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Historia de la reforma del

siglo XVI
JH Merle D'Aubigne
Presidente de la Escuela Teológica de Ginebra y vicepresidente de la
Societe Evangelique.

PREFACIOS
LIBRO 1 - ESTADO DE EUROPA ANTES DE LA REFORMA
LIBRO 2 - LA JUVENTUD, LA CONVERSIÓN Y LOS PRIMEROS
TRABAJOS DE LUTHER. 1483-1517
LIBRO 3 - LAS LEGENCIAS INDU Y LAS ESTAS. 1517 - MAYO 1518
LIBRO 4 - LUTERO ANTE EL LEGADO. MAYO A DICIEMBRE 1518
LIBRO 5 - LA DISPUTACIÓN LEÍPSICA. 1519
LIBRO 6 - EL TORO PAPAL. 1520
LIBRO 7 - LA DIETA DE LOS GUSANOS. 1521, ENERO A MAYO

LIBRO 8 - EL SUIZO. 1484 - 1522


LIBRO 9 - PRIMERAS REFORMAS. 1521 Y 1522
LIBRO 10 - AGITACIÓN, INVERSIONES Y PROGRESO. 1522-1526
LIBRO 11 - DIVISIONES. SUIZA - ALEMANIA. 1523-1527
LIBRO 12 - EL FRANCÉS. 1500-1526
LIBRO 13- LA PROTESTA Y LA CONFERENCIA. 1526-1529
LIBRO 14 - LA CONFESIÓN DE AUGSBURGO. 1530
LIBRO 15 - SUIZA - CONQUISTAS. 1526-1530
LIBRO 16 - SUIZA - CATÁSTROFE. 1528-1531

LIBRO 17 - INGLATERRA ANTES DE LA REFORMA


LIBRO 18 - EL AVIVAMIENTO DE LA IGLESIA
LIBRO 19- EL NUEVO TESTAMENTO INGLÉS Y LA CORTE DE
ROMA
LIBRO 20 - LOS DOS DIVORCIOS

Derechos de autor

LIBRO 1 - ESTADO DE EUROPA ANTES DE LA REFORMA


CAPÍTULO 1 - Cristianismo - Dos principios distintivos - Surgimiento
del papado - Invasiones tempranas - Influencia de Roma -
Cooperación de los obispos y de las sectas - Unidad visible de la
Iglesia - Unidad invisible de la Iglesia - Primacía de San Pedro -
Patriarcados - Cooperación de los príncipes - Influencia de los
bárbaros - Roma invoca la ayuda de los francos - Poder secular -
Pipino y Carlomagno - Los Decr etales - Trastornos de Roma - El
emperador, el soberano del Papa Hildebrand - Su carácter - El
celibato - Lucha con el Imperio Emancipación del Papa - Sucesores de
Hildebrand - Las Cruzadas - El Imperio - La Iglesia
CAPÍTULO 2 - Gracia - Fe muerta - Obras - Unidad y dualidad -
Pelagianismo - Salvación en manos de los sacerdotes - Penitencia -
Flagelaciones Indulgencias - Obras de superación - Purgatorio - La
tarifa del jubileo - El papado y el cristianismo - Estado de la
cristiandad
CAPÍTULO 3 - Religión - Reliquias - Deleites pascuales - Morales -
Trastornos de corrupción de sacerdotes, obispos y papas - Una
familia papal Alejandro VI - César Borgia - Educación - Ignorancia
Ciceronianos
CAPÍTULO 4 - Naturaleza imperecedera del cristianismo - Dos leyes
de Dios - Fuerza aparente de Roma - Oposición secreta - Decadencia
- Oposición triple - Reyes y pueblo - Transformación de la Iglesia - El
Papa juzgado en Italia - Descubrimientos de reyes y sus súbditos
Federico el Sabio - Moderación y expectativa
CAPÍTULO 5 - Sentimiento popular - El Imperio - Preparativos
providenciales - Impulso de la Reforma - Paz - La comunidad -
Carácter nacional - Yugo papal - Estado del Imperio - Oposición en
Roma - Clases medias - Suiza - Coraje - Libertad - Cantones menores
Italia - Obstáculos para la reforma - España - Obstáculos - Portugal
Francia - Preparativos - Decepción - Países Bajos Inglaterra -
Escocia - Norte - Rusia - Pol y - Bohemia - Hungría
CAPÍTULO 6 - Teología romana - Restos de vida - Justificación por la
fe Testigos de la verdad - Claudio - Los místicos - Los valdenses Valdo
- Wickliffe - Huss - Predicción - Protestantismo antes de la reforma -
Anselmo - Arnoldi - Utenheim - Martin - Nuevos testigos en la Iglesia
- Thomas Conecte - El cardenal de Crayn - Institoris - Savonarola -
La justificación por la fe - Juan Vitrarius John Lallier - Juan de
Wesalia - Juan de Goch - John Wessel Protestantis m antes de la
Reforma - Los hermanos bohemios La profecía de los profetas - La
profecía de la Franciscano de Eisenach
CAPÍTULO 7 - Tercera preparación - Cartas - Renacimiento -
Recuerdos de la antigüedad en Italia - Influencia de los humanistas -
Cristianismo de Dante - Infidelidad de Valla en Italia - Filosofía
platónica - Inicio del aprendizaje en Alemania - Jóvenes estudiantes -
Imprenta - Características de la literatura alemana - La Los eruditos
y los escolásticos - Un mundo nuevo - Reuchlin - Reuchlin en Italia -
Sus trabajos - Su influencia en Alemania - Misticismo - Concurso con
los dominicanos
CAPÍTULO 8 - Erasmo - Erasmo a Canon - En París - Su genio - Su
reputación - Su influencia - Ataque popular - Alabanza de la locura
Gibes - Hombres de iglesia - Santos - Locura y los papas - Ataque a la
ciencia - Principios - Nuevo Testamento griego - Su profesión de fe -
Sus trabajos e influencia - Sus fallas - Dos partes - Reforma sin
violencia - ¿Fue posible? - Iglesia no reformada - Su timidez - Su
indecisión - Erasmo pierde su influencia con todos los partidos

CAPÍTULO 9 - La nobleza - Diferentes motivos - Hutten - Liga


literaria Literae Obscurorum Virorum - Su efecto - Opinión de Lutero
Hutten en Bruselas - Sus cartas - Sickengen - Guerra - Su muerte
Cronberg - Hans Sachs - General Ferment

LIBRO 2 - LA JUVENTUD, LA CONVERSIÓN Y LOS


PRIMEROS TRABAJOS DE Lutero. 1483-1517
CAPÍTULO 1 - Descendiente de Lutero - Sus padres - Su nacimiento -
Su pobreza - Hogar paterno - Severidad - Primer conocimiento -
Dificultades de la escuela de Magdeburgo - Eisenach - La sunamita -
Casa de Cotta - Recuerdos artísticos de estos tiempos - Sus estudios -
Trebonio - La Universidad
CAPÍTULO 2 - La Universidad - Divinidad escolástica y los Clásicos -
Piedad de Lutero - Descubrimiento de la Biblia - Enfermedad - Lutero
admitió MA - Conciencia - Muerte de Alexis - La tormenta de truenos
- Providencia - Despedida - Lutero entra en un convento
CAPÍTULO 3 - La ira de su padre - Perdón - Humillación - El saco y
la celda - Resistencia - Estudios de Lutero - San Agustín - Pedro
d'Ailly Occam - Gerson - La Biblia encadenada - Lyra - Hebreo y
griego - Oraciones diarias - Ascetismo - Luchas mentales - Lutero
durante la misa - Observaciones inútiles - Lutero en un desmayo
CAPÍTULO 4 - Monjes piadosos - Staupitz - Su piedad - Visitación -
Conversaciones - La gracia de Cristo - Arrepentimiento - El poder del
pecado - La dulzura del arrepentimiento - La elección - La
Providencia - La Biblia - La época del Monje - El perdón de los
pecados - La ordenación - La cena - Festival de Corpus Christi -
Lutero nombrado profesor en Wittenberg
CAPÍTULO 5 - La Universidad de Wittenberg - Primeras
instrucciones - Conferencias bíblicas - Sensación - Predicación de
Lutero en Wittenberg - La capilla vieja - Impresión producida por sus
sermones

CAPÍTULO 6 - Viaje a Roma - Convento del Po - Enfermedad de


Bolonia - Recuerdos de Roma - Julio II - Devoción supersticiosa -
Blasfemia del clero - Conversaciones - Escándalos romanos -
Estudios bíblicos La escalera de Pilato - Efectos sobre la fe de Lutero
y sobre la Reforma - Puerta del Paraíso - Confesión de Lutero
CAPÍTULO 7 - Lutero vuelve a Wittenberg - Doctorado en
Divinidades - Carlstadt El juramento de Lutero - Principio de la
Reforma - El coraje de Lutero - Las primeras visiones de la Reforma -
Los escolásticos - Spalatin - La pelea de Reuchlin con los monjes
CAPÍTULO 8 - Fe - Declamaciones populares - Enseñanza académica
- Pureza de vida de Lutero - Teología o misticismo alemán - El monje
Spenlein - Justificación por la fe - Lutero sobre Erasmo - Fe y obras -
Erasmo - Necesidad de obras - Caridad de Lutero
CAPÍTULO 9 - Primeras tesis de Lutero - El viejo Adán y la gracia -
Visita de los conventos - Lutero en Dresde y Erfurth - Tornator - La
paz y la cruz - Los resultados del viaje de Lutero - Sus trabajos - La
plaga
CAPÍTULO 10 - Las reliquias - Relaciones de Lutero con el elector -
Consejo al capellán - Duque Jorge - Su carácter - Sermón de Lutero
ante la corte - Cena en la corte - Velada con Emser
CAPÍTULO 11 - Regreso a Wittenberg - Tesis - Libre albedrío -
Naturaleza del hombre - Racionalismo - Propuesta a la Universidad
de Erfurth - Eck - Urban Regius - Modestia de Lutero - Efecto de las
tesis

LIBRO 3 - LAS INDULGENCIAS Y LAS ESTAS. 1517 - MAYO


1518
CAPÍTULO 1 - Procesión - Tetzel - Sermón de Tetzel - Confesión -
Cuatro Gracias - Venta - Penitencia pública - Carta de indulgencia -
Excepciones - Diversiones y disipaciones

CAPÍTULO 2 - El confesor franciscano - El alma en el cementerio - El


zapatero de Hagenau - Los estudiantes - Myconi us - Conversación
con Tetzel - Truco de un noble - Observaciones de los sabios y del
pueblo - Un minero de Schneeberg
CAPÍTULO 3 - León X - Las necesidades del Papa - Alberto - Su
carácter - Cultivando las indulgencias - Franciscanos y dominicanos

CAPÍTULO 4 - Tetzel se acerca - Lutero en el confesionario - La ira de


Tetzel - Lutero no tiene un plan - Celos en las órdenes - El sermón de
Lutero - El sueño del elector
CAPÍTULO 5 - Fiesta de Todos los Santos - Tesis - Su fuerza -
Moderación - Providencia - Carta a Alberto - Indiferencia de los
obispos - Difusión de las tesis
CAPÍTULO 6 - Reuchlin - Erasmo - Flek - Bibra - El emperador - El
papa Miconio - Los monjes - Rehensiones de aplicaciones - Adelman -
Un sacerdote anciano - El obispo - El elector - Los habitantes de
Erfurth - La respuesta de Lutero - Desorden - La fuente principal de
Lutero

CAPÍTULO 7 - El ataque de Tetzel - La respuesta de Lutero - Buenas


obras - Lutero y Spalatino - Estudio de las Escrituras - Scheurl y
Lutero - Dudas sobre las tesis que Lutero aboga por el pueblo - Un
abrigo nuevo
CAPÍTULO 8 - Discusión de Frankfort - Tesis de Tetzel - Amenazas -
Oposición de Knipstrow - Tesis de Lutero quemadas - Los monjes -
Paz de Lutero - Quemadas las tesis de Tetzel - El dolor de Lutero
CAPÍTULO 9 - Prierio - Sistema de Roma - Diálogo - Sistema de
reforma - Respuesta a Prierio - La Palabra - El Papa y la Iglesia -
Hochstraten - Los monjes - Respuesta de Lutero - Eck - La escuela -
Los obeliscos - Los sentimientos de Lutero - Los asteriscos - Rapto
CAPÍTULO 10 - Escritos populares - La oración del Señor - Padre
nuestro - Que estás en los cielos - Santificado por tu nombre - Venga
tu Reino - Hágase tu voluntad - Nuestro pan de día - Sermón sobre el
arrepentimiento - La remisión de los pecados viene de Cristo
CAPÍTULO 11 - Detenciones de sus amigos - Viaje a Heidelberg -
Bibra - Palacio Palatino - Ruptura - Las paradojas - Disputa - La
audiencia - Bucero - Brentz - Snepf - Conversaciones con Lutero -
Trabajos de estos jóvenes médicos - Efectos sobre Lutero - El anciano
profesor

LIBRO 4 - LUTERO ANTE EL LEGADO. MAYO A DICIEMBRE


1518
CAPÍTULO 1 - Las resoluciones - Arrepentimiento - Papado - Le o X -
Lutero a su obispo - Lutero al Papa - Lutero al Vicario general -
Rovera al Elector - Sermón sobre la excomunión - Influencia y fuerza
de Lutero
CAPÍTULO 2 - Dieta en Augsburgo - El emperador al Papa - El
elector a Rovera - Lutero convocado a Roma - La paz de Lutero -
Intercesión de la universidad - Breve papal - La indignación de
Lutero - El Papa al Elector

CAPÍTULO 3 - El armero Schwartzerd - Su esposa - Felipe - Su genio


y estudios - La Biblia - El llamado a Wittenberg - La partida y el viaje
de Melancthon - Leíptico - Error - La alegría de Lutero - Revolución
paralela en la educación - Estudio del griego
CAPÍTULO 4 - Sentimientos de Lutero y Staupitz - Convocatoria para
comparecer - Alarma y coraje - El elector con el legado - Salida hacia
Augsburgo - Estancia en Weimar - Nuremberg - Llegada a
Augsburgo
CAPÍTULO 5 - De Vio - Su carácter - Serra Longa - Conversación
preliminar - Visita de los consejeros - Regreso de Serra Longa - El
Prior - Discreción de Lutero - Lutero y Serra Longa - El
salvoconducto - Lutero a Melancthon

CAPÍTULO 6 - Primera aparición - Primeras palabras - Condiciones


de Roma - Proposiciones a retractarse - Respuesta de Lutero - Se
retira - Impresión de ambas partes - Llegada de Staupitz
CAPÍTULO 7 - Segunda entrevista - Declaración de Lutero - La
respuesta del legado - Su volubilidad - La petición de Lutero

CAPÍTULO 8 - Segunda entrevista - Tesoro de indulgencias - Fe -


Petición humilde - Respuesta del legado - Respuesta de Lutero - La
ira del legado - Lutero se retira - Primera deserción
CAPÍTULO 9 - De Vio y Staupitz - Staupitz y Lutero - Lutero a
Spalatin - Lutero a Carlstadt - La Comunión - Link y De Vio - Salida
de Link y Staupitz - Lutero a Cayetano - Silencio del Cardenal -
Despedida de Lutero - Salida - Apelación a Roma
CAPÍTULO 10 - La huida de Lutero - Admiración - El deseo de Lutero
- El legado al elector - El elector al legado - La prosperidad de la
universidad
CAPÍTULO 11 - Pensamientos sobre la partida - Adiós a la Iglesia -
Momento crítico - Liberación - Coraje de Lutero - Insatisfacción en
Roma - Bula - Apelación a un concilio

LIBRO 5 - LA DISPUTACIÓN LEÍPSICA. 1519


CAPÍTULO 1 - El peligro de Lutero - Dios preserva a Lutero - El Papa
envía un chambelán - El viaje del legado - Escritos romanos -
Circunstancias favorables a la reforma - Miltitz con Spalatin - La
alarma de Tetzel - La adulación de Miltitz - Exige una retractación -
Lutero se niega, pero se ofrece a guardar silencio - Acuerdo entre
Lutero y el Nuncio - El beso del legado - Tetzel reprochado por el
Legado - Lutero al Papa - Naturaleza de la reforma - Lutero se opone
a la separación - De Vio y Miltitz en Treves - La causa de Lutero se
extiende a varios países - Lutero Los escritos comienzan la Reforma

CAPÍTULO 2 - Pausa en Alemania - Eck revive la contienda - Disputa


entre Eck y Carlstadt - Pregunta del Papa - Respuesta de Lutero -
Miedos de los amigos de Lutero - Coraje de Lutero - La verdad
triunfa sin ayuda - Rechazo del duque Jorge - Alegría de Mosellanus
- Miedos de Erasmo
CAPÍTULO 3 - Llegada de Eck y de los Wittenberger - Amsdorff - Los
estudiantes - El accidente de Carlstadt - Cartel - Eck y Lutero - El
Pleissenburg - Los jueces propuestos - Lutero objeta - Por fin
consiente
CAPÍTULO 4 - Apertura de la disputa - Discurso de Mosellanus -
Veni, Sancte Spiritus - Retratos de Lutero y Carlstadt - Doctor Eck -
Libros de Carlstadt - Mérito de congruencia - Poderes naturales -
Distinción escolástica - Punto en el que Roma y la Reforma divergen -
Libertad dado al hombre por gracia - Notas de Carlstadt - Clamor de
los espectadores - Melancthon durante la disputa - Su opinión -
Maniobras de Eck - Lutero predica - Ciudadanos de Leipsic - Peleas
entre estudiantes y médicos
CAPÍTULO 5 - La jerarquía y el racionalismo - Los dos hijos de los
campesinos - Comienzan Eck y Lutero - La cabeza de la Iglesia - La
primacía de Roma - La igualdad de los obispos - Pedro la piedra
fundamental - Cristo la piedra angular - Eck insinúa que Lutero es
un husita - Lutero sobre la doctrina de Hus - Agitación entre los
oyentes - La palabra sola - El necio de la corte - Lutero en la misa -
Rezo del duque - Purgatorio - Cierre de la discusión
CAPÍTULO 6 - Interés sentido por la Laidad - Opinión de Lutero -
Confesión y jactancia del doctor Eck - Efectos de la disputa -
Poliandro - Cellarius - El joven príncipe de Anhalt - Los estudiantes
de Leipzig - Cruciger - Llamada de Melancthon - La emancipación de
Lutero
CAPÍTULO 7 - Eck ataca a Melancthon - La defensa de Melancthon -
La interpretación de la Sagrada Escritura - La firmeza de Lutero -
Los hermanos bohemios - Emser - Staupitz

CAPÍTULO 8 - La epístola a los Gálatas - Cristo por nosotros - La


ceguera de los oponentes de Lutero - Las primeras ideas sobre la
Cena del Señor - ¿Es suficiente el sacramento sin fe? - Lutero un
bohemio - Eck atacado - Eck va a Roma

LIBRO 6 - EL TORO PAPAL. 1520

CAPÍTULO 1 - Carácter de Maximiliano - Candidatos al Imperio -


Carlos - Francisco I - Disposición de los alemanes - La corona
ofrecida a Federico - Carlos elegido emperador
CAPÍTULO 2 - La carta de Lutero al emperador - Su peligro - Las
instrucciones de Federico a su envidia en Roma - Los sentimientos de
Lutero - Los temores de Melancthon - Los nobles alemanes favorecen
la Reforma - Schaumburg - Sickingen - Ulrico de Hutten - La
confianza de Lutero - Erasmo defiende a Lutero - Abstemio - Hedio -
Lutero se vuelve más libre - La fe es la fuente de las obras - ¿Qué da
la fe? - Lutero juzgando sus propios escritos
CAPÍTULO 3 - El papado atacado - Apelación a la nobleza - Los tres
muros - Todos los cristianos son sacerdotes - El magistrado debe
castigar al clero - Corrupciones romanas - Ruina de Italia - Los
peligros de Alemania - El Papa - Los legados - Los monjes - El
matrimonio de Sacerdotes - Celibato - Festivales - Los bohemios -
Caridad - Las universidades - El Imperio - El Emperador debería
retomar Roma - Libro inédito - La moderación de Lutero - Éxito del
discurso
CAPÍTULO 4 - Preparativos en Roma - Motivos para la resistencia
papal - Eck en Roma - El Rey de Coronas - Eck prevalece - El Papa es
el Mundo - Dios provoca la Separación - Un sacerdote suizo aboga
por Lutero - El Consistorio Romano - Exordio de la Bula - Lutero
condenado
CAPÍTULO 5 - Wittenberg - Melancthon - Su matrimonio - Catalina -
Vida doméstica - Benevolencia - Buen humor - Cristo y antigüedad -
Trabajo - Amor a las letras - Su madre - Rebelión de los estudiantes

CAPÍTULO 6 - El Evangelio en Italia - Sermón de la Misa - Cautiverio


de la Iglesia en Babilonia - Bautismo - Abolición de otros votos -
Progreso de la reforma
CAPÍTULO 7 - Negociaciones frescas - Los Agustinos en Eisleben -
Miltitz - Diputación a Lutero - Miltitz y el elector - Conferencia en
Lichtemberg - Carta de Lutero al Papa - Libro presentado al Papa -
Unión de Cristo con el creyente - Libertad y esclavitud
CAPÍTULO 8 - El toro en Alemania - La recepción de Eck - El toro en
Wittenberg - La intervención de Zwingle
CAPÍTULO 9 - La apelación de Lutero a Dios - Su opinión sobre la
bula - Una familia neutral - Lutero sobre la bula - Contra la bula del
Anticristo - El Papa prohíbe la fe - Efectos de la bula - La pila
ardiente de Lovaina
CAPÍTULO 10 - Paso decisivo del reformador - Apelación de Lutero a
un concilio general - Combate cuerpo a cuerpo - La bula quemada
por Lutero - Significado de este acto atrevido - Lutero en la Academia
- Lutero contra el Papa - Nueva obra de Melancthon - Cómo Lutero
anima a su Amigos - Progreso de la lucha - Opiniones de Melancthon
sobre los débiles de corazón - Tratado de Lutero sobre la Biblia -
Doctrina de la Gracia - Recantación de Lutero
CAPÍTULO 11 - Coronación de Carlos V - El nuncio Aleander - ¿Se
quemarán los libros de Lutero? - Aleandro y el emperador - Los
nuncios y el elector - El hijo del duque Juan en nombre de Lutero - La
calma de Lutero - El elector protege a Lutero - Respuesta de los
nuncios - Erasmo en Colonia - Erasmo en el Elector - Declaración de
Erasmo - Consejo de Erasmo - Sistema de Carlos V
CAPÍTULO 12 - Lutero en la confesión - Absolución real - El
cristianismo - La popularidad de Lutero - Sátiras - Ulrico de Hutten -
Lucas Cranach - El carnaval de Wittenberg - Staupitz intimidado -
Los trabajos de Lutero - Su humildad - El progreso de la Reforma

LIBRO 7 - LA DIETA DE LOS GUSANOS. 1521 - ENERO A


MAYO
CAPÍTULO 1 - Victorias de la Palabra de Dios - La dieta de Worms -
Política de Roma - Dificultades - Carlos exige a Lutero - El elector a
Carlos V - Estado de sentimiento - Alarma de Alejandro - El elector se
marcha sin Lutero - Alejandro despierta Roma - Excomunión del
Papa y Comunión con Cristo - Fulminaciones de la Bula - Motivos de
Lutero en la Reforma
CAPÍTULO 2 - Un príncipe extranjero - Consejo de políticos -
Conferencia entre el confesor y el canciller - La inutilidad de estas
maniobras - La actividad de Aleander - Las palabras de Lutero -
Carlos cede al Papa
CAPÍTULO 3 - Presentación de Aleander a la Dieta - Discurso de
Aleander - Se acusa a Lutero - Se justifica a Roma - Apelación a
Carlos contra Lutero - Efecto del discurso del Nuncio
CAPÍTULO 4 - Sentimientos de los príncipes - Discurso del duque
Jorge - Carácter de la reforma - Ciento un agravios - Carlos cede -
Las estratagemas de Aleandro - Los grandes de España - La paz de
Lutero - Muerte y no retractación
CAPÍTULO 5 - ¿Tendrá Lutero un salvoconducto? - El salvoconducto
- ¿Vendrá Lutero? - Jueves Santo en Roma - El Papa y Lutero
CAPÍTULO 6 - La cura de Lutero - Bugenhagen en Wittenberg - Las
persecuciones en Pomerania - Melancthon desea acompañar a
Lutero - Amsdorff, Schurff y Suaven - Hutten a Carlos V
CAPÍTULO 7 - Partida para la dieta de los gusanos - Despedida de
Lutero - Se anuncia su conde minación - Cabalgata cerca de Erfurth -
Encuentro entre Jonás y Lutero - Lutero en su antiguo convento -
Lutero predica en Erfurth - Incidente - Fe y obras - Concurso de
personas y el valor de Lutero - La carta de Lutero a Spalatin -
Quédate en Fra nkfort - Miedo a Worms - El plan de los imperialistas
- La firmeza de Lutero
CAPÍTULO 8 - Entrada en Worms - Canto de muerte - Concilio de
Carlos - Capito y los Temporizadores - Numerosos visitantes de
Lutero - Citación - Hutten a Lutero - Lutero procede a la Dieta -
Diciendo de Freundsberg - Asamblea imponente - Discurso del
canciller - Respuesta de Lutero - Su Discreción - ¿Dicho de Carlos V?
Alarma - Triunfo - Firmeza de Lutero - Violencia de los españoles -
Consejo - Luchas y oración de Lutero - Fuerza de la Reforma - Su
voto a las Escrituras - El Tribunal de la Dieta - Discurso de Lutero -
Tres clases de escritos - Requiere prueba de sus errores - Serias
advertencias - Repite su discurso en latín - Aquí estoy; No puedo decir
más - La debilidad de Dios más fuerte que el hombre - Un nuevo
intento - Victoria
CAPÍTULO 9 - Tumulto y calma - La jarra del duque Eric - El elector
y Spalatin - El mensaje del emperador - Propuesta para violar el
salvoconducto - Oposición violenta - En esteiasmo a favor de Lutero -
Lenguaje de conciliación - Temores del elector - Numerosos de Lutero
Visitantes - Felipe de Hesse
CAPÍTULO 10 - Conferencia con el Arzobispo de Treves - Exhortación
de Wehe a Lutero - Respuestas de Lutero - Conversación privada -
Visita de Cocloeus - Cena en el Arzobispo - Conferencia en el Hotel de
los Caballeros de Rodas - Un consejo propuesto - Última entrevista de
Lutero con el Arzobispo - Visita a un amigo enfermo - Lutero recibe
órdenes de dejar Worms - Partida de Lutero
CAPÍTULO 11 - El conflicto de Worms - La carta de Lutero a Cranach
- La carta de Lutero a Carlos V - Lutero con el abad de Hirschfeldt -
El párroco de Eisenach - Varios príncipes abandonan la dieta -
Carlos firma la condena de Lutero - El edicto de Worms - Lutero con
su Padres - Lutero atacado y llevado - Los caminos de Dios - El
Wartburg - Lutero prisionero
LIBRO 8 - EL SUIZO. 1484 - 1522

CAPÍTULO 1 - Movimiento en Suiza - Origen de la Reforma - Su


carácter democrático - Servicio exterior - Moralidad - El Tockenburg
- Un chalet en los Alpes - Una familia de pastores - El joven Ulrich
CAPÍTULO 2 - Ulrich en Wesen y Basle - Ulrich en Berna - El
convento de los dominicos - Jetzer - Las apariciones - La pasión del
hermano lego - Impostura - Descubrimiento y castigo - Zwingle en
Viena y Basilea - Música en Basilea - Wittembach proclama el
Evangelio - Leo Juda - El sacerdote de Glaris
CAPÍTULO 3 - Afecto por la guerra - Schinner - Pensión del Papa - El
Laberinto - Zwingle en Italia - Principio de reforma - Zwingle y
Lutero - Zwingle y Erasmo - Zwingle y los clásicos antiguos - París y
Glaris
CAPÍTULO 4 - Zwingle a Erasmo - Oswald Myconius - Los ladrones -
Oecolampadius - Zwingle en Marignan - Zwingle e Italia - El método
de Zwingle - Comienzo de la reforma - Descubrimiento - Pasaje de un
mundo a otro
CAPÍTULO 5 - Nuestra Señora de Einsidlen - Llamada de Zwingle -
El abad - Geroldsek - Una sociedad culta - La Biblia copiada -
Zwingle y la superstición - Primera oposición al error - Sensación -
Hedio - Zwingle y los Legados - Los honores de Roma - El obispo de C
onstance - Sansón y las indulgencias - Stapfer - La caridad de
Zwingle - Sus amigos
CAPÍTULO 6 - Colegio de canónigos - Elección a la catedral - Fábula
- Acusaciones - Confesión de Zwingle - Desarrollo de los propósitos
de Dios - Adiós a Einsidlen - Llegada a Zurich - Declaración audaz de
Zwingle - Primeros sermones - Su efecto - Oposición - Carácter de
Zwingle - Gusto por Música - Arreglo del día - El vendedor
ambulante
CAPÍTULO 7 - Las Indulgencias - Sansón en Berna y en Baden - El
Decano de Bremgarten El joven Henry Bullinger - Sansón y el
Decano - Las luchas internas de Zwingle - Zwingle se opone a las
Indulgencias - Sansón es enviado de regreso

CAPÍTULO 8 - Las fatigas y fatigas de Zwingle - Los baños de


Pfeffers - El momento de Dios - La gran muerte - Zwingle atacado
por la plaga - Sus adversarios - Sus amigos - Convalecencia - Alegría
general - Efectos de la pestilencia - Myconius en Lucerna - Oswald
anima a Zwingle - Zwingle en Basilea - Capito invita a Mentz - Hedio
en Basilea - The Antinatural Soa - Preparativos para la lucha

CAPÍTULO 9 - Los dos reformadores - La caída del hombre - La


expiación del hombre-Dios - Sin mérito en las obras - Objeciones
refutadas - Poder del amor por Cristo - Elección - Cristo el único
Maestro - Efectos de esta predicación Decepción y valor - Primero
Acto del Magistrado - Iglesia y Estado - Ataques - Galster
CAPÍTULO 10 - Un nuevo combatiente - El reformador de Berna -
Zwingle anima a Hall er - El evangelio en Lucerna - Oswald
perseguido - La predicación de Zwingle - Henry Bullinger y Gerold
de Knonau - Rubli en Basilea - El capellán del hospital - La guerra en
Italia - Zwingle protestas contra las capitulaciones
CAPÍTULO 11 - Zwingle se opone a las tradiciones humanas -
Conmoción durante la Cuaresma - La verdad triunfa en medio de la
oposición - Los diputados del obispo - Acusación ante el clero y el
Concilio - Apelación al Gran Concilio - El Coadjutor y Zwingle -
Respuesta de Zwingle - Decreto del Gran Concilio - Postura of Affairs
- El ataque de Hoffman
CAPÍTULO 12 - Luto y alegría en Alemania - Conspiraciones contra
Zwingle - Mandato del obispo - Archeteles - Apelación del obispo a la
dieta - Orden judicial contra atacar a los monjes - Declaración de
Zwingle - Las monjas de Oetenbach - Discurso de Zwingle a Schwytz
CAPÍTULO 13 - Un monje francés - Enseña en Suiza - Disputa entre
Zwingle y el monje - Discurso del comandante de los joanistas - El
carnaval de Berna - Los devoradores de muertos - La calavera de At
Anne - Appenzel - Los Grisones - Asesinato y adulterio: el
matrimonio de Zwingle

CAPÍTULO 14 - Cómo triunfa la verdad - Encuentro en Einsidlen -


Petición al obispo y a los confederados - Los hombres de Einsidlen se
separan - Escena en un convento - Cena con Myconius - La fuerza de
los reformadores - Efecto de las peticiones a Lucerna - El Concilio de
La dieta - Haller en el ayuntamiento - Friburgo - La indigencia de
Oswald - Zwingle lo convence - Oswald abandona Lucerna - El
primer acto de severidad de la Dieta - La consternación de los
hermanos de Zwingle - La resolución de Zwingle - El futuro - La
oración de Zwingle

LIBRO 9 - PRIMERAS REFORMAS. 1521 Y 1522


CAPÍTULO 1 - Progreso de la reforma - Nuevo período - Utilidad del
cautiverio de Lutero en Wartburg - Agitación en Alemania -
Melancton y Lutero - Página de entusiasmo
CAPÍTULO 2 - Lutero en Wartburg - Objeto de su cautiverio -
Ansiedad - Enfermedad - Los trabajos de Lutero - Sobre la confesión -
Respuesta a Latomus - Sus caminatas diarias
CAPÍTULO 3 - Inicio de la reforma - Matrimonio de Feldkirchen -
Matrimonio de monjes - Tesis - Tratado contra el monaquismo -
Lutero ya no es monje
CAPÍTULO 4 - Arzobispo Alberto - El ídolo de Halle - La indignación
de Lutero - La alarma de la corte - La carta de Lutero al arzobispo -
La respuesta de Alberto - Joaquín de Brandeburgo
CAPÍTULO 5 - Traducción de la Biblia - Deseos de la Iglesia -
Principios de la Reforma - Tentaciones del diablo - Obras de Lutero
condenadas por la Sorbona - Respuesta de Melancthon - Lutero visita
Wittenberg
CAPÍTULO 6 - Reformas frescas - Gabriel Zwilling sobre la Misa - La
Universidad - Proposiciones de Melancthon - El elector - Instituciones
monásticas atacadas - Emancipación de los monjes - Disturbios -
Capítulo de los monjes agustinos - Carlstadt y la Misa - Primera
celebración de la Cena del Señor - Importancia de la Misa en el
Sistema Romano
CAPÍTULO 7 - La falsa reforma - Los nuevos profetas - Los profetas
de Wittenberg - Melancthon - El elector - Lutero - Carlstadt y las
imágenes - Disturbios - Se pide a Lutero - No vacila - Peligros
CAPÍTULO 8 - Salida de Wartburg - Nueva posición - Lutero y el
catolicismo primitivo - Encuentro en el oso negro - Carta de Lutero al
elector - Regreso a Wittenberg - Sermón de Wittenberg - Caridad -
La Palabra - Cómo se produjo la Reforma - Fe en Cristo - Sus efectos
- Dídimo - Carlstadt - Los profetas - Entrevista con Lutero - Fin de la
lucha
CAPÍTULO 9 - Traducción del Nuevo Testamento - Fe y Escritura -
Oposición - Importancia de esta publicación - Necesidad de un
arreglo sistemático - Loci Communes de Melancthon - Pecado
original - Salvación - Libre albedrío - Efectos de los Loci Communes
CAPÍTULO 10 - Oposición - Enrique VIII - Wolsey - La Reina - Fisher
- Thomas More - Libros de Lutero quemados - El ataque de Enrique a
Lutero - Presentado al Papa - Su efecto sobre Lutero - Energía y
violencia - Respuesta de Lutero - Respuesta del obispo de Rochester -
Respuesta de Tomás Moro - Actas de Henry
CAPÍTULO 11 - Movimiento general - Los monjes - Cómo se llevó a
cabo la Reforma - Creyente no instruido - Los viejos y los nuevos
médicos - Imprenta y literatura - Venta de libros y colportage
CAPÍTULO 12 - Lutero en Zwickau - El castillo de Freyberg - Worms -
Frankfort - Movimiento universal - Wittenberg, el centro de la
reforma - Los sentimientos de Lutero

LIBRO 10 - AGITACIÓN, INVERSIONES Y PROGRESO. 1522 -


1526
CAPÍTULO 1 - Elemento político - Falta de entusiasmo en Roma -
Sitio de Pampeluna - Coraje de Ignacio - Transición - Lutero y Loyola
- Visiones - Dos principios
CAPÍTULO 2 - Victoria del Papa - Muerte de León X - Oratorio del
Amor Divino - Adriano VI - Plan de Reforma - Oposición
CAPÍTULO 3 - Dieta de Nuremberg - Invasión de Solimán - El Nuncio
pide la muerte de Lutero - Los predicadores de Nuremberg - Promesa
de reforma - Quejas de la nación - Decreto de la dieta - Carta
fulminante del Papa - Consejo de Lutero
CAPÍTULO 4 - Persecución - Esfuerzos del duque Jorge - El convento
de Amberes - Miltenberg - Los tres monjes de Amberes - El cadalso -
Los mártires de Bruselas
CAPÍTULO 5 - El nuevo Papa, Clemente VII - El Legado Campeggio -
Dieta de Nuremberg - Demanda del Legado - Respuesta de la Dieta -
Proyección de un concilio secular - Alarma y esfuerzos del Papa -
Baviera - Liga de Ratisbona - Severidad y reformas - Cisma político -
Oposición - Intrigas de Roma - Decreto de Burgos - Ruptura
CAPÍTULO 6 - Persecución - Gaspard Tauber - Librería - Crueles en
Wurtemberg, Salzburgo y Baviera - Pomerania - Enrique de Zuphten

CAPÍTULO 7 - Divisiones - La Cena del Señor - Dos extremos -


Descubrimiento de Hoen - Carlstadt - Lutero - Misticismo de los
entusiastas - Carlstadt en Orlamund - Misión de Lutero - Entrevista
en la mesa - Conferencia de Orlamund - Carlstadt desterrado
CAPÍTULO 8 - Progreso - Resistencia contra los miembros de la Liga
de Ratisbona - Encuentro entre Felipe de Hesse y Melancthon - El
Landgrave convertido al Evangelio - El Palatinado - Luneburg -
Holstein - El Gran Maestre en Wittenberg
CAPÍTULO 9 - Reformas - Iglesia de Todos los Santos - Caída de la
Misa - Aprendizaje - Escuelas cristianas - Aprendizaje extendido a los
laicos - Artes - Religión moral - Religión estética - Música - Poesía -
Pintura

CAPÍTULO 10 - Fe rment político - Lutero contra la rebelión -


Thomas Munzer - Agitación - La Selva Negra - Los doce artículos -
Opinión de Lutero - Helfenstein - Marcha de los campesinos - Marcha
del ejército imperial - Derrota de los campesinos - Crueldad de los
príncipes
CAPÍTULO 11 - Munzer en Mulhausen - Llamamiento al pueblo -
Marcha de los príncipes - Fin de la revuelta - Influencia de los
reformadores - Sufrimiento - Cambios - Dos resultados
CAPÍTULO 12 - Muerte del elector Federico - El príncipe y el
reformador - Alianza católica romana - Planes de Carlos V - Peligros
CAPÍTULO 13 - Las monjas de Nimptsch - Los sentimientos de Lutero
- El convento disuelto - El matrimonio de Lutero - La felicidad
doméstica
CAPÍTULO 14 - El Landgrave - El elector - Prusia - Reforma -
Secularización - El arzobispo de Mentz - Conferencia en Friedwalt -
Dieta - Alianza de Torgau - Resistencia de los reformadores - Alianza
de Magdeburgo - Los católicos redoblan sus esfuerzos - El
matrimonio del emperador - Amenaza Cartas - Las dos partes

LIBRO 11 - DIVISIONES. SUIZA - ALEMANIA. 1523-1527


CAPÍTULO 1 - Unidad en la diversidad - Fidelidad y libertad
primitivas - Formación de la unidad romaní - Leo Juda y el monje -
Tesis de Zwingle - La disputa de enero
CAPÍTULO 2 - Tentaciones papales - Progreso de la reforma - El
ídolo en Stadelhofen - Sacrilegio - Los ornamentos de los santos
CAPÍTULO 3 - La disputa de octubre - Zwingle sobre la Iglesia - El
comienzo del presbiterianismo en la Iglesia - Discusión sobre la Misa
- Entusiastas - El lenguaje de la discreción - Victoria - Una
característica de la reforma suiza - Moderación - Osw ald Myconius
en Zurich - Renacimiento de la literatura - Thomas Plater del Valais

CAPÍTULO 4 - Dieta de Lucerna - Arresto de Hottinger - Su muerte -


Diputación de la Dieta a Zurich - Abolición de las procesiones
religiosas - Abolición de los magos I - Las dos reformas -
Llamamiento al pueblo
CAPÍTULO 5 - Nueva oposición - Secuestro de Oexlin - La familia de
los Wirths - La población en el convento de Ittingen - La dieta de Zug
- Los Wirths aprehendidos y entregados a la dieta - Su condena

CAPÍTULO 6 - Abolición de la Misa - Sueño de Zwingle - Celebración


de la Cena del Señor - Caridad fraterna - Pecado original - Los
oligarcas opuestos a la Reforma - Ataques varios
CAPÍTULO 7 - Berna - El preboste Watteville - Primeros éxitos de las
doctrinas reformadas - Haller en el convento - Acusación y liberación
- El monasterio de Konigsfeldt - Margaret Watteville a Zwingle -
Inauguración del convento - Dos campeones - Clar a May y el
preboste Watteville
CAPÍTULO 8 - Basilea - Oecolampadius - Visita Augsburgo - Entra
en un convento - Se retira al castillo de Sickingen - Regresa a Basilea
- Ulrich Hutten - Sus planes - Último esfuerzo de caballería - Hutten
muere en Ufnau

CAPÍTULO 9 - Erasmo y Lutero - Vacilaciones de Erasmo - Lutero a


Erasmo - Tratado de Erasmo contra Lutero sobre el libre albedrío -
Tres opiniones - Efecto sobre Lutero - Lutero sobre el libre albedrío -
Los jansenistas y los reformadores - Homenaje a Erasmo - Su ira -
Los tres Dias
CAPÍTULO 10 - Los tres adversarios - Fuente de la verdad - Grebel -
los fanáticos y Zwingle - Constitución de la Iglesia - Prisión - El
profeta Blaurock - Fanatismo en Saint Gall - Schucker y familia -
Discusión en Zurich - Los límites de la Reforma - Castigo de los
fanáticos
CAPÍTULO 11 - Progresión e inmovilidad - Zwingle y Lutero - El
regreso de Lutero a la escolástica - Respeto por la tradición - Occam -
Tendencia contraria en Zwingle - Comienzo de la controversia -
Oecolampadius y el Syngramma suabo - Estrasburgo media
CAPÍTULO 12 - El Tockenburg - Una asamblea del pueblo - Reforma
- Los Grisones - Disputa en Ilantz - Resultados - Reforma en Zurich
CAPÍTULO 13 - Los oligarcas - Mandato de Berna a favor del papado
- Discusión en Baden - Regulaciones de la discusión - Riquezas y
pobreza - Eck y Oecolampadius - Discusión - Participación de
Zwingle en la discusión - Jactancias de los romanistas - Lenguaje
abusivo de un monje - Cierre de la disputa
CAPÍTULO 14 - Consecuencias en Basilea, Berna, San Galo y otros
lugares - Dieta en Zúrich - Los pequeños cantones - Amenazas contra
Berna - Apoyo exterior

LIBRO 12 - EL FRANCÉS. 1500-1526


CAPÍTULO 1 - Universalidad del cristianismo - Enemigos de la
reforma en Francia - Herejía y persecución en Dauphiny - Una
mansión en el campo - La familia Farel - Peregrinación a la Santa
Cruz - Inmoralidad y superstición - William desea convertirse en
estudiante

CAPÍTULO 2 - Luis XII y la asamblea de Tours - Francisco y


Margarita - Los eruditos - Lefevre - Sus cursos en la Universidad -
Encuentro entre Lefevre y Farel - Las vacilaciones e investigaciones
de Farel - El primer despertar - La profecía de Lefevre - Enseña la
justificación por la fe - Objeciones - Desorden de los colegios - Efectos
sobre Farel - Elección - Santificación de la vida
CAPÍTULO 3 - Farel y los santos - La universidad - La conversión de
Farel - Farel y Lutero - Otros discípulos - Fecha de la reforma en
Francia - Surgimiento espontáneo de las diferentes reformas - ¿Cuál
fue la primera? - Lugar de Lefe vre
CAPÍTULO 4 - Carácter de Francisco I - Comienzo de los tiempos
modernos - Libertad y obediencia - Margarita de Valois - La corte -
Briconnet, conde de Montbrun - Lefevre lo recomienda a la Biblia -
Francisco I y "sus hijos " - El Evangelio llevado a Margarita -
Conversión - Adoración - Carácter de Margaret
CAPÍTULO 5 - Enemigos de la Reforma - Louisa - Duprat -
Concordato de Bolonia - Oposición del Parlamento y de la
Universidad - La Sorbona e - Beda - Su carácter - Su tiranía -
Berquin, el más sabio de la nobleza - Los intrigantes de la Sorbona -
Herejía de las tres Magdalenas - Lutero condenado en París -
Discurso de la Sorbona al Rey - Lefevre abandona París por Meaux
CAPÍTULO 6 - Briconnet visita su diócesis - Reforma - Los médicos
perseguidos en París - Philiberta de Saboya - Correspondencia entre
Margaret y Briconnet
CAPÍTULO 7 - El comienzo de la Iglesia en Meaux - Las Escrituras en
francés - Los artesanos y el obispo - La cosecha evangélica - Las
epístolas de San Pablo enviadas al Rey - Lefevre y Roma - Los monjes
ante el obispo - Los monjes ante el Parlamento - Briconnet cede
CAPÍTULO 8 - L efevre y Farel perseguidos - Diferencia entre las
iglesias luterana y reformada - Leclerc coloca sus carteles - Marca
Leclerc - El celo de Berquin - Berquin ante el Parlamento - Rescatado
por Francisco I - La apostacia de Mazurier - Caída y remordimiento
de Pavann e - Metz - Chatelain - Peter Toussaint se pone atento -
Leclerc rompe las imágenes - Condena y tortura de Leclerc - Martirio
de Chatelain - Huida
CAPÍTULO 9 - Farel y sus hermanos - Farel expulsado de Gap -
Predica en los campos - El caballero Anemond de Coct - El Minorito -
Anemond abandona Francia - Lutero al duque de Saboya - Farel
abandona Francia
CAPÍTULO 10 - Catolicidad de la Reforma - Amistad entre Farel y
Ecolampadius - Farel y Erasmo - Altercación - Farel exige una
disputa - Tesis - Escritura y fe - Discusión
CAPÍTULO 11 - Nueva campaña - Llamada de Farel al ministerio -
Un puesto avanzado - Lyon - Sebville en Grenoble - Conventículos -
Predicación en Lyon - Maigret en prisión - Margaret intimidada
CAPÍTULO 12 - Los franceses en Basilea - Fomento de los suizos -
Miedo a la discordia - Traducción e impresión en Basilea - Biblias y
tratados difundidos en Francia
CAPÍTULO 13 - Progreso en Montbellard - Resistencia y conmoción -
Toussaint abandona a Ecolampadius - La imagen de San Antonio -
Muerte de Anemond - Estrasburgo - Carta de Lambert a Francisco I -
Derrotas sucesivas
CAPÍTULO 14 - Francisco hecho prisionero en Pavía - Reacción
contra la Reforma - Ansiedad de Margaret por su hermano - Louisa
consulta a la Sorbona - Comisión contra los herejes - Briconnet
llevado a juicio - Apelación al Parlamento - Caída - Recantación -
Acusado de Lefevre - Condena y huida - Lefevre en Estrasburgo -
Louis Berquin encarcelado - Erasmo atacado - Schuch en Nancy - Su
martirio - Lucha con Caroli - Dolor de Pavanne - Su martirio - Un
ermitaño cristiano - Concurso en No tre Dame
CAPÍTULO 15 - Un estudiante de Noyon - Carácter del joven Calvino
- Educación temprana - Consagrado a la teología - El obispo le da el
tonsure - Deja a Noyon a causa de la peste - Los dos Calvins -
Calumnias - La reforma crea nuevos lenguajes - Persecución y terror
- Toussaint encarcelado - La persecución más furiosa - Muerte de Du
Blet, Moulin y Papillon - Dios salva a la Iglesia - El proyecto de
Margaret - Su partidaf o Spai

LIBRO 13 - LA PROTESTA Y LA CONFERENCIA. 1526-1529


CAPÍTULO 1 - Doble movimiento de reforma - Reforma de la obra de
Dios - Primera dieta de torres - Paladio de reforma - Firmeza de los
reformadores - Procedimientos de la dieta - Informe de los
comisionados - El papado pintado y descrito por Lutero - La
destrucción de Jerusalén - Instrucciones de Sevilla - Cambio de
política - Liga Santa - Propuesta de libertad religiosa - Página Crisis
de la Reforma

CAPÍTULO 2 - Guerra de Italia - Manifiesto del emperador - Marcha


sobre Roma - Revuelta de las tropas - Saqueo de Roma - Rumores
alemanes - Violencia de los españoles - Clemente VII capitula
CAPÍTULO 3 - Calma provechosa - Constitución de la Iglesia - Felipe
de Hesse - El monje de Marbur g - Las paradojas de Lambert - Fray
Bonifacio - Disputa en Homburg - Triunfo del Evangelio en Hesse -
Constitución de la Iglesia - Obispos - Sínodos - Dos elementos de la
Iglesia - Lutero sobre el ministerio - Organización de la Iglesia - Las
contradicciones de Lutero sobre la interferencia del Estado - Lutero
al elector - Misa en alemán - Instrucciones de Melancthon -
Descontento - Visitación de las iglesias reformadas - Resultados -
Avances de la reforma - Isabel de Brandenburgo
CAPÍTULO 4 - Edicto de Ofe n - Persecuciones - Winkler, Carpenter y
Keyser - Alarma en Alemania - Falsificación de la manada - Liga de
los príncipes reformados - Consejo de los reformadores - Consejo del
Pacífico de Lutero - Sorpresa de los príncipes papistas - Plan de la
manada no improbable - el vigor de la Refor mación
CAPÍTULO 5 - Alianza entre Carlos y Clemente VII - Presagios -
Hostilidad de los papistas - Proposición arbitraria de Carlos -
Resoluciones de la dieta - La reforma en peligro - Decisión de los
príncipes - Violencia de Fernando y - El cisma completado
CAPÍTULO 6 - La protesta - Principios de la protesta - Supremacía
del Evangelio - Unión cristiana - Fernando rechaza la protesta -
Intento de conciliación - Exaltación de los papistas - Aplicación
evangélica - La unidad cristiana es una realidad - Los peligros de los
protestantes - Los protestantes se van Agujas - Los príncipes, los
verdaderos reformadores - Alemania y la reforma
CAPÍTULO 7 - Unión necesaria para reformar - Doctrina de Lutero
sobre la Cena del Señor - Advertencia luterana - Conferencia
propuesta en Marburgo - Melancthon y Zwingle - Zwingle deja
Zurich - Rumores en Zurich - Los reformadores en Marburgo -
Petición de Carlstadt - Discusiones preliminares - Espíritu Santo -
Pecado original - Bautismo - Lutero, Melancthon y Zwingle -
Apertura de la conferencia - La oración de la Iglesia - Hoc est Corpus
Meum - Silogismo de Oecolampadius - La carne no aprovecha para
nada - Lambert convencido - Viejo cántico de Lutero - Agitación en la
Conferencia - Llegada de nuevos diputados - La humanidad de Cristo
finita - Matemáticas y papado - Testimonio de los Padres -
Testimonio de Agustín - Argumento de la cubierta de terciopelo - Fin
de la Conferencia - El Landgrave media - Necesidad de unión -
Lutero rechaza la mano de Zwingle - Espíritu sectario de la Alemania
- El dilema de Bucer - La caridad cristiana prevalece - El informe de
Lutero - Unidad de doctrina - Unidad en la diversidad - Firmas - Dos
extremos - Tres puntos de vista s - Germen del papado - Partida -
Abatimiento de Lutero - Turcos antes de Viena - Sermón de batalla de
Lutero y Agonía - Firmeza de Lutero - Victoria - Exasperación de los
papistas - Perspectivas amenazadoras

LIBRO 14 - LA CONFESIÓN DE AUGSBURGO. 1530


CAPÍTULO 1 - Dos lecciones impactantes - Carlos V en Italia - Los
enviados alemanes - Su audacia - El presente de la tumba terrestre -
Los enviados bajo arresto - Su liberación y salida - Reunión de Carlos
y Clemente - La propuesta de Gattinara - Las armas de Clemente - La
guerra inminente - La de Lutero Objeciones - Viene el Salvador - El
lenguaje conciliador de Carlos - Los motivos del emperador
CAPÍTULO 2 - La Coronación - El Emperador nombrado Diácono -
La Iglesia Romana y el Estado - Alarma de los Protestantes - Lutero
aboga por la Resistencia Pasiva - El noble Consejo de Bruck -
Artículos de Fe preparados - La Fuerte Torre de Lutero - Lutero en
Coburgo - Carlos en Innspruck - Dos partidos en la corte - Gattinara
- El rey de Dinamarca conquistado por Carlos - La piedad del elector
- Las artimañas de los romanistas
CAPÍTULO 3 - Augsburgo - Predicación del evangelio - Mensaje del
emperador - Prohibición de los sermones - Firmeza del elector -
Respuesta del elector - Preparación de la confesión - Sinaí de Lutero -
Su hijo y su padre - La alegría de Lutero - La dieta de Lutero en
Coburgo - Sajonia, un paraíso b elow - A los obispos - Dolores de
parto de la Iglesia - Carlos - Carta del Papa - Melancthon sobre el
ayuno - La Iglesia, el Juez - El espíritu católico del Landgrave
CAPÍTULO 4 - Agitación en Augsburgo - Violencia de los
imperialistas - Ch arlos en Munich - Llegada de Carlos - Bendición
del nuncio - Procesión imperial - Aparición de Carlos - Entrada a
Augsburgo - Te Deum - La bendición - Carlos desea que se suspendan
los sermones - Brandeburgo ofrece su cabeza - La petición del
emperador de Corpus Christi - Rechazo de los príncipes - Agitación
de Carlos - Los príncipes se oponen a la tradición - Procesión del
Corpus Christi - Exasperación de Carlos
CAPÍTULO 5 - Prohibición de los sermones - Compromiso propuesto
y aceptado - El Heraldo - La curiosidad de los ciudadanos - Los
nuevos predicadores - La mezcla del papado - Lutero anima a los
príncipes - Veni Spiritus - Misa del Espíritu Santo - El sermón -
Apertura de la dieta - La oración del elector - Plan insidioso de los
romanistas - Valde zy Melancthon - No hay discusión pública -
Prevalece la firmeza evangélica

CAPÍTULO 6 - El celo del elector - La firma de la confesión - El valor


de los príncipes - La debilidad de Melancthon - El discurso del legado
- Las demoras - La confesión en peligro - Los protestantes son firmes
- El abatimiento de Melancthon - La oración y la ansiedad de Lutero -
Los textos de Lutero - Su Carta a Melancthon - Faith
CAPÍTULO 7 - El 25 de junio de 1530 - La Capilla Palatina -
Recuerdos y Contrastes - La Confesión - Prólogo - Justificación - La
Iglesia - Libre Albedrío y Obras - Fe - Interés de los Oyentes - Los
Príncipes se convierten en Predicadores - La Confesión - Abusos -
Iglesia y Estado - Los dos Gobiernos - Epílogo - Argumentación -
Prudencia - Iglesia y Estado - La espada - Tono moderado de la
confesión - Sus defectos - Un nuevo bautismo
CAPÍTULO 8 - Efecto sobre los romanistas - Lutero exige libertad
religiosa - Su idea dominante - Canto de triunfo - Confesiones
ingeniosas - Esperanzas de los protestantes - Fracaso de las intrigas
papistas - El concilio del emperador - Discusiones violentas - Una
propuesta de refutación - Sus autores - Roma y el poder civil - Los
peligros de los confesores - El mínimo de Melancthon - La hermana
del emperador - La caída de Melancthon - Lutero se opone a la
concesión - El Legado repele a Melancthon - La decisión del Papa -
Pregunta - La escuela de Melancthon importa - Respuesta
CAPÍTULO 9 - La refutación - El descontento de Carlos - Entrevista
con los príncipes - El suizo en Augsburgo - Confesión tetrapolita -
Confesión de Zwingle - Divisiones afligidas - La fe del elector - Su paz
- La piel del león - La refutación - Una concesión - Escritura y
jerarquía - Órdenes imperiales - Entrevista entre Melanct hon y
Campeggio - Política de Carlos - Reunión tormentosa - Resoluciones
del Consistorio - Las oraciones de la Iglesia - Dos milagros - La
amenaza del emperador - El coraje de los príncipes - La máscara -
Las negociaciones - Los espectros en las Agujas - Tumulto en
Augsburgo
CAPÍTULO 10 - Felipe de Hesse - Tentación - Unión resistida - La
disimulación del Landgrave - La orden del emperador a los
protestantes - Los discursos amenazantes de Brandeburgo -
Resolución de Felipe de Hesse - Huida de Augsburgo -
Descubrimiento - La emoción de Carlos - Revolución en la dieta -
Metamorfosis - Moderación inusual - ¡Paz! ¡Paz!
CAPÍTULO 11 - La Comisión Mixta - Los Tres Puntos - La
Disimulación Romana - Los Abusos - Las Concesiones - La Cuestión
Principal - Los Obispos y el Papa concedieron - El peligro de la
concesión - Oposición a la pretendida Concordia - Las cartas
opuestas de Lutero - La Palabra sobre la Iglesia - La ceguera de
Melancthon - Enamoramiento papista - Una nueva comisión - Sean
hombres y no mujeres - Los dos fantasmas - Concesiones - Los tres
puntos - La gran antítesis - Fracaso de la conciliación - El nudo
gordiano - Un consejo concedido - La citación de Carlos - Amenazas -
Altercaciones - Paz o guerra - el romanismo concede - el
protestantismo resiste - Lutero recuerda a sus amigos
CAPÍTULO 12 - Los preparativos y la indignación del elector - Receso
de Augsburgo - Lenguaje irritante - Apología de la confesión -
Intimidación - Entrevista final - Mensajes de paz - Exasperación de
los papistas - Restauración del papado - Tumu lt en la Iglesia - Unión
de las iglesias - El Papa y el Emperador - Cierre de la Dieta -
Armamentos - Ataque a Ginebra - Alegría de los evangélicos -
Establecimiento del protestantismo

LIBRO 15 - SUIZA - CONQUISTAS. 1526-1530


CH ULO 1 - Originalidad de la Reforma suiza - Cambio - Tres
períodos de reforma - Suiza Romande - Los dos movimientos en la
Iglesia - espíritu agresivo - El maestro - de Farel nuevo bautismo -
Mística y la escolástica - se abre una puerta - Oposición - Lausana -
Modales del clero - Farel a Galeotto - Farel y el monje - El tribunal -
El monje pide perdón - Oposición de los Ormonds - Un falso converso
- Unidad cristiana
CAPÍTULO 2 - Estado - Religión en Berna - Irresolución de Berna -
Almanaque de herejes - Mayoría evangélica - Haller - Señal de
Zwingle - Los radicales en Berna - Victoria del Evangelio -
Provocaciones papistas - Empresas de la ciudad - Disputa propuesta
- Objeciones del bosque Cantones - La Iglesia, juez de controversias -
Concurso desigual - Zwingle - Una banda cristiana - La iglesia de los
cordeleros - Apertura de la conferencia - El único Jefe - Unidad del
error - Un sacerdote convertido en el Altar - Día de San Vicente - Los
carniceros - Un argumento extraño - Amargura de Papis - Necesidad
de reforma - Sermón de Zwingle - Visita del Rey de Reyes - Edicto de
reforma - ¿Fue la reforma política?
CAPÍTULO 3 - La reforma aceptada por el pueblo - Fe, pureza y
caridad - Primera comunión evangélica - Proposición de Berna a la
dieta - Caverna y cabeza de Beatus - Tormenta amenazadora de las
montañas - Revuelta - Confusión en Berna - Unterwalden cruza el
Bruni g - Energía de Berna - Victoria - Ventajas políticas
CAPÍTULO 4 - Reforma de San Gall - Monjas de Santa Catalina -
Reforma de Glaris, Berna, Appenzell, los Grisones, Schaffhausen y el
distrito del Rin - Un milagro papista - O bstacles en Basilea - Celo de
los ciudadanos - Oecolampadius se casa - Testimonio de Erasmo -
Primera acción - Medidas a medias - Petición de los reformados

CAPÍTULO 5 - Crisis en Basilea - Medidas a medias rechazadas -


Proposiciones reformadas - Una noche de terror - Ídolos rotos en la
catedral - La hora de la locura - Ídolos rotos en todas las iglesias -
Reforma legalizada - Erasmo en Basilea - Una gran transformación -
Revolución y reforma
CAPÍTULO 6 - Comisión de Farel - Farel en Lausana y Morat -
Neufchatel - Farelpreaches en Serriere - Entra en Neufchatel -
Sermón - Los monjes - Predicación de Farel - Papado en Neufchatel -
Cánones y monjes se unen - Farel en Morat y en Vully - Reforma de
la Obispado de Basilea - Farel de nuevo en Neufchatel - Carteles -
Capilla del hospital - Poder civil invocado por los romanistas
CAPÍTULO 7 - Valangin - Guillemette de Vergy - Farel va al Val de
Ruz - La misa interrumpida - Farel arrastrado hasta el Rive r - Farel
en prisión - Apóstoles y reformadores comparados - Farelpreaching
en Neufchatel - Instalado en la Catedral - Un torbellino arrasa el
pueblo - Los ídolos destruidos - Interposición del gobernador -
Triunfo de los reformados
CAPÍTULO 8 - Los romanistas exigen un voto - Los berneses a favor
de la reforma - Ambas partes acuden a las urnas - Los Prudhommes
de Neufchatel - Propuesta de demora - Los romanistas empuñan la
espada - La votación - Mayoría por la reforma - Protestantismo
perpetuo - La imagen de San Juan - Un Milagro - Retiro de los
Canónigos - Papado y Evangelio
CAPÍTULO 9 - Preparación de la reacción - Fracaso del complot -
Farel en Valangin y cerca del lago - De Bely en Fontaine - Los
sufrimientos de Farel - Marc ourt en Valangin - Disgraceful
Expediente - Venganza - Establecimiento de la reforma -
Caracterización de la Suiza francesa - Tempestad de reunión

LIBRO 16 - SUIZA - CATÁSTROFE. 1528-1531


CAPÍTULO 1 - Dos grandes lecciones - El precio de la guerra
cristiana - Zwingle, pastor, estadista y general - Su noble carácter -
Persecuciones - Los católicos suizos buscan una alianza con Austria -
Gran descontento - Diputación a los cantones de los bosques -
Propuesta de Zwingle - Moderación de Berna - Martirio de Keyser -
Zwingle y War - Error de Zwingle
CAPÍTULO 2 - Predicación libre del Evangelio en Suiza - Zwingle
apoya a los Bailiwicks comunes - Guerra - Zwingle se une al ejército -
El ejército de Zurich amenaza a Zug - Landamman Aebli -
Interposición de Berna - Oposición de Zwingle - Cordialidad suiza -
Orden en el campo de Zurich - A Conferencia - Paz restaurada -
Tratado austriaco roto - Himno de Zwingle - Monjas de Santa
Catalina
CAPÍTULO 3 - Conquistas de la reforma en Schaffhau sen y Zurzack -
Reforma en Glaris - Hoy la capucha, mañana el revés - Bailiwicks
italianos - El monje de Como - La esperanza de Egidio para Italia -
Llamada del monje de Locarno - Esperanzas de reformar Italia - El
Monjes de Wettingen - Abadía de Saint Gall - Kilian Kou ffi - Saint
Gall recupera su libertad - La reforma en Soleure - Milagro de San
Nuestro - Triunfos del papado - Los Grisones invadidos por los
españoles - Discurso de los ministros a los cantones romanos -
Palabra de Dios los medios de unidad - Ecolampadius para la
influencia espiritual - Autonomía de la Iglesia
CAPÍTULO 4 - Zwingle y el Estado cristiano - La doble parte de
Zwingle - Zwingle y Lutero en relación con la política - Felipe de
Hesse y las ciudades libres - Unión proyectada entre Zwingle y
Lutero - Acción política de Zwingle - Proyecto de alianza contra el
emperador - Defensores activos de Zwingle Resistencia - Destina la
Corona Imperial para Felipe - Fallos de la Reforma - Embajada en
Venecia - Vértigo de la Reforma - Alianza proyectada con Francia -
Plan de alianza de Zwingle - Ruina inminente - Calumnias en los
cinco cantones - Violencia - Documento misterioso - Berna y Basilea
voto por la paz - Dieta general en Baden - Dieta evangélica en Zúrich
- Reforma política de Suiza - Actividad de Zúrich

CAPÍTULO 5 - Dieta de Arau - Unidad helvética - Berna propone


cerrar los mercados - Oposición de Zúrich - Propuesta aceptada y
publicada - Sermón de guerra de Zwingle - Bloqueo de las Waldstette
- Sin pan, sin vino, sin sal - Indignación del bosque Cantones -
Carreteras bloqueadas - Procesos - Grito de desesperación - Francia
intenta conciliar - Dieta en Bremgarten - Esperanza - Cantones
inflexibles - La fuerza de Zúrich rota - Descontento - La falsa posición
de Zwingle - Zwingle exige su destitución - El Consejo protesta - Él
restos - Zwingl e en Bremgarten - La despedida de Zwingle a
Bullinger - La agonía de Zwingle - Los cantones del bosque rechazan
toda Conciliación - Presagios espantosos - El cometa - La
tranquilidad de Zwingle
CAPÍTULO 6 - Los cinco cantones se deciden por la guerra - Calma
engañosa - Inactividad fatal - Zúrich advertida - Estandarte de
Lucerna plantado - Manifiesto - Los Bailiwicks saqueados - El
monasterio de Cappel - Carta - Enamoramiento de Zúrich - Nuevas
advertencias - Comienza la guerra - El Tocsi n - Una noche terrible -
La guerra - El estandarte y el ejército de Zúrich - La partida de
Zwingle - El caballo de Zwingle - Anna Zwingle
CAPÍTULO 7 - El escenario de la guerra - El enemigo en Zug -
Declaración de guerra - Consejo - Aparece el ejército de los cantones
del bosque - El primer cañón disparado - Gravedad y dolor de
Zwingle - Ejército de Zúrich ascendiendo por el Albis - Alto y consejo
en el Haya - Aceleran su marcha - Reconocimiento de Jauch - Su
apelación - Emboscada
CAPÍTULO 8 - Cambio imprevisto - Todo el ejército avanza -
Desorden universal - Muerte de Banneret - El estandarte en peligro -
El estandarte salvado - Terrible matanza - Matanza de los pastores -
Las últimas palabras de Zwingle - La barbarie de los vencedores - El
horno del juicio - La muerte de Zwingle g Momentos - Día después de
la batalla - Homenaje e indignación
CAPÍTULO 9 - Consternación en Zúrich - Violencia del pueblo - Dolor
y angustia - ¡Zwingle ha muerto! - Discurso fúnebre - Ejército de
Zúrich - Otro revés en el Goubel - Inactividad de los berneses -
Esperanzas y plan de Carlos V - Fin de la guerra - Tratado de paz
CAPÍTULO 10 - Restauración del papado en Bremgarten y
Rapperschwyl - Sacerdotes y monjes por todas partes - Dolor de
Ecolampadius - Una escena tranquila - Muerte pacífica de
Ecolampadius - Henry Bullinger en Zurich - Contrición y júbilo - La
gran lección - Conclusión

LIBRO 17 - INGLATERRA ANTES DE LA REFORMA


Capítulo 1 - Introducción - El trabajo de la Decimosexta Centu ry -
Unidad y diversidad - La necesidad de tener en cuenta toda la
historia religiosa de Inglaterra - Establecimiento del cristianismo en
Gran Bretaña - Formación de Eclesiástica catolicismo en el Imperio
Romano - el cristianismo espiritual recibida por Gran Bretaña -
Esclavos y y conversión de Succat - Su misión en Irlanda - Los
anglosajones restablecen el paganismo en Inglaterra - Columba en
Iona - Enseñanza evangélica - Presbiterio y episcopado en Gran
Bretaña - Misiones continentales de los británicos - Una página de
omisión
CAPÍTULO 2 - Papa Gregorio Magno - Deseos de reducir Gran
Bretaña - Política de Gregorio y Agustín - Llegada de la Misión -
Apreciación - Gran Bretaña superior a Roma - Dionoth en Bangor -
Primera y Segunda Agresiones Romanas - Angustia de los Británicos
- Orgullo de Roma - Roma recurre a la espada - Masacre - San Pedro
azota a un arzobispo - Oswald - Su victoria - Corman - Misión de
Oswald y Aidan - Muerte de Oswald

CAPÍTULO 3 - Carácter de Oswy - Muerte de Aidan - Wilfrid en


Roma - En la corte de Oswald - Finan y Colman - Independencia de
la Iglesia atacada - Conquistas y disturbios de Oswy - Synodus
Pharensis - Cedda - Degeneración - La disputa - Pedro, el guardián -
Triunfo de Roma - Dolor de los británicos - Popedom organizado en
Inglaterra - Exultación papal - Arzobispo Theodore - Cedda
reordenado - Discordia en la Iglesia - Deshonra y traición de Wilfrid
- Su fin - Escocia atacada - Adamnan - Iona resiste - Un rey
convertido por arquitectos - El monje Eg bert en Iona - Su historia -
Visiones monacales - Caída de Iona
CAPÍTULO 4 - Clemente - Lucha entre un escocés y un inglés - Sólo
palabra de Dios - El éxito de Clemente - Su condenación - Virgilio y
las Antípodas - Juan Escoto y la religión filosófica - Alfredo y la
Biblia - Oscuridad y papismo - Guillermo el Conquistador - Wulston
en Tumba de Eduardo - Lucha entre Guillermo e Hildebrand - El
Papa cede - Cesaropapia
CAPÍTULO 5 - La firmeza de Anselmo - La austeridad de Becket - El
rey azotado - Juan se convierte en vasallo del Papa - La colisión entre
el papado y la libertad - El rey vasallo devasta su reino - La religión
de los sentidos y la superstición

CAPÍTULO 6 - Reacción - Grostet e - Principios de reforma -


Concurso con el Papa - Sewal - Progreso de la nación - Oposición al
papado - Conversión de Bradwardine - La gracia es suprema -
Eduardo III - Estatutos de Provisores y Praemunire
CAPÍTULO 7 - Los frailes mendicantes - Sus desórdenes e indignación
popular - Wickliffe - Su éxito - Discursos de los pares contra el tributo
papal - Acuerdo de Brujas - Courtenay y Lancaster - Wickliffe antes
de la Convocación - Altercación entre Lancaster y Courtenay - Riot -
Tres Breves contra Wickliffe - Wickliffe en Lambeth - Misión de los
sacerdotes pobres - Sus predicaciones y persecuciones - Wickliffe y
los cuatro regentes
CAPÍTULO 8 - La Biblia - La traducción de Wickliffe - Los efectos de
su publicación - La oposición del clero - La cuarta fase de Wickliffe -
La transubstanciación - La excomunión - La firmeza de Wickliffe -
Wat Tyler - El Sínodo - Las proposiciones condenadas - La petición
de Wickliffe - Wickliffe ante el Primado rd - Wickliffe convocado a
Roma - Su respuesta - El diálogo a tres bandas - Su muerte - Y
carácter - Su enseñanza - Sus puntos de vista eclesiásticos - Una
profecía

CAPÍTULO 9 - Los Wickliffites - Llamado a la reforma - Ricardo II -


El primer mártir - Lord Cobham - Aparece ante Enrique V - Ante el
arzobispo - Su confesión y muerte - Los lolardos
CAPÍTULO 10 - Aprendiendo en Florencia - Los Tudor - Erasmo
visita Inglaterra - Sir Thomas More - Dean Colet - Erasmo y el joven
Enrique - Príncipe Arturo y Catalina - Matrimonio y muerte -
Catalina prometida a Enrique - Adhesión de Enrique VIII -
Entusiasmo de los eruditos - Erasmo llamado a Inglaterra -
Cromwell ante el Papa - Catalina propuso a Enrique - Su matrimonio
y corte - Torneos - El peligro de Enrique
CAPÍTULO 11 - El Papa anima a la guerra - El sermón de Colet en
San Pablo - La campaña flamenca - El matrimonio de Luis XII y la
Princesa María - Carta de Ana Bolena - El matrimonio de Brandon y
María - Oxf ord - Sir Thomas More en la corte - Ataque a la
Monasterios - Casa de Colet - Predica la reforma - Los griegos y los
troyanos
CAPÍTULO 12 - Wolsey - Su primera comisión - Su complacencia y
diócesis - Cardenal, Canciller y Legado - Ostentación y nigromancia -
Sus espías y enemistad - Pretensiones del clero
CAPÍTULO 13 - Los lobos - Richard Hun - Un asesinato - Veredicto
del jurado - Hun condenado y su carácter reivindicado - El pasaje de
Gravesend - Un festival perturbado - Brown torturado - Visita de su
esposa - Un mártir - Personaje de Erasmo - y - Erasmus va a Basilea
LIBRO 18 - EL AVIVAMIENTO DE LA IGLESIA

CAPÍTULO 1 - Cuatro potencias reformadoras - ¿Cuál reformó


Inglaterra? - ¿Reforma papal? - ¿Reforma episcopal? - ¿Reforma real?
- ¿Qué se requiere en una reforma legítima? - Participación del poder
real - Participación de la autoridad episcopal - Iglesia alta y baja -
Acontecimientos políticos - El Nuevo Testamento en griego y latín -
Pensamientos de Erasmo - Entusiasmo e ira - Deseo de Erasmo -
Clamores de los sacerdotes - Su ataque a Corte - Asombro de Erasmo
- Sus labores para este trabajo - Edward Lee; su personaje - La
tragedia de Lee - Conspiración
CAPÍTULO 2 - Efectos del Nuevo Testamento en las universidades -
Conversaciones - Un becario de Cambridge - Bilney compra el Nuevo
Testamento - El primer pasaje - Su conversión - El protestantismo, el
fruto del Evangelio - El valle del Severn - William Tyndale -
Evangelización en Oxford - Bilney enseña en Cambridge - Fryth - ¿Es
posible la conversión? - Verdadera Consagración - La Reforma ha
comenzado
CAPÍTULO 3 - La alarma del clero - Los dos días - La predicación de
Thomas Man - La verdadera presencia real - Las persecuciones en
Coventry - Standish predica en St. Paul's - Su petición al rey y la
reina - Sus argumentos y derrota - La ambición de Wolsey -
Primeras insinuaciones - Enrique y Francisco Candidatos para el
Imperio - Conferencia entre Francisco I y Sir T Boleyn - La tiara
prometida a Wolsey - Las intrigas del cardenal con Carlos y
Francisco
CAPÍTULO 4 - Tyndale - Sodbury Hall - Sir John y Lady Walsh -
Charla en la mesa - Las Sagradas Escrituras - Las imágenes - El
ancla de la fe - Un campamento romano - Predicación de fe y obras -
Tyndale acusado por los sacerdotes - Rompen lo que ha plantado -
Tyndale resuelve traducir la Biblia Su primer triunfo - Los sacerdotes
en las tabernas - Tyndale convocado ante el Canciller de Worcester -
Consolado por un médico anciano - Atacado por un escolar - Su
secreto se da a conocer - Se va de Sodbury Hall
CAPÍTULO 5 - Las obras de Lutero en Inglaterra - Consulta de los
obispos - La Bula de León X publicada en Inglaterra - Los libros de
Lutero quemados - Carta de Enrique VIII - Se compromete a escribir
contra Lutero - Grito de alarma - Tradición y sacramentalismo -
Prudencia de Sir T Más - El libro presentado al Papa - Defensor de la
fe - Exultación del Rey
CAPÍTULO 6 - Maquinaciones de Wolsey para obtener la Tiara -
Gana Carlos V - Alianza entre Enrique y Carlos - Wolsey ofrece
comandar las tropas - Tratado de Brujas - Enrique se cree rey de
Francia - Victorias de Francisco I - Muerte de León X
CAPÍTULO 7 - Los hombres justos de Lincolnshire - Sus asambleas y
enseñanzas - Agnes y Morden - Bibliotecas itinerantes -
Conversaciones polémicas - Sarcasmo - Decreto real y terror -
Deposiciones y condenas - Cuatro mártires - A Con clave - Charles
consuela a Wolsey
CAPÍTULO 8 - Carácter de Tyndale - Llega a Londres - Predica - The
Cloth and the Ell - El obispo de Londres da audiencia a Tyndale - Es
despedido - Un comerciante cristiano de Londres - Espíritu de amor
en la Reforma - Tyndale en Monmouth's House - Fryth le ayuda a
traducir el Nuevo Testamento - Las oportunidades del obispo de
Lincoln - La persecución en Londres - La resolución de Tyndale - Se
marcha - Su indignación contra los prelados - H es esperanzas
CAPÍTULO 9 - Bilney en Cambridge - Conversiones - El portador de
la cruz de la Universidad - Un granjero de Leicestershire - Un grupo
de estudiantes - Prácticas supersticiosas - Un papista obstinado - Los
sofistas - Latimer ataca a Stafford - La resolución de Bilney - Latimer
escucha la confesión de Bilney - El confesor convertido - Nueva vida
en Latimer Bilney predica la gracia - La naturaleza del ministerio -
El carácter y la enseñanza de Latimer - Obras de caridad - Tres
clases de adversarios - Clark y Dalaber
CAPÍTULO 10 - Wolsey busca la tiara - Clemente VII es elegido - La
disimulación de Wolsey - Charles ofrece Francia a Henry - La misión
de Pace sobre este tema - Wolsey reforma los Conventos - Sus
alianzas secretas - Tratado entre Francia e Inglaterra - Impuestos e
insurrección - Falsos cargos contra los reformadores - Defensa de
Latimer - Tenterden Steeple
CAPÍTULO 11 - Tyndale en Hamburgo - Los dos primeros evangelios
- Vergüenza - Tyndale en Wittemberg - En Colonia - El Nuevo
Testamento en la imprenta - Interrupción repentina - Cocleo en
Colonia - Manuscritos de Rupert - Descubrimiento de Cocleo - Sus
preguntas - Su alarma - Rincke y el Prohibición del Senado -
Consternación y decisión de Tyndale - Cochlaeus escribe a Inglaterra
- Tyn dale asciende el Rin - Imprime dos ediciones en Worms -
Oración de Tyndale
CAPÍTULO 12 - Worms y Cambridge - San Pablo resucitó - La
predicación de Latimer - Nunca hombre habló como este Hombre -
Alegría y disgusto en Cambridge - Sermón del Prior Buckingham -
Ironía - Respuesta de Latimer a Buckingham - Los estudiantes
amenazados Latimer predica ante el obispo - Él es Prohibido
predicar - El más celoso de los obispos - Barnes el restaurador de
letras - Bilney se compromete a convertirlo - Barnes ofrece su púlpito
a Latimer - Fryth's Thirst for God - Nochebuena - Tormenta contra
Barnes - Fermento en las universidades - Alemania en Cambridge -
Reuniones en Oxford - Expectativa general

LIBRO 19 - EL NUEVO TESTAMENTO INGLÉS Y LA CORTE


DE ROMA
CAPÍTULO 1 - Iglesia y Estado esencialmente distintos - Sus
principios fundamentales - Lo que devuelve la vida a la Iglesia -
Separación de Roma necesaria Reforma y libertad - El Nuevo
Testamento cruza el mar - Está escondido en Londres - La
predicación y el celo de Garret - Difusión de las Escrituras - Lo que la
gente encuentra en él - Los efectos que produce - Las explicaciones de
Tyndale - Roper, el yerno de More - Garret lleva el testamento de
Tyndale a Oxford - Henry y su valet - La súplica de los mendigos -
Dos clases de mendigos - Los males causados por Sacerdotes: las
súplicas de More a las almas del purgatorio

CAPÍTULO 2 - Las dos Autoridades - Inicio de la búsqueda - Garret


en Oxford - Su huida - Su regreso y encarcelamiento - Se escapa y se
refugia con Dalaber - Garret y Dalaber en oración - El Magnificat -
Sorpresa entre los médicos - El consejo de Clark - Amor fraterno en
Oxford - Alarma de Dalaber - Su arresto y examen - Es torturado -
Garret y veinte compañeros encarcelados - El sótano - Condena y
humillación
CAPÍTULO 3 - Persecución en Cambridge - Barnes arrestado - Una
gran búsqueda - Barnes en el Palacio de Wolsey - Interrogado por el
cardenal - Conversación entre Wolsey y Barnes - Barnes se enamoró
de la estaca - Su caída y penitencia pública - Richard Bayfield - Su fe
y encarcelamiento - Visita Cambridge - Se une a Tyndale - Las
Confesoras en el sótano de Oxford - Cuatro de ellos mueren - El resto
liberado
CAPÍTULO 4 - La carta de Lutero al rey - La ira de Enrique - Su
respuesta - La resolución de Lutero - Las persecuciones - Barnes
escapa - Las proclamaciones contra el Nuevo Testamento W Roy a
Caifás - Tercera edición del Nuevo Testamento - El triunfo de la ley y
la libertad - Ataques de Hackett la impresora - Las quejas de Hackett
- Una convulsión - El año en Inglaterra
CAPÍTULO 5 - Wolsey desea vengarse - El divorcio sugerido - Los
sentimientos de Enrique hacia la reina - Los primeros pasos de
Wolsey - Los procedimientos de Longland - La negativa de
Margarita de Valois - La objeción del obispo de Tarbes - La inquietud
de Enrique - La alarma de Catalina - Misión a España
CAPÍTULO 6 - Ana Bolena nombrada dama de honor de Catalina -
Lord Percy se encariña con ella - W olsey los separa - Ana entra en la
casa de Margaret - Asedio de Roma; Cromwell - Intercesión de
Wolsey por el Papa - Exige la Mano de Renée de Francia para
Enrique - Fracaso - Ana reaparece en la Corte - Rechaza los avances
del Rey - Carta de Enrique - Resuelve acelerar el divorcio - Dos
motivos que inducen a Ana a rechazar la Corona - Oposición de
Wolsey
CAPÍTULO 7 - La predicación de Bilney - Su arresto - La predicación
y el encarcelamiento de Arthur - El examen de Bilney - La contienda
entre el juez y el prisionero - La debilidad y caída de Bilney - Sus
terrores - Dos deseos - La llegada de la cuarta edición del Nuevo
Testamento - El gozo entre los creyentes

CAPÍTULO 8 - El papado intercepta el evangelio - El rey consulta a


Sir Thomas More - Conferencias eclesiásticas sobre el divorcio - Las
universidades - Clarke - La monja de Kent - Wolsey decide hacer la
voluntad del rey - Misión al Papa - Cuatro documentos - Vergüenza
de Carlos V - Francisco Felipe en Madrid - Di estrés y resolución de
Carlos - Se aleja de la Reforma - Conferencia en el Castillo de San
Angelo - Caballero llega a Italia - Su huida - Tratado entre el Papa y
el Emperador - Escape del Papa - Confusión de Enrique VIII -
Órdenes de Wolsey - Sus súplicas
CAPÍTULO 9 - Los enviados ingleses en Orvieto - Su discurso al Papa
- Clemente gana tiempo - Los enviados y el cardenal Sanctorum
Quatuor - La estratagema del Papa - Knight la descubre y regresa -
Las transformaciones del Anticristo - Los ingleses obtienen un nuevo
documento - Nueva estratagema - Exigencia de un segundo
cardenal-legado - Nuevo hábil del Papa - Fin de la campaña
CAPÍTULO 10 - Decepción en Inglaterra - Guerra declarada contra
Carlos V - Wolsey desea que el Papa lo destituya - Un nuevo plan -
Embajada de Fox y Gardiner - Su llegada a Orvieto Su primera
entrevista con Clemente - El Papa lee un Tratado de Enrique - Las
amenazas de Gardiner y la promesa de Clemente - Los fabulos
modernos - Entrevista y amenazas frescas - El Papa no tiene la llave
- La proposición de Gardiner - Dificultades y retrasos de los
cardenales - Los últimos golpes de Gardiner - Los reveses de Carlos V
en Italia - El terror y la concesión del Papa - La Comisión concedió -
Wolsey exige el compromiso - Una escapatoria - La angustia del
Papa

CAPÍTULO 11 - Informe de Fox a Enrique y Ana - Impresión de


Wolsey - Exige la Decretal - Una de las mezquinas maniobras del
Cardenal - Pone en reposo su conciencia Ga rdiner fracasa en Roma -
La nueva perfidia de Wolsey - La ira del rey contra el Papa - Sir T
Más predice Libertad religiosa - Inmoralidad del socialismo
ultramontano - Erasmus invitado - Último vuelo de Wolsey -
Esfuerzos enérgicos en Roma - Clemente concede todo - Wolse y
triunfos - Unión de Roma e Inglaterra

LIBRO 20 - LOS DOS DIVORCIOS


CAPÍTULO 1 - Progreso de la Reforma - Los dos divorcios - Súplicas
a Ana Bolena - Las cartas en el Vaticano - Enrique a Ana - Segunda
carta de Enrique - Tercera - Cuarta - Alarma de Wolsey - Sus
procedimientos infructuosos - Se vuelve - La enfermedad del sudor -
Henry's Fears - Nuevas cartas a Anne - Anne se enferma; su paz -
Henry le escribe - El terror de Wolsey - Campeggio no llega - Todos
disimulan en la corte
CAPÍTULO 2 - Coverdale e inspiración - Se compromete a traducir
las Escrituras - Su alegría y canciones espirituales - Tyball y los
laicos - Coverdale predica en Bumpstead - Avivamiento en Colchester
- Sociedades incompletas y el Nuevo Testamento - Persecución -
Monmouth arrestado y liberado
CAPÍTULO 3 - Cambios políticos - Instrucciones frescas del Papa en
Campeggio - Sus retrasos - Él unbosoms a sí mismo a Francis - una
predicción - llegada de Campeggio - de Wolsey T neasiness -
Satisfacción de Henry - Proyecto del Cardenal - recepción de
Campeggio - Primera Entrevista con la reina y con el Rey - Esfuerzos
inútiles para que Campeggio se separe de la Decretal - La conciencia
del Nuncio - Las medidas de opinión pública tomadas por el Rey - Su
discurso a los señores y concejales - Fiestas - Wolsey busca el apoyo
de Francia - Contrariedad
CAPÍTULO 4 - Verdadera catolicidad - Wolsey - Harman Matter -
West enviado a Colonia - Trabajos de Tyndale y Fryth - Rincke en
Frankfort - Hace un descubrimiento - Tyndale en Marburg - West
regresa a Inglaterra - Sus torturas en el monasterio
CAPÍTULO 5 - Necesidad de la reforma - La seriedad de Wolsey con
Da Casale - Una audiencia con Clemente VII - La posición cruel del
Papa - Un beso de Judas - Un nuevo Breve - Bryan y Vannes
enviados a Roma - Henry y Du Bellay - Las razones de Wolsey en
contra el Breve - La emoción en la metamorfosis de Londres - El
declive de Wolsey - Su angustia
CAPÍTULO 6 - La enfermedad del Papa - El deseo de Wolsey -
Conferencia sobre los miembros del cónclave - Instrucciones de
Wolsey - El Papa se recupera - Discurso de los enviados ingleses al
Papa - Clemente dispuesto a abandonar Inglaterra - Los ingleses
exigen la negación del Breve por parte del Papa - La alarma de W
olsey - Intrigas - La clarividencia de Bryan - Las amenazas de Henry
Los nuevos esfuerzos de Wolsey - Pide una apelación a Roma y se
retracta - Wolsey y Du Bellay en Richmond - El barco del estado
CAPÍTULO 7 - Discusión entre los evangélicos y los católicos - Unión
del saber y la vida - Los laicos: Tewkesbury - Su comparecencia ante
la corte episcopal - Es torturado - Dos clases de oponentes - Un duelo
teológico - Las Escrituras y la Iglesia - Emancipación de la Mente -
Misión a los Países Bajos - La vergüenza de Tyndale - Tonstall desea
comprar los Libros - La estratagema de Packington - Tyndale parte
hacia Amberes - Su naufragio - Llegada a Hamburgo - Conoce a
Coverdale
CAPÍTULO 8 - La Real Sesión - Sesión del 18 de junio; Protesta de la
Reina - Sesión del 21 de junio - Convocatoria al Rey y la Reina -
Discurso de Catalina - Se retira - Impresión en la audiencia -
Declaración del Rey - Protesta de Wolsey - Pelea entre los obispos -
Nueva sesión - Aparición a la Doncella de Kent - Wolsey irritado por
Henry - El conde de Wiltshire en Wolsey's - Conferencia privada
entre Catherine y los dos Legados

CAPÍTULO 9 - Se reanudó el juicio - Catalina fue convocada - Doce


artículos - Las pruebas de los testigos - Arthur y Catalina realmente
se casaron - Campeggio se opone al argumento del derecho divino -
Otros argumentos - Los legados requeridos para emitir juicio - Sus
tergiversaciones - Cambio en la mente de los hombres - Sesión final -
Aplazamiento de la expectativa general durante la cosecha -
Campeggio disculpa esta impertinencia - La indignación del rey - La
violencia de Suffolk - La respuesta de Wolsey - Está arruinado -
Acusaciones generales - El cardenal se vuelve a una vida episcopal
CAPÍTULO 10 - Ana Bolena en Hever - Lee la obediencia de un
hombre cristiano - Es llamada a la corte - La señorita Gainsford y
George Zouch - El libro de Tyndale convierte a Zouch - Zouch en la
Capilla Real - El libro incautado - Ana se dirige a Enrique - La King
lee el libro - La supuesta influencia del libro en Henry - La corte de
Woodstock - El parque y sus duendes - La estima de Henry por Anne
CAPÍTULO 11 - Vergüenza del Papa - Los triunfos de Charles lo
deciden - Atraviesa la Causa de Ro me - El abatimiento de Wolsey -
La ira de Henry - Sus miedos - Wolsey obtiene consuelo - La llegada
de los dos Legados a Grafton - La recepción de Wolsey por Henry -
Wolsey y Norfolk en la cena - Henry con Anne - Conferencia entre el
rey y el cardenal - La alegría y el dolor de Wolsey - La cena y Euston
- Audiencia de despedida de Campeggio - La desgracia de Wolsey -
Campeggio en Dover - Es acusado por los cortesanos - Deja
Inglaterra - Wolsey prevé su propia caída y la del papado
CAPÍTULO 12 - Una reunión en Waltham - La juventud de Thomas
Cranmer - Su educación temprana - Estudió las Escrituras durante
tres años - Sus funciones como examinador - La cena en Waltham -
Nueva visión del divorcio - Fox se lo comunica a Henry - La irritación
de Cranmer - Conferencia con el K ing - Cranmer a los Bolena
CAPÍTULO 13 - Wolsey en el Tribunal de Cancillería - Acusado por
los Duques - Se niega a entregar el Gran Sello - Su desesperación - Él
entrega el Sello - Orden de partir - Su inventario - Alarma - Escena
de la partida - Mensaje favorable del Rey - Alegría de Wolsey - Su
tonto - Llegada a Esher
CAPÍTULO 14 - Thomas More elegido canciller - Un gobierno laico
uno de los grandes hechos de la Reforma - Wolsey acusado de
subordinar a Inglaterra al Papa - Él implora la clemencia del rey -
Su condenación - Cromwell en Esher - Su carácter - Se dirige a
Londres - Sir Christopher Hales lo recomienda al Rey - Entrevista de
Cromwell con Henry en el parque - Una nueva teoría - Cromwell
elegido Miembro del Parlamento - Inaugurada por Sir Thomas More
- Ataque a los abusos eclesiásticos - Reformas pronunciadas por la
Convocatoria - Tres proyectos de ley - Rochester los ataca -
Resistencia de la Cámara de los Comunes - Luchas - Henry sanciona
los tres proyectos de ley - Alarma del clero y disturbios
CAPÍTULO 15 - La última hora - El fanatismo de More - Debates en la
convocatoria - Proclamación real - El obispo de Norwich - Sentencias
condenadas - Oposición de Latimer - El Nuevo Testamento quemado
- Comienza la persecución - Hitton - Bayfield - Tonstall y Packington
- Bayfield arrestado - El rector Patmore - Lollards 'Tower - Tyndale y
Patmore - un músico - Freese the Painter - Pancartas y martirio de
Bennet - Thomas More y John Petit - Bilney

CAPÍTULO 16 - El terror de Wolsey - El juicio político por parte de los


compañeros - Cromwell lo salva - La enfermedad del cardenal - La
ambición regresa a él - Sus prácticas en Yorkshire - Es arrestado por
Northumberland - Su partida - Llegada del establo de la Torre -
Wolsey en Leicester Abadía - Perseguir el lenguaje - Muere - Tres
movimientos: supremacía, escritura y fe

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PREFACIOS
PREFACIO.
La historia de una de las mayores revoluciones que jamás se haya
logrado en los asuntos humanos, de un poderoso impulso comunicado
al mundo hace tres siglos, y cuya influencia aún es visible por todos
lados, y no la historia de un mero partido, es la objeto de mi empresa
actual . La historia de la Reforma es distinta a la del protestantismo.
En el primero, todo lleva la marca de una regeneración de la raza
humana, de un cambio religioso y social que emana de Dios mismo.
En el segundo caso, con demasiada frecuencia presenciamos una
flagrante degeneración de los primeros principios, las luchas de los
partidos, un espíritu sectario y las huellas de pequeñas
individualidades. La historia del protestantismo puede interesar
únicamente a los protestantes; la historia de la Reforma se dirige a
todos los cristianos, o más bien a toda la humanidad.
Un historiador puede elegir su tema en el amplio campo que se le
presenta a sus trabajos: puede describir los grandes acontecimientos
que han cambiado el aspecto de un pueblo o del mundo; o, por otro
lado, puede registrar ese curso constante de una nación, de la Iglesia o
de la humanidad, que suele tener éxito en todo gran cambio social.
Ambos departamentos de la historia son de gran importancia; sin
embargo, el interés público se ha sentido cada vez más atraído por
aquellas épocas que, bajo el nombre de revoluciones, han dado nueva
vida a una nación o han creado una nueva era para la sociedad en
general.
Es una transformación de este último tipo que, con muy humildes
poderes, me he propuesto describir, no sin la esperanza de que la
belleza del tema pueda compensar mis propias deficiencias. El término
"revolución", que le aplico aquí, ha caído últimamente en el descrédito
de muchos individuos, que casi lo confunden con revuelta. Pero están
equivocados: porque una revolución es simplemente un cambio en los
afai rs de los hombres, - algo nuevo desplegado (revolutus) desde el
seno de la humanidad; y esta misma palabra, anterior a fines del siglo
pasado, se usaba con más frecuencia en un sentido bueno que en uno
malo: una revolución feliz, una revolución maravillosa, fueron los
términos empleados. La Reforma fue todo lo contrario de una revuelta:
fue el restablecimiento de los principios del cristianismo primitivo. Fue
un movimiento regenerativo con respecto a todo lo que estaba
destinado a revivir; un movimiento conservador en cuanto a todo lo
que existirá para siempre. Si bien el cristianismo y la Reforma
establecieron el gran principio de la igualdad de las almas a los ojos de
Dios y derrocaron las usurpaciones de un sacerdocio altivo que asumía
colocarse entre el Creador y su criatura, ambos establecieron esta regla
fundamental de orden social. , que todo el poder se deriva de Dios, y
llama a todos los hombres a "amar la hermandad, temer a Dios y
honrar al rey".
La Reforma se distingue eminentemente de todas las revoluciones
de la antigüedad y de la mayoría de las de los tiempos modernos. Los
cambios políticos, la consolidación o el derrocamiento del poder de
uno o de muchos, fueron objeto de estos últimos. El amor a la verdad, a
la santidad, a la inmortalidad, fue el manantial simple pero poderoso
que puso en movimiento lo que tengo que describir. Indica un
movimiento hacia adelante en la naturaleza humana. En verdad, el
hombre avanza; mejora, siempre que apunta a objetos superiores y
busca bendiciones inmateriales e imperecederas, en lugar de perseguir
ventajas materiales, temporales y reales. La Reforma es uno de los días
más brillantes de este glorioso progreso. Es una garantía de que la
nueva lucha, que se está cumpliendo ante nuestros propios ojos,
terminará del lado de la verdad, en un triunfo más puro, más
espiritual y aún más noble.
El cristianismo primitivo y la Reforma son las dos mayores
revoluciones de la historia. No se limitaron a una sola nación, como lo
fueron los diversos movimientos políticos que registra la historia; pero
su influencia se extendió sobre muchos, y sus efectos están destinados
a sentirse hasta los límites más extremos del mundo.
El cristianismo primitivo y la Reforma son una y la misma
revolución, producida en diferentes épocas y en diferentes
circunstancias. Aunque no son iguales en sus características
secundarias, son idénticas en sus características principales y
principales. Uno es una repetición del otro. El primero puso fin al viejo
mundo; este último inició lo nuevo: entre ellos se encuentra la Edad
Media. Uno es el padre del otro; y aunque la hija puede, en algunos
casos, mostrar signos de inferioridad, tenía personajes que son
peculiarmente suyos.
Uno de ellos es la rapidez de su acción. Las grandes revoluciones
que han llevado a la caída de una monarquía, o han producido un
cambio completo en un sistema político , o que han lanzado la mente
humana a una nueva carrera de desarrollo, se han preparado lenta y
gradualmente. El antiguo poder se ha visto socavado durante mucho
tiempo: uno a uno, sus principales apoyos han cedido. Este fue el caso
en la introducción del cristianismo. Pero la Reforma, a primera vista,
parece presentar un aspecto diferente. La iglesia de Roma bajo León X
aparece en el apogeo de su poder y gloria. Un monje habla, y en la
mitad de Europa esta gran gloria y poder se desmorona en polvo. En
esta revolución recordamos las palabras con las que el Hijo de Dios
predice su segunda venida: "Como el relámpago que sale del oriente y
alumbra hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre".
Tal rapidez de acción es inexplicable para quienes ven en este
evento nada más que una reforma; quienes lo ven simplemente como
un acto de sagacidad crítica, que consistió en elegir entre varias
doctrinas rechazando algunas, preservando otras y ordenando las que
se conservaron para combinarlas en un nuevo sistema.

Pero, ¿cómo pudo todo un pueblo, cómo pudieron tantas


naciones haber ejecutado tan rápidamente esta laboriosa tarea? ¿Cómo
pudo este examen crítico encender el fuego y el entusiasmo tan
necesarios para grandes y sobre todo repentinas revoluciones? La
Reforma, como lo mostrará su historia, fue completamente diferente.
Fue una nueva efusión de esa vida que el cristianismo trajo al mundo.
Fue el triunfo de la más grande de sus doctrinas, de lo que anima a
todos los que la abrazan con el más puro e intenso entusiasmo, la
doctrina de la fe, la doctrina de la gracia. Si la Reforma hubiera sido lo
que muchos romanistas y protestantes de nuestros días la imaginan, si
hubiera sido ese sistema negativo de razón negativa que, como un niño
frágil, rechaza todo lo que le desagrada y repudia las grandes verdades
e ideas principales de la universalidad. El cristianismo, nunca habría
traspasado el umbral de las escuelas, ni habría sido conocido más allá
de los estrechos límites del claustro o quizás de la celda del fraile. Pero
con el protestantismo, como muchos entienden la palabra, no tenía
conexión. Lejos de ser un cuerpo demacrado, enervado, se levantó
como un hombre lleno de fuerza y energía.
Dos consideraciones explicarán la rapidez y extensión de esta
revolución. Uno debe ser buscado en Dios; el otro entre los hombres. El
impulso fue dado por una mano invisible y poderosa: el cambio
logrado fue obra de la Omnipotencia. Un observador imparcial y
atento, que mira más allá de la superficie, debe necesariamente ser
llevado a esta conclusión. Pero como Dios obra por segundas causas,
queda otra tarea para el historiador. Muchas circunstancias que a
menudo han pasado desapercibidas, prepararon gradualmente al
mundo para la gran transformación del siglo XVI, de modo que la
mente humana estaba madura cuando llegó la hora de su
emancipación.
Es deber del historiador combinar estos dos grandes elementos
en la imagen que presenta a sus lectores. Este ha sido mi esfuerzo en
las siguientes páginas. Se me comprenderá fácilmente mientras me
ocupe de investigar las causas secundarias que concurrieron a
producir la revolución que me he propuesto describir. Muchos tal vez
me entenderán con menos claridad, e incluso se sentirán tentados a
acusarme de superstición cuando atribuya la finalización de la obra a
Dios. Sin embargo, es una convicción que aprecio con cariño. Estos
volúmenes, así como el lema que les he precedido, colocan en el lugar
principal y principal este principio simple y fecundo: Dios en la
historia. Pero como es un principio que en general se ha descuidado y
en ocasiones se ha disputado, puede que sea correcto que explique mis
puntos de vista sobre este tema y, por este medio, justifique el método
que he adoptado.
La historia ya no puede seguir siendo en nuestros días letra
muerta de los acontecimientos, al detalle al que se restringieron la
mayoría de los escritores anteriores. Ahora se entiende que en la
historia, como en el hombre, hay dos elementos, materia y espíritu. No
dispuestos a resignarse a la tarea de producir un simple relato de
hechos, que hubiera sido más que una crónica estéril, nuestros
grandes historiadores modernos han buscado un principio vital para
animar los materiales de épocas pasadas.
Algunos han tomado prestado este principio de las reglas del arte:
han pretendido ser ingeniosos, exactos y pintorescos en la descripción,
y se han esforzado por dar vida a su narrativa mediante los detalles
característicos de los hechos mismos.
Otros han buscado en la filosofía el principio que debe fertilizar
sus labores. Con la relación de los hechos se han entretejido visiones
ampliadas , lecciones instructivas, verdades políticas y filosóficas; y
han animado su narrativa por la idea que han extraído de ella y por la
teoría que han podido asociar con ella.
Ambos métodos, sin duda, son buenos y deben emplearse dentro
de ciertos límites. Pero hay otra fuente en la que, sobre todo, debemos
buscar la inteligencia, el espíritu y la vida de épocas pasadas; y esta
fuente es la religión. La historia debe vivir de esa vida que le pertenece,
y esa vida es Dios . En la historia, Dios debe ser reconocido y
proclamado. La historia del mundo debería establecerse como los
anales del gobierno del Rey Soberano.

He pasado a las listas a las que me han invitado los relatos de


nuestros historiadores. Allí he sido testigo de las acciones de los
hombres y de las naciones, desarrollándose con energía y luchando en
violentas colisiones. He escuchado un extraño estruendo de armas,
pero en ninguna parte se me ha mostrado el majestuoso rostro del juez
que preside.
Y, sin embargo, hay un principio vivo, que emana de Dios, en
cada movimiento nacional. Dios está siempre presente en ese vasto
teatro donde las sucesivas generaciones de hombres se encuentran y
luchan. Es cierto que no se le ve; pero si la multitud despreocupada
pasa sin preocuparse por él porque es "un Dios que habita en la densa
oscuridad", los hombres reflexivos, que anhelan el principio mismo de
su existencia, lo buscan con más ardor y no quedan satisfechos hasta
que yacen postrados a sus pies. Y sus investigaciones se encuentran con
una rica recompensa. Fo r desde la altura a la que se han visto
obligados a elevarse para cumplir con su Dios, la historia del mundo,
en lugar de presentar a sus ojos un caos confuso, como lo hace a la
multitud ignorante, aparece como un majestuoso templo, en el que la
mano invisible de Dios mismo está trabajando, y que se eleva para su
gloria por encima de la roca de la humanidad.

¿No reconoceremos la mano de Dios en esas grandes


manifestaciones, esos grandes hombres, esas naciones poderosas, que
se levantan y parten del polvo de la tierra, y comunican un nuevo
impulso, una nueva forma y destino al mundo? ¿raza humana? ¿No lo
reconoceremos en esos héroes que surgen de la sociedad en las épocas
señaladas, que muestran una fuerza y una actividad más allá de los
límites ordinarios de la humanidad, y alrededor de quienes, como
alrededor de un poder superior y misterioso, se reúnen sin vacilar
naciones e individuos? ¿Quién se ha lanzado a la extensión del tiempo,
esos enormes cometas con sus trenes de fuego, que aparecen pero a
intervalos distantes, esparciendo entre la multitud supersticiosa ab
undanza y alegría, calamidad y terror? ¿Quién, sino Dios? Alejandro
buscó su origen en las moradas de la Divinidad. Y en la época más
irreligiosa no ha habido gloria eminente que no se haya esforzado de
una manera u otra por conectarse con el cielo.
Un D No esas revoluciones que reyes Hurl de sus tronos, y
naciones enteras precipitado para el polvo, - no esas ruinas extendidas
que el viajero se reúne con entre las arenas del desierto, - no esas
majestuosas reliquias cual el campo de la humanidad se presenta a
nuestra vista; ¿No declaran todos en voz alta: un Dios en la historia?
Gibbon, sentado entre las ruinas del Capitolio, y contemplando sus
augustos restos, poseía la intervención de un destino superior. Lo vio,
lo sintió: en vano apartaría la mirada. Esa sombra de un poder
misterioso comenzó detrás de cada pilar roto; y concibió el propósito
de describir su influencia en la historia de la desorganización,
decadencia y corrupción de ese dominio romano que había esclavizado
al mundo. S Hall no nos discernir en medio de las grandes ruinas de la
humanidad que la mano omnipotente, que un hombre de un genio
noble que nunca habían doblado la rodilla ante Cristo - percibida en
medio de los fragmentos dispersos de los monumentos de Romulus,
los mármoles esculpidos de Aurelio, las bu pts de Cicerón y Virgilio,
las estatuas de César y Augusto, los caballos de Pompeyo y los trofeos
de Trajano, ¿y no confesaremos que es la mano de Dios?

¡Qué hecho asombroso, que los hombres, criados entre las


elevadas ideas del cristianismo, consideren como mera superstición la
intervención divina en los asuntos humanos que los mismos paganos
habían admitido!
El nombre dado por la antigua Grecia al soberano soberano
muestra que recibió revelaciones primigenias de la gran verdad de un
Dios, que es el principio de su historia y la vida de las naciones. Fue
1
llamado Zeus, o el dador de vida a todo lo que vive, tanto a las
naciones como a los individuos. En sus altares, reyes y pueblos
hicieron sus solemnes juramentos; y por sus misteriosas inspiraciones
Minos y otros legisladores pretendían haber recibido sus leyes. Esto no
es todo: esta gran verdad está resuelta por una de las fábulas más
hermosas de la antigüedad pagana. Incluso la mitología podría dar
una lección a los filósofos de nuestros días; y se me puede permitir
establecer el hecho, ya que quizás haya lectores que sientan menos
prejuicios contra las instrucciones del paganismo que contra el
cristianismo mismo. Este Zeus, este Gobernante supremo, este
Espíritu Eterno, este Principio vivificante, es el padre de Clio, la musa
de la historia, cuya madre es Mnemosyne o Memoria. Así, de acuerdo
con las nociones de antigüedad, la historia combina una naturaleza
celestial con una terrenal. Ella es la hija de Dios y del hombre; ¡pero
Ay! la filosofía ciega de nuestro orgullo está lejos de haber alcanzado
los elevados puntos de vista de esa sabiduría pagana. Su paternidad
divina ha sido negada; y el hijo ilegítimo ahora deambula por el
mundo, como un aventurero desvergonzado, sin saber apenas de
dónde viene ni adónde va .
Pero este Dios de la antigüedad pagana es solo un débil reflejo,
una sombra tenue de Jehová, del Eterno. El verdadero Dios a quien
adoran los hebreos, dispuesto a grabar en la mente de todas las
naciones que él reina continuamente sobre la tierra, dio con esta
intención , si puedo aventurar la expresión, una forma corporal a esta
soberanía en medio de Israel. Una teocracia visible fue designada para
que existiera una vez sobre la tierra, para que pudiera recordarnos
incesantemente de esa teocracia invisible que gobernará por siempre
el mundo .
Y vea qué brillo recibe esta gran verdad (Dios en la historia) bajo
la dispensación cristiana. ¿Qué es Jesucristo, si no es Dios en la
historia? Fue este descubrimiento de Jesucristo lo que permitió a John
Muller, el más grande de los historiadores modernos, comprender
plenamente su tema. "El Evangelio", dijo, "es el cumplimiento de toda
esperanza, la perfección de toda filosofía, el intérprete de cada
revolución, la clave de todas las aparentes contradicciones en el
mundo físico y moral: es vida e inmortalidad . Ya que He conocido al
Salvador, todo es claro para mis ojos: con él, no hay dificultad que no
2
pueda resolver ".
Así escribió este eminente historiador; ¿Y no es esta gran verdad,
que Dios ha aparecido en la naturaleza humana, en realidad la piedra
angular del arco, el vínculo misterioso que une todas las cosas
terrenales y las conecta con el cielo? La historia registra el nacimiento
de Dios y, sin embargo, ¡Dios no tiene parte en la historia! Jesucristo es
el verdadero Dios de la historia del hombre : lo demuestra la
mismísima mezquindad de su advenimiento. Cuando el hombre
levantaba un refugio contra la intemperie, una sombra del calor del
sol, ¡qué preparación de materiales, qué andamios y muchedumbres
de trabajadores, qué trincheras y montones de basura! Pero cuando
Dios quiere hacer lo mismo, toma la semilla más pequeña que un niño
recién nacido podría agarrar en su mano débil, la deposita en el seno
de la tierra, y de ese grano, apenas distinguible en su comienzo,
produce el árbol majestuoso, bajo cuyas ramas se refugian las familias
de los hombres. Lograr grandes resultados por medios imperceptibles,
tal es la ley de Dios.

En Jesucristo se encuentra el cumplimiento más glorioso de esta


ley. El cristianismo se ha apoderado de las puertas de todos los
pueblos. Reina o se cierne sobre todas las tribus de la tierra, desde el
sol naciente hasta el poniente; e incluso una filosofía escéptica se ve
obligada a reconocerla como la ley social y espiritual del mundo. Y, sin
embargo, ¿cuál fue el comienzo de esta religión , la más noble de todas
las cosas bajo la bóveda del cielo, es más, en el "infinito inmenso" de la
creación? Una niña nacida en el pueblo más pequeño de la nación más
despreciada del mundo, una niña cuya madre no tenía lo que incluso
la mujer más indigente y miserable de nuestras ciudades posee, una
habitación para albergarla en la hora del parto, un niño nacido en un
establo y acunado en un pesebre! ¡En esto, oh Dios, te reconozco y te
adoro!
La Reforma reconoció esta ley divina y fue consciente de
cumplirla. La idea de que "Dios está en la historia" fue planteada a
menudo por los reformadores. Lo encontramos particularmente
expresado por Lutero en una de esas similitudes sencillas y
pintorescas, aunque no indignas, que le gustaba usar para que la gente
lo entendiera. "El mundo", dijo un día en la mesa con sus amigos, "es
un vasto y magnífico juego de cartas, formado por emperadores, reyes,
príncipes, etc. El Papa durante muchos siglos golpeó a los
emperadores, reyes y príncipes. Ellos se rindió y cayó ante él. Luego
vino nuestro Señor Dios. Él cortó las cartas: tomó el más bajo (Lutero)
para sí mismo, y con él golpeó al Papa, ese vencedor de los reyes de la
tierra ... Este es el as de Dios. Como dijo María: 'Derribó a los
3.
poderosos de sus tronos, y exaltó a los humildes' "
La época cuya historia deseo repasar es importante para la
generación actual. Cuando un hombre se vuelve sensible a su propia
debilidad, generalmente se inclina a buscar apoyo en las instituciones
que ve florecer a su alrededor, o en los atrevidos recursos de su
imaginación. La historia de la Reforma muestra que nada nuevo puede
hacerse con cosas viejas; y que si, según la expresión de nuestro
Salvador, requerimos odres nuevos para vino nuevo, también debemos
tener vino nuevo para odres nuevos. Dirige al hombre hacia Dios como
el agente universal en la historia, hacia esa palabra divina, siempre
vieja por la naturaleza eterna de las verdades que contiene, siempre
nueva por la influencia regeneradora que ejerce; que purificó la
sociedad hace tres siglos, que restauró la fe en Dios a las almas
debilitadas por la superstición, y que, en cada época de la historia del
hombre, es la fuente de donde fluye la salvación.

Es singular ver a un gran número de hombres, agitados por un


vago deseo de creer en algo fijo, dirigiéndose en nuestros días al
catolicismo erróneo de Roma. En cierto sentido, este movimiento es
natural: la religión es tan poco conocida entre ellos, que piensan que
sólo se la puede encontrar donde la ven inscrita en letras grandes en
un estandarte que el tiempo ha hecho venerable. No digo que todo el
catolicismo sea incapaz de otorgar al hombre lo que necesita. Creo que
deberíamos distinguir cuidadosamente entre catolicismo y papismo.
Este último, en mi opinión, es un sistema erróneo y destructivo; pero
estoy lejos de confundirlo con el catolicismo. ¡Cuántos hombres dignos,
cuántos verdaderos cristianos, no ha contenido la iglesia católica en su
seno! ¡Qué importantes servicios prestó el catolicismo a los estados
existentes de Europa, en el momento de su formación, en un período
en el que todavía estaba profundamente impregnado del Evangelio, y
cuando el papado todavía se cernía sobre él como una tenue sombra!
Pero ya no vivimos en esos días. Ahora se están realizando denodados
esfuerzos para reunir el catolicismo con el papado; y si se presentan
verdades católicas y cristianas, serán simplemente para servir como
cebos para atraernos a las redes de la jerarquía. Entonces, no tenemos
nada que esperar de ese lado. ¿Ha renunciado el papado a una de sus
observancia , de sus doctrinas o de sus supuestos? ¿Esa religión que
antes era insoportable lo será menos en la nuestra? ¿Qué regeneración
se ha conocido que emana de Roma? ¿Es de una jerarquía pontificia,
rebosante de pasiones terrenales, de donde puede proceder el espíritu
de fe, esperanza y caridad, que es el único que puede salvarnos? ¿Es un
sistema agotado, que no tiene vitalidad para sí mismo, que está en
todas partes en las luchas de la muerte, y que existe solo por ayuda
externa, que puede impartir vida a otros, o animar la sociedad
cristiana con la inspiración celestial que requiere?
¿Llevará este anhelo de corazón y de mente que empieza a sentir
muchos de nuestros contemporáneos a otros a aplicar al nuevo
protestantismo que en muchos lugares ha sucedido a la poderosa
enseñanza de los apóstoles y reformadores? Una gran vaguedad en la
doctrina prevalece en muchas de esas iglesias reformadas cuyos
primeros miembros sellaron con su sangre la fe clara y viva que los
inspiró. Hombres distinguidos por su información, sensibles a todas
las bellezas que presenta este mundo, se dejan llevar por extrañas
aberraciones. Una fe general en la divinidad del Evangelio es el único
estándar que están dispuestos a mantener. Pero, ¿qué es este
evangelio? Ésa es la cuestión vital; y sin embargo, sobre esto, o guardan
silencio, o cada uno responde según sus propias opiniones. ¿De qué
sirve saber que Dios ha puesto en medio de todas las naciones un
recipiente que contiene un remedio para nuestras almas, si no nos
preocupamos de conocer su contenido, o si no nos esforzamos por
apropiarnos de ellos? Este sistema no puede llenar el vacío de los
tiempos actuales. Mientras que la fe de los apóstoles y reformadores
aparece en todas partes activa y eficaz para la conversión del mundo,
este sistema vago no hace nada , nada ilumina, nada vivifica.

Pero no nos quedemos sin esperanza. ¿No confiesa el catolicismo


romano las grandes doctrinas del cristianismo, Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo, Creador, Salvador y Santificador, que es la Verdad? ¿Y
no tiene este vago protestantismo en su mano el Libro de la Vida, que
es suficiente para enseñar, corregir e instruir en justicia? ¿Y cuántas
almas rectas, honradas a los ojos de los hombres, amables a los ojos de
Dios, no se encuentran entre los sometidos a estos dos sistemas?
¿Cómo podemos dejar de amarlos? ¿Cómo no desear ardientemente su
completa emancipación de los elementos humanos? La caridad es
infinita: abraza las opiniones más lejanas, para atraerlas a los pies de
Cristo.
Ya hay indicios de que estas dos opiniones extremas se acercan
más a Cristo, que es el centro de la verdad. ¿No hay algunas iglesias
católico-romanas en las que se recomienda y se practica la lectura de
la Biblia? ¡Y qué pasos no ha dado ya el racionalismo protestante ! No
surgió de la Reforma: porque la historia de esa gran revolución
demostrará que fue una época de fe. Pero, ¿no podemos esperar que se
acerque más? ¿No le llegará el poder de la verdad de la Palabra de
Dios, y no será transformado por ella este racionalismo? Ya a menudo
presenciamos en él un sentimiento religioso, sin duda inadecuado,
pero aún así es un movimiento hacia la sana doctrina, y que puede
llevarnos a esperar algún progreso definitivo.
Pero el nuevo protestantismo y el viejo catolicismo son en sí
mismos irrelevantes e ineficaces. Necesitamos algo más para restaurar
el poder salvador de los hombres de nuestros días. Necesitamos algo
que no sea del hombre, algo que venga de Dios. "Dame", dijo
Arquímedes, "un punto sin el mundo, y lo levantaré de sus polos". El
verdadero cristianismo es este punto, que levanta el corazón del
hombre de su doble eje de egoísmo y sensualidad, y que un día hará
que el mundo entero abandone sus malos caminos y lo haga girar
sobre un nuevo eje de justicia y paz.
Siempre que se ha debatido sobre religión, ha habido tres puntos
a los que se ha dirigido nuestra atención. Dios, el hombre y el
sacerdote. Solo puede haber tres clases de religión sobre la tierra,
según Dios, el Hombre o el Sacerdote, sea su autor y su cabeza. La
denomino la religión del sacerdote, que es inventada por el sacerdote,
para la gloria del sacerdote, y en la que predomina una casta
sacerdotal. Por religión del hombre me refiero a los diversos sistemas y
opiniones que la razón humana ha enmarcado y que, al ser
descendientes de la enfermedad humana, carecen, en consecuencia, de
todo poder curativo. El término religión divina lo aplico a la verdad tal
como Dios la dio, cuyo fin y propósito son la gloria de Dios y la
salvación del hombre.
El jerarquismo, o la religión del sacerdote - el cristianismo o la
religión de Dios - el racionalismo, o la religión del hombre, son las tres
doctrinas que dividen a la cristiandad en nuestros días. No hay
salvación, ni para el hombre ni para la sociedad, ni en la primera ni en
la última. Solo el cristianismo puede dar vida al mundo; y,
lamentablemente, de los tres sistemas imperantes, no es el que tiene el
mayor número de seguidores.
Algunos, sin embargo, lo ha hecho. El cristianismo está operando
su obra de regeneración entre muchos católicos en Alemania, y sin
duda también en otros países. Está cumpliendo su tarea con mayor
pureza y vigor, en mi opinión, entre los cristianos evangélicos de
Suiza, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Alabado sea Dios que
estas regeneraciones individuales o sociales, producidas por el
Evangelio, ya no son las rarezas que deben buscarse en los anales
antiguos.
Es la historia de la Reforma en general lo que deseo escribir. Me
propongo rastrearlo entre diferentes naciones, para mostrar que las
mismas verdades en todas partes han producido los mismos
resultados, y también para señalar las diversidades que surgen de los
diferentes caracteres de las personas. Es especialmente en Alemania
donde encontramos el tipo primitivo de esta reforma: allí presenta los
desarrollos más orgánicos; allí principalmente tiene el carácter de una
revolución que no se limita a una nación en particular, sino que
concierne al mundo entero. La Reforma en Alemania es la historia
fundamental de la reforma: es el planeta primario; las otras reformas
son planetas secundarios, que giran con él, obtienen luz de la misma
fuente, forman parte del mismo sistema, pero cada uno tiene una
existencia separada, derramando cada uno un resplandor diferente y
siempre poseyendo una belleza peculiar. Podemos aplicar el lenguaje
de San Pablo a estas reformas del siglo XVI: "Hay una gloria del sol,
otra gloria de la luna, y otra gloria de las estrellas; porque una estrella
difiere de otra estrella en gloria . " 1 Corintios 15:41. La reforma suiza se
produjo al mismo tiempo que la alemana, pero fue independiente de
ella. Presentó, especialmente en un período posterior, algunas de las
grandes características observables en el de Alemania. La Reforma en
Gran Bretaña se recomienda de manera muy especial a nuestra
atención, por la poderosa influencia que las iglesias de ese país están
ejerciendo en la actualidad sobre todo el mundo. Pero los recuerdos de
la ascendencia y del refugio, el recuerdo de las luchas, el sufrimiento y
el exilio sufridos por la causa de la Reforma en Francia, prestan un
atractivo particular, en mi opinión, a la reforma francesa. Considerado
por sí mismo, y con respecto a la fecha de su origen, presenta bellezas
que son peculiarmente suyas.
Creo que la Reforma es obra de Dios: su h y es visible en todas
partes. Aún así espero ser imparcial al repasar su historia. Creo que he
hablado de los principales actores católico-romanos de este gran
drama de León X, Alberto de Magdeburgo, Carlos V y el doctor Eck,
por ejemplo, de manera más favorable que la mayoría de los
historiadores. Por otro lado, no he tenido ningún deseo de ocultar las
fallas y errores de los reformadores.
Ya en el invierno de 1831-32, pronuncié un curso de conferencias
públicas sobre la época de la Reforma. Luego publiqué mi discurso de
apertura. 4 Estas conferencias fueron un trabajo preparatorio para la
historia que ahora expongo al público.
Esta historia se ha recopilado de las fuentes originales con las que
me ha familiarizado una larga residencia en Alemania, los Países Bajos
y Suiza; así como del estudio, en sus idiomas originales, de los
documentos relacionados con la historia religiosa de Gran Bretaña y
otros países. Como estas fuentes se señalarán en el transcurso del
trabajo, no será necesario enumerarlas aquí.
Debería haber deseado autenticar las diversas partes de mi
trabajo con muchas notas originales; pero temí que si eran largos y
frecuentes, resultarían una interrupción desagradable para mis
lectores. Por tanto, me he limitado a aquellos pasajes que parecían
calculados para darles una visión más clara de la historia que me he
propuesto escribir.
Dirijo esta historia a aquellos que aman ver los hechos pasados
exactamente como ocurrieron, y no con la ayuda de ese mágico cristal
de genio que los colorea y magnifica, pero que a veces también los
disminuye y los cambia. Ni la filosofía del siglo XVIII ni el
romanticismo del siglo XIX guiarán mis juicios ni proporcionarán mis
colores. La historia de la Reforma está escrita en el espíritu de la obra
misma. Los principios, se dice, no tienen pudor. Es su naturaleza
gobernar y afirman constantemente su privilegio. Si encuentran otros
principios en sus caminos que disputarían su imperio, dan batalla de
inmediato. Un principio nunca descansa hasta que obtiene la victoria; y
no puede ser de otra manera: con ella reinar es vivir. Si no reina
supremo, muere. Así, al mismo tiempo que declaro mi incapacidad y
falta de voluntad para entrar en rivalidad con otros historiadores de la
Reforma, hago una excepción a favor de los principios en los que se
funda esta historia, y mantengo firmemente su superioridad.
Hasta este momento no poseemos, que yo sepa, ninguna historia
completa de la época memorable que está a punto de emplear mi
pluma. Nada indicaba que esta deficiencia se supliría cuando comencé
este trabajo. Ésta es la única circunstancia que podría haberme
inducido a emprenderlo, y aquí lo planteo como mi justificación . Esta
deficiencia todavía existe; y ruego a Aquel de quien proviene todo don
bueno y perfecto, que conceda que esta humilde obra no sea en vano
para mis lectores.
JH MERLE D'AUBIGNE, DD Eaux-Vives, cerca de Ginebra,
agosto de 1835.

EDICIÓN OLIVER & BOY'S REVISADA POR EL AUTOR.


A menudo se me ha pedido que publique una edición en inglés de
los primeros tres volúmenes de la Reforma, cuidadosamente revisados
y corregidos por mí mismo, y que, por lo tanto, podrían convertirse en
una edición estándar en Gran Bretaña.
He reconocido la necesidad de esta tarea. De hecho, sin dejar de
lado el mérito de las diferentes traducciones al inglés de esta obra;
incluso los mejores, me veo obligado a decir, han fallado en transmitir
mis pensamientos en varios pasajes; y en algunos casos esta
inexactitud ha tenido graves consecuencias. Mencionaré un caso.

Al final de; En el año 1844 recibí varias cartas de Estados Unidos


informándome que, además de 75.000 ejemplares de mi Historia
puestos en circulación por diferentes librerías norteamericanas , The
American Tract Society había impreso una edición de 24.000
ejemplares, que vendieron a través de la instrumentalidad de más de
un centenar de vendedores ambulantes (colportores), principalmente
en los Nuevos Asentamientos, a los que ningún librero alcanza, pero
adonde el Papa no cesa de enviar emisarios activos; agregaron, que el
comité de esta sociedad, compuesto de diferentes denominaciones, y
entre otros de episcopales y bautistas, estaba inquieto por ciertos
pasajes de mi historia, y había creído conveniente, con las mejores
intenciones, modificarlos o recortarlos; me informaron, por último,
que dos sínodos presbiterianos, asombrados por estos cambios, habían
acusado públicamente a la Sociedad de mutilar la obra, y que había
surgido (escribió uno de los hombres más respetables de los Estados
Unidos, él mismo presbiteriano, y no es un miembro de la Sociedad)
una discusión tan violenta, que "el Comité se arruinará
inevitablemente a menos que interfieras para rescatarlo".
Pensé que era su deber hacerlo sin sacrificar, sin embargo,
ninguno de los hechos ni de las opiniones que había expuesto. Y el
siguiente es uno de los medios a los que he recurrido:

Al examinar de cerca los pasajes inculpados, encontré que en


algunos casos los que habían ofendido a los episcopales o a los
bautistas , estaban incorrectamente traducidos al inglés que el Comité
de Nueva York tenía ante sí.
Así, en el vol. 3 libro 9 cap. 4, el Comité había sido detenido por
esta expresión: "Es la autoridad episcopal misma a la que Lutero llama
al tribunal de justicia en la persona del primado alemán".
En consecuencia, el Comité modificó esta frase y escribió: "Es la
autoridad de la propia Roma la que Lutero llama al tribunal del juicio
en la persona del primado alemán".
Esta es sin duda una alteración importante , pero el mismo
primer traductor había cambiado mi idea. El francés dice así: "C'est
l'episcopat tout entier que Lutero traduit 'a sa barre dans la personne
de primat germanique". (vol. 3 pág. 34, 1. 8.)
No se trata de autoridad episcopal, sino de todo el cuerpo de
obispos católicos romanos. No me pronuncio ni a favor ni en contra de
la autoridad episcopal: me contento con señalar una inexactitud en la
traducción.

Aquí hay otro ejemplo:


En vol. 3 libro 9. cap. El 11 de noviembre, el Comité de Nueva York
se detuvo con esta expresión, que encontraron en la traducción al
inglés: "La antigua estructura de la Iglesia se tambaleaba"; y lo
sustituyeron: "La antigua estructura del papado se tambaleaba".
En francés no aparece ni Iglesia ni Papo, sino simplemente:
"l'ancien 'edifice s'ecroulait". (Vol. 3. p. 150, última línea.) No obstante,
es preferible la versión del Comité. No es la Iglesia de Cristo la que se
tambalea, ya que las puertas del infierno no pueden prevalecer contra
ella: es la Iglesia Papal , como se desprende del contexto. La mayoría
de los otros pasajes modificados por la American Society fueron sin
duda originalmente traducidos con una fidelidad tolerable; pero
bastaba con que algunas no lo fueran, para que el autor sintiera la
necesidad de una nueva edición cuidadosamente revisada por él
mismo.
Esto lo he hecho en la presente edición. He revisado esta
traducción línea por línea y palabra por palabra; y he restaurado el
sentido donde no lo encontré claramente traducido. Es el único que he
corregido. En consecuencia, declaro que reconozco esta traducción
como la única expresión fiel de mis pensamientos en el idioma inglés; y
lo recomiendo como tal a todos mis lectores.
Además, en esta edición he realizado numerosas correcciones y
adiciones, frecuentemente de importancia. Se han relatado algunos
hechos que no se han presentado en otro lugar, por lo que tendrá una
autoridad indiscutible sobre todos los demás.

Es casi innecesario que agregue que si las otras traducciones me


parecen algo defectuosas, no acuso ni a los editores ni a los
traductores: esto es una desventaja inevitable cuando el trabajo no es
revisado por el autor. Hay algunos publicadores en particular con los
que he tenido relaciones placenteras y a quienes (me siento obligado a
decirlo ) me complace contar entre el número de mis amigos.

Aprovecho la presente oportunidad para agregar que ni los


episcopales evangélicos ni los bautistas pueden encontrar en esta obra
algo contrario a sus principios. Ciertamente soy una Presbyteria n;
ciertamente esta obra se opone a un episcopado dogmático y sectario,
al episcopado de Leighton, Scott, J. Newton, Simeon y Cecil, que, fiel a
la Palabra de Dios, no desea poner otro fundamento que Jesucristo.
Hay un error con respecto a los Bautistas que ha engañado a
muchas personas. Han imaginado que los anabautistas de la época de
la Reforma y los bautistas de nuestros días son la misma secta. Pero
son dos sectas que, tanto en doctrina como en historia, son lo más
distintas posible. Cuando los bautistas ingleses se separaron del
establecimiento episcopal en el siglo XVI, lo hicieron sin ser
influenciados de ninguna manera por los anabautistas del continente.
El ejemplo de este último hubiera preferido evitar su separación .
Aquí debería hacer justicia a los episcopales evangélicos y
bautistas de Gran Bretaña. Han reconocido (al menos yo no he
escuchado nada en contra) que la obra de Dios narrada en estos
volúmenes tenía un reclamo de toda su simpatía. El cristianismo no es
una doctrina abstracta ni una organización externa. Es una vida de
Dios comunicada a los hombres, o más bien a la Iglesia. Esta nueva
vida está contenida esencialmente en la persona de Jesucristo, y se da
a todos los que están unidos a él, sean episcopales, presbiterianos,
bautistas u otros. Porque esta unión no se efectúa ni por el bautismo de
adultos, ni por el episcopado, ni por las asambleas generales; pero
únicamente por la fe en ciertos hechos Divinos que Cristo ha
cumplido; hi s humilde encarnación, su muerte expiatoria, y su
gloriosa resurrección. De esta unión íntima de los cristianos con Cristo
resulta necesariamente una unión íntima de los cristianos con todos
los que reciben la vida de Cristo: porque la vida que está en uno es la
vida que está en todos; y todos juntos, episcopales, presbiterianos,
congregacionalistas, bautistas, etc., forman no una simple pluralidad,
sino también, y ante todo, una unidad viva y orgánica.
La historia de la Reforma es la historia de una de las mayores
efusiones de la vida que viene de Dios. Que este trabajo contribuya a
unir cada vez más a todos los que son partícipes de esa vida divina.
Firmado JH Merle D'Aubigne aux Vives, cerca de Ginebra,
febrero de 1846

Notas finales:
1. Zeus, de za, w, vivo.
2. Carta a Charles Bonnet.
3. Coloquios o charlas de mesa.
4. Discours sur l'Etude de l'Histoire du Christianisme, et
son Utilite pour l'Epoque actuelle. París, 1832, ches JJ
Risler.
LIBRO 1
CAPITULO 1

El mundo debilitado se tambaleaba sobre sus cimientos cuando


apareció el cristianismo. Las religiones nacionales que habían
satisfecho a los padres ya no eran suficientes para sus hijos. Las nuevas
generaciones no pudieron descansar satisfechas con las formas
antiguas. Los dioses de todas las naciones, cuando fueron
transportados a Roma, perdieron sus oráculos, como las naciones
mismas perdieron allí su libertad. Enfrentados cara a cara en el
Capitolio, se habían destruido mutuamente y su divinidad se había
desvanecido. Se produjo un gran vacío en la religión del mundo.

Una especie de deísmo, destituido por igual de espíritu y de vida, flotó


durante un tiempo por encima del abismo en el que se habían
sumergido las vigorosas supersticiones de la antigüedad. Pero como
todos los credos negativos, no tenía poder para reconstruir. Las
preferencias nacionales desaparecieron con la caída de los dioses
nacionales. Los distintos reinos se fundieron unos con otros. En
Europa, Asia y África, solo había un vasto imperio, y la raza humana
comenzó a sentir su universalidad y unidad.
Entonces la PALABRA se hizo carne.
Dios apareció entre los hombres , y como hombre, para salvar lo que
se había perdido. En Jesús de Nazaret habitaba corporalmente toda la
plenitud de la Deidad.
Este es el evento más grande en los anales del mundo. Las edades
anteriores le habían preparado el camino: las últimas edades fluyen de
él. Es el centro de su vínculo de unidad.
A partir de entonces, las supersticiones populares no tuvieron sentido,
y los pequeños fragmentos preservados del naufragio general de la
incredulidad se desvanecieron ante el majestuoso orbe de la verdad
eterna.
El hijo del hombre vivió treinta y tres años en la tierra, sanando a los
enfermos, convirtiendo a los pecadores, sin tener dónde recostar la
cabeza y desplegando en medio de esta humillación tanta grandeza y
santidad, tanto poder y divinidad, como el mundo lo había hecho.
nunca antes visto. Sufrió y murió, resucitó y ascendió al cielo. Sus
discípulos, comenzando en Jerusalén, viajaron por el imperio romano
y el mundo, proclamando en todas partes a su Maestro como el autor
de la vida eterna. De en medio de un pueblo que despreciaba a todas
las naciones, surgió una misericordia que invitó y abrazó a todos los
hombres. Un gran número de asiáticos, griegos y romanos, hasta ahora
arrastrados por sus sacerdotes a los pies de ídolos mudos, creyeron en
la Palabra. De repente iluminó toda la tierra, como un rayo de sol. 1 Un
soplo de vida comenzó a moverse sobre este amplio campo de muerte.
Se formó sobre la tierra un pueblo nuevo, una nación santa; y el mundo
asombrado contempló en los discípulos del galileo una pureza y
abnegación, una caridad y heroísmo, de las que no había conservado
ninguna idea .
Dos principios distinguieron especialmente a la nueva religión de
todos los sistemas humanos que huyeron ante ella. Uno hacía
referencia a los ministros de su culto, el otro a sus doctrinas.
Los ministros del paganismo eran casi los dioses de estas religiones
humanas . Los sacerdotes de Egipto, Galia, Dacia, Alemania, Gran
Bretaña e India, dirigían al pueblo, siempre que al menos no se les
abrieran los ojos. Jesucristo, de hecho, estableció un ministerio, pero
no fundó un sacerdocio separado: destronó a estos ídolos vivientes del
mundo, destruyó una jerarquía dominante, quitó al hombre lo que
había tomado de Dios y restableció el alma en conexión inmediata. con
la fuente divina de la verdad, proclamándose Maestro único y
Mediador único. "Uno es vuestro maestro, el Cristo; y todos vosotros
sois hermanos". 2 En cuanto a la doctrina, los sistemas humanos
habían enseñado que la salvación es del hombre: las religiones de la
tierra habían ideado una salvación terrenal. Habían dicho a los
hombres que se les daría el cielo como recompensa: habían fijado su
precio; y que precio! La religión de Dios enseñó que la salvación viene
solo de él; que es un regalo del cielo; que emana de una amnistía, de la
gracia del Soberano Soberano: "Dios nos ha dado la vida eterna ". 3
Indudablemente, el cristianismo no se puede resumir en estos dos
puntos; pero parecen regir el tema, en lo que se refiere a la historia. Y
como me es imposible rastrear la oposición entre la verdad y el error
en todos sus rasgos, me he visto obligado a seleccionar los más
destacados.
Tales fueron los dos principios constitutivos de la religión que luego
tomó posesión del imperio romano y del mundo. Con ellos estamos
dentro de los verdaderos límites del cristianismo, y más allá de ellos
desaparece el cristianismo. De su conservación o de su pérdida
dependía su grandeza o su caída. Están estrechamente relacionados:
porque no podemos exaltar a los sacerdotes de la Iglesia ni las obras
de los fieles sin rebajar a Cristo en su doble cualidad de Me diator y
Redentor. Uno de estos principios iba a predominar en la historia de la
religión; el otro en su doctrina. Ambos reinaron al principio.
Preguntemos cómo se perdieron; y comencemos por rastrear el destino
del primero.

La Iglesia fue al principio una comunidad de hermanos, guiada por


algunos de los hermanos. Todos fueron enseñados por Dios, y cada uno
tuvo el privilegio de extraer para sí mismo de la fuente divina de luz. 4
Las epístolas que luego resolvieron las grandes cuestiones doctrinales
no llevaban el pomposo título de un solo hombre, de un gobernante.
Aprendemos de las Sagradas Escrituras que comenzaron simplemente
con estas palabras: "Los apóstoles, los ancianos y los hermanos envían
saludos a los hermanos". 5
Pero estos mismos escritos de los apóstoles ya predicen que de en
medio de esta hermandad surgirá un poder que destruirá este orden
simple y primitivo. 6
Contemplemos la formación y el desarrollo de este poder tan ajeno a la
Iglesia.
Pablo de Tarso, uno de los más grandes apóstoles de la nueva religión,
había llegado a Roma, la capital del imperio y del mundo, predicando
en servidumbre la salvación que viene de Dios. Se formó una Iglesia
junto al trono de los Césares. Compuesto al principio por unos pocos
judíos, griegos y ciudadanos romanos convertidos, se hizo famoso por
la enseñanza y la muerte del Apóstol de los Gentiles. Durante un
tiempo brilló intensamente, como un faro en lo alto de una colina. Su fe
fue celebrada en todas partes; pero poco tiempo después declinó de su
condición primitiva. Fue por pequeños comienzos que tanto la Roma
imperial como la cristiana avanzaron hacia el dominio usurpado del
mundo.
Los primeros pastores u obispos de Roma se dedicaron a convertir las
ciudades y pueblos vecinos. La necesidad que sentían los obispos y
pastores de la Campagna de recurrir en casos de dificultad a un guía
ilustrado, y la gratitud que le debían a la iglesia de la metrópoli, los
llevó a mantener una estrecha unión con ella. Como siempre ha
ocurrido en circunstancias análogas, esta unión razonable pronto
degeneró en dependencia. Los obispos de Roma consideraron como un
derecho la superioridad que las Iglesias circundantes habían cedido
libremente . Las usurpaciones del poder forman una gran parte de la
historia; como la resistencia de aquellos cuyas libertades son invadidas
forma la otra parte. El poder eclesiástico no pudo escapar de la
embriaguez que impulsa a todos los que se enaltecen a buscar el monte
s hasta más alto. Obedecía esta ley general de la naturaleza humana.
Sin embargo, la supremacía de los obispos romanos en ese período se
limitaba a la superintendencia de las Iglesias dentro de la jurisdicción
civil del prefecto de Roma. 7 Pero el rango que ocupaba esta ciudad
imperial en el mundo ofrecía una perspectiva de destinos aún mayores
a la ambición de su primer pastor. El respeto de que gozaron los
diversos obispos cristianos en el siglo II era proporcional al rango de la
ciudad en la que residían. Ahora Roma era la ciudad más grande, rica y
poderosa del mundo. Fue la sede del imperio, la madre de las naciones.
"Todos los habitantes de la tierra le pertenecen", dijo Julián; 8 y
Claudian la declaró "la fuente de las leyes". 9
Si Roma es la reina de las ciudades, ¿por qué su pastor no debería ser
el rey de los obispos? ¿Por qué la iglesia romana no debería ser la
madre de la cristiandad? ¿Por qué no todas las naciones deberían ser
sus hijos y su autoridad su ley soberana? Era fácil para el corazón
ambicioso del hombre razonar así. Así lo hizo la ambiciosa Roma.

Así, cuando cayó la Roma pagana, legó al humilde ministro del Dios de
la paz, sentado en medio de sus ruinas, los orgullosos títulos que su
espada invencible había ganado de las naciones de la tierra.
Los obispos de las diferentes partes del imperio, fascinados por ese
encanto que Roma había ejercido durante siglos sobre todas las
naciones, siguieron el ejemplo de la Campagna y ayudaron en esta
obra de urpación estadounidense. Sintieron un placer en ceder al
obispo de Roma una parte de ese honor que se debía a la reina del
mundo. Originalmente no había dependencia implícita en el honor así
pagado. Trataron al pastor romano como si estuvieran al mismo nivel
que él. 10 Pero el poder usurpado aumentó como una avalancha. Las
amonestaciones, al principio simplemente fraternas, pronto se
convirtieron en mandatos absolutos en boca del pontífice. Un lugar
destacado entre iguales le apareció un trono.

Los obispos occidentales favorecieron esta usurpación de los pastores


romanos, ya sea por celos de los obispos orientales, o porque
prefirieron someterse a la supremacía de un papa, antes que al
dominio de un poder temporal.
Por otro lado, las sectas teológicas que distrajeron a Oriente, se
esforzaron, cada una por sí misma, por interesar a Roma en su favor,
buscaron la victoria en el apoyo de la principal iglesia de Occidente.
Roma registró cuidadosamente estas solicitudes e intercesiones, y
sonrió al ver a todas las naciones arrojarse voluntariamente a sus
brazos. No descuidó ninguna oportunidad de aumentar y extender su
poder. Los elogios y los halagos, los cumplidos exagerados y las
consultas de otras Iglesias, se convirtieron en sus ojos y en sus manos
en títulos y documentos de su autoridad. Así es el hombre exaltado a
un trono: el incienso de los atrios lo embriaga, su cerebro se marea. Lo
que posee se convierte en motivo para lograr aún más.
La doctrina de la Iglesia y la necesidad de su unidad visible, que había
comenzado a ganar terreno en el siglo III, favorecían las pretensiones
de Roma. La Iglesia es, ante todo, la asamblea de

"los santificados en Cristo Jesús" (1 Corintios 1: 2)


"la asamblea de los primogénitos que están escritos en los cielos "
(Hebreos 12:23).
Sin embargo, la Iglesia de nuestro Señor no es simplemente interior e
invisible; es necesario que se manifieste, y es con miras a esta
manifestación que se instituyeron los sacramentos del Bautismo y la
Cena del Señor. La Iglesia visible tiene rasgos diferentes a los que la
distinguen como Iglesia invisible. La Iglesia invisible, que es el cuerpo
de Cristo, es necesaria y eternamente una. La Iglesia visible, sin duda,
participa de la unidad de la primera; pero, considerada por sí misma,
la pluralidad es una característica que ya se le atribuye en el Nuevo
Testamento. Hablando de una Iglesia de Dios, 11 apenas se refiere a su
manifestación al mundo, enumera "las Iglesias de Galacia, de Mace
donia, de Judea, todas Iglesias de los santos". 12 Estas Iglesias pueden,
sin duda, hasta cierto punto, buscar la unidad visible; pero si falta esta
unión, no pierden ninguna de las cualidades esenciales de la Iglesia de
Cristo. El fuerte vínculo que unía originalmente a los miembros de la
Iglesia era la fe viva del corazón que los conectaba a todos con Cristo
como cabeza común. Pronto concurrieron diferentes causas para
originar y desarrollar la idea de una necesidad de unión externa.
Hombres acostumbrados a las formas políticas y asociaciones de un
país terrenal, llevaron sus opiniones y hábitos al reino espiritual y
eterno de Cristo. La persecución, impotente para destruir o incluso
sacudir a esta nueva comunidad, la hizo más sensible por su propia
fuerza y la presionó en un cuerpo más compacto. A los errores que
surgieron en las escuelas teosóficas y en las diversas sectas, se opuso la
verdad única y universal recibida de los apóstoles y conservada en la
Iglesia. Así fue , siempre que la Iglesia invisible y espiritual fuera
idéntica a la Iglesia visible y externa. Pero pronto tuvo lugar una gran
separación: la forma y la vida se desunieron.
La apariencia de una organización idéntica y exterior fue sustituida
gradualmente por esa comunión interior y espiritual, que es la esencia
de la religión de Dios. Los hombres abandonaron el precioso perfume
de la fe y se postraron ante la vasija vacía que lo había contenido.
Buscaron otros lazos de unión, porque la fe en el corazón ya no
conectaba a los miembros de la Iglesia; y estaban unidos por medio de
obispos, arzobispos, papas, mitras, canónigos y ceremonias. La Iglesia
viviente, retirándose gradualmente en el santuario solitario de unos
pocos corazones solitarios, fue sustituida en su lugar por una Iglesia
exterior , y todas sus formas fueron declaradas de designación divina.
La salvación ya no brota de la Palabra, que de ahora en adelante se
pierde de vista, los sacerdotes afirman que se transmite mediante las
formas que ellos mismos se habían inventado, y que nadie podía
alcanzarla sino por estos canales. Nadie, decían, puede por su propia fe
alcanzar la vida eterna. Cristo comunicó a los apóstoles, y éstos a los
obispos, la unción del Espíritu Santo; ¡y este Espíritu debe adquirirse
únicamente en ese orden de sucesión! Originalmente, quien poseía el
espíritu de Jesucristo era miembro de la Iglesia; ahora se invirtieron
los términos, y se sostuvo que sólo quien fuera miembro de la Iglesia
podía recibir el Espíritu. 13
A medida que se establecieron estas ideas, la distinción entre el pueblo
y el clero se hizo más marcada. La salvación de las almas ya no
dependía enteramente de la fe en Cristo, sino también, y de manera
más especial, de la unión con la Iglesia. Los representantes y jefes de la
Iglesia se hicieron partícipes de la confianza que debía depositarse sólo
en Cristo, y se convirtieron en los verdaderos mediadores de sus
rebaños. La idea de un sacerdocio cristiano universal se fue perdiendo
gradualmente de vista; los siervos de la Iglesia de Cristo fueron
comparados con los sacerdotes del antiguo pacto; ¡y los que se
separaron del obispo fueron colocados en el mismo rango con Coré,
Datán y Abiram! De un sacerdocio peculiar, como el que entonces se
formó en la Iglesia, a un sacerdocio soberano, como lo afirma Roma, la
transición fue fácil.
De hecho, apenas se estableció la noción errónea de la necesidad de
una unidad visible de la Iglesia, apareció otra: la necesidad de una
representación externa de esa unión. Aunque no encontramos rastros
en el evangelio de la superioridad de Pedro sobre los demás apóstoles;
aunque la idea misma del primado se opone a las relaciones
fraternales que unían a los hermanos, e incluso al espíritu de la
dispensación evangélica, que, por el contrario, exige que todos los
hijos del Padre "se ministren unos a otros", reconociendo una sola
maestro y un maestro; Aunque Cristo había reprendido enérgicamente
a sus discípulos, cada vez que se concebían ambiciosos deseos de
preeminencia en sus corazones carnales, la primacía de San Pedro se
inventaba y se apoyaba en textos mal interpretados, y luego los
hombres reconocieron en este apóstol y en sus autodenominados
sucesores en Roma. , los representantes visibles de la unidad visible,
los jefes de la Iglesia universal.
La constitución del Patriarcado contribuyó igualmente a la exaltación
del Papado. Ya en los tres primeros siglos, las iglesias metropolitanas
habían gozado de un honor peculiar. El concilio de Niza, en su sexto
canon, menciona tres ciudades, cuyas iglesias, según él, ejercían una
autoridad establecida desde hace mucho tiempo sobre las de las
provincias circundantes: estas eran Alejandría, Roma y Antioquía. El
origen político de esta distinción viene indicado por el nombre que en
un principio se les dio a los obispos de estas ciudades: se les llamó
Exarcas, por el título de los gobernadores civiles. 14 Algo más tarde
recibieron la denominación más eclesiástica de Patriarcas.
Encontramos este título empleado por primera vez en el concilio de
Constantinopla , pero en un sentido diferente del que recibió después.
No fue hasta poco antes del concilio de Calcedonia que se entregó
exclusivamente a los grandes metropolitanos. El segundo concilio
general creó un nuevo patriarcado, el de Constan tinople, la nueva
Roma, la segunda capital del imperio. La iglesia de Bizancio, durante
tanto tiempo oscura, disfrutó de los mismos privilegios y fue colocada
por el concilio de Calcedonia en el mismo rango que la Iglesia de
Roma. Roma en ese momento compartía la supremacía del patriarca
con estas tres iglesias. Pero cuando la invasión mahometana destruyó
las sedes de Alejandría y de Antioquía, cuando la sede de
Constantinopla se desvaneció, y en tiempos posteriores incluso se
separó de Occidente, Roma quedó sola y las circunstancias de la época
reunieron a todas las Iglesias occidentales. a su alrededor ver, que
desde entonces no ha tenido rival.

Pronto acudieron en su ayuda nuevos y más poderosos amigos que


todos los demás. La ignorancia y la superstición se apoderaron de la
Iglesia y la entregaron, encadenada y con los ojos vendados, en manos
de Roma.
Sin embargo, esta esclavitud no se efectuó sin lucha. Con frecuencia las
Iglesias proclamaban su independencia; y sus valientes voces se
escucharon especialmente desde el África proconsular y desde el Este.
15
Pero Roma encontró nuevos aliados para sofocar los gritos de las
iglesias. Los príncipes, a quienes aquellos tiempos tormentosos a
menudo sacudieron en sus tronos, ofrecieron su protección si Roma a
su vez los apoyaba. Le concedieron la autoridad espiritual, siempre que
regresara en el poder secular. Eran generosos con el alma de los
hombres, con la esperanza de que ella los ayudara contra sus
enemigos. El poder de la jerarquía que ascendía y el poder imperial que
declinaba se apoyaban así el uno sobre el otro, y por esta alianza
aceleraban su doble destino.
Roma no podía perder con eso. Un edicto de Teodosio II y de
Valentiniano III proclamó al obispo romano "rector de toda la Iglesia".
16 Justiniano publicó un decreto similar. Estos edictos no contenían
todo lo que los papas pretendían ver en ellos; pero en aquellos tiempos
de ignorancia les era fácil conseguir la interpretación que les era más
favorable. El dominio de los emperadores en Italia, cada vez más
precario, los obispos de Roma aprovecharon esta circunstancia para
liberarse de su dependencia.
Pero ya habían salido de los bosques del Norte los más eficaces
promotores del poder papal. Los barianos barianos que habían
invadido y asentado Occidente, después de haber sido saciados de
sangre y pillaje, bajaron sus hediondas espadas ante el poder
intelectual que los encontró cara a cara. Convertidos recientemente al
cristianismo, ignorantes del carácter espiritual de la Iglesia y sintiendo
la falta de cierta pompa externa en la religión, se postraron, medio
salvajes y medio paganos como eran, a los pies del sumo sacerdote de
Roma. Con su ayuda, Occidente estaba en su poder. Primero los
vándalos, luego los ostrogodos, algo más tarde los borgoñones y los
alanos, luego los visigodos, y por último los lombardos y anglosajones,
llegaron y doblaron la rodilla ante el pontífice romano. Fueron los
hombros robustos de aquellos hijos del norte idólatra los que
consiguieron colocar en el trono supremo de la cristiandad a un pastor
de las orillas del Tíber.
A principios del siglo VII estos acontecimientos se estaban cumpliendo
en Occidente, precisamente en el período en el que el poder de
Mahoma surgió en Oriente, dispuesto a invadir otra cuarta parte del
mundo.
A partir de este momento el mal siguió aumentando. En el siglo VIII
vemos a los obispos romanos resistiendo, por un lado, a los
emperadores griegos, sus legítimos soberanos, y esforzándose por
expulsarlos de Italia, mientras que con el otro expulsan a los alcaldes
del palacio en Francia, suplicando a este nuevo poder. , recién
comenzando a surgir en Occidente, una participación en el naufragio
del imperio. Roma fundó su autoridad usurpada entre Oriente, a la que
repelía, y Occidente, al que le llamó un id. Ella levantó su trono entre
dos revueltas. Sobresaltado por los gritos de los árabes, convertido
ahora en amos de España, y que se jactaba de que llegarían
rápidamente a Italia por las puertas de los Pirineos y los Alpes, y
proclamarían el nombre de Mahoma en los Siete Infiernos; alarmado
por la insolencia de Astolphus, quien a la cabeza de sus lombardos,
rugiendo como un león y blandiendo su espada ante las puertas de la
ciudad eterna, amenazó con matar a todos los romanos: 17 Roma, ante
la perspectiva de la ruina, se volvió sus ojos asustados a su alrededor y
se arrojó a los brazos de los Frank. El usurpador Pepino le exigió la
supuesta sanción de su nueva autoridad; se le concedió, y el papado
obtuvo a cambio su promesa de ser el defensor de la "República de
Dios". Pipino arrebató a los lombardos las ciudades que le habían
arrebatado al emperador griego; sin embargo, en lugar de
devolvérselos a ese príncipe, dejó las llaves sobre el altar de San Pedro
y juró con las manos en alto que no había tomado las armas por el
hombre, sino para obtener de Dios la remisión de sus pecados y rendir
homenaje. por sus conquistas a San Pedro. Así estableció Francia el
poder temporal de los papas.
Apareció Carlomagno; la primera vez que sube las escaleras a la
basílica de San Pedro, d besando cada escalón. Por segunda vez se
presenta a sí mismo, señor de todas las naciones que formaron el
imperio de Occidente y de la propia Roma. León III consideró
oportuno otorgar el título imperial a quien ya poseía el poder; y el día
de Navidad del año 800 colocó la diadema de los emperadores
romanos en la frente del hijo de Pipino. 18 A partir de este momento el
Papa pertenece al imperio de los francos: su conexión con Oriente se
acaba. Se desprendió de un árbol en descomposición y caída para
injertarse en un árbol joven salvaje y vigoroso. Una elevación futura, a
la que nunca se habría atrevido a aspirar, le espera entre estas tribus
alemanas con las que ahora se une.
Carlomagno legó a sus débiles sucesores solo los restos de su poder. En
el siglo IX, la desunión en todas partes debilitó la autoridad civil. Roma
vio que este era el momento de exaltarse. ¿Cuándo podía la Iglesia
esperar una oportunidad más favorable para independizarse del
Estado que cuando la corona que Carlos había llevado se rompió y sus
fragmentos yacían esparcidos sobre su antiguo imperio?
Luego aparecieron las Falsas Decretales de Isidoro. En esta colección
de los pretendidos decretos de los papas , se hizo hablar a los obispos
más antiguos, contemporáneos de Tácito y Quintiliano, el latín
bárbaro del siglo IX. Las costumbres y constituciones de los francos se
atribuyeron seriamente a los romanos en la época de los emperadores.
Los papas citaron la Biblia en la traducción latina de Jerónimo, que
había vivido uno, dos o tres siglos después de ellos; y Víctor, obispo de
Roma, en el año 192, escribió a Teófilo, que era arzobispo de
Alejandría en 385. El impostor que había fabricado esta colección se
esforzó por demostrar que todos los obispos derivaban su autoridad
del obispo de Roma, quien tenía su poseer inmediatamente de Cristo.
No sólo registró todas las sucesivas conquistas de los pontífices, sino
que incluso las trasladó a los primeros tiempos. Los papas no se
avergonzaron de valerse de esta despectiva impostura. Ya en 865,
Nicolás I sacó de sus reservas de armas para combatir a príncipes y
obispos. 19 Este descarado invento fue durante siglos el arsenal de
Roma.
Sin embargo, los vicios y crímenes de los pontífices suspendieron por
un tiempo el efecto de las decretales. El papado celebró su admisión a
la mesa de los reyes mediante vergonzosas orgías. Ella se embriagó: sus
sentidos se perdieron en medio de juergas borrachas. Es en este
período que la tradición coloca en el trono papal a una mujer llamada
Juana, que se había refugiado en Roma con su amante, y cuyo sexo fue
traicionado por los dolores del parto durante una procesión solemne.
Pero no aumentemos innecesariamente la vergüenza de la corte
pontificia . Las mujeres abandonadas en ese momento gobernaban
Roma; y ese trono que pretendía elevarse por encima de la majestad de
los reyes estaba hundido profundamente en las heces del vicio.
Teodora y Marozia instalaron y depusieron a su gusto a los
autoproclamados maestros de la Iglesia de Cristo , y colocaron a sus
amantes, hijos y nietos en la silla de San Pedro. Estos escándalos, que
están demasiado bien autenticados, quizás hayan dado lugar a la
tradición del Papa Juana.

Roma se convirtió en un escenario salvaje de desórdenes, cuya


posesión fue disputada por las familias más poderosas de Italia. Los
condes de Toscana salieron victoriosos en general. En 1033, esta casa
se atrevió a colocar en el trono pontificio, bajo el nombre de Benedicto
IX, a un joven educado en el libertinaje. Este niño de doce años seguía,
siendo Papa, los mismos vicios horribles y degradantes. 20 Otro
partido eligió a Silvestre III en su lugar; y Benedicto, cuya conciencia
estaba cargada de adulterios, y cuyas manos estaban manchadas de
asesinato, 21 finalmente vendió el papado a un eclesiástico romano.
Los emperadores de Alemania, llenos de indignación ante tales
atrocidades, purgaron Roma con la espada. El imperio, haciendo valer
sus derechos primordiales, sacó la triple corona del fango en el que
había caído y salvó al papado degradado dándole hombres respetables
como jefes. Enrique III depuso a tres papas en 1046, y su dedo,
decorado con el anillo de los patricios romanos, señaló al obispo a
quien se debían confiar las llaves de San Pedro . Sucedieron cuatro
papas, todos alemanes y designados por el emperador. Cuando murió
el pontífice romano, los diputados de esa iglesia acudieron a la corte
imperial, como los enviados de otras diócesis, para solicitar un nuevo
obispo. Con alegría, el emperador contempló a los papas cometiendo
abusos, fortaleciendo a la Iglesia, celebrando concilios, instalando y
destituyendo a los prelados, desafiando a los monarcas extranjeros: el
papado con estas pretensiones no hizo más que exaltar el poder del
emperador, su señor supremo. Pero permitir tales prácticas era
exponer su propia autoridad a un gran peligro. El poder que los papas
así recuperaron gradualmente podría volverse repentinamente contra
el emperador mismo. Cuando el reptil había ganado fuerza, podía herir
el pecho que lo había acariciado: y este resultado siguió .

Y ahora comienza una nueva era para el papado. Se levanta de su


humillación y pronto pisotea a los príncipes de la tierra. Exaltar el
Papado es exaltar a la Iglesia, promover la religión, asegurar al espíritu
la victoria sobre la carne y a Dios la conquista del mundo. Tales son sus
máximas: en ellas encuentra la ambición su ventaja y el fanatismo su
excusa.

Toda esta nueva política está personificada en un solo hombre:


Hildebrand.
Este Papa, que por turnos ha sido exaltado indiscretamente o traficado
injustamente , es la personificación del pontificado romano en toda su
fuerza y gloria. Es uno de esos personajes normales de la historia, que
incluyen dentro de sí un nuevo orden de cosas, similar a los
presentados en otras esferas por Carlomagno, Lutero y Napoleón.
Este monje, hijo de un carpintero de Saboya, se crió en un convento
romano y había abandonado Roma en el período en que Enrique III
había depuesto a tres papas y se había refugiado en Francia en el
austero convento de Cluny. En 1048, Bruno, obispo de Toul, habiendo
sido nombrado papa por el emperador de Worms, que ejercía la Dieta
alemana en esa ciudad, asumió los hábitos pontificios y tomó el
nombre de León IX; pero Hildebrand, que se había apresurado allí, se
negó a reconocerlo, ya que era (dijo él) del poder secular que tenía la
tiara. 22 León, cediendo al poder irresistible de una mente fuerte y de
una convicción profunda, inmediatamente se humilló, dejó a un lado
sus ornamentos sacerdotales y, vestido con el atuendo de un
peregrino, partió descalzo hacia Roma junto con Hildebrand (dice un
historiador) , para ser elegidos legítimamente por el clero y el pueblo
romano. Desde este momento Hildebrand fue el alma del papado,
hasta que él mismo se convirtió en Papa. Había gobernado la Iglesia
bajo el nombre de varios pontífices, antes de reinar en persona como
Gregorio VII. Una gran idea se había apoderado de este gran genio.
Deseaba establecer una teocracia visible, de la cual el Papa, como
vicario de Jesucristo, debería ser la cabeza . El recuerdo del dominio
universal de la Roma pagana obsesionaba su imaginación y animaba
su celo. Deseaba devolver a la Roma papal todo lo que la Roma
imperial había perdido. "Lo que Mario y César", dijeron sus
aduladores, "no pudieron hacer con torrentes de sangre, lo has logrado
con una palabra".
Gregorio VII no fue dirigido por el espíritu del Señor. Ese espíritu de
verdad, humildad y paciencia le era desconocido. Sacrificó la verdad
siempre que lo juzgó necesario para su política. Esto lo hizo
particularmente en el caso de Berenger, archidiácono de Angers. Pero
un espíritu muy superior al de la generalidad de los pontífices, una
profunda convicción de la justicia de su causa, sin duda lo animó. Era
audaz, ambicioso, perseverante en sus designios y, al mismo tiempo,
hábil y político en el uso de los medios que aseguraban el éxito.
Su primera tarea fue organizar la milicia de la iglesia. Era necesario
ganar fuerza antes de atacar el imperio. Un concilio celebrado en Roma
apartó a los pastores de sus familias y los obligó a convertirse en
devotos seguidores de la jerarquía. La ley del celibato, planificada y
ejecutada por los papas, que eran ellos mismos monjes, transformó al
clero en una especie de orden monástica. Gregorio VII reclamó el
mismo poder sobre todos los obispos y sacerdotes de la cristiandad,
que un abad de Cluny ejerce en el orden que preside. Los legados de
Hildebrando, que se comparaban con los procónsules de la antigua
Roma, recorrían las provincias privando a los pastores de sus legítimas
esposas; y, si era necesario, el mismo Papa levantó al pueblo contra el
clero casado. 23
Pero sobre todo, Gregorio diseñó emancipar a Roma de su sujeción al
imperio. Nunca se habría atrevido a concebir un plan tan audaz si los
disturbios que afligieron a la minoría de Enrique IV y la revuelta de los
príncipes alemanes contra ese joven emperador no hubieran
favorecido su ejecución. El Papa era en este momento uno de los
magnates del imperio. Haciendo una causa común con los otros
grandes vasallos, se fortaleció por el interés aristocrático y luego
prohibió a todos los eclesiásticos, bajo pena de excomunión, recibir la
investidura del emperador. Se rompió los antiguos lazos que conectan
las Iglesias y thei r pastores con la autoridad real, pero fue de obligar a
todos ellos al trono pontificio. A este trono se comprometió a
encadenar sacerdotes, reyes y personas, y hacer del Papa un monarca
universal. Todo sacerdote debía temer solo a Roma; solo a Roma debía
tener esperanza. Los reinos y principados de la tierra son su dominio.
Todos los reyes debían temblar ante los rayos lanzados por el Júpiter
de la Roma moderna. ¡Ay del que resiste! Los sujetos son liberados de
sus juramentos de lealtad; t que todo el país se coloca en entredicho;
cesa el culto público; las iglesias están cerradas; las campanas están
mudas; ya no se administran los sacramentos; y la maldición se
extiende incluso a los muertos, a quienes la tierra, por orden de un
pontífice altivo , niega el reposo del sepulcro.
El Papa, subordinado desde el principio de su existencia
sucesivamente a los emperadores romano, franco y alemán, era ahora
libre, y pisó por primera vez como su igual, si no como su maestro. Sin
embargo, Gregorio VII fue ahogado a su vez: Roma fue tomada e
Hildebrando se vio obligada a huir. Murió en Salerno, exclamando:
"He amado la justicia y aborrecido la iniquidad, por eso moriré en el
exilio". 24 ¿Quién se atreverá a acusar de hipocresía estas palabras
pronunciadas al borde del sepulcro?
Los sucesores de Gregorio, como soldados que llegan después de una
victoria, se lanzaron como conquistadores sobre las Iglesias
esclavizadas. España rescatada del islamismo, Prusia recuperada de la
idolatría, cayó en brazos del sacerdote coronado. Las Cruzadas, que se
llevaron a cabo por instigación suya, ampliaron y confirmaron su
autoridad. Los piadosos peregrinos, que en la imaginación habían visto
santos y ángeles al frente de sus bandas armadas, que, entrando
humildes y descalzos entre los muros de Jerusalén, quemaron a los
judíos en su sinagoga y regaron con la sangre de miles de sarracenos
los lugares donde vinieron a seguir las huellas sagradas del Príncipe de
la Paz, llevaron a Oriente el nombre del Papa, olvidado aquí desde que
cambió la supremacía de los griegos por la de los francos.
En otro cuarto, el poder de la Iglesia efectuó lo que las armas de la
república y del imperio no habían podido lograr. Los alemanes
depositaron a los pies de un obispo los tributos que sus antepasados
habían negado a los generales más poderosos. Sus príncipes, al suceder
a la dignidad imperial, imaginaban que recibían una corona de los
papas, pero era un yugo que se colocaba sobre sus cuellos. Los reinos
de la cristiandad , ya sujetos a la autoridad espiritual de Roma, se
convirtieron ahora en sus siervos y tributarios.
Así todo cambió en la Iglesia.

Al principio fue una comunidad de hermanos, y ahora se estableció en


su seno una monarquía absoluta. Todos los cristianos eran sacerdotes
del Dios vivo, 25 con pastores humildes como guías. Pero una cabeza
altiva se levanta en medio de estos pastores; una voz misteriosa
pronuncia palabras llenas de orgullo; una mano de hierro obliga a
todos los hombres, grandes y pequeños, ricos y pobres, esclavos y
libres, a llevar la insignia de su poder. Se pierde de vista la santa y
primitiva igualdad de las almas ante Dios. A la voz de un hombre, la
cristiandad se divide en dos partes desiguales: por un lado, una casta
separada de sacerdotes, que se atreven a usurpar el nombre de la
Iglesia y afirman estar investidos de privilegios peculiares a los ojos
del Señor; y, por otro, rebaños serviles reducidos a una sumisión ciega
y pasiva, un pueblo amordazado y encadenado, entregado a una casta
altiva. Cada tribu, idioma y nación de la cristiandad se somete al
dominio de este rey espiritual, que ha recibido poder para conquistar.

Notas finales:
1. Oi = a tij h`li, ou bolh ,. Eusebio. Hist. Eccles. HS
2. Tesalonicenses 2.
3. Juan 5:11.
4. Juan 6:45.
5. Hechos 15:23.
6. Tesalonicenses 2.

7. Suburbicaria loca. - Véase el sexto canon del Concilio de


Nicea, así citado por Rufino (Hist. Eclesiásticos 5: 6): Et
ut apud Alexandriam et urbe Romevetusia consuetudo
servetur, ut vel ille Aegypti, vel his suburbicariarum
ecclessiarum solicitudinem gr eat, etc.
8. Julian. O en. YO.

9. Claudian en Paneg Stilichonis, lib. 3.


10. Eusebio, Hist. Eccles. 1. 5. C. 24; Socrat. Hist. Eclesiásticos
5:21; Cipriano ep. 59, 72, 75.
11. Corintios 15: 9; 1 Timoteo 3:15.
12. Corintios 16: 1; 2 Corintios 8: 1; Gálatas 1:22; 1 Corintios
14:33.
13. Ubi ecclesia, ibi et spiritus Dei. Ubi spiritus Dei, ecclesia
ilícita. Ireneo.
14. Ver Canon. Sardic. 6, y también el Concilio de
Calcedonia, canous 8 y 18, o` e; xarcoj th / j dioicgsewj.

15. Cipriano, obispo de Cartago, escribe así de Esteban, bi


shop de Roma. - Magis ac magis ejus errorem denotabis,
qui haereticorum causam contra Christianos et contra
Ecclesiam Dei asserere conatur..qui unitatem et
veritatem de divina lege venientem non tenens ..
Consuetudo sine veritate, vetustas erroris est. Epis t. 74.
Firmillian, obispo de Cesarea en Capadocia, dijo también
en la segunda mitad del siglo III: Eos autem qui Romae
sund, non ea in omnibus observare quae sunt ab origine
tradita, et frustra auctoritatem apostolorum praetendere
.. Ceterum nos (es decir, el obispos de las iglesias
asiáticas, más antiguas que la de Roma) veritati et
consuetudinem jungimus, et consuetudini Romanorum,
consuetudinem sed veritatis oppinimus; ab initio hoc
tenentes quod a Christo et ab apostolo traditum est.
Cypr. E p. 75. Estos son testimonios de gran importancia.
16. Rector totius ecclesiae.
17. Fremens ut leo..asserens omnes uno gladio jugulari.
Anastasio, Bibl. Vit. Pontif. pags. 83.

18. Visum est et ipsi Apostolico Leoni..ut ipsum Carolum,


imperatorem nominare debuisset, qui i psam Romam
tenebat, ubi semper Caesares sedere soliti erant, et
reliquae sedes .. Annalista Lambecianus, ad an. 801.
19. Ver Ep. Ad Univers. Episc. Hiel. Mansi 15.
20. Cujus quidem post adeptum sacerdotium vita quam
turpis, quam foeda, quamque execranda exstiterit,
horresco referre. Desiderius (abad de Cassino, luego Papa
Víctor III.), De Miraculis a S. Benedicto, etc., lib. 3. Inic.
21. Theophylactus..cum post multa adulteria et homicidia
manibus suis perpetrata, etc. Bonizo (obispo de Sutri,
después de Placen za), Liber ad Amicum.

22. Quia non secundum canonicam Institutionem, sed per


saecularem et regiam potestatem, Romanam ecclesiam
arripere velis. Bruno de Segni, Vita Leonis. Otho de
Freyasingen, un historiador que vivió un siglo después,
sitúa en Cluny este encuentro de Leo e Hildebrand.
Probablemente sea un error.
23. Hola quocumque prodeunt, clamores insultantium
digitos ostendentium, colaphos puisantium, perferunt.
Alli membris mutilati; alli per longos cruciatus superbe
necati, etc. Martene y Durand. Tesauro Nov. Anecd. 1:
231.
24. Dilexi justitiam et odivi iniquitatem, propterea mortor
in exillio.
25. Pedro 2: 9.
LIBRO 1
CAPITULO 2

Pero al lado del principio que debería impregnar la historia del


cristianismo, se encontró otro que debería presidir su doctrina. Esta
era la gran idea del cristianismo: la idea de la gracia, el perdón, la
amnistía, el don de la vida eterna. Esta idea supuso en el hombre un
alejamiento de Dios y una incapacidad de regresar por cualquier poder
de su propia comunión con ese ser infinitamente santo. La oposición
entre la verdadera y la falsa doctrina, sin duda, no puede resumirse
por completo en la cuestión de la salvación por fe o por obras. Sin
embargo, es su característica más llamativa. Pero además, la salvación
considerada como procedente del hombre, es el principio creativo de
todo error y abuso. Los excesos producidos por este error fundamental
llevaron a la Reforma, y por la profesión del principio contrario se
llevó a cabo. Por tanto, esta característica debería ser muy destacada en
una introducción a la historia de esa reforma.

La salvación por gracia fue la segunda característica que


esencialmente distinguió la religión de Dios de todos los sistemas
humanos. ¿Qué había sido ahora de él? ¿Había conservado la Iglesia,
como un depósito precioso, este pensamiento grande y primordial?
Rastreemos su historia.
Los habitantes de Jerusalén, de Asia, de Grecia y de Roma, en el
tiempo de los primeros emperadores, oyeron estas buenas nuevas:
"Por gracia sois salvos por la fe; y eso no de vosotros mismos; es el
regalo de Dios. . " 1 A esta proclamación de paz, a esta alegre noticia, a
esta palabra de poder, muchas almas culpables creyeron y fueron
atraídas hacia Aquel que es la fuente de la paz; y se formaron
numerosas iglesias cristianas en medio de las naciones degeneradas de
esa época.

Pero pronto se cometió un gran error en cuanto a la naturaleza de esta


fe salvadora. La fe, según San Pablo, es el medio por el cual todo el ser
del creyente - su entendimiento, corazón y voluntad - entra en
posesión de la salvación comprada para él por la encarnación y muerte
del Hijo de Dios. Jesucristo es aprehendido por la fe y desde esa hora
se hace todo para el hombre y en el hombre. Comunica una vida divina
a nuestra naturaleza humana; y el hombre así renovado y liberado de
las cadenas del pecado y del yo, siente nuevos afectos y realiza nuevas
obras. La fe, dice el teólogo para expresar sus ideas, es la apropiación
subjetiva de la obra objetiva de Cristo. Si la fe no es una apropiación de
la salvación, no es nada; toda la economía cristiana se confunde, se
sellan las fuentes de la nueva vida, y el cristianismo se vuelca desde
sus cimientos.
Y esto es lo que sucedió. Esta visión práctica de la fe fue olvidada
gradualmente. Pronto se convirtió, lo que todavía es para muchas
personas, en un simple acto de entendimiento, en una mera sumisión
a una autoridad superior.
De este primer error procedió necesariamente un segundo. Así
despojada de la fe de su carácter práctico, era imposible decir que sólo
ella tenía el poder de salvar: como las obras ya no eran sus frutos, por
necesidad fueron colocadas junto a ella, y la doctrina de que el hombre
es justificado por la fe. y por obras prevalecieron en la Iglesia. En lugar
de esa unidad cristiana que comprende en un solo principio la
justificación y las obras, la gracia y la ley, la doctrina y el deber,
sucedió esa dualidad melancólica que considera la religión y la moral
como dos cosas enteramente distintas: ese error fatal que, al separar
las cosas que no puede vivir a menos que esté unido , y poniendo el
alma de un lado y el cuerpo del otro, es la causa de la muerte
espiritual. Las palabras del apóstol, que resuenan a través del intervalo
de las edades, son: "¿Habiendo comenzado por el espíritu, ahora sois
perfeccionados por la carne?"
Otro gran error o contribuyó aún más a desestabilizar la doctrina de la
gracia: este fue el pelagianismo. Pelagio afirmó que la naturaleza
humana no es caída, que no hay corrupción hereditaria y que el
hombre, habiendo recibido el poder de hacer el bien, solo tiene que
querer para realizar. 2 Si las buenas obras consisten únicamente en
actos externos, Pelagio tiene razón. Pero si miramos los motivos de
donde proceden estos actos externos, encontramos en todas partes en
la naturaleza del hombre egoísmo, olvido de Dios, contaminación e
impotencia. La doctrina pelagiana, expulsada por Agustín de la Iglesia
cuando se había presentado audazmente, se insinuaba como
semipelagianismo y bajo la máscara de las formas de expresión
agustinas. Este error se extendió con asombrosa rapidez por toda la
cristiandad. El peligro de la doctrina se manifestó particularmente en
esto: que al colocar la bondad fuera del corazón y no dentro del
mismo, otorgaba un gran valor a las acciones externas, las
observancias legales y las palabras penitenciales. Cuanto más se
observaban estas prácticas , más justo se volvía el hombre: por ellas se
ganó el cielo; y pronto prevaleció la extravagante idea de que hay
hombres que han avanzado en santidad más allá de lo que se les
exigía.
Si bien el pelagianismo corrompió la doctrina cristiana, fortaleció la
jerarquía. La mano que bajó la gracia, exaltó a la Iglesia: porque la
gracia es Dios, la Iglesia es hombre.

Cuanto más sintamos la verdad de que todos los hombres son


culpables ante Dios, más también nos aferraremos a Cristo como la
única fuente de gracia. ¿Cómo podríamos entonces colocar a la Iglesia
en el mismo rango que Cristo, si no es más que una asamblea de todos
aquellos que se encuentran en el mismo estado miserable por
naturaleza? Pero tan pronto como atribuimos al hombre una santidad
peculiar, un mérito personal, todo cambia. El clero y los monjes son
considerados los canales más naturales a través de los cuales recibir la
gracia de Dios. Esto fue lo que sucedió a menudo después de la época
de Pelagio. La salvación, arrebatada de las manos de Dios, cayó en
manos de los sacerdotes, que se pusieron en el lugar de nuestro Señor.
Las almas sedientas de perdón ya no deben mirar al cielo, sino a la
Iglesia, y sobre todo a su pretendida cabeza. Para aquellas almas
ciegas, el pontífice romano era Dios. De ahí la grandeza de los Papas,
de ahí los indecibles abusos. El mal se extendió aún más. Cuando el
pelagianismo estableció la doctrina de que el hombre podía alcanzar
un estado de perfecta santificación, afirmó también que los méritos de
los santos y mártires podían aplicarse a la Iglesia. Se atribuyó un poder
peculiar a su intercesión. Se les hicieron oraciones ; su ayuda fue
invocada en todos los dolores de la vida; y una idolatría leída suplantó
así la adoración del Dios vivo y verdadero.

Al mismo tiempo, el pelagianismo multiplicó ritos y ceremonias. El


hombre, imaginando que podía y que se esforzaba por sus buenas
obras para hacerse merecedor de la gracia, no veía ningún medio más
adecuado para merecerla que los actos de adoración externa. La ley
ceremonial se volvió infinitamente complicada y pronto se puso al
mismo nivel, por decir lo mínimo, con la ley moral. Así, la conciencia
de los cristianos volvió a cargarse con un yugo que había sido
declarado insoportable en los tiempos de los apóstoles. 3
Pero fue especialmente por el sistema de penitencia, que fluyó
inmediatamente del pelagianismo, que el cristianismo fue pervertido.
En un principio, la penitencia había consistido en ciertas expresiones
públicas de arrepentimiento, exigidas por la Iglesia a quienes habían
sido excluidos a causa de los escándalos y deseaban volver a ser
recibidos en su seno.
Gradualmente la penitencia se extendió a todo pecado, incluso al más
secreto, y se consideró como una especie de castigo al que era
necesario someterse, para obtener el perdón de Dios mediante la
absolución del sacerdote.
La penitencia eclesiástica se confundía así con el arrepentimiento
cristiano , sin el cual no puede haber ni justificación ni santificación.
En lugar de buscar en Cristo el perdón solo por la fe, se buscó
principalmente en la Iglesia a través de obras penitenciales.
Pronto se le dio gran importancia a las señales externas de
arrepentimiento: las lágrimas, el ayuno y la mortificación de la carne; y
la regeneración interior del corazón, que constituye la única
conversión real, fue olvidada.
Como la confesión y la penitencia son más fáciles que la extirpación
del pecado y el abandono del vicio, muchos dejaron de luchar contra
los deseos de la carne y prefirieron complacerlos a expensas de
algunas mortificaciones.
Las obras penitenciales, sustituidas así por la salvación de Dios, se
multiplicaron en la Iglesia desde Tertuliano hasta el siglo XIII. Los
hombres debían ayunar, andar descalzos, no llevar ropa blanca, etc .;
dejar sus hogares y su tierra natal por países lejanos; o renunciar al
mundo y abrazar una vida monástica.
En el siglo XI, las flagelaciones voluntarias se añadieron a estas
prácticas: algo más tarde se convirtieron en toda una manía en Italia,
que estaba entonces en un estado muy perturbado. Nobles y
campesinos, viejos y jóvenes, incluso niños de cinco años, cuya única
cobertura era una tela atada en el medio , iban en parejas, por cientos,
miles y decenas de miles, por los pueblos y aldeas, visitando las
iglesias. en pleno invierno. Armados con azotes, se azotaban sin
piedad, y las calles resonaban con gritos y gemidos que hicieron llorar
a todos los que los oían.

Aún así, mucho antes de que la enfermedad hubiera alcanzado tal


altura, el mundo dominado por sacerdotes había suspirado por
liberación. Los mismos sacerdotes habían descubierto que si no
aplicaban un remedio, el poder usurpado se les escaparía de las
manos. En consecuencia, inventaron ese sistema de trueque celebrado
bajo el título de Indulgencias. Dijeron a sus penitentes: "No pueden
cumplir las tareas que se les imponen. ¡Bien! Nosotros, los sacerdotes
de Dios y sus pastores, tomaremos esta pesada carga sobre nosotros
mismos. Durante siete semanas de ayuno", dijo Regino, abad de Prum.
, "pagarás veinte peniques, si eres rico; diez, si eres menos rico; y tres
peniques si eres pobre; y así sucesivamente para otros asuntos". 4 ¡
Hombres valientes alzaron la voz contra este tráfico, pero en vano!
El Papa pronto descubrió qué ventajas podían derivarse de esas
indulgencias. Alexander Hales, el médico irrefutable, inventó en el
siglo XIII una doctrina bien calculada para asegurar estos vastos
ingresos al papado. Una bula de Clemente VII lo declaró artículo de fe.
Se dijo que Jesucristo había hecho mucho más de lo necesario para
reconciliar a Dios con el hombre. Una sola gota de su sangre habría
sido suficiente. Pero lo guarda copiosamente, para formar un tesoro
para su Iglesia que la eternidad nunca podrá agotar. Los méritos
supererogatorios de los santos, la recompensa de las buenas obras que
habían hecho más allá de su obligación, han aumentado aún más este
tesoro. Su mantenimiento y administración fueron confiados al vicario
de Cristo en la tierra. Aplica a cada pecador, por los pecados cometidos
después del bautismo, estos méritos de Jesucristo y de los santos,
según la medida y la cantidad que requieran sus pecados. ¡Quién se
atrevería a atacar una costumbre de origen tan sagrado!
Este tráfico inconcebible pronto se amplió y complicó. Los filósofos de
Alejandría habían hablado de un fuego en el que los hombres debían
purificarse. Muchos médicos antiguos habían adoptado esta noción; y
Roma declaró esta opinión filosófica un principio de la Iglesia. El Papa
mediante una bula anexó el Purgatorio a su dominio. En ese lugar,
declaró, los hombres tendrían que expiar los pecados que no podrían
ser expiados aquí en la tierra; pero que las indulgencias liberarían sus
almas de ese estado intermedio en el que sus pecados los detendrían.
Tomás de Aquino expuso esta doctrina en su famosa Summa
Theologiae. No se escatimaron medios para llenar la mente de terror.
Los sacerdotes representaron con colores horribles los tormentos
infligidos por este fuego purificador sobre todos los que se
convirtieron en su presa. En muchos países católicos romanos todavía
podemos ver pinturas expuestas en las iglesias y lugares públicos,
donde las pobres almas, en medio de llamas incandescentes, invocan
con angustia algún alivio de su dolor. ¿Quién podría rechazar el rescate
que, cayendo en el tesoro de Roma, redimiría el alma de tales
tormentos?
Algo más tarde, para reducir este tráfico a un sistema, inventaron
(probablemente bajo Juan XXII) la célebre y escandalosa Tarifa de las
Indulgencias, que ha pasado por más de cuarenta ediciones. Los oídos
menos delicados se sentirían ofendidos por una enumeración de todos
los horrores que contiene. El incesto, si no se detectaba, costaba cinco
centavos; y seis, si se supiera. Había un precio establecido por asesinato
, infanticidio, adulterio, perjurio, robo, etc. "¡Oh desgracia de Roma!"
exclama Claude d'Espence, un teólogo romano: y podemos añadir: ¡Oh
desgracia de la naturaleza humana! porque no podemos proferir
reproche contra Roma que no retroceda sobre el hombre mismo. Roma
es la naturaleza humana exaltada en algunas de sus peores
propensiones. Decimos esto para que podamos decir la verdad; lo
decimos también, para que seamos justos.
Bonifacio VIII, el pontífice más atrevido y ambicioso después de
Gregorio VII, pudo lograr aún más que sus predecesores.
En el año 1300 publicó una bula en la que declaraba a la Iglesia que
cada cien años todos los que peregrinaran a Roma debían recibir una
indulgencia plenaria. De todas partes, de Italia, Sicilia, Cerdeña,
Córcega, Francia, España, Alemania y Hungría, la gente acudía en
masa. Ancianos de sesenta y setenta años emprendieron el viaje, y en
un mes doscientos mil peregrinos visitaron Roma. Todos estos
extranjeros trajeron ricas ofrendas; y el papa y los romanos vieron
cómo se llenaban sus arcas .

La avaricia romana pronto fijó cada Jubileo en cincuenta, luego en


treinta y tres y por último en veinticinco años de intervalo. Luego, para
mayor conveniencia de los compradores y mayor beneficio de los
vendedores, tanto el jubileo como sus indulgencias se trasladaron de
Roma a todos los mercados de la cristiandad. Ya no era necesario salir
de casa. Lo que otros habían buscado más allá de los Alpes, ahora cada
hombre podía comprarlo en su propia puerta.
El mal no podía volverse mayor. Entonces apareció el reformador.
Hemos visto lo que había sucedido con el principio que estaba
destinado a regir la historia del cristianismo; también hemos visto qué
pasó con lo que debería haber penetrado en sus doctrinas: ambos se
perdieron.

Establecer una casta mediadora entre Dios y el hombre - obtener por


las obras, por la penitencia y por el dinero la salvación que es el don
gratuito de Dios - tal es el papado.
Abrir a todos, por Jesucristo, sin ningún mediador humano, sin ese
poder que se llama Iglesia, el libre acceso al gran don de la vida eterna
que Dios ofrece al hombre, así es el cristianismo y la Reforma.

El papado es una elevada barrera erigida por el trabajo de siglos entre


Dios y el hombre. Si alguien desea escalarlo, debe pagar o debe sufrir; e
incluso entonces no lo superará.
La Reforma es el poder que ha derribado esta barrera, que ha devuelto
a Cristo al hombre, y ha abierto así un camino nivelado por el cual
puede llegar a su Creador.
El papado interpone a la Iglesia entre Dios y el hombre.
El cristianismo primitivo y la Reforma ponen a Dios y al hombre cara a
cara. El papado los separa, el Evangelio los une.
Después de haber trazado así la historia de la decadencia y caída de los
dos grandes principios que iban a distinguir la religión de Dios de
todos los sistemas humanos, veamos cuáles fueron algunas de las
consecuencias de esta inmensa transformación.
Pero primero rindamos el debido honor a la Iglesia de la Edad Media,
que sucedió a la de los apóstoles y de los padres, y que precedió a la de
los reformadores. La Iglesia era todavía Iglesia, aunque caída, y cada
día más esclavizada: es decir, siempre fue la más grande amiga del
hombre. Sus manos, aunque atadas, aún podían levantarse para
bendecir. Eminentes siervos de Jesucristo, que eran verdaderos
protestantes en lo que respecta a las doctrinas esenciales del
cristianismo, difundieron una luz alentadora durante la Edad Media; y
en el convento más humilde, en la parroquia más remota, se podían
encontrar monjes pobres y sacerdotes pobres para aliviar grandes
sufrimientos. La iglesia católica no era el papado. Este último era el
opresor, el primero el oprimido. La Reforma, que declaró la guerra a
uno, vino a librar al otro. Y hay que confesar que el papado mismo se
convirtió en ocasiones en manos de Dios, que saca el bien del mal,
contrapeso necesario al poder y la ambición de los príncipes.

Notas finales:

1. Efesios 2: 8.
2. Velle et esse ad himinem referenda sunt, quia de arbitrii
fonte descendunt. Pelagio en agosto De Gratia Del cap. 4.
3. Hechos 15:10.
4. Libri duo de Ecclesiasticis Disciplinis.
LIBRO 1
CAPITULO 3

Veamos ahora cuál era el estado de la Iglesia antes de la Reforma.


Las naciones de la cristiandad ya no buscaban en un Dios santo y vivo
el regalo gratuito de la vida eterna. Para conseguirlo, se vieron
obligados a recurrir a todos los medios que pudiera idear una
imaginación supersticiosa, temerosa y alarmada. El cielo se llenó de
santos y mediadores, cuyo deber era solicitar esta misericordia. La
tierra estaba llena de obras piadosas, sacrificios, observancias y
ceremonias mediante las cuales se obtendría. Aquí está una imagen de
la religión de este período que nos transmitió uno que fue durante
mucho tiempo un monje, y luego un colaborador de Lutero, por
Myconius:
"Los sufrimientos y los méritos de Cristo fueron considerados como un
cuento ocioso, o como las ficciones de Homero. No hubo ningún
pensamiento de fe por el cual nos convirtiéramos en participantes de
la justicia del Salvador y de la herencia de la vida eterna. Cristo fue
considerado como juez severo, dispuesto a condenar a todos los que no
deben recurrir a la intercesión de los santos, ni a las indulgencias
papales. En su lugar aparecieron otros intercesores: - primero la
Virgen María, como la Diana del paganismo, y luego la santos, cuyo
número fue continuamente aumentado por los papas. Estos
mediadores sólo concedieron su intercesión a aquellas aplicaciones
que hubieran merecido bien de las órdenes fundadas por ellos. Para
esto era necesario hacer, no lo que Dios había mandado en su Palabra,
sino para realizar una serie de obras inventadas por monjes y
sacerdotes, y que aportaron dinero al tesoro. Estas obras eran Ave-M
arias, las oraciones de Santa Úrsula y de Santa Brígida: deben cantar y
llorar noche y día. muchos resort s para los peregrinos ya que había
montañas, bosques y valles. Pero estas penitencias podrían agravarse
con dinero. La gente, por lo tanto , traía a los conventos ya los
sacerdotes dinero y todo lo que tenía algún valor: aves, patos, gansos,
huevos, cera, paja, mantequilla y queso. Entonces resonaron los
himnos, repicaron las campanas, el incienso llenó el santuario, se
ofrecieron sacrificios, se desbordaron los faroles, los vasos dieron
vueltas y las misas terminaron y ocultaron estas piadosas orgías. Los
obispos ya no predicaban, pero consagraban sacerdotes, campanas,
monjes, iglesias, capillas, imágenes, libros y cementerios; y todo esto
generó grandes ingresos. Los huesos, brazos y pies se conservaron en
cajas de oro y plata; se repartieron durante la misa para que los fieles
los besaran, y esto también fue una fuente de gran provecho ".
"Todas estas personas mantenido que el Papa, 'actuando como Dios en
el templo de Dios, ' 1 no podía errar, y ellos no sufrirían ninguna
contradicción." 2
En la iglesia de Todos los Santos en Wittenberg se mostró un
fragmento del arca de Noé, un poco de hollín del horno de los Tres
Niños, un pedazo de madera de la cuna de Jesucristo, algunos cabellos
de la barba de San Cristóbal y diecinueve mil otras reliquias de mayor
o menor valor. En Schaffhausen se exhibió el aliento de San José que
Nicodemo había recibido en su guante. En Wurtembe rg puede
encontrarse con un vendedor de indulgencias, vendiendo su
mercadería, con la cabeza adornada con una gran pluma arrancada del
ala de San Miguel. 3 Pero no fue necesario viajar muy lejos en busca de
estos preciosos tesoros. Los hombres que cultivaron las reliquias
recorrieron todo el país, preguntándolos por los distritos rurales
(como ha sido el caso desde entonces con las Sagradas Escrituras) y
llevándolos a las casas de los fieles, para evitarles la molestia y los
gastos de una peregrinación. . Fueron exhibidos con pompa en las
iglesias. Estos vendedores ambulantes pagaban una suma estipulada a
los propietarios de las reliquias, un porcentaje de sus ganancias. El
reino de los cielos había desaparecido y en su lugar se había abierto
sobre la tierra un mercado de abominaciones.
Así, un espíritu de blasfemia había invadido la religión; y los recuerdos
más santos de la Iglesia, las temporadas que más particularmente
llamaban a los fieles a la santa meditación y al amor, fueron
deshonradas por la bufonería y la profanación pagana. Los "Revels of
Ea ster" ocuparon un lugar destacado en los registros de la Iglesia.
Como la fiesta de la resurrección de Cristo debe celebrarse con gozo,
los predicadores estudiaron en sus sermones todo lo que pudiera hacer
reír a sus oyentes. Uno imitaba la nota del cuco; otro siseó como un
ganso. Uno arrastró hasta el altar a un laico vestido con un traje de
monje; un segundo relataba las historias más indecentes; y un tercero
relató los trucos de San Pedro, y entre otros, cómo en una taberna
había engañado a su anfitrión al no pagar sus cuentas. 4 El bajo clero
aprovechó esta oportunidad para ridiculizar a sus superiores. Las
iglesias se convirtieron en un mero escenario de charlatanes y los
sacerdotes en bufones.
Si tal era el estado de la religión, ¿cuál debe haber sido el estado de la
moral?
Sin duda, la corrupción no era en ese momento universal. La justicia
exige que esto no se olvide. La Reforma provocó numerosos ejemplos
de piedad, rectitud y fortaleza mental. La acción espontánea del poder
de Dios fue la causa; pero ¿cómo negar que había depositado de
antemano las semillas de esta nueva vida en el seno de la Iglesia? Si en
nuestros días reuniéramos todas las inmoralidades, todas las
desgracias cometidas en un solo país, la masa de corrupción sin duda
todavía nos conmocionaría. Sin embargo, el mal en este período tenía
un carácter y una universalidad que no ha tenido posteriormente. Y,
sobre todo, el misterio de la iniquidad asolaba los lugares santos, como
no se ha permitido desde los días de la Reforma.
La moralidad había decaído con el declive de la fe. Las nuevas del don
de la vida eterna es el poder de Dios para regenerar al hombre. Quite la
salvación que Dios ha dado, y quitará la santificación y las buenas
obras. Y este resultado siguió.
La doctrina y la venta de indulgencias fueron poderosos incentivos
para el mal entre un pueblo ignorante. Es cierto que, según la Iglesia,
las indulgencias sólo pueden beneficiar a aquellos que prometen
enmendar sus vidas y que cumplan su palabra. Pero, ¿qué podría
esperarse de un principio inventado únicamente con miras al beneficio
que podría derivarse de él? Los vendedores de indulgencias fueron
naturalmente tentados, para la mejor venta de sus mercancías, a
presentar sus mercancías al pueblo en el aspecto más atractivo y
seductor. Los mismos eruditos no entendieron completamente la
doctrina. Todo lo que la multitud vio en ellos fue que permitían que los
hombres pecaran; y los comerciantes no estaban demasiado ansiosos
por difundir un error tan favorable a su venta.

¡Qué desórdenes y crímenes se cometieron en estos tiempos oscuros,


cuando la impunidad se compraba con dinero! ¿Qué tenía que temer el
hombre cuando una pequeña contribución a la edificación de una
iglesia lo protegía del miedo al castigo en el mundo venidero? ¿Qué
esperanza podía haber de avivamiento cuando se cortara toda
comunicación entre Dios y el hombre, y el hombre, un ajeno a Dios,
que es el espíritu y la vida, se moviera solo en una ronda de
ceremonias mezquinas y observancias sensuales, en una atmósfera?
¡de la muerte!
Los sacerdotes fueron los primeros que cedieron a esta influencia
corruptora. Al desear exaltarse, se humillaron. Habían tenido como
objetivo robarle a Dios un rayo de su gloria y colocarlo en sus propios
pechos; pero su intento había resultado en vano, y solo habían
escondido allí una levadura de corrupción robada al poder del mal. La
historia de la época está plagada de escándalos. En muchos lugares, la
gente estaba encantada de ver a un sacerdote tener una amante, para
que las mujeres casadas estuvieran a salvo de sus seducciones. 5 ¡ Qué
escenas humillantes presentaba la casa de un pastor en aquellos días!
El desgraciado sostenía a la mujer y a los hijos que ella le había dado
con los diezmos y las ofrendas. 6 Su conciencia estaba turbada: se
ruborizaba delante del pueblo, ante sus domésticos y ante Dios. La
madre, temiendo llegar a querer si el sacerdote moría, tomó medidas
contra ello de antemano y robó su propia casa. Su honor estaba
perdido. Sus hijos fueron siempre una acusación viviente contra ella.
Despreciados por todos, se sumergieron en disputas y desenfreno. ¡Así
era la familia del sacerdote! ... Fueron escenas espantosas, de las que
el pueblo supo sacar provecho. 7
Los distritos rurales fueron escenario de numerosos desórdenes. Las
moradas del clero eran a menudo antros de corrupción. Corneille
Adrian en Brujas, 8 el abad Trinkler en Cappel, 9 imitaba los modales
de Oriente y tenía sus harenes. Los sacerdotes, confraternizados con
personajes disolutos, frecuentaban las tabernas, jugaban a los dados y
coronaban sus orgías con riñas y blasfemias. 10

El concilio de Schaffhausen prohibió a los sacerdotes bailar en público,


excepto en los matrimonios, y portar más de un tipo de armas: decretó
también que todos los que fueran encontrados en casas de mala fama
debían ser despojados de las mecedoras. 11 En el arzobispado de
Mentz, escalaron los muros de noche y crearon todo tipo de desorden
y confusión en las posadas y tabernas, y rompieron puertas y
cerraduras. 12 En muchos lugares, el sacerdote pagaba al obispo un
impuesto regular por la mujer con la que vivía y por cada hijo que
tenía de ella. Un obispo alemán dijo públicamente un día, en un gran
espectáculo, que en un año once mil sacerdotes se habían presentado
ante él con ese propósito. Es Erasmo quien relata esto. 13
Si subimos en el orden jerárquico , la corrupción no es menos grande.
Los dignatarios de la Iglesia prefirieron el tumulto de los
campamentos a los himnos del altar. Poder, lanza en mano, reducir a
sus vecinos a la obediencia era una de las principales cualidades de un
obispo. Baldwin, arzobispo de Treves, estaba continuamente en guerra
con sus vecinos y sus vasallos: demolía sus castillos, construía
fortalezas y no pensaba en nada más que en la extensión de su
territorio.
Un cierto obispo de Eichstadt, al administrar justicia, vestía una cota
de malla debajo de su túnica y sostenía una gran espada en la mano.
Solía decir que no temía a cinco bávaros, siempre que lo hicieran pero
lo atacaran en una pelea justa. 14 En todas partes, los obispos estaban
continuamente en guerra con sus ciudades . Los ciudadanos exigieron
libertad, los obispos exigieron obediencia implícita. Si estos últimos
obtuvieron la victoria, castigaron a los rebeldes sacrificando
numerosas víctimas en su venganza; pero la llama de la insurrección
estalló de nuevo, en el mismo momento en que se creía extinguida.
¡Y qué espectáculo presentó el trono pontificio en los tiempos
inmediatamente anteriores a la Reforma! Roma, hay que reconocerlo,
pocas veces había sido testigo de tanta infamia.
Rodrigo Borgia, después de haber vivido con una dama romana, había
continuado la misma conexión ilícita con una de sus hijas, llamada
Rosa Vanozza, con quien tuvo cinco hijos. Era cardenal y arzobispo,
vivía en Roma con Vanozza y otras mujeres, visitando las iglesias y los
hospitales, cuando la muerte de Inocencio VIII creó una vacante en la
cátedra pontificia. Logró obtenerlo sobornando a cada cardenal a un
precio estipulado. Cuatro mulas cargadas de plata entraron
públicamente al palacio de Sforza, uno de los cardenales más
influyentes . Borgia se convirtió en Papa con el nombre de Alejandro VI
y se regocijó al alcanzar así la cima de la felicidad terrenal.
El día de su coronación, su hijo César, un joven de modales feroces y
disolutos, fue creado arzobispo de Valencia y obispo de Pampeluna. A
continuación celebró en el Vaticano el matrimonio de su hija Lucretia,
con festejos en los que estuvo presente su amante, Julia Bella, y que
fueron amenizados por obras de teatro y canciones licenciosas. "Todo
el clero", dice un historiador, 15 "tenía amantes, y todos los conventos
de la capital eran casas de mala fama". César Borgia abrazó la causa de
los Güelfos; y cuando con su ayuda había destruido a los gibelinos, se
volvió contra los güelfos y los aplastó a su vez. Pero deseaba compartir
solo todos estos despojos. En 1497, Alejandro entregó el ducado de
Benevento a su hijo mayor. El duque desapareció de repente. Un
traficante de maricas, a orillas del Tíber, un tal George Schiavoni,
había visto un cadáver arrojado al arroyo durante la noche; pero no
dijo nada al respecto, ya que era un hecho común. Se encontró el
cuerpo del duque. Su hermano César había sido el instigador de su
muerte. 16 Esto no fue suficiente. Su cuñado se interpuso en su
camino: un día César hizo que lo apuñalaran en las mismas escaleras
del palacio pontificio. Lo llevaron sangrando a sus propios
apartamentos. Su esposa y su hermana no lo dejaron; y temerosos de
que César usara veneno, prepararon sus comidas con sus propias
manos. Alejandro puso guardia en las puertas; pero César ridiculizó
estas precauciones y comentó, cuando el Papa estaba a punto de visitar
a su yerno: "Lo que no se hace en la cena, se hará en la cena". En
consecuencia, un día logró entrar en la cámara de los convalecientes,
sacó a la esposa y la hermana, y llamando a su verdugo Michilotto, el
único hombre en quien confiaba, ordenó que estrangularan a su
cuñado antes sus ojos. 17 Al exander tenía un favorito, Perotto, cuya
influencia también ofendió al joven duque. Se abalanzó sobre él:
Perotto se refugió bajo el manto pontificio y estrechó al Papa en sus
brazos. César lo apuñaló y la sangre de su víctima brotó en el rostro del
pontífice. 18 "El Papa", añade un contemporáneo y testigo presencial
de estas escenas, "ama al duque, su hijo, y vive con gran temor de él".
César era el hombre más guapo y fuerte de su época. Seis toros salvajes
cayeron fácilmente bajo sus golpes en combate singular. Cada mañana
se encontraba alguna víctima nueva, que había sido asesinada durante
la noche en las calles romanas. El veneno se llevó a aquellos a quienes
la daga no pudo alcanzar. Nadie se atrevía a moverse ni a respirar en
Roma, por miedo a que su turno fuera el siguiente.
César Borgia fue el héroe del crimen. Ese lugar de tierra en el que la
iniquidad había alcanzado tal altura era el trono de los pontífices.
Cuando el hombre se entrega a los poderes del mal, cuanto más alto
dice ser exaltado ante Dios, más bajo se hunde en el abismo del
infierno. Los disolutos entretenimientos ofrecidos por el Papa, su hijo
César y su hija Lucrecia, en el palacio pontificio, no se pueden
describir ni siquiera pensar sin estremecerse. Las arboledas impuras de
la antigüedad no vieron nada como ellos . Los historiadores han
acusado a Alejandro y Lucrecia de incesto; pero este cargo no parece
suficientemente establecido. El Papa había preparado veneno en una
caja de dulces que se iba a servir después de una suntuosa comida: el
cardenal para quien estaba enterado terminó siendo advertido, se
ganó al asistente, y la caja envenenada fue puesta ante Alejandro. 19 Él
comió y murió. "Toda la ciudad corrió junta, y no pudieron saciar sus
ojos con la mirada fija en esta víbora muerta". 20
Tal fue el hombre que ocupó la cátedra papal a principios del siglo en
que estalló la Reforma.
Así, el clero se había desprestigiado no sólo a sí mismo, sino también a
la religión. Bien podría exclamar una voz poderosa: "El orden
eclesiástico se opone a Dios y a su gloria. El pueblo lo sabe bien; y esto
lo demuestran con demasiada claridad los numerosos cánticos,
refranes y bromas contra los sacerdotes, que son de actualidad". entre
la gente común, y todas esas caricaturas de monjes y sacerdotes en
cada pared, e incluso en los naipes. Todos sienten repugnancia al ver u
oír a un sacerdote en la distancia ". Es Lutero quien habla así. 21
El mal se había extendido por todos los rangos: se había enviado "un
gran engaño" entre los hombres; 22 la corrupción de los modales se
correspondía con la corrupción de la fe. Un misterio de iniquidad
oprimió a la esclavizada Iglesia de Cristo.
Otra consecuencia necesariamente fluyó del descuido en el que había
caído la doctrina fundamental del evangelio. La ignorancia del
entendimiento acompañó a la corrupción del corazón. Los sacerdotes,
habiendo tomado en sus manos la distribución de la salvación que
pertenece sólo a Dios, se habían asegurado un título suficiente para el
respeto del pueblo. ¿Qué necesidad tenían de estudiar el saber
sagrado? Ya no se trataba de explicar las Escrituras, sino de conceder
cartas de indulgencia; y para este ministerio no fue necesario haber
adquirido mucho conocimiento.
En los lugares rurales , eligieron como predicadores, dice Wimpheling,
"desdichados miserables a quienes previamente habían sacado de la
mendicidad, y que habían sido cocineros, músicos, cazadores, mozos
de cuadra y cosas peores". 23

El propio clero superior a menudo estaba sumido en una gran


ignorancia. Un obispo de Dunfeld se felicitó por no haber aprendido
nunca ni griego ni hebreo. Los monjes afirmaron que todas las herejías
surgían de esos dos idiomas, y en particular del griego. "El Nuevo
Testamento", dijo uno de ellos , "es un libro lleno de serpientes y
espinas. El griego", continuó, "es un idioma nuevo y recientemente
inventado, y debemos estar en guardia contra él. En cuanto al hebreo
Mis queridos hermanos, es cierto que todos los que lo aprenden,
inmediatamente se convierten en judíos ". Heresbach , amigo de
Erasmo y autor respetable, relata estas expresiones. Thomas Linacer,
un eclesiástico célebre y erudito, nunca había leído el Nuevo
Testamento. En sus últimos días (en 1524), pidió una copia, pero
rápidamente se la tiró con un juramento, porque al abrirla sus ojos
habían mirado estas palabras: "Pero yo os digo: No juréis en absoluto.
" Ahora era un gran jurador. "O esto no es el Evangelio", dijo, "o no
somos cristianos". 24 Incluso la facultad de teología de París tuvo
escrúpulos en no declarar al parlamento: "La religión se arruina, si se
permite el estudio del griego y el hebreo".
Si se encontró algún saber aquí y allá entre el clero, no fue en la
literatura sagrada. Los ciceronianos de Italia sintieron un gran
desprecio por la Biblia debido a su estilo. Los supuestos sacerdotes de
la Iglesia de Cristo tradujeron los escritos de los santos, inspirados por
el Espíritu de Dios, al estilo de Virgilio y Horacio, para acomodar su
lenguaje a los oídos de la buena sociedad. El cardenal Bembo, en lugar
del Espíritu Santo, solía escribir el aliento del céfiro celestial; por la
expresión perdonar pecados - doblegar a los mancos ya los dioses
soberanos; y para Cristo, el Hijo de Dios Minerva surgió de la cabeza de
Júpiter. Encontrando un día al digno Sadolet comprometido en la
traducción de la Epístola a los Romanos, le dijo: "Deja estas cosas
infantiles: esas tonterías no te conviertes en un hombre sensato". 25
Estas fueron algunas de las consecuencias del sistema que entonces
oprimió a la cristiandad. Este cuadro demuestra sin duda la corrupción
de la Iglesia y la necesidad de una reforma. Tal fue nuestro diseño al
escribir este boceto. Las doctrinas vitales del cristianismo habían
desaparecido casi por completo, y con ellas la vida y la luz que
constituyen la esencia de la religión de Dios. La fuerza material de la
Iglesia había desaparecido. Yacía un cuerpo exhausto, debilitado y casi
sin vida, extendido sobre la parte del mundo que había ocupado el
imperio romano .

Notas finales:
1. Tesalonicenses 2: 4.
2. Myconius, Historia de la Reforma; e Historia del
luteranismo de Seckendorf.
3. Reliquien de Muller, vol. 3, pág. 22.

4. Oecolampad., De Risu Paschali.


5. Nicol. De Clemangis, de Praesulib. Simoniacis.
6. Las palabras de Seb. Stor., Pastor de Lichstall en 1524.
7. Fusslin Beytraege, 2, 224.
8. Metern. Nederl. Hist. 8.
9. Hottinger, Hist. Eclesiásticos 9: 305
10. Mandato de Hugo, obispo de Constanza, 3 de marzo de
1517.
11. Reliq. De Muller, 3: 251.
12. Steubing Gesch. Der Nass. Orán. La nde.

13. Uno anno ad se delata undecim millia sacerdotum


palam concubinariorum. Erasmi Opp. 9: 401.
14. Schmidt, Gesch. Der Deutschen, vol. 5.
15. Infessura.
16. Amazzo il fratello ducha di Gandia e lo fa butar nel
Tevere. EM. De Capello, embajador de Roma en 1500,
extra citado por Ranke.
17. Intro in camera..fe ussir la moglie e sorella..estrangolo
dito zovene. EM. De Capello, Ranke.
18. Adeo il sangue li salto en la faza del papa. Ibídem.
19. Emesse la scutola venenata avante il papa. Sanato.
20. Gordon, Tomasi, Infessura, Guicciardini, et c.
21. Da man an alle Wande, auf allerley Zeddel, zuletzt auch
auf den Kartenspielen, Pfaflen, und Munche malete. Luth.
Epp. 2. 675.

22. Tesalonicenses 2:11


23. Apologia pro Rep. Cristo.
24. Reliq de Muller. 33: 253.
25. Felleri, lunes. ined. Pág. 400.
LIBRO 1
CAPÍTULO 4
Los males que así afligieron a la cristiandad; la superstición, la
incredulidad, la ignorancia, la vana especulación y la corrupción de la
moral, los frutos naturales del corazón del hombre, no eran nuevos en
la tierra. A menudo habían aparecido en la historia de las naciones.
Habían invadido, especialmente en Oriente, los diferentes sistemas
religiosos que habían visto su día de gloria. Esos sistemas enervados se
habían hundido bajo estos males, habían caído bajo su ataque y
ninguno de ellos se había vuelto a levantar jamás.

¿Corría ahora el cristianismo la misma suerte? ¿Estaría perdido como


estas viejas religiones nacionales? ¿El golpe que había causado su
muerte sería suficiente para privarlo de la vida? ¿Nada podría salvarlo?
¿Podrán estos poderes hostiles que lo abruman, y que ya han
derrocado tantos sistemas de adoración diversos , sentarse sin
resistencia sobre las ruinas de la Iglesia de Jesucristo?
¡No! Hay en el cristianismo lo que ninguno de estos sistemas
nacionales poseía. No presenta, como ellos, ciertas ideas generales
entremezcladas con la tradición y la fábula, destinadas a caer tarde o
temprano bajo el asalto de la razón: contiene una verdad pura e
incontaminada, fundada en hechos capaces de soportar el examen de
todo recto y todo recto. mente iluminada. El cristianismo no se
propone simplemente excitar en el hombre ciertos vagos sentimientos
religiosos, cuyo encanto una vez perdido nunca podrá recuperarse: su
objeto es satisfacer, y realmente satisface, todas las necesidades
religiosas de la naturaleza humana, cualquiera que sea el grado de
desarrollo que ha alcanzado. No es obra del hombre, cuyos trabajos
pasan y se olvidan; es la obra de Dios, que sostiene lo que ha creado; y
tiene la promesa de su Divina Cabeza como prenda de su duración.
Es imposible que la naturaleza humana se eleve jamás por encima del
cristianismo. Y si por un tiempo el hombre pensó que podía prescindir
de él, pronto se le apareció con nueva juventud y una nueva vida, como
único remedio para las almas. Las naciones degeneradas volvieron
entonces con nuevo ardor hacia esas verdades antiguas, simples y
poderosas, que en la hora de su enamoramiento habían despreciado.
De hecho, el cristianismo manifestó en el siglo XVI el mismo poder
regenerador que había ejercido al principio. Después de quince siglos,
las mismas verdades produjeron los mismos efectos. En el día de la
Reforma, como en la época de Pedro y Pablo, el Evangelio derribó
grandes obstáculos con una fuerza irresistible. Su poder soberano
demostró su eficacia de norte a sur entre las naciones más disímiles en
modales, carácter y desarrollo intelectual. Entonces, como en los
tiempos de Esteban y Santiago, encendió el fuego del entusiasmo y la
devoción en las naciones sin vida, y las elevó al colmo del martirio.
¿Cómo se logró este avivamiento de la iglesia? Observamos aquí dos
leyes por las que Dios gobierna la Iglesia en todos los tiempos.
Primero prepara lentamente y de lejos lo que se propone realizar. Tiene
edades para trabajar.
Entonces, cuando llega el momento, logra los mejores resultados por
los medios más pequeños. Es así como actúa en la naturaleza y en la
historia. Cuando desea producir un árbol majestuoso, deposita una
pequeña semilla en el seno de la tierra; cuando desea renovar su
Iglesia, emplea los instrumentos más bajos para lograr lo que los
emperadores y los hombres eruditos y distinguidos de la Iglesia no
pudieron lograr. Pronto iremos en busca de, y descubriremos, esa
pequeña semilla que una mano divina puso en la tierra en los días de
la Reforma. Pero aquí debemos distinguir y reconocer los diferentes
medios por los que Dios preparó el camino para esta gran revolución.
En el período en que la reforma estaba a punto de estallar, Roma
apareció en paz y seguridad. Se podría haber dicho que nada podría
perturbarla nunca en su triunfo: ella había logrado grandes victorias.
Los concilios generales, esas cámaras inferiores y superiores del
catolicismo, habían sido sometidos. Los valdenses y husitas habían
sido aplastados. Ninguna universidad, excepto quizás la de París, que a
veces alzaba la voz a la señal de sus reyes, dudaba de la infalibilidad de
los oráculos de Roma. Cada uno parecía haber tomado su parte de su
poder. Las órdenes superiores del clero preferían dar a un jefe lejano el
diezmo de sus ingresos y consumir tranquilamente el resto, a
arriesgarlo todo por una independencia que les costaría caro y les
traería pocos beneficios. El clero inferior, atraído por la perspectiva de
puestos brillantes, que su ambición pintó y descubrió de rojo en la
distancia, compró voluntariamente por un poco de esclavitud las
esperanzas vacilantes que abrigaba. Además, estaban en todas partes
tan oprimidos por los jefes de la jerarquía, que apenas podían moverse
bajo sus poderosas manos, y mucho menos levantarse y hacer frente a
ellos. El pueblo se arrodilló ante el altar romano; e incluso los mismos
reyes, que comenzaron en secreto a despreciar al obispo de Roma, no
se habrían atrevido a imponer su poder por temor a la imputación de
sacrilegio.
Pero si la posición eterna parecía haber disminuido, o incluso haber
cesado por completo, cuando estalló la Reforma, su fuerza interna
había aumentado. Si miramos más de cerca el edificio, descubrimos
más de un síntoma que presagiaba su destrucción. El cese de los
concilios generales había esparcido sus principios por toda la Iglesia y
llevado la desunión al campo de sus oponentes. Los defensores de la
jerarquía se dividieron en dos partidos: los que mantenían el sistema
de dominio absoluto papal , según las máximas de Hildebrand; y los
que deseaban un gobierno papal constitucional, ofreciendo seguridad
y libertad a las diversas Iglesias.

Y más que esto, en ambas partes la fe en la infalibilidad del obispo


romano se había tambaleado con rudeza. Si no se alzó ninguna voz
para atacarlo, fue porque todos se sentían más ansiosos por conservar
la poca fe que aún poseía. Temían la menor conmoción, no fuera que
derribara todo el edificio. La cristiandad contuvo la respiración; pero
era para evitar una calamidad en la que temía perecer. Desde el
momento en que el hombre tiembla por abandonar una persuasión
venerada desde hace mucho tiempo, ya no la posee. Y no mantendrá
por mucho más tiempo la apariencia que desea mantener.
La Reforma había sido preparada gradualmente por la providencia de
Dios en tres esferas diferentes: la política, la eclesiástica y la literaria.
Los príncipes y sus súbditos, cristianos y teólogos, eruditos y sabios,
contribuyeron a realizar esta revolución del siglo XVI. Pasemos en
revisión esta triple clasificación, terminando con la de la literatura,
que fue quizás la más poderosa en los tiempos inmediatamente
anteriores a la reforma.
Y, en primer lugar, Roma había perdido gran parte de su antiguo
crédito a los ojos de las naciones y los reyes. De esto, la Iglesia misma
fue la causa principal. Los errores y supersticiones que ella había
introducido en el cristianismo no eran, propiamente hablando, lo que
había infligido la herida mortal. El mundo cristiano debe haber sido
educado sobre el clero en desarrollo intelectual y religioso, para poder
juzgarlo desde este punto de vista. Pero había un orden de cosas dentro
de la comprensión de los laicos, y por esto la Iglesia fue juzgada. Se
había vuelto completamente terrenal. Ese dominio sacerdotal que
dominaba a las naciones y que no podía existir sino por el engaño de
sus súbditos y por el halo que lo rodeaba, había olvidado su
naturaleza, había dejado el cielo y sus esferas de luz y gloria para
mezclarse en lo vulgar en intereses de ciudadanos y príncipes. Los
sacerdotes, nacidos para ser representantes del Espíritu, lo cambiaron
por la carne. Habían abandonado los tesoros de la ciencia y el poder
espiritual de la Palabra por la fuerza bruta y la falsa gloria de la época.
Esto sucedió con bastante naturalidad. En verdad, era el orden
espiritual que la Iglesia se había propuesto defender al principio. Pero
para protegerla de las resistencias y ataques del pueblo, recurrió a los
medios terrenales, a las armas vulgares, que una falsa política la había
inducido a tomar. Una vez que la Iglesia comenzó a manejar tales
armas, su espiritualidad llegó a su fin. Su brazo no podía volverse
temporal y su corazón tampoco. Erelong fue visto aparentemente al
revés de lo que había sido al principio. Después de decidir emplear la
tierra para defender el cielo, hizo uso del cielo para defender la tierra.
Las formas teocráticas se convirtieron en sus manos en los medios
para realizar empresas mundanas. Las ofrendas que el pueblo
depositaba a los pies del soberano pontífice de la cristiandad se
empleaban para mantener el esplendor de su corte y pagar a sus
ejércitos. Su poder espiritual le sirvió de escalón para colocar a los
reyes y las naciones de la tierra bajo sus pies. El encanto cesó y el poder
de la Iglesia se perdió , tan pronto como los hombres de aquellos días
pudieron decir: Ella es como uno de nosotros.
Los grandes fueron los primeros en escudriñar los títulos de este poder
imaginario. 1 Este mismo examen quizás pudo haber sido suficiente
para el derrocamiento de Roma. Pero, afortunadamente para ella, la
educación de los príncipes estaba por todas partes en manos de sus
adeptos, que inspiraban a sus augustos alumnos sentimientos de
veneración hacia el pontífice romano. Los gobernantes del pueblo
crecieron en el santuario de la Iglesia . Los príncipes de capacidad
ordinaria nunca la superaron por completo: muchos solo deseaban
volver a ella en la hora de la muerte. Preferían morir con la capucha de
un fraile a morir bajo una corona.
Italia, esa manzana europea de la discordia, contribuyó quizás más
que cualquier otra cosa a abrir los ojos de los reyes. Tuvieron que
contraer alianzas con el Papa, que se refería al príncipe temporal de
los Estados de la Iglesia, y no al obispo de obispos. Los reyes se
asombraron al ver a los papas dispuestos a sacrificar los derechos que
pertenecían al pontífice, a fin de preservar alguna ventaja para el
príncipe. Se dieron cuenta de que estos pretendidos órganos de la
verdad habían recurrido a todas las mezquinas artimañas de la
política: al engaño, el disimulo y el perjurio. 2 Entonces se cayó la
venda que la educación había puesto sobre los ojos de los príncipes.
Entonces el astuto Fernando de Aragón jugó estratagema contra
estratagema. Luego, el impetuoso Luis XII hizo acuñar una medalla
con la inscripción Perdam Babylonis Nome n. 3 Y el buen Maximiliano
de Austria, entristecido al enterarse de la traición de León X, dijo
abiertamente: "Este Papa también, en mi opinión, es un sinvergüenza.
Ahora puedo decir, que nunca en mi vida ningún Papa ha guardado su
fe o su palabra conmigo ... Espero, si Dios quiere, que este sea el
último de ellos ". 4
Entonces, los reyes y la gente empezaron a impacientarse bajo la
pesada carga que los papas les habían impuesto. Exigieron que Roma
los eximiera de los diezmos, tributos y anatos, que agotaron sus
recursos. Francia ya se había opuesto a Roma con la Pragmática
Sanción, y los jefes del imperio reclamaron la misma inmunidad. el
emperador estuvo presente en persona en el concilio de Pisa en 1411, e
incluso durante un tiempo tuvo la idea de asegurarse el papado para sí
mismo. Pero de todos estos líderes, ninguno fue tan útil para la
Reforma como aquel en cuyos estados estaba destinada a comenzar.
Federico de Sajonia, apodado el Sabio, era en ese momento el más
poderoso de todos los electores. Al llegar al gobierno de los estados
hereditarios de su familia en 1487, había recibido la dignidad electoral
del emperador; y en 1493, habiendo ido en peregrinación a Jerusalén,
fue nombrado caballero del Santo Sepulcro. la influencia que ejercía, su
riqueza y generosidad lo elevaban por encima de sus iguales. Dios lo
eligió para que le sirviera de árbol bajo cuyo amparo las semillas de la
verdad pudieran brotar sus primeros brotes, sin ser desarraigadas por
las tempestades que las rodeaban. 5
Nadie estaba mejor adaptado para este noble ministerio. Federico
poseía la estima de todos y disfrutaba de la plena confianza del
emperador. Incluso suplió su lugar cuando Maximiliano estuvo ausente
de Alemania. Su sabiduría no consistió en el hábil ejercicio de una
política astuta, sino en una prudencia ilustrada y con visión de futuro;
cuyo primer principio nunca fue por motivos interesados para
infringir las leyes del honor y de la religión.

Al mismo tiempo, sintió el poder de la palabra de Dios en su corazón.


Un día, cuando estaba con él el vicario general Staupitz, la
conversación se centró en quienes tenían la costumbre de pronunciar
declamaciones vacías desde el púlpito. "Todos los discursos", dijo el
elector, "que están llenos sólo de sutilezas y tradiciones humanas, son
maravillosamente fríos y poco impresionantes, ya que no se puede
adelantar ninguna sutileza, que otra subcontratación no pueda
derribar. Sólo las Sagradas Escrituras están revestidas de tal poder y
majestad, que, destruyendo todas nuestras máquinas de razonamiento
eruditas, nos aprietan contra nosotros y nos obligan a decir: "Nunca
un hombre habló como este hombre". Staupitz, habiéndose expresado
totalmente de esa opinión, el elector le estrechó cordialmente la mano
y dijo: "Prométeme que siempre pensarás lo mismo". 6

Federico fue precisamente el príncipe requerido al comienzo de la


Reforma. Demasiada debilidad por parte de los amigos de esta obra
hubiera permitido que fuera aplastada. Demasiadas precipitaciones
hubieran hecho estallar antes la tormenta, que desde su mismo
comienzo comenzó a acumularse en secreto contra ella. Frederick era
moderado pero firme. Poseía esa virtud que Dios exige en todo
momento a los que aman sus caminos: esperaba a Dios. Puso en
práctica el sabio consejo de Gamaliel: "Si esta obra es de hombres, será
en nada; pero si es de Dios, no la podéis derribar". 7 "Las cosas han
llegado a tal punto", dijo este príncipe a Spengler de Nuremberg, uno
de los hombres más iluminados de su época, "que el hombre no puede
hacer más; sólo Dios debe actuar. Por eso ponemos en su manos
poderosas estas obras poderosas que son demasiado difíciles para
nosotros ". La Providencia reclama nuestra admiración por la elección
que hizo de tal gobernante para proteger su creciente obra.

Notas finales:
1. Adrien Baillet, Hist. Des Demeles de Bon iface VIII. Avec
Philippe le Bel. París, 1708.
2. Guicciardini, Storia d'Italia.

3. Destruiré el nombre de Babilonia.


4. Scultet Annal. Ad ann. 1520.
5. Qui prae multis pollebat principibus allis, auctoritate,
opibus, potentia, liberalitate et magnificentia. Cochlo eus,
acta L. p. 2.
6. Luth. Epp.
7. Hechos 5: 38-39.
LIBRO 1
CAPITULO 5

Hemos visto los preparativos de Dios entre los príncipes para la obra
que estaba a punto de realizar: consideremos ahora cuáles estaban
entre sus temas. Habría sido de menor importancia que los jefes
estuvieran preparados, si las naciones mismas no lo hubieran estado.
Los descubrimientos hechos por los reyes habían actuado
gradualmente sobre la gente. Los más sabios de ellos empezaron a
acostumbrarse a la idea de que el obispo de Roma era un simple
hombre y , a veces, incluso un hombre muy malo. La gente en general
empezó a sospechar que no era mucho más santo que sus propios
obispos, cuya reputación era muy equívoca. El libertinaje de los papas
excitó la indignación de la cristiandad y el odio al nombre romano
estaba profundamente arraigado en los corazones de las naciones. 1
Numerosas causas facilitaron al mismo tiempo la emancipación de los
distintos países de Occidente. Echemos un vistazo a su estado en este
período.
El Imperio era una confederación de diferentes estados, con un
emperador a la cabeza y cada uno con soberanía dentro de sus propios
territorios. La Dieta Imperial, compuesta por todos los príncipes o
estados soberanos, ejercía el poder legislativo para todo el cuerpo
germánico. Era deber del emperador ratificar las leyes, decretos y
recesos de esta asamblea, y tenía el encargo de aplicarlos y ponerlos en
ejecución. Los siete príncipes más poderosos, bajo el título de
Electores, tuvieron el privilegio de conferir la corona imperial.
El norte de Alemania, habitado principalmente por la antigua raza
sajona, había adquirido la mayor parte de la libertad. El emperador,
cuyas posesiones hereditarias eran continuamente acosadas por los
turcos, se vio obligado a mantener una buena relación con estos
príncipes y sus valientes súbditos, que en ese momento le eran
necesarios. Varias ciudades libres en el norte, oeste y sur del imperio,
por su comercio, manufacturas e industria, habían alcanzado un alto
grado de prosperidad y, en consecuencia, de independencia. La
poderosa casa de Austria, que llevaba la corona imperial, tenía en su
poder a la mayoría de los estados del sur de Alemania y observaba de
cerca cada movimiento. Se estaba preparando para extender su
dominio sobre todo el imperio, e incluso más allá de él, cuando la
Reforma levantó una poderosa barrera contra sus invasiones y salvó la
independencia de Europa.
Así como Judea, cuando apareció por primera vez el cristianismo,
estaba en el centro del viejo mundo, Alemania era el centro de la
cristiandad. Tocó , al mismo tiempo, en los Países Bajos, Inglaterra,
Francia, Suiza, Italia, Hungría, Bohemia, Polonia, Dinamarca y todo el
Norte. Fue en el corazón mismo de Europa donde este principio de
vida estaba destinado a desarrollarse, y sus pulsaciones circularían por
las arterias de este gran cuerpo la sangre generosa que estaba
destinada a vivificar a todos sus miembros.
La particular forma de constitución que había recibido el imperio,
conforme a las dispensaciones de la Providencia, favoreció la
propagación de nuevas ideas. Si Alemania hubiera sido una monarquía
estrictamente llamada, como Francia o Inglaterra, la voluntad
arbitraria del soberano hubiera bastado para frenar por un tiempo el
progreso del Evangelio. Pero fue una confederación. La verdad, opuesta
en un estado, puede ser recibida con favor en otro.

La paz interna que Maximiliano había asegurado al imperio no fue


menos favorable a la Reforma. Durante mucho tiempo, los numerosos
miembros del cuerpo germánico parecían haberse complacido en
hacerse pedazos. No se había visto nada más que confusión, discordia y
guerras incesantemente renovadas. Los vecinos estaban en contra de
los vecinos, pueblo contra pueblo, nobles contra nobles. Maximiliano
había sentado una base firme de orden público en la Cámara Imperial,
una institución designada para decidir todas las diferencias entre los
distintos estados. Las naciones alemanas, después de tantos
desórdenes y ansiedades, vieron el comienzo de una nueva era de
seguridad y reposo. Sin embargo Alemania, cuando apareció Lutero,
todavía presentaba a los ojos del observador ese movimiento que agita
el mar después de una tormenta de larga duración. La calma aún era
incierta. La primera brisa podría hacer estallar de nuevo la tempestad.
De esto veremos más de un ejemplo. La Reforma, al comunicar un
nuevo impulso a la raza alemana, destruyó para siempre las viejas
causas de agitación. Puso fin al sistema bárbaro que había prevalecido
hasta entonces y dio uno nuevo a Europa.
Mientras tanto, la religión de Jesucristo había ejercido sobre Alemania
su peculiar influencia. El tercer estado (la comunidad) había avanzado
rápidamente. En las diferentes partes del imperio, particularmente en
las ciudades libres, surgieron numerosas instituciones, calculadas para
desarrollar esta imponente masa de pueblo. Allí florecieron las artes:
los burgueses se consagraron con seguridad a los tranquilos trabajos y
las dulces relaciones de la vida social. Se volvieron cada vez más
accesibles a la información. Así adquirieron cada día mayor respeto e
influencia. No fueron los magistrados, que muchas veces se ven
obligados a adaptar su conducta a las exigencias políticas de la época; o
nobles apasionados por la gloria militar por encima de todas las cosas;
o un sacerdocio ambicioso y codicioso, comerciando con la religión
como su propiedad peculiar, que iba a fundar la Reforma en Alemania.
Iba a ser obra de las clases medias, del pueblo, de toda la nación.
El carácter peculiar de los alemanes parecía especialmente favorable a
una reforma religiosa. No habían sido enervados por una civilización
falsa. Las semillas preciosas que el temor de Dios deposita entre un
pueblo no se habían esparcido a los vientos. Los modales antiguos aún
sobrevivieron. En Alemania se encontró esa rectitud, fidelidad e
industria, esa perseverancia y disposición religiosa, que todavía florece
allí y que promete mayor éxito al Evangelio que el carácter voluble,
despectivo y sensual de otras naciones europeas.
Los alemanes habían recibido de Roma ese gran elemento de la
civilización moderna: la fe. La instrucción, el conocimiento, la
legislación —todos menos su valor y sus armas— les habían llegado de
la ciudad sacerdotal. Desde ese momento, los fuertes lazos conectaban
a Alemania con el papado. La primera fue una conquista espiritual de
la segunda, y sabemos de qué uso Roma siempre ha aplicado sus
conquistas. Otras naciones, que habían poseído la fe y la civilización
antes de que existiera el pontífice romano, habían mantenido una
mayor independencia con respecto a él. Pero este sometimiento de los
alemanes estaba destinado únicamente a hacer más poderosa la
reacción en el momento del despertar. Cuando se abrieran los ojos de
Alemania, ella arrancaría las trabas en las que había estado cautiva
durante tanto tiempo. La esclavitud que había soportado le daría un
mayor anhelo de liberación y libertad, y los resistentes campeones de
la verdad saldrían de esa prisión de moderación y disciplina en la que
durante siglos había estado confinado su pueblo.

En aquella época en Alemania existía algo muy parecido a lo que en el


lenguaje político de nuestros días se denomina "un sistema de
balancín". Cuando el jefe del imperio era de carácter enérgico, su poder
aumentaba; cuando por el contrario poseía poca habilidad, la
influencia y autoridad de los príncipes y electores aumentaron. Este
último nunca se había sentido más independiente de su jefe que bajo
Maximiliano en el período de la Reforma. Y habiendo tomado parte su
líder en su contra, es fácil comprender cómo esa misma circunstancia
fue favorable a la propagación del Evangelio.
Además de esto, Alemania estaba harta de lo que Roma denominaba
con desdén "la paciencia de los alemanes". Este último había mostrado
en verdad mucha paciencia desde la época de Luis de Baviera. A partir
de ese período, los emperadores habían depuesto las armas y la tiara
se había colocado sin resistencia sobre la corona de los Césares. Pero la
contienda solo había cambiado su escenario de acción. Había
descendido a un terreno más bajo. Estas mismas luchas, de las que los
papas y emperadores habían dado ejemplo al mundo, pronto se
reanudaron en menor escala en todas las ciudades de Alemania, entre
los obispos y los magistrados. Los burgueses habían tomado la espada
que los jefes del imperio habían dejado caer. Ya en 1329, los
ciudadanos de Frankfort-on-the-Oder habían resistido con intrepidez
a todos sus superiores eclesiásticos. Habiendo sido excomulgados por
su fidelidad al Margrave Louis, habían permanecido durante
veintiocho años sin misas, bautismos, ceremonias matrimoniales o
ritos funerarios. El regreso de los sacerdotes y monjes fue recibido con
risas, como una comedia o una farsa. Un error deplorable, sin duda,
pero los mismos sacerdotes fueron la causa del mismo. En el período
de la Reforma, estas oposiciones entre los magistrados y los
eclesiásticos habían aumentado. Cada hora, los privilegios y las
suposiciones temporales del clero hacían chocar estos dos cuerpos .
Pero no fue solo entre los burgomaestres, concejales y secretarios de
las ciudades donde Roma y su clero encontraron oponentes. Casi al
mismo tiempo, la indignación operaba entre la población. Estalló en
1493, y más tarde en 1502, en las provincias renanas : los campesinos,
exasperados por el pesado yugo que les imponían sus soberanos
eclesiásticos, formaron entre ellos lo que se ha llamado la "Liga de los
Zapatos". Comenzaron a reunirse por la noche en Alsacia, reparando
por senderos poco frecuentados hasta colinas aisladas, donde juraron
no pagar en el futuro más impuestos que los que libremente habían
consentido, abolir todos los peajes y jalage, 2 para limitar el poder de
los sacerdotes. y saquear a los judíos. Luego, colocando un zapato de
campesino en el extremo de un palo a modo de estandarte, marcharon
contra la ciudad de Schlettstadt, proponiendo llamar en su ayuda a la
confederación libre de los suizos; pero pronto se dispersaron. Este era
sólo uno de los síntomas de la fermentación general que agitaba los
castillos, pueblos y distritos rurales del imperio.
Así, en todas partes, de alto a bajo, se escuchó un murmullo hueco,
precursor del rayo que pronto caería. Alemania parecía madura para la
tarea asignada del siglo XVI. La evidencia en su lento avance lo había
preparado todo; e incluso las pasiones que Dios condena, fueron
dirigidas por su mano todopoderosa a la realización de sus designios.
Echemos un vistazo a las otras naciones de Europa.
Trece pequeñas repúblicas, ubicadas con sus aliados en el centro de
Europa, entre montañas que parecían formar su ciudadela, componían
una nación sencilla y valiente. ¿Quién hubiera buscado en esos valles
secuestrados a los hombres que Dios elegiría para ser los libertadores
de la Iglesia junto con los hijos de los alemanes? ¿Quién hubiera
pensado que pequeñas ciudades desconocidas, escasamente elevadas
por encima de la barbarie, escondidas detrás de montañas
inaccesibles, a orillas de lagos que no habían encontrado nombre en la
historia, superarían, en lo que respecta al cristianismo , incluso a
Jerusalén, Antioquía, Éfeso, Corinto y ¿Roma? Sin embargo, tal fue la
voluntad de Aquel que "hace llover sobre un pedazo de tierra, y el
pedazo de tierra sobre el cual no llueve se seca". 3
Otras circunstancias además parecían destinadas a oponer numerosos
obstáculos al progreso de la Reforma en el seno de la población
helvética. Si en una monarquía se temían las obstrucciones del poder,
en una democracia se temía la precipitación del pueblo.
Pero también en Suiza se había preparado el camino para la verdad.
Era un linaje salvaje pero generoso, que se había resguardado en sus
profundos valles, para ser injertado algún día con un fruto de gran
valor. La Providencia había esparcido entre este nuevo pueblo
principios de coraje, independencia y libertad, que debían
desarrollarse en toda su majestad tan pronto como llegara el día de la
batalla contra Roma. El Papa había conferido a los suizos el título de
Protectores de la Libertad de la Iglesia. Pero parecen haber
comprendido esta honorable denominación en un sentido algo
diferente del pontífice. Si sus soldados custodiaban al Papa bajo la
sombra del antiguo Capitolio, sus ciudadanos protegían
cuidadosamente en el seno de los Alpes sus propias libertades
religiosas contra los asaltos del Papa y del clero. Se prohibió a los
eclesiásticos recurrir a cualquier jurisdicción extranjera. La "Carta de
los sacerdotes" (Pfaffenbrief, 1370) fue una fuerte protesta de la
independencia suiza contra los abusos y el poder del clero. Zurich se
distinguió entre todos los estados por su valiente resistencia a las
pretensiones de Roma. Ginebra, en el otro extremo de Suiza, se
enfrentaba a su obispo. Estas dos ciudades se distinguieron entre todas
las demás en la gran lucha que nos hemos propuesto describir.
Pero si las ciudades helvéticas, accesibles a todas las mejoras, iban a
participar en el movimiento de reforma, no sería el caso de los
habitantes de las montañas. El conocimiento aún no les había llegado. T
stos cantones, los fundadores de la libertad suiza, orgullo de la parte
que habían tomado en la lucha por la independencia, no se dispone
fácilmente de imitar a sus hermanos más jóvenes de la llanura. ¿Por
qué iban a cambiar esa fe bajo la cual habían expulsado a los
austriacos, y que había consagrado con altares todas las escenas de sus
triunfos? Sus sacerdotes eran los únicos guías ilustrados a los que
podían recurrir: su culto y sus fiestas aliviaban la monotonía de sus
horas tranquilas y turbaban agradablemente el silencio de sus
apacibles hogares. Se mantuvieron firmes contra todas las
innovaciones religiosas.

Pasando los Alpes, nos encontramos en esa Italia que era a los ojos de
la mayoría la tierra santa de la cristiandad. ¿De dónde habría buscado
Europa el bien de la Iglesia si no desde Italia, si no desde Roma? ¿No
podría ese poder que elevó sucesivamente a tantos personajes
diferentes a la cátedra pontificia, algún día colocar en ella a un
pontífice que se convertiría en un instrumento de bendición para la
herencia del Señor? Si incluso no había esperanza en los pontífices, ¿no
había obispos y concilios que pudieran reformar la Iglesia? Nada bueno
puede salir de Nazaret: ¡sino de Jerusalén, - de Roma! ... Tales podrían
haber sido las ideas de los hombres; pero "los pensamientos de Dios no
son como los pensamientos de ellos". Él dijo: "El que es inmundo, sea
inmundo todavía"; 4 y abandonó Italia a su injusticia. Esa tierra de
antiguo renombre fue por turnos víctima de la guerra de intestinos y
de la invasión extranjera. Las estrategias políticas, la violencia de las
facciones, la lucha de las armas, parecían las únicas destinadas a
prevalecer allí y a desterrar durante una larga temporada la paz del
Evangelio.
Italia, hecha pedazos, desmembrada y sin unidad, parecía poco apta
para recibir un impulso general. Cada frontera era una nueva barrera
donde se detendría la verdad.
Y si la verdad estaba destinada a venir del norte, ¿cómo podrían los
italianos, con un gusto tan refinado, y con hábitos sociales tan
delicados a sus propios ojos, condescender a recibir algo de los
bárbaros alemanes? ¿Fueron los hombres que admiraban más la
cadencia regular de un soneto que la majestad y sencillez de las
Escrituras, un terreno adecuado para la semilla de la palabra de Dios?
Una civilización falsa es, de todas las diversas condiciones de una
nación, la que más repugna al Evangelio.
Finalmente, cualquiera que sea el estado de cosas, Roma siempre fue
Roma para Italia. El poder temporal de los papas no sólo llevó a los
diferentes estados italianos a cortejar su alianza y su favor a cualquier
precio, sino que el dominio universal de Roma ofreció más de un
aliciente a la avaricia y vanidad de los estados ultramontanos. Tan
pronto como se volviera una cuestión de emancipar al resto del mundo
de Roma, Italia volvería a serlo ; las disputas internas no prevalecerían
en beneficio de un sistema extranjero; y los ataques dirigidos contra el
jefe de la familia peninsular bastarían para despertar intereses y
afectos comunes de su largo letargo.
La Reforma tenía pocas posibilidades de éxito en ese lado de los Alpes.
Sin embargo, más allá de estas montañas se encontraron almas
preparadas para recibir la luz del Evangelio, e Italia no estaba en ese
momento completamente desheredada.
España poseía lo que Italia no poseía: una población seria, de espíritu
noble y con disposición religiosa. En todas las épocas este pueblo ha
contado a hombres piadosos y eruditos entre los miembros de su clero,
y estaba lo suficientemente alejado de Roma para poder deshacerse de
su yugo sin dificultad. Hay pocas naciones en las que podríamos haber
esperado más razonablemente un renacimiento de ese cristianismo
primitivo que España había recibido quizás de las manos del mismo
San Pablo. Y, sin embargo, España no se levantó entre las naciones. Ella
iba a cumplir esta profecía de sabiduría Divina: Los primeros serán los
últimos. Varias circunstancias llevaron a este lamentable resultado.
España, considerando su posición aislada y su distancia de Alemania,
se vería afectada sólo en un grado leve por las sacudidas de ese gran
terremoto que tan violentamente agitó el imperio. Estaba ocupado,
además, con tesoros muy diferentes de los que la palabra de Dios
ofrecía entonces a las naciones. El nuevo mundo eclipsó al mundo
eterno. Un suelo virgen, que parecía estar formado por oro y plata,
encendió la imaginación de todos. Una sed ávida de riqueza no dejaba
lugar en el corazón español para pensamientos más nobles . Un clero
poderoso, que tenía andamios y tesoros a su disposición, gobernaba en
la península. España rindió voluntariamente una obediencia servil a
sus sacerdotes , que liberándola de toda angustia espiritual la dejó
libre para ceder a sus pasiones, para ir en busca de riquezas,
descubrimientos y nuevos continentes. Victoriosa sobre los moros, a
costa de su sangre más noble, había arrancado la media luna de los
muros de Granada y muchas otras ciudades, y había plantado la cruz
de Cristo en su lugar. Este gran celo por el cristianismo, que parecía
destinado a ofrecer las más vivas expectativas, se volvió contra la
verdad. ¿Cómo pudo la España católica, aplastada en fidelidad, no
oponerse a la herejía? ¿Cómo pudieron los que habían expulsado a
Mahoma de su hermoso país permitir que Lutero penetrara en él? Sus
reyes hicieron aún más: equiparon flotas contra la Reforma, y fueron a
Holanda e Inglaterra en busca de ella, para someterla. Pero estos
ataques elevaron las naciones asaltadas; y pronto España fue aplastada
por su poder unificado. Así, como consecuencia de la Reforma, este
país católico perdió esa prosperidad temporal que le había hecho
rechazar en un primer momento la libertad espiritual del Evangelio.
Sin embargo, los habitantes de más allá de los Pirineos eran una raza
valiente y generosa. Muchos de sus hijos nobles, con el mismo ardor,
pero con más conocimiento que aquellos cuya sangre había manchado
las espadas moriscas, vinieron y entregaron su vida en sacrificio sobre
los montones de fuego de la Inquisición.
El caso fue casi el mismo en Portugal que en España. Emanuel el
Afortunado le otorgó una "edad de oro", que lo incapacitó para la
abnegación que exige el Evangelio. Los portugueses abarrotaron los
caminos recién descubiertos hacia las Indias Orientales y Brasil, y
dieron la espalda a Europa y la Reforma.
Pocos países parecían mejor dispuestos a recibir las doctrinas
evangélicas que Francia. En ese país se había concentrado casi toda la
vida intelectual y espiritual de la Edad Media . Se podría haber dicho
que se habían abierto caminos en todas direcciones para una gran
manifestación de la verdad. Se descubrió que los hombres de los
caracteres más opuestos, y cuya influencia había sido más extensa
sobre la nación francesa, tenían cierta afinidad con la Reforma. San
Bernardo había dado un ejemplo de esa fe del corazón, de esa piedad
interior, que es el rasgo más noble de la Reforma. Abelardo había
llevado al estudio de la teología ese principio racional, que, incapaz de
construir lo verdadero, es poderoso para destruir lo falso. Numerosos
herejes supuestos habían reavivado las llamas de la palabra de Dios en
las provincias. La universidad de París se había enfrentado a la Iglesia
y no había temido oponerse a ella. A principios del siglo XV, Clemangis
y los Gerson habían hablado con audacia. La Pragmática Sanción había
sido un gran acto de independencia y parecía destinada a ser el
pabellón de las libertades galicanas. Los nobles franceses, tan
numerosos y tan celosos de su preeminencia, y que en este período
habían visto sus privilegios gradualmente eliminados para aumentar el
poder real, deben haber estado dispuestos favorablemente a una
revuelta religiosa que podría haber restaurado una parte de la la
independencia que habían perdido. La gente, rápida, inteligente y
susceptible de emociones generosas, era tan accesible a la verdad
como cualquier otra, si no más. Parecía probable que la Reforma en
este país coronara el largo trabajo de muchos siglos. Pero el carro de
Francia, que durante tantas generaciones parecía estar avanzando en
la misma dirección, de repente se desvió en la época de la Reforma y
tomó un curso completamente contrario. Tal es la voluntad de Aquel
que es el guía de las naciones y de sus gobernantes. El príncipe que
estaba entonces sentado en el carro y sostenía las riendas, y que, como
mecenas de la literatura, parecía de todos los jefes del catolicismo
romano que probablemente fuera el principal en la promoción de la
Reforma , lanzó a sus súbditos por otro camino. Los síntomas de
muchos siglos resultaron falaces y el impulso dado a Francia fue inútil
contra la ambición y el fanatismo de sus reyes. La casa de Valois la
privó de lo que debería haberle pertenecido. Quizás si hubiera recibido
el Evangelio, se habría vuelto demasiado poderosa. Era la voluntad de
Dios seleccionar naciones más débiles, naciones que acababan de
surgir, para ser depositarias de su verdad. Francia, después de haber
sido reformada casi por completo, finalmente se encontró católica
romana. La espada de sus príncipes lanzada en equilibrio la hizo
inclinarse hacia Roma. ¡Pobre de mí! otra espada, la de los
reformadores mismos, completó la destrucción de la Reforma. Las
manos que se habían usado para limpiar la espada dejaron de elevarse
al cielo en oración. Es por la sangre de sus confesores, y no de sus
adversarios, que triunfa el Evangelio.
En la época de la Reforma, Holanda era uno de los países más
florecientes de Europa. Su gente era trabajadora, ilustrada a raíz de las
numerosas relaciones que mantenían con las distintas partes del
mundo, llena de coraje y entusiasta en la causa de su independencia,
privilegios y libertades. Situado a las mismas puertas de Alemania,
sería uno de los primeros en escuchar el informe de la Reforma. Dos
partidos muy distintos componían su población. La parte más al sur,
que rebosaba de riquezas, cedió. ¿Cómo pudieron todas estas
manufacturas llevadas al más alto grado de perfección - este inmenso
comercio por tierra y mar - Brujas, ese gran mercado del comercio del
norte - Amberes, la reina de las ciudades mercantiles - ¿Cómo
pudieron todas ellas resignarse a un largo y sangriento lucha por
cuestiones de fe? Por el contrario, las provincias del norte, defendidas
por sus arenales, el mar y sus canales, y más aún por la sencillez de sus
modales, y su determinación de perderlo todo antes que el Evangelio,
no sólo preservaron su libertad, sus privilegios. y su fe, pero incluso
lograron su independencia y una nacionalidad gloriosa.
Inglaterra prometió muy poco de lo que se convertiría después.
Expulsada del continente, donde había intentado larga y
obstinadamente la conquista de Francia, comenzó a volver los ojos
hacia el mar, como hacia un reino destinado a ser el verdadero objeto
de sus conquistas y cuya herencia le estaba reservada. . Convertida dos
veces al cristianismo, una vez bajo los antiguos británicos y otra vez
bajo los anglosajones, pagó con gran devoción el tributo anual de
peniques de San Pedro. Sin embargo, le reservaban grandes destinos.
Señora del océano, y tocando a la vez todos los rincones del globo, un
día, con la nación a la que daría a luz, se convertiría en la mano de
Dios para esparcir las semillas de la vida en las islas más distantes y
sobre los continentes más anchos. Ya había algunas circunstancias que
presagiaban su poderoso destino: un gran saber había brillado en las
islas británicas, y todavía quedaban algunos destellos de él. Una
multitud de extranjeros, artistas, comerciantes y artesanos
procedentes de los Países Bajos, Alemania y otros lugares, llenaron sus
ciudades y sus paraísos. De este modo, las nuevas ideas religiosas se
llevarían fácilmente allí. Finalmente, Inglaterra tenía entonces por rey
a un príncipe excéntrico, que, dotado de cierta información y de gran
coraje, cambiaba cada hora sus proyectos y sus ideas, y se volvía de un
lado a otro según la dirección en la que lo conducían sus violentas
pasiones. . Era posible que uno de los caprichos del Octavo Enrique
fuera algún día favorable a la Reforma.
Escocia estaba en este momento distraída por las facciones. Un rey de
cinco años, una reina regente, nobles ambiciosos y un clero influyente,
acosaron a este valiente pueblo en todas direcciones. Sin embargo,
estaban destinados a brillar en el primer rango entre los que deberían
recibir la Reforma.
Los tres reinos del norte: Dinamarca, Suecia y Noruega estaban unidos
bajo un cetro común. Estas personas rudas y belicosas parecían tener
poca conexión con la doctrina del amor y la paz. Sin embargo, por su
misma energía, quizás estaban mejor dispuestos que las naciones del
Sur para recibir el poder del Evangelio. Pero estos hijos de guerreros y
de piratas aportaron, me parece, un carácter demasiado belicoso a esa
causa protestante, que sus espadas en tiempos posteriores defendieron
tan heroicamente.
Rusia, empujada al extremo de Europa, tenía pocas relaciones con los
demás estados. Además, pertenecía a la comunión griega; y la Reforma
efectuada en Occidente ejerció poca o ninguna influencia sobre la
Iglesia Oriental.
Polonia parecía estar bien preparada para una reforma. La vecindad de
los cristianos bohemios y moravos la había dispuesto a recibir el
impulso evangélico, que por su cercanía a Alemania probablemente se
comunicaría con prontitud. Ya en 1500, la nobleza de la Gran Polonia
había exigido que la copa fuera entregada a los laicos, apelando a las
costumbres de la Iglesia primitiva. La libertad de que gozaban sus
ciudades, la independencia de sus n obles, la convertía en un asilo
seguro para todos los cristianos que habían sido perseguidos en su
propio país. La verdad que llevaban consigo fue recibida con alegría
por un gran número de habitantes. Sin embargo, es uno de los países
que, en nuestros días, posee menos confesores occidentales.
La llama de la Reforma, que había ardido durante mucho tiempo en
Bohemia, casi se había extinguido en sangre. Sin embargo, algunos
restos preciosos, escapados de la matanza, aún estaban vivos para ver
el día que Huss había predicho.
Hungría había sido despedazada por guerras intestinas bajo el
gobierno de príncipes sin habilidad ni experiencia, y que finalmente
habían ligado el destino de sus súbditos a Austria, al inscribir a esta
poderosa familia entre los herederos de su corona.
Tal era el estado de Europa a principios del siglo XVI, que estaba
destinado a producir una transformación tan grande en la sociedad
cristiana.

Notas finales:

1. Odium Romani nominis, penitus infixum esse multarum


gentium animis opinor, ob ea, quae vulgo de moribus
ejus urbia jactantur. Erasm. Epp. Lib. 7. P. 634.
2. El jalage era un derecho selgnorial que se aplicaba al vino
vendido al por menor.
3. Amós 4: 7.
4. Apocalipsis 22:11.
LIBRO 1
CAPÍTULO 6
Habiendo descrito la condición de las naciones y príncipes de Europa,
procedemos ahora a los preparativos para la gran reforma que existía
en la teología y en la Iglesia.
El singular sistema de teología que se instauró en la Iglesia, estaba
destinado a contribuir poderosamente a abrir los ojos de la nueva
generación. Formado para una era de oscuridad, como si esa era fuera
a durar para siempre, ese sistema debía dejarse atrás y romperse en
todas direcciones, tan pronto como la era creciera en comprensión.
Este fue el resultado. Los papas habían añadido ahora esto y ahora
aquello a las doctrinas cristianas. No habían cambiado ni eliminado
nada excepto que no cuadraría con su sistema jerárquico; lo que no
fuera contrario a sus planes podría permanecer hasta nuevas órdenes.
Contenía ciertas doctrinas verdaderas, como la redención, y el poder
del Espíritu Santo, de las cuales un divino hábil, si hubiera alguno en
ese momento, podría haberse valido para combatir y derrocar a todos
los demás. El oro puro mezclado con la aleación base en los tesoros del
Vaticano, podría haber llevado fácilmente al descubrimiento del
fraude. Es cierto que si algún adversario valiente volvía su atención
hacia él, el aventador de Roma inmediatamente barría este grano
puro. Pero estas mismas condenas solo sirvieron para aumentar la
confusión.
Esta confusión era inmensa y la pretendida unidad no era más que un
gran desorden. En Roma estaban las doctrinas de la corte y las
doctrinas de la iglesia. La fe de la metrópoli difería de la de las
provincias. También en este último caso, esta diversidad era infinita.
Estaba la fe de los príncipes, del pueblo y de las órdenes religiosas.
Había una distinción entre las opiniones de este convento y de ese
distrito, de este médico y de ese monje.
Para que la verdad pudiera existir pacíficamente en los tiempos en que
Roma la habría aplastado con su cetro de hierro, había seguido el
ejemplo del insecto que teje una crisálida de sus hilos para refugiarse
durante las inclemencias del tiempo. Y, por extraño que parezca, los
instrumentos empleados por la verdad divina con este fin fueron los
tan malditos escolares. Estos industriosos artesanos del pensamiento
habían desenredado toda idea teológica, y de todos sus hilos habían
tejido una red, bajo la cual habría sido difícil para personas más
hábiles que sus contemporáneos reconocer la verdad en su prístina
pureza. Podemos lamentar que el insecto, tan lleno de vida y
resplandeciente con los colores más brillantes, se encierre, con
apariencia de muerto, en su celda oscura; pero en esta cubierta está su
seguridad. El caso fue el mismo con la verdad. Si la política interesada y
sospechosa de Roma, en la época de su poder, la hubiera visto
desvelada, la habría aplastado, o al menos se hubiera esforzado por
hacerlo. Disfrazada como estaba por los teólogos de la época, bajo un
sinfín de sutilezas y distinciones, los papas no la reconocieron, o
vieron que en esta condición no podía herirlos. Tomaron el trabajo y
los trabajadores bajo su protección. Pero podría llegar la temporada en
la que esta verdad oculta levantaría su cabeza y se desharía de las
fatigas que la habían cubierto. Habiendo ganado nueva fuerza en su
aparente tumba, se la verá en el día de su resurrección obteniendo la
victoria sobre Roma y sus errores. Llegó esta primavera. En el mismo
período en que estas absurdas cubiertas de los escolásticos caían una
tras otra bajo los hábiles ataques y las burlas de la nueva generación, la
verdad brotó de ellos, floreciendo en juventud y belleza.
No fue solo a partir de los escritos de los escolásticos que se dio un
testimonio poderoso de la verdad. El cristianismo siempre había
mezclado algo de su propia vida con la vida de la gente. La Iglesia de
Cristo era un edificio ruinoso; pero al cavar a su alrededor, se
descubrió entre sus cimientos una parte de la roca viva sobre la que se
había construido originalmente. Aún existían numerosas instituciones
que datan de las edades puras de la Iglesia, y no podían dejar de
despertar en muchas almas sentimientos evangélicos opuestos a la
superstición imperante. Hombres inspirados, los viejos doctores de la
Iglesia, cuyos escritos fueron depositados en diversas bibliotecas,
levantaron aquí y allá una voz solitaria. Cabe esperar que haya sido
escuchado en silencio por muchos oídos atentos. ¡No dudemos de los
cristianos y qué agradable es el pensamiento! - Tuvo muchos hermanos
y hermanas en esos monasterios, donde muy fácilmente descubrimos
poco más que hipocresía y libertinaje.
La Iglesia había caído porque la gran doctrina de la justificación por la
fe en el Salvador le había sido quitada. Por lo tanto, era necesario,
antes de que pudiera levantarse, que esta doctrina le fuera devuelta.
Tan pronto como se restableciera la verdad fundamental en la
cristiandad, todos los errores y observancias que habían tomado su
lugar, toda esa multitud de santos, de obras, penitencias, misas,
indulgencias, etc., desaparecerían. Tan pronto como el único Mediador
y su único sacrificio fueran reconocidos, todos los demás mediadores y
sacrificios desaparecerían. "Este artículo de justificación", dice un
hombre que podemos considerar ilustrado en la materia, 1 " es lo que
crea la Iglesia, la nutre, la edifica, la preserva y la defiende: nadie
puede enseñar dignamente en la Iglesia, ni oponerse a un adversario
con éxito, si no se adhiere a esta verdad. Esto ", agrega el escritor que
citamos, en alusión a la profecía más antigua," es el calcañar que
herirá la cabeza de la serpiente ".
Dios, que estaba preparando su obra, levantó a lo largo de los siglos
una larga lista de testigos de la verdad. Pero de esta verdad de la que
estos hombres generosos daban testimonio, no tenían un
conocimiento tan suficientemente claro, o al menos no podían
exponerlo con la distinción adecuada. Incapaces de realizar esta tarea,
fueron todo lo que debieron haber sido para preparar el camino para
ella. Sin embargo, agreguemos que si no estaban listos para el trabajo,
el trabajo no estaba listo para ellos. La medida aún no estaba completa:
las edades aún no habían cumplido su curso prescrito; la necesidad del
verdadero remedio todavía no se sentía en general.
Apenas Roma usurpó su poder, se formó una fuerte oposición contra
ella, que continuó durante la Edad Media.
El arzobispo Claudio de Turín, en el siglo IX; Pierre de Bruys, su
discípulo Enrique y Arnoldo de Brescia, en el siglo XII , en Francia e
Italia, trabajaron para restablecer el culto a Dios en espíritu y en
verdad; pero en su mayor parte buscaban demasiado este culto en
ausencia de imágenes y de observancias externas.
Los místicos, que han existido en casi todas las épocas, buscando en
silencio la santidad del corazón, la justicia de la vida y la tranquila
comunión con Dios, contemplaron con dolor y espanto las
abominaciones de la Iglesia. Se abstuvieron cuidadosamente de las
querellas de las escuelas y de las discusiones inútiles bajo las cuales se
había enterrado la verdadera piedad. Se esforzaron por apartar a los
hombres de la vana formalidad del culto externo, del ruido y la pompa
de las ceremonias, para conducirlos al reposo interior de un alma que
busca en Dios toda su felicidad. No podrían hacerlo sin chocar por
todos lados con las opiniones recibidas y sin dejar al descubierto las
heridas de la Iglesia. Pero al mismo tiempo, no tenían una idea clara de
la doctrina de la justificación por la fe.
Los valdenses, muy superiores a los místicos en pureza de doctrina,
componen una larga lista de testigos de la verdad. Hombres más libres
que el resto de la Iglesia parecen haber habitado desde tiempos más
lejanos las cumbres de los Alpes piamonteses; su número fue
aumentado y su doctrina purificada por los discípulos de Val do. Desde
las alturas de sus montañas, los valdenses protestaron durante una
larga serie de edades contra las supersticiones de Roma. 2 "Ellos
luchan por la esperanza viva que tienen en Dios por medio de Cristo,
por la regeneración y el avivamiento interior por la fe, la esperanza y la
caridad, por los méritos de Jesucristo, y la suficiencia de su gracia y
justicia". 3

Sin embargo, esta verdad primordial de la justificación de los


pecadores, esta doctrina principal, que debería haber surgido de entre
todos los demás como el Mont Blanc del seno de los Alpes, no era
suficientemente prominente en su sistema. Su cumbre aún no se había
elevado lo suficiente.
Pierre Vaud o Valdo, un rico comerciante de Lyon (1170), vendió todos
sus bienes y se los dio a los pobres. Él y sus amigos parecen haber
tenido como objetivo restablecer la perfección del cristianismo
primitivo en los asuntos comunes de la vida. Por tanto, empezó
también por las ramas y no por las raíces. Sin embargo, su predicación
fue poderosa porque apeló a las Escrituras y sacudió la jerarquía
romana hasta sus mismos cimientos.
Wickliffe surgió en Inglaterra en 1360 y apeló al Papa a la palabra de
Dios: pero la verdadera herida interna en el cuerpo de la Iglesia era a
sus ojos sólo uno de los numerosos síntomas de la enfermedad.
John Huss predicó en Bohemia un siglo antes de que Lutero predicara
en Sajonia. Parece haber penetrado más profundamente que sus
predecesores en la esencia de la verdad cristiana. Rezó a Cristo
pidiendo gracia para gloriarse sólo en su cruz y en la inestimable
humillación de sus sufrimientos. Pero sus ataques estaban menos
dirigidos contra los errores de la iglesia romana que contra las
escandalosas vidas del clero. Sin embargo, era, si se nos permite la
expresión, el Juan Bautista de la Reforma. Las llamas de su pila
encendieron un fuego en la Iglesia que arrojó una luz brillante en la
oscuridad circundante, y cuyos destellos no debían extinguirse tan
fácilmente.
John Huss hizo más: palabras proféticas surgieron de las
profundidades de su mazmorra. Él previó que se avecinaba una
verdadera reforma de la Iglesia. Cuando expulsados de Praga y
obligado a vagar por los campos de Bohemia, donde una inmensa
multitud siguió sus pasos y se colgó de sus palabras, había gritado:
"Los malos han comenzado preparando una trampa traicionera para el
ganso. 4 Pero si Incluso el ganso, que es sólo un ave doméstica, un
animal pacífico, y cuyo vuelo no es muy alto en el aire, sin embargo, ha
roto sus fatigas, otras aves, elevándose más tímidamente hacia el cielo,
las atravesarán con calma. mayor fuerza. En lugar de un ganso débil, la
verdad enviará águilas y buitres de ojos agudos ". 5 Esta predicción fue
cumplida por los reformadores.
Cuando el venerable sacerdote fue convocado por orden de
Segismundo ante el concilio de Constanza y fue encarcelado, la capilla
de Belén, en la que había proclamado el Evangelio y los futuros
triunfos de Cristo, ocupó su mente mucho más que su propia defensa .
Una noche, el santo mártir vio en la imaginación, desde lo más
profundo de su calabozo, los cuadros de Cristo que había pintado en
las paredes de su oratorio, borrados por el Papa y sus obispos. Esta
visión lo angustió: pero al día siguiente vio a muchos pintores
ocupados en restaurar estas figuras en mayor número y con colores
más brillantes. Tan pronto como terminó su tarea, los pintores, que
estaban rodeados por una inmensa multitud, exclamaron: "¡Que
vengan ahora los papas y los obispos! ¡No los borrarán nunca más!" Y
mucha gente se regocijó en Belén, y yo con ellos, agrega John Huss. -
"Ocúpate de tu defensa más que de tus sueños", dijo su fiel amigo, el
caballero de Chlum, a quien le había comunicado esta visión. "No soy
un soñador", respondió Hus, " pero mantengo esto con certeza, que la
imagen de Cristo nunca será borrada. Ellos han querido destruirla,
pero será pintada de nuevo en todos los corazones por predicadores
mucho mejores que yo. . La nación que ama a Cristo se regocijará con
esto. Y yo, despertando de entre los muertos y levantándome, por así
decirlo, de mi tumba, saltaré con gran gozo ". 6
Pasó un siglo; y la antorcha del Evangelio, encendida de nuevo por los
reformadores, iluminó ciertamente a muchas naciones, que se
regocijaron en su resplandor.
Pero no fue solo entre aquellos a quienes la iglesia de Roma considera
sus adversarios que se escuchó la palabra de vida durante estas
edades. El catolicismo mismo, digámoslo para nuestro consuelo,
corteja a numerosos testigos de la verdad en su pálido. El edificio
primitivo había sido consumido; pero un fuego generoso ardía bajo sus
cenizas, y de vez en cuando lanzaba muchas chispas brillantes.
Es un error creer que el cristianismo no existía antes de la Reforma,
salvo bajo la forma católica romana, y que no fue hasta entonces
cuando una sección de la Iglesia asumió la forma del protestantismo.
Entre los médicos que florecieron antes del siglo XVI, un gran número
sin duda tenía una inclinación hacia el sistema que el Concilio de
Trento propuso en 1562; pero muchos también se inclinaron por las
doctrinas profesadas en Augsburgo por los protestantes en 1530; y la
mayoría quizás haya oscilado entre estos dos polos.
Anselmo de Canterbury estableció como la esencia misma del
cristianismo las doctrinas de la encarnación y la expiación; 7 y en una
obra en la que nos enseña a morir, le dice al alma que se va: "Mira sólo
los méritos de Jesucristo". San Bernardo proclamó con voz poderosa
los misterios de la redención. "Si mi pecado viene de otro", dice, "¿por
qué no me ha de conceder mi justicia de la misma manera? De cierto,
mejor me es que me sea dada, que que sea innata". 8 Muchos
escolares, y posteriormente el canciller Gerson, atacaron
vigorosamente los errores y abusos de la Iglesia.

Pero reflexionemos sobre todo en las miles de almas, oscuras y


desconocidas para el mundo, que sin embargo han sido partícipes de
la vida real de Cristo.
Un monje llamado Arnoldi ofrecía todos los días esta ferviente oración
en su tranquila celda: "¡Oh Señor Jesucristo! Creo que solo Tú eres mi
redención y mi justicia". 9
Cristóbal de Utenheim, un piadoso obispo de Basilea, hizo inscribir su
nombre en un cuadro pintado sobre vidrio, que aún se encuentra en
esa ciudad, y lo rodeó con este lema, que deseaba tener continuamente
ante sus ojos: "Mi esperanza es en la cruz de Cristo; busco la gracia y
no las obras ". 10
Un pobre fraile cartujo, llamado Martín, escribió una conmovedora
confesión, en la que dice: "¡Oh Dios misericordioso! Sé que no puedo
ser salvo y satisfacer tu justicia de otra manera que por los méritos,
por la pasión más inocente y por la muerte de tu muy amado Hijo…
¡Santo Jesús !, toda mi salvación está en tus manos. No puedes apartar
de mí las manos de tu amor, porque me crearon, me formaron y me
redimieron. Has escrito mi nombre con pluma de hierro, con gran
misericordia y de manera indeleble , en tu costado, en tus manos, en
tus pies, etc., etc. Entonces el buen cartujo colocó su confesión en una
caja de madera y la encerró en un agujero que hizo en la pared de su
celda. 11
La piedad del hermano Martín nunca se habría conocido, si la caja no
hubiera sido descubierta el 21 de diciembre de 1776, cuando unos
obreros derribaban un antiguo edificio que había formado parte de la
cartuja de Basilea. ¡Cuántos conventos no ocultaron tales tesoros!

Pero estos santos hombres poseían esta fe conmovedora solo para sí


mismos, y no sabían cómo comunicarla a los demás. Viviendo
jubilados, podrían decir más o menos lo que el hermano Martín le
confió a su palco: "Y si no puedo confesar estas cosas con la boca, las
confieso al menos con la pluma y con el corazón". 12 La palabra de
verdad estaba en el santuario de algunas almas piadosas; pero, para
usar el lenguaje del Evangelio, no tuvo "curso libre" en el mundo.
Sin embargo, si no siempre confesaban en voz alta la doctrina de la
salvación, no temían al menos protestar abiertamente incluso en el
seno de la Iglesia de Roma, contra los abusos que la deshonraban.
Apenas habían terminado sus sesiones los Concilios de Constanza y
Basilea, en los que Hus y sus discípulos habían sido condenados,
cuando esta noble línea de testigos contra Roma, que hemos señalado,
se reanudó con mayor brillantez. Hombres de disposición generosa,
escandalizados por las abominaciones del papado, se levantaron como
los profetas del Antiguo Testamento , cuya suerte también compartían,
y como ellos pronunciaron sus denuncias con voz de trueno. Su sangre
manchó los andamios y sus cenizas fueron esparcidas al viento.

Thomas Conecte, un fraile carmelita, apareció en Flandes. Declaró que


" en Roma se practicaban las abominaciones más grandes, que la
Iglesia requería una reforma y que mientras sirviéramos a Dios, no
deberíamos temer las excomuniones del Papa". 13 Todo el país
escuchó con entusiasmo; Roma lo condenó a la hoguera en 1432 y sus
contemporáneos declararon que había sido trasladado al cielo. 14
El cardenal Andrew, arzobispo de Crayn, al ser enviado a Roma como
embajador del emperador, quedó consternado al descubrir que la
santidad papal, en la que había creído devotamente, era una mera
ficción; y en su sencillez se dirigió a Sixto IV en el lenguaje de la
protesta evangélica. La burla y la persecución fueron su única
respuesta. Sobre esto, se esforzó en 1482 por reunir un nuevo consejo
en Basilea. "Toda la Iglesia", dijo, "está sacudida por divisiones,
herejías, pecados, vicios, injusticias, errores e innumerables males,
hasta el punto de ser casi tragada por el abismo devorador de la
condenación. 15 Por eso proclamamos un consejo general para la
reforma de la fe católica y la purificación de la moral ". El arzobispo fue
encarcelado en Basilea, donde murió. El inquisidor Henry Institoris,
que fue el primero en oponerse a él, pronunció estas notables
palabras: "Todo el mundo clama y exige un concilio; pero no hay poder
humano que pueda reformar la Iglesia mediante un concilio. encontrar
otros medios, que en la actualidad desconocemos, aunque pueden
estar a nuestras puertas, para devolver la Iglesia a su estado prístino ".
16 Esta notable profecía, pronunciada por un inquisidor, en el mismo
período del nacimiento de Lutero, es la mejor disculpa para la
Reforma.
Jerome Savonarola, poco después de ingresar a la orden dominica en
Bolonia en 1475, se dedicó a las oraciones continuas, al ayuno y a la
mortificación, y clamó: "Tú, oh Dios, eres bueno, y en tu bondad
enséñame tu justicia". 17 Predicó con energía en Florencia, ciudad a la
que se había trasladado en 1489. Su voz transmitía convicción; su
semblante se iluminó de entusiasmo; y su acción poseía una gracia
encantadora. "Debemos regenerar la Iglesia", dijo; y profesaba el gran
principio que es el único que puede efectuar esta regeneración . "Dios",
exclamó, "perdona los pecados de los hombres y los justifica con su
misericordia. Hay tantas misericordias en el cielo como hombres
justificados en la tierra; porque ninguno es salvo por sus propias
obras. Nadie puede jactarse de Él mismo; y si, en la presencia de Dios,
pudiéramos preguntar a todos estos pecadores justificados: ¿Has sido
salvado por tu propia fuerza? - todos responderían como a una sola
voz: No a nosotros, oh Señor, no a nosotros, sino a ¡Tu nombre sea la
gloria! Por tanto, oh Dios, busco tu misericordia, y no traigo a ti mi
propia justicia; pero cuando por tu gracia me justificas, entonces tu
justicia me pertenece; porque la gracia es la justicia de Dios.-
Mientras, oh hombre, mientras no creas, eres, a causa de tu pecado,
desprovisto de gracia.- Oh Dios, sálvame por tu justicia, es decir, en tu
Hijo, que es el único entre ¡los hombres se encontraron sin pecado! "
18 Así la grandiosa y santa doctrina de la justificación por la fe alegró
el corazón de Savonarola. En vano se le opusieron los presidentes de
las Iglesias; 19 sabía que los oráculos de Dios estaban muy por encima
de la Iglesia visible, y que debía proclamar estos oráculos con la ayuda
de la Iglesia, sin ella, o incluso a pesar de ella. "Vuela", gritó, "¡vuela
lejos de B abilán!" y fue a Roma a la que así designó, y poco después
Roma respondió de la manera habitual. En 1497, el infame Alejandro
VI emitió un escrito contra él; y en 1498, la tortura y la hoguera
terminaron con la vida de este reformador.

John Vitrarius, un monje franciscano de Tournay, cuyo espíritu


monástico no parece haber sido de un rango muy elevado, atacó
vigorosamente las corrupciones de la Iglesia. "Es mejor degollar a un
niño (dijo) que ponerlo en una orden religiosa que no esté reformada.
20 - Si tu coadjutor, o cualquier otro sacerdote, detiene a una mujer en
su casa, debes ir a arrastrar el mujer por la fuerza, o de otra manera,
fuera de la casa. - Hay quienes repiten ciertas oraciones a la Virgen
María, para que la vean en la hora de la muerte. Pero tú verás al
diablo, y no a la virgen ". Se requirió una retractación y el monje cedió
en 1498.
John Lallier, doctor de la Sorbona, se manifestó en 1484 contra el
dominio tiránico de la jerarquía. "Todo el clero", dijo, "ha recibido el
mismo poder de Cristo. - La Iglesia Romana no es la cabeza de otras
Iglesias. - Debes guardar los mandamientos de Dios y de los apóstoles:
y en cuanto a los mandamientos de los obispos y todos los demás
señores de la Iglesia que son ...... pero la paja han arruinado la Iglesia
por sus dispositivos astutos!. 21 - los sacerdotes de la Iglesia del Este
pecado no al casarse, y yo creo que en el que la Iglesia occidental ¿No
deberíamos pecar si también nos casáramos ? - Desde la época de Sy
lvester, la Iglesia Romana ya no es la Iglesia de Cristo, sino una iglesia
estatal, una iglesia que obtiene dinero. - No estamos obligados a creer
en las leyendas de los santos, como tampoco en las Crónicas de
Francia ".
Juan de Wesalia, doctor en teología en Erfurt h, un hombre
distinguido por esta energía y talentos, atacó los errores sobre los que
se basaba la jerarquía y proclamó las Sagradas Escrituras como la
única fuente de fe. "No es la religión (con lo que se refería a una vida
monástica) lo que nos salva", dijo a los monjes; "es la gracia de Dios. -
Dios desde toda la eternidad ha establecido un libro en el que ha
escrito los nombres de todos sus elegidos. Quien no esté inscrito en él,
nunca lo estará; y quien esté inscrito en él, nunca verá su nombre
borrado. - Es sólo por la gracia de Dios que los elegidos son salvos.
Aquel a quien Dios quiera salvar por el don de su gracia, será salvo,
aunque todos los sacerdotes del mundo deseen condenar y
excomulgar. él. Y el que Dios condenará, aunque todos deben desear
para salvarlo, será, sin embargo, será condenado. 22 Por lo audacia
hacer los sucesores de los apóstoles ordenan, no lo que Cristo ha
establecido en sus libros sagrados, pero lo que ellos mismos han
ideado ¿Llevados, como están, por la sed de oro y por el deseo de
gobernar? - desprecio al Papa, a la Iglesia ya los Concilios, y le doy la
gloria a Cristo ". Wesalia, habiendo llegado gradualmente a estas
convicciones, las profesó valientemente desde el púlpito y entró en
comunicación con los delegados de los husitas. Débil y encorvado bajo
el peso de los años, presa de la enfermedad y apoyado en su bastón,
este valiente anciano apareció con pasos vacilantes ante la Inquisición
y pereció en sus mazmorras en 1482.
Jo hn de Goch, antes de Malines, sobre el mismo período, exaltó la
libertad cristiana como la esencia de toda virtud. Acusó de
pelagianismo a las doctrinas imperantes y denominó a Tomás de
Aquino "el príncipe del error". "Sólo las escrituras canónicas", dijo ,
"tienen derecho a una confianza segura y tienen una autoridad
innegable. Los escritos de los antiguos Padres no tienen autoridad,
pero en la medida en que sean conformes con la verdad canónica. 23
El proverbio común dice verdaderamente: Satanás se avergonzaría de
pensar en lo que un monje se atreve a emprender ".
Pero el más notable de estos precursores de la Reforma fue sin duda
John Wessel, apodado "la Luz del Mundo", un hombre lleno de coraje
y amor por la verdad, que fue doctor en divinidad sucesivamente en
Colonia, Lovaina, París, Heidelberg. , y Groningen, y de quien Lutero
dice: "Si hubiera leído sus obras antes, mis enemigos podrían haber
pensado que había derivado todo de Wessel, tanto somos de una sola
mente". 24 - "San Pablo y Santiago", dice Wessel, "predican doctrinas
diferentes pero no contrarias. Ambos sostienen que 'el justo por la fe
vivirá'; sino por una fe que obra por la caridad. El que, al sonido del
Evangelio, cree, desea, espera, confía en las buenas nuevas y ama al
que lo justifica y lo bendice, inmediatamente se entrega enteramente a
Aquel a quien ama, y no se atribuye ningún mérito a sí mismo, ya que
sabe que de sí mismo no tiene nada. 25 - La oveja debe discernir las
cosas de las que se alimenta, y evitar un alimento corrompido, incluso
cuando se lo presente por el pastor mismo. La gente debe seguir al
pastor a los pastos; pero cuando deja de conducirlos a los pastos, ya no
es pastor, y luego, como no cumple con su deber, el rebaño no está
obligado a seguirlo. Nada es más eficaz para la destrucción de la
Iglesia que un clero corrupto. Todos los cristianos, incluso el más
humilde y sencilla, están obligados a resistir aunque sí que están
destruyendo la Iglesia. 26 hay que obedecer a los preceptos de los
médicos y de los prelados sólo en función de la medida prevista por
San Pablo (1 Tesalonicenses 5:21); que yo Es decir, en cuanto a
'sentarse en el asiento de Moisés', enseñan de acuerdo con Moisés.
Somos siervos de Dios, y no del Papa, como está dicho: Al Señor tu
Dios adorarás, y solo a él servirás. El Espíritu Santo se ha reservado la
obra de renovar, vivificar, preservar y aumentar la unidad de la Iglesia,
y no la ha abandonado al Romano Pontífice, que con frecuencia no se
preocupa por ella. - Ni siquiera su sexo impide a la mujer, si es fiel y
prudente, y si tiene la caridad derramada en su corazón, poder sentir,
juzgar, aprobar y decidir mediante un juicio que Dios ratificará ”.
Así, a medida que se acercaba la Reforma, se multiplicaban las voces
que proclamaban la verdad. Podríamos ser inducidos a decir que la
Iglesia tenía la intención de mostrar por estos medios que la Reforma
existió antes que Lutero. El protestantismo surgió en la Iglesia el
mismo día en que se manifestaron los gérmenes del papado; como en
el mundo político, los principios conservadores han existido desde el
mismo momento en que el despotismo de los nobles o los desórdenes
de la factibilidad han surgido. El protestantismo fue a veces incluso
más fuerte que el papado en los siglos inmediatamente anteriores a la
Reforma. ¿Qué podía oponer Roma a todos los testigos que acabamos
de escuchar, en el momento en que sus voces resonaban en la tierra? -
Unos pocos monjes sin estudios ni piedad.
A esto podemos agregar, que la Reforma había echado raíces, no solo
entre los doctores de la Iglesia, sino también entre el pueblo. Las
opiniones de Wickliffe, provenientes de Oxford, se habían extendido
por toda la República Dominicana y habían encontrado adeptos en
Baviera, Suabia, Franconia y Prusia. En Bohemia, del seno mismo de la
discordia y de la guerra, había surgido por fin una comunidad pacífica
y cristiana, recordando al mundo de la Iglesia primitiva y dando
testimonio poderoso del gran principio de la oposición evangélica, que
"Cristo, y no Pedro y sus sucesores, es la roca sobre la que se funda la
Iglesia ". Pertenecientes por igual a las razas alemana y esclavónica,
estos simples cristianos habían enviado misioneros entre las diversas
naciones que hablaban su idioma, silenciosamente para ganarse
seguidores de sus opiniones. Nicholas Kuss, que fue visitado dos veces
por ellos en Rostock, comenzó en 1511 a predicar abiertamente contra
el Papa. 27
Es importante notar este estado de cosas. Cuando la Sabiduría de lo
alto pronuncie sus lecciones con una voz aún más fuerte, habrá mentes
y corazones por todas partes para escucharlas. Cuando el Labrador,
que ha estado continuamente atravesando su Iglesia, salga a una
nueva y mayor siembra, la tierra estará preparada para recibir el
grano. Cuando la trompeta del ángel del pacto, que nunca ha dejado de
oírse en el mundo, emita un repique más fuerte, los números se
ceñirán a la batalla.
La Iglesia ya tenía el presentimiento de que se acercaba la hora del
combate. Si más de un filósofo anunciara en alguna medida, durante el
siglo pasado, la revolución en la que concluyó, ¿nos asombrará que
muchos médicos de finales del siglo XV hubieran previsto el cambio
inminente que regeneraría la Iglesia?
Andrew Proles, provincial de los agustinos, que durante casi medio
siglo presidió esa congregación y que, con firmeza inquebrantable,
mantuvo en su orden las doctrinas de San Agustín, reunido con sus
hermanos en el convento de Himmelspforte, cerca de Wernigerode,
solía detenerlos mientras leían la palabra de Dios, y decir: "¡Hermanos
míos! ¡Oíd el testimonio de las Sagradas Escrituras! Declaran que por
gracia somos lo que somos, y que solo por ella tenemos todo lo que
somos. poseemos. ¿De dónde proceden entonces tantas tinieblas y tan
horribles supersticiones? ...... ¡Oh, hermanos míos! El cristianismo
necesita una reforma audaz y grande, y creo que ya veo que ya se está
aproximando ". Entonces los monjes gritarían: "¿Por qué no inicias tú
mismo esta reforma y te opones a semejante nube de errores?" -
"Miren, hermanos míos", respondió el anciano provincial, "que estoy
encorvado por el peso de los años, y débil de cuerpo, y que no tengo el
saber, la habilidad y la elocuencia que requiere una empresa tan
grande". Pero Dios levantará un héroe, quien por su edad, fuerza,
talentos, conocimiento, genio y elocuencia, ocupará el primer lugar. Él
comenzará la Reforma; se opondrá al error , y Dios le dará audacia
para resistir. los poderosos de la tierra ". 28 Un anciano monje de
Himmelspforte, que había oído a menudo estas palabras, se las
comunicó a Flacius. En el mismo orden en que Proles era provinciano,
el héroe cristiano que predijo que iba a aparecer.
Un monje llamado John Hilten era un interno del convento
franciscano de Eisenach en Turingia. Las profecías de Daniel y el
Apocalipsis de San Juan fueron su estudio especial. Incluso escribió un
comentario sobre estas obras y censuró los abusos más flagrantes de la
vida monástica. Los monjes exasperados lo metieron en la cárcel. Su
avanzada edad y la suciedad de su calabozo le trajeron una peligrosa
enfermedad: preguntó por el superior, y apenas había llegado este
último , estalló en una violenta pasión, y sin escuchar las quejas del
preso, abusó amargamente de su doctrina, que se opuso, añade la
crónica, a la cocina de los monjes. El franciscano, olvidándose de su
dolencia y gimiendo pesadamente, respondió: " Llevo con calma sus
insultos por el amor de Cristo; porque nada he dicho que pueda poner
en peligro el estado monástico: sólo he censurado sus abusos más
clamorosos. Pero", prosiguió. (según lo que registra Melancthon en su
Apología de la Confesión de Fe de Augsburgo ), "otro hombre se
levantará en el año de nuestro Señor 1516: él te destruirá, y no podrás
resistirlo". 29 John Hilten, que había profetizado que el fin del mundo
llegaría en 1651, estaba menos equivocado al señalar el año en que
aparecería el futuro reformador. Poco después, nació en una pequeña
aldea a poca distancia de la mazmorra del monje: en esta misma
ciudad de Eisenach comenzó sus estudios, y solo un año después de lo
que había dicho el fraile encarcelado , entró públicamente en la
Reforma.

Notas finales:
1. Lutero a Brentius.
2. Nobla Leygon.
3. Tratado sobre el Anticristo, obra contemporánea de la
Nobla Leygon.
4. Huss en el idioma bohemio significa ganso.
5. Epist. J. Huss. Tempore anathematis scripta.
6. Huss, Epp. Sub temp. concilli scriptae.

7. ¿Cur Deus homo?


8. Et sane mihi tutior donata quam innata. De Erroribus
Abaelardi, cap. 6.
9. Credo quod tu mi Domine Jesu Christe, solus es mea
justitia et redemptio. Lelbnitz, guión. Brunsw. 3: 396.
10. Spes mea cru x Christi; gratiam, non opera quaero.
11. Sciens posse me aliter non salvari, et tibi satisfacere nisi
per meritum, etc. Para estas y otras citas similares, véase
Flacius, Catal. Prueba. Veritatis; Wolfii Lect. Memorabiles;
Reliquien de Muller, etc.
12. Et si haec praedi cta confiteri non possum lingua,
confiteor tamen corde et scripto.
13. Bertrand d'Argentre, Histoire de Bretaigne, pág. 788
París, 1618.
14. Ille summo vivit Olympo. Baptista Mantuanus, De Beata
vita, in fine.

15. Un sorbente gurgite damnationis subtrahi. HH Hottinger


i Hist. Eccl. Saecul. 15: 347.
16. Alium modum Altissimus procurabit, nobis quidem
pronunc incognitum, licet heu! Prae foribus existat, ut ad
pristinum statum ecclesia redeat. TH Hotting. Eccl. Saec.
15. P. 413.
17. Bonus es tu, et in bonitate tua, doce me justi ficationes
tuas. Batesius, Vitae Selectorum Virorum, pág. 112, Lond.
1681.
18. Meditationes in Psalmos; Prediche sopra il Salmo; Quam
bonus Israel, etc .; Sermones supra Archam Noe, etc.
19. Inter omnes vero persecutores, potissimum Ecclesiae
praesides. Batesius, pág. 118.
20. D'Argentre, Collectio Judiciorum de Novis Erroribus, 2:
340.
21. Ibídem.
22. Et quem Deus vult damnare, si omnes vellent hunc
salvare, adhuc iste damnaretur. Paradoxa Damnata, etc.
1749. Monguntiae.
23. Antiquorum patrum scripta tantum habent auctoritatis,
quantum canonicae veritati sunt conformia. Epist.
Apologet. Amberes, 1521.
24. Adeo spiritus utriuque concordat. Farrago Wesseli, en
praef.
25. Extentus totus et propensus in eum quem amat, a quo
credit, cupit sperat, confidit, justificatur nihil sib i ipsi
tirbuit, qui scit nihil habere ex se. De Magnit. Passionis,
cap. 46. Opera, pág. 553.
26. Nemo magis Ecclesiam destruit, quam corruptus clerus.
Destruentibus Ecclesiam omnes Christiani tenentur
resistere. De Potestate Eccles. Opp., Pág. 769.
27. Wolfii Lect. Me morab., 2. P. 37.
28. Excitabit Dominus heroem, aetate, viribus. Flacii Catal.
Testium Veritatis, pág. 843.
29. Alius quidem veniet .. Apologia Conf. 13 de agosto. De
Votis Monasticis.
LIBRO 1
CAPÍTULO 7

Así, príncipes y pueblos, miembros vivos de la Iglesia y teólogos,


trabajaban cada uno en su esfera para preparar la obra que debía
realizar el siglo XVI. Pero la Reforma estaba destinada a encontrar otro
auxiliar en el aprendizaje. La mente humana estaba ganando fuerza.
Esta sola circunstancia habría producido su emancipación. Deje que
una pequeña semilla caiga cerca de un muro devorado por el tiempo, y
cuando el árbol crezca, el muro será derribado.
El pontífice romano se había constituido en guardián del pueblo, y su
inteligencia superior hizo que esto fuera una tarea fácil . Durante
mucho tiempo los había mantenido en un estado de pupilaje, pero
ahora estaban rompiendo límites por todos lados. Esta venerable
tutela, que tenía su origen en los principios de vida eterna y
civilización que Roma había comunicado a las naciones bárbaras, ya
no podía ejercerse sin oposición. Un formidable antagonista había
tomado posición contra él para controlarlo. La tendencia natural de la
mente humana a expandirse, examinar, aprender, había dado origen a
este nuevo poder. Los ojos de los hombres se abrieron: exigían una
razón por cada paso que daba este guía largamente venerado, bajo
cuya dirección habían caminado en silencio, mientras sus ojos
estuvieran cerrados. Las naciones de la Europa moderna habían
pasado la edad de la infancia; su hombría estaba comenzando. Su
ingenua y crédula sencillez había dado paso a un espíritu inquisitivo, a
una razón impaciente por sondear las cosas hasta el fondo.
Preguntaron cuál había sido el objeto de Dios al hacer una revelación
al mundo, y si los hombres tenían derecho a erigirse en mediadores
entre Dios y sus hermanos.
Una sola cosa podría haber salvado a la iglesia: esto fue elevarse aún
más alto que la gente. Estar al mismo nivel que ellos no era suficiente.
Pero los hombres pronto descubrieron, por el contrario, que ella
estaba muy por debajo de ellos. Comenzó a tomar un rumbo
descendente, en el mismo momento en que estaban ascendiendo.
Cuando los hombres comenzaron a elevarse hacia las regiones de la
inteligencia, el sacerdocio se encontró absorto en las búsquedas
terrenales y los intereses humanos. Es un fenómeno que a menudo se
ha renovado en la historia. Las alas del aguilucho habían crecido; y no
había hombre cuya mano pudiera alcanzarlo y detener su vuelo.
Fue en Italia donde la mente humana comenzó a elevarse por encima
de la tierra.
Las doctrinas de los escolásticos y la poesía romántica nunca habían
reinado imperturbables en esa península. En Italia siempre habían
quedado algunos vagos recuerdos de la antigüedad, recuerdos que
revivieron con gran fuerza hacia el final de la Edad Media, y que en
poco tiempo comunicaron un nuevo impulso a la mente humana.
Ya en el siglo XIV Dante y Petrarca habían revivido el crédito de los
antiguos poetas romanos; al mismo tiempo, el primero colocó a los
papas más poderosos en su "Infierno", y el segundo llamó con audacia
a la constitución primitiva de la Iglesia. A principios del siglo XV, Juan
de Rávena enseñó la literatura latina con gran renombre en Padua y
Florencia; y Chrysoloras interpretó las obras maestras de Grecia en
Florencia y en Pavía.
Mientras que el aprendizaje surgía de las cárceles en las que había
estado cautivo en Europa, Oriente impartió nueva luz a Occidente. El
estandarte de Mahoma, plantado en las murallas de Constantinopla en
1453, había llevado al exilio a sus sabios. Habían llevado consigo el
aprendizaje de Grecia a Italia. La antorcha de los antiguos reavivó las
mentes que durante siglos habían estado apagadas en la oscuridad.
Jorge de Trebisonda, Argyropolos, Bessarion, Lascaris, Chalcondylas y
muchos otros inspiraron a Occidente con su propio amor por Gr eece y
sus nobles obras de genio. Se despertó el patriotismo de los italianos; y
surgió en Italia un gran número de eruditos, entre los que destacan
Gasparino, Aurispa, Aretino, Poggio y Valla, quienes se esforzaron de
igual manera por devolver a los escritores de la antigua Roma el honor
que merecían. En ese período hubo un gran estallido de luz, y Roma
estaba condenada a sufrir por ello.
Esta pasión por la antigüedad que se apoderó de los humanistas,
sacudió en las mentes más elevadas su apego a la Iglesia , porque
"ningún hombre puede servir a dos señores". Al mismo tiempo, los
estudios a los que se dedicaron, pusieron a disposición de estos sabios
un método enteramente nuevo y desconocido para los escolásticos, de
examinar y juzgar la enseñanza de la Iglesia. F ncontrar en la Biblia,
mucho más que en las obras de los teólogos, las bellezas que les
encantamiento en los autores clásicos, los humanistas se inclina
totalmente a colocar la Biblia por encima de los médicos. Reformaron
el gusto y así prepararon el camino para la Reforma de la fe.
Es cierto que estos eruditos protestaron en voz alta porque sus
estudios no atentaban contra la fe de la Iglesia; sin embargo, atacaron a
los escolásticos mucho antes que los reformadores y ridiculizaron a
esos bárbaros, esos "teutones", que habían existido pero no vivido. 1
Algunos incluso proclamaron las doctrinas del Evangelio y echaron
mano de lo que Roma apreciaba más. Dante, aunque se adhirió a
muchas doctrinas romanas, ya había proclamado el poder de la fe, al
igual que los reformadores. "Es la fe verdadera lo que nos hace
ciudadanos del cielo", dijo. 2 "La fe según el Evangelio es el principio
de la vida; es la chispa que, cada día más y más, se convierte en llama
viva y brilla sobre nosotros como una estrella en el cielo. Sin fe no hay
buena obra, ni vida recta, que nos pueda beneficiar. Por grande que
sea el pecado, los brazos de la gracia divina son aún más anchos, y
abrazan a todos los que se vuelven a Dios. 3 El alma no se pierde por
los anatemas del pontífice; y el amor eterno todavía puede alcanzar
ella, mientras la esperanza retenga su verde flor. 4 De Dios, solo de
Dios, viene nuestra justicia por la fe ". Y hablando de la Iglesia, Dante
exclama: "¡Barco mío, cuán profundamente cargado estás! ¡Oh
Constantino, qué daño se ha engendrado, no lo diré por tu conversión,
sino por la ofrenda que el padre rico recibió de ti! "
Algo más tarde, Laurentius Valla aplicó el estudio de la antigüedad a
las opiniones de la Iglesia: negó la autenticidad de la correspondencia
entre Cristo y el rey Abgar; rechazó la tradición de la redacción del
Credo de los Apóstoles; y minó los cimientos sobre los que descansaba
la pretendida donación de Constantino. 5
Sin embargo, esta gran luz que arrojó el estudio de la antigüedad en el
siglo XV estaba calculada sólo para destruir: no podía acumularse. Ni
Homer ni Virgil pudieron salvar a la Iglesia. El resurgimiento del saber,
las ciencias y las artes no fue el principio de la Reforma. El paganismo
de los poetas, como reapareció en Italia, confirmó más bien el
paganismo del corazón. El escepticismo de los seguidores de
Aristóteles y el desprecio por todo lo que no pertenecía a la filología se
apoderó de muchos literatos y engendró una incredulidad que, aunque
afectaba a la sumisión a la Iglesia, atacaba las verdades más
importantes de la religión. Peter Pomponatius, el representante más
distinguido de esta tendencia impía, enseñó públicamente en Bolonia
y Padua que la inmortalidad del alma y la doctrina de la providencia
eran meros problemas filosóficos. 6 John Francis Pico, sobrino de Pico
de Mirandola, habla de un Papa que no creía en Dios ; 7 y de otro que,
habiendo reconocido a un amigo su incredulidad en la inmortalidad
del alma, se le apareció una noche después de la muerte y le dijo: "¡Ay!
El fuego eterno que ahora me consume me hace sentir demasiado
sensible el inmortalidad del alma que había pensado que moriría con
el cuerpo ". Esto puede recordarnos las notables palabras que
pronunció León X a su secretario Bembo, se afirma: "Todos los
tiempos saben lo útil que ha sido esta fábula de Cristo para nosotros y
para los nuestros" 8 ... Se atacaron supersticiones despreciables , pero
en su lugar se instaló la incredulidad con su desprecio y burla. Reírse
de todo, incluso de lo más sagrado, era la moda y la insignia de un
librepensador. La religión se consideraba solo como un medio de
gobernar el mundo. "Me temo", dijo Erasmo en 1516, "que con el
estudio de la literatura antigua, reaparecerá el antiguo paganismo".
Es cierto que entonces, como después del ridículo de la época augusta,
y como aún en nuestros días después de las burlas del siglo pasado,
surgió un nuevo platonismo que atacó este temerario escepticismo y
buscó, como la filosofía de nuestros tiempos , para inspirar un cierto
grado de respeto por el cristianismo y reavivar un sentimiento
religioso en el corazón . Los Medici en Florencia alentaron estos
esfuerzos de los platónicos. Pero ninguna religión meramente filosófica
puede jamás regenerar la Iglesia o el mundo. Puede perder su fuerza en
una especie de entusiasmo místico; pero como es arrogante y desprecia
la reverencia de la cruz de Cristo, pretendiendo ver en las doctrinas del
Evangelio poco más que figuras y símbolos, incomprensibles para la
mayoría de la humanidad, siempre será impotente para reformar y
salvar.
¿Cuál habría sido entonces el resultado si el cristianismo real no
hubiera reaparecido en el mundo y si la fe no hubiera llenado una vez
más todos los corazones con su propia fuerza y santidad? La Reforma
conservó tanto la religión como la sociedad. Si la Iglesia de Roma
hubiera tenido la gloria de Dios y el bienestar de la gente en el
corazón, habría recibido la Reforma con gozo. ¿Pero qué era esto para
un Leo Décimo?
Y, sin embargo, no se podía encender una antorcha en Italia sin que
sus rayos brillaran más allá de los Alpes. Los asuntos de la Iglesia
mantuvieron un intercambio continuo entre esta península y las otras
partes de la cristiandad. Los bárbaros sintieron mucho tiempo la
superioridad y la arrogancia de los italianos y empezaron a
avergonzarse de sus defectos de lenguaje y estilo. Algunos jóvenes
nobles, como Dalberg, Langen y Spiegelberg, ardiendo en el deseo de
saber, visitaron Italia y regresaron a Alemania para impartir a sus
amigos el saber, la gramática y los autores clásicos que tanto deseaban.
9 Pronto apareció un hombre de distinguidos talentos , Rodolph
Agricola, cuya sabiduría y genio le ganaron tanta veneración como si
hubiera vivido en la época de Augusto o de Pericles. El ardor de su
mente y las fatigas de la escuela lo agotaron en pocos años; pero en las
relaciones de la vida privada había formado discípulos nobles, que
llevaron el celo de su maestro por toda Alemania. A menudo, cuando se
reunieron en torno a él, deploraron la oscuridad de la Iglesia y
preguntaron por qué San Pablo repite con tanta frecuencia que los
hombres son justificados por la fe y no por el trabajo . 10 ..... A los pies
de estos nuevos maestros pronto se reunió un grupo de eruditos
jóvenes pero rudos, que vivían de limosnas, estudiaban sin libros; y
quienes, divididos en sociedades de sacerdotes de Baco, arcabuceros y
otros, pasaban en tropel desordenadamente de pueblo en pueblo y de
escuela en escuela. No importa; estas extrañas compañías fueron el
comienzo de un público literario. Gradualmente, las obras maestras de
la antigüedad salieron de las imprentas alemanas y suplantaron a los
escolásticos; y el arte de la imprenta, descubierto en Mentz en 1440,
multiplicó las voces que protestaron audazmente contra las
corrupciones de la Iglesia, y aquellas no menos poderosas, que
invitaron a la mente humana a nuevos caminos de investigación.
El estudio de la literatura antigua produjo efectos muy diferentes en
Alemania de los que le siguieron en Italia y en Francia: allí se combinó
con la fe. Los alemanes buscaron de inmediato las ventajas que podrían
aportar a la religión estas nuevas actividades literarias. Lo que había
producido en las mentes italianas poco más de un minuto y un estéril
refinamiento del entendimiento, invadió todo el ser de los alemanes,
calentó sus corazones y los preparó para una luz más brillante. Los
primeros restauradores del saber en Italia y en Francia fueron
notables por su ligereza y, con frecuencia, también por su inmoralidad.
Sus sucesores en Alemania, animados por un sentimiento serio, fueron
celosamente en busca de la verdad. Italia, ofreciendo su incienso a la
literatura y al saber profano, contempló el surgimiento de una
oposición escéptica . Alemania, ocupada con profundas cuestiones
teológicas y arrojada sobre sí misma, vio el surgimiento de una
oposición basada en la fe. En un solo país se socavaron los cimientos
de la Iglesia; en el otro, se restablecieron sobre su verdadera base . En el
imperio se formó una sociedad notable, compuesta por hombres
liberales, de mente generosa y eruditos, que contaban entre ellos a los
príncipes y que se esforzaban por hacer que el aprendizaje fuera
provechoso para la religión. Algunos llevaron a sus estudios la fe
humilde de los niños; otros, un intelecto esclarecido y penetrante,
inclinado quizás a traspasar los límites de la legítima libertad y la
crítica; sin embargo, ambos contribuyeron a despejar la entrada del
templo de las supersticiones que lo habían entorpecido.
Los teólogos monjes percibieron su peligro y empezaron a clamar
contra estos mismos estudios que habían tolerado en Italia y Francia,
porque allí habían ido de la mano de la frivolidad y el libertinaje. Se
formó una conspiración entre ellos contra la literatura y la ciencia,
porque detrás de ellos se veía avanzar la fe. Un monje, advirtiendo a
una persona contra las herejías de Erasmo, se le preguntó en qué
consistían. Reconoció que no había leído la obra de la que hablaba, y
sólo pudo decir que " estaba escrita en latinidad demasiado pura".
Los discípulos de la ciencia y los teólogos escolásticos pronto llegaron
a la guerra abierta. Este último contempló alarmado el movimiento que
se estaba produciendo en los reinos del intelecto, y pensó que la
inmovilidad y la oscuridad serían los guardianes más seguros de la
Iglesia. Fue para salvar a Roma por lo que se opusieron al renacimiento
de las letras; pero en esto contribuyeron a su caída. La propia Roma
tuvo una gran participación en la producción de este resultado.
Desviada momentáneamente bajo el pontificado de León X, abandonó
a sus viejos amigos y abrazó a sus jóvenes adversarios. El papado y el
saber formaban una alianza que parecía probable que disolviera la
unión entre las órdenes monásticas y la jerarquía. Los papas no
percibieron a primera vista que lo que habían tomado por juguete era
en realidad una espada que pudiera causarles la muerte. Asimismo,
durante el siglo pasado se vio a los príncipes acogiendo en sus cortes
principios políticos y filosóficos que, de haber cedido a todas sus
influencias , habrían derrocado sus tronos. Esa alianza no duró mucho.
El aprendizaje siguió adelante, sin preocuparse por lo que pudiera
poner en peligro el poder de su patrón. Los monjes y los escolásticos
eran muy conscientes de que desertar del Papa sería abandonarse a sí
mismos; y el Papa, a pesar del breve patrocinio que concedió a las
bellas artes, no fue menos activo, cuando vio el peligro, al tomar las
medidas más importantes. contrario al espíritu de la época.
Las universidades se defendieron, lo mejor que pudieron , contra la
intrusión de esta nueva luz. Rhagius fue expulsado de Colonia, Celtes
de Leipsic y Hermann von dem Busch de Rostock. Aún así, los nuevos
médicos, y los antiguos clásicos con ellos, se establecieron
gradualmente, y con frecuencia con la ayuda de los príncipes
gobernantes, en estas academias superiores. A pesar de los
escolásticos, pronto se formaron en ellos sociedades de gramáticos y
de poetas. Todo se convertiría al griego y al latín, incluso hasta sus
propios nombres. ¿Cómo podían los admiradores de Sófocles y de
Virgilio ser conocidos con denominaciones tan bárbaras como
Krachenberger de Schwarzerd? Al mismo tiempo, un espíritu de
independencia se extendió por las universidades. Ya no se veía a los
estudiantes seminaristas, con los libros bajo sus brazos, caminando
recatadamente, con respeto y con la mirada baja, detrás de sus
maestros. La petulancia de Marcial y de Ovidio había pasado a estos
nuevos discípulos de las Musas. Aplaudieron con entusiasmo el
ridículo acumulado sobre los teólogos dialécticos; ya veces se acusó a
los jefes del movimiento literario de favorecer, e incluso de excitar, los
procedimientos desordenados de los eruditos.
Así, un nuevo mundo, surgido de la antigüedad, había surgido en
medio del mundo de la Edad Media. Las dos partes no pudieron evitar
llegar a los golpes: la lucha estaba cerca. Era el campeón más suave de
la literatura, un anciano que se acercaba al final de su pacífica carrera,
quien iba a comenzar el conflicto.

Para que la verdad triunfara, era necesario primero que las armas con
las que ella iba a conquistar fueran sacadas de los arsenales donde
habían estado enterrados durante siglos. Estas armas fueron las
Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento. Era necesario
reavivar en la cristiandad el amor y el estudio de la sabia enseñanza
del griego y el hebreo. El hombre que la providencia de Dios seleccionó
para esta tarea se llamó John Reuchlin.
La dulce voz de un niño se había notado en el coro de la iglesia de
Pforzheim y había atraído la atención del margrave de Baden. Era la
de John Reuchlin, un muchacho de modales agradables y disposición
vivaz, hijo de un digno burgués de esa ciudad. El margrave pronto le
mostró un favor especial y lo eligió en 1473 para acompañar a su hijo
Federico a la universidad de París .
El hijo del acomodador de Pforzheim, en transportes de alegría, llegó
con el príncipe a esta escuela, entonces la más célebre de Occidente.
Aquí encontró el Spartan Hermonymos y John Wessel, la luz del
mundo; y ahora tenía la oportunidad de estudiar griego y hebreo con
maestros capaces de los idiomas que en ese momento no había
profesor en Alemania, y de los cuales un día sería el restaurador en el
hogar de la Reforma. El joven e indigente alemán transcribió para
estudiantes más ricos las rapsodias de Homero y las oraciones de
Isócrates, ganando así los medios para proseguir sus propios estudios
y comprar libros.
Pero escuchó otras cosas de la boca de Wessel, que dejaron una
profunda impresión en su mente. "Los papas pueden equivocarse.
Todas las satisfacciones humanas son una blasfemia contra Cristo, que
ha reconciliado y justificado completamente al género humano. Sólo a
Dios pertenece el poder de dar la absolución plenaria. No es necesario
confesar nuestros pecados al sacerdote. No hay purgatorio a menos
que sea Dios mismo, que es un fuego devorador y que limpia de toda
impureza ".
Reuchlin apenas había cumplido los veinte años, cuando enseñó
filosofía y griego y latín en Basilea; y - lo que entonces pasó por un
milagro - se escuchó a un alemán hablar griego .
Los partidarios de Roma comenzaron a sentirse incómodos cuando
vieron a estos espíritus generosos buscando en los tesoros antiguos.
"Los romanos hacen muecas", dijo Reuchlin, "y gritan, pretendiendo
que todas estas búsquedas literarias son contrarias a la piedad romana
, porque los griegos son cismáticos. ¡Oh, qué trabajo y sufrimiento se
debe pasar para restaurar la sabiduría y aprender a ¡Alemania!"

No mucho después, Eberhard de Wurtemberg invitó a Reuchlin a


Tubingen para adornar esa universidad en ascenso. En 1483, lo llevó
con él a Italia. Chalcondylas, Aurispa y John Pico de Mirandola, fueron
sus amigos y compañeros en Florencia. En Roma, cuando Eberhard
tuvo una audiencia solemne del Papa, rodeado de sus cardenales,
Reuchlin pronunció un discurso en un latín tan puro y elegante , que la
asamblea, que no esperaba nada parecido de un alemán bárbaro, se
llenó de asombro. y el pontífice exclamó: "Este hombre ciertamente
merece estar entre los mejores oradores de Francia e Italia".
Diez años más tarde, Reuchlin se vio obligado a refugiarse en
Heidelberg, en la corte del elector Felipe, para escapar de la venganza
del sucesor de Eberhard. Felipe, junto con Juan de Dalberg, obispo de
Worms, su amigo y canciller, se esforzó por difundir la luz que
comenzaba a amanecer en todas partes de Alemania. Dalberg había
fundado una biblioteca abierta a todos los eruditos. En esta nueva
etapa, Reuchlin hizo grandes esfuerzos para destruir la barbarie de sus
compatriotas.
Habiendo sido enviado por el elector en 1498 en una importante
misión a Roma, empleó todo el tiempo y el dinero que pudo, ya sea en
mejorar su lengua hebrea bajo el sabio israelita Abdias Sphorna, o en
comprar todo el griego y Pudo encontrar manuscritos hebreos, con
miras a emplearlos como tantas antorchas para aumentar en su propio
país la luz que ya comenzaba a aparecer.
Argyropolos, un griego ilustre, estaba entonces en Roma explicando a
un numeroso auditorio las antiguas maravillas de su literatura
nacional. El erudito embajador se dirigió con sus asistentes a la sala
donde este doctor estaba dando conferencias, y en su entrada saludó al
maestro y deploró las desgracias de Grecia, que luego expiró bajo los
golpes de los otomanos. El erudito asombrado preguntó a su visitante:
"¿De dónde vienes y entiendes griego?" Reuchlin respondió: "Soy
alemán y no ignoro del todo tu idioma". A petición de Argyropolos, leyó
y explicó un pasaje de Tucídides, que casualmente el profesor tenía
ante él . Ante esto, Argyropolos, golpeado por el asombro y el dolor,
exclamó: "¡Ay! ¡Ay! ¡La Grecia fugitiva y exiliada se ha ido a esconder
más allá de los Alpes!"
Así fue como los hijos de la bárbara Alemania y de la antigua y culta
Grecia se encontraron en los palacios de Roma; así, Oriente y
Occidente abrazaron en este balneario del mundo, y uno vertió en el
regazo del otro esos tesoros intelectuales que había arrebatado a la
barbarie de los otomanos. Dios, cuando sus planes lo requieren, une en
un instante, por alguna gran catástrofe, las cosas que parecían
destinadas a permanecer separadas para siempre.
Reuchlin, a su regreso a Alemania, pudo establecer su residencia
nuevamente en Wurtemberg. Fue en este momento que realizó
aquellas labores que fueron tan útiles para Lutero y para la Reforma.
Este hombre, que como conde palatino ocupaba un lugar destacado en
el imperio y que, como filósofo, contribuyó a bajar a Aristóteles y
exaltar a Platón, elaboró un diccionario latino que reemplazó a los de
los escolásticos; escribió una gramática griega que facilitó mucho el
estudio de ese idioma; traducido y explicado los Salmos Penitenciales;
corrigió la Vulgata; y, que es su principal mérito y gloria, fue el primero
en publicar en Alemania una gramática y un diccionario hebreos . Con
este trabajo, Reuchlin reabrió los libros del antiguo pacto sellados
durante mucho tiempo, y así levantó, como él mismo dice, "un
monumento más duradero que el bronce".
Pero Reuchlin se esforzó por promover la causa hacia la verdad tanto
con su vida como con sus escritos . Por su elevada estatura, su
personalidad dominante y su atractivo discurso, inmediatamente se
ganó la confianza de todos con quienes tenía que tratar. Su sed de
conocimiento solo fue igualada por su celo por comunicar lo que había
aprendido. No escatimó dinero ni trabajo para introducir en Alemania
las ediciones de los escritores clásicos tal y como salían de las
imprentas italianas; y así el hijo del ujier hizo más por iluminar a sus
compatriotas que las corporaciones ricas o los príncipes poderosos. Su
influencia sobre la juventud fue muy extensa; ¿Y quién puede estimar
todo lo que la Reforma le debe a él en ese sentido? Mencionaremos
solo un caso. Su primo, un joven, hijo de un hábil y célebre armero
llamado Schwarzerd, vino a residir con su hermana Elisabet h, para
estudiar bajo su dirección. Reuchlin, encantado de contemplar el genio
y la laboriosidad de su joven erudito, lo adoptó como su hijo. Buenos
consejos, regalos de libros, ejemplo: no se escatimó nada para que su
pariente fuera útil a la Iglesia ya su país. Estaba encantado de ver
prosperar el trabajo ante sus ojos; y encontrando el nombre alemán de
Schwarzerd demasiado duro, lo tradujo al griego, según la moda de la
época, y llamó al joven estudiante Melancthon. Este era el ilustre
amigo de Lutero.
Pero los estudios gramaticales no pudieron satisfacer a Reuchlin.
Imitando a sus maestros judíos, comenzó a estudiar el significado
místico de la Palabra. "Dios es espíritu", dijo, "el Verbo es un soplo, el
hombre respira, Dios es el Verbo. Los nombres que se ha dado a sí
mismo son un eco de la eternidad". 11 Pensaba con los cabalistas que
el hombre puede ascender de símbolo en símbolo, y de forma en forma
hasta la última y más pura de todas las formas, hasta lo que regula el
reino del espíritu. 12
Mientras Reuchlin se desconcertaba en estas pacíficas y abstractas
investigaciones, la hostilidad de los escolásticos, repentina y muy en
contra de su voluntad, lo forzó a una violenta contienda que fue uno de
los preludios de la Reforma.
Allí vivía en Colonia un Pfefferkorn, un rabino bautizado e
íntimamente relacionado con el inquisidor Hochstraten. Este hombre y
los dominicos solicitaron y obtuvieron del emperador Maximiliano -
quizás con muy buenas intenciones- una orden en virtud de la cual los
judíos debían llevar todos sus libros hebreos (excepto la Biblia) al
ayuntamiento del lugar en en el que residían. Aquí estos escritos iban a
ser quemados. El motivo presentado fue que estaban llenos de
blasfemias contra Jesucristo. Debe reconocerse que al menos estaban
llenos de absurdos, y que los judíos mismos no habrían sido grandes
perdedores con la medida propuesta.
El emperador invitó a Reuchlin a dar su opinión sobre estas obras. El
sabio doctor destacó especialmente los libros escritos contra el
cristianismo, dejándolos a su destino destinado; pero se esforzó por
salvar al resto. "La mejor manera de convertir a los israelitas", añadió,
"sería establecer dos profesores de lengua hebrea en cada universidad,
que deberían enseñar a los teólogos a leer la Biblia en hebreo, y así
refutar a los médicos judíos". Como consecuencia de este consejo, a los
judíos se les devolvieron los libros.
El prosélito y el inquisidor, como cuervos hambrientos que ven
escapar a su presa , levantaron un clamor furioso. Escogieron
diferentes pasajes de la obra de Reuchlin, pervirtieron su significado,
declararon hereje al autor, lo acusaron de una inclinación secreta al
judaísmo y lo amenazaron con las mazmorras de la Inquisición . Al
principio, Reuchlin dio paso a la alarma; pero a medida que estos
hombres se volvían cada día más insolentes y prescribían condiciones
vergonzosas, publicó en 1513 una "Defensa contra sus calumniadores
de Colonia", en la que describía a todo el grupo con los colores más
vivos.
Los dominicanos juraron ser vengados y esperaban con un golpe de
autoridad mantener su tambaleante poder. Hochstraten hizo que se
formara un tribunal en Mentz contra Reuchlin, y los escritos de este
sabio fueron entregados a las llamas. Entonces los innovadores, los
maestros y discípulos de la nueva escuela, sintiéndose todos atacados
en la persona de Reuchlin, se levantaron como un solo hombre. Los
tiempos cambiaron: Alemania y la literatura no eran España y la
Inquisición. Este gran movimiento literario había creado una opinión
pública . Incluso el clero superior se ganó casi por completo. Reuchlin
apeló a León X. Este papa, que no era amigo de los ignorantes y
fanáticos monjes, remitió todo el asunto al obispo de Spires, quien
declaró inocente a Reuchlin y condenó a los monjes a pagar los gastos
de la investigación. Los dominicos, aquellos acérrimos partidarios del
papado, recurrieron exasperados a los infalibles decretos de Roma; y
León X, sin saber cómo actuar entre estos dos poderes hostiles , emitió
un mandato de supersedendo.
Esta unión del saber con la fe es una de las características de la
Reforma y la distingue tanto del establecimiento del cristianismo
como de los avivamientos religiosos de la actualidad. Los cristianos
contemporáneos a los apóstoles tenían contra ellos todo el
refinamiento de su época; y, salvo contadas excepciones, ocurre lo
mismo con los de nuestro tiempo. La mayoría de los sabios estaban con
los reformadores. Incluso la opinión pública les fue favorable. El
trabajo ha ganado en extensión; pero quizás se perdió en profundidad.
Lutero, reconociendo todo lo que Reuchlin había hecho, le escribió
poco después de su victoria sobre los dominicos: "El Señor ha obrado
en ti, para que la luz de la Sagrada Escritura pueda comenzar a brillar
en esa Alemania donde durante tantas edades, ay ! no sólo fue
sofocado sino completamente extinto. " 13

Notas finales:

1. Qui ne viventes quidem vivebant. Politiani Epp. 9: 3.


2. Parad. 24:44.
3. Orribil furon li peccati miei; Ma la bonta infinita ha si
gran braccia, Che prende cid che si rivolve a lei. Purgador.
3: 121-124.
4. Per lor maladizion si non si perde, Che non possa tornar
l'eterno amore, Mentre che la speranza ha fior del verde.
Ibídem. 134-136.
5. De ementita Constantini donatione declamatio ad
Papam. Op. Albahaca. 1543.

6. De Immortalitate Animae, De Praedestinatione et


Providentia, etc.
7. Qui nullum Deum credens. JF Pici de Fide, op. 2: 820.
8. Fa de Christo fabula. Mornaei Hist. Papatus, pág. 820.
9. Hamelmann, Relatio Hist. Este primer impulso ha sido
atribuido erróneamente a Thomas & Kempis. Delprat
sobre G. Groote, pág. 280.
10. Fide justos esse. Melancth. Decl. 1: 602.
11. De Verbo Mirifico.
12. De Arte Cabalistica.
13. Mal Vita J. Reuchlin. Francf. 1687. - Mayerhoff, J.
Reuchlin y seine Zeit. Berlín, 1830.
LIBRO 1
CAPÍTULO 8

Ya había aparecido un hombre, el gran escritor de la oposición a


principios del siglo XVI, que consideraba el gran asunto de su vida
atacar las doctrinas de las escuelas y de los conventos.
Reuchlin no tenía doce años cuando nació este gran genio de la época.
Un hombre de no poca vivacidad e ingenio, llamado Gerard, natural de
Gouda en los Países Bajos, amaba a la hija de un médico. Los
principios del cristianismo no gobernaron su vida, o al menos sus
pasiones los silenciaron . Sus padres y sus nueve hermanos lo instaron
a abrazar una vida monástica. Huyó de su casa, dejando el objeto de
sus afectos a punto de convertirse en madre, y se dirigió a Roma. La
frágil Margaret dio a luz a un hijo. Gerard no fue informado de ello; y
algún tiempo después recibió de sus padres la inteligencia de que ella a
quien había amado ya no existía. Abrumado por el dolor, ingresó al
sacerdocio y se dedicó por completo al servicio de Dios. Regresó a
Holanda: ¡Margaret aún vivía! Ella no se casaría con otro y Gerard
permaneció fiel a sus votos sacerdotales. Su cariño se concentraba en
su hijo. Su madre lo había cuidado con la mayor ternura: el padre,
después de su regreso, lo envió a la escuela, aunque solo tenía cuatro
años. Aún no había cumplido los trece años cuando su maestro,
Sinthemius de Deventer, lo abrazó un día con éxtasis y exclamó: "¡Este
niño alcanzará la cima más alta del aprendizaje!" Erasmo de
Rotterdam. Aproximadamente en ese momento murió su madre, y
poco después su padre, con el corazón roto, la siguió hasta la tumba.
El joven Erasmus 1 estaba ahora solo. Sentía la mayor aversión por la
vida monástica, que sus guardianes le instaban a abrazar, pero a la
que, desde su mismo nacimiento, podríamos decir , se había opuesto.
Por fin, fue persuadido de ingresar a un convento de canónigos
regulares, y apenas lo había hecho cuando se sintió oprimido por el
peso de sus votos. Recuperó un poco la libertad y pronto lo
encontramos en la corte del arzobispo de Cambray, y algo más tarde
en la universidad de París. Allí prosiguió sus estudios en extrema
pobreza, pero con la industria más infatigable. Tan pronto como pudo
conseguir dinero, lo empleó en la compra: primero, obras griegas y
luego ropa . Con frecuencia el holandés indigente solicitaba en vano la
generosidad de sus protectores; y por eso, en la otra vida, fue su mayor
placer proporcionar los medios de sustento a estudiantes jóvenes pero
pobres. Comprometido sin interrupción en la búsqueda de la verdad y
del conocimiento, asistió de mala gana en las disputas escolásticas y se
apartó del estudio de la teología, no fuera a descubrir algún error en
ella y, en consecuencia, ser denunciado como hereje.
Fue en este período cuando Erasmo tomó conciencia de sus poderes.
En el estudio de los antiguos adquirió una corrección y elegancia de
estilo, que lo colocó muy por encima de los más eminentes eruditos de
París. Comenzó a enseñar; y así ganó poderosos amigos. Publicó algunos
escritos y fue recompensado con admiración y aplauso. Conoció el
gusto del público y, sacudiéndose los últimos lazos de las escuelas y del
claustro, se dedicó por completo a la literatura, mostrando en todos
sus escritos esas perspicaces observaciones, ese ingenio claro, vivo e
ilustrado que divierte y divierte a la vez. instruir.
El hábito de la aplicación, que contrajo en este período, se le pegó
durante toda su vida: incluso en sus viajes, que generalmente eran a
caballo, no estaba ocioso. Solía componer en la carretera, mientras
cabalgaba por el campo , y tan pronto como llegaba a la posada,
dedicaba sus pensamientos a escribir. Así compuso su célebre Alabanza
de la locura, en un viaje de Italia a Inglaterra. 2
Erasmo adquirió pronto una gran reputación entre los eruditos, pero
los exasperados monjes juraron una venganza mortal contra él.
Cortejado por príncipes, fue inagotable en encontrar excusas para
escapar de sus invitaciones. Prefería ganarse la vida con el impresor
Frobenius corrigiendo libros, a vivir rodeado de lujos y favores en las
espléndidas cortes de Carlos V, Enrique VIII o Francisco I, o rodearse
la cabeza con el sombrero cardenalicio que le ofrecían. 3
Enrique el Octavo ascendió al trono en 1509, Lord Mountjoy invitó a
Erasmo, que ya había estado en Inglaterra, a venir y cultivar la
literatura bajo el cetro de su Octavius. En 1510 dio una conferencia en
Cambridge, manteniendo con el arzobispo Warham, John Colet y Sir
Thomas More, esas relaciones amistosas que continuaron hasta su
muerte. En 1516 visitó Basilea, donde se instaló en 1521.
¿Cuál fue su influencia en la Reforma?
Ha sido sobrevalorado por una parte y depreciado por otra. Erasmo
nunca fue y nunca pudo haber sido un reformador; pero preparó el
camino para otros. No sólo difirió a lo largo de su edad el amor por el
aprendizaje y un espíritu de investigación y examen que llevó a otros
mucho más lejos de lo que él mismo fue; - pero aún más bajo la
protección de grandes prelados y poderosos príncipes, supo develar y
combatir los vicios de la Iglesia con las sátiras más punzantes.
Erasmo, de hecho, atacó a los monjes y los abusos predominantes de
dos maneras. Primero adoptó un método popular. Este hombrecito
hermoso, cuyos ojos azules entrecerrados observaban con atención
todo lo que pasaba, en cuyos labios había una leve sonrisa sarcástica,
cuyos modales eran tímidos y avergonzados, y que parecía que
soplaría una ráfaga de viento. hacia abajo, - esparció en todas
direcciones sus elegantes y mordaces sarcasmos contra la teología y la
devoción de su época. Su carácter natural y los acontecimientos de su
vida habían hecho habitual esta disposición. Incluso en aquellos
escritos donde menos lo deberíamos haber esperado, su humor
sarcástico estalla de repente, e inmola, como con puntillas, a esos
escolares y a esos monjes ignorantes a los que les había declarado la
guerra. Hay muchos puntos de semejanza entre Voltaire y Erasmus. Los
autores anteriores ya habían popularizado la idea de ese elemento de
locura que se ha infiltrado en todas las opiniones y acciones de la vida
humana. Erasmo se apoderó de él y presentó a Folly en su propia
persona, Moria, hija de Plutus, nacida en las Islas Afortunadas,
alimentada de borracheras e impertinencia, y reina de un poderoso
imperio. Ella da una descripción de ello. Representa sucesivamente
todos los estados del mundo que le pertenecen, pero se detiene
especialmente en los eclesiásticos, que no reconocerán sus beneficios,
aunque los colme de sus favores. Abruma con sus burlas y sarcasmos
ese laberinto de dialécticas en el que los teólogos se habían aturdido , y
esos silogismos extravagantes, con los que pretendían apoyar a la
Iglesia. Ella desvela los desórdenes, la ignorancia, los hábitos sucios y
los absurdos de los monjes.
"Todos me pertenecen", dice ella, "esas personas cuyo mayor placer es
contar milagros o escuchar mentiras maravillosas, y que las usa de
manera especial para engañar a los demás y para colmar sus carteras
(hablo particularmente de sacerdotes y predicadores) En la misma
categoría están aquellos que disfrutan de la tonta pero dulce
persuasión de que si tienen la oportunidad de ver un trozo de madera
o una imagen que represente a Polifemo o Cristóbal, no morirán ese
día. .... "
"¡Ay! Qué locuras", continúa Moria; ¡Yo mismo casi me avergüenzo de
ellos! ¿No vemos a todos los países clamando su santo peculiar? Cada
problema tiene su santo, y cada santo su vela. Esto cura el dolor de
muelas; eso ayuda a las mujeres en el parto; un tercero restaura qué
ladrón ha robado; un cuarto le conservas en naufragio, y un quinto
protege yo ur rebaños Hay algunos que tienen muchas virtudes a la
vez, y en especial a la Virgen-madre de Dios, en quien la gente le dan
más confianza que en su Hijo.. 4 ..... Si en medio de todas estas
momias algún sabio se levantara y pronunciara estas duras verdades:
'No morirás miserablemente si vives como cristianos; 5 - redimirás tus
pecados, si tu la limosna añades arrepentimiento, lágrimas, vigilias,
oración, ayuno y un cambio total en tu forma de vida; este santo te
protegerá si imitas su conducta; - Si, digo, algún sabio pronunciara
caritativamente estas cosas en sus oídos, ¡oh !, ¡qué felicidad no
robaría sus almas, y en qué angustia, qué angustia no los hundiría! ...
mente del hombre está constituido de tal manera t impostura
sombrero tiene más dominio sobre él que la verdad. 6 Si hay un santo
más apócrifa que otro - un St. George, St. Christopher, o Santa
Bárbara - verá lo adoró con mayor fervor que San Pedro, San Pablo, o
incluso que el mismo Cristo ". 7
Pero Moria no se detiene aquí: ataca a los obispos "que corren más
detrás del oro que de las almas, y que piensan que han hecho bastante
por Jesucristo, cuando se sientan complacidos y con pompa teatral,
como Santos Padres a quienes se adora. anhela, y pronuncia
bendiciones o anatemas ". La hija de las Islas Afortunadas incluso se
atreve a atacar a la Corte de Roma y al mismo Papa, quien, pasando su
tiempo en diversiones, deja los deberes de su ministerio a San Pedro y
San Pablo. "¿Puede haber mayores enemigos para la Iglesia que estos
impíos pontífices, que con su silencio permiten que Jesucristo sea
olvidado; que lo atan con sus reglamentos mercenarios; que falsifican
su doctrina con interpretaciones forzadas; y lo crucifican por segunda
vez con sus espantosas vidas? 8
Holbein añadió las ilustraciones más grotescas a la Alabanza de la
locura, en la que el Papa figuraba con su triple corona. Quizás ninguna
obra se haya adaptado tan a fondo a las necesidades de la época. Es
imposible describir la impresión que produjo este librito en toda la
cristiandad. Aparecieron veintisiete ediciones durante la vida de
Erasmo: se tradujo a todas las lenguas europeas y contribuyó más que
ninguna otra a confirmar la tendencia anti-sacerdotal de la época.
Pero al ataque popular del sarcasmo, Erasmo unió ciencia y saber. El
estudio de la literatura griega y latina había abierto una nueva
perspectiva al genio moderno que comenzaba a despertar de su letargo
en Europa. Erasmo abrazó con entusiasmo la idea de los italianos de
que las ciencias debían ser estudiadas en las escuelas de los antiguos y
que, dejando a un lado las obras inadecuadas y absurdas que hasta
entonces se habían utilizado, los hombres debían estudiar geografía en
Estrabón, medicina en Hipócrates, la filosofía en Platón, la mitología
en Ovidio y la historia natural en Plinio. Pero fue un paso más allá, y
fue el paso de un gigante, y necesariamente debe haber conducido al
descubrimiento de un nuevo mundo de mayor importancia para los
intereses de la humanidad que el que Colón había agregado
recientemente al viejo. Erasmo, siguiendo su principio, exigió que los
hombres no estudiaran más teología en Escoto y Aquino, sino que
fueran a aprenderla en los escritos de los Padres de la Iglesia y, sobre
todo, en el Nuevo Testamento. Mostró que ni siquiera deben
contentarse con la Vulgata, que está plagada de errores; y prestó un
servicio incalculable a la verdad al publicar su edición crítica del texto
griego del Nuevo Testamento, un texto tan poco conocido en
Occidente como si nunca hubiera existido . Esta obra apareció en
Basilea en 1516, un año antes de la Reforma. Erasmo hizo así por el
Nuevo Testamento lo que Reuchlin había hecho por el Antiguo. A
partir de entonces, los teólogos pudieron leer la Palabra de Dios en los
idiomas originales y, en un período posterior, reconocer la pureza de
las doctrinas reformadas.
"Es mi deseo", dijo Erasmo, al publicar su Nuevo Testamento, "volver
a llevar a ese frío disputador de palabras, llamado teología, a su fuente
real. Ojalá esta obra dé tanto fruto a la cristiandad como a ella. me ha
costado trabajo y aplicación! " Este deseo se hizo realidad. En vano los
monjes gritaron: "¡Él presume de corregir al Espíritu Santo!" El Nuevo
Testamento de Erasmo emitió un brillante destello de luz. Sus
paráfrasis sobre las Epístolas y los Evangelios de San Mateo y San
Juan; sus ediciones de Cipriano y Jerónimo; sus traducciones de
Orígenes, Atanasio y Crisóstomo; sus Principios de la verdadera
teología, 9 su Predicador, 10 y sus Comentarios sobre varios salmos,
contribuyeron poderosamente a difundir el gusto por la Palabra de
Dios y por la teología pura. El resultado de su trabajo fue incluso más
allá de sus intenciones. Reuchlin y Erasmo dieron la Biblia a los
eruditos; Lutero, al pueblo.

Erasmo hizo aún más: al restaurar el Nuevo Testamento, restauró lo


que esa revelación enseñó. "El objetivo más elevado en el
resurgimiento de los estudios filosóficos", dijo, "será obtener un
conocimiento del cristianismo puro y simple de la Biblia". ¡Un
sentimiento noble! ¡Y quisiera Dios que los órganos de nuestra filosofía
moderna entendieran su misión tan bien como él! "Estoy firmemente
resuelto", dijo de nuevo, "morir en el estudio de las Escrituras; en ellas
está todo mi gozo y toda mi paz". 11 "La suma de toda la filosofía
cristiana", dijo en otra ocasión, "equivale a esto: poner todas nuestras
esperanzas en Dios solo, que por su gracia gratuita, sin ningún mérito
propio, nos da todo por Cristo Jesús; saber que somos redimidos por
la muerte de su Hijo; estar muertos a las concupiscencias mundanas; y
andar en conformidad con su doctrina y su ejemplo, no solo sin dañar
a nadie, sino haciendo el bien a todos; para apoyar nuestras pruebas.
pacientemente con la esperanza de una recompensa futura y,
finalmente, no reclamar ningún mérito por nuestras virtudes, sino dar
gracias a Dios por todas nuestras fuerzas y por todas nuestras obras.
Esto es lo que debe inculcarse al hombre, hasta que se convierta en
una segunda naturaleza ". 12
Luego, alzando la voz contra esa masa de normas eclesiásticas sobre
vestimenta, ayuno, fiestas, votos, matrimonio y confesión, que
oprimían al pueblo y enriquecían a los sacerdotes, Erasmo exclama:
"En las iglesias casi nunca se les ocurre explicar. . Evangelio 13 la
mayor parte de sus sermones deben redactarse para complacer a los
comisarios de las indulgencias. la doctrina santísima de Cristo debe
ser suprimida o pervirtió a su beneficio. ya no hay ninguna esperanza
de curación, a menos que el mismo Cristo, deberá ponerse de el
corazón de los gobernantes y de los pontífices, y animarlos a buscar la
piedad verdadera ".
Los escritos de Erasmo se sucedieron en rápida sucesión. Trabajaba sin
cesar y sus obras se leían tal como salían de su pluma. Esta animación,
esta energía nativa, este intelecto tan rico y tan delicado, tan ingenioso
y tan audaz, que se vertió sin reserva en tan copiosas corrientes sobre
sus contemporáneos, abrió un camino y encantó al inmenso público
que devoraba las obras del filósofo. de Rotterdam. Pronto se convirtió
en el hombre más influyente de la cristiandad y le llovieron coronas y
pensiones por todos lados.
Si ponemos nuestros ojos en la gran revolución que renovó algo más
tarde la Iglesia, no podemos dejar de reconocer que Erasmo sirvió de
puente para muchas mentes. Numerosos que se habrían alarmado por
las verdades evangélicas presentadas con toda su fuerza y pureza, se
dejaron atraer por él y, finalmente, se convirtieron en los partidarios
más celosos de la Reforma.
Pero las mismas circunstancias que lo capacitaron para el trabajo de
preparación, lo descalificaron para su realización.
"Erasmo es muy capaz de exponer el error", dijo Lutero, "pero no sabe
cómo enseñar la verdad". El Evangelio de Cristo no fue el fuego en el
que encendió y sostuvo su energía, el centro de donde irradió su
actividad. Era en un grado eminente un hombre de erudición y sólo
como consecuencia de eso fue cristiano. Era demasiado esclavo de la
vanidad para adquirir una influencia decidida sobre su edad. Calculó
ansiosamente el resultado que cada paso que diera podría tener sobre
su reputación. No había nada que le gustara más que hablar de sí
mismo y de su fama. " El Papa", escribió con vanidad infantil a un
amigo íntimo, en el período en el que se declaró opositor de Lutero, "el
Papa me ha enviado un diploma lleno de bondad y testimonios
honorables. Su secretario declara que esto en un honor sin
precedentes , y que el Papa dictó cada palabra él mismo ".
Erasmo y Lutero, vistos en relación con la Reforma, son los
representantes de dos grandes ideas, de dos grandes partidos en su
época, y de hecho en todas las épocas. El otro compuesto por hombres
de ti mediados prudencia; el otro, de hombres decididos y valientes.
Estos dos partidos existían en esa época y están personificados en sus
ilustres jefes. Los hombres prudentes pensaron que el estudio de la
ciencia teológica conduciría gradualmente a una reforma de la Iglesia,
y eso, también, sin violencia. Los hombres de acción pensaban que la
difusión de ideas más correctas entre los sabios no acabaría con las
supersticiones del pueblo, y que la corrección de este o aquel abuso,
mientras no se reanudara toda la vida de la Iglesia. , tendría poco
efecto.
"Una paz desventajosa", solía decir Erasmo, "es mejor que la guerra
más justa". 14 Pensó, ¡y cuántos erasmos han vivido desde entonces y
siguen viviendo incluso en nuestros días! pensó que una reforma que
pudiera sacudir a la Iglesia pondría en peligro su derrocamiento;
presenció con alarma cómo se activaban las pasiones de los hombres;
el mal en todas partes se mezcla con el poco bien que se puede
realizar; instituciones existentes destruidas sin posibilidad de que se
establezcan otras en su lugar; y la vasija de la Iglesia, goteando por
todos lados, finalmente tragada por la tempestad. "Aquellos que traen
el mar a nuevos lechos", dijo, "a menudo intentan una obra que
engaña sus expectativas; porque el elemento terrible, una vez dejado
entrar, no va a donde quisieran con él, sino que se apresura a donde
quiere, y causa una gran devastación ". 15 "Sea como sea", añadió,
"¡que se eviten los problemas en todas partes! Es mejor tolerar a los
príncipes impíos que aumentar el mal con cualquier cambio". dieciséis
Pero la parte valiente de sus contemporáneos se preparó con una
respuesta. La historia había demostrado suficientemente que una
exposición libre de la verdad y una lucha decidida contra la falsedad
podían asegurar la victoria. Si hubieran contemporizado, los artificios
de la política y las artimañas de la corte papal habrían extinguido la
verdad en sus primeros destellos. ¿No se han empleado medidas
conciliatorias durante siglos? ¿No se habían convocado concilios tras
concilios para reformar la Iglesia? Todo había sido inútil. ¿Por qué
pretender ahora repetir un experimento que tantas veces había
fallado?

Sin duda, no se puede lograr una reforma profunda sin violencia. Pero,
¿cuándo ha aparecido algo bueno o grande entre los hombres sin
causar alguna agitación? Este miedo a ver el mal mezclado con el bien,
aunque hubiera sido razonable, ¿no habría frenado las empresas más
nobles y santas? No debemos temer el mal que pueda surgir de una
gran agitación, pero debemos tener valor para resistirlo y superarlo.

¿No hay además una diferencia esencial entre la conmoción que se


origina en las pasiones humanas y la que emana del Espíritu de Dios?
Uno sacude a la sociedad, el otro la fortalece. ¡Qué error imaginar con
Era smus que en el estado entonces existente de la cristiandad, con esa
mezcla de elementos contrarios, de verdad y falsedad, vida y muerte,
se pudiera prevenir una violenta colisión! ¡También esfuércese por
cerrar el cráter del Vesubio cuando los elementos enojados ya están
luchando en su seno! La Edad Media había visto más de una
conmoción violenta, cuando el cielo estaba menos amenazado por las
tormentas que en la época de la Reforma. Los hombres no debían
pensar entonces en controlar y reprimir, sino en dirigir y orientar.
¿Quién puede decir qué espantosa ruina no habría ocurrido si la
Reforma no hubiera estallado? La sociedad, presa de mil elementos de
destrucción, desprovista de cualidades regeneradoras o conservadoras,
se habría sentido terriblemente convulsionada. Ciertamente esto
habría sido realmente una reforma a la manera de Erasmo, y como
todavía sueñan muchos hombres moderados pero tímidos de nuestros
días, que habría derrumbado la sociedad cristiana. El pueblo,
queriendo ese conocimiento y esa piedad que la Reforma derribó
incluso en los rangos más bajos, abandonado a sus violentas pasiones
y a un inquieto espíritu de rebelión, se habría soltado, como una fiera
furiosa y exasperada, cuya rabia que las cadenas ya no pueden
controlar.
La Reforma no fue otra cosa que una interposición del Espíritu de Dios
entre los hombres, un principio regulador que Dios envió a la tierra. Es
cierto que podría agitar los elementos fermentadores escondidos en el
corazón del hombre; pero Dios los anuló. Las doctrinas evangélicas, la
verdad de Dios, penetrando en las masas populares, destruyeron lo
que estaba destinado a perecer, pero fortalecieron en todas partes lo
que debía mantenerse. El efecto de la Reforma en la sociedad fue
reconstruir; el prejuicio por sí solo puede decir que es un instrumento
de destrucción. Se h como se ha dicho, con razón, con referencia a la
obra de reforma, que "la reja del arado bien podría pensar que daña la
tierra se rompe, mientras que sólo se fertilizándolo."

El principio rector de Erasmo fue: "Da luz, y la oscuridad desaparecerá


por sí misma". Este principio es bueno y Lutero actuó de acuerdo con
él. Pero cuando los enemigos de la luz se esfuerzan por extinguirla, o
por arrebatarle la antorcha de la mano a quien la lleva, ¿debemos
permitirle (por el bien de la paz) que lo haga? ¿No debemos resistir a
los malvados?
Erasmo carecía de valor. Ahora bien, esa cualidad es tan indispensable
para efectuar una reforma como para tomar una ciudad. Había mucha
timidez en su carácter. Desde su temprana juventud tembló ante el
nombre de la muerte. Cuidó de manera extraordinaria su salud. No
escatimó ningún sacrificio para trasladarse de un lugar en el que
reinaba una enfermedad contagiosa. El deseo de disfrutar de las
comodidades de la vida excedía incluso su vanidad, y este fue su
motivo para rechazar más de una oferta brillante.
Por lo tanto, no tenía ningún derecho al carácter de reformador. "Si la
moral corrupta de la corte de Roma exige un remedio rápido y
vigoroso, eso no es asunto mío", dijo, "ni de aquellos que son como
yo". 17 No tenía esa fuerza de fe que animaba a Lutero. Si bien este
último estuvo siempre dispuesto a dar su vida por la verdad, Erasmo
observó con franqueza: "Que otros aspiren al martirio: en lo que a mí
respecta, no me considero digno de tal honor. 18 Me temo que si se
produjera algún disturbio Levántate, debo imitar a Pedro en su caída ".
Con su conversación y sus escritos, Erasmo había preparado el camino
para la Reforma más que cualquier otro hombre; y sin embargo tembló
cuando vio acercarse la tempestad que él mismo había levantado.
Habría dado cualquier cosa para restaurar la calma de tiempos
pasados, incluso con todos sus densos vapores. Pero ya era demasiado
tarde: el dique estaba roto. Ya no estaba en el poder del hombre
detener la inundación que limpiaría y fertilizaría al mismo tiempo el
mundo. Erasmo fue poderoso como instrumento de Dios; cuando dejó
de ser eso, no fue nada.
Al final, Erasmo no sabía qué partido adoptar. Ninguno le agradaba y
temía a todos. "Es peligroso hablar", dijo, "y es peligroso estar en
silencio". En todo gran movimiento religioso se encontrarán estos
personajes vacilantes, respetables en muchos aspectos, pero
perjudiciales para la verdad, y quienes, por su falta de voluntad para
disgustar a nadie, ofenden a todos.
¿Qué habría sido de la Verdad si Dios no hubiera levantado
campeones más valientes que Erasmo? Escuche el consejo que le da a
Viglius Zuichem, quien luego fue presidente de la corte suprema en
Bruselas, sobre la manera en que debe comportarse con los sectarios,
porque así ya había comenzado a denominar a los reformadores: "Mi
amistad con ustedes me lleva a desear que te mantengas alejado del
contagio de las sectas, y que no les des la oportunidad de decir,
Zuichem se ha convertido en uno de nosotros. Si apruebas sus
enseñanzas, al menos deberías disimular y, por encima de Todo, un
vacío de discusiones con ellos. Un abogado debe ser delicado con esta
gente, como hizo el moribundo con el diablo, que le preguntó: ¿Qué
crees? El pobre, temeroso de ser atrapado en alguna herejía, si llegaba
a hacer una confesión de su fe, respondió: Lo que cree la Iglesia. El
diablo preguntó, ¿Y qué cree la Iglesia? - Lo que yo creo. - Una vez más
se le preguntó: ¿Qué crees tú? - y el hombre que expira respondió una
vez más: ¡Lo que cree la Iglesia! " 19 Así, el duque Jorge de Sajonia,
enemigo mortal de Lutero , habiendo recibido una respuesta equívoca
a una pregunta que le había hecho a Erasmo, le dijo: "¡Mi querido
Erasmo, lávame la piel sin mojarla!" Secundus Curio, en una de sus
obras, describe dos cielos: el papal y el cristiano. Encontró a Era smus
en ninguno, pero lo descubrió girando entre ambos en órbitas
interminables.

Así era Erasmo. Necesitaba esa emancipación interior que es la única


que da perfecta libertad. ¡Qué diferente habría sido si se hubiera
abandonado a sí mismo y se hubiera sacrificado todo por la verdad!
Pero después de haber tratado de efectuar ciertas reformas con la
aprobación de los jefes de la Iglesia; después de haber abandonado la
Reforma por Roma, cuando vio que estas dos cosas no podían ir de la
mano; - perdió terreno con todas las partes. Por un lado, sus
retractaciones no pudieron reprimir la ira de los fanáticos partidarios
del papado: sintieron todo el mal que les había hecho y no lo
perdonaron. Los monjes furiosos lo cargaron de insultos desde los
púlpitos: lo llamaron un segundo Luciano, un zorro que había asolado
la viña del Señor. Un médico de Constanza había colgado el retrato de
Erasmo en su estudio para poder escupirle en cualquier momento en
la cara. - Pero, en cambio, Erasmo, abandonando el estandarte del
Evangelio, perdió el afecto y la estima de los hombres más nobles de la
época en que vivió, y se vio obligado a renunciar, no cabe duda, a esos
consuelos celestiales. que Dios derrama en el corazón de los que
actúan como buenos soldados de Cristo. Esto al menos parece estar
indicado por esas lágrimas amargas, esas vigilias dolorosas, ese sueño
interrumpido, esa comida de mal gusto, ese desprecio por el estudio de
las Musas (antes su único consuelo), esos rasgos entristecidos, ese
rostro pálido, esos dolorosos y ojos abatidos, ese odio a la existencia
que él llama "una vida cruel", y esos anhelos después de la muerte, que
describe a sus amigos. 20 ¡ Infeliz Erasmus!
Los enemigos de Erasmo fueron, en mi opinión, un poco más allá de la
verdad, cuando exclamaron sobre la aparición de Lutero: "Erasmo
puso el eg g, y Lutero lo tramó". 21

Notas finales:
1. Su nombre era propiamente Gerard, como el de su padre.
Este nombre holandés lo tradujo al latín (Desiderius,
Bien amado) y al griego (Erasmo).
2. vEgcw, mion mwriaj. Siete ediciones de esta obra se
vendieron en pocos meses.
3. A principibus facile mihi cotingeret fortuna, nisi mihi
nimium dulcis esset libertas. Epist. Ad Pirck.
4. Praecipue Deipara Virgo, cui vulgus hominum más prope
tribuit quam Filio. Encomium Moriae, op. 4: 144.

5. Peribis no machos, si bene vixeris. Ibídem.


6. Sic escultus est hominis animus, ut longe magis fucis
quam veris capiatur. Ibídem. 450.
7. Aut ipsum Christum. Ibídem.
8. Quasi sint illi hostes ecclesiae perniciores quam impii
pontificea, qui et silentio Christum sinunt abolescere, et
quaestuariis l egibus alligant, et coactis identityibus
adulterant, et pestilente vita jugulant. Enc. Moriae, ibíd.
9. Ratio Verae Theologiae.
10. Ecclesiasticus, seu de Ratione Concionandi.

11. Ad Servatium.
12. Ad Joh. Slechtam, 1510. Haec sunt animis hominum
inculcanda, sic, ut velut in naturam transeant. Er. Epp. 1.
680.
13. En templis vix vacat Evangelium interpretari. Annoe ad
Mateo 11:30. Jugum meum suave.
14. Malo hunc, qualissqualis est, rerum humanarum statum
quam novos excitari tumultus, dijo en otra ocasión. Epp.
1: 9 53.
15. Semel admissum non ea fertur, qua destinarat admissor
.. Er. Ep. 1: 953.

16. Praestat ferre principes impios, quam novatis rebus


gravius malum accersere .. Ad Mateo 11:30.
17. Ingens aliquod et praesens remedium, certe meum non
est. Er. Epp. 1: 653.
18. Ego me non a rbitror hoc honore dgnum. Ibídem.

19. Erasm. Epp. 24. Adjuntar. Editar. Lugd. Murciélago.


20. Vigilliae molestae, somnus irequietus, cibus insipidus
omnis, ipsum quoque musarum studium ... ipsa frontis
meae moestitia, vultus pallor, oculorum subtristis
dejectio. Erasm. Epp. 1:13 80.
21. Las obras de Erasmo fueron publicadas por John Le
Clerc en Lieja, 103, en diez volúmenes. F º. Para su vida,
consulte Burigny, Vie d'Erasme, París, 1757; A. Muller,
Leben des Erasmus, Hamt. 1828; y la biografía insertada
por Le Clerc en su Bibliotheque Chois ie. Véase también el
hermoso e imparcial ensayo de M. Nisard (Revue des
Deux Mondes), quien me parece, sin embargo,
equivocado en su estimación de Erasmo y Lutero.

