El Proceso Contencioso Administrativo en La Provincia de Santa Fe (Lisa - Weder)
El Proceso Contencioso Administrativo en La Provincia de Santa Fe (Lisa - Weder)
El Proceso Contencioso Administrativo en La Provincia de Santa Fe (Lisa - Weder)
con Rubén Luis Weder, en “El Contencioso Administrativo en la Argentina (Análisis el sistema
federal, de las veintitrés provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires)”, A.A.V.V, Director
Fernando García Pullés, Tomo I, Abeledo Perrot, págs. 119/173, Buenos Aires, 2012.
1
Se trata de una distinción de clara impronta italiana. En efecto, ALESSI distingue, dentro del género
antijuridicidad (o “estado patológico” del acto), los conceptos de ilicitud e ilegalidad, explicando que la
ilicitud, a diferencia de la ilegalidad, no afecta al modo de ejercerse la actividad administrativa en sí
misma, sino a la relación exterior entre dicha actividad y las esferas jurídicas ajenas; la antijuridicidad del
acto ilícito -agrega- “no está representada por una condición intrínseca del mismo acto, sino por el hecho
de la lesión por parte de la actividad administrativa considerada como comportamiento (es decir, por el
hecho de la emanación de un acto que tiene aquel determinado contenido) de una esfera jurídica
correspondiente a un sujeto distinto, lo que explica el que mientras la sanción establecida para la
ilegalidad […] es la anulación del acto inválido ilegal, la sanción establecida para el acto ilícito es el
resarcimiento de la esfera jurídica violada” (ALESSI, Renato. “Instituciones de Derecho
Administrativo”, Tomo I, 3ª edición italiana, p. 341, Bosch, Barcelona, 1970). Mientras el concepto de
ilicitud se basa en la eliminación de una utilidad sustancial garantizada a un individuo por el Derecho
objetivo, el concepto de mera ilegalidad, en cambio, se refiere a una falta de conformidad del
comportamiento administrativo con el Derecho objetivo que regula tal comportamiento (ALESSI, Renato.
Op. cit., Tomo II, p. 586). En similar sentido, Gianfranco BRONZETTI considera que es posible inferir
que “ilegitimidad” e “ilicitud” son conceptos completamente diversos: en efecto, mientras la primera
atiende a la conformidad o no del acto administrativo a la ley, en correlación a los conocidos vicios de
legitimidad (incompetencia, exceso de poder, violación de ley), la segunda se refiere al eventual
comportamiento culposo de la Administración Pública, con respecto al fundamental precepto del
neminem leadere (BRONZETTI, Gianfranco. “La responsabilitá nella pubblica amministrazione”,
CEDAM, ps. 35 y 36, Verona, 1992. Textualmente el autor escribe: “[...] è possibile inferire che
illegittimità e illiceità sono concetti completamente diversi, ‘neppure necessariamente implicantisi’:
infatti, mentre la prima attiene alla conformità o meno dell’atto amministrativo alla legge, in
correlazione ai noti vizi di legittimità (incompetenza, eccesso di potere, violazione di legge), la seconda
si riferisce all’eventuale comportamento colposo della P.A., con richiamo al fondamentale precetto del
neminem leadere”).
2
CSJP: “Santa Lucía”, A. y S. T. 131, p. 386.
3
CCA1: “Suchodolski”, A. T. 1, p. 35 (Presidencia); y A. T. 1, p. 164 (Cámara).
administrativa o de un orden jurisdiccional administrativo dentro de la común
organización judicial es la necesidad o conveniencia de que los litigios administrativos
sean conocidos y resueltos por jueces preparados, especializados, la materia que ha de
atribuirse a la decisión de estos jueces debe ser, lógicamente, aquella que venga
regulada por aquella normativa diferenciada del resto del ordenamiento, que ofrece
acusadas especialidades. Pero no tendrá razón de ser atribuirles el conocimiento de los
que, aun cuando se planteen frente a una Administración Pública, estén regulados por
normas del mismo derecho que regula las relaciones entre particulares”.4
Desde luego, cuando el Estado actúa con su capacidad de derecho privado el
caso se rige por las reglas procesales comunes, aunque debiéndose interponer el reclamo
administrativo previo de la ley 7234.
6
Su carácter de “régimen básico” se deriva del hecho de que esta ley rige siempre, salvo que no exista un
régimen especial (tal el caso del amparo; el del recurso contencioso administrativo sumario para la tutela
de los intereses difusos; el de los recursos contra las sanciones administrativas municipales de faltas; etc.).
norma.
La ley 11.329 modificó a la ley 10.160 (Orgánica del Poder Judicial) creando dos
Cámaras de lo Contencioso Administrativo: la número uno, con sede en la ciudad de
Santa Fe, y la número dos, con sede en la de Rosario.
En cuanto a su competencia, es la misma ley la que la determina, teniendo en
cuenta para ello el sujeto público demandado.
Cuando se demanda a un Municipio o a una Comuna, es la ubicación de estos
entes territoriales menores dentro de las Circunscripciones judiciales establecidas en la
ley 10.160, la que va a determinar ante qué Cámara se debe recurrir. De ese modo, a la
que tiene sede en la ciudad de Santa Fe le corresponde entender en todas las demandas
interpuestas contra las municipalidades y comunas que están comprendidas en las
Circunscripciones N° 1, 4 y 5. En cambio, cuando el Municipio o la Comuna
demandada está ubicada dentro de las Circunscripciones N° 2 y 3, es la Cámara con
asiento en la ciudad de Rosario la competente para tramitar y resolver el recurso
contencioso administrativo.
