Trastornos de Ansiedad

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TRASTORNOS DE ANSIEDAD.

ANSIEDAD
Introducción.

El hombre, como ser vivo, se desenvuelve en constante interacción con el medio. El medio es
fuente de oportunidades para la satisfacción de sus necesidades e intereses, pero también de
riesgos y amenazas. En esencia, la relación del individuo con el medio consiste en procurarse y
conservar las primeras, y en combatir, evitar, minimizar o contrarrestar las segundas. La
evolución ha ido dotando a la especie de complejos mecanismos destinados a preservarse y
optimizar la adaptación a diferentes entornos y circunstancias. Entre ellos, han alcanzado especial
relevancia y desarrollo los sistemas de alerta y de defensa. El sistema que llamamos ansiedad,
cumple estas funciones.

La ansiedad es un sistema de alerta


del organismo ante situaciones
consideradas amenazantes, es
decir, situaciones que nos afectan y
en las que tenemos algo que ganar
o que perder. El concepto de ansiedad
está pues estrechamente
vinculado a la percepción de amenaza y a la disposición de respuestas frente a ella. La función de
la ansiedad es advertir y activar al organismo, movilizarlo, frente a situaciones de riesgo
cierto o probable, quimérico o real, de forma que pueda salir airoso de ellas.
Dependiendo de la naturaleza de las amenazas, o adversidades, la ansiedad nos preparará:

 para luchar, enfrentar o atacar el posible peligro o problema;


 para huir del posible peligro o amenaza;
 para evitar las situaciones aversivas o temidas;
 para activar conductas de sumisión que neutralicen conductas hostiles de otros -
en miedos de carácter social-;
 para buscar apoyo, elementos de seguridad y protección;
 para dotarnos de las herramientas o conocimientos que permitan sortear los riesgos
y/o acceder a nuestros objetivos.

La ansiedad implica tres tipos de aspectos o componentes

 Cognitivos: anticipaciones amenazantes, evaluaciones del riesgo, pensamientos


automáticos negativos, imágenes importunas, etc.
 Fisiológicos: activación de diversos centros nerviosos, particularmente del sistema
nervioso autónomo, que implica cambios vasculares, respiratorios, etc.
 Motores y de conducta: inhibición o sobreactivación motora, comportamiento
defensivo, búsqueda de seguridad, sumisión, evitación, agresividad, etc.

Cada uno de estos componentes puede actuar con cierta independencia. La ansiedad puede ser
desencadenada, tanto por estímulos externos o situacionales, como por estímulos internos al sujeto,
tales como pensamientos, sensaciones, imágenes. El tipo de estímulo capaz de evocar la respuesta
de ansiedad vendrá determinado en gran medida por las características de la persona, y por su
circunstancia.

ENTONCES LA ANSIEDAD ES…

Una respuesta de anticipación involuntaria del organismo frente a estímulos que


pueden ser externos o internos, tales como pensamientos, ideas, imágenes,
etc., que son percibidos por el individuo como amenazantes y/o peligrosos, y se
acompaña de un sentimiento desagradable o de síntomas somáticos de tensión.

Cuando la ansiedad es proporcionada y se manifiesta dentro unos límites, no se aprecian


manifestaciones sintomatológicas, pero cuando sobrepasa determinados límites, la ansiedad se
convierte en un problema de salud, impide el bienestar, e interfiere notablemente en
las actividades sociales, laborales, o intelectuales. Puede limitar la libertad de
movimientos y opciones personales. En estos casos no estamos ante un simple problema de
nervios, sino ante una alteración.
La gravedad de los trastornos de ansiedad se mide fundamentalmente por dos parámetros: el
sufrimiento y la incapacitación que generan, siendo más graves los que originan más problemas de
salud, y más intensos, e implican mayores limitaciones para quien los padece.

La ansiedad normal y proporcionada, así como sus manifestaciones, no puede ni deben eliminarse,
dado que se trata de un mecanismo funcional y adaptativo. Se trata de saber convivir con la
ansiedad, sin perder la operatividad. Sin embargo, algunas personas que han sufrido trastornos por
ansiedad, sobre todo si han sido muy severos o incapacitantes, están tan sensibilizadas que tienen
después dificultades para tolerar la ansiedad normal, e incluso distinguirla de la patológica.