LIBRO 1
CAPÍTULO 9

Los mismos síntomas de regeneración que hemos visto entre los


príncipes, obispos y sabios, también se encontraron entre los hombres
del mundo, entre los nobles, los caballeros y los guerreros. La nobleza
alemana jugó un papel importante en la Reforma. Varios de los hijos
más ilustres de Alemania formaron una estrecha alianza con los
hombres de letras , e inflamados por un celo ardiente, con frecuencia
por un celo excesivo, se esforzaron por liberar a su país del yugo
romano.
Varias causas contribuyeron a levantar amigos de la Reforma entre las
filas de los nobles. Algunos, habiendo frecuentado las universidades ,
habían recibido en sus pechos el fuego que animaba a los sabios. Otros,
educados en sentimientos generosos, tenían corazones predispuestos a
recibir las gloriosas lecciones del Evangelio. Muchos descubrieron en la
Reforma un cierto carácter caballeresco que los fascinó y los llevó
consigo . Y otros, debemos reconocerlo libremente, se sintieron
ofendidos con el clero que, en el reinado de Maximiliano, había
contribuido poderosamente a privarlos de su antigua independencia y
someterlos a sus príncipes. Estaban llenos de entusiasmo y
consideraban la Reforma como el preludio de una gran renovación
política; vieron en la imaginación el imperio emerger con nuevo
esplendor de esta crisis, y saludaron a un estado mejor, brillante con la
gloria más pura, que estaba en vísperas de establecerse en el mundo,
no menos por las espadas de los caballeros que por los Palabra de dios.
1
Ulrico de Hutten, que ha sido llamado el alemán Demóstenes, debido
a su filípica contra el papado, forma, por así decirlo, el vínculo que une
a los caballeros con los hombres de letras. Se distinguió por sus
escritos no menos que por su espada. Descendiente de una antigua
familia de Franconia, fue enviado a la edad de once años al convento
de Foulda, en el que se convertiría en monje. Pero Ulrich, que no sentía
inclinación por esta profesión, se escapó del convento a los dieciséis
años y se trasladó a la universidad de Colonia, donde se dedicó al
estudio de idiomas y poesía. Algo más tarde llevó una vida errante, y
estuvo presente, como soldado raso en el sitio de Padua en 1513,
contempló Roma y todos sus abusos escandalosos, y allí afiló esas
flechas que luego disparó contra ella.
A su regreso a Alemania, Hutten compuso un tratado contra Roma,
titulado "La Trinidad romana". En esta obra revela los desórdenes de la
corte papal y señala la necesidad de poner fin a su tiranía por la fuerza.
"Hay tres cosas", dice un viajero de nombre d Vadiscus, que figura en
el tratado, "hay tres cosas que se suelen traer de Roma: mala
conciencia, desorden de estómago y un bolso vacío. Hay tres cosas en
las que Roma no cree: la inmortalidad del alma, la resurrección de los
muertos y el infierno. Hay tres cosas en las que Roma trafica: la gracia
de Cristo, las dignidades eclesiásticas y la mujer ". La publicación de
esta obra obligó a Hutten a abandonar la corte del arzobispo de Mentz,
donde la había compuesto .
El romance de Reuchlin con los dominicos fue la señal que reunió a
todos los hombres de letras, magistrados y nobles que se oponían a los
monjes. La derrota de los inquisidores, que, se decía, habían escapado
a una condena definitiva y absoluta sólo mediante el soborno y la
intriga, había envalentonado a sus adversarios. Consejeros del imperio;
patricios de las ciudades más importantes: Pickheimer de Nuremberg,
Peutinger de Augsburg y Stuss de Colonia; predicadores distinguidos,
como Capit o y Oecolampadius; doctores en medicina e historiadores;
todos los literatos, oradores y poetas, a cuya cabeza brillaba Ulrico de
Hutten, componían ese ejército de reuchlinistas, del que incluso se
publicó una lista. 2 La producción más notable de esta liga culta fue la
famosa sátira popular titulada Las cartas de hombres oscuros. Los
principales autores de este trabajo fueron Hutten y Crotus Robianus,
uno de sus amigos de la universidad; pero es difícil decir cuál de ellos
concibió primero la idea, incluso si no se originó con el erudito
impresor Angst, y si Hutten participó en la primera parte del trabajo.
Varios humanistas, reunidos en la fortaleza de Ebernburg, parecen
haber contribuido al segundo. Es un boceto atrevido, una caricatura a
menudo de colores demasiado toscos, pero llena de verdad y fuerza, de
sorprendente parecido y con personajes de fuego. Su efecto fue
prodigioso.
Los monjes, los adversarios de Reuchlin, los supuestos escritores de
estas cartas, discuten los asuntos del día y los asuntos teológicos a su
manera y con una latinidad bárbara. Dirigen las preguntas más tontas
e inútiles a su corresponsal Ortuin Gratius, profesor en Colonia y
amigo de Pfefferkorn. Con la sencillez más ingenua, traicionan su
burda ignorancia, incredulidad y superstición; su espíritu bajo y
vulgar; la grosera glotonería con la que hacen de sus vientres un dios; y
al mismo tiempo su orgullo y celo fanático y perseguidor. Relatan
muchas de sus divertidas aventuras , de sus excesos y derroche, con
varios incidentes escandalosos en las vidas de Hochstraten,
Pfefferkorn y otros jefes de su partido. El tono de estas cartas, a veces
hipócritas, otras bastante infantiles, les da un efecto muy cómico : y
sin embargo, el conjunto es tan natural, que los dominicos ingleses y
franciscanos recibieron la obra con la mayor aprobación y pensaron
que realmente la componía. en los principios y en la defensa de sus
órdenes. Cierto prior de Brabante, con su cruel sencillez, compró
incluso un gran número de ejemplares y los envió como obsequio a los
dominicos más distinguidos. Los monjes, cada vez más exasperados,
solicitaron al Papa una bula severa contra todos los que se atrevieran a
leer estas cartas ; pero León X no accedió a su solicitud. Se vieron
obligados a soportar el ridículo general y a sofocar su ira. Ningún
trabajo infligió jamás un golpe más terrible a estos partidarios del
papado. Pero no fue por la sátira y por las bromas que el Evangelio
triunfaría. Si los hombres hubieran continuado caminando por este
camino; Si la Reforma hubiera recurrido al espíritu burlón del mundo,
en lugar de atacar el error con los brazos de Dios, su causa se habría
perdido. Lutero condenó audazmente estas sátiras. Uno de sus amigos,
habiéndole enviado El tenor de la súplica de Pasquin, respondió: "El
sinsentido que me ha enviado parece haber sido compuesto por una
mente mal regulada. Se lo he comunicado a un círculo de amigos, y
todos han venido al mismo conclusión." 3 Y hablando de la misma
obra, escribe a otro corresponsal: "Me parece que esta súplica ha sido
escrita por el autor de las Cartas de los hombres oscuros. Apruebo su
diseño, pero no su obra, ya que no puede r efrain de insultos y abusos
". 4 Este juicio es severo, pero muestra la disposición de Lutero y lo
superior que era a sus contemporáneos. Debemos agregar, sin
embargo, que no siempre siguió máximas tan sabias.
Ulrico, habiendo sido obligado a renunciar a la protección del
arzobispo de Mentz, buscó la de Carlos V, que entonces estaba en
desacuerdo con el Papa. En consecuencia, se dirigió a Bruselas, donde
el emperador estaba celebrando su corte. Pero lejos de obtener algo, se
enteró de que el Papa había pedido a Carlos que lo enviara atado de
pies y manos a Roma. El inquisidor Hochstraten, el perseguidor de
Reuchlin, era uno de los que León X había encargado de llevarlo a
juicio. Ulrich abandonó Brabante indignado por la petición que se le
había hecho al emperador. Apenas había salido de Bruselas, cuando se
encontró con Hochstraten en la carretera. El inquisidor aterrorizado
cayó de rodillas y encomendó su alma a Dios y a los santos. "¡No!" dijo
el caballero, "¡No ensuciaré mi arma con tu sangre !" Le dio unos
golpes con la parte plana de su espada y le permitió avanzar en paz.
Hutten se refugió en el castillo de Ebernburg, donde Francisco de
Sickingen ofreció asilo a todos los perseguidos por los
ultramontanistas. Fue aquí donde su ardiente celo por la emancipación
de su país dictó aquellas notables cartas que dirigió a Carlos V, al
elector Federico, de Sajonia, a Alberto, arzobispo de Mentz, y a los
príncipes y nobles, cartas que colocan él en el primer plano la mayoría
de los rangos de autoría. Aquí también compuso todas aquellas obras
destinadas a ser leídas y comprendidas por el pueblo, y que inspiraron
a todos los estados alemanes con el horror de Roma y con el amor a la
libertad, ardientemente dedicado a la causa de la Reforma, su
propósito era inducir a los nobles a tomar las armas en favor del
Evangelio y caer con la espada sobre esa Roma que Lutero pretendía
destruir únicamente por la Palabra de Dios y por el poder invencible
de la verdad.
Sin embargo, en medio de todo este entusiasmo guerrero, nos encanta
encontrar en Hutten sentimientos suaves y delicados. A la muerte de
sus padres, entregó a sus hermanos todos los bienes de la familia,
aunque era el hijo mayor, e incluso les rogó que no le escribieran ni le
enviaran dinero, para que, a pesar de su inocencia, no fueran a perder.
expuesto a sufrir por la malicia de sus enemigos, y caer con él en la
fosa.
Si Truth no puede reconocer a Hutten como uno de sus hijos, porque
su andar es siempre con santidad de vida y caridad de corazón, al
menos le otorgará una mención honorífica como uno de los más
formidables antagonistas del error. 5
Lo mismo puede decirse de Francisco de Sickingen, su ilustre amigo y
protector. Este noble caballero, a quien muchos de sus
contemporáneos juzgaron digno de la corona imperial, brilla en el
primer rango entre los guerreros que fueron los adversarios de Roma.
Aunque se deleitaba con el alboroto de la batalla, estaba lleno de un
ardiente amor por el saber y de veneración por sus profesores. Cuando
estaba al frente de un ejército que amenazaba a Wurtemberg, dio
órdenes de que, en caso de que Stuttgard fuera tomado por asalto, la
casa y la propiedad de ese gran erudito, John Reuchlin, debían
salvarse. Sickingen después lo invitó a su campamento y, abrazándolo,
se ofreció a apoyarlo en su disputa con los monjes de Colonia. Durante
mucho tiempo, la caballería se había enorgullecido de despreciar la
literatura. La época cuya historia recordamos nos presenta un nuevo
espectáculo. Bajo las pesadas corazas de los Hutten y Sick ingens
percibimos ese movimiento intelectual que empezaba a hacerse sentir
en todos los rincones. Los primeros frutos que la Reforma dio al
mundo fueron guerreros amigos de las artes pacíficas.
Hutten, que a su regreso de Bruselas se había refugiado en el castillo
de Sickingen, invitó al digno caballero a estudiar las doctrinas
evangélicas y le explicó los fundamentos sobre los que descansan. "¿Y
hay algún hombre", preguntó asombrado, "que se atreva a intentar
derribar semejante edificio? ... ¿Quién podría hacerlo? ..."
Muchos individuos, que luego fueron celebrados como reformadores,
encontraron un asilo en su castillo; entre otros, Martin Bucer, Aquila,
Schwebel y Oecolampadius, de modo que Hutten con justicia solía
llamar a Ebernburg "el lugar de descanso de los justos". Era deber de
Oecolampadius predicar diariamente en el castillo. Los guerreros que
estaban allí reunidos, finalmente se cansaron de oír tanto hablar sobre
las mansas virtudes del cristianismo: los sermones les parecían
demasiado largos, por breves que Oecolampadius se esforzara por ser.
Repararon, es cierto, casi todos los días a la iglesia, pero fue por poco
más que oír la bendición y para repetir una oración corta, por lo que
Escolampadio exclamaba:"¡Ay la Palabra de Dios se siembra se re
sobre suelo pedregoso! "
Erelong Sickingen, deseando servir a la causa de la verdad a su
manera, declaró la guerra al arzobispo de Treves, "para", como él dijo,
"abrir una puerta al Evangelio". En vano Lutero, que ya había
aparecido, se esforzó por disuadirlo de ello: atacó a Treves con 5000
caballos y 1000 pies. El valiente arzobispo, con la ayuda del Elector
Palatino y el Landgrave de Hesse, lo obligó a retirarse. En la primavera
siguiente, los príncipes aliados lo atacaron en su castillo de Landstein.
Tras un sangriento asalto, Sickingen se vio obligado a rendirse: había
sido herido de muerte. Los tres príncipes entraron en la fortaleza, y
después de buscar a través de ella, descubrieron al valiente caballero
en una bóveda, acostado en su lecho de muerte . Extendió su mano
hacia el Elector Palatino, sin que pareciera notar a los príncipes que lo
acompañaban; pero estos lo abrumaron con preguntas y reproches:
"Déjame en reposo", dijo, "¡porque ahora debo prepararme para
responder a un señor más poderoso que tú! ......" Cuando Lutero se
enteró de su muerte, exclamó : "¡El Señor es justo y muy digno de
alabanza! No es por la espada que hará que su Evangelio se propague".
Tal fue el final melancólico de un guerrero que, como elector o
emperador, tal vez podría haber elevado a Alemania a un alto grado de
gloria; pero quien, confinado en un círculo estrecho, derrochó los
grandes poderes con los que había sido dotado. Pero no era en los
tumultuosos pechos de estos guerreros donde la verdad divina, que
descendía del cielo, iba a asentar su morada. No era por sus brazos que
ella iba a prevalecer; y Dios, al deshacer los locos proyectos de
Sickingen, confirmó de nuevo el testimonio de San Pablo: Las armas
de nuestra guerra no son carnales, sino poderosas en Dios.
Otro caballero, Harmut de Cronberg, amigo de Hutten y Sickingen,
parece haber tenido más sabiduría y un conocimiento más profundo
de la verdad. Escribió con gran modestia a León X, exhortándolo a
devolver su poder temporal a su legítimo dueño, a saber, el emperador
o. Dirigiéndose a sus súbditos como padre, se esforzó en explicarles las
doctrinas del Evangelio y los exhortó a la fe, la obediencia y la
confianza en Jesucristo, "que es el Señor de todos", añadió. Renunció
en manos del Emperador a una pensión de 20 0 ducados, "porque ya
no le serviría a quien prestaba oído a los enemigos de la verdad".
Encontramos una expresión de su registro que parece colocarlo muy
por encima de Hutten y Sickingen: "Nuestro maestro celestial, el
Espíritu Santo, puede, cuando le plazca, enseñar en una hora más de la
fe que es en Cristo Jesús, de lo que podría se aprenderá en la
universidad de París en diez años ".
Los que buscan a los amigos de la Reforma sólo en los escalones de los
tronos, 6 o en las catedrales y en los colegios, y sostienen que no tuvo
amigos entre el pueblo, están muy equivocados. Dios, que estaba
preparando los corazones de los sabios y poderosos, también estaba
preparando en los hogares del pueblo a muchos hombres sencillos y de
mente humilde, que un día serían ministros de su Palabra. La historia
del período muestra que el fermento agita luego a los órdenes
inferiores. La tendencia de la literatura popular antes de la Reforma
estaba en oposición directa al espíritu predominante de la Iglesia. En
el Eulenspiegel, un poema popular elebrado de la época, hay una
perpetua corriente de burla contra los sacerdotes brutales y glotones, a
los que les gustaban las bonitas amas de casa, los buenos caballos y
una despensa bien llena. En el Reynard Reineke, las casas de los
sacerdotes con sus familias de niños pequeños son una característica
destacada; otro escritor popular truena con todas sus fuerzas contra
aquellos ministros de Cristo que montan caballos enérgicos, pero que
no pelearán contra los infieles; y John Rosenblut, en una de sus obras
de carnaval, invita al Gran Turco en persona a dar un discurso
oportuno a los estados de la cristiandad.
En realidad, fue en el seno del pueblo donde la revolución que pronto
estallaría estaba fermentando violentamente. No solo vemos jóvenes
saliendo de sus puestos y ocupando los puestos más altos de la Iglesia;
pero hay quienes permanecieron toda su vida ocupados en las
ocupaciones más humildes y, sin embargo, contribuyeron
poderosamente al gran avivamiento de la cristiandad. Procedemos a
recordar algunas características de la vida de uno de estos individuos.
Hans Sachs, hijo de un sastre de Nuremberg, nació el 5 de noviembre
de 1494. Se llamó Hans (John) en honor a su padre, y había
progresado un poco en el aprendizaje, cuando una enfermedad grave
lo obligó a renunciar a sus estudios y emprender el negocio de un
zapatero. El joven Hans se benefició de la libertad que este humilde
oficio le permitía a su mente penetrar en ese mundo superior en el que
se deleitaba su alma. Las canciones que habían dejado de oírse en los
castillos de los nobles, buscaron y encontraron asilo entre los
habitantes de los alegres pueblos de Alemania. Se llevó a cabo una
escuela de canto en la iglesia de Nuremberg. Estos ejercicios, en los que
solía participar Hans, abrieron su corazón a las impresiones religiosas
y ayudaron a despertar en él el gusto por la poesía y la música. Pero el
genio del joven no podía permanecer confinado por mucho tiempo
entre las paredes de su taller. Quería ver con sus propios ojos ese
mundo del que tanto había leído en los libros, del que sus camaradas
contaban tantas historias, y que su imaginación poblaba de maravillas.
En 1511, con un pequeño bulto de artículos de primera necesidad, se
pone en camino y dirige sus pasos hacia el sur. Al poco tiempo, el joven
viajero, que se había encontrado con joviales compañeros, estudiantes
vagando de pueblo en pueblo, y con muchas tentaciones peligrosas,
siente una lucha terrible que comienza con él. Los deseos de la vida y
sus santos propósitos compiten por el dominio. Temblando por el
resultado, huye y se esconde en el pequeño pueblo de Wels en Austria
(1513), donde vivió retirado, dedicándose al cultivo de las bellas artes.
El emperador Maximiliano pasó por casualidad por esta ciudad con un
séquito brillante, y el joven poeta se dejó llevar por el esplendor de la
corte. El príncipe lo colocó en su tren de caza, y en los ruidosos salones
del palacio de Inspruck, Hans olvidó de nuevo todos sus propósitos.
Pero su conciencia volvió a llorar en voz alta. Inmediatamente el joven
cazador deja a un lado su brillante librea, abandona la corte y regresa a
Schwatz, y luego a Munich. Fue en este último pueblo donde, a la edad
de veinte años (1514), compuso su primer himno "en honor de Dios"
con un aire notable. Estaba lleno de aplausos. Durante sus viajes había
tenido muchas oportunidades de observar las numerosas y
melancólicas pruebas de los abusos bajo los cuales estaba enterrada la
religión.
A su regreso a Nuremberg, Hans se estableció, se casó y se convirtió en
padre. Cuando estalló la Reforma, prestó oído atento. Se aferró a las
Sagradas Escrituras, que ya le eran queridas como poeta, pero en las
que ya no buscaba simplemente imágenes y cánticos, sino la luz de la
verdad. A esta verdad, poco tiempo después, consagró su lira, y desde
un humilde taller, cerca de las puertas de la ciudad imperial de
Nuremberg , emitió tonos que resonaron en toda Alemania,
preparando la mente de los hombres para una nueva era, y en todas
partes haciéndole querer al pueblo la poderosa revolución que estaba
avanzando. Los cánticos espirituales de Hans Sachs y su Biblia en verso
fueron de gran ayuda para esta gran obra. Tal vez sería difícil decidir
quién hizo más por él: ¡el príncipe elector de Sajonia, administrador
del imperio o el zapatero de Nuremberg!
Entonces, había en cada clase algo que anunciaba la Reforma. Las
advertencias aparecieron por todos lados, y los acontecimientos se
aceleraban y amenazaban con destruir la obra de las edades de las
tinieblas y "hacer nuevas todas las cosas". La forma jerárquica, que los
esfuerzos de muchos siglos habían estampado en el mundo, se sacudió
y su caída estaba cerca . La luz recién descubierta difundió multitud de
ideas nuevas por todos los países con una rapidez inconcebible. En
cada grado de la sociedad estaba en movimiento una nueva vida. "¡Qué
edad!" Exclamó Hutten; "¡Los estudios florecen las mentes están
despertando es una alegría simplemente estar vivo!" Mentes que
habían permanecido dormidas durante tantas generaciones, parecían
deseosas de redimir con su actividad el tiempo que habían perdido.
Dejarlos desempleados y sin comida, o regalarles sólo aquellos que
habían sostenido durante mucho tiempo su angustiosa existencia,
habría traicionado la ignorancia de la naturaleza del hombre. La mente
humana ya percibía claramente lo que era y lo que debería ser, y
contemplaba con una mirada atrevida el inmenso abismo que
separaba estos dos mundos. Grandes príncipes llenaron las gargantas ;
el coloso de Roma, desgastado por el tiempo, se tambaleaba por su
propio peso; el antiguo espíritu de la caballería había muerto, y su
lugar fue reemplazado por un nuevo espíritu que respiró a la vez desde
los santuarios del saber y desde los hogares de los humildes. La palabra
impresa había tomado alas que la portaban, como el viento lleva la
semilla ligera, incluso a los lugares más distantes. El descubrimiento
de las dos Indias amplió las fronteras del mundo. Todo anunciaba una
gran revolución.

Pero, ¿de dónde procederá el golpe que derribará el antiguo edificio y


levantará uno nuevo de sus ruinas? Nadie sabía. ¿Quién poseía mayor
sabiduría que Federico, más erudición que Reuchlin, mayor talento
que Erasmo, más ingenio y energía que Hutten, más valor que
Sickingen, o era más virtuoso que Cronberg? ¡Y, sin embargo, no era de
Frederick, ni de Reuchlin, ni de Erasmus, ni de Hutten, ni de
Sickingen, ni de Cronberg! ...... Hombres eruditos, príncipes,
guerreros, mejor dicho, la Iglesia misma - todos habían minado
algunos de los cimientos; pero allí se habían cruzado. En ninguna
dirección se podía ver la mano poderosa que iba a ser el instrumento
de Dios.
Y sin embargo, todos los hombres tenían el presentimiento de que
pronto aparecería. Algunos pretendían haber descubierto en las
estrellas indicaciones infalibles de su aproximación. Algunos, al
contemplar el miserable estado de la religión, predijeron la próxima
venida del Anticristo. Otros, por el contrario, predijeron que una
reforma estaba cerca. El mundo esperaba con expectación. Lutero
apareció.

Notas finales:
1. Animus ingens et ferox, viribus polens. - Nam si consilia
et conatus Hutteni non defecissent, quasi nervi copiarum
atque potentiae, ham mutatio omnium rerum exstitisset,
et quasi orbis status publici fuisset conversus. Camer. Vita
Melancthonis.
2. Exercitus Reuchlinistarum, a la cabeza de la colección de
cartas dirigidas a Reuchlin sobre este tema.
3. Luth. Epp. 1:37.
4. Ibídem. 38.
5. Las obras de Hutten fueron publicadas en Berlín por
Munchen, 1822-1825 en 5 volúmenes. 8vo.
6. Ver Etudes Historiques de Chateaubriand.

LIBRO 2
CAPÍTULO 1

Todo estaba listo. Dios, que prepara su obra a través de los siglos, la
realiza con los instrumentos más débiles, cuando llega su tiempo.
Lograr grandes resultados por los medios más pequeños, tal es la ley
de Dios. Esta ley, que prevalece en todas partes en la naturaleza, se
encuentra también en la historia. Dios seleccionó a los reformadores de
la Iglesia de la misma clase de donde había tomado a los apóstoles. Los
eligió de entre ese rango inferior, que, aunque no es el más bajo, no
llega al nivel de las clases medias. Así, todo estaba destinado a
manifestar al mundo que la obra no era del hombre sino de Dios. El
reformador Zuingle salió de la cabaña de un pastor alpino;
Melancthon, el teólogo de la Reforma, de una armería; y Lutero de la
cabaña de un pobre minero.
El primer período de la vida del hombre, en el que es formado y
moldeado por la mano de Dios, es siempre importante. Lo es
eminentemente en la carrera de Lutero. En él se incluye toda la
Reforma. Las diferentes fases de este trabajo se sucedieron en el alma
de quien sería el instrumento para realizarlo, antes de que se
cumplieran en el mundo. El conocimiento del cambio que tuvo lugar en
el corazón de Lutero solo puede proporcionar la clave para la reforma
de la Iglesia. Sólo estudiando los detalles podemos comprender el
trabajo general. Aquellos que descuidan el primero ignorarán el
segundo excepto en su apariencia externa. Pueden adquirir un
conocimiento de ciertos eventos y ciertos resultados, pero nunca
comprenderán la naturaleza intrínseca de ese avivamiento , porque el
principio de vida, que era su alma misma, permanece desconocido
para ellos. Por tanto, estudiemos la Reforma en el mismo Lutero, antes
de pasar a los acontecimientos que cambiaron el rostro de la
cristiandad.

En el pueblo de Mora, cerca de los bosques de Turingia , y no lejos del


lugar donde Bonifacio, el apóstol de Alemania, comenzó a anunciar el
Evangelio, había vivido, sin duda durante muchos siglos, una antigua y
numerosa familia de nombre Lutero. . 1 Como era habitual entre los
campesinos de Turingia, el hijo mayor siempre heredaba la vivienda y
los campos paternos, mientras que los otros niños partían a otra parte
en busca de un sustento. Uno de ellos, llamado John Lutero, se casó
con Margaret Lindemann, la hija de un habitante de N eustadt en la
sede de Wurzburg. La pareja casada abandonó las llanuras de
Eisenach y se fue a asentar en la pequeña ciudad de Eisleben en
Sajonia, para ganarse el pan con el sudor de la frente.
Seckendorf relata, sobre la base del testimonio de Rebhan,
superintendente de Eisenach en 1601, que la madre de Lutero,
pensando que su tiempo aún distaba mucho, había ido a la feria de
Eisleben y que, contrariamente a lo que esperaba, dio a luz un hijo. A
pesar del crédito que se le debe a Seckendorf, este relato no parece ser
correcto: de hecho, ninguno de los historiadores más antiguos de
Lutero lo menciona; y además, hay unas veinticuatro leguas de Mora a
Eisleben, y en la condición de la madre de Lutero en ese momento, la
gente no se decide fácilmente a recorrer una distancia tan grande para
ver una feria; y, por último, la evidencia del propio Lutero aparece en
oposición directa a esta afirmación. 2
Juan Lutero era un hombre recto, diligente en los negocios, franco y
llevando la firmeza de su carácter incluso a la obstinación. Con una
mente más cultivada que la de la mayoría de los hombres de su clase,
solía leer mucho. Los libros eran entonces raros; pero Juan no omitió
ninguna oportunidad de conseguirlos. Formaron su relajación en los
intervalos de reposo, arrebatados de sus severos y constantes trabajos.
Margaret poseía todas las virtudes que pueden adornar a una mujer
buena y piadosa. Su modestia, su temor de Dios y su espíritu de
oración fueron particularmente notados. Las matronas del barrio la
veían como un modelo al que debían esforzarse por imitar. 3
No se sabe con precisión cuánto tiempo llevaba viviendo la pareja
casada en Eisleben, cuando, el 10 de noviembre, una hora antes de la
medianoche, Margaret dio a luz a un hijo. Melancthon a menudo
preguntaba a la madre de su amigo sobre el período de su nacimiento.
"Recuerdo bien el día y la hora", respondió ella, "pero no estoy segura
del año". Pero el hermano de Lutero, Santiago, un hombre honesto y
recto, ha registrado que, en opinión de toda la familia, el futuro
reformador nació en la víspera de San Martín, el 10 de noviembre de
1483. 4 Y el mismo Lutero escribió en un Salterio hebreo que es aún
existe: "Nací en el año 1483". 5 El primer pensamiento de sus piadosos
padres fue dedicar a Dios, según la fe que profesaban, el hijo que él les
había dado. Al día siguiente, que resultó ser martes, el padre llevó a su
hijo a la iglesia de San Pedro, donde recibió el rito del bautismo
infantil y fue llamado Martín en conmemoración del día.
El niño no tenía seis meses cuando sus padres abandonaron Eisleben
para trasladarse a Mansfeldt, que está a sólo cinco leguas de distancia.
Las minas de ese barrio fueron entonces muy celebradas. John Lutero,
que era un hombre de trabajo duro , sintiendo que tal vez sería
llamado a criar una familia numerosa, esperaba ganar un mejor
sustento para él y sus hijos en esa ciudad. Fue aquí donde la
comprensión y la fuerza del joven Lutero recibieron su primer
desarrollo ; aquí empezó a manifestarse su actividad, y aquí se
manifestó su carácter en sus palabras y en sus acciones. Las llanuras de
Mansfeldt, las orillas del Wipper, fueron el teatro de sus primeros
deportes con los niños del barrio.
El primer período de su morada en Mansfeldt estuvo lleno de
dificultades para el digno John y su esposa. Al principio vivieron en
una gran pobreza. "Mis padres", dijo el reformador, "eran muy pobres.
Mi padre era un pobre leñador, y mi madre a menudo ha llevado leña a
la espalda para conseguir los medios para criar a sus hijos. trabaja por
nuestro bien. " El ejemplo de los padres a quienes veneraba, los hábitos
que le inspiraban, acostumbraron a Lutero al trabajo y la frugalidad.
¡Cuántas veces , sin duda, acompañó a su madre al bosque, allí para
recoger a su pequeño maricón!
Hay promesas de bendición sobre la labor de los justos, y Juan Lutero
experimentó su realización. Habiendo alcanzado unas circunstancias
algo más fáciles, instaló dos hornos de fundición en Mansfeldt. Junto a
estos hornos, el pequeño Martín se fortalecía, y con el producto de este
trabajo, su padre se ocupaba de sus estudios. "Era de la familia de un
minero", dice el buen Mathesius, "que el fundador espiritual 6 de la
cristiandad iba a salir: una imagen de lo que Dios haría al purificar a
los hijos de Leví a través de él, y refinarlos como oro en sus hornos ".
Respetado por todos por su integridad, por su vida impecable, y buena
s entido, John Lutero se hizo concejal de Mansfeldt, capital del
condado del mismo nombre. La miseria excesiva pudo haber aplastado
el espíritu del niño: la competencia de su hogar paterno expandió su
corazón y elevó su carácter.
John aprovechó su nueva posición para cortejar a la sociedad que
prefería. Tenía una gran estima por los eruditos, y con frecuencia
invitaba a su mesa al clero y maestros de escuela del lugar. Su casa
ofrecía una imagen de aquellas reuniones sociales de sus
conciudadanos, que sí honraron a Alemania a principios del siglo XVI.
Era un espejo en el que se reflejaban las numerosas imágenes que se
sucedían en el agitado escenario de la época. El niño se benefició de
ellos. Sin duda, la vista de estos hombres, a quienes tanto respeto se
mostraba en la casa de su padre, despertó más de una vez en el
corazón del pequeño Martin el ambicioso deseo de convertirse algún
día en maestro de escuela o en hombre culto.
Tan pronto como tuvo la edad suficiente para recibir instrucciones, sus
padres se esforzaron en imbuirle el conocimiento de Dios, educarlo en
su temor y moldearlo a las virtudes cristianas. Ejercieron todo su
esmero en esta primera educación doméstica. 7 El padre a menudo se
arrodillaba junto a la cama del niño y oraba fervientemente en voz
alta, rogando al Señor que su hijo recordara Su nombre y algún día
contribuyera a la propagación de la verdad. 8 La oración de los padres
fue escuchada con mucha gracia . Y sin embargo, su tierna solicitud no
se limitó a esto.
Su padre, ansioso por verlo adquirir los elementos de ese saber por el
que él mismo tenía tanta estima, invocó la bendición de Dios sobre él y
lo envió a la escuela. Martin aún era muy joven. Su padre, o Nicholas
Emler, un joven de Mansfeldt, a menudo lo llevaba en brazos a la casa
de George Emilius, y luego regresaba para traerlo a casa. Emler en años
posteriores se casó con una de las hermanas de Lutero.
La piedad de sus padres, su actividad y su austera virtud, le dieron al
niño un impulso feliz, y formaron en él un carácter atento y serio. El
sistema de educación que prevaleció entonces utilizó el castigo y el
miedo como los principales incentivos para estudiar. Margaret, aunque
a veces aprobaba la excesiva severidad de su marido, con frecuencia
abría sus brazos maternos a su hijo para consolarlo en sus lágrimas.
Sin embargo, incluso ella misma sobrepasó los límites de ese sabio
precepto: el que ama a su hijo, lo castiga pronto. El carácter impetuoso
de Martín daba frecuentes ocasiones de castigo y reprimenda. "Mis
padres", dijo Lutero en la otra vida, "me trataron con dureza, de modo
que me volví muy tímido. Mi madre un día me reprendió tan
severamente por una nuez que me salió sangre. Ellos pensaron
seriamente que estaban haciendo lo correcto. ; pero no pudieron
distinguir el carácter, que sin embargo es muy necesario para saber
cuándo, o dónde, o cómo se debe infligir el castigo. Es necesario
castigar; pero la manzana debe colocarse al lado de la vara ". 9

En la escuela, el niño pobre recibió un trato no menos severo. Su amo


lo azotó quince veces seguidas en una mañana. "Debemos", dijo Lutero,
al relatar esta circunstancia, "debemos azotar a los niños, pero al
mismo tiempo debemos amarlos ". Con tal educación, Lutero aprendió
pronto a despreciar los encantos de una vida meramente sensual. "Lo
que ha de hacerse grande, debe empezar pequeño", observa con
justicia uno de sus biógrafos más antiguos; "y si los niños son
educados con demasiada delicadeza y demasiada bondad desde su
juventud, quedan heridos de por vida". 10
Martin aprendió algo en la escuela. Le enseñaron los capítulos de su
Catecismo, los Diez Mandamientos, el Credo de los Apóstoles, el Padre
Nuestro, algunos himnos, algunas formas de oración y una gramática
latina escrita en el siglo IV por Donato, maestro de San Jerónimo, y
que , mejorado en el siglo XI por un tal Remigius, un monje francés,
gozó durante mucho tiempo de gran reputación en todas las escuelas.
Luego estudió el calendario de Cisio Janus, una obra muy singular,
compuesta en el siglo X o XI: en fin, aprendió todo lo que se podía
enseñar en la escuela latina de Mansfeldt.
Pero los pensamientos del niño no parecen haber estado allí dirigidos
a Dios. El único sentimiento religioso que se pudo descubrir en él fue el
miedo. Cada vez que oía hablar de Jesucristo, palidecía de miedo;
porque el Salvador sólo le había sido presentado como un juez
ofendido. Este temor servil, tan ajeno a la verdadera religión, tal vez lo
haya preparado para la buena nueva del Evangelio y para la alegría
que sintió después, cuando aprendió a conocer a Aquel que es manso y
humilde de corazón.
Juan Lutero deseaba convertir a su hijo en un erudito. El día que por
todas partes empezaba a amanecer , había penetrado incluso en la casa
del minero Mansfeldt, y había despertado pensamientos ambiciosos.
La disposición notable, la aplicación perseverante de su hijo, hicieron
que Juan concibiera las expectativas más animadas. En consecuencia,
en 1497, cuando Martín había alcanzado la edad de catorce años, su
padre decidió separarse de él y enviarlo a la escuela franciscana de
Magdeburgo. Su madre se vio obligada a dar su consentimiento y
Martín se dispuso a abandonar el techo paterno.
Magdeburgo era como un mundo nuevo para Martin. En medio de
numerosas privaciones, pues apenas tenía para vivir, preguntó,
escuchó. Andrew Proles, provincial de la orden de Agustín, defendía en
ese momento con entusiasmo la necesidad de reformar la religión y la
Iglesia. Sin embargo, no fue él quien depositó en el corazón del joven el
primer germen de las ideas que allí se desarrollaron después.
Este fue un aprendizaje rudo para Lutero. Arrojado al mundo a los
catorce años, sin amigos ni protectores, temblaba en presencia de sus
amos, y en las horas de recreo mendigaba penosamente el pan en
compañía de niños más pobres que él. "Solía rogar a mis compañeros
por un poco de comida", dijo, "para tener los medios para satisfacer
nuestras necesidades. Un día, en el momento en que la Iglesia celebra
la fiesta de la Natividad de Cristo, estábamos vagando juntos
recorrimos las aldeas vecinas, yendo de casa en casa, y cantando en
cuatro partes los villancicos habituales sobre el niño Jesús, nacido en
Belén. Nos detuvimos ante la casa de un campesino que se encontraba
sola en el extremo de la aldea. cantamos nuestros himnos navideños,
salió con algunos víveres que tenía la intención de darnos y gritó en
voz alta y con tono áspero: Chicos, ¿dónde están? Asustados por estas
palabras, salimos corriendo tan rápido como nuestras piernas. No
teníamos motivos para asustarnos, porque el granjero nos ofreció su
ayuda con gran amabilidad; pero sin duda nuestros corazones se
volvieron temerosos por las amenazas y la tiranía con que los
profesores estaban acostumbrados a gobernar a sus alumnos. , de
modo que un repentino pánico se apoderó de nosotros. Sin embargo,
mientras el granjero continuaba llamándonos, nos detuvimos, nos
olvidamos de nuestros miedos, corrimos hacia él y recibimos de sus
manos la comida que nos esperaba. Es así ", añade Lutero," que
estamos acostumbrados a temblar y huir, cuando nuestra conciencia
está culpable y alarmada. En tal caso, tenemos miedo incluso de la
ayuda que se nos ofrece, y de aquellos que son nuestros amigos y que
de buena gana nos harían todo el bien " 11.

Apenas había pasado un año, cuando John y Margaret, al enterarse de


las dificultades que su hijo encontraba para mantenerse a sí mismo en
Magdeburgo, lo enviaron a Eisenach, donde había una escuela célebre
y en cuya ciudad tenían muchos parientes. 12 Tuvieron otros hijos; y
aunque sus medios habían aumentado, no pudieron mantener a su
hijo en un lugar donde era desconocido. Los hornos y la industria de
Juan Lutero hicieron poco más que proveer el sustento de su familia.
Esperaba que cuando Martin llegara a Eisenach encontraría más
fácilmente los medios de subsistencia; pero no tuvo más suerte en esta
ciudad. Sus parientes que habitaban allí no se preocuparon por él, o tal
vez, siendo ellos mismos muy pobres , no pudieron brindarle ninguna
ayuda.
Cuando el joven erudito se sintió abrumado por el hambre, se vio
obligado, como en Magdeburgo, a unirse a sus compañeros de escuela
para cantar de puerta en puerta para obtener un bocado de pan. Esta
costumbre de la época de Lutero todavía se conserva en muchas
ciudades alemanas: a veces las voces de los jóvenes forman un
concierto armonioso. A menudo, en lugar de comida, el pobre y
modesto Martin no recibió más que palabras duras. Luego, abrumado
por el dolor, derramó muchas lágrimas en secreto y pensó con
ansiedad en el futuro.

Un día, en particular, ya había sido expulsado de tres casas, y se


disponía a regresar ayunando a su alojamiento, cuando, habiendo
llegado a la plaza de San Jorge, se detuvo inmóvil, sumido en
reflexiones melancólicas, ante la casa de un ciudadano digno. ¿Debe él
por falta de pan renunciar a sus estudios y volver a trabajar con su
padre en las minas de Mansfeldt? ... De repente se abre una puerta -
aparece una mujer en el umbral: es Ursula, la esposa de Conrad Cotta ,
e hija del burgomaestre de Ilefeld. 13 Las crónicas de Eisenach la
llaman "la piadosa sunamita", en memoria de ella que con tanta
seriedad obligó al profeta Eliseo a quedarse y comer pan con ella. El
cristiano sunamita ya había muerto más de una vez, comentó el joven
Martín en las asambleas de fieles; la había afectado la dulzura de su
voz y su devoción. 14 Ella había escuchado las duras palabras que se
habían dirigido al pobre erudito , y al verlo parado así tristemente ante
su puerta, acudió en su ayuda, le hizo señas para que entrara y le dio
de comer para calmar su hambre.
Conrad aprobó la benevolencia de su esposa: incluso encontró tanto
placer en la compañía del niño, que pocos días después se lo llevó a
vivir completamente con él. De ahora en adelante sus estudios estaban
asegurados. No está obligado a regresar a las minas de Mansfeldt y
enterrar los talentos que Dios le ha confiado. En un momento en que
no sabía qué sería de él, Dios abrió el corazón y la casa de una familia
cristiana. Este acontecimiento dispuso su alma a esa confianza en Dios
que las pruebas más severas no pudieron sacudir después.
Lutero pasó en la casa de Cotta una vida muy diferente a la que había
conocido hasta entonces. Su existencia se desvaneció tranquilamente,
exenta de miseria y cuidado: su mente se volvió más serena, su
carácter más alegre y su corazón más abierto. Todas sus facultades se
despertaron ante los suaves rayos de la caridad y comenzó a
regocijarse de vida, alegría y felicidad. Sus oraciones eran más
fervientes, su sed de conocimiento mayor y su progreso en el estudio
más rápido.
A la literatura y la ciencia añadió los encantos de las bellas artes;
porque ellos también avanzaban en Alemania. Los hombres a quienes
Dios destina para actuar sobre sus contemporáneos, ellos mismos
están al principio influenciados y llevados por todas las tendencias de
la época en que viven. Lutero aprendió a tocar la flauta y el laúd. Con
este último instrumento solía acompañar a menudo su fina voz de alto,
y así animaba a su arte en las horas de tristeza. Se deleitaba en
testificar con su melodía su viva gratitud hacia su madre adoptiva, a
quien le apasionaba la música. Él mismo amó el arte incluso hasta la
vejez y compuso las palabras y los aires de algunos de los mejores
himnos que posee Alemania. Muchos incluso han pasado a nuestro
idioma.
Eran tiempos felices para el joven Lutero: nunca podía pensar en ellos
sin emoción. Uno de los hijos de Conrad, que llegó muchos años
después para estudiar en Wittenberg, cuando el pobre erudito de
Eisenach se había convertido en el primer médico de la época, fue
recibido con alegría en su mesa y bajo su techo. Quería devolverle algo
al hijo por la amabilidad que había recibido de los padres. Fue en
recuerdo de esta mujer cristiana que lo había alimentado cuando todo
el mundo lo repugnaba, que expresó este hermoso pensamiento: "No
hay nada más dulce en la tierra que el corazón de una mujer en el que
habita la piedad".
Lutero nunca se avergonzó de estos días en que, oprimido por el
hambre, solía pedir con tristeza el pan necesario para sus estudios y su
sustento. Lejos de eso, solía reflexionar con gratitud sobre la extrema
pobreza de su juventud. Lo consideró como uno de los medios que
Dios había empleado para convertirlo en lo que después se convirtió, y
en consecuencia le dio las gracias por ello. Los niños pobres que se
vieron obligados a seguir el mismo tipo de vida, tocaron su corazón.
"No desprecies", dijo, "a los muchachos que van cantando por las
calles, pidiendo un pancito por el amor de Dios (panem propter
Deum): yo también he hecho lo mismo. Es cierto que algo más tarde
mi padre apoyó con mucho amor y bondad en la universidad de
Erfurth, manteniéndome con el sudor de su frente; sin embargo, he
sido un pobre mendigo. Y ahora, con mi pluma, he subido tan alto, que
no cambiaría con el propio Gran Turco. Más aún, si todas las riquezas
de la tierra se amontonaran unas sobre otras, no las tomaría a cambio
de lo que poseo. Y, sin embargo, no estaría donde estoy si no hubiera
ido a la escuela, si no hubiera aprendido a escribir ". - Así vio este gran
hombre en estos sus primeros humildes comienzos el origen de toda
su gloria. Temía no recordar que la voz cuyos acentos emocionaron al
imperio y al mundo, solía suplicar un bocado de bebida en las calles de
un pequeño pueblo. El cristiano encuentra placer en tales recuerdos,
porque le recuerdan que es solo en Dios en quien debe gloriarse.
La fuerza de su entendimiento, la vivacidad de su imaginación, la
excelencia de su memoria, pronto lo llevaron más allá de todos sus
compañeros de escuela. 15 Hizo rápidos progresos, especialmente en
latín, en elocuencia y en poesía. Escribió discursos y compuso versos.
Como era alegre, servicial y tenía lo que se llama "un buen corazón ",
fue amado por sus maestros y sus compañeros de escuela.

Entre los profesores se une particularmente a Juan Trebonio, un


hombre culto, de dirección agradable, y que tenía todo ese respeto por
la juventud que está tan bien calculado para animarlos. Martin había
notado que cada vez que Trebonius entraba en el aula, se levantaba la
gorra para saludar a los alumnos. ¡Una gran condescendencia en
aquellos tiempos pedantes! Esto había encantado al joven. Vio que era
algo. El respeto del maestro había elevado al erudito en su propia
estimación. Los colegas de Trebonius, que no adoptaron la misma
costumbre, habiendo expresado un día su asombro por su extrema
condescendencia, respondió (y su respuesta no sorprendió menos al
joven Luther): "Hay entre estos muchachos hombres de quienes Dios
algún día hará burgomaestres, cancilleres, médicos y magistrados.
Aunque todavía no los ve con las insignias de su dignidad, es justo que
los trate con respeto ". Sin duda, el joven erudito escuchó con agrado
estas palabras, ¡y quizás se imaginó ya con la gorra de médico en la
cabeza!

Notas finales:
1. Vetus familia est et late propagata mediocrium
hominum. Melancth. Vita Luth.

2. Ego natus sum en Eisleben, baptisatusque apud


Sanctum-Petrum ibidem. Parentes mei de prope Isenaco
illuc migrarunt. Luth. Epp. 1: 390.
3. Intucbanturque en eam caeterae honestae mulleres, ut en
virtutum ejemplar. Melancth. Vita Lutheri.
4. Ibídem.
5. Anno 1483, natus ego. Salterio en la Biblioteca Dantzic.
6. Dru mb musste dieser geistliche Schmelzer. Mathesius,
Historien, 1565, pág. 3.
7. Ad agnitionem et timorem Dei..domestica Institutione
dillgenter assuefecerunt. Melancth. Vita Luth.
8. Conrad Schlusselburg, Orat. De Vita et Morte Lutheri.
9. Sed no potente discernere i ngenia, secundum quae
essent temperandae correcciones. L. Opp. W. 22. P. 1785.
10. Fue bruto sol werden, muss klein angehen. Mathesius,
Hist. P. 3.
11. Ópera Lutheri (Walch.) 2. 2347.
12. Isenacum enim pene totam parentelam meam habet.
Epp. 1: 390.
13. Reisegesch de Lingk. Luth.

14. Dieweil sie umb seines Singen und herzlichen Gebets


willen. Mathesius, pág. 3.
15. Cumque et vis ingenii acerrima esset, et imprimis ad
eloquentiam idonea celeriter aequalibus suis praecurrit.
Melancth. Vita Luth.

LIBRO 2
CAPITULO 2

Lutero había cumplido los dieciocho años. Había probado los dulces de
la literatura; ardía de deseo de conocimiento; 1 suspiró para una
educación universitaria, y wishe d para la reparación de una de esas
fuentes de aprendizaje donde podía saciar su sed de letras. Su padre le
pidió que estudiara derecho. Lleno de esperanza en los talentos de su
hijo, deseaba cultivarlos y darlos a conocer. Ya lo imaginaba
desempeñando las funciones más honorables entre sus
conciudadanos, ganando el favor de los príncipes y brillando en el
teatro del mundo. Se decidió que el joven fuera a Erfurth.
Lutero llegó a esta universidad en 1501. Jodocus, de apellido Doctor de
Eisenach, enseñaba allí la filosofía escolástica con gran éxito.
Melancthon lamenta que en ese momento no se enseñara nada en
Erfurth, excepto un sistema de dialéctica plagado de dificultades.
Piensa que si Lutero se hubiera reunido con otros profesores, si le
hubieran enseñado la disciplina más suave y tranquila de la verdadera
filosofía, la violencia de su naturaleza podría haberse moderado y
suavizado. 2 El nuevo discípulo se dedicó a estudiar la filosofía de la
Edad Media en las obras de Occam, Escoto, Buenaventura y Tomás.
Aquino. En tiempos posteriores, toda esta divinidad escolástica fue su
aversión. Temblaba de indignación cada vez que se pronunciaba el
nombre de Aristóteles en su presencia, y llegaba a decir que si
Aristóteles no hubiera sido un hombre, no debería haber dudado en
tomarlo por diablo. Pero una mente tan ansiosa por aprender como la
suya requería otros alimentos; comenzó a estudiar las obras maestras
de la antigüedad, los escritos de Cicerón, Virgilio y otros autores
clásicos. No se contentó, como la mayoría de los estudiantes, con
aprender de memoria sus producciones: se esforzó por sondear sus
pensamientos, por absorber el espíritu que los animaba, por
apropiarse de su sabiduría, por comprender el objeto de sus escritos, y
para enriquecer su mente con sus frases fecundas e imágenes
brillantes. A menudo dirigía preguntas a sus profesores y pronto
superó a todos sus compañeros de estudios. 3 Bendecido con una
memoria retentiva y una fuerte imaginación, todo lo que leyó o
escuchó permaneció constantemente presente en su mente; era como
si lo hubiera visto él mismo. "Así brilló Lutero en sus primeros años.
Toda la universidad", dice Melancthon, "admiraba su genio". 4
Pero incluso en este período, el joven de dieciocho años no estudió
meramente para cultivar su intelecto: tenía esos pensamientos serios,
ese corazón dirigido hacia el cielo, que Dios da a aquellos de quienes
decide hacer sus ministros más celosos. Lutero era sensible a su total
dependencia de Dios, una convicción simple y poderosa, que es a la
vez causa de una profunda humildad y de grandes acciones. Invocaba
fervientemente la bendición divina sobre sus labores. Todas las
mañanas comenzaba el día con oración; luego fue a la iglesia, y luego se
aplicó a sus estudios, sin perder ni un momento en el transcurso del
día. "Rezar bien", solía decir, "es la mejor mitad del estudio". 5
El joven estudiante pasó en la biblioteca universitaria todo el tiempo
que pudo arrebatarle a sus actividades académicas. Los libros eran
todavía escasos, y para él era un gran privilegio aprovechar los tesoros
reunidos en esta vasta colección. Un día —llevaba dos años en Erfurth
y tenía veinte— abre muchos libros en la biblioteca uno tras otro para
aprender los nombres de sus escritores. Un volumen al que llega le
llama la atención. Nunca hasta esta hora había visto algo así. Lee el
título: ¡es una Biblia! un libro raro, desconocido en aquellos tiempos. 6
Su interés está muy excitado: está lleno de asombro al encontrar otros
asuntos además de los fragmentos de los evangelios y epístolas que la
Iglesia ha seleccionado para ser leídos a la gente durante el culto
público todos los domingos del año. Hasta este día se había imaginado
que componían toda la Palabra de Dios. ¡Y ahora ve tantas páginas,
tantos capítulos, tantos libros de los que no tenía ni idea! Su corazón
late, mientras sostiene el volumen divinamente inspirado en su mano.
Con afán y con indescriptible emoción entrega estas hojas de Dios. La
primera página en la que fija su atención narra la historia de Ana y del
joven Samuel. Lee, y su alma apenas puede contener la alegría que
siente . Este niño, a quien sus padres prestan al Señor mientras él viva;
el cántico de Ana, en el que ella declara que Jehová "levanta del polvo
al pobre y al mendigo del muladar para ponerlo entre príncipes"; este
niño que creció en el templo ante la presencia del Señor; los
sacrificadores, los hijos de Elí, que son hombres malvados, que viven
en libertinaje y "hacen transgredir al pueblo del Señor"; Toda esta
historia, toda esta revelación que acaba de descubrir, despierta
sentimientos hasta entonces desconocidos. Regresa a casa con el
corazón lleno. «¡Oh, que Dios me diera un libro así para mí», pensó. 7
Lutero ignoraba todavía tanto el griego como el hebreo. Es poco
probable que hubiera estudiado estos idiomas durante los primeros
dos o tres años de su residencia en la universidad. La Biblia que lo
había llenado de esos transportes estaba en latín. Pronto regresó a la
biblioteca para estudiar detenidamente su tesoro. Lo leyó una y otra
vez, y luego, en su asombro y alegría, volvió a leerlo una vez más. Los
primeros destellos de una nueva verdad comenzaban a surgir en su
mente.
Así lo había llevado Dios al descubrimiento de su Palabra, de ese libro
del que un día iba a dar a sus compatriotas esa admirable traducción
en la que Alemania ha examinado durante tres siglos los oráculos de
Dios. Quizás por primera vez su precioso volumen ha sido retirado del
lugar que ocupaba en la biblioteca de Erfurth. Este libro, depositado en
los estantes desconocidos de una sala lúgubre, está a punto de
convertirse en el libro de la vida de toda una nación. En esa Biblia
estaba escondida la Reforma.
Fue en el mismo año que Lutero obtuvo su primer título académico: el
de soltero.

El trabajo excesivo al que se había dedicado para aprobar el examen le


ocasionó una peligrosa enfermedad. La muerte parecía acercarse a él:
reflexiones serias ocupaban su mente. Pensó que su existencia terrenal
estaba llegando a su fin. El joven despertó el interés general. "Es una
lástima ", pensaron, "ver tantas expectativas frustradas tan pronto".
Muchos amigos vinieron a visitarlo en su lecho de enfermedad. Entre
ellos se encontraba un sacerdote venerable y anciano, que había
observado con interés al alumno de Mansfeldt en sus labores y en su
carrera académica. Lutero no pudo ocultar los pensamientos que
ocupaban su mente. "Pronto", dijo, "seré llamado fuera de este
mundo". Pero el anciano respondió amablemente: "Mi querido soltero,
anímate; no morirás de esta enfermedad. Nuestro Dios aún hará de ti
un hombre que, a su vez, consolará a muchos. 8 Porque Dios pone su
cruz sobre los que ama, y los que la soportan con paciencia adquieren
mucha sabiduría ". Estas palabras golpearon al joven inválido. Fue
cuando estaba tan cerca de la muerte que escuchó la voz de un
sacerdote que le recordaba que Dios, como decía la madre de Samuel,
levanta a los miserables. El anciano había derramado un dulce
consuelo en su corazón, había revivido su espíritu; nunca lo olvidará.
"Esta fue la primera predicción que escuchó el médico", dice
Mathesius, amigo de Lutero, quien registra el hecho, "y solía
recordarlo". Podemos comprender fácilmente en qué sentido
Mathesius llama a estas palabras una predicción.
Cuando Lutero se recuperó, hubo un gran cambio en él. La Biblia, su
enfermedad, las palabras del anciano sacerdote parecen haberle hecho
un nuevo llamamiento: pero todavía no había nada decidido en su
mente. Otra circunstancia despertó en él pensamientos serios. Era la
fiesta de la Pascua, probablemente en el año 1503. Lu ther iba a pasar
un rato con su familia y portaba una espada según la costumbre de la
época. La golpeó con el pie, la hoja se cayó y cortó una de las arterias
principales. Lutero, cuyo único compañero había huido apresurado a
buscar ayuda, encontrándose solo y viendo la sangre fluir
copiosamente sin poder controlarla, se echó de espaldas y puso el dedo
en la herida; pero la sangre se le escapó a pesar de sus esfuerzos, y
Lutero, sintiendo la proximidad de la muerte, gritó: "¡Oh María,
ayúdame!" Por fin llegó un cirujano de Erfurth, quien vendó el corte. La
herida se abrió en la noche y Lutero se desmayó y volvió a llamar a la
Virgen en voz alta. "En ese momento", dijo en años posteriores,
"debería haber muerto confiando en Mary". Al poco tiempo abandonó
esa superstición e invocó a un Salvador más poderoso. Continuó sus
estudios. En 1505 fue admitido MA y doctor en filosofía. La universidad
de Erfurth era entonces la más célebre de toda Alemania. Los otros
eran escuelas inferiores en comparación con él. La ceremonia se llevó a
cabo, como de costumbre, con gran pompa. Una procesión con
antorchas vino para rendir homenaje a Lutero. 9 La fiesta fue
magnífica. Fue un regocijo general. Lutero, animado quizás por estos
honores, se sintió dispuesto a someterse por completo a la ley, de
conformidad con los deseos de su padre.
Pero la voluntad de Dios fue diferente. Mientras Lutero se ocupaba de
varios estudios y comenzaba a enseñar la física y la ética de Ari Stotle,
con otras ramas de la filosofía, su corazón no cesaba de gritarle que la
religión era lo único necesario y que, sobre todas las cosas, debía
asegurarse. su salvación. Conocía el disgusto que Dios manifiesta
contra el pecado; recordó las penas que su Palabra denuncia contra el
pecador; y se preguntó, con aprensión, si estaba seguro de poseer el
favor divino. Su conciencia respondió: ¡No! Su carácter fue rápido y
decidido: resolvió hacer todo lo que pudiera asegurarle una firme
esperanza de inmortalidad. Ocurrieron dos hechos, uno tras otro, para
perturbar su alma y acelerar su resolución.
Entre sus amigos de la universidad se encontraba uno llamado Alexis,
con quien vivía en la más íntima intimidad. Una mañana se difundió en
Erfurth un informe de que Alexis había sido asesinado. Lutero se
apresura a averiguar la verdad de este rumor. Esta repentina pérdida
de su amigo lo agitó, y la pregunta que se hizo a sí mismo, ¿qué sería
de mí si me llamaran así sin previo aviso? llena su mente con los
terrores más agudos. 10
Fue en el verano de 1505 cuando Lutero, a quien las ordinarias
vacaciones universitarias dejaban en libertad, resolvió ir a Mansfeldt,
volver a visitar los queridos escenarios de su infancia y abrazar a sus
padres. Quizás también deseaba abrirle el corazón a su padre,
sondearlo sobre el plan que estaba formando en su mente y obtener su
permiso para dedicarse a otra profesión. Previó todas las dificultades
que le aguardaban. La vida ociosa de la mayoría de los sacerdotes
desagradaba al activo minero de Mansfeldt. Además, los eclesiásticos
eran poco estimados en el mundo; en su mayor parte, sus ingresos eran
escasos; y el padre, que había hecho grandes sacrificios para mantener
a su hijo en la universidad, y que ahora lo veía enseñando
públicamente en una escuela célebre, aunque solo tenía veinte años,
no era probable que renunciara a las orgullosas esperanzas que había
albergado.
Ignoramos lo que pasó durante la estadía de Lutero en Mansfeldt.
Quizás el deseo decidido de su padre le hizo temer abrirle el corazón.
Volvió a salir de la casa de su padre para tomar asiento en los bancos
de la academia. Ya se encontraba a poca distancia de Erfurth, cuando
fue alcanzado por una violenta tormenta, como ocurre a menudo en
estas montañas. El relámpago brilló, el rayo cayó a sus pies. Lutero se
arrodilló. Quizás ha llegado su hora. La muerte, el juicio y la eternidad
lo convocan con todos sus terrores, y escucha una voz que ya no puede
resistir . "Envuelto por la angustia y el terror de la muerte", como él
mismo dice, 11 hizo un voto, si el Señor lo libera de este peligro, de
abandonar el mundo y dedicarse enteramente a Dios. Después de
levantarse del suelo, teniendo todavía presente para él esa muerte que
un día debe alcanzarlo, se examina seriamente y pregunta qué debe
hacer. 12 Los pensamientos que una vez lo agitaron ahora regresan
con mayor fuerza. Es cierto que se ha esforzado por cumplir con todos
sus deberes, pero ¿cuál es el estado de su alma? ¿Puede comparecer
ante el tribunal de un Dios terrible con un corazón impuro? Debe
volverse santo. Ahora tiene tanta sed de santidad como antes de
conocimiento. Pero, ¿dónde puede encontrarlo o dónde puede
obtenerlo? La universidad le proporcionó los medios para satisfacer
sus primeros deseos. ¿Quién calmará esa angustia? ¿Quién apagará el
fuego que ahora lo consume? ¿A qué escuela de santidad dirigirá sus
pasos? Entrará en un claustro: la vida monástica lo salvará. ¡A menudo
ha oído hablar de su poder para transformar el corazón, para santificar
al pecador, para perfeccionar al hombre! Él entrará en una orden
monástica. Allí se volverá santo: así obtendrá la vida eterna. 13
Tal fue el evento que cambió la vocación, todo el destino de Lutero. En
esto percibimos el dedo de Dios. Fue su poderosa h y que en la
carretera derribó al joven maestro de artes, el candidato a la barra, el
futuro abogado, para darle un rumbo completamente nuevo a su vida.
Rubianus, uno de los amigos de Lutero en la universidad de Erfurth, le
escribió así en la otra vida: "La Divina Providencia miró en lo que
serías un día, cuando al regresar de tus padres, el fuego del cielo te
arrojó al suelo, como otro Pablo, cerca de la ciudad de Erfurth, y
apartándote de nuestra sociedad te llevó a la orden de Agustín ".
Circunstancias análogas han marcado la conversión de los dos
mayores instrumentos de los que se ha servido la Divina Providencia
en las dos mayores revoluciones que se han producido sobre la tierra:
San Pablo y Lutero. 14
Luth er vuelve a entrar en Erfurth. Su resolución es inalterable. Aún así,
no es sin una punzada que se prepara para romper los lazos tan
queridos por él. No comunica su intención a nadie. Pero una noche
invita a sus amigos de la universidad a una cena alegre pero frugal . La
música vuelve a animar su encuentro social. Es la despedida de Lutero
del mundo. En adelante, en lugar de estos amables compañeros de sus
placeres y sus estudios, tendrá monjes; en lugar de esta conversación
alegre e ingeniosa, el silencio del más cerrado ; y por estas alegres
canciones, los solemnes acordes de la tranquila capilla. Dios lo llama y
debe sacrificarlo todo. Aún así, por última vez, ¡que comparta las
alegrías de su juventud! La comida excita a sus amigos: el propio
Lutero es el alma de la p a ría. Pero en el mismo momento en que están
cediendo sin freno a su alegría, el joven ya no puede controlar los
pensamientos serios que llenan su mente. Habla da a conocer su
intención a sus asombrados amigos. Se esfuerzan por sacudirlo , pero
en vano. Y esa misma noche, Lutero, quizás temeroso de sus
insinuantes solicitudes, abandona su alojamiento. Deja atrás toda su
ropa y libros, llevándose sólo a Virgilio y Plauto; todavía no tenía
Biblia. ¡Virgilio y Plauto! un poema épico y comedias! sorprendente
imagen de la mente de Lutero! En efecto, había tenido lugar en él toda
una epopeya: un poema hermoso, grandioso y sublime; pero como
tenía una disposición inclinada a la alegría, el ingenio y el humor,
combinó más de un rasgo familiar con la base seria y majestuosa de su
vida.
Provisto de estos dos libros, se dirige solo, en la oscuridad de la noche,
al convento de los ermitaños de San Agustín. Pide la entrada. La puerta
se abre y se vuelve a cerrar. ¡Míralo separado para siempre de sus
padres, de los compañeros de estudios y del mundo! Era el 17 de agosto
de 1505: Lutero tenía entonces veintiún años y nueve meses.
Notas finales:

1. Degustata igitur literarum dulcedine, natura flagrans


cupiditate discendi appetit acade miam. Mel. Vit. Luth.
2. Et fortassis ad leniendam vehementiam naturae mitiora
studia verae philosophiae. Mel. Vit. Luth.
3. Et quidem inter primos, ut ingenio studioque multos
soaequalium antecellebat. Cochloeus, Acta Lutheri, pág. 1.

4. Sic igitur en juventute emin ebat, ut toti academiae


Lutheri ingenium admirationi esset. Vita Luth.
5. Fleissig Gebet, ist uber die helfft studirt. Mathes. 3.
6. Auff ein Zeyt, wie er die Bucher fein nacheinander
besieht..kombt er uber die lateinische Biblia. Mathes. 3.
7. Avide percurrit, coe pitque optare ut olim talem librum et
ipse nancisci posset. M. Adami Vit. Luth. Pág. 103.
8. Deus te virum faciet qui alios multos iterum
consolabitur. M. Adami Vit. Luth. Pág. 103.
9. Luth. Op. W. 22. P. 2229.

10. Interitu sodalis sui contristatus. Cochloeus, 1.


11. Mit E rschrecken und Angst des Todes umgeben. L. Epp.
2. 101.
12. Cum esset en campo, fulminis ictu territus. Cochloeus, 1.
13. Occasio autem fuit Ingrediendi illud vitae género, quod
pietati et studiis doctrinae de Deo, existimavit esse
convenienteius. Mel. Vit. Luth.
14. S ome registro historiadores que Alexis fue muerto por
el rayo que alarmó Lutero; pero dos de sus
contemporáneos, Matesius (p. 4) y Selneccer (en Orat. De
Luth.), distinguen entre estos dos eventos; incluso
podemos agregar el testimonio de Melancthon al suyo :
dice "Sodalem nescio quo casu intellectum". Vit. Luth.
LIBRO 2
CAPÍTULO 3

Lutero estaba por fin con Dios. Su alma estaba a salvo. Ahora estaba a
punto de encontrar esa santidad que tanto deseaba. Los monjes
quedaron asombrados al ver al joven médico y ensalzaron su valentía y
su desprecio por el mundo. 1 Sin embargo, no se olvidó de sus amigos.
Les escribió, despidiéndose de ellos y del mundo; y al día siguiente
envió estas cartas, con la ropa que había usado hasta entonces, y
devolvió a la universidad su anillo de maestro en artes, para que nada
le recordara el mundo al que había renunciado.
Sus amigos de Erfurth quedaron asombrados. ¿Debe un genio tan
eminente ir y esconderse en ese estado monástico, que es una muerte
parcial? 2 Llenos del más vivo dolor, se apresuran a volver al convento,
con la esperanza de inducir a Lutero a volver sobre un paso tan
doloroso; pero todo fue inútil. Durante dos días rodearon el convento y
casi lo sitiaron, con la esperanza de ver salir a Lutero. Pero las puertas
permanecieron bien cerradas y con barrotes. Transcurrió un mes sin
que nadie pudiera ver o hablar con el nuevo monje.
Lutero también se había apresurado a comunicar a sus padres el gran
cambio que había tenido lugar en su vida. Su padre estaba asombrado.
Temblaba por su hijo, como nos dice el mismo Lutero en la dedicación
de su obra sobre los votos monásticos dirigida a su padre. Su debilidad,
su juventud, la violencia de sus pasiones , llevaron a Juan Lutero a
temer que cuando pasara el primer momento de entusiasmo, los
hábitos ociosos del claustro harían que el joven cayera en la
desesperación o en algún gran pecado. Sabía que este tipo de vida ya
había sido la destrucción de muchos . Además, el concejal minero de
Mansfeldt había elaborado planes muy diferentes para su hijo. Tenía la
esperanza de contraer un matrimonio rico y honorable. Y ahora todos
sus ambiciosos proyectos son derrocados en una noche por este paso
imprudente. John le escribió una carta muy enojada a su hijo, en la
que le hablaba en tono despectivo, como nos informa Lutero, mientras
se dirigía a él siempre de manera amistosa después de haber obtenido
su título de maestro en artes. Retiró todo su favor y lo declaró
desheredado de su afecto paterno. En vano los amigos de su padre, y
sin duda su esposa, se esforzaron por ablandarlo; en vano dijeron: "Si
quieres ofrecer un sacrificio a Dios, que sea lo que más te guste,
incluso tu hijo, tu Isaac". El inexorable concejal de Mansfeldt no quiso
escuchar nada.
Sin embargo, no mucho después (como nos dice Lutero en un sermón
predicado en Wittenberg, el 20 de enero de 1544), apareció la plaga y
privó a Juan Lutero de dos de sus hijos. ¡Aproximadamente en ese
momento alguien vino y le dijo al padre afligido que el monje de
Erfurth también había muerto! ... Sus amigos aprovecharon la
oportunidad de reconciliar al padre con el joven novicio. "Si fuera una
falsa alarma", le dijeron, "¡al menos santifica tu aflicción consintiendo
cordialmente en que tu hijo se convierta en monje!" - "¡Bien! ¡Que así
sea!" respondió Juan Lutero, con el corazón herido, pero todavía
medio rebelde, "¡y Dios le conceda prosperar!" Algún tiempo después
de esto, cuando Lutero, que se había reconciliado con su padre, le
relató el hecho que lo había inducido a ingresar en una orden
monástica: "Dios conceda", respondió el digno minero, "que no hayas
tomado por un firmar desde el cielo lo que era meramente un engaño
del diablo ". 3
No hubo entonces en Lutero lo que después lo convertiría en el
reformador de la Iglesia. De ello su entrada en el convento es una
prueba contundente. Fue un procedimiento conforme a las tendencias
de la época a partir de la cual pronto contribuiría con sus esfuerzos por
liberar a la Iglesia. Aquel que estaba destinado a convertirse en el gran
maestro del mundo, era todavía su servil imitador. Una nueva piedra
había sido agregada al edificio de la superstición por el mismo hombre
que estaba a punto de destruirla. Lutero buscaba en sí mismo la
salvación, las obras humanas y las observancias. No sabía que la
salvación viene enteramente de Dios. Buscó su propia gloria y justicia,
sin recordar la justicia y la gloria del Señor. Pero lo que ignoraba hasta
ahora, se enteró poco después. Fue en el claustro de Erfurth donde se
produjo esta inmensa transformación, que sustituyó en su corazón a
Dios y su sabiduría por el mundo y sus tradiciones, y que preparó la
poderosa revolución de la que él sería el instrumento más ilustre.
Cuando Martín Lutero entró en el convento, cambió su nombre y
asumió el de Agustín.
Los monjes lo habían recibido con alegría. No fue una pequeña
satisfacción para su vanidad ver a uno de los médicos más estimados
de la época abandonar la universidad por una casa que les pertenecía .
Sin embargo, lo trataron con dureza y le impusieron las peores
ocupaciones. Querían humillar al doctor en filosofía y enseñarle que su
conocimiento no lo elevaba por encima de sus hermanos. Se
imaginaban, además, por este medio impedirle dedicarse tanto a sus
estudios, de los que el convento no podía sacar provecho. El antiguo
maestro de artes tuvo que desempeñar los oficios de portero, abrir y
cerrar las puertas, dar cuerda al reloj, barrer la iglesia y limpiar las
celdas. 4 Entonces, cuando el pobre monje, que era a la vez portero,
sacristán y sirviente del claustro, terminó su obra: ¡Cum sacco per
civitatem! ¡Fuera con su billetera por la ciudad! gritaron los frailes; y
cargado con su bolsa de pan, deambulaba por todas las calles de
Erfurth, mendigando de casa en casa, tal vez obligado a presentarse a
las puertas de quienes alguna vez fueron sus amigos o sus inferiores. A
su regreso, tuvo que encerrarse en una celda baja y con flechas, de
donde no podía ver nada más que un pequeño jardín de unos pocos
metros cuadrados, o reiniciar sus humildes tareas. Pero lo aguantó
todo. Naturalmente dispuesto a dedicarse por completo a todo lo que
emprendiera, se había convertido en monje con toda su alma. Además,
¿ cómo podría haber pensado en salvar su cuerpo, o haber tenido
alguna consideración por lo que podría agradar a la carne? No fue así
como pudo adquirir la humildad, la santidad que había venido a
buscar entre los muros del claustro.
El pobre monje, oprimido por el trabajo, se apresuró a emplear en el
estudio todos los momentos que pudiera robarle a estas mezquinas
ocupaciones. Se retiró voluntariamente de la compañía de los
hermanos para entregarse a sus amadas búsquedas; pero pronto se
dieron cuenta, y rodeándolo de m urmurs, lo arrancaron de sus libros,
exclamando: "¡Ven, ven! No es estudiando, sino mendigando pan,
maíz, huevos, pescado, carne y dinero. monje se hace útil al claustro ".
5 Lutero se sometió: dejó los libros a un lado y volvió a tomar su bolsa.
Lejos de arrepentirse de haber asumido ese yugo, está dispuesto a
seguir adelante con su tarea. Fue entonces cuando comenzó a
desarrollarse en su mente la inflexible perseverancia con la que
siempre llevó a cabo las resoluciones que una vez se había formado .
La resistencia que hizo a estos rudos asaltos le dio un temperamento
más fuerte a su voluntad. Dios lo probó en las pequeñas cosas, para
que aprendiera a permanecer inquebrantable en las grandes. Además,
para poder librar a su edad de las miserables supersticiones bajo las
que gemía, era necesario que él primero sintiera su peso. Para vaciar la
copa, debe beberla hasta las heces.
Sin embargo, este severo aprendizaje no duró tanto como Lutero
hubiera temido. El prior del convento, por intercesión de la
universidad a la que pertenecía Lutero, lo liberó de los humillantes
deberes que se le habían impuesto. El joven monje volvió entonces a
sus estudios con nuevo celo. Las obras de los Padres de la Iglesia,
especialmente de San Agustín, llamaron su atención. La exposición de
los Salmos por este ilustre médico y su libro Sobre la letra y el Espíritu,
fueron su estudio favorito. Nada le impresionó más que los
sentimientos de este Padre sobre la corrupción de la voluntad del
hombre y sobre la Gracia Divina. Sintió por su propia experiencia la
realidad de esa corrupción y la necesidad de esa gracia. Las palabras de
San Agustín se correspondían con los sentimientos de su corazón. Si
hubiera podido pertenecer a otra escuela que no fuera la de Jesús
Cristo, sin duda habría sido la del doctor de Hipona. Casi conocía de
memoria las obras de Peter d'Ailly y de Gabriel Biel. Le cautivó mucho
un dicho del primero, que, si la Iglesia no hubiera decidido lo
contrario, habría sido preferible admitir que el pan y el vino se
tomaron realmente en la Cena del Señor, y no meros accidentes.

También estudió cuidadosamente a los teólogos Occam y Gerson,


quienes se expresan tan libremente sobre la autoridad de los papas. A
este curso de lectura añadió otros ejercicios. Se le escuchó en las
discusiones públicas desentrañar las cadenas de razonamiento más
complicadas y salir de un laberinto de donde nadie más que él podría
haber encontrado una salida. Todos sus auditores se llenaron de
asombro. 6
Pero no había entrado en el claustro para adquirir la reputación de un
gran genio: era para buscar alimento para su piedad. 7 Por lo tanto,
consideró estos trabajos como meras digresiones.
Amaba sobre todas las cosas para obtener sabiduría de la fuente pura
de la Palabra de Dios. Encontró en el convento una Biblia atada con
una cadena, y a esta Biblia encadenada regresaba continuamente.
Tenía poca comprensión de la Palabra, sin embargo, era su estudio
más agradable . A veces sucedía que pasaba un día entero meditando
en un solo pasaje. En otras ocasiones se aprendía de memoria
fragmentos de los Profetas. Especialmente deseaba adquirir de los
escritos de los Profetas y de los Apóstoles un conocimiento perfecto de
la voluntad de Dios; crecer en un mayor temor de su nombre; y
alimentar su fe con el testimonio seguro de la Palabra. 8
Parece que por esta época comenzó a estudiar las Escrituras en sus
idiomas originales y a sentar las bases de la más perfecta y más útil de
sus labores: la traducción de la Biblia. Hizo uso del léxico hebreo de
Reuchlin, que acababa de aparecer. John Lange, uno de los frailes del
convento, un hombre experto en griego y hebreo, y con quien siempre
mantuvo una estrecha relación, probablemente fue su primer
instructor. 9 También hizo mucho uso de los comentarios eruditos de
Nicolás Lyra, quien murió en 1340. Fue a partir de esta circunstancia
que Pflug, luego obispo de Naumb urg, dijo: Si Lyra non lyrasset,
Lutherus non saltasset. 10
El joven monje estudió con tal diligencia y celo que a menudo sucedía
que no repetía las oraciones diarias durante tres o cuatro semanas
juntos. Pero pronto se armó de valor al pensar que había transgredido
las reglas de su orden. Luego se encerró para reparar su negligencia y
comenzó a repetir concienzudamente todas las oraciones que había
omitido, sin pensar en comer ni beber. Incluso una vez, durante siete
semanas juntos, apenas cerraba los ojos mientras dormía.
Ardiendo de deseo por alcanzar esa santidad en busca de la cual había
entrado en el claustro, Lutero cedió ante todo el rigor de una vida
ascética. Se esforzó por crucificar la carne ayunando, mortificando y
vigilando. 11 Encerrado en su celda como en una prisión, luchó sin
cesar contra los pensamientos engañosos y las malas inclinaciones de
su corazón. Un poco de pan y un arenque eran a menudo su único
alimento. Además, era naturalmente de hábitos muy abstemios. Por lo
tanto, sus amigos lo veían con frecuencia. Mucho después había
dejado de pensar en comprar el cielo con su abstinencia, contentarse
con las viandas más pobres y permanecer hasta cuatro días seguidos
sin comer ni beber. 12 Esto lo tenemos en el testimonio de
Melancthon, un testigo digno de crédito en todos los aspectos.
Podemos juzgar por esta circunstancia el poco valor que debemos
atribuir a las fábulas que la ignorancia y el prejuicio han calculado en
cuanto a la intemperancia de Lutero.
En el período del que estamos hablando, nada era un sacrificio
demasiado grande que pudiera permitirle convertirse en santo,
adquirir el cielo. La iglesia romana nunca tuvo un monje más piadoso.
Nunca el claustro fue testigo de esfuerzos más severos o infatigables
para adquirir la felicidad eterna. 13 Cuando Lutero se convirtió en
reformador y declaró que el cielo no se obtendría por medios como
estos, sabía muy bien lo que estaba diciendo. "Yo era en verdad un
monje piadoso", le escribió al duque Jorge de Sajonia, "y seguí las
reglas de mi orden más estrictamente de lo que puedo expresar. Si
algún monje pudiera obtener el cielo por sus obras de monje, sin duda
habría tenido derecho a De esto pueden testificar todos los frailes que
me han conocido. Si hubiera durado mucho más, habría llevado mis
mortificaciones hasta la muerte, mediante mi vigilia, oraciones,
lecturas y otras labores ". 14

Nos acercamos a la época que hizo de Lutero un nuevo hombre y que,


al revelarle la infinitud del amor de Dios, lo puso en condiciones de
declararlo al mundo.
Lutero no encontró en la tranquilidad del claustro y en la perfección
monacal esa paz espiritual que había buscado allí. Quería tener la
seguridad de su salvación: esta era la gran necesidad de su alma. Sin él,
no había reposo para él. Pero los miedos que lo habían agitado en el
mundo lo persiguieron hasta su celda. No, aumentaron. El más leve
grito de su corazón resonó con fuerza bajo los silenciosos arcos del
claustro. Dios lo había llevado allí para que aprendiera a conocerse a sí
mismo y a desesperar de su propia fuerza y virtud. Su conciencia,
iluminada por el Verbo Divino, le dijo lo que era ser santo; pero se
llenó de terror al encontrar, ni en su corazón ni en su vida, esa imagen
de santidad que había contemplado con admiración en la Palabra de
Dios. ¡Un descubrimiento triste y hecho por todo hombre sincero! ¡No
hay justicia en el interior, no hay justicia sin! ¡Todo era omisión,
pecado, impureza! ...... Cuanto más ardiente era el carácter de Lutero,
más fuerte era esa secreta y constante resistencia que la naturaleza del
hombre opone al bien; y lo hundió en la desesperación.
Los monjes y teólogos de la época lo alentaron a satisfacer la justicia
divina mediante obras meritorias. Pero ¿qué funciona, pensó, puede
venir de un corazón como el mío? ¿Cómo puedo presentarme ante la
santidad de mi juez con obras contaminadas en su misma fuente? "Vi
que era un gran pecador a los ojos de Dios", dijo, "y no pensé que fuera
posible para mí propiciarlo por mis propios méritos".
Estaba agitado pero abatido, evitando la conversación trivial y
estúpida de los monjes. Este último, incapaz de comprender las
tormentas que azotan su alma, lo miró con sorpresa 15 y le reprochó su
silencio y su aire lúgubre. Un día, nos cuenta Cocloeus, mientras
decían misa en la capilla, Lutero había llevado allí toda su ansiedad y
estaba en el coro en medio de los hermanos, triste y desconsolado. Ya
el sacerdote se había postrado, se había quemado el incienso ante el
altar, se había cantado la Gloria, y estaban leyendo el Evangelio,
cuando el pobre monje, incapaz de reprimir más su angustia, gritó en
tono lúgubre, mientras caía. de rodillas, "No soy yo, no soy yo". 16
Todos quedaron atónitos: y la ceremonia se interrumpió por un
momento. Quizás a Lutero le pareció oír algún reproche del que se
sabía inocente; tal vez declaró su indignidad de ser uno de aquellos a
quienes la muerte de Cristo había traído el regalo de la vida eterna.
Cochloeus dice que estaban leyendo la historia del grito del mudo de
quien Cristo expulsó a un diablo. Es posible que este grito de Lutero, si
el relato sea cierto, se refiriera a esta circunstancia, y que, aunque
mudo como el mudo, protestó con tal exclamación, que su silencio
provenía de otras causas distintas de la posesión demoníaca. De
hecho, Cochloeus nos dice que los monjes a veces atribuían los
sufrimientos de su hermano a una relación secreta con el diablo, y este
mismo escritor albergaba esa opinión. 17
Una conciencia tierna inclinó a Lutero a considerar la más mínima
falta como un pecado grave. Apenas lo había descubierto, se empeñó
en expiarlo con las más severas mortificaciones que sólo le sirvieron
para señalarle la inutilidad de todos los remedios humanos. "Me
torturé casi hasta la muerte", dijo, "para procurar la paz con Dios para
mi corazón atribulado y mi conciencia agitada; pero rodeado de una
densa oscuridad, no encontré paz en ninguna parte".

Las prácticas de la santidad monástica, que habían adormecido a


tantas conciencias, y a las que el mismo Lutero había recurrido en su
angustia , pronto le parecieron los remedios inútiles de una religión
empírica y engañosa. "Cuando aún era monje, apenas me sentí asaltado
por una tentación cuando grité: ¡Estoy perdido! Inmediatamente
recurrí a mil métodos para sofocar los gritos de mi conciencia. Iba
todos los días a confesarme, pero Eso no me sirvió de nada. Luego,
abatido por el dolor, me torturaba por la multitud de mis
pensamientos. - ¡Mira !, exclamé, ¡todavía eres envidioso, impaciente,
apasionado! ... ¡De nada te aprovecha, miserable! , haber entrado en
este orden sagrado ".
Y, sin embargo, Lutero, imbuido de los prejuicios de su tiempo, había
considerado desde su juventud las observancias, cuya inutilidad había
descubierto ahora, como un cierto remedio para las almas enfermas.
¿Qué puede pensar del extraño descubrimiento que acaba de hacer en
la soledad del claustro? ¡Es posible, entonces, morar dentro del
santuario y, sin embargo, llevar en el seno a un hombre de pecado! ...
Ha recibido otra prenda, pero no otro corazón. Sus expectativas están
decepcionadas. ¿Dónde puede parar? ¿Pueden todas estas reglas y
observancias ser meras invenciones humanas? Tal suposición le
parece, en un momento, una tentación del diablo, y en otro, una
verdad irresistible. Por turnos, luchando con la santa voz que hablaba
a su corazón, y con las venerables instituciones que el tiempo había
sancionado, Lutero pasó su vida en una lucha continua. El joven
monje se arrastró como una sombra por las largas galerías del
claustro, que resonaban con sus lamentos dolorosos. Su cuerpo
consumido; su fuerza comenzó a fallarle; a veces sucedía que se
quedaba como muerto. 18
En una ocasión, abrumado por el dolor, se encerró en su celda y
durante varios días y noches no permitió que nadie lo acercara. Uno de
sus amigos, Lucas Edemberger, angustiado por el desdichado monje, y
presintiendo el estado en que se encontraba, se llevó a unos
muchachos que tenían la costumbre de cantar en los coros y llamó a la
puerta del celular . Nadie abre, nadie responde. El bueno de
Edemberger, aún más alarmado, rompe la puerta. Lutero yace
inconsciente en el suelo y no da señales de vida. Su amigo se esfuerza
en vano por recordarlo: todavía está inmóvil. Luego, los coristas
comienzan a cantar un dulce himno. Sus voces claras actúan como un
hechizo sobre el pobre monje, para quien la música fue siempre uno de
sus mayores placeres: poco a poco recupera su fuerza, su conciencia y
su vida. 19 Pero si la música puede devolverle la serenidad por unos
instantes, necesita otro remedio más fuerte para curarlo por completo:
necesita ese sonido suave y sutil 20 del Evangelio, que es la voz de
Dios mismo. Lo sabía bien . Y por eso sus angustias y sus terrores lo
llevaron a estudiar con renovado celo los escritos de los profetas y de
los apóstoles. 21
Notas finales :

1. Hujus mundi desprecio, ingressus est arrepentido, multia


admirantibus, monasterium. Cochloeus, 1.
2. In vita semimortua. Melch. Adami VL pág. 102.
3. Gott geb dass es nicht ein Betrug und teuflisch Gespenst
sev! L. Epp. 2: 101.
4. Loca immunda purgare coactus est. M. Adami Vita Luth.
Pág. 103.
5. Selnecceri Orat. De Luth. - Mathesius, pág. 5.
6. En disputationibus publicis labyrinthos allis
inextricabiles, dissrte multis admirantibus explicabat.
Melancth. Vita Luth.
7. In eo vitae genere non f amam ingenii, sed alimenta
pietatis quaerebat. Ibídem.
8. Et firmis testimoniis aleret timorem et fidem. Ibídem.
9. Gesch. D. deutsch. Bibelubersetzung.
10. Si Lyra no había tocado su lira, Lutero nunca había
bailado.
11. Summa disciplinae severitate se ipse regit, et omnibu s
exercitiis lectionum, disputationum, jejuniorum, precum
omnes longe superat. Melancth. Vit. Luth.
12. Erat enim natura, valde modici cibi et potus; vidi
continuis quatuor diebus, cum quidem recte valeret,
prorsus nihill edentem aut bibentem. Ibídem.
13. Strenue in studiis et exercitiis spiritualibus, militavit ibi
Deo annis quatuor. Cochloeus.
14. Op. (W.) 19: 2299.
15. Visus est fratribus non nihil singularitatis habere.
Cochloeus, 1.
16. Cum..repente ceciderit vociferans, "Non sum! Non
Sum!" Ibídem.
17. Ex occulto aliquo cum daem one commercio. Ibídem.
18. Saepe eum cogitantem attentius de ira Dei, aut de
mirandis poenarum exelis, subito tanti terrores
concutiebant, ut pene exanimaretur. Melancth. Vita Luth.
19. Seckend, pág. 53.
20. Reyes 19:12.
21. Hoc studium ut magis expeteret, illis suis dolor ibus et
pavoribus movebatur. Melancth. Vita Luth.
LIBRO 2
CAPÍTULO 4

Lutero no fue el primer monje que pasó por tales pruebas. Las lúgubres
paredes del claustro a menudo ocultaban los vicios más abominables,
que habrían hecho estremecer a toda mente recta, si hubieran sido
revelados; pero también a menudo escondían virtudes cristianas que
allí se expandían en el silencio y que, de haber sido expuestas a los ojos
del mundo, hubieran suscitado la admiración universal. Los
poseedores de estas virtudes, que vivían sólo con ellos mismos y con
Dios, no llamaban la atención y eran a menudo desconocidos para el
modesto convento en el que estaban encerrados: sus vidas eran
conocidas sólo por Dios. A veces, estos humildes solitarios caían en esa
teología mística, ¡triste enfermedad de las mentes más nobles! que en
épocas anteriores había sido el deleite de los primeros monjes a orillas
del Nilo, y que consume sin provecho las almas de quienes se
convierten en sus víctimas.
Sin embargo, si uno de estos hombres era llamado a algún puesto
elevado, mostraba virtudes cuya influencia salutaria era sentida
durante mucho tiempo y ampliamente. La vela estaba colocada sobre
un candelero e iluminaba toda la casa. Muchos fueron despertados por
esta luz. Así, de generación en generación se propagaron estas almas
piadosas; se les veía brillar como antorchas aisladas en los mismos
momentos en que los claustros eran a menudo poco más que
receptáculos impuros de la más profunda oscuridad.
Así se había distinguido a un joven en uno de los conventos alemanes.
Su nombre era John Staupitz y era descendiente de una familia noble
misniana . Desde su más tierna juventud había tenido gusto por el
conocimiento y amor por la virtud. 1 Sintió la necesidad de jubilarse
para dedicarse a las letras. Pronto descubrió que la filosofía y el
estudio de la naturaleza no podían hacer mucho por la salvación
eterna. Por lo tanto, comenzó a aprender divinidad; pero sobre todo se
esforzó por unir la práctica con el conocimiento. "Porque", dice uno de
sus biógrafos, "es en vano que asumamos el nombre de divino, si no
confirmamos ese noble título con nuestras vidas". 2 El estudio de la
Biblia y de la teología agustina, el conocimiento de sí mismo, las
batallas que él, como Lutero, había tenido que librar contra los
engaños y las concupiscencias de su corazón, lo llevaron al Redentor.
Encontró paz para su alma en la fe en Cristo. La doctrina de la elección
por gracia se había apoderado de su mente. La integridad de su vida, la
amplitud de sus conocimientos, la elocuencia de su discurso, nada
menos que un exterior llamativo y modales dignos, 3 lo recomendaban
a sus contemporáneos. Federico el Sabio, elector de Sajonia, lo hizo
amigo suyo, lo empleó en varias embajadas y fundó la universidad de
Witt enberg bajo su dirección. Este discípulo de San Pablo y San
Agustín fue el primer decano de la facultad teológica de esa escuela de
donde la luz iba a salir un día para iluminar las escuelas e iglesias de
tantas naciones. Estuvo presente en el concilio de Latera n, como
apoderado del arzobispo de Saltzburg, se convirtió en provincial de su
orden en Turingia y Sajonia, y luego vicario general de los Agustinos
para toda Alemania.
Staupitz estaba afligido por la corrupción de la moral y los errores de
doctrina que estaban devastando la Iglesia. Sus escritos sobre el amor
de Dios, sobre la fe cristiana y sobre la conformidad con la muerte de
Cristo y el testimonio de Lutero lo confirman. Pero consideraba que el
primer mal era más importante que el segundo. Además de la dulzura y
la indecisión de su carácter, su deseo de no ir más allá del ámbito de
acción que creía que le había sido asignado, lo hacía más apto para ser
restaurador de un convento que reformador de la Iglesia. No hubiera
querido elevar a nadie más que a hombres distinguidos para cargos
importantes; pero al no encontrarlos, se sometió a emplear a otros.
"Tenemos que arar", dijo, "con los caballos que encontremos; y con
bueyes, si no hay caballos". 4
Hemos sido testigos de la angustia y las luchas internas de las que
Lutero fue presa en el convento de Erfurth. En este período se anunció
una visita del vicario general. De hecho, Staupitz vino a hacer su
inspección habitual. El amigo de Federico, fundador de la universidad
de Wit tenberg y jefe de los Agustinos, mostró mucha bondad hacia los
monjes que estaban bajo su autoridad. Uno de estos hermanos pronto
llamó su atención. Era un joven de mediana estatura, a quien el
estudio, el ayuno y las vigilias prolongadas habían consumido tanto
que todos sus huesos podían contarse. 5 Sus ojos, que en los años
posteriores fueron comparados con los de un halcón, estaban
hundidos; su actitud estaba abatida; su semblante delataba una mente
agitada, presa de mil luchas, pero aún fuerte y resuelta. Toda su
apariencia era grave, melancólica y solemne. Staupitz, cuyo
discernimiento había sido ejercitado por una larga experiencia,
descubrió fácilmente lo que pasaba por su mente y distinguió al joven
monje por encima de todos los que lo rodeaban. Se sentía atraído
hacia él, tenía un presentimiento de su gran destino y albergaba un
interés paternal por su inferior. Había tenido que luchar, como Lutero,
y por eso podía entenderlo. Sobre todo, podía señalarle el camino
hacia la paz, que él mismo había encontrado. Lo que supo de las
circunstancias que habían llevado al joven Agustín al convento,
aumentó aún más su simpatía. Pidió al prior que lo tratara con mayor
dulzura y aprovechó las oportunidades que le brindaba su posición
para ganarse la confianza del hermano menor. Acercándose a él con
afecto, se esforzó por todos los medios para disipar su timidez, que
aumentaba con el respeto y el miedo que un hombre de tan elevado
rango como Staupitz debía inspirar necesariamente.
El corazón de Lutero, que hasta entonces había cerrado con severos
tratos, se abrió por fin y se expandió bajo los suaves rayos de la
caridad. "Como en el agua un rostro responde a otro, así el corazón de
hombre a hombre". 6 El corazón de Lutero encontró eco en el de
Staupitz. El vicario general lo comprendió, y el monje sintió hacia él
una confianza que aún no había experimentado para nadie. Le reveló
la causa de su abatimiento, le describió los horribles pensamientos que
lo dejaban perplejo, y luego inició en el claustro de Erfurth aquellas
conversaciones tan llenas de sabiduría e instrucción. Hasta ese
momento nadie había entendido a Lutero. Un día, cuando estaba a la
mesa en el refectorio, el joven monje, abatido y silencioso, apenas tocó
su comida. Staupitz, que lo miró con seriedad, dijo al fin: "¿Por qué
estás tan triste, hermano Martín?" "¡Ah!" respondió él con un
profundo suspiro, "¡No sé qué será de mí!" - "Estas tentaciones", resu
med Staupitz, "son más necesarias para ti que comer y beber". Estos
dos hombres no se detuvieron allí; y al poco tiempo, en el silencio del
claustro, tuvo lugar esa relación íntima, que contribuyó
poderosamente a sacar al futuro reformador de su estado de tinieblas.
"Es en vano", dijo Lutero desanimado a Staupitz, "que le haga
promesas a Dios: el pecado es siempre el más fuerte".
"¡Oh mi amigo!" respondió el vicario general, recordando su propia
experiencia; "más de mil veces he jurado a nuestro santo Dios vivir
piadosamente, y nunca he cumplido mis votos. Ahora no juro más,
porque sé que no puedo cumplir mis solemnes promesas. Si Dios no
tiene misericordia de mí por el amor de Cristo, y concédeme una
partida feliz, cuando deba abandonar este mundo, nunca, con la ayuda
de todos mis votos y todas mis buenas obras, estaré delante de Él.
Debo morir ". 7 El joven monje está aterrorizado ante la idea de la
justicia divina. Expone todos sus miedos al vicario general . Está
alarmado por la indecible santidad de Dios y su soberana majestad.
"¿Quién resistirá el día de su venida? ¿
Y quién resistirá cuando él aparezca?" (Malaquías 3: 2.)

Staupitz reanuda: sabe dónde había encontrado la paz y se lo indicará


al joven. "¿Por qué," dijo él, "te atormentas con todas estas
especulaciones y estos pensamientos elevados? ...... Mira las llagas de
Jesucristo, la sangre que él ha derramado por ti: es allí donde el la
gracia de Dios se te aparecerá. En lugar de torturarte a causa de tus
pecados, arrójate en los brazos del Redentor. Confía en él, en la
justicia de su vida, en la expiación de su muerte. No retrocedas, Dios
es no estoy enojado con ustedes, son ustedes los que están enojados
con Dios. Escuchen al Hijo de Dios. Él se hizo hombre para darles la
seguridad del favor divino. Él les dice: Mis ovejas son ustedes; oyen mi
voz; nadie te arrancaré de mi mano ". 8
Pero Lutero no encuentra en sí mismo el arrepentimiento que él cree
necesario para la salvación: responde, y es la respuesta habitual de las
mentes angustiadas y tímidas: "¿Cómo puedo atreverme a creer en el
favor de Dios, mientras no haya ¿verdadera conversión en mí? Debo
ser cambiado antes de que él me acepte ".
Su venerable guía le muestra que no puede haber una conversión real
mientras el hombre tema a Dios como un juez severo. "¿Qué diréis
entonces", pregunta Lutero "a tantas conciencias a las que se les
prescriben mil tareas insoportables para que ganen el cielo?"
Entonces oye esta respuesta del vicario general, o más bien no cree
que venga del hombre: le parece una voz del cielo. 9
"No hay verdadero arrepentimiento, excepto tha t que comienza con el
amor de Dios y de la justicia. 10 Lo que otros imaginan que ser el fin y
la realización de arrepentimiento, es por el contrario sólo su comienzo.
Con el fin de que sean llenos ingenio h el amor a Dios. Si deseas
convertirte, no tengas curiosidad por todas estas mortificaciones y
todas estas torturas. ¡Ama a aquel que te amó primero! "
Lutero escucha, escucha de nuevo. Estos consuelos lo llenan de alegría
hasta entonces desconocida e imparten nueva luz. "Es Jesucristo",
piensa en su corazón; "Sí, es Jesucristo mismo quien tan
maravillosamente me consuela con estas dulces y sanadoras palabras".
11
Estas palabras, en efecto, penetraron hasta el fondo del corazón del
joven monje, como la afilada flecha de un hombre fuerte. 12 Para
arrepentirnos, debemos amar a Dios. Guiado por esta nueva luz,
comienza a comparar las Escrituras. Busca todos los pasajes que tratan
del arrepentimiento y la conversión. Estas palabras, hasta entonces tan
temidas, para usar su propia expresión, "se han convertido para él en
un agradable pasatiempo y en la más dulce de las recreaciones. Todos
los pasajes de la Escritura que solían alarmarlo, ahora parecen correrle
por todos lados, - sonreír y divertirse a su alrededor ". 13
"Hasta ahora", exclama, "aunque disimulé cuidadosamente el estado
de mi alma ante Dios y me esforcé en expresarle un amor que era una
mera coacción y una ficción, no había expresión en las Escrituras tan
amarga para mí como la de arrepentimiento. Pero ahora no hay
ninguno tan dulce ni más aceptable. 14 ¡Oh! ¡Cuán deliciosos son
todos los preceptos de Dios cuando los leemos no solo en los libros,
sino también en las preciosas llagas de nuestro Salvador! " 15
Aunque Lutero había sido consolado por las palabras de Staupitz, sin
embargo, a veces se desanimaba. El pecado volvió a sentirse en su
tímida conciencia, y luego toda su desesperación anterior desterró el
gozo de la salvación. "¡Oh mi pecado! ¡Mi pecado! ¡Mi pecado!" gritó un
día el joven monje en presencia del vicario general, con tono de
profunda angustia. "¡Bien! ¿ Serías pecador solo en apariencia",
respondió este último, "y también tendrías un Salvador solo en
apariencia? Entonces", agregó Staupitz con autoridad, "Sepa que
Jesucristo es el Salvador incluso de los grandes. , verdaderos
pecadores, y merecedores de la condenación total ".
No fue solo el pecado que descubrió en su corazón lo que agitó a
Lutero; los problemas de su conciencia aumentaron con los de la razón.
Si los santos preceptos de la Biblia lo alarmaron, algunas de las
doctrinas de ese libro divino aumentaron aún más sus torturas.
La Verdad, que es el gran medio por el cual Dios confiere paz al
hombre, debe comenzar necesariamente por quitarle la falsa seguridad
que lo destruye. La doctrina de la elección perturbó particularmente al
joven y lo lanzó a un campo de investigación sin límites. ¿Debe creer
que fue el hombre quien primero eligió a Dios para su porción, o que
Dios primero eligió al hombre? La Biblia, la historia, la experiencia
cotidiana, las obras de Agustín, todo le había mostrado que debemos
ascender siempre y en todo caso a esa causa primera, a esa voluntad
tan veterana por la que todo existe y de la que todo depende. Pero su
espíritu ardiente hubiera deseado ir aún más lejos; hubiera deseado
penetrar en los secretos consejos de Dios, desvelar sus misterios, ver lo
invisible y comprender lo incomprensible. Staupitz lo miró. Le dijo que
no se atreviera a sondear al Dios oculto, sino que se limitara a lo que
nos ha manifestado en Jesucristo. "Miren las llagas de Cristo", dijo, "y
entonces verán resplandecer el consejo de Dios hacia el hombre. No
podemos entender a Dios por Jesucristo. En él, ha dicho el Señor,
encontrarán lo que soy, y lo que necesito. En ningún otro lugar, ni en
el cielo ni en la tierra, lo descubrirás ". dieciséis
El vicario general hizo aún más. Mostró a Lutero los designios paternos
de la Providencia al permitir estas tentaciones y estas diversas luchas
que su alma iba a sufrir. Le hizo verlos con una luz bien calculada para
revivir su co urador. Mediante tales pruebas, Dios prepara para sí las
almas que destina a alguna obra importante. Debemos probar el barco
antes de lanzarlo al ancho mar. Si hay una educación necesaria para
todo hombre, hay una particular para aquellos que están destinados a
actuar sobre su generación. Esto es lo que Staupitz representó al monje
de Erfurth. "No es en vano", le dijo, "que Dios te ejercita en tantos
conflictos: verás que te empleará, como su siervo, para grandes
propósitos".
Estas palabras, que Lutero escuchó con asombro y humildad, le
infundieron valor y le llevaron a descubrir en sí mismo una fuerza que
ni siquiera había sospechado. La sabiduría y la prudencia de un amigo
iluminado le revelaron gradualmente al hombre fuerte . Staupitz fue
más allá: le dio muchas orientaciones valiosas para sus estudios,
exhortándolo, de ahora en adelante, a derivar toda su teología de la
Biblia y a desechar los sistemas de las escuelas. "Que el estudio de las
Escrituras", dijo, "sea tu ocupación favorita". Nunca fue mejor seguir
un buen consejo. Lo que más deleitó a Lutero, fue el actual Staupitz le
hizo de una Biblia: pero no era esa latina, encuadernada en cuero rojo,
propiedad del convento, y que era todo su deseo de poseer y poder
llevar. con él, porque estaba muy familiarizado con sus páginas y sabía
dónde encontrar cada pasaje. 17 Sin embargo, finalmente es dueño del
tesoro de Dios. De ahora en adelante estudia las Escrituras, y
especialmente las epístolas de San Pablo, con un celo cada vez mayor.
A estos agrega las obras de San Agustín solamente. Todo lo que lee está
profundamente grabado en su mente. Sus luchas han preparado su
corazón para comprender la Palabra. La tierra ha sido arada profunda:
la semilla incorruptible se hunde en ella con poder. Cuando Staupitz
abandonó Erfurth, Lutero había amanecido de nuevo.
Pero el trabajo aún no estaba terminado. El vicario general había
preparado el camino: Dios reservaba su realización para un
instrumento más humilde. La conciencia del joven Agustín aún no
había encontrado reposo. Su cuerpo cedió por fin bajo el conflicto y la
tensión de su alma. Fue atacado por una enfermedad que lo llevó al
borde de la tumba. Esto fue en el segundo año de su residencia en el
convento. Todas sus angustias y todos sus temores se despertaron ante
la proximidad de la muerte. Su propia impureza y la santidad de Dios
volvieron a perturbar su mente. Un día, mientras yacía abrumado por
la desesperación, un anciano monje entró en su celda y le dirigió unas
pocas palabras de consuelo. Lutero le abrió su corazón y le dio a
conocer los temores que lo atormentaban. El venerable anciano era
incapaz de seguir a esa alma en todas sus dudas, como había hecho
Staupitz; pero conocía su Credo y había encontrado en él mucho
consuelo para su corazón. Por tanto, aplicará el mismo remedio a su
hermano menor. ¿Llevándolo de regreso a los Apóstoles? credo que
Lutero había aprendido en la primera infancia en la escuela de
Mansfeldt, el anciano monje repitió este artículo con amable bondad:
Creo en el perdón de los pecados. Estas sencillas palabras, que el
piadoso hermano pronunció con sinceridad en este momento decisivo,
difundieron un gran consuelo en el corazón de Lutero. "Creo", le repitió
a su elfo mucho tiempo en su lecho de enfermedad, "¡Creo en el
perdón de los pecados!" - "¡Ah!" dijo el monje, "debes creer no solo en
el perdón de los pecados de David y de Pedro, porque esto hasta los
demonios creen. Es el mandato de Dios que creemos que nuestros
propios pecados nos son perdonados". 18 ¡ Cuán delicioso le pareció
este mandamiento al pobre Lutero! "Escucha lo que dice San Bernardo
en su discurso sobre la Anunciación", agregó el anciano hermano: "El
testimonio del Santo Dios en tu corazón es este: Tus pecados te son
perdonados".
A partir de este momento la luz brotó en el corazón del joven monje de
Erfurth. La palabra de gracia se había pronunciado: él había creído en
ella. Él niega todo mérito de la salvación y se resigna confiadamente a
la gracia de Dios en Jesucristo. Al principio no percibe las
consecuencias del principio que ha admitido; sigue siendo sincero en
su apego a la Iglesia y, sin embargo, ya no la necesita; porque ha
recibido la salvación inmediatamente de Dios mismo, y de ahora en
adelante el catolicismo romano está virtualmente destruido en él. Él
avanza, busca en los escritos de los apóstoles y profetas todo lo que
pueda fortalecer la esperanza que llena su corazón. Cada día invoca el
apoyo de lo alto, y cada día también aumenta la luz en su alma.
La salud mental de Lutero restauró la de su cuerpo, y pronto se levantó
de su lecho de enfermedad. Había recibido una nueva vida en una
doble escena. La fiesta de Navidad, que pronto llegó, le brindó la
oportunidad de saborear abundantemente todos los consuelos de la fe.
Participó en estas santas solemnidades con dulce emoción; y cuando en
el ceremonial del día tuvo que cantar estas palabras: ¡Oh beata culpa,
quae talem meruisti Redemptorem! 19 todo su ser respondió Amén y
se estremeció de gozo.
Lutero llevaba dos años en el claustro e iba a ser ordenado sacerdote.
Había recibido mucho y vio con deleite la perspectiva que ofrecía el
oficio sacerdotal de distribuir libremente lo que había recibido
gratuitamente. Quería aprovechar la ceremonia que estaba a punto de
realizarse para reconciliarse a fondo con su padre. Lo invitó a estar
presente e incluso le pidió que arreglara el día. Juan Lutero, que
todavía no estaba del todo pacificado con respecto a su hijo, aceptó sin
embargo la invitación y nombró el domingo 2 de mayo de 1507.
Entre los amigos de Lutero se encontraba el vicario de Eisenach, John
Braun, quien le había sido un fiel consejero durante su residencia en
esa ciudad. Lutero le escribió el 22 de abril. Esta es la carta más antigua
del reformador y lleva la siguiente dirección: "A John Braun, santo y
venerable sacerdote de Cristo y María". Sólo en las dos primeras cartas
de Lutero se encuentra el nombre de María.
"Dios, que es glorioso y santo en todas sus obras", dice el candidato al
sacerdocio, "habiendo condescendido muy bondadosamente a
levantarme, a mí, un miserable y en todos los aspectos indigno
pecador, y a llamarme por su único e indigno pecador. misericordia
más libre a su sublime ministerio; debo, para dar testimonio de mi
gratitud por tan divina y magnífica bondad (al menos en la medida en
que el mero polvo y las cenizas pueden hacerlo) cumplir con todo mi
corazón los deberes del oficio encomendado a yo."
Por fin llegó el día . El minero de Mansfeldt no dejó de estar presente
en la ordenación de su hijo. De hecho, no le dio una muestra
inequívoca de su afecto y de su generosidad al obsequiarle en esta
ocasión con veinte florines.

La ceremonia tuvo lugar. Hieronymus, obispo de Brandeburgo, ofició.


En el momento de conferir a Lutero el poder de celebrar la misa,
colocó el cáliz en sus manos y pronunció estas solemnes palabras:
"Accipe potestatem sacrificandi pro vivis et mortuis: recibe el poder de
sacrificarse por los vivos y los muertos". Lutero en ese momento
escuchó con calma estas palabras, que le confirieron el poder de hacer
la obra del Hijo de Dios; pero se estremeció ante ellos en los años
posteriores. "Si la tierra no se abrió y nos tragó a los dos", dijo , "se
debió a la gran paciencia y longanimidad del Señor". 20
Posteriormente, el padre cenó en el convento con su hijo, los amigos
del joven sacerdote y los monjes. La conversación se centró en la
entrada de Martín en el monasterio. Los hermanos la ensalzaron en
voz alta como una obra sumamente meritoria; ante lo cual el inflexible
Juan, volviéndose hacia su hijo, le preguntó: "¿No has leído en la
Escritura que debes obedecer a tu padre ya tu madre?" 21 Estas
palabras golpearon a Lutero; presentaban en un aspecto
completamente nuevo la acción que lo había llevado al seno del
convento, y durante mucho tiempo resonaron en su corazón.
Poco después de su ordenación, Lutero, por consejo de Staupitz, hizo
pequeñas excursiones a pie por las parroquias y conventos vecinos, ya
sea para distraer su mente y darle a su cuerpo el ejercicio necesario, o
para acostumbrarlo a la predicación.
La fiesta de Corpus Christi se iba a celebrar con gran pompa en
Eisleben. El vicario general estaría presente y Lutero se dirigió allí
también. Todavía necesitaba a Staupitz y buscaba todas las
oportunidades para encontrarse con este guía iluminado que dirigía su
alma por el camino de la vida. La procesión fue numerosa y brillante. El
mismo Staupitz llevó la hostia consagrada, seguido de Lutero con sus
ropas sacerdotales. La idea de que era Jesucristo mismo a quien
llevaba el vicario general, la idea de que el Salvador estaba allí en
persona ante él, de repente golpeó la imaginación de Lutero y lo llenó
de tal terror que apenas pudo continuar. El sudor caía gota a gota de
su rostro; se tambaleó y pensó que debía morir de angustia y espanto.
Por fin terminó la procesión; la hostia, que había despertado todos los
temores del monje, fue depositada solemnemente en el santuario; y
Lutero, encontrándose solo con Staupitz, cayó en sus brazos y confesó
su pavor. Entonces el buen vicario general, que conocía desde hacía
mucho tiempo al amable Salvador, que no rompe la oreja magullada ,
le dijo con dulzura: "No fue Jesucristo, hermano mío; no alarma; sólo
da consuelo". 22
Lutero no estaba destinado a permanecer escondido en un convento
oscuro. Había llegado el momento de su traslado a un escenario más
amplio. Staupitz, con quien siempre mantuvo una estrecha
comunicación, vio claramente que la disposición del joven monje era
demasiado activa para estar confinada en un círculo tan estrecho.
Habló de él con el elector Federico de Sajonia, y este príncipe alista
invitó a Lutero en 1508, probablemente a finales de año, para que
fuera profesor en la universidad de Wittenberg. Este era el campo en el
que iba a librar muchas batallas duras. Lutero sintió que su verdadera
vocación estaba allí. Se le pidió que se remontara a su nuevo puesto
con toda rapidez: respondió a la llamada sin demora, y en la prisa de
su mudanza no tuvo tiempo de escribirle a quien calificaba como su
maestro y padre amado, John Braun. , coadjutor de Eisenach. Sin
embargo, lo hizo unos meses después. "Mi partida fue tan apresurada",
dijo, "que aquellos con los que vivía casi lo ignoraron. Estoy más lejos,
lo confieso: pero la mayor parte de mí permanece con ustedes". 23
Lutero había sido tres años en el claustro de Erfurth.

Notas finales:
1. A teneris unguiculis, generoso animi impetu, ad virtutem
et eruditam doctrinam contendit. Melch. Adán. Vita
Staupizil.
2. Ibídem.
3. Corporis forma atque statura conspicuus. Cochloeus, 3.
4. Op. (W.) 5: 2819.

5. Epista Mosellani.
6. Proverbios 27:19.
7. Op. (W.) 8: 2725
8. Ibídem. 2: 264
9. Te velut e coelo sonantem acceptimus. L. Epp. 1:15. Ad
Staupitzium, 30 de mayo de 1518.
10. Poenitentia vero non est, nisi quae ab amore justitiae et
Dei incipit, etc. Ibíd.
11. Memini inter jucundissimas et salutares fabulas tuas,
quibus me solet Dominus Jesus mirifice consolari. L. Epp.
1: 115. Ad Staupitzium, 30 de mayo de 1518.
12. Haesit hoc verbum tuum en mí, sicut sagitta potentis
acuta. Yo diré.
13. Ecce jucundissimum ludum, verba undique mihi
colludebant, planeque huic sententiae arridebant et
assultabant. L. Epp. 1: 115.
14. Nunc nihil dulcius aut gratius mihi sonet quam
poenitentia, etc. Ibíd.
15. Ita enim dulcescunt praecepta Dei, quando non in libria
tantum, sed in ulneribus dulcissimi Salvatoris legenda
intelligimus. Ibídem.
16. Op. (W.) 22. 489.
17. Seckend. Pág. 52.
18. Davidi aut Petro .. Sed mandatum Dei esse, ut singuli
homines nobis remitti peccata credamus. Melancth. Vita
Luth.

19. ¡Oh, bendita falta, que ha merecido semejante Redentor!


Mathesius, pág. 5.
20. Op. 16. (W.) 1144.
21. El, hast du nicht auch gehort dass man Eltern soll
gehorsam seyn. L. Epp. 2: 101.
22. Es ist nicht Christus, denn Christus schreckt nicht,
sondern trostet nur. L. Opp. (W.) 22. Pp. 513, 724.
23. Epp. 1. P. 5. 17 de marzo de 1509.
LIBRO 2
CAPÍTULO 5

En el año 1502, Federico el Elector fundó una nueva universidad en


Wittenberg. Declaró en la carta que confirma los privilegios de esta
escuela secundaria, que él y su gente la verían como un oráculo. En ese
momento había pensado poco en la manera notable en que se
verificaría este lenguaje. Dos hombres pertenecientes a la oposición
que se había formado contra el sistema escolástico, Pollich de
Mellerstadt, doctor en medicina, derecho y filosofía, y Staup itz,
habían tenido una gran influencia en el establecimiento de esta
academia. La universidad declaró que eligió a San Agustín como su
patrón, una elección que fue muy significativa. Esta nueva institución,
que poseía una gran libertad y que se consideraba un tribunal de
apelación final en todos los casos de dificultad, estaba admirablemente
preparada para convertirse en la cuna de la Reforma y contribuyó
poderosamente al desarrollo de Lutero y de la obra de Lutero.
A su llegada a Wittenberg, se dirigió al convento de Agustín, donde se
le asignó una celda; porque aunque profesor, no dejó de ser monje.
Había sido llamado para enseñar física y dialéctica. Al asignarle este
deber, probablemente se habían prestado atención a los estudios
filosóficos que había realizado en Erfurth y al grado de maestro en
artes que había obtenido. Así Lutero, que tenía hambre y sed de la
Palabra de Dios, se vio obligado a dedicarse casi exclusivamente al
estudio de la filosofía escolástica aristotélica. Necesitaba ese pan de
vida que Dios da al mundo y, sin embargo, debe ocuparse de las
sutilezas humanas. ¡Qué moderación! ¡Y qué señales provocó! "Por la
gracia de Dios, estoy bien", le escribió a Braun, "excepto que tengo que
estudiar filosofía con todas mis fuerzas. Desde el primer momento de
mi llegada a Wittenberg, deseaba fervientemente cambiarlo por el de
teología. ; pero ", agregó, para que no se suponga que se refería a la
teología del día," es de una teología que busca la semilla en la nuez, el
trigo en la cáscara, la médula en los huesos, que yo soy hablando. 1 Sea
como fuere, Dios es Dios ", continúa con esa confianza que fue el alma
de su vida; "El hombre casi siempre se equivoca en sus juicios; pero
este es nuestro Dios. Él nos guiará con bondad por los siglos de los
siglos". Los estudios que Lutero se vio obligado entonces a realizar le
fueron de gran utilidad, ya que le permitieron en años posteriores
combatir los errores de los escolásticos.
Pero no podía detenerse ahí. El deseo de su corazón estaba a punto de
cumplirse. Ese mismo poder, que unos años antes había expulsado a
Lutero del colegio de abogados a una vida monástica, ahora lo
impulsaba de la filosofía a la Biblia. Se dedicó con celo a la adquisición
de las lenguas antiguas , y en particular del griego y el hebreo, a fin de
extraer conocimiento y aprendizaje de los mismos manantiales de
donde brotaban. Fue toda su vida infatigable en el trabajo. 2 Unos
meses después de su llegada a la universidad, solicitó el título de
bachiller en teología. Lo obtuvo a finales de marzo de 1509, con la
convocatoria particular de dedicarse a la teología bíblica, ad Biblia.
Todos los días, a la una de la tarde, Lutero era llamado para dar una
conferencia sobre la Biblia: una hora precisa tanto para el profesor
como para sus alumnos, y que los llevaba cada vez más profundamente
al significado divino de aquellas revelaciones perdidas tanto tiempo
para el pueblo. ya las escuelas!
Comenzó su curso explicando los Salmos, y de allí pasó a la Epístola a
los Romanos. Fue más particularmente mientras meditaba en esta
porción de la Escritura, que la luz de la verdad penetró en su corazón.
En el retiro de su tranquila celda, solía consagrar horas enteras al
estudio del Verbo Divino, con esta epístola de San Pablo abierta ante
él. En una ocasión, habiendo llegado al versículo diecisiete del primer
capítulo, leyó este pasaje del profeta Habacuc: El justo por la fe vivirá.
Este precepto lo sorprendió. Entonces, para los justos existe una vida
diferente a la de los demás hombres: y esta vida es el don de la fe. Esta
promesa, que recibió en su corazón, como si Dios mismo la hubiera
puesto allí, le revela el misterio de la vida cristiana y aumenta esta vida
en él. Años después, en medio de sus numerosas ocupaciones, imaginó
que aún escuchaba estas palabras: El justo vivirá por la fe. 3
Las conferencias de Lutero así preparadas tenían poca similitud con lo
que se había escuchado hasta entonces. No era un retórico elocuente ni
un escolar de pedantes lo que hablaba; pero un cristiano que había
sentido el poder de las verdades reveladas, que las extrajo de la Biblia,
las derramó de los tesoros de su corazón, y las presentó todas llenas de
vida a sus asombrados oyentes. No fue la enseñanza de un hombre,
sino de Dios.
Este método completamente nuevo de exponer la verdad hizo un gran
ruido; la noticia se extendió por todas partes y atrajo a la universidad
recién establecida a una multitud de jóvenes estudiantes extranjeros.
Incluso muchos profesores asistieron a las conferencias de Lutero , y
entre otros Mellerstadt, frecuentemente llamado la luz del mundo,
primer rector de la universidad, que ya en Leipsic, donde había estado
anteriormente, había combatido seriamente las ridículas instrucciones
de la escolástica, había negado que "la luz creada el primer día fue la
teología", y había sostenido que el estudio de la literatura debería ser
la base de esa ciencia. "Este monje", dijo, "avergonzará a todos los
médicos; introducirá una nueva doctrina y reformará toda la iglesia;
porque se basa en la Palabra de Cristo, y nadie en el mundo puede
resistir o derrocar esa Palabra, aunque la ataque, todos los brazos de la
filosofía, de los sofistas, escotistas, albertistas, tomistas, y con todo el
Tartaretus ". 4
Staupitz, quien fue el instrumento de Dios para desarrollar todos los
dones y tesoros escondidos en Lutero, le pidió que predicara en la
iglesia de los Agustinos. El joven profesor rechazó esta propuesta.
Deseaba limitarse a sus deberes académicos, le temblaba la idea de
aumentarlos con los del ministerio. En vano Staupitz dijo que le
pidiera: "¡No! ¡No!" respondió él, "no es poca cosa hablar delante de los
hombres en lugar de Dios". 5 ¡ Qué humildad conmovedora en este
gran reformador de la Iglesia! Staupitz insistió; pero el ingenioso
Lutero, dice uno de sus biógrafos, encontró quince argumentos,
pretextos y evasiones para defenderse de esta invitación. Al fin, el jefe
de los Agustinos perseverando en su ataque, Lutero dijo: "Ah, doctor,
con esto me priva de la vida. No podré aguantar tres meses". - "¡Bien!
Que así sea en nombre de Dios", respondió el vicario general, "porque
nuestro Señor Dios también necesita en lo alto de hombres devotos y
hábiles". Lutero se vio obligado a ceder.

En medio de la plaza de Wittenberg se alzaba una antigua capilla de


madera, de diez metros de largo y veinte de ancho, cuyas paredes
apoyadas por todos lados se estaban derrumbando. Un viejo púlpito
hecho de tablones y de un metro de altura recibió al predicador. Fue en
este miserable lugar donde comenzó la predicación de la Reforma. Era
la voluntad de Dios que aquello que iba a restaurar su gloria tuviera
los comienzos más humildes. Se acababan de poner los cimientos de la
nueva Iglesia Agustín y, mientras tanto, se hacía uso de este miserable
lugar de culto. "Este edificio", añade Miconio, uno de los
contemporáneos de Lutero, que registra estas circunstancias, "bien
puede compararse con el establo en el que nació Cristo. Fue en este
recinto destrozado donde Dios quiso, por así decirlo, que su pozo -El
Hijo amado debe nacer por segunda vez. Entre esas miles de
catedrales y parroquias de las que se llena el mundo, no había una en
ese momento que Dios eligiera para la gloriosa bendición de la vida
eterna ".
Lutero predica: todo llama la atención en el nuevo ministro. Su
semblante expresivo, su aire noble, su voz clara y sonora, cautivan a
todos sus oyentes. Antes de su época, la mayoría de los predicadores
habían buscado más bien lo que divertía a su congregación que lo que
los convertiría. La gran seriedad que impregnaba todos los sermones
de Lutero y el gozo con que el conocimiento del Evangelio había
llenado su corazón, impartieron a su elocuencia una autoridad, una
calidez y una unción que sus predecesores no habían tenido. "Dotado
de un genio listo y vivo", dice uno de sus oponentes, 6 "con buena
memoria y empleando su lengua materna con maravillosa facilidad,
Lutero no era inferior a ninguno de sus contemporáneos en
elocuencia. Hablando desde el púlpito, como si alguna emoción
violenta lo agitaba, adaptando la acción a sus palabras, afectaba de
manera sorprendente la mente de sus oyentes y los llevaba como un
torrente a donde quisiera. Tanta fuerza, gracia y elocuencia rara vez se
encuentran en estos hijos del norte ". - "Tenía", dice Bossuet, "una
elocuencia viva e impetuosa que encantaba y alejaba al pueblo". 7

Pronto, la pequeña capilla no pudo contener a los oyentes que


acudieron a ella. El concilio de Wittenberg nombró entonces a Lutero
como su capellán y lo invitó a predicar en la iglesia de la ciudad. La
impresión que produjo allí fue aún mayor. La energía de su genio, la
elocuencia de su estilo y la excelencia de las doctrinas que proclamaba
asombraron igualmente a sus oyentes. Su reputación se extendió por
todas partes, y el propio Federico el Sabio fue una vez a Wittenberg
para escucharlo.
Este fue el comienzo de una nueva vida para Lutero. A la pereza del
claustro siguió una gran actividad. La libertad, el trabajo, la acción
seria y constante a la que ahora podía dedicarse en Wittenberg,
lograron restablecer la armonía y la paz dentro de él. Ahora estaba en
su lugar, y la obra de Dios pronto mostraría su majestuoso progreso.

Notas finales:
1. Theologia quae nucleum nucis, et medullam tritici, et
medullam ossium scrutatur. L. Epp. 1: 6.
2. En studiis literarum, corpore ac mente indefessus.
Pallavicini, Hist. Conc. Tridente. 1:16.

3. Seckend., Pág. 55.


4. Melch. Adán. Vita Lu theri, 104. - El Tartaretus, Sermones
Discipuli y Dormi secure, eran obras favoritas de los
teólogos escolásticos en la Edad Media.
5. Fabricius centifol. Luth. 33. - Matemáticas. 6.
6. Florimond Raymond Hist. Haeres., Cap. 5.
7. Hist. Des variaciones, 1.
BOOK 2
CH ULO 6

Lutero estaba enseñando tanto en el salón académico como en la


iglesia, cuando fue interrumpido en sus labores. En 1510, o según otros
en 1511 o 1512, fue enviado a Roma. Siete conventos de su orden
discrepaban en ciertos puntos con el vicario general. 1 La agudeza de la
mente de Lutero, su poderoso lenguaje y su talento para la discusión
fueron la causa de su selección como agente de estos siete monasterios
ante el Papa. 2 Esta dispensación divina era necesaria para Lutero. Era
requisito que conociera Roma. Lleno de los prejuicios y delirios del
claustro, siempre lo había imaginado como la morada de la santidad.
Partió y cruzó los Alpes. Pero apenas había descendido a las llanuras de
la rica y voluptuosa Italia, cuando encontró a cada paso sujetos de
asombro y escándalo. El pobre monje alemán fue agasajado en un rico
convento de los benedictinos a orillas del Po, en Lombardía. Los
ingresos de este monasterio ascendieron a 36.000 ducados; 12.000 se
dedicaron a la mesa, 12.000 se reservaron para los edificios y el resto
para las necesidades de los monjes. 3 El esplendor de los aposentos, la
riqueza de sus vestidos y la delicadeza de sus alimentos, confundieron
a Lutero. Mármol, seda, lujo en todas sus formas: ¡qué espectáculo
más novedoso para el humilde hermano del pobre convento de
Wittenberg! Estaba asombrado y guardó silencio; pero cuando llegó el
viernes, cuál fue su sorpresa al ver a la mesa benedictina gimiendo
bajo una carga de carne. Sobre esto resolvió hablar. 4 "La Iglesia y el
Papa", dijo, "prohíben tales cosas". Los benedictinos se sintieron
irritados por esta reprimenda del alemán tosco. Pero habiendo
persistido Lutero, y tal vez amenazando con dar a conocer sus
irregularidades, algunos pensaron que lo más sencillo sería deshacerse
de su inoportuno invitado. El portero del convento le advirtió del
peligro que corría por una estancia más larga. En consecuencia,
abandonó este monasterio epicúreo y llegó a Bolonia, donde cayó
gravemente enfermo. Algunos lo han atribuido a los efectos del
veneno; pero es más razonable suponer que el cambio de dieta afectó
al frugal monje de Wittenberg, cuya comida habitual era el pan y los
arenques. Esta enfermedad no debía ser de muerte, sino para la gloria
de Dios. Volvió a recaer en el dolor y el abatimiento que le eran tan
naturales. Morir así, lejos de Alemania, bajo este cielo ardiente y en
una tierra extranjera, qué triste destino. La angustia mental que había
sentido en Erfurth regresó con nueva fuerza. La sensación de su
pecaminosidad lo turbaba; la perspectiva del juicio de Dios lo llenaba
de pavor. Pero en el mismo momento en que estos terrores habían
alcanzado su punto más alto, las palabras de San Pablo, que ya lo
habían golpeado en Wittenberg, El justo vivirá por la fe, acudieron con
fuerza a su memoria e iluminaron su alma como un rayo de luz. cielo.
Así restaurado y reconfortado , pronto recuperó la salud y reanudó su
viaje hacia Roma, esperando encontrar allí una forma de vida muy
diferente a la de los conventos lombardos, e impaciente de borrarse
ante la vista de la santidad romana, la melancolía. impresiones dejadas
en su mente por su paso por las orillas del Po.
Por fin, después de un arduo viaje bajo un ardiente sol italiano, a
principios del verano, se acercó a la ciudad de las siete colinas. Su
corazón se conmovió dentro de él: sus ojos buscaron a la reina del
mundo y de la Iglesia. Tan pronto como descubrió a lo lejos la ciudad
eterna, la ciudad de San Pedro y San Pablo, la metrópoli del
catolicismo, cayó de rodillas y exclamó: "¡Santa Roma, te saludo!"
Lutero está en Roma: el profesor de Wittenberg se encuentra en medio
de las elocuentes ruinas de la Roma consular e imperial, de la Roma de
tantos mártires y confesores de Jesucristo. Allí había vivido ese Plauto
y ese Virgilio cuyas obras había llevado consigo al claustro, y todos
esos grandes hombres en cuya historia su corazón había latido tantas
veces de emoción. Contempla sus estatuas, las ruinas de los
monumentos que dan testimonio de su gloria. Pero toda esa gloria,
todo ese poder ha huido: sus pies pisotean el polvo. A cada paso
recuerda los tristes presentimientos de Escipión derramando lágrimas
mientras contemplaba las ruinas, los palacios en llamas y los muros
tambaleantes de Cartago, y exclamaba: "¡Así será un día con Roma!" "Y
en verdad", dijo Lutero, "la Roma de los Escipiones y Césares se ha
convertido en un cadáver. Hay tales montones de basura que los
cimientos de las casas están ahora donde antes estaban los techos.
Está allí", agregó. , mientras lanzaba una mirada melancólica sobre
estas ruinas, "es allí donde una vez se reunieron las riquezas y los
tesoros del mundo ". 5 Todos estos fragmentos, contra los cuales
tropiezan sus pies a cada paso, proclaman a Lutero dentro de los
muros mismos de Roma, que lo que es más fuerte a los ojos del
hombre puede ser fácilmente destruido por el soplo del Señor.
Pero a estas cenizas profanas se mezclan otras más santas: las
recuerda. El lugar de enterramiento de los mártires no está lejos del de
los generales de Roma y de sus conquistadores. La Roma cristiana con
sus sufrimientos tiene más poder sobre el corazón del monje sajón que
la Roma pagana con toda su gloria. Aquí llegó esa carta en la que Pablo
escribió: El justo por la fe vivirá. No está lejos de Appii Forum y de las
Tres Tabernas. Aquí está la casa de Narciso, allí el palacio de César,
donde el Señor liberó al Apóstol de las fauces del león. ¡Oh, cómo estos
recuerdos fortalecen el corazón del monje de Wittenberg!
Pero Roma en este momento presentaba un aspecto muy diferente. El
belicoso Julio II ocupó la silla papal, y no León X, como han dicho
algunos distinguidos historiadores alemanes, sin duda por falta de
atención. Lutero a menudo ha relatado un rasgo en el carácter de este
Papa. Cuando le llegó la noticia de que su ejército había sido derrotado
por los franceses ante Rávena, estaba repitiendo sus oraciones diarias:
tiró el libro y exclamó con un terrible juramento: "Y tú también te has
convertido en francés ..... ¿Así es que proteges a tu Iglesia? ......
"Luego, volviéndose en dirección al país a cuyos brazos pensaba
recurrir, añadió :" ¡San Switzer, ruega por nosotros! " 6 La ignorancia,
la ligereza y los modales disolutos, un espíritu profano, un desprecio
por todo lo sagrado, un tráfico escandaloso de cosas divinas, tal era el
espectáculo que ofrecía esta ciudad desdichada. Sin embargo , el
piadoso monje permaneció algún tiempo más en sus engaños.
Llegado hacia el período de la fiesta de San Juan, oyó a los romanos
repetir a su alrededor un proverbio corriente entre ellos: "¡Feliz la
madre cuyo hijo celebra misa en la víspera de San Juan!" - " ¡Oh, cómo
debería regocijarme de hacer feliz a mi madre!" se dijo Lutero. El
piadoso hijo de Margaret se esforzó por repetir una misa ese día; pero
no pudo, la multitud era demasiado grande. 7

Ferviente y manso, visitó todas las iglesias y capillas; creía en todas las
falsedades que le decían; realizaba devotamente todas las prácticas
santas que allí se requerían, feliz de poder ejecutar tantas buenas
obras de las que sus compatriotas estaban excluidos. "¡Oh, cuánto me
arrepiento ", se dijo el piadoso alemán, "que mi padre y mi madre
sigan con vida! ¡Qué placer debería tener en librarlos del fuego del
purgatorio por mis misas, mis oraciones y por tantos otros! obras
admirables! " 8 Había encontrado la luz; pero la oscuridad estaba lejos
de ser expulsada por completo de su entendimiento. Su corazón se
convirtió; su mente aún no estaba iluminada: tenía fe y amor, pero
quería conocimiento. No era nada insignificante emerger de esa densa
noche que había cubierto la tierra durante tantos siglos.
Lutero repitió varias veces la misa en Roma. Ofició con toda la unción y
dignidad que tal acción le parecía requerir. ¡Pero qué aflicción se
apoderó del corazón del monje sajón al presenciar el mecanismo triste
y profano de los sacerdotes romanos, mientras celebraban el
sacramento del altar! Estos, por su parte, se rieron de su sencillez. El
día en que estaba oficiando se encontró con que los sacerdotes en un
altar contiguo ya habían repetido siete misas antes de que él terminara
una. "¡Rápido rápido!" gritó uno de ellos, "devuelve a la Virgen a su
Hijo"; haciendo una impía alusión a la transubstanciación del pan en el
cuerpo y la sangre de Jesucristo. En otro momento, Lutero acababa de
llegar al Evangelio, cuando el sacerdote a su lado ya había terminado
la misa. "¡Passa, passa!" le gritó este último: "¡Date prisa! He terminado
de una vez". 9
Su asombro fue aún mayor cuando encontró en los dignatarios del
papado lo que ya había observado en el clero inferior. Había esperado
mejores cosas de ellos.
En la corte papal estaba de moda atacar al cristianismo, y no se podía
pasar por un hombre bien educado, a menos que se abrigara alguna
opinión errónea o herética sobre las doctrinas de la Iglesia. 10 Se
habían esforzado por convencer a Erasmo, mediante ciertos extractos
de Plinio, de que no había diferencia entre las almas de los hombres y
las de las bestias; 11 y algunos de los jóvenes cortesanos del Papa
sostenían que la fe ortodoxa era el resultado de las artimañas de
algunos santos. 12
La calidad de enviado de Lutero de los Agustinos alemanes le
proporcionó invitaciones a numerosas reuniones de distinguidos
eclesiásticos. Un día, en particular, estaba sentado a la mesa con varios
prelados, quienes mostraban abiertamente ante él sus bufonadas y su
conversación impía, y no tenían escrúpulos en proferir en su presencia
mil burlas, pensando, sin duda , que él era de la misma opinión. como
ellos mismos. Entre otras cosas, relataron ante el monje, riendo y
enorgulleciéndose de ello, cómo, cuando estaban repitiendo la misa en
el altar, en lugar de las palabras sacramentales que iban a transformar
el pan y el vino en la carne y sangre de nuestro Salvador, pronunciaron
sobre los elementos esta expresión burlona: Panis es, et panis
manebis; vinum es, et vinum manebis. 13 Luego, prosiguieron, alzamos
la hostia y todo el pueblo se postrará y la adorará. Lutero apenas podía
creer lo que oía. Su disposición, aunque llena de animación e incluso
alegría en la compañía de amigos, era notablemente seria cuando se
trataba de asuntos sagrados. Las burlas de Roma fueron un obstáculo
para él. "Yo era", dijo, "un joven monje reflexivo y piadoso. Tal
lenguaje me dolió amargamente. Si es así como hablan en Roma, libre
y públicamente en la mesa, pensé para mí mismo, ¿qué sería si su
acciones correspondían a sus palabras, y si todos - papa, cardenales y
cortesanos - ¡así repiten la misa! ¡Y cómo deben haberme engañado a
mí, que los escuché leer devotamente un número tan grande! 14
Lutero a menudo se mezclaba con los monjes y ciudadanos de Roma. Si
unos pocos criticaron al Papa ya su partido, la mayoría dio vía libre a
sus quejas y sarcasmos. ¡Qué historias no tenían que contar sobre el
Papa reinante, o sobre Alejandro VI, o sobre tantos otros! Un día, sus
amigos romanos relataron cómo César Borga, habiendo huido de
Roma, fue capturado en España. Cuando iban a juzgarlo, pidió un arco
y pidió a un confesor que lo visitara en su prisión. Se le envió un
monje, a quien mató, se puso la capucha y escapó. "Escuché eso en
Roma; y es un hecho positivo", dice Lutero. 15 Otro día, al pasar por
una calle ancha que conduce a San Pedro, se detuvo asombrado ante
una estatua de piedra que representaba a un Papa bajo la figura de una
mujer, sosteniendo un cetro, vestido con el manto de pa pal y llevando
un niño en sus brazos. Es una joven de Mentz, le dijeron, a quien los
cardenales eligieron Papa, y que dio a luz a un niño frente a este lugar.
Por tanto, ningún Papa pasa por esa calle. "Me sorprende", dice Lutero,
"que los papas permitan que permanezca una estatua así". dieciséis
Lutero había pensado en encontrar el edificio de la Iglesia rodeado de
esplendor y fuerza, pero sus puertas fueron derribadas y las paredes
dañadas por el fuego. Presenció la desolación del santuario y retrocedió
horrorizado. Todos sus sueños habían sido de santidad, no había
descubierto nada más que profanación.
Los desórdenes sin las iglesias no le resultaban menos impactantes.
"La policía de Roma es muy estricta y severa", dijo. "El juez o capitán
patrulla la ciudad todas las noches a caballo con trescientos
seguidores; arresta a todo el que se encuentra en las calles: si
encuentran a un hombre armado, lo ahorcan o lo arrojan al Tíber. Y,
sin embargo, la ciudad está lleno de desorden y homicidio , mientras
que en aquellos lugares donde la Palabra de Dios se predica con
rectitud y pureza, prevalece la paz y el orden, sin exigir la severidad de
la ley ". 17 - "Nadie puede imaginar qué pecados y actos infames se
cometen en Roma", dijo en otro momento; "Hay que verlos y oírlos
para creerlos. Por eso, tienen la costumbre de decir: Si hay infierno,
Roma está construida sobre él: es un abismo de donde nace toda clase
de pecado". 18
Este espectáculo causó una profunda impresión incluso entonces en la
mente de Lutero; se incrementó mucho tiempo. "Cuanto más nos
acercamos a Roma, mayor número de malos cristianos nos
encontramos", dijo, muchos años después. "Hay un proverbio vulgar
que dice que el que va a Roma por primera vez busca a un bribón; la
segunda vez lo encuentra; y la tercera, lo lleva consigo. Pero la gente
ahora se ha vuelto tan inteligente, que hacen estos tres viajes en uno ".
19 Maquiavelo, uno de los más genios profundos de Italia, sino
también uno de notoriedad poco envidiable, que vivía en Florencia
cuando Lutero pasó por esa ciudad en su camino a Roma, ha hecho la
misma observación: "El síntoma más fuerte," sa Identificación él, "de
la ruina inminente del cristianismo (con lo que él quiere decir
catolicismo romano) es que cuanto más se acerca la gente a la capital
de la cristiandad, menos espíritu cristiano se encuentra en ellos. Los
ejemplos escandalosos y los crímenes de la corte de Roma Ésa es la
causa de que Italia haya perdido todo principio de piedad y todo
sentimiento religioso. Nosotros los italianos ", prosigue este gran
historiador," estamos en deuda principalmente con la Iglesia y los
sacerdotes por habernos vuelto impíos e inmorales ". 20 L uter, algo
más tarde, se dio cuenta de la gran importancia de este viaje. "Si me
dieran cien mil florines", dijo, "¡no me habría perdido de ver Roma!"
21
Esta visita también fue muy ventajosa para él en lo que respecta al
aprendizaje. Como Reuchlin, Lutero aprovechó su residencia en Italia
para profundizar en el significado de las Sagradas Escrituras. Recibió
lecciones de hebreo de un célebre rabino, llamado Elias Levita. Fue en
Roma donde adquirió en parte ese conocimiento del Verbo Divino,
bajo cuyos ataques Roma estaba destinada a caer.
Pero este viaje fue más importante para Lutero en otro aspecto. No
sólo se quitó el velo, y la burla sardónica, la incredulidad burlona que
se escondía detrás de las supersticiones romanas se revelaron al futuro
reformador, sino que la fe viva que Dios había implantado en él se
fortaleció poderosamente.
Hemos visto cómo en un principio se entregó a todas las vanas
observancias que la Iglesia ordenaba para la expiación del pecado. Un
día, entre otros, deseando obtener una indulgencia prometida por el
Papa a todos los que subieran de rodillas a la llamada Escalera de
Pilatos, el pobre monje sajón subía humildemente esos escalones, que
le dijeron que habían sido transportados milagrosamente de allí.
Jerusalén a Roma. Pero mientras realizaba este acto meritorio, creyó
oír una voz de trueno clamando desde el fondo de su corazón, como en
Wittenberg y Bolonia: El justo vivirá por la fe. Estas palabras, que dos
veces antes lo habían golpeado como la voz de un ángel de Dios,
resonaban incesante y poderosamente dentro de él. Se levanta
asombrado de los escalones por los que arrastraba su cuerpo: se
estremece de sí mismo; se avergüenza de ver a qué profundidad lo
había hundido la superstición . Vuela lejos del escenario de su locura.
22
Este poderoso texto tiene una misteriosa influencia en la vida de
Lutero. Fue una sentencia creativa tanto para el reformador como para
la Reforma. Fue en estas palabras que Dios dijo: ¡Hágase la luz! y hubo
luz.

Con frecuencia es necesario que una verdad se presente muchas veces


a nuestra mente para que pueda producir el efecto debido. Lutero
había estudiado profundamente la Epístola a los Romanos y, sin
embargo, la doctrina de la justificación por la fe allí enseñada nunca le
había parecido tan clara. Ahora comprende esa justicia que es la única
que puede estar delante de Dios; ahora recibe para sí mismo de la
mano de Cristo esa obediencia que Dios, de su don gratuito, imputa al
pecador, tan pronto como alza los ojos con humildad al Hijo del
Hombre crucificado. Esta fue la época decisiva de la vida interior de
Lutero. Aquella fe que lo había salvado de los terrores de la muerte, se
convirtió en el alma misma de su teología, su baluarte en todos los
peligros; el principio que dio energía a su predicación y fuerza a su
caridad; el fundamento de su paz, el aliento a sus labores, su consuelo
en la vida y en la muerte.
Pero esta gran doctrina de una salvación procedente de Dios y no del
hombre, no era solo el poder de Dios para salvar el alma de Lutero; se
convirtió en un grado aún mayor en el poder de Dios para reformar la
Iglesia: - un arma eficaz empuñada por los apóstoles, - un arma
descuidada durante demasiado tiempo, pero tomada al fin, en todo su
brillo primitivo , del arsenal de los omnipotentes Dios. En el mismo
momento en que Lutero se puso de rodillas en la escalera de Pilatos,
con agitación y asombro por las palabras que Pablo había dirigido
quince siglos antes a los habitantes de esa metropolis : Verdad, hasta
entonces melancólica cautiva y encadenada en la Iglesia. , se levantó
también para no caer más.
Aquí deberíamos escuchar lo que el propio Lutero dice al respecto.
"Aunque era un monje santo e intachable, mi conciencia estaba llena
de problemas y angustia. No podía soportar esas palabras la justicia de
Dios. No tenía amor por ese Dios santo y justo que castiga a los
pecadores. Estaba lleno de ira secreta contra él: yo lo odiaba, porque,
no contento con espantar por la ley y las miserias de la vida nosotros,
miserables pecadores, ya arruinados por el pecado original, él
aumentó aún más nuestras torturas por el Evangelio ...... Pero cuando,
por el Espíritu de Dios, entendí estas palabras, - cuando aprendí cómo
la justificación del pecador procede de la misericordia gratuita de
nuestro Señor por medio de la fe, 23 ...... entonces me sentí nacido de
nuevo como un hombre nuevo ; entré por las puertas abiertas en el
paraíso de Dios. 24 a partir de ahora, también, vi los queridos y Santo
script Ures con otros ojos leí cuidadosamente la Biblia, - me reunió a
un gran número de pasajes que me enseñó la naturaleza. de la obra de
Dios. Y como antes había detestado con todo mi corazón estas
palabras: La justicia de Dios, comencé desde esa hora a valorarlos y
amarlos, como las palabras más dulces y consoladoras de la Biblia. En
verdad, este lenguaje de San Pablo fue para mí la verdadera puerta del
Paraíso ".
Así, cuando fue llamado en ocasiones solemnes a confesar esta
doctrina, Lutero siempre recuperó su entusiasmo y su áspera energía.
"Veo", observó en un momento importante, 25 "que el diablo ataca
continuamente este artículo fundamental a través de sus médicos, y
que en ese sentido no puede cesar ni descansar jamás . Pues bien, yo,
el doctor Martín Lutero, indigno heraldo del Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo, confiesa este artículo, que la fe sola sin obras
justifica ante Dios; y declaro que permanecerá y permanecerá para
siempre a pesar del emperador de los tártaros, el emperador de los
Persas, a pesar del Papa y de todos los cardenales, con los obispos,
sacerdotes, monjes y monjas, a pesar de los reyes, príncipes y nobles, y
a pesar de todo el mundo y de los mismos demonios; y que si se
esfuerzan por luchar contra esta verdad, atraerán el fuego del infierno
sobre sus cabezas. Este es el verdadero y santo Evangelio, y la
declaración de mí, doctor Lutero, de acuerdo con la enseñanza del
Espíritu Santo ... ... No hay nadie ", continúa él," que haya muerto por
nuestros pecados, sino Jesús Chris t el Hijo de Dios. Lo digo una vez
más, si todo el mundo y todos los demonios se hicieran pedazos y
estallaran de rabia, no es menos cierto. Y si es Él solo quien quita
nuestros pecados, no podemos ser nosotros mismos y nuestras propias
obras. Pero las buenas obras siguen a la redención, ya que el fruto crece
en el árbol. Esa es nuestra doctrina, eso es lo que enseña el Espíritu
Santo y toda la comunión de los santos. Nos aferramos a ella en el
nombre de Dios. ¡Amén!"

Fue así como Lutero descubrió lo que habían pasado por alto, al
menos hasta cierto punto, todos los médicos y reformadores, incluso
los más ilustres de ellos. Fue en Roma donde Dios le dio esta visión
clara de la doctrina fundamental del cristianismo. Había ido a la
ciudad de los pontífices para la solución de ciertas dificultades
relativas a una orden monástica: de ella se llevó en el corazón la
salvación de la Iglesia.

Notas finales:
1. Quod septem conventus a vicario en quibusdam
disidente. Cochloeus, 2.
2. Quod esset acer ingenio et ad con tradicendum audax et
vehemens. Ibídem.
3. Op. (W.) 22. 1468.
4. Matth. Vestidor. Hist. Lutheri.
5. Op. (W.) 22. 2374, 2377.

6. Sancte Swizere! Ora pro nobis. Ibídem. 1314, 1332.


7. Opp (W.) Dedicación del Salmo 17. Vol. 6. L. g.
8. Ibídem.
9. Op. (W.) 19. Von der Winkelmesse. Mathesius, pág. 6.
10. In quel tempo non pareva fosse galantuomo e buon
cortegiano colui che de dogmi della chiesa non aveva
qualche opinion erronea ed heretica. Caracciola, Vit. EM.
Paul 4. Citado por Ranke.
11. Burigny, Vie d'Erasme, 1: 139.
12. E medio Romanae curiae, sectam juvenum..qui
asserobant nostram fidem orthodoxam potius
quibusdam sanctorum astutiis subsistere. Paul Canensius,
Vita Pauli II.
13. Pan eres, y pan quedarás ; vino eres, y vino
permanecerás.
14. Luth. Op. (W.) 19 von der Winkelmesse.

15. Das habe Ich zu Rom fur gewiss gehort. Luth. Op. (W.) 22.
1322.
16. Es nimmt mich wunder, das die Pabste solches Bild
leiden konnen. Luth. Op. (W.) 22. 1320.
17. Op. (W.) 22. 2376
18. Ist irgend eine Hoelle, así muss Rom darauf gebaut
seyn. Luth. Op. (W.) 22: 2377.
19. Discurso a los Nobles Cristianos de Alemania.
20. Disertación. El 1 de diciembre de Livio.

21. Gulden. - L. Opp. (W.) 22: 2374.


22. Seckendorf, pág. 56.
23. Qua vos Deus misericors justi ficat per fidem .. L. Opp.
Lat. En praef.
24. Hic me prorsus renatum esse sensi, et apertis portia in
ipsum paradisum intrasse. Ibídem.
25. Comentario sobre el Edicto Imperial de 1531. L. Opp.
(L.) vol. 20.
LIBRO 2
CAPÍTULO 7

Lutero abandonó Roma y regresó a Wittenberg: su corazón estaba


lleno de dolor e indignación. Volviendo los ojos con disgusto de la
ciudad pontificia, los dirigió con esperanza a las Sagradas Escrituras, a
esa nueva vida que la Palabra de Dios parecía prometer entonces al
mundo. Esta Palabra aumentó en su corazón por todo lo que la Iglesia
perdió. Se separó de uno para aferrarse al otro. Toda la Reforma estuvo
en ese movimiento. Puso a Dios en el lugar del sacerdote.

Staupitz y el elector no perdieron de vista al monje que habían llamado


a la universidad de Wittenberg. Parece como si el vicario general
tuviera un presentimiento de la obra que se iba a realizar en el mundo
y que, al encontrarla demasiado difícil para él, deseaba instar a Lutero
a que la realizara. No hay nada más notable, nada , quizás, más
misterioso que esta persona, que se ve por todas partes impulsando a
Lutero hacia adelante en el camino donde Dios lo llama, para luego
terminar tristemente sus días en un claustro. La predicación del joven
profesor había dejado una profunda impresión en el príncipe ; había
admirado la fuerza de su entendimiento, la contundencia de su
elocuencia y la excelencia de los asuntos que exponía. 1 El elector y su
amigo, deseosos de hacer progresar a un hombre de tan gran promesa,
resolvieron que debería obtener el grado superior de doctor en
teología. Staupitz se dirigió al convento y llevó a Lutero al jardín,
donde, a solas con él bajo un árbol que Lutero en años posteriores se
deleitó en señalar a sus discípulos, 2 el venerable padre le dijo: "Amigo
mío, ahora debes convertirse en Doctor de las Sagradas Escrituras ".
Lutero se encogió ante la sola idea: este eminente honor lo sobresaltó:
"busca una persona más digna", respondió. "En cuanto a mí, no puedo
consentirlo". El vicario general insistió: "Nuestro Señor Dios tiene
mucho que hacer en la Iglesia: necesita en este momento médicos
jóvenes y vigorosos". Estas palabras, agrega Melancthon, tal vez
fueron dichas en broma, pero el evento se correspondía con ellas;
porque generalmente muchos presagios preceden a todas las grandes
revoluciones. 3 No es necesario suponer que Melancthon aquí habla de
profecías milagrosas. La época más incrédula, la que precedió a la
actual, vio una ejemplificación de esta observación. ¡Cuántos
presagios, sin que en ellos haya nada de milagroso, anunciaron la
revolución en la que cerró!
"Pero estoy débil y enfermo", respondió Lutero. "No tengo mucho
tiempo de vida. Cuidado con algún hombre fuerte". - "El Señor tiene
obra tanto en el cielo como en la tierra", respondió el vicario general:
"vivo o muerto, te necesita en su consejo". 4
"Sólo el Espíritu Santo puede hacer un doctor en teología", 5 instó
entonces el monje aún más alarmado. - "Haz lo que requiera tu
convenio ", dijo Staupitz, "y lo que yo, tu vicario general, te ordene,
pues has prometido obedecernos". - "Pero mi pobreza", prosiguió el
hermano: "No tengo medios para sufragar los gastos inherentes a tal
promoción". "No se inquiete por eso", respondió su amigo: "el príncipe
le ha hecho el favor de hacerse cargo de todos los cargos". Presionado
por todos lados, Lutero pensó que era su deber ceder.
Hacia fines del verano de 1512, Lutero partió hacia Leipsic para recibir
de los tesoreros elegidos o el dinero necesario para su promoción. Pero
según la costumbre de la corte, el dinero no llegó. El hermano, cada
vez más impaciente, deseaba marcharse, pero la obediencia monástica
lo detuvo. Finalmente, el 4 de octubre recibió cincuenta florines de
Pfeffinger y John Doltzig. En el recibo que les dio, no emplea otro título
que el de monje. "Yo, Martín", escribió, "hermano de la orden de los
ermitaños". 6 Lutero apresuró a regresar a Wittenberg.
Andrew Bodenstein, de la ciudad de Carlstadt, era en ese momento
decano de la facultad teológica, y es por el nombre de Carlstadt que se
conoce generalmente a este médico. También se le llamó ABC
Melancthon le dio esta designación por primera vez a causa de las tres
iniciales de su nombre. Bodenstein adquirió en su país natal los
primeros elementos de aprendizaje. Era de carácter serio y lúgubre,
quizás inclinado a los celos, y de temperamento inquieto, pero lleno de
deseos de conocimiento y de gran capacidad. Frecuentó varias
universidades para aumentar sus conocimientos y estudió teología en
Roma. A su regreso de Italia, se estableció en Wittenberg y se convirtió
en doctor en teología. "En este momento", dijo después, "todavía no
había leído las Sagradas Escrituras". 7 Esta observación nos da una
idea muy correcta de lo que era entonces la teología. Carlstadt, además
de sus funciones de profesor, fue canónigo y arcediano. Tal era el
hombre que en los años posteriores estaba destinado a crear un cisma
en la Reforma. En este momento vio en Lutero sólo un inferior; pero el
Agustín pronto se convirtió en objeto de celos para él. "No seré menos
grande que Lutero", dijo un día. 8 Muy lejos de anticipar en ese
período los grandes destinos del joven profesor, Carlstadt confirió a su
futuro rival la más alta dignidad de la universidad.
El 18 de octubre de 1512, Lutero se licenció en teología y prestó el
siguiente juramento: "Juro defender la verdad evangélica con todas
mis fuerzas". 9 Al día siguiente, Bodenstein le confirió solemnemente,
en presencia de una numerosa asamblea, la insignia de doctor en
teología. Fue nombrado médico bíblico y no médico de sentencias; y así
fue llamado a dedicarse al estudio de la Biblia, y no al de las
tradiciones humanas. 10 Luego se comprometió mediante un
juramento, como él mismo lo relató, 11 a sus bienamadas y santas
Escrituras. Prometió predicarlos fielmente, enseñarles con pureza,
estudiarlos toda su vida y defenderlos, tanto en disputas como por
escrito, contra todos los falsos maestros, en la medida en que Dios le
diera la capacidad.

Este solemne juramento fue el llamado de Lutero a la Reforma. Al


imponer a su conciencia la santa obligación de buscar libremente y
proclamar audazmente la verdad cristiana, este juramento elevó al
nuevo médico por encima de los estrechos límites a los que quizás lo
habría confinado su voto monástico. Llamado por la universidad, por
su soberano, en nombre de la majestad imperial y de la propia sede de
Roma, y obligado ante Dios por el juramento más solemne, se
convirtió desde ese momento en el heraldo más intrépido de la Palabra
de Vida. En ese día memorable, Lutero fue campeón armado de la
Biblia.
Por consiguiente, podemos considerar este juramento, hecho a las
Sagradas Escrituras, como una de las causas del avivamiento de la
Iglesia. La autoridad única e infalible de la Palabra de Dios fue el
principio primario y fundamental de la Reforma. Cada reforma en
detalle que se llevó a cabo después en la doctrina, la moral o el
gobierno de la Iglesia y en su culto, fue sólo una consecuencia de este
primer principio. En estos días apenas podemos imaginar la sensación
que produce esta verdad elemental y simple pero largamente olvidada.
Solo unos pocos hombres de visiones más amplias que el común,
previeron sus inmensas consecuencias. Poco tiempo después, las
valientes voces de todos los reformadores proclamaron este poderoso
principio, al sonido del cual Roma se derrumbará en polvo: "Los
cristianos no reciben otras doctrinas que las fundadas en las palabras
expresas de Jesucristo, de los apóstoles y de los profetas. . Ningún
hombre, ninguna asamblea de médicos, tiene derecho a prescribir
nuevos ".
La posición de Lutero cambió. El llamado que había recibido se
convirtió para el reformador en uno de esos llamamientos
extraordinarios que el Señor dirigió a los profetas bajo el Antiguo
Pacto, ya los apóstoles bajo el Nuevo. El solemne compromiso que
celebró produjo una impresión tan profunda en su alma que el
recuerdo de este juramento fue suficiente, en los años posteriores,
para consolarlo en medio de los mayores peligros y de los más feroces
conflictos. Y cuando vio a toda Europa agitada y conmovida por la
Palabra que él había proclamado; cuando las acusaciones de Roma, los
reproches de muchos hombres piadosos, las dudas y temores de su
propio corazón demasiado sensato, parecían capaces de hacerle
vacilar, temer y desesperar, recordó el juramento que había hecho. , y
permaneció firme, tranquilo y lleno de alegría. "He gon correo adelante
en el nombre del Señor," dijo él en un momento crítico ", y me he
situado en sus manos. Se haga su voluntad! ¿Quién le pidió que me
haga un médico? .. Si él era el que me creó así, que me apoye; o si se
arrepiente de lo que ha hecho, que me prive de mi oficio ...... Esta
tribulación, por tanto, no me alarma. Sólo busco una cosa, que es para
preservar el favor de Dios en todo lo que me ha llamado a hacer con él
". En otra ocasión dijo: "El que emprende cualquier cosa sin un todo
divino , busca su propia gloria. Pero yo, el doctor Martín Lutero, me vi
obligado a ser médico. El papado deseaba detenerme en el
cumplimiento de mi deber: pero ya ves lo que le ha sucedido, y lo peor
aún le sucederá. No pueden defenderse contra mí. Estoy resuelto, en el
nombre de Dios, a pisar leones, pisotear dragones y serpientes. Esto
comenzará durante mi vida y se cumplirá después de mi muerte ". 12
Desde el período de su juramento, Lutero ya no buscaba la verdad solo
para sí mismo: la buscaba también para la Iglesia. Todavía lleno de los
recuerdos de Roma, vio confuso ante él un camino en el que había
prometido caminar con todas las energías de su alma. La vida
espiritual que hasta ese momento se había manifestado sólo dentro de
él, ahora se extendía hacia afuera. Esta fue la tercera época de su
desarrollo. Su entrada al claustro había vuelto sus pensamientos hacia
Dios; el conocimiento de la remisión de los pecados y de la justicia de
la fe había emancipado su alma; el juramento de su médico le dio ese
bautismo de fuego por el cual se convirtió en reformador de la Iglesia.
Sus ideas pronto se orientaron de manera general hacia la Reforma. En
un discurso que había escrito, al parecer, para ser pronunciado por el
p rovost de Lietzkau en el concilio de Letrán, declaró que la corrupción
del mundo se originó en la enseñanza de los sacerdotes de tantas
fábulas y tradiciones, en lugar de predicar la pura Palabra de Dios. La
Palabra de Vida, en su opinión, solo tenía el poder de efectuar la
regeneración espiritual del hombre. Así pues, ya hizo depender la
salvación del mundo del restablecimiento de la sana doctrina, y no de
una mera reforma de las costumbres. Sin embargo, Lutero no fue del
todo coherente consigo mismo; todavía tenía opiniones
contradictorias: pero un espíritu de poder brillaba en todos sus
escritos; rompió valientemente los lazos con los que los sistemas de las
escuelas habían encadenado los pensamientos de los hombres; en
todas partes rebasó los límites dentro de los cuales las épocas
anteriores lo habían confinado tan estrechamente y abierto nuevos
caminos. Dios estaba con él.
Los primeros adversarios que atacó fueron aquellos famosos escolares,
a quienes él mismo había estudiado tanto, y que luego reinaban
supremos en todas las academias. Los acusó de pelagianismo , e
insultando a la fuerza contra Aristóteles, el padre de las escuelas, y
contra Tomás de Aquino, se comprometió a arrojarlos a ambos del
trono desde donde gobernaban, una filosofía y otra teología. 13
"Aristóteles, P orfirio, los teólogos sentenciosos (los escolásticos)", le
escribió a Lange, "son estudios inútiles en nuestros días. No deseo
nada más fervientemente que revelar al mundo ese comediante que ha
engañado a la Iglesia asumiendo un griego máscara, y para mostrar su
deformidad a todos ". 14 En cada discusión pública se le oía repetir:
"Los escritos de los apóstoles y profetas son más seguros y más
sublimes que todos los sofismas y toda la divinidad de las escuelas".
Ese lenguaje era nuevo, pero los hombres gradualmente se
acostumbraron a él. Aproximadamente un año después pudo escribir
con júbilo: "Dios está obrando. Nuestra teología y San Agustín
avanzan admirablemente y prevalecen en nuestra universidad.
Aristóteles está decayendo: se tambalea hacia su ruina eterna que está
más cerca". Las conferencias sobre las Sentencias no producen más
que cansancio. Nadie puede esperar oyentes, a menos que profese la
teología bíblica ". 15 ¡ Feliz la universidad de la que se puede dar tal
testimonio!
Al mismo tiempo que Lutero atacaba a Aristóteles, se puso del lado de
Erasmo y Reuchlin contra sus enemigos. Entró en comunicación con
estos grandes hombres y con otros eruditos, como Pirckheimer,
Mutianus y Hutten, que pertenecían más o menos al mismo partido . Él
también, en este período, formó otra amistad que fue de gran
importancia a lo largo de toda su vida.
En ese momento había en la corte de electores una persona notable
por su sabiduría y su franqueza: este era George Spalatin. Nació en
Spalatus o Spalt en el obispado de Eichstadt, y originalmente había
sido coadjutor de la aldea de Hohenkirch, cerca de los bosques de
Turingia. Posteriormente fue elegido por Federico el Sabio para ser su
secretario, capellán y tutor de su sobrino, John Fr ederick, que un día
llevaría la corona electoral. Spalatin era un hombre sencillo en medio
de la corte: parecía tímido ante los grandes acontecimientos;
circunspecto y prudente, como su maestro, 16 ante el ardiente Lutero,
con quien mantenía correspondencia diaria. Como Staupitz, estaba
más preparado para tiempos de paz. Tales hombres son necesarios: son
como esas delicadas sustancias en las que se envuelven joyas y
cristales para protegerlos de las lesiones del transporte. Me ven inútil; y
sin embargo, sin ellos, todos estos objetos preciosos se romperían y se
perderían. Spalatin no era hombre para realizar grandes empresas;
pero cumplió fiel y silenciosamente la tarea que se le impuso. 17 Fue al
principio una de las principales ayudas de su maestro en la recogida de
las reliquias de los santos, de las que Federico fue durante tanto
tiempo un gran admirador. Pero tanto él como el príncipe se volvieron
poco a poco hacia la verdad. La fe, que luego reapareció en la Iglesia,
no lo asió con tanta violencia como a Lutero: lo guió por métodos más
lentos. Se convirtió en amigo de Lutero en la corte; el ministro a través
del cual pasaban todos los asuntos entre la Iglesia y el Estado. El
elector honró a Spalatin con gran intimidad: siempre viajaban juntos
en el mismo carruaje. 18 Sin embargo, el ambiente de la corte oprimía
al buen capellán: estaba afectado por una profunda melancolía; podría
haber deseado renunciar a todos estos honores y convertirse una vez
más en un simple pasado o en los bosques de Turingia. Pero Lutero lo
consoló y lo exhortó a permanecer firme en su puesto. Spalatin
adquirió la estima general: los príncipes y los sabios le mostraron la
más sincera consideración. Erasmo solía decir: "Escribo el nombre de
Spalatin no sólo entre los de mis principales amigos, sino aún más
entre los de mis más honrados protectores; y eso, no en el papel, sino
en el corazón". 19
La disputa de Reuchlin con los monjes estaba haciendo un gran ruido
en Alemania. Los hombres más piadosos a menudo estaban indecisos
sobre qué parte debían tomar; porque los monjes estaban ansiosos por
destruir los libros hebreos en los que se encontraban blasfemias contra
Cristo. El elector encargó a su capellán que consultara al médico de
Wittenberg sobre este asunto, pues su reputación ya era grande. Aquí
está la respuesta de Lutero: es la primera carta que dirigió al
predicador de la corte:
"¿Qué voy a decir? Estos monjes pretenden echar fuera Belcebú, pero
no es por el dedo de Dios. Yo no ceso de gemir y Lamenti ng sobre él.
Nosotros, los cristianos están comenzando a ser prudente hacia el
exterior, y loca por dentro. 20 Hay En cada parte de nuestra Jerusalén
hay blasfemias cien veces peores que las de los judíos, y todas están
llenas de ídolos espirituales. Es nuestro deber con santo celo llevar a
cabo y destruir estos enemigos internos. Pero descuidamos lo que es
más urgente; y el mismo diablo nos persuade de que abandonemos lo
que nos pertenece, al mismo tiempo que nos impide corregir lo ajeno
".

Notas finales:
1. Vim ingenii, nervos orationis, ac rerum bonitatem
expositarum en concionibus admiratus fuerat. Melancth.
Vita Luth.
2. Unter einem Baum, den er mir und andern gezeigt.
Matemáticas. P. 6.
3. Multa praecedunt mutationes praesagia. Vita Luth.
4. Ihr lebe t nun oder sterbet, así que darff euch Gott in
seinem Rathe. Mathes. P. 6.

5. Neminem nisi Spiritum Sanctum creare posse doctorem


theologiae. Weismanni Hist. Eccl. 1: 1404.
6. Epp. 1:11
7. Weismann, Hist. Eccl. P. 1416.
8. Ibídem.
9. Juro me veritatem evangelicam viriliter defe nsurum.
10. Doctor biblicus y no sententiarius. - Melancth.
11. Op. (W.) 16. 2061. - Mathesius, pág. 7.
12. Op. (W.) 21. 2061.
13. Aristotelem in philosophicis, Sanctum Thomam in
theologicia evertendos suceperat. Pallavicini, 1:16.
14. Perdita studia nostri saeculi. Epp. 1:15. 8tl. Febrero de
1516.)
15. Ep. 1. 57. (18 de mayo de 1517.)
16. Secundum genium heri sui. Weismann, Hist. Eccles. 1.
1434.
17. Fideliter et sine strepitu fungens. Ibídem.
18. Qui cum principe in rheda sive lectico solitus est ferri.
Corpus Reformatorum, 1:33.
19. Melch. Anuncio. Vita Spalat. Pág. 100.
20. Foris sapere, et domi desipere. L. Epp. 1: 8.
LIBRO 2
CAPÍTULO 8

Lutero no se perdió en esta disputa. Una fe viva en Cristo llenó su


corazón y su vida. "Dentro de mi corazón", dijo, "solo reina (y por lo
tanto debe reinar solo) la fe en mi Señor Jesucristo, que es el principio,
medio y fin de todos los pensamientos que ocupan mi mente de día y
de noche". . " 1
Todos sus oyentes escucharon con admiración mientras hablaba, ya
fuera desde la silla del profesor o desde el púlpito, de esa fe en
Jesucristo. Su enseñanza difundió una gran luz. Los hombres estaban
asombrados de que no hubieran reconocido anteriormente verdades
que parecían tan evidentes en su boca. "El deseo de la
autojustificación", dijo, "es la causa de todas las angustias del corazón,
pero el que recibe a Jesucristo como Salvador, goza de paz; y no sólo
paz, sino pureza de corazón. Toda santificación". del corazón es un
fruto de la fe. Porque la fe es una obra divina en nosotros, que nos
cambia y nos da un nuevo nacimiento, que emana de Dios mismo.
Mata al viejo Adán en nosotros; y, por el Espíritu Santo que se
comunica para nosotros, nos da un corazón nuevo y nos hace hombres
nuevos. No es por especulaciones vacías ", exclamó nuevamente," sino
por este método práctico, que podemos obtener un conocimiento
salvador de Jesucristo ". 2
Fue en este momento que Lutero predicó esos discursos sobre los Diez
Mandamientos que nos han llegado bajo el título de Declamaciones
Populares. Sin duda contienen errores; L Uther se iluminó solamente
por grados. "La senda de los justos es como la luz resplandeciente, que
alumbra cada vez más hasta el día perfecto". 3 ¡ Pero qué verdad,
sencillez y elocuencia se encuentran en estos discursos! ¡Cuán bien
podemos comprender el efecto que el nuevo predicador debe haber
producido en su audiencia y en su época! Citaremos solo un pasaje
tomado del principio.
Lutero sube al púlpito de Wittenberg y lee estas palabras:
"No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Éxodo 20: 3).
Luego, volviéndose hacia la gente que abarrotaba el santuario, dice:
"Todos los hijos de Adán son idólatras y pecaron contra este primer
mandamiento". 4
Sin duda, esta extraña afirmación sorprendió a sus oyentes. H e
procede a justificarlo, y el altavoz sigue:
"Hay dos clases de idolatría: una externa y otra interna.
"El exterior, en el que el hombre se inclina ante la madera y la piedra,
las bestias y el ejército celestial.
"El interior, en el que el hombre, temeroso del castigo o buscando su
propio placer, no adora a la criatura, sino que lo ama en su corazón y
confía en él ......
"¿Qué tipo de religión es esta? No doblas la rodilla ante las riquezas y
los honores, sino que les ofreces tu corazón, la porción más noble de ti
...... ¡Ay! Adoras a Dios en el cuerpo, pero a la criatura en el espíritu .
"Esta idolatría prevalece en todo hombre hasta que sea sanado por el
don gratuito de la fe que es en Cristo Jesús.
"¿Y cómo se logrará esta cura?
"Escucha. La fe en Cristo te quita toda confianza en tu propia
sabiduría, justicia y fuerza; te enseña que si Cristo no hubiera muerto
por ti, y no te hubiera salvado así, ni tú ni ninguna otra criatura
habrían sido capaz de hacerlo. 5 T gallina se aprende a despreciar
todas las cosas que son inútiles para usted.
"Ya no te queda nada más que Jesucristo, solo Cristo, Cristo todo
suficiente para tu alma. Sin esperar nada de ninguna criatura, solo
tienes a Cristo, de quien esperas todo y a quien amas por encima de
todo.
"Ahora Cristo es el Dios único, único y verdadero. Cuando lo tienes por
Dios, no tienes otros dioses". 6
De esta manera Lutero muestra cómo el alma vuelve a Dios, su
soberano bien, por el Evangelio, según las palabras de Jesucristo: Yo
soy el camino; nadie viene al Padre sino por mí. El hombre que habla
así de su época apunta a algo más que la corrección de algunos abusos;
es más serio que todas las cosas para establecer la religión verdadera.
Su trabajo no es meramente negativo; es principalmente positivo.
Posteriormente, Lutero vuelve su discurso contra las supersticiones
que entonces llenaron la cristiandad; - los signos y personajes
misteriosos, la observancia de ciertos días y meses, espíritus
familiares, fantasmas, la influencia de las estrellas, brujería,
metamorfosis, íncubos y súcubos, el patrocinio de santos, etc., etc .;
uno tras otro ataca a estos ídolos, y con un brazo vigoroso derroca a
todos estos dioses falsos.
Pero fue particularmente en su sala de conferencias, ante un auditorio
iluminado y joven, hambriento de la verdad, donde exhibió todos los
tesoros de la Palabra de Dios. "Explicó las Escrituras de tal manera",
dice su ilustre amigo Melancthon, "que, a juicio de todos los hombres
piadosos y bien informados, era como si una nueva mañana se hubiera
levantado sobre la doctrina después de una larga noche de oscuridad. .
Mostró la diferencia que existía entre la Ley y el Evangelio. Refutó el
error entonces prevaleciente de las iglesias y de las escuelas, de que los
hombres por sus obras merecen la remisión de los pecados y llegan a
ser justos ante Dios mediante una disciplina externa. . por lo tanto los
corazones de los hombres llevó de nuevo al Hijo de Dios 7 Como Juan
Bautista, señaló que el Cordero de Dios, que ha quitado los pecados
del mundo; explicó cómo el pecado se perdona libremente a causa del
Hijo de Dios, y que el hombre recibe esta bendición por medio de la fe.
No hizo ningún cambio en las ceremonias. Al contrario, la disciplina
establecida no tenía en su orden un observador y defensor más fiel.
Pero se esforzó cada vez más por hacer comprender a todos estas
grandes y esenciales doctrinas de conversión, de th La remisión de los
pecados, de la fe y del verdadero consuelo que se encuentra en la cruz.
Mentes piadosas quedaron impresionadas y penetradas por la dulzura
de esta doctrina; los sabios lo recibieron con alegría. 8 Se podría haber
dicho que Cristo, los apóstoles y los profetas salían ahora de la
oscuridad de algún calabozo impuro " 9.

La firmeza con que Lutero se basó en las Sagradas Escrituras impartió


gran autoridad a su enseñanza. Pero otras circunstancias aumentaron
aún más su fuerza. En él, cada acción de su vida se correspondía con
sus palabras. Se sabía que estos discursos no procedían meramente de
sus labios: 10 tenían su fuente en su corazón y se practicaban en todas
sus obras. Y cuando, algo más tarde, estalló la Reforma, muchos
hombres influyentes, que vieron con pesar estas divisiones en la
Iglesia, se ganaron de antemano por la santidad de la vida del
reformador y por la belleza de su genio, no solo no se opusieron a él. ,
pero, más aún, abrazó esa doctrina de la que dio testimonio con sus
obras. 11 Cuanto más amaban los hombres las virtudes cristianas, más
se inclinaban por el reformador. Todos los teólogos honestos estaban a
su favor. 12 Esto es lo que dijeron los que lo conocieron, y
particularmente el hombre más sabio de su época, Melancthon, y
Erasmo, el ilustre oponente de Lutero. La envidia y el prejuicio se han
atrevido a hablar de su vida desordenada. Wittenberg cambió por esta
predicación de fe, y esa ciudad se convirtió en el foco de una luz que
pronto iluminaría toda Alemania y brillaría sobre toda la Iglesia.
Fue en 1516 cuando Lutero publicó el trabajo de un teólogo místico
anónimo (probablemente Ebland, sacerdote en Frankfort), titulado
Teología alemana, en el que el autor muestra cómo el hombre puede
alcanzar la perfección mediante los tres métodos de purificación,
iluminación y comunión. Lutero nunca se entregó a la teología mística,
pero recibió de ella una impresión saludable. Lo confirmaba en su
disgusto por la seca enseñanza de los escolásticos, en su desprecio por
las obras y observancias tan pregonadas por la Iglesia, y en la
convicción de que sentía la impotencia espiritual del hombre y la
necesidad de la gracia, y en su apego a la Biblia. "Prefiero", le escribió a
Staupitz, "los místicos y la Biblia a todos los escolares"; 13 colocando
así a los antiguos maestros en el siguiente rango de los escritores
sagrados. Quizás, también, la Teología alemana le ayudó a formarse
una idea más sólida sobre los sacramentos, y sobre todo sobre la misa;
porque el autor sostiene que la eucaristía da a Cristo al hombre y no
ofrece a Cristo a Dios. Lutero acompañó esta publicación con un
prefacio, en el que declaraba que, además de la Biblia y San Agustín,
nunca se había encontrado con un libro en el que hubiera aprendido
más de Dios, Cristo, el hombre y de todas las cosas. Ya muchos
médicos empezaron a hablar mal de los profesores de Wittenberg y los
acusaron de innovación. "Uno diría", prosigue Lutero, " que nunca
antes que nosotros hubo hombres que enseñaron como nosotros
enseñamos. Sí, en verdad, ha habido muchos. Pero la ira de Dios, que
nuestros pecados han merecido, nos ha impedido verlos y escucharlos.
Durante mucho tiempo las universidades han desterrado la Palabra de
Dios a un rincón. Que lean este libro y luego digan si nuestra teología
es nueva, porque éste no es un libro nuevo ". 14
Pero si Lutero derivó de la divinidad mística todo lo bueno que
contenía, no tomó también lo malo . El gran error del misticismo es
pasar por alto el don gratuito de la salvación. Estamos a punto de notar
un ejemplo notable de la pureza de su fe.

Lutero tenía un corazón tierno y afectuoso, y deseaba ver a los que


amaba en posesión de esa luz que lo había guiado por los caminos de
la paz. Aprovechaba todas las oportunidades que se le presentaban,
como profesor, predicador o monje, así como de su extensa
correspondencia, para comunicar su tesoro a los demás. Uno de sus
antiguos hermanos en el convento de Erfurth, el monje George
Spenlein, residía entonces en el convento de Memmingen, quizás
después de haber pasado un corto tiempo en Wittenberg. Spenlein
había encargado al médico que vendiera varios artículos que le había
dejado: una túnica de tela de Brusse , una obra de un médico de
Eisenach y una capucha. Lutero cumplió cuidadosamente con esta
comisión. Recibió, dice él en una carta a Spenlein, fechada el 7 de abril
de 1516, un florín por la túnica, medio florín por el libro y un florín por
la capucha, y había remitido la cantidad al padre-vicario, a a quien
Spenlein debía tres florines. Pero Lutero pasa rápidamente de este
relato del guardarropa de un monje a un tema más importante.
"Me alegraría mucho saber", le escribió a fray Jorge, "cuál es el estado
de tu alma. ¿No está cansada de su propia justicia? ¿No respira por fin
libremente, y no confía en el En nuestros días, el orgullo seduce a
muchos, y especialmente a los que trabajan con todas sus fuerzas para
llegar a ser justos. Sin comprender la justicia de Dios que se nos ha
dado gratuitamente en Cristo Jesús, desean estar delante de Él en su
méritos propios. Pero eso no puede ser. Cuando vivías conmigo,
estabas en ese error, y yo también. Todavía estoy luchando
incesantemente contra él, y aún no he triunfado del todo sobre él.
"Oh, mi querido hermano, aprende a conocer a Cristo, y al crucificado.
Aprende a cantarle un cántico nuevo, a desesperarte de ti mismo, y a
decirle: Tú, Señor Jesucristo, eres mi justicia, y yo soy tu . pecado has
tomado lo que era mío, y me has dado lo que era tuya. 15 lo que nunca
fuiste tú has convertido, con el fin de que podría ser lo que no era -
Ten cuidado, querido George, de pretender tal pureza como para no
volver a confesar que eres pecador; porque Cristo habita solo con
pecadores. Bajó del cielo, donde vivía entre los justos, para vivir
también entre los pecadores. Medita cuidadosamente en este amor de
Cristo, y saborear todo su inefable consuelo . Si nuestros trabajos y
aflicciones pudieron dar paz a la conciencia, ¿por qué habría muerto
Cristo? No encontrarás la paz, sino en él, desesperando de ti mismo y
de tus obras, y aprendiendo con qué amor. Él abre sus brazos a ti,
tomando todos tus pecados sobre sí mismo y dándote todos sus justos.
ness. "

Así, la poderosa doctrina que ya había salvado al mundo en la era


apostólica, y que estaba destinada a salvarlo por segunda vez en los
días de la Reforma, fue explicada clara y contundentemente por
Lutero. Pasando las muchas edades de ignorancia y superstición que
habían intervenido, en esto le dio la mano a San Pablo.
Spenlein no era el único hombre a quien debía instruir en esta
doctrina fundamental. La poca verdad que encontró a este respecto en
los escritos de Erasmo le inquietaba. Fue de gran importancia iluminar
a un hombre cuya autoridad era tan grande y cuyo genio era tan
admirable. Pero, ¿cómo iba a hacerlo? Su amigo de la corte, el capellán
del elector, era muy respetado por Er asmus: es a él a quien se dirige
Lutero. "Lo que me disgusta de Erasmo, que es un hombre de
conocimiento tan extenso, es, mi querido Spalatin", escribió Lutero,
"que por la justicia de las obras y de la ley, de las que habla el apóstol,
comprende el cumplimiento de la ley ceremonial. La justicia de la ley
consiste no sólo en las ceremonias, sino en todas las obras del
Decálogo. Incluso si estas obras se cumplieran sin fe en Cristo, es
cierto que pueden producir un Fabricio a Regulus, y O tros hombres
perfectamente verticales en los ojos del mundo, pero a continuación se
merecen tan poco que puede labrar la justicia, como el fruto del
níspero a ser llamado un higo por no ser justos, como sostiene
Aristóteles, mediante la realización de obras de justicia. ; pero cuando
somos justos, entonces realizamos tales obras. 16 El hombre primero
debe ser cambiado, y luego las obras. Abel fue primero aceptado por
Dios, y luego su sacrificio. " Lutero continúa: "Cumple, te lo suplico, el
deber de un amigo y de un cristiano comunicando estos asuntos a
Erasmo". Esta carta está así fechada: "A toda prisa, desde la esquina de
nuestro convento, el 19 de octubre de 1516". Pone en su verdadera luz
la relación entre Lutero y Erasmo. Demuestra el sincero interés que
sentía por lo que pensaba que sería realmente beneficioso para este
ilustre escritor. Sin duda, la oposición mostrada por Erasmo a la
verdad obligó a Lutero un poco más tarde a combatirlo abiertamente;
pero no lo hizo hasta que lo buscó para iluminar a su antagonista.
Por fin se oyeron entonces ideas explicadas a la vez claras y profundas
sobre la naturaleza de la bondad. Luego se declaró el principio de que
lo que constituye la bondad real de una acción no es su apariencia
exterior, sino el espíritu con el que se realiza . Se trataba de un golpe
mortal contra todas aquellas observancias supersticiosas que durante
siglos habían oprimido a la Iglesia e impedido que las virtudes
cristianas crecieran y florecieran en ella.
"Estoy leyendo a Erasmo", dice Lutero en otra ocasión, "pero a diario
pierde crédito conmigo. Me gusta verlo reprender con tanta firmeza y
conocer la humillante ignorancia de los sacerdotes y monjes; pero me
temo que no hace que un gran servicio a la doctrina de Jesucristo. lo
que es del hombre es más querido para él t han de lo que es de Dios. 17
Estamos viviendo en tiempos peligrosos. un hombre no es una buena y
Christian juiciosa porque entiende griego y hebreo Jerónimo, que
sabía cinco idiomas, es inferior a Agustín que sólo entendía uno;
aunque Erasmo piensa lo contrario. Oculto con mucho cuidado mis
opiniones sobre Erasmo, por temor a dar ventaja a sus adversarios.
Quizás el Señor le dé entendimiento en Su hora." 18
La impotencia del hombre, la omnipotencia de Dios, eran las dos
verdades que Lutero deseaba restablecer. Ésta no es más que una
religión triste y una filosofía miserable mediante la cual el hombre se
dirige hacia su propia fuerza natural. Las edades han probado en vano
esta fuerza tan presumida; y aunque el hombre , por sus propios
poderes naturales, ha alcanzado gran excelencia en todo lo que
concierne a su existencia terrenal, nunca ha sido capaz de esparcir la
oscuridad que oculta a su alma el conocimiento del Dios verdadero, o
de cambiar un solo inclinación de su corazón . El grado más alto de
sabiduría alcanzado por mentes ambiciosas o por almas sedientas de
deseo de perfección ha sido la desesperación de sí mismas. 19 Es, pues,
una doctrina generosa, consoladora y supremamente verdadera, que
revela nuestra propia impotencia para proclamar un poder de Dios por
el cual podemos hacer todas las cosas. Esa es verdaderamente una gran
reforma que reivindica en la tierra la gloria del cielo y que aboga ante
el hombre por los derechos del Dios Todopoderoso.
Nadie conoció mejor que Lutero el vínculo íntimo e indisoluble que
une la salvación gratuita de Dios con las obras libres del hombre. Nadie
demostró más claramente que él, que sólo recibiendo todo de Cristo, el
hombre puede impartir mucho a sus hermanos. Siempre representó
estas dos acciones, la de Dios y la del hombre, en el mismo cuadro. Y
así es, que después de explicar al fraile Spenlein lo que se entiende por
justicia salvadora, agrega: "Si crees firmemente en esas cosas, como es
tu deber (porque maldito el que no las cree), recibe a tus hermanos
que aún eres ignorante y errado, como Jesucristo te ha recibido,
soporta con paciencia sus pecados, haz tuyos sus pecados, y si tienes
algo bueno, dáselo a ellos.
"Recibíos los unos a los otros", dice el apóstol, "como también Cristo
nos recibió, para gloria de Dios". (Romanos 15: 7.)
Es una justicia deplorable que no soporta a los demás porque los
encuentra malvados, y que sólo piensa en buscar la soledad del
desierto, en lugar de hacerles el bien con la paciencia, la oración y el
ejemplo. Si eres el lirio y la rosa de Cristo, debes saber que tu morada
está entre espinas. Solo ten cuidado de que por tu impaciencia, por tus
juicios precipitados y tu orgullo secreto, te conviertas en un tho rn
para ti mismo . Cristo reina en medio de sus enemigos. Si hubiera
deseado vivir solo entre los buenos y morir solo por aquellos que lo
amaban, ¿por quiénes, ruego, habría muerto, y entre quiénes habría
vivido? "
Es conmovedor ver cómo Lutero practicó estos preceptos caritativos.
Un monje agustín de Erfurth, George Leiffer, estuvo expuesto a
muchas pruebas. Lutero se enteró de esto y, una semana después de
escribir la carta anterior a Spenlein, acudió a él con palabras de
consuelo. "Aprendí que estás agitado por muchas tempestades, y que tu
alma es sacudida de un lado a otro por las olas ...... La cruz de Cristo
está dividida entre todo el mundo, y cada hombre tiene su parte. No
debes Por tanto, rechaza lo que te ha caído. Recíbelo más bien como
una reliquia sagrada , no en un vaso de plata o de oro, sino en lo que es
mucho mejor, en un corazón de oro, en un corazón lleno de
mansedumbre. Si la madera de la cruz ha sido tan santificada por el
cuerpo y la sangre de Cristo, que la consideramos como la reliquia más
venerable , cuánto más los agravios, persecuciones, sufrimientos y
odios de los hombres deben ser santas reliquias para nosotros. , ya que
no sólo han sido tocados por la carne de Cristo, sino que han sido
abrazados, besados y bendecidos por su infinita caridad ". 20

Notas finales:
1. Praef. Ad Galat.
2. Non per speculationem, sed per hanc viam practic.
3. Proverbios 4:18.
4. Omnes filii Adae sunt idololatrae. Decem Praecepta
Wittembergensi populo praedicata por RPD Martinum
Lutherum, agosto de 1516. Estos discursos se realizaron
en alemán; las citas son de la edición latina, LL
5. Nisi ipse pro te mortuus esset, teque servaret, nec tu, nec
omnia creatura tibi posset prodesse. Decem Praec. L. 1.
6. En Jesús est verus, unus, solus Deus, quem cum habes,
non habes allenum deum. Ibídem.
7. Revocavit igitur Lutherus hominum mentes ad filium
Dei. Melancth. Vita Luth.
8. Hujus doctrinae dulcedine pii omnes valde capiebantur,
et eruditis gratum erat. Melancth. Vita Luth.
9. Quasi ex tenebris, carcere, squalore, educi Christum,
prophetas, a postolos. Ibídem.
10. Oratio non in labris nasci, sed in pectore. Ibídem.
11. Elque propter auctoritatem, quam sanctitate morum
antea pepererat, adsenserunt. Ibídem.
12. Puto et hodie theologos omnes probos favere Luthero
Erasm. Epp. 1: 652.
13. Illis praefero mysticos et Biblia. L. Epp. 1: 107.
14. Die Deutsche Theologie. Strasburg, 1519. Prefacio.
15. Tu, Domine Jesu, es justitis mea; ego autem sum
peccatum tuum: tu assumpsisti meum, et dedisti mihi
tuum. L. Epp. 1:17.
16. Non enim justa agendo justi effim ur; sed justi fiendo et
essendo, operamur justa. L. Epp. 1:22.
17. Humana praevalent in eo plusquam divina.
18. Dabit ei Dominus intellectum suo forte tempore. Ibídem.

19. Ti. ou = n * dunatorthton ei = nai hvdh; ¡Qué! ¿Es posible


estar sin pecado? Preguntó Epicteto ( 4,12,19 ) vAmh,
canon. ¡Imposible! Respondió él.
20. Sanctissimae reliquiae..deificae voluntatis suae
charitate amplexae osculatae. L. Epp. 1:18.
LIBRO 2
CAPÍTULO 9

La enseñanza de Lutero produjo sus frutos naturales. Muchos de sus


discípulos ya se sentían impulsados a profesar públicamente las
verdades que les habían revelado las lecciones de su maestro. Entre sus
oyentes se encontraba un joven estudioso, Bernardo de Feldkirchen,
profesor de física de Aristóteles en la universidad, y que cinco años
más tarde fue el primero de los eclesiásticos evangélicos que
contrajeron los lazos matrimoniales.
Lutero deseaba que Feldkirchen mantuviera, bajo su presidencia,
ciertas tesis o proposiciones en las que se establecían sus principios.
Las doctrinas profesadas por Lutero ganaron así publicidad adicional.
La disputa tuvo lugar en 1516.
Este fue el primer ataque de Lutero al dominio de los sofistas y al
papado, como él mismo lo caracteriza. Por débil que fuera, le causó
cierta inquietud. "Permito que se impriman estas proposiciones ", dijo
muchos años después, al publicarlas en sus obras, "principalmente
para que la grandeza de mi causa, y el éxito con que Dios la ha
coronado, no me envanezca. Porque manifiestan plenamente mi
humillación, es decir, la flaqueza y la ignorancia, el miedo y el temblor
con que comencé este conflicto. Estaba solo: me había lanzado
imprudentemente a este negocio. Sin poder retractarme, concedí
muchos puntos importantes a el Papa, y hasta lo adoré ". 1
Algunas de las proposiciones fueron las siguientes: 2

"El viejo Adán es la vanidad de las vanidades; él es la vanidad


universal; y hace vanas a todas las demás criaturas, por buenas que
sean.
"Al viejo Adán se le llama carne, no sólo porque es guiado por los
deseos de la carne, sino además, porque si es casto, prudente y justo,
no ha nacido de nuevo de Dios por el Espíritu Santo.
"Un hombre que no tiene parte en la gracia de Dios, no puede guardar
los mandamientos de Dios, ni prepararse, total o parcialmente, para
recibir la gracia; pero por necesidad descansa bajo el poder del pecado.
“La voluntad del hombre sin gracia no es libre, sino que está
esclavizada, y eso también con su propio consentimiento.
"Jesucristo, fortaleza nuestra y justicia nuestra, el que prueba el oído y
las riendas, es el único que discierne y juzga nuestros méritos.
"Dado que todo es posible, por Cristo, para el creyente, es
supersticioso buscar otra ayuda, ya sea en la voluntad del hombre o en
los santos". 3
Esta disputa causó un gran revuelo y se ha considerado como el
comienzo de la Reforma.

Se acercaba la hora en que estallaría la Reforma. Dios se apresuró a


preparar el instrumento que había decidido emplear. El elector,
habiendo construido una nueva iglesia en Wittenb erg, a la que dio el
nombre de Todos los Santos, envió a Staupitz a los Países Bajos para
recolectar reliquias para el adorno del nuevo edificio. El vicario general
encargó a Lutero que lo reemplazara durante su ausencia y, en
particular, que hiciera una visita a los cuarenta monasterios de Misnia
y Turingia.
Lutero se dirigió primero a Grimma y de allí a Dresde. En todas partes
se esforzó por establecer las verdades que había descubierto e iluminar
a los miembros de su orden. - "No os unáis a Aristóteles ni a ningún
otro maestro de una filosofía engañosa", dijo a los monjes, "sino leed
la Palabra de Dios con diligencia. No busquéis la salvación en vuestras
propias fuerzas ni en vuestras buenas obras. , sino en los méritos de
Cristo y en la gracia de Dios ". 4
Un monje agustín de Dresde había huido de su convento y se
encontraba en Mentz, donde lo recibió el prior de los agustinos. Lutero
le escribió 5 rogándole que devolviera la oveja descarriada, y añadió
estas palabras tan llenas de caridad y verdad: "Sé que es necesario que
vengan las ofensas. No es de extrañar que el hombre caiga; pero es así
que se levanta de nuevo y se pone de pie. Pedro cayó para saber que no
era más que un hombre. Incluso en nuestros días se ve caer los cedros
del Líbano. Los mismos ángeles, ¡algo que supera toda imaginación! -
han caído en el cielo, y Adán en el paraíso. ¿Por qué entonces
deberíamos sorprendernos si una caña es sacudida por el torbellino, o
si una vela humeante se apaga? "

Desde Dresde, Lutero se dirigió a Erfurth y reapareció para


desempeñar las funciones de vicario general en ese mismo convento
donde, once años antes, había dado cuerda al reloj, abierto las puertas
y barrido la iglesia. Nombró para el priorato del convento a su amigo el
soltero John Lange, un hombre culto y piadoso pero severo: lo exhortó
a la afabilidad y la paciencia. "Ponte", le escribió poco después, "ponte
un espíritu de mansedumbre hacia el prior de Nuremberg: esto es
correcto, ya que ha asumido un espíritu de blandura y aspereza. La
amargura no se expulsa de la amargura, es decir, el diablo por el
diablo; pero la dulzura disipa la amargura, es decir, el dedo de Dios
echa fuera el espíritu maligno ". 6 Debemos, quizás, lamentar que
Lutero no recordara en varias ocasiones este excelente consejo.
En Neustadt, en el Orla, no había más que desunión. En el convento
reinaban disensiones y riñas, y todos los monjes estaban en guerra con
su prior. Atacaron a Lutero con sus quejas. El anterior Michael Dressel,
o Tornator, como lo llama Lutero, traduciendo su nombre al latín, por
su parte expuso todos sus problemas ante el médico. "¡Paz Paz!" dijó el.
"Buscas la paz", respondió Lutero; "pero lo que buscáis es la paz del
mundo, y no la paz de Cristo. ¿No sabéis que nuestro Dios ha puesto
su paz en medio de la guerra? El que nadie perturba no tiene paz. Pero
el que turbado por todos los hombres y por las cosas de esta vida, todo
lo soporta con tranquilidad y gozo - posee la verdadera paz. Di más
bien con Cristo: ¡La cruz, la cruz! y no habrá cruz. Porque la cruz cesa
de ser sea cruz, en cuanto podamos decir con amor: ¡Oh cruz bendita,
no hay madera como la tuya! 7 A su regreso a Wittenberg, Lutero,
deseando poner fin a estas disensiones, permitió que los monjes
eligieran otro prior.
Lutero regresó a Wittenberg después de una ausencia de seis semanas.
Estaba afligido por todo lo que había visto; pero el camino le dio un
mejor conocimiento de la Iglesia y del mundo, aumentó su confianza
en su relación con la sociedad y le brindó muchas oportunidades de
fundar escuelas, de insistir en esta verdad fundamental de que "sólo la
Sagrada Escritura nos muestra el camino cielo ", y de exhortar a los
hermanos a vivir juntos en santidad, castidad y paz. 8 No hay duda de
que se sembró mucha semilla buena en los diferentes conventos
agustinos durante este viaje del reformador. Las órdenes monásticas,
que durante mucho tiempo habían sido el apoyo de Roma, hicieron
quizás más por la Reforma que contra ella. Esto es cierto, en particular,
de los agustinos. Casi todos los hombres piadosos, de espíritu liberal y
elevado, que vivían en los claustros, se volvieron hacia el Evangelio.
Una sangre nueva y generosa circuló mucho tiempo a través de estas
órdenes, que eran, por así decirlo, las arterias de la iglesia alemana.
Hasta ahora no se sabía nada en el mundo de las nuevas ideas del
Agustín de Wittenberg, cuando ya eran el tema principal de
conversación en los capítulos y monasterios. Muchos claustros se
convirtieron así en vivero de reformadores. Tan pronto como tuvo
lugar la gran lucha, hombres piadosos y capaces surgieron de su
oscuridad y abandonaron la reclusión de una vida monástica por la
carrera activa de ministros de la Palabra de Dios . En el período de esta
inspección de 1516, Lutero despertó a muchas almas adormecidas con
sus palabras. Por eso este año ha sido llamado "la estrella de la mañana
del día del evangelio".
Lutero reanudó su ocupación habitual. En este período estaba
abrumado por el trabajo: no bastaba con ser profesor, predicador y
confesor; lo agobiaban aún más muchas ocupaciones temporales que
se referían a su orden y su convento. "Necesito casi continuamente",
escribe, "dos secretarios, porque no hago otra cosa en todo el día que
escribir cartas. Soy predicador del convento, leo las oraciones en la
mesa, soy párroco y ministro de parroquia, director de estudios,
vicario del prior (es decir, ¡once veces antes!), inspector de los
estanques piscícolas de Litzkau, consejero de las posadas de Herzberg
en Torgau, conferenciante sobre san Pablo y comentarista de los
Salmos. ..... Rara vez tengo tiempo para repetir las oraciones diarias y
cantar un himno; sin hablar de mis luchas con la carne y la sangre, con
el diablo y el mundo ...... Aprenda de esto qué hombre ocioso ¡Yo soy!"
9
Por esta época estalló la plaga en Wittenberg. Un gran número de
estudiantes y profesores abandonaron la ciudad. Lutero se quedó. "No
estoy seguro", le escribió a su amigo en Erfurth, "si la plaga me
permitirá terminar la Epístola a los Gálatas. Sus ataques son
repentinos y violentos: está causando grandes estragos entre los
jóvenes en particular. Usted me aconseja para volar. ¿A dónde voy a
volar? Espero que el mundo no se acabe si el hermano M artin muere.
10 Si la pestilencia se propaga, dispersaré a los hermanos en todas
direcciones; pero en cuanto a mí, mi lugar está aquí. El deber no me
permite abandonar mi puesto, hasta que Aquel que me ha llamado me
convoque. No es que no tenga miedo a la muerte (porque no soy Pablo,
sólo soy su comentarista); pero espero que el El Señor me librará del
miedo ". Tal fue la resolución del médico de Wittenberg. ¿Aquel a quien
la pestilencia no pudo obligar a retroceder un solo paso, retrocederá
ante Roma? ¿Cederá por miedo al patíbulo?

Notas finales:
1. Sed etiam ultro adorabam. L. Opp. Lat. 1:50.
2. Op. (L.) 17. 142, y en la edición latina, vol. 1:51.
3. Cum credenti omnia sint, auctore Christo possibillia
superstitoisum est, humano arbitrio, all is sanctis, allis
deputari auxilia. L. Opp. (L.) 17. 142.

4. Answesenheit de Lutero de Hilscher en Alt-Dresden,


1728.
5. Epp. 1:20, fechado el 1 de mayo de 1516.
6. Non enim asper asperum, id est non diabolus diabolum;
sed suavis saperum, id est digitus Dei ejicit daemonia. L.
Epp. 1. 36.
7. Tam cito enim crux cessat esse crux, quam cito laetus
dixeris: Crux benedicta! Cuento inter ligna nullum. Epp.
1:27.
8. Helliglich, friedlich und zuchtig. Matemáticas. P. 10.

9. Carta a Lange, 26 de octubre de 1516. Epp. 1:41.


10. Quo fugiam? Spero quod non corru et orbis, ruente
fratre Martino. Ibídem. 42.
LIBRO 2
CAPÍTULO 10
Lutero mostró ante los poderosos de este mundo el mismo valor que
había mostrado en medio de los males más formidables. El elector
estaba muy complacido con el vicario general, que había obtenido una
rica cosecha de reliquias en los Países Bajos. Lutero da cuenta de ellos
a Spalatin; y este asunto de las reliquias, que ocurre en el momento en
que la Reforma está por comenzar, es una circunstancia singular.
Ciertamente, los reformadores tenían poca idea de hasta qué punto
estaban tendiendo. Un obispado le parecía al elector la única
recompensa digna de los servicios del vicario general. Lutero, a quien
Spalatin escribió sobre el tema, desaprobaba rotundamente tal idea.
"Hay muchas cosas que por favor su p rince", respondió él, "y que, sin
embargo, desagradan a Dios. 1 No niego que es hábil en los asuntos de
este mundo, sino en lo que se refiere a Dios y la salvación de las almas,
lo considero, así como su consejero Pfeffinger, siete veces ciego. No
digo esto a sus espaldas, como un calumniador; no se lo oculto, porque
yo mismo estoy dispuesto, y en todas las ocasiones, a díselo a los dos
en la cara. ¿Por qué —continúa— rodearían a este hombre (Staupitz )
con todos los torbellinos y tempestades de los cuidados episcopales?
El elector no se ofendió por la franqueza de Lutero. "El príncipe",
escribió Spalatin, "habla a menudo de ti y en términos honorables".
Federico envió al monje una tela muy fina a cambio de un vestido.
"Sería demasiado bueno", dijo Lutero, "si no fuera un regalo de un
príncipe. No soy digno de que ningún hombre piense en mí, mucho
menos en un príncipe, y en un príncipe tan grande como él. Esos son
mis mejores . amigos que piensan lo peor de mí 2 Gracias a nuestra pri
na vez por su bondad para mí, pero no puedo permitir que me alabado
sea por usted o por cualquier hombre, porque toda la alabanza del
hombre es vana, y sólo lo que viene de Dios es verdad."
El excelente capellán no estaba dispuesto a limitarse a sus funciones
en la corte. Él deseaba hacerse útil a la gente; pero como muchos
individuos de todas las épocas, deseaba hacerlo sin ofensas y sin
irritación, conciliando el favor general. "Señale", le escribió a Lutero,
"algún trabajo que pueda traducir a nuestra lengua materna; uno que
dé satisfacción general y al mismo tiempo sea útil". ¡Agradable y útil!
respondió Lutero; "Tal pregunta está más allá de mi capacidad. Cuanto
mejores son las cosas, menos agradan. 3 ¿Qué es más saludable que
Jesucristo? Y, sin embargo, para la mayoría es sabor de muerte. Me
dirás que deseas ser útil sólo a los que aman el bien. En ese caso,
hazles oír la voz de Jesucristo: serás útil y agradable, depende de ello ,
sólo a un número muy pequeño; porque las ovejas son raras en esta
región de Lobos."
Lutero, sin embargo, recomendó a su amigo los sermones del
dominico Tauler. "Nunca he leído", dijo, "ni en latín ni en nuestro
propio idioma, una teología más sólida, o más conforme al Evangelio.
Prueba, pues, y ve cuán dulce es el Señor, pero no hasta que hayas
Primero probé y sentí lo amargo que es todo lo que somos nosotros
mismos ”. 4
Fue en el transcurso del año 1517 cuando Lutero entró en
comunicación con el duque Jorge de Sajonia. La casa de Sajonia tenía
en ese momento dos jefes. Dos príncipes, Ernesto y Alberto, sacados en
su juventud del castillo de Altenburgo por Kunz de Kaufungen, se
habían convertido, por el tratado de Leipsic, en los fundadores de las
dos casas que aún llevan sus nombres. El elector Federico, hijo de
Ernesto, era, en el período que describimos, el jefe de la rama de
Ernestina; y su primo el duque Jorge, de la Albertina. Dresde y Leipzig
estaban ambos situados en los estados de este duque, cuya residencia
estaba en la primera de estas ciudades. Su madre, Sidonia, era hija de
George Podiebrad, rey de Bohemia. La larga lucha que había
mantenido Bohemia con Roma, desde la época de Juan Huss, no había
dejado de influir en el príncipe de Sajonia. A menudo había
manifestado un deseo por una Reforma. "Lo ha bebido con la leche de
su madre", dijeron los sacerdotes; "Es enemigo de nacimiento del
clero". 5 Molestaba a obispos, abades, conserjes y monjes de muchas
maneras; y su primo, el elector Frederick, se vio obligado más de una
vez a interferir en su favor. Parecía que el duque Jorge sería uno de los
partidarios más cálidos de una reforma. El devoto Federico, en cambio,
que en años anteriores había llevado las espuelas de Godofredo en el
Santo Sepulcro y ciñéndose con la larga y pesada espada del
conquistador de Jerusalén, había jurado luchar por la Iglesia, como
ese antiguo y valiente caballero, parecía destinado a ser el más
ardiente campeón de Roma. Pero en todo lo que concierne al
Evangelio, las anticipaciones de la sabiduría humana se decepcionan
con frecuencia. Lo contrario de lo que podríamos haber supuesto
sucedió. El duque habría estado encantado de humillar a la Iglesia y al
clero , de humillar a los obispos, cuyo séquito principesco sobrepasaba
con mucho al suyo; pero otra cosa era recibir en su corazón la doctrina
evangélica que lo humillaría, reconocerse pecador culpable, incapaz de
ser salvo, excepto por gracia . De buena gana habría reformado a otros,
pero no le importaba reformarse a sí mismo. Quizás hubiera puesto su
mano en la tarea de obligar al obispo de Mentz a contentarse con un
solo obispado, y no tener más de catorce caballos en sus establos ,
como dijo más de una vez; 6 pero cuando vio a otro que no fuera él
mismo dar un paso adelante como reformador, cuando vio a un simple
monje emprender esta obra, y la Reforma ganando numerosos
partidarios entre el pueblo, el altivo hijo del rey husita se convirtió en
el adversario más violento de la reforma a la que antes se había
mostrado favorable.
En el mes de julio de 1517, el duque George le pidió a Staupitz que le
enviara un predicador elocuente y erudito. Se le recomendó a Lutero
como un hombre de gran erudición y conducta irreprochable. El
príncipe lo invitó a predicar en Dresde en la capilla del castillo, en la
fiesta de Santiago el Viejo.
Llegó el día. El duque y su corte se dirigieron a la capilla para escuchar
al predicador de Wittenberg . Lutero aprovechó con alegría esta
oportunidad de testificar la verdad ante tal asamblea. El seleccionó su
texto del evangelio del día: Luego vino a él la madre de los hijos de
Zebedeo con sus hijos, etc. (Mateo 20: 20-23). Predicó sobre los deseos
y oraciones inaceptables de los hombres; y luego habló enfáticamente
sobre la seguridad de la salvación. Él estableció sobre este fundamento,
que aquellos que reciben la Palabra de Dios con fe son los verdaderos
discípulos de Jesucristo, elegidos para la vida eterna. A continuación,
trató de la elección gratuita y demostró que esta doctrina, si se
presenta en unión con la obra de Cristo, tiene gran poder para disipar
los terrores de la conciencia; de modo que los hombres, en lugar de
huir lejos del Dios justo, ante la vista de su propia imprudencia, son
llevados gentilmente a buscar refugio en Él. En conclusión, relató una
alegoría a las tres vírgenes, de la que dedujo instrucciones edificantes.
La palabra de verdad dejó una profunda impresión en sus oyentes. Dos
de ellos, en particular, parecieron prestar mucha atención al sermón
del monje de Wittenberg. La primera era una dama de aspecto
respetable, que estaba sentada en los bancos de la corte y en cuyos
rasgos se podía trazar una profunda emoción. Era Madame de la Sale,
primera dama de la duquesa. El otro era un licenciado en derecho
canónico, Jerome Emser, consejero y secretario del duque. Emser
poseía grandes talentos y una amplia información. Cortesano y hábil
político, hubiera deseado estar en buenos términos con las dos partes
contendientes, pasar en Roma por un defensor del papado y, al mismo
tiempo, brillar en Alemania entre los sabios de la época. Pero bajo esta
mente dócil se ocultaba un carácter violento. Fue en la capilla del
palacio de Dresde donde Lutero y Emser se encontraron por primera
vez; luego iban a romper más de una lanza juntas.
Llegó la hora de la cena para los habitantes del palacio, y en poco
tiempo la familia ducal y las personas adscritas a la corte se reunieron
a la mesa. La conversación cayó naturalmente sobre el predicador de la
mañana. "¿Cómo le agradó el sermón?" dijo el duque a la señora de la
Sale. - "Si pudiera oír uno más", respondió ella, "moriría en paz". - "Y
yo", respondió George enfadado, "preferiría dar una gran suma por no
haberlo escuchado; porque tales discursos sólo están calculados para
hacer que la gente peque con seguridad".
Habiendo así dado a conocer el maestro su opinión, los cortesanos
cedieron incontrolados a su descontento. Cada uno tenía preparada su
censura. Algunos sostenían que en su alegoría de las tres vírgenes,
Lutero tenía a la vista a tres damas de la corte; sobre el cual se
levantaron interminables balbuceos. Reunieron a las tres damas que el
monje de Wittenberg tenía así, dijeron públicamente señaladas. 7 Es
un tipo ignorante, decían algunos; es un monje orgulloso, dijeron
otros. Cada uno hizo su comentario sobre el sermón y puso lo que le
agradó en la boca del predicador. La verdad había caído en medio de
un tribunal poco preparado para recibirla. Cada uno lo destrozó a su
manera. Pero si bien la Palabra de Dios fue motivo de tropiezo para
muchos, para la primera dama fue una piedra de levantamiento. Al
caer enferma un mes después, abrazó con confianza la gracia del
Salvador y murió con gozo. 8
En cuanto al duque, quizás no en vano escuchó este testimonio de la
verdad. Cualquiera que haya sido su oposición a la Reforma durante su
vida, sabemos que a su muerte declaró que no tenía ninguna esperanza
salvo en los méritos de Jesucristo.
Era natural que Emser le hiciera los honores a Lutero en nombre de su
maestro. Lo invitó a cenar. Lutero se negó; pero Emser persistió y lo
convenció de que viniera. Lutero pensó que solo debería conocer a
unos pocos amigos; pero pronto se dio cuenta de que le habían tendido
una trampa. 9 Un maestro de artes de Leipsic y varios dominicanos
estaban con la secretaria del príncipe. El maestro de artes, sin tener
una opinión mezquina de sí mismo y lleno de odio hacia Lutero , se
dirigió a él de manera amistosa y honrada; pero pronto se apasionó y
empezó a gritar con todas sus fuerzas. 10 Comenzó el combate. La
disputa se centró, dice Lutero, en la farsa de Aristóteles y Santo
Tomás. 11 Por fin, Lutero desafió al maestro de las artes a definir con
toda la sabiduría de los tomistas qué es el cumplimiento de los
mandamientos de Dios. El contendiente avergonzado puso buena cara
al asunto. "Págame mis honorarios", dijo tendiendo su h y "da
pastum". Uno habría dicho que deseaba dar una lección regular,
tomando a sus compañeros invitados por sus alumnos. "Ante esta tonta
respuesta", añade el reformador, "todos nos echamos a reír y luego nos
separamos".
Durante esta conversación, un dominicano estaba escuchando en la
puerta. Anhelaba entrar y escupir en la cara de Lutero: 12 pero se
contuvo y se jactó de ello después. Emser, encantado de ver disputar a
sus invitados y aparentando preservar la debida moderación, se
mostró ferviente en disculpar a Lutero por la manera en que había
transcurrido la velada. 13 Este último regresó a Wittenberg.

Notas finales:
1. Multa placent principi tuo, quae Deo displicent. L. Epp.
1:25.
2. Il mihi maxime prosunt, qui mei pessim e meminerint.
Ibídem. 45.

3. Quo sunt aliqua salubriora, eo menos placent. L. Epp.


1:46.
4. Quam amarum est, quicquid nos sumus. Ibídem.
5. Op. (W.) 22. 1849.
6. Op. (W.) 22. 1849.
7. Tiene tres postea in aula principis a me notatas
garrierunt. L. Epp. 1. 85.
8. Keith, Leb. Luth. Pág. 32.
9. Inter medias me insidias conjectum. L. Epp. 1:85.

10. In me acriter et clamose invectus est. Ibid.


11. Super Aristotelis et Thomae nugis. L. Epp. 1:85.
12. Ne prodiret et in faciem meam spueret. Ibídem.
13. Enixe sese excusavit. Ibídem.
LIBRO 2
CAPÍTULO 11

Lu ther volvió celosamente al trabajo. Estaba preparando a seis o siete


jóvenes teólogos que pronto se someterían a un examen para obtener
una licencia para enseñar. Lo que más le regocijó fue que su promoción
tendería a desacreditar a Aristóteles. "Podría desear multiplicar el
número de sus enemigos lo antes posible", dijo. 1 Con este propósito
publicó ciertas tesis sobre esa época que merecen nuestra atención.
El libre albedrío fue el gran tema tratado. Ya lo había tocado en las
tesis de Feldkirchen; ahora profundizó en la pregunta. Desde el
comienzo mismo del cristianismo, había habido una lucha más o
menos intensa entre las dos doctrinas de la libertad del hombre y su
esclavitud. Algunos escolásticos habían enseñado, como Pelagio y otros
médicos, que el hombre poseía por sí mismo la libertad o el poder de
amar a Dios y realizar buenas obras. Lutero negó esta libertad; no para
privar al hombre de ello, sino para que pueda obtenerlo. La lucha en
esta gran búsqueda no es, por tanto, como se suele decir, entre la
libertad y la esclavitud: es entre una libertad que procede del hombre y
otra que procede de Dios. Aquellos que se tildan de partidarios de la
libertad le dicen al hombre: "Tú tienes el poder de hacer buenas obras
; no necesitas mayor libertad". Los otros, llamados partidarios de la
servidumbre, dicen al contrario: "La verdadera libertad es lo que
necesitas, y Dios te la ofrece en su Evangelio". Por un lado, hablan de
libertad para perpetuar la esclavitud; por otro, hablan de esclavitud
para dar libertad. Tal fue la contienda en los tiempos de San Pablo, San
Agustín y Lutero. Aquellos que dicen: "No cambies nada" son los
campeones de la esclavitud; los otros que dicen "Deja que tus cadenas
se caigan", son los campeones de la libertad.
Pero nos engañaríamos a nosotros mismos si resumiéramos toda la
Reforma en esa pregunta en particular. Es una de las numerosas
doctrinas sostenidas por el médico de Wittenberg, y eso es todo. Sería
caer en una extraña ilusión pretender que la Reforma fue un fatalismo,
una oposición a la libertad. Fue una noble emancipación de la mente
humana. Rompiendo los numerosos lazos con los que la jerarquía
había atado la mente de los hombres, restaurando las ideas de
libertad, de derecho, de libre examen, liberó a su propia época, a
nosotros mismos ya la más remota posteridad. Pero no se diga que la
Reforma liberó al hombre de todo despotismo humano, sino que lo
esclavizó al proclamar la soberanía de la Gracia. Quería, sin duda,
hacer retroceder la voluntad humana , confundirla y someterla
enteramente a la voluntad divina; pero ¿qué clase de filosofía es la que
no sabe que la total conformidad con la voluntad de Dios es la única,
suprema y perfecta libertad? ¿Y ese hombre será realmente libre , sólo
cuando la justicia soberana y la verdad eterna solo tengan dominio
sobre él?
Las siguientes son algunas de las noventa y nueve proposiciones que
Lutero presentó en la Iglesia contra el racionalismo pelagiano de la
teología escolástica:
"Es cierto que el hombre , que se ha convertido en un árbol corrupto,
no puede querer o hacer nada más que el mal.
"Es falso que la voluntad, abandonada a sí misma, pueda hacer tanto
el bien como el mal, porque no es libre, sino esclava.
"No está en el poder de la voluntad del hombre elegir o rechazar
cualquier cosa que se le ofrezca.
"El hombre no puede por su propia naturaleza querer que Dios sea
Dios. Preferiría ser Dios mismo, y que Dios no fuera Dios.
"La excelente, infalible y única preparación para la gracia es la eterna
elección y predestinación de Dios. 2
"Es falso decir que si el hombre hace todo lo que puede, elimina los
obstáculos a la gracia.
"En una palabra, la naturaleza no posee ni una razón pura ni una
buena voluntad. 3
"Del lado del hombre no hay nada que se anteponga a la gracia, a
menos que sea la impotencia y hasta la rebelión.
"No hay virtud moral sin orgullo ni sin dolor, es decir, sin pecado.
“De principio a fin, no somos dueños de nuestras acciones, sino sus
esclavos.

"No nos volvemos justos haciendo lo que es justo, pero habiendo


llegado a ser justos, hacemos lo que es justo.
"El que dice que un divino, que no es lógico, es hereje y empírico,
sostiene una proposición empírica y herética.
"No hay forma de razonamiento (de silogismo) que se ajuste a las
cosas de Dios. 4

"Si la forma del silogismo pudiera aplicarse a las cosas divinas,


deberíamos tener conocimiento y no creencia en el artículo de la
Santísima Trinidad.
"En una palabra, Aristóteles es a la divinidad, como las tinieblas a la
luz.
"El hombre es mayor enemigo de la gracia de Dios que de la ley
misma.
"El que no tiene la gracia de Dios peca continuamente, aunque no
robe, asesine ni cometa adulterio.
"Peca, porque no cumple la ley espiritualmente.

"No matar, no cometer adulterio, sólo externamente y con respecto a


las acciones, es la justicia de los hipócritas.
"La ley de Dios y la voluntad del hombre son dos adversarios, que sin
la gracia de Dios nunca pueden reconciliarse. 5
"Lo que manda la ley, la voluntad nunca lo ha querido, a menos que
por miedo o por amor dé la apariencia de estar dispuesto.
"La ley es el maestro de la voluntad, que no es vencido sino por el Niño
que nos ha nacido (Isaías 9: 6). 6
"La ley hace que el pecado abunde, porque desespera y repele la
voluntad.
"Pero la gracia de Dios hace que la justicia abunde por medio de
Jesucristo, quien nos hace amar la ley.
"Toda obra de la ley parece buena por fuera, pero por dentro es
pecado.
"La voluntad, cuando se vuelve hacia la ley sin la gracia de Dios, lo
hace sólo por su propio interés.

"Malditos son todos los que realizan las obras de la ley.


"Bienaventurados todos los que realizan las obras de la gracia de Dios.
“La ley que es buena, y en la que tenemos vida, es el amor de Dios
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Romanos 5:
5).
"La gracia no se da para que la obra se haga con mayor frecuencia y
facilidad, sino porque sin gracia no puede haber obra de amor.
“Amar a Dios es odiarse a uno mismo y no saber nada de Dios” 7.
Así, Lutero atribuye a Dios todo el bien que el hombre puede hacer. No
se trata de reparar, de remendar, si podemos usar la expresión, la
voluntad del hombre: hay que darle una completamente nueva. Solo
Dios ha podido decir esto, porque solo Dios puede lograrlo. Ésta es una
de las verdades más grandes e importantes que la mente humana
puede concebir.
Pero aunque Lutero proclamó la impotencia del hombre, no cayó al
otro extremo. Dice en la octava tesis: "De ahí que no se siga que la
voluntad sea naturalmente depravada, es decir, que su naturaleza sea
la del mal mismo, como han enseñado los maniqueos". 8
Originalmente, la naturaleza del hombre era esencialmente buena: se
ha apartado del bien, que es Dios, y se ha inclinado hacia el mal. Sin
embargo, su origen santo y glorioso aún permanece; y es capaz, por el
poder de Dios, de recuperar este origen. Es tarea del cristianismo
devolvérselo. Es cierto que el Evangelio muestra al hombre en un
estado de humillación e impotencia, pero entre dos glorias y dos
grandezas: una gloria pasada de la que ha sido precipitado y una gloria
futura a la que está llamado. Ahí radica la verdad: el hombre es
consciente de ello, y si reflexiona muy poco, fácilmente descubre que
todo lo que se le dice de su pureza, poder y gloria presentes no es más
que una ficción con la que adormecer y calmar su orgullo. .
Lutero en sus tesis protestó no sólo contra la pretendida bondad de la
voluntad del hombre, sino aún más contra la pretendida luz de su
entendimiento con respecto a las cosas divinas. En verdad, el
escolasticismo había exaltado tanto su razón como su voluntad. Esta
teología, como la han representado algunos de sus médicos, no era en
el fondo más que una especie de racionalismo. Esto está indicado por
las proposiciones que hemos citado. Uno podría imaginarlos dirigidos
contra el racionalismo de nuestros días. En las tesis que fueron señal
de la Reforma, Lutero censuró a la Iglesia y las supersticiones
populares que habían agregado indulgencias, purgatorio y tantos otros
abusos al Evangelio. En los que acabamos de citar, atacó las escuelas y
el racionalismo, que habían quitado de ese mismo Evangelio la
doctrina de la soberanía de Dios, de su revelación y de su gracia. La
Reforma atacó el racionalismo antes de volverse contra la superstición.
Proclamó los derechos de Dios, antes de cortar las excrecencias del
hombre. Fue positivo antes de volverse negativo. Esto no se ha
observado suficientemente; Sin embargo, si no lo notamos, no
podremos apreciar con justicia esa revolución religiosa y su verdadera
naturaleza.
Sea como fuere, las verdades que Lutero acababa de enunciar con
tanta energía eran muy novedosas. Habría sido fácil apoyar estas
propuestas en Wittenberg; de ahí su infl uencia predominado. Pero se
podría haber dicho que había elegido un campo donde sabía que
ningún combatiente se atrevería a aparecer. Ofreciendo batalla en otra
universidad, les daría mayor publicidad; y fue mediante la publicidad
que se efectuó la Reforma . Volvió los ojos hacia Erfurth, cuyos
teólogos se habían mostrado tan irritados contra él.
Por lo tanto, transmitió estas proposiciones a John Lange, prior de
Erfurth, y le escribió: "Mi suspenso en cuanto a su decisión sobre estas
paradojas es grande, extrema, quizás demasiado grande y llena de
ansiedad. Sospecho fuertemente que sus teólogos considerarán tan
paradójico, e incluso kakodoxical, 9 lo que en mi opinión es muy
ortodoxo. Por favor, infórmeme lo antes posible de sus sentimientos
sobre ellos. Tenga la bondad de declarar a la facultad de teología, y a
todos, que soy preparado para visitarle y mantener públicamente estas
proposiciones, ya sea en la universidad o en el monasterio ". No parece
que se aceptó el desafío de Lutero . Los monjes de Erfurth se alegraron
de hacerle saber que estas proposiciones les habían disgustado mucho.
Pero deseaba enviarlos también a otro cuarto de Alemania. Para ello,
volvió sus ojos hacia un individuo que juega un gran papel en la
historia de la Reforma, y a quien debemos aprender a conocer.
Un profesor distinguido, llamado John Meyer, enseñaba en la
universidad de Ingolstadt en Baviera. Nació en Eck, un pueblo de
Suabia, y comúnmente se le llamaba Doctor Eck. Era amigo de Lutero,
quien estimaba sus talentos y su información. Estaba lleno de
inteligencia, había leído mucho y poseía una excelente memoria. Unió
el saber con la elocuencia. Sus gestos y su voz expresaban la vivacidad
de su genio. Eck, en cuanto a talento, era en el sur de Alemania lo que
Lutero era en el norte. Fueron los dos teólogos más notables de esa
época, aunque con tendencias muy diferentes. Ingolstadt era casi el
rival de Wittenberg. La reputación de estos dos médicos atrajo de
todos los rincones, a las universidades donde enseñaban, una multitud
de estudiantes ansiosos por escuchar su enseñanza. Sus cualidades
personales, no menos que su aprendizaje, los hicieron querer por sus
discípulos. El personaje del Dr . Eck había sido atacado; pero un rasgo
de su vida mostrará que, al menos en este período, su corazón no
estaba cerrado a los impulsos generosos.
Entre los estudiantes que su reputación había atraído a Ingolstadt, se
encontraba un joven llamado Urban Regius, nacido a orillas de un lago
alpino. Primero había estudiado en la universidad de Friburgo en
Brisgau. A su llegada a Ingolstadt, Urbano siguió los cursos filosóficos
y se ganó el favor del profesor. Obligado a satisfacer sus propias
necesidades, se vio obligado a hacerse cargo de algunos jóvenes
nobles. No solo tenía que velar por su conducta y sus estudios, sino
incluso para proporcionar con su propio dinero los libros y la ropa que
necesitaban. Estos jóvenes vestían con elegancia y les gustaba vivir
bien . Regius, en su estado de vergüenza, suplicó a los padres que
retiraran a sus hijos. "Anímate", fue su respuesta. Sus deudas
aumentaron; sus acreedores se volvieron apremiantes: no sabía qué
hacer. En ese momento, el emperador estaba reuniendo un ejército
contra los turcos. Los grupos de reclutamiento llegaron a Ingolstadt y,
desesperado, Urban se alistó. Vestido con su uniforme militar, apareció
en las filas en su revisión final antes de dejar la ciudad. En ese
momento el Dr. Eck entró en la plaza con varios de sus compañeros.
Para su gran sorpresa, reconoció a su alumno entre los reclutas.
"Urban Regius!" dijo, mirándolo con una mirada penetrante. "¡Aquí!"
respondió el joven soldado. "Por favor, ¿cuál es la causa de este
cambio?" El joven contó su historia. "Me ocuparé del asunto yo mismo",
respondió Eck, quien luego le quitó la alabarda y lo compró. Los
padres, amenazados por el médico con el disgusto de su príncipe,
enviaron el dinero necesario para pagar los gastos de sus hijos. Urban
Regius se salvó y poco después se convirtió en uno de los baluartes de
la Reforma.
Fue a través del Dr. Eck que Lutero pensó en dar a conocer sus
proposiciones sobre el pelagianismo y el racionalismo escolástico en el
sur del imperio. Sin embargo, no los envió directamente al profesor de
Ingo lstadt, sino que los remitió a un amigo común, el excelente
Christopher Scheurl, secretario de la ciudad de Nuremberg, rogándole
que los transmitiera a Eck en Ingolstadt, que no estaba lejos de
Nuremberg. -Le transmito -dijo- mis proposiciones, que son en
conjunto paradójicas, e incluso kakistodoxas, como les parecería a
muchos. Comuníqueselas a nuestro querido Eck, el hombre más culto
e ingenioso, para que pueda ver y escucha lo que piensa de ellos ". 10
Fue así como Lutero habló en ese momento del Dr. Eck: tal era la
amistad que los unía. No fue Lutero quien se interrumpió.
Pero no era en este campo donde se iba a librar la batalla. Estas
proposiciones giraron en torno a doctrinas de quizás mayor
importancia que las que dos meses después incendiaron la Iglesia; y sin
embargo, a pesar de los desafíos de Lutero, pasaron desapercibidos. A
lo sumo, se leyeron dentro de los muros de las escuelas y no crearon
sensación más allá de ellas. Era porque eran sólo proposiciones
universitarias o doctrinas teológicas; mientras que las tesis que
siguieron se refirieron a un mal que había crecido entre la gente y que
entonces estaba rompiendo fronteras en todos los lados de Alemania.
Mientras Lutero se contentó con revivir doctrinas olvidadas, los
hombres guardaron silencio; pero cuando señaló abusos que dañaron a
todo el mundo, todos escucharon.
Y sin embargo, en ninguno de los dos casos, Lutero propuso más que
excitar una de esas discusiones teológicas tan frecuentes en las
universidades. Este era el círculo al que estaban restringidos sus
pensamientos . No tenía idea de convertirse en reformador. Era
humilde y su humildad rayaba en la desconfianza y la ansiedad.
"Considerando mi ignorancia", dijo, "sólo merezco estar escondido en
algún rincón, sin ser conocido por nadie bajo el sol". 11 Pero una mano
poderosa lo sacó de este rincón en el que hubiera deseado permanecer
desconocido para el mundo. Una circunstancia, independiente de la
voluntad de Lutero, lo arrojó al campo de batalla y comenzó la guerra.
Es esta circunstancia providencial la que el curso de los
acontecimientos ahora nos pide que relatemos.

Notas finales:
1. Cujus vellem aloja cito quamplurimos fieri. Ibídem. 59.
2. Optima et infallibilis ad gratiam praeparatio et unica
dispositio, est eterna D ei electio et praedestinatio. L.
Opp. Lat. 1:56.
3. Breviter, nec rectum dictamen habet natura, nec bonam
voluntatem. Ibídem.
4. Nulla forma syllogistica tenet in terminis divinis. L. Opp.
Lat. 1:56.

5. Lex et voluntas sunt adversarii duo, sine gratia Dei


implacabile s. Ibídem. 57.
6. Lex est exactor voluntatis. Qui non superatur nisi per
Parvulum qui natus est nobis. Ibídem.
7. Op. Labios. 17. 143 y Opp. Lat. 1.

8. Nec ideo sequitur quod sit naturaliter mala, id est natura


mali, secundum Manichaeos. L. Opp. Labios. 17. 143. Y Op
p. Lat. 1.
9. Imo cacodoxa (doctrina errónea) videri sospechoso. L.
App. 1:60.
10. Eccio nostro, eruditissimo et ingeniosissimo viro
exhibete, ut audiam et videam quid vocet illas. L. Epp.
1:63.
11. Op. (W.) 18 de 1944.

LIBRO 3
CAPÍTULO 1

En ese momento reinaba una gran agitación entre el pueblo alemán.


La Iglesia había abierto un vasto mercado en la tierra. Por la multitud
de compradores y los gritos y bromas de los vendedores, podría
haberse llamado una feria, pero una feria dirigida por monjes. La
mercancía que ensalzaban y que ofrecían a precio reducido era, decían,
¡la salvación de las almas!
Estos comerciantes atravesaban el país en un hermoso carruaje,
acompañados de tres jinetes, viviendo en gran estado y gastando
libremente. Se podría haber pensado en algún arzobispo sobre un
progreso a través de su diócesis, con su séquito y oficiales, y no con un
chapero común o un monje mendigo. Cuando la procesión se acercaba
a un pueblo, un diputado esperaba al magistrado y le decía: "La gracia
de Dios y del Santo Padre está a tus puertas". Instantáneamente todo
se puso en movimiento en el lugar. El clero, los sacerdotes y monjas, el
consejo, los maestros de escuela y sus alumnos, los oficios con sus
estandartes, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, salieron al encuentro
de estos comerciantes, portando cirios encendidos en sus manos y
avanzando al son de la música y de todas las campanas, “para que no
hubieran podido recibir al mismo Dios con mayor honor”, dice un
historiador. Intercambiados los saludos, la procesión avanzó hacia la
iglesia. La bula de gracia del pontífice se llevaba al frente sobre un cojín
de terciopelo o sobre tela de oro. El jefe de los comerciantes de
indulgencias fue el siguiente, con una gran cruz de madera roja en la
mano. Toda la procesión transcurría así entre cánticos, oraciones y
humo de incienso. El sonido del órgano y la música a todo volumen
dieron la bienvenida al monje mercader y a sus asistentes al templo. La
cruz que había llevado fue colocada frente al altar: sobre él estaban
suspendidos los brazos del Papa, y mientras permaneciera allí, el clero
del lugar, las penitenciarías y los subcomisarios con varas blancas,
venía todos los días después de las vísperas, o antes del saludo, para
rendirle homenaje. 1 Este gran asunto provocó una viva sensación en
las tranquilas ciudades de Alemania.

Una persona en particular atrajo la atención de los espectadores en


estas rebajas. Fue él quien llevó la cruz roja y quien jugó el papel
principal. Iba vestido con el traje dominicano y se movía con aire de
arrogancia. Su voz era sonora y parecía en toda su fuerza, aunque ya
había cumplido los sesenta y tres años. 2 Este hombre, hijo de un
orfebre de Leipzig llamado Diez, era conocido como John Diezel o
Tetzel. Había estudiado en su ciudad natal, se había graduado de
bachiller en 1487 y dos años después había ingresado en la orden
dominica. Se habían acumulado numerosos honores sobre su cabeza.
Licenciado en teología, prior de los dominicos, comisario apostólico,
inquisidor (haereticae pravitatis inquisitor), había ocupado desde el
año 1502 de manera ininterrumpida el oficio de comerciante de
indulgencias. La habilidad que había adquirido como subordinado
pronto le valió la nominación como comisario jefe. Recibía ochenta
florines al mes; todos sus gastos fueron pagados; tenía a su disposición
un carruaje y tres caballos; pero sus beneficios subsidiarios, como se
puede imaginar fácilmente, excedieron con creces su estipendio. En
1507 ganó en Friburgo dos mil florines en dos días. Si tenía la oficina
de un charlatán, también poseía modales. Co nvicted en Inspruck de
adulterio y la conducta infame, sus vicios casi habían causado su
muerte. El emperador Maximiliano había ordenado que lo metieran en
un saco y lo arrojaran al río. El elector Federico de Sajonia intervino y
obtuvo su perdón. 3 Pero la lección que había recibido no le había
enseñado modestia. Condujo a dos de sus hijos con él. Miltitz, legado
del Papa, menciona este hecho en una de sus cartas. 4 Habría sido
difícil encontrar en todos los conventos de Alemania un hombre mejor
calificado que Tetzel para el negocio que se le encargaba. A la teología
de un monje, al celo y al espíritu de un inquisidor, unió el mayor
descaro; y la circunstancia que facilitó más especialmente su tarea fue
su habilidad para inventar esas historias extravagantes que cautivan la
mente de la gente. Para él eran buenos todos los medios que llenaban
su pecho. Alzando la voz y mostrando la elocuencia de un charlatán,
ofreció sus indulgencias a todos los presentes y sabía mejor que
cualquier comerciante cómo ensalzar sus mercancías. 5
Cuando la cruz fue erigida y los brazos del Papa suspendidos de ella,
Tetzel subió al púlpito y con tono de seguridad comenzó a ensalzar el
valor de las indulgencias, en presencia de una multitud que la
ceremonia había atraído a la lugar sagrado. La gente escuchó y miró
fijamente al enterarse de las admirables virtudes que anunció. Un
historiador jesuita, hablando de los monjes dominicos que Tetzel se
había llevado con él, dice: “Algunos de estos predicadores no fallaron,
como de costumbre, en ir más allá del asunto que estaban tratando, y
hasta ahora exageraron el valor de las indulgencias, que dieron al
pueblo motivos para creer que estaban seguros de su salvación y de la
liberación de las almas del purgatorio tan pronto como hubieran dado
su dinero ”. 6 Si tales fueron los discípulos, podemos imaginar
fácilmente lo que debe haber sido el maestro . Escuchemos una de las
arengas que pronunció tras la elevación de la cruz.
“Las indulgencias (dijo él) son los dones más preciosos y nobles de
Dios.
“Esta cruz (apuntando a la cruz roja) tiene tanta eficacia como la
misma cruz de Jesucristo. 7
“Ven y te daré cartas, todas debidamente selladas, mediante las cuales
incluso los pecados que pretendes cometer pueden ser perdonados.

“No cambiaría mis privilegios por los de San Pedro en el cielo; porque
he salvado más almas con mis indulgencias que el apóstol con sus
sermones.
“No hay pecado tan grande que una indulgencia no pueda remitir; y
aunque alguno (lo que sin duda es imposible) hubiera ofrecido
violencia a la Santísima Virgen María, madre de Dios, que pague, sólo
que pague bien, y todo le será perdonado. 8
“Reflexiona, entonces, que por cada pecado mortal debes, después de
la confesión y la contrición, hacer penitencia durante siete años, ya sea
en esta vida o en el purgatorio: ahora, ¿cuántos pecados mortales no se
cometen en un día, cuántos en una semana? , cuántos en un mes,
cuántos en un año, cuántos en toda una vida! 9 ..... ¡Ay! estos pecados
son casi infinitos y conllevan una pena infinita en los fuegos del
purgatorio. Y ahora, mediante estas cartas de indulgencia, puedes una
vez en tu vida, en todos los casos excepto cuatro, que están reservadas
a la sede apostólica, y después en el artículo de la muerte, obtener una
remisión plenaria de todas tus penas y todas ¡tus pecados!"
Tetzel incluso entró en cálculos financieros. "¿No sabes", dijo, "que si
alguien desea visitar Roma, o cualquier país donde los viajeros corren
peligro, envía su dinero al banco, y por cada cien florines que desea
tener, da cinco o seis o diez más, para que por medio de las cartas de
este banco se le reembolse con seguridad su dinero en Roma o en otro
lugar ...... Y usted, por un cuarto de florín, no recibirá estas cartas de
indulgencia, mediante la cual se puede introducir en el paraíso, no un
vil metal, sino un alma divina e inmortal, sin correr ningún riesgo ”. 10
Tetzel luego pasó a otro tema.

“Pero más que esto”, dijo: “las indulgencias no solo sirven a los vivos,
sino a los muertos.
“Para eso, el arrepentimiento ni siquiera es necesario.
"¡Sacerdote! ¡noble! comerciante ! ¡esposa! ¡juventud! ¡doncella! ¿No
escuchas a tus padres ya tus otros amigos que están muertos y que
lloran desde el abismo: Estamos sufriendo horribles tormentos! una
limosna insignificante nos librará; puedes darlo y no lo harás! "
Todos se estremecieron ante estas palabras pronunciadas por la voz
atronadora del monje impostor.
“En el mismo instante”, continuó Tetzel, “en que el dinero traquetea
en el fondo del cofre, el alma escapa del purgatorio y vuela liberada al
cielo. 11
“¡ Oh gente estúpida y brutal, que no comprenden la gracia tan
ricamente ofrecida! ¡Ahora el cielo está abierto por todas partes! ......
¿Te niegas a entrar ahora? ¿Cuándo, entonces entrarás? ...... ¡Ahora
puedes rescatar tantas almas! ...... ¡Hombre torpe e irreflexivo! con
doce granos puedes librar a tu padre del purgatorio, ¡y eres tan ingrato
como para no salvarlo! Seré justificado en el día del juicio; pero tú,
serás castigado mucho más severamente por haber descuidado una
salvación tan grande. - Te aseguro que aunque no tengas más que una
túnica, debes quitártela y venderla, para obtener esta gracia ... El
Señor nuestro Dios ya no reina. Ha cedido todo el poder al Papa ”.
Luego, buscando hacer uso de otras armas además, agregó: “¿ Sabes
por qué nuestro Santísimo Señor distribuye una gracia tan rica? Es
restaurar la Iglesia en ruinas de San Pedro y San Pablo, para que no
tenga igual en el mundo. Esta Iglesia contiene los cuerpos de los santos
apóstoles Pedro y Pablo, y los de una multitud de mártires. Estos
santos cuerpos, a través del estado actual del edificio, ahora, ¡ay! ......
golpeados, inundados, contaminados, deshonrados, reducidos a
podredumbre, por la lluvia y el granizo ...... ¡Ay! ¿Estas cenizas
sagradas permanecerán más tiempo en el fango y en la degradación? "
12
Esta descripción no dejó de impresionar a muchos, que ardían en el
deseo de acudir en ayuda del pobre León X, que no tenía los medios
para proteger los cuerpos de San Pedro y San Pablo del nosotros .
A continuación, el orador se volvió contra los zalameros y traidores
que se oponían a su trabajo: "¡Los declaro excomulgados!" exclamó él.

Luego, dirigiéndose a las almas dóciles y aplicando impíamente las


Escrituras, exclamó: “Bienaventurados los ojos que ven las cosas que
veis; porque os digo que muchos profetas y reyes han deseado ver las
cosas que veis. y no los he visto; y para oír las cosas que oís y no las
habéis oído ”. Y para concluir, señalando la caja fuerte en la que se
recibía el dinero, generalmente terminaba su patético discurso con
tres apelaciones a su auditorio: “¡Traed - traed traed!”. - “Solía gritar
estas palabras con un bramido tan horrible”, escribió Lutero, “que uno
habría dicho que era un toro loco corriendo sobre la gente y
corneándola con sus cuernos”. 13 Cuando terminó su discurso,
abandonó el púlpito, corrió hacia la hucha y , a la vista de toda la
gente, arrojó en ella una moneda, cuidándose de que sonara fuerte. 14

Tales fueron los discursos que Alemania escuchó con asombro en los
días en que Dios estaba preparando a Lutero. Concluido el discurso, se
consideró que la indulgencia “había establecido su trono en el lugar
con la debida solemnidad”. Los confesionarios condecorados con las
armas del Papa se distribuían por todas partes: los subcomisarios y los
confesores que seleccionaban eran considerados los representantes de
las penitenciarías apostólicas de Roma en el momento de un gran
jubileo; un nd en cada uno de sus confesionarios se ha escrito en
caracteres grandes, sus nombres, apellidos y títulos. 15
Luego se apiñó la multitud alrededor de los confesores. Cada uno vino
con una moneda en la mano. Hombres, mujeres y niños, los pobres , e
incluso los que vivían de la limosna, todos encontraron dinero. Los
penitenciarios, después de haberle explicado de nuevo a cada
individuo en privado la grandeza de la indulgencia, dirigieron esta
pregunta a los penitentes: "¿Cuánto dinero pueden gastar a conciencia
para obtener una remisión tan completa?" La demanda, decían las
Instrucciones del Arzobispo de Mentz a los Comisarios, debía hacerse
en este momento, para que los penitentes estuvieran mejor dispuestos
a contribuir.
Se prometieron cuatro preciosas gracias a quienes ayudarían en la
construcción de la basílica de San Pedro. "La primera gracia que les
anunciamos", dijeron los comisarios, de acuerdo con la letra de sus
instrucciones, "es el perdón total de todos los pecados". 16 A
continuación, siguieron otras tres gracias: primero, el derecho de
elegir un confesor, que, cada vez que se acerca la hora de la muerte,
debe dar la absolución de todo pecado, e incluso de los mayores
crímenes reservados a la sede apostólica: 17 en segundo lugar, p
articipación en todos los bienes, obras y méritos de la Iglesia católica,
oraciones, ayunos, limosnas, y peregrinaciones; 18 en tercer lugar, la
redención de las almas que están en el purgatorio.
Para obtener la primera de estas gracias, era necesario tener
contrición de corazón y confesión de boca, o al menos la intención de
confesar. Pero en cuanto a los otros tres, podrían obtenerse sin
contrición, sin confesión, simplemente pagando. Cristóbal Colón,
ensalzando el valor del oro, había dicho antes esto con gran seriedad:
"Quien lo posea puede introducir almas en el paraíso". Tal fue la
doctrina enseñada por el arzobispo de Mentz y por los comisarios
papales.
“En cuanto a aquellos”, dijeron ellos, “que quieran liberar almas del
purgatorio y procurar el perdón de todas sus ofensas, que pongan
dinero en el cofre; No es necesaria la contrición del corazón ni la
confesión de la boca. 19 Que se apresuren a traer su dinero; porque así
realizarán una obra muy útil para las almas de los muertos y para la
edificación de la Iglesia de San Pedro ". No se pueden ofrecer mayores
bendiciones a menor precio.
Terminada la confesión, y eso se hizo pronto, los fieles se apresuraron
hacia el vendedor. Uno solo fue acusado de la venta. Su puesto estaba
cerca de la cruz. Lanzó miradas inquisitivas a quienes se le acercaban.
Examinó sus modales, su forma de andar, su forma de vestir, y exigió
una suma proporcional a la apariencia del individuo que se
presentaba. Reyes, reinas, príncipes , arzobispos, obispos, según la
escala, debían pagar veinticinco ducados por una indulgencia
ordinaria. Abades, condes y barones, diez. Los demás nobles, los
rectores y todos los que poseían una renta de quinientos florines
pagaban seis. Los que tenían doscientos florines anuales pagaban uno;
y otros, solo la mitad. Además, de este arancel no se pudo cumplir al
pie de la letra, se le otorgaron plenos poderes al comisario apostólico; y
todo debía arreglarse de acuerdo con los datos de la “razón sólida” y la
generosidad del donante. 20 Por pecados particulares, Tetzel tenía un
impuesto especial. Para la poligamia fueron seis ducados; por sacrilegio
y perjurio, nueve ducados; por asesinato, ocho ducados; por brujería,
dos ducados. Sansón, que ejercía el mismo oficio en Suiza que Tetzel en
Alemania, tenía una escala algo diferente. Para el infanticidio necesitó
cuatro livres tournois; y por parricidio o fratricidio, un ducado. 21
Los comisarios apostólicos encontraban a veces dificultades en su
oficio. Con frecuencia sucedía, tanto en las ciudades como en las
aldeas, que los hombres se oponían a este tráfico y prohibían a sus
esposas darles nada a estos comerciantes. ¿Qué podían hacer sus
piadosos esposos? "¿No tienes tu dote u otra propiedad a tu
disposición?" preguntaron los vendedores. "En ese caso, puede
disponer de él para una obra tan santa, en contra de la voluntad de sus
maridos". 22
La mano que había dado la indulgencia no pudo recibir el dinero; esto
estaba prohibido bajo las más severas penas: había buenas razones
para temer que esa mano resultara infiel. El penitente fue él mismo
para bajar el precio de su perdón en el cofre. 23 Mostraron un
semblante airado contra todos los que audazmente mantenían sus
carteras cerradas. 24
Si entre la multitud de los que atestaban los confesionarios se
encontraba un hombre cuyo crimen había sido público, aunque fuera
uno al que las leyes civiles no pudieran alcanzar, debía estar satisfecho
haciendo penitencia pública. Primero lo llevaron a una capilla o
sacristía; allí le quitaron la ropa, le quitaron los zapatos y no le dejaron
nada más que la camisa. Cruzaron sus brazos sobre su pecho:
colocaron una vela en una mano y una vara en la otra . El penitente
luego caminó al frente de una procesión hacia la cruz roja. Aquí
permaneció arrodillado hasta que terminaron los cánticos y el
ofertorio. Después de esto, el economato inició el salmo, ¡Miserere
Mei! Los confesores se acercaron inmediatamente al penitenciario y lo
condujeron a través de la estación hacia el comisario, quien, tomando
la vara y golpeándolo tres veces suavemente en la espalda, 25 le dijo:
“¡Dios se apiade de ti y perdone tu pecado! " Entonces comenzó a
cantar el Kyrie Eleiso n: 26 el penitente fue conducido al frente de la
cruz, donde el confesor le dio la absolución apostólica, y lo declaró
reintegrado a la comunión de los fieles. Triste farsa, concluida con las
palabras de la Sagrada Escritura, ¡ que en ese momento eran mera
blasfemia!
Le damos una de estas cartas de absolución. Vale la pena conocer el
contenido de estos diplomas que condujeron a la Reforma de la
Iglesia.
“¡Que nuestro Señor Jesucristo tenga piedad de ti, NN, y los absuelva
por los méritos de su santísima pasión! Y yo, en virtud del poder
apostólico que se me ha confiado, te absuelvo de todas las censuras,
juicios y penas eclesiásticas en que hayas incurrido; además, de todos
los excesos, pecados y crímenes que pudieras haber cometido, por
grandes y enormes que fueran, y por cualquier causa, estaban
reservados para nuestro santísimo padre el Papa y para la sede
apostólica. Borro todas las manchas de incapacidad y todas las marcas
de infamia que puedas haber dibujado sobre ti en esta ocasión. Te
remito las penas que debiste haber soportado en el purgatorio. Te
devuelvo a participar en los sacramentos de la Iglesia. Te incorporo de
nuevo en la comunión de los santos y te restablezco en la pureza e
inocencia que tenías en tu bautismo. De modo que en la hora de la
muerte, la puerta por la cual los pecadores entran al lugar de
tormentos y castigo se cerrará contra ti, y, por el contrario, se abrirá la
puerta que conduce al paraíso del gozo. Y si no mueres durante muchos
años, esta gracia permanecerá inalterable hasta que llegue tu última
hora.
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
"Fray John Tetzel, comisario, lo ha firmado con su propia mano".

¡Con qué habilidad se colocan aquí palabras presuntuosas y


mentirosas entre expresiones santas y cristianas!
Todos los creyentes debían confesar en el lugar donde se instaló la
cruz roja. No se exceptuó a nadie más que a los enfermos, ancianos y
mujeres embarazadas . Sin embargo, si por casualidad hubiera en el
vecindario algún noble en su castillo, algún gran personaje en su
palacio, también había una exención para él, 27 ya que no le gustaría
mezclarse con esta multitud, y su dinero era bien vale la pena el
esfuerzo de ir a buscarlo a su mansión.
¿Hubo algún convento cuyos jefes, opuestos al comercio de Tetzel,
prohibieran a sus monjes visitar los lugares donde la Indulgencia
había instalado su trono, encontraron la manera de remediar el mal
enviando a los confesores, quienes estaban facultados para absolverlos
en contra de la ley? reglas de su orden y la voluntad de sus superiores.
28 No había vena en la mina de oro por la que no encontraran los
medios para trabajar.
Luego vino lo que era el fin y el objetivo de todo el negocio: el cálculo
del dinero. Para mayor seguridad, el cofre tenía tres llaves: una estaba
en manos de Tetzel; el segundo en el de un tesorero delegado por la
casa de Fugger de Augsburgo, a quien se ha encomendado esta vasta
empresa ; el tercero fue confiado a la autoridad civil. Llegado el
momento, se abrieron las huchas ante notario público y se procedió al
escrutinio y registro de su contenido. ¿No debe Cristo levantarse y
expulsar del santuario a estos cambistas profanos ?
Cuando terminó la misión, los comerciantes se relajaron de sus fatigas.
Las instrucciones del comisario general les prohibían, es cierto,
frecuentar tabernas y lugares de mala reputación; 29 pero les
importaba poco esta prohibición. El pecado podía tener muy pocos
terrores para aquellos que facilitaban su tráfico. “Los coleccionistas
llevaban una vida desordenada”, dice un historiador romanista;
“Desperdiciaban en tabernas, casas de juego y lugares de mala fama,
todo lo que la gente había ahorrado para sus necesidades”. 30 Incluso
se ha afirmado que, cuando estaban en las tabernas, solían apostar la
salvación de las almas tirando los dados. 31

Notas finales:
1. Mit weissen Staeblein. Instrucción del Arzobispo de
Mentz a los Subcomisarios de Indulgencias, etc. Art. 8.
2. Ingenio ferox et corpore robustus. Cochl. 5.
3. Welchen Churfurst Friederich vom Sack zu Inspruck
erbeten hatte. Mathes. 10.
4. Op. (W.) 15. 862.
5. Circumferuntur venales indul gentiae en su regionibus a
Tecelio Dominicano impudentissimo sycophanta.
Melancth. Vita Luth.
6. Hist. Du Lutheranisme par le P. Maimbourg, de la
compagnie de Jesus, 1681, p. 21.
7. Op. (W.) 22, 1393.
8. Tetzel defiende y sostiene que esta afirmación es su Anti-
the ses, publicado el mismo año. Th. 99, 100 y 101. "Sub-
commissariis insuper ac praedicatoribus veniarum
imponere, ut si quis per impossibile Dei genetricem
semper virginem violasset, quod eundem indulgentiarum
vigore absolvere possent, luce clarius est." Postitiones
fratris J. Tezelii quibus defendit indulgentias contra
Lutherum.

9. Citar peccata mortialia committuntur in die..Loscher's


Reformations Act 1: 418.
10. Si contingat aliquem ire Romam, vel ad alias periculosas
partes, mittat pecunias suas in banco, et i lle proquolibet
centum dat quinque, aut sex, aut decem, etc. Ibid.

11. Tesis 56. Positiones fratris J. Tezelii quibus defendit


indulgentias contra Lutherum.
12. Instrucciones del Arzobispo de Mentz, etc.
13. Resol. Sobre la tesis 32.
14. Tentzel, Reformationsgesch - Myconius, Ref. Hist. - Instr.
Del arzobispo de Mentz a los subcomisarios. - Tesis de
Lutero.
15. Instruir, etc. 5, 69.
16. Ibídem. 19.
17. Ibídem. 30.

18. Ibídem. 35.


19. Auch nich ist nicht nothig dass sie in dem Herzen
serknirscht sind, und mit dem Mu nd gebeichtet haben.
Instruir. 38.
20. Nach den Satzen der gesunden Vernunft, nach ihrer
Magnificenz und Freigebigkeit. Ibídem. 26.
21. Reliq de Muller. 3: 264. El livre tournois, o libra esterlina,
para usar una expresión sinónima en inglés, vale
alrededor de 9 1/2 d. Y ahora se reemplaza por el franco.
22. Instr. 27. Wieder den Willen ihres Mannes.
23. Ibídem. 87, 90, 91.

24. Op. (L.) 17. 79.


25. Dreimal gelind auf den Rucken. Instr.
26. Señor, ten piedad de nosotros. El nombre de un himno
penitencial en el ritual romano.
27. Instrucción 9.

28. Ibídem. 69.


29. Ibídem. 4.
30. S arpi, Concilio de Trento, 5.
31. Schrock, KG 5. DR 1. 116.
LIBRO 3
CAPÍTULO 2

Pero pasemos ahora a las escenas que esta venta del perdón de
pecados dio lugar en ese momento en Alemania. Hay características
que, por sí solas, representan los tiempos. Preferimos usar el lenguaje
de los hombres cuya historia estamos narrando.
En Magdeburgo, Tetzel se negó a absolver a una dama rica, a menos
que (como él le declaró) pagara cien florines por adelantado. Pidió el
consejo de su confesor habitual, que era franciscano: "Dios concede
gratuitamente la remisión de los pecados", respondió el monje, "no la
vende". Sin embargo, le rogó que no le comunicara a Tetzel el consejo
que había recibido de él. Pero este comerciante, a pesar de haber
escuchado un informe de esta opinión tan contraria a sus intereses,
exclamó: "Un consejero así merece ser desterrado o quemado". 1
Tetzel rara vez encontraba hombres lo suficientemente ilustrados, y
aún más raramente hombres lo suficientemente valientes como para
resistirlo. En general, manejó fácilmente a la multitud supersticiosa.
Había colocado la cruz roja de las indulgencias en Zwickau, y los
dignos feligreses se habían apresurado a depositar en su caja fuerte el
dinero que las entregaría. Estaba a punto de marcharse con una cartera
bien guardada cuando, la víspera de su partida, los capellanes y sus
acólitos le pidieron una cena de despedida. La solicitud fue justa.
¿Pero cómo idearlo? el dinero ya estaba contado y sellado. Al día
siguiente hizo sonar la gran campana. La multitud entró corriendo en
la iglesia; cada uno imaginaba que había sucedido algo extraordinario,
al ver que el negocio había terminado. “Había resuelto”, dijo, “partir
esta mañana; pero anoche me despertaron gemidos. Escuché con
atención ... vinieron del cementerio ... ¡Ay! era una pobre alma que me
llamaba y me suplicaba fervientemente que la librara de los tormentos
que la consumen. Me quedaré, por tanto, un día más, para mover la
compasión de todos los corazones cristianos a favor de esta alma
infeliz. Yo mismo seré el primero en dar, y el que no siga mi ejemplo
merecerá condenación ". ¿Qué corazón no hubiera respondido a este
llamado? ¿Quién sabe, además, qué alma llora así desde el cementerio?
Las ofrendas eran abundantes, y Tetzel entretuvo a los capellanes y sus
acólitos con una alegre comida, cuyos gastos fueron sufragados por las
ofrendas dadas en nombre del alma de Zwickau. 2
Los mercaderes de indulgencias habían visitado Hagenau en 1517. La
esposa de un zapatero, aprovechando la autorización dada en las
instrucciones del comisario general, había obtenido una carta de
indulgencia, contrariamente a la voluntad de su marido, y había
pagado un florín de oro. Murió poco después. Como el marido no había
hecho que se dijera una misa por el reposo de su alma, el sacerdote lo
acusó de desacato a la religión y el magistrado de Hagenau lo citó para
comparecer ante el tribunal. El zapatero se guardó la indulgencia de su
esposa en el bolsillo y fue a responder a la acusación . - "¿Tu esposa
está muerta?" preguntó el magistrado. - “Sí”, respondió él. - "¿Qué has
hecho por ella?" - "Enterré su cuerpo y encomendé su alma a Dios". -
"¿Pero le han dicho una misa por el descanso de su alma?" - “No lo he
hecho: no sirvió de nada; entró al cielo en el momento de su muerte ". -
"¿Como sabes eso?" - "Aquí está la prueba". Mientras decía estas
palabras, sacó la indulgencia de su bolsillo, y el magistrado, en
presencia del sacerdote, leyó con tantas palabras, que, en el momento
de su muerte, la mujer que la había recibido no entraría en purgatorio,
pero entraría de inmediato en el cielo. “Si el reverendo señor sostiene
que aún es necesaria una misa”, agregó el viudo, “mi esposa ha sido
engañada por nuestro santísimo padre el Papa; i f ella no ha sido, es el
cura que me engaña “. No hubo respuesta a esto y el zapatero fue
absuelto. Así condenaba el sentido común del pueblo estos piadosos
fraudes. 3

Un día, mientras Tetzel predicaba en Leipsic, y mezclando con su


sermón algunas de estas historias de las que hemos dado una muestra,
dos estudiantes abandonaron la iglesia indignados, exclamando: “Es
imposible que sigamos escuchando los chistes de este monje. y
puerilidades ". 4 Uno de ellos, se nos informa, fue el juvenil
Camerarius, que después se convirtió en íntimo amigo y biógrafo de
Melancthon.
Pero de todos los jóvenes de la época, aquel en quien Tetzel causó la
impresión más profunda fue sin duda Miconio, luego celebrado como
reformador e historiador de la Reforma. Había recibido una educación
cristiana. “Hijo mío”, solía decirle su padre, un franconio piadoso,
“reza con frecuencia; porque todas las cosas nos son dadas
gratuitamente solo de Dios. La sangre de Cristo ”, agregó,“ es el único
rescate por los pecados del mundo entero. Oh hijo mío, aunque sólo
tres hombres sean salvos por la sangre de Cristo, cree y cree con
certeza que tú eres uno de esos tres hombres. 5 Es un insulto a la
sangre del Salvador dudar de que Él pueda salvar ”. Y luego,
advirtiendo a su hijo contra el tráfico que ahora comenzaba a
establecerse en Alemania: “Las indulgencias romanas”, dijo
nuevamente, “son redes para pescar plata, y que sirven para engañar a
la mente simple . La remisión de pecados y la vida eterna no se
compran con dinero ”.
A la edad de trece años, Frederick fue enviado a la escuela de
Annaberg para terminar sus estudios. Tetzel llegó a esta ciudad poco
después y permaneció allí dos años. La gente se agolpaba en multitudes
para escuchar sus sermones. “No hay otro medio de obtener la vida
eterna”, exclamó Tetzel con voz de trueno, “que la satisfacción de las
obras. Pero esta satisfacción es imposible para el hombre. Por lo tanto,
solo puede comprarlo al pontífice romano. " 6
Cuando Tetzel estaba a punto de dejar Annaberg, sus sermones se
volvieron más serios. "Pronto", gritó con acento amenazante,
"derribaré la cruz, cerraré las puertas del cielo, 7 y apagaré el
resplandor del sol de gracia que brilla ante tus ojos". Y luego
asumiendo un tierno tono de exhortación: “Ahora es el tiempo
aceptado; he aquí ahora es el día de salvación ". Elevar de nuevo su voz,
la sacerdotal Stentor, 8 que se dirigía a los habitantes de un país cuya
riqueza consistía en sus minas, gritó: “Trae tu dinero, los ciudadanos
de Annaberg! contribuyen pésimos actores a favor de las indulgencias,
y sus minas y sus montes se llenan con plata pura!” Finalmente, en
Pentecostés, declaró que distribuiría sus cartas a los pobres
gratuitamente y por amor a Dios.
El joven Miconio fue uno de los oyentes de Tetzel. Sintió un ardiente
deseo de aprovechar esta oferta. "Soy un pobre pecador", dijo a los
comisarios en latín, "y necesito un perdón gratuito". - “Los solos”,
respondieron los comerciantes, “pueden participar en los méritos de
Cristo los que ayudan a la Iglesia, es decir, los que dan dinero”. - "¿Cuál
es el significado , entonces", preguntó Myconius, "de esas promesas de
un obsequio gratuito colgadas en las puertas y muros de las iglesias?" -
“Dar al menos un gramo”, decía la gente de Tetzel, después de haber
intercedido en vano ante su amo a favor del joven. "No puedo." - "Sólo
seis denarios". - "No valgo tantos". Los dominicanos comienzan a temer
que viniera adrede para atraparlos. "Escucha", dijeron, "te haremos un
regalo de seis denarios". El joven respondió indignado: “No aceptaré
indulgencias compradas. Si quisiera comprarlos, solo tendría que
vender uno de mis libros escolares. Deseo un perdón gratuito y solo
por el amor de Dios. Darás cuenta a Dios por haber permitido que un
alma se perdiera por seis denarios ". - "¿Quién te envió a atraparnos?" e
xclamaron los vendedores. “Nada más que el deseo de recibir el perdón
de Dios podría haberme hecho comparecer ante tan grandes
caballeros”, respondió el joven, mientras se retiraba.

“Me entristeció mucho que me enviaran así sin piedad. Pero sentí, sin
embargo, un consuelo dentro de mí, que dijo que había un Dios en el
cielo que perdona a las almas arrepentidas sin dinero y sin precio, por
el amor de su Hijo Jesucristo. Al despedirme de estas personas, el
Espíritu Santo tocó mi corazón. Rompí a llorar y oré al Señor con
angustia: ¡Oh Dios! —grité yo, ya que estos hombres se han negado a
perdonar mis pecados, porque yo quería dinero para pagarlos, Señor,
ten compasión de mí y perdónalos por tu pura gracia. Me dirigí a mi
habitación, le recé a mi crucifijo que estaba sobre mi escritorio; Lo
puse en una silla y me dejé caer delante de él. No puedo describirles lo
que experimenté. Le rogué a Dios que fuera un padre para mí y que
hiciera conmigo lo que quisiera. Sentí que mi naturaleza cambió, se
convirtió, se transformó. Lo que antes me había encantado, ahora se
convirtió en un objeto de disgusto. Vivir con Dios y agradarle era mi
mayor fervor, mi único deseo ”. 9
Así preparó el propio Tetzel la Reforma. Mediante flagrantes abusos,
abrió el camino para una doctrina más pura; y la indignación que
despertó en un joven generoso iba a estallar un día con poder.
Podemos formarnos una idea de esto con la siguiente anécdota.
Un noble sajón, que había oído a Tetzel en Leipsic, estaba muy
disgustado por sus falsedades. Acercándose al monje, le preguntó si
tenía el poder de perdonar los pecados que los hombres tenían la
intención de cometer. "Seguramente", respondió Tetzel, "he recibido
plenos poderes de su santidad para ese propósito". - “Bueno,
entonces”, respondió el caballero, “estoy deseoso de vengarme
levemente de uno de mis enemigos, sin poner en peligro su vida. Te
daré diez coronas si me das una carta de indulgencia que me justifique
plenamente ". Tetzel hizo algunas objeciones; Sin embargo, llegaron a
un acuerdo con la ayuda de treinta coronas. El monje dejó Leipsic
poco después. El noble y sus asistentes lo esperaban en un bosque
entre Juterbock y Treblin; cayeron sobre él, le dieron una leve paliza y
se llevaron el bien guardado cofre de indulgencias que llevaba el
inquisidor . Tetzel lanzó una violenta protesta y llevó su denuncia ante
los tribunales. Pero el noble mostró la carta que Tetzel había firmado él
mismo y que lo eximía de antemano de toda pena. El duque George, a
quien esta acción al principio había exasperado enormemente, tan
pronto como leyó el documento, ordenó la absolución del acusado. 10
Este tráfico en todas partes ocupaba los pensamientos de los hombres
y se hablaba de él en todas partes. Fue tema de conversación en los
castillos, en las academias y en las casas de los burgueses, así como en
las tabernas, posadas y todos los lugares de interés público. 11 Las
opiniones estaban divididas; algunos creyeron, otros se indignaron. En
cuanto a la parte sensible de la nación, rechazaron con disgusto el
sistema de indulgencias. Esta doctrina se oponía tanto a las Sagradas
Escrituras y a la moral, que todo hombre que tuviera algún
conocimiento de la Biblia o alguna luz natural, la condenaba
internamente y solo esperaba una señal para oponerse a ella. Por otro
lado, los burladores encontraron abundante alimento para burlarse. El
pueblo, que la vida disoluta de los sacerdotes había irritado durante
muchos años y que el miedo al castigo aún mantenía dentro de ciertos
límites, dio rienda suelta a todo su odio. En todas partes se pueden
escuchar quejas y sarcasmos sobre el amor al dinero que devoró al
clero.
No se detuvieron ahí. Atacaron el poder de las llaves y la autoridad del
soberano pontífice. “¿Por qué ?, dijeron ellos,“ el Papa no libera de una
vez a todas las almas del purgatorio por una santa caridad y por su
gran miseria, ya que él entrega a tantas por amor al dinero perecedero
y a la catedral de St. Pedro? ¿Por qué siempre celebran festivales y
aniversarios de difuntos? ¿Por qué el Papa no restituye o permite la
reanudación de los beneficios y prebendas fundados a favor de los
muertos, ya que ahora es inútil e incluso reprobable rezar por aquellos
a quienes las indulgencias han entregado para siempre? ¿Qué significa
esta nueva santidad de Dios y del Papa, que por amor al dinero
otorgan a un impío y enemigo de Dios, para liberar del purgatorio a un
alma piadosa, amada del Señor, antes que librarla ellos mismos?
gratuitamente por el amor y por su gran miseria? 12
Se contaron historias sobre la conducta grosera e inmoral de los
traficantes de indulgencias. Para pagar sus facturas a los porteadores
que los transportaban y sus mercancías, a los posaderos con quienes se
alojaban, o quienes les hubieran prestado algún servicio, entregaban
carta de indulgencia por cuatro almas, por cinco, o por cualquier
número según las circunstancias. Así, estos certificados de salvación
circularon en las posadas y mercados como billetes de banda u otro
papel moneda. "¡Pagar! ¡pagar!" dijo la gente, "esa es la cabeza, el
vientre, la cola y todo el contenido de sus sermones". 13

Un minero de Schneeberg conoció a un vendedor de indulgencias.


"¿Debemos dar crédito", preguntó, "lo que nos has dicho tantas veces
sobre el poder de las indulgencias y de la autoridad papal, y creer que
podemos , arrojando un centavo en un cofre, rescatar un alma del
purgatorio?" El comerciante afirmó que era así. "¡Ah!" prosiguió el
minero, “¡qué hombre tan despiadado, entonces, debe ser el Papa, ya
que a falta de un miserable centavo deja un pobre alma llorando en las
llamas tan largamente! Si no tiene dinero disponible, que acumule
unos cien mil coronas y entregue todas estas almas de una vez.
Nosotros, los pobres, le reembolsaríamos fácilmente tanto los
intereses como el capital ".
Los alemanes estaban cansados de este tráfico escandaloso que se
desarrollaba en medio de ellos. No pudieron soportar más las
imposiciones de estos maestros tramposos de Roma, como Lutero los
llamó. 14 Sin embargo, ningún obispo, ningún teólogo se atrevió a
oponerse a su charlatanería y sus fraudes. Todas las mentes estaban en
suspenso. Los hombres se preguntaban unos a otros si Dios no
levantaría a algún valiente para la obra que debía hacerse; pero no
apareció por ninguna parte.

Notas finales:
1. Scultet. Annal. Evangel. 4.
2. Ref de Loscher. Actuar. 1. 404. L. Opp. 15. 443, etc.
3. Comunas Musceli Loci, 362.
4. Hof Reformationsgesch de fman. 4. Leipzick, 32 años.

5. Si tantum tres homines essent salvandi per sanguinem


Christi, certo statueret unum se esse ex tribus illis. Melch.
Adán. Vita Myconii.
6. Si nummis redimatur a pontifice Romano. Melch Adam.
7. Clausurum januam coeli. Ib id.

8. Stentor pontificius. Ibídem.


9. Carta de Myconius a Eberus en Hechtii Vita Tezelii,
Wittemb. 114.
10. Albino, Meissn. Chronik. LW (W.) 15. 446, etc., Hechtius
in Vit. Tezelii.
11. Op. (Leipz.) 17. 111, 116.
12. Lutero, Tesis sobre las indulgencias. 82, 83, 84.
13. Op. (Le ips.) 17. 79.
14. Fessi erant Germani omnes, ferendis explicationibus,
nundinationibus, et infinitis imposturis Romanensium
nebulonum. L. Opp. Lat. En Praef.
LIBRO 3
CAPÍTULO 3
El Papa que entonces se sentó en la silla de San Pedro no era un
Borgia, sino León X de la ilustre familia de los Medici. Era inteligente,
sincero, lleno de dulzura y mansedumbre. Sus modales eran afables, su
liberalidad ilimitada, su moral superior a la de su corte; El cardenal
Pallavicini, sin embargo, reconoce que no estaban más allá de todo
reproche. A este carácter amable unió muchas de las cualidades de un
gran príncipe. Fue amigo de las artes y las ciencias. En su presencia
estuvieron representadas las primeras comedias italianas; y había
pocos de su tiempo que no había visto representados. Le gustaba
apasionadamente la música; todos los días su palacio resonaba con el
sonido de los instrumentos, y con frecuencia se le oía tararear los aires
que se habían ejecutado antes que él. Amaba la magnificencia, no
escatimó gastos en festivales, deportes, teatros, regalos o premios.
Ninguna corte superó en esplendor y lujo a la del soberano pontífice.
De ahí que cuando se supo que Julián Medici pensó en instalarse en
Roma con su joven esposa: "¡Gracias a Dios!" exclamó el cardenal
Bibliena, el más influyente de los consejeros de Leo; "Porque no faltaba
nada más que una corte de damas". 1 Una corte de damas era el
complemento necesario de la corte del Papa. Pero para los
sentimientos religiosos, Leo era bastante extraño. “Poseía modales tan
encantadores ”, dijo Sarpi, 2 “que habría sido un hombre perfecto, si
hubiera tenido algún conocimiento de religión y una mayor inclinación
a la piedad, por lo que nunca se preocupó mucho”.

Leo necesitaba grandes sumas de dinero. Tenía que hacer frente a sus
grandes gastos, encontrar los medios para su amplia liberalidad, llenar
la bolsa de oro que arrojaba diariamente entre la gente, mantener los
espectáculos licenciosos del Vaticano, satisfacer las numerosas
llamadas de sus parientes y cortesanos. , adictos a los placeres, dota a
su hermana que se había casado con el príncipe Cibo, hijo natural del
papa Inocencio VIII, y sufraga los gastos de su gusto por la literatura,
las artes y el lujo. Su primo, el cardenal Pucci, que era tan hábil en la
ciencia de la acumulación como Leo en el derroche de dinero, le
aconsejó que recurriera a las indulgencias. El Papa, por tanto, publicó
una bula, anunciando una indulgencia general, cuyo producto debería
aplicarse (dijo él) al edificio de San Pedro, ese monumento de la
magnificencia sacerdotal . En una carta dada en Roma, bajo el sello del
Pescador, en noviembre de 1517, León pide a su comisario de
indulgencias 147 ducados de oro que adquiera un manuscrito del
trigésimo tercer libro de Livio. De todos los usos a los que aplicó el
dinero de los alemanes, éste fue sin duda el mejor. Sin embargo, era
extraño liberar almas del purgatorio para conseguir los medios para
comprar un manuscrito de la historia de las guerras romanas.
En aquella época había en Alemania un joven príncipe que en muchos
aspectos era la imagen misma de León X: se trataba de Alberto,
hermano menor del elector Joaquín de Brandeburgo. Este joven a la
edad de veinticuatro años había sido nombrado arzobispo y elector de
Mentz y de Magdeburgo; dos años más tarde fue nombrado cardenal .
Alberto no tenía las virtudes ni los vicios que a menudo se encuentran
en los dignatarios superiores de la iglesia. Joven, frívolo y mundano,
pero no sin sentimientos generosos, vio claramente muchos de los
abusos del romanismo y se preocupó poco por los monjes fanáticos
que lo rodeaban. Su equidad lo inclinó a reconocer, al menos en parte,
la justicia de las demandas de los amigos del Evangelio. En el fondo de
su corazón no se oponía violentamente a Lutero. Capito, uno de los
reformadores más distinguidos , fue durante mucho tiempo su
capellán, su consejero y su íntimo confidente. Albert asistía
regularmente a sus sermones. “No despreció el Evangelio”, dijo Capito;
“Por el contrario, lo tenía en alta estima y durante mucho tiempo
impidió que los monjes atacaran a Lutero”. Pero hubiera deseado que
este último no lo comprometiera y que, al señalar los errores
doctrinales y los vicios del clero inferior, se cuidara de exponer las
fallas de los obispos y de los príncipes. Sobre todo, temía ver su
nombre mezclado en el asunto. “Considera”, dijo el confiado Capito a
Lutero, engañándose a sí mismo como muchos lo han hecho en
circunstancias similares, “considera el ejemplo de Jesucristo y de los
apóstoles: ellos culparon a los fariseos ya los incestuosos corintios ;
pero nunca nombraron a los infractores. No sabéis lo que pasa por el
corazón de los obispos. Hay mucho más bueno en ellos de lo que quizás
imaginas ". Pero la disposición profana y frívola de Alberto, mucho más
que las susceptibilidades y los temores de su amor propio, estaba
destinada a alienarlo de la Reforma. Afable, ingenioso, guapo,
suntuoso, extravagante, deleitándose en los lujos de la mesa, en los
costosos carruajes, en la sociedad de los literatos, este joven arzobispo
elector era en Alemania lo que León X en Roma. Su corte fue una de las
más magníficas del imperio. Estaba dispuesto a sacrificar por el placer
y la grandeza todos los presentimientos de la verdad que pudieran
haberle robado el corazón. Sin embargo, incluso hasta el final, mostró
cierta resistencia y mejores convicciones; más de una vez dio pruebas
de su moderación y de su equidad.

Albert, como Leo, necesitaba dinero. Algunos ricos comerciantes de


Augsburgo, llamados Fugger, le habían hecho avances. Fue llamado a
pagar sus deudas. Además, aunque había monopolizado dos
arzobispados y un obispado, no tenía medios para pagar su palio. Este
adorno, de lana blanca, salpicado de cruces negras y bendecido por el
Papa, que lo envió a los arzobispos como emblema de su dignidad, les
costó 26.000 o, según algunos relatos, 30.000 florines. Alberto formó
con mucha naturalidad el proyecto de recurrir a los mismos medios
que el pontífice para obtener dinero. Solicitó el cultivo general de
indulgencias, o "de los pecados de los germanos ", como decían en
Roma.
A veces los mismos papas los trabajaban; en otras ocasiones los
cultivaron, ya que algunos gobiernos todavía cultivan casas de juego.
Albert propuso compartir las ganancias de este negocio con Leo. El
Papa, al aceptar los términos, exigió el pago inmediato del precio del
palio. Albert, que contaba con las indulgencias para hacer frente a esta
demanda, se dirigió nuevamente a los Fugger, quienes, creyéndolo una
especulación segura, hicieron el avance requerido en determinadas
condiciones y fueron nombrados tesoreros de esta empresa. Fueron los
anilladores reales de esta época: luego fueron creados condes por los
servicios que habían prestado.
Habiendo dividido así el papa y el arzobispo de antemano el botín de
las buenas almas de Alemania, se planteó a continuación quién debía
ser comisionado para realizar la inversión. Al principio se ofreció a los
franciscanos y su superior se asoció con Alberto. Pero estos monjes no
deseaban participar en él, porque ya estaba en mal olor entre toda la
gente buena. A los agustinos , que eran más ilustrados que las otras
órdenes religiosas, les importaba aún menos. Los franciscanos, sin
embargo, temían disgustar al Papa, que acababa de enviar un
sombrero cardenalicio al general Forli, un sombrero que le había
costado a este pobre mendigo 30.000 florines. El superior juzgó más
prudente no negarse abiertamente; pero le hizo todo tipo de objeciones
a Albert. Nunca pudieron llegar a un entendimiento; y en consecuencia,
el elector aceptó con alegría la propuesta de ocuparse de todo el asunto
. Los dominicanos, por su parte, codiciaban una participación en la
empresa general que estaba a punto de iniciarse. Tetzel, que ya había
adquirido una gran reputación en este oficio, se apresuró a acudir a
Mentz y ofreció sus servicios al elector. Recordaron la habilidad que
había demostrado al publicar las indulgencias para los caballeros de la
orden teutónica de Prusia y Livonia; sus propuestas fueron aceptadas y
así todo el tráfico pasó a manos de su orden. 3

Notas finales:
1. Ranke, Roemische Paebste, 1, 71.
2. Concilio de Trento. 4. Pallavicini, mientras intenta refutar
a Sarpi, confirma e incluso realza su testimonio: Suo
plane officio defuit, (Leo) .. venationes, facetias, pompas
adeo frequentes..Conc. Trid. Hist. 1, 8, 9.
3. Seckendorf, 42 años.
LIBRO 3
CAPÍTULO 4

Lutero, por lo que sabemos, oyó hablar de Tetzel por primera vez en
Grimma en 1516, justo cuando comenzaba su visita a las iglesias. Se
informó a Staupitz, que todavía estaba con Lutero, que había un
vendedor de indulgencias en Wurzen llamado Tetzel, que estaba
haciendo un gran ruido. Se citaron algunas de sus extravagantes
expresiones y Lutero exclamó con indignación: "Si Dios lo permite,
haré un agujero en su tambor". 1

Tetzel volvía de Berlín, donde se había encontrado con la más


amistosa recepción del elector Joachim, hermano del granjero general,
cuando ocupó su puesto en Juterbock. Staupitz, aprovechándose de la
confianza que el elector Frederick depositaba en él, había llamado a
menudo su atención sobre los abusos de las indulgencias y la vida
escandalosa de los vendedores. 2 Los príncipes de Sajonia, indignados
por este tráfico vergonzoso, habían prohibido al comerciante entrar en
sus provincias. Por tanto, se vio obligado a permanecer en los
territorios de su patrón, el arzobispo de Magdeburgo; pero se acercó a
Sajonia lo más cerca que pudo. Juterbock estaba a sólo seis kilómetros
de Wittenberg. “Este gran bolso-trilladora,” dijo Lutero, “empezó a
trillar 3 b ravely en todo el país, por lo que el dinero comenzó a saltar y
la caída tintineo en la caja.” La gente acudió en masa desde Wittenberg
hasta el mercado de indulgencia de Juterbock.
En este período, Lutero todavía estaba lleno de respeto por la Iglesia y
el Papa. "Fue en ese momento", dijo, "un monje, y un papista de lo
más furioso, tan intoxicado, no, tan ahogado en las doctrinas romanas,
que habría ayudado voluntariamente, si hubiera podido, a matar a
cualquiera que debiera he tenido la audacia de negar la más mínima
obediencia al Papa. 4 Yo era muy Saulo, y todavía hay muchos ”. Pero
al mismo tiempo, su corazón estaba listo para arder por todo lo que
reconocía como verdad y contra todo lo que creía que era un error. “Yo
era un médico joven o recién salido de la fragua, ardiente y gozoso en
la Palabra del Señor”. 5
Lutero estaba un día sentado en el confesionario de Wittenberg.
Muchos de los habitantes vinieron sucesivamente y se confesaron
culpables de grandes excesos. Adulterio, libertinaje, usura, ganancias
ilícitas, tales son los delitos reconocidos al ministro de la Palabra por
aquellas almas de las que un día tendrá que dar cuenta. Reprime,
corrige, instruye. Pero, ¿cuál es su asombro cuando estos individuos
responden que no abandonarán sus pecados? ......... Muy
conmocionado, el piadoso monje declara que como no prometerán
cambiar sus vidas, no puede absolverlos. Las infelices criaturas apelan
entonces a su carta de indulgencia; los muestran y mantienen su
virtud. Pero Lutero responde que no tiene nada que ver con estos
papeles y agrega: Si no se arrepienten, todos perecerán igualmente.
Gritan y protestan; pero el doctor es inamovible. Deben dejar de hacer
el mal y aprender a hacer el bien, o de lo contrario no habrá
absolución. "Tenga cuidado", agregó, "cómo escucha los clamores de
estos comerciantes de indulgencias: tiene mejores cosas que hacer que
comprar estas licencias que venden a un precio tan vil". 6

Los habitantes de Wittenberg, muy alarmados, regresaron


apresuradamente a Tetzel: le dijeron que un monje agustín había
tratado sus cartas con desprecio. El dominicano ante esta inteligencia
bramó de rabia. Él irrumpió desde el púlpito, empleando insultos y
maldiciones; 7 y para herir al pueblo con mayor terror, hizo encender
un fuego varias veces en la plaza del mercado, declarando que había
recibido una orden del Papa de quemar a todos los herejes que se
atrevieran a oponerse a sus más santas indulgencias.
Tal es el hecho de que no fue la causa, sino la primera ocasión de la
Reforma. Un pastor, al ver a las ovejas de su redil en un curso en el que
deben perecer, busca apartarlas de él. Hasta ahora no ha pensado en
reformar la iglesia y el mundo . Ha visto a Roma y sus corrupciones;
pero todavía no se levanta contra ella. Tiene el presentimiento de
algunos de los abusos bajo los cuales gime la cristiandad; pero no
piensa en corregirlos. No desea convertirse en reformador. 8 No tiene
más planes para la reforma de la Iglesia de los que había tenido para
reformarse a sí mismo. Dios quiere una reforma y elige a Lutero para
que sea su instrumento. El mismo remedio que había sido tan eficaz
para curar sus propias heridas, la mano de Dios lo aplicará a las llagas
de la cristiandad. Permanece tranquilo en la esfera que se le asigna.
Camina simplemente donde lo llama su Maestro. En Wittenberg
cumple los deberes de profesor, predicador y pastor. Está sentado en el
templo adonde vienen los miembros de su iglesia y le abren sus
corazones. Es allí, en ese campo, donde el mal lo ataca y el error lo
busca. Le impedirían ejecutar su cargo. Su conciencia, ligada a la
Palabra de Dios, se rebela. ¿No es Dios quien lo llama? Resistir es un
deber: por tanto, es un derecho. Debe hablar. Así, dice Mathesius,
fueron los acontecimientos ordenados por ese Dios que quiso
restaurar la cristiandad por medio del hijo del forjador, y pasar por sus
hornos la doctrina impura de la Iglesia, para purificarla. 9
No es necesario, después de esta declaración, refutar una imputación
mentirosa, inventada por algunos de los enemigos de Lutero, pero no
hasta después de su muerte. Se ha dicho que los celos propios de las
órdenes religiosas, esa irritación de ver un tráfico vergonzoso y
reprobado confiado a los dominicos más que a los agustinos, que hasta
ese momento lo habían poseído, llevó al profesor de Wittenberg a
atacar a Tetzel y a sus hermanos. doctrinas. El hecho bien establecido
de que esta especulación se había ofrecido primero a los franciscanos,
que no querían tener nada que ver con ella, es suficiente para refutar
esta fábula repetida por escritores que se han copiado unos a otros. El
propio cardenal Pallavicini afirma que los agustinos nunca habían
ocupado esta comisión. 10 Además, hemos sido testigos de la aflicción
del alma de Lutero. Su conducta no necesita otra interpretación. Era
necesario que él confesara en voz alta la doctrina a la que debía su
felicidad . En el cristianismo, cuando un hombre ha encontrado un
tesoro para sí mismo, desea compartirlo con otros. En nuestros días
deberíamos renunciar a estas explicaciones pueriles e indignas de la
gran revolución del siglo XVI. Requiere una palanca más poderosa
para levantar el mundo. La Reforma no fue solo en Lutero; su edad
debió haberlo dado a luz.
Lutero, impulsado igualmente por la obediencia a la Palabra de Dios y
la caridad hacia los hombres, subió al púlpito. Preparó a sus oyentes,
pero con dulzura, como él mismo dice. 11 Su príncipe había obtenido
del Papa indulgencias especiales para la capilla del castillo de
Wittenberg. Algunos de los golpes que apuntaba a las indulgencias del
inquisidor podrían caer sobre los del elector. ¡No importa ! se
arriesgará a la desgracia. Si buscara agradar a los hombres, no sería
siervo de Cristo.
“Nadie puede probar por las Escrituras que la justicia de Dios requiere
una pena o satisfacción del pecador”, dijo el fiel ministro de la Palabra
al pueblo de Wittenberg. “El único deber que impone es un verdadero
arrepentimiento, una conversión sincera, la resolución de llevar la cruz
de Cristo y realizar buenas obras. Es un gran error pretender que uno
mismo satisface nuestros pecados con la justicia de Dios; G od indultos
ellos gratuitamente por su gracia inestimable.
“La Iglesia cristiana, es cierto, requiere algo del pecador y, en
consecuencia, puede ser remitido. Pero eso es todo ...... Sin embargo,
estas indulgencias de la Iglesia son toleradas sólo por los cristianos
ociosos e imperfectos que no realizan buenas obras con celo; porque no
mueven a nadie a la santificación, sino que dejan a cada hombre en su
imperfección ”.
Luego, atacando los pretextos bajo los cuales se publican las
indulgencias, continuó: “Sería mucho mejor contribuir por amor de
Dios a la construcción de San Pedro, que comprar indulgencias con
esta intención ....... Pero, dices tú, ¿entonces nunca compraremos? ....
Ya te lo he dicho, y lo repito, mi consejo es que nadie las compre .
Déjelos para los cristianos somnolientos: pero deben caminar
separados y para ustedes mismos. Debemos apartar a los fieles de las
indulgencias y exhortarlos a las obras que descuidan ”.
Finalmente, mirando a sus adversarios, Lutero concluyó con estas
palabras: “ Y si alguno gritara que soy un hereje (porque la verdad que
predico es muy perjudicial para su caja fuerte), me preocupo poco por
sus clamores. Son cerebros lúgubres y enfermos, hombres que nunca
han probado la Biblia, nunca han leído la doctrina cristiana, nunca
han comprendido a sus propios médicos, y que yacen pudriéndose en
los harapos y jirones de sus propias opiniones vanas ... 12 Que Dios les
conceda a ambos y nosotros un sano entendimiento! Amén." Después
de estas palabras, el médico abandonó el púlpito, dejando a sus
oyentes muy emocionados ante un lenguaje tan atrevido.
Este sermón se imprimió y causó una profunda impresión en todos los
que lo leyeron. Tetzel respondió y Lutero respondió de nuevo; pero
estas discusiones no tuvieron lugar hasta el año 1518.
Se acercaba la fiesta de Todos los Santos. Las crónicas de la época
relatan una circunstancia que, aunque de escasa importancia para la
historia de este período, puede servir para caracterizarla. Es un sueño
del elector, cuya esencia es sin duda cierta, aunque algunas
circunstancias pueden haber sido añadidas por quienes lo relataron.
Un escritor respetable observa que el temor de dar a sus adversarios la
oportunidad de decir que la doctrina de Lutero se basaba en sueños,
sin duda ha impedido que muchos historiadores la mencionen. 13

El elector Federico de Sajonia, dicen las crónicas de la época, se


encontraba en su palacio de Sch weinitz, a seis leguas de Wittenberg,
cuando, el 31 de octubre, a primera hora de la mañana, se encontraba
con su hermano el duque Juan, entonces co- regente, y que reinó solo
después de su muerte, y con su canciller, el elector dijo: “Debo
contarte un sueño, hermano, que tuve anoche, y del que me gustaría
saber el significado. Está tan firmemente grabado en mi memoria que
nunca lo olvidaría, aunque viviera mil años; porque llegó tres veces, y
siempre con nuevas circunstancias ”.
Duke Joh n. - "¿Fue un buen o un mal sueño?"
El elector. - "No puedo decirlo: Dios lo sabe".
Duke John. - "No te inquietes: déjame oírlo".

El elector. - “Habiéndome acostado anoche, cansado y desanimado,


pronto me quedé dormido después de decir mis oraciones, y dormí
tranquilamente durante unas dos horas y media. Entonces me desperté
y toda clase de pensamientos me ocuparon hasta la medianoche.
Reflexioné sobre cómo debería guardar la fiesta de Todos los Santos;
Oré por las almas desdichadas del purgatorio y le rogué a Dios que me
dirigiera a mí, a mis concilios y a mi pueblo, de acuerdo con la verdad.
Luego me volví a dormir y soñé que el Todopoderoso me enviaba un
monje, que era un verdadero hijo del apóstol Pablo. Estuvo
acompañado por todos los santos, en obediencia al mandato de Dios,
para dar testimonio de él y asegurarme que no había venido con
ningún plan fraudulento, sino que todo lo que debía hacer era
conforme a la voluntad de Dios. Pidieron mi amable permiso para
dejarle escribir algo en las puertas de la capilla del palacio de
Wittenberg, lo que concedí a través de mi canciller. Después de esto, el
monje se dirigió allí y comenzó a escribir; tan grandes eran los
caracteres que pude leer de Schweinitz lo que estaba escribiendo. La
pluma que usó era tan larga que su extremo llegó hasta Roma, donde
traspasó las orejas de un león 14 que yacía allí, y sacudió la triple
corona en la cabeza del Papa. Todos los cardenales y príncipes
corrieron apresuradamente y se esforzaron por apoyarlo. Tú y yo
ofrecimos nuestra ayuda: extendí el brazo ...... esa mamá me desperté
con el brazo extendido, muy alarmado y muy enojado con este monje,
que no podía guiar mejor su pluma. Me recuperé un poco ... era solo un
sueño.
“Estaba todavía medio dormido y una vez más cerré los ojos. El sueño
volvió. El león , todavía perturbado por la pluma, comenzó a rugir con
todas sus fuerzas, hasta que toda la ciudad de Roma, y todos los
estados del Sacro Imperio, corrieron para saber qué pasaba. El Papa
nos llamó a oponernos a este monje, y se dirigió especialmente a mí,
porque el fraile vivía en mis dominios. Me desperté de nuevo, repetí la
oración del Señor, supliqué a Dios que preservara su santidad y me
quedé dormido ...
“Entonces soñé que todos los príncipes del imperio, y nosotros junto
con ellos, nos apresuramos a ir a Roma, y nos esforzamos uno tras otro
para romper esta pluma; pero cuanto mayores nuestros esfuerzos, más
fuerte se hacía: crepitaba como si hubiera sido de hierro: lo
abandonamos como desesperado. Entonces le pregunté al monje
(porque yo estaba ahora en Roma, ahora en Wittenberg) dónde había
conseguido esa pluma y cómo llegó a ser tan fuerte. —Este bolígrafo —
replicó— pertenecía a un ganso bohemio de cien años. 15 Lo recibí de
uno de mis antiguos maestros. Es tan fuerte, porque nadie puede
sacarle la médula, y yo estoy bastante asombrado de ello. De repente
escuché un fuerte grito: de la larga pluma del monje había salido una
multitud de otras plumas ... Me desperté por tercera vez: era de día ".
Duke John. - “¿Cuál es su opinión, señor canciller? ¡Ojalá tuviéramos
aquí a un José, o un Daniel , enseñado por Dios! "

El canciller. - “Sus altezas conocen el refrán vulgar, que los sueños de


las mujeres jóvenes, los hombres sabios y los grandes señores,
generalmente tienen algún significado oculto. Pero no aprenderemos el
significado de esto por algún tiempo, hasta que hayan sucedido los
eventos a los que se refiere. Por eso confía a Dios su cumplimiento y
encomienda todas las cosas en sus manos ”.
Duke John. - “Mi opinión es la misma que la suya, señor Canciller; No
es apropiado que nos devanamos los sesos para descubrir la
interpretación de este sueño: Dios lo encauzará todo para su propia
gloria ”.
El elector. - “¡Que así lo haga nuestro Dios fiel! Aún así, nunca olvidaré
este sueño. He pensado en una interpretación ... pero me la guardaré
para mí. El tiempo mostrará, quizás , si he conjeturado correctamente
".
Así, según el manuscrito de Weimar, pasó la mañana del 31 de octubre
en Schweinitz; veamos cómo transcurrió la velada en Wittenberg.
Ahora volvemos por completo al dominio de la historia.

Notas finales:

1. Li ngke, Reisegesch. Lutero, 27.


2. Instillans ejus pectori frequentes indulgentiarum abusus.
Cochloeus, 4.
3. Dreschen. Luth. Op. 17.
4. En Praef. Op. Witt. 1. Monachum, et papistam
insanissimum ita ebrium, imo submersum en
dogmatibus papae, etc.
5. Op. (W.) 22.
6. Co epi dissuadere populis et eos dehortari ne
indulgentiariorum clamoribus aurem praeberent. L. Opp.
Lat. En Praef.

7. Wutet, schilt und maledeit graeulich auf dem


Predisgtstuhl. Myconius, Reformationsgesch.
8. Haec inicia fuerunt hujus controversiae, in qua Lutero
us, nihil adhuc suspicans aut somnians de futura
mutatione rituum. Mel. Vit. Luth.

9. Die verseurte Lehr durch den Ofen gehen. 10.


10. Falsum est consuevisse hoc munus injungi Eremitanis
S. Augustini, 14.
11. Sauberlich.
12. Sondern in ihren Locherichen und zerrissenen Opinien,
viel nahe verwesen. L. Opp. (L.) 17: 119.
13. Seckendorf. Se encontrará en Loscher, 1. 46, etc. Anf de
Tenzel. Und Fortg. Der Ref .; Junker's Ehrenged. 148; Beshr
de Lehmann. De Meissn. Erzgeb. Etc .; y en un MS. Entre
los papeles del estado de Weimar, sacados de la boca de
Spalatin. Nuestro relato del sueño es de este manuscrito.
Publicado en el último jubileo de la Reforma, 1817.
14. Leo X.
15. John Huss. Esta circunstancia puede haber sido
agregada más tarde en alusión a las palabras de Huss que
hemos citado anteriormente, p. 30.
LIBRO 3
CAPÍTULO 5

Las palabras de Lutero habían tenido poco efecto. Tetzel continuó su


trafico y sus impíos discursos sin molestarse. 1 ¿Se resignará Lutero a
estos abusos atroces y guardará silencio? Como pastor, ha exhortado
fervientemente a quienes acudieron a sus servicios; como predicador,
ha pronunciado una voz de advertencia desde el púlpito. Aún le queda
hablar como teólogo; todavía tiene que dirigirse no sólo a unas pocas
almas en el confesionario, no sólo a la asamblea de fieles de
Wittenberg, sino a todos aquellos que son, como él, maestros de la
Palabra de Dios. Su resolución está tomada.
No es la iglesia a la que piensa atacar; no es el Papa lo que lleva al
tribunal; al contrario, es su respeto por el Papa lo que no le permitirá
permanecer en silencio por más tiempo sobre las monstruosas
pretensiones por las que se desacredita al pontífice. Debe tomar parte
del Papa contra esos imprudentes que se atreven a mezclar su
venerable nombre con su escandaloso tráfico. Lejos de pensar en una
revolución que debería derrocar la primacía de Roma, Lutero cree que
tiene al Papa y al catolicismo como aliados contra estos monjes
descarados. 2
La fiesta de Todos los Santos era un día muy importante para Wittenb
erg y, sobre todo, para la iglesia que el elector había construido allí y
que había llenado de reliquias. Ese día los sacerdotes solían sacar estas
reliquias, adornadas con oro, plata y piedras preciosas, y exhibirlas
ante la gente, que estaba tan tonificada y deslumbrada por tal
magnificencia. 3 Quien visitaba la iglesia en esa fiesta y se hacía
confesión, obtenía una rica indulgencia. En consecuencia, en este gran
aniversario, los peregrinos llegaron a Wittenberg en multitudes.
El 31 de octubre de 1517, al mediodía del día anterior a la fiesta, 4
Lutero, que ya había tomado una decisión, camina valientemente
hacia la iglesia, a la que se dirigía una multitud supersticiosa de
peregrinos, y posa en la puerta noventa y cinco. tesis o proposiciones
contra la doctrina de las indulgencias. Ni el elector, ni Staupitz, ni
Spalatin, ni siquiera ninguno de sus amigos más íntimos, se habían
enterado de sus intenciones. 5
Lutero allí declara, en una especie de prefacio, que ha escrito estas
tesis con el deseo expreso de poner la verdad a la luz del día. Se declara
dispuesto a defenderlos mañana, en la universidad, contra todos los
oponentes. Grande fue la atención que despertaron: fueron leídos y
pasados de boca en boca. Pronto los peregrinos, la universidad y toda
la ciudad estaban en conmoción.
Damos algunas de estas proposiciones, escritas con la pluma del
monje, y pegadas en la puerta de la iglesia de Wittenberg:
1. “Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dice arrepentíos, quiere
decir que toda la vida de los creyentes en la tierra debe ser un
arrepentimiento constante y perpetuo.
2. “Esta palabra no puede entenderse del sacramento de la penitencia
(es decir, confesión y satisfacción), tal como lo administra el sacerdote.
3. “Aún así, el Señor no quiere hablar en este lugar únicamente de
arrepentimiento interno; el arrepentimiento interno es nulo si no
produce externamente toda clase de mortificación de la carne.
4. “El arrepentimiento y la tristeza, es decir, la verdadera penitencia,
perduran mientras un hombre esté disgustado consigo mismo, es
decir, hasta que pase de esta vida a la eternidad.
5. “El Papa no puede y no desea remitir ninguna otra pena que la que
ha impuesto por su propio gusto o conforme a los cánones, es decir, las
ordenanzas papales.
6. “El Papa no puede remitir ninguna condena , sino declarar y
confirmar la remisión de Dios, excepto en los casos que le
correspondan. Si lo hace de otra manera, la condena sigue siendo la
misma.
8. “Las leyes de penitencia eclesiástica deben imponerse únicamente a
los vivos y no tener en cuenta a los muertos.
21. “Los comisarios de indulgencias se equivocan cuando dicen que
por la indulgencia papal un hombre se libera de todo castigo y se salva.
25. “El mismo poder que el Papa tiene sobre el purgatorio en toda la
Iglesia, cada obispo lo posee individualmente en su propia diócesis, y
cada sacerdote en su propia parroquia.

27. “Predican meras locuras humanas quienes sostienen que tan


pronto como el dinero traquetea en la caja fuerte, el alma sale volando
del purgatorio.
28. “Esto es cierto, que tan pronto como el dinero tintinea, la avaricia
y el amor a la ganancia llegan, aumentan y se multiplican. Pero el
apoyo y las oraciones de la Iglesia dependen únicamente de la
voluntad y el beneplácito de Dios.
32. “Aquellos que se creen seguros de la salvación por las indulgencias,
irán a la perdición por mucho tiempo con aquellos que les enseñan
eso.
35. “Son maestros de doctrinas anticristianas que pretenden que para
librar un alma del purgatorio, o para comprar una indulgencia, no hay
necesidad ni de dolor ni de arrepentimiento.
36. “Todo cristiano que verdaderamente se arrepienta de sus pecados,
disfruta de una remisión completa tanto de la pena como de la culpa,
sin necesidad de indulgencias.
37. “Todo verdadero cristiano, vivo o muerto, participa de todas las
bendiciones de Cristo o de la Iglesia, por don de Dios, y sin carta de
indulgencia.
38. “Sin embargo, no debemos despreciar la dispensación y el perdón
papal; porque este perdón es una declaración del perdón de Dios.
40. “El verdadero arrepentimiento y la tristeza buscan y aman el
castigo; pero la dulzura de la indulgencia absuelve del castigo y
engendra odio contra él.
42. “Debemos enseñar a los cristianos que el Papa no piensa ni desea
comparar en ningún aspecto el acto de comprar indulgencias con
ninguna obra de misericordia.
43. “Debemos enseñar a los cristianos que quien da a los pobres o
presta a los necesitados, hace mejor que quien compra una
indulgencia.
44. “Porque la obra de la caridad aumenta la caridad, y hace al hombre
más piadoso; mientras que la indulgencia no lo mejora, sino que lo
hace más seguro de sí mismo y más seguro del castigo.
45. “Debemos enseñar a los cristianos que quien ve a su prójimo en la
miseria y, sin embargo, compra una indulgencia, no compra la
indulgencia del Papa, sino que incurre en la ira de Dios.
46. “Debemos enseñar a los cristianos que si no tienen lo superfluo,
están obligados a guardar para sus propios hogares los medios para
conseguir lo necesario y no deben malgastar su dinero en
indulgencias.
47. “Debemos enseñar a los cristianos que la compra de una
indulgencia es una cuestión de libre elección y no de mandamiento.
48. “Debemos enseñar a los cristianos que el Papa, teniendo más
necesidad de oraciones ofrecidas con fe que de dinero, desea la oración
más que el dinero cuando dispensa indulgencias.
49. “Debemos enseñar a los cristianos que la indulgencia del Papa es
buena, si no confiamos en ella; pero que nada es más dañino si
disminuye nuestra piedad.
50. “Debemos enseñar a los cristianos que si el Papa supiera de las
extorsiones de los predicadores de indulgencias, preferiría que la
iglesia madre de San Pedro fuera quemada y reducida a cenizas, que
verla construida con la piel, la carne y la los huesos de su rebaño.
51. “Debemos enseñar a los cristianos que el Papa (ya que es su deber)
distribuiría su propio dinero a los pobres a quienes los vendedores de
indulgencias ahora están despojando de su último centavo, incluso si
se viera obligado a vender la iglesia madre de San Pedro.
52. “Esperar ser salvo por las indulgencias es una esperanza mentirosa
y vacía; aunque hasta el comisario de indulgencias, mejor dicho, el
mismo Papa, debiera comprometer sus almas para garantizarlo.

53. “Son los enemigos del Papa y de Jesucristo, quienes, con motivo de
la predicación de las indulgencias, prohíben la predicación de la
Palabra de Dios.
55. “El Papa no puede tener otro pensamiento que este: Si la
indulgencia, que es un asunto menor, se celebra con el toque de una
campana, con pompa y ceremonia, mucho más debemos honrar y
celebrar el Evangelio, que es un mayor cosa, con cien campanas, y con
cien pompas y ceremonias.
62. “El tesoro verdadero y precioso de la Iglesia es el Santo Evangelio
de la gloria y la gracia de Dios.
65. “Los tesoros del Evangelio son redes en las que en tiempos pasados
fueron apresados los ricos y los en circunstancias favorables.
66. “Pero los tesoros de la indulgencia son redes con las que ahora
capturan las riquezas del pueblo.
67. “Es deber de obispos y pastores recibir a los comisarios de las
indulgencias apostólicas con todas las muestras de respeto.

68. “Pero es aún más su deber comprobar con sus ojos y oídos que
dichos comisarios no predican los sueños de su propia imaginación, en
lugar de las órdenes del Papa.
71. “Maldito el que hable contra la indulgencia del Papa.
72. “Pero bendito sea el que habla contra el lenguaje necio e insolente
de los predicadores de indulgencias.
76. “La indulgencia del Papa no puede quitar el más mínimo pecado
diario, en cuanto a la culpa o la ofensa.
79. “Es una blasfemia decir que la cruz adornada con los brazos del
Papa es tan eficaz como la cruz de Cristo.
80. “Los obispos, pastores y teólogos que permitan que tales cosas se
cuenten al pueblo, deberán rendir cuentas de ellas.
81. “Esta predicación desvergonzada, estos elogios imprudentes de las
indulgencias, dificultan a los sabios defender la dignidad y el honor del
Papa contra las calumnias de los predicadores y las preguntas sutiles y
astutas de la gente común.
86. “¿Por qué, dicen ellos, el Papa, que es más rico que el más rico
Creso, no construye la iglesia madre de San Pedro con su propio
dinero, en lugar de con el de los cristianos pobres?
92. “¡Ojalá nos apartáramos de todos estos predicadores que dicen a la
Iglesia: Paz! ¡paz! y no hay paz.
94. “Debemos exhortar a los cristianos a ser diligentes en seguir a
Cristo, su cabeza, a través de las cruces, la muerte y el infierno.
95. "Porque es mucho mejor entrar en el reino de los cielos a través de
muchas tribulaciones, que adquirir una seguridad carnal con los
consuelos de una falsa paz".
Tal fue el comienzo del trabajo. Los gérmenes de la Reforma estaban
contenidos en estas proposiciones de Lutero. Allí se atacaba el abuso de
las indulgencias, y éste es su rasgo más llamativo; pero debajo de estos
ataques había un principio que, aunque atrayendo la atención de la
multitud en menor grado, un día derribaría el edificio del papado. La
doctrina evangélica de una remisión de los pecados libre y gratuita fue
profesada públicamente por primera vez. El trabajo ahora debe
aumentar en fuerza. Era evidente, en efecto, que quien tuviera esta fe
en la remisión de los pecados, anunciada por el médico de Wittenberg;
que quien tuviera este arrepentimiento, esta conversión y esta
santificación, cuya necesidad él inculcó tan fervientemente, ya no se
preocuparía por las ordenanzas humanas, escaparía de los trabajos y
pañales de Roma, y adquiriría la libertad de la hijos de Dios. Todos los
errores caerían ante esta verdad. Por él, la luz había comenzado a
entrar en la mente de Lutero; por ella, también, la luz se difundiría
sobre la Iglesia. Un conocimiento claro de esta verdad es lo que habían
querido los reformadores precedentes ; y de ahí la infructuosidad de
sus esfuerzos. El mismo Lutero reconoció después que, al proclamar la
justificación por la fe, había puesto el hacha a la raíz del árbol. “Es una
doctrina que atacamos en los adherentes del papado”, dijo. “Huss y
Wickliffe solo atacaron sus vidas; pero al atacar su doctrina, tomamos
el ganso por el cuello. 6 Todo depende de la Palabra, que el Papa nos
ha quitado y falsificado. He vencido al Papa, porque mi doctrina es de
Dios y la suya es del diablo ”.

También en nuestros días hemos olvidado esta doctrina principal de la


justificación por la fe, aunque en un sentido opuesto al de nuestros
padres. “En tiempos de Lutero”, observa uno de nuestros
contemporáneos, 7 “la remisión de los pecados costaba al menos
dinero; pero en nuestros días, cada uno se abastece gratis ”. Existe una
gran similitud entre estos dos errores. Quizás haya más olvido de Dios
en el nuestro que en el siglo XVI. El principio de justificación por la
gracia de Dios, que sacó a la Iglesia de tantas tinieblas en el período de
la Reforma, solo puede renovar nuestra generación, poner fin a sus
dudas y vacilaciones, destruir el egoísmo que se alimenta de ella,
establecer justicia y moralidad entre las naciones y, en suma, unir al
mundo con Dios, de quien ha sido separado.
Pero si las tesis de Lutero eran fuertes por la fuerza de la verdad que
proclamaban, no lo eran menos por la fe de su campeón. Había
desenvainado valientemente la espada de la Palabra: lo había hecho
confiando en el poder de la verdad. Había sentido que apoyándose en
las promesas de Dios, podía permitirse arriesgar algo, usar el lenguaje
del mundo. “El que quiera comenzar una buena obra”, dijo al hablar de
este atrevido ataque, “emprenda con confianza en la bondad de su
causa, y no, ¡lo que Dios no quiera! esperando el apoyo y el consuelo
del mundo. Además, que no tema al hombre ni al mundo entero;
porque estas palabras no mentirán jamás: bueno es confiar en el
Señor, y ciertamente el que confía en el Señor no será confundido. Pero
el que no quiera o no pueda arriesgar algo con confianza en Dios, mire
cómo emprende cualquier cosa ”. 8 Lutero, después de haber colocado
sus tesis en la puerta de la Iglesia de Todos los Santos, se retiró, sin
duda, a su celda tranquila, lleno de la paz y la alegría que brotan de
una acción realizada en el nombre del Señor, y por el bien de verdad
eterna.
Cualquiera que sea la audacia que prevalece en estas proposiciones,
todavía hablan del monje que se niega a admitir una sola duda sobre la
autoridad de la sede de Roma. Pero, mientras atacaba la doctrina de las
indulgencias, Lutero había tocado inconscientemente ciertos errores,
cuyo descubrimiento no podía agradar al Papa, ya que tarde o
temprano pondrían en tela de juicio su supremacía. Lutero no tenía
tanta visión de futuro; pero era consciente de la extrema audacia del
paso que acababa de dar y, por consiguiente, pensó que era su deber
suavizar su audacia, en la medida de lo posible, conforme a la verdad.
Por lo tanto, presentó estas tesis como proposiciones dudosas sobre
las que solicitó la información de los eruditos; y les adjuntó, de
conformidad con el uso establecido, una declaración solemne de que
no tenía la intención de afirmar o decir nada contrario a las Sagradas
Escrituras, los Padres de la Iglesia y los derechos y decretos de la Sede
Romana.
Con frecuencia, en los años posteriores, mientras contemplaba las
inmensas e inesperadas consecuencias de este valiente ataque, Lutero
se asombraba de sí mismo y no podía comprender cómo se había
atrevido a lograrlo. Una mano invisible y más poderosa que la suya
tenía la pista, y conducía al heraldo de la verdad por un camino que
todavía estaba oculto para él, y cuyas dificultades tal vez se habría
apartado, si las hubiera previsto, y si hubiera avanzó y por su propia
voluntad. “Entré en esta controversia”, dijo, “sin ningún plan definido,
sin conocimiento ni inclinación; Fui tomado por sorpresa y llamo a
Dios, el que escudriña los corazones, para que testifique ". 9
Lutero se había familiarizado con la fuente de estos abusos. Alguien le
trajo un librito, adornado con las armas del arzobispo de Mentz y
Magdeburgo, que contenía las normas a seguir en la venta de
indulgencias. Era este joven prelado, entonces, este elegante príncipe,
quien había prescrito, o al menos sancionado, toda esta charlatanería.
En él, Lutero sólo veía a un superior a quien debía temer y respetar. 10
No queriendo golpear el aire en peligro, sino más bien dirigirse a los
encargados del gobierno de la Iglesia, Lutero le envió una carta, llena a
la vez de franqueza y humildad . Fue el mismo día en que publicó las
tesis que el médico le escribió a Albert:
“Perdón, la mayoría reverendo padre en Cristo y lo más ilustre
príncipe,” dijo él, “si yo, que no soy más que la escoria de los hombres,
11 tengo la presunción t o escribir a su alteza sublime. El Señor
Jesucristo es mi testigo de que, sintiendo lo pequeño y despreciable
que soy, he postergado mucho tiempo hacerlo ...... Que su Alteza
condesciende a echar una sola mirada sobre un grano de polvo, y de su
dulzura episcopal Reciba gentilmente mi petición.
“Ciertos individuos están pregonando las indulgencias papales por
todo el país, en nombre de su excelencia. No estoy dispuesto a culpar
tanto a los clamores de estos predicadores (porque no los he
escuchado), como a las falsas ideas de la gente sencilla e ignorante,
que, al comprar indulgencias, se cree seguro de la salvación ...
“Las almas confiadas a tu cuidado, excelentísimo Padre, no son
enseñadas para vida, sino para muerte. La cuenta severa y justa que se
te pedirá aumenta de día en día ... No podía estar más callado. ¡No! El
hombre no es salvo por el trabajo o el oficio de su obispo ...... Incluso
los justos se salvan con dificultad, y angosto es el camino que conduce
a la vida. ¿Por qué, entonces, estos predicadores de las indulgencias
con sus fábulas vacías inspiran al pueblo una seguridad carnal?
“Solo las indulgencias, escucharlas, deben ser proclamadas y
ensalzadas ... ¡Qué! ¿No es principal, único deber de los obispos,
instruir al pueblo en el Evangelio y en la caridad de Cristo Jesús? 12
Cristo mismo no ha ordenado en ninguna parte la predicación de las
indulgencias; pero ha ordenado a la fuerza la predicación del
Evangelio. 13 ¡ Qué terrible, entonces, y qué peligroso, que un obispo
permita que el Evangelio calle y que solo el ruido de las indulgencias
resuene incesantemente en los oídos de su rebaño! ...
“Muy digno Padre en Dios, en las instrucciones a los comisarios, que
se han publicado en nombre de Vuestra Gracia (sin duda sin que lo
sepas), se dice que las indulgencias son el tesoro más preciado, que
por ellas el hombre se reconcilia con Dios, y ese arrepentimiento no es
necesario para quienes los compran.
“¿Qué puedo, qué debo hacer, digno obispo, sereno príncipe? Ruego a
Su Alteza, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que eche una
mirada de paternal vigilancia sobre este asunto, que suprima el libro
por completo y que ordene a los predicadores que pronuncien otros
sermones ante el pueblo. Si no lo hace, tema que algún día escuche
alguna voz que se alce en refutación de estos predicadores, para gran
deshonra de su más serena Alteza ".
Lutero, al mismo tiempo, remitió sus tesis al arzobispo, y añadió una
posdata invitándolo a leerlas , para convencerse de cuán poco
fundamento estaba la doctrina de las indulgencias.
Por lo tanto, todo el deseo de Lutero era que los centinelas de la Iglesia
se despertaran y resolvieran poner fin a los males que la estaban
devastando. Nada podría ser más noble y respetuoso que esta carta de
un monje a uno de los más grandes príncipes de la Iglesia y del
Imperio. Nunca el hombre actuó más de acuerdo con este precepto de
Cristo: "Dad al César lo que es del César, ya Dios lo que es de Dios".
Este no es el camino de esos revolucionarios feroces que "desprecian el
dominio y hablan mal de las dignidades". Es el grito de una conciencia
cristiana, de un sacerdote que honra a todos, pero que teme a Dios por
encima de todo. Todas sus oraciones, todas sus súplicas fueron inútiles.
El joven Albert, absorto en placeres y ambiciosos designios, no
respondió a tan solemne llamamiento. El obispo de Brandeburgo, el
ordinario de Lutero, un hombre sabio y piadoso, a quien envió sus
tesis, respondió que estaba atacando el poder de la iglesia; que se
traería muchos problemas y aflicciones; que la cosa estaba por encima
de sus fuerzas; y le aconsejó seriamente que se callara. 14 Los príncipes
de la iglesia taparon sus oídos a la voz de Dios, que se manifestó con
tanta energía y ternura por boca de Lutero. No entenderían los signos
de los tiempos; estaban atrapados en esa ceguera que ha causado la
ruina de tantos poderes y dignidades. " Ambos pensaron", dijo Lutero
después, "que el Papa sería demasiado fuerte para un pobre fraile
mendicante como yo".

Pero Lutero podía juzgar mejor que los obispos los efectos desastrosos
de las indulgencias en los modales y la vida de la gente, porque estaba
en comunicación directa con ellos. Vio continuamente y de cerca lo que
los obispos saben sólo a través de informes infieles . Aunque los
obispos le fallaron, Dios no. El Cabeza de la Iglesia, que está sentado
en los cielos, y a quien se le da todo el poder sobre la tierra, él mismo
preparó la tierra y depositó la semilla en las manos de su ministro; dio
alas a las semillas de la verdad, y las esparció en un instante a lo largo
y ancho de su Iglesia.
Nadie apareció al día siguiente en la universidad para atacar las
proposiciones de Lutero. El tráfico de Tetzel fue demasiado censurado
y demasiado vergonzoso para que nadie más que él o sus seguidores se
atreviera a tomar el guante. Pero estas tesis estaban destinadas a ser
escuchadas en otro lugar que no fuera bajo el techo abovedado de un
salón académico . Apenas habían sido clavados en la puerta de la
iglesia de Wittenberg, cuando los débiles sonidos del martillo fueron
seguidos en toda Alemania por un poderoso golpe que alcanzó incluso
los cimientos de la altiva Roma, amenazando con la ruina repentina de
las paredes, los gat es y los pilares. de papismo, aturdiendo y
aterrorizando a sus campeones, y al mismo tiempo despertando a
miles del sueño del error. 15
Estas tesis se difundieron con la rapidez del rayo. No había pasado un
mes antes de que llegaran a Roma. “En quince días”, dice un
historiador contemporáneo, “estaban en todas partes de Alemania, y
en cuatro semanas habían atravesado casi toda la cristiandad, como si
los mismos ángeles hubieran sido sus mensajeros y los hubieran
puesto ante los ojos de todos los hombres. Nadie puede creer el ruido
que hicieron ". 16 Un poco después se tradujeron al holandés y al
español, y un viajero los vendió en Jerusalén. “Todos”, dijo Lutero, “se
quejaron de las indulgencias: y como todos los obispos y médicos
habían guardado silencio, y nadie estaba dispuesto a ponerle el
cascabel al gato, el pobre Lutero se convirtió en un médico famoso,
porque (como decían) llegó uno por fin quien se aventuró a hacerlo.
Pero no me gustó esta gloria, y la melodía era demasiado alta para mi
voz ". 17
Muchos de los peregrinos, que se habían congregado en Witte nberg
desde todos los rincones para la fiesta de Todos los Santos, se llevaron
consigo, en lugar de indulgencias, las famosas tesis del monje agustín.
De esta manera contribuyeron a su circulación. Todos los leyeron,
meditaron y comentaron. Los hombres los cubrieron en todos los
conventos y en todas las universidades. 18 Los piadosos monjes, que
habían entrado en los claustros para salvar sus almas, todos hombres
rectos y honorables, estaban encantados con esta sencilla y
sorprendente confesión de la verdad, y deseaban de todo corazón que
Lutero continuara la obra que había comenzado. Por fin, un hombre
había encontrado el valor para emprender la peligrosa lucha. Esta fue
una reparación concedida a la cristiandad: la conciencia pública quedó
satisfecha. La piedad vio en estas tesis un golpe dirigido a toda
superstición; la nueva teología aclamó en ella la derrota de los dogmas
escolásticos; los príncipes y magistrados los consideraban como una
barrera levantada contra las invasiones del poder eclesiástico; y la
nación se regocijó al ver un veto tan positivo opuesto por este monje a
la codicia de la cancillería romana. "Cuando Lutero atacó esta fábula",
comentó al duque Jorge de Sajonia un hombre muy digno de fe y uno
de los principales rivales del reformador, a saber, Erasmo, "todo el
mundo aplaudió y hubo un asentimiento general". “Observo”, dijo en
otra ocasión al cardenal Campeggio, “que cuanto mayor es su piedad
evangélica y más pura su moral, menos se oponen los hombres a
Lutero. Su vida es alabada incluso por aquellos que no pueden soportar
su fe. El mundo estaba cansado de una doctrina tan llena de fábulas
pueriles y ordenanzas humanas, y tenía sed de esa agua viva, pura y
oculta que brota de las venas de los evangelistas y apóstoles. El genio
de Lutero estaba capacitado para lograr estas cosas, y su celo
naturalmente se incendiaría en una empresa tan gloriosa ". 19
Notas finales:
1. Cujus impiis et nefariis concionibus incitatus Lutherus,
studio pietatis ardens edidit propositiones de
indulgentiia Melancth. V ita Luth.
2. Et in iis certus mihi videbar, me habiturum patronum
papam, cujus fiducia tunc fortiter nitebar. L. Opp. Lat. En
Praef.
3. Quas magnifico apparatu publice populis ostendi cura
vit. Cochloeus, 4.
4. Curaeus, Schles. Chronikon. 1: 241.
5. Cum hujus disputati onis nullus etiam intimorum
amisorum fuerit conscius. L. Epp. 1. 186.
6. Cuando el hombre muere Lehre angreifft, entonces wird
die Gans am Krage gegriffen. L. Opp. (W.) 22. 1369.
7. Daños de Kiel.
8. Op. (Leips.) 6. 518.
9. Casu enim, non voluntate nec studio, en sus turbas
incidi, Deum ipsum testor. L. Opp. Lat. En Praef.

10. Domino suo et pastori en Christo venerabiliter


metuendo. (La dirección en la carta.) A su reverentemente
temido Señor y Pastor en Cristo. Epp. 1. 68.
11. Faex hominum. Ibídem.
12. Ut populus Evangelium discat atque charitatem Christi,
Ibíd.
13. Vehementer praecipit. Ibídem.
14. Er solite todavía halten; es ware eine grosse Sache.
Matemáticas.
15. Walther, Nachr. 5 Lutero, pág. 45.

16. Myconius, Hist. Árbitro. P. 23.


17. Das Lied wollte meiner Stimme zu hoch werden. ( L.
Opp.)
18. In alle hohe Schulen und Kloster. Matemáticas. 13.
19. Ad hoc praestandum mihividebatur ille, et natura
compositus et accensus studio. Erasm. Epp. Campegio
Cardinali, 1. 650.
LIBRO 3
CAPÍTULO 6

Debemos seguir estas proposiciones en cualquier lugar que hayan


escrito, en los estudios de los eruditos, las celdas de los monjes y los
salones de los príncipes, para formarnos una idea de los diversos pero
prodigiosos efectos que produjeron en Alemania.
Reuchlin los recibió. Estaba cansado del rudo combate que tuvo que
luchar contra los monjes. La fuerza mostrada por el nuevo combatiente
en sus tesis reanimó al abatido campeón de la literatura y devolvió la
alegría a su abatido corazón. "¡Gracias a Dios!" exclamó después de
leerlos, "por fin han encontrado un hombre que les dará tanto que
hacer, que se verán obligados a dejar que mi vejez acabe en paz".
El cauteloso Erasmo estaba en los Países Bajos cuando le llegaron
estas proposiciones. Internamente se regocijó al presenciar sus
secretos deseos de rectificar los abusos expresados con tanto coraje:
aprobó al autor, exhortándolo sólo a una mayor moderación y
prudencia. Sin embargo, cuando alguien reprochó la violencia de
Lutero en su presencia: "Dios", dijo, "le ha dado a los hombres un
médico que corta profundamente la carne, porque de otra manera la
enfermedad sería incurable". Y cuando un poco más tarde el elector de
Sajonia le preguntó su opinión sobre el negocio de Lutero, respondió
con una sonrisa: “No me sorprende en absoluto que haya hecho tanto
ruido; porque ha cometido dos delitos imperdonables ; ha atacado la
tiara del Papa y el vientre de los monjes ". 1
El doctor Flek, prior del monasterio de Steinlausitz, había dejado de
leer la misa durante mucho tiempo, pero sin decirle a nadie la
verdadera causa. Un día encontró las tesis de Lutero colgadas en el
refectorio: se acercó a ellas, comenzó a leer y solo había examinado
algunas, cuando, incapaz de contener su alegría, exclamó: “¡Ah! ah!
¡Aquel a quien tanto tiempo esperábamos ha llegado por fin, y les
mostrará a los monjes uno o dos trucos! Luego, mirando hacia el
futuro, dice Mathesius, y jugando con el significado del nombre
Wittenberg: "Todo el mundo", dijo, "irá y buscará sabiduría en esa
montaña y la encontrará". 2 Escribió al médico para que continuara la
gloriosa lucha con valentía. Lutero lo llama un hombre lleno de gozo y
consuelo.
La antigua y renombrada sede episcopal de Wurzburg fue ocupada
entonces por Lorenzo de Bibra, un hombre piadoso, sabio y digno,
según el testimonio de sus contemporáneos. Cuando vino un caballero
y le informó que tenía la intención de poner a su hija en un convento:
"Mejor dale un marido", dijo. Y luego añadió: "Si necesitas dinero para
su dote, te lo prestaré". El emperador y todos los príncipes lo tenían en
la más alta estima. Lamentó los desórdenes de la Iglesia y, sobre todo,
los de los conventos. Las tesis llegaron también a su palacio: las leyó
con gran alegría y declaró públicamente que aprobaba a Lutero. Algo
más tarde, le escribió al elector F rederick: "No dejes ir al piadoso
Doctor Martín, porque le hacen mal". El elector quedó encantado con
este testimonio y se lo comunicó al reformador con su propia mano.
El emperador Maximiliano, predecesor de Carlos V, leyó y admiró las
ses del monje de Wittenberg; percibió su capacidad y previó que este
oscuro Agustín podría convertirse algún día en un poderoso aliado de
Alemania en su lucha contra Roma. En consecuencia, le dijo al elector
de Sajonia a través de su enviado: "Cuida mucho del monje Lutero,
porque puede llegar el momento en que lo necesitemos". 3 Y poco
después, estando a dieta con Pfeffinger, el consejero privado del
elector, le dijo: “¡Bien! ¿Qué está haciendo tu Agustín? En verdad, sus
posiciones profesionales no son despreciables. Jugará a los monjes un
lindo juego ". 4
En Roma, incluso en el Vaticano, estas tesis no fueron tan mal
recibidas como podría haberse imaginado. León X juzgó más como
patrón de letras que como Papa. La diversión que le dieron le hizo
olvidar las severas verdades que contenían; y como Sylvester Prierio, el
maestro del palacio sagrado, quien tenía el cargo de examinar los
libros, le pidió que tratara a Lutero como un hereje, respondió: “El
hermano Martín Luther es un genio muy fino, y todo lo que se dice en
contra él es un simple celo monacal ". 5
Había pocos hombres en quienes las tesis de Lutero produjeran una
impresión más profunda que el erudito de Annaberg, a quien Tetzel
había rechazado sin piedad. Miconio había entrado en un convento. La
misma noche de su llegada soñó que veía inmensos campos de trigo,
todos relucientes con espigas maduras. "Corta", dijo la voz de su guía; y
cuando alegó su falta de habilidad, su director le mostró un segador
trabajando con una actividad inconcebible. “Síguelo y haz lo que él
hace”, dijo el guía. 6 Miconio, tan ansioso por la santidad como Lutero
lo había estado, se dedicó mientras estaba en el monasterio a todas las
vigilias, ayunos, mortificaciones y prácticas inventadas por los
hombres. Pero finalmente se desesperó de alcanzar su objetivo por sus
propios esfuerzos. Descuidó sus estudios y se empleó sólo en labores
manuales. Hubo un tiempo en que encuadernaba libros; en otro,
trabajo en el torno de tornero, o cualquier ocupación laboriosa. Esta
actividad externa no pudo calmar su conciencia atribulada. Dios le
había hablado y ya no podía volver a caer en su letargo anterior. Este
estado de angustia duró varios años. A veces se ha imaginado que los
caminos de los reformadores eran lisos y que cuando habían
renunciado a las observancias de la Iglesia, no les aguardaba más que
placer y consuelo. No se considera que llegaron a la verdad a través de
luchas internas mil veces más dolorosas que las observancias a las que
fácilmente se sometían las mentes esclavas.
Por fin llegó el año 1517; Se publicaron las tesis de Lutero; circularon
por la cristiandad y penetraron también en el monasterio donde se
escondía el erudito de Annaberg . Se escondió en un rincón del
claustro con otro monje, John Voigt, para poder leerlos cómodamente.
7 Aquí estaban las mismas verdades que había escuchado de su padre;
sus ojos se abrieron; sintió una voz dentro de él respondiendo a lo que
entonces resonaba en Alemania, y un gran consuelo llenó su corazón.
"Veo claramente", dijo, "que Martín Lutero es el segador que vi en mi
sueño y que me enseñó a recoger los oídos". Inmediatamente comenzó
a profesar la doctrina que había proclamado Lutero. Los monjes se
alarmaron al escucharlo; discutieron con él y se pronunciaron contra
Lutero y su convento. "Este convento", respondió Miconio, "es como el
sepulcro de nuestro Señor: quieren evitar la resurrección de Cristo ,
pero fracasarán". Al fin, sus superiores, al ver que no podían
convencerlo, le prohibieron durante un año y medio toda relación con
el mundo, no le permitieron escribir ni recibir cartas y lo amenazaron
con la cárcel de por vida. Pero la hora de su liberación se acercaba.
Después de ser nombrado pastor de Zwickau, fue el primero que se
declaró en contra del papado en las iglesias de Turingia. "Entonces",
dijo, "fui capacitado para trabajar con mi venerable padre Lutero en la
cosecha del Evangelio". Jonas lo describe como un hombre capaz de
hacer todo lo que emprendió. 8
Sin duda, había otros además de cuyas almas las proposiciones de
Lutero eran una señal de vida. Encendieron una nueva llama en
muchas celdas, cabañas y palacios. Mientras los que habían entrado en
los conventos en busca de buen ánimo llevaban una vida ociosa, o
respeto y honores, dice Mathesius, comenzaban a cargar el nombre de
Lutero de reproches, los monjes que vivían en oración, ayuno y
mortificación, volvían gracias a Dios. , tan pronto como oyeron el grito
de esa águila que Huss había anunciado un siglo antes. 9 Incluso la
gente común, que no entendía claramente la cuestión teológica, pero
que sólo sabía que este hombre asaltaba el imperio de los monjes
perezosos y mendicantes, lo recibió con estallidos de aclamación. Estas
atrevidas propuestas produjeron una inmensa sensación en Alemania.
Algunos de los contemporáneos del reformador, sin embargo,
previeron las graves consecuencias a las que podrían conducir y los
numerosos obstáculos que encontrarían. Expresaron sus temores en
voz alta y se regocijaron con temblores.

“Tengo mucho miedo”, escribió el excelente canónigo de Augsburgo,


Bernard Adelmann, a su amigo Pirckheimer, “que el hombre digno
debe ceder por fin ante la avaricia y el poder de los partidarios de las
indulgencias. Sus representaciones han producido tan poco efecto, que
el obispo de Augsburgo, nuestro primado y metropolitano, 10 acaba de
ordenar, en nombre del Papa, indulgencias frescas para San Pedro en
Roma. Que se apresure a conseguir la ayuda de los príncipes; cuídese
de tentar a Dios; porque debe carecer de sentido común si pasa por
alto el peligro inminente en el que incurre ". Adelmann se alegró
mucho al oír rumores de que Enrique VI II había invitado a Lutero a
Inglaterra. "En ese país", pensó el canon, "podrá enseñar la verdad en
paz". Muchos imaginaron así que la doctrina del Evangelio requería el
apoyo del poder civil. No sabían que avanza sin este poder y, a
menudo, es pisoteado y debilitado por él.
Albert Kranz, el famoso historiador, estaba en Hamburgo en su lecho
de muerte, cuando le llevaron las tesis de Lutero: “Tiene razón,
hermano Martín”, dijo; “Pero no lo conseguirás ... ¡Pobre monje! Ve a
tu celda y clama: ¡Señor! ¡ten piedad de mí! 11
Un anciano sacerdote de Hexter en Westfalia, habiendo recibido y
leído las tesis de su rectoría, sacudió la cabeza y dijo en bajo alemán:
“¡Querido hermano Martin! si logras derrocar este purgatorio y todos
estos comerciantes de papel, ¡serás un buen tipo! Erbenius, que vivió
un siglo después, escribió la siguiente tontería con estas palabras:
"¿Qué diría el digno párroco, si viviera en este día?" 12
No solo un gran número de amigos de Lutero abrigaban temores sobre
este procedimiento, sino que muchos incluso expresaron su
desaprobación.
El obispo de Brandeburgo, afligido al ver estallar una disputa tan
violenta en su diócesis, habría deseado sofocarla. Resolvió efectuar esto
con apacibilidad. “En sus tesis sobre las indulgencias”, le dijo a Lutero,
a través del abad de Lenin, “no veo nada opuesto a la verdad católica;
Yo mismo condeno estas proclamas indiscretas; pero por amor a la paz
y por respeto a su obispo, deje de escribir sobre este tema ". Lutero se
sintió confuso al ser dirigido con tanta humildad por un dignatario tan
grande. Llevado por el primer impulso de su corazón, respondió con
emoción: "Doy mi consentimiento: más bien obedecería que hacer
milagros si eso fuera posible". 13
El elector contempló con pesar el comienzo de un combate que sin
duda era justificable, pero cuyos resultados no se podían prever.
Ningún príncipe estaba más deseoso de mantener la paz pública que
Federico. Sin embargo, ¡qué inmenso incendio no podría ser encendido
por esta chispa! ¡Qué violenta discordia, qué desgarro de naciones, no
podría producir esta disputa monacal! El elector le dio a Lutero
frecuentes insinuaciones del malestar que sentía. 14
Incluso en su propia orden y en su propio convento en Wittenberg,
Lutero encontró desaprobación. El prior y el subprior se aterrorizaron
ante el clamor de Tetzel y sus compañeros. Se dirigieron a la celda del
hermano Martin temblando y asustados, y dijeron: “¡Por favor, no
deshonren nuestra orden! Las otras órdenes, y especialmente los
dominicanos, ya están encantados de pensar que no estarán solos en
su vergüenza ”. Lutero se conmovió ante estas palabras; pero pronto se
recuperó y respondió: “¡Queridos padres! si esta obra no es de Dios,
quedará en nada; pero si es así, déjalo ir hacia adelante ". El anterior y
el sub-anterior no respondieron. “El trabajo sigue adelante”, agregó
Luther, después de contar esta anécdota, “y, Dios quiera, continuará
cada vez mejor hasta el final. Amén." 15
Lutero tuvo que soportar muchos otros ataques. En Erfurth, se le culpó
de la manera violenta y altiva en la que condenó las opiniones de los
demás: este es el reproche que se suele hacer contra aquellos hombres
que poseen esa fuerza de convicción que procede de la Palabra de
Dios. También fue acusado de precipitación y ligereza.
“¡Requieren moderación en mí”, respondió Lutero, “y la pisotean en el
juicio que me dictan! ... Siempre podemos ver la mota en el ojo de
nuestro hermano, y pasamos por alto la viga en la nuestra ...... La
verdad no ganará más con mi moderación, de lo que perderá con mi
temeridad. Deseo saber (continúa, dirigiéndose a Lange) ¿qué error
han encontrado usted y sus teólogos en mis tesis? ¿Quién no sabe que
un hombre rara vez presenta una nueva idea sin tener alguna
apariencia de orgullo y sin ser acusado de excitar las disputas? Si la
propia humildad emprende algo nuevo, ¡sus oponentes la acusarían de
orgullo! 16 ¿Por qué murieron Cristo y todos los mártires? Porque
parecían contentos orgullosos de la sabiduría de la época, y porque
adelantaban novedades, sin antes haber consultado humildemente los
oráculos de las antiguas opiniones.
“No dejes que los sabios de nuestros días esperen de mí humildad, o
más bien hipocresía, suficiente para pedirles consejo, antes de publicar
lo que el deber me obliga a decir. Todo lo que haga, no será por la
prudencia de los hombres, sino por el consejo de Dios. Si la obra es de
Dios, ¿quién la detendrá? si no es así, ¿quién puede reenviarlo? Ni mi
voluntad, ni la de ellos, ni la nuestra; sino tu voluntad, oh Santo Padre,
que estás en los cielos ". - ¡Qué valentía, qué noble entusiasmo, qué
confianza en Dios y , sobre todo, qué verdad en estas palabras, y qué
verdad para todos los tiempos!
Sin embargo, los reproches y acusaciones que se derramaron sobre
Lutero de todas partes no podían dejar de producir alguna impresión
en su mente. Había sido engañado en sus esperanzas. H había esperado
correo para ver las cabezas de la Iglesia y los eruditos más distinguidos
de la nación unir públicamente con él; pero el caso fue muy diferente.
Una palabra de aprobación que se le escapó en el primer momento de
asombro fue la mejor dispuesta para él; por el contrario, muchos a los
que hasta ese momento había respetado más, fueron los más ruidosos
en su censura. Se sentía solo en la Iglesia, solo contra Roma, solo al pie
de ese antiguo y formidable edificio cuyos cimientos penetraban hasta
el centro de la tierra, cuyos muros se elevaban hasta las nubes, y
contra el que había apuntado un golpe tan atrevido. . 17 Estaba
turbado y desanimado. Las dudas, que creía haber superado, volvieron
a su mente con nueva fuerza. Temblaba al pensar que tenía toda la
autoridad de la Iglesia contra él: retirarse de esa autoridad, ser sordo a
esa voz a la que la gente había obedecido durante siglos, oponerse a
esa Iglesia de la que estaba acostumbrado. su deseo de venerar como
la madre de los fieles, ... él, un monje insignificante ... ¡fue un esfuerzo
demasiado grande para el poder humano! 18 Ningún paso le costó más
caro que éste. Y fue esto, en consecuencia, lo que decidió la Reforma.
Nadie puede pintar mejor que él mismo el combate en su propia alma:
- “Empecé este negocio”, dijo, “con mucho miedo y temblor. ¿Quién era
yo entonces? Yo, un fraile pobre, miserable, despreciable, más cadáver
que hombre; 19 ¿ Quién era yo para oponerme a la majestad del Papa,
ante quien no sólo temblaron los reyes de la tierra y el mundo entero,
sino que incluso, si se me permite hablar, el cielo y el infierno se vieron
obligados a obedecer la señal de sus ojos? ... Nadie puede saber lo que
sufrió mi corazón durante estos dos primeros años, y en qué
abatimiento, puedo decir, en qué desesperación, me hundí. Aquellos
espíritus altivos que desde entonces han atacado al Papa con tanta
dureza no pueden formarse una idea de ello, aunque con toda su
habilidad no hubieran podido hacerle el menor daño, si Jesucristo no
hubiera infligido ya a través de mí, su débil y instrumento indigno, una
herida que nunca sanará ...... Pero mientras ellos se contentaron con
mirar y dejarme solo en el peligro, yo no estaba tan alegre, tan
tranquilo, ni tan confiado; porque en ese momento ignoraba muchas
cosas que ahora, gracias a Dios, sé. Es cierto que había muchos
cristianos piadosos que estaban complacidos con mis propuestas y las
valoraban mucho; pero no pude reconocerlos y considerarlos como
instrumentos del Espíritu Santo; Solo miré al Papa, a los cardenales,
obispos, teólogos, abogados, monjes y sacerdotes ... De ellos esperaba
presenciar la influencia del Espíritu. Sin embargo, después de obtener
la victoria sobre todos sus argumentos por las Escrituras, finalmente
superé por la gracia de Cristo, pero con gran angustia, trabajo y dolor,
el único argumento que todavía me detuvo, a saber, que debía
“escuchar a la Iglesia; " 20 porque, desde el fondo de mi corazón,
reverenciaba a la Iglesia del Papa como la Iglesia verdadera; y lo hice
con mucha más sinceridad y veneración que todos esos corruptores
escandalosos e infames que, para oponerse a mí, ahora lo ensalzan con
tanta fuerza. Si hubiera despreciado al Papa, como realmente lo
desprecian en su corazón aquellos hombres que lo alaban tanto con
sus labios, habría temblado no sea que la tierra se hubiera abierto
instantáneamente y me hubiera tragado vivo como Coré y su compañía
".
¡Qué honorables son estos combates para Lutero! ¡Qué sinceridad, qué
rectitud de espíritu muestran! y por estos dolorosos asaltos que tuvo
que soportar desde dentro y desde fuera, se vuelve más digno de
nuestra estima de lo que lo hubiera sido por una intrepidez no
acompañada de tales luchas. Esta aflicción de su alma demuestra
claramente la verdad y la Divinidad de su trabajo. Vemos que tanto la
causa como el principio estaban en el cielo. ¿Quién se atreverá a
afirmar, después de todas las características que hemos señalado, que
la Reforma fue un asunto político? No; no fue el efecto de la política del
hombre, sino del poder de Dios. Si Lutero hubiera sido impulsado
únicamente por pasiones humanas, se habría hundido bajo sus
temores; sus errores, sus escrúpulos, hubieran sofocado el fuego
encendido en su alma; y hubiera derramado sobre la Iglesia un simple
rayo pasajero, como han hecho muchos hombres celosos y piadosos
cuyos nombres nos han sido transmitidos. Pero ahora había llegado el
momento de Dios; el trabajo no se pudo detener; debe lograrse la
emancipación de la iglesia. Lutero fue designado al menos para
preparar el camino para esa completa emancipación y esos extensos
desarrollos que se prometen para el reinado de Jesucristo. En
consecuencia, experimentó la verdad de esa gloriosa promesa: Aun los
jóvenes se fatigarán y se fatigarán, y los jóvenes caerán del todo; pero
los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; levantarán alas
como las águilas. Ese poder divino que llenó el corazón del médico de
Wittenberg y que lo había impulsado al combate, pronto le devolvió
toda su primera resolución.
Notas finales:

1. Denkw de Muller. 4: 256.


2. Alle Welt von diessem Weissenberg, Weisshelt holen und
bekommen, pág. 13. Wittemberg (o Weissenberg)
significa la montaña de la sabiduría.
3. Dasser uns den Munch Luther fleisig ten cuidado.
Matemáticas. 15.

4. Schmidt, Brand. Reformationsgesch, pág. 124.


5. Che frate Martino Luthero haveva un bellissimo ingegno,
e che coteste erano invidie fratesche. Brandelli, hijo
temporal de Leo y dominicano, Hist. Trag. Par 3.
6. Melch. Adami Vita Myconii.
7. Legit tunc cum Joanne Voito in angulum a bditus,
libellos Lutheri. Melch. Adán.
8. Qui potuit quod voluit.
9. Darvon Magister Johann Huss geweissaget. Matemáticas.
13.

10. Totque uxorum vir (y esposo de tantas esposas) agregó.


Heumani Documenta litt. 167.
11. Frater, abi in cellam, et dic: Miserere mei. Lindn er en
Luther's Leben, 93.
12. Quid vero nunc si viveret, Bonus iste clericus diceret.
13. Bene sum contentus: malo obedire quam miracula
facere, etiam si possem. Epp. 1. 71.
14. Suumque dolorem saepe significavit, metuens
discordias majores. Malancth. Vita Luth.
15. Op. (L.) 6. 518.

16. Finge enim ipsam humilitatem nova conari, statim


superbiae subjicietur ab iis qui aliter sapiunt. L. Epp. 1. 73.
17. Solus primo eram. L. Opp. Lat. En Praef.
18. Consilium immanis audaciae plenum. Pallavicini, 1. 17.
19. Miserrimus tunc fraterculus, cadaveri similior quam
homini. L. Opp. Lat. 1. 49.
20. Et cum omnia argumenta superassem per scripturas,
hoc unum cum summa difficultate et angustia, tándem
Christo favente, vix. Superavi, Ecclesiam scilicet esse
audiendam. L. Opp. Lat. 1. 49.
BO OK 3
CAPÍTULO 7

Los reproches, la timidez y el silencio de sus amigos habían


desanimado a Lutero; los ataques de sus enemigos produjeron un
efecto contrario: este es un caso de ocurrencia frecuente. Los
adversarios de la verdad, que esperan con su violencia hacer su propio
trabajo, están haciendo el de Dios mismo. 1 Tetzel tomó el guante,
pero con mano débil. El sermón de Lutero, que había sido para el
pueblo lo que las tesis habían sido para los eruditos, fue el objeto de su
primera respuesta. Refutó este discurso punto por punto, a su manera;
luego anunció que se estaba preparando para enfrentarse a su
adversario más plenamente en ciertas tesis que mantendría en la
universidad de Frankfort-on-the-Oder. “Entonces”, dijo, respondiendo
a la conclusión del sermón de Lutero, “cada hombre podrá juzgar
quién es el hereje, el hereje, el cismático; que se equivoca, es
imprudente y calumnia. Entonces quedará claro a los ojos de todos
quién es el que tiene un cerebro embotado, que nunca ha sentido la
Biblia, nunca ha leído las doctrinas cristianas, nunca ha entendido a
sus propios médicos ...... En apoyo de las proposiciones que yo avance,
estoy dispuesto a sufrir todas las cosas: cárceles, azotes, ahogamientos
y hogueras ".
Al leer la respuesta de Tetzel, nos sorprende una cosa: la diferencia
entre el alemán empleado por él y Lutero. Se podría decir que estaban
separados por varias edades. Un extranjero, en particular, a veces tiene
dificultades para entender a Tetzel, mientras que el lenguaje de Lutero
es casi en su totalidad el de nuestros días. Una comparación de sus
escritos es suficiente para mostrar que Lutero es el creador de la
lengua alemana. Este es, sin duda, uno de sus menores méritos, pero
aún lo es.
Lutero respondió sin nombrar a Tetzel; Tetzel no lo había nombrado.
Pero no había nadie en Alemania que no pudiera escribir en la
cabecera de sus publicaciones los nombres que creía conveniente
ocultar. Tetzel, para dar mayor valor a sus indulgencias, se esforzó por
confundir el arrepentimiento requerido por Dios con la penitencia
impuesta por la Iglesia. Lutero trató de aclarar este punto.
“Para ahorrar palabras”, dijo, en su lenguaje pintoresco, “arrojo a los
vientos (que, además, tienen más tiempo que yo) sus otras
observaciones, que son meras flores artificiales y hojas secas, y me
contentaré con examinar las bases de su edificio de fresas.

“La penitencia impuesta por el santo padre no puede ser la exigida por
Cristo; porque puede prescindir de lo que impone el santo padre; y si
estas dos penitencias fueran una y la misma cosa, se seguiría que el
Papa toma un camino que Cristo impone y destruye el mandamiento
de Dios ... ¡Bien! si le gusta, que me insulte (continúa Lutero, después
de citar otras interpretaciones erróneas de Tetzel), que me llame
hereje, cismático, calumniador y lo que le plazca: no seré su enemigo
por eso, y rezaré. para él como para un amigo ...... Pero no puedo
permitirle que trate las Sagradas Escrituras, nuestro consuelo
(Romanos 15: 4), como una cerda trata un saco de avena ”. 2
Debemos acostumbrarnos a encontrar a Lutero haciendo uso a veces
de expresiones groseras, que son demasiado familiares para nuestra
época: era la moda de la época; y generalmente se encontrará bajo
estas palabras, que ahora conmocionarían los usos convencionales del
lenguaje, una fuerza y propiedad que redime su vulgaridad. Continúa
así:
“El que compra indulgencias, repiten nuestros adversarios, hace mejor
que el que da limosna a un pobre que no se reduce al último extremo. -
Ahora, si escucháramos la noticia de que los turcos están profanando
nuestras iglesias y nuestras cruces, podríamos escucharla sin
estremecernos; porque tenemos en medio de nosotros lo peor de los
turcos, que profanan y aniquilan el único santuario real, la Palabra de
Dios, que santifica todas las cosas. - El que quiera seguir este precepto,
cuídese de dar de comer al hambriento o de vestir al desnudo antes de
que muera y, en consecuencia, no necesite más ayuda ”.
Es importante comparar el celo de Lutero por las buenas obras con lo
que dice sobre la justificación por la fe. El hombre que tiene alguna
experiencia y algún conocimiento del cristianismo, no necesita esta
nueva prueba de una verdad, la evidencia de la cual él mismo había
sentido: es decir, cuanto más estamos apegados a la justificación por la
fe, más vemos la necesidad. de obras, y cuanto más nos apegamos a su
práctica; mientras que cualquier laxitud con respecto a la doctrina de la
fe necesariamente trae consigo la laxitud de la moral. Lutero, y San
Pablo antes que él y Howard después de él, son pruebas de la primera
afirmación; todo hombre sin fe, y hay muchos en el mundo, es una
prueba del segundo.
Cuando Lutero llega a las invectivas de Tetzel, las responde de esta
manera. “Cuando escucho estas invectivas, me imagino que es un culo
rebuznándome. Estoy encantado con ellos, y lamento mucho que tales
personas me llamen un buen cristiano ". Debemos representar a Lutero
como era, con todas sus debilidades. Un giro para bromear, e incluso
para bromear groseramente, fue uno de ellos. El reformador fue un
gran hombre, un hombre de Dios, sin duda; pero aún era un hombre y
no un ángel, y ni siquiera era un hombre perfecto. ¿Quién tiene
derecho a exigir la perfección en él?
“Finalmente”, agregó, desafiando a su adversario a la batalla, “aunque
no es usual quemar herejes por tales asuntos, ¡aquí estoy en
Wittenberg, yo, el doctor Martin Luth er! ¿Hay algún inquisidor que
esté decidido a masticar hierro y volar piedras? Le ruego que le informe
que tiene un salvoconducto para venir aquí, puertas abiertas, cama y
comida asegurados para él, y todo gracias a los graciosos cuidados de
nuestro digno príncipe, el duque Federico, el ector de Sajonia, que
nunca protegerá la herejía. . " 3

Vemos que a Lutero no le faltaba valor. Confió en la Palabra de Dios; y


es una roca que nunca nos falla en la tormenta. Pero Dios, en su
fidelidad, le brindó otra ayuda. El estallido de alegría con el que la
multitud acogió las tesis de Lutero pronto fue seguido por un silencio
lúgubre. Los sabios se habían retirado tímidamente ante las calumnias
y abusos de Tetzel y los dominicanos. Los obispos, que antes habían
exclamado contra el abuso de las indulgencias, viéndolos finalmente
atacados, no habían fallado, por una contradicción que no es en modo
alguna rara, en descubrir que el ataque fue fuera de temporada. La
mayor parte de los amigos del reformador se alarmó. Muchos habían
huido. Pero cuando pasó el primer terror, se produjo un movimiento
contrario en sus mentes. El monje de Wittenberg, que durante algún
tiempo había estado casi solo en medio de la Iglesia, pronto reunió a
su alrededor un numeroso grupo de amigos y admiradores.

Hubo quien, aunque tímido, permaneció fiel durante esta crisis, y cuya
amistad fue su consuelo y apoyo. Este era Spalatin. Su correspondencia
no fue interrumpida. "Te doy las gracias", dijo Lutero, hablando de una
marca particular de amistad que había recibido, "pero ¿qué no te debo
a ti?" 4 Fue el 11 de noviembre de 1517, once días después de la
publicación de las tesis, y por lo tanto, en el mismo momento en que la
fermentación de la mente de los hombres era mayor, cuando Lutero se
complació en derramar así su gratitud en el corazón de su amigo. Es
interesante presenciar en esta misma carta a Spalatin, este hombre
fuerte, que acababa de realizar la acción más valiente, declarando de
dónde procedía toda su fuerza. “No podemos hacer nada por nosotros
mismos: podemos hacerlo todo por la gracia de Dios. Toda ignorancia
es invencible para nosotros: ninguna ignorancia es invencible para la
gracia de Dios. Cuanto más nos esforzamos, por nosotros mismos, por
alcanzar la sabiduría, más nos acercamos a la locura. 5 Es falso que
esta ignorancia invencible excusa al pecador; de lo contrario, no habría
pecado en el mundo ".
Lutero no había enviado sus propuestas ni al príncipe ni a nadie de su
corte. Parecería que el capellán expresó cierto asombro a su amigo en
consecuencia. "No quise", respondió Lutero, "que mis tesis llegaran a
nuestro príncipe más ilustre, oa cualquiera de su corte, antes de que
fueran recibidas por aquellos que se creen especialmente designados
en ellas, por temor a creer que las había publicado. ellos por orden del
príncipe, o para conciliar su favor, y por oposición al obispo de Mentz.
Entiendo que hay muchas personas que sueñan con tales cosas. Pero
ahora puedo jurar con seguridad que mis tesis se publicaron sin el
conocimiento del duque Frederick ". 6
Si Spalatin consoló a su amigo y lo apoyó con su influencia, Lutero,
por su parte, se esforzó por responder a las preguntas que le hizo el
modesto capellán. Entre otros, este último preguntó uno que se ha
propuesto a menudo en nuestros días: "¿Cuál es el mejor método para
estudiar la Escritura ?"
—Hasta ahora, excelentísimo Spalatin —respondió Lutero—, sólo me
ha preguntado las cosas que estaban en mi poder. Pero dirigirlo en el
estudio de las Sagradas Escrituras está más allá de mi capacidad. Sin
embargo, si absolutamente desea conocer mi método, no se lo ocultaré
.
“Es muy cierto que no podemos alcanzar la comprensión de las
Escrituras ni por el estudio ni por el intelecto. Tu primer deber es
comenzar con la oración. 7 Rogad al Señor que os conceda, por su gran
misericordia, el verdadero entendimiento de su Palabra. No hay otro
intérprete de la Palabra de Dios que el Autor de esta Palabra, como él
mismo ha dicho: Todos serán enseñados por Dios. No esperes nada de
tu propio trabajo, de tu propio entendimiento: confía únicamente en
Dios, y en la influencia de su Espíritu. Cree esto en la palabra de un
hombre que ha tenido experiencia ". 8 Aquí vemos cómo Lutero llegó a
poseer la verdad que predicaba. No fue, como pretenden algunos, por
confiar en una presunta razón; no fue, como sostienen otros, dando
paso a pasiones malignas. La fuente más pura, más sublime, más santa
- Dios mismo, consultado con humildad, confianza y oración - era
aquello de lo que bebía. Pero en nuestros días ha encontrado pocos
imitadores, y por eso no son muchos los que lo comprenden. Para toda
mente seria, estas palabras de Lutero son en sí mismas una
justificación de la Reforma.

Lutero encontró más consuelo en la amistad de respetables laicos.


Christopher Scheur l, el excelente secretario de la ciudad imperial de
Nuremberg, le dio las muestras más conmovedoras de su respeto. 9
Sabemos cuán queridas son las expresiones de simpatía hacia el
corazón de un hombre cuando se ve atacado por todos lados. El
secretario de Nuremberg hizo aún más: deseaba aumentar el número
de amigos de Lutero, y con esta intención le pidió que dedicara una de
sus obras a Jerome Ebner, un célebre abogado de Nuremberg. “Usted
tiene una alta opinión de mis estudios”, respondió modestamente el
reformador; “Pero tengo uno muy malo de ellos. Sin embargo, he
deseado cumplir con sus deseos. He buscado ... pero entre todas mis
provisiones, que nunca antes había encontrado tan insignificante, no
se presentaba nada que no pareciera del todo indigno de ser dedicado
a un hombre tan grande por una persona tan mezquina como yo. "
¡Afectando la humildad! Es Lutero quien habla, y es con el doctor
Ebner, cuyo nombre desconocemos, con quien se compara. La
posteridad no ha ratificado esta decisión.
Luther , que no había hecho nada para hacer circular sus tesis, no las
había enviado a Scheurl más que al elector y su corte. El secretario de
Nuremberg expresó su asombro por esto. “Mi propósito”, respondió
Lutero, “no era dar tanta publicidad a mis tesis . Solo deseaba
conversar sobre su contenido con algunos de los que permanecen con
nosotros o cerca de nosotros. 10 Si hubieran sido condenados, los
habría destruido. Si habían sido aprobados, me propuse publicarlos.
Pero ahora se han impreso una y otra vez, y han circulado tanto más
allá de todas mis esperanzas, que me arrepiento de mi descendencia;
11 no porque temiera que la verdad fuera dada a conocer al pueblo, era
esto solo lo que buscaba; pero esa no es la manera de instruirlos.
Contienen preguntas que todavía me son dudosas, y si hubiera
pensado que mis tesis habrían creado tal sensación, hay algunas cosas
que debería haber omitido y otras que debería haber afirmado con
mayor confianza ”. En los oídos posteriores, Luther pensaba de manera
diferente. Lejos de temer haber dicho demasiado, declaró que debería
haber dicho mucho más. Pero las aprensiones que le manifestó a
Scheurl hacen honor a su sinceridad. Muestran que no tenía un plan
premeditado, ningún espíritu de partido, ninguna presunción y que
buscaba la verdad únicamente. Cuando lo hubo descubierto por
completo, cambió de tono. "En mis escritos anteriores", dijo muchos
años después, "le concedí muy humildemente muchas cosas al Papa, e
incluso cosas importantes, que ahora considero y detesto como
abominables y blasfemas". 12
Scheurl no fue el único laico respetable que, en ese momento, dio
testimonio de su amistad con Lutero. El célebre pintor, Alberto Durero,
le envió un regalo, quizás uno de sus cuadros, y el médico expresó
calurosamente su agradecimiento por la amabilidad. 13
Así, Lutero experimentó prácticamente la verdad de estas palabras de
la Sabiduría Divina: Un amigo ama en todo momento; y un hermano
nace de la adversidad. Pero se acordó de ellos también para otros, y
defendió la causa de toda la nación. El elector acababa de imponer un
impuesto, y se habló de otro, probablemente por consejo de su
consejero Pfeffinger, contra quien Luther solía descargar sus
sarcasmos mordaces. El médico se colocó audazmente en la brecha:
“No desprecie su alteza la oración de un pobre mendigo”, dijo. “Te
suplico, en nombre de Dios, que no impongas un nuevo impuesto. Mi
corazón quedó magullado, así como el corazón de muchos de los más
devotos de usted, cuando vieron hasta qué punto el último había
dañado su buena fama y la popularidad de la que gozaba su alteza. Es
cierto que el Señor te ha dado un entendimiento exaltado, para que
veas estos asuntos más allá de lo que yo o tus súbditos podemos. Pero
tal vez sea la voluntad de Dios que un entendimiento mezquino
instruya a otro mayor, para que nadie confíe en sí mismo, sino
únicamente en el Señor nuestro Dios, a quien ruego para preservar la
salud del cuerpo para nuestro bien y el alma para nuestro bien. eterna
bendición . Amén." Así es como el Evangelio, que nos llama a honrar a
los reyes, nos hace abogar también por la causa del pueblo. A una
nación proclama sus deberes; y le recuerda al príncipe los derechos de
su súbdito. La voz de un cristiano como Lutero, resonando en el
gabinete de un soberano, a menudo podía ocupar el lugar de toda una
asamblea de legisladores.
En esta misma carta, en la que Lutero dirige una severa lección al
elector, no teme hacer un pedido, o más bien recordarle una promesa
de darle un abrigo nuevo. Esta libertad de Lutero, en un momento en
que podría temer haber disgustado a Federico, rinde igual honor al
príncipe y al reformador. “Pero si es Pfeffinger quien se encarga de
ello”, añadió, “que me lo dé en realidad, no en protesta de amistad.
Sabe cómo hacer buenos discursos, pero nunca dan buenos resultados
”. Lutero imaginó que por el fiel consejo que le había dado a su
príncipe, se había ganado bien su traje de corte. 14 Pero, sea como
fuere, no lo había recibido dos años después, y lo volvió a pedir. 15
Esto parece indicar que Federico no fue tan influenciado por Lutero
como se suponía.

Notas finales:
1. Hola furores Tezelii et ejus satellitum imponunt
necessitatem Luthero, de rebus iisdem copiosius
dissrendi et tuendae veritatis. Melancth. Vita Luth.
2. Dass er die Schrift, unsern Trost, nicht anders behandelt
wie die Sau einen Habersack.
3. Luth. Op. (L.) 17. 132.
4. Tibi gratias ago: imo quid tibi n on debeo? L. Epp. 1:74.
5. Quanto magis conamur ex nobis ad sapientiam, tanto
amplius apropinquamus insipientiae. Ibídem.

6. Sed salvum est nunc etiam jurare, quod sine scitu Ducis
Frederici exierint. L. Epp. 1:76.
7. Primum id certissimum est, sacras litcras non po sse vel
studio, vel ingenio penetrari. Ideo primum officium est, ut
ab oratione incipias.
8. Igitur de tuo studio desperes oportet omnino, simul et
ingenio. Deo autem soli confidas et influxui Spiritus.
Experto crede ista. L. Epp. 1. 88, de 18 de enero.
9. L iterae tuae animum tuum erga meam parvitatem
candidum et longe ultra merita benevolentissimum
probaverunt. L. Epp. 1. 79. "Tus cartas", escribió Lutero el
11 de diciembre de 1517, "han mostrado la franqueza de
tu mente y tu inmerecida benevolencia hacia mi más
humilde ".
10. Non fuit consilium neque votum eas evulgari, sed cum
paucis apud et circum nos habitantibus primum super
ipsis conferri. L. Epp. 1. 95.
11. Ut me poeniteat hujus foeturae. Ibídem.

12. Quae istis temporibus pro summa blasphemia et


abominatione habeo et execror. L. Opp. Lat. (W.) en Praef.
13. Accepi simul et donum insignis viri Alberti Durer. L.
Epp. 1:95.
14. Mein Hofkleid verdienen. Epp. L. 1:77, 78.
15. Ibídem. 283.
LIBRO 3
CAPÍTULO 8
Las mentes de los hombres se habían recuperado así un poco de su
primera alarma. El propio Lutero se sintió inclinado a declarar que sus
tesis no tenían el alcance que se les atribuye. Nuevos acontecimientos
pueden desviar la atención general y este golpe dirigido a la doctrina
romana se pierde en el aire como tantos otros. Pero los partidarios de
Roma impidieron que el asunto terminara así. Avivaron la llama en
lugar de apagarla.
Tetzel y los dominicanos respondieron con insolencia al ataque que se
les había hecho. Ardidos por el deseo de aplastar al descarado monje
que se había atrevido a perturbar su comercio y de conciliar el favor
del pontífice romano, lanzaron un grito de rabia; sostenían que atacar
la indulgencia ordenada por el Papa era atacar al Papa mismo, y
llamaron en su ayuda a todos los monjes y teólogos de su escuela. De
hecho, Tetzel sintió que un adversario como Lutero era demasiado
para él solo. Muy desconcertado por el ataque del médico y exasperado
en sumo grado, abandonó las inmediaciones de Wittenberg y se dirigió
a Frankfort-on-the-O der, donde llegó en el mes de noviembre de 1517.
La universidad de esta ciudad, como el de Wittenberg, era de fecha
reciente; pero había sido fundada por el partido contrario. Conrad
Wimpina, hombre elocuente, antiguo rival de Pollich de Mellerstadt, y
uno de los teólogos más distinguidos de la época, fue profesor allí.
Wimpina lanzó una mirada de envidia al médico y a la universidad de
Wittenberg. Su reputación lo irritaba. Tetzel le pidió que respondiera a
las tesis de Lutero, y Wimpina redactó dos listas de antítesis, siendo la
primera el objeto de defender la doctrina de las indulgencias y la
segunda, la autoridad del Papa.
El 20 de enero de 1518 tuvo lugar esa disputa preparada con tanta
antelación, anunciada con tanta pompa, y en la que Tetz el fundó tan
grandes esperanzas. Por todos lados había golpeado a los reclutas. Se
habían enviado monjes de todos los claustros de la vecindad y se
reunieron en número de unos trescientos. Tetzel leyó sus tesis. Incluso
contenían esta declaración, "que quien diga que el alma no escapa del
purgatorio tan pronto como el dinero tintinee en el pecho, se
equivoca". 2
Pero, sobre todo, presentó proposiciones según las cuales el Papa
parecía realmente sentado como Dios en el t empleador de Dios, según
la expresión del apóstol. A este traficante desvergonzado le convenía
refugiarse, con todos sus desórdenes y escándalos, bajo el manto del
Papa.
Se declaró dispuesto a mantener las siguientes proposiciones ante la
numerosa asamblea que lo rodeaba:

3. “Debemos enseñar a los cristianos que el Papa, por la grandeza de


su poder, está por encima de toda la Iglesia universal y superior a los
concilios, y que debemos obedecer implícitamente sus decretos.
4. “Debemos enseñar a los cristianos que solo el Papa tiene el derecho
de decidir en todos los asuntos de la fe cristiana; que él solo y nadie
más que él tiene poder para interpretar el significado de la Escritura
de acuerdo con sus propios puntos de vista, y para aprobar o condenar
todas las palabras o escritos de otros hombres.
5. “Debemos enseñar a los cristianos que el juicio del Papa no puede
errar, en asuntos relacionados con la fe cristiana, o que son necesarios
para la salvación de la raza humana.
6. “Debemos enseñar a los cristianos que, en materia de fe, debemos
confiar y descansar más en los sentimientos del Papa, tal como se dan
a conocer por sus decisiones, que en las opiniones de todos los
eruditos, que se derivan meramente de las Escrituras.
8. “Debemos enseñar a los cristianos que aquellos que dañan el honor
o la dignidad del Papa son culpables de alta traición y merecen ser
maldecidos.
17. “Debemos enseñar a los cristianos que hay muchas cosas que la
Iglesia considera artículos indiscutibles de verdad universal, aunque
no se encuentran en el canon de la Biblia ni en los escritos de los
médicos antiguos.
44. “Debemos enseñar a los cristianos a considerar herejes obstinados
a todos los que declaran con sus palabras, actos o escritos que no se
retractarán de sus proposiciones heréticas, incluso si excomunión tras
excomunión cayera sobre ellos como granizo o lluvia.
48. “Debemos enseñar a los cristianos que aquellos que protegen los
errores de los herejes y que, por su autoridad, impiden que sean
llevados ante el juez que tiene derecho a escucharlos, están
excomulgados; que si en el espacio de un año no cambian de conducta,
serán declarados infames y cruelmente castigados con diversos
castigos, de acuerdo con la ley, y como advertencia a otros hombres. 3
50. “Debemos enseñar a los cristianos que aquellos que garabatean
tantos libros y desperdician tanto papel, que disputan y predican
pública y perversamente sobre la confesión oral, la satisfacción de las
obras, las ricas y grandes indulgencias del Obispo de Roma, y su
poder; que las personas que participan con los que predican o escriben
tales cosas, que se complacen con sus escritos y los hacen circular
entre la gente y por todo el mundo; que aquellos que hablan en privado
de estas cosas, de una manera despectiva y desvergonzada, deben
esperar incurrir en los castigos antes mencionados y precipitarse a sí
mismos, y a otros con ellos, a la condenación eterna en el día del
juicio, y a la desgracia merecida incluso en este mundo. Porque si una
bestia toca la montaña, será apedreada '”.