Distinta es la distribución de competencia de las Cámaras de lo contencioso
administrativo cuando la demandada es la Provincia. En efecto, en estos supuestos para
saber qué Cámara es competente, se debe tener en cuenta, en primer lugar, la materia
del litigio y, en segundo término, el domicilio del recurrente.
De este modo, si la materia en debate está relacionada con el empleo público
(sanciones disciplinarias, diferencia de haberes, procedimiento de selección del
personal, etc.), la previsión social (jubilaciones, pensiones, diferencias de haberes
previsionales, etc.), o con sanciones administrativas aplicadas por la Provincia en
ejercicio de la potestad provincial de policía de la Provincia (multas, etc.), entiende la
Cámara con competencia territorial en el domicilio del recurrente. Es decir que, en
todos estos casos, el domicilio del recurrente determina qué Cámara ha de intervenir.
Ahora bien, si la materia en debate no es una de las mencionadas en el párrafo
anterior (empleo público, previsión social o sanciones administrativas aplicadas en
ejercicio de la potestad de policía) entiende en todos los casos -sin considerar el
domicilio del recurrente-, la Cámara N° 1, con sede en Santa Fe.
En definitiva, se puede afirmar que -cuando la demandada es la Provincia- tiene
competencia originaria e improrrogable la Cámara con asiento en la ciudad de Santa Fe,
en los asuntos que versen sobre contrataciones (concesiones de servicios públicos, obras
públicas, etc.), en materia impositiva, etc. En las demás materias, es competente una u
otra Cámara según el domicilio del recurrente.
En caso de que el actor tenga domicilio fuera de la Provincia, y en virtud de lo
dispuesto en el artículo 1 de la ley 11.330, se debe aplicar el Código Procesal Civil y
Comercial, que cuyo artículo 4 se extrae que el actor puede, a elección, interponer el
recurso ante la Cámara que corresponda según el lugar en que el acto debe cumplir sus
efectos, el lugar en que el mismo se dictó, o en el domicilio de la Provincia, que es la
ciudad de Santa Fe.
b. El recurrente
7
CCA1: “Hilgert”, A. y S. T. 2, p. 113, del 7.6.2005 (de Presidencia); “Altamirano”, A. y S. T. 6, p. 138,
del 15.3.2004 (de Cámara).
8
En materia de conflictos entre municipios o comunas entre sí, o entre órganos de ellas, puede verse la
descentralizada, no puede asumir el carácter de recurrente en el recurso contencioso
administrativo local.
Tampoco lo puede ser en el proceso llamado por alguna legislación y doctrina
como “de lesividad”. En efecto, a diferencia de otras leyes provinciales (por ejemplo:
Corrientes, Entre Ríos, Mendoza, Formosa, Córdoba, entre otras) y de la Ley de
Procedimientos Administrativos Nacional, el legislador santafesino ha optado por no
consagrar el proceso de lesividad en nuestro ordenamiento, y así lo señala la exposición
de motivos de la ley 11.330, donde se puede leer que “no se acoge el proceso de
lesividad promovido por acción de la Administración Pública para obtener la anulación
de actos declarados previamente lesivos de los intereses públicos, por entender que no
se acomoda al sistema de recursos que la Constitución de la Provincia ha articulado para
la protección de los administrados contra los actos ilegales de la Administración
Pública, en el orden administrativo y jurisdiccional (artículos 72, inciso 18, y 93, inciso
2, de la Constitución Provincial), sistema que limita a ese género de recursos la
competencia de los tribunales correspondientes, los que, por tanto, no podrán conocer
de acciones de ‘lesividad’ y otras similares”.
c. El resistente
d. El tercero coadyuvante
En primer lugar, debemos distinguir el “objeto del recurso” de los actos que
pueden ser “objeto de impugnación”.
En efecto, el acto impugnado -a pesar de lo que dice el artículo 17 de la ley
11.330- no constituye el objeto del recurso contencioso administrativo, el cual, en todo
caso, está constituido por la pretensión procesal administrativa, la cual comprende
inexorablemente a la anulación (o al menos la declaración de ilegitimidad) del acto
impugnado y, en su caso, las consecuencias que esta decisión apareja (es decir, las
“medidas pertinentes para la reintegración del recurrente en la situación jurídica
vulnerada” -art. 4, in fine, ley 11.330-: reincorporación, salarios caídos, reajuste de
haberes, etc.).
En este sentido, el Tribunal al dictar sentencia se pronunciará, entre otras
cuestiones, sobre la procedencia o no del recurso, anulando -en su caso- total o
parcialmente, el acto impugnado y, previo reconocimiento de la situación jurídica
individualizada, adoptará las medidas conducentes al pleno restablecimiento de la
misma (art. 23).
11
CCA1: “Moreyra”, A. T. 5, p. 424, del 18.12.2003.
12
DIEZ, Manuel María. “Derecho Procesal Administrativo”, texto ampliado, corregido y actualizado a
1996, Editorial Plus Ultra, p. 81, Buenos Aires.
A través del recurso contencioso administrativo regulado por la ley 11.330 se
controlan únicamente actos administrativos, es decir, declaraciones sometidas al
Derecho Público y emanadas de un sujeto activo de la Administración Pública en el
ejercicio de una potestad administrativa.
Es decir, que de la clásica distinción entre “actos”, “operaciones” y
“comportamientos” de la Administración Pública, sólo los primeros son susceptibles de
ser controlados por la vía del contencioso administrativo, excluyéndose tanto las
operaciones como los comportamientos; estos últimos, en todo caso, podrían ser
indirectamente considerados por el Tribunal a través del análisis del acto administrativo
impugnado.
