Arte y pintura
3. Ideología y pensamiento
VI. 1. Iglesia y evangelización
2. Cofradías
VII. 1. Casos regionales
2. Folclor y religiosidad
3. Salud y medicina
4. Género y familia
VIII. 1. Racismo y situación contemporánea 8
Para otro enfoque sobre la
2. Literatura producción bibliográfica
acerca de afroperuanos, véa-
3. Deportes
se los valiosos comentarios
4. Casos y testimonios personales de Francisco Quiroz (2001).
'#
I. OBRAS GENERALES
Abugattás Majluf, María Luisa: “El negro en el Perú: Una visión general a
través de la historia y la literatura”. Memoria de bachillerato en Historia.
Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1984.
Busto, José Antonio del: Breve historia de los negros del Perú. Lima: Congre-
so del Perú, 2000.
Colinó Monroy, Paul: “El encuentro de tres mundos”. Historia y Cultura 24:
15-26. Lima, 2001 (número especial “La presencia de los negros en el Perú”).
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Dorival C., Rosa: “La presencia negra en el Perú: Aportes para un
debate”. Debates en Sociología 16: 245-250. Lima, 1990-1991.
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Mörner, Magnus: Race Mixture in the History of Latin America. Boston: Little,
Brown, and Company, 1967.
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Boletín de la Real Academia Peruana de la Lengua 12: 143-236. Lima, 1977.
Rout, Leslie B.: The African Experience in Spanish America: 1502 to the Present
Day. Cambridge, 1977.
'&
Rostworowski, María; Javier Mariátegui y Carlos Aguirre et al.: Lo africano
en la cultura criolla. Lima: Congreso del Perú, 2000.
Tardieu, Jean Pierre: Le destin des noirs aux Indes de Castilla: XVIe-XVIIe
siècles. París: L’Harmattan, 1984.
II.
1. Agricultura y haciendas
Cushner, Nicholas P.: Lords of the Land: Sugar, Wine, and Jesuit Estates of
Coastal Peru, 1600-1767. Albany: State University of New York Press, 1972.
2. Esclavitud y manumisión
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Peru, 1821-1854”, en Crossing Boundaries. Comparative History of Black People
in Diaspora. Bloomington: Indiana University, 1999.
Centurión Vallejos, Héctor: Esclavitud y manumisión de negros en Trujillo.
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------------------------: “La mano de obra negra en las minas del Perú colonial
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ros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVIII-
XIX. Lima: Instituto de Apoyo Agrario-Pasado y Presente, 1990, pp. 137-182.
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------------------------: “De la pasividad a la violencia. Las manifestaciones de
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15-26. Lima, 2001 (número especial “La presencia de los negros en el Perú”).
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Economía y Sociedad, 1977.
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Vallejo, Santiago: La raza negra en la campaña de la emancipación. Lima: Rímac,
1954.
III.
&
2. Mestizaje y convivencia interétnica
Campbell, Leon G.: “Racism Without Race: Ethnic Group Relations in Late
Colonial Peru”, en Harold E. Pagliaro, editor: Racism in the Eighteenth
Century: Studies in Eighteenth Century Culture. Cleveland: Case Western
Reserve University Press, 1973, pp. 323-333.
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inglés de Jean Fitch Costa.]
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común durante el gobierno virreinal en el Perú”, en Congreso Internacional
de Americanistas XXXVI. Actas y Memorias. IV: 381-383. Sevilla, 1964.
------------------------: “La trata y comercio de esclavos negros por los indios del
común durante el gobierno virreinal en el Perú (Síntesis)”, en Anales del III
Congreso Nacional de Historia del Perú. Descubrimiento, Conquista, Virreinato.
Lima: Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú, 1965, pp. 225-227.
Montiel, Édgar: “Los negros en las leyes del conquistador”. Socialismo y
Participación 58: 19-31. Lima: CEDEP, 1992.
Tardieu, Jean Pierre: “Le mariage des Noirs et des Indiens au Pérou des
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Vega, Juan José: “Manco Inca y los esclavos negros en la campaña de Titu
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(número especial dedicado al mestizaje en el Perú).
------------------------: “El negro que llevó un tesoro incaico”. Revista Histórica 28:
257-260. Lima, 1965 (número especial dedicado al mestizaje en el Perú).
antiguo virreinato del Perú (ss. XVI-XVII)”, en Berta Area Queija y Alessandro
Stella, editores: Negros, mulatos, zambaigos: Derroteros africanos en los mundos
ibéricos. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 2000, pp. 105-122.
IV.
Peloso, Vincent y José Ragas: “Estadística y sociedad en el Perú poscolonial:
Una nota sobre el desconocido censo de Lima de 1860”. Histórica 25.2:
275-293. Lima, 2001.