Síntomas.

Las manifestaciones sintomatológicas de la ansiedad son muy variadas y pueden clasificarse en


diferentes grupos:
Físicos: Taquicardia, palpitaciones, opresión en el pecho, falta de aire, temblores,
sudoración, molestias digestivas, náuseas, vómitos, “nudo” en el estómago, alteraciones de
la alimentación, tensión y rigidez muscular, cansancio, hormigueo, sensación de mareo e
inestabilidad. Si la activación neurofisiológica es muy alta pueden aparecer alteraciones del
sueño, la alimentación y la respuesta sexual.
Psicológicos: Inquietud, agobio, sensación de amenaza o peligro, ganas de huir o atacar,
inseguridad, sensación de vacío, sensación de extrañeza o despersonalización, temor a
perder el
control, recelos, sospechas,
incertidumbre, dificultad para tomar
decisiones. En casos más extremos, temor a la
muerte, a la locura, o al suicidio.
De conducta: Estado de alerta e
hipervigilancia, bloqueos, torpeza o dificultad para actuar, impulsividad, inquietud motora,
dificultad para estarse quieto y en reposo. Estos síntomas vienen acompañados de cambios
en la expresividad corporal y el lenguaje corporal: posturas cerradas, rigidez, movimientos
torpes de manos y brazos tensión de las mandíbulas, cambios en la voz, expresión facial de
asombro, duda o crispación, etc.
Intelectuales o cognitivos: Dificultades de atención, concentración y memoria, aumento de
los despistes y descuidos, preocupación excesiva, expectativas negativas, rumiación,
pensamientos distorsionados e importunos, incremento de las dudas y la sensación de
confusión, tendencia a recordar sobre todo cosas desagradables, sobrevalorar pequeños
detalles desfavorables, abuso de la prevención y de la sospecha, interpretaciones
inadecuadas, susceptibilidad, etc.

No todas las personas tienen los mismos síntomas, ni éstos la misma intensidad en todos los casos.
Cada persona, según su predisposición biológica y/ o psicológica, se muestra más vulnerable o
susceptible a unos u otros síntomas. Se consideran un problema en la medida en que comprometan
la salud y el bienestar físico y psicológico, e interfieran o limiten significativamente la capacidad de
acción y desarrollo de la persona que los
padece.

¿Cuáles son las principales tipos de trastornos de ansiedad?

Hay varios tipos principales de trastornos de ansiedad. Cada uno tiene características
particulares.

 Las personas con trastornos de ansiedad generalizados tienen miedos o


preocupaciones recurrentes como, por ejemplo, la salud o la situación económica, y con
frecuencia tienen una sensación constante de que algo malo está por suceder. La causa de
estos sentimientos intensos de ansiedad puede ser difícil de identificar. Sin embargo, los
temores y preocupaciones son muy reales e impiden muchas veces que las personas se
concentren en sus tareas diarias.

 El trastorno de pánico implica sentimientos repentinos, intensos y no provocados de


terror y pavor. Por lo general, las personas que tienen este trastorno desarrollan mucho
miedo respecto a cuándo y cómo se producirá su próximo ataque de pánico, y en
consecuencia a menudo limitan sus actividades.

 Un trastorno relacionado incluye fobias, o miedos intensos, respecto a determinados


objetos o situaciones. Las fobias específicas pueden incluir situaciones como encontrarse
con determinados animales o volar en avión, mientras que las fobias sociales incluyen
miedo con relación a entornos sociales o lugares públicos.

 El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por sentimientos o pensamientos


persistentes, incontrolables y no deseados (obsesiones) y rutinas o rituales que realizan las
personas para tratar de evitar o para liberarse de estos pensamientos (compulsiones).
Ejemplos de compulsiones comunes incluyen lavarse las manos o limpiar la casa en exceso
por temor a los gérmenes, o verificar algo una y otra vez para detectar errores.

 Algunas personas que tienen graves traumas físicos o emocionales, como por ejemplo, los
producidos por un desastre natural o un accidente o delito grave pueden experimentar un
trastorno de estrés postraumático. Los pensamientos,
sentimientos y patrones de conducta se ven seriamente afectados por recuerdos de estos
sucesos, a veces durante meses o incluso años después de la experiencia traumática.

