La Vocación Misionera de La Iglesia

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La vocación misionera de la Iglesia

"Y les dijo: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo
os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"
(Mt 28,19-20). Teniendo como base este texto de la Sagrada Escritura, partamos nuestra
reflexión, diciendo que, “la actividad misionera fluye íntimamente de la naturaleza misma
de la Iglesia”. La misión de la Iglesia no es solo para religiosos.

1. Todo bautizado es misionero. El CEC de 1983 en su primer párrafo nos dice:


“Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad, ha
creado libremente al ser humano para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo
tiempo y todo lugar, está cerca del hombre, le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con
todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la
Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar a la plenitud de los
tiempos. En Él y por Él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción y, por
tanto, los herederos de su vida bienaventurada”.

La Iglesia no tiene más misión que la de reunir a todos los hombres que el pecado ha
dispersado y convocarlos a la unidad de la familia de Dios. En la Sagradas Escrituras
también descubrimos otros textos paralelos al de Mt (Mc 16, 15-16) que nos recuerdan este
mandato misionero, es más, aquí descubrimos que este mandato misionero no está
reservado a los sucesores de los Apóstoles (Obispos, presbíteros y diáconos). La vocación
misionera es de todo cristiano, el papa Francisco nos recuerda que: “basta ser bautizado
para ser misionero” (Evangelii Gaudium 13). En cuanto al fundamento de la misión de la
Iglesia podemos decir que se encuentra en Jn 20, 21 “Como el Padre me envió, así los
envío yo…”, este es el fundamento perenne de la misión-envío de la Iglesia.

2. Iglesia tu vida es Misión


El mandato misionero de Cristo le corresponde a la Iglesia, y entonces, a todos sus
miembros, a ponerse en disposición del proyecto de Dios para que se vaya realizando. San
Juan Pablo II en su encíclica misionera Redemptoris Missio nos recuerda que: “nos espera
una labor heroica”. Urge pues una actividad misionera, un compromiso de todos por la
misión. El documento de Aparecida (2007) también nos recuerda:
Que todos en la Iglesia estamos llamados a ser discípulos y misioneros, que esta alegría de ser
discípulos y misioneros se percibe de manera especial donde hacemos comunidad fraterna, estamos
llamados a ser Iglesia de brazos abiertos, que debe acoger y valorar a cada uno de sus miembros
(Aparecida, 2007).

Jesús invita a todos a participar de su misión. ¡Que nadie se quede de brazos


cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos
los lugares donde el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido, en
especial, en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de las fronteras.

¿Cómo poder ser misionero si no me queda tiempo por mi trabajo, estudio,


condición económica, estado de vida? El eje central de la misión es sentirse llamado sin
importar el lugar, condición y contexto, sino que con una disposición del corazón, hacer
una vida evangélica con el prójimo en los diversos ambientes cotidianos.

3. A ejemplo de santa Teresita del Niño Jesús


A santa Teresa del Niño Jesús la canonizó el 17 de mayo de 1925 el papa Pío XI y
la proclamó patrona universal de las misiones, a la vez que san Francisco Javier, el 14 de
diciembre de 1927. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana
consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo
«el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su Padre».

Escribía la Santa, en su libro autobiográfico: "Tengo la vocación de apóstol…Quisiera


recorrer la tierra, predicar tu nombre, y plantar sobre el suelo infiel tu cruz gloriosa. Pero, ¡oh, Amado mío!,
una sola misión no me bastaría. Desearía anunciar al mismo tiempo el Evangelio en las cinco partes del
mundo, y hasta en las islas más remotas…Quisiera ser misionero, no solo durante algunos años, sino haberlo
sido desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos… Pero desearía,
sobre todo, ¡oh, amadísimo Salvador mío! derramar por ti hasta la última gota de mi sangre…"

Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue
nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca
había salido de su convento. La vida de Teresita nos enseña a servir a los demás con amor y
perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores
cada día con los demás en los detalles de todos los días.

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