Por otro lado, tiene que ser lesivo, entendiéndose esto en el sentido de que debe
incidir desfavorablemente en la esfera jurídica del sujeto recurrente; y tal incidencia,
desde luego, debe postularse ilegítima, esto es, contraria al ordenamiento jurídico
administrativo. También esta lesión, además de ilegítima, debe ser “directa y actual”.
El carácter “directo” de la lesión presenta dos aspectos: por un lado, el referido a
la relación existente entre el acto y la lesión (aquél debe ser la causa, ésta su directa e
inmediata consecuencia); en este orden, se dice también que la lesión debe ser
producida de un modo “inmediato”. Por otro lado, el vinculado a la necesidad de que la
lesión recaiga en un interés de pertenencia del propio recurrente, no en el interés general
e impersonal de los demás ciudadanos; por esta razón la lesión debe ser producida de un
modo “personal”. Lo directo, pues, comprende tanto a lo “inmediato” como a lo
“personal”.
Además, la lesión debe ser “actual”, en contraposición a hipotética, futura o
eventual.
En cuanto a las situaciones jurídicas subjetivas que deben sostenerse lesionadas,
recordamos que la ley 11.330 otorga protección al “derecho subjetivo” y al “interés
legítimo”, no así al “interés difuso”, cuya tutela está regulada -como se dijo y luego se
analizará- por la ley 10.000.
Otro de los requisitos del acto administrativo para ser impugnable es que debe
ser definitivo, o de trámite siempre y cuando decida directa o indirectamente el fondo
del asunto poniéndole término o impidiendo su continuación (art. 3).
La ley contempla la distinción entre los actos de trámite y los actos definitivos,
clasificación esta que alude a la idea de que la Administración no actúa normalmente a
través de actos aislados, sino mediante series de actos. Se considera definitivo el acto
que resuelve el fondo del asunto. Como tales, constituyen el acto final del respectivo
procedimiento administrativo. De trámite son los restantes actos que componen dicho
procedimiento, y salvo que, como dice la ley, decidan, directa o indirectamente el fondo
del asunto poniéndole término o impidiendo su continuación (supuestos estos en los que
la ley los equipara a definitivos), 13 no son impugnables, pues sólo constituyen
presupuesto de la decisión que emana de la autoridad administrativa llamada a resolver
en última instancia. Estos actos constituyen una garantía de acierto en la decisión final y
preparan la resolución administrativa. De allí que no revisten el carácter de definitivo,
ya que, o son preparatorios de la resolución final, o deciden alguna incidencia sin
impedir la llegada de la decisión destinada a poner término a la reclamación. Si el acto
de trámite tuviera vicios de ilegitimidad que pudiesen traducirse en la ilegitimidad del
acto final, tales vicios podrían hacerse valer a través de la impugnación a dicho acto
final, con base en que constituye el resultado de un procedimiento administrativo
viciado.
Sin embargo, a los fines de la impugnabilidad ante el tribunal de lo contencioso
administrativo, no basta que el acto resuelva el fondo del asunto o sea de trámite
equiparable a definitivo, sino que debe también emanar de la más alta autoridad
administrativa con competencia para resolver, y no estar previsto en el ordenamiento
aplicable recurso administrativo alguno contra el acto a impugnar. Por esta razón se dice
(aunque la ley 11.330 no lo hace) que el acto debe “causar estado”.
14
MARIENHOFF define a la Administración Pública como “la actividad permanente, concreta y práctica,
del Estado que tiende a la satisfacción inmediata de las necesidades del grupo social y de los individuos
que lo integran” (MARIENHOFF, Miguel S. “Tratado de Derecho Administrativo”, T. I, 5ª. Edición
actualizada, Abeledo-Perrot, p. 66, Buenos Aires, 2000).
15
Puede afirmarse que mientras el juez medita sus sentencias y el legislador debate acerca de la
conformación del ordenamiento jurídico, la Administración Pública enseña (en todos los niveles); cura
(vacuna, opera, hospitaliza, etc.); paga subsidios, sueldos y haberes previsionales; hace obras (desde el
doméstico “bacheo” hasta monumentales obras públicas); presta servicios (desde el transporte aeronáutico
al riego de caminos de tierra); nombra, remueve, traslada y sanciona al personal; adquiere bienes (cobra
impuestos, expropia, etc.); etc. De allí que se diga, con razón, que mientras la función judicial es
“pensamiento” o “reflexión”, la función administrativa es fundamentalmente “acción” (BARNES
VÁZQUEZ, Javier. “La tutela judicial efectiva en la Grundgesetz (Art. 19.IV)”, en “La justicia
administrativa …”, op. cit., p. 197). Tal criterio fue seguido por la Corte Suprema de Justicia de la
Provincia de Santa Fe a los fines de establecer el distinto alcance de la exigencia de la motivación en los
actos administrativos respecto de los judiciales (“Torres del Sel”, A. y S. T.171, p. 489; en igual sentido
CCA1: “Palacio”, S. T. 1, p. 249; “Aguas Provinciales”, A. y S. T. 19, p. 143).
para su impugnación.
Desde luego, no es dudosa la posibilidad de que las ordenanzas sean impugnadas
indirectamente, esto es, a través de los actos individuales de aplicación.
En cuanto a su impugnabilidad directa, consideramos que ella no puede
entenderse extraña al régimen de la ley 11.330; máxime, cuando su artículo 5, tercer
párrafo, no refiere específicamente a “reglamentos”, sino a “actos de carácter
reglamentario”, lo que en principio permitiría incluir a las ordenanzas.