Los síntomas como el temor extremo, falta de aire, taquicardia, insomnio, nauseas, temblores y
mareos son comunes en estos trastornos de ansiedad. Aunque pueden producirse en cualquier
momento, los trastornos de ansiedad surgen con frecuencia en la adolescencia o en el inicio de la
adultez. Hay algunas evidencias de que los trastornos de ansiedad son hereditarios. Aparentemente,
los genes, así como las primeras experiencias de aprendizaje en las familias, hacen que algunas
personas sean más propensas que otras a padecer estos trastornos.
¿Por qué es importante buscar tratamiento para estos trastornos?

Si no se tratan, los trastornos de ansiedad pueden tener consecuencias graves. Por ejemplo, algunas
personas que tienen ataques de pánico recurrentes evitan a toda costa ponerse en situaciones que
temen podrían desencadenar un ataque. Esta conducta evasiva puede crear problemas si está en
conflicto con requisitos del trabajo, obligaciones familiares u otras actividades básicas de la vida
diaria.

Muchas personas que tienen trastornos de ansiedad no tratados son propensas a otros trastornos
psicológicos, como depresión, y tienen una mayor tendencia al abuso de alcohol y otras drogas.
Sus relaciones con familiares, amigos y compañeros de trabajo pueden volverse muy tirantes y su
desempeño laboral puede decaer.

ATAQUES DE PÁNICO

Un ataque de pánico es aquella crisis donde la persona experimenta elevados niveles de


angustia y ansiedad con intensos pensamientos aterradores de que algo grave puede
ocurrir.

Las crisis de pánico se definen como «una respuesta agravada frente a un miedo
irracional»

Actualmente no se conoce con certeza el origen de este trastorno de ansiedad, aunque hay algunos
estudios donde se sugiere que ciertas características genéticas juegan un papel importante en el
desarrollo de estos ataques. Tales investigaciones no gozan de unanimidad entre la comunidad
científica, pues existen voces que advierten de otros factores como precursores de las crisis.
Síntomas.

Los ataques de pánico no se pueden predecir pues no hay hora, ni fecha, ni lugar en que se puedan
manifestar, dando como resultado una modificación en la vida social, laboral y familiar de la
persona que lo sufre dado su carácter espontáneo.

Muchas personas solo con el recordar algún ataque que han experimentado en el pasado pueden
sugestionarse hasta el punto de desarrollar otro ataque ansioso. Otras viven el día a día con una
excesiva preocupación por sufrir algún ataque en cualquier momento, trayendo esto a su vida un
sufrimiento psicológico y emocional permanente. Y también hay personas que, afortunadamente,
no le dan una excesiva importancia a estos episodios y llevan una vida plenamente normal.

Criterios para el diagnóstico del trastorno de pánico

No todas las personas que sufren ataques de pánico tienen un trastorno de pánico. Para el
diagnóstico del trastorno de pánico, el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales DSM-5), enumera los siguientes puntos:
Manifiestas ataques de pánico frecuentes inesperados.

 Después de al menos uno de los ataques, hubo un período de un mes o más durante el cual
estuviste continuamente preocupado por la posibilidad de sufrir otro ataque; sentiste miedo
constante de las consecuencias de un ataque, como perder el control, padecer un ataque
cardíaco o «volverte loco», o cambiaste tu comportamiento de manera significativa, por
ejemplo, al evitar situaciones que crees que pueden desencadenar un ataque de pánico.

 Tus ataques de pánico no se deben al consumo de medicamentos u otras sustancias, a una


enfermedad ni a otra afección relacionada con la salud mental, como fobia social o
trastorno obsesivo compulsivo.

Como inician.

Durante un ataque de pánico, se dispara la alarma, la persona comienza a sentir todas las reacciones
fisiológicas primitivas de huir o pelear, e inmediatamente vienen a la mente imágenes catastróficas.
Cuando esto sucede, la persona percibe una confirmación de que sus síntomas iniciales eran de
hecho indicadores de un peligro serio. Una sensación de peligro extremo invade a la persona, con lo
cual el sistema de alarma vuelve a reaccionar desencadenando la respuesta de miedo, volviéndose
así un círculo vicioso que paraliza a la persona, y cuando esto sucede podemos hablar ya de estar
viveindo un ataque de pánico.