!
V.
1. Cultura
Del Busto, José Antonio: “Plaza de Acho, toreros negros y toros bravos”.
Copé 10.25: 12-15. Lima, 2000.
"
2. Arte y pintura
3. Ideología y pensamiento
#
Hünefeldt, Christine: “Los negros y la esclavitud en las reflexiones de
Mariátegui”. Anuario Mariateguiano 5: 82-88. Lima, 1993.
VI.
1. Iglesia y evangelización
Nieto Vélez, Armando S.J.: Francisco del Castillo. El apóstol de Lima. Lima:
Pontificia Universidad Católica del Perú, 1992. [Capítulo XIV: “Al servi-
cio de los esclavos”.]
Tardieu, Jean Pierre: L’Eglise et les noirs au Pérou (XVIe et XVIIe siécles).
Burdeos, 1987. [Traducción al español: Los negros y la Iglesia en el
$
Perú: siglos XVI-XVII. 2 vols. Quito: Centro Cultural Afroecuatoriano,
Afroamérica, 1997.]
2. Cofradías
Egoavil, Teresa: Las cofradías en Lima, ss. XVI y XVII. Lima: Seminario de
Historia Rural Andina/Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1986.
Gómez Acuña, Luis: “Las cofradías de negros en Lima (siglo XVII). Esta-
do de la cuestión y análisis de caso”. Páginas 129: 28-39. Lima, 1994.
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Tardieu, Jean Pierre: Les confréries de Noirs at de Mulâtres a Lima (fin XVIe-
XVIIe siècle). Burdeos: Université de Bordeaux, 1989.
VII.
1. Casos regionales
&
Ticona Cayra, Juan Wálter: “La esclavitud en Arequipa, 1816-1825”. Tesis
de bachiller. Arequipa: Universidad Nacional San Agustín, 1987.
Vega Loyola, José: “El Valle Lambayeque en la segunda mitad del siglo
XVIII”. Historias. Revista de Historia y Sociedad 1: 17-38. Lima.
2. Folclor y religiosidad
Luna Obregón, Julio: “Santa Ifigenia, negra santa del valle de Cañete”.
Sequilao. Revista de Historia, Arte y Sociedad 8. Lima, 1995.
Macera Dall’orso, Pablo y Santiago Forns Broggi: Nueva Crónica del Perú.
Siglo XX. Lima: Congreso del Perú, 2000. [“Música negra”, pp. 356-357.]
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Romero, Fernando: “De la zamba de África a la marinera del Perú”, en
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3. Salud y medicina
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4. Género y familia
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VIII.
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2. Literatura
Cuba, María del Carmen: “Monólogo desde las tinieblas: Lengua, litera-
tura y cosmovisión de los negros de Chincha”. Escritura y pensamiento 3: 9-
44. Lima, 1999.
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Henry, Richard y Teresa Salas: “Nicomedes Santa Cruz y la poesía de su
conciencia de negritud”. Cuadernos Americanos 202 (setiembre-octubre):
182-199, 1975.
3. Deportes
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Miró, César: Los íntimos de La Victoria. Lima: Asociación Civil Pro-Niño
Íntimo, 1998.
#
Matos Mar, José y Jorge A. Carvajal, editores: Erasmo Muñoz, yanacón del
valle de Chancay. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1974.
Tardieu, Jean Pierre: “Genio y semblanza del santo varón limeño, de origen
africano, Fray Martín de Porras”. Hispania Sacra 45: 145-158. Madrid, 1993.
Vargas Ugarte, Rubén S.J.: Vida de San Martín de Porras. Cuarta edición.
Buenos Aires: Imprenta López, 1963.
$
Biografías de los autores
en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actualmente está inves-
tigando las relaciones entre migración y cultura popular en la población
de Lima del siglo XVII. Su campo de interés está en la historia de los
sectores populares en el periodo colonial. Ha investigado la vida campe-
sina de los negros en el valle de Lambayeque de la segunda mitad del
siglo XVIII. Hoy se desempeña como docente adscrito al Departamento
Académico de Historia, Arqueología y Antropología de la Facultad de
Humanidades de la Universidad Nacional Federico Villarreal.
Revista de Marina. Autor del libro Buques de la Marina de Guerra del Perú
desde 1884: Cruceros. Además, es autor de diversos artículos sobre
historia naval y tecnología naval, publicados en diversas revistas
especializadas. También ha colaborado en la publicación de anuarios
y revistas extranjeras especializadas en temas navales y de historia
marítima.
Este libro ha sido impreso por LEDEL S.A.C.
en el mes de agosto del 2003.
Telfs.: 476-7457 / 224-1350
[email protected]