Realidad Representación: Resumen
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«Serías tan rico como auténticos reyes si pudieras encontrarlo,
y sabes que está ahí, y te quedas ahí buscando y buscando»
{Stevenson, R. L. 1999, Treasure /stand}.
RESUMEN
a mente s,e describe como lo que el cerebro hace cuando actúa en un ent orno;
un tipo de objetos que se emplean para representar, son símbolos de otros objetos.
Las palabras son sím bolos sobre símbolos. La Teoría de la Información permite
caracterizar qu é es información y explicar por qué una representación contiene
información.
l. Objetos y símbolos.
2. Representaciones y palabras.
1.1. OBJETOS Y S Í M B O L O S - - - - - - - - - - -
una aparente «solidaridad» entre todas las entidades y eventos que pueblan un
mundo en particular. Aunque, en ocasiones, «cosas», «objetos» y «bienes» parez-
can referirse a la misma entidad, no son en absoluto entidades idénticas, porque
su descripción no es la misma. Distintas expresiones lingüísticas con la misma
referencia pueden tener sentidos diferentes [Frege 1948]. Ningún tipo de descrip-
ción es absoluta; muy al contrario, la descripción de un objeto es relativa a las
propiedades que pueden eventualmente discriminarlo de otros en un contexto
dado, cuando se determina mediante alguna clase de predicados [Frege, Geach €
Black 1951]; en ningún caso un objeto puede caracterizarse de una vez por todas
en cualquier contexto [Shepard 1987].
Definir los términos más comunes de «cosa», «objeto» o «bien» no es fácil. Definir
est os términos es, sin embargo, importante si se quiere cont ar con una ont o-
logía; y es preciso contar con una ontología para saber de qué hablamos, qué
clase de entidades y/o eventos pueden reconocerse y qué descripciones puede
proporcionar una teoría o un modelo derivado de esa teoría. Qui ne [ 1980, p. 1]
presenta la ontología directa y simplemente cuando dice: «Algo curioso del pro-
blema ont ológico es su simplicidad. Puede decirse en dos palabras: "¿Qué hay?".
Puede además responderse en una única palabra: "Todo", y todos aceptarán que
esta respuesta es verdadera. Sin embargo, esto es solo decir que hay lo que hay.
Queda margen para opiniones discrepantes en ciertos casos; y así ocurre que
el problema ha estado vigente durante siglos». A menudo los términos «cosa»,
«objeto» o «bien» o sus definiciones difieren entre distintos autores, a pesar de
referirse esencialmente a los mismos conceptos.
Las palabras evocan de forma imprecisa un concepto, especialmente en ese
estadio previo a la completa forma lización del objeto al que el concepto se refiere.
Primero, int roducimos un objet o, como por ejemplo, un triángulo, sin más que
dibujar un caso particular; luego, examinamos sus propiedades para descubrir que
siempre se cumplen ciert as propiedades. Dibujar un triángulo es una forma de
externalizar o exteriorizar una representación mental. Apelamos, entonces, a la
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TABLA 1.1.
Criterios de clasificación de objetos.
Criterio 1
+ -
Apropiación Expropiable lnexpropiable
Autonomia Principal Accesoria
Divisibilidad Divisible Indivisible
Existencia Presente Futura
Fungibilidad Fungible lnfungible
Movilidad Mueble Inmueble
Naturaleza Tangible Intangible
Propiedad Alienable Inalienable
Producción Rentable Suntuario
Utilización Consumible lnconsumible
una «cosa» ha sido objeto de una representación. Para que una entidad se trate
como un objeto, esa entidad debe entrar en algún tipo de relación recíproca con
otros objetos. Esta relación de «reciprocidad» entre objetos conforma un sistema
de objetos, cuyo uso por parte de algunos miembros de una sociedad les permite
a otros un aprendizaje inmediato y espontáneo [Berger € Luckmann 1991].
En el Derecho Romano la noción de «cosa» ocupa el espacio de la noción de
«objeto» como la empleamos en este contexto. La Tabla 1.1 identifica los criterios
fundamentales de clasificación de las «cosas» en el Derecho Romano. Observemos
que en esta clasificación los objetos adquieren propiedades más complejas que
las que podrían suponerse inicialmente. En efecto, es inmediatamente claro
que existen objetos «muebles» o «inmuebles» -si pueden trasladarse o no en el
espacio- y que existen objetos que resultan ser «accesorios» respecto de otros,
llamados «principales». Resulta más difícil distinguir entre objetos «presentes» y
«futuros», «rentables» y «superfluos» o «suntuarios», etc. En el Derecho Romano
un «objeto» es toda entidad sobre la que puede recaer una relación jurídica, es
decir, cualquier entidad sobre la que puede recaer un derecho u obligación en tan-
to es objeto de una transacción entre personas jurídicas o físicas. Solo los objetos
pueden entrar en relaciones de transacción entre actores o agentes humanos,
precisamente porque existen representaciones de objetos. Así, resulta que pueden
adquirirse derechos sobre la cosecha de trigo del 2025 en el Campo de Criptana,
un objeto «futuro» o inexistente, o puede adquirirse maquinaria herramienta para
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A una persona que le guste tener un perro tal vez le agradaría tener dos o
tres más, pero estará dispuesta a pagar para que alguien se lleve su décimo
o vigésimo perro, ¡salvo que esté dispuesta a abrir una línea de negocio para
aumentar su utilidad en otro sentido!