Vemos que Tetzel no solo atacó a Lutero. Probablemente tenía al


elector de Sajonia a la vista en su 48ª tesis. Estas proposiciones,
además, tienen un fuerte sabor dominicano. Amenazar a todo
contradictorio con castigos crueles era el argumento de un inquisidor,
al que no había forma de responder. Los trescientos monjes que había
reunido Tetzel miraron y escucharon con admiración lo que había
dicho. Los teólogos de la universidad tenían demasiado miedo de ser
clasificados con los cómplices de la herejía, o estaban demasiado
apegados a los principios de Wimpina , como para atacar abiertamente
las asombrosas tesis que acababan de leerse.
Todo este asunto, sobre el que se había hablado tanto, parecía
entonces destinado a ser una mera pelea fingida; pero entre la multitud
de estudiantes presentes en la disputa había un joven de unos veinte
años, llamado John Knipstrow. Había leído las tesis de Lutero y las
había encontrado conforme a las doctrinas de las Escrituras. Indignado
por contemplar la verdad públicamente pisoteada, sin que nadie
apareciera en su defensa, este joven alzó la voz, ante el gran asombro
de toda la asamblea, y atacó al presuntuoso Tetzel. El pobre
dominicano, que no había contado con ninguna oposición, estaba
bastante confundido. Después de algunos esfuerzos, abandonó el
campo de batalla y dio paso a Wimpina. Este último resistió con más
vigor; pero Knipstrow lo presionó tan estrechamente, que, para
terminar una lucha tan impropia a sus ojos, el presidente (el mismo
Wimpina) declaró terminada la disputa y procedió inmediatamente a
conferir el grado de médico a Tetzel en recompensa de este glorioso
combate. Para deshacerse del joven orador, Wimpina lo envió al
convento de Pyritz en Pomerania, con la orden de que fuera
estrictamente vigilado. Pero esta luz del amanecer fue removida de las
orillas del Oder, solo para difundirse poco después de un mayor brillo
por toda Pomerania. 4 Cuando Dios lo considera oportuno, emplea
incluso a los alumnos para confundir a los maestros.
Tetzel, deseando recuperar el cheque que había experimentado,
recurrió a la ultima ratio de Roma y de los inquisidores, al fuego. Hizo
que se erigiera un púlpito y un andamio en uno de los paseos públicos
en los alrededores de Frankfort. Allí se dirigió en solemne procesión,
con su insignia de inquisidor de la fe. Dio rienda suelta a toda su
violencia desde el púlpito. Lanzó rayos y exclamó con su voz estentórea
que el hereje Lutero merecía sufrir la muerte en la hoguera. A
continuación, colocando las proposiciones y el sermón del médico en
el cadalso, los quemó. 5 Sabía mejor cómo hacer esto que mantener
tesis. En ese momento no encontró opositores: su victoria fue
completa. El dominico insolente volvió a entrar triunfal en Francfort.
Cuando los partidos poderosos son vencidos, recurren a ciertas
manifestaciones, que bien podemos concederles como consuelo de su
desgracia.
Estas segundas tesis de Tetzel forman una época importante en la
Reforma. Cambiaron el terreno de la disputa: lo trasladaron de los
mercados de indulgencia a los pasillos del Vaticano y lo desviaron de
Tetzel al Papa. En lugar de ese despreciable intermediario a quien
Lutero había agarrado con tanta firmeza, lo sustituyeron por la
persona sagrada de la cabeza de la Iglesia. Lutero se llenó de asombro.
Es probable que en mucho tiempo él mismo hubiera dado este paso;
pero sus enemigos le evitaron problemas. En adelante no se trataba de
un tráfico desacreditado, sino de la propia Roma; y el golpe con el que
una mano atrevida había intentado demoler la tienda de Tetzel,
sacudió los mismos cimientos del trono pontificio.
Las tesis de Tetzel sirvieron de grito de guerra a las tropas de Roma.
Un alboroto contra Lutero estalló entre los monjes, enfurecidos por la
aparición de un adversario más formidable que Reuchlin o Erasmo. El
nombre de Lutero resonó por todas partes desde los púlpitos de los
dominicos, que se dirigieron a las pasiones del pueblo. Llamaron al
atrevido doctor loco, seductor y endemoniado. Su doctrina fue
proclamada como la herejía más horrible. "Sólo espere quince días, o
un mes como máximo", dijeron, "y este infame hereje será quemado".
Si hubiera dependido únicamente de los dominicos, el destino de
Jerónimo y de Huss pronto habría sido también el del médico sajón;
pero Dios lo estaba cuidando. Su vida estaba destinada a realizar lo que
habían comenzado las cenizas del reformador bohemio; porque cada
uno hace la obra de Dios, uno por su muerte, el otro por su vida.
Muchos empezaron ya a exclamar que toda la universidad de
Wittenberg estaba profundamente contaminada por la herejía y la
declararon infame. 6 “Echemos a ese villano ya todos sus partidarios”,
prosiguieron. En muchos lugares estos gritos consiguieron excitar las
pasiones de la multitud. La atención pública se dirigió contra quienes
compartían las opiniones de Lutero; y allí donde los monjes eran más
fuertes, los amigos del Evangelio experimentaban los efectos de su
odio. Así fue, con respecto a la Reforma, que la profecía de nuestro
Salvador comenzó a cumplirse: Los hombres los insultarán y
perseguirán, y dirán todo mal contra ustedes falsamente, por mi causa.
En todas las épocas, esta es la recompensa que el mundo concede a los
decididos amigos del Evangelio.
Cuando Lutero fue informado de las tesis de Tetzel y del ataque
general del que eran la señal, su coraje inmediatamente se encendió.
Sintió la necesidad de oponerse cara a cara a tales adversarios; y su
alma intrépida no tuvo dificultad en tomar tal decisión. Pero al mismo
tiempo, su debilidad le reveló su propia fuerza y le inspiró la
conciencia de lo que realmente era.
Sin embargo, no cedió a esos sentimientos de orgullo tan naturales en
el corazón del hombre. “Tengo más dificultad para abstenerme de
despreciar a mis adversarios ”, escribió sobre este tiempo a Spalatin, “y
de pecar de esta manera contra Jesucristo, de lo que debería haberlo
hecho para vencerlos. Son tan ignorantes de las cosas humanas y
divinas, que es una vergüenza tener que luchar contra ellos. Y, sin
embargo, es esta absoluta ignorancia lo que les da su inconcebible
arrogancia y su rostro descarado ". 7 Pero el mayor estímulo para su
corazón, en medio de esta hostilidad general, fue la íntima convicción
de que su causa era la verdad. “No se sorprenda”, le escribió a Spalatin
a principios de 1518, “que me sienta tan groseramente insultado.
Escucho su abuso con alegría. Si no me maldijeran, no podríamos estar
tan seguros de que la causa que he emprendido es la de Dios mismo . 8
Cristo ha sido establecido como una señal contra la que se puede
hablar ”. “Sé”, dijo en otra ocasión, “que desde el principio del mundo,
la Palabra de Dios ha sido de tal naturaleza, que quien deseaba
publicarla en el mundo se ha visto obligado, como los Apóstoles, a
abandonar todas las cosas y esperar la muerte. Si no fuera así, no sería
la Palabra de Jesucristo ”. 9 Esta paz en medio de la agitación es algo
desconocido para los héroes del mundo. Vemos a hombres que están a
la cabeza de un gobierno o de un partido político hundidos bajo sus
fatigas y aflicciones. El cristiano generalmente adquiere un nuevo vigor
en su lucha. Es porque posee una fuente misteriosa de reposo y de
coraje que desconoce aquel cuyos ojos están cerrados al Evangelio.
Sin embargo, una cosa a veces inquietaba a Lutero: la idea de las
disensiones que su valiente oposición podría producir. Sabía que una
sola palabra podría incendiar el mundo. A veces su imaginación veía
príncipe contra príncipe, y tal vez gente contra gente. Su corazón
patriótico se entristeció; su caridad cristiana alarmó. Habría deseado la
paz; y, sin embargo, debía hablar, porque tal era la voluntad de los
Lores. "Tiemblo", dijo, "me estremezco ante la idea de que pueda ser
una ocasión de discordia entre príncipes tan poderosos". 10
Aún guardó silencio con respecto a las proposiciones de Tetzel sobre el
papa. Si se hubiera dejado llevar por la pasión, sin duda, habría caído
instantáneamente en esa asombrosa doctrina, bajo el amparo de la
cual su adversario buscaba protegerse. Pero el no lo hizo; y en su
demora, en su reserva y silencio, hay algo de grave y solemne que
revela suficientemente el espíritu que lo animaba. Esperó, pero no por
debilidad, porque el golpe fue aún más fuerte.
Tetzel, después de su auto de fe en Francfort, se apresuró a enviar sus
tesis a Sajonia. Servirán como un antídoto (creyó) en contra de Lutero.
Un hombre de Halle, encargado por el inquisidor para hacer circular
sus tesis, llegó a Wittenberg. Los estudiantes de la universidad, aún
indignados de que Tetzel hubiera quemado las proposiciones de su
maestro, apenas se habían enterado de su llegada, antes de buscarlo,
rodearlo, acosarlo y asustarlo. "¿Cómo puedes atreverte a traer esas
cosas aquí?" dijeron ellos. Algunos compraron parte de las copias que
tenía consigo, otros se apoderaron del resto. Se convirtieron así en
dueños de todo su stock, que ascendía a ochocientos ejemplares; y
luego, sin saberlo el elector, el senado, el rector, Lutero y todos los
profesores, 11 colgaron las siguientes palabras en los tableros de la
universidad: “Quien quiera estar presente en la quema y funeral de las
tesis de Tetzel, debe venir al mercado a las dos en punto ".
Las multitudes se reunieron a la hora señalada y las proposiciones de
los dominicos fueron entregadas a las llamas en medio de ruidosas
aclamaciones. Una copia escapó de la conflagración, que Lutero envió
después a su amigo Lange de Erfurth. Estos jóvenes generosos pero
imprudentes siguieron el precepto de los antiguos: ojo por ojo y diente
por diente, y no el de Jesucristo. Pero cuando los médicos y profesores
dieron el ejemplo en Frankfort, ¿podemos asombrarnos de que lo
siguieran los jóvenes estudiantes de Wittenberg? La noticia de esta
ejecución académica pronto se difundió por toda Alemania y causó
gran revuelo. 12 Lutero estaba profundamente dolido por eso.

“Estoy sorprendido”, le escribió a su antiguo maestro, Jodocus, en


Erfurth, “¡deberías haber creído que permití que se quemaran las tesis
de Tetzel! ¿Crees que me he alejado tanto de mis sentidos? ¿Pero qué
podía hacer yo? Cuando estoy preocupado, todo el mundo cree lo que
se dice de mí. 13 ¿Puedo tapar las bocas del mundo entero? ¡Bien! que
digan, oigan y crean lo que quieran de mí. Trabajaré mientras Dios me
dé fuerzas, y con su ayuda no temeré nada ”. - "¿Qué saldrá de esto", le
dijo a Lange, "no lo sé, excepto que el peligro en el que estoy
involucrado se vuelve mayor por este mismo motivo". 14 Este acto
muestra cómo el corazón de los jóvenes ya brillaba por la causa que
defendía Lutero d. Este fue un signo de gran importancia; porque un
movimiento que ha tenido lugar entre los jóvenes pronto se propagará
necesariamente por toda la nación.
Las tesis de Tetzel y de Wimpina, aunque poco estimadas, produjeron
cierto efecto. Agravaron la disputa; ensancharon la rasgadura en el
manto de la Iglesia; trajeron preguntas del más alto interés a la
controversia. Los jefes de la Iglesia empezaron, en consecuencia, a
examinar más de cerca el asunto y a pronunciarse enérgicamente
contra el reformador. "En verdad, no sé en quién confía Lutero", dijo
el obispo de Brandeburgo, "ya que así se aventura a atacar el poder de
los obispos". Al darse cuenta de que esta nueva coyuntura requería
nuevas medidas, el obispo vino él mismo a Wittenberg. Pero encontró
a Lutero animado por esa alegría interior que brota de una buena
conciencia, y decidido a dar batalla. El obispo vio que el monje agustín
obedecía a un poder superior al suyo y regresó enojado a Brandeburgo.
Un día durante el invierno de 1518, mientras estaba sentado frente al
fuego, dijo, volviéndose hacia los que lo rodeaban: “No postraré mi
cabeza en paz hasta que haya arrojado a Martín al fuego, como este
tizón; " y arrojó el tocho a las llamas. La revolución del siglo XVI no
estaba destinada a ser realizada por los jefes de la Iglesia, como
tampoco lo había sido la del primer siglo por el sanedrín y la sinagoga.
Los jefes del clero del siglo XVI se oponían a Lutero, a la Reforma y a
sus ministros; como lo fueron con Jesucristo, con el Evangelio, con sus
Apóstoles y, como ocurre con demasiada frecuencia en todos los
tiempos, con la verdad. - “Los obispos”, dijo Lutero, refiriéndose a la
visita que le había hecho el prelado de Brandeburgo, “empiezan a
percibir que deberían haber hecho lo que yo hago, y se avergüenzan de
ello. Me llaman orgulloso y arrogante; no negaré que lo soy; pero no
son las personas que saben lo que es Dios o lo que somos nosotros ". 15

Notas finales:

1. S uum senatum convocat; monachos aliquot et theologos


sua sophistica utcunque tinctos. Mel. Vita Luth.
2. Quisquis ergo dicit, non citius posse animam volare,
quam in fundo cistae denarius possit tinnire, errat.
Posiciones Fratris Joh. Tezelii, pos. 56. L. Opp. 1:94.
3. Pro infamibus sunt tenendi, qui etiam per juris capitula
terribiliter multis plectentur poenis in omnium hominum
terrorem. Posiciones fratris Joh. Tezelii, pos. 56. L. Opp. 1.
98.
4. Spieker, Gesch. Dr. M. Luthers. Beckmani Notitia Univ. 8.
Etc. Frankf ort .

5. Fulmina in Lutherum torquet: vociferatur ubique hunc


hereticum igni perdendum esse: propositiones etiam
Lutheri et concionem de indulgentiis publice conjicit in
fiammas. Melancth. Vita Luth.
6. Eo furunt usque, ut Universitatem Wittembergensens
propter m e infamem conantur facere et haereticam. L.
Epp. 1. 92.
7. Epp. Luth. 1. 92.
8. Nisi maleante, non crederem ex Deo esse quae tracto. L.
Epp. 1. 85.
9. La Palabra de Dios fue comprada por la muerte ",
continúa él en su lenguaje enérgico," proclamada por la
muerte, preservada por la muerte, y por la muerte debe
ser preservada y publicada ". Morte emptum est (verbum
Dei), mortibus vulgatum, mortibus servatum , mortibus
quoque servandum aut referéndum est.
10. Inter tantos principes dissidii origo esse, valde horreo et
timeo. L. E págs. 1. 93.
11. Haec inscio principe, senatu, rectore, denique omnibus
nobis. Ibídem. 99.
12. Se ajusta ex ea re ingens undique fabula. Ibídem.
13. Omnes omnibus omnia credunt de me. L. Epp. 1. 109.
14. Ibídem. 98.
15. Quid vel Deus el ipsi sumus. L. Epp. 1. 224.
LIBRO 3
CAPÍTULO 9

Una resistencia más formidable que la de Tetzel ya se oponía a Lutero.


Roma había respondido. Una respuesta había salido de las paredes del
palacio sagrado. No era León X quien se había dignado hablar de
teología: “Es una mera riña de monjes”, dijo un día; "La mejor manera
es no entrometerse". Y en otra ocasión observó: “Es un alemán
borracho el que ha escrito estas tesis; cuando los vapores hayan
pasado, hablará de manera muy diferente ". 1 Un dominico romano,
Sylvester Mazzolini de Prierio o Prierias, maestro del palacio sagrado,
ocupó el cargo de censor, y fue en esta capacidad que se familiarizó por
primera vez con las tesis del monje sajón.
Un censor romano y las tesis de Lutero, ¡qué contraste! La libertad de
expresión, la libertad de investigación, la libertad de creencia, entran
en colisión en la ciudad de Roma con ese poder que pretende tener en
sus manos el monopolio de la inteligencia y abrir y cerrar a placer la
boca de la cristiandad. La lucha de la libertad cristiana que engendra
hijos de Dios, con el despotismo pontificio que produce esclavos de
Roma, se tipifica, por así decirlo, en los primeros días de la Reforma,
en el encuentro de Lutero y Prierio.
Se apresuró a contestar el censor romano, prior general de los
dominicos, con la facultad de decidir qué profesar u ocultar la
cristiandad y qué debería saber o ignorar. Publicó un escrito, que
dedicó a León X. En él hablaba con desdén del monje alemán y
declaraba, con la seguridad de Romi , “que le gustaría saber si este
Martín tenía una nariz de hierro o una cabeza descarada, que no puede
¡estar quebrado!" 2 Y luego, bajo la forma de un diálogo, atacó las tesis
de Lutero, empleando por turnos el ridículo, el insulto y las amenazas.
Este combate entre el Agustín de Wittenberg y el dominico de Roma se
libró sobre la misma cuestión que es el principio de la Reforma, a
saber: "¿Cuál es la única autoridad infalible para los cristianos?" Aquí
está el sistema de la Iglesia, según lo establecido por sus órganos más
independientes: 3 -
La letra de la Palabra escrita está muerta sin el espíritu de
interpretación, que es el único que revela su significado oculto. Ahora
bien, este espíritu no se da a todos los cristianos, sino a la Iglesia, es
decir, a los sacerdotes. Es una gran presunción decir que quien
prometió a la Iglesia estar con ella siempre, incluso hasta el fin del
mundo, podría haberla abandonado al poder del error. Se dirá, quizás,
que la doctrina y la constitución de la Iglesia ya no son las que las
encontramos en los sagrados oráculos. Sin duda: pero este cambio es
solo en apariencia; se extiende sólo a la forma y no a la sustancia.
Podemos ir más allá: este cambio es progresión. El poder vivificante
del Espíritu Divino ha dado realidad a lo que en las Escrituras era
simplemente una idea; había llenado el bosquejo de la Palabra; ha dado
un toque final a sus toscos bocetos; ha completado la obra de la que la
Biblia sólo dio el primer borrador. Por tanto, debemos entender el
sentido de las Sagradas Escrituras como lo establece la Iglesia, bajo la
guía del Espíritu Santo. A partir de este punto divergen los médicos
católicos. Los consejos generales, dijeron algunos (y Gerson era uno de
ellos), son los representantes de la Iglesia. El papa, dijeron otros, es el
depositario del espíritu de interpretación, y nadie tiene derecho a
entender las Escrituras de otra manera que lo decretado por el
pontífice romano. Esta fue la opinión de Prierio.
Tal fue la doctrina opuesta por el maestro del palacio sagrado a la
Reforma infantil. Hizo proposiciones, sobre el poder de la Iglesia y del
Papa, ante las cuales los más desvergonzados aduladores de la Iglesia
de Roma se hubieran sonrojado. Aquí está uno de los principios que
adelantó al comienzo de su escrito: “Quien no confíe en la enseñanza
de la Iglesia romana y del pontífice romano, como regla infalible de fe,
de la cual las Sagradas Escrituras mismas derivan su fuerza y su
autoridad, es un hereje ". 4
Luego, en un diálogo en el que Lutero y Silvestre son los ponentes, este
último busca refutar las proposiciones del médico. Las opiniones del
monje sajón eran completamente extrañas para un censor romano; y,
en consecuencia, Prierio demuestra que no comprendió ni las
emociones de su corazón ni las fuentes de su conducta. Midió al
médico de la verdad por el mezquino estándar de los sirvientes de
Roma. “Mi querido Lutero”, dijo, “si tuvieras que recibir de nuestro
señor el Papa un buen obispado y una indulgencia plenaria para
reparar tu Iglesia, cantarías en un tono más suave y ensalzarías las
indulgencias que ahora desprecias. ! " El italiano, tan orgulloso de sus
modales elegantes, de vez en cuando asume el tono más burlón: "Si la
naturaleza de los perros es morder", le dijo a Lutero, "me temo que tu
padre tenía un perro". 5 El dominicano al fin se maravilla de su propia
condescendencia al hablar con el monje rebelde; y termina mostrando
a su adversario los crueles dientes de un inquisidor . “La Iglesia
Romana”, dice él, “la cúspide de cuyo poder espiritual y temporal está
en el Papa, puede constreñir con el brazo secular a aquellos que,
habiendo recibido la fe, después se descarrían. No está obligado a
emplear la razón para combatir y vencer a los rebeldes. " 6
Estas palabras, trazadas por la pluma de un dignatario de la corte
romana, fueron muy significativas. Sin embargo, no asustaron a
Lutero. Creyó, o fingió creer, que este diálogo no fue escrito por Prierio,
sino por Ulric Hut diez, o por otro de los colaboradores de las Cartas
de algunos hombres oscuros; quien, dijo, él, en su humor satírico, y
para excitar a Lutero contra Prierio, había recopilado esta masa de
absurdos. 7 No tenía ningún deseo de contemplar la sede de Roma
excitada contra él. Sin embargo, después de haber guardado silencio
durante algún tiempo, sus dudas (si las tenía) se disiparon: se puso
manos a la obra y su respuesta estuvo lista en dos días. 8
La Biblia había moldeado al reformador y había comenzado la
Reforma. Lutero no necesitaba el testimonio de la Iglesia para creer. Su
fe había venido de la Biblia misma; desde dentro y no desde fuera.
Estaba tan íntimamente convencido de que la doctrina evangélica se
basaba inamoviblemente en la Palabra de Dios, que a sus ojos toda
autoridad externa era inútil. Este experimento realizado por Lutero
abrió un nuevo futuro a la Iglesia. La fuente viva que había brotado
para el monje de Wittenberg se convertiría en un río para saciar la sed
de las naciones.
Para que podamos comprender la Palabra, el Espíritu de Dios debe dar
entendimiento, dijo la Iglesia; y estaba bien hasta ahora. Pero su error
había sido considerar al Espíritu Santo como un monopolio concedido
a una determinada clase, y suponer que podía confinarse
exclusivamente en asambleas o colegios, en una ciudad o en un
cónclave. El viento sopla de donde quiere, había dicho el Hijo de Dios,
hablando del Espíritu de Dios; en otro lugar, todos serán enseñados
por Dios. La corrupción de la Iglesia, la ambición de los pontífices, las
pasiones de los concilios, las querellas del clero, la pompa de los
prelados, habían desterrado lejos de las moradas sacerdotales ese
Espíritu Santo, ese espíritu de humildad y paz. Había abandonado las
asambleas de los soberbios, los palacios de los poderosos de la Iglesia,
y se había instalado entre cristianos sencillos y sacerdotes humildes.
Había huido de una jerarquía dominante, que a menudo había
pisoteado y derramado la sangre de los pobres; de un clero orgulloso e
ignorante, cuyos jefes eran más hábiles para usar la espada que la
Biblia; y habitó en un tiempo con sectas despreciadas, y en otro con
hombres de inteligencia y erudición. La nube sagrada, que se había
apartado de las suntuosas basílicas y orgullosas catedrales, había
descendido a las oscuras moradas de los humildes, o a los silenciosos
estudios, esos tranquilos testigos de una indagación concienzuda. La
Iglesia, degradada por su amor al poder y a las riquezas, deshonrada a
los ojos del pueblo por el uso venal que hizo de la doctrina de la vida ;
la Iglesia que vendió la salvación para reponer los tesoros agotados por
su altivez y libertinaje, había perdido todo respeto, y los hombres
sensatos ya no atribuían ningún valor a su testimonio. Despreciando
una autoridad tan degradada, se volvieron gozosamente hacia el Verbo
Divino y hacia su autoridad infalible, como hacia el único refugio que
les quedaba en un desorden tan general.
La edad, por tanto, estaba preparada. El audaz movimiento por el cual
Lutero cambió el lugar de descanso de las más sublimes esperanzas del
corazón humano y con una mano de poder los transportó desde los
muros del Vaticano hasta la roca de la Palabra de Dios, fue saludado
con entusiasmo. Esta es la obra que el reformador tenía a la vista en su
réplica a Prierio.
Pasa por alto los principios que el dominicano había expuesto al
comienzo de su obra: “Pero”, dijo, “siguiendo tu ejemplo, también
estableceré ciertos principios fundamentales.
“La primera es esta expresión de San Pablo: Aunque nosotros, o un
ángel del cielo, os prediquemos cualquier otro Evangelio que el que os
hemos predicado. sea maldito.
“El segundo es este pasaje de San Agustín a San Jerónimo: 'he
aprendido a rendir a los libros canónicos solamente el honor de creer
firmemente que ninguno de ellos se ha equivocado; en cuanto a los
demás, no creo en lo que enseñan, simplemente porque son ellos
quienes les enseñan. '”
Aquí vemos a Lutero imponiendo con mano firme los principios
esenciales de la Reforma: la Palabra de Dios, toda la Palabra de Dios,
nada más que la Palabra de Dios. “Si comprende claramente estos
puntos”, prosigue, “también comprenderá que su Diálogo queda
totalmente anulado por ellos; porque solo has presentado las
expresiones y las opiniones de Santo Tomás ". Luego, atacando los
axiomas de su adversario, declara francamente que cree que los papas
y los concilios pueden equivocarse. Se queja de los halagos de los
cortesanos romanos, que atribuyen al Papa tanto poder temporal
como espiritual. Declara que la Iglesia existe virtualmente solo en
Cristo, y representativamente en los concilios. 9 Y llegando luego a la
insinuación de Prierio: “Sin duda me juzgarás como tú”, dijo; “Pero si
yo aspirara a una estación episcopal, de seguro no usaría el lenguaje
que es tan irritante para sus oídos. ¿Crees que ignoro cómo se
obtienen los obispados y el sacerdocio en Roma? ¿No cantan los
mismos niños en las calles estas conocidas palabras: 10 - De todos los
lugares inmundos del mundo, se encuentra el lugar más sucio de
Roma ?
Canciones como estas habían estado de actualidad en Roma antes de
la elección de uno de los últimos papas. Sin embargo, Lutero habla de
León con respeto: “Yo sé”, dijo, “que podemos compararlo con Daniel
en Babilonia; su inocencia a menudo ha puesto en peligro su vida ".
Concluye con unas pocas palabras en respuesta a las amenazas de
Prierio: “Finalmente, dices que el Papa es a la vez pontífice y
emperador, y que es poderoso para obligar a la obediencia con el brazo
secular. ¿Tienes sed de sangre? ...... Te aseguro que no me asustarás ni
con tus rhodomontades ni con el ruido amenazador de tus palabras. Si
muero, vive Cristo, Cristo mi Señor y Señor de todos, bendito por los
siglos de los siglos. Amén." 11
Así, con mano firme, Lutero erige contra el altar infiel del papado el
altar de la única infalible y santa Palabra de Dios, ante el cual tendría
toda rodilla para doblar, y sobre el que se declara dispuesto a ofrecer
su vida.
Prierio publicó una respuesta, y luego un tercer libro "Sobre el
Irrefragab le Truth de la Iglesia y del Romano Pontífice", en el que,
apoyándose en la ley eclesiástica, afirmó que aunque el Papa debía
hacer que el mundo entero lo acompañara al infierno, no podía ser
condenado ni depuesto. 12 El Papa se vio obligado finalmente a
imponer silencio a Prierio.

Un nuevo adversario pronto entró en las listas; él también era


dominicano. James Hochstraten, inquisidor en Colonia, a quien ya
hemos visto oponiéndose a Reuchlin y los amigos de las letras, se
estremeció ante la osadía de Lutero. Era necesario que la oscuridad y el
fanatismo de los monjes entraran en contacto con él que estaba
destinado a darles un golpe mortal. El monaquismo había surgido
cuando la verdad primitiva comenzó a desaparecer. Desde entonces,
los monjes y los errores han ido creciendo uno al lado del otro. Ahora
había aparecido el hombre que iba a acelerar su ruina; pero estos
robustos campeones no podían abandonar el campo de batalla sin
luchar. Duró toda la vida del reformador; pero en Hochstraten este
combate está singularmente personificado : Hochstraten y Lutero; el
cristiano libre y valiente con el impetuoso esclavo de las supersticiones
monacales. Hochstraten perdió los estribos, se enfureció y clamó en
voz alta por la muerte del hereje ... Es por la hoguera que deseaba
asegurar el triunfo de Roma. “Es una alta traición contra la Iglesia”,
exclamó, “permitir que un hereje tan horrible viva una hora más.
¡Dejemos que el andamio se levante instantáneamente para él! " Este
consejo asesino fue, ¡ay! pero llevado a cabo con demasiada eficacia en
muchos países; las voces de numerosos mártires, como en los tiempos
primitivos de la Iglesia, dieron testimonio de la verdad, incluso en
medio de las llamas. Pero en vano se invocó la espada y la estaca contra
Lutero. El ángel del Señor vigilaba continuamente a su alrededor y lo
protegía.
Lutero respondió a Hochstraten en pocas palabras, pero con gran
energía: “Ve”, dijo al final, “ve, homicida delirante, que clamas por la
sangre de tus hermanos; Es mi más sincero deseo que te abstengas de
llamarme cristiano y fiel, y que , por el contrario, continúes
condenándome por hereje. ¿Entiendes estas cosas, hombre sediento de
sangre? enemigo de la verdad! y si tu rabia loca te apresura a
emprender algo contra mí, ten cuidado de actuar con cautela y de
elegir bien tu momento. Dios sabe cuál es mi propósito, si me concede
la vida ...... Mi esperanza y mi expectativa, si Dios quiere, no me
engañarán ". 13 Hochstraten guardó silencio.

Un ataque más doloroso esperaba al reformador. El doctor Eck, el


célebre profesor de Ingolstadt, el libertador de Urban Regius y amigo
de Lutero, había recibido las famosas tesis. Eck no era un hombre que
defendiera el abuso de las indulgencias; pero era médico de las
escuelas y no de la Biblia; bien versado en los escritos escolares, pero
no en la Palabra de Dios. Si Prierio había representado a Roma, si
Hochstraten había representado a los monjes, Eck representaba a los
escolásticos. Las escuelas, que durante cinco siglos habían dominado a
la cristiandad, lejos de ceder ante el primer golpe del reformador, se
levantaron con altivez para aplastar al hombre que se atrevió a
derramar sobre ellas las inundaciones de su desprecio. Eck y Luther, la
Escuela y la Palabra, tuvieron más de una lucha; pero fue ahora cuando
comenzó el combate.
Eck no pudo evitar encontrar errores en muchas de las posiciones de
Lutero. Nada nos lleva a dudar de la sinceridad de sus convicciones.
Mantuvo con tanto entusiasmo las opiniones escolásticas, como
Lutero hizo las declaraciones de la Palabra de Dios. Incluso podemos
suponer que sintió no poco dolor cuando se vio obligado a oponerse a
su viejo amigo; sin embargo, por la forma de su ataque, parecería que
la pasión y los celos tenían parte en sus motivos.

Dio el nombre de Obeliscos a sus comentarios contra las tesis de


Lutero. Deseoso al principio de salvar algunas apariencias, no publicó
su trabajo, pero se contentó con comunicarlo confidencialmente a su
ordinario, el obispo de Eichstadt. Pero los Obeliscos pronto circularon
ampliamente, ya sea por indiscreción del obispo o por el propio
médico elfo. Una copia cayó en manos de Link, amigo de Lutero y
predicador en Nuremberg. Este último se apresuró a enviarlo al
reformador. Eck era un adversario mucho más formidable que Tetzel,
Prierio o Hochstraten: cuanto más superaba su trabajo al de ellos en
aprendizaje y sutileza, más peligroso era. Asumió un tono de
compasión hacia su "débil adversario", siendo muy consciente de que
la piedad causa más daño que la ira. Insinuó que las proposiciones de
Lutero circulaban el veneno de Bohemia, que saboreaban a Bohemia, y
con estas alusiones maliciosas, atrajo a Lutero la impopularidad y el
odio asociados en Alemania al nombre de Huss y a los cismáticos de su
país.
La malicia que invadió este tratado exasperó a Lutero; pero la idea de
que este golpe procediera de un viejo amigo le dolía aún más. ¿Es
entonces a costa de los afectos de su amigo que debe defender la
verdad? Lutero derramó el profundo dolor de su corazón en una carta a
Egranus, pastor de Zwickau. “En los Obeliscos soy un hombre
venenoso, un bohemio, un hereje, un sedicioso, insolente, temerario
...... Dejo pasar los insultos más leves como somnoliento, estúpido,
ignorante, despreciador del pontífice soberano, etc. Este libro está
lleno de los ultrajes más negros. Sin embargo, el que los escribió es un
hombre distinguido, con un espíritu lleno de erudición y un saber
lleno de espíritu; y, lo que me causa la más profunda disgusto, es un
hombre al que me une una gran amistad recién contraída: 14 es John
Eck, doctor en teología, canciller de Ingolstadt, hombre célebre e
ilustre por sus escritos. Si no conociera los pensamientos de Satanás,
me asombraría la furia que ha llevado a este hombre a romper una
amistad tan dulce y tan nueva, 15 y eso también, sin avisarme, sin
escribirme, sin decir una sola palabra. palabra."
Pero si el corazón de Lutero estaba herido, su valor no se abatió. Al
contrario, se levantó vigorizado para el concurso. “Alégrate, hermana
mía ”, le dijo a Egranus, a quien un enemigo violento también había
atacado, “alégrate, y no dejes que estas hojas voladoras te aterren.
Cuanto más ceden mis adversarios a su furia, más avanzo. Dejo las
cosas que están detrás de mí, para que las miren, y persigo lo que
tengo delante para que a su vez las miren.
Eck se dio cuenta de lo vergonzosa que había sido su conducta y se
esforzó por reivindicarse en una carta a Carlstadt. En él calificó a
Lutero como "su amigo común ", y echó toda la culpa al obispo de
Eichstadt, a cuya solicitud pretendía haber escrito su obra. Dijo que no
había sido su intención publicar los Obeliscos; que habría sentido más
respeto por los lazos de amistad que lo unían a Lutero; y exigió en
conclusión que Lutero, en lugar de disputar públicamente con él,
volviera sus armas contra los teólogos de Frankfort. El profesor de
Ingolstadt, que no había temido dar el primer golpe, empezó a
alarmarse al reflexionar sobre la fuerza de ese adversario al que tan
imprudentemente había atacado. De buena gana habría eludido la
lucha; pero fue demasiado tarde.
Todas estas hermosas frases no persuadieron a Lutero, que aún se
inclinaba a permanecer en silencio. "Tragaré con paciencia ", dijo, "este
bocado, digno de Cerbero". 16 Pero sus amigos se diferenciaban de él:
lo solicitaban, incluso lo obligaban a responder. Por lo tanto, respondió
a los obeliscos con sus asteriscos, oponiéndose (como él dijo, jugando
con las palabras) al tono óxido y lívido de los obeliscos del médico de
Ingoldstadt, la luz y el brillo deslumbrante de las estrellas del cielo. En
este trabajo trató a su adversario con menos severidad de la que había
mostrado a sus antagonistas anteriores; pero su indignación atravesó
sus palabras.
Mostró que en estos obeliscos caóticos no había nada de las Sagradas
Escrituras, nada de los Padres de la Iglesia, nada de los cánones
eclesiásticos; que estaban llenos de glosas escolásticas, opiniones,
meras opiniones y sueños vacíos; 17 en una palabra, las mismas cosas
que Lutero había atacado. Los asteriscos están llenos de vida y
animación. El autor está indignado por los errores del libro de su
amigo; pero se compadece del hombre. 18 Vuelve a profesar el
principio fundamental que estableció en su respuesta a Prierio: “El
Sumo Pontífice es un hombre y puede ser inducido al error; pero Dios
es verdad y no puede errar ". 19 Más adelante, empleando el
argumentum a d hominem contra el médico escolástico, le dice:
“Seguramente sería un gran descaro que alguien enseñara en la
filosofía de Aristóteles lo que no puede probar con la autoridad de ese
antiguo autor. - Lo concedes. - Es, a fortiori, la más insolente de todas
las imprudencias afirmar en la Iglesia y entre los cristianos lo que el
mismo Cristo no ha enseñado. 20 Ahora bien, ¿dónde se encuentra en
la Biblia que el tesoro de los méritos de Cristo está en manos del Papa?
Y añade : “En cuanto al reproche malicioso de la herejía bohemia,
soporto esta calumnia con paciencia por amor a Cristo. Vivo en una
universidad célebre, en una ciudad famosa, en un obispado respetable,
en un ducado poderoso, donde todos son ortodoxos y donde, sin
remedio, un hereje tan perverso no sería tolerado ".
Lutero no publicó los asteriscos; los comunicó únicamente a sus
amigos. No se entregaron al público hasta mucho después. 21
Esta ruptura entre los dos médicos de Ingoldstadt y Wittenberg causó
gran sensación en Alemania. Tenían muchos amigos en común. Scheurl
especialmente, que parece haber sido el hombre con el que los dos
médicos habían estado conectados, estaba alarmado. Fue uno de los
que deseaba ver una reforma profunda en la Iglesia alemana por
medio de sus órganos más distinguidos. Pero si, desde el principio, los
teólogos más eminentes de la época cayeran a los golpes; si, mientras
Lutero presentaba novedades, Eck se convertía en el representante de
la antigüedad, ¡qué interrupción no sería de temer! ¿No se reunirían
numerosos partisanos en torno a cada uno de estos dos jefes, y no se
formarían dos campos hostiles en el seno del imperio?
Por tanto, Scheurl se esforzó por reconciliar a Eck y Lutero. Este último
declaró su voluntad de olvidar todo; que amaba al genio, que admiraba
el saber del doctor Eck, 22 y que lo que había hecho su viejo amigo le
había causado más dolor que rabia. “Estoy listo”, le dijo a Scheurl,
“para la paz y para la guerra, pero prefiero la paz. Aplíquese a la tarea;
entristece con nosotros que el diablo haya arrojado entre nosotros este
principio de discordia, y luego regocíjate de que Cristo en su
misericordia lo haya aplastado ”. Por la misma época le escribió a Eck
una carta llena de afecto: 23 pero Eck no respondió; ni siquiera le envió
ningún mensaje. 24 Ya no era una temporada de reconciliación. El
concurso se hizo cada día más cálido. El orgullo y el espíritu implacable
de Eck pronto rompieron por completo los últimos lazos de esa
amistad que cada día se debilitaba.

Notas finales:
1. Ein voller trunkener Deutscher. L. Opp. (W.) 22. 1337.
2. Un ferreum nasum aut caput aeneum great iste Lutherus,
ut effringi non possit. Sylv. Prieratis Dialogus.
3. Véase Proposi tiones de Sensu Litterali S. Scripturae de
John Gerson . Op. Tom. 1.
4. A qua etiam Sacra Scriptura robur trahit et auctoritatem,
haereticus est. Fundamentum tertium.

5. Si mordere canum est proprium, vereor ne tibi pater


sanis fuerit. Sylv. Fisgón. Marcar.
6. Seculari brachio potes t eos compescere, nec tenetur
rationibus certare ad vincendos protervientes. Sylv.
Fisgón. Marcar.
7. Convenit inter nos, esse personatum aliquem Sylvestrum
ex obscuris viris, qui tantas ineptias in hominem luserit
ad provocandum me adversus eum. Epp. 1. P. 87, 14 de
enero.
8. (W.) Lat., Pág. 170.
9. Ego ecclesiam virtualiter non scio nisi in Christo,
representante non nisi in concillo. L. Opp. Lat. Pág. 174.

10. Quando hanc pueri in omnibus plateis urbis cantant:


Denique nunc facta est..foedissima Roma. L. Opp. Lat.
Pág. 183.
11. Si occidor, vivit Christus, Dominus meus et omnium.
Ibídem. pags. 186.
12. De Juridica et Irrefragabili Veritate Romanae Ecclesiae,
lib. Tercio, cap. 12.
13. Op. (Leips.) 17. 140.
14. Et quod magis urit, antea mihi magna recenterque
contracta amicitia conjunctus. L. Epp. 1: 100.

15. Quo furore ille amicitias recentissimas et jucundissimas


solveret. Ibídem.
16. Volui tamen hanc offam Cerbero dignam absorbere
patientia. L. Epp. 1: 100.
17. Omnia scholasticissima, opiniosissima, meraque
somnia. Asterici, Opp. L. Lat. 1. 145.

18. Indignor rei et misereor hominis. Ibídem. pags. 150.


19. Homo est summus pontifex, falli potest. Sed veritas est
Deus, qui falli non potest. Ibídem. pags. 155.
20. Longe ergo impudentissima omnium temeritas est,
aliquid in ecclesia asserere, et inter Christianos, quod
non docuit Christus. Asterici, Opp. L. Lat. 1. 156.
21. Cum privatim dederim Asteriscos meos non fit ei
respondendi necessitas. L. Epp. Pág. 126.
22. Diligimus hominis ingenium et admiramureruditionem.
L. Epp. Ad Scheurlum, 15 de junio de 1518, vol. 1. 125.

23. Quod ad me at tinet, scripsi ad eum ipsum has, ut vides,


amicissimas et plenas litteras humanitate erga eum.
Ibídem.
24. Nihil neque litterarum neque verborum me participem
fecit. Ibídem.
LIBRO 3
CAPÍTULO 10

Tales fueron las luchas que el campeón de la Palabra de Dios tuvo que
sostener al comienzo de su carrera. Pero estas contiendas con los
líderes de la sociedad, estas disputas académicas, son de poca
importancia para el cristiano. Los maestros humanos imaginan que
han obtenido el triunfo más noble, cuando logran llenar algunas
revistas o algunos salones con el ruido de sus sistemas. Dado que para
ellos es una mera cuestión de amor propio o de fiesta más que del
bienestar de la humanidad, están satisfechos con este éxito mundano.
En consecuencia, sus labores son como el humo que, después de cegar
los ojos, desaparece sin dejar rastro. Han descuidado depositar el fuego
entre las masas; sólo han rozado la superficie de la sociedad humana.

No es así con el cristiano; no piensa en una fiesta, ni en el éxito


académico , sino en la salvación de las almas. Por lo tanto,
voluntariamente descuida la brillante contienda en la que podría
participar a sus anchas con los campeones del mundo, y prefiere las
labores oscuras que llevan luz y vida a las casas y casas de la gente .
Esto fue lo que hizo Lutero, o más bien, siguiendo el precepto de su
divino maestro, hizo esto y no dejó otras cosas sin hacer. En el
momento en que estaba combatiendo con inquisidores, rectores
universitarios y maestros del palacio sagrado, se esforzó por difundir
conocimientos sólidos sobre temas religiosos entre la multitud. Este es
el objetivo de muchas de las obras populares que publicó por esta
época, como sus Sermones sobre los Diez Mandamientos,
pronunciados dos años antes en la iglesia de Wittenberg, y de los que
ya hemos hablado, y su Explicación del Señor. Oración por laicos
sencillos e ignorantes. 1 ¿A quién no le agradaría saber cómo se dirigió
el reformador al pueblo en este período? Por lo tanto, citaremos
algunas de las expresiones que propuso “correr por la tierra”, como
dice en el prefacio de esta última obra.
La oración, ese acto interior del corazón, será sin duda alguna siempre
uno de los puntos por los que comenzará una verdadera y vital
reforma; En consecuencia, Lutero se ocupó de este tema sin demora. Es
imposible traducir su estilo enérgico y la fuerza de ese lenguaje que
creció, por así decirlo, bajo su pluma, mientras escribía; sin embargo,
haremos el intento.
“Cuando ores”, dijo, “ sean pocas tus palabras , pero muchos tus
pensamientos y afectos, y sobre todo profundos. Cuanto menos hables,
mejor rezarás. Pocas palabras y muchos pensamientos, es cristiano:
muchas palabras y pocos pensamientos, es pagano ......

“La oración externa y corporal es el zumbido de los labios, ese


balbuceo externo que se pasa sin atención y que llega a los ojos y oídos
de los hombres; pero la oración en espíritu y en verdad es el deseo
interior, los movimientos, los suspiros, que brotan de las
profundidades del oído . La primera es la oración de los hipócritas y de
todos los que confían en sí mismos; la segunda es la oración de los
hijos de Dios, que caminan en su temor ”.
Luego, pasando a las primeras palabras del Padre Nuestro, Padre
Nuestro, se expresa así:
“No hay nombre entre todos los nombres que más nos inclina hacia
Dios que el nombre del Padre. No deberíamos sentir tanta felicidad y
consuelo al llamarlo nuestro Señor, o Dios, o Juez ...... Por esta palabra
Padre, las entrañas del Señor se conmueven; porque no hay voz más
hermosa o más entrañable para un padre que la de su hijo.
“Quien está en los cielos, se reconoce extraño en la tierra. De ahí surge
en su corazón un ardiente anhelo, como el de un niño que habita lejos
de la tierra de su padre, entre extraños, en la miseria y en el duelo. Es
como si dijera: ¡Ay! ¡mi padre! tú estás en el cielo, y yo, tu infeliz hijo,
estoy en la tierra, lejos de ti, en medio del peligro, la necesidad y la
tribulación.
"Santificado sea tu nombre. - El que es apasionado, envidioso, mal
hablante, calumniador, deshonra el nombre de Dios en el que fue
bautizado. Dando un uso impío al vaso que Dios se ha consagrado a sí
mismo, es como un sacerdote que toma la copa santa y con ella da de
beber a un sob, o recoge estiércol ...
"Venga tu reino. - Aquellos que amasan riquezas, que construyen casas
suntuosas, que buscan todo lo que el mundo puede dar, y pronuncian
esta oración con los labios, se asemejan a grandes tubos de órgano que
repican fuerte e incesantemente en las iglesias, sin habla, sentimiento
ni razón. ...... ”
Más adelante, Lutero ataca el entonces muy popular error de los
privilegios:
“Uno va a Roma, otro a Santiago; este hombre construye una capilla,
que dota de un fundamento religioso, para alcanzar el reino de Dios;
pero todos descuidan el punto esencial, que es convertirse ellos
mismos en Su reino. ¿Por qué vas más allá de los mares en busca del
reino de Dios? ...... Es en tu propio corazón donde debe ser
encontrado.

“Es algo terrible”, continúa, “escuchar esta oración ofrecida: ¡Hágase


tu voluntad! ¿En qué parte de la Iglesia vemos que se cumple esta
voluntad de Dios? ... Un obispo se levanta contra otro obispo, una
iglesia contra otra iglesia. Sacerdotes, monjes y monjas pelean, luchan
y luchan. En todo lugar no hay nada más que discordia. Y sin embargo,
cada parte exclama que su significado es bueno, su intención recta; y
así, para el honor y la gloria de Dios, todos juntos realizan una obra del
diablo ...
"¿Por qué decimos nuestro pan?" continúa en explicación de las
palabras: Danos hoy nuestro pan de cada día. “Porque oramos no para
tener el pan ordinario que comen los paganos, y que Dios da a todos
los hombres, sino por nuestro pan, el nuestro, que son hijos del Padre
celestial.
“¿Y qué es, entonces, este pan de Dios? - Es Jesucristo nuestro Señor:
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo y da vida al mundo. Por eso
(y no nos engañemos), todo sermón y toda instrucción que no nos
ponga a Jesucristo delante y nos enseñe a conocerle, no puede ser el
pan de cada día y el sustento de nuestras almas ...
“¿Para qué se nos habrá preparado tal pan, si no se nos ofrece, y así no
podemos probarlo? ... Es como si se hubiera preparado un magnífico
banquete y no hubiera uno para servir el pan, repartir los platos, verter
el vino, para que los invitados se alimenten de la vista y el olor de las
viandas ... Por eso debemos predicar a Jesucristo solo.
“Pero ¿qué es, pues, conocer a Jesucristo, dices, y qué ventaja se deriva
de ello? ...... Yo respondo: Aprender y conocer a Jesucristo es
comprender lo que dice el apóstol: Cristo es hecho para nosotros por
Dios sabiduría, justicia, santificación y redención. Ahora bien, esto
entiendes, si reconoces que toda tu sabiduría es una locura
condenable, tu propia justicia una iniquidad condenable, tu propia
santidad una impureza condenable, tu propia redención una
condenación miserable; si sientes que eres realmente ante Dios y ante
todas las criaturas un necio, un pecador, un impuro, un hombre
condenado, y si lo demuestras, no solo con tus palabras, sino desde el
fondo de tu corazón y con tus obras, que no tienes consuelo ni
salvación que no sea en Jesucristo. Creer no es otro que comer este pan
del cielo ”.
Lutero permaneció así fiel a su resolución de abrir los ojos a un pueblo
ciego a quien los sacerdotes guiaban a su gusto. Sus escritos, que
circularon rápidamente por toda Alemania, despertaron una nueva luz
y esparcieron abundantemente las semillas de la verdad en un suelo
bien preparado para ella. Pero mientras pensaba en los que estaban
lejos, no se olvidó de los que estaban cerca.
Desde todos los púlpitos los dominicos condenaron al infame hereje.
Lutero, el hombre del pueblo, y que, de haberlo querido, podría con
unas pocas palabras haber despertado las olas populares,
despreciando siempre tales triunfos y pensando sólo en instruir a sus
oyentes.
Su reputación, que se extendía cada vez más, y la valentía con que
ondeaba el estandarte de Cristo en medio de la Iglesia esclavizada,
hicieron que sus sermones fueran escuchados con un interés cada vez
mayor. Nunca había sido tan grande la multitud de oyentes. Luther fue
directo al blanco. Un día, habiendo subido al púlpito de Witt enberg, se
comprometió a establecer la doctrina del arrepentimiento, y en esta
ocasión pronunció un sermón que luego fue muy celebrado, y en el que
sentó muchas de las bases de la doctrina evangélica.
Primero contrasta el perdón de los hombres con el perdón del cielo.
“Hay dos clases de remisión”, dijo, “remisión de la pena y remisión del
pecado. El primero reconcilia al hombre exteriormente con la Iglesia
cristiana. El segundo, que es la indulgencia celestial, reconcilia al
hombre con Dios . Si un hombre no experimenta dentro de sí mismo
esa paz de conciencia, ese gozo del corazón que procede de la remisión
de Dios, no hay indulgencias que puedan ayudarlo, incluso si
comprara todo lo que se ha ofrecido sobre la tierra ".
Continúa así: “Desean hacer buenas obras antes de que sus pecados
sean perdonados, mientras que es necesario que el pecado sea
perdonado antes de que los hombres puedan realizar buenas obras. No
son las obras las que expulsan el pecado; pero una vez expulsado el
pecado, seguirán buenas obras. 2 Porque las buenas obras deben
realizarse con corazón gozoso, con buena conciencia para con Dios, es
decir, con remisión de los pecados ”.
Luego llega al objeto principal de su sermón, y también fue el gran
objetivo de toda la Reforma. La Iglesia había sido puesta en el lugar de
Dios y de su Palabra; él desafía esta afirmación y hace que todo
dependa de la fe en la Palabra de Dios.
“La remisión del pecado no está en poder del Papa, ni del obispo, ni
del sacerdote, ni de ningún otro hombre, sino que se basa únicamente
en la Palabra de Cristo y en la propia fe. Porque Cristo no quiso edificar
nuestro consuelo, nuestra salvación, sobre la palabra o sobre la obra
del hombre, sino únicamente sobre sí mismo, sobre su obra y sobre su
palabra ... Tu arrepentimiento y tus obras pueden dec erte, pero Cristo,
tu Dios, no te engañará, no flaqueará, y el diablo no derribará sus
palabras. 3
“Un papa o un obispo no tiene más poder que el sacerdote más
humilde en lo que respecta a la remisión de los pecados. E incluso
donde ningún sacerdote, cada cristiano, ni siquiera una mujer o un
niño, 4 puede hacer lo mismo. Porque si un simple cristiano te dice:
'Dios perdona el pecado en el nombre de Jesucristo', y recibes esta
palabra con una fe firme, y como si el mismo Dios se dirigiera a ti,
estás absuelto ...
“Si no crees que tus pecados te son perdonados, haces a Dios
mentiroso y pones más confianza en tus propios pensamientos vanos
que en Dios y su Palabra ...
“Según el Antiguo Testamento, ni el profeta, ni el sacerdote ni el rey
tenían el poder de proclamar la remisión de los pecados. Pero bajo el
Nuevo, cada creyente tiene este poder. ¡La Iglesia rebosa remisión de
pecados! 5 Si un cristiano piadoso consuela tu conciencia con la
palabra de la cruz, sea hombre o mujer, joven o viejo, recibe este
consuelo con tal fe como para morir muchas muertes que para dudar
de que así será ante Dios. .... Arrepiéntete, haz todas las obras en tu
poder; pero la fe que tienes en el perdón por medio de Jesucristo esté
en el más alto rango, y mande solo en el campo de batalla ”. 6
Así habló Lutero a sus asombrados y cautivados oyentes. Todos los
andamios que los sacerdotes imprudentes habían levantado para su
provecho entre Dios y el alma del hombre, fueron derribados, y el
hombre fue puesto cara a cara con su Dios. La palabra de perdón
descendió pura de lo alto, sin pasar por mil canales corruptores. Para
que el testimonio de Dios fuera eficaz, ya no era necesario que los
hombres le pusieran su sello engañoso. Se abolió el monopolio de la
casta sacerdotal; la Iglesia fue emancipada.

Notas finales:
1. Op. (Leips.) 7. 1086.
2. Nicht die Werke treiben die Sunde aus; sondern die
Austreibung der Sunde th ut gute Werke. L. Opp. (L.) 17.
162.
3. Christus dein Gott wird dir nicht lugen, noch wanken.
Ibídem.
4. Ob es schon ein Weib oder ein Kind ware. Ibídem.
5. También siehst du dass die ganze Kirche voll von
Vergebung der Sunden ist. L. Opp. (L.) 17. 162.

6. Und Hauptmann im Felde bleibe. Ibídem.


LIBRO 3
CAPÍTULO 11

Mientras tanto, era necesario que el fuego que se había encendido en


Wittenberg se encendiera en otros lugares. Lutero, no contento con
anunciar la verdad del Evangelio en el lugar de su residencia, tanto a
los estudiantes de la academia como a la gente, deseaba esparcir en
otros lugares la semilla de la sana doctrina. En la primavera de 1518 se
iba a celebrar en Heidelberg un capítulo general de la orden de
Agustín. Lutero fue convocado como uno de los hombres más
distinguidos de la orden. Sus amigos hicieron todo lo posible para
disuadirlo de emprender este viaje. En verdad, los monjes se habían
esforzado por hacer odioso el nombre de Lutero en todos los lugares
por los que tendría que pasar. A los insultos agregaron amenazas.
Haría falta poco para provocar un tumulto popular en su viaje del que
podría ser víctima. "O bien", dijeron sus amigos, "harán por medio del
fraude y la estratagema lo que no se atreven a hacer con la violencia". 1
Pero Lutero nunca suffere d sí mismo para ser obstaculizado en el
cumplimiento de un deber por el miedo al peligro, sin embargo
inminente. Por tanto, cerró los oídos a las tímidas observaciones de sus
amigos: señaló a Aquel en quien confiaba y bajo cuya tutela estaba
dispuesto a emprender un viaje tan formidable. Inmediatamente
después de la fiesta de Pascua, partió tranquilamente a pie, el 2 13 de
abril de 1518.
Llevó consigo un guía llamado Urbano, que llevaba su pequeño
equipaje y que lo acompañaría hasta Wurtzburg. ¡Qué pensamientos
deben haber invadido el corazón de este siervo del Señor durante su
viaje! En Weissenfels, el pastor, a quien no conocía, lo reconoció
inmediatamente como el médico de Wittenberg y le dio una calurosa
bienvenida. 3 En Erfurth, se le unieron otros dos hermanos de la
orden de Agustín. En Judenbach, coincidieron con el consejero privado
del elector, Degenhard Pfeffinger, quien los agasajó en la posada
donde lo habían encontrado. “Tuve el placer”, escribió Lutero a
Spalatin, “de empobrecer un poco a este señor rico; usted sabe cómo
me gusta en cada oportunidad de recaudar contribuciones a los ricos
en beneficio de los pobres, especialmente si los ricos son mis amigos ”.
4 Llegó a Cobu rg, abrumado por la fatiga. “Todo va bien por la gracia
de Dios”, escribió, “excepto que reconozco haber pecado al emprender
este viaje a pie. Pero por ese pecado no tengo necesidad, creo, de la
remisión de las indulgencias; porque mi contrición es perfecta, y la
satisfacción plenaria. Estoy abrumado por la fatiga y todos los medios
de transporte están llenos. ¿No es esto suficiente, y más que suficiente,
de penitencia, contrición y satisfacción? 5

El reformador de Alemania, incapaz de encontrar lugar en los


transportes públicos y nadie dispuesto a ceder su lugar, se vio
obligado, a pesar de su cansancio, a dejar Coburg a la mañana
siguiente humildemente a pie. Llegó a Wurtzburg el segundo domingo
después de Pascua, hacia la noche. Aquí envió de vuelta su guía.
En esta ciudad residía el obispo de Bibra, que había recibido sus tesis
con tanta aprobación. Lutero era el portador de una carta que le envió
el elector de Sajonia. El obispo, encantado por la oportunidad de
conocer personalmente al audaz defensor de la verdad, lo invitó de
inmediato al palacio episcopal. Fue a recibirlo en la puerta, conversó
afectuosamente con él y se ofreció a proporcionarle una guía de
Heidelberg. Pero en Wurtzburg, Lutero había conocido a sus dos
amigos, el vicario general Staupitz y Lange, prior de Erfurth, que le
habían ofrecido un lugar en su carruaje. Por tanto, agradeció a Bibra su
amabilidad; y al día siguiente los tres amigos abandonaron Wurtzburg.
Así viajaron juntos durante tres días, conversando entre ellos. El 21 de
abril llegaron a Heidelberg. Lutero fue y se hospedó en el convento de
Agustín.
El elector de Sajonia le había entregado una carta para el conde
palatino Wolfgang, duque de Baviera. Lutero se trasladó a su magnífico
castillo, cuya situación despierta, incluso hasta el día de hoy, la
admiración de los extraños. El monje de las llanuras de Sajonia tenía
corazón para admirar la situación de Heidelberg, donde se unen los
dos hermosos valles del Rin y el Neckar. Entregó su carta a James
Simler, mayordomo de la casa. Este último al leerlo observó: "En
verdad, tiene aquí una valiosa carta de crédito". 6 El conde palatino
recibió a Lutero con mucha amabilidad y lo invitó con frecuencia a su
mesa, junto con Lange y Staupitz. Una recepción tan amistosa fue una
fuente de gran consuelo para Lutero. “Estábamos muy felices y nos
divertimos con una conversación agradable y agradable”, dijo;
“Comiendo y bebiendo, examinando todas las bellezas del palacio
palaciego, admirando los ornamentos, armas, corazas; en fin, todo lo
notable contenido en este castillo célebre y verdaderamente real ". 7
Pero Lutero tenía otra tarea que realizar. Debe trabajar mientras aún es
de día. Habiendo llegado a una universidad que ejercía gran influencia
sobre el oeste y el sur de Alemania, estaba allí para asestar un golpe
que sacudiera las iglesias de estos países. Comenzó, por tanto, a
escribir algunas tesis que se propuso mantener en una disputa pública
. Tales discusiones no eran inusuales; pero Lutero consideró que éste,
para ser útil, debería apoderarse por la fuerza de la mente de los
hombres. Su disposición, además, lo llevó naturalmente a presentar la
verdad bajo una forma paradójica. Los profesores de la universidad no
permitirían que la discusión tuviera lugar en su gran teatro; y Lutero se
vio obligado a tomar una sala en el convento de Agustín. El 26 de abril
fue el día señalado para la disputa.
Heidelberg, en un período posterior, recibió la doctrina evangélica: los
que estaban presentes en la conferencia en el convento podrían haber
previsto que algún día daría frutos.

La reputación de Lutero había atraído a una gran audiencia;


profesores, estudiantes, cortesanos, ciudadanos, acudían en masa. Las
siguientes son algunas de las paradojas del médico ; pues así designó
sus tesis. Quizás incluso en nuestros días todavía llevarían este
nombre; Sin embargo, sería fácil traducirlos en proposiciones obvias:
1. “La ley de Dios es una sana doctrina de vida. Sin embargo, no puede
ayudar al hombre a alcanzar la justicia; al contrario, le impide.
3. “Las obras del hombre, por hermosas y buenas que sean, son, sin
embargo, según todas las apariencias, nada más que pecados capitales.
4. “Las obras de Dios, por desagradables y malas que parezcan, tienen,
sin embargo, un mérito eterno.

7. “Las obras de los mismos justos serían pecados mortales, a menos


que, llenos de una santa reverencia por el Señor, temieran que sus
obras pudieran ser en verdad pecados mortales. 8
9. “Decir que las obras hechas por Cristo están verdaderamente
muertas, pero no mortales, es un peligroso olvido del temor de Dios.
13. “Desde la caída del hombre, el libre albedrío no es más que una
palabra ociosa; y si el hombre hace todo lo que puede, todavía peca
mortalmente.
16. “Un hombre que imagina llegar a la gracia haciendo todo lo que
puede hacer, agrega pecado a pecado y es doblemente culpable.
18. “Es cierto que el hombre debe desesperarse por completo de sí
mismo para poder recibir la gracia de Cristo.
21. “Un teólogo del mundo llama al mal bien y al bien mal; pero un
teólogo de la cruz enseña correctamente sobre el tema.
22. “La sabiduría que se esfuerza por aprender las perfecciones
invisibles de Dios en sus obras, envanece, endurece y ciega al hombre.
23. “La ley suscita la ira de Dios, mata, maldice, acusa, juzga y condena
todo lo que no está en Cristo. 9
24. “Sin embargo, esta sabiduría no es mala; y la ley no debe ser
rechazada; pero el que no estudia el conocimiento de Dios bajo la cruz,
convierte al mal todo lo bueno.
25. “No está justificado el hombre que hace muchas obras; pero el que
sin obras tiene mucha fe en Cristo.
26. “La ley dice: ¡Haz esto! y lo que manda nunca se cumple. La gracia
dice: ¡Cree en Él! e inmediatamente todo estará hecho. 10
28. “ El amor de Dios no encuentra nada en el hombre, sino que crea
en él lo que ama. El amor del hombre procede de su amado ". 11
Cinco doctores en teología atacaron estas tesis. Los habían leído con
todo el asombro que provoca la novedad . Tal teología parecía muy
extravagante; y sin embargo discutieron estos puntos, según el propio
testimonio de Lutero, con una cortesía que le inspiró mucha estima
por ellos pero al mismo tiempo con seriedad y discernimiento. Lutero,
por su parte , mostró una maravillosa dulzura en sus respuestas, una
paciencia inigualable al escuchar las objeciones de sus adversarios y
toda la rapidez de San Pablo para resolver las dificultades que se le
oponían. Sus respuestas fueron breves, pero llenas de la Palabra de
Dios, y despertaron la admiración de sus oyentes. “Es en todos los
aspectos como Erasmo”, dijeron muchos; "Pero lo supera en una cosa:
profesa abiertamente lo que Erasmo se contenta con insinuar". 12
La disputa estaba llegando a su fin. Lu adversarios de ther se habían
retirado con honor desde el campo; el más joven de ellos, el doctor
George Niger, continuó la lucha con el poderoso campeón. Alarmado
por las atrevidas proposiciones del monje y sin saber a qué otros
argumentos recurrir, exclamó con acento de miedo: "¡Si nuestros
campesinos oyeran tales cosas, te matarían a pedradas !". 13 Ante
estas palabras, todo el auditorio estalló en una carcajada.
Nunca una asamblea había escuchado con tanta atención una
discusión teológica. Las primeras palabras del reformador habían
despertado sus mentes. Preguntas que poco antes habrían sido tratadas
con indiferencia, ahora estaban llenas de interés. En los rostros de
muchos de los oyentes un espectador podría haber visto reflejados las
nuevas ideas que las audaces afirmaciones del médico sajón habían
despertado en sus mentes.
Tres jóvenes en particular se sintieron profundamente conmovidos.
Uno de ellos, de nombre Martín Bucer, era un dominicano de
veintisiete años que, a pesar de los prejuicios de su orden, no parecía
dispuesto a perder una de las palabras del médico. Nació en un
pequeño pueblo de Alsacia y entró en un convento a los dieciséis años.
Pronto demostró tal capacidad que los monjes más ilustrados
abrigaban las mayores expectativas de él: 14 “Un día será el adorno de
nuestra orden”, decían. Sus superiores lo habían enviado a Heidelberg
para estudiar filosofía, teología, griego y hebreo. En ese período,
Erasmo publicó varias de sus obras, que Buc er leyó con avidez.
Pronto aparecieron los primeros escritos de Lutero. El estudiante
alsaciano se apresuró a comparar las doctrinas del reformador con las
Sagradas Escrituras. En su mente surgieron algunos recelos acerca de
la verdad de la religión papista. 15 Fue así como se difundió la luz en
aquellos días. El elector palatino prestó especial atención al joven. Su
voz fuerte y sonora, sus modales graciosos y su lenguaje elocuente, la
libertad con que atacaba los vicios del día , lo convertían en un
predicador distinguido. Fue nombrado capellán de la corte y estaba
cumpliendo con sus funciones cuando se anunció el viaje de Lutero a
Heidelberg. ¡Qué alegría para Bucero! Nadie se dirigió con mayor afán
al salón del convenio de Agustín . Se llevó papel, bolígrafos y tinta, con
la intención de anotar lo que dijo el médico. Pero mientras su mano
trazaba velozmente las palabras de Lutero, el dedo de Dios, con
caracteres más indelebles, escribió en su corazón las grandes verdades
que escuchó. Los primeros destellos de la doctrina de la gracia se
difundieron en su alma durante esta hora memorable. 16 El dominico
fue ganado para Cristo.
No lejos de Bucer se encontraba John Brentz o Brentius, entonces de
diecinueve años. Era hijo de un mago de una ciudad de Suabia, ya los
trece años había ingresado como estudiante en Heidelberg. Ninguno
manifestó mayor aplicación. Se levantó a medianoche y comenzó a
estudiar. Este hábito se confirmó tanto que durante toda su vida no
pudo dormir después de esa hora . En años posteriores consagró estos
momentos de tranquilidad a la meditación de las Escrituras. Brentz fue
uno de los primeros en percibir la nueva luz que amanecía sobre
Alemania. Lo recibió con un corazón lleno de amor. 17 Estudió con
entusiasmo las obras de Lutero. ¡Pero cuál fue su alegría cuando pudo
escuchar al propio escritor en Heidelberg! Una de las proposiciones del
médico sorprendió más especialmente al joven erudito; era esto: “Ese
hombre no es justificado ante Dios que realiza muchas obras ; pero el
que sin obras tiene mucha fe en Jesucristo ".
Una mujer piadosa de Heilbronn en el Neckar, esposa de un senador
de esa ciudad, llamado Snepf, había imitado el ejemplo de Hannah y
había consagrado a su primogénito al Señor, con un ferviente deseo de
verlo dedicarse al estudio de teología. Este joven, nacido en 1495,
progresó rápidamente en el aprendizaje; pero ya sea por gusto, o por
ambición, o en cumplimiento de los deseos de su padre, se aplicó al
estudio de la jurisprudencia. La piadosa madre se entristeció al
contemplar a su hijo, su Ehrhard, siguiendo una carrera diferente a la
que ella le había consagrado. Ella lo amonestaba, le suplicaba, le
rogaba continuamente que recordara el voto que había hecho el día de
su nacimiento. 18 Vencido por fin por la perseverancia de su madre,
Ehrhard Snepf cedió. Al poco tiempo sintió tal gusto por sus nuevos
estudios, que nada en el mundo podría haberlo desviado de ellos.
Tuvo mucha intimidad con Bucer y Brentz, y fueron amigos hasta la
muerte; "Porque", dice uno de sus biógrafos, "las amistades basadas en
el amor a las letras y a la virtud nunca fallan". Estuvo presente con sus
dos amigos en la discusión de Heidelberg. Las paradojas y el coraje del
médico de Wittenberg le dieron un nuevo impulso. Rechazando la vana
opinión de los méritos humanos, abrazó la doctrina de la libre
justificación del pecador.
Al día siguiente, Bucer fue a Luther. “Tuve una conversación familiar y
privada con él”, dijo Bucer; “Una comida exquisita, no de manjares
delicados , sino de verdades que me fueron presentadas. A cualquier
objeción que hice, el médico tuvo una respuesta y explicó todo con la
mayor claridad. Oh! ¡Ojalá tuviera tiempo de escribir más! " 19 El
propio Lutero se sintió conmovido por los sentimientos de Bucer. “Es
el único hermano de su orden”, le escribió a Spalatin, “que es sincero;
es un joven muy prometedor. Me recibió con sencillez y conversó
conmigo con mucha sinceridad. Es digno de nuestra confianza y amor
”. 20
Brentz, Snepf y muchos otros, emocionados por las nuevas verdades
que comenzaron a surgir en sus mentes, también visitaron a Lutero;
hablaron y conferenciaron con él; pidieron explicaciones sobre lo que
no entendían. El reformador respondió, reforzando sus argumentos
con la Palabra de Dios. Cada frase impartía nueva luz a sus mentes. Un
nuevo mundo se abría ante ellos.
Después de la partida de Lutero, estos hombres de noble espíritu
comenzaron a enseñar en Heidelberg. Sentían que era su deber
continuar lo que el hombre de Dios había comenzado y no dejar que se
extinguiera la llama que él había encendido. Los eruditos hablarán,
cuando los profesores guarden silencio. Brentz, aunque todavía muy
joven, explicó el Evangelio de San Mateo, al principio en su propia
habitación, y luego, cuando la cámara se hizo demasiado pequeña, en
el teatro de la filosofía. Los teólogos, envidiosos de la multitud de
oyentes que este joven atraía a su alrededor, se irritaron. Brentz luego
tomó órdenes y transfirió sus conferencias al colegio de los Canónigos
del Espíritu Santo. Así, el fuego ya encendido en Sajonia ahora brillaba
en Heidelberg. Los centros de luz aumentaron en número. Este período
se ha denominado la época de la siembra del Palatinado.
Pero no fue solo el Palatinado el que cosechó los frutos de la disputa de
Heidelberg. Estos valientes amigos de la verdad pronto se convirtieron
en luces brillantes en la Iglesia. Todos alcanzaron posiciones elevadas y
participaron en muchos de los debates que ocasionó la Reforma.
Estrasburgo, e Inglaterra un poco más tarde , estaban en deuda con
Bucer por un conocimiento más puro de la verdad. La Snepf lo declaró
primero en Marburgo, luego en Stuttgard, Tubingen y Jena. Brentz,
después de haber enseñado en Heidelberg, continuó sus labores
durante un largo período en Tubingen y en Halle en Suabia. Nos
volveremos a encontrar con estos tres hombres a lo largo de nuestra
historia.
Esta disputa llevó adelante al propio Lutero. Aumentaba día a día en el
conocimiento de la verdad. “Pertenezco a aquellos que mejoran
escribiendo y enseñando a otros”, dijo, y no a aquellos que de la nada
se convierten de repente en grandes y doctos doctores ”.
Se alegró mucho al ver con qué avidez los estudiantes de las escuelas
recibían la verdad naciente, y esto lo consoló cuando encontró a los
viejos médicos tan arraigados en sus opiniones. “Tengo la gloriosa
esperanza”, dijo, “de que como Cristo, cuando fue rechazado por los
judíos, se volvió a los gentiles, ahora también veremos la nueva
teología, que ha sido rechazada por estos barbas grises con sus
nociones vacías y fantásticas, bienvenida por la nueva generación ". 21
Terminado el capítulo, Lutero pensó en regresar a Wittenberg. El
conde palatino le entregó una carta para el elector, fechada el 1 de
mayo, en la que decía "que Lutero había demostrado tanta habilidad
en la disputa, como para contribuir en gran medida al renombre de la
universidad de Wittenberg". No se le permitió regresar a pie. 22 Los
Agustinos de Nuremberg lo condujeron hasta Wurtzburg, de donde
procedió a Erfurth con los frailes de esa ciudad. Tan pronto como llegó,
se dirigió a la casa de su antiguo maestro, Jodocus. El anciano
profesor, muy afligido y escandalizado por el camino que había
tomado su discípulo, tenía la costumbre de anteponer a todas las
proposiciones de Lutero una theta, la letra empleada por los griegos
para denotar condena. 23 Había escrito al joven médico en términos
de reproche, y este deseaba responder personalmente a estas cartas.
No habiendo sido admitido, le escribió a Jodocus: “Toda la
universidad, con excepción de un licenciado, piensa como yo. Más que
esto; el príncipe, el obispo, muchos otros prelados y todos nuestros
ciudadanos más iluminados, declaran a una sola voz, que hasta el
momento no han conocido ni comprendido a Jesucristo y su
Evangelio. Estoy listo para recibir sus correcciones; y aunque sean
severos, me parecerán muy suaves. Abre, pues, tu corazón sin miedo;
desahoga su ira. No lo haré ni puedo enfadarme contigo. ¡Dios y mi
conciencia son mis testigos! " 24
El anciano médico se sintió conmovido por estas expresiones de su
antiguo alumno. Estaba dispuesto a intentarlo si no hubiera forma de
eliminar la theta maldita. Conversaron sobre el tema, pero el resultado
fue desfavorable. “Le hice entender al menos”, dijo Lutero, “que todas
sus frases eran como esa bestia que se dice que se devora a sí misma.
Pero hablar con un sordo es un trabajo en vano. Estos médicos se
aferran obstinadamente a sus insignificantes distinciones, aunque
confiesan que no hay nada que las confirme sino la luz de la razón
natural, como la llaman, un caos oscuro verdaderamente para
nosotros que no predicamos otra luz que Jesucristo, el verdadero y
único. ligero." 25
Lutero dejó Erfurth en el carruaje del convento, que lo llevó a
Eisleben. Desde allí, los agustinos del lugar, orgullosos de un médico
que había derramado tanta gloria en su orden y en su ciudad, su lugar
natal, lo trasladaron a Wittenberg con sus propios caballos y por
cuenta propia. Todos deseaban dar alguna muestra de afecto y estima a
este hombre extraordinario, cuya fama aumentaba constantemente.
Llegó el sábado después del día de la Ascensión. El viaje le había hecho
bien y sus amigos pensaban que tenía un aspecto mejorado y era más
fuerte que antes de su partida. 26 Estaban encantados de todo lo que
tenía que decirles. Lutero descansó algún tiempo después de las fatigas
de su viaje y su disputa en Heidelberg; pero este descanso fue sólo una
preparación para trabajos más duros.

Notas finales:
1. Epp. 1:98.
2. Pedester veniam. Ibídem.

3. Ibídem. 105.
4. Ibídem. 104.
5. Ibídem. 106.
6. Ihr habt bei Gott einen kostlichen Credenz. L. Epp. 1. 3.
7. Ibídem.
8. Justorum opera essent mortalia, nisi plo Dei timore, ab
ipsismet justis, ut mortalia timerentur. L. Opp. Lat. 1. 55.
9. Lex iram Dei operatur, occidit, maledicit, reum facit,
judicat, damnat, quicquid non est in Christo. Ibídem.

10. Lex dicit: ¡Fac hoc! Et nunquam encaja. Gratia dicit:


Crede in hunc! Et jam facta sunt omnia. Ibídem.
11. Amor Dei non invenit , sed creat suum diligibile: amor
hominis fit a suo diligibili. Ibídem.
12. Bucer, en Annal de Scultet. Evang. Renovat. P. 22.

13. Si rustici haec audirent. Certe lapidibus vos obruerent et


inerficerent. L. Epp. 1. 111.
14. Prudentioribus monachis spem de se praeclaram e
xcitavit. Melch. Adán. Vit. Buceri, pág. 211.
15. Cum doctrinam in eis traditam cum sacris litteris
contullisset, quaedam in pontificia religione suspecta
habere voepit. Ibídem.
16. Primam lucem purioris sententiae de justificatione in
suo pectore sensit. Melch. Adán. Vit. Buceri, pág. 211.
17. Ingens Dei beneficium laetus Brentius agnovit, et
gracemente amplexus est. Ibid.

18. Crebris interpellationibus eum voti quod de nato ipso


fecerat, admoneret; et a studio juris ad theologiam quasi
conviciis avocaret. Melch. Adán. Snepfii Vita.
19. Gerdesio, Monumento. Antiq., Etc.
20. Epp. 1. 412.
21. Epp. 1. 112.
22. Veni autem curru, peatón qui ieram. Ibídem. 110.
23. Omnibus placitis meis nigrum theta praefigit. Ibídem. 111
Los griegos solían colocar la letra inicial de la palabra
qanatov, muerte, frente a los nombres de los criminales
condenados a muerte.

24. Ibídem.
25. Nisi dictamine rationis naturalis, quod apud nos idem
est, quod caos tenebratum, qui non praedicamus aliam
lucem, quam Christum Jesum lucem veram et solam. L.
Epp. 1. 111.

26. Ita ut nonnullis videar factus habitior et corpulentior. L.


Epp. 1. 111.

LIBRO 4
CAPÍTULO 1

La verdad al fin había levantado la cabeza en medio de la cristiandad.


Victoriosa sobre los ministros inferiores del papado, ahora iba a
entablar una lucha con su jefe en persona. Estamos a punto de
contemplar a Lutero luchando con Roma.
Fue después de su regreso de Heidelberg cuando dio este paso audaz.
Sus primeras tesis sobre las indulgencias habían sido mal entendidas.
Decidió explicar su significado con mayor claridad. De los clamores
que un odio ciego extorsionaba a sus enemigos, había aprendido lo
importante que era ganar a la verdad a la parte más iluminada de la
nación: resolvió, por tanto, apelar a su juicio, poniendo las bases sobre
las cuales se fundaron sus nuevas convicciones . Era necesario desafiar
de inmediato la decisión de Roma: no dudó en enviar sus
explicaciones allí. Mientras los presentaba con una mano a los lectores
ilustrados e imparciales de su nación, con la otra los colocaba ante el
trono del soberano pontífice.
Estas explicaciones de sus tesis, que denominó Resoluciones, 1 fueron
escritas en un tono muy moderado. Lutero se esforzó por suavizar los
pasajes que habían ocasionado la mayor irritación y, por lo tanto,
dieron prueba de genuina humildad. Pero al mismo tiempo se mostró
inquebrantable en sus convicciones y defendió con valentía todas las
proposiciones que la verdad le obligaba a sostener. Repitió una vez más
que todo cristiano verdaderamente arrepentido posee la remisión de
los pecados sin indulgencias papales; que el Papa, como el sacerdote
más humilde, no puede hacer más que simplemente declarar lo que
Dios ya ha perdonado; que el tesoro de los méritos de los santos,
administrado por el Papa, era un puro chime ra, y que las Sagradas
Escrituras eran la única regla de fe. Pero escuchemos su propia
declaración sobre algunos de estos puntos.
Comienza por establecer la naturaleza del arrepentimiento real y
contrasta ese acto de Dios que regenera al hombre con las momias de
la iglesia de Roma. “La palabra griega Metanoia”, dijo, “significa,
revístate de un espíritu nuevo, una mente nueva, toma una naturaleza
nueva, para que dejándote de ser terrenal, puedas llegar a ser celestial
... Cristo es un maestro de el espíritu y no la letra, y sus palabras son
espíritu y vida. Por tanto, enseña el arrepentimiento en espíritu y en
verdad, y no esas penitencias externas que pueden realizar los
pecadores más orgullosos sin humillación; quiere un arrepentimiento
que pueda efectuarse en todas las situaciones de la vida, - bajo la
púrpura real , bajo la sotana del sacerdote, bajo el sombrero del
príncipe, - en medio de esas pompas de Babilonia donde vivió un
Daniel, así como bajo la el vestido de monje y los harapos de mendigo
". 2
Más adelante nos encontramos con este lenguaje atrevido:
“No me importa lo que agrada o desagrada al Papa. Es un hombre
como los demás. Ha habido muchos papas que amaron no solo los
errores y los vicios, sino cosas aún más extraordinarias. Escucho al
Papa como Papa, es decir, cuando habla en los cánones , según los
cánones, o cuando decreta algún artículo junto con un concilio, pero
no cuando habla según sus propias ideas. Si yo hiciera lo contrario, ¿no
debería decir con los que no conocen a Cristo, que las horribles
masacres de cristianos por las que fue manchado Julio II, fueron las
buenas obras de un apacible pastor hacia el rebaño de Cristo? 3
“No puedo evitar preguntarme”, continúa Lutero, “por la sencillez de
quienes han afirmado que las dos espadas del Evangelio representan,
una el poder espiritual y la otra el poder secular. ¡Si! el papa empuña
una espada de hierro; es así como se muestra ante la cristiandad, no
como un padre tierno, sino como un tirano formidable. ¡Pobre de mí!
un Dios enojado nos ha dado la espada que anhelamos, y se ha llevado
lo que despreciamos. En ninguna parte del mundo ha habido guerras
más terribles que entre cristianos ... ¿Por qué esa mente aguda que
descubrió este hermoso comentario, no interpretó de la misma
manera sutil la historia de las dos llaves confiadas a San Pedro? , y
consignar como doctrina de la Iglesia, que una llave sirve para abrir
los tesoros del cielo y la otra los tesoros de la tierra ”. 4
“Es imposible”, dice Lutero en otro lugar, “que un hombre sea
cristiano sin tener a Cristo; y si tiene a Cristo, posee al mismo tiempo
todo lo que pertenece a Cristo. Lo que da paz a nuestra conciencia es
esto: por la fe, nuestros pecados ya no son nuestros, sino de Cristo,
sobre quien Dios los cargó todos; y, por otro lado, toda la justicia de
Cristo nos pertenece, a quien Dios se la ha dado. Cristo pone su mano
sobre nosotros y somos sanados. Él echa su manto sobre nosotros, y
estamos protegidos; porque él es el Salvador glorioso, bendito por los
siglos de los siglos ”. 5

Con tales visiones de las riquezas de la salvación de Jesucristo, ya no


había necesidad de indulgencias.
Mientras Lutero ataca al papado, habla con honor de León X. “Los
tiempos en los que vivimos son tan malos”, dijo, “que incluso los
individuos más exaltados no tienen poder para ayudar a la Iglesia.
Tenemos en la actualidad un muy buen Papa en León X. Su sinceridad,
su saber, nos inspiran alegría. Pero, ¿qué puede hacer este hombre, tan
amable y amable como es? Era digno de ser Papa en tiempos mejores.
En nuestra época no merecemos más que hombres como Julio II y
Alejandro VI ".
Luego llega al grano: “Diré lo que quiero decir, con valentía y
brevedad: la Iglesia necesita una reforma. Y esto no puede ser obra de
un solo hombre, como el Papa, ni de muchos hombres, como los
cardenales y concilios; pero debe ser la del mundo entero, o más bien
es una obra que pertenece solo a Dios. En cuanto al tiempo en el que
debe comenzar tal reforma, solo él sabe quién ha creado todos los
tiempos ... El dique está roto y ya no está en nuestro poder contener
las olas impetuosas y abrumadoras ".
Esta es una muestra de las declaraciones e ideas que Lutero dirigió a
sus ilustrados compatriotas. Se acercaba el festival de Whitsuntide; y en
el mismo período en que los apóstoles dieron al Salvador resucitado el
primer testimonio de su fe, Lutero, el nuevo apóstol, publicó su libro
conmovedor, en el que exhortaba ardientemente a la resurrección de
la Iglesia. El sábado 22 de mayo de 1518, víspera de Pentecostés, envió
la obra a su ordinario, el obispo de Brandeburgo, con la siguiente
carta:
“¡Muy digno Padre en Dios! Hace ya algún tiempo que una doctrina
nueva e inaudita sobre las indulgencias apostólicas comenzó a hacer
ruido en este país; los eruditos y los ignorantes estaban preocupados
por ella; y muchas personas, algunas conocidas, otras personalmente
desconocidas para mí, me rogaron que declarara por sermón o por
escrito lo que pensaba de la novedad, no diré la insolencia, de esta
doctrina. Al principio guardé silencio y me mantuve en un segundo
plano. Pero finalmente las cosas llegaron a tal punto que la santidad
del Papa se vio comprometida.
"¿Qué puedo hacer? Pensé que era mi deber no aprobar ni condenar
estas doctrinas, sino iniciar una discusión sobre este importante tema,
hasta que la santa Iglesia decida.
“Como nadie aceptó el desafío que le había planteado al mundo
entero, y como mis tesis han sido consideradas no como temas de
discusión, sino como afirmaciones positivas, 6 me veo obligado a
publicar una explicación de ellas. Condesciende, pues, a recibir estas
bagatelas 7 que te presento, misericordioso obispo. Y para que todo el
mundo vea que no actúo con presunción, ruego a su reverencia que
tome pluma y tinta y borre, o incluso arroje al fuego y queme, todo lo
que pueda ofenderlo. Sé que Jesucristo no necesita ni mis labores ni
mis servicios, y que sabrá proclamar sus buenas nuevas a la Iglesia sin
mi ayuda. No es que los toros y las amenazas de mis enemigos me
alarmen; todo lo contrario. Si no fueran tan descarados, tan descarados,
nadie debería oír hablar de mí; Me escondería en un rincón y allí
estudiaría solo por mi propio bien. Si este asunto no es de Dios,
ciertamente ya no será mío ni de ningún otro hombre, sino que no será
nada. ¡Que el honor y la gloria sean de él, a quien pertenecen
únicamente! "
Lutero todavía estaba lleno de respeto por la cabeza de la Iglesia.
Suponía que Leo era un hombre justo y un sincero amante de la
verdad. Por tanto, resolvió escribirle. Una semana después, el Domingo
de la Trinidad, 30 de mayo de 1518, escribió una carta, de la que
damos algunos ejemplares.
“Al bendito obispo soberano Padre León X, Martín Lutero, fraile
agustino, desea la salvación eterna.
“Estoy informado, Padre Santísimo , que circulan informes perversos
acerca de mí, y que mi nombre huele mal con tu santidad. Me llaman
hereje, apóstata, traidor y mil otros nombres insultantes. Lo que veo
me llena de sorpresa, lo que aprendo me llena de alarma . Pero el único
fundamento de mi tranquilidad permanece: una conciencia pura y
pacífica. Dígnate escucharme, Santísimo Padre, a mí, que soy un niño y
un ignorante ”.
Después de relatar el origen de todo el asunto, Lutero continúa así:
“En todos los t averns no se escuchó más que quejas contra la avaricia
de los sacerdotes y ataques contra el poder de las llaves y del obispo
soberano. De esto toda Alemania es testigo. Cuando fui informado de
estas cosas, se despertó mi celo por la gloria de Cristo, tal como se me
apareció; o, si se buscaba otra explicación, mi sangre joven y cálida
estaba inflamada.
“Advertí a varios príncipes de la Iglesia; pero algunos se rieron de mí y
otros hicieron oídos sordos. El terror de tu nombre parecía contener a
todos. Luego publiqué mi disputa.

“Y he aquí, Padre Santísimo, el incendio que, según se dice, ha


incendiado el mundo entero.
“Ahora, ¿qué debo hacer? No puedo retractarme, y veo que esta
publicación atrae sobre mí un odio inconcebible por todos lados. No
deseo presentarme ante el mundo; porque no tengo conocimiento, no
tengo genio, y soy demasiado pequeño para asuntos tan importantes;
sobre todo, en esta época ilustre, en la que el propio Cicerón, si viviera,
se vería obligado a esconderse en algún rincón oscuro. 8
“Pero para calmar a mis adversarios y responder a las solicitudes de
muchos amigos, aquí publico mis pensamientos. Las publico, Santo
Padre, para estar más seguro bajo la sombra de tus alas. Todos los que
lo deseen comprenderán así con qué sencillez de corazón he invocado
a la autoridad eclesiástica para que me confíe, y qué respeto he
mostrado al poder de las llaves. 9 Si no me hubiera comportado con
decoro, hubiera sido imposible que el más sereno señor Federico,
duque y elector de Sajonia, que brilla entre los amigos de la verdad
apostólica y cristiana, hubiera soportado alguna vez en su universidad
de Wittenberg a un hombre tan peligroso como se supone que soy .

“Por eso, Padre santísimo, caigo a los pies de tu santidad y me someto


a ti con todo lo que tengo y con todo lo que soy. Destruye mi causa o
apóyate en ella: declara que tengo razón o no; quítame la vida o
restáurala, como quieras . Reconoceré tu voz como la voz de
Jesucristo, quien preside y habla a través de ti. Si he merecido la
muerte, no me negaré a morir; 10 del Señor es la tierra y todo lo que
en ella hay. ¡Sea alabado por toda la eternidad! Amén. ¡Que él te
sostenga por siempre! Amén.
“Escrito el día de la Santísima Trinidad, en el año 1518.
"Martín Lutero, fraile Agustín".
¡Qué humildad y qué verdad hay en el miedo de Lutero , o más bien en
la confesión que hace de que su sangre joven y cálida se había
inflamado quizás demasiado apresuradamente! En esto contemplamos
la sinceridad de un hombre que, sin presumir de sí mismo, teme la
influencia de sus pasiones en los mismos actos que más se ajustan a la
Palabra de Dios. Este lenguaje es muy diferente al de un fanático
orgulloso. Contemplamos en Lutero un ferviente deseo de ganarle a
León para la causa de la verdad, de prevenir todo cisma y de hacer que
la Reforma, cuya necesidad él proclama, proceda de la cabeza de la
iglesia. Seguramente no es él quien debería ser acusado de destruir esa
unidad en la Iglesia occidental que tantas personas de todos los
partidos han lamentado desde entonces. Lo sacrificó todo para
mantenerlo; - todo excepto la verdad. No fue él, fueron sus adversarios
quienes, al negarse a reconocer la plenitud y la suficiencia de la
salvación obrada por Jesucristo, rasgaron la vestidura de nuestro
Salvador, incluso al pie de la cruz.
Después de escribir esta carta, y el mismo día, Lutero le escribió a su
amigo Staupitz, vicario general de su orden. Fue por su
instrumentalidad que deseaba que las Soluciones y la carta llegaran a
Leo.
“Te ruego”, dice, “que aceptes con bondad estas bagatelas 11 que te
envío, y que las envíes al excelente Papa León X. No es que desee con
esto arrastrarte al peligro en el que me encuentro. involucrado; Estoy
decidido a enfrentar el peligro solo. Jesucristo verá si lo que he dicho
procede de Él o de mí: Jesucristo, sin cuya voluntad la lengua del Papa
no puede moverse y los corazones de los reyes no pueden decidir.
“En cuanto a los que me amenazan, les respondo con las palabras de
Reuchlin: 'El pobre no tiene nada que temer, ya que no tiene nada que
perder'. 12 No tengo bienes ni dinero, y no deseo nada. Si antes poseía
algún honor, alguna reputación, que el que ha comenzado a privarme
de ellos complete su tarea. Todo lo que me queda es un cuerpo
miserable, debilitado por muchas pruebas. Si me matan por
estratagema o por la fuerza, ¡a Dios sea la gloria! De este modo, tal vez
acorten mi vida en una o dos horas. Me basta con tener un precioso
Redentor, un poderoso Sumo Sacerdote, Jesucristo mi Señor. Mientras
viva, lo alabaré. Si otro no se une a mí en estas alabanzas, ¿qué me
importa?

En estas palabras leemos lo más íntimo del corazón de Lutero.


Mientras miraba así con confianza a Roma, Roma ya abrigaba
pensamientos de venganza contra él. Ya el 3 de abril, el cardenal Rafael
de Rovera había escrito al elector Federico, en nombre del Papa,
insinuando que se sospechaba de su ortodoxia y advirtiéndole que no
protegiera a Lutero. "El cardenal Rafael", dijo este último, "habría
tenido un gran placer en verme a cargo de Frederick". 13 Así empezaba
Roma a afilar sus armas contra Lutero. Fue a través de la mente de su
protector que decidió apuntar el primer golpe. Si lograba destruir ese
refugio bajo el cual descansaba el monje de Wittenberg, él se
convertiría en una presa fácil para ella.
Los príncipes alemanes fueron muy tenaces con su reputación de
ortodoxia. La menor sospecha de herejía los llenó de alarma. La corte
de Roma se había aprovechado hábilmente de esta disposición.
Federico, además, siempre había estado apegado a la religión de sus
antepasados y, por lo tanto, la carta de Rafael causó una profunda
impresión en su mente. Pero era una regla con el elector no actuar
nunca precipitadamente. Sabía que la verdad no siempre estaba del
lado del más fuerte. Las disputas entre el imperio y Roma le habían
enseñado a desconfiar de las opiniones interesadas de esa corte. Había
descubierto que para ser un príncipe cristiano no era necesario ser
esclavo del Papa.
“Él no era una de esas personas profanas ”, dijo Melancthon, “que
ordenan que todos los cambios sean arrestados desde el principio. 14
Federico se sometió a Dios. El examinó cuidadosamente los escritos
que aparecieron y no permitió que se destruyera lo que creía que era
cierto ". 15 No fue por falta de poder; pues, además de ser soberano en
sus propios estados, disfrutaba en el imperio de un respeto muy poco
inferior al que se le pagaba al emperador mismo.
Es probable que Lutero haya obtenido alguna información de esta
carta del cardenal Rafael, transmitida al elector el 7 de julio. Quizás,
fue la perspectiva de la excomunión que esta misiva romana parecía
presagiar, lo que lo indujo a subir al púlpito de Wittenberg el día 15 del
mismo mes, y a dar un sermón sobre ese tema, que causó una
profunda impresión. Hizo una distinción entre excomunión externa e
interna; el primero excluyendo sólo de los servicios de la Iglesia, el
segundo de la comunión con Dios. “Nadie”, dijo él, “puede reconciliar
al pecador caído con Dios, excepto el Eterno. Nadie puede separar al
hombre de Dios, excepto el hombre mismo por sus propios pecados.
¡Bendito el que muere en injusta excomunión! Mientras sufre un grave
castigo a manos de los hombres por causa de la justicia, recibe de la
mano de Dios la corona de la felicidad eterna ”.
Algunos de los oyentes elogiaron en voz alta este lenguaje audaz; otros
estaban aún más exasperados por ello.
Pero Lutero ya no estaba solo; y aunque su fe no requería más apoyo
que el de Dios, a su alrededor había crecido una falange que lo
defendía de sus enemigos. El pueblo alemán había escuchado la voz del
reformador. De sus sermones y escritos surgieron esos destellos de luz
que despertaron e iluminaron a sus contemporáneos. La energía de su
fe se derramó en torrentes de fuego sobre sus corazones congelados. La
vida que Dios había puesto en esta mente extraordinaria se comunicó
al cuerpo muerto de la Iglesia. La cristiandad, inmóvil durante tantos
siglos, se animó con entusiasmo religioso. El apego de la gente a las
supersticiones romanas disminuyó día a día; siempre hubo menos
manos que ofrecieran dinero para comprar el perdón; 16 y, al mismo
tiempo, la reputación de Lutero siguió aumentando. La gente se volvió
hacia él y lo saludó con amor y respeto, como el intrépido defensor de
la verdad y la libertad. 17 Indudablemente, no todos los hombres
vieron la profundidad de las doctrinas que proclamaba. Para la
mayoría, era suficiente saber que se levantó contra el Papa y que el
dominio de los sacerdotes y monjes fue sacudido por el poder de su
palabra. A sus ojos, el ataque de Lutero fue como esos faros de fuego
encendidos en las montañas, que anuncian a una nación del agujero
que ha llegado el momento de romper sus cadenas. El reformador no
estaba al tanto de lo que había hecho, hasta que la parte de la nación
de mentalidad noble ya lo había aclamado como su líder. Pero para
muchos también , la venida de Lutero fue algo más que esto. La
Palabra de Dios, que él manejó con tanta habilidad, traspasó sus
corazones como una espada de dos filos. En muchos senos se encendió
un ferviente deseo de obtener la seguridad del perdón y la vida eterna.
Desde las edades primitivas, la Iglesia nunca había sido testigo de
tanta hambre y sed de justicia. Si la elocuencia de Pedro el Ermitaño y
de San Bernardo había inspirado a los pueblos de la Edad Media a
asumir una cruz perecedera, la elocuencia de Lutero prevaleció sobre
los de su época para tomar la cruz real, la verdad que salva. El andamio
que entonces abrumaba a la Iglesia lo había sofocado todo; la forma
había destruido la vida. El poderoso lenguaje que se le dio a este
hombre difundió un aliento vivificante sobre el suelo de la cristiandad.
En el primer estallido, los escritos de Lutero se habían llevado tanto a
los creyentes como a los incrédulos: a los incrédulos, porque las
doctrinas positivas que luego debían establecerse aún no se habían
desarrollado plenamente; los creyentes, porque sus gérmenes se
encontraban en esa fe viva que sus escritos proclamaban con tanto
poder. En consecuencia, la influencia de estos escritos fue inmensa;
llenaron en un instante Alemania y el mundo. En todas partes
prevalecía una convicción secreta de que los hombres estaban a punto
de presenciar, no el establecimiento de una secta, sino un nuevo
nacimiento de la Iglesia y de la sociedad. Los que entonces nacieron del
soplo del Espíritu Santo se reunieron alrededor de él, que era su
órgano. La cristiandad se dividió en dos partes: una contenía con el
espíritu contra la forma y la otra con la forma contra el espíritu. En el
lado de la forma estaban, es verdad, todas las apariencias de fuerza y
grandeza; del lado del espíritu, es un cuerpo débil, que el primer soplo
de viento puede arrojar . Su aparente poder sólo sirve para excitar la
hostilidad y precipitar su destrucción. Por lo tanto, la simple Palabra
de verdad había levantado un poderoso ejército para Lutero.

Notas finales:
1. Luth. Op. (Leips.) 17. 29-113.
2. Sobre la primera Tesis.

3. Tesis 26.
4. Tesis 80.
5. Tesis 37.
6. Non ut disputabilia sed asserta acciperentur. L. Epp. 1.
114.

7. Ineptias.
8. Lutero añade: pero la necesidad me obliga a cacarear
como un ganso entre cisnes. Sed cogit necessitas me
answerem strepere inter olores. L. Epp. 1: 121.
9. Quam pure simpliciterque ec clesiasticam potestatem et
reverentiam clavium quaesierim et coluerim. Ibídem.
10. Quare, beatissime Pater, prostratum me pedibus tum
beatitudinis offero, cum omnibus quae sum et habeo:
vivifica, occide; voca, revoca; aproba, reproba, ut
placuerit. Vocem tuam v ocem Christi in te praesidentis et
loquentis agnoscam. Si mortem merui, mori non
recusabo. L. Epp. 1: 121.
11. Sus Soluciones.
12. Qui pauper est nihil timet, nihil potest perdere. L. Epp. 1:
118.
13. Op. (W.) 15: 339.
14. Nec profana judicia sequens quae tenera inicia omni um
mutationum celerrime opprimi jubent. Mel. Vit. Luth.
15. Deo cessit, et ea quae vera esse judicavit, deleri non
voluit. Ibídem.
16. Rarescebant manus largentium. Cochloeus, 7.

17. Luthero autem contra augebater autoritas, favor, fides,


existimatio, fama: quod tam liber acerque videretur
veritatis asertor. Ibídem.
LIBRO 4
CAPÍTULO 2

Este ejército era muy necesario, porque los nobles comenzaron a


alarmarse, y el imperio y la Iglesia ya estaban uniendo su poder para
deshacerse de este molesto monje. Si un príncipe fuerte y valiente
hubiera ocupado el trono imperial, podría haberse aprovechado de
esta agitación religiosa y, confiando en la Palabra de Dios y en la
nación, habría dado un nuevo impulso a la antigua oposición contra el
papado. Pero Maximiliano era demasiado viejo, y además se había
decidido a hacer todos los sacrificios para mantener el gran objetivo de
su vida, el engrandecimiento de su casa y, en consecuencia, la
elevación de su nieto. El emperador tenía en ese momento una dieta
imperial en Augsburgo. Seis electores habían ido allí personalmente a
su convocatoria. Todos los estados germánicos estaban allí
representados. Los reyes de Francia, Hungría y Polonia habían enviado
a sus embajadores. Estos príncipes y enviados mostraron una gran
magnificencia. La guerra turca fue una de las causas por las que se
había armado la dieta. El legado de León X instó encarecidamente a la
reunión sobre este punto. Los estados, aprendiendo sabiduría del mal
uso que antes se había hecho de sus contribuciones, y sabiamente
aconsejados por el electorado Federico, se conformaron con declarar
que reflexionarían sobre el asunto, y al mismo tiempo produjeron
nuevas quejas contra Roma. Un discurso en latín, publicado durante la
dieta, señaló audazmente el peligro real para los príncipes alemanes.
"Usted desea poner en fuga al turco", dijo el autor. “Esto está bien; pero
tengo mucho miedo de que te equivoques en la persona. Deberías
buscarlo en Italia y no en Asia ". 1
Otro asunto de no menor importancia fue ocupar la dieta. Maximiliano
deseaba que su nieto Carlos, ya rey de España y Nápoles, fuera
proclamado rey de los romanos y su sucesor en la dignidad imperial. El
Papa conocía demasiado bien sus propios intereses como para desear
ver el trono imperial ocupado por un príncipe cuyo poder en Italia
podría ser peligroso para él. El emperador imaginó que ya se había
ganado a la mayoría de los electores y de los estados; pero se encontró
con una vigorosa resistencia de Frederick. Todas las solicitudes
resultaron inútiles; en vano los ministros y los mejores amigos del
elector unieron sus ruegos a los del emperador; era inamovible y
demostró en esta ocasión (como se ha señalado) que tenía firmeza de
espíritu para no desviarse de una resolución que una vez había
reconocido como justa. El plan del emperador falló.
De ahora en adelante, este príncipe buscó ganarse la buena voluntad
del Papa para hacerlo favorable a sus planes; y, para dar una prueba
más contundente de su apego, le escribió lo siguiente, el 5 de agosto: “
Santísimo Padre, hemos sabido estos pocos días desde que un fraile de
la orden de Agustín, llamado Martín Lutero, ha presumido mantener
ciertas proposiciones sobre el tráfico de indulgencias; asunto que nos
desagrada tanto más porque este fraile ha encontrado muchos
protectores, entre los que se encuentran personas de elevada posición.
2 Si su santidad y los muy reverendos padres de la Iglesia (es decir, los
cardenales) no ejercen pronto su autoridad para poner fin a estos
escándalos, estos perniciosos maestros no solo seducirán a la gente
sencilla, sino que involucrarán a grandes príncipes. en su destrucción.
Nos encargaremos de que todo lo que su santidad decrete en este
asunto para la gloria de Dios Todopoderoso se haga cumplir en todo el
imperio ".
Esta carta debe haber sido escrita inmediatamente después de una
cálida discusión entre Maximiliano y Federico. Ese mismo día, el
elector le escribió a Rafael de Rovera. Se había enterado, sin duda, de
que el emperador le escribía al pontífice romano y, para evitar el
bloqueo , se puso en comunicación con Roma.
“Nunca tendré otro deseo”, dice, “que mostrar mi sumisión a la Iglesia
universal.
“En consecuencia, nunca he defendido ni los escritos ni los sermones
del doctor Martín Lutero. Aprendo, además , que siempre se ha
ofrecido a comparecer, bajo salvoconducto, ante jueces imparciales,
doctos y cristianos, para defender su doctrina y someterse, en caso de
ser condenado por error por el Tribunal. Escrituras mismas ". 3
León X, que hasta ese momento había dejado que el negocio siguiera
su curso natural, despertado por los clamores de teólogos y monjes,
nombró una comisión eclesiástica en Roma facultada para juzgar a
Lutero, y en la que Sylvester Prierio, el gran enemigo del reformador ,
fue a la vez acusador y juez. El caso se preparó pronto y el tribunal citó
a Lutero para que compareciera ante él en persona en un plazo de
sesenta días.
Lutero esperaba tranquilamente en Wittenberg los buenos efectos que
imaginaba que produciría su sumisa carta al Papa, cuando el 7 de
agosto, dos días después de la expedición de las cartas de Maximiliano
y Federico, recibió la citación del tribunal romano. . “En el mismo
momento estaba esperando una bendición”, dijo, “vi caer el rayo sobre
mí. Yo era el cordero que turbaba el agua que bebía el lobo. Tetzel
escapó y yo iba a permitir que me devoraran ".
Esta convocatoria causó alarma general en Wittenberg; porque
cualquiera que sea el curso que tome Lutero, no podrá escapar del
peligro. Si iba a Roma, allí sería víctima de sus enemigos. Si se negaba a
comparecer, sería condenado por contumacia, como era habitual, sin
poder escapar; porque se sabía que el legado había recibido órdenes de
hacer todo lo posible para exasperar al emperador ya los príncipes
alemanes contra el médico. Sus amigos se llenaron de consternación. ¿
Arriesgará el predicador de la verdad su vida en esa gran ciudad ebria
de la sangre de los santos y de los mártires de Jesús? ¿Se levantará una
cabeza en medio de la cristiandad esclavizada, solo para caer? ¿Será
derribado también este hombre, este hombre a quien Dios parece
haber formado para resistir un poder que hasta ahora nada había
podido resistir? El propio Lutero vio que nadie podía salvarlo salvo el
elector; sin embargo, preferiría morir antes que comprometer a su
príncipe. Por fin, sus amigos acordaron un expediente que no pondría
en peligro a Frederick. Que le negara un salvoconducto a Lutero, y
entonces el reformador tendría una excusa legítima para no
comparecer en Roma.
El 8 de agosto, Lutero le escribió a Spalatin rogándole que empleara su
influencia con el elector para que su causa fuera escuchada en
Alemania. “Mira qué trampas me están tendiendo”, le escribió también
a Staupitz, “y cómo estoy rodeado de espinas. Pero Cristo vive y reina,
el mismo ayer, hoy y por los siglos. Mi conciencia me asegura que he
estado enseñando la verdad, aunque me parece aún más odiosa
porque la enseño. La Iglesia es el vientre de Rebecca. Los niños deben
luchar juntos, incluso arriesgando la vida de la madre. 4 En cuanto al
resto, ruega al Señor que no sienta demasiada alegría en esta prueba.
Que Dios no les haga cargo de este pecado ”.
Los amigos de Lutero no se limitaron a consultas y quejas. Spalatin
escribió, por parte del elector, al secretario del emperador Renner: “El
doctor Martín Lutero consiente voluntariamente en ser juzgado por
todas las universidades de Alemania, excepto Leipzig, Erfurth y
Frankfort-on-the-Oder, que han demostrado ellos mismos parciales. Es
imposible que se presente personalmente en Roma ”. 5 La universidad
de Wittenberg escribió una carta de intercesión al Papa: “La debilidad
de su cuerpo”, dijeron, hablando de Lutero, “y los peligros del viaje,
hacen que sea difícil e incluso imposible para él obedecer la orden. de
tu santidad. Su angustia y sus oraciones nos inclinan a simpatizar con
él. Por lo tanto, le suplicamos, Padre Santísimo, como hijos obedientes,
que lo vean como un hombre que nunca ha sido manchado con
doctrinas opuestas a los principios de la Iglesia Romana ".
La universidad, en su solicitud, escribió el mismo día a Carlos de
Miltitz, un caballero sajón y chambelán del Papa, en alta estima por
León X. En esta carta dieron a Lutero un testimonio más decidido del
que se habían aventurado a insertar en la primera. . “El reverendo
padre Martín Lutero, un Agustín”, decía, “es el miembro más noble y
distinguido de nuestra universidad. Durante muchos años hemos visto
y conocido su talento, su saber, su profundo conocimiento de las artes
y la literatura, su moral irreprochable y su comportamiento
verdaderamente cristiano ”. 6

Esta caridad activa mostrada por todos los que rodearon a Lutero es su
panegírico más noble. Mientras que los hombres buscaban
ansiosamente el resultado de esta aventura, se terminó con más
facilidad de lo esperado. El legado De Vio, mortificado por su mal éxito
en el encargo que había recibido para provocar una guerra general
contra los turcos, deseaba exaltar y dar brillo a su embajada en
Alemania con algún otro acto brillante. Pensó que si podía extinguir la
herejía debería regresar a Roma con honor. Por tanto, suplicó al Papa
que le confiara este asunto. Leo, por su parte, estaba muy complacido
con Federico por su fuerte oposición a la elección del joven Carlos.
Sintió que aún podría necesitar su apoyo. Sin más referencias a la
citación, encargó al legado, mediante escrito de 23 de agosto, que
investigara el asunto en Alemania. El Papa no perdió nada con este
proceder; e incluso si Lutero no pudiera convencer a la retractación, se
evitarían el ruido y el escándalo que debió ocasionar su presencia en
Roma.
“Te encargamos”, dijo Leo, “que te convoques personalmente ante ti,
que juzgues y constreñes sin demora, y tan pronto como hayas
recibido este papel de nuestra parte, dicho Lutero, quien ya ha sido
declarado hereje por nuestro querido hermano Jerónimo, obispo de
Ascoli ". 7
El Papa procedió entonces a proferir las amenazas más severas contra
Lutero:
“Invocar para ello el brazo y la ayuda de nuestro amado hijo en Cristo,
Maximiliano, y de los demás príncipes de Alemania, y de todas las
comunidades, universidades y potentados, eclesiásticos o laicos. Y , si
se apodera de él, manténgalo bajo custodia para que lo presenten ante
nosotros ". 8
Vemos que esta concesión indulgente del Papa fue sólo una forma más
segura de engatusar a Lutero a Roma. Luego me siguió más suave
asures:

"Si vuelve a su deber y pide perdón por tan gran falta, por su propia
voluntad y sin solicitud, le damos el poder de recibirlo en la unidad de
nuestra santa madre la Iglesia".
El Papa pronto volvió a sus maldiciones:
“Si persiste en su obstinación y no puedes asegurar su persona, te
autorizamos a proscribirlo en todas partes de Alemania; para desterrar,
maldecir y excomulgar a todos los que le están apegados; y ordenar a
todos los cristianos que huyan de su presencia ”.
Aún así, esto no fue suficiente:
"Y para que esta enfermedad contagiosa sea erradicada con mayor
eficacia", prosiguió el Papa, "excomulgará a todos los prelados,
órdenes religiosas, universidades, comunidades, condes, duques y
potentados (el emperador Maximili siempre exceptuado), que no
ayudará a apoderarse del mencionado Martín Lutero y sus seguidores,
y enviarlos a usted bajo buena y segura guardia. - Y si, lo que Dios no
quiera, dichos príncipes, comunidades, universidades y potentados, o
cualquier perteneciente a ellos, de alguna manera ofrecieran asilo a
dicho Martín y sus adherentes, dárselo en forma privada o pública, por
sí mismos o por otros, socorro y consejo, ponemos en entredicho a
todos estos príncipes, comunidades, universidades y potentados, con
sus ciudades, pueblos, países y aldeas, así como las ciudades, pueblos,
países y aldeas en las que dicho Martín puede refugiarse, siempre que
permanezca allí, y tres días después de haberlos abandonado ".
Esta audaz sede, que pretende ser la representante terrenal de aquel
que dijo: Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo se salve por medio de él, continúa con sus
anatemas; y después de pronunciar las penas contra los eclesiásticos,
continúa diciendo:
“En cuanto a los laicos, si no obedecen inmediatamente tus órdenes
sin demora u oposición, los declaramos infames (siempre exceptuado
el más digno emperador), incapaces de realizar cualquier acto lícito,
privados del entierro cristiano y despojados de todos los feudos que
pueden ser de la sede apostólica o de cualquier señor ”. 9
Tal fue el destino destinado a Lutero. El monarca de Roma lo ha
invocado todo para su destrucción. No se salvó nada, ni siquiera el
silencio de la gravedad . Su ruina parece segura. ¿Cómo puede escapar
de esta vasta conspiración? Pero Roma fue engañada; el movimiento,
iniciado por el Espíritu de Dios, no puede ser controlado por los
decretos de su cancillería.
El Papa ni siquiera había conservado las apariencias de un examen
justo e imparcial. Lutero había sido declarado hereje, no solo antes de
ser escuchado, sino incluso antes de que expirara el tiempo permitido
para su aparición. Las pasiones, y nunca se manifiestan con más
violencia que en las discusiones religiosas , sobrepasan todas las
formas de justicia. No es solo en la iglesia romana, sino en las iglesias
protestantes que se han apartado del Evangelio, y donde no se
encuentra la verdad, nos encontramos con procedimientos tan
extraños a este respecto. Todo es ley contra el Evangelio. Con
frecuencia vemos hombres que, en cualquier otro caso, tendrían
escrúpulos en cometer la menor injusticia, sin temer pisotear todas las
reglas y leyes, siempre que se trate del cristianismo o del testimonio
que se le rinde.

Cuando Lutero se familiarizó con este informe, expresó así su


indignación:
“Ésta es la parte más destacable del asunto: el escrito se emitió el 23
de agosto —me citaron el día 7—, de modo que entre el escrito y la
citación transcurrieron dieciséis días. Ahora, haga el cálculo y
encontrará que mi señor Jerónimo, obispo de Ascoli, procedió en mi
contra, pronunció sentencia, me condenó y me declaró hereje, antes de
que me llegara la citación, o como máximo dentro de los dieciséis días
posteriores. me lo habían enviado . Ahora bien, ¿dónde están los
sesenta días acordados en la citación? Comenzaron el 7 de agosto,
deberían terminar el 7 de octubre ... ¿Es este el estilo y la moda de la
corte romana, que el mismo día convoca, exhorta, acusa, juzga,
condena y declara un hombre culpable que está tan lejos de Roma, y
que nada sabe de todas estas cosas? ¿Qué respuesta pueden dar a esto?
Sin duda, se olvidaron de limpiar sus cerebros con eléboro antes de
recurrir a tales artimañas ". 10
Pero mientras Roma depositaba en secreto sus truenos en manos de su
legado, buscaba con palabras dulces y halagadoras separar de la causa
de Lutero al príncipe cuyo poder más temía. El mismo día (23 de
agosto de 1518), el Papa escribió al elector de Sajonia. Recurrió a las
artimañas de esa antigua política que ya hemos advertido, y se esforzó
por halagar la vanidad del príncipe.
“Querido hijo”, escribió el pontífice, “cuando pensamos en tu noble y
digna familia; de ustedes que son su adorno y cabeza; cuando
recordamos cómo usted y sus antepasados siempre han deseado
defender la fe cristiana y el honor y la dignidad de la santa sede, no
podemos creer que un hombre que abandona la fe pueda confiar en el
favor de su alteza y atreverse a dar la rienda a su maldad. Sin embargo,
se nos informa de todas partes que cierto fraile, Martín Lutero,
ermitaño de la orden de San Agustín, ha olvidado, como hijo del
maligno y despreciador de Dios, su hábito y su orden, que consiste en
humildad y obediencia, y que se jacta de no temer ni a la autoridad ni
al castigo de ningún hombre, estando seguro de vuestro favor y
protección.
“Pero como sabemos que ha sido engañado, hemos creído conveniente
escribir a su alteza y exhortarle en el Señor a velar por la honra de su
nombre, como un príncipe cristiano, ornamento, gloria y dulce olor de
tu noble familia; para defenderse de estas calumnias; y para protegerse
no sólo de un crimen tan grave como el que se le imputa, sino más aún
de la sospecha de que la temeraria presunción de este fraile acaba por
acarrearle.
León X al mismo tiempo informó al elector que había encargado al
cardenal de San Sixto que investigara el asunto, y le pidió que
entregara a Lutero en manos del legado, "por miedo", agregó,
volviendo aún a su primer argumento. “La gente piadosa de nuestro
tiempo o de los tiempos futuros debería un día lamentarse y decir: La
herejía más perniciosa con la que la Iglesia de Dios ha sido afligida
surgió bajo el favor y el apoyo de esa noble y digna familia”. 11
Así había tomado Roma sus medidas. Con una mano esparció el
embriagador incienso de la adulación; en el otro mantenía ocultos sus
terrores y venganza.
Todos los poderes del reino, emperador, papa, príncipes y legados,
comenzaron a levantarse contra este humilde fraile de Erfurth, cuyas
luchas internas ya hemos presenciado. Se levantaron los reyes de la
tierra, y los gobernantes consultaron contra el Señor y contra su
ungido .

Notas finales:
1. Schrock, K. Gesch. N. dr 1: 156.
2. Defensores et patronos etiam potentes quos dictus frater
consecutus est. Raynald ad an. 1518.
3. Op. (L.) 17: 169.
4. Útero Rebeccae est: parvulos in eo collidi necesse est
etiam usque ad periculum matris. L. Epp. 1: 138.
5. Op. (L.) 17: 173.
6. Op. Lat. 1: 183, 184. L. Opp. (L.) 17: 171, 172.
7. Dictum Lutherum haereticum per praedictum auditorem
iam declaratum. Breve Leonis X. ad Thomam.
8. Brachio cogas atque compellas, et eo in potestate tua
redacto eum sub fi deli custodia retineas, ut coram nobis
sistatur. Ibídem.
9. Infamiae et inhabilitatis ad omnes actus legitimos,
ecclesiasticae sepulturae, privationis quoque feudorum.
Breve Leonis X. ad Thomam.

10. Luth. Op. (L.) 17: 176.


LIBRO 4
CAPÍTULO 3
Antes de que esta carta y el escrito hubieran llegado a Alemania, y
mientras Lutero todavía temía verse obligado a comparecer en Roma,
un acontecimiento afortunado trajo consuelo a su corazón. Necesitaba
un amigo en cuyo seno derramar sus penas y cuyo fiel afecto lo
consolara en sus horas de abatimiento. Dios le dio un amigo así en
Melancthon.
George Schwartzerd era un hábil maestro armero de Bretten, una
pequeña ciudad del palatinado. El 14 de febrero de 1497, su esposa le
dio un hijo, que se llamó Felipe, y que se hizo famoso en los años
posteriores con el nombre de Melancthon. Jorge, muy estimado por los
príncipes palatinos y por los de Baviera y Sajonia, era un hombre de
perfecta integridad. Con frecuencia rechazaba a los compradores el
precio que le ofrecían ; y si descubría que eran pobres, los obligaría a
recuperar su dinero. Tenía la costumbre de levantarse de la cama a
medianoche y ofrecer una ferviente oración de rodillas. Si llegaba la
mañana sin que él hubiera cumplido con este piadoso deber, se sentía
insatisfecho consigo mismo durante el resto del día. Su esposa Barbara
era hija de un magistrado respetable llamado John Reuter. Poseía una
disposición tierna, más bien inclinada a la superstición, pero en otros
aspectos discreta y prudente. A ella le estamos agradecidos por estas
conocidas rimas alemanas:
Dar limosna no empobrece.
Ir a la iglesia no obstaculiza.
Engrasar el automóvil no demora.
La riqueza mal habida no aprovecha.
El libro de Dios no engaña.
Y las siguientes rimas también:
Aquellos que aman derrochar
más de lo que rinden sus campos,
seguramente se arruinarán,
o una cuerda será su ruina. 1
Felipe no tenía once años cuando murió su padre. Dos días antes de su
expiración, George llamó a su hijo a su cama y lo exhortó a tener el
temor de Dios constantemente ante sus ojos. “Preveo”, dijo el armero
agonizante, “que terribles tempestades están a punto de sacudir al
mundo. He sido testigo de grandes cosas, pero aún me preparo más.
¡Que Dios te dirija y te guíe! " Después de que Philip recibió la
bendición de su padre, fue enviado a Spire para que no estuviera
presente en la muerte de su padre. Se fue llorando amargamente.
El abuelo del muchacho, el digno alguacil Reuter, quien él mismo tenía
un hijo, cumplió con el deber de padre para con Philip y lo llevó a él y a
su hermano George a su propia casa. Poco después de esto, contrató a
John Hungarus para que enseñara a los tres niños. El tutor era un
hombre excelente y en los años posteriores proclamó el Evangelio con
gran energía, incluso hasta una edad avanzada. No pasó por alto nada
en el joven. Lo castigó por todas las faltas, pero con discreción: “Así
es”, dijo Melancthon en 1554, “que me hizo un estudioso. Él me amaba
como a un hijo, yo lo amaba como a un padre; y nos encontraremos,
espero, en el cielo ". 2
Phi lip fue notable por la excelencia de su comprensión y su facilidad
para aprender y explicar lo que había aprendido. No podía quedarse de
brazos cruzados y siempre buscaba a alguien para discutir con él las
cosas que había escuchado. 3 Con frecuencia sucedía que extranjeros
bien educados pasaban por Bretten y visitaban Reuter.
Inmediatamente el nieto del alguacil se acercaba a ellos, entablaba
conversación y los presionaba con tanta fuerza en la discusión que los
oyentes se llenaban de admiración. Con la fuerza del genio unió gran
dulzura, y así ganó el favor de todos. Tartamudeó; pero como el ilustre
orador griego, se dedicó tan diligentemente a corregir este defecto, que
en la vida futura no se pudo percibir ningún rastro de él.
A la muerte de su abuelo, el joven Philip con su hermano y su joven tío
John fue enviado a la escuela de Pforzheim. Estos muchachos residían
con uno de sus parientes, hermana del famoso Reuchlin. Ansioso en la
búsqueda del conocimiento, Philip, bajo la instrucción de George
Simmler, hizo rápidos progresos en el aprendizaje, y particularmente
en el griego, que le gustaba apasionadamente. Reuchlin venía con
frecuencia a Pforzheim. En la casa de su hermana conoció a sus jóvenes
huéspedes y pronto quedó impresionado con las respuestas de Philip.
Le presentó una gramática griega y una Biblia. Estos dos libros iban a
ser el estudio de toda su vida.
Cuando Reuchlin regresó de su segundo viaje a Italia, su joven
pariente, entonces de doce años, celebró el día de su llegada
representando ante él, con la ayuda de unos amigos, una comedia
latina que él mismo había compuesto. Reuchlin, encantado con los
talentos del joven, lo abrazó tiernamente, lo llamó su querido hijo y le
colocó en la cabeza con aire divertido el sombrero rojo que había
recibido cuando fue nombrado médico. Fue en ese momento que
Reuchlin cambió el nombre de Schwartzerd por el de Melancthon;
ambas palabras, una en alemán y la otra en griego, significan tierra
negra. La mayoría de los eruditos de esa época tradujeron así sus
nombres al griego o al latín.
Melancthon, a los doce años, fue a la Universidad de Heidelberg, y allí
comenzó a saciar su ardiente sed de conocimiento. Obtuvo su
licenciatura a los catorce años. En 1512, Reuchlin lo invitó a Tu bingen,
donde se reunieron muchos sabios. Asistió por turnos a las
conferencias de los teólogos, médicos y abogados. No había ninguna
rama del conocimiento que considerara indigna de su estudio. La
alabanza no era su objeto, sino la posesión y los frutos de la ganancia.

Las Sagradas Escrituras captaron especialmente su atención. Aquellos


que frecuentaban la iglesia de Tubingen habían comentado que con
frecuencia sostenía un libro en sus manos, que estaba ocupado
leyendo entre los servicios. Este volumen desconocido parecía más
grande que los libros de oraciones, y se circuló un informe que Philip
solía leer a autores profanos durante esos intervalos. Pero el libro
sospechoso resultó ser una copia de las Sagradas Escrituras, impresas
poco antes en Basilea por John Frobenius. Toda su vida continuó este
estudio con la aplicación más incesante. Siempre llevaba consigo este
precioso volumen, incluso a las asambleas públicas a las que estaba
invitado. 4 Rechazando los sistemas vacíos de los escolásticos, se
adhirió a la clara palabra del Evangelio. "Tengo las expectativas más
distinguidas y espléndidas de Melancthon", escribió Erasmo a
Oecolampadius acerca de esta época; “Dios nos conceda que este joven
nos sobreviva mucho tiempo. Eclipsará por completo a Erasmo ". 5 Sin
embargo, Melancthon compartió los errores de su época. “Me
estremezco”, observó en un período avanzado de su vida, “cuando
pienso en el honor que le di a las imágenes, cuando aún era papista”. 6
En 1514, fue nombrado doctor en Filosofía y luego comenzó a enseñar.
Tenía diecisiete años. La gracia y el encanto que impartía a sus
lecciones formaban el contraste más notable con el método de mal
gusto que los médicos, y sobre todo los monjes, habían seguido hasta
entonces. Participó activamente en la lucha en la que Reuchlin estaba
comprometido con los que odiaban el aprendizaje de la época.
Agradable en la conversación, suave y elegante en sus modales, amado
por todos los que lo conocían, pronto adquirió gran autoridad y sólida
reputación en el mundo culto.
Fue en este momento cuando el elector formó el plan de invitar a
algún distinguido académico a la universidad de Wittenberg, como
profesor de lenguas antiguas. Solicitó a Reuchlin, quien recomendó a
Melancthon. Federico previó la celebridad que este joven conferiría a
una institución tan querida para él, y Reuchlin, encantado de
contemplar la apertura de una carrera tan noble ante su joven amigo,
le escribió estas palabras del Todopoderoso a Abraham: “Sal de aquí.
tu tierra, y de tu parentela, y de la casa de tu padre, y engrandeceré tu
nombre, y serás una bendición. Sí —continuó el anciano—, espero que
así sea contigo, mi querido Felipe, mi obra y mi consuelo. 7 En esta
invitación, Mel ancthon reconoció un llamado de Dios. A su partida, la
universidad se llenó de dolor; sin embargo, contenía individuos que le
tenían celos y envidia. Salió de su lugar natal, exclamando: "¡Hágase la
voluntad del Señor!" Tenía entonces veintiún años .
Melancthon viajaba a caballo, en compañía de varios comerciantes
sajones, como un viajero se une a una caravana en los desiertos;
porque, dice Reuchlin, no conocía ni las carreteras ni el campo. 8
Presentó sus respetos al elector, a quien encontró en Augsburgo. En
Nuremberg vio al excelente Pirckheimer, a quien había conocido
antes; en Leipsic conoció al sabio helenista Mosellanus. La universidad
de esta última ciudad ofreció un banquete en su honor. La comida fue
académica. Los platos se sucedían en gran variedad, y en cada nuevo
plato uno de los profesores se levantaba y se dirigía a Melancthon en
un discurso en latín que había preparado de antemano. Este último
respondió de inmediato de manera extemporánea. Al fin, cansado de
tanta elocuencia, dijo: “Hombres ilustres, permítanme responder a sus
arengas de una vez por todas; porque, al no estar preparado, no puedo
poner tanta variedad en mis respuestas como tú lo has hecho en tus
discursos ". Después de esto, se trajeron los platos sin
acompañamiento de un discurso. 9
El joven pariente de Reuchlin llegó a Wittenberg el 25 de agosto de
1518, dos días después de que León X firmara el escrito dirigido a
Cayetano y la carta al elector.
Los profesores de Wittenberg no recibieron a Melancthon tan
favorablemente como lo habían hecho los de Leipsic. La primera
impresión que les causó no se correspondió con sus expectativas.
Vieron a un joven, que parecía más joven de lo que realmente era, de
baja estatura, y de aire débil y tímido. ¿Era este el médico ilustre a
quien tanto ensalzaron Erasmo y Reuchlin, los más grandes hombres
de la época? Ni Lutero, a quien conoció por primera vez, ni sus colegas,
abrigaron grandes esperanzas en él cuando vieron su juventud, su
timidez y sus modales tímidos.
El 29 de agosto, cuatro días después de su llegada, pronunció su
discurso inaugural. Toda la universidad estaba reunida. Este muchacho,
como lo llama Lutero, 10 hablaba con una latinidad tan elegante y
mostraba tanto saber, un entendimiento tan cultivado y un juicio tan
sólido, que todos sus oyentes quedaron asombrados.
Cuando terminó el discurso, todos se agolparon a su alrededor con
felicitaciones; pero nadie sintió más alegría que Lutero. Se apresuró a
transmitir a sus amigos los sentimientos que llenaban su corazón.
“Melancthon”, le escribió a Spalatin el 31 de agosto, “pronunció cuatro
días después de su llegada un discurso tan aprendido y tan hermoso,
que todos escucharon con asombro y admiración. Pronto nos
recuperamos de los prejuicios excitados por su estatura y apariencia;
ahora alabamos y admiramos su elocuencia; Te devolvemos nuestro
agradecimiento a ti y al príncipe por el servicio que nos has prestado.
No pido otro maestro griego. Pero me temo que su delicada figura no
podrá sostener nuestro modo de vida y que no podremos retenerlo
mucho tiempo debido a lo reducido de su salario. Escuché que la gente
de Leipsic ya se jacta de su poder para quitárnoslo. Oh mi querido
Spalatin, cuidado con despreciar su edad y su apariencia personal. Es
un hombre digno de todo honor ”. 11
Melancthon comenzó inmediatamente a dar una conferencia sobre
Homero y la Epístola de San Pablo a Tito. Estaba lleno de ardor. " Haré
todo lo posible", escribió a Spalatin, "para conciliar el favor de todos
los que en Wittenberg aman el saber y la virtud". 12 Cuatro días
después de su investidura, Lutero volvió a escribir a Spalatin: “Te
recomiendo especialmente al muy erudito y muy amable griego Felipe.
Su sala de conferencias está siempre llena. Todos los teólogos en
particular van a escucharlo. Está haciendo que todas las clases,
superior, inferior y media, comiencen a leer griego ". 13
Melancthon fue capaz de responder al afecto de Lutero. Pronto
encontró en él una bondad de disposición, una fortaleza de ánimo, un
coraje, una discreción que nunca había encontrado hasta entonces en
ningún hombre. Lo veneraba, lo amaba. "Si hay alguien, dijo," a quien
amo profundamente y a quien abrazo con todo mi corazón, es Martín
Lutero ". 14
Así se encontraron Lutero y Melancthon; fueron amigos hasta la
muerte. No podemos admirar demasiado la bondad y la sabiduría de
Dios al reunir a dos hombres tan diferentes y, sin embargo, tan
necesarios el uno para el otro. Lutero poseía calor, vigor y fuerza;
Melancton claridad, discreción y dulzura. Lutero le dio energía a
Melancthon, Melancthon moderó a Lutero. Eran como sustancias en
un estado de electricidad positiva y negativa , que actúan mutuamente.
Si Lutero se hubiera quedado sin Melancthon, tal vez el torrente se
hubiera desbordado; Melancthon, cuando Lutero le fue arrebatado por
la muerte, vaciló y cedió, incluso donde no debería haber cedido. 15
Lutero hizo mucho con poder; Melancthon quizás hizo menos
siguiendo un método más suave y tranquilo. Ambos eran rectos, de
corazón abierto , generosos; Ambos amaban ardientemente la Palabra
de vida eterna y la obedecían con una fidelidad y devoción que regía
toda su vida.
La llegada de Melancthon a Wittenberg produjo una revolución no
solo en esa universidad, sino en toda Alemania y en todo el mundo
culto. La atención que había prestado a los clásicos griegos y latinos ya
la filosofía le había dado una regularidad, claridad y precisión a sus
ideas, que arrojaban una nueva luz y una belleza indescriptible en cada
tema que abordaba. El espíritu apacible del Evangelio fecundó y animó
sus meditaciones, y en sus conferencias las actividades más áridas se
vistieron de una gracia incomparable que cautivó a todos los oyentes.
La esterilidad que la escolástica había arrojado sobre la educación
había terminado. Con Melancthon comenzó una nueva forma de
enseñar y estudiar. "Gracias a él", dice un historiador alemán
enfermizo, 16 "Wittenberg se convirtió en la escuela de la nación".
De hecho, era muy importante que un hombre que supiera griego a
fondo enseñara en esa universidad, donde los nuevos desarrollos de la
teología exigían a maestros y alumnos que estudiaran en su idioma
original los primeros documentos de la fe cristiana. A partir de este
momento, Lutero se dedicó celosamente a la tarea. El significado de
una palabra griega, de la que había ignorado hasta entonces, de
repente aclaró sus ideas teológicas . ¡Qué consuelo y qué alegría no
sintió cuando vio, por ejemplo, que la palabra griega metanoia, que
según la Iglesia latina significa una penitencia, una satisfacción
requerida por la Iglesia, una expiación humana, realmente significaba
en griego! una transformación o conversión del corazón! Un medio
grueso se apartó repentinamente de delante de sus ojos. Los dos
significados dados a esta palabra bastan por sí mismos para
caracterizar a las dos Iglesias.
El impulso que Melancthon le dio a Lutero en la traducción de la
Biblia es una de las circunstancias más notables de la amistad entre
estos dos grandes hombres. Ya en 1517, Lutero había hecho algunos
intentos de traducción. Había adquirido tantos libros griegos y latinos
como estaban a su alcance. Y ahora, con la ayuda de su querido Felipe,
se dedicó a su tarea con nueva energía. Lutero obligó a Melancthon a
participar en sus investigaciones; le consultó sobre los difíciles pasajes;
y la obra, que estaba destinada a ser una de las grandes labores del
reformador, avanzó con mayor seguridad y rapidez.
Melancthon, por su parte, se familiarizó con la nueva teología. La
hermosa y profunda doctrina de la justificación por la fe lo llenó de
asombro y alegría; pero recibió con independencia el sistema enseñado
por Luther y lo moldeó a la forma peculiar de su mente; pues, aunque
sólo tenía veintiún años, era uno de esos genios precoces que alcanzan
temprano la plena posesión de todos sus poderes, y que piensan por sí
mismos desde el principio.
El entusiasmo de los maestros pronto se comunicó a los discípulos. Se
decidió reformar el método de instrucción. Con el consentimiento del
elector, se suprimieron ciertos cursos que poseían una importancia
meramente escolar; al mismo tiempo, el estudio de los clásicos recibió
un nuevo impulso. La escuela de Wittenberg se transformó y el
contraste con otras universidades se hizo cada día más sorprendente.
Todo esto, sin embargo, tuvo lugar dentro de los límites de la Iglesia, y
nadie sospechó que estuvieran en vísperas de una gran contienda con
el Papa.

Notas finales:
1. Almosen geben armt nicht, etc. Wer mehr will verzhren,
etc. Reliquien de Muller.
2. Dilexit me ut filium, et ego eum ut patrem; et
conveniemus, spero, in vita aeterna. Melancth. Explicar.
Evang.
3. Quiescere non poterat, sed quaerebat ubique aliquem
eum quo de auditis disputaret. Camer. Vit. Mel. P. 7.
4. Camer. Vita Phil. Mel. P. 16.

5. Es prorsus obscurabit Erasmum. Errar. Epp. 1: 406.


6. Cohorresco quando cogito quomodo ipse accesserim ad
statuas en papatu. Explic. Evangel.
7. Meum opus e t meum solatium. Corp. Ref. 1:33.
8. Des Wegs und der Orte unbekannt. Ibídem. 30.

9. Camer. Vita Mel. 26.


10. Puer et adolescentuius, si aetatem considera. L. Epp. 1.
141.
11. Ibídem. 135.
12. Ut Wittembergam literatis ac bonis omnibus conciliem.
Corp. Ref. 1:51.
13. Summos cum mediis et infimis, studioso facit
graecitatis. L. Epp. 1: 140.
14. Martinum, si omnino in rebus humanis quidquam,
vehementissime diligo, et animo integerrimo complector.
Mel. Epp. 1: 411.
15. Calvino escribe a Sleidan: Dominus eum fortiore spiritu
instruat, ne gravem ex ejus timiditate jacturam sentiat
posteritas. Que el Señor le dé un espíritu más decidido, no
sea que por su timidez nuestra posteridad sufra un daño
grave.
16. Tablón.
LIBRO 4
CAPÍTULO 4
Sin duda, la llegada de Melancthon en un momento tan crítico trajo un
cambio agradable a la corriente de pensamientos de Lutero; sin duda,
en las dulces efusiones de una amistad naciente, y en medio de las
labores bíblicas a las que se dedicó con renovado celo, se olvidó a veces
de Roma, de Prierio, de León y de la corte eclesiástica ante la que
debía comparecer. Sin embargo, eran momentos fugitivos, y su
pensamiento siempre volvía a ese formidable tribunal ante el cual lo
habían convocado sus implacables enemigos. ¡Con qué terror no
habrían llenado tales pensamientos un alma cuyo objeto hubiera sido
otra cosa que la verdad! Pero Lutero no tembló; confiado en la fidelidad
y el poder de Dios, se mantuvo firme y estaba dispuesto a exponerse
solo a la ira de enemigos más terribles que los que habían encendido la
pila de John H uss.
Pocos días después de la llegada de Melancthon, y antes de que se
conociera la resolución del Papa de trasladar la citación de Lutero de
Roma a Augsburgo, éste le escribió a Spalatin: “No exijo que nuestro
soberano haga lo más mínimo en defensa de mis tesis. ; Estoy
dispuesto a rendirme y arrojarme en manos de mis adversarios. Que
permita que toda la tormenta estalle sobre mí. Lo que me he
comprometido a defender, espero poder mantenerlo con la ayuda de
Cristo. En cuanto a la violencia, hay que ceder ante ella, pero sin
abandonar la verdad ”. 1

La valentía de Lutero fue contagiosa: los hombres más suaves y


tímidos, al contemplar el peligro que amenazaba este testimonio de la
verdad, encontraron un lenguaje lleno de energía e indignación. El
prudente, pacífico Staupitz escribió a Spalatin el 7 de septiembre: “No
dejes de exhortar al príncipe, tu amo y mío, a no dejarse asustar por el
rugido de los leones. Que defienda la verdad, sin ansiedad ni por
Lutero, Staupitz o la orden. Que haya al menos un lugar donde los
hombres puedan hablar libremente y sin miedo. Sé que la plaga de
Babilonia, casi decía de Roma, se desata contra quien ataca los abusos
de los que venden a Jesús Cristo . Yo mismo he visto a un predicador
arrojado del púlpito por enseñar la verdad; Lo vi, aunque era una
fiesta, atado y arrastrado a prisión. Otros han presenciado escenas aún
más crueles. Por esta razón, querido Spalatin, convenza a Su Alteza
para que continúe en sus sentimientos actuales ". 2

Por fin llegó la orden de comparecer ante el cardenal-legado en


Augsburgo. Ahora era con uno de los príncipes de la iglesia romana con
quien Lutero tenía que lidiar. Todos sus amigos le rogaron que no
partiera . 3 Temían que incluso durante el viaje pudieran tender
trampas para su vida. Algunos se afanaron en buscarle un asilo. El
mismo Staupitz, el tímido Staupitz, se sintió conmovido al pensar en
los peligros a los que estaría expuesto su hermano Martín, ese
hermano al que había sacado de la reclusión del claustro y al que había
arrojado a ese mar agitado en el que su vida ahora estaba en peligro.
¡Pobre de mí! ¿No hubiera sido mejor que el pobre hermano
permaneciera desconocido para siempre? Fue muy tarde. Al menos
haría todo lo que estuviera en su poder para salvarlo. En consecuencia,
escribió desde su convento en Salzburgo, el 15 de septiembre,
solicitando a Lutero que huyera y buscara asilo con él. “Me parece”,
dijo , “que el mundo entero está enfurecido y combinado contra la
verdad. El Jesús crucificado fue odiado de la misma manera. No veo
que tengas nada más que esperar que la persecución. Dentro de poco
nadie podrá, sin el permiso del Papa, escudriñar las Escrituras y
buscar allí a Jesucristo, que sin embargo Jesucristo ordena. Tienes
pocos amigos: ¡quisiera Dios que el temor de tus adversarios no
impidiera que esos pocos se declaren a tu favor! El curso más sabio es
que vayas a un grupo de Wittenberg durante una temporada y vengas
a mí. Entonces viviremos y moriremos juntos. Esta es también la
opinión del príncipe ”, añade Staupitz. 4
Lutero recibió de diferentes lugares la inteligencia más alarmante . El
conde Alberto de Mansfeldt le pidió que se cuidara de emprender el
viaje, pues varios señores poderosos habían jurado apoderarse de su
persona y estrangularlo o ahogarlo. 5 Pero nada podía asustarlo. No
tenía intención de sacar provecho de la oferta del vicario general. No
irá a esconderse en la oscuridad de un convento de Salzburgo;
permanecerá fiel en ese escenario tormentoso donde la mano de Dios
lo ha puesto. Es perseverando a pesar de sus adversarios, proclamando
la verdad en voz alta en medio del mundo, que avanza el reino de la
verdad. Entonces, ¿por qué debería huir? No es de los que retroceden
para perecer, sino de los que guardan la fe para la salvación de sus
almas. Esta expresión del Maestro a quien desea servir, y a quien ama
más que a la vida, resuena incesantemente en su corazón: Cualquiera
que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré
delante de mi Padre que está en los cielos. En todo momento
encontramos en Lutero y en la Reforma este coraje intrépido , esta
moral exaltada, esta caridad infinita, que el primer advenimiento del
cristianismo ya había dado a conocer al mundo. “Soy como Jeremías”,
dice Lutero en el momento del que hablamos, “un hombre de
contienda y contención; pero cuanto más aumentan sus tríos, más se
multiplica mi gozo. Mi esposa y mis hijos están bien provistos; mis
campos, mis casas y mis bienes están en orden. 6 Ya han destruido mi
honor y mi reputación. Queda una sola cosa; i que es mi cuerpo
miserable: dejar que se lo lleven; así acortarán mi vida en unas pocas
horas. Pero en cuanto a mi alma, no pueden aceptarlo. El que desee
anunciar la Palabra de Cristo al mundo, debe esperar la muerte en
todo momento; porque nuestro esposo es un maldito esposo para
nosotros ". 7
El elector estaba entonces en Augsburgo. Poco antes de dejar la dieta
en esa ciudad, había hecho una visita al legado. El cardenal, muy
halagado por esta condescendencia de un príncipe tan ilustre, le
prometió a Federico que si el monje se presentaba ante él, lo
escucharía con paternalidad y lo despediría amablemente. Spalatin,
por orden del príncipe, escribió a su amigo que el Papa había
designado una comisión para escucharlo en Alemania; que el elector no
permitiría que lo llevaran a Roma; y que debe prepararse para su viaje
a Augsburgo. Lutero decidió obedecer. La notificación que había
recibido del conde de Mansfeldt le indujo a pedir un salvoconducto a
Frederick. Este último respondió que era innecesario y le envió sólo
cartas de recomendación a algunos de los concejales más distinguidos
de Augsburgo. También le proporcionó dinero para el viaje; y el pobre
reformador indefenso partió a pie para ponerse en manos de sus
enemigos. 8
¿Cuáles debieron ser sus sentimientos cuando dejó Wittenberg y tomó
el camino a Augsburgo, donde lo esperaba el legado del Papa? El objeto
de este viaje no fue así a Heidelberg, un encuentro amistoso; estaba a
punto de presentarse ante el delegado romano sin salvoconducto, tal
vez iba a morir. Pero su fe no fue una mera apariencia exterior; con él
era una realidad. Por eso le dio paz y pudo avanzar sin temor, en el
nombre del Señor de los ejércitos, para dar su testimonio del
Evangelio.

Llegó a Weimar el 28 de septiembre y se alojó en el monasterio de los


Cordeliers. Uno de los monjes no podía apartar los ojos de él; fue
Myconius. Luego vio a Lutero por primera vez; deseaba acercarse a él,
decirle que estaba en deuda con él por su paz mental y que todo su
deseo era trabajar con él. Pero Miconio estaba demasiado vigilado por
sus superiores: no se le permitió hablar con Lutero. 9
El elector de Sajonia estaba entonces celebrando su corte en Weimar, y
es probablemente por esta razón que los Cordeliers dieron la
bienvenida al médico. El día siguiente a su llegada fue la fiesta de San
Miguel. Lutero dijo misa y fue invitado a predicar en la capilla del
palacio. Esta era una marca de favor que su príncipe le encantaba
conferirle. Predicó improvisadamente, en presencia de la corte,
seleccionando su texto (Mateo, capítulo 18: versículos 1 al 11) del
evangelio del día. Habló con fuerza contra los hipócritas y contra los
que se jactan de su propia justicia. Pero no dijo una palabra sobre
ángeles, aunque ésa era la costumbre del día de San Miguel.
La valentía del médico de Wittenberg, que iba silencioso y a pie a
responder a una citación que había acabado con la muerte de tantos de
sus predecesores, asombró a todos los que lo vieron. El interés, la
admiración y la simpatía prevalecieron por turnos en sus corazones.
John Kestner, proveedor de los Cordeliers, presa de aprensión al
pensar en los peligros que aguardaban a su huésped, le dijo:
“Hermano, en Augsburgo se encontrará con italianos, que son
hombres sabios y antagonistas sutiles, y que le darán suficiente para
hacer. Me temo que no podrá defender su causa contra ellos. Te
arrojarán al fuego y sus llamas te consumirán ". 10 Lutero respondió
solemnemente: “Estimado amigo, orar a nuestro Señor Dios que está
en los cielos y poner una paternoster para mí y para su amado Hijo
Jesús, cuya causa es la mía, que puede ser favorable para él. Si
mantiene su causa, la mía se mantiene; pero si él no lo mantiene, en
verdad no soy yo quien puede mantenerlo, y es él quien soportará la
deshonra ".
Lutero continuó su viaje a pie y llegó a Nuremberg. Cuando estaba a
punto de presentarse ante un príncipe de la Iglesia, quiso presentarse
con un traje apropiado. El suyo era viejo y peor para el viaje. Por lo
tanto, pidió prestado un vestido a su fiel amigo Wenceslas Link,
predicador en Nuremberg.
Sin duda, Lutero no limitó sus visitas a Link; vio de la misma manera a
sus otros amigos de Nuremberg, Scheurl, el secretario de la ciudad, el
ilustre pintor Albert Durer (en cuya memoria esa ciudad ha erigido
recientemente una estatua), y otros más. Sacó fuerza de la
conversación de estos excelentes de la tierra, mientras que muchos
monjes y laicos se alarmaron por su viaje, y se esforzaron por sacudir
su resolución, suplicándole que volviera sobre sus pasos. Las cartas que
escribió desde esta ciudad muestran el espíritu que entonces lo
animaba: “Me he encontrado”, dijo, “con hombres pusilánimes que
quieren persuadirme de que no vaya a Augsburgo; pero estoy resuelto a
continuar. ¡Hágase la voluntad del Señor! Incluso en Augsburgo,
incluso en medio de sus enemigos, Cristo reina. Deja que Cristo viva;
¡Muera Lutero, 11 y todo pecador, según está escrito! ¡Que el Dios de
mi salvación sea exaltado! ¡Despedida! persevera, mantente firme;
porque es necesario ser rechazado por Dios o por el hombre; pero Dios
es veraz, y el hombre es mentiroso ”.
Link y un monje agustín llamado Leonard no pudieron decidirse a
permitir que Lutero fuera solo para enfrentar los peligros que lo
amenazaban. Ellos conocían su carácter y eran conscientes de que,
abundando como él en determinación y coraje, probablemente faltaría
prudencia. Por lo tanto, lo acompañaron. Cuando estaban a unas cinco
leguas de Augsburgo, Lutero, a quien probablemente habían agotado
las fatigas del viaje y las diversas agitaciones de su mente, sufrió
violentos dolores de estómago. Pensó que debería morir. Sus dos
amigos muy alarmados alquilaron una carreta en la que colocaron al
médico. En la tarde del 7 de octubre llegaron a Augsburgo y se apearon
en el convento de Agustín. Lutero estaba muy cansado; pero pronto se
recuperó. Sin duda, su fe y la vivacidad de su mente reclutaron
rápidamente su cuerpo debilitado.

Notas finales:

1. Epp. 1: 139.
2. Jen. 1 de agosto: 384.
3. Contra omnium amicorum consilium comparui.
4. Epp. 1:61.
5. Ut vel straguler, vel baptizer ad mortem. L. Epp. 1: 129.
6. Uxor mea et liberi mei provisi sunt. L. Epp. 1: 129. No tenía
esposa ni hijos en ese momento.
7. Sic e nim sponsus noster, sponsus sanguinum nobis est.
Bid. Ver Éxodo 4:25.

8. Veni igitur pedester et pauper Augustam. L. Opp. Lat. En


praef.
9. Ibi Myconius primum videt Lutherum: coloquio sed ab
accessuet ejus tunc est prohibitus. M. Adami Vita
Myconii, pág. 176.
10. Profecto in ignem te conjicient et flammis exurent.
Melch. Adán. Vit. Mi c. P. 176. Myconis Ref. Hist. P. 30.
11. Vivat Christus, moriatur Martinus. Weismanni, Hist.
Sacr. Prueba de noviembre. P. 1465. Weismann había
leído esta carta en manuscrito. No se encuentra en la
colección de M. de Wette.

LIBRO 4
CAPÍTULO 5

Inmediatamente después de su llegada, y antes de ver a nadie, Luther,


deseoso de mostrarle al legado el debido respeto, le rogó a Link que
fuera a anunciar su presencia. Link así lo hizo e informó
respetuosamente al cardenal, por parte del médico de Wittenberg, que
este último estaba dispuesto a comparecer ante él siempre que diera la
orden. El legado quedó encantado con esta noticia. Por fin tuvo a este
impetuoso hereje a su alcance y se prometió a sí mismo que el
reformador no abandonaría las murallas de Augsburgo tal como las
había entrado. Al mismo tiempo que Link esperaba al legado, el monje
Leonard fue a informar a Staupitz de la llegada de Lutero. El vicario
general había escrito al médico diciéndole que sin duda vendría a verlo
en cuanto supiera que había llegado a Augsburgo. Luther no estaba
dispuesto a perder un minuto en informarle de su presencia. 1
Se acabó la dieta. El emperador y los electores ya se habían separado. El
emperador, es cierto , aún no había abandonado el lugar, pero estaba
cazando por los alrededores. El embajador de Roma se quedó solo en
Augsburgo. Si Lutero hubiera ido allí durante la dieta, se habría
encontrado con poderosos partidarios; pero ahora todo parecía
destinado a doblegarse bajo el peso de la autoridad papal.
El nombre del juez ante el cual Lutero debía comparecer no estaba
calculado para animarlo. Tomás de Vio, de apellido Cayetano, de la
ciudad de Gaeta en el reino de Nápoles, donde nació en 1469, había
sido una gran promesa desde su juventud. A los dieciséis años había
ingresado a la orden dominica, en contra de la voluntad expresa de sus
padres. Posteriormente se convirtió en general de su orden y cardenal
de la Iglesia Romana. Pero lo que fue peor para Lutero, esta doctora
doctora fue uno de los más fervientes defensores de esa teología
escolástica que la reformadora siempre había tratado durante su
embarazo de que Santo Tomás en persona instruiría al niño que estaba
a punto de dar a luz, y lo introduciría en el cielo. En consecuencia, De
Vio, cuando se convirtió en dominicano, cambió su nombre de
Santiago a Tomás. Había defendido con celo las prerrogativas del
papado y las doctrinas de Tomás de Aquino, a quien consideraba la
perla de los teólogos. 2 Aficionado al boato y al espectáculo, interpretó
casi en serio la máxima romana de que los legados están por encima
de los reyes, y se rodeó de una cola brillante. El 1 de agosto había
celebrado una misa solemne en la catedral de Augsburgo y, en
presencia de todos los príncipes del imperio, había colocado el
sombrero cardenalicio en la cabeza del arzobispo de Mentz, que se
arrodilló ante él, y había entregado al emperador mismo el sombrero y
la espada que el Papa había consagrado. Tal era el hombre ante el que
estaba a punto de aparecer el monje de Wittenberg , vestido con un
vestido que no le pertenecía. Además, el conocimiento del legado, la
austeridad de su carácter y la pureza de su moral le aseguraron una
influencia y autoridad en Alemania que otros cortesanos romanos no
habrían obtenido fácilmente. Sin duda, a esta reputación de santidad le
debía esta misión. Roma advirtió que adelantaría admirablemente sus
diseños. Así, incluso las buenas cualidades de Cayetano lo hicieron aún
más formidable. Además, el asunto que se le entrometió no fue en
absoluto complicado. Lutero ya fue declarado hereje. Si no se retracta,
el legado debe enviarlo a prisión; y si escapaba, quien le diera asilo
sería excomulgado. Esto era lo que el dignatario de la Iglesia, ante
quien Lutero fue citado, tenía que realizar en nombre de Roma. 3
Lutero había recuperado sus fuerzas durante la noche. El sábado por la
mañana (8 de octubre), ya revitalizado después de su viaje, comenzó a
considerar su extraña posición. Estaba resignado y esperaba la
manifestación de la voluntad de Dios por el curso de los
acontecimientos. Él no tuvo que esperar mucho. Una persona,
desconocida para él, enviada a decir (como si estuviera enteramente
dedicada a él) que estaba a punto de hacerle una visita y que Luther
debía evitar comparecer ante el legado hasta después de esta
entrevista. El mensaje procedía de un cortesano italiano llamado
Urbano de Serra Longa, que había visitado a menudo Alemania como
enviado del margrave de Montferrat. Había conocido al elector de
Sajonia, ante quien había sido acreditado, y después de la muerte del
margrave, se había unido al cardenal de Vio.

El arte y la dirección de este individuo presentaron el contraste más


notable con la noble franqueza y la generosa integridad de Lutero. Los
italianos pronto llegaron al monasterio de Agustín. El cardenal lo había
enviado para sondear al reformador y prepararlo para la retractación
que se esperaba de él. Serra Longa imaginó que su estancia en
Alemania le había dado una gran ventaja sobre los demás cortesanos
en el séquito del legado; esperaba hacer un breve trabajo con este
monje alemán. Llegó asistido por dos domésticos y profesó haber
venido por su propia voluntad, por amistad con un favorito del Elector
de Sajonia y por apego a la santa Iglesia. Después de haber saludado
muy cordialmente a Lutero, el diplomático añadió con afecto:
“Vengo a ofrecerte buenos consejos. Sea sabio y reconciliense con la
Iglesia. Sométete al cardenal sin reservas. Retraiga su lenguaje
ofensivo. Recuerde al abad Joaquín de Florencia: había publicado,
como usted sabe, muchas cosas heréticas y, sin embargo, no fue
declarado hereje porque se retractó de sus errores.
Sobre esto, Lutero habló de justificar lo que había hecho.
Serra Longa. - “¡Cuidado con eso! ...... ¿Entrarías en las listas contra el
legado de su santidad?”
Lutero. - “Si me convencen de haber enseñado algo contrario a la
Iglesia Romana, seré mi propio juez y me retractaré inmediatamente.
El punto esencial será saber si el legado depende de la autoridad de
Santo Tomás más de lo que la fe sancionará. Si lo hace, no cederé ".
Serra Longa. - “¡Oh, oh! ¡Entonces tienes la intención de romper una
lanza! "
El italiano entonces comenzó a usar un lenguaje que Lutero califica de
horrible. Argumentó que se podían hacer proposiciones falsas, siempre
que trajeran dinero y llenaran la tesorería; que debe evitarse toda
discusión en las universidades contra la autoridad del Papa; que, por el
contrario, debería afirmarse que el Papa podría, con un solo
movimiento de cabeza, cambiar o suprimir los artículos de fe; 4 y así
siguió corriendo, con una tensión similar. Pero el astuto italiano pronto
se dio cuenta de que se estaba olvidando de sí mismo; y volviendo a su
lenguaje suave, se esforzó por persuadir a Lutero de que se sometiera
al legado en todas las cosas y se retractara de su doctrina, sus
juramentos y sus tesis.
El médico, que al principio estaba dispuesto a dar crédito a las justas
profesiones del orador Urbano (como lo llama en su relato), ahora
estaba convencido de que eran de poco valor y de que estaba mucho
más del lado del legado que del suyo. . En consecuencia, se volvió
menos comunicativo y se contentó con decir que estaba dispuesto a
mostrar toda la humildad, a dar pruebas de su obediencia y a dar
satisfacción en aquellas cosas en las que podía haber errado. Ante estas
palabras, Serra Longa exclamó con alegría: “Me apresuro a ir al
legado; me seguirás ahora. Todo irá bien y todo se arreglará pronto ". 5
El se fue. El monje sajón, que tenía más discernimiento que el
cortesano romano, pensó para sí mismo: "Este astuto Sinon ha sido
mal enseñado y entrenado por sus griegos". 6 Luther estaba en
suspenso entre la esperanza y el miedo; sin embargo, prevaleció la
esperanza. La visita y las extrañas profesiones de Serra Longa, a quien
luego llamó mediador chapucero, 7 revivieron su valor.

Los consejeros y otros habitantes de Augsburgo, a quienes el elector


había recomendado a Lutero, estaban ansiosos por ver al monje cuyo
nombre ya resonaba en toda Alemania. Peutinger, el consejero
imperial, uno de los patricios más eminentes de la ciudad, que con
frecuencia invitaba a Lutero a su mesa; el concejal Langemantel; El
doctor Auerbach de Leipsic; los dos hermanos de Adelmann, ambos
canónigos, y muchos más, se trasladaron al convento de Agustín.
Saludaron cordialmente a este hombre extraordinario, que había
emprendido un viaje tan largo para ponerse en manos de los agentes
romanos. "¿Tienes un salvoconducto?" preguntaron ellos. - “No”,
respondió el intrépido monje. "¡Qué atrevimiento!" todos exclamaron. -
"Fue una expresión cortés", dice Lutero, "para designar mi
imprudencia y locura". Todos le rogaron por unanimidad que no
visitara al legado antes de obtener un salvoconducto del propio
emperador. Es probable que el público ya haya escuchado algo del
escrito del Papa, del cual el legado era el portador.
"Pero", respondió Lutero, " partí hacia Augsburgo sin ninguna
conducta y he llegado sano y salvo".
“El elector nos ha recomendado; por tanto, debes obedecernos y hacer
todo lo que te decimos —respondió Langemantel con afecto pero
firmeza—.
El doctor Auerbach coincidió con estos puntos de vista y agregó:
“Sabemos que en el fondo de su corazón el cardenal está sumamente
irritado contra usted. 8 No se puede confiar en estos italianos ". 9
El canon Adelmann instó a lo mismo: "Te han enviado sin protección,
y se han olvidado de brindarte lo que más necesitabas". 10
Sus amigos se comprometieron a obtener el salvoconducto necesario
del emperador. Luego le dijeron a Lutero cuántas personas, incluso en
un rango elevado, se inclinaban a su favor. "El propio ministro de
Francia, que salió de Augsburgo hace unos días, ha hablado de usted
de la manera más honorable". 11 Este comentario golpeó a Lutero y lo
recordó después. Así, varios de los ciudadanos más respetables de una
de las primeras ciudades del Imperio ya fueron ganados a la Reforma.
La conversación había llegado a este punto cuando Serra Longa
regresó. “Ven”, le dijo a Lutero, “el cardenal te está esperando. Yo
mismo te conduciré a él. B ut primero debe aprender cómo aparecer en
su presencia: al entrar en la habitación en donde se encuentra, se le
postrarte con su rostro en tierra; cuando te diga que te levantes, te
arrodillarás ante él; y esperarás sus nuevas órdenes antes de levantarte.
12 Recuerde que está a punto de comparecer ante un príncipe de la
Iglesia. En cuanto al resto, no temas nada: todo se resolverá
rápidamente y sin dificultad ".
Lutero, que había prometido seguir a este italiano en cuanto lo
invitaran , se encontró en un dilema. Sin embargo, no dudó en
informarle de los consejos de sus amigos de Augsburgo y habló de un
salvoconducto.
“Cuidado con pedir cualquier cosa por el estilo”, respondió de
inmediato Serra Longa; “No necesita uno. El legado se muestra amable
con usted y está dispuesto a poner fin a este asunto de una manera
amistosa. Si pides un salvoconducto, lo arruinarás todo ”. 13
“Mi gracioso señor, el Elector de Sajonia”, respondió Lutero, “me
recomendó a varios hombres honorables de esta ciudad. Me aconsejan
que no emprenda nada sin un salvoconducto: debo seguir sus
consejos. Porque si no lo hice, y sucediera algo, le escribirán al elector,
mi maestro, que no los escucharía ”.
Luther persistió en su determinación, y Serra Longa se vio obligado a
volver con su jefe y anunciar el bajío en el que había golpeado su
misión, en el mismo momento en que se jactaba del éxito.
Así terminaron las conferencias de ese día con el orador de
Montferrat.
Se envió otra invitación a Lutero, pero con una visión muy diferente.
John Frosch, prior de los Carmelitas, era un viejo amigo. Dos años
antes, como licenciado en teología, había defendido algunas tesis, bajo
la presidencia de Lutero. Fue a verlo y le rogó de todo corazón que
fuera y se quedara con él. Reclamó el honor de recibir al médico de
Alemania como invitado. Ya los hombres no temían rendirle homenaje
ni siquiera ante Roma; ya los débiles se habían vuelto más fuertes.
Lutero aceptó la invitación y dejó el convento de los Agustinos por el
de los Carmelitas.
La jornada no cerró sin serias reflexiones. El entusiasmo de Serra
Longa y los temores de los consejeros señalaron las dificultades de la
posición de Lutero. Sin embargo, tenía a Dios en el cielo como
protector; custodiado por Él podía dormir sin miedo.
El día siguiente fue el domingo 14 en el que obtuvo un poco más de
reposo. Sin embargo, tuvo que soportar fatigas de otro tipo. Todo el
mundo hablaba del doctor Lutero, y todo el mundo deseaba ver, como
le escribió a Melancthon, "este nuevo Erostratus, que había causado
una conflagración tan grande". 15 Se agolpaban a su alrededor en sus
paseos, y el buen doctor sonrió, sin duda, ante esta singular excitación.
Pero tuvo que sufrir importunidades de otro tipo. Si la gente deseaba
verlo, aún más deseaba escucharlo. Se le pidió por todos lados que
predicara. Lutero no tuvo mayor gozo que proclamar el Evangelio. Le
habría encantado predicar a Jesucristo en esta gran ciudad y en las
solemnes circunstancias en que se encontraba. Pero demostró en esta
ocasión, como en muchas otras, un justo sentimiento de decoro y un
gran respeto por sus superiores. Se negó a predicar por temor a que el
legado pensara que lo hizo para molestarlo y desafiarlo. Esta
moderación y esta discreción eran sin duda tan buenas como un
sermón.
La gente del cardenal, sin embargo, no le permitió quedarse callado.
Renovaron sus persuasiones. "El cardenal", dijeron, "les da garantías
de su gracia y favor: ¿de qué tienen miedo?" Emplearon mil razones
para persuadirlo de que atendiera a De Vi. “Es un padre muy
misericordioso”, dijo uno de estos enviados. Pero otro se acercó y le
susurró al oído: “No creas lo que te dicen. Nunca cumple su palabra ".
16 Luther persistió en su resolución.

El lunes por la mañana (10 de octubre), Serra Longa volvió de nuevo a


la carga. El cortesano había convertido en una cuestión de honor tener
éxito en su negociación. Apenas había llegado cuando dijo en latín:
“¿Por qué no esperas al cardenal? Te espera con mucha indulgencia:
todo el asunto está en seis letras: Revoca, retracta. ¡Ven! no tienes nada
que temer ".
Lutero pensó para sí mismo que estas seis cartas eran muy
importantes; pero sin entrar en discusión alguna sobre los méritos de
las cosas a retractarse, respondió: "Apareceré en cuanto tenga
salvoconducto".
Serra Longa perdió su temperamento al escuchar estas palabras.
Insistió, hizo nuevas representaciones; pero Lutero era inamovible.
Enfadado aún más, exclamó: "¿Te imaginas, sin duda, que el elector
tomará las armas en tu defensa, y por ti corre el riesgo de perder los
territorios que recibió de sus antepasados?"
Lutero. - "¡Dios no lo quiera!"
Serra Longa. - "Cuando todos te abandonen, ¿dónde te refugiarás?"
Lutero, mirando al cielo con un ojo de fe, "Bajo el cielo". 17

Serra Longa guardó silencio un momento, impresionado por la


sublimidad de esta inesperada respuesta. Luego reanudó la
conversación:
"¿Qué harías si tuvieras al legado, al Papa y a los cardenales en tus
manos, como ellos te tienen ahora en las suyas?"
Lutero. - “Les mostraría a todos los posibles honor y respeto. Pero para
mí, la Palabra de Dios está antes que todo ”.
Serra Longa, sonriendo y chasqueando los dedos a la manera de los
italianos: “¡Eh, eh! ¡Todo honor! ... No creo una palabra de eso ".
Luego salió, saltó a su silla y desapareció.

Serra Longa no regresó a Lutero; pero recordó durante mucho tiempo


la resistencia que había encontrado del reformador, y la que su
maestro experimentaría poco después en persona. Lo encontraremos
en un período posterior pidiendo en voz alta la sangre de Lutero .
Serra Longa no hacía mucho que había dejado al médico cuando llegó
el salvoconducto. Los amigos de Lutero lo habían obtenido de los
consejeros imperiales. Es probable que este último hubiera consultado
al emperador sobre el tema, ya que no estaba lejos de Augsburgo. Se w
Ould siquiera aparece de lo que dijo el cardenal después, que a partir
de la falta de voluntad de desagradarle, su consentimiento También se
ha preguntado. Quizás esta fue la razón por la que Serra Longa se puso
a trabajar sobre Lutero; porque la oposición abierta a la seguridad de
un salvoconducto habría revelado intenciones que era deseable
mantener en secreto. Era un plan más seguro inducir al propio Lutero
a desistir de la demanda. Pero pronto descubrieron que el monje sajón
no era un hombre para ceder.
Lutero iba a aparecer ahora. Al exigir un salvoconducto, no se apoyó en
un brazo de carne; porque era plenamente consciente de que un
salvoconducto imperial no había preservado a Juan Huss de la
hoguera. Solo deseaba cumplir con su deber sometiéndose a los
consejos de los amigos de su amo. El Señor decidirá su fe. Si Dios
necesita su vida, está dispuesto a renunciar con alegría. En ese
momento solemne sintió la necesidad de volver a comunicarse con sus
amigos, sobre todo con Melancthon, tan querido en su corazón, y
aprovechó unos momentos de ocio para escribirle.
“Muéstrate hombre”, dijo, “como lo haces en todo momento. Enseñe a
nuestros amados jóvenes lo que es recto y agradable a Dios. En cuanto
a mí, voy a ser sacrificado por ti y por ellos, si tal es la voluntad del
Señor. 18 Preferiría morir, e incluso (lo que sería mi mayor desgracia)
ser privado para siempre de su dulce compañía, que retractarme de lo
que sentí en mi deber de enseñar, y así arruinar quizás por mi propia
culpa los excelentes estudios a los que nos dirigimos. ahora nos
estamos dedicando .

“Italia, como Egipto en los tiempos antiguos, está sumida en una


oscuridad tan espesa que se puede sentir. Nadie en ese país sabe nada
de Cristo ni de lo que le pertenece; y sin embargo, son nuestros señores
y nuestros amos en la fe y en la moral. Así se cumple entre nosotros la
palabra de Dios, como dice el profeta: Daré hijos por príncipes, y niños
se enseñorearán de ellos. Cumpla con su deber para con Dios, mi
querido Felipe, y evite su ira con una oración pura y ferviente ".
El legado, informado de que Lutero se presentaría ante él al día
siguiente, reunió a los italianos y alemanes en los que tenía mayor
confianza para concertar con ellos el método que debía seguir con el
monje sajón. Sus opiniones estaban divididas. Debemos obligarlo a
retractarse, dijo uno; debemos apresarlo y meterlo en la cárcel, dijo
otro; sería mejor apartarlo del camino, pensó un tercero; deberían
intentar conquistarlo con dulzura y dulzura, era la opinión de un
cuarto. El cardenal parece haberse decidido a comenzar con el último
método. 19

Notas finales:
1. Epp. 1: 144.

2. Divi Thomae Summa cum Commentariis Thomae de Vic


Lugduni, 1587.
3. La bula del Papa. L. Opp. (L.) 17: 174.
4. Et nutu solo omnia abrogare, etiam ea quae fidel essent.
L. Epp. 1: 144.
5. Op. (L.) 17: 179.
6. Hunc Sinonem parum consulte instructum arte pelaega.
L. epp. 1: 144. Véase la Eneida de Virgilio, libro 2.
7. Mediador ineptus. Ibídem.
8. Sciunt enim eum in me exacerb utissimum intu s,
quicquid simulet foris. L. Epp. 1: 143.
9. Op. (L.) 17: 201.
10. Ibídem. 203.
11. Seckend. Pág. 144.
12. Ibídem. pags. 130.
13. Op. (L.) 179.
14. 9 de octubre.
15. Omnes cupiunt videre hominem, tanti incendii Heros
tratum. L. Epp. 1: 146.

16. Op. (L.) 17: 205.


17. Et ubi manebis? .. Respondi: Sub c oelo. L. Opp. En Praef.
18. Ego pro illis et vobis vado immolari. L. Epp. 1: 146.
19. Op. (L.) 17. 183.
LIBRO 4
CAPÍTULO 6

Por fin llegó el día fijado para la entrevista. 1 El legado sabiendo que
Lutero se había declarado dispuesto t o retracción todo lo que se pudo
probar en contra de la verdad, estaba lleno de esperanza; no dudaba
que sería fácil para un hombre de su rango y aprendiendo reclamar a
este monje para que obedeciera a la Iglesia.
Lutero se dirigió a la residencia del legado, acompañado por el prior
de los carmelitas, su anfitrión y su amigo; por dos frailes del mismo
convento; por el Doctor Link y un Agustín, probablemente el que había
venido de Nuremberg con él. Apenas había entrado en el palacio del
legado, cuando todos los italianos que formaban la cola de este
príncipe de la Iglesia se apiñaron a su alrededor; todos deseaban ver al
famoso médico, y lo apiñaron tanto que pudo continuar con dificultad.
Lutero encontró al nuncio apostólico ya Serra Longa en el salón donde
lo esperaba el cardenal . Su recepción fue fría, pero cortés y conforme
a la etiqueta romana. Lutero, de acuerdo con el consejo que había
recibido de Serra Longa, se postró ante el cardenal; cuando éste le dijo
que se levantara, permaneció de rodillas; y ante una nueva orden del
legado, se puso de pie. Muchos de los italianos más distinguidos de la
corte del legado entraron en la sala para estar presentes durante la
entrevista; deseaban particularmente ver al monje alemán humillarse
ante el representante del Papa.
El legado guardó silencio. Odiaba a Lutero como adversario de la
supremacía teológica de Santo Tomás y como jefe de un partido nuevo,
activo y hostil en una universidad en ascenso, cuyos primeros pasos
habían inquietado a los tomistas. Le complació ver a Lutero caer ante
él y pensó, como observa un contemporáneo, que estaba a punto de
retractarse. El médico, por su parte, esperó humildemente a que el
príncipe se dirigiera a él; pero como no habló, Lutero entendió este
silencio como una invitación a comenzar, y lo hizo con estas palabras:
“Muy digno Padre, en obediencia a la convocatoria de su santidad
papal y en cumplimiento de las órdenes de mi bondadoso señor el
Elector de Sajonia, me presento ante ti como un hijo sumiso y
obediente de la santa Iglesia cristiana, y reconozco que He publicado
las proposiciones y tesis que se me atribuyen. Estoy dispuesto a
escuchar mi acusación con la mayor obediencia y, si me he
equivocado, a someterme a la instrucción de la verdad ".
El cardenal, que había decidido asumir la apariencia de un padre
tierno y compasivo hacia un niño descarriado, adoptó entonces el tono
más amistoso; alabó y expresó su alegría por la humildad de Lutero, y
le dijo: “Mi querido hijo, has perturbado a toda Alemania con tu
disputa sobre las indulgencias. Entiendo que es un médico muy erudito
en las Sagradas Escrituras y que tiene muchos seguidores. Por eso, si
deseas ser miembro de la Iglesia y encontrar un padre bondadoso en el
Papa, escúchame ”.

Después de este preludio, el legado no dudó en declarar de inmediato


lo que esperaba de él, tan seguro estaba de la sumisión de Lutero.
“Aquí hay tres artículos”, dijo, “que por orden de nuestro santo Padre,
el Papa León X, tengo que presentarles. F IRST, Debe piénselo bien,
dueño de sus defectos, y retraer sus errores, proposiciones, y
sermones; en segundo lugar, debe prometer que se abstendrá en el
futuro de difundir sus opiniones; y, en tercer lugar, comprometerse a
comportarse con mayor moderación y evitar todo aquello que pueda
afligir o perturbar a la Iglesia ”.
Lutero. - “Santísimo Padre, le ruego que me muestre el escrito del
Papa, en virtud del cual ha recibido plenos poderes para tratar este
asunto”.

Serra Longa y los demás italianos abrieron los ojos con asombro ante
esta demanda, y aunque el monje alemán ya les había parecido un tipo
de hombre muy extraño, no pudieron ocultar su asombro ante tan
atrevida petición. Los cristianos, acostumbrados a las ideas de justicia,
desean que la justicia se observe hacia los demás y hacia ellos mismos;
pero quienes actúan habitualmente de manera arbitraria, se
sorprenden cuando se les pide que procedan según las reglas,
formalidades y leyes habituales.
De Vio. - “Esta petición, mi querido hijo, no se puede conceder . Debes
confesar tus errores, vigilar estrictamente tus palabras para el futuro, y
no volver como un perro a su vómito, para que podamos dormir sin
ansiedad ni molestias; luego, de acuerdo con la orden y autorización de
nuestro Santísimo Padre el Papa, arreglaré todo el asunto ”.
Lutero. - “Condesciende, entonces, a informarme en qué me he
equivocado”.
Ante esta nueva petición, los cortesanos italianos, que esperaban ver al
pobre alemán caer de rodillas y pedir perdón, quedaron aún más
asombrados que antes. Ninguno de ellos se habría dignado responder a
una pregunta tan impertinente. Pero De Vio, que pensó que no era
generoso aplastar a este mezquino monje con el peso de su autoridad y
que, además, confiaba en obtener una fácil victoria con su saber,
consintió en decirle a Lutero lo que se le acusaba, e incluso en
discusión con él. Debemos hacer justicia al general de los dominicanos.
Debemos reconocer que mostró más equidad, un mayor sentido de la
propiedad y menos pasión que los que han mostrado en asuntos
similares desde entonces. Él respondió en un tono condescendiente:
“¡Hijo muy querido! aquí tienes dos proposiciones que has adelantado,
y de las que debes retractarte antes que nada:
1º, El tesoro de las indulgencias no consiste en los sufrimientos y
méritos de nuestro Señor Jesucristo;
2. El hombre que recibe el santo sacramento debe tener fe en la gracia
que se le presenta ”.

Cada una de estas proposiciones, en verdad, asestó un golpe mortal al


comercio romano. Si el Papa no tuviera el poder de dispensar a su
gusto los méritos del Salvador; si, al recibir los giros que negociaron los
intermediarios de la Iglesia, los hombres no recibieran una porción de
esta justicia infinita, este papel moneda perdería su valor y sería tan
inútil como un montón de harapos . Lo mismo sucedía con los
sacramentos. Las indulgencias eran más o menos una rama
extraordinaria del comercio romano; los sacramentos eran un bien
básico. Los ingresos que produjeron no fueron pequeños. Afirmar que
la fe era necesaria antes de que pudieran conferir un beneficio real al
alma de un cristiano, les quitó todo el encanto a los ojos de la gente;
porque no es el Papa quien da la fe: está fuera de su ámbito; procede
solo de Dios. Por tanto, declarar su necesidad privaba a Roma tanto de
la especulación como del beneficio. Al atacar estas dos doctrinas,
Lutero había imitado a Jesucristo, quien al comienzo mismo de su
ministerio había derribado las mesas de los cambistas y expulsado del
templo a los comerciantes. No hagáis de la casa de mi Padre una casa
de comercio, había dicho.
“Al refutar sus errores”, dijo Cayetano, “no apelaré a la autoridad de
Santo Tomás y otros médicos de las escuelas; Confiaré completamente
en las Sagradas Escrituras y hablaré con ustedes con toda amabilidad
”.
Pero D e Vio apenas había comenzado a presentar sus pruebas cuando
se apartó de la regla que había declarado que seguiría. 2 Combatió la
primera proposición de Lutero con una Extravagancia 3 del Papa
Clemente, y la segunda con todo tipo de opiniones de los escolásticos.
La discusión giró primero sobre esta constitución papal a favor de las
indulgencias. Lutero, indignado al escuchar la autoridad que el legado
atribuía a un decreto de Roma, exclamó:
“No puedo recibir tales constituciones como pruebas suficientes sobre
asuntos tan importantes. Porque pervierten las Sagradas Escrituras y
nunca las citan con ese propósito ".

De Vio. - “El Papa tiene poder y autoridad sobre todas las cosas”.
Luther, rápido. - "¡Excepto las Escrituras!" 4
De Vio, burlándose. - “¡Excepto la Escritura! ...... ¿No sabéis que el
Papa está por encima de los concilios; recientemente ha condenado y
castigado al Concilio de Basilea ”.

Lutero. - “La Universidad de París ha apelado esta sentencia”.


De Vio. - "Estos caballeros de París recibirán sus merecimientos".
La disputa entre el cardenal y Lutero giró luego sobre el segundo
punto, a saber, la fe que Lutero declaró necesaria para la eficacia de los
sacramentos. Lutero, de acuerdo con su costumbre, citó varios pasajes
de la Escritura a favor de la opinión que mantenía; pero el legado los
ridiculizó. “Es de fe en general que estás hablando”, dijo. - “No”,
respondió Lutero. - Uno de los italianos, el maestro de ceremonias del
legado, irritado por la resistencia y las respuestas de Lutero, ardía en
deseos de hablar. Continuamente se esforzó por decir una palabra,
pero el legado le impuso silencio. Por fin se vio obligado a reprenderlo
tan duramente, que el maestro de ceremonias abandonó el salón
confundido. 5

“En cuanto a las indulgencias”, dijo Lutero al legado, “si se puede


demostrar que estoy equivocado, estoy muy dispuesto a recibir
instrucción. Podemos pasar por alto eso y ser buenos cristianos. Pero
en cuanto a la articl correo de la fe, si he hecho la más mínima
concesión, que debería renunciar a Jesucristo. No puedo, no cederé en
este punto, y con la gracia de Dios nunca cederé ”.
De Vio, cada vez más enojado. - "Lo quieras o no, debes retractarte de
ese artículo este mismo día, o, solo sobre ese artículo, rechazaré y
condenaré toda tu doctrina".
Lutero. - “No tengo más voluntad que la del Señor. Que haga conmigo
lo que mejor le parezca. Pero si tuviera cuatrocientas cabezas,
preferiría perderlas todas antes que retirar el testimonio que he dado
de la santa fe cristiana ".

De Vio. - “No vine aquí a discutir contigo. Retírate o prepárate para


sufrir el castigo que te mereces ”. 6
Lutero vio claramente que era imposible poner fin al tema mediante
una conferencia. Su oponente se sentó ante él como si él mismo fuera
Papa, y pretendió recibir con humildad y sumisión todo lo que se le
dijera; y, sin embargo, escuchó las respuestas de Lutero, incluso
cuando estaban fundadas en las Sagradas Escrituras, con un
encogimiento de hombros y toda señal de ironía y desprecio. Pensó que
el plan inteligente sería responder al cardenal por escrito. Esto
significa, pensó, da al menos un consuelo a los oprimidos. Otros
podrán juzgar el asunto, y el adversario injusto, que por sus clamores
sigue siendo dueño del campo de batalla, puede asustarse ante las
consecuencias. 7
Lutero se mostró dispuesto a retirarse y el legado dijo: "¿Quiere que le
dé un salvoconducto para ir a Roma?"
Nada hubiera complacido más a Cayetano que la aceptación de esta
oferta. De este modo se habría liberado de una tarea cuyas dificultades
ahora comenzaba a percibir; y Lutero, con su herejía, habría caído en
manos que pronto lo habrían arreglado todo. Pero el reformador, que
vio los peligros que lo rodeaban, incluso en Augsburgo, se cuidó de no
aceptar una oferta que lo hubiera entregado, atado de pies y manos, a
la venganza de sus enemigos. Por lo tanto, lo rechazó tan a menudo
como De Vio lo propuso; y lo hizo con mucha frecuencia. El legado
disimuló su disgusto por la negativa de Lutero; se refugió en su
dignidad y despidió al monje con una sonrisa compasiva, bajo la cual
se esforzó por disimular su decepción, y al mismo tiempo con la
cortesía de un hombre que espera mejor éxito en otro momento.
Lutero apenas había llegado a la corte del palacio cuando ese italiano
balbuceante, el maestro de ceremonias, a quien las reprimendas de su
señor había obligado a abandonar el salón de conferencias, se regocijó
de poder hablar sin ser observado por Cayetano y ardía de deseo. para
confundir al abominable hereje con sus luminosos razonamientos,
corrió tras él y comenzó, mientras caminaba, a repartir sus sofismas.
Pero Lutero, disgustado con este necio, le respondió con uno de esos
sarcasmos que tanto tenía a su mando, y el pobre maestro se escabulló
avergonzado y volvió confuso al palacio del cardenal.
Lutero no se llevó una opinión muy exaltada de su adversario. Había
oído de él, como escribió más tarde a Spalatin, proposiciones bastante
opuestas a la teología sólida, y que en boca de otro habrían sido
consideradas archi-herejías. Y, sin embargo, De Vio era considerado el
más erudito de los dominicanos. Después de él estaba Prierio.
"Podemos concluir de esto", dice Lutero, "lo que deben ser los que
están en el décimo o el centésimo rango". 8
Por otra parte, el porte noble y decidido del médico de Wittenber g
había sorprendido mucho al cardenal y a sus cortesanos. En lugar de
un pobre monje pidiendo perdón como favor, habían encontrado a un
hombre de independencia, un cristiano firme, un médico ilustrado,
que exigía que las acusaciones injustas estuvieran respaldadas por
pruebas , y que defendía victoriosamente su propia doctrina. Todos en
el palacio de Cayetano gritaron contra el orgullo, la obstinación y el
descaro del hereje. Luther y De Vio habían aprendido a conocerse y
ambos se prepararon para su segunda entrevista.
Una grata sorpresa aguardaba a Lutero a su regreso al convento
carmelita. El vicario general de la orden de Agustín, su amigo y padre,
Staupitz, había llegado a Augsburgo. Incapaz de evitar el viaje de
Lutero a esa ciudad, Staupitz le dio a su amigo una prueba nueva y
conmovedora de su apego al ir allí él mismo con la esperanza de serle
útil. Este excelente hombre previó que la conferencia con el legado
podría tener las consecuencias más graves. Estaba igualmente agitado
por sus temores y por su amistad con Lutero. Después de una
entrevista tan dolorosa, fue un gran consuelo para el médico abrazar a
un amigo tan querido. Le contó lo imposible que había sido obtener
una respuesta de algún valor y que el cardenal había insistido
únicamente en una retractación, sin haber intentado convencerlo.
"Debe responder positivamente", dijo Staupitz, "al legado por escrito".
Después de lo que había aprendido de la primera entrevista, Staupitz
albergaba pocas esperanzas de otra. Por tanto, resolvió un acto que
ahora consideraba necesario; decidió liberar a Lutero de las
obligaciones de su orden. De esta manera Staupitz pensaba alcanzar
dos objetivos: si, como todo parecía presagiar, Lutero fracasaba en
esta empresa, evitaría así que la deshonra de su condena se reflejara
en todo el orden; y si el cardenal le ordenaba que obligara a Lutero a
guardar silencio oa retractarse, tendría una excusa para no hacerlo. 9
La ceremonia se realizó con las formas habituales . Lutero vio
claramente lo que debía esperar ahora. Su alma se sintió
profundamente conmovida por la ruptura de los lazos que había
asumido con el entusiasmo de la juventud. El orden que había elegido
lo rechaza; sus protectores naturales lo abandonan. Ya se ha convertido
en un extraño entre sus hermanos. Pero aunque su corazón se llenó de
tristeza al pensarlo, todo su gozo regresó cuando dirigió sus ojos a las
promesas de un Dios fiel, que ha dicho: Nunca te dejaré ni te
desampararé.
El consejeros del emperador haber informado al legado, a través del
obispo de Trento, que Lutero estaba provisto de un salvoconducto
imperial, y que tiene al mismo tiempo le ordenó tomar ningún
procedimiento contra el médico, de Vio perdió los estribos, y
abruptamente respondió en este idioma verdaderamente romano:
“Está bien; pero cumpliré las órdenes del Papa ". 10 Sabemos cuáles
eran.

Notas finales:

1. Martes 11 de octubre.
2. Op. (L.) 17: 180.
3. Un nombre aplicado a ciertas constituciones papales
recopiladas y adjuntas al cuerpo del derecho canónico.
4. Salva Scriptura.
5. Op. (L.) 17: 180.
6. Ibídem. 180, 183, 206, etc.
7. Ibídem. 209.
8. Luth. Epp. 1: 173.

9. Darinn ihn Dr. Staupitz von dem Kloster-Gehorsam


absolvirt. Matemáticas. 15.
10. Op. (L.) 17: 201.
LIBRO 4
CAPÍTULO 7

Al día siguiente 1 ambas partes se prepararon para una segunda


entrevista, que parecía decisiva. Los amigos de Lutero, que estaban
decididos a acompañarlo al palacio del legado, fueron al convento de
las Carmelitas. Peutinger y el decano de Trento, ambos consejeros
imperiales, y Staupitz, llegaron sucesivamente. Poco después, el
médico tuvo el placer de verlos acompañados por el caballero Felipe de
Feilitzsch y el doctor Ruhel, consejeros del elector, que habían recibido
la orden de su mástil para estar presente en las conferencias y proteger
la libertad de Lutero. Habían llegado a Augsburgo la noche anterior.
Debían mantenerse cerca de él, dice Mathesius, mientras el caballero
de Chlum estaba junto a John Huss en Constanza. El médico, además,
llevó a un notario y, acompañado de todos sus amigos, se dirigió al
palacio del legado.

En ese momento Staupitz se le acercó: comprendió completamente la


posición de Lutero; sabía que a menos que sus ojos estuvieran fijos en
el Señor, que es el libertador de su pueblo, caerá. "Mi querido
hermano", dijo con seriedad, "recuerda constantemente que has
comenzado estas cosas en el nombre del Señor Jesucristo". 2 Así Dios
rodeó a su humilde siervo con consuelo y ánimo.
Cuando Lutero llegó a casa del cardenal, se encontró con un nuevo
adversario: el prior de los dominicos de Augsburgo, que estaba
sentado al lado de su jefe. Lutero, de acuerdo con la resolución que
había tomado, había escrito su respuesta. Concluidos los
acostumbrados saludos, leyó en voz alta la siguiente declaración:
“Declaro que honro a la santa Iglesia Romana y que seguiré
honrándola. He buscado la verdad en mis disputas públicas, y todo lo
que he dicho todavía lo considero correcto, verdadero y cristiano. Sin
embargo, soy un hombre y puedo ser engañado. Por tanto, estoy
dispuesto a recibir instrucción y corrección en aquellas cosas en las
que pueda haberme equivocado. Me declaro dispuesto a responder
oralmente o por escrito a todas las objeciones y acusaciones que el
señor legado me presente. Me declaro dispuesto a presentar mis tesis a
las cuatro universidades de Basilea, Friburgo en Brisgau, Lovaina y
París, y retractarme de lo que consideren erróneo. En una palabra,
estoy dispuesto a hacer todo lo que se le pueda exigir a un cristiano.
Pero protesto solemnemente contra el método que se ha seguido en
este asunto y contra la extraña pretensión de obligarme a retractarme
sin haberme refutado ”. 3
Indudablemente, nada podría ser más razonable que estas
proposiciones de Lutero, y debieron haber avergonzado mucho a un
juez que había sido instruido de antemano en cuanto al juicio que
debía pronunciar. El legado, que no había esperado esta protesta, se
esforzó por ocultar su confusión fingiendo sonreír ante ella y
asumiendo una apariencia de apacibilidad. “Esta protesta”, le dijo a
Lutero con una sonrisa, “es innecesaria; No tengo ningún deseo de
disputar contigo ni en privado ni en público; pero propongo arreglar
este asunto con la amabilidad de un padre ". La suma de la política del
cardenal consistió en dejar de lado las formas más estrictas de justicia,
que protegen al acusado, y tratar todo el asunto como una mera
administración entre un superior y un inferior: un método
conveniente, que abre un campo más amplio para la arbitrariedad.
actas.
Continuando con el aire más afectuoso, De Vio dijo: “Mi querido
amigo, abandona, te lo suplico, tan inútil empresa; Reflexiona,
reconoce la verdad, y estoy dispuesto a reconciliarte con la Iglesia y el
obispo soberano ...... Retírate, amigo mío, retracta; tal es el deseo del
Papa. Si lo hará o no, tiene poca importancia. Sería difícil para ti patear
contra los pinchazos ".
Lutero, que se vio a sí mismo tratado como si ya fuera un niño rebelde
y un paria de la Iglesia, exclamó: “¡No puedo retractarme! pero me
ofrezco a responder, y también por escrito. Ayer debatimos bastante ".
4
De Vio se irritó ante esta expresión, que le recordó que no había
actuado con la suficiente prudencia; pero se recuperó y dijo con una
sonrisa: “¡Debate! querido hijo, no he debatido contigo; además, no
tengo ganas de debatir; pero, para complacer al más sereno elector
Federico, estoy dispuesto a enumerarlo y exhortarlo de manera
amistosa y paternal ".
Lutero no podía entender por qué el legado estaba tan escandalizado
por el término que empleó; porque (pensó él), si no hubiera querido
hablar con cortesía, debería haber dicho, no debatir, sino discutir y
discutir, porque eso es lo que realmente hicimos ayer.
De Vio, que sintió que en presencia de los respetables testigos que
asistieron a esta conferencia, al menos debía parecer ansioso por
convencer a Lutero, volvió a las dos proposiciones, que había señalado
como errores fundamentales, estando firmemente resuelto a permitir
la reformador para hablar lo menos posible. Aprovechando su
volubilidad italiana, abruma al médico con objeciones, sin esperar
respuesta. En un momento se burló, en otro regañó; declamaba con
apasionado calor; mezcló las materias más heterogéneas; citó a Santo
Tomás y Aristóteles; clamó, arremetió contra todos los que pensaban
de manera diferente a él; y apostrofó a Lutero. Más de diez veces este
último intentó hablar; pero el legado lo interrumpió inmediatamente y
lo abrumó con amenazas. ¡Retraer! ¡retraer! esto era todo lo que se
requería de él. Deliraba, dominaba, solo a él se le permitía hablar. 5 Sta
upitz se encargó de controlar al legado. “Ora, dale tiempo al hermano
Martín para responderte”, dijo. Pero De Vio empezó de nuevo; citó las
Extravagancias y las opiniones de Santo Tomás; había decidido tener
toda la charla para él mismo durante esta entrevista . Si no podía
convencer, y si no se atrevía a atacar, haría todo lo posible por aturdir
con su violencia.
Lutero y Staupitz vieron muy claramente que debían renunciar a toda
esperanza, no sólo de esclarecer a De Vio mediante la discusión, sino
aún más de hacer una confesión de fe útil . Lutero, por tanto, volvió a
la petición que había hecho al comienzo de la sesión, y que el cardenal
había eludido entonces. Como no se le permitió hablar, suplicó que al
menos se le permitiera transmitir una respuesta por escrito al legado.
Staupitz apoyó esta petición; varios de los espectadores unieron sus
súplicas a las suyas y Cayetano, a pesar de su repugnancia por todo lo
que estaba escrito, pues recordaba que tales escritos son perdurables
(scripta manent) al momento de su consentimiento. La reunión se
disolvió. Las esperanzas que se habían albergado de ver arreglado el
asunto en esta entrevista fueron aplazadas; deben esperar y ver el tema
de la próxima conferencia.
El permiso que el general de los dominicos le había dado a Lutero para
tomarse un tiempo para responder y escribir su respuesta, a las dos
acusaciones distintas sobre indulgencias y fe, no era más que estricta
justicia requerida, y sin embargo debemos darle crédito a De Vio. por
esta marca de moderación e imparcialidad.
Luther renunció al cardenal, encantado de que se hubiera concedido
su petición. En su camino a Cayetano, ya su regreso, fue objeto de
atención pública. Todos los hombres ilustrados estaban tan interesados
en su asunto como si fueran a ser juzgados ellos mismos. Se sintió que
la causa del Evangelio, de la justicia y de la libertad, estaba entonces
abogando en Augsburgo. Solo las clases bajas se mantuvieron con
Cayetano, y sin duda dieron al reformador algunas pruebas
significativas de sus sentimientos, porque él se dio cuenta de ellos. 6
Cada día era más evidente que el legado no escucharía otras palabras
de Lutero que estas: "Me retracto", y Lutero estaba resuelto a no
pronunciarlas. ¿Cuál será el tema de una lucha tan desigual? ¿Cómo se
puede imaginar que todo el poder de Roma frente a un solo hombre no
pueda aplastarlo? Lutero ve esto; siente el peso de esa mano terrible
bajo la que se ha colocado voluntariamente; pierde toda esperanza de
regresar a Wittenberg, de volver a ver a su querido Felipe , de
mezclarse una vez más con esos generosos jóvenes en cuyos corazones
se deleitaba tanto en esparcir las semillas de la vida. Contempla la
sentencia de excomunión suspendida sobre su cabeza, y no duda de
que pronto le caerá encima. 7 Estas perspectivas afligen su alma, pero
no está abatido. Su confianza en Dios no se ve afectada. Dios puede
romper el instrumento del que se ha complacido hasta esta hora; pero
defenderá la verdad. Pase lo que pase, Lutero debe defenderlo hasta el
último momento. Por tanto, comienza a preparar la protesta que
pretende presentar al legado. Parece que dedicó parte del 13 de octubre
a esta tarea.

Notas finales:
1. Miércoles 12 de octubre.
2. Seckend. Pág. 137.
3. Loscher, 2: 463; L. Opp. (L.) 17: 181, 209.
4. Digladiatum, luchado. L. Epp. 1: 181.
5. Decies fere coepi ut loquerer, toties rursus tonabat et
solus regnabat. L. Opp. (L.) 17: 181, 209.
6. Op. (L.) 17: 186.

7. Ibídem. 185.
LIBRO 4
CAPÍTULO 8

El viernes (14 de octubre), Lutero regresó con el cardenal acompañado


de los consejeros electores. Los italianos lo rodearon como de
costumbre y estuvieron presentes en la conferencia en gran número.
Lutero avanzó y presentó su protesta al cardenal. Sus cortesanos
miraron este papel con asombro, un papel tan presuntuoso a sus ojos.
Esto es lo que el médico de Wittenberg declaró a su maestro: 1 -
“Me atacas en dos puntos. En primer lugar, me opones a la
constitución del Papa Clemente VI, en la que se dice que el tesoro de
las indulgencias es el mérito del Señor Jesucristo y de los santos, lo
cual niego en mis tesis.
“Panormitanus 2 declara en su primer libro, que en lo que concierne a
la santa fe, no solo un concilio general, sino aún más, cada creyente,
está por encima del Papa, si puede presentar las declaraciones de las
Escrituras y alegar mejores razones que las papa. 3 La voz de nuestro
Señor Jesucristo está muy por encima de la voz de todos los hombres,
cualquiera que sean los nombres que lleven.
“Mi mayor causa de dolor y de seria reflexión es que esta constitución
contiene doctrinas completamente en desacuerdo con la verdad.
Declara que los méritos de los santos son un tesoro, mientras que toda
la Escultura da testimonio de que Dios nos recompensa mucho más
ricamente de lo que merecemos. El profeta exclama: No entres en
juicio con tu siervo, oh Señor, porque ningún viviente será justificado
ante tus ojos. 4 "¡Ay de los hombres, por honorables y loables que
hayan sido sus vidas", dice Agustín, "si se pronunciara sobre ellos un
juicio que excluyera la misericordia!" 5
“Así que los santos no se salvan por sus méritos, sino únicamente por
la misericordia de Dios, como he declarado. Mantengo esto, y en él me
mantengo firme. Las palabras de la Sagrada Escritura, que declaran
que los santos no tienen suficiente mérito, deben anteponerse a las
palabras de los hombres, que afirman que tienen un exceso. Porque el
Papa no está por encima de las palabras de los hombres, que afirman
que tienen un exceso. Porque el Papa no está por encima de la Palabra
de Dios, sino por debajo de ella ".
Lutero no se detiene aquí: muestra que si las indulgencias no pueden
ser méritos de los santos, tampoco pueden ser méritos de Cristo.
Demuestra que las indulgencias son estériles e infructuosas, ya que su
único efecto es eximir a los hombres de realizar buenas obras, como la
oración y la dádiva. “No”, exclama, “los méritos de Jesucristo no son un
tesoro de indulgencia que exime al hombre de las buenas obras, sino
un tesoro de gracia que vivifica. Los méritos de Cristo se aplican al
creyente sin indulgencias, sin las llaves, solo por el Espíritu Santo, y no
por el Papa. Si alguno tiene una opinión mejor fundada que la mía ”,
añade, terminando con lo referido a este primer punto,“ que me la dé a
conocer y luego me retractaré ”.
“Afirmo”, dijo, llegando al segundo artículo, “que nadie puede ser
justificado ante Dios si no tiene fe; de modo que es necesario que un
hombre crea con perfecta seguridad que ha obtenido la gracia. Dudar
de esta gracia es rechazarla. La fe del justo es su justicia y su vida ”. 6
Lutero prueba su proposición con una multitud de declaraciones de las
Escrituras.
«Condescendiente , por tanto, en interceder por mí ante nuestro
santísimo padre el Papa», añade, «para que no me trate con tanta
dureza. Mi alma busca la luz de la verdad. No soy tan orgulloso ni tan
vanaglorioso como para avergonzarme de retractarme si he enseñado
falsas doctrinas. Mi mayor gozo será presenciar el triunfo de lo que es
conforme a la Palabra de Dios. Solo que los hombres no me obliguen a
hacer nada que esté en contra de la voz de mi conciencia ”.
El legado tomó la declaración de manos de Lutero. Después de mirarlo,
dijo con frialdad: “Te has entregado a una verborrea inútil; has escrito
muchas palabras vanas; ha respondido de una manera tonta a los dos
artículos y ha ennegrecido su papel con un gran número de pasajes de
las Escrituras que no tienen relación con el tema ". Luego, con aire de
desprecio, De Vio hizo a un lado la protesta de Lutero, como si no
tuviera ningún valor, y reanudando el tono que había tenido tanto
éxito en la entrevista anterior, comenzó a exclamar con todas sus
fuerzas que Lutero debería retraer. Este último era inamovible.
"¡Hermano! ¡hermano!" luego gritó De Vio en italiano, "en la última
ocasión fuiste muy dócil, pero ahora eres muy obstinado". El cardenal
comenzó entonces un largo discurso, extraído de los escritos de Santo
Tomás; nuevamente ensalzó la constitución de Clemente VI; y persistió
en sostener que en virtud de esta constitución son los méritos mismos
de Jesucristo los que se dispensan al creyente por medio de
indulgencias. Pensó que había reducido a Luther al silencio : este
último lo interrumpía a veces; pero De Vio deliraba y se enfurecía sin
descanso, y reclamaba, como el día anterior, el derecho exclusivo a
hablar.
Este método había tenido un éxito parcial la primera vez; pero Lutero
no era hombre para someterse a él en una segunda ocasión. Su
indignación estalla al fin; le toca a él asombrar a los espectadores, que
le creen ya conquistado por la volubilidad del prelado. Alza su voz
sonora, se apodera de la objeción favorita del cardenal y le hace pagar
muy caro su temeridad al aventurarse a discutir con él. "¡Retracta,
retrae!" repitió De Vio, señalando la constitución papal. "Bueno, si esta
constitución puede probarse", dijo Lutero, "que el tesoro de las
indulgencias son los méritos mismos de Jesucristo, consiento
retractarme, de acuerdo con la buena voluntad y el placer de su
Eminencia".
Los italianos, que no esperaban nada por el estilo, abrieron los ojos
con asombro ante estas palabras, y no pudieron contener la alegría de
ver a su adversario en la red. En cuanto al cardenal, estaba fuera de sí;
se rió a carcajadas, pero con una risa en la que se mezclaban la ira y la
indignación; saltó hacia delante, tomó el libro que contenía esta
famosa constitución; lo buscó, lo encontró y, exultante de la victoria
que creyó seguro, leyó el pasaje en voz alta con jadeante ansiedad. 7
Los italianos estaban encantados; los consejeros de los electores
estaban inquietos y avergonzados; Lutero estaba esperando a su
adversario. Por fin, cuando el cardenal llegó a estas palabras: "El Señor
Jesucristo ha adquirido este tesoro con sus sufrimientos", Lutero lo
detuvo: "Muy digno padre", dijo, "ora, medita y sopesa estas palabras:
Él ha adquirido. 8 Cristo ha adquirido un tesoro por sus méritos; los
méritos, por tanto, no son el tesoro; porque, para hablar
filosóficamente, la causa y el efecto son asuntos muy diferentes. Los
méritos de Jesucristo han adquirido para el Papa el poder de dar
ciertas indulgencias al pueblo; pero no son los méritos mismos de
nuestro Señor los que distribuye la mano del pontífice. Así, pues, mi
conclusión es la verdadera, y esta constitución, que invocas con tanto
ruido, testifica conmigo la verdad que proclamo ”.

De Vio todavía sostenía el libro en sus manos, sus ojos descansaban en


el pasaje fatal; no pudo responder. Estaba atrapado en la misma trampa
que había tendido, y Lutero lo mantuvo allí con mano fuerte, ante el
asombro inefable de los cortesanos italianos que lo rodeaban. El legado
habría eludido la dificultad, pero no tenía los medios: hacía tiempo
que había abandonado el testimonio de la Escritura y de los Padres; se
había refugiado en esta Extravagancia de Clemente VI, y ¡he aquí! el
fue atrapado. Sin embargo, era demasiado astuto para traicionar su
confusión . Deseoso de ocultar su desgracia, el príncipe de la Iglesia
abandonó repentinamente este tema y atacó violentamente otros
artículos. Lutero, que percibió esta hábil maniobra, no le permitió
escapar; apretó y cerró por todos lados la red en la que había capturado
al cardenal, e imposibilitó toda fuga. “Reverendísimo Padre”, dijo con
un tono irónico pero muy respetuoso, “su eminencia no puede, sin
embargo, imaginar que los alemanes ignoramos la gramática: ser un
tesoro y adquirir un tesoro son dos cosas muy distintas. . "
"¡Retraer!" dijo De Vio; "¡retraer! o si no lo hace, le enviaré a Roma para
que comparezca ante los jueces encargados de conocer de su asunto. Te
excomulgaré con todos tus partidarios, con todos los que te favorezcan
o puedan ser favorables, y los rechazaré de la Iglesia. Todo el poder me
ha sido dado a este respecto por la santa sede apostólica. 9 ¿ Crees que
tus protectores me detendrán? ¿Te imaginas que el Papa crea algo para
Alemania? El dedo meñique del Papa es más fuerte que todos los
príncipes alemanes juntos ". 10
"Dígnate", responde Lutero, "transmitir al Papa León X, con mis
humildes oraciones, la respuesta que te he transmitido por escrito".
Ante estas palabras, el legado, muy complacido de encontrar un
momento de liberación, asumió nuevamente un aire de dignidad y dijo
a Lutero con orgullo e ira:
"Retírate o no vuelvas más". 11
Estas palabras golpearon a Lutero. Esta vez responderá de otra manera
que no sea con discursos: hizo una reverencia y salió del salón, seguido
por los concejales electores. El cardenal y los italianos, quedándose
solos, se miraron confundidos ante tal resultado.
Así, el sistema dominicano, cubierto con el brillo de la púrpura
romana, había despedido altivamente a su humilde adversario. Pero
Lutero estaba consciente de que había un poder: la doctrina cristiana,
la verdad que ninguna autoridad secular o espiritual podría jamás
dominar. De los dos combatientes, el que se retiró siguió siendo el amo
del campo de batalla.
Este es el primer paso por el cual la Iglesia se separó del papado.
Luther y De Vio no se volvieron a encontrar; pero el reformador había
dejado una profunda impresión en el legado, que nunca se borró. Lo
que Lutero había dicho sobre la fe, lo que De Vio leyó en los escritos
posteriores del médico de Wittenberg, modificó enormemente las
opiniones del cardenal. Los teólogos de Roma contemplaron con
sorpresa y descontento los sentimientos que avanzaba sobre la
justificación en su comentario sobre la Epístola a los Romanos. La
Reforma no retrocedió, no retrocedió; pero su juez, el que no había
dejado de llorar: ¡Retírate! ¡retraer! cambió sus puntos de vista e
indirectamente se retractó de sus errores. Así se coronó la fidelidad
inquebrantable del reformador .
Lutero regresó al monasterio donde lo habían entretenido. Se había
mantenido firme; había dado testimonio de la verdad; había cumplido
con su deber. ¡Dios hará el resto! Su corazón rebosaba paz y gozo.

Notas finales:
1. Op. (L.) 17: 187.
2. Por Panormitanus Lutero indica a Ives, autor de la
famosa colección de leyes eclesiásticas titulada
Panormia, y obispo de Chartres hacia fines del siglo XI.

3. Ostendit in materia fidei. Non modo generale concillium


esse super papam, sed etiam quemlibet fidelium, si
melioribus nitatur auctoritate et ratione quam papa. L.
Opp. Lat. 1: 209.
4. Salmo 143.
5. Confesar. 9.

6. Justitia justi et vita ejus, est fides ejus. L. Opp. Lat. 1: 211.
7. Legit fervens et anhelans. L. Epp. 1: 145.
8. Adquisición. Ibídem.
9. Op. (L.) 17: 197.
10. Ibídem. (W.) 22: 1331.
11. Revoca, aut non revertere. Ibídem. (L.) 17: 202.
LIBRO 4
CAPÍTULO 9

Sin embargo, los rumores que le llegaron no fueron muy alentadores:


se informó en la ciudad que, si no se retractaba, sería apresado y
arrojado a un calabozo. El vi car general de su orden, el propio
Staupitz, se afirmó, había dado su consentimiento. 1 Lutero no puede
creer lo que se dice de su amigo. ¡No! ¡Staupitz no lo engañará! En
cuanto a los designios del cardenal, a juzgar por sus palabras, no cabía
duda de ellos. Sin embargo, no huirá del peligro; su vida, como la
verdad misma, está en poderosas manos y, a pesar del peligro que lo
amenaza, está decidido a no abandonar Augsburgo.
El legado pronto se arrepintió de su violencia; sintió que había ido más
allá de su parte y se esforzó por volver sobre sus pasos. Staupitz apenas
había terminado su cena (en la mañana de la entrevista, y la hora de la
cena era el mediodía), cuando recibió un mensaje del cardenal,
invitándolo a su palacio. St Aupitz fue allí asistido por Wenceslas Link.
2 El vicario general encontró al legado a solas con Serra Longa. De Vio
se acercó de inmediato a Staupitz y se dirigió a él en el lenguaje más
suave. “Esfuérzate”, dijo, “para prevalecer sobre tu monje e inducirlo a
retractarse. Realmente, en otros aspectos, estoy muy satisfecho con él y
no tiene mejor amigo que yo ”. 3
Staupitz. - “Ya lo he hecho y le volveré a aconsejar que se someta a la
Iglesia con toda humildad”.
De Vio. - "Tendrás que responder a los argumentos que deriva de las
Sagradas Escrituras".
Staupitz. - “Debo confesar, mi señor, que es una tarea más allá de mis
capacidades; porque el doctor Martín Lutero es superior a mí tanto en
genio como en conocimiento de las Sagradas Escrituras ".
El cardenal sonrió, sin duda, ante la franqueza del vicario general.
Además, él mismo sabía lo difícil que sería convencer a Luther.
Continuó, dirigiéndose tanto a Staupitz como a Link: "¿Están
conscientes de que, como partidarios de una doctrina hereje , ustedes
mismos están sujetos a las sanciones de la Iglesia?"
Staupitz. - "Condescender a reanudar la conferencia con Lutero y
ordenar una discusión pública sobre los puntos controvertidos".
De Vio, alarmado por el solo pensamiento. - "Ya no discutiré más con
esa bestia, porque tiene ojos profundos y maravillosas especulaciones
en su cabeza". 4
Staupitz finalmente convenció al cardenal de que le transmitiera a
Lutero por escrito lo que debía retractarse.
El vicario general regresó a Luthe r. Asombrado por las
representaciones del cardenal, trató de persuadirlo de que llegara a un
arreglo. "Refuta, entonces", dijo Lutero, "las declaraciones de las
Escrituras que he adelantado". - “Está más allá de mi capacidad”, dijo
Staupitz. - "¡Bien entonces!" sust IED Luther, “va en contra de mi
conciencia para retraer, siempre que estos pasajes de la Escritura no se
explican de manera diferente. ¡Qué!" continuó, “el cardenal profesa,
como usted me informa, que está deseoso de arreglar este asunto sin
ninguna deshonra o perjuicio para mí! ¡Ah! son expresiones romanas
que significan en buen alemán que será mi eterna vergüenza y ruina.
¿Qué más puede esperar quien, por miedo a los hombres y contra la
voz de su conciencia, niegue la verdad? 5

Staupitz no persistió; sólo informó a Lutero que el cardenal había


consentido en transmitirle por escrito los puntos de los que tendría
que retractarse. A continuación, sin duda, le informó también de su
intención de abandonar Augsburgo, donde ya no tenía nada que hacer.
Lutero le comunicó un plan que había elaborado para consolar y
fortalecer sus almas. Staupitz prometió regresar y se separaron por un
corto tiempo.
Solo en su celda, Luther dirigió sus pensamientos hacia los amigos
más queridos de su corazón. Sus ideas vagaron hasta Weimar y
Wittenberg. Deseaba informar al elector de lo que estaba pasando; y,
temeroso de ser indiscreto al dirigirse él mismo al príncipe, escribió a
Spalatin y le rogó al capellán que informara a su amo de la situación.
Detalla toda la transacción, hasta la promesa del legado de enviarle
por escrito los puntos controvertidos, y termina diciendo: “Ésta es la
postura de los asuntos; pero no tengo ni esperanza ni confianza en el
legado. No retractaré ni una sílaba. Publicaré la respuesta que le di, a
fin de que, si procede a la violencia, quede cubierto de vergüenza en
toda la cristiandad ”. 6
El médico aprovechó entonces los pocos momentos que aún le
quedaban para escribir a sus amigos de Wittenberg.
“Paz y felicidad”, le escribió al doctor Carlstadt. “Acepte estas pocas
palabras como si fueran una carta larga, porque el tiempo y los
acontecimientos son apremiantes. En una mejor oportunidad, le
escribiré a usted y a otros con más detalle. Hace tres días que mi
negocio ha estado en marcha, y las cosas están ahora en un punto tal
que ya no tengo ninguna esperanza de regresar con ustedes, y no tengo
nada que buscar más que la excomunión. El legado positivamente no
me permitirá disputar ni en público ni en privado . No desea ser juez ”,
dice,“ sino padre para mí; y, sin embargo, no escuchará otras palabras
de mí que estas: "Me retracto y reconozco mi error". Y estos no los diré.
“Los peligros de mi causa son tanto mayores que sus jueces no sólo
son enemigos implacables, sino, además, hombres incapaces de
comprenderla. Sin embargo, el Señor Dios vive y reina: a su protección
me encomiendo, y no dudo que, en respuesta a las oraciones de
algunas almas piadosas, me enviará la liberación; Me imagino que los
siento orar por mí.
“O volveré a ti sin haber sufrido ningún daño; o de lo contrario, presa
de la excomunión, tendré que buscar refugio en otra parte.
“Sea como sea, compórtate con valentía, mantente firme y glorifica a
Cristo con valentía y alegría ...
“El cardenal siempre me llama su querido hijo. Sé cuánto debo creer en
eso. Sin embargo, estoy persuadido de que sería el hombre más
aceptable y querido para él en el mundo, si pronunciara la palabra
única Revoco, me retracto. Pero no me convertiré en hereje al
renunciar a la fe por la que me convertí en cristiano. Preferiría ser
exiliado, maldito y quemado hasta morir.
“Adiós, querido doctor; muéstrales esta carta a nuestros teólogos, a
Amsdorff, a Felipe, a Otte n, y al resto, para que oren por mí y también
por ustedes mismos; porque es tu causa lo que estoy suplicando aquí.
Es el de la fe en el Señor Jesucristo y en la gracia de Dios ”. 7
Dulce pensamiento, que siempre llena de consuelo y de paz a todos los
que han dado testimonio de Jesucristo, de su divinidad, de su gracia,
cuando el mundo derrama sobre ellos de todas partes sus juicios, sus
exclusiones y su deshonra: “ ¡Nuestra causa es la de la fe en el Señor! "
Y qué dulzura también en la convicción expresada por el reformador:
“¡Siento que rezan por mí!”. La Reforma fue obra de piedad y oración.
La lucha entre Lutero y De Vio fue la de un elemento religioso que
reapareció lleno de vida con las reliquias agonizantes de la dialéctica
verbosa de la Edad Media.

Así conversó Lutero con sus amigos ausentes. Staupitz pronto regresó;
El doctor Ruhel y el caballero de Feilitzsch, ambos enviados del
elector, también visitaron a Lutero después de despedirse del
cardenal. Se les unieron otros amigos del Evangelio. Lutero, al ver así
reunidos a estos hombres generosos, que estaban a punto de
separarse, y de los que tal vez iba a separarse para siempre, propuso
que celebraran juntos la Cena del Señor . Estuvieron de acuerdo, y este
pequeño grupo de hombres fieles se comunicó en el cuerpo y la sangre
de Jesucristo. ¡Qué sentimientos llenaron el corazón de los amigos del
reformador en el momento en que, celebrando la Eucaristía con él,
pensaron que quizás era la última vez que se les permitiría hacerlo!
¡Qué alegría, qué amor animaba el corazón de Lutero, al verse a sí
mismo tan bondadosamente aceptado por su Maestro en el mismo
momento en que los hombres lo rechazaron! ¡Qué solemne debe haber
sido esa comunión! ¡Cuán santa aquella noche! 8
Al día siguiente 9, Lutero esperó los artículos que le enviaría el legado;
pero al no recibir ningún mensaje, le rogó a su amigo Wenceslao Link
que fuera al cardenal. De Vio recibió a Link de la manera más afable y
le aseguró que no tenía más deseos que actuar como un amigo. Dijo:
“Ya no considero a Lutero un hereje. No lo excomulgaré esta vez, a
menos que reciba nuevas órdenes de Roma. He enviado su respuesta al
Papa por un expreso ”. Y luego, para mostrar sus amistosas
intenciones, agregó: “Si el doctor Lutero se retractara en lo que
concierne a las indulgencias, pronto se terminaría el asunto: porque en
lo que concierne a la fe en los sacramentos, es un artículo que todos
pueden comprender y comprender. entre pret a su manera “. Spalatin,
que registra estas palabras, agrega esta astuta pero justa observación:
"Se deduce claramente que Roma mira al dinero más que a la santa fe
y la salvación de las almas". 10
Link regresó con Luther: encontró a Staupitz con él y les contó su
visita. Cuando llegó a la inesperada concesión del legado: “Hubiera
sido bueno”, dijo Staupitz, “si el doctor Wenceslao hubiera tenido un
notario y testigos con él para anotar estas palabras por escrito ; porque,
si se diera a conocer tal propuesta, sería muy perjudicial para los
romanos ".
Sin embargo, en proporción a la dulzura del lenguaje del prelado,
menos confianza depositaban en él estos dignos alemanes. Muchos de
los buenos hombres a quienes se había recomendado a Lutero se
reunieron en consejo: “El legado”, dijeron, “está preparando algún
daño por parte de este mensajero del que habla, y es de temer que
todos ustedes sean apresados y encarcelado ".
Por tanto, Staupitz y Wenceslao resolvieron abandonar la ciudad;
abrazaron a Lutero, que persistió en quedarse en Augsburgo, y
partieron apresuradamente hacia Nuremberg, por dos caminos
distintos, no sin mucha ansiedad respecto a la suerte del valiente
testimonio que dejaban atrás.
El domingo pasó bastante tranquilo. Pero Lutero esperó en vano el
mensaje del legado: este último no envió ninguno. Por fin decidió
escribir. Staupitz y Link, antes de partir, le habían suplicado que
tratara al cardenal con todo el respeto posible. Lutero aún no había
probado Roma y sus enviados: éste es su primer experimento. Si la
deferencia no tenía éxito, recibiría una advertencia. Ahora al menos
debe intentarlo. Por su parte, no pasaba un día en el que no se
condenara a sí mismo y se lamentara de su habilidad para pronunciar
expresiones más fuertes de lo que la ocasión requería: ¿por qué no
confesar al cardenal lo que diariamente le confesó a Dios? Además, el
corazón de Luther se conmovió fácilmente y no sospechaba ningún
mal. Tomó la pluma y, con un gesto de la más respetuosa buena
voluntad, escribió al cardenal lo siguiente: 11
“Muy digno Padre en Dios, una vez más me acerco a ti, no en persona,
sino por carta, suplicando tu bondad paternal que me escuches con
gracia. El reverendo Dr. Staupitz, mi muy querido padre en Cristo, me
ha pedido que me humille, renuncie a mis propios sentimientos y
someta mis opiniones al juicio de hombres piadosos e imparciales.
También ha elogiado tu bondad paternal y me ha convencido
plenamente de tu disposición favorable hacia mí. Esta noticia me ha
llenado de alegría.

“Ahora pues, digno Padre, confieso, como ya lo he hecho antes, que no


he mostrado (como se ha informado) suficiente modestia,
mansedumbre o respeto por el nombre del soberano pontífice; y,
aunque he sido muy provocado, veo que hubiera sido mejor para mí
haber conducido mi causa con mayor humildad, apacibilidad y
reverencia, y no haber respondido a un necio según su necedad, para
que no fuera como a él.
“Esto me entristece mucho y pido perdón. Se lo confesaré
públicamente a la gente desde el púlpito, como de hecho lo he hecho a
menudo antes. Me esforzaré, por la gracia de Dios, por hablar de
manera diferente. No más: estoy dispuesto a prometer, libremente y
por mi propia voluntad, que no diré una palabra más sobre el tema de
las indulgencias, si este asunto está arreglado. Pero también, que los
que me hicieron comenzar, se vean obligados por su parte a ser más
moderados en lo sucesivo en sus sermones, oa guardar silencio.
“En cuanto a la verdad de mi doctrina, la autoridad de Santo Tomás y
otros médicos no pueden satisfacerme. Debo escuchar (si soy digno de
hacerlo) la voz de la novia, que es la Iglesia. Porque es cierto que ella
escucha la voz del Esposo, que es Cristo .

“Con toda humildad y sumisión, suplico por tanto a vuestro amor


paterno que remitan todo este asunto, tan inestable hasta el día de
hoy, a nuestro santísimo señor León X, para que la Iglesia decida,
pronuncie y ordene, y que yo puede retractarse con buena conciencia o
creer con sinceridad ". 12
Mientras leemos esta carta, se nos ocurre otra reflexión. Vemos que
Lutero no estaba actuando según un plan preconcebido, sino
únicamente en virtud de convicciones impresas sucesivamente en su
mente y en su corazón. Lejos de tener un sistema establecido, una
oposición bien organizada, se contradijo con frecuencia y sin
sospechar nada. Antiguas convicciones aún reinaban en su mente,
aunque ya habían entrado en ella convicciones opuestas. Y, sin
embargo, es en estas marcas de sinceridad y verdad que los hombres
han buscado argumentos en contra de la Reforma; es porque siguió las
leyes de progresión necesarias que se imponen a todas las cosas en la
mente humana, que algunos han escrito la historia de sus variaciones;
¡Es en estos mismos rasgos, que muestran su sinceridad y que, en
consecuencia, la hacen honorable, donde uno de los genios cristianos
más eminentes ha encontrado sus más fuertes objeciones! 13 ¡
Perversidad inconcebible de la mente humana !

Lutero no recibió respuesta a su carta. Cayetano y sus cortesanos,


después de estar tan violentamente agitados, de repente se habían
quedado inmóviles. ¿Cuál podría ser la razón? ¿No será la calma la que
precede a la tormenta? Algunas personas fueron de la opinión de
Pallavicini : "El cardenal estaba esperando", observa, "hasta que este
monje orgulloso, como un fuelle inflado, perdiera gradualmente el
viento que lo llenaba, y se volviera completamente humilde". 14 Otros,
imaginando que entendían mejor los caminos de Roma , estaban
seguros de que el legado tenía la intención de arrestar a Lutero, pero
que, no atreviéndose a proceder a tales extremos por su propia cuenta,
debido al salvoconducto imperial, estaba esperando una respuesta. de
Roma a su mensaje. Otros no podían creer que el cardenal se demorara
tanto. El emperador Maximiliano, dijo que ellos (y esto realmente
puede ser la verdad), no tendrán más escrúpulos para entregar a
Lutero al juicio de la Iglesia, a pesar del salvoconducto, que
Sigismundo tuvo que entregar a Hus al Concilio de Constanza. Quizás
el legado esté negociando incluso ahora con el emperador. La
autorización de Maximilian puede llegar cada minuto. Cuanto más se
oponía antes al Papa, más parecerá halagarlo ahora, hasta que la
corona imperial rodee la cabeza de su nieto. No hay un momento que
perder. “Redacte un llamamiento al Papa”, dijeron los hombres nobles
que rodearon a Lutero, “y abandone Augsburgo sin demora”.
Lutero, cuya presencia en esta ciudad había sido inútil durante los
últimos cuatro días y que había probado suficientemente, al
permanecer después de la partida de los consejeros sajones enviados
por el elector para velar por su seguridad, que no temía nada, y que
estaba dispuesto a responder a cualquier acusación, y cedió al fin a las
solicitudes de sus amigos. Pero primero resolvió informar a De Vio de
su intención: le escribió el martes, víspera de su partida. Esta segunda
carta tiene un tono más firme que la otra. Parecería que Lutero, viendo
que todos sus avances eran inútiles, comenzó a levantar la cabeza
consciente de su integridad y de la injusticia de sus enemigos.
“Muy digno Padre en Dios”, le escribió a De Vio, “tu bondad paternal
ha sido testigo, lo repito, ha sido testigo y ha reconocido
suficientemente mi obediencia. He emprendido un largo viaje,
atravesando grandes peligros, con gran debilidad de cuerpo, ya pesar
de mi extrema pobreza; por orden de nuestro santísimo señor León X,
me he presentado en persona ante su eminencia; por último, me he
arrojado a los pies de su santidad, y ahora espero su beneplácito,
dispuesto a someterme a su juicio, ya sea que me condene o absuelva.
Por tanto, siento que no he omitido nada que se convierta en un hijo
obediente de la Iglesia hacer.
“Pienso, en consecuencia, que no debería en vano prolongar mi
estancia en esta ciudad; además, sería imposible; mis recursos me
fallan; y tu bondad paternal me ha prohibido en voz alta volver a
aparecer ante ti, a menos que me retracte.

“Por tanto, me marcho en el nombre del Señor, deseando, si es


posible, encontrar algún lugar donde pueda morar en paz. Muchas
personas, de mayor importancia que yo, me han pedido que recurra a
su bondad paternal, e incluso a nuestro santísimo señor León X, mal
informado, al Papa cuando esté mejor informado. 15 Aunque sé que tal
llamado será mucho más aceptable para nuestra más serena alteza el
elector que una retractación, sin embargo, si hubiera consultado solo
mis propios sentimientos, no lo habría hecho ... sin culpa; Por tanto, no
debo temer a nada ".
Lutero, habiendo escrito esta carta, que no fue entregada al legado
hasta después de su partida, se dispuso a abandonar Augsburgo. Dios
lo había preservado hasta esta hora, y por eso alabó al Señor con todo
su corazón ; pero no debe tentar a Dios. Abrazó a sus amigos Peutinger,
Langemantel, Adelmann, Auerbach y al prior de los Carmelitas, que le
habían mostrado una hospitalidad tan cristiana. El miércoles, antes del
amanecer, estaba despierto y listo para partir. Sus amigos le habían
recomendado que tomara todas las precauciones por temor a que se lo
impidieran, si se conocían sus intenciones. Siguió sus consejos en la
medida de lo posible. Un pony, que Staupitz le había dejado, fue
llevado a la puerta del convento. Una vez más se despide de sus
hermanos; luego se monta y se pone en marcha, sin bridas para su
caballo, sin botas ni espuelas, y desarmado. El magistrado de la ciudad
le había enviado como guía a uno de los policías a caballo que conocía
bien los caminos. Este sirviente lo conduce en la oscuridad por las
silenciosas calles de Augsburgo. Dirigen su curso hacia una pequeña
puerta en la muralla de la ciudad. Uno de los concejales, Langemantel,
había ordenado que se abriera. Todavía está en el poder del legado. La
mano de Roma puede agarrarlo todavía. Sin duda, si los italianos
supieran que su presa se les escapaba, lanzarían un grito de rabia.
¿Quién puede decir que el intrépido adversario de Roma todavía no
será apresado y arrojado a un calabozo? ...... Por fin, Lutero y su guía
llegan a la pequeña puerta; pasan a través. Están fuera de Augsburgo; y
pronto pusieron sus caballos al galope y se alejaron rápidamente.
Lutero, a su partida, había dejado su llamamiento al Papa en manos de
Pomesaw. Sus amigos habían recomendado que no se transmitiera al
legado. El prior recibió el encargo de colocarlo en las puertas de la
catedral dos o tres días después de la partida del médico, en presencia
de notario y testigos. Esto se hizo.
En este trabajo, Lutero declara que apela del Santísimo Padre el Papa,
mal informado, al Santísimo Señor y Padre en Cristo, León X de ese
nombre, por la gracia de Dios, mejor informado. 16 Este llamamiento
había sido redactado con la forma y el estilo habituales, con la ayuda
del notario imperial Gall de Herbrachtingen, en presencia de dos
monjes agustinos, Bartholomew Utzmair y Wenzel Steinbies. Estaba
fechado el 16 de octubre.
Cuando el cardenal fue informado de la partida de Lutero, quedó
atónito, e incluso asustado y alarmado, como aseguró a su elector en
su carta. De hecho, había una buena razón para estar molesto. Esta
partida, que puso fin tan abruptamente a las negociaciones,
desconcertó a las esperanzas con las que durante tanto tiempo había
halagado su orgullo. Había ambicionado el honor de sanar a la Iglesia,
de restaurar la tambaleante influencia del Papa en Alemania; y el
hereje había escapado no solo impune, sino incluso sin ser humillado.
La conferencia sólo había servido para exhibir bajo una luz más fuerte,
por un lado, la sencillez, integridad y firmeza de Lutero; y, por el otro,
los procedimientos imperiosos e irrazonables del Papa y su embajador.
Como Roma no había ganado nada, había perdido; su autoridad, sin
haber sido reforzada, había recibido un nuevo cheque. ¿Qué dirán en el
Vaticano? ¿Qué mensajes se recibirán de Roma? Se olvidarán las
dificultades de su puesto; El desafortunado resultado de este asunto se
atribuirá a su falta de habilidad. Serra Longa y los italianos estaban
furiosos al verse a sí mismos, con toda su destreza, burlados por un
monje alemán. De Vio apenas pudo ocultar su irritación. Tal insulto
requería venganza, y pronto lo veremos desatando su ira en una carta
al elector.

Notas finales:
1. Op. (L.) 17: 210.

2. Ibídem. 204.
3. Ibídem. 185.
4. Ego nolo amplius cum hac bestia disputare. Habet enim
profundos oculos et mirabiles speculationes in capite
suo. Myconius. 33.
5. Op. (L.) 17: 210.
6. Epp. 1:14 9.
7. Epp. 1: 159.
8. Op. (L.) 17: 178.

9. Sábado 15 de octubre.
10. Op. (L.) 17: 182.
11. Esta carta está fechada el 17 de octubre.
12. Op. (L.) pág. 198.

13. Histoire des Variations de Bossuet. Liv. 1:25, etc.


14. Ut follis ille ventosa elatione distentus, pág. 40.
15. Ut a RP tua, immo a S actissimo Domino nostro Leone
X. male informato ad melius informandum appellem. L.
Epp. 1: 161.
16. Melius informandum. L. Opp. Lat. 1: 219.
LIBRO 4
CAPÍTULO 10

Lutero y su guía continuaron su vuelo lejos de las murallas de


Augsburgo. Espoleó a su caballo y galopó tan rápido como se lo
permitían las fuerzas del pobre animal. Recordó la huida real o
supuesta de John Huss, la manera en que fue capturado y la
afirmación de sus adversarios, que pretendían que Huss, habiendo
anulado con su huida la conducta segura del emperador, tenían el
derecho de condenarlo a las llamas. 1 Estos pensamientos de ansiedad,
sin embargo, no ocupan mucho la mente de Lutero. Habiendo
escapado de una ciudad en la que había pasado diez días bajo la
terrible mano de Roma, que ya había aplastado a tantos miles de
testigos de la verdad y rociado de sangre a su alrededor, ahora que está
libre, ahora que ha inhala las brisas frescas del campo, atraviesa las
aldeas y los distritos rurales, y se ve maravillosamente liberado del
brazo del Señor, todo su ser vuelve gracias al Todopoderoso.
Verdaderamente es él quien ahora puede decir: Nuestra alma se
escapó como un pájaro de la trampa de los cazadores; el lazo se rompe
y nosotros escapamos. Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que
hizo el cielo y la tierra. 2 Así rebosaba gozo el corazón de Lutero. Pero
también pensaba en De Vio: “Al cardenal le hubiera gustado tenerme
en sus manos para enviarme a Roma. Sin duda, está molesto por mi
escape. Imaginó que estaba en su poder en Augsburgo; pensó que me
tenía; pero sostenía una anguila por la cola. ¿No es una vergüenza que
esta gente me valore tanto? Darían un montón de coronas para
tenerme en sus garras, mientras que nuestro Señor Jesucristo fue
vendido por treinta piezas de plata ”. 3
El primer día viajó catorce leguas. Cuando llegó a la posada donde iba a
pasar la noche, estaba tan fatigado (su caballo era un trote muy duro,
nos dice un historiador) que, cuando desmontó, no pudo pararse y se
acostó sobre un bulto de Paja. Sin embargo, obtuvo cierto reposo. Al día
siguiente continuó su viaje. En Nuremberg se reunió con Staupitz, que
visitaba los conventos de su orden. Fue en esta ciudad donde vio por
primera vez el informe enviado por el Papa a Cayetano sobre él. Estaba
indignado por ello, y es muy probable que si hubiera visto este informe
antes de dejar Wittenberg, nunca hubiera ido al cardenal. "Es
imposible creer", dijo, "que algo tan monstruoso podría haber
procedido de cualquier soberano pontífice". 4

A lo largo del camino, Lutero fue objeto de interés general. Todavía no


había cedido en un punto. Tal victoria, obtenida por un monje
mendicante sobre el representante de Roma, llenó de admiración
todos los corazones. Alemania parecía vengada del desprecio de Italia.
La Palabra eterna había recibido más honor que la palabra del Papa.
Este inmenso poder , que durante tantos siglos tiranizó sobre el
mundo, había recibido un formidable control. El viaje de Lutero fue
como un triunfo. Los hombres se regocijaban por la obstinación de
Roma, con la esperanza de que la conduciría a su destrucción. Si no
hubiera insistido en preservar sus vergonzosas ganancias; si hubiera
sido lo bastante sabia para no despreciar a los alemanes; si hubiera
reformado los abusos que lloraban: tal vez, de acuerdo con los puntos
de vista humanos, todos hubieran regresado a ese estado de muerte
del que Lutero había despertado. Pero el papado no cederá ; y el médico
se verá obligado a sacar a la luz muchos otros errores ya avanzar en el
conocimiento y manifestación de la verdad.
El 26 de octubre, Lutero llegó a Graefenthal, al borde de los bosques
de Turingia. Allí se reunió con Cou nt Albert de Mansfeldt, la misma
persona que lo había disuadido tan fuertemente de ir a Augsburgo. El
conde, riéndose de buena gana de su singular carruaje, lo obligó a
detenerse y ser su invitado. Lutero pronto reanudó su viaje.
Se apresuró a avanzar, deseando estar en Wittenberg el 31 de octubre,
con la impresión de que el elector estaría allí para la fiesta de Todos los
Santos y que lo vería. El escrito que había leído en Nuremberg le había
revelado todos los peligros de su situación. De hecho , ya condenado en
Roma, no podía esperar quedarse en Wittenberg, obtener asilo en un
convento o encontrar paz y seguridad en ningún otro lugar. La
protección del elector tal vez pueda defenderlo; pero estaba lejos de
estar seguro de ello. Ya no podía esperar nada de los dos amigos que
había poseído hasta entonces en la corte de este príncipe. Staupitz
había perdido el favor del que disfrutaba durante tanto tiempo y
abandonaba Sajonia. Federico amaba a Spalatin, pero no tenía mucha
influencia sobre él. El mismo elector no estaba lo suficientemente
familiarizado con la doctrina del Evangelio como para encontrarse con
un peligro manifiesto por su causa. Lutero pensó, sin embargo, que no
podía hacer nada mejor que regresar a Wittenberg, y allí aguardaría lo
que el Dios eterno y misericordioso haría con él. Si, como muchos
esperaban, no lo molestaban, resolvió dedicarse por completo al
estudio y a la educación de los jóvenes. 5
Lutero volvió a entrar en Wittenberg el 30 de octubre. Toda su
expedición había sido inútil. Ni el elector ni Spalatin habían acudido a
la fiesta. Sus amigos estaban encantados de verlo de nuevo entre ellos.
Se apresuró a informar a Spalatin de su llegada. "Regresé a Wittenberg
hoy sano y salvo, por la gracia de Dios". dijo, "pero no sé cuánto tiempo
estaré aquí ... Estoy lleno de alegría y paz, y apenas puedo concebir
que la prueba que soporto pueda parecer tan grande a tantos
personajes distinguidos".

De Vio no había esperado mucho después de la partida de Luther para


expresar toda su indignación al elector. Su carta respira venganza. Le
da a Frederick un relato de la conferencia con un aire de seguridad. “Ya
que el hermano Martín”, dice en conclusión, “no puede ser inducido
por medidas paternales a reconocer su error y permanecer fiel a la
Iglesia católica, le ruego a Vuestra Alteza que lo envíe a Roma o lo
expulse de sus estados. Tenga la seguridad de que este asunto difícil,
travieso y envenenado no se puede prolongar mucho más; porque así
sucesivamente, como he informado a nuestro santísimo señor de todo
este artificio y maldad, se pondrá fin ". En una posdata, escrita de su
propia mano, el cardenal suplica al elector que no empañe su honor y
el de sus ilustres antepasados por el bien de un miserable frailecillo. 6
Quizás nunca el alma de Lutero sintió una indignación más noble que
cuando leyó la copia de esta carta que le envió el elector. El
pensamiento de los sufrimientos que está destinado a sufrir, el valor
de la verdad por la que está luchando, el desprecio inspirado por la
conducta del legado romano, todo agitaba su corazón a una. Su
respuesta, escrita en medio de esta agitación, está llena de ese valor,
sublimidad y fe que siempre mostró en las circunstancias más difíciles
de su vida. Da, a su vez, un relato de la conferencia de Augsburgo; y
después de describir el comportamiento del cardenal, continúa así:

“Me gustaría responder al legado en lugar del elector:


“Demuestra que hablas de lo que entiendes”, le decía; “Que todo el
asunto se ponga por escrito: entonces enviaré al hermano Martín a
Roma, o de lo contrario yo mismo lo apresaré y lo mataré. Cuidaré de
mi conciencia y de mi honor, y no permitiré que ninguna mancha
empañe mi gloria. Pero mientras su conocimiento positivo evite la luz y
se dé a conocer solo por sus clamores, no puedo poner fe en la
oscuridad.
“Así es como le respondería, excelentísimo príncipe.
“Que el reverendo legado, o el Papa mismo, especifique mis errores
por escrito; déjeles dar sus razones; que me instruyan, porque soy un
hombre que desea instrucción, que la pide y la anhela, de modo que ni
siquiera un turco se negaría a concederla. Si no me retracto y me
condeno cuando han probado que los pasajes que he citado deben
entenderse en un sentido diferente al mío, entonces, excelentísimo
elector, sea Vuestra Alteza la primera en procesarme y expulsarme; que
la universidad me rechace, y me abrume con su ira .... No más, y llamo
a testigos al cielo y a la tierra, que el Señor Jesucristo me eche y me
condene! ...... Las palabras que digo no están dictados por una
presunción vana, sino por una convicción inquebrantable. Quiero que
el Señor Dios me quite su gracia , y que cada una de las criaturas de
Dios me rechace su rostro, si, cuando se me ha mostrado una doctrina
mejor, no la abrazo.
“Si me desprecian a causa de mi baja condición, pobrecillo fraile
médico, y si se niegan a instruirme en el camino de la verdad, entonces
suplique su alteza al legado que le informe por escrito en qué me he
equivocado. Les costará menos instruirme por escrito cuando esté
ausente, que matarme mediante una estratagema cuando esté entre
ellos.
“Me resigno al destierro. Mis adversarios están poniendo sus trampas
por todos lados, para que yo no pueda vivir en ninguna parte con
seguridad. Para que ningún mal les suceda por mi cuenta, dejo sus
territorios en nombre de Dios. Iré donde quiera que el Dios eterno y
misericordioso me tenga . ¡Que haga conmigo según su voluntad!
“Así pues, sereno elector, me despido con reverencia. Te encomiendo al
Dios eterno y te doy gracias eternas por toda tu bondad hacia mí.
Cualesquiera que sean las personas entre las que habitaré en el futuro,
siempre me acordaré de ti y oraré continuamente y con gratitud por tu
felicidad y la de tu familia 7 ... Todavía estoy, gracias a Dios, lleno de
alegría; y alabadle porque Cristo, el Hijo de Dios, me cree digno de
sufrir por tal causa. ¡Que siempre proteja a su ilustre alteza! Amén."
Esta carta, tan llena de verdad, causó una profunda impresión en el
elector. "Le conmovió una carta muy elocuente", dice Maimbourg.
Jamás se le habría ocurrido entregar a un inocente en manos de
Roma; tal vez hubiera deseado que Lutero se escondiera por un
tiempo, pero resolvió no dar la impresión de ceder de ninguna manera
a las amenazas del legado. Escribió a su consejero Pfeffinger, que
estaba en la corte del emperador, diciéndole que informara a este
príncipe del estado real de las cosas y le suplicara que escribiera a
Roma, para que el asunto pudiera concluir, o al menos para que
pudiera ser resuelto en Alemania por jueces imparciales. 8

A pocos días más tarde, el elector respondió al legado: “Desde que el


doctor Martin ha aparecido antes en Augsburgo, usted debe estar
satisfecho. No esperábamos que se empeñara en hacer que se
retractara sin haberlo convencido de sus errores. Ninguno de los
hombres instruidos en nuestro principado me ha informado que la
doctrina de Martín es impía, anticristiana o herética ". El príncipe se
negó, además, a enviar a Lutero a Roma oa expulsarlo de sus estados.
Esta carta, que fue comunicada a Lutero, lo llenó de alegría. "¡Dios de
gracia!" le escribió a Spalatin, “¡con qué gusto lo he leído una y otra
vez! Sé qué confianza se puede depositar en estas palabras, a la vez tan
contundentes y moderadas. Temo que los romanos no comprendan
plenamente su significado; pero al menos comprenderán que lo que
creen que ya está terminado apenas ha comenzado. Por favor,
devuélvale las gracias al príncipe. Es extraño que él (De Vio), que hace
poco tiempo era un monje mendicante como yo, no tenga miedo de
dirigirse irrespetuosamente a los príncipes más poderosos , pedirles
cuentas, amenazarlos, mandarles y tratarlos. ellos con tal altivez
inconcebible. Aprenda que el poder temporal es de Dios, y que su
gloria no puede ser pisoteada ”. 9
Lo que sin duda animó al elector a responder al legado en un tono que
éste no había esperado fue una carta que le dirigió la universidad de
Wittenberg. Tenía buenas razones para declararse a favor del médico;
porque florecía cada día más y eclipsaba a todas las demás escuelas.
Una multitud de estudiantes de todas partes de Alemania acudieron en
masa para escuchar a este hombre extraordinario, cuya enseñanza
parecía abrir una nueva era a la religión y el aprendizaje. Estos jóvenes
que venían de todas las provincias se detuvieron en cuanto
descubrieron a lo lejos los campanarios de Wittenberg; levantaron sus
manos al cielo y alabaron a Dios por haber hecho brillar la luz de la
verdad desde esta ciudad, como desde Sión en los tiempos antiguos, y
desde donde se extendió hasta los países más lejanos. 10 Una vida y
una actividad hasta entonces desconocidas animaban a la universidad.
“Nuestros estudiantes aquí están tan ocupados como hormigas”,
escribió Luther. 11

Notas finales:
1. Weissmann, Hist. Eccles. 1: 1237.
2. Salmo 124: 7.
3. Op. (L.) 17: 202.
4. Tale quid monstri a summo Pontifice-egredi. L. Epp. 166.
5. Op. (L.) 17: 183.
6. Ibídem. 203.
7. Ego enim ubieumque ero gentium, illustrissimae
Dominationis tuae nunquam non ero memor. L. Epp. 1:
187.
8. Op. (L.) 17: 244.
9. Et suos non licer e honores conculcari. L. Epp. 1: 198.
10. Scultet. Annal. 1:17.
11. Studium nostrum más formicarum fervet. L. Epp. 1:93.
LIBRO 4
CAPÍTULO 11
Lutero, imaginando que pronto podría ser expulsado de Alemania, se
dedicó a publicar un informe de la conferencia de Augsburgo. Deseaba
que quedara como testimonio de la lucha entre él y Roma. Vio la
tormenta a punto de estallar, pero no la temió. Esperaba día a día los
anatemas que iban a ser enviados desde Italia; y puso todo en orden
para estar preparado cuando llegaran. “Habiendo recogido mi manto y
ceñido mis lomos”, dijo, “estoy listo para partir, como Abraham, sin
saber adónde voy; o más bien sabiendo, ya que Dios está en todas
partes ". 1 Tenía la intención de dejar una carta de despedida detrás de
él. "Sé lo suficientemente valiente", le escribió a Spalatin, "para leer la
carta de un hombre maldito y excomulgado".
Sus amigos sintieron gran ansiedad y miedo a causa de él. Le rogaron
que se entregara como prisionero en manos del elector, para que este
príncipe pudiera mantenerlo en algún lugar seguro. 2
Sus enemigos no podían entender de dónde derivaba su confianza. Un
día, cuando la conversación se centró en él en la corte del obispo de
Brandeburgo, se le preguntó en qué apoyo podía contar: “En Erasmo”,
dijeron algunos; "Sobre Capito, y otros sabios que están en su
confianza". - “No, no”, respondió el obispo, “al Papa le importarían
muy poco esas personas. Es en la universidad de Wit tenberg y en el
duque de Sajonia en quien confía ". Así, ambas partes desconocían el
baluarte en el que se había refugiado el reformador.

Los pensamientos de la partida pasaron por la mente de Luther. No se


originaron en el miedo al peligro, sino en la previsión de los obstáculos
cada vez mayores con los que se encontraría una confesión libre de la
verdad en Alemania. “Si me quedo aquí”, dijo, “la libertad de hablar y
escribir muchas cosas me será arrebatada. Si me voy, derramaré
libremente los pensamientos de mi corazón y dedicaré mi vida a Cristo
”. 3
Francia era el país donde Lutero esperaba tener el poder de anunciar
la verdad sin oposición. La libertad de la que gozan los médicos y la
universidad de París le parece digna de envidia. Además, estuvo de
acuerdo con ellos en muchos puntos. ¿Qué habría pasado si lo
hubieran trasladado de Wittenberg a Francia? ¿Se habría establecido la
Reforma allí, como en Alemania? ¿Hubiera sido destronado allí el
poder de Roma? ¿Y Franc e, que estaba destinada a ver los principios
jerárquicos de Roma y los principios destructivos de una filosofía
irreligiosa contender durante mucho tiempo dentro de su seno, se
habría convertido en un gran centro de luz evangélica? Es inútil
entregarse a vanas conjeturas sobre este tema; pero quizás Lutero en
París podría haber cambiado en cierto grado los destinos de Europa y
Francia.

El alma de Lutero se conmovió profundamente. Solía predicar con


frecuencia en la iglesia de la ciudad, en la habitación de Simon Heyens
Pontanus, pastor de Wittenberg, que casi siempre estaba enfermo.
Pensó que era su deber, en todo caso, despedirse de esa congregación a
la que con tanta frecuencia había anunciado la salvación. Dijo en el
púlpito un día: “Soy un predicador muy inestable e inseguro. ¿Cuántas
veces no te he despedido sin despedirme de ti? ... Si este caso volviera
a ocurrir y no puedo regresar, acepta mi despedida ahora. Luego, tras
añadir algunas palabras, concluyó diciendo con moderación y
gentileza: “Finalmente, les advierto que no se alarmen, si las censuras
papales deberían ser descargadas sobre mí. No culpes al Papa, ni
tengas mala voluntad, ni hacia él ni hacia ningún otro hombre; pero
confía todo en Dios ". 4

El momento parecía haber llegado por fin. El príncipe informó a Lutero


que deseaba que se fuera de Wittenberg. Los deseos del elector eran
demasiado sagrados para que no se apresurara a cumplirlos. Por lo
tanto, hizo los preparativos para su partida, sin saber bien adónde
debía dirigir sus pasos. Sin embargo, deseaba ver a sus amigos una vez
más a su alrededor, y con esta intención preparó una comida de
despedida. Sentado a la misma mesa que ellos, aún disfruta de su dulce
conversación, de su tierna y ansiosa amistad. Le traen una carta ...
Viene del tribunal. Lo abre y lee; su corazón se hunde; contiene una
nueva orden para su partida. El príncipe pregunta, "por qué se demora
tanto". Su alma estaba abrumada por la tristeza. Sin embargo, recuperó
su valor y, levantando la cabeza, dijo con firmeza y alegría, mientras
dirigía su sí a los que le rodeaban: "Padre y madre me abandonan,
pero el Señor me levanta". 5 Dejar debe. Sus amigos estaban
profundamente conmovidos. ¿Qué sería de él? Si el protector de Lutero
lo rechaza, ¿quién lo recibirá? Y el Evangelio, la verdad y esta obra
admirable ... todo sin duda perecerá con su testimonio ilustre. La
Reforma parece colgar de un hilo, y en el momento en que Lutero
abandone los muros de Wittenberg, ¿no se romperá este hilo? Luther y
sus amigos dijeron poco. Golpeado por el golpe que había caído sobre
su hermano, las lágrimas ruedan por sus mejillas. Pero poco después
llega un nuevo mensajero. Lutero abre la carta, sin dudar de que
contiene un nuevo pedido. Pero, ¡oh mano poderosa del Señor! por un
tiempo se salva. Todo está cambiado. "Dado que el nuevo enviado del
Papa espera que todo pueda ser arreglado por una conferencia,
permanece por el momento". 6 ¡ Cuán importante fue esta hora! ¿Y qué
hubiera pasado si Lutero, siempre ansioso por obedecer la voluntad de
su soberano, hubiera dejado Wittenberg inmediatamente después de
recibir la primera carta? Lutero y la causa de la Reforma nunca fueron
más bajos que en este momento. Parecía que su destino estaba
decidido: un instante bastaba para cambiarlo. Habiendo alcanzado el
grado más bajo de su carrera, el médico de Wittenberg ascendió
rápidamente y su influencia desde ese momento continuó aumentando
. El Todopoderoso manda (en el lenguaje del profeta), y sus siervos
descienden a las profundidades y vuelven a subir al cielo.

Por orden de Federico, Spalatin convocó a Lutero a Lichtemberg para


tener una entrevista con él. Conversaron largo rato sobre la situación
de los asuntos. "Si las censuras llegan desde Roma", dijo Lutero,
"ciertamente no me quedaré en Wittenberg". - "¡Cuidado", dijo
Spalatin, "de ser demasiado precipitado para ir a Francia!" 7 Lo dejó y
le dijo que esperara nuevas órdenes. “Encomiende sólo mi alma a
Cristo”, dijo Lutero a sus amigos. “Veo que mis adversarios están aún
más decididos en sus planes de arruinarme; pero mientras tanto Cristo
me fortalece en mi resolución de no conceder nada ”. 8
Lutero publicó ahora su Informe de la Conferencia de Augsburgo.
Spalatin le había escrito, por parte del elector, que no lo hiciera; pero la
carta llegó demasiado tarde. Tan pronto como tuvo lugar la
publicación, el príncipe dio su sanción: "¡Gran Dios !" dijo Lutero en su
prefacio, "¡qué nuevo, qué crimen asombroso buscar la luz y la verdad!
... y sobre todo en la Iglesia, es decir, en el reino de la verdad". - “Te
envío mi Informe”, le escribió a Link: “es sin duda más agudo de lo que
espera el legado ; pero mi pluma está lista para producir cosas mucho
mayores. Yo mismo no sé de dónde surgen estos pensamientos. En mi
opinión, la obra aún no ha comenzado, 9 hasta ahora los grandes de
Roma se equivocan al buscar el final. Les enviaré lo que he escrito para
que juzguen si he adivinado correctamente que el anticristo del que
habla San Pablo reina ahora en la corte de Roma. Creo que podré
demostrar que ahora es peor que los propios turcos ".
Los informes de Sini ster llegaron a Lutero de todos lados. Uno de sus
amigos le escribió que el nuevo enviado de Roma había recibido la
orden de apoderarse de él y entregarlo al Papa. Otro relató que
mientras viajaba se había reunido con un cortesano, y que la
conversación giraba sobre los asuntos que ahora ocupaban toda
Alemania, este último declaró que se había comprometido a entregar a
Lutero en manos del soberano pontífice. "Pero cuanto más aumentan
su furia y su violencia", escribió el reformador, " menos tiemblo". 10
En Roma estaban muy disgustados con Cayetano. La irritación que
sentía por el fracaso de este negocio se desahogó al principio sobre él.
Los cortesanos romanos creyeron tener motivos para reprocharle
haber sido deficiente en esa prudencia y dirección que, si hay que
creerlas, eran las principales cualidades de un legado, y por no haber
relajado, en tan importante ocasión, el rigor de su teología escolástica.
Todo es culpa suya, decían. Su torpe intento de pedófilo lo estropeó
todo. ¿Por qué exasperaba a Lutero con insultos y amenazas, en lugar
de seducirlo con la promesa de un obispado rico, o incluso de un
sombrero de cardenal? 11 Estos mercenarios juzgaron al reformador
por sí mismos. Aún así, el fallo debe recuperarse. Por un lado, Roma
debe declararse; por el otro, debía conciliar al elector, que podría serle
muy útil en la elección que pronto tendrían que hacer de un
emperador. Como era imposible para los eclesiásticos romanos
sospechar de dónde sacaba Lutero su coraje y su fuerza, imaginaban
que el elector estaba más implicado en el asunto de lo que realmente
estaba. Por tanto, el Papa decidió seguir otro camino. Hizo que su
legado publicase en Alemania una bula , en la que confirmaba la
doctrina de las indulgencias, precisamente en los puntos atacados,
pero en la que no mencionaba ni a Lutero ni al elector. Como el
reformador siempre había declarado que se sometería a la decisión de
la Iglesia Romana , el Papa imaginó que ahora cumpliría su palabra o
se exhibiría abiertamente como un perturbador de la paz de la Iglesia y
un despreciador de la Iglesia. santa sede apostólica. En cualquier caso,
el Papa no pudo más que ganar; sin embargo, no se obtiene ninguna
ventaja al oponerse obstinadamente a la verdad. En vano había
amenazado el Papa con la excomunión a quien enseñara de otra forma
que la ordenada; la luz no se detiene con tales órdenes. Habría sido más
prudente moderar con ciertas restricciones las pretensiones de los
vendedores de indulgencias. Este decreto de Roma fue, por tanto, una
nueva falta. Al legalizar los abusos del llanto, irritó a todos los sabios e
hizo imposible la reconciliación de Lutero. “Se pensaba”, dice un
historiador católico-romano, un gran enemigo de la Reforma , 12 “que
esta bula había sido emitida únicamente para el beneficio del Papa y
los frailes mendigos, quienes comenzaron a encontrar que nadie
compraría sus indulgencias ".

El cardenal De Vio publicó el decreto en Lintz, Austria, el 13 de


diciembre de 1518; pero Lutero ya se había puesto fuera de su alcance.
El 28 de noviembre, había apelado, en la capilla de Corpus Christi, en
Wittenberg, del Papa a un concilio general de la Iglesia. Previó la
tormenta que estaba a punto de estallar sobre él; sabía que solo Dios
podía dispersarlo; pero hizo lo que era su deber. Sin duda, debe
abandonar Wittenberg, aunque sólo sea por cuenta del elector, tan
pronto como lleguen los anatemas romanos; sin embargo, no dejaría
Sajonia y Alemania sin una protesta llamativa. Por tanto, elaboró uno,
y para que estuviera listo para circular en cuanto lo alcanzaran los
truenos romanos, como él mismo lo expresa, lo hizo imprimir con la
condición expresa de que el librero depositara todos los ejemplares
con él. Pero este hombre, codicioso de ganancias, vendió casi todos,
mientras Lutero esperaba tranquilamente para recibirlos. El médico
estaba molesto, pero el asunto estaba hecho. Esta audaz protesta
pronto circuló por todas partes. En él, Lutero declaró de nuevo que no
tenía intención de decir nada contra la santa Iglesia o la autoridad de
la sede apostólica, y del Papa cuando estaba bien aconsejado. “Pero”,
continúa, “viendo que el papa, que es el vicario de Dios en la tierra,
puede, como cualquier otro hombre, errar, pecar y mentir, y que una
apelación a un concilio general es el único medio de seguridad contra
esa injusticia a la que es imposible resistir, me veo obligado a recurrir
a este paso ”. 13
Aquí vemos cómo la Reforma inicia una nueva carrera. Ya no depende
del Papa y de sus resoluciones, sino de un concilio general. Lutero se
dirige a toda la Iglesia, y la voz que procede de la capilla de Corpus
Christi debe oírse en todo el redil del Señor. Al reformador no le falta
coraje ; de esto acaba de dar una nueva prueba. ¿Le estará queriendo
Dios? Esto lo aprenderemos de los diferentes períodos de la Reforma
que aún quedan por mostrar ante nuestros ojos.

Notas finales:
1. Quia Deus ubique. Ibídem. 188.
2. Ut principi me in captivitatem darem. Ibídem. 189.

3. Si iero totum effundam et vitam offeram Christo. L. Epp.


1: 190.
4. Deo rem comprometido. Ibídem. 191.
5. Vater und Mutter verlassen mich, aber der Herr nimmt
mich auf.
6. Op. 15: 824.
7. Ne tam cito en Galliam irem. L. Epp. 1: 195.
8. Firmat Christus propositum non cedendi en mí. Ibídem.
9. Res ista necdum habet initium suum meo judicio. L. Epp.
1: 193.
10. Quo illi magis furunt, et vi afectante viam eo minus ego
terreor. Ibídem. 191.
11. Sarpi, Concilio de Trento, pág. 8.
12. Maimbourg, pág. 38.

13. Loscher. Árbitro. Actuar.

LIBRO 5
CAPÍTULO 1

Los peligros se habían acumulado en torno a Lutero y la Reforma. La


apelación del médico de Wittenberg a un consejo general fue un nuevo
asalto al poder papal. Una bula de Pío II había pronunciado la mayor
excomunión incluso contra los emperadores que deberían atreverse a
ser culpables de tal acto de rebelión. Federico de Sajonia, todavía débil
en la doctrina evangélica, estaba dispuesto a desterrar a Lutero de sus
estados. 1 Un nuevo mensaje de León X, por tanto, habría llevado al
reformador entre extraños, quienes podrían haber temido
comprometerse al recibir a un monje bajo el anatema de Roma. Y si
alguno de los nobles hubiera sacado la espada en su defensa, estos
simples caballeros, despreciados por los poderosos príncipes de
Alemania, pronto habrían sido aplastados en su peligrosa empresa.
Pero en el mismo momento en que los cortesanos de León X lo
instaban a tomar medidas de severidad, y cuando otro golpe hubiera
puesto a su adversario en sus manos, este Papa cambió
repentinamente su política y entró en un curso de conciliación y
aparente apacibilidad. 2 Podemos suponer razonablemente que fue
engañado en cuanto a los sentimientos del elector, y los consideró más
favorables a Lutero de lo que realmente eran; podemos admitir que la
voz pública y el espíritu de la época —poderes entonces bastante
nuevos— parecieron rodear a Lut con una muralla inexpugnable;
podemos suponer, como ha hecho uno de sus historiadores, 3 que
siguió los impulsos de su juicio y de su corazón, que lo inclinaban a la
apacibilidad y la moderación; pero este nuevo modo de actuar,
adoptado por Roma en ese momento, es tan extraño, que es imposible
no reconocer en él una mano más alta y poderosa.
Un noble sajón, el chambelán del Papa y canónigo de Mentz, Treves y
Meissen, estaba entonces en la corte romana. Se las había ingeniado
para hacerse importante. Se jactaba de ser pariente lejano de los
príncipes sajones, de modo que los cortesanos romanos a veces le
otorgaban el título de duque de Sajonia. En Italia, hizo una exhibición
tonta de su nobleza alemana; en Alemania, era una imitación torpe o
de la elegancia y los modales de los italianos. Le gustaba el vino, 4 y su
residencia en la corte de Roma había aumentado este vicio. Los
cortesanos romanos, sin embargo, abrigaban grandes expectativas de
él. Sus modales insinuantes, su habilidad en los negocios, todo lo llevó
a esperar que Carlos de Miltitz (porque tal era su nombre) lograría con
su prudencia detener la poderosa revolución que amenazaba con
sacudir el mundo.
Era importante ocultar el verdadero objeto de la misión del chambelán
romano. Esto se llevó a cabo sin dificultad. Cuatro años antes, el
piadoso elector solicitó al Papa la Rosa de Oro. Esta Rosa, la más
hermosa de las flores, representaba el cuerpo de Jesucristo; fue
consagrado anualmente por el soberano pontífice y enviado a uno de
los principales príncipes de Europa. Se resolvió dárselo este año al
elector. Miltitz partió con una comisión para examinar el estado de las
cosas y ganar a Spalatin y Pfeffinger, los consejos electores. Llevaba
cartas privadas para ellos. De esta manera, al tratar de conciliar a los
que rodeaban al príncipe, Roma esperaba que dentro de poco tiempo
tuviera a su formidable adversario en su poder.
El nuevo legado, que llegó a Alemania en diciembre de 1518, se
comprometió durante su viaje a sondear la opinión pública. Para su
gran sorpresa, descubrió que, dondequiera que fuera, la mayoría de los
habitantes eran partidarios de la Reforma. 5 Hablaron de Lutero con
entusiasmo. Para una persona favorable al Papa, había tres favorables
al reformador. 6 Luther nos ha transmitido uno de los incidentes de su
misión. "¿Qué piensas de la silla papal?" el legado preguntaba con
frecuencia a las caseras y doncellas de las posadas. En una ocasión, una
de estas pobres mujeres respondió ingenuamente: "¿Qué podemos
saber de la silla papal, si es de madera o de piedra?" 7
El mero rumor de la llegada del nuevo legado llenó de sospecha y
desconfianza el tribunal elector, la universidad y la ciudad de
Wittenberg y toda Sajonia. “Gracias a Dios, Lutero todavía está vivo”,
escribió Melancthon asustado. 8 Se afirmó que el legado romano había
recibido órdenes de poner a Luther en su poder mediante la violencia
o la estratagema. Todos recomendaron al médico que se mantuviera en
guardia contra la traición de Miltitz. “Viene”, dijeron, “para apresarlos
y entregarlos al Papa. Personas de confianza han visto los escritos que
trae consigo ". - “Espero la voluntad de Dios”, respondió Lutero. 9
De hecho, Miltitz vino con cartas para el elector, sus consejeros, los
obispos y el burgomaestre de Wittenberg. Trajo consigo setenta
escritos apostólicos . Si los halagos y los favores de Roma llegaban a su
fin, si Federico entregaba a Lutero en sus manos, estos setenta escritos
servirían, en cierta medida, como pasaportes. Produciría y colocaría
uno en cada una de las ciudades por las que tendría que pasar, y por
este medio esperaba lograr arrastrar a su prisionero a Roma sin
oposición. 10
El Papa parecía haber tomado todas las precauciones. Ya en el tribunal
electoral no sabían qué rumbo ad optar. Habrían resistido la violencia;
pero, ¿cómo podrían oponerse a la cabeza de la cristiandad, que
hablaba con tanta dulzura y con tanta apariencia de razón? ¿No sería
deseable, dijeron, que Lutero se ocultara hasta que la tormenta
hubiera pasado? Un acontecimiento inesperado sacó a Lutero, al
elector y a la Reforma de esta difícil posición. El aspecto del mundo
cambió de repente.
El 12 de enero de 1519 falleció Maximiliano, emperador de Alemania.
Federico de Sajonia, de conformidad con la constitución germánica, se
convirtió en administrador del imperio. En adelante, el elector ya no
temió los proyectos de los nuncios. Nuevos intereses comenzaron a
agitar a la corte de Roma, que la obligó a ser cautelosa en sus
negociaciones con Federico, y detuvo el golpe que sin duda meditaban
Miltitz y De Vio.
El Papa deseaba fervientemente evitar que Carlos de Austria, ya rey de
Nápoles, ocupara el trono imperial. Pensaba que un rey vecino era más
temible que un monje alemán. Deseoso de asegurar al elector, que
podría serle de gran utilidad en este asunto, resolvió dejar al monje
descansar, para poder oponerse mejor al rey; pero ambos avanzaron a
pesar de él. Así cambió Leo X.
Otra circunstancia también contribuyó a desviar la tormenta que
amenazaba la Reforma. Los problemas políticos estallaron
inmediatamente después de la muerte de Maximiliano. En el sur del
imperio, la confederación de Suabia deseaba castigar a Ulric de
Wurtemberg, que le había sido infiel; en el norte, el obispo de
Hildesheim se lanzó con una fuerza armada sobre el obispado de
Minden y sobre los territorios del duque de Brunswick. En medio de
toda esta agitación, ¿cómo podrían los grandes de la época dar
importancia a una disputa sobre la remisión de los pecados? Pero Dios
adelantó especialmente la causa de la Reforma por la sabiduría del
elector, ahora convertido en vicario del imperio, y por la protección
que otorgó a los nuevos maestros. “La tempestad suspendió su furor”,
dice Lutero, “la excomunión papal empezó a caer en el desprecio. Bajo
la sombra del virreinato elector, el Evangelio circuló por todas partes,
y el papado sufrió un gran daño como consecuencia ”. 11
Además, durante un interregno las prohibiciones más severas
naturalmente perdieron su fuerza.
Todo se volvió más fácil y más gratuito. El rayo de libertad que brilló
sobre estos comienzos de la Reforma desarrolló poderosamente la aún
tierna planta; y ya se podría haber visto cuán favorable sería la libertad
política para el progreso del cristianismo evangélico.
Miltitz, que había llegado a Sajonia antes de la muerte de Maximiliano,
se había apresurado a visitar a su viejo amigo Spalatin; pero apenas
había comenzado sus quejas contra Lutero, Spalatin estalló contra
Tetzel. Hizo que el nuncio conociera las falsedades y blasfemias del
comerciante de indulgencias y declaró que toda Alemania atribuía a
los dominicos las divisiones por las que la Iglesia estaba dividida.
Miltitz estaba asombrado. En lugar de ser el acusador, se encontró
acusado. Toda su ira se dirigió de inmediato a Tetzel. Lo llamó a
comparecer en Altenburg y justificar su conducta.

El dominico, tan cobarde como jactancioso, temiendo a la gente que


sus imposiciones habían exasperado, había dejado de pasar de pueblo
en pueblo, y se había escondido en el colegio de San Pablo en Leipsic.
Se puso pálido al recibir la carta de Miltitz. Incluso Roma lo abandona.
Ella lo amenaza y lo condena; desea sacarlo del único asilo en el que se
cree seguro y exponerlo a la ira de sus enemigos. Tetzel se negó a
obedecer la citación del nuncio. “Ciertamente”, le escribió a Miltitz el
31 de diciembre de 1518, “no me importaría la fatiga del viaje, si
pudiera dejar Leipsic sin peligro para mi vida; pero el Agustín Martín
Lutero ha excitado y despertado tanto a los hombres de poder contra
mí, que no estoy a salvo en ninguna parte. Un gran número de
partidarios de Lutero han jurado mi muerte; Por tanto, no puedo ir a
verte ". 12 ¡ Qué contraste tan sorprendente hay aquí entre estos dos
hombres, uno que reside en el colegio de St. Pablo en Leipsic, el otro
en el claustro de Agustín en Wittenberg! El siervo de Dios mostró un
valor intrépido ante el peligro; el servidor de los hombres una cobardía
despreciable.
A Miltitz se le había ordenado que empleara medidas persuasivas en
primera instancia; y sólo cuando éstos fracasaran, debía presentar sus
setenta escritos y, al mismo tiempo, hacer uso de todos los favores de
Roma para inducir al elector a refrenar a Lutero. Por lo tanto, insinuó
su deseo de tener una entrevista con el reformador. Su amigo común,
Spalatin, ofreció su casa para ese propósito, y Lutero abandonó
Wittenberg el 2 o 3 de enero para visitar Altenbur g.
En esta entrevista, Miltitz agotó toda la astucia de un diplomático y de
un cortesano romano. Apenas había llegado Lutero cuando el nuncio se
le acercó con grandes demostraciones de amistad. "¡Oh!" pensó Lutero,
“¡cómo su violencia se transforma en dulzura ! Este nuevo Saulo vino a
Alemania, armado con más de setenta escritos apostólicos, para
arrastrarme vivo y encadenado a esa Roma asesina; pero el Señor lo ha
arrojado al suelo en el camino ”. 13
“Mi querido Martín”, dijo el chambelán del papá, en un tono adulador,
“pensé que eras un viejo teólogo que, sentado en silencio junto a la
chimenea, trabajaba bajo una crudeza teológica; pero veo que todavía
eres un hombre joven y estás en la flor de la vida. 14 ¿ Sabes —
continuó, asumiendo un tono más grave— que has alejado a todos del
Papa y los has unido a ti mismo? 15 Miltitz no ignoraba que la mejor
manera de seducir a la humanidad es halagar su orgullo; pero no
conocía al hombre con el que tenía que lidiar. "Si tuviera un ejército de
veinticinco mil hombres", añadió, "no creo que pudiera llevarte a
Roma". 16 Roma con todo su poder era sensible de su debilidad frente
a este pobre fraile; y el monje se sintió fuerte en comparación con
Roma. "Dios detiene las olas del mar en la orilla", dijo Lutero, "y las
detiene ... ¡con arena!" 17
El nuncio, creyendo que ya había preparado la mente de su adversario,
prosiguió en estos términos: “Venda la herida que tú mismo has
infligido a la Iglesia, y que solo tú puedes curar. Cuidado ”, dijo,
dejando caer algunas lágrimas,“ cuidado con el surgimiento de una
tempestad que causaría la destrucción de la cristiandad ”. 18 Luego
procedió gradualmente a insinuar que una sola retractación podría
reparar el daño; pero inmediatamente suavizó cualquier cosa objetable
en esta palabra, dándole a entender a Lutero que sentía la más alta
estima por él, y arremetiendo contra Tetzel. La trampa fue tendida por
una mano hábil: ¿cómo podría no atrapar a la presa? “Si, al principio,
el arzobispo de Mentz me hubiera hablado de esta manera”, dijo el
reformador después, “este asunto no habría creado tanta
perturbación”. 19
Lutero respondió entonces y expuso con calma, pero con dignidad y
fuerza, las justas quejas de la Iglesia; no ocultó su gran indignación
contra el arzobispo de Mentz, y se quejó de manera noble del trato
indigno que había recibido de Roma, a pesar de la pureza de sus
intenciones. Miltitz, que no esperaba escuchar un lenguaje tan
decidido, pudo, sin embargo, reprimir su ira.
“Ofrezco”, prosiguió Lutero, “guardar silencio por el futuro sobre este
asunto, y dejar que muera por sí mismo, 20 siempre que mis
oponentes guarden silencio de su parte; pero si continúan atacándome,
pronto surgirá una lucha seria a partir de una disputa insignificante.
Mis armas están bastante preparadas ". - “Haré aún más”, agregó un
momento después; “Escribiré a su santidad, reconociendo que he sido
un poco demasiado violento, y le declararé que es como un hijo fiel de
la Iglesia que me opongo a los discursos que atraen sobre ellos las
burlas y los insultos del pueblo. Incluso consiento en publicar un
escrito deseando que todos los que lean mis obras no vean en ellos
ningún ataque a la Iglesia Romana y continúen bajo su autoridad. ¡Si!
Estoy dispuesto a hacer y soportar todo; pero en cuanto a una
retractación, nunca esperes una de mí ".
Miltitz vio por el tono firme de Lutero que el proceder más sabio sería
parecer satisfecho con lo que el reformador prometió tan fácilmente.
Simplemente propuso que debían elegir un arzobispo para arbitrar en
algunos puntos que aún estaban por discutir. “Sea así”, dijo Lutero;
“Pero tengo mucho miedo de que el Papa no acepte ningún juez; en ese
caso, no acataré la decisión del Papa, y entonces la lucha comenzará de
nuevo. El Papa dará el texto y yo haré mis propios comentarios al
respecto ”.
Así terminó la primera entrevista entre Lutero y Miltitz. Tuvieron una
segunda reunión, en la que se firmó la tregua o más bien la paz. Lutero
informó inmediatamente al elector de lo ocurrido. “Príncipe más
sereno y señor más gracioso”, escribió, “me apresuro muy
humildemente a informar a su alteza electoral que Carlos de Miltitz y
yo estamos finalmente de acuerdo, y hemos terminado este asunto
decidiendo sobre los siguientes artículos:
1. Ambas partes tienen prohibido predicar, escribir o hacer cualquier
otra cosa en la discusión que se ha suscitado.

2. Miltitz informará inmediatamente al Santo Padre de la situación. Su


santidad empoderará a un obispo ilustrado para investigar el asunto y
señalar los artículos erróneos que debería retractarme. Si prueban que
estoy en un error, me retractaré voluntariamente y no haré nada
despectivo para el honor o la autoridad de la santa Iglesia Romana ".
21
Cuando el acuerdo se llevó a cabo de este modo, Miltitz pareció muy
feliz. “Estos cien años pasados”, exclamó, “ninguna pregunta ha
causado más ansiedad a los cardenales y cortesanos romanos que esta.
Preferirían haber dado diez mil ducados de arena que consentir en que
se prolongara. 22
El chambelán del Papa no escatimó atención al monje de Wittenberg.
En un momento manifestó su alegría, en otro derramó lágrimas. Esta
muestra de sensibilidad conmovió poco al reformador; aun así evitó
mostrar lo que pensaba de él. "Fingí no entender el significado de las
lágrimas de estos cocodrilos", dijo. 23
Miltitz le dio a Lutero una invitación a cenar, que este aceptó. Su
anfitrión dejó a un lado toda la severidad relacionada con su misión, y
Lutero se entregó a toda la alegría de su carácter. La comida fue alegre,
24 y cuando llegó el momento de la partida, el legado abrió los brazos
al médico médico y lo besó. 25 “Un beso de Judas”, pensó Lutero;
"Fingí no entender estos artificios italianos", le escribió a Staupitz. 26
¿ Ese beso estaba destinado a la Roma económica y la Reforma
naciente? Miltitz así lo esperaba, y estaba encantado con la idea;
porque tenía una visión más cercana que los cortesanos romanos de
las terribles consecuencias que el papado podría sufrir por la Reforma.
Si Lutero y sus adversarios son silenciados, pensó, la disputa
terminará; y Roma, invocando circunstancias favorables, recuperará
toda su influencia anterior. Parecía, entonces, que la terminación del
concurso estaba próxima. Roma había abierto los brazos y el
reformador parecía haberse arrojado a ellos. Pero esta obra no era del
hombre, sino de Dios. El error de Roma fue ver una mera disputa con
un monje en lo que fue un despertar de la Iglesia. Los besos de un
chambelán papal no pudieron frenar la renovación de la cristiandad.
Miltitz tenía la opinión de que por este medio recuperaría a los
luteranos descarriados, se comportó con la mayor amabilidad con
todos ellos, aceptó sus invitaciones y se sentó a la mesa con los
herejes; pero pronto se emborrachó (es un Papa quien relata esto), 27
el nuncio pontificio dejó de ser dueño de su lengua. Los sajones lo
llevaron a hablar del Papa y de la corte de Roma, y Miltitz,
confirmando el viejo proverbio, in vino veritas, 28 dio cuenta en la
apertura de su corazón de todas las prácticas y desórdenes del papado.
29 Sus compañeros sonrieron, instándolo y presionándolo para que
continuara; todo estaba expuesto; tomaron notas de lo que dijo; y estos
escándalos fueron luego objeto de reproche público contra los
romanos, en la Dieta de Worms, en presencia de toda Alemania. El
Papa Pablo III se quejó, alegando que habían puesto en boca de su
enviado cosas que estaban totalmente desprovistas de fundamento y,
en consecuencia, ordenó a sus nuncios, siempre que fueran invitados a
salir, que fingieran aceptar las invitaciones, se comportaran
amablemente y fueran cauteloso en su conversación. 30
Miltitz, fiel al arreglo que acababa de concluir, pasó de Altenburg a
Leipsic, donde residía Tetzel. No había necesidad de silenciarlo, porque
antes de hablar se habría escondido si era posible en el centro de la
tierra. Pero el nuncio resolvió descargar toda su ira sobre él. Tan pronto
como llegó a Leipsic, convocó al desdichado Tetzel ante él, lo abrumó
con reproches, lo acusó de ser el autor de todos sus problemas y lo
amenazó con el disgusto del Papa. 31 Esto no fue suficiente. Un agente
de la casa de Fugger, que se encontraba entonces en la ciudad, fue
confrontado con él. Miltitz presentó al dominicano las cuentas de este
establecimiento, los papeles que él mismo había firmado y demostró
que había dilapidado o robado sumas considerables de dinero. El
infeliz, que en el día de su triunfo nada podía alarmar, se doblegó bajo
el peso de estas justas acusaciones: cayó en la desesperación, su salud
se resintió, no sabía dónde esconder su vergüenza. Lutero fue
informado de la condición destrozada de su antiguo adversario, y solo
él se vio afectado por ella. “Lo siento por Tetzel”, le escribió a Spalatin.
32 No se limitó a las palabras: no era al hombre, sino a sus acciones, lo
que odiaba. En el mismo momento en que Roma desahogaba su ira
sobre el dominico, Lutero le envió una carta llena de consuelo. Pero
todo fue inútil. Tetzel, presa del remordimiento, aterrorizado por los
reproches de sus mejores amigos y temiendo la ira del Papa, murió
muy miserablemente poco después . Se creía que el dolor aceleró su
muerte. 33

Lutero, de acuerdo con la promesa que le había hecho a Miltitz,


escribió la siguiente carta al Papa el 3 de marzo:
“¡Bendito Padre! Que tu santidad condesciende a inclinar tu oído
paterno, que es el de Cristo mismo, hacia tu pobre oveja, y escucha
atentamente su balido. ¿Qué haré, Santísimo Padre? No puedo soportar
los relámpagos de tu ira y no sé cómo escapar de ellos. Estoy llamado a
retractarme . Lo haría más fácilmente, si eso pudiera llevar al resultado
deseado. Pero las persecuciones de mis adversarios han hecho circular
mis escritos por todas partes, y están demasiado profundamente
grabadas en los corazones de los hombres como para ser borradas por
cualquier posibilidad. Una retractación sólo deshonraría aún más a la
Iglesia de Roma y sacaría de los labios de todos un grito de acusación
contra ella. ¡Padre Santísimo! Declaro en la presencia de Dios, y de
todas sus criaturas, que nunca he deseado, y que nunca desearé ,
infringir , ya sea por la fuerza o por estratagema, el poder de la Iglesia
Romana o de tu santidad. Confieso que nada en el cielo ni en la tierra
debe ser preferido a esa Iglesia, excepto Jesucristo, el Señor de todo ".
34
Estas palabras pueden parecer extrañas e incluso reprobables en boca
de Lutero, si no recordamos que no llegó a la luz de repente, sino por
un curso lento y progresivo. Son una evidencia muy importante de que
la Reforma no fue simplemente una oposición al papado; no fue una
guerra librada contra ciertas formas; tampoco fue el resultado de una
tendencia meramente negativa. La oposición al Papa estaba en la
segunda línea de la batalla: una nueva vida, una doctrina positiva era
el principio generador. “Jesucristo, el Señor de todos, y a quien hay que
preferir sobre todos”, incluso por encima de la propia Roma, como
escribe Lutero al final de su carta, fue la causa esencial de la
Revolución del siglo XVI.
Es probable que poco antes de esta fecha el Papa no hubiera pasado
desapercibido una carta en la que el monje de Wittenberg se negaba
rotundamente a retractarse. Pero Maximiliano estaba muerto: la mente
de los hombres estaba ocupada con la elección de su sucesor, y en
medio de las intrigas que entonces agitaron la ciudad pontificia, la
carta de Lutero fue ignorada.
El reformador hizo un mejor uso de su tiempo que su poderoso
adversario. Mientras León X estaba ocupado con sus intereses como
príncipe temporal y hacía todo lo posible por excluir a un vecino
formidable del trono, Lutero crecía cada día en conocimiento y fe.
Estudió los decretos papales y los descubrimientos que hizo en ellos
modificaron enormemente sus ideas. “Estoy leyendo los decretos de los
pontífices”, le escribió a Spalatin, “y (se lo susurro al oído) no sé si el
Papa es el mismo Anticristo o su apóstol, 35 tan grandemente es Cristo
tergiversado y crucificado en ellos."
Sin embargo, todavía sentía estima por la antigua Iglesia de Roma y no
pensaba separarse de ella. “Que la Iglesia Romana”, dijo en la
explicación que le había prometido a Miltitz publicar, “es honrada por
Dios por encima de todas las demás, es lo que no podemos dudar. San
Pedro, san Pablo, cuarenta y seis papas, muchos cientos de miles de
mártires, han derramado su sangre en su seno y han vencido el
infierno y el mundo, de modo que el ojo de Dios lo mira con especial
favor. Aunque todo está ahora en un estado muy miserable allí, esta no
es una razón suficiente para separarse de él. Al contrario, cuanto
peores suceden en él, más debemos aferrarnos a él; porque no es por
separación que lo mejoraremos. No debemos abandonar a Dios a causa
del diablo; o abandonar a los hijos de Dios que todavía están en la
comunión romana, a causa de la multitud de impíos. No hay pecado,
no hay maldad que destruya la caridad o rompa el vínculo de unión.
Porque la caridad puede hacer todas las cosas, y la unidad nada es
difícil ”. 36

No fue Lutero quien se separó de Roma: fue Roma la que se separó de


Lutero y, por tanto, la rechazó; la antigua fe de la Iglesia católica, de la
que entonces era representante. No fue Lutero quien privó a Roma de
su poder e hizo descender a su obispo de un trono que él había
usurpado: las doctrinas que proclamó, la palabra de los apóstoles que
Dios manifestó de nuevo en la Iglesia Universal con gran poder y
pureza admirable, sólo podía prevalecer contra ese dominio que
durante siglos había esclavizado a la Iglesia.
Estas declaraciones, que fueron publicadas por Lutero a finales de
febrero , no satisfacían del todo a Miltitz y De Vio. Estos dos buitres,
que habían visto escapar a sus presas de sus garras, se habían retirado
dentro de las antiguas murallas de Treves. Allí, asistidos por el
príncipe-arzobispo, esperaban cumplir juntos el objetivo en el que
cada uno de ellos había fracasado por separado. Los dos nuncios
sintieron claramente que no se podía esperar nada más de Federico,
ahora investido con el poder supremo en el imperio. Vieron que Lutero
persistió en su negativa a retractarse. El único medio de éxito era
privar al monje hereje de la protección del elector y atraerlo a sus
manos. Una vez en Treves, en los estados de un príncipe eclesiástico, el
reformador será muy hábil si escapa sin haber satisfecho plenamente
las exigencias del soberano pontífice. Inmediatamente se dedicaron a
la tarea. “Lutero”, dijo Miltitz al elector-arzobispo de Treves, “ha
aceptado a su excelencia como árbitro. Llámalo antes que tú ". En
consecuencia, el elector de Treves escribió el 3 de mayo al elector de
Sajonia solicitándole que le enviara a Lutero. De Vio, y luego el propio
Miltitz, escribieron también a Frederick, informándole que la Rosa
Dorada había llegado a Augsburgo. Este (pensaban ellos) es el
momento de dar un golpe decisivo.
Pero las circunstancias habían cambiado: ni Federico ni Lutero se
dejaron sacudir. El elector comprendió su nuevo cargo. Ya no temía al
Papa y mucho menos a sus agentes. El reformador, al ver a Miltitz y De
Vio unidos, previó el destino que le aguardaba si cumplía con su
invitación. "En todas partes", dijo, "y de todas las formas que buscan
mi vida". 37 Además, había apelado al Papa, y el Papa, ocupado en
intrigas con las cabezas coronadas, no había respondido. Lutero
escribió a Miltitz: “¿Cómo puedo partir sin una orden de Roma, en
medio de los problemas que agitan al Imperio? ¿Cómo puedo enfrentar
tantos peligros e incurrir en gastos tan pesados, siendo que soy el más
pobre de los hombres?
El elector de Treves, hombre prudente y moderado, amigo de
Federico, deseaba mantener una buena relación con este último.
Además, no tenía ningún deseo de interferir en este asunto, a menos
que fuera llamado positivamente. Por tanto, acordó con el elector de
Saxony posponer la investigación hasta la siguiente dieta, que no se
llevó a cabo hasta dos años después, cuando se reunió en Worms.
Mientras una mano providencial evitaba así, uno por uno, los peligros
que amenazaban a Lutero, él mismo avanzaba audazmente hacia una
meta que no sospechaba. Su reputación aumentó; la causa de la verdad
se fortaleció; se incrementó el número de estudiantes en Wittenberg, y
entre ellos se encontraban los jóvenes más distinguidos de Alemania.
"Nuestra ciudad", escribió Lutero, "difícilmente puede recibir a todos
los que acuden a ella"; - y en otra ocasión: “El número de alumnos
aumenta considerablemente, como un río desbordado”. 38

Pero ya no fue solo en Alemania donde se escuchó la voz del


reformador. Se había pasado las fronteras del Imperio, y ha empezado
a temblar, entre los diferentes países de Europa, los cimientos de la
potencia romana. Frobenius, un célebre impresor de Basilea, había
publicado una colección de obras de Lutero. Circuló rápidamente. En
Ba sle, el propio obispo elogió a Lutero. El cardenal de Sión, después de
leer sus obras, exclamó con un leve tono de ironía, jugando con su
nombre: “¡Oh Lutero! ¡Eres un verdadero Lutero! " 39
Erasmo estaba en Lovaina cuando los escritos de Lutero llegaron a los
Países Bajos. El prior de los agustinos de Amberes, que había
estudiado en Wittenberg y que, según el testimonio de Erasmo, era
seguidor del verdadero cristianismo primitivo, los leyó con
entusiasmo, al igual que otros belgas. Pero aquellos que consultaron
sólo sus propios intereses, comenta el sabio de Rotterdam, y que
alimentaron a la gente con cuentos de viejas, rompieron en nuestro
lúgubre fanatismo. "No puedo describirle", escribió Erasmo a Lutero,
"la emoción, la sensación verdaderamente trágica que han ocasionado
sus escritos". 40
Frobenius envió seiscientas copias de estas obras a Francia y España.
Se vendieron públicamente en París. Los médicos de la Sorbona, al
parecer, los leen con aprobación. “Ya es hora”, dijeron algunos de ellos,
“que quienes se dedican a los estudios bíblicos se expresen
libremente”. En Inglaterra estos libros fueron recibidos con mayor
entusiasmo. Algunos comerciantes españoles los tradujeron a su
lengua materna y los enviaron desde Amberes a su propio país.
"Ciertamente, estos comerciantes deben haber sido de ascendencia
morisca", dice Pallavicini. 41
Calvi, un culto librero de Pavía, llevó un gran número de ejemplares a
Italia y los distribuyó en todas las ciudades transalpinas. No fue el
amor por las ganancias lo que inspiró a este hombre de letras, sino el
deseo de contribuir al renacimiento de la piedad. La energía con la que
Lutero mantuvo la causa de Cristo lo llenó de gozo. "Todos los eruditos
de Italia", escribió , "se unirán a mí, y les enviaremos versos
compuestos por nuestros escritores más distinguidos".

Frobenius, al transmitir una copia de su publicación a Lutero, relató


todas estas buenas nuevas y añadió: “He vendido todas las copias
excepto diez; y nunca había hecho una especulación tan buena ". Otras
cartas informaron a Lutero de la alegría que causaban sus obras. Estoy
encantado ”, dijo,“ de que la verdad sea tan grata, aunque habla con
tan poco conocimiento y en un tono tan bárbaro ”. 42
Tal fue el comienzo del despertar en los distintos países de Europa. Si
exceptuamos Suiza, e incluso Francia, donde ya se había predicado el
Evangelio, la llegada de los escritos del médico de Wittenberg a todas
partes constituye la primera página de la historia de la Reforma. Un
impresor de Basilea esparció los primeros gérmenes de la verdad. En el
mismo momento en que el pontífice romano pensó en sofocar la obra
en Alemania, se inició en Francia, los Países Bajos, Italia, España,
Inglaterra y Suiza. ¡Qué importa , incluso si Roma cortara el tallo
principal! ...... las semillas ya están esparcidas por todas las tierras.

Notas finales:
1. Carta del elector a su enviado en Roma. L. Opp. (L.) 17.
298.

2. Rationem agendi prorsus oppositam inire statuit.


Cardenal Pallavicini, Hist. Consejo. Tridente. 1:51.
3. Roscoe, Vida de Leo X., cap. 19.
4. Nec ab usu immoderato vini abstinuit. Pallavicini Hist.
Concil. Trid. 1:69.
5. Seiscitatus per viam Miltitzius quanam esset in
aestimatione Lutherus..sensit de eo cum admiratione
homines loqui. Pallavicini, Hist. Concil. Trid. 1:51.
6. Ecce ubi unum pro papa stare inveni, tres pro te contra
papam stabant. L. Opp. Lat. En Praef.

7. Quid nos scire possumus quales vos Romae habeatis


sellas, ligneasne an lapideas? Ibídem.
8. Martinus noster, Deo gratias, adhuc spirat. Corpus
Reformatorum edidit Bretschneider, 1:61.
9. Expecto consilium Dei. L. Epp. 1: 191.
10. Per singula oppida affigeret unum, et ita tutus me per
duceret Romam. L. Opp. Lat. En Praef.
11. Tunc desiit paululum saevire tempestas, etc. Ibid.
12. Loscher, 2: 567.
13. S ed per viam a Domino prostratus..mutavit violetiam in
benevolentiam fallacissime simulatam. L. Epp. 1: 206.
14. O Martine, ego credebam te esse senem aliquem
theologum, qui post fornacem sedens (sentado detrás de
la estufa), etc. L. Opp. Lat. En Praef.
15. Quod orbem totum mihi conjunxerim et papae
abstraxerim. L. Epp. 1: 231.

16. Si haberem 25 millia armatorum, non confiderem te


posse a me Romam perduci. L. Opp. Lat. En Praef.
17. Op. (W.) 22.
18. Profusis lacrymis ipsum oravit, ne tam perniciosare
Christiano generi tempestatem cieret. Pallavicini, 1:52.
19. Non evasisset res in tantum tumultum. L. Opp. Lat. En
Praef.
20. Und die Sache sich zu Tode bluten. L. Epp. 1: 207.
21. Ibídem. 209.

22. Ab integro jam saeculo nullum negoium Ecclesiae


contigisse quod majorem illi solicitudinem in cussisset.
Pallavicini, 1:52.
23. El ego dissimulabam tiene lagrimas de cocodrilo a me
intelligi. L. Epp. 1: 216. Se dice que el cocodrilo llora
cuando no puede agarrar a su presa.
24. Atque vesperi, me accepto, convivio laetati sumus.
Ibídem. 231.
25. Sic amice discessimus etiam cum osculo (Judae scilicet).
Ibídem. 216.
26. Tiene cursiva. Ibídem. 231.
27. Saepe perturbatos vino. Instructio data episcopo
Mutinae Pauli III. Nuntio, 24 de octubre de 1536. El MS.
Fue descubierto por Ranke en una biblioteca de Roma.
28. Cuando entra el vino, sale el ingenio. Old Eng. Prov.
29. Ea effutire de pontifice et Romana curia a Saxonibus
inducebatur. Instrucción, etc.

30. Hilari quidem vultu accipere si Angant invitationes.


Instrucción, etc.
31. Verbis minisque pontificiis ita fregit hominem hactenus,
terribilem cunctis et imperterritu m stentorem. L. Opp. En
Praef.
32. Doleo Tetzelium. L. Epp. 1: 223.
33. Sed conscientia indignitate Papae forte occubuit. L. Opp.
En Praef.
34. Praeter unum Jesum Christum Dominum omnium. L.
Epp. 1: 234.
35. Nescio an Papa sit Antichristus ipse vel apostolus ejus.
Ibídem. 2 39.
36. Op. L. 17: 224.
37. Video ubique, undique, quocumque modo, animam
meam quaeri. L. Epp. 1: 274. 16 de mayo.
38. Sicut aqua inunda. Ibídem. 278, 279.
39. Lauterer, purificador, refinador.
40. Nullo sermone consequi queam, quas tragoedias hic
excitarint tui libelli. Erasm. Epp. 6: 4.
41. Maurorum Stirpe prognatis. Pallav. 1:91.
42. En su id gaudeo, quod veritas tam barbare et indocte
oquens, adeo placet. L. Epp. 1: 255.
LIBRO 5
CAPÍTULO 2

Si bien el combate comenzaba más allá de los confines del imperio,


parecía morir en su interior. El más impetuoso de los campeones
romanos, los franciscanos de Juterbock, que habían atacado
imprudentemente a Lutero, se apresuró a callar tras la vigorosa
respuesta del reformador. Los partisanos papales estaban mudos:
Tetzel ya no estaba en condiciones de luchar . Sus amigos le suplicaron
a Lutero que no continuara la discusión, y él le había prometido su
cumplimiento. Las tesis iban pasando al olvido. Esta paz traicionera
dejó impotente la elocuencia del reformador. La Reforma parecía estar
marcada. “Pero”, ayuda a Lutero algo más tarde, al hablar de esta
época, “los hombres imaginan vanidades; porque el Señor se despertó
para juzgar al pueblo. 1 - Dios no me guía ”, dijo en otro lugar; “Me
empuja hacia adelante, me lleva . No soy dueño de mí mismo. Deseo
vivir en reposo; pero estoy arrojado en medio de tumultos y
revoluciones ". 2
Eck el escolástico, viejo amigo de Lutero y autor de los Obeliscos, fue
el hombre que reinició el combate. Estaba sinceramente apegado al
papado, pero parece no haber tenido verdaderos sentimientos
religiosos, y haber sido uno de esa clase de hombres, tan numerosos en
todas las épocas, que ven la ciencia, e incluso la teología y la religión,
como quiere decir. de adquirir reputación mundana. La vana gloria se
esconde debajo de la sotana del sacerdote no menos que debajo de la
cota de malla del guerrero. Eck había estudiado el arte de la disputa
según las reglas de los escolásticos y se había convertido en un
maestro en este tipo de controversias. Mientras los caballeros de la
Edad Media y los guerreros de la época de la Reforma buscaban la
gloria en el torneo, los escolásticos luchaban por ello en disputas
silogísticas, un espectáculo de frecuente ocurrencia en las
universidades. Eck, que no tenía poca idea de sí mismo y estaba
orgulloso de su talento, de la popularidad de su causa y de las victorias
que había obtenido en ocho universidades de Hungría, Lombardía y
Alemania, deseaba ardientemente tener la oportunidad de intentarlo.
su fuerza y habilidad contra el reformador. No había escatimado
esfuerzos para adquirir la reputación de ser uno de los hombres más
eruditos de la época. Se esforzaba constantemente por suscitar alguna
nueva discusión, por causar sensación y tenía como objetivo procurar,
mediante sus hazañas, todos los placeres de la vida. Un viaje que había
hecho a Italia había sido, según su propio relato, una larga serie de
triunfos. Los eruditos más eruditos se habían visto obligados a
suscribir sus tesis. Este experimentado gladiador fijó sus ojos en un
nuevo campo de batalla, en el que pensó que la victoria ya estaba
asegurada. El pequeño monje que de repente se había convertido en un
gigante, ese Lutero, a quien hasta entonces nadie había podido vencer,
enfureció su orgullo y despertó sus celos. 3 Quizás al buscar su propia
gloria, Eck podría arruinar Roma. Pero su vanidad escolástica no podía
ser frenada por tal consideración. Tanto los teólogos como los
príncipes han sacrificado más de una vez el interés general por su
gloria personal. Veremos qué circunstancias le dieron al médico de
Ingoldstadt los medios para entrar en las listas con su importuno rival.
Carlstadt, celoso pero demasiado ardiente, seguía manteniendo una
relación amistosa con Lutero. Estos dos teólogos estaban íntimamente
unidos por su apego a la doctrina de la gracia y por su admiración por
san Agustín. Carlstadt estaba inclinado al entusiasmo y poseía poca
discreción: no era un hombre que se dejara dominar por la habilidad y
la política de un Miltitz. Había publicado algunas tesis en respuesta a
los Obeliscos del Dr. Eck , en las que defendía a Lutero y su fe común.
Eck le había respondido; pero Carlstadt no le dejó tener la última
palabra. 4 La discusión se calentó. Eck, deseoso de aprovechar una
oportunidad tan favorable , había tirado el guante y el impetuoso
Carlstadt lo había aceptado. Dios hizo uso de las pasiones de estos dos
hombres para lograr sus propósitos. Lutero no había interferido en sus
disputas y, sin embargo, estaba destinado a ser el héroe de la lucha.
Hay hombres que por la fuerza de las circunstancias siempre son
llevados al escenario. Se acordó que la discusión debería tener lugar en
Leipsic. Tal fue el origen de aquella disputa leípica que se hizo tan
famosa.
A Eck le importaba poco disputar e incluso conquistar Carlstadt:
Lutero era su gran objetivo. Por lo tanto, hizo todo lo posible para
atraerlo al campo de batalla, y con este punto de vista publicó trece
tesis, 5 que señaló expresamente en contra de las principales doctrinas
ya expuestas por el reformador. La decimotercera quedó así redactada:
“Negamos que la Iglesia Romana no se haya elevado por encima de las
otras iglesias antes de la época del Papa Silvestre; y reconocemos en
todas las épocas, como sucesor de San Pedro y vicario de Jesucristo, a
aquel que ocupó la cátedra y mantuvo la fe de San Pedro ”. Silvestre
vivió en la época de Constantino el Grande; Con esta tesis, Eck negó,
por tanto, que la primacía de que disfrutaba Roma le hubiera sido
conferida por ese emperador o.
Lutero, que había consentido a regañadientes en permanecer en
silencio, se conmovió profundamente al leer estas proposiciones. Vio
que le apuntaban y sintió que no podía evitar honorablemente el
concurso. “Este hombre”, dijo, “llama a Carlstadt su antagonista, y al
mismo tiempo me ataca. Pero Dios reina. Él sabe lo que sacará de esta
tragedia. 6 No es el doctor Eck ni yo los que estaremos en juego. El
propósito de Dios se cumplirá. Gracias a Eck, este asunto , que hasta
ahora ha sido un mero juego, se volverá grave e infligirá un golpe
mortal a la tiranía de Roma y al pontífice romano ”.
La propia Roma había roto la tregua. Ella hizo más; Al renovar la señal
de la batalla, comenzó la contienda en un punto que Lutero aún no
había atacado. Fue la supremacía papal sobre la que el doctor Eck
llamó la atención de sus adversarios. En esto siguió el peligroso
ejemplo que ya había dado Tetzel. 7 Roma invitó a los golpes del
gladiador: y, si dejó algunos de sus miembros temblando en la arena,
fue porque había atraído sobre sí su formidable brazo.
La supremacía pontificia una vez derrocada, todo el edificio se
derrumbaría en ruinas. El mayor peligro era inminente para el papado
y, sin embargo, ni Miltitz ni Cayetano tomaron ninguna medida para
evitar esta nueva lucha. ¿Se imaginaron que la Reforma sería vencida,
o fueron golpeados por esa ceguera que a menudo se apresura a los
poderosos hacia su destrucción?
Lutero, que había dado un raro ejemplo de moderación al permanecer
en silencio durante tanto tiempo, respondió sin miedo al desafío de su
antagonista. Inmediatamente publicó algunas tesis nuevas en
oposición a las del doctor Eck. La última fue concebida con estas
palabras: “Es por decretales despreciables de los pontífices romanos,
redactados en los últimos cuatro siglos, que probarían la primacía de
la Iglesia de Roma; pero esta primacía se opone a toda la historia
creíble de once siglos, - a las declaraciones de la Sagrada Escritura, - y
a las resoluciones del Concilio de Niza, el más santo de todos los
concilios ”. 8
“Dios sabe”, le escribió al mismo tiempo al elector, “que estaba
firmemente resuelto a guardar silencio y que estaba dispuesto a ver
por fin concluida esta lucha. Me he adherido tan estrictamente al
tratado celebrado con el comisario papal, que no he respondido a
Silvestre Prierio, a pesar de los insultos de mis adversarios y los
consejos de mis amigos. Pero ahora Doc tor Eck me ataca, y no solo a
mí, sino también a la universidad de Wittenberg. No puedo permitir
que la verdad quede así cubierta de oprobio ". 9

Al mismo tiempo, Lutero le escribió a Carlstadt: “Muy excelente A


ndrew, no quiero que entres en esta disputa, ya que me apuntan a mí.
Con alegría dejaré a un lado mis ocupaciones serias para participar en
los deportes de estos aduladores del pontífice romano ". 10 - Luego,
dirigiéndose a su adversario, grita con desdén desde Wittenberg a
Ingolstadt: “¡Ahora, mi querido Eck, sé valiente y ciñe tu espada al
muslo, valiente! 11 Si no pudiera agradarte como mediador, tal vez te
agradaría más como antagonista. No es que me imagine que puedo
vencerte; pero porque después de todos los triunfos que has obtenido
en Hungría, Lombardía y Baviera (si al menos vamos a creer en ti), te
daré la oportunidad de obtener el título de conquistador de Sajonia y
Misnia, para que siempre aclamado con el glorioso título de agosto ".
12

Todos los amigos de Lutero no compartieron su valor; porque nadie la


había golpeado para poder resistir los sofismas del doctor Eck. Pero su
mayor motivo de alarma fue el tema de la discusión: la primacía del
Papa. ¿Cómo puede el pobre monje de Wittenberg atreverse a oponerse
a ese gigante que durante siglos ha aplastado a todos sus enemigos?
Los cortesanos del elector se alarmaron. Spalatin, confidente del
príncipe y amigo íntimo de Lutero, estaba lleno de ansiedad. Federico
estaba inquieto: incluso la espada del caballero del santo sepulcro, con
la que había sido investido en Jerusalén, 13 sería de poca utilidad en
esta guerra. El reformador por sí solo no se suavizó. El Señor (pensó) lo
entregará en mis manos. La fe que le animaba le dio los medios para
animar a sus amigos: “Te entro , mi querido Spalatin”, dijo, “no cedas
al miedo. Bien sabes que si Cristo no hubiera estado de mi lado, todo lo
que he hecho hasta ahora debe haber sido mi ruina. ¿No ha recibido
recientemente el canciller del duque de Pomerania noticias de Italia,
que yo había puesto a Roma patas arriba y que no sabían cómo calmar
la agitación? de modo que se resolvió atacarme, no según las reglas de
la justicia, sino con artificios romanos (tal era la expresión que se
usaba), es decir, supongo, veneno, emboscada o asesinato.
“Me contengo, y de amor al elector ya la universidad suprimo muchas
cosas que publicaría contra Babilonia, si estuviera en otro lugar. Oh mi
pobre Spalatin, es imposible hablar con la verdad de las Escrituras y
de la Iglesia sin despertar a la bestia. Nunca espere verme libre de
peligro, a menos que abandone la enseñanza de la sana divinidad. Si
este asunto es de Dios, no terminará antes de que todos mis amigos
me hayan abandonado, como Cristo fue abandonado por sus
discípulos. La verdad se mantendrá sola y triunfará por su propia
mano derecha, no por la mía, ni la tuya, ni la de ningún otro hombre.
14 Si perezco, el mundo no perecerá conmigo. Pero, desgraciado que
soy, me temo que no soy digno de morir por tal causa ". “Roma”,
escribió de nuevo más o menos al mismo tiempo, “Roma anhela
ansiosamente matarme, y estoy perdiendo el tiempo desafiándola. Me
han asegurado que una efigie de Martín Lutero fue quemada
públicamente en el Campo di Fiore en Roma, después de haber sido
cargada de execraciones. Espero su furiosa rabia. 15 El mundo entero ”,
continuó,“ se conmueve y se tambalea en cuerpo y mente; lo que
pasará, solo Dios lo sabe. Por mi parte, preveo guerras y desastres. ¡El
Señor tenga misericordia de nosotros! " dieciséis
Lutero escribió carta tras carta al duque Jorge, 17 rogando a este
príncipe, en cuyos estados estaba situado Leipsic, que le diera permiso
para ir y participar en la disputa; pero no recibió respuesta. El nieto del
rey de Bohemia, alarmado por las proposiciones de Lutero sobre la
autoridad papal, y temiendo la repetición de aquellas guerras en
Sajonia de las que Bohemia había sido escenario durante tanto tiempo
, no accedió a la petición del médico. Por tanto, este último resolvió
publicar una explicación de la decimotercera tesis. Pero este escrito,
lejos de persuadir al duque, lo hizo más resuelto; rechazó
positivamente la sanción exigida por el reformador para participar en
la disputa, permitiéndole sólo estar presente como espectador. 18 Esto
molestó mucho a Lutero; sin embargo, solo tenía un deseo: obedecer a
Dios. Decidió ir, mirar, y esperar su oportunidad.
Al mismo tiempo, el príncipe transmitió con toda su capacidad la
disputa entre Eck y Carlstadt. George estaba apegado a la vieja
doctrina; pero era recto, sincero, amigo de la libre investigación y no
pensaba que toda opinión debiera ser juzgada herética, simplemente
porque era ofensiva para la corte de Roma. Más que eso, el elector
utilizó su influencia con su prima; y George, ganando confianza en el
lenguaje de Frederick, ordenó que se llevara a cabo la disputa . 19
Adolphus, obispo de Merseburg, en cuya diócesis estaba situada
Leipsic, vio más claramente que Miltitz y Cayetano el peligro de dejar
cuestiones tan importantes a las posibilidades de un combate singular.
Roma no se atrevió a exponer a tal peligro los frutos duramente
ganados durante muchos siglos. Todos los teólogos de Leipzig no se
sintieron menos alarmados y suplicaron a su obispo que evitara la
discusión. Sobre esto, Adolphus hizo las representaciones más
enérgicas al duque George, quien muy sensatamente respondió: “Me
sorprende que un obispo tenga un temor tan grande a la antigua y
loable costumbre de nuestros padres, la investigación de cuestiones
dudosas en materia de fe. Si sus teólogos se niegan a defender sus
doctrinas, sería mejor emplear el dinero gastado en ellos para
mantener a las ancianas y los niños, que al menos podrían hilar
mientras cantaban ”. 20
Esta carta tuvo poco efecto sobre el obispo y sus teólogos. Hay una
conciencia secreta en el error que la hace rehuir el examen, incluso
cuando se habla de la mayor parte de la investigación libre. Después de
haber avanzado imprudentemente, se retiró con cobardía. La verdad
no dio ningún desafío, pero se mantuvo firme: el error desafió al
combate y se escapó. Además, la prosperidad de Wittenberg fue objeto
de celos para la universidad de Leipsic. Los monjes y sacerdotes de esta
última ciudad suplicaron y suplicaron a sus rebaños desde el púlpito
que huyeran de los nuevos tics aquí . Vilipendiaron a Lutero; lo
representaron a él ya sus amigos con los colores más negros, con el fin
de excitar a las clases ignorantes contra los médicos de la Reforma. 21
Tetzel, que aún vivía, se despertó y gritó desde lo más profundo de su
retiro: "Es el diablo quien los impulsa a este concurso". 22
Sin embargo, no todos los profesores de Leipsic tenían las mismas
opiniones: algunos pertenecían a la clase de los indiferentes siempre
dispuestos a reírse de las faltas de ambas partes. Entre este cuerpo se
encontraba el profesor de griego Peter Mosellanus. Le importaban muy
poco John Eck, Carlstadt o Martín Lutero; pero se jactaba de que se
divertiría mucho con su disputa. “John Eck, el más ilustre de los
gladiadores de pluma de ganso y de los fanfarrones”, le escribió a su
amigo Erasmo, “John Eck, que como el Aristofánico Sócrates
desprecia hasta a los dioses mismos, tendrá una pelea con Andrew
Carlsta dt. El partido terminará en fuertes gritos. Diez hombres como
Demócrito encontrarían motivo de risa en él ". 23
El tímido Erasmo, por el contrario, se alarmó ante la idea misma de un
combate, y su prudencia habría impedido la discusión. “Si aceptaras la
palabra de Erasmo”, le escribió a Melancthon, “te esforzarías más en
cultivar la literatura que en disputar con sus enemigos. 24 Creo que
deberíamos hacer grandes progresos por este medio. Sobre todo, no
olvidemos nunca que debemos vencer no solo por nuestra elocuencia,
sino también por la dulzura y la moderación ". Ni la alarma de los
sacerdotes ni la discreción de los pacificadores pudieron impedir más
el combate. Cada hombre preparó sus brazos.

Notas finales:
1. Dominus evigilavit et stat ad judicandos populos. L. Opp.
Lat. En Praef.

2. Deus rapuit, pellit, nedum ducit me: non sum compos


mei: volo esse quietus et rapior in medios tumultus. L.
Epp. 1: 231.
3. Nihil cu piebat ardentius, quam sui espécimen praebere
in solemni disputatione cum aemulo. Pallavicini, tom.
1:55.
4. Defensio adversus Eckii monomachiam.
5. Op. (L.) 17: 242.
6. Sed Deus in medio deorum; ipse novit quid ex ea
tragoedia deducere voluerit. L. Epp. 1: 230: 232.

7. Ver vol. 1. Pp. 108-109.


8. Op. L. 17: 245.
9. Epp. 1: 237.
10. Gaudens et ridens posthabeo istorum mea seria ludo.
Ibídem. 251.
11. Esto vir fortis et accingere gladio tuo super femur tuum,
potentissime! L. Epp. 1: 251.
12. Ac si voles semper Augustus saluteris in aeternum.
Ibídem.
13. Ver vol. 1. Pp. 22-81.

14. Ea sola sit veritas, quae salvet se dextera sua, non mea,
non tua, non ullius hominis. L. Epp. 1: 261.
15. Expecto furorem illorum. L. Epp. 1: 280. 30 de mayo de
1519.
16. Totus orbis nutat e t movetur, tam corpore quam anima.
Ibídem.
17. Ternis litre, un duce Georgio non potui certum obtinere
responsum. Ibídem. 282.
18. Ita ut non disputator, sed espectador futurus Lipsiam
ingrederer. L. Opp. En Praef.
19. Principis nostri verbo firmatus. L. Epp. 1: 255.
20. Sche inder, labios. Chr. 4: 168.
21. Theologi interim me proscindunt..populum Lipsiae
inclamant. L. Epp. 1: 255.
22. Das walt der Teufel. Ibídem.

23. Seckend. Pág. 201.


24. Malim te plus operae sumere en asserendis bonis littis,
quam in sectandis harum hostibus. Corpus
Reformatorum, editar. Bretschneider, 1:78, 22 de abril de
1519.
LIBRO 5
CAPÍTULO 3

Mientras los electores se reunían en Francfort para elegir un


emperador (junio de 1519), los teólogos se reunieron en Leipsic para
un acto inadvertido para el mundo en general, pero cuya importancia
estaba destinada a ser igualmente grande para la posteridad.

Eck fue el primero en llegar a la cita. El 21 de junio entró en Leipsic con


Poliander, un joven que había traído de Ingolstadt para escribir un
relato de la disputa. Se rindió toda muestra de respeto al médico
escolástico. Vestido con sus ropas sacerdotales y al frente de una
numerosa procesión, desfilaba por las calles de la ciudad en la fiesta
del Corpus Christi. Todos estaban ansiosos por verlo: los habitantes
estaban de su lado, nos dice él mismo; "Sin embargo", agrega , "había
un informe en la ciudad de que debería ser golpeado en este combate".
Al día siguiente de la fiesta (viernes 24 de junio), que era la fiesta de
San Juan, llegaron los Wittenberg, Carlstadt, que iba a enfrentarse al
doctor Eck, se sentó solo en su carruaje y precedió a todos los demás.
El duque Barnim de Pomerania, que entonces estudiaba en
Wittenberg y que había sido nombrado rector honorario de la
universidad, llegó a continuación en un carruaje abierto: a cada lado
estaban sentados los dos grandes teólogos, los padres de la Reforma,
Lutero y Melancthon. . Este último no renunciaría a su amigo. “Martín,
el soldado del Señor”, le había dicho a Spalatin, “ha removido este
estanque fétido. 1 Mi espíritu se irrita cuando pienso en la conducta
vergonzosa de los teólogos papales. ¡Sea firme y permanezca con
nosotros! " El propio Lutero había deseado que su Achates, como lo
llamaba, lo acompañara.
John Lange, vicario de los Agustinos, muchos doctores en derecho,
varios maestros en artes, dos licenciados en teología y otros
eclesiásticos, entre los que se encontraba Nicholas Amsdorff, cerraron
la procesión. Amsdorff, proveniente de una familia noble, que valoraba
poco la brillante carrera a la que podría haberle llamado su ilustre
nacimiento , se había dedicado a la teología. Las tesis sobre las
indulgencias le habían llevado al conocimiento de la verdad.
Inmediatamente había hecho una audaz confesión de fe. 2 Poseyendo
una mente fuerte y un carácter ardiente , Amsdorff frecuentemente
excitaba a Lutero, quien era naturalmente lo suficientemente
vehemente, a actos que quizás eran imprudentes. Nacido en un rango
exaltado, no temía a los grandes, y a veces les hablaba con una libertad
que rayaba en la rudeza. "El Evangelio de Jesucristo", dijo un día ante
una asamblea de nobles, "pertenece a los pobres y afligidos, no a
ustedes, príncipes, señores y cortesanos, que viven continuamente en
el lujo y los placeres". 3
Pero estas personas solas no formaron la procesión de Wittenberg. Un
gran número de alumnos siguió a sus profesores: Eck afirma que
ascendieron a doscientos. Armados con picas y alabardas, rodearon los
carruajes de los médicos, dispuestos a defenderlos y orgullosos de su
causa.
Tal fue el orden en el que el cortejo de los reformadores llegó a Leipsic.
Habían entrado ya por la puerta Grimma y habían avanzado hasta el
cementerio de St. Pablo, cuando una de las ruedas del carruaje de
Carlstadt cedió. El archidiácono, cuya vanidad estaba encantada con
tan solemne entrada, rodó por el barro. No resultó herido, pero se vio
obligado a dirigirse a su alojamiento a pie. El carruaje de Lutero, que
siguió a continuación, lo adelantó rápidamente y llevó al reformador a
salvo a sus habitaciones. Los habitantes de Leipsic, que se habían
reunido para presenciar la entrada de los campeones de Wittenberg,
consideraron este accidente como un mal presagio para Carlstadt; y al
poco tiempo toda la ciudad opinó que sería vencido en el combate,
pero que Lutero querría Saldría victorioso. 4

Adolphus de Merseburg no estaba ocioso. Tan pronto como se enteró


de la llegada de Lutero y Carlstadt, e incluso antes de que se hubieran
apeado de sus carruajes, ordenó que se colocaran carteles en las
puertas de todas las iglesias, prohibiendo la apertura de la disputa bajo
pena de excomunión. El duque Jorge, asombrado por esta audacia,
ordenó al ayuntamiento que derribara las pancartas y encarceló al
valiente agente que se había atrevido a ejecutar la orden del obispo. 5
George se ha trasladado a Leipsic, asistido por toda su corte, entre los
que se encontraba Jerome Emser, en cuya casa de Dresde Lutero había
pasado una velada extraordinaria. 6 George hizo los regalos habituales
a los respectivos combatientes. —El duque —observó Eck con vanidad
— me dio un buen ciervo; pero solo le dio un cervatillo a Carlstadt ". 7
Inmediatamente después de enterarse de la llegada de Luther, Eck fue
a visitar al médico de Wittenberg. "¡Que es esto!" preguntó él; "¡Me han
dicho que te niegas a discutir conmigo!"
Lutero. - "¿Cómo puedo, si el duque me lo ha prohibido?"
Eck. - “Si no puedo discutir contigo, me importa poco conocer a
Carlstadt. Fue en su cuenta hasta que vine aquí ". 8 Luego, tras un
momento de silencio, añadió: "Si puedo conseguirle el permiso del
duque, ¿entrará en las listas conmigo?"
Lutero, con alegría. - “Consíguemelo y lucharemos”.
Eck atendió inmediatamente al duque y se esforzó por disipar sus
temores. Le manifestó que estaba seguro de la victoria y que la
autoridad papal, lejos de sufrir en la disputa, saldría cubierta de gloria.
El cabecilla debe ser atacado: si Lutero permanece en pie, todos lo
apoyan; si cae, todo caerá con él. George otorgó el permiso requerido.
El duque había hecho que se preparara un gran salón en su palacio de
Pleissenburg. Se habían erigido dos púlpitos uno frente al otro; se
colocaron mesas para los notarios encargados de levantar la discusión
y se dispusieron bancos para los espectadores. Los púlpitos y los
bancos estaban cubiertos con hermosas cortinas. Sobre el púlpito del
médico de Wittenberg estaba suspendido el retrato de San Martín ,
cuyo nombre llevaba; sobre la del Doctor Eck, una representación de
San Jorge el campeón. "Veremos", dijo el presuntuoso Eck, mientras
miraba este emblema, "si no cabalgaré sobre mis enemigos". Todo
anunciaba la importancia que se le daba a este concurso.
El 25 de junio, ambas partes se reunieron en el palacio para conocer
las normas que debían observarse durante la disputa. Eck, que tenía
más confianza en sus declaraciones y gestos que en sus argumentos,
exclamó: “ Discutiremos libre y extemporáneamente; y los notarios no
anotarán nuestras palabras por escrito ".
Carlstadt. - “Se ha acordado que la disputa debe ser informada,
publicada y sometida al juicio de todos”.

Eck. - “Derribar todo lo que se dice es descorazonador para los


combatientes y prolonga la batalla. Hay un final para esa animación
que requiere tal discusión. No controle el flujo de elocuencia ". 9
Los amigos del doctor E ck apoyaron su propuesta, pero Carlstadt
persistió en sus objeciones. El campeón de Roma se vio obligado a
ceder.

Eck. - "Que así sea; será quitado. Pero no permita que las notas se
publiquen antes de que hayan sido sometidas al examen de los jueces
elegidos ".
Lutero. - "¿Entonces la verdad del Doctor Eck y sus seguidores teme a
la luz?"
Eck. - "Debemos tener jueces".
Lutero. - "¿Qué jueces?"

Eck. - "Cuando finalice la disputa, arreglaremos la selección de ellos".


El objeto de los partidos de Roma fue evidente. Si los teólogos de
Wittenberg aceptaban jueces, estaban perdidos; porque sus adversarios
estaban seguros de antemano de aquellos a quienes acudirían. Si
rechazaban a estos jueces, quedarían cubiertos de vergüenza, ya que
sus oponentes circularían el informe de que tenían miedo de presentar
sus opiniones a árbitros imparciales.

Los jueces que demandaban los reformadores no eran ningún


individuo en particular, cuya opinión se había formado previamente,
sino toda la cristiandad. Apelaron a este sufragio universal. Además,
era un asunto menor para ellos si eran condenados, si, mientras
defendían su causa ante el mundo entero, llevaban a algunas almas al
conocimiento de la verdad. “Lutero”, dice un historiador romanista,
“requirió a todos los hombres para sus jueces ; es decir, un tribunal tal
que ninguna urna podría haber sido lo suficientemente amplia para
contener los votos ". 10
Se separaron. “Vea qué artificios emplean”, se dijeron entre sí Lutero y
sus amigos. “Sin duda desean tener al Papa o las universidades como
jueces”.

De hecho, a la mañana siguiente, los teólogos romanistas enviaron a


uno de ellos a Lutero, ¡quien recibió el encargo de proponer que su
juez fuera el Papa! ... ¡El Papa! dijo Lutero; "¿Cómo puedo
posiblemente estar de acuerdo con esto?"
“Cuidado”, exclamaron todos sus amigos, “de acceder a condiciones
tan injustas”. Eck y su grupo celebraron otro consejo. Renunciaron al
Papa y propusieron ciertas universidades. “No nos prives de la libertad
que antes habías concedido”, respondió Lutero. - “No podemos ceder
en este punto”, respondieron. - "¡Bien entonces!" exclamó Lutero, "¡No
tomaré parte en la discusión!" 11
Nuevamente las partes se separaron y este asunto fue un tema general
de conversación en toda la ciudad. "Lutero", exclamaron los
romanistas en todas partes, "¡Lutero no disputará! ... ¡No reconocerá a
ningún juez!" Sus palabras fueron comentadas y tergiversadas, y sus
adversarios se esforzaron por colocarlas en la luz más desfavorable.
"¡Qué! ¿Realmente rechaza la discusión? " dijeron los mejores amigos
del reformador. Fueron hacia él y expresaron su alarma. "¡Te niegas a
participar en la discusión!" gritaron ellos. "Tu negativa traerá una
desgracia eterna a tu universidad y a tu causa". Esto estaba atacando a
Lutero en su lado más débil. - "¡Bien entonces!" Respondió él, con el
corazón rebosante de indignación: “Acepto las condiciones que se me
imponen; pero me reservo el derecho de apelar, y salvo contra la corte
de Roma. 12

Notas finales:
1. Martinus, Domini miles, hanc camarinam movit. Corp
Ref. 1:82.
2. Nec cum carne et sanguine diu contulit, sed statim palam
ad alios, fidei confessionem constant er edidit. M. Adami
Vita Amsdorff.
3. Weismann, Hist. Eccl. 1: 1444.

4. Seb Froschel vom Priesterthum. Wittemb. 1585. En el


prefacio.
5. Op. (L.) 17: 245.
6. Ver vol. 1. P. 81.
7. Seckend. Pág. 190.
8. Si tecum non licet disputare, neque cum Carlstatio volo;
propter te enim huc veni. (L. Opp. En Praef.)
9. Melancth. Op. 1: 139. Edición de Koethe.
10. Aiebat, ad universos mortales pertinente judicium, hoc
est ab tribunal cujus colligendis calculis nulla urna satis
capax. Palavicini, 1:55.

11. Op. (L.) 17: 245.


12. Ibídem.
LIBRO 5
CAPÍTULO 4

El 27 de junio fue el día designado para la apertura de la discusión.


Temprano por la mañana los dos grupos se reunieron en el colegio de
la universidad, y desde allí se dirigieron en procesión a la Iglesia de
Santo Tomás, donde se celebró una misa solemne por orden y por
cuenta del duque. Tras el servicio, se dirigieron al palacio ducal. A la
cabeza estaban el duque Jorge y el duque de Pomerania; después de
ellos vinieron los condes, abades, caballeros y otras personas
distinguidas, y por último de todos los médicos de los dos partidos.
Una guardia compuesta por setenta y seis ciudadanos, armados con
alabardas, acompañó al tren, con pancartas ondeando y al son de
música marcial. Se detuvo a las puertas del castillo.
Habiendo llegado la procesión al palacio, cada uno tomó su lugar en el
salón designado para la discusión. El duque Jorge, el príncipe heredero
Juan, el príncipe Jorge de Anhalt, entonces de doce años, y el duque
de Pomerania, ocuparon los asientos asignados.
Mosellanus subió al púlpito para recordar a los teólogos, por orden del
duque, de qué manera debían disputar. “Si caes en una pelea”, dijo el
orador, “¿qué diferencia habrá entre un teólogo en discusión y un
duelista desvergonzado? ¿Cuál es su objetivo al obtener la victoria, si
no es recuperar a un hermano del error de sus caminos? ... ¡Me parece
que cada uno de ustedes debería desear menos conquistar que ser
conquistado! " 1
Cuando terminó este discurso, la música sacra resonó por los pasillos
del Pleissenburg; un ll el montaje se arrodilló, y el antiguo himno de
invocación al Espíritu Santo, Veni, Sancte Spiritus 2 fue cantada.

Este fue un momento solemne en los anales de la Reforma. Tres veces


se repitió la invocación, y mientras se escuchaba esta única tensión, los
defensores de la vieja doctrina y los campeones de la nueva; los
eclesiásticos de la Edad Media y los que buscaban restaurar la iglesia
de los apóstoles, aquí reunidos y confundidos unos con otros,
inclinaron humildemente sus cabezas a la tierra. El antiguo lazo de una
misma comunión todavía unía a todas esas mentes diferentes; la
misma oración aún procedía de todos esos labios, como si la
pronunciara un solo corazón.
Estos fueron los últimos momentos de unidad exterior, de muerte:
estaba a punto de comenzar una nueva unidad de espíritu y de vida. El
Espíritu Santo fue invocado sobre la Iglesia y se estaba preparando
para responder y renovar la cristiandad.
Terminado el canto y las oraciones, todos se levantaron. La discusión
estaba a punto de comenzar; pero como era pasada la hora del
mediodía, se aplazó hasta las dos de la tarde.
El duque invitó a su mesa a las principales personas que iban a estar
presentes en la discusión. Después de la comida, regresaron al castillo.
El gran salón se llenó de espectadores. Disputas de este tipo fueron las
reuniones públicas de esa época. Fue aquí donde los representantes de
su época agitaron las preguntas que ocupaban todas las mentes. Los
oradores pronto estuvieron en sus puestos. Para que el lector se haga
una mejor idea de su apariencia, daremos sus retratos dibujados por
uno de los testigos más imparciales del concurso.
“Martín Lutero es de estatura media y tan delgado, como consecuencia
de sus estudios, que casi se pueden contar sus huesos. Está en la flor de
la vida y tiene una voz clara y sonora . Su conocimiento y comprensión
de las Sagradas Escrituras no tiene paralelo; tiene la Palabra de Dios en
la punta de los dedos. 3 Además de esto, posee una gran cantidad de
argumentos e ideas. Quizás uno desee un poco más de juicio al ordenar
sus temas. En la conversación es agradable y afable; no hay nada duro
ni austero en él; se puede acomodar a cada uno; su manera de hablar es
agradable y sin vergüenza. Muestra firmeza y siempre tiene un aire
alegre, sean cuales sean las amenazas de sus adversarios; de modo que
es difícil creer que él pudiera emprender cosas tan grandes sin la
protección Divina. Sin embargo, se le culpa por ser más cáustico,
cuando reprocha a otros, de lo que se convierte en teólogo ,
particularmente cuando presenta novedades en religión.
“Carlstadt es de menor estatura; su tez es oscura y bronceada por el sol,
su voz desagradable, su memoria menos digna de confianza que la de
Lutero, y está más inclinado a la ira. Sin embargo, posee, aunque en
menor grado, las cualidades que distinguen a su amigo.
“Eck es alto, de hombros anchos y tiene una voz alemana fuerte y
completa. Tiene buenos pulmones, por lo que sería bien escuchado en
un teatro e incluso sería un excelente pregonero. Su acento es más
vulgar que elegante. No tiene esa gracia que tanto ensalzan Fabio y
Cicerón. Su boca, sus ojos y todo su rostro te dan la idea de un soldado
o de un carnicero más que de un divino. 4 Tiene una memoria
excelente, y si tuviera la misma comprensión, sería realmente un
hombre perfecto. Pero es lento de comprensión y falto de juicio, sin lo
cual todas las demás cualidades son inútiles. Por eso, al disputar,
amontona, sin elección ni discernimiento, una gran cantidad de
pasajes de la Biblia, citas de los Padres y pruebas de todo tipo. Tiene,
además, un descaro casi inconcebible. Si se siente avergonzado, se
aparta del tema que está tratando y se sumerge en otro; a veces incluso
toma la opinión de su adversario, vistiéndola en otras palabras, y con
extraordinaria habilidad atribuye a su oponente el absurdo que él
mismo había estado defendiendo ”.
Tales eran, según Mosellanus, los hombres en ese momento que
atraían la atención de la multitud que abarrotaba el gran salón del
Pleissenburg.
La disputa comenzó entre Eck y Carlstadt.
Los ojos de Eck estuvieron fijos por un momento en ciertos objetos
que yacían sobre el escritorio del púlpito de su adversario y que
parecían desconcertarlo ; eran la Biblia y los santos padres. "Rechazo la
discusión", exclamó de repente, "si se le permite traer sus libros". ¡Es
sorprendente que un divino recurra a los libros para discutir! El
asombro de Eck fue todavía más maravilloso. “Es la hoja de parra de la
que se sirve este Adán para ocultar su vergüenza”, 5 dijo Lutero. "¿No
consultaba Agustín sus libros cuando discutía con los maniqueos?"
¿Qué importaba eso? Los partidarios de Eck lanzaron un gran clamor.
El otro lado hizo lo mismo. "El hombre no tiene memoria", dijo Eck.
Por fin se dispuso, de acuerdo con el deseo del canciller de Ingolstadt,
que cada uno confiara únicamente en su memoria y en su lengua. “Así
pues”, dijeron muchos, “el objeto de esta disputa no será descubrir la
verdad, sino qué alabanza se conferirá a la lengua y la memoria de los
contendientes”.
Como no podemos dar los detalles de esta discusión que duró
diecisiete días, imitaremos, como lo expresa un historiador , a los
pintores, quienes, cuando tienen que representar una batalla, ponen
en primer plano las acciones más memorables, y dejar a los demás en
la distancia. 6
El tema de discusión entre Eck y Carlstadt era importante. "La
voluntad del hombre, antes de su conversión", dijo Carlstadt, "no
puede realizar una buena obra: toda buena obra proviene total y
exclusivamente de Dios, que le da al hombre primero la voluntad de
hacer y luego el poder de realizar". Esta verdad había sido proclamada
por Escritura, que dice: Dios es el que obra en vosotros tanto el querer
como el hacer por su buena voluntad; 7 y San Agustín, quien, en su
disputa con los pelagianos, lo había enunciado casi en los mismos
términos. Toda obra en la que no exista el amor de Dios y la obediencia
a Él, está privada a los ojos del Todopoderoso de todo lo que pueda
hacerla buena, aunque se origine en el mejor de los motivos humanos.
Ahora bien, existe en el hombre una oposición natural a Dios, una
oposición que la fuerza del hombre sin ayuda no puede superar. No
tiene ni la voluntad ni el poder para superarlo. Por tanto, esto debe
efectuarse por voluntad divina.
Esta es toda la cuestión del libre albedrío, tan simple y, sin embargo,
tan criticado por el mundo. Tal había sido la doctrina de la Iglesia. Pero
los escolares lo habían explicado de tal manera que no era reconocible.
Indudablemente (dijeron ellos) la voluntad natural del hombre no
puede hacer nada realmente agradable a Dios; pero puede hacer
mucho para hacer que los hombres sean dignos de recibir la gracia de
Dios y más dignos de obtenerla. Llamaron a estas preparaciones un
mérito de congruencia: 8 “porque es congruente”, dijo Tomás de
Aquino, “que Dios trate con particular favor al que hace buen uso de
su propia voluntad”. Y, en cuanto a la conversión que ha de efectuarse
en el hombre, indudablemente debe realizarse por la gracia de Dios,
que (según los escolásticos) debe realizarla , pero no excluyendo sus
facultades naturales ”. Estos poderes (dijeron) no fueron destruidos
por el pecado: el pecado solo se opone a un obstáculo para su
desarrollo; pero tan pronto como se elimina este obstáculo (y fue esto,
en su opinión, lo que la g raza de Dios tuvo que efectuar) la acción de
estos poderes comienza de nuevo. El pájaro, por usar una de sus
comparaciones favoritas, que lleva un tiempo empatado, en este
estado no ha perdido la habilidad ni ha olvidado el arte de volar; pero
alguna mano debe soltar las ataduras para que pueda volver a hacer
uso de sus alas. Este es el caso del hombre, dijeron. 9
Tal fue la cuestión que se agitó entre Eck y Carlstadt. Al principio, Eck
pareció oponerse a todas las proposiciones de Carlstadt sobre este
tema; pero encontrando insostenible su posición, dijo: “Concedo que la
voluntad no tiene el poder de hacer un buen trabajo, y que recibe este
poder de Dios” “¿Lo reconoces entonces?” preguntó Carlstadt, lleno de
alegría por obtener tan importante concesión, "¿ que toda buena obra
viene enteramente de Dios?" - “Toda la buena obra procede realmente
de Dios, pero no del todo”, replicó astutamente el médico escolar. - "En
verdad, este es un descubrimiento digno de la ciencia de la divinidad",
exclamó Melancthon. - “Una manzana entera”, continuó Eck, “es
producida por el sol, pero no del todo y sin la cooperación de la
planta”. 10 Lo más seguro es que nunca se ha sostenido que una
manzana sea producida únicamente por el sol.
Pues bien, dijeron los opositores, profundizando en esta importante y
delicada cuestión de la filosofía y la religión, indaguemos cómo actúa
Dios sobre el hombre, y cómo se comporta el hombre en esta acción.
"Reconozco", dijo Eck, "que el primer impulso en la conversión del
hombre proviene de Dios, y que la voluntad del hombre en este caso es
completamente pasiva". 11 Hasta ahora las dos partes estaban de
acuerdo. "Reconozco", dijo Carlstadt, "que después de este primer
impulso que procede de Dios, algo debe venir de parte del hombre,
algo que San Pablo denomina voluntad, y que los padres dan derecho a
consentimiento". Aquí nuevamente ambos estaban de acuerdo: pero
desde este punto divergieron. "Este consentimiento del hombre", dijo
Eck, "proviene en parte de nuestra voluntad natural y en parte de la
gracia de Dios". 12 - "No", dijo Carlstadt, "Dios debe crear
enteramente esta voluntad en el hombre". 13. Ante esto, Eck manifestó
enojo y asombro al escuchar palabras tan adecuadas para hacer que el
hombre se diera cuenta de su nada . "Tu doctrina", exclamó, "convierte
a un hombre en una piedra, un tronco, incapaz de reacción alguna". -
"¡Qué!" respondieron los reformadores, "la facultad de recibir esta
fuerza que Dios produce en él, esta facultad que (según nosotros)
posee el hombre, ¿ no lo distingue suficientemente de un tronco o de
una piedra?" - “Pero”, dijo su antagonista, “al negar que el hombre
tiene alguna habilidad natural, contradice toda experiencia”. - “No
negamos”, respondieron ellos, “que el hombre posee cierta capacidad,
y que tiene el poder de la reflexión, la meditación y la elección.
Consideramos este poder y habilidad como meros instrumentos que
no pueden producir una buena obra hasta que la mano de Dios los
ponga en movimiento. Son como una sierra en las manos de un
aserrador ". 14
Aquí se discutió la gran doctrina del libre albedrío; y fue fácil
demostrar que la doctrina de los reformadores no privó al hombre de
su libertad como agente moral y lo convirtió en una mera máquina
pasiva. La libertad de un agente moral consiste en su capacidad de
actuar conforme a su elección. Toda acción realizada sin restricciones
externas, y como consecuencia de la determinación del alma misma, es
una acción libre. El alma está determinada por motivos; pero
observamos continuamente los mismos motivos actuando de manera
diferente en mentes diferentes. Muchos hombres no actúan de acuerdo
con los motivos de los cuales, sin embargo, reconocen toda su fuerza.
Esta ineficacia de los motivos procede de los obstáculos que se les
oponen por la corrupción del entendimiento y del corazón. Pero Dios,
al dar al hombre un corazón nuevo y un espíritu nuevo, elimina estos
obstáculos; y al quitarlos, lejos de privarlo de su libertad, quita, por el
contrario, todo lo que le impidió actuar libremente, escuchar la voz de
su conciencia y, en palabras del Evangelio, lo hace verdaderamente
libres. (Juan 8:36).
Una circunstancia trivial interrumpió la discusión. Aprendemos de
Eck, 15 que Carlstadt había preparado una serie de argumentos; y,
como muchos oradores públicos de nuestros días, estaba leyendo lo
que había escrito. Eck vio en esto la táctica de un mero aprendiz y se
opuso. Carlstadt, avergonzado y temiendo que se derrumbara si se le
privaba de sus papeles, insistió. "¡Ah!" exclamó el escolar, orgulloso de
la ventaja que creía haber obtenido, "su memoria no es tan buena
como la mía". El punto fue remitido a los árbitros, quienes permitieron
la lectura de extractos de los Padres, pero decidieron que en otros
aspectos los contendientes debían hablar extemporáneamente.
Esta primera parte de la disputa a menudo fue interrumpida por el
ruido de los espectadores. Estaban en conmoción y con frecuencia
alzaban la voz. Cualquier propuesta que ofendiera a los oídos de la
mayoría inmediatamente excitaba sus clamores , y luego, como en
nuestros días, las galerías solían ser llamadas al orden. Los mismos
contendientes a veces se dejaban llevar por el calor de la discusión.
Cerca de Lutero estaba sentado Melancthon, que atraía casi tanta
atención como su vecino. Era de pequeña estatura y parecía tener poco
más de dieciocho años. Lutero, que era una cabeza más alto, parecía
relacionado con él en la más cercana amistad; entraron, salieron y
dieron sus paseos juntos. “Para mirar a Melancthon”, escribió un
teólogo suizo que estudió en Wittenberg, 16 “se diría que era un simple
niño; pero en comprensión, aprendizaje y talento, es un gigante, y no
puedo comprender cómo se pueden encontrar tales alturas de
sabiduría y genio en un cuerpo tan pequeño ". Entre las sesiones,
Melancthon conversó con Carlstadt y Luther. Los ayudó a prepararse
para el combate y sugirió los argumentos que le proporcionó su
extenso conocimiento; pero durante la discusión permaneció sentado
tranquilamente entre los espectadores y escuchó con atención las
palabras de los teólogos. 17 De vez en cuando, sin embargo, acudía en
ayuda de Carlstadt; y cuando este último estuvo a punto de ceder ante
la poderosa declamación del canciller de Ingolstadt, el joven profesor
susurró una palabra o le deslizó un trozo de papel en el que estaba
escrita la respuesta. Eck, habiendo percibido esto en una ocasión, y
sintiéndose indignado de que este gramático, como él lo llamaba, se
atreviera a interferir en la discusión, se volvió hacia él y le dijo con
altivez: “Calla, Philip; cuida tus estudios y no me molestes. " 18 Quizás
Eck en ese momento previó cuán formidable oponente encontraría
después en este joven. Lutero se sintió ofendido por el grave insulto
dirigido a su amigo. "El juicio de Philip", dijo, "tiene más peso para mí
que el de mil doctores Ecks".
El tranquilo Melancthon detectó fácilmente los puntos débiles de la
discusión. “No podemos evitar sentirnos sorprendidos”, dijo, con esa
sabiduría y esa belleza que encontramos en todas sus palabras,
“cuando pensamos en la violencia con la que fueron tratados estos
temas. ¿Cómo podía alguien esperar obtener algún beneficio de ella? El
Espíritu de Dios ama la jubilación y el silencio: es entonces cuando
penetra profundamente en nuestros corazones. La esposa de Cristo no
habita en las calles ni en los mercados, sino que lleva a su Esposo a la
casa de su madre ”. 19
Cada parte reclamó la victoria. Eck hizo todo lo posible por aparecer
como el conquero . Como los puntos de divergencia casi se tocaban
entre sí, frecuentemente exclamaba que había convencido a su
oponente; o bien, como otro Proteo (dijo Lutero), de pronto se volvió,
expresó las opiniones de Carlstadt, en otras palabras, y le preguntó,
con tono de triunfo, si no se veía obligado a ceder. Y los auditores
torpes, que no pudieron detectar la maniobra del sofista, aplaudieron
y regocijaron con él. En muchos aspectos, no coincidían por igual.
Carlstadt fue lento, y en algunas ocasiones no respondió a las
objeciones de su adversario hasta el día siguiente. Eck, por el contrario,
era un maestro en su ciencia y encontró todo lo que necesitaba en ese
mismo instante. Entró al salón con aire desdeñoso; ascendió a la
tribuna con paso firme ; y allí se revolvió, se paseó de un lado a otro,
habló con el tono pleno de su voz sonora, tenía una respuesta
preparada para cada argumento y desconcertó a sus oyentes por su
memoria y habilidad. Y, sin embargo, sin darse cuenta, Eck concedió
durante la discusión mucho más de lo que pretendía. Sus partidarios se
rieron en voz alta de cada uno de sus dispositivos; “Pero (dijo Lutero)
creo seriamente que su risa era una mera simulación, y que en su
corazón estaban molestos al ver a su jefe, que había comenzado la
batalla con tantos bravados, abandonar su estandarte, desertar de su
ejército y convertirse en un fugitivo desvergonzado ". 20
Tres o cuatro días después de la apertura de la conferencia, la disputa
fue interrumpida por la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo .
En esta ocasión, el duque de Pomerania pidió a Lutero que predicara
ante él en su capilla. Lutero consintió alegremente. Pero el lugar pronto
se llenó de gente y, a medida que aumentaba el número de oyentes, la
asamblea se trasladó al gran salón del castillo, en el que se celebró la
discusión. Lutero eligió su texto del Evangelio del día y predicó sobre la
gracia de Dios y el poder de San Pedro. Lo que Lutero solía mantener
ante una audiencia compuesta por hombres de erudición, luego lo
presentó al pueblo. El cristianismo hace que la luz de la verdad brille
sobre las mentes más humildes y elevadas; es esto lo que la distingue
de todas las demás religiones y de todos los sistemas filosóficos. Los
teólogos de Leipsic, que habían oído predicar a Lutero, se apresuraron
a informar a Eck de las escandalosas palabras con las que sus oídos
habían sido conmocionados. “Debes responder”, exclamaron ellos;
"Debes refutar públicamente estos sutiles errores". Eck no deseaba
nada mejor. Todas las iglesias estaban abiertas para él, y cuatro veces
seguidas subió al púlpito para clamar a Lutero y su sermón. Los amigos
de Lutero estaban indignados por esto. Exigieron que el divino de
Wittenberg fuera escuchado a su vez. Pero todo fue en vano. Los
púlpitos estaban abiertos a los adversarios de la doctrina evangélica;
estaban cerrados a quienes lo proclamaban. "Guardé silencio", dijo
Lutero, "y me vi obligado a sufrir ataques, insultos y calumnias, sin
siquiera poder excusarme o defenderme". 21
No fueron sólo los eclesiásticos quienes manifestaron su oposición a
los médicos evangélicos: los ciudadanos de Leipsic eran, a este
respecto, de la misma opinión que el clero. Un fanatismo ciego los
había convertido en víctimas de la mentira y el odio que los sacerdotes
intentaban propagar. Los habitantes principales no visitaron ni a
Lutero ni a Carlstadt. Si los encontraban en la calle, no los saludaban y
se esforzaban por traducir sus personajes con el duque. Pero al mismo
tiempo visitaban con frecuencia al doctor de Ingolstadt y comían y
bebían con él. Este último festejó con ellos, entreteniéndolos con una
descripción de los costosos banquetes a los que había sido invitado en
Alemania e Italia, burlándose de Lutero que se había abalanzado
imprudentemente sobre su espada invencible, bebiendo lentamente la
cerveza de Sajonia para compararla mejor. con el de Baviera, y
echando miradas amorosas (él mismo se jacta de ello) sobre las
frágiles bellas de Leipsic. Sus modales, bastante libres, no daban una
idea favorable de su moral. 22 Se contentaron con ofrecer a Lutero el
vino que normalmente se presentaba a los contendientes. Aquellos que
se mostraron favorables a él, ocultaron sus sentimientos al público;
muchos, como el Nicodemo de antaño, lo visitaban furtivamente y de
noche. Solo dos hombres se distinguieron honorablemente al declarar
públicamente su amistad con él. Eran el doctor Auerbach, a quien ya
hemos visto en Augsburgo, y el doctor Pistor el más joven.
La mayor agitación prevaleció en la ciudad. Las dos partes eran como
dos campos hostiles y, a veces, llegaban a las manos. En las tabernas se
producían frecuentes disputas entre los estudiantes de Leipsic y los de
Wittenberg. Se informó generalmente, incluso en la reunión del clero,
que Lutero llevaba consigo un demonio encerrado en una pequeña
caja. "No sé si el diablo está en la caja o simplemente debajo de su
vestido", dijo Eck insidiosamente; "Pero ciertamente está en uno o en
el otro".

Varios médicos de los dos partidos se alojaron durante la disputa en la


casa del p rinter Herbipolis. Se volvieron tan indignantes que su
anfitrión se vio obligado a colocar a un oficial de policía, armado con
una alabarda, en la cabecera de la mesa, con órdenes de evitar que los
invitados llegaran a las manos. Un día, Baumgartner, un comerciante
de indulgencias, se peleó con un caballero, amigo de Lutero, y dio paso
a un ataque de ira tan violento que expiró. “Yo fui uno de los que lo
llevaron a la tumba”, dijo Froschel, quien relata la circunstancia. 23 De
esta manera se manifestó el fermento general en la mente de los
hombres. Entonces, como en nuestro tiempo, los discursos en los
púlpitos encontraron eco en el salón y en las calles.
Duke George, aunque fuertemente predispuesto a favor de Eck, no
mostró tanta pasión como sus súbditos . Invitó a Eck, Luther y
Carlstadt a encontrarse en su mesa. Incluso le rogó a Lutero que fuera
a verlo en privado; pero no tardó en mostrar todos los prejuicios que le
habían inspirado contra el reformador. “Con tu trabajo en el
Padrenuestro”, dijo el duque con disgusto, “has engañado la
conciencia de muchos. Hay personas que se quejan de que no han
podido repetir ni un solo pater-noster durante cuatro días juntos ”.

Notas finales:
1. Seckend. Pág. 209.
2. Ven, Espíritu Santo.
3. Seine Gelehrsamkeit aber und Verstand in heiliger
Schrift ist unvergleichlich, so dass er fast alles im Griff
hat. Mosellanus en Seckend. Pág. 206.
4. Das Maul, Augen und ganze Gesicht, presentirt ehe einen
Fleischer oder Soldaten, als einen Theolog um. Ibídem.
5. Praetexit tamen et hic Adam ille folium fici
pulcherrimum. L. Epp. 1: 294.

6. Pallavicini, 1:65.
7. Filipenses 2:13.
8. Meritum congruum.
9. Planck, 1: 176.
10. Quanquam totum opus Dei sit, non tamen totaliter a
Deo esse quemadmodum totum pomum efficentur a sole
, sed non a sole totaliter et sine plantae efficentia.
Pallavicini, 1:58.
11. Motionem seu inspiationem prevenientem esse a solo
Deo; et ibi liberum arbitrium habet se pasivo.
12. Partim a Deo, partim a libero arbitrio.
13. Consentit homo, sed consenso est donum Dei .
Consentire non est agere.
14. Ut serra in manu hominis trahentis.
15. Seckendorf, pág. 192.

16. John Kessler, luego reformador de Saint Gall.


17. Lipsicae pugnae otiosus espectador en reliquo vulgo
sedi. Corp. Ref. 1: 111.
18. Tace tu, Philippe, ac tua studia cura, nec me perturba
Corp. Ref. 1: 149.
19. Melancth. Op. Pág. 134.
20. Relictis signis desertorem exercitus et transfugam
factum. L. Opp. 1: 295.
21. Mich verklagen, schelten und schmaehen. L. Opp. (L.) 17:
247.

22. Eck a Haven y Bourkard, 1 de julio de 1519 Walch. 15,


1456.
23. Losc her, 3: 278.
LIBRO 5
CAPÍTULO 5

El 4 de julio comenzó la discusión entre Eck y Luther. Todo parecía


prometer que sería más violento, más decisivo y más interesante que el
que acababa de concluir y que poco a poco había adelgazado el salón.
Los dos combatientes entraron a la arena decididos a no deponer las
armas hasta que la victoria declarara su favor a uno u otro. Se despertó
la expectativa general, ya que la primacía papal iba a ser objeto de
discusión. El cristianismo tiene dos grandes adversarios: el
jerarquismo y el racionalismo. El racionalismo, en su aplicación a la
doctrina de la capacidad del hombre, había sido atacado por los
reformadores, es la parte anterior de la disputa leípica. El jerarquismo,
considerado en lo que es a la vez su cúspide y su base, la doctrina de la
autoridad papal, debía ser impugnado en el segundo. Por un lado
apareció Eck, el campeón de la religión establecida, alardeando de la
discusión que había mantenido, como alarde general de sus campañas.
1 Por otro lado avanzó Lutero, quien parecía destinado a cosechar
persecución e ignominia de esta lucha, pero que aún se presentaba con
buena conciencia, una firme resolución de sacrificar todo por la causa
de la verdad y una seguridad basada en la fe en Dios, y en la liberación
que concede a todos los que confían en él. Nuevas convicciones se
habían hundido profundamente en su alma; todavía no estaban
organizados en un sistema; pero en el fragor del combate brillaron
como relámpagos. Serio y atrevido, mostró una resolución que hizo a la
ligera cada obstáculo. En sus facciones se podían ver las huellas de las
tormentas que había encontrado su alma y el valor con el que estaba
preparado para enfrentar nuevas tempestades. Estos combatientes,
ambos hijos de campesinos, y representantes de las dos corrientes que
aún dividen a la cristiandad, estaban a punto de entrar en una
contienda de la que dependía, en gran medida, las perspectivas de
futuro del Estado y de la Iglesia.
A las siete de la mañana los dos contendientes se encontraban en sus
púlpitos, rodeados de una numerosa y atenta asamblea.
Lutero se puso de pie y, con la precaución necesaria, dijo
modestamente:

“En el nombre del Señor, ¡Amén! Declaro que el respeto que le tengo al
soberano pontífice me habría impedido entrar en esta discusión, si el
excelente Dr. Eck no me hubiera arrastrado a ella ”.
Eck. - “¡En tu nombre, dulce Jesús! antes de descender a las listas,
protesto ante ustedes, nobles señores, que todo lo que puedo decir es
sometimiento al juicio del primero de todos los que ve, y del que es su
poseedor ”.
Después de un breve silencio, Eck continuó:
“Hay en la Iglesia de Dios un primado que proviene del mismo Cristo.
La Iglesia militante se formó a imagen de la Iglesia triunfante. Ahora
bien, esta última es una monarquía en la que la jerarquía asciende
paso a paso hasta Dios, su único jefe. Por esta razón, Cristo ha
establecido un orden similar en la tierra. ¡Qué monstruo sería la Iglesia
si no tuviera cabeza! " 2
Lutero, volviéndose hacia la asamblea. - “Cuando el Dr. Eck declara
que la Iglesia universal debe tener cabeza, dice bien. Si hay alguno
entre nosotros que sostenga lo contrario, ¡que se ponga de pie! En
cuanto a mí, no es asunto mío ".
Eck. - "Si la Iglesia militante nunca ha estado sin cabeza, me gustaría
saber quién puede ser, sino el pontífice romano".
Lutero. - “La cabeza de la Iglesia militante es el mismo Cristo, y no un
hombre. Creo esto en el testimonio de la Palabra de Dios. Él debe
reinar, dice la Escritura, hasta que haya puesto a todos los enemigos
debajo de sus pies. 3 No escuchemos a los que destierran a Cristo a la
Iglesia triunfante en el cielo. Su reino es un reino de fe. No podemos ver
nuestra cabeza y, sin embargo, tenemos una ". 4
Eck, que no se consideraba golpeado, recurrió a otros argumentos y
prosiguió:
“Es de Roma, según San Cipriano, de donde procede la unidad
sacerdotal”. 5

Lutero. - “Para la Iglesia Occidental, lo concedo. Pero, ¿no es esta


misma Iglesia romana la descendencia de la de Jerusalén? Es esta
última, propiamente hablando, la que amamanta a todas las iglesias ”.
6
Eck. - “San Jerónimo declara que si no se le diera al Papa un poder
extraordinario, superior a todos los demás, 7 habría en las iglesias
tantas sectas como pontífices”.
Lutero. - “Dado: es decir, si todos los demás creyentes lo consienten,
este poder podría ser concedido al Sumo Pontífice por derecho
humano. 8 Y no negaré que si todos los creyentes del mundo se ponen
de acuerdo en reconocer como primer y supremo pontífice al obispo de
Roma, de París o de Magdeburgo, debemos reconocerlo como tal
desde el respeto debido a este acuerdo general de la Iglesia; pero eso
nunca se ha visto todavía y nunca se verá. Incluso en nuestros días, ¿no
rechaza la Iglesia griega su consentimiento a Roma?
Lutero estaba en ese momento dispuesto a reconocer al Papa como
magistrado principal de la Iglesia, libremente elegido por ella; pero
negó ser Papa de derecho divino. No fue sino hasta mucho más tarde
que negó que la sumisión se le debiera de alguna manera: y este paso
lo llevó a dar la disputa leípica. Pero Eck se había aventurado en un
terreno más conocido por Luther que por él mismo . Este último no
pudo, de hecho, sostener su tesis de que el papado había existido
durante los cuatro siglos precedentes solamente. Eck citó autoridades
de una fecha anterior, a las que Lutero no pudo responder. La crítica
aún no había atacado las Falsas Decretales. Pero cuanto más se
acercaba la discusión a las edades primitivas de la Iglesia, mayor era la
fuerza de Lutero. Eck apeló a los Padres; Lutero le respondió de parte
de los Padres, y todos los espectadores quedaron impresionados por su
superioridad sobre su rival.
“Que las opiniones que expuse son las de San Jerónimo”, dijo, “lo
pruebo por la epístola del mismo San Jerónimo a Evagrius: 'Todo
obispo', dice él, 'ya sea en Roma, Eugublum, Constantinople,
Rhegium, Tanis, o Alejandría, es partícipe del mismo mérito y del
mismo sacerdocio. 9 El poder de las riquezas, la humillación de la
pobreza, son las únicas cosas que marcan la diferencia en el rango de
los obispos '”.
De los escritos de los Padres, Lutero pasó a las decisiones de los
concilios, que consideran al obispo de Roma como el primero entre
sus pares. 10
“Leemos”, dijo, “en el decreto del Concilio de África, 'El obispo de la
primera sede no será llamado príncipe de los pontífices, ni soberano
pontífice, ni por ningún otro nombre de esa clase; pero solo obispo de
la primera sede. Si la monarquía del obispo de Roma fuera de derecho
divino ", continuó Lutero," ¿no sería esto un mandato herético? "
Eck respondió con una de esas sutiles distinciones que le eran tan
familiares:
“El obispo de Roma, si así lo quiere, no es obispo universal, sino
obispo de la Iglesia universal”. 11
Lutero. - "No responderé a esto: que nuestros oyentes se formen su
propia opinión al respecto". - “Ciertamente”, agregó directamente,
“esta es una explicación muy digna de un teólogo, y calculada para
satisfacer a un disputador que tiene sed de gloria. ¡No es en vano,
parece, que me he quedado con un gran gasto en Leipsic, desde que
supe que el Papa no es , en verdad, el obispo universal, sino el obispo
de la Iglesia universal! 12
Eck. - “Pues bien, iré al grano. El digno médico me llama para
demostrar que la primacía de la Iglesia de Roma es de derecho divino.
Lo probaré con esta expresión de Cristo: Tú eres Pedro, y sobre esta
roca edificaré mi Iglesia. San Agustín, en una de sus epístolas, ha
explicado así el significado de este pasaje "Tú eres Pedro, y sobre esta
roca (es decir, sobre Pedro) edificaré mi Iglesia". Es cierto que en otro
lugar el mismo padre ha explicado que por esta piedra debemos
entender al mismo Cristo, pero no se ha retractado de su anterior
exposición ”.

Lutero. - “Si el reverendo médico desea atacarme, que primero


reconcilie estas contradicciones en San Agustín. Porque lo más seguro
es que Agustín ha dicho muchas veces que la roca era Cristo, y quizás
no más de una vez que era el mismo Pedro. Pero incluso si San Agustín
y todos los Padres dijeran que el Apóstol es la roca de la que habla
Cristo, yo los resistiría, con una sola mano, confiando en las Sagradas
Escrituras, es decir, por derecho divino; 13 porque escrito está: Nadie
puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo. 14 El mismo Pedro llama a Cristo la principal piedra del
ángulo, y una piedra viva sobre la cual estamos edificados como casa
espiritual ”. 15
Eck. - “¡Me sorprende la humildad y modestia con que el reverend
doctor se compromete a oponerse, solo, a tantos Padres ilustres, y
pretende saber más que los soberanos pontífices, los concilios, los
doctores y las universidades! ... Sería sorprendente, sin duda, que Dios
hubiera ocultado la verdad a tantos santos y mártires, ¡hasta la llegada
del reverendo padre!
Lutero. - “Los Padres no están en mi contra. San Agustín y san
Ambrosio, ambos excelentes médicos, enseñan como yo enseño. Super
isto articulo fidei, fundata est Ecclesia, 16 dice San Ambrosio, al
explicar qué se entiende por la roca sobre la que se construye la
Iglesia. Deje que mi oponente ponga un freno a su lengua. Expresarse
como lo hace, solo servirá para suscitar la discordia, y no para discutir
como un verdadero doctor ".
Eck no tenía idea de que el aprendizaje de su oponente era tan
extenso, y que sería capaz de librarse de las fatigas que lo rodeaban. “El
reverendo médico”, dijo, “ha entrado bien armado en las listas. Ruego a
sus señorías que me disculpen si no demuestro tal precisión en la
investigación. Vine aquí para discutir, no para hacer un libro ". - Eck
estaba sorprendido pero no vencido. Como no tenía más argumentos
que alegar, recurrió a un truco miserable y rencoroso que, si no vence
a su antagonista, al menos debe avergonzarlo mucho. Si la acusación
de ser bohemio, hereje, husita, se le puede imputar a Lutero, está
vencido; porque los bohemios eran objeto de aborrecimiento en la
Iglesia. El escenario del combate no estaba lejos de las fronteras de
Bohemia; Sajonia, después de la sentencia pronunciada sobre John
Huss por el Concilio de Constanza, había estado expuesta a todos los
horrores de una guerra larga y ruinosa; fue su orgullo haber resistido a
los husitas en ese momento; la universidad de Leipsic se había fundado
en oposición a las tendencias de John Huss; y esta discusión se
desarrollaba en presencia de príncipes, nobles y ciudadanos, cuyos
padres habían caído en esa célebre contienda. Insinuar que Lutero y
Hus son de una sola mente será infligir un golpe terrible al primero. A
esta estratagema recurre ahora el médico de Ingolstadt: “Desde los
primeros tiempos, todos los buenos cristianos han reconocido que la
Iglesia de Roma deriva su primacía directamente de Cristo mismo, y
no del derecho humano. Debo confesar, sin embargo, que los
bohemios, mientras defendían obstinadamente sus errores, atacaron
esta doctrina. Pido perdón al digno padre, si soy enemigo de los
bohemios, porque son enemigos de la Iglesia, y si la presente discusión
ha llamado a estos herejes a mi memoria; pues, en mi humilde opinión,
las conclusiones del médico son favorables en todos los sentidos a
estos errores. Incluso se afirma que los husitas se jactan en voz alta de
ello ". 17
Eck había calculado bien: sus partidarios recibieron esta pérfida
insinuación con el mayor favor. Hubo un movimiento de alegría entre
la audiencia. “Estos insultos”, dijo después el reformador, “les hicieron
cosquillas mucho más agradablemente que la discusión misma”.
Lutero. - “No me gusta y nunca me gustará un cisma. Dado que por su
propia autoridad los bohemios se han separado de nuestra unidad,
han obrado mal, incluso si la derecha divina se había pronunciado a
favor de sus doctrinas; porque el supremo derecho divino es la caridad
y la unidad de mente ". 18
Fue durante la sesión de la mañana del 5 de julio cuando Lutero hizo
uso de este lenguaje. La reunión se disolvió poco después, ya que era la
hora de la cena. Luther se sintió cómodo. ¿No había ido demasiado
lejos al condenar así a los cristianos de Bohemia? ¿No sostuvieron las
doctrinas que ahora sostiene Lutero? Vio todas las dificultades de su
posición. ¿Se levantará contra un concilio que condenó a John Huss, o
en su salón negará esa sublime idea de una Iglesia cristiana universal
que había tomado plena posesión de su mente? El inquebrantable
Lutero no vaciló. Cumplirá con su deber, sean cuales sean las
consecuencias. En consecuencia, cuando la asamblea se reunió de
nuevo a las dos de la tarde, él fue el primero en hablar. Dijo con
firmeza:
“Entre los artículos de fe sostenidos por John Huss y los bohemios,
hay algunos que son más cristianos. Ésta es una certeza positiva. Aquí,
por ejemplo, hay uno: "Que hay una sola Iglesia universal "; y aquí hay
otro: 'No es necesario para la salvación creer que la Iglesia Romana es
superior a todas las demás'. Es de poca importancia para mí si estas
cosas fueron dichas por Wickliffe o por Huss ... son verdad ".

La declaración de Lutero produjo una gran sensación entre sus


oyentes. Huss Wickliffe: ¡esos nombres odiosos, pronunciados con
aprobación por un monje en medio de una asamblea católica! Un
murmullo casi general corrió por el pasillo. El propio duque George se
sintió alarmado. Creyó haber visto aquella guerra civil que se suscitaba
en Sajonia y que durante tantos años había desolado los estados de sus
antepasados maternos. Incapaz de reprimir su emoción, se puso las
manos en las caderas, negó con la cabeza y exclamó en voz alta, de
modo que toda la asamblea lo escuchó: "¡Se lo lleva la rabia!" 19 Toda
la reunión estaba agitada: se levantaron, cada uno hablando con su
vecino. Aquellos que habían cedido a la somnolencia se despertaron.
Los amigos de Lutero estaban muy perplejos; mientras sus enemigos se
regocijaban. Muchos de los que hasta ese momento lo habían
escuchado con agrado comenzaron a albergar dudas sobre su
ortodoxia. La impresión que estas palabras produjeron en la mente del
duque George nunca se borró; desde ese momento miró al reformador
con mal de ojo y se convirtió en su enemigo. 20
Lutero no se dejó intimidar por estos murmullos. Uno de sus
principales argumentos fue que los griegos nunca habían reconocido al
Papa y, sin embargo, nunca habían sido declarados herejes; que la
Iglesia griega había existido , todavía existía y existiría sin el Papa, y
que pertenecía tanto a Cristo como la Iglesia de Roma. Eck, por el
contrario, mantuvo descaradamente que la Iglesia cristiana y la
romana eran una y la misma; que los griegos y orientales , al
abandonar al Papa, también habían abandonado la fe cristiana, y eran
indiscutiblemente herejes. "¡Qué!" exclamó Lutero, “¿no son Gregorio
de Naziangum, Basilio el Grande, Epifanio, Crisóstomo y un número
inmenso además de los obispos griegos? ¿ No se salvan? ¡y sin
embargo, no creían que la Iglesia de Roma estaba por encima de las
demás Iglesias! ...... No está en el poder de los pontífices romanos
hacer nuevos artículos de fe. El creyente cristiano no reconoce otra
autoridad que la Sagrada Escritura. Esto solo es lo Divino correcto. 21
Le ruego al digno médico que reconozca que los pontífices romanos
eran hombres y que no los convertirá en dioses.