Sobre el tema se han pronunciado la Corte y las Cámaras de lo Contencioso
Administrativo en reiteradas oportunidades.16
Conforme se extrae de lo hasta ahora considerado, parece claro que los rasgos
que tipifican al proceso contencioso administrativo en la Provincia de Santa Fe
(decisión previa; agotamiento de vía; instancia revisora; etc.) tornan de difícil admisión
a las llamadas acciones meramente declarativas, las cuales, ni suponen agotamiento de
vía ni actualidad en la lesión.
En efecto, estas acciones, en cuanto se conforman con la actualidad en el interés,
son técnicas de justicia preventiva; no así, en cambio, el recurso contencioso
administrativo previsto en la ley 11.330.
De conformidad a lo resuelto por la Corte local y las Cámaras de lo Contencioso
Administrativo, las acciones mere declarativas sí son admisibles en excepcionales
circunstancias.
En punto a ello puede verse el criterio desarrollado por la CCA1 en autos
“Granrío”,19 precedente este en el cual se describen los rasgos típicos del recurso
contencioso administrativo al que estamos refiriendo.
19
CCA1: A. T. 2, p. 414, del 10.7.2002; criterio reiterado en “Bonetto”, A. y S. T. 2, p. 322, del
28.7.2005; “Contini”, A. y S. T. 3, p. 105, del 21.9.2005; entre otras. La CCA2 de Rosario, por su parte,
ha seguido un criterio similar.
formas legales, como así también el incumplimiento de todas las demás condiciones de
admisibilidad prescriptas por la ley.
La cuestión de la oportunidad para oponer estas defensas, y los efectos de su
extemporaneidad, ha motivado interesantes pronunciamientos judiciales.20
c. La prueba
5. La tutela cautelar
Las medidas cautelares previstas por la ley 11.330 son las siguientes: a. medidas
urgentes; b. mandamientos; c. provisiones; d. medidas cautelares del Código Procesal
Civil y Comercial, conducentes y pertinentes a criterio del Tribunal; y, e. suspensión de
la ejecución del acto administrativo.
Las medidas urgentes están previstas en la primera parte del primer párrafo del
artículo 14; y, a nuestro modo de ver, constituyen lo que generalmente se denomina
“medidas innominadas” o “cautelares genéricas”, por lo que se estaría otorgando a los
jueces un poder cautelar general, ejercible en los supuestos en que no procede alguna de
las medidas nominadas por la ley (suspensión, provisión, mandamiento, etc.).
b.2. Mandamientos
El segundo párrafo del artículo 14 refiere las medidas cautelares del Código
Procesal Civil y Comercial, conducentes y pertinentes a criterio del Tribunal.
La exigencia de que sean “conducentes” parece aludir a que sean idóneas en
orden a cumplir los objetivos que justifican el particular régimen cautelar contencioso
administrativo; y la exigencia de que sean “pertinentes”, por su parte, referiría al
principio sentado en el artículo 1 de la ley 11.330, en cuanto admite la supletoria
aplicación de las normas de aquel digesto mas “en cuanto fueren aplicables en la
materia”.
La Corte Suprema de Justicia de la Provincia, según lo revela su reiterada
jurisprudencia, demostró cierta renuencia a “salir” del régimen específico del
contencioso administrativo; lo cual podría tener -al menos en parte- su explicación en la
amplitud con que ese Tribunal interpretó y aplicó el régimen de la ley 4106.
Sin perjuicio de ello, puede hoy admitirse la posibilidad de que se solicite una
medida preparatoria o de aseguramiento de pruebas, aunque en tanto se satisfagan
algunas exigencias que se derivan de la naturaleza misma del proceso contencioso
administrativo.25
En ese sentido, ha señalado la Cámara de lo Contencioso Administrativo de
Santa Fe en la citada causa “Pogliese”, que “no es soslayable que, de conformidad al
propio artículo 1 de la ley 11.330, el concurso a aquellas normas procesales es admisible
sólo ‘en cuanto fueren aplicables en la materia’, de lo que se sigue que el mencionado
reenvío no puede entenderse automático, ni, mucho menos efectuarse ‘en bloque’”.
En efecto -agregó- “previamente corresponderá -de ser necesario- adaptarlas a
las peculiaridades -normalmente no absorbidas por el rito ordinario- que se derivan de la
intervención de la Administración Pública, la que -es sabido- se estructura sobre la base
de una compleja organización (criterio de ‘Morello’, S. T. 3, pág. 15), y a la que se le
confía la tutela de intereses que, además, son substancialmente distintos a los que en
general persiguen los particulares; correspondiendo, de no ser posible tal adaptación por
resultar derechamente incompatibles con tales peculiaridades, desechar su aplicación en
los casos concretos”.
Por último, recordó que “el proceso contencioso administrativo contiene notas
que lo distingue y particulariza del proceso civil; asentándose sobre la base de
principios conformadores -en lo que ahora interesa y entre otros-: los de la decisión
previa, instancia revisora, y agotamiento de la vía administrativa, los que han sido
preservados de un modo expreso por el ordenamiento jurídico (especialmente por el
artículo 7)”.
Por último, el tercer párrafo del artículo 14 regula la medida cautelar contencioso
24
A nuestro modo de ver, la seriedad de un planteo contrario al derecho invocado por el recurrente no
puede medirse en términos de mera “opinabilidad”, por cuanto sabido es que, en Derecho, llevar las
cuestiones al terreno de lo opinable es tarea demasiado fácil como para hacer depender de ello la
procedencia o improcedencia de una medida cautelar como la que ahora analizamos, la que, como
contrapartida, exige un mayor esfuerzo -por parte de quien pretende la tutela- en la demostración, al
menos liminar, de que en verdad es titular del derecho que postula.