ignora. Considerar estas variables forma parte del estudio de los procesos de
decisión humanos.
No es, en absoluto, evidente - más bien al contrario- que sea posible, para
cada bien, determinar su uti lidad y que un interés o un deseo sea saciable. La
búsqueda de información o el aumento de conocimiento no están sujetos a la Ley
de Utilidad Marginal Decreciente, a menos que se suponga un carácter «local»,
en el plano temporal, a este comportamiento. Sin embargo, esta asunción es
probablemente falsa: bajo ciertas condiciones un actor racional bien puede arries-
gar su propia vida solo para obtener más información, mejorar su conocim iento
u obtener un mayor reconocim iento social, y bajo ciertas condiciones un actor
racional puede desear ignorar informac ión eventualmente crítica. En r igor, la Ley
de Utilidad Marginal Decreciente solo puede aplicarse a bienes alienables y expro-
piables para los que no existe incertidumbre y su valor es cuantificable y conocido.
El problema se plantea cuando se quiere determinar cómo se agrega la conducta
individual en su expresión colectiva y en términos de qué creencias un individuo
puede tratarse como un actor o agente racional. Si la utilidad de un bien es dife-
rente para cada actor, debe ser como resultado de un proceso de juicio diferente
en cada sujet o; que ese proceso de juicio sea diferente solo es posible si cada
sujeto maneja un conocimiento distinto, toda vez que los mecanismos deben ser
formalmente idénticos para cualquier individuo de la especie.
Supongamos que existe un agente que satisface todas sus necesidades y
deseos sin más que requerir a otros que hagan por él lo que les pida; la base de
FIGURA 1.1.
Partición de un dominio semántico.
Metropolitano
- 1- ~,
Guzmán el
Bueno
g ~e;a g
Ríos
República
Argentina
Rosas
Ciudad
Universitaria Gregorio
e;a ~ g Marañón
Quevedo
Alonso Volá
Martínez
Prlncipe Plo (¡) Chueca
pe -~~e;a g
__ _,,.
Batán
Lago
g
FIGURA 1.2.
Fragmento de red del metropolitano de Madrid.
una serie o sarta de códigos, letras o símbolos por cuya composición podemos
identificar las unidades mínimas del discurso en un lenguaje dado. Tales códi-
gos se expresan como marcas físicas en un soporte físico que es la materia en
el que se construyen las expresiones. Las expresiones resultan, precisamente, de
la concatenación espacial y temporal de códigos físicos, en un medio o material
expresivo, que se emplean como indicios que permiten evocar o generar represen-
taciones. Las expresiones realizan las representaciones en tanto se identifican con
un tipo de objeto cuya función representacional se obtiene del modo en que un
agente las emplea en una comunidad de habla. En este contexto, las expresiones
tienen una realidad física como señales independientes, porque los actores de
esa comunidad tratan esas señales como objetos a descrifrar en la comunica-
ción. Precisamente, el empleo de un lenguaje permitió a las comunidades huma-
nas la división técnica del trabajo, el desarrollo de la cooperación [Tomasello
2003], por la que los distintos individuos podían organizar su trabajo y distribuirlo
entre los miembros de la comunidad. Tan estrecha es la relación entre palabras
y representaciones que, a menudo, estas nociones resultan indistinguibles. Sin
embargo, la realización física de una palabra difiere esencialmente del modo en
que se realiza una representación. Los usuarios de una comunidad de habla se
enfrentan a las palabras como objetos independientes, lo que no es posible, sino
en su forma más abstracta, cuando deben recuperar del uso de palabras y símbo-
los el sentido y referencia que tienen en un contexto. Es decir, una representación
no puede recuperarse del uso del lenguaje sin apelar al contexto de uso y a las
relaciones que cualquier representación contrae con otras en virtud de una base
de conocimiento. El artificio del lenguaje consiste en ofrecer usos homogéneos
para representaciones muy distintas de los sujetos que lo emplean.