Eck recurrió entonces a una de esas bromas que dan un aire engañoso
de triunfo a quien las emplea.
“El padre venerado es un cocinero muy pobre”, dijo; “Ha hecho una
mezcolanza terrible de santos y herejes griegos; para que el olor de
santidad en uno nos impida oler el veneno de los demás ”. 22
Luther , interrumpiendo a Eck con calidez. - “El médico digno se está
volviendo abusivo. En mi opinión, no puede haber comunión entre
Cristo y Belial ”.
Lutero había avanzado mucho. En 1516 y 1517, sólo había atacado los
sermones de los amantes de la indulgencia y las doctrinas escolásticas,
pero había respetado los decretos papales. Algo más tarde había
rechazado estos decretos y había apelado a un consejo. Ahora se había
despojado incluso de esta última autoridad, declarando que ningún
concilio podía establecer un nuevo artículo de fe y pretender ser
infalible. Así habían caído sucesivamente antes todas las autoridades
humanas; las arenas que arrastran la lluvia y los torrentes habían
desaparecido; y para reconstruir la casa en ruinas del Señor no quedó
nada más que la roca eterna de la Palabra de Dios. "Reverendo padre",
dijo Eck, "si cree que un consejo, que se reúne regularmente, puede
equivocarse, a mis ojos no es nada mejor que un pagano y un
publicano".
Tales fueron las discusiones que ocuparon a los dos médicos. La lista
de la asamblea se encendió con seriedad; pero su atención a veces
decaía, y los espectadores estaban encantados cuando ocurría algún
incidente que los divirtiera y excitara. Suele ocurrir que los asuntos
más serios se mezclan con otros más ridículos. Este fue el caso de
Leipsic.
El duque Jorge, según la costumbre de la época, tenía un tonto de la
corte. Algunos bromistas le dijeron: "Lutero sostiene que un tonto de la
corte puede casarse, mientras que Eck dice que no puede". Ante esto, el
tonto sintió una gran aversión por Eck, y cada vez que entraba en la
sala en el tren del duque, miraba al teólogo con aire amenazador. El
canciller de Ingolstadt, que no estaba por encima de las bufonadas,
cerró un ojo (el tonto era ciego de los ojos) y con el otro empezó a
entrecerrar los ojos al hombrecillo que, perdiendo los estribos,
abrumaba al médico con insultos. Toda la asamblea (dice Peifer)
estalló en carcajadas, y este interludio disminuyó un poco la extrema
tensión de sus mentes. 23
Al mismo tiempo, se representaban escenas en la ciudad y en las
iglesias que mostraban el horror inspirado en los partidarios romanos
por las audaces afirmaciones de Lutero. Fue de los conventos apegados
al interés del Papa de donde procedían los clamores más ruidosos. Un
domingo, el médico de Wittenberg entró en la iglesia dominicana
antes de la misa mayor. Solo estuvieron presentes unos pocos monjes
repitiendo misa baja en los altares más pequeños. Tan pronto como se
supo en el claustro que el hereje Lutero estaba en la iglesia, los monjes
entraron apresuradamente, tomaron el trance de amonestación y lo
llevaron al tabernáculo, 24 allí lo cerraron con cuidado, vigilando que
no fuera el anfitrión. debe ser profanado por los ojos heréticos del
Agustín Wittenberg. Al mismo tiempo, los que leían la misa recogieron
apresuradamente los diversos ornamentos empleados en el servicio,
abandonaron el altar, cruzaron la iglesia y se refugiaron en la sacristía,
como si, dice un historiador, Satanás les hubiera pisado los talones.

El tema de la discusión proporcionó tema de conversación en todos los


lugares. En las posadas, la universidad y la cancha, cada hombre
expresó su opinión. Por grande que pudiera haber sido la exasperación
del duque George, no se negó obstinadamente a dejarse convencer. Un
día, mientras Eck y Lutero estaban cenando con él, interrumpió su
conversación diciendo: "Ya sea que el Papa sea Papa por derecho
humano o divino, sin embargo, es Papa". 25 Luther agradó mucho al
oír estas palabras. "El príncipe", dijo, "nunca los habría utilizado, de no
haber sido golpeado por mis argumentos".
La discusión sobre la primacía papal había durado cinco días. El 8 de
julio procedieron a la doctrina del Purgatorio. Esto se extendió a lo
largo de poco más de dos días. Lutero todavía admitía esta doctrina;
pero negó que fuera enseñado en las Escrituras o en los Padres de la
manera que pretendían su oponente y los escolásticos. "Nuestro Doctor
Eck", dijo, aludiendo al carácter superficial de la mente de su
adversario, "este día ha hojeado las Escrituras casi sin tocarlas, como
una araña corre sobre el agua".
El 11 de julio llegaron a Indulgencias. “Fue una simple broma”, dijo
Luther; “La disputa fue ridícula. Las indulgencias cayeron por
completo, y Eck casi era de mi opinión ". 26 El propio Eck dijo: " Si no
hubiera discutido con el doctor Martin sobre la supremacía papal, casi
habría estado de acuerdo con él". 27
A continuación, la discusión giró en torno al Arrepentimiento, la
Absolución del Sacerdote y las Satisfacciones. Eck, según su práctica
habitual , citó a los médicos escolásticos, a los dominicos y a los
canónigos del Papa. Lutero cerró la disputa con estas palabras: “El
reverendo doctor huye de las Escrituras, como el diablo ante la cruz.
En cuanto a mí, con el debido respeto a los Padres, refiero la autoridad
de la Sagrada Escritura, y esta prueba la recomendaría a nuestros
jueces ". 28
Aquí terminó la disputa entre Eck y Lutero. Carlstadt y el médico de
Ingolstadt continuaron la discusión dos días más sobre los méritos
humanos en las buenas obras. El 16 de julio se concluyó el asunto,
después de haber durado veinte días, con un discurso del rector de la
universidad. Tan pronto como terminó, se escuchó música a todo
volumen y la solemnidad concluyó cantando el Te Deum.
Pero durante el canto de esta solemne acción de gracias, la mente de
los hombres ya no era la misma que había estado durante el Veni
Spiritus al comienzo de la discusión. Ya se habían hecho realidad los
presentimientos de muchos. Los golpes que los campeones de las dos
doctrinas se habían apuntado mutuamente habían infligido una
profunda herida al papado.

Notas finales:
1. Faciebat hoc Eccius quia certam sibi gloriam propositam
cernebat, propter propositionem meam, in qua negabam
Papam esse jure divino caput Ecclesiae: hic patuit ei
campus magnus. L. Opp . En Praef.
2. Nam quod monstrum esset, Ecclesiamesse acephalam! L.
Opp. Lat. 1: 243.
3. Corintios 15:25.
4. Prorsus audiendi non sunt qui Christum extra Ecclesiam
militantem tendunt in triumphantem, cum sit regnum
fidei. Caput nostrum non videmus; tamen habemus. L.
Opp. Lat. 1. P. 243.
5. Unde sacerdotalis unitas exorta est. Ibid.

6. Haec est matrix proprie omnium ecclesiarum. Ibídem.


244.
7. Cui si non exsors quaedam et ab omnibus eminens detur
potestas. Ibídem. 243.
8. Detur, inquit hoc est jure humano, posset fieri, c
onsentientibus caeteris omnibus fidelibus. Ibídem. 244.
9. Ejusdem meriti et ejusdem sacerdotii est. L. Opp. Lat. 1:
244.
10. Primus inter pares.
11. Non episcopus universalis, sed universalis Ecclesiae
episcopus. Ibídem. 246.
12. Ego glorior me tot expensis non frustra. L. Epp. 1: 299.
13. Resistam eis ego unus, auctoritate apostoli, id est, divino
jure. L. Opp. Lat. 1: 137.
14. Corintios 3:11.

15. Pedro 2: 4, 5, 6.
16. La Iglesia se basa en ese artículo de fe. L. Op Lat. 1: 254.
17. Et, ut fama est, de hoc plurimum gratulantur. L. Opp. L
en. 1: 250.
18. Nunquam mihi placuit, nec in aeternum placebit
quodcunque schisma .. Cum supremum jus divinum sit
charitas et unitas spiritus. Ibídem.
19. Das Walt die Sucht!
20. Nam adhuc erat Dux Georgius mihi non inimicus, quod
sciebam certo. L. Opp. En Praef.

21. Nec pote st fidelis Christianus cogi ultra sacram Scrip


turam, quae est proprie jus divinum. L. Opp. Lat. 1: 252.
22. En el Rev. Pater, artis coquinariae minus instructus,
commiscet sanctos Graecos cum schismaticis et
haereticis, ut fuco sanctitatis Patrum haereticorum tue
atur perfidiam. L. Opp. Lat. 1: 252.

23. Op. (W.) 15: 1440 - 2 Loscher, 3: 281.


24. El tabernáculo es una caja de forma octogonal, que se
encuentra en el centro del altar y está hecha de latón
pulido, mármol, plata, oro o al menos madera dorada. Su
tamaño varía de veinte a cuatro pies de altura y de un pie
a tres de diámetro. En él se deposita la foto, que contiene
la gran hostia consagrada destinada a ser exhibida para
la adoración de los fieles, y el copón en el que se
encuentran los pequeños preparados para los
comulgantes. La protesta es un soporte muy ornamentado
con una abertura circular para recibir la oblea más
grande utilizada en la elevación de la hostia.
25. Ita ut ipse dux Georgius inter prandendum, ad Eccium
et me dicat: "Sive sit jure humano, sive sit jure divine,
papa; ipse est papa". L. Opp. En Praef.
26. Op. (L.) 17: 246.
27. Así que wollt'er fast einig mit mir gewest seyn. Ibídem.
28. Videtur fugere a facie Scripturarum, sicut diabolus
crucem. Quare, salvis reverentiis Patrum, praefero ego
auctoritatem Scripturae, quo d commendo judicibus
futuris. L. Opp. Lat. 1: 291.
LIBRO 5
CAPÍTULO 6

Estas disputas teológicas, a las que los hombres del mundo ahora no
querrían consagrar unos breves momentos, habían sido seguidas y
escuchadas durante veinte días sucesivos con gran atención: laicos,
caballeros y príncipes habían manifestado un interés constante. El
duque Barnim de Pomerania y el duque George asistieron con notable
regularidad. Pero, por el contrario, algunos de los teólogos leípsicos,
amigos del doctor Eck, durmieron profundamente, como nos informa
un testigo ocular. Era necesario despertarlos al final de la disputa, por
temor a perder sus cenas.
Luther abandonó Leipsic primero; Carlstadt lo siguió; pero Eck
permaneció varios días después de su partida.
No se había tomado ninguna decisión sobre la discusión. 1 Cada uno lo
comentaba según sus propios sentimientos. “En Leipsic”, dijo Luther,
“hubo una gran pérdida de tiempo, pero no hubo búsqueda de la
verdad. Hemos estado examinando las doctrinas de nuestros
adversarios estos dos años pasados, de modo que hemos contado
todos sus huesos. Eck, por el contrario, apenas ha rozado la superficie;
2 pero hizo más ruido en una hora que nosotros en dos largos años ".
En sus cartas privadas a sus amigos, Eck confesó su derrota en ciertos
puntos; pero tenía abundantes razones para explicarlo. “Los
Wittenberger”, escribió a Hochstraten el 24 de julio, “me conquistaron
en varios puntos: 3 primero, porque trajeron sus libros consigo; en
segundo lugar, porque algunos de sus amigos tomaron notas de la
discusión, que examinaron tranquilamente; en tercer lugar, porque
eran muchos; dos médicos (Carlsta dt y Luther), Lange, vicario de los
Agustinos; dos licenciados, Amsdorff, y un sobrino muy presuntuoso
de Reuchlin (Melancthon); tres doctores en derecho y varios maestros
en artes, todos los cuales ayudaron en la discusión, ya sea en público o
en privado. Pero en cuanto a mí, aparecí solo, siendo la justicia de mi
causa mi única compañera ”. Eck se olvidó de Emser, del obispo y de
los doctores de Leipsic.
Si tales confesiones se le escaparon a Eck en su correspondencia
familiar, su comportamiento en público fue muy diferente. El médico
de Ingolstadt y los teólogos de Leipzig alardearon en voz alta de lo que
llamaron su victoria. Circularon informes falsos en todas direcciones.
Todos los voceros de su partido repitieron su autocomplacencia. "Eck
está triunfando en todas partes", escribió Luther. 4 Pero en el
campamento de Roma, cada uno disputaba su parte de los laureles. "Si
no hubiéramos acudido en apoyo de Eck", dijeron los hombres de
Leipsic, "el ilustre médico habría sido derrocado". - “Los d ivines de
Leipsic son muy buenas personas”, dijo el médico de Ingolstadt, “pero
esperaba demasiado de ellos. Hice todo sin ayuda ". “Verás”, dijo
Lutero a Spalatin, “que están cantando una nueva Ilíada y una nueva
Eneida. 5 Son tan amables que hacen de mí un Héctor o un Turno,
mientras que Eck, a sus ojos, es Aquiles o Eneas. Solo les queda una
duda, si la victoria fue obtenida por las armas de Eck o por las de
Leipsic. Todo lo que puedo decir para aclarar el tema es esto, el doctor
Eck nunca dejó de llorar, y los teólogos de Leipzig no hicieron nada
más que callarse.
“Eck es un conquistador a los ojos de aquellos que no entienden el
asunto y que han encanecido con los viejos escolares”, dijo el elegante,
ingenioso y sabio Mosellanus; "Pero Lutero y Carlstadt son victoriosos
en opinión de aquellos que poseen algún conocimiento, comprensión y
modestia". 6

La disputa de Leipzig no estaba destinada, sin embargo, a evaporarse


en humo. Todo trabajo realizado con devoción da frutos. Las palabras
de Lutero se habían hundido con un poder irresistible en las mentes de
sus oyentes. Muchos de los que a diario atestaban el salón del castillo
fueron sometidos por la verdad. Fue especialmente en medio de sus
adversarios más decididos donde se obtuvieron sus victorias. El
secretario, amigo familiar y discípulo del doctor Eck, Poliander, fue
conquistado por la Reforma; y en el año 1522 predicó públicamente el
Evangelio en Leipsic. Jo hn Cellarius, profesor de hebreo, un hombre
violentamente opuesto a las doctrinas reformadas, se sintió
conmovido por las palabras del elocuente médico y comenzó a
escudriñar las Escrituras más profundamente. Poco después dejó su
puesto y fue a Wittenberg para estudiar humildemente a los pies de
Lutero. Algún tiempo después fue pastor en Frankfort y en Dresde.

Entre los que se habían sentado en los bancos reservados para la corte
y que rodeaban al duque Jorge, se encontraba un joven príncipe, de
doce años, descendiente de una familia célebre por sus combates
contra los sarracenos: era Jorge de Anhalt. Luego estudiaba en Leipsic
con un tutor privado. Un ansioso deseo de aprender y una ardiente sed
de verdad ya distinguían a este ilustre joven. Con frecuencia se le oía
repetir estas palabras de Salomón: Los labios mentirosos no se
convierten en un príncipe. La discusión en Leipsic despertó serias
reflexiones en este niño y provocó una decidida parcialidad por
Lutero. 7 Algún tiempo después, le ofrecieron un obispado. Sus
hermanos y todos sus parientes le rogaron que lo aceptara, deseando
llevarlo a las más altas dignidades en la Iglesia. Pero estaba decidido en
su negativa. A la muerte de su piadosa madre, secretamente bien
dispuesta hacia Luther, se apoderó de todos los escritos del
reformador. Ofrecía constantes y fervientes oraciones a Dios,
suplicándole que volviera su corazón a la verdad, y muchas veces en la
soledad de su aposento exclamaba con lágrimas: Haz con tu siervo
según tu misericordia, y enséñame tus estatutos. 8 Sus oraciones
fueron escuchadas. Convencido y arrastrado, se alineó sin miedo al
lado del Evangelio. En vano sus guardianes, y particularmente el duque
George , lo asediaron con ruegos y protestas. Se mostró inflexible y
George exclamó, medio convencido por el razonamiento de su pupilo:
“No puedo responderle; pero aún permaneceré en mi propia Iglesia,
porque es un asunto difícil dominar a un perro viejo ". Volveremos a
encontrarnos con este amable príncipe, uno de los personajes más
nobles de la Reforma, que predicó en persona a sus súbditos las
palabras de vida eterna, y a quien se le ha aplicado el dicho de Dion
sobre el emperador Marco Antonino: “Él fue constante durante toda
su vida; era un buen hombre, uno en el que no había engaño ". 9
Pero fueron los estudiantes en particular quienes recibieron las
palabras de Lutero con entusiasmo. Sintieron la diferencia entre el
espíritu y la energía del médico de Wittenberg y las distinciones
sofistas, las vacías especulaciones del canciller de Ingolstadt. Vieron
que Lutero confiaba en la Palabra de Dios y que las opiniones de Eck
se basaban en la tradición humana. El efecto fue instantáneo. Las aulas
de la universidad de Leipsic quedaron rápidamente desiertas después
de la disputa. Una circunstancia, en efecto, contribuyó a este resultado:
la plaga parecía a punto de estallar en esa ciudad. Pero había otras
universidades (Erfurth, Ingolstadt, etc.) a las que podrían haber ido
los estudiantes. El poder de la verdad los atrajo a Wittenberg, donde
pronto se duplicó el número de estudiantes. 10

Entre los que se trasladaban de una universidad a otra, se observaba a


un joven de dieciséis años, de disposición melancólica, que hablaba
pocas veces y que, en medio de las conversaciones y deportes de sus
compañeros de estudios, aparecía muchas veces absorto en su propio
reflexiones. 11 Al principio, sus padres pensaron que tenía un intelecto
débil; pero pronto lo encontró tan rápido en el aprendizaje y tan
constantemente ocupado con sus estudios, que se formaron las
mayores expectativas de él. Su rectitud y candor , su modestia y piedad
le ganaron el cariño de todos, y Mosellanus lo señaló como modelo
para toda la universidad. Su nombre era Gaspard Cruciger, natural de
Leipsic. El nuevo alumno de Wittenberg fue después amigo de
Melancthon y ayudante de Lutero en la traducción de la Biblia.
La disputa de Leipzig dio frutos aún mayores. Aquí fue donde el
teólogo de la Reforma recibió su llamado. Melancthon se sentó
modesto y en silencio escuchando la discusión, en la que participó
muy poco . Hasta ese momento, la literatura había sido su única
ocupación. La conferencia le dio un nuevo impulso y lanzó al elocuente
profesor a la carrera de la teología. Desde esa hora, su extenso
conocimiento se postró ante la Palabra de Dios. Recibió la verdad eva
ngelica con la sencillez de un niño; explicó la doctrina de la salvación
con una gracia y perspicacia que encantó a todos sus oyentes; y pisó
con valentía ese camino tan nuevo para él, porque, dijo, "Cristo nunca
abandonará a sus seguidores". 12 En adelante, los dos amigos
caminaron juntos, luchando por la libertad y la verdad, uno con la
energía de San Pablo, el otro con la mansedumbre de San Juan. Lutero
ha expresado admirablemente la diferencia de sus llamamientos.
“Nací”, dijo, “para contender en el campo de batalla con facciones y
espíritus malignos. Por eso mis obras abundan en guerras y
tempestades. Mi tarea es arrancar el tronco y el tallo, quitar las zarzas
y el sotobosque, rellenar los estanques y las marismas. Soy el tosco
leñador que tiene que preparar el camino y allanar el camino. Pero
Felipe avanza tranquila y suavemente; labra y planta la tierra; la
siembra y la riega con alegría, según los dones que Dios le ha dado con
mano tan generosa ”. 13

Si Melancthon, el sembrador tranquilo, fue llamado a trabajar por la


disputa de Leipsic, Lutero, el leñador resistente, sintió que su brazo lo
fortalecía y su coraje revitalizado. El mayor efecto de esta discusión fue
el que obró en el propio Lutero. "La balanza de la teología escolástica",
dijo, "cayó entonces enteramente ante mis ojos, bajo la presidencia
triunfal del doctor Eck". El velo que la Escuela y la Iglesia habían
corrido conjuntamente ante el santuario se rasgó para el reformador
de arriba a abajo. Impulsado por nuevas indagaciones, llegó a
descubrimientos inesperados. Con tanta indignación como asombro,
vio el mal en toda su magnitud. Buscando en los anales de la Iglesia,
descubrió que la supremacía de Roma no tenía otro origen que la
ambición por un lado y la credulidad ignorante por el otro. El estrecho
punto de vista bajo el que hasta entonces había mirado a la Iglesia fue
sucedido por un rango más profundo y extenso. Reconoció en los
cristianos de Grecia y de Oriente a verdaderos miembros de la Iglesia
católica; y en lugar de un jefe visible, sentado a orillas del Tíber, adoró,
como único jefe del pueblo de Dios, a un Redentor invisible y eterno
que , según su promesa, está diariamente en medio de todas las
naciones de la tierra. , con todos los que creen en su nombre. La Iglesia
latina ya no era en la estimación de Lutero la Iglesia universal; vio caer
las estrechas barreras de Roma, y se regocijó al descubrir el anillo más
allá de ellas los gloriosos dominios de Cristo. A partir de ese momento
comprendió cómo un hombre podía ser miembro de la Iglesia de
Cristo, sin pertenecer a la del Papa. Pero, sobre todo, los escritos de
Huss le produjeron una profunda impresión. Allí encontró, para su
gran sorpresa, la doctrina de San Pablo y de San Agustín, esa doctrina
a la que él mismo había llegado después de tantas luchas. “Creí y
enseñé todas las doctrinas de John Huss sin ser consciente de ello: 14
y Staupitz también. En resumen, aunque inconscientes de ello, todos
somos husitas. Pablo y Agustín eran ellos mismos. Estoy confundido y
no sé qué pensar. - ¡Oh! Cuán terriblemente han merecido los hombres
los juicios de Dios, viendo que la verdad del Evangelio, que ha sido
develada y publicada este siglo pasado, ha sido condenada, quemada y
sofocada ... ¡Ay, ay del mundo! ”

Lutero se separó del papado y luego sintió hacia él una decidida


aversión y una santa indignación; y todos los testigos que en todas las
épocas se habían levantado contra Roma vinieron por turnos ante él y
testificaron contra ella, cada uno revelando algún abuso o error. "¡Oh!
¡Qué densa oscuridad! exclamó él.
No se le permitió guardar silencio sobre este triste descubrimiento. La
insolencia de sus adversarios, su pretendido triunfo y los esfuerzos que
hacían para apagar la luz, decidió su alma. Avanzó por el camino por el
que Dios lo condujo, sin ansiedad por la meta a la que lo conduciría.
Lutero ha señalado este momento como el de su emancipación del
yugo papal. “Aprenda de mí”, dijo, “lo difícil que es deshacerse de los
errores confirmados por el ejemplo de todo el mundo, 15 y que, a
través de una larga costumbre, se han convertido en una segunda
naturaleza para nosotros. Llevaba entonces siete años leyendo y
explicando públicamente las Sagradas Escrituras con gran celo, de
modo que las sabía casi de memoria. 16 También tuve todas las
primicias del conocimiento y la fe en nuestro Señor Jesucristo; es decir,
sabía que somos justificados y salvos no por nuestras obras, sino por la
fe en Cristo; e incluso sostuve abiertamente que el Papa no es el jefe de
la Iglesia cristiana por derecho divino. Y, sin embargo, no pude ver las
consecuencias que se derivaron de esto; es decir, que el Papa es
necesariamente y ciertamente del diablo. Porque lo que no es de Dios,
tiene que ser del diablo ". 17 Lutero agrega más adelante: “Ya no me
permito indignarme contra los que todavía están apegados al Papa, ya
que yo, que durante tantos años había estudiado las Sagradas
Escrituras con tanta atención, todavía me aferraba con tanta
obstinación al papado . " 18

Tales fueron los resultados reales de la disputa de Leipzig, resultados


de más importancia que la disputa misma. Fue como esos primeros
éxitos que disciplinan a un ejército y excitan su coraje.

Notas finales:
1. Ad exitum certaminis, uti solet, nulla prodiit decisio
Pallavicini, 1:65.
2. Totam istam conclusionum cohortem multo acrius et
validius nostri Wittembergenses..oppugnaverunt et ita
examverunt ut ossa eorum numerare licuerit, quas Eccius
vix in facie cutis leviter perstrinxit. L. Epp. 1: 2 91.
3. Verum in multis me obruerunt. Corp. Ref. 1:83.
4. Eccius triunfa en ubique. L. Epp. 1: 290.
5. Novam quandam Iliada et Aeneida illos cantare. Ibídem.
305.
6. Lutheri Sieg sey um so veil weniger beruhmt, well der
Gelehrten, Verstandigen, und derer die sich selbat nicht
hoch ruhmen, wenig seyen. Seckendorf, pág. 207.
7. Op. (W.) 15: 1440.
8. A Deo petivit, flecti pectus suum ad veritatem, ac
lacrymans saepe haec verba repetivit .. M. Adami, Vita
Georgii Anhalt, p. 248.
9. [Omoioj dia. pa, nywn evge, neto (avgaqo.j de. h = n (kai.
uvde.n prospoi, hzon ei = cen) Melch. Adam. P. 255.
10. Peifer, Histor. Lipsiensis, pág. 356.
11. Et cogitabundus et saepe in medios sodalitios quasi
peregrinante animo. Melch. Adami, Vita Crucigeri, pág.
193.

12. Christus suis non decrit. Corp. Ref. 1: 104.


13. Op. ( W.) 14: 200.
14. Ego imprudens hucusque omnia Johannis Huss et docui
et tenui. L. Epp. 2: 452.

15. Quam difficile sit eluctari et emerre ex erroribus, totius


orbis exemplo firmatis .. L. Opp. Lat. En Praef.
16. Per septem annos, ita ut memoriter pene omnia
tenerem. Ibi d.
17. Quod enim ex Deo non est, necesse est ex diabolo esse.
Ibídem.
18. Cum ego tot annis sacra legens diligentissime, tamen ita
haesi tenaciter. Ibídem.
LIBRO 5
CAPÍTULO 7
Eck dio paso a toda la embriaguez de lo que quería representar como
una victoria. Él arremetió contra Lutero; amontonado cargo tras cargo
contra él; Le escribí a Frederick; y deseaba, como un hábil general,
aprovechar la confusión que siempre sigue a una batalla, para obtener
importantes concesiones de ese príncipe. Mientras esperaba las
medidas que se tomarían contra la persona de su adversario, lanzó
fuego contra sus escritos, incluso sobre los que no había leído. Le rogó
al elector que convocara un consejo provincial: "Exterminamos estas
alimañas", dijo el tosco médico, "antes de que se multipliquen más allá
de todos los límites". 2
No fue solo contra Lutero que expresó su ira. Su imprudencia llamó a
Melancthon a las listas. Este último , conectado por tiernos lazos de
amistad con el excelente Oecolampadius, le escribió un relato de la
disputa, hablando del Dr. Eck en términos de encomio. 3 Sin embargo,
el orgullo del canciller de Ingolstadt resultó herido. Inmediatamente
tomó la pluma contra “ese gramático de Wittenberg, que no ignoraba,
por cierto, latín y griego, pero que se había atrevido a publicar una
carta en la que lo insultaba ... Eck ". 4
Melancthon respondió, y este fue su primer escrito teológico. Se
caracteriza por toda esa exquisita urbanidad que distinguió a este
excelente hombre. Estableciendo los principios fundamentales de la
hermenéutica, 5 mostró que no debemos interpretar las Escrituras por
los Padres, sino a los Padres por las Escrituras. "¡Cuántas veces Jerome
no se ha equivocado!" dijó el; “¡Con qué frecuencia Agustín! ¡Con qué
frecuencia Ambrosio! ¡Cuán a menudo sus opiniones son diferentes! ¡y
con qué frecuencia se retractan de sus errores! Hay una sola Escritura,
inspirada por el Espíritu Santo y pura y verdadera en todas las cosas. 6
“Lutero no sigue ciertas e xplicaciones ambiguas de los antiguos, dicen
ellos; y ¿por qué debería hacerlo? Cuando explica el pasaje de San
Mateo: Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, dice lo
mismo que Orígenes, que es el único anfitrión; como Agustín en su
homilía; y como Am brose en su sexto libro sobre San Lucas; No
mencionaré otros. - Entonces, ¿qué dirás que los Padres se contradicen
entre sí? - ¿Y hay algo asombroso en eso? 7 Creo en los Padres, porque
creo en la Escritura. El significado de las Escrituras es único y simple,
como la verdad celestial misma. Se obtiene comparando escritura con
escritura: se deduce del hilo y la conexión del discurso. 8 Hay una
filosofía que se nos ordena en lo que respecta a las Divinas Escrituras:
y es, llevar a ella todas las opiniones y máximas humanas, como una
piedra de toque para probarlas ”. 9
Durante un período muy largo, verdades tan poderosas no se habían
expuesto con tanta elegancia. La Palabra de Dios fue restaurada a su
lugar y los Padres al de ellos. El método simple por el cual podemos
llegar al verdadero significado de las Escrituras fue establecido
firmemente. La Palabra flotó sobre todas las dificultades y todas las
explicaciones de la Escuela. Melancthon proporcionó los medios para
responder a todos aquellos que, como el Dr. Eck, deberían dejar
perplejos a este tema, incluso en las épocas más lejanas. El débil
gramático se había levantado; un d los hombros amplios y robustos del
gladiador escolástico tenía doblado bajo el primer movimiento de su
brazo.
Cuanto más débil estaba Eck, más fuerte clamaba. Con sus jactancias y
sus acusaciones, esperaba asegurar la victoria que había perdido en
sus discusiones. Los monjes y todos los partidarios de Roma repitieron
sus clamores. Desde todas partes de Alemania, se derramaron
reproches sobre Lutero; pero no se vio afectado por ellos. “Cuanto más
me encuentro cubierto de oprobio, más me glorío en él”, dijo al
concluir las explicaciones que publicó sobre las proposiciones de
Leipsic. “La verdad, es decir, Cristo, tiene que aumentar y yo disminuir.
La voz de la Esposa y el Esposo me provoca una alegría que sobrepasa
con creces los terrores inspirados por sus clamores. Los hombres no
son los autores de mis sufrimientos y no les guardo ningún odio. Es
Satanás, el príncipe de la maldad, quien desea aterrorizarme. Pero el
que está dentro de nosotros es más poderoso que el que está en el
mundo. El juicio de nuestros contemporáneos es malo, el de la
posteridad será mejor ”. 10
Si la disputa de Leipzig aumentó los enemigos de Lutero en Alemania,
también aumentó el número de sus amigos en países extranjeros. “Lo
que Huss estuvo en Bohemia en otros días, ahora lo estás en Sajonia,
querido Martín”, le escribieron los hermanos bohemios; "¡Por eso, ora
y sé fuerte en el Señor!"
Por esta época estalló la guerra entre Luther y Emser, entonces
profesor en Leipsic. Este último escribió al Dr. Zack, un fervoroso
católico romano de Praga, una carta en la que su propósito parecía ser
privar a los husitas de la noción de que Lutero pertenecía a su partido.
Lutero no podía dudar de que, al parecer para justificarlo, el erudito
Leipsicker estaba tratando de inculcarle la sospecha de adherirse a la
herejía bohemia, y en consecuencia resolvió rasgar el velo bajo el cual
su antiguo anfitrión de Dresde deseaba ocultar su hostilidad. . Con esta
intención publicó una carta, dirigida "A Emser el G oat" (el escudo de
su adversario era una cabra), y concluía con estas palabras, que
describían tan claramente su carácter: "Mi máxima es: amar a todos
los hombres, pero no temas a ninguno." 11
Mientras surgían nuevos amigos y enemigos alrededor de Lutero, sus
viejos amigos parecían estar abandonándolo. Staupitz, que había
sacado al reformador de la oscuridad de su claustro en Erfurth,
empezó a mostrar cierta frialdad hacia él. Luther se había elevado
demasiado alto para Staupitz, que no podía seguirlo . “Me abandonas”,
le escribió Lutero. “Todo el día he estado muy triste por tu causa, como
un niño destetado llora detrás de su madre. 12 Anoche soñé contigo
(continúa el reformador): me ibas a dejar, mientras yo gemía y
derramaba lágrimas amargas. Pero extendiste la mano, me pediste que
me calmara y prometiste volver a mí.
El pacificador Miltitz deseaba hacer un nuevo intento de calmar la
agitación de las mentes de los hombres. Pero, ¿qué control podía tener
sobre los hombres que todavía estaban agitados por las emociones que
había provocado la lucha? Sus esfuerzos resultaron inútiles. Era el
portador de la famosa Rosa de Oro presentada al elector, pero este
último no se dignó recibirla en persona. 13 Federico conocía los
artificios de Roma y abandonó toda esperanza de engañarlo. 14
Notas finales:

1. Proscidit, post abitum nostrum, Martinum


inhumanissime. Me lancth. Corp. Ref. 1: 106.
2. Ehe das Ungeziffer uberhand nehme. L. Opp. (L.) 17: 271.
3. Eccius ob varias et insignes ingenii dotes. L. Opp. Lat. 1:
337.

4. Ausus est grammaticus Wittembergenss. Graece et Latine


sane non indoctus, epistolam edere. Ibídem. 338.
5. El arte de interpretar las Sagradas Escrituras.
6. Una est Scriptura, coelestis spiritus, pura, et per omnia
verax. Contra Eckium Defensio, Corp. Ref. 1: 115.
7. Quid igitur? Ipsi secum pugnant! Quid mirum? Ibídem.
8. Quem collatis Scripturis e filo ductuque orationis licet ass
equi. Ibídem. pags. 114.
9. Ut hominum sententias, decretaque, ad ipsas, ceu ad
Lydium lapidem exigamus. Corp. Ref. 1: 115.

10. Praesens male judicat aetas; judicium melius posteritatis


erit. L. Opp. Lat. 1: 310.
11. Op. Lat. 1: 252.
12. Ego super te, sicut ablactatus super mat re sua,
tristissimus hac die fui. Epp. 1: 342.
13. Rosam quam vocant auream nullo honore dignatus est:
imo pro ridicula habuit. L. Opp. Lat. En Praef.
14. Intellexit princeps artes Romanae curiae et eos (legatos)
digne tractare novit. Ibídem.
LIBRO 5
CAPÍTULO 8

Luth er, lejos de retroceder, avanzaba a diario. Fue en este momento


cuando lanzó uno de sus golpes más violentos contra el error en su
Comentario a la Epístola a los Gálatas. 1 El segundo comentario es
indudablemente superior al primero ; pero en el primero expuso con
gran poder la doctrina de la justificación por la fe. Cada expresión del
nuevo apóstol estaba llena de vida, y Dios se valió de él para introducir
el conocimiento de sí mismo en el corazón de la gente. “Cristo se
entregó a sí mismo por nuestros pecados”, dijo Lutero a sus
contemporáneos. 2 “No fue plata ni oro lo que dio por nosotros; no era
un hombre; no fueron todos los ángeles; fue a sí mismo a quien dio, de
quien no hay nada grande. Y Él dio este tesoro inolvidable - por
nuestros pecados. ¿Dónde están ahora los que se jactan del poder de
nuestra voluntad? ¿Dónde están el poder y la fuerza de la ley? Dado que
nuestros pecados fueron tan grandes que nada podría eliminarlos
excepto un rescate tan inconmensurable, ¿seguiremos pretendiendo
obtener la justicia por la fuerza de nuestra propia voluntad, por el
poder de la ley o por la enseñanza de los hombres? ¿Qué haremos con
todos estos artificios, con todos estos engaños? ¡Pobre de mí! haremos
de nosotros mismos hipócritas, a quienes nada en el mundo puede
salvar. "

Pero mientras Lutero estaba estableciendo así la doctrina de que no


hay salvación para los hombres fuera de Cristo, también mostró que
esta salvación transforma al hombre y lo hace abundar en buenas
obras. “El que verdaderamente ha escuchado la Palabra de Cristo (dijo
el reformador), y quien la guarda, se reviste inmediatamente del
espíritu de caridad. Si amas al hombre que te ha hecho un regalo de
veinte florines, o te ha prestado algún servicio importante, o de alguna
otra manera testificó su afecto, cuánto más deberías amar a aquel que
no te ha dado oro ni plata, sino a sí mismo. , quien ha recibido tantas
heridas por vosotros, quien por vosotros ha sudado gotas de sangre, y
quien ha muerto por vosotros; en una palabra, quien, pagando por
todos sus pecados, ha tragado la muerte y ha obtenido para ustedes en
el vengador un Padre lleno de amor! ...... Si no lo aman, no lo han
escuchado con su corazón las cosas que ha hecho; no les has creído,
porque la fe obra por el amor ”. - "Esta Epístola es mi epístola", dijo
Lutero, hablando de la Epístola a los Gálatas : "Estoy casado con ella".
Sus adversarios lo obligaron a avanzar más rápido de lo que lo hubiera
hecho sin ellos. En este período, Eck incitó a los franciscanos de
Juterbock a atacarlo nuevamente. Lutero, en su respuesta, 3 no
contento con repetir lo que ya había enseñado, atacó los errores que
acababa de descubrir. “Me gustaría saber”, dijo, “en qué parte de la
Escritura se ha dado a los papas el poder de canonizar a los santos; y
también qué necesidad, qué utilidad hay en canonizarlos ...... Pues ”,
agregó sarcásticamente,“ ¡que canonicen todo lo que quieran! ”. 4
Los nuevos ataques de Lutero quedaron sin respuesta. La ceguera de
sus enemigos le era tan favorable como su propio courag e.
Defendieron apasionadamente los asuntos secundarios, y cuando
Lutero puso su mano sobre los cimientos de la doctrina romana, los
vieron sacudidos sin pronunciar una costumbre. Se afanaron en
defender las obras exteriores, mientras su intrépido adversario se
adentraba en el cuerpo del lugar y allí plantaba audazmente el
estandarte de la verdad. En consecuencia, se quedaron luego
asombrados cuando vieron la fortaleza que defendían minada y en
llamas, y derrumbándose en ruinas en medio de las llamas, mientras
se adulaban a sí mismos de que era inexpugnable, y todavía desafiaban
a los que lideraron el asalto. . Así se producen todas las grandes
catástrofes.
El sacramento de la Cena del Señor comenzaba a ocupar los
pensamientos de Lutero. En vano buscó esta santa cena en la Misa. Un
día, poco después de su regreso de Leipzig, subió al púlpito.
Escuchemos sus palabras, porque son las primeras que pronunció
sobre un tema que desde entonces ha dividido a la Iglesia de la
Reforma en dos partes. Dijo: “En el santo sacramento del altar hay tres
cosas que debemos observar: la señal, que debe ser exterior, visible y
con forma corporal; la cosa significada, que es interior, espiritual y en
la mente del hombre; y fe, que hace uso de ambos ". 5 Si las
definiciones no se hubieran llevado más lejos, la unidad no se habría
destruido.

Lutero continuó: “Sería bueno que la Iglesia, por medio de un concilio


general, ordenara que se dieran ambas clases al creyente; Sin embargo,
no una sola clase no es suficiente, porque la fe sola sería suficiente ".
Este lenguaje atrevido agradó a sus oyentes. Sin embargo, algunos de
ellos estaban alarmados e irritados. "Es falso y escandaloso", dijeron. 6
El predicador continuó: “No hay unión más cercana, más profunda o
más indivisible que la que tiene lugar entre la comida y el cuerpo que
la comida nutre. Cristo está tan unido a nosotros en el sacramento, que
actúa como si fuéramos nosotros. Nuestros pecados lo asaltan; su
justicia nos defiende ".
Pero Lutero no se conformó con exponer la verdad; atacó uno de los
errores más fundamentales de Roma. 7 Esa Iglesia sostiene que el
Sacramento opera por sí mismo, independientemente de la
disposición del comulgante. Nada puede ser más conveniente que tal
opinión. De ahí el ardor con el que se busca el sacramento, de ahí los
beneficios del clero romano. Lutero atacó esta doctrina, 8 y se opuso a
ella con la doctrina contraria, 9 en virtud de la cual la fe y la
concurrencia del corazón son necesarias.

Esta enérgica protesta tenía el propósito de derrocar las antiguas


supersticiones; y, sin embargo, es asombroso que nadie le preste
atención. Roma pasó por alto lo que debería haber provocado un grito
de angustia, y cayó impetuosamente en el comentario sin importancia
que Lutero había hecho al comienzo de su discurso, tocando la
comunión en ambos tipos. Habiendo sido publicado este sermón en
diciembre, en cada trimestre se alzó un grito de herejía. “Es ni más ni
menos que la doctrina de Praga”, fue la observación en la corte de
Dresde, donde llegó el sermón durante la fiesta de Navidad; "La obra,
besi des, está en alemán, para que la gente común la entienda". 10 La
devoción del príncipe se vio perturbada, y el tercer día de la fiesta le
escribió a su primo Federico: “Desde la publicación de este sermón, el
número de los que reciben la Eucaristía en ambas clases ha
aumentado en Bohemia en seis mil. ¡Su Lutero, de ser profesor en
Wittenberg, está a punto de convertirse en obispo de Praga y archi-
hereje! - "¡Nació en Bohemia!" dijeron algunos, “de padres bohemios ;
¡Se crió en Praga y se le enseñó con los libros de Wickliffe! "
Lutero pensó que era su deber contradecir estos rumores en un escrito
en el que da cuenta seriamente de su familia. “Nací en Eisleben”, dijo
11 , “y fui bautizado en la iglesia de San Pedro. Dresde es el lugar más
cercano a Bohemia que he visitado ".

La carta del duque George no alejó al elector de Lutero. Unos días


después, este príncipe invitó al médico a un espléndido banquete que
ofreció al embajador español, y allí Lutero luchó valientemente contra
el ministro de Carlos. 12 El elector le había rogado, a través de su
capellán, defender su causa con moderación. "Demasiada locura me
desagrada", respondió Lutero a Spalatin; “Pero demasiada discreción
desagrada a Dios. El Evangelio no se puede defender sin tumulto y sin
escándalo. La Palabra de Dios es una espada, una guerra, una ruina,
una piedra de tropiezo, una destrucción, un veneno; 13 y , como dice
Amos, nos encuentra como un oso en el camino o una leona en el
bosque. No busco nada, no pido nada. Hay Uno más grande que yo, que
busca y pide. Si cayera, no pierdo nada; si se pone de pie, no me
beneficiaré de nada ". 14

Todo anunciaba que Lutero necesitaría fe y coraje ahora más que


nunca. Eck estaba elaborando planes de venganza. En lugar de los
laureles que esperaba ganar, el gladiador leíptico se había convertido
en el hazmerreír de todos los seres sensibles de su nación. Se
publicaron varias sátiras mordaces contra él. Una fue la Epístola de los
Cánones Ignorantes, escrita por Oecolampadius, y que cortó a Eck
hasta la médula. Otra fue una Queja contra Eck, probablemente de la
pluma del excelente Pirckheimer de Nuremberg, rebosante de un
sarcasmo y una dignidad de los que sólo las Cartas Provinciales de
Pascal pueden darnos una idea. Lutero manifestó su disgusto por
varios de estos escritos. “Es mejor atacar abiertamente”, dijo, “que
morder detrás de un seto. " 15
¡Qué decepción para el canciller de Ingolstadt! Sus compatriotas lo
abandonaron. Se preparó para cruzar los Alpes en busca de apoyo
extranjero. Dondequiera que iba, desahogaba sus amenazas contra
Lutero, Melancthon, Carlstadt y el propio elector. "De su elevado
lenguaje", dijo el médico de Wittenberg, "uno podría llevarlo a Dios
Todopoderoso". 16 Inflamado por la ira y el deseo de venganza, Eck
publicó, en febrero de 1520, una obra sobre el primado de San Pedro.
En este tratado, que estaba completamente desprovisto de toda crítica
sana, sostenía que este apóstol era el primero de los papas y había
residido veinticinco años en Roma. Después de esto partió hacia Italia,
para recibir la recompensa de sus pretendidos triunfos, y para forjar
en Roma, bajo la sombra del capitolio papal, rayos más poderosos que
las frágiles armas de los escolásticos que se habían estremecido en sus
manos.
Lutero previó todos los peligros que el viaje de su oponente podría
acarrearle; pero no lo fe . Spalatin, alarmado, le rogó que le propusiera
la paz. “No”, respondió Lutero, “mientras él continúe sus clamores, no
puedo retirar mis manos del concurso. Le confío todo a Dios. Entrego
mi barca a los vientos y a las olas. La batalla es del Señor. 17 ¿Por qué
deberían imaginarse que Cristo promoverá su causa mediante la paz?
¿No luchó con su propia sangre y con todos los mártires después de él?
Tal era, a la inauguración del año 1520, la posición de los combatientes
de Le ipsic. Uno estaba despertando a todo el papado para aplastar a su
rival: el otro esperaba la guerra con la misma tranquilidad con que los
hombres buscan la paz. El nuevo año estaba destinado a ver estallar la
tormenta.

Notas finales:
1. Septiembre de 1519.
2. Op. (L.) 10: 461.
3. Defensio contra mal ignum Eccii judicium. L. Opp. Lat. 1:
356.
4. Canoniset quisque quantum volet. Ibídem. 367.

5. Op. (L.) 17: 272.


6. Ibídem. 281.
7. Si quis dixerit per ipsa novae legis sacramenta ex opere
operato non conferri gratiam, sed solam fidem divinae
promissionis, ad gratiam con sequendam sufficere,
anathema sit. Concil. Tridente. Sesión 7, cañón 8.
8. Conocido como el opus operatum.
9. El del opus operantis.
10. Op. (L.) 17: 281.
11. Caeterum ego natus sum en Eisleben. Luth. Epp. 1: 383.
12. Cum quo heri ego et Philippus certavimus, splendide i
nvitati. Ibídem. 396.
13. Verbum Dei gradius est, bellum est, ruina est,
scandalum est, perditio est, venenum est. L. Epp. 1: 417.
14. Ego nihil quaero: est, qui quaerat. Stet ergo, sive cadat:
ego nihil lucror, aut amitto. Ibídem. 418.
15. Melior est aperta criminatio, qu am iste sub sepe
morsus. L. Epp. 1: 426.
16. Deum crederes Omnipotentem loqui. Ibídem. 380.
17. Cogor rem Deo committere, data fiatibus et fluctibus
mave. Belium Domini est. L. Epp. 1: 425.
LIBRO 6
CAPÍTULO 1
Un nuevo actor estaba a punto de aparecer en el escenario. Dios diseñó
poner al monje de Wittenberg cara a cara con el monarca más
poderoso que había aparecido en la cristiandad desde los días de
Carlomagno. Eligió a un príncipe en el vigor de la juventud, y a quien
todo parecía anunciar un largo reinado, un príncipe cuyo cetro se
extendía sobre una parte considerable del viejo mundo, e incluso del
nuevo, de modo que (según un célebre dicho) el sol nunca se puso en
sus vastos dominios; y para él. Se opuso a esa humilde Reforma,
iniciada en la celda apartada de un convento de Erfurth por la angustia
y los suspiros de un pobre monje. La historia de este monarca y de su
reinado estaba destinada, al parecer, a enseñar al mundo una lección
importante. Era para mostrar la nada de toda la fuerza del hombre
cuando me presume estar seguro de la debilidad de Dios. Si un
príncipe, amigo de Lutero, hubiera sido llamado al trono imperial, el
éxito de la Reforma podría haberse atribuido a su protección. Si incluso
un emperador opuesto a las nuevas doctrinas, pero aún un gobernante
débil , hubiera usado la diadema, el triunfo de esta obra podría haber
sido explicado por la debilidad del monarca. Pero fue el altivo
conquistador de Pavía quien estaba destinado a empañar su orgullo
ante el poder de la Palabra de Dios; y el mundo entero contempló al
hombre, al que le resultó fácil arrastrar preso a Madrid a Francisco I,
obligado a bajar la espada ante el hijo de un pobre minero.
El emperador Maximiliano había muerto y los electores se habían
reunido en Francfort para elegir un sucesor. Este fue un evento
importante para toda Europa en las circunstancias existentes. Toda la
cristiandad estaba ocupada con esta elección. Maximiliano no había
sido un gran príncipe; pero su memoria era querida por la gente.
Estaban encantados de recordar su presencia de ánimo y su bondad.
Luther solía conversar a menudo con sus amigos sobre él, y un día
relató la siguiente anécdota de este monarca:
Un mendigo lo estaba siguiendo una vez y pidiendo limosna,
llamándolo hermano: “porque (dijo él) ambos somos descendientes
del mismo padre, Adán. Yo soy pobre (continuó él), pero tú eres rico y,
por tanto, debes ayudarme ". El emperador se volvió al oír estas
palabras y le dijo: "Hay un centavo para ti: ve con todos tus otros
hermanos, y si cada uno te da tanto, serás más rico que yo ". 1

No era un Maximiliano de buen carácter el que estaba destinado a


llevar la corona imperial. Los tiempos estaban cambiando; hombres de
ambición arrogante estaban a punto de disputar el trono de los
emperadores de Occidente; una mano fuerte iba a agarrar las riendas
del imperio, y largas y sangrientas guerras estaban a punto de lograr
una paz profunda.
Tres reyes reclamaron la corona de los Césares de la asamblea de
Francfort. Primero apareció un joven príncipe, nieto del último
emperador, nacido en el primer año del siglo y, en consecuencia,
diecinueve años. Su nombre era Charles y nació en Gante. Su abuela
paterna, María, hija de Carlos el Temerario, le había legado Flandes y
los ricos dominios de Borgoña. Su madre, Juana na, hija de Fernando
de Aragón e Isabel de Castilla y esposa de Felipe el hijo del emperador
Maximiliano, le había transmitido las coronas unidas de las dos
Españas, Nápoles y Sicilia, a las que Cristóbal Colón había añadido
recientemente una nuevo mundo. La muerte de su abuelo lo puso
ahora en posesión de los estados hereditarios de Austria. Este joven
príncipe, dotado de gran inteligencia y amable siempre que le
agradaba, se unió al gusto por los ejercicios militares, en los que los
famosos duques de Burg undy se habían distinguido durante mucho
tiempo, a la sutileza y penetración de los italianos, - al respeto por las
instituciones existentes que todavía caracteriza a la casa de Austria, y
que prometía un firme defensor del papado, - un amplio conocimiento
de los asuntos públicos que había adquirido bajo la dirección de
Chievres; pues, desde los quince años, había asistido a todas las
deliberaciones de sus consejos. 2 Cualidades tan diversas estaban
cubiertas y ocultas, por así decirlo, por su taciturnidad y reserva
españolas; había un aire de melancolía en su rostro alargado. “Era
piadoso y silencioso”, dijo Lutero; "Apuesto a que él no habla tanto en
un año como yo en un día". 3 Si Carlos hubiera crecido bajo las
influencias libres y cristianas, tal vez hubiera sido uno de los príncipes
más meritorios registrados en la historia; pero la política absorbió toda
su vida y arruinó su carácter naturalmente amable.
El joven Carlos, no contento con los cetros que ya tenía en la mano,
aspiraba a la dignidad imperial. “Es un rayo de sol que arroja un
esplendor sobre la casa sobre la que cae”, decían muchos; "Pero
extiende la mano para agarrarla, y no encuentras nada". Carlos, por el
contrario, lo consideraba la cima de toda grandeza terrenal y un medio
de obtener una influencia mágica sobre las mentes de las naciones.
Francisco I, rey de Francia, fue el segundo candidato. Los jóvenes
paladines de la corte de este soberano caballeresco siempre repetían
que él debería, como Carlomagno, ser emperador de todo Occidente y
revivir las hazañas de los caballeros de antaño, atacar la Media Luna
que amenazaba al imperio, aplastar a los infieles y recuperar el Santo
Sepulcro.
“Debería convencer a los duques de Austria de que la corona imperial
no es hereditaria”, dijeron los embajadores de Francisco a los
electores. “Además, en el estado actual de las cosas, Alemania requiere,
no un joven de diecinueve años, sino un príncipe que con un juicio
probado combina talentos ya probados. Francisco unirá las armas de
Francia y Lombardía con las de Alemania para hacer la guerra a los
musulmanes. Como soberano del ducado de Milán, ya es miembro del
imperio ". Los embajadores franceses reforzaron sus argumentos con
cuatrocientas mil coronas que gastaron en la compra de votos y en
banquetes que el invitado solía abandonar en estado de embriaguez.
Por último, Enrique VIII de Inglaterra, celoso de la influencia que la
elección de los electores daría a Francisco o Carlos, también entró en
las listas; pero pronto dejó a estos dos poderosos rivales para disputar
la corona entre ellos.
Los electores tampoco se mostraron muy favorables. «Nuestro
pueblo», pensaban, «considerará al rey de Francia como un amo
extranjero, y este amo puede arrebatarnos incluso a nosotros esa
independencia de la que recientemente se han visto privados los
grandes señores de su propio reino». En cuanto a Carlos, era una vieja
máxima con los electores nunca elegir a un príncipe que ya
desempeñaba un papel importante en el imperio. El Papa participó en
estos encuentros . Se oponía al rey de Nápoles, su vecino, y al rey de
Francia, cuyo espíritu emprendedor lo alarmaba. “Escojan mejor a uno
de ustedes”, fue el consejo que envió a los electores. El elector de
Treves propuso nominar a Federico de S axonía; y la corona imperial
fue puesta a los pies de este amigo de Lutero.
Tal elección habría ganado la aprobación de toda Alemania. La
sabiduría y el amor de Frederick por la gente eran bien conocidos.
Durante la revuelta de Erfurth, se le aconsejó que tomara la ciudad por
asalto. Se negó para evitar el derramamiento de sangre. “Pero no
costará cinco hombres”, fue la respuesta. - “Un solo hombre sería
demasiado”, respondió el príncipe. 4 Parecía que la elección del
protector de la Reforma aseguraría el triunfo de esa obra. ¿No debería
Federico haber visto un llamado de Dios en este deseo de los
electores? ¿Quién podría haber estado mejor preparado para presidir
los destinos del imperio que este sabio príncipe? ¿Quién podría haber
sido más fuerte contra los turcos que un emperador verdaderamente
cristiano? La negativa del elector de Sajonia, tan ensalzada por los
historiadores, puede haber sido una falta de este príncipe. Quizás a él
se le deben atribuir en parte las luchas que devastaron Alemania en los
días posteriores. Pero es difícil decidir si Frederick merece ser culpado
por falta de fe o honrado por su humildad. Pensó que la misma
seguridad del imperio requería que rechazara la corona. 5
“Necesitamos un emperador más poderoso que yo para preservar
Alemania”, dijo este príncipe modesto y desinteresado. “El turco está a
nuestras puertas. El Rey de España, cuyas posesiones hereditarias de
Austria limitan con la frontera amenazada, es su defensor natural ”.
El legado romano , viendo que Carlos sería elegido, declaró que el
Papa retiró sus objeciones; y el 28 de junio se nombró emperador al
nieto de Maximiliano. "Dios", dijo Federico poco después, "nos lo ha
entregado en Su favor y en Su enojo ". 6 Los enviados españoles
ofrecieron 30.000 florines de oro al Elector de Sajonia, como
testimonio de la gratitud de su amo; pero este príncipe los rechazó y
prohibió a sus ministros aceptar ningún regalo. Al mismo tiempo,
aseguró las libertades de Alemania mediante una capitulación a la que
los enviados de Carlos juraron en su nombre. Las circunstancias bajo
las cuales este último asumió la corona imperial parecían, además, dar
una promesa más fuerte que estos juramentos a favor de la libertad
alemana y de la obra de la Reforma. Este joven príncipe estaba celoso
de los laureles que su rival Francisco I había recogido en Marignan. La
lucha continuaría todavía en Italia, y el intervalo así empleado sería
sin duda suficiente para que la Reforma ganara fuerza. Carlos
abandonó España en mayo de 1520 y fue coronado en Aix-la-Chapelle
el 22 de octubre.

Notas finales:
1. Op. (W.) 22: 1869.
2. Memoires de Du Bellay 1:45.
3. Op. (W.) 22: 1874.
4. Op. (W.) 22: 1858.
5. Es vero heroica plane moderatione animi magnific e
repudiavit. Pallavicini, 1:79.
6. Op. (W.) 22: 1880.

LIBRO 6
CAPÍTULO 2

Lutero había previsto que la causa de la Reforma pronto se llevaría


ante el nuevo emperador. Escribió a Carlos, mientras este príncipe aún
se encontraba en Madrid: “Si la causa que defendí ”, dijo, “es digna de
comparecer ante el trono de la Majestad del cielo, no debe ser indigna
de llamar la atención. de un príncipe de este mundo. ¡Oh Charles!
primero de los reyes de la tierra! Me arrojo suplicante a los pies de
vuestra serena majestad. Dígnate recibir bajo la sombra de tus alas, no
por mí, sino por la causa de esa verdad eterna, para cuya defensa Dios
te ha confiado con la espada ”. 1 El joven monarca dejó a un lado esta
singular carta de un monje alemán y no respondió.

Mientras Lutero giraba en vano hacia Madrid, la tormenta pareció


aumentar a su alrededor. El fanatismo se encendía en Alemania.
Hochstraten, infatigable en sus intentos de persecución, había
extraído ciertas tesis de los escritos de Lutero. A petición suya, las
universidades de Colonia y Lovaina habían condenado estas obras. El
de Erfurth, todavía exasperado por la preferencia de Lutero por
Wittenberg, estaba a punto de seguir su ejemplo. Pero, habiendo sido
informado de ello, el médico escribió a Lange una carta tan animada
que los teólogos de Erfurth se sintieron consternados y guardaron
silencio. Sin embargo, la condena pronunciada en Colonia y Lovaina
fue suficiente para inflamar la mente de los hombres. No, más: los
sacerdotes de Meissen, que habían abrazado la disputa de Emser,
dijeron públicamente (Melancthon es nuestra autoridad) que el que
matara a Lutero no tendría pecado. 2 “Ahora es el momento”, dijo
Lutero, “cuando los hombres pensarán que le hacen un servicio a
Cristo al darnos muerte”. Estas palabras homicidas estaban destinadas
a producir su fruto a su debido tiempo.
Un día, dice un biógrafo, cuando Lutero estaba frente al claustro de
Agustín, un extraño, que tenía una pistola escondida debajo de su
manto, lo abordó con estas palabras: "¿Por qué vas solo así?" - “Estoy
en las manos de Dios”, respondió Lutero. “Él es mi fuerza y mi escudo.
¿Qué puede hacerme el hombre? 3 Ante esto, el forastero palideció
(añade el historiador) y huyó temblando. Serra Longa, el embajador en
la conferencia de Augsburgo , escribió al elector acerca de este tiempo:
“No dejes que Lutero encuentre asilo en los estados de su alteza; sea
desechado de todos y apedreado en la faz del cielo; eso me agradará
más que si recibiera de ti diez mil coronas. " 4
Pero era sobre todo en dirección a Roma donde se avecinaba la
tormenta. Valentine Teutleben, un noble de Turingia, vicario del
arzobispo de Mentz y un entusiasta partidario del papado, era el
representante del elector de Sajonia en la corte papal. Teutleben,
avergonzado de la protección otorgada por su maestro a un monje
hereje, estaba impaciente al ver su misión paralizada por esta
conducta imprudente. Imaginó que, alarmando al elector, lo induciría a
abandonar al divino rebelde. "No me escucharán aquí", le escribió a su
maestro, "por la protección que le muestras a Lutero". Pero los
romanos fueron engañados si pensaron en asustar al prudente
Federico. Este príncipe era consciente de que la voluntad de Dios y los
movimientos de las naciones eran más irresistibles que los decretos de
la cancillería papal. Ordenó a su enviado que insinuara al Papa que,
lejos de defender a Lutero, siempre lo había dejado para defenderse a
sí mismo; además, ya le había pedido que abandonara Sajonia y la
universidad; que el médico había manifestado su voluntad de
obedecer, y que no estaría entonces en los estados electorales, si el
propio legado, Carlos de Miltitz, no hubiera rogado al príncipe que lo
tuviera cerca, por temor a que, yendo a En otros países, Lutero
actuaría con mayor libertad que incluso en Sajonia. 5 Federico fue más
lejos que esto: deseaba iluminar a Roma. “Alemania”, prosigue en su
carta, “posee ahora un gran número de eruditos, bien enseñados en
todos los idiomas y ciencias; los mismos laicos comienzan a tener
entendimiento y a amar las Sagradas Escrituras; Por lo tanto, si se
rechazan las condiciones razonables del Dr. Lutero, hay grandes
motivos para temer que la paz nunca se restablezca. La doctrina de
Lutero ha echado raíces profundas en muchos corazones. Si, en lugar
de refutarlo con el testimonio de la Biblia, se esfuerza por destruirlo
con los rayos de la autoridad eclesiástica, surgirán grandes escándalos
y se suscitarán revueltas ruinosas y terribles ". 6
El elector, que tenía la mayor confianza en Lutero, le comunicó la carta
de Teutleben, junto con otra que había recibido del cardenal Saint
George. El reformador se agitó al leerlos. Inmediatamente percibió los
peligros que le rodeaban. Su alma estuvo bastante abrumada durante
un tiempo. Pero fue en esos momentos cuando resplandeció toda la
fuerza de su fe. A menudo débil y dispuesto a caer en el abatimiento, se
levantó de nuevo y pareció más grande en medio de la tempestad.
Anhelaba ser liberado de tales pruebas; pero vio a qué precio se le
ofrecía la paz y la rechazó indignado. "¡Calla!" exclamó, “Estoy
dispuesto a hacerlo, si me lo permiten; es decir, si hacen que otros
guarden silencio. Si alguno desea mis lugares, que los tome; si alguno
desea destruir mis escritos, que los queme. Estoy dispuesto a callar,
siempre que no exijan que la verdad del Evangelio también guarde
silencio. 7 No pido un sombrero de cardenal; No pido oro, ni nada que
Roma valore. No hay nada en el mundo que no puedan obtener de mí,
siempre que no cierren el camino de la salvación a los cristianos. 8 Sus
amenazas no me asustan, sus promesas no pueden seducirme ".
Animado por tales sentimientos, Lutero recuperó pronto su
disposición militante y prefirió la guerra cristiana a la calma de la
soledad. Una noche fue suficiente para recuperar su deseo de derrocar
a Roma. “Yo he tomado mi parte”, escribió al día siguiente; “Desprecio
la furia de Roma y desprecio sus favores. No más reconciliación, no
más comunicación con ella para siempre. 9 ¡Que me condene, que
queme mis escritos! A mi vez, condenaré y quemaré públicamente la
ley pontificia, ese nido de toda herejía. La moderación que he
mostrado hasta ahora ha sido inútil; ¡Ahora lo renuncio! "
Sus amigos estaban lejos de estar tan tranquilos. Grande fue la
consternación en Wittenberg. “Estamos en un estado de expectativa
extraordinaria”, dijo Melancthon; “Preferiría morir antes que estar
separado de Luther. 10 Si Dios no nos ayuda, todos pereceremos ”. -
“Nuestro querido Lutero sigue vivo”, escribió un mes después, en su
ansiedad; “¡Ojalá Dios le conceda una larga vida! 11 porque los
aduladores romanos están haciendo todo lo posible para darle muerte.
Oremos para que este único vengador de la teología sagrada pueda
sobrevivir durante mucho tiempo ”.
Estas oraciones fueron escuchadas. La advertencia que el elector había
dado a Roma a través de su enviado no carecía de fundamento. Las
palabras de Lutero habían encontrado eco en todas partes: en las
cabañas y conventos, en las casas de los ciudadanos y en las cátedras
de los nobles, en las universidades y en los palacios de los reyes. "Si mi
vida", le había dicho al duque Juan de Sajonia, "ha sido fundamental
para la conversión de un solo hombre, estaré dispuesto a consentir que
perezcan todos mis libros". 12 No era un solo hombre, era una gran
multitud, el que había encontrado la luz en los escritos del humilde
médico. En consecuencia, en todas partes se encontraban hombres
dispuestos a protegerlo. La espada destinada a matarlo se estaba
forjando en el Vatical, pero estamos surgiendo héroes en Alemania
para protegerlo con sus cuerpos. En el momento en que los obispos
estaban irritados, cuando los príncipes guardaban silencio, cuando la
gente esperaba y cuando los primeros murmullos del trueno
comenzaban a oírse desde las Siete Colinas, Dios hizo que los nobles
alemanes hicieran una muralla. para su sirviente. Silvestre de
Schaumburg, uno de los caballeros más poderosos de Franconia, envió
a su hijo a Wittenberg en este momento con una carta para el
reformador. “Tu vida está en peligro”, escribió . “Si el apoyo de los
electores, príncipes o magistrados les falla, les ruego que tengan
cuidado de no ir a Bohemia, donde en tiempos pasados los sabios han
tenido mucho que sufrir; más bien ven a mí. Si Dios quiere, pronto
habré reunido a más de cien caballeros, y con su ayuda podré
protegerte de todos los peligros ". 13
Francisco de Sickingen, el héroe de su época, 14 de cuyo valor
intrépido ya hemos sido testigos, 15 amaba al reformador, porque lo
encontraba digno de ser amado, y también porque era odiado por los
monjes. 16 “Mis servicios, mis bienes y mi cuerpo, todo lo que poseo”,
le escribió a Lutero, “están a tu disposición. Y ou deseo de mantener la
verdad cristiana: Estoy listo para ayudarle en el trabajo “. 17 Harmurth
of Cronberg tenía el mismo idioma. Por último, Ulric de Hutten, el
poeta y valiente caballero del siglo XVI, nunca dejó de hablar en favor
de Lutero. ¡Pero qué contraste entre estos dos hombres! Hutten
escribió al reformador: "Es con espadas y con arcos, con jabalinas y
bombas, que debemos aplastar la furia del diablo". Lutero, al recibir
estas cartas, exclamó: “No volveré a las armas ni al derramamiento de
sangre en defensa del Evangelio. Por la Palabra la tierra ha sido
subyugada; por la Palabra la Iglesia ha sido salvada; y por la Palabra
también será restablecida ”. - “No desprecio su oferta”, dijo en otro
momento al recibir la carta de Sc haumburg, que hemos mencionado
anteriormente, “pero no confiaré en nada más que en Jesucristo”. 18
No fue así como hablaron los pontífices romanos cuando vadearon en
la sangre de los valdenses y albigenses. Hutten sintió la diferencia
entre su causa y la de Lutero, y en consecuencia le escribió con
nobleza: “En cuanto a mí, estoy ocupado con los asuntos de los
hombres; pero te elevas mucho más alto y estás ocupado únicamente
con los de Dios ". 19 Luego se propuso ganar, si era posible, a Charles y
Ferdinand al lado de la verdad. 20
Lutero en este momento se encontró con un protector aún más ilustre.
Erasmo, a quien los romanistas tan a menudo citan contra la Reforma,
alzó la voz y emprendió la defensa del reformador, a su manera, sin
embargo, es decir, sin ninguna pretensión de defenderlo. El 1 de
noviembre de 1519, este patriarca de la ciencia escribió a Alberto,
elector de Mentz y primado de toda Alemania, una carta en la que,
después de describir con vivos colores la corrupción de la iglesia, dice:
“Esto es lo que Lutero, y le hizo oponerse a la intolerable imprudencia
de ciertos médicos. ¿Por qué otro motivo podemos atribuir a un
hombre que no busca honores y al que no le importa el dinero? 21
Lutero se ha atrevido a dudar de la virtud de las indulgencias; pero
otros antes que él lo habían afirmado sin sonrojarse. Temía no hablar,
ciertamente con poca moderación, contra el poder del pontífice
romano; pero otros antes que él lo habían ensalzado sin resentimiento.
Se ha atrevido a despreciar los decretos de Santo Tomás, pero los
dominicos los habían puesto casi por encima del Evangelio. Se ha
atrevido a manifestar sus escrúpulos acerca de la confesión, pero los
monjes continuamente hacían uso de esta ordenanza como una red
para atrapar y esclavizar las conciencias de los hombres. Las almas
piadosas se entristecieron al escuchar que en las universidades había
poca mención de la doctrina evangélica; que en las asambleas de
cristianos se oía muy poco de Cristo; 22 que no se habló de nada,
excepto del poder del pontífice y las opiniones de los médicos
romanos; y que todo el sermón fue una mera cuestión de lucro,
adulación, ambición e impostura. 23 Es a tal estado de cosas que
debemos atribuir el lenguaje violento de Lutero ". Como la opinión de
Erasmo sobre el estado de la Iglesia y sobre el reformador. Esta carta,
que fue publicada por Ulric Hutten, que entonces residía en la corte de
Mentz, causó una profunda impresión.
Al mismo tiempo, hombres más oscuros que Erasmo y que todos los
caballeros, pero que estaban destinados a ser auxiliares más
poderosos, rodearon a Lutero en todas direcciones. El doctor
Botzhemus Abstemius, canónigo de Constanza, le escribió así: “Ahora
que te has convertido en amigo del universo, o al menos de la mejor
parte del mundo, es decir, de buenos y verdaderos cristianos, debes
conviértete también en mío, lo quieras o no! 24 Estoy tan encantado
con tus escritos, que nada me place más que vivir en una época en la
que no sólo la literatura profana, sino también la literatura sagrada
está recuperando su prístino esplendor ”. 25 Y casi en el mismo
período, Gaspard Hedio, predicador en Basilea, escribió al
reformador: “Muy querido señor, veo que su doctrina es de Dios y que
no puede ser destruida; que se vuelve cada día más eficaz; y que cada
hora gana almas para Cristo alejándolas del pecado y atrayéndolas a la
piedad real. 26 No te detengas , pues, oh libertador, sino ejerce todas
tus fuerzas para restaurar el yugo de Cristo, tan ligero y fácil de llevar.
Sé tú mismo el general, y te seguiremos, como soldados a los que nada
puede arrancarte ”. 27
Así, en un momento, los enemigos de Lutero lo oprimen, en otro, sus
amigos surgen para defenderlo. “Mi barca”, dijo, “flota de un lado a
otro, el deporte de los vientos; la esperanza y el miedo prevalecen por
turnos; ¡pero qué importa! " 28 Y, sin embargo, estos testimonios de
simpatía no dejaron de influir en su mente. "El Señor reina", dijo, "lo
veo allí, como si pudiera tocarlo". 29 Lutero sintió que no estaba solo;
sus palabras habían dado frutos, y este pensamiento lo llenó de nuevo
coraje. El miedo a comprometer al elector ya no lo detuvo, cuando
encontró a otros defensores dispuestos a desafiar la ira de Roma. Se
volvió más libre y, si era posible, más decidido. Ésta es una época
importante en el desarrollo del carácter de Lutero. “ Roma debería
entender”, escribió en este período al capellán del elector, “que,
incluso si ella lograba expulsarme de Wittenberg con sus amenazas,
sólo dañaría su causa. No es en Bohemia, sino en el mismo corazón de
Alemania donde se encuentran los que están listos para defenderme
de los truenos del papado. Si no he hecho a mis enemigos todo el daño
que les estoy preparando, no deben atribuirlo ni a mi moderación ni a
su tiranía, sino al nombre del elector y a los intereses de la universidad
de Wittenberg, que temía comprometer. : ahora que ya no tengo tales
temores, me verán caer con nuevo vigor sobre Roma y sus cortesanos
". 30
Y, sin embargo, no fue en los grandes que Lutero fijó sus esperanzas. A
menudo le habían pedido que dedicara un libro al duque John, el
hermano del elector. No lo había hecho. “Me temo”, dijo, “que la
sugerencia venga de él mismo. La Sagrada Escritura debe servir
únicamente a la gloria del nombre de Dios ”. 31 Lutero ahora se
recuperó de sus temores y dedicó su sermón sobre Buenas Obras al
Duque Juan. Este es uno de los escritos en los que el reformador
establece con mayor fuerza la doctrina de la justificación por la fe, esa
poderosa verdad , cuya fuerza pone muy por encima de la espada de
Hutten, el ejército de Sickengen y la protección de los duques. y
electores.
“La primera, la más noble, la más sublime de todas las obras”, dice él,
“es la fe en Jesucristo. 32 De esta obra deben proceder todas las demás
obras: no son sino vasallos de la fe, y de ella solo reciben su eficacia.
“Si un hombre siente en su corazón la seguridad de que lo que ha
hecho es aceptable a Dios, el trabajo es bueno, si fuera meramente el
levantar una pajita; pero si no tiene esta seguridad, su obra no es
buena, aunque resucite a los muertos. Un pagano, un judío, un turco,
un pecador, pueden realizar todas las demás obras; pero confiar
firmemente en Dios y sentir la seguridad de que somos aceptados por
él, es lo que sólo un cristiano, fuerte en gracia, es capaz de hacer.
“Un cristiano que posee fe en Dios lo hace todo con libertad y alegría;
mientras que el hombre que no es uno con Dios está lleno de cuidado y
mantenido en cautiverio; se pregunta con angustia cuántos trabajos
debe realizar; corre de un lado a otro; cuestiona a este hombre ya aquel;
en ninguna parte encuentra la paz, y todo lo hace con dolor y miedo.
“Por eso siempre he ensalzado la fe. Pero en el mundo es diferente. Allí,
lo esencial es tener muchas obras altas y grandes, y de todas las
dimensiones, sin importar si son avivadas por la fe. Así, los hombres
construyen su paz, no sobre el beneplácito de Dios, sino sobre sus
méritos adquiridos, es decir, sobre arena. (Mateo 7:27.)

“Predicar la fe (se ha dicho) es prevenir las buenas obras; pero si un


hombre poseyera la fuerza de todos los hombres unidos, o incluso de
todas las criaturas, 33 esta única obligación de vivir en la fe sería una
tarea demasiado grande para que la cumpliera. Si le digo a un enfermo:
"Ponte bien, y tendrás el uso de tus miembros", ¿alguien dirá que le
prohíbo usar sus miembros? ¿No debe la salud preceder al trabajo de
parto? Es lo mismo cuando predicamos la fe: debe ir antes que las
obras para que las obras mismas existan.
“¿Dónde, entonces, dirás, podemos encontrar esta fe y cómo podemos
recibirla? Esto es en verdad lo que es más importante saber. La fe
proviene únicamente de Jesús, quien fue prometido y dado
gratuitamente.
“¡Oh hombre! imagina a Jesucristo para ti mismo, y contempla cómo
Dios en él te ha mostrado su misericordia, sin ningún mérito de tu
parte antes. 34 Saca de esta imagen de su gracia la fe y la seguridad de
que todos tus pecados te son perdonados. Las obras no pueden
producirlo. Fluye de la sangre, las heridas y la muerte de Cristo; de allí
brota en nuestros corazones. Cristo es la roca de donde fluyen la leche y
la miel ”. (Deuteronomio 32.)

Como no podemos darnos cuenta de todos los escritos de Lutero,


hemos citado algunos breves pasajes de este discurso sobre las buenas
obras, como consecuencia de la opinión que el reformador mismo
tenía al respecto. "A mi juicio", dijo, "es lo mejor que he publicado". Y
añadió de inmediato esta profunda reflexión: “Pero sé que cuando me
complazco con lo que escribo, la infestación de esa mala levadura
impide que complazca a los demás”. 35 Melancthon, al transmitir este
discurso a un amigo, lo acompañó con estas palabras: "No hay nadie
entre todos los escritores griegos y latinos que se haya acercado más
que Lutero al espíritu de San Pablo". 36
Notas finales:
1. Causam ipsam veritatis. L. Epp. 1: 392. 15 de enero de
1520.
2. Ut sine peccato esse eum censebant qui me interfecerit. L.
Epp. 1: 383.
3. Was kann mir ein Mensch thun? Keith, L. Umstande, pág.
89.

4. Tenzel, Hist. Bericht vom Anfang und Torbg. Den Reform.


Lutero, 2: 168.
5. Da er viel freyer und sicherer schreiben und handeln mo
chte was er wollte. L. Opp. (L.) 17: 298.
6. Schreckliche, grausame, schadliche und verderbliche Em
porungen erregan. Ibídem.
7. Semper quiescere paratus, modo veritatem evangelicam
von jubeant quiescere. L. Epp. 1: 462.
8. Si salutis viam Christianis permitida esse liberam, hoc
unum peto ab illis, ac praeterea nihil. L. Epp. 1: 462.
9. Nolo eis reconciliari nec comunicare in perpetuum.
Ibídem. 466.10 de julio de 1520.
10. Emori mallem, quam ab hoc viro avelli. Corp. Ref. 1: 160,
163.
11. Martinus noster spirat, atque u tinam diu. Ibídem. 190,
208.
12. Op. (L.) 17: 392.
13. Denn Ich, und hundert von Adel, die Ich (ob Gott will)
aufbringen will, euch redlich anhalten. L. Opp. (L.) 17:
381.
14. Equitum Germaniae rarum decus (un adorno
incomparable de la caballería alemana), dice Melancthon
en esta ocasión. Corp. Ref. 1: 201.

15. Ver vol. 1. Pág. 47.


16. Et ob id invisus illis. Corp. Ref. 1: 132.
17. Ibídem.
18. Nolo nisi Christo protectore niti. L. Epp. 1: 148.

19. Mea humana sunt: tu perfectior, jam totus ex divinis


pendes. L. Opp. Lat. 2: 175.
20. Viam facturus libertati (c od. Bavar. Veritati) per
maximos principes. Corp. Ref. 1: 201.
21. Quid enim aliud suspicer de eo qui nec honores ambit,
nec pecuniam cupit? Erasm. Op. 3: 315.
22. Imo in sacris concionibus minimo audiri de Christo.
Ibídem.
23. Totam orationem jam palam quaestum, adulat ionem,
ambitionem, ac facum prae se ferre. Ibídem.

24. Postquam orbi, aut saltem potiori orbis patri, hoc est,
bonis et vere christianis amicus factus es, meus quoque
amicus eris, velis, nolis. Botzheim y sus amigos, por
Walchner, pág. 107.
25. Et divinae pristinum nitorem recuperante. Ibídem.
26. Lucri facit Christo, abducit a vitiis, asserit verae pietati.
Kappens Nachlese, 2: 433.
27. Tu dux esto, nos indivulsi milites erimus. Ibídem.
28. Ita fluctuat navis mea: nunc spes, nunc timor regnat. L.
Epp. 1: 443.
29. Dominus regnat, ut palpa re possimus. Ibídem. 451.

30. Saevius en Romanenses grassaturus. Ibídem. 465.


31. Scripturam sacram nolim alicujus nomini nisi Dei
servire. Ibídem. 431.
32. Das erste und hochste, alleredelste..gute Werck ist der
Glaube in Christum. L. Opp. (L.) 17: 394.

33. Wenn ein Mensch taus end, oder alle Menschen, oder
alle Creaturen ware. L. Opp. (L.) 17: 398.
34. Siche, también debe du Christum in dich bilden, und
seher, wie in Ihm Gott seine Barmherzigkeit dir furhult
und anbeut. Ibídem. 401.
35. Erit, meo judicio. Omnium quae ediderim óptimo:
quanqua m scio quae mihi mea placent, hoc ipso
fermento infecta, non solere aliis placere. L. Epp. 1: 431.
36. Quo ad Pauli spiritum nemo propius accessit. Corp. Ref.
1: 202.
LIBRO 6
CAPÍTULO 3

Pero había otro mal en la Iglesia además de la sustitución de la gran


idea de la gracia y la amnistía por un sistema de obras meritorias. 1
Había surgido un poder altivo en medio de los pastores del rebaño de
Cristo. Lutero se preparó para atacar esta autoridad usurpada. Un
rumor vago y distante ya anunciaba el éxito de las intrigas del Dr. Eck
en Roma. Este rumor despertó el espíritu militante del reformador,
quien, en medio de todos sus problemas, había estudiado en su retiro
el ascenso, progreso y usurpación del papado. Sus desvaríos lo habían
llenado de sorpresa. Ya no dudó en darlos a conocer y dar el golpe que,
como la vara de Moisés en la antigüedad, iba a despertar a un pueblo
que había dormido mucho tiempo en cautiverio. Incluso antes de que
Roma tuviera tiempo de publicar su formidab le bull, fue él quien
lanzó su declaración de guerra contra ella. “El tiempo de callar ha
pasado”, exclamó; “¡Ha llegado el momento de hablar! Por fin, debemos
desvelar los misterios del Anticristo ". El 23 de junio de 1520 publicó su
famoso Llamamiento a su majestad imperial y a la nobleza cristiana de
la nación alemana sobre la reforma del cristianismo. 2 Esta obra fue la
señal del ataque que iba a decidir tanto la ruptura como la victoria.

“No es por presunción ”, dijo en la apertura de este discurso, “que yo,


un hombre del pueblo, me atrevo a hablar con sus señorías. La miseria
y la opresión que a estas horas agobian a todos los estados de la
cristiandad, y en particular a Alemania, me arrancan un grito de
angustia . Debo pedir ayuda; Debo ver si Dios no da su Espíritu a algún
hombre en nuestro propio país, y así extender su mano para salvar a
nuestra desdichada nación. Dios ha puesto sobre nosotros un príncipe
joven y generoso, 3 y ha llenado así nuestro corazón de grandes
expectativas. Pero de nuestra parte debemos hacer todo lo que esté a
nuestro alcance.
“Ahora bien, el primer requisito es no confiar en nuestra propia fuerza
ni en nuestra elevada sabiduría. Si comenzamos una buena obra con
confianza en nosotros mismos , Dios la derriba y la destruye. Federico
I, Federico II y muchos otros emperadores, ante los cuales tembló el
mundo, han sido pisoteados por los papas, porque confiaron más en
sus propias fuerzas que en Dios. Por tanto, no pudieron sino caer. Es
contra los poderes del infierno que tenemos que luchar en esta lucha.
Sin esperar nada de la fuerza de las armas, confiando humildemente
en el Señor, mirando más la angustia de la cristiandad que los
crímenes de los impíos, así es como debemos ponernos manos a la
obra. De lo contrario, la obra tendrá un aspecto próspero al principio;
pero de repente, en medio de la contienda, entrará la confusión, las
mentes malvadas causarán desastres incalculables y el mundo entero
será inundado de sangre. Cuanto mayor sea nuestro poder, mayor será
también nuestro peligro, si no andamos en el temor del Señor ”.
Después de este preludio, Lutero continúa así:
“Los romanos han levantado alrededor de sí tres muros para
protegerlos contra todo tipo de reforma. ¿Han sido atacados por el
poder temporal? - han afirmado que no tenía autoridad sobre ellos, y
que el poder espiritual era superior a él. ¿Han sido reprendidos por la
Sagrada Escritura? - han respondido que nadie puede interpretarlo
excepto el Papa. ¿Han sido amenazados con un consejo? - nadie
(dijeron ellos), pero el soberano pontífice tiene autoridad para
convocar uno.

“Así nos han despojado de las tres varas destinadas a corregirlos, y se


han entregado a toda maldad. Pero ahora Dios sea nuestro ayudador, y
dé como una de esas trompetas que derribaron los muros de Jericó.
Con nuestro aliento derribemos esas barreras de papel y paja que los
romanos han construido alrededor de ellos, y levantemos las varas que
castigan a los impíos, exponiendo las artimañas del diablo ”.
Luther ahora comienza el ataque. Sacude hasta sus cimientos esa
monarquía papal que durante siglos había combinado al pueblo de
Occidente en un solo cuerpo bajo el cetro del obispo romano. Que no
hay casta sacerdotal en el cristianismo, es la verdad que él expone
poderosamente al principio, una verdad oculta a los ojos de la Iglesia
desde los tiempos más remotos.

“Se ha dicho”, escribe Lutero, “que el Papa, los obispos, los sacerdotes
y todos los que pueblan los conventos, forman el estado espiritual o
eclesiástico; y que los príncipes, la nobleza, los ciudadanos y los
campesinos forman el estado secular o laico. Ésta es una buena
historia. Sin embargo, que nadie se asuste. Todos los cristianos
pertenecen al estado espiritual, y entre ellos no hay otra diferencia que
la que surge de las funciones que desempeñan. Todos tenemos un solo
bautismo, una sola fe; y esto es lo que constituye al hombre espiritual.
La unción, la tonsura, la ordenación, la consagración por parte del
obispo o del Papa, pueden convertirlo en un hipócrita, pero nunca en
un hombre espiritual. Todos somos sacerdotes consagrados por el
bautismo, como dice San Pedro: Vosotros sois sacerdotes y reyes,
aunque no es de todos ejercer tales oficios, porque nadie puede tomar
lo común a todos sin el consentimiento de la comunidad. Pero si no
poseemos esta consagración divina, la unción del Papa nunca podrá
hacer sacerdote. Si diez hermanos, hijos de un rey, que tienen iguales
derechos sobre la herencia, seleccionan a uno de ellos para que se los
administre, todos serían reyes, y sólo uno de ellos sería el
administrador de su poder común. Así ocurre con la Iglesia. Si unos
pocos laicos piadosos fueran desterrados a un lugar desierto, y si, sin
tener entre ellos un sacerdote consagrado por un obispo, estuvieran de
acuerdo en elegir a uno de ellos , casado o no, este hombre sería
verdaderamente un sacerdote. como si todos los obispos del mundo lo
hubieran consagrado. Así fueron elegidos Agustín, Ambrosio y
Cipriano.
“De ahí se sigue que laicos y sacerdotes, príncipes y obispos, o, como
dicen, el clero y el laicado, no tienen más que sus funciones para
distinguirlos. Todos tienen el mismo patrimonio, pero no todos tienen
el mismo trabajo que realizar.
“Si esto es cierto, ¿por qué no debería el magistrado castigar al clero?
El poder secular fue establecido por Dios para castigar a los malvados
y proteger a los buenos. Y debe permitírsele actuar en toda la
cristiandad, a quien toque, sea papa, obispo, sacerdote, monje o
monja. San Pablo dice a todos los cristianos: Que cada uno 4 (y en
consecuencia también el Papa) esté sujeto a los poderes superiores,
porque no llevan la espada en vano ”.
Lutero, habiendo derribado igualmente los otros dos muros, pasa
revista a todas las corrupciones de Roma. Expone, en un estilo de
elocuencia eminentemente popular , los males que se habían señalado
durante siglos. Nunca se había escuchado una protesta más noble. La
asamblea ante la cual habló Lutero fue la Iglesia; el poder cuyas
corrupciones atacó fue ese papado que por siglos había oprimido a
todas las naciones con su peso; y la reforma por la que tanto clamó
estaba destinada a ejercer su poderosa influencia sobre toda la
cristiandad, en todo el mundo, mientras dure la raza humana.
Empieza por el Papa. “Es una cosa horrible”, dice, “ ver al hombre que
se hace llamar vicegerente de Cristo mostrando una magnificencia que
ningún emperador puede igualar. ¿Es esto como el pobre Jesús o el
humilde Pedro? ¡Él es (dicen ellos) el señor del mundo! Pero Cristo,
cuyo vicario se jacta de ser, ha dicho: Mi reino no es de este mundo.
¿Pueden los dominios de un vicario extenderse más allá de los de su
superior?
Lutero procede ahora a describir los efectos del gobierno papal.
“¿Sabes de qué sirven los cardenales? Te lo diré. Italia y Alemania
tienen muchos convenios , fundamentos religiosos y abundantes
beneficios. ¿Cómo se puede atraer esta riqueza a Roma? Se han creado
cardenales; se les han entregado estos claustros y prelacios; y ahora ......
Italia está casi desierta, los conventos están en ruinas, los obispos
devorados, las ciudades decaídas, los habitantes corrompidos, el culto
religioso está expirando y la predicación abolida! ...... ¿Y por qué es
¿esta? Porque toda la riqueza de las iglesias debe ir a Roma. ¡El propio
turco nunca habría arruinado tanto a Italia!
Lutero se vuelve a continuación hacia sus compatriotas:
“Y ahora que han chupado así toda la sangre de su propia nación,
vienen a Alemania; comienzan tiernamente; ¡Pero estemos en guardia,
o Alemania pronto será como Italia! Ya tenemos algunos cardenales.
Antes de que los aburridos alemanes comprendan nuestro plan (creen
que lo hacen), ya no les quedará ni obispado, convento ni beneficio, ni
centavo ni centavo. El Anticristo debe poseer los tesoros de la tierra. Se
crearán treinta o cuarenta cardenales en un día. Bambe rg se le dará a
uno, el obispado de Wurtzburg a otro; Se les adjuntará ricas curas,
hasta que las ciudades y las iglesias queden desoladas. Y entonces el
Papa dirá: Soy el vicario de Cristo y el pastor de sus rebaños. ¡Que los
alemanes sean sumisos! "
La indignación de Lutero se enciende: “¡Qué! ¿soportaremos los
alemanes tales robos y extorsiones del Papa? Si el reino de Francia ha
sabido defenderse, ¿por qué permitirnos que nos ridiculicen y se rían
de nosotros? Oh! si sólo nos despojaran de nuestros bienes! Pero
arrasan las iglesias, despojan a las ovejas de Cristo, suprimen el culto
religioso y aniquilan la Palabra de Dios ”.
Lutero expone aquí "las prácticas de Roma" para obtener el dinero y
los ingresos de Alemania. Annats, palli ums , mendams ,
administraciones, reversiones, incorporaciones, reservas, etc. - los
pasa todos en revisión; y luego dice: “Esforcémonos por contener tal
desolación y miseria. Si deseamos marchar contra los turcos,
marchemos contra aquellos que son los peores turcos de todos. Si
ahorcamos a los ladrones y decapitamos a los salteadores de caminos,
no permitamos que se escape la avaricia romana, que es el mayor de
los ladrones y salteadores, ¡y eso también en el nombre de San Pedro y
de Jesucristo! ¿Quién puede sufrir esto? ¿Quién puede callar? Todo lo
que posee el Papa, ¿no lo ha ganado con el pillaje? Porque no lo
compró, ni lo heredó de San Pedro, ni lo ganó con el sudor de su
frente. ¿De dónde, pues, tiene todo esto?

Lutero propone remedios para estos males, y llama enérgicamente a la


nobleza de Alemania para que ponga fin a estas depredaciones
romanas. Luego llega a la reforma del Papa mismo: “¿No es ridículo”,
dice él, “que el Papa finja ser el legítimo heredero del imperio? ¿Quién
se lo dio? ¿Fue Jesucristo cuando dijo: Los reyes de los gentiles ejercen
señorío sobre ellos, pero no será así entre ustedes? 5 (Lucas 22:25,
26.) ¿Cómo es posible gobernar un imperio y al mismo tiempo
predicar, orar, estudiar y cuidar a los pobres? Jesucristo prohibió a sus
ministros que llevaran consigo oro o dos túnicas, porque no podrían
cumplir con los deberes de su ministerio si no estuvieran libres de
cualquier otro cuidado; y, sin embargo, el papa gobernaría el imperio y
seguiría siendo papa ".
Lutero continúa despojando al soberano pontífice: “Que el Papa
renuncie a todo reclamo sobre el reino de Nápoles y Sicilia. Él no tiene
más derecho que yo. Es injusto y contrario a todos los mandamientos
de Cristo que él posea Bolonia, Imola, Rávena, la Romaña, la Marcha
de Ancona, etc. Ningún hombre que lucha, dice San Pablo, se enreda
en los asuntos de esta vida. (2 Timoteo 2: 4.) Sin embargo, el Papa, que
pretende ser el líder de la Iglesia militante, se involucra en los asuntos
de esta vida más que cualquier emperador o rey. Debemos aliviarlo de
todo este trabajo. Que el emperador ponga la Biblia y un libro de
oraciones en las manos del Papa, para que pueda dejar las
preocupaciones del gobierno en manos de los reyes, y se limite a
predicar y orar ”. 6
Lutero no sufrirá más el poder espiritual del Papa en Alemania que su
poder temporal en Italia. “En primer lugar”, dice, “debemos expulsar
de todos los estados alemanes a esos legados papales , con sus
pretendidos beneficios que nos venden a su peso en oro, y que son
francamente imposiciones. Se llevan nuestro dinero, ¿y para qué? para
legalizar sus ganancias mal habidas, para absolvernos de todos los
juramentos, para enseñarnos a faltar en la fidelidad, para instruirnos
en cómo pecar y para llevarnos directamente al infierno. ¡Oye esto, oh
Papa! ¡Papa no santísimo, sino pecador! - ¡Que Dios desde su trono en
el cielo pronto te arroje de tu trono al abismo! "

El tribuno cristiano sigue su curso. Después de haber llamado al Papa a


su bar, convoca ante él todas las corrupciones que forman el tren
papal, y se propone barrer del suelo de la Iglesia la basura con la que
estaba gravada. Empieza por los monjes:
“Y ahora llego a esa tropa de babosas que promete mucho pero hace
poco. No se enojen, mis queridos señores, mis intenciones son buenas:
lo que tengo que decir es una verdad dulce y amarga a la vez; es decir,
no se deben construir más claustros para los frailes mendicantes. De
hecho, ya tenemos demasiados, y quisiera Dios que todos fueran
derribados. Pasear por un país como mendigos nunca ha servido y
nunca puede ser bueno ".
El matrimonio del clero ahora tiene su turno, y esta es la primera vez
que Lutero habla de ello:
“¡En qué triste estado han caído los cle rgy, y cuántos sacerdotes no
encontramos agobiados por mujeres, niños y remordimientos, y sin
embargo nadie viene en su ayuda! Está muy bien que el Papa y los
obispos dejen que las cosas sigan como antes, y que siga perdido lo
que está perdido; pero estoy resuelto a salvar mi conciencia y a abrir
mi boca libremente: después de eso, ¡que el Papa, los obispos y todo el
que quiera se ofendan por ello! ... Afirmo, entonces, que según Para el
nombramiento de Cristo y sus apóstoles, cada ciudad debe tener un
pastor u obispo, y que este pastor pueda tener una esposa, como San
Pablo le escribe a Timoteo: Un obispo debe ser esposo de una sola
esposa (1 Timoteo 3: 2). , y como todavía se practica en la Iglesia
griega. Pero el diablo ha persuadido al Papa, como dice el mismo
apóstol a Timoteo (1 Timoteo 4: 1 a 3), de prohibir el matrimonio del
clero. Y de ahí han procedido miserias tan numerosas que no podemos
mencionar todas. ¿Lo que se debe hacer? ¿Cómo podemos salvar a
tantos pastores, en los que no tenemos ninguna falta que encontrar,
salvo que vivan con una mujer, con quien estarían legítimamente
casados de todo corazón? ¡Ah, que aquieten sus conciencias! que tomen
a esta mujer como su esposa legítima, y que vivan virtuosamente con
ella sin molestarse, ya sea que el Papa esté complacido o no. La
salvación de tu alma es una consecuencia mayor para ti que las leyes
tiránicas y arbitrarias, que no emanan del Señor ”.
Es de esta manera que la Reforma apuntó a restaurar la pureza de la
moral en la Iglesia. El reformador continúa:
“Que sean abolidas todas las fiestas, y que no se observe más que el
domingo; o si la gente desea guardar las grandes fiestas cristianas, que
se celebren sólo por la mañana y que el resto del día sea como
cualquier otro día laborable. Porque como en esos días los hombres no
hacen más que beber, jugar, entregarse a todos los pecados o
permanecer inactivos, ofenden a Dios en las fiestas más que en otras
ocasiones ”.
Luego ataca las conmemoraciones, 7 a las que llama meras tabernas; y
después de ellos los ayunos y las fraternidades religiosas. - No sólo
desea acabar con los abusos, también quiere acabar con el cisma. “Ya
es hora”, dice, “de que nos comprometamos seriamente con la causa
de los bohemios, de que acabemos con la envidia y el odio y nos
unamos a ellos”. Después de proponer algunos medios excelentes de
reconciliación, agrega: “Debemos convencer a los herejes por la
Escritura, como hicieron los antiguos Padres, y no someterlos a fuego.
En este último sistema, los verdugos serían los médicos más eruditos
del mundo ... ¡Oh! ¡Quiera Dios que de ambos lados extienda nuestras
manos con fraternal humildad, en lugar de ser inflexibles en el
sentimiento de nuestra fuerza y de nuestro derecho! La caridad es más
necesaria que el papado de Roma. Ahora he hecho todo lo que está en
mi poder. Si el Papa y sus seguidores se oponen a esto, la
responsabilidad recaerá sobre ellos. El Papa debería estar dispuesto a
renunciar a su papado, a todas sus posesiones y a todos sus honores, si
por ese medio pudiera salvar una sola alma. ¡Pero preferiría ver
perecer a todo el mundo antes que aplastar ni un pelo del poder que ha
usurpado! 8 ...... Estoy libre de estas cosas ".
Luego, Lutero procede a las universidades y escuelas:
“Temo mucho que las universidades resulten ser las grandes puertas
del infierno, a menos que trabajen diligentemente para explicar las
Sagradas Escrituras y grabarlas en el corazón de los jóvenes. No le
aconsejo a nadie que coloque a su hijo donde las Escrituras no reinen
primordialmente. Toda institución en la que los hombres no estén
ocupados incesantemente con la Palabra de Dios debe corromperse ”.
9 Palabras importantes sobre las cuales los gobiernos, los hombres
instruidos y los padres de todas las épocas deberían meditar
seriamente.
Hacia el final de este llamamiento regresa al imperio y al emperador:
“El Papa, incapaz de manejar a su voluntad a los antiguos maestros del
imperio romano, concibió un plan para quitarles su título y su imperio,
y entregárnoslos a los alemanes. Así sucedió que nos convertimos en
vasallos del Papa. Porque el papa tomó posesión de Roma y, por
juramento, obligó al emperador a no residir nunca allí; de donde es que
el emperador es emperador de Roma , sin Roma. Poseemos el nombre:
el Papa tiene el país y las ciudades. Tenemos el título y las armas del
imperio; el papa sus tesoros, poder, privilegios y libertades. El Papa
come la fruta y nosotros jugamos con la cáscara. Es así que el orgullo y
la tiranía de los romanos siempre han abusado de nuestra sencillez.

“¡Pero ahora Dios, que nos ha dado tal imperio, sea nuestro ayudador!
Actuemos de acuerdo con nuestro nombre, título y armas;
conservemos nuestra libertad; ¡Y que los romanos aprendan a apreciar
lo que Dios nos ha dado con sus manos! Se jactan de habernos dado un
imperio. Pues bien, ¡tomemos lo que nos pertenece! ¡Dejemos que el
Papa nos renuncie a Roma y a cada parte del imperio que todavía
tiene! ¡Que acabe con sus impuestos y extorsiones! ¡Que restaure
nuestra libertad, nuestro poder, nuestra propiedad, nuestro honor,
nuestras almas y nuestros cuerpos! ¡Que el imperio sea todo lo que
debe ser un imperio, y que la espada de los príncipes ya no se vea
obligada a inclinarse ante las hipócritas pretensiones de un papa!
En estas palabras no solo hay energía y entusiasmo, sino también una
alta tensión de razonamiento. ¿Algún orador habló alguna vez así a la
nobleza del imperio y al propio emperador? Lejos de sorprendernos de
que tantos estados alemanes se separaran de Roma, ¿ no deberíamos
más bien asombrarnos de que toda Alemania no marchara a las orillas
del Tíber para reanudar ese poder imperial cuyos atributos los papas
habían puesto tan imprudentemente en la frente de su país?
¿soberano?
Lutero concluye este valiente llamamiento con estas palabras:

“Me imagino muy bien que lancé mi canción demasiado alto, propuse
muchas cosas que parecerían imposibles y ataqué muchos errores con
demasiada violencia. ¿Pero que puedo hacer? ¡Que el mundo se ofenda
conmigo, en lugar de Dios! ... Ellos pueden quitarme la vida. A menudo
he propuesto la paz a mis adversarios. Pero Dios, por su
instrumentalidad, me ha obligado a llorar cada vez más fuerte contra
ellos. Aún tengo otra canción en reserva contra Roma. Si les pican los
oídos, se los cantaré , y también en voz alta. ¿Entiendes claramente, oh
Roma, lo que quiero decir? ”......
Esta es probablemente una alusión a un trabajo sobre el papado que
Lutero tenía la intención de publicar, pero que fue retenido. Por esta
época, el Rector Burkhardt escribió a Spengler : “También hay un
pequeño tratado De execranda Venere Romanorum; pero se mantiene
en reserva ". El título prometía algo muy ofensivo; y deberíamos
alegrarnos de que Lutero tuviera la moderación de no publicar este
escrito.
“Si mi causa es justa”, prosigue , “será condenada por todo el mundo, y
sólo Cristo en el cielo la justificará. ¡Que vengan, entonces, Papa,
obispos, sacerdotes, monjes y médicos! ¡Que den todo su celo! que den
rienda suelta a toda su furia. Estos son, en verdad, los hombres que
deberían perseguir la verdad, como ha sido testigo de todos los
tiempos ".
¿De dónde adquirió este monje una comprensión tan clara de los
asuntos públicos, que incluso los estados del imperio a menudo
encontraron tan difícil de dilucidar? ¿De dónde sacó este alemán el
coraje que le hizo levantar la cabeza en medio de una nación
esclavizada durante tanto tiempo y lanzar golpes tan violentos al
papado? ¿Cuál era el poder misterioso que lo animaba? ¿No podríamos
ser inducidos a decir que él había oído estas palabras dirigidas por
Dios a un hombre de la antigüedad : He aquí, he hecho tu rostro fuerte
contra sus rostros. Como un diamante más duro que el pedernal he
hecho tu frente: no los temas, ni desmayes ante sus miradas.

Esta exhortación, que estaba dirigida a la nobleza alemana, pronto


llegó a todos aquellos para quienes había sido escrita. Circuló por
Alemania con una rapidez inconcebible. Los amigos de Lutero
temblaron; Staupitz y aquellos que deseaban emplear medidas suaves
encontraron el golpe demasiado severo. "En nuestros días", respondió
Lutero, "todo lo que se lleva a mano cae suavemente en el olvido, y a
nadie le importa". 10 Al mismo tiempo, dio una evidencia
sorprendente de determinación y humildad. Aún no se conocía a sí
mismo. "No puedo decir qué decir de mí mismo", escribió. “Quizás soy
el precursor de Philip (Melancthon). Le estoy preparando el camino,
como Elías, en espíritu y en poder. Él es quien un día molestará a Israel
ya la casa de Acab ”. 11
Pero no había necesidad de esperar a otro que no fuera él que ya había
aparecido. La casa de Acab ya estaba sacudida. La Apelación a la
nobleza alemana se publicó el 26 de junio de 1520; en poco tiempo se
vendieron cuatro mil copias, un número sin precedentes en aquellos
días. El asombro fue universal. Esta escritura produjo una sensación
poderosa entre la gente. El vigor, la vida, la perspicacia y la generosa
audacia que se respiraba la convirtieron en una obra verdaderamente
popular. La gente sintió por fin que el que les hablaba también los
amaba. Se aclararon las confusas opiniones de un gran número de
sabios. Las usurpaciones romanas se hicieron evidentes para todos.
Nadie en Wittenberg ya dudaba de que el Papa era el Anticristo.
Incluso el tribunal elector, tan circunspecto y tímido, no desaprobaba
al reformador: esperaba pacientemente. Pero la nobleza y el pueblo no
esperaron. La nación se reanimó. La voz de Luther lo había sacudido;
fue conquistado y reunido en torno al estandarte que había elevado.
Nada podría haber sido más ventajoso para el reformador que esta
publicación. En los palacios y castillos, en las casas de los ciudadanos y
en las cabañas de los campesinos, todo estaba ahora preparado, y
defendido por así decirlo con una coraza, contra la sentencia de
condenación que estaba por caer sobre este profeta del pueblo. Toda
Alemania estaba en llamas. ¡Que llegue el toro! no por tales medios se
extinguirá la conflagración.

Notas finales:
1. Ver vol. 1. P. 7, seq.
2. Op. (L.) 17: 457-502.
3. El emperador Carlos V. - Gott hat uns ein junges edles
Blut zum Haupt gegeben. L. Opp. (L.) 17: 457.
4. Pa / sa yuch ,, cada alma. Romanos 13: 1, 4.
5. ʻUmei / j de. ouvc ou [zwj (sub.; esze). Ver Mateo 20:26.
6. Ihm die Biblien und Betbucher dafur anzeigen..und er
predige und bete. L. Opp. 17: 472.

7. Fiestas anuales en conmemoración de la dedicación o


inauguración de una iglesia: la kermess belga.
8. Monja miente ehe die Welt untergehen, ehe er ein
Haarbreit seiner vermessenen Gewalt liese abbrechen. L.
Opp. (L.) 17: 483.
9. Es muss verderben, alles was nicht Gottes Wort ohn
Unterlass treibt. Ibídem. 486.
10. Quae nostro saeculo quiete tractantur, mox cadere in
oblivionem. L. Epp. 1: 479.
11. Ibídem. 478.
LIBRO 6
CAPÍTULO 4

En Roma se hicieron todos los preparativos para condenar al defensor


de la libertad de la Iglesia. Esa Iglesia había vivido durante mucho
tiempo en un estado de alta seguridad. Durante varios años los monjes
habían acusado a León X de preocuparse sólo por el lujo y el placer, de
ocuparse únicamente de la persecución, el teatro y la música, 1
mientras la Iglesia se tambaleaba hacia su caída. Finalmente,
despertado por los clamores del Dr. Eck, que había venido de Leipsic
para invocar el poder del Vaticano, el Papa, los cardenales, los monjes
y toda Roma, se despertó y pensó en salvar al papado.
Roma ciertamente se vio obligada a recurrir a las medidas más
severas. El guantelete había sido arrojado; el combate debe ser a
muerte. Lutero no atacó los abusos del pontificado romano, sino el
pontificado mismo. A sus órdenes, habría hecho que el Papa
descendiera humildemente de su trono y se convirtiera en un simple
pastor u obispo a orillas del Tíber. Todos los dignatarios de la jerarquía
romana debían renunciar a sus riquezas y su gloria mundana y
convertirse en ancianos y diáconos de las iglesias de Italia. Todo ese
esplendor y poder, que durante siglos había deslumbrado a Occidente,
iba a desvanecerse y dar lugar a la humilde sencillez del primitivo
culto cristiano. Dios pudo haber provocado esto; Lo hará en su propio
tiempo; pero no se podía esperar del hombre. E incluso si algún Papa
hubiera sido tan desinteresado o audaz como para estar dispuesto a
derrocar el antiguo y costoso edificio de la Iglesia Romana, miles de
sacerdotes y obispos habrían extendido sus manos para evitar su
caída. El Papa había recibido su poder con la condición expresa de
mantener lo que le fue confiado . Roma se creía nombrada divinamente
para el gobierno de la Iglesia. Por tanto, no podemos sorprendernos de
que se preparara para dar los golpes más terribles. Y, sin embargo,
dudó al principio. Muchos cardenales y el propio Papa se opusieron a
las medidas violentas . El hábil León vio claramente que una decisión,
cuya ejecución dependía del muy dudoso cumplimiento del poder civil,
podía comprometer seriamente la autoridad de la Iglesia. Era
consciente, además, de que las violentas medidas aplicadas hasta
entonces sólo habían servido para agravar el daño. ¿No es posible
vencer a este monje sajón? se preguntaban unos a otros los políticos
romanos. ¿Fallará todo el poder de la Iglesia, fallará todo el oficio de
Italia? - Deben negociar todavía.
En consecuencia, Eck se encontró con obstáculos poderosos. No
descuidó nada que pudiera evitar tales concesiones impías. En todos
los rincones de Roma desahogaba su rabia y pedía venganza. La
porción fanática de los monjes pronto se alió con él. Fortalecido por su
alianza, atacó al Papa y a los cardenales con renovada valentía. En su
opinión, todo intento de conciliación sería inútil. Estos (dijo él) son
sueños ociosos con los que os tranquilizáis a la distancia del peligro.
Conocía el peligro, porque había luchado con el audaz monje. Vio que
no debería haber demora en cortar esta extremidad gangrenosa, por
temor a que la enfermedad infecte todo el cuerpo. El impetuoso
disputante de Leipsic paró objeción tras objeción y con dificultad
persuadió al Papa. 2 Deseaba salvar a Roma a pesar suyo. Hizo todo lo
posible, pasando muchas horas juntos deliberando en el gabinete del
pontífice. 3 Conmovió la corte y los claustros, el pueblo y la Iglesia.
"Eck está levantando el abismo contra mí", dijo Luther; está
prendiendo fuego a los bosques del Líbano ". 4

Pero la victoria, en el mismo momento en que el Dr. Eck se aseguró de


ella, pareció escapar repentinamente de sus manos. Incluso en Roma
existía un partido respetable hasta cierto punto favorable a Lutero.
Sobre este punto tenemos el testimonio de un ciudadano romano, una
de cuyas cartas, escrita en enero de 1521, afortunadamente se ha
conservado. "Deberías saber", dice él, " que en Roma apenas hay un
individuo, al menos entre los hombres de buen juicio, que no se dé
cuenta de que en muchos aspectos Lutero dice la verdad". 5 Estas
personas respetables resistieron las demandas del Dr. Eck.
“Deberíamos tomarnos más tiempo para la reflexión”, dijeron; "Lutero
debe enfrentarse con moderación y razón, y no con anatemas". Leo X
volvió a quedar asombrado. Pero inmediatamente todo lo malo de
Roma estalló en una furia violenta. 6 Eck reunió a sus reclutas, y de
todas partes, pero especialmente de entre los dominicanos, los
auxiliares se reunieron en torno a él, desbordados de ira y aprensión
por miedo a que su víctima escapara. “Es impropio de la dignidad del
pontífice romano”, decían, “dar rabia a todo miserable que se atreva a
levantar la cabeza; 7 al contrario, este pueblo obstinado debe ser
aplastado por la fuerza, no sea que otros, después de él, imiten su
audacia. Así fue como el castigo de Juan Huss y de su discípulo
Jerónimo aterrorizó a muchos; y si le hubieran hecho lo mismo a
Reuchlin, Luther nunca se habría atrevido a hacer lo que ha hecho ".
Al mismo tiempo, los teólogos de Colonia, Lovaina y otras
universidades, e incluso los príncipes de Alemania , ya sea por carta o
por medio de sus enviados, urgían diariamente al Papa en privado con
los ruegos más apremiantes. Pero las solicitudes más fervientes
procedían de un banquero que, por su riqueza, poseía una gran
influencia en Roma y que era conocido familiarmente como " el rey de
coronas". 8 El papado siempre ha estado más o menos en manos de
quienes le han prestado dinero. Este banquero era Fugger, el tesorero
de las indulgencias. Inflamado por la ira contra Lutero y muy
incómodo por sus ganancias y sus mercancías, 9 el comerciante de
Augsburgo hizo todo lo posible para exasperar al Papa: “Emplea la
fuerza contra Lutero”, dijo, “y te prometo la alianza y el apoyo de
varios príncipes ". Incluso parecería que fue él quien envió a Eck a
Roma. 10
Esto dio el golpe decisivo. El "rey de coronas" triunfó en la ciudad
pontificia. No fue la espada de los galos, sino carteras bien guardadas
las que en esta ocasión fueron puestas en juego. Eck prevaleció por fin.
Los políticos fueron derrotados por los fanáticos en los concilios
papales. Leo cedió y la condena de Lutero se resolvió. Eck respiró de
nuevo. Su orgullo se sintió halagado al pensar que había sido él quien
había decidido la destrucción de su rival hereje, y así salvó a la Iglesia.
“Fue una suerte”, dijo, “que vine a Roma en este momento, 11 porque
ellos estaban muy poco familiarizados con los errores de Lutero. Algún
día se sabrá cuánto he hecho por esta causa ”.
Pocos fueron más activos en el apoyo al doctor Eck que Sylvester
Mazzolini de Prierio, maestro del palacio sagrado. Acababa de publicar
una obra en la que establecía que no sólo la decisión infalible de todos
los puntos controvertidos pertenecía únicamente al Papa, sino que el
dominio papal era la quinta monarquía profetizada por Daniel, y la
única verdadera monarquía; que el papa fue el primero de todos los
príncipes eclesiásticos, el padre de todos los gobernantes seculares, el
jefe del mundo y, esencialmente, el mundo mismo. 12 En otro escrito,
afirmó que el papa es tan superior al emperador, como el oro es más
precioso que el plomo; 13 que el Papa puede elegir y deponer tanto a
emperadores como a electores, establecer y anular los derechos
positivos, y que el emperador, aunque respaldado por todas las leyes y
naciones de la cristiandad, no puede decidir la más mínima cosa
contra la voluntad del Papa. Tal fue la voz que salió del palacio del
soberano pontífice; tal era la monstruosa ficción que, combinada con
las doctrinas escolásticas, pretendía extinguir la verdad naciente. Si
esta fábula no hubiera sido desenmascarada como lo ha sido, e incluso
por los eruditos en la comunión romana, no habría habido religión
verdadera ni historia verdadera. El papado no es solo una mentira
frente a la Biblia; es así incluso ante los anales de todas las naciones.
Así, la Reforma, al romper su encanto, emancipa no solo a la Iglesia,
sino también a reyes y pueblos. Se ha dicho que la Reforma fue una
obra política; en este sentido es cierto; pero esto es solo un sentido
secundario.
Así Dios envió un espíritu de enamoramiento sobre los médicos
romanos. La separación entre verdad y error no se había hecho
necesaria; y el error fue el instrumento de su realización. Si hubieran
llegado a un acuerdo, solo podría haber sido a expensas de la verdad;
pero, quitarle la parte más pequeña de sí mismo, es preparar el camino
para su completa aniquilación. Es como el insecto que se dice que
muere si se quita una de sus antenas. La verdad requiere ser íntegra en
todos sus miembros, a fin de desplegar esa energía por la que está
capacitada para obtener amplias y saludables victorias y propagarse a
través de las edades futuras. Mezclar un pequeño error con la verdad es
como arrojar un grano de veneno en un plato bien lleno ; este grano es
suficiente para cambiar la naturaleza de la comida y causará la muerte,
quizás lentamente, pero seguramente. Los que defienden la doctrina
de Cristo contra los ataques de sus adversarios, vigilan celosamente
sus más remotas obras exteriores como el cuerpo del lugar; porque tan
pronto como el enemigo ha puesto pie en la más pequeña de estas
posiciones, su victoria no está muy lejos. El pontífice romano resolvió,
en el período que ahora hemos alcanzado, desgarrar la Iglesia, y el
fragmento que permanece en sus manos, por espléndido que sea,
oculta inútilmente bajo sus hermosos ornamentos el principio
deletéreo por el que es atacada. Dondequiera que esté la Palabra de
Dios, hay vida. Lutero, por grande que fuera su coraje, probablemente
habría guardado silencio si la propia Roma hubiera guardado silencio
y hubiera fingido hacer algunas concesiones aparentes. Pero Dios no
había abandonado la Reforma al corazón débil del hombre. Lutero
estaba en manos de Uno más visionario que él. La Divina Providencia
se valió del Papa para romper todos los vínculos entre el pasado y el
futuro, y para lanzar al reformador a un nuevo camino, desconocido e
indistinguible a sus ojos, cuyos enfoques nunca podría haber
encontrado sin ayuda. La bula pontificia fue la carta de divorcio que
Roma dio a la pura Iglesia de Jesucristo en la persona de quien era
entonces su humilde pero fiel representante; y la Iglesia lo aceptó,
desde ese momento para depender únicamente de su Cabeza que está
en el cielo.
Mientras, en Roma, la condena de Lutero se urgía con tanta violencia
que un sacerdote humilde, que vivía en una de las ciudades sencillas
de Helvetia, y que nunca había tenido ninguna comunicación con el
reformador, se sintió profundamente afectado al pensar en el golpe.
inminente sobre él; y mientras los amigos del doctor Witt enberg
temblaban y guardaban silencio, este niño de las montañas suizas
resolvió emplear todos los medios a su alcance para detener al
formidable toro. Su nombre era Ulrich Zwingle. William des Faucons,
secretario del legado del Papa en Suiza y quien , en ausencia del
legado, se encargó de los asuntos de Roma, era su amigo. “Mientras yo
viva”, le había dicho el nuncio ad interim unos días antes, “puedes
contar con que haré todo lo que se puede esperar de un verdadero
amigo”. El sacerdote helvético, confiando en esta seguridad, se dirigió
al despacho del nuncio (tal al menos es la conclusión que sacamos de
una de sus cartas). No temía por su parte los peligros a los que lo
exponía la fe evangélica; sabía que un discípulo de Cristo siempre
debería estar dispuesto a dar su vida. “Todo lo que le pido a Cristo para
mí”, le dijo a un amigo en cuyo seno confió su ansiedad por Lutero, “es
que pueda soportar con el corazón de un hombre los males que me
esperan. Soy un vaso de barro en sus manos; que me haga pedazos o
me fortalezca, como mejor le parezca ”. 14 Pero el evangelista suizo
temía por la Iglesia cristiana, si un golpe tan formidable debía golpear
al reformador. Se esforzó por persuadir al representante de Roma para
que iluminara al Papa y empleara todos los medios a su alcance para
evitar la excomunión de Lutero. 15 “La dignidad de la santa sede
misma está interesada en esto”, dijo Zwingle, “porque si las cosas
llegaran a tal punto, Alemania, rebosante de entusiasmo por el
Evangelio y por el médico que lo predica, despreciará al Papa y sus
anatemas ". 16 Esta intervención no tuvo ningún efecto: parecería
también que incluso en el momento en que se hizo, el golpe ya había
sido dado. Tal fue la primera ocasión en la que se encontraron los
caminos del médico sajón y del sacerdote suizo. Volveremos a
encontrar a este último en el curso de esta historia, y lo veremos crecer
y crecer hasta alcanzar una elevada estatura en la Iglesia del Señor.

Una vez resuelta la condena de Lutero, surgieron nuevas dificultades


en el consistorio. Los teólogos opinaron que la fulminación debería
emitirse inmediatamente; los abogados, por el contrario, que debe ir
precedida de una citación. "¿No fue Adán convocado por primera vez?"
les dijeron a sus colegas teológicos; "Así también Caín: ¿Dónde está tu
hermano Abel?", Preguntó el Todopoderoso. A estos singulares
argumentos extraídos de las Sagradas Escrituras, los canonistas
añadieron motivos derivados de la ley natural: "La prueba de un
delito", decían, "no puede privar a un criminal de su derecho de
defensa". 17 Es agradable encontrar estos principios de justicia en una
asamblea romana. Pero estos escrúpulos no eran del agrado de los
teólogos de la asamblea, quienes, instigados por la pasión, sólo
pensaban en ir inmediatamente a trabajar. Entonces se presentó un
hombre en particular cuyas opiniones debieron necesariamente haber
tenido una gran influencia: este era De Vio, el cardenal Cayetano, que
todavía sufría un profundo resentimiento por su derrota en Augsburgo
y el poco honor o beneficio que había obtenido de su misión en
Alemania. . De Vio, que había regresado a Roma con mala salud, fue
llevado a la asamblea en su diván. No se perdería este insignificante
triunfo, que le proporcionó un pequeño consuelo. Aunque derrotado
en Augsburgo, deseaba participar en Roma en la condena de este
monje indomable, ante quien había presenciado el fracaso de todos
sus conocimientos, destreza y autoridad. Lutero no estaba allí para
responder: De Vio se consideraba invencible. "He visto lo suficiente
para saber", dijo, "que si los alemanes no se mantienen bajo el fuego y
la espada, se librarán por completo del yugo de la Iglesia romana". 18
Tal declaración de Cayetano no podía dejar de tener mucho peso. El
cardenal se vengó de su derrota y del desprecio de Alemania. Una
conferencia final, a la que asistió Eck, se llevó a cabo en presencia del
Papa en su villa de Malliano. El 15 de junio el Sagrado Colegio resolvió
la condena y sancionó la famosa bula.
"¡Levántate, Señor!" dijo el pontífice romano, hablando en este
momento solemne como vicegerente de Dios y cabeza de la Iglesia,
“¡Levántate, juzga tu causa y recuerda el oprobio que los locos
continuamente te acumulan! Levántate, Pedro; acuérdate de tu Santa
Iglesia Romana, madre de todas las iglesias y reina de la fe. Levántate,
Pablo, porque he aquí, un nuevo pórfido ataca tus doctrinas y los
santos papas, nuestros predecesores. Por último, levántate, asamblea
de los santos, santa Iglesia de Dios, e intercede ante el Todopoderoso
”. 19
El Papa procede entonces a citar de las obras de Lutero cuarenta y una
proposiciones perniciosas, escandalosas y venenosas, en las que este
último expone las santas doctrinas del Evangelio. Las siguientes
propuestas se incluyen en la lista:
"Negar que el pecado permanece en el niño después del bautismo, es
pisotear tanto a San Pablo como a nuestro Señor Jesucristo".
"Una nueva vida es la mejor y más sublime penitencia".

“Quemar herejes es contrario a la voluntad del Espíritu Santo”, etc.,


etc.
“Tan pronto como se publique esta bula”, continúa el Papa, “los
obispos buscarán diligentemente los escritos de Martín Lutero que
contengan estos errores, y los quemarán pública y solemnemente en
presencia del clero y laicos. En cuanto al propio Martín, ¿qué no hemos
hecho? Imitando la longanimidad de Dios Todopoderoso, todavía
estamos dispuestos a recibirlo nuevamente en el seno de la Iglesia, y le
concedemos sesenta días para que nos transmita su retractación en un
papel, sellado por dos prelados; o bien, lo que nos agradaría mucho
más, que viniera personalmente a Roma, para que nadie dudara de su
obediencia. Mientras tanto, y desde este mismo momento, debe dejar
de predicar, enseñar y escribir, y entregar sus obras a las llamas. Y si
no se retracta en el espacio de sesenta días, con estos regalos lo
condenamos tanto a él como a sus seguidores como herejes abiertos y
obstinados ". A continuación, el Papa pronuncia una serie de
excomuniones, maldiciones e int erdictos contra Lutero y sus
partidarios, con órdenes de apoderarse de sus personas y enviarlas a
Roma. 20 Podemos fácilmente concebir lo que habría sido de estos
nobles confesores del Evangelio en las mazmorras papales.

Así se estaba acumulando la tempestad sobre la cabeza de Lutero. Se


podría haber imaginado, después del asunto de Reuchlin, que la corte
de Roma ya no haría causa común con los dominicos y la Inquisición.
Pero ahora este último tenía la ventaja, y la antigua alianza se renovó
solemnemente. Se publicó la bula; y durante siglos Roma no había
pronunciado una sentencia de condena que su brazo no hubiera
seguido con la muerte. Este mensaje asesino estaba a punto de dejar
las Siete Colinas y llegar al monje sajón en su celda. El momento fue
acertadamente elegido. Podría suponerse que el nuevo emperador, que
tenía tantas razones para cortejar la amistad del Papa, estaría ansioso
por merecerlo sacrificándole un oscuro monje. Ya León X, los
cardenales, mejor dicho toda Roma, se regocijaban con su victoria y
creían ver a su enemigo a sus pies.

Notas finales:
1. E sopra tutto musico eccellentissimo. E quando el canta
con qualche uno li fa donar cento e riu ducati. Zorsi MS.
2. Sarpi, Concilio de Trento.
3. Stetimus nuper, papa, duo cardinales ..et ego per
quinque horas in deliberatione. Eckii Epistola (3 de
mayo), en Luth. Op. Lat. 2:48.
4. Impetraturus abyssos abyssorum..succensurus saltum
Libani. L. Epp. 1: 421-429.
5. Scias, neminem Romae esse, si saltem sapiat, qui non
certo certius sciat et cognoscat Martinum in plurimis
veritatem dicere. Nachrichten zur Kirchen Gelehrten und
Buchergeschichte de Riederer, 1: 179.
6. Mali vero, quia veritatem audire coguntur insaniunt.
Ibídem.
7. Non decere Rom. Pont. Unicuique vilissimo homunculo
rationem reddere debere. Ibídem.
8. Super omnia vero mercator ille fuckerus, qui plurimurr.
Ob pecunias Romae potest, utpote quem nummorum
regem vocare solent. Nachrichten de Riederer, 1: 179.
9. De quaestu suo ac beneficiorum mercatura sollicitus.
Ibídem.
10. Ejusce rei causa Eck ium illum suum Romam misit.
Ibídem.
11. Bonum fuit me venisse hoc tempore Romam. Ep. Eck 2.
12. Caput orbis et consenter orbis totus in virtute. De
juridica et irrefragabili veritate Romanae Ecclesiae. Bibl.
Max. 19. Cap. 4.

13. Papa est imperatore major dignitate p lus quam aurum


plombo. De Papa et ejus potestate, pág. 371.
14. Hoc unum Christum obtestans, ut masculo omna
pectore ferre donet, et me figulinum suum rumpat aut
firmet, ut illi placitum sit Zwinglii Epistolae, curantibus
Schulero et Schulthessio, p. 144.

15. Ut pon tificem admoneat, ne excommunicationem ferat.


Ibídem.
16. Nam si feratur, auguror Germanos cum
excommunicatione pontificem quoque contempturos.
Ibídem.
17. Sarpi, Concilio de Trento, 1:12.
18. Compertum igitur se habere dicebat nisi igne et gladio
Germani compescerentur, om nino jugum Romanae
Ecclesiae excussuros. Nachrichten de Riederer, 1: 179.
19. Op. (L.) 17. 305 y Opp. Lat. 1:32.

20. Sub praedictis poenis, praefatum Lutherum, complices,


adherentes, receptatores et fautatores, personaliter
capiant et ad nos mittant. Bulla Leoni s, loc. Cit.
LIBRO 6
CAPÍTULO 5

Mientras los habitantes de la ciudad eterna estaban así agitados, en


Wittenberg pasaban escenas más tranquilas. Melancthon estaba allí
difundiendo una luz suave pero brillante. A su alrededor se reunían a
menudo entre mil quinientos y dos mil auditores, procedentes de
Alemania, Inglaterra, los Países Bajos, Francia, Italia, Hungría y
Grecia. Tenía veinticuatro años y no había entrado en el estado
eclesiástico. No había nadie en Wittenberg que no estuviera encantado
de recibir las visitas de este joven profesor, a la vez tan erudito y tan
amable. Las universidades extranjeras, Ingolstadt en particular,
deseaban atraerlo dentro de sus muros. Sus amigos de Wittenberg
estaban ansiosos por retenerlo entre ellos por los lazos del
matrimonio. Aunque Lutero deseaba que su querido amigo Felipe
encontrara una consorte, declaró abiertamente que no sería su
consejero en este asunto. Otros se encargaron de esta tarea. El joven
médico frecuentaba, en particular, la casa del burgomaestre Krapp,
que pertenecía a una antigua familia. Krapp tuvo una hija llamada
Catherine, una mujer de carácter apacible y gran sensibilidad. Los
amigos de Melancthon lo instaron a exigirla en matrimonio; pero el
joven erudito estaba absorto en sus libros, y no oiría mencionar nada
más. Sus autores griegos y su testamento fueron su deleite. Los
argumentos de sus amigos se reunieron con otros argumentos. Al final
le robaron su consentimiento. Se organizaron todos los pasos
preliminares y Catherine se lo entregó por esposa. La recibió con
mucha frialdad 1 y dijo con un suspiro: “¡Es la voluntad de Dios! Debo
renunciar a mis estudios y mis placeres para cumplir con los deseos de
mis amigos ”. 2 Sin embargo, apreció las buenas cualidades de
Catherine. “ La joven”, dijo, “tiene el carácter y la educación que
debería haberle pedido a Dios: dexia o theos techmaizoito. 3
Ciertamente se merece un mejor marido ". Los asuntos se resolvieron
en el mes de agosto; los esponsales tuvieron lugar el 25 de septiembre y
a finales de noviembre se celebró la boda. El viejo John Luther con su
esposa e hijas visitaron Wittenberg en esta ocasión. 4 En las nupcias
estuvieron presentes muchos sabios y personas notables.
La joven novia sintió tanto cariño como el joven profesor dio muestras
de frialdad. Siempre ansiosa por su marido, Catherine se alarmó ante
la menor perspectiva de cualquier peligro que amenazara a su querido
socio. Siempre que Melancthon le proponía dar algún paso de tal
naturaleza que lo comprometara, lo abrumaba con ruegos para que
renunciara a él. "Me vi obligado", escribió Melancthon en una de esas
ocasiones, "a dar paso a su debilidad ... tal es nuestro destino".
¡Cuántas infidelidades en la Iglesia pueden haber tenido un origen
similar! Quizás deberíamos atribuir a la influencia de Catalina la
timidez y los temores que tantas veces se ha reprochado a su marido.
Catherine era una madre cariñosa y una esposa cariñosa. Ella era
liberal en sus limosnas al po o. "¡Oh Dios! ¡no me abandones en mi
vejez, cuando mi cabello empieza a encanecer! " tal era la oración
diaria de esta mujer piadosa y tímida. Melancthon pronto fue
conquistado por el afecto de su esposa. Una vez que hubo probado los
placeres de la vida doméstica, sintió toda su dulzura: fue formado para
tales placeres. En ningún lugar se sintió más feliz que con Catherine y
sus hijos. Un viajero francés que un día encontró al "maestro de
Alemania" meciendo la cuna de su hijo con una mano y sosteniendo
un libro en la otra, se sorprendió al regresar. Pero Melancthon, sin
desconcertarse, le explicó con tanta calidez el valor de los niños a los
ojos de Dios, que el forastero salió de la casa más sabio (para usar sus
propias palabras) de lo que había entrado.
El matrimonio de Melancthon dio un círculo doméstico a la Reforma.
A partir de ese momento, hubo una casa en Wittenberg siempre
abierta para aquellos que se sintieran inspirados por la nueva vida. La
concurrencia de extraños fue inmensa. 5 Vinieron a Melancthon por
miles de asuntos diferentes; y los reglamentos establecidos de su casa
le ordenaban que no negara nada a nadie. 6 El joven profesor se
mostraba sumamente desinteresado siempre que se podía hacer algo
bueno. Cuando se gastaba todo su dinero, secretamente llevaba su
plato a algún comerciante, sin importarle poco privarse de él, ya que le
daba los medios para consolar a los afligidos. "En consecuencia, le
habría resultado imposible satisfacer las necesidades de sí mismo y de
su familia", dice su amigo Camerarius, "si una bendición divina y
secreta no le hubiera proporcionado los medios de vez en cuando". Su
buen carácter era extremo. Poseía varias medallas de oro y plata
antiguas, notables por sus inscripciones y figuras. Se los mostró un día
a un extraño que lo visitó. "Toma el que quieras", dijo Melancthon. -
“Me gustarían todos”, respondió el desconocido. Confieso (dice Felipe)
que esta petición irrazonable me disgustó un poco al principio; Sin
embargo, se los di. 7
Había en los escritos de Melancthon un perfume de la antigüedad, que
sin embargo no impidió que el dulce olor de Cristo exhalara por todas
partes, mientras les comunicaba un encanto inexpresable. No hay
ninguna de sus cartas dirigidas a sus amigos en la que no se nos
recuerde de la manera más natural la sabiduría de Homero, Platón,
Cicerón y Plinio, siendo Cristo siempre su Maestro y su Dios. Spalatin
le había preguntado el significado de esta expresión de Jesucristo: Sin
mí nada podéis hacer (Juan 15: 5). Melancthon lo refirió a Lutero. “¿Cur
agam gestum, spectante Roscio? para usar las palabras de Cicerón,” 8
dijo. Luego continúa: “Este pasaje significa que debemos estar absortos
en Cristo, de modo que nosotros ya no actuemos, sino que Cristo vive
en nosotros. Así como la naturaleza divina se incorporó a la humana en
la persona de Cristo, el hombre debe incorporarse a Jesucristo por la
fe ".
El ilustre erudito generalmente se retiraba a descansar poco después
de la cena . A las dos o tres de la madrugada estaba de nuevo en sus
estudios. 9 Fue durante estas primeras horas cuando se escribieron
sus mejores obras. Sus manuscritos por lo general yacían en la mesa
expuestos a la vista de todos los visitantes, por lo que le robaron
varios. Cuando invitaba a alguno de sus amigos a su casa, solía rogarle
a uno de ellos que leyera antes de sentarse a la mesa alguna pequeña
composición en prosa o verso. Siempre llevaba consigo a algunos
jóvenes durante sus viajes. Conversó con ellos de una manera a la vez
divertida e instructiva. Si la conversación languidecía, cada uno de
ellos debía recitar sucesivamente pasajes extraídos de los poetas
antiguos. Hizo un uso frecuente de la ironía, pero la suavizó con gran
suavidad. "Se rasca y muerde", dijo de sí mismo, "y sin embargo no
hace daño".
Aprender era su pasión. El gran objetivo de su vida fue difundir la
literatura y el conocimiento. No olvidemos que, en su opinión, las
Sagradas Escrituras estaban muy por encima de los escritos de las
autoridades paganas . “Me dedico únicamente a una cosa”, dijo, “la
defensa de las letras. Con nuestro ejemplo debemos despertar la
admiración de los jóvenes por el saber e inducirlos a vivirlo por sí
mismo y no por la ventaja que pueda derivarse de él. La destrucción del
saber trae consigo la ruina de todo lo bueno: religión, moral, cosas
divinas y humanas. 10 Cuanto mejor es un hombre, mayor es su ardor
en la preservación del saber; porque sabe que de todas las plagas, la
ignorancia es la más perniciosa ".
Algún tiempo después de su matrimonio, Melancthon, en compañía de
Camerarius y otros amigos, hizo un viaje a Bretten en el Palatinado,
para visitar a su amada madre. Tan pronto como vio su lugar de
nacimiento, se bajó del caballo, cayó de rodillas y dio gracias a Dios
por haberle permitido verlo una vez más. Margaret casi se desmaya de
alegría cuando abrazó a su hijo. Ella deseaba que él se quedara en
Bretten y le rogaba encarecidamente que se adhiriera a la fe de sus
padres. Melancthon se disculpó a este respecto, pero con gran
delicadeza, no fuera a herir los sentimientos de su madre. Tuvo mucha
dificultad para dejarla de nuevo; y siempre que un viajero le traía
noticias de su ciudad natal, estaba tan encantado como si hubiera
vuelto (para usar sus propias palabras) a las alegrías de su infancia. Tal
era la vida privada de uno de los mayores instrumentos de la
Revolución religiosa del siglo XVI.
Sin embargo, se produjo un disturbio que perturbó estas escenas
domésticas y la actividad estudiantil de Wittenberg. Los estudiantes
llegaron a las manos de los ciudadanos. El rector mostró una gran
debilidad. Podemos imaginarnos cuál fue el dolor de Melancthon al
contemplar los excesos cometidos por estos discípulos del saber.
Lutero estaba indignado: estaba lejos de desear ganar popularidad
mediante una conciliación impropia. El oprobio que estos desórdenes
reflejaban en la universidad le traspasó el corazón. 11 Subió al púlpito
y predicó con fuerza contra estas sediciones, llamando a ambas partes
a someterse a los magistrados. 12 Su sermón ocasionó gran irritación:
“Satanás”, dijo en una de sus cartas, “no pudiendo atacarnos desde
afuera, desea dañarnos desde adentro. No le temo ; pero temo que la ira
de Dios caiga sobre nosotros por no haber recibido plenamente Su
Palabra. Estos últimos tres años he estado expuesto tres veces a un
gran peligro: en Augsburgo en 1518, en Leipsic en 1519 y ahora en 1520
en Wittenberg. No es con la sabiduría ni con las armas como se logrará
la renovación de la Iglesia, sino con la oración humilde y una fe audaz
que pone a Cristo de nuestro lado. 13 Mi querido amigo, une tus
oraciones a las mías, para que el espíritu maligno no use esta pequeña
charla para encender un gran incendio ".

Notas finales:
1. Uxor enim datur mihi non dico quam frigenti. Corp. Ref.
1: 211.
2. Ego meis studiis, mea me voluptate fraudo. Ibídem. 265.
3. ¡Que Dios, con su diestra, prospere este asunto! Ibídem.
212.
4. Parentes mei cum sororibus nuptias honorarunt Philippi.
L. Epp. 1: 528.
5. Videres in sedibus illis perpetuo accentes et introeuntes
et discendentes atque exeuntes aliquos. Camerar. Vita
Melancth. P. 40.
6. Ea domus disciplina erat, ut nihil cuiquam negaretur.
Ibídem.

7. Sed dediss e nihilominus illos. Camerar. Vita Melancth.


Pág. 43.
8. ¿Cómo puedo declamar en presencia de Roscius? Corp.
Ref. Epp. 13 de abril de 1520.
9. Surgebat mox aut non longo intervallo post mediam
notctem. Camerar. Pág. 56.
10. Religionem, mores, humana divinaque omnia labefacta t
literarum inscitia. Corp. Ref. 1: 207. 22 de julio de 1520.
11. Urit me ista confusio academiae nostrae. L. Epp. 1: 467.
12. Commendans potestatem magistratuum. Ibídem.

13. Nec prudentia nec armis, sed humili oratione et forti


fide, quibus obtineamus Christum pro nobis. Ibíd . 469.
LIBRO 6
CAPÍTULO 6

Pero a Lutero le esperaban combates más terribles. Roma blandía la


espada con la que estaba a punto de herir el Evangelio. El rumor de la
condena que estaba a punto de caer sobre él, lejos de desanimar al
reformador, aumentó su valor. No manifestó ninguna ansiedad por
detener los golpes de este poder altivo. Al infligirse él mismo golpes
más terribles, neutralizará los de sus adversarios. Mientras las
asambleas transalpinas gritan anatemas contra él, él llevará la espada
de la Palabra en medio del pueblo italiano. Cartas de Venecia hablaban
del favor con que allí se recibieron los sentimientos de Lutero. Ardía de
ganas de enviar el Evangelio a través de los Alpes. Se deseaba que los
evangelistas lo llevaran allí. “Deseo”, dijo, “que tuviéramos libros
vivientes, es decir, predicadores, 1 y que pudiéramos multiplicarlos y
protegerlos en todas partes, para que transmitieran a la gente el
conocimiento de las cosas santas. El príncipe no pudo emprender una
tarea gloriosa. Si el pueblo de Italia recibiera la verdad, nuestra causa
sería inexpugnable ". No parece que el proyecto de Lutero se haya
realizado. En los últimos años, es cierto, los hombres evangélicos,
incluso el mismo Calvino, residieron durante un breve período en
Italia; pero por el momento los designios de Lutero no se llevaron a
cabo. Se había dirigido a uno de los poderosos príncipes del mundo: si
hubiera apelado a hombres de rango humilde, pero llenos de celo por
el reino de Dios, el resultado podría haber sido diferente. En ese
período, prevaleció generalmente la idea de que todo debía ser hecho
por los gobiernos, y la asociación de individuos simples, ese poder que
ahora está efectuando tan grandes cosas en la cristiandad, era casi
desconocido.
Si Lutero no tuvo éxito en sus proyectos para propagar la verdad en
países distantes, fue el más celoso en anunciarla él mismo. Fue en este
momento que predicó su sermón sobre la Misa en Wittenberg. 2 En
este discurso arremete contra las numerosas sectas de la Iglesia
romana y le reprocha, con razón, su falta de unidad. “La multiplicidad
de leyes espirituales”, dice él, “ha llenado el mundo de sectas y
divisiones. Sacerdotes, monjes y laicos han llegado a odiarse entre sí
más de lo que los cristianos odian a los turcos. ¿Qué digo? Los
sacerdotes contra los sacerdotes y los monjes contra los monjes son
enemigos mortales. Cada uno está apegado a su propia secta y
desprecia a los demás. La unidad y la caridad de Cristo han terminado
". Luego ataca la doctrina de que la misa es un sacrificio y tiene alguna
virtud en sí misma. “Lo más precioso de cada sacramento y, por tanto,
de la eucaristía”, dice, “son las promesas y la Palabra de Dios. Sin fe en
esta Palabra y estas promesas, el sacramento está muerto; es un cuerpo
sin alma, una copa sin vino, una cartera sin dinero, un tipo sin
cumplimiento, una letra sin espíritu, un cofre sin joyas, una vaina sin
espada ”.
Sin embargo, la voz de Lutero no se limitó a Wittenberg, y si no
encontraba misioneros que llevaran sus instrucciones a tierras lejanas,
Dios le había proporcionado un misionero de un nuevo tipo. La
imprenta fue la sucesora de los evangelistas. Esta fue la batería de
ruptura empleada contra la fortaleza romana. Lutero había preparado
una mina cuya explosión sacudió el edificio de Roma hasta sus
cimientos más bajos. Ésta fue la publicación de su famoso libro sobre el
cautiverio babilónico de la Iglesia, que apareció el 6 de octubre de
1520. 3 Nunca el hombre, en una posición tan crítica, mostró mayor
valor.
En esta obra, primero expone con altiva ironía todas las ventajas por
las que está en deuda con sus enemigos:
“Lo quiera o no”, dijo, “cada día me vuelvo más sabio, impulsado como
lo estoy por tantos maestros ilustres . Hace dos años, ataqué las
indulgencias, pero con tanta indecisión y miedo, que ahora me
avergüenzo. Sin embargo, no es de extrañar, porque estaba solo
cuando puse a rodar esta piedra ". Agradece a Prierio, Eck, Emser y
sus demás adversarios : “ Negué ”, prosiguió, “que el papado fuera de
origen divino, pero reconocí que era de derecho humano. Ahora,
después de leer todas las sutilezas sobre las que estos aristócratas han
erigido su ídolo, sé que el papado no es otro que el reino de Babylon y
la violencia de Nimrod el poderoso cazador. Por lo tanto, ruego a todos
mis amigos y a todos los libreros que quemen los libros que he escrito
sobre este tema y que sustituyan esta proposición en su lugar: el
papado es una persecución general dirigida por el obispo romano, para
capturar y destruir almas. " 4

A continuación, Lutero procede a atacar los errores predominantes


sobre los sacramentos, los votos monásticos, etc. Reduce los siete
sacramentos de la Iglesia a tres; Bautismo, Penitencia y Cena del
Señor. Después de explicar la verdadera naturaleza de esta Cena, pasa
al bautismo; y es aquí especialmente donde deja la excelencia de la fe y
ataca vigorosamente a Roma. “Dios”, dice, “ha preservado este
sacramento solo libre de las tradiciones humanas . Dios ha dicho: El
que creyere y fuere bautizado, será salvo. Esta promesa de Dios debe
preferirse a la gloria de todas las obras, votos, satisfacciones,
indulgencias y todas las invenciones del hombre. Ahora bien, de esta
promesa, recibida por fe, depende nuestra salvación. Si creemos,
nuestro corazón se fortalece con la promesa divina; y aunque el
creyente sea desamparado de todos, esta promesa en la que él cree
nunca lo desamparará. Con él, resistirá al adversario que asalta su
alma, y estará preparado para enfrentarse a la muerte y comparecer
ante el tribunal de Dios. Será su consuelo en todas sus pruebas decir:
Las promesas de Dios nunca engañan; de su verdad recibí una prenda
en mi bautismo; si Dios es por mí, ¿quién contra mí? ¡Oh, qué rico es el
cristiano bautizado! Nada puede destruirlo a menos que se niegue a
creer.
“Quizás a lo que he dicho sobre la necesidad de la fe, se pueda objetar
el bautismo de niños pequeños. Pero así como la Palabra de Dios es
poderosa para cambiar el corazón de un hombre malvado, que no es
menos sordo ni menos indefenso que un niño, así las oraciones de la
Iglesia, a la que todo es posible, cambian al niño pequeño, por el la fe
que agrada a Dios poner en su corazón, y así lo purifica y renueva ”. 5

Nos S doctrina de Lutero sobre Tate bautismo sin pretender que lo


apruebe. La misma idea bíblica de que ningún sacramento puede ser
útil sin fe, llevó a Lutero a declarar "que los niños mismos creen en el
bautismo, que tienen una fe peculiar"; y cuando se le objetó que no
teniendo razón no podían tener fe, respondió: “¿Qué tiene que ver la fe
y la Palabra de Dios? ¿No les resiste por el contrario? Ningún hombre
puede alcanzar la fe a menos que se vuelva tonto, sin razón , sin
inteligencia y como un niño ”. No debemos tener miedo de señalar
errores en los líderes de la Reforma: no les rendimos honores como los
que paga Roma a sus santos; no defendemos ni a Calvino ni a Lutero,
sino solo a Cristo y su palabra.
Después de haber explicado así la doctrina del bautismo, Lutero la
maneja como arma contra el papado. De hecho, si el cristiano
encuentra toda su salvación en la renovación de su bautismo por fe,
¿qué necesidad tiene de las ordenanzas romanas?
“Por esta razón , declaro”, dice Lutero, “que ni el Papa, ni el obispo, ni
ningún hombre vivo tiene autoridad para imponer la más mínima cosa
a un cristiano, sin su propio consentimiento. Todo lo que se hace sin él
es un acto de tiranía. 6 Somos libres de todos los hombres. El voto que
hicimos en nuestro bautismo es suficiente por sí mismo, y más de lo
que podemos cumplir. 7 Entonces, todos los demás votos pueden ser
abolidos. Que todo hombre que ingrese en el sacerdocio o en cualquier
orden religiosa tenga la seguridad de que las obras de un monje o de
un sacerdote no difieren en ningún aspecto ante Dios de las de un
campesino que labra sus campos o de una mujer que administra su
casa. 8 Dios estima todas las cosas según la norma de la fe. Y sucede a
menudo que el simple trabajo de un sirviente o una doncella es más
aceptable a Dios que los ayunos y las obras de un monje, porque estos
últimos carecen de fe ... Los cristianos son el verdadero pueblo de
Dios, llevados cautivos a Babilonia, y allí despojados de lo que habían
adquirido por su bautismo ".
Tales fueron las armas con las que se efectuó la revolución religiosa
que estamos relatando. Primero, se restableció la necesidad de la fe, y
luego los reformadores la utilizaron como arma para lanzar a los
átomos toda superstición. Es w ith este poder de Dios, que mueve
montañas, que atacaron tantos errores. Estas palabras de Lutero, y
muchas otras como ellas, circulando por ciudades, conventos y
distritos rurales, fueron la levadura que fermentó toda la misa.
Lutero termina este famoso escrito sobre el cautiverio de Babilonia
con estas palabras: “Escuché que están a punto de fabricarse nuevas
excomuniones papales contra mí. Si es cierto, este libro actual debe
considerarse como parte de mi retractación futura. El resto vendrá
pronto, para probar mi obediencia, y la obra completa formará, con la
ayuda de Cristo, un todo como Roma nunca ha escuchado ni visto
nada semejante ".

Notas finales:
1. Si vivos libros, hoc est, concionatores possemus
multiplicare. L. Epp. 1: 491.
2. Op. (L.) 17: 490 .
3. Op. Lat. 2:63; y Leips. 17: 511.

4. Papatus est robusta venatio Romani episcopi. L. Opp. Lat.


2:64.
5. Sicut enim Verbum Dei potens est dum sonat, etiam
impii cor immutare, quod non minus est surdum et
incapax quam ullus parvulus; ita per orationem Ecclesiae
offerentis et credentis, parvulus, fide infusa, mutatur,
mundatur et renovatur. L. Opp. Lat. 2:77.
6. Dico itaque, neque papa, neque episcopus, neque ullus
hominum habet jus unius syllabae constituendae super
Christianum honinem, nisi id fiat ejusdem consens u;
Quidquid Aliter Fit, Tyrannico Spiritu Fit. Ibídem.
7. Generali edicto tollere vota..abunde enim vovimus in
baptismo, et plus quam possimus implere. Ibídem. 78.
8. Opera quantum libet sacra et ardua religiosorum et
sacerdotum, in oculis Dei prorsus nihil distare ab
operibus rustici in agro laborantis, aut mulieris in domo
sua curantis. Ibídem.
LIBRO 6
CAPÍTULO 7
Después de tal publicación, toda esperanza de reconciliación entre
Lutero y el Papa debe necesariamente haberse desvanecido. La
incompatibilidad de la fe del reformador con las doctrinas de la Iglesia
debe haber golpeado al menos perspicaz; pero precisamente en ese
mismo momento se habían iniciado nuevas negociaciones. Cinco
semanas antes de la publicación del cautiverio de Babilonia, a fines de
agosto de 1520, se celebró en Eisleben el capítulo general de los
monjes agustinos. El venerable Staupitz renunció a la vicaría general
de la orden, y fue conferida a Wenceslao Link, el mismo que había
acompañado a Lutero a Augsburgo. 1 La infatigable Mil titz llegó de
repente en medio del proceso. 2 Deseaba ardientemente reconciliar a
Lutero con el Papa. Su vanidad, su avaricia y, sobre todo, sus celos y su
odio, se interesaron profundamente por este resultado. Eck y sus
jactancias lo irritaban; sabía que el médico de Ingolstadt lo había
denunciado en Roma, y habría hecho todos los sacrificios para
frustrar, mediante una paz que debería concluirse rápidamente, los
planes de este importuno rival. Los intereses de la religión eran meras
cuestiones secundarias a sus ojos. Un día, según relata, estaba cenando
con el obispo de Leissen. Los invitados ya habían hecho abundantes
libaciones cuando se les presentó una nueva obra de Lutero. Fue
abierto y leído; el obispo se enojó ; el oficial juró; pero Miltitz soltó una
carcajada. 3 Se ocupó de la Reforma como un hombre de mundo; Eck
como teólogo.

Despertado por la llegada del Dr. Eck, Miltitz se dirigió al capítulo de


los Agustinos en un discurso pronunciado con un fuerte acento
italiano 4 , pensando así imponerse a sus simples compatriotas. “Toda
la orden de Agustín”, dijo, “está comprometida en este asunto.
Muéstrame los medios para contener a Lutero ". 5 - “No tenemos nada
que ver con el médico”, respondieron los padres, “y no podemos darles
consejos”. Sin duda, confiaban en la liberación de las obligaciones con
su orden que Staupitz había dado a Lutero en Augsburgo. Miltitz
insistió: “Que una delegación de este venerable capítulo espere a
Lutero y le suplique que escriba al Papa, asegurándole que nunca ha
conspirado contra su persona. 6 Eso será suficiente para poner fin al
asunto ”. El capítulo cumplió con la demanda del nuncio y comisionó,
sin duda a pedido suyo, al ex vicario general y a su sucesor (Staupitz y
Link) para hablar con Lutero. Esta delegación partió inmediatamente
hacia Wittenberg, con una carta de Miltitz al médico, llena de
expresiones del mayor respeto. “No hay tiempo que perder”, dijo; “La
tempestad de truenos, que ya se cierne sobre la cabeza del reformador,
pronto estallará; y entonces todo habrá terminado ".
Ni Lutero ni los diputados que compartían sus sentimientos 7
esperaban éxito alguno de una carta al Papa. Pero esa fue una razón
adicional para no negarse a escribir uno. Tal carta sólo podría ser una
mera cuestión de forma, lo que pondría la justicia de la causa de
Lutero bajo una luz aún más fuerte . “Este sajón italianizado (Miltitz)”,
pensó Lutero, “sin duda busca su propio interés privado en hacer la
solicitud. Bueno, entonces ¡que así sea! Escribiré, de conformidad con
la verdad, que nunca he albergado ningún plan contra la persona del
Papa. Debo estar en guardia para no atacar la propia sede de Roma con
demasiada violencia. Sin embargo, lo rociaré con su propia sal ". 8
Pero poco después, el médico fue informado de la llegada del toro a
Alemania; el 3 de octubre le dijo a Spalatin que no escribiría al Papa, y
el 6 del mismo mes publicó su libro sobre la cautividad de Babilonia.
Miltitz aún no estaba desanimado. El deseo de humillar a Eck le hizo
creer en lo imposible. El 2 de octubre le había escrito al elector lleno
de esperanza: “Todo irá bien; pero, por el amor de Dios, no tardes más
en pagarme la pensión que tú y tu hermano me habéis dado estos
últimos años. Necesito dinero para ganar nuevos amigos en Roma.
Escribe al Papa, rinde homenaje a los jóvenes cardenales, los parientes
de su santidad, en piezas de oro y plata de la ceca electoral, y añádeles
algunas también para mí, porque me han robado las que me diste. " 9
Incluso después de que Lutero fuera informado de la bula, el
intrigante Miltitz no se desanimó. Solicitó tener una conferencia con
Lutero en Lichtemberg. El elector ordenó a este último que fuera allí;
10 pero sus amigos , y sobre todo, el cariñoso Melancthon, se
opusieron. 11 "¡Qué!" pensaron ellos; “¡Acepta una conferencia con el
nuncio en un lugar tan lejano, en el mismo momento en que ha de
aparecer la bula que ordena a Lutero ser apresado y llevado a Roma!
¿No está claro que, como el Dr. Eck es incapaz de acercarse al
reformador debido a la manera abierta en que ha mostrado su odio, el
astuto chambelán se ha encargado de atrapar a Lutero en sus
aflicciones?
Estos temores no tenían poder para detener al médico de Wittenberg.
El príncipe ha ordenado, y obedecerá: “Me dirijo a Lichtemberg”, le
escribió al capellán el 11 de octubre; "reza por mí." Sus amigos no lo
abandonarían. Hacia la tarde del mismo día, entró en Lichtemberg a
caballo, acompañado de treinta caballeros, entre los que se encontraba
Melancthon. El nuncio papal llegó casi al mismo tiempo, con un tren
de cuatro personas. 12 ¿No fue esta moderada escolta un mero truco
para inspirar confianza en Lutero y sus amigos?
Miltitz fue muy apremiante en sus solicitudes, asegurando a Luther
que la culpa recaería sobre Eck y su estúpida jactancia, 13 y que todo
se concluiría a satisfacción de ambas partes. "¡Bien entonces!" Lutero
respondió: “Ofrezco guardar silencio de ahora en adelante, siempre
que mis adversarios también lo sean. Por el bien de la paz, haré todo lo
que esté a mi alcance ”. 14
Miltitz se llenó de alegría. Acompañó a Lutero hasta Wittenberg. El
reformador y el nuncio entraron uno al lado del otro en esa ciudad a la
que ya se acercaba el doctor Eck , presentando con mano amenazadora
el formidable toro que pretendía aplastar la Reforma. “Llevaremos
este asunto a una feliz conclusión”, escribió Miltitz al elector de
inmediato; "Agradezca al Papa por la rosa, y al mismo tiempo envíe
cuarenta o cincuenta florines al Cardenal Quatuor Sanctorum". 15
Lutero tenía ahora que cumplir su promesa de escribir al Papa. Antes
de despedirse para siempre de Roma, deseaba proclamarle una vez
más algunas verdades importantes y saludables. Muchos lectores, por
desconocimiento de los sentimientos que animaban al escritor,
considerarán su carta como un escrito cáustico, una sátira amarga e
insolente.
Todos los males que afligieron a la cristiandad los atribuyó
sinceramente a Roma: por este motivo, su lenguaje no puede
considerarse insolente, sino que contiene las advertencias más
solemnes. Cuanto mayor es su afecto por León y mayor es su amor por
la Iglesia de Cristo, más desea descubrir la extensión de su herida. La
energía de sus expresiones es una escala para medir la energía de sus
afectos. Ha llegado el momento de dar un golpe decisivo. Casi podemos
imaginar que vemos a un profeta dando vueltas por la ciudad por
última vez, reprochándola con sus abominaciones, r emando los
juicios del Todopoderoso y gritando: "¡Aún unos días más!"

La siguiente es la carta de Lutero:


“Al Santísimo Padre en Dios, León X., Papa en Roma, sea todo salud
en Cristo Jesús, nuestro Señor. Amén.
“¡En medio de la violenta batalla que desde hace tres años lucho
contra hombres disolutos, no puedo evitar mirar a veces hacia ti, oh
León, santísimo Padre en Dios! Y aunque la locura de tus impíos
aduladores me ha obligado a apelar de tu juicio a un futuro concilio,
mi corazón nunca se ha alejado de tu santidad, y nunca he dejado de
orar constantemente y con profundo gemido por tu prosperidad y por
la de tu vida. pontificado. dieciséis
“Es cierto que he atacado ciertas doctrinas anticristianas y he infligido
una herida profunda a mis adversarios por su impiedad. No me
arrepiento de esto, porque tengo el ejemplo de Cristo ante mí. ¿De qué
sirve la sal si ha perdido su picante? ¿O de filo de espada, si no corta?
17 ¡ Maldito el hombre que hace la obra del Señor con frialdad! Muy
excelente Leo, lejos de haber albergado un mal pensamiento en tu
respeto, te deseo las más preciosas bendiciones para la eternidad. Solo
he hecho una cosa para defender la Palabra de verdad. Estoy dispuesto
a someterme a ti en todo; pero en cuanto a esta Palabra, no la dejaré,
no puedo abandonarla. 18 El que piensa diferente a mí, piensa
erróneamente.
“Es cierto que he atacado la corte de Roma; pero ni tú ni ningún
hombre en la tierra pueden negar que es más corrupto que Sodoma y
Gomorra; y que la impiedad que prevalece ha pasado toda esperanza
de curación. ¡Si! Me he horrorizado al ver que bajo tu nombre se ha
burlado de los pobres de Cristo. A esto me opuse y volveré a oponerme;
no es que me imagine que podré, a pesar de la oposición de los
aduladores, prosperar en todo lo relacionado con esta Babilonia, que
es la confusión misma; pero se lo debo a mis hermanos, para que
algunos puedan escapar, si es posible, de estos terribles azotes.
“Ustedes saben que Roma desde hace muchos años ha inundado el
mundo con todo lo que podría destruir tanto el cuerpo como el alma.
La Iglesia de Roma, una vez la más importante en santidad, se ha
convertido en la guarida de ladrones más licenciosa, el más
desvergonzado de todos los burdeles, el reino del pecado, de la muerte
y del infierno, 19 que el mismo Anticristo, si fuera a aparecer. , no
pudo aumentar en maldad. Todo esto es más claro que el sol al
mediodía.
“¡Y sin embargo, oh Leo! te sientas como un cordero en medio de
lobos, como Daniel en el foso de los leones. ¿Qué puedes hacer tú solo
contra tales monstruos? Quizás hay tres o cuatro cardenales que
combinan el saber y la virtud. ¡Pero qué están contra un número tan
grande! Todos morirían de veneno antes de poder probar algún
remedio. Se decreta el destino de la corte de Roma; La ira de Dios está
sobre él y lo consumirá. 20 Odia los buenos consejos, teme la reforma,
no mitigará la furia de su impiedad, y por eso merece que los hombres
hablen de esta ciudad como de su madre: Hubiéramos curado a
Babilonia, pero ella no está sana: dejadla. 21 Le correspondía a usted
ya sus cardenales haber aplicado el remedio; pero el enfermo se burla
del médico, y el caballo no obedece a las riendas.
“Con mucho cariño para ti, excelentísimo Leo, siempre he lamentado
que tú, que eres digno de mejores tiempos, hayas sido elevado al
pontificado en días como estos. Roma no te merece ni a los que se te
parecen; ella merece tener al mismo Satanás por rey. Tan cierto es que
él reina más que tú en esa Babilonia. Quiera Dios que, dejando a un
lado esa gloria que tan ruidosamente exaltan tus enemigos , la cambies
por un pequeño sustento, o te mantengas con tu herencia paterna;
porque nadie más que Iscariotas merece tal honor ... Oh mi querido
León, ¿de qué te sirve en esta corte romana, excepto que los hombres
más viles emplean tu nombre y poder para arruinar fortunas, destruir
almas, multiplicar crímenes, oprimir a los la fe, la verdad y toda la
Iglesia de Dios? ¡Oh, Leo! ¡Eres el más infeliz de los hombres y estás
sentado en el más peligroso de los tronos! Te digo la verdad porque te
digo bien.
“¿No es cierto que bajo la expansión del firmamento del cielo no hay
nada más corrupto o más detestable que la corte romana? Supera
infinitamente a los turcos en vicios y corrupción. Una vez fue la puerta
del cielo, ahora es la boca del infierno; una boca que la ira de Dios
mantiene tan abierta, 22 que al presenciar a la gente infeliz que se
precipita en ella, no puedo sino lanzar un grito de advertencia, como
en una tempestad, para que algunos al menos puedan salvarse del
terrible abismo.
“¡He aquí, Leo, mi padre! por qué he arremetido contra esta sede
mortífera. Lejos de levantarme contra tu persona, pensé que trabajaba
por tu seguridad, atacando valientemente esa prisión, o más bien ese
infierno, en el que estás encerrado. Infligir todos los daños posibles en
la corte de Roma es cumplir con su deber. Cubrirlo de vergüenza es
honrar a Cristo; en una palabra, ser cristiano no es ser romano.

“Sin embargo, descubriendo que al socorrer a la sede de Roma perdí


tanto mi trabajo como mis dolores, le transmití este escrito de divorcio
y le dije ¡Adiós: Roma! El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es
inmundo, sea inmundo todavía. 23 y me dediqué al estudio tranquilo y
solitario de la Sagrada Escritura. Entonces Satanás abrió los ojos y
despertó a su siervo John Eck, un gran adversario de Jesucristo, para
desafiarme nuevamente a las listas. Quería establecer, no la primacía
de San Pedro, sino la suya propia, y con ese fin conducir al
conquistado Lutero en su tren triunfal. Suya sea la culpa de toda la
desgracia con que está cubierta la sede de Roma ".
Luther relata sus comunicaciones con De Vio, Miltitz y Eck; luego
continúa:
“Ahora pues, vengo a ti, Santísimo Padre, y postrado a tus pies te
suplico que frenes, si es posible, a los enemigos de la paz. Pero no
puedo retractarme de mi doctrina. No puedo permitir que se impongan
reglas de interpretación a las Escrituras. La Palabra de Dios, que es la
fuente de la que fluye toda verdadera libertad, no debe ser atada. 24
¡Oh, Leo! ¡mi padre! no escuches esas sirenas halagadoras que te
persuaden de que no eres un simple hombre, sino un semidiós, y que
puedes mandar y exigir lo que quieras. Eres el sirviente de los
sirvientes, y el lugar donde estás sentado es el más peligroso y
miserable de todos. Cree en los que te desprecian y no en los que te
ensalzan. Quizás soy demasiado atrevido al presumir de enseñar una
majestad tan exaltada, que debería instruir a todos los hombres. Pero
veo los peligros que te rodean en Roma; Te veo conducido de un lado a
otro, como las olas del mar en una tormenta. La caridad me urge, y es
mi deber lanzar un grito de advertencia y seguridad.
“Para no comparecer con las manos vacías ante su santidad, les
presento un pequeño bo ok que les he dedicado, y que les informará de
los temas que conviene abordar, si sus parásitos me lo permiten. Es
una pequeña cuestión, si se considera su tamaño; pero grande, si
consideramos su contenido; porque la suma de la vida cristiana está
contenida en él. Soy pobre y no tengo nada más que ofrecerte; además,
¿necesitas otros dones que no sean espirituales? Me encomiendo a tu
santidad, a quien el Señor Jesús guarde para siempre. ¡Amén!"
El librito que Lutero le presentó al Papa fue su discurso sobre la
libertad cristiana, en el que el reformador demuestra de manera
incontrovertible cómo, sin infringir la libertad otorgada por la fe, un
cristiano puede someterse a todas las ordenanzas externas con un
espíritu de libertad y caridad. Dos verdades sirven de fundamento a
todo el argumento: “El cristiano es libre y amo en todas las cosas. El
cristiano está en servidumbre y siervo en todos y para todos. Es libre y
maestro por fe; es siervo y esclavo por amor ”.
Primero explica el poder de la fe para hacer libre a un cristiano.
“La fe une el alma a Cristo, como una esposa a su marido”, dice Lutero
al Papa. “Todo lo que Cristo tiene se convierte en propiedad del alma
creyente; todo lo que tiene el alma se convierte en propiedad de Cristo.
Cristo posee toda bendición y salvación eterna: en adelante son
propiedad del alma. El alma posee todos los vicios y pecados: en
adelante se convierten en propiedad de Cristo. Es entonces cuando
comienza el bendito intercambio: Cristo, que es Dios y hombre, Cristo
que nunca ha pecado y cuya santidad es inmaculada, Cristo
Todopoderoso y Eterno, apropiándose por su anillo nupcial, es decir,
por fe, todos los pecados de el alma del creyente, estos pecados son
absorbidos y perdidos en Él; porque no hay pecado que pueda subsistir
ante su justicia infinita. Así, por medio de la fe, el alma es liberada de
todo pecado y vestida con la justicia eterna de su esposo, Jesucristo.
¡Bendita unión! el rico, noble y santo esposo, Jesucristo, se une en
matrimonio con esa esposa pobre, culpable y despreciada, 25 la libera
de todos los males y la adorna con las bendiciones más costosas ...
Cristo, un sacerdote y rey, comparte este honor y gloria con cada
cristiano. El cristiano es un rey y, en consecuencia, posee todas las
cosas; es sacerdote y, en consecuencia, posee a Dios. Y es la fe, y no las
obras, lo que lo lleva a tal honor. El cristiano está libre de cosas altas,
sobre todas las cosas, la fe le da en abundancia de todo ”.
En la segunda parte de su discurso, Lutero ofrece otra visión de la
verdad.
“Aunque el cristiano es así liberado, voluntariamente se convierte en
esclavo, para actuar con sus hermanos como Dios ha actuado con él
por medio de Jesucristo. Deseo (dice) servir libre, gozosa y
gratuitamente a un Padre que así me ha prodigado toda la abundancia
de sus bendiciones: quiero ser todo para mi prójimo, como Cristo se ha
hecho todo para mí ”. - “De la fe”, continúa Lutero, “procede el amor de
Dios ; del amor procede una vida llena de libertad, caridad y alegría.
Oh! ¡Qué noble y elevada es la vida cristiana! ¡Pero Ay! nadie lo sabe,
nadie lo predica. Por la fe, el cristiano asciende a Dios; por el amor,
desciende incluso al hombre, y sin embargo permanece para siempre
con Dios. Esta es la verdadera libertad, una libertad que supera a todas
las demás tanto como los cielos están sobre la tierra ".

Tal es el trabajo con el que Lutero acompañó su carta a León.

Notas finales:
1. Ver vol. 1. Pág. 134.
2. Nondum tot pressus difficultatibus animum d esponderat
Miltitius..dignus profecto non mediocri laude. Pallavicini,
1:68.
3. Der Bischof entrustet, der Official gefluchet er aber
gelachet habe. Seckend. Pág. 266.
4. Orationem habuit Italica pronuntiatione vestitam. L. Epp.
1: 483.
5. Petens consilium super me c ompescendo. Ibídem.
6. Nihil me in personam suam fuisse molitam. Ibídem. 484.
7. Quibus omnibus causa mea non displicet. Ibídem. 486.
8. Aspergetur tamen sale suo. Ibídem.

9. Den Pabsts Nepoten, zwei oder drei Churfurstliche Gold


und Silberstucke, zu verehren. Seckend. Pág. 2 67.
10. Sicut princeps ordinavit. L. Epp. 1: 455.
11. Invito praeceptore (Melancthon) nescio quanta
metuente. Ibídem.
12. Jener von mebr als dreissig, diser aber kaum mit vier
Pferden begleitet. Seckend. Pág. 268.
13. Totum pondus en Eccium versurus. L. Epp. 1: 496.
14. Ut nihil videar omittere quod in me ad pacem quoquo
modo facere possit. Ibídem.

15. Seckend. Pág. 268.


16. Ut non totis viribus sedulis atque quantum in me fuit
gemebundis precibus apud Deum quaesierim. L. Epp. 1:
498.
17. Quid prodierit sal, si non mordeat? Quid os gladii, s i non
caedat? Ibídem. 499.

18. Verbum deserere et negare nec possum, nec volo. L. Epp.


1: 499.
19. Facta est..spelunca latronum licentiosissima, lupanar
omnium impudentissimum, regnum peccati, mortis, et
inferni. Ibídem. 500.
20. Actum est de Romana curia; pervenit in eam ira Del
usque in finem. Ibídem.
21. Jeremías 51: 9.
22. Olim janua coeli, nunc patens quoddam os inferni, et
tale os, quod urgente ira Dei, obstrui non potest. L. Epp. 1:
501.

23. Apocalipsis 22:11.


24. Leges interpretandi verbi Dei non patior, cum oporteat
verbum Dei esse non alligatum, quod libertatem docet. L.
Epp. 1: 504.
25. Ist nun das nicht eine frohliche Wirthschafft, da der
reiche, edle, fromme Brautigam Christus, das arme,
verachtete, bose Huhrlein zur Ehe nimmt. L. Opp. (L.) 17:
388.
LIBRO 6
CAPÍTULO 8

Mientras el reformador se dirigía así al pontífice romano por última


vez, la bula que lo anatematizaba ya estaba en manos de los jefes de la
Iglesia alemana y en el umbral de la morada de Lutero. Parecería que
en Roma no se abrigaban dudas sobre el éxito del paso que se acaba de
dar contra la Reforma. El Papa había encargado a dos altos
funcionarios de su corte, Caraccioli y Aleander, que se lo llevaran al
arzobispo de Mentz, deseando que lo viera puesto en ejecución. Pero el
propio Eck apareció en Sajonia como heraldo y agente de la gran obra
pontificia.
La elección había sido dudosa durante mucho tiempo. “Eck”, escribió
un habitante de Roma por esta época, “estaba peculiarmente adaptado
para esta misión por su descaro, su disimulo, sus mentiras, sus
halagos y otros vicios, que se tienen en alta estima en Roma: pero su
afición por beber, un defecto hacia el que los italianos tienen una gran
aversión, fue más bien en contra de su elección ". 1 Sin embargo, la
influencia de su patrón Fugger, “el rey de las coronas”, prevaleció al
final. Este mal hábito incluso se transformó en una virtud en la
facilidad del Dr. Eck. “Él es el hombre que queremos”, dijeron muchos
romanos; “Para estos alemanes borrachos, ¿qué puede ser mejor que
un legado borracho? 2 Su temeridad solo puede controlarse con el
mismo grado de temeridad ". Además, se susurró que ningún hombre
de sinceridad y buen sentido entendería tal misión; y que incluso si se
pudiera encontrar a un hombre así, la magnitud del peligro pronto lo
haría abandonar el lugar. La idea de nombrar a Aleander como colega
del Dr. Eck parecía de lo más excelente. “Un par de embajadores
dignos”, dijeron algunos; "Ambos son admirablemente adecuados para
este trabajo, y combinan perfectamente en descaro, descaro y
libertinaje". 3
El médico de Ingolstadt había sentido más que ningún otro hombre la
fuerza del ataque de Lutero; había visto el peligro y extendió la mano
para estabilizar el tambaleante edificio de Roma. Él era, en su propia
opinión, el Atlas destinado a cargar sobre sus robustos hombros el
antiguo mundo romano que ahora amenazaba con caer en ruinas.
Orgulloso del éxito de su viaje a Roma, orgulloso del encargo que
había recibido del soberano pontífice, orgulloso de aparecer en
Alemania con el nuevo título de nuncio protonotario y pontificio,
orgulloso del toro que tenía en sus manos y que contenía la condena de
su indomable rival, su misión actual era un triunfo más magnífico que
todas las victorias que había obtenido en Hungría, Baviera, Lombarda
y Sajonia, y de las que había obtenido tanto renombre anteriormente.
Pero este orgullo pronto se hundiría. El Papa, al confiar la publicación
de la bula a Eck, había cometido una falta destinada a destruir su
efecto. Tan grande distinción, concedida a un hombre que no ocupaba
un puesto elevado en la Iglesia, ofendía a todos los hombres sensatos.
Los obispos, acostumbrados a recibir las bulas directamente del
pontífice romano, estaban disgustados de que fueran publicadas en
sus diócesis por un nuncio creado para la ocasión. La nación, que se
había reído del pretendido conquistador de Leipsic en el momento de
su huida a Italia, estaba asombrada e indignada al verlo volver a cruzar
los Alpes, portando la insignia de un nuncio papal y dotado de poder
para aplastar a sus hombres. . Lutero consideró este juicio de su
oponente implacable, como un acto de venganza personal; esta
condena era en su idea (dice Pallavicini) la daga traicionera de un
enemigo mortal, y no el hacha legítima de un lictor romano. 4 Este
periódico ya no se consideraba la bula del supremo pontífice, sino la
bula del doctor Eck. Así, el borde fue desafilado y debilitado de
antemano por el mismo hombre que lo había preparado.
El canciller de Ingolstadt se había apresurado a viajar a Sajonia. Allí
había luchado; Fue allí donde deseaba publicar su victoria. Logró
colocar el toro en Meissen, Merseburg y Brandenburg, a finales de
septiembre. Pero en la primera de estas ciudades estaba metida en un
lugar donde nadie podía leerla, y los obispos de las tres sedes no
presionaron su publicación. Incluso su gran protector, el duque Jorge,
prohibió al concilio de Leipsic darlo a conocer en general antes de
recibir una orden del obispo de Merseburg; y esta orden no llegó hasta
el año siguiente. "Estas dificultades son simplemente por cuestiones de
forma", pensó John Eck al principio; porque todo lo demás parecía
sonreírle. El propio duque George le envió una taza dorada llena de
ducados. Incluso Miltitz, que había acudido a Leipsic al enterarse de la
presencia de su rival, lo invitó a cenar. Los dos legados eran
compañeros de bendición, y Miltitz pensó que podía sondear más
eficazmente a su rival sobre la botella. “Cuando hubo bebido bastante
libremente, comenzó”, dice el chambelán del Papa , “a jactarse a buen
ritmo; mostró su toro y relató cómo se proponía hacer que ese
sinvergüenza de Martín entrara en razón ". 5 Pero poco después, el
médico de Ingolstadt observó que el viento estaba cambiando. Se había
producido una gran alteración en Leipsic durante el año pasado. 6 El
día de San Miguel, algunos estudiantes colocaron pancartas en diez
lugares diferentes, en los que el nuevo nuncio fue atacado duramente.
Alarmado, huyó al claustro de San Pablo, en el que ya se había
refugiado Tetzel, se negó a ver a nadie y convenció al rector de que
hiciera rendir cuentas a estos jóvenes adversarios. Pero el pobre Eck
ganó poco con esto. Los estudiantes le escribieron una balada, que
cantaron en las calles; Eck lo oyó desde su retirada. Ante esto perdió
todo su valor; el formidable campeón temblaba en todos sus miembros.
Cada día recibía cartas amenazadoras. Ciento cincuenta estudiantes
llegaron de Wittenberg, exclamando audazmente contra el enviado
papal. El miserable nuncio apostalical no pudo resistir más. "No deseo
que lo maten", dijo Luther, "pero deseo que sus planes fracasen". 7 Eck
abandonó su asilo por la noche, escapó en secreto de Leipsic y se
escondió en Coburg. Miltitz, quien relata esto, se jactaba de ello más
que el reformador. Este triunfo no duró mucho; Todos los planes
conciliatorios del chambelán fracasaron, y llegó a un final melancólico.
Miltitz, intoxicado, cayó al Rin en M entz y se ahogó.
Poco a poco, sin embargo, el coraje de Eck revivió. Se dirigió a Erfurth,
cuyos teólogos habían dado al médico de Wittenberg varias pruebas de
sus celos. Insistió en que la bula se publicara en esta ciudad; pero los
estudiantes tomaron las copias, las rompieron en pedazos y arrojaron
los fragmentos al río, diciendo: "¡Ya que es un toro (una burbuja),
déjelo flotar!" 8 "Ahora", dijo Lutero, cuando se le informó de esto, "el
periódico del Papa es un toro (burbuja) real".
Eck no se atrevió a aparecer en Wittenberg; envió la bula al rector,
amenazando con destruir la universidad si no se ajustaba a ella. Al
mismo tiempo, le escribió al duque John, hermano y co-regente de
Federico: "No malinterpretes mis procedimientos", dijo ; “Porque estoy
luchando en nombre de la fe, lo que me cuesta mucho cuidado, trabajo
y dinero”. 9
El obispo de Brandeburgo no podría, aunque lo hubiera deseado,
actuar en Wittenberg en su calidad de ordinario; porque la universidad
estaba protegida por sus privilegios. Lutero y Carlstadt, ambos
condenados por la bula, fueron invitados a estar presentes en las
deliberaciones que tuvieron lugar sobre su contenido. El rector declaró
que como la bula no iba acompañada de una carta del Papa, no la
publicaría . La universidad ya gozaba en los países vecinos de una
autoridad mayor que el propio pontífice. Su declaración sirvió de
modelo para el gobierno elector. Así, el espíritu que había en Lutero
triunfó sobre la bula de Roma.
Mientras este asunto agitaba violentamente la mente del público en
Alemania, se escuchó una voz solemne en otro país de Europa. Un
hombre, previendo el inmenso cisma que la bula papal causaría en la
Iglesia, se adelantó para dar una seria advertencia y defender al
reformador. Fue el mismo sacerdote suizo que hemos mencionado
antes, Ulrich Zwingle, quien, sin ninguna relación de amistad con
Lutero, publicó un escrito lleno de sabiduría y dignidad, la primera de
sus numerosas obras. 10 Un cariño fraternal pareció atraerlo hacia el
reformador de Wittenberg. “La piedad del pontífice”, dijo, “le pide que
sacrifique con alegría todo lo que más ama, por la gloria de Cristo su
Rey y la paz pública de la Iglesia. Nada es más perjudicial para su
dignidad que defenderla mediante el soborno o el terror. Antes incluso
de que se leyeran los escritos de Lutero, la gente lo acusaba de hereje,
cismático y del mismo Anticristo. Nadie le había advertido, nadie lo
había refutado; suplicó una discusión, y se contentaron con
condenarlo. La bula que ahora se publica contra él desagrada incluso a
quienes honran la grandeza del Papa; porque a lo largo de todo ello
revela signos del odio impotente de unos pocos monjes, y no de los que
se convierten en la dulzura de un pontífice, el vicario de un Salvador
lleno de compasión. Todos los hombres reconocen que la verdadera
doctrina del Evangelio de Jesucristo se ha degenerado enormemente y
que necesitamos un resurgimiento público sorprendente de las leyes y
la moral. 11 Mira a todos los hombres sabios y virtuosos; cuanto mayor
es su sinceridad, más fuerte es su apego a la verdad evangélica, y
menos se escandalizan por los escritos de Lutero. No hay nadie más
que confiesa que estos libros lo han convertido en un mejor hombre,
12 aunque quizás contengan pasajes que él no aprueba. - Se escojan
hombres de pura doctrina y reconocida probidad; que esos príncipes
por encima de toda sospecha, el emperador Carlos, el rey de Inglaterra
y el rey de Hungría, designen ellos mismos a los árbitros; ¡Que estos
hombres lean los escritos de Lutero, lo escuchen personalmente y que
su decisión sea ratificada! Nichesato e tou christou paideia chai
aletheia! " 13
Esta propuesta que emana del país de los suizos no dio ningún
resultado. El gran divorcio debe cumplirse; La cristiandad debe
dividirse en dos; e incluso en sus heridas se encontrará el remedio para
todos sus males.

Notas finales:
1. Temeritate, audacia, mendaciis simulatione , adulatione,
et caeteris vitiis curiae aptis egregie pollet. Verum sola
obstabat ebrietas, Italis (ut nosti) perquam odiosa.
Riederer, Nachrichten zum kirchen-geschichten, 1: 179.
2. Nihil magis Germanos temulentos quam temulentum
decere legatum. Riederer, Nachrichten zum kirchen-
geschichten, 1: 179.
3. Egregium profecto oratorum par, et causae perquam
conveniens, impudentiaque, temeritate, et vitae flagitiis
símil. Ibídem.
4. Non tanquam a securi legitimi lictoris, sed e telo
infensissimi hostis. Pallavicini, 1:74.
5. Nachdem (escribe Miltitz) er nun tapfer getrunken hatte,
fieng er gleich an trefflich von seiner Ordre zu prahlen,
etc. Seckend. Pág. 238.
6. Longe aliam faciem et mentem Lipsiae eum invenire
quam sperasset. L. Epp. 1: 492.
7. Nollem eum obeidi, quanquam optem ejus consilia irrita
fieri. Ibídem.

8. Epp. 1: 520. Un estudio discerpta et in aquam projecta,


dicentibus: Bulla est, in aquam natet! Jugando con la
palabra bulla, que significa burbuja, el sello adjunto al
toro. Y de ahí el toro mismo.
9. Mit v iel Muhe, Arbeit und Kosten. L. Opp. (L.) 17: 317.
10. Consilium cujusdam ex animo cupientis esse consultum
et pontificis dignitati, et Christianae religionis
tranquillitati. - Zw. Op. Canalla. Schulero et Schulthessio,
3: 1-5.
11. Multum degenerasse ab illa sincera Ch risti evangelica
doctrina, adeo ut nemo non fateatur opus esse publica
aliqua et insigni legum ac morum instauratione. Zw. Op. 3:
3.
12. Nemo non fatetur se ex illius libris factum esse
meliorem. Ibídem. 4.
13. ¡Que prevalezcan la enseñanza y la verdad de Cristo!
LIBRO 6
CAPÍTULO 9

En verdad, ¿qué significó toda esta resistencia de estudiantes, rectores


y sacerdotes? Si la mano poderosa de Carlos se une a la del Papa, ¿no
aplastarán a estos eruditos y gramáticos? ¿Quién resistirá el poder del
pontífice de la cristiandad y del emperador de Occidente? El cerrojo
está descargado; Lutero está separado de la Iglesia; el Evangelio parece
perdido. En este momento solemne, el reformador no se oculta a sí
mismo los peligros que lo rodean. Lanza su mirada al cielo. Se prepara
para recibir, como de la mano del Señor, el golpe que parece destinado
a destruirlo. Su alma reposa a los pies del trono de Dios. "¿Lo que
sucederá?" dijó el. “No sé, y no me importa saberlo, estando seguro de
que Aquel que está sentado en el cielo ha visto desde toda la eternidad
el principio, la continuación y el fin de todo este asunto. Dondequiera
que me alcance el golpe, no temo. La hoja de un árbol no cae al suelo
sin la voluntad de nuestro Padre. Cuánto menos nosotros mismos ......
Es un poco morir por la Palabra, ya que esta Palabra, que se hizo carne
por nosotros, murió ella misma al principio. Nos levantaremos con él,
si morimos con él, y pasando por donde ha ido antes, llegaremos a
donde ha llegado y permaneceremos con él por toda la eternidad ". 1
A veces, sin embargo, Lutero no puede contener el desprecio inspirado
por las maniobras de sus enemigos; entonces encontramos en él esa
mezcla de sublimidad e ironía que lo caracteriza. “No sé nada de Eck”,
dijo, “excepto que llegó con una barba larga, un toro largo y un bolso
largo; pero me río de su toro ". 2
El 3 de octubre se le informó del breve papal. “Por fin ha llegado, este
toro romano”, dijo. “La desprecio y la ataco como impía , falsa y en
todos los aspectos digna de Eck. Es el mismo Cristo quien es
condenado en él. En él no se dan razones: me citan a Roma, no para ser
escuchado, sino para comerme mis palabras. Lo trataré como una
falsificación, aunque lo creo cierto. ¡Oh, que C harles V actuara como
un hombre! ¡y que por el amor de Cristo atacaría a estos espíritus
malignos! 3 Me alegro de tener que soportar tales males por la mejor
de las causas. Ya siento una mayor libertad en mi corazón; porque al fin
sé que el Papa es el Anticristo, y que su trono es el del mismo Satanás
”.
No fue solo en Sajonia donde los truenos de Roma habían causado
alarma. Una familia tranquila de Suabia, una que había permanecido
neutral, encontró su paz repentinamente perturbada. Bilibald Pirck
heimer de Nuremberg, uno de los hombres más distinguidos de su
época, privado temprano de su amada esposa Crescentia, estaba unido
por los más estrechos lazos de afecto a sus dos hermanas jóvenes,
Charity, abadesa de Santa Clara, y Clara, una monja. en el mismo
convento. T stos dos mujeres jóvenes piadosos sirvieron a Dios en este
aislamiento, y divide su tiempo entre el estudio, el cuidado de los
pobres, y la meditación de la vida eterna. Bilibald, un estadista, se
relajó un poco de sus preocupaciones públicas en la correspondencia
que mantuvo con ellos. Aprendieron, leyeron latín y estudiaron a los
Padres; pero no había nada que amaran tanto como las Sagradas
Escrituras. Nunca habían tenido otro instructor que su hermano. Las
cartas de Charity llevan la huella de una mente delicada y amorosa.
Llena del más tierno afecto por Bilibald, temía el menor peligro por su
parte. Pirckheimer, para animar a esta tímida criatura, compuso un
diálogo entre Charitas y Veritas (Caridad y Verdad), en el que Veritas
se esfuerza por dar confianza a Charita s. 4 Nada podría haber sido
más conmovedor o mejor adaptado para consolar un corazón tierno y
ansioso.
¡Cuál debió haber sido la alarma de Charity cuando escuchó el rumor
de que el nombre de Bilibald estaba colgado debajo de la bula del Papa
en las puertas de las catedrales junto al de Lutero! De hecho, Eck,
impulsado por una furia ciega, había asociado con Lutero a seis de los
hombres más distinguidos de Alemania, Carlstadt, Feldkirchen,
Egranus, a quienes poco les importaba, Adelmann, Pirckheimer y su
amigo Sp Engler, con quien funciona el público. que fueron investidos
hechos particularmente sensibles a esta indignidad. Grande fue la
agitación en el convento de Santa Clara. ¿Cómo soportarían la
vergüenza de Bilibald? Nada es tan doloroso para los familiares como
las pruebas de esta naturaleza. El peligro era verdaderamente urgente.
En vano intercedieron la ciudad de Nuremberg, el obispo de Bamberg
e incluso los duques de Baviera a favor de Spengler y Pirckheimer;
Estos hombres de noble mente se vieron obligados a humillarse ante el
Dr. Eck, quien les hizo sentir toda la importancia de un protonotario
romano, y los obligó a escribir una carta al Papa, en la que declaraban
que no se adherían a las doctrinas. de Lutero, excepto en la medida en
que se ajustaran a la fe cristiana. Al mismo tiempo, Adelmann, con
quien Eck había discutido una vez, cuando se levantó de la mesa,
después de una discusión sobre la gran cuestión que entonces llenaba
todas las mentes, se vio obligado a comparecer ante el obispo de
Augsburgo y librarse bajo juramento de toda participación en la
herejía de Lutherán. Sin embargo, la venganza y la ira resultaron malos
consejeros para Eck. Los nombres de Bilibald y de sus amigos
desacreditaron al toro. El carácter de estos hombres eminentes y sus
numerosas conexiones sirvieron para aumentar la irritación general.
Luth er en un principio pretendió poner en duda la autenticidad del
toro. “Escuché”, dice en el primero de sus escritos sobre el tema, “que
Eck ha traído una nueva bula de Roma, que se le parece tanto que
podría llamarse Doctor Eck, - tan llena está de falsa capucha y error.
Quiere hacernos creer que es obra del Papa, mientras que es solo una
falsificación ". Después de haber expuesto las razones de sus dudas,
Lutero concluye diciendo: “Debo ver con mis propios ojos la mina, el
sello, las cuerdas, la cláusula, la firma de la bula, de hecho toda ella,
antes de ¡Valora todos estos clamores incluso con una pajita! " 5
Pero nadie dudaba, ni siquiera el propio Lutero, de que realmente
emanaba del Papa. Alemania esperó a ver qué haría el reformador . ¿Se
mantendría firme? Todos los ojos estaban fijos en Wittenberg. Lutero
no mantuvo a sus contemporáneos en suspenso por mucho tiempo.
Respondió con una terrible descarga de artillería, publicando el 4 de
noviembre de 1520 su tratado Contra la Bula del Anticristo.
“¡ Qué errores, qué engaños”, dice, “se han colado entre los pobres
bajo el manto de la Iglesia y de la pretendida infalibilidad del Papa!
¡Cuántas almas se han perdido así! cuanta sangre se derramó! ¡cuántos
asesinatos cometidos! ¡cuántos reinos devastados! ......
“Puedo distinguir con bastante claridad”, dice irónicamente, un poco
más adelante, “entre habilidad y malicia, y no le doy mucho valor a
una malicia tan poco hábil. Quemar libros es un asunto tan fácil que
incluso los niños pueden hacerlo; mucho más, pues, el Santo Padre y
sus médicos. 6 Sería bueno que mostraran una habilidad mayor que la
que se requiere para quemar libros ... ¡Además, que destruyan mis
obras! No deseo nada mejor; porque todo mi deseo ha sido conducir las
almas a la Biblia, para que luego descuiden mis escritos. 7 ¡ Gran Dios!
si tuviéramos un conocimiento de las Escrituras, ¿qué necesidad
habría de mis libros? ... Soy libre, por la gracia de Dios, y los toros no
me consuelan ni me alarman. Mi fuerza y mi consuelo están en un
lugar donde ni los hombres ni los demonios pueden alcanzarlos ”.

La décima proposición de Lutero, condenada por el Papa, quedó así


redactada:
"Los pecados de nadie son perdonados, a menos que crea que son
perdonados cuando el sacerdote lo absuelve". Al condenar esto, el Papa
negó que la fe fuera necesaria en el sacramento. “Ellos fingen”, exclama
Lutero, “que no debemos creer que nuestros pecados son perdonados
cuando recibimos la absolución del sacerdote. ¿Y entonces qué
debemos hacer ?. ..... Escuchen, cristianos, esta noticia de Roma. La
condenación se pronuncia contra ese artículo de fe que profesamos
cuando decimos: "Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica,
el perdón de los pecados". Si estuviera seguro de que el Papa realmente
había emitido esta bula en Roma (y no tenía ninguna duda al
respecto), y que no fue inventada por Eck, ese príncipe de los
mentirosos, me gustaría proclamar a todos los cristianos que deberían
considerar al Papa como el verdadero Anticristo del que se habla en las
Escrituras. Y si no dejara de proscribir públicamente la fe de la Iglesia,
entonces ... ¡que incluso la espada temporal lo resista, en lugar del
turco! ... ¡Porque el turco nos permite creer, pero el Papa lo prohíbe ".
Mientras Lutero hablaba así a la fuerza, sus peligros iban en aumento.
El plan de sus enemigos era expulsarlo de Wittenberg. Si Lutero y
Wittenberg pueden separarse, Lutero y Wittenberg quedarían
arruinados. Un golpe liberaría a Roma tanto del médico herético como
de la universidad herética. El duque G eorge, el obispo de Merseburg y
los teólogos de Leipzig se dedicaron en secreto a la tarea. 8 Cuando
Lutero se enteró, dijo: "Dejo todo el asunto en manos de Dios". 9 Estas
intrigas no fueron del todo ineficaces: Adrian, profesor de hebreo en
Wittenberg, de repente se volvió contra el médico. Se requirió una
gran fuerza de fe para resistir el golpe infligido por la corte de Roma.
Hay algunos personajes que estarán de acuerdo con la verdad solo
hasta cierto punto. Así era Adrian. Alarmado por esta condena, dejó
Wittenberg y se dirigió al Dr. Eck en Leipsic.
El toro comenzaba a ser ejecutado. La voz del pontífice de la
cristiandad no fue impotente. Durante siglos, el fuego y la espada
habían enseñado la sumisión a sus decretos. Las pilas en llamas se
erigieron ante su voz. Todo parecía anunciar que una terrible catástrofe
acabaría en breve con la atrevida revuelta de este monje agustín. En
octubre de 1520, los libros de Lutero fueron retirados de todas las
librerías de Ingolstadt y sellados. El elector-arzobispo de Mentz,
moderado como era, se sintió obligado a desterrar a Ulrich de Hutten
de su corte y encarcelar a su impresor. Los nuncios papales habían
sitiado al joven emperador: Carlos declaró que protegería la antigua
religión; 10 y en algunas de sus posesiones hereditarias se erigieron
andamios sobre los que se reducirían a cenizas los escritos del hereje.
En estos autos de fe estuvieron presentes los príncipes de la Iglesia y
los consejeros de estado.
Eck se comportó con insolencia, amenazando en todas partes a los
grandes y sabios, y “llenándolo todo con su humo”, como dice Erasmo.
11 “El Papa”, dijo Eck, “que ha derrocado a tantos condes y duques,
sabrá cómo hacer que estos desgraciados gramáticos entren en razón.
12 Debemos decirle al emperador Carlos en persona: no eres más que
un zapatero. 13 Y su colega Aleander, frunciendo el ceño como un
maestro de escuela que amenaza a sus alumnos con la vara, 14 le dijo a
Erasmo: " Sabremos cómo llegar a este duque Federico y le
enseñaremos la razón". Aleander estaba bastante eufórico con su éxito.
Al oír hablar al altivo nuncio, uno habría pensado que el fuego que
consumió los libros de Lutero en Mentz era " el principio del fin". Estas
llamas (se dijeron unos a otros en Roma) esparcirán el terror por todas
partes. Así sucedió con muchas mentes tímidas y supersticiosas; pero
incluso en los estados hereditarios de Carlos, únicos lugares en los que
se atrevieron a realizar la bula, el pueblo, ya veces los nobles, a
menudo respondían a estas manifestaciones pontificias con burlas o
con expresiones de indignación. "Lutero", dijeron los médicos de
Lovaina, cuando comparecieron ante Margaret, gobernadora de los
Países Bajos, "Lutero está volcando la fe cristiana". - "¿Quién es
Lutero?" preguntó la princesa. - "Un monje ignorante". - “Bien,
entonces”, respondió ella, “ustedes que son tan sabios y tan numerosos
escriben contra él. El mundo preferirá creer a muchos sabios que a un
hombre aislado e ignorante ”. Los médicos de Lovaina preferían un
método más sencillo. Erigieron una gran pila por cuenta propia. Una
gran multitud abarrotó el lugar de ejecución. Se podía ver a estudiantes
y ciudadanos atravesando apresuradamente la multitud, llevando
grandes volúmenes bajo el brazo, que arrojaban a las llamas. Su celo
edificó tanto a los monjes como a los médicos; pero el truco se
descubrió después: eran los Sermones Discipuli, Tartaretus y otras
obras escolásticas y papísticas, que habían estado arrojando al fuego,
en lugar de los escritos de Lutero . 15
El Conde de Nassau, virrey de Holanda respondió a los dominicos que
solicitaban permiso para quemar los libros del médico: "Vayan a
predicar el Evangelio con tanta pureza como Lutero, y tendrán que
quejarse de n obody". Cuando la conversación se centró en el
reformador en un banquete en el que estaban presentes los principales
príncipes del imperio, el señor de Ravenstein dijo en voz alta: “En el
espacio de cuatro siglos, un solo cristiano se ha atrevido a levantar la
cabeza, y él ishes para dar muerte! " dieciséis
Lutero, consciente de la fuerza de su causa, permaneció tranquilo en
medio del tumulto que había creado el toro. 17 "Si no me presionaras
con tanta seriedad", le dijo a Spalati n, "guardaría silencio, sabiendo
bien que la obra debe realizarse por el consejo y el poder de Dios". 18
El tímido era para hablar, el fuerte deseaba callar. Lutero percibió un
poder que escapó a los ojos de su amigo. “Tengan buen ánimo”,
continúa el reformador. “Es Cristo quien ha comenzado estas cosas, y
Él es quien las cumplirá, ya sea que yo sea desterrado o muerto.
Jesucristo está aquí presente, y el que está dentro de nosotros es
mayor que el que está en el mundo ”. 19

Notas finales:
1. Parum est nos pro Verbo mori, cum ipsum incarnatum
pro nobis prius mortuum sit. L. Epp. 1: 490.
2. Venisse eum barbatum, bullatum, nummatum. Ridebo et
ego bullam sive ampu llam. Ibídem. 488.
3. Utinam Carolus vir esset, et pro Christo hos Satanas
aggrederetur. Ibídem. 484.
4. Pirckheimeri Opp. Franckfort.
5. Oder nicht ein Haarbreit geben. L. Opp. (L.) 17: 323.
6. So ist Bucher verbrennen so leicht, dass es auch Kinder
konnen, schweig denn d er heilige Vater Pabst. L. Opp.
(L.) 17: 324.
7. En Biblien zu fuhren, dass man derselben Verstand
erlangte, und denn meine Buchlein verschwinden Hess.
Ibídem.
8. Pellerer de Ut Wittemberga. L. Epp. 1: 519.

9. Id quod in manum Dei refero. Ibídem. 520.


10. Un ministris pontifici es praeoccupatus maduro,
declaravit se vello veterem fidem tutari. Pallavicini, 1:80.
11. Omnia suis fumis complens. Hardt. Hist. Iluminado.
Árbitro. 1: 169.
12. Tres pediculosos grammatistas. Ibídem.
13. Pontifex potest dicere Caesari Carolo: Tu es cerdo.
Ibídem.
14. Eo vultu quo sole nt tetrici literatores pueris minari
virgas. Ibídem.

15. Seckend. Pág. 289.


16. Es ist in vierhundert Jahren ein christlicher Mann
aufgestanden, den will der Pabst todt haben. Ibídem. pags.
288.
17. En bullosis illis tumultibus. L. Epp. 1: 519.

18. Rem totam Deo committerem. Ibíd . 521.


19. Christus ista coepit, ipse perficiet, etiam me sive
extincto, sive fugato. Ibídem. 526.
LIBRO 6
CAPÍTULO 10

El deber obligaba a Lutero a hablar para que la verdad se manifestara


al mundo. Roma ha dado el golpe: mostrará cómo lo ha recibido. El
Papa lo ha puesto bajo la proscripción de la Iglesia; pondrá al Papa
bajo la proscripción de la cristiandad. Hasta ahora, los mandatos del
pontífice han sido todopoderosos; opondrá sentencia a sentencia, y el
mundo sabrá cuál tiene la mayor fuerza. “Deseo”, dijo, “calmar mi
conciencia, revelando a todos los hombres el peligro que los amenaza”;
1 y al mismo tiempo se preparó para hacer un nuevo llamamiento a un
consejo general. Una apelación del Papa a un concilio fue un crimen.
Por lo tanto, es mediante un nuevo ataque al poder pontificio que
Lutero presume justificar aquellos por los que había sido precedido.
El 17 de noviembre, un notario y cinco testigos, entre los que se
encontraba Cruciger, se reunieron a las diez de la mañana en uno de
los salones del convento de Agustín donde residía Lutero. Allí, el
funcionario público (Sarctor de Eisleben) procediendo
inmediatamente a redactar el acta de su protesta, el reformador en
presencia de estos testigos dijo con un tono de voz solemne:
“C onsiderando que un concilio general de la Iglesia cristiana está por
encima del Papa, especialmente en asuntos de fe;

“Considerando que el poder del Papa no es superior sino inferior a la


Escritura; y que no tiene derecho a degollar las ovejas del rebaño de
Cristo y arrojarlas en las fauces del lobo;
“Yo, Martín Lutero, fraile agustín, doctor de las Sagradas Escrituras en
Wittenberg, apelo a estos presentes, en mi nombre y en el de aquellos
que están o estarán conmigo, desde el santísimo Papa León hasta un
futuro general y consejo cristiano.

“Apelo a dicho Papa, primero, como juez injusto, temerario y tiránico,


que me condena sin audiencia y sin dar razones de su juicio; en
segundo lugar, como hereje y apóstata, descarriado, endurecido y
condenado por las Sagradas Escrituras, que me ordena negar que la fe
cristiana es necesaria en el uso de los sacramentos; 2 en tercer lugar,
como enemigo, anticristo, adversario, opresor de la Sagrada Escritura,
3 que se atreve a oponer sus propias palabras a la Palabra de Dios; en
cuarto lugar, como despreciador, calumniador, blasfemo de la santa
Iglesia cristiana y de un concilio libre, que sostiene que un concilio no
es nada en sí mismo.
“Por esta razón, con toda humildad, suplico a los señores más serenos,
ilustres, excelentes, generosos, nobles, fuertes, sabios y prudentes, a
saber, Carlos, emperador de Roma, a los electores, príncipes, condes,
barones, caballeros. , señores, consejeros, ciudades y comunidades de
toda la nación alemana, que se adhieran a mi protesta y resistan
conmigo la conducta anticristiana del Papa, para la gloria de Dios, la
defensa de la Iglesia y de la doctrina cristiana, y para el
mantenimiento de los consejos libres de Christend om; y Cristo,
nuestro Señor, los recompensará generosamente con su gracia eterna.
Pero si hay alguno que desdeña mi oración y sigue obedeciendo a ese
impío, el Papa, antes que a Dios, 4 rechazo con estos presentes toda
responsabilidad , habiendo advertido fielmente sus conciencias, y lo
dejo al juicio supremo de Dios. , con el Papa y sus seguidores ".
Tal es el acta de divorcio de Lutero; tal es su respuesta a la bula del
pontífice. Una gran seriedad impregna toda esta declaración. Los
cargos que presenta contra el Papa son de la más grave descripción, y
no es negligente que los haga. Esta protesta circuló por Alemania y se
envió a la mayoría de los tribunales de la cristiandad.
Lutero tenía, sin embargo, un paso aún más atrevido en reserva,
aunque esto que acababa de dar parecía el extremo de la audacia. De
ningún modo estaría atrasado con Roma. El monje de Wittenberg hará
todo lo que el soberano pontífice se atreva a hacer. Él da juicio por
juicio; levanta pila por pila. El hijo de los Medici y el hijo del minero de
Mansfeldt han pasado a las listas; y en esta lucha desesperada, que
sacude al mundo, uno no da un golpe que el otro no devuelve. El 10 de
diciembre se colgó una placard en las paredes de la universidad de
Wittenberg, invitando a profesores y estudiantes a estar presentes a las
nueve de la mañana, en la Puerta Oriental, cerca de la Santa Cruz. Se
reunió un gran número de médicos y estudiantes, y Lutero, caminando
a la cabeza, condujo la procesión hasta el lugar designado. ¡Cuántas
pilas ardientes ha erigido Roma a lo largo de los siglos! Lutero resuelve
hacer una mejor aplicación del gran principio romano. Son sólo unos
pocos papeles viejos los que están a punto de ser destruidos; y el fuego,
piensa él, está destinado a ese propósito. Se había preparado un
andamio. Uno de los más antiguos maestros de las artes le prendió
fuego. Mientras las llamas se elevaban en el aire, el formidable Agustín,
vestido con su túnica, se acercó a la pila, llevando el Derecho
Canónico, las Decretales, las Clementinas, los Extravagantes papales,
algunos escritos de Eck y Emser, y la bula del Papa. Habiendo sido
consumidas por primera vez las Decretales, Lutero levantó el toro y
dijo: "¡Ya que has afligido al Santo del Señor, que el fuego eterno te
aflija y te consuma!" Luego lo arrojó a las llamas. Nunca se había
declarado la guerra con mayor energía y resolución. Después de esto,
Lutero regresó tranquilamente a la ciudad, y la multitud de médicos,
profesores y estudiantes, testificando su aprobación con fuertes
vítores, volvió a entrar en Wittenberg con él. “Las Decretales”, dijo
Lutero, “se asemejan a un cuerpo cuyo rostro es manso como el de una
joven doncella, cuyos miembros están llenos de violencia como los de
un león, y cuya cola está llena de artimañas como una serpiente. Entre
todas las leyes de los papas, no hay una palabra que nos enseñe quién
es Jesucristo ”. 5 “Mis enemigos”, dijo en otra ocasión, “han podido,
quemando mis libros, dañar la causa de la verdad en la mente de la
gente común y destruir sus almas; por esta razón, consumí sus libros a
cambio. Una lucha seria acaba de comenzar. Hasta ahora solo he estado
jugando con el Papa. Comencé esta obra en nombre de Dios; terminará
sin mí y por su poder. Si se atreven a escribir mi libro, en el que se
encuentra más Evangelio (hablo sin jactarme) que en todos los libros
del Papa, con mucha más razón puedo quemar el suyo, en el que no se
puede descubrir nada bueno. "
Si Lutero hubiera comenzado la Reforma de esta manera, tal paso sin
duda habría tenido los resultados más deplorables. Podría haber
despertado el fanatismo y la Iglesia arrojada a un curso de violencia y
desorden. Pero el reformador había preludiado su trabajo explicando
seriamente las lecciones de la Escritura. Los cimientos se habían
colocado sabiamente. Ahora bien, un golpe poderoso, como el que
acababa de dar, podría no solo producirse sin inconvenientes, sino
incluso acelerar el momento en que la cristiandad se desharía de sus
ataduras.
Lutero así declaró solemnemente que se separaba del Papa y de su
iglesia. Esto podría parecerle necesario después de su carta a León X.
Aceptó la excomunión que Roma había pronunciado. Mostró al mundo
cristiano que ahora había una guerra a muerte entre él y el Papa.
Quemó sus barcos en la playa, imponiéndose así la necesidad de
avanzar y de combatir.
Lutero había vuelto a entrar en Wittenberg. Al día siguiente, la sala de
conferencias estaba más llena de lo habitual. Todas las mentes estaban
en un estado de excitación; un sentimiento solemne invadió la
asamblea; esperaron esperando una dirección del médico. Dio una
conferencia sobre los Salmos, un curso que había comenzado en el
mes de marzo del año anterior. Terminadas sus explicaciones,
permaneció en silencio unos minutos y luego prosiguió
enérgicamente: “Esté atento a las leyes y estatutos del Papa. He
quemado sus Decretales, pero esto es simplemente un juego de niños.
Es hora, y más que hora, de que el Papa sea quemado; es decir
(explicándose de inmediato), la sede de Roma, con todas sus doctrinas
y abominaciones ". Luego, asumiendo un tono más solemne, añadió:
“Si no luchas de todo corazón contra el gobierno impío del Papa, no
puedes ser salvo. Quien se deleite en la religión y la adoración del
papado, se perderá eternamente en el mundo venidero ”. 6
“Si lo rechaza”, continuó, “debe esperar incurrir en todo tipo de
peligro, e incluso perder la vida. ¡Pero es mucho mejor estar expuesto a
tales peligros en este mundo que guardar silencio! mientras viva,
denunciaré a mis hermanos la llaga y la plaga de Babilonia, por temor
a que muchos de los que están con nosotros caigan como los demás al
abismo ”.
Apenas podemos imaginar el efecto que produce en la asamblea este
discurso, cuya energía nos sorprende. “Ninguno de nosotros”, añade el
cándido estudiante que lo ha transmitido, “a menos que sea un tronco
insensato (como lo son todos los papistas, dice entre paréntesis), duda
de que ésta sea la verdad pura y sin mancha. I t es evidente para todos
los creyentes que el Dr. Luther es un ángel de Dios vivo, llamado a
alimentar a las ovejas errantes de Cristo con la palabra de Dios “. 7
Este discurso y el acto que lo coronó marcan una época importante en
la Reforma . La disputa de Leipsic había separado internamente a
Lutero del Papa. Pero el momento en que quemó el toro, fue aquel en el
que declaró de la manera más formal su total separación del Obispo de
Roma y de su Iglesia, y su apego a la Iglesia universal, tal como había
sido fundada por los apóstoles. de Jesucristo. En la puerta oriental de
la ciudad encendió un fuego que ha estado encendido durante tres
siglos.
“El Papa”, dijo, “tiene tres coronas; y por eso: el primero es contra
Dios, porque condena la religión; el segundo contra el emperador,
porque condena el poder secular; el tercero es contra la sociedad,
porque condena el matrimonio ". 8 Cuando le reprocharon haber
criticado demasiado el papado: "¡Ay!" respondió él, "¡Ojalá pudiera
hablar en contra de ella con voz de trueno, y que cada una de mis
palabras fuera un rayo!" 9

Esta firmeza se extendió a los amigos y compatriotas de Lutero. Toda


una nación se unió a él . La universidad de Wittemberg, en particular,
se apegaba cada día más a este héroe, al que estaba en deuda por su
importancia y gloria. Carlstadt luego alzó la voz contra ese “león
furioso de Florencia” 10, que rompió todas las leyes humanas y divinas
y pisoteó los principios de la verdad eterna. Melancthon, también, por
esta época se dirigió a los estados del imperio en un escrito
caracterizado por la elegancia y sabiduría propias de este hombre
amable. Fue en respuesta a un trabajo atribuido a Emser, pero
publicado bajo el nombre de Rhadinus, un teólogo romano. El mismo
Lutero nunca había hablado con tanta energía; y, sin embargo, había
una gracia en el lenguaje de Melancthon que se abrió camino hasta
todos los corazones.
Después de mostrar mediante varios pasajes de la Escritura que el
Papa no es superior a los demás obispos: “¿Qué es”, dice a los estados
del imperio, “que impide que privemos al Papa de los derechos que le
hemos dado? A Lutero le importa poco si nuestras riquezas, es decir,
los tesoros de Europa, se envían a Roma; pero la gran causa de su dolor
y el nuestro es que las leyes de los pontífices y el reinado del Papa no
solo ponen en peligro las almas de los hombres, sino que las arruinan
por completo. Cada uno puede juzgar por sí mismo si conviene o no
aportar su dinero para el mantenimiento del lujo romano; pero juzgar
la religión y sus sagrados misterios, no está dentro del alcance de la
comunidad. Es sobre esta base, entonces, que Lutero apela a su fe y
celo, y que todos los hombres piadosos se unen a él, algunos en voz
alta, otros con suspiros y gemidos. Recordad que sois cristianos,
príncipes de un pueblo cristiano, y arrebatéis estas tristes reliquias de
la cristiandad a la tiranía del Anticristo. Son engañadores que fingen
que no tienes autoridad sobre los sacerdotes. Ese mismo espíritu que
animó a Jehú contra el sacerdote de Baal, te insta, por este precedente,
a abolir la superstición romana, que es mucho más horrible que la
idolatría de Baal ”. 11 Así habló el amable Melancthon a los príncipes
de Alemania.
Se escucharon algunos gritos de alarma entre los amigos de la
Reforma. Las mentes tímidas se inclinaban por medidas extremas de
conciliación, y Staupitz, en particular, expresaba la más profunda
ansiedad. “Todo este asunto ha sido hasta ahora un mero juego”, le
escribió Lutero. “Tú mismo has dicho que si Dios no hace estas cosas,
es imposible que se puedan hacer. El tumulto se vuelve cada vez más
tumultuoso y no creo que se apacigüe jamás, excepto en el último día
". 12 Así animó Lutero estas mentes atemorizadas. ¡Han pasado tres
siglos y el tumulto aún no ha amainado!
“El papado”, continuó, “ya no es lo que era ayer y anteayer. ¡Que se
excomulgue y queme mis escritos! ...... ¡que me mate! ...... no detendrá
lo que avanza. Algún gran presagio está a nuestras puertas. 13 Quemé
el toro, al principio con gran temblor, pero ahora siento más alegría
por él que por cualquier acción que haya hecho en mi vida ”. 14
Nos detenemos involuntariamente y estamos encantados de leer en la
gran alma de Lutero el poderoso futuro que se estaba preparando. “Oh
padre mío”, le dijo a Staupitz en conclusión, “reza por la Palabra de
Dios y por mí. Me dejo llevar y sacudir por estas olas ". 15
Así se declaró la guerra a ambos lados. Los combatientes tiraron sus
vainas. La Palabra de Dios reafirmó sus derechos y depuso a quien
había tomado el lugar de Dios mismo. La sociedad se estremeció. En
todas las épocas no faltan hombres egoístas que permitan que la
sociedad humana duerma en el error y la corrupción; pero los sabios,
aunque tímidos, piensan de otra manera. “Somos muy conscientes”,
dijo Melancthon, afable y moderado, “que los estadistas tienen pavor a
la innovación; y hay que reconocer que, en esta triste confusión que se
denomina vida humana, las controversias, e incluso las que proceden
de las causas más justas, están siempre teñidas de algún mal. Sin
embargo, es un requisito que en la Iglesia se prefiera la Palabra y los
mandamientos de Dios a todo lo mortal. 16 Dios amenaza con su
eterna ira a los que se esfuerzan por suprimir la verdad. Por eso era
oportuno, deber cristiano, que incumbía a Lutero, y del que no podía
apartarse, sobre todo por ser médico de la Iglesia de Dios, reprender
los perniciosos errores que los hombres sin principios difundían con
inconcebible descaro. . Si la controversia engendra muchos males,
como veo para mi gran dolor ”, agrega el sabio Felipe,“ es culpa de
quienes al principio propagaron el error, y de quienes, llenos de odio
diabólico, ahora buscan sostenerlo. "
Pero no todos los hombres pensaban así. Lutero se sintió abrumado
por los reproches: la tormenta estalló sobre él desde todos los rincones
del cielo. “Está bastante solo”, dijeron algunos; “Es un maestro de
novedades”, decían otros.
“Quién sabe”, respondió Lutero, consciente de la llamada que le fue
dirigida desde lo alto, “si Dios no me ha elegido y llamado, 17 y si no
deben temer que, despreciándome, desprecien al mismo Dios. ? Moisés
estaba solo a la salida de Egipto; Elías estuvo solo en el reinado del rey
Acab; Isaías solo en Jerusalén ; Ezequiel solo en Babilonia ... Dios
nunca seleccionó como profeta ni al sumo sacerdote ni a ningún otro
gran personaje; pero por lo general eligió hombres bajos y
despreciados, una vez incluso el pastor Amós. En todas las épocas, los
santos han tenido que reprender a los grandes, reyes, príncipes,
sacerdotes y sabios, poniendo en peligro sus vidas ... ¿Y no era lo
mismo en el Nuevo Testamento? Ambrose estaba solo en su tiempo;
después de él, Jerónimo estaba solo; más tarde, Agustín se quedó solo
... No digo que sea profeta; 18 pero digo que deben temer,
precisamente porque yo estoy solo y que son muchos. De esto estoy
seguro, que la Palabra de Dios está conmigo y no con ellos.
“Se dice también”, prosigue, “que presenté novedades, y que es
imposible creer que todos los demás médicos estuvieran tanto tiempo
equivocados.
"¡No! No predico novedades. Pero digo que todas las doctrinas
cristianas han sido perdidas de vista por quienes debían haberlas
preservado; a saber, los eruditos y los obispos . Aún así, no dudo que la
verdad permaneciera en algunos corazones, incluso si fuera con niños
en la cuna. 19 Los campesinos pobres y los niños sencillos ahora
comprenden a Jesucristo mejor que el Papa, los obispos y los médicos.
“Me acusan de rechazar a los santos doctores de la Iglesia. No los
rechazo; pero, dado que todos estos médicos se esfuerzan por probar
sus escritos mediante las Sagradas Escrituras, las Escrituras deben ser
más claras y seguras de lo que son. ¿A quién se le ocurriría probar un
pasaje oscuro que fuera aún más oscuro? Por tanto, la necesidad me
obliga a recurrir a la Biblia, como han hecho todos los médicos, ya
invocarla para pronunciarse sobre sus escritos; porque solo la Biblia es
señor y amo.

“Pero (dicen) hombres poderosos lo persiguen. ¿No está claro, según


las Escrituras, que los perseguidores generalmente están equivocados
y los perseguidos tienen razón? que la mayoría ha estado alguna vez del
lado de la falsedad y la minoría con la verdad? La verdad ha causado
indignación en todas las épocas ". 20
Lutero examina a continuación las proposiciones condenadas en la
bula como heréticas y demuestra su verdad mediante pruebas
extraídas de las Sagradas Escrituras. ¡Con qué vigor especialmente no
mantiene la doctrina de la gracia!
"¡Qué! antes y sin la gracia, la naturaleza puede odiar el pecado,
evitarlo y arrepentirse de él; mientras que incluso después de la llegada
de la gracia, esta naturaleza ama el pecado, lo busca, lo anhela y nunca
deja de luchar contra la gracia y de enojarse con ella; ¡Un estado por el
que todos los santos lloran continuamente! ... Es como si los hombres
dijeran que un árbol fuerte, que no puedo doblar con el esfuerzo de
todas mis fuerzas, se doblaría por sí mismo, tan pronto como me fuera
si , o que un torrente que ningún dique o barrera puede detener,
dejaría de correr tan pronto como se dejara solo ... ¡No! no es
reflexionando sobre el pecado y sus consecuencias que llegamos al
arrepentimiento; pero es contemplando a Jesucristo, sus llagas y su
amor infinito. 21 El conocimiento del pecado debe proceder del
arrepentimiento , y no el arrepentimiento del conocimiento del
pecado. El conocimiento es el fruto, el arrepentimiento es el árbol. En
mi país, la fruta crece en el árbol; pero parece que en los estados del
Santo Padre el árbol crece sobre el fruto ”.
El valiente médico, aunque protesta, todavía se retracta de algunas de
sus proposiciones. Nuestro asombro cesará cuando veamos la forma en
que lo hace. Después de citar las cuatro proposiciones sobre las
indulgencias, condenadas por la bula, 22 simplemente agrega:
“En sumisión al toro santo y erudito, me retracto de todo lo que he
enseñado acerca de las indulgencias. Si mis libros han sido quemados
con justicia, es ciertamente porque hice concesiones al Papa sobre la
doctrina de las indulgencias; por eso me condeno yo mismo a las
llamas ”.
Se retracta también con respecto a John Huss: “Ahora digo que no
unos pocos artículos, sino todos los artículos de John Huss, son
totalmente cristianos. Al condenar a Juan Huss, el Papa ha condenado
el Evangelio. He hecho cinco veces más que él y, sin embargo, mucho
me temo que no he hecho lo suficiente. Hus solo dijo que un papa
malvado no es miembro de la cristiandad; pero si el mismo Pedro
estuviera ahora sentado en Roma, negaría que fuera Papa por
nombramiento divino ”.

Notas finales:
1. Ut meam conscientiam redimam. L . Epp. 1: 522.

2. Ab erroneo, indurato, per Scripturas sanctas damnato,


haeretico et apostata. L. Opp. Lat. 2:50. Véase también L.
Opp. (L.) 17: 332. Hay algunos párrafos en alemán que no
están en el texto latino.
3. Oppressore totius Sacrae Scripturae. Ibídem.
4. E t papae, impio homini, más quam Deo obediant. L.
Opp. Lat. 2:50. L. Opp. (L.) 17: 332.
5. Op. (W.) 22. 1493-1496.
6. Muss ewig en jenem Leben verlohren seyn. L. Opp. (L.) 17:
333.

7. Lutherum esse Dei viventis angelum qui palabundas


Christi oves pascat. L. Opp. Lat . 2: 123.
8. Op. (W.) 22: 1313.
9. Und ein jeglich Wort eine Donneraxt arwe. Ibídem. 1350.
10. Quid obstat quominus papae quod dedimus jus
adimamus? Corp. Ref. 1: 337.
11. Ut extinguaris illam, multo tetriorem Baalis idololatria,
Romanam superstitionem. Ibídem.
12. Tumultus egreg, es decir, tumultuatur, ut nisi extremo
die sedari mihi posse non videatur. L. Epp. 1: 541.
13. Omnino aliquid portenti prae foribus est. L. Epp. 1: 512.
¡Qué presentimiento del futuro!
14. Primum trepidus et orans, sed nunc laetior quam ulle
totius vitae meae facto. Ibi d.
15. Ego fluctibus his rapior et volvor. Ibídem.

16. Sed tamen en Ecclesia necesse est anteferri mendatum


Dei omnibus rebus humanis. Melancth. Vita Lutheri.
17. Wer weiss ob mich Gott dazu berufen und erwaehlt hat.
Fundación de los artículos condenados por la bula de
Roma. L. Opp. (L.) 17: 338.
18. Ich sage nicht dass Ich ein Prophet sey. L. Opp. (L.) 17:
338.
19. Eitel Kinder de Und sollten en el Wiege seyn. Ibídem.
339.
20. Sombrero de Warheit allezeit rumort. Ibídem. 340.
21. Man soll zuvor christum in seine Wunden sehen, und
aus denselben seine Liebe gegen uns. L. Opp. (L.) 17: 351.
22. Accesorios. 19 a 22. Ibíd. 363.
LIBRO 6
CAPÍTULO 11

Las poderosas palabras del reformador se hundieron profundamente


en el corazón de los hombres y contribuyeron a su emancipación. Las
chispas que salieron de cada uno de ellos fueron comunicadas a toda la
nación. Pero aún quedaba por resolver una cuestión mayor. ¿El
príncipe en cuyos estados residía Lutero favorecería o se opondría a la
ejecución de la bula? La respuesta pareció dudosa. El elector, así como
todos los príncipes del imperio, estaban en Aix-la-Chapelle.
Aquí la corona de Carlomagno se colocó sobre la cabeza del monarca
más joven pero más poderoso de la cristiandad. En esta ceremonia se
desplegó una pompa y una magnificencia inusuales. Carlos V, Federico,
príncipes, ministros y embajadores, se dirigieron inmediatamente a
Colonia. Aix-la-Chapelle, donde la plaga estaba arrasando, pareció
verter a toda su población en esta antigua ciudad a orillas del Rin.
Entre la multitud de extraños que atestaban esta ciudad estaban los
dos nunci os papales , Marino Caraccioli y Jerome Aleander.
Caraccioli, que ya había sido embajador en la corte de Maximiliano,
recibió el encargo de felicitar al nuevo emperador y tratar con él los
asuntos políticos. Pero Roma había descubierto que, para lograr
extender la Reforma, era necesario enviar a Alemania un nuncio
especialmente acreditado para este trabajo, y de un carácter, habilidad
y actividad adecuados para su realización. Aleander había sido
seleccionado. 1 Este hombre, después investido con la púrpura de los
cardenales, parecería descender de una familia de respetable
antigüedad, y no de padres judíos, como se ha dicho. El culpable Borgia
lo invitó a Roma para ser secretario de su hijo, de ese Cae sar ante cuya
espada asesina temblaba toda Roma. 2 “Como maestro, como
hombre”, dice un historiador, que así compara a Aleandro con
Alejandro VI. En nuestra opinión, este juicio es demasiado severo.
Después de la muerte de Borgia, Aleander se dedicó a sus estudios con
renovado ardor. Su conocimiento del griego, hebreo, caldeo y árabe le
valió la reputación de ser el hombre más culto de su época. Se dedicó
con todo su corazón a todo lo que emprendió. El celo con el que estudió
idiomas no fue en modo alguno inferior al que ejerció después en la
persecución de la Reforma. Leo X lo adjuntó a su propio servicio.
Algunos historiadores hablan de sus modales epicúreos; Romanistas de
la integridad de su vida. 3 Se parece que le gustaba el lujo, desfile, y la
diversión. "Aleander vive en Venecia como un epicúreo humillante y
con gran dignidad", escribió su viejo amigo Erasmo sobre él. Todos
están de acuerdo en confesar que fue violento, rápido en sus acciones,
lleno de ardor, infatigable, imperioso y devoto del Papa. Eck era el
apasionado e intrépido campeón de las escuelas: Aleander, el altivo
embajador de la orgullosa corte de los pontífices. Parecía nacido para
ser nuncio.
Roma había hecho todos los preparativos para destruir al monje de
Wittenberg. El deber de asistir a la coronación del emperador, como
representante del Papa, era una mera misión secundaria a los ojos de
Aleander, pero calculada para facilitar su tarea por el respeto que se le
asegura. Pero se le encargó especialmente que persuadiera a Carlos
para que aplastara la creciente Reforma. 4
Tan pronto como Aleander llegó a Colonia, él y Caraccioli pusieron
todas las ruedas en movimiento para quemar las obras heréticas de
Lutero en todo el imperio, pero especialmente bajo la mirada de los
príncipes alemanes reunidos en esa ciudad. Carlos V ya había dado su
consentimiento con respecto a sus estados hereditarios. La agitación de
las mentes de los hombres fue excesiva. “Tales medidas”, dijeron a los
ministros de Carlos ya las mismas monjas, “lejos de curar la herida,
solo la aumentarán. ¿Te imaginas que las doctrinas de Lutero se
encuentran solo en esos libros que estás arrojando al fuego? Están
escritos, donde no puedes alcanzarlos, en los corazones de la nación 5
....... Si deseas emplear la fuerza, debe ser la de innumerables espadas
desenvainadas para masacrar a toda una nación. 6 Unos pocos troncos
de madera apilados para quemar unas pocas hojas de papel no
tendrán ningún efecto; y esos brazos son impropios de la dignidad de
un emperador y de un pontífice ". - El nuncio defendió sus montones
de llamas: “Estas llamas”, dijo, “son una sentencia de condena escrita
en caracteres colosales, igualmente inteligible para los cercanos y los
alejados, - para los sabios e ignorantes, y incluso para los que no saben
leer ".
Pero no eran en realidad papeles y libros lo que quería el nuncio: era el
propio Lutero. “Estas llamas”, prosiguió, “no son suficientes para
purificar el aire infectado de Alemania. 7 Si aterrorizan al simple, no
castigan al impío. Necesitamos un edicto imperial contra la persona de
Lutero ". 8

Aleandro no encontró al emperador tan complaciente cuando se


cuestionaba la vida del reformador , como cuando sólo se trataba de
sus libros.
“Como recién he ascendido al trono”, le dijo a Aleander, “no puedo sin
el consejo de mis consejeros y el consentimiento de los príncipes
asestar un golpe como este contra una numerosa facción rodeada por
tantos poderosos defensores. Aprendamos primero lo que nuestro
padre, el elector de Sajonia, piensa sobre este asunto; 9 luego veremos
qué respuesta podemos darle al Papa ”. Los nuncios, por tanto,
procedieron a poner a prueba sus artificios y elocuencia sobre el
elector.
El primer domingo de noviembre, habiendo asistido Frederick a misa
en el convento de los Greyfriars, Caraccioli y Aleander pidieron
audiencia. Los recibió en presencia del obispo de Trento y varios de sus
consejeros . Caraccioli presentó por primera vez el escrito papal. De una
disposición más suave que Aleander, pensó que era su deber ganarse
al príncipe con sus halagos, y comenzó por elogiarlo a él ya sus
antepasados. "Es a usted", dijo, "que buscamos la salvación de la
Iglesia Romana y del Imperio Romano".
Pero el impetuoso Aleander, deseando ir al grano, se adelantó
apresuradamente e interrumpió a su colega, que cedió modestamente:
10 “Es a mí ya Eck”, dijo, “que este negocio de Martin ha sido confiado.
Mire los inminentes peligros en los que este hombre está hundiendo la
república cristiana. Si no nos apresuramos a aplicar algún remedio, el
imperio se arruina. ¿Por qué fueron destruidos los griegos, sino porque
abandonaron al Papa? No puedes permanecer unido a Lutero sin
separarte de Jesucristo. 11 Te pido dos cosas, en nombre de su
santidad: primero, que quemes los escritos de Lutero; en segundo
lugar, que le infligirás el castigo que se merece, o al menos que lo
entregarás al Papa. 12 El emperador y todos los príncipes del imperio
han declarado su voluntad de acceder a nuestra petición; tú solo dudas
todavía. "

Federico respondió , por medio del obispo de Trento: “Este asunto es


demasiado serio para ser resuelto ahora. Le haremos saber nuestra
determinación ".
La situación en la que se encontraba Frederick fue difícil. ¿Qué parte
debería tomar él? Por un lado estaban el emperador , los príncipes del
imperio y el pontífice supremo de la cristiandad, cuya autoridad el
elector todavía no tenía idea de deshacerse; por el otro, un monje, un
monje débil; porque era él sólo a quien demandaban. El reinado de
Carlos acababa de comenzar. ¿Debería Fr ederick, el más antiguo y
sabio de todos los príncipes de Alemania, sembrar la desunión en el
imperio? Además, ¿cómo iba a renunciar a esa piedad ancestral que le
condujo incluso al sepulcro de Cristo?
Luego se escucharon otras voces. Un joven príncipe, que luego lució la
corona electoral y cuyo reinado fue señalado por las mayores
desgracias, John Frederick, hijo del duque John, sobrino del elector, y
alumno de Spalatin, un joven de diecisiete años, había recibido en su
corazón un amor sincero por la verdad, y estaba firmemente unido a
Lutero. 13 Cuando vio al reformador golpeado por los anatemas
romanos, abrazó su causa con la calidez de un joven cristiano y de un
joven príncipe. Escribió al médico ya su tío, suplicando noblemente a
este último que protegiera a Lutero de sus enemigos. Por otra parte,
Spalatin, es cierto que con frecuencia muy abatido, Pontanus y los
demás consejeros que estaban con el elector en Colonia, manifestaron
al príncipe que no debía abandonar al reformador . 14
En medio de esta agitación general, un solo hombre permaneció
tranquilo: fue Lutero. Mientras se buscaba preservarlo por la influencia
de los grandes, el monje en su claustro en Wittenberg pensó que era
más bien para él salvar a los grandes de este mundo. “Si el Evangelio”,
le escribió a Spalatin, “fuera de una naturaleza que pudiera ser
propagado o mantenido por los poderes de este mundo, Dios no lo
habría confiado a los pescadores. 15 No pertenece a los príncipes y
pontífices de esta época defender la Palabra de Dios. Tienen bastante
que hacer para protegerse de los juicios del Señor y su Ungido. Si
hablo, es para que alcancen el conocimiento de la Palabra Divina y por
ella puedan salvarse ”.
La expectativa de Lutero no debía ser engañada. Esa fe, que ocultaba
un convento de Wittenberg, ejercía su poder en los palacios de
Colonia. El corazón de Frederick, tal vez conmovido por un momento,
se fue fortaleciendo poco a poco. Le indignaba que el Papa, desafiando
sus fervientes súplicas de examinar el asunto en Alemania, lo hubiera
decidido en Roma a petición de un enemigo personal del reformador, y
que en su ausencia este oponente se hubiera atrevido a publicar en
Sajonia una bula que amenazaba la existencia de la universidad y la
paz de sus súbditos. Además, el elector estaba convencido de que
Lutero había sido agraviado. Se estremeció al pensar en entregar a un
hombre inocente en manos de sus crueles enemigos. La justicia fue el
principio sobre el que actuó, y no los deseos del Papa. Llegó a la
determinación de no ceder el paso a Roma. El 4 de noviembre sus
consejeros respondieron en su nombre a los nuncios romanos que
acudieron a la casa del elector, en presencia del obispo de Tre nt, que
había visto con mucho dolor la ventaja que el Dr. Eck había sacado de
su ausencia. involucrar en la condena a varias personas que no fueron
nombradas en la bula; que desde su salida de Sajonia, era posible que
un inmenso número de hombres sabios e ignorantes, del clero y laicos,
se hubieran unido y adherido a la causa y al llamado de Lutero; 16 que
ni su majestad imperial ni ninguna otra persona habían demostrado
que los escritos de Lutero habían sido refutados y que sólo merecían
ser arrojados al fuego; y finalmente pidió que se le proporcionara al
doctor Lutero un salvoconducto para que pudiera comparecer ante un
tribunal de jueces eruditos, piadosos e imparciales.
Después de esta declaración, Aleander, Caraccioli y sus seguidores se
retiraron para deliberar. 17 Esta fue la primera vez que el elector dio a
conocer públicamente sus intenciones con respecto al reformador. Los
nuncios esperaban de él un rumbo muy diferente. Ahora (habían
pensado) que el elector, al mantener su carácter de imparcialidad,
atraería peligros sobre sí mismo en toda su extensión que no podía
prever, no dudará en sacrificar al monje. Así había razonado Roma.
Pero sus maquinaciones estaban condenadas al fracaso ante una
fuerza que no entraba en sus cálculos: el amor a la justicia y a la
verdad.
Al ser readmitido en presencia de los consejeros electores, el
imperioso Aleandro dijo: “Me gustaría saber qué pensaría el elector, si
uno de sus súbditos eligiera al rey de Francia, oa cualquier otro
príncipe extranjero, como juez. " Viendo que nada podía sacudir a los
consejeros sajones, dijo: “Ejecutaremos el toro; buscaremos y
quemaremos los escritos de Lutero. En cuanto a su persona ”, agregó,
con una indiferencia despectiva,“ el Papa no desea mancharse las
manos con la sangre del infeliz ”.
La noticia de la respuesta que el elector había dado a los nuncios,
habiendo llegado a Wittenberg, los amigos de Lutero se llenaron de
alegría. Melancth on y Amsdorff, especialmente, se entregaron a las
más halagadoras expectativas. “La nobleza alemana”, dijo Melancthon,
“dirigirá su curso con el ejemplo de este príncipe, a quien siguen en
todo, como su Néstor. Si Homero definió a su héroe como el baluarte
de los griegos, ¿por qué no llamar a Federico el baluarte de los
alemanes? 18
El oráculo de las cortes, la antorcha de las escuelas, la luz del mundo,
Erasmo, estaba entonces en Colonia. Muchos príncipes lo habían
invitado para que se guiara por sus consejos. En la época de la
Reforma, Erasmo era el líder de los moderados; se imaginaba así, pero
sin justa causa; porque cuando la verdad y el error se encuentran cara a
cara, no hay justicia entre ellos. Era el jefe de ese partido filosófico y
académico que, durante siglos, había intentado corregir a Roma, pero
nunca lo había logrado; él era el representante de la sabiduría
humana, pero esa sabiduría era demasiado débil para derribar los
lugares altos del Papado. Necesitaba esa sabiduría de Dios, que los
hombres a menudo llaman locura, pero a cuya voz las montañas se
convierten en polvo. Erasmo no se arrojaría a los brazos de Lutero ni se
sentaría a los pies del Papa. Vaciló, y a menudo vaciló entre estos dos
poderes, atraído en un momento hacia Lutero, y luego repelido
repentinamente en dirección al Papa. “La última chispa de piedad
cristiana parece casi extinguida”, dijo en su carta a Albert; “Y es esto lo
que ha conmovido el corazón de Lutero. No le importa el dinero ni los
honores ". 19 Pero esta carta, que había publicado el imprudente
Ulrich de Hutten, causó tanto disgusto a Erasmo, que decidió ser más
cauteloso en el futuro. Además, fue acusado de ser cómplice de Lutero,
y este último lo ofendió con su lenguaje imprudente . “Casi todos los
hombres buenos están a favor de Lutero”, dijo 20 ; “Pero veo que
estamos tendiendo a una revuelta ... No quisiera que mi nombre se
uniera al suyo. Eso me lastimaría sin atenderlo ". 21 “Así sea”,
respondió Lutero; "Ya que eso te molesta, prometo no mencionar
nunca ni a ti ni a tus amigos". Tal era el hombre al que se dirigían tanto
los partidarios como los enemigos de la Reforma.
El elector, sabiendo que la opinión de un hombre tan respetado como
Erasmo tendría gran influencia, invitó al ilustre holandés a visitarlo.
Erasmo obedeció la orden. Esto fue el 5 de diciembre. Los amigos de
Lutero no podían ver este paso sin una secreta inquietud. El elector
estaba delante del fuego, con Spalatin a su lado, cuando presentaron a
Erasmo. "¿Cuál es tu opinión de Lutero?" -preguntó Frederick
inmediatamente. El prudente Erasmo, sorprendido por una pregunta
tan directa, intentó al principio eludir la respuesta. Frunció la boca, se
mordió los labios y no dijo una palabra. Ante esto, el elector, alzando
las cejas, como era su costumbre cuando hablaba con personas de las
que deseaba tener una respuesta precisa, dice Spalatin, fijó su mirada
penetrante en Erasmo. 22 El latte r, sin saber cómo escapar de su
confusión, dijo al fin, en tono medio jocoso: "Lutero ha cometido dos
grandes faltas: ha atacado la corona del Papa y el vientre de los
monjes". 23 El elector sonrió, pero le dio a entender a su visitante que
hablaba en serio. Erasmo entonces, dejando a un lado su reserva, dijo:
“La causa de toda esta disputa es el odio de los monjes hacia el saber, y
el miedo que tienen de ver su tiranía destruida. ¿Qué armas están
usando contra Lutero? clamores, cábalas, odio y calumnias. Cuanto más
virtuoso es un hombre, y cuanto mayor es su apego al Evangelio,
menos se opone a Lutero. 24 La severidad del toro ha provocado la
indignación de todos los hombres buenos , y nadie puede reconocer en
él la dulzura de un vicario de Cristo. 25 Sólo dos, de todas las
universidades, han condenado a Lutero; y sólo lo han condenado, no
han probado que esté equivocado. Que no te engañen; el peligro es
mayor de lo que algunos hombres imaginan. Las cosas arduas y
difíciles siguen avanzando. 26 Comenzar el reinado de Carlos con un
acto tan odioso como el encarcelamiento de Lutero sería un presagio
lamentable. El mundo está sediento de la verdad evangélica ; 27
cuidémonos de montar una oposición reprobable. Que este asunto sea
investigado por hombres serios, hombres de buen juicio; ¡Este será el
curso más acorde con la dignidad del Papa! "
Así habló Erasmo al elector. Tal franqueza tal vez sorprenda al lector;
pero Erasmo sabía a quién se dirigía. Spalatin estaba encantado. Salió
con Erasmo y lo acompañó hasta la casa del conde de Nucnar, rector
de Colonia, donde residía Erasmo . Este último, en un impulso de
franqueza, al retirarse a su estudio, tomó un bolígrafo, se sentó,
redactó un resumen de lo que había dicho al elector y remitió el papel
a Spalatin; pero pronto el miedo a Aleandro se apoderó del tímido
Erasmo; el coraje que le habían comunicado la presencia del elector y
su capellán se había evaporado; y rogó a Spalatin que le devolviera el
papel demasiado atrevido, por temor a que cayera en manos del
terrible nuncio. Pero fue demasiado tarde.
El elector, reconfortado por la opinión de Erasmo, se dirigió al
emperador en un tono más decidido. El propio Erasmo se esforzó, en
conferencias nocturnas, 28 como las de Nicodemo de antaño, para
persuadir a los consejeros de Carlos de que todo el negocio debería ser
remitido a jueces imparciales. Quizás esperaba ser nombrado árbitro
de una causa que amenazaba con dividir al mundo cristiano. Su
vanidad se habría sentido halagada por un cargo así. Pero al mismo
tiempo, y para no perder su crédito en Roma, escribió las cartas más
sumisas a León, quien respondió con una amabilidad que mortificó
gravemente a Aleandro. 29 Por amor al Papa, el nuncio hubiera
reprendido de buena gana al Papa; porque Erasmo comunicó estas
cartas del pontífice, y agregaron aún más a su crédito. El nuncio se
quejó a Roma. "Finge no notar la maldad de este hombre", fue la
respuesta; "La prudencia manda esto: debemos dejar una puerta
abierta al arrepentimiento". 30

Carlos adoptó al mismo tiempo un sistema de “balancín”, que consistía


en halagar al Papa y al elector, y aparentar inclinarse por turnos hacia
cada uno, según las necesidades del momento. Uno de sus ministros, a
quien había enviado a Roma por asuntos españoles, llegó en el mismo
momento en que el doctor Eck pedía clamorosamente la condena de
Lutero. El astuto embajador vio de inmediato la ventaja que su amo
podía sacar del monje sajón. “Su Majestad”, escribió el 12 de mayo de
1520 al emperador, que todavía estaba en España, “debería ir a
Alemania y mostrar algún favor a un tal Martín Lutero, que está en la
corte sajona, y que por los sermones que predica dan mucha ansiedad
a la corte de Roma ”. 31 Tal fue el punto de vista del comienzo que
Carlos tomó de la Reforma. No tenía importancia para él saber de qué
lado se podía encontrar la verdad o el error, o discernir qué requerían
los grandes intereses de la nación alemana. Su única pregunta era qué
política exigía y qué debía hacerse para inducir al Papa a apoyar al
emperador. Y esto era bien conocido en Roma. Los ministros de Charles
le sugirieron a Aleander el rumbo que su maestro pretendía seguir. “El
emperador”, decían, “se comportará con el papa como se comportará
con el emperador; 32 porque no tiene ningún deseo de aumentar el
poder de sus rivales, y particularmente del rey de Francia ". Ante estas
palabras, el imperioso nuncio cedió ante su indignación. "¡Qué!"
respondió, “suponiendo que el papa abandonara al emperador, ¿debe
este último renunciar a su religión? Si Charles desea vengarse así ...
¡déjelo temblar! esta bajeza se volverá contra sí mismo ". Pero las
amenazas del nuncio no conmovieron a los diplomáticos imperiales.
Notas finales:

1. Studium flagrantissimum religionis. Ardor


indolis..incredibile quanta solertia..Pallavicini, 1:84.
2. Ver vol. 1. P. 19. Capello, embajador de Venecia en Roma
en 1500, dice de César: Tutta Roma trema di esso ducha
non li faza amazzar ... Extraído por R anke de un
manuscrito . Relatione en los archivos de Viena.

3. Er wird ubel als ein gebohrner Jude und schaendlicher


Epicurer beschrieben. Seckend. 288. Integritas vitae qua
praenoscebatur. Pallavicini, 1:84.
4. Cui tota sollicitudo inniteretur nascentis haeresis evell
endae. Pallavicini, 1:83.
5. Insculptam altiusque en mentibus universae fere
Germaniae. Ibídem. 1:88.
6. In vi innumerabilium gladiorum qui infinitum populum
trucidarent. Ibídem.
7. Non satis ad expurgandum aerem Germaniae jam
tabificum. Ibídem. pags. 89.

8. Caesaris edictum in caput..Lutheri. Ibídem.


9. Audiamus antea hac in re patrem nostrum Fredericum. L.
Opp. Lat. 2: 117.
10. Cui ita loquenti de improviso sese addit Alcander. L.
Opp. Lat. 2: 117.
11. Non posse oum Luthero conjungi, quin sejungeretur a
Christo. Pallav. 1:86.
12. Ut de eo suppl icium sumeret, vel captum pontifici
transmitteret. L. Opp. Lat. 2: 117.
13. Sonderliche Gunst und Gnade zu mir unsirdiglich und
den grossen Willen und Lust zu der heiligen gottlichen
Wahrheit. L. Epp. 1: 548. Carta a John Frederick, 30 de
octubre de 1520.
14. Assiduo flabello ministrorum, illi jugiter suadentium ne
Lutherum desereret. Pallav. 1:86.
15. Evangelium si tale esset, quod potentatibus mundi aut
propagaretur aut servaretur, non illud piscatoribus Deus
demandasset. L. Epp. 1: 521.

16. Ut ingens vis populi, doctorum et rudium, sacrorum et


profanorum, ver conjunxerint. L. Opp. Lat. 2: 116.
17. Quo audito, Marinus et Aleander seorsim cum suis
locuti sunt. L. Opp. Lat. 2: 117.
18. Homerica appellatione murum Germaniae. Corp. Ref. 1:
272.
19. Et futurum erat..ut tandem prorsus extingueret ur illa
scintilla Christianae pietatis; haec moverunt animuns
Lutheri..qui nec honores ambit, nec pecuniam cupit.
Erasm. Epp. Lond. 1642, pág. 586.

20. Favent vero ferme boni omnes. Corp. Ref. 1: 205.


21. Er will von mir ungennent seyn. L. Epp. 1: 525. Nam ea
res me g ravat, et Lutherum-non sublevat. Corp. Ref. 1:
206.
22. Da sperret auch wahrlich mein gnadister Herr seine
Augen nur wohl auf..Spalatin, Hist. EM. En Seckend. Pág.
291.
23. Lutherus peccavit in duobus, nempe quod tetigit
coronam pontificis et ventres monachorum.
24. Cum optimus quisque et evangelicae doctrinae
proximus dicatur, minime offensus Luthero. Axiomata
Erasmi en L. Opp. Lat. 2: 115.

25. Bullae saevitia probos omnes offendit, ut indigna


mitissimo Christi vicario. Ibídem.
26. Ardua negociación urgente. Ibídem.
27. Mundus sitit veritatem evangelicam. Ibídem.

28. Sollicitatis per nocturnos congressus..Pallav. 1:87.


29. Quae macho Torquebant Aleandrum. Ibídem.
30. Prudentis erat consilii, hominis pravitatem dissimulare.
Ibídem. 88.
31. Despachos de Manuel Llorente, 1: 398.
32. Caesarem ita se gesturum erga Pontificem, uti se
Pontifex erga Caesarem gereret. Pallav. 1:91.
LIBRO 6
CAPÍTULO 12

Si los legados de Roma fracasaban con los poderosos de este mundo,


los agentes inferiores del papado lograban sembrar problemas entre
los rangos inferiores. El ejército de Roma había escuchado las órdenes
de su jefe. Los sacerdotes fanáticos usaban la bula para alarmar las
conciencias tímidas, y los eclesiásticos bien intencionados pero poco
ilustrados consideraban un deber sagrado actuar de conformidad con
las instrucciones del Papa. Fue en el confesionario donde Lutero había
comenzado su lucha contra Roma; 1 fue en el confesionario donde
Roma contendió contra los adherentes del reformador. Explorado en la
faz del mundo, el toro se hizo poderoso en estos solitarios tribunos .
"¿Has leído las obras de Lutero?" preguntaron los confesores; “¿Posees
alguno de ellos? ¿los considera verdaderos o heréticos? " Y si el
penitente dudaba en pronunciar el anatema, el sacerdote rechazaba la
absolución. Muchas conciencias se turbaron. Prevaleció una gran
agitación entre la gente. Esta hábil maniobra propuso restaurar el
yugo papal al pueblo ya conquistado por el Evangelio. Roma se felicitó
de haber erigido en el siglo XIII este tribunal, tan hábilmente
adaptado para hacer de las conciencias libres de los cristianos esclavos
de los sacerdotes. 2 Mientras esto permanezca en pie, su reinado no ha
terminado.
Lutero fue informado de estos procedimientos. ¿Qué puede hacer, sin
ayuda, para frustrar esta maniobra? La Palabra, la Palabra proclamada
en voz alta y con valentía, será su arma. La Palabra encontrará acceso a
esas conciencias alarmadas, esas almas aterrorizadas, y les dará
fuerzas. Fue necesario un impulso poderoso, y la voz de Luther se hizo
oír. Se dirige a los penitentes con dignidad intrépida, con un noble
desdén de todas las consideraciones secundarias. “Cuando se le
pregunte si aprueba o no mis libros”, dijo, “responda: 'Usted es un
confesor, y no un inquisidor o un carcelero. Mi deber es confesar lo que
mi conciencia me lleva a decir: el tuyo no es sondear y extorsionar los
secretos de mi corazón. Dame la absolución, y luego disputa con
Lutero, con el Papa, con quien quieras; pero no conviertas el
sacramento de la penitencia en riña y pelea. ' - Y si el confesor no cede,
entonces (continúa Lutero) prefiero ir sin absolución. No te inquietes:
si el hombre no te absuelve, Dios lo hará. Alégrate de haber sido
absuelto por Dios mismo y preséntate al altar sin miedo. En el último
juicio, el sacerdote tendrá que rendir cuentas de la absolución que le
ha negado. Pueden privarnos del sacramento, pero no pueden
privarnos de la fuerza y la gracia que Dios ha conectado con él. No está
en su voluntad ni en su poder, sino en nuestra propia fe, que Dios ha
puesto la salvación. Prescindir del sacramento, el altar, el sacerdote y la
iglesia; la Palabra de Dios, condenada por el toro, es más que todas
estas cosas. El alma puede prescindir del sacramento, pero no puede
vivir sin la Palabra. C risto, el verdadero obispo, se compromete a darle
alimento espiritual “. 3
Así se hundió la voz de Lutero en todas las conciencias alarmadas y se
abrió paso en todas las familias atribuladas, impartiendo valor y fe.
Pero no se contentaba implicamente con defenderse; sintió que debía
convertirse en el asaltante y devolver golpe por golpe. Un teólogo
romano, Ambrose Catharinus, había escrito contra él. “Voy a remover
la bilis de esta bestia italiana”, dijo Lutero. 4 Cumplió su palabra. En su
respuesta, demostró, por las revelaciones de Daniel y San Juan, por las
epístolas de San Pablo, San Pedro y San Judas, que el reinado del
Anticristo, predicho y descrito en la Biblia, era el Papado. . “Sé con
certeza”, dijo al final, “que nuestro Señor Jesucristo vive y reina. Fuerte
en esta seguridad, no debería temer a muchos miles de papas. Que
Dios nos visite al fin según su poder infinito, y nos muestre el día del
glorioso advenimiento de su Hijo, en el cual destruirá al maligno. 5 Y
diga todo el pueblo: ¡Amén!
Y todo el pueblo dijo: ¡Amén! Un terror sagrado se apoderó de sus
almas. Fue el Anticristo a quien vieron sentado en el trono pontificio.
Esta nueva idea, que obtuvo mayor fuerza de las descripciones
proféticas lanzadas por Lutero en medio de sus contemporáneos,
infligió el golpe más terrible a Roma. La fe en la Palabra de Dios
reemplazó a la fe de la que sólo la Iglesia había disfrutado hasta
entonces ; y el poder del Papa, durante mucho tiempo objeto de
adoración entre las naciones, se había convertido ahora en una fuente
de terror y aborrecimiento.
Alemania respondió a la bula papal abrumando a Lutero con sus
aclamaciones. Aunque la plaga asolaba Wittenberg , cada día llegaban
nuevos estudiantes, y de cuatrocientos a seiscientos discípulos se
sentaban habitualmente a los pies de Lutero y Melancthon en los
pasillos de la academia. Las dos iglesias pertenecientes al convento y la
ciudad no eran lo suficientemente grandes para la multitud que
colgaba escuchando las palabras del reformador. El prior de los
agustinos temía que estos templos cayeran bajo el peso de los oyentes.
6 Pero este movimiento espiritual no se limitó a los muros de
Wittenberg; se extendió por Alemania. Príncipes, nobles y eruditos de
todos los rincones se dirigieron a Lutero en cartas que respiraban
consuelo y fe. El médico le mostró al capellán más de treinta. 7
El margrave de Brandeburgo vino un día a Wittenberg, con varios
otros príncipes, para visitar a Lutero. “Querían ver al hombre”, dijo
este último. 8 En verdad, todos deseaban ver al hombre cuyas palabras
habían conmovido al pueblo y habían hecho tambalear al pontífice de
Occidente sobre su trono.
El entusiasmo de los amigos de Lutero aumentaba cada día. "Qué
tontería inaudita en Emser", exclamó Melancthon, "que se ha atrevido
a medirse con nuestro Hércules, sin percibir el dedo de Dios en cada
una de las acciones de Lutero , 9 como el Faraón no lo vería en las de
Moisés". La gentil Melancthon encontró palabras de poder para
despertar a quienes parecían retroceder o incluso permanecer
inmóviles. “Lutero ha defendido la verdad”, le escribió a John Hes , “¡y
sin embargo, guardan silencio! ... Él sigue vivo y prosperando, aunque
el león (Leo) está irritado y rugiendo. Tenga en cuenta que es imposible
que la impiedad romana apruebe el Evangelio. 10 ¿Cómo puede faltar
esta era en hombres como Judas, Caifás, Pilato o Herodes? Ármate, por
tanto, con las armas de la Palabra de Dios contra tales adversarios ”.
Todos los escritos de Lutero, su Padre Nuestro y, en particular, su
nueva edición de la Teología alemana, 11 fueron examinados con
avidez. Se formaron clubes de lectura para la circulación de sus obras
entre sus miembros. Sus amigos los reimprimieron y los distribuyeron
a través de vendedores ambulantes. Fueron recomendados desde el
púlpito. Hubo un deseo general de una Iglesia alemana ; y el pueblo
exigió que nadie fuera investido de ninguna dignidad eclesiástica, a
menos que pudiera predicar al pueblo en lengua vulgar, y que en todas
partes los obispos de Alemania debían resistir el poder papal.
Tampoco fue así : las sátiras mordaces contra los principales
ultramontanistas circularon por las provincias del imperio. La
oposición reunió todas sus fuerzas en torno a esta nueva doctrina, que
le dio precisamente lo que necesitaba ... una justificación a los ojos de
la religión. La mayoría de los abogados, cansados por las intrusiones de
los tribunales eclesiásticos, se adhirieron a la reforma, pero los
humanistas, en particular, abrazaron con entusiasmo este partido.
Ulrich Hutten fue infatigable. Dirigió cartas a Lutero, a los legados y a
los hombres más importantes de Alemania. “Te lo digo, y repito,
Marino”, le dijo al legado Caraccioli, en una de sus obras, “la oscuridad
con la que habías cubierto nuestros ojos se dispersa; se predica el
Evangelio; se proclama la verdad ; los absurdos de Roma están
abrumados por el desprecio; tus decretos languidecen y mueren; ¡la
libertad comienza a amanecer sobre nosotros! " 12
No contento con emplear la prosa, Hutten también recurrió al verso.
Publicó su Clamor sobre la conflagración luterana, 13 en el que,
apelando a Jesucristo, le suplica que consuma con el brillo de su rostro
a todos los que se atrevan a negar su autoridad. Sobre todo, se dedicó a
escribir en alemán. “ Hasta ahora”, dijo, “he escrito en latín, una lengua
incomprensible para todos; pero ahora me dirijo a todos mis
compatriotas! " Sus rimas alemanas revelaron al pueblo el extenso y
vergonzoso catálogo de los pecados de la corte romana. Pero Hutten no
quería limitarse a meras palabras; estaba ansioso por interferir en la
lucha con la espada; y pensó que la venganza de Dios debería obtenerse
con las espadas y alabardas de esos valientes guerreros de quienes
Alemania estaba tan orgullosa. Lutero se opuso a su loco proyecto: “No
deseo”, dijo, “luchar por el Evangelio con violencia y derramamiento
de sangre. Le he escrito a Hutten en este sentido ". 14
El célebre pintor Lucas Cranach publicó, bajo el título de La Pasión del
Cristo y el Anticristo, un conjunto de grabados que representaban por
un lado la gloria y magnificencia del Papa, y por otro la humillación y
sufrimientos del Redentor. Las inscripciones fueron escritas por
Lutero. Estos grabados, diseñados con considerable habilidad,
produjeron un efecto más allá de todos los ejemplos anteriores. La
gente se retiró de una iglesia que parecía en todos los aspectos tan
opuesta al espíritu de su Fundador. “Este es un muy buen trabajo para
los laicos”, dijo Luther. 15
Muchas personas empuñaron armas contra el papado, que tenían poca
conexión con la santidad de la vida cristiana. Emser había respondido
al libro de Lutero (To the Goat of Leipsic) con otro cuyo título era To
the Bull of Wittenberg. El nombre no fue mal elegido. Pero en
Magdeburgo, la obra de Emser se suspendió en la horca común, con
esta inscripción: “El libro es digno del lugar”, y se colgó un látigo a su
lado, para indicar el castigo que merecía el autor. 16 En Doeblin som e
personas escribieron bajo la bula papal, en la burla de sus truenos
ineficaces, “El nido está aquí, pero las aves han volado”. 17
Los estudiantes de Wittenberg, aprovechando la licencia del carnaval,
vistieron a uno de ellos con un traje similar al del Papa y lo desfilaron
con gran pompa por las calles de la ciudad, pero de una manera un
tanto ridícula, como Lutero observa. 18 Cuando llegaron a la gran
plaza, se acercaron al río y algunos, fingiendo un ataque repentino,
parecieron deseosos de arrojar al Papa al agua. Pero el pontífice, que
tenía pocas ganas de un baño así, se puso manos a la obra; sus
cardenales, obispos y familiares imitaron su ejemplo, dispersándose
por todos los rincones de la ciudad. Los estudiantes los persiguieron
por las calles; y apenas había un rincón en Wittenberg donde algún
dignatario romano no se hubiera refugiado de los gritos y las risas del
populacho excitado. 19 "El enemigo de Cristo", dice Lutero, "que se
burla de los reyes, e incluso de Cristo, merece ricamente ser burlado
de él mismo". En nuestra opinión, está equivocado; la verdad es
demasiado hermosa para ser contaminada así. Sh electrónico debe
combatir sin la ayuda de baladas, caricaturas y las mascaradas de un
carnaval. Quizás, sin estas demostraciones populares, su éxito sería
menos evidente; pero sería más puro y, en consecuencia, más
duradero. Sea como fuere, la conducta imprudente y prejuiciosa de la
corte romana había despertado la antipatía universal; y esta misma
bula, con la que el papado pensó aplastar toda la reforma, fue
precisamente la que hizo estallar la revuelta en todos los rincones.
Sin embargo, el reformador no encontró embriaguez y triunfo en todo.
Detrás de ese carro en el que era arrastrado por un pueblo emocionado
y transportado de admiración, no quería que el esclavo le recordara su
miserable estado. Algunos de sus amigos parecían inclinados a
recuperar sus pasos. Staupitz, a quien llamó su padre, pareció
conmocionado. El Papa lo había acusado y Staupitz había declarado su
voluntad de someterse a la decisión de su santidad. “Me temo”, le
escribió Lutero, “que al aceptar al Papa como juez, parece que usted
me rechaza a mí ya las doctrinas que he mantenido. Si Cristo te ama, te
obligará a recordar tu carta. Cristo es condenado, despojado y
blasfemado; este es un momento para no temer, sino para alzar la voz.
20 F o esta razón, mientras me exhortarnos a ser humilde, yo exhorto
a tener orgullo; porque tienes demasiada humildad, como yo tengo
demasiado orgullo. El mundo puede llamarme orgulloso, codicioso,
adúltero, asesino, antipapa, culpable de todos los delitos ... ¡Qué
importa! siempre que no se me reproche haber guardado impíamente
silencio en el momento en que nuestro Señor dijo con dolor: Miré a mi
diestra y miré, pero no había hombre que me conociera. (Salmo cxlii.)
La Palabra de Jesucristo no es Palabra de paz, sino de espada. Si no
sigues a Jesucristo, caminaré solo, avanzaré solo y solo llevaré la
fortaleza ". 21
Así, Lutero, como un general al frente de un ejército, inspeccionó todo
el campo de batalla; y aunque su voz inspiró a nuevos soldados al
conflicto, descubrió a los de sus tropas que parecían débiles y los llamó
al cumplimiento del deber. Sus exhortaciones se escucharon en todas
partes. Sus cartas se sucedieron rápidamente. Tres imprentas estaban
constantemente ocupadas en multiplicar sus escritos. 22 Sus palabras
recorrieron el pueblo, fortaleciendo las conciencias alarmadas en los
confesionarios, sosteniendo en los conventos almas tímidas que
estaban a punto de desfallecer, y manteniendo los derechos de la
verdad en los palacios de los príncipes.

“En medio de las tormentas que me asaltan”, escribió Lutero al elector,


“esperaba encontrar la paz por fin. Pero ahora veo que este fue el
pensamiento vano de un hombre. De día en día suben las aguas y ya
estoy completamente rodeado por las olas. La tempestad me azota con
espantoso tumulto. 23 Con una mano agarro la espada, con la otra
edifico los muros de Sion ”. 24 Se rompieron sus antiguos lazos: la
mano que había arrojado contra él los truenos de la excomunión los
partió en dos. “Excomulgado por la bula”, dijo, “estoy absuelto de la
autoridad del Papa y de las leyes monásticas. Con gozo doy la
bienvenida a esta liberación. Pero nunca abandonaré el hábito de mi
orden ni del convento ". 25 Y, sin embargo, en medio de esta agitación,
no pierde de vista los peligros a los que está expuesta su alma en la
lucha. Él percibe la necesidad de vigilar estrictamente a sí mismo .
“Haces bien en orar por mí”, le escribió a Pellican, que residía en
Basilea. “No puedo dedicar suficiente tiempo a ejercicios sagrados; la
vida es una cruz para mí. Haces bien en exhortarme a la modestia:
siento su necesidad; pero no soy dueño de mí mismo; Me dejo llevar
por impulsos misteriosos. No deseo mal a nadie; 26 pero mis enemigos
me presionan con tal furor, que no me guardo lo suficiente contra las
tentaciones de Satanás. ¡Reza, entonces, por mí!

Así, el reformador y la Reforma iban encaminados hacia la meta a la


que Dios los llamó. La agitación ganaba terreno. Los hombres que
parecían más fieles a la jerarquía comenzaron a moverse. “Esas mismas
personas”, dice Eck con bastante ingenio, “que tienen los mejores
medios de vida y los ricos prebendas del Papa, permanecen mudos
como peces. Muchos de ellos incluso ensalzan a Lutero como un
hombre lleno del espíritu divino, y tildan a los defensores del Papa de
simples sofistas y aduladores ". 27 La Iglesia, aparentemente llena de
vigilia , sostenida por tesoros, gobiernos y ejércitos, pero en realidad
exhausta y débil, sin amor a Dios, sin vida cristiana, sin entusiasmo
por la verdad, se encontró cara a cara con hombres que eran sencillos
pero valientes, y quienes, sabiendo que Dios está con los que
contienden en nombre de su Palabra, no tenían ninguna duda de la
victoria. En todas las épocas se ha visto cuán grande es la fuerza de una
idea para penetrar en las masas, para conmover a las naciones y para
apresurarlas, si es necesario, por miles al campo de batalla y a la
muerte. Pero si tan grande es la fuerza de una idea humana, ¡qué poder
no debe poseer una idea descendiente del cielo, cuando Dios le abre
las puertas del corazón! El mundo no ha visto a menudo tanto poder en
acción; sin embargo, se vio en los primeros días del cristianismo y en el
tiempo de la Reforma; y se verá en edades futuras. Los hombres que
despreciaban las riquezas y la grandeza del mundo, que estaban
contentos con una vida de dolor y pobreza, comenzaron a inclinarse a
favor de todo lo que era más sagrado sobre la tierra: la doctrina de la fe
y la gracia. Todos los elementos religiosos fermentaban bajo la agitada
superficie de la sociedad; y el fuego del entusiasmo urgió a las almas a
lanzarse con valentía a esta nueva vida, a esta época de renovación,
que tan grandiosamente se abría ante ellos, y hacia donde la
Providencia apresuraba a las naciones.

Notas finales:
1. Ver vol. 1. Pág. 94.
2. En 1215 por el IV Concilio de Letrán, bajo Inocencio III.
3. Und wird dich der rechte Bischoff Christus selber
speisen..L. Op. (L.) 17: 565.
4. Italicae Bestiae Bilem movebo. L. Epp. 1: 570.
5. Ostendat illum diem adventus gloriae Filii sui, quo
destruatur iniquus iste. L. Opp. Lat. 2: 162.
6. Es mochte noch gar die Kirche und Capelle um der
Menge willen einfallen. Spalatin en Seckend. Pág. 295.
7. Mehr als dreyssig Br iefe von Fursten..Ibid.
8. Vilere enim hominem voluerunt. L. Epp. 1: 544, de fecha
16 de enero de 1521.
9. Dei digitum esse quae a Martino fiant. Corp. Ref. 1: 282.

10. Non posse Evangelium omanae impietati probari.


Ibídem. 280.
11. Ver vol. 1. P. 75.
12. Ablata illa est a vobis i nducta olim nostris oculis caligo,
praedicatur Evangelium..spes est libertatis. Ulrich ab
Hutten Eques, Mar. Carrac. L. Opp. Lat. 2: 176.
13. Quo tu oculos, pie Christe, tuos frontisque severae.
Tende supercilium, teque esse ostende neganti. Qui te
contemnunt i gitur, mediumque tonanti. Ostendunt
digitum, tandem iis te ostende potentem. Te videat ferus
ille Leo, te tota malorum. Sentiat illuvies, scelerataque
Roma tremiscat, Ultorem scelerum discant te vivere
saltem, Qui regnare negant. En incedium Lutheranum
Exc lamatio Ulrichi Hutteni Equitis, Mar. Carac. L. Opp.
Lat. 2: 176.
14. Nollem vi et caede pro Evangelio certari; ita ut scripsi ad
hominem. L. Epp. 1: 543.

15. Bonus est pro laicis liber. L. Epp. 1: 571. Este libro que
merece una reimpresión, lo encontré en la biblioteca de
Zurich.
16. In publico infamiae loco affixus. Ibídem. 560.
17. Das Nest iste hie, die Vogel sind ausgeflogen. Ibídem.
570.
18. Nimis ludicre Papam personatum circumvenerunt
sublimem et pompaticum. Ibídem. 561.
19. Fugitivum cum cardinalibus, episcopis, familisque suis,
en buceadores como partes oppidi disperserunt et
insecuti sunt. L. Epp. 1. 17 de febrero de 1521.

20. Non enim hoc tempus timendi sed clamandi. Ibídem.


557.
21. Quod si tu non vis sequi, sine me ire et rapi. Ibídem. 558.
22. Cum tria prela solus ego ocupare cogar. L. Epp. 1: 558.
23. Videns rem tumultuosissimo tumultu tumultuantem
Ibid. 546.
24. Una manu gladium apprehendens et altera murum
aedificaturus. Ibídem. 565.
25. Ab ordinis et Papae legibus solutus..quod gaudeo et
amplector. Ibídem. 558.

26. Compos mei non sum, rapior nescio quo spiritu, cum
nemini me male velle conscius sim. Ibídem. 555.
27. Epista Reynald. J. Eckii ad Cardinalem Contarenum.

LIBRO 7
CAPÍTULO 1

La Reforma, iniciada por las luchas de un espíritu humilde en la celda


de un claustro en Erfurth, había aumentado continuamente. Un
individuo oscuro , llevando en su mano la Palabra de Vida, se había
mantenido firme ante los poderosos del mundo, y ellos se habían
estremecido ante él. Había empuñado este brazo de la Palabra de Dios,
primero contra Tetzel y su numeroso ejército; y esos mercaderes
codiciosos, después de una breve lucha, habían huido: luego lo empleó
contra el legado romano en Augsburgo; y el legado, asombrado, había
dejado que la presa se le escapara: un poco más tarde, con su ayuda,
luchó contra los campeones del saber en los salones de Leipsic; un nd
el asombro teólogos habían contemplado sus armas silogísticas
estremecían en sus manos; y, por último, con este solo brazo, se había
opuesto al Papa, cuando éste, perturbado en su sueño, se habían
levantado en su trono a la explosión de la desafortunada monje h son
truenos; y esta misma Palabra había paralizado todo el poder de esta
cabeza de la cristiandad. Faltaba una lucha final. El Verbo estaba
destinado a triunfar sobre el emperador de Occidente, sobre los reyes y
príncipes de la tierra; y luego, victorioso sobre todos los poderes del
mundo, levantarse en la Iglesia y reinar como la misma Palabra de
Dios.
La nación entera estaba agitada. Príncipes y nobles, caballeros y
ciudadanos, clérigos y laicos, ciudad y campo, todos participaron en la
lucha. Una poderosa revolución religiosa , de la que Dios mismo fue el
motor principal, pero que también estaba profundamente arraigada en
la vida del pueblo, amenazó con derrocar al jefe de la jerarquía
romana, venerado durante mucho tiempo. Una nueva generación de
espíritu serio, profundo, activo y enérgico , llenó las universidades,
ciudades, juzgados, castillos, distritos rurales y, con frecuencia, incluso
los claustros. El presentimiento de que se avecinaba una gran
transformación de la sociedad inspiró a todas las mentes con santo
entusiasmo. ¿Cuál sería la posición del emperador con respecto a este
movimiento de la época? ¿Y cuál sería el fin de este formidable impulso
por el que todos los hombres se dejaron llevar? ......

Estaba a punto de iniciarse una dieta solemne: era la primera


asamblea del imperio que iba a presidir Carlos. Como Nu Remberg,
donde debería haberse celebrado, de acuerdo con la Bula de Oro,
sufría la plaga, fue convocada para reunirse en Worms el 6 de enero de
1521. 1 Nunca antes se habían reunido tantos príncipes en la dieta;
cada uno deseaba participar en este primer acto del gobierno del joven
emperador y se alegraba de la oportunidad de desplegar su poder. El
joven landgrave Felipe de Hesse, entre otros, que luego desempeñaría
un papel tan importante en la Reforma , llegó a Worms, a mediados de
enero, con seiscientos jinetes, entre los que se encontraban guerreros
famosos por su valor.
Pero un motivo mucho más fuerte inclinó a los electores, duques,
arzobispos, landgraves, margraves, condes, obispos, barones y señores
del imperio, así como a los diputados de las ciudades y a los
embajadores de los reyes de la cristiandad, a amontonarse con sus
trenes brillantes los caminos que conducían a Worms. Se había
anunciado que, entre otros asuntos importantes que debían someterse
a la dieta, estaría el nombramiento de un consejo de regencia para
gobernar el imperio durante la ausencia de Carlos y la jurisdicción de
la cámara imperial; pero la atención pública se dirigió más
particularmente a otra cuestión, que el emperador también había
mencionado en sus cartas de convocatoria: la de la Reforma. Los
grandes intereses de la política mundana palidecieron ante la causa
del monje de Wittenberg. Fue esto lo que formó el principal tema de
conversación entre los nobles personajes que llegaron a Worms.
Todo anunciaba que la dieta sería tormentosa y difícil de manejar.
Carlos, que apenas tenía veinte años, estaba pálido, de salud débil y,
sin embargo, un jinete elegante, capaz de romper una lanza como
otros de su tiempo; su carácter estaba tan poco desarrollado; su aire era
grave y melancólico, aunque de expresión amable, y hasta ese
momento no había mostrado ningún talento notable y no parecía
haber adoptado una línea de conducta decidida. El hábil y activo
William de Croi, señor de Chievres , su gran chambelán, tutor y primer
ministro, que gozaba de una autoridad absoluta en la corte, murió en
Worms: aquí se encontraron numerosas ambiciones; muchas pasiones
chocaron; los españoles y los belgas competían entre sí en sus
esfuerzos por infiltrarse en los consejos del joven príncipe; los nuncios
multiplicaron sus intrigas; los príncipes alemanes hablaron con
valentía. Se podría prever fácilmente que las prácticas clandestinas de
los partidos tendrían una participación principal en la lucha. 2
Pero sobre todas estas escenas de agitación se cernía una voluntad
terrible: el papado romano, que, inflexible como el destino de los
antiguos, había aplastado incesantemente durante siglos a todos los
médicos, reyes o pueblos que se habían opuesto a su tiránico progreso.
Una carta escrita en Roma en el mes de enero de 1521, y por un
ciudadano romano, revela sus intenciones. “Si no me equivoco, el único
asunto en su dieta será este asunto de Lutero, que nos causa muchos
más problemas que el propio turco. Nos esforzaremos por admirar al
joven emperador mediante amenazas, oraciones y caricias fingidas.
Nos esforzaremos por ganar a los alemanes ensalzando la piedad de
sus antepasados y haciéndoles ricos presentes y generosas promesas. Si
estos métodos no tienen éxito, depondremos al emperador; absolver al
pueblo por su obediencia; elige a otro (y será el que más nos convenga)
en su lugar; avivar la guerra civil entre los alemanes, como acabamos
de hacer en España; 3 y convoque en nuestra ayuda a los ejércitos de
los reyes de Francia, Inglaterra y todas las naciones de la tierra. 4
Probidad, honor, religión, Cristo: nos burlaremos de todo, siempre
que nuestra tiranía se salve ". 5 Una familiaridad mínima con la
historia del papado es suficiente para mostrar que estas palabras son
una descripción fiel de su política. Es lo mismo que Roma siempre ha
hecho cuando ha tenido el poder: sólo que ahora los tiempos han
cambiado un poco. Pronto la veremos ocupada en su tarea.

Charle s abrió la dieta el 28 de enero de 1521, fiesta de Carlomagno. Su


mente estaba llena de la gran importancia de la dignidad imperial.
Dijo, en su discurso de apertura, que ninguna monarquía podía
compararse con el imperio romano, al que casi todo el mundo se había
sometido en tiempos pasados; que, lamentablemente, este imperio era
una mera sombra de lo que había sido; pero que, por medio de sus
reinos y poderosas alianzas, esperaba devolverle su antigua gloria.

Pero al joven emperador se le presentaron de inmediato numerosas


dificultades . ¿Qué debe hacer, colocado entre el nuncio papal y el
elector a quien estaba en deuda por su corona? ¿Cómo puede evitar
disgustar a Aleander o Frederick? El primero suplicó al emperador que
ejecutara la bula del Papa, y el segundo le suplicó que no tomara
medidas contra el monje hasta que hubiera sido escuchado. Deseoso de
complacer a ambas partes, el joven príncipe, durante su estadía en
Oppenheim, había escrito al elector para que llevara a Lutero con él a
la dieta, asegurándole que no se mostraría injusticia al reformador,
que no se usaría violencia contra él, y que los eruditos conferenciaran
con él.
Esta carta, acompañada de otros de Chievres y del conde de Nassau,
dejó al elector en una gran perplejidad. En todo momento, la alianza
del Papa podía volverse necesaria para el joven y ambicioso
emperador, y entonces se selló el destino de Lutero. Si Frederick lleva
al reformador a Worms, podría estar llevándolo al cadalso. Y, sin
embargo, las órdenes de Charles fueron precisas. El elector ordenó a
Spalatin que le comunicara a Lutero las cartas que había recibido. "Los
adversarios", le dijo el capellán, "están haciendo todo lo posible para
acelerar este asunto". 6
Los amigos de Lutero se alarmaron, pero él mismo no tembló. Su salud
era en ese momento muy débil; pero eso era un asunto trivial para él.
“Si no puedo ir a Worms con buena salud”, respondió al elector, “me
llevarán allí, enfermo como estoy. Porque si el emperador me llama, no
dudo que es el llamado de Dios mismo. Si desean usar la violencia
contra mí, y eso es muy probable (porque no es por instrucción de
ellos que me ordenan comparecer), pongo el asunto en manos del
Señor. Aún vive y reina quien preservó a los tres jóvenes en el horno de
fuego ardiente. Si no me salva, mi vida tiene poca importancia. Sólo
evitemos que el Evangelio sea expuesto al desprecio de los impíos, y
derramemos nuestra sangre por él, por temor a que triunfen. No me
corresponde a mí decidir si mi vida o mi muerte contribuirán más a la
salvación de todos. Oremos a Dios para que nuestro joven emperador
no comience su reinado mojando sus manos en mi sangre. Preferiría
morir por la espada de los romanos. ¿Sabes qué castigo se infligió al
emperador Segismundo después del asesinato de John Huss? Puedes
esperar todo de mí ... excepto la huida y la retractación. 7 ¡ Volar no
puedo, y menos retraerme!
Antes de recibir la respuesta de Lutero , el elector había formado su
resolución. Este príncipe, que avanzaba en el conocimiento del
Evangelio, se volvió ahora más decidido en su conducta. Sintió que la
conferencia de Worms no tendría un resultado favorable. “Parece un
asunto difícil”, escribió en respuesta a Charles, “llevar a Luther
conmigo a Worms; Le suplico que me alivie de esta ansiedad. Además,
nunca he estado dispuesto a defender su doctrina, sino solo para evitar
que sea condenado sin audiencia. Los legados, sin esperar sus órdenes,
se han permitido dar un paso de inmediato para deshonrarnos a
Lutero ya mí; y mucho me temo que arrastraron a Lutero a cometer un
acto muy imprudente, que podría exponerlo a un gran peligro si se
presentara ante la dieta ". El elector aludió a la quema de la bula papal.
Pero el rumor de la venida de Lutero ya corría por la ciudad. Los
hombres ávidos de novedades estaban encantados; los cortesanos del
emperador se alarmaron; pero ninguno mostró mayor indignación que
la que comió la pierna papal . En su viaje, Aleander había podido
descubrir hasta qué punto el Evangelio anunciado por Lutero había
encontrado eco en todas las clases de la sociedad. Hombres de letras,
abogados, nobles, el clero inferior, las órdenes regulares y el pueblo
fueron ganados para la Reforma . 8 Estos amigos de la nueva doctrina
caminaban valientemente con la cabeza erguida; su lenguaje era
intrépido y atrevido; un terror invencible congeló los corazones de los
partidarios de Roma. El papado seguía en pie, pero sus cimientos se
tambaleaban; porque sus oídos ya distinguían un presagio de
destrucción, como ese murmullo indistinto que se escucha antes de
que la montaña caiga y se desmorone en polvo. 9 Aleander, en el
camino a Worms, con frecuencia no pudo contenerse . Si deseaba cenar
o dormir en cualquier lugar, ni los sabios, ni los nobles, ni los
sacerdotes, incluso entre los supuestos partidarios de Roma, se
atrevían a recibirlo; y el altivo nuncio se vio obligado a buscar
alojamiento en posadas de la clase más baja. 10 Aleander se asustó y
empezó a pensar que su vida corría peligro. Así llegó a Worms, y a su
fanatismo romano se le añadió el sentimiento de las humillaciones
personales que él y él sufrían. Inmediatamente utilizó todos sus
esfuerzos para prevenir la aparición del audaz y formidable Lutero.
"¿No sería escandaloso", dijo, "ver a los laicos examinar de nuevo una
causa ya condenada por el Papa?" Nada es tan alarmante para un
cortesano romano como la investigación; y sin embargo, si esto
sucediera en Alemania, y no en Roma, cuán grande sería la
humillación, incluso si la condena de Lutero se acordara
unánimemente; pero tal resultado no parecía seguro en absoluto. ¿No
arrastrará la poderosa elocuencia de Lutero, que ya ha cometido tales
estragos, a muchos príncipes y señores a una destrucción inevitable?
Aleandro presionó a Carlos con fuerza: suplicó, amenazó y habló como
el nuncio del jefe de la Iglesia. 11 Carlos se sometió y escribió al elector
que, habiendo transcurrido ya el tiempo acordado a Lutero, este monje
estaba bajo la excomunión papal, de modo que, si no se retractaba de
lo que había escrito, Federico debía dejarlo en Wittenberg. Pero este
príncipe ya había abandonado Sajonia sin Lutero. “Ruego al Señor que
sea favorable a nuestro elector”, dijo Melancthon, al verlo partir. “Es
sobre él todas nuestras esperanzas para la restauración del reposo de
la cristiandad. Sus enemigos se atreverán a cualquier cosa y no dejarán
piedra sin remover; 12 pero Dios confundirá los concilios de Ahitofel.
En cuanto a nosotros, mantengamos nuestra parte del combate con
nuestra enseñanza y con nuestras oraciones ". Luther estaba
profundamente afligido por la prohibición de ir a Worms. 13
A Aleander no le bastaba con que Lutero no se presentara en Worms;
deseaba su condenación. Continuamente solicitaba a los príncipes,
prelados y diferentes miembros de la dieta; acusó al monje agustín no
sólo de desobediencia y aquí , sino también de sedición, rebelión,
impiedad y blasfemia. Pero el mismo tono de su voz delataba las
pasiones que lo animaban. “Lo mueve el odio y la venganza, mucho
más que el celo y la piedad”, fue el comentario general; 14 y frecuentes
y violentos como eran sus discursos, no hizo conversos a sus
sentimientos. 15 Algunas personas le observaron que la bula papal sólo
había condenado a Lutero condicionalmente; otros no pudieron ocultar
del todo la alegría que sentían por esta humillación de la altivez de
Roma. Los ministros del emperador por un lado, los electores
eclesiásticos por otro, mostraron una marcada frialdad; el primero,
para que el Papa sintiera la necesidad de irse con su maestro; lo último,
que el pontífice pudiera comprar su apoyo a un precio más elevado. En
la asamblea predominaba un sentimiento de inocencia de Lutero; y
Aleander no pudo contener su indignación.
Pero la frialdad de la dieta hizo que el legado fuera menos impaciente
que la frialdad de Roma. Roma, que había tenido tantas dificultades
para considerar seriamente esta disputa de un “alemán borracho”, no
imaginaba que la bula del soberano pontífice sería ineficaz para
humillarlo y reducirlo. Había reanudado todo su descuido , 16 y no
envió más toros ni dinero. Pero, ¿cómo podrían llevar este asunto a un
problema sin dinero? 17 Roma debe despertarse. Aleander lanzó un
grito de alarma. “Alemania se está separando de Roma”, le escribió al
cardenal de Medicis; “Los príncipes se están separando del Papa. Sin
embargo, un poco más de demora, aún un poco más de negociación, y
la esperanza se habrá ido. ¡Dinero! ¡dinero! o Alemania está perdida ".
18
Roma despierta con este grito ; los vasallos del papado, emergiendo de
su letargo, se apresuraron a forjar sus temibles rayos en el Vaticano. El
Papa emitió una nueva bula; 19 y la excomunión, con la que el médico
hereje sólo había sido amenazado hasta ahora, se pronunció
decididamente contra él y todos sus seguidores. Roma, al romper el
último lazo que todavía lo ligaba a la Iglesia, aumentó la libertad de
Lutero, y con una mayor libertad vino un aumento de fuerza.
Maldecido por el Papa, se refugió con nuevo amor a los pies de Cristo.
Expulsado de los patios exteriores del templo, sintió con más fuerza
que él mismo era un templo en el que moraba el Dios viviente.
“Es una gran gloria”, dijo, “que nosotros los pecadores, al creer en
Cristo y comer su carne, poseamos dentro de nosotros, con todo su
vigor, su poder, sabiduría y justicia, como está escrito: Todo aquel que
cree en mí, en él habito. ¡Maravilloso lugar de morada! Tabernáculo
maravilloso! muy superior al de Moisés, y magníficamente adornado
con hermosos tapices, cortinas de púrpura y adornos de oro; mientras
que afuera, como en el tabernáculo que Dios mandó construir en el
desierto del Sinaí, no percibimos nada más que una tosca cubierta de
pelo de cabra y pieles de carnero. 20 A menudo los cristianos
tropiezan y, al mirarlos exteriormente, parecen todo debilidad y
reproche. Pero esto no importa, porque debajo de esta debilidad y esta
insensatez habita en secreto un poder que el mundo no puede conocer,
y que sin embargo vence al mundo; porque Cristo habita en nosotros. A
veces he visto a cristianos caminar cojos y con gran debilidad; pero
cuando llegó la hora del conflicto o de comparecer ante el tribunal del
mundo, Cristo de repente se agitó con ellos, y se volvieron tan fuertes y
resueltos, que Satanás huyó asustado de delante de ellos ”. 21
Pronto llegaría esa hora para Lutero; y Cristo, en cuya comunión
moraba, no podía fallarle. Mientras tanto, Roma lo rechazó con
violencia. El reformador y todos sus partidarios fueron malditos,
cualquiera que fuera su rango y poder, y desposeídos, con sus
herederos, de todos sus honores y bienes. Todo cristiano fiel, que
valoraba la salvación de su alma, debía huir al ver esta banda maldita.
Dondequiera que se hubiera introducido la herejía, se ordenó a los
sacerdotes, los domingos y festivos, a la hora en que las iglesias
estaban atestadas de fieles, que publicaran la excomunión con la
debida solemnidad. Los altares debían ser despojados de sus
ornamentos y vasos sagrados; la cruz para ser puesta en el suelo; doce
sacerdotes que sostenían velas en sus manos fueron los primeros en
encenderlas, y luego arrojarlas violentamente a la tierra, para
apagarlas bajo sus pies; el obispo debía entonces proclamar la
condenación de estos incrédulos; todas las campanas iban a sonar; los
obispos y sacerdotes debían pronunciar sus anatemas y maldiciones, y
predicar valientemente contra Lutero y sus seguidores.
La excomunión se había publicado en Roma veintidós días, pero
probablemente aún no había llegado a Alemania, cuando Lutero, al ser
informado de que había otra conversación de convocarlo a Worms,
escribió una carta al elector, redactada de tal manera que Frederick
podría mostrárselo a la dieta. Lutero deseaba corregir las ideas
erróneas de los príncipes y exponer francamente ante este augusto
tribunal la verdadera naturaleza de una causa tan incomprendida. “Me
regocijo con todo mi corazón, Serenísimo Señor”, dice, “que su
majestad imperial desee convocarme ante él para tocar su asunto.
Llamo a Jesucristo para que testifique que es la causa de toda la
nación alemana, de la Iglesia universal, del mundo cristiano. No, de
Dios mismo ... y no de un individuo, especialmente uno como yo. 22
Estoy listo para ir a Worms, siempre que tenga un salvoconducto y
jueces eruditos, piadosos e imparciales. Estoy listo para responder ...
porque no es de un espíritu presuntuoso, o para obtener alguna
ventaja, que he enseñado la doctrina con la que se me reprocha: es en
obediencia a mi conciencia y a mi juramento como doctor de las
Sagradas Escrituras: es para la gloria de Dios, para la salvación de la
Iglesia cristiana, para el bien de la nación alemana, y para la
extirpación de tanta superstición, abuso, maldad, escándalo, tiranía,
blasfemia, e impiedad ".
Esta declaración, redactada en un momento tan solemne para Lutero,
merece una atención especial. Tales fueron los motivos de sus acciones
y los resortes internos que llevaron al resurgimiento de la sociedad
cristiana. ¡Esto es muy diferente de los celos de un monje o del deseo
de casarse!

Notas finales:
1. Sleidan, vol. 1:80.
2. Es gieng aber auf diesem Reichstag gar schlupferig
zu..Seckend. Pág. 326.
3. Historia de Charles V. de Robertson, libro 3.
4. Caesarem deponemus, populos subjectione debita lib
erabimus, seditionem inter Germanos, quemadmodum
nunc inter Histpanos, concitabimus, Gallum, Anglum, et
omnes terrae reges ad arma convocabimus. Ricderer,
Nachrichten. 1: 179.
5. Tantum ut voti compotes evadere valeamus, nihil pensi
apud nos erit, non Christus, neque fides, pietas, honestas,
probitas, dummodo tyrannis nostra sit salva. Ibídem.
6. Adversarios omnia moliri ad maturandum id negoii. L.
Epp. 1: 534.
7. Omnia de me praesumas praeter fugam et palinodiam. L.
Epp. 1: 536.
8. Multitudo..turba pauperum, nobi lium .. grammatici ..
causidici .. inferiores ecclesiastici .. factio multorum
regularium .. Pallav. 1:93.

9. Hae omnes conditiones petulanter grassantium..metum


cuilibet incutiebant. Pallav. 1:93.
10. Neminem nactus qui auderet ipsum excipere, ad vilia
sordidaque hos pitia aegre divertit. Ibídem.
11. Legati Romani nolunt ut audiatur homo haereticus.
Minantur multa. Zw. Epp. Pág. 157.
12. Kai panta liqon kinhsomenouv. Corp Ref. 1: 279. 24 de
enero.
13. Cum dolore legi novissimas Caroli. Eteras. L. Epp. L. 542.
14. Magis invidia et vindict ae libidine quam zelo pietatis.
Historia Johannis Cochioei, de actis et scriptis Martini
Lutheri, París, 1565, p. 27, verso. Cocloeus fue durante
toda su vida uno de los enemigos más empedernidos de
Lutero. Pronto aparecerá en el escenario.
15. Vehementibus suis orationibus parum promovit.
Cochloeus.
16. Negligens quaedam securitas Romam pervaserat. Pallav.
1:94.
17. Nec pecunia ad varios pro eadem sumptus. Ibídem.
18. Periculum denique amittendae Germaniae ex
parcimonia monetae cujusdam. Ibídem.
19. Decet Romanum Pontificem, etc. Bullarium Romanum.
20. Éxodo 26: 7, 14.
21. Así que regete sich der Christus, dass sie so fest wurden,
dass der Teufel fliehen musste. L. Opp. 9: 613, sobre Juan
6:56.
22. Causam, quae, Christo teste, Dei, christiani orbis,
ecclesiae catholicae, et totius Germ anicae nationis, et
non unius et privati est hominis. L. Epp. 1: 551.
LIBRO 7
CAPÍTULO 2

Pero todo esto fue de poca importancia para los políticos. Por noble
que pudiera haber sido la idea que Carlos se había formado de la
dignidad imperial, Alemania no era el centro de sus intereses y de su
política. No entendía ni el espíritu ni el idioma de Alemania. Siempre
fue un duque de Borgoña, que a muchos otros cetros había unido la
primera corona de la cristiandad. Fue una circunstancia notable que,
en el momento de su transformación más íntima, Alemania eligiera un
príncipe extranjero, para quien las necesidades y tendencias de la
nación eran de importancia secundaria. Sin duda, el emperador no era
indiferente al movimiento religioso, pero a sus ojos no tenía sentido
excepto en la medida en que amenazaba al Papa. La guerra entre
Carlos y Francisco I era inevitable; el escenario principal de esa guerra
sería Italia. La alianza del Papa se hizo, por tanto, cada día más
necesaria para los proyectos de Carlos. Habría preferido separar a
Federico de Lutero o satisfacer al Papa sin ofender a Federico. Muchos
de sus cortesanos manifestaron en el asunto del monje agustín esa
frialdad desdeñosa que suelen manifestar los políticos cuando se trata
de una cuestión de religión. “Evitemos todas las medidas extremas”,
dijeron. “Enredemos a Lutero con negociaciones y reduzcamos a
silencio con algunas concesiones insignificantes. El curso adecuado es
sofocar y no avivar la llama. Si el monje cae en la red, ¡saldremos
victoriosos! Al aceptar un compromiso, se silenciará y arruinará su
causa. En aras de la forma decretaremos ciertas reformas exteriores; el
elector quedará satisfecho; se ganará al papa; y las cosas reanudarán su
curso normal ".
Tal fue el proyecto formado por los confidentes del emperador. Los
médicos de Wittenberg parecen haber adivinado esta nueva política.
"Están tratando de ganarse a los hombres en secreto", dijo
Melancthon, "y están trabajando en la oscuridad". 1 El confesor de
Carlos, John Glapio, un hombre de gran peso, un hábil cortesano y un
monje astuto, se encargó de la ejecución del plan. Glapio poseía la
plena confianza de Charles; y este príncipe, imitando las costumbres
españolas en este particular, le confió casi por completo el cuidado de
los asuntos relacionados con la religión. Tan pronto como Carlos fue
nombrado emperador, León se apresuró a ganarse a Glapio con
favores que el confesor reconoció muy agradecido. 2 No pudo regresar
mejor a la generosidad del pontífice que aplastando esta herejía, y se
dedicó a la tarea. 3
Entre los consejeros del elector estaba Gregory Bruck, o Pontanus, el
canciller, un hombre de inteligencia, decisión y coraje, que era mejor
erudito en teología que muchos médicos, y cuya sabiduría era capaz de
resistir las artimañas de los monjes en la corte de Carlos. Glapio,
conociendo la influencia del canciller, solicitó una entrevista con él, y
presentándose como si hubiera sido amigo del reformador, dijo con
aire de bondad: “Me llenó de alegría leer los primeros escritos de
Lutero; Pensé que era un árbol vigoroso, que había dado buenas ramas
y había prometido a la Iglesia el fruto más precioso. Mucha gente, es
cierto, ha tenido las mismas opiniones antes de su época; sin embargo,
nadie más que él ha tenido el noble valor de publicar la verdad sin
miedo. Pero cuando leí su libro sobre la cautividad de Babilonia, me
sentí abrumado por los golpes de la cabeza a los pies. No creo ”, agregó
el monje, “ que el hermano Martín se reconocerá a sí mismo como el
autor de la misma; No encuentro en él ni su estilo habitual ni su
aprendizaje ”. Después de una discusión, el confesor continuó:
"Presénteme al elector, y en su presencia le mostraré los errores de
Lutero ".
El canciller respondió que el asunto de la dieta no dejaba a su alteza
ocio y que además no se mezclaba con este asunto. El monje se molestó
al ver rechazada su demanda. "Sin embargo", prosiguió el canciller,
"como usted dice que no hay mal sin remedio, explíquese".
Asumiendo un aire confidencial, el confesor respondió: “El emperador
desea sinceramente ver a un hombre como Lutero reconciliado con la
Iglesia; porque sus libros (anteriores a la publicación del tratado sobre
la cautividad de Babilonia) eran bastante agradables a su majestad ......
4 La irritación causada por la bula sin duda animó a Lutero a escribir
la última obra. Que entonces declare que no tenía intención de
perturbar el reposo de la Iglesia , y los sabios de todas las naciones se
pondrán de su lado. Procurame una audiencia con su alteza ".
El canciller fue a Frederick. Bien sabía el elector que cualquier
retractación era imposible: “Dígale al confesor”, le contestó, “que no
puedo cumplir con su pedido; pero continúa tu conferencia ".
Glapio recibió este mensaje con todas las demostraciones de respeto; y
cambiando su línea de ataque, dijo: "Que el elector nombre algunas
personas confidenciales para deliberar sobre este asunto".

El canciller. - "El elector no profesa defender la causa de Lutero".


La Confesora. - “Bueno, entonces, al menos puedes discutirlo conmigo
... Jesucristo es mi testigo de que hago esta propuesta desde el amor a
la Iglesia ya Lutero, que tantos corazones ha abierto a la verdad”. 5
El canciller, habiéndose negado a emprender una tarea que pertenecía
al reformador, se dispuso a retirarse.

"Quédate", dijo el monje.


El canciller. - "¿Qué queda por hacer?"
La Confesora. - "Dejemos que Lutero niegue que él escribió el
cautiverio de Babilonia".
El canciller. - Pero la bula del Papa condena todos sus otros escritos ".
La Confesora. - “Eso es por su obstinación. Si niega este libro, el Papa
en su omnipotencia puede fácilmente perdonarlo. ¡Qué esperanzas no
podemos albergar, ahora que tenemos un emperador tan excelente!
”......
Al percibir que estas palabras habían producido algún efecto en el
canciller, el monje añadió apresuradamente: “Lutero siempre desea
argumentar desde la Biblia. La Biblia ... es como cera, puedes estirarla
y doblarla como quieras. Me comprometo a encontrar en la Biblia
opiniones más extravagantes incluso que las de Lutero. Se equivoca
cuando cambia cada palabra de Cristo en un mandamiento ”. Y luego,
deseando actuar sobre los temores de su oyente, añadió : “¿Cuál sería
el resultado si hoy o mañana el emperador recurriera a las armas?
Reflexiona sobre esto ". Luego permitió que Pontanus se retirara.
El confesor tendió nuevas trampas. “Un hombre podría vivir diez años
con él y no conocerlo al fin”, dijo Er asmus.
“Qué excelente libro es el de Lutero sobre la libertad cristiana”, le dijo
al canciller, a quien volvió a ver unos días después; “¡Qué sabiduría!
que talento! ¡qué ingenio! si es así que un verdadero erudito debería
escribir ...... Que ambos lados elijan hombres de carácter irreprensible,
y que el Papa y Lutero remitan todo el asunto a su decisión. No hay
duda de que Lutero saldría victorioso en muchos puntos. 6 Hablaré de
ello con el emperador. Créame, no menciono estas cosas únicamente
por mi propia autoridad. Le he dicho al emperador que Dios lo
castigaría a él ya todos los príncipes, si la Iglesia, que es esposa de
Cristo, no se limpia de todas las manchas que la contaminan. Agregué
que Dios mismo había enviado a Luther y lo había comisionado para
reprender a los hombres por sus ofensas, utilizándolo como un azote
para castigar los pecados del mundo ". 7
El canciller, al escuchar estas palabras (que reflejaban los sentimientos
de la época y mostraban la opinión que tenían de Lutero incluso sus
adversarios), no pudo dejar de expresar su asombro de que su maestro
no fuera tratado con más respeto. “Hay consultas diarias con el
emperador sobre este asunto”, dijo, “y sin embargo el elector no está
invitado a ellas. Le parece extraño que el emperador, que no está poco
en deuda con él, lo excluya de sus consejos ”.
La Confesora. - “Solo he estado presente una vez en estas
deliberaciones, y luego escuché al emperador resistirse a las
solicitudes de los nu ncios. Dentro de cinco años se verá lo que Carlos
ha hecho por la reforma de la Iglesia ".
“El elector”, respondió Pontanus, “desconoce las intenciones de
Lutero. Que sea citado y tenga una audiencia ".
El confesor respondió con un profundo suspiro: 8 "Llamo a Dios para
que sea testigo de cuán ardientemente deseo ver que se lleve a cabo la
reforma de la cristiandad".
Prolongar el asunto y mantener en silencio al reformador fue todo lo
que propuso Glop. En cualquier caso, Luther no debe venir a Worms.
Un hombre muerto que volviera del otro mundo y apareciera en medio
de la dieta habría sido menos alarmante para los nuncios, los monjes y
toda la hueste papal, que la presencia del médico de Wittenberg.

"¿Cuántos días se necesitan para viajar de Wittenbe rg a Worms?"


preguntó el confesor con un aire asumido de indiferencia; y luego,
rogándole a Pontanus que presentara sus más humildes saludos al
elector, se retiró.
Tales fueron las maniobras a las que recurrieron los cortesanos.
Estaban desconcertados por la firmeza de Pontanus. Ese hombre justo
fue inamovible como una roca durante todas estas negociaciones. Los
propios monjes romanos cayeron en las trampas que habían tendido a
sus enemigos. “El cristiano”, dijo Lutero en su lenguaje figurado, “es
como un pájaro atado cerca de una trampa. Los lobos y las zorras
merodean a su alrededor y se lanzan sobre él para devorarlo; pero caen
al pozo y mueren, mientras que el pájaro tímido permanece ileso. Es
así que los santos ángeles vigilan a nuestro alrededor, y esos lobos
devoradores, los hipócritas y perseguidores, no pueden hacernos daño
". 9 No sólo fueron ineficaces los artificios del confesor, sino que sus
confesiones confirmaron aún más a Federico en su opinión de que
Lutero tenía razón y que era su deber protegerlo.
El corazón de los hombres se inclinaba cada día más hacia el
Evangelio. Un prior dominico sugirió que el emperador, los reyes de
Francia, España, Inglaterra, Portugal, Hungría y Polonia, junto con el
papa y los electores, nombraran representantes a quienes se confiara
el arreglo de este asunto . "Nunca", dijo, "se ha depositado una
confianza implícita únicamente en el Papa". 10 El sentimiento público
llegó a ser tal que parecía imposible condenar a Lutero sin haberlo
escuchado y refutado. 11
Aleander se sintió incómodo y mostró una energía inusual. Ya no era
contra el elector y solo contra Lutero que tenía que luchar. Contempló
con horror las negociaciones secretas del confesor, la proposición del
prior, el consentimiento de los ministros de Carlos , la extrema
frialdad de la piedad romana, incluso entre los más devotos amigos del
pontífice, "de modo que uno podría haber pensado" dice Pallavicini,
"que un torrente de agua helada se había derramado sobre ellos". 12
Por fin había recibido de Roma el dinero que había exigido; tenía en la
mano los enérgicos informes dirigidos a los hombres más poderosos
del imperio. 13 Temiendo ver escapar a su presa, sintió que ahora era
el momento de asestar un golpe decisivo. Él protegió los informes,
esparció el dinero profusamente e hizo las promesas más atractivas; "Y,
armado con esta triple arma", dice el historiador, el cardenal
Pallavicini, "hizo un nuevo intento de sesgar la vacilante asamblea de
electores a favor del Papa ". 14 Pero alrededor del emperador en
particular, puso sus trampas. Aprovechó las disensiones existentes
entre los ministros belga y español. Asedió al monarca sin cesar. Todos
los partidarios de Roma, despertados por su voz, solicitaron a Carlos.
“Las deliberaciones diarias”, le escribió el elector a su hermano John,
“se llevan a cabo contra Lutero; exigen que sea puesto bajo la
proscripción del papa y del emperador; se esfuerzan por herirlo en
todos los sentidos. Los que desfilan con sus sombreros rojos, los
romanos, con todos sus seguidores, despliegan un celo infatigable en
esta tarea ”. 15
Aleandro estaba en realidad presionando por la condena del
reformador con una violencia que Lutero caracteriza como una furia
maravillosa . 16 El nuncio apóstata, 17 como lo llama Lutero,
transportado por la ira más allá de los límites de la prudencia, exclamó
un día: “Si ustedes los alemanes pretenden sacudirse el yugo de la
obediencia a Roma, actuaremos de tal manera que, exterminados por
matanza mutua, morirás en tu propia sangre ". 18 - “Así es como el
Papa alimenta a las ovejas de Cristo”, añade el reformador.
Pero ese no era su propio idioma. No pidió nada por sí mismo f. "Lutero
está listo", dijo Melancthon, "para comprar a costa de su propia vida la
gloria y el avance del Evangelio". 19 Pero temblaba al pensar en las
calamidades que podrían ser consecuencia de su muerte. Se imaginaba
a un pueblo descarriado que quizás venga su martirio en la sangre de
sus adversarios, y especialmente de los sacerdotes. Rechazó una
responsabilidad tan terrible. “Dios”, dijo, “detiene la furia de sus
enemigos; pero si estalla ... entonces veremos una tormenta estallar
sobre los sacerdotes como la que ha devastado Bohemia ... Mis manos
están libres de esto, porque he suplicado seriamente a la nobleza
alemana que oponga a los romanos con sabiduría y no con espada. 20
Hacer la guerra a los sacerdotes, una clase sin valor ni fuerza, sería
luchar contra mujeres y niños ”.
Carlos V no pudo resistir las solicitudes del nuncio. Su devoción belga y
española había sido desarrollada por su preceptor Adrián, quien luego
ocupó el trono pontificio. El Papa se había dirigido a él en un breve,
suplicándole que le diera el poder de la ley a la bula mediante un
edicto imperial. "En vano te habrá investido Dios con la espada del
poder supremo", dijo, "si no la empleas , no sólo contra los infieles,
sino también contra los herejes, que son mucho peores que ellos". En
consecuencia, un día a principios de febrero, en el momento en que
todos en Worms se preparaban para un espléndido torneo y la tienda
del emperador ya estaba erigida, los príncipes que se armaban para
participar en el brillante espectáculo fueron convocados a el palacio
imperial. Después de escuchar la lectura de la bula papal, se les
impuso un estricto edicto que ordenaba su ejecución inmediata . "Si
puedes recomendar un curso mejor", añadió el emperador, siguiendo
la costumbre habitual, "estoy listo para escucharte".
De inmediato tuvo lugar un animado debate en la asamblea. “Este
monje”, escribió un diputado de una de las ciudades libres de
Alemania, “ nos da mucha ocupación. A algunos les gustaría
crucificarlo, y creo que no escapará; sólo es de temer que resucite al
tercer día ". El emperador había imaginado que podría publicar su
edicto sin oposición de los estados; Pero ese no era el caso. Sus mentes
no estaban preparadas. Era necesario superar la dieta. “Convence a esta
asamblea”, dijo el joven monarca al nuncio. Esto era todo lo que
Aleander deseaba; y se le prometió que se introduciría en la dieta el 13
de febrero.
Notas finales:

1. Clanculum tentent et experiantur. Corp. Ref. 1: 281. 3 de


febrero.
2. Benignis officiis recens a Pontifice delinitus. Pallav. 1:90.
3. Et sane in eo toto nego singulare probitatis ardorisque
specimen dedit. Ibídem.

4. Es haben dessen Bucher Ihre Majestat..um etwas


gefallen. Documentos del estado de Weimar. Seckend. Pág.
315.
5. Der andern das Hertz zu vielem Guten eroffnet..Ibid.
6. Es sey nicht zu zweifeln dass Lutherus in vielen Artickeln
werde den Sieg davon tragen..Seckend. Pág. 319.
7. Dass Gott diesen Mann gesandt..dass er eine Geissel seye
um der Sunden willen. Documentos del estado de
Weimar, ibid. 320.
8. Glapio that hierauf einen tiefen Seufzer, un rufte Gott
zum Zeugen..Ibid. 321.

9. Op. (W.) 22: 1655.


10. Und niemals dem Papst allein geglaubt. Seck. Pág. 323.
11. Spalatinus scribit tantum favoris Evangelio esse istic ut
me inauditum et inconvictum damnari non speret. L.
Epp. 1: 556, 9 de febrero.
12. Hinc aqua manabat, quae successnsae pietatis aestum
restinguebat. Pallav. 1:96.
13. Mandata, pecuniae ac diplomata. Ibídem. 95.
14. Tripli ci hac industria nunc Aleander..Ibid.
15. Das thun mueren en rothen Huten prangen. Seck. Pág.
364.
16. Miro furore Papistae moliuntur mihi mala. L. Epp. 1: 556.
17. Nuntius apostaticus (un juego de palabras "apostolicus y
apostaticus", apostólico y apóstata) agit summis viribus.
Ibídem. 569.

18. Ut mutuis caedibus absumpti, vestro cruore pereatis. L.


Epp. 1: 556.
19. Libenter etiam morte sua Evangelii gloriam et
profectum emerit. Corp. Ref. 1: 285.
20. Non ferro, sed consiliis et edictis. L. Epp. 1: 563.
LIBRO 7
CAPÍTULO 3

El nuncio se preparó para esta solemne audiencia. Este era un deber


importante, pero Aleander no era indigno de él. Embajador del
soberano pontífice, y rodeado de todo el esplendor de su alto cargo,
fue también uno de los hombres más elocuentes de su época. Los
amigos de la Reforma esperaban con aprensión esta sesión. El elector,
fingiendo indisposición, no estuvo presente; pero dio órdenes a
algunos de sus consejeros para que asistieran y tomaran notas del
discurso del nuncio.
Cuando llegó el día, Aleander se dirigió hacia la asamblea de los
príncipes. Los sentimientos de todos estaban emocionados; muchos
recordaron que Anás y Caifás iban al tribunal de Pilato y pedían la
muerte de este hombre que pervirtió a la nación. 1 “Justo cuando el
nuncio estaba a punto de cruzar el umbral, el precursor de la dieta”,
dice Pallavicini, “acercándose a él con rudeza, lo empujó hacia atrás
con un golpe en el pecho”. 2 “Era luterano de corazón”, añade el
historiador romanista. Si esta historia es cierta, muestra sin duda un
exceso de pasión; pero al mismo tiempo nos proporciona una norma
con la que medir la influencia que las palabras de Lutero habían
despertado incluso en quienes custodiaban las puertas del concilio
imperial. El orgulloso Aleander, recuperándose con dignidad, avanzó y
entró en la sala. Nunca se había llamado a Roma a hacer su defensa
ante una asamblea tan augusta. El nuncio le presentó los documentos
que había juzgado necesarios, a saber, las obras de Lutero y las bulas
papales; y en cuanto se calmó la dieta, empezó:

“¡Augusto emperador, más poderosos príncipes, más excelentes


diputados! Me presento ante ustedes en defensa de una causa por la
que mi corazón brilla con el más ardiente afecto. Es retener en la
cabeza de mi amo esa triple corona que todos ustedes adoran:
mantener ese trono papal por el cual estaría dispuesto a entregar mi
cuerpo a las llamas, si el monstruo que ha engendrado esta creciente
herejía que ahora soy el combate podía consumirse en la misma
hoguera y mezclar sus cenizas con las mías. 3
"¡No! toda la diferencia entre Lutero y el Papa no gira en torno a los
intereses papales. Tengo los libros de Lutero ante mí, y un hombre solo
necesita tener ojos en la cabeza para ver que ataca las santas doctrinas
de la Iglesia. Él enseña que solo aquellos que se comunican dignamente
cuyas conciencias están abrumadas por el dolor y la confusión a causa
de sus pecados, y que nadie es justificado por el bautismo si no tiene fe
en la promesa de la cual el bautismo es prenda. 4 Niega la necesidad
de las obras para obtener la gloria celestial. Niega que tengamos la
libertad y el poder de obedecer la ley divina y natural. Afirma que
pecamos por necesidad en cada una de nuestras acciones. ¿Ha enviado
alguna vez el arsenal del infierno armas mejor calculadas para romper
los lazos de la decencia? ... Predica a favor de la abolición de los votos
monásticos. ¿Podemos imaginarnos una impiedad sacrílega mayor?
...... ¿Qué desolación no deberíamos presenciar en el mundo, si los que
son la sal de la tierra arrojaran a un lado sus sagradas vestiduras,
abandonaran los templos que resuenan con sus santos canciones, y
sumérgete en el adulterio, el incesto y todos los vicios! ......
“¿Debo enumerar todos los crímenes de este monje agustín? Peca
contra los muertos, porque niega el purgatorio; peca contra el cielo,
porque dice que no creería ni a un ángel del cielo; peca contra la
Iglesia, pues sostiene que todos los cristianos son sacerdotes; peca
contra los santos, porque desprecia sus venerables escritos; peca contra
los concilios, porque designa el de Constanza como una asamblea de
demonios; Peca contra el mundo, porque prohíbe el castigo de la
muerte a quien no haya cometido un pecado mortal. 5 De modo que yo
de ustedes puede decir que es un hombre piadoso ... No tengo ningún
deseo de atacar su vida, sino solo recordarle a esta asamblea que el
diablo a menudo engaña a la gente con el atuendo de la verdad ”.
Aleandro, habiendo hablado de la doctrina del purgatorio condenada
por el Concilio de Florencia, puso a los pies del emperador la bula
papal de este concilio. El arzobispo de Mentz lo tomó y se lo dio a los
arzobispos de Treves y Colonia, quienes lo recibieron con reverencia y
se lo pasaron a los demás príncipes. El nuncio, después de haber
acusado así a Lutero, pasó al segundo punto, que debía justificar a
Roma:
“En Roma, dice Lutero, la boca promete una cosa, la mano hace otra. Si
esto fuera cierto, ¿no deberíamos llegar a la conclusión opuesta? Si los
ministros de una religión viven en armonía con sus preceptos, es una
señal de que la religión es falsa. Tal era la religión de los antiguos
romanos ... Tal es la de Mahoma y del mismo Lutero; pero esa no es la
religión que nos enseñan los pontífices romanos. Sí, la doctrina que
profesan los condena a todos, por haber cometido faltas; muchos,
como culpables; y algunos (hablaré con franqueza) como criminales. 6
..... Esta doctrina expone sus acciones a la censura de los hombres
durante su vida, a la marca de la historia después de su muerte. 7
Ahora, quisiera preguntar ¿qué placer de ganancia podrían haber
encontrado los papas al inventar tal religión?
“La Iglesia, se puede decir, no fue gobernada por los pontífices
romanos en las edades primitivas. - ¿Qué conclusión sacamos de esto?
Con tales argumentos podríamos persuadir a los hombres a que se
alimentaran de bellotas y a las princesas a lavar su propia ropa ". 8
Pero su adversario, el reformador, era el objeto especial del odio del
nuncio. Hirviendo con indignación contra aquellos que decían que
debía ser escuchado, exclamó: “Lutero no se dejará instruir por nadie.
El Papa ya lo había convocado a Roma y no cumplió. A continuación, el
Papa lo citó ante el legado en Augsburgo, y no compareció hasta haber
obtenido un salvoconducto, es decir, después de que le ataron las
manos al legado y le dejaron sin trabas la lengua ... . 9 ¡Ah! " —dijo
Aleander, volviéndose hacia Carlos V—. Le ruego a Vuestra Majestad
imperial que no haga nada que pueda provocar vuestro reproche. No
interfieras en un asunto que no concierne a los laicos. ¡Realice sus
propios deberes! Deja que las doctrinas de Lutero sean prohibidas por
ti a lo largo y ancho del imperio: que sus escritos se quemen en todas
partes. ¡No temáis! En los errores de Lutero hay suficiente para quemar
a cien mil herejes ...... 10 ¿Y qué debemos temer? ¿La multitud? ...... Su
insolencia la hace parecer terrible ante el conflicto, pero en la batalla
su cobardía la vuelve despreciable. ¿Príncipes extranjeros? ...... Pero el
Rey de Francia ha prohibido la introducción de los médicos de Lutero
en su reino; y el rey de Inglaterra está preparando un asalto con su
propia mano real. Tú sabes cuáles son los sentimientos de Hungría,
Italia y España, y no hay ninguno de tus vecinos, por mucho que te
odie, que te desee tanto como esta herejía te causaría. Porque si la casa
de nuestro adversario linda con la nuestra, podemos desear que sea
visitada con fiebre, pero no con la plaga ... ¿Qué son todos estos
luteranos? Un grupo de pedagogos insolentes, sacerdotes corruptos,
monjes disolutos, abogados ignorantes y nobles degradados, con la
gente común, a la que han engañado y pervertido. ¡Cuán superior a
ellos es el partido católico en número, habilidad y poder! Un decreto
unánime de esta ilustre asamblea iluminará a los simples, advertirá a
los imprudentes, decidirá a los vacilantes y dará fuerza a los débiles ...
Pero si no se pone el hacha en las raíces de este árbol venenoso, si el
no se da el golpe mortal, entonces ... lo veo eclipsando la herencia de
Jesucristo con sus ramas, cambiando la viña de nuestro Señor en un
bosque sombrío, transformando el reino de Dios en una cueva de
bestias salvajes, y reduciendo a Alemania a ese espantoso estado de
barbarie y desolación que ha traído a Asia la superstición de Mahoma
".
El nuncio guardó silencio. Había hablado durante tres horas. El
entusiasmo de su lenguaje había dejado una profunda impresión en la
asamblea. Los príncipes se miraron, emocionados y alarmados, dice
Cochloeus, y pronto surgieron murmullos de todos lados contra Lutero
y sus partidarios . 11 Si hubiera estado presente el elocuente Lutero; si
hubiera podido responder a este discurso; si, aprovechando las
confesiones arrancadas al nuncio romano por el recuerdo de su
antiguo amo, el infame Borgia, había demostrado que estos mismos
argumentos, destinados a defender Roma, eran en sí mismos su
condena; si hubiera mostrado que la doctrina que probó su iniquidad
no fue inventada por él, como decía el orador, sino que era esa religión
que Cristo había dado al mundo, y que la Reforma restablecía en su
primitivo esplendor; si hubiera presentado una imagen fiel y animada
de los errores y abusos del papado, y hubiera mostrado cómo la
religión de Cristo se había convertido en un instrumento de interés
propio y rapacidad : el efecto de la arenga del nuncio se habría
anulado instantáneamente . Pero nadie se levantó para hablar. La
asamblea quedó bajo la impresión que produjo este discurso; y, agitado
y transportado, se mostró dispuesto a extirpar por la fuerza la herejía
de Lutero del suelo del imperio. 12
Sin embargo, fue una victoria solo en apariencia. Uno de los propósitos
de Dios era que Roma tuviera la oportunidad de mostrar sus razones y
su poder. El más grande de sus oradores había hablado en la asamblea
de los príncipes; había expresado todo lo que Roma tenía que decir.
Pero fue precisamente este último esfuerzo del papado el que se
convirtió en una señal de derrota a los ojos de muchos que lo habían
escuchado. Si una confesión audaz es necesaria para el triunfo de la
verdad, el medio más seguro de destruir el error es darlo a conocer sin
reservas. Ni lo uno ni lo otro, para seguir su curso, deben ocultarse. La
luz prueba todas las cosas.

Notas finales:
1. Lucas 23: 2.
2. Pugnis ejus pectori admotis repulerit. Pallav. 1: 112.

3. Dummodo mecum una monstrum nascentis haeresis


arderet. Pallav. 1:97. Seckendorff y muchos historiadores
protestantes después de él, han afirmado que el propio
Pallavicini compuso el discurso que pone en boca de
Aleander. Es verdad que el cardenal afirma que lo había
dispuesto en la forma en que lo presenta a sus lectores;
pero señala las fuentes de donde lo había sacado, y en
particular, las cartas de Alejandro depositadas en los
Archivos del Vaticano (Acta Wormatiae, fol. 66 y 99); en
mi opinión , por lo tanto, traicionaría la parcialidad
rechazándola por completo. Cito algunas de las
características de este discurso de fuentes protestantes y
romanistas.
4. Baptismum neminem justificare, sed fidem in verbum
promissionis, cui additur Baptismus. Cochoeus, Act. Lut h.
28.
5. Weil er verbiete jemand mit Todes Strafe zu belegen, der
nicht eine Todtsunde startedgen. Seckend. Pág. 333.
6. Multos ut quadantenus reos, nonnullos (dicam ingenue
ut scelestos. Pallav. 1: 101.
7. Linguarum vituperationi dum vivunt, historiarum
infamiae post mortem. Ibídem.
8. En la Odisea, Homero representa a la princesa Nausicaa
yendo con sus doncellas a la orilla del río para lavar sus
prendas. El lector clásico estará familiarizado con la
alusión a las bellotas, que los escritores paganos
suponían que era el alimento más antiguo de la raza
humana, "cuando por primera vez en el bosque corrió el
salvaje desnudo".
9. Quod idem erat, ac revinctis legati brachiis, et lingua
solum soluta. Ibídem. 109.

10. Dass 100,000 Ketzer ihrethalben verbrannt werden


Seck. Pág. 332.
11. Vehementer exterriti atque commoti, alter alter um
intuebantur, atque in Lutherum ejusque fautores
murmurare coeperunt. Cochloeus, pág. 28.
12. Lutheranam haeresim esse funditus evellendam. Pallav.
1: 101; Leo 10 cap de Roscoe. 19.
LIBRO 7
CAPÍTULO 4

Unos pocos días bastaron para disipar la primera impresión , como


siempre ocurre cuando un orador oculta la vacuidad de sus
argumentos con palabras altisonantes.
La mayoría de los príncipes estaban dispuestos a sacrificar a Lutero,
pero nadie deseaba inmolar los derechos del imperio y los agravios de
la nación germánica . Estaban muy dispuestos a renunciar al insolente
monje que se había atrevido a hablar con tanta audacia; pero estaban
más decididos a hacer sentir al Papa la justicia de una reforma exigida
por los jefes de la nación. En consecuencia, fue el enemigo personal
más decidido de Lutero , el duque Jorge de Sajonia, quien habló con la
mayor energía contra las invasiones de Roma. El nieto de Podiebrad,
rey de Bohemia, aunque ofendido por la doctrina de la Gracia
predicada por el reformador, aún no había perdido la esperanza de
una reforma moral eclesiástica . La principal causa de su irritación
contra el monje de Wittenberg era que con sus doctrinas despreciadas
estaba echando a perder todo el asunto. Pero ahora, viendo al nuncio
fingiendo involucrar a Lutero y la reforma de la Iglesia en una y la
misma condena, George se levantó repentinamente en la asamblea de
los príncipes, para gran asombro de quienes conocían su odio por el
reformador. “La dieta”, dijo, “no debe olvidar sus quejas contra la corte
de Roma. ¡Cuántos abusos se han infiltrado en nuestros estados! Los
annats, que el emperador concedió voluntariamente por el bien del
cristianismo, ahora exigidos como un debido; los cortesanos romanos
inventaban diariamente nuevos reglamentos para monopolizar,
vender y arrendar los beneficios eclesiásticos; una multitud de
transgresiones confabuladas; se tolera inmerecidamente a los ricos
transgresores, mientras que los que no tienen dinero para comprar la
impunidad son castigados sin piedad; los papas continuamente
otorgando a sus cortesanos reversiones y reservas, en detrimento de
aquellos a quienes pertenecen los beneficios ; los encomios de las
abadías y conventos de Roma conferidos a cardenales, obispos y
prelados, que se apropian de sus ingresos, de modo que no se
encuentre un solo monje en un convento donde debería haber veinte o
treinta; estaciones multiplicadas hasta el infinito, y puestos de venta
de indulgencias instalados en cada calle y lugar público de nuestras
ciudades: puestos de San Antonio, del Espíritu Santo, de San Huberto,
de San Cornelio, de San Vicente, etc. ; empresas que compraban en
Roma el derecho a mantener esos mercados, luego compraban el
permiso de su obispo para exhibir sus mercancías y apretaban y
drenaban los bolsillos de los pobres para obtener dinero; la
indulgencia, que sólo debe concederse para la salvación de las almas, y
que debe ganarse con la oración, el ayuno y las obras de caridad,
vendidas según una tarifa; los funcionarios de los obispos oprimen a
los humildes con penitencias por blasfemia, adulterio, libertinaje y la
violación de cualquier festividad, pero ni siquiera reprimen al clero
que comete delitos similares ; penas impuestas a los que se
arrepienten, y maquinadas de tal manera que pronto vuelvan a caer en
el mismo error y den más dinero: 1 ...... estos son algunos de los abusos
que claman contra Roma. Toda la vergüenza ha sido dejada de lado, y
su único objetivo es ... ¡dinero! ¡dinero! dinero! ...... para que los
predicadores que deben enseñar la verdad, no digan más que
falsedades, y no solo sean tolerados, sino recompensados, porque
cuanto mayores son sus mentiras, mayor es su ganancia. De este
manantial nauseabundo fluyen esas aguas contaminadas. El libertinaje
extiende la mano a la avaricia. Los funcionarios invitan a las mujeres a
sus moradas con diversos pretextos, y se esfuerzan por seducirlas, en
un momento con amenazas, en otro con regalos, o si no lo logran,
arruinan su buena fama. 2 ¡Ay! ¡Es el escándalo causado por el clero
que arroja a tantas pobres almas a la condenación eterna! Debe
llevarse a cabo una reforma general. Se debe convocar un concilio
ecuménico para llevar a cabo esta reforma. Por estas razones,
excelentes señores, les suplico humildemente que tomen este asunto
en su consideración inmediata ". El duque George luego entregó una
lista de las quejas que había enumerado. Esto fue algunos días después
del discurso de Aleander. El importante catálogo se ha conservado en
los archivos de Weimar.

Incluso Lutero no había hablado con mayor fuerza contra los abusos
de Roma; pero había hecho algo más. El duque señaló el mal; Lutero
había señalado tanto la causa como el remedio. Había demostrado que
el pecador recibe la verdadera indulgencia, la que proviene de Dios,
únicamente por la fe en la gracia y los méritos de Jesucristo; y esta
doctrina simple pero poderosa había derrocado todos los mercados
establecidos por los sacerdotes. "¿Cómo puede el hombre volverse
piadoso?" preguntó un día. “Un fraile gris responderá, poniéndose una
capucha gris y ciñéndose con una cuerda. Un romano responderá:
Oyendo misa y ayunando. Pero un cristiano dirá: Sólo la fe en Cristo
justifica y salva. Antes que las obras, debemos tener la vida eterna. Pero
cuando nacemos de nuevo y somos hechos hijos de Dios por la Palabra
de gracia, entonces realizamos buenas obras ". 3

El discurso del duque fue el de un príncipe secular; La de Lutero, la de


un reformador. El gran mal en la Iglesia había sido su excesiva
devoción a las formas externas, el haber hecho de todas sus obras y
gracias meras cosas externas y materiales. Las indulgencias fueron el
punto extremo de este curso; y lo que era más espiritual en el
cristianismo, a saber, el perdón , se podía comprar en las tiendas como
cualquier otro artículo. La gran obra de Lutero consistió en emplear
esta extrema degeneración de la religión para llevar a los hombres y a
la Iglesia de regreso a las fuentes primitivas de vida y restaurar el reino
del Espíritu Santo en el santuario del corazón. Aquí, como sucede a
menudo en otros casos, el remedio se encontró en la enfermedad
misma, y los dos extremos se encontraron. A partir de ese momento, la
Iglesia, que durante tantos siglos se había desarrollado externamente
en ceremonias, observancia y prácticas humanas , comenzó a
desarrollarse internamente en la fe, la esperanza y la caridad.
El discurso del duque produjo una impresión proporcionalmente
mayor, ya que su hostilidad hacia Lutero era notoria. Otros miembros
de la dieta plantearon sus respectivos agravios, que recibieron el apoyo
de los propios príncipes eclesiásticos. 4 “Tenemos un pontífice que
ama solo la persecución y sus placeres”, dijeron; “Los beneficios de la
nación alemana se regalan en Roma a artilleros, cetreros, lacayos,
asnos, mozos de cuadra, guardias y otras personas de esta clase,
ignorantes, inexpertos y extraños en Alemania”. 5
La dieta nombró un comité para redactar todos estos agravios; se
encontró que ascendían a ciento uno. Una diputación compuesta por
príncipes laicos y eclesiásticos presentó el informe al emperador,
convocándolo para que los rectificara, como se había comprometido a
hacer en su capitulación. "¡Qué pérdida de almas cristianas!" le dijeron
a Carlos V; “¡Qué dep redacciones! ¡Qué extorsiones, a causa de los
escándalos que rodean a la cabeza espiritual de la cristiandad! Es
nuestro deber evitar la ruina y el deshonor de nuestro pueblo. Por esta
razón, le rogamos con mucha humildad, pero urgencia, que ordene
una reforma general y que la lleve a cabo ”. 6 En esa época había en la
sociedad cristiana un poder desconocido que operaba sobre príncipes
y pueblos por igual, una sabiduría de lo alto, que influía incluso en los
adversarios de la Reforma y se preparaba para esa emancipación cuya
hora había llegado por fin.
Carlos no podía ser insensible a las protestas del imperio. Ni él ni el
nuncio los esperaban. Incluso su confesor lo había amenazado con la
venganza del cielo, a menos que reformara la Iglesia. El emperador
inmediatamente recordó el edicto que ordenaba que los escritos de
Lutero fueran quemados en todo el imperio, y lo sustituyó por una
orden provisional para entregar estos libros a los magistrados.
Esto no satisfizo a la asamblea, que deseaba la aparición del
reformador. Es injusto, decían sus amigos, condenar a Lutero sin
escucharlo y sin saber de su propia boca si él es el autor de los libros
que se ordenó quemar. Sus doctrinas, decían sus adversarios, se han
apoderado tanto de la mente de los hombres que es imposible
controlar su progreso, a menos que las escuchemos de él mismo. No
habrá discusión con él; y si confiesa sus escritos, y se niega a
retractarse de ellos, entonces todos , de común acuerdo, electores,
príncipes, estados del santo imperio, fieles a la fe de nuestros
antepasados, ayudaremos a su majestad con todo nuestro poder en la
ejecución de tus decretos. 7

Aleandro, alarmado y temiendo todo, desde la intimidad de Lutero y la


ignorancia de los príncipes, tensó instantáneamente todos los nervios
para evitar la aparición del reformador. Pasó de los ministros de
Carlos a los príncipes más favorables al Papa, y de ellos al emperador
mismo. 8 “No es lícito”, dijo, “cuestionar lo que ha decretado el
soberano pontífice. No habrá discusión con Lutero, dices; pero —
continuó—, ¿no será suficiente la energía de este hombre audaz, el
fuego de sus ojos, la elocuencia de su lenguaje y el espíritu misterioso
que lo anima, para excitar un tumulto? 9 Ya muchos lo adoran como a
un santo, y en cada lugar se puede ver su retrato rodeado de una gloria
como la que rodea las cabezas de los beatos ... Si estás resuelto a
convocarlo ante ti, al menos ¡no lo pongas bajo la protección de la fe
pública! " 10 Estas últimas palabras tenían el propósito de intimidar a
Lutero o de preparar el camino para su destrucción.
El nuncio encontró un fácil acceso a los grandes de España. En España,
como en Alemania, la oposición a los inquisidores dominicanos fue
nacional. El yugo de la inquisición, que se había desprendido durante
un tiempo, acababa de ser reemplazado por Charles . Un partido
numeroso en esa península simpatizaba con Lutero; pero no fue así con
los grandes, que habían descubierto a orillas del Rin lo que habían
odiado más allá de los Pirineos. Inflamados por el fanatismo más
ardiente, estaban impacientes por destruir la nueva herejía. Federico,
duque de Alva, en particular, se llenó de rabia cada vez que oía
mencionar la Reforma. 11 Con mucho gusto hubiera vadeado en la
sangre de todos estos sectarios. Lutero aún no había sido convocado
para comparecer, pero su mero nombre ya había conmovido
poderosamente a los señores de la cristiandad reunidos en Worms.

El hombre que movía así todos los poderes de la tierra parecía estar
solo sin ser molestado. La noticia de Worms fue alarmante. Los amigos
de Lutero estaban aterrorizados. “No nos queda nada más que sus
buenos deseos y oraciones”, escribió Melancthon a Spalatin. "¡Oh! que
Dios se digne a comprar al precio de nuestra sangre la salvación del
mundo cristiano ”. 12 Pero Lutero era ajeno al temor; sh utting a sí
mismo en su celda tranquila, que no meditaba y se aplica a sí mismo
esas palabras en el que María, la madre de Jesús, exclama:
Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi
Salvador. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; y santo es su
nombre. Ha mostrado fuerza con su brazo; Quitó a los poderosos de sus
tronos, y exaltó a los humildes. 13 Estas son algunas de las reflexiones
que llenaron el corazón de Lutero: “EL QUE ES M IGHTY ...... dice
María. ¡Qué gran audacia por parte de una joven! Con una sola palabra
marca a todos los fuertes con debilidad, a todos los poderosos con
debilidad, a todos los sabios con locura, a todos aquellos cuyo nombre
es glorioso sobre la tierra con deshonra, y arroja toda fuerza, todo
poder, toda sabiduría y toda gloria en los pies de Dios. 14 Su brazo,
continúa ella, queriendo decir con esto el poder por el cual él actúa por
sí mismo, sin la ayuda de ninguna de sus criaturas: ¡poder misterioso!
...... que se ejerce en secreto y en silencio hasta que sus designios son
consumado. La destrucción está cerca, cuando nadie la ha visto venir:
el alivio está ahí y nadie lo había sospechado. Deja a sus hijos en la
opresión y la debilidad, de modo que todo hombre dice: Son los peores
...... Pero es entonces Él es el más fuerte; porque donde termina la
fuerza de los hombres, comienza la de Dios. Sólo que la fe espere en él
... Y, por otro lado, Dios permite que sus adversarios aumenten en
grandeza y poder. Retira su apoyo y permite que se envanezcan con los
suyos. 15 Los despoja de su sabiduría eterna y los deja llenarse de la
suya propia, que es sólo por un día. Y mientras se elevan en el
resplandor de su poder, el brazo del Señor es quitado y su obra se
desvanece como una burbuja que estalla en el aire ".
Fue el 10 de marzo, en el mismo momento en que la ciudad imperial
de Worms se llenó de pavor ante su nombre, cuando Lutero concluyó
esta explicación del Magnificat.

No se quedó tranquilo en su retiro. Spalatin, de conformidad con las


órdenes del elector, le envió una nota de los artículos que debería
retractarse. ¡Una retractación, después de su negativa en Augsburgo!
...... "No temas", le escribió a Spalatin, "que me retracte una sola
sílaba, ya que su único argumento es que mis obras se oponen a los
ritos de lo que ellos llaman la Iglesia. Si el emperador Carlos me llama
sólo para retractarme, le responderé que me quedaré aquí, y será lo
mismo que si hubiera ido a Worms y regresado. pero, por el contrario,
si el emperador me llama para que me maten como enemigo del
imperio, estoy dispuesto a cumplir su llamado; 16 porque, con la
ayuda de Cristo, nunca abandonaré la Palabra en el campo de batalla.
Soy muy consciente de que estos hombres sedientos de sangre nunca
descansarán hasta que me hayan quitado la vida. ¡Ojalá fueran solo los
papistas los culpables de mi sangre!

Notas finales:
1. Sondern dass er es bald wieder begehe und mehr Geld
erlegen mus se. Documentos del Estado de Weimar,
Seckend. Pág. 328.

2. Dass sie Weibesbilder unter mancherley Schein


beschicken, selbige sodann mit Drohungen und
Geschenken zu fallen suchen, oder in einen bosen
Verdacht bringen. Ibídem. pags. 330.
3. Op. (W.) 22. 748, 752.
4. Seckend. Vorrede von Frick.
5. Buchsenmeistern, Falknern, Pfistern, Eseltreibern,
Stallknechten, Trabanten..Kapp's Nachlese nutzl. Árbitro.
Urkunden. 3: 262.
6. Dass eine Besserung und gemeine Reformation geschehe.
Ibídem. 262.

7. Op. (L.) 22: 567.


8. Quam ob rem sedulo contestatus est apud Caesaris
administros. Pallav. 1: 113.
9. Lingua promptus, ardore vultus, et oris spiritu ad
concitandam seditionem. Pallav. 1: 113.

10. Haud certe fidem publicam illi praebendam..Ibid.


11. Albae dux videbatur aliquando furentibus modis
agitari..Ibid 362.
12. Utinam Deus r edimat nostro sanguine salutem
Christiani populi. Corp. Ref. 1: 362.
13. Lucas 1: 46-55.
14. Magníficat. L. Opp. Wittemb. Alemán. Ausg. 3:11, etc.
15. Er zieht seine Krafft heraus und lasst sie von eigener
Krafft sich aufblasen. Ibídem. etc.
16. Si ad me occidendum deiuceps v ocare velit..offeram me
venturum. L. Epp. 1: 574.
LIBRO 7
CAPÍTULO 5

Por fin, el emperador tomó una decisión. La aparición de Lutero ante la


dieta parecía el único medio calculado para poner fin a un asunto que
atraía la atención de todo el imperio. Carlos V resolvió convocarlo, pero
sin concederle salvoconducto. Aquí Federico se vio nuevamente
obligado a asumir el carácter de protector. Los peligros que
amenazaban al reformador eran evidentes para todos. Los amigos de
Lutero, dice Cocloeus, temían que fuera entregado en manos del Papa,
o que el propio emperador lo matara, por no merecerlo, a causa de su
herejía, que se le mantuviera alguna fe. 1 Sobre esta cuestión hubo un
debate largo y violento 2 entre los príncipes. Golpeó al fin la gran
agitación que entonces agitaba a la gente en todas partes de Alemania,
y temiendo que durante el viaje de Lutero algún tumulto inesperado o
una conmoción peligrosa pudiera estallar a favor del reformador, 3 los
príncipes pensaron que lo más sabio sería tranquilizar los
sentimientos del público sobre este tema; y no sólo el emperador, sino
también el elector de Sajonia, el duque Jorge, y el Landgrave de Hesse,
por cuyos territorios tendría que pasar, le dieron a cada uno un
salvoconducto.
El 6 de marzo de 1521 Carlos V firmó la siguiente citación dirigida a
Lutero:
“Carlos, por la gracia del Dios Emperador elegido de los romanos,
siempre agosto, etc. etc.
“¡Honorable, bienamado y piadoso! Hicimos que los Estados del Sacro
Imperio se reunieran aquí , habiendo resuelto iniciar una investigación
sobre la doctrina y los libros que has publicado recientemente, que has
publicado, para tu llegada aquí y tu regreso a un lugar seguro, nuestro
seguro. conducta y la del imperio, que te enviamos aquí . h. Nuestro
más sincero deseo es que te prepares inmediatamente para este viaje,
a fin de que dentro del espacio de veintiún días fijado por nuestro
salvoconducto, puedas sin falta estar presente ante nosotros. No temas
ni a la injusticia ni a la violencia. Vamos a f irmly cumplir con nuestra
citada salvoconducto, y esperan que has de cumplir con nuestro
llamado. Al hacerlo, obedecerás nuestros sinceros deseos.
“Dado en nuestra ciudad imperial de Worms, el día seis de marzo del
año de nuestro Señor 1521, y el segundo de nuestro reinado.
Charles.
“Por orden de mi señor el Emperador, testigo de mi mano, Alberto,
Cardenal de Mentz, Alto Canciller.
"Nicholas Zwil".
El salvoconducto contenido en la carta iba dirigido: “Al honorable,
nuestro querido y piadoso Doctor Martín Lutero, de la orden de los
Agustinos”.
Comenzó así:
“Nosotros, Carlos, el quinto de ese nombre, por la gracia del Dios
Emperador electo de los romanos, siempre Agosto, Rey de España, de
las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Hungría, de Dalmacia, de Croacia,
etc., Archiduque de Austria , duque de Borgoña, conde de Habsburgo,
de Flandes, del Tirol, ”etc. etc.
Entonces el rey de tantos estados, insinuando que había citado ante él
a un monje agustín llamado Lutero, ordenó a todos los príncipes,
señores, magistrados y otros que respetaran la conducta segura que se
le había dado, so pena del disgusto de el emperador y el imperio. 4
Así, el emperador confirió los títulos de “bienamado, honorable y
piadoso” a un hombre a quien el jefe de la Iglesia había excomulgado .
Este documento se había redactado así, con el propósito de eliminar
toda desconfianza de la mente de Lutero y sus amigos. Gaspard Sturm
recibió el encargo de llevar este mensaje al reformador y acompañarlo
a Worms. El elector, temiendo algún arrebato de indignación pública,
escribió el 12 de marzo a los magistrados de Wittenberg para
garantizar la seguridad del oficial del emperador y darle una guardia,
si se juzgaba necesario. El heraldo partió.
Así se cumplieron los designios de Dios. Fue su voluntad que esta luz,
que había encendido en el mundo, fuera puesta sobre un monte; y
emperador, reyes y príncipes, inmediatamente comenzaron a llevar a
cabo Su propósito sin saberlo. Le costó poco elevar lo más bajo. Un solo
acto de Su poder basta para elevar al humilde nativo de Mansfeldt de
una oscura cabaña a los palacios en los que se reunían los reyes. A su
vista no hay ni pequeño ni grande, y, en su buen momento, Carlos y
Lutero se encuentran.
Pero, ¿cumplirá Lutero con esta cita? Sus mejores amigos lo dudaban.
“El doctor Martín ha sido citado aquí”, escribió el elector a su hermano
el 25 de marzo; “Pero no sé si vendrá. No puedo augurar nada bueno de
ello ". Tres semanas después (el 16 de abril), este excelente príncipe,
viendo aumentar el peligro, volvió a escribir al duque Juan: “Las
órdenes contra Lutero están rotuladas en las paredes. Los cardenales y
obispos lo están atacando con dureza: 5 ¡ Dios nos conceda que todos
nos arreglen bien! ¡Ojalá pudiera procurarle una audiencia favorable! "
Mientras estos eventos tenían lugar en Worms y Wittenberg, el
Papado redobló sus ataques. El 28 de marzo (que fue el jueves antes de
Pascua), Roma retomó el eco de una excomunión solemne. Era
costumbre publicar en esa época el terrible toro In Coena Domini, que
es una larga serie de maldiciones. Ese día, los accesos al templo en el
que iba a oficiar el soberano pontífice fueron ocupados desde el
principio por los guardias papales y por una multitud de personas que
se habían reunido desde todas partes de Italia para recibir la bendición
del santo padre. Ramas de laurel y mirto decoraban el espacio abierto
frente a la catedral; se encendieron cirios en el balcón del templo, y allí
se elevó la protesta. De repente, el aire resuena con el fuerte repique de
las campanas; el Papa, vestido con su túnica pontificia y sentado en un
sillón, aparece en el balcón; el pueblo se arrodilla, se descubren todas
las cabezas, se bajan los colores, los soldados aprietan los brazos y
reina un silencio solemne. Unos momentos después, el Papa extiende
lentamente las manos, las levanta hacia el cielo y luego las inclina
lentamente hacia la tierra, haciendo la señal de la cruz. Tres veces
repite este movimiento. Nuevamente el ruido de las campanas retumba
en el aire, proclamando por todas partes la bendición del pontífice;
algunos sacerdotes ahora se apresuran a dar un paso adelante, cada
uno con una vela encendida en la mano; estos los invierten, y después
de arrojarlos violentamente los apartan, como si fueran las llamas del
infierno; la gente está conmovida y agitada; y las palabras de maldición
son lanzadas desde el techo del templo. 6
Tan pronto como Lutero fue informado de esta excomunión, publicó
su tenor, con algunas observaciones escritas en ese estilo cortante del
que tan gran maestro era. Aunque esta publicación no apareció hasta
más tarde, insertaremos en este lugar algunas de sus características
más llamativas. Escucharemos al sumo sacerdote de Christen dom en
el balcón de la catedral y al monje de Wittenberg respondiéndole
desde la parte más lejana de Alemania. 7
Hay algo característico en el contraste de estas dos voces.
El Papa. - “Leo, obispo” ......
Lutero. - “¡Bis hop! ...... sí, como el lobo es pastor: porque el obispo
debe exhortar según la doctrina de la salvación y no vomitar
imprecaciones y maldiciones.” ......
El Papa. - “Siervo de todos los siervos de Dios” ......
Lutero. - “De noche, cuando estamos borrachos; pero por la mañana,
nuestro nombre es Leo, señor de todos los señores ".
El Papa. - “Los obispos romanos, nuestros predecesores, se han
acostumbrado en esta fiesta a emplear los brazos de la justicia” ......
Lutero. - “Que, según tu relato, son excomunión y anatema; pero según
san Pablo, paciencia, bondad y amor ”. (2 Corintios 6: 6, 7.)
El Papa. - “Según los deberes del oficio apostólico, y para mantener la
pureza de la fe cristiana” ......

Lutero. - “Es decir, las posesiones temporales del Papa”.


El Papa. - “Y su unidad, que consiste en la unión de los miembros con
Cristo, su cabeza, ...... y con su vicario” ......
Lutero. - “Porque Cristo no es suficiente: debemos tener otro además”.
El Papa. - “Para preservar la santa comunión de los creyentes,
seguimos la antigua costumbre, y excomulgamos y maldecimos, en el
nombre de Dios Todopoderoso, el Padre” ......
Lutero. - “De quien se dice: Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenar al mundo”. (Juan 3:17.)
El Papa. - “El Hijo y el Espíritu Santo, y según el poder de los apóstoles
Pedro y Pablo ...... y el nuestro” ......
Lutero. - "¡Nuestra propia! dice el lobo hambriento, como si el poder de
Dios fuera demasiado débil sin él ".
El Papa. - “Maldecimos a todos los herejes, - Gara si, 8 Patarins, Pobres
de Lyon, Arnoldistas, Speronistas, Passageni, Wickliffites, Husitas,
Fratricelli” ......

Lutero. - “Porque deseaban poseer las Sagradas Escrituras y exigían


que el Papa fuera sobrio y predicara la Palabra de Dios”.
El Papa. - “Y Martín Lutero, recientemente condenado por nosotros
por una herejía similar, así como todos sus adherentes, y todos
aquellos, quienesquiera que sean, que le muestren algún rostro” ......
Lutero. - “¡Gracias, misericordioso pontífice , por condenarme junto
con todos estos cristianos! Es muy honorable para mí que mi nombre
sea proclamado en Roma en un día de fiesta, de una manera tan
gloriosa, que pueda correr por el mundo junto con los nombres de
estos humildes confesores de Jesucristo ”.
El Papa. - “De igual manera excomulgamos y maldecimos a todos los
piratas y corsarios” ......
Lutero. - "¿Quién puede ser más corsario y pirata que el que roba
almas, las aprisiona y las mata?"
El Papa. - “Sobre todo los que navegan por nuestros mares” ......
Lutero. - “¡Nuestros mares! ...... San Pedro, nuestro predecesor, dijo:
No tengo plata ni oro (Hch 3, 6); y Jesucristo dijo: Los reyes de los
gentiles se enseñorean de ellos; pero no seréis así (Lucas 22:25). Pero si
un vagón lleno de heno debe dejar lugar en el camino a un borracho,
¡cuánto más deben ceder el paso al Papa San Pedro y el mismo Cristo!
El Papa. - “De igual manera excomulgamos y maldecimos a todos los
que falsifican nuestras bulas y nuestras cartas apostólicas” ... ....

Lutero. - “Pero las cartas de Dios, las Sagradas Escrituras, todo el


mundo puede condenar y quemar”.
El Papa. - “De igual manera excomulgamos y maldecimos a todos los
que interceptan las provisiones que están llegando a la corte de Roma”
......
Lutero. - “Gruñe y chasquea, como un perro que teme que le quiten el
hueso”. 9
El Papa. - “De la misma manera condenamos y maldecimos a todos los
que retienen cuotas judiciales, frutos, diezmos o rentas pertenecientes
al clero” ......
Lutero. - “Porque Cristo ha dicho: Si alguno te demandare y quitarte la
túnica, déjale también el manto (Mateo 5:40), y este es nuestro
comentario”.
El Papa. - “Cualquiera que sea su posición, dignidad, orden, poder o
rango; eran incluso obispos o reyes ”......
Lutero. - "Porque habrá entre vosotros falsos maestros que desprecian
el dominio y hablan mal de las dignidades, dice la Escritura". (Judas
8.)
El Papa. - “De la misma manera condenamos y maldecimos a todos
aquellos que, de cualquier manera , perjudican la ciudad de Roma, el
reino de Sicilia, las islas de Cerdeña y Córcega, el patrimonio de San
Pedro en Toscana, el ducado de Spoleto, el marquesado de Ancona, la
Campagna, las ciudades de Ferrara y Benevento, y todas las demás
ciudades o países pertenecientes a la Iglesia de Roma ”.
Lutero. - “¡Oh Pedro! ¡Pobre pescador! ¿De dónde sacaste Roma y todos
estos reinos? ¡Saludos, Peter! ¡Rey de Sicilia! ... ¡y pescador en
Betsaida! "
El Papa. - “Excomulgamos y maldecimos a todos los concejales,
concejales, parlamentos, procuradores, gobernadores, funcionarios,
obispos y otros, que se oponen a nuestras cartas de exhortación,
invitación, prohibición, mediación, ejecución” ......
Lutero. - “Porque la santa sede sólo desea vivir en la ociosidad, la
magnificencia y el libertinaje; mandar, intimidar, engañar, mentir,
deshonrar, seducir y cometer toda clase de maldades en paz y
seguridad ...
“¡Oh Señor, levántate! no es como pretenden los papistas; no nos has
desamparado; ¡No has apartado tus ojos de nosotros! "
Así habló León en Roma y Lutero en Wittenberg.
Habiendo terminado el pontífice con estas maldiciones, el pergamino
en el que estaban escritas se hizo pedazos y los fragmentos se
esparcieron entre la gente. Inmediatamente la multitud comenzó a
agitarse violentamente, cada uno corriendo hacia adelante y tratando
de agarrar un trozo de este terrible toro. Estas fueron las santas
reliquias que el papado ofreció a sus fieles adherentes en la víspera del
gran día de gracia y expiación. La multitud pronto se disipó y los
alrededores de la catedral se volvieron desiertos y silenciosos como
antes. Volvamos ahora a Wittenberg.

Notas finales:
1. Tanquam perfido haeretico nulla sit servanda fides.
Cochloeus, pág. 28.
2. Longa consultatio difficilisque disceptatio. Ibídem.
3. Cum autem grandis ubique per Germaniam fere totam
excitata est..animorum commotio. Ibídem.
4. Stammbuch de Lucas Cranach, etc. herausgegeben 5 Chr
5. Mecheln, p. 12.
5. Die Cardinale und Bischofe sind ihm hart
zuwieder..Seckend. P. 365.

6. Esta ceremonia se describe en varias obras; entre otros,


en el "Tagebuch einer Reise durch Deutschland und
Italien. Berlín, 1817, 4, 94. Las características principales
son anteriores al siglo XVI.
7. Para el comentario de la bula y de Lutero, véase Die Bulla
vom Abendfressen. L. Opp. (L.) 18: 1.

8. Este nombre ha sido modificado; leer Gazari o Cathari.


9. Gleich wie ein Hund ums Beines willen. L. Opp. (L.) 18:12.
LIBRO 7
CAPÍTULO 6

Ahora era el 24 de marzo. Por fin, el heraldo imperial había pasado la


puerta de la ciudad en la que residía Lutero. Jadeo ard Sturm esperó a
que el médico, y entregó la cita de Carlos V. Lo que un momento grave
y solemne para el reformador! Todos sus amigos estaban consternados.
Ningún príncipe, sin excepción de Federico el Sabio, había declarado
por él. Los caballeros, es cierto, habían expresado sus amenazas; pero
los despreciaba el poderoso Charles. Lutero, sin embargo, no estaba
desconcertado. “Los papistas”, dijo al ver la angustia de sus amigos,
“no desean mi venida a Worms, sino mi condena y mi muerte. 1 ¡ No
importa! Ore, no por mí, sino por la Palabra de Dios. ¡Antes de que mi
sangre se enfríe, miles de hombres en todo el mundo se habrán hecho
responsables de haberla derramado! El santísimo adversario de Cristo,
el padre, el maestro, el generalísimo de los asesinos, insiste en su
despojo. ¡Que así sea! ¡Que se haga la voluntad de Dios! Cristo me dará
su Espíritu para vencer a estos ministros del error. Los desprecio
durante mi vida; Triunfaré sobre ellos con mi muerte. 2 Están
ocupados en Worms para obligarme a retractarme y esta será mi
retractación: dije anteriormente que el Papa era el vicario de Cristo;
ahora afirmo que es adversario de nuestro Señor y apóstol del diablo ”.
Y cuando se enteró de que todos los púlpitos de los franciscanos y
dominicos resonaban con imprecaciones y maldiciones contra él:
“¡Oh! ¡Qué alegría tan profunda siento! " exclamó él. 3 Sabía que había
hecho la voluntad de Dios y que Dios estaba con él; ¿Por qué, entonces
, no habría de partir con valentía? Tal pureza de intención, tal libertad
de conciencia, es un apoyo oculto pero incalculable, que nunca falla al
siervo de Dios, y lo hace más invulnerable que protegido por cota de
malla y huestes armadas.
En ese momento llegó a Wittenberg un hombre que, como
Melancthon, estaba destinado a ser amigo de Lutero durante toda su
vida ya consolarlo en el momento de su partida. 4 Se trataba de un
sacerdote llamado Bugenhagen, de treinta y seis años, que había huido
de la severidad que el obispo de Camin y el príncipe Bogislas de
Pomerania ejercían sobre los amigos del Evangelio, ya fueran
eclesiásticos, ciudadanos o literatos. 5 Proveniente de una familia
senatorial y nacido en Wollin en Pomerania (de donde comúnmente se
le llama Pomeranus), Bugenhagen había estado enseñando en Treptow
desde la edad de veinte años. Los jóvenes se apiñaron ansiosos a su
alrededor; los nobles y los eruditos se imitaban mutuamente al cortejar
a su sociedad. Estudió diligentemente las Sagradas Escrituras, orando
a Dios para que lo iluminara. 6 Un día, hacia fines de diciembre de
1520, le pusieron en la mano los libros de Lutero sobre la cautividad
de Babilonia mientras se sentaba a cenar con varios de sus amigos.
“Desde la muerte de Cristo”, dijo, después de pasar el ojo por las
páginas, “muchos herejes han infestado la Iglesia; pero nunca ha
existido una plaga como el autor de este trabajo ". Después de llevarse
el libro a casa y leerlo dos o tres veces, todas sus opiniones cambiaron;
se le ocurrieron verdades completamente nuevas para él; y al regresar
unos días después a sus colegas, dijo: “El mundo entero ha caído en la
más densa oscuridad. Th es el hombre solo ve la luz “. 7 Varios
sacerdotes, un diácono y el abad mismo, recibieron la pura doctrina de
la salvación, y en poco tiempo, por el poder de su predicación, llevaron
a sus oyentes (dice un historiador) de regreso de las supersticiones
humanas a la única y eficaz méritos de Jesucristo. 8 Sobre esto estalló
una persecución. Las cárceles ya resonaban con los gemidos de muchas
personas. Bugenhagen huyó de sus enemigos y llegó a Witten berg.
“Sufre por amor al Evangelio”, escribió Melancthon al capellán del
elector. "¿A dónde podría volar, sino a nuestro asulon (asilo) y a la
protección de nuestro príncipe?" 9
Pero nadie recibió a Bugenhagen con mayor alegría que Lutero. Se
acordó entre ellos, que inmediatamente después de la partida del
reformador, Bugenhagen debería comenzar a dar conferencias sobre
los Salmos. Fue así que la Divina Providencia llevó a este hombre capaz
a suplir en cierta medida el lugar de aquel a quien Wittenberg estaba a
punto de perder. Un año después, Bugenhagen fue colocado a la cabeza
de la Iglesia en esta ciudad, que presidió durante treinta y seis años.
Lutero le dio un estilo especial. El pastor.
Lutero estaba a punto de partir. Sus amigos, alarmados, pensaron que
si Dios no se interponía de manera milagrosa, iba a una muerte
segura. Melancthon, muy alejado de su ciudad natal, estaba unido a
Lutero con todo el afecto de un corazón susceptible. “Lutero”, dijo,
“suple el lugar de todos mis amigos; es más grande y admirable para
mí de lo que me atrevo a expresar. Sabes cómo admiraba Alcibíades a
Sócrates; 10 pero admiro a Lutero tras otro y a la manera cristiana ".
Luego añadió estas hermosas y sublimes palabras: "Cada vez que
contemplo a Lutero, lo encuentro constantemente más grande que él".
11 Melancthon deseaba acompañar a Lutero en sus peligros; pero sus
amigos comunes, y sin duda el médico mismo, se opusieron a sus
deseos. ¿No debería Felipe ocupar el lugar de su amigo ? y si este último
nunca regresara, ¿quién sería entonces para dirigir la obra de la
Reforma? "Ojalá Dios", dijo Melancthon, resignado pero decepcionado,
"que me hubiera permitido ir con él". 12
El impetuoso Amsdorff declaró de inmediato que acompañaría al
médico. Su mente fuerte encontraba placer al enfrentar el peligro. Su
audacia le permitió presentarse sin miedo ante una asamblea de reyes.
El elector había invitado a Wittenberg, como profesor de
jurisprudencia , a Jerome Schurff, hijo de un médico de St. Gall, un
hombre célebre, de modales amables y muy íntimo con Lutero.
"Todavía no ha podido tomar una decisión", dijo Lutero, "para
pronunciar sentencia de muerte a un solo malhechor". 13 Este hombre
tímido, sin embargo, deseaba ayudar al médico con sus consejos en
este peligroso viaje. Un joven estudiante danés, Peter Suaven, que
residía con Melancthon, y que luego fue célebre por sus labores
evangélicas en Pom erania y Dinamarca, también declaró que
acompañaría a su maestro. La juventud de las escuelas también debía
tener a su representante al lado del campeón de la verdad.
Alemania se conmovió al ver los peligros que amenazaban al
representante de su pueblo. Encontró una voz adecuada para expresar
sus miedos. Ulrich de Hutten se estremeció al pensar en el golpe que
estaba a punto de infligirse a su país. El 1 de abril le escribió al propio
Carlos V: “excelentísimo emperador”, le dijo, “estás a punto de
destruirnos ya ti mismo con nosotros. ¿Qué se propone hacer en este
asunto de Lutero, excepto arruinar nuestra libertad y aplastar su
poder? En toda la extensión del imperio no hay un solo hombre recto
que no sienta el más profundo interés en este asunto. 14 Sólo los
sacerdotes se opusieron a Lutero, porque él se ha opuesto a su enorme
poder, a su lujo escandaloso ya sus vidas depravadas; y porque ha
abogado por la doctrina de Cristo , por la libertad de nuestro país y por
la pureza de la moral.
“¡Oh emperador! descarta de tu presencia a estos embajadores, obispos
y cardenales romanos, que desean impedir toda reforma. ¿No
observaste el dolor de la gente cuando te vieron llegar a las orillas del
Rin, rodeado por estos aristócratas de sombrero rojo ...... y por una
banda de sacerdotes, en lugar de una tropa de valientes guerreros? ..
....
“¡No entregues tu soberana majestad a quienes deseen pisotearla! ¡Ten
piedad de nosotros! No te arrastres a ti mismo ni a toda la nación a una
misma destrucción. Guíanos en medio de los mayores peligros, bajo las
armas de tus soldados, hasta la boca del cañón; 15 Conspiren contra
nosotros todas las naciones; que cada brazo nos asalte, para que
podamos mostrar nuestro valor a la luz del día, en lugar de ser así
vencidos y esclavizados oscura y sigilosamente, como mujeres, sin
brazos y sin resistencia ... ¡Ay! teníamos la esperanza de que nos
libraras de la guerra romana y derrocara la tiranía del pontífice. ¡Dios
quiera que el futuro sea mejor que estos comienzos!

“Toda Alemania cae postrada a tus pies; 16 Con lágrimas suplicamos e


imploramos tu ayuda, tu compasión, tu fe; y por la santa memoria de
aquellos alemanes que, cuando todo el mundo poseía el dominio
romano, no inclinaron la cabeza ante esa ciudad altiva, te conjuramos
para que nos salves, nos devuelvas a nosotros mismos, nos libres de la
esclavitud y tomes venganza de nuestros tiranos ! "
Así, por boca de este caballero, habló la nación alemana a Carlos V. El
emperador no prestó atención a esta epístola, y probablemente la
arrojó con desdén a uno de sus secretarios. Era flamenco y no alemán.
Su engrandecimiento personal, y no la libertad y la gloria del imperio,
era el objeto de todos sus deseos.

Notas finales:
1. Damnatum et perditum. L. epp. 1: 556.
2. Ut hos Satanae ministros et contemnam vivens et
vincarr. Moriens. Ibídem. 579.
3. Quod mire quam gaudeam. Ibídem. 567.
4. Venit Wittembergam p aulo ante iter Lutheri ad comitia
Wormatiae indicta. Melch. Adami Vita Bugenhagii, pág.
314.
5. Sacerdotes, cives et scholasticos in vincula conjecit. Mel.
Adami Vita Bugenhagii, pág. 313.
6. Precesque adjunxit, quibus divinitus se regi ac doceri
petivit. Ibídem. pags. 312.
7. En Cimmeriis tenebris versatur: hic vir unus et solus
verum videt. Ibídem. pags. 313.
8. Un superstitionibus ad unicum Christi meritum
traducere. Ibídem.