25
CCA1: “Barbona”, A. T. 7, p. 214; del 27 de octubre de 2004; “Transporte 9 de Julio”, A. T. 3, p. 143;
“Pogliese”, A. y S. T. 2, p. 428; etc.
administrativa más clásica, la que, como tal, ha alcanzado el mayor desarrollo
legislativo y, por ende, jurisprudencial. El régimen de la ley 11.330 no ha importado -en
materia de suspensión de ejecución de medida- cambios estructurales respecto de la ley
4106.
Así puede afirmarse, a pesar de que los dos supuestos de procedencia aparecen
unidos por la conjunción “o”, lo cual, sumado a lo que dice la exposición de motivos,
parecería que operan autónomamente. La norma, en efecto, sugiere que basta con la
concurrencia de uno de los dos supuestos de procedencia para obtener la suspensión de
la ejecución de la medida administrativa impugnada.
Si bien ello podría postularse respecto de la verosimilitud en la ilegitimidad de la
medida (así se formula el fumus boni iuris en esta disposición), no podría serlo, en
cambio, respecto del periculum in mora, expresado en esta disposición a través de los
perjuicios graves o de reparación difícil o imposible si llegase a prosperar el recurso,
que hubiese de ocasionar el cumplimiento del acto.
Así lo ha señalado la jurisprudencia,26 razón por la cual puede concluirse en que
no basta con demostrar que el cumplimiento de la medida puede ocasionar perjuicios
graves o de reparación difícil o imposible si llegase a prosperar el recurso, sin un
mínimo de fumus de actuación administrativa ilegítima.
d. El periculum in mora
26
CSJP: por todos, “Lazzarini”, A. y S. T. 127, p. 233; CCA1: “Línea 18”, A. T. 1, p. 400; “Energy”, A. y
S. T. 12, p. 209; etc.
27
CHINCHILLA MARÍN, Carmen. “La tutela cautelar en la nueva justicia administrativa”, Civitas, p.
46, Madrid, 1991.
El peligro en la demora del proceso contencioso administrativo exige siempre
valorar los intereses que el acto administrativo pone en juego. De tal modo, los
perjuicios que la medida puede ocasionar al recurrente, han de ser comparados y
ponderados con el perjuicio que para el interés público puede acarrear el otorgamiento
de una medida cautelar. Es por ello, entendemos, que la ley 11.330 expresamente exige
que el juez contencioso administrativo pondere “debidamente los intereses en juego”,
tarea esta tan propia del ejercicio de la jurisdicción cautelar contencioso administrativa
que la Corte la ha llevado a cabo aun bajo el imperio de la ley 4106.
En otro orden de ideas, consideramos también, junto a destacada doctrina, que
mientras la cognición del juez sobre el derecho no exige certeza (sino sólo probabilidad
y verosimilitud), la cognición cautelar del daño debe, en cambio, alcanzar la certeza. Se
exige, pues, la cabal demostración -y no sólo la mera afirmación- de que existe peligro
por la demora del proceso, o, en su caso, que los perjuicios que ocasiona la ejecución de
la medida son graves o de reparación difícil o imposible si llegare a prosperar el recurso.
Tales perjuicios deben ser reales y efectivos, lo que no significa que deban ser actuales:
basta, en efecto, la posibilidad de daño irreparable; pero tal posibilidad sí debe ser
actual.
Asimismo, suele señalarse que el daño debe ser irreversible, lo cual no es lo
mismo que irresarcible; tal como lo han expresado la Corte local y las Cámaras en
numerosos precedentes. Este criterio tiene dos proyecciones importantes: por un lado,
no basta con que el perjuicio sea indudablemente resarcible para denegar una cautelar;
por el otro, debe en definitiva analizarse, como se dijo, cuál es el bien jurídico
comprometido.
En la ley 11.330 el periculum in mora aparece genéricamente expresado a través
de la fórmula siguiente: de modo justificado y razonable debe poder considerarse que
exista peligro por la demora del proceso.
A los fines de los mandamientos, el legislador ha optado por exigir que aquéllos
tiendan a prevenir un “daño inminente”; a los efectos de la suspensión de la ejecución
de la medida, exige que su cumplimiento pueda ocasionar perjuicios graves o de
reparación difícil o imposible si llegare a prosperar el recurso.
Según hemos adelantado, este criterio material de decisión, en principio, no
opera autónomamente, ya que no basta su sola concurrencia para despachar
favorablemente un pedido cautelar, sino que debe existir siempre una cierta
verosimilitud en el derecho del actor o en la ilegitimidad del acto, aunque tal
ilegitimidad sea menor que la exigible para otros supuestos.
Por lo tanto, puede afirmarse que una ilegitimidad “intensa” (no sólo por su
grado de evidencia sino también por la gravedad del vicio), podría justificar por sí sola
el otorgamiento de tutela cautelar; lo cual no puede predicarse del periculum in mora.
f. La contracautela
a. Sentencia
b. Allanamiento al recurso
c. Desistimiento
d. Transacción
f. Caducidad de instancia
Los recursos contra la sentencia pueden dividirse, según el órgano que los
decide, en dos clases: los resueltos por el mismo tribunal y los resueltos por un tribunal
distinto al que dictó la sentencia.