El siguiente esquema muestra paso a paso el desenvolvimiento de un ataque de pánico, y cómo es


que se convierte en un círculo vicioso:

1. Algo detona el sistema de alarma en nuestro cerebro. Puede ser un factor externo o
interno. Generalmente no estamos conscientes de este detonador, y no nos percatamos de todo lo
que está sucediendo en nuestro organismo sino hasta el punto No. 3.

2. Al detonarse el sistema de alarma, comienzan a darse los cambios físicos en nuestro cuerpo,
preparándose para “huir o pelear”. Estos cambios son el aumento de adrenalina, aumento en la
frecuencia cardiaca, aumento de la temperatura corporal, la sangre se va a los músculos de brazos y
piernas lo que puede causar una sensación de hormigueo, etc. Recordemos que hasta este punto,
todo está sucediendo de manera automática, y no nos hemos percatado de ello.

3. En este punto es donde percibimos por primera vez algo raro en nosotros. Comenzamos a darnos
cuenta de que el corazón late más rápido, sudamos, hay cierto nerviosismo, y estas sensaciones
hacen que pongamos toda nuestra atención a lo que nos está pasando y lo que estamos sintiendo.
Ponemos toda nuestra atención en el miedo, en las sensaciones del cuerpo y entonces es cuando
pasamos al punto 4.

4. Al percibir todo esto, comenzamos a interpretarlo. El problema es que lo interpretamos con


pensamientos catastróficos como “me está dando un infarto”, “me voy a morir”, “me voy a
desmayar”, “nadie me va a ayudar”, “este es el fin”, etc… Al tener este tipo de pensamientos, es
prácticamente inevitable que se de el paso No. 5.

5. Pánico. Antes, cuando se disparó la alarma, el organismo se preparó ante una supuesta
amenaza, y si, existe un cierto grado de miedo que es normal y necesario para la “pelea”. Pero en
este punto ya entramos a lo que es el pánico, donde ya perdemos el control de nosotros mismos, de
nuestras decisiones y de nuestro actuar. Este pánico se convierte entonces en un nuevo detonador,
por lo que aumentan las palpitaciones, aumenta la sudoración, aumenta el hormigueo,
probablemente aparecen incluso otras sensaciones físicas como mareo o debilidad en las piernas.
Nos percatamos de esto y confirmamos nuestros pensamientos catastróficos, con lo que aumenta el
pánico y así se convierte en un círculo vicioso en el que el mismo miedo es el que genera más
miedo.

Lo más importante a tener en cuenta es que aunque no se sabe exactamente cuál fue el detonador
inicial que desencadenó el ataque de ansiedad, lo cierto es que el peligro que nuestro cerebro
está “percibiendo” no es real. Es decir no existe realmente una amenaza ahí afuera, y en
realidad estamos a salvo.

Tratamiento

Existen dos tipos de tratamiento para las crisis de ansiedad, pudiendo combinarse ambas:

a) Farmacológico: tratamiento con ansiolíticos y antidepresivos, obviamente bajo


prescripción médica. Únicamente un psiquiatra está autorizado para recetar qué tipo de
medicamentos y durante qué periodo se administrará la dosis del fármaco.

b) Psicoterapia: en lo que respecta a la terapia psicológica, algunas escuelas como la terapia


cognitivo-conductual ha reportado una gran eficacia en este tipo de casos. El psicólogo podrá
proveer un plan de intervención con el paciente donde se le sugiera diferentes formas de afrontar
una crisis de pánico y enfrentarse cualquier situación temida por parte del paciente con herramientas
y recursos para minimizar la ansiedad.

Para obtener mejores resultados una combinación de los dos tratamientos es ideal y lo más
recomendable.

El apoyo emocional que se le puede brindar a una persona que esté pasando por este tipo de
casos siempre será importante.

Como decía Sigmund Freud: «La ciencia moderna no ha producido un medicamento


tranquilizador tan eficaz como lo son unas palabras bondadosas»

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