Trastornos de Ansiedad
Trastornos de Ansiedad
Trastornos de Ansiedad
ANSIEDAD
Introducción.
El hombre, como ser vivo, se desenvuelve en constante interacción con el medio. El medio es
fuente de oportunidades para la satisfacción de sus necesidades e intereses, pero también de
riesgos y amenazas. En esencia, la relación del individuo con el medio consiste en procurarse y
conservar las primeras, y en combatir, evitar, minimizar o contrarrestar las segundas. La
evolución ha ido dotando a la especie de complejos mecanismos destinados a preservarse y
optimizar la adaptación a diferentes entornos y circunstancias. Entre ellos, han alcanzado especial
relevancia y desarrollo los sistemas de alerta y de defensa. El sistema que llamamos ansiedad,
cumple estas funciones.
Cada uno de estos componentes puede actuar con cierta independencia. La ansiedad puede ser
desencadenada, tanto por estímulos externos o situacionales, como por estímulos internos al sujeto,
tales como pensamientos, sensaciones, imágenes. El tipo de estímulo capaz de evocar la respuesta
de ansiedad vendrá determinado en gran medida por las características de la persona, y por su
circunstancia.
La ansiedad normal y proporcionada, así como sus manifestaciones, no puede ni deben eliminarse,
dado que se trata de un mecanismo funcional y adaptativo. Se trata de saber convivir con la
ansiedad, sin perder la operatividad. Sin embargo, algunas personas que han sufrido trastornos por
ansiedad, sobre todo si han sido muy severos o incapacitantes, están tan sensibilizadas que tienen
después dificultades para tolerar la ansiedad normal, e incluso distinguirla de la patológica.
Síntomas.
No todas las personas tienen los mismos síntomas, ni éstos la misma intensidad en todos los casos.
Cada persona, según su predisposición biológica y/ o psicológica, se muestra más vulnerable o
susceptible a unos u otros síntomas. Se consideran un problema en la medida en que comprometan
la salud y el bienestar físico y psicológico, e interfieran o limiten significativamente la capacidad de
acción y desarrollo de la persona que los
padece.
Hay varios tipos principales de trastornos de ansiedad. Cada uno tiene características
particulares.
Algunas personas que tienen graves traumas físicos o emocionales, como por ejemplo, los
producidos por un desastre natural o un accidente o delito grave pueden experimentar un
trastorno de estrés postraumático. Los pensamientos,
sentimientos y patrones de conducta se ven seriamente afectados por recuerdos de estos
sucesos, a veces durante meses o incluso años después de la experiencia traumática.
Los síntomas como el temor extremo, falta de aire, taquicardia, insomnio, nauseas, temblores y
mareos son comunes en estos trastornos de ansiedad. Aunque pueden producirse en cualquier
momento, los trastornos de ansiedad surgen con frecuencia en la adolescencia o en el inicio de la
adultez. Hay algunas evidencias de que los trastornos de ansiedad son hereditarios. Aparentemente,
los genes, así como las primeras experiencias de aprendizaje en las familias, hacen que algunas
personas sean más propensas que otras a padecer estos trastornos.
¿Por qué es importante buscar tratamiento para estos trastornos?
Si no se tratan, los trastornos de ansiedad pueden tener consecuencias graves. Por ejemplo, algunas
personas que tienen ataques de pánico recurrentes evitan a toda costa ponerse en situaciones que
temen podrían desencadenar un ataque. Esta conducta evasiva puede crear problemas si está en
conflicto con requisitos del trabajo, obligaciones familiares u otras actividades básicas de la vida
diaria.
Muchas personas que tienen trastornos de ansiedad no tratados son propensas a otros trastornos
psicológicos, como depresión, y tienen una mayor tendencia al abuso de alcohol y otras drogas.
Sus relaciones con familiares, amigos y compañeros de trabajo pueden volverse muy tirantes y su
desempeño laboral puede decaer.
ATAQUES DE PÁNICO
Las crisis de pánico se definen como «una respuesta agravada frente a un miedo
irracional»
Actualmente no se conoce con certeza el origen de este trastorno de ansiedad, aunque hay algunos
estudios donde se sugiere que ciertas características genéticas juegan un papel importante en el
desarrollo de estos ataques. Tales investigaciones no gozan de unanimidad entre la comunidad
científica, pues existen voces que advierten de otros factores como precursores de las crisis.
Síntomas.