Aunque ciertas formas de lenguaje se presentan en variadas formas en especies
no humanas, es un lugar común que en su más acabada expresión de compleji-
dad solo se presenta en la especie humana [Hockett 1960]. El lenguaje representa
una habilidad única resultado de una adquisición única según todos los indicios:
«Los estudiosos del origen evolutivo del lenguaje encuentran razonable suponer
que el lenguaje se inventó en una única oportunidad, y todos los lenguajes ora-
les modernos están de un modo u otro relacionados, incluso si esa relación no
puede establecerse[ ... ] por las limitaciones que presentan los métodos a nuestra
disposición para su reconstrucción» [Anderson 2012, p. 104].
Todas las lenguas humanas emplean, primariamente, como materias expre-
sivas, el sonido y el propio cuerpo. La manipulación de la onda sonora o la ges-
ticulación se encuentran en el origen de la noción misma de lenguaje, aunque
existan otras materias expresivas por cuya manipulación podemos realizar ciertas
expresiones, como es el caso del graflsmo en sus formas háptica y visual. El len-
guaje es un sistema de comunicación y representación de conocimiento por
el que una serie finita de símbolos se concatenan en el espacio y en el tiempo
de acuerdo con una gramática concatenativa; una gramática concatenativa
se expresa en una serie ordenada de reglas por las que vienen a disponerse
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de forma ordenada una serie finita de símbolos que constituyen el alfabeto del
lenguaje. La naturaleza combinatoria es un concepto recurrente en la noción de
lenguaje: un sistema finito de códigos o símbolos [Saussure 1916] que resulta del
hábito de manipular [Watson 1930] símbolos en un número indefinido de expre-
siones empleando una gramática [Chomsky 1957].
El empleo de la escritura introduce un tipo distinto de materia expresiva. Como
cualquier otra forma de expresión de un lenguaje, la materia expresiva impone
restricciones que afectan a la construcción e identificación de códigos y a la
sintaxis que permite caracterizar un lenguaje. El estatuto de una palabra como
unidad mínima de sentido difiere en función de la materia expresiva que se
emplea en una expresión. En una palabra ortográfica, una secuencia escrita de
símbolos puede venir delimitada por espacios en blanco, identificando estos espa-
cios criterios de identificación de las unidades mínimas del discurso; la separación
espacial no es, sin embargo, un requisito. Existen sistemas de escritura donde esta
separación en unidades no se emplea. Ocurre, a menudo, que palabras disconti-
nuas constituyen una unidad de sentido que no puede obtenerse por composición
de las palabras integrantes con independencia de que se escriban por separado
o no. Por ejemplo, ¿qué significa «morder el anzuelo» o «caradura»?
La separación de las palabras en un lenguaje fono-ortográfico afecta a la legi-
libidad del texto, redundante de hecho con la habilidad del lector para reconocer
las unidades del discurso oral en la lectura. El reconocimiento de estas unidades
léxicas se obtiene en el acceso léxico cuando se comparan entre sí distintas cade-
nas de símbolos como candidatos léxicos. Las letras de una palabra, al igual que
los fonemas en la palabra oral, están sujetas a una serie de procesos conmutativos
que permiten diferenciar unas palabras de otras a pesar de contener la misma
serie de símbolos. Las palabras fonológicas del lenguaje oral están sujetas a proce-
sos de segmentación y composición análogos a los que se presentan en el lengua-
je escrito, en el lenguaje gráfico o en el lenguaje gestual. Las palabras constituyen
expresiones complejas que pueden, a su vez, eventualmente descomponerse en
unidades mínimas de menor entidad, lo que puede contribuir a identificar clases
de palabras y funciones lingüísticas, palabras de contenido, tales como verbos,
nombres, adverbios y adjetivos, o palabras de función, tales como cuantificadores,
determinantes, preposiciones y conjunciones. Ciertas subunidades de palabras
pueden identificar morfemas derivativos o flexivos que extienden las propiedades
léxicas de las palabras para representar ciertas propiedades representacionales.
En su variada configuración, las palabras sirven al propósito de externalizar las
representaciones de un modo tal que cualquier usuario de la misma comunidad
de habla pueda reconstruir el contenido informacional de un mensaje. Así pues,
las palabras están sujetas a los mismos procesos y restricciones que operan en
la formación y uso de representaciones.
de que tales instrumentos forman parte de nuestra habilidad para describir nues-
t ro mundo y son críticos para conformar representaciones. En otras palabras, las
representaciones en correspondencia con nuestra habilidad para describir ciertos
estados reales se anidan entre sí, lo que podemos denominar de una forma gráfica
como «anidamiento de representaciones».
La habilidad que tenga la mente para discriminar los eventos que suceden
ante sus ojos no implica que las representaciones que construye identifiquen los