9. Corp. Ref. 1: 361.


10. Alcibíades estaba convencido de que la sociedad de
Sócrates era un apoyo que los dioses le habían dado para
su instrucción y seguridad. Plutarco Alcibíades.
11. Quem cita contemplor, se ipso subinde majorem judico.
Corp. Ref. 1: 264.

12. Utinam licuisset mihi una proficisci. Ibídem. 365.


13. Op. (W.) 22: 2067. 1819.
14. Neque enim quam lata est Germania, ulli b oni sunt, etc.
L. Opp. Lat. 2: 182, verso.
15. Duc nos in manifestum potius periculum, duc in ferrum,
duc in ignes. L. Opp. Lat. 2: 183.
16. Omnem nunc Germaniam quasi ad genua provolutam
sibi. Ibídem. 184.
LIBRO 7
CAPÍTULO 7

Era el 2 de abril y Lutero tenía que despedirse de sus amigos. Después


de informar a Lange, mediante una nota, de que pasaría el jueves o
viernes siguientes en Erfurth, 1 se despidió de sus colegas. Volviéndose
hacia Melancthon, dijo con voz agitada: “Mi querido hermano, si no
regreso y mis enemigos me matan, continúa enseñando y mantente
firme en la verdad. Trabaja en mi lugar, ya que ya no podré trabajar
por mí mismo. Si sobrevives, mi muerte tendrá pocas consecuencias ".
Luego, entregando su alma a las manos de Aquel que es fiel, Lutero
subió al coche y abandonó Wittenberg. El Ayuntamiento le había
proporcionado un medio de transporte modesto, cubierto con un
toldo, que los viajeros podían montar o quitar a gusto. El heral d
imperial , vestido con su túnica de oficio y llevando el águila imperial,
cabalgaba al frente, asistido por su sirviente. Luego vinieron Luther,
Schurff, Amsdorff y Suaven, en el auto. Los amigos del Evangelio y los
ciudadanos de Wittenberg estaban profundamente agitados y,
invocando la ayuda de Dios, rompieron a llorar. Así comenzó Lutero su
viaje.
Pronto descubrió que los presentimientos sombríos llenaban los
corazones de todos los que encontraba. En Leipsic no se le mostró
ningún respeto, y los magistrados simplemente le obsequiaron la
habitual copa de vino. En Naumburg conoció a un sacerdote,
probablemente J. Langer, un hombre de fervor severo, que conservó
cuidadosamente en su estudio un retrato del famoso Jerónimo
Savonarola (que fue quemado en Florencia en 1498 por orden del Papa
Alejandro VI), como mártir. a la libertad y la moralidad, además de
confesor de la verdad evangélica. Después de haber quitado el retrato
del mártir italiano, el sacerdote se acercó a Lutero y se lo entregó en
silencio. Este último comprendió lo que pretendía anunciar esta
representación muda, pero su alma intrépida se mantuvo firme. "Es
Satanás", dijo, "el que impediría, con estos terrores, la confesión de la
verdad en la asamblea de los príncipes, porque prevé el golpe que
infligiría sobre su reino". 2 "Mantente firme en la verdad que has
proclamado", dijo el sacerdote solemnemente, "¡y Dios también estará
a tu lado!" 3
Después de pasar la noche en Naumburg, donde el burgomaestre lo
había entretenido hospitalariamente, Lutero llegó la noche siguiente a
Weimar. Apenas llevaba un minuto en el pueblo, cuando escuchó
fuertes gritos en todas direcciones: era la publicación de su condena.
"¡Mira allí!" dijo el heraldo. Volvió los ojos y vio con asombro que los
mensajeros imperiales iban de calle en calle, publicando por todas
partes el edicto del emperador que ordenaba que sus escritos fueran
depositados ante los magistrados. Lutero no dudaba de que esta
exhibición de severidad fuera de temporada tenía la intención de
asustarlo para que no emprendiera el viaje, de modo que pudiera ser
condenado por haberse negado a comparecer. “¡Bueno, doctor!
¿procederás? " preguntó alarmado el heraldo imperial. "¡Si!" respondió
Lutero; “¡Aunque esté prohibido en todas las ciudades, continuaré!
Confío en el salvoconducto del emperador ".
En Weimar, Lutero tuvo una audiencia con el duque Juan, hermano
del elector de Sajonia, que residía allí. El príncipe lo invitó a predicar y
el reformador consintió. Palabras de vida brotaron del corazón agitado
del médico. Un monje franciscano, que lo escuchó, llamado John Voit,
el amigo de Federico Miconio, se convirtió entonces a la doctrina
evangélica. Abandonó su convento dos años después y algo más tarde
se convirtió en profesor de teología en Wittenberg. El duque
proporcionó a Lutero el dinero necesario para su viaje.
De Weimar, el reformador se dirigió a Erfurth. Esta fue la ciudad de su
juventud. Allí esperaba encontrarse con su amigo Lange, si, como le
había escrito, podía entrar en la ciudad sin peligro. 4 Cuando estaban a
unas tres o cuatro leguas de la ciudad, cerca de la aldea de Nora,
percibió a lo lejos una tropa de jinetes. ¿Eran amigos o enemigos? En
poco tiempo Crotus, rector de la universidad, Eobanus Hesse, el amigo
de Melancthon, y a quien Lutero llamó el príncipe de los poetas, Eu
ricius Cordus, John Draco y otros, hasta el número de cuarenta, todos
miembros del senado, la universidad, o de los burgueses, lo recibió con
aclamaciones. Una multitud de habitantes de Erfurth llenó el camino y
expresó su alegría. Todos estaban ansiosos por ver al hombre que se
había atrevido a declarar la guerra al Papa.
Un hombre de unos veintiocho años, llamado Justus Jonas, había
dejado atrás a la cabalgata. 5 Jonás, después de estudiar derecho en
Erfurth, fue nombrado rector de esa universidad en 1519. Recibiendo
la luz del Evangelio, que brillaba en todas direcciones, había albergado
el deseo de convertirse en teólogo. “Creo”, le escribió Erasmo, “que
Dios te ha elegido como instrumento para dar a conocer la gloria de su
hijo Jesús”. 6 Todos sus pensamientos se volvieron hacia Wittenberg y
Lutero. Unos años antes, cuando todavía era estudiante de derecho,
Jonás, hombre de espíritu activo y emprendedor, había salido a pie en
compañía de algunos amigos y había atravesado bosques infestados de
ladrones y ciudades devastadas por la peste, para visitar a Erasmo, que
estaba entonces en Bruselas. ¿Va a dudar ahora en afrontar otros
peligros acompañando al reformador a Worms? Rogó fervientemente
que se le concediera el favor, y Lutero consintió. Así conoció a estos dos
médicos, que trabajarían juntos toda su vida en la tarea de renovar la
Iglesia. La Divina Providencia reunió a los hombres de Lutero que
estaban destinados a ser la luz de Alemania : Melancthon, Amsdorff,
Bugenhagen y Jonas. A su regreso de Worms, Jonas fue elegido rector
de la Iglesia de Wittenberg y doctor en teología. "Jonás", dijo Lutero,
"es un hombre cuya vida vale la pena comprar a un precio elevado
para retenerlo en la tierra". 7 Ningún predicador lo superó jamás en su
poder de cautivar a sus oyentes. “Pomeranus es un crítico”, dijo
Melancthon; “Soy dialéctico, Jonas es orador. Las palabras fluyen de
sus labios con una belleza admirable, y su elocuencia está llena de
energía. Pero Lutero nos supera a todos ". 8 Parece que por esta época
un amigo de la infancia de Lutero, y también uno de sus hermanos,
aumentó el número de su escolta.
La delegación de Erfurth había vuelto la cabeza de sus caballos. El
carruaje de Lutero entró dentro de los muros de la ciudad, rodeado de
jinetes y peatones. En la puerta, en los lugares públicos, en las calles
donde el pobre monje había pedido tantas veces su pan, la multitud de
espectadores era inmensa. Luther se apeó en el convento de los
Agustinos, donde el Evangelio había consolado por primera vez su
corazón. Lange lo recibió con alegría; Usingen y algunos de los padres
mayores le mostraron mucha frialdad. Había un gran deseo de
escucharlo predicar; el púlpito le había sido prohibido, pero el heraldo,
compartiendo el entusiasmo de quienes lo rodeaban, dio su
consentimiento.
El domingo después de Pascua, la iglesia de los Agustinos de Erfurth
se llenó a rebosar. Este fraile, que se había acostumbrado en otros
tiempos a abrir las puertas y barrer la iglesia, subió al púlpito y,
abriendo la Biblia, leyó estas palabras: - La paz sea contigo. Y cuando
hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado (Juan 20:19, 20).
“Filósofos, médicos y escritores”, dijo, “se han esforzado por enseñar a
los hombres el camino para obtener la vida eterna, y no lo han logrado.
Ahora te lo contaré ”.

Ésta ha sido la gran pregunta en todas las épocas; en consecuencia, los


oyentes de Lutero redoblaron su atención.
“Hay dos clases de obras”, continuó el reformador: “las obras que no
son de nosotros mismos, y éstas son buenas; nuestras propias obras, y
son de poco valor. Un hombre construye una iglesia; otro va en
peregrinación a San Jago de Compostela o San Pedro; un tercero
ayuna, reza, toma la capucha y va descalzo; otro hace otra cosa. Todas
estas obras son nada y se convertirán en nada; porque nuestras propias
obras no tienen ninguna virtud en ellas. Pero ahora les voy a decir cuál
es el verdadero trabajo. Dios ha resucitado a un hombre de entre los
muertos, el Señor Jesucristo, para destruir la muerte, extirpar el
pecado y cerrar las puertas del infierno. Esta es la obra de salvación. El
diablo pensó que tenía al Señor en su poder, cuando lo vio colgado
entre dos ladrones, sufriendo el martirio más vergonzoso, maldito de
Dios y de los hombres ... Pero la Deidad mostró su poder y destruyó la
muerte, el pecado y el infierno ...
“¡Cristo ha vencido! esta es la alegre noticia! y somos salvos por su obra,
y no por la nuestra. El Papa dice de otra manera: pero yo afirmo que la
santa madre de Dios misma se salvó, no por su virginidad, ni por su
maternidad, ni por su pureza, ni por sus obras, sino únicamente por la
instrumentalidad de la fe y las obras de Dios. Dios."
Mientras Lutero hablaba, se escuchó un ruido repentino; una de las
galerías se resquebrajó y se temió que se derrumbara bajo la presión
de la multitud. Este incidente ocasionó una gran conmoción en la
congregación. Algunos salieron corriendo de sus lugares; otros se
quedaron inmóviles de miedo. El predicador se detuvo un momento, y
luego, extendiendo la mano con arcadas, exclamó con voz fuerte: “¡No
temas nada! no hay peligro: es así que el diablo busca impedirme
proclamar el Evangelio, pero no lo logrará ”. 9 A estas palabras, los
que volaban se detuvieron asombrados y sorprendidos; la asamblea
volvió a calmarse, y Lutero, imperturbable por estos esfuerzos del
diablo, prosiguió así: “Dices mucho sobre la fe (tal vez puedas
responderme): muéstranos cómo podemos obtenerla. Bueno, te
enseñaré. Nuestro Señor Jesucristo dijo: ¡La paz sea contigo! he aquí
mis manos, es decir: ¡He aquí, hombre! soy yo, yo solo, que he quitado
tu pecado y te he redimido; y ahora tienes paz, dice el Señor.
“No he comido del fruto del árbol prohibido”, continuó Lutero, “ni tú;
pero todos hemos participado del pecado que Adán nos ha transmitido
y nos hemos descarriado. De igual manera, yo no he sufrido en la cruz,
ni tú tampoco; pero Cristo ha sufrido por nosotros; somos justificados
por la obra de Dios, y no por la nuestra ... Yo soy (dice el Señor) tu
justicia y tu redención ".
“Creamos en el Evangelio y en las epístolas de San Pablo, y no en las
cartas y decretos de los papas” ......
Después de proclamar la fe como causa de la justificación del pecador,
Lutero proclama las obras como consecuencia y manifestación de la
salvación.
“Puesto que Dios nos ha salvado”, prosigue, “ordenemos nuestras
obras para que le sean agradables. ¿Eres rico? que tus bienes sirvan a
las necesidades de los pobres. ¿Eres pobre? Que tus servicios sean
aceptables para los ricos. Si tu trabajo es útil para ti solo, el servicio
que pretendes prestar a Dios es una mentira ". 10

En todo este sermón no hay una palabra sobre él; ni una sola alusión a
las circunstancias en las que se encuentra: nada sobre Worms, ni sobre
Charles, ni sobre los nuncios; predica a Cristo, y solo a Cristo. En este
momento, cuando los ojos de todo el mundo están sobre él, no piensa
en sí mismo: esto lo marca como un verdadero siervo de Dios.
Lutero partió de Erfurth y pasó por Gotha, donde predicó otro sermón.
Miconio agrega que cuando la gente salía de la iglesia, el diablo arrojó
desde el frontón algunas piedras que no se habían movido durante
doscientos años. El médico durmió en el convento de los benedictinos
en Reinhardsbrunn, y de allí se dirigió a Eisenach, donde se sintió
indispuesto. Amsdorff, Jonas, Schurff y todos sus amigos estaban
alarmados. Estaba desangrado; lo atendieron con la más afectuosa
ansiedad, y John Oswald, el schultheiss de la ciudad, le trajo un
cordial. Lutero, habiendo bebido una porción, se durmió y, revitalizado
por este reposo, pudo continuar su viaje a la mañana siguiente.
Su progreso se asemeja al de un general victorioso. La gente miraba
con emoción al hombre atrevido, que iba a poner la cabeza a los pies
del emperador y del imperio. 11 Una inmensa multitud se agolpaba a
su alrededor. 12 "¡Ah!" dijeron algunos, "¡hay tantos obispos y
cardenales en Worms! ... Te quemarán y reducirán tu cuerpo a cenizas,
como hicieron con John Huss". Pero nada asustó al monje. “Aunque
encendieran un fuego”, dijo, “todo el camino desde Worms hasta
Wittenberg, cuyas llamas llegaban al cielo, yo lo atravesaría en el
nombre del Señor, aparecería ante ellos, entraría en las fauces de este
Behemot y le rompería los dientes, confesando al Señor Jesucristo ”.
13
Un día, justo cuando había entrado en una posada y la multitud lo
rodeaba como de costumbre, un oficial avanzó y dijo: “¿Es usted el
hombre que se ha comprometido a reformar el papado? ¿Cómo puedes
esperar tener éxito? " “Sí”, respondió Lutero, “ yo soy el hombre. Confío
en Dios Todopoderoso, cuya Palabra y mandamiento tengo delante de
mí ”. El oficial se emocionó y, mirándolo con aire más suave, dijo: “Mi
querido amigo, lo que dices es un gran asunto. Soy el sirviente de
Charles, pero su amo es más grande que el mío. Él te ayudará y te
preservará ". 14 Tal fue la impresión que produjo Lutero.

Incluso sus enemigos se sintieron heridos al ver las multitudes que se


agolpaban a su alrededor; pero describieron su viaje en colores muy
diferentes . 15 El médico llegó a Frankfort el domingo 14 de abril.
La noticia del viaje de Luther ya había llegado a Worms. Los amigos del
Papa habían pensado que no obedecería la llamada del emperador.
Albert, cardenal-arzobispo de Mentz, habría hecho cualquier cosa para
detenerlo en el camino. Se pusieron en marcha nuevas intrigas para
lograr este resultado.
Tan pronto como Lutero llegó a Francfort, descansó un poco y luego
dio información sobre su acercamiento a Spalatin, que estaba entonces
en Worms con el elector . Esta fue la única carta que escribió durante
su viaje. “Ya voy”, dijo, “aunque Satanás se esforzó por detenerme en el
camino por enfermedad. Desde que dejé Eisenach he estado en un
estado débil, y estoy todavía como nunca antes. Me entero de que
Charles ha publicado un edicto para asustarme. Pero Cristo vive, y
entraré en Worms a pesar de todas las puertas del infierno y de los
poderes del aire. 16 Por tanto, tenga la bondad de prepararme una
morada.
Al día siguiente, Lutero visitó la escuela del erudito William Nesse, un
célebre geógrafo de ese período. “Apliquen al estudio de la Biblia ya la
investigación de la verdad”, dijo a los alumnos. Y luego, poniendo su
mano derecha sobre uno de los niños y su izquierda sobre otro,
pronunció una bendición para toda la escuela.
Si Lutero bendijo a los jóvenes, también fue la esperanza de los
ancianos. Catalina de Holzhausen, una viuda muy avanzada en años y
que servía a Dios, se le acercó y le dijo: “Mis padres me dijeron que
Dios levantaría un hombre que se opondría a las vanidades papales y
preservaría Su Palabra. Espero que seas ese hombre, y oro por la gracia
y el Espíritu Santo de Dios sobre tu obra ". 17
Estos estaban lejos de ser los sentimientos generales en Frankfort.
John Cochloeus, decano de la iglesia de Nuestra Señora, fue uno de los
partidarios más devotos del papado. No pudo reprimir sus aprensiones
cuando vio a Luther pasar por Frankfort en su camino a Worms. Pensó
que la Iglesia necesitaba campeones devotos. Es cierto que nadie lo
había convocado, dispuesto (decía) a sacrificar su vida en defensa del
honor de la Iglesia. 18
La alarma fue universal en el campo de los amigos del Papa. Llegaba el
heresiarca; cada día y cada hora lo acercaba más a Worms. Si entraba,
tal vez todo estuviera perdido. El arzobispo Alberto, el confesor Glapio
y los políticos que rodeaban al emperador estaban confundidos. ¿Cómo
impedir que viniera este monje? Para llevar a él de f por la fuerza era
imposible, porque tenía salvoconducto de Charles. La estratagema por
sí sola podría detenerlo. Estos hábiles hombres concibieron
inmediatamente el siguiente plan. El confesor del emperador y su
chambelán principal, Paul de Amsdorff, se apresuraron a abandonar
Worms. 19 Se dirigieron hacia el castillo de Ebernburg, a unas diez
leguas de la ciudad, la residencia de Francisco de Sickingen, el
caballero que había ofrecido asilo a Lutero. Bucer, un joven dominico,
capellán del elector pa latine y convertido a la doctrina evangélica por
la disputa de Heidelberg, 20 se había refugiado en este “lugar de
descanso de los justos”. El caballero, que no entendía mucho de
asuntos religiosos, se engañaba fácilmente y el carácter del capellán
palatino facilitó los designios del confesor. De hecho, Bucer era un
hombre de carácter pacífico. Haciendo una distinción entre puntos
fundamentales y secundarios, pensó que estos últimos podrían
abandonarse en aras de la unidad y la paz. 21
El chambelán y el confesor de Charles comenzaron su ataque. Le
dieron a entender a Sickingen y Bucer que Luther estaba perdido si
entraba en Worms. Declararon que el emperador estaba dispuesto a
enviar a algunos sabios a Ebernburg para que consultaran con el
médico. "Ambas partes", le dijeron al caballero, "se pondrán bajo tu
protección". “Estamos de acuerdo con Lutero en todos los puntos
esenciales”, le dijeron a Bucer; "Ahora es una cuestión de asuntos
meramente secundarios, y tú mediarás entre nosotros". El caballero y
el médico se tambalearon. El confesor y el chambelán continuaron: "La
invitación de Lutero debe proceder de usted", le dijeron a Sickingen, "y
Bucero se la llevará". 22 Todo fue arreglado según sus deseos. Sólo que
el demasiado crédulo Lutero vaya a Ebernburg, pronto habrá expirado
su salvoconducto, y entonces, ¿quién lo defenderá?
Lutero había llegado a Oppenheim. Su salvoconducto estuvo disponible
sólo durante tres días más . Vio que se le acercaba una tropa de jinetes,
y pronto reconoció a Bucer, con quien había mantenido
conversaciones tan íntimas en Heidelberg. 23
“Estos caballeros pertenecen a Francisco de Sickingen”, dijo Bucer,
después del primer intercambio de amistades; Me ha enviado para
llevarte a su castillo. 24 El confesor del emperador desea tener una
entrevista contigo. Su influencia sobre Charles es ilimitada; todo puede
estar arreglado todavía. ¡Pero ten cuidado con Aleander! Jonas, Schurff
y Amsdorff no sabían qué pensar. Bucer estaba presionando; pero
Luther no dudaba. “Continuaré mi viaje”, respondió a Bucero; Y si el
confesor del emperador tiene algo que decirme, me encontrará en
Worms. Me dirijo adonde soy convocado ".
Mientras tanto, el propio Spalatin comenzó a sentirse ansioso y a
temer. Rodeado en Worms por los enemigos de la Reforma, oyó decir
que el salvoconducto de un hereje no debe ser respetado. Se alarmó por
su amigo . En el momento en que este último se acercaba a la ciudad,
se le apareció un mensajero, con este consejo del capellán: “¡No entres
en Worms!”. Y así de su mejor amigo - el confidente del elector - ¡Del
mismo Spalatin! ...... Pero Lutero, unismán , volvió sus ojos hacia el
mensajero, y respondió: “Ve y dile a tu amo, que incluso debería haber
tan muchos demonios en Worms como tejas en los techos de las casas,
¡aún así entraría! " 25 ¡ Nunca, quizás, Lutero ha sido tan sublime! El
mensajero regresó a Worms con esta asombrosa respuesta. “Entonces
no me desanimé”, dijo Lutero, unos días antes de su muerte; “No temía
nada. De hecho, Dios puede volver intrépido a un hombre en cualquier
momento; pero no sé si ahora debería tener tanta libertad y alegría ”. -
“Cuando nuestra causa es buena”, añade su discípulo Mathesius, “el
corazón se expande y da valor y energía a los evangelistas tanto como a
los soldados”. 26

Notas finales:

1. Epp. 1: 580.
2. Terro rem hunc a Sathana sibi dixit afferri..M. Adami,
pág. 117.
3. wolle bey der erkandten Wahrheyt mit breytem Fuss
aushalten .. Mathesius Historien, p. 23. Citamos la
primera edición de 1566.
4. Nisi periculum sit Erfordiam ingrediente. L. Epp. 1: 580.
5. Hos inter, qui nos pr aevenerat, ibat Jonas, Ille decus
nostri, primaque fama Chori. Eob. Hessi Elegia Secunda.
6. Velut organum quoddam electum ad illustrandam filii sui
Jesu gloriam. Erasm. Epp. 5:27.
7. Vir est quem oportuit multo pretio emptum et servatum
in terra. Weismann, 1:14 36.
8. Pomeranus est grammaticus, ego sum dialecticus, Jonas
est orator..Lutherus vero nobis omnibus antecellit. Knapp
Narrat. De J. Jona, pág. 581.
9. Agnosco insidias, hostis acergbe, tuas. Hessi Eleg. 3.
10. Op. (L.) 12: 485.
11. Quocunque iter faciebant, frequens erat concursus
hominum, videndi Lutheri studio. Cochloeus, pág. 29.

12. Iter facienti occurrebant populi. Pallav. Hist. C. Tr. 1: 114.


13. Ein Feuer das bis an den Himmel reichte ... Keil, 1:98.
14. Nun habt Ihr einen grossern Herrn, denn Ich. Ibídem.
99.
15. In diverso riis multa propinatio, laeta compotatio,
musices quoque gaudia: adeo ut Lutherus ipse alicubi
sonora testudine ludens omnium in se oculos
converteret, velut Orpheus quidam, sed rasus adhuc et
cucullatus, eoque mirabilior. Cochloeus, pág. 29. En las
tabernas había buen humor, gozosos potajes y hasta los
encantos de la música: de modo que Lutero, tocando el
arpa, atraía todas las miradas sobre sí mismo, como un
Orfeo, y tanto más maravilloso cuanto estaba esquilado y
llevaba una capucha.
16. Intrabimus Wormatiam, invitis omnibus porti s inferni
et potentatibus aeris. L. Opp. 1: 987.
17. Ich hoffe dass du der Verheissene..Cypr. Hilar. Ev. Pág.
608.

18. Lutherum illac transeuntem subsequutus, ut pro honore


Ecclesiae vitam suam..exponeret. Cochloeus, pág. 36. Este
es el escritor que citamos con tanta frecuencia .
19. Dass der Keyser seinen Beichtvater und Ihrer Majest.
OberKammerling, zu Sickingen schickt. L. Opp. 17: 587.
20. Ver vol. 1. Pág. 120.
21. Condocefaciebat ta <ajnagka ~ ia a probabilibus
distinguere, ut scirent quae retinenda..M. Adami Vita
Buceri. Pág. 223.
22. Dass er sollte den Luther zu sich fodern. L. Opp. 17: 587.
23. Da kam Bucer zu mit etlichen Reutern. Ibídem.

24. Und wollte mir uberreden zu Sickingen gen Ebernburg


zu kommen. L. Opp. 17: 587.
25. Wenn so viel Teufel zu Worms waren, als Ziegel auf den
Dachern noch wollt Ich hine in. Ibid.
26. So wachst das Herz im Leibe..Math. P. 24.

LIBRO 7
CAPÍTULO 8

Por fin, la mañana del 16 de abril, Lutero descubrió las murallas de la


antigua ciudad. Todos lo estaban esperando. Un pensamiento
absorbente prevaleció en Worms. Algunos jóvenes nobles, Be rnard de
Hirschfeldt, Albert de Lindenau, con seis caballeros y otros caballeros
en la fila de los príncipes, hasta un centenar (si podemos creer a
Pallavicini), incapaces de contener su impaciencia, cabalgaron a
caballo. para encontrarlo, y rodearlo , para formar una escolta en el
momento de su entrada. Se acercó. Ante él se encabritó el heraldo
imperial, con sus trajes completos. Luther fue el siguiente en su
modesto automóvil. Jonás lo siguió a caballo, y los caballeros estaban a
ambos lados de él. Una gran multitud lo esperaba a las puertas. Era
cerca del mediodía cuando pasó esos muros, de los cuales tantas
personas habían predicho que nunca saldría vivo. Todos estaban a la
mesa; pero en cuanto el vigilante de la torre de la catedral sonó su
trompeta, todos corrieron a las calles para ver al monje. Luther estaba
ahora en Worms.
Dos mil personas lo acompañaron por las calles de la ciudad. Los
ciudadanos se adelantaron ansiosos para verlo: a cada momento la
multitud aumentaba. Fue mucho mayor que en la entrada pública del
emperador. De repente, dice un historiador, un hombre vestido con un
traje singular y con una gran cruz, como la que se emplea en las
procesiones fúnebres, se abrió paso entre la multitud, avanzó hacia
Lutero, y luego en voz alta, y en eso En tono lastimero y mesurado en
que se dice la misa para el reposo del alma, cantó estas palabras, como
si las pronunciara desde la morada de los muertos:
¡Advenisti, oh desiderabilis!
Quem expectabamus in tenebris! 1
Así, un réquiem fue la bienvenida de Lutero a Worms. Fue el tonto de
la corte de uno de los duques de Baviera, quien, si la historia es cierta,
le dio a Lutero una de esas advertencias, repletas a la vez de sagacidad
e ironía, de las que se han registrado tantos ejemplos de estos
personajes. B ut los gritos de la multitud pronto ahogó el De Profundis
de la cruz-portador. La procesión se abrió paso con dificultad entre la
multitud. Por fin, el heraldo del imperio se detuvo ante el hotel de los
caballeros de Rodas. Allí residían los dos consejeros del elector,
Federico de Thun y Felipe de Feilitsch, así como el mariscal del
imperio, Ulrico de Pappenheim. Luther se apeó de su automóvil y dijo
al tocar el suelo: "Dios será mi defensa". 2 - “Entré a Worms en una
carreta cubierta, y con mi túnica de monje”, dijo en un período
posterior. “Toda la gente salió a la calle para ver a Fray Martín”. 3
La noticia de su llegada llenó de alarma tanto al elector de Sajonia
como a Aleander .

El joven y elegante arzobispo Albert, que mantuvo una posición


intermedia entre las dos partes, se sintió confundido por tal audacia.
"Si no hubiera tenido más coraje que él", dijo Luther, "es cierto que
nunca me habrían visto en Worms".
Carlos V convocó inmediatamente a su consejo. Los consejeros
privados del emperador se dirigieron apresuradamente al palacio,
porque la alarma también les había llegado. "Lutero ha venido", dijo
Charles; "¿Qué debemos hacer?"
Modo, obispo de Palermo y canciller de Flandes, respondió, si
podemos acreditar el testimonio del propio Lutero: “Hace mucho que
consultamos sobre este asunto. Deje que su majestad imperial se
deshaga de este hombre de una vez. ¿No hizo Segismundo quemar a
John Huss? No estamos obligados a dar ni a observar el salvoconducto
de un hereje ". 4 - "¡No!" dijo Charles, "debemos cumplir nuestra
promesa". Se sometieron, por tanto, a la aparición del reformador ante
la dieta.
Si bien los concilios de los grandes se agitaron de esta manera a causa
de Lutero, hubo muchas personas en Worms que se deleitaron con la
oportunidad de contemplar detenidamente a este ilustre siervo de
Dios. Capito, capellán y consejero del arzobispo de Mentz, fue el más
destacado entre ellos. Este hombre extraordinario, que poco antes
había predicado el Evangelio en Suiza con gran libertad , 5 pensó que
era conveniente para la posición que ocupaba actuar de una manera
que lo llevó a ser acusado de cobardía por los evangélicos y de
disimulo por parte de los evangélicos. Romanistas. 6 Sin embargo, en
Mentz había proclamado la doctrina de la gracia con mucha claridad.
En el momento de su partida, había logrado ocupar su lugar con un
predicador joven y celoso llamado Hedio. La Palabra de Dios no estaba
ligada a esa ciudad, la antigua sede de la primacía de la Iglesia
alemana . El Evangelio fue escuchado con entusiasmo; En vano se
esforzaron los monjes por predicar las Sagradas Escrituras a su
manera, y emplearon todos los medios a su alcance para controlar el
impulso dado a la mente de los hombres: no pudieron lograrlo. 7 Pero
mientras proclamaba la nueva doctrina, Capito trató de mantener
amistad con quienes la perseguían. Se jactaba de sí mismo, como lo
hacían otros que compartían sus opiniones, de poder de esta manera
ser de gran utilidad a la Iglesia. A juzgar por su discurso, si Lutero no
fue quemado, si todos los luteranos no fueron excomulgados, fue por
la influencia de Capito con el arzobispo Alberto. 8 Cochloeus, decano
de Francfort, que llegó a Worms casi al mismo tiempo que Lutero,
atendió de inmediato a Capito. Este último, que estaba, al menos en
apariencia, en muy buenos términos con Aleandro, le presentó a
Cocloeus, sirviendo así como enlace entre los dos mayores enemigos
del reformador. 9 Capito sin duda pensó que estaba promoviendo la
causa de Cristo con todos estos expedientes contemporizadores, pero
no podemos encontrar que conduzcan a ningún buen resultado. El
evento casi siempre desconcierta estos cálculos de la sabiduría
humana y prueba que un curso decidido, si bien es el más franco , es
también el más sabio.

Mientras tanto, la multitud seguía rodeando el hotel de Rodas, donde


Luther se había apeado. Para algunos fue un prodigio de sabiduría,
para otros un monstruo de iniquidad. Toda la ciudad anhelaba verlo.
10 Lo dejaron , sin embargo, las primeras horas después de su llegada
para recuperar fuerzas y conversar con sus amigos más íntimos. Pero
tan pronto como llegó la noche, condes, barones, caballeros,
caballeros, eclesiásticos y ciudadanos, se agolparon a su alrededor.
Todos, hasta sus más grandes enemigos, quedaron impresionados por
la audacia de sus modales, la alegría que parecía animarlo, el poder de
su lenguaje y esa imponente elevación y entusiasmo que le daban a
este sencillo monje una autoridad irresistible. Pero mientras algunos
atribuían esta grandeza a algo divino, los amigos del Papa exclamaron
en voz alta que estaba poseído por un demonio. 11 Los visitantes se
sucedieron rápidamente, y esta multitud de individuos curiosos
mantuvo a Lutero alejado de su cama hasta una hora tardía de la
noche .
A la mañana siguiente, miércoles 17 de abril, el mariscal hereditario
del imperio, Ulrich de Pappenheim, lo citó para comparecer a las
cuatro de la tarde ante su majestad imperial y los estados del imperio.
Lutero recibió este mensaje con profundo respeto.

Así quedó todo arreglado; estaba a punto de representar a Jesucristo


ante la asamblea más augusta del mundo. No le faltaban ánimos. El
impetuoso caballero Ulrich Hutten se encontraba entonces en el
castillo de Ebernburg. Incapaz de visitar a Worms (pues León X había
pedido a Carlos V que lo enviara atado de pies y manos a Roma),
resolvió al menos extender la mano amistosa a Lutero; y en este mismo
día (17 de abril) le escribió, adoptando el lenguaje de un rey de Israel:
12 “El Señor te oiga en el día de la angustia; el nombre del Dios de
Jacob te defienda. Te envía ayuda desde el santuario y te fortalece
desde Sion. Concédelo conforme a tu corazón y cumple todos tus
consejos. ¡ Querido y amado Lutero! ¡Mi venerable padre! ... no temas y
mantente firme. El consejo de los impíos te ha acosado, y han abierto
contra ti su boca como leones rugientes. Pero el Señor se levantará
contra los injustos y los confundirá. Lucha , por tanto, valientemente
por la causa de Cristo. En cuanto a mí, yo también lucharé con valentía.
Ojalá se me permitiera ver cómo fruncían el ceño. Pero el Señor
limpiará su viña, que el jabalí del bosque arrasó ... ¡Que Cristo te
guarde! " 13 Bucer hizo lo que Hutten no pudo hacer; vino de
Ebernburg a Worms, y no dejó a su amigo durante el tiempo de su
estancia en esa ciudad. 14

Llegaron las cuatro. Apareció el mariscal del imperio ; Lutero se


preparó para partir con él. Estaba agitado al pensar en el congreso
solemne ante el cual estaba a punto de comparecer. El heraldo fue el
primero en caminar; después de él, el mariscal del imperio; y el
reformador fue el último. La multitud que llenó las calles fue aún
mayor que el día anterior. Era imposible avanzar; en vano se dieron
órdenes de abrir paso; la multitud seguía aumentando. Por fin, el
heraldo, al ver la dificultad de llegar al ayuntamiento, ordenó que se
abrieran algunas casas particulares y condujo a Lutero a través de los
jardines y pasadizos privados hasta el lugar donde estaba la dieta. 15
Las personas que presenciaron esto, corrieron a las casas tras el monje
de Wittenberg, corrieron hacia las ventanas que daban a los jardines y
un gran número trepó a los techos. Los techos de las casas y las aceras
de las calles, arriba y abajo, estaban todos cubiertos de espectadores.
dieciséis
Habiendo llegado por fin al ayuntamiento, la multitud impidió de
nuevo a Lutero ya sus acompañantes cruzar el umbral. Ellos gritaron:
“¡Abran paso! ¡ceder el paso!" pero nadie se movió. Después de esto,
los soldados imperiales por la fuerza principal despejaron un camino,
por el que pasó Lutero. Mientras la gente se apresuraba a entrar con
él, los soldados los detuvieron con sus alabardas. Lutero entró al
interior del salón; pero incluso allí, todos los rincones estaban
abarrotados. En las antecámaras y troneras de las ventanas había más
de cinco mil espectadores, alemanes, italianos , españoles y otros.
Lutero avanzó con dificultad. Por fin, al acercarse a la puerta que
estaba a punto de admitirlo en presencia de sus jueces, se encontró
con un valiente caballero, el célebre Jorge de Freundsberg, quien,
cuatro años más tarde, a la cabeza de sus lansquenets alemanes, se
inclinó La rodilla con sus soldados en el campo de Pavía, y luego
cargando por la izquierda del ejército francés, lo empujó hacia el
Ticino, y en gran medida decidió el cautiverio del rey de Francia. El
anciano general, al ver pasar a Lutero, le dio un golpecito en el
hombro, y moviendo la cabeza, palidecida en muchas batallas, dijo
amablemente: “¡Pobre monje! pobre monje! ¡Ahora vas a tomar una
posición más noble que la que yo o cualquier otro capitán hemos
hecho en la más sangrienta de nuestras batallas! Pero si tu causa es
justa y estás seguro de ella, avanza en el nombre de Dios y no temas
nada. ¡Dios no te abandonará! " 17 ¡ Un noble tributo de respeto
pagado por el valor de la espada al valor de la mente! El que domina su
espíritu es mayor que el que toma una ciudad, fueron las palabras de
un rey. 18
Por fin se abrieron las puertas del vestíbulo. Lutero entró y con él
entraron muchas personas que no formaban parte de la dieta. Nunca se
había presentado un hombre ante una asamblea tan imponente . El
emperador Carlos V, cuya soberanía se extendía por gran parte del
viejo y nuevo mundo; su hermano el Archiduque Fernando; seis
electores del imperio, la mayoría de cuyos descendientes ahora llevan
la corona real; veinticuatro duques, la mayoría de los cuales eran
soberanos independientes sobre países más o menos extensos, y entre
los cuales se encontraban algunos cuyos nombres luego se volvieron
formidables para la Reforma: el duque de Alva y sus dos hijos; ocho
margraves; treinta arzobispos, obispos y abades; siete amb assadors,
incluidos los de los reyes de Francia e Inglaterra; los diputados de diez
ciudades libres; un gran número de príncipes, condes y barones
soberanos; los nuncios papales; - en total, doscientas cuatro personas:
tal fue la imponente corte ante la que se presentó Martín Lutero.
Esta aparición fue en sí misma una señal de victoria sobre el papado. El
Papa había condenado al hombre, y ahora se encontraba ante un
tribunal que, por este mismo acto, se situó por encima del Papa. El
Papa lo había puesto bajo un interdicto, y lo había separado de toda la
sociedad humana; y sin embargo fue citado en lenguaje respetuoso y
recibido ante la más augusta asamblea del mundo. El Papa lo había
condenado a un silencio perpetuo, y ahora estaba a punto de hablar
ante miles de atentos lectores reunidos desde los lugares más lejanos
de la cristiandad. Así pues, la instrumentalidad de Lutero había
efectuado una inmensa revolución. Roma ya descendía de su trono, y
fue la voz de un monje la que provocó esta humillación.
Algunos de los príncipes, cuando vieron la emoción de este hijo del
humilde minero de Mansfeldt en presencia de esta asamblea de reyes,
se le acercaron amablemente y uno de ellos le dijo: “No temas a los que
matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma ". Y otro añadió:
"Cuando seáis llevados ante gobernadores y reyes por amor, el espíritu
de vuestro Padre hablará en vosotros". 19 Así fue consolado el
reformador con las palabras de su Maestro por los príncipes de este
mundo.
Mientras tanto, los guardias abrieron paso a Luther. Avanzó y se situó
ante el trono de Carlos V. La visión de tan augusta asamblea pareció
por un instante deslumbrarlo e intimidarlo. Todos los ojos estaban fijos
en él. La confusión disminuyó gradualmente y siguió un profundo
silencio . "No digas nada", le dijo el mariscal del imperio, "antes de que
te interroguen". Lutero se quedó solo.

Después de un momento de solemne silencio, el canciller del arzobispo


de Treves, John ab Eck, el amigo de Aleander, y que no debe
confundirse con el teólogo del mismo nombre, se levantó y dijo con
voz alta y clara: primero en latín y luego en alemán: “¡Martín Lutero!
Su sagrada e invencible majestad imperial le ha citado ante su trono,
de acuerdo con el consejo y el consejo de los estados del Sacro Imperio
Romano Germánico, para exigirle que responda a dos preguntas:
Primero, ¿Reconoce que estos libros han sido escritos por usted? ? " -
Al mismo tiempo, el orador imperial señaló con el dedo unos veinte
volúmenes colocados sobre una mesa en el medio del salón,
directamente frente a Lutero. “No sé cómo pudieron conseguirlos”, dijo
Lutero al relatar esta circunstancia. Fue Aleander quien se tomó la
molestia. "En segundo lugar", prosiguió el canciller, "¿está dispuesto a
retractarse de estos libros y de su contenido, o persiste en las
opiniones que ha adelantado sobre ellos?"

Lutero, sin desconfiar, estaba a punto de responder afirmativamente a


la primera de estas preguntas, cuando su abogado, Jerome Schurff,
interrumpiéndolo apresuradamente, exclamó alo ud: "¡Que se lean los
títulos de los libros!" 20
El canciller se acercó a la mesa y leyó los títulos. Entre ellos había
muchas obras devocionales, bastante ajenas a la controversia.

Terminada su enumeración, Lutero dijo primero en latín y luego en


alemán:
“¡Muy amable emperador! ¡Graciosos príncipes y señores! “Su majestad
imperial me ha hecho dos preguntas.
“En cuanto al primero, reconozco como míos los libros que acaban de
nombrar: no puedo negarlos.
“En cuanto al segundo, dado que se trata de una cuestión que
concierne a la fe y la salvación de las almas, y en la que está interesada
la Palabra de Dios, el mayor y más preciado tesoro del cielo o de la
tierra, 21 debo actuar con imprudencia si respondiera sin reflexionar.
Podría afirmar menos de lo que las circunstancias exigen, o más de lo
que la verdad requiere, y así pecar contra este dicho de Cristo: -
Cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo
negaré delante de mi Padre que está en los cielos. Por eso suplico a su
majestad imperial, con toda humildad, que me conceda tiempo, para
que pueda responder sin ofender a la Palabra de Dios ”.
Esta respuesta, lejos de dar motivos para suponer que Lutero sintió
alguna vacilación, era digna del reformador y del asno . Era justo que
pareciera tranquilo y circunspecto en un asunto tan importante, y que
dejara a un lado en este momento solemne todo lo que pudiera
despertar sospechas de pasión o temeridad. Además, al tomarse un
tiempo razonable, daría una prueba más contundente de la firmeza
inalterable de su resolución. En la historia leemos acerca de muchos
hombres que con una expresión apresurada han traído grandes
desgracias sobre sí mismos y sobre el mundo. Lutero refrenó su propia
disposición naturalmente impetuosa; controló su lengua, siempre
demasiado listo para hablar; se contuvo en un momento en que todos
los sentimientos que lo animaban estaban ansiosos por expresarse.
Esta moderación, esta calma, tan sorprendente en un hombre así,
multiplicó por cien sus fuerzas y lo puso en condiciones de responder,
en un período posterior, con tal sabiduría, poder y dignidad, que
engañó las expectativas de su padre. adversarios, y confundir su
malicia y su orgullo.
Y sin embargo, debido a que había hablado de manera respetuosa y en
voz baja, muchos pensaron que vacilaba, e incluso que estaba
consternado. Un rayo de esperanza iluminó la mente de los partidarios
de Roma. Charles, impaciente por conocer al hombre cuyas palabras
habían conmovido al imperio, no le había quitado los ojos de encima.
Se volvió hacia uno de sus cortesanos y dijo con tristeza: "Ciertamente,
este hombre nunca me convertirá en un hereje". 22 Luego,
levantándose de su asiento, el joven emperador se retiró con sus
ministros a una sala del consejo; los electores con los príncipes se
retiraron a otro; y los depósitos de las ciudades libres en un tercio.
Cuando la dieta volvió a reunirse, se acordó cumplir con la solicitud de
Lutero. Este fue un gran error de cálculo en hombres movidos por la
pasión.
"Martín Lutero", dijo el canciller de Treves, "su majestad imperial, de
su bondad natural, está muy dispuesto a concederle otro día, pero con
la condición de que dé su respuesta viva voce, y no por escrito".
El heraldo imperial dio un paso adelante y condujo a Luther de regreso
a su hotel. Amenazas y gritos de júbilo fueron escuchados por los torres
a su paso. Los rumores más siniestros circularon entre los amigos de
Lutero. “La dieta está insatisfecha”, dijeron; “Los enviados papales han
triunfado; el reformador será sacrificado ". Las pasiones de los hombres
se inflamaron. Muchos señores se apresuraron al alojamiento de
Lutero : “Doctor”, dijeron emocionados, “¿qué es esto? ¡Se dice que
están decididos a quemarte! " 23 ... "Si lo hacen", continuaron estos
caballeros, "¡les costará la vida!" - “Y eso ciertamente habría sucedido”,
dijo Lutero, cuando veinte años después citó estas palabras en
Eisleben.
Por otro lado, los enemigos de Lutero se regocijaron. “Ha pedido
tiempo”, dijeron; “Él se retractará. A la distancia, su discurso fue
arrogante; ahora su coraje le falla ... él está conquistado. "
Quizás Luther fue el único hombre que se sintió tranquilo en Worms.
Poco después de su regreso de la dieta, le escribió a Cuspianus, el
consejero imperial: “Te escribo en medio del tumulto (aludiendo
probablemente al ruido que hace la multitud en el hotel). Acabo de
comparecer ante el emperador y su hermano. 24 ..... Me confesé el
autor de mis libros, y declaré que respondería mañana tocando mi
retractación. Con la ayuda de Cristo, nunca recuperaré ni una tilde de
mis obras ". 25
La emoción del pueblo y de los soldados extranjeros aumentaba cada
hora. Mientras los contrarios avanzaban tranquilamente en la dieta,
estallaban en actos de violencia en las calles . La insolencia de los
altivos y despiadados soldados españoles ofendió a los ciudadanos.
Uno de estos mirmidones de Carlos, al encontrar en una librería la
bula del Papa con un comentario escrito por Hutten, tomó el libro y lo
rompió en pedazos, y luego arrojando los fragmentos al suelo, los
pisoteó. Otros, habiendo descubierto varias copias de los escritos de
Lutero sobre la cautividad de Babilonia, se las llevaron y las
destruyeron. El pueblo indignado cayó sobre los soldados y los obligó a
emprender el vuelo . En otra ocasión, un español a caballo persiguió,
espada en mano, por una de las principales calles de Worms, un
alemán que huyó ante él, y la gente espantada no se atrevió a detener
al hombre furioso. 26
Algunos políticos pensaron que habían encontrado la manera de salvar
a Lutero. “Retírate de tus errores doctrinales”, dijeron ellos; "Pero
persiste en todo lo que has dicho contra el Papa y su corte, y estarás a
salvo". Aleander se estremeció de alarma ante este consejo. Pero
Lutero, inamovible en su resolución, declaró que no tenía una gran
opinión de una reforma política que no se basara en la fe.

Glapio, el canciller ab Eck, y Aleander, por orden de Charles, se


reunieron temprano en la mañana del 18 para concertar las medidas a
tomar con respecto a Lutero.
Por un momento, Lutero se había sentido consternado cuando estaba
a punto de aparecer el día anterior a una asamblea tan augusta. Su
corazón se había turbado ante la presencia de tantos grandes
príncipes, ante los cuales las naciones se arrodillaron humildemente.
La reflexión de que estaba a punto de negarse a someterse a estos
hombres, a quienes Dios había investido con poder soberano, le
turbaba el alma; y sintió la necesidad de buscar la fuerza de lo alto. “El
hombre que, cuando es atacado por el enemigo, se protege con el
escudo de la fe”, dijo un día, “es como Perseo con la cabeza de
Gorgona. Quien lo miró, cayó muerto. De la misma manera debemos
presentar al Hijo de Dios a las trampas del diablo ”. 27 En la mañana
del 18 de abril, no estaba sin sus momentos de prueba, en los que el
rostro de Dios parecía oculto para él. Su fe se debilitó; sus enemigos se
multiplicaron ante él; su imaginación quedó abrumada al verlo ... Su
alma era como un barco sacudido por una violenta tempestad, que se
tambalea y se hunde hasta el fondo del abismo, y luego vuelve a subir
al cielo. En esta hora de amarga tristeza, en la que bebe la copa de
Cristo, y que para él era un huerto de Getsemaní, cae al suelo y lanza
estos gritos quebrantados, que no podemos entender, a menos que
podamos imaginarnos nosotros mismos la profundidad de la angustia
de donde ascienden a Dios: 28 -
“¡Oh Dios Todopoderoso y Eterno! ¡Qué terrible es este mundo! He
aquí, abre su boca para tragarme, ¡y yo tengo tan poca confianza en ti!
... ¡Cuán débil es la carne, y Satanás cuán fuerte! Si es sólo en la fuerza
de este mundo que debo depositar mi confianza, ¡todo ha terminado!
...... Ha llegado mi última hora, 29 ¡ mi condenación ha sido
pronunciada! ...... ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ... ¡Oh Dios! ¡Ayúdame contra
toda la sabiduría del mundo! Hacer esto; debes hacer esto ... tú solo ...
porque este no es mi trabajo, sino el tuyo. ¡No tengo nada que hacer
aquí, nada por lo que luchar con estos grandes del mundo! Debería
desear que mis días fluyan en paz y felicidad. Pero la causa es Tuya ... y
es una causa justa y eterna. ¡Oh Señor! ¡ayuadame! ¡Dios fiel e
inmutable! En ningún hombre pongo mi confianza. ¡Sería en vano! Todo
lo que es del hombre es incierto; todo lo que viene del hombre se acaba
... ¡Oh Dios! Dios mío, ¿no me oyes? ...... Dios mío, ¿estás muerto? ......
¡No! ¡No puedes morir! ¡Solo te escondes a ti mismo! Me has elegido
para este trabajo. ¡Lo sé bien! ...... Actúa, pues, oh Dios! ...... ponte a mi
lado, por tu amado Jesucristo, que es mi defensa, mi escudo y mi torre
fuerte ".

Después de un momento de lucha silenciosa, continúa así:


"¡Señor! ¿Dónde estás? ...... ¡Oh Dios mío! ¿Dónde estás? ...... ¡Ven!
¡ven! ¡Estoy listo! ... Estoy listo para dar mi vida por Tu verdad ...
paciente como un cordero. ¡Porque es la causa de la justicia - es tuya!
...... ¡Nunca me separaré de Ti, ni ahora ni por la eternidad! ...... Y
aunque el mundo esté lleno de demonios, - aunque mi El cuerpo, que
todavía es obra de Tus manos, debe ser inmolado, extendido sobre el
pavimento, cortado en pedazos ...... reducido a cenizas ...... ¡Mi alma es
Tuya! 30 ...... ¡Sí! Tu Palabra es mi seguridad. ¡Mi alma te pertenece!
Permanecerá para siempre contigo ... ¡Amén! ......¡Oh Dios! ¡ayúdame!
...... ¡Amén! "
Esta oración explica a Lutero y la Reforma. Aquí la historia levanta el
velo del santuario y revela a nuestra vista el lugar secreto de donde se
impartió fuerza y valor a este hombre humilde y despreciado, que fue
el instrumento de Dios para emancipar el alma y los pensamientos de
los hombres, y comenzar los nuevos tiempos. Lutero y la Reforma se
nos presentan aquí. Descubrimos sus manantiales más secretos. Vemos
de dónde se deriva su poder d. Este derramamiento de un alma que se
ofrece a sí misma en la causa de la verdad se encuentra en una
colección de documentos relativos a la aparición de Lutero en Worms,
bajo el número XVI, en medio de conductas seguras y otros papeles de
naturaleza similar. Uno de sus amigos sin duda lo escuchó y lo
transmitió a la posteridad. En nuestra opinión, es uno de los
documentos más valiosos de toda la historia.
Después de haber orado así, Lutero encontró esa paz mental sin la cual
el hombre no puede lograr nada grande. Luego leyó la Palabra de Dios,
examinó sus escritos y trató de redactar su respuesta en una forma
adecuada. La idea de que iba a dar testimonio de Jesucristo y de su
Palabra, en presencia del emperador y del imperio, llenó su corazón de
alegría. Como no estaba lejos la hora de su aparición, se acercó a las
Sagradas Escrituras que estaban abiertas sobre la mesa, y con emoción
colocó su mano izquierda sobre el volumen sagrado y, levantando la
derecha hacia el cielo, juró permanecer fiel al Evangelio. y confesar
libremente su fe, aun si sellara su testimonio con su sangre. Después de
esto, se sintió aún más en paz.
A las cuatro en punto apareció el heraldo y lo condujo al lugar donde
estaba sentado la dieta. La curiosidad de la gente había aumentado,
porque la respuesta iba a ser decisiva. Mientras la dieta estaba
ocupada, Lutero se vio obligado a esperar en la corte en medio de una
inmensa multitud, que se balanceaba de un lado a otro como el mar en
una tormenta, y apretó al reformador con sus olas. Transcurrieron dos
largas horas, mientras el médico se encontraba entre la multitud tan
ansioso por verlo. "No estaba acostumbrado", dijo, "a esos modales y a
todo este ruido". 31 Habría sido una preparación triste, de hecho, para
un hombre corriente. Pero Dios estaba con Lutero. Su semblante estaba
sereno; sus facciones tranquilas; el Eterno lo había levantado sobre una
roca. La noche empezó a caer. Se encendieron antorchas en el salón de
la asamblea. Sus rayos relucientes brillaban a través de las antiguas
ventanas del patio. Todo asumió un aspecto solemne. Por fin
presentaron al médico. Muchas personas entraron con él, porque cada
uno deseaba escuchar su respuesta. Las mentes de los hombres estaban
concentradas; Todos esperaban con impaciencia el momento decisivo
que se acercaba. Esta vez, Lutero estaba tranquilo, libre y confiado, sin
la menor señal perceptible de vergüenza. Su oración había dado frutos.
Habiendo tomado los príncipes sus mares , aunque no sin algunas
dificultades, porque muchos de los lugares habían sido ocupados, y el
monje de Wittenberg se encontró de nuevo ante Carlos V, el canciller
del elector de Treves comenzó diciendo:
¡Martín Lutero! ayer rogabas por una demora que ya ha expirado.
Ciertamente no debería haber sido concedido, ya que todo hombre, y
especialmente usted, que es tan grande y erudito como médico en las
Sagradas Escrituras, debería estar siempre dispuesto a responder
cualquier pregunta relacionada con su fe ... e, responda a la pregunta
de su majestad, que se ha portado con usted con tanta dulzura.
¿Defenderás tus libros en su conjunto o estás listo para rechazar
algunos de ellos? "
Después de haber dicho estas palabras en latín, el canciller las repitió
en alemán.
“ Sobre esto, Dr. Martin Luther”, dice Acts of Worms, “respondió de la
manera más sumisa y humilde. No gritó ni habló con violencia; pero
con decencia, apacibilidad, idoneidad y moderación, y sin embargo
con mucha alegría y firmeza cristiana ”. 32
“¡Emperador más sereno! príncipes ilustres! bondadosos señores! " dijo
Lutero, volviendo los ojos a Carlos y a la asamblea, "Me presento ante
ustedes este día, de conformidad con la orden que me dieron ayer, y
por la misericordia de Dios conjuro a su majestad y a su augusta alteza
para que escuchen con gracia la defensa de un porque estoy seguro de
que es justa y verdadera. Si, por ignorancia, transgrede los usos y las
conveniencias de los tribunales, le ruego que me perdone; porque no
me crié en palacios de reyes, sino en la reclusión de un convento.

“Ayer me hicieron dos preguntas en nombre de su majestad imperial:


la primera, si yo era el autor de los libros cuyos títulos fueron
enumerados; el segundo, si me retractara o defendiera la doctrina que
les había enseñado. Entonces respondí a la primera pregunta, y
persevero en esa respuesta.
“En cuanto al segundo, he escrito trabajos sobre muchos temas
diferentes. Hay algunos en los que he tratado de la fe y las buenas
obras, de una manera a la vez tan pura, tan simple y tan bíblica, que
incluso mis adversarios, lejos de encontrar algo que censurar en ellos,
admiten que estas obras son útiles, y digno de ser leído por todos los
hombres piadosos. La bula papal, por violenta que sea, lo reconoce. Si,
por tanto, me retractara, ¿qué debería hacer? ... ¡Miserable! Entre
todos los hombres, solo yo debería abandonar las verdades que los
amigos y enemigos aprueban, y debería oponerme a lo que el mundo
entero se gloría en confesar ...
“En segundo lugar, he escrito libros contra el papado, en los que he
atacado a aquellos que, con su falsa doctrina, sus malas vidas o su
ejemplo escandaloso, afligen al mundo cristiano y destruyen tanto el
cuerpo como el alma. Las quejas de todos los que temen a Dios lo
confirman. ¿No es evidente que las doctrinas humanas y las leyes de los
papas enredan, atormentan y afligen las conciencias de los creyentes,
mientras que el clamor y las perpetuas extorsiones de Roma se tragan
las riquezas y las riquezas de la cristiandad, y especialmente de esta
ilustre nación ? .....
“Si me retractara de lo que he dicho sobre este tema, ¿qué debería
hacer sino darle más fuerza a esta tiranía y abrir las compuertas a un
torrente de impiedad? 33 Rebosantes de furia aún mayor que antes,
deberíamos ver a estos hombres insolentes aumentar en número,
comportarse de forma más tiránica y dominar cada vez más. Y no sólo
el yugo que ahora pesa sobre el pueblo cristiano se volvería más
pesado con mi retractación, sino que se volvería, por así decirlo, más
legítimo , pues por esta misma retractación habría recibido la
confirmación de tu más serena majestad y de todos los estados del
santo imperio. Dios misericordioso! ¡Entonces debería convertirme en
un manto vil para cubrir y ocultar toda clase de malicia y tiranía! ...
“ Últimamente, he escrito libros contra personas que deseaban
defender la tiranía romana y destruir la fe. Confieso francamente que
puedo haberlos atacado con más acritud de la que se está convirtiendo
en mi profesión eclesiástica. No me considero como un no; pero no
puedo repudiar estos escritos, porque al hacerlo sancionaría la
impiedad de mis adversarios, y ellos aprovecharían la oportunidad de
oprimir al pueblo de Dios con una crueldad aún mayor.
“Sin embargo, soy un simple hombre, y no Dios; Por lo tanto, me
defenderé como lo hizo Cristo. Si he hablado mal, da testimonio del
mal (Juan 18:23), dijo. ¡Cuánto más yo, que no soy más que polvo y
ceniza, y que puedo extraviarme tan fácilmente, desearía que todo
hombre se opusiera a mi doctrina!
“Por eso, por la misericordia de Dios, te conjuro a ti, emperador muy
sereno, ya ti, príncipes más ilustres, ya todos los hombres de todos los
grados, a que pruebes por los escritos de los profetas y apóstoles que
me he equivocado. Tan pronto como esté convencido de esto, me
retractaré de cada error y seré el primero en agarrar mis libros y
arrojarlos al fuego.
“Lo que acabo de decir muestra claramente, espero, que he sopesado y
considerado cuidadosamente los peligros a los que me expongo; pero,
lejos de sentirme consternado, me alegro de ver que el Evangelio es
ahora, como en tiempos pasados, una causa de problemas y
disensiones. Este es el carácter, este es el destino de la Palabra de Dios.
No vine a enviar paz a la tierra, sino una espada, dijo Jesucristo (Math.
10:34). Dios es maravilloso y terrible en sus consejos; tengan cuidado,
no sea que, presumiendo apagar disensiones, persigan la santa Palabra
de Dios y atraigan sobre sí mismos un diluvio espantoso de peligros
insuperables, de desastres presentes y desolación eterna ... deben
temer que el reino de este joven y noble príncipe, sobre quien (bajo
Dios) construimos tan elevadas expectativas, no solo debe comenzar,
sino continuar y cerrar, bajo los más sombríos auspicios. Podría citar
muchos ejemplos de los oráculos de Dios ", continuó Lutero, hablando
con noble coraje en presencia del monarca más grande del mundo:"
Podría hablar de los faraones, los reyes de Babilonia y los de Israel,
cuyos los trabajos nunca contribuyeron más eficazmente a su propia
destrucción que cuando buscaron por consejos , según todas las
apariencias más sabias, fortalecer su dominio. Dios quita montañas y
ellos no lo saben; que los derriba en su ira (Job 9: 5).
“Si digo estas cosas, no es porque crea que tan grandes príncipes
necesitan mi pobre consejo, sino porque deseo dar a Alemania lo que
ella tiene derecho a esperar de sus hijos. Por eso, encomendándome a
vuestra augusta majestad ya vuestra más serena alteza, os suplico
humildemente que no permitáis que el odio de mis enemigos derrame
sobre mí una nación indígena que no he merecido ”. 34

Lutero había pronunciado estas palabras en alemán con modestia,


pero con gran calidez y firmeza; 35 se le ordenó repetirlos en latín. Al
emperador no le gustaba la lengua alemana. La imponente asamblea
que rodeaba al reformador, el ruido y su propia emoción lo habían
fatigado. "Estaba sudando mucho", dijo, "acalorado por el tumulto, de
pie en medio de los príncipes". Federico de Thun, consejero privado del
elector de Sajonia, que estaba destinado por orden de su maestro al
lado del reformador, para vigilarlo y evitar que se ejerciera violencia
contra él, al ver la condición del pobre monje, dijo: “Si no puede
repetir lo que ha dicho, eso servirá , doctor ”. Pero Lutero, después de
una breve pausa para tomar aliento, comenzó de nuevo y repitió su
discurso en latín con la misma energía que al principio. 36
"Esto dio un gran placer al elector Frederick", dice el reformador.
Cuando dejó de hablar, el canciller de Treves, orador de la dieta, dijo
indignado: “No ha respondido a la pregunta que le hicieron. No fuiste
convocado aquí para cuestionar las decisiones de los consejos. debe dar
una respuesta clara y precisa. ¿Te retractarás o no? A esto, Lutero
respondió sin mucha vacilación: “Ya que vuestra serena majestad y
vuestras altas potencias me exigen una respuesta clara, sencilla y
precisa, os daré una, 37 y es ésta: tampoco puedo someter mi fe a la
Papa o los concilios, porque está claro como el día que con frecuencia
se han equivocado y se han contradicho entre sí. Por lo tanto, a menos
que esté convencido por el testimonio de la Escritura , o por el
razonamiento más claro, a menos que esté persuadido por medio de
los pasajes que he citado, y a menos que de esta manera obliguen mi
conciencia a la Palabra de Dios, no puedo y No me retractaré, porque
no es seguro para un cristiano hablar en contra de su conciencia ”. Y
luego, mirando a su alrededor a esta asamblea ante la cual él estaba, y
que tenía su vida en sus manos, dijo: “AQUÍ ME PARO, NO PUEDO
HACER OTRO; ¿PUEDE DIOS AYUDARME? ¡AMÉN!" 38
Lutero, obligado a obedecer su fe, llevado por su conciencia a la
muerte, impulsado por la más noble necesidad, esclavo de su creencia,
y bajo esta esclavitud todavía supremamente libre, como el barco
sacudido por una violenta tempestad, y que, para salvar esa que es
más preciosa que ella misma, corre y se estrella contra las rocas, así
pronunció estas sublimes palabras que aún estremecen nuestro
corazón en un intervalo de cuatro siglos: así habló un monje ante el
emperador y los poderosos de la nación; y este hombre débil y
despreciado, solo, pero confiando en la gracia del Altísimo, parecía
más grande y más poderoso que todos ellos. Sus palabras contienen un
poder contra el cual todos estos poderosos gobernantes no pueden
hacer nada. Ésta es la debilidad de Dios, que es más fuerte que el
hombre. El imperio y la Iglesia por un lado, este hombre oscuro por el
otro, se habían encontrado. Dios había reunido a estos reyes y prelados
públicamente para confundir su sabiduría. La batalla está perdida y las
consecuencias de esta derrota de los grandes de la tierra se sentirán en
cada nación y en cada época hasta el fin de los tiempos.
La asamblea quedó atónita. Muchos de los príncipes tuvieron
dificultades para ocultar su admiración. El emperador, recuperándose
de su primera impresión, exclamó: "Este monje habla con un corazón
intrépido y un coraje inquebrantable". 39 Sólo los españoles e italianos
se sintieron confundidos y pronto comenzaron a ridiculizar una
grandeza de alma que no podían comprender.
"Si no se retracta", dijo el canciller, en cuanto la dieta se recuperó de la
impresión producida por el discurso de Luther, "el emperador y los
estados del imperio consultarán qué proceder contra un hereje
incorregible". Ante estas palabras, los amigos de Lutero empezaron a
temblar; pero el monje repitió: “Que Dios sea mi ayudador; porque no
puedo retractarme de nada ". 40
Después de esto, Lutero se retiró y los príncipes deliberaron. Todos
sintieron que este era un momento crítico para la cristiandad. El sí o el
no de este monje decidiría, quizás por siglos, el reposo de la Iglesia y
del mundo. Sus adversarios se habían esforzado por alarmarlo, y solo
lo habían exaltado ante la nación; habían pensado en dar mayor
publicidad a su derrota, y habían aumentado la gloria de su victoria.
Los partidarios de Roma no pudieron decidirse a someterlo a esta
humillación. Lutero fue llamado de nuevo y el orador de la dieta le dijo:

“Martín, no has hablado con la modestia convirtiéndose en tu puesto.


La distinción que ha hecho entre sus libros fue inútil; porque si se
retracta de los que contenían sus errores, el emperador no permitiría
que el otro fuera quemado. Es extravagante en ti exigir ser refutado por
las Escrituras, cuando estás reviviendo herejías condenadas por el
concilio general de Constanza. El emperador, por tanto, te pide que de
clare simplemente, sí o no, si presumes de mantener lo que has
adelantado o si te retractarás de una parte. - “No tengo otra respuesta
que dar que la que ya he hecho”, respondió Lutero con calma. Su
significado fue entendido. Firmes como un arco, todas las olas del
poder humano se precipitaron inútilmente contra él. La fuerza de sus
palabras, su porte atrevido, sus ojos penetrantes, la firmeza
inquebrantable legible en los toscos contornos de sus rasgos
verdaderamente alemanes, habían producido la impresión más
profunda en esta ilustre asamblea. Ya no había esperanzas. Los
españoles, los belgas e incluso los romanos eran mudos. El monje
había vencido a estos grandes de la tierra. Le había dicho que no a la
Iglesia y al imperio. Carlos V se levantó, y toda la asamblea con él: “La
dieta volverá a reunirse mañana para escuchar la opinión del
emperador”, dijo el canciller en voz alta.

Notas finales:
1. Por fin has venido, buscado durante mucho tiempo, a
quien hemos esperado en la oscuridad de la tumba. M.
Adami Vita Lutheri. Pág . 118.
2. Deus stabit pro me. Pallav. 1: 114.
3. Op. 17: 587.
4. Dass Ihre Majestat den Luther aufs erste beyseit thate
und umbringen mentiras..L. Op. 17: 587.
5. Vea a continuación, Libro 8.
6. Astutia plusquam vulpina vehementer
callidum..Lutherismum versutissime dissimulabat.
Cochloeus, pág. 36.
7. Evangelium audiunt avidissime, Verbum Dei alligatum
non est .. Caspar Hedio, Zw. Epp. Pág. 157.
8. Lutherus in hoc districtu dudum esset combustus,
Lutherani ajposuna> gwgoi, nisi Capito aliter
persuasisset principi. Ibídem. pags. 148.
9. H ic (Capito) illum (Cochloeum) insinuavit Hieronyme
Aleandro, nuncio Leonis X. Cochloeus, p. 36.
10. Eadem die tota civitas solicite confluxit. Pallav. 1: 114.
11. Nescio quid divinum suspicabantur; ex adverso alii, malo
daemone obsessum existimabant. Ibídem.
12. David en el Salmo 20.
13. Servet te Christus. L. Opp. 2: 175.
14. Bucerus eodem venit. M. Adami Vita Buceri, pág. 212.

15. Und ward también durch heimliche Gange gefuhrt. L.


Opp. (L.) 17: 574.
16. Doch lief das Volk haufig zu, und stieg sogar auf Dacher.
Seck. Pág. 348.
17. ¡Munchlein! Mun chlein! Du gehest jetzt einen Gang,
einen solchen Stand zu thun, dergleichen Ich und
mancher Obrister, auch in unser allerernestesten
Schlacht-Ordnung nicht gethan haben..Seck. Pág. 348.
18. Proverbios 16:32.
19. Einige aus den Reichs-Gliedern sprachen Ihm einen
Muth, mit Christi Worten, ein..Mateo 10:28, 18, 20.
Seckendorf, p. 348.

20. Legantur tituli librorum. L. Opp. (L.) 17: 588.


21. Weil dies eine Frage vom Glauben und der Seelen
Seligkeit ist, und Gottes Wort belanget..Ibid. 573.
22. Hic certe nunquam efficeret ut haereticu s evaderem.
Pallav. 1: 115.

23. Wie geht's? man sagt sie wollen euch verbrennen..L. Op.
(L.) 17: 588.
24. Hac hora coram Caesarte et fratre Romano constiti. L.
Epp. 1: 587.
25. Verum ego ne apicem quidem revocabo. Ibídem.
26. Ref. De Kappen Urkunden., 2: 448.
27. También sollen wir den Sohn Gottes como Gorgonis
Haupt..L. Op. (W.) 22: 1659.
28. Ver L. Opp. (L.) 17: 589.

29. Die Glocke ist schon gegossen: lit. la campana ya está


fundada. Ibídem.
30. Die Seele ist dein. L. Opp. (L.) 17: 589.
31. Des Getummels und Wesens war Ich gar nicht gewohnt.
L. Opp. 17: 535, 588.
32. Schreyt nicht sehr noch heftig, sodern redet fein,
nittich, zuchtig und bescheiden. L. Opp. (L.) 17: 576.
33. Nicht allein die Fenster, sondern auch Thur und Thor
aufthate. L. Opp. (L.) 17: 573.
34. Este discurso, así como todas las demás expresiones que
citamos, está tomado literalmente de documentos
auténticos. Ver L. Opp. (L.) 17: 776-780.

35. Non clamose en modeste, non tamen sine christiana


animositate et constantia. L. Opp. Lat. 2: 165.
36. Op. Lat. 2: 165-167.
37. Dabo illud neque dentatum, neque cornutum. Ibídem.
pags. 16 6. Te daré uno que no tendrá cuernos ni dientes.

38. Hier stehe ich: Ich kann nicht anders: Gott neife mir.
Amén. L. Opp. (L.) 17: 580.
39. Der Monch redet unerschrocken, mit getrostem Muth
Seck. 350.
40. Op. (W.) 15: 2236.
LIBRO 7
CAPÍTULO 9

La noche se había cerrado. Cada hombre se retiró a su casa en la


oscuridad. Dos oficiales imperiales formaron la escolta de Lutero.
Algunas personas imaginaron que su destino estaba decidido, que lo
llevaban a la cárcel, de donde no saldría más que para subir al
patíbulo: se desató un tumulto inmenso . Varios caballeros
exclamaron: "¿Lo llevan a prisión?" - “No”, respondió Lutero, “me
están acompañando a mi hotel”. Al oír estas palabras, la agitación
disminuyó. Algunos soldados españoles de la casa del emperador
siguieron a este hombre atrevido por las calles por las que tenía que
pasar, con gritos y burlas, mientras otros aullaban y rugían como
fieras despojadas de su presa. 1 Pero Lutero se mantuvo en calma y
firme.
Tal fue la escena en Worms. El intrépido monje, que hasta entonces
había desafiado audazmente a todos sus enemigos, habló en esta
ocasión, cuando se encontró en presencia de aquellos que estaban
sedientos de su sangre, con calma, dignidad y humildad. No hubo
exageración, no hubo mero entusiasmo humano, no hubo ira;
rebosante de la emoción más viva, todavía estaba en paz; modesto,
aunque resistiendo los poderes de la tierra; grande en presencia de
toda la grandeza del mundo. Ésta es una marca indiscutible de que
Lutero obedeció a Dios, y no las sugerencias de su propio orgullo. En el
salón de la dieta había uno más grande que Carlos y que Lutero.
Cuando seáis llevados ante gobernadores y reyes por mi causa, no os
preocupéis de cómo o qué hablaréis, dice Jesucristo, porque no sois
vosotros los que habláis. 2 Quizás nunca se había cumplido más
claramente esta promesa.
Se había producido una profunda impresión en los jefes del imperio.
Esto lo había notado Lutero y había aumentado su valor. Los ministros
del Papa se sintieron provocados porque John ab Eck no había
interrumpido tan solo al monje culpable. Muchos señores y príncipes
se ganaron para una causa apoyada con tal convicción. En algunos, es
cierto, la impresión fue pasajera; pero otros, por el contrario, que
ocultaron sus sentimientos en ese momento, en un período posterior
se declararon con gran valentía.
Luther había regresado a su hotel, buscando reclutar su cuerpo
fatigado por una dura prueba. Spalatin y otros amigos lo rodearon y
todos juntos dieron gracias a Dios. Mientras conversaban, entró un
sirviente con una jarra de plata llena de cerveza Eimbeck. "Mi
maestro", dijo, mientras se lo ofrecía a Lutero, "te invita a refrescarte
con este borrador". - "¿Quién es el príncipe", dijo el médico de
Wittenberg, "que me recuerda con tanta gracia?" Era el anciano duque
Eric de Brunswick. El reformador se vio afectado por este regalo de un
señor tan poderoso, perteneciente al partido del Papa. "Su alteza",
continuó el criado, "se ha dignado probarlo antes de enviárselo". Sobre
esto, Lutero, que tenía sed , derramó un poco de la cerveza del duque
y, después de beberla, dijo: “Como este día el duque Eric se ha
acordado de mí, que nuestro Señor Jesucristo lo recuerde en la hora de
su última lucha. " 3 Fue un regalo de valor insignificante; pero Lutero,
deseoso de mostrar su gratitud a un príncipe que lo recordaba en ese
momento, le dio lo que tenía: una oración. El sirviente regresó con este
mensaje a su amo. En el momento de su muerte, el anciano duque
recordó estas palabras y, dirigiéndose a un joven paje, Francisco de
Kramm, que estaba de pie junto a su cama: "Toma la Biblia", dijo, "y
léemela". El niño leyó estas palabras de Cristo, y el alma del moribundo
se consoló: Cualquiera que os dé un vaso de agua de beber en mi
nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su
recompensa. .

Apenas se había marchado el sirviente del duque de Brunswick,


cuando llegó un mensajero del elector de Sajonia con órdenes de que
Spalatin acudiera a él inmediatamente. Fred erick se había ido a la
dieta lleno de inquietud. Había imaginado que en presencia del
emperador Lutero le fallaría el valor; y, por tanto, se había sentido
profundamente conmovido por la actitud decidida del reformador.
Estaba orgulloso de ser un protector de un hombre así. Cuando llegó el
capellán, la mesa estaba extendida; el elector acababa de sentarse a
cenar con su corte, y los sirvientes ya habían traído el agua para sus
manos. Al ver entrar a Spalatin, le indicó que lo siguiera, y tan pronto
como estuvo solo con el capellán en su dormitorio, dijo: “¡Oh! ¡Cómo
habló el padre Lutero ante el emperador y ante todos los estados del
imperio! Solo temblé para que no fuera demasiado audaz ". 4 Frederick
tomó entonces la resolución de proteger al médico con más valentía en
el futuro.
Aleander vio la impresión que había producido Lutero; no había
tiempo que perder; debe inducir al emperador a actuar con vigor. La
oportunidad era favorable: la guerra con Francia era inminente. León
X, deseoso de ampliar sus estados y preocuparse poco por la paz de la
cristiandad, estaba negociando en secreto dos tratados al mismo
tiempo, uno con Carlos contra Francisco y el otro con Francisco contra
Carlos. 5 En el primero, reclamó al emperador, para sí mismo, los
territorios de Parma, Placentia y Ferrara; en el segundo, estipuló con el
rey una parte del reino de Nápoles, que así le sería quitada a Carlos.
Este último sintió la importancia de ganar a Leo a su lado , para tener
su alianza en la guerra contra su rival de Francia. Era una bagatela
comprar la amistad del poderoso pontífice a costa de la vida de Lutero.

Al día siguiente de la aparición de Lutero (viernes 19 de abril), el


emperador ordenó que se leyera un mensaje en la dieta, que había
escrito en francés de su propia mano. 6 “Descendiente de los
emperadores cristianos de Alemania”, dijo, “de los reyes católicos de
España, de los archiduques de Austria y de los duques de Borgoña,
todos reconocidos como defensores de la fe romana, soy firmemente
resuelto a imitar el ejemplo de mis antepasados. Un solo monje,
engañado por su propia locura, se ha levantado contra la fe de la
cristiandad. Para mantener tal impiedad, sacrificaré mis reinos, mis
tesoros, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre, mi alma y mi vida. 7 Estoy
a punto de despedir al Agustín Lutero, prohibiéndole causar el menor
desorden entre la gente; Entonces procederé contra él y sus seguidores
, como herejes contumaz, por excomunión, por interdicto, y por todos
los medios calculados para destruirlos. 8 Hago un llamado a los
miembros de los estados para que se comporten como cristianos fieles
”.
Esta dirección no agradó a todos. C harles, joven y apresurado, no
había cumplido con las formas habituales; primero debería haber
consultado con la dieta. Dos opiniones extremas se manifestaron
inmediatamente. Las criaturas del Papa, el Elector de Brandeburgo y
varios príncipes eclesiásticos, exigieron que no se respetara el
salvoconducto dado a Lutero. 9 "El Rin", dijeron, "debería recibir sus
cenizas, como había recibido las de Juan Huss hace un siglo". Charles,
si podemos dar crédito a un historiador, se arrepintió amargamente en
los años posteriores por no haber adoptado esta infame sugerencia.
“Confieso”, dijo, hacia el final de su vida, “que cometí una gran falta al
permitir que Lutero viviera. No estaba obligado a cumplir mi promesa
con él; Ese hereje había ofendido a un Maestro más grande que yo,
Dios mismo. Podría y debería haber quebrantado mi palabra, y
haberme vengado del insulto que había cometido contra Dios: porque
no le di muerte, la herejía no ha dejado de avanzar. Su muerte lo habría
sofocado en la cuna ". 10
Una proposición tan horrible llenó de consternación al elector ya todos
los amigos de Lutero. "El castigo de John Huss", dijo el elector-
palatino, "ha traído demasiadas desgracias a la nación alemana para
que podamos levantar un andamio así por segunda vez". - “Los
príncipes de Alemania”, exclamó incluso Jorge de Sajonia, enemigo
acérrimo de Lutero, “no permitirán que se viole una conducta segura.
Esta dieta, la primera de nuestro nuevo emperador, no será culpable
de una acción tan vil. Tal perfidia no está de acuerdo con la antigua
integridad alemana ". Los príncipes de Baviera, aunque unidos a la
Iglesia de Roma, apoyaron esta protesta. La perspectiva de muerte que
los amigos de Lutero ya tenían ante sus ojos pareció desvanecerse.
El rumor de estas discusiones, que duraron dos días, circuló por la
ciudad. El espíritu de fiesta estaba muy alto. Algunos señores,
partidarios de la reforma, empezaron a hablar con firmeza contra la
traición solicitada por Aleander. "El emperador", decían, "es un joven
que los papistas y obispos con sus halagos manejan a su voluntad". 11
Pallavicini habla de cuatrocientos nobles dispuestos a hacer cumplir el
salvoconducto de Lutero con la espada. El sábado por la mañana se
vieron carteles colocados en las puertas de las casas y en los lugares
públicos, algunos en contra de Lutero y otros a su favor. En uno de
ellos podrían leerse simplemente estas expresivas palabras del
Predicador: ¡Ay de ti, oh tierra, cuando tu rey es un niño! 12 Sickingen,
se informó, se había reunido a unas pocas leguas de Worms, detrás de
las inexpugnables murallas de su fortaleza, muchos caballeros y
soldados, y sólo estaba esperando conocer el resultado del asunto
antes de proceder a la acción. El entusiasmo de la gente, no solo en
Worms , sino también en las ciudades más lejanas del imperio; 13 la
intrepidez de los caballeros; el apego que sentían muchos príncipes a la
causa del reformador tenía el carácter de mostrar a Carlos ya la dieta
que la conducta sugerida por los romanistas podía comprometer la
autoridad suprema, provocar revueltas e incluso sacudir el imperio. 14
Era sólo la quema de un simple monje lo que estaba en cuestión; pero
los príncipes y los partidarios de Roma no tenían, todos juntos , la
fuerza o el coraje suficientes para hacer esto. Tampoco cabe duda de
que Carlos V, entonces joven, temía cometer perjurio. Esto parecería
estar indicado por un dicho, si es cierto, que, según algunos
historiadores, pronunció en esta ocasión : “Aunque el honor y la fe
sean desterrados de todo el mundo, deben encontrar refugio en los
corazones. de príncipes ". Es triste pensar que puede haber olvidado
estas palabras cuando estaba al borde de la tumba. Pero otros motivos
además pueden haber influido en el emperador. El florentino Vettori,
amigo de León X y de Maquiavelo, afirma que Carlos perdonó a Lutero
sólo para poder así mantener al Papa bajo control. 15
En la sesión del sábado, las violentas proposiciones de Al eander
fueron rechazadas. Lutero era amado; había un deseo generalizado de
preservar a este hombre simple, cuya confianza en Dios era tan
conmovedora; pero también había un deseo de salvar a la Iglesia. Los
hombres se estremecían al pensar en las consecuencias que podrían
derivarse, tanto del triunfo como del castigo del reformador. Se
propusieron planes de conciliación; se propuso hacer un nuevo
esfuerzo con el médico de Wittenberg. El propio arzobispo elector de
Mentz, el joven y extravagante Alberto, más devoto que audaz, dice
Pallavicini, 16 se alarmó por el interés mostrado por el pueblo y la
nobleza hacia el monje sajón. Capito, su capellán, que durante su
estancia en Basilea había establecido una intimidad con el sacerdote
evangélico de Zurich, llamado Zwingle, un hombre valiente en la
defensa de la verdad, y de quien ya hemos tenido ocasión de hablar,
también tuvo allí Sin duda, puede representar a Alberto la justicia de
la causa del reformador. El arzobispo mundano tuvo una de esas
vueltas a los sentimientos cristianos que a veces notamos en su vida, y
consintió en esperar al emperador para pedirle permiso para hacer un
último intento. Pero Charles rechazó todo. El lunes 22 de abril, los
príncipes acudieron en masa a repetir la petición de Alberto . “No me
apartaré de lo que he determinado”, respondió el emperador. “No
autorizaré a nadie a comunicarse oficialmente con Luther. Pero —
añadió, para gran disgusto de Aleander—, le concederé a ese hombre
tres días para que reflexione; durante ese tiempo , puede exhortarlo en
privado ". 17 Esto era todo lo que necesitaban. El reformador, pensaron
ellos, elevado por la solemnidad de su comparecencia ante la dieta,
cederá en una conferencia más amistosa, y quizás se salvará del
abismo en el que está por caer.
El elector de Sajonia sabía lo contrario y, por lo tanto, estaba lleno de
aprensión. “Si estuviera en mi poder”, le escribió al día siguiente a su
hermano, el Duque John, “estaría listo para defender a Lutero. No se
puede imaginar hasta qué punto los partidarios de Roma llevan sus
ataques contra mí. Si te lo contara todo, oirías algunos de los asuntos
más asombrosos. 18 Están resueltos a su destrucción; y cualquiera que
manifieste algún interés por su seguridad, será inmediatamente
catalogado como hereje. ¡Que Dios, que nunca abandona la causa de la
justicia, lleve todas las cosas a un final feliz! " Federico, sin mostrar sus
amables sentimientos hacia el reformador, se limitó a observar cada
uno de sus movimientos.
No era lo mismo con los hombres de todos los rangos de la sociedad
que estaban entonces en Worms. Sin miedo, mostraron su simpatía. El
viernes varios príncipes, condes, barones, caballeros, señores,
eclesiásticos, laicos y del pueblo se reunieron ante el hotel donde se
alojaba el reformador; entraban y salían uno tras otro, y apenas podían
saciarse de mirarlo. 19 Se había convertido en el hombre de Alemania.
Incluso los que pensaban que él estaba equivocado se vieron afectados
por la nobleza de alma que lo llevó a sacrificar su vida a la voz de su
conciencia. Con muchas personas presentes en Worms, los hombres
elegidos de la nación, Lutero mantuvo conversaciones abundantes en
esa sal con la que estaban sazonadas todas sus palabras. Ninguno lo
abandonó sin sentirse animado por un generoso entusiasmo por la
verdad. "¡Cuántas cosas tendré que contarte!" escribió George Vogler,
secretario privado de Casimir, margrave de Brandeburgo, a uno de sus
amigos. “¡Qué conversaciones, qué llenas de piedad y bondad, ha
tenido Lutero conmigo y con otros! ¡Qué persona tan encantadora es! "
20
Un día, un joven príncipe, de diecisiete años, entró dando cabriolas en
el patio del hotel; era Felipe, que durante dos años había gobernado
Hesse. Este joven soberano era de carácter rápido y emprendedor,
sabio para su edad, belicoso, impetuoso y poco dispuesto a dejarse
guiar por ideas que no fueran las suyas. Impresionado por los discursos
de Lutero, quiso tener una vista más cercana de él. “Él, sin embargo,
aún no estaba de mi lado ”, dijo Lutero, al relatar esta circunstancia. 21
Saltó de su caballo, subió sin ceremonias a la cámara del reformador y,
dirigiéndose a él, dijo: “¡Bien! querido doctor, ¿qué tal? "Gracioso
señor", respondió Lutero, "espero que todo vaya bien". "Por lo que
escuché de usted, doctor", prosiguió sonriendo el landgrave, "usted
enseña que una mujer puede dejar a su marido y tomar otro, cuando el
primero es demasiado viejo". Fueron algunos miembros de la corte
imperial quienes le habían contado esta historia al landgrave. Los
enemigos de la verdad nunca dejan de inventar y propagar fábulas
sobre las pretendidas doctrinas de los maestros cristianos. "No, mi
señor", respondió Lutero con seriedad; "¡Le ruego a su alteza que no
hable así!" Ante esto, el joven príncipe se apresuró a acercar la mano al
médico, la estrechó con entusiasmo y dijo: "Querido doctor, si tiene
razón, ¡que Dios le ayude!". Luego salió de la habitación, saltó sobre su
caballo y se fue. Esta fue la primera entrevista entre estos dos hombres,
que luego fueron destinados a estar al frente de la Reforma, y
defenderla, uno con la espada de la Palabra, el otro con la espada de
los príncipes.

Notas finales:
1. Subsannatione hominem Dei et longo rugitu prosecuti
sunt. L. Opp. Lat. 2: 166.

2. Mateo 10:18, 20.


3. También gedencke seiner unser Herr Christus in seinem
letzten Kampff. Seck. Pág. 354.
4. O wie schon hat Pater Martinus geredet. Ibídem. 355.
5. Guicciardini, lib. 14: 175; Dumont, Corp. Dipl. Vol. 4:96.
Dicesi del papa Leone. Che quando l'aveva fatto lega con
alcuno, prima soleva dir che pero non si dovea restar de
tratar con lo altro principe opposto. Suriano, embajador
de Venecia en Roma, MS. En los archivos de Venecia.
6. Autógrafo en lingua Burgundica, ab ipsomet enarratum.
Cochloeus, pág. 32.

7. Regna, tesauros, amicos, corpus , sanguinem, vitam,


spiritumque profundere. Pallav. 1: 118.
8. Und andern Wegen sie zu vertilgen. L. Opp. (L.) 17: 581.
9. Dass Luthero das sichere Geleit nicht mochte gehalten
werden. Seckend. Pág. 357.

10. Sandoval, Hist. De Carlos V. citado en Llorente's History


of the Inquisition, 2:57. Según Llorente, la suposición de
que, hacia el final de su vida, Carlos se inclinara por las
opiniones evangélicas, es una mera invención de los
protestantes y de los enemigos de Felipe II. Esta cuestión
es un problema histórico que, lamentablemente, las
numerosas citas de Llorente parecen resolver
enteramente de acuerdo con sus afirmaciones.
11. Eum esse puerum, qui nutu et blanditiis Papistarum et
Episcoporum trahatur quocunque velint. Cochloeus, pág.
33.
12. Eccles. 10:16.

13. Verum etiam en longinquis Germa niae civitatibus,


motus et murmura plebium. Cochloeus, pág. 33.
14. Es ware ein Aufruhr daraus worden, dice Lutero.
Entonces habría estallado una insurrección.
15. Carlo si excuso di non poter procedere piu oltre, rispetto
al salvocondotto, ma la verita fu che conoscendo che il
Papa temeva molto di questa doctrina di Luthero, lo volle
tenere con questo freno. Vettori, istoria d'Italia, MS. En la
Biblioteca Corsini de Roma, extraído por Ranke.
16. Qui pio magis animo erat quam forti. Pallavicni, pág. 118.
17. Quibus privatim exhortari hominem possent. Ibídem.
119.

18. Wuner horen werden. Seckend. P. 365.


19. Und konnten nicht satt werden ihn zu sehen. L. Opp. 17:
581.
20. Wie eine holdselige Person er ist. Meuzel, Magaz. 1: 207.
21. War noch nicht auf meiner Seite. L. Opp. 17: 589.

BOOK 7
CHA PTER 10

Ricardo de Greiffenklau, arzobispo de Treves, había asumido con el


permiso de Carlos V el cargo de mediador. Ricardo, que tenía una
relación muy íntima con el elector de Sajonia y un buen católico
romano, deseaba, al resolver el asunto, prestar un servicio tanto a su
amigo como a su Iglesia. El lunes por la noche (22 de abril), justo
cuando Lutero se sentaba a la mesa, llegó un mensajero del arzobispo,
informándole que este prelado deseaba verlo a la mañana siguiente,
excepto la una (miércoles ) a las seis en punto.
El capellán y Sturm, el heraldo imperial, aguardaron a Lutero antes de
las seis de ese día. Pero ya a las cuatro de la mañana, Aleander había
enviado a buscar a Cochloeus. El nuncio pronto descubrió en el
hombre que le había presentado Capito, un devoto instrumento de la
corte de Roma, con el que podía contar como para sí mismo. Como no
pudo estar presente en esta entrevista, Aleander deseaba encontrar un
sustituto. “Ve a la residencia del arzobispo de Treves”, le dijo al decano
de Frankfort; “ No entre en discusión con Lutero, sino escuche
atentamente todo lo que se dice, para darme un informe fiel”. 1 El
reformador con algunos de sus amigos llegó a casa del arzobispo,
donde encontró al prelado rodeado por Joaquín, margrave de
Brandeburgo, el duque Jorge de Sajonia, los obispos de Brandeburgo y
Augsburgo, con varios nobles, diputados de las ciudades libres,
abogados, y teólogos, entre los que se encontraban Cochloeus y
Jerome Wehe, canciller de Baden. Este hábil abogado estaba ansioso
por una reforma en la moral y la disciplina; incluso fue más allá: "la
Palabra de Dios", dijo, "que ha estado tanto tiempo escondida bajo un
celemín, debe reaparecer con todo su esplendor". 2 Fue esta persona
conciliadora la encargada de la conferencia. Dirigiéndose amablemente
a Lutero, le dijo: “No te hemos enviado para discutir contigo, sino para
exhortarte en un tono fraternal. Ustedes saben con qué cuidado nos
llaman las Escrituras a que nos cuidemos de la flecha que vuela de día
y de la destrucción que asola al mediodía. Ese enemigo de la
humanidad te ha animado a publicar muchas cosas contrarias a la
religión verdadera. Reflexiona sobre tu propia seguridad y la del
imperio. Cuídate de que aquellos a quienes Cristo redimió de la muerte
eterna por su sangre , sean extraviados por ti y perezcan para siempre
... No te opongas a los santos concilios. Si no cumpliéramos los
decretos de nuestros padres, no habría nada más que confusión en la
Iglesia. Los príncipes eminentes que me escuchan sienten un interés
especial por tu bienestar; pero si persistes, el emperador te expulsará
del imperio, 3 y ningún lugar del mundo te ofrecerá asilo ...
¡Reflexiona sobre el destino que te espera!
“Príncipes más serenos”, respondió Lutero, “les agradezco su soledad
por mí; porque no soy más que un hombre pobre, y demasiado
mezquino para ser exhortado por tan grandes señores ". 4 Luego
continuó: “No he culpado a todos los concilios, sino solo al de
Constanza, porque al condenar esta doctrina de Juan Huss, que la
Iglesia cristiana es la asamblea de todos los que están predestinados a
la salvación, 5 ha condenado este artículo de nuestra fe, creo en la
Santa Iglesia Católica, y la Palabra de Dios misma. Se dice que mi
enseñanza es motivo de ofensa ”, agregó; “Respondo que el evangelio
de Cristo no se puede predicar sin ofensas. ¿Por qué, entonces, el
temor a la aprehensión del peligro me ha de separar del Señor y de esa
Palabra Divina que es la única verdad? ¡No! ¡Preferiría entregar mi
cuerpo, mi sangre y mi vida! "
Habiendo deliberado los príncipes y los doctores, se volvió a llamar a
Lutero, y Wehe suavemente reanudó: "Debemos honrar al poder que
existe, incluso cuando están en error, y hacer grandes sacrificios por el
bien de la caridad". Y luego, con mayor seriedad de modales, dijo:
"Déjalo a la decisión del emperador, y no temas".
Lutero. - “Doy mi consentimiento de todo corazón para que el
emperador, los príncipes y hasta el cristiano más humilde examinen y
juzguen mis obras; pero con una condición, que tomen la Palabra de
Dios como norma. Los hombres no tienen nada que hacer más que
obedecerlo. No ofrezcas violencia a mi conciencia, que está atada y
encadenada con las Sagradas Escrituras ”. 6
El elector de Brandeburgo. - "Si le entiendo bien, doctor, ¿no
reconocerá a ningún otro juez que las Sagradas Escrituras?"
Lutero. - “Precisamente así, mi amor , y sobre ellos tomo mi posición”.
7
Ante esto, los príncipes y los médicos se retiraron; pero el excelente
arzobispo de Treves no pudo decidirse a abandonar su empresa.
"Sígueme", le dijo a Luther, mientras pasaba a su habitación privada; y
al mismo tiempo ordenó a John ab Eck y Cochloeus por un lado, y
Schurff y Amsdorff por el otro, que los siguieran. “¿Por qué siempre
apelas a las Escrituras?” Preguntó Eck con calidez; "Es la fuente de
todas las herejías". Pero Lutero, dice su amigo Mathesius, permaneció
firme como una roca, que se basa en la verdadera roca, la Palabra del
Señor. “El Papa”, respondió, “no es juez en las cosas que pertenecen a
la Palabra de Dios. Todo cristiano debe ver y decidir por sí mismo
cómo debe vivir y morir ". 8 Se separaron. Los partidarios del papado
sintieron la superioridad de Lutero y la atribuyeron a que no había
nadie presente capaz de responderle. "Si el emperador hubiera actuado
sabiamente", dice Cochloeus, "al convocar a Lut a Worms, también
habría invitado a los teólogos a refutar sus errores".
El arzobispo de Treves volvió a la dieta y anunció el fracaso de su
mediación. El asombro del joven emperador fue igual a su indignación.
“Es hora de acabar con este negocio”, dijo. El arzobispo, presionó por
dos días más; toda la dieta se unió a la petición; Carlos V cedió.
Aleander, que ya no podía contenerse, estalló en violentos reproches. 9

Mientras estas escenas iban pasando en la dieta, Cocloeus ardía para


obtener una victoria en la que reyes y prelados no habían tenido éxito.
Aunque de vez en cuando había dejado caer algunas palabras en casa
del arzobispo, la orden de Aleander lo restringió de guardar silencio. Él
resuelto para encontrar la compensación, y tan pronto como lo había
prestado una cuenta fiel de su misión al nuncio papal, hizo un llamado
a Luther. Se acercó a él de la manera más amistosa y le expresó el
disgusto que sentía por la resolución del emperador. Después de la
cena, la conversación se animó. 10 Cochloeus instó Luther a retraerse.
Este último negó con la cabeza. Varios nobles que estaban a la mesa
con él apenas pudieron contenerse. Estaban indignados de que los
partidarios de Roma insistieran, no en convencer a Lutero por las
Escrituras, sino en constreñirlo por la fuerza. "Bueno, entonces", dijo
Cocloo a Lutero, impaciente ante estos reproches, "me ofrezco a
discutir públicamente contigo, si renuncias a tu salvoconducto". 11
Todo lo que exigió Lutero fue una disputa pública. ¿Qué debería hacer
él? Renunciar al salvoconducto sería poner en peligro su vida; rechazar
este desafío parecería arrojar dudas sobre la justicia de su causa. Sus
invitados percibieron en esta propuesta una trama enmarcada con
Aleander, a quien el decano de Francfort acababa de dejar. Uno de
ellos, llamado Vollrat de Watzdorf, liberó a Lutero de la vergüenza
ocasionada por una elección tan difícil. Este señor ardiente, indignado
por una trampa, cuyo único objetivo era entregar a Lutero en manos
del verdugo, 12 se levantó apresuradamente, agarró al sacerdote
asustado y lo empujó fuera de la habitación, y sin duda la sangre
habría sido derramado, si los demás invitados no se habían retirado de
la mesa en el mismo momento, y mediaron entre el caballero furioso y
Cochloeus, que temblaba de alarma. 13 Este último se retiró confuso
del hotel de los Caballeros de Rodas. Probablemente fue en el fragor de
la discusión que estas palabras se le habían caído al decano, y no se
había formado un plan preconcebido entre él y Aleander para atraer a
Luther a una trampa tan traicionera. Esto lo niega Cochloeus, y nos
inclinamos a dar crédito a su testimonio. Y sin embargo, justo antes de
ir al alojamiento de Luther, había estado en una conferencia con
Aleander.

Por la noche, el arzobispo de Treves reunió en la cena a las personas


que habían asistido a la conferencia de esa mañana: pensó que esto
sería un medio para relajar sus mentes y acercarlos más. Lutero, tan
firme e intrépido ante árbitros y jueces, en la vida privada era tan
jovial y de buen humor, que razonablemente podían esperar cualquier
cosa de él. El canciller del arzobispo, que había sido tan formal en su
capacidad oficial , se prestó a este nuevo ensayo, y hacia el final de la
comida propuso la salud de Lutero. Este último se dispuso a devolver
el cumplido; Se sirvió el vino y, según su costumbre, se había hecho la
señal de la cruz en el glaseado cuando de repente estalló en sus manos
y el vino se derramó sobre la mesa. Los invitados quedaron
asombrados. "¡Debe haber contenido veneno!" 14 exclamaron en voz
alta algunos de los amigos de Lutero. Pero el médico, sin mostrar
ninguna agitación , respondió con una sonrisa: "Mis queridos señores,
o este vino no estaba destinado a mí, o no me habría disgustado". Y
luego añadió con calma: “No hay duda de que el vaso se rompió
porque después de lavarlo se sumergió demasiado pronto en agua
fría”. Th palabras ESE, aunque de manera sencilla, en tales
circunstancias no están desprovistos de grandeza, y muestran una paz
inalterable de la mente. No podemos imaginar que los católicos
romanos hubieran deseado envenenar a Lutero, especialmente bajo el
techo del arzobispo de Treves . Esta comida no alejó ni aproximó a las
dos partes. Ni el favor ni el odio de los hombres influyeron en la
resolución del reformador: procedía de una fuente superior.
En la mañana del jueves 25 de abril, el canciller Weh e y el doctor
Peutinger de Augsburgo, consejero del emperador, que había
mostrado gran afecto por Lutero en el período de su entrevista con De
Vio, se dirigieron al hotel de los Caballeros. de Rodas. El elector de
Sajonia envió a Federico de Thun ya otro de sus consejeros para que
estuvieran presentes en la conferencia. “Ponte en nuestras manos”,
dijeron con emoción tanto Wehe como Peutinger, quienes
voluntariamente habrían hecho todo sacrificio para evitar la división
que estaba a punto de desgarrar a la Iglesia. "Le prometemos nuestra
palabra, que este asunto se concluirá de una manera cristiana". - “Aquí
está mi respuesta en dos palabras”, respondió Lutero. “Doy mi
consentimiento para renunciar a mi conducta segura. 15 Pongo mi
persona y mi vida en manos del emperador, pero la Palabra de Dios ...
¡nunca! Federico de Thun se emocionó y dijo a los enviados: “¿No es
esto suficiente? ¿No es el sacrificio lo suficientemente grande? " Y
después de declarar que no escucharía una sola palabra más, salió de
la habitación. Tras esto, Wehe y Peutinger, con la esperanza de triunfar
más fácilmente con el médico, se acercaron y se sentaron a su lado.
“Ponte en manos de la dieta”, dijeron. - No, respondió él, ¡porque
maldito el hombre que confía en el hombre! (Jeremías 17: 5.) Wehe y
Peutinger se volvieron más serios en sus exhortaciones y ataques;
instaron al reformador con más urgencia. Lutero, cansado, se levantó y
los despidió, diciendo: "Nunca permitiré que ningún hombre se ponga
por encima de la Palabra de Dios". 16 - “Reflexionad sobre nuestra
propuesta”, dijeron, mientras se retiraban, “volveremos por la noche”.
Ellos vinieron; pero convencidos de que Lutero no cedería, trajeron
una nueva propuesta. Lutero se había negado a reconocer, primero al
papa, luego al emperador y, por último, la dieta; todavía quedaba un
juez que él mismo había pedido una vez: un consejo general. Sin duda,
tal propuesta habría ofendido a Roma; pero era su última esperanza de
seguridad. Los delegados ofrecieron un consejo a Lutero. Este último
podría haberlo aceptado sin especificar nada. Habrían pasado años
antes de que pudieran dejarse de lado las dificultades que habría
encontrado la convocatoria de un concilio por parte del Papa. Ganar
tiempo fue para el reformador y la Reforma ganar todo. Dios y el paso
de los años habrían producido grandes cambios. Pero Lutero puso el
trato claro por encima de todas las cosas; no se salvaría a sí mismo a
expensas de la verdad, incluso si solo fuera necesario el silencio para
disimularla. - "Doy mi consentimiento", respondió él, "pero" (y hacer
tal solicitud era rechazar un concilio) "con la condición de que el
concilio decidirá solo de acuerdo con las Escrituras". 17
Peutinger y Wehe, sin imaginar que un concilio pudiera decidir lo
contrario, corrieron muy contentos al arzobispo: “El doctor Martin”,
dijeron, “somete sus libros a un concilio”. El arzobispo estaba a punto
de llevar estas buenas nuevas al emperador, cuando sintió algunas
dudas y ordenó que le trajeran a Lutero.
Ricardo de Greiffenklau estaba solo cuando llegó el médico. “Estimado
doctor”, dijo el arzobispo con gran amabilidad y sentimiento, 18 “mis
médicos me informan que consiente en someter, sin reservas, su causa
a un consejo”. - "Mi señor", respondió Lutero, "puedo soportarlo todo,
pero no puedo abandonar las Sagradas Escrituras". El obispo percibió
que Wehe y Peutinger habían expresado el asunto de forma incorrecta.
Roma nunca pudo consentir en un concilio que decidiera solo de
acuerdo con las Escrituras. “Era como decirle a un hombre miope”,
dice Pallavicini, “que leyera letra muy pequeña y, al mismo tiempo, le
negara un par de gafas”. 19 El digno arzobispo suspiró: “Fue una
suerte que le enviara a buscar”, dijo. "¿Qué habría sido de mí, si
hubiera llevado inmediatamente esta noticia al emperador?"
La firmeza e inflexibilidad inamovibles de Lutero son sin duda
sorprendentes; pero serán comprendidos y respetados por todos los
que conocen la ley de Dios. Rara vez se ha rendido un homenaje más
noble a la inmutable Palabra del cielo; y eso, también, a riesgo de la
libertad y la vida del hombre que dio este testimonio.
"Bien, entonces", dijo el venerable prelado a Lutero, "señale usted
mismo un remedio".
Luther, después de un momento de silencio. - “Mi señor, nada conozco
mejor que esto de Gamaliel: si esta obra es de hombres, será en nada;
pero si es de Dios, no la podréis derribar; no sea que seáis hallados
incluso luchando contra Dios. Que el emperador, los electores, los
príncipes y los estados del imperio le escriban esta respuesta al Papa ".
El arzobispo. - "Retirar al menos algunos artículos".
Lutero. - "Siempre que no sean de los que ya ha condenado el Concilio
de Constanza".
El arzobispo. - "Me temo que son precisamente esos de los que se le
pedirá que se retracte".

Lutero. - “ En ese caso, preferiría perder mi vida, - preferiría que me


cortaran los brazos y las piernas, que abandonar la clara y verdadera
Palabra de Dios”. 20
El arzobispo comprendió por fin a Lutero. "Puede retirarse", dijo,
todavía con la misma amabilidad . "Mi señor", prosiguió Lutero, "le
ruego que tenga la bondad de asegurarse de que su majestad me
proporcione la conducta segura necesaria para mi regreso". - “Yo me
ocuparé”, respondió el buen arzobispo, y se separaron.
Así terminaron estas negociaciones. El conjunto imperio se había
vuelto hacia este hombre de 21 con el mayor número de oraciones
ardientes y con las más terribles amenazas, y no le había fallado. Su
negativa a doblegarse bajo el yugo de hierro del Papa emancipa a la
Iglesia y comienza los nuevos tiempos. La interposición de la
Providencia fue manifiesta. Esta es una de esas grandes escenas de la
historia sobre la que se cierne y se eleva la majestuosa presencia de la
Divinidad.
Lutero se retiró en compañía de Spalatin, que había llegado a casa del
arzobispo durante la entrevista. John Minkwitz, consejero del elector
de Sajonia, había caído enfermo en Worms. Los dos amigos fueron a
visitarlo. Lutero le dio al enfermo los más afectuosos consuelos.
"¡Despedida!" dijo, mientras se retiraba, "mañana dejaré Worms".
Luther no se dejó engañar. Apenas habían regresado tres horas al hotel
de los Caballeros de Rodas, cuando el canciller ab Eck, acompañado
por el canciller imperial y un notario, se presentó ante él.
El canciller le dijo: “Martín Lutero, su majestad imperial , los
electores, príncipes y estados del imperio, habiéndote exhortado en
diversas ocasiones y en diversas formas a la sumisión, pero siempre en
vano, el emperador, en su calidad abogado y defensor de la fe católica,
se ve obligado a recurrir a otras medidas. Por lo tanto, te ordena que
regreses a casa en el espacio de veintiún días, y te prohíbe perturbar la
paz pública en tu camino, ya sea predicando o escribiendo ”.
Lutero sintió claramente que este mensaje era el comienzo de su
nación condenada : "Como el Señor le plazca", respondió
mansamente, "¡bendito sea el nombre del Señor!" Luego agregó: “Ante
todo, humildemente y desde el fondo de mi corazón agradezco a su
majestad, a los electores, príncipes y demás estados del imperio por
haberme escuchado con tanta amabilidad. Deseo y siempre he deseado,
pero una cosa: una reforma de la Iglesia de acuerdo con las Sagradas
Escrituras. Estoy dispuesto a hacer y sufrir todo en humilde obediencia
a la voluntad del emperador. Vida o muerte, mala o buena noticia; me
da lo mismo, con una reserva: la predicación del Evangelio; porque,
dice San Pablo, la Palabra de Dios no debe ser atada ”. Los diputados se
retiraron.
En la mañana del viernes 26 de abril, los amigos del reformador con
varios señores se reunieron en el hogar de Lutero . 22 Estaban
encantados de ver la firmeza cristiana con que se había opuesto a
Carlos y al imperio; y reconoció en él el rasgo de ese célebre retrato de
la antigüedad:
Justum ac tenacem propositi virum,
Non civium ardor prava jubentium,
Non vultus instantis tyranni
Mente quatit solida ... 23

Desearon una vez más, quizás por última vez, despedirse de este
intrépido monje. Lutero participó de una comida humilde. Pero ahora
tenía que despedirse de sus amigos y volar lejos de ellos, bajo un cielo
que bajaba por las tempestades. Este momento solemne quiso pasar en
presencia de Dios. Levantó su alma en oración, bendiciendo a los que
estaban a su alrededor. 24 Cuando dieron las diez, Luther salió del
hotel con los amigos que lo habían acompañado a Worms. Veinte
caballeros a caballo rodearon su coche. Una gran multitud lo
acompañó más allá de los muros de la ciudad. Algún tiempo después
fue alcanzado por Sturm, el heraldo imperial, en Oppenheim, y al día
siguiente llegaron a Francfort.
Notas finales:

1. Aleander, mane hora quarta vocaverit ad se Cochloeum,


lubens ut..audiret solum..Cochloeus, p. 36.
2. Dass das Wort Gottes, welches so lange unter dem
Scheffel verborgen gesteckt, heller scheine..Seckend. Pág.
364.
3. Und aus dem Reich verstossen. L. Opp. (L.) 17: 582;
Sleidan, 1:97.
4. Agnosco enim me homuncionem, longe viliorem esse,
quam ut a tantis principibus..L. Op. Lat. Pág. 167.
5. Ecclesia Christi est univer sitas praedestinatorum.
Ibídem.
6. Sie wollten sein Gewissen, das mit Gottes Wort und
heiliger Schrifft gebunden und gefangen ware, nicht
dringen. Mate. P. 27.
7. Ja darauf stehe Ich. L. Opp. (L.) 17: 588.
8. Ein Christenmensch muss zusehen und richten..L. Epp. 1:
604.

9. De iis Aleander acerrime conquestus est. Pallav. 1: 120.


10. Peracto prandio. Cochloeus, pág. 36.
11. Und wollte mit mir disputiren, ich sollte allein das Geleit
aufsagen. L. Opp. (L.) 17: 589.
12. Atque ita traderet eum carnificinae. Cochloeus, pág. 35.
13. Das Ihm das Blut uber den Kopff gelaufen ware, we man
nicht gewehret hatte. L. Opp. (L.) 17: 589.
14. Es musse Gift darnnen gewesen seyn. - Lutero no habla
de esta circunstancia; pero Razeberg, amigo de Lutero y
médico del elector John Frederick, menciona que es un
manuscrito de la biblioteca de Gotha y dice que lo obtuvo
de un testigo ocular.
15. Er wollte ehe das Geleit aufsagen..L. Op. (L.) 17: 489.
16. Er wollte kurtzrum Menschen uber Gottes Wort nicht
erkennen. L. Opp. (L.) 17: 583.

17. Das daruber aus der heiligen Sch rifft gesprochen. L.


Opp. (L.) 17: 584.
18. Ganz gut und mehr denn gnadig. L. Epp. 1: 604.
19. Simulque conspiciliorum omnium usum negare. Ibídem.
110.
20. Ehe Stumpf und Stiel fahren lassen..L. Op. (L.) 17: 184.
21. Totum imperium ad se conversum spectabat. Pallav. 1:
120.
22. Salutatis patronis et amicis qui eum frecuentissimi
convenerunt. L. Opp. Lat. 2: 168.

23. El hombre resuelto y justo, Firme en sus principios y


confianza, Ni esperanzas ni temores pueden atar: Ni las
partes, por venganza comprometida, Ni las amenazas de
un tribunal enfurecido , Puede sacudir su mente firme. -
Horat. Sobredosis. 3: 3.
24. Seine Freunde gesenet. Mathesius, pág. 27.
LIBRO 7
CAPÍTULO 11

Así había escapado Lutero de estos muros de Worms, que parecían


destinados a ser su sepulcro. Con todo su corazón le dio a Dios la
gloria. “El diablo mismo”, dijo, “custodiaba la ciudadela del Papa; pero
Cristo ha abierto una gran brecha en ella, y Satanás se vio obligado a
confesar que el Señor es más poderoso que él ”. 1
“El día de la Dieta de los Gusanos”, dice el piadoso Mathesius,
discípulo y amigo de Lutero, “es uno de los días más grandes y
gloriosos dados a la tierra antes del fin del mundo”. 2 La batalla que se
había librado en Worms resonó por todas partes, y su ruido se
extendió por toda la cristiandad, desde las regiones del norte hasta las
montañas de Suiza, y las ciudades de Inglaterra, Francia e Italia,
muchos ansiosos. agarró las poderosas armas de la Palabra de Dios.
Lutero, que llegó a Francfort la noche del sábado 27 de abril,
aprovechó al día siguiente de un momento de ocio, el primero que
había disfrutado durante mucho tiempo, para escribir una nota
familiar y expresiva a su amigo de Wittenberg, la célebre pintor Lucas
Cranach. "Tu sirviente, querido chismoso Lucas", dijo. “Pensé que su
majestad habría reunido a unos cincuenta médicos en Worms para
condenar al monje directamente. Pero no del todo. - ¿Son estos tus
libros? - ¡Si! - ¿Los retractarás? - ¡No! ¡Bien, entonces vete! - Ahí está
toda la historia. ¡Oh, ciegos alemanes! ...... ¡qué pueriles actuamos,
para dejarnos engañar y divertirnos en Roma! ...... Los judíos deben
cantar su Yo! ¡Yo! ¡Yo! Pero también para nosotros se acerca un día de
redención, ¡y entonces cantaremos aleluya! 3 ...... Por una temporada
debemos sufrir en silencio. Un poquito, y no me veréis; y otra vez un
poquito, y me veréis, dijo Jesucristo (Juan 16:16). Espero que me pase
lo mismo. Despedida. Los encomiendo a todos al Señor. Que él conserve
en Cristo tu comprensión y tu fe contra los ataques de los lobos y los
dragones de Roma. ¡Amén!"
Después de haber escrito esta carta un tanto enigmática, Lutero, como
el tiempo apremiaba, partió inmediatamente hacia Friedberg, que está
a seis leguas de Francfort. En t él día siguiente Luther recogió de nuevo
sus pensamientos. Deseaba escribir una vez más a Charles, ya que no
deseaba ser confundido con rebeldes culpables. En su carta al
emperador expuso claramente qué es la obediencia debida a los reyes,
y qué se debe a Dios, y cuál es el límite en el que la primera debe cesar
y dar lugar a la segunda. Al leer esta epístola, involuntariamente se nos
recuerdan las palabras del más grande autócrata de los tiempos
modernos: "Mi dominio termina donde comienza el de la conciencia".
4
“Dios, que escudriña los corazones, es mi testigo”, dice Lutero, “de que
estoy dispuesto a obedecer con todo fervor a su majestad, en honor o
en deshonra, en vida o en muerte, y sin excepción, salvo la Palabra de
Dios. Dios, por el que vive el hombre. En todos los asuntos de esta vida
presente, mi fidelidad será inquebrantable, porque aquí perder o
ganar no tiene ninguna consecuencia para la salvación. Pero cuando se
trata de intereses eternos, Dios no quiere que el hombre se someta al
hombre. Porque tal sumisión en asuntos espirituales es una adoración
real, y debe rendirse únicamente al Creador ". 5
Lutero también escribió, pero en alemán, una carta dirigida a los
estados del imperio. Su contenido era casi similar al que acababa de
escribir al emperador. En él relataba todo lo ocurrido en Worms. Esta
carta fue copiada varias veces y distribuida por toda Alemania; "En
todas partes", dice Cochloeus, "despertó la indignación del pueblo
contra el emperador y el clero superior". 6
Al día siguiente, temprano, Lutero escribió una nota a Spalatin,
adjuntando las dos cartas que había escrito la noche anterior; envió de
vuelta a Worms al heraldo Sturm, convencido de la causa del
Evangelio; y después de abrazarlo, partió apresuradamente hacia
Grunberg.
El martes, a unas dos leguas de Hirschfeldt, se encontró con el
canciller del príncipe abad de esa localidad, que acudió a recibirlo.
Poco después apareció una tropa de jinetes con el abad a la cabeza.
Este último desmontó y Luther salió de su carro. El príncipe y el
reformador se abrazaron y luego entraron juntos en Hirschfeldt. El
senado los recibió a las puertas de la ciudad. 7 Los príncipes de la
Iglesia salieron al encuentro de un monje anatematizado por el Papa, y
los principales del pueblo inclinaron la cabeza ante un hombre
proscrito por el emperador.
“A las cinco de la mañana estaremos en la iglesia”, dijo el príncipe de
la noche al levantarse de la mesa a la que había invitado al reformador.
El abad insistió en que durmiera en su propia cama. Al día siguiente,
Lutero predicó, y este dignatario de la iglesia lo acompañó en su
camino con todo su séquito.
Por la tarde, Lutero llegó a Eisenach, el escenario de su infancia. Todos
sus amigos de esta ciudad lo rodearon, invitándolo a predicar, y al día
siguiente lo acompañaron a la iglesia. Ante esto apareció el párroco de
la parroquia, atendido por notario y testigos; se adelantó temblando,
dividido entre el miedo de perder su lugar y el de oponerse al poderoso
hombre que estaba frente a él. “Protesto contra la libertad que se está
tomando”, dijo al fin el cura, en tono avergonzado. Lutero subió al
púlpito, y esa voz que veintitrés años antes había cantado en las calles
de este pueblo para procurarse un bocado de pan, sonó bajo el techo
abovedado de la antigua iglesia aquellas notas que empezaban a agitar.
el mundo. Después del sermón, el sacerdote confundido se acercó a
Lutero. El notario había redactado la protesta, los testigos la habían
firmado , todo estaba debidamente dispuesto para asegurar el lugar
del titular. “Perdóneme”, le dijo humildemente al médico; “Actúo así
para protegerme del resentimiento de los tiranos que oprimen a la
Iglesia”. 8

Y, en verdad, había fuertes motivos de aprensión. El aspecto de los


asuntos en Worms cambió: solo Aleander parecía gobernar allí. "El
destierro es la única perspectiva de Lutero", le escribió Frederick a su
hermano, el duque John; “Nada puede salvarlo. Si Dios me permite
regresar a usted, tendré asuntos que contar que son casi increíbles. No
son sólo Anás y Caifus, sino también Pilato y Herodes los que se han
unido contra él ". Frederick tenía pocas ganas de permanecer más
tiempo en Worms; partió, y el elector palatino hizo lo mismo . El
elector-arzobispo de Colonia también abandonó la dieta. Su ejemplo
fue seguido por muchos príncipes de rango inferior. Como juzgaron
imposible evitar el golpe, prefirieron (y en esto quizás se equivocaron)
abandonar el lugar. Sólo quedaron los españoles , los italianos y los
príncipes alemanes más ultramontanos.
El campo no estaba libre: Aleander triunfó. Presentó a Carlos el esbozo
de un edicto que él pretendía como modelo de lo que la dieta debía
emitir contra el monje. El proyecto del nu ncio agradó al exasperado
emperador. Reunió a los miembros restantes de la dieta en su
habitación y allí les leyó el edicto de Aleander; fue aceptado (nos
informa Pallavicini) por todos los presentes.
Al día siguiente, que fue un gran festival, el emperador se dirigió a la
catedral, al que asistieron todos los señores de su corte. Cuando las
ceremonias religiosas habían terminado, y una multitud de personas
que aún llenaban el santuario, Aleander, revestido de todas las
insignias de su dignidad, se acercó a Carlos V. 9 Tenía en la mano dos
copias del edicto contra Lutero, uno en América, el otro en alemán, y
arrodillándose ante su majestad imperial, le rogó que les pusiera su
firma y el sello del imperio. Fue en el momento en que se ofreció el
sacrificio, cuando el incienso todavía llenaba el templo, mientras que
los cantos sagrados aún resonaban a través de los pasillos llenos de
trazos, y por así decirlo en presencia de la Deidad, que el la
destrucción del enemigo de Roma debía ser sellada. El emperador,
asumiendo un aire muy amable, 10 tomó la pluma y escribió su
nombre. Aleander se retiró triunfalmente, envió inmediatamente el
decreto a los impresores y lo envió a todas las partes de la cristiandad.
11 Este acto culminante de las fatigas de Roma le había costado pocos
problemas al papado. El mismo Pallavicini nos informa que este edicto,
aunque fechado el 8 de mayo, no fue firmado hasta más tarde; pero fue
anterior para dar la impresión de que la firma se colocó en un período
en el que todos los miembros de la dieta estaban reunidos.
“Nosotros, Carlos Quinto”, dijo el emperador (y luego vinieron sus
títulos), “a todos los electores, príncipes, prelados y demás a quienes
corresponda.
“Habiéndonos confiado el Todopoderoso, para la defensa de la santa
fe, más reinos y mayor autoridad de la que Él ha dado a cualquiera de
nuestros predecesores, nos proponemos emplear todos los medios a
nuestro alcance para evitar que nuestro santo imperio sea
contaminado por cualquier herejía.

“El monje agustín Martín Lutero, a pesar de nuestra exhortación, se ha


precipitado como un loco a nuestra santa Iglesia, y ha intentado
destruirla con libros desbordados de blasfemia. Ha contaminado
vergonzosamente la ley indestructible del santo matrimonio; se ha
esforzado por incitar a los laicos a teñirse las manos con la sangre del
clero; 12 y, anulando toda autoridad, ha instado incesantemente al
pueblo a la rebelión, el cisma, la guerra, el asesinato, el robo, el
incendiarismo y la ruina total de la fe cristiana ... En una palabra, sin
mencionar su muchas otras malas prácticas, este hombre, que en
verdad no es un hombre, sino el mismo Satanás bajo la forma de un
hombre vestido con un traje de monje, 13 ha reunido en un pantano
apestoso todas las herejías más viles de tiempos pasados, y ha
agregado a ellos nuevos propios ......
“Por lo tanto, hemos despedido de nuestra presencia a este Lutero, a
quien todo hombre piadoso y sensato considera un loco o un poseído
por el diablo; y ordenamos que, al expirar su salvoconducto, se recurra
inmediatamente a una medida eficaz para contener su furia furiosa.
“Por esta razón, bajo pena de incurrir en las penas debidas al delito de
alta traición, te prohibimos albergar a dicho Lutero después de
expirado el plazo señalado, ocultarlo, darle de comer o beber, o
proporcionarle él, de palabra o de hecho, en público o en secreto, con
cualquier tipo de socorro. Le exhortamos, además, a que lo aprese o
haga que lo apresen, dondequiera que lo encuentre, que lo presente
ante nosotros sin demora, o que lo mantenga bajo custodia, hasta que
sepa de nosotros de qué manera. debes actuar con él, y has recibido la
recompensa debida a tus labores en una obra tan santa.
“En cuanto a sus seguidores, los aprehenderás, los confinarás y
confiscarás sus propiedades.
“En cuanto a sus escritos, si el mejor alimento se convierte en el
aborrecimiento de todos los hombres tan pronto como una gota de
veneno se mezcla con él, ¿cuánto más deben rechazarse esos libros,
que contienen un veneno mortal para el alma, pero destruido! Por
tanto, los quemarás o los destruirás por completo de cualquier
manera.
“En cuanto a los autores, poetas, impresores, pintores, compradores o
vendedores de pancartas, papeles o cuadros, contra el Papa o la
Iglesia, ustedes se apoderarán de ellos, cuerpo y bienes, y los tratarán
según su beneplácito.
“Y si alguna persona, sea cual sea su dignidad, se atreva a actuar en
contradicción con el decreto de nuestra majestad imperial, ordenamos
que sea puesto bajo la proscripción del imperio.
"Que cada uno se comporte de acuerdo con este decreto".
Tal fue el edicto firmado en la catedral de Worms. Era más que una
bula de Roma que, aunque publicada en Italia, no podía ejecutarse en
Alemania. El propio emperador había hablado y la dieta había
ratificado su decreto. Todos los partidarios de Roma estallaron en un
grito de triunfo. "¡Es el final de la tragedia!" ex reclamaron. - “En mi
opinión”, dijo Alphonso Valdez, un español en la corte de Charles, “no
es el final, sino solo el comienzo”. 14 Valdez percibe que el movimiento
estaba en la Iglesia, en el pueblo, y en la edad, y que, aunque se pierda,
Luther, su causa se pierda, no con él. Pero nadie estaba ciego ante el
peligro inminente e inevitable en que se encontraba el reformador
mismo; y la gran mayoría de los supersticiosos se horrorizaba al pensar
en aquel demonio encarnado, cubierto con una capucha de monje, que
el emperador señalaba a la nación.
El hombre contra quien los poderosos de la tierra estaban forjando sus
rayos había abandonado la iglesia de Eisenach y se estaba preparando
para despedirse de uno de sus más queridos amigos. No tomó el
camino a Gotha y Erfurth, sino que se dirigió al pueblo de Mora, el
lugar natal de su padre, una vez más para ver a su anciana abuela, que
murió cuatro meses después, y para visitar a su tío, Henry Luther, y
algunos otros. er relaciones. Schurff, Jonas y Suaven partieron hacia
Wittenberg; Lutero se subió al carro con Amsdorff, que aún
permanecía con él, y entró en los bosques de Turingia. 15

Esa misma tarde llegó al pueblo de sus si res. La pobre campesina


abrazó a ese nieto que había resistido al emperador Carlos y al Papa
León. Lutero pasó el día siguiente con sus parientes; feliz, después del
tumulto de Worms, en esta dulce tranquilidad. A la mañana siguiente
reanudó su viaje, acompañado por Amsdorff y su hermano Santiago.
En este lugar solitario se decidía el destino del reformador. Bordearon
los bosques de Turingia, siguiendo el camino hacia Waltershausen.
Mientras el carro avanzaba por un camino hueco, cerca de la iglesia
desierta de Glisbach, a poca distancia del castillo de Altenstein, se
escuchó un ruido repentino e inmediatamente cinco jinetes,
enmascarados y armados de pies a cabeza, se abalanzaron sobre los
viajeros. . Su hermano Santiago, tan pronto como vio a los asaltantes,
saltó de la carreta y salió corriendo tan rápido como sus piernas lo
permitieron, sin pronunciar una sola palabra. El conductor se habría
resistido. "¡Detener!" gritó uno de los desconocidos con voz terrible,
cayendo sobre él y tirándolo al suelo. 16 Una segunda máscara se
apoderó de Amsdorff y lo mantuvo a distancia. Mientras tanto, los tres
jinetes restantes se aferraron a Lutero, manteniendo un profundo
silencio. Lo sacaron violentamente del carro, le echaron una capa
militar sobre los hombros y lo colocaron sobre un caballo conducido.
Las otras dos máscaras dejaron ahora a Amsdorff y al carretero; los
cinco saltaron a sus monturas, uno dejó caer su sombrero, pero ni
siquiera se detuvieron a recogerlo, y en un abrir y cerrar de ojos
desaparecieron con su prisionero en el bosque sombrío. Al principio
tomaron el camino de Broderode, pero pronto volvieron sobre sus
pasos por otro camino; y sin abandonar el bosque, hizo tantas vueltas
en todas direcciones como para frustrar cualquier intento de
rastrearlos. Lutero, poco acostumbrado a montar a caballo, pronto se
sintió abrumado por la fatiga. 17 Le permitieron bajarse unos minutos:
se acostó cerca de un haya, donde bebió un poco de agua de un
manantial que todavía lleva su nombre. Su hermano Santiago,
continuando su vuelo, llegó a Waltershausen por la tarde. El carretero
asustado saltó al coche, que Amsdorff había vuelto a montar, y
azotando a sus caballos, se alejó rápidamente del lugar y llevó al amigo
de Luther a Wittenberg. En Waltershau sen, en Wittenberg, en el
campo, pueblos y ciudades a lo largo de su camino, difundieron la
noticia del secuestro violento del médico. Esta inteligencia, que deleitó
a algunos, impresionó a la mayoría con asombro e indignación. Un
grito de dolor pronto resonó en toda Alemania: "¡Lutero ha caído en
manos de sus enemigos!"
Después del violento combate que acababa de sostener Lutero, a Dios
le agradó conducirlo a un lugar de reposo y paz. Después de haberlo
exhibido en el brillante teatro de Worms, donde todos los poderes del
alma del reformador se habían encadenado a un nivel tan alto. Le dio el
retiro aislado y humillante de una prisión. Dios saca de la reclusión
más profunda los instrumentos débiles con los que se propone lograr
grandes cosas; y luego, cuando les ha permitido brillar durante una
temporada con deslumbrante brillo en un escenario ilustre, los vuelve
a enviar a la más profunda oscuridad. La Reforma se llevaría a cabo
por otros medios que no fueran luchas violentas o apariciones
pomposas antes de las dietas. No es así que la levadura penetra en la
masa del pueblo; el Espíritu de Dios busca caminos más tranquilos. El
hombre, a quien los campeones romanos perseguían sin piedad,
desaparecería por un tiempo del mundo. Era imperativo que esta gran
individualidad se desvaneciera, para que la revolución que se estaba
realizando no llevara el sello de un individuo. Era necesario que el
hombre se retirara, para que Dios se quedara solo para moverse por su
Espíritu sobre las aguas profundas en las que ya estaba envuelta la
oscuridad de la Edad Media, y decir: Hágase la luz, para que haya
ligero.
Tan pronto como oscureció y nadie pudo seguir sus pasos, los guardias
de Luther tomaron un nuevo camino. Aproximadamente una hora
antes de la medianoche llegaron al pie de una montaña. 18 Los
caballos ascendieron lentamente. En la cima había un antiguo castillo,
rodeado por todos lados, salvo por el que se acercaba, por los bosques
negros que cubren las montañas de Turingia.
Fue a esta fortaleza elevada y aislada, llamada Wartburg, donde en
tiempos antiguos se habían refugiado los antiguos landgraves, donde
se condujo Lutero. Se echaron los cerrojos, se cayeron las barras de
hierro, se abrieron las puertas; el reformador cruzó el umbral ; las
puertas se cerraron detrás de él. Desmontó en la cancha. Uno de los
jinetes, Burkhardt de Hund, señor de Altenstein, se retiró; otro, Juan
de Berlepsch, rector de Wartburg, condujo al médico a la cámara que
sería su prisión, y donde encontró un uniforme de caballero y una
espada. Los otros tres caballeros, asistentes del preboste, le quitaron la
túnica eclesiástica y lo vistieron con las ropas militares que le habían
preparado, ordenándole que se dejara crecer la barba y el cabello, 19
para que nadie en el castillo pudiera descubrir quién era él. La gente de
Wartburg debía conocer al prisionero solo por el nombre de Knight
George. Luther apenas se reconoció a sí mismo con su nuevo vestido. 2
0 Por fin se quedó solo, y su mente podría reflejar por turnos sobre los
acontecimientos sorprendentes que acababa de tener lugar en Worms,
en el futuro incierto que le esperaba, y en su nuevo y extraño
residencia. Desde las estrechas aspilleras de su torreta, su mirada vagó
por los bosques sombríos, solitarios y extensos que lo rodeaban. "Fue
allí", dice Mathesius, su amigo y biógrafo, "donde el médico se quedó,
como San Pablo en su prisión en Roma".
Federico de Thun, Philip Feilitsch y Spalatin, en una conversación
privada que mantuvieron con Lutero en Worms por orden del elector,
no le habían ocultado que su libertad debía ser sacrificada a la ira de
Carlos y del Papa. 21 Y, sin embargo, este secuestro había sido tan
misteriosamente inventado, que incluso Federico ignoró durante
mucho tiempo el lugar donde estaba encerrado Lutero. El dolor de los
amigos de la Reforma se prolongó. La primavera pasó; sucedieron el
verano, el otoño y el invierno; el sol había cumplido su curso anual y
aún las paredes de Wartburg encerraban a su prisionero. La verdad
había sido prohibida por la dieta; su defensor, confinado en las
murallas de un castillo, había desaparecido del escenario del mundo y
nadie sabía qué había sido de él: Alean der triunfó; la reforma parecía
perdida ... Pero Dios reina, y el golpe que parecía destruir la causa del
Evangelio no hizo más que contribuir a salvar a su valiente ministro y
a extender la luz de la fe a países lejanos.
Dejemos a Lutero, un cautivo en Alemania, en las alturas rocosas de
Wartburg, para ver lo que Dios estaba haciendo en otros países de la
cristiandad.

Notas finales:
1. Aber Christus macht ein loch derein. L. Opp. (L.) 17: 589.
2. Diss ist der herrlichen grossen Tag einer vorm Ende der
Welt. Mathes. P. 28.

3. Es mussen die Juden einmal singen: Io, Io, Io! .. L. Epp. 1:


589. Los gritos de júbilo pronunciados por los judíos en el
momento de la crucifixión representan los cantos
triunfales de los partidarios del Papa ante la catástrofe
que esperaba a Lutero; pero el ref ormer oye en la
distancia los aleluyas de la liberación.
4. Napoleón a la diputación protestante después de su
acceso al imperio.
5. Nam ea fides et sumissio owner est vera illa latria et
adoratio Dei..L. Epp. 1: 592.
6. Per chalcographos multiplicata et in populos dispersa est
ea epistola..Caesari autem et clericis odium populare, etc.
Cochloeus, p. 38.
7. Senatus intra portas nos excepit. L. Epp. 2: 6.
8. Humiliter tamen excuante..ob metum tyrannorum
suorum. L. Epp. 2: 6.
9. Cum Caesar en templo adesset..processit illi obviam
Aleander. Pallav. 1: 122.
10. Festivissimo vultu. Pallav. 1: 122.
11. Et undique pervulgata. Ibídem.
12. Ihre Hande in der Priester Blut zu waschen. L. Opp. (L.)
17: 598.

13. Nicht ein Mensch, sondern als der bose Feind in Gestalt
eines Menschen mit angenommener Monchskutten..Ibid.
14. Non finem, sed initium. P. Martyris Epp. P. 412.
15. Ad carnem meam trans sylvam profectus. L. Epp. 2: 7.
16. Dejectoque in solum aurige et verberato. Pallav. 1: 122.

17. Longo itinere, novus eques, fessus. L. Epp. 2: 3.


18. Hora ferm e undecima ad mansionem noctis perveni in
tenebris. L. Epp. 2: 3.
19. Exutus vestibus meis et equestribus indutus, comam et
barbam nutriens..L. Epp. 2: 7.
20. Cum ipse me jamdudum non noverim. Ibídem.
21. Seckend. P. 365.

LIBRO 8
CAPÍTULO 1

En el momento en que apareció el decreto de la Dieta de Worms, un


movimiento en continuo aumento comenzó a perturbar los tranquilos
valles de Suiza. Las voces que resonaron en las llanuras de Alta y Baja
Sajonia fueron resonadas desde el seno de las montañas helvéticas por
las voces enérgicas de sus sacerdotes, de sus pastores y de los
habitantes de sus ciudades guerreras. Los partidarios de Roma se
llenaron de aprensión y exclamaron que se estaba formando una
amplia y terrible conspiración en toda la Iglesia contra la Iglesia. Los
exultantes amigos del Evangelio decían que, así como en la primavera
se siente el aliento de vida desde las orillas del mar hasta la cima de la
montaña, el Espíritu de Dios derrite ahora en toda la cristiandad los
hielos de un invierno prolongado y lo cubre. con flores frescas y
verdor, desde sus llanuras más bajas hasta sus rocas más áridas y
escarpadas.

No fue Alemania la que comunicó la luz de la verdad a Suiza, Suiza a


Francia y Francia a Inglaterra: todos estos países la recibieron de Dios;
así como una parte del mundo no comunica la luz del día a la otra,
pero el mismo orbe brillante la imparte directamente a toda la tierra.
Infinitamente exaltado sobre los hombres, Cristo, el amanecer de lo
alto, estaba en la época de la Reforma, como lo había sido en el
establecimiento del cristianismo, el fuego divino de donde emanaba la
vida del mundo. Una sola y misma doctrina se estableció
repentinamente en el siglo XVI, en los hogares y altares de las
naciones más distantes y disímiles; estaba en todas partes el mismo
espíritu; en todas partes produciendo la misma fe.
La Reforma de Alemania y la de Suiza demuestran esta verdad. Zwingle
no tuvo comunicación con Luther. Sin duda, existía un vínculo de
conexión entre estos dos hombres; pero no debemos buscarlo en la
tierra: estaba arriba. El que desde el cielo le dio la verdad a Lutero,
también se la dio a Zwingle. Su vínculo de unión era Dios. “Comencé a
predicar el Evangelio”, dice Zwingle, “en el año de gracia de 1516, es
decir, en un momento en que el nombre de Lutero nunca se había
escuchado en este país. No es de Lutero que aprendí la doctrina de
Cristo, sino de la Palabra de Dios. Si Lutero predica a Cristo, hace lo
que yo hago; y eso es todo." 1
Pero si las diferentes reformas derivaron una unidad sorprendente del
mismo Espíritu de donde procedieron todas, también recibieron
ciertas marcas particulares de las diferentes naciones entre las cuales
se efectuaron.
Ya hemos dado un esbozo de la condición de Suiza en la época de la
Reforma . 2 Agregaremos poco a lo que ya se ha dicho. En Alemania
predominaba el principio monárquico, en Suiza el democrático. En
Alemania, la Reforma tuvo que luchar con la voluntad de los príncipes;
en Suiza contra los deseos del pueblo. Una asamblea de hombres, que
se deja llevar más fácilmente que un solo individuo, también es más
rápida en sus decisiones. La victoria sobre el papado, que costó años de
lucha más allá del Rin, requirió de este lado solo unos pocos meses ya
veces solo unos pocos días.
En Alemania, la persona de Lutero se eleva imponentemente por
encima del pueblo sajón; parece estar solo en sus ataques contra el
coloso romano; y dondequiera que se desate el conflicto, discernimos
desde lejos su encumbrada estatura que se eleva por encima de la
batalla. Lutero es el monarca, por así decirlo, de la revolución que está
logrando. En Suiza, la lucha comienza en diferentes cantones al mismo
tiempo; hay una confederación de reformadores; su número nos
sorprende; sin duda una cabeza supera a las demás, pero nadie manda;
es un senado republicano, en el que todos aparecen con sus rasgos
originales y sus distintas influencias. Eran un anfitrión: Wittembach,
Zwingle, Capito, Haller, Oecolampadius, Oswald, Myconius, Leo Juda,
Farel, Calvin; su escenario fue Glaris, Basilea, Zúrich, Berna,
Neufchatel, Ginebra, Lucerna, Schafhausen, Appenzel, Saint Gall y los
Grisones. En la reforma alemana hay una sola etapa, plana y uniforme
como el país mismo; en Suiza, la Reforma está dividida, como la propia
región, por sus mil montañas. Cada valle, por así decirlo, tiene su
propio despertar y cada pico de los Alpes su propia luz del cielo.
Una época lamentable para los suizos había comenzado después de sus
hazañas contra los duques de Borgoña. Eur opa, que había descubierto
la fuerza de sus brazos, les había atraído desde sus montañas, y les
había privado de su independencia haciéndolos los árbitros del destino
de las naciones en el campo de batalla. La mano de un suizo apuntó
con la espada al pecho de su compatriota en las llanuras de Italia y de
Francia, y las intrigas de los extranjeros habían llenado de celos y
disensiones aquellos elevados valles de los Alpes durante tanto tiempo
morada de la sencillez y paz. Atraídos por los encantos del oro, hijos ,
obreros y sirvientes abandonaron sigilosamente sus pastos alpinos por
las orillas del Ródano o del Po. La unidad helvética se rompió bajo los
lentos pasos de mulas cargadas de oro. La Reforma, porque también en
Suiza tuvo su orientación política, se opuso a restaurar la unidad y las
antiguas virtudes de los cantones. Su primer grito fue para los suizos
que rasgaran los pérfidos esfuerzos del extranjero y se abrazaran en
estrecha unión al pie de la cruz. Pero sus generosos acentos fueron
desatendidos. Rome , acostumbrada a comprar en estos valles la sangre
que ella derramaba para aumentar su poder, se levantó de ira;
emocionado suizo contra suizo; y surgieron nuevas pasiones que
desgarraron el cuerpo de la nación.
Suiza necesitaba una reforma. Es cierto que entre los helvéticos había
una sencillez y un buen carácter que a los refinados italianos les
parecía ridículo; pero al mismo tiempo tenían la reputación de ser las
personas que más habitualmente transgredían las leyes de castidad.
Esto los astrólogos atribuyen a las constelaciones; 3 filósofos, a la
fuerza del temperamento de ese pueblo indomable moralista, a los
principios suizos, que veían el engaño, la deshonestidad y la calumnia,
como pecados de mucho más profundo que mueren esa impureza. 4 El
matrimonio estaba prohibido a los sacerdotes; pero habría sido difícil
encontrar uno que viviera en un verdadero estado de celibato. Se les
exigía que se comportaran, no castamente, sino con prudencia. Este
fue uno de los primeros desórdenes contra los que se dirigió la
Reforma .
Ha llegado el momento de investigar los albores del nuevo día en estos
valles de los Alpes.

Hacia mediados del siglo XI, dos ermitaños se dirigieron desde San
Gall hacia las montañas que se encuentran al sur de este antiguo
monasterio, y llegaron a un valle desértico de unas diez leguas de
largo. 5 Al norte, las altas montañas de Sentis, Sommerigkopf y el
Viejo, separan este valle del cantón de Appenzel; al sur, el Kuhfirsten
con sus siete picos se eleva entre él y el Wallensee, Sargans y los
Grisons; al este, el valle se inclina hacia los rayos del sol naciente y
muestra la magnífica perspectiva de los Alpes tiroleses. Estos dos
ermitaños, habiendo llegado a los manantiales del pequeño río Thur,
erigieron allí dos celdas. Poco a poco el valle se fue poblando; en su
parte más elevada, a 2010 pies sobre el nivel del lago de Zúrich, estos
se levantan alrededor de una iglesia, un pueblo llamado Wildhaus, o
Wild-house, del que ahora dependen dos aldeas, Li sighaus, o la casa
de Elizabeth, y Schonenboden. Los frutos de la tierra no crecen en estas
alturas. Un césped verde de frescura alpina cubre todo el valle,
ascendiendo por las laderas de las montañas, por encima de las cuales
enormes masas de roca se elevan con salvaje grandeza hasta los cielos.
Aproximadamente a un cuarto de legua de la iglesia, cerca de
Lisighaus, al lado de un camino que conduce a los pastizales más allá
del río, todavía se puede ver la cabaña de un campesino. La tradición
narra que la madera necesaria para su construcción fue talada en el
mismo lugar. 6 Todo parece indicar que fue construido en los tiempos
más remotos. Las paredes son delgadas; las ventanas están compuestas
por pequeños cristales redondos; el techo está formado por tejas,
cargadas de piedras para evitar que se las lleve el viento. Antes de que
la casa brote una corriente límpida.
Hacia finales del siglo XV, esta casa fue habitada por un hombre
llamado Zwingle, amman o alguacil de la parroquia. La familia de los
Zwingles o Zwinglio era antigua y muy estimada entre los habitantes
de estas montañas. 7 Bartolomé, hermano del alguacil, primero titular
de la parroquia, y desde el año 1487 decano de Wesen, gozó de cierta
celebridad en el país. 8 La esposa del amman de Wildhaus, Margaret
Meili (cuyo hermano John fue un poco más tarde abad del convento de
Fischingen en Thurgovia), ya le había dado dos hijos, Henry y Klaus,
cuando el día de Año Nuevo de 1484, siete semanas después el
nacimiento de Lutero, un tercer hijo, que fue bautizado como Ulrico,
nació en este chalet solitario. 9 Otros cinco hijos, Juan, Wolfgang,
Bartholomew, Santiago, Andrés y una hija única, Anna, aumentaron el
número de esta familia alpina. Nadie en todo el distrito era más
respetado que el amman Zwingle. 10 Su carácter, su oficina y sus
numerosos hijos lo convirtieron en el patriarca de las montañas. Él era
pastor, al igual que sus hijos. Tan pronto como los primeros días de
mayo habían revestido de verdor las montañas, el padre y sus hijos
partían hacia los pastizales con sus rebaños, subiendo gradualmente
de estación en estación y llegando de esta manera, al final de Julio, las
cumbres más altas de los Alpes. Luego comenzaron a regresar
gradualmente hacia los valles, y en otoño toda la población de
Wildhaus volvió a entrar en sus humildes cabañas. A veces, durante el
verano, los jóvenes que deberían haberse quedado en casa, ansiosos
por disfrutar de las brisas frescas de la montaña, se dirigían en
compañía a los chalets, acompañando sus voces con las notas
melodiosas de sus rusticos instrumentos; porque todos eran músicos.
Cuando llegaron a los Alpes, los pastores los recibieron desde lejos con
sus cuernos y cánticos, y les ofrecieron un bocado de leche; y luego la
alegre tropa, después de muchas vueltas tortuosas, regresó a sus valles
con el sonido de la gaita. En su primera juventud, sin duda Ulrich
participó en ocasiones de estas diversiones. Creció al pie de estas rocas
que parecían eternas, y cuyas cumbres apuntaban al cielo. "A menudo
he pensado", dijo uno de sus amigos , "que al ser llevado cerca del cielo
en estas alturas sublimes, contrajo algo muy celestial y divino". 11
Largas eran las tardes de invierno en las cabañas del Wildhaus. En tal
época, el joven Ulrich se inclinaba, en el hogar paterno, a las
conversaciones entre el alguacil y los ancianos de la parroquia. Les oyó
relatar cómo los habitantes del valle habían gemido en otros tiempos
bajo un pesado yugo. Se estremeció de alegría al pensar en la
independencia que Tockenburg había ganado para sí mismo y que su
alianza con los suizos había asegurado. El amor a la patria se encendió
en su corazón; Suiza se volvió querida para él; y si alguien por
casualidad soltaba una palabra desfavorable para los confederados, el
niño se levantaba inmediatamente y defendía calurosamente su causa.
12 A menudo también se le puede ver, durante estas largas tardes,
sentado tranquilamente a los pies de su piadosa abuela, escuchando,
con los ojos fijos en ella, las historias de las Escrituras y sus piadosas
leyendas, y recibiéndolas con entusiasmo en su corazón. .

Notas finales:
1. eo scilicet tempore, quum Lutheri nomen in nostris
regionibus inauditum adhuc erat..doctrinam Christi non
a Luthero, sed ex verbo Dei didici. Ópera de Zwinglio cur.
Schulero et Schulthe ssio, Turici, 1829, vol. 1: 273, 276.
2. Vol. 1. P. 25.
3. Wirz, Helvetische Kirchen Geschichte, 3: 201.

4. Sodomitis melius erit in die judicii, quam rerum vel


honoris ablatoribus. Hemmerlin, de anno jubilaeo.
5. El Tockenburg.
6. Schuler's Zwingli's Bildungs Gesch., P. 290.
7. Diss Geschlacht der Zwinglinen, wass in guter Achtung
diesser Landen, als ein gut alt ehrlich Geschlacht. Hist. H.
Bullinger. Beschreibung der Eidg. Geschichten. Estoy en
deuda con la amabilidad del Sr. JG Hess por la
comunicación de este valioso trabajo , que en 1837 existía
sólo en manuscrito. Desde entonces ha sido publicado por
algunos amigos de la historia en Zurich. En mis citas he
conservado la ortografía del original.
8. Ein verrumbter Mann. Ibídem.
9. Quadragesimum octavum agimus (tengo cuarenta y ocho
años), escribió Zwingle a Vadianus, el 17 de septiembre
de 1531.
10. Clarus fuit pater ob spectatam vitae sanctimoniam.
Oswald Myconius, Vita Zwinglii.
11. Divinitatis nonmihil coelo propiorem contrazisse.
Oswald Myconius, Vita Zw.
12. Zw de Schuler. Bildung. Pág. 291.
LIBRO 8
CAPÍTULO 2

El buen ammán quedó encantado con la disposición prometedora de


su hijo. Percibió que Ulrich podría algún día hacer algo mejor que
cuidar los rebaños en el monte Sentis, al son del canto del pastor (ranz
des vaches). Un día lo tomó de la mano y lo llevó a Wesen. Cruzó los
flancos cubiertos de hierba del Ammon y descendió por las audaces y
salvajes rocas que bordean el lago de Wallenstadt; Al llegar al pueblo,
entró en la casa de su hermano el decano, y encomendó al joven
montañero a su cuidado para que examinara su capacidad. 1 Ulrich se
distinguió particularmente por un horror natural a la falsedad y un
gran amor por la verdad. Él mismo nos dice que un día, cuando
empezó a reflexionar, se le ocurrió que “la mentira debe ser castigada
con más severidad que el robo”; porque, añade, "la verdad es la madre
de todas las virtudes". El decano pronto amó a su sobrino como a un
hijo; y, encantado con su vivacidad, confió su educación a un maestro
de escuela , quien en poco tiempo le enseñó todo lo que sabía. A los
diez años, las marcas de una mente superior ya se notaron en el joven
Ulrich. 2 Su padre y su tío resolvieron enviarlo a Basilea.
Cuando el hijo de Tockenburg llegó a esta célebre ciudad, con esa
determinación y sencillez de corazón que parece haber inhalado con el
aire puro de sus montañas nativas, pero que en realidad procedía de
una fuente superior, se abrió un nuevo mundo ante él. La celebridad
del célebre Concilio de Basilea, la universidad que Pío II había
fundado en esta ciudad en 1460, las imprentas que luego resucitaron
las obras maestras de la antigüedad y circularon por el mundo los
primeros frutos del renacimiento de las letras; la residencia de
hombres ilustres, Wessel, Wittembach, y especialmente de ese
príncipe de los eruditos, ese sol de las escuelas, Erasmo, hicieron de
Basilea, en la época de la Reforma, uno de los grandes centros de luz
de Occidente.
Ulrich fue colocado en la escuela St. The Odore. Gregory Binzli estaba
entonces a la cabeza, un hombre de corazón sensible y gentileza que
rara vez se encontraba en ese período entre los maestros. El joven
Zwingle progresó rápidamente. Las eruditas disputas, entonces de
moda entre los médicos, habían llegado incluso a los niños de las
escuelas. Ulrich participó en ellos; disciplinó sus crecientes poderes
contra los alumnos de otros establecimientos, y siempre fue vencedor
en estas luchas, que fueron un preludio de aquellas por las que iba a
derrocar al papado en Suiza. 3 Este éxito llenó de celos a sus rivales
mayores. Pronto superó la escuela de Basilea, al igual que la de Wesen.

Lupulus, un distinguido erudito, acababa de abrir en Berna la primera


institución científica en Suiza. El alguacil de Wildhaus y el sacerdote de
Wesen resolvieron enviar al chico allí; Zwingle, en 1497, abandonó las
sonrientes llanuras de Basilea y se acercó de nuevo a los Altos Alpes
donde había pasado su infancia y cuyas cimas nevadas, doradas por el
sol, podían verse desde Berna. Lupulus, él mismo un poeta distinguido,
introdujo a su alumno en el santuario del saber clásico, un tesoro
entonces desconocido, y cuyo umbral solo habían pasado unos pocos.
4 El joven neófito inhaló ardientemente estos perfumes de la
antigüedad. Su mente se expandió, se formó su estilo. Se convirtió en
poeta.
Entre los conventos de Berna, el de los dominicos fue el más célebre.
Estos monjes estaban involucrados en una seria disputa con los
franciscanos. Este último mantuvo la inmaculada concepción de la
Virgen, que el primero negó. Dondequiera que fueran, ante los
deslumbrantes altares que adornaban su iglesia, y entre las doce
columnas que sostenían su techo con grecas, los dominicanos tenían
un solo pensamiento: cómo podrían humillar a sus rivales. Habían
notado la hermosa voz de Zwingle; habían oído hablar de su precoz
entendimiento, y pensando que podría dar brillo a su orden, se
esforzaron por atraerlo entre ellos, 5 y lo invitaron a permanecer en su
convento hasta que tuviera la edad suficiente para pasar el noviciado.
Toda la carrera futura de Zwingle estaba en juego. El ammán de
Wildhaus, informado de los señuelos a los que habían recurrido los
dominicanos, tembló por la inexperiencia de su hijo y le ordenó que
abandonara Berna inmediatamente. Zwingle escapó así de estos muros
monásticos dentro de los cuales Lutero había entrado por su propia
voluntad. Lo que ocurrió algo más tarde puede servir para mostrar el
peligro inminente en el que Zwingle incurrió entonces.
En 1507 reinaba una gran agitación en la ciudad de Berna. Un joven de
Zurzach, llamado John Jetzer, habiéndose presentado un día en este
mismo convento dominico, había sido rechazado. El pobre joven
abatido hizo otro intento y dijo, tendiendo cincuenta y tres florines y
algunas piezas de seda: “Es todo lo que poseo; tómalo y recíbeme en tu
pedido ". Fue admitido el 6 de enero entre los hermanos laicos. Pero la
primera noche, un ruido extraño en su celda lo llenó de terror. Huyó al
convento de los cartujos, cuando fue enviado de regreso a los
dominicos.
La noche siguiente, víspera de la fiesta de San Matías, lo despertaron
profundos gemidos; Abrió los ojos y vio una forma espectral blanca alta
junto a su cama. "Yo soy", dijo una voz sepulcral, "un alma que escapó
de los fuegos del purgatorio". El hermano lego respondió temblando:
“¡Dios te ayude! ¡No puedo hacer nada!" El fantasma avanzó entonces
hacia el hermano pobre, y agarrándolo por el cuello, le reprochó
indignado su negativa. Jetzer, lleno de ala , exclamó: "¿Qué puedo
hacer para salvarte?" “Azotate ocho días seguidos hasta que salga la
sangre, y túmbate postrado en la tierra en la Capilla de San Juan”. El
espectro respondió así y desapareció. El hermano lego confió los
detalles de su aparición a su confesor, el predicador del convento, y,
por consejo suyo, se sometió a la disciplina requerida. Pronto se
informó por toda la ciudad que un alma se había dirigido a los
dominicos para ser liberados del purgatorio. Los franciscanos estaban
desiertos y la gente corría en multitudes hacia la iglesia, donde se veía
al santo varón postrado en la acera. El alma del purgatorio había
anunciado su reaparición en ocho días. En la noche señalada, volvió,
atendido por dos espíritus que lo atormentaban, extorsionando de él
los gemidos más espantosos. "Escoto", dijo el espíritu perturbado,
"Escoto, el inventor de la doctrina franciscana de la inmaculada
concepción de la Virgen, está entre los que sufren como horribles
tormentos conmigo". Ante esta noticia, que pronto se difundió por
Berna, los partidarios de los franciscanos se sintieron aún más
consternados. Pero el alma, en el momento de desaparecer, había
anunciado la visita de la propia Virgen. En efecto, el día fijado, el
hermano asombrado vio a Mary en su celda. No podía creer lo que veía.
Ella se le acercó amablemente, le dio tres de las lágrimas de nuestro
Salvador, y tantas gotas de su sangre, con un crucifijo y una carta
dirigida al Papa Julio II, “quien”, dijo ella, “es el hombre elegido por
Dios para aboli sh la fiesta de su pretendida inmaculada concepción ".
Y luego, acercándose aún más a la cama en la que yacía el hermano,
ella le informó con voz solemne que estaba a punto de experimentar
un favor señalado, y al mismo tiempo le atravesó la mano con un
clavo. El hermano lanzó un chillido horrible; pero María envolvió su
mano en una tela que su Hijo (como ella dijo) había usado en el
momento de la huida a Egipto. Este no fue suficiente; Para que la gloria
de los dominicos al menos iguale a la de los franciscanos, Jetzer debe
tener las cinco llagas de Cristo y de San Francisco en sus manos, pies y
costado. Los otros cuatro fueron infligidos, y luego, después de darle
un poco de bebida, lo colocaron en una sala en la que colgaban
cuadros que representaban la pasión de nuestro Señor ; aquí pasó
muchos días sin comer, y pronto su imaginación se excitó mucho. Los
monjes de tanto en tanto abrían las puertas de esta cámara al pueblo,
que acudía en multitudes para contemplar con devoto asombro al
hermano de sus cinco heridas, estirando los brazos, inclinando la
cabeza e imitando con sus posturas y movimientos la crucifixión. de
nuestro Señor. A veces, estaba bastante loco; echaba espuma por la
boca y parecía dispuesto a renunciar al fantasma. “Está sufriendo la
cruz de Cristo”, murmuraron los espectadores. La multitud, ansiosa en
busca de milagros, abarrotaba el convento sin cesar. Los hombres que
merecen nuestra más alta estima, incluso el propio Lupulus, el
maestro de Zwingle, se sintieron abrumados por el miedo; y los
dominicos, desde su pulpa , se jactaban de la gloria que Dios había
conferido a su orden.
Durante muchos años esta orden había sentido la necesidad de
humillar a los franciscanos y de aumentar mediante milagros el
respeto y la liberalidad del pueblo. El teatro elegido para estas
operaciones fue Berna, “una ciudad sencilla, grosera e ignorante”,
como la había diseñado el subprior de Berna en un capítulo celebrado
en Wimpfen en el Neckar. Al prior, subprior, capellán y proveedor del
convento se le asignaron las partes principales, pero no pudieron
representarlas. Habiendo tenido lugar una nueva aparición de María,
Jetzer creyó reconocer la voz de su confesor; y al decirlo en voz alta,
María desapareció. Volvió a censurar al incrédulo hermano. “Esta vez es
el prior”, exclama D Jetzer, lanzándose hacia él con un cuchillo en la
mano. El santo arrojó una fuente de peltre a la cabeza del hermano
pobre y desapareció.
Alarmados por el descubrimiento que había hecho Jetzer, los
dominicanos se esforzaron por deshacerse de él con veneno. Detectó su
traición, y habiendo escapado del convento, reveló su impostura. Le
pusieron buen rostro y enviaron diputados a Roma. El Papa dio poder
a su legado en Suiza y a los obispos de Lausana y Sion para investigar
el asunto. Los cuatro dominicanos fueron condenados y condenados a
ser quemados vivos, y el 1 de mayo de 1509 perecieron en la hoguera
ante más de treinta mil espectadores. El rumor de esta impostura
circuló por Europa y, al dejar al descubierto una de las mayores llagas
de la Iglesia, preparó el camino para la Reforma. 6
Tales eran los hombres de cuyas manos escapó el joven Ulrich
Zwingle. Había estudiado letras corteses en Berna; ahora tenía que
estudiar filosofía, y con este propósito fue a Viena en Austria. Los
compañeros de los estudios y las diversiones de Ulrich en la capital de
Austria fueron un joven de Saint Gall, Joachim Vadian, cuyo genio
prometía adornar Suiza con un erudito y un estadista distinguido;
Henry Loreti, del cantón de Glaris, mejor conocido como Glarean, y
que parecía destinado a brillar como poeta; y un joven suabo, John
Heigerlin, hijo de un herrero, y de ahí llamado Faber, un hombre de
carácter dócil, orgulloso de honores y renombre, y que prometió todas
las cualidades necesarias para formar un cortesano.
Zwingle regresó a Wildhaus en 1502; pero al volver a visitar sus
montañas nativas, sintió que había bebido de la copa de la sabiduría y
que no podía vivir entre los cantos de sus hermanos y los mugidos de
sus rebaños. Teniendo ahora dieciocho años, se dirigió nuevamente a
Basilea 7 para continuar sus actividades literarias; y allí, maestro y
erudito a la vez, enseñó en la escuela de Saint Martin y estudió en la
universidad; desde ese momento pudo prescindir de la ayuda de sus
padres. Poco tiempo después obtuvo el título de Master of Arts. Un
alsaciano, de nombre Capito, que era nueve años mayor que él, era
uno de sus mejores amigos.
Zwingle ahora se aplica al estudio de la divinidad escolástica; porque
como algún día sería llamado a exponer su sofisma, era necesario que
primero explorara sus lóbregos laberintos. Pero se podía ver al alegre
estudiante de las montañas Sentis sacudiéndose de repente el polvo de
las escuelas y cambiando sus labores filosóficas por diversiones
inocentes; cogía uno de sus numerosos instrumentos musicales (laúd,
arpa, violín, flauta, dulcimer o cuerno de caza), sacaba de ellos un aire
alegre, como en los pastos de Lisighaus; hacer que su propia recámara
o la de sus amigos resuenen con las melodías de su lugar natal, o
acompañarlas con sus canciones. En su amor por la música, era un
verdadero hijo de Tockenburg, un maestro entre muchos. 8 Tocó en
otros instrumentos además de los que ya hemos mencionado.
Entusiasta del arte, difundió su gusto por la universidad; no porque le
gustara la disipación, sino porque le gustaba así relajar su mente,
fatigada por el estudio serio, y ponerse en condiciones de volver con
mayor celo a tan arduas ocupaciones. 9 Ninguno poseía una
disposición más viva, o un carácter más amable, o poderes de
conversación más atractivos. 10 Era como un árbol alpino vigo rous,
expandiéndose con toda su fuerza y belleza, y que, aún sin podar, lanza
sus ramas sanas en todas direcciones. Llegará el momento de que estas
ramas se disparen con nuevo vigor hacia el cielo.
Después de sumergirse en la divinidad de la schola stic, abandonó sus
áridos yermos con cansancio y repugnancia, y sólo encontró en ellos
una mezcla de ideas confusas, balbuceos vacíos, vanagloria y barbarie,
pero ni un átomo de sana doctrina. “Es una mera pérdida de tiempo”,
dijo, y esperó su hora.
En noviembre de 1505, Thomas Wittembach, hijo de un burgomaestre
de Bienne, llegó a Basilea. Hasta ahora había estado enseñando en
Tubinga, al lado de Reuchlin. Estaba en la flor de la vida, sincero,
piadoso, hábil en las artes liberales, las matemáticas y el conocimiento
de las Escrituras. Zwingle y todos los jóvenes de la academia
inmediatamente lo rodearon. Una vida hasta entonces desconocida
animaba sus conferencias, y de sus labios brotaban palabras
proféticas. “La hora no está muy lejana”, dijo, “en la que la teología
esqulástica será dejada de lado y las viejas doctrinas de la Iglesia
revivirán”. 11 "La muerte de Cristo", añadió, "es el único rescate por
nuestras almas". 12 El corazón de Zwingle recibió con entusiasmo
estas semillas de vida . 13 Esto fue en el período en que los estudios
clásicos comenzaban en todas partes a reemplazar el escolasticismo de
la Edad Media. Zwingle, como su maestro y sus amigos, se apresuró a
emprender este nuevo camino.
Entre los estudiantes que estaban más atentos a las lecciones del
nuevo médico, estaba un joven de veintitrés años, de baja estatura, de
cuerpo débil y enfermizo, pero cuyas miradas anunciaban tanto
dulzura como intrepidez. Se trataba de León Juda, hijo de un párroco
alsaciano, y cuyo tío había muerto en Rodas luchando bajo los
estandartes de los caballeros teutónicos en defensa de la cristiandad.
Leo y Ulrich se hicieron amigos íntimos. Leo tocaba el dulcimer y tenía
una voz muy fina. A menudo su cámara resonaba con las alegres
canciones de estos jóvenes amigos de las artes. Leo Juda luego se
convirtió en colega de Zwingle, e incluso la muerte no pudo destruir
una amistad tan santa.
El cargo de pastor de Glaris quedó vacante en este momento. Uno de
los jóvenes cortesanos del papa, Henri Goldli, el escudero de su
santidad y que ya poseía varios beneficios, se apresuró a ir a Glaris con
la carta de nominación del pontífice. Pero los pastores de Glaris,
orgullosos de la antigüedad de su raza y de sus luchas por la causa de
la libertad, no se sintieron inclinados a inclinar la cabeza ante un trozo
de pergamino de Roma. Wildhaus no está lejos de Glaris, y Wesen, del
cual el tío de Zwingle era el titular, es el lugar donde estas personas
tienen sus mercados. La reputación del joven maestro de artes de
Basilea se había extendido incluso a estas montañas, y la gente de
Glaris deseaba tenerlo como sacerdote. Lo invitaron en 1506. Zwingle
fue ordenado en Constanza por el obispo, predicó su primer sermón en
Rapperswyl, leyó su primera misa en Wildhaus el día de San Miguel,
en presencia de todos sus parientes y amigos de su familia, y sobre el
final del año llegó a Glaris.
Notas finales:

1. Tenerrimum adhuc ad fratrem sacrificum adduxit, ut


ingenii ejus periculum faceret. Melch. Adami Vita Zw. P.
25.
2. Und in Ihm erschinen merklich Zeichen eines edlen
Gemuths. Bullinger Chronick.
3. En disputationibus, quae pro more tum erant inter
pueros usitatae, victoriam semper reportavit. Osw. Mi c.
Vita Ew.
4. Ab eo en adyta classicorum scriptorum introductus.
Ibídem.
5. Und alss er wol singen koendt, busque Ihn die prediger
moenchen in dass Kloster. Bullinger Chronik.
6. Wirz, Helvetische Kirchen, Gesch. 3: 387; Chronik de
Anshelm, 3 y 4. Ninguna transacción de ese día dio lugar
a tantas publicaciones. Ver Biblioth de Haller. Der Schw.
Gesch. 3.
7. Ne diutius ab exercitio literarum cessaret. Osw. Myo. Vita
Zw.

8. Ich habe auch nie von Keinem gehoert, der in der Kunst
Musica..so erfahren gewesen. B. Weysen, Fusslin
Beytrage zur Ref. Gesch. 4:35.
9. Ut ingenium seriis d efatigatum recrearetur et paratius
ad solita studia rediretur..Melch. Adami Vita Zw.
10. Ingenio amoenus, et ore jucundus, supra quam dici pos
sit, erat. Osw. Mi c. Vita Zw.
11. Et doctrinam Ecclesiae veterem..instaurari oporteat.
Gualterus, Misc. Tig. 3: 102.
12. Der T od Christy sey die einige Bezahlung fur unsere
Sunde..Fusslin Beytr. 2: 268.
13. Quum a tanto viro semina quaedam..Zwingliano pectori
injecta essent. Leo Jud. En Praef. Anuncio. Ana. Zw. En NT
LIBRO 8
CAPÍTULO 3

Zwingle se aplicó inmediatamente con celo a los deberes de su gran


parroquia. Sin embargo, no tenía más que veintidós años y, a menudo,
se dejaba llevar por la disipación y las relajadas ideas de la época.
Como sacerdote de Roma, no se diferenciaba de todo el clero
circundante. Pero incluso en este momento , cuando la doctrina
evangélica no había cambiado su corazón, nunca dio lugar a los
escándalos que a menudo afligían a la Iglesia, 1 y siempre sintió la
necesidad de someter sus pasiones a la santa norma del Evangelio.
La afición a la guerra en ese momento encendió los tranquilos valles
de Glaris. Allí habitaban las familias de los héroes: los Tchudis, los
Walas, los Oeblis, cuya sangre había corrido en el campo de batalla.
Los ancianos guerreros se relacionarían con los jóvenes, encantados
con estos relatos, sus hazañas en las guerras de Borgoña y Suabia, y los
combates de St. Jacques y de Ragaz. ¡Pero Ay! Ya no fue contra los
enemigos de su independencia que estos pastores guerreros tomaron
las armas. Podían verse, a la voz del rey de Francia, del emperador, del
duque de Milán, o incluso del santo padre mismo, descendiendo como
una avalancha de los Alpes y lanzándose con estruendo de trueno
contra las tropas. elaborado en las llanuras.
Cuando un niño pobre llamado Matthew Schinner, que asistía a la
escuela de Sion, en el Valais (a mediados de la segunda mitad del siglo
XV), cantaba un día en las calles, como lo hizo el joven Martín Lutero
un poco más tarde, escuchó su nombre llamado por un anciano. Este
último, impresionado por la libertad con que el niño respondía a sus
preguntas, le decía con ese tono profético que a veces se cree que posee
un hombre al borde de la tumba: "Serás obispo y príncipe". 2 Estas
palabras golpearon al joven mendicante, y desde ese momento una
ambición ilimitada entró en su alma. En Zúrich y Como progresó tanto
que sorprendió a sus maestros. Se convirtió en sacerdote de una
pequeña parroquia en el Valais, se levantó rápidamente y, al ser
enviado a Roma algo más tarde para exigir al Papa la confirmación de
un obispo de Sión, que acababa de ser elegido, obtuvo este obispado
para sí mismo y rodeó sus cejas con la mitra episcopal. Este hombre
ambicioso y astuto, aunque a menudo noble y generoso, nunca
consideró ninguna dignidad sino un paso para subir aún más alto.
Habiendo ofrecido sus servicios a Luis XII, y al mismo tiempo
nombrando su precio: "Es demasiado para un hombre", dijo el rey. "Le
mostraré", respondió el obispo exasperado de Sion, "que yo, solo,
valgo muchos hombres". En efecto, se volvió hacia el Papa Julio II,
quien lo recibió con gusto; y, en 1510, Schinner logró unir a toda la
confederación suiza a la política de este pontífice guerrero. El obispo
fue recompensado con un sombrero de cardenal, y sonrió cuando vio
ahora solo un paso entre él y el trono papal.
Los ojos de Schinner vagaban continuamente por los cantones de
Suiza, y tan pronto como descubrió a un hombre influyente en
cualquier lugar, se apresuró a unirlo a sí mismo. El pastor de Glaris fijó
su atención y Zwingle se enteró mucho tiempo después de que el papa
le había concedido una pensión anual de cincuenta florines para
animarlo en sus actividades literarias. Su pobreza no le permitió
comprar libros; este dinero, durante el breve tiempo que lo recibió
Ulrich, se dedicó íntegramente a la compra de obras clásicas o
teológicas, que adquirió en Basilea. 3 Zwingle a partir de ese momento
se unió al cardenal, y así entró en el partido romano. Schinner y Julio
II finalmente traicionaron el objeto de sus intrigas; ocho mil suizos, a
quienes la elocuencia del cardenal-obispo había reclutado, cruzaron
los Alpes; pero la falta de provisiones, con las armas y el dinero de los
franceses, los hizo regresar sin gloria a sus montañas. Se llevaron
consigo los habituales concomitantes de estas guerras extranjeras:
desconfianza, libertinaje, espíritu de partido, violencia y desórdenes de
todo tipo. Los ciudadanos se negaron a obedecer a sus magistrados;
hijos sus padres; la agricultura y los cuidados de sus rebaños y rebaños
fueron descuidados; el lujo y la mendicidad aumentaron uno al lado del
otro; se rompieron los lazos más sagrados y la Confederación parecía
estar al borde de la disolución.
Entonces se abrieron los ojos del joven sacerdote de Glaris y estalló su
nación indígena . Su poderosa voz se elevó para advertir a la gente del
abismo en el que estaban a punto de caer. Fue en el año 1510 que
publicó su poema titulado El Laberinto. Dentro de los laberintos de
este misterioso jardín, Minos ha escondido al Minotauro, ese
monstruo, mitad hombre, mitad toro, al que alimenta con los cuerpos
de los jóvenes atenienses. "Este Minotauro", dice Zwingle, "representa
los pecados, los vicios, la irreligión, el servicio exterior de los suizos,
que devoran a los hijos de la nación".
Un hombre valiente, Teseo, decide rescatar a su país; pero numerosos
obstáculos lo detienen: - primero, un león de un solo ojo; esto es
España y Aragón: luego un águila coronada, cuyo pico se abre para
tragarlo; este es el Imperio: - luego un gallo, levantando su cresta, y
pareciendo desafiar a la pelea; esto es Francia. El héroe supera todos
estos obstáculos, alcanza al monstruo, lo mata y salva a su país.
“De igual manera”, exclama el poeta, “son hombres ahora vagando en
un laberinto, pero, como no tienen ni idea, no pueden recuperar la luz.
En ninguna parte encontramos una imitación de Jesucristo. Un poco
de gloria nos lleva a arriesgar la vida, atormentar a nuestro prójimo y
lanzarnos a disputas, guerras y batallas ... Uno podría imaginarse que
las furias se han desatado del abismo del infierno. " 4
Se necesitaba un Teseo, un reformador; esto Zwingle lo percibió
claramente, y en adelante sintió un presentimiento de su misión. Poco
después, compuso una alegoría, cuyo significado era menos
enigmático. 5

En abril de 1512, los confederados se levantaron nuevamente a la voz


del cardenal para la defensa de la Iglesia. Glaris estaba en el primer
rango. Toda la parroquia salió al campo bajo su bandera, con el
landamman y su párroco. Zwingle se vio obligado a marchar con ellos.
El ejército pasó los Alpes, y el cardenal apareció en medio de los
confederados decorados con los regalos del pontífice; - un gorro ducal
adornado con perlas y oro, y coronado por el Espíritu Santo
representado bajo la forma de ad ove. Los suizos escalaron las murallas
de las fortalezas y las murallas de las ciudades; y en presencia de sus
enemigos nadó desnudo a través de los ríos, alabarda en mano. Los
franceses fueron derrotados en todos los puntos; campanas y
trompetas repicaban sus notas de triunfo; la gente se amontonaba a su
alrededor de todos los lugares; los nobles abastecieron al ejército con
vino y frutas en abundancia; monjes y sacerdotes subieron a los
púlpitos y proclamaron que los confederados eran el pueblo de Dios,
que vengó a la Esposa del Señor de sus enemigos; un d el Papa, un
profeta como Caifás de edad, que les confiere el título de “Los
defensores de la libertad de la Iglesia.” 6
Esta estancia en Italia no dejó de influir en Zwingle en lo que respecta
a su llamado a la Reforma. A su regreso de esta campaña, comenzó a
estudiar griego, “para (como él dijo) poder extraer de la fuente de la
verdad las doctrinas de Jesucristo. 7 Estoy decidido a aplicarme al
griego ", escribió a Vadian el 23 de febrero de 1513," que nadie me
podrá apartar de él, sino Dios: lo hago, no para gloria, sino para el
amor por el saber sagrado ". Algo más tarde, un sacerdote digno, que
había sido su compañero de escuela, vino a verlo: “Maestro Ulrich”,
dijo, “me informan que está cayendo en este nuevo error; que eres
luterano ". - "No soy luterano", dijo Zwingle, "porque aprendí griego
antes de haber escuchado el nombre de Lutero". 8 Saber griego,
estudiar el Evangelio en el idioma original, fue, en opinión de Zwingle,
la base de la Reforma.
Zwingle fue más allá de simplemente reconocer en este período
temprano el gran principio del cristianismo evangélico: la autoridad
infalible de las Sagradas Escrituras. Percibió, además, cómo debemos
determinar el sentido del Verbo Divino: “Tienen una idea muy
mezquina del Evangelio”, dijo, “los que consideran frívolo, vanidoso e
injusto todo lo que imaginan no concuerda con su propia razón. 9 A
los hombres no se les permite arrancar el Evangelio a placer para que
cuadre con sus propios sentimientos e interpretación ". 10 - “Zwingle
volvió sus ojos al cielo”, dice su mejor amigo, “porque no tendría otro
intérprete que el mismo Espíritu Santo”. 11

Tal era, al comienzo de su carrera, el hombre a quien ciertas personas


no han dudado en representar como deseoso de someter la Biblia a la
razón humana. “La filosofía y la divinidad”, dijo, “ siempre estaban
planteando objeciones. Por fin me dije a mí mismo: debo descuidar
todos estos asuntos y buscar la voluntad de Dios solo en su Palabra.
Comencé (continúa) a rogar seriamente al Señor que me conceda su
luz, y aunque solo leo las Escrituras, me resultan más claras que si
hubiera leído a todos los comentaristas ”. Comparó la Escritura consigo
misma; explicando pasajes oscuros por aquellos que son claros. 12
Pronto conoció la Biblia a fondo, y particularmente el Nuevo
Testamento. 13 Cuando Zwingle se volvió así hacia la Sagrada
Escritura, Suiza dio su primer paso hacia la Reforma. En consecuencia,
cuando explicó las Escrituras, todos sintieron que su enseñanza
provenía de Dios y no del hombre. 14 "¡Obra totalmente divina!"
exclamó Oswald Myconius; "¡Así recobramos el conocimiento de la
verdad del cielo!"
Sin embargo, Zwingle no despreció las explicaciones de los médicos
más célebres: en años posteriores estudió a Orígenes, Ambrosio, Je
rome, Agustín y Crisóstomo, pero no como autoridades. "Estudio a los
médicos", dijo, "con el mismo fin que cuando le preguntamos a un
amigo: ¿Cómo entiendes este pasaje?" La Sagrada Escritura, en su
opinión, era la piedra de toque con la que poner a prueba al médico
más santo . 15
El curso de Zwingle fue lento, pero progresivo. No llegó a la verdad,
como Lutero, por esas tormentas que empujan al alma a correr
apresuradamente a su puerto de refugio; lo alcanzó por la influencia
pacífica de Escritura, cuyo poder se expande gradualmente en el
corazón. Lutero alcanzó la orilla deseada a través de las tormentas del
ancho océano; Zwingle, deslizándose suavemente río abajo. Éstos son
los dos caminos principales por los que el Todopoderoso guía a los
hombres. Zwingle no se convirtió completamente a Dios ya su
Evangelio hasta los primeros años de su residencia en Zurich; sin
embargo, el momento en que, en 1514 o 1515, este hombre fuerte se
arrodilló ante Dios, en oración por el entendimiento de su Palabra, fue
en el que aparecieron los primeros rayos fulgurantes del día luminoso
que después lo iluminaron.
Sobre este período, uno de los poemas de Erasmo, en el que se
presenta a Jesucristo dirigiéndose a la humanidad que perece por su
propia culpa, causó una profunda impresión en Zwingle. Solo en su
armario, se repitió ese pasaje en el que Jesús se queja de que los
hombres no buscan de él todas las gracias, aunque él es la fuente de
todo lo bueno. "TODOS", dijo, "TODOS". Y esta palabra siempre estuvo
presente en su mente. “¿Hay, entonces, alguna criatura, algún santo , a
quien debamos pedir ayuda? No: Cristo es nuestro único tesoro ".
dieciséis
Zwingle no se limitó al estudio de las letras cristianas. Uno de los
rasgos característicos de los reformadores del siglo XVI es su profundo
estudio de los escritores griegos y romanos. Los poemas de Hesíodo,
Homero y Píndaro poseían grandes encantos para Zwingle, y ha
dejado algunos comentarios o características de los dos últimos
poetas. Le pareció que Píndaro hablaba de los dioses en un tono tan
sublime que debió haber sentido un presentimiento del Dios
verdadero. Estudió a fondo a Demóstenes y Cicerón, y en sus escritos
aprendió el arte de la oratoria y los deberes de un ciudadano. Llamó a
Séneca un hombre santo. El niño de las montañas suizas se deleitó
también en investigar los misterios de la naturaleza en las obras de
Plinio. Tucídides, Salustio, Livio, César, Suetonio, Plutarco y Tácito le
enseñaron el conocimiento de la humanidad. Se le ha reprochado su
entusiasmo por los grandes hombres de la antigüedad, y es cierto que
algunas de sus expresiones sobre este tema no admiten justificación.
Pero si los honró tanto, fue porque pensó que discernía en ellos, no
meras virtudes humanas, sino la influencia del Espíritu Santo. En su
opinión, la influencia de Dios , lejos de estar limitada en la antigüedad
por los límites de Palestina, se extendió por todo el mundo. 17
“Platón”, dijo, “también ha bebido en esta fuente celestial. Y si los dos
Catos, Escipión y Camilo, no hubieran sido verdaderamente religiosos,
¿podrían haber sido tan elevados? 18

Zwingle comunicó el gusto por las letras a todos los que lo rodeaban .
Muchos jóvenes inteligentes fueron educados en su escuela. “No solo
me has ofrecido libros, sino también a ti mismo”, escribió Valentine
Tschudi, hijo de uno de los héroes de las guerras de Borgoña; y este
joven, que ya había estudiado en Viena y Basilea con los médicos más
célebres, agregó: "No he encontrado a nadie que pueda explicar los
autores clásicos con tanta perspicacia y profundidad como usted". 19
Tschudi fue a París, y así pudo comparar el espíritu que reinaba en
esta universidad con el que había encontrado en un estrecho valle de
los Alpes, sobre el que se elevaban las gigantescas cumbres y las nieves
eternas del Dodi, el Glarnisch, el Viggis y Freyberg. "¡En qué
frivolidades educan a la juventud francesa!" dijo él . “Ningún veneno
puede igualar el arte sofístico que se les enseña. Embota los sentidos,
debilita el juicio y brutaliza al hombre, que luego se convierte, por así
decirlo, en un mero eco, un sonido vacío. Diez mujeres no pudieron
hacer frente a uno de estos retóricos. 20 Estoy seguro de que incluso
en sus oraciones presentan sus sofismas ante Dios, y con sus
silogismos presumen de obligar al Espíritu Santo a que les responda.
Así eran en ese momento París, la metrópoli intelectual de la
cristiandad, y Glaris, una aldea de pastores entre los Alpes. Un rayo de
luz de la Palabra de Dios ilumina más que toda la sabiduría del
hombre.

Notas finales:
1. Sic reverentia pudoris, imprimis autem officii divini, per
petuo cavit. Osw. Mi c. Vit. Zw.
2. Helvet. Kirch. Gesch. Von Wirz, 3: 314.

3. Wellches er an die Bucher verwandet. Bullinger Chronik.


4. Das wir die hoellschen wuterinn'n. Moegend denken
abbochen syn. Zw. Op. (Editar. Schuler et Schulthess). 2
segunda parte, 250.
5. Fabelgedicht vom Ochsen und etlichen Thieren, iez
loufender dinge begriffenlich. Ibídem. 257.
6. De Gestis inter Gallos et Helvetios, relatio H. Zwin 52.
7. Ante decem annos, operam dedi graecis littis, utex
fotibus doctrinam Christi haurire possem. Zw. Op. 1: 274,
en su Explan. Artic. Que lleva la fecha de 1523.
8. Ich hab graecae konnen, ehe ich ni nut von Luther gehot
hab. Salat. Chronik. EM.
9. Nihil sublimius de evangelio sentiunt, quam quod, quid-
quid eorum rationi non est consentaneum, hoc iniquum,
vanum et frivolum existimant. Zw. Op. 1: 202.
10. Nec posse evangelium ad sensum et Interpretationem
hominum redigi. Ibídem. 215.
11. En coelum suspexit, doctorem quaerens Spiritum. Osw.
Mi c. Vita Zw.
12. Scripta contulit et obscura claris elucidavit. Ibídem.
13. En summa er macht im, die H. Schrifft, Insonders dass
NT gantz gemein. Bullinge r MS.
14. Ut nemo non videret Spiritum doctorem, non hominem.
Osw. Mi c. Vita Zw.
15. Scriptura canonica, seu Lydio lapide probandos. Ibídem.
16. Dass Christus unser armen seelen ein einziger Schatz
sey. Zw. Op. 1: 298. Zwingle dijo en 1523 que había leído
este poema de Erasmo unos ocho o nueve años antes.
17. Spiritus ille coelestis non solam Palestinam vel creaverat
vel fovebat, sed mundum universum. Ecol. Y Zw. Epp. P. 9.
18. Nisi religiosi, nunquam fuissent magnanimi. Ibídem.

19. Nam qui sit acrioris en enodandis auctoribus judicii, vidi


neminem. Zw. Epp. P. 13.
20. Ut nec decem mulierculae..uni sophistae adaequari
queant. Ibídem. pags. 45.
LIBRO 8
CAPÍTULO 4

Un gran hombre de esa edad, Erasmo, ejerció mucha influencia sobre


Zwingle. Tan pronto como apareció uno de sus escritos, Zwing le se
apresuró a comprarlo. En 1514, Erasmo llegó a Basilea, donde el obispo
lo recibió con todas las muestras de estima. Todos los amigos del saber
se reunieron inmediatamente a su alrededor. Pero el príncipe de las
escuelas lo había descubierto fácilmente, quien sería la gloria de Suiza.
"Felicito a los helvéticos", le escribió a Zwingle, "que se esfuerza por
pulirlos y civilizarlos con sus estudios y su moral, que son del más alto
nivel". 1 Zwingle deseaba sinceramente verlo. "Españoles y galos
fueron a Roma para ver a Livio", dijo, y partió. Al llegar a Basilea,
encontró allí a un hombre de unos cuarenta años, de baja estatura,
cuerpo débil y apariencia delicada, pero sumamente amable y
educado. 2 Fue Erasmo. Sus modales agradables pronto desterraron la
timidez de Zwingle; el poder de su genio lo sometió. "Pobres como
Esquines", dijo, "cuando cada uno de los discípulos de Sócrates ofreció
un regalo a su maestro, yo te doy lo que Esquines dio ... ¡Te lo doy yo
mismo!"
Entre los sabios que formaron entonces la corte de Erasmo, como
Amerbach, Renano, Frobenius, Nessenus y Glarean, Zwingle notó a
Oswald Geisshussler, un joven de Lucerna, de veintisiete años. Erasmo
helenizó su nombre y lo llamó Miconio. Generalmente hablaremos de
él por su nombre de pila, para distinguir al amigo de Zwingle de
Frederick Myconius, el discípulo de Lutero. Oswald, después de
estudiar en Rothwyl, con un joven de su misma edad llamado Berthol
d Haller, y luego en Berna y en Basilea, se convirtió en rector de la
escuela de San Teodoro y luego de San Pedro en esta última ciudad. El
humilde maestro de escuela, aunque poseía unos ingresos escasos, se
había casado con una joven cuya sencillez y pureza de espíritu
conquistaron todos los corazones. Ya hemos visto que esta fue una
época de problemas en Suiza, en la que las guerras extranjeras dieron
lugar a violentos desórdenes, y los soldados, al regresar a su país,
trajeron consigo sus hábitos de campaña de libertinaje y brutalidad. Un
día oscuro y nublado de invierno, algunos de estos rufianes atacaron la
tranquila vivienda de Oswald en su ausencia. Llamaron a la puerta,
lanzaron piedras y llamaron a su modesta esposa en el lenguaje más
indecente; por fin se precipitaron entre las sombras, entraron en el
aula, rompieron todo lo que pudieron encontrar y se retiraron. Oswald
regresó poco después. Su hijo, el pequeño Félix, corrió a su encuentro
con fuertes gritos, y su esposa, incapaz de hablar, hizo señales de sumo
espanto. Percibió lo que le había pasado. En el mismo momento, se
escuchó un ruido en la calle. Incapaz de controlar sus sentimientos, el
maestro de escuela tomó un arma y persiguió a los alborotadores hasta
el cementerio. Se refugiaron en ella, dispuestos a defenderse: tres de
ellos cayeron sobre Miconio y lo hirieron; y mientras su herida se
curaba, esos desgraciados volvieron a irrumpir en su casa con gritos
furiosos. Oswald no dice más. 3 Tales fueron las escenas que tuvieron
lugar en las ciudades de Suiza a principios del siglo XVI, y antes de la
Reforma habían suavizado y disciplinado los modales.
La integridad de Oswald Myconius, su sed de conocimiento y virtud, lo
puso en contacto con Zwingle. El rector de la escuela de Basilea
reconoció la superioridad del sacerdote de Glaris. En su humildad, se
apartó de los elogios que le prodigaban Zwingle y Erasmo. Este último
solía decir: "Los veo a ustedes, maestros de escuela, como pares de
reyes". Pero el modesto Miconio tenía una opinión diferente. “Solo me
arrastro sobre la tierra; desde mi infancia, ha habido algo humilde y
mezquino en mí ". 4
Un predicador que había llegado a Basilea casi al mismo tiempo que
Zwingle estaba atrayendo la atención general . De carácter apacible y
apacible, amaba una vida tranquila; lento y circunspecto en la acción,
su principal deleite era trabajar en su estudio y promover la concordia
entre todos los cristianos. 5 Su nombre era John Hausschein, en griego
Oecolampadius, o "la luz de la casa"; nació en Franconia, de padres
ricos, un año antes que Zwingle. Su piadosa madre deseaba consagrar a
la ciencia y a Dios al único hijo que la Providencia le había dejado. Su
padre lo destinó al principio a los negocios y luego a la jurisprudencia.
Pero después de que Oecolampadius regresó a Bolonia, donde había
estado estudiando la ley, el Señor, que se complació en hacer de él una
luz en la Iglesia, 6 lo llamó a estudiar teología. Estaba predicando en su
ciudad natal, cuando Capito, que lo había conocido en Heidelberg, lo
nombró predicador en Basilea. Allí proclamó a Cristo con una
elocuencia que llenó de admiración a sus oyentes. 7 Erasmo lo admitió
en su intimidad. A Oecolampadius le encantaron las horas que pasó en
compañía de este gran genio. "Sólo hay una cosa", le dijo el monarca de
la erudición, "que debemos buscar en la Sagrada Escritura, y eso es
Jesucristo". 8 Le dio al joven predicador, como recuerdo de su
amistad, el comienzo del Evangelio de San Juan. Oecolampadius solía
besar este juramento de tan apreciado afecto, y lo mantenía
suspendido hasta su crucifixión , "en orden", dijo, "para que siempre
pueda recordar a Erasmo en mis oraciones".
Zwingle regresó a sus montañas nativas, con el corazón y la mente
llenos de todo lo que había visto y oído en Basilea. “No podría dormir”,
le escribió a Erasmo poco después de su regreso , “si no hubiera
mantenido una conversación contigo. No hay nada de lo que esté más
orgulloso que haber visto a Erasmo ”. Zwingle había recibido un nuevo
impulso. Estos viajes a menudo ejercen una gran influencia en la
carrera de un cristiano. Los alumnos de Zwingle: Valenti ne, Jost, con
Louis Peter y Egidius Tschudi; sus amigos, el landamman Aebli, el
sacerdote Binzli de Wesen, Fridolin Brunner y el célebre profesor
Glarean, estaban encantados de verlo aumentar en conocimiento y
sabiduría. Los ancianos lo respetaban como valiente patriota; los
pastores fieles, como ministro celoso del Señor. No se hizo nada en el
país sin antes consultarlo. Toda buena gente esperaba que un día
reviviera las antiguas virtudes de Suiza. 9
Francisco I, habiendo subido al trono, y deseando vengar en Italia el
honor del nombre francés, el Papa, consternado, se esforzó por
conquistar los cantones. Así, en 1515, Ulrich visitó nuevamente las
llanuras de Italia en medio de las ansias fallas de sus compatriotas.
Pero las disensiones que las intrigas de los franceses sembraron en el
ejército confederado le retorcieron el corazón. A menudo se le podía
ver en medio del campamento arengando con energía y al mismo
tiempo con gran sabiduría, un público armado de pies a cabeza y
dispuesto a luchar. 10 El 8 de septiembre, cinco días antes de la batalla
de Marignan, predicó en la plaza de Monza, donde estaban reunidos
los soldados suizos que habían permanecido fieles a sus colores. "Si
hubiéramos seguido el consejo de Zwingle en ese momento e incluso
más tarde", dijo Werner Steiner de Zug, "¡qué males se habría evitado
nuestro país!" Pero todos los oídos estaban cerrados a la voz de la
concordia, la prudencia y la sumisión. La impetuosa elocuencia del
cardenal Schinner electrizó a los confederados y los impulsó a
precipitarse como un torrente hacia el campo fatal de Marignan. Allí
pereció la flor de la juventud helvética.
Zwingle, que no había podido prevenir tales desastres, se arrojó, por la
causa de Roma, en medio del peligro. Su mano empuñaba la espada. 11
¡ Un error melancólico! Ministro de Cristo, olvidó más de una vez que
debía luchar sólo con las armas del Espíritu, y estaba destinado a ver
cumplida, en su propia persona , esta profecía de nuestro Señor: Los
que tomen la espada, perecerán. con la espada.
Zwingle y los suizos no habían podido salvar Roma. El embajador de
Venecia fue el primero en la ciudad pontificia en enterarse de la
derrota de Marignan. Muy contento, regresó temprano por la mañana
al Vaticano. El Papa salió de su cámara a medio vestir para darle una
audiencia. Cuando León X escuchó la noticia, no ocultó su terror. En
este momento de alarma sólo vio a Francisco I, y no tuvo más
esperanza que en él: "Señor embajador ", le dijo temblando a Zorsi,
"debemos arrojarnos a los brazos del rey y clamar por misericordia".
12 Lutero y Zwingle, en sus peligros, conocieron otro brazo e
invocaron otra misericordia.
Esta segunda visita a Italia no fue infructuosa para Zwingle. Señaló la
diferencia entre el ritual ambrosiano en uso en Milán y el de Roma.
Recogió y comparó entre sí los cánones más antiguos de la misa. Así se
desarrolló en él un espíritu de investigación, incluso en medio del
tumulto de los campamentos. Al mismo tiempo, la visión de los hijos
de su patria, conducidos más allá de los Alpes y entregados al
matadero como sus rebaños, lo llenó de indignación. Era un dicho
común que "la carne de los confederados era más barata que la de su
ganado". La falta de fe y la ambición del Papa, 13 la avaricia y la
ignorancia de los sacerdotes, el libertinaje y la disipación de los
monjes, el orgullo y el lujo de los prelados, la corrupción y la venalidad
que infectaron a los suizos por todos lados, todos estos males forzaron
ellos mismos sobre su atención, y le hicieron sentir más agudamente
que nunca la necesidad de una reforma en la Iglesia.
A partir de ese momento, Zwingle predicó la Palabra de Dios con
mayor claridad. Explicó las porciones de los evangelios y las epístolas
seleccionadas para los servicios públicos, siempre comparando las
escrituras con las escrituras. 14 Hablaba con entusiasmo y poder, 15 y
siguió con sus oyentes el mismo camino que Dios había adoptado con
él. No, como Lutero, expuso las llagas de la Iglesia; pero en la medida
en que el estudio de la Biblia le manifestaba alguna lección útil, la
comunicaba a su rebaño. Se esforzó por inculcar la verdad en sus
corazones y luego confió en ella para obtener el resultado que estaba
destinado a producir. 16 "Si la gente comprende lo que es verdad",
pensó, "pronto discernirá lo que es falso". Esta máxima es buena para
el comienzo de una reforma; pero llega un momento en que el error
debe señalarse audazmente. Este Zwingle lo sabía muy bien. “La
primavera es la temporada de la siembra”, dijo; y entonces llegó la
marea primaveral con él.

Zwingle ha indicado este período (1516) como el comienzo de la


Reforma Suiza. En efecto, si cuatro años antes había inclinado la
cabeza sobre el libro de Dios, ahora lo levantó y se volvió hacia su
pueblo para impartirles la luz que había encontrado en él. Ésta es una
época nueva e importante en la historia del desarrollo de la revolución
religiosa en estos países; pero se ha concluido erróneamente de estos
países; pero se ha concluido erróneamente a partir de estas fechas que
la reforma de Zwingle precedió a la de Lutero. Quizás Zwingle predicó
el Evangelio un año antes de la publicación de las tesis de Lutero, pero
el mismo Lutero predicó cuatro años antes de esas célebres
proposiciones. 17 Si Lutero y Zwingle se hubieran limitado
estrictamente a predicar, la Reforma no habría invadido la Iglesia tan
rápidamente . Lutero y Zwingle no fueron ni el primer monje ni el
primer sacerdote que enseñó una doctrina más pura que los
escolásticos. Pero Lutero fue el primero en levantar públicamente y
con valor indomable la norma de la verdad contra el dominio del
error; a dirigir la atención general a la doctrina fundamental del
Evangelio, - la salvación por la gracia; para llevar a su generación a esa
nueva forma de conocimiento, fe y vida, de la cual ha surgido un nuevo
mundo; en una palabra, iniciar una revolución verdadera y saludable.
La gran lucha de la que fueron señal las tesis de 1517, realmente dio
origen a la Reforma y le impartió un alma y un cuerpo. Lutero fue el
primer reformador.
Un espíritu de investigación comenzaba a respirar en las montañas de
Suiza. Un día, el sacerdote de Glaris, con la posibilidad de estar en el
encantador país de Mollis, en la casa de Adam, el sacerdote del lugar,
junto con Bunzli, sacerdote de Wesen, y Varschon, sacerdote de
Kerensen, estos amigos descubrieron una antigua liturgia, en el que
leen estas palabras: "Después de que el niño sea bautizado, que
participe del sacramento de la Eucaristía y también de la copa". 18 -
“Entonces”, dijo Zwingle, “el sacramento se daba en ese momento en
nuestras iglesias bajo ambos tipos”. Esta liturgia, que tenía unos
doscientos años, fue un gran descubrimiento para estos sacerdotes
alpinos.

La derrota de Marignan produjo sus resultados naturales en los


cantones. El victorioso Francisco I fue pródigo en oro y halagos para
conquistar a los confederados, y el emperador los conjuró por su
honor, por las lágrimas de viudas y huérfanos, y por la sangre de sus
hermanos, para no venderse a sus asesinos. El partido francés tenía la
ventaja en Glaris, y desde ese momento esta residencia se convirtió en
una carga para Ulrich.

Si Zwingle hubiera permanecido en Glaris, posiblemente hubiera sido


un simple hombre de la época. La intriga del partido, los prejuicios
políticos, el imperio, Francia y el duque de Milán, casi podrían haber
absorbido su vida. Dios nunca deja en medio del tumulto del mundo a
los que está preparando para su pueblo. Los lleva a un lado; Los coloca
en algún retiro, donde se encuentran cara a cara con Dios y con ellos
mismos, y de donde obtienen una instrucción inagotable. El mismo
Hijo de Dios, un tipo en este sentido del camino que sigue con sus
siervos, pasó cuarenta días en el desierto. Había llegado el momento de
retirar a Zwingle de este movimiento político que, por repetición
constante en su alma, habría apagado el Espíritu de Dios. Había
llegado la hora de prepararle para otra etapa que aquella en la que se
disputaban cortesanos, gabinetes y facciones, y donde habría
desperdiciado inútilmente una fuerza digna de una ocupación
superior. Sus compatriotas necesitaban algo mejor. Era necesario que
una nueva vida descendiera ahora del cielo, y que el instrumento de su
transmisión desaprendiera las cosas de la tierra para aprender las del
cielo. Estas dos esferas son completamente distintas: un amplio abismo
separa los dos mundos; y antes de pasar completamente de uno a otro,
Zwingle debía residir por un tiempo en un territorio neutral, un estado
intermedio y preparatorio, allí para ser enseñado por Dios. Dios en este
momento lo sacó de entre las facciones de Glaris y lo condujo, para su
noviciado, a la soledad de una ermita. Confinó dentro de los estrechos
muros de una abadía esta generosa semilla de la Reforma, que pronto
trasplantada a un suelo mejor, cubrirá las montañas con su sombra.
Notas finales:

1. Tu, tuique símiles optimis etiam studiis a c moribus et


expolietis et nobilitabitis. Zw. Epp. P. 10.
2. Et corpusculo hoc tuo minuto, verum minime
inconcinno, urbanissime gestientem videre videar.
Ibídem.
3. Erasmi Laus Stultitiae, cum annot. Myconii.

4. Equidem humi repere didici hactenus, et est natura nesc


io uid humile vel a cunabulis in me. Osw. Mi c. Vita Zw.
5. Ingenio miti et tranquillo, pacis et concordiae
studiosissimus. Melch. Anuncio. Vit. Ecol. Pág. 58.
6. Flectente et vocante Deo, qui eo in domo sua pro
lampade usurus erat. Ibídem. 46.
7. Omnium vere espiritualium et eruditorum admiratione
Christum praedicavit. Ibídem.
8. Nihil in sacris littis praeter Christum quaerendum,
Erasm. Epp. Pág. 403.

9. Justitiam avitam per hunc olim restitutam iri. Osw. Mi c.


Vita Zw.
10. En dem Heerlager hat er Flyssig geprediget. Bulli nger
Chron.
11. In den Schachten sich redlich und dapfer gestellt mit
Rathen, Worten und Thaten. Bullinger Chron.
12. Domine Orator, vederemo quel fara il re Christianissime
se metteremo in le so man dimandando misericordia.
Zorsi Relatione MS.
13. Bellissimo parlador (Leo X.) prometea assa ma non
atendea. Relatione MS. Di Gradenigo, venuto orator di
Roma.

14. Non hominum commentis, sed sola scripturarum


biblicarum collatione. Zw. Op. 1: 273.
15. Sondern auch mit predigen, dorrinen er heftig wass.
Bullinger MS.
16. Volebat veritatem cognitam en cordibus auditorum
agere suum officium. Osw. Mi c. Vit. Zw.
17. Vol. 1:72, etc.
18. Detur Eucharistiae sacramentum, similiter poculum
sanguinis. Zw. Op. 1: 266.
LIBRO 8
CAPÍTULO 5

Hacia mediados del siglo IX, un monje alemán, Meinrad de


Hohenzollern, pasó entre los lagos de Zúrich y Wallenstadt y se detuvo
en una pequeña colina frente a un anfiteatro de pinos, donde
construyó una celda. Los rufianes se empaparon las manos de la sangre
del santo. La celda contaminada permaneció desierta durante mucho
tiempo . Hacia fines del siglo X se construyó en este lugar sagrado un
convento e iglesia en honor a la Virgen. Alrededor de la medianoche de
la víspera del día de la consagración, el obispo de Constanza y sus
sacerdotes estaban orando en la iglesia: una entrada celestial ,
procedente de seres invisibles, resonó repentinamente a través de la
capilla. Escucharon postrados y con admiración. Al día siguiente,
cuando el obispo estaba a punto de consagrar el edificio, una voz
repitió tres veces: “¡Alto! ¡detener! ¡Dios mismo lo ha consagrado ! " 1
Cristo en persona (se decía) lo había bendecido durante la noche: los
acordes que habían oído eran los de ángeles, apóstoles y santos; y la
Virgen que estaba sobre el altar resplandecía con el resplandor de un
rayo. Una bula de León VIII había prohibido a los fieles dudar de la
verdad de esta leyenda. Desde entonces, una inmensa multitud de
peregrinos visitaba anualmente a Nuestra Señora de los Ermitaños
para la fiesta de la “Consagración de los Ángeles”. Delfos y Éfeso en la
antigüedad, y Loreto en días más recientes, solo han igualado el
renombre de Einsidlen. Fue en este extraordinario lugar donde, en
1516, Ulrich Zwingle fue invitado a ser sacerdote y predicador.
Zwingle no vaciló. "No es ni la ambición ni la codicia", dijo, "lo que me
lleva allí, sino las intrigas de los franceses". 2 Razones de un tipo
superior lo determinaron. Por un lado, al tener más soledad, más
tranquilidad y una parroquia menos extensa, podría dedicar más
tiempo al estudio y la meditación; por otro, este lugar de peregrinos le
ofrecía un medio fácil para difundir el conocimiento de Jesucristo en
los países más lejanos. 3
Los amigos de la predicación evangélica en Glaris expresaron en voz
alta su dolor. "¿Qué más angustioso puede sucederle a Glaris", dijo
Peter Tschudi, uno de los ciudadanos más distinguidos del cantón,
"que verse privado de un hombre tan grande?" 4 Sus feligreses, al ver
que era inflexible, resolvieron dejarle el título de párroco de Glaris,
con una parte del estipendio y el poder de regresar cuando quisiera. 5
Conrad de Rechberg, un caballero descendiente de una antigua
familia, serio, franco, intrépido y, a veces, quizás un poco rudo, fue
uno de los cazadores más célebres del país al que se dirigía Zwingle. En
una de sus granjas (el Silthal) había establecido un semental donde
crió una raza de caballos que se hizo famosa en Italia.
Tal era el abad de Nuestra Señora de los Ermitaños. Rechberg
detestaba por igual las pretensiones de Roma y las discusiones
teológicas. Un día en que, durante una visita a la orden, se le hicieron
algunas observaciones: “Aquí soy yo el amo, y no tú”, dijo con cierta
rudeza; "Ve por nuestros caminos". En otro momento, mientras Leo
Juda discutía una intrincada cuestión en la mesa con el administrador
del convento, el abad de caza exclamó: “¡Deja tus disputas! Con David
clamo: Ten misericordia de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia , y
no entres en juicio con tu siervo. No deseo saber nada más ". 6
El administrador del monasterio era el barón Theobald de Geroldsek;
un hombre de carácter apacible, piedad sincera y gran amor por las
letras. Su plan favorito era reunir en su convento un cuerpo de sabios;
y con este punto de vista había invitado a Zwingle. Ansioso por recibir
instrucción y lectura, le rogó a su nuevo amigo que lo dirigiera.
“Estudien las Sagradas Escrituras”, respondió Zwingle, “y para que las
entiendan mejor , lea San Jerónimo. Sin embargo (añadió) llegará un
momento (y eso pronto, con la ayuda de Dios) en que los cristianos no
darán mucha importancia a san Jerónimo ni a ningún otro médico,
sino únicamente a la Palabra de Dios ”. 7 El comportamiento de
Geroldsek dio indicios de su progreso en la fe. Permitió que las monjas
de un convento dependiente de Einsidlen leyeran la Biblia en lengua
vulgar; y algunos años después, Geroldsek se fue a vivir a Zurich al
lado de Zwingle, y murió con él en el campo de Cap pel. El mismo
encanto que durante mucho tiempo se unió con ternura a Zwingle, no
solo a Geroldsek, sino también al capellán Zink, al digno Oexlin, a
Lucas y a otros internos de la abadía. Estos hombres estudiosos, lejos
del tumulto de las fiestas, solían unirse en la lectura de las Escrituras,
los padres de la Iglesia, las obras maestras de la antigüedad y los
escritos de los restauradores del saber. Este interesante círculo fue
aumentado a menudo por amigos de lugares distantes. Entre otros,
Capito llegó un día a Einsidlen. Los dos viejos amigos de B asle
caminaron juntos por el convento y pasearon por sus alrededores
salvajes, absortos en la conversación, examinando las Escrituras y
buscando aprender la voluntad de Dios. Hubo un punto en el que
estuvieron de acuerdo, y fue este: “¡El papa de Roma debe caer!
“Capito era en ese momento un hombre más atrevido que después.
En este tranquilo retiro, Zwingle disfrutó del descanso, el ocio, los
libros y los amigos, y creció en comprensión y fe. Fue entonces (mayo
de 1517) cuando inició una obra que le resultó de gran utilidad. Como
en la antigüedad los reyes de Israel transcribieron la ley de Dios con
sus propias manos, Zwingle con la suya copió las Epístolas de San
Pablo. En ese momento no existían más que voluminosas ediciones del
Nuevo Testamento, y Zwingle deseaba poder llevarlo siempre consigo.
8 Se aprendió estas epístolas de memoria, y algo más tarde los otros
libros del Nuevo Testamento y parte del Antiguo. Así, su alma se
apegaba cada día más a la autoridad suprema de la Palabra de Dios. No
se contentaba simplemente con reconocer esta autoridad: resolvió
sinceramente someter su vida a ella. Poco a poco entró en un camino
más cristiano. El propósito por el que había sido llevado a este desierto
se estaba cumpliendo. Sin duda, no fue hasta su residencia en Zúrich
que el poder de la vida cristiana penetró en todo su ser; pero ya en
Einsidlen había hecho un progreso evidente en la santificación. En
Glaris, se le había visto participar en diversiones mundanas; en
Einsidlen, buscó cada vez más una vida pura de toda mancha y de toda
mundanalidad; comenzó a tener una mejor comprensión de los
grandes intereses espirituales de la gente y aprendió gradualmente lo
que Dios tenía el propósito de enseñarle.
La Providencia, al llevarlo a Einsidlen, también tenía otros objetivos.
Debía tener una visión más cercana de las supersticiones y abusos que
habían invadido la Iglesia. La imagen de la Virgen, cuidadosamente
conservada en el monasterio, tenía, se decía, el poder de obrar
milagros. Sobre la puerta de la abadía podría leerse esta presuntuosa
inscripción: "Aquí se puede obtener una remisión plenaria de los
pecados". Una multitud de peregrinos acudió a Einsidlen de todas
partes de la cristiandad para merecer esta gracia con su peregrinación
en la fiesta de la Virgen. La iglesia, la abadía y todo el valle estaban
llenos de devotos adoradores. Pero fue particularmente en la gran
fiesta de la “Consagración de los Ángeles” cuando la multitud abarrotó
la ermita. Muchos miles de individuos de ambos sexos treparon en
largas filas las laderas de la montaña que conducen al oratorio,
cantando himnos o contando sus cuentas. Estos devotos peregrinos se
apiñaban con entusiasmo en la iglesia, imaginándose más cerca de
Dios allí que en cualquier otro lugar.
La residencia de Zwingle en Einsidlen, en lo que respecta al
conocimiento de los abusos del pacy, produjo un efecto análogo al
resultante de la visita de Lutero a Roma. En este monasterio completó
su educación como reformador. Solo Dios es la fuente de salvación, y Él
está en todas partes: esto fue lo que aprendió en Einsidlen, y estas dos
verdades se convirtieron en los artículos fundamentales de la teología
de Zwingle. La seriedad que había adquirido en su alma pronto se
manifestó en sus acciones. Golpeado por el conocimiento de tantos
males, resolvió oponerse a ellos con valentía. No vaciló entre su
conciencia y sus intereses: se mostró valiente y su enérgica elocuencia
atacó sin concesiones las supersticiones de la multitud que lo rodeaba.
“No se imaginen”, dijo desde el púlpito, “que Dios está en este templo
más que en cualquier otra parte de la creación. Cualquiera que sea el
país en el que vivas, Dios está a tu alrededor y te escucha tan bien
como en Nuestra Señora de Einsidlen. ¿Pueden las obras inútiles, las
largas peregrinaciones, las ofrendas, las imágenes, la invocación de la
Virgen o de los santos, aseguraros la gracia de Dios? ... ¿De qué sirve la
multitud de palabras con las que encarnamos nuestras oraciones? ¡Qué
eficacia tiene una capucha lustrosa, una cabeza lisa y rapada, una
túnica larga y suelta, o unas zapatillas bordadas en oro! ... ¡Dios mira
el corazón, y nuestros corazones están lejos de Él! ”. 9
Pero Zwingle deseaba hacer algo más que arremeter contra la
superstición; quiso satisfacer los ardientes anhelos de reconciliación
con Dios, experimentado por muchos peregrinos que acudían en masa
a la capilla de Nuestra Señora de Eins ociosos. “Cristo”, exclamó, como
Juan el Bautista en este nuevo desierto de las montañas de Judea,
“Cristo, que fue ofrecido una vez en la cruz, es el sacrificio (hostia) y
víctima, que había hecho satisfacción por los pecados de los creyentes.
por toda la eternidad ". 10 Así avanzó Zwingle. El día en que se escuchó
por primera vez un lenguaje tan audaz en el santuario más venerado
de Suiza, el estandarte levantado contra Roma comenzó a elevarse más
claramente sobre sus montañas, y hubo, por así decirlo, un terremoto
de reforma que sacudió sus mismos cimientos. .
En efecto, el asombro universal llenó a la multitud al escuchar las
palabras del elocuente sacerdote. Algunos se retiraron horrorizados;
otros vacilaron entre la fe de sus padres y esta doctrina que aseguraría
la paz; muchos fueron a Jesús, quien les fue predicado como manso y
manso, y llevaron las velas que habían traído para presentar a la
Virgen. Una multitud de peregrinos regresó a sus hogares, en todas
partes anunciando lo que habían escuchado en Einsidlen: "Cristo
SOLO SALVA, y él salva EN TODAS PARTES". A menudo, bandas
enteras, asombradas por estos informes, retrocedían sin completar su
peregrinaje. Los adoradores de María disminuyeron en número
diariamente. Fueron sus ofrendas las que compensaron en gran
medida los estipendios de Zwing le y Geroldsek. Pero este audaz
testimonio de la verdad se sintió feliz al empobrecerse a sí mismo, si
podía enriquecer espiritualmente las almas.

Entre los numerosos oyentes de Zwingle en la fiesta de Pentecostés en


1518, estaba Gaspard Hedio, doctor en teología en Basilea, un hombre
culto , de carácter apacible y caridad activa. Zwingle estaba predicando
sobre la narrativa del paralítico (Lucas v.), En la que aparece esta
declaración de nuestro Señor: El Hijo del Hombre tiene poder sobre la
tierra para perdonar pecados, palabras bien adaptadas para golpear a
la multitud reunida en el templo del Virgen. El sermón del predicador
conmovió, perjudicó e inspiró a su congregación, y en particular al
médico de Basilea. 11 Durante mucho tiempo después, Hedio estaba
acostumbrado a hablar de ello con admiración. “¡Qué hermoso es este
discurso!”, Dijo, “¡qué profundo, solemne, copioso, penetrante y
evangélico! ¡cómo nos recuerda la energeia (la fuerza) de los antiguos
médicos! " 12 Desde ese momento, Hedio admiró y amó a Zwingle. 13
Le hubiera gustado haber hablado con él, haberse desabrochado a él;
deambulaba por la abadía, pero no se atrevía a avanzar, retenido (dice)
por una timidez supersticiosa. Volvió a montar en su caballo y se retiró
lentamente, a menudo volviendo la cabeza hacia los muros que
encerraban un tesoro tan grande, y llevando en su corazón el más
profundo pesar. 14
Así predicó Zwingle; ciertamente con menos fuerza, pero con más
moderación y no menos éxito que Lutero; no precipitó nada;
conmocionó las mentes de los hombres mucho menos que el
reformador sajón; esperaba todo del poder de la verdad. Se comportó
con la misma discreción en su trato con los jefes de la Iglesia. Lejos de
mostrarse inmediatamente como su adversario, como Lutero, siguió
siendo su amigo durante mucho tiempo. Este último lo complació
mucho, no solo por su conocimiento y talento (Lutero tenía las mismas
pretensiones del respeto de los obispos de Mentz y Brandeburgo), sino
especialmente por su apego al partido político del Papa y la influencia
un hombre como Zwingle poseía en un estado republicano.
Varios cantones, en efecto, disgustados con el servicio papal,
estuvieron a punto de romper con él. Pero los legados se halagaron a sí
mismos: retendrían a muchos ganando Zwingle, como ya habían
ganado a Erasmo, mediante pensiones y honores. Los legados Ennius y
Pucci realizaron frecuentes visitas a Einsidlen, de donde, considerando
su vecindad con los cantones democráticos, sus negociaciones con
estos estados fueron más fáciles. Pero Zwingle, lejos de sacrificar la
verdad a las demandas y ofertas de Roma, no dejó escapar ninguna
oportunidad de defender el Evangelio. El famoso Schinner, cuya
diócesis estaba entonces en un estado perturbado, pasó algún tiempo
en Einsidlen. “El trabajo”, dijo un día Zwingle, “descansa sobre una
base mala: 15 aplíquense al trabajo; rechace todos los errores y abusos,
de lo contrario verá caer todo el edificio con un tremendo derrumbe ".
dieciséis
El SP Oke con la misma libertad al cardenal Pucci. Cuatro veces volvió
al cargo. "Con la ayuda de Dios", dijo, "continuaré predicando el
Evangelio, y esta predicación hará tambalear a Roma". Luego explicó al
prelado lo que se debe hacer para salvar a la Iglesia. Pucci prometió
todo, pero no hizo nada. Zwingle declaró que renunciaría a la pensión
del Papa. El legado le rogó que se quedara con él, y Zwingle, que en ese
momento no tenía intención de mostrarse abiertamente hostil contra
la cabeza de la Iglesia, consintió en recibirlo durante tres años más.
"Pero no imagines", añadió, "que por amor al dinero me retracto una
sola sílaba de la verdad". 17 Pucci, alarmado, consiguió para el
reformador el nombramiento de un colyte al Papa. Este fue un paso
hacia más honores. Roma tenía como objetivo asustar a Lutero con sus
juicios y ganar a Zwingle con sus favores. Contra el que arrojó sus
excomuniones; al otro, arrojó su oro y sus esplendores. Eran dos formas
diferentes de lograr el mismo fin y de silenciar las lenguas atrevidas
que se atrevieron, a pesar del Papa, a proclamar la Palabra de Dios en
Alemania y Suiza. Esta última fue la política más hábil, pero ninguna
tuvo éxito. Las almas emancipadas de los predicadores de la verdad
estaban igualmente fuera del alcance de la venganza o del favor.
Otro prelado suizo, Hugo de Landenberg, obispo de Constanza, en esta
época despertó esperanzas en el pecho de Zwingle. Ordenó una visita
general de las iglesias. Pero Landé nberg, un hombre sin decisión de
carácter, se dejó guiar en un momento por Faber, su vicario, y en otro
por una mujer viciosa cuya influencia no podía librarse. A veces parecía
honrar el Evangelio y, sin embargo, consideraba a cualquier hombre
como un perturbador para la gente que se atrevía a predicarlo con
valentía. Era uno de esos hombres, demasiado comunes en la Iglesia,
que, aunque prefieren la verdad al error, muestran más consideración
por el error que por la verdad, y a menudo terminan volviéndose
contra aquellos por cuyos lados deberían haber luchado. Zwingle se
aplicó a él, pero en vano. Estaba destinado a hacer el mismo
experimento que Lutero y a reconocer que era inútil invocar la ayuda
de los jefes de la Iglesia, y que la única forma de revivir el cristianismo
era actuar como un fiel maestro de la Palabra de Dios. . Pronto llegó la
oportunidad.
Por las alturas de San Gotardo, por esos caminos elevados que han
sido cortados con increíble trabajo a través de las escarpadas rocas que
separan Suiza de Italia, viajó un monje francisco , en el mes de agosto
de 1518. Salido de un convento italiano, fue el portador de las
indulgencias papales que se le había autorizado a vender a los buenos
cristianos de la Confederación Helvética. Los brillantes éxitos
obtenidos bajo los dos papas precedentes habían conferido honor a
este tráfico escandaloso. Acompañado de hombres designados para
inflar las mercancías que tenía a la venta, cruzó estas nieves y glaciares
helados tan antiguos como el mundo. Este tren codicioso, cuya
apariencia era bastante miserable, no se parecía en nada a una banda
de aventureros en busca de botín, avanzaba silenciosamente al ruido
de los impetuosos torrentes que forman el Rin, el Ródano, el Tesino y
otros ríos, meditando el expolio. de los simples habitantes de Suiza.
Sansón, por el nombre del franciscano y su tropa, llegó primero a Uri y
allí abrió su comercio. Pronto terminaron con estos pobres montañeros
y luego pasaron a Schwytz. Zwingle residía en este cantón, y aquí el
combate iba a tener lugar entre los dos sirvientes de dos amos muy
diferentes. “Puedo perdonar todos los pecados”, dijo el monje italiano,
el Tetzel de Suiza, dirigiéndose a los habitantes de la capital. “El cielo y
el infierno están sujetos a mi poder; y vendo los méritos de Cristo a
cualquiera que los compre comprando una indulgencia por dinero
disponible ".

El celo de Zwingle se encendió cuando escuchó estos discursos. Predicó


con energía, diciendo; “Jesucristo, el Hijo de Dios, ha dicho: Venid a
mí todos los que estáis cansados y cargados del cielo, y yo os haré
descansar. ¿No es, entonces, la locura más presuntuosa y la temeridad
insensata declarar, por el contrario: 'Compra cartas de indulgencia!
¡Apresúrate a Roma! dárselo a los monjes! sacrificio a los sacerdotes! y
si haces estas cosas, ¿te absuelvo de tus pecados? 18 Jesucristo es la
única oblación; el único sacrificio; ¡la única forma!" 19
En todo Schwytz, Samson erelong fue llamado tramposo y seductor.
Tomó el camino hacia Zug, y durante un tiempo los dos campeones no
se encontraron.
Apenas Sansón había dejado Schwytz, cuando Stapfer, un ciudadano
de este cantón, un hombre de carácter distinguido y luego secretario
de Estado, se vio repentinamente reducido con su familia a una gran
angustia. "¡Pobre de mí!" dijo, dirigiéndose a Zwingle en su angustia ,
"No sé cómo satisfacer mi hambre y la de mis pobres hijos". 20
Zwingle podía dar cuando Roma podía recibir, y estaba tan dispuesto a
practicar las buenas obras como a combatir a los que enseñaban que
ellos debían obtener la salvación . Todos los días llevaba a Stapfer
abundantes suministros. 21 “Es Dios”, dijo él, deseoso de no tomar
ninguna alabanza para sí mismo, “es Dios quien engendra caridad en
los fieles, y da a la vez el pensamiento, la determinación y el trabajo en
sí mismo. Cualquier obra buena que haga el justo, es Dios quien la hace
por su propio poder ”. 22 Stapfer permaneció apegado a Zwingle toda
su vida, y cuando cuatro años más tarde se convirtió en secretario de
Estado en Schwytz, y se sintió impulsado por deseos más elevados, se
volvió hacia Zwingle, diciendo con nobleza y sinceridad: “Ya que fuiste
tú quien provisto para mis necesidades temporales, ¡cuánto más
puedo esperar ahora de ti el alimento que satisfará mi alma! "
Los amigos de Zwingle aumentaron en número . No fue sólo en Glaris,
Basilea y Schwytz donde se encontraron almas en armonía con la suya:
en Uri, estaba Schmidt, el secretario de Estado; en Zug, Colin, Muller y
Werner Steiner, un viejo compañero de guerra en Marignan; en
Lucerna, Xyloctect y Kilchmey er; en Bienne, Wittembach; y muchos
otros en otros lugares además. Pero el sacerdote de Einsidlen no tenía
ningún amigo más devoto que Oswald Myconius. Oswald había
abandonado Basilea en 1516 para supervisar la escuela de la catedral
en Zurich. En ese momento esta ciudad no poseía ni eruditos ni
escuelas eruditas. Oswald trabajó, junto con varios otros hombres bien
dispuestos, entre los que se encontraba Utinger, el notario del Papa,
para rescatar a la gente de Zúrich de su ignorancia e iniciarlos en la
literatura de los antiguos . Al mismo tiempo, defendió la verdad
inmutable de las Sagradas Escrituras y declaró que si el papa y el
emperador mandaban algo en oposición al evangelio, el hombre está
obligado a obedecer solo a Dios, que está por encima del emperador y
del papa.

Notas finales:
1. Cessa, cessa, frater, divinitus capella consecrata est.
Hartm. Annal. Einsidl. Pág. 51.
2. Locum mutavimus non cupidinis aut cupiditatis moti
stimulis, verum Gallorum technis. Zw. Epp. P. 24.
3. Christum et veritatem ejus in regiones et varias et
remotas divulgari tam felici oportunitate. Osw. Mi c. Vita
Zw.
4. Quid enim Glareanae nostrae tristius accidere poterat,
tanto videlicet privari viro. Zw. Epp. pags. dieciséis.
5. Durante dos años después de esto, Zwingle todavía firmó
su nombre: Pastor Glaronae, Ministro Eremi. Ibídem.
pags. 30 .
6. Wirz, K. Gesch. 3: 363; Zwinglis Bildung 5. Schuler, pág.
174; Miscell. Tigur. 3:28.
7. Fore, idque brevi, Deo sic juvante, ut neque Hieronymus
neque caeteri, sed sola Scriptura divina apud christianos
in pretio sit futura. Zw. Op. 1: 273.
8. Este manuscrito aún se conserva en la biblioteca pública
de Zurich.
9. Vestis oblonga et plicis plena, mult auro ornati..Cor vero
interim procul a Deo est. Zw. Op. 1: 236.
10. Christus qui sese semel en cruce obtulit, hostia est et
victima satisfaciens in aeternum, pro p eccatis omnium
fidelium. Ibídem. 263.
11. Es sermo ita me inflamavit..Zw. Epp. P. 90.
12. Elegans ille, doctus, gravis, copiosus, penetrans et
evangelicus..Ibid. pags. 89.

13. Ut inciperem Zwinglium arctissime complecti, suscipere


et admirari. Ibídem.
14. Sicque abequitavi, non sine molestia, quam tamen ipse
mihi pepereram. Ibídem. pags. 90.
15. Dass das ganz Papstum einen schlechten Grund habe.
Zw. Op. 2. Part. 1. P. 7.
16. Oder aber sy werdind mit grosser unruw selbs umfallen,
Ibid.
17. Frustra sperari me vel verbulum de veritate
diminuturum esse, pecuniae gratia. Zw. Op. 1: 365.

18. Romam curre! Redime literas indulgentiarum! Da


tantumdem monachis! Ofrecer sacerdotibus, etc. Zw. Op.
1: 222.
19. Christus una est oblatio, unum sacrificium, una via.
Ibídem. 201.
20. Ut meae, meorumque liberorum inediae corporal i sub
veniretis. Zw. Epp. Pág. 234.
21. Largas mihi quotidie suppetias tulistis. Ibídem.
22. Caritatem ingenerat Deus, consilium, propositum et
opus. Quidquid boni praestat justus, hoc Deus sua virtute
praestat. Zw. Op. 1: 226.
LIBRO 8
CAPÍTULO 6

Siete siglos antes , Carlomagno había adscrito un colegio de canónigos


a la catedral de Zúrich, cuya escuela pertenecía a la dirección de
Miconio. Estos canónigos, habiendo decaído de sus instituciones
primitivas, y deseando gozar de sus beneficios en los dulces de una
vida indolente, solían elegir un sacerdote a quien confiaban la
predicación y la cura de las almas. Este puesto quedó vacante poco
después de la llegada de Myconius, quien inmediatamente pensó en su
amigo. ¡Qué ganancia sería para Zurich! El externo de Zwingle estaba a
su favor. Era un hombre apuesto, 1 de las maneras agraciadas, y la
conversación agradable; ya se había hecho famoso por su elocuencia y
sobresalía en toda la Confederación por el esplendor de su genio.
Myconi us habló de él con Felix Frey, el rector del capítulo, que estaba
fascinado por el talento y la apariencia de Zwingle; 2 a Utinger, un
anciano muy respetado, y al canon Hoffmann, una persona de carácter
recto y abierto, quien , por haber predicado durante mucho tiempo
contra el servicio exterior, ya estaba bien dispuesto a favor de Ulrich.
Otros zuricher, en diferentes ocasiones, habían oído a Zwingle en
Einsidlen y habían regresado llenos de admiración. La elección de un
predicador para la cátedra pronto puso a todos en Zurich en
movimiento. Las diferentes partes empezaron a agitarse. Muchos
trabajaron día y noche para conseguir la elección del elocuente
predicador de Nuestra Señora de los Ermitaños. 3 Myconius informó a
su amigo de esto ... "El próximo miércoles, iré a cenar a Zurich",
respondió Zwingle, "y luego hablaremos de este asunto". Vino en
consecuencia. Mientras visitaba a uno de los canónigos, este último
dijo: "¿No puedes venir y predicar la Palabra de Dios entre nosotros?"
- “Puedo”, respondió él, “pero no iré a menos que me llamen”. Luego
regresó a su abadía.
Esta visita sembró la alarma en el campamento de sus enemigos.
Presionaron a varios sacerdotes para que se presentaran como
candidatos para el puesto vacante. Un suabo, Lawrence Fable, incluso
pronunció un sermón de prueba y se distribuyó un informe de que
había sido elegido. “Es muy cierto, entonces”, dijo Zwingle, al ser
informado de esto, “que ningún hombre es profeta en su propio país,
ya que se prefiere un suabo a un suizo. Sé lo que vale el uso de aplausos
de la gente ”. 4 Inmediatamente después, Zwingle recibió una carta del
secretario del cardenal Schinner, informándole que la elección aún no
había tenido lugar. Pero la falsa inteligencia que le había llegado
primero, piqué al capellán de Einsidlen. Sabiendo que un hombre tan
indigno como esta fábula aspiraba a la estación, se volvió más ansioso
por sí mismo y le escribió sobre ello a Myconius. Oswald respondió al
día siguiente: “La fábula siempre seguirá siendo una fábula; nuestros
señores han aprendido que es padre de seis niños, y que ya sostiene no
sé cuántas vidas ”. 5
Los enemigos de Zwingle, sin embargo, no se consideraban
derrotados. Todos estuvieron de acuerdo en ensalzar a las nubes la
extensión de sus adquisiciones; 6 pero algunos decían: "¡Le gusta
demasiado la música!" Otros, "¡Le encanta la compañía y el placer!" Y
otros nuevamente, "¡Una vez fue demasiado íntimo con personas de
conducta liviana!" Un hombre incluso lo acusó de seducción. Zwingle
no estaba exento de culpa y, aunque menos errado que los eclesiásticos
de su época, más de una vez, en los primeros años de su ministerio, se
había dejado llevar por las pasiones de la juventud. No podemos
formarnos fácilmente una idea de la influencia sobre el alma de la
atmósfera corrupta en la que vive. Existían en el papado, y entre los
sacerdotes, desórdenes que fueron establecidos, permitidos y
autorizados, conforme a las leyes de la naturaleza. Un dicho de Eneas
Sylvius, luego Papa bajo el título de Pío II, da una idea del estado
degradado de los modales públicos en esta época. 7 El desorden había
llegado a ser el orden de cosas generalmente admitido.
Oswald ejerció una incansable actividad en favor de su amigo; empleó
todos sus poderes para justificarlo y, afortunadamente, lo logró. 8
Visitó al Burgomaster Roust, Hoffman, Frey y Utinger; alabó la
probidad, el decoro y la pureza de la conducta de Zwingle, y confirmó a
los Zuricher la impresión favorable que tenían hacia el sacerdote de
Einsidlen. Se le dio poco crédito a las historias de sus adversarios. Los
hombres más influyentes dijeron que Zwingle sería predicador en
Zurich. Los canónigos decían lo mismo, pero en tono bajo. "Esperanza",
escribió Oswald con el corazón en alto; "Espero, porque yo espero". Sin
embargo, le informó de las acusaciones de sus enemigos. Aunque
Zwingle todavía no se había convertido del todo en un hombre nuevo,
era uno de aquellos cuya conciencia se despierta, que pueden caer en
el pecado, pero nunca sin una lucha y sin remordimiento. A menudo
había decidido llevar una vida santa, solo entre los de su especie, en
medio del mundo. Pero cuando se vio acusado, no se jactaría de no
tener pecado. “Al no tener a nadie que me acompañe en las
resoluciones que había formado”, le escribió al canon Utinger,
“muchos de los que me rodean se ofendieron por ellos, ¡ay! Me caí, y
como el perro del que habla San Pedro (2 Pedro 2:22), volví a mi
vómito. 9 El Señor sabe con qué vergüenza y angustia he sacado estas
faltas del fondo de mi corazón, y las he presentado ante ese gran Ser a
quien, sin embargo, confieso mi miseria con mucha más voluntad que
al hombre. 10 Pero si Zwingle se reconoció pecador, se reivindicó de
las odiosas acusaciones que se le habían hecho. Declaró que siempre se
había alejado de la idea de adulterio o de seducir a inocentes, 11 ,
graves excesos que entonces eran demasiado comunes. "Llamo a
testificar", dice, "a todos aquellos con quienes he vivido". 12

La elección tuvo lugar el 11 de diciembre. Zwingle fue designado por


mayoría de diecisiete votos de veinticuatro. Era hora de que comenzara
la Reforma en Suiza. El instrumento elegido que la Providencia había
estado preparando durante tres años en la ermita de Einsidlen estaba
listo; había llegado la hora de que lo destinaran a otro lugar. Dios, que
había elegido la nueva universidad de Wittenberg, se instaló en el
corazón de Alemania, bajo la protección de uno de los príncipes más
sabios, para llamar allí a Lutero, elegido en Helvetia, la ciudad de
Zúrich, considerado el jefe de la confederación. , allí a la estación
Zwingle. En ese lugar estaría en comunicación no solo con una de las
personas más inteligentes y sencillas de corazón, las más fuertes y
enérgicas de Suiza, sino aún más con todos los cantones que se
reunieron en torno a este antiguo y poderoso estado. La mano que
había llevado a un joven pastor de los Sentis a la escuela de Wesen,
ahora lo estaba colocando, poderoso de palabra y de hecho, frente a
todos, para que pudiera regenerar su nación. Zurich estaba a punto de
convertirse en el centro de luz de toda Suiza.
Fue un día de alegría y tranquilidad en Einsidlen, cuando se informó a
sus reclusos de la nominación de Zwingle. La sociedad que se había
formado allí estaba a punto de romperse con la eliminación de su
miembro más valioso; ¿Y quién podría decir que la superstición no
volverá a prevalecer en este antiguo lugar de peregrinos? ... El consejo
de estado de Schwytz transmitió a Ulrich la expresión de sus
sentimientos, llamándolo, “reverendo, muy erudito, muy amable señor
y buen amigo ". 13 - “Danos al menos un sucesor digno de ti”, dijo
Geroldsek a Zwingle con el corazón roto. - “Tengo un leoncito para ti”,
respondió él, “uno que es ingenuo y prudente, y profundo en los
misterios de la Escritura”. - “Lo tendré”, dijo el administrador. Era Leo
Juda, ese hombre afable e intrépido con quien Zwingle había tenido
tanta intimidad en Basilea. Leo aceptó esta invitación que lo acercó a
su querido Ulrich. Este último abrazó a sus amigos, abandonó la
soledad de Einsidlen y llegó a ese encantador lugar donde se encuentra
la alegre y animada ciudad de Zúrich, con su anfiteatro de colinas,
cubierto de viñedos, o adornado con pastos y huertos, y coronado de
bosques. por encima de las cuales aparecen las cumbres más altas del
Albis.
Zurich, el centro de los intereses políticos de Suiza, y en el que a
menudo se reunían los hombres más influyentes de la nación, era el
lugar mejor adaptado para actuar sobre Helvetia y esparcir las semillas
de la verdad por todos los cantones. En consecuencia, los amigos del
saber y de la Biblia aplaudieron con alegría la nominación de Zwingle.
En París, en particular, los estudiantes suizos, que eran muy
numerosos, se emocionaron de alegría con esta inteligencia. 14 Pero si
en Zúrich le esperaba una gran victoria a Zwingle, también tenía que
esperar una dura lucha. Glarean le escribió desde París: “Preveo que su
aprendizaje despertará un gran odio; 15 pero ten buen ánimo y, como
Hércules, dominarás a los monstruos ".
El 27 de diciembre de 1518, Zwingle llegó a Zurich y se bajó en el hotel
de Einsidlen. Recibió una cordial y honorable bienvenida. 16 Los
canónigos se reunieron inmediatamente y lo invitaron a ocupar su
lugar entre ellos. Felix Frey presidió; los canónigos, amigos o enemigos
de Zwingle, se sentaron indiscriminadamente alrededor de su
preboste. En la asamblea prevaleció un entusiasmo inusual; pues todos
sintieron, quizás inconscientemente, cuán serio fue el comienzo de
este ministerio. Como temían el espíritu innovador del joven sacerdote,
se acordó explicarle los deberes más importantes de su cargo. “Harás
todo lo posible”, le dijeron con gravedad, “para cobrar las rentas del
capítulo, sin pasar por alto lo más mínimo. Exhortarás a los fieles,
tanto desde el púlpito como en el confesionario, a pagar todos los
diezmos y cuotas, ya mostrar con sus ofrendas su afecto a la Iglesia.
Serás diligente en incrementar los ingresos provenientes de los
enfermos, de las misas y en general de toda ordenanza eclesiástica ”. El
capítulo añadió: “En cuanto a la administración de los sacramentos, la
predicación y el cuidado del rebaño, también son deberes del capellán.
Pero para estos puedes emplear un sustituto, y particularmente en la
predicación. Debe administrar los sacramentos a personas que no sean
personas notables, y solo cuando se le pida; está prohibido hacerlo sin
distinción de personas ". 17

¡Qué regulación para Zwingle! ¡Dinero !, ¡dinero, nada más que dinero!
... ¿Estableció Cristo su ministerio para esto? La prudencia, sin
embargo, moderó su celo; sabía que no podía depositar de inmediato la
semilla en la tierra, contemplar el árbol crecer y recoger sus frutos. Sin
hacer ningún comentario sobre los deberes que se le imponían,
Zwingle, después de expresar humildemente su gratitud por su
halagüeña selección, anunció lo que pretendía hacer: “La vida de
Cristo”, dijo, “ha estado demasiado tiempo escondida de la gente.
Predicaré todo el Evangelio de San Mateo, capítulo tras capítulo,
según la inspiración del Espíritu Santo, sin comentarios humanos,
extrayendo únicamente de las fuentes de la Escritura, 18 sondeando
sus profundidades, comparando un pasaje con otro, y buscando
entendimiento mediante la oración constante y ferviente. 19 Es para la
gloria de Dios, para la alabanza de su Hijo unigénito, para la verdadera
salvación de las almas y para su edificación en la fe verdadera, que
consagraré mi ministerio ”. 20 Un lenguaje tan novedoso causó una
profunda impresión en el capítulo . Algunos testificaron su alegría; pero
la mayoría mostró dolor. 21 “Esta forma de predicar es una
innovación”, exclamaron; "Una innovación llevará a otra, y ¿dónde nos
detendremos?" El canon Hoffman, especialmente, pensó que era su
deber prevenir las melancólicas consecuencias de una elección por la
que él mismo había sido tan serio. "Esta explicación de las Escrituras",
dijo, "será más perjudicial que útil para la gente". - “No es una manera
nueva”, respondió Zwingle, “es la vieja costumbre. Recuerde las
homilías de Crisóstomo sobre San Mateo y de Agustín sobre San Juan.
Además, hablaré con moderación y no daré a nadie motivos
justificados para quejarse de ello ".
Así abandonó Zwingle el uso exclusivo de los fragmentos de los G
ospels leídos desde la época de Carlomagno: al restaurar las Sagradas
Escrituras a sus derechos antiguos, vinculó la Reforma desde el
comienzo mismo de su ministerio hasta los tiempos primitivos del
cristianismo, y sentó las bases por las cuales las edades futuras
podrían estudiar la Palabra de Dios. Pero podemos ir más lejos: la
posición firme e independiente que asumió en cuanto al Evangelio
anunciaba una nueva obra; la figura del reformador se puso de relieve
ante los ojos de su pueblo, y la reforma avanzó.
Hoffman, habiendo fallado en el capítulo, dirigió una solicitud por
escrito al preboste, rogándole que prohibiera a Zwingle perturbar la fe
de la gente. El preboste llamó al nuevo predicador ante él y le habló
muy afectuosamente. Pero ningún poder humano podría cerrar los
labios de Zwi ngle. El 31 de diciembre escribió al consejo de Glaris
renunciando por completo a la cura que le habían reservado hasta ese
momento: estaba todo por Zurich y por la obra que Dios le preparaba
en esta ciudad.
El sábado, día 1 del año 1519, y también en su trigésimo quinto
cumpleaños, Zwingle subió al púlpito de la catedral. Una gran
multitud, ansiosa por ver a este hombre célebre y por escuchar este
nuevo Evangelio, que era un tema general de conversación, abarrotó el
templo. “Es a Cristo”, dijo Zwingle, “que deseo guiarlos; a Cristo, la
verdadera fuente de salvación. Su Palabra Divina es el único alimento
que deseo poner ante sus corazones y sus almas ”. Luego dio a conocer
que al día siguiente, el primer domingo del año, comenzaría a explicar
el Evangelio según San Mateo. A la mañana siguiente, el predicador y
una congregación aún más numerosa estaban en sus puestos. Zwingle
abrió el Evangelio, un libro sellado durante mucho tiempo, y leyó la
primera página. Hablando sobre la historia de los patriarcas y profetas
(capítulo 1 de San Mateo), lo explicó de tal manera que sus oyentes
maravillados y embelesados exclamaron: "¡Nunca antes habíamos
oído algo así!" 22
Continuó así explicando a San Mateo según el texto griego. Mostró
cómo toda la Biblia encuentra a la vez su explicación y su aplicación en
la naturaleza misma del hombre. Al exponer las verdades más elevadas
del Evangelio en un lenguaje sencillo, su predicación llegó a todas las
clases, a los sabios y eruditos, así como a los ignorantes y necios. 23
Exaltó las infinitas misericordias de Dios Padre y conjuró a todos sus
oyentes a que depositaran su única confianza en Jesucristo, como su
único Salvador. 24 Al mismo tiempo, los llamó más fervientemente al
arrepentimiento; atacó con fuerza los errores prevalecientes entre su
pueblo; y arremetió valientemente contra el lujo, la intemperancia, las
ropas costosas, la opresión de los pobres, la ociosidad, el servicio
exterior y las pensiones de los príncipes. “En el púlpito”, dijo uno de
sus contemporáneos, “no perdonó a nadie, ni al papa, al emperador, a
los reyes, a los duques, a los príncipes, a los señores, ni siquiera a los
propios confederados. Toda su fuerza y todo el deleite de su corazón
estaba en Dios; y por eso exhortó a toda la ciudad de Zúrich a confiar
únicamente en Él ”. 25 “Nunca habían escuchado a un hombre hablar
con tanta autoridad”, dijo Oswald Myconius, quien siguió los trabajos
de su amigo con gran alegría y esperanza.
Era imposible que el Evangelio se pudiera predicar en Zurich sin
ningún propósito. Una multitud cada vez mayor de todas las clases, y
particularmente de las clases inferiores, acudió en masa para
escucharlo. 26 Muchos zuricher habían dejado de frecuentar el culto
público. “No obtengo ninguna instrucción de los sermones de estos
sacerdotes”, dijo Fusslin, el poeta, historiador y consejero de Estado;
“No predican las cosas que pertenecen a la salvación, porque no las
entienden. No veo en estos hombres más que avaricia y libertinaje ".
Henry R auschlin, tesorero del estado, un lector constante de las
Escrituras, pensó lo mismo: "Los sacerdotes", dijo, "se reunieron por
miles en el Concilio de Constanza ... para quemar a los mejores de
todos". Estos distinguidos hombres, atraídos por la curiosidad,
vinieron a escuchar el primer sermón de Zwingle . En sus facciones se
puede leer la emoción con la que escucharon al predicador. "¡Gloria a
Dios!" dijeron ellos, mientras se retiraban; “Este hombre es un
predicador de la verdad. Él será nuestro Moisés para sacarnos de esta
oscuridad egipcia ". 27 A partir de este momento se convirtieron en
íntimos amigos del reformador. “¡Poderosos del mundo!”, Dijo Fusslin,
“¡dejad de proscribir la doctrina de Cristo! Cuando Cristo, el Hijo de
Dios, fue ejecutado, los pescadores se levantaron para ocupar su lugar.
Y ahora, si destruyes a los predicadores de la verdad, verás vidrieros,
molineros, alfareros, fundadores, zapateros y sastres enseñando en su
lugar ". 28
Durante un tiempo, hubo un solo grito de admiración en Zurich; pero
en cuanto pasaron los primeros momentos de entusiasmo, los
adversarios reanudaron su valor. Muchos hombres bien
intencionados, alarmados por el temor a una reforma, se fueron
distanciando gradualmente de Zwingle. La violencia de los monjes,
reprimida por un tiempo, estalló de nuevo, y el conjunto de los
canónigos resonó en quejas. Zwingle estaba inamovible. Sus amigos, al
contemplar su valentía, imaginaron que veían reaparecer ante ellos a
un hombre de la época apostólica. 29 Entre sus enemigos, algunos
reían y bromeaban , otros daban voz a violentas amenazas; pero todo lo
soportó con paciencia cristiana. 30 "Si deseamos ganarnos a los
impíos para Jesucristo", solía decir, "debemos cerrar los ojos a muchas
cosas". 31 ¡ Un dicho admirable, que no debe perderse!
Su carácter y su porte hacia todos los hombres contribuyó, tanto como
sus discursos, a conquistar sus corazones. Fue a la vez un verdadero
cristiano y un verdadero republicano. La igualdad de la humanidad no
era para él un mero término convencional; estaba escrito en su corazón
y mostrado por su vida. No tenía ese orgullo farisaico ni esa tosquedad
monástica que ofende por igual a los sencillos y sabios de este mundo;
se sentían atraídos por él y se sentían cómodos en su compañía. Audaz
y enérgico en el púlpito, era afable con todos los que encontraba en las
calles o lugares públicos; A menudo se le veía en los salones donde
solían reunirse las empresas y los oficios, explicando a los ciudadanos
los rasgos principales de la doctrina cristiana o conversando
familiarmente con ellos. Se dirigió a campesinos y patricios con la
misma cordialidad. “Invitó a los campesinos a cenar con él”, dijo uno
de sus enemigos más violentos, “caminó con ellos, les habló de Dios,
les metió al diablo en el corazón y los libros en los bolsillos. Tuvo tanto
éxito que los notables de Zúrich solían visitar a los campesinos, beber
con ellos, mostrarles la ciudad y prestarles toda su atención ”. 32
Él continuó cultivando la música “con moderación”, dice Bullinger; sin
embargo, los opositores al Evangelio se aprovecharon de esto y lo
llamaron "el laudista evangélico y el pífano". 33 Faber, que un día lo
censuró por su gusto, respondió con noble franqueza: “Mi querido
Faber, no sabes lo que es la música. Es cierto que he aprendido a tocar
el laúd, el violín y otros instrumentos, y me sirven para callar a los
niños pequeños; 34 ¡ Pero eres demasiado santo para la música! ......
¿No sabes que David era un hábil intérprete del arpa, y cómo por este
medio expulsó el espíritu maligno de Saúl? ...... Ah ! si supieras los
sonidos de la lira celestial, el espíritu inicuo de ambición y amor por
las riquezas que te posee pronto se apartaría de ti igualmente ”. Quizás
esto pudo haber sido una debilidad en Zwingle; sin embargo, con
espíritu de alegría y libertad evangélica cultivó este arte, que la religión
siempre ha asociado con su sublime devoción. Puso música a algunos
de sus poemas cristianos, y no se avergonzó de vez en cuando de
divertir a los pequeños de su rebaño con su laúd. Se comportó de la
misma manera bondadosa con los pobres. “Comía y bebía con todos los
que lo invitaban ”, dice uno de sus contemporáneos; “No despreció a
nadie; era compasivo con los pobres, siempre firme y alegre en la
buena y en la mala fortuna. Ninguna desgracia lo alarmó; su
conversación estuvo en todo momento llena de consuelo y su corazón
firme ”. 35 Así, la popularidad de Zwingle iba en aumento; sentado por
momentos en las mesas de los pobres y en los banquetes de los ricos,
como lo había hecho su Maestro en tiempos pasados, y en todas partes
haciendo la obra a la que Dios lo había llamado.
Fue infatigable en el estudio. Desde el amanecer hasta las diez de la
mañana solía leer, escribir y traducir; en ese momento, el hebreo era el
objeto especial de sus estudios. Después de la cena escuchó a quienes
tenían alguna noticia que darle o que necesitaban su consejo; él saldría
con algunos de sus amigos y visitaría su rebaño. A las dos de la tarde
reanudó sus estudios. Dio un pequeño paseo después de la cena y luego
escribió sus cartas, que a menudo lo ocupaban hasta la medianoche.
Siempre trabajaba de pie y nunca permitía que molestaran a su elfo
excepto por alguna causa muy importante. 36
Pero fueron necesarios los esfuerzos de más de un hombre. Un hombre
llamado Luciano lo visitó un día con las obras del reformador alemán.
Renano, un erudito que entonces residía en Basilea e infatigable en
hacer circular los escritos de Lutero en Suiza, lo había enviado a
Zwingle. Renano había percibido que la venta ambulante de libros era
un medio poderoso para difundir las doctrinas evangélicas. Lucian
había viajado por casi toda Suiza y conocía a casi todo el mundo.
“Averigua”, dijo Rhenanus a Zwingle, “si este hombre posee suficiente
prudencia y habilidad; Si es así, que lleve de ciudad en ciudad, de
pueblo en pueblo, de pueblo en pueblo, e incluso de casa en casa, entre
los suizos, las obras de Lutero, y especialmente su exposición de la
oración del Señor escrita para los laicos. . 37 Cuanto más se conozcan,
más compradores encontrarán. Pero debes tener cuidado de no dejarle
vender ningún otro boo ks; porque si solo tiene los de Lutero, los
venderá mucho más rápido ". De esta manera, un rayo de luz penetró
en la humilde vivienda de muchas familias suizas. Sin embargo, había
un libro que Zwingle debería haber hecho que se distribuyera junto
con el de Lutero: el Evangelio de Jesucristo.
Notas finales:

1. Dan Zwingli vom lyb ein hubscher man wass. Bullinger


Chron.
2. Und als Imme seine Gestalt und geschiklichkeit wol
gefiel, gab er Im syn stimm. Bullinger Chron.
3. Qui dies et noctes laborarent ut vir ille subrogaretur. Osw.
Myc . Vit. Zw.

4. Scio vulgi acclamationes et illud blandum ¡Euge! ¡Euge!


Zw. Epp. Pág. 53.
5. Fabula manebit fabula; quem domini mei acceperunt sex
pueris esse patrem..Ibid.
6. Neminem tamen, qui tuam doctrinam non ad coeluni
ferat..Ibid.
7. Non esse qui vigesimum annum exce ssit, nec virginem
tetigerit. Zw. Epp. Pág. 57.
8. Reprimo haec pro viribus, imo et repressi. Ibídem. pags.
54.

9. Quippe neminem habens comitem hujus instituti,


scandalisantes, vero non paucos, heu! Cecidi et factus
sum canis ad vomitum. Ibídem. pags. 55.
10. En, cum verecundia (Deus novit!) Magna haec ex
pectoris specubus depromsi, apud eum scilicet, cum quo
etiam coram minus quam cum ullo ferme mortalium
confiteri vererer. Ibídem.
11. Ea ratio nobis perpetuo fuit, nec alienum thorum
conscendere, nec virginem vitiare. Zw. E págs. P. 55.
12. Testículos invoco cunctos, quibuscum vixi. Ibídem.
13. Reverende, perdocte, admodum gratiose domine ac
bone amice. Ibídem. pags. 60.
14. Omnes adeo quotquot ex Helvetiis adsunt juvenes
fremere et gaudere. Zw. Epp. Pág. 63.
15. Quantum invidiae tibi inter istos eruditio tua conflabit.
Ibídem. pags. 64.

16. Do er ehrlich und wol empfangen ward. Bullinger


Chronik.
17. Bildung de Zwingli de Schuler. Pág. 227.
18. Absque humanis commentationibus, ex solis fontibus
Scripturae sacrae. Zw. Op. 1: 273.
19. Sed mente Spiritus, quam diligenti Scripturarum
collectione, precibusque ex corde fusis. Se nacturum. Osw.
Mi c. Vita Zw.
20. Alles Gott und seinen einigen Sohn zu Lob und Ehren
und zu rechten Heil der Seelen, zur Underrichtung im
rechten Glauben. Toro. EM.

21. Quibus auditis, moeror simul et laetit ia. Osw. Mi c.


22. Dessgleichen wie jederman redt, nie gehort worden war.
B. Weise (contemporáneo de Zwingle) Fusslin Beytrage,
4:36.
23. Nam ita simplices aequaliter cum prudentissimis et
acutissimis quibusque, proficiebant. Osw. Mi c. Vita Zw.
24. In welchem er Gott den Vater presset und alle
Menschen allein uff Issum Christum, als den einigen
Heiland verthrauwen lehrte. Bullinger Chron.
25. Todo sein Trost stuhnd allein mit frolichem Gemuth zu
Gott..B. Weise, Fusslin Beytr. 4:36.

26. Do ward calvo ein gross Gelauff von allerley m enschen,


Innsonders von dem gemeinen Mann. Bullinger Chron.
27. Und unser Moses seyn der uns aus Egypten fuhrt.
Bullinger Chron.
28. Werden die Glaser, Muller, Haffner, Giesser,
Shuhmacher und Schneider lehren. Reliq de Muller. 3:
185.
29. Nobis apostolici illius saecul i virum repraesentas. Zw.
Epp. Pág.74.
30. Obganniunt quidam, rident, minantur, petulanter
incessunt..at tu vere, christiana patientia, sufre omnia,
Ibid. 7 de mayo de 1519.
31. Connivendum ad multa ei, qui velit malos Christo lucri
facere..Ibid.
32. Dass der Rath gemelde te Bauern besucht..Salat's
Chronik, p. 155.
33. Der Lauthenschlager und evangelischer Pfyffer.
Bullinger Chron.
34. Dass kombt mir Ja wol die Kind zu geschweigen.
Ibídem.
35. War allwegen trostlichen Gemuths und tapferer Red. B.
Weise, Fussl. Beytr. 4:36.
36. Certas studii s vindicans horas, quas etiam non omisit,
nisi seriis coactus. Osw. Mi c. Vita Zw.
37. Oppidatim, municipatim, vicatim, imo domesticatim
per Helvetios circumferat. Zw. Epp. 81.
LIBRO 8
CAPÍTULO 7

Se presentó una oportunidad de mostrar el celo de Zwingle en una


nueva vocación. Sansón, el famoso comerciante de indulgencias, se
acercaba lentamente a Zurich. Este miserable traficante había dejado
Schwytz y llegó a Zug el 20 de septiembre de 1518, y permaneció allí
tres días. Una inmensa multitud se había reunido a su alrededor. Los
más pobres eran los más ansiosos y así impedían que los ricos se le
acercaran. Esto no encajaba con las opiniones del monje; y en
consecuencia, uno de sus asistentes comenzó a gritar al populacho:
“¡Buena gente, no se amontone tanto! ¡Abran paso a los que tienen
dinero! Posteriormente nos esforzaremos por satisfacer a quienes no
tienen ninguno ". De Zug, Samson y su banda se dirigieron a Lucerna;
de Lucerna a Unterwalden; y luego, después de cruzar montañas
fértiles y valles ricos, bordeando las nieves eternas del Oberland y
exhibiendo su mercancía romana en estas partes más hermosas de
Suiza, llegaron a las cercanías de Berna. Al principio se le prohibió al
monje entrar en la ciudad; pero finalmente, por medio de ciertos
amigos que tenía allí, logró ser admitido y montó su puesto en la
Iglesia de San Vicente. Aquí comenzó a gritar más lujuriosamente que
antes: "Aquí", dijo a los ricos, "hay indulgencias en pergamino por
corona". "Ahí", dijo a los pobres, "¡están las absoluciones en el
comunicador en el papel por dos batz!" 1 Un día, un célebre caballero,
Jacques de Stein, apareció ante él, brincando sobre un caballo gris
moteado, 2 que el monje admiraba mucho. "Denme", dijo el caballero,
"un capricho para mí, para mi tropa, quinientos hombres, para todos
mis vasallos en Belp y para todos mis antepasados, y tendrá a cambio
mi corcel gris moteado". Esto era pedir un alto precio por un caballo;
pero como agradó al franciscano, pronto llegaron a término ; el corcel
fue llevado al establo del monje, y todas esas almas fueron declaradas
exentas para siempre del infierno. Otro día, un ciudadano le compró
por trece florines una indulgencia que facultaba a su confesor para
absolverlo, entre otras cosas, de todo tipo de perjurio. 3 Se sintió tanto
respeto por Sansón, que el consejero De May, un hombre anciano e
ilustrado, que había hablado irreverentemente de él, se vio obligado a
pedir perdón al altivo monje de rodillas.

El último día de su estadía, el ruidoso sonido de las campanas


proclamó la partida del monje de Berna. Sansón estaba en la iglesia, de
pie sobre los escalones del altar mayor. El canónigo Henry Lupulus, ex
maestro de Zwingle, fue su intérprete. "Cuando el lobo y el zorro andan
juntos", dijo el canónigo Anselmo, volviéndose hacia el schultheiss De
Watteville, "su plan más seguro, mi gracioso señor, es encerrar a sus
ovejas y sus gansos". Pero al monje le importaban poco tales
comentarios, que, además, no llegaban a sus oídos: “Arrodíllense” ,
dijo a la multitud supersticiosa, “reciten tres Paters, tres Aves, y sus
almas serán inmediatamente tan puras como en el momento de su
bautismo ". Ante esto, todo el pueblo cayó de rodillas. Sansón, deseoso
de superarse a sí mismo, exclamó: "¡ Liberé de los tormentos del
purgatorio y del infierno todas las almas de los berneses que han
muerto, cualquiera que haya sido la manera y el lugar de su muerte!"
Estos charlatanes, como sus hermanos de ferias, guardaban su mejor
truco hasta el final.
Sansón, cargado de dinero, atravesó Argovia y Baden hacia Zurich. A
cada paso, este monje, cuya apariencia había sido tan miserable
cuando cruzó por primera vez los Alpes, mostraba mayor altivez y
esplendor. El obispo de Constanza, que estaba irritado porque Sansón
no quería legalizar sus bulas, había prohibido a todos los sacerdotes de
su diócesis que le abrieran sus iglesias. En Baden, sin embargo, el
párroco de la parroquia no se atrevió a oponerse enérgicamente a su
tráfico. El descaro del monje se redobló. Encabezando una procesión
por el cementerio, pareció fijar la mirada en algún objeto en el aire,
mientras sus acólitos entonaban el himno de los muertos; y
pretendiendo ver las almas escapando del cementerio al cielo,
exclamó: “¡Ec ce volant! ¡Mira cómo vuelan! " exclamó este bromista,
sacudiendo un cojín en la cima de la torre. Muchas personas se
echaron a reír. 4 Sansón se apasionó y no se apaciguó hasta que le
dijeran que el ingenio de un hombre a veces estaba tan trastornado.
Dejó a Baden bastante avergonzado.
Continuó su viaje y, hacia fines de febrero de 1519, llegó a Bremgarten,
que el schultheiss y el sacerdote menor de la ciudad, que lo habían
visto en Baden, lo habían invitado a visitar. En todo ese distrito, nadie
gozaba de mejor reputación que Dean Bullinger. Este hombre, aunque
mal informado en la Palabra de Dios y en los errores de la Iglesia, era
franco, celoso, elocuente, caritativo con los pobres, siempre dispuesto
a hacer bondad a los pequeños de su rebaño , y en general amado. . En
su juventud había formado una unión de conciencia con la hija de un
concejal del pueblo. Esta era una práctica común entre los sacerdotes
que no estaban dispuestos a llevar una vida escandalosa. Anna le había
dado cinco hijos, y esta numerosa familia no había disminuido en
absoluto el respeto que sentía por él. En toda Suiza no hay casa más
hospitalaria que la suya. Le gustaba la caza, y a menudo se le podía ver
con una manada de diez o doce perros, y acompañado por los señores
de Hallwyll, el abad de Mury y los patricios de Zurich, recorriendo los
campos y bosques vecinos. Su mesa era gratuita para todos los
asistentes y ninguno de sus invitados era más alegre que él. Cuando los
diputados a la dieta se dirigían a Baden a través de Bremgart en,
siempre eran entretenidos por el decano. "Bullinger", dijeron, "tiene
una corte como el señor más poderoso".
Extraños habían observado en esta casa un niño con rasgos
inteligentes. Henry, uno de los hijos del decano, había corrido muchos
peligros desde su más tierna infancia. En un momento fue atacado por
la plaga y estaba a punto de ser enterrado, cuando algunos débiles
signos de vida devolvieron la alegría al corazón de sus padres. En otra
ocasión, un vagabundo, atraído por sus caricias, se lo estaba llevando,
cuando unos transeúntes lo reconocieron y lo rescataron. A los tres
años, conocía la oración del Señor y el credo de los apóstoles; y
entrando sigilosamente en la iglesia, iba al púlpito de su padre,
tomaba su puesto con gravedad y repetía con toda la fuerza de su voz:
" Creo en Dios el Padre", etc. A los doce años de edad sus padres lo
enviaron a la escuela primaria de Emmeric; sus corazones estaban
llenos de aprensión, porque los tiempos eran peligrosos para un niño
sin experiencia. Cuando las normas de una universidad les parecían
demasiado severas, a menudo se veía a los estudiantes abandonando
la escuela en tropel, llevándose a los niños pequeños con ellos y
acampando en el bosque, de donde enviaban a los más pequeños de su
grupo a mendigar pan, o bien, con las armas en la mano, se
abalanzaría sobre los viajeros, a quienes robaron y luego consumirían
los frutos de su botín en libertinaje. Afortunadamente, Henry fue
preservado del mal en este lugar distante. Como Lutero, se ganaba el
pan cantando de puerta en puerta, porque su padre deseaba que
aprendiera a vivir de sus propios recursos. Tenía dieciséis años cuando
abrió un Nuevo Testamento. “Allí encontré”, dijo, “todo lo que es
necesario para la salvación del hombre, y desde ese momento me
adherí a este principio, que debemos seguir las Sagradas Escrituras al
uno y rechazar todas las adiciones humanas. No creo ni a los Padres ni
a mí mismo, pero explico escritura por escritura, sin agregar ni quitar
nada ”. 5 Así preparó Dios a este joven, que un día sería el sucesor de
Zwingle . Es el autor de la crónica que tantas veces citamos.
Por esta época, Sansón llegó a Bremgarten con todo su tren. El audaz
decano, a quien este pequeño ejército italiano no desanimó, prohibió
al monje vender su mercancía en su decanato. El sch ultheiss, el
ayuntamiento y el pastor subalterno, todos amigos de Sansón, se
reunieron en una cámara de la posada donde este último se había
apeado y, muy desconcertado, se había reunido en torno al monje
impaciente cuando el decano llegado. “Aquí están los pap al bulls”, dijo
el monje; "¡Abre tu iglesia!"
El decano. - “No permitiré que se vacíen las carteras de mis feligreses
con cartas no autenticadas; porque el obispo no los ha legalizado ".
El monje, solemnemente. - “El papa está por encima del obispo. Te
prohíbo privar a tu rebaño de un favor tan señalado ".
El decano. - “Si me cuesta la vida, no abriré mi iglesia”.
El Monje, indignado. - “¡Sacerdote rebelde! en nombre de nuestro
santísimo señor el Papa, pronuncio contra ti la mayor excomunión, y
no te absolveré hasta que hayas redimido tal imprudencia sin
precedentes pagando trescientos ducados ”......

El decano, dándole la espalda y saliendo de la habitación. - “Sabré


responder a mis jueces legítimos: en cuanto a ti y tu excomunión, a mí
tampoco me importa ”.
El Monje, apasionado. - “¡Bruto imprudente! Me voy a Zurich, y allí
presentaré mi denuncia ante los diputados de la confederación ”. 6
El decano. - "Puedo aparecer allí tan bien como tú, e iré allí de
inmediato".
Mientras estos hechos ocurrían en Bremgarten, Zwingle, que vio
acercarse gradualmente al enemigo, predicó enérgicamente contra las
indulgencias. 7 El vicario Faber de Constanza lo animó y le prometió el
apoyo del obispo. 8 "Soy consciente", dijo Samson, mientras se dirigía
a Zúrich, "que Zwingle hablará en mi contra, pero le cerraré la boca".
En efecto, Zwingle sintió demasiado profundamente toda la dulzura
del perdón de Cristo, como para no atacar las indulgencias de papel de
estos hombres necios. Como Lutero, a menudo temblaba a causa de su
pecaminosidad, pero encontró en el Señor una liberación de todo
temor. Este hombre modesto pero resuelto aumentó en el
conocimiento de Dios. “Cuando Satanás me asusta”, dijo, “gritando:
'¡No has hecho esto o aquello que Dios manda!' En seguida me
consuela la suave voz del Evangelio, diciendo: "Lo que tú no puedes
hacer (y ciertamente no puedes hacer nada), Cristo lo ha hecho y
perfeccionado". Sí ( prosiguió el piadoso evangelista), cuando mi
corazón está turbado por mi impotencia y la debilidad de mi carne, mi
espíritu revive al oír estas buenas nuevas: ¡Cristo es tu inocencia!
¡Cristo es tu justicia! ¡Cristo es tu salvación! ¡No eres nada, no puedes
hacer nada! Cristo es el Alfa y la Omega; Cristo es el Primero y el
Último; Cristo es todas las cosas; él puede hacer todas las cosas. 9
Todas las cosas creadas te desampararán y te engañarán; pero Cristo,
el inocente y justo, te recibirá y te justificará ... ¡Sí! es él ”, exclamó
Zwingle,“ ¡quien es nuestra justicia, y la justicia de todos aquellos que
siempre aparecerán justificados ante el trono de Dios! ”......
En presencia de tales verdades, las indulgencias cayeron por sí
mismas: Zwingle, en consecuencia, temía no atacarlos. “Ningún
hombre”, dijo él, “puede perdonar pecados; Cristo, que es verdadero
Dios y verdadero hombre, solo tiene este poder. 10 ¡Vamos! compre
indulgencias ... pero tenga la seguridad de que no es absurdo. Los que
venden la remisión de los pecados por dinero son los compañeros del
mago Simón, los amigos de Balaam y los embajadores de Satanás ”.
Dean Bullinger, todavía acalorado por su conversación con el monje,
llegó a Zurich antes que él. Llegó a presentar sus quejas ante la dieta
contra este desvergonzado comerciante y su tráfico. Encontró algunos
enviados del obispo que estaban allí con los mismos motivos e hizo
causa común con ellos. Todos prometieron apoyarlo. El espíritu que
animaba a Zwingle invadió la ciudad. El consejo de estado resolvió
oponerse a la entrada del monje en Zurich.
Sansón había llegado a los suburbios y se había apeado en una posada.
Se disponía a montar en su caballo para hacer su entrada solemne, y
ya tenía un pie en el estribo, cuando los diputados del concilio se
presentaron ante él, ofreciéndole la copa de vino de honor como
enviado del Papa e informándole que él podría prescindir de entrar en
Zurich. “Tengo algo que comunicar a la dieta en nombre de su
santidad”, respondió el monje. Esto fue un simple truco. Sin embargo,
se acordó recibirlo; pero como no habló más que de bulas papales, fue
despedido después de ser obligado a retirar la excomunión
pronunciada contra el decano de Bremgarten. Salió del salón echando
humo de ira y poco después el Papa lo llamó a Italia. Una carreta,
tirada por tres caballos y cargada con el dinero que sus falsedades
habían arrancado a los pobres, lo precedía en aquellos empinados
senderos del St. Gothard que había cruzado ocho meses antes, sin
dinero ni desfile, y cargado con solo algunos papeles. 11
La dieta helvética mostró más resolución que la alemana. Fue porque
ni obispos ni cardenales tenían asiento en él. Y, por tanto, el Papa,
privado de estos partidarios, actuó con más suavidad hacia Suiza que
hacia Alemania. Pero el asunto de las indulgencias, que jugó un papel
tan importante en los alemanes, fue simplemente un episodio de la
Reforma suiza.

Notas finales:
1. Un batz vale alrededor de tres peniques.
2. Um einen Kuttgsowen H engst. Anshelm, 5: 335; JJ
Hotting. Helv. K. Gesch. 3:29.
3. A quovis perjurio. Reliq de Muller. 4: 402.

4. Dessen viel Luth gnug lachten. Bullinger Chronik.


5. Bulling. Epp. Merkw de Franz. Zuge, pág. 19.
6. Du freche Bestie..etc. Toro. Chronik.
7. Ich prengete Strength más ancho des Pabsts Ablass..Zw.
Op. 2. Parte 1. P. 7.
8. Und hat mich darin gestarkt: er welle mir mit aller truw
byston. Ibídem.
9. Christus est innocentia tua; Christus est justitia et puritas
tua; Christus est salus tua; tu nihil es, tu nihil potes;
Christu s est A et W; Christus est prora et puppis (proa y
popa); Christus est omnia ... Ibíd 1: 207.

10. Nisi Christus Jesús, verus Deus et verus homo..Zw. Op. 1:


412.
11. Und fuhrt mit Ihm ein threspendiger Schatz an Gelt, den
er armen Luthen abgelogen hat. Bulli nger Chronik.
LIBRO 8
CAPÍTULO 8

Zwingle no se escatimó. Un trabajo tan grande y continuo requería


relajación, y se le ordenó que se dirigiera a los baños de Pfeffers. "¡Oh!
tenía cien lenguas, cien bocas y una voz de hierro, como dice Virgilio ; o
mejor dicho, si tuviera la elocuencia de Cicerón, ¿cómo podría
expresar todo lo que te debo y el dolor que me causa esta separación? 1
Tales fueron las palabras de despedida de Herus, uno de los alumnos
residentes en su casa, y quien así expresó los sentimientos de todos los
que conocían Zwingle. Partió y llegó a Pfeffers a través del espantoso
desfiladero formado por el impetuoso torrente del Jamina. Descendió a
ese abismo infernal, como lo llama el ermitaño Daniel, y llegó a esos
baños, siempre sacudido por la caída del torrente y humedecido por el
rocío de sus rotas aguas. Se requería que las antorchas se encendieran
al mediodía en la casa donde se alojaba Zwingle. Incluso los habitantes
afirmaron que en algún momento aparecían espectros espantosos en
medio de la penumbra.
Y sin embargo, incluso aquí encontró la oportunidad de servir a su
Maestro. Su afabilidad se ganó el corazón de muchos inválidos. Entre
ellos se encontraba el célebre poeta Philip Ingentinus, profesor en
Friburgo, en Brisgau, 2 que a partir de ese momento se convirtió en un
ferviente partidario de la Reforma.
Dios estaba cuidando su obra y se diseñó para acelerarla. Fuerte de
cuerpo, carácter y talentos, Zwingle, cuyo defecto consistía en esta
fuerza, estaba destinado a verlo postrado para convertirse en el
instrumento que Dios ama. Necesitaba el bautismo de la adversidad y
la enfermedad, de la debilidad y el dolor. Lutero lo había recibido en
esa hora de angustia cuando su celda y las largas galerías del convento
de Erfurth resonaban con sus gritos desgarradores. Zwingle fue
designado para recibirlo al entrar en contacto con la enfermedad y la
muerte. Hay un momento en la historia de los héroes de este mundo,
como Carlos XII o Napoleón, que decide su carrera y su renombre; es
aquello en lo que de repente se les revela su fuerza. Existe un momento
análogo en la vida de los héroes de Dios, pero en sentido contrario; es
aquello en lo que primero reconocen su impotencia y su nada; desde
esa hora reciben la fuerza de Dios desde lo alto. Una obra como aquella
de la que Zwingle iba a ser el instrumento, nunca se logra mediante la
fuerza natural del hombre; se marchitaría inmediatamente, como un
árbol trasplantado en toda su madurez y vigor. Una planta debe ser
débil o no echará raíces, y un grano debe morir en la tierra antes de
que fructifique. Dios condujo a Zwingle, y con él la obra que dependía
de él, hasta las puertas del sepulcro. De entre los huesos secos, las
tinieblas y el polvo de la muerte, Dios se complace en seleccionar los
instrumentos por medio de los cuales se propone esparcir sobre la
tierra su luz, regeneración y vida.
Zwingle estaba oculta entre las rocas colosales que rodean el torrente
furioso de la Jamina, cuando w tan pronto informó de que la peste, o
la gran muerte, 3 como se le llamaba, habían estallado en Zurich.
Apareció con todo su terror en el mes de agosto, el día de San Lorenzo,
y duró hasta la Candelaria, arrasando con dos mil quinientos
habitantes. Los jóvenes que residían en la casa de Zwingle la habían
abandonado inmediatamente, de acuerdo con las instrucciones que
había dejado detrás de él. Su casa estaba desierta; pero era su momento
de volver a ello. Salió apresuradamente de Pfeffers y reapareció en
medio de su rebaño, que la enfermedad había diezmado; A su hermano
menor Andrew, que lo había esperado, lo envió inmediatamente de
regreso a Wildhaus, y desde esa hora se dedicó por completo a las
víctimas de este terrible flagelo. Todos los días proclamaba a Cristo y
sus consuelos a los enfermos. 4 Sus amigos, encantados de verlo ileso
en medio de tantas flechas mortíferas, 5 experimentaron sin embargo
una alarma secreta. " Cumpla con su deber", decía una carta de B asle,
escrita por Conrad Brunner, quien murió a causa de la peste unos
meses después, "pero al mismo tiempo recuerde cuidar de su propia
vida". Esta advertencia llegó demasiado tarde; Zwingle fue atacado por
la plaga. El gran predicador de Suiza yacía con náuseas en una cama
de la que probablemente nunca se levantaría. Sus pensamientos se
volvieron hacia adentro; sus ojos estaban dirigidos al cielo. Sabía que
Dios le había dado una herencia segura, y desahogaba los sentimientos
de su corazón en un himno desbordante de unción y sencillez, del cual,
aunque no podemos trasladar el lenguaje antiguo y natural, nos
esforzaremos al menos en exhibir su ritmo y significado literal, -
exclamó:
¡Lo! en la puerta
escucho el golpe de la muerte! 6 Escúdame, oh Señor, fortaleza y roca
mía.

La mano una vez clavada en


el madero,
Jesús, levántate -
Y abrígame.
Willest tú, entonces,
vencer a la muerte me 7
Me n mi plena luz? ......
Que así sea!
Oh! que muera,
ya que soy tuyo;
Tu hogar está hecho
Para una fe como la mía.
Mientras tanto, su enfermedad aumentó en virulencia; sus amigos
desesperados vieron a este hombre, la esperanza de Suiza y de la
Iglesia, a punto de caer presa de la tumba. Sus sentidos y su fuerza lo
abandonaron. Su corazón estaba consternado, pero aún encontró la
fuerza suficiente para volverse hacia Dios y llorar:

Mis dolores aumentan:


Señor, mantente cerca.
Cuerpo y alma se
disuelven con miedo.
Ahora la muerte está cerca,
mi lengua está muda;
Lucha por mí, Señor.
¡Ha llegado mi hora! 8
Ver la red de Satanás.
Está sobre mí,
siento su mano ...
¿Debo estar perdido?

Sus flechas, su voz


no se alarmen más,
porque aquí yace
tu cruz delante.
C anon Hoffman, sinceramente apegado a su credo, no podía soportar
la idea de ver morir a Zwingle en los errores que había predicado.
Llamó al preboste del capítulo y le dijo: “Piensa en el peligro al que
está expuesta su alma. ¿No ha designado como innovadores y
fantásticos a todos los médicos que han enseñado estos trescientos
ochenta años pasados y más: Alexander Hales, Bonaventure, Albertus
Magnus, Tomás de Aquino y todos los canonistas? ¿No sostiene que
sus doctrinas son meras visiones, que soñaron en sus capuchas dentro
de los muros de sus claustros? ... ¡Ay! ¡Hubiera sido mejor para la
ciudad de Zurich si Zwingle arruinara nuestra cosecha y nuestra
cosecha durante muchos años! Ahora está a las puertas de la muerte ...
¡Te ruego que salves su pobre alma! " Parecería que el preboste, que
era más ilustrado que el canon, no consideró necesario convertir a
Zwingle en Buenaventura y Albertus Magnus. Quedó en paz.
La ciudad se llenó de angustia. Los creyentes clamaban a Dios día y
noche, orando para que restaurara a su fiel pastor. 9 La alarma se
había extendido desde Zúrich hasta las montañas de Tockenburg. La
pestilencia había hecho su aparición incluso en esas elevadas colinas.
Siete u ocho personas habían muerto en la aldea, entre las que se
encontraba un sirviente del hermano de Zwingle, Nicolás. 10 No se
recibió ninguna carta del reformador. “Dime”, escribió el joven Andrew
Zwingle, “en qué estado te encuentras, mi querido hermano. El abad y
todos nuestros hermanos te saludan ”. Parecería que los padres de
Zwingle estaban muertos, ya que no se mencionan aquí.
La noticia de la enfermedad de Zwingle, e incluso el informe de su
muerte, se difundió por Suiza y Alemania. "¡Pobre de mí!" exclamó
Hedio con lágrimas en los ojos, "el preservador de nuestro país, la
trompeta del Evangelio, el magnánimo heraldo de la verdad, es
cortado en la flor y la marea primaveral de su vida". 11 Cuando llegó a
Basilea la noticia del fallecimiento de Zwingle, toda la ciudad resonó
en lamentos y lamentos. 12
Sin embargo, la chispa de vida que aún quedaba comenzó a arder con
más intensidad. Aunque su cuerpo era débil, su alma sentía la
convicción inalterable de que Dios lo había llamado para reemplazar la
vela de H es Palabra en el candelero vacío de la Iglesia. La plaga había
abandonado a su víctima, y Zwingle exclama con emoción:

Dios mío, señor mío,


sanado por tu mano,
sobre la tierra una
vez más estoy.
¡De la culpa y el pecado
sea libre!
¡Mi boca cantará
solo de ti!
La hora incierta
para mí vendrá ...
Agobiado acaso
con una tristeza más profunda. 13

¡No importa!
Con gozo llevaré
Mi yugo hasta
llegar a la esfera del cielo . 14
A principios de noviembre, tan pronto como pudo sostener un
bolígrafo, Zwingle escribió a su familia. Esto dio un gozo inefable a sus
amigos, 15 en particular a su hermano menor Andrew, quien murió a
causa de la peste al año siguiente, y ante cuya muerte Ulrich lloró y
gimió (como él mismo observa) con algo más que un dolor de mujer.
16 En Basilea, Conrad Brunner, amigo de Zwingle, y Bruno Amerbach,
el célebre impresor, ambos jóvenes, habían muerto después de tres
días de enfermedad. En esa ciudad se creía que Zwingle también había
caído. La universidad sintió el más profundo abatimiento. “Quien aman
los dioses, muere joven”, decían. 17 ¡ Pero quién puede describir su
deleite cuando Collins, un estudiante de Lucerna, y después de él un
comerciante de Zurich, trajo información de que Zwingle había
escapado de las fauces de la muerte! 18 El vicario del obispo de
Constanza, John Faber, ese viejo amigo de Zwingl e, que
posteriormente fue su antagonista más violento, le escribió: «¡Oh! mi
querido Ulrich, ¡qué alegría siento al saber que te has salvado de las
garras de la muerte cruel! Cuando estás en peligro, la mancomunidad
cristiana está amenazada. El Señor ha querido instarlo a través de estas
pruebas a buscar más fervientemente la vida eterna ”.
Este era ciertamente el objetivo de las pruebas por las que Dios había
probado Zwingle, y este fin se obtuvo, pero de una manera diferente a
la imaginada por Faber. Esta pestilencia de 1519, que provocó estragos
tan espantosos en el norte de Suiza, fue en manos de Dios un medio
poderoso para la conversión de muchas almas. 19 Pero en nadie
ejerció una influencia tan poderosa como en Zwingle. El Evangelio, que
hasta entonces había sido demasiado considerado por él como una
mera doctrina, ahora se convirtió en una gran realidad. Se levantó de
las tinieblas del sepulcro con un corazón nuevo. Su celo se volvió más
activo; su vida más santa; su predicación más libre, más cristiana y más
poderosa. Ésta fue la época de la emancipación completa de Zwingle; de
ahora en adelante se consagró enteramente a Dios. Pero la Reforma de
Suiza recibió una nueva vida al mismo tiempo que el reformador. El
azote de Dios, la gran muerte, que barrió estas montañas y descendió a
sus valles, dio un carácter más santo al movimiento que allí estaba
teniendo lugar. La Reforma, así como Zwingle, fueron bautizados en
las aguas de la aflicción y de la gracia, y surgieron más puras y
vigorosas. Fue un día memorable en los consejos de Dios para la
regeneración de este pueblo.
Zwingle obtuvo una nueva fuerza, que tanto necesitaba, de la
comunión con sus amigos. A Miconio especialmente lo unía el afecto
más fuerte. Caminaban confiando el uno en el otro, como Lutero y
Melancthon. Oswald estaba feliz en Zurich. Es cierto que su posición
allí era embarazosa, pero atemperada por las virtudes de su modesta
esposa. Fue de ella que Glarean dijo: "Si pudiera encontrarme con una
mujer joven como ella, la preferiría a la hija de un rey". Sin embargo,
un monitor fiel a menudo interrumpía el dulce afecto de Zwingle y
Myconius. Fue el canon Xyloctect invitando a Oswald a regresar a
Lucerna, su lugar natal. “Zurich no es tu país”, dijo, “¡ es Lucerna! Me
dices que los Zuricher son tus amigos; No lo niego. Pero, ¿sabes cuál
será el final? Sirva a su país: esto lo aconsejaría y suplicaría, y, si
puedo, ¡se lo ordenaría! 20 Xyloctect, uniendo acciones con palabras,
obtuvo su nombramiento como director de la escuela colegiada de
Lucerna. Oswald no vaciló más; vio el dedo de Dios en esta cita, y por
grande que fuera el sacrificio, resolvió hacerlo. ¿Quién podría decir que
podría no ser un instrumento en la mano del Señor para introducir la
doctrina de la paz en la belicosa ciudad de Lucerna? ¡Pero qué triste
despedida fue la de Zwingle y Myconius! Se separaron entre lágrimas.
“Tu partida”, escribió Ulrich a su amigo poco después , “ha infligido un
golpe a la causa que defiendo, como el que sufre un ejército en
formación de batalla cuando una de sus alas es destruida. 21 ¡Ay! ahora
siento todo el valor de mi Myconius, y cuántas veces, sin que yo lo
sepa, ha defendido la causa de Cristo ”.
Zwingle sintió la pérdida de su amigo más profundamente, ya que la
plaga lo había dejado en un estado de extrema debilidad. "Ha
debilitado mi memoria", escribió el 30 de noviembre de 1519, "y
deprimido mi ánimo". Apenas era un adolescente cuando retomó sus
funciones. “Pero”, dijo, “cuando estoy predicando, a menudo pierdo el
hilo de mi discurso. Todos mis miembros están oprimidos por la
languidez, y soy casi como un cadáver ". Además de esto, la oposición
de Zwingle a las indulgencias había despertado la hostilidad de sus
partidarios. Oswald animó a su amigo con las cartas que escribió desde
Lucerna. ¿No estaba el Señor, en este mismo momento, dando una
promesa de su apoyo con la protección que brindó en Sajonia al
poderoso campeón que había obtenido victorias tan señaladas sobre
Roma? ... "¿Cuál es tu opinión"? —dijo Miconio a Zwingle—, ¿de la
causa de Lutero? En cuanto a mí, no temo ni al Evangelio ni a él. Si
Dios no protege Su verdad, ¿quién la protegerá? Todo lo que le pido al
Señor es que no retire su mano de aquellos que no tienen nada más
querido que su Evangelio. Continúa como has comenzado, y te será
conferido una gran recompensa en el cielo ”.
La llegada de un viejo amigo consoló a Zwingle por la partida de
Myconius. Bunzli, que había sido el instructor de Ulrich en Basilea, y
que había sucedido al Decano de Wesen, el tío del reformador, visitó
Zurich en la primera semana del año 1520, y Zwingle y él formó un
proyecto para ir a Basilea a ver a sus amigos comunes. . 22 La estancia
de Zwingle en esa ciudad no fue infructuosa. "¡Oh! mi querido Zwingle
”, escribió John Glother poco después,“ nunca podré olvidarte. Estoy
ligado a ti por esa amabilidad con la que, durante tu estancia en
Basilea, viniste a verme, ¡yo, un pobre maestro de escuela, un hombre
oscuro, sin conocimientos, sin méritos y de baja condición! Te has
ganado mis afectos con esa gracia de modales, esa inexpresable
suavidad con la que subyugas todos los corazones, no, incluso las
piedras, si se me permite hablar así. 23 Pero los viejos amigos de
Zwingle se beneficiaron aún más de su visita. Capito, Hedio y muchos
otros quedaron electrizados por su poderoso lenguaje; y el primero,
comenzando en Basilea una obra similar a la que Zwingle estaba
llevando a cabo en Zurich, comenzó a explicar el Evangelio según San
Mateo, ante un auditorio cada vez mayor. La doctrina de Cristo penetró
y calentó sus corazones. La gente la recibió con alegría y aclamaba con
aclamaciones el renacimiento del cristianismo. 24 Este fue el
amanecer de la Reforma; y en consecuencia, pronto se formó una
conspiración de sacerdotes y monjes contra Capito. Fue en este período
que Alberto, el joven cardenal-arzobispo de Mentz, deseoso de unir a
tan gran erudito a su persona, lo invitó a su corte. 25 Capito, viendo las
dificultades que se le oponían, aceptó la invitación. La gente estaba
emocionada; se encendió su indignación contra los sacerdotes, y estalló
una violenta conmoción en la ciudad. 26 Se pensaba en Hedio como su
sucesor; pero algunos objetaron su juventud, y otros dijeron: "¡Es
discípulo de Capito!" “La verdad duele”, dijo Hedio; “No es seguro herir
oídos tiernos con la predicación. 27 ¡ Pero no importa! Nada me hará
desviarme del camino recto ". Los monjes redoblaron sus esfuerzos:
“No crean”, exclamaron desde el púlpito, “que les dicen que la suma de
la doctrina cristiana se encuentra en el Evangelio y en San Pablo.
Escoto ha sido más útil al cristianismo que el mismo San Pablo. Todas
las cosas aprendidas que se han dicho o impreso alguna vez le fueron
robadas a Escoto. Todo lo que estos cazadores de gloria han podido
hacer es simplemente agregar algunas palabras griegas o hebreas para
oscurecer todo el asunto ". 28
El alboroto aumentó y había motivos para temer que, tras la marcha
de Capito, la oposición se hiciera aún más poderosa. "Estaré casi solo",
pensó Hedio; - "Yo, un hombre débil y miserable, para luchar sin
ayuda con estos monstruos pestilentes". 29 En estas circunstancias,
pidió ayuda a Dios y le escribió a Zwingle: “Anima mi valor con cartas
frecuentes. El aprendizaje y el cristianismo están ahora entre el
martillo y el yunque. Lutero acaba de ser condenado por las
universidades de Lovaina y Colonia. Si alguna vez la Iglesia estuvo en
peligro inminente, es ahora ". 30
Capito partió de Basilea hacia Mentz el 28 de abril y fue sucedido por
Hedio. No contento con las asambleas públicas en la iglesia, donde
continuó la explicación de San Mateo, Hedio propuso en el mes de
junio (como le escribe a Lutero) tener reuniones privadas en su casa,
para la comunicación más familiar de los evangélicos. instrucción a
quienes sintieron su necesidad. Este poderoso medio de edificación en
la verdad y de despertar el interés y el celo de los creyentes por las
cosas divinas, no podía dejar de despertar, como en todos los tiempos,
oposición entre la gente de mentalidad mundana y los sacerdotes
dominantes, ambas clases, aunque de diferentes motivos, no están
dispuestos a que se adore a Dios en ningún lugar excepto dentro de los
límites de ciertos muros. Pero Hedio era inamovible.
En el momento en que estaba formando esta buena resolución en
Basilea, llegó a Zurich uno de esos personajes que, en todas las
revoluciones, son arrojados, como una escoria inmunda, a la superficie
de la sociedad.
El senador Grebel, hombre muy respetado en Zurich, tuvo un hijo
llamado Conrad, un joven de notable talento, enemigo violento de la
ignorancia y la superstición, al que atacó con la más cortante sátira; era
fanfarrón y apasionado, cáustico y maleducado en su discurso;
desprovisto de afecto natural, disipado, hablando alto y
frecuentemente de su propia inocencia, y no viendo nada más que
maldad en sus vecinos. Lo mencionamos aquí, porque luego estuvo
destinado a desempeñar un papel melancólico. Justo en este momento,
Vadian se casó con una de las hermanas de Conrad. Este último, que
estudiaba en París, donde su mala conducta lo había dejado
incapacitado para caminar, sintiendo el deseo de estar presente en el
matrimonio, apareció de repente (a mediados de junio) en medio de la
familia. El pobre padre recibió a su hijo pródigo con una amable
sonrisa, a su tierna madre con un flujo de lágrimas. El afecto de sus
padres no pudo cambiar su corazón antinatural. Después de que su
buena pero infeliz madre fuera llevada al borde de la tumba algún
tiempo después, Conrad le escribió a su cuñado Vadian: “Mi madre se
ha recuperado; ella es nuevamente la gobernante de la casa; ella
duerme, se levanta, regaña, desayuna, pelea, cena, disputa, cena, y
siempre es un problema para nosotros. Ella trota, asa y hornea,
amontona y acumula, trabaja y se fatiga hasta morir, y pronto
provocará una recaída ". 31 Tal fue el hombre que un poco más tarde
presumió de dominar a Zwingle, y se hizo famoso como uno de los
jefes de los fanáticos entusiastas de la época. Puede ser que la Divina
Providencia permitiera que tales personajes aparecieran en la época de
la Reforma, para contrastar por sus mismos excesos con el espíritu
sabio, cristiano y regulado de los reformadores.
Todo parecía indicar que la batalla entre el Evangelio y el papado
estaba por comenzar. “Agitemos a los temporizadores”, escribió Hedio
a Zwingle; “La tregua está rota. Pongámonos nuestros petos; porque
tendremos que luchar contra los enemigos más formidables ". 32
Myconius le escribió a Ulrich en el mismo tono; pero este último
respondió a estos llamamientos warli ke con admirable dulzura: “Me
gustaría seducir a estos hombres obstinados”, dijo, “con amabilidad y
procedimientos amistosos, en lugar de derrocarlos con una
controversia violenta. 33 Porque si llaman a nuestra doctrina (que en
verdad no es nuestra) doctrina diabólica, es muy natural, y por esto sé
que en realidad somos embajadores de Dios. Los demonios no pueden
callar en presencia de Cristo ”.

Notas finales:
1. Etiamsi mihi sint linguae centum, sint oraque centum,
ferrea vox, ut Virgilius ait, aut potius Ciceroniana
cloquentia. Zw. Epp. Pág. 84.

2. Illic tum comitatem tuam e sinu uberrimo profluentem,


non injucunde sum expertus. Ibídem. pags. 119.
3. Der grosse Tod. Bullinger Chronik.
4. Ut in majori periculo sis, quod in die te novo exponas,
dum invisis aegro tos. Bullinger Chronik, pág. 87.
Chateaubriand había olvidado esto y mil hechos
similares, cuando escribió que "el pastor protestante
abandona lo necesitado en el lecho de la muerte, y nunca
arriesga su vida en medio de la pestilencia". Essai sur la
lit terature Anglaise.
5. Plurimum gaudeo, te inter tot jactus telorum versantem,
illaesum hactenus evasisse. Ibídem.

6. Ich mein der Tod, Syg an der Thur, etc. Zw. Op. 2. Parte 2:
270. Al traducir este y los demás ejemplares de poesía
contenidos en esta historia, el traductor se ha propuesto
únicamente ofrecer una transcripción fiel del original.
7. Willt du dann glych, Tod haben mich, In mitts der Tagen
min, So soll's willig sin. Ibídem.
8. Nun ist es um, Min Zung ist stumm. Darum ist Zyt, Das
du min stryt. Ibídem. 271.
9. Alle Glaubi ge ruften Gott treuwillich an, dass er Ihren
getreuwen Hirten wieder ufrichte. Bullinger Chronik.
10. Nicolao vero germano nostro etiam obiit servus suus,
attamen non in aedibus suis. Zw. Epp. Pág. 88.
11. Quis enim non doleat, publicam patriae salutem, tubam
Evange lii, magnanimum veritatis buccinatorem
languere, intercidere. Zw. Epp. P. 90.
12. Heu quantum luctus, fatis Zwinglium concessisse
importunus ille rumor suo vehementi impetu divulgavit.
Ibídem. pags. 91.
13. Estas palabras se cumplieron sorprendentemente, doce
años después, en el campo manchado de sangre de
Cappel.
14. También lo harán ich doch, Den Trutz und Poch, In
diser Welt, Tragen frolich, Um widegelt. Aunque estos
tres fragmentos de petry datan "al principio, a la mitad y
al final de su enfermedad", y expresan los sentimientos
que Zwingle realmente sintió en estos tres períodos, lo
más probable es que no se pusieran en la forma en que
nos han llegado hasta después de su recuperación. Ver
Bullinger Chronik.

15. Inspectis tuis litteris, incredibilis quidam aestus laetitia


e pectus meum subiit. Zw. Epp. Pág. 88.
16. Ejulatum et luctum plusquam femineum. Ibídem. pags.
155.
17. [Sobre te qeoi. archivo, ousi (neani, skoj teleuta | /. Ibid.
p. 90.
18. E diris te mortis faucibus feliciter ereptum negociador
quidam Tigurinus..Zw. Epp. Pág. 91.
19. Als die Pestilent z in Jahre 1519, in diesser Gegend
grassirte, viele neigten sich zu einem bessern Leben.
George Vogelin, ref. Hist. Fusslin Beytr. 4: 174.

20. Patriam cole, suadeo et obsecro, et, zarigüeya si hoc,


jubeo. Xyloctectus Myconio.
21. Nam res meae, te abeunte, non sunt min us accisae,
quam si exercitui in procinctu stanti altera alarum
abstergatur. Zw. Epp. Pág. 98.
22. Ibídem. págs. 103, 111.

23. Morum tuorum elegantia, suavitasque incredibilis, qua


omnes tibi devincis, etiam lapides, ut sic dixerim. Zw.
Epp. Pág. 133.
24. Renascenti Christian ismo mirum quam faveant.
Ibídem. pags. 120.
25. Cardinalis illic invitavit amplissimis conditionibus.
Ibídem.
26. Tumultus exoritur et maxima indignatio Vulgi erga
i`erei / j. Ibídem.
27. Auriculas teneras mordaci radere vero, non usque adeo
tutum est. Ibid.

28. Scotum plus profui sse rei Christianae quam ipsum


Paulum..quicquid eruditum, furatum ex Scoto..Ibid.
29. Cum pestilentissimis monstris. Ibídem. pags. 121.
30. Si unquam imminebat periculum, jam inminet. Zw. Epp.
P. 121, 17 de marzo de 1520.
31. Sie regiert das Haus, schlaft, steht auf, zankt, fr
uhstuckt, keift..Simml. Samml. 4; Wirz, 1:76.
32. Armemus pectora nostra! Pugnandum erit contra
teterrimos hostes. Zw. Epp. Pág.101.
33. Benevolentia honestoque obsequio potius allici, quam
animosa oppugnatione trahi. Ibídem. pags. 103.
LIBRO 8
CAPÍTULO 9

Aunque Zwin gle deseaba seguir un curso leve, no permaneció


inactivo. Después de su enfermedad, su predicación se hizo más
profunda y vivificante. Más de dos mil personas en Zurich habían
recibido la Palabra de Dios en sus corazones, habían confesado la
doctrina evangélica y ya estaban capacitadas para anunciarla ellos
mismos. 1
Zwingle tenía la misma fe que Lutero, pero una fe que dependía de un
razonamiento más profundo. En Lutero todo fue impulso; en Zwingle,
prevaleció la claridad del argumento. Nos encontramos en los escritos
de Lutero una convicción interna y privada del valor de la cruz de
Jesucristo a sí mismo de forma individual; y esta convicción, tan llena
de energía y vida, anima todo lo que dice. El mismo sentimiento, sin
duda, se encuentra en Zwingle , pero en menor grado. Le atraía más
bien la armonía de la doctrina cristiana: la admiraba por su exquisita
belleza, porque la luz se derrama sobre el alma del hombre y por la
vida eterna que trae al mundo. A uno lo mueve el arte, al otro el
entendimiento; y por eso, quienes no han sentido por experiencia
propia la fe que animó a estos dos grandes discípulos del mismo
Señor, han caído en el craso error de representar a uno como místico y
al otro como racionalista. Posiblemente, uno es más patético en la
exposición de su fe, el otro más filosófico; pero ambos creen en las
mismas verdades. Puede ser cierto que no consideren las cuestiones
secundarias de la misma manera; pero esa fe que es una, esa fe que
renueva y justifica a su poseedor, esa fe que ninguna confesión, ningún
artículo puede expresar, existe en ellos igualmente. Las doctrinas de
Zwingle han sido tergiversadas con tanta frecuencia, que no será
irrelevante echar un vistazo a lo que predicaba entonces a la gente que
a diario abarrotaba la catedral de Zúrich.
En la caída del primer hombre, Zwingle encontró una clave para la
historia de la raza humana. “Antes de la caída”, dijo un día, “el hombre
había sido creado con libre albedrío, de modo que, si hubiera querido,
hubiera podido guardar la ley; su naturaleza era pura; la enfermedad
del pecado aún no le había alcanzado; su vida estaba en sus propias
manos. Pero habiendo deseado ser como Dios, murió ... y no solo él,
sino toda su posteridad. Desde entonces en Adán todos los hombres
están muertos, nadie puede volverlos a vivir, hasta que el Espíritu, que
es Dios mismo, los levante de entre los muertos ”. 2
Los habitantes de Zúrich, que escucharon con entusiasmo a este
poderoso orador, se sintieron abrumados por el dolor al desvelar ante
sus ojos ese estado de pecado en el que está envuelta la humanidad;
pero pronto escucharon las palabras de consuelo, y se les indicó el
remedio que es el único que puede devolver la vida al hombre. “Cristo,
el verdadero hombre y el verdadero Dios”, dijo 3 la voz elocuente del
hijo del pastor de Tockenburg, “ha comprado para nosotros una
redención sin fin. Porque como fue el Dios eterno quien murió por
nosotros, su pasión es, por lo tanto, un sacrificio eterno, y eternamente
eficaz para sanar; 4 satisface la justicia divina para siempre en favor de
todos aquellos que confían en ella con fe firme e inquebrantable.
Dondequiera que esté el pecado ”, exclamó el reformador,“ sobreviene
la muerte por necesidad. Cristo no tenía pecado y no se halló engaño en
su boca; ¡y sin embargo murió! ...... ¡ Esta muerte la sufrió en nuestro
lugar! Estaba dispuesto a morir para devolvernos la vida; y como él no
tenía pecados propios, el Padre misericordioso cargó con los nuestros.
5 ..... Viendo que la voluntad del hombre, ”dijo de nuevo el cristiano o
ator,“ se había rebelado contra el Altísimo, era necesario para el
restablecimiento del orden eterno y para la salvación del hombre, que
la voluntad humana someterse en la persona de Cristo a la voluntad
divina ". 6 A menudo comentaba que la muerte expiatoria de
Jesucristo había tenido lugar a favor de los creyentes, del pueblo de
Dios. 7
Las almas sedientas de salvación en la ciudad de Zúrich encontraron
reposo al oír estas buenas nuevas; pero aún existían en sus mentes
algunos errores arraigados que era necesario erradicar. Partiendo de la
gran verdad de que la salvación es un don de Dios, Zwingle arremetió
poderosamente contra el pretendido mérito de las obras humanas.
“Dado que la salvación eterna ”, dijo, “procede únicamente de los
méritos y la muerte de Jesucristo, se sigue que el mérito de nuestras
propias obras es mera vanidad y necedad, por no decir impiedad y
descaro sin sentido. 8 Si pudiéramos haber sido salvos por nuestras
propias obras, no habría sido necesario que Cristo muriera. Todos los
que alguna vez han venido a Dios, han venido a él por la muerte de
Jesucristo ”. 9
Zwingle previó las objeciones que esta doctrina suscitaría entre
algunos de sus oyentes. Lo atendieron y lo dejaron frente a él. Les
respondió desde el púlpito: “Algunas personas, quizás más delicadas
que piadosas, objetan que esta doctrina vuelve a los hombres
descuidados y disolutos. Pero, ¿qué importancia tienen los temores y
las objeciones que pueda sugerir la delicadeza de los hombres? Quien
cree en Jesucristo tiene la seguridad de que todo lo que procede de
Dios es necesariamente bueno. Por tanto, si el Evangelio es de Dios, es
bueno. 10 ¿Y qué otro poder además podría implantar la rectitud, la
verdad y el amor entre los hombres? ...... Oh Dios, misericordioso, el
más justo Padre de todas las misericordias, exclamó en un transporte
de piedad, con qué caridad ¡Nos has abrazado, enemigos tuyos! 11 ......
¡Con qué altas e infatigables esperanzas nos has llenado, que no
merecíamos más que desesperación! ¡y a qué gloria has llamado, en tu
Hijo, nuestra mezquindad y nuestra nada! ...... ¡Quieres, por este amor
inefable, obligarnos a devolverte amor por amor! "
Siguiendo esta idea, procedió a demostrar que el amor al Redentor es
una ley más poderosa que los mandamientos. “El cristiano”, dijo,
“liberado de la ley, depende enteramente de Jesucristo. Cristo es su
razón, su consejo, su justicia y toda su salvación. Cristo vive y actúa en
él. 12 Solo Cristo es su líder y no necesita otra guía ". Y luego, haciendo
uso de una comparación dentro del rango de la inteligencia de sus
oyentes, agregó: “Si un gobierno prohíbe a sus ciudadanos bajo pena
de muerte recibir cualquier pensión o generosidad de manos de
extranjeros, ¿qué tan suave y fácil es esta ley? ¡los que, por amor a su
patria y su libertad, se abstienen voluntariamente de tan culpable
acción! Pero, por el contrario , ¡qué vejatorio y opresivo resulta para
quienes consultan únicamente sus propios intereses! ¡Así el justo vive
libre y gozoso en el amor de la justicia, y el injusto anda murmurando
bajo la pesada carga de la ley que lo oprime! 13
En la catedral de Zurich hubo muchos viejos soldados que sintieron la
verdad de estas palabras. ¿No es el amor el más poderoso de los
legisladores? ¿No se cumplen inmediatamente sus mandamientos?
Aquel a quien amamos, ¿no habita en nuestros corazones y allí realiza
todo lo que ha ordenado? En consecuencia, Zwingle, cada vez más
audaz, proclamó a la gente de Zurich que el amor por el Redentor era
el único capaz de impulsar a un hombre a realizar obras aceptables a
Dios. “Las obras hechas por Jesucristo son valiosas ”, dijo el orador
cristiano. “Puesto que todo es hecho por él, en él y por él, ¿qué
podemos reclamar para nosotros? Dondequiera que haya fe en Dios,
allí está Dios; y dondequiera que Dios habita, existe un celo que insta e
impulsa a los hombres a realizar buenas obras . 14 Cuídate solamente
de que Cristo esté en ti y de que tú estés en Cristo, y no dudes que
entonces él está obrando contigo. "La vida de un cristiano es una buena
obra perpetua que Dios comienza, continúa y completa". 15
Profundamente afectado por la grandeza de ese amor de Dios, que es
eterno, el heraldo de la gracia alzó la voz con un acento más fuerte de
invitación a las almas indecisas y tímidas. “¿Tienes miedo”, dijo, “de
acercarte a este tierno Padre que te ha elegido? ¿Por qué nos ha elegido
por su gracia? ¿Por qué nos ha llamado? ¿Por qué nos ha atraído hacia
él? ¿Es que deberíamos temer acercarnos a él? dieciséis
Tal era la doctrina de Zwingle: la doctrina del mismo Cristo. “Si Lutero
predica a Cristo, hace lo que yo hago”, dijo el predicador Zurich; “Los
que ha traído a Cristo son más numerosos que los que yo he
conducido. Pero esto no importa: no llevaré otro nombre que el de
Cristo, de quien soy soldado, y quien es el único mi jefe. Nunca he
escrito una sola palabra a Lutero, ni Lutero a mí. ¿Y por qué? ...... para
que se pueda mostrar cuánto el Espíritu de Dios está al unísono
consigo mismo, ya que ambos, sin ninguna connivencia, enseñamos la
misma doctrina de Cristo con tanta uniformidad ". 17

Así predicó Zwingle con valentía y entusiasmo. 18 La vasta catedral no


pudo contener la multitud de sus oyentes. Todos alababan a Dios por la
nueva vida que comenzaba a reanimar el cuerpo sin vida de la Iglesia.
Muchos de los suizos de todos los cantones que vinieron a Zurich para
asistir a la dieta o por otros motivos, impresionados por esta nueva
predicación, llevaron sus preciosas semillas a todos los valles de su
país natal. Un grito de regocijo se elevó de cada ciudad y montaña.
“Suiza”, escribió Nicholas Hageus desde Lucerna a Zurich, “Suiza ha
dado a luz hasta ahora a personas como Bruto, Escipión y César; pero
apenas ha producido un hombre que realmente conociera a Jesucristo,
y que alimentara nuestras almas, no con vanas disputas, sino con la
Palabra de Dios. Ahora que la Divina Providencia le ha dado a Suiza un
Zwingle como predicador y un Oswald Myconius como maestro, la
virtud y el saber sagrado están reviviendo entre nosotros. ¡Oh
afortunada Helvetia ! ¡si por fin descansas de la guerra y, ya ilustre por
tus brazos, te vuelves más ilustre aún por la justicia y la paz! " 19 -
“Hubo un informe”, escribió Myconius a Zwingle, “que tu voz no se
podía escuchar a tres pasos. Pero ahora veo que era una falsedad,
¡porque toda Suiza te oye! 20 - “Te has armado con un valor
intrépido”, escribió Hedio desde Basilea; "Te seguiré hasta donde
pueda". 21 - “Te he oído”, escribió el Sebastain Hofmeister de
Schaffhausen desde Constanza. “¡Ojalá que Zurich, que está a la cabeza
de nuestra feliz confederación, fuera curada de su enfermedad, para
que todo el cuerpo pueda ser finalmente restaurado para la salud !” 22
Pero Zwingle se reunió tanto con adversarios como con admiradores.
"¿Por qué", dijeron algunos, "se ocupa de los asuntos de Suiza?" ...
"¿Por qué", dijeron otros, "repite las mismas cosas en cada sermón?"
En medio de toda esta oposición, el abatimiento a menudo se
apoderaba del alma de Zwingle. En sus ojos, todo parecía confundirse,
y la sociedad estaba en vísperas de una convulsión generalizada. 23 Él
pensó que era imposible que apareciera una nueva verdad, sin que su
error antagónico surgiera de inmediato. 24 Si alguna esperanza surgía
en su corazón, el temor crecía a su lado. Pronto, sin embargo, se
deshizo de su abatimiento. “La vida del hombre aquí abajo es una
guerra continua”, dijo; “El que desee obtener la gloria debe enfrentarse
al mundo y, como David, obligar a este altivo Goliat, tan orgulloso de
su estatura, a morder el polvo. La Iglesia ”, dijo, como había hecho
Lutero,“ fue comprada con sangre, y con sangre debe ser restaurada.
25 Cuanto más numerosas son sus impurezas, más hombres como
Hércules debemos llamar para limpiar estos establos de Augias. 26 No
tengo ninguna aprensión por Lutero ", agregó," incluso si los rayos de
este (romano) Júpiter lo golpearan ". 27
Zwingle necesitaba descansar y se dirigió a las aguas de Baden. El
sacerdote de esta ciudad, antes uno de los guardias del Papa, un
hombre de disposición amable pero de la mayor ignorancia, había
obtenido su beneficio llevando la alabarda. Fiel a los hábitos militares,
solía pasar el día y parte de la noche en jovial compañía, mientras que
su cura Staheli era infatigable en el desempeño de todos los deberes de
su cargo. 28 Zwingle envió a buscarlo y dijo: "Necesito ayudantes
suizos"; y desde ese momento Staheli fue su compañero de trabajo.
Zwingle, Staheli y Luti, posteriormente pastores en Winterthour,
vivieron bajo el mismo techo.
La devoción de Zwingle no fue sin recompensa. La Palabra de Cristo ,
predicada con tanta energía, estaba destinada a dar fruto. Se ganaron
muchos magistrados; habían encontrado en la Palabra de Dios su
consuelo y su fuerza. Afligido de ver a los sacerdotes, y sobre todo a los
monjes, proferir desvergonzadamente desde el púlpito todo lo que se
les viniera a la cabeza, el concilio publicó un decreto ordenándoles que
no predicaran nada en sus sermones “que no hubieran sacado de las
fuentes sagradas del Antiguo y Nuevos Testamentos ". 29 Fue en 1520
que la autoridad civil interfirió así por primera vez en la obra de la
Reforma, actuando como magistrado cristiano para defender la
Palabra de Dios y proteger los intereses más queridos de los
ciudadanos; - privando a la Iglesia de su libertad (en opinión de otros),
sometiéndola al poder secular y dando la señal de esa larga serie de
males que la unión de la Iglesia y el Estado ha engendrado desde
entonces. No decidiremos aquí sobre esta gran polémica, que en
nuestros días se mantiene con tanta calidez en muchos países. Basta
con señalar su origen en la época de la Reforma. Pero aún hay otra cosa
que señalar; el acto de estos magistrados fue en sí mismo un efecto de
la predicación de la Palabra de Dios. La Reforma en Suiza surgió
entonces de simples individualidades y se convirtió en una obra
nacional. Nacido en los corazones de unos pocos sacerdotes y hombres
sabios, se extendió, se levantó y tomó su posición en un terreno más
alto. Como las aguas del mar, se elevó gradualmente, hasta cubrir una
vasta extensión.
Los monjes estaban confundidos: se les había ordenado predicar sólo
la Palabra de Dios, y la mayoría de ellos nunca la había leído. Una
oposición provoca a otra. Este decreto se convirtió en la señal de los
ataques más violentos contra la Reforma. La trama s comenzaron a
formarse contra el cura de Zurich: su vida estaba en peligro. Un día,
mientras Zwingle y sus curas conversaban tranquilamente en su casa,
algunos ciudadanos entraron apresuradamente y dijeron: “¿Tienen
cerrojos fuertes en sus puertas? Esté en guardia esta noche ". - “A
menudo teníamos alarmas como estas”, añade Staheli; “Pero
estábamos bien armados, 30 y una patrulla estaba estacionada en la
calle para protegernos”.
En otros lugares se recurrió a medidas aún más violentas. Un anciano
de Schaffhausen , llamado Galster, que poseía un espíritu justo y un
fervor poco común a su edad, y se regocijaba por la luz que había
encontrado en el Evangelio, se esforzó por comunicárselo a su esposa e
hijos; en su celo, que pudo haber sido indiscreto, atacó abiertamente
las reliquias , los sacerdotes y la superstición que abundaban en su
cantón. Pronto se convirtió en objeto de odio y terror incluso para su
propia familia. El anciano, anticipándose a los malos designios, dejó su
casa con el corazón roto y huyó a los bosques vecinos. Aquí permaneció
algunos días sustentando la vida de lo que pudo encontrar, cuando de
repente, en la última noche del año 1520, antorchas destellaron en el
bosque en todas direcciones, y los gritos de los hombres y los gritos de
los perros salvajes resonaron a través de sus sombras sombrías. El
consejo había ordenado una gran persecución en el bosque para
descubrir al desdichado. Los sabuesos atraparon a sus presas. El infeliz
Galster fue llevado ante el magistrado y llamado a abjurar de su fe;
mientras continuaba firme, fue decapitado. 31

Notas finales:
1. Non enim soli sumus: Tiguri plus duobus millibus
permultorum est racionalium, qui lac jam spirituale
sugentes..Ibid. 104.
2. Quum ergo omnes homines en Adamo mortui
sunt..donec per Spiritum et gratiam Dei ad vitam quae
Deus est excitentur. Zw. Op. 1: 203. Este pasaje, y otros
que hemos citado, o que quizás tengamos ocasión de
citar, están tomados de una obra que Zwingle publicó en
1523, y en la que redujo al orden las doctrinas que había
estado predicando durante varios años. - Hic recensere
coep i (dice) quae ex verbo Dei praedicavi. Ibídem. pags.
228.
3. Christus verus homo et verus Deus..Ibid. 206.
4. Deus enim aeternus, quum sit qui pro nobis moritur,
passionem ejus aeternam et perpetuo salutarem esse
oportet. Ibídem.
5. Mori voluit ut nos vitae restitueret ..Ibid. 204.
6. Necesse fuit ut voluntas humana in Christo se divinae
submitteret. Zw Opp. 1: 204.
7. Hostia est et victima, satisfaciens in aeternum pro
peccatis omnium fidelium. Ibídem. 253. Expurgata
peccata multitudinis, hoc est, fidelis populi. Ibídem. 264.
8. Sequ itur meritum nostrorum operum, nihil esse quam
vanitatem et stultitiam, ne dicam impietatem et
ignorantem impudentiam. Ibídem. 290.

9. Quotquot ad Deum venerunt unquam, per mortem


Christi ad Deum venisse. Ibídem.
10. Certus est quod quidquid ex Deo est bonum sit. Si ergo
Evangelium ex Deo, bonum est. Ibíd. 208.
11. Quanta caritate nos fures et perduelles..Ibid. 207.

12. Tum enim totus a Christo pendet. Christus est ei ratio,


consilium, justitia, innocentia et tota salus. Christus in eo
vivit, in eo agit. Ibídem. 233.
13. Bonus vir in amore justitiae liber et laetus vivit. Zw. Op. 1:
234.
14. Ubi Deus, ilic cura est et studium, ad opera bona urgens
et impellens..Ibid. 213.
15. Vita ergo pii hominis nihil aliud est, nisi perpetua
quaedam et indefessa boni operatio, quam Deus incipit,
ducit, et absolvit..Ibid. 295.
16. Quum ergo Deus pater nos elegit ex gratia sua, traxitque
et vocavit, cur ad eum accere non auderemus? Ibídem.
287.
17. Quam concors sit spiritus Dei, dum nos tam procul
dissiti, nihil colludentes, tam concorditer Christi
doctrinam docemus. Zw. Op. 1: 276.
18. Quam fortis sis en Christo praedicando. Zw. Epp. Pág.
160.
19. ¡Oh Helvetiam longe feliciorem, si tandem liceat te a
bellis conquiescere! Ibídem. pags. 128.
20. En el video mendacium esse, cum audiaris por totam
Helvetiam. Ibídem. pags. 135.
21. Sequ ar te quoad potero..Ibid. pags. 134.

22. Ut capite felicis patriae nostrae a morbo erepto, sanitas


tándem en reliqua membrana eciperetur. Ibídem. pags.
147.
23. Omnia sursum deorsumque moventur. Ibídem. 142.
24. Ut nihil proferre caput queat, cujus non contrariume
regione emergat . Ibídem.
25. Ecclesiam puto, ut sanguine parta est, ita sanguine
instaurari. Zw. Epp. Pág. 143.
26. Eo plures armabis Hercules qui fimum tot hactenus
boum efferant. Ibídem. pags. 144.
27. Etiamsi fulmine Jovis istius fulminetur. Ibídem.
28. Misc. Tig. 2. 679-696; wirz. 1:78, 79.
29. V etuit eos Senatus quicquam praedicare quod non ex
sacrarum literarum utriusque Testamenti fontibus
hausissent. Zw. Op. 3:28.

30. Wir waren aber gut gerustet. Misc. Tig. 2: 681; Wirz 1:
334.
31. Wirz. 1: 510; Sebast. Wagner, von Kirchhofer, pág. 18.
LIBRO 8
CAPÍTULO 10

Apenas había comenzado el año así inaugurado por esta sangrienta


ejecución, cuando Zwingle recibió la visita en Zurich de un joven de
unos veintiocho años, de alta estatura, y cuyo exterior denotaba
franqueza, sencillez y timidez. 1 Se presentó como Berthold Haller, y al
oír su nombre Zwingle abrazó la célebre predicador de Berna con
agrado que el que imparte un encanto tal que sus modales. Haller nació
en Aldingen en Wurtemberg, 2 y había estudiado primero en Rotwyl
con Rubellus, y luego en Pforzheim, donde Simmler era su preceptor y
Melancthon su compañero de estudios. En esa época, los berneses
habían decidido atraer a literatos a su república, que ya se había hecho
tan famosa por sus hazañas armamentísticas. Rubellus y Berthold, que
entonces sólo tenía veintiún años, se trasladaron allí. Posteriormente
Haller fue nombrado canónigo y poco después predicador de la
catedral. El Evangelio enseñado por Zwingle había llegado a Berna ;
Haller creyó, y desde esa hora deseó ver al hombre valiente a quien ya
respetaba como padre. Fue a Zurich, donde Myconius lo había
anunciado. Así se conocieron Haller y Zwingle. Haller, un hombre de
disposición mansa, confió a Zwingle todas sus pruebas; y Zwingle, el
hombre fuerte, le infundió valor. “Mi alma”, dijo un día Berthold a
Zwingle, “está abrumada; ... No puedo soportar un trato tan injusto.
Estoy decidido a renunciar a mi púlpito y retirarme a Basilea, para
dedicarme por completo, en la sociedad de Wittembach, al estudio del
saber sagrado ". "¡Pobre de mí!" respondió Zwingle, “y yo también
siento que el desánimo se apodera de mí cuando me veo atacado
injustamente; pero Cristo despierta mi conciencia por el poderoso
estímulo de sus terrores y promesas. Me alarma diciendo: Cualquiera
que se avergüence de mí delante de los hombres, de él seré
avergonzado delante de mi Padre; y me devuelve la tranquilidad
añadiendo: Cualquiera que me confiese delante de los hombres, yo
también lo confesaré delante de mi Padre. ¡Oh mi querido Berthold ,
anímate! Nuestros nombres están escritos con caracteres
imperecederos en los anales de los ciudadanos en las alturas. 3 Estoy
dispuesto a morir por Cristo. 4 ..... ¡Oh! que sus feroces cachorros de
oso ”, agregó,“ oirían la doctrina de Jesucristo, entonces se
domesticarían. 5 Pero debes cumplir este deber con gran amabilidad,
no sea que se vuelvan furiosos y te hagan pedazos. El coraje de Haller
revivió. “Mi alma”, le escribió a Zwi ngle, “ha despertado de su letargo.
Debo predicar el evangelio. Jesucristo debe ser devuelto a esta ciudad,
de donde ha estado exiliado durante tanto tiempo ”. 6 Así la llama que
brillaba tan intensamente en el pecho de Zwingle reavivó la de Ber
thold, y el tímido Haller se precipitó en medio de los osos salvajes,
que, rechinando los dientes (dice Zwingle), intentaron devorarlo.

Sin embargo, fue en otro barrio donde estallaría la persecución en


Suiza. El belicoso Lucerne se mantuvo al frente como un adversario
armado cap-a-pie y lanza en reposo. En este cantón imperaba el
espíritu militar, partidario del servicio exterior, y los dirigentes de la
capital fruncían el ceño cada vez que escuchaban una palabra de paz
calculada para frenar su disposición guerrera . Cuando las obras de
Lutero llegaron a esta ciudad, algunos de los habitantes comenzaron a
leerlas y quedaron horrorizados. Parecían haber sido escritas por la
mano de un demonio; su imaginación se asustó, sus ojos vagaron, y se
imaginaron que sus habitaciones estaban llenas de demonios,
rodeándolos y mirándolos con una mirada sarcástica. 7 ..... Cerraron
apresuradamente el volumen y lo arrojaron a un lado aterrorizados.
Oswald, que había oído hablar de estas singulares visiones, nunca
habló de Lutero, excepto a sus amigos más íntimos, y se contentó
simplemente con anunciar el Evangelio de Cristo. Sin embargo, a pesar
de esta moderación, se escucharon fuertes gritos en la ciudad:
"¡Debemos quemar a Lutero y al maestro de escuela (Myconius)!" 8
...... ”Me asalta mi adversario, como un barco en un huracán en el
mar”, dijo Oswald a uno de sus amigos. 9 Un día, a principios del año
1520, de repente fue llamado ante el concilio. "Se les ordena", dijeron,
"nunca leer las obras de Lutero a sus alumnos, nunca mencionarlo
ante ellos, y ni siquiera pensar en él". 10 Los señores de Lucerna
supusieron, como se verá, extender su jurisdicción muy ampliamente.
Poco después de esto, un predicador declaró desde el púlpito contra la
herejía. Toda la asamblea se conmovió; todos los ojos estaban puestos
en Oswald, porque ¿a quién podría haber tenido el predicador a la
vista sino a él? Oswald permaneció en silencio en su lugar, como si el
asunto no le preocupara. Pero al salir de la iglesia, mientras caminaba
con su amigo el canónigo Xyloctect, uno de los consejeros, que aún no
se había recuperado de su agitación, pasó cerca de ellos. "¡Bien! ustedes
discípulos de Lutero ", dijo enojado," ¿por qué no defienden a su
maestro? " No respondieron. “Vivo”, dijo Miconio, “en medio de lobos
salvajes; pero tengo el consuelo de que la mayoría de ellos han perdido
los dientes. Morderían si pudieran; pero como no pueden, simplemente
aúllan ".

El Senado fue convocado, porque el tumulto entre la gente seguía


aumentando. "¡Es luterano!" dijo uno de los concejales. "¡Es un maestro
de novedades!" dijo otro. “Es un seductor de la juventud”, dijo un
tercero ... “¡Déjalo aparecer! déjalo aparecer! " lloraron todos. El pobre
maestro se presentó ante ellos y escuchó nuevas amenazas y
prohibiciones. Su espíritu sencillo estaba herido y deprimido. Su dulce
esposa solo pudo consolarlo con sus lágrimas. “Todos están en mi
contra”, exclamó en su angustia. "Asaltado por tantas tempestades, ¿a
dónde me volveré, o cómo escaparé de ellas? ... Si Cristo no estuviera
conmigo, hace mucho tiempo que habría caído bajo sus golpes". 11 ......
"¿Qué importa si Lucerne te retendrá o no?" escribió el Dr. Sebastian
Hofmeister, en una carta fechada por Constanc e. “La tierra es del
Señor. Cada país es el hogar de los valientes. Aunque fuéramos los más
viles de los hombres, nuestra causa es justa, porque enseñamos el
Evangelio de Cristo ".
Si bien la verdad tropezó así con tantos obstáculos en Lucerna, triunfó
en Zurich. Zwingle labraba sin cesar. Deseoso de meditar sobre toda la
Escritura en los idiomas originales, se dedicó diligentemente al estudio
del hebreo bajo la dirección de John Boschenstein, alumno de
Reuchlin. Pero su objetivo al estudiar las Escrituras era predicarlas. Los
viernes, los campesinos que acudían en masa, trayendo sus productos
al mercado de la ciudad, mostraban gran afán por la Palabra de Dios.
Para satisfacer sus necesidades, Zwingle había comenzado, en el mes
de diciembre de 1520, a exponer los Salmos todos los días de mercado,
preparando su sermón mediante la meditación previa de cada texto en
particular. Los reformadores siempre combinaron las búsquedas
eruditas con sus labores prácticas: estas labores eran su fin, sus
estudios eran sólo los medios. No eran menos celosos en el cierre que
ante el pueblo. La unión del saber y el amor es un rasgo característico
de esta época. Con referencia a sus predicaciones dominicales, Zwingle,
después de haber expuesto la vida de nuestro Señor según San Mateo,
procedió a mostrar, al explicar los Hechos de los Apóstoles, cómo se
había propagado la doctrina de Cristo. A continuación, estableció la
regla de una vida cristiana, como se inculca en las Epístolas a Timoteo;
Hizo uso de la Epístola a los Gálatas para combatir los errores
doctrinales, y combinó con ella las dos Epístolas de Pedro, para
demostrar a los contemuristas de San Pablo cómo el mismo espíritu
animaba a ambos apóstoles; concluyó con la Epístola a los Hebreos,
para que pudiera explicar en su máxima extensión todas las
bendiciones que fluyen del don de Jesucristo, el gran sumo sacerdote
de los cristianos.

Pero Zwingle no se limitó únicamente a los hombres adultos; se esforzó


por encender en los jóvenes también un fuego sagrado que los
animara. Un día del año 1521, mientras estudiaba en su armario a los
Padres de la Iglesia, extraía los pasajes más notables y los clasificaba
cuidadosamente en un grueso volumen, vio entrar a un joven cuyos
rasgos le interesaban mucho. 12 Era Henry Bullinger, quien, habiendo
regresado de Alemania, había venido a verlo, impaciente por conocer a
ese maestro de su tierra natal cuyo nombre ya era célebre en la
cristiandad. El apuesto joven fijó sucesivamente sus ojos en el
reformador y sus libros, y sintió la llamada a seguir el ejemplo de
Zwingle. Este último lo recibió con esa cordialidad que conquistó todos
los corazones. Esta primera visita tuvo una poderosa influencia en toda
la vida del estudiante, luego de que regresara al hogar de su padre.
Otro joven también se había ganado la afección de Zwingle ; este era
Gerold Meyer von Knonau. Su madre, Anna Reinhardt, que
posteriormente ocupó un lugar importante en la vida del reformador,
había sido una gran belleza y todavía se distinguía por sus virtudes. Un
joven de familia noble, John Meyer v on Knonau, que se había criado
en la corte del obispo de Constanza, con quien estaba relacionado,
había concebido un afecto ardiente por Anna; pero ella pertenecía a
una familia plebeya. El anciano Meyer von Knonau había rechazado su
consentimiento para su unión y desheredado a su hijo después del
matrimonio. En 1513, Anna se quedó viuda con un hijo y dos hijas, y
ahora vivía únicamente para la educación de los huérfanos pobres. Su
abuelo fue inexorable. Un día, sin embargo, el criado de la viuda se
llevó con ella al joven Gerold , un niño alegre y elegante, que entonces
solo tenía tres años, y cuando ella se detuvo con él en la pescadería, el
mayor Meyer, que por casualidad estaba en la ventana. , 13 se fijó en
él, observaba cada movimiento, y pidió a los que este hermoso niño,
por lo boyante con la vida y frescura, pertenecía. “Es de su hijo”, fue la
respuesta. El corazón del anciano se conmovió, el hielo se derritió, todo
se olvidó, y tomó en sus brazos a la esposa y a los hijos de su hijo.
Zwingle se había apegado como si fuera su propio hijo al joven, noble y
valiente Geroldo, que estaba destinado a morir en la flor de su época al
lado del reformador, con la mano sobre la espada y rodeado, ¡ay! por
los cadáveres de sus enemigos. Pensando que Gerold no podía
encontrar en Zurich suficientes recursos para estudiar, Zwingle en
1521 lo envió a Basilea.
El joven Von Knonau no encontró a Hedio, el amigo de Zwingle, en esa
ciudad. Como Capito se vio obligado a acompañar al arzobispo Alberto
a la coronación de Carlos V, había contratado a Hedio para que
supliera su lugar en Mentz. Basilea perdió así sucesivamente a sus
predicadores más fieles; la Iglesia parecía abandonada, pero
aparecieron otros hombres. Cuatro mil oyentes llenaron la iglesia de
William Rubli, sacerdote de St. Alban . Atacó la doctrina de la misa, el
purgatorio y la invocación de los santos. Pero este hombre, que era
turbulento y ávido de aplausos públicos, arremetió contra el error en
lugar de luchar por la verdad. En la fiesta de Corpus Christi se unió a la
gran procesión, pero en lugar de las reliquias, que era costumbre
desfilar por las calles, se llevó ante él un ejemplar de las Sagradas
Escrituras, bellamente encuadernado, y con esta inscripción en
grande. letras: “LA BIBLIA; esta es la verdadera reliquia, todas las
demás no son más que huesos de muertos ". El valor adorna al siervo
de Dios: la ostentación lo desfigura. El trabajo de un evangelista es
predicar la Biblia y no hacer una exhibición pomposa de ella. Los
sacerdotes enfurecidos acusaron a Rubli ante el consejo. Una multitud
llenó de inmediato la plaza de los Cordeliers. “Protege a nuestro
predicador”, dijeron los ciudadanos al consejo. Cincuenta damas
distinguidas se interpusieron a su favor, pero Rubli se vio obligado a
abandonar Basilea. Algo más tarde se vio implicado, como Grebel, en
los desórdenes fanáticos de la época. A medida que la Reforma
evolucionó, en todas partes rechazó la paja que se mezcló con el buen
grano.

En este momento, desde la más humilde de las capillas se escuchó una


voz humilde que proclamaba claramente las doctrinas del Evangelio.
Era la del joven Wolfgang Wissemburger, hijo de un consejero de
estado y capellán del hospital. Todos los habitantes de Basilea que
sintieron nuevos deseos, experimentaron un afecto más profundo por
el manso capellán que por el altivo Rubli mismo. Wol fgang empezó a
leer misa en alemán. Los monjes renovaron sus clamores; pero esta vez
fallaron, y Wissemburger pudo continuar predicando el Evangelio;
“Porque”, dice un viejo cronista, “era ciudadano y su padre concejal”.
14 Este primer éxito de la Reforma en Basilea fue un presagio aún
mayor. Al mismo tiempo, fue de mucha importancia para el progreso
del trabajo en toda la confederación. Zurich no estaba solo. El erudito
Basilea empezó a quedar encantado con el sonido de la nueva doctrina.
Se estaban ampliando los cimientos del nuevo templo. La Reforma en
Suiza estaba alcanzando una etapa superior de desarrollo.
Zurich fue, sin embargo, el centro del movimiento. Pero en el año 1521,
importantes acontecimientos políticos, que afligieron el corazón de
Zwingle, desviaron en cierta medida la mente de los hombres de la
predicación del Evangelio. León X, que había ofrecido su alianza
simultáneamente a Carlos V y Francisco I, finalmente se había
decidido por el emperador. La guerra entre estos dos rivales estaba a
punto de estallar en Italia. “Al Papa no le quedarán más que oídos”,
dijo el general francés Lautrec. 15 Esta broma inoportuna aumentó la
ira del pontífice. El rey de Francia reclamó el apoyo de los cantones
suizos, que, con la excepción de Zurich, estaban aliados con él: su
llamado fue obedecido. El Papa se enorgullecía de la esperanza de
involucrar a Zurich en su causa, y el cardenal de Sion, que siempre
estaba intrigante, con plena confianza en su destreza y elocuencia , se
apresuró a esta ciudad para procurar soldados para su amo. Pero se
encontró con una decidida oposición de su viejo amigo Zwingle. Este
último se indignó ante la idea de ver a los suizos vender su sangre al
extranjero; su imaginación ya evocaba la vista de los Zurichers bajo los
estandartes del papa y el emperador cruzando sus espadas en las
llanuras de Italia con los confederados reunidos bajo el estandarte de
Francia; y ante este cuadro fratricida su alma patriótica y cristiana se
estremeció de horror. Tronaba desde el púlpito: “¿Quieres”, exclamó,
“despedazarás y destruirás la confederación? 16 ...... ¡Cazamos a los
lobos que asolan nuestros rebaños, pero no resistimos a los que
merodean a nuestro alrededor para devorar a los hombres! ...... No es
sin razón que los mantos y los sombreros el desgaste es rojo; sacude
estas vestiduras y caerán ducados y coronas; pero si los retuerces, los
verás goteando con la sangre de tus hermanos, tus padres , tus hijos y
tus amigos más queridos. 17 ...... En vano Zwingle alzó su voz varonil.
El cardenal con su sombrero rojo tuvo éxito y dos mil setecientos
Zurichers partieron bajo el mando de George Berguer. El corazón de
Zwingl e estaba destrozado. Sin embargo, su influencia no se perdió.
Durante muchos años después, los estandartes de Zurich no se
desplegaron ni se llevaron a través de las puertas de la ciudad en
nombre de los príncipes extranjeros.

Notas finales:
1. Animi tui candorem simplicem et simplicitatem
candidissimam, hac tua pusilla quidem epistola..Zw. Epp.
Pág. 186.

2. Ita ipse en litis MS. JJ Hott. 3:54.


3. Scripta tamen habeatur en fastis supernorum civium. Zw.
Epp. Pág. 186.
4. Ut mori pro Christo non usque adeo detrectem apud me.
Ibídem. pags. 187 .
5. Ut ursi tui ferocinsculi, audita Christi doctrina,
mansuescere incipiant. Ibídem. El lector recordará que un
oso figura en el escudo de Berna.
6. Donec Christum, cucullatis nugis longe a nobis
exulem..pro virili restituerim. Zw. Epp. Pág. 187.
7. Ron Dum Luthe semel legerint, ut putarent stubellam
suam plenam esse daemonibus. Ibídem. 137.
8. Clamatur hich per totam civitatem: Lutherum
comburendum et ludi magistrum. Ibídem. 153.
9. Non aliter me impellunt quam procellae marinae navem
aliquam. Ibídem. 159.

10. Imo ne in mente m eum admitterem. Ibídem.


11. Si Christus non esset, jam olim defecissem. Zw. Epp. Pág.
160.
12. Ich hab por Im ein gross Buch gesehen, Locorum
communium; als ich por Ihm wass, anno 1521, dorinnen
er sententias und Dogmata Patrum, flyssig jedes an
seinem ort verzeichnet . Bullinger Chronik.
13. Luget des Kindts Grossvater zum fanster uss, und ersach
das Kind in der Fischer-branten (Kufe), so frach (frisch)
und frolich sitzen .. Archives des Meyer de Knonau,
citado en un aviso de Anna Reikhardt, Erlangen, 1835,
por M. Gerold Meye r von Knonau. Estoy en deuda con la
amabilidad de este amigo por el esclarecimiento de
varios pasajes oscuros de la vida de Zwingle.
14. Dieweil er ein Burger war und sein Vater des Raths.
Chronik de Fridolin Ryff.
15. Disse che M. di Lutrech y M. de l'Escu havia di tto che 'l
volveva che le recchia del papa fusse la major parte
retasse di la so persona. Gradenigo, el embajador de
Venecia en Roma, MS. 1523.
16. Sagt wie es ein fromme Eidtgnosschafft zertrennen und
umbkehren wurde. Toro. Chronik.
17. Sie tragen billig rothe hu t und mantel, dan schute man
sie, so fallen Cronen und Duggaten heraus, winde man
sie, so runt deines Bruders, Vaters, Sohns und guten
Freunds Blut heraus. Ibídem.
LIBRO 8
CAPÍTULO 11

Herido en sus sentimientos como ciudadano, Zwingle se dedicó con


renovado celo a la predicación del Evangelio. Sus sermones
aumentaron en energía. "Nunca dejaré de trabajar para restaurar la
unidad primitiva de la Iglesia de Cristo", dijo. 1 Comenzó el año 1522
mostrando la diferencia entre los preceptos del Evangelio y los de los
hombres. Cuando llegó la temporada de Cuaresma, predicó con aún
más vigor. Después de haber puesto los cimientos del nuevo edificio,
deseaba barrer la basura del antiguo. “Durante cuatro años”, dijo a la
multitud reunida en la catedral, “habéis recibido con entusiasmo la
santa doctrina del Evangelio. Brillando con el fuego de la caridad,
alimentado con los dulces del maná celestial, es imposible que ahora
puedas encontrar un salvador en el miserable alimento de las
tradiciones humanas ". 2 Y luego, atacando la abstinencia obligatoria
de la carne en ciertas épocas, exclamó con su elocuencia ingenua: “Hay
quienes sostienen que comer carne es una falta, y hasta un gran
pecado, aunque Dios nunca lo ha prohibido, y sin embargo ¡No creas
que es un crimen vender carne humana al extranjero y arrastrarla al
matadero! " 3 ...... Ante este lenguaje atrevido, los partidarios de las
capitulaciones militares, que estaban presentes en la asamblea, se
estremecieron de indignación y rabia, y juraron no olvidarlo nunca.
Mientras Zwingle predicaba con tanta energía, seguía diciendo misa;
observó los usos establecidos de la Iglesia, e incluso se abstuvo de
comer carne en los días señalados. Opinaba que la gente debería
iluminarse previamente. Pero hubo algunas personas turbulentas que
no actuaron con tanta prudencia. Rubli, que se había refugiado en
Zurich, se dejó engañar por un celo extravagante. El antiguo coadjutor
de Saint Alban's, capitán de Berna, y Conrad Huber, miembro del gran
consejo, solían reunirse en casa de este último para comer carne los
viernes y sábados. De esto se enorgullecían enormemente. La cuestión
del ayuno absorbió todas las mentes. Un habitante de Lucerna que
había venido a Zúrich le dijo a uno de sus amigos en esta ciudad:
"Vosotros, dignos confederados de Zúrich, se equivocan al comer
carne durante la Cuaresma". - El Zuricher respondió: "Sin embargo,
señores de Lucerna, tómese la libertad de comer carne en los días
prohibidos". - "Se lo hemos comprado al Papa". - “Y nosotros, del
carnicero ...... Si se trata de un asunto de dinero, seguro que uno es tan
bueno como el otro”. 4 El concilio, habiendo recibido una denuncia
contra los transgresores de las ordenanzas eclesiásticas, solicitó la
opinión del párroco. Zwingle respondió que la práctica de comer carne
todos los días no era reprochable en sí misma; pero que el pueblo debe
abstenerse de hacerlo hasta que una autoridad competente haya
tomado alguna decisión al respecto. Los demás miembros del clero
coincidieron en sus sentimientos.
Los enemigos de la verdad se aprovecharon de esta afortunada
circunstancia. Su influencia estaba disminuyendo; la victoria quedaría
en manos de Zwingle, a menos que hicieran lo necesario para asestar
algún golpe vigoroso. Importaron al obispo de Constanza. "Zwingle",
exclamaron, "es el destructor y no el guardián del redil del Señor". 5
El ambicioso Faber, el viejo amigo de Zwingle, acababa de regresar de
Roma lleno de nuevo celo por el papado. De las inspiraciones de esta
altiva ciudad estaban destinadas a proceder los primeros disturbios
religiosos en Suiza. Ahora iba a tener lugar una lucha decisiva entre la
verdad evangélica y los representantes del pontífice romano . La
verdad adquiere su fuerza principal en los ataques que se le hacen. Fue
bajo la sombra de la oposición y la persecución que el cristianismo en
su ascenso adquirió el poder que finalmente derrocó a todos sus
enemigos. En la época de su revivificación , que constituye el tema de
nuestra historia, fue la voluntad de Dios conducir Su verdad de la
misma manera a través de estos caminos accidentados. Entonces los
sacerdotes se levantaron, como en los días de los apóstoles, contra la
nueva doctrina. Sin estos ataques, probablemente habría permanecido
oculto y oscuro en unas pocas almas fieles. Pero Dios estaba esperando
la hora de manifestarlo al mundo. La oposición le abrió nuevos
caminos, la lanzó a una nueva carrera y fijó en ella los ojos de la
nación. Esta oposición fue como una ráfaga de viento, esparciendo las
semillas a la distancia, que de otra manera habrían quedado sin vida
en el lugar donde habían caído. El árbol, que estaba destinado a
albergar a la gente de Suiza, había sido plantado profundamente en
sus valles, pero las tormentas eran necesarias para fortalecer sus raíces
y extender sus ramas. Los partidarios del papado, al ver que el fuego ya
ardía en Zurich, se apresuraron a apagarlo, pero solo hicieron que la
conflagración fuera más feroz y más extensa.
En la tarde del 7 de abril de 1522, tres diputados eclesiásticos del
obispo de Constanza entraron en Zurich; dos de ellos tenían una
mirada austera y enojada; el tercero parecía de disposición más suave;
eran Melchior Battli, el coadjutor del obispo, el doctor Brendi, y John
Vanner, predicador de la catedral, un hombre evangélico, que guardó
silencio durante todo el asunto. 6 Ya era de noche cuando Luti corrió
hacia Zwingle y dijo: “Los comisionados del obispo han llegado; se está
preparando un gran golpe ; todos los partidarios de las viejas
costumbres se mueven. Un notario está convocando a todos los
sacerdotes para una reunión temprano mañana en el salón del capítulo
".
En consecuencia, la asamblea del clero tuvo lugar al día siguiente,
cuando el coadjutor se levantó y pronunció un discurso que sus
oponentes calificaron de altivo y violento; 7 estudiadamente se
abstuvo, sin embargo, de pronunciar el nombre de Zwingle. Algunos
sacerdotes, que recientemente se habían acercado al Evangelio,
quedaron estupefactos; sus pálidas hazañas , su silencio y sus suspiros
delataban su total pérdida de valor. 8 Zwingle ahora se puso de pie y
respondió de una manera que silenció eficazmente a sus adversarios.
En Zurich, como en los otros cantones, los enemigos más violentos de
la nueva doctrina se encontraban en el Consejo Menor. La diputación,
ante el clero, ayuda a sus quejas ante los magistrados; Zwingle estaba
ausente y, en consecuencia, no tenían respuesta al miedo. El resultado
pareció decisivo. Estaban a punto de condenar el Evangelio sin que se
escuchara a su defensor. Nunca la Reforma de Suiza había estado en
mayor peligro. Estuvo a punto de ser sofocado en su cuna. Los
consejeros que eran amigos de Zwingle, luego apelaron a la
jurisdicción del Gran Consejo; esta era la única posibilidad de
seguridad que quedaba, y Dios la usó para salvar la causa del
Evangelio. Los Doscientos fueron convocados. Los partidarios del
papado hicieron todo lo posible para evitar la admisión de Zwingle;
luchó duro para obtener una audiencia, golpeando a todas las puertas,
y sin dejar piedra sin remover, 9 para usar su propia expresión; ¡pero
en vano! ...... ”Es imposible”, dijeron los burgomaestres; "El consejo ha
decidido lo contrario". - "Sobre esto", dice Zwingle, "me quedé
tranquilo, y con profundos suspiros expuse el asunto ante Aquel que
oye los gemidos del cautivo, suplicándole que defienda su Evangelio".
10 La espera paciente y sumisa de los siervos de Dios nunca los ha
engañado.
El 9 de abril se reunieron los Doscientos. “Deseamos tener aquí a
nuestros pastores”, dijeron inmediatamente los amigos de la Reforma
que pertenecían a ella. El Consejo Menor se resistió: pero el Gran
Consejo decidió que los pastores debían estar presentes en la
acusación e incluso responder si lo consideraban oportuno. Primero
fueron presentados los diputados de Constanza y luego los tres
sacerdotes de Zurich; Zwingle, Engelhard y el anciano Roeschli.
Después de que estos antagonistas, así enfrentados cara a cara,
hubieran examinado la apariencia del otro, el coadjutor se puso de pie.
"Si su corazón y su cabeza hubieran sido iguales a su voz", dice
Zwingle, "habría superado a Apolo y Orfeo en dulzura, y a Gracchi y
Demóstenes en poder".
“La constitución civil”, dijo este campeón del papado, “y la fe cristiana
misma están en peligro. Recientemente han aparecido hombres que
enseñan doctrinas novedosas, repugnantes y sediciosas ”. Al final de un
largo discurso, fijó la mirada en los senadores reunidos y dijo:
“¡Permanezcan en la Iglesia! - ¡Quédate en la Iglesia! - Fuera de eso
nadie puede salvarse. Sólo sus ceremonias son capaces de llevar a los
sencillos al conocimiento de la salvación; 11 y los pastores del rebaño
no tienen nada más que hacer que explicar su significado al pueblo ".
Tan pronto como el coadjutor hubo terminado su discurso, se dispuso
a salir de la sala del consejo con sus colegas, cuando Zwingle dijo
seriamente: “Muy digno coadjutor, y ustedes, sus compañeros,
permanezcan, les ruego, hasta que me haya reivindicado. . "
El Coadjutor. - "No tenemos ninguna comisión para disputar con
nadie".
Zwingle. - “No deseo discutir, sino exponer sin miedo lo que he estado
enseñando hasta este momento”.
El Burgomaestre Roust, dirigiéndose a la delegación de Constanza. -
“Te ruego que escuches la respuesta que el pastor desea dar”.
El Coadjutor. - “Conozco demasiado bien al hombre con el que tengo
que tratar. Ulrich Zwingle es demasiado violento para mantener una
conversación con él ".
Zwingle. - “¿Cuánto tiempo hace que es costumbre acusar a un
inocente con tanta violencia y luego negarse a escuchar su defensa? En
nombre de nuestra fe común, del bautismo que ambos hemos recibido,
de Cristo autor de la salvación y de la vida, escúchame. 12 Si no
pueden como diputados, al menos háganlo como cristianos ".

Después de disparar sus armas al aire, Roma se retiraba


apresuradamente del campo de batalla. El reformador solo quería ser
escuchado, y los agentes del papado no pensaban más que en huir. Una
causa así invocada ya fue ganada por un lado y perdida por el otro. Los
Doscientos no pudieron contener más su indignación ; se escuchó un
murmullo en la asamblea; El 13 nuevamente el burgomaestre suplicó a
los diputados que se quedaran. Avergonzados y sin habla, regresaron a
sus lugares, cuando Zwingle dijo:
“El reverendo coadjutor habla de doctrinas sedientas y subversivas de
las leyes civiles. Que sepa que Zúrich es más tranquila y más obediente
a las leyes que cualquier otra ciudad de los helvéticos, circunstancia
que todos los buenos ciudadanos atribuyen al Evangelio. ¿No es el
cristianismo el baluarte de justicia más fuerte de una nación? 14 ¿Cuál
es el resultado de todas las ceremonias, sino de disfrazar
vergonzosamente los rasgos de Cristo y de sus discípulos? 15 ¡Sí! hay
otra forma, además de estas vanas observancias , de llevar a los
ignorantes al conocimiento de la verdad. Es lo que siguieron Cristo y
sus apóstoles ... ¡el Evangelio mismo! No temamos que la gente no
pueda entenderlo. El que cree, comprende. La gente puede creer, por lo
tanto puede comprender. Esta es una obra del Espíritu Santo y no de
la mera razón humana. 16 En cuanto al asunto, el que no se contente
con cuarenta días, ayune todo el año si le place; me es indiferente.
Todo lo que exijo es que nadie sea obligado a ayunar y que, por una
observancia tan trivial, no se pueda acusar a los Zurichers de retirarse
de la comunión de los cristianos ".
“Yo no dije eso”, exclamó el coadjutor. - "No", dijo su colega el Dr.
Brendi, "él no lo dijo". Pero todo el senado confirmó la afirmación de
Zwingle.
“Excelentes ciudadanos”, continuó este último, “¡que no os alarme su
cargo! El fundamento de la Iglesia es esa roca, ese Cristo, que le dio a
Pedro su nombre porque lo confesó fielmente. En toda nación se salva
el que cree sinceramente en el Señor Jesús. De esta Iglesia nadie puede
tener vida eterna. 17 Explicar el Evangelio y seguirlo es todo nuestro
deber como ministros de Cristo. ¡Que los que viven de las ceremonias
se comprometan a explicarlas! " Esto estaba sondeando la herida hasta
el vivo.
El coadjutor se sonrojó y guardó silencio. El consejo de los Doscientos
se disolvió luego. El mismo día llegaron a la resolución de pedir al Papa
y a los cardenales que expliquen el controvertido punto, y que
mientras tanto la gente se abstenga de comer carne durante la
Cuaresma. Esto era dejar el asunto en statu quo y responderle al obispo
buscando ganar tiempo .
Esta discusión había adelantado el trabajo de la Reforma. Los
campeones de Roma y los de la nueva doctrina se habían encontrado
cara a cara, por así decirlo, en presencia de todo el pueblo; y la ventaja
no había quedado del lado del Papa. Esta fue la primera escaramuza de
una campaña que prometía ser larga y severa, y alternaba con muchas
vicisitudes de duelo y alegría. Pero el primer éxito al comienzo de una
contienda da valor a todo el ejército e intimida al enemigo. La Reforma
se había apoderado de un terreno del que nunca iba a ser desalojada. Si
el concilio se creía todavía obligado a actuar con cautela, el pueblo
proclamó en voz alta la derrota de Roma. "Nunca", dijeron en el
regocijo del momento, "ella podrá reunir a sus tropas dispersas y
derrotadas". 18 “Con la energía de San Pablo”, le dijeron a Zwingle,
“has atacado a estos falsos apóstoles y sus Ananías - esas paredes
blanqueadas ... Los satélites del Anticristo nunca pueden hacer más
que rechinar los dientes contra ti ! " Desde los lugares más lejanos de
Alemania llegaron voces que lo proclamaban con gozo: "la gloria de la
teología revividora". 19
Pero al mismo tiempo, los enemigos del Evangelio estaban reuniendo
sus fuerzas. No había tiempo que perder si deseaban reprimirlo; porque
pronto estaría fuera del alcance de sus golpes. Hoffman presentó ante
el capítulo una voluminosa acusación contra el reformador.
“Supongamos”, dijo, “que el sacerdote pudiera probar con testigos qué
pecados o qué desórdenes han cometido los eclesiásticos en ciertos
conventos, calles o tabernas, ¡no debe nombrar a nadie! ¿Por qué
quiere que comprendamos (es cierto que yo mismo apenas he oído
hablar de él) que solo él deriva su doctrina de la fuente , y que otros la
buscan solo en perreras y charcos? 20 ¿No es imposible, considerando
la diversidad de mentes de los hombres, que todo predicador predique
igualmente?
Zwingle respondió a esta acusación en una reunión completa del
capítulo , dispersando las cargas de sus adversarios, "como un toro con
sus cuernos lanza paja al aire". 21 El asunto que había parecido tan
grave terminó en grandes carcajadas a expensas del canónigo. Pero
Zwingle no se detuvo allí; el 16 de abril publicó un tratado sobre la libre
utilización de las carnes. 22

Notas finales:
1. Ego veterem Christi Ecclesiae unitatem instaurare non
desinam. Zw. Op. 3:47.
2. Gustum non aliquis humanarum traditionum cibus vobis
arridere potuerit. Ibídem. 1: 2.
3. Aber menschenfleisch verkoufen und ze Tod
schlahen..Ibid. 2. Parte 2. P. 301.

4. Así que haben wir's von dem Metzge r erkaufft..Bull.


Chronik.
5. Ovilis dominici populator esse, aut pastor no custodio.
Zw. Op. 3:28.
6. Zw. Op. 3: 8. - JJ Hottinger, 3:77. - Ruchat, 1: 134, 2ª
edición, y otros dicen que Faber encabezó esta
delegación. Zwingle nombra a los tres diputados, pero no
menciona a Faber. Estos escritores probablemente han
confundido dos cargos diferentes de la jerarquía romana,
el de coadjutor y el de vicario general.
7. Erat tota oratio vehemens et bellyi superciliique plena.
Zw. Op. 3: 8.

8. Infirmos quosdam nuper Christo lucr ifactos sacerdotes


offensos ea sentirem, ex tacitis palloribus ac suspiriis.
Ibídem. 9.
9. Frustra diu movi omnem lapidem. Ibídem.
10. Ibi ego quiescere ac suspiriis rem agere coepi apud eum
qui audit gemitum compeditorum. Ibídem.

11. Unicas esse per quas simplices christiani ad agnitionem


salutis inducerentur. Zw. Op. 3:10.
12. Ob communem fidem, ob communem baptismum, ob
Christum vitae salutisque auctorem. Ibídem. 11.
13. Coepit murmullo audiri civium indignantium. Zw. Op.
3:11.
14. Imo Christianismum ad communem justi tiam
servandam esse potentissimum. Ibídem. 13.
15. Ceremonias haud quicquam aliud agere, quam et
Christo et ejus fidelibus os oblinere. Ibídem.

16. Quicquid hic agitur divino fit afflatu, non humano


ratiocinio. Ibídem.
17. Extra illam neminem salvari. Ibídem. 15.
18. Ut vulgo ja ctatum sit, nunquam ultra copias sarturos.
Zw. Epp. Pág. 203.
19. Vale renascentis Theologiae decus. Carta de Urban
Regius. Ibídem. 225.
20. Die andern aber aus Rinnen und Pfutzen. Simml. Samml.
Wirz. 1: 244.
21. Ut cornu vehemens taurus aristas. Zw. Epp. Pág. 203.
22. De del ectu et libero ciborum usu. Zw. Op. 1:50.

LIBRO 8
CAPÍTULO 12

La indomable firmeza de Zwingle deleitó a los amigos de la verdad, y


particularmente a los cristianos evangélicos de Alemania, privados
durante tanto tiempo, por su cautiverio en Wartburg, del poderoso
apóstol que había surgido por primera vez en el seno de la Iglesia. Ya
muchos pastores y creyentes, exiliados como consecuencia del
despiadado decreto que el papado había extorsionado a Carlos V en
Worms, habían encontrado asilo en Zurich. Nesse, el profesor de
Frankfort, a quien Luther había visitado en su camino a Worms,
escribió a Zwingle: “¡Oh! ¡El gozo que siento al escuchar con qué
autoridad proclamas a Jesucristo! Fortalece con tus exhortaciones a
aquellos a quienes la crueldad de los obispos malvados ha obligado a
huir lejos de nuestras desoladas iglesias ". 1
Pero no era solo en Alemania donde los adversarios estaban
conspirando contra los amigos de la Reforma. No pasó una hora en la
que no se discutieran los medios para deshacerse de Zwingle. 2 Un día
recibió una carta anónima, que comunicó de inmediato a sus dos
curas. “Las trampas te rodean por todos lados”, escribió su amigo
secreto; “Se ha preparado un veneno mortal para quitarle la vida. 3
Nunca comas alimentos que no sean en tu propia casa, y solo lo que
haya sido preparado por tu propio cocinero. Las murallas de Zurich
contienen hombres que están tramando tu destrucción. El oráculo que
me ha revelado esto es más digno de crédito que el de Delphi. Soy tu
amigo ; me conocerás a partir de ahora ". 4
Al día siguiente de aquel en el que Zwingle había recibido esta
misteriosa epístola, justo cuando Staheli entraba en la iglesia del Agua,
un capellán lo detuvo y dijo; “Deja la casa de Zwingle en adelante ; ¡se
acerca una catástrofe! " Ciertos fanáticos, que desesperados de ver la
Reforma frenada con palabras, se armaban con puñales. Siempre que
se están produciendo poderosas revoluciones en la sociedad, los
asesinos suelen surgir de la escoria inmunda del pueblo agitado. Dios
velaba por Zwingle.
Mientras los asesinos contemplaban el fracaso de sus complots, los
órganos legítimos del papado estaban nuevamente en conmoción. El
obispo y sus consejeros resolvieron reanudar la guerra. La inteligencia
de esto llegó a Zw ingle desde todos los rincones. El reformador,
confiando plenamente en la Palabra de Dios, dijo con noble intrepidez:
“Los temo ... como una roca elevada teme las olas rugientes ... el sol a
theo, con la ayuda de Dios ! " añadió él. 5 El 2 de mayo, el obispo de
Constanza publicó un mandato en el que, sin nombrar ni a Zwingle ni
a Zurich, se quejaba de que los especuladores estaban reviviendo
doctrinas ya condenadas, y que tanto eruditos como ignorantes tenían
la costumbre de discutir en e lugar los misterios más profundos. John
Vanner, predicador de la catedral de Constanza, fue el primero en ser
atacado: "Prefiero", dijo, "ser cristiano con el odio de muchos, a
abandonar a Cristo por la amistad del mundo". 6
Pero era Zurich donde la creciente herejía necesitaba ser aplastada.
Faber y el obispo sabían que Zwingle tenía muchos enemigos entre los
canónigos. Decidieron aprovechar esta enemistad. Hacia finales de
mayo llegó a Zúrich una carta del obispo dirigida al preboste y al
capítulo. “Hijos de la Iglesia”, escribió el prelado, “¡perezcan los que
morirán! pero que nadie los seduzca de la Iglesia ”. 7 Al mismo tiempo,
el obispo suplicó a los cánones que impidieran que esas doctrinas
culpables, que engendraban sectas perniciosas, fueran predicadas o
discutidas entre ellos, ya sea en privado o en público. Cuando se leyó
esta carta en el capítulo, todos los ojos estaban fijos en Zwingle. Este
último, entendiendo el significado de esta mirada, les dijo: “Veo que
ustedes creen que esta carta se refiere a mí; por favor dámelo y, si Dios
quiere, te responderé ”.
Zwingle respondió en sus Archeteles, una palabra que significa "el
principio y el fin" ...... "porque", dijo, "espero que esta primera
respuesta sea también la última". En este trabajo habló del obispo de
una manera muy respetuosa y atribuyó todos los ataques de sus
enemigos a unos pocos hombres intrigantes. "¿Qué he hecho?" dijó el;
“Me he esforzado por conducirlos al único Dios verdadero y a
Jesucristo su Hijo. Para ello, no he utilizado argumentos capciosos,
sino un lenguaje sencillo y sincero, como los niños de Suiza pueden
entender ". Y luego, pasando de una actitud defensiva a una ofensiva,
añadió con gran hermosura: “Cuando Julio César sintió la herida
mortal, dobló sus vestiduras a su alrededor para caer con dignidad. ¡Se
acerca la ruina de sus ceremonias! ver al menos que caen
decentemente y que la luz sea sustituida rápidamente por oscuridad en
todas partes ". 8
Este fue el único resultado de la carta del obispo al capítulo de Zurich.
Dado que todas las protestas amistosas habían resultado vanas, era
necesario dar un golpe más enérgico. Ante esto, Faber y Landenberg
echaron un vistazo a su alrededor, fijándolos finalmente en la dieta, el
consejo supremo de la nación helvética. 9 Diputados del obispo
comparecieron ante este cuerpo, declarando que su maestro había
emitido un mandato prohibiendo a los sacerdotes de su diócesis hacer
cualquier innovación en materia de doctrina; que su autoridad había
sido despreciada y que ahora invocó el apoyo de los jefes de la
confederación para ayudarlo a reducir a los rebeldes a la obediencia ya
defender la fe verdadera y antigua. 10 Los enemigos de la Reforma
tenían la mayoría en esta primera asamblea de la nación. No mucho
antes había publicado un decreto que prohibía predicar a todos
aquellos sacerdotes, cuyos sermones, a su juicio, eran motivo de
disensión entre el pueblo. Este mandato de la dieta, que entonces por
primera vez interfirió con la Reforma, cayó al suelo; pero ahora,
resuelta a actuar con severidad, esta asamblea convocó ante ellos a
Urban Weiss, pastor de Fislispach cerca de B aden, a quien el informe
general acusó de predicar la nueva fe y rechazar la vieja. Weiss fue
puesto en libertad por una temporada por intercesión de varias
personas y bajo fianza de cien florines ofrecidos por sus feligreses.
Pero la dieta había tomado su posición: de esto acabamos de ser
testigos; en todas partes los monjes y sacerdotes empezaron a recobrar
el valor. En Zurich se habían mostrado más imperiosos
inmediatamente después del primer decreto de esta asamblea. Varios
miembros del consejo tenían la costumbre de visitar los tres conventos
por la noche y por la mañana, e incluso comer allí. Los monjes
manipularon a estos invitados bien intencionados y les solicitaron que
obtuvieran una orden judicial del gobierno a su favor. "Si Zwingle no se
enfada ", dijeron, "lloraremos más fuerte que él". La dieta se había
puesto del lado de los opresores. El consejo de Zurich no sabía qué
hacer. El 7 de junio votaron una ordenanza que prohibía a cualquiera
predicar contra los monjes; pero este decreto se había aprobado
escasamente "cuando se escuchó un ruido repentino en la cámara del
consejo", dice la crónica de Bullinger, "que hizo que todos se miraran
entre sí". 11 No se restauró la tranquilidad; la batalla que se libraba
desde el púlpito cada día se hacía más candente. El concilio nombró
una diputación ante la cual los pastores de Zurich y los lectores y
predicadores de los conventos fueron convocados a comparecer en la
casa del preboste; después de un animado debate, el burgomaestre
instó a ambas partes a predicar nada que pudiera poner en peligro la
paz pública. “No puedo cumplir con esta orden judicial”, dijo Zwingle;
“Estoy resuelto a predicar el Evangelio libre e incondicionalmente, de
conformidad con la ordenanza anterior. Soy obispo y pastor de Zurich;
me ha sido confiada la cura de las almas. Soy yo quien he tomado
juramento, y no los monjes. Ellos deben ceder, y yo no. Si predican
mentiras, los contradeciré, incluso en los púlpitos de sus propios
conventos. Si yo mismo enseño una doctrina contraria al santo
Evangelio, entonces deseo ser reprendido, no solo por el capítulo, sino
por cualquier ciudadano; 12 y más para ser castigado por el consejo ”. -
"Exigimos permiso", dijeron los monjes, "para predicar las doctrinas
de Santo Tomás". Los comprometidos del concilio determinaron,
después de la debida deliberación, "Que Tomás (de Aquino), Escoto y
los demás doctores debían ser puestos a un lado, y que no se debía
predicar más que el Evangelio". Así prevaleció la verdad una vez más.
Pero la ira de los partidarios del Papa aumentó. Los cánones
ultramontanos no pudieron ocultar su rabia. Miraban con insolencia a
Zwingle en el capítulo y parecían estar sedientos de su sangre. 13
Estas amenazas no detuvieron a Zwingle. Todavía quedaba un lugar en
Zurich donde, gracias a los dominicos, la luz aún no había penetrado:
este era el convento de Oetenbach. Aquí las hijas de las primeras
familias de Zurich estaban acostumbradas a llevar el velo. Parecía
injusto que estas pobres mujeres, encerradas en las paredes de su
convento, fueran las únicas personas que no escuchaban la Palabra de
Dios. El Gran Consejo ordenó a Zwingle que los visitara. El reformador
subió a ese púlpito que hasta ese momento había estado confinado a
los dominicos y predicó "sobre la claridad y certeza de la Palabra de
Dios". 14 Posteriormente publicó este notable discurso, que no cayó en
terreno árido y que exasperó aún más a los monjes.
Ocurrió entonces una circunstancia que extendió esta hostilidad, y la
comunicó a muchos otros corazones. Los suizos, al mando de Stein y
Winkelreid, acababan de sufrir una sangrienta derrota en la Bicocca.
Habían hecho una carga desesperada contra el enemigo, pero la
artillería de Pescara y los lansquenets de ese Freundsberg a quien
Lutero había encontrado en la puerta del salón de asambleas de
Worms, habían derrocado tanto a los comandantes como a los
estandartes, mientras que compañías enteras habían sido arrasadas y
derribadas exterminado de repente. Winkelreid y Stein, con miembros
de las familias nobles de Mulinen, Diesb ach, Bonstetten, Tschudi y
Pfyffer, habían quedado fuera del campo de batalla. Schwytz
especialmente había sido diezmado. Las reliquias sangrientas de este
espantoso combate habían regresado a Suiza, llevando el luto en su
tren. Un grito de aflicción resonó desde los Alpes hasta el Jura, y desde
el Ródano hasta el Rin.
Pero nadie sintió un dolor tan intenso como Zwingle. Inmediatamente
escribió una dirección a Schwytz disuadiendo a los ciudadanos de este
cantón del servicio exterior. “Tus antepasados”, dijo con todo el calor
del corazón de un patriota , “lucharon con sus enemigos en defensa de
la libertad; pero nunca dieron muerte a los cristianos por mera
ganancia. Estas guerras extranjeras traen innumerables calamidades a
nuestro país. El azote de Dios castiga a nuestras naciones
confederadas, y la libertad helvética está a punto de expirar entre las
caricias interesadas y el odio mortal de los príncipes extranjeros ”. 15
Zwingle le dio la mano a Nicholas de Flue, 16 y siguió las
exhortaciones de este hombre de paz . Este discurso, presentado a la
asamblea del pueblo de Schwytz, produjo tal efecto, que resolvieron
abstenerse provisionalmente de toda alianza extranjera durante los
próximos veinticinco años. Pero al poco tiempo el partido francés
consiguió la derogación de esta generosa resolución, y Schwytz, desde
ese momento, se convirtió en el cantón más opuesto a Zwingle y su
obra. Incluso la desgracia que los partidarios de estos tratados
extranjeros trajeron a su tierra natal sólo sirvió para acrecentar el odio
de estos hombres contra el intrépido ministro que trataba de apartar
de su país tantas desgracias y tan profunda vergüenza. Una oposición,
cada vez más violenta, se formó en la confederación contra Zwingle y
Zurich. Los usos de la Iglesia y las prácticas de los oficiales de
reclutamiento, como fueron atacados conjuntamente, se apoyaron
mutuamente para resistir el impulso impetuoso de esa reforma que
amenazaba con derrocarlos a ambos. Al mismo tiempo, los enemigos
del exterior se multiplicaban. No solo fue el Papa, sino también otros
príncipes extranjeros, quienes juraron una hostilidad despiadada a la
Reforma. ¿No pretendía retirar de sus filas esas alabardas helvéticas a
las que su ambición y orgullo habían sido deudores de tantos triunfos?
Pero del lado del Evangelio quedaba ... Dios y el más excelente del
pueblo: esto era suficiente. Además, desde diferentes países, la Divina
Providencia estaba ayudando a hombres que habían sido perseguidos
por su fe.