Los ataques de pánico no se pueden predecir pues no hay hora, ni fecha, ni lugar en que se puedan
manifestar, dando como resultado una modificación en la vida social, laboral y familiar de la
persona que lo sufre dado su carácter espontáneo.
Muchas personas solo con el recordar algún ataque que han experimentado en el pasado pueden
sugestionarse hasta el punto de desarrollar otro ataque ansioso. Otras viven el día a día con una
excesiva preocupación por sufrir algún ataque en cualquier momento, trayendo esto a su vida un
sufrimiento psicológico y emocional permanente. Y también hay personas que, afortunadamente,
no le dan una excesiva importancia a estos episodios y llevan una vida plenamente normal.
No todas las personas que sufren ataques de pánico tienen un trastorno de pánico. Para el
diagnóstico del trastorno de pánico, el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales DSM-5), enumera los siguientes puntos:
Manifiestas ataques de pánico frecuentes inesperados.
Después de al menos uno de los ataques, hubo un período de un mes o más durante el cual
estuviste continuamente preocupado por la posibilidad de sufrir otro ataque; sentiste miedo
constante de las consecuencias de un ataque, como perder el control, padecer un ataque
cardíaco o «volverte loco», o cambiaste tu comportamiento de manera significativa, por
ejemplo, al evitar situaciones que crees que pueden desencadenar un ataque de pánico.
Como inician.
Durante un ataque de pánico, se dispara la alarma, la persona comienza a sentir todas las reacciones
fisiológicas primitivas de huir o pelear, e inmediatamente vienen a la mente imágenes catastróficas.
Cuando esto sucede, la persona percibe una confirmación de que sus síntomas iniciales eran de
hecho indicadores de un peligro serio. Una sensación de peligro extremo invade a la persona, con lo
cual el sistema de alarma vuelve a reaccionar desencadenando la respuesta de miedo, volviéndose
así un círculo vicioso que paraliza a la persona, y cuando esto sucede podemos hablar ya de estar
viveindo un ataque de pánico.
1. Algo detona el sistema de alarma en nuestro cerebro. Puede ser un factor externo o
interno. Generalmente no estamos conscientes de este detonador, y no nos percatamos de todo lo
que está sucediendo en nuestro organismo sino hasta el punto No. 3.
2. Al detonarse el sistema de alarma, comienzan a darse los cambios físicos en nuestro cuerpo,
preparándose para “huir o pelear”. Estos cambios son el aumento de adrenalina, aumento en la
frecuencia cardiaca, aumento de la temperatura corporal, la sangre se va a los músculos de brazos y
piernas lo que puede causar una sensación de hormigueo, etc. Recordemos que hasta este punto,
todo está sucediendo de manera automática, y no nos hemos percatado de ello.
3. En este punto es donde percibimos por primera vez algo raro en nosotros. Comenzamos a darnos
cuenta de que el corazón late más rápido, sudamos, hay cierto nerviosismo, y estas sensaciones
hacen que pongamos toda nuestra atención a lo que nos está pasando y lo que estamos sintiendo.
Ponemos toda nuestra atención en el miedo, en las sensaciones del cuerpo y entonces es cuando
pasamos al punto 4.
5. Pánico. Antes, cuando se disparó la alarma, el organismo se preparó ante una supuesta
amenaza, y si, existe un cierto grado de miedo que es normal y necesario para la “pelea”. Pero en
este punto ya entramos a lo que es el pánico, donde ya perdemos el control de nosotros mismos, de
nuestras decisiones y de nuestro actuar. Este pánico se convierte entonces en un nuevo detonador,
por lo que aumentan las palpitaciones, aumenta la sudoración, aumenta el hormigueo,
probablemente aparecen incluso otras sensaciones físicas como mareo o debilidad en las piernas.
Nos percatamos de esto y confirmamos nuestros pensamientos catastróficos, con lo que aumenta el
pánico y así se convierte en un círculo vicioso en el que el mismo miedo es el que genera más
miedo.
Lo más importante a tener en cuenta es que aunque no se sabe exactamente cuál fue el detonador
inicial que desencadenó el ataque de ansiedad, lo cierto es que el peligro que nuestro cerebro
está “percibiendo” no es real. Es decir no existe realmente una amenaza ahí afuera, y en
realidad estamos a salvo.
Tratamiento
Existen dos tipos de tratamiento para las crisis de ansiedad, pudiendo combinarse ambas:
Para obtener mejores resultados una combinación de los dos tratamientos es ideal y lo más
recomendable.
El apoyo emocional que se le puede brindar a una persona que esté pasando por este tipo de
casos siempre será importante.