Los primeros son: el de aclaratoria (más allá de carece de contenido
impugnativo), el de nulidad y el de revisión. Los segundos son el de casación y el de
inconstitucionalidad.
Este esquema es totalmente aplicable a las sentencias dictadas por las Cámaras
de lo Contencioso Administrativo, pero no a las resoluciones dictadas por la Corte
Suprema de Justicia. En efecto, sea en virtud de su competencia originaria (art. 35) o
por la avocación por interés institucional suficiente o trascendente (art. 36), ni el recurso
de casación ni el de inconstitucionalidad están previstos para atacar esa sentencia; ello
se debe, naturalmente a la ubicación en que se encuentra el máximo tribunal dentro de la
jerarquía judicial provincial. En casos tales, el perdidoso tendrá la posibilidad de
plantear el recurso extraordinario previsto en el artículo 14 de la ley 48 para ante la
Corte Suprema de Justicia de la Nación; ello, sin perjuicio de la aclaratoria y de los
recursos ordinarios de nulidad y revisión ante el Alto Tribunal local.
a. Aclaratoria
b. Nulidad
El primer párrafo del artículo 31 de la ley 11.330 dispone que contra la sentencia
definitiva procede el recurso de nulidad.
Aquí aparece una primera exigencia: que la sentencia sea definitiva, no siendo
admisible -en principio- contra autos interlocutorios, a excepción que sean equiparables
a sentencia definitiva, es decir, que pongan fin al proceso contencioso administrativo o
impidan su continuación.
La norma, en dos incisos, desarrolla las diferentes hipótesis ante las que procede
el recurso de nulidad. Para esta división, tuvo en cuenta si el vicio que causa la nulidad
se encuentra en el proceso o surge directamente de la sentencia.
Para la primera hipótesis -vicios en el procedimiento-, prevé, a su vez, dos
supuestos: cuando se hubieren omitido trámites sustanciales, susceptibles de influir
sobre el resultado del fallo; o cuando se hubiera incurrido en defectos de los que por
expresa disposición de Derecho anulan las actuaciones.
Este inciso viene a complementar la función saneadora del artículo 22, que
autoriza precisamente al Tribunal a subsanar de oficio “los vicios de procedimiento que
advirtiere y que por su naturaleza pudieren determinar la nulidad de la sentencia”. Es
que si el Tribunal no advierte antes de dictar la sentencia un vicio que por su
calificación trae aparejada la nulidad de la misma, no hay, en principio, otro medio de
regularizar el procedimiento viciado sino a través de este recurso ante el mismo órgano
jurisdiccional que dicto el fallo.
El efecto de la resolución que declara la nulidad de la sentencia por estas
circunstancias, es la reposición de los autos en el estado en que se encontraban al
producirse el vicio que aparejó la nulidad.
El otro supuesto consagrado por la ley -vicio que surge de la sentencia misma-
prevé diferentes situaciones. Efectivamente, la norma enumera como vicios que
permiten la procedencia del planteo de nulidad de la sentencia, los siguientes: 1) que la
sentencia ofrezca defectos de formas esenciales; 2) que no decida sobre cuestiones
oportunamente planteadas; 3) que resuelva sobre cuestiones que no fueron propuestas;
4) que se contradiga la sentencia en su parte dispositiva; y, 5) que exista contradicción
entre la parte dispositiva del fallo y sus fundamentos.
La norma también regula los efectos de la resolución anulatoria de la sentencia
en este supuesto, ordenando al Tribunal a dictar un nuevo fallo dentro de los diez días
siguientes.
De conformidad a la jurisprudencia de la Corte, si el vicio es susceptible de
acarrear la descalificación constitucional de fallo por arbitrariedad debe interponerse el
recurso de nulidad antes del recurso de inconstitucionalidad, con lo que la sentencia
“definitiva” no es tal a los fines del recurso de inconstitucionalidad si lo que se le
atribuye es su arbitrariedad.32
c. Revisión
33
Así, por ejemplo, en la casación por sentencias contradictorias de las Cámaras no rige la exigencia del
planteo oportuno, flexibilizándose substancialmente la exigencia de la definitividad de la sentencia.
recursos se duplica.34
Reiteramos que contra las sentencias de la Corte dictadas tanto en ejercicio de su
competencia originaria (artículo 35) como por la avocación del artículo 36, el único
recurso extraordinario que procede es el federal regulado por el artículo 14 de la ley 48.
8. El cumplimiento de la sentencia
En cuanto a este tema la ley 11.330 establece -al igual que la derogada ley 4106
y siguiendo a la legislación española, más precisamente a la Ley de Santamaría de
Paredes- que la autoridad administrativa, dentro de los diez días de serle notificada una
sentencia condenatoria, podrá solicitar al Tribunal la suspensión temporaria de su
ejecución, o la sustitución de la forma o modo de su cumplimiento o la dispensa
absoluta de su ejecución por grave motivo de interés u orden público, ofreciendo
satisfacer la indemnización de los daños y perjuicios que ocasionare (art. 34).
La misma norma establece, en una enumeración no taxativa, los motivos para el
ejercicio de esa facultad. En efecto, indica que la suspensión, sustitución o inejecución
puede disponerse cuando la condena: a) crease un peligro de transtorno grave del orden
público; b) determinase la supresión o suspensión de un servicio público; c) causare la
privación del uso colectivo de un bien afectado a ese uso; d) trabase la percepción de
contribuciones fiscales; y, e) por la magnitud del monto de la condena provocase grave
detrimento al tesoro público.