Notas finales:
1. Et ut iis, qui ob malorum episcoporum saevitiam a nobis
submoventur, prodesse velis. Zw. Epp. Pág. 208.
2. Nulla praeteriit hora, in qua non fierent..consultationes
insidiosissimae. Osw. Mi c. Vita Zw.
3. [Etoima farmaka lugra. Zw. Epp. Pág. 199.
4. Sov ejimi, agnosces me postea. Ibídem.
5. Quos ita metuo, ut littus altum fluetuum undas
minacium. Zw. Epp. Pág. 203.
6. Malo esse Christianus cum multorum invidia, quam
relinquere Christum propter mundanorum amicitiam.
Ibídem. pags. 200, de 22 de mayo.
7. Nemo vos filios ecclesiae de ecclesia tollat! Zw. Op. 3:35.

8. En umbrarum locum, lux quam ocissime inducatur.


Ibídem. 69.
9. Nam er ein anderen weg an die Hand; schike seine Boten,
etc. Bullinger Chronik.
10. Und den wahren alten glauben erhalten. Ibídem.
11. Liess die Rathstuben einen grossen Knall. Ibídem.
12. Sondern von eine m jedem Burger wyssen. Toro.
Chronik.
13. Oculos in me procacius torquent, ut cujus caput peti
gauderent. Zw. Op. 3:29.

14. De claritate et certitudine verbi Dei. Ibídem. 1:66.


15. Ein gottlich Vermanung an die cersamen, etc.
Eidgnossen zu Schywz. Zw. Op. Parte 2: 206.
16. En 1481, los confederados estaban al borde de la guerra
civil, cuando un ermitaño de Unterwalden (Nicolás de
Flue) se dirigió a Stanz, donde se reunió la dieta, calmó
sus furiosas pasiones y restauró la tranquilidad y la paz.
LIBRO 8
CAPÍTULO 13
El sábado 12 de julio apareció en las calles de Zurich un monje de
complexión alta, delgada y rígida, vestido con la túnica gris de los
Cordeliers, de aire extranjero, y montado en un asno, que apenas
levantaba los pies descalzos del suelo. 1 De esta manera había viajado
desde Aviñón, sin saber una palabra de alemán. Sin embargo, por
medio de su latín, pudo hacerse entender. Francis Lambert, porque así
se llamaba, preguntó por Zwingle y le entregó una carta de Bertho ld
Haller. “Este padre franciscano”, dijo el párroco de Berna, “que no es
otro que el predicador apostólico del convento general de Aviñón, ha
estado enseñando la verdad cristiana durante estos últimos cinco
años; ha predicado en latín ante nuestros sacerdotes en Ginebra, en
Lausana ante el obispo, en Friburgo y por último en Berna, tocando la
iglesia, el sacerdocio, el sacrificio de la misa, las tradiciones de los
obispos romanos y las supersticiones de las órdenes religiosas. Me
parece sumamente asombroso escuchar tales cosas de un fraile gris y
un francés ... personajes que presuponen, como ustedes saben, todo un
mar de supersticiones ". 2 El francés le contó a Zwingle cómo,
habiendo sido descubiertos los escritos de Lutero en su celda, se vio
obligado a abandonar Aviñón sin demora; cómo, al principio, había
predicado el Evangelio en la ciudad de Ginebra, y luego en Lausana, a
orillas del mismo lago. Zwingle, muy encantado, abrió la iglesia de
Nuestra Señora al monje y lo hizo sentarse en el coro en un asiento
frente al altar mayor. En esta iglesia Lambert pronunció cuatro
sermones, en los que arremetió con fuerza contra los errores de Roma;
pero en el cuarto, defendió la invocación de María y los santos.
"¡Hermano! tú eres equivocado,” 3 exclamó inmediatamente una voz
animada. Era de Zwingle. Cánones y capellanes se emocionaron ante la
perspectiva de una disputa entre el francés y el sacerdote hereje. "Te ha
atacado", le dijeron todos a Lambert, "exige una discusión pública con
él". El monje de Aviñón así lo hizo, ya las diez de la mañana del 22 de
julio los dos campeones se reunieron en la sala de conferencias de los
canónigos. Zwingle abrió el Antiguo y Nuevo Testamento en griego y
latín; continuó discutiendo y explicando hasta las dos, cuando el monje
francés, juntando las manos y levantándolas al cielo, 4 exclamó: “Te
doy gracias, oh Dios, que con tan ilustre instrumento me has traído a
¡tan claro conocimiento de la verdad! De ahora en adelante —añadió
volviéndose hacia la asamblea—, en todas mis tribulaciones invocaré a
Dios solamente y arrojaré mis cuentas. Mañana reanudaré mi viaje; Voy
a Basilea para ver a Erasmo de Rotterdam, y de allí a Wittenberg para
visitar a Martín Lutero, el monje agustín ”. Y en consecuencia partió
sobre su trasero. Nos volveremos a encontrar con él. Fue el primer
hombre que, por la causa del Evangelio, salió de Francia a Suiza y
Alemania; el humilde precursor de muchos miles de refugiados y
confesores.

Myconius no tenía tales consuelos: al contrario, estaba destinado a ver


a Sebastian Hofmeister, que había venido de Constanza a Lucerna, y
allí predicó con valentía el Evangelio, obligado a abandonar la ciudad.
Ante esto, el dolor de Oswald aumentó. El clima húmedo de Lucerna
estaba en su contra; una fiebre se apoderó de él; los médicos declararon
que, a menos que se trasladara a otro lugar, moriría. “En ningún lugar
tengo mayor deseo de estar que cerca de ti”, le escribió a Zwingle , “y
en ningún otro lugar menos que en Lucerna. Los hombres me
atormentan y el clima me está consumiendo. Mi enfermedad, dicen, es
el castigo de mi iniquidad: ¡ay! todo lo que digo, todo lo que hago, se
convierte en veneno con ellos ... Hay UNO en el cielo en quien reposan
todas mis esperanzas ". 5
Esta esperanza no era engañosa. Era a finales de marzo y se acercaba la
fiesta de la Anunciación. El día antes de la víspera de este aniversario
se celebró una gran fiesta en conmemoración de un incendio que en
1340 había reducido a cenizas la mayor parte de la ciudad. Las calles de
Lucerna ya estaban llenas de gente de los distritos circundantes y se
reunieron varios cientos de sacerdotes. El sermón de esta fiesta
solemne solía ser pronunciado por algún predicador célebre. El
comandante de los joanistas, Conrad Schmidt de Kussnacht, llegó para
cumplir con este deber. Una inmensa congregación llenó la iglesia.
¿Quién describirá el asombro general, cuando el comandante, dejando
a un lado la costumbre de predicar en latín, habló en alemán, para que
todos lo entendieran, 6 explicando con autoridad y santo fervor el
amor de Dios al enviar a su Hijo, y probando elocuentemente que las
meras obras externas no tienen poder para salvar , y que las promesas
de Dios son verdaderamente la esencia del Evangelio. “Dios no quiera”,
exclamó Conrad ante el pueblo asombrado, “que reconozcamos por
nuestra cabeza a un jefe tan lleno de pecado como el Obispo de Roma,
y rechacemos a Cristo. 7 Si el Obispo de Roma distribuye el alimento
del Evangelio, reconocámoslo como nuestro pastor, pero no como
principal; y si no lo distribuye, no lo reconozcamos ". Oswald no pudo
contenerse de alegría ". "¡Que hombre!" gritó , “¡qué sermón! ¡qué
majestad! ¡qué autoridad! ¡Cuán lleno del espíritu de Cristo! " El efecto
fue generalizado. Un solemne silencio sucedió a la agitación que llenó
la ciudad; pero esto meramente transitorio. Si la gente tapa sus oídos a
la voz de Dios, sus llamadas se vuelven cada día menos frecuentes e
incluso cesan por completo. Este fue el caso de Lucerna.
Mientras se proclamaba así la verdad desde el púlpito de Berna, el
papado fue atacado en las reuniones festivas del pueblo. Nicolás
Manuel, ilustre layman, célebre por sus talentos poéticos, y que había
alcanzado los más altos cargos del Estado, indignado por ver a sus
compatriotas tan despiadadamente saqueados por Sansón, compuso
algunos dramas de carnaval, en los que atacaba la codicia, la pompa, y
la arrogancia del Papa y el clero con las armas punzantes de la sátira.
El martes de carnaval "de los señores" (los señores eran entonces el
clero y comenzaban su Cuaresma ocho días antes que el pueblo), no se
hablaba en Berna más que de un drama o misterio, titulado Los
devoradores de muertos, que algunos jóvenes iban a actuar en la Rue
de la Croix. Los ciudadanos acudieron al espectáculo. Desde el punto de
vista artístico, estos dramáticos bocetos de principios del siglo XVI
poseen cierto interés; pero es con una visión muy diferente que los
citamos en este lugar. Sin duda, preferiríamos no vernos obligados a
citar, por parte de la Reforma, ataques de esta naturaleza; es por otros
brazos que prevalece la verdad. Pero la historia no crea, solo puede
aducir lo que encuentra.
Por fin comienza el espectáculo, para gran deleite de la multitud
impaciente reunida en la Rue de la Croix. Primero aparece el Papa,
cubierto con túnicas relucientes y sentado en un trono. A su alrededor
están sus cortesanos, sus guardias y una multitud heterogénea de
sacerdotes de todos los grados; detrás de ellos hay nobles, laicos y
mendicantes. Pronto aparece una procesión fúnebre; es un granjero
rico al que llevan a su última casa. Dos de sus familiares caminan
lentamente frente al ataúd, con pañuelos en la mano . Cuando la
procesión llegó ante el Papa, se colocó el féretro a sus pies y comenzó
la actuación:
PRIMERA RELACIÓN, EN UN TONO DOLOROSO.
¡Noble ejército de los santos!
¡Oye, oh! escucha nuestras tristes quejas:
nuestro primo ha muerto ... la tumba bosteza se lo
ha tragado en la primera flor de la vida.
SEGUNDA RELACIÓN.
No pagaremos ningún costo para el monje o el sacerdote;
Tenemos cien coronas para la misa y la oración,
si así del fuego del purgatorio
no podemos más que salvar a nuestro padre separado. 8
EL SEXTON, SALIENDO DE LA MULTITUD ALREDEDOR
DEL PAPA, Y CORRIENDO APRETAMENTE HACIA EL
SACERDOTE DE LA PARROQUIA, ROBERT MÁS Y MÁS.

¡Un poquito de beber, señor sacerdote, anhelo!


Un granjero se va ahora a la tumba.
EL CURA.
¡Pero uno!. ..... ¡Solo tengo más sed!
¡Un muerto! ... ¡Ojalá fuera la mitad de una veintena!
¡Cuantos más, mejor vivimos entonces! 9 La muerte es el mejor de los
juegos para mí.
EL SEXTON.
¡Ojalá fuera así! ¡Entonces estaría bien!
Prefiero tocar la rodilla de un muerto
que de la mañana a la noche labrar un campo:
nunca se queja, y pagar está dispuesto.

EL CURA.
Si la sentencia de muerte abre la puerta del cielo,
no lo sé. - ¿Pero qué me importa eso?
Con salmón y lucio, con b arbel y trucha,
Llena alegremente mi casa.

EL SACERDOTE DEL SACERDOTE. 10


¡Está bien! Pero miren, reclamo mi parte;
Hoy esta alma debe prepararme
una túnica blanca, negra, verde o roja,
y un lindo pañuelo para adornar mi cabeza.
CARDENAL DE ALTO ORGULLO, CON SOMBRERO ROJO Y
DE PIE CERCA DEL PAPA.
¿No amamos la herencia de la muerte?
¿No podríamos barrernos en la flor de la vida en un
campo lleno de cadáveres como innumerables bandas,
atraídos por la intriga o por la envidia? 11 De sangre cristiana, Roma
engorda. De ahí que mi sombrero y mi túnica deriven su tono
sanguinario. Mis honores y mi riqueza se obtienen con la muerte.

VIENTRE DEL OBISPO LOBO.


En la firma de las leyes del Papa viviré y moriré.
Mis ropas son de seda y mi bolso está lleno;
El torneo y la persecución son mi deleite.
En tiempos pasados, cuando aún la Iglesia era joven,
íbamos vestidos como simples aldeanos. 12
Nosotros, los sacerdotes, éramos pastores; ahora, pares de reyes.
Y, sin embargo, a veces amo la vida de un pastor.
UNA VOZ.
¡Vida de pastor!

VIENTRE DEL OBISPO LOBO.


¡Sí! en el momento de la esquila. - Pastores y lobos somos nosotros:
Ellos, las pobres ovejas; y si nos dan de comer no es así,
ellos caen compadecida, por nuestros colmillos implacables.
Dulces connubiales que tenemos prohibido degustar.
¡Está bien! - bajo este pesado yugo
El más puro vacila: - esto es mejor aún.
¡Escándalos! - No le hago caso: me llenan el bolso,
Y sirven sólo para aumentar mi cola principesca.
La ganancia más pequeña nunca viene mal.
Un cura con dinero sólo tiene que elegir
entre la feria - paga cuatro florines - soy ciego.
¿Tiene un hijo? - de nuevo su bolso debe sangrar.
Es, pues, una buena suma redonda cada año:
dos mil florines; pero ni dos peniques 13 Me recaerían si fueran
prudentes y prudentes. ¡Todo honor para el Papa! Con la rodilla
doblada, me inclino ante él. En su fe viviré, defenderé su iglesia y lo
reconoceré como mi dios.

EL PAPA.
Ahora, ¿cree finalmente el mundo infiel
que un sacerdote ambicioso puede abrir o cerrar
a voluntad las puertas del cielo? Predica fielmente las
ordenanzas elegidas por el cónclave.
Ahora somos reyes: el laico, un esclavo aburrido.
Ola pero el estandarte del Evangelio en el aire,
Y estamos perdidos. Ofrecer sacrificio
o pagar al sacerdote, el Evangelio no enseña.
Si obedecimos sus preceptos,
viviríamos ... ¡Ay! - en la pobreza, y morir mezquinamente.
¡Ah! luego adiós a los ricos corceles enjaezados,
a los suntuosos carros, que un asno hosco
soportaría la corpulenta majestad de Roma. 14 .....
¡No! —Firmemente los derechos de San Pedro los protegeré,
Y los intrusos imprudentes con mi estruendo de truenos .
Vamos a hacerlo: el universo es nuestro,
y las naciones postradas nos adoran como a Dios.
Camino sobre sus cuerpos hasta mi trono.
Aprovechad, laicos inmundos, de nuestro tesoro ...
Tres gotas de agua bendita llenan vuestra medida.
No continuaremos con nuestra traducción del drama de Manuel. La
angustia del clero al descubrir los esfuerzos de los reformadores y su
enfado contra quienes amenazaron con poner fin a sus desórdenes
están pintados con los colores más vivos. Los modales disolutos, de los
que este misterio presenta una imagen tan vívida, eran demasiado
comunes para que cada uno no se sorprendiera con la verdad de la
representación. La gente estaba emocionada. Muchas fueron sus
bromas al partir del espectáculo en la Rue de la Croix; pero algunas
personas se vieron más afectadas; hablaron de la libertad cristiana y
del despotismo papal; contrastaron la sencillez del Evangelio con la
pompa de Roma. El desprecio del pueblo pronto rebasó todos los
límites. El miércoles de ceniza se desfilaron las indulgencias por las
calles, acompañadas de canciones satíricas. En Berna y en toda Suiza
se había dado un duro golpe al antiguo edificio del Papado.
Poco después de esta representación, se representó otra comedia en
Berna; pero en esto no se inventó nada. El clero , el consejo y los
ciudadanos estaban reunidos frente a la Puerta Superior, esperando el
cráneo de Santa Ana, que el famoso caballero Alberto de Stein había
ido a buscar a Lyon. Por fin apareció Stein, llevando la reliquia sagrada
envuelta en una tela de seda, ante la cual el obispo de Lausana había
doblado humildemente la rodilla al pasar por su ciudad. La preciosa
calavera fue llevada en procesión a la iglesia dominicana; las campanas
sonaron; el tren entró en el templo; y con gran solemnidad se colocó el
cráneo de la madre de María sobre un altar especialmente consagrado
a él, y detrás de un suntuoso enrejado. Pero en medio de estos
regocijos, se recibió una carta del abad del convento de Lyon, en la que
reposaban las reliquias del santo, anunciando que los mo nks habían
vendido al caballero una calavera profana sacada del cementerio, de
entre los fragmentos esparcidos de los muertos. Esta mistificación
indignó profundamente a los habitantes de la ilustre ciudad de Berna.
La Reforma avanzaba en otras partes de Suiza d. En 1521, un joven de
Appenzel, llamado Walter Klarer, regresó de la universidad de París a
su cantón natal. Las obras de Lutero cayeron en sus manos y en 1522
predicó la doctrina evangélica con toda la energía de un cristiano
joven. Un posadero llamado Rausberg, miembro del consejo de
Appenzel, un hombre rico y piadoso, abrió su casa a todos los amigos
de la verdad. Un famoso capitán, Bartolomé Berweger, que había
luchado por Julio II y León X, habiendo regresado de Roma por esta
época, persiguió a los ministros evangélicos. Sin embargo, un día,
recordando la maldad que había visto en Roma, comenzó a leer su
Biblia y a asistir a los sermones de los nuevos predicadores: se le
abrieron los ojos y abrazó el Evangelio. Al presenciar las multitudes
que no podían encontrar lugar en las iglesias, dijo: "Que los ministros
prediquen en los campos y lugares públicos"; ya pesar de una violenta
oposición, los prados, colinas y montañas de Appenzel, a menudo,
luego resonaban con las nuevas de la salvación.

Esta doctrina , avanzando hacia arriba a lo largo de las orillas del Rin,
se extendió incluso hasta la antigua Rhaetia. Un día, un extraño que
venía de Zurich cruzó el arroyo y entró en la casa de un talabartero en
Flasch, el primer pueblo de los Grisones. El guarnicionero, Christia n
Anhorn, escuchó con asombro el lenguaje de su invitado. Todo el
pueblo invitó al extraño, que se llamaba Jacques Burkli, a predicarles.
Ocupó su puesto frente al altar; una tropa de hombres armados, con
Anhorn a la cabeza, se paró para protegerlo de cualquier ataque
repentino mientras proclamaba el Evangelio. El rumor de esta
predicación se extendió por todas partes, y el domingo siguiente una
inmensa multitud acudió a la iglesia. En un breve espacio una gran
proporción de los habitantes de estos distritos reclamaron la
Eucaristía según la institución de nuestro Señor. Pero de repente sonó
la bocina en Mayenfeldt; la gente asustada corrió junta para conocer la
causa; los sacerdotes describieron el peligro que amenazaba a la
Iglesia; y luego, ante el corazón de esta fanática multitud, corrió
apresuradamente hacia Flasch. Anhorn, que estaba trabajando en el
campo, sorprendido al escuchar el sonido de las campanas en un
momento tan inusual, regresó a casa de inmediato y escondió a Burkli
en un agujero profundo en su sótano. La casa fue rodeada, las puertas
irrumpieron; buscaron al predicador hereje, pero en vano: al fin, los
perseguidores abandonaron el lugar. 15
La Palabra de Dios se difundió por toda la liga de las diez
jurisdicciones. El sacerdote de Mayenfeldt, a su regreso de Roma,
adonde había ido en su irritación por el progreso del Evangelio,
exclamó: "¡Roma me ha hecho evangélico!" y se convirtió en un
ferviente reformador. Poco después la Reforma se extendió a la liga de
“la casa de Dios”: “¡Oh! ¡para que pudieras ver cómo los habitantes de
las montañas réticas se deshacen del yugo del cautiverio babilónico! "
le escribió Salandronius a Vadian.
Desórdenes de carácter repugnante aceleraron el tiempo en que Zurich
y los cantones vecinos rompieron el yugo romano. Un maestro de
escuela casado , que deseaba ingresar a las sagradas órdenes, obtuvo el
consentimiento de su esposa con este punto de vista y se separaron. El
nuevo sacerdote, al ver que era imposible observar su voto de celibato
y no estaba dispuesto a herir los sentimientos de su esposa, abandonó
el lugar donde ella vivía y fue a la sede de Constanza, donde formó una
conexión criminal. Su esposa se enteró de esto y lo siguió. El pobre
sacerdote tuvo compasión de ella, y despidiendo a la mujer que había
usurpado sus derechos, llevó a su legítima esposa a su casa. El p
rocurator-fiscal inmediatamente elaboró una queja; el vicario general
estaba fermentado; los consejeros del consistorio deliberaron ... y
ordenaron al cura que abandonara a su esposa o a su beneficio. La
pobre mujer salió llorando de la casa de su marido y su rival volvió a
entrar triunfante. La Iglesia se declaró satisfecha, y desde ese momento
el sacerdote adúltero no fue molestado. dieciséis
Poco después, un párroco de Lucerna sedujo a una mujer casada y
vivió con ella. El marido, habiendo regresado a Lucerna, aprovechó la
ausencia del sacerdote para recuperar a su esposa. Mientras la llevaba
a casa, el seductor los encontró; cayó sobre el marido herido e infligió
una herida de la cual murió este último. 17 Todos los hombres
piadosos sintieron la necesidad de restablecer la ley de Dios, que
declara el matrimonio honorable en todos. 18 Los ministros
evangélicos habían descubierto que la ley del celibato era de origen
humano, impuesta por los pont iffs, y contraria a la Palabra de Dios,
que, describiendo a un obispo fiel, lo representa como esposo y padre
(1 Timoteo 3: 2 , 4). Al mismo tiempo, observaron que de todos los
abusos que se habían infiltrado en la Iglesia, ninguno había sido causa
de más vicio y escándalo. Pensaron, por tanto, que no sólo era lícito,
sino, más aún, un deber para con Dios rechazarlo. Muchos de ellos
volvieron ahora a este antiguo uso de los tiempos apostólicos. Xyloctect
estaba casado. Zwingle también se casó durante este período.
Ninguna mujer había sido más respetada en Zurich que Anna
Reinhardt, la viuda de Meyer von Knonau, la madre de Gerold. Desde
la llegada de Zwingle, ella había sido una de sus oyentes más atentas;
ella vivía cerca de él, y él había notado su piedad, su modestia y su
afecto por sus hijos. El joven Geroldo, que se había convertido, por así
decirlo, en su hijo adoptivo, lo acercó aún más a la madre. Los
sufrimientos sufridos por esta mujer cristiana, que un día iba a ser
juzgada con más crueldad que cualquiera de sus sexos registrados en
la historia, habían comunicado una seriedad que contribuyó a
manifestar más vivamente sus virtudes evangélicas. 19 En ese
momento tenía unos treinta y cinco años y su fortuna solo ascendía a
cuatrocientos florines. Fue en ella que Zwingle fijó sus ojos como
compañera de por vida. Comprendió todo el carácter sagrado y la
simpatía del estado conyugal. Lo tituló "una alianza santísima". 20 -
“De la misma manera”, dijo, “como Cristo murió por sus seguidores y
se entregó enteramente por ellos, así las personas casadas deben hacer
todo y sufrir todo el uno por el otro”. Pero Zwingle, cuando tomó a
Anna Reinhardt por esposa, no dio a conocer su matrimonio. Esta es,
sin duda, una debilidad reprochable en un hombre en otras ocasiones
tan decidido. La luz que él y sus amigos habían adquirido sobre la
cuestión del celibato no era general. Las mentes débiles podrían
haberse escandalizado. Temía que su utilidad en la Iglesia se paralizara
si su matrimonio se hiciera público. 21 Se sacrificó una parte de su
felicidad a estos temores, excusable tal vez, pero que tendría que haber
sacudido. 22

Notas finales:

1. Kam ein langer, gerader, barfusser Monch..ritte auf einer


Eselin. Fusslin Beytrage, 4:39.
2. A tali Franciscano, Gallo, quae omnia mare
superstitionum confluere faciunt, inaudita. Zw. Epp. Pág.
207.
3. Bruder, da irrest du. Fusslin Beytr. 4:40.
4. Placa de cocción Dass er beyde Hande zussammen.
Fusslin, Beytr. 4:40.
5. Quicquid facio venenum est illis. Sed est in quem omnis
spe s mea reclinat. Zw. Epp. Pág. 192.

6. Wolt er keine pracht tryben mit latein schwatzen, sonern


gut teutsch reden. Bullinger Chronik.
7. Absit a grege Christiano, ut caput tam lutulentum et
peccatis plenum accepttans, Christum abjiciat. Zw. Epp.
Pág. 195.
8. Kein kosten soll uns dauern dran, Wo wir Monch und
Priester mogen ha'n, Und sollt'es kosten hundert
kronen..Bern. Mausol. 4. Wirz. K. Gesch. 1: 383.
9. Je mehr, je besser! Kamen doch noch zehn! Ibídem.
10. La palabra alemana (Pfaffenmetze) es más cara, pero
menos decente.

11. Wenn mir nicht war 'mit Todten wohl, So lag nicht
mancher Acker voll, etc. Ibid. Ich truge vielleicht grobes
Tuch und Zwilchen. Ibídem.
12. Wenn es stund, wie im Anfang der Kilchen, Ich truge
vielleicht grobes Tuch und Zwilchen. Ibídem.
13. El alemán es muy expresivo: - So bin Ich auf gut
Deutsch ein Hurenwirth, etc. etc. Ibid.
14. Wir mochten fast kaum ein Eselein ha'n. Bern Mausol. 4.
Wirz. K. Gesch. 1: 383.
15. Anhorn Wedergeburt der Ev. Kirchen in den 3 Bundten.
Chur. 1680; Wirz. 1: 557.
16. Simml. Samml. 6; Wirz. K. Gesch. 1: 275 .
17. Hinc cum scorto redeuntem in itinere deprehendit,
aggreditur, lethiferoque vulnere caedit et tandem
moritur. Zw. Epp. Pág. 206.
18. Hebreos 8: 4.

19. Anna Reinhard, von Gerold Meyer von Knonau, pág. 25.
20. Ein hochheiliges Bundniss. Ibídem.
21. Qui veritus sis, te marito non tam feliciter usurum
Christum in negotio verbi sui. Zw. Epp. Pág. 335.
22. Biógrafos, historiadores respetables y todos los
escritores que los han copiado, sitúan el matrimonio de
Zwingle dos años después, en abril de 1524. Sin ninguna
intención de exponer aquí todas las razones que me han
convencido de su error, dejaré simplemente el más
autoridades decisivas. Una carta de Myconius, amigo
íntimo de Zwingle, fechada el 22 de julio de 1522, tiene
estas palabras: Vale cum uxore quam felicissime. En otra
carta del mismo, escrita a finales de año, leemos: Vale
cum uxore. El contenido mismo de estas cartas prueba la
exactitud de sus respectivas fechas. Pero lo que es más
fuerte aún es una carta escrita desde Estrasburgo por
Bucer, en el mismo momento en que se hizo público el
matrimonio de Zwingle , el 14 de abril de 1524 (falta la
fecha del año, pero la evidencia interna prueba que fue
escrita en 1524), que contiene varios pasajes que
muestran que Zwingle debe haber estado casado algún
tiempo: aquí hay varios, además del citado en la nota
anterior : - "Professum palam te maritum legi. Unum hoc
desiderabam in te. - Quae multo facilius quam connubii
tui confessionem Antichristus posset ferre. - Agamon, ab
eo, quod cum fratribus..episcopo Constantiensi
congressus es, nullus credidi. - Qua rat ione id tam diu
celares..non dubitarim, rationibus huc adductum, quae
apud virum evangelicum non queant omnino repudiari,
"etc. .Zw. Epp. P. 335. Zwingle, por tanto, no se casó en
1524; pero luego dio a conocer su matrimonio, habiendo
sido contraído dos años antes. Los eruditos editores de las
cartas de Zwingle dicen: "¿Num forte jam Zwinglius
Annam Reinhardam clandestino in matrimonio
habebat?" pags. 210. Esto no parece ser un punto dudoso,
sino un hecho que combina toda la verdad requerida en
la historia.
LIBRO 8
CAPÍTULO 14

Pero intereses mucho más elevados que éstos ocupaban la mente de


los amigos de la verdad. La dieta, como hemos visto, presionada por los
enemigos de la Reforma, había ordenado a los predicadores
evangélicos que no predicaran doctrinas que pudieran perturbar a la
gente . Zwingle sintió que había llegado el momento de actuar; y con su
energía característica convocó a un encuentro en Einsidlen de los
ministros del Señor amigables con el Evangelio. La fuerza del cristiano
no consiste en el poder de las armas, ni en las llamas del montón
ardiente, ni en las intrigas facciosas, ni en el apoyo de los valientes de
la tierra; es una confesión sencilla, pero audaz y unánime de esas
grandes verdades a las que el mundo debe estar sometido algún día.
Dios llama especialmente a quienes le sirven a sostener firmemente
esta doctrina ante el pueblo, sin dejarse alarmar por los gritos de sus
adversarios. Estas verdades tienen en sí mismas la seguridad de su
triunfo; y ante ellos caen ídolos, como en tiempos pasados antes del
arca de Dios. Llegó la hora en que Dios quiso que la gran verdad de la
salvación fuera así confesada en Suiza; era un requisito que el
estandarte del Evangelio se plantara en algún lugar alto. La
Providencia estaba a punto de sacar de sus apartados retiros a muchos
hombres humildes pero intrépidos, y hacer que dieran un testimonio
noble en presencia de la nación.
Hacia finales de junio y principios de julio de 1522, se vieron piadosos
ministros de todos lados en camino hacia la célebre capilla de
Einsidlen en una nueva peregrinación. 1 De Art en el cantón de
Schwytz, vino su sacerdote Balthasar Trachsel; de Weiningen, cerca de
Baden, el sacerdote Staheli; de Zug, Werner Steiner; de Lucerna, el
canon Kilchmeyer; de Uster, el titular Pfister; de Hongg, cerca de
Zurich, el sacerdote Stumpff; y de la misma Zurich, el canónigo
Fabricius, el capellán Schmidt, Grossman, el predicador del hospital y
Zwingle. Leo Juda, el sacerdote de Einsidlen, recibió con alegría a
todos estos ministros de Jesucristo en la antigua abadía.
Posteriormente a la residencia de Zwingle, este lugar se había
convertido en la fortaleza de la verdad y en la morada de los justos. 2
Así, doscientos quince años antes, treinta y tres valientes patriotas se
habían reunido en la llanura solitaria del Grutli, resueltos a romper el
yugo de Austria. En Einsidlen se reunieron para romper el yugo de la
autoridad humana en las cosas divinas. Zwingle propuso que sus
amigos dirigieran una petición urgente a los canones y al obispo, con
miras a obtener la predicación libre del Evangelio y, al mismo tiempo,
la abolición del celibato obligatorio, la fuente de tales desórdenes
criminales. Todos coincidieron en su opinión. 3 Ulrich había preparado
él mismo la dirección. Primero se leyó la petición al obispo: fue el 2 de
julio, y fue firmada por todos los evangelistas nombrados arriba. Un
afecto cordial entrelazó a los predicadores de la verdad del Evangelio
en Suiza. Hubo muchos otros que simpatizaron con los hombres que
se habían conocido en Einsidlen; tales eran Haller, Myconius, Hedio,
Capito, Oecolampadius, Sebastian Meyer, Hoffmeister y Vanner. Esta
armonía es una de las características más hermosas de la Reforma
Suiza. Estas excelentes personas actuaron siempre como un solo
hombre y siguieron siendo amigos hasta la muerte.
Los hombres de Einsidlen sintieron que sólo por el poder de la fe los
miembros de la Confederación, divididos por las capitulaciones
extranjeras, podrían convertirse en un solo cuerpo. Pero sus ojos
estaban dirigidos al cielo. “La enseñanza celestial”, dijeron a su
superior eclesiástico en el discurso del 2 de julio, “esa verdad que Dios
Creador ha manifestado por su Hijo al género humano inmerso en el
pecado, ha sido velada desde hace mucho tiempo de nuestros ojos por
el ignorancia, por no decir la maldad, de unos pocos hombres. Pero
este mismo Dios Todopoderoso ha resuelto restablecerlo en su estado
primitivo. Únanse, entonces, a los que desean que todo el cuerpo de
cristianos vuelva a su Cabeza, que es Cristo. 4 ...... Por nuestra parte,
estamos decididos a proclamar su Evangelio con perseverancia
infatigable, y al mismo tiempo con tal discreción que nadie se queje de
ello. 5 Favorezca esto: puede ser asombroso, pero no una empresa
precipitada. Sé como Moisés, en el camino, a la cabeza del pueblo
cuando salieron de Egipto, y con tus propias manos derriba todo
obstáculo que se oponga al avance triunfal de la verdad ”. Después de
su enérgica apelación, los evangelistas reunidos en Einsidlen
abordaron la cuestión del celibato. Zwingle no tenía nada que
preguntar al respecto; tenía una esposa como, según la descripción de
San Pablo, debería ser la esposa de un ministro de Cristo: seria, sobria
, fiel en todo. (1 Timoteo 3:11.) Pero pensó en sus hermanos, cuyas
conciencias todavía no estaban, como la suya, emancipadas de las
ordenanzas humanas. Anhelaba, además, ese tiempo en que todos los
siervos de Dios pudieran vivir abiertamente y sin miedo en el seno de
sus familias, teniendo a sus hijos en sujeción con toda seriedad. (1
Timoteo 3: 4.) “No pueden ignorar”, dijeron los hombres de Einsidlen,
“cuán deplorablemente los sacerdotes han violado hasta ahora las
leyes de castidad. Cuando en la consagración de los ministros del
Señor, preguntan al que habla por todos los demás: ¿Son justos los
que nos presentas? - responde: Son justos. - ¿Están aprendidos? Se
aprenden. Pero cuando se le pregunta: ¿Son castos? Él responde: Hasta
donde lo permita la debilidad humana. 6 El Nuevo Testamento
condena en todas partes las relaciones licenciosas; en todas partes
sanciona el matrimonio ". A continuación se presentan un gran
número de citas. “Por eso”, prosiguieron, “os suplicamos , por el amor
de Cristo, por la libertad que nos ha comprado, por la miseria de
tantas almas débiles y vacilantes, por las heridas de tantas ulceradas
las conciencias, por todos los motivos divinos y humanos ...... para
permitir que lo que se ha promulgado precipitadamente sea
sabiamente derogado; por temor a que el majestuoso edificio de la
Iglesia se derrumbe con un terrible estruendo y se extienda la
destrucción por todas partes. 7 ¡ Mirad con qué tormentas amenaza el
mundo! Si la sabiduría no interfiere, la ruina del orden sacerdotal es
segura ”.
La petición a la confederación fue aún más larga. 8 “Excelentes
señores”, dijeron los aliados de Einsidlen a los confederados al final de
su llamamiento, “todos somos suizos y ustedes son nuestros padres.
Hay algunos entre nosotros que han sido fieles en el campo de batalla,
en las cámaras de pestilencia y en medio de otras calamidades. Es en
nombre de la sincera castidad que nos dirigimos a ustedes. ¿Quién
ignora que deberíamos satisfacer mejor los deseos de la carne al no
someternos a las reglas del matrimonio legal? Pero debemos poner fin
a los escándalos que afligen a la Iglesia de Cristo. Si la tiranía del
pontífice romano está resuelta a oprimirnos, ¡no temáis nada,
valientes héroes! La autoridad de la Palabra de Dios, los derechos de la
libertad cristiana y el poder soberano de la gracia nos rodearán y
protegerán. 9 Todos tenemos el mismo país, la misma fe; somos suizos,
y la virtud de nuestros ilustres antepasados siempre ha derrochado su
poder mediante una invencible defensa de los injustamente oprimidos
”.

Así, en el mismo Einsidlen, en ese antiguo bastión de la superstición, y


que en nuestros días es uno de los santuarios más famosos de las
observancias romanas, Zwingle y sus amigos alzaron audazmente el
estandarte de la verdad y la libertad. Apelaron a los jefes de Estado y de
la Iglesia. Colocaron pancartas en sus tesis como Lutero, pero a las
puertas del palacio episcopal y del consejo nacional. El grupo de
amigos de Einsidlen se separó tranquilo, regocijado y lleno de
esperanza en ese Dios en cuyas manos habían puesto su causa; y
retirándose, unos por el campo de batalla de Morgarten, otros por la
cadena del Albis, y el resto por diferentes valles y montañas, cada
hombre regresó a su puesto.
“Fue algo muy sublime para esos momentos,” 10 dice Henry Bullinger,
“que estos hombres deben tener por lo tanto atrevido se adelanten, y
reuniendo en torno al Evangelio, exponerse a los peligros. Pero Dios
los conservó a todos , para que no les sobreviniera ningún daño;
porque Dios siempre conserva a los suyos ". Fue realmente sublime:
fue un paso audaz en el progreso de la Reforma, uno de los días más
brillantes de la regeneración religiosa de Suiza. Se formó una santa
confederación en Ein Sidlen. Hombres humildes pero intrépidos
habían empuñado la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios y el
escudo de la fe. El Guantelete fue derribado - el desafío fue dado - no
solo por un hombre, sino por hombres de diferentes cantones,
dispuestos a sacrificar sus vidas: deben esperar la lucha.
Todo parecía presagiar que la contienda sería severa. Ya cinco días
después, el 7 de julio, los magistrados de Zurich, deseosos de ofrecer
alguna satisfacción al partido romano, habían convocado ante ellos a
Conrad Grebel y Claus Hottinger, dos de esos hombres violentos que
parecían deseosos de traspasar los límites del una reforma prudente.
"Te prohibimos", dijo el burgomaestre Roust, "hablar contra los
monjes y sobre las cuestiones controvertidas". A estas palabras se
escuchó un fuerte ruido en la cámara, dice una vieja crónica. Dios se
manifestó de tal manera a lo largo de toda esta obra, que la gente vio
signos de su intervención en todo. Cada hombre miró a su alrededor
con asombro, sin poder descubrir la causa de esta misteriosa
circunstancia. 11

Pero fue especialmente en los conventos donde la indignación fue


mayor. Cada reunión que se celebró en ellos, ya sea para discutir o
divertirse, vio brotar algún nuevo ataque. Un día hubo un gran
banquete en el convento de Fraubrunn; y como el vino se fue metiendo
en la cabeza de los invitados, comenzaron a lanzar los dardos más
envenenados contra el Evangelio. 12 Lo que más indignó a los
sacerdotes y religiosos fue la doctrina evangélica de que, en la Iglesia
cristiana, no debe haber ninguna casta sacerdotal por encima de los
creyentes. Estuvo presente un solo amigo de la Reforma, Macrinus,
laico y maestro de la escuela de Soleure. Al principio evitó la discusión,
pasando de una mesa a otra. Pero finalmente, incapaz de soportar el
lenguaje violento de los invitados, se levantó valientemente y dijo en
voz alta: “¡Sí! todos los verdaderos cristianos son sacerdotes y
sacrificadores, como dice San Pedro: Vosotros sois sacerdotes y reyes
”. A estas palabras, uno de los más ruidosos parloteos, el decano de
Burgdorff, un hombre alto y fuerte con voz de trueno, se echó a reír:
“Entonces, ¿ustedes, griegos y pedagogos, son el sacerdocio real? ...
¡Por cierto! ... reyes mendigos ... sacerdotes sin prebendas ni vida! " 13
Y en el mismo instante sacerdotes y monjes cayeron unánimes sobre el
laico imprudente.

Sin embargo, fue Lucerna donde el paso audaz de los hombres de


Einsidlen estaba destinado a producir la mayor conmoción . La dieta se
había reunido en esta ciudad, y llegaban quejas de todos los rincones
contra estos predicadores atrevidos, que evitarían que Helvetia
vendiera silenciosamente la sangre de sus hijos al extraño. El 22 de
julio de 1522, mientras Oswald Myconius estaba cenando en su propia
casa con el canónigo Kilchmeyer y otros con una disposición favorable
al Evangelio, un joven enviado por Zwingle estaba en la puerta. 14
Trajo las dos famosas peticiones de Einsidlen y una carta de Zwingle
pidiendo a Oswald que las distribuyera en Lucerna. “Es mi consejo”,
agregó el reformador, “que esto se haga en silencio, gradualmente, en
lugar de hacerlo todo a la vez; porque debemos aprender a renunciar a
todo, incluso a la propia vida, por el amor de Cristo ".

El momento crítico se acercaba en Lucerna; el proyectil había caído en


medio de la ciudad y estaba a punto de explotar. Los invitados de
Oswald leen las peticiones. "¡Que Dios prospere este comienzo!" 15
exclamó Oswald, mirando al cielo y añadiendo inmediatamente :
"Desde este mismo momento esta oración debe ser la ocupación
constante de nuestro corazón". Las peticiones circularon de inmediato,
quizás con más ardor del que había requerido Zwingle. Pero el
momento fue extraordinario. Once hombres, la flor del clero, se habían
colocado en la brecha; era deseable iluminar la mente de los hombres,
decidir las vacilaciones y ganarse a los miembros más influyentes de la
dieta.
Oswald, en medio de sus esfuerzos, no se olvidó de sus amigos. El joven
mensajero le había hablado de los ataques que Zwingle tuvo que
soportar por parte de los monjes de Zurich. “La verdad del Espíritu
Santo es invencible”, le escribió Myconius el mismo día. “Protegido con
el escudo de las Escrituras, has vencido no solo en una competencia, ni
en dos, sino en tres, y la cuarta está comenzando ... ¡Agarra esos
poderosos brazos que son más duros que inflexibles! Cristo, para
proteger a sus seguidores, no requiere nada más que su Palabra. Sus
luchas imparten un valor inquebrantable a todos los que se han
dedicado a Jesucristo ". dieciséis

Las dos peticiones no produjeron el efecto deseado en Lucerna.


Algunos hombres piadosos los aprobaron; pero eran pocos. Muchos,
por temor a comprometerse, no los elogiarían ni los culparían. 17
"¡Estas personas", dijeron otros, "nunca tendrán éxito en este
negocio!" Todos los sacerdotes murmuraron y murmuraron contra
ellos; y la gente se volvió violenta contra el Evangelio. La pasión por la
vida militar había reavivado en Luc erne después de la sangrienta
derrota de los Bicocca, y la guerra por sí sola llenaba todas las mentes.
18 Oswald, que observaba con atención estas diferentes impresiones,
sintió que su valor se hundía. El futuro evangélico que había imaginado
en Lucerna y Suiza parecía desvanecerse. "Nuestros compatriotas son
ciegos en lo que respecta a las cosas celestiales", dijo con un profundo
suspiro: "No podemos esperar nada de los suizos, que se refiere a la
gloria de Cristo". 19

En el consejo y en la dieta la irritación fue mayor. El Papa, Francia,


Inglaterra, el imperio, todos estaban en conmoción en Suiza después
de la derrota de Bicocca y la evacuación de Lombardía por los
franceses, bajo las órdenes de Lautrec. ¿No eran los asuntos políticos lo
suficientemente complicados como para que estos once hombres
vinieran con sus peticiones y sobreañadieran meras cuestiones
religiosas? Sólo los diputados de Zur ich se inclinaron a favor del
Evangelio. El canónigo Xyloctect, temiendo por la seguridad de él y de
su esposa (porque se había casado con una hija de una de las primeras
familias del país), derramó lágrimas de pesar, ya que se negó a ir a
Einsidlen y firmar las direcciones. El canónigo Kilchmeyer era más
audaz y tenía todo lo que temer. El 13 de agosto le escribió a Zwingle:
"La sentencia me amenaza, pero la espero con valor" ...... Mientras su
pluma trazaba estas palabras, el acomodador del consejo entró en su
habitación y lo llamó a Aparece mañana. 20 “Si me arrojan a la cárcel”,
dijo, continuando su carta, “reclamaré tu ayuda; pero será más fácil
transportar una piedra de nuestros Alpes que quitarme un dedo de la
Palabra de Jesucristo ”. El respeto debido a su familia y la
determinación del consejo de hacer estallar la tormenta sobre Oswald
salvaron al canon.

Berthold Haller no había firmado las peticiones, quizás porque no era


suizo. Pero con valor inquebrantable explicó el Evangelio de San
Mateo, siguiendo el ejemplo de Zwingle. Una gran multitud llenó la
catedral de Berna. La Palabra de Dios operó más poderosamente sobre
la gente que los dramas de Manuel. Haller fue llamado al
ayuntamiento; el pueblo escoltó al hombre manso hasta allí y
permaneció reunido en la plaza de enfrente. El consejo estaba dividido
en sus sentimientos. “Es un asunto que concierne al obispo”, dijeron
los miembros más influyentes. "Debemos entregárselo a Monseñor de
Lausana". Los amigos de Haller temblaron ante estas palabras y le
rogaron que se retirara lo antes posible. La gente lo rodeó y lo
acompañó a su casa, y un gran cuerpo de ciudadanos armados
permaneció ante su casa, decididos a formar una muralla para su
humilde pastor con sus cuerpos. El obispo y el consejo retrocedieron
ante esta animada demostración, y Haller se salvó. Sin embargo, no
combatió solo en Berna. Sebastian Meyer refutó la carta pastoral del
obispo de Constanza, y especialmente la manida acusación, “que los
discípulos del Evangelio enseñen una nueva doctrina; y que el viejo es
el verdadero ". - “Haber sido mil años equivocados”, dijo, “no nos hará
bien ni por una sola hora; o de lo contrario los paganos deberían
haberse mantenido en su credo. Si se prefieren las doctrinas más
antiguas , mil quinientos años son más de quinientos, y el Evangelio es
más antiguo que los decretos del Papa ”. 21
Por esta época, los magistrados de Friburgo interceptaron algunas
cartas dirigidas a Haller y Meyer por un canónigo de esa ciudad,
llamado John Hollard, natural de Orbe. Lo encarcelaron, lo privaron de
su cargo y finalmente lo desterraron. John Vannius, un corista de la
catedral, pronto se pronunció a favor de la doctrina evangélica; porque
en esta guerra no cayó ningún soldado cuyo lugar no fuera ocupado
inmediatamente por otro. "¿Cómo puede el agua turbia del Tíber", dijo
Vannius, "subsistir junto al arroyo puro que Lutero ha extraído de los
manantiales de San Pablo?" Pero la boca del corista también estaba
cerrada. “ En toda Suiza, difícilmente encontrará hombres más
desfavorablemente dispuestos hacia la sana doctrina que los
Friburger”, escribió Myconius a Zwingle. 22
Sin embargo, debe hacerse una excepción con respecto a Lucerna; y
esto Myconius lo sabía bien. No había firmado las famosas peticiones;
pero si no lo hizo, lo hicieron sus amigos y se buscaba una víctima. La
literatura antigua de Grecia y Roma comenzaba, a través de sus
esfuerzos, a arrojar luz sobre Lucerna; los estudiantes acudían desde
varios barrios para escuchar al erudito profesor; y los amigos de la paz
escucharon con deleite los sonidos más suaves que el choque de
alabardas, espadas y corazas, que hasta entonces habían resonado
solos en esta ciudad guerrera. Oswald lo había sacrificado todo por su
país ; - había abandonado Zurich y Zwingle; - había perdido la salud; -
su esposa estaba enferma; 23 - su hijo era pequeño; - si Lucerne lo
echara una vez, no podría buscar un asilo en ninguna parte. Pero no
hicieron caso de esto: las facciones son despiadadas, y lo que debería
excitar su compasión no hace sino inflamar su ira. Hertenstein,
burgomaestre de Lucerna, un guerrero viejo y valiente, que se había
hecho famoso en las guerras de Suabia y Borgoña, propuso la
destitución del maestro de escuela y quiso expulsarlo del cantón con
su griego, su latín y su evangelio. Él tuvo éxito. Al salir de la reunión del
consejo en el que Myconius había sido privado de su puesto,
Hertenstein se reunió con Berguer, el diputado de Zúrich: "Te
enviamos de vuelta a tu maestro de escuela", la ayuda que él
irónicamente: "prepara un alojamiento confortable para él". - “No lo
dejaremos dormir al aire libre”, respondió de inmediato el valiente
diputado 24 . Pero Berguer prometió más de lo que podía realizar.
Las nuevas del burgomaestre eran demasiado ciertas, y pronto se las
dieron a conocer al infeliz Myconius. Es despojado de su
nombramiento, ...... desterrado; y el único crimen que se le reprocha es
ser discípulo de Lutero. 25 Vuelve los ojos a su alrededor y no
encuentra refugio en ningún lugar. Contempla a su esposa, a su hijo y a
él mismo, criaturas débiles y enfermizas, expulsados de su país ... y a
su alrededor Suiza agitada por una violenta tempestad, quebrantando
y destrozando todo lo que se le resiste. “Aquí”, le dijo entonces a
Zwingle, “aquí está tu pobre Myconius desterrado por el consejo de
Lucerna. 26 ..... ¿Adónde iré? ...... No sé ...... Atacado a ti mismo por
tormentas tan furiosas, ¿cómo puedes protegerme? En mi tribulación
clamo a ese Dios que es mi principal esperanza. Siempre rico, siempre
bondadoso, no permite que ninguno de los que lo invoca se aleje sin
ser escuchado. ¡Que Él provea mis necesidades! "
Así escribió Oswald. No tuvo que esperar mucho la palabra de
consuelo. Había un hombre en Suiza acostumbrado a las batallas de la
fe. Zwingle se acercó a su amigo y lo levantó. “Tan duros son los golpes
con los que los hombres se esfuerzan por derrocar la casa de Dios”,
dijo Zwingle, “y tan frecuentes son sus ataques, que no es solo el viento
y la lluvia los que la golpean, como nuestro Señor predice (Mateo 7 :
27), sino también el granizo y el trueno. 27 Si no hubiera visto que el
Señor vigilaba el barco, hace mucho que habría abandonado el timón;
pero lo veo, a través de la tormenta, fortaleciendo los aparejos,
manejando las vergas, desplegando las velas; más aún, dominando los
mismos vientos ...... ¿No debería ser un cobarde e indigno el nombre
de un hombre si abandonara mi puesto y buscara una muerte
vergonzosa en la huida? Confío enteramente en sus bondades
soberanas . Que gobierne, - que nos lleve hacia adelante, - que se
apresure o se demore, - que nos hunda hasta el fondo de las
profundidades ... nada temeremos. 28 Somos vasos que le pertenecen.
Él puede usarnos como le plazca, por honor o deshonra ". Tras estas
palabras, tan llenas de la más sincera fe, Zwingle prosigue: “En cuanto
a ti, este es mi consejo. Preséntate ante el concilio y pronuncia un
discurso digno de ti y de Cristo; es decir, calculado para derretir y no
irritar sus sentimientos. Niega que eres discípulo de Lutero; confiesa
que eres de Cristo. Deja que tus alumnos te rodeen y hablen también; y
si esto no tiene éxito, entonces ven a tu amigo, ven a Zwingle, ¡y
considera nuestra ciudad como tu hogar!
Animado por este lenguaje, Oswald siguió el noble consejo del
reformador; pero todos sus esfuerzos fueron inútiles. Este testigo de la
verdad se vio obligado a abandonar su país; y la gente de Lucerna lo
condenó tanto que en todos los rincones los magistrados le impidieron
encontrar un asilo. “Queda nada para mí, sino a pedir el pan de casa en
casa,” 29 exclamaron este confesor de Cristo, cuyo corazón fue
aplastado a la vista de tanta hostilidad. Pero poco tiempo después, el
amigo de Zwingle y su auxiliar más poderoso, el primer hombre en
Suiza que había combinado el saber con el amor al Evangelio, el
reformador de Lucerna, y posteriormente uno de los líderes de la
Iglesia helvética, estaba con su esposa enferma. e infante niño
obligado a dejar esa ciudad ingrata, donde, de toda su familia, una sola
de sus hermanas había recibido el Evangelio. Cruzó su antiguo puente;
se despidió de esas montañas que parecen elevarse desde el seno del
lago Walstatter hacia las nubes. Los canónigos Xyloc tect y Kilchmeyer,
los únicos amigos que la Reforma contaba todavía entre sus
compatriotas, lo siguieron poco después. Y en el momento en que este
pobre, acompañado de dos débiles criaturas, cuya existencia dependía
de él, con los ojos vueltos hacia el lago y derramando lágrimas sobre su
país cegado, se despidió de aquellos sublimes escenarios de la
naturaleza, cuya majestuosidad había Rodeado de su cuna, el
Evangelio mismo partió de Lucerna, y Roma reina allí incluso hasta el
día de hoy.
Poco después, la dieta se sentó entonces en Baden, excitado por la
severidad mostrada a Myconius, indignado por las peticiones de
Einsidlen, que ahora estaban impresas y produciendo una gran
sensación en todas partes, y solicitadas por el obispo de Constanza,
quien los llamó a aplastar el reformador, recurrió a la persecución,
ordenó a las autoridades de los bailiwicks comunes que denunciaran a
todos los sacerdotes y laicos que se atrevieran a hablar en contra de la
fe, hizo que el predicador más cercano fuera arrestado de inmediato, a
saber, Urban Weiss, pastor de Fislispach , quien había sido
previamente liberado bajo fianza, y lo hizo llevar a Constanza, donde
fue entregado al obispo, quien lo detuvo un largo tiempo en prisión.
“Fue así”, dice la crónica de Bullinger, “que comenzaron las
persecuciones de los confederados contra el Evangelio: y esto tuvo
lugar por instigación del clero, que en todos los tiempos ha llevado a
Jesucristo ante el tribunal de Herodes y de Pilato." 30
El propio Zwingle tampoco escapó del juicio . Por esta época fue herido
en su punto más tierno. El rumor de sus doctrinas y de sus luchas
había pasado el Sentis, penetró el Tockenburg y alcanzó las alturas de
Wildhaus. La familia de pastores de la que había surgido el reformador
estaba profundamente conmovida. De los cinco hermanos de Zwingle,
algunos habían continuado sus pacíficos trabajos de montaña; otros,
para gran pesar de su hermano, se habían alzado en armas,
abandonado sus rebaños y habían servido a un príncipe extranjero.
Ambos quedaron igualmente asombrados por los informes que
llegaron a sus chalés. Ya se imaginaban a su hermano arrastrado a
Constanza ante el obispo, y una pila erigida para su destrucción en el
mismo lugar donde John Huss había perecido en las llamas. Estos
orgullosos pastores no podían soportar la idea de ser llamados
hermanos de un hereje. Escribieron a Zwingle, describiendo su dolor y
sus miedos. Zwingle les respondió de la siguiente manera: “Mientras
Dios me lo permita, ejecutaré la tarea que me ha confiado, sin temer al
mundo ya sus arrogantes tiranos. Sé todo lo que me puede suceder. No
hay peligro, ninguna desgracia que no haya sopesado cuidadosamente
hace mucho tiempo. Mi propia fuerza es la nada misma, y conozco el
poder de mis enemigos; pero también sé que todo lo puedo en Cristo,
que me fortalece. Aunque debería guardar silencio, otro se vería
obligado a hacer lo que Dios está haciendo ahora a través de mí, y yo
debería ser castigado por el Todopoderoso. Eliminen toda ansiedad,
mis queridos hermanos. Si tengo algún miedo, es que haya sido más
suave y gentil de lo que conviene a nuestros tiempos. 31 ¡ Qué
reproche (dices) se arrojará sobre nuestra familia, si te quemas o te
matan de cualquier otra manera! 32 Oh, por amados hermanos, el
Evangelio deriva de la sangre de Cristo esta propiedad notable, que las
persecuciones más violentas, lejos de frenar su avance, sirven sino
para acelerarlo. Sólo aquellos son los verdaderos soldados de Cristo,
que no temen llevar en su cuerpo las llagas de su Maestro. Todos mis
adoradores no tienen otro objetivo que proclamar a los hombres los
tesoros de la felicidad que Cristo ha comprado para nosotros, para que
todos se refugien en el Padre por la muerte de su Hijo. Si esta doctrina
te escandaliza, tu ira no puede detenerme. Ustedes son mis hermanos ,
¡sí! - mis propios hermanos, hijos del mismo padre, fruto del mismo
vientre; ...... pero si no fueran mis hermanos en Cristo y en la obra de
la fe, entonces mi dolor sería tan violento, que nada podría igualarlo.
Despedida. - Nunca dejaré de ser vuestro afectuoso hermano, si no
dejéis de ser hermanos de Jesucristo ”. 33
Los confederados parecían levantarse, como un solo hombre, contra el
Evangelio. Las direcciones de Einsidlen habían dado la señal. Zwin gle,
agitado por la suerte de Myconius, vio, en sus desgracias, el comienzo
de las calamidades. Enemigos en Zurich, enemigos fuera; los propios
parientes de un hombre se convierten en sus oponentes; una furiosa
oposición por parte de los monjes y sacerdotes; medidas violentas en la
dieta y los consejos; ataques groseros y quizás sangrientos de los
partidarios del servicio exterior; los valles más altos de Suiza, esa cuna
de la confederación, derramando sus falanges invencibles, para salvar
a Roma, y aniquilar a costa de sus vidas la fe naciente de los hijos de la
Reforma: - tal era el cuadro el ojo penetrante de el reformador
descubrió en la distancia, y se estremeció ante la perspectiva. ¡Qué
futuro! ¿Estaba la obra, apenas comenzada, a punto de ser destruida?
Zwingle, pensativo y agitado, expuso toda su angustia ante el trono de
Dios: "Oh Jesús", dijo, ves cómo los impíos y los blasfemos aturden los
oídos de tu pueblo con sus clamores. 34 Tú sabes cómo desde mi niñez
he odiado toda disputa, y sin embargo, a pesar de mí mismo, no has
cesado de impulsarme al conflicto ... Por eso te invoco con confianza
para completar lo que Tú has hecho. comenzado. Si he edificado algo
mal, tíralo tú con tu mano poderosa. Si he puesto algún otro
fundamento que no sea Tú, que tu brazo poderoso lo destruya. 35 Oh
vid rica en dulzura, cuyo labrador es el Padre, y cuyos sarmientos
somos nosotros, no abandones tus sarmientos. 36 ¡ Porque has
prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo!
Fue el 22 de agosto de 1522 cuando Ulrich Zwingle, el reformador de
Suiza, al ver las tormentas que descendían de las montañas sobre la
frágil corteza de la fe, derramó ante Dios las angustias y los deseos de
su alma.
Notas finales:

1. Thaten sich zusammen etliche priester. Toro. Chronik.


2. Zu Einsidlen hatten sie alle Sicherheit dahin zu gehen
und dort zu wohnen. JJ Hottinger Hel contra K. Gesh.
3:86.
3. Und wurden eins an den Bischoff zu Constantz und
gmein Eidtgnossen ein Supplication zu stellen. Toro.
Chronik.
4. Ut universa Christianorum multitudo ad caput suum
quod Christus est, redeat. Supplicatio quorundum apud
Helvetios Evangelistaru m. Zw. Op. 3:18.
5. Evangelium irremisso tenore promulgare
statuimus..Ibid.
6. Suntne casti? Reddidit: Quatenus humana imbecillitas
permittit. Supplicatio, etc. Zw. Op. 3:18.
7. Ne quando moles ista non ex patris coelestis sententia
constructa, cum fragore longe perniciosiore corruat.
Ibídem. 24.

8. Amica et pia paraenesis ad communem Helvetiorum


civitatem scripta, ne evangelicae doctrinae cursum
impediant, etc. Ibíd. 1:39.
9. Divini enim verbi auctoritatem, libertatis christianae et
divinae gratiae praesidium nobis adesse conspicietis.
Ibídem. 63.
10. Es was zwahren gros zu denen Zyten..Bull. Chronik.
11. Da liens die Stube einen grossen Knall. Fusslin Beytr.
4:39.
12. Cum invalescente Baccho, disputationes, imo verius
jurgia..Zw. Epp. Pág. 230.

13. Estote ergo Graeculi ac Donatistae r egale


sacerdotium..Zw. Epp. Pág. 230.
14. Venit puer, quem misisti, inter prandendum. Ibídem.
209.
15. Deus coepta fortunet! Ibídem.

16. Es permaneas, qui es, en Christo Jesu..Ibid. 210.


17. Boni, qui pauci sunt, comandante libellos vestros; alii
nec laudant nec vituperant. Zw . Epp. Pág. 210.
18. Belli furor ocupat omnia. Ibídem.
19. Nihil ob id apud Helvetios agendum de iis rebus quae
Christi gloriam possunt augere. Ibídem.
20. Tu vero audi. Haec dum scriberem, irruit praeco, una
señora Senatoribus..Ibid. 213.
21. Simml. Samml. 6.
22. Hoc audio vix alio s esse per Helvetiam, qui pejus vilict
sanae doctrinae. Zw. Epp. Pág. 226.
23. Conjux infirma. Ibídem. 192.
24. Veniat! Efficiemus enim ne dormiendum sit ei sub dio.
Zw. Epp. Pág. 216.
25. Nil exprobarunt nisi quod sim lutheranus. Ibídem.
26. Expe litur ecce avaro Myconius a Sena tu Lucernano.
Ibídem. 215.
27. Nec Ventos esse, nec imbres, sed grandines et fulmina.
Ibídem. pags. 217.
28. ¡Regat, vehat, festinet, maneat, acceleret, moretur,
mergat! .. Ibid.

29. Ostiatim quaerere quod edam. Zw. Epp. P. 245.


30. Uss anstifften der geistlichen, Die zu allen Z yten,
Christum Pilato und Herodi vurstellen. Chronik.
31. Plus enim metuo ne forte lenior, mitiorque fuerim. De
sempre casta virgine Maria. Zw. Op. 1: 104.

32. Si vel igni vel alio quodam supplicii genere tollaris e


medio. Ibídem.
33. Frater vester germanus nunquam desi nam, si modo vos
fratres Christi esse perrexeritis. Zw. Op. 1: 107.
34. Vides enim, piissime Jesu, aures eorum septas esse
nequissimis susurronibus, sycophantis, lucrionibus..Ibid.
3:74.
35. Si fundamentum aliud praeter te jecero, demoliaris.
Ibídem.
36. ¡O suavissima vitis, cujus vinitor pater palmites vere nos
sumus, sationem tuam ne deseras! Ibídem.

LIBRO 9
CAPÍTULO 1

Durante cuatro años se había vuelto a proclamar en la Iglesia una


antigua doctrina. Las grandes nuevas de la salvación por gracia,
publicadas en tiempos anteriores en Asia, Grecia e Italia, por Pablo y
sus hermanos, y después de muchas edades redescubiertas en la Biblia
por un monje de Wittenberg, habían resonado desde las llanuras de
Sajonia hasta Roma, París y Londres; y las altas montañas de Suiza se
habían hecho eco de sus poderosos acentos. Los manantiales de la
verdad, de la libertad y de la vida se habían vuelto a abrir a la raza
humana. Allí las naciones se apresuraron en muchedumbre y bebieron
con alegría; pero los que habían saciado su sed allí con tanto
entusiasmo, no cambiaron de apariencia. Todo el interior era nuevo y,
sin embargo, todo el exterior parecía haber permanecido igual.
La constitución de la Iglesia, su ritual, su disciplina, no había sufrido
ningún cambio. En Sajonia, e incluso en Wittenberg, dondequiera que
hubieran penetrado las nuevas ideas, el culto papal continuó con su
pompa habitual; el sacerdote ante el altar, ofreciendo la hostia a Dios,
pareció efectuar una transubstanciación inefable; monjes y monjas
entraron en los conventos y tomaron sus votos eternos; los pastores de
los rebaños vivían sin familias; las hermandades religiosas se
reunieron; se emprendieron peregrinaciones; los creyentes colgaron sus
ofrendas votivas en los pilares de las capillas; y todas las ceremonias,
hasta las observancias más insignificantes del santuario, se celebraron
como antes. Había una nueva vida en el mundo, pero aún no había
creado un nuevo cuerpo. El lenguaje del sacerdote formó el contraste
más notable con sus acciones. Se le podría escuchar tronar desde el
púlpito contra la masa, como un culto idólatra; y luego se podría ver
bajar al altar y realizar escrupulosamente las pompas de este misterio.
En todos los cuartos el nuevo Evangelio sonaba en medio de los ritos
antiguos. El propio sacerdote no percibió esta extraña contradicción; y
la gente, que había escuchado con admiración el lenguaje audaz de los
nuevos predicadores, practicaba devotamente las viejas observancias,
como si nunca fuera a dejarlas de lado. Todo siguió igual, en el hogar
doméstico y en la vida social, como en la casa de Dios. Había una
nueva fe en el mundo, pero no nuevas obras. El sol de la primavera
había brillado, pero el invierno aún parecía atar a toda la naturaleza;
no había flores, ni follaje, nada en el exterior que indicara el cambio de
estación. Pero estas apariencias eran engañosas; una vigorosa sap
circulaba sin ser percibida debajo de la superficie y estaba a punto de
cambiar el aspecto del mundo.
Es quizás a este prudente progreso a lo que la Reforma está en deuda
por sus triunfos. Toda revolución debe realizarse en la mente antes de
llevarla a cabo externamente. La inconsistencia que hemos notado ni
siquiera golpeó a Lutero al principio. Le parecía bastante natural que la
gente, que leía sus obras con entusiasmo, permaneciera devotamente
apegada a los abusos que atacaban. Uno casi podría imaginarse que
había esbozado su plan de antemano y había decidido cambiar de
opinión antes de cambiar las formas. Pero esto sería atribuirle una
sabiduría cuyo honor pertenece a una Inteligencia superior. Llevó a
cabo un plan que él mismo no había concebido. En un período
posterior pudo reconocer y discernir estas cosas, pero no las imaginó
ni las dispuso así. Dios abrió el camino: Lutero tenía el deber de
seguirlo.
Si Lutero hubiera comenzado por una reforma externa; si, en cuanto
hubo hablado, hubiera intentado abolir los votos monásticos, la misa,
la confesión y las formas de culto, con toda seguridad se habría
encontrado con una vigorosa resistencia. El hombre necesita tiempo
para adaptarse a las grandes revoluciones. Pero Lutero no fue en modo
alguno el innovador violento, imprudente y atrevido que han descrito
algunos historiadores. 1 La gente, al no ver ningún cambio en sus
devociones habituales, se abandonó sin miedo a su nuevo maestro.
Incluso se sorprendieron de los ataques dirigidos contra un hombre
que todavía les dejaba su masa, sus cuentas, su confesor, y los atribuía
a los bajos celos de oscuros rivales, oa la cruel injusticia de poderosos
adversarios. Sin embargo, las opiniones de Lutero agitaron sus
mentes, renovaron sus corazones y tan arruinaron el antiguo edificio
que pronto se derrumbó por sí solo, sin intervención humana. Las
ideas no actúan instantáneamente; avanzan en silencio, como las
aguas que, al filtrarse tras las rocas de los Alpes, los desprenden del
monte sobre el que descansan; de repente, el trabajo realizado en
secreto se revela, y un solo día es suficiente para poner al descubierto
la acción de muchos años, quizás de muchos siglos.
Comenzaba una nueva era para la Reforma. Ya la verdad fue
restaurada en su doctrina; ahora la doctrina es un combate para
restaurar la verdad en todas las formas de la Iglesia y de la sociedad. La
agitación es demasiado grande para que las mentes de los hombres
permanezcan fijas e inamovibles en el punto que han alcanzado. Sobre
esos dogmas, ahora tan fuertemente sacudidos, se basaban
costumbres que ya se dirigían a su caída y que debían desaparecer con
ellos. Hay demasiado coraje y vida en la nueva generación para que
continúe en silencio antes del error. Los sacramentos, el culto público,
la jerarquía, los votos, la constitución, la vida doméstica y pública,
todos están a punto de ser modificados. El barco, de construcción lenta
y laboriosa, está a punto de abandonar los muelles y ser botado a mar
abierto. Tendremos que seguir su progreso a través de muchos bajíos.

El cautiverio de Wartburg separa estos dos períodos. La Providencia,


que se disponía a dar un impulso tan grande a la Reforma, había
preparado su progreso llevando al retiro profundo del instrumento
destinado a realizarla. El trabajo pareció por un tiempo enterrado con
el obrero; pero es necesario que la semilla se ponga en la tierra para
que dé fruto; y desde esta prisión, que parecía ser la tumba del
reformador, la Reforma estaba destinada a salir a nuevas conquistas
ya extenderse por todo el mundo.
Hasta ahora, la Reforma se había centrado en la persona de Lutero. Su
aparición ante la Dieta de Worms fue sin duda el día más sublime de
su vida. Su carácter apareció en ese momento casi impecable; y es esto
lo que ha dado lugar a la observación de que si Dios, que ocultó al
reformador durante diez meses dentro de los muros de Wartburg, si
ese instante lo hubiera quitado para siempre de los ojos del mundo, su
fin habría sido tan una apoteosis. Pero Dios no proyecta ninguna
apoteosis para su siervo; y Lutero fue preservado para la Iglesia, con el
fin de enseñar, por sus propias faltas, que la fe de los cristianos debe
basarse únicamente en la Palabra de Dios. De repente se vio
transportado lejos del escenario en el que se desarrollaba la gran
revolución del siglo XVI; la verdad, que durante cuatro años había
proclamado con tanta fuerza, continuó en su ausencia actuando sobre
la cristiandad; y la obra, de la cual él era sólo un instrumento débil, de
ahora en adelante llevaba el sello no del hombre, sino del mismo Dios.
Alemania se conmovió en el cautiverio de Lutero. Los rumores más
contradictorios circularon en las provincias. La ausencia del
reformador excitó la mente de los hombres más de lo que podría
haberlo hecho su presencia. En un lugar se dijo que amigos de Francia
lo habían puesto a salvo en la otra orilla del Rin; 2 en otro, que había
caído por la daga del asesino. Incluso en las aldeas más pequeñas se
hicieron averiguaciones sobre Lutero; los viajeros fueron detenidos e
interrogados; y grupos reunidos en los lugares públicos. A veces, algún
orador desconocido contaba en una narración conmovedora cómo se
habían llevado al médico; describió a los crueles jinetes atando las
manos de sus prisioneros, espoleando a sus caballos y arrastrándolo
tras ellos a pie, hasta agotar sus fuerzas, tapando sus oídos a sus gritos
y arrancando la sangre de sus miembros. 3 "El cuerpo de Lutero",
agregó, "se ha visto traspasado de principio a fin". 4 Al oír esto, los
oyentes lanzaron gritos de dolor. "¡Pobre de mí!" dijeron, "¡nunca
volveremos a ver ni a oír a ese hombre de noble mente, cuya voz
conmovió nuestros corazones!" Los amigos de Lutero temblaron de
indignación y juraron vengar su muerte. Mujeres, niños, hombres de
paz y ancianos contemplaron con espanto la perspectiva de nuevas
luchas. Nada podía igualar la alarma de los partidarios de Roma. Los
sacerdotes y monjes, que al principio no habían podido ocultar su
júbilo, creyéndose seguros de la victoria porque un hombre había
muerto, y que habían levantado la cabeza con aire insultante de
triunfo, ahora habrían huido lejos de la amenaza. ira del pueblo. 5
Estos hombres, que mientras Lutero estaba libre, habían dado las
riendas a su furor, temblaban ahora que estaba cautivo. 6 Aleander,
sobre todo, estaba asombrado. "La única forma que nos queda de
salvarnos", escribió un católico romano al arzobispo de Mentz, "es
encender antorchas y cazar a Lutero por todo el mundo, para
devolverlo a la nación que lo está llamando". 7 Se podría haber dicho
que el pálido fantasma del reformador, arrastrando sus cadenas,
sembró el terror y clamó venganza. "La muerte de Lutero", exclamaron
algunos, "hará que se derramen torrentes de sangre". 8
En ningún lugar hubo tanta conmoción como en el propio Worms; Se
escucharon decididos murmullos entre la gente y los príncipes. Ulrich
Hutten y Hermann Busch llenaron el país con sus melodiosos acordes
y canciones de batalla. Carlos V y los nuncios fueron acusados
públicamente . La nación tomó la causa del pobre monje, quien, por la
fuerza de su fe, se había convertido en su líder.

En Wittenberg, sus colegas y amigos, y especialmente Melancthon, se


vieron al principio hundidos en la más profunda aflicción. Lutero había
impartido a este joven erudito los tesoros de esa santa teología que
desde entonces había ocupado su mente por completo. Lutero había
dado sustancia y vida a ese cultivo puramente intelectual que
Melancthon había traído a Wittenberg. La profundidad de la enseñanza
del reformador había golpeado al joven helenista, y el valor del médico
para mantener los derechos del Evangelio eterno contra toda
autoridad humana lo había llenado de entusiasmo. Se había convertido
en socio de sus labores; había tomado la pluma, y con esa pureza de
estilo que derivaba del estudio de los antiguos, había rebajado
sucesivamente y con mano poderosa la autoridad de los padres y
concilios ante la soberana Palabra de Dios.
Melancthon mostró la misma decisión en su aprendizaje que Lutero
mostró en sus acciones. Nunca hubo dos hombres de mayor diversidad
y al mismo tiempo de mayor unidad. "La Escritura", dijo Melancthon,
"imparte al alma un deleite santo y maravilloso: es la ambrosía
celestial". 9 - “La Palabra de Dios”, exclamó Lutero, “es una espada,
una guerra, una destrucción; cae sobre los hijos de Efraín como una
leona en el bosque ”. Así, uno vio en las Escrituras un poder para
consolar, y el otro una oposición violenta contra las corrupciones del
mundo. Pero ambos lo consideraron lo más grande de la tierra; y por
eso estuvieron de acuerdo en perfecta armonía. “Melancthon”, dijo
Lutero, “es una maravilla; todos los hombres lo confiesan ahora. Es el
enemigo más formidable de Satanás y los escolásticos, porque conoce
sus necedades y conoce a Cristo la roca. El pequeño griego me supera
incluso en divinidad; te será tan útil como muchos Luteros ". Y agregó
que estaba dispuesto a abandonar cualquier opinión que Felipe no
aprobara. Por su parte, también Melancthon, lleno de admiración por
el conocimiento de las Escrituras de Lutero, lo colocó muy por encima
de los padres de la Iglesia. Pondría excusas por las bromas con las que
se reprochaba a Lutero y lo comparaba con una vasija de barro que
contiene un tesoro precioso debajo de su tosco exterior . "No debería
estar dispuesto a reprenderlo desconsideradamente por este asunto",
dijo Melancthon. 10

Pero ahora, estos dos corazones, tan unidos, estaban separados. Estos
dos valientes soldados ya no pueden marchar uno al lado del otro para
la liberación de la Iglesia. Lutero ha desaparecido; quizás esté perdido
para siempre. La consternación en Wittenberg fue extrema: como la de
un ejército, de mirada lúgubre y abatida, ante el cuerpo ensangrentado
del general que los conducía a la victoria .

De repente llegaron noticias más reconfortantes. “Nuestro amado


padre vive”, 11 exclamó Felipe en el gozo de su alma; "Anímate y sé
firme". Pero no pasó mucho tiempo antes de que volviera su
abatimiento. Lutero estaba vivo, pero en prisión. El edicto de Worms,
con sus terribles proscripciones, 12 se distribuyó por miles en todo el
imperio, e incluso entre las montañas del Tirol. 13 ¿No sería aplastada
la Reforma por la mano de hierro que la pesaba? El gentil espíritu de
Melancthon estaba abrumado por el dolor.
Pero la influencia de una mano más poderosa se sintió sobre la mano
del hombre; Dios mismo privó al formidable edicto de toda su fuerza.
Los príncipes alemanes, que siempre habían buscado disminuir el
poder de Roma en el imperio, temblaron ante la alianza entre el
emperador y el Papa, y temieron que terminaría en la destrucción de
su libertad. En consecuencia, mientras Carlos en su viaje por los Países
Bajos saludaba con una sonrisa irónica los montones de llamas que
aduladores y fanáticos encendían en los lugares públicos con las obras
de Lutero, estos mismos escritos se leían en Alemania con un
entusiasmo cada vez mayor, y numerosos folletos en Los favores de la
reforma infligían diariamente un nuevo golpe al papado.
Los nuncios se distrajeron al ver este edicto, fruto de tantas intrigas,
de tan poco efecto. "La tinta con la que Carlos V firmó su arresto",
dijeron con amargura, "está apenas seca, y sin embargo el decreto
imperial está hecho pedazos por todas partes". La gente estaba cada
vez más apegada al hombre admirable que, sin hacer caso de los
truenos de Carlos y del Papa, había confesado su fe con el coraje de un
mártir. “Ofreció retractarse”, dijeron ellos, “si era refutado, y nadie se
atrevió a emprender su tarea. ¿No prueba esto la verdad de sus
doctrinas? " Así, el primer movimiento de alarma fue sucedido en
Wittenberg y en todo el imperio por un movimiento de entusiasmo.
Incluso el arzobispo de Mentz, al presenciar este arrebato de simpatía
popular, no se atrevió a dar permiso a los Cordelier para predicar
contra el reformador. La universidad, que parecía a punto de ser
aplastada, levantó la cabeza. Las nuevas doctrinas estaban establecidas
con demasiada firmeza para que la ausencia de Lutero las sacudiera; y
los pasillos de la academia apenas podían contener a la multitud de
oyentes. 14

Notas finales:
1. Hume y otros.
2. Hic..invalescit opinio, me esse ab amicis captum e
Francia missis. L. Epp. 2: 5.
3. Et inter festinantes cursu equites ipsum pedestrem
raptim extractum fuisse ut sanguis e digitis erumperet.
Cochloeus, pág. 39.
4. Fuit qui testatus sit, visum a se Lutheri cadáver
transfossum..Pallavicini, Hist. Conc. Trid. 1: 122.
5. Molem vulgi inminentis ferre non possunt. L. Epp. 2:13.
6. Qui me libero insanierunt, nunc me captivo ita formidant
ut incipiant mitigare. Ibídem.
7. Nos vitam vix redempturos, nisi accensis candelis
undique eum requiramus. Ibídem.
8. Gerbelii Ep. En MS. Heckelianis. Lindner, Leb. Luth. Pág.
244.
9. Mirabilis en i es voluptas, immo ambrosia quaedam
caelestis. Corp. Ref. 1: 128.

10. Spiritum Martini nolim temere in hac causa


interpellare. Corp. Ref. 1: 211.
11. Pater noster carissimus vivit. Ibídem. 389.
12. Dicitur parari proscriptio horrenda. Ibídem.
13. Dicuntur signatae chartae prosc riptionis bis mille
missae quoque ad Insbruck. Ibídem.
14. Scholastici quorum supra millia ibi tunc fuerunt.
Spalatini Annales, 1521, octubre.
LIBRO 9
CAPÍTULO 2

Mientras tanto, el Caballero Jorge, porque por ese nombre se llamaba


a Lutero en Wartburg, vivía solitario y desconocido. "Si me vieras", le
escribió a Melancthon, "me tomarías por un soldado, y ni siquiera tú
me reconocerías". 1 Luther en un primer momento se permitió reposo,
disfrutando de un placer que no habían sido hasta entonces lo
permitido . Deambuló libremente por la fortaleza, pero no pudo
traspasar las murallas. 2 Todos sus deseos fueron atendidos y nunca lo
habían tratado mejor. 3 Una multitud de pensamientos llenó su alma;
pero nadie tenía poder para molestarlo. Por turnos, miró hacia los
bosques que lo rodeaban y alzó los ojos hacia el cielo. "Un extraño
prisionero soy yo", exclamó, "¡cautivo con y contra mi voluntad!" 4
“Ruega por mí”, le escribió a Espalatino; “Tus oraciones son lo único
que necesito. No lamento nada de lo que se pueda decir de mí en el
mundo. Por fin estoy en reposo ". 5 Esta carta, así como muchas otras
del mismo período, está fechada en la isla de Patm os. Lutero comparó
Wartburg con la famosa isla a la que la ira de Domiciano en tiempos
anteriores había desterrado al apóstol Juan.
En medio de los bosques oscuros de Turingia, el reformador reposó de
las violentas luchas que habían agitado su alma . Allí estudió la verdad
cristiana, no con el propósito de contender, sino como un medio de
regeneración y vida. El comienzo de la Reforma fue necesariamente
polémico; nuevos tiempos requerían nuevos trabajos. Después de cortar
los espinos y los matorrales, era requisito sembrar pacíficamente la
Palabra de Dios en el corazón. Si Lutero hubiera sido llamado
incesantemente a pelear nuevas batallas, no habría logrado una obra
duradera en la Iglesia. Así, por su cautiverio, escapó de un peligro que
posiblemente podría haber arruinado la Reforma, el de atacar y
destruir siempre sin defender ni construir.
Este humilde retiro tuvo un resultado aún más precioso. Levantado por
sus compatriotas, como en un escudo, estaba al borde del abismo; el
menor mareo podría haberlo hundido de cabeza. Algunos de los
primeros promotores de la Reforma, tanto en Alemania como en
Suiza, se toparon con el fanatismo y el orgullo espiritual. Lutero era un
hombre muy sujeto a las debilidades de nuestra naturaleza y no pudo
escapar por completo de estos peligros. La mano de Dios, sin embargo,
lo libró por un tiempo, sacándolo repentinamente de la esfera de las
ovaciones embriagadoras y arrojándolo a un retiro desconocido. Allí su
alma estaba envuelta en piadosa meditación al estrado de los pies de
Dios ; nuevamente fue templado en las aguas de la adversidad; sus
sufrimientos y humillaciones lo obligaron a caminar, al menos por un
tiempo, con los humildes; y los principios de una vida cristiana se
desarrollaron a partir de entonces en su alma con mayor energía y
libertad.
La calma de Lutero no duró mucho. Sentado en soledad en las murallas
de Wartburg, permaneció días enteros perdido en profunda
meditación. En un momento la Iglesia apareció ante él, mostrando
toda su miseria; 6 en otro, dirigiendo sus ojos esperanzados hacia el
cielo, podría exclamar: "¿Por qué, oh Señor, has hecho a todos los
hombres en vano?" (Salmo 89:48.) Y luego, cediendo a la
desesperación, gritó con abatimiento: “¡Ay! ¡No hay nadie en este
último día de su muerte, que esté como un muro delante del Señor y
salve a Israel! "
Luego, recurriendo a su propio destino, temió ser acusado de desertar
del campo de batalla; 7 y esta suposición pesaba sobre su alma.
"Preferiría " , dijo, "estar tendido sobre carbones de fuego, que estar
aquí medio muerto". 8
Transportándose en la imaginación a Worms y Wittenberg, en medio
de sus adversarios, lamentó haber cedido al consejo de sus amigos,
haber abandonado el mundo y no haber presentado su pecho a la furia
de los hombres. 9 "¡Ay!" dijo, "no hay nada que desee más que
presentarme ante mis enemigos más crueles". 10
Sin embargo, pensamientos más suaves trajeron una tregua a tal
ansiedad. No todo fue tormenta y tempestad para Lutero; de vez en
cuando, su mente agitada encontraba tranquilidad y consuelo. Junto a
la certeza de la ayuda de Dios, una cosa lo consoló en sus dolores; era
el recuerdo de Melancthon. "Si muero", escribió, "el Evangelio no
perderá nada: 11 me sucederás como Eliseo a Elías, con una doble
porción de mi espíritu". Pero recordando la timidez de Felipe, exclamó
con energía: “¡Ministro de la Palabra! guarda los muros y las torres de
Jerusalén hasta que el enemigo te derribe. Todavía estamos solos en el
campo de batalla; después de mí, te apuntarán con sus golpes. " 12
La idea del ataque final que Roma estaba a punto de hacer contra la
Iglesia naciente renovó sus ansiedades. El pobre monje, solitario y
prisionero, tuvo muchos combates que luchar solo. Pero pronto se le
ocurrió una esperanza de liberación. Le pareció que los asaltos del
Papado levantarían a toda la nación alemana, y que los soldados
victoriosos del Evangelio rodearían el Wartburg y descansarían al
prisionero de la libertad. “Si el Papa”, dijo, “pone su mano sobre todos
los que están de mi lado, habrá disturbios en Alemania; cuanto mayor
sea su prisa por aplastarnos, más pronto llegará el fin del Papa y sus
seguidores. Y yo ... te seré restituido. 13 Dios está despertando el
corazón de muchos y estimulando a las naciones. Sólo que nuestros
enemigos tomen nuestro asunto en sus brazos y traten de sofocarlo;
cogerá fuerza bajo su presión y resultará diez veces más formidable ".
Pero la enfermedad lo derribó de aquellos lugares altos en los que su
valor y su fe lo habían colocado. Ya había sufrido mucho en Worms; su
enfermedad aumentaba en soledad. 14 No pudo soportar la comida en
el Wartburg, que era menos rudo que el de su convento; se vieron
obligados a darle la escasa dieta a la que estaba acostumbrado. Pasó
noches enteras sin dormir. Las ansiedades de la mente se añadieron a
los dolores del cuerpo. Ninguna gran obra se realiza sin sufrimiento y
martirio. Lutero, solo sobre su roca, soportó en su fuerte estructura
una pasión que la emancipación de la raza humana hizo necesaria.
“Sentado de noche en mi cámara, gemí como una mujer de parto ;
desgarrado, herido y sangrando ” 15 ...... luego, interrumpiendo sus
quejas, conmovido con el pensamiento de que sus sufrimientos son
una bendición de Dios, exclamó con amor:“ Gracias a Ti, oh Cristo,
que ¡No me dejes sin las preciosas marcas de tu cruz! " 16 Pero pronto,
enfurecido consigo mismo, gritó: “¡Soy un loco y de corazón duro! ¡Ay
de mí! Rara vez oro, rara vez lucho con el Señor, ¡no gimo por la Iglesia
de Dios! 17 En lugar de ser de espíritu ferviente, mis pasiones se
encienden; ¡Vivo en la ociosidad, en el sueño y en la indolencia! "
Entonces, sin saber a qué debía atribuir este estado, y acostumbrado a
esperar todo del cariño de sus hermanos , exclamó en la desolación de
su corazón: “¡Oh amigos míos! ¿Te olvidas entonces de orar por mí,
que Dios está tan lejos de mí?
Los que estaban a su alrededor, así como sus amigos en Wittenberg y
en la corte de electores, estaban inquietos y alarmados por este estado
de sufrimiento. Temían ver la vida que habían rescatado de las llamas
del Papa y la espada de Carlos V decaer tristemente y morir. ¿Estaba el
Wartburg destinado a ser la tumba de Lutero? “Me temo”, dijo
Melancthon, “que el dolor que siente por la Iglesia provocará su
muerte. Él ha encendido fuego en Israel; si muere, ¿qué esperanza nos
quedará? ¡Ojalá pudiera retener en el mundo a costa de mi propia
miserable vida esa alma que es su adorno más hermoso! 18 - ¡Oh! ¡que
hombre!" exclamó, como si ya estuviera al lado de su tumba; "¡Nunca lo
apreciamos correctamente!"
Lo que Lutero denominó la vergonzosa indolencia de su prisión fue
una tarea que casi excedió la fuerza de un hombre. “Estoy aquí todo el
día”, escribió el 14 de mayo, “en la ociosidad y los placeres (aludiendo
sin duda a la mejor dieta que se le proporcionó al principio). Leo la
Biblia en hebreo y griego; Voy a escribir un tratado en alemán sobre
Confesión Auricular ; Continuaré la traducción de los Salmos y
redactaré un volumen de sermones tan pronto como haya recibido lo
que quiero de Wittenberg. Estoy escribiendo sin interrupción ". 19 Y,
sin embargo, esto era solo una parte de sus labores.
Sus enemigos pensaban que, si no estaba muerto, al menos no
volverían a oír de él; pero su alegría no duró mucho y no cabía duda de
que estaba vivo. Una multitud de escritos, compuestos en Wartburg, se
sucedieron rápidamente, y la querida voz del reformador fue aclamada
en todas partes con entusiasmo. Lutero publicó simultáneamente obras
calculadas para edificar la Iglesia y tratados polémicos que turbaron la
exaltación demasiado entusiasta de sus enemigos. Durante casi un año
entero, por medio de torres instruyó, exhortó, reprendió y tronó desde
su refugio en la montaña; y sus admirados adversarios se preguntaban
unos a otros si no había algo sobrenatural, algún misterio, en esta
prodigiosa actividad. “Nunca podría haber descansado”, nos dice
Cochloe . 20
Pero no había otro misterio que la imprudencia de los partidarios de
Roma. Se apresuraron a aprovechar el edicto de Worms para asestar
un golpe decisivo a la Reforma; y Lutero, condenado, bajo la
proscripción del imperio y prisionero en Wartburg, se comprometió a
defender la sana doctrina, como si aún estuviera victorioso y en
libertad. Fue especialmente en el tribunal de penitencia donde los
sacerdotes se esforzaron por remachar las cadenas de sus dóciles
feligreses; y en consecuencia, el confesionario fue el objeto del primer
ataque de Lutero. “Ellos presentan”, dijo, “estas palabras de Santiago:
Confiese sus faltas unos a otros. ¡Confesor singular! su nombre es el
uno al otro. De donde se seguiría que los confesores también se
confesaran a sus penitentes; que cada cristiano sea, a su vez, papa,
obispo, sacerdote; ¡y que el Papa mismo se confiese a todos! " 21
Lutero apenas había terminado este tratado cuando comenzó otro. Un
teólogo de Lovaina, de nombre Latomus, ya conocido por su oposición
a Reuchlin y Erasmo, había atacado las opiniones del reformador. En
doce días estaba lista la refutación de Lutero, y es una obra maestra. Se
aclara del reproche que le faltaba con moderación. “La moderación del
día”, dijo, “es doblar la rodilla ante pontífices sacrílegos, sofistas
impíos, y decirles: ¡Gracioso señor! ¡Excelente maestro! Luego, cuando
lo haya hecho, podrá ejecutar a quien quiera ; incluso puedes
convulsionar al mundo, y no obstante serás un hombre moderado ...
¡Fuera con tanta moderación! Prefiero ser franco y no engañar a nadie.
La cáscara puede ser dura, pero el grano es suave y tierno ". 22

Como la salud de Lutero seguía debilitada, pensó en dejar el lugar de


su encierro. Pero, ¿cómo podría manejarlo? Aparecer en público sería
exponer su vida. La parte trasera de la montaña en la que se
encontraba la fortaleza estaba atravesada por numerosas aceras,
bordeadas por matas de fresas. Se abrió la pesada puerta del castillo y
el prisionero se atrevió, no sin miedo, a recoger algo de fruta. 23 Poco
a poco se fue haciendo más atrevido, y con su atuendo de caballero
comenzó a vagar por el campo circundante , acompañado por uno de
los guardias del castillo, un hombre digno pero algo grosero. Un día,
habiendo entrado en una posada, Lutero arrojó a un lado su espada,
que lo estorbaba, y se apresuró a tomar algunos libros que estaban allí.
Su naturaleza sacó lo mejor de su p rudeza. Su tutor se estremeció de
miedo a que este movimiento, tan extraordinario en un soldado,
despertara las sospechas de que el médico no era realmente un
caballero. En otra ocasión, los dos camaradas se apearon en el
convento de Reinhardsbrunn, donde Lutero había dormido unos
meses antes en su camino a Worms. 24 De repente, uno de los
hermanos legos lanzó un grito de sorpresa. Lutero fue reconocido. Su
asistente lo advirtió y se lo llevó apresuradamente; y ya galopaban lejos
del claustro antes de que el asombrado hermano se recuperara de su
asombro.
La vida militar del médico tenía a intervalos algo verdaderamente
teológico. Un día las redes estaban listas, las puertas de la fortaleza se
abrieron, los perros de orejas largas corrieron hacia el . Lutero deseaba
saborear los placeres de la persecución. Los cazadores pronto se
animaron; los perros saltaron hacia adelante y sacaron el juego de las
mantas. En medio de todo este alboroto, el caballero George
permanece inmóvil: su mente está ocupada con pensamientos serios ;
los objetos a su alrededor llenan su corazón de dolor. 25 "¿No es ésta",
dice, "la imagen del diablo posándose sobre sus perros, es decir, los
obispos, esos representantes del Anticristo, y urgiéndolos a perseguir a
los pobres ?" 26 Tomaron una liebre joven: contento ante la
perspectiva de liberarla, la envolvió cuidadosamente en su manto y la
depositó en medio de un matorral; pero apenas había dado unos pasos
antes de que los perros olieran al animal y lo mataran. Lutero, atraído
por el ruido, lanzó un gemido de dolor y exclamó: ¡Oh Papa! ¡y tú
también, Satanás! ¡Así es como os esforzáis por destruir incluso
aquellas almas que han sido salvadas de la muerte! " 27

Notas finales:
1. Equitem videres ac ipse vix agnosceres. L. Epp. 2:11.
2. Nunc sum hic otiosus, sicut inter captivos liber. Ibídem. 3,
12 de mayo.
3. Quanquam et hilariter et libenter omnia mihi ministret.
Ibídem. 13, 15 de agosto.

4. Ego mirabilis captivus qui et volens et nolens hic sedeo.


Ibíd . 4, 12 de mayo.
5. Tu fac ut pro me ores; hac una re opus mihi est. Quicquid
de me encaja en publico, nihil moeror; ego en tándem
silencioso sedeo. L. Epp. 2:10 de junio de 1521.
6. Ego hic sedens tota die faciem Ecclesiae ante me
constituo. Ibídem. 1.
7. Verebar ego ne aciem d eserere viderer. Ibídem.
8. Mallem inter carbones vivos ardere, quam solus
semivivus, atque utinam non mortuus putere. L. Epp.
2:10.

9. Cervicem esse objectandam publico furori. Ibídem. 89.


10. Nihil magis opto, quam furoribus adversariorum
occurrere, objecto jugulo. Ib id. 1.
11. Etiam si peream, nihil peribit Evangelio. Ibídem. 10.
12. Nos soli adhuc stamus in acie: te quaerent post me.
Ibídem. 2.
13. Quo citius id tentaverit, hoc citius et ipse et sui peribunt,
et ego revertar. Ibídem. 10.
14. Auctum est malum, quo Wormatiae laborabam. Ibíd . 17.
15. Sedeo dolens, sicut puerpera, lacer et saucius et
cruentus. L. Epp. 2:50, 9 de septiembre.
16. Gratias Christo, qui me sine reliquiis sanctae crucis non
derelinquit. Ibídem.
17. Nihil gemens pro ecclesia Dei. Ibídem. 22, 13 de julio.
18. Utinam hac vili anima mea ipsius vitam emere queam.
Corp. Ref. 1: 415, 6 de julio.
19. Sine intermissione scribo. L. Epp. 2: 6, 16.
20. Cum quiescere non posset. Cochl. Actuar. Luth. Pág. 39.
21. Und der Pabst musse ihm beichten. L. Opp. 17: 701.
22. Corteza meus esse potest durior, sed nucleus meus
mollis et dui cis est. Ibid. Lat. 2: 213.
23. Zu zeiten gehet er inn die Erdbeer am Schlossberg.
Mathes. Pág. 33.
24. Vol. 2. P. 237.
25. Theologisabar etiam ibi inter retia et canes..tantum
misericordiae et doloris miscuit mysterium. L. Epp. 2:43.
26. Quid enim ista imago, nisi Diabolum significat per
insidias suas et impios magistros canes suos..Ibid.
27. Sic saevit Papa et Satan ut servatas etiam animas
perdant. Ibídem. 44.

LIBRO 9
CAPÍTULO 3

Mientras el médico de Wittenberg, así muerto para el mundo, buscaba


relajarse en estos deportes en las cercanías de Wartburg, el trabajo
avanzaba como si fuera por sí mismo: comenzaba la Reforma; ya no se
limitaba a la doctrina, entraba profundamente en las acciones de los
hombres. Bernard Feldkirchen, pastor de Kemberg, el primero bajo las
órdenes de Lutero en atacar los errores de Roma, 1 fue también el
primero en deshacerse del yugo de sus instituciones. Él se casó.
A los alemanes les gusta la vida social y los placeres domésticos; y por
tanto, de todas las ordenanzas papales, el celibato obligatorio fue el
que produjo las consecuencias más tristes. Esta ley, que se había
impuesto por primera vez a los jefes del clero, había impedido que los
feudos eclesiásticos se convirtieran en hereditarios. Pero cuando
Gregorio VII lo extendió al clero inferior, tuvo los resultados más
deplorables. Muchos sacerdotes habían eludido las obligaciones que les
imponían los desórdenes más escandalosos y habían atraído el
desprecio y el odio en todo el cuerpo; mientras que aquellos que se
habían sometido a la ley de Hildebrand estaban exasperados
interiormente contra la Iglesia, porque, mientras confería a sus
dignatarios superiores tanto poder, riqueza y gozo terrenal, unía a sus
ministros más humildes, que eran sus más útiles apoyos, a un
egoísmo. -negación tan contraria al evangelio.
“Ni los papas ni los concilios ”, dijeron Feldkirchen y otro pastor
llamado Seidler, que había seguido su ejemplo, “pueden imponer a la
Iglesia ningún mandamiento que ponga en peligro el cuerpo y el alma.
La obligación de guardar la ley de Dios me obliga a violar las
tradiciones de los hombres ". 2 El restablecimiento del matrimonio en
el siglo XVI fue un homenaje a la ley moral. La autoridad eclesiástica se
alarmó e inmediatamente fulminó sus decretos contra estos dos
sacerdotes. Seidler, que estaba en los territorios de Du ke George, fue
entregado a sus superiores y murió en prisión. Pero el elector Federico
se negó a entregar Feldkirchen al arzobispo de Magdeburgo. "Su
alteza", dijo Spalatin, "se niega a actuar como agente de policía".
Feldkirchen, por lo tanto, continuó pastor de su rebaño, aunque era
esposo y padre.
La primera emoción del reformador cuando se enteró de esto fue dar
paso al júbilo: "Admiro a este nuevo novio de Kemberg", dijo, "que no
teme a nada y se apresura hacia adelante en medio del alboroto".
Lutero opinaba que los sacerdotes debían casarse. Pero esta pregunta
llevó a otra, el matrimonio de monjes; y aquí Lutero tuvo que soportar
una de esas luchas internas que componían toda su vida; porque toda
reforma debe ganarse primero mediante una lucha espiritual.
Melancthon y Carlstadt, uno laico y el otro sacerdote, pensaban que la
libertad de contraer los lazos matrimoniales debería ser tan gratuita
para los monjes como para los sacerdotes. El monje Lutero no lo pensó
al principio. Un día el gobernador o de Wartburg le trajo las tesis de
Carlstadt sobre el celibato: "¡Dios de gracia!" exclamó, “¡nuestros
Wittenberger entonces darán esposas incluso a los monjes!” ... Este
pensamiento lo sorprendió y lo confundió; su corazón estaba turbado.
Rechazó para sí mismo la libertad que reclamaba para los demás.
"¡Ah!" dijo indignado, "no me obligarán al menos a tomar esposa". 3
Esta expresión es sin duda desconocida para quienes afirman que
Lutero predicó la Reforma para casarse. Buscando la verdad, no con
pasión, sino con rectitud de propósito, mantuvo lo que le parecía
verdadero, aunque contrario a todo su sistema. Caminó en una mezcla
de error y verdad, hasta que el error cayó y la verdad quedó sola.
De hecho, existía una gran diferencia entre las dos preguntas. El
matrimonio de los sacerdotes no fue la destrucción del sacerdocio; por
el contrario, esto por sí mismo podría restaurar al clero secular el
respeto del pueblo; pero el matrimonio de los monjes fue la ruina del
monacato. Por tanto, se planteó la cuestión de si era deseable disolver y
dividir ese poderoso ejército que los papas tenían bajo sus órdenes.
“Los sacerdotes”, escribió Lutero a Melancthon, “son designados por
Dios y, en consecuencia, son libres en cuanto a los mandamientos
humanos. Pero por su propia voluntad, los monjes adoptaron el
celibato; por tanto, no están en libertad de apartarse del yugo que
voluntariamente se impusieron ”. 4
El reformador estaba destinado a avanzar y llevar con una nueva lucha
esta nueva posición del enemigo. Ya había pisoteado una multitud de
abusos romanos, e incluso la propia Roma; pero el monaquismo seguía
en pie. El monaquismo, que en otro tiempo había llevado vida a tantos
desiertos y que, a lo largo de tantos siglos, llenaba ahora los claustros
de pereza y muchas veces de libertinaje, parecía haberse encarnado y
ido a defender sus derechos en ese castillo de Turingia. , donde la
cuestión de su vida y muerte se discutió en la conciencia de un
hombre. Lutero luchó con eso: en un momento estuvo a punto de
obtener la victoria, en otro estuvo casi vencido.
Al fin, incapaz de sostener más la contienda, se arrojó en oración a los
pies de Jesucristo, exclamando : “ Enséñanos, líbranos, establécenos ,
por tu misericordia, en la libertad que nos pertenece; porque en
verdad somos tu pueblo! " 5
No tuvo que esperar mucho por la liberación; se efectuó una revolución
importante en la mente del reformador; y nuevamente fue la doctrina
de la justificación por la fe lo que le dio la victoria. Ese brazo que había
derrocado las indulgencias, las prácticas de Roma y el Papa mismo,
también provocó la caída de los monjes en la mente de Lutero y en la
cristiandad. Lutero vio que el monaquismo se oponía violentamente a
la doctrina de la salvación por gracia, y que una vida monástica se
basaba enteramente en los supuestos méritos del hombre. Convencido
desde ese momento de que la gloria de Cristo estaba interesada en esta
cuestión, escuchó una voz que repetía incesantemente en su
conciencia: “¡El monaquismo debe caer!”. - “Mientras la doctrina de la
justificación por la fe permanezca pura y sin mancha en la Iglesia,
nadie puede convertirse en monje”, dijo. 6 Esta convicción se hacía
cada día más fuerte en su corazón, y hacia principios de septiembre
envió “a los obispos y diáconos de la Iglesia de Wittenberg”, las
siguientes tesis, que eran su declaración de guerra contra la vida
monástica:
“Todo lo que no es de fe es pecado (Romanos 14:23).

“Todo aquel que hace voto de virginidad, castidad o servicio a Dios sin
fe, hace un voto impío e idólatra, un voto al diablo mismo.
“Hacer tales votos es peor que los sacerdotes de Cibeles o las vestales
de los paganos; porque los monjes hacen sus votos con el pensamiento
de ser justificados y salvados por estos votos; y lo que debe atribuirse
únicamente a la misericordia de Dios, se atribuye así a obras
meritorias.
“Debemos derrocar por completo tales conventos, por ser el lugar del
diablo.
“Hay un solo orden que es santo y santifica al hombre, y es el
cristianismo o la fe. 7

“Para que los conventos sean útiles deben convertirse en escuelas,


donde los niños deben ser educados en la propiedad del hombre ; en
lugar de que sean casas donde los hombres adultos se convierten en
niños, y lo serán para siempre ”.
Vemos que Lutero todavía habría tolerado los conventos como lugares
de educación; pero poco a poco sus ataques contra estos
establecimientos se volvieron más violentos. La inmoralidad y las
prácticas vergonzosas que imperaban en los claustros acudían con
fuerza a su pensamiento. "Estoy resuelto", le escribió a Spalatin el 11 de
noviembre, "liberar a los jóvenes del fuego infernal del celibato". 8
Ahora escribió un libro contra los votos monásticos, que dedicó a su
padre:
“¿Deseas”, dijo en su dedicación al anciano de Mansfeldt, “todavía
deseas rescatarme de una vida monástica? Tienes derecho, porque
sigues siendo mi padre y yo sigo siendo tu hijo. Pero eso ya no es
necesario: Dios ha estado antes con ustedes y Él mismo me ha librado
con su poder. ¿Qué importa si me pongo o dejo a un lado la tonsura y la
capucha? ¿Es la capucha, es la tonsura, lo que hace al monje? Todas las
cosas son tuyas, dice San Pablo, y tú eres de Cristo. No pertenezco a la
capucha, sino la capucha a mí. Soy un monje, pero no un monje; Soy
una nueva criatura, no del Papa, sino de Jesucristo. Cristo, solo y sin
intermediario, es mi obispo, mi a bbot, mi prior, mi señor, mi padre y
mi amo; y no conozco otro. ¿Qué me importa si el Papa me condena y
me mata? No puede sacarme de la tumba y matarme por segunda vez
... Se acerca el gran día en que el reino de las abominaciones será
derrocado. ¡Ojalá valiera la pena que el Papa nos diera muerte a todos!
Nuestra sangre clamaría al cielo contra él, y así su condenación se
apresuraría y su fin estaría cerca ”. 9
La transformación ya se había efectuado en el propio Lutero; ya no era
monje. No fueron las circunstancias externas, las pasiones terrenales o
la precipitación carnal lo que produjo este cambio. Había habido una
lucha: al principio, Lutero se había puesto del lado del monaquismo;
pero la verdad también había pasado a las listas, y el monacato había
caído antes que ella. Las victorias que obtiene la pasión son efímeras;
las de la verdad son duraderas y decisivas.

Notas finales:
1. Vol. 1. Pág. 78.
2. Coegit me ergo ut humanas tradiciones violarem,
necessitas servandi juris divini. Corp. Ref. 1: 441.
3. En mihi uxorem no obstructivo. L. Epp. 2:40.
4. Me enim vehementer movet, quod sacerdotum ordo, a
Deo institutus, est liber, non autem monachorum qui sua
sponte statum eligerunt. Ibídem. 3 4.

5. Dominus Jesus erudiat et liberet nos, per misericordiam


suam, in libertatem nostram. A Melancthon, sobre el
celibato, 6 de agosto de 1521. L. Epp. 2:40.
6. Op. (W.) 22: 1466.
7. Es ist nicht mehr denn eine einige Geistlichkeit, die da
beilig ist, und heilig macht..L. Op. 17: 718.

8. Adolescentes liberare ex isto inferno coelibatus. L. Opp.


2:95.
9. Dass unser Blut mocht schreien, und dringen sein
Gericht, dass sein Bald ein Ende wurde. L. Epp. 2: 105.
LIBRO 9
CAPÍTULO 4

Mientras Lutero preparaba así el camino para una de las mayores


revoluciones que estaban destinadas a efectuarse en la Iglesia, y la
Reforma comenzaba a entrar poderosamente en la vida de los
cristianos, los partidarios romanos, ciegos como son en general los que
llevan mucho tiempo en posesión del poder, imagínese que, debido a
que Lutero estaba en Wartburg, la Reforma estaba muerta y extinta
para siempre; y pensaron que deberían poder reanudar tranquilamente
sus antiguas prácticas, que habían sido perturbadas por un momento
por el monje de Wittenberg. Alberto, elector-arzobispo de Mentz, fue
uno de esos hombres débiles que, en igualdad de condiciones, deciden
por la verdad; pero quienes, en cuanto su interés se pone en juego,
están dispuestos a participar con error. Su objetivo más importante era
tener una corte tan brillante como la de cualquier príncipe de
Alemania, sus equipajes tan ricos y su mesa tan bien amueblada: el
tráfico de indulgencias sirvió admirablemente para obtener este
resultado. En consecuencia, el decreto contra Lutero apenas había
salido de la cancillería imperial, antes de que Alberto, que entonces
residía con su corte en Halle, convocó a los vendedores de
indulgencias, que todavía estaban alarmados por las palabras del
reformador, y se esforzó por alentarlos con lenguaje como éste: “No
temas, lo hemos silenciado; comencemos a esquilar el rebaño en paz; el
monje es un prisionero; está confinado por cerrojos y barras; esta vez
será muy inteligente si vuelve a molestarnos en nuestros asuntos ". Se
reabrió el mercado, se exhibió la mercadería a la venta, y contra las
iglesias de Halle resonaban los míos de los charlatanes.

Pero Luther seguía vivo y su voz era lo suficientemente poderosa como


para traspasar las paredes y las rejas detrás de las cuales se había
escondido. Nada podría haber despertado su indignación a un tono
más alto. ¡Qué! se han librado las batallas más violentas ; se ha
enfrentado a todos los peligros; la verdad salió victoriosa, y sin
embargo se atreven a pisotearla, ¡como si hubiera sido vencida! ...... Se
volverá a escuchar esa voz, que una vez ya puso fin a este tráfico
criminal. "No tendré descanso", le escribió a Spalatin, "hasta que haya
atacado el ídolo de Mentz con su burdel en Halle". 1
Lutero se puso a trabajar inmediatamente; le importaba poco el
misterio con el que algunos pretendían envolver su residencia en el
Wartburg. Era como Elías en el desierto, forjando nuevos rayos contra
el impío Acab. El primero de noviembre terminó su tratado Contra el
nuevo ídolo de Halle.

La inteligencia de los planes de Lutero llegó al arzobispo. Alarmado y


emocionado por la sola idea, envió a mediados de octubre a dos de sus
asistentes (Capito y Auerbach) a Wittenberg para evitar la tormenta.
“Lutero debe moderar su impetuosidad”, le dijeron a Melancthon,
quien los recibió cordialmente. Pero Melancthon, aunque afable él
mismo, no era uno de los que imaginan que la sabiduría consiste en
concesión perpetua, tergiversación y silencio. "Es Dios quien lo
mueve", respondió, "y nuestra edad necesita una sal amarga y
picante". 2 Ante esto, Capito se volvió hacia Jonás y se esforzó a través
de él para actuar en la corte. La noticia de la intención de Lutero ya se
conocía allí y produjo gran asombro. "¡Qué!" dijeron los cortesanos:
“¡reaviva el fuego que tanto nos ha costado apagar! Lutero solo puede
salvarse si lo olvidan y, sin embargo, ¡se está levantando contra el
primer príncipe del imperio! " “No permitiré que Lutero escriba contra
el arzobispo de Mentz y perturbe así la tranquilidad pública”, dijo el
elector. 3
Luther se molestó cuando le repitieron estas palabras. ¿No es
suficiente con aprisionar su cuerpo, pero también encadenarán su
mente, y la verdad con él? ... ¿Se imaginan que se esconde a través del
miedo, y que su retiro es un reconocimiento de la derrota? Sostiene
que es una victoria. ¿Quién se atrevió a enfrentarse a él en Worms y
oponerse a la verdad? En consecuencia, cuando el cautivo en Wartburg
leyó la carta del capellán, informándole de los sentimientos del
príncipe, la tiró a un lado, decidido a no responder. Pero no pudo
contenerse por mucho tiempo; tomó la epístola y le escribió a Spalatin:
“¡El elector no sufrirá! ...... y yo tampoco permitiré que el elector no
me permita escribir ...... más bien me destruiría a ti mismo, el elector,
no, ¡el mundo entero para siempre! 4 Si me he resistido al Papa, que es
el creador de tu cardenal, ¿por qué debo ceder ante su criatura? ¡Es
muy bueno, en verdad, oírte permitir que se perturbe la paz eterna de
Dios! ...... ¡ Español, no será así! ¡Príncipe, no será así! 5 Le envío un
libro que ya había preparado contra el cardenal cuando recibí su carta:
reenvíelo a Melancthon ”.
Spalatin tembló al leer este manuscrito; nuevamente le representó al
reformador lo imprudente que sería publicar una obra que obligaría al
gobierno imperial a dejar de lado su aparente ignorancia del destino
de Lutero y castigar a un prisionero que se atreviera a atacar al
príncipe más grande del imperio ya la Iglesia. Si Lutero perseveraba en
sus designios, la tranquilidad se volvería a perturbar y la Reforma
quizás se perdería. Lutero consintió en retrasar la publicación de su
tratado; incluso permitió que Melancthon borrara los pasajes más
violentos. 6 Pero, irritado por la timidez de su amigo, escribió al
capellán: «Vive y reina el Señor, ese Señor en quien vosotros, los
cortesanos, no creéis, a menos que acomode sus obras a vuestra razón,
que ya no hay nece ssity para creer “. Luego resolvió escribir
directamente al cardenal.
Es todo el cuerpo de obispos romanos lo que Lutero lleva al tribunal
en la persona del primate alemán. Sus palabras son las de un hombre
valiente, ardiente en celo por la verdad, y que siente que está hablando
en el nombre de Dios mismo.
“Vuestra Alteza electoral”, escribió desde lo profundo del retiro en el
que estaba escondido, “ha vuelto a instalar en Halle el ídolo que se
traga el dinero y el alma de los cristianos pobres. Piensas, quizás, que
soy discapacitado, y que el emperador sofocará fácilmente los gritos
del pobre monje ... Pero debes saber que cumpliré los deberes que la
caridad cristiana me ha impuesto, sin temer a las puertas. del infierno,
y mucho menos el papa, sus obispos y cardenales.
“Por eso mi humilde oración es que su alteza electoral recuerde el
comienzo de este asunto, cómo una pequeña chispa encendió una
terrible conflagración. Todo el mundo estaba en ese momento en un
estado de seguridad. Este pobre fraile mendigo (aunque ellos), que sin
ayuda atacaría al Papa, es demasiado débil para tal empresa. Pero Dios
intervino; y causó al Papa más trabajo y ansiedad de lo que nunca
había sentido desde que tomó su lugar en el templo de Dios para
tiranizar a la Iglesia. Este mismo Dios aún vive: nadie lo dude. 7 Sabrá
resistir a un cardenal de Mentz, incluso si lo sostuvieran cuatro
emperadores; porque a él le agrada más que todas las cosas talar los
cedros sublimes y humillar a los altivos faraones.
“Por esta razón le informo a su alteza por carta, que si el ídolo no es
derribado, debo, en obediencia a la enseñanza de Dios, atacar
públicamente a su alteza, como he atacado al Papa mismo. Deje que su
alteza se conduzca de acuerdo con este consejo; Esperaré quince días
para recibir una pronta y favorable respuesta. Dado en mi desierto, el
domingo después del día de Santa Catalina, (15 de noviembre) de 1521.
"Del servidor devoto y obediente de su alteza electoral, Martín Lutero".
Esta carta fue enviada a Wittenberg y de Wittenberg a Halle, donde
residía entonces el cardenal elector; pues nadie se atrevió a
interceptarlo, previendo la tormenta que provocaría un acto tan
atrevido. Pero Melancthon lo acompañó de una carta dirigida al
prudente Capi , en la que se esforzaba por preparar el camino para una
terminación favorable de este difícil asunto.
Es imposible describir los sentimientos del joven y débil arzobispo al
recibir la carta del reformador. La obra anunciada contra el ídolo de H
alle era como una espada suspendida sobre su cabeza, y, al mismo
tiempo, qué cólera debió haber encendido en su corazón la insolencia
del hijo de su campesino, este monje excomulgado, que se atrevió a
hacer uso de tal lenguaje a un príncipe de la casa de Brandenb urg, -
¿el primado de la Iglesia alemana? Capito suplicó al arzobispo que
satisficiera al monje. La alarma, el orgullo y la voz de la conciencia, que
no pudo reprimir, lucharon con miedo en el pecho de Albert. Al final, el
miedo al libro, y quizás también el remordimiento, se desvaneció; se
humilló: reunió todo lo que pensó calculado para apaciguar al hombre
de Wartburg, y apenas habían transcurrido quince días cuando Lutero
recibió la siguiente carta, aún más asombrosa que su propia terrible
epístola:
“Mi querido doctor, he recibido y leído su carta, y la he tomado en
buena parte. Pero creo que el motivo que le ha llevado a escribirme tal
epístola ha dejado de existir hace mucho tiempo. Deseo, con la ayuda
de Dios, comportarme como un obispo piadoso y un príncipe cristiano,
y confieso mi necesidad de la gracia de Dios. No niego que soy un
pecador, propenso al pecado y al error, pecando y errando
diariamente. Estoy seguro de que sin la gracia de Dios soy un fango
inútil y ofensivo, incluso como otros hombres, si no más. Al responder
a su carta, no ocultaré esta amable disposición; porque estoy más que
deseoso de mostraros toda bondad y favor, por amor a Cristo. Sé
recibir una reprimenda cristiana y fraterna.
“Con mi propia mano. Albert ".
Tal fue el lenguaje dirigido al monje excomulgado de Wartburg por el
elector-arzobispo de Mentz y Magdeburg, encargado de representar y
mantener en Alemania la constitución de la Iglesia. ¿Albert, al
escribirlo, obedeció los generosos impulsos de su conciencia, o sus
serviles miedos? En el primer caso, es una carta noble; en el segundo,
merece nuestro desprecio. Preferiríamos suponer que se originó en los
mejores sentimientos de su corazón. Sea como fuere, muestra la
inconmensurable superioridad de los siervos de Dios sobre todos los
grandes de la tierra. Mientras Lutero solo, prisionero y condenado,
derivaba invencible coraje de su fe, el arzobispo, elector y cardenal,
rodeado de todo el poder y los favores del mundo, temblaba en su
trono. Este contraste aparece continuamente, y es la clave del extraño
enigma que ofrece la historia de la Reforma. El cristiano no está
llamado a contar sus fuerzas ni a contar sus medios de victoria. Lo
único que debería preocuparle es saber si la causa que defiende es
realmente la de Dios, y si sólo mira a la gloria de su Maestro.
Indiscutiblemente tiene una investigación que hacer; pero esto es
totalmente espiritual, el cristiano mira el corazón y no el brazo; sopesa
la justicia de su causa, y no su fuerza exterior. Y una vez resuelta esta
cuestión, su camino está despejado. Debe avanzar con valentía, incluso
contra el mundo y todas sus huestes armadas, con la convicción
inquebrantable de que Dios mismo luchará por él.
Los enemigos de la Reforma pasaron así de extrema severidad a
extrema debilidad; ya habían hecho lo mismo en Worms; y estas
transiciones repentinas ocurren continuamente en la batalla que el
error libra contra la verdad. Toda causa destinada a caer es atacada con
un malestar interno que la hace tambaleante e incierta, y la impulsa a
turnos de un polo a otro. La firmeza de propósito y la energía son
mucho mejores; así quizás precipitarían su caída, pero al menos si
cayera, caería con gloria.
Uno de los hermanos de Albert, Joachim I, elector de Brandeburgo,
dio un ejemplo de esa fuerza de carácter que es tan rara,
particularmente en nuestra época. Inmóvil en sus principios, firme en
la acción, sabiendo resistir cuando era necesario a las usurpaciones del
Papa, opuso mano de hierro al progreso de la Reforma. En Worms
había insistido en que no se debía escuchar a Lutero y que debía ser
castigado como hereje, a pesar de su salvoconducto. Apenas se había
promulgado el edicto de Worms , cuando ordenó que se hiciera
cumplir estrictamente en todos sus estados. Lutero pudo apreciar un
personaje tan enérgico, y al hacer una distinción entre Joaquín y sus
otros adversarios, dijo: "Todavía podemos orar por el Elector de
Brandenbu rg". 8 La disposición de este príncipe parecía haber sido
comunicada a su pueblo. Berlín y Brandeburgo permanecieron
cerrados durante mucho tiempo contra la Reforma. Pero lo que se
recibe lentamente se sostiene fielmente. 9 Mientras que otros países,
que entonces aclamaban el Evangelio con alegría, como Bélgica, por
ejemplo, y Westfalia, pronto lo abandonarían, Brandeburgo, el último
de los estados alemanes en entrar en el camino estrecho de la fe,
estaba destinado en años posteriores para estar en las primeras filas
de la Reforma.
Lutero no leyó la carta del cardenal Alberto sin sospechar que fue
dictada por hipocresía y de acuerdo con el consejo de Capito. Sin
embargo, guardó silencio, contentándose con declarar a este último,
que mientras el arzobispo, que apenas era capaz de administrar una
pequeña parroquia, no dejara a un lado su máscara cardenalicia y su
pompa episcopal, y se convirtiera en un simple ministro de la Palabra.
, era imposible que pudiera estar en el camino de la salvación. 10

Notas finales:

1. Non continebor quin idolum Moguntinum invadam, cum


suo lupanari Hallensi. L. Epp. 2:59, 7 de octubre.
2. Venta huic seculo opus esse accerimo. Corp. Ref. 1: 463.
3. Non passurum principem scribi en Monuntinum. L. Epp.
2:94.
4. Potius te et princip em ipsum perdam et omnem
creatioram. Ibídem.
5. No sic, espalatina; no sic, princeps. Ibídem.
6. Ut acerbiora radat. Ibídem. 110.
7. Derselbig Gott lebet noch, da zweifel nur niemand an
Epp. 2: 113.
8. Helwing, Gesh. Der Brandeb. 2. 605.
9. Hoc enim proprium est illorum homi num (ex March.
Brandeburg), ut quam semel in religione sententiam
aprobaverint, no facile deserant. Leutingeri Opp. 1:41.

10. Larvam cardinalatus et pompam episcopalem ablegare.


L. Epp. 2: 132.
LIBRO 9
CAPÍTULO 5

Mientras Lutero luchaba así contra el error o, como si todavía


estuviera en medio de la batalla, también trabajaba en su retiro del
Wartburg, como si no le preocupara lo que estaba sucediendo en el
mundo. Ha llegado la hora en que la Reforma, de ser una mera
cuestión teológica, pasará a ser la vida del pueblo; y, sin embargo, el
gran motor mediante el cual se realizaría este progreso aún no estaba
en funcionamiento. Este poderoso y poderoso instrumento, destinado a
lanzar sus rayos por todos lados contra el orgulloso edificio de Roma,
derriba sus muros, arroja el enorme peso del papado bajo el cual la
Iglesia yacía sofocada y comunica un impulso a toda la humanidad.
raza que no se perdería hasta el fin de los tiempos, - este instrumento
debía salir del antiguo castillo de Wartburg y entrar en el mundo el
mismo día que terminó el cautiverio del reformador.
Cuanto más alejada estaba la Iglesia del tiempo en que Jesús, la
verdadera Luz del mundo, estaba en la tierra, mayor era su necesidad
de la antorcha de la Palabra de Dios, ordenada para transmitir el
resplandor de Jesucristo a los hombres del mundo. últimos dias. Pero
esta Palabra Divina estaba en ese momento escondida de la gente. En
1477, 1490 y 1518 se habían realizado varios intentos fallidos de
traducción de la Vulgata; casi no eran elegibles, y por su alto precio
estaban fuera del alcance de la gente. Incluso se había prohibido dar a
la Iglesia alemana la Biblia en lengua vulgar. 1 Además, el número de
los que sabían leer no llegó a ser considerable hasta que existió en
lengua alemana un libro de interés vivo y universal.
Lutero fue llamado a presentar a su nación las Escrituras de Dios. Ese
mismo Dios que había llevado a San Juan a Patmos, allí para escribir
su revelación, había confiado a Lutero en Wartburg, allí para traducir
Su Palabra. Esta gran tarea, que le habría resultado difícil emprender
en medio de los cuidados y ocupaciones de Wittenberg, consistía en
erigir el nuevo edificio sobre la roca primitiva y, tras el lapso de tantas
edades, llevar a los cristianos de regreso. desde las sutilezas de los
escolásticos hasta el fundamento puro, cabeza de redención y
salvación.
Las necesidades de la Iglesia hablaron en voz alta; pidieron esta gran
obra; y Lutero, por su propia experiencia interior , fue inducido a
realizarlo. En verdad, descubrió en la fe ese reposo de las almas que su
conciencia agitada y sus ideas monásticas le habían inducido a buscar
desde hacía mucho tiempo en sus propios méritos y santidad. La
doctrina de la Iglesia, la teología escolástica , no conocía los consuelos
que proceden de la fe; pero las Escrituras las proclaman con gran
fuerza, y allí fue donde las encontró. La fe en la Palabra de Dios lo
había hecho libre. Por ella se sintió emancipado de la autoridad
dogmática de la Iglesia, de su jerarquía y tradiciones, de las opiniones
de los escolásticos, del poder del prejuicio y de toda ordenanza
humana. Aquellos fuertes y numerosos lazos que durante siglos habían
encadenado y sofocado a la cristiandad, se rompieron en pedazos, se
rompieron en pedazos y se dispersaron a su alrededor; y levantó
noblemente la cabeza, libre de toda autoridad excepto la de la Palabra.
Esta independencia del hombre, esta sumisión a Dios, que había
aprendido en las Sagradas Escrituras, deseaba impartirla a la Iglesia.
Pero antes de que pudiera comunicarlas, era necesario presentarle las
revelaciones de Dios. Se quería una mano poderosa para abrir las
enormes puertas de ese arsenal de la Palabra de Dios del que Lutero
había tomado sus brazos, y para abrir al pueblo contra el día de la
batalla esas bóvedas y pasillos antiguos que durante muchas edades
ningún pie había pisado.

Lutero ya había traducido varios fragmentos de la Sagrada Escritura;


los siete salmos penitenciales habían sido su primera tarea. 2 Juan el
Bautista, el mismo Cristo y la Reforma habían comenzado por igual
llamando a los hombres al arrepentimiento. Es el principio de toda
regeneración en el hombre individual y en toda la raza humana. Estos
ensayos fueron recibidos con entusiasmo; los hombres anhelaban tener
más ; Lutero consideró esta voz del pueblo como la voz de Dios mismo.
Resolvió responder a la llamada. Fue un prisionero dentro de esos altos
muros; ¡qué hay de eso! dedicará su tiempo libre a traducir la Palabra
de Dios al idioma de sus compatriotas. Dentro de poco se verá esta
Palabra descendiendo de Wartburg con él; circulando entre la gente de
Alemania, y poniéndoles en posesión de esos tesoros espirituales hasta
ahora encerrados en el corazón de unos pocos hombres piadosos.
"¡Ojalá este libro", exclamó Lutero, "estuviera en todos los idiomas, en
todas las manos ante los ojos, y en los oídos y corazones de todos los
hombres!" 3 Palabras admirables, que, después de un lapso de tres
siglos, como cuerpo ilustre, 4 traduciendo la Biblia a la lengua materna
de todas las naciones de la tierra, se ha comprometido a realizar “La
Escritura sin ningún comentario”, dijo nuevamente, “es la sol de
donde todos los maestros reciben su luz. "
Tales son los principios del cristianismo y de la Reforma. Según estas
venerables palabras, no debemos consultar a los Padres para aclarar
las Escrituras, sino a las Escrituras para explicar a los Padres. Los
reformadores y los apóstoles establecieron la Palabra de Dios como la
única luz, al exaltar el sacrificio de Cristo como la única justicia con
esta perfecta justicia de Cristo, viciamos ambos fundamentos del
cristianismo. Éstas son las dos herejías fundamentales de Roma, y que,
aunque sin duda en menor grado, algunos maestros querían
introducirnos en el seno de la Reforma.

Lutero abrió los originales griegos de los evangelistas y apóstoles y


emprendió la difícil tarea de hacer que estos maestros divinos
hablaran su lengua materna. ¡Crisis importante en la historia de la
Reforma ! a partir de ese momento la Reforma dejó de estar en manos
del reformador. La Biblia se adelantó; Lutero se retiró. Dios apareció y
el hombre desapareció. El reformador puso EL LIBRO en manos de sus
contemporáneos. Cada uno puede ahora oír la voz de Dios por sí
mismo; en cuanto a Lutero, de ahora en adelante se mezcla con la
multitud y toma su puesto en las filas de aquellos que vienen a sacar
de la fuente común de luz y vida.
Al traducir las Sagradas Escrituras, Lutero encontró ese consuelo y esa
fuerza que tanto necesitaba. Solitario, enfermo y entristecido por los
esfuerzos de sus enemigos y las extravagancias de algunos de sus
seguidores, al ver que su vida se desgastaba en la penumbra de ese
viejo castillo, ocasionalmente tuvo que soportar terribles luchas. En
aquellos tiempos, los hombres se inclinaban a llevar al mundo visible
los conflictos que el alma sostiene con sus enemigos espirituales; La
viva imaginación de Lutero encarnaba fácilmente las emociones de su
corazón, y las supersticiones de la Edad Media todavía tenían algo en
su mente, de modo que podríamos decir de él, como se ha dicho de
Calvino con respecto al castigo infligido a los herejes. : todavía había
un vestigio de papado en él. 5 Según Lutero, Satanás no era
simplemente un ser invisible aunque real; pensó que este adversario de
Dios se apareció a los hombres como se había aparecido a Jesucristo.
Aunque la autenticidad de muchas de las historias sobre este tema
contenidas en el Tabletalk y en otros lugares es más que dudosa, la
historia aún debe registrar esta falla en el reformador. Nunca se sintió
más asaltado por estas lúgubres ideas que en la soledad de Wartburg.
En los días de sus fuerzas, había desafiado al diablo en Worms; pero
ahora todos los poderes del reformador parecían rotos y su gloria
empañada. Fue arrojado a un lado; Satanás salió victorioso a su vez, y
en la angustia de su alma, Lutero imaginó que veía su forma gigante de
pie ante él, levantando el dedo en actitud amenazante, exultante con
una mueca amarga e infernal y rechinando los dientes con terrible
rabia. Especialmente un día, se dice, mientras Lutero estaba ocupado
en la traducción del Nuevo Testamento, se imaginó que veía a Satanás,
lleno de horror por su trabajo, atormentándolo y merodeando a su
alrededor como un león a punto de saltar sobre su presa. Luther,
alarmado e indignado, agarró su tintero y lo arrojó a la cabeza de su
enemigo. La figura desapareció y el misil se estrelló contra la pared. 6
La estancia de Lutero en Wartburg empezó a resultarle insoportable.
Se indignó ante la timidez de sus protectores. A veces se quedaba un
día entero sumido en una meditación profunda y silenciosa, y
despertaba de ella solo para exclamar: "¡Oh, si estuviera en
Wittenberg!" Al final no pudo aguantar más; ha habido suficiente
cautela; debe volver a ver a sus amigos, escucharlos y conversar con
ellos. Es cierto que corre el riesgo de caer en manos de sus enemigos,
pero nada puede detenerlo. Hacia fines de noviembre, abandonó en
secreto Wartburg y partió hacia Wittenberg. 7
Una nueva tormenta acababa de estallar sobre él. Por fin, la Sorbona se
había pronunciado. Aquella celebrada escuela de París, la primera
autoridad en la Iglesia después del Papa, la antigua y venerable fuente
de donde procedía la enseñanza teológica, había dado su veredicto
contra la Reforma.
Las siguientes son algunas de las proposiciones condenadas por este
cuerpo erudito. Lutero había dicho: "Dios siempre perdona y perdona
los pecados gratuitamente, y no requiere nada de nosotros a cambio,
excepto que en el futuro vivamos de acuerdo con la justicia". Y había
añadido: "De todos los pecados capitales, este es el más mortal, a
saber, que cualquiera debería pensar que no es culpable de un pecado
condenable y mortal ante Dios". Él había dicho en otro lugar : "Quemar
herejes es contrario a la voluntad del Espíritu Santo".

A estas tres proposiciones, ya muchas otras además, que citaron, la


facultad teológica de París respondió: “¡Herejía! ¡Que sea maldito! 8
Pero un joven, de veinticuatro años, de baja estatura, tímido y de
apariencia sencilla, se atrevió a tomar el guante que había derribado el
primer colegio del mundo. En Wittenberg sabían bastante bien lo que
debía pensarse de estas pomposas censuras; t oye sabía que Roma
había cedido a las sugerencias de los dominicanos, y que la Sorbona
fue llevado por dos o tres médicos fanáticos que fueron designados en
París por apodos satíricas. 9 En consecuencia, en su Apología, Melanct
hon no se limitó a defender a Lutero; pero, con esa osadía que
caracteriza sus escritos, llevó la guerra al campo enemigo. ¡Dices que es
maniqueo! ¡Es un montanista! ¡Que el fuego y el maricón repriman su
necedad! ¿Y quién es Montanist? Lutero, ¿quién quiere que creamos
solo en la Sagrada Escritura, o tú, que quieres que los hombres crean
en las opiniones de sus semejantes en lugar de en la Palabra de Dios?
10
Atribuir más importancia a la palabra de un hombre que a la Palabra
de Dios era en verdad la herejía de Montano, como lo es todavía del
Papa y de todos los que establecieron la autoridad jerárquica de la
Iglesia o las inspiraciones interiores. de misticismo muy por encima de
las declaraciones positivas de los Escritos del Sagrado Corazón. En
consecuencia, los jóvenes maestros de las artes, que habían dicho:
“Prefiero dar mi vida que mi fe” 11, no se detuvieron allí. Acusó a la
Sorbona de haber oscurecido el Evangelio, extinguido la fe y sustituido
por una filosofía vacía en lugar del cristianismo. 12 Después de esta
obra de Melancthon, se cambió la posición de la disputa; demostró sin
respuesta alguna que la herejía estaba en París y Roma, y la verdad
católica en Wittenberg.
Mientras tanto, Lutero, poco preocupado por las condenas de la
Sorbona, se dirigía con su equipo militar a la universidad. Le afligieron
mucho los diversos informes que le llegaron en el camino de un
espíritu de impaciencia e independencia que se manifestaba entre
algunos de sus seguidores. 13 Por fin llegó a Wittenberg sin ser
reconocido y se detuvo en la casa de Amsdorff. Inmediatamente todos
sus amigos fueron reunidos en secreto; 14 y Melancthon entre los
primeros, que tantas veces había dicho: "Preferiría morir antes que
perderlo". 15 ¡Vinieron! ¡Qué reunión! - ¡qué alegría! - Los cautivos de
Wartburg saborearon en su sociedad toda la dulzura de la amistad
cristiana . Aprendió la extensión de la Reforma, las esperanzas de sus
hermanos; y, encantado por lo que vio y oyó, 16 ofreció una oración, -
devolvió gracias a Dios - y luego, con una breve demora, regresó a
Wartburg.

Notas finales:
1. Diplomado del C odex. Ecclesiae Magunt. 4: 460.
2. Salmos 6, 32, 38, 51, 102, 130, 147.
3. Et solus hic liber omnium lingua, manu, oculis, aurius,
cordibus versaretur. L. Epp. 2: 116.
4. La Sociedad Bíblica.
5. Michelet, en sus Memorias de Lutero, dedica más de
treinta páginas a los diversos relatos de estas visitas
satánicas.
6. El guardián del Wartburg todavía dirige cuidadosamente
la atención del viajero a las manchas hechas por el tintero
de Luther.
7. Machete er sich heimlich aus seiner Patmo auf. L. Opp. 18:
238.
8. Determinatio the ologorum Parisiensium super doctrina
Lutherans. Corp. Ref. 1: 366-388.
9. Damnarunt triumviri Beda, Quercus y Christophorus.
Nomina sunt horum monstrorum etiam vulgo nunc nota
Belua, Stercus, Christotomae. Zwinglii Epp. 1: 176.

10. Corp. Ref. 1: 396.


11. Scias me posi turum animam citius quam fidem. Ibídem.
12. Evangelium obscuratum est, fides extincta..Ex
christianismo, contra omnem sensum spiritus, facta est
quaedam philosophica vivendi ratio. Ibídem. 400.

13. Per viam vexatus rumore vario de nostrorum


quorundam importunitate. L. Epp. 2: 109.
14. Liess in der Stille seine Freunde fodern. L. Opp. 18: 238.
15. Quo si mihi carendum est, mortem fortius tulero. Corp.
Ref. 1: 453, 455.
16. Omnia vehementer placent quae video et audio. L. Epp.
2: 109.
LIBRO 9
CAPÍTULO 6

La alegría de Lutero estaba bien fundada. T que funciona de la


Reforma y luego hizo un gran paso. Feldkirchen, siempre en la
furgoneta, había encabezado el asalto; ahora el cuerpo principal estaba
en movimiento, y ese poder que llevó la Reforma de la doctrina que
había purificado al culto, la vida y la constitución de la Iglesia, ahora
se manifestaba por una nueva explosión, más formidable para el
papado que incluso el primero había sido.
Roma, habiéndose librado del reformador, pensó que la herejía había
terminado. Pero en poco tiempo todo cambió. La muerte quitó del
trono pontificio al hombre que había puesto a Lutero bajo la
proscripción de la Iglesia. Los disturbios ocurrieron en España y
obligaron a Carlos a visitar su reino más allá de los Pirineos. Estalló la
guerra entre este príncipe y Francisco I, y como si eso no fuera
suficiente para ocupar al emperador, Solimán hizo una incursión en
Hungría, Carlos, así atacado por todos lados, se vio obligado a olvidar
al monje de Worms y sus innovaciones religiosas.
Aproximadamente al mismo tiempo, el barco de la Reforma, que,
impulsado en todas direcciones por vientos contrarios, estaba a punto
de naufragar, se enderezó y flotó con orgullo sobre las aguas.
Fue en el convento de los Agustinos en Wittenberg donde estalló la
Reforma. No debemos sorprendernos de esto: es cierto que el
reformador ya no estaba; pero ningún poder humano podría expulsar
al espíritu que lo había animado.
Durante algún tiempo, la Iglesia en la que Lutero había predicado
tantas veces resonó con extrañas doctrinas. Gabriel Zwilling, un monje
celoso y capellán del convento, estaba allí proclamando enérgicamente
la Reforma. Como si Lutero, cuyo nombre en ese momento era célebre
en todas partes, se hubiera vuelto demasiado fuerte e ilustre, Dios
seleccionó a hombres débiles y oscuros para comenzar la Reforma que
ese renombrado médico había preparado. “Jesucristo”, dijo el
predicador, “instituyó el sacramento del altar en recuerdo de su
muerte, y no para convertirlo en objeto de adoración. Adorarlo es una
verdadera idolatría. El sacerdote que se comunica solo comete un
pecado. Ningún prior tiene derecho a obligar a un monje a decir misa
solo. Ofrezcan uno, dos o tres, y que los demás reciban la Santa Cena
del Señor en ambos tipos ”. 1
Esto es lo que pedía fray Gabriel, y este lenguaje atrevido fue
escuchado con aprobación por los demás hermanos, y particularmente
por los que venían de los Países Bajos. 2 Eran discípulos del Evangelio,
¿y por qué no deberían ajustarse en todo a sus mandamientos? ¿No
había escrito el propio Lutero a Melanctho n en el mes de agosto: "De
ahora en adelante y para siempre no diré más misas privadas?" 3 Así,
los monjes, los soldados de la jerarquía, emancipados por el Verbo,
tomaron parte valientemente contra Roma.
En Wittenberg se encontraron con una violenta resistencia del prior.
Recordando que todo debía hacerse con orden, cedieron, pero con una
declaración de que sostener la misa era oponerse al Evangelio de Dios.

El prior había ganado el día: un hombre había sido más fuerte que
todos ellos. Se podría parecer, por lo tanto, que este movimiento de los
agustinos fue uno de esos caprichos de insubordinación que ocurre
con tanta frecuencia en los monasterios. Pero era en realidad el mismo
Espíritu de Dios el que entonces agitaba a toda la cristiandad. Un grito
solitario, pronunciado en el seno de un convento, encontró su eco en
mil voces y lo que los hombres hubieran querido encerrar entre los
muros de un claustro, salió y tomó forma corporal en medio de la
ciudad. .
Los rumores de disensiones entre los frailes se extendieron por la
ciudad. Participaron los ciudadanos y estudiantes de la universidad,
unos con, otros en contra de la masa. La corte del elector estaba
preocupada. Federico, sorprendido, envió a su canciller Pontanus a
Wittenberg con órdenes de reducir a los monjes a la obediencia ,
poniéndolos, si era necesario, a pan y agua; 4 y el 12 de octubre, a las
siete de la mañana, una delegación de los profesores, de la que
formaba parte Melancthon, visitó el convento exhortando a los
hermanos a no intentar innovaciones, 5 o al menos a esperar un poco
más. Sobre esto revivió todo su celo: como eran unánimes en su fe,
excepto el prior que los combatía, apelaron a la Escritura, al
entendimiento de los creyentes ya la conciencia de los teólogos; y dos
días después entregó una declaración escrita.
Los médicos examinaron ahora la cuestión más de cerca y encontraron
que los monjes tenían la verdad de su lado. Habían ido a convencer, y
se convencieron a sí mismos . ¿Qué deberían hacer? sus conciencias
clamaban en voz alta; su ansiedad seguía aumentando: por fin, después
de una larga vacilación, tomaron una valiente resolución.
El 20 de octubre, la universidad hizo su informe al elector. “Que su
alteza electoral ”, dijeron, después de exponer los errores de la misa,
“ponga fin a todo abuso, no sea que Cristo en el día del juicio nos
reprenda como lo hizo con el pueblo de Cafarnaum”.
Ya no son unos pocos monjes oscuros los que hablan; es esa
universidad que durante varios años ha sido aclamada por todos los
sabios como la escuela de la nación; y los mismos medios empleados
para frenar la Reforma son los que ahora contribuirán a su extensión.
Melancthon, con esa osadía que llevó al aprendizaje, publicó cincuenta
y cinco proposiciones calculadas para iluminar la mente de los
hombres.

Melancthon dijo: “Así como mirar una cruz no es hacer una buena
obra, sino simplemente contemplar una señal que nos recuerda la
muerte de Cristo;
“Así como mirar al sol no es hacer una buena obra, sino simplemente
contemplar un signo que nos recuerda a Cristo y su Evangelio;
“Entonces, participar de la Cena del Señor no es realizar una buena
obra, sino simplemente hacer uso de una señal que nos recuerda la
gracia que nos ha sido dada a través de Cristo .
“Pero aquí está la diferencia, a saber, que los símbolos inventados por
los hombres simplemente nos recuerdan lo que significan; mientras
que las señales que Dios nos ha dado, no sólo nos recuerdan las cosas
mismas, sino que aseguran a nuestro corazón la voluntad de Dios. 6

“Así como la vista de una cruz no justifica, tampoco la misa justifica.


“Así como la vista de la cruz no es un sacrificio ni por nuestros pecados
ni por los pecados de otros, la misa no es un sacrificio.
“Sólo hay un sacrificio, pero una satisfacción, Jesucristo. Aparte de él,
no hay ninguno.
"Malditos sean los obispos que no se opongan a la impiedad de la
misa".
Así habló el piadoso y amable Felipe.
El elector estaba asombrado. Había querido reducir a algunos frailes
jóvenes, y ahora toda la universidad, el propio Melancthon, se levantó
en su defensa. Esperar le parecía en todos los aspectos el medio más
seguro de éxito. No le gustaban las reformas repentinas y deseaba que
todas las opiniones se abrieran paso sin obstáculos. "El tiempo a solas",
pensó, "aclara todas las cosas y las lleva a la madurez". Y sin embargo,
a pesar de él, la Reforma avanzaba con pasos apresurados y
amenazaba con llevarse todo consigo. Frederick hizo todo lo posible
por detener su progreso. Su autoridad, la influencia de su carácter, las
razones que le parecían las más convincentes, estaban todas puestas
en marcha. “No se apresuren”, les dijo a los teólogos: “su número es
demasiado pequeño para llevar a cabo tal reforma. Si se basa en el
Evangelio, otros también lo descubrirán y tú acabarás con los abusos
con la ayuda de toda la Iglesia. Hable, debata, predique sobre estos
asuntos tanto como quiera, pero manténgase al día con los usos
antiguos ".
Tal fue la batalla librada sobre el tema de la masa. Los monjes habían
liderado valientemente el asalto; los teólogos, indecisos por un
momento, acudieron pronto en su apoyo. Solo el príncipe y sus
ministros defendían el lugar. Se ha afirmado que la Reforma se logró
mediante el poder y la autoridad del elector; pero lejos de eso , los
asaltantes retrocedieron ante el sonido de su voz, y la masa se salvó
por unos días.

El calor del ataque ya se había dirigido contra otro punto. Fray Gabriel
continuaba aún con sus conmovedores sermones en la iglesia de los
Agustinos. El monaquismo era ahora objeto de sus reiterados golpes; si
la masa era el baluarte de las doctrinas romanas, las órdenes
monásticas eran el sostén de su jerarquía. Estas, entonces, eran las dos
primeras posiciones que debían llevarse.
“Nadie”, dijo Gabriel, según el informe del prior, “ningún habitante de
los conventos guarda los mandamientos de Dios; nadie puede salvarse
bajo una capucha; 7 todo hombre que entra en un claustro entra en él
en nombre del diablo. Los votos de castidad, pobreza y obediencia son
contrarios al Evangelio ”.
Este extraordinario lenguaje le fue informado al prior, quien evitó ir a
la iglesia por temor a escucharlo.

“Gabriel”, dijeron, “desea que se haga todo lo posible para vaciar los
claustros. Dice que si se recibe una burla en las calles, la gente debería
tirar de él por el vestido y reírse de él; y que si no pueden ser
expulsados de los conventos mediante el ridículo, deben ser
expulsados por la fuerza. Romper, derribar, destruir por completo los
monasterios (dice él), para que no quede ni un solo rastro de ellos; y
que ninguna de esas piedras que han contribuido a albergar tanta
pereza y superstición se encuentre en el lugar que ocuparon durante
tanto tiempo ”. 8
Los frailes estaban asombrados; su conciencia les decía que las
palabras de Gabriel eran demasiado ciertas, que una vida de monje no
se ajustaba a la voluntad de Dios y que nadie podía disponer de sus
personas mejor que ellos mismos.
Trece agustinos salieron juntos del convento y, colocando así el traje
de su orden, asumieron un vestido laico. Los que poseían algún
conocimiento asistían a las conferencias de la universidad, para que
algún día pudieran ser útiles a la Iglesia; y aquellos cuyas mentes no
tenían cultura, se esforzaron por ganarse la vida con el trabajo de sus
propias manos, de acuerdo con los mandatos del apóstol y el ejemplo
de los buenos ciudadanos de Wittenberg. 9 Uno de ellos, que entendía
el oficio de carpintero, solicitó la libertad de la ciudad y resolvió tomar
esposa.
Si la entrada de Lutero en el convento de los Agustinos en Erfurth
había sido el germen de la Reforma, la salida de estos trece monjes del
convento de los Agustinos en Wittenberg fue la señal de su entrada en
posesión de la cristiandad . Durante los últimos treinta años, Erasmo
había estado desvelando la inutilidad, la locura y los vicios de los
monjes; y toda Europa se rió y se enojó con él; pero el sarcasmo ya no
era necesario. Trece hombres de espíritu noble y audaz regresaron al
medio del mundo para ser rentables a la sociedad y cumplir los
mandamientos de Dios. El matrimonio de Feldkirchen había sido la
primera derrota de la jerarquía; la emancipación de estos trece
agustinos fue la segunda. El monaquismo, que había surgido en el
momento en que la Iglesia entró en su período de esclavitud y error,
estaba destinado a caer al amanecer de la libertad y la verdad.
Este paso atrevido excitó el fermento universal en Wittenberg. Se sintió
admiración por aquellos hombres que así vinieron a tomar parte en las
labores generales y fueron recibidos como hermanos. Al mismo
tiempo, se escucharon algunos clamores contra quienes persistieron
en permanecer perezosamente resguardados detrás de los muros de su
monasterio. Los monjes que se mantuvieron fieles a su prior temblaron
en sus celdas; y este último, llevado por el movimiento general, detuvo
la celebración de las masas bajas.
La concesión más pequeña en un momento de necesidad tan crítico
precipitó el curso de los acontecimientos. La orden del prior causó gran
sensación en la ciudad y la universidad, y produjo una explosión
repentina. Entre los estudiantes y ciudadanos de Wittenberg se
encontraron algunos de esos hombres turbulentos a quienes la menor
excitación despierta y precipita hacia desórdenes criminales. Les
exasperaba la idea de las misas bajas , que hasta el prior supersticioso
había suspendido, todavía se decía en la iglesia parroquial; y el martes
3 de diciembre, cuando estaba a punto de leerse la misa, corrieron a
los altares, se llevaron los libros y expulsaron a los sacerdotes de la
capilla. El consejo y la universidad estaban molestos y se reunieron
para castigar a los autores de estas fechorías. Pero las pasiones que
alguna vez se despertaron no se sofocan fácilmente. Los Cordelier no
habían participado en este movimiento de los agustinos. Al día
siguiente, los estudiantes colocaron una pancarta amenazante en las
puertas de su convento; después entraron cuarenta estudiantes a su
iglesia, y aunque se abstuvieron de la violencia, ridiculizaron a los
monjes, de modo que estos últimos no se atrevieron a decir misa
excepto en el coro. Hacia la noche se les dijo a los padres que
estuvieran en guardia: "¡Los estudiantes (se dijo) están decididos a
atacar el monasterio!" Los religiosos asustados, sin saber cómo
protegerse de estos ataques reales o supuestos, se apresuraron a rogar
al consejo que los protegiera; Se envió una guardia de soldados, pero el
enemigo no apareció. La universidad hizo detener a los estudiantes
que habían participado en estos disturbios. Se descubrió que algunos
eran de Erfurth, donde se habían hecho famosos por su
insubordinación. 10 Las sanciones de la universidad fueron infligidas
sobre ellos.
Y, sin embargo, se sintió la necesidad de investigar detenidamente la
legalidad de los votos monásticos. Un capítulo de monjes agustinos de
Misnia y Turingia se reunió en Wittenberg en el mes de diciembre.
Llegaron a la misma opinión que Lutero. Por un lado declararon que
los votos monásticos no eran criminales, pero por el otro que no eran
obligatorios. “En Cristo”, decían, “no hay laico ni monje; cada uno tiene
la libertad de abandonar el monasterio o permanecer en él. El que
salga, tenga cuidado de no abusar de su libertad; que el que quede,
obedezca a sus superiores, pero por amor ”. Luego abolieron la
mendicidad y el decir misas por dinero; también decretaron que los
mejor instruidos entre ellos debían dedicarse a la enseñanza de la
Palabra de Dios, y que los demás debían sostener a sus hermanos con
la obra de sus propias manos. 11
De este modo, la cuestión de los votos parecía resuelta; pero el de la
masa estaba indeciso. El elector todavía resistía el torrente y protegía
una institución que veía en pie en toda la cristiandad. Las órdenes de
un príncipe tan indulgente no pudieron contener por mucho tiempo el
sentimiento público. La cabeza de Carlstadt, en particular, estaba
girando en medio del fermento general. Celoso, recto y valiente,
dispuesto, como Lutero, a sacrificar todo por la verdad, era inferior al
reformador en sabiduría y moderación; no estaba completamente
exento de la vanagloria, y con una disposición inclinada a examinar las
cosas hasta el fondo, era defectuoso en el juicio y en la claridad de
ideas. Lutero lo había sacado del fango de la escolástica y lo había
dirigido al estudio de las Escrituras; pero Carlstadt no había
reconocido con su amigo la total suficiencia de la Palabra de Dios. En
consecuencia, a menudo se le vio adoptando las interpretaciones más
singulares. Mientras Lutero estuvo a su lado, la superioridad del
maestro mantuvo al erudito dentro de los límites debidos. Pero ahora
Carlstadt estaba libre. En la universidad, en la iglesia, en todas partes
de Wittenberg, se podía oír a este hombrecillo de rasgos oscuros, que
nunca había destacado en elocuencia, proclamando con gran fervor
ideas que a veces eran profundas, pero a menudo entusiastas y
exageradas. “¡Qué locura”, exclamó, “ pensar que uno debe dejar la
Reforma a la obra de Dios solamente! Comienza un nuevo orden de
cosas. La mano del hombre debería interferir. ¡Ay del que se queda
atrás y no sube por la brecha en la causa del Todopoderoso! ”.

El lenguaje del archidiácono comunicaba a los demás la impaciencia


que él mismo sentía. “Todo lo que los papas han ordenado es impío”,
dijeron algunos hombres rectos y sinceros que siguieron su ejemplo.
“No nos hagamos partícipes de esas abominaciones permitiéndoles
subsistir por más tiempo. Lo que es condenado por la Palabra de Dios
debe ser anotado en toda la cristiandad, cualesquiera que sean las
ordenanzas de los hombres. Si los jefes de Estado y de la Iglesia no
cumplen con su deber, nosotros cumpliremos con el nuestro.
Renunciemos a toda negociación, conferencia, tesis y disputa, y
apliquemos el remedio eficaz a tantos males. Necesitamos un segundo
Elías para derribar los altares de Baal ".
El restablecimiento de la Cena del Señor, en este momento de
fermento y entusiasmo, indudablemente no pudo presentar la
solemnidad y santidad de su primera institución por parte del Hijo de
Dios, en vísperas de su muerte, y casi al pie de la cruzar. Pero si Dios se
valió ahora de hombres débiles y quizás apasionados, sin embargo fue
su mano la que reavivó en la Iglesia la fiesta de su amor.
En octubre anterior, Carlstadt ya había celebrado la Cena del Señor en
privado con doce de sus amigos, de acuerdo con la institución de
Cristo. El domingo antes de Navidad anunció desde el púlpito que el
día de la circuncisión de nuestro Señor (el primer día del año)
distribuiría la eucaristía en ambas clases (pan y vino) a todos los que
se presentaran en el altar; que omitiría todas las formas inútiles, 12 y
en la celebración de esta misa no usaría ni capa ni casulla.
El concilio asustado suplicó al consejero Beyer que evitara tan
flagrante irregularidad; y ante esto Carlstadt resolvió no esperar hasta
el día señalado. El día de Navidad de 1521, predicó en la iglesia
parroquial sobre la necesidad de dejar la misa y recibir el sacramento
en ambos tipos. Después del sermón, fue al altar; pronunció las
palabras de consagración en alemán, y luego, volviéndose hacia el
pueblo atento, dijo con voz solemne: “Quien sienta la carga de los
pecados y tenga hambre y sed de la gracia de Dios, venga y reciba el
cuerpo y la sangre de nuestro Señor ". 13 Y luego, sin levantar la
hostia, distribuyó el pan y el vino entre todos, diciendo: “Este es el
cáliz de mi sangre, y la sangre del nuevo y sempiterno Pacto”.
Los sentimientos antagónicos prevalecieron en la asamblea. Algunos,
sintiendo que una nueva gracia de Dios había sido dada a la Iglesia, se
acercaron al altar en silencio y con emoción. Otros, atraídos
principalmente por la novedad, se acercaban con cierta agitación e
impaciencia. Cinco comulgantes solos se habían presentado en el
confesionario: el resto simplemente participaba en la confesión
pública de los pecados. Carlstadt dio una absolución pública a todos,
sin imponerles otra penitencia que esta: "No peques más". Luego,
terminó cantando el Agnus Dei. 14
Nadie se opuso a Carlstadt; estas reformas ya habían obtenido el
asentimiento general. El archidiácono administró la Cena del Señor
nuevamente el día de Año Nuevo y el domingo siguiente, y desde ese
momento se celebró regularmente. Einsidlen, uno de los consejeros
electores, habiendo reprochado a Carlstadt buscar su propia gloria en
lugar de la salvación de sus oyentes: “Señor poderoso”, respondió, “no
hay forma de muerte que pueda hacerme apartarme de las Escrituras.
La Palabra ha venido sobre mí con tanta prontitud ... ¡Ay de mí si no la
predico! ” 15 Poco después, Carlstadt se casó.
En el mes de enero de 1522, el consejo y la universidad de Wittenberg
regularon la celebración de la Cena del Señor de acuerdo con el nuevo
ritual. Al mismo tiempo, estaban comprometidos con los medios de
reavivar la influencia moral de la religión; porque la Reforma estaba
destinada a restaurar simultáneamente la fe, la adoración y la
moralidad. Se decretó no tolerar a los mendicantes, mendigaran fraile
o no; y que en cada calle haya algún piadoso encargado de cuidar de los
pobres y convocar a los pecadores abiertos ante la universidad y el
consejo. dieciséis
Así cayó la masa, el principal baluarte de Roma; luego la Reforma pasó
de la simple enseñanza al culto público. Durante tres siglos, la masa y
la transubstanciación se habían establecido perentoriamente. 17 A
partir de ese período, todo en la Iglesia había tomado un nuevo
rumbo; todo tendía a la gloria del hombre y al culto del sacerdote. El
Santo Sacramento había sido adorado; se habían instituido festivales
en honor a los milagros más sublimes; la adoración de María había
adquirido una gran importancia; el sacerdote que, en su consagración,
recibió el maravilloso poder de “hacer el cuerpo de Cristo”, se había
separado de los laicos y se había convertido, según Tomás de Aquino,
en mediador entre Dios y el hombre; 18 se había proclamado el
celibato como ley inviolable; la confesión auricular había sido
introducida sobre el pueblo, y la copa les negó; porque, ¿cómo podrían
los laicos humildes ser colocados en el mismo rango que los sacerdotes
investidos con el ministro más augusto ? La misa fue un insulto para el
Hijo de Dios: se opuso a la gracia perfecta de su cruz y la gloria
inmaculada de su reino eterno. Pero si rebajaba al Salvador, exaltaba al
sacerdote, a quien investía con el poder incomparable de reproducir en
su mano, ya su voluntad, al Creador Soberano. A partir de ese
momento, la Iglesia pareció existir no para predicar el Evangelio, sino
simplemente para reproducir a Cristo corporalmente. 19 El pontífice
romano, cuyos siervos más humildes crearon a placer el cuerpo de
Dios mismo, se sentó como Dios en el templo de Dios y reclamó un
tesoro espiritual, del cual extraía a voluntad indulgencias para el
perdón de las almas.
Tales eran los graves errores que, durante tres siglos, se habían
impuesto a la Iglesia en conjunción con la misa. Cuando la Reforma
abolió esta institución del hombre, también abolió estos abusos. El
paso dado por el archidiácono de Wittenberg fue, por tanto, uno de un
rango muy extenso. Las espléndidas fiestas que solían divertir a la
gente, la adoración de la Virgen, el orgullo del sacerdocio, la autoridad
del Papa, todo se tambaleaba con la misa. Se quitó la gloria a los
sacerdotes, para volver a Jesucristo, y la Reforma avanzó a pasos
agigantados.

Notas finales:
1. Einem 2 oder 3 befehlen Mess zu halten und die andern
12 von denen. Das Sacrament sub utraque specie, mit
empfahen. Corp. Ref. 1: 460.
2. Der meiste Theil jener Parthei Niederlander seyne. Corp.
Ref. 1: 476.
3. Sed et ego amplius non faciam missam privatam in
aeternum. L. Epp. 2 : 36.
4. Wollen die Monche nicht Mess halten, sie werden's bald
in der Kuchen und Keller empfinden. Corp. Ref. 1: 461.
5. Mit dem Mess halten keine Neuerung machen. Ibídem.
6. Signa ab hominibus reperta admonent tantum; signa a
Deo tradita, praeterquam quod admonent, c ertificant
etiam cor de voluntate Dei. Corp. Ref. 1: 478.

7. Kein Monch werde in der Kappe selig. Corp. Ref. 1: 433.


8. Dass man nicht oben Stuck von einem Kloster da sey
gestanden, merken moge. Ibídem. 483.
9. Etliche unter den Burgern, etliche unter den Studenten,
dice el prior en su denuncia al Elector. Corp. Ref. 1: 483.
10. In summa es sollen die Aufruhr etliche Studenten von
Erffurth erwerckt haben. Corp. Ref. 1: 490.
11. Corp. Ref. 1: 456. Los editores asignan este decreto al mes
de octubre antes de que los frailes hubieran quitado el
convento de Wittemberg.

12. Und die anderen Schirymsiege alle aussen lassen. Corp.


Ref. 1: 512.
13. Wer mit Sunden beschwert und nach der Gnade Gottes
hungrig und durstig. Corp. Ref. 1: 540.
14. Sombrero comunicirt hombre Wenn, so singt man:
Agnus Dei carmen. Ibídem.

15. Mir ist das Wort ayuna en grosser Geschwindigkeit


eingefallen. Ibídem. 545.
16. Keinen offenbaren Sunder zu dulden..Ibid. 540.
17. Por el Concilio de Letrán, en 1215.
18. Sacerdos constituitur medius inter Deum et populum.
Th. Aquin. Summa, 3:22.
19. Perfectio hujus s acramenti non est in usu fidelium, sed
in conscratione materiae. Ibídem. Búsqueda. 80.
LIBRO 9
CAPÍTULO 7

Los hombres con prejuicios tal vez no vieron nada en el trabajo que se
estaba llevando a cabo, excepto los efectos de un entusiasmo vacío. Los
mismos hechos iban a probar lo contrario, y demostrar que hay una
gran brecha entre una Reforma basada en la Palabra de Dios y una
excitación fanática.
Siempre que tiene lugar un gran fermento religioso en la Iglesia,
siempre aparecen algunos elementos impuros con las manifestaciones
de la verdad. Vemos el surgimiento de una o más reformas falsas que
proceden del hombre y que sirven como testimonio o refrendo de la
reforma real. Así, muchos falsos mesías en el tiempo de Cristo
testificaron que el verdadero Mesías había aparecido. La Reforma del
siglo XVI no podría lograrse sin presentar un fenómeno similar. En la
pequeña ciudad de Zwickau se manifestó por primera vez.
En ese lugar vivían unos pocos hombres que, agitados por los grandes
acontecimientos que entonces conmovían a toda la cristiandad,
aspiraban a las celebraciones directas de la Deidad, en lugar de desear
dócilmente la santificación del corazón, y que afirmaban que estaban
llamados a completar la Reforma. tan débilmente esbozado por
Lutero. “¿De qué sirve”, dijeron, “aferrarse tan estrechamente a la
Biblia? ¡La biblia! siempre la Biblia! ¿Puede la Biblia predicarnos? ¿Es
suficiente para nuestra instrucción? Si Dios se hubiera propuesto
instruirnos mediante un libro, ¿no nos habría enviado una Biblia del
cielo? Es solo por el Espíritu que podemos ser iluminados. Dios mismo
nos habla. Dios mismo nos revela lo que debemos hacer y lo que
debemos predicar ”. Así, estos fanáticos, como los seguidores de Roma,
atacaron el principio fundamental sobre el que se basa toda la
Reforma: la suficiencia total de la Palabra de Dios.
Un simple clo thier, de nombre Nicholas Storch, anunció que el ángel
Gabriel se le había aparecido durante la noche, 1 y que después de
comunicarle cosas que aún no podía revelar, le dijo: "Te sentarás en mi
trono". Un antiguo alumno de Wittenberg, un tal Mark Stubner, se
unió a Storch e inmediatamente abandonó sus estudios; porque había
recibido directamente de Dios (dijo él) el don de interpretar las
Sagradas Escrituras. Otro tejedor, Mark Thomas, se sumó a su
número; y un nuevo adepto, Thoma 's Munzer, un hombre de carácter
fanático, dio una organización regular a esta secta en ascenso. Storch,
deseoso de seguir el ejemplo de Cristo, seleccionó entre sus seguidores
a doce apóstoles y setenta y dos discípulos. Todos declararon en voz
alta, como lo ha hecho una secta en nuestros días , que los apóstoles y
profetas fueron finalmente restaurados a la Iglesia de Dios. 2 Los
nuevos profetas, fingiendo seguir los pasos de los de antaño,
comenzaron a proclamar su misión: “¡Ay! ¡aflicción!" dijeron ellos; “Una
Iglesia gobernada por hombres tan corruptos como los obispos no
puede ser la Iglesia de Cristo. Los gobernantes impíos de la cristiandad
serán derrocados. En cinco, seis o siete años, una desolación universal
vendrá sobre el mundo. El turco se apoderará de Alemania; Todos los
sacerdotes serán ejecutados, incluso los casados. Ningún impío, ningún
pecador permanecerá vivo; y después de que la tierra haya sido
purificada con sangre, Dios establecerá un reino; Storch será puesto en
posesión de la autoridad suprema y encomendará el gobierno de las
naciones a los santos. 3 Entonces habrá una sola fe, un solo bautismo.
El día del Señor está cerca, y el fin del mundo se acerca. ¡Aflicción!
¡aflicción! ¡aflicción!" Luego, declarando que el bautismo de infantes no
tenía valor, los nuevos profetas hicieron un llamado a todos los
hombres para que vinieran y recibieran de sus manos el verdadero
bautismo, como una señal de su introducción en la nueva Iglesia de
Dios.
Este lenguaje causó una profunda impresión en la gente. Muchas almas
piadosas se sintieron conmovidas por la idea de que los profetas
fueran nuevamente restaurados a la Iglesia, y todos los que amaban lo
maravilloso se arrojaron a los brazos de los extravagantes de Zwickau.
Pero apenas tuvo este viejo engaño, que ya había aparecido en tiempos
del Montanismo y en la Edad Media los cuatro seguidores, cuando se
encontró con un poderoso antagonista de la Reforma. Nicholas
Hausmann, de quien Lutero dio este poderoso testimonio, “Lo que
predicamos, él lo practica” 4, fue pastor de Zwickau. Este buen hombre
no se dejó engañar por las pretensiones de los falsos profetas.
Comprobó las innovaciones que Storch y sus seguidores deseaban
introducir, y sus dos diáconos actuaron al unísono con él. Los
fanáticos, rechazados por los ministros de la Iglesia, cayeron en otra
extravagancia. Formaron reuniones en las que se profesaban doctrinas
revolucionarias. La gente estaba agitada y estallaron disturbios. Un
sacerdote que llevaba la hostia fue apedreado; 5 la autoridad civil
interfirió y encarceló a los cabecillas. 6 Exasperados por este
procedimiento y ansiosos por reivindicarse y obtener reparación,
Storch, Mark Thomas y Stubner se dirigieron a Wittenberg. 7
Llegaron allí el 27 de diciembre de 1521. Storch abrió el camino con el
paso y el porte de un soldado. 8 Mark Thomas y Stubner lo siguieron.
El desorden que reinaba entonces en Wittenberg favorecía sus
designios. Los jóvenes de la academia y la ciudadanía, ya
profundamente agitados y en estado de excitación, eran un terreno
bien preparado para recibir a estos nuevos profetas.
Creyéndose seguros de apoyo, acudieron de inmediato a los profesores
de la universidad, para obtener su sanción. “Somos enviados por Dios
para instruir al pueblo”, dijeron . “Hemos mantenido conversaciones
familiares con el Señor; sabemos lo que pasará; 9 en una palabra,
somos apóstoles y profetas, y apelamos al Dr. Lutero ". Este extraño
lenguaje asombró a los profesores.
"¿Quién te ha encargado que prediques?" preguntó Melancthon a su
antiguo alumno Stubner, a quien recibió en su casa: "El Señor nuestro
Dios". "¿Has escrito algún libro?" - “El Señor nuestro Dios me lo ha
prohibido”. Melancthon estaba agitado: se alarmó y se asombró.
“Hay, sin duda, espíritus extraordinarios en estos hombres”, dijo;
“¿Pero qué espíritus? ... Sólo Luther puede decidir. Por un lado,
cuidémonos de apagar el Espíritu de Dios y, por el otro, de dejarnos
desviar por el espíritu de Satanás ”.
Storch, que tenía una posición inquieta , pronto abandonó Wittenberg.
Stubner se quedó. Animado por un ávido espíritu de proselitismo,
recorrió la ciudad, hablando ahora con uno, luego con otro; y muchos
lo reconocieron como profeta de Dios. Se dirigió más particularmente
a un suabo llamado Cellarius, amigo de Melancthon, que tenía una
escuela en la que solía instruir a un gran número de jóvenes y que
pronto reconoció plenamente la misión de los nuevos profetas.
Melancthon ahora se volvió aún más perplejo e inquieto. No eran tanto
las visiones de los profetas de Zwickau lo que lo perturbaba, como su
nueva doctrina sobre el bautismo. Le pareció conforme con la razón y
pensó que merecía un examen; " Porque" , dijo, "no debemos admitir
ni rechazar nada levemente". 10
Ese es el espíritu de la Reforma. La vacilación y la ansiedad de
Melancthon son una prueba de la rectitud de su corazón, más
honorables para él, tal vez, de lo que hubiera sido cualquier oposición
sistemática.

El propio elector , a quien Melancthon llamó “la lámpara de Israel” 11,


vaciló. ¡Profetas y apóstoles en el electorado de Sajonia como en la
Jerusalén de antaño! “Este es un gran asunto”, dijo; “Y como laico, no
puedo entenderlo. Pero en lugar de luchar contra Dios, tomaría un
bastón en mi mano, y descendería de mi trono ".
Por último, informó a los profesores, por medio de sus consejeros, que
tenían suficientes problemas entre manos en Wittenberg; que con toda
probabilidad estas pretensiones de los profetas de Zwickau eran sólo
una tentación del diablo; y que, en su opinión, lo más sabio sería dejar
que el asunto se desvaneciera por sí solo; sin embargo, que, en toda
circunstancia, siempre que su alteza percibiera claramente la voluntad
de Dios, acudiría al consejo de su hermano o de su madre, y que estaba
dispuesto a sufrir todo por la causa de la verdad. 12
Lutero en Wartburg fue informado de la agitación que prevalecía en la
corte y en Wittenberg. Habían aparecido hombres extraños y se
desconocía la fuente de donde procedía su misión. Inmediatamente vio
que Dios había permitido que estos acontecimientos afligidos
humillaran a sus siervos y los excitaran mediante pruebas a luchar
más fervientemente por la santificación.

“Su excelencia electoral”, le escribió a Frederick, “lleva muchos años


recolectando reliquias de todos los países. Dios ha satisfecho tu deseo,
y te ha enviado, sin costo de molestia, toda una cruz, con clavos, lanzas
y azotes ... ¡Salud y prosperidad a la nueva reliquia! ... Solo deja que tu
¡ Dios mío, extiende tu brazo sin miedo y deja que los clavos entren en
tu carne! ... Siempre esperé que Satanás nos enviara esta plaga ".
Pero, al mismo tiempo, nada le parecía más urgente que asegurar a los
demás la libertad que reclamaba para sí mismo. No tenía dos pesos y
dos medidas. “Tenga cuidado de no meterlos en la cárcel”, le escribió a
Spalatin. "No moje el príncipe su mano en la sangre de estos nuevos
profetas". 13 Lutero fue mucho más allá de su época, e incluso más allá
de muchos otros reformadores, en el tema de la libertad religiosa.

Las circunstancias se volvían cada día más graves en Wittenberg. 14


Carlstadt rechazó muchas de las doctrinas de los nuevos profetas, y
particularmente sus sentimientos sobre el bautismo; pero aquí hay un
contagio en el entusiasmo religioso que una cabeza como la suya no
podría resistir fácilmente. Desde la llegada de los hombres de Zwickau
a Wittenberg, Carlstadt aceleró sus movimientos en dirección a
reformas violentas. “Debemos caer en cada práctica impía y
derrocarlos a todos en un día”, dijo. 15 Reunió todos los pasajes de la
Escritura contra las imágenes y arremetió con creciente energía contra
la idolatría de Roma. “Se caen y se arrastran ante estos ídolos”,
exclamó; “Queman velas delante de ellos y les hacen ofrendas ...
Levantémonos y arranquémoslas de los altares”.
Estas palabras no fueron pronunciadas en vano ante el pueblo.
Entraron en las iglesias, se llevaron las imágenes, las partieron en
pedazos y las quemaron. 16 Hubiera sido mejor esperar hasta que se
proclamara legalmente su abolición; pero algunos pensaron que la
cautela de los jefes comprometería la Reforma misma.
A juzgar por el lenguaje de estos entusiastas, no había verdaderos
cristianos en Wittenberg, salvo los que no iban a confesarse, que
atacaban a los sacerdotes y que comían carne en los días de ayuno. Si
se sospechaba que alguien no rechazaba todos los ritos de la Iglesia
como una invención del diablo, se le consideraba un adorador de Baal.
"Debemos formar una Iglesia", gritaban, "¡compuesta únicamente de
santos!"
Los ciudadanos de Wittenberg presentaron al consejo ciertos artículos
que se vieron obligados a aceptar. Muchos de los artículos se ajustaban
a la moral evangélica. Exigían más particularmente que todas las casas
de entretenimiento público estuvieran cerradas.
Pero Carlstadt pronto fue aún más lejos: comenzó a despreciar el
saber; y se oyó al viejo profesor desde su silla aconsejar a sus alumnos
que regresaran a casa, que tomaran la pala, que guiaran el arado y que
cultivaran tranquilamente la tierra, porque el hombre debía comer el
pan con el sudor de su frente. George Mohr, el maestro de la escuela de
niños de Wittenberg, impulsado por el mismo fanatismo, llamó a los
ciudadanos reunidos desde la ventana del aula para que vinieran y se
llevaran a sus hijos. ¿Por qué iban a estudiar, si Storch y Stubner
nunca habían estado en la universidad y, sin embargo, eran profetas?
... Un mecánico, por lo tanto, era tan bueno como todos los médicos
del mundo; y quizás mejor, predicar el evangelio.

Así surgieron doctrinas en oposición directa a la Reforma, que había


sido preparada por el resurgimiento de las letras. Lutero había atacado
a Roma con el arma del saber teológico; y los entusiastas de
Wittenberg, como los fanáticos monjes con los que se habían
enfrentado Erasmo y Reuchlin, supusieron pisotear todo el saber
humano. Si este vandalismo logró mantenerse firme, las esperanzas del
mundo se perdieron; y otra erupción de bárbaros extinguiría la luz que
Dios había encendido en la cristiandad.
Los resultados de estos extraños discursos pronto se manifestaron. Las
mentes de los hombres estaban prejuiciadas, agitadas, desviadas del
Evangelio; la universidad se desorganizó; los estudiantes
desmoralizados rompieron los lazos de la disciplina y se dispersaron; y
los gobiernos de Alemania recordaron a sus súbditos. 17 Así, los
hombres que deseaban reformar y vivificar todo, estuvieron a punto de
arruinarlo todo. 18 Una lucha más (exclamaban los amigos de Roma,
que por todos lados recuperaban la confianza), una última lucha, ¡y
todo será nuestro!
Controlar prontamente los excesos de estos fanáticos era el único
medio de salvar la Reforma. ¿Pero quién podría hacerlo? Melancthon?
Era demasiado joven, demasiado débil, demasiado agitado por estas
extrañas apariciones. ¿El elector? Era el hombre más pacífico de su
época. Para construir castillos en Altenburg, Weimar, Lochau y
Coburg; adornar las iglesias con los bellos cuadros de Lucas Cranach;
mejorar el canto en las capillas; promover la prosperidad de su
universidad; promover la felicidad de sus súbditos; detenerse en medio
de los niños que encontraba jugando en las calles y darles pequeños
obsequios: tales eran las suaves ocupaciones de su vida. Y ahora, en su
avanzada edad, ¿lidiaría con fanáticos? ¿Opondría la violencia a la
violencia? ¿Cómo pudo el bueno y piadoso Frederick tomar una
decisión sobre esto?
La enfermedad continuó propagándose y nadie se adelantó para
controlarla. Lutero estaba lejos de Wittenberg. La confusión y la ruina
se habían apoderado de la ciudad. La Reforma había visto a un
enemigo surgir de su propio seno más formidable que los papas y
emperadores. Estaba al borde del abismo.
¡Lutero! ¡Lutero! fue el grito general y unánime en Wittenberg. Los
ciudadanos lo llamaron seriamente; los profesores deseaban su
consejo; los mismos profetas le apelaron. Todos le rogaron que
regresara. 19
Podemos imaginar lo que pasaba por la mente del reformador. Todos
los terrores de Roma no eran nada en comparación con lo que ahora le
retorcía el corazón. Es desde el mismo medio de la Reforma que sus
enemigos han salido. Se está aprovechando de sus propios signos
vitales; y esa doctrina, que fue la única que trajo paz a su corazón
atribulado, se convierte en ocasión de perturbaciones fatales para la
Iglesia.

“Si supiera”, había dicho una vez, “que mi doctrina hirió a un hombre,
a un solo hombre, por más humilde y oscuro que sea (lo cual no puede,
porque es el Evangelio mismo), preferiría morir diez veces antes que
no retractarme . " 20 ¡ Y ahora toda una ciudad, y esa ciudad de
Wittenberg, está cayendo en desorden! Es cierto que su doctrina no
participa en esto; pero de todos los rincones de Alemania se escuchan
voces que lo acusan de ello. Dolores más agudos de lo que había
sentido antes lo asaltan ahora, y nuevas tentaciones lo agitan. "¿Será
tal entonces el final de esta gran obra de la Reforma?" se dijo a sí
mismo. ¡Imposible! rechaza estas dudas. Dios ha comenzado ... Dios
perfeccionará la obra. “Me arrastro con profunda humildad a la gracia
del Señor”, exclamó 21 , “y le suplico que su nombre permanezca
unido a esta obra; y que si algo impuro se mezcla con él, recordará que
soy un hombre pecador ".

La noticia comunicada a Lutero de la inspiración de estos nuevos


profetas, y de sus sublimes entrevistas con Dios no lo asombró ni un
momento. Conocía la profundidad, la angustia, la humillación de la
vida espiritual: en Erfurth y Wittenberg había puesto a prueba el
poder de Dios, que no le permitía creer tan fácilmente que Dios se
aparecía a sus criaturas y conversaba con ellas. “Pregúntale a estos
profetas”, le escribió a Melancthon, “si han sentido esos tormentos
espirituales , esas creaciones de Dios, esa muerte y el infierno que
acompañan a una verdadera regeneración ... 22 Y te hablan sólo de
cosas agradables , de impresiones tranquilas, de devoción y piedad,
como dicen, no les crean, aunque fingieran haber sido transportados al
tercer cielo. Antes de que Cristo pudiera alcanzar su gloria, se vio
obligado a sufrir la muerte; y de la misma manera el creyente debe
pasar por la amargura del pecado antes de poder obtener la paz.
¿Deseas conocer el momento, el lugar y la manera en que Dios habla
con los hombres? Escucha: como león, ha quebrado todos mis huesos:
soy arrojado de delante de su rostro, y mi alma ha sido humillada
hasta las puertas del infierno ... ¡No! La Divina Majestad (como
pretenden) no habla directamente, para que los hombres lo vean;
porque ningún hombre puede ver mi rostro y vivir ”.
Pero su firme convicción de la ilusión bajo la cual estaban trabajando
los profetas, sirvió para aumentar el dolor de Lutero. ¿La gran verdad
de la salvación por gracia ha perdido tan rápidamente su encanto que
los hombres se apartan de ella para seguir las fábulas? Empieza a
sentir que el trabajo no es tan fácil como pensaba al principio. Tropeza
con la primera piedra que el engaño del corazón humano había puesto
en su camino; está abatido por el dolor y la ansiedad. Resuelve,
arriesgando su vida, quitarlo del camino de su gente y decide regresar
a Wittenberg.
En ese momento estaba amenazado por peligros inminentes. Los
enemigos de la Reforma se imaginaban a sí mismos en vísperas de
destruirla. Jorge de Sajonia, igualmente indispuesto hacia Roma y
Wittenberg, había escrito, ya el 16 de octubre de 1521, al duque Juan,
el hermano del elector, para atraerlo al lado de los enemigos de la
Reforma. “Algunos”, dijo, “niegan que el alma sea inmortal. Otros (¡y
estos son monjes!) Colocan campanas a los cerdos y las colocan para
arrastrar las reliquias de San Antonio por las calles y luego arrojarlas
al fango. 23 ¡ Todo esto es fruto de la enseñanza de Lutero! E ntreat tu
hermano el elector ya sea para castigar a los autores de estas
innovaciones impíos, o al menos públicamente a manifestar su
opinión sobre ellos. Nuestra barba y cabello cambiantes nos recuerdan
que hemos llegado a la última parte de nuestro curso y nos instan a
poner fin a males tan grandes ".
Después de esto, George partió para ocupar su asiento en el gobierno
imperial de Nuremberg. Apenas había llegado cuando hizo todo lo
posible para instarlo a adoptar medidas de severidad. En efecto, el 21
de enero, este organismo dictó un edicto, en el que se quejaba
amargamente de que los sacerdotes decían la misa sin estar vestidos
con sus ropas sacerdotales, consagraban el sacramento en alemán, lo
administraban sin haber recibido la confesión requerida del
comulgantes, lo pusieron en manos de laicos, 24 y ni siquiera tuvieron
cuidado de asegurarse de que los que se adelantaban para recibirlo
estaban ayunando.
En consecuencia, el gobierno imperial deseaba que los obispos
buscaran y castigaran severamente a todos los innovadores dentro de
sus respectivas diócesis. Este último se apresuró a cumplir con estas
órdenes.
Tal fue el momento elegido por Lutero para su reaparición en escena.
Vio el peligro; presagia desastres incalculables. “Dentro de poco”, dijo ,
“habrá una perturbación en el imperio que llevará a príncipes,
magistrados y obispos ante él. La gente tiene ojos: no los tendrá, no se
los puede guiar por la fuerza. Toda Alemania correrá sangre. 25
Levántese como un muro para preservar nuestra nación en este
terrible día de la ira de Dios ”.
Notas finales:

1. Advolasse Gabrielem Angelum. Camerarii Vita. Mel. Pág.


48.
2. Breviter, de sese praedicant viros esse professionales et
apostolicos. Corp. Ref. 1: 514. El autor alude a estos
seguidores de Irving. - Tr.
3. Ut rerum potiaturet instauret sacra et respublicas tradat
sanctis viris tenendas. Camerar. Vita Mel. Pág. 45.
4. Quod nos docemos, ile facit.
5. Einen Priester der das Venerabile getragen mit Steinen
geworfen. Seck. Pág. 482.
6. Sunt et illic in vincula co njecti. Mel. Corp. Ref. 1: 513.
7. Huc advolarunt tres viri, duo lanifices, literarum rudes,
literatus tertius est. Ibid.
8. Incedens more et habitu militum istorum quos
Lanzkneckt dicimus. L. Epp. 2: 245.
9. Esse sibi cum Deo familiaria coloquios, videre
futura..Mel. Electori, 27 de diciembre de 1521. Corp. Ref.
1: 514.
10. Censebat enim neque admittendum neque rejiciendum
quicquam temere. Camer. Vita Mel. Pág. 49.
11. Electori lucernae Israel. Ibídem. pags. 513.
12. Daruber auch leiden fue SCG leiden sollt. Ibídem. pags.
537.
13. Ne pri nceps manus cruentet in prophetis. L. Epp. 2: 135.
14. Ubi fiebant omnia en dies difficiliora. Camer. Vita Mel.
Pág. 49.

15. Irruendum et demoliendum statim. Ibídem.


16. Die Bilder zu sturmen und aus den Kirchen zu werfen.
Matemáticas. Pág. 31.
17. Etliche Fursten ihre Bewandten abgefordert. Corp. Ref. 1:
560.

18. Perdita et funditus diruta. Camer. Vit. Mel. Pág. 52.


19. Lutherum revocavimus ex heremo suo magnis de causis.
Corp. Ref. 1: 566.
20. Mochte ich ehe zehn Tode leyden. Wieder Emser. L. Opp.
18: 613.
21. Ich krieche zu seiner Gnaden . Ibídem. 615.
22. Quaeras num experti sint spirituales illas angustias et
nativitates divinas, mortes infernosque. L. Epp. 2: 215.
23. Mit Schweinen und Schellen..in Koth geworfen Weimar
Ann. Seck. Pág. 482.

24. In ihre laische Hande reiche. L. Opp. 18: 285.


25. Germaniam en sanguine natare. L. Epp. 2: 157.
LIBRO 9
CAPÍTULO 8

Tales eran los pensamientos de Lutero; pero vio un peligro aún más
inminente. En Wittenberg, la conflagración, lejos de desaparecer, se
volvió cada día más feroz. Desde las alturas del Wartburg, Lutero podía
percibir en el horizonte los espantosos destellos, la señal de la
devastación, disparando a intervalos por el aire. ¿No es él el único que
puede ayudar en esta situación? ¿No se arrojará en medio de las llamas
para apagar su furor? En vano sus enemigos se preparan para dar el
golpe decisivo; en vano el elector le ruega que no abandone Wartburg y
que prepare su justificación contra la próxima dieta. Tiene una tarea
más importante que realizar: justificar el Evangelio mismo. “ Cada día
me llega una inteligencia más seria ”, escribió. "Voy a establecer: las
circunstancias exigen positivamente que lo haga". 1 En consecuencia,
se levantó el 3 de marzo con la determinación de abandonar Wartburg
para siempre. Se despidió de las torres gastadas por el tiempo y los
bosques sombríos. Pasó más allá de aquellos muros donde las
excomuniones de León X y la espada de Carlos V no pudieron
alcanzarlo. Descendió la montaña. El mundo que yacía a sus pies, y en
medio del cual está a punto de aparecer de nuevo, pronto quizás
clamaría en voz alta por su muerte. ¡Pero no importa! avanza gozoso,
porque en el nombre del Señor regresa entre sus semejantes. 2
El tiempo había pasado. Lutero abandonaba Wartburg por una causa
muy diferente de aquella por la que había entrado. Había ido allí como
asaltante de la vieja tradición y de los antiguos médicos; lo dejó como
defensor de la doctrina de los apóstoles contra nuevos adversarios.
Había entrado en ella como un novato y como un impugnador de la
antigua jerarquía; lo dejó como conservador y defensor de la fe de los
cristianos. Hasta ahora, Lutero había visto una sola cosa en su obra: el
triunfo de la justificación por la fe; y con esta arma había derribado
poderosas supersticiones. Pero si hubo un momento para destruir,
también hubo un momento para construir. Debajo de esas ruinas con
las que su fuerte brazo había esparcido la llanura, debajo de esas
arrugadas cartas de indulgencia, esas tiaras rotas y capuchas
andrajosas , debajo de tantos abusos y errores romanos que yacían en
confusión en el campo de batalla, discernió y descubrió la Iglesia
católica primitiva, reapareciendo aún igual, y surgiendo como de un
largo período de prueba, con sus doctrinas inmutables y acentos
celestiales. Podía distinguirlo de Roma, acogerlo y abrazarlo con
alegría. Lutero no efectuó nada nuevo en el mundo, ya que se le ha
acusado falsamente; no levantó un edificio para el futuro que no
tuviera conexión con el pasado; se destapó, se abrió a la luz del día los
cimientos antiguos, en los que las espinas y los cardos habían surgido,
y continuando la construcción del templo, construido simplemente en
las bases establecidas por los apóstoles. Lutero percibió que la antigua
y primitiva Iglesia de los apóstoles debe, por un lado, ser restaurada en
oposición al papado, por el cual había sido oprimida durante tanto
tiempo; y por el otro, defenderse de los entusiastas e incrédulos, que
pretendían repudiarlo y que, independientemente de todo lo que Dios
había hecho en el pasado, deseaban comenzar una obra enteramente
nueva. Lutero ya no era exclusivamente el hombre de una doctrina, la
de la justificación, aunque siempre le asignó el lugar más alto; se
convirtió en el hombre de toda la teología cristiana ; y aunque todavía
creía que la Iglesia era esencialmente la congregación de los santos,
tuvo cuidado de no despreciar a la Iglesia visible y reconoció a la
asamblea de los elegidos como el reino de Dios. Así se produjo un gran
cambio, en este momento, en el corazón de Lutero, en su teología y en
la obra de renovación que Dios estaba llevando a cabo en el mundo. La
jerarquía romana quizás podría haber llevado al reformador a los
extremos; las sectas que entonces levantaron tan audazmente sus
cabezas lo llevaron de regreso al verdadero camino de la moderación.
La estancia en Wartburg divide la historia de la Reforma en dos
períodos.
Lutero cabalgaba lentamente por la carretera de Wittenberg: ya era el
segundo día de su viaje y el martes de carnaval. Hacia la tarde estalló
una terrible tormenta y los caminos se inundaron. Dos jóvenes suizos,
que viajaban en la misma dirección que él, se apresuraban a buscar
refugio en la ciudad de Jena. Habían estudiado en Basilea y la
celebridad de Wittenberg los atrajo a esa universidad.
Viajando a pie, fatigado y empapado, John Kessler de St. Gall y su
compañero apresuraron sus pasos. La ciudad estaba conmocionada
con las diversiones del carnaval; bailes, mascaradas y festejos ruidosos
absorbieron a la gente de Jena; y cuando llegaron los dos viajeros, no
pudieron encontrar lugar en ninguna de las posadas. Por fin fueron
dirigidos a Black Bear, fuera de las puertas de la ciudad. Abatidos y
acosados, se dirigieron hacia allí lentamente. El propietario los recibió
amablemente. 3 Se sentaron cerca de la puerta abierta del salón
público, avergonzados del estado en que los había puesto la tormenta,
y sin atreverse a entrar. En una de las mesas estaba sentado un
hombre solitario con traje de caballero, vestido de rojo gorra en la
cabeza y calzones sobre los que caían las faldas de su jubón; su mano
derecha descansaba sobre el pomo de su espada, su izquierda agarraba
la empuñadura; y ante él había un libro abierto, que parecía estar
leyendo con gran atención. 4 Al oír la entrada de estos dos jóvenes,
levantó la cabeza, los saludó afablemente y los invitó a que se sentaran
a su mesa; luego, ofreciéndoles un vaso de cerveza y, aludiendo a su
acento, les dijo: “Ustedes son suizos, lo veo; pero ¿ de qué cantón? -
"De San Gall". - "Si va a Wittenberg, allí se encontrará con un
compatriota, el doctor Schurff". - Animados por esta amable
recepción, agregaron: “Señor, ¿podría informarnos dónde está Martín
Lutero en este momento?”. - “Lo sé con certeza”, respondió el
caballero, “que no está en Wittenberg; pero estará allí en breve. Philip
Melancthon está ahí. Estudie griego y hebreo para que pueda
comprender claramente las Sagradas Escrituras ". - “Si Dios nos
perdona la vida”, observó uno de los jóvenes, “no volveremos a casa
sin haber visto y oído al doctor Luther; porque es por él que hemos
emprendido este largo viaje. Sabemos que desea abolir el sacerdocio y
la misa; y como nuestros padres nos destinaron al sacerdocio desde
nuestra infancia, nos gustaría saber con claridad en qué fundamenta
su propuesta ”. El caballero guardó silencio por un momento y luego
continuó: "¿Dónde has estado estudiando hasta ahora?" - "En Basilea".
- “¿Sigue ahí Erasmo de Rotterdam? ¿qué está haciendo?"
Respondieron a sus preguntas y hubo otra pausa. Los dos suizos no
sabían qué pensar. "No es extraño", pensaron, "que este caballero nos
hable de Schurff, Melancthon y Erasmo, y de la necesidad de aprender
griego y hebreo". - "Mis queridos amigos", dijo de repente el
desconocido, "¿qué piensan de Lutero en Suiza?" - “Señor”, respondió
Kessler, “las opiniones sobre él están muy divididas allí como en todas
partes. Algunos no pueden ensalzarlo lo suficiente; y otros lo condenan
como un hereje abominable ”. - “¡Ja! los sacerdotes, sin duda ”, dijo el
extraño.
La cordialidad del caballero había tranquilizado a los estudiantes.
Ansiaban saber qué libro estaba leyendo en el momento de su llegada.
El caballero lo había cerrado y lo había puesto a su lado. Por fin, el
compañero de Kessler se atrevió a aceptarlo. Para gran asombro de los
dos jóvenes, ¡era el Salterio hebreo! El alumno lo dejó enseguida, y
como para desviar la atención de la libertad que se había tomado, dijo:
"Daría de buena gana uno de mis dedos para conocer ese idioma". -
"Lograrás tu deseo", dijo el extraño, "si te tomas la molestia de
aprenderlo".

Unos minutos después, Kessler escuchó que el propietario lo llamaba;


el pobre joven suizo temía que algo hubiera salido mal; pero el
anfitrión le susurró: “Veo que tienes un gran deseo de ver y escuchar a
Lutero; ¡bien! es él quien está sentado a tu lado ". Kessler tomó esto
como una broma y dijo: “Sr. Propietario, quiere burlarse de mí ". - “Es
él en verdad”, respondió el anfitrión ; "Pero no le dejes ver que lo
conoces". Kessler no respondió, regresó a la habitación y se sentó a la
mesa, ardiendo por repetirle a su compañero lo que acababa de
escuchar. Pero, ¿cómo podría manejarlo? Por fin pensó en inclinarse
hacia adelante, como si estuviera mirando hacia la puerta, y luego
susurró al oído de su amigo: "El propietario me asegura que este
hombre es Lutero". - “Quizás dijo Hutten”, respondió su camarada; "No
lo escuchaste con claridad". - “Puede que sea así”, respondió Kessler;
“El anfitrión dijo: Es Hutten; los dos nombres son muy parecidos y
confundí uno con el otro ".
En ese momento se escuchó el ruido de los caballos frente a la posada;
dos comerciantes, que deseaban alojamiento, entraron en la
habitación; se quitaron las espuelas, dejaron sus mantos y uno de ellos
colocó a su lado sobre la mesa un libro sin encuadernar, que pronto
atrajo la atención del caballero. "¿Qué libro es ese?" preguntó él. - “Un
comentario sobre algunos de los Evangelios y Epístolas del doctor
Lutero”, respondió el comerciante; "Es sólo una publicación ". "Lo
conseguiré en breve", dijo el caballero.
En ese momento llegó el anfitrión a anunciar que la cena estaba lista.
Los dos estudiantes, temiendo los gastos de una comida así en
compañía del caballero Ulrich de Hutten y dos ricos comerciantes, se
llevaron al terrateniente y le rogaron que les sirviera algo aparte.
“Venid, amigos míos”, respondió el dueño del Black Bear; “Ocupa tu
lugar en la mesa junto a este caballero; Te cobraré moderadamente ". -
"Ven", dijo el caballero, "yo ajustaré la cuenta".
Durante esta comida, el caballero extraño pronunció muchos
comentarios simples y edificantes. Los estudiantes y los comerciantes
eran todo oídos y prestaban más atención a sus palabras que a los
platos que tenían delante. “Lutero debe ser un ángel del cielo o un
diablo del infierno”, dijo uno de los comerciantes en el curso de la
conversación; "Daría fácilmente diez florines si pudiera encontrarme
con Luther y confesarle".
Cuando terminó la cena, los comerciantes dejaron la mesa; Los dos
suizos se quedaron solos con el caballero , quien, tomando un gran
vaso de cerveza, se levantó y dijo solemnemente, a la manera del país:
"Suizo, un vaso más de agradecimiento". Cuando Kessler estaba a
punto de tomar el vaso, el desconocido volvió a dejarlo y le ofreció uno
lleno de vino, diciendo: "No estás acostumbrado a la cerveza".
Luego se levantó, se echó una capa militar sobre los hombros y,
extendiendo la mano a los estudiantes, les dijo: "Cuando lleguen a
Wittenberg, saluden al doctor Schurff de mi parte". - “De buena gana”,
respondieron ellos; "Pero ¿qué nombre daremos?" - "Dile
simplemente", añadió Lutero, "el que ha de venir te saluda". Con estas
palabras salió de la habitación, dejándolos llenos de admiración por su
bondad y buen carácter.
Lutero, porque realmente era él, continuó su viaje. Se recordará que
había sido puesto bajo la proscripción del imperio; quien lo encontrara
y lo reconociera, podría apresarlo. Pero en el momento en que se
embarcó en una empresa que lo exponía a todos los riesgos, estaba
tranquilo y sereno, y conversaba alegremente con los que encontraba
en el camino.
No es que se engañara a sí mismo: veía el futuro lleno de tormentas.
“Satanás”, dijo, “está enfurecido, y todo alrededor está tramando la
muerte y el infierno. 5 Sin embargo, sigo adelante y me pongo en el
camino del emperador y del papa, sin tener otro protector que Dios en
el cielo. A todos los hombres se les ha dado poder para matarme
dondequiera que me encuentren. Pero Cristo es el Señor de todos; si es
su voluntad que me maten, que así sea! "
Ese mismo día, miércoles de ceniza, Lutero volvió a ver Borna, un
pequeño pueblo cerca de Leipsic. Sintió que era su deber informar al
príncipe del paso audaz que estaba a punto de dar; y en consecuencia
se posó en el Hotel Guía y escribió la siguiente carta:
“¡Gracia y paz de Dios nuestro Padre y de nuestro Señor Jesucristo!
“¡Sereno Elector, misericordioso Señor! Los acontecimientos que han
tenido lugar en Wittenberg, con gran reproche del Evangelio, me han
causado tal dolor que si no hubiera confiado en la verdad de nuestra
causa, habría cedido a la desesperación.
“Su Alteza lo sabe, o si no, sepa ahora que recibí el Evangelio no de los
hombres, sino del cielo, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Si
llamé a la discusión, no fue porque tuviera dudas sobre la verdad, sino
con humildad y con la esperanza de ganarme a los demás. Pero como
mi humildad se vuelve contra el Evangelio, mi conciencia me obliga
ahora a actuar de otra manera. He cedido bastante el paso a su alteza al
pasar este año jubilado. El diablo sabe bien que no lo hice por miedo.
Yo s Worms hould haber entrado hubiera habido tantos demonios en
la ciudad como tejas en los tejados de las casas. Ahora bien, el duque
Jorge, con quien su alteza me asusta, es mucho menos temible que un
solo diablo. Si lo que está pasando en Wittenberg tomara lugar en
Leipsic (la residencia del duque), inmediatamente montaría mi caballo
para ir allí, aunque (que su alteza perdone estas palabras) durante
nueve días enteros no llovería más que Duke. Georges, y cada uno
nueve veces más furioso que él. W sombrero Qué piensa de atacar en
mí? ¿Toma a Cristo mi Señor por un hombre de paja? 6 ¡ Oh Señor,
complace evitar el terrible juicio que se avecina sobre él!
“Que sepa su alteza que voy a Wittenberg bajo una protección mucho
más alta que la de los príncipes y electores. No pienso en solicitar el
apoyo de su alteza y, lejos de desear su protección, prefiero protegerla
yo mismo. Si supiera que su alteza podría protegerme o me protegería,
no iría a Wittenberg en absoluto. No hay espada que pueda promover
esta causa. Solo Dios debe hacer todo sin la ayuda o la concurrencia del
hombre. El que tiene la mayor fe es el que puede proteger mejor. Pero
observo que su alteza todavía es débil en la fe.
Pero como su alteza desea saber lo que tiene que hacer, le responderé
con toda deferencia: su alteza ya ha hecho demasiado y no debería
hacer nada en absoluto. Dios no puede soportar ni sus preocupaciones
y trabajos ni los míos. Deje que la conducta de su Alteza se guíe por
esto.
“En cuanto a lo que me concierne, su alteza debe actuar como elector;
debes dejar que las órdenes de su majestad imperial sigan su curso en
tus ciudades y distritos rurales. No debe ofrecer resistencia si los
hombres desean apoderarse de mí o matarme; 7 porque nadie debe
resistir a los dominios, excepto el que los ha establecido.
“Que su alteza deje las puertas abiertas y respete los salvoconductos, si
mis enemigos en persona o sus enviados vienen en busca de mí a los
estados de su alteza. Todo se hará sin problemas ni peligro para usted.

“He escrito esta carta apresuradamente, para que no se sienta


incómodo al enterarse de mi llegada. Tengo que ver con un hombre
muy diferente al Duke George. Él me conoce bien y yo lo conozco
bastante bien.
Dado en Borna, en la posada del Guía, este Miércoles de Ceniza de
1522.
“ Muy humilde servidor de su alteza electoral
,
"MARTIN LUTHER".
Fue así como Lutero se acercó a Wittenberg. Le escribió a su príncipe,
pero no para disculparse. Una confianza imperturbable llenó su
corazón. Vio la mano de Dios en esta causa, y eso fue suficiente para él.
El heroísmo de la fe nunca podrá llevarse más lejos. Una de las
ediciones de las obras de Lutero tiene la siguiente observación al
margen de esta carta: "¡Este es un escrito maravilloso del tercer y
último Elías!" 8
Lutero volvió a entrar en Wittenberg el viernes 7 de marzo, después de
cinco días de camino desde Eisenach. Doctores, estudiantes y
ciudadanos, todos estallaron en regocijo ; porque habían recuperado al
piloto que era el único que podía sacar el barco de los arrecifes entre
los que estaba enredado.
El elector, que estaba en Lockau con su corte, sintió una gran emoción
al leer la carta del reformador. Quería reivindicarlo antes de la dieta:
"Que me dirija una carta", escribió el príncipe a Schurff, "explicando
los motivos de su regreso a Wittenberg, y que diga también que
regresó sin mi permiso". Lutero consintió.
"Estoy dispuesto a incurrir en el disgusto de tu alteza y en la ira del
mundo entero", le escribió al príncipe. “¿No son los Wittenberger mis
ovejas? ¿No me las ha confiado Dios? ¿Y no debería yo, si fuera
necesario, exponerme a la muerte por ellos? Además, temo ver un
estallido terrible en Alemania por el cual Dios castigará a nuestra
nación. Que su alteza esté bien segura y no dude que los decretos del
cielo son muy diferentes de los de Nuremberg ”. 9 Esta carta fue
escrita el mismo día de la llegada de Lutero a Wittenberg.
Al día siguiente, víspera del primer domingo de Cuaresma, Lutero
visitó a Jerome Schurff. Melancthon, Jonas, Amsdorff y Augustin
Schurff, hermano de Jerome, estaban allí reunidos. Lutero los
interrogó ansiosamente, y ellos le estaban informando de todo lo que
había sucedido, cuando se anunció a dos estudiantes extranjeros que
deseaban hablar con el Dr. Jerome. Al entrar en esta asamblea de
médicos, dos jóvenes de San Gall se sintieron al principio
avergonzados; pero pronto se recuperaron al descubrir entre ellos al
caballero del Oso Negro. Este último inmediatamente se acercó a ellos,
los saludó como viejos conocidos y sonrió mientras señalaba a uno de
los médicos: "Este es Philip Melancthon, a quien les mencioné". Los
dos suizos permanecieron todo el día con los médicos de Wittenberg,
en recuerdo del encuentro de Jena.
Un gran pensamiento absorbió la mente del reformador y detuvo el
gozo que sintió al encontrarse con sus amigos una vez más. Sin duda, el
carácter en el que ahora iba a aparecer era oscuro; estaba a punto de
alzar la voz en una pequeña ciudad de Sajonia y, sin embargo, su
empresa tenía toda la importancia de un acontecimiento que iba a
influir en los destinos del mundo. Muchas naciones y muchas épocas
sentirían sus efectos. Era una cuestión de si esa doctrina que se había
desviado de la Palabra de Dios, y que fue ordenada para ejercer una
influencia tan poderosa en el desarrollo futuro de la raza humana,
sería más fuerte que los principios destructivos que amenazaban su
existencia. Se trataba de saber si era posible reformar sin destruir y
despejar el camino hacia nuevos desarrollos sin aniquilar lo antiguo.
Silenciar a los fanáticos inspirados por la energía de un primer
entusiasmo; dominar una multitud desenfrenada, calmarla, llevarla de
regreso al orden, la paz y la verdad; romper el curso del impetuoso
torrente que amenazaba con derrocar el edificio en ascenso de la
Reforma y esparcir sus ruinas por todas partes: tal era la tarea para la
que Lutero había regresado a Wittenberg. Pero, ¿sería suficiente su
influencia para esto? El evento solo puede mostrar.
El corazón del reformador se estremeció al pensar en la lucha que le
esperaba. Levantó la cabeza mientras un león, provocado a pelear,
sacude su larga melena. "Ahora debemos pisotear a Satanás y luchar
contra el ángel de las tinieblas", dijo. “Si nuestros adversarios no se
retiran por su propia voluntad, Cristo sabrá cómo obligarlos. Nosotros
que confiamos en el Señor de la vida y de la muerte, somos señores de
la vida y de la muerte ”. 10
Pero al mismo tiempo el reformador impetuoso, como constreñido por
un poder superior, se negó a emplear los anatemas y los truenos de la
Palabra, y se convirtió en un pastor humilde, un apacible pastor de
almas. “Es con la Palabra que debemos luchar”, dijo; “Por la Palabra
debemos derribar y destruir lo que ha sido creado por la violencia. No
haré uso de la fuerza contra las supersticiones y los incrédulos. ¡Que se
acerque el que cree! el que no cree, se mantenga alejado. nadie debe ser
limitado. La libertad es la esencia misma de la fe ". 11
El día siguiente era domingo. Ese día, el médico, a quien durante casi
un año las altas murallas de Warburg han ocultado a todos los ojos,
reaparecerá ante la gente en el púlpito de la iglesia. En Wi ttenberg se
rumoreaba que Lutero había regresado, que iba a predicar. Esta sola
noticia, pasando de boca en boca, ya había dado una poderosa
diversión a las ideas por las que se engañaba a la gente. Van a ver al
héroe de Worms. La gente se apiñó y se vio afectada por diversas
emociones. El domingo por la mañana la iglesia se llenó de una corona
atenta y emocionada.
Lutero adivina todos los sentimientos de su congregación; sube al
púlpito; allí está en presencia del rebaño que una vez había conducido
como una dócil oveja, pero que se había desprendido de él como un
toro indómito. Su lenguaje era sencillo, noble, pero lleno de fuerza y
dulzura: uno podría haber supuesto que era un padre tierno que
regresaba con sus hijos, preguntaba por su conducta y les contaba
amablemente el informe que había oído sobre ellos. Él reconoció con
franqueza el progreso que habían hecho en la fe; y por este medio
preparó y cautivó sus mentes. Luego continuó con estas palabras:

“Pero necesitamos algo más que fe; necesitamos caridad. Si un hombre


que lleva una espada en la mano está solo, tiene poca importancia que
esté envainada o no; pero si está en medio de una multitud, debe
actuar de manera que no hiera a nadie.
“¿Qué le hace una madre a su bebé? Primero le da leche, luego algo de
comida muy ligera. Si ella comenzara dándole carne y vino, ¿cuál sería
la consecuencia? ......
“Así que debemos actuar con nuestros hermanos. Amigo mío, ¿has
estado bastante tiempo en el pecho? ¡Está bien! pero permite que tu
hermano beba tanto como tú.
“¡Observa el sol! Dispensa dos cosas, luz y calor. No hay rey tan
poderoso como para desviar sus rayos; vienen directamente a nosotros;
pero el calor se irradia y se comunica en todas direcciones. Así, la fe,
como la luz, debe ser siempre recta e inflexible; pero la caridad, como
el calor, debe irradiar por todos lados y adaptarse a todas las
necesidades de nuestros hermanos ".
Lutero, habiendo preparado así a sus oyentes, comenzó a presionarlos
más de cerca:

“La abolición de la misa, decís, está en conformidad con la Escritura:


¡De acuerdo! Pero, ¿qué orden, qué decencia has observado? Te
incumbía ofrecer fervientes oraciones al Señor y dirigirte a la
autoridad pública; entonces cada uno podría haber reconocido que la
cosa era de Dios. "
Así spa ke Luther. Este intrépido hombre, que en Worms había
resistido a los príncipes de la tierra, produjo una profunda impresión
en la mente de sus oyentes con estas palabras de sabiduría y paz.
Carlstadt y los profetas de Zwickau, tan grandes y poderosos durante
algunas semanas, y que habían tiranizado y agitado a Wittenberg, se
habían encogido hasta convertirse en pigmeos junto al cautivo de
Warburg.

“La misa”, continuó, “es algo malo; Dios se opone a ello; debería ser
abolido; y quisiera que en todo el mundo fuera reemplazada por la
Cena del Evangelio. Pero que nadie sea arrancado de él por la fuerza.
Debemos dejar el asunto en manos de Dios. Su Palabra debe actuar, no
nosotros. ¿Y por qué, te preguntarás? Porque no tengo el corazón de los
hombres en mi mano, como el alfarero sostiene el barro. Tenemos
derecho a hablar; no tenemos derecho a actuar. Prediquemos: el resto
es de Dios. Si tuviera que emplear la fuerza, ¿qué ganaría? Muecas,
formalidades, apelaciones, ordenanzas humanas, hipocresía ... Pero no
habría sinceridad de corazón, ni fe, no caridad. Donde faltan estos tres,
falta todo, y no daría ni un tallo de pera por tal resultado. 12
“Nuestro primer objetivo debe ser ganar el corazón de los hombres; y
para ese propósito debemos predicar el Evangelio. Hoy la Palabra caerá
en un corazón, mañana en otro, y operará de tal manera que cada uno
se retirará de la misa y la abandonará. Dios hace más por su Palabra
solamente que tú y yo y todo el mundo por nuestra fuerza unida. Dios
se aferra al corazón; un nd cuando se toma el corazón, todo está
ganado.
“No digo esto por la restauración de la masa. Ya que está abajo, ¡en el
nombre de Dios, déjelo reposar! Pero, ¿debería haber ido a trabajar
como lo hizo? Pablo, al llegar un día a la poderosa ciudad de Atenas,
encontró allí todos los dioses elevados a dioses falsos. Pasó de uno a
otro y los observó sin tocar uno. Pero caminó pacíficamente hasta el
centro de la plaza del mercado y declaró al pueblo que todos sus dioses
eran ídolos. Su lenguaje tomó posesión de sus artes y los ídolos cayeron
sin que Pablo los hubiera tocado.
“Predicaré, discutiré y escribiré; pero no restringiré a nadie, porque la
fe es un acto voluntario. ¡Mira lo que he hecho! Me levanté contra el
Papa, las indulgencias y los papistas, pero sin violencia ni tumulto.
Presento la Palabra de Dios; Prediqué y escribí, esto fue todo lo que
hice. Y sin embargo, mientras dormía, o me sentaba familiarmente a la
mesa con Amsdorff y Melancthon, bebiendo y cotilleando sobre
nuestra cerveza Wittenberg, la Palabra que había predicado derrocó al
Papa , de modo que ni el príncipe ni el emperador le hicieron tanto
daño. Y, sin embargo, no hice nada: la Palabra sola hizo todo. Si
hubiera querido apelar a la fuerza, quizás toda Alemania se hubiera
inundado de sangre. Pero, ¿cuál habría sido el resultado? Ruina y
desolación, tanto para el cuerpo como para el alma, me quedé callado
y dejé que la Palabra corriera solo por el mundo. ¿Sabes lo que piensa
el diablo cuando ve que los hombres recurren a la violencia para
propagar el Evangelio por el mundo? Sentado con los brazos cruzados
detrás del fuego del infierno, Satanás dice, con miradas malignas y una
sonrisa espantosa: '¡Ah! ¡Qué sabios son estos locos para jugar a mi
juego! Pero cuando ve la Palabra corriendo y conteniendo solo en el
campo de batalla, entonces se turba y sus rodillas chocan juntas; se
estremece y se desmaya de miedo ".
Lutero volvió al púlpito el martes; y su poderosa voz resonó una vez
más a través de la agitada multitud. Predicó de nuevo en los cinco días
siguientes. Repasó la destrucción de imágenes, la distinción de las
comidas , la institución de la Cena del Señor, la restauración de la
copa, la abolición de la confesión. Mostró que estos puntos eran de
mucha menos importancia que la masa, y que los autores de los
desórdenes que habían tenido lugar en Wittenberg habían abusado
gravemente de su libertad. Empleó por turnos el lenguaje de la caridad
cristiana y estallidos de santa indignación.
Él arremetió más especialmente contra aquellos que participaron sin
pensar en la Cena de Cristo. “No es la manducación exterior lo que
hace a un cristiano ”, dijo, “sino la alimentación interior y espiritual
que obra por fe, y sin la cual todas las formas son mera demostración y
mueca. Ahora bien, esta fe consiste en una firme creencia de que
Jesucristo es el Hijo de Dios; que habiendo tomado nuestros pecados e
iniquidades sobre sí mismo, y habiéndolos llevado en la cruz, él mismo
es su única y todopoderosa expiación; que está continuamente delante
de Dios, que nos reconcilia con el Padre, y que nos ha dado el
sacramento de su cuerpo para fortalecer nuestra fe en esta
misericordia inefable. Si creo en estas cosas, Dios es mi defensor; con
él, afronto el pecado, la muerte, el infierno y los demonios; no pueden
hacerme daño, ni mover un solo cabello de mi cabeza. Este pan
espiritual es el consuelo de los afligidos, la salud de los enfermos, la
vida de los moribundos, el alimento de los hambrientos, la riqueza de
los pobres. El que no gime bajo sus pecados, no debe acercarse a ese
altar: ¿qué puede hacer allí? ¡Ah! dejemos que nuestra conciencia nos
acuse, que nuestro corazón se parta en dos al pensar en nuestros
pecados, y entonces no podremos acercarnos tan presuntuosamente al
santo sacramento ”.
La multitud no cesaba de llenar el templo; la gente acudía en masa de
los pueblos vecinos para escuchar al nuevo Elías. Entre otros, Capito
pasó dos días en Wittenberg y escuchó dos de los sermones del
médico. Ne tenía ver Luther y capellán del cardenal Albert sido tan
bien estaban de acuerdo. Melancthon, los magistrados, los profesores y
todos los habitantes estaban encantados. 13 Schurff, encantado por el
resultado de un asunto tan sombrío, se apresuró a comunicárselo al
elector. El viernes 15 de marzo, día en que Lutero pronunció su sexto
sermón, escribió: “¡Oh, qué gozo ha difundido entre nosotros el
regreso del Dr. Martins! Sus palabras, a través de la Divina
misericordia, están devolviendo todos los días a nuestra pobre gente
descarriada al camino de la verdad. Está claro como el sol que el
Espíritu de Dios está en él, y que por Su providencia especial regresó a
Wittenberg ". 14

En verdad, estos sermones son modelos de elocuencia popular, pero


no de la que en tiempos de Demóstenes, o incluso de Savonarola,
encendió el corazón de los hombres. La tarea del orador de Wittenberg
fue más difícil. Es más fácil despertar la furia de una fiera que
apaciguarla. Lutero tuvo que apaciguar a una multitud fanatizada,
domar sus pasiones desenfrenadas ; y en esto lo logró. En sus ocho
discursos, el reformador no permitió que se le escapara una palabra
ofensiva contra los autores de estos desórdenes, ni una sola alusión
desagradable. Pero cuanto mayor era su moderación, mayor era
también su fuerza; mientras más cautela usaba con estos hombres
engañados, más poderosa era su reivindicación de la verdad ofendida.
¿Cómo pudo resistir el pueblo de Wittenberg su poderosa elocuencia?
Los hombres suelen atribuir a la timidez, el miedo y el compromiso
esos discursos que abogan por la moderación. Aquí no había nada de
eso. Lutero se presentó ante los habitantes de Wittenberg, desafiando
la excomunión del Papa y la proscripción del emperador. Había vuelto
a pesar de la prohibición del elector, quien había declarado su
incapacidad para defenderlo. Incluso en Worms, Luther no había
mostrado tanto coraje. Se enfrentó a los peligros más inminentes; y en
consecuencia sus palabras no fueron ignoradas: el hombre que desafió
el cadalso tenía derecho a exhortar a la sumisión. Ese hombre puede
hablar con valentía de obediencia a Dios, quien, al hacerlo, desafía
toda la persecución del hombre. Al oír la voz de Lutero, todas las
objeciones se desvanecieron, el tumulto se calmó, los gritos sediciosos
dejaron de oírse y los ciudadanos de Wittenberg volvieron en silencio a
sus sueños.
Gabriel Didymus, que se había mostrado como el más entusiasta de
todos los frailes agustinos, no perdió una de las palabras del
reformador. "¿No crees que Lutero es un maestro maravilloso?"
preguntó un oyente con gran emoción. "¡Ah!" respondió: "Me parece
que escucho la voz, no de un hombre, sino de un ángel". 15 Erelong
Didymus reconoció abiertamente que había sido engañado. "Es otro
hombre", dijo Luther. dieciséis
No fue así al principio con Carlstadt. Despreciando el saber,
pretendiendo frecuentar los talleres de los mecánicos de Wittenberg
para recibir comprensión de las Sagradas Escrituras, se sintió
mortificado al ver que su trabajo se desmoronaba ante la aparición de
Lutero. 17 A sus ojos, esto estaba frenando la reforma misma. De ahí
que su aire fuera siempre abatido, sombrío y disgustado. Sin embargo,
sacrificó su amor propio por la paz; refrenó sus deseos de venganza y se
reconcilió, al menos exteriormente, con su colega, y poco después
reanudó sus clases en la universidad. 18
Los principales profetas no estaban en Wittenberg cuando regresó
Lutero. Nicholas Storch deambulaba por el campo; Mark Stubner había
abandonado el acogedor techo de Melancthon. Quizás su espíritu
profético había desaparecido, y no habían tenido ni voz ni respuesta ,
19 tan pronto como supieron que Elías dirigía sus pasos hacia este
nuevo Carmelo. Solo el viejo maestro Cellarius se había quedado.
Stubner, sin embargo, al ser informado de que las ovejas de su redil
estaban dispersas, se apresuró a regresar. Aquellos que todavía eran
fieles a “la profecía celestial” se reunieron en torno a su maestro, le
informaron de los discursos de Lutero y le preguntaron ansiosamente
qué debían pensar y hacer. 20 Stubner los exhortó a permanecer
firmes en la fe IR. "Que se presente", gritó Cellarius, "que nos conceda
una conferencia; que sólo nos permita exponer nuestra doctrina, y
entonces veremos ..."
A Lutero le importaba poco encontrarse con hombres como éstos;
sabía que eran de carácter violento, impaciente y altivo , que no podían
soportar ni una amonestación amable, y que exigían que todos se
sometieran a la primera palabra, como a una autoridad suprema. 21
Así son los entusiastas de todas las épocas. Y sin embargo, como
deseaban una entrevista , el médico no pudo rechazarla. Además,
podría ser útil para los débiles del rebaño si desenmascara la
impostura de los profetas. La conferencia tuvo lugar. Stubner abrió el
procedimiento, explicando de qué manera deseaba regenerar la Iglesia
y transformar el mundo. Lutero lo escuchó con gran tranquilidad. 22 —
Nada de lo que habéis adelantado —replicó finalmente con gravedad—
se basa en la Sagrada Escritura. - Todo es una mera fábula ". Al oír estas
palabras, Cellarius no pudo contenerse más; alzó la voz, gesticuló como
un loco, pateó y golpeó la mesa con el puño, 23 y exclamó apasionado
que era un insulto hablar así a un hombre de Dios. Sobre esto, Lutero
observó : “St. Pablo declara que las pruebas del apostolado se dieron a
conocer mediante milagros; prueba el tuyo de la misma manera ". - “Lo
haremos”, respondieron los profetas. 24 "El Dios a quien adoro", dijo
Lutero, "sabrá cómo poner freno a sus vidas". Stubner, que había
conservado su tranquilidad, fijó la mirada en el reformador y le dijo
con aire de inspiración: “¡Martín Lutero! Declararé lo que está pasando
ahora en tu alma ... Empiezas a creer que mi doctrina es verdadera ".
Lutero, después de una breve pausa, exclamó: "¡Dios te castigue,
Satanás!" Al oír estas palabras, todos los profetas estaban como
distraídos. "¡El Espíritu, el Espíritu!" gritaron ellos. Lutero, adoptando
ese tono frío de desprecio y ese lenguaje cortante y hogareño tan
familiar para él, dijo: "Le doy una palmada en el hocico a su espíritu".
25 Ahora aumentaron sus clamores; Cellarius, en particular, se
distinguió por su violencia. Espumaba y temblaba de ira. 26 No podían
oír uno a otro en la sala donde se reunieron en la conferencia.
Finalmente, los tres profetas abandonaron el campo y abandonaron
Wittenberg el mismo día.
Así había cumplido Lutero la obra por la que había dejado su retiro. Se
había opuesto al fanatismo y había expulsado del seno de la Iglesia
renovada el entusiasmo y el desorden que la había invadido. Si con una
mano la Reforma derribó las decretales polvorientas de Roma, con la
otra rechazó las suposiciones de los místicos, y estableció, sobre la
tierra que había ganado, la Palabra de Dios viva e inmutable. El
carácter de la Reforma quedó así firmemente asentado. Estaba
destinado a caminar por todos entre estos dos extremos, igualmente
alejado de las convulsiones de los fanáticos y del letargo del papado.
Toda una población excitada, engañada y desenfrenada, se había
vuelto a la vez tranquila, calmada y sumisa; y la tranquilidad más
perfecta volvió a reinar en aquella ciudad que pocos días antes había
sido como el mar revuelto.
Inmediatamente se estableció la libertad perfecta en Wittenberg.
Lutero siguió residiendo en el convento y vistiendo su traje monástico;
pero cada uno era libre de hacer lo contrario. Al comunicarse en la
mesa del Señor, una absolución general era suficiente, o se podría
obtener una en particular . Se estableció como principio no rechazar
nada más que lo que se opone a una declaración clara y formal de la
Sagrada Escritura. 27 Esto no fue indiferencia; por el contrario, la
religión fue así devuelta a lo que constituye su esencia misma; el
sentimiento de la religión se apartó de las formas accesorias en las que
casi había perecido y se trasladó a su verdadera base. Así se salvó la
Reforma y su enseñanza permitió continuar su desarrollo en el seno de
la Iglesia en la caridad y la verdad.

Notas finales:

1. Ita enim res postulat ipsa. Ibídem. 135.


2. Así machte er sich mit unglaublicher Frendigkeit des
Geistes, im Nahmen Gottes auf den Weg. Seck. Pág. 458.
3. Véase la narrativa de Kessler, con todos sus detalles, y en
el lenguaje sencillo de la época, en Bernet, Johann
Kessler, p. 27. Hahnhard Erzahlungen, 3: 330 y
Marheinecke Gesch. Der Ref. 2: 321, 2ª edición.
4. En einem rothem Schlopli, en blossen Hosen und
Wamms..Ibid.
5. Furit Satanas; et fremunt vicini undique, nescio quot mor
tibus et infernis. L. Epp. 2: 153.

6. Er halt meinen Herrn Christum fur ein Mann aus


Strobgeflochten. L. Epp. 2: 139.
7. Und ja nicht wehren..so sie mich fahen oder todten will.
L. Epp. 2: 140.
8. Der wahre, dritte und lezte Elias..L. Op. (L.) 18: 271.

9. Epp. 2: 143. Lutero se vio obligado a modificar esta


expresión a petición del elector.
10. Domini enim sumus vitae et mortis. L. Epp. 2: 150.
11. Non enim ad fidem et ad ea quae fidei sunt, ullus
cogendus est..Ibid. 151.
12. Ich wollte nicht einen Birnstiel drauf geben. L. Opp. (L.)
18: 225.
13. Grosse Freude und Frohlocken unter Gelahrten und
Ubgelahrten. L. Opp. 18: 266.
14. Aus sonderlicher Schickung des Allmachtigen..Ibid.

15. Imo, inquit, angeli, non hominis vocem mihi audisse


videor. Camer. P. 12.
16. En alium virum mutatus est. L. Epp. 2: 156.
17. Ego Carlstadium offendi, quod ordinationes suas
cessavi. Ibídem. 177.
18. Philippi et Carlstadii lectiones, ut sunt optimae. Ibídem.
284.
19. Reyes 18:29.
20. Rursum ad ipsum confluere..Camer. Pág. 52.
21. Vehementer superbus et impatiens..credi vult plena
auctoritate, ad primam vocem..L. Epp. 2: 179.

22. Audivit Lutherus placide. Camer. Pág. 52.


23. Cum et solum pedibus et propositam mensulam
manibus feriret. Ibídem.
24. Quid pollicentes de mirabilibus attectionibus. Ibídem.
pags. 53.

25. Ihren Geist haue er uber die Schnauze. L. Opp. Altenbur


g. Ausg. 3: 137.
26. Spumabat et fremebat et furebat. L. Epp. 2: 179.
27. Ganz klare und grundliche Schrift.
LIBRO 9
CAPÍTULO 9

Apenas se estableció la tranquilidad cuando el reformador se dirigió a


su querido Melancthon y le exigió su ayuda en la revisión final del
Nuevo Testamento que había traído consigo de Wartburg. 1 Ya en el
año 1519 Melancthon había establecido el gran principio de que los
Padres deben ser explicados según las Escrituras y no según las
Escrituras . 2 Meditando cada día más profundamente en los libros del
Nuevo Testamento, se sintió a la vez encantado por su sencillez e
impresionado por su profundidad. “Sólo allí podemos encontrar el
verdadero alimento del alma”, aseveró con valentía este hombre tan
familiarizado con toda la filosofía de los antiguos. En consecuencia,
cumplió de buena gana con la invitación de Lutero; ya partir de ese
momento los dos amigos pasaron muchas horas juntos estudiando y
traduciendo la Palabra inspirada. A menudo se detenían en sus
laboriosas investigaciones para dar paso a su admiración. Lutero dijo
un día: “La razón piensa: ¡Oh! ¡Si pudiera escuchar a Dios hablar una
vez! Corría de un extremo al otro del mundo para escucharlo ...
¡Escuche entonces, hermano mío! Dios, el Creador de los cielos y la
tierra, te habla ”.

La impresión del Nuevo Testamento se llevó a cabo con un celo sin


igual. 3 Se habría dicho que los propios trabajadores sentían la
importancia de la tarea que realizaban. Se emplearon tres imprentas en
esta labor y se imprimieron diez mil hojas diariamente, dice Lutero. 4
Por fin, el 21 de septiembre de 1522 apareció la edición completa de
tres mil ejemplares, en dos volúmenes en folio, con este sencillo título:
EL NUEVO TESTAMENTO —Alemán— Wittenberg. No llevaba
nombre de hombre. Todos los alemanes podrían adquirir de ahora en
adelante la Palabra de Dios a un precio moderado. 5
La nueva traducción, escrita en el tono mismo de los sagrados escritos,
en un idioma que todavía estaba en su vigor juvenil, y que por primera
vez mostraba sus grandes bellezas, interesaba, encantaba y conmovía
tanto a los rangos más bajos como a los más altos. Fue un trabajo
nacional; el libro del pueblo; más aún, era en verdad el Libro de Dios.
Incluso los opositores no pudieron negar su aprobación a esta
maravillosa obra, y algunos amigos indiscretos del reformador,
impresionados por la belleza de la traducción, imaginaron que podrían
reconocer en ella una segunda inspiración. Esta versión sirvió más que
todos los escritos de Lutero para la difusión de la piedad cristiana. La
obra del siglo XVI se colocó así sobre unos cimientos donde nada
podía sacudirla. La Biblia, entregada al pueblo, recordó la mente del
hombre, que había estado vagando durante siglos en el tortuoso
laberinto de la escolástica, hacia la fuente divina de la salvación. En
consecuencia, el éxito de este trabajo fue prodigioso. En poco tiempo se
vendió cada copia. Una segunda edición apareció en el mes de
diciembre; y en 1533 se habían impreso diecisiete ediciones en Wit
tenberg, trece en Augsburgo, doce en Basilea, una en Erfurth, una en
Grimma, una en Leipsic y trece en Estrasburgo. 6 Tales fueron las
poderosas palancas que elevaron y transformaron a la Iglesia y al
mundo.
Mientras se publicaba la primera edición del Nuevo Testamento,
Lutero realizó una traducción del Antiguo. Esta labor, iniciada en 1522,
continuó sin interrupción. Publicó esta traducción en partes a medida
que estaban terminadas, con mayor rapidez para agrandar la
impaciencia del público y permitir que los pobres pudieran adquirir el
libro.
De la Escritura y la fe, dos fuentes que en realidad son una sola, la vida
del Evangelio ha brotado y se sigue extendiendo por el mundo. Estos
dos principios combatieron dos errores fundamentales . La fe se opuso
a la tendencia pelagiana del catolicismo romano; Escritura, a la teoría
de la tradición y la autoridad de Roma. Las Escrituras llevaron al
hombre a la fe, y la fe lo llevó de regreso a las Escrituras. “El hombre
no puede hacer ningún trabajo meritorio; la gracia gratuita de Dios ,
que recibe por la fe en Cristo, sólo lo salva ". Tal fue la doctrina
proclamada en la cristiandad.
Pero esta doctrina no podía dejar de impulsar a la cristiandad al
estudio de las Escrituras. En verdad, si la fe en Cristo lo es todo en el
cristianismo, si las prácticas y ordenanzas de la Iglesia no son nada, no
es a la enseñanza de la Iglesia a la que debemos adherirnos, sino a la
enseñanza de Cristo. El vínculo que une a Cristo se convertirá en todo
para el creyente. ¿Qué le importa a él el vínculo externo que lo conecta
con una iglesia externa esclavizada por las opiniones de los hombres?
... Así, así como la doctrina de la Biblia había impulsado a los
contemporáneos de Lutero hacia Jesucristo, así, a su vez, el amor que
ellos Sentido a Jesucristo los impulsó a la Biblia. No fue, como se ha
supuesto en nuestros días, por un principio filosófico, o como
consecuencia de la duda, o de la necesidad de indagación, que
volvieron a la Escritura; fue porque allí encontraron la Palabra de
Aquel que amaban. "Nos has predicado a Cristo", le dijeron al
reformador, "escuchémoslo ahora mismo". Y tomaron las páginas que
tenían extendidas ante ellos, como una carta que llega del cielo.
Pero si la Biblia fue así recibida con alegría por aquellos que amaban a
Cristo, fue rechazada con desdén por aquellos que se refirieron a las
tradiciones y observancias de los hombres. Se libró una violenta
persecución contra esta obra del reformador. Ante la noticia de la
publicación de Lutero, Roma tembló. La pluma que había transcrito los
sagrados oráculos era realmente la que Federico había visto en su
sueño y que, llegando a las Siete Colinas, había sacudido la tiara del
papado. 7 El monje en su celda, el príncipe en su trono, lanzó un grito
de ira. Los sacerdotes ignorantes se estremecían ante la idea de que
todos los ciudadanos, no todos los campesinos, pudieran ahora
discutir con ellos los preceptos de nuestro Señor. El rey de Inglaterra
denunció el trabajo al elector Federico y al duque Jorge de Sajonia.
Pero ya en el mes de noviembre el duque había ordenado a sus
súbditos que depositaran cada copia del Nuevo Testamento de Lutero
en manos de los magistrados. Baviera, Brandeburgo, Austria y todos
los estados dedicados a Roma publicaron decretos similares. En
algunos lugares hacían hogueras sacrílegas de estos libros sagrados en
los lugares públicos . 8 Así, en el siglo XVI, Roma renovó los esfuerzos
con los que el paganismo había intentado destruir la religión de
Jesucristo, en el momento en que el dominio se escapaba de los
sacerdotes y sus ídolos. Pero, ¿quién puede frenar el avance triunfal del
Evangelio? "Incluso después de mi prohibición", escribió Duke George,
"se vendieron y leyeron muchos miles de copias en mis estados".
Dios incluso hizo uso de esas manos para hacer circular su Palabra que
se esforzaba por destruirla. Los teólogos romanistas , al ver que no
podían prohibir la obra del reformador, publicaron una traducción del
Nuevo Testamento. Era la versión de Lutero, alterada aquí y allá por
los editores. No hubo ningún obstáculo para su lectura. Roma aún no
sabía que dondequiera que se establezca la Palabra de Dios, allí será
sacudida su poder. Joaquín de Brandeburgo permitió que todos sus
súbditos leyeran cualquier traducción de la Biblia, en latín o en
alemán, siempre que no procediera de Wittenberg. El pueblo de
Alemania, y el de Brand enburg en particular, hicieron grandes
progresos en el conocimiento de la verdad.
La publicación del Nuevo Testamento en lengua vulgar es una época
importante de la Reforma. Si el matrimonio de Feldkirchen fue el
primer paso en el progreso de la Reforma de la doctrina a la vida
social; la abolición de los votos monásticos fue la segunda; si el
restablecimiento de la Cena del Señor fue el tercero, la publicación del
Nuevo Testamento fue quizás la más importante de todas. Obtuvo un
cambio total en la sociedad : no solo en el presbiterio del sacerdote, en
la celda del monje y en el santuario de nuestro Señor; pero también en
las mansiones de los grandes, en las casas de los ciudadanos y en las
cabañas de los campesinos. Cuando se empezó a leer la Biblia en las
familias de Cristiandad, la cristiandad misma cambió. Luego surgieron
otros hábitos, otras maneras, otras conversaciones y otra vida. Con la
publicación del Nuevo Testamento, la Reforma dejó la Escuela y la
Iglesia para apoderarse del corazón del pueblo .

El efecto producido fue inmenso. El cristianismo de la Iglesia


primitiva, sacado por la publicación de las Sagradas Escrituras del
olvido de los siglos en que había estado, se presentó así ante los ojos
de la nación; y esta opinión fue suficiente para justificar los ataques
que se habían hecho contra Roma. Los hombres más simples, siempre
que supieran leer, las mujeres, los mecánicos (nuestro informante es
un oponente contemporáneo y violento de la Reforma) estudiaron con
entusiasmo el Nuevo Testamento. 9 Lo llevaron consigo; pronto lo
sabían de memoria, y las páginas de este libro proclamaban en voz alta
la perfecta unión de la Reforma de Lutero con la revelación divina.
Y, sin embargo, hasta ahora se había establecido sólo por fragmentos
la doctrina de la Biblia y de la Reforma. Una cierta verdad se había
presentado en un escrito; cierto error atacado en otro. En una vasta
llanura yacían dispersas y confusas las ruinas del antiguo edificio y los
materiales del nuevo: pero faltaba el nuevo edificio. La publicación del
Nuevo Testamento sin duda satisfizo esta necesidad. La Reforma
podría decir, como dio este libro: ¡Aquí está mi sistema! Pero como
todo hombre tiene la libertad de afirmar que su sistema es el de la
Biblia, la Reforma fue llamada para arreglar lo que había encontrado
en las Escrituras. Y esta Melancthon ahora lo hizo en su nombre.
Había caminado con pasos regulares pero confiados en el desarrollo de
su teología, y de vez en cuando había publicado los resultados de sus
investigaciones. Antes de esto, en 1520, había declarado que en varios
de los siete sacramentos no podía ver más que una imitación de las
ceremonias judías; y en la infalibilidad del Papa, una presunción altiva
igualmente opuesta a las Sagradas Escrituras y al buen sentido. "Para
luchar contra estas doctrinas", había dicho, "necesitamos más de un
Hércules". 10 Así, Melancthon había llegado al mismo punto que
Lutero, aunque mediante un proceso más tranquilo y científico. Había
llegado el momento en que debía confesar su fe a su vez.
En 1521, durante el cautiverio de Lutero, la célebre obra de
Melancthon, "Sobre los lugares comunes de la teología", había
presentado a la Europa cristiana un cuerpo de doctrina de base sólida
y proporción admirable. Una unidad simple y majestuosa apareció ante
los ojos asombrados de la nueva generación. La traducción del
Testamento justificó la Reforma al pueblo; Los lugares comunes de
Melancthon lo justificaron en opinión de los eruditos.
Durante quince siglos, la Iglesia había existido y nunca había visto una
obra así. Abandonando los desarrollos ordinarios de la teología
escolástica, los amigos de Lutero finalmente le dieron al mundo un
sistema teológico derivado únicamente de las Escrituras. En él reinaba
un soplo de vida, una vitalidad de comprensión, una fuerza de
convicción y una sencillez de declaración, que contrastaba
notablemente con los sistemas sutiles y pedantes de las escuelas. Las
mentes más filosóficas, así como los teólogos más estrictos, estaban
igualmente llenos de admiración.

Erasmo tituló esta obra como un maravilloso ejército formado en


orden de batalla contra los tiránicos batallones de los falsos médicos;
11 y aunque manifestó su desacuerdo con el autor en varios puntos,
agregó que aunque siempre lo había amado, nunca lo había amado
tanto como después de leer esta obra. "Tan cierto es", dijo Calvino al
presentarlo posteriormente a Francia, "que la mayor sencillez es la
mayor virtud en el tratamiento de la doctrina cristiana". 12
B ut nadie se sentía tanta alegría como Luther. A lo largo de su vida
esta obra fue objeto de su admiración. Los sonidos desconectados que
su mano, en la profunda emoción de su alma, había extraído del arpa
de los profetas y apóstoles, se mezclaron aquí en una armonía
encantadora. Esas piedras esparcidas, que laboriosamente había
extraído de las canteras de las Escrituras, ahora se combinaron en un
edificio majestuoso. De ahí que nunca dejara de recomendar el estudio
de esta obra a los jóvenes que acudían a Wittenberg en busca de
conocimiento: “Si queréis ser teólogos”, diría, “lee Melancthon”. 13
Según Melancthon, una profunda convicción del miserable estado al
que el pecado reduce el hombre es el fundamento sobre el que debe
erigirse el edificio de la teología cristiana. Este mal universal es el
hecho principal, la idea principal en la que se basa la ciencia; es la
característica que distingue a la teología de aquellas ciencias cuyo
único instrumento es la razón.
El divino cristiano, sumergiéndose en el corazón del hombre, explica
sus leyes y misteriosos atractivos, como otro filósofo en años
posteriores explicó las leyes y la atracción de los cuerpos. “El pecado
original”, dijo, “es una inclinación que nace con nosotros, un cierto
impulso que nos agrada, una cierta fuerza que nos lleva al pecado, y
que Adán ha comunicado a toda su posteridad. Como en el fuego, hay
una energía nativa que lo impulsa a ascender, como en la piedra de
carga hay una cualidad natural por la que el hierro es atraído; así
también hay en el hombre una fuerza primitiva que lo inclina al mal.
Concedo que en Sócrates, Jenócrates y Zenón se encontraron
templanza, firmeza y castidad; estas sombras de virtudes se
encontraron en corazones impuros y se originaron en el amor propio.
Por eso debemos considerarlos no como virtudes reales, sino como
vicios ". 14 Este lenguaje puede parecer duro; pero no es así si
comprendemos correctamente el significado de Melancthon. Nadie
estaba más dispuesto que él a reconocer en los paganos las virtudes
que les daban derecho a la estima del hombre; pero estableció esta
gran verdad, que la ley soberana dada por Dios a todas sus criaturas es
amarlo sobre todas las cosas. Ahora bien, si el hombre, al hacer lo que
Dios manda, no lo hace por amor a Dios, sino por amor a sí mismo,
¿puede Dios aceptarlo por atreverse a sustituirse en el lugar de Su
Majestad infinita? ¿Y no puede haber pecado en una acción que es una
rebelión expresa contra la Deidad suprema?
El teólogo de Wittenberg luego procede a mostrar cómo el hombre se
salva de esta desgraciada . "¡El apóstol!" dijo, “te invita a contemplar al
Hijo de Dios sentado a la diestra del Padre, mediando e intercediendo
por nosotros; 15 y te exhorta a sentirte seguro de que tus pecados te
son perdonados, de que eres considerado justo y aceptado por el Padre
por causa del Hijo que sufrió por nosotros en la cruz.
La primera edición de los lugares comunes es especialmente notable
por la manera en que el teólogo de Alemania habla del libre albedrío.
Quizá vio con más claridad que Lutero, porque era mejor teólogo que
él, que esta doctrina no podía separarse de la que constituía la esencia
misma de la Reforma. La justificación del hombre ante Dios procede
únicamente de la fe: este es el primer punto . Esta fe entra en el
corazón del hombre solo por la gracia de Dios: aquí está el segundo.
Melancthon vio claramente que si permitía que el hombre tuviera
alguna habilidad natural para creer, estaría arrojando en el segundo
punto esa gran doctrina de la gracia que había establecido en el
primero. Tenía demasiado discernimiento y comprensión de las
Sagradas Escrituras para equivocarse en un asunto tan importante.
Pero fue demasiado lejos. En lugar de encerrarse en los límites de la
cuestión religiosa, entró en la metafísica. Se estableció un fatalismo
que podría tender a representar a Dios como el autor del mal, - una
doctrina que no tiene ningún fundamento en la Escritura. "Como todas
las cosas que suceden", dijo, "suceden necesariamente de acuerdo con
la predestinación Divina, no existe la libertad en nuestra voluntad".
dieciséis
Pero el objeto que Melancthon tenía especialmente en mente era
presentar la teología como un sistema de piedad. Los escolásticos
habían secado la doctrina de tal modo que no dejaban rastros de
vitalidad en ella. La tarea de la Reforma fue, por tanto, reanimar esta
doctrina sin vida. En las ediciones posteriores, Melancthon sintió la
necesidad de exponer estas doctrinas con mayor claridad. 17 Pero ese
no era precisamente el caso en 1521. “Conocer a Cristo”, dijo, “es
conocer sus bendiciones. 18 Pablo, en su epístola a los Romanos,
queriendo resumir las doctrinas cristianas, no filosofa sobre el
misterio de la Trinidad, sobre el modo de encarnación, sobre la
creación activa o pasiva; ¿De qué entonces habla? - de la ley, - del
pecado, - de la gracia. De esto depende nuestro conocimiento de Cristo
".
La publicación de este cuerpo de teología fue de inestimable valor para
la causa de la verdad. Las calumnias fueron refutadas; prejuicios
barridos . En las iglesias, palacios y universidades, el genio de
Melancthon encontró admiradores que estimaban las gracias de su
carácter. Incluso aquellos que no conocían al autor se sintieron
atraídos por su credo por su libro. La aspereza y la violencia ocasional
del lenguaje de Lutero a menudo habían repelido a muchos. Pero aquí
había un hombre que explicaba esas poderosas verdades cuya
repentina explosión había sacudido al mundo, con gran elegancia de
estilo, gusto exquisito, perspicuidad admirable y orden perfecto. La
obra fue buscada y leída con avidez y estudiada con ardor. Tanta
gentileza y moderación ganaron todos los corazones. Tanta nobleza y
fuerza imponían su respeto; y las clases superiores de la sociedad,
hasta entonces indecisas, fueron conquistadas por una sabiduría que
hizo uso de tan hermosa lengua .
Por otro lado, los adversarios de la verdad, a quienes los terribles
golpes de Lutero aún no habían humillado, permanecieron un rato en
silencio y desconcertados ante la aparición del tratado de Melancthon.
Vieron que había otro hombre tan digno de su odio como el propio
Luther . "¡Pobre de mí!" exclamaron ellos, “¡infeliz Alemania! ¡Hasta
qué extremo serás llevado por este nuevo nacimiento! " 19
Entre los años 1521 y 1595 los lugares comunes pasaron por sesenta y
siete ediciones, sin incluir traducciones . Junto a la Biblia, este es el
libro que posiblemente ha contribuido más al establecimiento de la
doctrina evangélica.

Notas finales:
1. Verum omnia nunc elimare coepimus, Philippus et ego. L.
Epp. 2: 176.
2. Ver vol. 2. P. 178.

3. Ingenti labore et studio. L. Epp. 2: 236.


4. Ante Michaelis non absolvetur, quanquam singulis
diebus decies millia chartarum sub tribus prelis
excudant..L. Epp. 2: 236.
5. Un florín y medio, aproximadamente media corona.

6. Gesch. D. deutsch. Bibel Uebersetz.


7. Vol. 1. Pág. 95.
8. Qui et alicubi in unum congesti rogum publice combusti
sunt.
9. Ut sutores, mulieres, et quilibet idiotae..avidissime
legerent. Cochloeus, pág. 50.
10. Adversus quas non uno nobis, ut ita dicam, Hercule
opus est. Corp. Ref. 1: 137.
11. Video dogmatum aciem pulchre instructam adversus
tyrannid em pharisaicam. Er. Epp. P. 949.

12. La Somme de Theologie, par Philippe Melancthon,


Geneve, 1551. Jehan Calvin aux Lecteurs.
13. Librum invictum (dijo en otra ocasión) non solum
inmortalitate sed et canone ecclesiastico dignum De
Servo Arbitrio.
14. Loci Commu nes Theologici, Basilea, 1521, pág. 35. Esta
edición es muy rara. Para las revisiones posteriores
consultar la de Erlangen, 1828, fundada sobre la de
Basilea, 1561.
15. Vult te intueri Filium Dei sedentem ad dextram Patris.
Inediatorem interpellantem pro nobis. Ibídem.

16. Q uandoquidem omnia quae eveniunt, necessario


eveniunt juxta divinam praedestinationem, nulla est
voluntatis nostrae libertas. Loc. Com. El OL. Basilea, 1521,
pág. 35.
17. Véase la edición de 1561, reimpresa en 1829, pág. 14-44,
los varios capítulos: - De tribus person is; - De divinitate
Filii; - De duabus naturis en Christo; - Testimonia quod
Filius sit persona; Testimonia refutantia Arianos; - De
discernendis proprietatibus humanae et divinae naturae
Christi; - De Spiritu Sancto, etc., etc.
18. Hoc est Christum cognoscere, beneficia ejus cognoscere.
Ibídem.
19. ¡Heu! Infelicem hoc novo partu Germaniam! Cochloeus.
LIBRO 9
CAPÍTULO 10

Mientras el "gramático" Melancthon estaba contribuyendo con estas


suaves tensiones un poderoso apoyo a Lutero, los hombres de
autoridad, enemigos del reformador, se volvían violentamente contra
él. Había escapado del Wartburg y reapareció en el escenario del
mundo; y ante esta noticia se reavivó la ira de sus antiguos enemigos.
Lutero llevaba tres meses y medio en Wittenberg cuando un rumor,
aumentado por las mil lenguas de la fama, trajo información de que
uno de los reyes más grandes de la cristiandad se había levantado
contra él. Enrique VIII, cabeza de la casa de los Tudor, príncipe
descendiente de las familias de York y Lancaster, y en cuya persona,
después de tanta sangre, se unieron por fin las rosas rojas y blancas, el
poderoso rey de Inglaterra, que reclamó para restablecer en el
continente, y especialmente en Francia, la antigua influencia de su
corona, acababa de escribir un libro contra el pobre monje de
Wittenberg. “ Hay mucha jactancia acerca de un librito del rey de
Inglaterra”, escribió Lutero a Lange el 26 de junio de 1522. 1

Henry tenía entonces treinta y un años; "Era alto, de complexión fuerte


y proporcionado, y tenía un aire de autoridad e imperio". 2 Su rostro
expresaba la vivacidad de su mente; vehemente, presumiendo de hacer
que todo ceda a la violencia de sus pasiones, y sediento de gloria, en un
principio ocultó sus faltas bajo un cierto ímpetu propio de la juventud,
y los aduladores no querían alentarlos. A menudo visitaba, en
compañía de sus cortesanos, la casa de su capellán, Thomas Wolsey,
hijo de un carnicero de Ipswich. Dotado de gran habilidad, de ambición
arrogante y de audacia ilimitada, este hombre, protegido por el obispo
de Winchester, canciller del reino, había avanzado rápidamente en el
favor de su amo y lo atrajo a su residencia por las atracciones de los
placeres y desórdenes, en los que el joven príncipe no se habría
atrevido a disfrutar en su propio palacio. Esto está registrado por
Polydore Virgil, en ese momento subcoleccionista papal en Inglaterra.
3 En estas reuniones disoluto, el capellán superó el libertinaje de los
jóvenes cortesanos que asistieron a Enrique VIII. Olvidando el decoro
propio de un ministro de la Iglesia, cantaba, bailaba, reía, hacía el
tonto, esgrima y se entregaba a conversaciones obscenas. 4 Por estos
medios logró obtener el primer lugar en los consejos del rey y, como
único ministro, todos los príncipes de la cristiandad se vieron
obligados a comprar su favor.
Henry vivía en medio de bailes, banquetes y justas, y desperdiciaba
locamente los tesoros que su padre había acumulado lentamente.
Magni torneos ficent se sucedían sin intervalo. En estos deportes el rey,
que se distinguía sobre todos los combatientes por su belleza viril,
desempeñaba el papel principal. 5 Si la contienda parecía por un
momento dudosa, la fuerza y dirección del joven monarca, o la astuta
política de sus oponentes, le daban la victoria, y las listas resonaron
con gritos y aplausos en su honor. La vanidad del joven príncipe se
infló con estos fáciles triunfos, y no hubo éxito en el mundo al que él
pensara que no podría aspirar. La reina fue vista a menudo entre los
espectadores. Su rostro serio y mirada triste, su aire ausente y abatido,
contrastaban fuertemente con el ruido y brillo de estas festividades.
Poco después de su ascenso al trono, Enrique VIII se había casado por
razones de estado con Catalina de Aragón, ocho años mayor que él: era
viuda de su hermano Arturo y tía de Carlos V.Mientras su marido
seguía sus placeres, la virtuosa Catalina , cuya piedad era
verdaderamente española, dejaba su lecho en medio de la noche para
tomar parte en silencio en las oraciones de los monjes. 6 Se arrodillaba
sin cojín ni alfombra. A las cinco de la mañana, después de tomar un
poco de descanso, ella que está ld nuevo aumento, y poner en el
vestido de franciscano, ya que había sido admitido en la orden
terciaria de San Francisco, y se apresuró a lanzar las vestiduras reales
a su alrededor, 7 se Vaya a la iglesia a las seis para unirse al servicio .
Dos seres, que vivían en esferas tan diferentes, no podían seguir juntos
por mucho tiempo.
La piedad romana tenía otros representantes además de Catalina en la
corte de Enrique VIII. John Fisher, obispo de Rochester, que entonces
tenía casi setenta años, se distinguía tanto por el saber como por la
austeridad de sus modales, era objeto de veneración universal. Había
sido el concejal de mayor edad de Enrique VII, y la duquesa de
Richmond, abuela de Enrique VIII, llamándolo a su cabecera, había
encomendado a su cuidado la juventud y la inexperiencia de su nieto.
El rey, en medio de sus irregularidades, continuó venerando al
anciano obispo como a un padre.
Un hombre mucho más joven que Fisher, laico y abogado, había
atraído antes la atención general por su genio y noble carácter. Su
nombre era Tomás Moro, hijo de uno de los jueces del Banco del Rey.
Era pobre, austero y diligente. A la edad de veinte años se había
esforzado por apagar las pasiones de la juventud vistiendo una camisa
de tela para el cabello y auto-azotando. En una ocasión, siendo citado
por Enrique VIII mientras asistía a misa, respondió que el servicio de
Dios era antes que el del rey. Wolsey le presentó a Henry, quien lo
empleó en varias embajadas, y le mostró mucha amabilidad. A menudo
enviaba a buscarlo y conversaba con él sobre astronomía, Wolsey y
divinidad.
En verdad, el rey mismo no estaba familiarizado con las doctrinas
romanas. Parecería que si Arturo hubiera vivido, Enrique estaría
destinado a la sede arzobispal de Canterbury. Tomás de Aquino, 8 San
Buenaventura, torneos, banquetes, Elizabeth Blunt y otras de sus
amantes, todo estaba mezclado en la mente y la vida de este príncipe,
que tenía misas de su propia composición cantadas en su capilla.
Tan pronto como Enrique oyó hablar de Lutero, se indignó contra él, y
apenas se conoció el decreto de la Dieta de Worms en Inglaterra,
cuando ordenó que se ejecutara la bula del pontífice contra las obras
del reformador. 9 El 12 de mayo de 1521, Tomás Wolsey, quien, junto
con el cargo de canciller de Inglaterra, combinaba los de cardenal y
legado de Roma, fue en solemne procesión a St. Pablo. Este hombre,
cuyo orgullo había alcanzado el nivel más alto, se consideraba igual a
los reyes. Solía sentarse en una silla de oro, dormir en una cama de oro,
y una cubierta de tela de oro se extendía sobre la mesa en sus comidas.
10 En esta ocasión mostró una gran magnificencia. Su casa, compuesta
por 800 personas, entre las que se encontraban barones, caballeros e
hijos de las familias más distinguidas, que esperaban con su servicio
obtener un cargo público, rodeaba a este prelado altivo. La seda y el oro
brillaban no solo en sus vestiduras (fue el primer eclesiástico que se
atrevió a vestirse tan suntuosamente ) 11 , sino incluso en las carcasas
y los arneses de los caballos. Antes caminaba un sacerdote alto que
portaba una columna de plata rematada por una cruz; detrás de él, otro
eclesiástico de similar altura portaba el báculo arzobispal de York; un
noble a su lado sostenía el sombrero del cardenal. 12 Lo acompañaban
señores, prelados, embajadores del papa y del emperador, seguidos de
una larga hilera de mulas que portaban cofres cubiertos con las más
ricas y brillantes cortinas. Fue esta magnífica procesión la que llevó al
montón en llamas los escritos del pobre monje de Wittenberg. Cuando
llegaron a la catedral, el insolente sacerdote colocó su sombrero de
cardenal en el altar. El virtuoso obispo de Rochester se colocó al pie de
la cruz y con voz agitada predicó seriamente contra la herejía. Después
de esto, los libros impíos del heresiarca fueron reunidos y quemados
con devoción en presencia de una inmensa multitud. Tal fue la primera
información que recibió Inglaterra de la Reforma .

Henry no se detendría aquí. Este príncipe, cuya mano siempre se alzó


contra sus adversarios, sus esposas o sus favoritas, escribió al elector
palatino: “Es el diablo quien, por medio de Lutero, ha encendido esta
inmensa conflagración. ¡Si Lutero no se convierte, que él y sus escritos
sean quemados juntos! " 13
Esto no fue suficiente. Convencido de que el progreso de la herejía se
debía a la extrema ignorancia de los príncipes alemanes, Enrique
pensó que había llegado el momento de mostrar su saber. Las victorias
de su hacha de guerra no le permitieron dudar de las que estaban
reservadas para su pluma. Pero otra pasión, la vanidad, siempre más
grande en las mentes más pequeñas, espoleó al rey. Se sintió
humillado por no tener ningún título que oponerse al de "católico" y
"más cristiano" de los reyes de España y Francia, y durante mucho
tiempo había estado pidiendo una distinción similar a la corte de
Roma. ¿Qué sería más probable que lo consiguiera que atacar la
herejía? Por tanto, Enrique dejó a un lado la púrpura real y descendió
de su trono a la arena de la discusión teológica. Enlistó a Tomás de
Aquino, Peter Lombard, Alexander Hales y Buenaventura a su
servicio; y el mundo contempló la publicación de la Defensa de los
Siete Sacramentos, contra Martín Lutero, por el más invencible Rey de
Inglaterra y Francia, el Señor de Irlanda, Enrique el octavo de ese
nombre.
“Me precipitaré frente a la Iglesia para salvarla”, dijo el Rey de
Inglaterra en este tratado; “Recibiré en mi seno las flechas
envenenadas de sus asaltantes. 14 El estado actual de cosas me llama a
hacerlo. Todo siervo de Cristo, sea cual sea su edad, sexo o rango, debe
levantarse contra el enemigo común de la cristiandad. 15
“Pongámonos una doble coraza; la coraza celestial, para conquistar con
las armas de la verdad al que combate con los del error; pero también
una coraza terrenal, que si se muestra obstinado en su malicia, la
mano del ejecutor lo obligue a callar, y que al menos una vez pueda ser
útil al mundo, con el terrible ejemplo de su muerte. " dieciséis
Enrique VIII no pudo ocultar el desprecio que sentía hacia su débil
adversario. “Este hombre ” , dijo el teólogo coronado, “parece estar
sufriendo dolores de parto; después de un parto sin precedentes, no
produce más que viento. 17 Quita el sobre atrevido de la verborrea
insolente con que viste sus absurdidades , como un mono se viste de
púrpura, ¿y qué queda? ...... un sofisma miserable y vacío ”.
El rey defiende sucesivamente la misa, la penitencia, la confirmación,
el matrimonio, las órdenes y la extremaunción; no escatima en el
lenguaje abusivo hacia su oponente; lo llama por turnos lobo del
infierno, víbora venenosa, miembro del diablo. Incluso se ataca la
sinceridad de Lutero. Enrique VIII aplasta al monje mendicante con su
ira real, "y escribe como 'twere con su cetro", dice un historiador. 18
Y sin embargo hay que confesar que su trabajo no fue malo,
considerando al autor y su edad. El estilo no deja de tener fuerza; pero
el público de la época no se limitó a hacerle justicia. El tratado
teológico del poderoso rey de Inglaterra fue recibido con un torrente
de adulación. “El trabajo más erudito que jamás haya visto el sol”,
gritaron algunos. 19 - “Sólo podemos compararlo”, repitieron otros,
“con las obras de Agustín. ¡Es un Constantino, un Charlemagn e! " - "Él
es más", dijeron otros, "¡es un segundo Salomón!"

Estos halagos pronto se extendieron más allá de los límites de


Inglaterra. Enrique pidió a John Clarke, decano de Windsor, su
embajador en Roma, que presentara su libro al soberano pontífice.
León X recibió la envidia en pleno consistorio.
Clarke le presentó la obra real, diciendo: "El rey, mi maestro, le
asegura que, habiendo refutado ahora los errores de Lutero con la
pluma, está listo para combatir a sus seguidores con la espada". León,
conmovido por esta promesa, respondió que el libro del rey no podría
haber sido escrito sin la ayuda del Espíritu Santo, y confirió a Enrique
el título de Defensor de la Fe, que todavía lo llevan los soberanos de
Inglaterra.
La acogida que tuvo este volumen en Roma contribuyó en gran medida
a incrementar el número de lectores. En unos meses se emitieron
muchos miles de copias de diferentes imprentas. 20 “Todo el mundo
cristiano”, dice Cochloeus, “se llenó de admiración y alegría”. 21
Tan extravagantes panegíricos aumentaron la insoportable vanidad de
este jefe de los Tudor. Él mismo parecía no tener ninguna duda de que
fue inspirado por el Espíritu Santo. 22 A partir de ese momento no
sufriría ninguna contradicción. Su papado ya no estaba en Roma, sino
en Greenwich; la infalibilidad reposaba sobre sus hombros: en un
período posterior esto contribuyó en gran medida a la Reforma de
Inglaterra.
Luther leyó el libro de Henry con una sonrisa mezclada con desdén,
impaciencia e indignación. La falsedad y el abuso que contenía, pero
especialmente el aire de desprecio y compasión que asumía el rey,
irritaban al médico de Wittenberg en grado sumo. El pensamiento de
que el Papa había coronado esta obra, y que por todos lados los
enemigos de G ospel estaban triunfando sobre la Reforma y el
reformador ya derrocado y vencido, aumentaba su indignación.
Además, ¿qué motivo tenía para contemporizar? ¿No estaba luchando
por la causa de un Rey más grande que todos los reyes de la tierra? La
simpatía del Evangelio le pareció fuera de temporada. Ojo por ojo,
diente por diente. Fue más allá de todos los límites. Perseguido,
insultado, perseguido, herido, el león furioso se dio la vuelta y se
levantó orgulloso para aplastar a su enemigo. El elector, Sp alatin,
Melancthon y Bugenhagen, se esforzaron en vano por pacificarlo. Le
habrían impedido responder; pero nada pudo detenerlo. "No seré
amable con el rey de Inglaterra", dijo. “Sé que es en vano para mí
humillarme, ceder, suplicar, probar métodos pacíficos. Por fin me
mostraré más terrible con estas bestias furiosas, que cada día me
aguijonean con sus cuernos. Yo volveré la mía contra ellos. Provocaré a
Satanás hasta que caiga sin vida y exhausto. 23 Si este hereje no se
retracta, dice Enrique VIII, el nuevo Tomás, ¡debe ser quemado vivo!
Tales son las armas que no emplean contra mí: la furia de los asnos
estúpidos y los puercos de la prole de Tomás de Aquino; y luego la
estaca. 24 ¡ Pues que así sea! ¡Dejemos que estos cerdos avancen si se
atreven y que me quemen! Aquí los estoy esperando. Después de mi
muerte, aunque mis cenizas sean arrojadas a mil mares, se levantarán,
perseguirán y se tragarán a esta abominable manada. Viviendo, seré
enemigo del papado; quemado, seré su destrucción. Ve, pues, cerdo de
Santo Tomás, haz lo que bien te parezca. Siempre encontrarás a Lutero
como un oso en tu camino y como un león en tu camino. Él saltará
sobre ti adondequiera que vayas, y nunca te dejará en paz, hasta que
haya quebrado tus cabezas de hierro y convertido en polvo tus frentes
de bronce.
Lutero primero reprocha a Enrique VIII haber apoyado sus doctrinas
únicamente por los decretos y opiniones de los hombres. “En cuanto a
mí”, dice él, “¡nunca dejo de clamar el Evangelio, el Evangelio! ¡Cristo,
Cristo! - Y mis adversarios siguen respondiendo: ¡Personalizado,
personalizado! ¡Ordenanzas, ordenanzas! ¡Padres, padres! - San Pablo
dice: No permitas que tu fe se base en la sabiduría de los hombres,
sino en el poder de Dios (1 Corintios 2: 5). Y el apóstol con este trueno
del cielo derriba y dispersa, como el viento esparce el polvo, a todos los
hobgoblins de este Enrique. Asustados y confundidos, estos tomistas,
papistas y Enrique caen postrados ante el trueno de estas palabras ".
25
Luego refuta el libro del rey en detalle, y voltea sus argumentos uno
tras otro, con perspicacia, espíritu y conocimiento de las Sagradas
Escrituras y la historia de la Iglesia, pero también con seguridad,
desdén y, a veces, violencia, de que no debería sorprendernos.
Habiendo llegado al final de su refutación, Lutero nuevamente se
indigna de que su oponente deba derivar sus argumentos solo de los
Padres: esta fue la base de toda la controversia. “A todo el mundo del
Padre y de los hombres, de los ángeles y de los demonios”, dijo, “me
opongo, no a las viejas costumbres, no a la multitud de hombres, sino
al Verbo de la eterna majestad, al Evangelio, que incluso mi los
adversarios están obligados a reconocer. En esto ayuno, en esto reposo,
en esto me jacto, en esto me regocijo y triunfo sobre los papistas, los
tomistas, los Enrique, los sofistas y todos los puercos del infierno. 26
El Rey del cielo está conmigo; por eso no temo nada, aunque mil
agustinos, mil chipriotas y mil de estas iglesias que Enrique defiende
se rebelen contra mí. Es poca cosa que yo desprecie y maldiga a un rey
de la tierra, ya que él mismo no teme en sus escritos b lasfemar al Rey
de los cielos y profanar su santo nombre con las falsedades más
descaradas ". 27

"¡Papistas!" exclamó en conclusión, “¿no cesaréis nunca de vuestros


inútiles ataques? Haz lo que te plazca. Sin embargo, antes de ese Dios
que predico deben venir papas, obispos, sacerdotes, monjes, príncipes,
demonios, muerte, pecado y todo lo que no es Cristo o en Cristo ". 28
Así habló el pobre monje. Su violencia ciertamente no puede ser
excusada, si la juzgamos por la regla a la que él mismo apeló, por la
Palabra de Dios. Ni siquiera puede justificarse alegando la grosería de
la época (pues Melancthon supo observar el decoro en sus escritos), ni
la energía de su carácter, pues si esta energía tuvo alguna influencia
sobre su lenguaje, la pasión también ejerció más. Es mejor, entonces,
que lo condenemos. Y, sin embargo, para ser justos, debemos observar
el decoro en sus escritos), o la energía de su carácter, porque si esta
energía tuvo alguna influencia sobre su lengua , la pasión también
ejerció más. Es mejor, entonces, que lo condenemos. Y sin embargo,
para ser justos, debemos observar que en el siglo XVI esta violencia no
parecía tan extraña como lo sería hoy en día. Los sabios eran entonces
una hacienda, así como los príncipes. Al convertirse en escritor,
Enrique había atacado a Lutero. Lutero respondió de acuerdo con la ley
establecida en la República de las Letras, que debemos considerar la
verdad de lo que se dice y no la calidad de quien lo dice. Agreguemos
también, que cuando este mismo rey se volvió contra el Papa, el abuso
que los escritores romanos y el Papa mismo derramaron sobre él,
excedió con creces todo lo que Lutero había dicho.
Además, si Lutero llamaba asno al Dr. Eck y cerdo a Enrique VIII,
rechazaba indignado la intervención del brazo secular; mientras Eck
estaba escribiendo una disertación para demostrar que los herejes
debían ser quemados, y Henry erigía andamios para que pudiera
ajustarse a los preceptos del canciller de Ingolstadt.
Grande fue la emoción en la corte del rey ; Surrey, Wolsey y la
multitud de cortesanos pusieron fin a las festividades y el boato en
Greenwich para descargar su indignación en abuso y sarcasmo. El
venerable obispo de Rochester, que había estado encantado de ver al
joven príncipe, anteriormente confiado a su cuidado, rompiendo una
lanza en defensa de la Iglesia, quedó profundamente herido por el
ataque del monje. Él respondió de inmediato. Sus palabras caracterizan
claramente la época y la Iglesia. “Llévanos las zorras, las zorras
pequeñas que estropean las viñas, dice Cristo en el Cantar de los
Cantares. Esto nos enseña ”, dijo Fisher,“ que debemos tomar a los
herejes antes de que crezcan. Ahora Lutero se ha convertido en un gran
zorro, tan viejo, tan astuto y tan astuto, que es muy difícil de atrapar.
¿Qué digo? ... ¿un zorro? Es un perro rabioso, un lobo rapaz, un oso
cruel; o más bien todos esos animales en uno; porque el monstruo
incluye muchas bestias dentro de él ". 29
Tomás Moro también descendió a la arena para enfrentarse al monje
de Wittenberg. Aunque un laico, su celo contra la Reforma equivalía a
fanatismo, si es que ni siquiera lo instaba a derramar sangre. Cuando
los nobles jóvenes emprenden la defensa del papado, su violencia a
menudo supera incluso a la de los eclesiásticos. “Reverendo hermano,
padre, bebedor, Lutero, gobernador de la orden de San Agustín,
bacanal deforme de cualquiera de las facultades, doctor en teología
indocto”. 30 Tal es el lenguaje dirigido al reformador por uno de los
hombres más ilustres de su época. Luego procede a explicar la manera
en que Lutero había compuesto su libro contra Enrique VIII: “Reunió
a sus compañeros y les pidió que siguieran su propio camino y que
recogieran todo tipo de abusos y calumnias. Se frecuentaba los
carruajes y botes públicos; otro, los baños y las casas de juego; un tercio
las tabernas y peluquerías; un cuarto los molinos y burdeles. Anotaron
en sus tablas todas las cosas más insolentes, inmundas e infames que
oyeron; y recuperando todas estas abominaciones e impurezas, las
arrojaron a esa perrera inmunda que se llama la mente de Lutero. Si se
retracta de sus falsedades y calumnias ”, continúa More,“ si deja a un
lado su locura y su locura, si se traga su propia inmundicia 31 ......
encontrará a alguien que discutirá seriamente con él. Pero si procede
como ha comenzado, bromeando, burlándose, engañando,
calumniando, vomitando alcantarillas y pozos negros 32 ...... que los
demás hagan lo que les plazca; en cuanto a mí, preferiría dejar al
pequeño fraile a su propia furia y suciedad ". 33 Más hubiera hecho
mejor en contener a los suyos. Lutero nunca degradó su estilo en un
grado tan bajo. Él no respondió.

Este escrito aumentó aún más el apego de Henry a More. A menudo lo


visitaba en su humilde morada de Chelsea. Después de la cena, el rey,
apoyado en el hombro de su favorito, paseaba por el jardín, mientras
la Señora More y sus hijos, escondidos detrás de una ventana, no
podían apartar la mirada de asombro . Después de uno de estos paseos,
More, que conocía bien a su hombre, le dijo a su esposa: "Si mi cabeza
pudiera ganarle un solo castillo en Francia, no dudaría en cortárselo".
El rey, así defendido por el obispo de Rochester y por su futuro
canciller, no tuvo necesidad de retomar su pluma. Confundido al verse
tratado en la faz de Europa como un escritor común, Enrique VIII
abandonó la peligrosa posición que había tomado y, arrojando la
pluma del teólogo, recurrió a los medios más efectivos de la
diplomacia.
Se envió un embajador de la corte de Greenwich con una carta para el
elector y los duques de Sajonia. “Lutero, la verdadera serpiente caída
del cielo”, escribió, “está derramando sus ríos de veneno sobre la
tierra. Está provocando revueltas en la Iglesia de Jesucristo, aboliendo
leyes, insultando a los poderes fácticos, inflamando a los laicos contra
los sacerdotes, y a los laicos y sacerdotes contra el Papa, a los súbditos
contra sus soberanos, y no desea nada mejor que ver cristianos.
peleando y destruyéndose unos a otros, y los enemigos de nuestra fe
saludando esta escena de carnicería con una espantosa sonrisa. 34
“¿Qué es esta doctrina que él llama evangélica, si no es de Wickliffe?
Bien , honorables tíos, sé lo que han hecho vuestros cestores para
destruirlo. En Bohemia lo cazaron como a una fiera, y lo metieron en
un pozo, lo encerraron y lo mantuvieron firme. No permitirás que se
escape por tu negligencia, no sea que, arrastrándose a Sajonia y
convirtiéndose en dueño de toda Alemania, sus fosas nasales
humeantes derramen las llamas del infierno, extendiendo esa
conflagración por todas partes que tu nación ha deseado tan a
menudo. para extinguirse en su sangre. 35
“Por eso, dignos príncipes, me siento obligado a exhortarlos e incluso a
suplicarles en nombre de todo lo más sagrado, que extinguáis sin
demora la secta maldita de Lutero: no matéis a nadie, si es que se
puede evitar. ; pero si esta obstinación herética continúa, entonces
derrama sangre sin vacilación, para que la abominable herejía
desaparezca de debajo del cielo. 36
“El elector y su hermano remitieron a los reyes al concilio que se
aproximaba. Por tanto, Enrique VIII estaba lejos de llegar a su fin. “Un
nombre tan grande mezclado en la disputa”, dijo Paul Sarpi, “sirvió
para hacerlo más curioso y para conciliar el favor general hacia Lutero,
como suele ocurrir en los combates y torneos, donde los espectadores
siempre se inclinan por la parte más débil, y se deleitan en exagerar el
mérito de sus acciones ". 37

Notas finales:
1. Jactant libellum regis Angliae; sed leum illum suspicor
sub pelle tectum: - una alusión a Lee, el capellán del rey,
y un juego de palabras con la palabra lec, un león. L. Epp.
2: 213.
2. Collier, Eccl. Hist. De Gran Bretaña, fol. 2: 1.

3. Domi suae voluptatum omnium sacrarium fecit, quo


regem frequenter ducebat. Polyd. Virgilius, Angl. Hist.,
Basilea, 1570, fol. P. 633. Polydore parece haber sufrido
por el orgullo de Wolsey, y más bien inclinado a exagerar
las faltas del ministro.
4. Cum illis adolescentibus una psallebat, saltabat,
sermones leporis plenos habebat, ridebat jocabatur, etc.
Ibid.
5. Eximia corporis forma praeditus, en qua etiam regiae
majestatis augusta quaedam especie elucebat. Sa nderus
de Schismate Anglicano, pág. 4. Esta obra de Sanders,
nuncio papal en Irlanda, debe leerse con mucha cautela;
pues abunda en afirmaciones falsas y calumniosas, como
ha señalado el cardenal Quirini y el doctor católico
romano Lingard. Vea la historia de Hi de Inglaterra por
este último. Vol. 6. 173.
6. surgebat media nocte ut nocturnis religiosorum precibus
interesset. Sanderus de Schismate Anglicano, pág. 5.

7. Sub regio vestitu Divi Francisci habitu utebatur. Ibídem.


8. Legebat studiose libros divi Thomae Aquinatis. P ol. Virg.
Pág. 634.
9. Primum libros Lutheranos, quorum magnus jam
numerus pervenerat in manus suorum Anglorum,
comburendos curavit. Pol. Virg. Pág. 664.
10. Uti sella aurea, uti pulvino aureo, uti velo aureo ad
mensam. Ibídem.
11. Primus episcoporum et cardinalium, vestitum
exteriorem sericum sibi induit. Ibídem. pags. 633.

12. Galerum cardinalium, ordinis insignem sublime a


ministro praeferebat..super altare collocabat. Ibídem.
pags. 645.
13. Nachlese de Knapp, 2: 458.
14. Meque adversus venenata jacula hostis eam
oppugnantes objicerem. Assertio septem sacramentorum
adv. M. Lutherum, en prólogo.
15. Omnis Christi servus, omnis aetas, omnis sexus, omnis
ordo consurgat. Ibídem.
16. Et qui nocuit verbo malitiae, supplicii prosit exemplo.
Ibídem.

17. Mirum est quante nixu parturiens, quam nihil pe perit,


nisi merum ventum. Ibídem.
18. Collyer, Eccl. Hist. P. 17.
19. Burnet, Hist. Árbitro. De Inglaterra, 1:30.
20. Menstruaciones intra paucos, liber ejus a multis
chalcographis in multa millia multiplicatus. Cochloeus,
pág. 44.
21. Ut totum orbem christianum et gaudio et admiratione
rep leverit. Ibídem.
22. Se le ocurrió que estaba escrito con cierto grado de
inspiración. Burnet, Prefacio.
23. Mea in ipsos exercebo cornua, irraturus Satanam, donec
effusis viribus et conatibus corruat in se ipso. L. Epp. 2:
236.
24. Ignis et furor insulsissimorum asinorum et
Thomisticorum porcorum. Contra Henricum Regem,
Opp. Lat. 2: 331. Este lenguaje nos recuerda al Irish
Agitator. Sin embargo, hay mayor fuerza y nobleza en el
orador del siglo XVI que en el del siglo XIX. Ver Revue
Britannique para la sociedad civilizada ", etc. p. 30.
25. Confusi et prostrati jacent a facie verborum istius
tonitrui. Contra Henricum reg. Op. Lat. 2: 336.
26. Hic sto, hic sedeo, hic maneo, hic glorior, hic triumphor,
hic insulto papistis..Opp. Lat. 2: 342.
27. Nec magnum si ego egem terr ae contemno. Ibídem. 344,
verso.
28. Op. Leips. 18: 209.
29. Canem dixissem rabidum, imo lupum rapacissimum,
aut saevissimam quandam ursam. Cochloeus, pág. 60.
30. Reverendus frater, pater, potator, Lutherus. Ibídem.
pags. 61.
31. Si..suas resorbeat et sua relingat stercora. Ibídem. pags.
62.

32. Sentinas, cloacas, latrinas, .. stercora. Ibídem. pags. 63.


33. Cum suis..et stercoribus..relinquere. Cochloeus, pág. 63.
Cochloeus está encantado de citar estos pasajes
seleccionando lo que, según su gusto, son las mejores
partes de la respuesta de More. M. Nisard, por el
contrario, confiesa en su artículo sobre More, a quien
defiende con gran calidez y erudición, que en este escrito
"las impurezas dictadas por la ira del católico son tales
que todo intento de traducción es imposible". Revue des
deux Mondes, 5: 592.
34. Así que ergiest er, gleich wie eine Schlang vom Himmel
geworfen. L. Opp. 18: 212. El original está en latín: Velut e
coelo deject us serpens, virus effundit in terras.

35. Und durch sein schadlich Anblasen das hol lische Feuer
ausspruhe. Ibídem. 213.
36. Oder aber auch mit Blut vergiessen. L. Opp. 18: 213.
37. Hist. Concilio de Trento, págs.15, 16.
LIBRO 9
CAPÍTULO 11

Estaba ocurriendo un gran movimiento. La Reforma, que, después de


la Dieta de Worms, se pensó que estaba confinada a su primer maestro
en la estrecha cámara de un fuerte castillo, estaba estallando en todas
las partes del imperio y, por así decirlo, en toda la cristiandad. Las dos
clases, hasta entonces mezcladas, ahora comenzaban a separarse; y los
partidarios de un monje, cuya única defensa era su lengua, ahora se
posicionaron sin miedo ante los sirvientes de Carlos V y León X.
Lutero apenas había abandonado las murallas de Wartburg, el Papa
había excomulgado a todos sus seguidores, la dieta imperial acababa
de condensar su doctrina, los príncipes se esforzaban por aplastarla en
la mayoría de los estados alemanes, los ministros de Roma la
rebajaban a los ojos del pueblo con sus violentas invectivas, los otros
estados de la cristiandad apelaban Alemania para sacrificar a un
hombre cuyos ataques temían incluso a distancia; y, sin embargo, esta
nueva secta, escasa en número, y entre cuyos miembros no había
organización, ningún vínculo de unión, nada en resumen que
concentrara su poder común, ya estaba asustando la vasta, antigua y
poderosa soberanía de Roma con la energía de su fe y la rapidez de sus
conquistas. Por todos lados, como en los primeros días cálidos de la
primavera, la semilla brotaba de la tierra espontáneamente y sin
esfuerzo. Cada día mostraba algún progreso nuevo. I as personas,
aldeas, pueblos, ciudades enteras, unidas en esta nueva confesión del
nombre de Jesucristo. Hubo una oposición indiferente, hubo terribles
persecuciones, pero el poder misterioso que empujaba hacia adelante
a toda esta gente era irresistible; y los perseguidos, acelerando sus
pasos, pasando por el destierro, la prisión y la pila ardiente,
prevalecieron en todas partes sobre sus perseguidores.
Las órdenes monásticas que Roma había extendido sobre la
cristiandad, como una red destinada a atrapar almas y mantenerlas
prisioneras, fueron las primeras en romper sus ataduras y en propagar
rápidamente la nueva doctrina por toda la Iglesia. Los agustinos de
Sajonia habían caminado con Lutero, y sintieron esa experiencia
interior de la Santa Palabra que, al ponerlos en posesión de Dios elfo,
destronó a Roma y sus elevadas suposiciones. Pero en los otros
conventos de la orden, la luz evangélica había amanecido de igual
manera. A veces eran ancianos que, como Staupitz, habían conservado
las sanas doctrinas de la verdad en medio de la engañosa cristiandad ,
y ahora rogaban a Dios que les permitiera partir en paz, porque sus
ojos habían visto su salvación. En otras ocasiones, eran hombres
jóvenes que habían recibido la enseñanza de Lutero con el entusiasmo
peculiar de su edad. Los conventos de Agustín en Nuremberg, O
snabruck, Dillingen, Ratisbon, Estrasburgo y Amberes, con los de
Hesse y Wurtemberg, se volvieron hacia Jesucristo y con su coraje
provocaron la ira de Roma.
Pero este movimiento no se limitó únicamente a los agustinos.
Hombres de gran espíritu los imitaban en los monasterios de otras
órdenes, y a pesar de los clamores de los monjes, que no abandonaban
sus observancias carnales, a pesar de la ira, el desprecio, las
sentencias, la disciplina y los encarcelamientos del claustro,
levantaron sin miedo sus voces a favor de esa santa y preciosa verdad,
que habían encontrado al fin después de tantas dolorosas
indagaciones, tanta desesperación y duda, y tanta lucha interior. En la
mayoría de los claustros, los monjes más espirituales, piadosos y
eruditos se declararon a favor de la Reforma. En el convento
franciscano de Ulm, Eberlin y Kettenbach atacaron las obras serviles
del monaquismo y las observancias supersticiosas de la Iglesia, con
una elocuencia capaz de conmover a toda la nación; y pidieron la
abolición inmediata de los monasterios y casas de mala fama. Otro
franciscano, Stephen Kempe, predicó el Evangelio en Hamburgo y,
solo, presentó un frente firme al odio, la envidia, las amenazas, las
trampas y los ataques de los sacerdotes, que se irritaron al ver que la
multitud abandonaba sus altares y se congregaba. con entusiasmo por
escuchar sus sermones. 1
Con frecuencia los superiores de los conventos fueron los primeros en
llevarse por el camino de la reforma. En Halberstadt, Neuenwerk,
Halle y Sagan, los priores pusieron el ejemplo a sus monjes, o al
menos declararon que si un monje sentía su conciencia agobiada por el
peso de los votos monásticos, lejos de detenerlo en el convento,
tomarían lo agarró por los hombros y lo empujó fuera de las puertas. 2
Ind EED a través de toda Alemania, los monjes fueron vistos
entregando sus vestidos y capuchas en las puertas de los monasterios.
Algunos fueron expulsados por la violencia de los hermanos o de los
abades; otros, de carácter apacible y pacífico, ya no podían soportar las
continuas disputas, abusos, clamores y odios que los perseguían
incluso en sus letargos; la mayoría estaba convencida de que la vida
monástica se opone a la voluntad de Dios ya la vida cristiana; algunos
habían llegado gradualmente a esta convicción; otros de repente, al
leer un pasaje de la Biblia. La pereza, la grosería, la ignorancia y la
degradación que constituían la naturaleza misma de las órdenes
mendicantes, inspiraban con un disgusto indescriptible a todos los
hombres de mente elevada, que ya no podían sostener la sociedad de
sus asociados vulgares . Un día, un franciscano que iba de ronda, se
detuvo con la caja en la mano pidiendo limosna en una herrería de
Nuremberg: "¿Por qué?", Dijo el herrero, "¿no ganas el pan con el
trabajo de tus propias manos?" Al oír estas palabras, el robusto monje
arrojó su bastón y, agarrando el martillo, lo empujó vigorosamente
sobre el yunque. El mendigo inútil se había convertido en un
trabajador honrado. Su caja y su vestido fueron enviados al
monasterio. 3
Los monjes no fueron las únicas personas que se unieron en torno al
estandarte del Evangelio; los sacerdotes en un número aún mayor
comenzaron a predicar las nuevas doctrinas. Pero no se necesitaban
predicadores para su propagación; con frecuencia actuaba en la mente
de los hombres y los despertaba de su profundo sueño sin que nadie
hubiera hablado.
Los escritos de Lutero se leyeron en ciudades, pueblos e incluso
aldeas; por la noche, junto al fuego, el maestro de escuela solía leerlos
en voz alta ante un público atento. Algunos de los oyentes se vieron
afectados por su lectura; tomaron la Biblia para despejar sus dudas y
quedaron sorprendidos por el asombroso contraste entre el
cristianismo de la Biblia y el suyo. Después de oscilar entre Roma y la
Escritura, pronto se refugiaron en esa Palabra viva que derramaba un
resplandor tan nuevo y dulce en sus corazones. Mientras estaban en
este estado, llegaría algún predicador evangélico, probablemente un
sacerdote o un monje. Habló con elocuencia y convicción; 4 anunció
que Cristo había hecho plena expiación por los pecados de su pueblo;
demostró por la Sagrada Escritura la vanidad de las obras y las
penitencias humanas. Entonces estallaría una terrible oposición; el
clero, ya veces los magistrados, pondría todo su empeño en recuperar
las almas que estaban a punto de perder. Pero en la nueva predicación
había una armonía con las Escrituras y una fuerza oculta que ganó
todos los corazones y sometió incluso a los más rebeldes. A riesgo de
sus bienes, y de su vida si fuera necesario, se alinearon del lado del
Evangelio y abandonaron a los oradores fanáticos y sin vida del
papado. 5 A veces la gente, indignada por haber sido engañada
durante tanto tiempo, la obligaba a retirarse; con más frecuencia los
sacerdotes, abandonados por sus rebaños, sin diezmos ni ofrendas,
partían voluntariamente y con tristeza para buscar un sustento en otra
parte. 6 Y mientras los partidarios de la antigua jerarquía regresaban
de estos lugares tristes y abatidos, y a veces despidiéndose de sus
viejos rebaños en el lenguaje del anatema, el pueblo, transportado de
alegría por la paz y la libertad, rodeaba a los nuevos predicadores con
sus aplausos. y, sedientos de la Palabra de Dios, los llevó en triunfo a
la iglesia y al púlpito. 7
Una palabra de poder, procedente de Dios, estaba en ese momento
regenerando la sociedad. La gente, o sus líderes, solían invitar a algún
hombre famoso por su fe para que viniera y los iluminara; e
instantáneamente, por amor al Evangelio, abandonó sus intereses y su
familia, su país y sus amigos. 8 La persecución obligó a menudo a los
partidarios de la Reforma a abandonar sus hogares: llegaron a algún
lugar donde aún se desconocía; aquí entrarían a una casa que ofrecía
asilo a viajeros pobres; allí hablarían del Evangelio, leerían un capítulo
a los atentos oyentes, y tal vez, a pedido de sus nuevos amigos,
obtendrían permiso para predicar una vez públicamente en la iglesia ...
Sobre esto estallaría un gran alboroto en la ciudad, y los mayores
esfuerzos fueron inútiles para apagarla. 9 Si no podían predicar en la
iglesia, buscaban otro lugar. Cada lugar se convirtió en un templo. En
Husum, en Holstein, Hermann Tast, que volvía de Wittenberg y contra
quien el clero de la parroquia había cerrado las puertas de la iglesia,
predicó ante una inmensa multitud en el cementerio, a la sombra de
dos grandes árboles, no lejos del lugar. donde, siete siglos antes,
Anschar había proclamado el Evangelio a los paganos. En Arnstadt,
Gaspard Guttel, un monje agustín, predicó en la plaza del mercado. En
Dantzie, el Evangelio se anunció en una pequeña colina en las afueras
de la ciudad. En Gosslar, un estudiante de Wittenberg enseñó las
nuevas doctrinas en un prado plantado de tilos; de donde los cristianos
evangélicos fueron denominados los Hermanos del Tilo.
Mientras los sacerdotes exhibían una sórdida codicia ante los ojos del
pueblo, los nuevos predicadores les decían: "De gracia hemos recibido,
de gracia damos". 10 La idea frecuentemente publicada por los nuevos
predicadores desde el púlpito, de que Roma había enviado
anteriormente a los alemanes un evangelio corrupto, y que ahora, por
primera vez, Alemania escuchó la Palabra de Cristo en su belleza
celestial y primordial, produjo una profunda impresión en mentes de
los hombres. 11 Y el noble pensamiento de la cualidad de todos los
hombres, de una fraternidad universal en Jesucristo, se apoderó de
aquellas almas que durante tanto tiempo habían gemido bajo el yugo
del feudalismo y del papado de la Edad Media. 12
A menudo cristianos desaprendidos , con el Nuevo Testamento en sus
manos, se comprometían a justificar la doctrina de la Reforma. Los
católicos que permanecieron fieles a Roma se retiraron aterrorizados;
porque sólo a los sacerdotes y monjes se les había asignado la tarea de
estudiar la literatura sagrada . Por tanto, estos últimos se vieron
obligados a presentarse; comenzó la conferencia; pero al poco tiempo,
abrumados por las declaraciones de la Sagrada Escritura citadas por
estos laicos, los sacerdotes y monjes no supieron responder. 13 .....
"Lamentablemente, Lutero había persuadido a sus seguidores", dice
Cocloeus, "de no tener fe en ningún otro oráculo que no sea las
Sagradas Escrituras". Se levantó un grito en la asamblea y proclamó la
ignorancia escandalosa de estos viejos teólogos, que hasta ese
momento habían sido reputados como grandes eruditos por su propio
partido. 14
Hombres de la categoría más baja, e incluso del sexo más débil, con la
ayuda de la Palabra de Dios, persuadieron y desviaron los corazones
de los hombres. Las obras extraordinarias son el resultado de tiempos
extraordinarios. En Ingolstadt , bajo la mirada del Dr. Eck, un joven
tejedor leyó las obras de Lutero a la multitud reunida. En esta misma
ciudad, habiendo resuelto la universidad obligar a un discípulo de
Melancthon a retractarse, una mujer, llamada Argula de Staufen,
emprendió su defensa y desafió a los médicos a una disputa pública.
Mujeres y niños, artesanos y soldados, sabían más de la Biblia que los
médicos de las escuelas o los sacerdotes de los altares.

La cristiandad estaba dividida en dos cuerpos hostiles, y sus aspectos


estaban sorprendentemente contrastados . En oposición a los viejos
campeones de la jerarquía, que habían descuidado el estudio de los
idiomas y el cultivo de la literatura (como nos informa uno de su
propio cuerpo), había jóvenes de mente generosa, dedicados al
estudio, a la investigación de las Escrituras y a familiarizarse con el
obras maestras de la antigüedad. 15
Poseyendo una mente activa, un alma elevada y un corazón intrépido,
estos jóvenes pronto adquirieron tal conocimiento, que durante un
largo período ninguno pudo competir con ellos. No fue sólo la vitalidad
de su fe lo que hizo superior a sus contemporáneos, sino una elegancia
de estilo, un perfume de la antigüedad, una sólida filosofía, un
conocimiento del mundo, completamente ajeno a los teólogos “de la
vieja levadura, ”Como el mismo Cochloeus los llama. 16 En
consecuencia, cuando estos jóvenes defensores de la Reforma se
encontraron con los médicos romanos en cualquier asamblea, los
atacaron con tanta facilidad y confianza, que estos hombres ignorantes
vacilaron, se avergonzaron y cayeron en un desprecio merecido a los
ojos de todos.
El antiguo edificio se derrumbaba bajo la carga de la superstición y la
ignorancia; el nuevo se levantaba sobre los cimientos de la fe y el
conocimiento. Nuevos elementos entraron profundamente en la vida
de las personas. Torp o aburrimiento fueron reemplazados en todas
partes por un espíritu de investigación y una sed de instrucción. Una fe
activa, iluminada y viva reemplazó a la devoción supersticiosa y las
meditaciones ascéticas. Las obras de piedad sucedieron a las
observancias y las penas intolerantes. El púlpito prevaleció sobre las
ceremonias del altar; y la autoridad antigua y soberana de la Palabra de
Dios fue finalmente restaurada en la Iglesia.
La imprenta, esa poderosa máquina descubierta en el siglo XV, vino en
apoyo de todos estos esfuerzos, y sus terribles proyectiles golpeaban
continuamente los muros del enemigo.
El impulso que la Reforma dio a la literatura popular en Alemania fue
inmenso. Mientras que en el año 1513 sólo habían aparecido treinta y
cinco publicaciones, y treinta y siete en 1517, el número de libros
aumentó con asombrosa rapidez después de la aparición de las tesis de
Lutero. En 1518 encontramos setenta y una obras distintas; en 1519,
ciento once; en 1520, doscientos ocho; en 1521, doscientos once n; en
1522, trescientos cuarenta y siete; y en 1523, cuatrocientos noventa y
ocho ...... ¿Y dónde fueron publicados todos estos? En su mayor parte
en Wittenberg. ¿Y quiénes fueron sus autores? Generalmente, Lutero y
sus amigos. En 1522 se publicaron ciento treinta de los escritos del
reformador; y al año siguiente, ciento ochenta y tres. En este mismo
año aparecieron sólo veinte publicaciones católicas romanas. 17 La
literatura de Alemania vio así la luz en medio de las luchas, y al mismo
tiempo que su religión. Ya parecía culto, profundo, lleno de
atrevimiento y vida, como lo han visto tiempos posteriores. El espíritu
nacional se manifestó por primera vez sin mezcla, y en el mismo
momento de su nacimiento recibió el bautismo de fuego del
entusiasmo cristiano.
Lo que Lutero y sus amigos compusieron, otros circularon. Los monjes,
convencidos de la ilicitud de las obligaciones monásticas, deseosos de
cambiar una larga vida de holgazanería por una de esfuerzo activo,
pero demasiado ignorantes para proclamar la Palabra de Dios,
recorrían las provincias visitando caseríos y caseríos, donde vendían
los libros. de Lutero y sus amigos. Alemania pronto invadió 18 con
estos colportores atrevidos. 19 Los impresores y los libreros acogieron
con entusiasmo todos los escritos en defensa de la Reforma; pero
rechazaron los libros del partido contrario, por estar generalmente
llenos de ignorancia y barbarie. 20 Si alguno de ellos se atrevía a
vender un libro a favor del papado y lo ofrecía a la venta en las ferias
de Francfort o en cualquier otro lugar, los comerciantes, compradores
y literatos lo abrumaban con burlas y sarcasmo. 21 Fue en vano que el
emperador y las autoridades publicaran severos edictos contra los
escritos de los reformadores. Tan pronto como se realizó una visita
inquisitorial, los comerciantes que habían recibido insinuaciones
secretas ocultaron los libros que se pretendía proscribir; y la multitud,
siempre ansiosa por lo prohibido, inmediatamente los compró y los
leyó con mayor avidez. No era sólo en Alemania donde pasaban tales
escenas; Los escritos de Lutero se tradujeron al francés, español, inglés
e italiano, y circularon entre estas naciones.

Notas finales:
1. Der ubrigen Prediger Feindschafft, Neid, Nachstellungen,
Praticken, und Schrecken. Seckendorff, pág. 559.
2. Seckendorff, pág. 811; Stentzel, Script. Rer. Siles, 1: 457.
3. Ranke, Deutsche Geschichte, 2:70.
4. Eaque omnia prompte, alacriter, eloquenter. Cochloeus p.
52.

5. populo odibiles catholici concionatores. Cochloeus, pág.


52.
6. Ad extremam redacti inopiam, aliunde sibi victum
quaerere cogerentur. Ibídem. pags. 53.
7. Triumphantibus novis praedicatoribus qui sequacem po
pulum verbo novi Evangelii sui ducebant. Ibídem.
8. Multi, omissa re domestica, in speciem veri Evangelii,
parentes et amicos relinquebant. Ibídem.
9. Ubi vero aliquos nacti fuissent amicos in ea civitate..Ibid.
54.
10. Mira eis erat liberalitas. Cochloeus. Pág. 53.

11. Eam usque diem nunquam Germane praedicatam.


Ibídem.
12. Omnes aequales et fratres en Christo. Ibídem.
13. A laicis Lutheranis, plures Scripturae locos, quam a
monachis et presbyteris. Ibídem. pags. 54.

14. Reputabantur catholici ab illis ignari Scripturarum.


Ibídem.
15. Totam vero juve ntutem, eloquentiae litteris,
linguarumque studio deditam..in partem suam traxit.
Cochloeus, pág. 54.
16. Veteris farinae.
17. Annalen der Deutsch de Panzer. Litt .; Deutsch de Ranke.
Gesch. 2:79.
18. Apostatarum, monasteriis relictis, infinitus jam erat
numerus, en especie m bibliopalarum. Cochloeus, pág. 54.

19. Nos hemos aventurado a emplear las palabras colportor


y colportage para expresar el título y el oficio de esos
libreros itinerantes. Además de la insuficiencia de
nuestros equivalentes en inglés, estas palabras parecen
estar abriéndose camino en nuestro vocabulario.
(Traductor.)
20. Catholicorum, velut indocta et veteris barbarici trivialia
scripta, contemnebant. Cochloeus, pág. 54.
21. En publicis mercatibus Francofordiae et alibi,
vexabantur ac ridebantur. Ibídem.
LIBRO 9
CAPÍTULO 12

Si los instrumentos más insignificantes infligieron golpes tan terribles


a Roma, ¿qué fue cuando se escuchó la voz del monje de Wittenberg?
Poco después de la derrota de los nuevos profetas, Lutero, con un
atuendo de laico, atravesó los territorios del duque Jorge en una
carreta. Su túnica estaba escondida y el reformador parecía ser un
simple ciudadano del país. Si lo hubieran reconocido, si hubiera caído
en manos del exasperado duque, tal vez su destino se hubiera sellado.
Iba a predicar en Zwickau, el lugar de nacimiento de los profetas
pretendidos. Apenas se supo en Schneeberg, Annaberg y los lugares
circundantes, que la gente se apiñaba a su alrededor. Catorce mil
personas acudieron en masa a la ciudad, y como no había iglesia que
pudiera contener tal número, Lutero entró en el balcón del
ayuntamiento y predicó ante una audiencia de veinticinco mil
personas que abarrotaban la plaza del mercado. algunos de los cuales
se habían montado sobre montones de piedras cortadas apiladas cerca
del edificio. 1 El siervo de Dios estaba consolando con fervor la
elección de la gracia, cuando de repente se oyeron gritos de en medio
del auditorio. Una anciana demacrada mein extendió sus brazos
demacrados desde la piedra sobre la que había tomado su puesto, y
pareció deseosa de contener con sus manos descarnadas a la multitud
que estaba a punto de caer postrada a los pies de Jesús. Sus gritos
salvajes interrumpieron al predicador. "Era el diablo", dijo
Seckendorff, "el que había tomado la forma de una anciana para
provocar un alboroto". 2 Pero todo fue en vano; las palabras del
reformador silenciaron el espíritu inicuo; estos miles de oyentes
captaron su entusiasmo; se intercambiaron miradas de admiración; las
manos fueron agarradas cálidamente, y en poco tiempo los monjes con
la lengua trabada, incapaces de resistir la tormenta, encontraron
necesario dejar Zwickau.
En el castillo de Freyberg vivía Enrique, hermano del duque Jorge. Su
esposa, una princesa de Mecklenburg, le había dado el año anterior un
hijo que se llamaba Maurice. Con cariño por la mesa y por el placer, el
duque Henry combinó la rudeza y los modales toscos de un soldado.
En otros aspectos, era piadoso a la moda de la época, había ido a
Tierra Santa e hizo una peregrinación a San Yago de Compostela. A
menudo decía: “En Compostella puse cien florines de oro del altar del
santo y le dije: Oh San Iago, para complacerte vine acá; Te hago un
regalo de este dinero; pero si estos bribones (los sacerdotes) te lo
quitan, no puedo evitarlo; así que mantente en guardia ". 3
Un franciscano y un dominico, ambos discípulos de Lutero, llevaban
algún tiempo predicando el Evangelio en Freyberg. La duquesa, cuya
piedad la había inspirado con un horror de herejía, escuchó sus
sermones con asombro de que esta dulce palabra de un Salvador fuera
el objeto que le habían enseñado a temer. Poco a poco se le abrieron los
ojos y encontró paz en Cristo Jesús. Tan pronto como el duque George
se enteró de que se predicaba el Evangelio en Freyberg, suplicó a su
hermano que se opusiera a estas novedades. El canciller Strehlin y los
canónigos apoyaron su oración con su fanatismo. Se produjo una
violenta explosión en el tribunal de Freyberg. El duque Enrique
reprendió y reprochó duramente a su esposa, y más de una vez la
piadosa duquesa regó la cuna de sus hijos con sus lágrimas. Sin
embargo, gradualmente, sus oraciones y su dulzura ganaron el corazón
de su marido; el hombre rudo se ablandó; se restauró la armonía entre
la pareja casada y pudieron unirse en oración junto a su bebé dormido.
Grandes destinos se cernían sobre ese niño; y de esa cuna, donde
tantas veces una madre cristiana había derramado sus dolores, Dios
un día iba a dar a luz al libertador de la Reforma.
La intrepidez de Lutero había excitado a los habitantes de Worms. El
decreto imperial aterrorizó a los magistrados; todas las iglesias estaban
cerradas; pero en un lugar público, lleno por una inmensa multitud, un
predicador ascendió a un púlpito de construcción tosca y proclamó el
Evangelio con acentos persuasivos. Si las autoridades mostraban una
disposición a interferir, los oyentes se dispersaban en un momento y
se llevaban sigilosamente el púlpito; pero apenas pasó la tormenta, se
instaló de inmediato en un lugar más apartado, al que la multitud
acudió nuevamente para escuchar la Palabra de Cristo. Este púlpito
temporal se trasladaba todos los días de un lugar a otro, y servía para
animar al pueblo, todavía agitado por las emociones del gran drama
que últimamente se realizaba en su ciudad. 4
En Frankfort en el Maine, una de las principales ciudades libres del
imperio, todo estaba en conmoción. Un evangelista valiente, Ibach,
predicó la salvación por Jesucristo. El clero, entre los que se
encontraba Cocloeus, tan notorio por sus escritos y su oposición,
irritado contra este audaz colega, lo denunció ante el arzobispo de
Mentz. El concilio emprendió su defensa, aunque con timidez, pero en
vano, porque el clero destituyó al ministro evangélico y lo obligó a
abandonar el pueblo. Roma triunfó; todo parecía perdido; los creyentes
pobres se creían privados para siempre de la Palabra; pero en el mismo
momento en que los ciudadanos parecían inclinados a ceder ante estos
sacerdotes tiránicos, muchos nobles se declararon a favor del
Evangelio. Max de Molnheim, Harmuth de Cronberg, George de
Stockheim y Emeric de Reiffenstein, cuyas propiedades se encuentran
cerca de Frankfort, escribieron al concilio: "Estamos obligados a
levantarnos contra estos lobos espirituales". Y dirigiéndose al clero,
dijeron: "¡Abraza la doctrina evangélica, recuerda a Ibach, o de lo
contrario nos negaremos a pagar nuestros diezmos!"
El pueblo, que escuchó con gusto la Reforma, animado por el lenguaje
de los nobles, comenzó a ponerse en movimiento; y un día, justo
cuando Peter Mayer, el perseguidor de Ibach y el enemigo más
decidido de la reforma , iba a predicar contra los herejes, se escuchó
un gran alboroto. Mayer se alarmó y se apresuró a abandonar la iglesia.
Este movimiento decidió el consejo. A todos los predicadores se les
ordenó por proclamación que predicaran la pura Palabra de Dios, o
que dejaran la ciudad .
La luz que procedía de Wittenberg, como del corazón de la nación,
derramaba así sus rayos por todo el imperio. En el oeste, - Berg, Cleves,
Lippstadt, Munster, Wesel, Miltenberg, Mentz, Deux Ponts y
Estrasburgo escucharon el evangelio ; al sur, - Hof, Schlesstadt,
Bamberg, Esslingen, Halle en Suabia, Heilbrunn, Augsburg, Ulm y
muchos otros lugares, lo recibieron con alegría. En el este, el ducado de
Liegnitz, Prusia y Pomerania le abrieron sus puertas; y en el norte,
Brun swick, Halberstadt, Gosslar, Zell, Frisia, Bremen, Hamburgo,
Holstein e incluso Dinamarca, con otros países vecinos, se
emocionaron al oír esta nueva doctrina.
El elector Federico había declarado que permitiría a los obispos
predicar libremente en sus estados, pero que no entregaría a nadie en
sus manos. En consecuencia, los maestros evangélicos, perseguidos en
otros países, pronto se refugiaron en Sajonia. Ibach de Francfort,
Eberlin de Ulm, Kauxdorf de Magdeburgo, Valentine Mustoeus, a
quien las canoas de Halberstadt habían mutilado horriblemente, 5 y
otros ministros fieles, procedentes de todas partes de Alemania,
huyeron a Wittenberg, como único asilo en el que podían hacerlo.
estar seguro. Aquí conversaron con los reformadores; a sus pies se
fortalecieron en la fe; y les comunicó su propia experiencia y los
conocimientos adquiridos. Es así que las aguas de los ríos regresan por
las nubes desde la vasta extensión del océano, para alimentar a los
glaciares de donde descendieron por primera vez a las llanuras.
El trabajo que estaba evolucionando en Wittenberg y formado de esta
manera por muchos elementos diferentes, se convirtió cada vez más en
el trabajo de la nación, de Europa y de la cristiandad. Esta escuela,
fundada por Federico y avivada por Lutero, fue el centro de una
inmensa revolución que regeneró a la Iglesia y le imprimió una unidad
viva y real muy superior a la aparente unidad de Roma. La Biblia reinó
en Wittenberg y sus oráculos se escucharon por todos lados. Esta
academia, la más reciente de todas, había adquirido ese rango e
influencia en la cristiandad que hasta entonces había pertenecido a la
antigua universidad de París. Las multitudes que acudieron desde
todas partes de Europa dieron a conocer las necesidades de la Iglesia y
de las naciones; y como dejaron estos muros, ahora se volvieron santos
para ellos, llevaron consigo a la Iglesia y al pueblo de la Palabra de
Gracia designado para sanar y salvar a las naciones.
Lutero, al presenciar este éxito, sintió aumentar su confianza.
Contempló esta débil empresa, iniciada en medio de tantos temores y
luchas, cambiando el aspecto del mundo cristiano, y él mismo quedó
asombrado por el resultado. No había previsto nada parecido cuando
se levantó por primera vez contra Tetzel. Postrado ante el Dios a quien
adoraba, confesó que la obra era suya y se regocijó con la seguridad de
una victoria que no podía ser arrancada de él. “Nuestros enemigos nos
amenazan de muerte”, le dijo a Harmuth de Cronberg; “Si tuvieran
tanta sabiduría como necedad, por el contrario, nos amenazarían con
la vida. ¡Qué absurdo e insulto presumir de amenazar de muerte a
Cristo y a los cristianos, que son a su vez señores y vencedores de la
muerte! 6 ... Es como si quisiera asustar a un hombre ensillando su
caballo y ayudándolo a montar. ¿No saben que Cristo ha resucitado de
entre los muertos? A sus ojos, aún está acostado en el sepulcro; más
aún, en el infierno. Pero sabemos que Él vive ”. Le entristecía pensar
que se le consideraba el autor de una obra, en cuyos detalles más
pequeños contemplaba la mano de Dios. “Muchos creen por mí”, dijo.
“Pero los únicos que verdaderamente creen, los que continuarían fieles
incluso si oyeran (¡lo cual Dios no lo quiera!) Que yo había negado a
Jesucristo. Los verdaderos discípulos no creen en Lutero, sino en
Jesucristo. En cuanto a mí, no me importa Lutero. 7 “Sea santo o
bribón, ¿qué importa? No es él a quien predico; pero Cristo. Si el diablo
se lo puede llevar, ¡que lo haga! Pero deje que Cristo permanezca con
nosotros, y nosotros también permaneceremos ".
Y en vano, de hecho, los hombres se esforzarían por explicar este gran
movimiento mediante meras circunstancias humanas. Los hombres de
letras, es cierto, agudizaron su ingenio y descargaron sus flechas
afiladas contra el Papa y los monjes; el grito de libertad, que Alemania
había lanzado tantas veces contra la tiranía de los italianos, volvió a
resonar en los castillos y provincias; la gente estaba encantada con la
canción del "ruiseñor de Wittenberg", heraldo de la primavera que
brotaba por todas partes. 8 Pero no fue un mero movimiento hacia
afuera, similar al efectuado por el anhelo de la libertad terrenal, que
entonces se estaba cumpliendo. Quienes afirman que la Reforma se
produjo sobornando a los príncipes con las riquezas de los conventos,
a los sacerdotes con permiso para casarse, y al pueblo con la
prosperidad de la libertad, están extrañamente equivocados en su
naturaleza. Sin duda, un empleo útil de los fondos que hasta entonces
habían apoyado la pereza de los monjes; sin duda el matrimonio y la
libertad, dones que proceden directamente de Dios, podrían haber
favorecido el desarrollo de la Reforma; pero el resorte principal no
estaba allí. Entonces se estaba produciendo una revolución interior en
lo más profundo del corazón humano. Los cristianos estaban
aprendiendo de nuevo a amar, a perdonar, a orar, a sufrir e incluso a
morir por una verdad que no ofrecía reposo salvo en el cielo . La Iglesia
atravesaba un estado de transformación. El cristianismo estaba
rompiendo los lazos en los que había estado confinado durante tanto
tiempo y regresando con vida y vigor a un mundo que había olvidado
su antiguo poder. La mano que hizo el mundo se volvió hacia él de
nuevo; y el Evangelio, reapareciendo en medio de las naciones, aceleró
su curso, a pesar de los violentos y repetidos esfuerzos de sacerdotes y
reyes; como el océano que, cuando la mano de Dios presiona su
superficie, se eleva sereno y majestuoso a lo largo de sus orillas, de
modo que ningún poder humano puede resistir su avance.

Notas finales:
1. Von dem Rathhaus unter einem Zulauf von 25,000
Menschen. Seck. Pág. 539.
2. Der Teufel indem er sich in Gestalt eines alten Weibes.
Ibídem.
3. Lasst du dir's die Buben nehm en..Ibid. pags. 430.
4. Así que hay que decir que yace sie eine Canzel machen,
die man von einem Ort zum andern..Seck. Pág. 436.
5. Aliquot ministri cononicorum, capiunt D. Valentinum
Mustaeum et vinctum manibus pedibusque, injecto in
ejus os freno, deferunt per trabes in inferiores coe nobii
partes, ibique in cella cerevisiaria eum castrant.
Hamelmann, historia renati Evangelii, pág. 880.
6. Herren und Seigmanner des Todes. L. Epp. 2: 164.
7. Ich kenne auch selbst nicht den Luther. Ibídem. 168.

8. Wittemberger Nachtigall, un poema de Hans Sachs, 1523.

LIBRO 10
CAPÍTULO 1

La Reforma, que al principio había existido en el corazón de unos


pocos hombres piadosos, había entrado en el culto y en la vida de la
Iglesia; era natural que diera un nuevo paso y penetrara en las
relaciones civiles y en la vida de las naciones. Su avance fue siempre del
interior al exterior. Estamos a punto de ver cómo esta gran revolución
se adueña de la vida política del mundo.
Durante los últimos ocho siglos, Europa había formado un vasto
estado sacerdotal. Los emperadores y reyes habían estado bajo el
patrocinio de los papas. Siempre que se había ofrecido una enérgica
resistencia a sus audaces pretensiones, particularmente en Alemania y
Francia, Roma finalmente tenía la ventaja, y los príncipes, dóciles
agentes de sus terribles decretos, habían sido vistos luchando para
asegurar su dominio contra los creyentes privados obedientes a su
gobierno. y derramando profusamente por ella la sangre de los hijos
de su pueblo.
No se podía infligir daño a este vasto estado eclesiástico, del cual el
Papa era la cabeza, sin afectar las relaciones políticas.
Entonces, dos grandes ideas agitaron a Alemania. Por un lado, el deseo
de un avivamiento de la fe; y, por otro, el anhelo de un gobierno
nacional, en el que los estados alemanes pudieran estar representados
y, por tanto, servir de contrapeso al poder de los emperadores. 1
El elector Federico había insistido en este último punto en la elección
del sucesor de Maximiliano; y el joven Charles había cumplido. En
consecuencia, se había enmarcado un gobierno nacional , integrado
por el gobernador imperial y representantes de los electores y círculos.
Así, Lutero reformó la Iglesia y Federico de Sajonia reformó el Estado.

Pero mientras, simultáneamente con la reforma religiosa, los líderes


de la nación introdujeron importantes modificaciones políticas , era de
temer que la comunidad también se pusiera en movimiento, y por sus
excesos, tanto políticos como religiosos, comprometieran ambas
reformas. .
Esta intrusión violenta y fanática del pueblo y de ciertos cabecillas, que
parece inevitable allí donde la sociedad está sacudida y en un estado
de transición, no dejó de producirse en la Alemania del período que
ahora estamos tratando.
También hubo otras circunstancias que contribuyeron a dar lugar a
tales trastornos.
El emperador y el papa se habían unido contra la Reforma, y parecía a
punto de caer bajo los golpes de dos enemigos tan poderosos. La
política, la ambición y el interés obligaron a Carlos V y León X a
intentar su destrucción . Pero estos son malos campeones para luchar
contra la verdad. La devoción a una causa que se considera sagrada
sólo puede ser conquistada por una devoción similar. Pero los
romanos, cediendo a los impulsos de un León X, estaban
entusiasmados con un soneto o una melodía, e insensibles a la religión
de Jesucristo; y si algún pensamiento menos inútil pasaba por sus
mentes, en lugar de purificar y templar sus corazones de nuevo en el
cristianismo de los apóstoles, estaban ocupados con alianzas, guerras,
conquistas y tratados, que ganaron nuevas provincias, y con frío
desdén se fueron. la Reforma para despertar por todos lados un
entusiasmo religioso y marchar triunfalmente hacia conquistas más
nobles. El enemigo que había sido condenado a la destrucción en la
catedral de Worms, reapareció lleno de confianza y fuerza; la
competencia debe ser severa; y la sangre debe fluir.
Sin embargo, algunos de los peligros más inminentes que amenazaban
a la Reforma parecían estar desapareciendo en este momento. Poco
antes de la publicación del edicto de Worms, el joven Charles, de pie
un día en una ventana de su palacio con su confesor, había dicho, es
cierto, mientras se llevaba la mano al corazón: “Juro colgar en esta
misma ventana el primer hombre que se declarará luterano después de
la publicación de mi edicto ". 2 Pero no pasó mucho tiempo antes de
que su celo disminuyese considerablemente. Su proyecto de revivir la
antigua gloria del santo imperio, es decir, de aumentar su propio
poder, había sido recibido con frialdad. 3 Insatisfecho con Alemania,
abandonó las orillas del Rin, se trasladó a los Países Bajos y se valió de
su residencia allí para proporcionar a los monjes las gratificaciones
que no podía darles en el imperio. Las obras de Lutero fueron
quemadas en Gante por el verdugo con toda la solemnidad posible.
Más de cincuenta mil espectadores estuvieron presentes en este auto
de fe; el propio emperador mirándolo con una sonrisa de aprobación. 4
De allí se dirigió a España, donde las guerras y disensiones internas lo
obligaron, al menos por un tiempo, a dejar Alemania en paz. Dado que
en el imperio se le niega el poder que reclama, que otros persigan al
hereje de Wittenberg. Más pensamientos ansiosos absorbieron toda su
atención.
En efecto , Francisco I, impaciente por probar fuerzas con su rival, se
había tirado el guante. Con el pretexto de devolver a los hijos de Jean
d'Albret, rey de Navarra, a su patrimonio, había iniciado una
sangrienta lucha, destinada a durar toda su vida, al invadir ese reino
con un ejército al mando de Lesparre, cuyo las conquistas rápidas sólo
fueron frenadas por la fortaleza de Pampeluna.
En estos fuertes muros se encendió un entusiasmo, destinado luego a
oponerse al entusiasmo del reformador y a infundir en el papado un
nuevo espíritu de energía, devoción y autoridad. Pampeluna estaba
destinada a ser la cuna, por así decirlo, del rival del monje Wittenberg.
El espíritu caballeresco que durante tanto tiempo había animado al
mundo cristiano sobrevivió solo en España. Las guerras contra los
moros, apenas terminadas en la Península, y estallando
continuamente en África, con lejanas y aventureras expediciones más
allá de los mares, fomentaron en la juventud castellana ese valor
entusiasta e indiferente del que Amadís formó el modelo ideal.
Entre los defensores de Pampeluna se encontraba un joven señor,
Íñigo López de Recalda, el menor de una familia de trece hijos.
Recalda, más conocido como Ignacio de Loyola, se había criado en la
corte de Fernando el Católico. Su persona fue graciosa; 5 era experto en
el manejo de la espada y la lanza, y deseaba ardientemente la gloria de
la caballería. Arreglarse con brillantes brazos, montar un noble corcel,
6 exponerse a los brillantes peligros del torneo, participar en hazañas
peligrosas, participar en las luchas envenenadas de la facción, 7 y
mostrar tanta devoción por Saint Pedro, en cuanto a su amada, así era
la vida de este joven caballero.
El gobernador de Navarra, habiendo ido a España en busca de
socorristas, había dejado la defensa de Pampeluna a Íñigo ya algunos
nobles. Este último, percibiendo la superioridad de las tropas
francesas, resolvió retirarse. Iñigo los conjuró para que se opusieran a
Lesparre; encontrándolos resueltos en su intención, los miró con
indignación, acusándolos de cobardía y perfidia; luego se arrojó solo a
la ciudadela, decidido a mantenerla arriesgando su vida. 8
Los franceses, que fueron recibidos con entusiasmo en Pampeluna,
habiendo propuesto una capitulación al comandante de la fortaleza: "
Sufremos todo", dijo Iñigo impetuoso a sus compañeros, "antes que
rendirnos". 9 Ante esto, los franceses comenzaron a golpear las
murallas con sus poderosas máquinas y pronto intentaron un asalto. El
valor y las exhortaciones de Iñigo inspiraron a los españoles;
rechazaron a los asaltantes con flechas, espadas y hachas de guerra;
Iñigo luchó a la cabeza: de pie en las murallas, con los ojos brillantes
de rabia, el joven caballero blandió su espada y el enemigo cayó bajo
sus golpes. De repente, una pelota golpeó la pared que estaba
defendiendo; una astilla de la piedra lo hirió gravemente en la pierna
derecha, y la pelota, retrocediendo con la violencia del golpe, le rompió
la pierna izquierda. Iñigo cayó sin sentido. 10 La guarnición se rindió
inmediatamente; y los franceses, admirando el coraje de su joven
oponente, lo llevaron en litera a sus padres en el castillo de Loyola. En
esta señorial mansión, de la que luego derivó su nombre, Iñigo había
nacido, ocho años después de Lutero, de una de las familias más
ilustres de ese distrito.

Se había hecho necesaria una operación dolorosa. Bajo los sufrimientos


más agudos, Iñigo apretó firmemente las manos, pero no emitió un
solo gemido. 11
Confinado a una aburrida inactividad, encontró necesario emplear su
imaginación activa. A falta de los romances de caballería, que hasta
entonces habían sido su único alimento mental, retomó la vida de
Jesucristo y las leyendas de Flores de los santos. Este tipo de lectura,
en su estado de soledad y enfermedad, produjo una impresión
extraordinaria en su mente.
La bulliciosa vida de los torneos y las batallas, que hasta entonces
había ocupado exclusivamente sus pensamientos, pareció retroceder,
desvanecerse y desaparecer de su vista; una d al mismo tiempo una
carrera más gloriosa parecía abrir ante sus ojos asombrados. Las
humildes acciones de los santos y sus heroicos sufrimientos parecían
mucho más dignas de alabanza que todas las grandes hazañas de
armas y caballerosidad. Estirado en su cama, presa de la fiebre, cedió a
los pensamientos más opuestos. El mundo que abandonaba, el mundo
cuyas santas mortificaciones se hallaban ante él, aparecieron juntos,
uno con sus placeres, el otro con sus austeridades; y estos dos mundos
lucharon en una lucha mortal dentro de su seno. "¿Y si actuara como
San Francisco o San Dominick?" dijó el. 12 Entonces surgió ante él la
imagen de la dama a la que había jurado su corazón: “No es condesa”,
exclamó con vanidad ingenua , “ni duquesa; pero su condición es
mucho más elevada que cualquiera de las dos ". 13 Pensamientos como
estos lo llenaban de angustia y hastío, mientras que su plan de imitar a
los santos lo inspiraba en paz y gozo.
A partir de este período se hizo su elección. Tan pronto como recuperó
su salud, decidió despedirse del mundo. Después de haber
compartido, como Lutero, una comida más con sus antiguos
compañeros de armas, partió solo, en gran secreto, 14 hacia las
viviendas solitarias que los ermitaños de San Benito habían excavado
en las rocas de Montserrat. Impulsado no por un sentimiento de
pecado o su necesidad de la gracia divina, sino por el deseo de
convertirse en un "caballero de la Virgen", y de obtener renombre por
las mortificaciones y las obras piadosas , a ejemplo de todo el ejército
de los santos, confesó. durante tres días juntos, le dio su rico atuendo a
un mendigo, se vistió de cilicio y se ciñó con una cuerda. 15 Luego,
recordando las celebradas vigilias armadas de Amadis de Galia, colgó
su espada ante una imagen de María, pasó la noche mirando con su
nuevo y extraño traje, y a veces de rodillas, a veces erguido, pero
siempre en oración y con el bastón de peregrino en la mano, repitió
todas las prácticas devotas que el ilustre Amadís había observado
antes que él. “Fue así”, dice su biógrafo, el jesuita Maffei, “que
mientras Satanás armaba a Lutero contra todas las leyes humanas y
divinas, y mientras ese infame heresiarca aparecía en Worms e
impíamente declaraba la guerra a la sede apostólica, Cristo, por un
llamado de su providencia celestial, estaba despertando a este nuevo
campeón y uniéndolo a él, y a los que iban a seguir sus pasos, al
servicio del pontífice romano, y oponiéndolo al libertinaje y la furia de
la depravación herética ". dieciséis
Loyola, aunque todavía cojo de una de sus piernas, se arrastró por
sinuosos y solitarios caminos hasta Manresa, donde ingresó en un
convento de dominicos, para dedicarse en este recóndito paraje a las
más severas mortificaciones. Como Lutero, todos los días mendigaba el
pan de puerta en puerta. 17 Pasó siete horas de rodillas y se azotaba
tres veces al día; a medianoche se levantó para rezar; se dejaba crecer el
pelo y las uñas, y en el rostro delgado y pálido del monje de Manresa
hubiera sido imposible reconocer al joven y brillante caballero de
Pampeluna.
Sin embargo, había llegado la hora en que las ideas religiosas, que
hasta entonces habían sido para Iñigo una mera diversión caballeresca
, iban a desarrollarse en él con mayor profundidad y hacerle sentir un
poder al que aún era un extraño. De repente, sin nada que le avisara, la
alegría que había sentido desapareció. 18 En vano recurrió a la oración
y al canto de himnos; no pudo encontrar descanso. 19 Su imaginación
había dejado de evocar agradables ilusiones; se quedó solo con su
conciencia. Un estado tan nuevo para él estaba más allá de su
comprensión, y con temor se preguntó si Dios, después de todos los
sacrificios que había hecho, todavía estaba enojado con él. Noche y día,
lóbregos terrores agitaban su alma; derramó lágrimas amargas; con
fuertes gritos pidió la paz mental que había perdido ... pero todo fue en
vano. 20 Luego reanudó la larga confesión que había hecho en
Montserrat. "Quizás", pensó, "me he olvidado de algo". Pero esta
confesión solo aumentó su angustia, porque le recordó todos sus
errores. Deambuló sombrío y expulsado; su conciencia lo acusaba de no
haber hecho nada en toda su vida más que añadir pecado a pecado; y el
desdichado, presa de terrores abrumadores, llenó el claustro con sus
gemidos.
Entonces, pensamientos extraños entraron en su corazón. No
encontrando consuelo en la confesión o en las diversas ordenanzas de
la Iglesia, 21 comenzó, como Lutero, a dudar de su eficacia. Pero en
lugar de abandonar las obras de los hombres y buscar la obra
suficiente de Cristo, se preguntó si no debería volver a buscar los
placeres del tiempo. Su alma saltó ansiosa hacia las delicias del mundo
al que había renunciado, 22 pero inmediatamente retrocedió con
espanto.
¿Había en ese momento alguna diferencia entre el monje de Manresa y
el monje de Erfurth? Incuestionablemente, - en puntos secundarios:
pero el estado de sus almas era el mismo. Ambos eran profundamente
sensibles a la multitud de sus pecados. Ambos buscaban la
reconciliación con Dios y anhelaban tener la seguridad en sus
corazones. Si en el convento de Manresa hubiera aparecido un Staupitz
con la Biblia en la mano, posiblemente Íñigo se hubiera convertido en
Lutero de la Península. Estos dos grandes hombres del siglo XVI, estos
fundadores de dos poderes espirituales que durante tres siglos han
estado en guerra, eran en este momento hermanos; y tal vez, si se
hubieran conocido, Lutero y Loyola se habrían abrazado y mezclado
sus lágrimas y sus oraciones.
Pero a partir de esta hora los dos monjes estaban destinados a seguir
caminos completamente diferentes .
Iñigo, en lugar de sentir que su remordimiento fue enviado para
llevarlo al pie de la cruz, se persuadió a sí mismo de que estos
reproches internos no procedían de Dios, sino del diablo; y resolvió no
pensar nunca más en sus pecados, borrarlos de su memoria y
enterrarlos en el olvido eterno. 23 Lutero se volvió hacia Cristo, Loyola
solo se volvió hacia sí mismo.
Pronto llegaron visiones que confirmaron a Iñigo la convicción a la
que había llegado. Sus propias resoluciones se habían convertido en un
sustituto de la gracia del Señor; sus propias imaginaciones suplieron el
lugar de la Palabra de Dios. Había considerado la voz de Dios en su
conciencia como la voz del diablo; y en consecuencia, el resto de su
historia lo representa entregado a las inspiraciones del espíritu de las
tinieblas.
Un día Loyola conoció a una anciana, ya que Lutero en la hora de su
juicio fue visitado por un anciano. Pero la española, en lugar de
proclamar la remisión de los pecados al penitente de Manresa, predijo
visitaciones de Jesús. Tal era el cristianismo al que recurría Loyola,
como el profeta de Zwickau. Iñigo no buscó la verdad en las Sagradas
Escrituras; pero imaginaba en su lugar la comunicación inmediata con
el mundo de los espíritus. Pronto vivió completamente en éxtasis y
contemplación.

Un día, cuando se dirigía a la iglesia de San Pablo, a las afueras de la


ciudad, paseó por las orillas del Llobregat y se sentó absorto en
meditación. Tenía los ojos fijos en el río, que rodaba silenciosamente
ante él sus profundas aguas. Estaba perdido en sus pensamientos. De
repente cayó en éxtasis: vio con sus ojos corporales lo que los hombres
pueden comprender con dificultad después de mucha lectura, largas
vigilias y estudio. 24 Se levantó, y mientras estaba al borde del río,
parecía haberse convertido en otro hombre; luego se arrodilló al pie de
la cruz que estaba cerca y se dispuso a sacrificar su vida al servicio de
la causa cuyos misterios acababan de serle revelados.
A partir de este momento sus visiones se hicieron más frecuentes. S
entado un día, en los pasos de la iglesia de San Dominick en Manresa,
que estaba cantando un himno a la Virgen, cuando de repente su alma
estaba envuelto en éxtasis; permaneció inmóvil, absorto en la
contemplación; el misterio de la Santísima Trinidad le fue revelado a
sus ojos bajo magníficos símbolos; 25 derramó lágrimas, llenó la
iglesia con sus sollozos y todo el día siguió hablando de esta visión
inefable.
Estas numerosas apariciones habían eliminado todas las dudas; creyó,
no como Luther porque las cosas de la fe estuvieran escritas en la
Palabra de Dios, sino por las visiones que había tenido. "Aunque no
hubiera habido Biblia", dicen sus apologistas, "aunque estos misterios
nunca se hubieran revelado en las Escrituras, 26 él los habría creído,
porque Dios se le había aparecido". 27 Lutero, al obtener su título de
doctor, había hecho su juramento a la Sagrada Escritura, 28 y la única
autoridad infalible de la Palabra de Dios se había convertido en el
principio fundamental de la Reforma. Loyola, en este momento, se
comprometió con sueños y visiones; y las apariciones quiméricas se
convirtieron en el principio de su vida y de su fe.
La estancia de Lutero en el convento de Erfurth y la de Loyola en el de
Manresa nos explican: la primera, la Reforma; el último, el papismo
moderno. El monje que iba a reanimar el vigor agotado de Roma se
dirigió a Jerusalén después de abandonar el claustro. No lo seguiremos
en esta peregrinación, ya que nos volveremos a encontrar con él en el
transcurso de esta historia.

Notas finales:
1. Pfeffel Droit publ. De l'Allemagne, 590. Robertson
Charles V. 3: 114. Ranke, Deutsche Gesch.
2. Sancte juro..eum ex hac fenestra meo jussu suspensum
iri. Pallav. 1: 130.
3. Essendo tornato dalla Dieta che sua Maesta haveva fatta
in Wormatia, escluso d'ogni conclusión buona d'ajuti e di
favori che si fussi proposto d'ottenere in essa.
Instrucciones para el cardenal Farnese. EM. En la
biblioteca Corsini, publicado por Ranke.
4. Ipso Caesare, ore subridenti, spectaculo pl ausit. Pallav. 1:
130.
5. Cum esset en corporis ornatu elegantissimus. Maffel Vita
Loyolae, 1586, pág. 3.

6. Equorumque et armourum usu praecelleret. Ibídem.


7. Partim in factionum rixarumque periculis, partim in
amatoria vesania..tempus consumret. Ibídem.
8. Ardentibus ocul es, detestatus ignaviam perfidiamque
spectantibus omnibus, en arcem solus introito. Ibídem.
pags. 6.
9. Tam acri ac vehementi oratione commilitonibus
dissuasit. Ibídem.
10. Ut e vestigio semianimis alienata mente corruerit.
Ibídem. pags. 7.
11. Nullum allud indicium dedit dolori s, nisi ut coactos in
pugnam digitos valde constringeret. Maffei Vita Loyolae,
1586, pág. 8.
12. Quid si ego hoc agerem quod fecit beatus Franciscus,
quid si hoc quod beatus Dominicus? Acta Sanct. 7: 634.
13. Non era condessa, ni duquessa, mas era su estado mas
alto. Ibídem.
14. Ibi duce amicisque ita salutatis, ut arcana consilliorum
suorum quam exacttissime tegeret. Maffei, pág. dieciséis.
15. Pretiosa vestimenta quibus erat ornatus, pannoso
cuidam largitus, sacco sese alacer induit ac fune
praecinxit. Ibídem. pags. 20.

16. Furori ac libidini haereticae pravitatis oponeret. Maffei,


pág. 21.
17. Victum osteatim precibus, infimis emendicare quotidle.
Ibídem. pags. 23.
18. Tunc subito, nulla praecedente significatione, prorsus
exui nudarique se omni gaudio sentiret. Ibídem. pags. 27.

19. Nec jam in precibus, neque in psalmis..ullam inveniret


delectationem aut requiem. Ibídem.
20. Vanis agitari terroribus, muere noctesque fietibus
jungere. Ibídem. pags. 28.
21. Ut nulla jam res mitigare dolorem posse videretur. Maff.
Pág. 29.
22. Et saeculi commodis repetendis magno quodam impetu
cogitaveri t. Ibídem. pags. 30.
23. Sine ulla dubitatione constituit praeteritae vitae labes
perpetua oblivione conterere. Ibídem. pags. 31.

24. Quae vix demum solent homines intelligentia


comprehendere. Maff. Pág. 32.
25. En figuras de tres teclas.
26. Quod etsi nulla scriptura, mysteria illa fidei doceret
Acta Sanct.
27. Quae Deo sibi aperiente cognoverant. Maff. P. 34.
28. Vol. 1. Pág. 72.
LIBRO 10
CAPITULO 2

Mientras estos hechos ocurrían en España, la propia Roma parecía


asumir un carácter más serio. El gran mecenas de la música, la caza y
las fiestas desapareció del trono pontificio y fue sucedido por un
monje piadoso y serio.
León X se alegró mucho al enterarse del edicto de Worms y del
cautiverio de Lutero; e inmediatamente , en testimonio de su victoria,
había entregado a las llamas la efigie y los escritos del reformador. 1
Era la segunda o tercera vez que Roma se entregaba a este inocente
placer. Al mismo tiempo, León X, deseando dar testimonio de su
agradecimiento a Carlos V, unió su ejército al del emperador. Los
franceses se vieron obligados a evacuar Parma, Piacenza y Milán; y
Giulio de Medici, primo del Papa, entró en esta última ciudad. El Papa
se acercaba así a la cima del poder humano .
Estos hechos tuvieron lugar a principios del invierno de 1521. León X
solía pasar el otoño en el campo. En esos momentos salía de Roma sin
sobrepelliz y, lo que se consideraba aún más escandaloso, con botas. 2
En Viterbo se divirtió con la carnicería; en Corneti en la caza del ciervo:
el lago de Bolsena le proporcionó el placer de pescar; de allí pasó a su
villa favorita en Malliana, donde pasó su tiempo en medio de las
festividades. Alrededor del pontífice se reunieron músicos,
improvisadores y todos los artistas cuyo talento pudiera animar esta
encantadora morada. Residía allí cuando recibió información de la
captura de Milán. Inmediatamente se produjo una gran agitación en la
villa. Los cortesanos y los oficiales no pudieron contener su júbilo, los
suizos descargaron sus carabinas y Leo, con exceso de alegría, recorrió
toda la noche arriba y abajo de su habitación, mirando de vez en
cuando por la ventana el júbilo de los soldados y de la gente. Él r
eturned a Roma, fatigado pero intoxicado con éxito. Apenas había
llegado al Vaticano cuando de repente se sintió indispuesto. “Oren por
mí”, les dijo a sus asistentes. Ni siquiera tuvo tiempo de recibir el santo
sacramento y murió en la flor de la vida, a la edad de cuarenta y cinco
años, en la hora de la victoria y en medio del ruido de la alegría.
La multitud siguió al pontífice hasta la tumba, cargándolo de insultos.
No podían perdonarlo por haber muerto sin el sacramento y por dejar
sus deudas sin pagar, resultado de sus enormes gastos. “Ganaste tu
pontificado como un zorro”, dijeron los romanos; "Lo sostuviste como
un león y lo dejaste como un perro".
Tal fue la oración fúnebre con la que Roma honró al Papa que
excomulgó la Reforma, y cuyo nombre sirve para designar una de las
grandes épocas de la historia.
Mientras tanto, en la propia Roma comenzaba ya una débil reacción
contra el espíritu de León y de Roma. Algunos hombres piadosos
habían establecido allí un oratorio para su edificación común, 3 cerca
del lugar que la tradición asigna como el lugar donde solían reunirse
los primeros cristianos. Contarini, que había escuchado a Lutero en
Worms, fue el líder en estas reuniones de oración. Así, una especie de
reforma comenzaba en Roma casi al mismo tiempo que en Wittenberg.
Se ha dicho con verdad que dondequiera que existan las semillas de la
piedad, también están los gérmenes de la reforma. Pero estas buenas
intenciones pronto se verían frustradas.
En otras épocas, se habría elegido a Gregorio VII o Inocencio III para
suceder a León X, si se hubieran encontrado tales hombres; pero el
interés del Imperio era ahora superior al de la Iglesia, y Carlos V
necesitaba un Papa dedicado a su servicio. El Cardenal de Medici,
después Clemente VII, viendo que no tenía ninguna posibilidad de
obtener la tiara, exclamó: "Elegí al Cardenal de Tortosa, un hombre en
años, y a quien todos consideran un santo". Este prelado, oriundo de
Utrecht, proveniente de las clases medias, fue elegido y reinó bajo el
título de Adrián VI. Había sido profesor en Lovaina, y luego tutor de
Carlos V, por cuya influencia fue investido con la púrpura romana en
1517. El cardenal de Vio apoyó su nominación. "Adrian", dijo, "tuvo una
gran participación en la condena de Lutero por parte de los médicos de
Louvain". 4 Los cardenales, cansados y sorprendidos, eligieron a este
extranjero; pero tan pronto como recobraron el sentido (dice un
cronista), casi mueren de miedo. La idea de que el austero holandés no
aceptaría la tiara les dio un pequeño consuelo al principio; pero esta
esperanza no duró mucho. Pasquin representó al pontífice electo bajo
el carácter de un maestro de escuela, y a los cardenales como niños
pequeños bajo la vara. Los ciudadanos estaban tan exasperados que los
miembros del cónclave se consideraron afortunados de haber
escapado de ser arrojados al río. 5 En Holanda, por el contrario, la
gente testificó con regocijo general su deleite por dar un Papa a la
Iglesia. “Utrecht plantó; Lovaina regada; el Emperador dio el aumento ”,
fue la inscripción en las cortinas suspendidas de las fachadas de las
casas. Un bromista escribió debajo de estas palabras: "Y Dios no tuvo
nada que ver con eso".

A pesar de la insatisfacción manifestada por primera vez por el pueblo


de Roma, Adriano VI se trasladó a esa ciudad en el mes de agosto de
1522 y fue bien recibido. Se informó que tenía más de cinco mil
beneficios en su regalo, y cada hombre contaba con tener su parte.
Durante muchos años, el trono papal no había sido ocupado por tal
pontífice. Justo, activo, culto, piadoso, sincero y de moral
irreprochable, no se dejó cegar ni por el favor ni por la pasión.
Siguió el camino intermedio trazado por Erasmo, y en un libro
reimpreso en Roma durante su pontificado, dijo: "Es cierto que el
Papa puede equivocarse en cuestiones de fe, al defender la herejía con
sus opiniones o decretos". 6 Esta es de hecho una afirmación notable
para que la haga un Papa; y si los ultramontanistas responden que
Adrian se equivocó en este punto, por esta misma circunstancia
afirman lo que niegan, a saber. la falibilidad de los papas.
Adrián llegó al Vaticano con su antigua ama de llaves, a quien encargó
que siguiera atendiendo frugalmente sus moderadas necesidades en el
magnífico palacio que León X había llenado de lujo y disipación. No
tenía ni un solo gusto en común con su predecesor. Cuando se le
mostró el magnífico grupo de Laocoonte, descubierto unos años antes
y comprado a un precio enorme por Julio II, se volvió fríamente y
observó: "¡Son los ídolos de los paganos!" "Prefiero servir a Dios", dijo,
"en mi decanato de Lovaina, que ser Papa en Roma". Alarmado por los
peligros con los que la Reforma amenazaba a la religión de la Edad
Media, y no, como los italianos, por aquellos a los que estaban
expuestas Roma y su jerarquía, era su mayor deseo combatirla y
frenarla; y juzgó que el mejor medio para este fin sería una reforma de
la Iglesia llevada a cabo por la propia Iglesia. “La Iglesia necesita una
reforma”, dijo; "Pero hay que ir paso a paso". - “El Papa quiere decir”,
dice Lutero, “que deben intervenir unos siglos entre cada paso”. En
verdad, durante siglos la Iglesia se había estado moviendo hacia una
reforma. Pero ya no había lugar para contemporizar: era necesario
actuar.
Fiel a su plan, Adrián se dispuso a desterrar de la ciudad a todos los
perjuros, profanos y usureros; tarea nada fácil, ya que formaban una
parte considerable de los habitantes .
Al principio, los romanos se burlaron de él; pronto comenzaron a
odiarlo. El gobierno sacerdotal, los inmensos beneficios que trajo, el
poder de Roma, los deportes, las fiestas y el lujo que la llenaron, todo
se perdería irremediablemente si se volviera a las costumbres
apostólicas.
La restauración de la disciplina, en particular, se encontró con una
fuerte oposición. “Para tener éxito en esto”, dijo el cardenal superior
penitenciario, “primero debemos reavivar el celo de los cristianos. El
remedio es más de lo que el paciente puede soportar y provocará su
muerte. Tenga cuidado no sea que, al querer preservar Alemania,
pierda Italia ". 7 En efecto, Adrian pronto tuvo más motivos para
temer al romanismo que al luteranismo mismo.
Se hicieron esfuerzos para devolverlo al camino que deseaba
abandonar. El viejo y astuto cardenal Soderini de Volterra, el amigo
familiar de Alejandro VI, Julio II y León X, 8 solía dejar caer pistas
bien adaptadas para preparar al digno Adrián para ese personaje, tan
extraño para él, al que fue llamado. llenar. "Los herejes", comentó un
día Soderini, "en todas las épocas han hablado de los modales
corruptos de la corte de Roma, y sin embargo los papas nunca los han
cambiado". - “Nunca ha sido por reformas”, dijo en otra ocasión, “que
se han reprimido herejías, sino por cruzadas”. - "¡Ay!", Respondió el
pontífice con un profundo suspiro, "¡qué desgraciada es la suerte de un
Papa, que ni siquiera tiene la libertad de hacer lo correcto!" 9

Notas finales:
1. Comburi jussit alteram vultus en ejus statua, alteram
animi ejus en libris. Pallav. 1: 128.
2. Paris de Grassis, su maestro de ceremonias, tiene esta
entrada en su diario. "El jueves 10 de enero, después del
desayuno, el Papa se fue a Toscanello y su vecindario d.
Se fue sin su estola y, peor que eso, sin su rochet, y peor
que todo, calzó botas. Diar. Inedit.
3. Si unirono in un oratorio, chiamato del divino amore,
circa sessanta di loro. Caracciolo, Vita da Paolo IV. EM.
Ranke.
4. Doctores Lovaniense s acceptisse consilium a tam
conspicuo alumno. Pallav. Pág. 136.
5. Sleidan, Hist. De la Ref. 1: 124.
6. Certum est quod (Pontifex) potuit errare in iis quae
tangunt fidem, haeresim per suam definitionem aut
decretalem asserendo. Comm. En lib. 4. Sententiarum
Quest. De Sacr. Confirmar. Romae, 1522, folio.

7. Sarpi, Hist. Concilio de Trento, pág. 20.


8. Per longa esperienza delle cose del mundo, molto
prudente e accorto. Nardi. Hist. Flor. Lib. 7.
9. Sarpi, Hist. Concilio de Trento, pág. 21.
LIBRO 10
CAPÍTULO 3
El 23 de marzo de 1522, antes de que Adriano llegara a Roma, la dieta
se reunió en Nuremberg. Antes de esta fecha, los obispos de Mersburg
y Misnia habían pedido permiso al elector de Sajonia para realizar una
visita a los conventos e iglesias de sus estados. Federico, pensando que
la verdad sería lo suficientemente fuerte como para resistir el error,
había dado una respuesta favorable a esta solicitud y tuvo lugar la
visita. Los obispos y sus médicos predicaron violentamente contra la
Reforma, exhortando, amenazando y suplicando; pero sus argumentos
parecían inútiles; y cuando, deseosos de recurrir a armas más eficaces,
llamaron a la autoridad secular para que cumpliera sus decretos, los
ministros del elector respondieron que el asunto era uno que requería
ser examinado según la Biblia, y que el elector en su La edad avanzada
no pudo comenzar a estudiar divinidad. Estos esfuerzos de los obispos
no llevaron a un alma al redil de Roma; y Lutero, que pasó por estos
distritos poco después, y predicó con su habitual tono poderoso, borró
las débiles impresiones que se habían producido aquí y allá.
Se podría temer que el hermano del emperador, el archiduque
Fernando, hiciera lo que Federico se había negado. Este joven príncipe,
que presidía parte de las sesiones de la dieta, adquiriendo
paulatinamente más firmeza, podía en su celo desenvainar
precipitadamente la espada que su hermano más prudente y político
dejó sabiamente en la vaina. De hecho, ya había comenzado una cruel
persecución de los partidarios de la Reforma en sus estados
hereditarios de Austria. Pero Dios en varias ocasiones hizo uso del
mismo instrumento para la liberación del cristianismo reviviente que
había empleado en la destrucción del cristianismo corrupto. La media
luna apareció en las aterradas provincias de Hungría. El 9 de agosto,
tras un asedio de seis semanas, Belgrado, baluarte de este reino y del
imperio, cayó ante el ataque de Solimán. Los seguidores de Mahoma,
después de haber evacuado España, parecían inclinados a entrar en
Europa por el este . La Dieta de Nuremberg se olvidó del monje de
Worms, para pensar solo en el Sultán de Constantinopla. Pero Carlos V
tenía en mente a estos dos adversarios. El 31 de octubre le escribió al
Papa desde Valladolid: “Debemos controlar a los turcos y castigar con
la espada a los autores de las venenosas doctrinas de Lutero”. 1
La tormenta que parecía estar alejándose de la Reforma y girando
hacia el este, pronto se reunió nuevamente sobre la cabeza del
reformador. Su regreso a Wittenberg, y el celo que había mostrado allí,
reavivó la animosidad. "Ahora que sabemos dónde atraparlo", dijo el
duque George, "¡ejecutemos el decreto de Worms!" Incluso se afirmó
en Alemania que Carlos V y Adrián se encontrarían en Nuremberg
para concertar sus planes . 2 “Satanás siente la herida que le ha sido
infligida”, dice Lutero; “Y por eso está tan furioso. Pero Cristo ya ha
extendido su mano y pronto lo hollará a pesar de las puertas del
infierno ". 3
En el mes de diciembre de 1522, la dieta volvió a reunirse en
Nuremberg. Todo parecía indicar que si Solimán había sido el gran
enemigo que había llamado su atención en la sesión de primavera,
Lutero sería el de la reunión de invierno . Adriano VI, como
consecuencia de su ascendencia alemana, se enorgullecía de la
esperanza de una recepción más favorable de su nación de la que
podía esperar cualquier papa de origen italiano. 4 Por tanto, encargó a
Chieregati, a quien había conocido en España, que se dirigiera a
Nuremberg.
Tan pronto como se abrió la dieta, varios príncipes hablaron
enérgicamente contra Lutero. El cardenal arzobispo de Salzburgo, que
gozaba de la plena confianza del emperador, deseaba que se tomaran
medidas prontas y decisivas antes de la llegada del elector de Sajonia.
El elector Joachim de Brandeburgo, siempre decidido en sus
procedimientos, y el canciller de Treves, presionaron por igual para la
ejecución del edicto de Worms. Los otros príncipes estaban en gran
medida indecisos y divididos en opiniones. El estado de confusión en el
que se encontraba la Iglesia llenaba de angustia a sus más fieles
servidores. El obispo de Estrasburgo exclamó, en pleno encuentro de la
dieta: “Daría uno de mis dedos por no ser sacerdote”. 5
Chieregati, junto con el cardenal de Salzburgo, pidió la muerte de
Lutero. “Debemos”, dijo en nombre del Papa, y sosteniendo el escrito
del pontífice en sus manos, “debemos cortar este miembro gangrenoso
del cuerpo. 6 Vuestros padres dieron muerte a Juan Hus y Jerónimo
de Praga en Constanza; pero vuelven a vivir en Lutero. Siga el glorioso
ejemplo de sus antepasados y, con la ayuda de Dios y San Pedro,
obtenga una victoria destacada sobre el dragón infernal. "
Al escuchar el informe del piadoso y moderado Adrián, la mayoría de
los príncipes quedaron asombrados. 7 Muchos estaban comenzando a
comprender mejor a Lutero y esperaban mejores cosas del Papa.
Entonces Roma, bajo un Adriano, no reconocerá sus faltas; todavía
lanza sus rayos, y las provincias de Alemania están a punto de ser
devastadas y ahogadas en sangre. Mientras los príncipes permanecían
tristes y en silencio, los prelados y miembros de la dieta en interés de
Roma se volvían tumultuosos . “Que se le dé muerte”, gritaron 8 ,
según el informe del enviado sajón, que estaba presente en la sesión.
En las iglesias de Nuremberg se escuchó un lenguaje muy diferente. La
gente se agolpaba en la capilla adjunta al hospital y a las iglesias de los
Agustinos, de San Sebaldo y San Lorenzo para escuchar la predicación
del Evangelio. Andrew Osiander estaba predicando poderosamente en
este último templo. Varios príncipes, y especialmente Alberto,
margrave de Brandeburgo, quien, en su calidad de gran maestre de la
Orden Teutónica, asumió el rango inmediatamente después de los
arzobispos, fueron allí con frecuencia. Los monjes, que abandonaban
los conventos de la ciudad, estaban aprendiendo oficios para ganarse
la vida con su trabajo.
Chieregati no podía soportar tanta osadía. Insistió en que los
sacerdotes y los monjes rebeldes fueran encarcelados. El régimen, a
pesar de la decidida oposición de los enviados del Elector de Sajonia y
del Margrave Casimiro, decidió apresar a los monjes, pero consintió en
hacer una comunicación previa de la denuncia del nuncio a Osiander y
sus colegas. A un comité, del que era presidente el fanático cardenal de
Salzburgo, se le encomendó este deber. El peligro amenazaba; la lucha
estaba por comenzar y fue el consejo de la nación quien la provocó.
La gente, sin embargo, los anticipó. Mientras la dieta deliberaba sobre
lo que se debía hacer con estos ministros, el ayuntamiento de
Nuremberg estaba considerando cómo debían proceder con respecto a
la decisión de la dieta. Resolvieron, sin excederse en su jurisdicción,
que si se intentaba poner las manos violentas sobre los predicadores
de la ciudad, debían ser puestos en libertad por la fuerza principal. Esa
determinación fue muy significativa. La dieta atónita respondió al
nuncio que no era lícito arrestar a los predicadores de la ciudad libre
de Nuremberg, a menos que fueran previamente condenados por
herejía.

Chieregati se sintió profundamente conmovido por este nuevo insulto


a la omnipotencia del papado. “Bueno, entonces”, dijo con altivez a
Ferdinand, “no hagas nada, pero déjame actuar. Haré que apresen a
estos predicadores en nombre del Papa ". 9 Tan pronto como el
cardenal-arzobispo Alberto de Mentz y el margrave Casimir fueron
informados de este extravagante diseño, se apresuraron hacia el
legado y le suplicaron que renunciara a sus intenciones. El nuncio fue
inamovible, afirmando que en el seno de la cristiandad la obediencia al
Papa era de primordial importancia. Los dos príncipes abandonaron el
legado, diciendo: “Si persistes en tu plan, deseamos que nos avises;
porque saldremos de la ciudad antes de que te atrevas a poner las
manos sobre estos predicadores ". 10 El legado abandonó su proyecto.
Desesperado por el éxito mediante medidas de autoridad, resolvió
recurrir a otros expedientes, y con este punto de vista familiarizó la
dieta con las intenciones y mandatos del pontífice, que hasta entonces
había mantenido en secreto.
Pero el digno Adrián, un extraño a las costumbres del mundo, herido
por su misma fragilidad a la causa a la que tanto deseaba servir.
“Somos muy conscientes”, decía en las resoluciones encomendadas a
su legado, “que desde hace muchos años se han infiltrado en la ciudad
santa ciertos abusos y abominaciones. 11 El contagio se ha extendido
de la cabeza a los miembros; ha descendido de los papas a los demás
eclesiásticos. Es nuestro deseo reformar esta corte romana, de donde
proceden tantos males; el mundo entero lo desea, y para lograrlo nos
sometimos a ascender a la silla papal ".
Los partidarios de Roma se sonrojaron de vergüenza al escuchar este
idioma extraordinario. Pensaron, con Pallavicini, que estas
declaraciones eran demasiado sinceras. 12 Los amigos de la Reforma,
por el contrario, estaban encantados de ver a Roma proclamar su
propia corrupción. Ya no dudaban de que Lutero tenía razón, ya que el
mismo Papa lo declaró.
La respuesta de la dieta mostró cuánto había caído la autoridad del
soberano pontífice en el imperio. El espíritu de Lutero parecía haber
entrado en los corazones de los representantes de la nación. El
momento era favorable: el oído de Adrian parecía abierto; el
emperador estaba ausente; la dieta resolvió reunir en un solo cuerpo
todos los agravios que durante siglos había sufrido Alemania por parte
de Ro me, y transmitirlos al Papa.
El legado se asustó ante esta determinación. Suplicó y amenazó por
turnos. Insinuó que bajo un exterior puramente religioso el reformador
ocultaba grandes peligros políticos; afirmó, como Adrián, que los hijos
de la iniquidad no tenían otro fin a la vista que destruir toda
obediencia y llevar a cada hombre a hacer lo que quisiera. “¿Acaso
guardarán tus leyes aquellos hombres que no sólo desprecian los
santos cánones del Padre, sino que además los despedazarán y los
quemarán con su furia diabólica? ¿Perdonarán su vida los que no
temen insultar, herir, matar al ungido del Señor? Son sus personas, sus
bienes, sus casas, sus esposas, sus hijos, sus dominios, sus estados, sus
templos y todo lo que adoran, los que están amenazados por esta
terrible calamidad ". 13
Todas estas declaraciones resultaron inútiles. La dieta, aunque
elogiaba las promesas del Papa, requería para su rápido cumplimiento
que un concilio libre y cristiano se reuniera lo antes posible en
Estrasburgo, Mentz, Colonia o Metz, en el que debían estar presentes
laicos. ¡Laicos en un consejo! ¡Laicos regulando los asuntos de la
Iglesia en concierto con los sacerdotes! Es más de lo que podemos ver
incluso ahora en muchos estados protestantes. La dieta agregó que
todo hombre debe tener la libertad de hablar libremente por la gloria
de Dios, la salvación de las almas y el bien de la comunidad cristiana.
14

Luego procedió a la elaboración de un catálogo de sus quejas, que


ascendía a ochenta. Los abusos y artes de los papas y la corte romana
para extorsionar a Alemania; los escándalos y profanaciones del clero;
los desórdenes y simonías de los tribunales eclesiásticos; las
usurpaciones del poder secular para esclavizar las conciencias; todos
fueron presentados con tanta franqueza como energía. Los estados le
hicieron entender al Papa que las tradiciones de los hombres eran la
fuente de toda esta corrupción y concluyeron diciendo: “Si estos
agravios no son reparados en un tiempo limitado, buscaremos otros
medios para escapar de tantas opresiones y sufrimientos. . " 15
Chieregati, previendo el terrible receso que trazaría la dieta, salió
apresuradamente de Nuremberg , para no tener que entregar este
triste e insolente mensaje.
Sin embargo, ¿había motivos para temer que la dieta buscara
enmendar su osadía sacrificando a Lutero? La gente pensó eso al
principio; pero un espíritu de justicia y verdad había descendido sobre
su asamblea. Exigía, como había hecho Lutero, la convocatoria de un
concilio libre en el imperio, y añadió que mientras tanto se debía
predicar sólo el Evangelio puro, y no se debía imprimir nada sin la
aprobación de un cierto número de piadosos y eruditos. hombres. 16
Estas resoluciones nos proporcionan los medios para calcular el
inmenso progreso que la Reforma había hecho después de la Dieta de
Worms; y, sin embargo, el caballero de Feilitsch, el enviado sajón,
protestó solemnemente contra esta censura, moderada como era, que
prescribía la dieta. Este decreto fue considerado como el primer triunfo
de la Reforma, al que seguirían otras victorias más decisivas. Los
propios suizos, en medio de sus montañas, se emocionaron de alegría.
"El pontífice romano es derrotado en Alemania", dijo Zwingle. “No
tenemos nada más que hacer que privarlo de sus armas. Ésta es la
batalla que tenemos que pelear ahora, y será una batalla furiosa. Pero
Cristo es el árbitro del conflicto ". 17 Lutero dijo públicamente que
Dios mismo había inspirado a los príncipes a la elaboración de este
decreto. 18
La indignación contra el Vaticano entre los ministros papales fue muy
grande. ¡Qué! ¿No es suficiente tener un Papa que defraude todas las
expectativas de los romanos, y en cuyo palacio no hay canto ni juego?
pero, más que esto, ¡a los príncipes seculares se les permite usar el
lenguaje que Roma detesta y se niegan a dar muerte al hereje de
Wittenberg!
El propio Adriano estaba lleno de indignación por los acontecimientos
en Alemania, y fue en la cabeza del Elector de Sajonia que descargó su
ira. Nunca los pontífices romanos habían lanzado un grito de alarma
más enérgico, más sincero o quizás más conmovedor.
“Hemos esperado mucho, y quizás demasiado”, dijo el piadoso Adrian
en el escrito que dirigió al elector; “Estábamos ansiosos por ver si Dios
visitaría tu alma, y si al fin no escapabas de las trampas de Satanás.
Pero cuando buscamos recolectar violaciones, no encontramos nada
más que uvas agrias. El soplador ha soplado en vano; tu maldad no se
consume. ¡Abre, pues, tus ojos para ver la grandeza de tu caída! ......
“Si se rompe la unidad de la Iglesia; si los simples se han apartado de
esa fe que se habían embebido en los pechos de sus madres; si los
templos son destruidos; si el pueblo no tiene sacerdotes; si los
sacerdotes no reciben el honor que les corresponde; si los cristianos
están sin Cristo, ¿a quién se debe sino a ti? 19 ...... Si la paz cristiana se
ha desvanecido de la tierra; si el mundo está lleno de discordia,
rebelión, robo, asesinato y conflagración; si el grito de guerra se
escucha de este a oeste; si se aproxima un conflicto universal: eres tú,
¡tú eres el autor de estas cosas!
“¿No has visto a este sacrílego (Lutero) que desgarra con sus manos
inicuas y pisotea bajo sus impuros las imágenes de los santos y hasta la
santa cruz de Cristo? ... ¿No lo contemplas en su ira impía? ,
instigando a los laicos a empapar sus manos en la sangre de los
sacerdotes, y derribando las iglesias de nuestro Señor?
“¿Y qué importa, si los sacerdotes a los que ataca son sacerdotes
inicuos? ¿No ha dicho el Señor: Observa y haz todo lo que te manden ;
pero no hagáis conforme a sus obras; mostrando así el honor que les
pertenece, incluso cuando sus vidas son culpables. 20

“¡Apóstata rebelde! no se avergüenza de profanar los vasos


consagrados a Dios; arrastra f rom sus santuarios de las santas
vírgenes consagradas a Cristo, y los entrega al diablo; toma a los
sacerdotes del Señor y los entrega a rameras infames ... ¡Qué
profanación terrible! que incluso los paganos habrían condenado con
horror en los sacerdotes de sus ídolos!

“¿Qué castigo, qué martirio crees que te juzgamos merecer? ...... Ten
piedad de ti mismo; ten piedad de tus miserables sajones; porque si no
todos regresan al redil, Dios derramará su venganza sobre ustedes.
“En el nombre del Dios Todopoderoso y de nuestro Señor Jesucristo,
de quien soy representante en la tierra, declaro que serás castigado en
este mundo y sumergido en el fuego eterno en el venidero.
¡Arrepiéntete y conviértete! ...... Dos espadas están suspendidas sobre
tu cabeza: la espada del Imperio y la espada de la Iglesia ".
El piadoso Frederick se estremeció al leer este informe amenazador.
Había escrito al emperador poco antes, en el sentido de que la vejez y
la enfermedad lo hacían incapaz de tomar parte en estos asuntos; y le
había respondido la carta más insolente que jamás hubiera recibido un
príncipe soberano. Aunque abatido por la edad, puso sus ojos en la
espada que había usado en el santo sepulcro en los días de su fuerza
viril . Empezó a pensar que tendría que desenvainarlo en defensa de la
conciencia de sus súbditos, y que, ya al borde de la tumba, no se le
permitiría bajar en paz. Inmediatamente escribió a Wittenberg para
escuchar la opinión de los Padres de la Reforma.
Allí también se aprehendieron disturbios y persecuciones. "¿Qué
debería decir?" exclamó el dulce Melancthon; “¿A dónde me volveré? El
odio nos abruma y el mundo se transporta con furia contra nosotros ".
21 Lutero, Linck, Melancthon, Bugenhagen y Amsdorff consultaron
juntos sobre la respuesta que debían dar al elector. Su respuesta fue
casi en su totalidad con el mismo propósito, y el consejo que le dieron
es muy notable.

“Ningún príncipe”, decían, “puede emprender una guerra sin el


consentimiento del pueblo, de cuyas manos ha recibido su autoridad.
22 Ahora, la gente no tiene ningún deseo de luchar por el Evangelio,
porque no cree. Por tanto, no tomen las armas los príncipes; º ey son
los gobernantes de las naciones, y por lo tanto de los incrédulos “. Así,
fue el impetuoso Lutero quien aconsejó al sabio Federico que
devolviera su espada a la vaina. No podría haber respondido mejor al
reproche del Papa, que animó a los laicos a impregnar sus manos en la
sangre del clero. Pocos personajes han sido más incomprendidos que el
suyo. Este aviso estaba fechado el 8 de febrero. Frederick se contuvo.
La ira del Papa pronto dio sus frutos. Los príncipes que habían
expresado sus quejas contra Roma, alarmados por su propia osadía,
ahora deseaban enmendar su conformidad. Muchos, además, pensaron
que la victoria quedaría en manos del pontífice romano, ya que parecía
ser el partido más fuerte. “En nuestros días”, dijo Lutero, “los príncipes
se contentan con decir que tres por tres son nueve; o bien, dos veces
siete son catorce: el cálculo es correcto; el asunto tendrá éxito. Entonces
nuestro Señor Dios se levanta y dice: ¿Cuántos me consideras? ......
¿Quizás por una cifra? ...... Luego da vuelta sus cálculos, y sus relatos
resultan falsos ". 23

Notas finales:
1. Das man die Nachfolger derselben vergiften Lehre, mit
dem Schwert strafen mag. L. Opp. 17: 321.
2. Cum fama sit fortis et Caesarem et papam Nurnbergam
sonventu ros. L. Epp. 2: 214.
3. Sed Christus qui coepit conteret eum. Ibídem. 215.
4. Quod ex ea regione venirent, unde nobis secundum
carnem origo est. Papal Brief. L. Opp. Lat. 2: 352.
5. Er wollte einen Finger drum geben..Seck. Pág. 568.
6. Resecandos uti membrana jam putrida a sano corpore.
Pallavicini, 1: 158.
7. Einen grossen Schrecken eingejagt. Seck. Pág. 552.
8. Nicht anders geschrien denn: Crucifige! Crucifige!
(gritaron: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!) L. Opp. 18: 367.
9. Sese auctoritate pontific a curaturum ut isti caperentur.
Corp. Ref. 1: 606.
10. Priusquam illi caperentur, se urbe cessuros esse. Ibídem.
11. En eam sedem alícuota jam annos quaedam vitia
irrepsisse, abusus in rebus sacris, in legibus
transactiones, in cunctis denique perversionem. Pallav.
1:16 0. Véase también Sarpi, pág. 25; L. Opp. 18: 329, etc.
12. Liberioris tamen, quam par erat, sinceritatis fuisse
visum est, ea conventui patefacere. Ibídem. 162.
13. En eos, en vestras res domos, uxores, liberos, ditiones.
Dominatus, colitis templa quae. L. Opp. Lat. 2: 536.
14. Quad in tali concilio eis qui interesse deberent vel
ecclesiastici vel laicalis ordinis libere liceret loqui,
Geldart, Constit. Imper. 1: 452.
15. Wie sie solcher Beschwerung und Drangsaal entiaden
werden. L. Opp. 18: 354.
16. Ut pie placideque purum Evangelium prae dicaretur.
Féretro. 1: 166; Sleidan, 1: 135.
17. Victus est ac ferme profligatus e Germania Romanus
pontifex. Zw. Epp. 313.- 11 de octubre de 1523.
18. Gott habe solches EG eingeben. L. Opp. 18: 476.
19. Dass die Kirchen ohne Volk sind, dass die Volker ohne
Priester sind, dass die Priester ohne Ehre sind, und dass
die Christen ohne Christo sind. L. Opp. 18: 371.

20. Wen sie gleich eines verdammten Lebens sind. Ibídem.


379.
21. Quid dicam? Quo me vertam? Corp. Ref. 1: 627.
22. Principi nullum licet suscipere bellum. Nisi consentiente
populo, a quo accept imperium. Ibídem. 601.

23. Así que kehrt er ihnen auch die Rechnung gar um. L.
Opp. 22: 1831.
LIBRO 10
CAPÍTULO 4

El torrente de fuego vertido por el humilde y manso Adrian encendió


una conflagración; y sus llamas parpadeantes comunicaron una
inmensa agitación a toda la cristiandad. La persecución, que había
estado relajada durante algún tiempo, estalló de nuevo. Lutero tembló
por Alemania y se esforzó por apaciguar la tormenta. “Si los príncipes”,
dijo, “se oponen a la verdad, el resultado será una confusión que
destruirá príncipes y magistrados, sacerdotes y personas. Temo ver a
toda Alemania dentro de poco inundada de sangre. 1 Levantémonos
como muro y preservemos a nuestro pueblo de la ira de nuestro Dios.
Las naciones no son ahora como hasta ahora. 2 La espada de la guerra
civil se cierne sobre las cabezas de nuestros reyes. Están decididos a
destruir a Lutero; pero Lutero está decidido a salvarlos. Cristo vive y
reina; y viviré y reinaré con él ”. 3
Estas palabras no produjeron ningún efecto; Roma se apresuraba hacia
los andamios y el derramamiento de sangre. La Reforma, como
Jesucristo, no vino a traer paz, sino espada. La persecución era
necesaria en los propósitos de Dios. Así como ciertos objetos se
endurecen en el fuego, para protegerlos de la influencia de la
atmósfera, la prueba de fuego tenía como objetivo proteger la verdad
evangélica de la influencia del mundo. Pero el fuego hizo aún más que
eso: sirvió, como en los tiempos primitivos del cristianismo, para
encender en los corazones de los hombres un entusiasmo universal
por una causa tan furiosamente perseguida. Cuando el hombre
comienza a conocer la verdad, siente una santa indignación contra la
injusticia y la violencia. Un instinto descendiente del cielo lo impulsa al
lado de los oprimidos; y al mismo tiempo la fe de los mártires lo exalta,
vence y lo conduce a esa doctrina que imparte tanta valentía y
tranquilidad.

El duque George tomó la iniciativa en la persecución. Pero era poca


cosa llevarlo a cabo únicamente en sus propios estados ; deseaba,
sobre todo, que devastara la Sajonia electoral, ese foco de herejía, y no
escatimó esfuerzos para trasladar al elector Federico y al duque Juan.
“Los mercaderes de Sajonia”, les escribió desde Nuremberg, “cuentan
cosas extrañas sobre ese país , y las que se oponen al honor de Dios y
de los santos: ¡toman el sacramento de la Cena del Señor con las
manos !. ..... El pan y el vino están consagrados en el idioma del
pueblo; La sangre de Cristo se pone en vasos comunes; y en Eulenb urg,
un hombre para insultar al sacerdote entró en la iglesia montado en un
asno! ...... En consecuencia, ¿cuál es la consecuencia? Las minas con las
que Dios ha enriquecido a Sajonia han fracasado desde los
innovadores sermones de Lutero. Quiera Dios que los que se jactan de
haber levantado el Evangelio en el electorado lo hubieran llevado a
Constantinopla. La cepa de Lutero es dulce y agradable, pero tiene una
cola envenenada que pica como la de un escorpión. ¡Preparémonos
ahora para el conflicto! Encarcemos a estos monjes apóstatas y
sacerdotes impíos; y eso también sin demora, porque nuestro cabello
se está volviendo gris al igual que nuestras barbas, y nos muestra que
nos queda poco tiempo para la acción ". 4
Así le escribió el duque George al elector. Este último respondió firme
pero suavemente, que cualquiera que cometiera un delito en sus
estados sería castigado con el debido castigo; pero que en lo que
concierne a la conciencia, tales cosas deben dejarse a Dios. 5
George, incapaz de persuadir a Frederick, se apresuró a perseguir a los
seguidores de la obra que detestaba. Encarceló a los monjes y
sacerdotes que siguieron a Lutero; recordó a los estudiantes
pertenecientes a sus estados de las universidades a las que había
llegado la Reforma; y ordenó que todas las copias del Nuevo
Testamento en lengua vulgar fueran entregadas a los magistrados. Las
mismas medidas se aplicaron en Austria, Wurtemberg y el ducado de
Brunswick.
Pero fue en los Países Bajos, bajo la autoridad inmediata de Carlos V,
donde estalló la persecución con mayor violencia. El convento de
Agustín en Amberes estaba lleno de monjes que habían acogido las
verdades del Evangelio. Muchos de los hermanos habían pasado algún
tiempo en Wittenberg, y desde 1519, la salvación por gracia se había
predicado en su iglesia con gran energía. El prior, James Probst, un
hombre de temperamento ardiente, y Melchior Mirisch, que era
notable, en cambio, por su habilidad y prudencia, fueron arrestados y
llevados a Bruselas hacia fines del año 1521. Fueron llevados ante Al
eander, Glapio y varios otros prelados. Probst, sorprendido,
confundido y alarmado, se retractó. Melchior Mirisch encontró medios
para pacificar a sus jueces; escapó tanto de la retractación como de la
condenación.
Estas persecuciones no alarmaron a los monjes que estaban en el
convento de Amberes. Continuaron predicando el Evangelio con poder.
La gente se agolpaba para escucharlos, y la iglesia de los Agustinos en
esa ciudad resultó ser demasiado pequeña, como había sido el caso de
la de Wittenberg. En octubre de 1522, estalló el tumulto que
murmuraba sobre sus cabezas; el convento fue cerrado y los monjes
encarcelados y condenados a muerte. 6 Algunos de ellos lograron
escapar. Algunas mujeres, olvidando la timidez de su sexo, se llevaron
a e de ellas (Henry Zuphten) de manos de los verdugos. 7 Tres jóvenes
monjes, Henry Voes, John Esch y Lambert Thorn, escaparon por un
tiempo a la búsqueda de los inquisidores. Se vendieron todos los vasos
sagrados del convento; las puertas estaban barricadas; el santo
sacramento fue removido, como si fuera de un lugar contaminado;
Margaret, gobernadora de los Países Bajos, lo recibió solemnemente
en la iglesia de la Santísima Virgen; 8 se dieron órdenes de que ni una
piedra Shou ld dejada sobre otra de ese monasterio herético; y muchos
ciudadanos y mujeres que habían escuchado con alegría el Evangelio
fueron encarcelados. 9
Lutero se llenó de dolor al escuchar esta noticia. “La causa que
defendemos”, dijo, “ya no es un mero juego; tendrá sangre, exige
nuestras vidas ”. 10
Mirisch y Probst se encontrarían con destinos muy diferentes. La
prudente Mirisch pronto se convirtió en el dócil instrumento de Roma
y en el agente de los decretos imperiales contra los partidarios de la
Reforma. 11 Probst, por el contrario, habiendo escapado de las manos
de los inquisidores, lloró por su rebeldía; se retractó de su retractación
y predicó con valentía en Brujas, Flandes, las doctrinas de las que
había abjurado. Al ser nuevamente arrestado y encarcelado en
Bruselas, su muerte parecía inevitable. 12 Un franciscano se apiadó de
él y lo ayudó a escapar; y Probst, "preservado por un milagro de Dios",
dice Lutero, llegó a Wittenberg, donde su doble liberación llenó de
gozo los corazones de los amigos de la Reforma. 13
Por todos lados los sacerdotes romanos iban armados. La ciudad de
Miltenberg en el Maine, que añoraba el arzobispo de Mentz, era una
de las ciudades alemanas que había recibido la Palabra de Dios con
mayor entusiasmo. Los habitantes estaban muy apegados a su pastor
John Draco, uno de los hombres más ilustrados de su tiempo. Se vio
obligado a abandonar la ciudad; pero los eclesiásticos romanos se
asustaron y se retiraron al mismo tiempo, temiendo la venganza del
pueblo. Solo quedaba un diácono evangélico para consolar sus
corazones. Al mismo tiempo, las tropas de Mentz entraron en la
ciudad: se esparcieron por las calles, blasfemaron, blandieron sus
espadas y se entregaron al libertinaje. 14
Algunos cristianos evangélicos cayeron bajo sus golpes; Otros 15
fueron apresados y metidos en mazmorras; se restauraron los ritos
romanos; se prohibió la lectura de la Biblia; ya los habitantes se les
prohibió hablar del Evangelio, incluso en las reuniones más privadas. A
la entrada de las tropas, el diácono se había refugiado en la casa de
una viuda pobre. Fue denunciado a sus comandantes, quienes enviaron
a un soldado a aprehenderlo. El humilde diácono, al escuchar los pasos
apresurados del soldado que buscaba su vida, lo esperó en silencio, y
justo cuando la puerta de la cámara se abrió abruptamente, avanzó
mansamente y abrazándolo cordialmente, dijo: “Te doy la bienvenida,
hermano; aquí estoy; sumerge tu espada en mi pecho. 16 El fiero
soldado, atónito, dejó caer la espada de sus manos y protegió al
piadoso ángel de cualquier daño.

Mientras tanto, los inquisidores de los Países Bajos, sedientos de


sangre, recorrían el país, buscando por todas partes a los jóvenes
agustinos que habían escapado de la persecución de Amberes. Esch,
Voes y Lambert fueron finalmente descubiertos, encadenados y
conducidos a Bruselas. Egmondanus, Hochstraten y varios otros
inquisidores los convocaron a su presencia. "¿Se retracta de su
afirmación", preguntó Hochstraten, "de que el sacerdote no tiene el
poder de perdonar los pecados y que sólo pertenece a Dios?" Luego
procedió a enumerar otras doctrinas evangélicas de las que fueron
llamados a abjurar. "¡No! no nos retractaremos de nada ”, exclamaron
Esch y Voes con firmeza; “No negaremos la Palabra de Dios; preferimos
morir por la fe ”.
El Inqu isitor. - "Confiesa que Lutero te ha seducido".

Los jóvenes agustinos. - “Como los apóstoles fueron seducidos por


Jesucristo”.
Los inquisidores. - “Te declaramos herejes, dignos de ser quemados
vivos, y te entregamos al brazo secular”.
Lamb ert guardó silencio; la perspectiva de la muerte lo aterrorizaba; la
angustia y la duda atormentaron su alma. “Te ruego cuatro días”, dijo
con voz ahogada. Fue devuelto a prisión. Tan pronto como expiró esta
demora, Esch y Voes fueron solemnemente privados de su carácter de
sacer dotal y entregados al consejo del gobernador de los Países Bajos.
El consejo los entregó, encadenados, al verdugo. Hochstraten y otros
tres inquisidores los acompañaron a la hoguera. 17

Cuando se acercaron al cadalso, los jóvenes mártires lo miraron con


calma; su firmeza, su piedad, su edad, 18 arrancaron lágrimas incluso
de los inquisidores. Cuando fueron atados, los confesores se acercaron
a ellos: “Una vez más les preguntamos si recibirán la fe cristiana”.
Los mártires. - “Creemos en la Iglesia cristiana, pero no en tu Iglesia”.
Transcurrió media hora: los inquisidores vacilaron y esperaban que la
perspectiva de una muerte tan terrible intimidara a estos jóvenes. Pero
solos, tranquilos en medio de la turbulenta multitud de la plaza,
cantaban salmos, deteniéndose de vez en cuando para declarar con
valentía: “Moriremos por el nombre de Jesucristo”.
"Convertíos, convertíos", gritaron los inquisidores, "o moriréis en
nombre del diablo". - “No”, respondieron los mártires, “moriremos
como cristianos y por la verdad del Evangelio”.
La pila estaba iluminada. Mientras las llamas ascendían lentamente,
una paz celestial llenó sus corazones, y uno de ellos llegó a decir: "Me
parece que estoy acostado en un lecho de rosas". 19 Llegó la hora
solemne; la muerte estaba cerca: los dos mártires gritaron a gran voz:
“¡Oh Domine Jesu! ¡Fili David! miserere nostri! ¡Oh Señor Jesús, Hijo
de David, ten piedad de nosotros! Comenzaron a repetir solemnemente
el Credo del Apóstol. 20 Por fin les alcanzaron las llamas, quemando
las cuerdas que los sujetaban al madero, antes de que se les acabara el
aliento. Uno de ellos, aprovechando esta libertad, cayó de rodillas en
medio del fuego, 21 y adorando así a su Maestro, exclamó, juntando
las manos: "¡Señor Jesús, Hijo de David, ten piedad de nosotros!" Las
llamas rodearon ahora sus cuerpos: cantaron el Te Deum; pronto sus
voces se ahogaron y no quedaron más que sus cenizas.
Esta ejecución duró cuatro horas. Fue el 1 de julio de 1523 cuando los
primeros mártires de la Reforma dieron su vida por el Evangelio.
Todos los buenos hombres se estremecieron cuando se enteraron. El
futuro los llenó de la aprensión de los guardias . “Las ejecuciones han
comenzado”, dijo Erasmus. 22 - “Por fin”, exclamó Lutero, “Cristo está
recogiendo algunos frutos de nuestra predicación y ha creado nuevos
mártires”.
Pero el gozo que Lutero sintió por la constancia de estos dos jóvenes
cristianos fue perturbado por el pensamiento de Lambert. Este último
fue el más erudito de los tres; había sucedido en el puesto de Probst
como predicador en Amberes. Agitado en su mazmorra y alarmado
ante la perspectiva de la muerte, le aterrorizaba aún más su
conciencia, que le reprochaba la cobardía y le instaba a confesar el
Evangelio. Pronto fue liberado de sus temores y, después de proclamar
con valentía la verdad, murió como sus hermanos. 23
Una rica cosecha brotó de la sangre de estos mártires. Bruselas se
volvió hacia el Evangelio. 24 "Dondequiera que Aleander levanta un
montón", dijo Erasmo, "allí parece haber estado sembrando herejes".
25
“Tus lazos son míos”, dijo Lutero; “¡Tus mazmorras y tus pilas en
llamas son mías! 26 ...... ¡Todos estamos contigo, y el Señor está a la
cabeza! ” Luego conmemoró la muerte de estos jóvenes monjes en un
hermoso himno, y pronto, en Alemania y en los Países Bajos , en la
ciudad y el campo, se escucharon estos acordes comunicando en todas
direcciones un entusiasmo por la fe de estos mártires.

¡No! ¡No! ¡Sus cenizas no morirán!


Pero, llevado a todas las tierras,
donde caerá el polvo de su santo,
brota una banda santa.
Aunque Satanás mate con su poder
y detenga su poderosa voz,
triunfarán sobre él en su muerte,
y aún se regocijarán en Cristo.

Notas finales:
1. Ut videar mihi videre Germaniam en sanguine natare. L.
Epp. 2: 156.

2. Cogitent populos non esse tales modo, qu ales hactenus


fuerunt. Ibídem. 157.
3. Christus meus vivit et regnat, et ego vivam et regnabe.
Ibídem. 158.
4. Wie ihre Bart und Haare ausweisen. Seckend. Pág. 482.

5. Musse man solche Dinge Gott uberlassen. Ibídem. pags.


485.
6. Zum Tode verurtheilet. Seck. P. 548.
7. Quomodo mu lieres vi Henricum liberarint. L. Epp. 2:
265.
8. Susceptum honorifice a domina Margareta. Ibídem.
9. Cives aliquos, et mulieres vexatae et punitae. Ibídem.
10. Et vitam exiget et sanguinem. Ibídem. 181.
11. Est albacea Caesaris contra nostros. Ibídem. 207.
12. Domo captum, exus tum credimus. Ibídem. 214.

13. Jacobus, Die miraculo liberatus, sui nunc agit nobiscum.


L. Epp. 2: 182. Esta carta, colocada en la colección del
señor de Wette, con fecha del 14 de abril, debe ser
posterior al mes de junio; ya que el 26 de junio Lutero
escribe que en Probst ha sido tomado por segunda vez y
va a ser quemado. No podemos admitir que Probst visitó
Wittemberg entre sus dos encarcelamientos, porque
Lutero no habría dicho de un cristiano, que le había
salvado la vida mediante una retractación, que había sido
liberado por un milagro de Dios. Quizás deberíamos leer
en la fecha de la carta en die S. Turinf, en lugar de en die
S. Tiburtii, lo que la llevaría al 13 de julio, una fecha
mucho más probable en mi opinión.

14. Así que sie doch schandlicher leben denn Huren und
Buben. L. Epp. 2: 482.
15. Schlug etliche Todt. Seck. P. 604.
16. Sey gegrusst, mein Bruder. Scultet. Ana. 1: 173.
17. Facta est haec res Bruxellae in publice fore. L. Epp. 2:
361.
18. Nondum triginta annorum. Ibídem.
19. Dit schijnen mij als roosen te zijn. Brandt, Hist. Der
Reformatie, 1:79.
20. Admoto igne, canere coeperunt symbolum fidei, dice
Erasmo. Epp. 1: 1278.
21. Da ist der eine im Feuer auf die Knie gefallen. L. Opp. 18:
481.
22. Coepta est carnificina. Epp. 1: 1429.
23. Quarta post exustus est tertius frater Lambertus. L. Epp.
2: 351 .
24. Ea mors multos fecit Lutheranos. Er. Epp. P. 952; Tum
demum coepit civitas favere Luthero. Ibídem. pags. 1676.
Erasmo al duque Jorge; Ea civitas antea purissima.
Ibídem. pags. 1430.
25. Ubicumque fumos excitavit nuntius, ibi diceres fuisse
factum heresean sementem. Yo diré.
26. Vestra vincula mea sunt, vestri carceres et ignes mei
sunt. L. Epp. 2: 464.
LIBRO 10
CAPÍTULO 5

Sin duda, Adrian habría persistido en estas violentas medidas; la


inutilidad de sus esfuerzos para detener la reforma, su ortodoxia, su
celo, su austeridad y hasta su conciencia, lo hubieran convertido en un
cruel perseguidor. Pero esta Providencia no lo permitió. Murió el 14 de
septiembre de 1523, y los romanos, llenos de alegría por haber sido
liberados de este severo extranjero, coronaron de flores la casa de su
médico y escribieron sobre ella esta inscripción: “Al salvador de su
país”.
Giulio de Medici, primo de León X, sucedió a Adriano VI, bajo el
nombre de Clemente VII. Desde el día de su elección no hubo más
cuestión de reforma religiosa. El nuevo Papa, como muchos de sus
predecesores, pensó únicamente en defender los privilegios del
papado y en emplear sus recursos para su propio engrandecimiento.
Ansioso por reparar los errores de Adrián, Clemente envió a
Nuremberg a un legado de su propio carácter, uno de los prelados más
hábiles de su corte, hombre de gran experiencia en los negocios
públicos y familiarizado con casi todos los príncipes de Alemania. El
cardenal Campeggio, por tal era su nombre, después de una magnífica
acogida en las ciudades italianas en su camino, pronto percibió el
cambio que se había producido en el imperio. Cuando entró en
Augsburgo, quiso, como de costumbre, dar su bendición a la gente,
pero estallaron en carcajadas. Esto fue suficiente: entró en Nuremberg
en privado, sin ir a la iglesia de San Sebaldus, donde lo esperaba el
clero. Ningún sacerdote con ornamentos sacerdotales salió a recibirlo;
ninguna cruz fue llevada solemnemente ante él; 1 uno le habría
pensado alguna paso particular a lo largo de las calles de la ciudad.
Todo presagiaba que el reinado del papado estaba llegando a su fin.
La Dieta de Nuremberg reanudó sus sesiones en el mes de enero de
1524. Una tormenta amenazó al gobierno nacional, debido a la firmeza
de Federico. La liga suaba, las ciudades más ricas del imperio, y en
particular Carlos V, habían jurado su destrucción. Fue acusado de
favorecer la nueva herejía. En consecuencia, se resolvió reformar esta
administración sin retener a uno de sus antiguos miembros. Federico,
abrumado por el dolor, abandonó inmediatamente Nuremberg.
Se acercaba la fiesta de la Pascua. Osiander y los predicadores
evangélicos redoblaron su celo. El primero declaró abiertamente en sus
sermones que el Anticristo entró en Roma el mismo día en que
Constantino la dejó para fijar su residencia en Constantinopla. Se
omitieron la consagración de las palmas y muchas otras ceremonias de
esta fiesta: cuatro mil personas recibieron el sacramento en ambas
clases, y la reina de Dinamarca, la hermana del emperador, lo recibió
públicamente, de la misma manera, en el castillo. "¡Ah!" exclamó el
Archiduque Federico, perdiendo los estribos, "¡Ojalá no fueras mi
hermana!" - “El mismo vientre nos dio a luz”, respondió la reina, “y
sacrificaré todo para complacerte, menos la Palabra de Dios”. 2
Campeggio estremeció cuando fue testigo de semejante audacia; pero
fingiendo despreciar la risa del populacho y los discursos de los
predicadores, y apoyándose en la autoridad del emperador y del papa,
recordó la dieta del edicto de Worms, y les llamó a sofocar la Reforma
por la fuerza. . En este lenguaje, muchos de los príncipes y diputados
expresaron su indignación: "¿Qué ha sido de la lista de agravios
presentados al Papa por la nación alemana?" le dijeron a Campeggio. El
legado, siguiendo sus instrucciones, asumió un aire de franqueza y
sorpresa y respondió: “Tres copias de esa lista llegaron a Roma; pero
no hemos recibido ninguna comunicación oficial al respecto, 3 y ni el
Papa ni el colegio cardenalicio podían creer que tal documento pudiera
haber emanado de sus señorías. Pensamos que provenía de algunos
particulares que lo habían publicado por odio a la corte de Roma.
Como consecuencia de esto, no tengo instrucciones al respecto ”.
La dieta se indignó ante esta respuesta. Si así recibe el Papa sus
representaciones, también sabrán escuchar a quienes se dirija a ellos.
“El pueblo”, dijeron muchos diputados, “tiene sed de la Palabra de
Dios; y quitarlo, como lo ordena el edicto de Worms, haría fluir
torrentes de sangre ".
La dieta hizo inmediatamente los preparativos para responder al Papa.
Como no pudieron derogar el edicto de Worms, se le añadió una
cláusula que lo dejaba sin efecto. Dijeron: "La gente debe ajustarse a
ella en la medida de lo posible". 4 Ahora muchos estados habían
declarado que era imposible aplicarlo. Al mismo tiempo, levantando la
sombra importuna de los concilios de Constanza y de Basilea, la dieta
exigía la convocatoria de un concilio general de la cristiandad en
Alemania.
Los amigos de la Reforma no se limitaron a esto. ¿Qué podían esperar
de un concilio que quizás nunca se convocaría y que, en todas las
circunstancias, estaría compuesto por obispos de todas las naciones?
¿Someterá Alemania sus inclinaciones anti-romanas a los prelados de
Francia, España, Italia e Inglaterra? El gobierno de la nación ya había
sido abolido; para ello debería sustituirse una asamblea nacional para
proteger los intereses del pueblo.
En vano Hannaart, el enviado español de Carlos V, y todos los
partidarios de Roma y el emperador, se esforzaron en oponerse a esta
sugerencia; la mayor parte de la dieta era inamovible. Se acordó que
una dieta, una asamblea secular, debería reunirse en Spires, en el mes
de noviembre, para regular todas las cuestiones religiosas, y que los
estados deberían instruir inmediatamente a sus teólogos para que
elaboren una lista de los puntos controvertidos que deben presentarse
antes. aquella augusta asamblea.

Inmediatamente, la aplicación mintió a su tarea. Cada provincia


redactó su memorial, y nunca Roma había sido amenazada con una
explosión más terrible. Franconia, Brandeburgo, Henneburg,
Windsheim, Wertheim y Nuremberg, se pronunciaron a favor del
Evangelio y en contra de los siete sacramentos , los abusos de la misa,
la adoración de los santos y la supremacía papal. “Aquí está la moneda
del sello correcto”, dijo Luther. Ninguna de las cuestiones que agitan la
mente popular se pasará por alto en este consejo mutuo. La mayoría
adoptará medidas generales. La unidad, la independencia y la reforma
de Alemania estarán a salvo.
Al ser informado de esto, el Papa no pudo contener su ira. ¡Qué! ¡Se
atreven a crear un tribunal secular para decidir sobre cuestiones
religiosas en oposición directa a su autoridad ! 5 Si se cumpliera esta
extraordinaria resolución, sin duda Alemania se salvaría, pero Roma
se perdería. Se convocó apresuradamente un consistorio y, ante la
alarma de los senadores, uno podría haber pensado que los alemanes
marchaban contra el Capitolio. “Debemos quitarle el sombrero
electoral a Frederick”, dijo Aleander. "Los reyes de Inglaterra y España
deben amenazar con romper todo trato comercial con las ciudades
libres", dijo otro cardenal. La congregación finalmente decidió que el
único medio de seguridad sería mover cielo y tierra para evitar la
reunión en Spires.
El Papa inmediatamente escribió al emperador: “Si soy el primero en
hacer frente a la tormenta, no es porque soy el único que amenaza la
tempestad ; sino porque estoy al timón. Los derechos del imperio están
aún más invadidos que la dignidad de la corte de Roma ".
Mientras el Papa enviaba esta carta a Castilla, se esforzaba por
conseguir aliados en Alemania. Pronto ganó sobre una de las casas más
poderosas del imperio, la de los duques de Baviera. El edicto de Worms
no se había aplicado más estrictamente allí que en otros lugares, y la
doctrina evangélica había progresado mucho. Pero hacia fines del año
1521, los príncipes de ese país, puestos en movimiento por el doctor
Eck, rector de la universidad de Ingolstadt, se habían acercado a Roma
y habían publicado un decreto que ordenaba a todos sus súbditos
permanecer fieles a la religión. de sus antepasados. 6
Los obispos de Bavarian estaban alarmados por esta usurpación del
poder secular. Eck partió hacia Roma para solicitar al papa una
extensión de autoridad en nombre de los príncipes.
El Papa lo concedió todo, e incluso confirió a los duques una quinta
parte de los ingresos eclesiásticos de su país.
Así, en un momento en que la Reforma no poseía organización, el
catolicismo romano ya recurría a poderosas instituciones para su
apoyo; y los príncipes católicos, ayudados por el Papa, pusieron sus
manos sobre los ingresos de la Iglesia, mucho antes de que la Reforma
se atreviera a tocarlos. ¿Qué debemos pensar de los reproches que los
católicos romanos han hecho tan a menudo a este respecto?
Clemente VII podría contar con Baviera para evitar la formidable
asamblea de Spires. En poco tiempo, el archiduque Fernando, el obispo
de Salzburgo y otros príncipes fueron ganados a su vez.
Pero Campeggio deseaba ir aún más lejos: Alemania debía dividirse en
dos campos hostiles; Los alemanes deben oponerse a los alemanes.

Algún tiempo antes, durante su residencia en Stuttgard, el legado


había concertado con Ferdinand el plan de una liga contra la Reforma.
“Hay de todo lo que hay que temer en una asamblea donde se escucha
la voz del pueblo”, dijo. “La Dieta de las Agujas puede destruir Roma y
salvar a Wittenberg. Le t nos cerrar nuestras filas; lleguemos a un
entendimiento para el día de la batalla ”. 7 Ratisbona se fijó como
lugar de reunión.
A pesar de los celos entre las casas de Baviera y Austria, Campeggio
logró traer a esta ciudad a los duques de Baviera y al archiduque
Fernando a esta ciudad, a fines de junio de 1524. A ellos se unieron el
arzobispo de Salzburgo y los obispos de Trento y Ratisbona. . Los
obispos de Spires, Bamberg, Augsburgo, Estrasburgo, Basilea,
Constanza, Freisin gen, Passau y Brixen estuvieron presentes por
diputado.
El legado abrió sus sesiones, describiendo en un lenguaje contundente
los peligros que amenazaba la Reforma tanto para los príncipes como
para el clero. “Eliminemos la herejía y salvemos a la Iglesia”, exclamó.
La conferencia duró quince días en el ayuntamiento de Ratisbon. Un
gran baile, que continuó hasta el amanecer, sirvió para animar esta
primera asamblea católica celebrada por el papado contra la Reforma
naciente. 8 Después de esto, se tomaron medidas para la destrucción
de los herejes.
El legado pensó que, de acuerdo con el notorio axioma del Concilio de
Constanza, no se debe guardar fe con los herejes, 9 y mientras tanto,
llevó a cabo este gran principio en pequeña escala. Durante las sesiones
de la dieta en Nuremberg, Campeggio había tomado un globo y un
libro de un pobre vendedor de instrumentos astronómicos: los
conservaba y se negaba a hacer ninguna compensación, porque el
hombre era luterano. Nuestra autoridad para este incidente es el
célebre Pirckheimer, uno de los principales magistrados de
Nuremberg. 10

Los príncipes y obispos se comprometieron a hacer cumplir los edictos


de Worms y Nuremberg; no permitir ningún cambio en el culto
público; a tolerar ningún sacerdote casado en sus estados; recordar a
todos sus sujetos que podrían estar estudiando en Wittenberg; y
emplear todos los medios a su alcance para la extirpación de la herejía.
Ordenaron a los predicadores que, en la interpretación de pasajes
difíciles, confiaran en los padres de la Iglesia latina, Ambrosio,
Jerónimo, Agustín y Gregorio. Sin aventurarse, ante la Reforma, a
apelar a la autoridad de los escolásticos, se contentaron con sentar las
primeras bases de la ortodoxia romana.
Pero, por otro lado, como no podían cerrar los ojos ante los escándalos
y la moral corrupta de los sacerdotes, 11 acordaron un proyecto de
reforma, en el que se esforzaron por abrazar aquellos agravios
alemanes que menos preocupaban a la corte de Roma. A los sacerdotes
se les prohibió comerciar, frecuentar las tabernas, "frecuentar bailes" y
disputar sus copas sobre artículos de fe.
Tal fue el resultado de la confederación de Ratisbona. 12 Incluso
mientras tomaba las armas contra la Reforma, Roma concedió algo; y
en estos decretos podemos observar la primera influencia de la
Reforma del siglo XVI para efectuar una renovación interna del
catolicismo. El Evangelio no puede mostrar su fuerza sin que sus
enemigos se esfuercen por imitarlo de una forma u otra. Emser había
publicado una traducción de la Biblia en oposición a la de Lutero; Eck
sus lugares comunes, a modo de contrapeso a Melancthon; 13 y ahora
Roma se oponía a la Reforma a esos ensayos parciales de reforma a los
que se debe el Romanismo moderno. Pero todas estas obras eran en
realidad recursos sutiles para escapar de un peligro inminente; ramas
arrancadas ciertamente del árbol de la Reforma, pero plantadas en un
suelo que las guió; no hubo vitalidad, y nunca habrá vitalidad en tales
intentos.
Aquí se nos ocurre otro hecho. El partido romano formó en Ratisbona
la primera liga que violó la unidad de Alemania. La señal para la batalla
se dio desde el campo del Papa . Ratisbona fue la cuna de esta división,
este desgarro político de su tierra natal, que tantos alemanes deploran
hasta este momento. La asamblea nacional de Spires, al sancionar y
generalizar la reforma de la Iglesia, habría asegurado la unidad del
imperio. El convenio de los separatistas en Ratisbona dividió para
siempre a la nación en dos partidos. 14
Sin embargo, los planes de Campeggio no tuvieron éxito al principio
como se esperaba. Pocos príncipes respondieron a este llamado. Los
adversarios más decididos de Lutero , el duque Jorge de Sajonia, el
elector Joaquín de Brandeburgo, los electores eclesiásticos y las
ciudades imperiales, no participaron en ella. Se consideró que el
legado del Papa estaba formando un partido romano en Alemania
contra la nación misma . F. Las simpatías populares contrarrestaron
las antipatías religiosas y, en poco tiempo, la reforma de Ratisbona se
convirtió en el hazmerreír del pueblo. Pero se había dado el primer
paso, se había dado el ejemplo. Se imaginaba que ni siquiera sería una
tarea difícil fortalecer y ampliar esta liga romana. Aquellos que todavía
dudaban, necesariamente se verían atraídos por el progreso de los
acontecimientos. Al legado Campeggio pertenece la gloria de haber
cavado la mina que más seriamente puso en peligro las libertades de
Alemania, la existencia del imperio y de la Reforma. En adelante, la
causa de Lutero dejó de ser un mero asunto religioso; la disputa con el
monje de Wittenberg figuraba entre los acontecimientos políticos de
Europa. Lutero está a punto de ser eclipsado; y Carlos V, el Papa, y los
príncipes serán los actores principales en el escenario donde se
representará el gran drama del siglo XVI.
Sin embargo, la asamblea de Spires todavía se mantuvo a la vista;
podría reparar el daño que Campeggio había hecho en Ratisbón. Roma
hizo todo lo posible para evitarlo. "¡Qué!" dijeron los diputados papales,
no solo a Carlos V sino también a Enrique VIII y otros príncipes de la
cristiandad, “¡Qué! ¿Estos alemanes insolentes pretenden decidir
puntos de fe en una asamblea nacional? ¡ Parecería que los reyes, la
autoridad imperial, toda la cristiandad y el mundo entero deberían
someterse a sus decretos! "
El momento estaba bien elegido para actuar sobre el emperador. La
guerra entre este príncipe y Francisco I estaba en su apogeo. Pescara y
el condestable de Borbón habían abandonado Italia y, al entrar en
Francia en el mes de mayo, habían puesto sitio a Marsella. El Papa, que
miró con mal de ojo este ataque, podría hacer una poderosa
distracción en la retaguardia del ejército imperial. Carlos, que debe
haber temido desanimarlo , no vaciló y sacrificó de inmediato la
independencia del imperio en favor de Roma y el éxito de su lucha con
Francia.
El 15 de julio Carlos dictó un edicto de Burgos en Castilla, en el que
declaraba, con un tono imperioso y colérico, “que sólo el Papa tenía
derecho a convocar un concilio y el emperador a exigirlo; que la
reunión designada para tener lugar en Spires no podía ni debía
tolerarse; que era extraño que la nación alemana asumiera una tarea
que todas las demás naciones del universo, incluso con la guía del
Papa, no tendrían derecho a hacer; y que deberían apresurarse a hacer
cumplir el decreto de Worms contra el nuevo Mahoma ".
Así vino de España e Italia el golpe que llegó en Alemania al desarrollo
del Evangelio. Charles aún no estaba satisfecho. En 1519, había
propuesto unir a su hermana, la archiduquesa Catalina, con John
Frederick, hijo del duque John, hermano del elector y heredero del
electorado. ¿Pero no era esta casa sajona la que apoyaba en Alemania
esos principios de independencia religiosa y política que Charles
odiaba? Decidió romper por completo con el problemático y culpable
representante de las ideas evangélicas y nacionales, y entregó a su
hermana en matrimonio a Juan III, rey de Portugal. Federico, que en
1519 había mostrado su indiferencia ante las propuestas del rey de
España, pudo en 1524 reprimir la indignación que sentía por la
conducta del emperador; pero el duque John insinuó altivamente que
este procedimiento había herido profundamente sus sentimientos.

Así, los dos campos hostiles que estaban destinados a desgarrar el


imperio durante tanto tiempo se volvieron cada vez más distintos.

Notas finales:
1. Conamuni habititu, quod per sylvas et campos lerat per
mediam urbem..sine clero , sine praevia cruce. Cochl. P.
82.
2. Wolle sich des Wortes Gottes halten, Seckend. Pág. 611.
3. Tria solum exelaria fuisse perlata Romam, ad quosdam
privatim, ex iis unum sibi contigisse. Sleidan. Lib. 4.
4. Quantum es posible sentarse. Cochloeus, pág. 84.
5. Pontifex a egerrime tulit..intelligens novum de religione
tribunal eo pacto excitari citra ipsius auctoritatem Pallav.
1: 182.
6. Erstes belerisches Religiones Mandat. Invierno, Geschder
Evang. Lehre en Baiern, 1: 310.

7. Invierno, Gesch. Der Evang. Lehre en Baiern, 1: 156.


8. Ranke , Deutsche Gesch. 2: 159.
9. Non est frangere fidem in eo, qui Deo fidem frangit.
Decret. Conc. Ses. Gen. 19. 23 de septiembre de 1415.
10. Verm de Strobel. Beytrage zur Geech. Der Litt. Nurnberg.
1775. P. 98.
11. Improbis clericorum abusibus et perditis moribus.
Cochloeus, pág. 91.
12. Ut Lutheranae factioni eficacius resistere possint,
ultronea confederatione sese constrixerunt. Ibídem.

13. Enchiridion, seu loci communes contra haereticos. 1595.


14. Ranke, Deutsche Gesch. 2: 163.
LIBRO 10
CAPÍTULO 6

El partido romano no estaba satisfecho con esto. La alianza de


Ratisbon no iba a ser una mera forma; debe estar sellado con sangre.
Ferdinand y Campeggio descendieron juntos por el Danubio desde
Ratisbon hasta Viena, y durante su viaje se unieron mediante crueles
promesas. La persecución estalló inmediatamente en los estados
austriacos.
Un tal Gaspard Tauber, ciudadano de Viena, había hecho circular los
escritos de Lutero e incluso había escrito contra la invocación de los
santos, el purgatorio y la transubstanciación. 1 Al ser encarcelado, fue
citado por sus jueces, tanto teólogos como abogados, para retractarse
de sus errores. Se pensó que había consentido, y en Viena se hicieron
todos los preparativos para complacer a la gente con este espectáculo
solemne. En la fiesta de la natividad de Santa María , se erigieron dos
púlpitos en el cementerio de San Esteban, uno para el líder del coro,
quien debía ensalzar con sus cánticos el arrepentimiento del hereje; y
el otro para el propio Tauber. La fórmula de la retractación se puso en
sus manos; 2 la gente y los coristas esperaban en silencio. Si Tauber no
había hecho ninguna promesa, o si en el momento de la abjuración su
fe revivió repentinamente con nueva energía, exclamó: "¡No estoy
convencido, y apelo al Sacro Imperio Romano!" El clero, los coristas y
la gente se apoderaron de asombro y alarma. Pero Tauber siguió
pidiendo la muerte en lugar de negar el Evangelio. Fue decapitado y su
cuerpo quemado; 3 y su valentía dejó una huella indeleble en los
habitantes de Viena.
En Buda, Hungría, un librero evangélico, llamado Juan, había hecho
circular el Nuevo Testamento de Lutero y otros de sus escritos por
todo ese país. Estaba atado a una estaca; sus perseguidores entonces
apilaron sus libros a su alrededor, encerrándolo como si fuera una
torre, y luego les prendieron fuego. Juan manifestó un valor
inquebrantable, exclamando en medio de las llamas que estaba
encantado de sufrir por la causa del Señor. 4 "La sangre sigue a la
sangre", gritó Lutero cuando se le informó de este martirio, "pero esa
sangre generosa, que Roma ama derramar, asfixiará al Papa con sus
reyes y sus reinos". 5

El fanatismo se hacía más feroz cada día ; los ministros evangélicos


fueron expulsados de sus iglesias; los magistrados fueron desterrados;
ya veces se infligieron los castigos más horribles. En Wurtemberg, un
inquisidor llamado Reichler hizo que los luteranos, y sobre todo los
predicadores, fueran colgados de árboles. Se encontraron rufianes
bárbaros que, insensiblemente, clavaron a los pastores por la lengua a
un poste; de modo que estas desdichadas víctimas, arrancándose
violentamente de la madera a la que estaban atadas, fueron
horriblemente mutiladas al intentar recobrar su libertad, y así
privadas de ese don que habían utilizado durante mucho tiempo para
anunciar el Evangelio. 6
Persecuciones similares tuvieron lugar en los otros estados de la liga
católica. Un ministro evangélico del barrio de Salzburgo fue llevado a
prisión, donde pasaría el resto de sus días; mientras la policía que lo
tenía a cargo bebía en una taberna en la carretera, dos jóvenes
campesinos, movidos con compasión, eludieron su vigilancia y
entregaron al pastor. La ira del arzobispo se encendió contra esta pobre
gente, y sin ningún tipo de juicio se ordenó que fueran decapitados.
Fueron conducidos en secreto fuera de la ciudad temprano en la
mañana; y cuando llegaron al llano donde iban a morir, el mismo
verdugo dudó, pues (dijo) que no habían sido juzgados. "Haz lo que te
mando", respondió con dureza el emisario del arzobispo, "¡y deja la
responsabilidad al príncipe!" y las cabezas de estos jóvenes libertadores
cayeron inmediatamente bajo la espada. 7
La persecución fue más violenta en los estados del duque de Baviera:
los sacerdotes fueron privados de su cargo; nobles expulsados de sus
castillos; los espías llenaron todo el país; y en todo corazón reinaba la
desconfianza y la alarma. Cuando Bernard Fichtel, un magistrado, se
dirigía a Nuremberg por asuntos del duque, en la carretera se encontró
con Francis Burkhardt, profesor de Ingolstadt y uno de los amigos del
Dr. Eck. Burkhardt lo abordó y viajaron juntos. Después de la cena, el
profesor empezó a hablar de religión; Fichtel, que no era ajeno a su
compañero de viaje, le recordó que el nuevo edicto prohibía tales
conversaciones. "Entre nosotros", respondió Burkhardt, "no hay nada
que temer". - Sobre esto, Fichtel comentó: "No creo que este edicto se
pueda hacer cumplir". Luego procedió a expresarse de manera
ambigua sobre el purgatorio, y dijo que era horrible castigar las
diferencias religiosas con la muerte. A estas palabras, Burkhardt no
pudo contenerse: "¡Qué es más justo", dijo , "que cortarles la cabeza a
todos estos sinvergüenzas luteranos!" Se despidió amistosamente de
Fichtel, pero de inmediato lo denunció. Fichtel fue encarcelado, y el
desdichado, que nunca había pensado en convertirse en mártir, y
cuyas convicciones religiosas no eran muy profundas, sólo escapó de la
muerte mediante una vergonzosa retractación. No había seguridad en
ningún lugar, ni siquiera en el seno de un amigo.
Pero otros encontraron esa muerte de la que Fichtel escapó. En vano se
predicó el Evangelio en secreto; 8 los duques lo rastrearon en su
oscuridad y misterio, bajo el techo doméstico y en los campos
solitarios.
“La cruz y la persecución reinan en Baviera”, dijo Lutero; "Estas bestias
salvajes se están lanzando a la locura". 9
Incluso el norte de Alemania no estuvo libre de estas crueldades.
Bogislao, duque de Pomerania, muerto, su hijo, que había sido criado
en la corte del duque Jorge, persiguió el Evangelio; Suaven y Knipstrow
se vieron obligados a huir.
Pero fue en Ho lstein donde ocurrió uno de los casos más
extraordinarios de fanatismo.
Henry von Zuphten, que había escapado, como hemos visto, del
convento de Amberes, predicaba el Evangelio en Bremen; Nicholas
Boye, pastor de Mehldorf en Dittmarsh, y varios hombres piadosos de
ese distrito, lo invitaron a venir y proclamar a Jesucristo entre ellos.
Cumplió con sus deseos. Inmediatamente el prior de los dominicos y el
vicario del funcionario de Hamburgo consultaron juntos. "Si predica y
la gente lo escucha ", decían, "¡todo está perdido!" El prior, después de
pasar una noche agitada, se levantó temprano y se dirigió al yermo y
baldío páramo donde solían celebrar sus reuniones los cuarenta y ocho
regentes del país. “El monje de Bremen ha venido a arruinar a todos los
Dittmarshers”, les dijo. Estos cuarenta y ocho hombres ingenuos e
ignorantes, persuadidos de que adquirirían gran renombre librando al
mundo del monje hereje, resolvieron darle muerte sin haberlo visto ni
oído.
Era el sábado y el prior deseaba evitar que Enrique predicara al día
siguiente. Llegó a la morada del párroco de Boye en mitad de la noche
con la carta de los cuarenta y ocho regentes. “Si es la voluntad de Dios
que yo muera entre los Dittmarshers”, dijo Henry von Zuphten, “el
cielo está tan cerca de mí allí como en cualquier otro lugar; 10 Yo
predicaré ”.
Subió al púlpito y predicó con gran energía. Sus oyentes, conmovidos y
emocionados por su eloqu uencia cristiana , apenas habían salido de la
iglesia cuando el prior les entregó la carta de los cuarenta y ocho
regentes, prohibiendo al monje predicar. Inmediatamente enviaron a
sus representantes al páramo; y, después de una larga discusión, los
Dittmarshers acordaron que, considerando su gran ignorancia,
esperarían hasta la Pascua. Pero el prior indignado se acercó a algunos
de los regentes y avivó su celo de nuevo. “Le escribiremos”, dijeron. -
“Cuidado con lo que estás haciendo”, respondió el prior; “Si comienza a
hablar, no podremos hacer nada con él. Debemos agarrarlo durante la
noche y quemarlo antes de que pueda abrir la boca ".
Decidieron adoptar este curso. Al caer la noche del día siguiente a la
Fiesta de la Concepción, sonó la campana del Ave María. En este
momento, todos los aldeanos vecinos se reunieron, en número de
quinientos, y sus líderes, habiendo abordado tres botellas de cerveza
de Hamburgo, por este medio los inspiró con gran valor. Era
medianoche cuando llegaron a Mehldorf; - los campesinos estaban
armados; - los monjes llevaban antorchas; - todos marcharon en
desorden, intercambiando gritos de furia. Al entrar en la aldea,
guardaron un profundo silencio por temor a que Henry escapara.
De repente, las puertas de la casa parroquial se abrieron de golpe; los
campesinos borrachos entraron corriendo, golpeando todo lo que
veían; platos, teteras, jarras, ropa, se revolvían desordenadamente; se
apoderaron de todo el oro y la plata que pudieron encontrar, y cayendo
sobre el pobre pastor, lo golpearon con fuertes gritos de “¡Mátenlo!
¡Mátalo!" y luego lo arrojó al barro. Pero era Henry a quien buscaban; lo
sacaron de la cama, le ataron las manos a la espalda y lo arrastraron
tras ellos, sin ropa, y en una noche fría y penetrante. “¿Por qué viniste
aquí?”, Dijeron. Cuando Henry respondió con dulzura, gritaron:
“¡Abajo! ¡Abajo con él! si le escuchamos, ¡también nos convertiremos
en herejes! Lo habían arrastrado desnudo por el hielo y la nieve; sus
pies estaban sangrando; suplicó que lo montaran a caballo. "Sí, claro",
respondieron burlándose de él , "¡encontraremos caballos para los
herejes! ... ¡Marcha!" - Y siguieron apresurándolo hacia el páramo. Una
mujer, parada a la puerta de su cabaña cuando pasaba el siervo de
Dios, comenzó a llorar. "Mi buena mujer", dijo Henry, "no llores por
mí". El alguacil pronunció su condena. A éste, uno de los locos que lo
habían arrastrado hasta aquí, hirió al predicador de Jesucristo en la
cabeza con una espada; otro le dio un golpe con un garrote; después de
lo cual le llevaron a un monje pobre para recibir su confesión .
"Hermano", dijo Henry, "¿alguna vez te he hecho algo malo?" -
“Ninguno”, respondió el monje. - “En ese caso no tengo nada que
confesarle”, prosiguió Henry, “y usted no tiene nada que perdonarme”.
El monje se retiró confundido. Se hicieron varios intentos infructuosos
de encender la pila; los troncos no se incendiarían. Durante dos horas,
el mártir permaneció así ante el campesinado furioso, tranquilo y
alzando los ojos al cielo. Mientras lo ataban para arrojarlo a las llamas,
comenzó la confesión de su fe . "Quema primero", dijo un campesino,
dándole un puñetazo en la boca, "¡y luego podrás hablar!" Intentaron
tirarlo al montón, pero cayó de un lado. John Holme, agarrando un
garrote, lo golpeó en el pecho y fue puesto muerto en el montón en
llamas . "Esa es la verdadera historia de los sufrimientos del santo
mártir, Henry von Zuphten". 11

Notas finales:
1. Atque etiam proprios ipse tractatus perscripserim.
Cochloeus, pág. 92. Verso.

2. Véase Cochl., Ibid .; Cum igitur ego Casparus Taube r, etc.


3. Credo te vidisse Casparis Tauber historiam martyris novi
Viennae, quem caesum capite scribunt et igne exustum
pro verbo Dei. Lutero a Hausmann, 12 de noviembre de
1524, 2: 563.
4. Idem accidit Budae en Ungaria bibliopolae cuidam
Johannt, simul cum libris circa eum positis exusto,
fortissimeque passo pro Domino. Lutero a Hausmann, 2:
563.
5. Sanguis sanguinem tangit, qui suffocabit papam cum
regibus et regnis suis. Ibídem.
6. Ranke, Deutsche Gesch. 2: 174.

7. Zauner, Salzburger Chronik. 4: 381.


8. Verbi non palam s eminati. L. Epp. 2: 559.
9. En Baviera multum regnat crux et persecutio. Ibídem.
10. Der Himmel ware da so nahe als anderswo. L. Opp. 19:
330.
11. Das ist die wahre Historie, etc. L. Opp. L.19: 333.
LIBRO 10
CAPÍTULO 7

Si bien el partido romano estaba en todas partes dibujando la palabra


contra la Reforma, esta obra experimentó nuevos desarrollos. No es en
Zurich ni en Ginebra, sino en Wittenberg, el foco del avivamiento
luterano, donde debemos buscar el comienzo de esa Iglesia reformada,
de la cual Calvino se convirtió en el doctor principal. Estas dos grandes
familias habían dormido en la misma cuna. La unión debería haber
coronado igualmente su edad madura. Pero cuando se inició una vez la
cuestión de la Cena del Señor, Lutero rechazó violentamente el
elemento reformado y se unió a sí mismo ya su Iglesia en un
luteranismo exclusivo. La irritación que sentía por esta doctrina rival le
hizo perder gran parte de su bondad natural de disposición, y despertó
en él una desconfianza, un descontento y una irritación habituales,
que hasta entonces había sido un extraño .
La polémica estalló entre los dos viejos amigos, los dos campeones que
habían luchado codo con codo en Leipzig contra Roma, entre Carlstadt
y Lutero. En cada uno de ellos, su apego a doctrinas contrarias se
originó en un giro mental que merece nuestra estima. De hecho, hay
dos extremos en cuestiones de religión; el uno materializa, el otro
espiritualiza todo. El primero de estos dos extremos es el de Roma; el
último, de los Místicos. La religión, como el hombre mismo, está
compuesta de cuerpo y alma; tanto los idealistas puros como los
materialistas, tanto en los puntos de vista religiosos como en los
sistemas filosóficos, están igualmente equivocados.
Ésa es la gran pregunta que se esconde bajo la discusión sobre la Cena
del Señor. Mientras que en la mirada superficial no vemos más que una
disputa trivial sobre palabras, una observación más profunda nos
revela una de las controversias más importantes que puede ocupar la
mente humana.
Aquí los reformadores se dividen en dos partidos; pero cada uno se
lleva consigo una parte de la verdad. Lutero y sus seguidores pretenden
oponerse a un espiritualismo exagerado; Carlstadt y los reformados
atacan un materialismo odioso. Cada uno de ellos denuncia el error
que, en su opinión, parece el más fatal y, al atacarlo, posiblemente va
más allá de la verdad. Pero esto no tiene importancia; cada uno de ellos
es verdadero en su tendencia general, y aunque pertenecen a dos
huestes diferentes, estos dos ilustres maestros ambos se colocan bajo
un estandarte común, el de Jesucristo, que es el único Verdad en su
extensión infinita .
Carlstadt pensó que nada podía ser más perjudicial para la piedad real
que la confianza en las ceremonias externas y en una cierta influencia
mágica de los sacramentos. La participación externa en la Cena del
Señor, según Roma, fue suficiente para la salvación, y este principio
había materializado la religión. Carlstadt no vio mejor manera de
restaurar su espiritualidad que negando toda presencia del cuerpo de
Cristo: y enseñó que esta santa fiesta era para los creyentes
simplemente una garantía de su redención.
¿ Llegó Carlstadt a estas opiniones sin ayuda? No: todas las cosas están
ligadas en la Iglesia; y la filiación histórica de la doctrina reformada,
durante tanto tiempo pasada por alto, aparece ahora claramente
establecida. Indudablemente no podemos dejar de ver en esta doctrina
los sentimientos de varios de los Padres; pero si buscamos en la larga
cadena de edades el eslabón que conecta más inmediatamente el de
Carlstadt y los reformadores suizos, lo encontraremos en John Wessel,
el médico más ilustre del siglo XV . 1

Un abogado cristiano de Holanda, Cornelius Hoen (Honius), amigo de


Erasmo, y que había sido encarcelado en 1523 por su apego al
Evangelio, se encontró entre los papeles de James Hoek, decano de
Naeldwik, un gran amigo de Wessel, varios tratados de este ilustre
médico sobre la Cena del Señor. 2 Hoen, convencido de la verdad del
sentido espiritual atribuido por Wessel a este sacramento, pensó que
era su deber comunicar a los reformadores estos documentos escritos
por su compatriota. Por lo tanto, los transmitió a dos de sus amigos,
John Rhodius, presidente de los hermanos de la vida común en
Utrecht, y George Sagarus o Saganus, junto con una carta sobre el
mismo tema, y deseaba que los presentaran a todos. Lutero.
Hacia fines del año 1520, los dos holandeses llegaron a Wittenberg,
donde parece que Carlstadt los recibió favorablemente desde el primer
momento; mientras que Lutero, como era su costumbre, invitó a estos
amigos extranjeros a reunirse con algunos de sus colegas en la cena. La
conversación, naturalmente, se centró en los tesoros que estos
holandeses habían traído consigo, y particularmente en los escritos de
Wessel sobre la Cena del Señor.
Rhodius invitó a Lutero a recibir la doctrina que el gran doctor del
siglo XV había expuesto tan claramente, y Carlstadt suplicó a su amigo
que reconociera el significado espiritual de la Eucaristía, e incluso que
escribiera contra la alimentación carnal del cuerpo de Cristo. Lutero
sacudió la cabeza y se negó, ante lo cual Carlstadt exclamó
calurosamente: "Bueno, entonces, si usted no lo hace, yo lo haré,
aunque mucho menos preparado que usted". Tal fue el comienzo de la
división que luego se produjo entre estos dos compañeros. 3 Los dos
holandeses, rechazados en Sajonia, resolvieron volver sus pasos hacia
Suiza, donde volveremos a encontrarnos con ellos.
Lutero de ahora en adelante tomó una dirección diametralmente
opuesta. Al parecer, en un primer momento se había manifestado a
favor de la opinión que acabamos de señalar. En su tratado sobre la
misa, que apareció en 1520, dijo: "Puedo participar de los sacramentos
todos los días, si solo recuerdo las palabras y promesas de Cristo, y si
alimento y fortalezco mi fe con ellas". Ne ither Carlstadt, Zuinglio, ni
Calvino, han usado alguna vez un lenguaje más fuerte que esto. Incluso
parecería que se le ocurrió con frecuencia en este período, que una
explicación simbólica de la Cena del Señor sería el arma más poderosa
para derrocar el sistema papal de arriba a abajo; porque dijo en 1525,
que cinco años antes había sufrido muchas tentaciones severas por
esta doctrina, 4 y que el hombre que pudiera haberle probado que sólo
hay pan y vino en la eucaristía, le habría prestado el mayor servicio.
Pero las nuevas circunstancias lo arrojaron a una oposición, a veces no
exenta de violencia, contra esas mismas opiniones a las que se había
acercado tan cerca. El fanatismo de los entusiastas del día explica la
dirección que tomó ahora Lutero. No se contentaron con menospreciar
lo que llamaron la Palabra externa, es decir, la Biblia, y pretender
recibir revelaciones especiales del Espíritu Santo; llegaron a despreciar
el sacramento de la Cena del Señor, como algo externo, y hablar de
una comunión interna como la única comunión verdadera. A partir de
ese momento, en todo intento de explicar la doctrina de la Cena del
Señor de manera simbólica, Lutero sólo vio el peligro de debilitar la
autoridad de las Sagradas Escrituras; de sustituir alegorías arbitrarias
por su significado real; de espiritualizar todo en religión; de hacer que
consista, no en los dones de Dios, sino en las impresiones de los
hombres; y de sustituir por este medio al verdadero cristianismo por
un misticismo, una teosofía, un fanatismo, que se convertiría
infaliblemente en su tumba. Debemos reconocer que, si no hubiera
sido por la violenta oposición de Lutero, la tendencia mística,
entusiasta y subjetiva tal vez habría hecho un rápido progreso y habría
hecho retroceder la marea de bendiciones que la Reforma iba a
esparcir por todo el mundo.
Carlstadt, impaciente por que se le impidiera explicar libremente su
doctrina en Wittenberg, incitado por su conciencia a combatir un
sistema que en su opinión "rebajaba la muerte de Cristo y destruía su
justicia", resolvió "dar un testimonio público por el amor de los pobres
y cruelmente engañó a la cristiandad ". Dejó Wittenberg a principios de
1524, sin informar ni a la universidad ni al capítulo de sus intenciones,
y se trasladó a la pequeña ciudad de Orlamund, cuya iglesia quedó
bajo su supervisión. Hizo destituir al titular, se nombró pastor en su
lugar y, a pesar del capítulo, la universidad y el elector, se estableció en
este nuevo cargo.

Pronto comenzó a propagar su doctrina. “Es imposible”, dijo,


“encontrar en la presencia real alguna ventaja que no proceda de la fe;
por tanto, es inútil ". Al explicar las palabras de Cristo en la institución
de la Cena del Señor, recurrió a una interpretación que no es admitida
por las Iglesias reformadas. Lutero, en la disputa de Leipsic, había
explicado estas palabras: Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
Iglesia, separando las dos proposiciones y aplicando la última a la
persona de nuestro Salvador. “Del mismo modo”, dijo Carlstadt, “las
palabras tomar, comer, se refieren al pan; pero este es mi cuerpo se
relaciona con Jesucristo, quien luego se señaló a sí mismo, e insinuó
mediante el símbolo de partir el pan, que su cuerpo pronto sería
quebrantado ".
Carlstadt no se detuvo aquí. Apenas se emancipaba de la tutela de
Lutero, cuando sintió revivir su celo contra las imágenes. Fue fácil para
sus discursos imprudentes y su lenguaje entusiasta inflamar las
mentes de los hombres en estos tiempos agitados. La gente,
imaginando haber escuchado a un segundo Elías, rompió los ídolos de
Baal. La emoción pronto se extendió a los pueblos de los alrededores. El
elector habría interferido; pero los campesinos dijeron que debían
obedecer a Dios antes que al hombre. Ante esto, el príncipe decidió
enviar a Lutero a Orlamund para restaurar la paz. Lutero consideraba a
Carlstadt como un hombre devorado por el amor a la notoriedad, 5 un
fanático que podía dejarse llevar hasta el punto de hacerle la guerra al
propio Cristo. Frederick quizás hubiera tomado una decisión más
inteligente. Lutero partió, y Carlstadt estaba predestinado a ver venir
una vez más a este problemático rival, perturbar sus planes de reforma
y detener su vuelo vertiginoso.

Jena estaba de camino a Orlamund. Lutero llegó a esta ciudad el 23 de


agosto y el 24 subió al púlpito a las siete de la mañana; habló durante
una hora y media en presencia de un numeroso auditorio contra el
fanatismo, la rebelión, la ruptura de imágenes y el desprecio de la
presencia real, arremetiendo de la manera más enérgica contra las
innovaciones de Orlamund. No mencionó a Carlstadt por su nombre,
pero todos pudieron ver a quién tenía a la vista.

Carlstadt, ya sea por accidente o intencionalmente, estaba en Jena y se


encontraba entre los oyentes de Lutero. No dudó en buscar una
explicación de este sermón. Lutero estaba cenando con el prior de
Wittenberg, el burgomaestre, el secretario de la ciudad, el pastor de
Jena y varios oficiales del emperador y del margrave, cuando recibió
una carta de Carlstadt solicitando una entrevista; se lo entregó a sus
vecinos y respondió al portador: “Si el doctor Carlstadt quiere venir a
mí, que venga; si no, puedo prescindir de él ". Llegó Carlstadt. Su visita
produjo una gran sensación en todo el grupo. La mayoría, ansiosa por
ver luchar a los dos leones, suspendió su comida y miró, mientras que
los más tímidos palidecían de alarma.
Carlstadt, por invitación de Lutero, se sentó frente a él y dijo: “Doctor,
en su sermón de esta mañana me clasificó con los que inculcan la
rebelión y el asesinato. Declaro falsa tal acusación ".
Lutero. - "No te nombré, pero como la gorra te queda, puedes usarla".
Después de una breve pausa, Carlstadt reanudó:
"Me comprometeré a demostrar que en la doctrina de la Santa Cena te
has contradicho, y que nadie, desde los días de los apóstoles, la ha
enseñado tan puramente como yo".
Lutero. - "¡Escribir! ¡combate mis opiniones! "
Carlstadt. - "Te ofrezco una disputa pública en Wittenber go en
Erfurth, si me consigues un salvoconducto".
Lutero. - "No temas a nada, doctor".

Carlstadt. - “Me atas de pies y manos, y cuando me has dejado incapaz


de defenderme, me golpeas”. 6
Hubo otro breve silencio, cuando Luther reanudó:
"Escribe en mi contra, pero abiertamente y no en secreto".
Carlstadt. - "Lo haría, si supiera que estás hablando con sinceridad".

Lutero. - "Hazlo y te daré un florín".


Carlstadt. - “Dámelo; Acepto el desafío."
Al oír estas palabras, Lutero sacó un florín de oro de su bolsillo y,
dándose a Carlstadt, dijo: "Ahí está el dinero: ahora golpea con
valentía".
Carlstadt, con el florín en la mano, se volvió hacia la asamblea y dijo:
“Queridos hermanos, este es mi anticipo y garantizo que tengo
autoridad para escribir contra el doctor Lutero; sed todos testigos de
esto ".
Luego, doblando el florín para que se lo supiera de nuevo, lo guardó en
su bolso y estrechó la mano de Lutero, quien bebió su salud, a lo que
Carlstadt respondió. “Cuanto más vigoroso sea tu ataque, más me
gustará”, prosiguió Lutero.
"Si te extraño", respondió Carlstadt, "no será por culpa mía".
Una vez más se dieron la mano y Carlstadt regresó a su morada.
Así, dice un historiador, como de una sola chispa a menudo procede la
conflagración de todo un bosque, así de este pequeño comienzo surgió
una gran división en la Iglesia. 7
Lutero partió hacia Orlamund y llegó allí muy mal preparado por la
escena de Jena. Él culo embled el ayuntamiento y la iglesia, y dijo: “Ni
el elector ni la universidad reconocerán Carlstadt como su pastor.” - “Si
Carlstadt no es nuestro pastor”, respondió el tesorero del
ayuntamiento, “St. Pablo es un falso maestro, y tus libros están llenos
de falsedades, porque lo hemos elegido ".
Mientras decía esto, Carlstadt entró en la habitación. Algunos de los
que estaban cerca de Luther le hicieron señas para que se sentara, pero
Carlstadt, acercándose directamente a Luther, dijo: "Estimado doctor,
si me lo permite, lo entretendré ".

Lutero. - “Eres mi oponente. Te di un florín de oro para ese propósito ".


Carlstadt. - "Seré tu oponente mientras sigas siendo enemigo de Dios y
su verdad".
Lutero. - "Sal de la habitación: no puedo permitir que estés aquí".
Carlstadt. - “Esta es una reunión pública. Si tu causa es buena, ¿por qué
deberías temerme? "
Lutero a su sirviente. - “Ve y pon los caballos a; No tengo nada que ver
con Carlstadt y, como no se irá, debo hacerlo. 8
Al mismo tiempo, Lutero se levantó de su asiento y Carlstadt
abandonó la habitación.

Después de una breve pausa, Luther continuó:


"Demuestra por las Escrituras que debemos destruir las imágenes".
Un Consejero, abriendo una Biblia. - “Doctor, ¿me concederá, sin
embargo, que Moisés conocía los mandamientos de Dios? Bien,
entonces, estas son sus palabras: No te harás imagen tallada ni
semejanza alguna ”.
Lutero. - Este pasaje se refiere únicamente a las imágenes idólatras . Si
tengo un crucifijo colgado en mi habitación y no lo adoro, ¿qué daño
me puede hacer?
Zapatero. - “Con frecuencia me he quitado el sombrero ante una
imagen que he visto en una habitación o en la calle. Es un acto idólatra
que priva a Dios de la gloria que le corresponde solo a él ”.

Lutero. - "¿Debemos entonces, a causa de su abuso, dar muerte a


nuestras mujeres y arrojar nuestro vino a las calles?" 9
Otro miembro de la Iglesia. - "¡No! estas son criaturas de Dios, que no
se nos ha ordenado destruir ".
Después de que la conferencia se prolongó un poco más, Lutero y sus
amigos regresaron a su carruaje, asombrados por lo que habían visto y
sin haber logrado convencer a los habitantes, quienes reclamaban para
sí mismos el derecho de interpretar y explicar libremente las
Escrituras. La emoción fue muy grande en Orlamund; la gente insultó a
Lutero y algunos gritaron: “¡Vete, en nombre de todos los demonios!
¡Que te rompas el cuello antes de salir de nuestra ciudad! " 10 Nunca
el reformador había sufrido tal humillación.
De allí procedió a Kale, donde el pastor también había abrazado las
doctrinas de Carlstadt, y resolvió predicar allí. Pero cuando entró al
púlpito, encontró los fragmentos de un crucifijo. Al principio su
emoción fue muy grande; pero recuperándose, recogió los pedazos en
un rincón y pronunció un sermón sin una sola alusión a esta
circunstancia. En un período posterior dijo: "Decidí vengarme del
demonio con desprecio".
Cuanto más se acercaba el elector al final de sus días, más temía que
los hombres fueran demasiado lejos en la Reforma. Dio órdenes de que
Carlstadt fuera privado de sus cargos y que no sólo abandonara
Orlamund, sino también los estados electorales. En vano la iglesia de
este lugar intercedió a su favor; en vano pidieron que se le permitiera
permanecer entre ellos como ciudadano particular, con permiso para
predicar ocasionalmente; En vano representaron que valoraban la
verdad de Dios más que el mundo entero, o incluso mil mundos, 11 si
Dios hubiera creado tantos: Federico fue inflexible, e incluso llegó a
rechazar a Carlstadt los fondos necesarios para su viaje. Lutero no tuvo
nada que ver con estas severas medidas del príncipe; estaban lejos de
su disposición, como demostró en un período posterior. Pero Carlstadt
lo consideraba el autor de todas sus desgracias y llenaba Alemania de
sus quejas y lamentaciones. Escribió un discurso de despedida a sus
amigos de Orlamund. La gente fue convocada por el repique de
campanas; y la carta, que fue leída a la iglesia reunida, hizo llorar a
todos los ojos. 12 Estaba firmado, "Andrew Bodenstein, expulsado por
Lutero, sin ser escuchado ni condenado".
No podemos dejar de sentir dolor al ver la contienda entre estos dos
hombres, que una vez fueron amigos y que fueron tan excelentes. Un
sentimiento de tristeza se apoderó de todos los discípulos de la
Reforma. ¿Qué sería de él ahora que sus más ilustres defensores se
oponían entre sí? Lutero notó estos temores y se esforzó por disiparlos.
“Luchemos”, dijo, “como si luchamos por otro. ¡La causa es de Dios y
de Dios pertenece la gloria! 13 Él peleará y vencerá sin nosotros. Deja
caer lo que debe caer; Dejad lo que debiera estar en pie. No es nuestra
propia causa lo que está en juego, ni nuestra propia gloria lo que
buscamos ".
Carlstadt se refugió en Estrasburgo, donde publicó varias obras. Era un
buen erudito en latín, griego y hebreo, dice el Dr. Scheur; y Lutero
reconoció su superior erudición. Dotado de una mente elevada,
sacrificó su reputación, su rango, su hogar, su propio pan, por sus
convicciones. Posteriormente procedió a Suiza; es allí donde debería
haber comenzado su enseñanza: su independencia necesitaba el aire
libre en el que Zwingle y Oecolampadius respiraban. Su doctrina
pronto despertó casi tanta atención como la obtenida por las primeras
tesis de Lutero. Switze rland parecía ser ganada; Bucer y Capito
parecían dejarse llevar por ello.
La indignación de Lutero estaba en su apogeo, y publicó una de las
más poderosas, pero al mismo tiempo una de sus obras controvertidas
más violentas: su libro "Against the Cel estial Prophets".
Así, la Reforma, atacada por el Papa, atacada por el emperador,
atacada por los príncipes, comenzaba también a desgarrar sus propios
órganos vitales. Parecía que debía caer bajo el peso de tantos males; y
seguramente habría caído si hubiera sido obra del hombre. Pero
pronto, desde el mismo borde de la destrucción, se levantó con
renovada energía.

Notas finales:
1. Ver vol. 1. Pág. 33.
2. Véase Hardenberg Vita Wesseli; Gerdes. Hist. Evang.
Remov. 1: 228230; Gieseler, Kirchen G. 3: 190; Ulman
Joh. Wessel (2ª edición), pág . 564.
3. Hardenberg, Vita Wesseli; W. Opp. Amsterdam, pág. 13.
Hardenberg se refiere a Rhodius, Goswin, Melancthon y
Th. Blaurer, de quien dice que recibió su cuenta, y agrega;
Provisional velim illis credi, ut viris bonis; mihi saltem, ut
fideli relato ri.
4. Ich habe wohl so harte Anfechtungen da erlitten. L. Epp.
2: 577.
5. Huc perpulit eum insana gloriae et laudis libido. L. Epp. 2:
551.
6. Ihr bandet mir Hande und Fusse, darnach schlugt Ihr
mich. L. Opp. 19: 150.
7. Sicut una scintilla saepe totam sylvam comburit. M.
Adami Vita Carlst. P. 83. Nuestra narrativa está tomada
principalmente de los Hechos de Reinhardt, pastor de
Jena, un testigo ocular, pero amigo de Carlstadt, ya quien
Lutero acusó de inexactitud.
8. Spann an, spann an. L. Opp. 19: 154.
9. Así que muss du dess Missbrauchs halb er auch. Ibídem.
155.
10. Dos de los historiadores contemporáneos más
distinguidos de Alemania (Dr. Markeineke, Ref. Gesch. 2:
139, y Fred. Von Raumer, Gesch. Europ. 1: 371), añaden,
que la gente de Orlamund arrojó barro y piedras a Lutero
; pero afirma lo contrario: "Dass ich froh ward, dass ich
nit mit Steinen und Dreck ausgeworffen ward". Me alegré
de poder escapar sin que me arrojaran piedras y barro. L.
Epp. 2: 579.
11. Hoher als tausend Welten. Seck. P. 628.

12. Quae publice vocatis per campanas lectae sunt omnibus


simul flentibus. L. Epp. 2: 558.
13. Causa Dei est, cura Dei est, opus Dei est, victoria Dei est,
gloria Dei est! Ibídem. 556.
LIBRO 10
CAPÍTULO 8

La Liga Católica de Ratisbona y las persecuciones que la siguieron


crearon una poderosa reacción entre el pueblo alemán. No se sintieron
dispuestos a dejarse privar de la Palabra de Dios que finalmente les
había sido restituida; ya las órdenes de Carlos V, a las bulas del papa, a
las amenazas y a las pilas ardientes de Fernando y los demás príncipes
católicos romanos, respondieron: "¡Lo guardaremos!"
Tan pronto como los miembros de la liga dejaron Ratisbona, los
diputados de las ciudades, cuyos obispos habían participado en esta
alianza, sorprendidos e indignados se reunieron en Spires y declararon
que los ministros, a pesar de la prohibición de los obispos, debían
predicar el Evangelio, y nada más que el Evangelio, conforme a la
doctrina de los profetas y apóstoles. Luego procedieron a redactar un
memorial en un lenguaje firme y coherente, para ser presentado ante
la asamblea nacional.
La carta imperial de Burgos, es cierto, llegó a perturbar sus mentes. Sin
embargo, hacia el final del año, los diputados de estas ciudades con
muchos nobles se reunieron en Ulm y juraron ayudarse unos a otros
en caso de ataque.

Así, al campo formado por Austria, Baviera y los obispos, las ciudades
libres se opusieron inmediatamente a otro en el que plantaron el
estandarte del Evangelio y de las libertades nacionales.
Mientras las ciudades se colocaban así en la vanguardia de la Reforma
, se ganaron muchos príncipes para su causa. A principios del mes de
junio de 1524, cuando Melancthon regresaba a caballo de una visita a
su madre, acompañado por Camerarius y algunos otros amigos, se
encontró con un tren brillante cerca de Francfort. Me t estaba Felipe,
landgrave de Hesse, que tres años antes de que pidió a Lutero en
Worms, y que era entonces en su camino hacia el torneo en
Heidelberg, donde todos los principales de Alemania estarían
presentes.
Así la Providencia puso sucesivamente a Felipe en contacto con los dos
reformadores. Como se supo que el célebre médico había ido a su lugar
natal, uno de los asistentes del landgrave dijo: "Creo que es Philip
Melancthon". El joven príncipe inmediatamente clavó las espuelas en
su caballo y, acercándose al médico, dijo: "¿Te llamas Felipe?" - “Lo
es”, respondió el erudito un poco intimidado, y respetuosamente
preparándose para apearse. 1 “Mantén tu asiento”, dijo el príncipe; “Da
la vuelta, y ven y pasa la noche conmigo; hay algunos asuntos sobre los
que deseo tener una pequeña charla contigo; miedo a nada." - "¿Qué
puedo temer de un príncipe como tú?" respondió el doctor. - “¡Ah! ¡ah! "
dijo el landgrave con una sonrisa, "si te llevara y te entregara a
Campeggio, creo que él no estaría protegido". Los dos Philips
cabalgaron juntos, uno al lado del otro, el príncipe haciendo preguntas
y el médico respondiendo. El landgrave quedó encantado con las vistas
claras e impresionantes que Melancthon le ofreció. Este último
finalmente pidió permiso para continuar su viaje, y Felipe de Hesse se
separó de él con desgana. "Con una condición", dijo, "que a su regreso
a casa examinará cuidadosamente las cuestiones que hemos estado
discutiendo y me envíe el resultado por escrito". 2 Melancthon hizo su
promesa. "Ve entonces", dijo Philip, "y pasa por mis estados".
Melancthon redactó con su talento habitual un Resumen de la
doctrina revivida del cristianismo; 3 un tratado contundente y conciso,
que causó una impresión decidida en la mente del landgrave. Poco
después de su regreso del torneo de Heidelberg, este príncipe, sin
unirse a las ciudades libres, publicó un edicto por el cual, en oposición
a la liga de Ratisbona, ordenó que se predicara el Evangelio en toda su
pureza. Él mismo lo abrazó con la energía peculiar de su carácter. "Más
bien entregaría mi cuerpo y mi vida, mis súbditos y mis estados", dijo,
"que la Palabra de Dios". Un fraile menor, llamado Ferber, al percibir
la inclinación de este príncipe hacia la Reforma, le escribió una carta
llena de reproches, en la que lo conjuraba a permanecer fiel a Roma.
"Seguiré fiel a la antigua doctrina", respondió Felipe, "pero tal como
está contenida en las Escrituras". Luego demostró con mucha fuerza
que el hombre es justificado únicamente por la fe. El asombro mantuvo
al monje en silencio. 4 El landgrave fue comúnmente llamado
"discípulo de Melancthon". 5
Otros príncipes siguieron en la misma dirección. El elector-palatino se
rehusó a prestarse a cualquier persecución; el duque de Luneburg,
sobrino del elector de Sajonia, comenzó a reformar sus propios
estados; y el rey de Dinamarca dio órdenes de que en Sleswick y
Holstein todos fueran libres para servir a Dios como lo sugería su
conciencia .

La Reforma obtuvo una victoria aún más importante. Un príncipe, cuya


conversión al Evangelio estaba destinada a ejercer la mayor influencia,
incluso en nuestros días, comenzó por esta época a apartarse de Roma.
Un día, a finales de junio, poco después del regreso de Melancthon a
Wittenberg, Alberto, margrave de Brandeburgo y gran maestro de la
orden teutónica, entró en la cámara de Lutero. Este jefe de los monjes
militares de Alemania, que entonces poseía Prusia, había acudido a la
Dieta de Nuremberg para invocar la ayuda del imperio contra Polonia.
Regresó en la más profunda angustia. Por un lado, la predicación de
Osiander y la lectura de la Biblia lo habían convencido de que su
profesión monástica era contraria a la Palabra de Dios; y por el otro, la
caída del gobierno nacional en Alemania lo había privado de toda
esperanza de obtener el socorro que había ido a solicitar. ¿Qué puede
hacer entonces? ... El consejero sajón Von Planitz, con quien había
abandonado Nuremberg, le aconsejó que viera al reformador. "¿Qué
opinas de las regulaciones de mi pedido?" dijo el príncipe inquieto y
agitado. Lutero no vaciló: vio que una línea de conducta conforme al
Evangelio era lo único que podía salvar a Prusia. “Invoca la ayuda de
Dios”, le dijo al gran maestro; “ Deshazte de las reglas insensatas y
confusas de tu orden; poner fin a ese principado abominable, un
verdadero hermafrodita, que no es religioso ni secular; 6 abandona esa
falsa castidad y busca la verdadera; ta ke una esposa, y en lugar de ese
monstruo sin nombre, se encontró una soberanía legítima “. 7 Estas
palabras pusieron claramente ante la mente del gran maestro un
estado de cosas que él había concebido todavía, pero vagamente. Una
sonrisa iluminó sus rasgos; pero tuvo demasiada prudencia para
declararse; permaneció en silencio. 8 Melancthon, que estaba presente,
habló en el mismo sentido que Lutero, y el príncipe regresó a sus
estados, dejando a los reformadores con la convicción de que la
semilla que habían sembrado en su corazón algún día daría fruto.
Así, Carlos V y el Papa se habían opuesto a la asamblea nacional en
Spires por temor a que la Palabra de Dios ganara sobre todos los que
pudieran estar presentes; pero la Palabra de Dios no puede ser atada; se
niegan a que se escuche en una de las salas de un pueblo del Bajo
Palatinado; se vengó extendiéndose por todas las provincias, y
manifestó en todas las partes del imperio ese poder divino que ni las
bulas ni los edictos jamás podrán quitar.

Notas finales:
1. Ho noris causa de equo descensurus. Camerarius, pág. 94.
2. Ut de quaestionibus quas audiisset moveri, aliquid
diligenter conscriptum curaret. Ibídem. pags. 94.
3. Epítome renovatae ecclesiasticae doctrinae.
4. Seckendorf, pág. 738.
5. Princeps ille discipulus Philippi fuit a qu ibusdam
appellatus. Camer. Pág. 95.
6. Ut loco illius abominabilis principatus, qui
hermaphrodita quidem. L. Epp. 2: 527.
7. Ut contempta ista stulta confussaque regula, uxorem
duceret. Ibídem.

8. Ille tum arrisit, sed nihil respondit. L. Epp. 2: 527.


LIBRO 10
CAPÍTULO 9

Mientras las naciones y sus gobernantes avanzaban apresuradamente


hacia la luz, los reformadores se esforzaban por regenerarlo todo, por
compenetrarlo todo con los principios del cristianismo. El estado del
culto público primero llamó su atención. Había llegado la hora fijada
por el reformador, a su regreso de Wartburg. “Ahora”, dijo, “que el
corazón de los hombres ha sido fortalecido por la gracia divina,
debemos poner fin a los escándalos que contaminan el reino del Señor,
y atrevernos a algo en el nombre de Jesús”. Él requirió que los hombres
se comunicaran en ambos tipos (el pan y el vino); que de la ceremonia
de la eucaristía se retire todo lo que tendía a convertirla en sacrificio; 1
que los cristianos nunca deben reunirse sin que se les predique el
Evangelio; 2 que los creyentes, o al menos los sacerdotes y eruditos, se
reunieran cada mañana a las cinco o seis para leer el Antiguo
Testamento; ya la hora correspondiente de la tarde para leer el Nuevo
Testamento; que todos los domingos toda la Iglesia se reúna por la
mañana y por la tarde, y que el gran objetivo de su culto sea hacer
sonar la Palabra de Dios en todas partes. 3
La iglesia de Todos los Santos en Wittenberg excitó especialmente la
indignación de Lutero. Seckendorf nos informa que allí se celebraban
9901 m asnos al año y que se quemaban 35,570 libras de cera al año.
Lutero lo llamó "un Tofet sacrílego". "Sólo hay tres o cuatro
holgazanes", dijo, "que todavía adoran a este mamón vergonzoso, y si
no hubiera reprimido al pueblo, la casa de Todos los Santos, o más
bien de todos los demonios, habría hecho tal ruido en el mundo como
nunca antes se había escuchado ".
La lucha comenzó alrededor de esta iglesia. Se parecía a los antiguos
santuarios del paganismo en Egipto, la Galia y Alemania, que estaban
destinados a caer para que se estableciera el cristianismo.
Lutero, deseando que se aboliera la misa en esta catedral, dirigió una
petición al capítulo a este efecto el 1 de marzo de 1523 y una segunda el
11 de julio. 4 Habiendo invocado los canónigos las órdenes del elector,
Lutero respondió: “¿Cuál es la orden del príncipe para nosotros en este
caso? Es un príncipe secular; la espada, y no la predicación del
Evangelio, le pertenece ”. 5 Aquí Lutero marca claramente la
distinción entre el Estado y la Iglesia. “Sólo hay un sacrificio que quita
los pecados”, dijo de nuevo, “Cristo, que se ofreció a sí mismo una vez
por todas; y en esto somos partícipes, no por obras ni por sacrificios,
sino únicamente por la fe en la Palabra de Dios ”.
El elector, que sintió que se acercaba su fin, se opuso a las nuevas
reformas.
Pero se agregaron nuevos ruegos a los de Lutero.

“Es hora de actuar”, dijo Jonas, rector de la catedral, al elector. “Una


manifestación del Evangelio, tan sorprendente como la que tenemos
ahora, normalmente no dura más que un rayo de sol. Entonces,
apresurémonos ". 6
Como la carta de Jonás no cambió la opinión del elector, Lutero perdió
toda la paciencia; pensó que había llegado el momento de dar un golpe
decisivo, y dirigió una carta amenazadora al capítulo: “Te ruego
amigablemente, y te insto seriamente, que pongas fin a todo este culto
sectario. Si se niega, recibirá (con la ayuda de Dios) la recompensa que
se ha merecido. Menciono esto para su orientación y requiero una
respuesta positiva e inmediata, sí o no, antes del próximo domingo,
para saber lo que tengo que hacer. Que Dios te dé la gracia de seguir su
luz.

"Jueves 8 de diciembre de 1524.


" Martin Lu ther,
"Predicador en Wittenberg". 7
Al mismo tiempo, el rector, dos burgomaestres y diez concejales
atendieron al decano y le suplicaron en nombre de la universidad, el
concejo y el municipio de Wittenberg, “abolir la gran y horrible
impiedad cometida en la misa contra la majestad de Dios ".

El capítulo se vio obligado a ceder; declararon que, iluminados por la


santa Palabra de Dios, 8 reconocieron los abusos que se habían
señalado, y publicaron un nuevo orden de servicio de la iglesia, que
comenzó a observarse el día de Navidad de 1524.
Así cayó la misa en este renombrado santuario, donde durante tanto
tiempo había resistido los reiterados ataques de los reformadores. El
elector Federico, que sufría de gota y se acercaba rápidamente a su fin,
no pudo, a pesar de todos sus esfuerzos, evitar esta gran victoria de la
Reforma. Vio en él una manifestación de la voluntad divina y cedió. La
caída de las observancias romanas en la iglesia de Todos los Santos
aceleró su abolición en un gran número de iglesias en toda la
cristiandad; en todas partes se ofreció la misma resistencia, en todas
partes hubo el mismo triunfo. En vano los sacerdotes, e incluso los
príncipes en muchos lugares, intentaron interponer obstáculos; no
pudieron tener éxito.
No fue solo el culto público lo que se ordenó cambiar a la Reforma. La
escuela se colocó temprano al lado de la Iglesia; y estas dos grandes
instituciones, tan poderosas para regenerar las naciones, fueron
igualmente reanimadas por ella. Fue por una estrecha alianza con el
saber que la Reforma entró en el mundo; en la hora de su triunfo, no
olvidó a su aliado.
El cristianismo no es un simple desarrollo del judaísmo. A diferencia
del papado, no apunta a confinar al hombre una ganancia en las
estrechas bandas envolventes de las ordenanzas externas y las
doctrinas humanas. El cristianismo es una nueva creación; se apodera
del hombre interior y lo transforma en los principios más íntimos de
su naturaleza humana, de modo que el hombre ya no requiere que
otros hombres le impongan reglas; pero, con la ayuda de Dios, puede
por sí mismo y por sí mismo distinguir lo que es verdadero y hacer lo
correcto. 9
Para llevar a la humanidad a esa edad madura que Cristo ha comprado
para ellos, y liberarlos de esa tutela en la que Roma los había
mantenido durante tanto tiempo, la Reforma tuvo que desarrollar al
hombre entero; y mientras regenera su corazón y su voluntad por la
Palabra de Dios, para iluminar su entendimiento mediante el estudio
de la sabiduría profana y sagrada.
Lutero vio esto; sintió que, para fortalecer la Reforma, era necesario
trabajar en los jóvenes, mejorar las escuelas y propagar por toda la
cristiandad el conocimiento necesario para un estudio profundo de las
Sagradas Escrituras. Este, en consecuencia, fue uno de los objetos de
su vida. Lo vio en particular en el período que hemos alcanzado, y
escribió a los consejeros de todas las ciudades de Alemania,
invitándoles a fundar escuelas cristianas. “Queridos señores”, dijo,
“anualmente gastamos tanto dinero en arcabuces, caminos y diques,
¿por qué no gastar un poco para dar uno o dos maestros de escuela a
nuestros pobres niños? Dios está a la puerta y llama; ¡Bienaventurados
somos si le abrimos! Ahora abunda la Palabra de Dios. Oh mis queridos
alemanes, compren, compren, mientras el mercado está abierto ante
sus casas. La Palabra de Dios y su gracia son como una lluvia que cae y
pasa. Fue entre los judíos; pero pasó, y ahora ya no lo tienen. Pablo lo
llevó a Grecia; pero en ese país también ha fallecido, y ahora reina el
turco. Llegó a Roma y al imperio latino; pero allí también ha fallecido,
y ahora Roma tiene al Papa. 10 Alemanes, no esperen tener esta
Palabra para siempre. El desprecio que se le muestra lo alejará. Por eso,
¡ que el que quiera poseerlo lo agarre y lo guarde!
“Ocúpense con los niños”, continúa Lutero, todavía dirigiéndose a los
magistrados; “Porque muchos padres son como avestruces; se
endurecen con sus pequeños y, satisfechos de haber puesto el huevo,
no les importa nada después. La prosperidad de una ciudad no consiste
simplemente en acumular grandes tesoros, en construir fuertes muros,
en erigir espléndidas mansiones, en poseer armas relucientes. Si los
locos caen sobre él, su ruina será mayor. La verdadera riqueza de una
ciudad, su seguridad y su fortaleza, es tener muchos ciudadanos
instruidos, serios, dignos y bien educados. ¿Y a quién debemos culpar,
porque hay tan pocos en la actualidad, excepto ustedes los
magistrados, que han permitido que nuestro y outh crezca como
árboles en un bosque?

Lutero insistió particularmente en la necesidad de estudiar literatura y


lenguas: “¿De qué sirve, se puede preguntar, aprender latín, griego y
hebreo? Podemos leer muy bien la Biblia en alemán. Sin las lenguas ,
responde él, no podríamos haber recibido el Evangelio ... Las lenguas
son la vaina que contiene la espada del Espíritu; 11 son el cofre que
guarda las joyas; son la vasija que contiene el vino; y, como dice el
hechizo Go , son las cestas en las que se guardan los panes y los peces
para alimentar a la multitud. Si descuidamos los idiomas, no solo
eventualmente perderemos el Evangelio, sino que no podremos hablar
o escribir en latín o en alemán. Tan pronto como los hombres dejaron
de cultivarlos, la cristiandad declinó, incluso hasta que cayó bajo el
poder del Papa. Pero ahora que las lenguas vuelven a ser honradas,
arrojan tanta luz que todo el mundo se asombra y todos se ven
obligados a reconocer que nuestro Evangelio es casi tan puro como el
de los mismos apóstoles. En tiempos pasados, los santos Padres se
equivocaban con frecuencia, porque ignoraban los idiomas; y en
nuestros días hay quienes, como los valdenses, no creen que las
lenguas sirvan de nada; pero aunque su doctrina sea buena, a menudo
se han equivocado en el significado real del texto sagrado; no tienen
armas contra el error y temo mucho que su fe no permanezca pura. 12
Si los idiomas no me hubieran hecho positivo en cuanto al significado
de la Palabra, podría haber sido un monje piadoso y predicar
tranquilamente la verdad en la oscuridad de un claustro; pero debería
haber dejado al Papa, a los sofistas y su imperio anticristiano aún
intactos ". 13
Lutero no se preocupó únicamente por la educación del clero; era su
deseo que el conocimiento no se limitara a la Iglesia; propuso
extenderlo a los laicos, que hasta ese momento habían sido privados
de él. Pidió la creación de bibliotecas, que deberían comprender no
solo ediciones y comentarios de los escolásticos y de los padres de la
Iglesia, sino también las obras de oradores y poetas, incluso si fueran
paganos, así como escritos dedicados a la buena fe. artes, derecho,
medicina e historia. “Estas producciones”, dijo, “sirven para dar a
conocer las obras y las maravillas de Dios”.

Este esfuerzo de Lutero es uno de los más importantes producidos por


la Reforma. Se emancipó aprendiendo de las manos de los sacerdotes,
que lo habían monopolizado como los de Egipto en la antigüedad, y lo
pusieron al alcance de todos. De este impulso dado por la Reforma han
procedido los mayores desarrollos de los tiempos modernos. Aquellos
laicos, ya sean hombres de letras o eruditos, que ahora injurian la
Reforma, olvidan que ellos mismos son su descendencia y que, sin ella,
todavía estarían, como niños ignorantes, bajo la vara del clero. La
Reforma percibió el estrecho vínculo que conectaba todas las ciencias;
vio que, como todo conocimiento se deriva de Dios, lleva al hombre de
regreso a Dios. Deseaba que todos los hombres aprendieran y que
aprendieran todo. “Aquellos que desprecian la literatura profana”, dijo
Melancthon, “no tienen en mayor estima la teología. Su desprecio es un
mero pretexto con el que buscan disimular su holgazanería ”. 14

La Reforma no se conformó con dar un fuerte impulso a las letras;


también dio un nuevo impulso a las artes. A menudo se ha reprochado
al protestantismo como su enemigo, y muchos protestantes aceptan de
buen grado este reproche. No preguntaremos si la Reforma debería
gloriarse en ella o no; nos contentaremos con observar que la historia
imparcial no confirma el hecho en el que se basa esta acusación. Que el
catolicismo romano se enorgullezca de ser más favorable a las artes
que el protestantismo; sea así: el paganismo era aún más favorable y el
protestantismo coloca su gloria en otra parte. Hay algunas religiones
en las que las tendencias estéticas del hombre ocupan un lugar más
importante que su naturaleza moral. El cristianismo se diferencia de
estas religiones en la medida en que el elemento moral es su esencia. El
sentimiento cristiano se manifiesta no por las producciones de las
bellas artes, sino por las obras de una vida cristiana. Toda secta que
abandonara esta tendencia moral del cristianismo, por esa misma
circunstancia, perdería sus pretensiones del nombre de cristiano.
Roma no la ha abandonado por completo, pero el protestantismo
aprecia esta característica esencial con mucha mayor pureza. Coloca su
gloria en sumergirse en todo lo que concierne al ser moral, en juzgar
las acciones religiosas, no por su belleza externa y la manera en que
golpean la imaginación, sino según su valor interno y la conexión que
tienen con la naturaleza. conciencia; de modo que si el papado es ante
todo una religión estética, como lo ha demostrado un escritor célebre,
15 el protestantismo es ante todo una religión moral.
Y sin embargo, aunque la Reforma al principio se dirigió al hombre
como un ser moral, se dirigió al hombre en su totalidad. Acabamos de
ver cómo le habló a su comprensión y qué hizo para la literatura;
también habló de su sensibilidad, de su imaginación y contribuyó al
desarrollo de las artes. La Iglesia ya no estaba compuesta
exclusivamente por monjes y sacerdotes; fue la asamblea de los fieles.
Todos debían participar en su culto público; y el canto del clero iba a
ser seguido por el canto del pueblo. Por consiguiente, Lutero, al
traducir los Salmos, pensó en adaptarlos al canto congregacional. Así
se difundió en la nación el gusto por la música.

“Después de la teología”, dijo Lutero, “le doy el primer lugar y el mayor


honor a la música. 16 Un maestro de escuela debe saber cantar ”, dijo
en otro momento,“ o si no, ni siquiera lo miraré ”.
Un día, mientras algunos de sus amigos cantaban hermosos cánticos
en su casa, exclamó con entusiasmo: “Si nuestro Señor Dios ha
esparcido tan admirables dones en esta tierra, que no es más que un
rincón oscuro, ¿qué no será? la vida eterna, en la cual todo será
perfecto! ”... Desde la época de Lutero, el pueblo ha cantado; la Biblia
inspiró sus canciones, y el impulso dado en la época de la Reforma
produjo en años posteriores esas nobles oraciones que parecen ser la
cumbre de este arte.
Poesía compartida en el movimiento general. Al cantar las alabanzas de
Dios, los hombres no podían limitarse a meras traducciones de los
himnos antiguos. Las almas de Lutero y de muchos de sus
contemporáneos, elevadas por la fe a las ideas más sublimes,
entusiasmadas por los conflictos y peligros que continuamente
amenazaban a la Iglesia naciente, inspiradas por el genio poético del
Antiguo Testamento y por la fe del Nuevos, pronto vertieron sus
sentimientos en canciones religiosas , en las que la poesía y la música
se unían y fusionaban sus rasgos más celestiales. Así, en el siglo XVI se
revivieron los himnos que en el siglo I habían consolado los dolores de
los mártires. En 1523, Lutero, como ya hemos visto, los consagró a la
memoria de los mártires de Bruselas; otros hijos de la Reforma
imitaron su ejemplo; estos himnos aumentaron en número, circularon
rápidamente entre la gente y contribuyeron poderosamente a
despertarlos de su letargo. Fue en este mismo año que Hans Sachs
compuso El ruiseñor de Wittenberg. La doctrina que durante los
últimos cuatro siglos había prevalecido en la Iglesia era como la luz de
la luna, durante la cual los hombres se perdían en el desierto. Ahora el
ruiseñor proclama el amanecer, y, elevándose sobre las brumas de la
mañana, celebra el brillo del día que viene.
Si bien la poesía lírica debe así su nacimiento a las más elevadas
inspiraciones de la Reforma, los versos satíricos y los dramas de la
pluma de Hutten y Manuel atacaban los abusos más clamorosos.

Es a la Reforma a la que los más grandes poetas de Inglaterra,


Alemania y quizás de Francia están en deuda por sus vuelos más altos.
De todas las artes, la pintura es la que menos influencia tuvo la
Reforma. Sin embargo, fue renovada, y como santificada, por el
movimiento universal que en ese momento agitaba todos los poderes
del hombre. Lucas Cranach, el gran maestro de esa época, se estableció
en Wittenberg, vivió en íntimos términos con Lutero y se convirtió en
el pintor de la Reforma . Hemos visto cómo representó el contraste
entre Cristo y el Anticristo (el Papa), 17 y así se ubicó entre los órganos
más influyentes de la revolución que estaba transformando las
naciones. Tan pronto como recibió nuevas convicciones, consagró su
casto lápiz únicamente a pinturas en armonía con los sentimientos
cristianos, y extendió sobre grupos de niños, bendecidos por nuestro
Salvador, aquellas gracias con las que anteriormente había adornado a
santos legendarios. Alberto Durero también fue conquistado por la
Palabra del Evangelio y su genio recibió un nuevo impulso. Sus obras
maestras datan de este período. Vemos por los toques con los que en
adelante describió a los evangelistas y apóstoles, que la Biblia fue
restaurada al pueblo, y que de allí el pintor obtuvo una profundidad,
poder, vida y sublimidad que nunca habría encontrado en sí mismo. 18

Y, sin embargo, debemos confesar que, de todas las artes, la pintura es


aquella cuya influencia religiosa está más expuesta a objeciones
fuertes y bien fundamentadas. La poesía y la música vienen del cielo y
se encontrarán de nuevo en el cielo; pero vemos continuamente la
pintura relacionada con graves inmoralidades o lamentables errores.
Después de que un hombre ha estudiado historia o visitado Italia, no
espera nada beneficioso para la humanidad de este arte. Cualquiera
que sea el valor de esta excepción que pensamos que es nuestro deber
hacer, nuestra observación general sigue siendo válida.
La Reforma de Alemania, si bien se dirigió principalmente a la
naturaleza moral del hombre, dio un impulso a las artes que aún no
habían recibido del catolicismo romano.

Así todo avanzó; las artes, la literatura, la espiritualidad del culto y la


mente de los príncipes y el pueblo. Pero esta noble armonía que el
evangelio en su reavivamiento suscitó en todas partes, estaba a punto
de ser perturbada. Los cantos del ruiseñor de Wittenberg serían
interrumpidos por el aullido de la tempestad y el rugido de los leones.
En un momento, una nube cubrió toda Alemania, y un día glorioso fue
seguido por la oscuridad más profunda.

Notas finales:
1. Weise christliche Messe zu halten. L. Opp. (L.) 22: 232.
2. Die christliche Gemeine nimmer soll zusammen
kommen, es werde denn daselbst Gottes Wort
geprediget. Ibídem. 226.

3. Das das Wort im Schwange gehe (para hacer sonar la


Palabra en todo su esplendor) Ibid. 227.
4. Epp. 2. P. 308, 3 54.
5. Welchem gebuhrt das Schwerd, nicht das Predigtamt zu
versorgen. L. Opp. 18. P. 497.

6. Corp. Ref. 1: 636.


7. Epp. 2: 565.
8. Durch das Licht des heiligen gottlichen Wortes..L. Op. 18:
502.
9. Hebreos 8:11.
10. Aber hin ist hin (pero perdido está perdido); sie haben
nun den Pabs t. L. Opp. W. 10: 535.
11. Die Sprachen sind die Scheide, darinnen dies Messer des
Geistes stecket. Ibídem.

12. Es sey oder werde nicht lauter bleiben. L. Opp. W. 10:


535.
13. Ich hatte wohl auch konnen fromm seyn und in der stille
recht predigen. Ibídem.
14. Hunc titulum ignav iae suae praetextunt. Corp. Ref. 1:
613.
15. Chateaubriand, Genie du Christianisme.
16. Ich gebe nach der Theologie, der Musica den nahesten
Locum und hochste Ehre. L. Opp. W. 22. P. 2253.
17. Ver vol. 2. P. 216.
18. Ranke, Deutsche Geschichte, 2:85.

LIBRO 10
CAPÍTULO 10

Un fermento político, muy diferente al producido por el Evangelio,


había estado operando durante mucho tiempo en el imperio. El pueblo,
abatido por la opresión civil y eclesiástica, ligado en muchos países a
los dominios señoriales y trasladado de mano en mano con ellos,
amenazaba con levantarse con furia y finalmente romper sus cadenas.
Esta agitación se había manifestado mucho antes de la Reforma por
muchos síntomas, e incluso entonces el elemento religioso se mezclaba
con el político; en el siglo XVI era imposible separar estos dos
principios, tan estrechamente asociados en la existencia de las
naciones. En Holanda, a fines del siglo anterior, los campesinos se
habían rebelado, colocando en sus estandartes, a modo de armas, un
pan y un queso, las dos grandes bendiciones de esta pobre gente. “La
Alianza de los Zapatos” se había manifestado en el barrio de Spires en
1502. 1 En 1513, apareció de nuevo en Brisgau, animada por los
sacerdotes. En 1514, Wurtemberg había visto el "Le ague of Poor
Conrad", cuyo objetivo era mantener mediante la rebelión "el derecho
de Dios". En 1515, Carintia y Hungría habían sido escenario de terribles
agitaciones. Estas sediciones habían sido apagadas en torrentes de
sangre; pero no se había concedido ningún alivio al pueblo . Por tanto,
una reforma política no era menos necesaria que una reforma
religiosa. La gente tenía derecho a esto; pero debemos reconocer que no
estaban maduros para su disfrute.
Desde el comienzo de la Reforma, estos disturbios populares no se han
renovado; las mentes de los hombres estaban ocupadas por otros
pensamientos. Lutero, cuya mirada penetrante había discernido la
condición de la gente, ya desde la cima del Wartburg se había dirigido
a ellos con serias exhortaciones calculadas para contener sus mentes
agitadas :
“La rebelión”, había dicho, “nunca produce la mejoría que deseamos, y
Dios la condena. ¿Qué es rebelarse, si no vengarse? El diablo se
esfuerza por incitar a rebelar a los que abrazan el Evangelio, para
cubrirlo de opp robrium; pero los que han entendido correctamente
mi doctrina no se rebelan ". 2
Todo dio motivo para temer que la agitación popular no pudiera ser
contenida por mucho más tiempo. El gobierno que Federico de Sajonia
se había esforzado tanto en formar y que poseía la confianza de la
nación, fue disuelto. El emperador, cuya energía podría haber sido un
sustituto eficaz de la influencia de esta administración nacional, estaba
ausente; los príncipes cuya unión siempre había constituido la fuerza
de Alemania estaban divididos; y la nueva declaración de Carlos V
contra Lutero, al eliminar toda esperanza de armonía futura, privó al
reformador de parte de la influencia moral con la que en 1522 había
logrado calmar la tormenta. Las principales barreras que hasta
entonces habían confinado al torrente se rompieron, ya nada pudo
contener su furia.
No fue el movimiento religioso el que dio origen a las agitaciones
políticas; pero en muchos lugares se lo llevaron sus impetuosas olas.
Quizás deberíamos ir más allá y reconocer que el movimiento que la
Reforma comunicó al pueblo dio nueva fuerza al descontento que
fermentaba en la nación. La violencia de los escritos de Lutero, la
intrepidez de sus acciones y lenguaje, las duras verdades que dijo, no
solo al Papa y a los prelados, sino también a los príncipes mismos,
deben haber contribuido a inflamar mentes que ya estaban en un
estado. de emoción. En consecuencia, Erasmo no dejó de decirle:
"Ahora estamos cosechando los frutos que has sembrado". 3 Y además,
las alentadoras verdades del Evangelio, finalmente reveladas,
conmovieron todos los corazones y los llenaron de anticipación y
esperanza. Pero muchas almas no regeneradas no fueron preparadas
por el arrepentimiento para la fe y la libertad de los cristianos. Estaban
muy dispuestos a deshacerse del yugo papal, pero no tomaron el yugo
de Cristo. Y por eso, cuando los príncipes devotos de la causa de Roma
se esforzaron en su ira por sofocar la Reforma, los cristianos
verdaderos soportaron pacientemente estas crueles persecuciones;
pero la multitud resistió y estalló, y al ver sus deseos refrenados en una
dirección, se desahogaron en otra. “¿Por qué”, dijeron, “debe
perpetuarse la esclavitud en el estado, mientras la Iglesia invita a
todos los hombres a una gloriosa libertad? ¿Por qué los gobiernos
deben gobernar solo por la fuerza, cuando el Evangelio no predica más
que la mansedumbre? Desgraciadamente, en un momento en que la
reforma religiosa fue recibida con igual alegría tanto por los príncipes
como por el pueblo, la reforma política, por el contrario, tenía a la
parte más poderosa de la nación en su contra; y mientras que el
primero tenía el Evangelio por regla y apoyo, el segundo pronto no
tuvo otros principios que la violencia y el despotismo. En consecuencia,
mientras uno estaba confinado dentro de los límites de la verdad, el
otro rápidamente, como un torrente impetuoso, traspasó todos los
límites de la justicia. Pero cerrar los ojos contra la influencia indirecta
de la Reforma sobre los problemas que estallaron en el imperio, sería
simbólico. En Alemania se había encendido un fuego por discusiones
religiosas, de las que era imposible evitar que se escaparan algunas
chispas que estaban calculadas para inflamar las pasiones del pueblo.
Las afirmaciones de algunos fanáticos de la inspiración divina
aumentaron el mal. Si bien la Reforma había apelado continuamente
de la supuesta autoridad de la Iglesia a la autoridad real de las
Sagradas Escrituras, estos entusiastas no solo rechazaron la autoridad
de la Iglesia, sino también de las Escrituras; hablaban sólo de una
Palabra interior, de una revelación interior de Dios; y pasando por alto
la corrupción natural de sus corazones, dieron paso a toda la
embriaguez del orgullo espiritual, y se imaginaron que eran santos.
“Para ellos, las Sagradas Escrituras eran letra muerta”, dijo Lutero, “y
todos empezaron a clamar: ¡El Espíritu! ¡el espíritu! Pero ciertamente
no seguiré adonde los lleve su espíritu. Que el Dios de su misericordia
me proteja de una Iglesia en la que no hay más que santos. 4 Deseo
habitar con los humildes, los débiles , los enfermos, que conocen y
sienten sus pecados, y que gimen y claman continuamente a Dios
desde el fondo de su corazón para obtener su consuelo y apoyo ”. Estas
palabras de Lutero tienen un gran significado y señalan el cambio que
se estaba produciendo en sus puntos de vista sobre la naturaleza de la
Iglesia. Indican al mismo tiempo cuán contrarias eran las opiniones
religiosas de los rebeldes a las de la Reforma.
El más notorio de estos entusiastas fue Thomas Munzer; no carecía de
talento, había leído la Biblia, era celoso y podría haber hecho el bien si
hubiera podido ordenar sus pensamientos agitados y encontrar paz en
el corazón. Pero como no se conocía a sí mismo y le faltaba la
verdadera humildad, estaba poseído por el deseo de reformar el
mundo, y olvidó, como todos los entusiastas, que la reforma
comenzara por él mismo. Algunos escritos místicos que había leído en
su juventud le habían dado una dirección falsa a su mente. Apareció
por primera vez en Zwickau, dejó Wittenberg después del regreso de
Lutero, descontento con el papel inferior que estaba desempeñando y
se convirtió en pastor de la pequeña ciudad de Alstadt en Turingia. No
pudo permanecer callado mucho tiempo y acusó a los reformadores de
fundar, por su adhesión a la letra, un nuevo papado y de formar
iglesias que no fueran puras y santas.
"Lutero", dijo, "ha liberado la conciencia de los hombres del yugo del
Papa, pero los ha dejado en una libertad carnal y no los ha conducido
en espíritu hacia Dios". 5
Se consideraba llamado por Dios para remediar este gran mal. A sus
ojos, las revelaciones del Espíritu eran el medio por el cual se
efectuaría su reforma. “El que posee este Espíritu”, dijo, “posee la fe
verdadera, aunque nunca debería ver las Escrituras en su vida. Los
paganos y los turcos están mejor preparados para recibirlo que
muchos cristianos que nos llaman entusiastas ”. Era a Lutero a quien
tenía en mente. “Para recibir este Espíritu debemos mortificar la
carne”, dijo en otro momento, “vestir ropa andrajosa, dejar crecer la
barba, tener un semblante triste, guardar silencio, 6 retirarse a lugares
desiertos y suplicar a Dios que nos dé una señal de su favor. Entonces
Dios vendrá y hablará con nosotros, como antes habló con Abraham,
Isaac y Jacob. Si no lo hiciera, no merecería nuestra atención. 7 He
recibido de Dios la comisión de reunir a sus elegidos en una alianza
santa y eterna ”.
La agitación y el fermento que operaban en las mentes de los hombres
eran demasiado favorables para la difusión de estas ideas entusiastas.
El hombre ama lo maravilloso y todo lo que adula su orgullo. Munzer,
habiendo persuadido a una parte de su rebaño para que adoptara sus
puntos de vista, abolió el canto eclesiástico y todas las demás
ceremonias. Sostuvo que la obediencia a los príncipes "carentes de
entendimiento" era servir a Dios ya Belial. Luego, marchando a la
cabeza de sus feligreses hacia una capilla en las cercanías de Alstadt,
donde los peregrinos de todos los barrios estaban acostumbrados a
acudir, la derribó. Después de esta hazaña, obligado a abandonar ese
barrio, vagó por Alemania y llegó hasta Suiza, llevando consigo y
comunicando a todos los que quisieran escucharlo, el plan de una
revolución general. En todas partes encontró preparadas las mentes de
los hombres; arrojó pólvora sobre las brasas y de inmediato se produjo
la explosión.
Lutero, que había rechazado las empresas bélicas de Sickengen, 8 no
pudo dejarse llevar por los tumultuosos movimientos del
campesinado. Afortunadamente para el orden social, el Evangelio lo
conservó; porque ¿qué habría sucedido si hubiera llevado su amplia
influencia a su campo? ... Siempre mantuvo firmemente la distinción
entre cosas seculares y espirituales; repetía continuamente que eran las
almas inmortales las que Cristo emancipaba por su Palabra; y si con
una mano atacaba la autoridad de la Iglesia, con la otra defendía con
igual poder la autoridad de los príncipes. "Un cristiano", dijo, "debería
soportar cien muertes, en lugar de entrometerse en lo más mínimo en
la revuelta de los campesinos". Escribió al elector: “Me alegra
especialmente que estos mismos entusiastas se jacten, ante todos los
que están dispuestos a escucharlos, de que no nos pertenecen. El
Espíritu los impulsa, dicen ustedes; y yo respondo, es un espíritu
maligno, porque no da otro fruto que el pillaje de conventos e iglesias;
los más grandes ladrones de caminos de la tierra podrían hacer lo
mismo ".
Al mismo tiempo, Lutero, que deseaba que otros disfrutaran de la
libertad que él reclamaba , disuadió al príncipe de todas las medidas
de severidad: “Que prediquen lo que quieran y contra quien quieran”,
dijo; “Porque es la Palabra de Dios la que debe marchar al frente de la
batalla y luchar contra ellos. Si su espíritu es el Espíritu verdadero , no
temerá nuestra severidad; si el nuestro es el verdadero, no temerá su
violencia. Dejemos que los espíritus luchen y compitan entre sí. 9
Quizás algunas personas se extravíen; no hay batalla sin heridas; pero
el que lucha fielmente, será coronado. Sin embargo, si desean tomar la
espada, que Su Alteza se lo prohíba y ordene que abandonen el país ".

La insurrección se inició en la Selva Negra, y cerca de las fuentes del


Danubé, con tanta frecuencia teatro de conmociones populares. El 19
de julio de 1524, unos campesinos de Thurgoviano se levantaron
contra el abad de Reichenau, que no les concedió un predicador
evangélico. En poco tiempo se reunieron miles de personas en la
pequeña ciudad de Tengen para liberar a un eclesiástico que estaba allí
encarcelado. La revuelta se extendió con inconcebible rapidez desde
Suabia hasta las provincias renanas, Franconia, Turingia y Sajonia. En
el mes de enero de 1525, todos estos países se encontraban en estado
de rebelión .
Hacia fines de este mes, los campesinos publicaron una declaración en
doce artículos, en la que reclamaron la libertad de elegir a sus propios
pastores, la abolición de los diezmos menores, de la esclavitud y de las
multas a la herencia, el derecho a cazar, pescar, y cortar madera, etc.
Cada demanda estaba respaldada por un pasaje de las Sagradas
Escrituras, y en conclusión decían: "Si somos engañados, que Lutero
nos corrija con las Escrituras".
Se consultaron las opiniones de los teólogos de Wittenberg. Luther y
Melancthon pronunciaron los suyos por separado , y ambos dieron
evidencia de la diferencia de sus caracteres. Melancthon, que pensaba
que todo tipo de disturbios era un crimen, traspasa los límites de su
amabilidad habitual y no encuentra un lenguaje lo suficientemente
fuerte para expresar su indignación. Los campesinos son criminales,
contra los cuales invoca todas las leyes humanas y divinas. Si la
negociación amistosa es infructuosa, los magistrados deberían darles
caza, como si fueran ladrones y asesinos. “Y sin embargo”, añade (y
necesitamos al menos un rasgo que nos recuerde a Melancthon), “¡que
se apiaden de los huérfanos al recurrir a la pena de muerte!”.

La opinión de Lutero sobre la revuelta era la misma que la de


Melancthon; pero tenía un corazón que latía por las miserias del
pueblo. En esta ocasión manifestó una imparcialidad digna y habló con
franqueza a ambas partes. Primero se dirigió a los príncipes, y más
especialmente a los obispos:
“Son ustedes”, dijo él, “quienes son la causa de esta revuelta; son sus
clamores contra el Evangelio, sus opresiones culpables de los pobres,
lo que ha llevado a la gente a la desesperación. No son los campesinos,
mis queridos señores, los que se levantan contra ustedes, es Dios
mismo quien se opone a su locura. 10 Los campesinos no son más que
los instrumentos que él emplea para humillarte. No imagines que
puedes escapar del castigo que te está preparando. Incluso si hubieras
logrado destruir a todos estos campesinos, Dios es capaz de levantar a
otros desde las mismas piedras para castigar tu orgullo. Si deseaba
venganza, podía reírme en mi manga y mirar mientras los campesinos
realizaban su trabajo, o incluso aumentar su furia; ¡pero que Dios me
guarde de tales pensamientos! ...... Mis queridos señores, dejen de lado
su indignación, traten a estos pobres campesinos como un hombre
sensato trata a los borrachos o locos. Acalla estas conmociones con
apacibilidad, no sea que surja un incendio y queme toda Alemania.
Entre estos doce artículos hay ciertas demandas que son justas y
equitativas ”.
Este prólogo estaba calculado para conciliar la confianza de los
campesinos en Lutero y hacerlos escuchar con paciencia las verdades
que tenía que decirles. Les manifestó que la mayor parte de sus
demandas estaban bien fundadas; pero que rebelarse era actuar como
paganos; que el deber de un cristiano es ser paciente, no luchar; que si
persistían en rebelarse contra el Evangelio en nombre del Evangelio, él
debería considerarlos enemigos más peligrosos que el Papa. “El papa y
el emperador”, continuó, “se combinaron contra mí; pero cuanto más
fanfarroneaban, más ganaba terreno el Evangelio ... ¿Y por qué era
esto? Porque nunca he desenvainado la espada ni he pedido venganza;
porque nunca recurrí al tumulto ni a la insurrección: me apoyé por
completo en Dios y lo puse todo en sus manos omnipotentes. Los
cristianos no luchan con espadas o arcabuces, sino con sufrimientos y
con la cruz. Cristo, su Capitán, no manejó la espada ... fue colgado de
un árbol ".
Pero Lutero empleó en vano este lenguaje cristiano. El pueblo estaba
demasiado emocionado por los discursos fantásticos de los líderes de
la insurrección como para escuchar, como antaño, las palabras del
reformador. “Está jugando al hipócrita”, dijeron; “Adula a los nobles. Ha
declarado la guerra al Papa y, sin embargo, desea que nos sometamos
a nuestros opresores ”.
La revuelta, en lugar de extinguirse, se volvió más formidable. En
Weinsberg, el conde Luis de Helfenstein y los setenta hombres bajo
sus órdenes fueron condenados a muerte por los rebeldes. Un cuerpo
de campesinos se detuvo con las picas bajadas, mientras que otros
empujaban el campo y sus soldados contra este muro de acero. 11 La
esposa del infeliz Helfenstein, hija natural del emperador
Maximiliano, con un niño de dos años en brazos, se arrodilló ante ellos
y con fuertes gritos suplicó por la vida de su marido, y trató en vano de
detener esta marcha asesina. ; un muchacho que había estado al
servicio del conde y se había unido a los rebeldes, brincaba
alegremente ante él y tocaba la marcha de los muertos en su pífano,
como si hubiera conducido a sus víctimas en un baile. Todos
perecieron; el niño fue herido en brazos de su madre; y ella misma
arrojada sobre un carro de estiércol, y así transportada a Heilbrunn.
Ante la noticia de estas crueldades, se escuchó un grito de horror de
los amigos de la Reforma, y el sentimiento de Lutero sufrió un terrible
conflicto.
Por un lado los campesinos, ridiculizando su consejo, pretendieron
recibir revelaciones del cielo, hicieron un uso impío de las amenazas
del Antiguo Testamento, proclamaron la igualdad de filas y una
comunidad de bienes, defendieron su causa a fuego y espada, y
entregado a bárbaras atrocidades. Por otro lado, los enemigos de la
Reforma preguntaron al reformador, con maliciosa burla, si no sabía
que era más fácil encender un fuego que apagarlo. Conmocionado por
estos excesos, alarmado por la idea de que pudieran frenar el progreso
del Evangelio, Lutero no vaciló más, ya no contemporizó; arremetió
contra los insurgentes con toda la energía de su carácter, y tal vez
sobrepasó los justos límites en los que debería haberse contenido.
“Los campesinos”, dijo, “cometen tres pecados horribles contra Dios y
el hombre, y por lo tanto merecen la muerte en cuerpo y alma.
Primero, se rebelan contra sus magistrados a quienes han jurado
fidelidad; a continuación, roban y saquean conventos y castillos; y por
último, ocultan sus crímenes con el manto del Evangelio. Si no matas a
un perro rabioso, morirás, y todo el país contigo. Quien muera
luchando por los magistrados será un verdadero mártir, si ha luchado
con buena conciencia ". Lutero da luego una poderosa descripción de la
violencia culpable de los campesinos que obligan a hombres sencillos y
pacíficos a unirse a su alianza, y así los arrastran a la misma condena.
Luego agrega: “Por esta razón, mis queridos Señores, ayuden, salven,
libren, tengan piedad de esta pobre gente. Que cada uno golpee,
traspase y mate al que pueda ... Si mueres, no encontrarás una muerte
más feliz; porque has muerto en el servicio de Dios, y para salvar a tu
prójimo del infierno ”. 12
Ni la dulzura ni la violencia pudieron detener el torrente popular. Ya
no se tocaban las campanas de la iglesia para el servicio divino; cada
vez que se escuchaban sus profundos y prolongados sonidos en los
campos, era el tocsin, y todos corrían a las armas. La gente de la Selva
Negra se había unido en torno a John Muller de Bulgenbach. Con un
aspecto imponente, cubierto con un manto rojo y con una gorra roja,
este líder avanzó audazmente de pueblo en pueblo seguido por el
campesinado. Detrás de él, en un agón decorado con bandas y ramas
de árboles, se izó la bandera tricolor, negra, roja y blanca, la señal de la
revuelta. Un heraldo, vestido con los mismos colores, leyó los doce
artículos e invitó a la gente a unirse a la rebelión. Quien se negó , fue
desterrado de la comunidad.
Al poco tiempo esta marcha, que al principio fue pacífica, se volvió
más inquietante. “Debemos obligar a los señores a someterse a nuestra
alianza”, exclamaron. Y para inducirlos a hacerlo, saquearon los
graneros, vaciaron los sótanos, sacaron los estanques señoriales de
peces, demolieron los castillos de los nobles que resistieron y
quemaron los conventos. La oposición había encendido las pasiones de
aquellos hombres rudos; la igualdad ya no los satisfacía; tenían sed de
sangre y juraron matar a todo hombre que llevara espuela.
Al acercarse los campesinos, las ciudades que no pudieron resistirlos
abrieron sus puertas y se unieron a ellos. En cualquier lugar al que
entraran, derribaban las imágenes y rompían los crucifijos; mujeres
armadas desfilaron por las calles y amenazaron a los monjes. Si eran
derrotados en un barrio, se reunían de nuevo en otro y se enfrentaban
a las fuerzas más formidables. Se estableció un comité de campesinos
en Heilbrunn. Los condes de Lowenstein fueron hechos prisioneros,
vestidos con un frac, y luego, habiendo sido puesto un báculo blanco
en sus manos, fueron obligados a jurar los doce artículos. “El hermano
George, y tú, hermano Albert”, dijo un calderero de Ohringen a los
condes de Hohenlohe, que habían ido a su campamento, “jura
comportarse como nuestros hermanos; porque también ustedes ahora
son campesinos; ya no sois señores ". La igualdad de rango, el sueño de
muchos demócratas, se estableció en la aristocrática Alemania.
Muchos nobles, algunos por miedo, otros por ambición, luego se
unieron a los oyentes. El famoso Goetz von Berlichingen, al ver que sus
vasallos se negaban a obedecerle, deseó huir al Elector de Sajonia; pero
su esposa, que estaba acostada, deseando tenerlo cerca de ella, ocultó
la respuesta del elector. Goetz, perseguido de cerca, se vio obligado a
ponerse al frente del ejército rebelde. El 7 de mayo los campesinos
entraron en Wurtzburg, donde los ciudadanos los recibieron con
aclamaciones. Las fuerzas de los príncipes y caballeros de Suabia y
Franconia, que se habían reunido en esta ciudad, la evacuaron y se
retiraron confusos a la ciudadela, último baluarte de la nobleza.
Pero el movimiento ya se había extendido a otras partes de Alemania.
Spires, el Palatinado, Alsacia y Hesse aceptaron los doce artículos y los
campesinos amenazaron a Bava ria, Westfalia, el Tirol, Sajonia y
Lorena. El margrave de Baden, habiendo rechazado los artículos, se vio
obligado a huir. El coadjutor de Fulda accedió a ellos con una sonrisa.
Los pueblos más pequeños dijeron que no tenían lanzas con las que
oponerse a los insurgentes . Mentz, Treves y Frankfort obtuvieron las
libertades que habían reclamado.
Se estaba preparando una inmensa revolución en todo el imperio. Los
privilegios eclesiásticos y seculares, que pesaban tanto sobre los
campesinos, debían ser suprimidos; las posesiones del clero se
secularizarían, para indemnizar a los príncipes y suplir las necesidades
del imperio; los impuestos debían abolirse, con la excepción de un
tributo pagadero cada diez años; el poder imperial subsistiría solo,
como lo reconocía el Nuevo Testamento; todos los demás príncipes
dejarían de reinar; se establecerían sesenta y cuatro tribunales libres,
en los que debían tener asiento hombres de todas las clases; todos los
rangos volverían a su condición primitiva; el clero sería en adelante
simplemente los pastores de las iglesias; los príncipes y los caballeros
serían simplemente los defensores de los débiles; se introduciría la
uniformidad en pesos y medidas, y sólo se acuñaría una clase de
dinero en todo el imperio.
Mientras tanto, los príncipes se habían liberado de su primer letargo y
George von Truchsess, comandante en jefe del ejército imperial,
avanzaba por la orilla del lago de Constanza. El 2 de mayo derrotó a los
campesinos en Beblingen, marchó hacia la ciudad de Weinsberg,
donde había muerto el infeliz conde de He lfenstein, la quemó y la
arrasó, dando órdenes de que las ruinas se dejaran como un eterno
monumento de la traición de sus habitantes. En Furfeld se unió al
elector palatino y al elector de Treves, y los tres se trasladaron a los
distritos de Franconia.
Frauenburg, la ciudadela de Wurtzburg, resistió a los príncipes, y el
ejército principal de los campesinos aún se encontraba ante sus
murallas. En cuanto se enteraron de la marcha de Truchsess,
resolvieron asaltar, y a las nueve de la noche del día 5 de mayo
sonaron las trompetas, se desplegó la bandera tricolor y los
campesinos se lanzaron al ataque con espantosas grita. Sebastian von
Rotenhan, uno de los partidarios más cálidos de la Reforma, fue
gobernador del castillo. Había puesto la fortaleza en un formidable
estado de defensa y, habiendo exhortado a la guarnición a repeler el
asalto con valentía, los soldados, levantando tres dedos, habían jurado
hacerlo. Entonces tuvo lugar un conflicto terrible. Ante el vigor y la
desesperación de los insurgentes, la fortaleza respondió desde sus
murallas y torres con petardos, lluvias de azufre y brea hirviente y
descargas de artillería. Los campesinos, así golpeados por sus
enemigos invisibles, se tambalearon por un momento; pero en un
instante su furia se hizo más violenta. La lucha se prolongó a medida
que avanzaba la noche. La fortaleza, iluminada por mil fuegos de
batalla, apareció en la oscuridad como un gigante imponente, que,
vomitando llamas, luchaba solo entre el rugido del trueno por la
salvación del imperio contra el valor feroz de estas hordas furiosas. Dos
horas después de la medianoche los campesinos se retiraron, habiendo
fracasado en todos sus esfuerzos.
Ahora intentaron entablar negociaciones, ya sea con la guarnición o
con Truchsess, que avanzaba a la cabeza de su ejército. Pero esto se
estaba saliendo de su camino; sólo la violencia y la victoria podrían
salvarlos. Después de un poco de vacilación, resolvieron marchar
contra las fuerzas imperiales, pero la caballería y la artillería causaron
terribles estragos en sus filas. En Konigshofen, y luego en E ngelstadt,
esas desafortunadas criaturas fueron totalmente derrotadas. Los
príncipes, nobles y obispos, abusando de su victoria, se entregaron a
las crueldades más sin precedentes. Los prisioneros fueron colgados en
los árboles junto al camino. El obispo de Wurtzburg, que había corrido
un camino, regresó ahora, atravesó su diócesis acompañado de
verdugos y la regó por igual con la sangre de los rebeldes y de los
pacíficos amigos de la Palabra de Dios. Goetz von Berlichingen fue
condenado a cadena perpetua. El margrave Casimir de Anspach sacó
los ojos de ochenta y cinco insurgentes, que habían jurado que sus ojos
nunca volverían a mirar a ese príncipe; y arrojó esta tropa de ciegos
sobre el mundo, que vagaban arriba y abajo, tomados de la mano,
tanteando , tambaleándose y mendigando el pan. El desdichado
muchacho, que había jugado la marcha de los muertos en su pífano
por el asesinato de Helfenstein, estaba encadenado a un poste; un
fuego se encendió a su alrededor, y los caballeros miraban riéndose de
sus horribles contorsiones.
El culto público fue restaurado en todas partes en sus formas antiguas.
Los distritos más florecientes y poblados del imperio exhibían a
quienes viajaban por ellos nada más que montones de cadáveres y
ruinas humeantes. Cincuenta mil hombres habían perecido, y el pueblo
perdió en casi todas partes la poca libertad de la que hasta entonces
había disfrutado. Tal fue el horrible fin de esta revuelta en el sur de
Alemania.
Notas finales:

1. Ver vol. 1. P. 25.


2. Luther's treue Ermahnung an alle Christen sich vor
Aufruhr und Emporung zu huten. Op. 18: 288.
3. Habemus fructum tui spiritus. Erasm. Hyperasp. B. 4.
4. Der barmherzige Gott behute mich ja fur der christlichen
Kirche, darin eitel Heilige sind. Sobre Juan 1: 2. L. Opp.
(W.) 7: 1469.
5. Fuhrete sie nicht weiter en Geist und zu Gott. L. Opp. 19:
294.
6. Saur sehen, den Bart nicht abschneiden. Ibídem.
7. El lenguaje de Munzer es bajo e impío: Er wollt in Gott
scheissen wenn er nicht mit ihm redet, wie mit Abraham.
Hist. De Munzer de Melancthon. Ibídem. 295.
8. Ver vol. 1. Pág. 47.
9. Man lasse die Geister auf einand er platzen und treffen. L.
Epp. 2: 547.

10. Selber der setzt de Gott ist es más amplio euch. L. Opp.
19: 254.
11. Und jechten ein Grafen durch die Spiesse. Mathesiu;
pags. 46.
12. Deinen Nehesten zu retten aus der Holle. L. Opp. 19: 266.
LIBRO 10
CAPÍTULO 11
Pero el mal no se limitó al sur y al oeste de Alemania. Munzer, después
de haber atravesado una parte de Suiza, Alsacia y Suabia, había vuelto
a encaminar sus pasos hacia Sajonia. Algunos ciudadanos de
Mulhausen, en Turingia, lo habían invitado a su ciudad y lo habían
elegido pastor. Habiendo resistido el ayuntamiento, Munzer lo depuso
y nombró a otro, formado por sus amigos, con él a la cabeza. Lleno de
desprecio por ese Cristo, "dulce como la miel", a quien predicó Lutero,
y resuelto a emplear las medidas más enérgicas, exclamó: "Como
Josué, debemos pasar a espada a todos los cananeos". Estableció una
comunidad de bienes y saqueó los conventos. 1 "Munzer", escribió
Lutero a Amsdorff el 11 de abril de 1525, "Munzer no es solo pastor,
sino rey y emperador de Mulhausen". Los pobres ya no trabajaban; si
alguien necesitaba maíz o tela, iba y se lo pedía a algún rico; si éste se
negaba, el pobre se lo llevaba a la fuerza; si se resistía, lo colgaban.
Como Mulhausen era una ciudad independiente, Munzer pudo ejercer
su poder durante casi un año sin oposición. La revuelta en el sur de
Alemania lo llevó a imaginar que era hora de extender su nuevo reino.
Tenía varios cañones pesados arrojados en el convento franciscano y
se esforzó por criar al campesinado y los mineros de Mansfeldt.
"¿Cuánto tiempo vas a dormir?" les dijo en una proclamación fanática.
“¡Levántate y pelea la batalla del Señor! Ha llegado el momento.
Francia, Alemania e Italia se están moviendo. ¡En, en, en! - ¡Dran, Dra
n, Dran! ...... No hagas caso de los gemidos de los impíos. Te
implorarán como niños; pero sé despiadado. ¡Dran, Dran, Dran! ... El
fuego está ardiendo: deja que tu espada esté siempre caliente con
sangre. 2 - ¡Dran, Dran, Dran! ...... Trabaja hasta que sea de día. " La
carta estaba firmada "MUNZER, siervo de Dios contra los impíos".
La gente del campo, sedienta de botín, rodeó su estandarte. En todos
los distritos de Mansfeldt, Stolberg y Schwartzburg en Hesse, y en el
ducado de B runswick, el campesinado se levantó en insurrección. Los
conventos de Michelstein, Ilsenburg, Walkenried, Rossleben y muchos
otros en las cercanías de Hartz o en las llanuras de Turingia fueron
devastados. En Reinhardsbrunn, que había visitado Lutero, se
profanaron las tumbas de los antiguos landgraves y se destruyó la
libertad.
El terror se extendió por todas partes. Incluso en Wittenberg se sintió
cierta ansiedad. Aquellos médicos, que no habían temido ni al
emperador ni al papa, temblaron en presencia de un loco. Siempre
estaban atentos a las noticias, y se contaba cada paso de los rebeldes.
“Estamos aquí en gran peligro”, dijo Melancthon. “Si Munzer tiene
éxito, todo habrá terminado para nosotros, a menos que Cristo nos
rescate. Munzer avanza con una crueldad peor que la escita, 3 y es
imposible repetir sus espantosas amenazas ”.
El piadoso elector había dudado durante mucho tiempo sobre lo que
debía hacer. Munzer lo había exhortado a él ya todos los príncipes a
convertirse, porque (dijo) había llegado su hora; y había firmado estas
cartas: "MUNZER, armado con la espada de Gedeón". Frederick habría
deseado recuperar a estos hombres descarriados con medidas suaves.
El 14 de abril, cuando estaba gravemente enfermo, le había escrito a su
hermano John: “Es posible que hayamos dado a estos desdichados
más de un motivo de insurrección. ¡Pobre de mí! los pobres son
oprimidos de muchas formas por sus señores espirituales y temporales
”. Y cuando su atención se centró en la humillación, las revoluciones,
los peligros a los que se expondría, a menos que sofocara prontamente
la rebelión, respondió: “Hasta ahora he sido un poderoso elector, con
carros y caballos en abundancia; si es un placer para Dios quitármelos
ahora, iré a pie ”. 4
El joven Felipe, landgrave de Hesse, fue el primero de los príncipes
que tomó las armas. Sus caballeros y soldados juraron vivir y morir con
él. Después de pacificar sus propios estados, dirigió su marcha hacia
Sajonia. Por su parte, el duque Juan, hermano del elector, el duque
Jorge de Sajonia, y el duque Enrique de Brunswick, avanzaron y
unieron sus tropas con las de Hesse. Los campesinos, aterrorizados
ante la vista de este ejército, huyeron a un pequeño cerro, donde, sin
disciplina, sin armas y, en su mayor parte, sin coraje, formaron parte
de carnero con sus carros. Munzer ni siquiera había preparado
municiones para sus grandes cañones. No apareció ningún socorro; los
rebeldes fueron acorralados por el ejército; perdieron toda la
confianza. Los príncipes, compadeciéndose de ellos, les ofrecieron
proposiciones que parecían dispuestos a aceptar. Sobre esto, Munzer
recurrió a la palanca más poderosa que el entusiasmo puede poner en
movimiento. "Hoy veremos el brazo del Señor", dijo, "y todos nuestros
enemigos serán destruidos". En ese momento apareció un arco iris
sobre sus cabezas; la fanática hueste, que portaba un arco iris en sus
banderas, contempló en ella un pronóstico seguro de la protección
divina. Munzer lo aprovechó: "No temáis nada", dijo a los ciudadanos y
campesinos: "Voy a atrapar todas sus bolas en mi manga". 5 Al mismo
tiempo, mató cruelmente a un joven caballero, Maternus von
Geholfen, un enviado de los príncipes, para privar a los insurgentes de
toda esperanza de perdón.
El landgrave, habiendo reunido a sus jinetes, les dijo: “Bien sé que
nosotros, los príncipes, a menudo somos culpables, porque no somos
más que hombres; pero Dios manda a todos los hombres que honren a
los poderes fácticos. Salvemos a nuestras esposas e hijos de la furia de
estos asesinos. El Señor nos dará la victoria, porque ha dicho: Todo
aquel que resiste al poder , resiste la ordenanza de Dios ”. Entonces
Felipe dio la señal de ataque. Era el 15 de mayo de 1525. El ejército se
puso en movimiento; pero la hueste campesina permaneció inmóvil,
cantando el himno “Ven, Espíritu Santo”, y esperando que el Cielo
declarara a su favor. La artillería pronto derribó su tosca muralla,
llevando consternación y muerte en medio de los insurgentes. Su
fanatismo y valentía los abandonó de inmediato; se apoderaron de
ellos por un pánico-terror y huyeron en desorden. Cinco mil murieron
en la huida.
Después de la batalla, los príncipes y sus tropas victoriosas entraron
en Frankenhausen. Un soldado, que había entrado en un desván de la
casa donde estaba alojado, encontró a un hombre en la cama. 6
“¿Quién eres?”, Preguntó; "¿Eres uno de los rebeldes?" Luego,
observando un libro de bolsillo, lo tomó y encontró varias cartas
dirigidas a Thomas Munzer. "¿Eres Munzer?" preguntó el soldado. El
enfermo respondió "No". Pero cuando el soldado profirió terribles
amenazas, Munzer, porque en realidad era él , confesó quién era. "Tú
eres mi prisionero", dijo el jinete. Cuando Munzer fue llevado ante el
duque Jorge y el landgrave, perseveró en decir que tenía razón en
castigar a los príncipes, ya que se oponían al Evangelio. "¡Miserable!"
Ellos respondieron: "Piensa en todos aquellos cuya muerte has sido la
causa". Pero él respondió sonriendo en medio de su angustia: "¡Que así
sea!" Tomó la Santa Cena bajo una clase y fue decapitado al mismo
tiempo con Pfeiffer, su lugarteniente. Mulhausen fue tomado y los
campesinos fueron cargados con cadenas.
Un noble, habiendo observado entre la multitud de prisioneros a un
campesino de apariencia favorable, se acercó y le dijo: “Bueno, amigo
mío, ¿qué gobierno le gusta más, el de los campesinos o el de los
príncipes? El pobre respondió con un profundo suspiro: "Ah, mi señor,
ningún cuchillo corta tan profundo como el dominio del campesino
sobre sus compañeros". 7
Las reliquias de la insurrección se apagaron en sangre; El duque
George, en particular, actuó con la mayor severidad. En los estados del
elector no hubo ejecuciones ni castigos. 8 La Palabra de Dios,
predicada en toda su pureza, había demostrado su poder para refrenar
las tumultuosas pasiones del pueblo.
Desde el principio, en efecto, Lutero no había dejado de luchar contra
la rebelión, que, en su opinión, fue la precursora del día del juicio. Los
consejos, las oraciones e incluso la ironía no se habían escapado. Al
final de los artículos redactados en Erfurth por los rebeldes , había
añadido, como artículo complementario: “Ítem, Se ha omitido el
siguiente artículo. De ahora en adelante, el honorable consejo no
tendrá poder; no hará nada; se sentará como un ídolo o un tronco de
madera; la comunidad masticará su comida y gobernará con las manos
y los pies atados; de ahora en adelante la carreta guiará a los caballos,
los caballos llevarán las riendas, y avanzaremos admirablemente, de
conformidad con el glorioso sistema establecido en estos artículos ”.
Lutero no se limitó a escribir. Mientras los disturbios aún estaban en
su apogeo, abandonó Wittenberg y atravesó algunos de los distritos
donde la agitación era mayor. Predicó, trabajó para ablandar los
corazones de sus oyentes, y su mano, a la que Dios había dado poder,
se apartó, se tranquilizó y trajo de regreso los torrentes impetuosos y
desbordados a sus canales naturales.

En todos los lugares, los doctores de la Reforma ejercieron una


influencia similar. En Halle, Brentz había revivido los ánimos decaídos
de los ciudadanos mediante las promesas de la Palabra de Dios, y
cuatro mil campesinos habían huido ante seiscientos ciudadanos. 9 En
Ichterhausen, una multitud de campesinos reunidos con la intención
de demoler varios castillos y dar muerte a sus señores, Frederick Myco
nius salió solo a ellos, y tal fue el poder de sus palabras, que
abandonaron inmediatamente su propósito. 10
Tal fue la participación de los reformadores y la Reforma en medio de
esta revuelta; que contendieron contra ella con todas sus fuerzas, con
la espada de la Palabra, y audazmente mantienen los principios que
solo, en todas las edades, pueden preservar el orden y la sujeción entre
las naciones. En consecuencia, Lutero afirmó que si el poder de la sana
doctrina no hubiera frenado la furia del pueblo, la revuelta habría
extendido sus estragos mucho más ampliamente y habría derrocado
tanto a la Iglesia como al Estado. Todo nos lleva a creer que estos
pronósticos melancólicos se habrían realizado.
Si los reformadores continuaron así contra la sedición, no fue sin
recibir graves heridas. Aquella agonía moral que Lutero había sufrido
por primera vez en su celda de Erfurth, se agravó aún más después de
la insurrección de los campesinos. No se produce un gran cambio entre
los hombres sin sufrimiento de quienes son sus instrumentos. El
nacimiento del cristianismo fue efectuado por la agonía de la cruz; pero
el que colgaba de esa cruz dirigió estas palabras a cada uno de sus
discípulos: ¿Podéis beber de la copa que yo beberé , y ser bautizados
con el mismo bautismo con el que yo soy bautizado?
Por el lado de los príncipes, se repetía continuamente que Lutero y su
doctrina fueron la causa de la revuelta, y, por absurda que sea esta
idea, el reformador no pudo verla tan generalmente entretenida sin
experimentar el más profundo dolor. Del lado del pueblo, Munzer y
todos los líderes de la insurrección lo representaron como un vil
hipócrita, un adulador de los grandes, 11 y estas calumnias lograron
creer fácilmente . La violencia con la que Lutero había declarado
contra los rebeldes había disgustado incluso a los hombres
moderados. Los amigos de Roma se regocijaron; 12 todos estaban
contra él, y él soportó la gran ira de su tiempo. Pero su mayor aflicción
fue contemplar la obra del cielo así arrastrada en el fango y clasificada
con los proyectos más fanáticos. Aquí sintió que estaba su Getsemaní:
vio la copa amarga que le fue presentada; y presagiando que sería
abandonado por todos, exclamó: "Pronto, quizás, yo también podré
decir: Todos ustedes se ofenderán por mí esta noche". 13

Sin embargo, en medio de esta profunda amargura, conservó su fe: "El


que me ha dado poder para pisotear al enemigo ", dijo, "cuando se
levantó contra mí como un dragón cruel o un león furioso, No
permitas que este enemigo me aplaste, ahora que aparece ante mí con
la mirada traidora del basilisco. 14 Gimo al contemplar esas
calamidades. A menudo me he preguntado si no hubiera sido mejor
haber permitido que el papado siguiera adelante en silencio, en lugar
de presenciar la ocurrencia de tantos problemas y sediciones en el
mundo. ¡Pero no! Es mejor haber arrebatado algunas almas de las
fauces del diablo, que haberlas dejado todas entre sus colmillos
asesinos ”. 15
Ahora terminó la revolución en la mente de Lutero que había
comenzado en el período de su regreso de Wartburg. La vida interior ya
no lo satisfacía: la Iglesia y sus instituciones ahora se volvían más
importantes a sus ojos. La audacia con la que lo había arrojado todo se
detuvo ante la vista de destrucciones aún más radicales; sintió que era
su deber preservar, gobernar y edificar; Y de entre las ruinas
ensangrentadas con las que la guerra campesina había cubierto toda
Alemania, el edificio de la nueva Iglesia comenzó a levantarse
lentamente.
Estos disturbios dejaron una impresión duradera y profunda en la
mente de los hombres. Las naciones habían sido golpeadas por la
desgracia . Las masas, que habían buscado en la Reforma nada más
que la reforma política, se retiraron de ella por su propia voluntad,
cuando vieron que les ofrecía sólo libertad espiritual. La oposición de
Lutero a los campesinos fue su renuncia al efímero favor del pueblo.
Pronto se estableció una aparente tranquilidad, y el ruido del
entusiasmo y la sedición fue seguido en toda Alemania por un silencio
inspirado por el terror. dieciséis
Así, las pasiones populares, la causa de la revolución, los intereses de
una igualdad radical, fueron sofocados en el imperio; pero la Reforma
no cedió. Estos dos movimientos, que muchos han confundido entre sí,
estaban claramente marcados por la diferencia de sus resultados. La
insurrección fue desde abajo; la Reforma desde arriba. Unos pocos
jinetes y cañones bastaron para acabar con uno; pero el otro no dejó de
crecer en fuerza y vigor, a pesar de los reiterados asaltos del imperio y
de la Iglesia.

Notas finales:
1. Omnia simul communia. L. Opp. 19: 292.
2. Lasset euer Schwerdt nicht kalt warden von Blut. L. Opp.
19: 289.
3. Moncerus más quam Scythicam crudelitatem prae se fert.
Corp. Ref. 1: 741.

4. Así que wolle er hinkunftig zu fuss gehen. Seck. Pág. 685.


5. Ihr solit sehen dass ich alle Buchsenteine en Ermel fassen
will. L. Opp. 19: 297.
6. Así que busquet er einem am Bett.
7. Kein Messer scherpfer schirrt denn wenn ein Baur des
andern Herr wird. Mathes. Pág. 48.
8. Hic nulla carnificina, nullum supplicium. Corp. Ref. 1:
752.
9. Eorum animos fractos et perturbatos verbo Dei erexit. M.
Adami Vit . Brentii, pág. 441.

10. Agmen rusticorum qui convenerant ad demoliendas


arces, unica oratione sic compescuit. M. Adami Vita Fred
Myconii, pág. 178.
11. Quod adulator principum vocer. L. Epp. 2: 671.
12. Gaudent papistae de nostro dissidio. Ibídem. 612.

13. Mateo 26:31. L. E págs. 2: 671.


14. Qui cum toties hactenus sub pedibus meis calcavit et
contrivit leonem et draconem, non sinet etiam basiliscum
super me calcare. Ibídem.
15. Es ist besser einige aus dem Rachen des Teufels
herausreissen. L. Opp. H. Ed. 9: 961.
16. Ea res incussit..vulgo terrorem, ut nihil usquam
moveatur. Corp. Ref. 1: 752.
LIBRO 10
CAPÍTULO 12

Mientras tanto, la causa de la Reforma misma parecía como si


pereciera en el abismo que se había tragado las libertades del pueblo.
Un acontecimiento melancólico parecía destinado a acelerar su caída.
En el momento en que los príncipes marchaban contra Munzer, y diez
días antes de su derrota, el anciano Elector de Sajonia, aquel hombre
que Dios había levantado para defender la Reforma contra todos los
peligros del exterior , descendió a la tumba.
Su fuerza disminuía día a día; los horrores que acompañaron a la
guerra campesina le retorcieron el corazón sensible. "¡Pobre de mí!"
exclamó con un profundo suspiro, “si fuera la voluntad de Dios,
moriría de alegría. No veo ni amor, ni verdad, ni fe, ni ningún bien que
quede sobre la tierra ". 1
Apartando sus ojos de las luchas que reinaban entonces en toda
Alemania, este piadoso príncipe, que en ese momento residía en el
castillo de Lochau, se preparó tranquilamente para partir. El 4 de mayo
llamó a su capellán, el fiel Spalatin: “Haces bien en venir a verme”,
dijo con suavidad al entrar el capellán: “porque es nuestro deber
visitar a los enfermos”. Luego ordenó que llevaran su diván hacia la
mesa cerca de la cual estaba sentado Spalatin , ordenó a sus asistentes
que abandonaran la habitación, y luego, tomando afectuosamente la
mano de su amigo, le habló familiarmente sobre Lutero, los
campesinos y su próxima partida. Spalatin volvió a las ocho de la
noche; el anciano príncipe luego desahogó su alma y confesó sus
pecados en la presencia de Dios. Al día siguiente, 5 de mayo, recibió la
comunión en ambos tipos. Ningún miembro de su familia estaba cerca
de él; su hermano y su sobrino se habían ido con el ejército; pero sus
criados estaban a su alrededor , según la antigua costumbre de
aquellos tiempos. Mientras miraban a ese venerable príncipe, a quien
había sido tan dulce una tarea servir, todos se echaron a llorar. 2
“Hijitos míos”, dijo con ternura, “si he ofendido a alguno de vosotros,
perdóname por el amor de Dios; porque nosotros, los príncipes,
muchas veces ofendemos a los pobres, y eso está mal ". Así obedeció
Federico el mandato del apóstol: Que el rico se regocije de haber sido
humillado; porque como la flor del culo pasará. 3

Spalatin no volvió a dejarlo; le presentó las ricas promesas del


Evangelio, y el piadoso elector bebió de sus poderosos consuelos con
una paz indescriptible. La doctrina del Evangelio ya no era para él esa
espada que ataca el error, siguiéndolo dondequiera que se encuentre, y
después de una contienda vigorosa triunfando finalmente sobre él;
cayó sobre su corazón como el rocío o la lluvia suave, llenándolo de
esperanza y alegría. Frederick se había olvidado del mundo actual: no
veía nada más que a Dios y la eternidad.
Sintiendo el rápido acercamiento de la muerte, destruyó un
testamento que había hecho algunos años antes, y en el que había
encomendado su alma a “la madre de Dios”; y dictó otro, en el que
invocó los santos y únicos méritos de Jesucristo "para el perdón de sus
pecados", y declaró su firme seguridad "de que fue redimido por la
sangre preciosa de su amado Salvador". 4 Luego agregó: "¡No puedo
decir más!" y al anochecer, a las cinco, se durmió tranquilamente. "Era
un hijo de la paz", exclamó su médico, "y en paz se ha ido". - "¡Oh
muerte amarga para todos los que ha dejado atrás!" dijo Lutero. 5
Lutero, que en ese entonces viajaba por Turingia para calmar la
emoción, nunca había visto al elector, excepto a la distancia, en
Worms, al lado de Carlos V. Pero estos dos hombres se habían
conocido en espíritu desde el mismo momento en que apareció el
reformador. Federico trabajó por la nacionalidad y la independencia,
como Lutero lo hizo por la verdad y la reforma. Indiscutiblemente, la
Reforma fue ante todo una obra espiritual; pero quizás fuera necesario
para su éxito inicial que se vincule con algún interés nacional. En
consecuencia, tan pronto como Luther se había levantado contra las
indulgencias, la alianza entre el príncipe y el monje se concluyó
tácitamente: una alianza puramente moral, sin contrato ni escritura,
ni siquiera palabras, y en la que el hombre fuerte no prestó ayuda a
nadie. el débil, pero solo le permitió actuar. Pero ahora que el vigoroso
roble fue cortado bajo cuyo abrigo la Reforma había crecido
gradualmente, ahora que los enemigos del Evangelio estaban
manifestando por todas partes una nueva fuerza y odio, y que sus
partidarios se vieron obligados a esconderse o permanecer en silencio,
nada parecía capaz de defenderlos por más tiempo de la espada de
quienes la perseguían con tanta violencia.
Los confederados de Ratisbona, que habían conquistado a los
campesinos en el sur y el oeste del imperio, estaban en todas partes
atacando la Reforma y la revuelta por igual. En Wurtzburg y en
Bamberg dieron muerte a muchos de los ciudadanos más pacíficos, e
incluso a algunos de los que habían resistido a los campesinos. "¿Qué
importa?" dijeron que abiertamente; "Esta gente estaba atenta al
Evangelio". Esto fue suficiente para hacer que sus cabezas cayeran
sobre el cadalso. 6
El duque George esperaba transmitir su odio y su afecto al landgrave y
al duque John. "Miren", les dijo después de la derrota de los
campesinos , mientras señalaba el campo de batalla, "¡miren qué
miserias ha ocasionado Lutero!" Juan y Felipe parecieron darle
esperanzas de que adoptarían sus ideas. “El duque Jorge”, dijo el
reformador, “imagina que triunfará ahora que Frederick ha muerto;
pero Cristo reina en medio de sus enemigos: en vano rechinan los
dientes, ... su deseo perecerá ”. 7
George no perdió tiempo en formar una confederación en el norte de
Alemania, similar a la de Ratisbona. Los electores de Men tz y
Brandeburgo, los duques Enrique y Erick de Brunswick y el duque
Jorge, se reunieron en Dessau y concluyeron una alianza romana en el
mes de julio. 8 George instó al nuevo elector ya su yerno, el landgrave,
a unirse a él. Y luego, como para dar a entender lo que se podía esperar
de él, decapitó a dos ciudadanos de Leipsic en cuya casa se habían
encontrado algunos de los escritos del reformador.
Al mismo tiempo llegaron a Alemania cartas de Carlos V, fechadas
desde Toledo, con las que se convocó otra dieta en Augsburgo. Carlos
deseaba darle al imperio una constitución que le permitiera
deshacerse de las fuerzas de Alemania a su gusto. Las diferencias
religiosas le ofrecieron los medios; sólo tenía que soltar a los católicos
contra los seguidores del Evangelio, y cuando hubieran agotado sus
fuerzas, fácilmente triunfaría sobre ambos. ¡Abajo los luteranos! fue por
tanto el grito del emperador. 9

Así todas las cosas se combinaron contra la Reforma. Nunca el espíritu


de Lutero se había visto abrumado por tantos temores. Los restos del
grupo de Munzer habían jurado quitarle la vida; su único protector ya
no existía; Se le informó que el duque George tenía la intención de que
lo arrestaran en Wittenberg; 10 los príncipes que podrían haberlo
defendido inclinaron la cabeza y parecían haber abandonado el
Evangelio; se rumoreaba que la universidad, cuyo número de
estudiantes ya había disminuido por estos disturbios, estaba a punto
de ser suprimida por el nuevo elector; y Carlos, victorioso en Pavía,
estaba armando una nueva dieta con el fin de dar un golpe mortal a la
Reforma. ¡Qué peligros no debió haber presagiado Lutero! ... Esta
angustia, estas luchas internas, que tantas veces lo habían torturado
hasta los gemidos, ahora le retorcían el alma. ¿Cómo puede resistir a
tantos enemigos? En medio de estas agitaciones, ante tantos peligros,
junto al cadáver de Federico que apenas hacía frío, y los cadáveres de
los campesinos que aún sembraron las llanuras de Alemania, Lutero,
nadie podría haber imaginado ciertamente tal cosa - Lutero se casó.

Notas finales:
1. Noch etwas gutes mehr in der Welt. Seckend. Pág. 702.

2. Dass alle Umstehende zum weinen bewegt. Ibídem.


3. Santiago 1:10.
4. Durch das theure Blut meines allerliebsten Heylandes
erloset. Seck. Pág. 703.
5. ¡Oh, mora amara! L. Epp. 2: 659.
6. Ranke, Deutsche Gesch. 2: 226.
7. Dux Georgius, mortuo Frederico, putat se omnia posse L.
Epp. 3:22.
8. Habito conciliabulo conjuraverunt restituros sese esse
omnia..Ibid.
9. Sleidan. Hist. De la Ref. 1: 214.
10. Keil, Luther's Leben, pág. 160.
LIBRO 10
CAPÍTULO 13

En el monasterio de Nimptsch, cerca de Grimma en Sajonia,


habitaban en el año 1523 nueve monjas, que eran diligentes en la
lectura de la Palabra de Dios, y que habían descubierto el contraste
que existe entre una vida cristiana y una vida enclaustrada. Sus
nombres eran Ma gdalen Staupitz, Eliza Canitz, Ava Grossen, Ava y
Margaret Schonfeldt, Laneta Golis, Margaret y Catherine Zeschau y
Catherine Bora. El primer impulso de estas jóvenes, después de ser
liberadas de las supersticiones del monasterio, fue escribir a sus
padres. “La salvación de nuestras almas”, decían, “no nos permitirá
permanecer más en un claustro”. 1 Sus padres, temiendo los
problemas que probablemente surgirían de tal resolución, rechazaron
duramente sus oraciones. Las pobres monjas estaban consternadas.
¿Cómo pueden salir del monasterio? Su timidez se alarmó ante un paso
tan desesperado. Por fin, prevaleció el horror causado por los servicios
papales, y se comprometieron a no dejarse el uno al otro, sino a
trasladarse en un cuerpo a algún lugar respetable, con orden y
decencia. 2 Dos ciudadanos dignos y piadosos de Torgau, Leonard
Koppe y Wolff Tomitzsch, ofrecieron su ayuda, 3 que aceptaron como
proveniente de Dios mismo, y abandonaron el convento de Nimptsch
sin ninguna oposición, y como si la mano del Señor se hubiera abierto
las puertas a ellos. 4 Koppe y Tomitzsch los recibieron en su carro; y el
7 de abril de 1523, las nueve monjas, asombradas de su propia osadía,
se detuvieron con gran emoción ante la puerta del antiguo convento
agustino en el que residía Lutero.
“Esto no es obra mía”, dijo Lutero al recibirlos; “¡Pero quisiera Dios
que así pudiera rescatar todas las conciencias cautivas y vaciar todos
los claustros ! 5 - ¡la brecha está hecha! " Muchas personas se
ofrecieron a recibir a estas monjas en sus casas, y Catherine Bora
encontró una acogida en la familia del burgomaestre de Wittenberg.
Si Lutero en ese momento pensó en prepararse para cualquier evento
solemne, era en subir al cadalso y no en acercarse al altar. Muchos
meses después de esto, todavía respondió a quienes le hablaban del
matrimonio: “Dios puede cambiar mi corazón, si es su voluntad; pero
ahora, al menos, no tengo pensado tomar una esposa; no es que no
sienta ningún atractivo en esa finca; No soy una piedra ni una piedra;
pero todos los días espero la muerte y el castigo de un hereje ". 6
Sin embargo, todo en la Iglesia avanzaba. Los hábitos de la vida
monástica, la invención del hombre, fueron dando paso en todos los
aspectos a los de la vida doméstica, señalados por Dios. El domingo 9
de octubre de 1524, Lutero, habiéndose levantado como de costumbre,
se despojó de la túnica de monje agustino y se vistió de sacerdote
secular ; luego hizo su aparición en la iglesia, donde este cambio causó
una viva satisfacción. La cristiandad renovada saludó con entusiasmo
todo lo que anunciaba que las cosas viejas habían pasado.
Poco después de esto, el último monje abandonó el convento; pero
Lutero permaneció; solo sus pasos resonaban a través de las largas
galerías; se sentó silencioso y solitario en el refectorio que tan
recientemente había resonado con el balbuceo de los monjes. ¡Un
elocuente silencio, testimonio de los triunfos de la Palabra de Dios! El
convento había dejado de existir. Hacia fines de diciembre de 1524,
Lutero envió las llaves del monasterio al elector, informándole que
debería ver dónde le agradaría a Dios alimentarlo. 7 El elector entregó
el convento a la universidad e invitó a Lutero a continuar su residencia
en él. La morada de los monjes estaba destinada en poco tiempo a ser
el santuario de una familia cristiana.
Lutero, cuyo corazón se formó para saborear los dulces de la vida
doméstica, honró y amó el estado matrimonial ; incluso es probable
que sintiera simpatía por Catherine Bora. Durante mucho tiempo sus
escrúpulos y la idea de las calumnias que ocasionaría tal paso le
impidieron pensar en ella; y había ofrecido a la pobre Catalina, primero
a Baumgartner de Nuremberg; 8 y luego al Dr. Glatz de Orlamund.
Pero cuando vio a Baumgartner negarse a aceptarla, y cuando ella se
negó a aceptar a Glatz, se preguntó seriamente si no debería pensar en
casarse con ella.
Su anciano padre, que se había sentido tan afligido cuando abrazó una
vida monástica, lo instaba a entrar en el estado conyugal. 9 Pero una
idea, sobre todo, estaba presente al día antes de la conciencia de
Lutero, y con mayor energía: el matrimonio es una institución de Dios,
- el celibato una institución del hombre. Le horrorizaba todo lo que
emanaba de Roma. Les decía a sus amigos: "No deseo retener nada de
mi vida papista". 10 Día y noche oró y encomendó al Señor para que lo
liberara de su incertidumbre. Por fin, un solo pensamiento rompió los
últimos eslabones que aún lo mantenían cautivo. A todos los motivos
de decoro y obediencia personal que le llevaron a aplicarse a sí mismo
esta declaración de Dios, No es bueno que el hombre esté solo, 11 se
añadió un motivo de naturaleza superior y más poderosa. Vio que si fue
llamado al estado matrimonial como hombre, también fue llamado a él
como reformador: esto lo decidió.
"Si este monje se casa ", dijo su amigo Schurff, el abogado, "hará que
todo el mundo y el mismo diablo estallen de risa, y destruirá el trabajo
que ha comenzado". 12 Esta observación le causó a Lutero una
impresión muy diferente de la que podría haberse supuesto. Para
desafiar al mundo, al diablo y a sus enemigos, y, mediante una acción
que creían calculada para arruinar la causa de la Reforma, evitar que
su éxito se le atribuyera en alguna medida, esto era todo lo que
deseaba. En consecuencia , alzando la cabeza con valentía, respondió:
“Bueno, entonces lo haré; Jugaré al diablo y al mundo este truco; ¡Me
contentaré con mi padre y me casaré con Catherine! Lutero, con su
matrimonio, se separó aún más completamente de las instituciones del
papado; confirmó la doctrina que había predicado, con su propio
ejemplo, y animó a los tímidos a una renuncia total a sus errores. 13
Roma parecía recuperar aquí y allá el terreno que había perdido; se
halagaba con la esperanza de la victoria; y ahora una fuerte explosión
esparció el terror y la sorpresa a través de sus filas, y le reveló aún más
plenamente el valor del enemigo al que creía haber aplastado. “Daré
testimonio del Evangelio”, dijo Lutero, “no solo por mis palabras , sino
también por mis obras. Estoy resuelto, ante mis enemigos que ya se
regocijan y alzan el grito de la victoria, a casarme con una monja, para
que vean y sepan que no me han conquistado. 14 No tomo esposa para
vivir mucho tiempo con ella; pero viendo a las naciones y a los
príncipes desatar su furor contra mí, previendo que mi fin está cerca, y
que después de mi muerte pisotearán mi doctrina nuevamente, estoy
resuelto a dar un testimonio contundente a los débiles para la
edificación de los débiles. lo que enseño aquí abajo ". 15
El 11 de junio de 1525, Lutero fue a la casa de su amigo y colega
Amsdorff. Deseaba que Pomerano, a quien llamó enfáticamente El
Pastor, bendijera su unión . El célebre pintor Lucas Cranach y el doctor
John Apella presenciaron el matrimonio. Melancthon no estuvo
presente.
Tan pronto como Lutero se casó, toda Europa quedó perturbada.
Estaba abrumado por acusaciones y calumnias de todos lados. “Es ince
st”, exclamó Enrique VIII. “Un monje se ha casado con una vestal”,
dijeron algunos. 16 - “El Anticristo será el vástago de tal unión”,
dijeron otros; "Porque una profecía anuncia que nacerá de un monje y
una monja". A esto, Erasmo respondió con una sonrisa sarcástica: "Si
la profecía es cierta, ¡qué miles de anticristos no existen ya en el
mundo!" 17 Pero mientras Lutero era así atacado, muchos hombres
sabios y moderados, a quienes la Iglesia Romana todavía contaba
entre sus miembros, emprendieron su defensa. "Lutero", dijo Erasmo,
"ha tomado una esposa de la noble familia de Bora, pero ella no tiene
dote". 18 Ahora se dio un testimonio más valioso a su favor. El maestro
de Alemania, Philip Melancthon, a quien este audaz paso había
alarmado al principio, dijo con esa voz grave que incluso sus enemigos
escuchaban con respeto: “Es falso y calumnioso sostener que hay algo
impropio en el matrimonio de Lutero. 19 Creo que al casarse debe
haberse violentado a sí mismo. Una vida matrimonial es de humildad,
pero también es un estado santo, si es que existe alguno en el mundo,
y las Escrituras en todas partes lo representan como honorable a los
ojos de Dios ".
Lutero se preocupó al principio cuando vio tales oleadas de ira y
desprecio derramadas sobre él; Melancthon se volvió más sincero en
amistad y bondad hacia él; 20 y no pasó mucho tiempo antes de que el
reformador pudiera ver una señal de la aprobación de Dios en esta
oposición del hombre. "Si no ofendiera al mundo", dijo, "tendría
motivos para temer que lo que he hecho sea desagradable para Dios".
21
Habían transcurrido ocho años entre el momento en que Lutero atacó
las indulgencias y su matrimonio con Catalina Bora. Sería difícil
atribuir, como todavía se hace, su celo contra los abusos de la Iglesia a
un “deseo impaciente” por el matrimonio. Tenía entonces cuarenta y
dos años y Catherine Bora ya llevaba dos años en Wittenberg.

Lutero estaba feliz en esta unión. "El mejor regalo de Dios", dijo, "es
una esposa piadosa y amable , que teme a Dios, ama a su familia, con
quien un hombre puede vivir en paz y en quien puede confiar con
seguridad". Unos meses después de casarse, informó a una de sus
amigas del embarazo de Catherine, 22 y un año después de que se
encontraran juntos, ella dio a luz a un hijo. 23 Los dulces de la vida
doméstica pronto dispersaron las tempestades que la exasperación de
sus enemigos al principio había acumulado sobre él. Su Ketha, como él
la diseñó, le manifestó el más tierno afecto hacia él, lo consoló en su
abatimiento repitiendo pasajes de la Biblia, lo exoneró de todas las
preocupaciones del hogar, se sentó cerca de él en sus momentos de
ocio, trabajó su retrato en bordado, recordó él de los amigos a los que
se había olvidado de escribir , ya menudo lo divertía con la sencillez de
sus preguntas. Una cierta dignidad parece haber marcado su carácter,
ya que Luther a veces la llamaba, mi señor Ketha. Un día dijo en
broma, que si se volviera a casar, se haría una obediencia obediente en
un bloque de piedra, porque, agregó, "es imposible encontrar uno así
en la realidad". Sus cartas rebosaban ternura por Catalina; la llamó "su
querida y amable esposa, su querida y amable Ketha". El carácter de
Lutero se volvió más alegre en la sociedad de Catalina, y este estado de
ánimo feliz nunca lo abandonó después, incluso en medio de sus
mayores pruebas.
La corrupción casi universal del clero había llevado al sacerdocio al
desprecio general, del que las virtudes aisladas de unos pocos siervos
fieles de Dios no habían podido sacarlo. La paz doméstica y la fidelidad
conyugal, esos más seguros fundamentos de la felicidad aquí abajo, se
veían continuamente perturbados en la ciudad y en el campo por las
burdas pasiones de los sacerdotes y monjes. Nadie estaba a salvo de
esos intentos de seducción. Aprovecharon el acceso que les permitía a
todas las familias y, a veces, incluso la confianza del confesionario,
para infundir un veneno mortal en el alma de sus penitentes y
satisfacer sus deseos culpables. La Reforma, al abolir el celibato de los
eclesiásticos, restauró la santidad del estado conyugal. El matrimonio
del clero puso fin a una inmensa cantidad de crímenes secretos. Los
reformadores se convirtieron en modelos de sus relaciones en las
relaciones más íntimas e importantes de la vida; y el pueblo no tardó
en regocijarse al ver a los ministros de religión una vez más maridos y
padres.

Notas finales:
1. Alabardero Der Seelen Seligkeit. L. Epp. 2: 323.

2. Mit aller Zucht und Ehre an redlic he Statte und Orte


kommen. Ibídem. 322.
3. Per honestos cives Torgavienses adductae. Ibídem. 319.
4. Mirabiliter evaserunt. Ibídem.
5. Und alle Kloster ledig machen. Ibídem. 322.
6. Cum expectem quotidie mortem et meritum haeretici
supplicium. L. Epp. 2: 570. Carta a Spalat en, 30 de
noviembre de 1524.
7. Muss und will Ich sehen wo mich Gott ernahret. L. Epp. 2:
582.

8. Si vis Ketam tuam a Bora tenere. Ibídem. 553.


9. Aus Begehren meines lieben Vaters. Ibídem. 3: 2.
10. Ibídem. 1.
11. Génesis 2:18.
12. Risuros mundum universum et diabolum ipsum. M.
Adami Vi ta Luth. Pág. 130.
13. Ut confirm facto quae docui, tam multos invenio
pusillanimes in tanta luce Evangelii. L. Epp. 3:13.
14. Nonna ducta uxore in despectum triumphantium et
clamantium Jo! Jo! Hostium. Ibídem. 21.
15. Non duxi uxorem ut diu viverem, sed quod sunc
propiorem finem meum suspicarer. Ibídem. 32.
16. Monachus cum vestali copularetur. Enojado. Vit. Luth.
Pág. 131.

17. Citar Antichristorum millia jam olim habet mundus. Er.


Epp. Pág. 789.
18. Erasmo agrega, aludiendo a los informes difundidos por
los enemigos de Lutero de que no se había casado más de
quince días cuando su esposa ya había sido llevada a la
cama de un hijo; "Partu maturo sponsae vanus erat
rumor". Ibídem. págs. 780, 789.
19. [Oti yeu ~ dov tou ~ to ka ejsti. Corp. Ref. 1: 753, ad
Camerarius.
20. Pa ~ sa spoudh ~ kaia. Ibídem.
21. Y añade: Offenditur etiam in carne ipsius divinitatis et
creatoris. L. Epp. 3:32.

22. Esta carta está fechada el 21 de octubre de 1525.


Catena mea simulat vel vere implet illud Genes. 3. Tu
dolore gravida eris. Ibídem. 35.
23. Mir meine liebe Kethe einen Hansen Lutero bracht hat
gestern um zwei. Ibídem. 116. 8 de junio de 1526.
LIBRO 10
CAPÍTULO 14

A primera vista, el matrimonio de Lutero, en verdad, parecía aumentar


las dificultades de la Reforma. Aún sufría el golpe que le infligió la
revuelta de los campesinos; la espada del emperador y de los príncipes
aún estaba desenvainada contra ella; y sus amigos, el Landgrave Philip
y el nuevo Elector John, parecían desanimados y silenciados.
Este estado de cosas, sin embargo, no duró mucho. El joven landgrave
en poco tiempo levantó con valentía la cabeza. Ardiente y valiente
como Lutero, el noble carácter del reformador se había ganado su
estima. Se lanzó a la Reforma con todo el entusiasmo de un joven, y al
mismo tiempo la estudió con toda la seriedad de una mente superior.

En Sajonia, el lugar de Federico no se podía suplir ni con discreción ni


con influencia; pero su hermano, el elector Juan, en lugar de limitarse
a la parte pasiva de un protector, se interpuso más directamente y con
mayor valentía en los asuntos religiosos . Cuando salía de Weimar el 16
de agosto de 1525, dijo al clero reunido: "Deseo que en el futuro
prediquen la pura Palabra de Dios, sin ninguna adición de hombre".
Algunos eclesiásticos ancianos, que estaban desconcertados sobre
cómo obedecer sus instrucciones, respondieron ingenuamente: "¿Pero
no tenemos prohibido decir misa por los muertos o bendecir el agua y
la sal?" - “Todo”, dijo el elector, “tanto las ceremonias como los
sermones, deben ajustarse a la Palabra de Dios”.
Poco después, el landgrave formó el extraordinario proyecto de
convertir a su suegro, el duque George. Hubo un tiempo en que
establecería la suficiencia de las Escrituras; en otro, atacaría la misa, el
papado y los votos obligatorios. Letra seguida de letra, y todas las
declaraciones de la Palabra de Dios fueron en turnos opuestos a la fe
del anciano duque. 1
Estos esfuerzos no resultaron infructuosos. El hijo del duque Jorge se
ganó a la nueva doctrina. Pero Felipe no tuvo éxito con el padre.
“Dentro de cien años veremos quién tiene razón”, dijo este último. "Un
dicho terrible", observó el elector de Sajonia; “¿Qué puede ser esa fe
que requiere una experiencia tan larga? 2 ¡ Pobre duque! ... esperará
bastante. Me temo que Dios ha endurecido su corazón, como hizo en el
pasado con Faraón ".
En Felipe el partido evangélico encontró un líder valiente e inteligente,
capaz de hacer frente a los terribles ataques que el enemigo planeaba
contra ellos. Pero, ¿no tenemos motivo para lamentar que el jefe de la
Reforma haya sido desde este momento un hombre de espada y no
simplemente un discípulo de la Palabra de Dios? El elemento humano
se expandió en la Reforma y el elemento espiritual declinó. Esto fue
perjudicial para el trabajo; porque toda obra debe desarrollarse de
acuerdo con las leyes de su propia naturaleza, y la Reforma fue de
naturaleza esencialmente espiritual.

Dios estaba aumentando el número de sus partidarios. Prusia, ese


estado poderoso en las fronteras de Alemania, ya había tomado su
puesto con alegría bajo la bandera del Evangelio. El espíritu
caballeresco y religioso que había fundado la orden teutónica se
desvaneció gradualmente con las edades en las que había surgido. Los
caballeros, consultando solo sus propios intereses, habían insatisfecho
a la gente bajo su gobierno. Polonia había aprovechado esto en 1466
para obligar a la orden a reconocer su supremacía. El pueblo, los
caballeros, el gran maestre, la dominación polaca, eran tantos poderes
contrarios en colisión que hacían imposible la prosperidad del país.
Luego vino la Reforma, y se percibió que este era el único medio de
salvación que quedaba para la gente infeliz. Brismann, Speratus,
Poliander, que había sido el secretario del Dr. Eck en la disputa de
Leipzig, y muchos otros, predicaron el Evangelio en Prusia.

Un día, un mendicante del país gobernado por los caballeros


teutónicos, llegó a Wittenberg y se detuvo ante la casa de Lutero y
cantó con voz solemne el hermoso himno de Poliander:
"¡A nosotros por fin ha llegado la salvación!" 3
El re ex, que nunca había escuchado esta vena cristiana, escuchó con
asombro y éxtasis; el acento extranjero del cantor se sumaba a su
deleite: “De nuevo, de nuevo”, dijo cuando el mendicante hubo
terminado. Luego preguntó dónde había aprendido el himno; y sus
lágrimas comenzaron a fluir cuando el pobre le informó que un grito
de liberación estaba sonando desde las orillas del Báltico hasta
Wittenberg. Lutero juntó las manos y agradeció a Dios. 4

En verdad, las nuevas de la salvación le habían ido .


“Ten piedad de nuestro miserable estado”, dijo el pueblo de Prusia al
gran maestro, “y danos predicadores que enseñen la pura doctrina del
Evangelio”. Albert al principio no respondió; pero entró en
correspondencia con Segismundo, rey de Polonia, su tío y señor
soberano.

Este último lo reconoció como duque hereditario de Prusia, 5 y el


nuevo príncipe hizo una entrada pública en su capital de Konigsberg
con el repique de campanas y las aclamaciones del pueblo; todas las
casas estaban espléndidamente decoradas y las calles sembradas de
flores. "Sólo hay un orden", dijo Albert, "y ese es el cristianismo". Las
órdenes monásticas estaban desapareciendo y esta orden divina se
restableció.
Los obispos renunciaron a sus derechos seculares al nuevo duque; los
conventos se transformaron en hospitales, el Evangelio se predicó en
las aldeas más humildes y, al año siguiente, Alberto se casó con
Dorotea, hija del rey de Dinamarca, cuya “fe en el único Salvador” no
se inmutó.
El Papa pidió al emperador que tomara medidas severas contra este
monje "apóstata", y Carlos puso a Alberto bajo un interdicto.
Otro príncipe de la familia de Brandeburgo, el cardenal-arzobispo de
Mentz, estuvo entonces a punto de seguir el ejemplo de su primo . Las
guerras campesinas amenazaron más especialmente a los estados
eclesiásticos; el elector, Lutero y toda Alemania se imaginaban en
vísperas de una gran revolución. El arzobispo, pensando que la única
forma de preservar su principado sería sec ularizarlo, invitó
secretamente a Lutero a preparar al pueblo para este paso atrevido, 6
lo que hizo este último mediante una carta dirigida al arzobispo y
destinada a ser pública: “ Dios ”, dijo,“ ha puesto su mano dura sobre
el clero; deben caer, nada puede salvarlos ". 7 Pero la guerra de los
campesinos terminó más rápidamente de lo previsto, el cardenal se
quedó con sus posesiones temporales; su ansiedad desapareció y
renunció a sus planes de secularización.

Mientras Juan de Sajonia, Felipe de Hesse y Alberto de Prusia


tomaban un papel tan destacado en la Reforma, y en lugar del
prudente Federico se encontraron tres príncipes llenos de resolución y
coraje, la obra santa avanzaba en la Iglesia y entre los pueblos.
naciones. Lutero suplicó al elector que estableciera el ministerio
evangélico en lugar del sacerdocio romano y que dirigiera una visita
general de las iglesias. 8 Aproximadamente al mismo tiempo, en
Wittenberg comenzaban a ejercer las funciones episcopales y a
ordenar ministros. “Que el Papa, los obispos, los monjes y los
sacerdotes no exclamen: 'Somos la Iglesia; ¡Quien se separa de
nosotros, se separa de la Iglesia! ' No hay otra Iglesia que la asamblea
de los que tienen la Palabra de Dios y son purificados por ella ”. 9 Tal
era el lenguaje de Melancthon.
Todo esto no podría decirse y hacerse sin provocar una fuerte
reacción. Roma había pensado que la Reforma se extinguía en la
sangre de los campesinos rebeldes, pero sus llamas estallaron de
nuevo en todos los rincones con mayor fuerza y brillo. Decidió hacer
otro esfuerzo. El papa y el emperador escribieron cartas amenazadoras,
una desde Roma, la otra desde España. El gobierno imperial se preparó
para poner las cosas en su antigua base; y se consideró seriamente la
idea de aplastar eficazmente la Reforma en la dieta que se acercaba.
El 7 de noviembre, el príncipe electoral de Sajonia y el landgrave se
reunieron alarmados en el castillo de Friedewalt y acordaron que sus
diputados en la dieta debían actuar en concierto. Así, en el bosque de
Sullingen se crearon los primeros elementos de una alianza evangélica,
en oposición a las ligas de Ratisbona y Dessau.
La dieta se inauguró en Augsburgo el 11 de diciembre. Los príncipes
evangélicos no estuvieron presentes en persona. Desde el principio, los
diputados de Sajonia y Hesse se pronunciaron audazmente: “La
insurrección de los campesinos”, decían, “se debió a una severidad
descortés . No es ni fuego ni espada lo que puede arrancar del corazón
la verdad de Dios. Si decide emplear medidas violentas contra la
Reforma, le sobrevendrán calamidades más terribles que aquellas de
las que ha escapado tan recientemente y por tan poco tiempo. "
Se consideró que cualquiera que fuera la resolución que se aprobara,
sus resultados serían de la mayor importancia. Todos deseaban aplazar
el momento decisivo para aumentar sus propias fuerzas. Por lo tanto,
decidieron reunirse nuevamente en Spires en el mes de mayo
siguiente; y que mientras tanto el receso de Nuremberg debe continuar
en vigor. Entonces, dijeron, entraremos a fondo en el tema “de la santa
fe, de la justicia y de la paz”.
El landgrave perseveró en su plan. Tuvo una conferencia con el elector
en Gotha a fines de febrero de 1526. Estos dos príncipes estuvieron de
acuerdo en que si eran atacados a causa de la Palabra de Dios, debían
unir sus fuerzas para resistir a sus adversarios. Esta alianza fue
ratificada en Torgau y estaba destinada a producir importantes
resultados.
La alianza de Torgau no satisfizo al landgrave. Convencido de que
Carlos V se esforzaba por formar una alianza “contra Cristo y su santa
Palabra”, escribió carta tras carta al elector, representándole la
necesidad de asociarse con otros estados. "En cuanto a mí", escribió,
"prefiero morir antes que renunciar a la Palabra de Dios y dejarme
arrojar de mi trono". 10
Hubo una gran incertidumbre en el tribunal electoral. De hecho, un
serio obstáculo se interpuso en el camino de cualquier unión entre los
príncipes evangélicos, y este obstáculo fue Lutero y Melancthon. Lutero
deseaba que la doctrina evangélica fuera defendida solo por Dios.
Pensaba que cuanto menos interfirieran los hombres, más
sorprendente sería la interposición de Dios. Le parecía que,
cualesquiera que fueran las medidas que quisieran tomar, debían
atribuirse a una timidez indigna oa una desconfianza reprobable.
Melancthon temía que la alianza de los príncipes evangélicos
precipitara esa misma lucha que ellos deseaban evitar.
El landgrave no debía ser frenado por estas consideraciones, y se
esforzó por traer a los estados vecinos a la alianza; pero sus esfuerzos
no se vieron coronados por el éxito. Frankfort se negó a entrar. El
elector de Treves abandonó su oposición y aceptó una pensión del
emperador. Incluso el elector-palatino, cuya disposición evangélica era
bien conocida, rechazó las propuestas de Felipe.
Así, el landgrave fracasó en el lado del Rin; pero el elector, a pesar de
las opiniones de los teólogos de la Reforma, entró en negociaciones
con los príncipes que en todo momento se habían reunido en torno a
la poderosa casa de Sajonia. El 12 de junio, el elector y su hijo, los
duques Felipe, Ernesto, Otón y Francisco de Brunswick y Luneburg, el
duque Enrique de Mecklenburg, el príncipe Wolff de Anhalt, los
condes Alberto y Gebhard de Mansfeldt, se reunieron en Magdeburgo;
y allí, bajo la presidencia del elector, formaron una alianza similar a la
de Torgau.
“Dios Todopoderoso”, dijeron estos príncipes, “teniendo en su inefable
misericordia revivido entre los hombres su santa y eterna Palabra,
alimento de nuestras almas y nuestro mayor tesoro aquí abajo; y
habiendo hecho grandes esfuerzos por parte del clero y sus adherentes
para suprimirlo y extirparlo, nosotros, estando firmemente seguros de
que Aquel que lo ha enviado para glorificar su nombre en la tierra,
también sabrá cómo mantenerlo, unirnos para preservar esa bendita
Palabra para nuestro pueblo, y para ese fin emplear nuestros bienes,
nuestras vidas, nuestros estados, nuestros súbditos y todo lo que
poseemos; poniendo nuestra confianza, no en nuestros ejércitos, sino
únicamente en la omnipotencia del Señor, cuyos instrumentos
deseamos ser ”. 11 Tal era el lenguaje de los príncipes.
Dos días después, la ciudad de Magdeburgo fue incorporada a la
alianza y el nuevo duque de Prusia, Alberto de Brandeburgo, se adhirió
a ella mediante un tratado separado.
Se formó así la alianza evangélica; pero los peligros que se pretendía
evitar se volvían cada día más amenazadores. El clero y los príncipes
amigos de Roma habían visto la Reforma, que creían sofocada,
creciendo repentinamente ante ellos en una forma formidable. Los
partidarios de la Reforma ya eran casi tan poderosos como los del
Papa. Si tuvieran una mayoría en la dieta, las consecuencias para los
estados eclesiásticos podrían imaginarse fácilmente. ¡Ahora o nunca!
Ya no se trata de refutar una herejía; tienen que luchar contra un
partido poderoso. Otras victorias que los de la Dra . Se requieren Eck
para salvar la cristiandad.
Ya se habían tomado las precauciones necesarias. El capítulo
metropolitano de la colegiata de Mentz había convocado una reunión
de todos sus sufragáneos y decidió enviar una delegación al emperador
y al papa, llamándolos para preservar la Iglesia.
Al mismo tiempo, el duque Jorge de Sajonia, el duque Enrique de
Brunswick y el cardenal elector Alberto se habían reunido en Halle y
resolvieron dirigir un homenaje a Carlos V. "La detestable doctrina de
Lutero", dijeron, "es progresando rápidamente. Todos los días se
intenta ganar incluso a nosotros; y como no pueden tener éxito con
medidas suaves, se esfuerzan por obligarnos, estimulando a nuestros
súbditos a rebelarse. Suplicamos la ayuda del emperador ". 12
Inmediatamente después de esta conferencia, el propio Brunswick
partió hacia España para influir en la determinación de Charles.
No pudo haber llegado en un momento más favorable; el emperador
acababa de concluir el famoso tratado de Madrid con Francia; tilice
que Emed no tener nada más que temer por ese lado, y sus ojos
estaban ahora convertida exclusivamente hacia Alemania. Francisco I
me había ofrecido a sufragar una parte de los gastos de una guerra,
contra los herejes o contra los turcos.
El emperador estaba en Sevilla, donde estaba a punto de casarse con
una princesa de Portugal, y las orillas del Guadalquivir resonaban con
el estruendo de sus fiestas. Un reluciente tren de nobles y un vasto
concurso de gente abarrotaba esa antigua capital de los moros. Bajo el
techo abovedado de su magnífica catedral se exhibían todas las
pomposas ceremonias de la Iglesia; oficiaba un legado del Papa, y
nunca, ni siquiera bajo el dominio de los árabes, había presenciado
Andalucía un espectáculo de mayor esplendor y solemnidad.
En ese mismo momento llegó Enrique de Brunswick de Alemania y le
suplicó a Carlos que rescatara al imperio ya la Iglesia de los ataques
del monje de Wittenberg. Su solicitud fue inmediatamente tomada en
consideración y el emperador decidió adoptar medidas enérgicas.
El 23 de marzo de 1526 escribió a varios de los príncipes y ciudades
que habían permanecido fieles a Roma. Al mismo tiempo, le dio a
Enrique de Brunswick una comisión especial para informarles
verbalmente que se había sentido seriamente afligido al enterarse de
que el progreso continuo de la herejía luterana amenazaba con llenar a
Alemania de sacrilegio, devastación y derramamiento de sangre; que
por el contrario contempló con sumo placer la fidelidad de la mayoría
de los estados; que, dejando a un lado todas las demás ocupaciones,
estaba a punto de dejar España y dirigirse a Roma, para llegar a un
entendimiento con el Papa, y de allí partir a Alemania para luchar
contra la abominable plaga de Wittenberg; que, por su parte, era su
deber adherirse a su fe; y si los luteranos intentaron inducirlos al error
mediante una estratagema o la fuerza, deberían formar una alianza
estrecha y resistirlos con valentía; y que pronto llegaría y los apoyaría
con todas sus fuerzas. 13
Cuando Brunswick regresó a Alemania, el grupo romish se emocionó y
levantó la cabeza con orgullo. Los duques de Brunswick y Pomerania,
Alberto de Mecklenburg, Juan de Juliers, Jorge de Sajonia, los duques
de Baviera y todos los príncipes de la Iglesia, se creían seguros de la
victoria al leer las amenazadoras cartas del conquistador de Francisco
I Resolvieron atender la dieta que se acercaba, humillar a los príncipes
herejes y, si no se sometían, obligarlos a espada. Se dice que el duque
Jorge dijo: "Puedo ser elector de Sajonia cuando me plazca"; 14
posteriormente, sin embargo, se esforzó por dar otro significado a
estas palabras. "La causa de Lutero no durará mucho: ¡déjele que la
mire!" dijo el canciller del duque un día en Torgau, con aire de triunfo.
Lutero, de hecho, lo estaba mirando, pero no como el canciller
entendió la expresión; estaba observando atentamente los
movimientos de los enemigos de la Palabra de Dios y, como
Melancthon, imaginó que veía miles de espadas desenvainadas contra
el Evangelio. B ut buscó para sí y mayor resistencia que la del hombre.
“Satanás”, le escribió a Frederick Myconius, “está manifestando su
furia; pontífices impíos están conspirando; y estamos amenazados de
guerra. Exhorta al pueblo a contender valientemente ante el trono del
Señor por fe y oración, para que nuestros enemigos, vencidos por el
Espíritu de Dios, sean constreñidos a la paz. Nuestra principal
necesidad, nuestro principal trabajo es la oración; que la gente sepa
que ahora está expuesta al filo de la espada y a la ira de Satanás, y que
oren ”. 15
Así, todas las cosas tendían a una lucha decisiva. La Reforma tuvo de
su lado las oraciones de los cristianos, la simpatía del pueblo y una
influencia cada vez mayor sobre las mentes de los hombres que ningún
poder pudo detener . El papado tenía a su favor el antiguo orden de las
cosas, la fuerza de las viejas costumbres, el celo y el odio de
formidables príncipes, y el poder de ese poderoso emperador que
reinaba sobre dos mundos, y que justo antes había dado un cheque tan
rudo a la ambición de Francisco I.
Tal era la situación cuando se inauguró la Dieta de las Agujas. Ahora
volvamos a Suiza.

Notas finales:
1. Urkundenbuch de Rommel, 1: 2.
2. Was das fur ein Glaube sey, der eine solche Erfahrung
erfordert. Seck. Pág. 739.
3. Es ist das Heyl uns kommen her.
4. Dankte Gott conoció a Freuden. Seck. Pág. 668.
5. Sleidan, Hist. Árbitro. Pág. 220.
6. Seckend. Pág. 712.
7. Er muss herunter. L. Epp. 2: 674.
8. Epp. 3:28, 38, 51, etc.

9. Dass Kirche sey allein diejenige, entonces Gottes Wort


haben und damit gereiniget werden. Corp. Ref. 1: 766.
10. Seckendorf, pág. 768.
11. Allein auf Gott den Allmachtigen, als dessen Werkzeuge
sie handeln. Hortleber, Ursache des Deutschen Krieges 1:
1490.
12. Schmidt. Deutsche Gesch. 8: 202.
13. Documentos del Estado de Weimar, Seckendorff, pág.
768.
14. Ranke, Deutsch Gesch. 2. P. 349; Rommel Urkunden,
pág. 22.
15. Ut in mediis gladiis et furoribus Satanae posito et
periclitanti. L. Epp. 3: 100.

LIBRO 11
CAPÍTULO 1

Estamos a punto de contemplar las diversidades o, como se les ha


llamado, las variaciones de la Reforma. Estas diversidades son una de
sus características más esenciales.
La unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad, es una ley
tanto de la naturaleza como de la Iglesia.
La verdad es como la luz del sol: desciende del cielo una y siempre la
misma; y sin embargo asume diferentes colores sobre la tierra, según
los objetos sobre los que cae. De la misma manera, formularios algo
diferentes a veces pueden expresar la misma idea cristiana
considerada bajo diferentes aspectos.
¡Qué aburrida sería la creación si esta ilimitada variedad de formas y
colores, que le da belleza, fuera reemplazada por una uniformidad
absoluta! ¡Pero cuán melancólica sería también su aparición, si todos
los seres creados no formaran una unidad magnífica!
La unidad divina tiene sus derechos, también los tiene la diversidad
humana. En religión no debemos reprimir ni a Dios ni al hombre. Si no
tienes unidad, tu religión no es de Dios; si no tienes diversidad, la
religión no es del hombre; pero debería ser de ambos. ¿Eliminarías de
la creación una de las leyes que Dios mismo le ha impuesto, la de la
diversidad infinita? Y aun las cosas sin sonido vivificante, ya sea flauta
o arpa, a menos que den una distinción en los sonidos, ¿cómo se sabrá
lo que se toca con flauta o arpa? 1 Pero si hay una diversidad en la
religión que surge de la diferencia de individualidad, y que en
consecuencia debe subsistir incluso en el cielo, hay una que procede de
la rebelión del hombre, y esto es en verdad una gran calamidad.
Hay dos tendencias que igualmente nos llevan al error. Uno exagera la
diversidad, el otro exagera la unidad. Las doctrinas esenciales de la
salvación son el límite entre estos dos cursos. Exigir más que estas
doctrinas es infringir esta diversidad; requerir menos es violar la
unidad.

Este último exceso es el de las mentes temerarias y rebeldes, que


miran más allá de Jesucristo para formar sistemas y doctrinas de
hombres.
El primero existe en varias sectas exclusivas, y particularmente en la
de Roma.
La Iglesia debe rechazar el error y, a menos que se haga esto, no se
puede mantener el cristianismo . Pero si esta idea se llevara a los
extremos, se seguiría que la Iglesia debería tomar las armas contra la
menor desviación y ponerse en movimiento por meras disputas
verbales. La fe quedaría así encadenada y los sentimientos de los
cristianos quedarían reducidos a la esclavitud. Tal no era la condición
de la Iglesia en los tiempos de la verdadera catolicidad, la catolicidad
de las edades primitivas. Rechazó las sectas que atacaban las verdades
fundamentales del Evangelio; pero una vez recibidas estas verdades,
dejó plena libertad a la fe. Roma pronto se apartó de este sabio curso; y
en la medida en que el dominio y la enseñanza de los hombres
surgieron en la Iglesia, surgió a su lado una unidad del hombre.
Cuando se inventó un sistema meramente humano, la coerción
aumentó de una época a otra . La libertad cristiana, respetada por el
catolicismo de épocas anteriores, fue al principio limitada, luego
esclavizada y finalmente sofocada. La convicción, que según las leyes
de la naturaleza humana y de la Palabra de Dios debe formarse
libremente en el corazón y el entendimiento del hombre, fue impuesta
desde fuera, completamente formada y dispuesta simétricamente por
los amos de la humanidad. Reflexión, voluntad, sentimiento, todas las
facultades del ser humano que, sometidas a la Palabra y al Espíritu de
Dios, debían obrar y fructificar libremente, se vieron privadas de su
libertad y constreñidas a expandirse en formas previamente
determinadas. . La mente del hombre se convirtió en un espejo en el
que se reflejan objetos extraños, pero que no posee nada por sí mismo.
Sin duda, todavía existían muchas almas que habían sido enseñadas
directamente por Dios. Pero la gran mayoría de los cristianos de esa
época recibió las convicciones de otros solamente; una fe peculiar del
individuo era rara; fue solo la Reforma la que restauró este tesoro a la
Iglesia.
Y, sin embargo, durante algún tiempo hubo un espacio dentro del cual
se permitió que la mente humana se moviera; había ciertas opiniones
que podían recibirse o rechazarse a voluntad. Pero a medida que un
ejército hostil se acerca día a día a una ciudad sitiada, obliga a la
guarnición a moverse sólo dentro del estrecho límite de sus murallas, y
finalmente la obliga a rendirse; así la jerarquía, de época en época, y
casi de año en año, contrajo el espacio que temporalmente había
concedido a la mente humana, hasta que por fin este espacio, de
continuas usurpaciones, dejó de existir. Todo lo que el hombre debía
amar, creer o hacer, estaba regulado y decretado en las oficinas de la
cancillería romana. Los fieles se vieron aliviados de la fatiga de
examinar, de reflexionar, de contender; todo lo que tenían que hacer
era repetir los formularios que les habían enseñado.

A partir de ese momento, si aparecía en el seno del catolicismo


romano alguien que había heredado el catolicismo de los tiempos
apostólicos, tal hombre sintiendo su incapacidad para expandirse en
los lazos en los que estaba confinado, se veía obligado a romperlos, y
mostrar de nuevo al mundo asombrado el porte desenfrenado de un
cristiano, que no reconoce otra ley que la de Dios.

La Reforma, al devolver la libertad a la Iglesia, estaba destinada


también a restaurar su diversidad original ya poblarla de familias
unidas por los grandes rasgos de semejanza que derivan de su padre
común; pero diferentes en sus características secundarias, y nos
recuerdan las variedades inherentes a la naturaleza humana . Quizás
hubiera sido deseable que esta diversidad existiera en la Iglesia
universal sin dar lugar a divisiones sectarias. Sin embargo, no debemos
olvidar que estas sectas no son sino la expresión de esta diversidad.
Suiza y Alemania, que hasta ese momento se habían desarrollado
independientemente la una de la otra, empezaron a entrar en contacto
en los años cuya historia estamos a punto de remontar y se dieron
cuenta de la diversidad de la que hemos estado hablando y que iba a
ser una de las características del Pro testantismo. Allí veremos
hombres que están perfectamente de acuerdo en todas las grandes
doctrinas de la fe y, sin embargo, difieren en ciertos puntos
secundarios. La pasión, de hecho, entró en estas discusiones; pero
mientras deplora tan melancólica mezcla, el protestantismo, lejos de
buscar ocultar su diversidad, la publica y proclama. Su camino hacia la
unidad es largo y difícil, pero esta unidad es la unidad real.
Zwingle avanzaba en la vida cristiana. Mientras que el Evangelio había
liberado a Lutero de esa profunda melancolía a la que había cedido
antes en el convento de Erfurth, y había desarrollado en él una
serenidad que a menudo equivalía a alegría, y de la que el reformador
después dio tantas pruebas, incluso en la Frente a grandes peligros, el
cristianismo había producido el efecto opuesto en el niño alegre de las
montañas de Tockenburg. Arrancando a Zwingle de su vida irreflexiva
y mundana, había impreso una seriedad en su carácter que no era
natural para él. Esta seriedad le era muy necesaria. Hemos visto cómo
hacia fines del año 1522 aparecieron numerosos enemigos alzándose
contra la Reforma. 2 Zwingle estaba abrumado por los reproches de
todos los rincones, y a menudo se producían disputas incluso en las
iglesias.
Leo Juda, que (dice un historiador) era un hombre de baja estatura, 3
pero lleno de amor por los pobres y celo contra los falsos maestros,
había llegado a Zúrich hacia finales del año 1522 para ocupar el puesto
de párroco de St. .La iglesia de Pedro. Oswald Myconius lo había
reemplazado en Einsidlen. 4 Esta fue una adquisición valiosa para
Zwingle y para la Reforma.
Un día, poco después de su llegada, mientras se encontraba en la
iglesia de la que había sido nombrado pastor, escuchó a un monje
agustín afirmar con fuerza que el hombre es capaz por sí mismo de
satisfacer la justicia de Dios. “Reverendo padre prior”, dijo Leo,
“escúchame un instante; y ustedes, mis queridos ciudadanos,
permanezcan quietos; Hablaré como se hace cristiano ". Luego
demostró al pueblo la falsedad de la doctrina que había estado
escuchando. 5 Sobre esto se levantó una gran conmoción en la iglesia; e
inmediatamente varias personas se abalanzaron sobre “el pequeño
sacerdote” de Einsidlen. Zwingle compareció ante el gran concilio,
solicitando permiso para dar cuenta de su doctrina en presencia de los
diputados del obispo; y el concilio, deseoso de poner fin a estos
disturbios, convocó una conferencia para el 29 de enero de 1523. La
noticia se difundió rápidamente por toda Suiza. Sus adversarios
exclamaron enojados: “En Zurich se llevará a cabo una dieta de
vagabundos; todos los mendigos de las carreteras estarán allí ".
Zwingle, deseoso de prepararse para la lucha, publicó sesenta y siete
tesis. El montañero del Tockenburg atacó con valentía al Papa a los
ojos de toda Suiza.
“Todos aquellos (dijo él) que sostienen que el Evangelio no es nada sin
la confirmación de la Iglesia, blasfeman contra Dios.

“Jesucristo es el único camino de salvación para todos los que han


sido, los que son o los que serán.
“Todos los cristianos son hermanos de Cristo, y hermanos unos de
otros, y no tienen padre en la tierra; así caen por tierra órdenes, sectas
y partidos.
"No debemos constreñir a quienes no reconozcan su error, a menos
que perturben la paz pública con su comportamiento sedicioso".
Tales fueron algunas de las propuestas de Zwingle.
Temprano en la mañana del jueves 29 de enero, más de seiscientas
personas se habían reunido en la sala del Gran Concilio de Zurich.
Ciudadanos y extranjeros, eruditos, hombres de rango y el clero,
habían respondido al llamado del consejo. "¿Cuál será el final de todo
esto?" se preguntaron unos a otros. 6 Nadie se atrevió a contestar; pero
la atención, la emoción y la agitación que prevalecieron en esta
asamblea, claramente manifestaron que estaban esperando algún
resultado extraordinario.
El burgomaestre Roust, que había luchado en Marignan, presidió la
conferencia. El caballero James d'Anwyl, gran maestre de la corte
episcopal de Constanza, el vicario general Faber y muchos otros
médicos, estuvieron presentes como representantes del obispo.
Sebastian Hofm eister había sido enviado por Schaffhausen y era el
único diputado de los cantones: tal era todavía la debilidad de la
Reforma en Suiza. Sobre una mesa en medio del salón había una
Biblia; delante de él estaba sentado Zwingle: "Estoy agitado y
atormentado por todos lados", había dicho, "y, sin embargo, me
mantengo firme, confiando no en mi propia fuerza, sino en Cristo la
roca, con cuya ayuda puedo hacer todas las cosas . " 7
Zwingle se puso de pie y dijo: “He predicado que la salvación se
encuentra solo en Jesucristo , y por eso soy estigmatizado en toda
Suiza como un hereje, un seductor del pueblo, un rebelde ... Ahora,
entonces, en el nombre de Dios, ¡aquí estoy! " 8

Ante esto, todas las miradas se volvieron hacia Faber, quien se levantó
y respondió: "¡No fui enviado aquí para discutir, sino simplemente
para escuchar!" La asamblea, sorprendida, comenzó a reír. “La Dieta de
Nuremberg”, continuó Faber, “ha prometido un consejo con un año;
debemos esperar hasta que se encuentre ".
"¡Qué!" dijo Zwingle, "¿no es esta reunión vasta y aprendida tan buena
como cualquier consejo?" Luego, volviéndose hacia los presidentes,
agregó: "Misericordiosos señores, defiendan la Palabra de Dios".
Un profundo silencio siguió a este llamamiento; fue interrumpido por
el burgomaestre, quien dijo: "Si hay alguien aquí que tenga algo que
decir, que lo haga". Hubo otra pausa. "Hago un llamado a todos los que
me han acusado, y sé que hay varios aquí", dijo Zwingle, "para que se
presenten y me reprendan por el amor a la verdad". Nadie dijo una
palabra. Zwingle repitió su petición una segunda y tercera vez, pero sin
ningún propósito. Faber, así presionado, abandonó por un instante la
reserva que se había impuesto a sí mismo, para declarar que había
condenado al párroco de Filispach por su error, y que no estaba en
prisión; pero inmediatamente después retomó su carácter de
espectador. En vano se le instó a exponer las razones por las que había
convencido a este pastor: se negó obstinadamente. Este silencio por
parte de los médicos romaníes cansó la paciencia del encuentro. Se
escuchó una voz que exclamaba desde la parte más alejada de la sala:
“¿Dónde están ahora estos valientes, 9 que hablan tan alto en las
calles? ¡Ven, da un paso adelante, ahí está tu hombre! " Nadie se movió.
Ante esto, el burgomaestre dijo con una sonrisa: “Parece que esta
famosa espada con la que golpeaste al pastor de Filispach no saldrá de
su vaina hoy”; y luego interrumpió la reunión.
Cuando la asamblea se reunió de nuevo por la tarde, el consejo declaró
que el maestro Ulrich Zwingle, sin ser reprobado por nadie, podía
continuar predicando el santo Evangelio, y que el resto del clero del
cantón no debía enseñar nada que no pudiera fundamentar. por las
Escrituras.
"¡Alabado sea Dios, que hará que su santa Palabra prevalezca en el
cielo y en la tierra!" exclamó Zwingle. Ante esto, Faber no pudo
contener su indignación. “Las tesis del Maestro Ulrich”, dijo , “son
contrarias al honor de la Iglesia ya la doctrina de Cristo; y lo probaré ".
"Hazlo", respondió Zwingle. Pero Faber declinó su desafío, excepto que
debería ser en París, Colonia o Friburgo. “No tendré otro juez que el
Evangelio”, dijo Zwingle. "Antes de que puedas sacudir una de sus
palabras, la tierra se abrirá ante ti". 10 "¡El Evangelio!" se burló Faber,
"¡siempre el Evangelio! ... Los hombres podrían vivir en santidad, paz
y caridad, incluso si no hubiera Evangelio". 11
Ante estas palabras, los espectadores se levantaron indignados de sus
asientos. Así terminó la disputa.

Notas finales:
1. Corintios 14: 7.
2. Ver vol. 2 Libro 8 cerca del final.
3. Er war ein kurzer Mann. Fusslin Beytrage, 4:44.
4. Ut post abitum Leonis, monachis aliquid legam. Zw. Epp.
253.

5. Hottinger, Helv. Kirch. Gesch. 3: 605.


6. Ein grosses Verwurderen, was doch uss der Sach werden
wollte. Bullinger Chronik. 1:97.
7. Immotus tamen maneo, non meis nervis nixus, sed petra
Christo, in quo omnia possum. Zw. Epp. Pág. 261.
8. Nun wohlan en dem Namen Gottes, hie bin ich. Bullinger
Chronik. Pág. 98.
9. Carolina del Sur. Los monjes. Wo sind nun die grossen
Hansen..Zw. Op. 1: 124.
10. Ee muss das Erdrych brechen. Ibídem. 148.

11. Man mocht denocht fruntlich und tugendlich laben,


wenn glich kein Evangelium fueron. Toro. Chron. Pág. 107;
Zw. Op. 1: 152.
LIBRO 11
CAPÍTULO 2

La Reforma había ganado el día; ahora debía acelerar sus conquistas.


Después de su batalla de Zurich, en la que los campeones más hábiles
del papado fueron mudos , ¿quién se atrevería a oponerse a la nueva
doctrina? Pero se probaron armas de otro tipo. La firmeza y el porte
republicano de Zwingle intimidaron a sus adversarios; en
consecuencia, recurrieron a medidas peculiares para someterlo.
Mientras Roma perseguía a Lutero con sus anatemas, ella se esforzó
por ganarse al reformador de Zurich con dulzura. La disputa apenas
terminó cuando Zwingle recibió la visita del capitán de la guardia del
Papa, el hijo del burgomaestre Roust. Lo acompañaba el legado
Einsius, portador de un escrito papal, en el que Adriano VI llamaba a
Zwingle su amado hijo y le aseguraba "su favor especial". 1 Al mismo
tiempo, el Papa instó a Zink a ganarle a Zwingle. "¿Y qué te ha
encargado el Papa que le ofrezcas?" preguntó Oswald Myconius.
"Todo", respondió Zink, "excepto la silla papal". 2
No había mitra, ni báculo, ni sombrero de cardenal, que el Papa no
hubiera dado para sobornar al reformador de Zurich. Pero Roma
estaba extrañamente equivocada a este respecto; todas sus propuestas
fueron inútiles. En Zwingle, la Iglesia Romana tenía un enemigo aún
más despiadado que Lutero. Le importaban mucho menos que el
reformador sajón las ideas y ceremonias de épocas pasadas; le bastaba
con que cualquier costumbre, por inocente en sí misma, estuviese
relacionada con algún abuso, cayó violentamente sobre ella. La Palabra
de Dios (pensó que él) debería estar sola.
Pero si Roma entendió tan imperfectamente lo que estaba sucediendo
entonces en la cristiandad, encontró consejeros que se esforzaron por
ponerla en el camino.

Faber, exasperado al ver al Papa humillarse de esta manera ante su


adversario, se apresuró a aclararlo. Era un cortesano con una sonrisa
constante en los labios y palabras perfectas en la boca; a juzgar por su
propia lengua , era amigo de todos, incluso de aquellos a quienes
acusaba de herejía. Pero su odio era mortal. En consecuencia, el
reformador, jugando con su nombre (Faber), solía decir, “el vicario de
Constanza es un mentiroso. Que tome las armas abiertamente, y vea
cómo Cristo nos defiende ”. 3
Estas palabras no fueron una mera vana jactancia; porque mientras el
Papa felicitaba a Zwingle por sus eminentes virtudes y la especial
confianza que depositaba en él, los enemigos del reformador
aumentaban en número en toda Suiza. Los soldados veteranos, las
grandes familias, los pastores de las montañas, unieron su odio contra
esta doctrina que frustraba sus gustos. En Lucerna, se anunció la
magnífica representación de la pasión de Zwingle; en efecto, el pueblo
arrastró la efigie del reformador hasta el cadalso, gritando que iban a
dar muerte al hereje; e imponiendo las manos a algunos zurichers que
se encontraban en Lucerna, los obligó a ser espectadores de esta
ejecución simulada. “No perturbarán mi reposo”, dijo Zwingle; "Cristo
nunca les faltará a sus seguidores". 4 Incluso la dieta resonó con
amenazas en su contra. “Mis queridos aliados”, dijo el consejero de
Mullinen a los cantones, “hagan una resistencia oportuna a la causa
luterana ... ¡En Zurich, un hombre ya no es dueño de su propia casa!”.
Esta agitación entre el enemigo anunció lo que estaba sucediendo en
Zúrich con más fuerza que cualquier proclamación. La victoria
ciertamente estaba dando frutos; los conquistadores se fueron
apoderando poco a poco del país y cada día el Evangelio avanzaba de
nuevo. Veinticuatro canónigos y un gran número de capellanes
solicitaron voluntariamente al consejo reformar sus estatutos. Se
decidió reemplazar a estos perezosos sacerdotes por hombres piadosos
y eruditos, con el encargo de dar a los jóvenes de Zurich una educación
cristiana y liberal, y de establecer en lugar de sus vísperas y misas
latinas, una explicación diaria de un capítulo de la Biblia. , según los
textos hebreo y griego , primero para los eruditos y después para el
pueblo.
Desafortunadamente, en cada ejército hay una serie de héroes
desesperados que abandonan sus filas y realizan ataques fuera de
temporada en puntos que aún deben respetarse. Un joven sacerdote,
Louis Hetzer , había publicado un tratado en alemán titulado El juicio
de Dios contra las imágenes, que produjo una gran sensación, y las
imágenes absorbieron por completo los pensamientos de una parte del
pueblo. Sólo en detrimento de los elementos esenciales que deberían
ocupar su mente, el hombre puede fijar su atención en asuntos
secundarios. En un lugar llamado Stadelhofen, a las afueras de las
puertas de la ciudad, había un crucifijo minuciosamente tallado y
ricamente adornado. Los más celosos partidarios de la Reforma,
escandalizados por las supersticiones a las que da lugar esta imagen,
no podían pasar sin dar rienda suelta a su indignación. Un ciudadano
llamado Claude Hottinger, "un hombre digno", dice Bullinger, "y muy
leído en las Sagradas Escrituras", habiendo coincidido con el molinero
de Stadelhofen, a quien pertenecía el c rucifijo, le preguntó cuándo
pensaba arrojar su ídolos. “Nadie te obliga a adorarlos”, respondió el
molinero. - "¿Pero no sabes", replicó Hottinger, "que la Palabra de
Dios nos prohíbe tener imágenes talladas?" - “Pues bien”, dijo el
molinero, “si estás autorizado a sacarlos, te los dejo”. Hottinger pensó
que estaba capacitado para actuar y poco después, a fines de
septiembre, se lo vio pasar las puertas con un cuerpo de ciudadanos. Al
llegar al crucifijo, deliberadamente cavaron alrededor de él, hasta que
la imagen, cediendo a sus esfuerzos, cayó al suelo con estruendo.
Esta acción audaz sembró la consternación por todos lados: se podría
haber pensado que la religión misma había caído con el crucifijo de
Stadelhofen. ¡Son culpables de sacrilegio! ¡Merecen ser ejecutados! "
exclamaron los amigos de Roma. El consejo hizo que se detuviera a los
rompedores de imágenes.
"¡No!" gritaron Zwingle y sus colegas desde sus púlpitos: “Hottinger y
sus amigos no son culpables a los ojos de Dios y dignos de muerte. 5
Pero pueden ser castigados por haber actuado con violencia y sin la
sanción de los magistrados ”. 6

Mientras tanto, se producían continuamente actos de naturaleza


similar. Un culto de San Pedro, un día comentando frente a la iglesia a
una serie de pobres mal alimentados y con ropas andrajosas, dijo a
uno de sus compañeros, volviendo la mirada hacia los costosos
ornamentos de los santos: “Debería gusta despojar a estos ídolos de
madera para procurar ropa para estos miembros pobres de Jesucristo
". Unos días después, a las tres de la madrugada, los santos y todos sus
adornos desaparecieron. El concilio encarceló al coadjutor, a pesar de
que él protestó por su inocencia de este procedimiento. "¡Qué!" exclamó
la gente, “¿son estos troncos los que Jesús nos ordenó vestir? ¿Es por
estas imágenes que dirá a los justos: Estaba desnudo, y me vestisteis?
Así, cuanto mayor era la resistencia, más se elevaba la Reforma; y
cuanto más se comprimía, más enérgicamente saltaba hacia adelante y
amenazaba con derribar todo lo que lo resistía.

Notas finales:
1. Cum de tua egregia virtute specialiter nobis sit cognitum.
Zw. Epp. Pág. 266.

2. Serio respondit: O mnia certe praeter sedem papalem.


Vita Zwingli, por Osw. Mi c.
3. Prodeant volo, palamque arma capiant. Zw. Epp. P. 392.
4. Christum suis nunquam defecturum. Ibídem. pags. 278.
5. Una exposición de los mismos principios se puede ver en
los discursos de MM. De Broglie y Royer-Collard, en el
período de los famosos debates sobre la ley del sacrilegio
en Francia, 1824.
6. Dorum habend ir unser Herren kein racht zu inen. Sy zu
toden. Toro. Chron. Pág. 127.
LIBRO 11
CAPÍTULO 3

Incluso estos excesos estaban destinados a ser saludables; se


necesitaba un nuevo peine para asegurar nuevos triunfos; porque en
las cosas del Espíritu, como en los asuntos del mundo, no hay
conquista sin lucha; y mientras los soldados de Roma permanecían
inmóviles, el conflicto iba a ser provocado por los hijos indisciplinados
de la Reforma. De hecho, los magistrados estaban avergonzados y
agitados; sintieron la necesidad de que sus conciencias se iluminaran, y
con este punto de vista resolvieron nombrar otra disputa pública en
lengua alemana, en la que la cuestión de los ídolos debería ser
examinada según la Escritura.
En consecuencia, se pidió a los obispos de Coire, Constanza y Basilea,
la universidad de esta última ciudad y los doce cantones que enviaran
diputados a Zurich. Pero los obispos declinaron la invitación y,
recordando la desdichada figura que habían hecho sus diputados en la
anterior disputa, tuvieron poca inclinación a repetir escenas tan
humillantes. Que los evangélicos discutan si les place, pero que
discutan solos. En la primera ocasión, la parte romana había guardado
silencio; en el segundo, decidieron no presentarse. Roma pudo haber
imaginado posiblemente que el gran combate cesaría por falta de
combatientes. Los obispos no fueron los únicos que se negaron a
asistir. Los hombres de Unterwalden respondieron que no tenían
eruditos entre ellos, sino sacerdotes dignos y piadosos, que explicaban
el Evangelio como lo habían hecho sus padres; que no enviarían
ningún diputado a Zwingle "y sus compañeros"; pero que, si caía en sus
manos, lo tratarían de tal manera que lo privarían de todo deseo de
recaer en las mismas faltas. 1 Sólo Schaffhausen y St. Gall enviaron
representantes.
El 26 de octubre, después del sermón, una asamblea de más de
novecientas personas, compuesta por miembros del Gran Consejo y de
trescientos cincuenta sacerdotes, llenó el gran salón de la casa. Zwingle
y Leo Juda estaban sentados a una mesa, sobre la que descansaba el
Antiguo y el Nuevo Testamento en los idiomas originales. Zwingle
habló primero, y derrocando con un brazo vigoro la autoridad de la
jerarquía y de sus concilios, estableció los derechos de toda Iglesia
cristiana y reclamó la libertad de las edades primitivas, de aquellos
tiempos en que la Iglesia no conocía concilios generales ni
provinciales. . “La Iglesia universal ” , dijo, “se extiende por todo el
mundo, dondequiera que haya fe en Cristo, tanto en la India como en
Zurich ...... Y en cuanto a iglesias particulares, las tenemos en Berna,
en Schaffhausen, e incluso aquí. Pero los papas, con sus cardenales y
sus concilios, no forman ni la Iglesia universal ni una Iglesia
particular. 2 La asamblea ante la cual hablo ahora ”, continuó con
energía,“ es la Iglesia de Zurich; desea escuchar la Palabra de Dios y
tiene el derecho de ordenar todo lo que le parezca conforme a las
Sagradas Escrituras ”.
Así Zwingle confió en la Iglesia, pero en la Iglesia verdadera; no sólo
sobre el clero, sino sobre la asamblea de cristianos, - sobre el pueblo.
Todo lo que las Escrituras dicen de la Iglesia en general, lo aplicó a
iglesias particulares. No creía que pudiera equivocarse ninguna iglesia
que escuchara con docilidad la Palabra de Dios. A sus ojos, la Iglesia
estaba representada política y eclesiásticamente por el Gran Concilio.
3 Al principio explicó todas las preguntas desde el púlpito; y cuando las
mentes de sus oyentes estuvieron convencidas de la verdad, llevó el
asunto al Gran Concilio, quien, en armonía con los ministros de la
Iglesia, tomó las decisiones que la Iglesia pedía. 4
En ausencia de los diputados del obispo, Conrad Hoffmann, el mismo
canónigo anciano que había procurado la elección de Zwingle a Zúrich,
emprendió la defensa del Papa. Sostuvo que la Iglesia, el rebaño, el
"tercer estado", no tenía derecho a discutir tales asuntos. “Estuve trece
años en Heidelberg”, dijo, “viviendo en la casa de un gran erudito,
cuyo nombre era el doctor Joss, un hombre digno y piadoso, con quien
comí y bebí durante mucho tiempo y llevé una vida feliz; pero siempre
le oí decir que no era apropiado discutir tales asuntos; para que veas ...
”Todos estaban listos para estallar en carcajadas; pero el burgomaestre
los detuvo. “Por lo tanto, esperemos un consejo”, continuó Hoffmann.
"Por el momento, no discutiré, sino que obedeceré al obispo o los ders,
¡aunque sea un bribón!"
"¡Espera un consejo!" respondió Zwingle. “¿Y quién asistirá a un
consejo? El Papa con unos obispos perezosos e ignorantes que no
harán más que lo que les guste. ¡No! ¡la Iglesia no está ahí! Hong y
Kussnacht (estos eran dos pueblos de Zúrich) son ciertamente más
una iglesia que todos los obispos y papas juntos ”.

Así, Zwingle reivindicó los derechos del pueblo cristiano, a quien


Roma había privado de sus privilegios. La asamblea ante la que estaba
hablando no era , a su juicio, la Iglesia de Zurich, sino su primer
representante. Este es el comienzo del sistema presbiteriano en la era
de la Reforma. Zwingle estaba retirando Zurich de la jurisdicción del
obispo de Constanza, separándola de la jerarquía latina y fundando en
esta idea del rebaño, de la asamblea cristiana, una nueva constitución
eclesiástica, a la que luego se adherirían otros países.
La disputa continuó. Muchos sacerdotes se habían levantado para
defender las imágenes, pero sin haber recurrido a las Sagradas
Escrituras, Zwingle y los demás reformadores las refutaron con la
Biblia. "Si nadie se adelanta para defender el uso de imágenes con
argumentos derivados de las Escrituras", dijo uno de los presidentes,
"llamaremos a algunos de sus defensores por su nombre". Como nadie
se levantó, se llamó al sacerdote de Wadischwyl. “Está dormido”,
respondió uno de los espectadores. A continuación se llamó al
sacerdote de Horgen. "Me ha enviado en su lugar", respondió el cura,
"pero yo no responderé por él". Evidentemente, el poder de la Palabra
de Dios se estaba haciendo sentir en esta asamblea. Los partidarios de
la Reforma estaban llenos de energía, libertad y alegría; sus adversarios
parecían mudos, inquietos y abatidos. Convocaron, uno tras otro, a los
párrocos de Laufen, Gla ttfelden, Wetzikon, el rector y sacerdote de
Pfaffikon, el decano de Elgg, el sacerdote de Baretschwyl, con los
dominicos y los frailes grises, conocidos por sus predicaciones en
defensa. de imágenes, la virgen, los santos y la misa; pero todos
respondieron que nada podían decir a su favor y que de ahora en
adelante se dedicarían al estudio de la verdad. “Hasta ahora”, dijo uno
de ellos, “he confiado en los viejos médicos; ahora, creeré en lo nuevo ".
- “No debes creer en nosotros, sino en la Palabra de Dios”, exclamó
Zwingle. "¡Son las Escrituras las que nunca pueden errar!" La sesión
había sido larga y se acercaba la noche. El presidente, Hofmeister de
Schaffhausen, se puso de pie y dijo: "Bendecido por el Dios
Todopoderoso y Eterno porque en todo nos ha concedido la victoria"; y
luego exhortó a los concejales de Zúrich a retirar todas las imágenes.

El martes la asamblea se reunió nuevamente para discutir la doctrina


de la misa. Vadian estaba en la silla. “Hermanos míos en Cristo”, dijo
Zwing le, “lejos de nosotros esté el pensamiento de que hay engaño o
falsedad en el cuerpo y la sangre de Cristo. 5 Nuestro único objetivo es
mostrar que la misa no es un sacrificio que un hombre pueda ofrecer a
Dios por otro, a menos que alguien deba sostener también que un
hombre puede comer y beber por su amigo ”.
Después de haber preguntado dos veces Vadian si alguno de los
presentes deseaba defender por las Escrituras la doctrina impugnada,
y nadie habiendo respondido, los canónigos de Zurich, los capellanes y
muchos otros eclesiásticos declararon que estaban de acuerdo con
Zwingle.
Pero apenas los reformadores vencieron así a los partidarios de las
antiguas doctrinas, tuvieron que luchar contra esos espíritus
impacientes que claman por innovaciones repentinas y violentas, y no
por reformas sabias y graduales . El miserable Conrad Grebel se
levantó y dijo: "No basta con haber disputado sobre la misa, hay que
acabar con sus abusos". - “El consejo redactará un edicto sobre el
tema”, respondió Zwingle. Ante esto Simon Stumpf exclamó: "El
Espíritu de Dios ya ha decidido: ¿por qué referirse a la decisión del
concilio?" 6
El comandante Schmidt de Kussnacht se levantó gravemente y en un
lenguaje lleno de sabiduría dijo: “Enseñemos a los cristianos a recibir
a Cristo en sus corazones. 7 Hasta esta hora, todos habéis ido tras los
ídolos. Los moradores de la llanura han corrido a las montañas, y los
de las montañas han ido a la llanura; los franceses a Alemania y los
alemanes a Francia. Ahora sabes adónde debes ir . Dios ha combinado
todas las cosas en Cristo. ¡Nobles ciudadanos de Zurich! ve a la
verdadera fuente; y que finalmente Cristo vuelva a entrar en tu
territorio y reanude su antiguo imperio ".
Este discurso causó una profunda impresión, y nadie se levantó para
responder. Zwingle se levantó emocionado y dijo: “Misericordiosos
señores, Dios está con nosotros ... Él defenderá su causa. Ahora,
entonces, adelante en el nombre de Dios ”.
Aquí la agitación de Zwingle se hizo tan grande que no pudo
continuar. Lloró y muchos unieron sus lágrimas a las suyas. 8
Así terminó la disputa. Los presidentes se levantaron; el burgomaestre
les dio las gracias; y el anciano guerrero, volviéndose hacia el concilio,
dijo gravemente, con esa voz que tan a menudo se había escuchado en
el campo de batalla: “Ahora, entonces, ... agarremos la espada de la
Palabra de Dios, y que el Señor prospere su obra ”.
Esta disputa, que tuvo lugar en el mes de octubre de 1523, fue decisiva.
La mayoría de los sacerdotes, que habían estado presentes, regresaron
llenos de celo a las distintas partes del cantón, y el efecto de estos dos
días se sintió en toda Suiza. La Iglesia de Zúrich, que siempre había
conservado una cierta independencia con respecto a la sede de
Constanza, quedó entonces totalmente emancipada. En lugar de
apoyarse en el Papa a través del obispo, de ahora en adelante descansó
a través del pueblo en la Palabra de Dios. Zurich recuperó los
privilegios que Roma le había quitado. La ciudad y el campo competían
entre sí en interés por la obra de la Reforma, y el Gran Consejo siguió
los movimientos del pueblo. En todas las ocasiones importantes la
ciudad y los pueblos dieron a conocer sus opiniones. Lutero había
devuelto la Biblia al mundo cristiano; Zwingle fue más lejos, restauró
sus derechos. Este es un rasgo característico de la formación Swiss Re .
El mantenimiento de la sana doctrina fue confiado así, bajo Dios, al
pueblo; y los acontecimientos recientes han demostrado que un pueblo
cristiano puede proteger este precioso depósito mejor que los
sacerdotes y pontífices. 9

Zwingle no se dejó llevar por la victoria; por el contrario, la Reforma,


según su deseo, se llevó a cabo con gran moderación. “Dios conoce mi
corazón”, dijo, cuando el consejo le pidió consejo; “Él sabe que me
inclino a construir y no a derribar. Soy consciente de que hay almas
tímidas a las que conviene conciliar; Que la misa, por tanto, se lea
durante algún tiempo más los domingos en todas las iglesias, y
evitemos insultar a los sacerdotes que la celebran ”. 10

El consejo redactó un edicto con este propósito. Hottinger y


Hochrutiner, uno de sus amigos, fueron desterrados del cantón
durante dos años y se les prohibió regresar sin permiso.
La Reforma en Zurich siguió un curso prudente y cristiano.
Recorriendo cada día más esta ciudad, la rodeó de gloria a los ojos de
todos los amigos de la Palabra de Dios. En consecuencia, aquellos en
Suiza que habían saludado la nueva luz que estaba amaneciendo sobre
la Iglesia se sintieron poderosamente atraídos hacia Zurich. Oswald
Myconius, expulsado de Lucerna, había estado residiendo durante seis
meses en Einsidlen, cuando, cuando regresaba de un día desde un
viaje que había hecho a Glaris, 11 oprimidos por el cansancio y por el
calor del sol, vio a su peq correo El niño Félix corrió a su encuentro y le
dijo que lo habían invitado a Zurich para supervisar una de las
escuelas. Oswald no podía creer estas buenas noticias: vaciló entre el
miedo y la esperanza. 12 “Yo soy tuyo”, escribió por última vez a
Zwingle. Geroldsek lo vio partir con pesar; pensamientos sombríos
llenaron su mente. "¡Pobre de mí!" le dijo a Oswald, “todos los que
confiesan a Cristo van a Zurich; Me temo que algún día pereceremos
todos juntos allí ". 13 Un presentimiento melancólico, que con la
muerte del propio Geroldsek y de tantos otros amigos del Evangelio, se
cumplió demasiado pronto en las llanuras de Cappel.
En Zurich, Myconius encontró por fin un refugio seguro. Su
predecesor, quien por su estatura había sido apodado en París "el gran
diablo", había descuidado sus deberes; Oswald dedicó todo su corazón
y fuerzas a su realización. Explicó los clásicos griegos y latinos, enseñó
retórica y lógica, y la juventud de la ciudad lo escuchó con deleite . 14
Myconius estaba destinado a convertirse para la nueva generación en
lo que Zwingle fue para los de edad madura.
Al principio Miconio se alarmó por la avanzada edad de los eruditos
bajo su cuidado; pero poco a poco había recobrado el valor y no tardó
en distinguir entre sus alumnos a un joven de veinticuatro años, en
cuyos ojos brillaba el amor por el estudio. Thomas Plater, porque tal
era su nombre, era natural del Valais. En ese hermoso valle, donde el
torrente de la V iege rueda sus ruidosas aguas, después de salir del
mar de hielo y nieve que rodea el monte Rosa, entre San Nicolás y
Staloen, en la alta colina que se eleva en la margen derecha del río. río,
todavía se puede ver el pueblo de Grachen. Este fue el lugar de
nacimiento de Plater . De las cercanías de estos colosales Alpes
procedía uno de los personajes más originales de todos los que
aparecieron en el gran drama del siglo XVI. A la edad de nueve años,
había sido puesto al cuidado de un sacerdote que era su pariente, por
quien el pequeño campesino a menudo era golpeado tan cruelmente
que lloraba (como él mismo nos cuenta) como un niño bajo el cuchillo.
Uno de sus primos lo llevó a asistir a las escuelas alemanas. Pero ya
había cumplido los veinte años, y sin embargo, corriendo de escuela en
escuela, apenas sabía leer. 15 Cuando llegó a Zurich, tomó la
determinación de adquirir conocimientos; y habiendo tomado su lugar
en la escuela de Oswald, se dijo a sí mismo: " Allí aprenderás o
morirás". La luz del Evangelio mostrada en su corazón. Una mañana
muy fría, cuando no tenía combustible para la estufa del aula, que era
su deber mantener, pensó para sí mismo: "¿Por qué querrías leña, si
hay muchos ídolos en la iglesia?" Todavía no había nadie en la iglesia,
aunque Zwingle iba a predicar y las campanas ya estaban convocando
a la congregación. Plater entró muy suavemente, agarró una imagen de
San Juan que estaba sobre un altar y la arrojó a la chimenea, diciendo:
"Abajo contigo, porque adentro debes ir". Seguramente ni Myconius ni
Zwingle hubieran autorizado tal procedimiento.
En verdad, era con mejores armas que estas como se podía combatir la
incredulidad y la superstición. Zwingle y sus colegas le habían dado la
mano a Myconius; y este último exponía diariamente el Nuevo
Testamento en la iglesia de Nuestra Señora ante una multitud ansiosa
y atenta. 16 Otra disputa pública, celebrada los días 13 y 14 de enero de
1524, había vuelto a resultar fatal para Roma; y en vano el canónigo
Koch exclamó: "Papas, cardenales, obispos, concilios, ¡esta es mi
iglesia!"
Todo avanzaba en Zurich; Las mentes de los hombres se estaban
volviendo más iluminadas, sus corazones más decididos y la Reforma
estaba ganando fuerza. Zurich era una fortaleza ganada por la nueva
doctrina, y desde sus murallas estaba a punto de extenderse por toda
la confederación.

Notas finales:
1. Así que wollten wir ihm den Lohn geben, dass er's
nimmer mehr thatte. Si mmler Samml. EM. 9.
2. Der Pabste, Cardinale und Bischoffe Concilia sind nich
die christliche Kirche. Fussl. Beytr. 3:20.
3. Diacosion Senatus summa est potestas Ecclesiae vice. Zw.
Op. 3: 339.

4. Ante omnia multitudinem de quaestione probe docere ita


factum est, u t quidquid diacosii (el gran concilio de los
doscientos), cum verbi ministris ordinarent, jamdudum
in animis fidelium ordinatum esset. Zw. Op. 3: 339.
5. Dass einigerley Betrug oder Falschsyg in dem reinen Blut
und Fleisch Christi. Zw. Op. 1: 498.
6. Der Geist Tiene tes urtheilet. Ibídem. 529.
7. Wie sy Christum en iren Herzen sollind bilden und
machen. Ibídem. 534.
8. Dass er sich selbst mit vil andren bewegt zu weinen. Zw.
Op. 1: 537.

9. En 1839, el célebre panteísta e incrédulo Strauss,


habiendo sido nombrado profesor de teología dogmática
en la Universidad de Zurich, la gente de todo el cantón se
resistió al nombramiento y elevó al poder a un nuevo
gobierno.
10. Ohne dass jemand sich unterstehe die Messpriester zu
beschimpfen. Wirtz. II. KG, 5: 208.

11. Inesperato nuntio exceptit me filius redeuntem ex


Glareana. Zw. Epp. Pág. 322.
12. Inter spem et metum. Ibídem.
13. Ac deinde omnes simul pereamus. Ibídem. pags. 323.
14. Auditoría de la Juventus illum lubens. Ibídem. pags. 264.
15. Vea su Autobiografía.
16. Weise, Fusslin Beyt. 4:66.
LIBRO 11
CAPÍTULO 4
Los adversarios sabían cuáles podrían ser las consecuencias de estos
cambios en Zurich. Sintieron que ahora deben decidir dar un golpe
vigoroso. Habían sido espectadores silenciosos el tiempo suficiente. Los
guerreros acorazados de Suiza decidieron levantarse por fin ; y cuando
se levantaban, el campo de batalla estaba teñido de sangre.
La dieta se había reunido en Lucerna; el clero se esforzaba por animar
al consejo principal de la nación a su favor. Friburgo y los cantones de
los bosques demostraron ser dóciles instrumentos; Berna , Basilea,
Soleure, Glaris y Appenzel estaban indecisos. Schaffhausen se
inclinaba hacia el Evangelio; pero Zurich fue la única que se adelantó
con valentía en su defensa. Los partidarios de Roma instaron a la
asamblea a ceder a sus demandas y prejuicios. “Que se prohíba a la
gente ”, dijeron, “predicar o repetir cualquier doctrina nueva o
luterana en privado o en público, y hablar o discutir sobre tales cosas
en las tabernas y sobre su vino”. 1 Tal era la ley eclesiástica que
deseaban establecer en la confederación.
En este sentido, se redactaron diecinueve artículos, aprobados por
todos los estados, excepto Zurich, el 26 de enero de 1523, y enviados a
todos los alguaciles con orden de que se observaran estrictamente: “lo
que causó gran alegría entre los sacerdotes ”, Dice Bullinger,“ y gran
dolor entre los creyentes ”. Estaba a punto de comenzar una
persecución, organizada regularmente por la autoridad suprema de la
confederación.
Uno de los primeros que recibió el mandato de la dieta fue Henry
Flacken Stein de Lucerna, alguacil de Baden. Hottinger, cuando fue
desterrado de Zurich por derribar el crucifijo de Stadelhofen, se había
retirado a esta bailía, donde no había ocultado sus opiniones. Un día,
cuando por casualidad estaba cenando en la taberna Angel en Zurzac
h, había dicho que los sacerdotes interpretaron erróneamente las
Sagradas Escrituras y que el hombre debía confiar únicamente en
Dios. 2 El propietario, que entraba y salía continuamente para traer
pan y vino, escuchaba lo que le parecía un lenguaje tan extraordinario.
Otro día, Hottinger visitó a su amigo John Schutz de Schneyssingen.
Después de haber comido y bebido juntos, Schutz le preguntó: "¿Cuál
es esta nueva fe que predican los pastores de Zurich?" “Ellos predican”,
respondió Hottinger, “que Cristo fue sacrificado una vez por todos los
cristianos; que por este único sacrificio los ha purificado y redimido de
todos sus pecados; y muestran por la Sagrada Escritura que la misa es
una mentira ”.
Después de esto (en febrero de 1523), Hottinger abandonó Suiza y se
fue por negocios a Waldshut, al otro lado del Rin. Se tomaron medidas
para apoderarse de su persona, y hacia fines de ese mismo mes, el
pobre Zuricher desprevenido, habiendo vuelto a cruzar el río, apenas
había llegado a Coblentz, un pueblo en la orilla izquierda del Rin,
cuando fue arrestado. Fue llevado a Klingenau, y cuando allí confesó
francamente su fe, el exasperado d Flackenstein dijo: "Te llevaré a un
lugar donde encontrarás gente que te dé una respuesta adecuada".
En efecto, el alguacil lo condujo sucesivamente ante los jueces de
Klingenau, ante el tribunal superior de Baden y, como no pudo
encontrar a nadie que lo declarara culpable, ante la dieta que se
celebraba en Lucerna. Estaba firmemente decidido a buscar jueces que
condenaran a su prisionero.
La dieta no perdió tiempo y condenó a Hottinger a ser decapitado.
Cuando se le informó de su sentencia, dio gloria a Dios: “Eso servirá”,
dijo James Troger, uno de sus jueces, “no nos sentamos aquí a
escuchar sermones. Puedes tener tu charla en otro momento ". “Debe
que le quiten la cabeza esta vez”, dijo el alguacil Am Ort, riendo; "Si
alguna vez lo consigue con una ganancia, todos aceptaremos su fe".
“Que Dios perdone a todos los que me han condenado”, dijo el preso.
Luego, un monje le presentó un crucifijo a los labios, pero él lo guardó
diciendo: "Es en el corazón que debemos recibir a Jesucristo".
Cuando lo llevaron a la ejecución, muchos de los espectadores no
pudieron contener las lágrimas. “Voy a la felicidad eterna”, dijo,
volviéndose hacia ellos. Al llegar al lugar donde iba a morir, alzó las
manos al cielo y exclamó: "¡En tus manos, oh Redentor mío, entrego
mi espíritu!" En otro minuto su cabeza rodó sobre el cadalso.
La sangre de Hottinger estaba apenas fría antes de que los enemigos
de la Reforma aprovecharan la oportunidad de inflamar aún más la ira
de los confederados. Fue en la propia Zúrich donde habría que aplastar
la travesura. El terrible ejemplo que acababa de darse debe haber
llenado de terror a Zwingle y sus partidarios. Otro esfuerzo vigoroso, y
la muerte de Hottinger sería seguida por la de la Reforma ... La dieta
resolvió inmediatamente que se enviara una diputación a Zurich,
pidiendo a los ayuntamientos y a los ciudadanos que renunciaran a su
fe.
La diputación recibió audiencia el 21 de marzo. “La antigua unidad
cristiana está rota”, dijeron los diputados; “La enfermedad está
ganando terreno; El clero de los cuatro cantones forestales ya ha
declarado que, a menos que los magistrados acudan en su ayuda,
deben cesar en sus funciones. Confederados de Zurich, unan sus
esfuerzos a los nuestros; sofoca esta nueva fe; 3 despedir a Zwingle y
sus discípulos, y luego unámonos todos para remediar las heridas que
han sido infligidas a los papas y sus cortesanos ”.
Así hablaron los adversarios: ¿y qué harían los ciudadanos de Zúrich?
¿Les fallarían sus corazones? ¿Se había enfriado su coraje con la sangre
de su conciudadano?

Zurich no dejó a sus amigos o enemigos en suspenso durante mucho


tiempo. El concilio anunció con serenidad y nobleza que no podían
hacer concesiones en lo que concernía a la Palabra de Dios; y luego
procedió a dar una respuesta aún más contundente.
Desde el año 1351, era costumbre que una procesión numerosa, cada
miembro de la cual llevara una cruz, fuera el lunes de Peregrinaje a
Einsidlen para adorar a la Virgen. Este festival, que se había
establecido en conmemoración de la batalla de Tatwyll, fue asistido
con grandes desórdenes. 4 La procesión debería haber tenido lugar el
7 de mayo. A petición de los tres pastores fue prohibido por el concilio,
y todas las demás procesiones fueron reformadas a su vez.
No se detuvieron aquí. Las reliquias, fuente de innumerables
supersticiones, fueron enterradas honorablemente; 5 y luego, a
solicitud de los tres pastores, el concilio publicó un decreto, en el
sentido de que el honor debido únicamente a Dios, las imágenes
debían ser retiradas de todas las iglesias del cantón, y sus ornamentos
vendidos en beneficio de los pobres. Doce consejeros, uno de cada
gremio, los tres pastores, el arquitecto de la ciudad, los herreros , los
carpinteros, los constructores y los albañiles, entraron en las distintas
iglesias y, habiendo cerrado las puertas, 6 bajaron las cruces,
desfiguraron los frescos, encalaron las paredes, y se llevaron las
imágenes, para gran deleite de los creyentes , que consideraron este
procedimiento (dice Bullinger) como un homenaje sorprendente
rendido al Dios verdadero. En algunas de las iglesias rurales, los
ornamentos se quemaban "para la honra y la gloria de Dios". Al poco
tiempo, los órganos fueron derribados debido a su conexión con
muchas prácticas supersticiosas; y se preparó un servicio bautismal,
del cual se excluyó todo lo que no fuera bíblico.
El burgomaestre Roust y su colega, con sus ojos agonizantes,
saludaron con alegría el triunfo de la Reforma. Habían vivido lo
suficiente y murieron en el mismo momento de esta gran renovación
del culto público.
La Reforma Suiza se presenta aquí bajo un aspecto algo diferente al de
la Reforma alemana. Lutero se había levantado contra los excesos de
quienes habían roto las imágenes en las iglesias de Wittenberg; y en
presencia de Zwingle los ídolos cayeron en los templos de Zurich. Esta
diferencia se explica por las diferentes luces en las que los dos
reformadores vieron el mismo objeto. Lutero deseaba mantener en la
Iglesia todo lo que no fuera expresamente contrario a las Escrituras, y
deseaba abolir todo lo que no pudieran probar. El reformador alemán
quiso permanecer unido a la Iglesia de las edades precedentes y se
contentó con purificarla de todo lo que se oponía a la Palabra de Dios.
El reformador de Zurich pasó por estas edades, regresó a los tiempos
apostólicos y, realizando una transformación completa de la Iglesia, se
esforzó por devolverla a su condición primitiva.
La reforma de Zwingle fue, por tanto, la más completa. La obra que la
Providencia le había confiado a Lutero, la restauración de la doctrina
de la justificación por la fe, fue sin duda la gran obra de la Reforma;
pero cuando esto se logró, quedaban otras por hacer, que, aunque
secundarias, seguían siendo importantes; ya ellos los esfuerzos de
Zwingle estaban más especialmente dirigidos.
De hecho, se habían impuesto dos grandes tareas a los reformadores.
El catolicismo cristiano, nacido en medio del fariseísmo judío y el
paganismo griego, fue sintiendo gradualmente la influencia de estas
dos religiones, que lo habían transformado en catolicismo romano. La
Reforma que fue llamada a purificar la Iglesia, estaba destinada a
purgarla por igual del elemento judío y pagano.
El elemento judío prevaleció principalmente en la parte de la doctrina
cristiana que se relaciona con el hombre. El catolicismo había recibido
del judaísmo las ideas farisaicas de la justicia propia, de la salvación
por la fuerza u obras humanas.
El elemento pagano prevaleció especialmente en esa parte de la
doctrina cristiana que se relaciona con Dios. El paganismo había
corrompido en la iglesia católica la idea de una Deidad infinita cuyo
poder, siendo perfectamente todo suficiente, actúa en todo momento y
en todo lugar. Había establecido en la Iglesia el reino de los símbolos,
las imágenes y las ceremonias; y los santos se habían convertido en
semidioses del papado.
La reforma de Lutero se dirigió esencialmente contra el elemento
judío. Fue contra este elemento que se vio obligado a luchar, cuando un
monje insolente en nombre del Papa estaba negociando la salvación de
las almas.
La reforma de Zwingle se dirigió particularmente contra el elemento
pagano. Era este elemento con el que había entrado en contacto en el
templo de Nuestra Señora de Einsidlen, cuando una multitud, reunida
por todos lados, cayó ciegamente ante un i dol dorado , como antaño
en el templo de la Diana efesia.
El reformador alemán proclamó la gran doctrina de la justificación por
la fe, y con ella asestó un golpe mortal a la justicia farisaica de Roma.
Indudablemente, el reformador de Suiza hizo lo mismo; la incapacidad
del hombre para salvarse a sí mismo constituye la base del trabajo de
todos los reformadores. Pero Zwingle hizo algo más: estableció la
agencia soberana, universal y exclusiva de Dios, y así infligió un golpe
mortal a la adoración pagana de Romanos .
El catolicismo romano había exaltado al hombre y rebajado a Dios.
Lutero rebajó al hombre y Zwingle exaltó a Dios.

Estas dos tareas, que eran especial pero no exclusivamente suyas, se


complementaban entre sí. Lutero puso los cimientos del edificio;
Zwingle levantó su piedra de coronación.
Estaba reservado a un genio aún más capaz para impresionar, desde
las orillas del lago Leman, estos dos personajes conjuntamente sobre
la Reforma. 7
Pero mientras Zwingle avanzaba así con poderosas rayas hacia la
cabeza de la confederación, la disposición de los cantones se hacía
cada día más hostil. El gobierno de Zurich sintió la necesidad de
confiar en la gente. Además, el pueblo, es decir, la asamblea de
creyentes, era, según los principios de Zwingle , el poder supremo al
que se podía apelar en la tierra. Se resolvió poner a prueba el estado de
la opinión pública, y se ordenó a los alguaciles que exigieran a todas
las parroquias si estaban dispuestas a sufrir todo por nuestro Señor
Jesús Cristo , “quien”, dijo el concilio, “dio su vida y su sangre por
nosotros los pecadores ". 8 Todo el cantón había seguido de cerca el
progreso de la Reforma en la ciudad; y en muchos lugares, las cabañas
de los campesinos se habían convertido en escuelas cristianas , donde
se leía la Sagrada Escritura.
La proclamación del consejo fue leída y recibida con entusiasmo en
todas las parroquias. “Que nuestros señores —respondieron—
permanezcan apegados sin temor a la Palabra de Dios: les ayudaremos
a mantenerla; 9 y si alguien busca molestarlos, acudiremos en su
apoyo como conciudadanos valientes y leales ”. El campesinado de
Zúrich demostró entonces, que la fuerza de la Iglesia está en el pueblo
cristiano.

Pero la gente no estaba sola. El hombre a quien Dios había puesto a la


cabeza respondió dignamente al llamado. Zwingle pareció
multiplicarse para el servicio de Dios. A él se dirigieron todos los que
estaban sufriendo persecuciones en los cantones helvéticos por la
causa del Evangelio. 10 La responsabilidad de los asuntos públicos, el
cuidado de las iglesias, las angustias del glorioso conflicto que se
estaba librando en todos los valles de Suiza pesaban mucho sobre el
evangelista de Zurich. 11 En Wittenberg, la noticia de su valiente
actuación fue recibida con alegría. Lutero y Zwingle eran dos grandes
luces, colocadas en la Alta y Baja Alemania; y la doctrina de la
salvación, tan poderosamente proclamada por ambos, llenó las vastas
extensiones que se extienden desde la cumbre de los Alpes hasta las
orillas del Báltico y del Mar del Norte.

Notas finales:
1. Es soll nieman in den Wirtzhuseren, oder sunst
hinterdem wyn von Lutherischen, oder newen Sachen
uzid reden. Toro. Chr. Pág. 144.
2. Wie wir unser pitt Hoffnung und Trost al lein ut Gott.
Ibídem. pags. 146.
3. Zurich selbigen ausreuten und untertrucken helfe. Hott.
Helv. KG 3: 170.
4. Uff einen Creitzgang, sieben unehelicher kinden uber.
Kommen wurdend. Toro. Chr. Pág. 160.
5. Sombrero Und es eerlich bestattet. Ibíd 161.
6. Habend die nach inen zu beschlossen. Ibídem. 175.
7. Litterarischer Anzeiger, 1840, No. 27.
8. Der sin rosenfarw Blut alein fur uns arme Sunder
vergossen hat. Toro. Chron. P. 180.

9. Meine Herrn sollten auch nur dapfer bey dem Gottsworte


verbleiben. Fusslin Beytr. 4 . P. 107, que contiene las
respuestas dadas por todas las parroquias.
10. Scribunt ex Helvetiis ferme omnes qui propter Christum
premuntur. Zw. Epp. Pág. 348.
11. Negotiorum strepitus et ecclesiarum curae ita me
undique quatiunt. Ibídem.
LIBRO 11
CAPÍTULO 5

La Palabra de Dios no podía invadir así extensos países sin que sus
triunfos exasperaran al Papa en su palacio, al sacerdote en su
presbiterio ya los magistrados suizos en sus concilios. Su terror
aumentaba día a día. Se había consultado a la gente; el pueblo cristiano
se volvió importante en la Iglesia cristiana, y se hicieron llamamientos
a su simpatía y fe y no a los decretos de la cancillería romana. Un
ataque tan formidable requería una resistencia aún más formidable. El
18 de abril, el Papa dirigió un breve a los confederados, y la dieta, que
se reunió en Zug en el mes de julio, cediendo a las urgentes
exhortaciones del pontífice, envió una delegación a Zurich,
Schaffhausen y Appenzel, comisionada familiarizar a estos estados con
la firme resolución de la dieta para aplastar la nueva doctrina y
enjuiciar a sus adherentes por la pérdida de sus bienes, sus honores e
incluso sus vidas. Zurich no escuchó esta advertencia sin emoción; pero
se dio una respuesta firme, que, en materia de fe, sólo se debe
obedecer la Palabra de Dios. Al recibir esta respuesta, Lucerna,
Schwytz, Uri, Unterwalden, Friburgo y Zug temblaron de rabia; y, sin
tener en cuenta la reputación y la fuerza que la adhesión de Zurich
había dado anteriormente a la confederación infantil, olvidando la
precedencia que se le había otorgado inmediatamente, los juramentos
sencillos y solemnes que se le habían hecho, y las muchas victorias y
reveses que habían compartido con ella, - estos estados declararon que
ya no se sentarían más en dieta con Zurich. Así, en Suiza, como en
Alemania, los partidarios de Roma fueron los primeros en romper la
unidad federal. Pero las amenazas y la ruptura de alianzas no fueron
suficientes. El fanatismo de los cantones exigía sangre; y pronto se vio
con qué armas se proponía Roma combatir la Palabra de Dios.
Uno de los amigos de Zuinglio, la digna Oexlin, 1 fue pastor de Burg
sobre el Rin, en el barrio de Stein. El alguacil Am-Berg, que parecía
escuchar el Evangelio con deleite, 2 deseoso de obtener esa libertad,
había prometido a los dirigentes de Schwytz desarraigar la nueva fe.
Oexlin, aunque no estaba dentro de su jurisdicción, fue el primero
sobre el que ejerció su severidad.
Hacia la medianoche del 7 de julio de 1524, algunas personas llamaron
a la puerta del pastor; fueron los soldados del alguacil que entraron en
la casa, apresaron a Oexlin y se lo llevaron preso, desafiando sus
gritos. Pensando que tenían la intención de asesinarlo, gritó
"Asesinato"; los habitantes se levantaron asustados de sus camas, y el
pueblo pronto se convirtió en el escenario de un espantoso tumulto,
que se escuchó hasta Stein. El centinela de guardia en el castillo de
Hohenklingen disparó la pistola de alarma; Se tocó la campana, y los
habitantes de Stein, Stammheim y los lugares adyacentes pronto se
movieron y se preguntaron unos a otros en la oscuridad qué pasaba.

En Stammheim vivía el alguacil adjunto Wirth, cuyos dos hijos


mayores, Adrian y John, ambos sacerdotes jóvenes llenos de piedad y
coraje, predicaban el Evangelio con gran unción. Juan sobre todo
abundaba en fe y estaba dispuesto a sacrificar su vida por su Salvador.
Esta fue verdaderamente una familia patriarcal. Ana, la madre, que le
había dado muchos hijos al alguacil y los había criado en el temor del
Señor, era venerada por sus virtudes en todo el distrito. Al ruido del
tumulto en Burg, el padre y los dos hijos mayores salieron como sus
vecinos. El padre estaba indignado de que el alguacil de Frauenfeld
hubiera ejercido su autoridad de manera contraria a las leyes del país.
Los hijos se enteraron con dolor de que su hermano, su amigo, el
hombre cuyo buen ejemplo estaban encantados de seguir, había sido
arrastrado como un criminal. Cada uno de ellos tomó una alabarda, y a
pesar de los temores de una tierna esposa y madre, el padre y sus dos
hijos se unieron a la banda de ciudadanos de Stein con la
determinación de rescatar a su pastor. Lamentablemente, varios de
esos malhechores que aparecen en todos los desórdenes se habían
unido a la expedición; persiguieron a los oficiales del alguacil; estos
últimos, al oír el tocín y los gritos de alarma, redoblaron su velocidad,
arrastrando a su víctima tras ellos, y pronto pusieron el río Thur entre
ellos y sus perseguidores.

Cuando las personas de Stein y Stammheim llegaron a la orilla del río


y no encontraron medio de cruzar, se detuvieron y resolvieron enviar
una delegación a Frauenfeld. "¡Oh!" dijo el alguacil Wirth, "el pastor de
Stein es tan querido para nosotros, que por su bien yo
voluntariamente sacrificaría mis bienes, mi libertad y mi vida". 3 La
población, que se encontraba cerca del convento de la cartuja de
Ittingen, cuyos internos se creía que habían alentado la tiranía del
alguacil Am-Berg, entró en el edificio y tomó posesión del refectorio.
Estos desdichados miserables pronto se intoxicaron, y la consecuencia
fueron desórdenes vergonzosos. Wirth les suplicó en vano que
abandonaran el convento; 4 estaba en peligro de ser maltratado por
ellos. Su hijo Adrian se quedó fuera del claustro. John entró, pero
pronto volvió a salir, angustiado por lo que había visto. 5 Los
campesinos borrachos procedieron a saquear las bodegas y los
almacenes, a romper los muebles y a abrir los libros.
Cuando las noticias de estos desórdenes llegaron a Zurich, algunos
diputados del consejo se apresuraron al lugar y ordenaron a todas las
personas bajo la jurisdicción del cantón que regresaran a sus hogares.
Lo hicieron de inmediato. Pero un grupo de turgovianos, atraídos por
el alboroto, se instaló en el convento, en aras de su buen humor. De
repente, se produjo un incendio, nadie sabía cómo, y el monasterio fue
quemado hasta los cimientos.
Cinco días después de esto, los diputados de los cantones se reunieron
en Zug. Noth ING se escuchó en la asamblea pero las amenazas de
venganza y muerte. “Marchemos con banderas ondeando sobre Stein y
Stammheim”, dijeron, “y pasemos a espada a los habitantes”. El
alguacil adjunto y sus dos hijos habían sido durante mucho tiempo
objeto de especial disgusto debido a su fe. "Si alguien es culpable", dijo
el diputado de Zúrich, "debe ser castigado, pero de acuerdo con las
leyes de la justicia, y no con la violencia". Vadian, diputado de St. Gall,
apoyó esta opinión. Ante esto, el evasor John Hug de Lucerna, incapaz
de contenerse más, exclamó con espantosas imprecaciones: 6 “El
hereje Zwingle es el padre de todas estas insurrecciones; y usted
también, doctor de San Gall, es favorable a su infame causa y le ayuda
a asegurar sus triunfos ... No debería tener ya un asiento entre
nosotros ".
El diputado de Zug se esforzó por restablecer la paz, pero fue en vano.
Vadian abandonó el salón y, como la población tenía planes sobre su
vida, abandonó la ciudad en secreto y llegó al convento de Cappel por
una ruta tortuosa.
Zurich, empeñado en reprimir todo desorden, resolvió aprehender
provisionalmente a aquellas personas marcadas por la furia de los
confederados. Wirth y sus dos hijos vivían tranquilamente en
Stammheim.
“Nunca los enemigos de Dios podrán vencer a Sus amigos”, dijo
Adrian Wirth desde el púlpito. El padre fue advertido de la suerte que
se avecinaba sobre él y se le suplicó que huyera con sus dos hijos. "No",
respondió él; "Esperaré a los oficiales, poniendo mi confianza en Dios".
Y cuando los soldados hicieron su aparición en su casa, dijo: "Mis
señores de Zurich podrían haberse ahorrado todos estos problemas: si
tan solo hubieran enviado a un niño, habría obedecido su llamado". 7
Los tres Wirth fueron llevados a Zurich y encarcelados. Rutiman,
alguacil de Nussbaum, compartió su destino. Fueron examinados
estrictamente, pero no se encontró nada censurable en su conducta.
Tan pronto como los diputados de los cantones se enteraron del
encarcelamiento de estos cuatro ciudadanos, exigieron que fueran
enviados a Baden y ordenaron que, en caso de negativa, sus tropas
marcharan sobre Zurich y se los llevaran por la fuerza. “A Zurich le
corresponde el derecho de saber si estos hombres son culpables o no”,
dijeron los diputados de ese estado; "Y no hemos encontrado ninguna
falta en ellos". Sobre esto los diputados de los cantones exclamaron:
“¿Nos los entregarán? Responde sí o no, y ni una palabra más ". Dos
diputados de Zúrich montaron en sus caballos y partieron a toda prisa
hacia sus electores.
A su llegada, todo el pueblo estaba agitado. Si los prisioneros eran
rechazados, los confederados vendrían a buscarlos con una fuerza
armada; renunciar a ellos era consentir en su muerte. Las opiniones
estaban divididas: Zwingle se declaró a favor de su negativa. "Zurich" ,
dijo, "debe permanecer fiel a su constitución". Por fin se suponía que se
había encontrado un camino intermedio. "Entregaremos a los
prisioneros en sus manos", dijeron a la dieta, "pero con la condición de
que los examine únicamente en relación con el asunto de Ittingen, y no
en su fe". La dieta accedió a esta propuesta, y el viernes anterior al día
de San Bartolomé (18 de agosto de 1524) los tres Wirth y su amigo,
acompañados de cuatro consejeros de Estado y varios hombres
armados, abandonaron Zurich.
Toda la ciudad sintió una profunda preocupación ante la perspectiva
del destino que les esperaba a los dos jóvenes y sus ancianos
compañeros. Solo se escucharon sollozos mientras pasaban. "¡Pobre de
mí!" exclama un contemporáneo, "¡qué procesión más lúgubre!" 8 Las
iglesias se llenaron todas. "¡Dios nos castigará!" gritó Zwingle. “Oremos
al menos para que imparta su gracia a estos pobres prisioneros y los
fortalezca en la fe”. 9
El viernes por la noche los acusados llegaron a Baden, donde los
esperaba una inmensa multitud. Al principio los llevaron a una posada
y de allí a la cárcel. Apenas podían avanzar, la multitud se apretujaba
para verlos. El padre, que caminaba al frente, se volvió hacia sus dos
hijos y les observó mansamente: “Miren, mis queridos hijos, somos
(como dice el apóstol) hombres destinados a la muerte; porque hemos
sido hechos espectáculo para el mundo, y para los ángeles y para los
hombres ”(1 Corintios 4: 9). Luego, al ver entre la multitud a su
enemigo mortal, Am-Berg, causante de todas sus desgracias, se acercó
a él y le tendió la mano, aunque el alguacil se habría apartado: “Hay un
Dios en el cielo. quien sabe todas las cosas ”, dijo con calma, mientras
tomaba la mano de su adversario.
El interrogatorio comenzó al día siguiente: primero se trajo al alguacil
Wirth. Fue sometido a torturas, sin tener en cuenta su carácter ni su
edad; pero persistió en declarar su inocencia del pillaje y la quema de
Ittingen. Luego fue acusado de haber destruido una imagen que
representaba a Santa Ana. No se podía probar nada contra los otros
prisioneros, excepto que Adrian Wirth estaba casado y predicaba a la
manera de Zwingle y Luther; y que John Wirth le había dado la Santa
Cena a un enfermo sin campanilla ni cirio. 10
Pero cuanto más aparente era su inocencia, mayor era la furia de sus
adversarios. Desde la mañana hasta el mediodía infligieron las más
crueles torturas al anciano. Sus lágrimas no pudieron ablandar a sus
jueces. John Wirth fue tratado con mayor barbarie. “Dinos”, le
preguntaron en medio de su angustia, “¿de dónde aprendiste esta fe
herética? ¿De Zwingle o de cualquier otra persona? Y cuando exclamó:
"¡Oh Dios misericordioso y eterno, ayúdame y consuélame!" "¿Dónde
está tu Cristo ahora?" dijo uno de los diputados. Cuando apareció
Adrian, Sebastián de Stein, el diputado de Berna, le dijo: “Joven, dinos
la verdad; porque si te niegas a hacerlo, juro por el título de caballero
que gané en el mismo lugar donde el Señor sufrió el martirio, que te
abriremos las venas una tras otra.
Luego ataron al joven a una cuerda y lo izaron en el aire: "Ahí, mi
pequeño amo", dijo Stein con una mueca diabólica, "está tu regalo de
bodas"; 11 en alusión al matrimonio de este joven siervo del Señor.
Cuando terminó el examen, los diputados regresaron a sus cantones
para entregar su informe y no volvieron a reunirse hasta cuatro
semanas después. La esposa del alguacil, la madre de los dos
sacerdotes, se dirigió a Baden con un niño en brazos para interceder
ante los jueces. John Escher de Zurich la acompañó como su defensora.
Entre los jueces vio a Jerome Stocker, landamman de Zug, que había
sido dos veces alguacil de Frauenfeld: "¡Land amman!" dijo él, “usted
conoce al alguacil Wirth; sabes que siempre ha sido un hombre recto ".
- “Dices la verdad, querido Escher”, respondió Stocker, “nunca ha
herido a nadie; conciudadanos y extraños siempre fueron
amablemente recibidos en su mesa; Su casa era un convento, una
posada y un hospital; 12 y así, si hubiera cometido robo o asesinato,
habría hecho todo lo posible para obtener su perdón. ¡Pero viendo que
ha quemado a Santa Ana, la abuela de Cristo, debe morir ! - “El Señor
tenga misericordia de nosotros”, exclamó Escher.

Las puertas estaban ahora cerradas: era el 28 de septiembre, y los


diputados de Berna, Lucerna, Uri, Schwytz, Unterwalden, Zug, Glaris,
Friburgo y Soleure, habían procedido a deliberar sobre su juicio con
las puertas cerradas, como era habitual. , dictó sentencia de muerte al
alguacil Wirth, a su hijo John, que era el más firme en su fe, y que
parecía haberse llevado a los demás, y al alguacil Rutiman. Adrian, el
segundo hijo, se entregó a las lágrimas de su madre .
Los oficiales se dirigieron a la torre para recoger a los prisioneros.
"Hijo mío", le dijo el padre a Adrian, "nunca vengues nuestra muerte,
aunque no hemos merecido el castigo". Adrian estalló en lágrimas.
“Hermano”, dijo Juan, “la cruz de Cristo siempre debe seguir su
Palabra”. 13
Después de que se leyó la sentencia, los tres cristianos fueron llevados
de regreso a prisión; John Wirth caminaba primero, luego los dos vice-
alguaciles y un sacerdote detrás de ellos. Mientras cruzaban el puente
del castillo, en el que había una capilla dedicada a San José, el
sacerdote gritó a los dos ancianos: "Caigan e invoquen a los santos".
John Wirth, que estaba al frente, se volvió al oír estas palabras y dijo:
“Padre, sé firme. Sabes que hay un solo Mediador entre Dios y el
hombre, el Señor Jesucristo ”. "De cierto, hijo mío", respondió el
anciano, "y con la ayuda de su gracia seguiré fiel hasta el fin". Tras esto,
los tres comenzaron a repetir el Padre Nuestro, "Padre nuestro que
estás en los cielos", y así cruzaron el puente.
Luego fueron conducidos al andamio. John Wirth, cuyo corazón estaba
lleno de la más tierna ansiedad por su padre, se despidió de él. “Mi
amado padre”, dijo, “de ahora en adelante tú ya no eres mi padre, y yo
ya no soy tu hijo , sino que somos hermanos en Cristo nuestro Señor,
por cuyo nombre debemos sufrir la muerte. 14 Hoy, si le place a Dios,
amado hermano mío, iremos a Él, que es el Padre de todos nosotros.
Miedo a nada." "¡Amén!" respondió el anciano, "¡Y que Dios
Todopoderoso te bendiga, mi amado hijo y hermano en Cristo!"
Así, en el umbral de la eternidad, padre e hijo se despidieron,
saludando las nuevas mansiones en las que deberían estar unidos por
lazos eternos. La mayor parte de los que estaban a su alrededor
derramaron lágrimas. 15 El alguacil Rutiman oró en silencio.
Luego, los tres se arrodillaron "en el nombre de Cristo" y sus cabezas
rodaron sobre el cadalso.
La multitud, al observar las marcas de tortura en sus cuerpos, expresó
en voz alta su dolor. Los dos alguaciles dejaron veintidós hijos y
cuarenta y cinco nietos. Ana se vio obligada a pagar doce coronas de
oro al verdugo que había privado de la vida a su marido y a su hijo.
Así se había derramado sangre, sangre inocente . Suiza y la Reforma
fueron bautizadas con la sangre de los mártires. El gran enemigo del
Evangelio había hecho su obra; pero al hacerlo, su poder se rompió. La
muerte de los Wirth fue para acelerar los triunfos de la Reforma.

Notas al final s:
1. Ver vol. 2. P. 269.
2. Der war anfangs dem Evangelio gunstig. Toro. Chr. Pág.
190.
3. Sunder die Kuttlen im Buch fur Im wagen. Toro. Chr. Pág.
193.
4. Und badst sy un Gootes willen uss dem Kloster zu gand.
Ibídem. pags. 183.
5. Dan es Im leid lo fue. Toro. Chr. Pág. 195.
6. Mi t Fluchen und Wuten. Ibídem. pags. 184.

7. Dann hattind sy mir ein Kind geschikt. Ibídem. pags. 186.


8. ¡Oh, weh! Was elender Fahrt was das! Berna. Weyss. Fussl.
Beyt. 4. Pág. 56.
9. Sy toste und in warem glouben starckte. Toro. Chr. Pág.
188.

10. En Kerzen, Schellen und anders so b isshar geupt ist.


Toro. Chr. Pág. 196.
11. Alls man inn am folter seyl uffzog, sagt der zum Stein:
Herrii, das ist die Gaab die wir uch zu uwer Hussfrowen
schanckend. Ibíd, pág. 190.
12. Sin Huss ist siempre gsin wie ein Kloster, Wirtshuss und
Pitall. Ibídem. pags. 198.
13. D och allwag das Crutz darbey. Toro. Chr. Pág. 198.
14. Furohin bist du nitt me min Vatter und ich din Sus
sondern wir sind Brudern in Christo. Ibídem. pags. 204.

15. Des gnadens weyneten vil Luthen herzlich. Ibídem.


LIBRO 11
CAPÍTULO 6

No se consideró deseable proceder a la abolición de la misa en Zurich


inmediatamente después de la supresión de imágenes; pero ahora
parecía haber llegado el momento adecuado.
No solo la luz del Evangelio se había difundido entre la gente; pero la
violencia de los golpes del enemigo llamó a los amigos de Dios a
responderles con alguna demostración impresionante de su inalterable
fidelidad. Cada vez que Roma erige un cadalso y caen cabezas sobre él,
la Reforma exaltará la santa Palabra del Señor y derribará algunos
abusos. Cuando Hottinger fue ejecutado, Zurich suprimió las
imágenes; y ahora que las cabezas de los Wirth han rodado por el
suelo, Zurich responderá con la abolición de la misa. Cuanto más
aumenta Roma sus crueldades, más fuerza aumentará la Reforma .
El 11 de abril de 1525, los tres pastores de Zurich, acompañados por
Megander y Oswald Myconius, comparecieron ante el Gran Concilio y
exigieron el restablecimiento de la Cena del Señor. Su lenguaje era
solemne; 1 todas las mentes estaban absortas en meditación; todos
sintieron la importancia de la resolución que el consejo debía tomar. La
misa, ese misterio que durante más de tres siglos había sido el alma
misma del servicio religioso de la Iglesia latina, debía ser abolida, la
presencia corporal de Cristo debía declararse una ilusión, y la ilusión
misma eliminada de las mentes. de la gente. Se necesitaba valor para
llegar a tal resolución, y hubo hombres en el consejo que se
estremecieron de rojo ante este atrevido pensamiento. Joachim Am-
Grutt, subsecretario de Estado, alarmado por la audaz demanda de los
pastores, se opuso con todas sus fuerzas. "Estas palabras, este es mi
cuerpo", dijo, "prueban sin duda que el pan es el cuerpo de Cristo
mismo". Zwingle observó que esti (es) es la palabra adecuada en el
idioma griego para expresar significados, y citó varios casos en los que
esta palabra se emplea en sentido figurado. El Gran Consejo quedó
convencido y no dudó; las doctrinas del Evangelio habían penetrado en
sus corazones; además, al separarse de la Iglesia de Roma, había una
cierta satisfacción en hacer esa separación lo más completa posible y
en cavar un abismo entre ella y la Reforma. El concilio, por lo tanto,
ordenó que se suprimiera la misa y decretó que al día siguiente, Jueves
Santo, se celebrara la Cena del Señor de conformidad con los usos
apostólicos.
Zwingle estaba seriamente absorto en estos pensamientos, y cuando
cerraba los ojos por la noche, todavía buscaba argumentos con los que
oponerse a sus adversarios. Los temas que tan intensamente habían
ocupado su mente durante el día se presentan ante él en un sueño.
Suponía que estaba disputando con Am-Grutt y que no podía
responder a su principal objeción. De repente, una figura se paró
delante de él y dijo: "¿Por qué no citas el versículo 11 del capítulo 12
del Éxodo: Lo comeréis (el cordero) apresuradamente: es la Pascua del
Señor?" Zwingle se despertó, saltó de la cama, tomó la traducción de la
Septuaginta y allí encontró la misma palabra esti (es), que todos están
de acuerdo en que es sinónimo de significa en este pasaje.
Aquí, entonces, en la institución de la fiesta pascual bajo el antiguo
pacto, está el mismo significado que defiende Zwingle. ¿Cómo puede
evitar concluir que los dos pasajes son paralelos?
Al día siguiente, Zwingle predicó un sermón sobre este texto y habló
con tanta fuerza que eliminó toda duda.
Esta circunstancia, que admite una explicación tan simple, y la misma
expresión que emplea Zwingle para mostrar que no podía recordar la
apariencia de la figura que había visto en su sueño, 2 han dado lugar a
la afirmación de que Zwingle recibió esta doctrina de el diablo.
Los altares habían desaparecido; En su lugar se sustituyeron mesas
sencillas con el pan sacramental y el vino, y una multitud atenta los
rodeó. Había algo particularmente solemne en esta multitud. El
Jueves Santo, los jóvenes -el viernes, día de la Pasión, los hombres y
mujeres adultos- y el Domingo de Resurrección, los ancianos,
celebraron a su vez la muerte del Señor. 3
Los diáconos leen en voz alta los pasajes de las Escrituras que se
relacionan con este sacramento; los pastores se dirigieron al rebaño en
una ferviente exhortación, llamando a todos a retirarse de esta sagrada
fiesta, quienes, perseverando en su pecado, contaminarían el cuerpo
de Jesucristo. La gente se arrodilló, se llevó el pan en grandes bandejas
o platos de madera, y cada uno partió un bocado; A continuación, el
vino se distribuyó en copas de madera: de esta manera se pensó que se
acercaban más a la sencillez de la Cena primitiva. Emociones de
sorpresa o alegría llenaron todos los corazones. 4
Así se llevó a cabo la Reforma en Zurich. La sencilla celebración de la
Cena del Señor parecía haber derramado de nuevo sobre la Iglesia el
amor de Dios y de los hermanos. Las palabras de Jesucristo fueron una
vez más espíritu y vida. Mientras las diferentes órdenes y partidos de la
Iglesia de Roma se disputaban incesantemente entre sí, el primer
efecto del Evangelio fue restaurar la caridad entre los hermanos. El
amor de las primeras edades revivió entonces en la cristiandad. Se vio
a los enemigos renunciando a sus anheladas e inveteradas
enemistades y abrazándose después de haber comido el pan
sacramental. Zwingle, encantado con estas conmovedoras
manifestaciones, agradeció a Dios que la Cena del Señor estaba
obrando de nuevo esos milagros de caridad que el sacrificio de la misa
había dejado de realizar hacía mucho tiempo . 5
“La paz habita en nuestra ciudad”, exclamó; “Entre nosotros no hay
fraude, disensión, envidia, contienda. ¿De dónde puede proceder tal
armonía si no es del Señor, y que la doctrina que predicamos nos
inclina a la inocencia y la paz? " 6
Entonces prevaleció la caridad y la unidad, aunque no hubo
uniformidad. Zwingle, en su Comentario sobre la religión verdadera y
falsa, 7 que dedicó a Francisco I en marzo de 1525, año de la batalla de
Pavía, había presentado algunas verdades de la manera mejor
calculada para procurar su recepción por la razón humana, siguiendo
en esto respeta el ejemplo de varios de los teólogos escolásticos más
distinguidos. De esta manera había dado el nombre de enfermedad a
nuestra corrupción original, y reservó el apelativo de pecado para la
transgresión real de la ley. 8 Pero estas declaraciones, que suscitaron
algunas objeciones, no interrumpieron sin embargo el amor fraternal;
para Zwingle, incluso cuando insistió en llamar enfermedad al pecado
original, añadió que todos los hombres estaban perdidos por esta
enfermedad y que Jesucristo era el único remedio. 9 En esta posición
no hay error de pelagianismo.
Pero mientras que la celebración de la Cena del Señor en Zúrich contó
con el regreso de la hermandad cristiana, Zwingle y sus amigos
tuvieron que apoyar una lucha más dura contra sus adversarios
externos. Zwingle no solo fue un maestro cristiano, también fue un
verdadero patriota; y sabemos cuán celosamente luchó contra las
capitulaciones, pensiones y alianzas extranjeras. Estaba convencido de
que estas influencias externas debían tender a destruir la piedad, cegar
la razón y esparcir la discordia por todos lados. Pero sus audaces
protestas estaban destinadas a perjudicar el avance de la Reforma. En
casi todos los cantones, los jefes que recibían las pensiones del
extranjero y los oficiales que conducían a la batalla a la juventud de
Helvetia, formaban facciones poderosas, oligarquías formidables, que
atacaban la Ref ormación, no tanto en nombre de la Iglesia como en
cuenta del daño que infligiría a sus intereses y honores. Ya habían
obtenido la victoria en Schwytz; y ese cantón, donde Zwingle, Leo Juda
y Oswald Myconius habían enseñado, y que parecía que seguiría los
pasos de Zurich, de repente había vuelto a las capitulaciones
mercenarias y había cerrado sus puertas contra la Reforma.
Incluso en Zurich, algunos desgraciados, instigados por intrigas
extranjeras, atacaron a Zwingle durante la noche, arrojaron piedras a
su casa, rompieron las ventanas y llamaron con fuertes gritos al "Uli
pelirrojo, el buitre de Glaris"; de modo que Zwingle se despertó de su
sueño y corrió hacia su espada. 10 Esta acción es muy característica
del hombre.
Pero estos ataques aislados no pudieron paralizar el movimiento que
impulsaba Zúrich y que empezaba a sacudir a toda Suiza. Eran
guijarros arrojados a un torrente para comprobar su curso. En todas
partes sus aguas se hinchaban, amenazando con hacer llorar los
obstáculos más formidables.
Habiendo informado los berneses a la gente de Zúrich que varios
estados se habían negado a sentarse con ellos en el futuro en la dieta:
"Bueno, entonces", respondieron estos hombres de Zúrich con calma,
y levantando sus manos hacia arriba , como los héroes de Rutli en el
pasado, “tenemos la firme seguridad de que Dios, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, en cuyo nombre se formó la confederación, no nos
abandonará y, por fin, con su gran misericordia, nos hará sentar a la
diestra de su soberana majestad ". 11 Al poseer tal fe, la Reforma no
tenía nada que temer. ¿Pero obtendría victorias similares en los otros
estados de la confederación? ¿No quedaría Zurich solo del lado de la
Palabra de Dios? ¿Berna, Basilea y otros cantones seguirían sujetos al
poder de Roma? Esto lo veremos pronto. Volvamos, pues, hacia Berna y
estudiemos el progreso de la Reforma en el estado más influyente de la
confederación.

Notas finales:
1. Und vermantend die ernstlich. Bul l. Chron. Pág. 263.

2. Después de fuerit an albus nihil memini, no recuerdo si


era blanco o negro (frase muy expresiva de indistinción e
incertidumbre. - Tr.); somnium enim narro.
3. Fusslin Beytrage, 4:64.
4. Mit grossen verwundern viler Luthen und n och mit vil
grossern frouden der Gloubigen. Toro. Chron. Pág. 264.
5. Expositio fidei. Zw. Op. 2: 241.
6. Ut tranquillitatis et innocentiae studiosos reddat. Zw. Epp.
Pág. 390.
7. De vera et falsa religione commentarius. Zw. Op. 3: 145-
325.

8. Peccatum ergo morbus est cognatus nobis, quo fugimus


aspera et gravia, sectamur jucunda et voluptuosa:
secundo loco accipitur peccatum pro eo quod contra
legem fit. Ibídem. 204.
9. Originali morbo perdimur omnes; remedio vero quod
contra ipsum invenit Deus, incolumitati restituimur. De
pecc. Orig. declaratio ad Urbanum Rhegium. Ibídem. 1:
632.
10. Interea surgere Zwinglius ad ensem suum. Zw. Op. 3: 411.
- Uli es un resumen de Ulrich. Zwingle había sido
sacerdote en Glaris.

11. Bey Ihm zuletzt sitzen. Kirchhofer Ref. 5 Berna. Pág. 55.
LIBRO 11
CAPÍTULO 7

En ningún lugar era probable que la lucha fuera tan severa como en
Berna, porque allí el Evangelio contaba tanto con amigos poderosos
como con formidables adversarios. A la cabeza del partido reformador
estaban el banneret John Weingarten, Bartholomew May, miembro
del Consejo Menor, sus hijos Wolfgang y Claudius, sus nietos Santiago
y Benedict y, sobre todo, la familia de los Watteville. El evasor James
Watteville, que desde 1512 había ocupado la primera estación en la
república, había leído temprano los escritos de Lutero y Zwingle, y
había conversado a menudo sobre el Evangelio con John Haller,
pastor de Anseltingen, a quien había protegido contra sus
perseguidores. .
Su hijo Nicolás, entonces de treinta y un años, había sido durante dos
años rector de la iglesia de Berna, y como tal, en virtud de las
ordenanzas papales, gozaba de grandes privilegios; en consecuencia
Berthold Haller solía llamarlo "nuestro obispo". 1

Los prelados y el Papa no escatimaron esfuerzos para vincularlo a los


intereses de Roma; 2 y parecía como si todo lo apartara del
conocimiento del Evangelio; pero los caminos de Dios son más
poderosos que los halagos del hombre. Watteville pasó de la oscuridad
a la suave luz del Evangelio, dice Zwingle. 3 Como amigo de Berthold
Haller, leyó todas las cartas que este último recibió de Zwingle y no
pudo encontrar un lenguaje para expresar su admiración. 4
La influencia de los dos Watteville, uno de los cuales estaba a la cabeza
del estado y el otro de la iglesia, atraería aparentemente a toda la
república. Pero el partido contrario no fue menos poderoso.
Entre sus líderes se encontraban la schulthess de Erlach, el banneret
Willading y muchos patricios cuyos intereses eran idénticos a los de
los conventos bajo su administración. Detrás de estos hombres
influyentes había un clero ignorante y corrupto, que llamó a la
doctrina evangélica "una invención del infierno ". - “Mis queridos
confederados”, dijo el consejero Mullinen ante una asamblea plenaria
en el mes de julio, “cuiden que esta Reforma no venga aquí; en Zúrich,
un hombre no está seguro en su propia casa y está obligado a tener un
guardia para protegerlo ". En consecuencia, invitaron a Berna al lector
de los dominicos de Mentz, un tal John Hein, que subió al púlpito y
declaró contra la Reforma con la elocuencia de un santo Tomás. 5
Así, las dos partes se formaron en batalla entre sí; una lucha parecía
inevitable, y el resultado ya no parecía dudoso. De hecho, una fe común
unió a una parte del pueblo a las familias más distinguidas del estado.
Berthold Haller exclamó, lleno de confianza en el futuro: "¡A menos
que la ira de Dios se vuelva contra nosotros, no es posible que la
Palabra de Dios sea desterrada de esta ciudad, porque los berneses
tienen hambre de ella!" 6
Poco tiempo después de esto, dos actos del gobierno parecieron
inclinar la balanza al lado de la Reforma. Habiendo anunciado el
obispo de Lausana una visita episcopal, el concilio le indicó a través
del preboste Watteville que era mejor que se abstuviera de hacerlo. 7 Y
al mismo tiempo, los concilios de Berna emitieron una ordenanza que,
aunque en apariencia concedía algo a los enemigos de la Reforma,
sancionaba los principios de las nuevas doctrinas. Decretaron que el
Evangelio y la doctrina de Dios, tal como lo establecen los libros del
Antiguo y Nuevo Testamento, debían ser predicados exclusiva, libre y
abiertamente; y que los ministros deben abstenerse de toda doctrina,
discusión o escrito que proceda de Lutero u otros maestros. 8 Grande
fue la sorpresa de los adversarios de la Reforma cuando vieron a los
predicadores evangélicos apelando valientemente a esta ordenanza.
Este decreto, que fue la base de todos los que sucedieron, fue el
comienzo legal de la Reforma en Berna . A partir de ese momento el
progreso de este cantón fue más decidido, y Zwingle, cuyos ojos
atentos observaban todo lo que pasaba en Suiza, pudo escribir al
preboste Watteville: “Todos los cristianos están llenos de alegría, a
causa de la fe que el piadoso la ciudad de Berna acaba de recibir ". 9 -
“La causa es la causa de Cristo”, exclamaron los amigos del Evangelio;
10 y se dedicaron a ello con mayor valentía.
Los enemigos de la Reforma, alarmados por estas primeras ventajas,
cerraron filas y resolvieron asestar un golpe que les asegurara la
victoria. Concibieron el proyecto de deshacerse de estos ministros
cuyos audaces discursos estaban derrocando las costumbres más
honradas por el tiempo ; y no pasó mucho tiempo antes de que se
presentara una oportunidad favorable. Existía en Berna, en el lugar
que ahora ocupa el hospital de la Isla, un convento de monjas de Santo
Domingo, consagrado a San Miguel. El aniversario del arcángel (29 de
septiembre) fue una gran fiesta en el monasterio. Muchos miembros
del clero estuvieron presentes este año, y entre otros Wittenbach de
Bienne, Sebastian Meyer y Berthold Haller. Habiendo entablado
conversación con las monjas, entre las que se encontraba Clara, hija de
Claudi us May, partidaria de la Reforma, Haller le dijo, en presencia de
su abuela: “Los méritos de la vida conventual son imaginarios,
mientras que el matrimonio es un estado honorable, instituido por
Dios mismo ”. Algunas de las monjas a las que Clara repitió las
palabras de Berthold se horrorizaron ante ellas. “Haller sostiene”, era
el rumor en la ciudad, “que todas las monjas son hijas del diablo”. Se
encontró la oportunidad que buscaban los enemigos de la Reforma. Al
comparecer ante el Consejo Menor, se refirieron a una ley antigua que
dictaba que quien se llevara a una monja de su convento debería
perder la cabeza, pero pedía una atenuación de la pena, y que, sin dar
audiencia a los tres ministros, debían hacerlo. ser desterrado de por
vida. El Consejo Menor accedió a su oración y el asunto fue llevado
inmediatamente ante el Gran Consejo.
Así, Berna estaba a punto de verse privada de sus reformadores: las
intrigas del partido pontificio tuvieron éxito. Pero Roma, que triunfó
cuando se dirigió a los oligarcos , fue derrotada ante el pueblo o sus
representantes. Apenas habían oído los nombres de Haller, Meyer y
Wittembach, hombres venerados por toda Suiza, cuando el Gran
Consejo manifestó una enérgica oposición contra el Consejo Menor y
el clero. “No podemos condenar a los acusados sin ser escuchados”,
exclamó Tillmann; "Su testimonio es sin duda tan bueno como el de
unas pocas mujeres". Los ministros fueron llamados ante ellos: el
asunto era embarazoso. Finalmente, John Weingarten dijo: "Demos
crédito a ambas partes". Así lo hicieron: los ministros fueron
despedidos, con la insinuación de que se limitaran a sus púlpitos y no
se entrometieran en los claustros. Pero el púlpito les bastaba. Los
esfuerzos de sus adversarios habían redundado en su propia desgracia.
Fue una gran victoria para la Reforma. En consecuencia, uno de los
patricios exclamó: "Todo ha terminado: el asunto de Lutero debe
seguir adelante". 11
Y, de hecho, avanzó, y en los mismos lugares donde menos lo
esperaban. En Konigsfeldt, en el Aar, cerca del castillo de Habsburgo,
se alzaba un monasterio adornado con toda la magnificencia
conventual de la Edad Media, y donde reposaban las cenizas de varios
miembros de esa ilustre casa que tantos emperadores había dado a
Alemania. Aquí solían llevar el velo las hijas de las más grandes
familias de Suiza y Suabia. No estaba lejos del lugar donde, el 1 de
mayo de 1308, había caído el emperador Alberto de la mano de su
sobrino Juan de Suabia; y las hermosas ventanas pintadas de la iglesia
de Konigsfeldt representaron los horribles castigos que se habían
infligido a los parientes y vasallos del asesino. Catalina de Waldburg-
Truchsess, abadesa del convento en el período de la Reforma, contaba
entre sus monjas a Beatriz de Landenberg, hermana del obispo de
Constanza, Inés de Mullinen, Catalina de Bonstetten y Margarita de
Watteville, hermana del preboste. La libertad de que gozaba este
convento, que en otros tiempos había dado lugar a desórdenes
escandalosos, permitió ahora introducir las Sagradas Escrituras con
los escritos de Zwingle y Lutero; y pronto una nueva vida cambió por
completo de aspecto. Cerca de esa celda a la que se había retirado la
reina Inés, la hija de Alberto, después de bañarse en torrenciales de
sangre como en "maydew", y donde, manejando la rueca o bordando
ornamentos para la iglesia, había mezclado ejercicios de devoción con
pensamientos de venganza, Margaret Watteville solo tenía
pensamientos de paz y dividió su tiempo entre leer las Escrituras y
componer ingredientes saludables para formar un excelente santuario.
Retirándose a su celda, esta joven monja tuvo la osadía de escribir al
médico de Suiza. Su carta nos muestra, mejor que cualquier reflexión,
el espíritu cristiano que existía en aquellas piadosas mujeres, que
todavía están tan gravemente calumniadas incluso en nuestros días.
“Que la gracia y la paz en el Señor Jesús sean dadas y multiplicadas
para con ustedes siempre por Dios nuestro Padre celestial”, escribió la
monja de Konigsfeldt a Zwingle . “Muy erudito, reverendo y querido
señor, le ruego que tome en buena parte la carta que ahora le dirijo. El
amor que hay en Cristo me obliga a hacerlo, especialmente porque he
aprendido que la doctrina de la salvación se está difundiendo día a día
a través de nuestra predicación de la Palabra de Dios. Por eso alabo al
Dios eterno por iluminarnos de nuevo y enviarnos por su Espíritu
Santo tantos heraldos de su bendita Palabra; y al mismo tiempo
ofrezco mis ardientes oraciones para que él los cubra con su fuerza
tanto a ustedes como a todos los que proclaman sus buenas nuevas, y
que, armándolos contra todos los enemigos de la verdad, hará que su
Divina Palabra crecer en todos los hombres. Señor muy erudito, me
atrevo a enviar a su reverencia esta insignificante señal de mi afección;
no lo desprecies; es una ofrenda de caridad cristiana. Si este santuario
te hace bien y deseas más, por favor, házmelo saber; porque sería un
gran placer para mí hacer cualquier cosa que le agradara; y no sólo soy
yo quien piensa así, sino todos los que aman el Evangelio en nuestro
convento de Konigsfeldt. Ellos saludan tu reverencia en Jesucristo, y
todos te encomiamos sin cesar a Su protección todopoderosa. 12
"Sábado antes de Laetare, 1523".
Tal fue la piadosa carta que la monja de Konigsfeldt le escribió al
médico de Suiza.
Un convento en el que así había penetrado la luz del Evangelio no
podía perseverar en las observancias de una vida monástica. Margaret
Watteville y sus hermanas, convencidas de que podían servir mejor a
Dios en el seno de sus familias que en el claustro, pidieron permiso
para dejarlo. El concilio de Berna, alarmado, trató al principio de hacer
que estas monjas entraran en razón, y el provincial y la abadesa
emplearon amenazas y promesas por turnos; pero las hermanas
Margaret, Agnes, Catherine y sus amigas no debían ser conmovidas.
Con esto se relajó la disciplina del convento, se eximió a las monjas de
ayunos y maitines, y se aumentó su asignación. “No es la libertad de la
carne lo que necesitamos”, dijeron al concilio; “Es la del espíritu.
¡Nosotros, sus prisioneros pobres e inocentes, les suplicamos que se
apiaden de nosotros! - “¡Nuestros prisioneros! nuestros prisioneros! "
exclamó el banneret Krauchthaler, "¡no serán mis prisioneros !" Este
lenguaje de uno de los más firmes partidarios de los conventos decidió
el concilio; se abrieron las puertas del convento y, poco después,
Catherine Bonstetten se casó con Guillermo de Diesbach.
Y, sin embargo, Berna, lejos de ponerse abiertamente del lado de los
reformadores , tomó un camino intermedio y se esforzó por seguir un
sistema de balancín. Pronto se presentó una oportunidad para mostrar
este procedimiento vacilante. Sebastian Meyer, lector de los
franciscanos, publicó una retractación de sus errores romanos, que
crearon una gran sensibilidad , y en la que, describiendo una vida
conventual, dijo: “En los conventos los monjes viven más
impuramente, caen con más frecuencia, se recuperan ellos mismos
más tarde, caminan más inestable, descansan más peligrosamente, se
compadecen más raramente, se limpian más lentamente, mueren más
desesperadamente y son condenados más severamente ". 13 En el
mismo momento en que Meyer denunciaba así los claustros, John
Heim, lector de los dominicos, exclamaba desde el púlpito: “¡No!
Cristo, como enseñan los evangelistas, no ha satisfecho a su Padre de
una vez por todas. Además, es necesario que Dios se reconcilie cada día
con el hombre mediante el sacrificio de la misa y las buenas obras ”.
Dos ciudadanos que por casualidad estaban presentes, lo
interrumpieron diciendo: "No es cierto". T aquí fue inmediatamente
una gran perturbación en la iglesia; Heim permaneció en silencio;
muchas personas lo instaron a continuar, pero dejó el púlpito sin
terminar su sermón. Al día siguiente, el Gran Concilio asestó un golpe
de inmediato contra Roma y la Reforma; sacaron de la ciudad a los dos
grandes polémicos, Meyer y Heim. “No están ni lodosos ni claros”, 14
se decía del bernés, jugando con la palabra Lutero, que en alemán
antiguo significa claro. 15
Pero en vano intentaron sofocar la Reforma en Berna. Avanzaba por
todos lados. Las hermanas del convento de la Isla no habían olvidado la
visita de Haller. Clara May y varios de sus amigos, reflexionando
ansiosamente sobre lo que debían hacer, le escribieron al erudito
Henry Bullinger. "S t. Pablo —contestó— ordena a las mujeres jóvenes
que no hagan votos, sino que se casen y que no vivan ociosas bajo una
falsa demostración de piedad. (1 Timoteo 5:13, 14.) Siga a Jesucristo en
humildad, caridad, paciencia, pureza y bondad ”. 16 Clara, pidiendo
ayuda desde lo alto, resolvió seguir este consejo y renunciar a una vida
tan contraria a la Palabra de Dios, inventada por los hombres y
cargada de tentaciones y pecados. Su padre Bartolomé, que había
pasado cincuenta años en el campo de batalla o en la cámara del
consejo, se enteró con deleite de la resolución de su hija. Clara salió del
convento.
El preboste Nicholas Watteville, cuyo interés lo ataba a la jerarquía
romana y que iba a ser elevado al primer obispado vacante en Suiza,
también renunció a sus títulos, sus ingresos y sus expectativas, para
poder preservar una conciencia intacta; y rompiendo todas las
ataduras con las que los papas se habían esforzado por enredarlo,
entró en el estado de maternidad, establecido por Dios desde la
creación del mundo. Nicholas Watteville se casó con Clara May; y casi
al mismo tiempo, su hermana Margaret, la monja de Konigsfeldt, se
unió a Lucius Tscharner de Coire. 17

Notas finales :
1. Episcopus noster Vadivillius. Zw. Epp. Pág. 285.
2. Tantum favoris et amicitiae quae tibi cum tanto
summorum pontificum et pontissimorum episcoporum
coetu hactemus intercessit. Zw. Op. 1. Anc. Ed. lat. 305.
3. Ex obscuris ignorantiae tenebris in amoenam Evangel ii
lucem productum. Ibídem.
4. Epistolas tuae et eruditionis et humanitatis testes
locupletissimas. Zw. Epp. P. 287.
5. Suo Thomistico Marte omnia invertere. Zw. Epp. P. 287.
6. La fama del verbo Bernates habent. Ibídem. 295.

7. Ut nec oppidum, nec pagos Bernatum visitare praetendat


omnino. Ibídem.
8. Alein das heilig Evangelium und die leer Gottes frey,
offentlich und unverborgen. Toro. Chr. Pág. 111.
9. Alle christen sich allenthalben frouwend des glaubens.
Zw. Op. 1: 426.
10. Christi negoium agitur. Zw. Epp. 9 de mayo de 1523.
11. Es ist nun gethan. Der Lutherische Handel muss
vorgehen. Anshelm, Wirtz. KG v. 290.
12. Cujus praesidio auxilioque praesentissimo, nos vestram
dignitatem assidue commendamus. Zw. Epp. Pág. 280.
13. Langsamer gereiniget, verzweifelter stirbt, harter
verdammet. Kirch hofer, Reforma. 5. Berna. Pág. 48.
14. Dass sie weder luther noch trub seyen. Kirchhofer,
Reforma. 5. Berna. P. 50.
15. Los escritores romish, y el señor de Haller en particular,
siguiendo a Salat y Tschudi, ambos enemigos de la
Reforma, citan una supuesta carta de Zwingle, enviada
por esta época a Kolb en Berna. Es como sigue: - "La
salud y la bendición de Dios nuestro Señor Estimado
Francis, proceder con cuidado en el asunto; en un
principio lanzar el oso sólo una pera agria entre muchos
otros dulces; luego dos, y después de tres, y cuando h.
Como Comenzó a comerlos, a tirarlo cada vez más,
amargos y dulces por completo; al final vaciar el saco por
completo, duro y blando, dulce, amargo e inmaduro; se
los comerá todos y ya no permitirá que se los lleven. , o él
mismo para ser expulsado de ellos. - Zurich, lunes antes
del día de San Jorge, 1525. "Tu siervo en Cristo, Ulrich
Zwingle." Hay razones decisivas contra la autenticidad de
esta carta. - I. En 1525, Kolb fue pastor en Wertheimer;
no se trasladó a Berna hasta l1527 (ver Zw. Epp. P. 526). -
M. De Haller, de hecho, sustituye muy arbitrariamente
1527 porque aquí, desafortunadamente, Haller está en
desacuerdo con Salat y Tschudi , quienes, aunque no se
ponen de acuerdo en cuanto al día en que se alude esta
carta en el dict, son unánimes en cuanto al año , que con
ambos son claramente 1525. - II. Hay una diferencia en la
forma en que se divulgó esta carta; según una versión, fue
interceptado; según otro, algunos feligreses de Kolb se lo
comunicaron a un habitante de los cantones más
pequeños que por casualidad se encontraba en Berna. -
III. El original está en alemán; pero Zwingle siempre
escribía en latín a sus eruditos amigos; y además los
saludó como a su hermano, y no como a su siervo. - IV. Si
leemos las cartas de Zwingle, veremos que es imposible
encontrar dos estilos más diferentes que el de la supuesta
letra y el suyo. Zwingle nunca habría escrito una carta
para decir tan poco; sus epístolas son generalmente largas
y llenas de novedades. Llamar carta a la mezquina broma
conservada por Salat es mera burla. - V. Como
historiador, Salat merece poca confianza, y Tschudi
parece haberlo copiado con algunas variaciones. Es
posible que un hombre de los cantones más pequeños
haya tenido comunicación de algún bernés de la carta de
Zwingle a Haller, que hemos mencionado en nuestro
segundo volumen (p. 287), donde Zwingle emplea esta
misma comparación de los osos que tienen mucha
dignidad , que además se da en todos los autores de esa
época. Esto puede haber sugerido a algún bromista la idea
de inventar esta espumosa carta dirigida por Zwingle a
Kolb.
16. Euerem Herrn Jesu nachfolget en Demuth. Kirchh.
Árbitro. 5. B. 60.
17. Zw. Epp. Annotatio, pág. 451. Los Tscharner de Berna son
descendientes de este matrimonio.
LIBRO 11
CAPÍTULO 8

Así todo anunciaba los triunfos que pronto obtendría la Reforma en


Berna. Basilea, ciudad no menos importante, y que entonces era la
Atenas de Suiza, también se estaba armando para el gran combate que
ha distinguido al siglo XVI.
Cada una de las ciudades de la confederación tenía su carácter
peculiar. Berna era la ciudad de las grandes familias y parecía que la
cuestión sería decidida por el papel adoptado por algunos de los
líderes. En Zurich, los ministros de la Palabra, Zwingle, Leo Juda,
Myconius y Schmidt , llevaron consigo una poderosa clase de
ciudadanos. Lucerna fue la ciudad de las armas y las capitulaciones
militares; Basilea, del saber y de la imprenta. Allí se había instalado
Erasmo, el jefe de la república literaria del siglo XVI; y prefiriendo la
libertad de que disfrutaba en esta capital a las halagadoras
invitaciones de papas y reyes, se había convertido en el centro de un
numeroso concurso de literatos.
Pero un hombre humilde, manso y piadoso, aunque en genio muy
inferior a Erasmo, estaba destinado a ejercer en esta misma ciudad
una influencia más poderosa que la del príncipe de las escuelas.
Cristóbal de Utenheim, obispo de Basilea, en concierto con Erasmo, se
esforzaba por rodearse de hombres capacitados para lograr una
especie de reforma a mitad de camino . Con este punto de vista había
invitado a Capito y Oecolampadius a su corte. En esta última persona
había una mancha de monaquismo que a menudo molestaba al ilustre
filósofo. Pero Oecolampadius pronto se unió con entusiasmo a él; y tal
vez habría perdido toda independencia en esta íntima intimidad, si la
Providencia no lo hubiera separado de su ídolo. En 1517, regresó a
Weinsberg, su lugar natal, donde pronto se sintió disgustado con los
desórdenes y las bromas profanas de los sacerdotes. Nos ha dejado un
noble monumento del espíritu serio que entonces le animaba, en su
célebre obra Las maravillas de la Pascua, que parece haber sido escrita
en esa época. 1
Habiendo sido invitado a Augsburgo hacia fines de 1518, como
predicador hedral católico, encontró que la ciudad todavía estaba
agitada por la famosa conferencia celebrada allí en el mes de mayo
entre Lutero y el legado papal. Tenía que decidir entre una parte y la
otra; Oecolampadius no vaciló y se pronunció a favor del reformador.
Esta franqueza pronto dio lugar a una violenta oposición contra él; y
convencido de que su timidez y la debilidad de su voz perjudicarían su
éxito en el mundo, miró a su alrededor y fijó la mirada en un convento
de monjes de Santa Brígida, cerca de Augsburgo, celebrado por su
piedad y su estudios profundos y liberales. Sintiendo la necesidad de
reposo, de ocio, de estudio y de oración, se volvió hacia estos frailes y
preguntó: "¿Puedo vivir entre vosotros según la Palabra de Dios?" Este
último, habiendo respondido afirmativamente, Oecolampadius entró
en el monasterio el 23 de abril de 1520, con la condición expresa de
estar libre, si alguna vez el servicio de la Palabra de Dios lo llamaba a
otra parte.
Fue bueno que el futuro reformador de Basilea, como Lutero, se
familiarizara con esa vida monástica que es la máxima expresión del
catolicismo romano. Pero aquí no encontró reposo; sus amigos
culparon al paso; y él mismo declaró abiertamente que Lutero estaba
más cerca de la verdad que sus adversarios. En consecuencia, Eck y los
demás médicos romaníes lo persiguieron con sus amenazas, incluso en
su tranquila retirada.
En este momento, Oecolampadius no fue reformado ni seguidor de
Roma; deseaba cierto catolicismo purificado, que no se encuentra en
ninguna parte de la historia, pero cuya idea a menudo ha tendido un
puente para muchas mentes. Comenzó a corregir las reglas de su orden
de conformidad con la Palabra de Dios. "Les ruego", les dijo a sus
hermanos, "¡No pongan más valor en sus estatutos que en las
ordenanzas de Dios!" - “No deseamos otra ley”, respondieron los
hermanos, “que la de nuestro Salvador. Tome nuestros libros y
marque, como si estuviera en la presencia de Cristo mismo, todo lo
que encuentre contrario a Su Palabra ". Oecolampadius se dedicó a la
tarea, pero casi estaba cansado por el trabajo. "¡Oh Dios
Todopoderoso!" exclamó: "¡Qué abominaciones no ha aprobado Roma
en estos estatutos!"
En cuanto señaló algunos de ellos, se despertó la ira de los monjes.
"¡Hereje!" exclamaron ellos, “¡apóstata! ¡Mereces ser arrojado a un
calabozo por el resto de tus días! " Lo excluyeron de las oraciones
públicas. Pero el peligro del exterior era aún mayor. Eck y su partido no
habían renunciado a sus proyectos. "En tres días", le dijeron, "estarán
allí para arrestarlo". Fue a los hermanos y dijo: "¿Me entregarán a los
asesinos?" Los monjes se quedaron en silencio e indecisos; no querían
salvarlo ni destruirlo. En ese momento llegaron unos amigos de
Oecolampadius cerca del claustro con caballos para llevarlo a un lugar
seguro. Al ser informados de esto, los monjes resolvieron permitir la
partida de un hermano que había traído problemas a su convento.
"Adiós", dijo, y quedó libre. Había permanecido casi dos años en el
claustro de Saint B ridget.
Oecolampadius se salvó; por fin empezó a respirar. "He sacrificado al
monje", le escribió a un amigo, "y he recuperado al cristiano". Pero su
huida del convento y sus escritos heréticos fueron conocidos en todas
partes, y en todas partes la gente retrocede ante su aproximación. No
sabía qué sería de él cuando, en la primavera de 1522, Sickingen le
ofreció asilo, que aceptó.
Su mente, oprimida por la servidumbre monástica, tomó un nuevo
vuelo en medio de los nobles guerreros de Ebernburg. " Cristo es
nuestra libertad", exclamó, "y la muerte, que los hombres consideran
su mayor desgracia, es una verdadera ganancia para nosotros". Él
directamente comenzó a leer los evangelios y las epístolas en alemán a
la gente. “Tan pronto como suenen estas trompetas”, dijo, “los muros
de Jericó se derrumbarán”.
Así, en una fortaleza a orillas del Rin, y en medio de guerreros
analfabetos, el hombre más humilde de su época se preparaba para ese
cambio de culto que pronto sufriría el cristianismo. Pero Ebernburg
estaba demasiado limitado para él y sentía la necesidad de otra
sociedad que no fueran estos hombres armados. El librero Cratander lo
invitó a Basilea; Sickingen le permitió partir, y Oecolampadius,
encantado con la idea de volver a ver a sus viejos amigos, llegó a esa
ciudad el 16 de noviembre de 1522. Después de haber vivido allí algún
tiempo, simplemente como un hombre de conocimiento sin ninguna
ocupación pública, fue nombrado coadjutor de la iglesia de San
Martín, y fue esta llamada a un empleo humilde y oscuro 2 lo que
posiblemente decidió la Reforma de Basilea. Una inmensa multitud
llenaba la iglesia cada vez que Oecolampadius subía al púlpito. 3 Al
mismo tiempo, las conferencias públicas pronunciadas por él y Pellica
n fueron coronadas con tal éxito que incluso Erasmo se vio obligado a
exclamar: "Oecolampadius triunfa". 4
En efecto, este hombre suave pero firme (dice Zwingle) difundió a su
alrededor el dulce olor de Cristo, y todos los que se agolpaban a su
alrededor crecieron en la verdad. 5 A menudo, de hecho, circulaba el
rumor de que se vería obligado a abandonar Basilea y reanudar su
peligroso peregrinaje. Sus amigos, Zwingle en particular, estaban
alarmados; pero pronto las noticias de nuevas victorias obtenidas por
Oecolampadius dispersaron sus temores y aumentaron sus
esperanzas. El renombre de sus conferencias se extendió incluso a
Wittenberg y deleitó a Lutero, quien hablaba con Melancthon sobre él
todos los días. Y, sin embargo, el reformador sajón no estaba exento de
ansiedad. Erasmo estaba en Basilea, y Erasmo era amigo de
Oecolampadius ... Lutero pensó que era su deber poner en guardia al
hombre que amaba. "Temo mucho", escribió, "que Erasmo, como
Moisés, muera en el país de Moab y nunca nos lleve a la tierra
prometida". 6
Erasmo se había refugiado en Basilea, como en una ciudad tranquila,
en el centro del movimiento literario, y desde cuyo seno podía, por
medio de la prensa de Frobenius, actuar sobre Francia, Alemania,
Suiza, Italia y Inglaterra. Pero no le gustaba que los hombres vinieran y
lo molestaran allí; y si miraba a Oecolampadius con sospecha, otro
hombre le inspiraba aún más aprensión. Ulrich Hutten había seguido a
Oecolampadius a Basilea. Durante todo el tiempo que había estado
atacando al Papa, como un caballero se enfrenta a otro. “El hacha”,
dijo, “ya está puesta a la raíz del árbol. Alemanes! no desmayes en el
fragor de la batalla; la suerte está echada; la obra ha comenzado ...
¡Libertad para siempre! " Había abandonado el latín y ahora sólo
escribía en alemán; porque era a la gente a la que deseaba dirigirse.

Sus opiniones fueron nobles y generosas. Su idea era que debería haber
una reunión anual de obispos para regular los intereses de la Iglesia.
Una constitución cristiana , y sobre todo un espíritu cristiano, iba a
salir de Alemania, como en otros tiempos de Judea, y difundirse por
todo el mundo. Carlos V sería el héroe juvenil designado para realizar
esta edad de oro; pero Hutten, habiendo visto el fracaso de sus
esperanzas en este barrio, se volvió hacia Sickingen y buscó de la
caballería lo que el imperio le había negado. Sickingen, a la cabeza de la
nobleza feudal, había desempeñado un papel destacado en Alemania;
pero los príncipes lo habían sitiado en su castillo de Landst ein, y la
nueva invención de los cañones había aplastado aquellos muros
envejecidos, acostumbrados a otros ataques. 7 La toma de Landstein
había demostrado la derrota final de la caballería, la victoria decisiva
de la artillería sobre escudos y lanzas, el triunfo de los tiempos
modernos sobre la Edad Media. Así, la última hazaña de los caballeros
estaba destinada a ser a favor de la Reforma; el primer esfuerzo de
estas nuevas armas y sistema de guerra fue estar en su contra. Los
guerreros con cota de malla que cayeron bajo la inesperada tormenta
de bolas y yacían entre las ruinas de Landstein dieron paso a otros
soldados. Otros conflictos estaban a punto de comenzar; una
caballería espiritual sucedió a la de los Du Guesclins y Bayard. Y esas
almenas viejas y arruinadas, esos muros destrozados , estos héroes
moribundos, proclamaron con mayor energía de la que hubiera podido
hacer Lutero, que ni con tales aliados ni con tales armas obtendría la
victoria el Evangelio del Príncipe de la paz.
La caída de Landstein y de la caballería había arruinado todas las
esperanzas de Hutten . De pie junto al cadáver de Sickingen, se
despidió de aquellos días más brillantes que su imaginación había
conjurado ante él, y perdiendo toda confianza en el hombre, buscó
solo reclusión y reposo. En busca de estos, visitó a Erasmo en Suiza.
Estos dos hombres habían sido amigos durante mucho tiempo; pero el
caballero tosco y turbulento, desafiando las opiniones de los demás,
siempre dispuesto a poner su mano sobre la espada, asestando sus
golpes a diestra y siniestra sobre todos los que encontraba, apenas
podía vivir en armonía con el holandés escuálido y tímido, con su
modales refinados, su lenguaje suave y refinado, su amor por la
aprobación y su disposición a sacrificarlo todo por su bien, y no
temiendo nada en el mundo tanto como una disputa. Al llegar a
Basilea, Hutten, pobre, enfermo y fugitivo, inmediatamente preguntó
por su viejo amigo. Pero Erasmo temblaba ante la idea de recibir en su
mesa a una persona sometida a la proscripción del Papa y del
Emperador, que no perdonaría a nadie, que le pediría prestado dinero,
y sin duda lo perseguiría una multitud de esos " Evangelistas ”a los que
Erasmo temía cada vez más. 8 Se negó a verlo y, poco después, los
magistrados de Basilea pidieron a Hutten que abandonara la ciudad.
Herido hasta la médula y exasperado contra su tímido amigo, Hutten
se dirigió a Mulhausen y allí publicó un violento panfleto contra
Erasmo, al que éste respondió en un periódico rebosante de ingenio. El
caballero había agarrado su espada con ambas manos y había dirigido
un golpe aplastante a su agonista de hormigas ; el erudito, hábilmente
haciéndose a un lado, dio un beso al soldado en respuesta. 9
Hutten se vio obligado nuevamente a huir; llegó a Zúrich, donde se
encontró con una generosa recepción por parte del noble Zwingle. Pero
las intrigas lo obligaron nuevamente a abandonar esa ciudad; y
después de pasar algún tiempo en los baños de Pfeffers, se reparó con
una carta del reformador suizo al pastor de John Schnepp, que
habitaba la pequeña isla de Ufnau en el lago de Zurich. Este pobre
ministro entretuvo al caballero enfermo y fugitivo con la caridad más
conmovedora. Fue en este retiro pacífico y oscuro donde Ulrich
Hutten, uno de los hombres más notables del siglo XVI, murió
oscuramente a fines de agosto de 1523, después de una vida muy
agitada , expulsado por un partido, perseguido por otro, abandonado
por casi todos, y habiendo luchado siempre contra la superstición,
pero, como parece, sin haber poseído nunca la verdad. El pobre pastor,
que tenía alguna habilidad en el arte de curar, le había prodigado en
vano todos sus cuidados. Con él expiró la caballerosidad. No dejó ni
dinero, ni muebles, ni libros; nada en el mundo más que un bolígrafo.
10 Así se rompió el brazo de hierro que se había atrevido a sostener el
arca de Dios.

E ndnotes:
1. Herzog, Studien und Kritiken, 1840, pág. 334.
2. Meis sumtibus non sine contemptu et invidia. Ecol. Ad
Pirckh. De Eucharistia.
3. Das er kein Predigt thate, er hatte ein machtig Volk
darinn, dice su contemporáneo Peter Ryf. Wirtz. 5: 350.
4. Ecolampadius apud nos triumphat. Eras. Ad Zwing. Zw.
Epp. P. 312.
5. Illi magis ac magis en omni bono angescunt. Ibídem.
6. Et in terram promissionis ducere non potest. L. Epp. 2:
353.
7. Vol. 1. Pág. 47.
8. "Ille egens et omnibus rebus destitutus quaerebat nidum
aliquem ubi moveretur. Er at mihi gloriosus ille miles
cum sua scabie in aedes recipiendus, simulque
recipiendus ille chorus titulo Evangelicorum", escribe
Erasmo a Melancthon, en una carta en la que se esfuerza
por excusarse. Er. Epp. P. 949.
9. Expostulatio Hutteni. - Erasmi Sp ongia.
10. Libros nullos habuit, supellectilem nullam, praeter
callamum. Zw. Epp. Pág. 313.

LIBRO 11
CAPÍTULO 9

En Alemania había un hombre más formidable para Erasmo que el


infortunado Hutten: era Lutero. Había llegado el momento en que
estos dos grandes campeones de la época iban a medir su fuerza mano
a mano. Las dos reformas a las que llegaron fueron muy distintas.
Mientras Lutero deseaba una reforma profunda, Erasmo, amigo de las
medias tintas, se esforzaba por obtener concesiones de la jerarquía que
unirían a los partidos extremos. Las vacilaciones y la inconsistencia de
Erasmo disgustaban a Lutero. “Deseas caminar sobre huevos sin
aplastarlos”, dijo este último, “y entre vasos sin romperlos”. 1
Al mismo tiempo, se enfrentó a las vacilaciones de Erasmo con
absoluta decisión. “Nosotros los cristianos”, dijo, “debemos estar
seguros de nuestra doctrina y ser capaces de decir sí o no sin vacilar.
Presumir que nos impide afirmar nuestra creencia con plena
convicción, es privarnos de la fe misma. El Espíritu Santo no es
escéptico; 2 y ha escrito en nuestro corazón una firme y firme
seguridad, que nos hace tan seguros de nuestra fe como de la vida
misma ”.

Estas palabras por sí solas bastan para mostrarnos en qué lado se


encuentra la fuerza. Para lograr una transformación religiosa, se
necesita una fe firme y viva. Una revolución saludable en la Iglesia
nunca procederá de puntos de vista filosóficos y meras opiniones
humanas. Para fertilizar la tierra después de una larga sequía, el rayo
debe partir la nube y deben abrirse las ventanas del cielo. La crítica, la
filosofía e incluso la historia pueden preparar el camino para la
verdadera fe, pero no pueden ocupar su lugar. En vano limpiarías los
cursos de agua y repararías los diques, mientras no cayera lluvia del
cielo. Todo saber humano sin fe no es más que un acueducto sin agua.
Cualquiera que haya sido la diferencia esencial entre Lutero y Erasmo,
los amigos de Lutero, e incluso el reformador mismo , habían esperado
durante mucho tiempo que Erasmo se uniera a ellos contra Roma. Se
citaron muchos dichos que dejó caer su humor cáustico, como muestra
de su desacuerdo con los más fervientes defensores del romanismo. Un
día, por ejemplo, cuando estaba en Inglaterra, tuvo una gran discusión
con Tomás Moro sobre la transubstanciación: "Cree que tienes el
cuerpo de Cristo", dijo este último, "y realmente lo tienes". Erasmo no
respondió. Poco después, al salir de Inglaterra, More le prestó un
caballo para que lo llevara a la orilla del mar; pero Eras mus se lo llevó
al continente. Tan pronto como More fue informado de esto, le escribió
muy severamente al respecto. Erasmo, a modo de respuesta, le envió
estas líneas:
“Dijiste de la presencia corporal de Cristo: ¡
Cree que lo tienes y lo tienes a él!
De la queja que tomé, mi respuesta es la misma: ¡
Cree que lo tienes y lo tienes a él! 3
No solo en Inglaterra y Alemania se conoció a Erasmo. En Par se decía
que Luther sólo había abierto la puerta después de que Erasmo
hubiera abierto la cerradura. 4
La posición adoptada por Erasmo no fue en absoluto fácil: "No seré
infiel a la causa de Cristo", le escribió a Zwingle, "al menos en la
medida en que la edad me lo permita". 5 A medida que veía a Roma
levantarse contra los amigos de la Reforma, se retiraba
prudentemente. Se le solicitó de todos los sectores; el papa, el
emperador, reyes, príncipes, eruditos e incluso sus amigos más
íntimos, le rogaron que escribiera contra el reformador. 6 "Ningún
trabajo", escribió el Papa, "puede ser más aceptable a Dios y más digno
de usted y de su genio". 7
Erasmo resistió durante mucho tiempo estas solicitudes; no podía
ocultarse a sí mismo que la causa de los reformadores era la causa
tanto de la religión como de las letras. Además, Lutero era un
adversario con el que todos temían probar sus fuerzas, y Erasmo ya
imaginaba sentir los rápidos y vigorosos golpes del campeón de
Wittenberg. “Es muy fácil decir: Escribe contra Lutero”, le respondió a
un teólogo romano; "Pero es un asunto lleno de peligros". 8 Así lo
haría, y sin embargo no lo haría.
Esta irresolución por parte de Erasmo atrajo sobre él los ataques de los
hombres más violentos de ambos partidos. El mismo Lutero no supo
conciliar el respeto que sentía por la erudición de Erasmo con la
indignación que sentía por su timidez. Resuelto a liberarse de un
dilema tan doloroso, le escribió una carta en abril de 1524, que confió
a Camerarius. “Aún no has recibido del Señor”, dijo Lutero, “el valor
necesario para caminar con nosotros contra los papistas. Aguantamos
tu debilidad. Si el aprendizaje florece : si por él se abren a todos los
tesoros de la Escritura; este es un regalo que Dios nos ha otorgado a
través de ti; un don noble, y por el cual nuestras acciones de gracias
ascienden al cielo! Pero no abandones la tarea que se te ha impuesto y
pasa por alto nuestro campamento. Sin duda, su elocuencia y su genio
podrían sernos de gran utilidad; pero como le falta valor, quédese
donde está. Desearía que nuestra gente permitiera que tu vejez se
durmiera pacíficamente en el Señor. La grandeza de nuestra causa hace
mucho que ha superado sus fuerzas. Pero por otra parte, mi querido
Erasmo, no derrames sobre nosotros con tanta profusión esa sal
picante que tan bien sabes ocultar bajo las flores de la retórica; porque
es más peligroso ser levemente herido por Erasmo que ser reducido a
polvo por todos los papistas juntos. Siéntete satisfecho de seguir siendo
un espectador de nuestra tragedia; 9 y no publiques ningún libro
contra mí; y por mi parte, no escribiré ninguno contra ti ”.
Así Lutero, el hombre de lucha, pidió la paz; Erasmo, el hombre de paz,
inició el conflicto.
Erasmo recibió esta comunicación del reformador como el más
amargo de los insultos; y si todavía no se había decidido a escribir
contra Lutero, probablemente lo hizo entonces. “Es posible,”
respondió, “que Erasmo escribiendo en contra de usted estará de más
servicio al Evangelio de ciertos malos estudiantes que escriben para
usted, 10 y que no le permiten ser un simple espectador de esta
tragedia. "
Pero además tenía otros motivos.

Enrique VIII de Inglaterra y la nobleza de ese reino lo presionaron


seriamente para que se declarara abiertamente en contra de la
Reforma. Erasmo, en un momento de valentía, dejó que le arrancaran
la promesa. Su posición equívoca se había convertido en una fuente de
constantes problemas para él; amaba el reposo, y la necesidad que
sentía de justificar continuamente su conducta perturbaba su
existencia; le gustaba la gloria, y ya los hombres lo acusaban de temer
a Lutero y de ser demasiado débil para responderle; estaba
acostumbrado a ocupar el puesto más alto, y el pequeño monje de
Wittenberg había destronado al poderoso filósofo de Rotterdam.
Entonces debe, con algún paso audaz, recuperar la posición que había
perdido. Toda la cristiandad que se adhirió al antiguo culto le imploró
que lo hiciera. Se quería un genio capaz y la mayor reputación de la
época para oponerse a la Reforma. Erasmo respondió a la llamada.
Pero, ¿qué armas empleará? ¿Lanzará los truenos del Vaticano?
¿Defenderá los abusos que deshonran al papado? Erasmo no pudo
actuar así. El gran movimiento que agitaba las mentes de los hombres
después del letargo de tantos siglos lo llenaba de alegría, y hubiera
temido pisotearlo. Incapaz de ser el campeón del romanismo en lo que
ha agregado al cristianismo, se comprometió a defenderlo en lo que le
había quitado. Al atacar a Lutero, Erasmo seleccionó el punto donde el
romanismo se pierde en el racionalismo: la doctrina del libre albedrío
o el poder natural del hombre. Así, mientras emprendía la defensa de
la Iglesia, Erasmo gratificaba a los hombres del mundo y, mientras
luchaba por los papas, luchaba también por los filósofos. Se ha dicho
que se había limitado imprudentemente a una pregunta oscura y sin
provecho. 11 Luther, los reformadores, y su edad, juzgado de manera
muy diferente; y estamos de acuerdo con ellos. “Debo reconocer”, dijo
Lutero, “que en esta controversia usted es el único hombre que ha ido
a la raíz del asunto. Te lo agradezco de todo corazón; porque prefiero
ocuparme de este tema que de todas esas cuestiones secundarias sobre
el Papa, el purgatorio y las indulgencias, con las que hasta ahora me
han molestado los enemigos del Evangelio ”. 12
Su propia experiencia y un atento estudio de las Sagradas Escrituras y
de San Agustín habían convencido a Lutero de que los poderes
naturales del hombre están tan inclinados al mal, que él no puede, por
sí mismo, llegar más allá de una cierta rectitud exterior. totalmente
insuficiente a los ojos de la Deidad. Al mismo tiempo había reconocido
que era Dios quien da la verdadera justicia, llevando a cabo libremente
la obra de fe en el hombre por su Espíritu Santo. Esta doctrina se había
convertido en la fuente principal de su religión, la idea predominante
en su teología y el punto sobre el que giró toda la Reforma.
Mientras Lutero sostenía que todo lo bueno del hombre procedía de
Dios, Erasmo se puso del lado de los que pensaban que este bien
procedía del hombre mismo. Dios o el hombre, bueno o malo, estas no
son ciertamente preguntas falsas; y si existen “trivialidades”, hay que
buscarlas en otra parte.
Fue en el otoño de 1524 cuando Erasmo publicó su famoso tratado
titulado Disertación sobre la libertad de la voluntad; y apenas había
aparecido, el filósofo apenas podía creer su propia osadía. Con los ojos
fijos en la arena, miró tembloroso el guante que le había arrojado a su
adversario. “La suerte está echada”, le escribió emocionado a Enrique
VIII; “Ha aparecido el libro sobre el libre albedrío. - Créame, este es un
acto atrevido . Supongo que me apedrearán por ello. - Pero me
consuelo con el ejemplo de Su Majestad, a quien la furia de este pueblo
no ha perdonado ”. 13
Su alarma pronto aumentó a tal grado que lamentó amargamente el
paso que había dado. "¿Por qué no se me permitió envejecer en el
jardín de las Musas?" exclamó él. “¡Aquí estoy, a los sesenta, empujado
a la arena y sosteniendo el cestus y la red del gladiador, en lugar de la
lira! - Soy consciente ”, le escribió al obispo de Roch éster,“ que al
escribir sobre el libre albedrío, he ido más allá de mi esfera ... ¡Me
felicitas por mis triunfos! ¡Ah! No sé que triunfo. La facción (es decir, la
Reforma) se extiende a diario. 14 ¿Fue entonces el destino que en mi
momento de vida me transformara de amigo de las Musas en un
miserable gladiador?
Sin duda, fue un asunto importante para el tímido Erasmo haberse
levantado contra Lutero; sin embargo, estaba lejos de mostrar una gran
audacia. En su libro parece atribuir poco a la voluntad del hombre y
dejar la mayor parte a la gracia divina; pero al mismo tiempo eligió sus
argumentos de manera que se creyera que el hombre lo hace todo y
Dios nada. Sin atreverse a expresar abiertamente sus pensamientos,
afirma una cosa y prueba otra; y por lo tanto podemos suponer que él
creyó lo que probó y no lo que afirmó.

Distingue tres opiniones diversas, opuestas en tres grados diferentes al


pelagianismo. “Algunos piensan”, dijo él , “que el hombre no puede
querer, ni comenzar, y menos aún realizar, ninguna buena obra sin la
ayuda especial y continua de la gracia divina; y esta opinión parece
bastante probable. Otros enseñan que la voluntad del hombre es
impotente excepto para el mal, y que sólo la gracia obra en nosotros el
bien; y, por último, hay quienes afirman que nunca ha habido ninguna
voluntad libre, ya sea en los ángeles, o en Adán, o en nosotros, ya sea
antes o después de la gracia, sino que Dios obra en el hombre bueno y
malo, y que todo Happ ens desde una absoluta necesidad ". 15
Erasmo, si bien parece admitir la primera de estas opiniones, utiliza
argumentos que la refutan y que podría emplear el pelagiano más
decidido. De esta manera, citando los pasajes de la Escritura en los que
Dios ofrece al hombre la elección entre el bien y el mal, añade: “Por
tanto, el hombre debe tener el poder de querer y de elegir; porque sería
ridículo decirle a alguien: ¡Elige! cuando no estaba en su poder para
hacerlo ".
Lutero no temía a Erasmo. “La verdad”, dijo, “es más poderosa que la
elocuencia. La victoria permanece con el que dice la verdad, y no con el
que miente en un lenguaje fluido ". 16 Pero cuando recibió el tratado
de Erasmo el mes de octubre de 1524, lo encontró tan débil que dudó
en contestarlo. "¡Qué! ¡Tanta elocuencia en tan mala causa! " dijó el; “Es
como si un hombre sirviera barro y estiércol en platos de plata y oro.
17 Nadie puede echarte de menos. Eres como una anguila que se
desliza entre los dedos; o como el fabuloso Proteo que cambió de forma
en los mismos brazos de quienes quisieron agarrarlo ”.

Pero como Lutero no respondió, los monjes y teólogos escolásticos


comenzaron a lanzar gritos de victoria : “Bueno, ¿dónde está ahora tu
Lutero? ¿Dónde está el gran Macabeo? ¡Que entre en las listas! ¡Que
salga! ¡Ah ah! ¡Por fin ha encontrado a su pareja! Ahora ha aprendido a
permanecer en segundo plano; ha descubierto cómo callarse ". 18
Lutero vio que debía escribir una respuesta; pero no fue hasta fines del
año 1525 que se preparó para hacerlo; y Melancthon, habiendo
informado a Erasmo de que Lutero sería moderado, el filósofo se
alarmó mucho. “Si he escrito con moderación”, dijo, “es mi disposición;
pero Lutero posee la ira del hijo de Peleo (Aquiles). ¿Y cómo puede ser
de otra manera? Cuando un barco se enfrenta a una tormenta como la
que ha estallado sobre Lutero, ¡qué ancla, qué lastre, qué timón no
necesita para evitar que se desvíe de su rumbo! Por lo tanto, si me
responde de una manera que no está de acuerdo con su carácter, estos
aduladores gritarán que estamos en connivencia ". 19 Veremos que E
rasmus pronto se liberó de esta aprensión.
La doctrina de la elección de Dios como la única causa de la salvación
del hombre siempre había sido querida por el reformador; pero hasta
ahora lo había considerado sólo desde un punto de vista práctico. En su
respuesta a Erasmo, lo investigó particularmente desde un punto de
vista especulativo, y trató de establecer con los argumentos que le
parecían más concluyentes, que Dios obra todo en la conversión del
hombre y que nuestros corazones están tan alejados del amor. de Dios
que no pueden tener un deseo sincero de justicia, excepto por la
influencia regeneradora del Espíritu Santo.
“Llamar a nuestra voluntad libre albedrío”, dijo, “es imitar a esos
príncipes que acumulan títulos largos, llamándose a sí mismos señores
de varios reinos, principados e islas distantes (de Rodas, Chipre y
Jerusalén, etc.), mientras no tienen el menor poder sobre ellos ". Sin
embargo, aquí Lutero hace una distinción importante, mostrando
claramente que él de ninguna manera participó en la tercera opinión
que Erasmo le había señalado e imputado. “La voluntad del hombre
puede llamarse libre albedrío, no en relación con lo que está por
encima de él, es decir, con Dios; pero con respecto a lo que está abajo,
es decir, a las cosas de la tierra. 20 En cuanto a mi propiedad, mis
campos, mi casa, mi finca, puedo actuar, hacer y administrar
libremente. Pero en las cosas de la salvación, el hombre es cautivo; está
sometido a la voluntad de Dios, o más bien del diablo. 21 Muéstrame
uno de todos estos defensores de la libre voluntad (exclama) que haya
encontrado en sí mismo la fuerza suficiente para soportar una herida
insignificante, un ataque de ira o simplemente una mirada de su
enemigo, y soportarlo con alegría; entonces, sin siquiera pedirle que
esté listo para entregar su cuerpo, su vida, su riqueza, su honor y todas
las cosas, reconozco que has ganado tu causa ". 22
La mirada de Luther era demasiado penetrante para no descubrir las
contradicciones en las que había caído su oponente. Y en consecuencia,
en su respuesta se esfuerza por sujetar al filósofo en la red en la que se
había enredado. “Si los pasajes que usted cita”, dijo, “establecen que es
fácil para nosotros hacer el bien, ¿por qué discutimos? ¿Qué necesidad
tenemos de Cristo y del Espíritu Santo? Entonces Cristo habría actuado
tontamente al derramar su sangre para adquirir para nosotros un
poder que ya poseíamos por naturaleza ”. En verdad, los pasajes
citados por Erasmo deben tomarse en un sentido muy diferente. Esta
cuestión tan debatida es más clara de lo que parece a primera vista.
Cuando la Biblia le dice al hombre: Elige, presupone la ayuda de la
gracia de Dios, por la cual solo él puede hacer lo que manda. Dios, al
dar el mandamiento, también da la fuerza para cumplirlo. Si Cristo le
dijo a Lázaro: Sal, no es que Lázaro tuviera el poder de restaurarse a sí
mismo; pero que Cristo, al ordenarle que abandonara el sepulcro, le
dio también la fuerza para hacerlo, y acompañó sus palabras con su
poder creativo. Habló y se hizo. Además, es muy cierto que el hombre a
quien Dios habla debe querer; es él quien quiere, y no otro; puede
recibir esta voluntad pero solo de Dios; pero es en él donde debe ser
esta voluntad, y el mismo mandamiento que Dios le dirige, y que,
según Erasmo, establece la capacidad del hombre, es tan reconciliable
con las obras de Dios, que es precisamente por estos medios que el
trabajo se efectúe. Al decirle al hombre "conviértete", Dios lo convierte.
Pero la idea en la que Lutero se detuvo principalmente en su respuesta
es que los pasajes citados por Erasmo están destinados a enseñar a los
hombres su deber y su incapacidad para cumplirlo, pero de ninguna
manera darles a conocer el pretendido poder que se les atribuye. . “Con
cuánta frecuencia”, dice Lutero, “un padre llama a su hijo débil y le
dice: '¿Vendrás, hijo mío? ¡Ven entonces, ven! para que el niño aprenda
a pedir su ayuda y se deje llevar ”. 23
Después de combatir los argumentos de Erasmo a favor del libre
albedrío, Lutero defiende a los suyos contra los ataques de su
oponente. “Querida Disertación”, dice irónicamente, “poderosa
heroína, que se enorgullece de haber derribado estas palabras de
nuestro Señor en San Juan: Sin mí no podéis hacer NADA, que sin
embargo consideras como el apoyo de mi argumentación , y llamas es
el Aquiles de Lutero, escúchame. A menos que puedas probar que esta
palabra nada, no sólo puede sino que debe significar poco, todas tus
frases altisonantes, tus espléndidos ejemplos, no tienen más efecto que
si un hombre intentara apagar un inmenso fuego con un puñado de
paja. . ¿Qué son para nosotros afirmaciones como éstas? Esto puede
significar; que puede ser entendido ...... mientras que era tu deber
mostrarnos que debe ser entendido así ...... A menos que lo hagas,
tomamos esta declaración en su significado literal , y nos reímos de
todos tus ejemplos, tus grandes preparativos y tus pomposos triunfos
". 24
Finalmente, en una parte final, Lutero muestra, y siempre desde las
Escrituras, que la gracia de Dios lo hace todo. “En resumen”, dice al
final, “puesto que la Escritura en todas partes contrasta a Cristo con lo
que no tiene el espíritu de Cristo; ya que declara que todo lo que no es
Cristo y en Cristo está bajo el poder del error, las tinieblas, el diablo, la
muerte, el pecado y la ira de Dios, se sigue que todos estos pasajes de
la Biblia que hablan de Cristo se oponen a Libre albedrío. Ahora bien,
esos pasajes son innumerables; las Sagradas Escrituras están llenas de
ellos ". 25
Percibimos que la discusión que surgió entre Lutero y Erasmo es la
misma que un siglo después tuvo lugar entre los jansenistas y los
jesuitas, entre Pascal y Molina. 26 ¿Cómo es posible que, mientras los
resultados de la Reforma fueron tan inmensos, el jansenismo, aunque
adornado por los genios más nobles , se desperdició y murió? Es
porque el jansenismo se remonta a Agustín y se apoya en los Padres;
mientras que la Reforma volvió a la Biblia y se apoyó en la Palabra de
Dios. Es porque el jansenismo entró en un compromiso con Roma y
deseaba establecer un camino intermedio entre la verdad y el error,
mientras que la Reforma, confiando solo en Dios, limpió el suelo,
barrió toda la basura de las edades pasadas y puso al descubierto lo
primitivo. rock. Pararse a mitad de camino es un trabajo inútil; en todas
las cosas debemos perseverar hasta el final. En consecuencia, mientras
que el jansenismo ha desaparecido, los destinos del mundo están
ligados al cristianismo evangélico.
Además, después de haber refutado vivamente el error, Lutero rindió
un homenaje brillante pero quizás algo sarcástico al propio Erasmo .
“Confieso”, dijo, “que eres un gran hombre; ¿Dónde nos hemos
encontrado con más aprendizaje, inteligencia o habilidad, tanto al
hablar como al escribir? En cuanto a mí, no poseo nada de eso; sólo
hay una cosa de la que puedo obtener alguna gloria : soy cristiano. Que
Dios te eleve infinitamente por encima de mí en el conocimiento del
Evangelio, para que me superes en este aspecto tanto como ya lo haces
en todos los demás ”. 27
Erasmo estaba fuera de sí cuando leyó la respuesta de Luther ; y no
vería en sus encomios más que la miel de una copa envenenada, o el
abrazo de una serpiente en el momento en que lanza su aguijón
envenenado. Inmediatamente escribió al elector de Sajonia, exigiendo
justicia; Lutero, habiendo deseado apaciguarlo , perdió su
temperamento habitual y, en palabras de uno de sus más fervientes
apologistas, comenzó a “lanzar invectivas con la voz quebrada y el
cabello canoso”. 28
Erasmo fue vencido. Hasta ese momento, la moderación había sido su
fuerza y la había perdido. La pasión era su única arma contra la energía
de Lutero. Al sabio le faltaba sabiduría. Respondió públicamente en su
Hyperaspistes, acusando al reformador de barbarie, mentira y
blasfemia. El filósofo incluso se atrevió a profetizar. " Profetizo", dijo,
"que ningún nombre bajo el sol será objeto de mayor execración que el
de Lutero". El jubileo de 1817 ha respondido a esta profecía, después de
un lapso de trescientos años, con el entusiasmo y las aclamaciones de
todo el mundo protestante.
Así , mientras Lutero con la Biblia se ponía a la cabeza de su época,
Erasmo, enfrentándose a él, quiso ocupar el mismo lugar con la
filosofía. ¿A cuál de estos dos líderes se ha seguido? Ambos, sin duda.
Sin embargo, la influencia de Lutero en las naciones de la cristiandad
ha sido infinitamente mayor que la de Erasmo. Incluso aquellos que no
entendieron completamente los motivos de la disputa, viendo la
convicción de un antagonista y las dudas del otro, no pudieron
abstenerse de creer que el primero era correcto y el segundo
incorrecto. Se ha dicho que los tres últimos siglos, el XVI, el XVII y el
XVIII, pueden concebirse como una inmensa batalla de tres días de
duración. 29 Adoptamos con gusto esta hermosa comparación, pero
no la parte que se asigna a cada uno de los días. La misma lucha se ha
atribuido al siglo XVI y al XVIII. El primer día, como el último, es la
filosofía la que rompe filas. ¡El filosófico del siglo XVI ! ...... ¡Extraño
error! No: cada uno de estos días tiene su carácter marcado y distinto.
En el primer día del conflicto, fue la Palabra de Dios, el Evangelio de
Cristo, la que triunfó; y luego Roma fue derrotada, así como la filosofía
humana , en la persona de Erasmo y sus otros representantes. El
segundo día, reconocemos que Roma, su autoridad, su disciplina, su
doctrina, reaparecieron y estuvieron a punto de triunfar por las
intrigas de una sociedad célebre y el poder del cadalso, ayudada por
hombres de carácter noble y genio sublime. Al tercer día, la filosofía
humana surgió con todo su orgullo, y al encontrar en el campo de
batalla, no el Evangelio, sino Roma, hizo un breve trabajo y pronto
llevó a cabo todas las trincheras. El primer día fue la batalla de Dios, el
segundo la batalla del sacerdote, el tercero la batalla de la razón. ¿Cuál
será el cuarto? ...... En nuestra opinión, la contienda confusa, la
contienda mortal de todos estos poderes juntos, para terminar en la
victoria de Aquel a quien pertenece el triunfo.

Notas finales:
1. Auf Eyern gehen und keines zutreten. L. Opp. 19:11.
2. Der heilige Geist ist kein Scepticus. Ibídem. 8.
3. Quod mihi dixisti nuper de corpore Christi: crede quod
habes, et habes; Hoc tibi rescribo tantum de tuo caballo:
Crede quod habes, et habes. Paravicini Sing ularia, pág. 71.

4. Histoire Cathol. De notre temps, par S. Fontaine, de


Pordre de St. Francois, París, 1562.
5. Quantum hoc seculum patitur. Zw. Epp. Pág. 221.
6. Un pontificio, un Caesare, un regibus, et principibus, un
doctissimis etiam et carissimis amicis huc provocor.
Erasm. Zw. Epp. P. 308.
7. Nulla te et ingenio, eruditione, eloquentiaque tua dignior
esse potest. Adrianus Papa, Epp. Er. P. 1202.
8. Res est periculi plena. Er. Epp. P. 758.
9. Spectator tantum sis tragoediae nostrae. L. Epp. 2: 501.

10. ft2164 Quidam stolidi scriben tes pro te. Unschuldige


Nach. Richt, pág. 545.
11. ft2165 Sobre este tema, M. Nisard dice (Erasme, Revue
des deux mondes, 3: 411), "Nos entristecemos por
nuestra especie, cuando vemos hombres capaces de lidiar
con verdades eternas, esgrimiendo toda su vida contra
trivialidades , como gladiadores luchando contra las
moscas ".
12. Op. 19: 146.
13. Jacta est alea..audax, mihi crede, facinus..expecto
lapidationem. Er. Epp. P. 811.

14. Quomodo triumphans nescio..Factio crescit in dies


latius. Ibídem. 809.
15. De libero arbitrio Diatribe. Eras. Op. 9: 1215, sqq.
16. Victoria est penes balbutientem veritatem, non apud
mendacem eloquentiam. L. Epp. 2: 200.

17. Als wenn einer in silbern oder guldern Schusseln wolte


Mist und Unflath auftragen. L. Opp. 19: 4.
18. ¡Sehet, sehet nun da zu! ¡Ay de la monja Lutero! Ibídem.
3.
19. Ille si hic multum sui dissimilis fuerit, clamabunt
sycophantae colludere nos. Erasm. Epp. P. 819.
20. Der Wille des Menschen mag..L. Op. 19:29.
21. Ibídem. 33.
22. Ibídem.
23. Op. 19:55.

24. Ibídem. 116.


25. Ibídem. 143.
26. Es innecesario decir que no hablo de discusiones
personales entre estos dos hombres, uno de los cuales
murió en 1600 y el otro no nació hasta 1623.
27. Op. 19. Pp. 146, 147.
28. Nisard, Erasme, pág. 419.
29. Port Royal, por M. Sainte Beuve, 1:20.
LIBRO 11
CAPÍTULO 10

Pero la batalla librada por la Reforma en el gran día del siglo dieciséis,
bajo el estandarte de la Palabra de Dios, no fue una y única, sino
múltiple. La Reforma tuvo muchos enemigos con los que enfrentarse a
la vez; y después de haber protestado primero contra las decretales y la
supremacía del Papa, y luego contra los fríos apoftegmas de los
racionalistas, filósofos o escolásticos, tuvo que luchar igualmente con
las ensoñaciones del entusiasmo y las alucinaciones del misticismo;
oponiéndose igualmente a estos tres poderes el escudo y la espada de
la revelación Divina.
Yo t hay que reconocer que existe una gran similitud, hay una unidad
notable, entre estos tres poderosos adversarios. Los falsos sistemas que
en todas las épocas han sido los más opuestos al cristianismo
evangélico, siempre se han distinguido por hacer que el conocimiento
religioso proceda del interior del hombre mismo. El racionalismo hace
que proceda de la razón; misticismo de ciertas luces interiores; y el
Romanismo de una iluminación del Papa. Estos tres errores buscan la
verdad en el hombre: el cristianismo evangélico la busca enteramente
en Dios; y mientras el misticismo, el racionalismo y el romanismo
admiten una inspiración permanente en algunos de nuestros
semejantes y abren así una puerta a toda extravagancia y diversidad, el
cristianismo evangélico reconoce esta inspiración únicamente en los
escritos de los apóstoles y profetas, y solo presenta esa unidad grande,
hermosa y viva que es siempre la misma en todas las edades.
La tarea de la Reforma ha sido restablecer los derechos de la Palabra
de Dios, en oposición no solo al romanismo, sino también al
misticismo y al racionalismo.
El fanatismo, que se había extinguido en Alemania con el regreso de
Lutero a Wittenberg, reapareció con pleno vigor en Suiza y amenazó el
edificio que Zwingle, Haller y Oecolampadius habían construido sobre
la Palabra de Dios . Thomas Munzer, obligado a abandonar Sajonia en
1521, había llegado a las fronteras de Suiza. Conrad Grebel, cuya
inquieta y disposición ardiente ya hemos notado, 1 se había convertido
conectada con él, al igual que también F elix Manz, un hijo del canon,
y varios otros zurichenses; y Grebel se había esforzado inmediatamente
por ganar a Zwingle. En vano este último había ido más lejos que
Lutero; vio surgir un grupo que deseaba seguir adelante. “Formemos
una comunidad de verdaderos creyentes”, le dijo Grebel; “Porque a
ellos sólo les pertenece la promesa, y encontremos una iglesia en la
que no habrá pecado”. 2 - “No podemos hacer un cielo sobre la tierra”,
respondió Zwingle; “Y Cristo nos ha enseñado que debemos dejar que
la cizaña crezca junto con el trigo”. 3
Grebel habiendo fracasado con el reformador, hubiera deseado apelar
al pueblo. “Toda la comunidad de Zurich”, dijo, “debería tener la
decisión final en materia de fe”. Pero Zwingle temía la influencia que
estos entusiastas radicales pudieran ejercer sobre una gran asamblea.
Pensó que, excepto en ocasiones extraordinarias en las que se podía
pedir a la gente que expresara su conformidad, era mejor confiar los
intereses de la religión a un colegio, que podría considerarse el
representante elegido de la Iglesia. En consecuencia, al Concilio de los
Doscientos, que ejercía la suprema autoridad política en Zurich,
también se le confió el poder eclesiástico, con la condición expresa de
que se ajustaran en todo a las Sagradas Escrituras. Sin duda, hubiera
sido mejor haber organizado a fondo la Iglesia y pedirle que nombrara
a sus propios representantes, a quienes se debería confiar únicamente
los intereses religiosos del pueblo; pues un hombre puede ser muy
capaz de administrar los intereses del Estado y, sin embargo, muy
torpe en los de la Iglesia; al igual que lo contrario de esto también es
cierto. Sin embargo, el inconveniente no era entonces tan grave como
en estos días, ya que los miembros del Gran Consejo habían entrado
francamente en el movimiento religioso. Pero, sea como fuere, Zwingle,
aunque apelaba a la Iglesia, tuvo cuidado de no hacerla demasiado
prominente y prefirió el sistema representativo a la soberanía real del
pueblo. Esto es lo que, después de tres siglos, los estados de Europa
vienen haciendo en el mundo político durante los últimos cincuenta
años.
Al ser rechazado por Zwingle, Grebel se dirigió a otra moneda. Rubli,
ex pastor en Basilea, Brodtlein, pastor en Zollikon y Louis Herzer, lo
recibieron con entusiasmo. Resolvieron formar una congregación
independiente en medio de la gran congregación, una Iglesia dentro de
la Iglesia. El bautismo de creyentes adultos solamente, iba a ser su
medio de reunir a su congregación. "El bautismo infantil", decían, "es
una abominación horrible, una impiedad flagrante, inventada por el
espíritu maligno, y por Nicolás II, Papa de Roma". 4
El consejo de Zurich se alarmó y ordenó que se celebrara una
discusión pública; y como todavía se negaban a abjurar de sus
opiniones, algunos de los zuricher entre ellos fueron encarcelados y
varios extranjeros fueron desterrados. Pero la persecución solo
enardeció su celo: "No sólo con palabras ", exclamaron, "sino con
nuestra sangre, estamos dispuestos a dar testimonio de la verdad de
nuestra causa". Algunos de ellos, ceñidos con cuerdas o ramitas de
ozier, corrieron por las calles exclamando: “¡Aún dentro de unos días,
Zurich será destruida! ¡Ay de la e, Zurich! ¡Aflicción! ¡aflicción!" 5 Los
ingenuos y piadosos estaban agitados y alarmados. A pesar de la
intercesión de Zwingle, aprehendieron a catorce hombres, entre los
que se encontraba Felix Mantz, y siete mujeres, y les pusieron pan y
agua en la torre del hereje. Después de dos semanas de reclusión,
lograron soltar algunas tablas en la noche y, ayudándose entre sí,
lograron escapar. "Un ángel", dijeron, "había abierto la prisión y los
había sacado". 6
Un monje, que había escapado de su convento, George Jacob de Coir e,
de apellido Blaurock, según parece, por el vestido azul que llevaba
constantemente, se unió a su secta, y por su elocuencia se denominó
un segundo Pablo. Este audaz monje viajaba de un lugar a otro,
obligando a muchos, con su imponente fervor, a recibir su bautismo.
Un domingo, cuando estaba en Zollikon, el impetuoso monje
interrumpió al diácono mientras predicaba, gritando con voz de
trueno: "Está escrito: Mi casa es casa de oración, pero vosotros la
habéis convertido en cueva de ladrones". Luego, levantando el bastón
que llevaba en la mano, asestó cuatro golpes violentos.
“Yo soy una puerta”, exclamó; “Cualquiera que entre por mí hallará
pasto. Soy un buen pastor Mi cuerpo doy a la cárcel; mi vida la doy a la
espada, la estaca o la rueda. Yo soy el principio del bautismo y del pan
del Señor ”. 7
Mientras Zwingle se oponía a este torrente en Zurich, Saint Gall
pronto se vio inundado por él. Grebel llegó allí y fue recibido por los
hermanos con aclamaciones; y el Domingo de Ramos se dirigió a las
orillas del Sitter con un gran número de sus seguidores, a quienes allí
bautizó.

La noticia se difundió rápidamente por los cantones contiguos, y una


gran multitud acudió desde Zurich, Appenzel y varios otros lugares a
la "Pequeña Jerusalén".
El corazón de Zwin gle se retorció al ver esta agitación. Vio una
tormenta estallar en estos distritos donde la semilla del Evangelio
estaba comenzando a brotar. 8 Resuelto a oponerse a estos
sentimientos sobre el bautismo, 9 escribió un tratado sobre este tema,
que el concilio de San Gall, a quien estaba dirigido, ordenó que se
leyera en la iglesia ante todo el pueblo.
“Mis queridos hermanos en el Señor”, dijo Zwingle, “el agua de los
torrentes que brotan de nuestras rocas lleva consigo todo lo que está a
su alcance. Al principio son solo piedras pequeñas; pero éstos se lanzan
violentamente contra los más grandes, hasta que por fin el torrente se
vuelve tan fuerte que se lleva todo lo que encuentra, y deja en su
camino lamentos y lamentos vanos , y prados fértiles convertidos en
desierto. El espíritu de contienda y justicia propia actúa de manera
similar: excita la discordia, destruye la caridad, y donde encontró
iglesias hermosas y florecientes, no deja tras de sí nada más que
rebaños sumidos en el luto y la desolación ".
Así habló Zwingle, el hijo de las montañas de Tockenburg. “Danos la
Palabra de Dios”, exclamó uno que estaba presente en la iglesia; "Y no
la palabra de Zwingle". Inmediatamente se escucharon voces confusas:
“¡Fuera el libro! ¡Fuera el libro! " gritó la multitud. Después de esto, se
levantaron y abandonaron la iglesia, clamando: “Puedes guardar la
doctrina de Zwingle; en cuanto a nosotros, guardaremos la Palabra de
Dios ". 10

El fanatismo estalló ahora en los desórdenes más lamentables.


Manteniendo que el Señor nos había exhortado a ser como niños, estas
desdichadas criaturas empezaron a aplaudir y a brincar por las calles,
a bailar en un círculo, a sentarse en el suelo y a revolcarse en el polvo. S
ome quemado el Nuevo Testamento, diciendo: “La letra mata, el
espíritu vivifica.” Otros, con convulsiones, pretendían tener
revelaciones del Espíritu Santo.
En una casa solitaria en Mullegg, cerca de St. Galia, vivía un granjero
de edad, John Schucker, con sus cinco hijos. Todos ellos, incluidos los
domésticos, recibieron la nueva religión; y dos de los hijos, Thomas y
Leonard, se distinguieron por su fanatismo. El martes de carnaval (7 de
febrero de 1526), invitaron a una gran fiesta a su casa y su padre mató
un ternero para la fiesta. Las viandas, el vino y esta numerosa
asamblea calentaron su imaginación; toda la noche transcurrió en
fanáticas conversaciones y gesticulaciones, convulsiones, visiones y
revelaciones. 11
Por la mañana, Tomás, todavía agitado por esta noche de desorden, y
habiendo aparentemente perdido la razón, tomó la vejiga del ternero y
colocó en ella parte de la hiel, con la intención de imitar el lenguaje
simbólico de los profetas. , apuntó a su hermano Leonard, diciendo
con voz lúgubre: "¡Así de amarga es la muerte que vas a sufrir!" Luego
agregó: "¡Hermano, Leonard, arrodíllate!" Leonard cayó de rodillas;
poco después, "Hermano Leonard, levántate!" Leonard se puso de pie.
El padre, los hermanos y otros miembros de la compañía miraron con
asombro, preguntándose qué haría Dios. Thomas pronto reanudó:
"¡Leonard, arrodíllate de nuevo!" Así lo hizo. Los espectadores,
alarmados por el semblante lúgubre del desdichado, le dijeron:
"Piensa en lo que eres y cuídate de que no ocurra ninguna travesura". -
“No temas”, respondió Tomás, “nada sucederá sino la voluntad del
Padre”. Al mismo tiempo, agarró apresuradamente una espada, y
asestando un violento golpe a su hermano, arrodillándose ante él
como un criminal ante el verdugo, le cortó la cabeza, exclamando:
"Ahora se cumple la voluntad del Padre". 12 Todos los transeúntes
retrocedieron horrorizados ante el hecho; y la finca resonaba con
gemidos y lamentos. Thomas, que no tenía nada más que camisa y
pantalones, salió corriendo descalzo y con la cabeza descubierta de la
casa, corrió a St. Gall con gestos frenéticos, entró en la casa del
burgomaestre Joachim Vadian y le dijo con miradas demacradas y
gritos salvajes : "¡Proclamo al e el día del Señor!" La espantosa noticia
pronto se difundió por St. Gall. "Ha matado a su hermano, como Caín
mató a Abel", dijo la gente. 13 El culpable fue capturado. “Es cierto que
lo hice”, repetía continuamente; "Pero es Dios quien lo hizo a través de
mí". El 16 de febrero, esta desgraciada criatura perdió la cabeza por la
espada del verdugo. El fanatismo había hecho su último esfuerzo. Los
ojos de los hombres se abrieron y, según un viejo historiador, el mismo
golpe le quitó la cabeza a Thomas Schucker y al fanatismo de St. Gall.
Todavía prevaleció en Zurich. El 6 de noviembre del año anterior, se
llevó a cabo una discusión pública sobre el tema del bautismo infantil
en el salón del consejo, cuando Zwingle y sus amigos propusieron las
siguientes tesis:
“Los hijos nacidos de padres creyentes son hijos de Dios, como los que
nacieron bajo el Antiguo Testamento, y en consecuencia pueden
recibir el bautismo.