Cuando la sentencia condena a la Administración a pagar sumas de dinero, el
legislador provincial optó por el principio de la “legalidad presupuestaria”, es decir, que
estableció un sistema donde dichas decisiones se harán efectivas con partidas
presupuestarias especialmente destinadas en la Ley de Presupuesto a esos fines.
En efecto, el trámite de ejecución de sentencias consagrado en la ley 12.036
consiste en que las sentencias que condenan a pagar sumas de dinero se ejecutan con
partida presupuestaria, y que en consecuencia y a esos fines, se establece la
inembargabilidad de fondos, valores y demás medios de financiamiento afectados a la
ejecución del presupuesto del sector público.35
La ley en cuestión dispone además el procedimiento que corresponde observar a
la Administración para lograr la satisfacción de los créditos provenientes de
pronunciamientos judiciales, describiendo los diferentes pasos a seguir para su inclusión
dentro de las autorizaciones para efectuar gastos contenidas en el Presupuesto General
de Gastos y Cálculos de Recursos de la Administración condenada, como así también la
posibilidad que se le otorga al acreedor para ejecutar su crédito en caso de
incumplimiento por parte de la Administración del procedimiento ahí establecido.
En este aspecto, surge de las disposiciones de la ley la presencia de dos extremos
que la Administración debe acreditar a los fines de la satisfacción de las condenas en los
términos de la ley, a saber: a) que, ante la eventualidad de que no haya crédito suficiente
para satisfacer la condena cuando la sentencia quedó firme, se hayan efectuado las
previsiones necesarias para su inclusión en el “ejercicio siguiente”; y b) que en la
hipótesis de que dicho ejercicio también carezca de crédito o resulten insuficientes las
partidas asignadas o se hayan agotado los recursos, se haya comunicado y acreditado
dicha circunstancia a fin de su inclusión en el “ejercicio fiscal subsiguiente”. En este
último supuesto, las circunstancias por las cuales las partidas asignadas para el pago de
la sentencia carecen de crédito o resultan insuficientes, deben estar debidamente
34
CSJP: “Calatayud”, A. y S. T. 221, p. 379; “Mandorlini”, A. y S. T. 222, p. 483; de la CCA1: “Segal”,
A. y S. T. 7, p. 236; “Torrealday”, A. y S. T. 8, p. 142.
35
CSJP: “Lugli”, sentencia del 13.12.2006.
probadas y justificadas y no surgir de expresiones genéricas de la Administración
condenada.36
Si bien ese régimen de ejecución de sentencia contra el Estado nació al amparo
de normas de emergencia, en la actualidad presenta un carácter permanente al estar
incorporado a la ley 7234 de defensa en juicio del Estado; 37 aun así, se trata de un
régimen de excepción respecto al régimen general de ejecución de sentencias, por ello la
interpretación que del mismo corresponde realizar debe ser restrictiva tratándose de que
la postergación de los derechos adquiridos no caigan en una conculcación o
derogación.38
36
CSJP: “Malvicino S.A.”, sentencia del 4.5.2010.
37
CSJP: “Peralta”, sentencia del 20.10.2009.
38
CSJP: “Malvicino S.A.” cit.
39
CSJP: “Club Personal MOSP”, sentencia del 18.5.2005.
Toda persona física o jurídica que viera amenazado, restringido o impedido del
ejercicio de un derecho de libertad por decisiones, actos u omisiones de la
Administración, está legitimada para que dentro de un plazo de caducidad de la acción
-quince días hábiles a partir de la fecha en que el afectado tuvo conocimiento fehaciente
de la lesión- articule la misma ante el juez de Primera Instancia de Distrito del lugar en
que el acto lesivo, tenga, pueda o deba, tener efecto, a opción del actor, respetándose en
lo pertinente las normas de competencia. Cuando un mismo acto lesivo afecte a varias
personas, entenderá en todos los casos el juzgado en que radique el expediente más
antiguo, disponiéndose la acumulación de los autos (art. 4).
Como se advierte la ley le atribuye a los Jueces de Primera Instancia el
conocimiento y resolución de los recursos de amparo, desplazando a las Cámaras de lo
Contencioso Administrativo. Ello es así por entender el legislador de que entre los
principios rectores de la distribución de competencia: diversificación y
descentralización, en materia de amparo sigue resultando preponderante el segundo, que
tiende a lograr un mayor acceso a la jurisdicción, en relación al primero, que apunta a la
mayor especialización de los jueces por medio, entre otras, de lo que se conoce como
división material de la competencia.
El argumento de la irrazonabilidad de que cuestiones contencioso administrativas
sean tratadas por jueces especializados en los casos comunes, y por quienes no lo son en
el supuesto en que el acto cuestionado fuese manifiestamente arbitrario o ilegítimo y el
tránsito por la vía contenciosa administrativa generase un perjuicio irreparable al
afectado, resulta más aparente que real.
En efecto, en el supuesto en que corresponde la vía de amparo -según la
selección inteligente que se encuentra a cargo de los jueces-, el acto cuestionado
presenta vicios de arbitrariedad o ilegitimidad de una manera palmaria, patente,
ostensible, que permiten, justamente, que lo pueda advertir aun un juez no especializado
en la materia. Ello por cuanto si se requiriese un órgano jurisdiccional especializado
para advertir lo que por definición resulta “...un juicio que corresponde a todos sin
distinción ni dudas”,40 correspondería en verdad poner en tela de juicio la propia vía del
amparo que, conviene recordarlo, exige la presencia de un vicio cualificado por su
carácter manifiesto.41
Sin embargo, esta situación del desplazamiento de cuestiones contencioso
administrativas del tribunal especializado ha generado no pocas conflictos en el ámbito
provincial y ha sido la jurisprudencia, principalmente de la Corte Suprema, la que tuvo
que compatibilizar la vigencia de este recurso de amparo, que es tramitado y resuelto
por Jueces de Primera Instancia de Distrito y el recurso contencioso administrativo
regulado por la ley 11.330, cuya competencia para entender en el mismo está atribuida a
las Cámaras de lo Contencioso Administrativo.
En ese aspecto se sostuvo que cuando la materia que se pretende debatir
mediante el recurso de amparo es contencioso administrativa su dilucidación
corresponde por naturaleza a la justicia administrativa, es decir, a las Cámaras de lo
Contencioso Administrativo; por tanto, en esos casos, es desde la perspectiva de que se
está detrayendo competencia a los tribunales que constitucional y legalmente cuentan
con atribuciones para controlar a otro poder del Estado, que los magistrados -y los
justiciables- deben analizar si concurren los requisitos del amparo.
En el ordenamiento santafesino el amparo no solamente constituye un remedio
excepcional por su propia naturaleza, sino también, por el particular diseño institucional
40
FIORINI, Bartolomé, citado por Augusto M. MORELLO y Carlos A. VALLEFÍN en “El Amparo.
Régimen Procesal”, Ed. Platense, La Plata, 1998, p. 28.
41
CSJP: “Domínguez”, sentencia del 25.9.2002.
que constitucional y legalmente se ha establecido para la revisión de la legitimidad de
los actos administrativos, de lo que se deriva que se torna especialmente estricto el
criterio con que debe apreciarse en cada caso la concurrencia de los presupuestos para la
viabilidad del amparo, definiendo cuidadosamente en qué caso una cuestión contencioso
administrativa podrá ser materia de amparo.42
Interpuesto el recurso, el juez deberá analizar in limine la admisibilidad del
mismo, declarando su inadmisibilidad si la demanda manifiestamente los es. Admitida
la demanda correrá traslado a la accionada, por un plazo que fije prudencialmente que
no podrá exceder de los cinco días (art. 7); también si resultan hechos controvertido, o
de demostración necesaria, señalará un plazo de diez días para que se produzca la
prueba pertinente (art. 8).
No proceden en el juicio de amparo el emplazamiento previo, el arraigo, las
excepciones como artículos de previo y especial pronunciamiento, la declaración de
rebeldía, la presentación del rebelde, el recurso de rescisión, la recusación sin causa, ni
el llamamiento de autos. Las providencias decretos y resoluciones se notifican
automáticamente el día hábil posterior a su dictado, a excepción de la demanda, la
sentencia definitiva y los autos que dispongan medidas cautelares, que se notifican por
cédula (art. 14).
El juez dictará sentencia valorando si se está en presencia de un acto
administrativo manifiestamente ilegítimo, de ser así lo declarará anulando parcial o
totalmente el acto impugnado. Para ello la privación, restricción o amenaza del ejercicio
del derecho tiene que aparecer de “manera manifiestamente ilegítima”, ya que es éste un
punto clave del recurso de amparo, puesto que descansa, como fundamental condición
de procedencia, en la absoluta necesidad de que la ilegitimidad del comportamiento
administrativo aparezca de modo manifiesto, ostensible, palmario, patente. Ello, es una
exigencia lógica por ser un procedimiento sumario, que no se justificaría si la
ilegitimidad de la conducta administrativa no apareciese “manifiesta”, ya que, de otro
modo, en aras de la rapidez se correría el riesgo de condenar esa conducta cuando la
complejidad del caso o de sus motivaciones exigiría, en realidad, un debate judicial de
mayor amplitud, en virtud de que la pretensión de amparo no es viable cuando la
situación fáctica que le sirve de sustento aparece opinable o discutible y, por ende,
requiere de un mayor debate y prueba, cuestión que se entronca con el requisito de la
inexistencia de un medio judicial más idóneo.
De no ser así, desestimará por inadmisible la acción de amparo, situación que no
impide que el recurrente vuelva a la carga con su pretensión si bien no mediante un
proceso de excepción sino a través de uno con mayor amplitud de debate y prueba, y en
ese proceso debe intervenir por la materia involucrada la Cámara de lo Contencioso
Administrativo.43
Las costas del proceso se imponen al vencido, y de haber vencimiento recíproco,
según el éxito obtenido, pudiendo eximirse de ellas a quien hubiere tenido razón
plausible para litigar. Por otro lado, los honorarios se regulan como una causa no
susceptible de apreciación pecuniaria, prescindiéndose del monto económico
involucrado (art. 17).
Contra la sentencia definitiva, el auto que rechaza el recurso por ser
manifiestamente inadmisible, o el que declara la incompetencia del juez, y las
decisiones que se dicten con motivo de medidas cautelares, serán susceptibles de ser
recurridos mediante los recursos de apelación y nulidad; los que serán denegados o
concedidos en el término de un día, en este caso con efecto devolutivo, cuando se
42
CSJP: “Bacchetta”, A. y S. T. 132, p. 67; del 19.11.1996.
43
CSJP: “Club Atlético Aprendices Casildense”, sentencia del 23.12.2008.
hiciere lugar al amparo o dispusiere una medida cautelar (art. 10).
48
ULLA, Decio Carlos Francisco. “La tutela de los intereses difusos en la Provincia de Santa Fe. El
recurso contenciosoadministrativo sumario”, en Revista de Derecho Administrativo”, Ed. Depalma,
Bs.As., 1992, Año 4, nro. 9/10, p. 115.
49
CSJP: “Visnovsky”, sentencia del 9.9.2009.