“El bautismo bajo el Nuevo Testamento es lo que era la circuncisión


bajo el Antiguo; en consecuencia, ahora se debe administrar el
bautismo a los niños, como antes se hacía la circuncisión.
“No podemos probar la costumbre de volver a bautizar con ejemplos,
textos o argumentos extraídos de las Escrituras; y los que han sido
rebautizados crucifican a Jesucristo de nuevo ".
Pero la disputa no se limitó a cuestiones religiosas; pidieron la
abolición de los diezmos, sobre la base de que no eran designados por
Dios. Zwingle respondió que el mantenimiento de las escuelas e
iglesias dependía de los diezmos. Deseaba una reforma religiosa
completa ; pero se decidió no permitir que el orden público o las
instituciones políticas se vieran en lo más mínimo. Este fue el límite en
el que percibió esa palabra del cielo, escrita por la mano de Dios:
"Hasta aquí vendrás, y no más". Era necesario detenerse en alguna
parte, y aquí Zwingle y los reformadores se detuvieron, a pesar de esos
hombres testarudos que se esforzaron por apresurarlos aún más.
Pero si los reformadores se detenían, no podían detener a los
entusiastas, que parecían colocados a su lado como en contraste con su
discreción y prudencia. No les bastaba con haber formado una iglesia;
esta iglesia a sus ojos era el estado. Cuando fueron citados ante los
tribunales, declararon que no reconocían la autoridad civil, que era
sólo un remanente del paganismo y que no obedecerían a ningún otro
poder que no fuera Dios. Enseñaron que no era lícito para los
cristianos ocupar cargos públicos o llevar la espada; y pareciéndose a
este respecto a ciertos entusiastas irreligiosos que han surgido en
nuestros días, consideraban la comunidad de bienes como la
perfección de la humanidad. 14
Por tanto, el peligro aumentaba; la existencia de la sociedad civil estaba
amenazada. Se levantó para rechazar de su seno estos elementos
destructivos. El gobierno, alarmado, se dejó apresurar a tomar
medidas extrañas. Resuelto a dar ejemplo, condenó a Mantz a morir
ahogado. El 5 de enero de 1527 lo subieron a un bote; su madre (la
anciana concubina del canon) y su hermano estaban entre la multitud
que lo siguió hasta la orilla del agua. “Persevera hasta el fin”,
exclamaron. Cuando el verdugo se dispuso a arrojar a Mantz al lago, su
hermano rompió a llorar; pero su madre, tranquila y resuelta,
presenció con ojos secos y ardientes el martirio de su hijo. 15
El mismo día Blaurock fue azotado con varas. Mientras lo llevaban
fuera de la ciudad, sacudió su capa azul y el polvo de sus pies contra la
ciudad de Zurich. 16 Parecería que dos años más tarde, esta
desgraciada criatura fue quemada viva por los católicos romanos del
Tirol.
Indudablemente existía un espíritu de rebelión; sin duda la antigua ley
eclesiástica, que condenaba a muerte a los herejes, todavía estaba en
vigor, y la Reforma no podía en uno o dos años reformar todos los
errores; y además, no hay duda de que los estados romanos habrían
acusado a los estados protestantes de fomentar el desorden si no
hubieran castigado a estos entusiastas; pero estas consideraciones
pueden explicar, aunque no pueden justificar, la severidad de los
magistrados. Podrían haber tomado medidas contra todo lo que
infringiera la autoridad civil; pero los errores religiosos, combatidos
por los maestros, debieron gozar de completa libertad ante los
tribunales civiles. Tales opiniones no deben ser expulsadas por el
flagelo; no se ahogan tirando a sus profesores al agua; flotan de nuevo
desde lo profundo del abismo; y fuego, pero sirve para encender en sus
adherentes un entusiasmo más feroz y sed de martirio. Zwingle, cuyos
sentimientos sobre este tema conocemos, no tomó parte en estas
severidades. 17

Notas finales:
1. Vol. 2. P. 279.
2. Vermeintend ein Kilchen ze versammlen die one Sund
war. Zw. Op. 2: 231.
3. Ibídem. 3: 362.

4. Impietatem manifestissimam, un cacodaemone, un


Nicolao II. Esse. Hottinger, 3: 219.
5. Nutzete eben so viel als wenn man eine Katze taufet. Fus.
Beyt. 1: 243.
6. Wie die Apostel von dem Engel Gottes gelediget, Bull.
Chr. Pág . 261 .
7. Ich bin ein Anfanger der Taufe und des Herrn Brodes.
Fussl. Beytr. 1: 264.
8. Mich beduret seer das ungewitter. Zw. Al Concilio de San
Gall, 2: 230.
9. Vom Touf, vom Widertouf, und vom Kindertouf. Ibídem.

10. Así que wollen wir Gottes Wort haben. Zw. Al Concilio de
San Gall , 2: 237.
11. Mit wunderbaren geperden und gesprachen, verzucken,
gesichten und offenbarungen. Toro. Chr. 1: 324.
12. Glych wie Kain den Abel sinen Bruder ermort hat Bull.
Chron. 1: 324.
13. Job 38:11.
14. Fussli Beytrage, 1: 229-258; 2: 263.
15. Ohne das er oder die Mutter, sond ern nur der Bruder,
geweinet. Hott. Helv. K. Gesch. 3: 385.
16. Und schuttlet sinen blauen Rock und sine Schuh uber
die Statt Zurich. Toro. Chr. 1: 382.
17. Quod homines seditiosi, reipublicae turbatores,
magistratuum hostes, justa Senatua senentia, damnati
sunt, nu m id Zwinglio fragrai esse poterit? Varilla.
Gualteri Ep. Ad lectorem, op. 1544: 2.

LIBRO 11
CAPÍTULO 11

Sin embargo, no era sólo en el bautismo donde debían prevalecer las


diversidades; Surgirían diferencias más serias sobre la doctrina de la
Cena del Señor.
La mente humana, liberada del yugo que la había presionado durante
tantos siglos, hizo uso de su libertad; y si el catolicismo romano tiene
que temer los bajíos del despotismo, el protestantismo está igualmente
expuesto a los de la anarquía. La progresión es el carácter del
protestantismo , como la inmovilidad es el del romanismo.
El catolicismo romano, que posee en el papado un medio para
establecer continuamente nuevas doctrinas, parece a primera vista, en
efecto, contener un principio eminentemente favorable a las
variaciones. En verdad, se ha velado en gran medida , y de época en
época vemos a Roma presentando o ratificando nuevas doctrinas. Pero
su sistema, una vez completo, el catolicismo romano se ha declarado
campeón de la inmovilidad. En esto radica su seguridad; se parece a
esos edificios que son emblemáticos al menor movimiento y de los que
nada se puede sacar sin derribarlos por completo. Permitir que los
sacerdotes romanos se casen, o lanzar un golpe a la doctrina de la
transubstanciación, y todo el sistema se estremece, todo el edificio se
desmorona en polvo.
No es así con el cristianismo evangélico. Su principio es mucho menos
favorable a las variaciones y mucho más a la progresión y a la vida. De
hecho, por un lado, reconoce a la Escritura sólo como la fuente de la
verdad, una y siempre la misma, desde el principio de la Iglesia hasta
el final: ¿cómo debería entonces variar como lo ha hecho el papado?
Pero, por otro lado, cada cristiano debe ir y sacar por sí mismo de esta
fuente; y de ahí proceden la acción y la libertad. En consecuencia, el
cristianismo evangélico, si bien es el mismo en el siglo XIX que en el
siglo XVI, y como en el primero, está en todas las épocas lleno de
espontaneidad y movimiento, y ahora está llenando el mundo con sus
investigaciones, sus labores, sus biblias. , misioneros, luz, salvación y
vida.
Es un gran error clasificar juntos y casi confundir el cristianismo
evangélico con el misticismo y el racionalismo, y atribuirle sus
irregularidades. El movimiento está en la naturaleza misma del
protestantismo cristiano; se opone directamente a la inmovilidad y
deja hargy; pero es el movimiento de la salud y la vida lo que la
caracteriza, y no las aberraciones del hombre privado de razón, o las
convulsiones de la enfermedad. Veremos esta característica
manifestada en la doctrina de la Cena del Señor.
Podría haberse esperado tal resultado . Esta doctrina se había
entendido de muy diferentes maneras en las épocas anteriores de la
Iglesia, y esta diversidad existió hasta el momento en que la doctrina
de la transubstanciación y la teología escolástica comenzaron a regir
simultáneamente durante la Edad Media. Pero cuando este dominio
fue sacudido, las viejas diversidades estaban destinadas a reaparecer.
Sin embargo, Zwingle y Luther, que se habían desarrollado cada uno
por separado, el uno en Suiza y el otro en Sajonia, se encontraban un
día cara a cara . El mismo espíritu, y en muchos aspectos el mismo
personaje, animaba a ambos. Ambos estaban llenos de amor por la
verdad y odio por la injusticia; ambos eran naturalmente violentos; y
esta violencia fue moderada en cada uno por una piedad sincera. Pero
había una característica en el personaje de Zwingle destinada a llevarlo
más lejos que Lutero. No solo amaba la libertad como hombre, sino
también como republicano y compatriota de Tell. Acostumbrado a la
decisión de un estado libre, no se dejó detener por aquellas
consideraciones ante las cuales Lutero retrocedió. Además, había
estudiado menos profundamente la teología escolástica y, por lo tanto,
encontró sus movimientos menos encadenados. Ambos estaban
ardientemente apegados a sus propias convicciones; ambos resolvieron
defenderlos; y, poco habituados a ceder a las convicciones de otro,
ahora iban a encontrarse, como dos orgullosos caballos de guerra, que,
corriendo a través de las filas contendientes, se encuentran de repente
en la más ardiente de la lucha.
Una tendencia práctica predominó en el carácter de Zwingle y en la
Reforma de la que fue autor, y esta tendencia se dirigió a dos grandes
objetivos, la sencillez del culto y la santificación de la vida. Armonizar
la adoración con las necesidades de la mente, que no busca pompa
externa sino cosas invisibles, este fue el primer objetivo de Zwingle. La
idea de la presencia corporal de Cristo en la Cena del Señor, origen de
tantas ceremonias y supersticiones de la Iglesia, debe por tanto ser
abolida. Pero otro deseo de la reforma suiza condujo a los mismos
resultados. Encontró que la doctrina romana de la eucaristía, e incluso
la de Lutero, presuponía cierta influencia mágica perjudicial para la
santificación; temía que los cristianos, imaginando que recibieron a
Jesucristo en el pan consagrado , de ahora en adelante procuraran con
menos fervor estar unidos a él por la fe en el corazón. “La fe”, dijo, “no
es conocimiento, opinión, imaginación; es una realidad. 1 Conduce a
una unión real con las cosas divinas ”. Así, independientemente de lo
que hayan afirmado los adversarios de Zwingle, no fue una inclinación
al racionalismo, sino una visión profundamente religiosa, lo que lo
llevó a sus doctrinas peculiares.
Pero había otro elemento en las convicciones de Zwingle: estaba sujeto
a esas influencias históricas que debemos reconocer en todas partes en
los anales de la Iglesia como en los del mundo. Se ha supuesto durante
mucho tiempo que conocía los sentimientos de Ratram, Wickliffe y
Peter Waldo; pero poseemos una pista histórica mucho más segura
sobre las convicciones del reformador suizo.
Los dos holandeses, Rhodius y Sagarus, a quienes hemos visto llegar a
Wittenberg, y en esa ocasión la primera diferencia entre Lutero y
Carlstadt, habían vuelto sus pasos hacia Suiza, llevando consigo los
manuscritos de Wessel , y llegaron a Basilea, donde el mismo Lutero
había recomendado ellos a Oecolampadius. Este último, que era de
carácter tímido, al descubrir que Lutero no aprobaba las opiniones que
estos hermanos de Holanda se esforzaban por propagar, no se atrevió
a declarar sus sentimientos y los envió a Zwingle. Llegaron a Zurich en
1521 y, después de esperar al reformador, inmediatamente cambiaron
la conversación hacia la doctrina de la Cena del Señor. 2
Rhodius y sus amigos no dieron a conocer al principio sus opiniones,
pero después de escuchar a Zwingle, dieron gracias a Dios por
haberlos librado de tan gran error. 3 A continuación, presentó la carta
de Cornelio Hoen, que Zwingle leer, un nd publicado poco después.
Esta carta tuvo una influencia incalculable en los destinos de la
Reforma. Hoen, apoyando sus argumentos en las palabras de Cristo en
el capítulo sexto de San Juan, dijo: “Cristo se da a sí mismo a nosotros
por medio del pan: 4 pero distingamos entre el pan que recibimos por
la boca y Cristo a quien recibimos por fe. El que piensa que sólo recibe
lo que toma en su boca, no discierne el cuerpo del Señor, y come y
bebe su propia condenación porque al comer y beber da testimonio de
la presencia de Cristo, mientras que por su incredulidad permanece.
lejos de Él. " - Al mismo tiempo, los holandeses presentaron las tesis de
Wessel ante Zwingle. 5 Estos escritos dejaron una profunda impresión
en la mente del reformador.
El resultado de las investigaciones de Zwingle se correspondía con sus
tendencias. Al estudiar la Escritura en su conjunto, que era su
costumbre, y no en pasajes separados, y al recurrir a la antigüedad
clásica para la solución de las dificultades del lenguaje, llegó a la
convicción de que la palabra es empleada en la fórmula del institución
de la Cena del Señor, debe tomarse (como dijo Hoen) en el significado
de significa, y ya en 1523 le escribió a su amigo Wittembach que el pan
y el vino son en la Eucaristía lo que el agua en el bautismo. “Sería en
vano”, añadió, “que sumergiéramos a un hombre mil veces en agua, si
no cree. La fe es lo único que se necesita ". 6
Parece, además, que Zwingle había sido preparado, 7 indirectamente
al menos, para estas opiniones por Erasmo. Melancthon dice: "Zwingle
me confesó (en Marburgo) que era originalmente de los escritos de
Erasmo que había derivado sus opiniones sobre la Cena del Señor". De
hecho Erasmo escribió en 1526: “Los sentimientos de Oecolampadius
no me desagradarían si el testimonio de la Iglesia no fuera contra
ellos. No veo lo que puede hacer un cuerpo insensible, ni qué utilidad
se derivaría de él, aunque pudiéramos sentirlo; basta que la gracia
espiritual se encuentre en los símbolos ”. 8
Lutero partió en un principio, al menos en apariencia, de principios
muy similares a los del médico de Zurich. No es el sacramento lo que
santifica ”, dijo,“ sino la fe en el sacramento ”. Pero las extravagancias
de aquellos cuyo misticismo espiritualizaba todo, llevaron a un gran
cambio en sus puntos de vista. Cuando vio entusiastas que fingían una
inspiración particular, rompiendo imágenes, rechazando el bautismo y
negando la presencia de Cristo en la Cena del Señor, se alarmó; tenía
una especie de presentimiento profético de los peligros que
amenazarían a la Iglesia si esta tendencia ultraespiritual dominaba y,
en consecuencia, se arrojó al camino opuesto; como un piloto que, al
ver que su barco se inclina demasiado hacia un lado y está a punto de
naufragar, se lanza sobre el otro para restablecer el equilibrio.

A partir de ese momento, Lutero concedió una mayor importancia a


los sacramentos. Sostuvo que no eran sólo signos, mediante los cuales
los cristianos se distinguían exteriormente , como decía Zwingle, sino
testimonios de la voluntad divina, calculados para fortalecer nuestra
fe. Más que esto, Cristo, en su opinión, había decidido dar a los
creyentes la plena seguridad de su salvación, y para sellar esta
promesa de la manera más eficaz, había agregado su cuerpo real al pan
y al vino. “Así como el hierro y el fuego”, continuó, “que son, sin
embargo, dos sustancias distintas, se confunden en una masa caliente
de hierro, de modo que en cada una de sus partes hay a la vez hierro y
fuego; de la misma manera, y con mucha mayor razón, el cuerpo
glorificado de Cristo se encuentra en todas las partes del pan ”.
Así, en este período parece haber habido cierto retorno de Lutero
hacia la teología escolástica. En su doctrina de la justificación por la fe,
la había renunciado por completo; pero en el sacramento abandonó un
solo punto, la transubstanciación, y conservó el otro, la presencia
corporal. Incluso llegó a decir que prefería recibir la sangre solo con el
Papa, que el vino solo con Zwingle.
El gran principio de Lutero fue nunca apartarse de la doctrina y las
costumbres de la Iglesia, excepto cuando el lenguaje de las Escrituras
lo hacía absolutamente necesario. "¿Dónde nos ha mandado Cristo que
elevemos la hostia y la exhibamos a la gente?" Carlstadt había exigido. -
"¿Y dónde lo ha prohibido Cristo?" fue la respuesta de Lutero. En esta
respuesta radica el principio de las dos Reformas. Las tradiciones
eclesiásticas eran muy queridas por el reformador sajón. Si se separó
de ellos en varios puntos, no fue hasta después de terribles luchas, y
porque, sobre todo, era necesario obedecer las Escrituras. Pero cuando
la letra de la Palabra de Dios apareció en armonía con la tradición y los
usos de la Iglesia, se adhirió a ella con firmeza inamovible. Ahora bien,
esto fue lo que sucedió en la cuestión de la eucaristía. No negó que la
palabra se pudiera tomar en el sentido indicado por Zwingle.
Reconoció, por ejemplo, que en las palabras, Esa roca era Cristo, 9
debe entenderse así; pero negó que esta palabra deba tener el mismo
significado en la institución de la Cena del Señor.

Encontró en uno de los escolares posteriores, Occam, 10 a quien


prefería a todos los demás, opinión que abrazó. Como Occam,
abandonó el milagro continuamente repetido, en virtud del cual, según
la Iglesia Romana, el cuerpo y la sangre de Cristo ocuparon el lugar del
pan y el vino después de cada consagración del sacerdote; y con este
médico, sustituyó un milagro universal, hecho de una vez por todas, el
de la ubicuidad y omnipresencia del cuerpo de Jesucristo. "Cristo",
dijo, "está presente en el pan y en el vino, porque está presente en
todas partes y, sobre todo, donde quiera que esté". 11
El giro de la mente de Zwingle fue muy diferente al de Luther. Estaba
menos inclinado a preservar una cierta unión con la Iglesia universal y
a mantener su conexión con las tradiciones de épocas pasadas. Como
teólogo, miraba solo las Escrituras, y solo de ahí recibiría su fe libre e
inmediatamente, sin preocuparse por lo que otros habían pensado
antes que él. Como republicano, miró a su comuna de Zurich. Fue la
idea de la Iglesia actual lo que absorbió sus pensamientos, y no la de la
Iglesia de tiempos pasados. Se aferró particularmente a estas palabras
de San Pablo: Porque siendo muchos, somos un solo pan y un solo
cuerpo; y vio en la Cena del Señor el signo de una comunión espiritual
entre Cristo y todos los cristianos. "El que actúa indignamente", dijo,
"es culpable para con el cuerpo de Cristo del que es miembro". Este
pensamiento tuvo una gran influencia práctica sobre la mente de los
hombres; y los efectos que produjo en la vida de muchos confirmaron a
Zwingle en él.
Thu s Luther y Zwingle se habían separado insensiblemente el uno del
otro. Sin embargo, es probable que la paz hubiera subsistido más
tiempo entre ellos, si el turbulento Carlstadt, que iba y venía entre
Suiza y Alemania, no hubiera encendido estas opiniones contrarias .
Un paso dado con el fin de mantener la paz provocó la explosión. El
consejo de Zurich, deseoso de evitar toda controversia, prohibió la
venta de las obras de Carlstadt. Zwingle, que desaprobaba su violencia
y culpaba a sus expresiones místicas y obscuras , 12 se creía ahora
llamado a defender su doctrina, tanto en el púlpito como ante el
concilio; y poco después escribió una carta a Albert, párroco de
Reutlingen, en la que decía: “Ya sea que Cristo hable o no del
sacramento en el capítulo sexto de San Juan, es muy evidente que allí
inculca una manera de comer su carne. y bebiendo su sangre, en la que
no hay nada corporal ". 13 Luego procedió a demostrar que la Cena del
Señor, al recordar a los fieles, según la intención de Cristo, de su
cuerpo que fue partido por ellos, les proporcionó esa comida espiritual
que es la única verdaderamente saludable.
Sin embargo, Zwingle se encogió ante una ruptura con Lutero;
Temblaba ante la idea de que estas desafortunadas disputas pudieran
hacer pedazos la nueva sociedad que se estaba formando en medio de
la cristiandad caída. Pero no fue así con Lutero. No dudó en clasificar a
Zwingle con aquellos entusiastas contra los que ya había roto tantas
lanzas. No reflexionó que si las imágenes habían sido retiradas en
Zúrich, se hizo legalmente y por orden de la autoridad pública.
Acostumbrado a las formas de los principados alemanes, sabía poco de
los procedimientos de las repúblicas suizas ; y arremetió contra los
graves teólogos de Helvetia, como había hecho contra los Munzer y
Carlstadt.
Lutero, habiendo publicado su Tratado contra los profetas celestiales,
Zwingle ya no vaciló, y casi al mismo tiempo dio al mundo su Carta a
Alberto y su Comentario sobre la religión verdadera y falsa, dedicado a
Francisco I. dijo: “Ya que Cristo, en el capítulo sexto de San Juan,
atribuye a la fe el poder de impartir la vida eterna, y de unir al creyente
con Él en la unión más cercana, ¿qué necesidad tenemos de más? ¿Por
qué habría de atribuir luego esta virtud a su carne, mientras que él
mismo declara que su carne para nada aprovecha? La carne de Cristo,
en cuanto sufrió muerte por nosotros, es de incalculable utilidad,
porque nos salva de la perdición; en la medida en que lo comamos, no
sirve de nada ".
Comenzó la lucha. Pomerano, el amigo de Lutero, se precipitó al
conflicto y atacó al evangelista de Zúrich con demasiada desdén.
Entonces, Oecolampadio comenzó a sonrojarse por haber combatido
sus dudas durante tanto tiempo y por haber predicado doctrinas que
ya comenzaban a vacilar en su mente. Se animó y escribió desde
Basilea a Zwingle: “El dogma de la presencia real es la fortaleza y
salvaguardia de su impiedad. Mientras conserven este ídolo, nadie
podrá conquistarlos ". Luego entró en las listas, publicando un libro
sobre el significado de las palabras de nuestro Señor: Este es mi
cuerpo. 14

El mero hecho de que Oecolampadius se hubiera unido al reformador


de Zúrich provocó una inmensa sensación, no sólo en Basilea, sino en
toda Alemania. Lutero se vio profundamente afectado por ello. Brenz,
Schnepff y otros doce pastores de Suabia, a quienes Oecolampadius
había dedicado su libro, y la mayoría de los cuales habían sido sus
discípulos, experimentaron el más profundo dolor. “En este mismo
momento en que me estoy separando de él por una causa justa”, dijo
Brenz, tomando la pluma para responderle, “lo honro y admiro tanto
como es posible que haga un hombre. Los lazos de amor no se rompen
entre nosotros porque no somos de la misma opinión ". Luego publicó,
junto con sus amigos, el famoso Syngramma suabo, en el que
respondió a Oecolampadius con firmeza pero con caridad y respeto. “Si
un emperador”, dijeron los autores, “dale una varita a un juez,
diciendo : 'Toma; este es el poder de juzgar; ' la varita sin duda es una
mera señal; pero añadiendo las palabras, el juez no sólo tiene el
símbolo, sino el poder mismo ". Los verdaderos miembros de las
iglesias reformadas pueden admitir esta ilustración. El Syngramma fue
recibido con aclamaciones; sus autores fueron considerados
campeones de la verdad; muchos teólogos, e incluso laicos, deseosos de
participar de su gloria, comenzaron a defender la doctrina atacada y
cayeron sobre Oecolampadius.
Luego, Strasburg se adelantó para mediar entre Suiza y Alemania.
Capito y Bucer eran amigos de la paz, y la cuestión en debate era, en su
opinión, de consecuencia secundaria; por lo tanto, se colocaron entre
las dos partes, enviaron a uno de sus colegas, George Cassel, a Luther,
y lo conjuraron para que se cuidara de romper los lazos de fraternidad
que lo unían con los teólogos suizos.

En ninguna parte el carácter de Lutero brilló más notablemente que en


esta controversia sobre la Cena del Señor. Nunca se mostró más
claramente esa firmeza con la que se aferraba a una convicción que
creía cristiana, su fidelidad en no buscar otro fundamento que la
Escritura, la sagacidad de su defensa, su animada elocuencia y a
menudo abrumadora capacidad de argumentación. Pero nunca
también se mostró más claramente la obstinación con la que se adhirió
a sus propias opiniones, la poca atención que prestó a las razones de
sus oponentes y la prisa poco caritativa con la que atribuyó sus errores
a la maldad de sus corazones, oa la Artimañas del diablo. "Uno u otro
de nosotros", le dijo al mediador de Estrasburgo, "debemos ser
ministros de Satanás, los suizos o nosotros mismos".
Esto fue lo que Capito denominó "los frenéticos del Sajón Orestes"; y
estos frenesí fueron seguidos por el agotamiento. La salud de Lutero se
vio afectada por ellos; un día se desmayó en los brazos de su esposa y
amigos; estuvo una semana entera como en "la muerte y el infierno".
15 - “Había perdido a Jesucristo”, dijo, “y fue sacudido de un lado a
otro por las tempestades de la desesperación. El mundo pasaba y
anunciaba con prodigios que el último día estaba cerca ".
Pero las divisiones entre los amigos de la Reforma estaban destinadas
a tener consecuencias aún más fatales. Los teólogos romanos se
regocijaron, particularmente en Suiza , de poder oponer a Lutero a
Zwingle. Y, sin embargo, si, después de tres siglos, el recuerdo de estas
divisiones transmitiera a los cristianos evangélicos los preciosos frutos
de la unidad en la diversidad y de la caridad en la libertad, no habrán
sido en vano . Incluso entonces, los reformadores, al oponerse unos a
otros, demostraron que no estaban gobernados por un odio ciego
contra Roma, y que la verdad era el objeto principal de sus
investigaciones. En esto debemos reconocer que hay algo generoso; y
una conducta tan insensible no dejaba de dar fruto y de arrancar,
incluso a los enemigos, un sentimiento de interés y estima.
Y más allá de esto, podemos reconocer aquí nuevamente esa mano
soberana que dirige todas las cosas y no permite nada sin el más sabio
designio. Lutero, a pesar de su oposición al papado, fue en un grado
eminente conservador. Zwingle, por el contrario, se inclinó por una
reforma radical. Estas dos tendencias opuestas eran necesarias. Si
Lutero y sus amigos se hubieran quedado solos en el momento de la
Reformación , la obra se habría detenido demasiado pronto y el
principio reformador no habría cumplido su tarea prescrita. Si, por el
contrario, hubiera existido únicamente Zwingle, el hilo se habría roto
demasiado abruptamente y la Reforma se habría aislado de las épocas
anteriores.
Estas dos tendencias, que para un observador superficial parecería
haber existido sólo para combatir entre sí, fueron ordenadas para
completarse; y después de un lapso de tres siglos podemos decir que
han cumplido su misión.

Notas finales:
1. Fidem rem esse, non scientiam, non opinionem vel
imaginaciónem. Comentario. De vera relig. Zw. Op. 3: 230.
2. Factum est ut Johannes Rhodius et Georgius Sagarus, pii
et docti viri, Tigurum venirent, ut de Eucharistia cum
Zwinglio conferrent. Lavateri Hist. De origine controv.
Sacram. Tiguri, 1564, pág. 1.
3. Qui cum ejus sententiam audivissent dissimulantes
suam, gratias egerunt Deo, quod a tanto errore liberati
essent atque Honii Batavi epistolam protulerunt. Yo diré.
4. Dominus per panem se ipsum tradit nobis. Epist.
Christiana per Honnium Batavum Hist. Ev. 1: 231-260.
5. Propositiones ex evangelio de corpore et sanguine Christi
sumendo, etc. No está claro si Zwingle había recibido, en
ese momento, el tratado de Wessel d e Eucharistia.
6. Haud aliter hic panem et vinum esse puto quam aqua est
in baptismo. Ad Wittenbachium Ep. 15 de junio de 1523.

7. Zwinglio mihi confessus est, se ex Erasmi scriptis


primum hausisse opinionem suam de coena Domini.
Corp. Ref. 4: 97C.
8. Nec enim video qui d agat corpus insensibile, nec
utilitatem allaturum si sentiretur, modo adsit in
Symbolis gratia espiritualis. Er. Op. 3: 941.

9. Corintios 10: 4.
10. Diu multumque legit scripta Occami cujus acumen y
teferebat Thomae et Scoto. Melancth. Vita Luth.
11. Occam und Luther, Studien und Kritiken, 1839, pág. 69.
12. Quod morosior est (Carlstadius) en caeremoniis non
ferrendis, non admodum probo. Zw. Epp. Pág. 369.
13. A manducatione cibi, qui ventrem implet, transiit ad
verbi manducationem, quam cibum vocat coelestem, qui
mundum vi vificet. Zw. Op. 3: 573.
14. Tomó la palabra está en su acepción habitual, pero por
cuerpo entendió un símbolo del cuerpo.

15. In morte et in inferno jactatus. L. Epp. 3: 132.


LIBRO 11
CAPÍTULO 12
Así, la Reforma tuvo luchas por mantenerse en todos los ámbitos, y
después de haber luchado con la filosofía racionalista de Erasmo y el
fanatismo de algunos de los anabautistas, aún tuvo que soportar una
guerra de intestinos. Pero su gran conflicto fue siempre con el papado;
y el ataque iniciado en las ciudades de la llanura se llevaba a cabo
ahora entre las montañas más distantes.
Las montañas de Tockenburg habían escuchado el sonido del
Evangelio, y tres eclesiásticos fueron perseguidos por orden del
obispo, por inclinarse a la herejía. “Convéncenos por la Palabra de
Dios”, dijo Militus , Doring y Farer, “y nos someteremos no solo al
capítulo, sino incluso al más pequeño de nuestros hermanos en Cristo;
de lo contrario, no obedeceremos a nadie, ni siquiera al más poderoso
de los hombres ". 1
Este fue verdaderamente el espíritu de Zwingle y de la Reforma. Poco
después ocurrió una circunstancia que enardeció la mente de los
habitantes de estos elevados valles. Un encuentro del pueblo tuvo lugar
el día de Santa Catalina; los ciudadanos estaban reunidos y dos
hombres de Schwytz, que habían venido al T ockenburg por negocios,
estaban sentados en una de las mesas; entraron en conversación.
"Ulrich Zwingle", dijo uno de ellos, "¡es un hereje y un ladrón!" Steiger,
el secretario de estado, se encargó de la defensa de Zwingle. Su ruido
atrajo la atención de toda la reunión. George Bruggmann, el tío de
Zwingle, que estaba en una mesa contigua, saltó enojado de su asiento
y exclamó: "¡Seguro que están hablando del maestro Ulrich!" Todos los
invitados se levantaron y lo siguieron, temiendo una pelea. 2 A medida
que aumentaba el tumulto, el alguacil reunió apresuradamente el
consejo en la calle y, en aras de la paz, rezó a Bruggmann para que se
contentara con decir a estos hombres: «Si no se retractan de sus
palabras, culpable de mentir y robar. ”-“ Recuerde lo que acaba de
decir ”, respondieron los hombres de Schwytz; "Asegúrate de que los
recordaremos". Luego montaron en sus caballos y galoparon por el
camino hacia Schwytz. 3
A continuación, el gobierno de Schwytz envió una carta amenazante a
los habitantes de Tockenburg, que sembró la consternación entre ellos.
“Sé valiente y valiente”, 4 escribió Zwingle al consejo de su lugar natal.
“¡No te preocupes por las mentiras que dicen contra mí! Cualquier
camorrista puede llamarme hereje; pero ¿te abstienes de insultos,
desórdenes, libertinaje y guerras mercenarias? alivia a los pobres,
protege a los oprimidos, y cualquier abuso que se te acumule, conserva
una confianza inquebrantable en el Dios Todopoderoso ”. 5
Las exhortaciones de Zwingle produjeron el efecto deseado. El consejo
aún dudaba, pero el pueblo, reunido en sus respectivas parroquias,
decretó por unanimidad que la misa debería ser abolida y que serían
fieles a la Palabra de Dios. 6
Las conquistas no fueron menos importantes en Rhaetia, que
Salandronius se había visto obligado a abandonar, pero donde el
Comandante proclamaba audazmente el Evangelio. Los entusiastas, de
hecho, al predicar sus doctrinas fanáticas en los Grisones, al principio
habían hecho un gran daño a la Reforma. La gente se dividió en tres
partidos. Algunos habían abrazado los puntos de vista de estos nuevos
profetas, otros, asombrados y confundidos, miraban este cisma con
ansiedad; y, por último, los partidarios de Roma estaban exaltados en
voz alta. 7
Se celebró una reunión en Ilantz, en la liga gris, para una disputa
pública; los partidarios del papado, por un lado, los amigos de la
Reforma por el otro, reunieron sus fuerzas. T vicario del obispo que en
un primer momento buscó la forma de evadir el combate. “Estas
disputas conllevan un gran gasto”, dijo; “Estoy dispuesto a depositar
diez mil florines para afrontarlos; pero le pido a la otra parte que haga
lo mismo ". - “Si el obispo tiene diez mil florines a su disposición”,
exclamó la voz ronca de un campesino entre la multitud, “es a nosotros
a quien los ha arrancado; dar tanto más a estos pobres sacerdotes sería
una lástima ”. - “Somos gente pobre con las carteras vacías”, dijo
Comander, pastor de Coire; " Apenas tenemos los medios para
comprar alimentos: ¿dónde podemos encontrar diez mil florines?" 8
Todos se rieron de este expediente y el negocio prosiguió.
Entre los espectadores se encontraban Sebastian Hofmeister y James
Amman de Zurich; º ey celebrada en sus manos la Santa Biblia en
griego y hebreo. El vicario del obispo deseaba que todos los extraños
fueran excluidos. Hofmeister entendió que esto iba dirigido contra él.
“Hemos venido provistos de una Biblia griega y hebrea”, dijo, “para
que no se viole de ninguna manera la Escritura. Sin embargo, antes de
evitar la conferencia, estamos dispuestos a retirarnos ". - "¡Ah!"
exclamó el sacerdote de Dintzen, mirando los libros de los Zurichers,
"si las lenguas griega y hebrea nunca hubieran entrado en nuestro
país, ¡habría habido menos herejías!" 9 - “St. Jerónimo ”, dijo otro,“
nos ha traducido la Biblia; ¡no queremos los libros de los judíos! " - "Si
los Zuricher son expulsados", decía el banneret de Ilantz, "la comuna
interferirá". - “Pues bien”, respondieron otros, “déjelos escuchar, pero
callen”. Los Zuricher se quedaron en consecuencia, y su Biblia con
ellos.
Después de esto, Comander se levantó y leyó la primera de las tesis
que había publicado; decía así: “La Iglesia cristiana nace de la Palabra
de Dios; debe acatar esta Palabra y no escuchar ninguna otra voz ”.
Luego demostró lo que había avanzado con numerosos pasajes de las
Escrituras. "Caminaba con paso firme", dijo un testigo ocular, 10 " cada
vez que ponía el pie con la firmeza de un buey". - “Hay demasiado de
esto”, dijo el vicario. - “Cuando está en la mesa con sus amigos
escuchando a los gaiteros”, dijo Hofmeister, “no lo encuentra
demasiado tiempo”. 11
T uando un hombre se levantó y avanzó desde el medio de la multitud,
lanzando sus brazos, frunciendo el ceño, parpadeando, 12 y que
parecía haber perdido la razón; corrió hacia el reformador, y muchos
pensaron que estaba a punto de atacarlo. Fue maestro de escuela de
Coire. "He comprometido varias preguntas por escrito", dijo a
Comander; "Respóndeles instantáneamente". - “Estoy aquí”, dijo el
reformador de los Grisones, “para defender mi doctrina: ataca y yo la
defenderé; o si no regresa a tu casa. Te responderé cuando haya
terminado ". El maestro de escuela permaneció un momento en
suspenso. "Muy bien", dijo por fin, y volvió a su asiento.
Se propuso pasar a la doctrina de los sacramentos. El abad de San
Lucas declaró que no podía abordar tal tema sin asombro, y el cura
horrorizado, alarmado, hizo la señal de la cruz.
El maestro de escuela de Coire, que ya había hecho un intento de
atacar a Comander, comenzó con mucha volubilidad a argumentar a
favor de la doctrina del sacramento según el texto, "Este es mi cuerpo".
- "Mi querida Berre", dijo Comander, "¿cómo entiendes estas palabras,
John es Elías?" - "Entiendo", respondió Berre, quien vio a lo que
apuntaba Comander, "que él era real y esencialmente Elías". - "¿Por
qué, pues," continuó Comandro, "dijo el mismo Juan el Bautista a los
fariseos que él no era Elías?" El maestro de escuela guardó silencio:
finalmente respondió: "Es cierto". Todo el mundo se echó a reír,
incluso los que le habían instado a hablar.
El Abad de San Lucas pronunció un largo discurso sobre la eucaristía,
que cerró la conferencia. Siete sacerdotes abrazaron la doctrina
evangélica; se proclamó la libertad religiosa completa y se abolió el
culto romano en varias iglesias. “Cristo”, para usar el lenguaje de
Salandronius, “creció en todas partes en estas montañas, como la
tierna hierba de la primavera; y los pastores eran como fuentes
vivientes, que regaban estos valles elevados ”. 13
La Reforma dio pasos aún más rápidos en Zurich. Los dominicos, los
agustinos, los capuchinos, durante tanto tiempo enemistados, se
vieron reducidos a la necesidad de vivir juntos; un anticipo del infierno
para estos pobres monjes. En lugar de estas instituciones corruptas se
fundaron escuelas, un hospital, un colegio teológico : el saber y la
caridad suplantaron por doquier la indolencia y el egoísmo.

Notas finales:
1. Ne potentissimo quidem, sed soli Deo ejusque verbo. Zw.
Epp. Pág. 370.
2. Totumque convivium sequi, grandem conflictum
timentes. Zw. Epp. Pág. 371.
3. Auf solches, ritten s ie wieder heim. Ibídem. pags. 374.

4. Macti animo este et interriti. Ibídem. pags. 351.


5. Verbis diris abstinete..opem ferte egenis..spem
certissimam in Deo reponatis omnipotente. Zw. Epp. P.
351. Debe haber un error en las fechas de una de las
cartas, 14 y 23 (año 1524), o de lo contrario se perderá
una de las cartas de Zwingle a sus compatriotas.

6. Parochiae uno consensu statuerunt in verbo Dei manere.


Ibídem. pags. 423.
7. Pars tertia papistarum est in immensum gloriantium de
schismate inter nos facto. Ibídem. pags. 400.
8. Sie waren gu te arme Gesellen mit lehren Secklen. Fussl.
Beytr. 1: 358.
9. Ware die Griechische und Habraische Sprache nicht in
das Land gekommen. Ibídem. 360.
10. Satzte den Fuss wie ein muder Ochs. Ibídem. 362.
11. Den Pfeiffern zuzuhoren, die..wie dem Fursten
hofferten. Ibídem.
12. Blin tzete mit den Augen, rumfete die Stirne. Ibídem.
369.
13. Vita, moribus et doctrina herbescenti Christo apud
Vhaetos fons irrigans. Zw. Epp. Pág. 485.
LIBRO 11
CAPÍTULO 13

Estas victorias de la Reforma no podían pasar desapercibidas. Monjes,


sacerdotes y prelados , distraídos, sintieron que el suelo se les
resbalaba por todas partes y que la Iglesia Romana estaba a punto de
hundirse bajo peligros sin precedentes. Los oligarcas de los cantones,
defensores de las pensiones y capitulaciones extranjeras, vieron que
no podían demorar más si querían preservar sus privilegios; y en el
mismo momento en que la Iglesia estaba asustada y comenzaba a
hundirse, extendieron sus manos envueltas en malla para salvarla. Un
Stein y un John Hug de Lucerna unidos con un John Faber; y la
autoridad civil se apresuró a apoyar a ese poder jerárquico que abre la
boca para blasfemar y hace la guerra a los santos. 1

Sus primeros esfuerzos se dirigieron contra Berna. Los siete cantones


católicos romanos , en connivencia con los oligarcas de Berna,
enviaron una delegación a esa ciudad, que presentó sus quejas ante el
concilio del lunes de 1526. “Todo el orden está destruido en la Iglesia”,
dijo el schulthess (magistrado jefe). de Lucerna, "Dios es una
blasfemia , los sacramentos, la madre de Dios y los santos son
despreciados, e inminentes y terribles calamidades amenazan con
disolver nuestra digna confederación". Al mismo tiempo, los
partidarios berneses de Roma, en armonía con los cantones de los
bosques, habían convocado a Berna a los diputados del país, elegidos
entre los devotos del papado. Algunos de ellos tuvieron el valor de
pronunciarse a favor del Evangelio. La sesión fue tormentosa. “Berna
debe renunciar a la fe evangélica y caminar con nosotros”, dijeron los
cantones de Forest . Los concilios de Berna decretaron que
mantendrían "la antigua fe cristiana, los santos sacramentos, la madre
de Dios, los santos y los ornamentos de las iglesias". 2 Así triunfó
Roma, y el mandato de 152 6 estuvo a punto de anular el de 1523. En
efecto, todos los sacerdotes casados que no habían nacido en el cantón
se vieron obligados a abandonarlo; expulsaron de sus fronteras a todos
los sospechosos de luteranismo; ejercieron una vigilante censura sobre
todas las obras vendidas por los vendedores de libros y algunos libros
fueron quemados públicamente. Incluso John Faber, con audaz
falsedad, dijo públicamente que Haller se había comprometido ante el
concilio a volver a celebrar misa ya predicar la doctrina de Roma. Se
resolvió aprovechar una oportunidad tan favorable para aplastar la
nueva fe.
Durante mucho tiempo la opinión pública había estado exigiendo una
discusión; este era el único medio que quedaba de calmar a la gente. 3
“Convéncenos por las Sagradas Escrituras”, dijo el consejo de Zúrich a
la dieta, “y cumpliremos tus deseos”. - “Los Zuricher”, se decía por
todas partes, “te han hecho una promesa; si puede convencerlos con la
Biblia, ¿por qué no hacerlo? si no puede, ¿por qué no se ajusta a la
Biblia?
Las conferencias celebradas en Zurich habían ejercido una inmensa
influencia, y se consideró necesario oponerse a ellas mediante una
conferencia celebrada en una ciudad romana, con todas las
precauciones necesarias para asegurar la victoria del partido del Papa.
Es cierto que estas discusiones habían sido declaradas ilegales, pero se
encontraron medios para evadir esta dificultad. "Sólo se pretende",
dijeron, "controlar y condenar las pestilentes doctrinas de Zwingle". 4
Una vez arreglado esto, buscaron un campeón vigoroso, y el doctor
Eck se ofreció . No le temía a nada. "Zwingle sin duda ha ordeñado más
vacas que libros", dijo, según el relato de Hofmeister. 5
El Gran Concilio de Zurich envió al Dr. Eck un salvoconducto para ir
directamente a Zurich; pero Eck respondió que esperaría la respuesta
de la confederación. Zwingle luego se ofreció a disputar en Saint Gall o
Schaffhausen; pero el consejo, actuando sobre un artículo del pacto
federal, que disponía "que todo acusado debería ser juzgado en el lugar
de su a bode", ordenó a Zwingle que retirara su oferta.
Por fin, la dieta fijó que la conferencia tendría lugar en Baden el 16 de
mayo de 1526. Esta reunión prometía ser importante; pues era el
resultado y el sello de la alianza que acababa de concluirse entre el
clero y los oligarcas de la confederación. "Mira", le dijo Zwingle a
Vadian, "lo que Faber y los oligarcas ahora se atreven a intentar". 6
En consecuencia, la decisión de la dieta produjo una gran sensación en
Suiza. No se dudaba de que una conferencia celebrada bajo tales
auspicios sería favorable a la Reforma. ¿No son los cinco cantones los
más devotos del Papa supremo en Baden, dijeron los Zuricher? ¿No
han declarado ya retórica la doctrina de Zwingle y la han perseguido a
fuego y espada? ¿No fue Zwingle quemado en efigie en Lucerna, con
toda marca de ignominia? En Friburgo, ¿no fueron sus escritos
entregados a las llamas? ¿No claman en todas partes su muerte? ¿No
han declarado los cantones que ejercen los derechos soberanos en
Baden, que en cualquier parte de su territorio Zwingle hizo su
aparición, debería ser detenido? 7 ¿No dijo Uberlinger, uno de sus
jefes, que lo único que deseaba en el mundo era entregar a Zwingle,
aunque debería ser llamado verdugo todo el resto de sus días? 8 ¿ Y no
ha estado el mismo doctor Eck, durante años, gritando que los herejes
deben ser atacados con fuego y espada? ¿Cuál será entonces el final de
esta conferencia? ¿Qué otro resultado puede tener sino la muerte del
reformador?
Tales eran los temores que agitaron a la comisión designada en Zúrich
para investigar el asunto. Zwingle, un testigo ocular de su agitación, se
levantó y dijo: "¿Sabes qué les sucedió en Baden a los valientes
hombres de Stammheim, y cómo la sangre de los Wirths tiñó el
cadalso ... y es para el ¡El mismo lugar de su ejecución que nos
desafían! ...... Que Zurich, Berna, Saint Gall, o incluso Basilea,
Constanza y Schaffhause n, sean seleccionados para la conferencia;
convenga en discutir solamente los puntos esenciales, empleando nada
más que la Palabra de Dios; que ningún juez esté por encima de ella; y
luego estoy listo para aparecer ". 9
Mientras tanto, el fanatismo ya se agitaba y abatía a sus víctimas. Un
consistorio, encabezado por el mismo Faber que había desafiado a
Zwingle, el 10 de mayo de 1526, aproximadamente una semana antes
de la discusión en Baden, condenó a las llamas, como hereje, a un
ministro evangélico llamado John Hugel, pastor de Lindau, 10 que
caminaron hasta el lugar de ejecución cantando el Te Deum. Al mismo
tiempo, otro ministro, Peter Spengler, se ahogó en Friburgo por orden
del obispo de Constanza.
Rumores siniestros llegaron a Zwingle de todos lados. Su cuñado,
Leonard Tremp, le escribió desde Berna: “Te ruego, en lo que
consideras tu vida, que no vayas a Baden. Sé que no respetarán su
salvoconducto ". 11

Se afirmó que se había elaborado un plan para apresarlo y


amordazarlo, arrojarlo a un bote y llevarlo a algún lugar secreto. 12
Con estas amenazas y persecuciones ante ellos, el concilio de Zurich
decretó que Zwingle no debería ir a Baden. 13
Fijada la discusión para el 19 de mayo, poco a poco empezaron a llegar
los contendientes y los representantes de los cantones y obispos. Del
lado de los católicos romanos aparecieron en primer lugar el warli ke y
el vanidoso doctor Eck; del lado de los protestantes, el tranquilo y
apacible Oecolampadius. Este último era muy consciente de los
peligros asociados a esta discusión. “Había dudado mucho tiempo,
como un ciervo tímido preocupado por perros furiosos”, dice un
anciano historiador; por fin decidió ir a Baden, haciendo previamente
esta solemne declaración: "No reconozco otra norma de juicio que la
Palabra de Dios". Al principio, había deseado fervientemente que
Zwingle compartiera su peligro; 14 pero pronto se convenció de que, si
el intrépido médico hubiera aparecido en esa ciudad fanática, la ira de
los romanistas, encendida a su vista, habría causado la muerte de
ambos.
Comenzaron determinando el reglamento de la conferencia . El doctor
Eck propuso que se facultara a los diputados de los Cantones
Forestales para dictar sentencia firme; que, en verdad, estaba
anticipando la condenación de las doctrinas reformadas. Thomas
Plater, que había venido de Zurich para asistir al coloquio, fue enviado
por Oecolampadius para pedirle consejo a Zwingle. Al llegar durante la
noche, fue admitido con dificultad en la casa del reformador.
“Desafortunado perturbador”, le dijo Zwingle, mientras se frotaba los
ojos, “durante seis semanas no me he acostado debido a esta
discusión. 15 ..... ¿Cuáles son tus noticias? ” Plater expuso las
demandas de Eck. "¿Y quién puede hacer comprender esas cosas a esos
campesinos?" respondió Zwingle; “Estarían mucho más a gusto
ordeñando sus vacas”. dieciséis
El 21 de mayo se inauguró la conferencia. Eck y Faber, acompañados
de prelados, magistrados y médicos, vestidos con ropas de damasco y
seda, y adornados con anillos, cadenas y cruces, 17 se dirigieron a la
iglesia. Eck subió altivamente a un púlpito espléndidamente decorado,
mientras que el humilde Oecolampadius, mal vestido, se vio obligado a
sentarse frente a su oponente en un taburete toscamente tallado. “Todo
el tiempo que duró la conferencia”, dijo el cronista Bullinger, “Eck y
sus amigos estuvieron alojados en la casa parroquial de Baden,
viviendo suntuosamente, viviendo alegre y escandalosamente, y
bebiendo mucho vino, que les proporcionó el abad de Wettingen. 18
Eck se bañó en Baden (se decía) pero ... en vino. Los evangélicos, por el
contrario, hicieron una aparición lamentable, y la gente se rió de ellos
como de una tropa de mendicantes. Su forma de vida contrastaba
fuertemente con la de los campeones papales. El dueño del Pike, la
posada donde se alojaba Oecolampadius, sintiendo curiosidad por
saber qué hacía este último en su habitación, informó que cada vez que
se asomaba, lo encontraba leyendo o rezando. Hay que confesar (dijo
él) que es un hereje muy piadoso ”.
La disputa duró dieciocho días, y durante todo el tiempo el clero
caminó diariamente en procesión solemne, cantando letanías para
asegurar la victoria. Eck solo habló en defensa de las doctrinas
romanas. Seguía siendo el campeón de la disputa de Leipzig, con el
mismo acento alemán, hombros anchos y pulmones fuertes, un
excelente pregonero y, en apariencia, se parecía más a un carnicero
que a un teólogo. Según su costumbre habitual, disputaba con gran
violencia, procurando irritar a sus adversarios con sarcasmo y, de vez
en cuando, soltaba un juramento. 19 Pero el presidente nunca lo llamó
al orden.
Eck patea con los pies y golpea con las manos,
fanfarronea, jura y regaña;
Todo lo que el Papa y los cardenales enseñan,
es la fe, declara, que tiene. 20
Oecolampadius, por el contrario, con sus facciones tranquilas y aire
noble y patriarcal, hablaba con tanta dulzura, y al mismo tiempo con
tanto coraje y habilidad, que incluso sus adversarios , afectados e
impresionados, se decían unos a otros: “Oh ! que el hombre alto y
cetrino estaba de nuestro lado ". 21 ...... A veces, sin embargo, se
conmovió al ver el odio y la violencia de sus auditores: "¡Con qué
impaciencia me escuchan!" dijó el; "Pero Dios no abandonará su gloria,
y eso es todo lo que buscamos". 22
Habiendo combatido Oecolampadius la primera tesis del Dr. Eck
sobre la presencia real, Haller, que había llegado a Baden después de
la apertura de la conferencia, entró en las listas contra la segunda. Pero
poco acostumbrado a tales conferencias, de carácter tímido, atado por
las órdenes de su gobierno y avergonzado por las miradas de su
evitador Gaspard de Mullinen, un gran enemigo de la Reforma, Haller
no poseía la altiva confianza de su oponente. ; pero tenía más fuerza
real. Cuando Haller hubo terminado, Oecolampadius regresó al
combate y presionó a Eck tan estrechamente que este último se vio
obligado a recurrir a las costumbres de la Iglesia. “La costumbre”,
respondió Oecolamp adius, “no tiene fuerza en nuestra Suiza, a menos
que sea conforme a la constitución; ahora, en materia de fe, la Biblia es
nuestra constitución ".
La tercera tesis sobre la invocación de los santos; el cuarto sobre
imágenes; el quinto sobre el purgatorio, se discutieron sucesivamente .
Nadie se levantó para impugnar la verdad de los dos últimos, que
giraban en torno al pecado original y al bautismo.

Zwingle participó activamente en toda la discusión. El partido Romish,


que había designado a cuatro secretarios, había prohibido a todas las
demás personas tomar notas bajo pena de muerte. 23 Pero Jerome
Walsch, un estudiante del Valais, que poseía una excelente memoria,
impresa en su mente todo lo que oyó, y al volver a casa, se apresuró a
comprometerse a escribir. Thomas Plater y Zimmerman de Winterthur
llevaron estas notas a Zwingle todos los días, con cartas de
Oecolampadius, y trajeron las respuestas del reformador. Soldados
armados con alabardas se apostaron en todas las puertas de Baden, y
sólo inventando diferentes excusas estos dos mensajeros eludieron las
preguntas de los centinelas , que no podían entender por qué pasaban
con tanta frecuencia de un lado a otro. 24 Así, Zwingle, aunque
ausente de Baden en cuerpo, estaba presente en espíritu.

Aconsejó y fortaleció a sus amigos y refutó a sus adversarios. "Zwi


ngle", dijo Oswald Myconius, "ha trabajado más con sus meditaciones,
sus noches de insomnio y los consejos que transmitió a Baden, que lo
que habría hecho discutiendo en persona en medio de sus enemigos".
25
Durante toda la conferencia, los católicos romanos estaban
conmocionados, enviando cartas en todas direcciones y alardeando en
voz alta de su victoria. “Oecolampadius”, exclamaron, “vencido por el
Dr. Eck y postrado en las listas, ha cantado su retractación; 26 el
dominio del Papa será restaurado en todas partes ”. 27 Estas
declaraciones circularon por los cantones y la gente, pronta a creer
todo lo que oyó, reconoció todos los alardes de los partidarios
romanos.
Cuando terminó la disputa, el monje Murner de Lucerna, apodado "el
gato-gato", dio un paso al frente y leyó cuarenta cargos contra Zwingle.
“Pensé”, dijo, “que el cobarde vendría y les respondería; pero no ha
aparecido. Pues bien , por todas las leyes, tanto humanas como divinas,
declaro cuarenta veces que el tirano de Zurich y todos sus partidarios
son traidores, mentirosos, perjuros, adúlteros, infieles, ladrones,
sacrilegios, horcas, y tales que todo hombre honesto debe sonrojarse al
tener relaciones sexuales con ellos ". Tal fue el abuso que en este
momento fue honrado con el nombre de “controversia cristiana”, por
médicos a quienes la iglesia romana debería repudiar.
En Baden prevaleció una gran agitación; la impresión general fue que
los campeones romanos habían hablado más alto, pero discutido los
más débiles. 28 Sólo Oecolampadius y diez de sus amigos votaron en
contra de las tesis de Eck; mientras que ochenta personas, incluidos los
presidentes del debate y todos los monjes de Wittingen, los adoptaron.
Haller había abandonado Baden antes del final de la conferencia.
La mayoría de la dieta decretó entonces que, como Zwingle, el jefe de
esta pestilente doctrina, se había negado a comparecer, y como los
ministros que habían llegado a Baden se habían resistido a toda
convicción, todos juntos fueron expulsados del seno del Iglesia
Católica. 29

Notas finales:
1. Apocalipsis 13: 5, 6, 7.
2. Actum uff den heil. Pfingsel Montag, 1526. Tschudi.

3. Das der gmein man, one eine offne Disputation, nit zu


stillen was. Toro. Chr. 1: 331.
4. Dieta de Lucerna, 13 de marzo de 1526.
5. Er habe wohl mehr Kuhe gemolken, als Bucher gelsen.
Zw. Op. 2: 405.
6. Vide nunc quid audeant oligarchi atque Faber. Zw. Epp.
Pág. 484.
7. Zwinglio en ihrem Gebiet, wo er betreten werde,
gefangen zu nehmen. Zw. Op. 2: 422.
8. Da wollte er gern all sein Lebtag ein Henker genannt
werden. Ibídem. 454.
9. Wellend wir ganz geneigt syn ze erschynen. Zw. Op. 2: 423.
10. Hunc hominem haereticum damnamus, projicimus et
conculcamus. Hotting. Helv. K. Gesch. 3: 3 00.
11. Caveatis per cápita vestrum..Zw. Epp. Pág. 483.
12. Navigio captum, ore mox obturato, clam fuisse
deportandum. Osw. Mi c. Vit. Zw.
13. Zwinglium Senatus Tigurinus Badenam dimittere
recusavit. Ibídem.
14. Si periclitaberis, periclitabimur omnes tecum. Zw. Epp. P.
312.
15. I ch bin in sechs Wochen nie in das Beth Kommen.
Plater's Leben, pág. 263.
16. Sie verstunden sich das auf Kuh malken. Ibídem.
17. Mit Syden, Damast und Sammet bekleydet. Toro. Chr. 1:
351.
18. Verbruchten vil wyn. Ibídem. 1: 351.
19. Entonces entwuscht imm ettwan ein Schwur. Ibídem.
20. Egg zablet mit fussen und henden Fing an schelken und
schenden. Etc. Poemas contemporáneos de Nicolás
Manuel de Berna.
21. O were der lange gal man uff unser syten. Toro. Chr. 1:
353.
22. Domino suam gloriam, quam salvam cupimus ne
utiquam deserturo. Zw. Epp. P. 511.

23. Man sollte einem ohne aller weiter Urtheilen, den Kopf
abhauen. Thom. Plateri Lebens Beschreib. Pág. 262.
24. Cuando me preguntaron: "¿Qué vas a hacer?" Respondí:
"Llevo gallinas para vendérselas a los caballeros en los
baños"; porque me dieron algunas gallinas en Zurich, y
los centinelas no pudieron entender cómo las conseguí
siempre y en tan poco tiempo. Autobiografía de Plater. P.
262. Beschrieb de Leben.
25. Quam laborasset disputando vel inter medios
anfitriones. Osw. Mi c. Vita Zw. - Ver también varios
escritos de Zwingle que hacen referencia a la disputa de
Baden. Op. 2. P. 398-520.
26. Ecolampidius victus jacet en arena prostratus ab Eccio,
herbam porrexit. Zw. Epp. P. 514.
27. Spem concipiunt laetam fore ut regnum ipsorum
restituatur. Ibídem. 513.
28. Die Evangelische were wol uberschryen, nicht aber
uberdisputiert worden. Hotting. Helv. K. Gesch. 3: 320.

29. Von gemeiner Kylchen ussgestossen. Toro. Chr. Pág. 355.


LIBRO 11
CAPÍTULO 14

Pero esta famosa conferencia, debido al celo de los oligarcas y el clero,


estaba destinada a ser fatal para ambos. Los que habían luchado por el
Evangelio, a su regreso a casa, llenarían de entusiasmo a sus
compatriotas por la causa que habían defendido, y dos de los cantones
más importantes de la alianza helvética, Berna y Basilea, comenzarían
a partir de entonces su separación del papado.
Los primeros golpes iban a caer sobre Oecolampadius, un forastero en
Suiza; y no regresó a Basilea sin aprensión. Pero su ansiedad pronto se
disipó. La dulzura de su lenguaje había impresionado a todos los
testigos imparciales , mucho más que los clamores del Dr. Eck, y todos
los hombres piadosos lo recibieron con aclamación. Los adversarios
hicieron, en verdad, todos los esfuerzos posibles para sacarlo del
púlpito, pero en vano; enseñó y predicó con más energía que antes, y la
gente nunca había mostrado tanta sed por la Palabra. 1
En Berna se obtuvieron resultados similares. La conferencia de Baden,
destinada a aplastar la Reforma, le dio un nuevo impulso en este
cantón, el más poderoso de toda la liga suiza. Haller apenas llegó a la
capital, cuando el Consejo Menor lo convocó ante ellos y le ordenó que
celebrara la misa. Haller pidió permiso para responder ante el Gran
Consejo, y la gente, pensando que era su deber defender a su pastor, se
apresuró al lugar. Haller, alarmado, declaró que prefería abandonar la
ciudad antes que ser motivo de disturbios. Ante esto, se restauró la
tranquilidad: “Si se me pide que realice esta ceremonia”, dijo el
reformador, “debo renunciar a mi oficio; el honor de Dios y la verdad
de su Santa Palabra me son más queridos que cualquier preocupación
por lo que comeré o con qué me vestiré ". Haller pronunció estas
palabras con emoción; los miembros del consejo se vieron afectados;
incluso algunos de sus oponentes rompen a llorar. 2 Una vez más se
comprobó que la moderación era más fuerte que el poder. Para
satisfacer a Roma en cierto grado, Haller fue privado de su canonería,
pero fue nombrado predicador. Sus enemigos más violentos, Lewis y
Anthony Diesbach, y Anthony d'Erlach, indignados por esta
resolución, se retiraron inmediatamente del consejo y de la ciudad y
renunciaron a su ciudadanía. "Berne tropezó", dijo Haller, "pero se ha
levantado de nuevo con más fuerza que nunca". Esta firmeza en el
Bernese causó una profunda impresión en Suiza. 3
Pero los resultados de la conferencia de Baden no se limitaron a
Basilea y Berna. Mientras estos hechos ocurrían en estas poderosas
ciudades, un movimiento, más o menos similar, se desarrollaba en
varios otros estados de la confederación. Los predicadores de San Gall,
a su regreso de Baden, proclamaron el Evangelio; 4 las imágenes
fueron retiradas de la iglesia parroquial de San Lorenzo después de
una conferencia, y los habitantes vendieron sus costosas prendas, sus
joyas, anillos y cadenas de oro para fundar casas de beneficencia. La
Reforma despojó, pero fue para vestir a los pobres; y los despojos eran
los de los mismos reformados. 5
En Mulhausen se predicó el hechizo Go con nuevo coraje; Thurgovia y
el Rheinthal se aproximaban cada vez más a Zurich. Inmediatamente
después de la disputa, Zurzach retiró las imágenes de sus iglesias y casi
todo el distrito de Baden recibió el Evangelio.
Nada estaba mejor calculado para mostrar qué partido había triunfado
realmente; y por eso Zwingle, mientras miraba a su alrededor, dio
gloria a Dios. “Hemos sido atacados de muchas maneras”, dijo, “pero el
Señor no solo está por encima de sus amenazas, sino también de las
guerras mismas. En la ciudad y cantón de Zúrich existe un admirable
acuerdo a favor del Evangelio. Lo venceremos con las oraciones
ofrecidas con fe ". 6 Y poco después, dirigiéndose a Haller, Zwingle
dijo: “Todo aquí abajo tiene su curso. El rudo viento del norte es
seguido por una suave brisa. Después del calor abrasador del verano, el
otoño vierte sus tesoros. Y ahora, después de severas contiendas, el
Creador de todas las cosas, a quien servimos, nos ha abierto un camino
al campo de nuestros adversarios. Por fin acojamos entre nosotros la
doctrina cristiana, que durante tanto tiempo se zambulló rechazada y
que no cesaba de esperar la hora de su regreso. Sé tú el Noé que la
reciba y la salve ".
Este mismo año, Zurich había realizado una importante adquisición .
Conrad Pellican, superior de los franciscanos en Basilea, profesor de
teología a la edad de veinticuatro años, había sido invitado, gracias a
los esfuerzos de Zwingle, a ser profesor de hebreo en Zurich. “Hace
tiempo que renuncié al Papa”, dijo al llegar, “y deseaba vivir para
Jesucristo”. 7 Pellican, por su talento crítico, se convirtió en uno de los
obreros más útiles en la obra de la Reforma.
Zurich, aún excluida de la dieta por los cantones romanos, deseando
aprovechar la disposición más favorable manifestada por algunos de
los confederados, convocó, a principios de 1527, una dieta que se
celebraría en la propia Zurich. Asistieron los diputados de Berna,
Basilea, Schaffhausen, Appenzell y St. Gall. “Deseamos”, dijeron los
diputados de Zurich, “que la Palabra de Dios, que nos conduce
únicamente a Cristo crucificado, sea lo único predicado, enseñado y
exaltado. Abandonamos todas las doctrinas humanas, cualquiera que
haya sido la costumbre de nuestros antepasados; estando seguros de
que si hubieran poseído esta luz del Verbo Divino que disfrutamos, la
habrían abrazado con más reverencia que nosotros, sus débiles
descendientes ”. 8 Los diputados presentes se comprometieron a
tomar en consideración las representaciones de Zurich .
Así, la brecha en las murallas de Roma se ensanchaba cada día. La
discusión en Baden tenía por objeto repararlo; ya partir de ese
momento, por el contrario, los cantones vacilantes parecían dispuestos
a caminar con Zurich. Ya los habitantes del llano se inclinaron hacia la
Reforma; ya estaba cercando en las montañas; ya los estaba invadiendo,
y los cantones primitivos, que fueron como la cuna, y siguen siendo la
ciudadela, de Suiza, encerrados en sus altos Alpes, parecían solos
adherirse firmemente a la doctrina de sus padres. Estos montañeros,
expuestos continuamente a violentas tormentas, avalanchas, torrentes
y ríos desbordados, se ven obligados durante toda su vida a luchar
contra estos formidables enemigos y a sacrificarlo todo para preservar
la pradera en la que pastan sus rebaños y la cabaña donde se
alimentan. resguardarse de las tormentas, y que la primera inundación
arrasa. En consecuencia, el principio conservador está fuertemente
desarrollado en ellos y se transmite de una época a otra, de una
generación a otra. Conservar lo que han recibido de sus padres
constituye toda la sabiduría de estas montañas. Estos rudos helvéticos
luchaban entonces contra la Reforma, que tenía como objetivo
cambiar su fe y su culto, mientras luchan hasta el día de hoy contra los
torrentes que caen como truenos desde sus picos nevados, o contra las
nuevas ideas políticas que se han establecido en sus mismas puertas
en los cantones circundantes. Serán los últimos en deponer las armas
ante ese doble poder que ya alza banderas en todos los cerros de
alrededor y amenaza cada día y más de cerca a estos barrios
conservadores.

En consecuencia, estos cantones, en el período que estoy registrando,


aún más irritados contra Berna que contra Zurich, y temblando de que
este poderoso Estado los abandone, reunieron a sus diputados en la
propia Berna una semana después de la conferencia de Zurich.
Pidieron al concilio que deponga a los nuevos maestros, que prosiga
con sus doctrinas y que mantenga la antigua y verdadera fe cristiana,
confirmada por épocas pasadas y confesada por los mártires.
“Convocar a todos los bailiwicks del cantón”, agregaron; "Si se niega, lo
asumiremos nosotros mismos". El bernés respondió con irritación:
"Tenemos el poder suficiente para alcanzar a los que están bajo
nuestra jurisdicción".
Esta respuesta no hizo más que acrecentar la ira de los Cantones
Forestales, y estos cantones, que habían sido la cuna de la libertad
política de Suiza, alarmados por el avance de la libertad religiosa,
comenzaron a buscar, incluso sin ellos, aliados para destruirla. Para
combatir a los enemigos del servicio exterior, es razonable recurrir a
ese servicio exterior; y si la oligarquía de Suiza no podía bastar por sí
sola, ¿no era natural recurrir a los príncipes, sus aliados? De hecho,
Austria, a quien le había sido imposible mantener su propia autoridad
en la confederación, estaba dispuesta a interferir para fortalecer el
poder de Roma. Berna se enteró con consternación de que Fernando,
hermano de Carlos V, estaba haciendo preparativos contra Zurich y
todos los que se adhirieron a la Reforma. 9
Las circunstancias se estaban volviendo más críticas. Una sucesión de
acontecimientos, más o menos desafortunados, los excesos de los
fanáticos, las disputas con Lutero sobre la Eucaristía y otros , parecen
haber comprometido seriamente la Reforma en Suiza. La discusión en
Baden había defraudado las esperanzas del partido papal, y la espada
que habían blandido contra sus adversarios se había roto en sus
manos; pero esto sólo había aumentado su disgusto e ira, y se estaban
preparando para un nuevo esfuerzo. Ya el propio poder imperial
comenzaba a moverse; y las bandas austríacas que habían sido
derrotadas en los desfiladeros de Morgarten y en las alturas de
Sempach, estaban listas para entrar en Suiza con los colores
ondeando, para restablecer el tambaleante poder de Roma. El
momento fue crítico; Ya no era posible detenerse entre dos opiniones y
no ser "turbio ni claro". Berna y otros cantones, que habían dudado
durante mucho tiempo, debían tomar ahora una decisión. Deben
regresar rápidamente al papado o tomar su posición con nuevo valor
bajo las banderas de Cristo.
Un francés de las montañas del Dauphiny, de nombre William Farel,
en este momento dio un poderoso impulso a Suiza, decidió la Reforma
de la Helvetia romana, todavía inmersa en un profundo sueño, y así
cambió la balanza de toda la confederación a favor de la nueva.
doctrinas. Farel llegó al campo de batalla como esas tropas frescas que,
cuando el tema de la contienda pende de un hilo, se precipitan a lo
más denso de la pelea y deciden la victoria. Preparó el camino en Suiza
para otro francés, cuya fe austera y genio dominante iban a poner fin a
la Reforma y completar la obra. Por medio de estos hombres ilustres,
Francia participó en esa gran conmoción que agitaba la sociedad
cristiana. Ha llegado el momento de que volvamos la mirada hacia ese
país.

Notas finales:

1. PlebeVerbi Domini admodum sitiente. Zw. Epp. P. 518 .


2. Tillier, Gesch. 5. Berna., 3: 242.
3. Profuit hic nobis Bernates tam dextre in servando
Berchtoldo suo egisse. Ecol. Ad Zw. Epp. P. 518.
4. San Gallenses officiis suis restitutos. Zw. Epp. P. 518.
5. Kostbare Kleider, Kleinodien, Ring, Ketten, etc. freywillig
verk auft. Hott. 3. P. 338.
6. Fideli enim oratione omnia superabimus. Zw. Epp. P. 519.
7. Jamdudum papae renuntiavi y Christo vivere concupivi.
Ibídem. 455.

8. Mit hoherem Werth und mehr Dankbarkeit dann wir


angenommen. Zurich. Archiv. Absch. Sonntag nach
Lichtmesse.
9. Ser RNE a Zurich, lunes, después de Misericordia.
Kirchhoff. B. Haller, página 85.

LIBRO 12
CAPÍTULO 1
La universalidad es una de las características esenciales del
cristianismo. No es así con las religiones humanas. Están adaptados a
ciertas personas y al grado de cultivo que han alcanzado; mantienen a
estas naciones estacionarias, o si por alguna circunstancia
extraordinaria la gente logra un crecimiento más pleno, su religión
queda atrás y por ese medio se vuelve inútil para ellos.
Ha habido una religión egipcia, griega, latina y hasta judía; El
cristianismo es la única religión de la humanidad.
Su punto de partida en el hombre es el pecado; y esta es una
característica que no es peculiar de ninguna raza, sino que es la
herencia de todo ser humano. De ahí que el Evangelio, como
satisfacción de las necesidades universales y más elevadas de nuestra
naturaleza, sea recibido de Dios por las naciones más bárbaras y más
civilizadas. No deifica, como las religiones de la antigüedad, las
peculiaridades nacionales; pero no los destruye como lo haría el
cosmopolitismo moderno. Lo hace mejor; los santifica, ennoblece y los
eleva a una santa unidad por el principio nuevo y vivo que les
comunica.
La introducción del cristianismo en el mundo ha supuesto una gran
revolución en la historia. Hasta entonces, solo había una historia de
naciones; ahora hay una historia de la humanidad; y la idea de una
educación universal de la raza humana, realizada por Jesucristo, se ha
convertido en la brújula del historiador, la clave de la historia y la
esperanza de las naciones .
Pero el cristianismo ejerce su influencia no solo en todas las naciones,
sino también en todos los períodos de su historia.
En el momento de su aparición, el mundo era como una antorcha a
punto de extinguirse y el cristianismo lo reavivó con fuego del cielo.
Posteriormente , las tribus bárbaras, habiéndose precipitado sobre el
imperio romano, lo habían destrozado y confundido todo; y el
cristianismo, que frena con la cruz ese torrente desolador, somete a los
niños salvajes del norte y da a la sociedad una nueva forma.
Sin embargo, un elemento de corrupción ya estaba escondido en la
religión llevada por valientes misioneros a esas tribus bárbaras. Su fe
provenía de Roma casi tanto como de la Biblia. Este elemento pronto
cobró fuerza; el hombre en todas partes sustituyó a Dios, característica
esencial de la iglesia romana; y se hizo necesaria una renovación de la
religión. Este cristianismo cumplido en la época que estamos tratando.
La historia de la Reforma en los países que hemos examinado hasta
ahora nos muestra la nueva doctrina que rechaza las extravagancias de
los entusiastas y de los nuevos profetas; pero en el país hacia el que
ahora dirigimos nuestra atención, la infidelidad es el bajío que tiene
que encontrar. En ninguna parte se habían hecho protestas más
audaces contra las supersticiones y abusos de la Iglesia: en ninguna
parte se había producido un desarrollo más llamativo de un cierto
amor por el saber, independiente del cristianismo, que a menudo
acaba en la irreligión. Francia llevaba en su seno dos reformas al
mismo tiempo: la una del hombre, la otra de Dios. "Dos naciones había
en su vientre, y dos clases de personas serían separadas de sus
entrañas". 1
En Francia, la Reforma tuvo que combatir no solo la infidelidad y la
superstición, sino que había un tercer antagonista que aún no había
encontrado, al menos con tanta fuerza, entre los pueblos de origen
alemán: la inmoralidad. Los escándalos en la Iglesia fueron muy
grandes; el libertinaje se sentó en el trono de Francisco I y Catalina de
Médicis; y las a usteras virtudes de los reformadores irritaron estos
"Sardanápalus". 2 En todas partes, sin duda, pero especialmente en
Francia, la Reforma fue necesariamente no sólo doctrinal y
eclesiástica, sino también moral.
Aquellos enemigos violentos que la Reforma encontró
simultáneamente en Francia, le dieron un carácter completamente
peculiar. En ninguna parte vivió con tanta frecuencia en mazmorras, ni
se asemejó tanto al cristianismo primitivo en la fe, en la caridad y en el
número de sus mártires. Si en los países de los que hemos hablado
hasta ahora la Reforma fue más gloriosa por sus triunfos, en lo que
ahora debe llamar nuestra atención, lo fue más aún por sus derrotas. Si
en otro lugar pudiera apuntar a tronos y consejos soberanos, aquí
podría apuntar a andamios y reuniones "en la ladera". Quien sepa lo
que constituye la verdadera gloria del cristianismo en la tierra, y los
rasgos que lo asimilan a su Cabeza, estudiará con más vivo
sentimiento de respeto y amor la historia a menudo manchada de
sangre que ahora procedemos a relatar.
La mayoría de los hombres que luego han brillado en el escenario del
mundo nacieron en las provincias donde sus mentes comenzaron a
expandirse. París es un árbol que presenta muchas flores y frutos a la
vista, pero cuyas raíces se adentran a lo largo y ancho en el seno de la
tierra, para extraer de allí los jugos nutritivos que transforman. La
Reforma también siguió esta ley.
Los Alpes, que vieron brotar hombres valientes y cristianos en todos
los cantones y casi en todos los valles de Suiza, estaban destinados en
Francia también a cubrir con sus sombras alargadas la infancia de
algunos de los primeros reformadores. Durante siglos habían guardado
el tesoro más o menos puro en sus altos valles, entre los habitantes de
los distritos piamonteses de Luzerne, Angrogne y La Peyrouse. La
verdad, a la que Roma no podía llegar allí, se había extendido desde
estos valles hasta el otro lado de estas montañas, y por su base hasta
Provenza y Delfín.

Un año después de la ascensión de Carlos VIII, hijo de Luis XI, niño


enfermizo y tímido, Inocencio VIII había asumido la tiara pontificia
(1484). Tuvo siete u ocho hijos de diferentes madres; y por eso, según
un epigrama de la época, Roma lo saludó unánimemente con el
nombre de Padre. 3
En ese momento, en todas las laderas de los Alpes del Dauphin y a lo
largo de las orillas del Durance, se produjo un nuevo crecimiento de
las antiguas opiniones valdenses. “Las raíces”, dice un viejo cronista,
“estaban continuamente produciendo nuevos brotes en todas
direcciones. ” 4 Los hombres valientes llamaron a la Iglesia Romana la
iglesia de los demonios y sostuvieron que era tan provechoso orar en
un establo como en una iglesia.
Los sacerdotes, los obispos y los legados romanos lanzaron un grito de
alarma, y el 5 de mayo (27 de abril) de 1487, Inocencio VIII, padre de
los romanos, emitió una bula contra estos humildes cristianos. "A las
armas", dijo el pontífice, "y pisotear a estos herejes como serpientes
venenosas". 5
Al acercarse el legado, seguido por un ejército de dieciocho mil
hombres y varios voluntarios, que deseaban compartir el botín de los
valdenses, estos abandonaron sus casas y se refugiaron en las
montañas, cavernas y hendiduras de las rocas. , mientras los pájaros
huyen para refugiarse cuando la tormenta comienza a amainar. Ni
valle, ni bosque, ni roca escaparon de sus perseguidores; en todas
partes en esta parte de los Alpes, y particularmente en el lado italiano,
estos pobres discípulos de Cristo fueron perseguidos como bestias de
presa. Al fin, los satélites del Papa se agotaron; sus fuerzas se habían
agotado, sus pies ya no podían escalar las empinadas retiradas de los
“herejes” y sus brazos se negaban a atacar.
En estos distritos alpinos, luego perturbados por el fanatismo romish,
a tres leguas de la antigua ciudad de Gap, 6 en dirección a Grenoble,
no lejos del césped florido que cubre la meseta de la montaña de
Bayard, al pie del Aiguille. y cerca del paso de Glaize, hacia el lugar
donde el Buz asciende, se encontraba y todavía se encuentra un grupo
de casas, medio ocultas por los árboles circundantes, y que lleva el
nombre de Farel, - o, en el dialecto del país, Fareau. 7 En una amplia
terraza elevada sobre las cabañas vecinas se puede ver una casa de esa
clase que se denomina Gentilhommiere, una casa señorial. Estaba
rodeado por un huerto que conducía al pueblo. Aquí, en estos días de
angustia, vivía una noble familia de piedad establecida, conocida con
el nombre de Farel. 8 En 1489, el mismo año en que el papado estaba
empleando sus más severas medidas en Delfín, nació en esta modesta
mansión un hijo que recibió el nombre de William. Tres hermanos,
Daniel, Walter y Claude, y un hijo, crecieron con William y
compartieron sus deportes a orillas del Buzon y al pie del Bayard.
Allí pasó la infancia y la primera juventud de William. Sus padres
estaban entre los servidores más devotos del papado. “Mi padre y mi
madre lo creían todo”, nos dice él mismo; 9 "y en consecuencia criaron
a sus hijos en todas las observancias de la devoción romana".
Dios le había otorgado cualidades excepcionales a William Farel, tales
como las adecuadas para darle una gran ascendencia sobre sus
semejantes. Poseedor de una mente penetrante y una imaginación viva,
sincera y recta, con una grandeza de alma que nunca le permitió, a
cualquier riesgo, traicionar las convicciones de su corazón, era notable
también por el ardor, el fuego, el coraje indomable y la osadía, que
nunca se acobarde ante ningún obstáculo. Pero, al mismo tiempo, tenía
todos los defectos asociados a estas cualidades; y sus padres a menudo
se vieron obligados a controlar su impetuosidad.
William se entregó con toda su alma a los hábitos supersticiosos de su
crédula familia. "Estoy horrorizado", dijo, "cuando considero las
horas, las oraciones y los honores divinos que yo mismo he ofrecido y
he hecho que otros ofrezcan a la cruz y otras cosas por el estilo". 10
Cuatro leguas al sur de Gap, cerca de Tallard, en una colina que se
eleva sobre el impetuoso arroyo del Durance, había un lugar de gran
reputación, llamado Sainte Croix (la santa cruz). William tenía sólo
siete u ocho años cuando su padre y su madre decidieron llevarlo allí
en peregrinación. 11 “La cruz de ese lugar”, le dijeron, “está hecha de la
misma madera en la que Cristo fue crucificado”.
La familia comenzó su viaje y finalmente llegó a la cruz muy venerada,
ante la cual todos cayeron postrados. Después de contemplar durante
un rato el leño sagrado y el cobre de la cruz, este último hecho (según
les dijo el sacerdote) del lavabo en el que Cristo lavó los pies de sus
apóstoles, los peregrinos volvieron la mirada hacia un pequeño
crucifijo pegado a la cruz: “Cuando los demonios nos envían granizo y
truenos”, continuó el sacerdote, “este crucifijo se mueve con tanta
violencia, que parece soltarse de la cruz, como si quisiera correr contra
el diablo, y sigue arrojando chispas de fuego contra la tormenta; si no
fuera por esto, no quedaría nada en la tierra ”. 12
Los piadosos peregrinos quedaron profundamente conmovidos por el
relato de estos maravillosos prodigios. "Nadie", continuó el sacerdote,
"ve o sabe nada de estas cosas, excepto yo y este hombre". Los
peregrinos volvieron la cabeza y vieron a una persona de apariencia
extraña parada cerca de ellos. “Fue espantoso mirarlo”, dijo Farel. 13
Escamas blancas cubrían las pupilas de sus ojos, "ya sea que
estuvieran allí en realidad, o Satanás solo los hizo parecer". Este
hombre extraordinario, a quien los incrédulos denominaron “el brujo
del cura”, al ser llamado por éste, respondió de inmediato que el
prodigio era cierto. 14

Un nuevo episodio completó el cuadro al mezclar la sospecha de


trastornos cri minales con estas supersticiones. “Se acercó una mujer
joven, concentrada en otra devoción que la de la cruz, llevando a su
bebé envuelto en un paño. Entonces el sacerdote subió, tomó a la
mujer y al niño y los condujo a la capilla. Puedo afirmar con seguridad
que nunca un bailarín tomó a una mujer y la condujo con más amor
que él.
Pero nuestra ceguera era tal, que ni sus miradas ni sus gestos, incluso
cuando se habían comportado de una manera indecorosa ante
nosotros, parecían de otra manera que buenos y santos. Estaba claro
que la mujer y mi valiente sacerdote entendieron el milagro a fondo y
lo convirtieron en una tapadera para sus relaciones sexuales ". 15

Una imagen tan fiel de la religión y la moral en Francia al comienzo de


la Reforma. La moral y la fe estaban igualmente envenenadas y ambas
requerían una poderosa renovación. Cuanto mayor era el valor que se
atribuía a las obras externas, más se alejaban los hombres de la
santificación del corazón; ordenanzas muertas habían sustituido en
todas partes la vida cristiana, y se había producido una unión extraña
pero no antinatural entre el libertinaje más escandaloso y la devoción
más supersticiosa. Se había cometido hurto ante el altar, se había
practicado la seducción en el confesionario, se había mezclado el
veneno con los elementos consagrados, se había perpetrado el
adulterio al pie de la cruz. La superstición, al destruir la creencia, había
destruido la moral.
Sin embargo, hubo numerosas excepciones en el cristianismo de la
Edad Media. Incluso una fe supersticiosa puede ser sincera, y William
Farel es un ejemplo. El mismo celo que luego lo impulsó a viajar a
tantos lugares diferentes para difundir el conocimiento de Jesucristo
lo atraía en ese momento donde la Iglesia exhibía un milagro o
reclamaba alguna adoración . Dauphiny tenía sus siete maravillas, que
durante mucho tiempo poseyeron el poder de impresionar la
imaginación de la gente. 16 Pero las bellezas de la naturaleza que lo
rodeaban también influyeron en elevar su alma al Creador.

La magnífica cadena de los Alpes, esas cumbres cubiertas de nieve


eterna, esas vastas rocas, aquí elevando sus afilados picos hacia el
cielo, extendiendo allí sus inmensas y escarpadas crestas por encima
de las nubes, como si una isla estuviera suspendida en el aire; Todas
estas maravillas de la creación, que en ese momento elevaban el alma
de Ulrich Zwingle en Tockenburg, apelaban también en un lenguaje
mudo pero poderoso al corazón de William Farel entre las montañas
de Dauphiny. Tenía sed de vida, de conocimiento y de luz; - aspiraba a
ser algo grande; - pidió permiso para estudiar.
Este fue un gran golpe para su padre, quien pensó que un joven noble
no debería saber nada más allá de su rosario y su espada. En ese
momento la fama proclamaba las proezas de un joven compatriota de
William Farel, un delfines como él, llamado Du Terrail, pero más
conocido como Bayard, que en la batalla del Tar, al otro lado de los
Alpes, acababa de dar una muestra de valor. “Tales hijos”, se observó,
“son como flechas en la mano de un hombre fuerte. ¡Bendito el hombre
que tiene su aljaba llena de ellos! " En consecuencia, el padre de Farel
se opuso al gusto que William manifestaba por aprender. Pero el joven
no se inmutó. Dios lo destinó a conquistas más nobles que las de
Bayard. Persistió en sus ruegos y el anciano cedió al fin. 17
Farel se aplicó inmediatamente a estudiar con sorprendente ardor. Los
maestros que encontró en Dauphiny le fueron de poca ayuda, y tuvo
que lidiar con los malos métodos y la incapacidad de sus maestros. 18
Estas dificultades lo excitaron en lugar de desanimarlo, y pronto los
superó. Sus hermanos siguieron su ejemplo. Posteriormente, Daniel
entró en la carrera de la política y fue empleado en importantes
negociaciones sobre religión. 19 Walter se ganó toda la confianza del
conde de Furstemberg.
Farel, ansioso por la búsqueda del conocimiento, habiendo aprendido
todo lo que se podía adquirir en su provincia, volvió sus ojos hacia otra
parte. El renombre de la universidad de París había llenado durante
mucho tiempo el mundo cristiano. Deseaba ver "esta madre de todo
saber, esta verdadera lámpara de la Iglesia que nunca conoció el
eclipse, ese claro y pulido espejo de la fe, sin nubes ni manchado por el
tacto". 20 Obtuvo el permiso de sus padres y partió hacia la capital de
Francia.

Notas finales:
1. Génesis 25:23.
2. Sardanápalo (Enrique II) entre scorta. Epp de Calvin .
EM.
3. Octo nocens pueros genuit totidemque puellas. Hunc
merito poterit dicere Roma Patrem.
4. En Ebredunensi archiepiscopatu veteres Waldensium.
Haereticorum fibrae repullularunt. Raynald, Annales
Eccles. Ad ann. 1487.
5. Armis insurgente, eosque veluti aspides
venenosos..conculcent. Bula de Inocencio VIII.
Conservado en Cambridge. Léger, 2: 8.
6. Ciudad principal de los Altos Alpes.
7. Revue du Dauphine, julio de 1837, pág. 35. A medida que
se va de Grenoble a Gap, a un cuarto de hora de viaje más
allá de la última casa de postas, y aproximadamente a un
tiro de uno a la derecha de la carretera, se puede ver el
pueblo de los Farels. Todavía se muestra el sitio de la casa
habitada por el padre de Farel. Ahora está ocupada solo
por una cabaña, pero por sus dimensiones se puede ver
que no podría haber pertenecido a una casa común. El
actual habitante lleva el nombre de Farel. Estoy en deuda
por esta información con M. Blanc, pastor de Mens.
8. Gulielmum Farellum, Delphinatem, nobili familia ortum.
Beae Icones. - Calvino, escribiendo al cardenal Sadolet,
desencadena el desinterés de Farel - sorti de si noble
maison (surgido de una familia tan noble). Opusula, pág.
148.
9. Du vray use de la croix, par Guillaume Farel, p. 237.
10. Du vray use de la croix, por W. Farel, pág. 233.
11. J'estoye fort petit et a peine je savoye lire. Ibídem. pags.
237. Le premier pelerinage auquel j'ay este a este a la
saincte croix. Ibídem. pags. 233.
12. Ibídem. pags. 235-239.
13. Ibídem. pags. 237.
14. Ibídem. pags. 238.

15. Du vray use de la croix, par Guillaume Farel, p. 235.


16. El manantial ardiente, las cisternas de Sassenage, el
maná de Briangon, etc.
17. Cum un parentibus vix impetrassem ad literas
concessum. (Farel, Natali Galeoto, 1527. MS. Cartas
pertenecientes al consistorio de Neufchatel.)
18. Un praeceptoribus praecipue en latina lingua
ineptissimis institutus. Epista de Farelli.
19. Vie de Farel. MS . En Ginebra.
20. Universitatem Parisiensem matrem omnium scientis
ron..speculum fidei torsum et politum..Prima Apellat.
Universit. Un. 1396. Buloeus, 4. P. 806.
LIBRO 12
CAPÍTULO 2
Un día del año 1510, o poco después, llegó a Paris el joven delfines. La
provincia lo había convertido en un ardiente seguidor del papado; la
capital era hacerle algo muy diferente. En Francia, la Reforma no
estaba destinada a salir, como en Alemania, de una pequeña ciudad.
Todos los movimientos que agitan al pueblo procedían de la metrópoli.
Una concurrencia de circunstancias providenciales hizo de París, a
principios del siglo XVI, un foco del que fácilmente podría escapar una
chispa de vida. El joven del barrio de Gap, que llegó humilde e
ignorante , iba a recibir esa chispa en su corazón, y muchas otras.

Luis XII, el padre de su pueblo, acababa de convocar a los


representantes del clero francés a reunirse en Tours. Este príncipe
parece haberse anticipado a los tiempos de la Reforma; de modo que si
esta gran revolución hubiera tenido lugar durante su reinado, toda
Francia podría haberse vuelto protestante. La asamblea de Tours había
declarado que el rey poseía el derecho de librar la guerra contra el
Papa y hacer cumplir los decretos del Concilio de Basilea. Estas
medidas fueron objeto de conversación general en los colegios, la
ciudad y la corte; y debe haber causado una profunda impresión en la
mente del joven Farel.
Entonces, dos niños crecían en la corte de Luis XII. Uno era un
príncipe de alta estatura, rasgos llamativos, que mostraba poca
moderación en su carácter, y seguía ciegamente a donde lo llevaban
sus pasiones; de modo que el rey tenía la costumbre de decir: "Ese gran
muchacho lo echará todo a perder". 1 Este era Francisco de
Angouleme, duque de Valois y primo del rey. Boisy, su tutor, le había
enseñado, sin embargo, a honrar la literatura.
Al lado de Francis estaba su hermana Margaret, su mayor en dos años,
"una princesa", dice Brantome, "de gran mente y habilidad, tanto
natural como adquirida". 2 En consecuencia, Luis no escatimó
esfuerzos en su educación, y los hombres más sabios del reino se
apresuraron a reconocerla como su patrona.
De hecho, ya un grupo de hombres ilustres rodeaba a estos dos Valois.
William Budoeus, un hombre que da rienda suelta a sus pasiones,
aficionado a la caza, que vive solo para sus halcones, sus caballos y sus
perros, de repente, a la edad de veintitrés años, se detuvo en seco,
vendió su tren de caza. y se dedicó a estudiar con el celo que
anteriormente había mostrado al fregar los campos y bosques con sus
perros; 3 el médico Cop, Francis Vatable, cuyo conocimiento del
hebreo fue admirado por los propios judíos; James Tusan, un célebre
helenista; y el hombre y Otros, alentados por Stephen Poncher, obispo
de París, por Louis Ruze, el teniente civil y por Francisco de Luynes, y
ya protegidas por los dos jóvenes Valois, resistieron los ataques
violentos de la Sorbona, que miraban en el estudio del griego y el
hebreo como la herejía más mortal. En París, como en Alemania y
Suiza, la restauración de la sana doctrina iba a ser precedida por el
resurgimiento de las letras. Pero en Francia las manos que así
prepararon los materiales no estaban destinadas a construir el edificio.
Entre todos los médicos que adornaban entonces la capital, se observó
a un hombre de muy diminuta estatura, de apariencia mezquina y
origen humilde, 4 cuyo intelecto, saber y poderosa elocuencia ejercía
una atracción indefinible para todos los que lo escuchaban. Su nombre
era Lefevre; y nació alrededor de 1455 en Etaples, un pueblo de
Picardía. Había recibido una educación grosera, o como la llama
Theodore Beza, una educación bárbara; pero su genio había suplido la
falta de maestros; y su piedad, erudición y nobleza de alma brillaban
con mucho más brillo. Había viajado mucho y parecería que su deseo
de adquirir conocimientos lo había llevado a Asia y África. 5 Ya en
1493, Lefevre, entonces doctor en teología, era profesor en la
Universidad de París. Inmediatamente ocupó un rango distinguido y,
en la estimación de Erasmo, fue el primero.
Lefevre vio que tenía una tarea que realizar. Aunque apegado a las
prácticas de la Iglesia romana, resolvió atacar la barbarie que reinaba
entonces en la universidad; 7 comenzó a enseñar las diversas ramas de
la filosofía con una claridad hasta ahora desconocida. Se esforzó por
revivir el estudio de idiomas y aprendió la antigüedad. Fue más allá de
esto; percibió que, en lo que respecta a una obra de regeneración, la
filosofía y el saber son insuficientes. Abandonando, por tanto, la
escolástica, que durante tantas épocas había reinado supremo en las
escuelas, volvió a la Biblia y revivió en la cristiandad el estudio de las
Sagradas Escrituras y el saber evangélico. No dedicó su tiempo a
investigaciones secas, fue al corazón de la Biblia. Su elocuencia, su
franqueza, su amabilidad, cautivó todos los corazones. Serio y ferviente
en el púlpito, se entregó a una dulce familiaridad con sus alumnos. “Me
ama muchísimo”, escribió Glarean, uno de ellos, a su amigo Zwingle.
“Lleno de franqueza y bondad, a menudo canta, ora, disputa y se ríe de
las locuras del mundo conmigo”. 8 En consecuencia, un gran número
de discípulos de todos los países se sentaron a sus pies.
Este hombre, con toda su sabiduría, se sometió con la sencillez de un
niño a toda observancia de la Iglesia. Pasaba tanto tiempo en las
iglesias como en su estudio, de modo que una estrecha unión parecía
destinada a unir al anciano médico de Picardía y al joven estudioso de
Delfín. Cuando dos naturalezas tan parecidas como estas se
encuentran, aunque sea dentro del amplio circuito de una capital,
tienden a acercarse. En sus piadosas peregrinaciones, el joven Farel
pronto se fijó en un anciano y quedó impresionado por su devoción. Se
postró ante las imágenes y permaneció largo rato de rodillas, rezando
con fervor y repitiendo devotamente sus horas. "Nunca", dijo Farel,
"nunca había visto a un cantor de la misa cantarla con mayor
reverencia". 9

Este hombre era Lefevre. William Farel deseó de inmediato conocerlo;


y no pudo contener su alegría cuando se encontró amablemente
recibido por este hombre célebre. W illiam había ganado su objeto en
llegar a la capital. Desde ese momento su mayor placer fue conversar
con el doctor de Etaples, escucharlo, escuchar sus admirables
lecciones, y arrodillarse con él devotamente ante los mismos
santuarios. A menudo se veía al anciano Lefevre y su joven discípulo
adornando con flores una imagen de la Virgen; y solos, lejos de todo
París, lejos de sus eruditos y sus médicos, murmuraban en concierto
las fervientes oraciones que ofrecían a María. 10
Muchos notaron el apego de Farel a Lefevre. El respeto que sentía
hacia el anciano médico se reflejaba en su joven discípulo. Esta ilustre
amistad sacó al delfín de su oscuridad. Pronto adquirió una reputación
de celo; y muchos devotos ricos de París le confiaron varias sumas de
dinero destinadas a la manutención de los estudiantes más pobres. 11
Pasó algún tiempo antes de que Lefevre y su discípulo llegaran a una
percepción clara de la verdad. No fue la esperanza de un rico beneficio
o la propensión a una vida disoluta lo que unió a Farel al Papa; esos
lazos vulgares no estaban hechos para almas como la suya. Para él, el
Papa era la cabeza visible de la Iglesia, una especie de deidad, por
cuyos mandamientos se podían salvar las almas. Siempre que
escuchaba a alguien hablar en contra de este pontífice muy venerado,
rechinaba los dientes como un lobo furioso, y llamaba un rayo del cielo
"para abrumar al miserable culpable con total ruina y confusión". - “Yo
creo”, dijo, “en la cruz, en peregrinaciones, imágenes, votos y reliquias.
Lo que el sacerdote tiene en sus manos, lo mete en la caja, y allí la
cierra, come y da de comer a otros, es mi único Dios verdadero, y para
mí no hay otro, ni en el cielo ni en la tierra ”. 12 - “Satanás”, dice él en
otro lugar, “había alojado tanto al papa, al papado y todo lo que es
suyo en mi corazón, que ni siquiera el papa tenía tanto en sí mismo”.
Así, cuanto más parecía Farel buscar a Dios, más decaía su piedad y
aumentaba la superstición en su alma; todo iba de mal en peor. Él
mismo ha descrito esta condición en un lenguaje enérgico: 13 “¡Ay!
cómo me estremezco de mí mismo y de mis faltas ”, dijo,“ cuando
pienso en ello; ¡y cuán grande y maravillosa es la obra de Dios, que el
hombre haya sido arrastrado de un abismo así! "
De este abismo salió poco a poco. Al principio había estudiado a los
autores profanos; su piedad al no encontrar alimento allí, se puso a
meditar en la vida de los santos; Enamorado como estaba antes, estas
leyendas sólo lo hacían aún más. 14 Luego se unió a varios médicos de
la época; pero como había acudido a ellos en la miseria, los dejó aún
más desgraciados. Por fin comenzó a estudiar a los filósofos antiguos y
esperaba aprender de Aristóteles cómo ser cristiano; nuevamente sus
esperanzas se vieron defraudadas. Libros, imágenes, reliquias,
Aristóteles, María y los santos, todo resultó inútil. Su alma ardiente
vagó de una sabiduría humana a otra, sin encontrar la forma de calmar
su sed ardiente.

Mientras tanto, el Papa, permitiendo que las escrituras del Antiguo y


Nuevo Testamento se llamaran La Santa Biblia, Farel comenzó a
leerlas, como lo había hecho Lutero en el claustro de Erfurth; se
asombró 15 al ver que todo en la tierra era diferente de lo que se
enseña en las Escrituras. Quizás estaba a punto de llegar a la verdad,
pero de repente una oscuridad más densa lo hundió en otro abismo.
"Satanás vino de repente sobre mí", dijo, "para no perder su premio, y
me trató según su costumbre". 16 Entonces tuvo lugar en su corazón
una terrible lucha entre la Palabra de Dios y la palabra de la Iglesia. Si
se encontraba con algún pasaje de la Escritura que se opusiera a las
prácticas romanas, bajó los ojos, se sonrojó y no se atrevió a creer lo
que leía. 17 ¡Ay! dijo, temiendo mantener su mirada fija en la Biblia,
“No entiendo bien estas cosas; Debo dar un significado muy diferente a
las Escrituras del que parecen tener. Debo ceñirme a la interpretación
de la Iglesia y, de hecho, del Papa ”.
Un día, mientras leía la Biblia, un médico que entró por casualidad lo
reprendió duramente. "Ningún hombre", dijo, "debería leer las
Sagradas Escrituras antes de haber aprendido filosofía y obtenido su
título en artes". Esta era una preparación que los apóstoles no habían
requerido; pero Farel le creyó. "Yo era", dice, "el más miserable de los
hombres, cerrando los ojos para que no viera". 18

A partir de ese momento, el joven Dauphinés volvió a su fervor


romano. Las leyendas de los santos inflamaron su imaginación. Cuanto
mayor era la severidad de las reglas monásticas, mayor era la atracción
que sentía hacia ellas. En medio de los bosques cerca de París, algunos
cartujos habitaban un grupo de celdas lúgubres ; los visitó con
reverencia y compartió sus austeridades. “Estaba totalmente ocupado,
día y noche, en servir al diablo”, dijo, “a la manera de ese hombre de
pecado, el Papa. Tenía mi Panteón en mi corazón, y tal tropa de
mediadores, aires y dioses, que bien podría haber pasado por un
registro papal ".
La oscuridad no podía hacerse más profunda; la estrella de la mañana
iba a salir pronto y estaba destinada a aparecer a la voz de Lefevre. Ya
había algunos destellos de luz en el doctor de Etapl es; una convicción
interior le decía que la Iglesia no podía permanecer mucho tiempo en
su posición actual; y muchas veces en el mismo momento de su regreso
de decir misa, o de levantarse ante alguna imagen, el anciano se volvía
hacia su joven discípulo y, tomándolo de la mano, decía en tono serio:
“Querido William, Dios renovará el mundo, ¡y lo verás! " 19 Farel no
entendió completamente estas palabras. Sin embargo, Lefevre no se
limitó a este misterioso lenguaje; un gran cambio que se produjo
entonces en él estaba destinado a producir un efecto similar en su
discípulo.
El viejo doctor estaba comprometido con una laboriosa tarea; estaba
recopilando cuidadosamente las leyendas de los santos y mártires, y
las estaba ordenando según el orden en que se encuentran sus
nombres en el calendario. Ya se habían impreso dos meses, cuando uno
de esos rayos de luz que vienen del cielo, de repente iluminó su alma.
No pudo resistir el disgusto que tales supersticiones pueriles deben
causar en el corazón de un cristiano. La sublimidad de la Palabra de
Dios le hizo percibir la miserable naturaleza de estas fábulas. Ahora no
le parecían mejores que "azufre apto para encender el fuego de la
idolatría". 20 A bandonó su trabajo y, dejando de lado estas leyendas,
se volvió ardientemente hacia las Sagradas Escrituras. En el momento
en que Lefevre, abandonando los maravillosos relatos de los santos,
puso su mano sobre la Palabra de Dios, comenzó una nueva era en
Francia, y es el comienzo de la Reforma.
En efecto, Lefevre, destetado de las fábulas del Breviario, comenzó a
estudiar las Epístolas de San Pablo; la luz aumentó rápidamente en su
corazón, e inmediatamente impartió a sus discípulos el conocimiento
de la verdad que encontramos en sus comentarios. 21 Extrañas
doctrinas fueron las de la escuela y de la época, que luego se
escucharon por primera vez en París y fueron difundidas por la prensa
en todo el mundo cristiano. Podemos entender fácilmente que los
jóvenes discípulos que los escucharon se sintieron estimulados,
impresionados y transformados por ellos; y que así, antes del año 1512,
se preparaba para Francia el amanecer de un día más luminoso.

La doctrina de la justificación por la fe, que derribó de un solo golpe


las sutilezas de los estudiosos y las observancias del papado, fue
proclamada audazmente en el seno de la Sorbona. “Es solo Dios”, dijo
el doctor, y los techos abovedados de la universidad deben haber
quedado asombrados al hacer eco de sonidos tan extraños, “es solo
Dios, quien por su gracia, mediante la fe, justifica para vida eterna. 22
Hay a justicia de obras, hay a justicia de gracia; el uno viene del
hombre, el otro de Dios; uno es terrenal y pasa, el otro es celestial y
eterno; uno es la sombra y el signo, el otro la luz y la verdad; uno nos da
a conocer el pecado para que podamos escapar de la muerte, el otro
revela la gracia para que podamos obtener la vida ”. 23
"¡Entonces que!" preguntaron sus oyentes, mientras escuchaban esta
enseñanza, que contradecía la de cuatro siglos; "¿Alguna vez ha sido
justificado alguno sin obras?" "¡Uno!" respondió Lefevre, “son
innumerables. ¡Cuántas personas de vida desordenada, que han orado
ardientemente por la gracia del bautismo , poseyendo sólo la fe en
Cristo, y que, si murieron un momento después, han entrado en la vida
de los bienaventurados sin obras! " “Si, por tanto, las obras no nos
justifican, es en vano que las realicemos”, respondieron algunos. El
médico de París respondió , y los otros reformadores quizás no
hubieran aprobado del todo esta respuesta: “¡Por supuesto que no! no
son en vano. Si acerco un espejo al sol, su imagen se refleja; cuanto más
pulido y aclaro, más brillante es el reflejo; pero si permitimos que se
empañe, el esplendor del sol se atenúa. Lo mismo ocurre con la
justificación en aquellos que llevan una vida impura ”. En este pasaje,
Lefevre, como Agustín en muchos, quizás no hace una distinción
suficiente entre santificación y justificación. El médico de Etaples nos
recuerda mucho al obispo de Hippona. Aquellos que llevan una vida
impía nunca han recibido justificación y, por lo tanto, no pueden
perderla. Pero Lefevre puede haber querido decir que el cristiano,
cuando ha caído en cualquier pecado, pierde la seguridad de la
salvación y no la salvación misma. Si es así, no hay ninguna objeción
contra su doctrina.
Así, una nueva vida y una nueva enseñanza habían penetrado en la
universidad de París. Allí se volvió a escuchar la doctrina de la fe,
anteriormente predicada en Galia por Potino e Ireneo. A partir de ese
momento hubo dos partidos, dos personas en esta gran escuela de la
cristiandad. Las lecciones de Lefevre y el celo de sus discípulos
formaron el contraste más notable con la enseñanza escolástica de la
mayoría de los médicos y la vida irregular y frívola de la mayoría de los
estudiantes. En las universidades, estaban mucho más ocupados en
aprender su papel en las comedias, en disimular y en farsas
parlanchinas, que en estudiar los oráculos de Dios. En estas obras se
atacaba con frecuencia el honor de los grandes, de los príncipes, del
propio rey. El parlamento interfirió en este período; y convocando a los
directores de varios colegios ante ellos, prohibió a esos indulgentes
maestros permitir que tales dramas se representaran en sus casas. 24
Pero una desviación más poderosa que los decretos del parlamento
vino de repente para corregir estos desórdenes. Jesucristo fue
predicado. Grande fue el alboroto en los bancos de la universidad, y los
estudiantes empezaron a ocuparse casi tanto de las doctrinas
evangélicas como de las sutilezas de la escuela o de las comedias.
Muchos de aquellos cuyas vidas eran las menos irreprochables, se
adhirieron sin embargo a la doctrina de las obras; y sintiendo que la
doctrina de la fe condenaba su forma de vida, pretendían que Santiago
se oponía a Pablo. Lefevre, resuelto a defender el tesoro que había
descubierto, mostró el acuerdo de estos dos apóstoles: “¿No declara
Santiago en su primer capítulo que todo don bueno y perfecto
desciende de lo alto? Ahora bien, ¿quién negará que la justificación es
el don bueno y perfecto? ... Si vemos a un hombre moverse, la
respiración que percibimos es para nosotros un signo de vida. Por
tanto, las obras son necesarias, pero solo como signos de una fe viva,
que va acompañada de la justificación. 25 ¿Los colirios o lociones dan
luz al ojo? ... ¡No! es la influencia del sol. Bueno, entonces estas lociones
y estos colirios son nuestros trabajos. El rayo que el sol lanza desde
arriba es la justificación misma ". 26
Farel escuchó atentamente esta enseñanza. Estas palabras de salvación
por gracia tuvieron inmediatamente para él un encanto indescriptible.
Cayó toda objeción: cesó toda lucha . Tan pronto como Lefevre
presentó esta doctrina, Farel la abrazó con todo el ardor de su alma.
Había pasado por suficientes trabajos y conflictos como para ser
consciente de que no podía salvarse a sí mismo. En consecuencia,
inmediatamente vio en la Palabra que Dios salva gratuitamente, creyó.
"Lefevre", dijo, "me liberó de la falsa opinión de los méritos humanos,
y me enseñó que todo venía de la gracia: lo que creí tan pronto como
se habló". 27 Así, por una conversión tan pronta y decisiva como la de
San Pablo, Farel fue llevado a la fe, ese Farel que (como dice Theodore
Beza), sin desanimarse por las dificultades, las amenazas, los abusos o
los golpes, se ganó para Jesucristo Montbelliard , Neufchatel,
Lausanne, Aigle y finalmente Ginebra. 28
Mientras tanto, Lefevre, continuando sus lecciones y deleitándose,
como Lutero, en emplear contrastes y paradojas que contienen
verdades de peso, ensalzaba la grandeza de los misterios de la
redención: "Intercambio inefable", exclamó, "el inocente es condenado
y el criminal pagado; la Bendición es maldita, y el que fue maldito es
bendito; la Vida muere y los muertos viven; la gloria está cubierta de
vergüenza, y el avergonzado está cubierto de gloria ”. 29 El piadoso
doctor, profundizando aún más, reconoció que toda salvación procede
de la soberanía del amor de Dios. “Los que se salvan”, dijo, “son salvos
por elección, por gracia, por la voluntad de Dios, no por la suya propia.
Nuestra propia elección, voluntad y obras no sirven de nada: sólo la
elección de Dios es provechosa. Cuando nos convertimos, no es nuestra
conversión lo que nos convierte en los elegidos de Dios, sino la gracia,
la voluntad y la elección de Dios que nos convierten ". 30
Pero Lefevre no se limitó a las doctrinas solamente: si dio a Dios la
gloria, exigió la obediencia del hombre e instó a las obligaciones que se
derivan de los grandes privilegios del cristiano. "Si eres miembro de la
Iglesia de Cristo, también eres miembro de su cuerpo". s ayuda a él; “Y
si eres miembro del cuerpo de Cristo, estás lleno de la Divinidad;
porque en él habita corporalmente la plenitud de la Deidad. Oh! si los
hombres pudieran entender este privilegio, cuán casta, pura y
santamente vivirían, y considerarían toda la gloria de este mundo
como una vergüenza, en comparación con esa gloria interior que está
oculta a los ojos de la carne ". 31
Lefevre percibió que el oficio de maestro de la Palabra es un puesto
elevado; y lo ejerció con inquebrantable fidelidad. La corrupción de la
época, y particularmente la del clero, excitó su indignación y se
convirtió en objeto de severas reprimendas. “Qué escandaloso”, dijo,
“ver a un obispo pidiendo a la gente que beba con él, apostando,
haciendo sonar los dados, pasando su tiempo con halcones y perros, y
cazando, gritando tras torres y ciervos, y frecuentando casas. de mala
fama! 32 ... ¡Oh hombres que merecen un castigo más severo que el
mismo Sardanapalus! "

Notas finales:
1. Mezer ay, vol. 4: 127.
2. Brant., Dames illustres, pág. 331.
3. Su esposa e hijos llegaron a Ginebra en 1540, después de
su muerte.
4. Homunculi unius neque genere insignis. Bezae Icones.

5. En su Comentario sobre 2 Tesalonicenses 2, se


encontrará un relato curioso de La Meca y su templo, que
le proporcionaron algunos viajeros.
6. Fabro, viro quo vix in multis millibus reperias vel
integriorem vel humaniorem, dice Erasmo. Epp. Pág. 174.
7. Barbariem nobilissimae academiae..incumbentem
detrudi. Beza Icones.
8. Supra modum me amat totus integer et candidus, mecum
cantillat, ludit, disputat, ridet mecum. Zw. Epp. P. 26.
9. Ep. De Farel a tous seigeurs, peuples et pasteurs.
10. Floribus jubebat aMarianum idolum, dum una soli
murmuraremus precede a Marianas ad idolum, ornari.
Farel to Pellican, año 1556.
11. Genev a MS.
12. Ep. De Farel. A tous seigneurs, etc.
13. Quo plus pergere et promovere adnitebar, eo amplius
retrocedebam. Farellus Galeoto, MS. Cartas en Neufchatel.
14. Quae de sanctis conscripta offendebam, verum ex stulto
insanum faciebant. Farellus Galeoto, MS. Letra s en
Neufchatel.
15. Farel. A tous seigneurs, etc.
16. Ibídem.
17. Oculos demittens, visis non credebam. Farellus Natali
Galeoto.
18. Oculos a luce avertebam. Ibídem.
19. A tous seigneurs. - Véase también su carta a Pellican.
Ante annos plus minus quadraginta, me manu
apprehensum ita alloquebatur: "Gulielme, oportet orbem
immutari et tu videbis!"
20. A tous seigneurs, peuples et pasteurs.
21. La primera edición de su Comentario sobre las Epístolas
de San Pablo es, si no me equivoco, la de 1512. Se
conserva una copia en la Bibliotheque Royale de París. La
segunda edición es la que cito. El erudito Simón dice
(Observaciones sobre el Nuevo Testamento) que "James
Lefevre merece ser clasificado entre los comentaristas
más hábiles de la época". Deberíamos darle más elogios
que este.
22. Solus e nim Deus est qui hanc justitiam per fidem tradit,
qui sola gratia ad vitam justificat aeternam. Fabri Comm.
En Epp. Pauli, pág. 70.
23. Illa umbratile vestigium atque signum, haec lux et
veritas est, Fabri Comm. En Epp. Pauli, pág. 70.
24. Crevier, Hist. De l'Universi te, 5:95.

25. Opera signa vivae fidei, quam justificatio sequitur. Fabri


Comm. En Epp. Pauli, pág. 73.
26. Sed radius desuper a sole vibratus, justificatio est. Ibid.
27. Farel. A tous seigneurs.
28. Nullis difficultatibus factus, nullis minis convitiis,
verberibus denique inflictis territus. Bezae Icones.
29. ¡Oh inefabile commercium! .. Fabri Comm. 145, verso.
30. Inefficax est ad hoc ipsum nostra voluntas, nostra
electio: Die autem electio eficacissima et potentissima
est, etc. Ibid. pags. 89, verso.

31. Si de corpore Christi, divinitate repletus es. Ibídem. pags.


176, verso.
32. Et virgunculas gremio tenentem, cum suaviis sermones
miscentem. Ibídem. pags. 208.
LIBRO 12
CAPÍTULO 3

Así enseñó Lefevre. Farel escuchó, temblando de emoción; lo recibió


todo y se precipitó repentinamente al nuevo camino que se abría ante
él. Sin embargo, había un punto de su antigua fe al que todavía no
podía renunciar por completo; esta fue la invocación de los santos. Los
mejores espíritus a menudo tienen estas reliquias de la oscuridad, a las
que se aferran después de su iluminación . Farel se asombró al
escuchar al ilustre doctor declarar que sólo Cristo debía ser invocado.
“La religión tiene un solo fundamento”, dijo Lefevre, “un objeto, una
Cabeza, Jesucristo, bendito para siempre: solo Él ha pisado el lagar. L
et nosotros no, entonces llaman a nosotros mismos después de St.
Pablo, o Apolos, o San Pedro. Solo la cruz de Cristo abre las puertas del
cielo y cierra las puertas del infierno ". Cuando escuchó estas palabras,
se produjo un feroz conflicto en el alma de Farel. Por un lado, veía a la
multitud de santos con la Iglesia; por el otro, Jesucristo a solas con su
maestro. Ahora se inclinó hacia un lado, ahora hacia otro; fue su último
error y su última batalla. Vaciló, todavía se aferró a esos venerables
hombres y mujeres a cuyos pies Roma adora. Por fin, el golpe decisivo
llegó desde arriba. Las escamas cayeron de sus ojos. Jesús solo apareció
como merecedor de su adoración. “Entonces”, dijo, “el papado fue
completamente derrocado; Comencé a odiarlo por ser diabólico, y la
santa Palabra de Dios ocupaba el lugar principal en mi corazón ". 1
Los eventos públicos aceleraron el rumbo de Farel y sus amigos. Tomás
de Vio, quien luego luchó con Lutero en Augsburgo y en Leipsic,
habiendo adelantado en una de sus obras que el Papa era el monarca
absoluto de la Iglesia, Luis XII presentó el libro ante la universidad en
el mes de febrero de 1512. James Allmain , uno de los médicos más
jóvenes, hombre de profundo genio y aplicación infatigable, leyó ante
la facultad de teología una refutación de las aseveraciones del
cardenal, que fue recibida con el mayor aplauso. 2
¡Qué impresión no debieron producir tales discursos en la mente de
los jóvenes discípulos de Lefevre! ¿Podrían dudar cuando la
universidad parecía impaciente bajo el yugo papal? Si el cuerpo
principal estaba en movimiento, ¿no deberían apresurarse como
escaramuzadores y despejar el camino? “Era necesario”, dijo Farel,
“que el papado hubiera ido cayendo poco a poco de mi corazón; porque
no se derrumbó con el primer impacto ". 3 Contempló el abismo de
supersticiones en el que se había hundido. De pie en el borde, volvió a
contemplar su profundidad con ojos ansiosos y retrocedió con una
sensación de terror. "¡Oh! ¡Qué horror siento por mí mismo y por mis
pecados cuando pienso en estas cosas! " exclamó él. 4 “Oh Señor”,
continuó, “ojalá mi alma te hubiera servido con una fe viva, como lo
han hecho tus siervos obedientes; ¡Ojalá te hubiera rezado y honrado
tanto como yo he entregado mi corazón a la misa y sirviendo esa hostia
encantada, dándole todo el honor! " En esos términos el joven delfín
deploró su vida pasada y repitió entre lágrimas, como había hecho
antes San Agustín : “Te he conocido demasiado tarde; ¡demasiado
tarde te he amado!

Farel había encontrado a Jesucristo; y al llegar al puerto, se alegró de


encontrar reposo después de tan terribles tormentas. 5 “Ahora”, dijo,
“todo se me presenta bajo un aspecto nuevo. 6 La Escritura se aclara;
se abre la profecía; los apóstoles arrojaron una luz fuerte sobre mi
alma. 7 Una voz, hasta ahora desconocida, la voz de Cristo, mi Pastor,
mi Maestro, mi Maestro , me habla con poder ”. 8 Fue tan cambiado
que, "en lugar del corazón asesino de un lobo rapaz, regresó", nos dice,
"en silencio, como un cordero manso e inofensivo, con su corazón
completamente apartado del Papa, y entregado a Jesucristo." 9
Habiendo escapado de un mal tan grande, se volvió hacia la Biblia, 10
y comenzó a estudiar griego y hebreo con mucha seriedad. 11 Leía las
Escrituras constantemente, con un afecto cada vez mayor, y Dios lo
iluminaba día a día. Continuó asistiendo a las iglesias del culto
establecido; pero ¿qué encontró allí? voces fuertes, cánticos
interminables y palabras pronunciadas sin comprender. 12 En
consecuencia, cuando se paraba en medio de una multitud que pasaba
cerca de una imagen o de un altar, exclamaba: “¡Solo tú eres Dios!
¡Solo tú eres sabio! solo tu eres bueno! 13 Nada se debe quitar de tu
santa ley, ni añadir nada. Porque solo tú eres el Señor, y solo tú quieres
y debes mandar ”.
Así caían en sus ojos todos los hombres y todos los maestros desde la
altura a la que su imaginación los había elevado, y ahora no veía en el
mundo nada más que a Dios y su Palabra. Los demás médicos de
París, por sus persecuciones a Lefevre, ya habían caído en su estima;
pero poco tiempo después el propio Lefevre, su amado guía, no era
más que un hombre como él. Lo amaba y lo veneraba todavía; pero
solo Dios se convirtió en su amo.

De todos los reformadores, Farel y Lutero son quizás aquellos cuyos


primeros desarrollos espirituales conocemos mejor y que tuvieron que
pasar por las mayores luchas. Rápidos y ardientes, hombres de
conflicto y lucha, pasaron por las pruebas más severas antes de
alcanzar la paz. Farel es el pionero de la Reforma en Francia y Suiza; se
precipita hacia el bosque y corta a los ancianos gigantes del bosque
con su hacha. Después vino Calvino, como Melancthon, de quien se
diferencia de hecho en carácter, pero a quien se parece en su papel de
teólogo y organizador. Estos dos hombres, que tienen algo en común
con los legisladores de la antigüedad, uno en su elegante estilo, el otro
en su estilo severo, edificaron, asentaron y dieron leyes al territorio
conquistado por los dos primeros reformadores. Sin embargo, si
Lutero y Farel se aproximan en algunos de sus rasgos, debemos
reconocer que este último se parece al reformador sajón solo en un
aspecto. Además de su genio superior, Lutero tenía, en todo lo que
concierne a la Iglesia, una moderación y sabiduría, un conocimiento
del pasado, un juicio comprensivo e incluso una facultad organizativa,
que no existía en el mismo grado en el reformador delfino.
Farel no fue el único joven francés en cuya mente se iluminó entonces
la nueva luz. Las doctrinas que salieron de los labios del ilustre médico
de Etaples fermentaron entre la multitud que escuchaba sus
conferencias, y en su escuela se formaban los atrevidos soldados que,
en la hora de la batalla, debían contender hasta al pie del cadalso. .
Escucharon, compararon, discutieron y discutieron con entusiasmo en
ambos lados. Es probable que entre el pequeño número de eruditos
que defendían la verdad se encontraba el joven Peter Robert Olivetan,
nacido en Noyon hacia fines del siglo XV , quien luego tradujo la Biblia
al francés de la versión de Lefevre, y que parece haber sido el primero
llamar la atención de un joven de su familia, también natural de
Noyon, sobre el Evangelio, y que se convirtió en el jefe más ilustre de
la Reforma. 14
Así, en 1512, en un momento en que Lutero no había causado ninguna
impresión en el mundo, y se dirigía a Roma por algún asunto monacal
trivial, en una época en la que Zwingle aún no había comenzado a
dedicarse seriamente a las ganancias sagradas , y estaba cruzando los
Alpes con los confederados para luchar por el Papa, - París y Francia
escuchaban la enseñanza de esas verdades vitales de las que se ordenó
que surgiera la Reforma; y las almas dispuestas a difundirlas las
bebían con santa sed. Por eso, Theodore Beza, hablando de Lefevre, lo
aclama como el hombre "que inició con valentía el renacimiento de la
religión pura de Jesucristo"; 15 y remarca que, “como en la antigüedad
la escuela de Isócrates enviaba a los mejores oradores, así de la sala de
conferencias del doctor de Etaples salieron muchos de los mejores
hombres de la época y de la Iglesia”. dieciséis
La Reforma no fue, por tanto, en Francia una importación extranjera.
Nació del aceite de French ; germinó en París; hizo sus primeros
brotes en la propia universidad, esa segunda autoridad en la
cristiandad romana. Dios plantó las semillas de esta obra en los
corazones sencillos de un Picard y un Dauphinese, antes de que
hubieran comenzado a brotar en cualquier otro país de la tierra. La
Reforma Suiza, como hemos visto, 17 fue independiente de la Reforma
alemana; ya su vez, la Reforma en Francia fue independiente de la de
Suiza y de Alemania. El trabajo se inició al mismo tiempo en diferentes
países, sin ninguna comunicación entre ellos; como en una batalla,
todas las divisiones comienzan a moverse en el mismo momento,
aunque una no le ha dicho a la otra que marche, pero porque una y la
misma orden, procedente de un poder superior, ha sido escuchada por
todos. Había llegado el momento, las naciones estaban preparadas y
Dios estaba en todas partes comenzando el avivamiento de su Iglesia
al mismo tiempo. Tales hechos demuestran que la gran revolución del
siglo XVI fue obra de Dios.
Si nos fijamos únicamente en las fechas, debemos reconocer que ni a
Suiza ni a Alemania pertenece el honor de haber iniciado este trabajo,
aunque, hasta ahora, estos dos países solos lo han disputado. Este
honor pertenece a Francia. Ésta es una verdad, un hecho que estamos
ansiosos por establecer, porque es posible que hasta ahora se haya
pasado por alto. Sin detenernos en la influencia que Lefevre ejerció
directa o indirectamente sobre muchos individuos, y en particular
sobre el mismo Calvino, como conjeturamos, reflexionemos sobre lo
que tuvo en uno solo de sus discípulos, en Farel, y en el enérgico
actividad que este siervo de Dios manifestó para siempre. ¿Podemos,
después de eso, resistir la convicción de que si Zwingle y Lutero nunca
hubieran aparecido, todavía habría habido un movimiento reformador
en Francia? Es imposible, sin duda, calcular cuál podría haber sido su
extensión; incluso debemos reconocer que el informe de lo que estaba
ocurriendo al otro lado del Rin y del Jura animó y aceleró
posteriormente el progreso de los reformadores franceses. Pero fueron
los primeros despertados por la trompeta que sonó desde el cielo en el
siglo XVI, y fueron los primeros a pie y en armas en el campo de
batalla.
Sin embargo, Lutero es la gran obra del siglo XVI y, en el sentido más
amplio, el primer reformador. Lefevre no es tan completo como
Calvino, Farel y Lutero. Es de Wittenberg y Ginebra, pero todavía hay
un matiz de la Sorbona; es el primer católico en el movimiento
reformista y el último de los reformadores en el movimiento católico.
Es hasta el final una especie de intermediario, un mediador no del
todo libre de misterio, destinado a recordarnos la conexión entre las
cosas viejas y las nuevas, que parecían estar separadas para siempre
por un abismo infranqueable. Aunque rechazado y perseguido por
Roma, todavía se aferra a Roma por un delgado hilo que no tiene
deseos de romper. Lefevre de Etaples tiene una posición aparte en la
teología del siglo XVI: es el eslabón que conecta la antigüedad con la
moderna, y el hombre en el que se hace la transición de la teología de
la Edad Media a la teología de la Reforma.

Notas finales:
1. Farel. A tous seigneurs.
2. Crevier, Hist. De l'Universite de Paris, v. 81.
3. Farel. A tous seigneurs.
4. Farel. A tous seigneurs.

5. Animus per varia jactatus, verum nactus portum, suelo


haesit. Farel Galeoto.
6. Jam rerum nova facies. Ibídem.
7. Notoir scriptura, apertiores prophetae, lucidiores
apostoli. Ibídem.

8. Agnita pastoris, magistri, et praeceptoris Christi vox.


Ibídem.
9. Farel. A tous seigneurs.
10. Lego sacra ut causam inveniam. Farel Galeoto.
11. Vida de Farel, Ginebra y Choupard MSS.
12. Clamores multi, cantiones innumerae. Farel Galeoto,
Neufchatel MS.
13. Vere tu solus Deus. Ibídem.
14. Biogr. Univ., Art. Olivetan. Hist. Du Calvinisme de
Maimbourg, pág. 53.

15. Et purioris religionis instaurationem fortiter aggressus.


Beza Icones.
16. Sic ex Stapulensis auditorio praestantissimi vir plurimi
prodierint. Ibídem.
17. Ver vol. 2. P. 257.
LIBRO 12
CAPÍTULO 4
Por tanto, toda la universidad estaba en un estado de inquietud. Pero la
Reforma en Francia no iba a ser obra únicamente de eruditos. Iba a
ocupar su lugar entre los grandes del mundo, e incluso en la corte del
soberano.
El joven Francisco I de Angulema había sucedido a su suegro y primo
en Luis XII. Su belleza y dirección, su coraje y amor por el placer, lo
convirtieron en el primer caballero de su tiempo. Sin embargo,
aspiraba a ser algo más; deseaba ser un gran rey y hasta un buen rey,
siempre que todo se inclinara a su soberano placer . Valor, gusto por
las letras y amor por la galantería son tres términos que expresarán el
carácter de Francisco y el espíritu de su época. Otros dos reyes ilustres,
Enrique IV y especialmente Luis XIV, presentaron las mismas
características en años posteriores. Pero estos príncipes querían lo que
comunica el Evangelio; y aunque siempre ha existido en la nación
elementos de santidad y elevación cristiana, podemos decir que estos
tres grandes monarcas de la Francia moderna han estampado en
alguna medida en sus súbditos la huella de sus propias peculiaridades,
o más bien que ellos mismos fueron los fieles imágenes del carácter de
su gente. Si el Evangelio hubiera entrado en Francia con los más
ilustres de la familia Valois, habría traído a la nación lo que no posee:
una tendencia espiritual, una santidad cristiana, un conocimiento de
las cosas divinas, y así lo habría perfeccionado en lo que constituía la
verdadera fuerza y grandeza de un pueblo.

Fue en el reinado de Francisco I cuando Francia y Europa pasaron de


la Edad Media a los tiempos modernos. El nuevo mundo, que entonces
estaba en brote, creció y entró en posesión. Dos clases de hombres
impusieron su influencia en el nuevo estado de la sociedad. Por un lado
estaban los hombres de fe, también hombres de sabiduría y santidad ;
ya su lado estaban los escritores cortesanos , amigos del mundo y del
vicio, que por la libertad de sus principios contribuyeron tanto a la
depravación de la moral como los primeros a su reforma.
Si la Europa de los días de Francisco I no hubiera sido testigo del
surgimiento de los reformadores, y el severo juicio de la Providencia
me hubiera entregado a los innovadores incrédulos, su destino y el del
cristianismo se habría decidido. El peligro era grande. Durante algún
tiempo, estas dos clases de combatientes, los antagonistas del Papa y
los oponentes del Evangelio, se mezclaron; y como ambos reclamaban
la libertad, parecían emplear las mismas armas contra los mismos
enemigos. Un ojo inexperto no podría distinguirlos entre el polvo y las
nubes del campo de batalla. Si los primeros se hubieran dejado llevar
por los segundos, todo se habría perdido. Los enemigos de la jerarquía
pasaban rápidamente a los extremos de la impiedad y empujaban a la
sociedad cristiana a un abismo espantoso; la paz misma estaba
contribuyendo a esta terrible catástrofe y acelerando con su ambición
y sus desórdenes la destrucción de los restos de verdad y vida que aún
subsisten en la Iglesia. Pero Dios levantó la Reforma y el cristianismo
se salvó. Los reformadores que habían gritado libertad, pronto
pidieron obediencia. Los mismos hombres que habían derribado el
trono de donde el pontífice romano emitió sus oráculos, cayeron
postrados ante la Palabra de Dios. Entonces se produjo una separación
clara y definitiva; más aún, los dos cuerpos en guerra entre sí. Una de
las partes había deseado la libertad solo para ellos, las otras la habían
reclamado por la Palabra de Dios. La Reforma se convirtió en el
enemigo más formidable de esa incredulidad hacia la que Roma es a
menudo tan indulgente. Una espués de la restauración de la libertad de
la Iglesia, los reformadores restauró la religión para el mundo. De estos
dos dones, el último era el más necesario.

Los amigos de la infidelidad esperaron, por un tiempo, contar entre


ellos a Margarita de Valois, duquesa de Alencon, a quien Francisco
amaba tiernamente, y siempre llamó “sa mignonne”, su amada, como
sabemos de Brantome. 1 Los mismos gustos, los mismos
conocimientos, distinguían tanto al hermano como a la hermana.
Poseyendo, como Francis, una persona guapa, Marg se combina con
esas cualidades eminentes que hacen grandes personajes esas virtudes
más suaves que se ganan los afectos. En el mundo, en los alegres
entretenimientos de la corte del rey y del emperador, brillaba como
una reina, encantadora, sorprendente y cautivando todos los
corazones. Apasionadamente aficionada a las letras y dotada de un raro
genio, se retiraba a su armario y allí se entregaba a los dulces placeres
del pensamiento, el estudio y el aprendizaje. Pero su pasión dominante
era hacer el bien y prevenir el mal. Cuando el rey recibió a las
embajadoras , fueron a presentar sus respetos a Margarita. "Estaban
enormemente encantados con ella", dice Brantome, "e hicieron un
informe entusiasta de ella a sus propios compatriotas". Y el rey a
menudo le refería asuntos de importancia , "dejándolos únicamente a
su decisión". 2
Esta célebre princesa se distinguió por el rigor de su moral; pero si bien
muchos se limitan a los labios y son laxos en su comportamiento,
Margaret hizo lo contrario. De conducta irreprochable, no estaba del
todo libre de censura en sus escritos. En lugar de sorprendernos por
esto, podríamos más bien sorprendernos de que una mujer tan
disoluta como Luisa de Saboya tenga una hija tan pura como
Margaret. Mientras visitaba diferentes partes del país con la corte, se
divertía describiendo los modales de la época y, en particular, los
desórdenes de los sacerdotes y monjes. “La he escuchado”, dice
Brantome, “así narrar cuentos a mi abuela, que siempre la
acompañaba en su camada, como dama de honor, y que se encargaba
de su tintero”. 3
Esta Margaret, tan hermosa, tan llena de ingenio y que vivía en la
atmósfera de una corte corrupta, fue una de las primeras en dejarse
llevar por el movimiento religioso que entonces comenzaba en
Francia. Pero, ¿cómo pudo llegar la Reforma a la duquesa de Alencon
en medio de una corte tan profana y de los relatos licenciosos que la
divertían? Su alma elevada sentía deseos que sólo el Evangelio podía
satisfacer; la gracia obra en todas partes; y el cristianismo, que incluso
antes de que un apóstol hubiera aparecido en Roma ya contaba con
seguidores en la casa de Narciso y en la corte de Nerón, 4 penetró
rápidamente, en el período de su renovación , en la corte de Francisco
I. y los nobles señores se dirigieron a la princesa en el lenguaje de la fe;
y ese sol, que luego se elevaba sobre Francia, derramaba sus primeros
rayos sobre una cabeza ilustre, por lo que se reflejaban
inmediatamente en el Duque de Alencon.
Entre los nobles más distinguidos de la corte se encontraba Guillermo
de Montbrun, hijo del cardenal Briconnet de St. Malo, que había
entrado en la iglesia tras el fallecimiento de su esposa. El conde
Guillermo, aficionado al estudio, tomó las órdenes sagradas y se
convirtió sucesivamente en obispo de Lodeve y de Meaux. Siendo
embajador dos veces enviado a Roma, regresó a París, sin dejarse
seducir por los halagos y pompas de León X.
En el período de su regreso a Francia, la savia comenzaba a moverse
por todas partes. Farel, entonces maestro de artes, estaba dando una
conferencia en el célebre colegio del Cardenal Lemoine, uno de los
cuatro colegios principales de la facultad teológica de París, igual en
rango a la Sorbona. Dos compatriotas de Lefevre, Arnaud y Gerard
Roussel, entre varios otros, aumentaron el círculo de mentes liberales
y generosas. Briconnet, recién llegado de los alegres entretenimientos y
festividades de Roma, estaba asombrado por lo que había ocurrido en
París durante su ausencia. Sediento de la verdad, renovó sus antiguas
relaciones con Lefevre y pasó muchas horas preciosas con el médico de
la Sorbona, con Farel, los dos Roussels y sus amigos. 5 Este prelado
ilustre pero humilde estaba dispuesto a ser instruido por los cristianos
más humildes, pero en particular por el Señor mismo. "Estoy en
tinieblas", dijo, "esperando la gracia de la benevolencia divina, de la
cual soy exiliado por mis deméritos". Su mente estaba deslumbrada,
por así decirlo, por la brillantez del Evangelio. Sus párpados cayeron
ante su inigualable brillo. "Los ojos de todos los hombres", agregó, "son
insuficientes para recibir toda la luz de esta gran luminaria". 6
Lefevre había recomendado al obispo a la Biblia; lo había señalado
como la pista que siempre lleva a los hombres a la verdad primitiva del
cristianismo, a lo que era cuando las escuelas, sectas, ordenanzas y
tradiciones eran desconocidas, y como el medio poderoso por el cual la
religión de Jesucristo esta reformado. Briconnet leyó la Biblia. “Tal es la
dulzura de este divino alimento”, dijo, “que vuelve insaciable la mente;
cuanto más lo probamos, más lo anhelamos ". 7 La simple y poderosa
verdad de la salvación le encantó: encontró a Cristo, encontró a Dios
mismo. “¿Qué vasija”, dijo, “es capaz de recibir la plenitud
extraordinaria de esta dulzura inagotable? Pero la vivienda se extiende
a nuestro deseo de agasajar al buen huésped. La fe es el intendente que
es el único que puede encontrarle lugar o, más verdaderamente, quien
nos hace habitar en él ". Pero al mismo tiempo, el buen obispo, afligido
al ver esta doctrina de la vida, que la Reforma devolvió al mundo, tenía
tan poca estima en la corte, en la ciudad y entre la gente, exclamó:
“¡Oh, singular y digna! innovación y, sin embargo, para mis
semejantes es más inaceptable ".
Es así como las opiniones evangélicas se abrieron paso en medio de la
corte frívola, disoluta y literaria de Francisco I. Muchos de los
hombres que la compusieron, y que gozaron de la total confianza del
rey, como John du Bellay, Budaeus, Cop, el médico de la corte, e
incluso Petit el confesor del rey, parecían dispuestos favorablemente
hacia los sentimientos de Briconnet y Lefevre. Francisco, que amaba
aprender, que invitaba a sus estados a hombres doctos inclinados al
luteranismo, y que pensaba (como dice Erasmo) “de esta manera
adornar e ilustrar su época de una manera más magnífica de lo que
podría haberlo hecho con trofeos, pirámides , o por las estructuras
más pomposas ”, se dejó llevar por su hermana, por Briconnet y por
los literatos de su corte y universidades. A menudo estaba presente en
la discusión de los eruditos, escuchando con deleite su conversación en
la mesa y llamándolos "sus hijos". Él preparó el camino para la Palabra
de Dios al fundar cátedras de hebreo y griego. Y de ahí que Theodore
Beza, al colocar su retrato a la cabeza de los reformadores, diga:
“¡Piadoso espectador! ¡No te estremezcas al ver a este adversario! ¿No
debería tener parte en este honor, quien expulsó la barbarie del
mundo, y con mano firme sustituyó en su lugar tres idiomas y un
conocimiento sólido, para ser, por así decirlo, los portales del nuevo
edificio que pronto se erigiría? ? " 8
Pero en la corte de Francisco I había un alma en particular, que
parecía preparada para recibir la influencia evangélica del doctor de
Etaples y del obispo de Meaux. Margaret, aunque vacilante y vacilante,
en medio de la sociedad depravada que la rodeaba, buscó apoyo y lo
encontró en el Evangelio. Se volvió hacia este aliento fresco que
reanimaba el mundo y lo inhaló con deleite como una emanación del
cielo. De algunas de las damas de su corte se enteró de lo que
enseñaban los nuevos médicos; le prestaron sus escritos, sus libritos,
llamados en el idioma de la época, "tratados"; y le habló de la "Iglesia
primitiva, de la pura Palabra de Dios, de la adoración en espíritu y en
verdad, de la libertad cristiana que sacude el yugo de la superstición y
las tradiciones de los hombres para unirlos más a Dios solo". 9 Poco
tiempo después, esta princesa conversó con Lefevre, Farel y Roussel;
su celo, su piedad, su pureza de moral, todo en ellos golpeó su
imaginación; pero fue el obispo de Meaux en particular, que había
disfrutado de su amistad durante mucho tiempo, quien se convirtió en
su guía en el camino de la fe.
Así, en medio de la brillante corte de Francisco I y de la derrochadora
casa de Luisa de Saboya, se realizó una de esas conversiones del
corazón que, aunque no del todo evangélicas, no son fruto de una
mera religión estética. Margaret registró posteriormente en sus
poemas los diferentes movimientos de su alma en este importante
período de su vida; y en ellos podemos trazar el camino que ella
entonces recorrió. Descubrimos que el sentimiento del pecado se había
apoderado de ella y que lloró por la frivolidad con la que había tratado
los escándalos del mundo . Ella exclamo:
¿Hay un abismo de mal, tan profundo y ancho
que pueda bastar pero una décima parte para esconder
mis viles pecados?

Esta corrupción, de la que había ignorado durante tanto tiempo, la


descubrió en todas partes, ahora que tenía los ojos abiertos.
Bien siento que dentro de mí está la raíz,
Sin rama y follaje, flor y fruto. 10
Sin embargo, en medio de la alarma provocada por el estado de su
alma, sintió que se le había aparecido un Dios de paz:
Dios mío, has venido a la tierra a mí,
a mí, aunque soy un gusano desnudo. 11
Y en poco tiempo un sentido del amor de Dios en Cristo se derramó en
su corazón.

Margaret había encontrado fe y su alma extasiada se entregó a


transportes santos. 12
Verbo Divino, Jesús el Salvador,
Hijo Único del Padre eterno,
El primero, el último; de todas las cosas renovador,
obispo y rey, y poderoso triunfador, de
muerte por muerte nuestro libertador.
Por la fe somos hechos hijos del Creador.
A partir de este momento se produjo un gran cambio en la duquesa de
Alencon:
Aunque pobre y débil, e ignorante que sea
¿Cómo r ich, lo fuerte, lo inteligente que soy en Ti! 13
Pero el poder del pecado aún no estaba dominado en ella. Encontró
una lucha, una discordia en su alma que la alarmó: 14
En espíritu noble, pero en naturaleza esclavo;
Inmortal soy yo, cuidando la tumba;
Esencia del cielo y, sin embargo, de nacimiento terrenal;
La morada de Dios y, sin embargo, qué poco valor.

Margaret, buscando en la naturaleza los símbolos que pudieran


expresar los deseos y los afectos de su alma, eligió para su emblema
(dice Brantome) la caléndula, “que por sus rayos y hojas, tiene más
afinidad con el sol, y se vuelve adonde va . " 15 - Ella agregó este
dispositivo: -
Non inferiora secutus,
no busco cosas de abajo,
“Como señal”, agrega el escritor cortés, “de que ella dirigió todas sus
acciones, pensamientos, deseos y afectos hacia ese gran sol que es
Dios; y por tanto se sospechaba que estaba apegada a la religión
luterana ". dieciséis
De hecho, la princesa experimentó, no mucho después, la verdad del
dicho, que todos los que vivan piadosamente en Jesucristo sufrirán
persecución. En la corte hablaron de las nuevas opiniones de Margaret
y la sorpresa fue grande. ¡Qué! ¡hasta la hermana del rey participa con
este pueblo! Por un momento se podría haber pensado que la ruina de
Margaret era segura. Fue denunciada ante Francisco I. Pero el rey, que
se sentía tiernamente unido a su hermana, fingió pensar que no era
cierto. Mar carácter de Garet disminuye gradualmente la oposición.
Todos la amaban, dice Brantome: “era muy amable, apacible, amable,
caritativa, afable, una gran dadora de limosnas, no despreciaba a nadie
y se ganaba todos los corazones con sus excelentes cualidades”. 17
En medio de la corrupción y frivolidad de esa época, la mente reposa
con deleite en esta alma elegida, a la que la gracia de Dios se había
apoderado de tal carga de vanidades y grandeza. Pero su carácter
femenino la detuvo. Si Francis I hubiera sentido las convicciones de su
hermana, sin duda las habría seguido. El tímido corazón de la princesa
tembló ante la ira del rey. Constantemente dudaba entre su hermano y
su Salvador, y tampoco podía decidir sacrificarse. W e no puede
reconocerla como un cristiano que ha alcanzado la perfecta libertad de
los hijos de Dios: es un tipo correcto de esas almas elevadas, tan
numerosos en todas las edades, especialmente entre las mujeres, que,
fuertemente atraído hacia el cielo, no tiene sufficie n fuerza para
desprenderse por completo de la tierra.
Sin embargo, tal como es, es un personaje agradable en el escenario de
la historia. Ni Alemania ni Inglaterra presentan su paralelo. Es una
estrella, sin duda un poco nublada, pero con un resplandor
indescriptible y suave, y en el momento que estoy tratando sus rayos
brillaron aún más. No será hasta años posteriores, cuando las miradas
airadas de Francisco I denuncian un odio mortal contra la Reforma,
que su hermana asustada ocultará su santa fe de la luz del día. Pero
ahora ella levanta la cabeza en medio de esta corte corrupta y aparece
como una esposa de Cristo. El respeto que se le ha brindado, la alta
opinión que se tiene de su entendimiento y de su corazón, abogan por
la causa del Evangelio en la corte de Francia mucho mejor de lo que
podría haberlo hecho cualquier predicador. La suave influencia de la
mujer ganó la admisión de la nueva doctrina. Es quizás a este período
en el que deberíamos rastrear la inclinación de la nobleza francesa a
abrazar el protestantismo. Si Francisco hubiera seguido a su hermana,
si toda la nación hubiera abierto sus puertas al cristianismo, la
conversión de Margaret podría haber sido la salvación de Francia. Pero
mientras los nobles acogieron el Evangelio, el rey y el pueblo
permanecieron fieles a Roma; y llegó un momento en que fue motivo
de grave desdicha para la Reforma contar entre sus filas a un Navarra
y un Conde.

Notas finales:
1. Vie des Dames illustres, pág. 333. La Haye, 1740.
2. Vie des Dames illustres, pág. 337.
3. Ibídem. pags. 346.
4. Romanos 16:11; Filipenses 4:22.
5. Histoire de la Revocat. De l'edit. De Nantes, 1: 7.
Maimbourg, Hist. Du Calv. P. 12.
6. Este pasaje está tomado de un manuscrito de la
Bibliotheque Royale de París, titulado Lettres de
Marguerite, reine de Navarre, y marcado SF 337. Tendré
frecuentes ocasiones para citar el manuscrito, que tuve
grandes dificultades para descifrar.
7. Ibídem.
8. Neque rex potentissimi pudeat..quasi atrienses hujus
aedis futuras. Bezae Icones. - Disputationibus eorum ipse
interfuit. Flor. Raemundi Hist. De ortu haeresum, 7: 2.
9. Ma imbourg, Hist. Du Calvinisme, pág. 17.
10. Marguerites de la Marguerite des princesses. Lyon. 1547,
tomo 1. Miroir de l'ame pecheresse, p. 15. La copia que he
utilizado parece haber pertenecido a la propia reina de
Navarra, y se dice que algunas notas que contiene están
escritas por ella misma. Ahora está en posesión de un
amigo del autor.
11. Ibídem. págs. 18, 19.
12. Marguerites, etc. Discord de l'esprit et de la chair, p. 73.
(El traductor se ha esforzado por preservar la
singularidad del original, tanto en rima como en ritmo).
13. Ibídem. Miroir de l'ame, pág. 22.
14. Ibídem. Discord de l'esprit, pág. 71.
15. Vie des Femmes illustres, pág. 33.
16. Vie des Femmes illustres, pág. 33.
17. Ibídem. pags. 341.
LIBRO 12
CAPÍTULO 5

Así el Evangelio ya había hecho ilustres conquistas en Francia. Lefevre,


Briconnet, Farel y Margaret cedieron alegremente en París al
movimiento que ya empezaba a sacudir al mundo. El mismo Francisco
I parecía entonces más atraído por el esplendor de la literatura que
repelido por la severidad del Evangelio. Los amigos de la Palabra de
Dios abrigaban las más gratas expectativas; pensaban que la doctrina
celestial se difundiría sin obstáculos sobre su país, en el mismo
momento en que se organizaba una formidable oposición en la corte y
en la Sorbona. Francia, que se destacaría entre los estados católico-
romanos durante casi tres siglos por sus persecuciones, se levantó con
despiadada severidad contra la Reforma. Si el siglo XVII fue la época
de una victoria sangrienta, el siglo XVI fue la de una lucha cruel.
Probablemente en ningún lugar los cristianos reformados se
encontraron con adversarios más despiadados en el mismo lugar
donde elevaron el estandarte del Evangelio. En Alemania, fue en los
estados romanos donde se encontraron sus enemigos; en Suiza, en los
cantones romanos; pero en Francia, fue cara a cara. Una mujer disoluta
y un ministro rapaz encabezaban entonces la larga lista de enemigos
de la Reforma.
Luisa de Saboya, madre del rey y de Margarita, célebre por su
galantería, absoluta en su voluntad, y rodeada de una hilera de damas
de honor cuyo libertinaje inició en la corte de Francia una larga serie
de inmoralidades y escándalos, naturalmente participó contra la
Palabra de Dios; ella era más temible, ya que siempre había conservado
una influencia casi ilimitada sobre su hijo. Pero el Evangelio se
encontró con un adversario aún más formidable en el favorito de
Louisa, Anthony Duprat, quien fue nombrado canciller del reino por
su influencia. Este hombre, a quien un historiador contemporáneo
llama el más vicioso de todos los bípedos, 1 era más rapaz que Louisa
era disoluto. Ha Ving primera enriqueció a expensas de la justicia, que
deseaba posteriormente para aumentar su riqueza a costa de la
religión, y entró en las órdenes sagradas para ganar la posesión de las
vivencias más ricas.
La lujuria y la avaricia caracterizaron así a estas dos personas, quienes,
siendo ambas devotas del Papa, se esforzaron por ocultar los
desórdenes de sus vidas con la sangre de los herejes. 2
Uno de sus actos fue entregar el reino al dominio eclesiástico del Papa.
El rey, después de la batalla de Marignan, se encontró con León X en
Bolonia, y allí se selló el famoso concordato, en virtud del cual estos
dos príncipes se repartieron el botín de la Iglesia entre ellos. Anularon
la supremacía de los concilios para dársela al Papa; y privando a la
iglesia de su derecho a llenar los obispados y viviendas vacantes, se lo
confirió al rey. Después de esto, Francisco I, apoyando el tren del
pontífice, se dirigió a la iglesia del ministro de Bolonia para ratificar
esta negociación. Era consciente de la injusticia del concordato y,
volviéndose hacia Duprat, le susurró al oído: "Es suficiente para
condenarnos a los dos". 3 Pero, ¿qué fue para él la salvación? El dinero
y la alianza del Papa eran lo que quería.

El parlamento se resistió enérgicamente al concordato. El rey hizo que


sus diputados esperaran varias semanas en Amboise, y luego,
llamándolos ante él un día, mientras se levantaba de la mesa, dijo:
“Hay un rey en Francia, y no permitiré que se forme un senado
veneciano en mis dominios. . " Luego les ordenó que se fueran antes
del atardecer. La libertad evangélica no tenía nada que esperar de un
príncipe así. Tres días después, el gran chambelán La Tremouille
apareció en el parlamento y ordenó que se registrara el concordato.
Ante esto, la universidad se puso en marcha. El 18 de marzo de 1518,
una procesión solemne, en la que estaban presentes todos los
estudiantes y los solteros con sus capuchas, se dirigió a la iglesia de
Santa Catalina de los Eruditos, para implorar a Dios que preserve las
libertades de la Iglesia y de la Iglesia. Reino. 4 “Se cerraron los
colegios, cuerpos fuertes de los estudiantes recorrieron la ciudad
armados, amenazando y en ocasiones maltratando a los exaltados
personajes que publicaban y cumplían dicho concordato por orden del
rey”. 5 La universidad finalmente toleró la ejecución de este edicto;
pero sin revocar las resoluciones a las que se había pronunciado en
contra; ya partir de ese momento, dice el embajador veneciano
Correro, “el rey comenzó a regalar los obispados con mano liberal a
solicitud de las damas de la corte, ya otorgar abadías a sus soldados; de
modo que en la corte de Francia se realizaba un comercio de obispados
y abadías, como en Venecia, de pimienta y canela ”. 6
Mientras Louisa y Du prat se preparaban para destruir el Evangelio
mediante la destrucción de las libertades de la Iglesia galicana, se
estaba formando un partido fanático y poderoso contra la Biblia. La
verdad cristiana siempre ha tenido que encontrar dos poderosos
adversarios, la depravación del mundo y el fanatismo de los
sacerdotes. La escolástica de la Sorbona y una corte derrochadora
debían marchar ahora de la mano contra los confesores de Jesucristo.
En los primeros días de la Iglesia, los saduceos incrédulos y los
fariseos hipócritas eran los enemigos más feroces del cristianismo; y
así han permanecido a través de todas las épocas. Poco tiempo después
de la oscuridad de las escuelas surgieron los adversarios más
despiadados del Evangelio. A la cabeza estaba Noel Bedier,
comúnmente llamado Beda, natural de Picardía y síndico de la
Sorbona, reputado por ser el más alborotador y el espíritu más
conflictivo de su época. Educado en las áridas máximas de la
escolástica, madurado en las tesis y antítesis de la Sorbona, teniendo
mayor veneración por las distinciones de la escuela que por la Palabra
de Dios, se transportó de rabia contra aquellos cuya atrevida boca se
atrevía a exponer. otras doctrinas. De carácter inquieto, incapaz de
disfrutar del reposo, siempre requiriendo nuevas actividades, era un
tormento para todos los que lo rodeaban; la confusión era su elemento
nativo; parecía nacido para la contención; y cuando no tuvo
adversarios, cayó en desgracia con sus amigos. Este impetuoso
charlatán llenó la universidad de estúpidas y violentas declaraciones
contra la literatura, contra las innovaciones de la época y contra todos
aquellos que, en su opinión, no fueron lo suficientemente serios en
reprimirlas. Muchos sonrieron al escucharlo, pero otros dieron crédito
a las invectivas del orador fanfarrón, y la violencia de su carácter le
aseguró un dominio tiránico en la Sorbona. Siempre debe tener algún
nuevo enemigo contra el que luchar, alguna víctima a la que arrastrar
hasta el cadalso; y en consecuencia, había creado herejes antes de que
existieran, y había pedido la quema de Merlín, vicario general de París,
por haberse esforzado por justificar a Orígenes. Pero cuando vio
aparecer a los nuevos médicos, saltó como una fiera que de repente
percibe una presa fácil a su alcance. "Hay tres mil monjes en una
Beda", dijo el cauteloso Erasmo. 7
Sin embargo, estos excesos perjudicaron su causa. "¡Qué!" dijeron los
hombres más sabios de la época, “¿descansa la Iglesia Romana sobre
los hombros de un Atlas como este? 8 ¿De dónde viene todo este
disturbio, excepto de los absurdos del propio Bed a?
En efecto, las mismas invectivas que asustaban a las mentes débiles,
disgustaban a los espíritus más generosos. En la corte de Francisco yo
era un señor de Artois, llamado Louis de Berquin, que entonces tenía
unos treinta años y nunca se casó. La pureza de su vida, 9 su profundo
conocimiento, que le valió el título de “el más sabio de los nobles” 10,
la franqueza de su disposición, su tierno cuidado por los pobres y su
ilimitado apego a sus amigos, lo distinguieron. por encima de sus
iguales. 11 No hubo un observador más devoto de las ceremonias de la
Iglesia, ayunos, fiestas y misas; 12 y tuvo con el mayor horror todo lo
que se denominó herético. Fue motivo de asombro presenciar tanta
devoción en la corte.
Parecía como si nada pudiera hacer que un hombre así se inclinara al
lado de la Reforma; Sin embargo, había una de dos características en
su carácter que podrían llevarlo al Evangelio. Aborrecía todo tipo de
disimulo y, como nunca quiso herir a nadie, no podía soportar ver
heridos a otros. La tiranía de Beda y otros fanáticos, sus riñas y
persecuciones, llenaron de indignación su generosa alma ; y como
nunca hacía las cosas a medias, estaba acostumbrado dondequiera que
iba, en la ciudad o en la corte, "incluso entre los personajes más altos
del reino", 13 a arremeter con la mayor vehemencia contra la tiranía de
estos médicos, y Atacan, "en sus propios nidos", dice Theodore Beza,
"esos odiosos avispones que eran entonces el terror del mundo". 14
No se detuvo aquí: la oposición a la injusticia llevó a Berquin a
investigar la verdad. Deseaba conocer esa Sagrada Escritura, tan
querida por los hombres contra quienes se enfurecían Beda y sus
criaturas; y apenas había comenzado a leer el libro, cuando se ganó su
corazón. Berquin se unió de inmediato a Margaret, Lefevre, Briconnet
y todos los que amaban la Palabra, y en su sociedad saborearon las
alegrías más puras. Sintió que tenía algo más que hacer además de
oponerse a la Sorbona, y le hubiera encantado comunicar las
convicciones de su alma a toda Francia. Inmediatamente comenzó a
escribir y traducir varios libros cristianos al francés. Le parecía que
todo hombre debería reconocer y abrazar la verdad tan pronto como lo
había hecho él mismo. Esa impetuosidad que Beda había ejercido al
servicio de la tradición humana, Berquin la empleó al servicio de la
Palabra de Dios. Aunque más joven que el síndico de la Sorbona,
menos prudente y menos hábil, tenía a su favor el noble entusiasmo de
la verdad. Eran dos luchadores fuertes a punto de probar cuál debería
tirar al otro. Pero Berquin tenía otro objetivo en vista que un triunfo
sobre Beda: habría deseado derramar ríos de verdad sobre todos sus
compatriotas. Y de ahí que Theodore Beza dice que Francia podría
haber encontrado un segundo Lutero en Berquin, si hubiera
encontrado un segundo elector en Francisco I. 15
Numerosos obstáculos estaban destinados a obstaculizar sus
esfuerzos. El fanatismo encuentra discípulos en todas partes; es un
fuego que se extiende lejos y cerca. Los monjes y sacerdotes ignorantes
participaron con el síndico de la Sorbona. Un espíritu de partido
invadió toda la tropa , que estaba gobernada por unos pocos líderes
intrigantes y fanáticos, que sabiamente se aprovecharon de la
insignificancia o vanidad de sus colegas para contagiarlos con sus
propios prejuicios. En todas sus reuniones estos jefes eran los únicos
oradores: dominaban a su partido con su violencia y reducían al
silencio a los moderados y débiles de mente. Apenas habían hecho
ninguna propuesta, antes de que estos cabecillas exclamaran: "Pronto
veremos ahora quiénes son de la facción luterana". 16 Si alguien
expresó un sentimiento razonable, un estremecimiento cayó sobre
Beda, Lecouturier, Duchesne y toda la banda; y todos gritaron a la vez:
"Es peor que Lutero". Esta maniobra tuvo éxito; las mentes tímidas que
prefieren la paz a la disputa , las que están dispuestas a renunciar a sus
propias opiniones en beneficio propio, las que no comprenden las
preguntas más simples y, por último, las que siempre se dejan llevar
por el clamor de los demás, - todos se convirtieron en los reclutas
voluntarios de Beda y sus satélites. Algunos callaron, otros gritaron,
todos sometidos a esa influencia que una mente orgullosa y tiránica
ejerce sobre las almas vulgares. Tal era el estado de esta asociación,
que se consideraba tan venerable, y que era en ese momento el
enemigo más violento del cristianismo evangélico. A menudo bastaría
con echar un vistazo a los cuerpos más famosos para estimar en su
justo valor la guerra que libran contra la verdad.
Así, la universidad que, bajo Luis XII, había aplaudido las aspiraciones
de Allmain a la independencia, se hundió abruptamente una vez más,
bajo Duprat y Luisa de Saboya, en el fanatismo y el servilismo. Si
exceptuamos a los jansenistas y algunos otros médicos, nunca ha
existido una independencia noble y real entre el clero galicano. Ellos h
ave nunca se hace más que oscilan entre el servilismo a la corte y el
servilismo al papa. Si bajo Luis XII o Luis XIV tenían alguna apariencia
de libertad, era porque su maestro en París estaba en conflicto con su
maestro en Roma. Y así tenemos una explicación del cambio que
hemos señalado.
La universidad y los obispos olvidaron sus derechos y deberes tan
pronto como el rey dejó de ordenar su observancia.
Durante mucho tiempo, Beda había estado indignado contra Lefevre; el
renombre de las conferencias del doctor Picard irritaba a su
compatriota y agitaba su orgullo; con gusto lo habría silenciado. Una
vez que Beda ya había atacado al doctor de Etaples, y aún poco capaz
de distinguir las doctrinas evangélicas, había atacado a su colega en un
punto que, por extraño que parezca, estaba a punto de enviar a Lefevre
al cadalso. 17 Este médico había afirmado que María, hermana de
Lázaro, María Magdalena y la “mujer pecadora”, de la que habla San
Lucas en el séptimo capítulo de su Evangelio, eran tres personas
distintas. Los padres griegos los habían distinguido: los padres latinos
los habían confundido juntos. Esta terrible herejía de las tres
Magdalenas puso en movimiento a Beda ya todo su ejército; La
cristiandad se despertó; Fisher , obispo de Rochester, uno de los
prelados más distinguidos de la época, escribió contra Lefevre, y toda
la Iglesia se declaró entonces en contra de una opinión ahora admitida
por todos los católicos romanos. Ya Lefevre, condenado por la Sorbona,
fue procesado por el parlamento como hereje, cuando Francisco I,
complacido por la oportunidad de asestar un golpe a la Sorbona y
humillar a los monjes, lo rescató de las manos de sus perseguidores.
Beda, enfurecido al ver a su víctima arrebatada de sus manos, decidió
apuntar mejor en otro momento. El nombre de Lutero comenzaba a
oírse en Francia. El reformador, después de la disputa con el Dr. Eck
en Leipsic, había aceptado reconocer a las universidades de Erfurth y
París como sus jueces. El celo mostrado por esta última universidad
contra el concordato, sin duda lo llevó a esperar que encontraría jueces
imparciales en sus miembros. Pero los tiempos cambiaron, y cuanto
más decidida se había opuesto la facultad teológica a las invasiones de
Roma, más se empeñaba en mostrar su ortodoxia. En consecuencia,
Beda lo encontró bastante dispuesto a entrar en sus opiniones.
El 20 de enero de 1520, el tesorero de la nación francesa 18 compró
veinte ejemplares de la conferencia entre Lutero y Eck para
distribuirlos entre los miembros de la comisión que debían hacer un
informe sobre el asunto. Se empleó más de un año en esta
investigación. La Reforma alemana estaba comenzando a crear una
fuerte sensación en Francia. Las universidades, entonces instituciones
verdaderamente católicas , a las que acudían estudiantes de todos los
países de la cristiandad, llevaron a Alemania, Francia, Suiza e
Inglaterra a una relación más estrecha y rápida entre sí, en cuanto a
teología y filosofía, que a las de la En la actualidad. Los informes que
prevalecieron en París sobre el éxito de Lutero fortalecieron las manos
de hombres como Lefevre, Briconnet y Farel. Cada una de sus victorias
aumentó su valor. Muchos de los médicos de la Sorbona quedaron
impresionados por las admirables verdades que encontraron en los
escritos del monje de Wittenberg. Ya había habido muchas confesiones
audaces; pero también hubo una terrible resistencia. "Toda Europa",
dice Crevier, "estaba esperando la decisión de la universidad de París".
El concurso parecía dudoso. Por fin, Beda prevaleció; y en abril de 1521,
la universidad decretó que las obras de Lutero debían quemarse
públicamente, y el autor se vio obligado a retractarse.
Esto no fue suficiente. De hecho, los discípulos de Lutero habían
cruzado el Rin con mayor rapidez incluso que sus escritos. “En poco
tiempo”, dice el jesuita Maimbourg, “la universidad se llenó de
extranjeros que, por saber un poco de hebreo y más de griego,
adquirieron fama, se insinuaron en las casas de personas de calidad y
reclamaron un libertad insolente de interpretar la Biblia ". 19 La
facultad, por lo tanto, nombró una delegación para presentar sus
protestas al rey.
Francisco I, poco preocupado por las disputas de los teólogos,
continuaba su carrera de placer; y pasando de castillo en castillo, con
sus caballeros y damas componiendo la corte de su madre y su
hermana, se entregó a toda suerte de desorden, lejos de la molesta
observación de los ciudadanos de la capital. Así hizo sus progresos a
través de Bretaña, Anjou, Gui enne, Angoumois y Poitou, llevando la
misma vida suntuosa en pueblos y bosques, como si hubiera estado en
París en su palacio de Tournelles. Fue una ronda de torneos, fingidas
peleas, mascaradas, entretenimientos costosos y banquetes, que ni
siquiera los de Lucullus (como dice Brantome) pudieron igualar. 20

Por un momento, sin embargo, interrumpió el curso de sus placeres


para recibir a los graves diputados de la Sorbona; pero sólo vio a
hombres de conocimiento en aquellos a quienes la facultad señaló
como herejes. ¿Podría un príncipe que se jactaba de haber puesto a los
reyes de Francia hors de page (fuera de las cuerdas principales)
inclinar la cabeza ante unos cuantos médicos fanáticos? Él respondió:
“No permitiré que abusen de estas personas. Perseguir a los que nos
enseñan, evitaría que los eruditos capaces ingresen a nuestro país ”. 21
La delegación abandonó la presencia del rey con gran ira. ¿Cuál será la
consecuencia? La enfermedad se hace más fuerte cada día; ya las
opiniones heréticas se denominan "los sentimientos de los hombres de
genio"; la llama devoradora se infiltra en los rincones más secretos;
Dentro de poco estallará la conflagración y en toda Francia el edificio
de la fe se derrumbará con un terrible estruendo.

Beda y su partido, al no obtener el permiso del rey para erigir sus


patios, recurren a persecuciones de naturaleza más odiosa. No hubo
ningún tipo de molestia a la que no fueran sometidos los maestros
evangélicos. Nuevos informes y nuevas denuncias se sucedían a diario.
El anciano Lefevre, atormentado por estos fanáticos ignorantes,
anhelaba el reposo. El piadoso Briconnet, que no cesaba en su
veneración por el médico de Etaples, 22 le ofreció asilo. Lefevre
abandonó París y se retiró a Meaux. Esta fue la primera victoria
obtenida sobre el Evangelio, y luego se vio que si el partido romano no
puede lograr involucrar al poder civil de su lado, hay una policía
secreta y fanática, por medio de la cual puede obtener su fin.
Notas finales:

1. Bipedum omnium nequissimus. Belcarius. 15: 435.


2. Sismondi, Hist. Des Francais, 16: 387.
3. Mathieu, 1:16.
4. Crevier, 5: 110.
5. Fontaine, Hist. Cathol., París, 1562, pág. dieciséis.

6. Raumer, Gesch. Europ. 1: 270.


7. In uno Beda sunt tria millia monachorum. Erasm. Epp.
Pág. 373.
8. Talibu s Atlantibus nititur Ecclesia Romana. Ibídem. pags.
1113.
9. Ut ne rumusculus quidem impudicitiae sit unquam in
illum exortus. Er. Epp. P. 1278.
10. Gaillard, Hist. De Francois I.
11. Mirere benignus en egenos et amicos. Er. Epp. P. 1238.

12. Constitutionum ac rituum eccl esiasticorum


observantissimus. Ibídem.
13. Actes des Martyrs de Crespin, pág. 103.
14. Ut maxime omnium tunc metuendos crabrones en ipsis
eorum cavis..Bezae Icones.
15. Gallia fortassis alterum esset Luterum nacta. Bezae
Icones.
16. Hic, inquiunt, apparebit qui sint Luthe ranae factionis.
Er. Epp. P. 889.
17. Gaillard, Hist. De Francois I 4: 228.
18. Antiguamente era costumbre en la universidad de París
clasificar a sus miembros en cuatro naciones, a saber:
Francia, Picardía, Normandía y Alemania. - Tr.
19. Hist. Du Calvinisme, pág. 10.
20. Vie des Hommes illustres, 1: 326.
21. Maimbourg, pág. 11.

22. Pro innumeris beneficiis, pro tantis ad studia


commodis. Epist. Dedicatoria Epp. Pauli.
LIBRO 12
CAPÍTULO 6

Así, París comenzaba a levantarse contra la Reforma ya trazar los


contornos de esa circunvalación que estaba destinada durante más de
tres siglos a impedir la entrada del culto reformado. Había sido la
voluntad de Dios que los primeros rayos de luz brillaran sobre el
capitel; pero los hombres se levantaron inmediatamente para
extinguirlos; el espíritu de los Dieciséis 1 ya estaba fermentando en la
metrópoli, y otras ciudades estaban a punto de recibir la luz que París
rechazó.

Briconnet, al regresar a su diócesis, había manifestado el celo de un


cristiano y de un obispo. Había visitado todas las parroquias y,
reuniendo a los decanos, los titulares y sus curas, con los guardianes
de la iglesia y los principales feligreses, había investigado la doctrina y
la vida de los predicadores. A la hora de la recolección (respondieron)
los franciscanos de Meaux comienzan sus rondas; un solo predicador
visitará cuatro o cinco parroquias en un día, siempre dando el mismo
sermón, no para alimentar las almas de sus oyentes, sino para llenar
su barriga, su bolso y su convento. 2 Sus billeteras una vez re- plenas,
su fin está ganado, los sermones terminan, y los monjes no vuelven a
aparecer en las iglesias hasta que llega el momento de otra colecta. El
único negocio de estos pastores es esquilar sus ovejas. 3

La mayoría de los párrocos pasaron sus estipendios en París. "¡Pobre


de mí!" -exclamó el piadoso obispo al encontrar un presbiterio desierto
que había ido a visitar-, ¿no son traidores los que así abandonan el
servicio de Jesucristo? 4 Briconnet resolvió aplicar un remedio a estos
males y convocó un sínodo de todo su clero para el 13 de octubre de
1519. Pero estos sacerdotes mundanos, que se preocupaban poco por
las protestas de su obispo, y por quienes París tenía tantas
encantamientos, se aprovecharon de una costumbre en virtud de la
cual podían sustituir a uno o más curas para cuidar sus rebaños en su
ausencia. De ciento veintisiete de estos coadjutores, sólo catorce de los
cuales Briconnet pudo aprobar al ser examinados.
Sacerdotes mundanos, curas imbéciles, monjes que solo pensaban en
su vientre; - tal era entonces la condición de la Iglesia. Briconnet
prohibió a los franciscanos entrar al púlpito; 5 publicó un mandato el
27 de octubre de 1520, en el que declaraba “traidores y desertores a
todos aquellos pastores que, al abandonar sus rebaños, demuestran
claramente que lo que aman es su vellón y su lana; seleccionó a otros
que resultaron ser capaces y se los dio a las pobres ovejas, rescatadas
por la sangre santísima de Jesucristo "; 6 y convencido de que el único
medio de proporcionar ministros capaces para su diócesis era
capacitarlos él mismo, decidió establecer una escuela teológica en
Meaux , bajo la dirección de médicos piadosos y eruditos. Era
necesario encontrarlos y Beda pronto los proporcionó.
Este fanático y su banda no relajaron sus esfuerzos; y, quejándose
amargamente de la tolerancia de su gobierno, declaró que harían la
guerra a las nuevas doctrinas con él, sin él y contra él. En vano Lefevre
había abandonado la capital; ¿No se quedaron Farel y sus amigos?
Farel, es cierto, no predicó, porque no estaba en las órdenes sagradas;
pero en la universidad y en la ciudad, con profesores y sacerdotes,
estudiantes y ciudadanos, mantuvo audazmente la causa de la
Reforma. Otros, inspirados por su ejemplo, inculcaban el Evangelio
más abiertamente. Un célebre predicador, Martial Mazurier,
presidente de la universidad de St. Michael , dejó de lado toda reserva,
describió los desórdenes de la época con los colores más oscuros y, sin
embargo, más verdaderos, y parecía imposible resistir el torrente de su
elocuencia. 7 La ira de Beda y sus amigos teológicos estaba en su punto
álgido . "Si toleramos a estos innovadores", dijo, "invadirán todo el
cuerpo y todo se acabará con nuestras enseñanzas, nuestras
tradiciones, nuestros lugares y el respeto que Francia y toda la
cristiandad sienten hacia nosotros".
Los teólogos de la Sorbona eran el partido más fuerte. Farel, Mazurier,
Gerard Roussel y su hermano Arnold pronto vieron frustrados sus
esfuerzos activos en todas partes. El obispo de Meaux suplicó a sus
amigos que vinieran y se unieran a Lefevre; y estos excelentes
hombres, perseguidos por la Sorbona y con la esperanza de formar,
bajo la protección de Briconnet, una falange sagrada para el triunfo de
la verdad, aceptaron la invitación del obispo y se dirigieron a Meaux. 8
Así la luz del Evangelio se fue retirando gradualmente de la capital,
donde la Providencia había encendido sus primeras chispas. Y esta es
la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más
las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 9 Es imposible no
descubrir que París echó entonces sobre sus muros el juicio de Dios
señalado en estas palabras de Jesucristo.
Margarita de Valois, privada sucesivamente de Briconnet, Lefevre y
sus amigos, se sintió angustiada por su posición solitaria en medio de
París y la corte licenciosa de Francisco I.Una joven princesa, Filiberta
de Saboya, hermana de su madre, vivía cerca intimidad con ella.
Filiberta, a quien el rey de Francia había dado en matrimonio a
Juliano el Magnífico, hermano de León X, en confirmación del
concordato , se había trasladado a Roma después de sus nupcias,
cuando el Papa, encantado de tan ilustre alianza, había gastado
150.000 ducados. en suntuosas festividades en la ocasión. 10 Juliano,
que entonces comandaba el ejército papal, murió, dejando a su viuda
solo dieciocho años. Se encariñó con Margaret, quien por sus talentos y
virtudes ejercía una gran influencia sobre todo lo que la rodeaba. El
dolor de Philiberta abrió su corazón a la voz de la religión. Margaret le
transmitió todo lo que leyó; y la viuda del teniente general de la Iglesia
comenzó a saborear los dulces de la doctrina de la salvación. Pero
Philiberta era demasiado inexperta para apoyar a su amiga. Margaret a
menudo temblaba al pensar en su extrema debilidad. Si el amor que le
tenía al rey y el miedo que tenía de desagradarle la llevaron a cualquier
acción contraria a su conciencia, inmediatamente la angustia entró en
su alma, y volviéndose tristemente hacia el Señor, encontró en él un
hermano y un maestro más. compasivo y más querido para ella que el
mismo Francisco. Fue entonces que le dijo a Jesucristo: 11 -

Dulce hermano, que, cuando pudieras reprender con justicia a


tu estúpida hermana, la tomas de tu lado;
Y la gracia y el amor la dan en recompensa
de murmuraciones, injurias y grandes ofensas.
Demasiado, demasiado, querido hermano, has hecho,
demasiado, ¡ay! para alguien tan inútil.
Margaret, al ver que todos sus amigos se retiraban a Meaux, los miró
con tristeza en medio de las festividades de la corte. Todo parecía
volver a abandonarla. Su marido, el duque de Alencon, se dirigía al
ejército; su tía joven Philiberta se iba a Savoy. La duquesa se volvió
hacia Briconnet.
“Monsieur de Meaux”, escribió ella, “sabiendo que Uno solo es
necesario, me dirijo a usted, suplicándole que sea, por medio de la
oración, el medio que Él tendrá el agrado de guiar según Su santa
voluntad, M. d'Alencon , que por orden del rey se está incorporando
como teniente general en su ejército, que temo no se disolverá sin una
orden . Y pensando que, además del bien público del reino, tienes un
buen título en todo lo que concierne a su salvación y la mía, oro por tu
ayuda espiritual. Mañana, mi tía de Nemours parte hacia Savoy. Me veo
obligado a inmiscuirme en muchas cosas que me causan mucho
miedo. Por tanto, si supieras que el maestro Michael podría emprender
un viaje hasta aquí, sería un consuelo para mí, que sólo pido por el
honor de Dios ". 12
Miguel de Aranda, cuya ayuda buscaba Margaret , era miembro de la
sociedad evangélica de Meaux, y posteriormente se expuso a muchos
peligros en la predicación del Evangelio.

Esta piadosa princesa contempló con alarma la oposición a la verdad


cada día más formidable. Duprat y las criaturas del gobierno, Beda y
las de la Sorbona, la llenaron de terror. Briconnet, para animarla,
respondió: “Es la guerra que nos contó el bondadoso Jesús en el
Evangelio que vino a enviar a la tierra ...... y también el fuego ...... el
gran fuego que transf orme lo terrenal en lo celestial. Deseo con todo
mi corazón ayudarla, señora, pero de mi propia nada no espero más
que la voluntad. Quien tiene fe, esperanza y amor, tiene todo lo que
necesita y no necesita ayuda ni apoyo ... Dios solo lo es todo en todo, y
no se puede encontrar nada fuera de él. Para luchar, llévate a ese gran
gigante ...... amor indescriptible ...... La guerra la lleva el amor. Jesús
pide la presencia del corazón: miserable el hombre que se aparta de él.
Quien lucha en persona está seguro de la victoria. A menudo fracasa el
que lucha por otros ”. 13
El obispo de Meaux comenzaba a conocer por experiencia personal lo
que es luchar por la Palabra de Dios. Los teólogos y monjes, irritados
por el asilo que le dio al amigo de la Reforma, lo acusaron con tal
violencia que su hermano, el obispo de St. Malo, vino a París para
investigar el asunto. 14 De ahí que Margaret se sintiera más
conmovida por los consuelos que le dirigía Briconnet , y ella respondió
con ofrecimientos de ayuda.

“Si en algo”, escribió, “crees que puedo darte placer a ti oa los tuyos,
oro para que creas que cada problema se convertirá en mi consuelo.
Que la paz eterna sea tuya después de estas largas guerras que estás
librando por la fe, en cuya batalla deseas morir ...
Totalmente tu hija
Margaret ". 15
Es de lamentar que Briconnet no muriera en el concurso. Sin embargo,
entonces estaba lleno de celo. Philiberta de Nemours, respetada por
todos por su sincera devoción, su generosidad hacia los pobres y la
gran pureza de su vida, leyó con creciente interés los escritos
evangélicos que le transmitió el obispo de Meaux. “Tengo todos los
tratados que me ha enviado”, escribió Margaret a Briconnet, “de los
que mi tía Nemours tiene su parte, y le enviaré el último; porque ella
está en Saboya en la boda de su hermano, lo cual no es una pérdida
menor para mí; por tanto, les suplico que se apiaden de mi soledad ”.
Lamentablemente, Filiberta no vivió lo suficiente para declararse
abiertamente a favor de la Reforma. Murió en 1524 en el castillo de
Virieu le Grand, en Bugey, a la edad de veintiséis años. 16 Este fue un
duro golpe para Margaret. Su amiga, su hermana, ella que podía
comprenderla plenamente, le fue arrebatada. Quizás había solo un
individuo, su hermano, cuya muerte le habría ocasionado más dolor
que este:
Tales inundaciones de lágrimas caen de mis ojos,
Se esconden de la vista tanto de la tierra como del cielo. 17
Margaret, sintiendo su incapacidad para resistir su dolor y las
seducciones de la corte, suplicó a Briconnet que la exhortara al amor
de Dios, y el humilde obispo respondió:
“Que el apacible y gentil Jesús, que quiere y que es el único capaz de
hacer lo que poderosamente quiere, en su infinita misericordia, visite
tu corazón, exhortándote a amarlo con todo tu ser. Aparte de él,
señora, nadie tiene el poder para hacer esto; no debes buscar la luz de
las tinieblas, ni el calor del frío. Al atraer, enciende; un nd por el calor
que atrae a seguirlo, agrandando el corazón. Señora, me escribe para
tener piedad de usted, porque está sola. No entiendo esa palabra. Quien
vive en el mundo y tiene su corazón, está solo; porque muchos y el mal
van juntos. Pero aquella cuyo corazón duerme para el mundo y está
despierta al manso y dulce Jesús, su verdadero y leal esposo, está
verdaderamente sola, porque vive de la única cosa necesaria; y sin
embargo, no está sola, no siendo abandonada por Aquel que llena y
conserva todas las cosas. Lástima que no puedo, y no debo, tal soledad,
que es más estimable que el mundo entero, del que estoy persuadido
de que el amor de Dios te había salvado, y que ya no eres su hijo ...
Permanezca, señora, sola en su Único ...... que ha sido complacido de
sufrir una muerte y una pasión dolorosa e ignominiosa.
Señora, al encomendarme a su buena voluntad, le ruego que no utilice
más palabras como las de sus últimas cartas. Solo de Dios eres hija y
esposa: no debes buscar otro padre. ..... Te exhorto y amonesto, que
serás para él una hija tan buena como él es un buen Padre para ti ...... y
por cuanto no puedes lograr esto, porque el finito no puede
corresponder al infinito, oro para que él se comprometa a aumentar tu
fuerza, para que puedas amarlo y servirlo con todo tu corazón ”. 18
A pesar de estas exhortaciones, Margaret no se consoló. Lamentó
amargamente los guías espirituales que había perdido; los nuevos
pastores obligados a traerla de regreso no poseían su confianza y
dijera lo que dijera el obispo, se sentía sola en medio de la corte, y todo
a su alrededor parecía oscuro y desolado.
“Como oveja en un país extraño”, le escribió a Briconnet, “vagando ,
sin saber dónde encontrar su pasto, por no conocer a sus nuevos
pastores, naturalmente levanta la cabeza para tomar la brisa de ese
cuarto donde el pastor principal estaba acostumbrada a darle un dulce
alimento, de tal manera me veo obligado a orar por tu caridad ......
Desciende de la alta montaña, y mira con compasión, entre este pueblo
ignorante, el más ciego de todo tu rebaño. .
"Margaret". 19

El obispo de Meaux, en su respuesta, tomando la imagen de la oveja


rayada bajo la cual Margaret se había representado, la usa para
describir los misterios de la salvación bajo la figura de un bosque: “La
oveja entrando en el bosque, guiada por el El Espíritu Santo ”, dijo,“
queda inmediatamente encantado por la bondad, la belleza, la
rectitud, la longitud, la anchura, la profundidad y la altura, y la
fragante y vigorizante dulzura de este bosque ... y cuando ha mirado a
su alrededor. , sólo lo ha visto a Él en todos, y todo en Él; 20 y
moviéndose rápidamente por sus profundidades, lo encuentra tan
agradable, que el camino es vida, alegría y consuelo ”. 21 El obispo le
muestra entonces la oveja que busca en vano los límites del bosque
(imagen del alma que sondearía los misterios de Dios), que se
encuentra con altas montañas, que se esfuerza por escalar,
encontrando en todas partes “una infinitud inaccesible e
incomprensible . " Luego le enseña el camino por el cual el alma,
preguntando por Dios, supera todas estas dificultades; muestra cómo
la oveja en medio de los asalariados encuentra "la cabaña del gran
Pastor" y "entra en el ala de la meditación por la fe"; todo se suaviza,
todo se explica; y comienza a cantar: "He encontrado al amado de mi
alma".

Así escribió el obispo de Meaux . En ese período estaba ardiendo de


celo y con gusto habría visto a toda Francia regenerada por el
Evangelio. 22 A menudo su mente se detenía especialmente en esos
tres grandes individuos que parecían presidir el destino de su pueblo:
el rey, su madre y su hermana. Pensó que si la familia real se
iluminaba, todo el pueblo lo sería y los sacerdotes, movidos por la
rivalidad, despertarían por fin de su letargo. “Señora”, le escribió a
Margaret, “humildemente encomiendo al Dios Todopoderoso, que se
complacerá en su bondad para encender un fuego en los corazones del
rey, de su madre y en los suyos ... para que de ti salga una luz que arde
y alumbra sobre el resto de la nación; y particularmente esa clase por
cuya frialdad todos los demás están congelados ".
Margaret no compartía estas esperanzas. No habla ni de su hermano ni
de su madre; eran temas que no se atrevía a tocar; pero, respondiendo
al obispo en enero de 1522, con el corazón desgarrado por la
indiferencia y la mundanalidad de quienes la rodeaban, dijo:
"Los tiempos son tan fríos, mi corazón tan helado"; y firma su carta, “tu
hija helada, sedienta y hambrienta,
"Margaret".
Esta carta no desanimó a Briconnet, pero lo hizo reflexionar; y
sintiendo cuánto necesitaba animarse él mismo , que deseaba volver a
animar a los demás , se encomendó a las oraciones de Margaret y de la
señora de Nemours. "Señora", escribió con gran sencillez, "le suplico
que despierte al pobre dormilón con sus oraciones". 23
Tales fueron en 152 1 los sentimientos intercambiados en la corte de
Francia. Extraña correspondencia, sin duda, y que, después de más de
tres siglos, nos ha revelado un manuscrito de la Biblioteca Real. ¿Fue
esta influencia de la Reforma en lugares tan altos un beneficio o una
desgracia para ella? El aguijón de la verdad penetró en la corte; pero tal
vez sólo sirvió para despertar a la bestia somnolienta, y excitando su
rabia, hizo que estallara con una furia más mortal sobre los más
humildes del rebaño.

Notas finales:
1. Por esta época (1579) se formó entre los miembros de la
Liga una sociedad popular , más violenta en sus
principios, a la que se llamó Dieciséis (Seize), por el
número de su comité directivo, cada uno de los cuales se
convirtió en un agitador religioso en un muchos barrios
de París. Historia Universal de White , pág. 459.
2. Ea solum doceri quae ad coenobium illorum ac ventrem
explendum pertinente. Acta Mart. Pág. 334.
3. EM. De Meaux. Estoy en deuda con la amabilidad de M.
Ladeveze, pastor de Meaux, por una copia de este
manuscrito, que se conserva en esa ciudad.
4. EM. De Meaux.
5. Eis in universa diocesi sua praedicationem interdixit.
Actuar. Mercado. Pág. 334.
6. Histoire Genealogique de la maison des Brisonnets, de
Eug. Britonneau, publicado en 1621 y citado en el Semeur
del 4 de mayo de 1842.
7. Frequentissimas de reformandis homin um moribus
conciones habuit. Lannoi, Navarrae gymnasii Hist. Pág.
261.
8. Ce fut la persecution qui se suscita contre eux a Paris en
1521, qui les obligea a quitter cette ville. Vie de Farel, par
Choupard.
9. Juan 3:19.
10. Guichemon, Hist. General De Savoie, 2: 180.
11. Miroir de l'ame pecheresse. Marguerites de la
Marguerite, 1:36.
12. Cartas de Margarita, Reina de Navarra, en la Biblioteca
Real de París, SF 337 (1521).
13. Lettres de Marguerite, MS. SF 12 de junio de 1521.
14. EM. De Meaux.
15. EM. SF 227, de la Bibl. Royale.
16. Guichemon, Hist. De la maison de Savoie, 2: 181.
17. Chanson spirituelle apres la mort du Roi. Marguerites, 1:
473.
18. EM. Bibl. Roy. SF 337, de fecha 10 de julio.

19. Ibídem.
20. Todo en Cristo.
21. EM. SF 337. Bibl. Roy.
22. Studio veritatis aliis declarandae inflamatus. Actuar.
Martyrum, pág. 334.
23. EM. Bibl. Royale.
LIBRO 12
CAPÍTULO 7

Ciertamente se acercaba el tiempo en que la tormenta debería estallar


sobre la Reforma; pero fue primero para esparcir algunas semillas más
y juntar algunas gavillas más. Esta ciudad de Meaux, célebre siglo y
medio después por el sublime defensor 1 del sistema galicano contra
las pretensiones autocráticas de Roma, estaba llamada a ser la primera
ciudad de Francia donde el cristianismo regenerado debería establecer
su dominio. Era entonces el campo en el que los obreros eran pródigos
en sus esfuerzos y en su semilla, y donde ya caían las orejas ante los
segadores. Briconnet, menos sumido en el sueño de lo que había
dicho, animaba, inspeccionaba y dirigía todo. Su fortuna igualaba su
celo; Nunca el hombre dedicó su riqueza a usos más nobles, y nunca
una devoción tan noble prometió al principio dar frutos tan gloriosos.
Los maestros más piadosos, trasladados de París a Meaux , actuaron
desde entonces con más libertad. Había libertad de expresión, y grande
fue el paso que dio la Reforma en Francia. Lefevre expone
enérgicamente ese Evangelio con el que se habría regocijado de llenar
el mundo. Él exclamó: “Reyes, príncipes, nobles, pueblos, todas las
naciones deben pensar y aspirar sólo a Cristo. 2 Todo sacerdote debe
parecerse al arcángel que Juan vio en el Apocalipsis, volando por los
aires, sosteniendo el Evangelio eterno en su mano y llevándolo a todo
pueblo, nación, lengua y rey. ¡Acérquense, pontífices, vengan reyes,
vengan corazones generosos! ... Naciones, despierten a la luz del
Evangelio e inhalen la vida celestial. 3 La Palabra de Dios es suficiente
”. 4
Tal era en verdad el lema de esa escuela: LA PALABRA DE DIOS ES
TODO SUFICIENTE. En este dispositivo se encarna toda la Reforma.
"Conocer a Cristo y su Palabra", dijeron Lefevre, Roussel y Farel, "es la
única teología viva y universal ... El que sabe eso, lo sabe todo". 5
La verdad estaba causando una profunda impresión en Meaux. Al
principio se celebraron reuniones privadas; luego conferencias; y por
fin se predicó el Evangelio en las iglesias. Pero un nuevo esfuerzo
infligió un golpe aún más formidable contra Roma.
Lefevre deseaba que los cristianos de Francia pudieran leer las
Sagradas Escrituras. El 30 de octubre de 1522 publicó una traducción
francesa de los cuatro evangelios; el 6 de noviembre, los restantes
libros del Nuevo Testamento; el 12 de octubre de 1524, todos estos
libros juntos, en la casa de Collin en Meaux; y en 1525, una versión
francesa de los Salmos. 6 Así se inició en Francia, casi al mismo
tiempo que en Alemania , esa impresión y difusión de las Escrituras en
lengua vulgar que, tres siglos después, se desarrollaría tan
maravillosamente en todo el mundo. En Francia, como al otro lado del
Rin, la Biblia tuvo una influencia decisiva. La experiencia había
enseñado a muchos franceses que cuando buscaban conocer las cosas
divinas, la duda y la oscuridad los rodeaban por todos lados. ¡En
cuántos momentos y tal vez años de sus vidas se habían sentido
tentados a considerar las verdades más ciertas como meras ilusiones!
Necesitábamos un rayo del cielo para iluminar nuestra oscuridad. Tal
fue la eyaculación de muchas almas en la época de la Reforma. Con
anhelos como estos, muchos recibieron las Sagradas Escrituras de
manos de Lefevre; fueron leídos en sus familias y en privado; las
conversaciones sobre la Biblia se hicieron frecuentes; Cristo se
apareció a aquellas almas engañadas durante tanto tiempo, como el
centro y el sol de toda revelación. Ya no necesitaban demostraciones
para probar que la Escritura era de Dios; lo sabían, porque por él
habían sido transportados de la oscuridad a la luz.

Tal fue el curso por el cual tantas personas distinguidas en Francia


alcanzaron el conocimiento de Dios. Pero había caminos aún más
simples y más comunes, si es que puede haberlos, por los cuales
muchas de las clases bajas llegaron a la verdad. La ciudad de Meaux
estaba habitada casi en su totalidad por artesanos y comerciantes de
lana. “Se engendró en muchos”, dice un cronista del siglo XVI, “un
deseo tan ardiente de conocer el camino de la salvación, que los
artesanos, labradores y peinadores de lana no tomaron otra
recreación, ya que trabajaban con sus manos, que hablar unos con
otros de la Palabra de Dios, y consolarse con la misma. Los domingos y
feriados se dedicaban especialmente a la lectura de las Escrituras y a
indagar en la buena bendición del Señor ”. 7
Briconnet se regocijó al ver que la piedad reemplazaba a la
superstición en su diócesis. “Lefevre, ayudado por el renombre de su
gran erudición”, dice un historiador contemporáneo, “se las arregló
para engatusar y burlar al señor Guillaume Briconnet con su plausible
discurso, que lo hizo desviarse gravemente, de modo que ha sido
imposible hasta hasta el día de hoy para liberar a la ciudad y la
diócesis de Meaux de esa pestilente doctrina, donde tan
maravillosamente ha aumentado. El engañar a ese buen obispo fue una
gran injuria, ya que hasta entonces había sido tan devoto de Dios y de
la Virgen María ”. 8

Sin embargo, no todos fueron desviados tan gravemente, como dice el


franciscano que acabamos de citar. La ciudad se dividió en dos
partidos. Por un lado estaban los monjes de San Francisco y los amigos
de la doctrina romana; por otro, Briconnet, Lefevre, Farel y todos los
que amaban la nueva predicación. Un hombre de las clases más pobres,
llamado Leclerc, fue uno de los seguidores más serviles de los monjes;
pero su esposa y sus dos hijos, Pedro y Juan, habían recibido el
Evangelio con entusiasmo, y Juan, que era carpintero, pronto se
distinguió entre los nuevos cristianos. James Pavanne, un Picard
erudito y joven, "un hombre de gran sinceridad y rectitud", a quien
Briconnet había invitado a Meaux, mostró un celo ardiente por la
Reforma. Meaux se había convertido en un foco de luz. Las personas
llamadas allí por negocios escucharon el Evangelio y lo llevaron a sus
hogares. No era solo en la ciudad donde los hombres examinaban las
Escrituras; “Muchos de los pueblos hicieron lo mismo”, dice una
crónica, “de modo que en esta diócesis se vio brillar una imagen de la
Iglesia renovada”.
Los alrededores de Meaux estaban cubiertos de ricas cosechas, y en la
temporada de cosecha una multitud de trabajadores acudía en masa
desde los países vecinos. Descansados de sus fatigas a la mitad del día,
conversaron con la gente del lugar, quienes les hablaron de otras
épocas de siembra y otras cosechas. Muchos campesinos de Thie
rache, y particularmente de Landouzy, perseveraron, a su regreso a
casa, en las doctrinas que habían escuchado, y en poco tiempo se
formó una iglesia evangélica en este distrito, que es una de las iglesias
más antiguas del reino. 9 “La fama de esta gran bendición se extendió
por Francia”, dice el cronista. 10 El mismo Briconnet proclamó el
Evangelio desde el púlpito, y se esforzó por esparcir a su alrededor
“esa luz infinita, dulce, apacible, verdadera y única (para nosotros sus
propias palabras) que deslumbra e ilumina a toda criatura capaz de
recibirlo, y que al mismo tiempo que lo ilumina, lo eleva por adopción
a la dignidad de hijo de Dios ”. 11 Rogó a su rebaño que no prestara
oído a los que los apartaban de la Palabra. "Aunque un ángel del cielo",
dijo, "debería predicar cualquier otro evangelio, no lo escuchen". A
veces, pensamientos sombríos se apoderaban de su alma. No estaba
seguro de sí mismo: retrocedía alarmado, mientras pensaba en las
fatales consecuencias de su infidelidad; y advirtiendo a sus oyentes, les
dijo:
“Incluso si yo, su obispo, cambiara mi idioma y mi doctrina, tenga
cuidado de cambiar como yo”. 12 En ese momento nada parecía
indicar la posibilidad de tal desgracia. “No sólo se predicó la Palabra de
Dios”, dice la crónica, “sino que se siguió; allí se practicaban todas las
obras de caridad y amor; se reformaron las costumbres y se abatieron
las supersticiones ”. 13
Aún aferrado a la idea de ganar al rey ya su madre, el obispo envió a
Margarita “las epístolas de San Pablo, traducidas y espléndidamente
iluminadas, suplicándola humildemente que las presentara al rey; lo
cual no puede dejar de agradar a vuestras manos ”, añadió el buen
obispo. “Son plato real”, prosiguió, “que engordan sin corrupción y
curan toda enfermedad. Cuanto más los probamos, más hambre
tenemos de ellos con un deseo insaciable, y eso nunca empalagosa ". 14
¿Qué otro mensaje de bienvenida podría recibir Margaret? El momento
parecía favorable. Michael Aranda estaba en París, detenido por orden
de la madre del rey, para quien estaba traduciendo porciones de la
Sagrada Escritura. 15 Pero Margaret hubiera preferido que Briconnet
le presentara este libro a su hermano. “Haría bien en venir aquí”,
escribió ella, “porque conoce la confianza que la Señora y el rey
depositan en usted. " 16
Así, probablemente, la Palabra de Dios fue puesta en ese momento (en
1522 y 1523) bajo los ojos de Francisco I y Luisa de Saboya. Entraron
en contacto con ese Evangelio que luego perseguirían. No encontramos
que esta Palabra produjera ningún efecto saludable sobre ellos. Un
impulso de curiosidad los llevó a abrir esa Biblia que entonces tanto
ruido hacía; pero lo cerraron tan pronto como lo abrieron.
La propia Margaret encontró difícil luchar contra la mundanalidad
que la rodeaba en todas partes. Su tierno afecto hacia su hermano, la
obediencia que le debía a su madre y los halagos que la corte le
prodigaban, todo parecía conspirar contra el amor que había
prometido a Cristo. Cristo estaba solo contra muchos. A veces, el alma
de Margaret, asaltada por tantos adversarios y aturdida por el ruido
del mundo, se apartaba de su Amo. Entonces, dándose cuenta de sus
faltas, la princesa se encerraba en sus aposentos, y cediendo ante ella
tan hiriente, lanzaba gritos muy distintos de los alegres sonidos con
que Francisco y los jóvenes señores, los compañeros de su libertinaje,
llenaban el salón. palacios reales en medio de sus entretenimientos y
festividades:
Te dejé que tengo, para seguir la voz del placer, te dejé que tengo, y por
una mala elección, te dejé que tengo, ¿y adónde he venido? ... 17

Luego, volviéndose hacia Meaux, Margaret exclamaba angustiada:


“Vuelvo a ti, al señor Fabry (Lefevre) y a todos tus señores,
suplicándote , con tus oraciones, que obtengas de la inefable
Misericordia una alarma para los pobres débiles. y soñolienta, para
despertarla de su sueño pesado y mortal ". 18
Así, Meaux se había convertido en un foco de donde emanaba la luz
del Evangelio. Los amigos de la Reforma se entregaban a halagadores
ilusiones. ¿Quién podría resistirse al Evangelio si el poder de Francisco
despejara el camino? La influencia corruptora de la corte se convertiría
entonces en una influencia sagrada, y Francia adquiriría una fuerza
moral que la convertiría en la benefactora del mundo.
Pero, por su parte, los amigos de Roma habían tomado la alarma.
Entre los de Meaux había un monje jacobino llamado Roma. Un día,
mientras Lefevre, Farel y sus amigos hablaban con él y algunos otros
de los partidarios del Papa, Lefevre no pudo reprimir sus
anticipaciones. "El Evangelio ya está ganando el corazón de los grandes
y del pueblo", dijo, "y en poco tiempo, extendiéndose por toda Francia,
echará por tierra las invenciones de los hombres". El anciano médico
estaba animado; sus ojos brillaban; su voz gastada se hizo sonora; uno
podría haberlo comparado con el anciano Simeón que agradecía al
Señor, porque sus ojos habían visto Su salvación. Los amigos de
Lefevre compartieron su emoción: sus asombrados oponentes estaban
mudos. De repente, los romaníes se pusieron en marcha
impetuosamente y exclamaron con el tono de un tribuno popular:
“Entonces yo y todos los demás religiosos predicaremos una cruzada;
levantaremos al pueblo; y si el rey permite la predicación de tu
evangelio, lo expulsaremos de su reino por sus propios súbditos ". 19
Así se atrevió un monje a levantarse contra el monarca caballeresco.
Los franciscanos aplaudieron este lenguaje. No deben permitir que se
cumpla la profecía del médico. Los frailes ya volvían a diario con
ofrendas reducidas. Los franciscanos, alarmados, andaban entre
familias particulares. “Estos nuevos maestros son herejes”, dijeron
ellos; "Atacan las observancias más sagradas y niegan los misterios
más sagrados". Luego, cada vez más audaces, los más indignados
salieron de su claustro y se dirigieron a la residencia del obispo. Al ser
admitidos, dijeron al prelado: "Aplasta esta herejía, o la pestilencia,
que ya asola la ciudad de Meaux, se extenderá por todo el reino".
Briconnet se conmovió y por un instante este ataque lo perturbó, pero
no cedió; sentía demasiado desprecio por estos monjes ignorantes y
sus interesados clamores. Subió al púlpito, justificó a Lefevre y llamó a
los monjes pha risees e hipócritas. Sin embargo, esta oposición ya
había provocado problemas y conflictos en su alma; trató de animarse
a sí mismo con la convicción de que tales combates espirituales eran
necesarios. "Con esta guerra", dijo, en su lenguaje un tanto místico, "
llegamos a una muerte vivificante, y al mortificar continuamente la
vida, morimos vivos y vivimos muriendo". 20 El camino habría sido
más seguro si, arrojándose sobre el Salvador, como los apóstoles
cuando fueron sacudidos por los vientos y las olas, hubiera exclamado:
"¡Señor ayudame! o perezco ".
Los monjes de Meaux, enfurecidos por la recepción desfavorable del
obispo, resolvieron llevar sus quejas ante un tribunal superior. Se les
presentó un llamamiento. Si el obispo no cede, puede verse reducido al
cumplimiento. Sus líderes partieron hacia París y concertaron medidas
con Beda y Duchesne. Se apresuraron ante el parlamento y
denunciaron al obispo y a los maestros herejes. “La ciudad y todo el
barrio”, dijeron, “están contagiados de acá sy sus aguas contaminadas
fluyen del palacio episcopal”.
Así empezó Francia a oír el grito de persecución que se levantaba
contra el Evangelio. El poder sacerdotal y civil, la Sorbona y el
parlamento, tomaron sus brazos, brazos que iban a ser manchados de
sangre. El cristianismo había enseñado a la humanidad que existen
deberes y derechos anteriores a todas las asociaciones civiles; había
emancipado la mente religiosa, promovido la libertad de conciencia y
producido un gran cambio en la sociedad; porque la antigüedad, que
contempló al ciudadano en todas partes y al hombre en ninguna, había
hecho de la religión una mera cuestión de Estado. Pero estas ideas de
libertad apenas se habían dado al mundo cuando el papado las
corrompió; el despotismo del príncipe había sustituido al despotismo
del sacerdote; y no pocas veces había levantado al príncipe y al
sacerdote contra el pueblo cristiano. Se necesitaba una nueva
emancipación; tuvo lugar en el siglo XVI. Dondequiera que la Reforma
se estableció, rompió el yugo de Roma y la mente religiosa volvió a
liberarse. Pero tan arraigada en la naturaleza del hombre está la
disposición a tiranizar sobre la verdad, que entre muchas naciones
protestantes, la Iglesia, liberada del poder arbitrario del sacerdote, ha
vuelto a caer en nuestros días bajo el yugo del poder civil; destinado,
como su fundador, a pasar de un despotismo a otro, a pasar de Caifás a
Pilato, y de Pilato a Caifás.
Briconnet no tuvo el coraje necesario para resistir. No cedería todo,
pero lo que concedió satisfizo a Roma. “Bien podríamos prescindir de
los escritos de Lutero”, pensó, “si guardamos el Evangelio; podemos
acceder fácilmente a una cierta invocación de la Virgen, si añadimos
que sólo por mediación de Jesucristo ella posee alguna influencia. “Si
al lado de la verdad colocamos el poder del error, el papado está
satisfecho. Pero el sacrificio que Briconnet sintió más profundo, y que
aún se le exigía, fue la pérdida de sus amigos. Si el obispo quería
escapar, debía sacrificar a sus hermanos. De carácter tímido, pero poco
preparado para renunciar a sus riquezas y su posición por el amor de
Cristo, ya alarmado, sacudido y abatido, fue aún más descarriado por
consejeros traidores: si los médicos evangélicos abandonaran Meaux
(dijeron algunos) , ellos llevarán la Reforma a otra parte. Su corazón
estaba desgarrado por una lucha dolorosa. Por fin prevaleció la
sabiduría de este mundo; cedió, y el 15 de octubre de 1523 publicó tres
mandatos, el primero de los cuales ordenaba la oración por los
difuntos y la invocación de la Virgen y de los santos; el segundo
prohibió a cualquiera comprar, pedir prestado, leer, poseer o llevar
consigo las obras de Lutero, y ordenó que fueran despedazadas,
esparcidas al viento o quemadas; y el último estableció en términos
explícitos la doctrina del purgatorio. Luego, el 13 de noviembre del
mismo año, Briconnet prohibió a los párrocos ya sus curas que
permitieran predicar a los “luteranos”. 21 Esto no fue todo. El primer
presidente del Parlamento de París, y Andrew Verjus, consejero de la
misma corte y ante quien Briconnet tenía que comparecer poco
después, llegaron a Meaux durante la Cuaresma de 1524, sin duda
para estar satisfechos de los procedimientos del obispo. El pobre
prelado hizo todo lo posible por complacerlos. Ya el 29 de enero había
tomado las imágenes de los santos bajo su especial protección; ahora
comenzó a visitar sus iglesias, a predicar y a luchar duro en presencia
del primer presidente y del consejero Verjus para "eliminar las
herejías que estaban allí disparándose". 22 Los diputados del
Parlamento regresaron a París plenamente satisfechos. Esta fue la
primera caída de Briconnet.
Lefevre fue objeto especial de hostilidad. Su comentario sobre los
cuatro evangelios , y en particular la “Epístola a los lectores
cristianos”, que se le antepone, había encendido la ira de Beda y sus
aliados. Denunciaron este escrito a la facultad. "¿No se atreve a
recomendar a todos los fieles que lean las Escrituras?" dijo el ardiente
síndico . “¿No dice en él que quien no ama la Palabra de Cristo no es
cristiano? 23 y que la Palabra de Dios es suficiente para llevar a la vida
eterna? "
Pero Francis vi esta acusación como una mera disputa teológica .
Nombró una comisión; y Lefevre, habiéndose justificado ante él, salió
de este ataque con todos los honores de la guerra.

Farel, que no tenía tantos protectores en la corte, se vio obligado a


abandonar Meaux. Parece que primero se dirigió a París; 24 y que,
habiendo atacado sin tregua los errores de Roma, ya no pudo
permanecer allí, y se vio obligado a retirarse al Delfín, adonde estaba
ansioso por llevar el Evangelio.
En el momento de la dispersión de los cristianos en Meaux, otro
francés, abandonando su país natal, cruzó el umbral del convento de
Agustín en Wittenberg, donde residía Lutero. Esto fue en enero de
1523.
Farel no era el único hombre del sur de Francia a quien Dios había
preparado para su obra. Un poco más al sur que Gap, a orillas del
Ródano, en esa ciudad de Aviñón llamada por Petrarca "la tercera
Babilonia", todavía se pueden ver los muros del "palacio apostólico",
que los papas y cardenales habían lleno de su lujo y libertinaje, y que
ahora habitaba un legado romano, solo y abatido en medio de esta
ciudad desierta, cuyas estrechas y sucias calles rara vez eran
transitadas sino por los pies de monjes y sacerdotes.
Sin embargo, la pequeña corte del legado estaba animada a veces por
un niño hermoso, amable y risueño, que retozaba por sus pasillos. 25
Este era Francis Lambert, hijo del secretario del palacio apostólico,
nacido en 1487, dos años antes que Farel. El niño se asombró al
principio por la irreligión y los crímenes de estos prelados, "crímenes
tan numerosos y tan enormes", dice, "que no puedo describirlos". 26
Sin embargo, se fue habituando a ellos poco a poco, y parecería que él
mismo se dejó seducir por el mal ejemplo. 27 Sin embargo, Dios había
implantado en su corazón el deseo de santidad. Muerto su padre, su
madre se hizo cargo de su educación y, según la costumbre de la época,
lo confió al cuidado de los escáneres de Franci . El aire santificado de
estos monjes imponía a Francisco, y su mirada tímida los seguía
respetuosamente, al verlos vestidos con ropas toscas, descalzos, o solo
con sandalias rudas, moviéndose de un lado a otro, mendigando en la
ciudad y llamando a su madre; y si en algún momento le sonreían, se
imaginaba (nos dice) casi en el cielo. 28 Los monjes trabajaron en esta
disposición, y Francisco, atraído por ellos, asumió la capucha a la edad
de quince años. “Fue un placer de Dios ”, dijo en los años posteriores,
“que yo pudiera dar a conocer al mundo la impureza de estos sepulcros
blanqueados”.
Durante el año de su noviciado todo transcurrió sin contratiempos; fue
mantenido cuidadosamente en la oscuridad; pero apenas pronunció
sus votos, los monjes se manifestaron en toda su deformidad, y el halo
de santidad que había descubierto alrededor de sus cabezas se
desvaneció, y él quedó indignado, alarmado y abatido. Francisco
pronto comenzó a sentir una fuerza secreta en su interior, que lo
empujó con fuerza hacia las Sagradas Escrituras, 29 y lo obligó a creer
y a enseñar la Palabra de Dios. En 1517, fue nombrado predicador
apostólico del convento, y en lugar de correr como sus colegas después
de "regalos gordos y mesas bien guardadas", se dedicó a viajar a pie
por el país desierto y llamar a la gente ignorante a la conversión. a
quien el fuego y la sinceridad de su lenguaje lo rodearon en
multitudes. Pero cuando, después de pasar varios meses pasando por el
Comtat Venaissin y los distritos aledaños, regresó exhausto a su
convento en una mula que le habían dado para llevar su cuerpo
debilitado, y fue a buscar un breve descanso a su pobre celda, algunos
de los monjes lo recibieron con modestia, otros con burlas y un tercero
con rabia; y se apresuraron a vender el animal, que todos coincidieron
en decir que era el único provecho de estos viajes evangélicos.
Un día, mientras el hermano Francisco predicaba en un pueblo, con
una gravedad bastante apostólica y la vivacidad de un nativo del sur:
“Enciende un fuego”, exclamó, “ante este pórtico sagrado, y consuma
los despojos de su lujo, su mentalidad mundana y su libertinaje ".
Inmediatamente toda la asamblea se puso en conmoción ; algunos
encendieron un fuego; otros corrieron a sus casas y regresaron con
dados, naipes y dibujos obscenos; y luego, como los cristianos de Éfeso
en la predicación de San Pablo, arrojarlo todo a las llamas. Una gran
multitud se reunió alrededor del fuego, y entre ellos algunos
franciscanos, que al percibir un dibujo indecente de una joven mujer,
lo retiraron con astucia y lo escondieron debajo de uno de sus vestidos,
“para echar leña a sus propias llamas”, dice. Lambert. Esto no escapó a
los ojos del hermano Francis; un santo en dignidad se encendió dentro
de él, y dirigiéndose con valentía a los monjes, arremetió contra su
lubricidad y robo. Avergonzados por ser descubiertos, hundieron la
cabeza, entregaron la imagen, pero juraron vengarse. 30
Lambert, rodeado de libertinaje y convertido en objeto de odio para
los monjes, sentía de vez en cuando un ardiente deseo de volver al
mundo, que le parecía infinitamente más santo que el claustro: pero
encontró algo aún mejor. Las obras de Lutero, llevadas a las ferias de
Lyon, descendieron por el Ródano y llegaron a su celda. Pronto le
fueron quitados y quemados; pero fue demasiado tarde. El espíritu que
animaba al Agustín de Wittenberg había pasado al franciscano de
Aviñón: se salvó. En vano hasta entonces había recurrido al ayuno
frecuente; 31 en vano había dormido sentado en un taburete; En vano
había rehuido la apariencia de una mujer, se había puesto un peinado
junto a la piel, se había azotado y había debilitado tanto su cuerpo que
apenas podía mantenerse erguido, y a veces incluso se había
desmayado en las iglesias y los campos mientras predicaba a la gente.
Todo esto, nos dice, no pudo extinguir los deseos y desterrar los
pensamientos que lo acechaban, y fue solo en la fe en la gracia gratuita
de Dios y en la santidad de una vida matrimonial que encontró pureza
y paz. 32 Este es uno de esos numerosos ejemplos que prueban que el
matrimonio, por ser designado por Dios, es un medio de gracia y
santidad, y que el celibato de sacerdotes y monjes, invención del
hombre, es uno de los agentes más eficaces para fomentar la impureza,
mancha la imaginación, perturba la paz de las familias y llena la
sociedad de innumerables desórdenes.

Por fin, el fraile había tomado una decisión; abandonará el convento,


abandonará el papado, abandonará Francia. Irá adonde fluyen
abundantes y puras las corrientes del Evangelio, y allí se sumergirá en
ellas y apagará los fuegos que lo consumen. 33 Como todos sus
esfuerzos son infructuosos , irá a Wittenberg, a ese gran siervo de
Dios, cuyo solo nombre conjura y asusta al diablo, para que encuentre
la paz. 34 Aprovechó unas cartas que iban a llevar a uno de los
superiores de la orden, y habiéndose puesto su traje, abandonó el
convento franciscano de Aviñón en la primavera de 1522, después de
veinte años de lucha. Ascendió el Ródano, atravesó Lyon y cruzó los
bosques que cubren las cordilleras inferiores del Jura. Este monje flaco
e ingrato todavía vestía el hábito de su orden y montaba en un asno,
con los pies descalzos casi tocando el suelo. Ya lo hemos visto pasar por
Ginebra, Lausana, Berna y Zurich. 35 A principios de 1523, estaba en
Wittenberg y abrazó a Lutero. Pero volvamos a Francia ya la Iglesia de
Meaux.

Notas finales:
1. Bossuet.
2. Reges, principes, magnates omnes et subinde omnium
nationum populi, ut nihil aliud cogitent..ac Christum.
Fabri. Comm. En Evang. Praef.
3. Ubivis gentium expergiscimini ad Evangelii lucem.
Ibídem.
4. Verbum Dei suficiente. Ibídem.
5. Haec est universa et sola vivifica Theologia..Christura et
verbum ejus esse omnia. Ibídem. en Ev. Johan. Pág. 271.
6. Le Long. Biblioth. Sacree, 2d editar. P. 42.
7. Actuar. Des Mart. Pág. 182.
8. Histoire Catholique de notre temps. Par Fontaine, de
Pordre de St. Francois. París, 1562.
9. Estos datos se derivan de unos papeles viejos y muy
descoloridos, encontrados en la iglesia de Landouzy-la-
Ville, en el departamento de Aisne, por M. Colany,
mientras era pastor de ese lugar.
10. Actuar Mort. Pág. 182.

11. EM. Bibl. Roy. SF No. 337.


12. Hist. Catholique de Fontaine.
13. Actuar. Mercado. Pág. 182.
14. EM. Bibl. Roy. SF No. 337.
15. Par le commandement de Madame a qui il a lyvre
quelque eligió de la saincte Escripture qu'elle desire
parfaire. Ibídem.
16. Ibídem.
17. Les Marguerites. 1:40.

18. EM. Bibl. Roy. SF No. 337.


19. Farel, Epitre au Due de Lorraine, general 1634.
20. EM. Bibl. Roy. SF No. 337.
21. Hist. Genealogique de Briconnet, ad annum.
22. EM. Bibl. Roy. SF No. 337.
23. Qui verbum ejus hoc modo non diligunt, quo pacto hi
Christiani essent. Praef. Comm. En Evang.
24. Farel, apre s avoir subsiste tant qu'il put a Paris. Beza,
Hist. Eccl. 1: 6.

25. En palatio saepe versatus, quod genitor meus legationis


ejus secretarius esset. Cordero. Epistola ad Galliae Regem.
26. Impietates et horrenda scelera tam multa et enormia.
Ibídem.
27. Olim seductus et peccator. Ibídem.

28. Rationes propter quas minoritarum conversionem,


habitumque rejecerit. Wittenberg, 1523.
29. Urgebat me vehementer letens quaedam vis (confido
non aliena a Domini spiritu) ad sacrarum studia
literarum. Exégesis en S. Johannis Apocalypsia, pr aef.
30. Lambert von Avignon, por el profesor Baum.
31. Non aliter dormuisse multo tempore quam en scamno
nudo sedentem. Cordero. De sacro conjugio.
32. Donec secundum altissimi jussionem conjux factus est.
Ibid.
33. Urebar tamen etiamsi nescirent alii. Ibídem.

34. Tametsi non h abeam scorta et multis modis niterer ad


continenteiam, nunquam pacem habui. Ibídem.
35. Vol. 2. P. 295.
LIBRO 12
CAPÍTULO 8

Lefevre intimidado, Briconnet retrocediendo, Farel obligado a volar:


aquí estaba el comienzo de la victoria. Ya imaginaban en la Sorb onne
que habían dominado el movimiento; los médicos y los monjes se
felicitaron mutuamente por sus triunfos. Pero esto no fue suficiente; la
sangre no había corrido. Se pusieron a trabajar de nuevo; y la sangre,
como debe ser así, no tardó en complacer el fanatismo de Roma .

Los cristianos evangélicos de Meaux, al ver a sus líderes dispersos,


buscaron edificarse unos a otros. El cardador de lana, John Leclerc, a
quien las lecciones de los médicos, la lectura de la Biblia y algunos
tratados, habían instruido en la doctrina cristiana, 1 se destacó por su
celo y facilidad para exponer las Escrituras. Era uno de esos hombres a
los que el Espíritu de Dios llena de valor 2 y pronto pone a la cabeza de
un movimiento religioso. No pasó mucho tiempo antes de que la Iglesia
de Meaux lo considerara su ministro.
La idea de un sacerdocio universal, un principio tan vivo entre los
primeros cristianos, había sido restablecida por Lutero en el siglo XVI.
3 Pero esta idea parece entonces haber existido solo en teoría en la
iglesia luterana, y que realmente se actuó únicamente entre los
cristianos reformados. Las iglesias luteranas (y aquí están de acuerdo
con la iglesia anglicana) quizás tomaron un camino intermedio entre
las iglesias romanas y reformadas. Entre los luteranos, todo procedía
del pastor o del sacerdote; y nada se contaba válido en la Iglesia que no
fluyera regularmente a través de sus jefes. Pero las Iglesias
Reformadas, si bien mantuvieron la designación divina del ministerio,
que algunas sectas niegan, se acercaron más a la condición primitiva
de las comunidades apostólicas. Desde los tiempos de los que
hablamos, reconocieron y proclamaron que los rebaños cristianos no
deben recibir simplemente lo que da el pastor; que los miembros de la
Iglesia, así como sus líderes, poseen la llave de ese tesoro de donde
estos últimos derivan su instrucción, porque la Biblia está en manos de
todos; que las gracias de Dios, el espíritu de fe, de sabiduría, de
consuelo, de luz, no se conceden únicamente al pastor; que todo
hombre está llamado a emplear el don que ha recibido para el bien de
todos; y que cierto don, necesario para la edificación de la Iglesia,
puede ser rechazado a un ministro y, sin embargo, concedido a uno de
su rebaño. Así, el estado pasivo de la Iglesia se transformó en un estado
de actividad general; y en Francia, especialmente, esta revolución se
llevó a cabo. En otros países, los reformadores fueron casi
exclusivamente pastores y médicos; pero en Francia, el modo de
aprender tuvo desde el principio hombres piadosos del pueblo como
aliados. En ese país, Dios seleccionó para sus primeros obreros a un
médico de la Sorbona y un tejedor de lana.
El peinador de lana Leclerc empezó a visitar de casa en casa,
confirmando a los discípulos. Pero sin detenerse ante estos cuidados
ordinarios, hubiera querido ver derribado el edificio del papado, y
Francia, en medio de estas ruinas, volviéndose con un grito de alegría
hacia el Evangelio. Su celo descuidado puede recordarnos a ese
Hottinger en Zurich ya Carlstadt en Wittenberg. Escribió una
proclamación contra el Anticristo de Roma, anunciando que el Señor
estaba a punto de destruirlo con el aliento de su boca. Luego colocó
audazmente sus "carteles" en las puertas de la catedral. 4 En la
actualidad, todo estaba en confusión alrededor de ese antiguo edificio.
Los fieles estaban asombrados; los sacerdotes exasperaron. ¡Qué! ¡un
tipo que se dedica a peinar lana se atreve a medirse con el Papa! Los
franciscanos fueron indignantes y exigieron que se diera por lo menos
una vez un ejemplo terrible. Leclerc fue encarcelado.
Su juicio terminó en unos pocos días, bajo la mirada del propio
Briconnet, que ahora iba a presenciar y tolerar todo lo que se hiciera.
El carder fue condenado a ser azotado tres días seguidos por la ciudad,
y al tercero a ser marcado en la frente. Este triste espectáculo pronto
comenzó. Leclerc fue conducido por las calles con las manos atadas, la
espalda descubierta, y los verdugos le infligieron los golpes que se
había infligido al levantarse contra el obispo de Roma. Una inmensa
muchedumbre seguía la pista marcada por la sangre del mártir.
Algunos gritaron de rabia contra el hereje; otros, con su silencio, no le
dieron señales inequívocas de su tierna compasión. Una mujer alentó
al infeliz con su mirada y sus palabras: era su madre.
Por fin, al tercer día, cuando terminó la procesión manchada de
sangre, se detuvieron con Leclerc en el lugar habitual de ejecución. El
verdugo preparó el fuego, calentó el hierro que debía estampar su
marca ardiente en el evangelista, y acercándose a él, lo marcó en la
frente como hereje. Se escuchó un grito, pero no procedía del mártir. Su
madre, espectadora de la espantosa escena, y retorcida de angustia,
sufrió una amarga lucha: era el entusiasmo de la fe que luchaba en su
corazón con el amor maternal; la fe prevaleció por última vez, y
exclamó con una voz que hizo temblar a los adversarios: "¡Gloria a
Jesucristo y a sus testigos!" 5 Así cumplió aquella francesa del siglo
XVI el mandamiento del Hijo de Dios: "El que ama a su hijo más que a
mí, no es digno de mí". Tal audacia, y en ese momento, merecía un
castigo señalado; pero esta madre cristiana había horrorizado los
corazones tanto de los sacerdotes como de los soldados. Toda su furia
estaba controlada por un brazo más fuerte que el de ellos. La multitud,
abriéndose paso respetuosamente, permitió que la madre del mártir
recuperara lentamente su humilde morada. Los monjes, e incluso los
sargentos de la ciudad, la miraban sin moverse. “Ninguno de sus
enemigos se atrevió a ponerle las manos encima”, dijo Theodore Beza.
Después de esta ejecución, Leclerc, puesto en libertad, se retiró a
Rosay en Brie, una pequeña ciudad a unas seis leguas de Meaux, y
posteriormente a Metz, donde nos volveremos a encontrar con él.
Los adversarios triunfaron. "Los Cordeliers habiendo vuelto a capturar
los púlpitos, propagaron sus mentiras y sus trucos como de
costumbre". 6 Pero los pobres obreros de la ciudad, impedidos de oír
la Palabra en asambleas regulares , "comenzaron a reunirse en
secreto", dice nuestro cronista, "a la manera de los hijos de los profetas
en el tiempo de Acab, y de la Cristianos de la Iglesia primitiva; y,
cuando se les presentaba la oportunidad, se reunían una vez en una
casa, otra en alguna cueva, a veces también en un viñedo o en un
bosque. Allí, entre ellos, el más versado en las Sagradas Escrituras
exhortó a los demás; y hecho esto, todos rezaron juntos con gran
valentía, apoyándose unos a otros con la esperanza de que el Evangelio
reviviera en Francia y que la tiranía del Anticristo llegara a su fin ”. 7 -
No hay poder que pueda detener el progreso de la verdad.
Pero una sola víctima no fue suficiente; y si el primero contra quien se
desencadenó la persecución fue un peinador, el segundo fue un señor
de la corte. Era necesario asustar tanto a los nobles como a la gente. Sus
reverencias de la Sorbona de París no podían pensar en ser superadas
por los franciscanos de Meaux. Berquin, "el más sabio de los nobles",
había obtenido un nuevo valor de las Sagradas Escrituras y, después
de haber atacado a "los avispones de la Sorbona" en ciertos epigramas,
los había acusado abiertamente de impiedad. 8
Beda y Duchesne, que no se habían atrevido a responder en su forma
habitual a las ocurrencias del caballero del rey, cambiaron de opinión
en cuanto descubrieron serias convicciones latentes detrás de estos
ataques. Berquin se había convertido en cristiano: su ruina estaba
decidida. Beda y Duchesne, habiendo confiscado algunas de sus
traducciones, encontraron en ellas materia para quemar a más herejes
que uno. “Él sostiene”, dijeron ellos, “que está mal invocar a la Virgen
María en lugar del Espíritu Santo y llamarla la fuente de toda gracia. 9
Él critica la práctica de llamarla nuestra esperanza, nuestra vida, y dice
que estos títulos pertenecen únicamente al Hijo de Dios ”. Había otros
asuntos además de estos. El estudio de Berquin era como una librería,
desde donde circulaban obras de corrupción por todo el reino. Los
lugares comunes de Melancthon, en particular, sirvieron, por la
elegancia de su estilo, para sacudir la fe de los literatos en Francia. Este
piadoso noble, que vivía sólo entre sus folios y sus tratados, se había
convertido, por caridad cristiana, en traductor, corrector, impresor y
librero ...... Era imprescindible controlar este formidable torrente en
su origen.

Un día, mientras Berquin estaba sentado tranquilamente en sus


estudios, entre sus amados libros, su casa fue repentinamente rodeada
por los sargentos de armas, que llamaron violentamente a la puerta.
Eran la Sorbona y sus agentes, quienes, dotados de la autoridad del
parlamento, realizaban una visita domiciliaria. Beda, el formidable
síndico, estaba a la cabeza, y el inquisidor nunca cumplió mejor su
deber; acompañado de sus satélites, entró en la biblioteca de Berquin,
le contó sus asuntos, ordenó que lo vigilaran y comenzó su búsqueda.
Ningún libro escapó a su mirada penetrante, y sus órdenes hicieron un
inventario exacto del conjunto .
Aquí había un tratado de Melancthon, allí un libro de Carlstadt; más
adelante, obra de Lutero. Aquí había libros heréticos traducidos del
latín al francés por el mismo Berquin; allí, otros de su propia
composición. Todas las obras que Beda se apoderó, excepto dos,
estaban llenas de errores luteranos. Salió de la casa, llevándose su
botín, y más regocijado que nunca fue el general cargado con el botín
de naciones vencidas. 10
Berquin vio que una gran tormenta había estallado sobre él, pero su
valor no flaqueó. Despreciaba demasiado a sus enemigos como para
temerlos. Mientras tanto, Beda no perdió el tiempo. El 13 de mayo de
1523, el parlamento emitió un decreto por el que todos los libros
incautados en la casa de Berquin debían ser entregados a la facultad de
teología . Pronto se pronunció la opinión de la Sorbona; el 25 de junio
condenó todas las obras, con excepción de las dos ya mencionadas, a la
quema por heréticas, y ordenó que Berquin abjurara de sus errores. El
parlamento ratificó esta decisión.
El noble apareció ante este formidable cuerpo. Sabía que el siguiente
paso podría ser el andamio; pero, como Lutero en Worms, se mantuvo
firme. El parlamento le ordenó en vano que se retractara. Berquin no
fue uno de los que se apartan después de haber sido hechos partícipes
del Espíritu Santo. Todo aquel que es engendrado de Dios, se guarda a
sí mismo, y el maligno no le toca. 11 Cada caída prueba que la
conversión anterior ha sido sólo aparente o parcial; pero la conversión
de Berquin fue real. Respondió con firmeza al tribunal ante el que se
encontraba. El parlamento, más severo de lo que había sido la Dieta de
Worms, ordenó a sus oficiales que apresaran al acusado y lo llevaran a
la prisión de la Conciergerie. Fue el 1 de agosto de 1523. El día 5 el
parlamento entregó al hereje al obispo de París, para que este prelado
tomara conocimiento del asunto y, asistido por los médicos y
consejeros, pronunciara sentencia sobre el culpable. Fue trasladado a
la prisión episcopal. 12
Así pasó Berquin de tribunal en tribunal y de una prisión a otra. Beda,
Duchesne y su camarilla tenían a su víctima a su alcance; pero la corte
todavía guardaba rencor contra la Sorbona, y Francisco era más
poderoso que Beda. Esta transacción provocó una gran indignación
entre los nobles. ¿Estos monjes y sacerdotes olvidan lo que vale la
espada de un caballero? "¿De qué se le acusa?" le dijeron a Francisco I;
“¿De culpar a la costumbre de invocar a la Virgen en lugar del Espíritu
Santo? Pero Erasmo y muchos otros lo culpan igualmente. ¿Es por esas
nimiedades que encarcelan al oficial del rey? 13 Este ataque está
dirigido a la literatura, la verdadera religión, la nobleza , la caballería,
no, la corona misma ”. El rey se alegró de tener otra oportunidad de
molestar a toda la compañía. Envió cartas transfiriendo la causa al
consejo real, y el 8 de agosto apareció un ujier en la prisión del obispo
con una orden del rey de poner en libertad a Berquin.

La pregunta ahora era si los monjes cederían. Francisco I, que había


anticipado alguna resistencia, dijo al agente encargado de ejecutar sus
órdenes: "Si encuentra alguna resistencia, le autorizo a romper las
puertas". Este lenguaje fue claro. Los monjes y la Sorbona se
sometieron a la afrenta, y Berquin, devuelto a la libertad, compareció
ante el consejo del rey, por el que fue absuelto. 14
Así humilló Francisco I a la Iglesia. Berquin imaginó que Francia, bajo
su reinado, podría emanciparse del papado, y pensó en reanudar la
guerra. A tal efecto, se puso en comunicación con Erasmo, quien de
inmediato lo reconoció como un hombre valioso. 15 Pero, siempre
tímido y contemporáneo, el filósofo le dijo: “Cuídate de pisar un
avispero y prosigue tus estudios en paz. 16 Sobre todo, no me
confundas con tu asunto; eso no te serviría a ti ni a mí ". 17

Este rechazo no desanimó a Berquin; si el genio más poderoso de la


época retrocede, pondrá su confianza en Dios que nunca flaquea. La
obra de Dios se hará con o sin la ayuda del hombre. “Berquin”, dijo
Erasmo, “tenía cierto parecido con la palmera; se levantó de nuevo, se
enorgulleció y se elevó contra los que buscaban alarmarlo ". 18
No eran todos los que habían abrazado la doctrina evangélica. Martial
Mazurier había sido uno de los predicadores más celosos. Fue acusado
de enseñar a opiniones muy erróneas, 19 e incluso de haber cometido
ciertos actos de violencia, mientras que en Meaux. “Este Marital
Mazurier, estando en Meaux”, dice un manuscrito de la ciudad, que ya
hemos citado, “yendo a la iglesia del reverendo Grayfriars, y viendo la
imagen de San Francisco, con las cinco heridas, fuera del La puerta del
convento, donde ahora se encuentra la de San Roque, la tiró y la
rompió en pedazos ". Mazurier fue detenido y enviado a la
Conciergerie, 20 en la que de repente cayó en una profunda reflexión y
angustia severa. Era la moralidad, más que la doctrina del Evangelio, lo
que lo había atraído a las filas de los reformadores; una moralidad nd
le dejó sin fuerzas. Alarmado ante la perspectiva de la hoguera, y
decididamente por la opinión de que en Francia la victoria
permanecería del lado de Roma, se convenció fácilmente de que
disfrutaría de más influencia y honor al regresar al papado. En
consecuencia, se retractó de lo que había enseñado y provocó que se
predicaran en su parroquia doctrinas totalmente opuestas a las que
había sostenido anteriormente; 21 y posteriormente se unió a los
médicos más fanáticos, y particularmente al célebre Ignacio de Loyola,
se convirtió a partir de ese momento en el más ferviente partidario de
la causa papal. 22 Desde los días del emperador Juliano, los apóstatas,
después de su infidelidad, se han convertido siempre en los
perseguidores más despiadados de las doctrinas que profesaron.
Mazurier pronto encontró la oportunidad de mostrar su celo. El joven
James Pavanne también había sido encarcelado. Martial esperaba que,
al hacerlo caer como él mismo, pudiera cubrir su propia vergüenza. La
juventud, la amabilidad , el saber y la rectitud de Pavanne crearon un
interés general a su favor, y Mazurier imaginó que él mismo sería
menos culpable si lograba persuadir al Maestro James de que siguiera
su ejemplo. Lo visitó en la cárcel y comenzó sus maniobras fingiendo
que había avanzado más que Pavanne en el conocimiento de la verdad:
"Te equivocas, James", le repetía a menudo; “No has subido a las
profundidades del mar; solo conoces la superficie de las aguas ". 23
Nada se salvó, ni sofismas, promesas ni amenazas. El infeliz joven,
seducido, agitado y conmovido, se hundió por fin bajo estos pérfidos
ataques y se retractó públicamente de sus pretendidos errores al día
siguiente de Navidad de 1524. Pero a partir de esa hora, el espíritu de
abatimiento y remordimiento fue enviado a Pavanne. Todopoderoso.
Una profunda tristeza se apoderó de él y suspiraba continuamente.
"¡Pobre de mí!" repitió, "no hay nada más que amargura para mí en la
vida". ¡Triste salario de la incredulidad!

Sin embargo, entre los que habían recibido la Palabra de Dios en


Francia, había hombres de espíritu más intrépido que Mazurier y
Pavanne. Hacia fines del año 1523, Leclerc se había retirado a Metz en
Lorena, y allí, dice Theodore Beza, había seguido el ejemplo de San
Pablo en Corinto, quien, mientras trabajaba en su oficio como
fabricante de tiendas, persuadió a los judíos y a los Griegos. 24
Leclerc, todavía ejerciendo su oficio de carpintero, instruyó a la gente
sobre su propia condición; y muchos de ellos se habían convertido
realmente . Así, este humilde artesano puso los cimientos de una
iglesia que luego se hizo famosa.
Leclerc no fue la primera persona que se esforzó por arrojar la nueva
luz del Evangelio sobre Metz. Un erudito, renombrado en esa época por
su habilidad en las ciencias ocultas, el maestro Agrippa de Nettesheim,
“un oficinista maravillosamente instruido, de pequeña estatura, que
había pasado mucho tiempo viajando, que hablaba todos los idiomas y
había estudiado todas las ciencias, ” 25 habían fijado su residencia en
Metz, e incluso se había convertido síndico de la ciudad. Agripa había
adquirido las obras de Lutero y las había comunicado a sus amigos, 26
y, entre otros, al maestro John, sacerdote de Sainte-Croix, un gran
escribiente él mismo y con quien el maestro Agr ippa era muy íntimo.
Muchos del clero, la nobleza y los ciudadanos, movidos por el coraje
que Lutero había mostrado en Worms, se ganaron para su causa, 27 y
ya en marzo de 1522, un cartel evangélico ensalzando lo que Lutero
había hecho estaba colgado en letras grandes en una esquina. del
palacio episcopal, y despertó mucha atención pública. Pero cuando
llegó Leclerc, las llamas, dominadas por un instante, brotaron con
renovada energía. En la sala del consejo, en la sala del capítulo y en las
casas de los ciudadanos, la conversación giró perpetuamente sobre los
asuntos luteranos. “Muchos grandes escribanos y personas eruditas
cuestionaban, discutían y debatían diariamente este asunto, y en su
mayor parte se ponían del lado de Lutero, y ya predicaban y
proclamaban esa secta maldita”. 28
En poco tiempo, la causa evangélica recibió un poderoso refuerzo.
“Hacia esta misma época (1524)”, dice la crónica, “llegó a Metz un
fraile agustino llamado John Chaistellain (Chatel ain), un hombre en
declive en años y de agradables modales, gran predicador y muy
elocuente, un maravilloso consolador para los más pobres. De este
modo se ganó la buena voluntad de la mayoría del pueblo (no de
todos), especialmente de la mayoría de los sacerdotes y grandes
rabinos, contra los cuales el dicho fraile Juan predicaba diariamente,
exponiendo sus vicios y sus pecados, diciendo que abusaron de los
pobres, lo que provocó una gran animosidad ". 29

John Chatelain, monje agustino de Tournay y doctor en teología, había


llegado al conocimiento de Dios 30 gracias a su relación con los
agustinos de Amberes. La doctrina de Cristo, cuando la predicaba
ataviado con casulla y estola, les pareció menos extraordinaria a los
habitantes de Metz que cuando salió de los labios de un pobre
artesano, que dejó a un lado el peine con el que cardaba su lana, para
explicar una versión francesa del Evangelio.
Todo estaba fermentando en Metz durante esa famosa Cuaresma de
1524, cuando apareció en el escenario un nuevo personaje, un
sacerdote, un médico, un ex fraile y (lo que nunca se había visto en
Francia o Lorena) teniendo una esposa con él. . 31 Este era Lambert de
Aviñón.

A la llegada de Lambert a Wittenberg, que había sido el objeto de su


viaje al salir del convento, fue bien recibido por Lutero, y el
reformador se apresuró a recomendar a Spalatin y al elector a este
fraile, quien, “a causa de la persecución, había elegido la pobreza y el
exilio ... Me complace en todos los aspectos ”, agregó Lutero. 32
Lambert había comenzado a dar una conferencia sobre el profeta
Oseas en la universidad, ante un auditorio que no pudo ocultar su
sorpresa al escuchar tales cosas de boca de un galo. 33 Y luego, con los
ojos siempre vueltos hacia su tierra natal, había comenzado a traducir
al francés e italiano varios folletos evangélicos publicados por Lutero y
otros médicos. No fue el único francés en Wittenberg: allí se reunió con
condes , caballeros, nobles y otros que venían de Francia para ver al
elector y conversar con Lutero, "el supervisor de las obras que se
estaban realizando en el mundo". 34 Estos franceses se animaron
mutuamente y, como es habitual en los emigrantes, exageraron el
estado de las cosas, imaginando que una rápida revolución conduciría
al triunfo en su propio país de la causa que tanto tenían en el corazón.
"Casi toda la Galia está conmovedora", escribió Lambert al Elector de
Sajonia . “Aunque en Francia la verdad no tiene amo ni líder, sus
amigos son muy numerosos. 35
Una sola cosa comprobó estos franceses en Wittenberg: la impresión
de los folletos destinados a sus compatriotas. "Ojalá pudiera encontrar
a alguien", exclamó Lambert, "que pudiera imprimir no sólo en latín,
sino en francés e incluso en italiano". 36 Ésta era la postura de los
asuntos cuando aparecieron unos desconocidos: eran de Hamburgo.
“Venimos a pedirte algunos tratados franceses”, le dijeron a Lambert;
"Porque tenemos a alguien en Hamburgo que los imprimirá
cuidadosamente". 37 Parece que también hubo varios emigrantes
franceses en Hamburgo, y un impresor entre el resto. Lambert no pudo
contener su alegría; pero había todavía otra dificultad: "¿Y cómo", dijo,
"podemos llevar estos libros a Francia desde las orillas del Elba?" -
"Por mar; por los barcos que navegan de un lado a otro ”, respondieron
los Hamburgueses. 38 "Se han hecho todos los arreglos necesarios".
Así, el Evangelio apenas había sido restituido a la Iglesia, antes de que
el océano se convirtiera en un instrumento de su difusión. El Señor
abrió camino en el mar. 39
Sin embargo, esto no podría ser suficiente; todo francés que volviera a
Francia debía llevar consigo algunos libros, aunque el patíbulo podría
ser la recompensa de su empresa. Ahora se habla más, luego hubo más
acción. Un joven noble francés, Claude de Taureau, que dejó Wittenb
erg en mayo de 1523, se llevó consigo un gran número de tratados y
cartas evangélicos que Lambert había escrito a muchos de los hombres
más conspicuos de Francia y Saboya. 40
El 13 de julio de 1523, Lambert, entonces a la edad de treinta y seis
años, "decidido (en sus propias palabras) a huir de los caminos de la
impureza como siempre lo había hecho", entró en los santos lazos del
matrimonio, dos años antes. Lutero y el primero de los monjes o
sacerdotes franceses. Cuando se casó, recordó que no debería pensar
"cómo podría agradar a su esposa, sino cómo agradar al Señor".
Christina, la hija de un digno ciudadano de Herzberg, estaba lista para
ser la compañera de sus sufrimientos. Lambert les dijo a sus amigos de
Wittenberg que tenía la intención de regresar a Francia.
Luther y Melancthon estaban aterrorizados ante la idea. "Es más de
Francia a Alemania", dijo Lutero, "que de Alemania a Francia, que
deberías ir". 41 Lambert, todos cuyos pensamientos estaban en
Francia, no prestó atención al consejo del reformador. 42
Y, sin embargo, los sentimientos de Lutero no podían dejar de
impresionarlo. ¿Debería ir a Zurich, adonde lo insta Lutero? ¿O a
Francia o Lorena, donde Farel y, según él cree, el mismo Cristo lo
llaman? Estaba muy perplejo. 43 En Zurich encontraría paz y
seguridad; en Francia peligro y muerte. 44 Su descanso estaba roto, no
podía encontrar reposo; 45 vagó por las calles de Wittenberg con los
ojos bajos, y su esposa no pudo devolverle la serenidad. Por fin cayó de
rodillas y pidió al Señor que pusiera fin a su lucha, dando a conocer su
voluntad en el echado de suertes. 46 Tomó dos tiras de papel; en una
escribió Francia, en la otra Suiza; cerró los ojos y dibujó; la suerte había
recaído en Francia. 47 De nuevo cayó de rodillas: "Oh Dios", dijo, "si
no cierras los labios que desean pronunciar tu alabanza, dígnate dar a
conocer tu voluntad". 48 Lo intentó de nuevo, y la respuesta seguía
siendo Francia. Y algunas horas después, recordando (dijo) que
Gedeón, cuando fue llamado a marchar contra los madianitas , había
pedido tres veces una señal del cielo cerca de la encina de Ofra, 49 oró
a Dios por tercera vez y por tercera vez. respondió Francia. A partir de
esa hora no vaciló más, y Lutero, que no podía depositar tanta
confianza en la suerte, por el bien de la paz, dejó de instar a sus
objeciones, y Lambert, en el mes de febrero o marzo de 1524,
llevándose a su esposa consigo , partió hacia Estrasburgo, de donde se
dirigió a Metz.
Pronto tuvo intimidad con Chatelain, a quien llamó "su Jona que", y
compareciendo ante una reunión encargada para investigar sus
doctrinas: "Permítanme predicar en público", dijo el hombre de
Aviñón, "y de inmediato publicaré una ciento dieciséis tesis
explicativas de mi doctrina, y que defenderé contra todo tipo de
personas ”.
La Sala del XIII, los señores escribanos y los mensajeros de justicia,
ante los cuales se había llamado a Lambert, se asustaron ante tal
petición y se negaron a conceder el permiso; y poco después, toda la
tropa del Anticristo estaba en movimiento, dijo Lambert; canónigos,
monjes, inquisidores, oficiales del obispo, y todos sus partidarios, se
esforzaron por apresarlo y arrojarlo al calabozo de algún claustro. 50
Los magistrados protegieron a Lambert, pero insinuaron que era
mejor que se fuera de la ciudad. Lambert obedeció. “Huiré”, le dijo a su
Maestro, “¡pero aún confesaré tu nombre! Siempre que sea tu
beneplácito, soportaré la muerte. Estoy en tus manos; Huyo, y sin
embargo no huyo; es el vuelo que conviene a todos los que son
perfeccionados ". 51 Lambert no había estado quince días en Metz.
Debía aprender que Dios da a conocer su voluntad por otros medios
además del sorteo. No fue para Francia a quien se destinó este monje
de las orillas del Ródano ; pronto lo veremos desempeñando un papel
importante en Alemania, como reformador de Hesse. Regresó a
Estrasburgo, dejando a Chatelain y Leclerc en Metz. Debido al celo de
estos dos hombres, la luz del Evangelio se difundió cada vez más por
toda la ciudad. Una mujer muy devota, llamada Toussaint, de rango
medio, tenía un hijo llamado Pedro, con quien, en medio de sus
deportes, conversaba a menudo en una tensión seria. En todas partes,
incluso en las casas de la gente del pueblo, se esperaba algo
extraordinario . Un día, el niño, entregándose a las diversiones propias
de su edad, estaba montado en un palo en la habitación de su madre,
cuando esta última, conversando con sus amigas sobre las cosas de
Dios, les dijo con voz agitada: “El Anticristo pronto ven con gran poder
y destruye a los que se han convertido por la predicación de Elías ". 52
Estas palabras, repetidas con frecuencia, atrajeron la atención del
niño, y las recordaba mucho después. Peter Toussaint ya no era un
niño cuando el doctor en teología y el peinador predicaban el
Evangelio en Metz. Sus parientes y amigos, sorprendidos por su genio
juvenil, esperaban verlo algún día ocupando una posición eminente en
la Iglesia. Uno de sus tíos, hermano de su padre, era decano de Metz;
fue la más alta dignidad del capítulo. 53 El cardenal Juan de Lorena,
hijo del duque René, que mantenía un gran establecimiento, testificó
mucho respeto por el decano y su sobrino. Este último, a pesar de su
juventud, acababa de obtener un predominio, cuando comenzó a
prestar oído atento al Evangelio. ¿No será la predicación de Chatelain y
Leclerc la de Elías? Es cierto, el Anticristo ya se está armando contra él
en todos los ámbitos. Pero no importa. "Levantemos nuestras cabezas al
Señor", dijo, "porque él vendrá y no se demorará". 54
La doctrina evangélica se estaba abriendo camino en las primeras
familias de Metz. El caballero D'Esch, un hombre muy respetado y
amigo íntimo del decano , acababa de convertirse. 55 Los amigos del
Evangelio se regocijaron. “El caballero, nuestro digno maestro,” ......
repitió Pedro, agregando con noble franqueza; "Sin embargo, si se nos
permite tener un amo en la tierra". 56
Así, Metz estaba a punto de convertirse en un foco de luz, cuando el
celo imprudente de Leclerc detuvo repentinamente este lento pero
seguro progreso y provocó una tormenta que amenazaba con la ruina
total de la iglesia en ascenso. La gente común de Metz continuó
andando como rey en sus viejas supersticiones, y el corazón de Leclerc
se enfadó al ver a esta gran ciudad sumida en la “idolatría”. Se acercaba
una de sus grandes fiestas. A una legua de la ciudad se alzaba una
capilla que contenía imágenes de la Virgen y de los santos más
célebres del país, y donde todos los habitantes de Metz tenían la
costumbre de peregrinar en un día determinado del año, para adorar
las imágenes y obtener el perdón de sus pecados.
Había llegado la víspera de la fiesta: el alma piadosa y valiente de
Leclerc estaba violentamente agitada. ¿No ha dicho Dios: No te
inclinarás ante sus dioses; pero tú los derribarás por completo y
destruirás sus imágenes? 57 Leclerc pensó que esta orden iba dirigida
a él, y sin consultar a Chatelain, a Esch oa cualquiera de los que
sospechaba que lo habrían disuadido, abandonó la ciudad por la tarde,
justo cuando se acercaba la noche, y se acercó al capilla. Allí reflexionó
un rato sentado en silencio ante las estatuas. Todavía tenía el poder de
retirarse; pero ... mañana, en unas pocas horas, toda la ciudad que
debería adorar solo a Dios estará arrodillada ante estos bloques de
madera y piedra. En el seno del peinador se produjo una lucha, como la
que trazamos en tantos cristianos de las edades primitivas de la
Iglesia. ¿Qué le importa a él que lo que ve son imágenes de santos y no
de dioses y diosas paganos? El culto que la gente rinde a estas
imágenes, ¿no pertenece solo a Dios? Como Polyeucte ante los ídolos
en el templo, su corazón se estremece, su coraje revive:

Ne perdons plus de temps, le sacrificio est pret,


Allons y du vrai Dieu soutenir l'interet;
Allons fouler a ux pieds ce foudre ridiculice,
Dont arme un bois pourri ce peuple trop credule;
Allons en eclairer l'aveuglement fatal,
Allons briser ces dieux de pierre et de metal;
Abandonnons nos jours a cette ardeur celeste -
Triompher Dieu de Faisons; - qu'il dis pose du reste. 58 Corneille,
Polyeucte.
Leclerc se levantó, se acercó a las imágenes, las bajó y las partió en
pedazos, esparciendo indignado sus fragmentos ante el altar. No
dudaba de que el Espíritu del Señor lo había excitado a esta acción, y
Theodore Beza piensa lo mismo. 59 Después de esto, Leclerc regresó a
Metz, donde ingresó al amanecer, sin ser visto salvo por algunas
personas cuando entraba por las puertas. 60
M ientras tanto todos estaban en movimiento en la antigua ciudad;
sonaban las campanas; las cofradías se estaban reuniendo; y toda la
población de Metz, encabezada por canónigos, sacerdotes y monjes,
salió en solemne procesión; recitaban oraciones o cantaban himnos a
los santos que iban a adorar; las cruces y los estandartes avanzaban en
el debido orden, y los instrumentos de música o tambores respondían
a las voces de los fieles. Por fin, después de casi una hora de marcha, la
procesión llegó al lugar de peregrinaje. Pero cuál fue el apedreamiento
del sacerdote, al avanzar, censor en mano, descubrieron las imágenes
que habían venido a adorar mutiladas y cubriendo la tierra con sus
fragmentos. Retrocedieron horrorizados y anunciaron este acto
sacrílego a la multitud. De repente cesaron los cánticos, los
instrumentos se callaron, los estandartes bajaron y toda la multitud
quedó en un estado de indescriptible agitación. Los canónigos,
sacerdotes y monjes se esforzaron por encender sus mentes y
animaron a la gente a buscar al criminal y pedir su muerte. 61 Pero un
grito brotó de todos los labios: "¡Muerte, muerte al desgraciado
sacrílego!" Regresaron a Metz apresuradamente y en desorden.

Leclerc era conocido de todos; muchas veces había llamado ídolos a las
imágenes. Además, no se le había visto al amanecer regresando de la
dirección de la capilla. Fue apresado; Inmediatamente confesó su
crimen y conjuró al pueblo a adorar solo a Dios. Pero este lenguaje
exasperó aún más la furia de la multitud, que lo habría llevado a la
muerte instantánea. Cuando fue llevado ante sus jueces, declaró con
valentía que sólo Jesucristo, Dios manifestado en carne, debía ser
adorado. Fue condenado a ser quemado vivo y trasladado al lugar de
ejecución.
Aquí le esperaba una escena espantosa. La crueldad de sus
perseguidores había estado ideando todo lo que podía hacer que su
castigo fuera más horrible. Cerca del cadalso, los hombres estaban
calentando tenazas que iban a servir como instrumentos de su ira.
Leclerc, firme y tranquilo, escuchó impasible los gritos salvajes de los
monjes y del pueblo. Comenzaron por cortarle la mano derecha; luego,
tomando las tenazas ardientes, le arrancaron la nariz; después de esto,
le laceraron los brazos, y cuando así los habían mutilado en varios
lugares, terminaron por quemarle los pechos. 62 Mientras sus
enemigos de esta manera se vengaban de su cuerpo, la mente de
Leclerc estaba en reposo. Recitó solemnemente y en voz alta 63 estas
palabras de David: Plata y a viejos ídolos , obra de manos de hombres.
Tienen boca, pero no hablan; ojos tienen, pero no ven; tienen oídos,
pero no oyen; tienen narices, pero no huelen; tienen manos, pero no
manejan; tienen pies, pero no andan; ninguno de los dos les atraviesa
la garganta. Los que los hacen son semejantes a ellos; así es todo aquel
que en ellos confía. Israel, confía en el Señor; El es su ayuda y su
escudo. (Salmo 115: 4-9). La vista de tal fortaleza atemorizó a los
enemigos y fortaleció a los fieles; 64 la gente, que antes había
mostrado tanta ira, estaba asombrada y conmovida por la compasión.
65 Después de estas torturas Leclerc fue quemado a fuego lento,
conforme a su se ntence. Tal fue la muerte del primer mártir del
Evangelio en Francia.
Pero los sacerdotes de Metz no estaban satisfechos. En vano se habían
esforzado por sacudir la constancia de Chatelain. "Es sordo como una
víbora", dijeron, "y se niega a escuchar la verdad". 66 Fue apresado
por las criaturas del Cardenal de Lorena y llevado al castillo de
Nommeny.
Luego fue degradado por los oficiales del obispo, quienes lo
despojaron de sus vestiduras sacerdotales y le rasparon los dedos con
un pedazo de asno brillante , diciendo: “Con este raspado, te privamos
del poder de sacrificar, consagrar y bendecir, lo cual lo recibiste por la
unción de manos ". 67 Luego, arrojándole un vestido de laico, lo
entregaron al poder secular , que lo condenó a ser quemado vivo.
Pronto se erigió la pila y el ministro de Cristo consumido por las
llamas. “El luteranismo se extendió no menos por todo el distrito de
Metz”, dicen los autores de la historia de la Iglesia galicana, que en
otros aspectos aprueban altamente esta severidad.
Tan pronto como esta tormenta comenzó a golpear a la Iglesia en
Metz, la tribulación había entrado en la familia de Toussaint. Su tío, el
decano, sin tomar parte activa en las medidas dirigidas contra Leclerc
y C hatelain, se estremeció al pensar que su sobrino era uno de ellos. La
alarma de su madre fue aún mayor. No había un momento que perder;
la libertad y la vida de todos los que habían escuchado el Evangelio
estaban en peligro. La sangre que habían derramado los inquisidores
sólo había aumentado su sed: pronto se levantarían más andamios.
Peter Toussaint, el caballero Esch y muchos otros abandonaron Metz
apresuradamente y buscaron refugio en Basilea.

Notas finales:
1. Aliis pauculis libellis diligenter lectis. Bezae Icones.
2. An imosae fidei plenus, Ibíd.
3. Ver vol. 2. P. 188.
4. Cet heretique ecrivit des pancartes qu'il attacha aux
portes de la grande eglise de Meaux (MS. De Meaux).
Véase también Bezae Icones; Crespin Actes des Martyrs,
etc.

5. Hist. Eccles. De Th. De Beze, pág. 4. Hist. Des Martyrs de


Crespin, pág. 92.
6. Actes des Martyrs, pág. 183.
7. Ibídem.

8. Impietatis etiam accusatos, tum voce, tum scriptis Bezae


Icones.
9. Incongrue beatam Virginem invocari pre Spiritu Sancto.
Erasm. Epp. 1279.
10. Gaillar d Hist. De Francois I 4: 241. Crevier, Univ. de
París, 5: 171.
11. Hebreos 6: 4; 1 Juan 5:18.
12. Ductus est en carcerem, reus haereseos periclitatus.
Erasmi Epp. 1279; Crevier; Gaillard; loc. Cit.
13. Ob hujusmodi noenias. Erasm. Epp. 1279.

14. En los jueces, ubi viderunt causam esse nullius momenti


absolverunt hominem. Ibídem.
15. Ex epistola visus est mihi vir bonus. Erasm. Epp. 1279.
16. Sineret crabrones et suis se studiis oblectaret. Ibídem.
17. Deinde ne me enrollret suae causae. Ibídem.
18. Ille, ut habebat quiddam cum palma commune ,
adversus deterrentem tollebat animos. Ibídem.
Probablemente haya una alusión a la Historia natural de
Plinio, 16:42.
19. Hist. De l'Universite, par. Crevier, 5: 203.
20. Gaillard, Hist. De Francois I 5: 234.

21. "Comme il etait homme habil, il esquiva la


condamnation", dice Crevier, 5: 203.
22. Cun Ignatio Loyola init amicitiam. Launoi, Navarrae
gymnasii historia, p. 621.
23. Actes des Martyrs, pág. 99.

24. Hechos de los Apóstoles, 18: 3, 4. - Apostoli apud


Corinthios exemplum s ecutus. Bezae Icones.
25. Les chroniques de la ville de Metz. Metz, 1838.
26. Apud Metenses mihi nonnulla Lutherana Communicare
dignatus sis. Amicus ad Agrippam, Epp. Lib. 3. Ep. 10.
27. Lambert von Avignon, por el Prof. Baum, pág. 59.
28. Chroniques de Metz, año 1523.
29. Ib id. pags. 808.
30. Vocatus ad cognitionem Dei. Actuar. Mercado. P. 180.

31. Y vient ung, se disant docteur, qui premier avait este


religieuix et a present estait marie. Chroniques de Metz,
pág. 807.
32. Ob persecutionem exul atque pauper factus; mihi per
omnia placet vir. L. Epp. 2: 302.
33. Aliquid nostri Martini cousilio exordiar, vel Oseam
Prophetam, vel Psalmos. Vel Lucam, cuento aliquid vel.
Schelhorn, Amoenitates Litt. 4: 336.
34. Veniunt passim Wittembergam Comites, Equites,
Nobiles, et alii etiam e Gallia nostra ut te inclytum D
ucem (el Elector) videant, et Praefectum Operum, M.
Lutherum. Comentario. En Oseam praef.

35. Gallia pene omnis commota est, et absque magistro


sinceros habet veritatis dilectores. Schelhornm, Amoen. 4.
36. Si inveniatur qui imprimat non tantum Latine sed
Gallice et Italice, haec atque alia tradam. Ibídem.
37. Quod ad me ex Amburgo nuntil advenerint tractatus
Gallicos postulantes; aiunt enim quod illic sit qui ea
lingua elimatissimos posset cudere libros. Ibídem. pags.
343.
38. Quos demum navigio en Galliam mittit. Ibídem.
39. Isaia h 43:16.
40. Occupatus multis scriptis potissimum quae pluribus en
Gallia misi. Junior quippe nobilis Claudius de Tauro abiit
Ibid.
41. Potius ad nos illinc, quam ad vos hinc, cuiquam
migrandum esse. L. Epp. Ad Gerbellium Strasburg, 2: 438.
42. Nec audit meum consil ium, sic ocupatus suo proprio.
Ibídem. 437.

43. In gravissima perplejo. Vocación de Lambert de


Fidelium, cap. 22.
44. En priore vocae erat pax et serenitas; en otros, vero
multa et eadem gravissima, etiam mortis pericula erant.
45. Nalla erat misero requies, ut quidem vixdum somnium
caperet. Ibídem.
46. Oravit Dominum, ut hanc contradictionem sorte
dirimeret. Ibídem.
47. Et sors cecidit super vocae secunda. Ibídem.
48. Ut non clauderetur omnino os Deum laudare volentis.
Ibídem. Estoy de acuerdo con el profesor Baum al pensar
que la narrativa de Lam bert se refiere a esta
circunstancia.
49. Jueces 6: 20-40.
50. Sed mox insanavit tota Antichristi cohors, nempe
canonici, monachi, inquisitor, officialis, et reliqui qui
sunt ex parte eorum et me capere voluerunt. Epistola ad
Franciscum regem.
51. In manu tua sum, sic fugio quasi non fugiam. Haec est
fuga omnibus perfect issimis conveniens. De vocae
fidelium, cap. 15.
52. Cum equitabam in arundine longa, memini saepe
audisse mea a matre venturum Antichristum cum
potentia magna, perditurumque eos qui essent ad Eliae
praedicationem conversi. Tossanus Farello, 4 de
septiembre de 1525, MS. En el cónclave de Neufchatel.
53. Tossanus Farello, 21 de julio de 1525.

54. Levemus interim capita nostra ad Dominum qui veniet


et non tardabit. Ibídem. 4 de septiembre de 1525.
55. Clarissimum illum equitem..cui multum familiaritatis et
amicitiae, cum primicerio Metensi, patruo meo. Ibídem.
2d de agosto de 1524.
56. Ibídem. 21 de julio de 1525. MS. De Neufchatel.
57. Éxodo 20: 4; 23:24.
58. Lo que muchos admiran en verso lo condenan en la
historia.
59. Divini spiritus a fflatu impulsus. Bezae Icones.
60. Mane apud urbis portas deprehensus.

61. Totam civitatem concitarunt ad auctorem ejus facinoris


quaerendum. Actuar. Mercado. Lat. Pág. 189.
62. Naso candentibus forcipibus abrepto, iisdemque
brachio utroque ipsisque mammis crudelissime per ustis.
Bezae Icones; EM. De Meaux Crespin, etc.

63. Altissima voce recitans. Bezae Icones.


64. Territis de Adversariis, piis magnopere confirmamatis.
Ibídem.
65. Nemo qui non commoveretur, attonitus. Actuar.
Mercado. Lat. Pág. 189.
66. Instar aspidis serpentis aures omni surditate a ffectas.
Ibídem. pags. 183.
67. Utriusque manus digitos lamina vitrea erasit. Ibídem.
pags. 86.
LIBRO 12
CAPÍTULO 9

Así sopló violentamente el vendaval de la persecución en Meaux y en


Metz. El norte de Francia rechazó el Evangelio: el Evangelio cedió
durante un tiempo. Pero la Reforma solo cambió de terreno; y las
provincias del sureste se convirtieron en escenario de acción.
Farel, que se había refugiado al pie de los Alpes, trabajaba allí con gran
actividad. De poco le importaba disfrutar de los dulces de la vida
doméstica en el seno de su familia. El rumor de lo ocurrido en Meaux y
en París había llenado de cierto terror a sus hermanos; pero un poder
desconocido los estaba atrayendo hacia las cosas nuevas y admirables
sobre las que William conversaba con ellos . Este último les suplicó con
todo el ímpetu de su celo que se convirtieran al Evangelio; 1 y Daniel,
Walter y Claude fueron finalmente ganados para ese Dios que su
hermano anunció. Al principio no abandonaron el culto religioso de
sus antepasados; pero, cuando surgió la persecución, sacrificaron
valientemente a sus amigos, sus propiedades y su país para adorar a
Jesucristo en libertad. 2 Los hermanos de Lutero y Zwingle de no
parecen haber sido tan decididamente convertidos al Evangelio; la
Reforma francesa desde sus inicios tuvo un carácter más tierno y
doméstico.

Farel no limitó sus exhortaciones a sus hermanos; proclamó la verdad


a sus parientes y amigos en Gap y en el vecindario. Incluso parecería, si
podemos dar crédito a un manuscrito, que, aprovechando la amistad
de ciertos clérigos, comenzó a predicar el Evangelio en varias iglesias;
3 pero otras autoridades declaran positivamente que en este momento
no subió al púlpito. Sea como fuere, la doctrina que profesaba provocó
una gran agitación. La multitud y el clero deseaban silenciarlo. "¿Qué
nueva y extraña herejía es esta?" dijeron ellos; “¿Deben considerarse
vanas todas las prácticas de piedad? No es un monje ni un sacerdote:
no tiene por qué predicar ". 4
En poco tiempo, todos los poderes civiles y eclesiásticos de Gap se
combinaron contra Farel. Evidentemente, era un agente de esa secta a
la que se opone todo el país . “Echemos este tizón de discordia lejos de
nosotros”, exclamaron. Farel fue citado para comparecer, tratado con
dureza y expulsado violentamente de la ciudad. 5
Sin embargo, no abandonó su país natal: ¿ no había en los campos, las
aldeas, las orillas del Durance, del Guisanne y del Isere, muchas almas
que necesitaban el Evangelio? y si corría algún peligro, ¿no podía
encontrar asilo en esos bosques, cavernas y escarpadas rocas que
tantas veces había atravesado en su juventud? Comenzó, por tanto, a
recorrer el campo predicando en casas particulares y en campos
solitarios, y buscando asilo en los bosques y al borde de los torrentes. 6
Esta fue una escuela en la que Dios lo preparó para otras labores. “Las
cruces, persecuciones y maquinaciones de Satanás, de las cuales fui
advertido, no han faltado”, dijo; “Son incluso mucho más severos de lo
que yo podría haber soportado; pero Dios es mi padre; Él me ha
proporcionado y siempre me proporcionará la fuerza que necesito ". 7
Un gran número de habitantes de estos distritos rurales recibió la
verdad de sus labios. Así, la persecución que había expulsado a Farel de
París y de Meaux, contribuyó a la expansión de la Reforma en las
provincias de Saona, del Ródano y de los Alpes. Cada época ha sido
testigo del cumplimiento del dicho de la Escritura: Los que estaban
esparcidos por todas partes iban a predicar la Palabra. 8

Entre los franceses que en ese momento se habían acercado al


Evangelio se encontraba un caballero de Dauphiny, el caballero
Anemond de Coct, hijo menor del auditor de Coct, señor de Chatelard.
Era activo, ardiente y animado, sinceramente piadoso y enemigo de los
religiosos, las procesiones y el clero; recibió la doctrina evangélica con
gran presteza y pronto se dedicó por completo a ella. No podía soportar
las formas de la religión y con gusto habría abolido todas las
ceremonias de la Iglesia. La religión del corazón, la adoración interior,
era en su opinión la única verdadera. “Nunca”, dijo él, “mi espíritu ha
encontrado descanso en lo externo. La suma del cristianismo se
compone de estas palabras: Juan verdaderamente bautizó con agua,
pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo; y correo debe
poner en el hombre nuevo “. 9
Coct, dotado de toda la vivacidad de un francés, hablaba y escribía
unas veces en latín y otras en francés. ¡Leyó y citó a Donato, Tomás de
Aquino, Juvenal y la Biblia! Su estilo fue abrupto, pasando de repente
de una idea a otra. Siempre en movimiento, se presentaba dondequiera
que pareciera abierta una puerta al Evangelio, o donde se escuchara a
un médico célebre. Con su cordialidad se ganó el corazón de todos sus
conocidos. "Se distingue por su rango y erudición", dijo Zwingle en un
período posterior, "pero aún más distinguido por su piedad y
afabilidad". 10 Anemond es el tipo de muchos franceses reformados.
Vivacidad, sencillez de corazón, celo a veces llevado incluso a la
imprudencia, son las cualidades que a menudo se encuentran en los
compatriotas que abrazaron el Evangelio. Pero en el extremo opuesto
del carácter francés encontramos los rasgos serios de Calvin, un
contrapeso de peso a la ligereza de Coct. Calvino y Anemo son los dos
polos entre los que gira todo el mundo religioso en Francia.

Tan pronto como Anemond recibió el conocimiento de Jesucristo de


Farel, 11 se buscó a sí mismo para ganar conversos a esa doctrina del
espíritu y de la vida. Su padre estaba muerto; su hermano mayor, de
temperamento áspero y altivo, lo repelió con desdén. Lawrence, el más
joven de la familia, y quien lo amaba sinceramente, parecía apenas
entenderlo. Anemond, al verse rechazado por sus propios parientes,
desvió su actividad hacia otro sector.
Hasta entonces, el despertar en Dauphiny se había limitado
únicamente a los laicos. Farel, Anemond y sus amigos deseaban ver a
un sacerdote al frente de este movimiento, que parecía que iba a
sacudir las provincias de los Alpes. Vivía en Grenoble un sacerdote
minorita, de nombre Peter Sebville, un predicador de gran elocuencia,
de corazón honesto y bueno, que no tomaba consejos de carne y hueso,
y a quien Dios iba atrayendo poco a poco hacia él. 12 Sebville pronto se
dio cuenta de que no hay maestro infalible sino la Palabra de Dios; y,
abandonando las doctrinas que se basan únicamente en el testimonio
humano, determinó en su propia mente predicar la Palabra “pura,
clara y santamente”. 13 En estas tres palabras se resume toda la
Reforma. Coct y Farel se alegraron al escuchar a este nuevo predicador
de la gracia alzar su elocuente voz en su provincia, y pensaron que su
propia presencia sería de ahora en adelante menos necesaria.
Cuanto más se extendía el despertar, más violenta se volvía la
oposición. Anemond, deseoso de conocer a Lutero y Zwingle, y de
visitar los países donde se había originado la Reforma, e indignado por
el rechazo del Evangelio por parte de sus compatriotas, decidió
despedirse de su hogar y de su familia. Hizo su testamento,
disponiendo de sus bienes, en ese momento en manos de su hermano
mayor, el señor de Chatelard, a favor de su hermano Lawrence; A los
14 años , abandonando Dauphiny y Francia, se abrió paso con todo el
ímpetu del sur, por países que en esa época no era fácil atravesar, y
pasando por Suiza, sin apenas detenerse en Basilea, llegó a
Wittenberg, donde Lutero residía. Esto fue poco después de la segunda
Dieta de Nuremberg. El caballero francés abordó al médico sajón con
su vivacidad habitual; habló con él con entusiasmo sobre el Evangelio y
le presentó con entusiasmo los planes que había elaborado para la
propagación de la verdad. La gravedad del sajón sonrió a la
imaginación sureña del caballero; 15 y Lutero, a pesar de ciertos
prejuicios contra el carácter francés, estaba fascinado y cautivado por
Anemond. Le afectó la idea de que este caballero había venido de
Francia a Wittenberg por causa del Evangelio. 16 "Seguramente", dijo
el reformador a sus amigos, "este caballero francés es un hombre
excelente, culto y piadoso". 17 El joven noble produjo la misma
impresión en Zwingle y en Lutero.
Anemond, al ver lo que habían hecho Luther y Zwingle, pensó que si
volvían su atención hacia Francia y Saboya, nada podría resistirlos. En
consecuencia, como no pudo convencerlos de que fueran allí, les rogó
que al menos escribieran. En particular, pidió a Lutero que dirigiera
una carta al duque Carlos de Saboya, el hermano a Louisa y Philiberta,
y el tío a Francisco I y Margarita. “Este príncipe”, le dijo al médico,
“siente una gran atracción por la piedad y la verdadera religión, 18 y le
encanta conversar sobre la Reforma con algunas de las pers onas sobre
su corte. Él es el hombre perfecto para entenderte; porque su lema es
este: Nihil deest timentibus Deum, 19 y este dispositivo también es
tuyo. Herido por turnos por el imperio y por Francia, humillado,
afligido y siempre en peligro , su corazón necesita de Dios y de su
gracia: todo lo que quiere es un impulso poderoso. Si fuera ganado
para el Evangelio, tendría una inmensa influencia en Suiza, Saboya y
Francia. Escríbele, te lo suplico.
Lutero era completamente alemán en su carácter y se habría sentido
incómodo fuera de Alemania; sin embargo, animado por un verdadero
catolicismo, extendía las manos en cuanto veía a los hermanos, y en
todo lugar, cuando había alguna palabra de exhortación que dar, se
cuidaba de que se escuchara. A veces escribía el mismo día a los lugares
más lejanos de Europa, a los Países Bajos, a Saboya y a Livonia.
"Seguramente", respondió a la petición de Anemond, "el amor por el
Evangelio es un regalo raro y una joya inestimable en un príncipe". 20
Y dirigió una carta al duque, que probablemente Anemond llevó hasta
Suiza.

“Que su alteza me perdone”, escribió Lutero, “si yo, un hombre débil y


despreciado, me atrevo a dirigirme a usted; o más bien atribuya esta
osadía a la gloria del Evangelio; porque no puedo ver esa luz gloriosa
que se eleva y brilla en ningún lugar sin regocijarme ante la vista
gozosa ... Es mi deseo que mi Señor Jesucristo gane muchas almas con
el ejemplo de su serenísima alteza. Y por esta razón deseo presentarles
nuestra doctrina ... Creemos que el comienzo de la salvación y la suma
del cristianismo es la fe en Cristo, quien solo por su sangre, y no por
nuestras obras, ha hecho expiación por el pecado, y poner fin al
dominio de la muerte. Creemos que esta fe es un regalo de Dios, y que
es creada por el Espíritu Santo en nuestro corazón y no es encontrada
por nuestras propias labores. Porque la fe es algo vivo, 21 que engendra
espiritualmente al hombre y lo convierte en una nueva criatura ”.
Lutero procedió entonces a las consecuencias de la fe y mostró cómo
no se podía poseer sin barrer todo el andamiaje de falsas doctrinas y
obras humanas que la Iglesia había levantado tan laboriosamente. “Si
la gracia”, dijo, “es obtenida por la sangre de Cristo, no es por nuestras
propias obras. Esta es la razón por la cual todos los trabajos de todos
los claustros son inútiles, y estas instituciones deben ser abolidas, por
ser contrarias a la sangre de Jesucristo, y llevar a los hombres a confiar
en sus propias buenas obras. Injertos en Cristo, no nos queda más que
hacer el bien, porque habiendo llegado a ser buenos árboles, debemos
dar testimonio de ello con buenos frutos.
“Gracioso príncipe y señor”, dijo Luther en conclusión. “Que su alteza,
que ha tenido un comienzo tan feliz , ayude a propagar esta doctrina;
no con el poder de la espada, que dañaría el Evangelio, sino invitando
a sus estados a doctores eruditos que puedan predicar la Palabra. Es
por el aliento de su boca que Jesús destruirá al Anticristo, para que ,
como dice Daniel (cap. 8: ver. 25), sea quebrantado sin mano. Por eso,
sereno príncipe, que su alteza avive la chispa que se ha encendido en
su corazón; que salga una llama de la casa de Saboya, como antes de la
casa de José; (Dass ein Feuer von dem Hause Sophoy ausgehe. L. Epp.
2: 406.) Que toda Francia sea consumida como rastrojo ante ese
fuego; que arda, resplandezca y purifique, para que este reino ilustre
sea verdaderamente llamado más cristiano, por el cual está en deuda ,
hasta este momento, únicamente con los ríos de sangre derramada al
servicio del Anticristo ”.
Así lutero se esforzó por difundir el Evangelio en Francia. Ignoramos el
efecto que esta carta produce en el príncipe; pero no vemos que haya
mostrado jamás ningún deseo de separarse de Roma. En 1522, le pidió
a Adrián VI que fuera el padrino de su hijo mayor; y, poco después, el
Papa prometió un sombrero de cardenal para su segundo hijo.
Anemond, después de hacer un esfuerzo por ver la corte y el elector de
Sajonia, y haber recibido una carta de Lutero con este propósito, 22
regresó a Basilea, más decidido que nunca a exponer su vida por el
Evangelio. En su ardor, se habría alegrado de poseer el poder de
despertar a toda Francia. "Todo lo que soy", dijo, "todo lo que seré,
todo lo que tengo, todo lo que tendré, estoy resuelto a consagrarlo a la
gloria de Dios". 23
Anemond encontró a su compatriota Farel en Basilea. Las cartas de
Anemond le habían despertado un gran deseo de ver a los
reformadores de Suiza y Alemania. Además, Farel necesitaba una
esfera de actividad en la que pudiera ejercer más libremente su fuerza.
Por lo tanto, abandonó esa Francia que ya no ofrecía nada más que
andamios y la estaca para los predicadores del Evangelio puro.
Siguiendo caminos secundarios y ocultándose en el bosque, escapó,
aunque con dificultad, de las manos de sus enemigos. A menudo se
había perdido. Por fin llegó a Suiza a principios de 1524. Allí se decidió
a pasar su vida al servicio del Evangelio, y fue entonces cuando
Francia comenzó a enviar a Helvetia a los evangelistas de noble
espíritu que iban a establecer la Reforma en Suiza Romande, 24 y
darle un nuevo y poderoso impulso en otras partes de la confederación
y en todo el mundo.

Notas finales:
1. Choupard MS.
2. Farel, gentilhomme de condition, doue de bons moyens,
lesquels il perdit tous pour sa religion, aussi bien que
trois autres siens freres. Ginebra MS.
3. Il precha l'evangile publiquement avec une grande
liberte. Choupard MS.
4. Ibídem.; Hist. Des Eveques de Nismes, 1738.

5. Il fut chasse, voire fort rudement, tant par l'eveque que


par ceux de la ville. Choupard MS.
6. Olim errabundus in silvis, in nemoribus, in aquis vegatus
sum. Farel ad Capit de Bucer. Basil, 25 de octubre de 1526.
MS. Carta en Neufchatel.
7. Non defuere cruces, pers ecutio, et Satanae
machinamenta. Farel Galeoto.
8. Hechos 8: 4.
9. Nunquam in externis quievit spiritus meus. Coctus
Farello MS. En el cónclave de Neufchatel.
10. Virum esse genere, doctrinaque clarum, ita pietate
humanitateque longe clariorem. Zw. Epp. Pág. 319.
11. En una carta a Farel se suscribe: Filius tuus humilis. 2d
de septiembre de 1524.
12. Pater coelestis animum sic tuum ad se traxit. Zwinglius
Sebvillae, Epp. Pág. 320.
13. Nitide, puro, sancteque praedicare in animum inducia.
Ibídem.
14. Mon frere Annemond Coct, cheval ier, au partir du pay
me feist son heritier. EM. Cartas en la biblioteca de
Neufchatel.
15. Mire ardens en Evangelium, le dice Lutero a Spalatin.
Epp. 2: 340; Sehr brunstig in der Herrlichkeit des
Evangelii, dijo al duque de Saboya. Ibídem. 404.
16. Evangelii gratia huc profectus e Gallia. L. Epp. 2: 340.
17. Hic Gallus equos..optimus vir est, eruditus ac pius.
Ibídem.

18. Ein grosser Liebhaber der wahren Religion und


Gottseligkeit. Ibídem. 401.
19. A los que temen a Dios no les falta nada. Hist. Gen. De la
Maison de Savoie, par Guichenon, 2: 228.
20. Eine seltsame Gabe und hohes Kleinod unter den
Fursten. L. Epp. 2: 4 01.
21. Der Glaube ist ein lebendig Ding. Ibid 402. Falta el latín.
22. Vult videre aulam et faeiem Principis nostri. Ibídem.
340.
23. Quidquid sum, habeo, ero, habebove, ad Dei gloriam
insumere mens est. Coct. Epp. EM. De Neufchatel.

24. La parte francesa de Suiza, que comprende los cantones


de Ginebra, Vaud, Neufchatel y parte de los de Friburgo,
Berna y Valois.
LIBRO 12
CAPÍTULO 10

La catolicidad de la Reforma es un rasgo noble de su carácter. Los


alemanes pasan a Suiza; los franceses en Alemania ; en los últimos
tiempos, hombres de Inglaterra y Escocia pasan al continente y
médicos del continente a Gran Bretaña. Los reformadores en los
diferentes países surgen casi independientemente unos de otros; pero
apenas nacen, extienden la mano del compañerismo. Entre ellos hay
una sola fe, un solo espíritu, un solo Señor. En nuestra opinión, había
sido un error escribir, como hasta ahora, la historia de la Reforma para
un solo país; la obra es una, y desde su mismo origen las Iglesias
Protestantes forman “un cuerpo entero, articulado adecuadamente”. 1
Muchos refugiados de Francia y Lorena en ese momento formaron en
Basilea una Iglesia francesa, cuyos miembros habían escapado del
cadalso. Allí habían hablado de Farel, de Lefevre y de los sucesos de
Meaux; y cuando el primero llegó a Suiza, ya era conocido como uno de
los campeones más devotos del Evangelio.
Lo llevaron inmediatamente a Oecolampadius, que había regresado a
Basilea algún tiempo antes. Rara vez sucede que se juntan dos hombres
de carácter más opuesto. Ecolampadio, encantado por su dulzura,
Farel cautivó a sus oyentes con su impetuosidad: pero desde el primer
momento estos dos hombres se sintieron unidos para siempre. 2 Fue
otra reunión de Lutero y Melancton. Ecolampadio recibió a Farel en su
casa, le dio una habitación humilde, una mesa frugal y le presentó a
sus amigos; y no pasó mucho tiempo antes de que la sabiduría, la
piedad y el coraje del joven francés conquistaran todos los corazones.
Pellican, Imeli, Wolfhard y otros ministros de Basilea se sintieron
fortalecidos en la fe por su lenguaje enérgico. En ese momento,
Ecolampadio estaba muy deprimido de espíritu: "¡Ay!" le dijo a
Zwingle: “Hablo en vano y no veo la menor razón para tener
esperanza. ¡Quizás entre los turcos podría encontrarme con mayor
éxito! 3 ...... ¡Ay! " añadió con un profundo suspiro, "Yo solo me culpo a
mí mismo". Pero cuanto más veía a Farel, más se animaba su corazón,
y el coraje que recibía de los delfineses se convertía en la base de un
afecto imperecedero. “Oh mi querido Farel”, dijo él, “espero que el
Señor haga inmortal nuestra amistad, y si no podemos vivir juntos
aquí abajo, nuestro gozo será mayor cuando estemos unidos a la
diestra de Cristo en el cielo. . " 4 ¡Pensamientos piadosos y
conmovedores! ... La llegada de Farel fue para Suiza evidentemente un
socorro de lo alto.
Pero mientras este francés estaba encantado con O ecolampadius, se
apartó con frialdad y con noble orgullo de un hombre a cuyos pies se
postraron todas las naciones de la cristiandad. El príncipe de las
escuelas, aquel de quien todo el mundo deseaba una palabra o una
mirada, el maestro de la época, Erasmo fue desatendido por Farel. El
joven Dauphinés se había negado a ir a rendir homenaje al viejo sabio
de Rotterdam, despreciando a esos hombres que están a medias del
lado de la verdad y que, aunque claramente conscientes de las
consecuencias del error, son llenos de tolerancia hacia aquellos. quién
lo propaga. Así presenciamos en Farel esa decisión que se ha
convertido en uno de los rasgos distintivos de la Reforma en Francia y
la Suiza francesa, y que algunos han llamado rigidez, exclusividad e
intolerancia. Una controversia, surgida de los comentarios del médico
de Etaples, había comenzado entre los dos grandes médicos de la
época, y en cada entretenimiento los invitados participaban con
Erasmo contra Lefevre y Lefevre contra Erasmo. 5 Farel no dudó en
ponerse del lado de su amo. Pero lo que le había molestado
especialmente era la cobardía del filósofo de Rotterdam con respecto a
los cristianos evangélicos. Erasmo les cerró la puerta. ¡Bueno! Farel no
irá a suplicar la admisión. Este fue un sacrificio trivial para él, ya que
sentía que Erasmo no poseía esa piedad de corazón que es el
fundamento de toda la verdadera teología. “La esposa de Frobenius
sabe más de teología que él”, dijo Farel; e indignado por la conducta de
Erasmo, que había escrito aconsejando al Papa cómo comenzar a
extinguir la conflagración luterana, afirmó con valentía que Erasmo
deseaba sofocar el Evangelio. 6
Esta independencia en el joven Farel exasperó al ilustre erudito.
Príncipes, reyes, médicos, obispos, papas, reformadores, sacerdotes,
hombres del mundo, todos estaban dispuestos a rendirle su tributo de
admiración; incluso Lutero lo había tratado con cierta paciencia; y este
Dauphinés, desconocido para la fama y exiliado, se atrevió a desafiar
su poder. Tal libertad insolvente causó a Erasmo más fastidio que el
homenaje de todo el mundo podría darle placer; y, en consecuencia,
no desaprovechó ninguna oportunidad de descargar su mal humor
sobre Farel; además, al atacar a un hereje tan notorio, se estaba
limpiando a los ojos de los romanistas de toda sospecha de herejía.
“Nunca me he encontrado con nada más falso, más violento y más
sedicioso que este hombre”, dijo 7 ; “Su corazón está lleno de vanidad,
su lengua rebosa de malicia”. 8 Pero la ira de Erasmo no se limitó a
Farel; estaba dirigido contra todos los refugiados franceses en Basilea,
cuya franqueza y decisión lo ofendieron. Tenían poco respeto por las
personas; y si la verdad no se profetizaba abiertamente , no se
preocupaban por el hombre, por muy exaltado que fuera su genio.
Posiblemente les faltara en alguna medida la suavidad del Evangelio;
pero su fidelidad nos recuerda el vigor de los antiguos profetas; y es
gratificante encontrarse con hombres que no se inclinan ante lo que
adora el mundo. Erasmo, asombrado por este elevado desdén, se
quejaba a todos. "¡Qué!" le escribió a Melancthon: "¿Rechazaremos a
los pontífices y obispos, para tener tiranos más crueles, escorbutos y
furiosos en su lugar? ... por eso es que Francia nos ha enviado" 9 -
“Algunos franceses”, escribió al secretario del Papa, en una carta que
acompaña a su libro sobre el libre albedrío, “están aún más locos que
incluso los alemanes. Tienen cinco expresiones siempre en la boca:
Evangelio, Palabra de Dios, Fe, Cristo, Espíritu Santo ; y, sin embargo,
dudo que el espíritu de Satanás no los impulse ”. 10 En lugar de
Farellus solía escribir Fallicus, designando así a uno de los hombres
más francos de su época con los epítetos de tramposo y engañador.
La irritación y la ira de Erasmo estaban en su apogeo, cuando se le
informó que Farel lo había llamado Balaam. Farel creía que Erasmo,
como este profeta, se dejaba influir (tal vez inconscientemente) por los
presentes para maldecir al pueblo de Dios. El culto holandés, incapaz
de contenerse por más tiempo, resolvió castigar al insolente delfín; y
un día, mientras Farel hablaba con varios amigos sobre las doctrinas
del cristianismo en presencia de Erasmo, este último,
interrumpiéndolo con rudeza, dijo : "¿Por qué me llamas Balaam?" 11
Farel, al principio asombrado por una pregunta tan abrupta, pronto se
recuperó y respondió que no era él quien le había otorgado ese título.
Al ser presionado para que nombrara al delincuente, dijo que era Du
Blet de Lyons, un refugiado en Basilea como él. 12 "Puede que sea él
quien hizo uso de la palabra", respondió Erasmo, "pero fuiste tú quien
le enseñó". Y luego, avergonzado de haber perdido los estribos,
rápidamente cambió la conversación a otro tema. -¿Por qué -le dijo a
Farel-, afirmas que no deberíamos invocar a los santos? ¿Es porque no
está ordenado en la Sagrada Escritura? " - "¡Si!" respondió el francés. -
"¡Bien entonces!" resumió Erasmo, "Te pido que pruebes por las
Escrituras que debemos invocar al Espíritu Santo". Farel dio esta
respuesta simple y verdadera: "Si Él es Dios, debemos invocarlo". 13 -
“Dejé caer la conversación”, dice Erasmus, “porque se acercaba la
noche”. 14 Desde aquella hora, cada vez que el nombre de Farel caía de
su pluma, lo representaba como una persona odiosa, que por todos los
medios debía ser rechazada. Las cartas del reformador, por el
contrario, están llenas de moderación con respecto a Erasmo. El
Evangelio es más suave que la filosofía, incluso en el temperamento
más feroz.
La doctrina evangélica ya contaba con muchos amigos en Basilea,
tanto en el concilio como entre el pueblo; pero los doctores de la
universidad se opusieron al máximo de su poder. Oecolampadius, y
Stor pastor de Liestal, había mantenido algunas tesis en su contra.
Farel pensó que era su deber profesar también en Suiza el gran
principio de la escuela evangélica de París y de Meaux: la Palabra de
Dios es todo suficiente. Pidió permiso a la universidad para mantener
ciertas tesis, “las más bien ser reprobadas”, agregó, “si me equivoco,
que enseñar a otros”; 15 pero la universidad se negó.

Ante esto, Farel se dirigió al consejo; y el concilio emitió un aviso


público de que un cristiano, llamado William Farel, habiendo
redactado por inspiración del Espíritu Santo ciertos artículos de
conformidad con el Evangelio, 16 le habían dado permiso para
mantenerlos en latín. La universidad prohibió a todos los sacerdotes y
estudiantes estar presentes en la disputa; pero el concilio envió una
proclama en sentido contrario.
Las siguientes son algunas de las trece proposiciones presentadas por
Farel:
“Cristo nos ha dado la regla de vida más perfecta: nadie tiene derecho
a quitarle nada ni a añadirle nada.
“Vivir según otros preceptos distintos de los de Cristo conduce
directamente a la impiedad.
“El verdadero ministerio de los sacerdotes es atender el ministerio de
la Palabra; y para ellos no hay mayor dignidad.
“Privar a las buenas nuevas de Cristo de su certeza es destruirlas.
“El que espera ser justificado por su propio poder y por sus propios
méritos, y no por la fe, se establece como Dios.
"Jesucristo, a quien todas las cosas obedecen, es nuestra estrella polar,
y la única estrella que debemos seguir". 17
Así se puso de pie este “francés” en Basilea. 18 Fue un hijo de las
montañas del Delfín, criado en París a los pies de Lefevre, quien así
expuso audazmente en aquella ilustre universidad de Suiza, y en
presencia de Erasmo, los grandes principios de la Reforma. Dos ideas
principales invadieron las tesis de Farel: una, la de un regreso a las
Sagradas Escrituras; la otra, de un retorno a la fe: dos cosas que el
papado a principios del siglo XVIII condenó claramente como impías y
heréticas en la famosa constitución Unigenitus, y que , estrechamente
relacionadas entre sí, subvierten de hecho la totalidad del sistema
papal. Si la fe en Cristo es el principio y el fin del cristianismo, se sigue
que debemos apegarnos a la Palabra de Cristo y no a la voz de la
Iglesia. Más aún: si la fe en Cristo une las almas, ¿dónde está la
necesidad de un vínculo externo? ¿Es con báculo, toros y tiaras que se
forma su santa unidad? La fe une en unidad espiritual y verdadera a
todos aquellos en cuyos corazones reside. Así se desvaneció de un solo
golpe el triple engaño de las obras meritorias, la tradición humana y la
falsa unidad; y esta es la suma del catolicismo romano.
La disputa comenzó en latín. 19 Farel y Oecolampadius expusieron y
probaron sus artículos, pidiendo repetidas veces a sus adversarios que
respondieran; pero ninguno de ellos apareció. Estos sofistas, como los
llama Oecolampadius, actuaron como fanfarrones, pero en huecos y
rincones oscuros. 20 El pueblo, por tanto, comenzó a despreciar la
cobardía de los sacerdotes y a detestar su tiranía. 21

Así Farel tomó su posición entre los defensores de la Reforma. Estaban


enormemente encantados de ver a un francés combinar tanto
conocimiento y piedad, y ya empezaron a anticipar los triunfos más
nobles. "Él es lo suficientemente fuerte", dijeron, "para destruir toda la
Sorbona con una sola mano". 22 Su candor, sinceridad y franqueza
cautivaron todo corazón. 23 Pero en medio de toda su actividad, no
olvidó que toda misión debe comenzar por nuestra propia alma. El
gentil Oecolampadius hizo un pacto con el ardiente Farel, por el cual
se comprometieron mutuamente a practicar la humildad y la
mansedumbre en sus conversaciones familiares. Estos hombres
valientes, incluso en el campo de batalla, se estaban preparando para
los deberes de la paz. Debe observarse, sin embargo, que la
impetuosidad de un Lutero y un Farel eran virtudes necesarias. Se
requiere cierto esfuerzo cuando se va a mover el mundo y renovar la
Iglesia. En nuestros días somos demasiado propensos a olvidar esta
verdad, que los hombres más mansos reconocieron entonces. “Hay
ciertos hombres”, escribió Oecolampadius a Lutero al presentarle a
Farel, “que querrían moderar su celo contra los enemigos de la verdad
; pero no puedo evitar ver en este mismo celo una virtud admirable,
que, si se ejerce de manera oportuna, no es menos necesaria que la
dulzura misma. 24 La posteridad había ratificado el juicio de
Oecolampadius.
En el mes de mayo de 1524, Farel, con algunos amigos de Lyon, visitó
Schaffhausen, Zurich y Constanza. Zwingle y Myconius dieron la
bienvenida con gusto a este exiliado de Francia, y Farel recordó su
amabilidad durante toda su vida. Pero a su regreso a Basilea se
encontró con Erasmo y sus otros enemigos trabajando, y recibió
órdenes de abandonar la ciudad. En vano sus amigos expresaron en
voz alta su disgusto por tal abuso de autoridad; se vio obligado a
abandonar el territorio de Suiza, ya en este período temprano, el asilo
y refugio de los perseguidos. "Así ejercemos la hospitalidad", dijo el
indignado Oecolampadius, "¡somos verdaderos hijos de Sodoma!" 25
En Basilea, Farel había entablado una estrecha amistad con el
Chevalier Esch, quien resolvió hacerle compañía, y partieron con
cartas para Lutero y Capito de Oecolampadius, a quien el doctor de
Basilea elogió a Farel como “el William que había trabajado tanto en la
obra de Dios ". 26 En Estrasburgo, Farel entabló intimidad con Capito,
Bucer y Hedio; pero no parece que haya llegado tan lejos como
Wittenberg.

Notas finales:

1. Efesios 4:16.
2. Amicum semper habui a primo coloquio. Farel to Bulling.
27 de mayo de 1556.
3. Fortasse in mediis Turcis felicius docuissem. Zw. Et Ecol.
Epp. Pág. 200.
4. Mi Farelle, spero Dominum conservaturum amicitiam
nostram immortalem; et si hic conjungi nequimus, tanto
beatius alibi apud Christum erit contubernium. Zw. Et
Ecol. Epp. Pág . 201.
5. Nullum est pene convivium. Er. Epp. Pág. 179.
6. Consilium quo sic extinguatur incendium Lutheranum.
Ibídem.
7. Quo nihil vidi mendacius, virulentius, et seditiosius. Er.
Epp. P. 798.
8. Acidae linguae et vanissimus. Ibídem. 2129.
9. Scabiosos..rabiosos..nam nupe r nobis misit Gallia.
Ibídem. 350.
10. Non dubitem quin agantur spiritu Satanae. Ibídem.
11. Diremi disputationem. Ibídem. pags. 804.
12. Ut diceret negotorem quemdam Dupletum hoc dixisse.
Ibídem. pags. 2129.

13. Si Deus est, inquit, invocandus est. Er. Epp. P. 804.


14. Omissa disp utatione, nam imminebat nox. Ibídem. pags.
804. Solo tenemos el relato de Erasmo de esta
conversación; él mismo nos informa que Farel lo informó
de manera muy diferente.
15. Damit er gelehrt werde, ob er irre. Fussli Beytr. 4: 244.

16. Aus Eingiessung des heiligen Gelstes e in christlicher


Mensch und Bruder. Ibídem.
17. Gulielmus Farellus Christianis lectoribus, die Martis
post Reminiscere. Fussli Beytr. 4: 247. Fussli no da el texto
latino.
18. Schedam conclusionum a Gallo illo. Zw. Epp. Pág. 333.
19. Schedam conclusionum Latine ap ud nos disputatam.
Zw. Epp. Pág. 333.
20. Agunt tamen magnos interim thrasones sed in angulis
lucifugae. Ibídem.

21. Incipit tamen plebs paulatim illorum ignaviam et


tyrannidem verbo Dei agnoscere. Ibídem.
22. Ad totam Sorbonicam affligendam si non et perdendam.
Ecol. Luthero, Epp. Pág. 200.
23. Farello nihil candidius est. Ibid.
24. Verum ego virtutem illam admirabilem et non minus
placiditate, si tempestive fuerit, necessariam. Ecol.
Luthero, Epp. Pág. 200.
25. Adeo hospit um habemus rationem, veri Sodomitae. Zw.
Epp. Pág. 434.
26. Gulielmus ille qui tam probe navavit operam. Zw. Et
Ecol. Epp. Pág. 175.
LIBRO 12
CAPÍTULO 11

Dios generalmente retira a sus siervos del campo de batalla, solo para
traerlos de regreso más fuertes y mejor armados. Farel y sus amigos de
Meaux, Metz, Lyon y Dauphiny, expulsados de Francia por la
persecución, habían sido retemplados en Suiza y Alemania entre los
reformadores más antiguos; y ahora, como un ejército al principio
dispersado por el enemigo, pero inmediatamente reunido, se estaban
volviendo y marchando hacia adelante en el nombre del Señor. No era
sólo en las fronteras donde se reunían estos amigos del Evangelio; en
Francia también estaban recobrando valor y preparándose para
reanudar el ataque. Las cornetas ya tocaban la diana; los soldados se
ceñían los brazos y se reunían para multiplicar sus ataques; sus líderes
estaban planeando el orden de batalla; la señal, "Jesús, su Palabra y su
gracia", más potente en la hora de la batalla que el sonido de la música
bélica, llenó todos los corazones con el mismo entusiasmo; y todo se
preparaba en Francia para una segunda campaña, señalada por nuevas
victorias, nuevos y mayores reveses.

Montbeliard pedía entonces un obrero del Evangelio. El joven duque


Ulrico de Wurtemberg, un príncipe violento y cruel, habiendo sido
desposeído de sus estados por la liga de Suabia en 1519, se había
refugiado en este condado, su única posesión restante. En Suiza
conoció a los reformadores; sus desgracias le habían resultado
beneficiosas; y se deleitó en el Evangelio. 1 Oecolampadius insinuó a
Farel que se abrió una puerta en Montbeliard, y este último se dirigió
en secreto a Basilea.
Farel no había entrado regularmente en el ministerio de la Palabra;
pero encontramos en él, en este período de su vida, todo lo necesario
para constituir un ministro del Señor. No entró a la ligera y por
impulso propio al servicio de la Iglesia. “Considerando mi debilidad”,
dijo, “no debería haberme atrevido a predicar, esperando que el Señor
envíe personas más adecuadas”. 2 Pero Dios en ese momento se
dirigió a él en un triple llamado. Tan pronto como llegó a Basilea,
Oecolampadius, conmovido por las necesidades de Francia, le suplicó
que se dedicara a ella. “He aquí”, dijo, “cuán poco conocen a Jesucristo
todos los que hablan francés. ¿No les darás alguna instrucción en su
propia lengua para que comprendan mejor las Escrituras? " 3 Al
mismo tiempo, la gente de Montbeliard lo invitó entre ellos, y el
príncipe dio su consentimiento a esta llamada. 4 ¿No fue esta una
triple llamada de Dios? ...... “No pensé”, dijo, “que me fuera lícito
resistir. Obedecí en el nombre de Dios ". 5 Oculto en la casa de
Ecolampadius, luchando contra la responsabilidad que se le ofrecía , y
sin embargo obligado a someterse a una manifestación tan clara de la
voluntad de Dios, Farel aceptó esta acusación, y Ecolampadius lo
apartó, invocando el nombre del Señor, 6 y dirigiéndose a su amigo en
un lenguaje lleno de sabiduría m. “Cuanto más te inclines a la
violencia”, dijo, “más debes practicar la gentileza; templa el valor de tu
león con la mansedumbre de la paloma ". 7 Farel respondió a este
llamado con toda su alma.
Así, Farel, una vez el celoso seguidor de la antigua Iglesia, estaba a
punto de convertirse en un siervo de Dios en la nueva. Si Roma exige
imperativamente en una ordenación válida la imposición de las manos
de un obispo que desciende de los apóstoles en sucesión
ininterrumpida, es porque antepone las tradiciones humanas a la
Palabra de Dios. En cada iglesia donde la autoridad de la Palabra no es
absoluta, se debe buscar alguna otra autoridad. Y entonces, ¿qué es
más natural que pedir al más venerado de los ministros de Dios lo que
no pueden encontrar en Dios mismo? Si no hablamos en nombre de
Jesucristo, ¿no es algo al menos para hablar en nombre de San Juan o
de San Pablo? El que habla en nombre de la antigüedad es más fuerte
que el racionalista que habla solo en su propio nombre. Pero el
ministro cristiano tiene una autoridad aún mayor: predica, no porque
descienda de San Crisóstomo o San Pedro, sino porque la Palabra que
proclama desciende de Dios mismo. La idea de sucesión, por venerable
que parezca, no es menos un sistema humano, sustituido por el
sistema de Dios. En la ordenación de Farel no hubo sucesión humana.
Más aún: no vemos en él lo que es necesario en el redil del Señor,
donde todo debe hacerse decentemente y en orden, y cuyo Dios no es
un Dios de confusión. No fue ordenado regularmente por la Iglesia,
pero tiempos extraordinarios justifican medidas extraordinarias. En
esta época memorable intervino Dios mismo. Con maravillosas
dispensaciones consagró a los que llamó a la regeneración del mundo.
En la ordenación de Farel vemos la infalible Palabra de Dios, dada a
un hombre de Dios para que la lleve al mundo, la llamada de Dios y del
pueblo, la consagración del corazón y un nombramiento solemne de
uno. de los ministros de la Iglesia; y todo esto fue el mejor sustituto de
lo que su caso admitió como sello pleno y formal de la Iglesia sobre su
ministerio. Farel partió hacia Montbeliard en compañía de Esch.
Así, Farel se encontró estacionado, por así decirlo, en un puesto
avanzado. Detrás de él, Basilea y Estrasburgo lo apoyaron con sus
consejos y sus imprentas; ante él estaban las provincias de Franco
Condado, Borgoña, Lorena, Lyonnais y el resto de Francia, donde los
hombres de Dios comenzaban a luchar contra el error en medio de una
profunda oscuridad. Inmediatamente comenzó a predicar a Jesucristo
y a exhortar a los fieles a no dejarse desviar de las Sagradas Escrituras
ni por amenazas ni estratagemas. Comenzando, mucho antes de
Calvino, el trabajo que este reformador iba a realizar en una escala
mucho mayor, Farel estaba en Montbeliard, como un general en una
colina cuyo ojo penetrante mira sobre el campo de batalla, animando a
aquellos que están activamente comprometidos con el enemigo,
reuniendo aquellas filas que la impetuosidad de la carga ha roto, y
animando con su coraje a los que se quedan atrás. 8 Erasmo escribió
inmediatamente a sus amigos católicos romanos que un francés,
escapado de Francia, estaba causando un gran revuelo en estas
regiones. 9
Las labores de Farel no fueron infructuosas. “Por todos lados”, le
escribió a un compatriota, “están surgiendo hombres que dedican
todas sus facultades y sus vidas a extender el reino de Cristo lo más
ampliamente posible”. 10 Los amigos del Evangelio dieron gracias a
Dios porque su Palabra bendita brillaba cada día más en todas partes
de Francia. 11 Los adversarios estaban asombrados. "La facción",
escribió Erasmo al obispo de Rochester, "se está extendiendo a diario y
está penetrando en Saboya, Lorena y Francia". 12
Durante algún tiempo, Lyon pareció ser el centro de la acción
evangélica dentro del reino, al igual que Basilea fuera. Francisco I,
marchando hacia el sur en una expedición contra Carlos V, había
llegado a esta ciudad con su madre, su hermana y la corte. Margaret
trajo consigo a muchos caballeros devotos del Evangelio. "Todas las
demás personas a las que había apartado de su persona", dice una
carta escrita en este momento . 13 Mientras Francisco I se apresuraba
a atravesar Lyon, un ejército compuesto por 14.000 suizos, 6000
franceses y 1500 lanzas de la nobleza, para repeler la invasión de los
imperialistas a la Provenza; Mientras esta gran ciudad resonaba con el
ruido de las armas, el paso de los caballos y el sonido de la trompeta,
los amigos del Evangelio marchaban hacia conquistas más pacíficas.
Querían intentar en Lyon lo que no habían podido hacer en París.
¿Quizás, a una distancia de la Sorbona y del parlamento, la Palabra de
Dios podría tener un curso más libre? Quizás la segunda ciudad del
reino estaba destinada a convertirse en la primera del Evangelio. ¿No
era allí donde unos cuatro siglos antes el excelente Peter Waldo había
comenzado a proclamar el Verbo Divino? Incluso entonces había
sacudido a toda Francia. Y ahora que Dios lo había preparado todo
para la emancipación de su Iglesia, ¿no habría esperanzas de un éxito
más prolongado y decisivo? Así, el pueblo de Lyon, que no era en
general, de hecho, " hombres pobres" , como en el siglo XII,
comenzaba a manejar con más valentía "la espada del Espíritu, que es
la Palabra de Dios".
Entre los que rodearon a Margaret estaba su limosnero, Michael
d'Arande. La duquesa hizo que se predicara públicamente el Evangelio
en Lyon; y el Maestro Miguel proclamó la Palabra de Dios con valentía
y pureza ante un gran número de oyentes, atraídos en parte por el
encanto que acompaña a las buenas nuevas dondequiera que se
publiquen, y en parte también por el favor en que la predicación y el
predicador fueron llevados por la amada hermana del rey. 14

Anthony Papillon, un hombre de mente muy culta, un elegante


estudioso del latín, amigo de Erasmo, “el primero en Francia en el
conocimiento del Evangelio” 15, acompañó también a la princesa. A
petición de Margaret, había traducido la obra de Lutero sobre los votos
monásticos, "a consecuencia de lo cual tuvo mucho ruido con esas
alimañas parisinas", dice Sebville; 16 pero Margaret lo había protegido
contra los ataques de la Sorbona, y le consiguió el nombramiento de
director de peticiones del delfín, con un asiento en el Gran Consejo. 17
No fue menos útil al Evangelio por su devoción que por su prudencia .
Un comerciante, llamado Vaugris, y especialmente un caballero
llamado Anthony du Blet, amigo de Farel, tomó la iniciativa en la
Reforma en Lyon. Este último, hombre de gran actividad, sirvió de
vínculo de unión entre los cristianos esparcidos por esos países y los
puso en comunicación con Basilea. Mientras las huestes armadas de
Francisco I acababan de pasar por Lyon, los soldados espirituales de
Jesucristo se detuvieron allí con Margaret; y dejando al primero para
llevar la guerra a la Provenza y las llanuras de Italia, comenzaron la
lucha del Evangelio en el mismo Lyon.
Pero no limitaron sus esfuerzos a la ciudad. Miraron a su alrededor; la
campaña se abrió en varios puntos al mismo tiempo; y los cristianos de
Lyon alentaron con sus esfuerzos y trabajos a todos los que confesaron
a Cristo en las provincias circundantes. Hicieron más: fueron y lo
proclamaron en lugares donde aún era desconocido. La nueva doctrina
ascendió al Saona y un evangelista pasó por las calles estrechas e
irregulares de Macon. El propio Michael d'Arande visitó ese lugar en
1524 y, con la ayuda del nombre de Margaret, obtuvo el permiso para
predicar en esta ciudad, 18 que estaba destinada en un período
posterior a llenarse de sangre y convertirse en memorable para
siempre por sus salterios. . 19
Después de explorar los distritos de Saona, los cristianos de Lyon,
siempre alerta, extendieron sus incursiones en dirección a los Alpes.
Había en Lyon un dominico llamado Maigret, que se había visto
obligado a abandonar Dauphiny, donde había predicado audazmente
la nueva doctrina, y que pidió encarecidamente que alguien fuera a
animar a sus hermanos de Grenoble y Gap. Papillon y Du Blet se
dirigieron allí. 20 Una violenta tormenta acababa de estallar allí contra
Sebville y sus predicaciones. Los dominicos habían movido cielo y
tierra; y enloquecidos al ver escapar a tantos evangelistas (como Farel,
Anemond y Maigret), hubieran aplastado a los que quedaban a su
alcance. 21 Por tanto, pidieron la detención de Sebville. 22

Los amigos del Evangelio en Grenoble se alarmaron; ¡Hay que


quitarles también Sebville! ...... Margaret intercedió ante su hermano;
muchos de los personajes más distinguidos de Grenoble, el abogado
del rey entre otros, amigos abiertos o secretos del Evangelio, se
esforzaron en favor del fraile gris evangélico, y finalmente sus
esfuerzos unidos lo rescataron de la furia de sus adversarios. 23
Pero si se salvaba la vida de Sebville, se le tapaba la boca.
"Permanezcan en silencio", dijeron, "o serán conducidos al cadalso". -
“Me han impuesto el silencio”, le escribió a Anemond de Coct, “bajo
pena de muerte”. 24 Estas amenazas alarmaron incluso a aquellos de
quienes se habían albergado las esperanzas más favorables. El abogado
del rey y otros amigos del Evangelio ahora no mostraban más que
frialdad. 25 Muchos regresaron a la adoración romana, fingiendo
adorar a Dios en secreto en sus corazones y dar un significado
espiritual a las observancias externas del romanismo. Un delirio
melancólico, que va de la infidelidad a la infidelidad. No hay hipocresía
que no pueda justificarse de la misma manera. El incrédulo, mediante
sus sistemas de mitos y alegorías, predicará a Cristo desde el púlpito
cristiano; y un filósofo podrá, con un poco de ingenio, encontrar en una
abominable superstición entre los paganos, el tipo de una idea pura y
elevada. En religión lo primero es la verdad. Algunos de los cristianos
de Grenoble, entre los que se encontraban Amadeus Galbert y un
primo de Anemond, todavía se aferraban firmemente a su fe. 26 Estos
hombres piadosos se reunían en secreto con Sebville en las casas de
los demás y hablaban juntos sobre el Evangelio. Se dirigieron a algún
lugar apartado; visitaron a algún hermano de noche; o reunidos en
secreto para orar a Cristo, como ladrones que acechan con un
propósito culpable. A menudo, una falsa alarma perturbaría a la
humilde asamblea. Los adversarios consintieron en hacer un guiño a
estos conventículos secretos; pero habían jurado que la apuesta sería la
suerte de cualquiera que se atreviera a hablar de la Palabra de Dios en
público. 27
Tal era el estado de las cosas cuando Du Blet y Papillon llegaron a
Grenoble. Al descubrir que Sebville había sido silenciado, lo
exhortaron a ir a predicar el Evangelio en Lyon. La Cuaresma del año
siguiente presentaría una oportunidad favorable para proclamar el
Evangelio a una multitud numerosa. Michael d'Arande, Maigret y
Sebville, propusieron luchar al frente del ejército del Evangelio. Todo
se preparaba así para una sorprendente manifestación de la verdad
evangélica en la segunda ciudad de Francia. El rumor de esta Cuaresma
evangélica se extendió hasta Suiza. “Sebville es gratis y predicará los
sermones de Cuaresma en Saint Paul's en Lyons”, escribió Anemond a
Farel. 28 Pero un gran desastre, que confundió a toda Francia,
intervino e impidió este combate espiritual. Es durante la paz que se
logran las conquistas del Evangelio. La derrota de Pavía, ocurrida en el
mes de febrero, desconcertó el atrevido proyecto de los reformadores.
Mientras tanto, sin esperar a Sebville, Maigret había comenzado a
principios del invierno a predicar la salvación por Jesucristo solo, a
pesar de la enérgica oposición de los sacerdotes y monjes de Lyon. 29
En estos sermones no había ni una palabra del culto de la criatura, de
los santos, de la virgen, del poder del sacerdocio. El gran misterio de la
piedad, "Dios manifestado en carne", fue solo proclamado. Las viejas
herejías de los pobres de Lyon están reapareciendo, se decía, ¡y de una
forma más peligrosa que nunca! Pero a pesar de esta oposición,
Maigret continuó su ministerio; la fe que animó su alma encontró
expresión en palabras de poder: está en la naturaleza de la verdad
animar los corazones de quienes la han recibido. Sin embargo, Roma
estaba destinada a prevalecer en Lyon como en Grenob le. Maigret fue
arrestado, a pesar de la protección de Margaret, arrastrado por las
calles y encarcelado. El comerciante Vaugris, que luego abandonó la
ciudad en su camino a Suiza, difundió la noticia por todas partes a su
paso. Todos estaban asombrados y deprimidos. Un pensamiento, sin
embargo, dio confianza a los amigos de la Reforma: “Maigret está
tomado”, dijeron, “pero Madame d'Alencon está allí; ¡Alabado sea
Dios! " 30
No pasó mucho tiempo antes de que se vieran obligados a renunciar
incluso a esta esperanza. La Sorbona había condenado varias de las
proposiciones de este fiel ministro. 31 Margaret, cuya posición se hacía
cada vez más difícil, encontró que la audacia de los partidarios de la
Reforma y el odio de los poderosos aumentaban uno al lado del otro.
Francisco I empezó a impacientarse ante el celo de estos evangelistas:
los consideraba meros fanáticos a los que era una buena política
reprimir. Margaret, fluctuando así entre el deseo de servir a sus
hermanos y su incapacidad para protegerlos, les envió un mensaje
para que no se toparan con nuevos peligros, ya que ya no podía
interceder ante el rey en su favor. Los amigos del Evangelio creían que
esta determinación no era irrevocable. "Dios le ha dado la gracia",
dijeron, "para decir y escribir sólo lo necesario para las almas pobres".
32 Pero si se quita este apoyo humano, Cristo todavía permanece. Es
bueno que el alma sea despojada de toda otra protección, para que
pueda depender únicamente de Dios.

Notas finales :
1. Le prince qui avoit cognoissance de l'Evangile. Farel,
Summaire, c'est a nefasta declaración de G. Farel, en la
parte final.
2. Ibídem.
3. Ibídem.
4. Etant requis et demande du peuple et du consentement
du prince. Summaire.
5. Farel, Summaire.
6. Avec l'invocation du nom de Dieu. Ibídem.

7. Leoninam magnanimitatem columbina modestia frangas.


Ecol. Epp. Pág. 198.
8. Esta comparación la emplea uno de los amigos de Farel
durante su estancia en Montbeliard. Strenuum et
oculatum imperatorem, qui iis etiam animum facias qui
in acie versantur. Tossanus Farello, MS. En el cónclave de
Neufchatel, 2 de septiembre de 1524.
9. Tumultuatur et Burgundia nobis proxima, per Phallicum
quemdam Gallum qui e Gallia profugus. Er. Epp. P. 809.
10. Suppullulare qui omnes conatus afecto, quo possit
Christi regnum quam latissime patere. Neufchatel MS., 2
de agosto de 1524.
11. Quod en Galliis omnibus sacrosanctum Dei verbum en
dies magis ac magis elucescat. Ibi d.
12. Factio crescit in dies latius, propagata in Sabaudiam,
Lothoringiam, Franciam. Erasm. Epp. P. 809.
13. De Sebville a Coct, 28 de diciembre de 1524. Neufchatel
MS.
14. Elle a ung docteur de Paris appele maltre Michel,
Eleymosinarius, lequel ne preche devant elle que
purement Pevangile. Neufchatel MS.
15. Ibídem.
16. Ibídem.
17. Ibídem.
18. Arandius preche a Mascon. Coct to Farel, diciembre de
1524, ibid.
19. Después de la toma de Macon en 1562, el gobernador,
St. Pont, divirtió a las mujeres disolutas que fueron
invitadas a su mesa, sacando a varios hugonotes de la
prisión y obligándolos a saltar (sauter) desde el puente
sobre el Saona al río. Se agrega que no confinó su
crueldad salvaje a los hugonotes, sino que apresaría a
otras personas, no contaminadas con herejía, y las
pondría a la misma muerte inhumana.

20. Il ya eu deux grands personajes a Grenoble. Neufchatel


MS. El título de Messire, dado a Du Blet en la carta de
Coct, indica una persona de rango. Me inclino a pensar
que el epíteto negociador, que se le aplica en otros
lugares, se refiere a su actividad; Sin embargo, es posible
que haya sido un gran comerciante de Lyon.
21. Conjicere potes ut post Macretum et me en Sebvillam
exarserint. Anemond to Farel, 7 de septiembre de 1524.
Neufchatel MS.
22. Les Thomistes ont voulu proceder contre moi par
inquisition et caption de personne. Carta de Sebville.
Ibídem.

23. Si ce ne fut certain amis secrets, je estois mis entreles


mains des Pharisiens. Carta de Sebv Ille , Neufchatel MS.
24. Ibídem.
25. Non solum tepidi sed frigidi. Neufchatel MS.
26. Tuo cognato, Amedeo Galberto exceptis. Ibídem.
27. Mais de en parler publiquement, il n'y pend que le feu.
Neufchatel MS.
28. Le samedi des Quatre-Temps. Diciembre de 1524. Ibíd.
29. Pour vray Maigret a preche a Lion, maulgre les pretres
et moings. Ibídem.

30. Ibídem.
31. Histoire de Francois I. Par Gaillard, 4: 233.
32. Peter Toussaint a Farel, Basilea, 17 de diciembre de
1524. Neufchatel MS.
LIBRO 12
CAPÍTULO 12

Los esfuerzos de los amigos del Evangelio en Francia estaban


paralizados. Los hombres en el poder comenzaban a mostrar su
hostilidad hacia el cristianismo; Margaret estaba cada vez más
alarmada; Pronto llegarían noticias terribles a través de los Alpes y
hundirían a la nación en el luto, llenándola con un solo pensamiento:
salvar al rey, salvar Francia. Pero si los cristianos de Lyon fueron
detenidos en sus labores, ¿no había en Basilea soldados que habían
escapado de la batalla y que estaban listos para comenzar la lucha
nuevamente? Los exiliados de Francia nunca la han olvidado. Dri
ncluso de su país durante casi tres siglos por el fanatismo de Roma,
sus últimos descendientes se han visto llevar a las ciudades y los
campos de sus antepasados los tesoros de los cuales el Papa todavía les
priva. 1 En el mismo momento en que los soldados de Cristo en
Francia depusieron las armas con tristeza, los refugiados de Basilea se
preparaban para el combate. Al ver caer la monarquía de San Luis y de
Carlomagno de las manos de Francisco I, ¿ no se sentirán impulsados
a apoderarse de un reino que no puede moverse? 2
Farel, Anemond, Esch, Toussaint y sus amigos formaron una sociedad
evangélica en Suiza con el objetivo de rescatar a su país de su
oscuridad espiritual . La inteligencia les llegó de todas partes, que
había una sed creciente de la Palabra de Dios en Francia; 3 era
deseable aprovechar esto y regar y sembrar mientras aún era tiempo
de sembrar. Oecolampadius, Zwingl e y Oswald Myconius, los
exhortaban continuamente a hacer esto, dándoles la mano derecha del
compañerismo y comunicándoles una parte de su propia fe. En enero
de 1525, el maestro de escuela suizo escribió al caballero francés:
“Desterrado como estás de tu país por la tiranía del Anticristo, incluso
tu presencia entre nosotros prueba que has actuado con valentía en la
causa del Evangelio. La tiranía de los obispos cristianos finalmente
inducirá a la gente a considerarlos engañadores. Mantenerse firmes; no
está muy lejano el momento en que entraremos en el puerto del
reposo, ya sea que nuestros tiranos nos derroten o que ellos mismos
sean abatidos; 4 entonces todo nos irá bien, siempre que seamos fieles
a Cristo Jesús ”.
Estos estímulos fueron de gran valor para los refugiados franceses;
pero un golpe infligido por estos mismos cristianos de Suiza y
Alemania, que buscaban animarlos, les retorció cruelmente el corazón.
Recientemente escapados del cadalso o del montón en llamas, vieron
con disgusto a los cristianos evangélicos del otro lado del Rin
perturbando el reposo que disfrutaban por sus lamentables
diferencias. Habían comenzado las discusiones sobre la Cena del
Señor. Profundamente conmovidos y agitados, sintiendo fuertemente
la necesidad de la unidad fraterna, los franceses habrían hecho todo lo
posible para conciliar estos sentimientos divididos. Esta se convirtió en
su idea principal. En la época de la Reforma, nadie tenía mayor
necesidad que ellos de la unidad cristiana; de esto Calvino fue después
una prueba. “Ojalá pudiera comprar la paz, la concordia y la unión en
Jesucristo a costa de mi vida, que en verdad es de poco valor”, 5 dijo
Peter Toussaint. Los franceses, cuyo discernimiento era correcto y
rápido, vieron de inmediato que estas disensiones rebeldes frenarían
la obra de la Reforma. “Todas las cosas serían más prósperas de lo que
muchas personas imaginan, si estuviéramos de acuerdo entre
nosotros. Los números saldrían alegremente a la luz; pero cuando ven
estas divisiones entre los aprendices , se quedan indecisos y
confundidos ". 6
Los franceses fueron los primeros en sugerir avances conciliatorios.
“¿Por qué”, escribieron desde Estrasburgo, “¿no es Bucero o algún otro
sabio enviado a Lutero? Cuanto más esperemos, mayores serán estas
disensiones ". Sus miedos se hicieron más fuertes cada día. 7 Al final, al
ver que todos sus esfuerzos eran inútiles, estos cristianos apartaron
con tristeza la mirada de Alemania y la fijaron únicamente en Francia.
Francia - la conversión de Francia, desde entonces ocupó
exclusivamente el corazón de estos hombres generosos a quienes la
historia, que ha inscrito en sus páginas los nombres de tantos
individuos en vano envanecidos con su propia gloria, ha pasado tres
siglos en el silencio . Arrojados a una tierra extranjera, cayeron de
rodillas y todos los días, en silencio y oscuridad, invocaron a Dios en
nombre del país de sus antepasados. 8 La oración fue el poder por el
cual el Evangelio se extendió por el reino, y el gran instrumento por el
cual se ganaron las conquistas de la Reforma.
Pero estos franceses no eran meros hombres de oración: nunca el
ejército evangélico contó con combatientes más dispuestos a sacrificar
sus vidas en el día de la batalla. Sintieron la importancia de esparcir las
Sagradas Escrituras y los libros piadosos en su país, aún ensombrecido
por la oscuridad de la superstición. Un espíritu de indagación se
apoderó de todo el reino: parecía necesario por todos lados desplegar
las velas al viento. Anemond, siempre rápidos en acción, y Michael
Bentin, un refugiado como él, resolvieron unir su celo, sus talentos,
sus recursos y sus labores. Bentin deseaba establecer una imprenta en
Basilea, y el caballero, para aprovechar el pequeño alemán nuevo, para
traducir las mejores obras de los reformadores al francés. “Oh”,
dijeron, regocijándose en sus planes, “quisiera Dios que Francia se
llenara de volúmenes evangélicos, de modo que en todas partes, en las
casas de los pobres, en los palacios de los nobles, en los claustros y
presbiterios, no, en el santuario más íntimo del corazón, ¡se podría dar
un testimonio poderoso de la gracia de Jesucristo! " (Opto enim
Gallium evangelecus valuenibus abundare cocto Farel Neufchatel.)
Se necesitaban fondos para tal empresa y los refugiados no tenían
nada. Vaugris estaba entonces en Basilea; a su partida, Anemond le
entregó una carta para los hermanos de Lyon, muchos de los cuales
abundaban en las riquezas de este mundo y que, aunque oprimidos,
eran fieles al Evangelio; les pidió que le enviaran alguna ayuda; 9 pero
eso no fue suficiente; los franceses querían establecer varias imprentas
en Basilea, que debían trabajar día y noche, para inundar Francia con
la Palabra de Dios. 10 En Meaux, en Metz y en otros lugares, había
hombres ricos y lo suficientemente poderosos como para apoyar esta
empresa. Nadie podía dirigirse a los franceses con tanta autoridad
como el propio Farel, y fue a él a quien Anemond solicitó. 11
No parece que el proyecto del caballero se haya realizado, pero el
trabajo fue realizado por otros. Las imprentas de Basilea estaban
constantemente ocupadas en la impresión de obras francesas; Fueron
enviados a Farel y por él introducidos en Francia con incesante
actividad. Uno de los primeros escritos enviados por esta Sociedad de
Tratados Religiosos fue la Explicación del Padre Nuestro de Lutero.
"Vendemos el Pater a cuatro deniers de Basilea cada uno", escribió
Vaugris a Farel, "pero los vendemos al por mayor a razón de dos
florines los doscientos, lo que equivale a algo menos". 12
Anemond envió a Farel desde Basilea todos los libros útiles que
aparecieron o llegaron de Alemania; en un momento un trabajo sobre
el nombramiento de ministros del Evangelio, en otro un tratado sobre
la educación de los niños. 13 Farel examinó estas obras; compuso,
tradujo o consiguió que otros las tradujeran al francés, y al mismo
tiempo parecía enteramente dedicado al esfuerzo activo ya las labores
del estudio. Anemond instó y supervisó la impresión; y estas epístolas,
oraciones, libros y folletos fueron los medios de la regeneración de la
época. Mientras el libertinaje descendía del trono y las tinieblas de los
escalones del altar, solo estos escritos inadvertidos difundían por toda
la nación rayos de luz y sentimientos de santidad.
Pero era especialmente la Palabra de Dios lo que el comerciante
evangélico de Lyon pedía en nombre de sus compatriotas. Estos
pueblos del siglo XVI, tan hambrientos de alimento intelectual, iban a
recibir en su propia lengua los antiguos monumentos de las primeras
edades del mundo, en los que respira el nuevo aliento de la humanidad
primitiva, y esos santos oráculos de los tiempos evangélicos. en el que
resplandece la plenitud de la revelación de Cristo. Vaugris le escribió a
Farel: “Te ruego que , si es posible, hagas traducir el Nuevo
Testamento por alguna persona que pueda hacerlo de manera
eficiente: sería una gran bendición para Francia, Borgoña y Saboya. Y
si quiere un tipo adecuado, haré que me traigan algunos de París o
Lyon; pero si hay buenos tipos en Basilea, será mucho mejor ".
Lefevre ya había publicado en Meaux, pero en porciones separadas, los
libros del Nuevo Testamento en francés. Vaugris deseaba que alguien
lo revisara a fondo y supervisara una edición completa. Lefevre se
comprometió a hacerlo y lo publicó, como ya hemos visto, el 12 de
octubre de 1524. Un tío de Vaugris, llamado Conrard, también
refugiado en Basilea, consiguió inmediatamente una copia. El
Chevalier Coct estaba en la casa de un amigo el 18 de noviembre , vio
el libro y se llenó de alegría. "No pierda tiempo en reimprimirlo", dijo,
"porque no dudo que se requiera un gran número". 14
Así fue ofrecida a Francia la Palabra de Dios en oposición a las
tradiciones de la Iglesia, que Roma todavía le sigue presentando.
“¿Cómo podemos distinguir lo que es del hombre en sus tradiciones y
lo que es de Dios”, dijeron los reformadores, “si no es por las
Escrituras de Dios? Las máximas de los Padres, las decretales de los
pontífices, no pueden ser la regla de nuestra fe. Nos muestran cuál era
la opinión de estos viejos médicos; pero la Palabra sola nos enseña cuál
es el juicio de Dios. Debemos someter todo a la regla de las Escrituras
".

Tales fueron los principales medios por los que se difundieron estos
escritos . Farel y sus amigos entregaron los libros a ciertos buhoneros o
colportores, hombres sencillos y piadosos, que, cargados con su
preciosa carga, pasaban de pueblo en pueblo, de pueblo en pueblo y de
casa en casa, en Franco Condado, Lorena, Burgu. ndy, y las provincias
vecinas, llamando a todas las puertas. Adquirieron los libros a un
precio bajo, "para que estuvieran más ansiosos por venderlos". 15 Así,
ya en 1524 existía en Basilea una sociedad bíblica, una sociedad de
folletos y una asociación de colportores, en beneficio de Francia. Es un
error pensar que estos esfuerzos se remontan únicamente a nuestra
época; se remontan en lo esencial no sólo a los tiempos de la Reforma,
sino aún más a las edades primitivas de la Iglesia.

Notas finales:
1. El Comité General de la Sociedad Evangélica de Ginebra,
que envía un centenar de misioneros y repartidores a
Francia, está compuesto casi en su totalidad por
descendientes de refugiados franceses.
2. Hebreos 12:28.

3. Gallis verborum Dei sitientibu s. Coct to Farel, 2 de


septiembre de 1524. Neufchatel MS.
4. Non longe abest enim, quo in portum tranquillum
perveniamus, etc. Osw. Mi c. A Coct. Ibídem.
5. Ibídem. 21 de diciembre de 1525.
6. Ibídem.
7. Multis jam christianis Gallis dolet, quod a Zwinglii
aliorumque de Eucharistia se ntentia dissntiat Lutherus.
Toussaint to Farel, 14 de julio de 1525.
8. Quam sollicite quotidianis precibus commendem. Santo
Tous a Farel, 2 de septiembre de 1524, Neufchatel MS.
9. Ut pecuniae ad meitador alíquido. Ibídem.
10. Ut praela multa erigere possimus. Ibídem.
11. An censes inveniri posse Lugdunae, Meldae, aut
coartada en Galliis qui nos ad haec juvare velint. Ibídem.
12. Vaugris a Farel, Basilea, 29 de agosto de 1524.
Neufchatel MS. - El valor del florín es de
aproximadamente 1 chelín. 9d. libra esterlina.
13. Mitto tibi librum de instituendis ministris ecclesiae cum
libro de instituendis pueris. Coct to Farel, 2 de septiembre
de 1524. Ibid.

14. Neufchatel MS.


15. Vaugris a Farel. Ibídem.
LIBRO 12
CAPÍTULO 13
La atención que Farel dedicó a Francia no desvió su atención del lugar
donde residía. Al llegar a Montbeliard hacia fines de julio de 1524,
apenas había sembrado la semilla, cuando comenzaron a aparecer los
primeros frutos de la cosecha (para usar las palabras de
Oecolampadius). Farel escribió a su amigo con gran júbilo. “Es fácil”,
respondió el doctor de Basilea, “inculcar algunos dogmas en los oídos
de nuestros auditores ; pero cambiar sus corazones está solo en el
poder de Dios ”. 1

El Chevalier de Coct, encantado con esta inteligencia, corrió con su


habitual vivacidad hacia Peter Toussaint. “Saldré mañana para visitar a
Farel,” dijo apresuradamente . Toussaint, más tranquilo, le escribía al
evangelista de Montbeliard: “Ten cuidado”, le dijo a Farel; “Está
comprometido con una causa importante; no debe ser contaminado
por los consejos de los hombres. Los poderosos te prometen su favor,
su apoyo y montones de oro ... Pero poner tu confianza en estas cosas
es abandonar a Cristo y andar en tinieblas ”. 2 Toussaint estaba
terminando esta carta cuando entró el caballero; este último lo tomó y
partió hacia Montbeliard.
Encontró la ciudad en gran conmoción. Muchos de los nobles se
alarmaron y dijeron mientras miraban con desdén a Farel: “¿Qué
quiere este desgraciado de nosotros? ¡Ojalá no hubiera venido nunca!
No puede quedarse aquí, porque nos arruinará a todos, así como a él
mismo ". Los señores que se habían refugiado con el duque en
Montbéliard temían que los disturbios que acompañaron a la Reforma
en todas partes llamarían la atención de Fernando y Carlos V y serían
expulsados de su último asilo. Pero fue el clero en particular quien
resistió a Farel. El superior de los franciscanos de Besançon se había
apresurado a ir a Montbeliard y formó un plan de defensa junto con el
clero del lugar. El domingo siguiente, Farel apenas había comenzado a
predicar, cuando lo interrumpieron, llamándolo mentiroso y hereje. En
un instante toda la asamblea se alborotó. La audiencia se levantó y
pidió silencio. El duque se apresuró al lugar, apresó a Farel y al
superior, y ordenó a este último que probara o se retractara de sus
cargos. El franciscano adoptó la última alternativa y se publicó un
relato oficial de todo el asunto. 3

Este ataque excitó aún más a Farel; pensó que ahora era su deber
desenmascarar sin escrúpulos a los sacerdotes interesados; y
desenvainando la espada de la Palabra, la manejaba vigorosamente.
Estaba más inclinado a imitar a Jesús cuando expulsó a los cambistas
del templo y derribó sus mesas, que cuando el espíritu de profecía
declaró de él: No peleará ni clamará, ni nadie oirá su voz en las calles.
Oecolampadius se asustó. Estos dos hombres eran tipos perfectos de
dos personajes diametralmente opuestos entre sí y, sin embargo,
ambos dignos de admiración. “Se te había ordenado”, escribió
Oecolampadius a Farel, “atraer a los hombres suavemente a la verdad
y no arrastrarlos con violencia; para difundir el Evangelio y no para
maldecirlos. Los médicos recurren a la amputación solo cuando otros
medios han fallado. Actúa como un médico y no como un verdugo. En
mi opinión, no basta con ser amable con los amigos del Evangelio;
también debes vencer a los adversarios. Si los lobos son expulsados del
redil, que las ovejas al menos escuchen la voz del pastor. Vierta aceite y
vino en las heridas y compórtese como evangelista, no como juez o
tirano ". 4
El informe de estos trabajos se extendió a Francia y Lorena, y la
Sorbona y el Cardenal Guisa empezaron a alarmarse por este
encuentro de refugiados en Basilea y Montbeliard. De buena gana
habrían roto una alianza problemática; porque el error no conoce
mayor triunfo que atraer a algún desertor a su estandarte. Martial
Mazurier y otros ya habían dado al partido papal en Francia la
oportunidad de regocijarse por las vergonzosas deserciones; pero si
consiguieran seducir a uno de estos confesores de Cristo, que se había
refugiado a orillas del Rin y que tanto había sufrido por el nombre del
Señor, ¡cuán grande sería la victoria de la jerarquía romana! Por lo
tanto, plantaron sus baterías, y el más joven de estos refugiados fue
objeto de su ataque.
El decano, el cardenal de Lorena y todos los que se sumaron a las
concurridas reuniones celebradas en la mansión de este prelado ,
deploraron la triste suerte de Peter Toussaint, que una vez prometió
tan bella. ¡Está en Basilea, dijeron, en la casa de Ecolampadius,
viviendo con uno de los líderes de esta herejía! Le escribieron con
fervor y como si quisieran rescatarlo de la condenación eterna. Estas
cartas fueron las más dolorosas para el joven, porque no pudo evitar
reconocer en ellas las señales de sincero afecto. 5 Uno de sus
parientes, probablemente el propio decano, le instó a trasladarse a Par
is, a Metz oa cualquier otro lugar del mundo, siempre que estuviera
lejos de estos luteranos. Esta relación, teniendo en cuenta todo lo que
Toussaint le debía, no dudaba de que cumpliría de inmediato; pero
cuando descubrió que sus esfuerzos eran inútiles, su afecto se
transformó en odio violento. Al mismo tiempo, esta resistencia
exasperó a toda la familia y a todos sus amigos contra el joven
refugiado. Fueron a su madre, que estaba "bajo el poder de los
monjes"; 6 los sacerdotes la rodearon , asustándola y convenciéndola
de que su hijo había cometido delitos que no podían mencionar sin
estremecerse. Sobre esto, la afligida madre escribió una conmovedora
carta a su hijo, “llena de llanto” (dijo él), y en la que describía su
tristeza en un lenguaje desgarrador. "¡Oh! miserable madre! " dijo ella:
“¡Oh! hijo antinatural! ¡Malditos sean los pechos que te amamantaron y
las rodillas que te desnudaron! 7
El infeliz Toussaint estaba distraído: ¿Qué debía hacer? No pudo
regresar a Francia. Al dejar Basilea e ir a Zurich o Wittenberg, más allá
del alcance de su familia, solo aumentaría su dolor. Oecolampadius
aconsejó un curso intermedio: "Sal de mi casa", dijo. 8 Con el corazón
lleno de tristeza, adoptó la sugerencia y se fue a vivir con un sacerdote
ignorante y oscuro, 9 uno bien adaptado para tranquilizar a sus
parientes. ¡Qué cambio para Toussaint! Nunca se reunía con su
anfitrión, salvo en las comidas, en cuyo momento discutían
continuamente asuntos de fe; y tan pronto como terminó la comida,
Toussaint se retiró a su habitación, donde solo, lejos del ruido y la
controversia, estudió cuidadosamente la Palabra de Dios. “El Señor es
mi testigo”, dijo, “que en este valle de te ars tengo un solo deseo, el de
ver extendido el reino de Cristo, para que todos con una sola boca
glorifiquen a Dios”. 10
Ocurrió una circunstancia que consoló a Toussaint. Los enemigos del
Evangelio se hacían cada día más fuertes en M etz. A su súplica, el
Chevalier d'Esch partió en el mes de enero de 1525, para animar a los
cristianos evangélicos de esta ciudad. Atravesó los bosques de los
Vosgos y llegó al lugar donde Leclerc había puesto su vida, llevando
consigo varios libros que Farel le había proporcionado. 11
No fue solo hacia Lorraine que estos franceses volvieron la vista. El
Chevalier de Coct recibió cartas de uno de los hermanos de Farel,
describiendo el estado de Dauphiny en los colores más brillantes. Evitó
cuidadosamente mostrarlos para no alarmar a los débiles de corazón, y
se contentó con buscar ardientemente en Dios el apoyo de sus manos
omnipotentes. 12 En diciembre de 1524, Peter Verrier, un mensajero
dauphinés llegó a caballo a Montbeliard con encargos para Anemond y
Farel. El caballero, con su vivacidad habitual, decidió de inmediato
regresar a Francia. “Si Peter ha traído dinero”, le escribió a Farel,
“guárdelo; si ha traído alguna letra s, ábrala y cópiela, y luego
envíemelas. Sin embargo, no vendas el caballo, cuídalo, por si acaso lo
necesito. Me inclino a entrar en Francia en secreto e ir a Jacobus Faber
(Lefevre) y Arandius. Escríbeme y dime lo que piensas de él ". 13
Tal era la confianza y la franqueza que existían entre estos refugiados.
Uno abrió las cartas del otro y recibió su dinero. Es cierto que De Coct
ya debía treinta y seis coronas a Farel, cuyo bolso siempre estaba
abierto a sus amigos. Había más celo que discreción en el deseo del
caballero de volver a entrar en Francia. Era de carácter demasiado
imprudente para no exponerse a una muerte segura. Sin duda, eso le
explicó Farel. Dejó Basilea y se retiró a una pequeña ciudad, donde
tenía "grandes esperanzas de adquirir el idioma alemán, si Dios
quiere". 14
Farel continuó predicando el Evangelio en Montbeliard. Su alma se
enfadó al ver a la mayoría de la gente de esta ciudad entregada por
completo a la adoración de imágenes. En su opinión, fue un
renacimiento de la antigua idolatría pagana.
Sin embargo, las exhortaciones de Oecolampadius y el temor de
comprometer la verdad, quizás lo habrían reprimido durante mucho
tiempo, de no ser por una circunstancia imprevista . Un día de finales
de febrero (era la fiesta de San Antonio) Farel caminaba a orillas de un
riachuelo que atraviesa la ciudad, bajo una alta roca sobre la que está
construida la ciudadela, cuando, al llegar al puente, se encontró con
una procesión, que la atravesaba recitando oraciones a San Antonio, y
encabezada por dos sacerdotes que portaban la imagen de este santo.
Farel se encontró de pronto cara a cara con estas supersticiones, sin,
sin embargo, haberlas buscado. Una lucha violenta tuvo lugar en su
alma. ¿Cederá? ¿Se esconderá? ¿No sería esto un acto cobarde de
incredulidad? Estas imágenes sin vida, cargadas sobre los hombros de
sacerdotes ignorantes, le hicieron hervir la sangre. Farel avanzó
audazmente, arrebató el santuario del santo ermitaño de los brazos del
sacerdote y lo arrojó por el puente al río. Y luego, volviéndose hacia la
multitud asombrada, exclamó: "¡Pobres idólatras, nunca abandonaréis
vuestra idolatría!" 15
Los sacerdotes y el pueblo se quedaron inmóviles con tanto
entusiasmo. Un miedo religioso pareció clavarlos en el clavo. Pero
pronto se recuperaron de su estupor. “La imagen se está ahogando”,
exclamó uno de la multitud; y transportes y gritos de rabia sucedieron
a su silencio de muerte. La multitud se habría arrojado sobre el
desgraciado sacrílego que acababa de arrojar al agua el objeto de su
adoración. Pero Farel, no sabemos cómo, escapó de su violencia.
dieciséis
Sabemos que hay una razón para lamentar que el reformador se
hubiera apresurado a cometer un acto que tendía más bien a frenar el
avance de la verdad. Nadie debe creerse autorizado para atacar con
violencia a cualquier institución sancionada por la autoridad pública.
Sin embargo, hay en el celo del reformador algo más noble que esa fría
prudencia tan común entre los hombres, que se acobarda ante el
menor peligro y teme hacer el menor sacrificio por el avance del reino
de Dios. Farel no ignoraba que con este procedimiento se estaba
exponiendo a la suerte de Leclerc. Pero su propia conciencia dio
testimonio de que solo deseaba promover la gloria de Dios, y esto lo
hizo superior a todo temor.
Después de este asunto del puente, que es un rasgo característico de la
historia de Farel, el reformador se vio obligado a esconderse y
abandonó la ciudad poco después. Se refugió en Basilea con
Oecolampadius; pero conservó siempre ese apego por Montbeliard que
un siervo de Dios nunca deja de albergar como primicia de su
ministerio. 17
Tristes nuevas aguardaban a Farel en Basilea. Si era un fugitivo, su
amigo Anemond de Coct estaba gravemente enfermo. Farel le envió
inmediatamente cuatro coronas de oro; pero una carta escrita por
Oswald Myconius el 25 de marzo anunciaba la muerte del evaluador.
"Vivamos de tal manera", dijo Oswald, "para que podamos entrar en
ese reposo en el que esperamos que el alma de Anemond ya haya
entrado". 18
Así descendió Anemond a una tumba prematura; aún joven, lleno de
actividad y fuerza , dispuesto a emprender todos los trabajos para
evangelizar Francia, y que era en sí mismo un anfitrión. Los caminos
de Dios no son nuestros caminos. No mucho antes, y en el barrio de
Zúrich, otro caballero, Ulrich Hutten, había dado su último suspiro.
Hay cierta similitud en los caracteres de los caballeros alemanes y
franceses, pero la piedad y las virtudes cristianas del delfines lo
colocan muy por encima del ingenioso e intrépido enemigo del Papa y
de los monjes.
Poco después de la muerte de Anemond, Farel, incapaz de permanecer
en Basilea, de donde había sido desterrado una vez, se reunió con sus
amigos Capito y Bucer en Estrasburgo.
Estrasburgo, una ciudad imperial, a cuya cabeza estaba Sturm, uno de
los hombres más distinguidos de Alemania, y que contenía muchos
doctores célebres dentro de sus muros, era como un puesto avanzado
de la Reforma, arrojado más allá del Rin, y en el que Se refugiaron los
cristianos perseguidos de Francia y Lorena, y de donde esperaban
ganar estos países para el Evangelio de Jesucristo. La piadosa ambición
de Lambert era convertirse para Francia en lo que Lutero era para
Alemania y, en consecuencia, tan pronto como llegó a Estrasburgo
después de salir de Metz, hizo sus preparativos, esperando el momento
en que se le permitiera llevar la espada del Evangelio a su país. el
corazón mismo del país que amaba con tanta ternura. 19
Primero apeló a Frances I. “El Papa”, dijo, “si se saliera con la suya,
convertiría a cada rey en un mendigo. Presta tu oído a la verdad,
excelente príncipe, y Dios te engrandecerá entre los príncipes de la
tierra. Ay de todas las naciones cuyo amo es el Papa. Oh, Aviñón,
ciudad de mi nacimiento, ¿no eres tú la miserable hija de Babilonia?
Entregado a un legado, no de santidad, sino de impiedad y herejía; 20
Ves luchas lascivas, danzas inmodestas y adulterio multiplicarse
dentro de tus muros, y tus campos alrededor son asolados por partidas
de caza diarias, y tus pobres trabajadores oprimidos.
“Oh rey más cristiano, tu pueblo tiene sed de la Palabra de Dios”. Al
mismo tiempo que se dirigía al Papa, dijo: "Dentro de poco, esa
poderosa Francia a la que solías llamar tu brazo se separará de ti". 21 ¡
Tales eran las ilusiones de Lambert!
Al ver que su epístola no había producido ningún efecto, escribió un
segundo en un tono aún más serio. "¡Qué!" dijo, “¡los árabes, caldeos,
griegos y judíos poseen la Palabra de Dios en su propia lengua, y los
franceses, alemanes, italianos y españoles no pueden tenerla en la
suya! Dejad que Dios hable a las naciones en el idioma del pueblo, y el
imperio del orgullo se convertirá en polvo ”. 22
Estas anticipaciones no se realizaron. En Montbéliard y Basilea, como
en Lyon, las filas de los reformadores habían sufrido. Algunos de los
combatientes más devotos habían sido eliminados por la muerte, otros
por la persecución y el exilio. En vano los guerreros del Evangelio
subieron por todas partes al asalto; en todas partes fueron rechazados.
Pero si las fuerzas que habían concentrado, primero en Meaux, luego
en Lyon, y luego en Basilea, se dispersaron en sucesión, todavía
quedaban combatientes aquí y allá, que en Lorena, en Meaux e incluso
en París, lucharon más o menos. menos abiertamente para defender la
Palabra de Dios en Francia. Aunque la Reforma vio cómo se rompían
sus columnas , todavía tenía sus campeones aislados. Contra ellos, la
Sorbona y el parlamento estaban a punto de volver su ira. En el suelo
de Francia no habrían quedado ni uno solo de estos hombres de noble
espíritu que se habían comprometido a plantar en él la norma de
Jesucristo; y parecían ahora desgracias inauditas conspirar con los
enemigos de la Reforma y ayudarlos en el cumplimiento de su tarea.

Notas finales:

1. Animum autem immutare, divinum opus est. Ecol. Epp.


Pág. 200.
2. A quibus si pendemu s, jam un Christo defecimus.
Neufchatel MS.
3. Der Christliche Handel zu Mumpelgard, verloffen mit
grundlichen Wahrheit.
4. Quod Evangelistam, non tyrannicum legislatorem
praestes. Ecol. Epp. Pág. 206.
5. Me in dies divexari legendis amicorum littis qui me..ab
ins tituto remorari nituntur. Toussaint a Farel, 2 de
septiembre de 1524, Neufchatel MS.

6. Jam capulo proxima. Ibídem.


7. Literas ad me dedit plenas lacrymis quibus maledicit et
uberibus quae me lactarunt, etc. Ibid.
8. Visum est Ecolampadio consultum..ut a se secederem.
Neuf chatel MS.
9. Utor domo cujusdam sacrificuli. Ibídem.
10. Ut Christi regnum quam latissime pateat. Ibídem.
11. Qu'il s'en retourne a Metz, la ou les ennemis de Dieu
s'elevent journallement contre l'Evangile. Toussaint to
Farel, 17 de diciembre de 1524. Ibíd.

12. Accepi ante horam a fratre tuo epistolam quam hic nulli
manifestavi, terrentur enim infirmi. Coct to Farel, 2 de
septiembre de 1524.
13. Coct to Farel, diciembre de 1525, Neufchatel MS.
14. Coct to Farel, enero de 1525.

15. Revue du Dauphine 2. P. 38; Choupard MS.


16. Kirchhofer, en su Vida de Farel, da esta circunstancia
como una tradición incierta; pero los escritores
protestantes lo relatan, y me parece que está bastante en
armonía con el carácter de Farel y los temores de
Ecolampadius. No debemos estar ciegos ante las
debilidades de los reformadores.
17. Ingens impactus , q ui me cogit Mumpelgardum amare.
Farelli Epp.
18. Quo Anemundi spiritum jam pervenisse speramus.
Myconius a Farel, Neufchatel MS.
19. Hic operior donec ad ipsos Metenses aut in aliquam
urbem Galliae revoces. Ad Franc. Reg. Comentario. En
Cantic.
20. Ab haeresis et imp ietatis latere legatum. Epistola ad
Franciscum GR praef. Comm. De Sacra conjugis.
21. Est autem in proximo ut aliena fiat a te potens Gallia
quam brachium tuum appellare solebas. De Causis
Excusationis, pág. 76.
22. Epist. Ad Franc. R. Praef. Comentario. En Cantic. Cantic.
LIBRO 12
CAPÍTULO 14

Durante el último período de la estancia de Farel en Montbe Liard ,


grandes acontecimientos sucedían en el teatro del mundo. Lannoy y
Pescara, los generales de Carlos, habiendo abandonado Francia
cuando se acercaba Francisco I, este príncipe había cruzado los Alpes y
bloqueado Pavía. El 24 de febrero de 1525 fue atacado por Pescara.
Bonnivet, La Tremouille, Palisse y Lescure murieron luchando en
torno a su soberano. El duque de Alencon, el marido de Margaret, el
primer príncipe de sangre, había huido con la retaguardia y se había
ido a morir de vergüenza y dolor en Lyon; y Francisco, arrojado de su
caballo, había entregado su espada a Charles Lannoy, virrey de
Nápoles, quien la recibió arrodillado. El rey de Francia fue prisionero
del emperador. Su cautiverio parecía la mayor de las desgracias. “No
me queda nada más que honor y vida”, le escribió el rey a su madre.
Pero nadie sintió más dolor que Margaret. La gloria de su país
empañada, Francia sin monarca y expuesta a los mayores peligros, su
amado hermano cautivo de su altivo enemigo, su marido deshonrado y
muerto. ..... ¡Qué pensamientos tan amargos eran estos! ...... Pero ella
tenía un consolador; y mientras su hermano, para consolarse, repetía:
"¡Tout est perdu, fors l'honneur, todo está perdido salvo el honor!" ella
pudo decir:
Fors Jesus seul, mon frere, fils de Dieu! 1

¡Salva solo a Cristo, querido hermano, Hijo de Dios!


Margaret pensó que en la hora de la prueba, Francisco podría recibir la
Palabra de Dios. Unos meses antes, el rey ya había traicionado los
sentimientos religiosos por la muerte de su hija Charlotte de los
príncipes . La duquesa de Alencón, tras haberle ocultado la
enfermedad del niño, Francisco, que sin duda sospechaba algo, soñó
tres veces varias veces que su hija le decía: "Adiós, rey mío, me voy al
paraíso". Adivinó que ella estaba muerta y dio paso a un "dolor
extremo", pero le escribió a su hermana que "preferiría morir antes
que desear tenerla en este mundo en contra de la voluntad de Dios,
cuyo nombre sea bendito". 2
Margaret pensó que el terrible desastre de Pavía completaría la
primera prueba que había comenzado; y deseando fervientemente que
la Palabra de Dios estuviera con Francisco en su prisión, escribió una
carta muy conmovedora, que merece ser conservada, al señor
Montmorency, que había sido hecho prisionero junto con el rey. Es
muy probable que hable de ella y del obispo Briconnet en la graciosa
alegoría que sirve de introducción a su petición:
“Querido primo, hay un ermitaño muy devoto que durante estos
últimos tres años ha estado instando constantemente a un hombre que
conozco a orar a Dios por el rey, lo cual ha hecho; y se le asegura que si
le agrada al rey por medio de la devoción, diariamente, cuando esté en
su armario, leer las epístolas de San Pablo , será entregado para la
gloria de Dios; porque Él promete en Su Evangelio, que todo aquel que
ama la verdad, la verdad le hará libre. Y como creo que no los tiene, le
envío el mío, rogándole que le ruegue de mi parte que los lea , y creo
firmemente que el Espíritu Santo, que permanece en la carta, hará por
él lo que sea. grandes cosas como las ha hecho con quienes las
escribieron; porque Dios no es menos poderoso ni menos bueno de lo
que ha sido, y sus promesas nunca engañan. Él te ha humillado con
capacidad, pero no te ha desamparado, dándote paciencia y esperanza
en su bondad, que siempre va acompañada de consuelo y un
conocimiento más perfecto de Él, que estoy seguro es mejor de lo que
el rey jamás conoce. teniendo su mente menos en libertad, a causa del
encarcelamiento del cuerpo.
"Tu buena prima, MARGARET."
En ese lenguaje, Margarita de Valois, llena de ansiedad por la
salvación del alma de su hermano, se dirigió al rey después de la
batalla de Pavía. Es lamentable que su carta y las epístolas de San
Pablo no fueran enviadas directamente a Francisco; no podría haber
elegido un medio peor que Montmorency.
Las cartas que el rey escribió desde el castillo de Pizzighitone, donde
estaba confinado, proporcionaron a su hermana un pequeño consuelo.
A principios de abril le escribió: “Después del dolor de la Pasión, esto
ha sido un Espíritu Santo (es decir, un Pentecostés), viendo la gracia
que nuestro Señor te ha mostrado”. 3 Pero, desgraciadamente, el
prisionero no encontró en la Palabra de Dios la verdad que libera, y
que Margaret deseaba tan fervientemente que pudiera poseer.
Toda Francia, príncipes, parlamento y pueblo, estaba abrumada por la
consternación. Pronto, como en las tres primeras edades de la Iglesia,
la calamidad que había caído sobre el país fue imputada a los
cristianos; y por todas partes se oían gritos fanáticos que pedían
sangre, como medio para evitar desastres aún mayores. El momento,
por tanto, era favorable; no fue suficiente haber desalojado a los
cristianos evangélicos de las tres posiciones fuertes que habían
tomado; era necesario aprovechar el pánico general, golpear mientras
el hierro estaba caliente y barrer todo el reino libre de esa oposición
que se había vuelto tan formidable para el papado.
A la cabeza de esta conspiración y de estos clamores estaban Beda,
Duchesne y Lecouturier. Estos enemigos irreconciliables del Evangelio
se jactaban de poder obtener fácilmente del terror público las víctimas
que hasta entonces les habían sido rechazadas. Emplearon
instantáneamente todos los dispositivos; conversaciones, arengas
fanáticas, lamentos, amenazas, escritos difamatorios, para excitar la
ira de la nación, y en particular de sus gobernantes. Vomitaron fuego y
llamas contra sus adversarios y los cubrieron con los abusos más
difamatorios. 4 Todos los medios eran buenos a sus ojos; escogieron
algunas palabras aquí y allá, descuidando el contexto que podría
explicar el pasaje citado; sustituyeron expresiones propias por las de
los médicos a quienes criminalizaban, y mitigaron o añadieron, según
fuera necesario para ennegrecer el carácter de sus adversarios. 5
Tenemos esto en el testimonio del propio Erasmo.
Nada excitó tanto su ira como la doctrina fundamental del
cristianismo y de la Reforma: la salvación por gracia. “Cuando veo a
estos tres hombres”, dijo Beda, “Lefevre, Erasmo y Lutero, dotados en
otros aspectos de un genio tan penetrante, uniéndose y conspirando
contra las obras meritorias, y apoyando todo el peso de la salvación en
la fe únicamente, 6 Ya no me asombra que miles de hombres,
seducidos por estas doctrinas, hayan aprendido a decir: '¿Por qué debo
ayunar y mortificar mi cuerpo?' Desterremos de Francia esta odiosa
doctrina de la gracia. Este descuido de las buenas obras es un engaño
fatal del diablo ".
En ese lenguaje, el síndico de la Sorbona se esforzó en luchar contra la
fe. Estaba destinado a encontrar partidarios en una corte corrupta, y en
otra parte de la nación más respetable, pero no menos opuesta al
Evangelio; Me refiero a esos hombres serios, esos rígidos moralistas,
que, dedicados al estudio de las leyes y formas de jurisprudencia,
consideran al cristianismo como nada más que un sistema de
legislación; la Iglesia, como policía moral; y quienes, incapaces de
adaptar a esos principios de jurisprudencia que absorben todo su
pensamiento las doctrinas de la incapacidad espiritual del hombre, del
nuevo nacimiento y de la justificación por la fe, las ven como sueños
fantasiosos, peligrosos para la moral pública y la prosperidad. del
estado . Esta tendencia hostil a la doctrina de la gracia se manifestó en
el siglo XVI por dos excesos muy diferentes; en Italia y Polonia por la
doctrina de Socinus, descendiente de una ilustre familia de abogados
en Siena; y en Francia por los decretos perseguidores y las pilas de
fuego del parlamento.
El parlamento, de hecho, despreciando las grandes verdades del
Evangelio anunciadas por los reformadores y creyéndose llamados a
hacer algo en una catástrofe tan abrumadora, presentó un
complemento a Luisa de Saboya, lleno de fuertes protestas sobre la
conducta de la gobierno con respecto a la nueva doctrina. "La herejía",
dijeron, "ha levantado su cabeza entre nosotros, y el rey, al no llevar a
los herejes al cadalso, ha hecho descender la ira del cielo sobre la
nación".
Al mismo tiempo, los púlpitos resonaban con lamentaciones,
amenazas y maldiciones; Se pedían enérgicamente castigos rápidos y
ejemplares. Martial Mazurier se distinguió particularmente entre los
predicadores de París; y tratando con su violencia de borrar el
recuerdo de su conexión anterior con los partidarios de la Reforma,
declaró contra los "discípulos secretos de Lutero". "¿Conoce el rápido
funcionamiento de este veneno?" exclamó él. “¿Sabes su potencia? Bien
podemos temblar por Francia; ya que trabaja con una actividad
inconcebible, y en poco tiempo puede destruir miles de almas ". 7
No fue difícil excitar al regente contra los partidarios de la Reforma. Su
hija Margaret, el primer personaje de la corte, la propia Luisa de
Saboya, que siempre había sido tan devota del pontífice romano, fue
señalada por ciertos fanáticos como tolerante a Lefevre, Berquin y los
demás innovadores. ¿No había leído sus tratados y sus traducciones de
la Biblia? La reina madre deseaba despejarse de esas escandalosas
sospechas. Ya había enviado a su confesor a la Sorbona para consultar
a ese organismo sobre los medios de extirpar esta herejía. "La maldita
doctrina de Lutero", dijo a la facultad, "está ganando cada día nuevos
adeptos". La facultad sonrió al recibir este mensaje. Hasta entonces no
se habían escuchado sus representaciones y ahora se solicitaba
humildemente su consejo al respecto. Al final, vieron a su alcance esa
herejía que tanto tiempo habían deseado sofocar. Encargaron a Noel
Beda que devolviera una respuesta inmediata al regente. “Viendo que
los sermones, las discusiones, los libros con los que tantas veces nos
hemos opuesto a la herejía, no han logrado destruirla”, dijo el síndico
fanático, “todos los escritos de los herejes deberían ser prohibidos por
una proclama real; y si este medio no es suficiente, debemos emplear la
fuerza y la restricción contra las personas de estos falsos médicos;
porque los que resisten la luz deben ser sometidos por la tortura y el
terror ". 8
Pero Louisa no había esperado esta respuesta. Apenas Francisco había
caído en manos del emperador cuando ella le escribió al Papa para
conocer su placer con respecto a los tics here . Para la política de
Louisa era de gran importancia asegurarse el favor de un pontífice que
pudiera levantar a toda Italia contra el vencedor de Pavía, y ella estaba
dispuesta a conciliarlo a costa de un poco de sangre francesa. El Papa,
encantado de poder vengarse en el "reino más cristiano" contra una
herejía que no podía destruir ni en Suiza ni en Alemania, dio órdenes
inmediatas para la introducción de la Inquisición en Francia, y dirigió
un escrito al parlamento. Al mismo tiempo, Du prat, a quien el
pontífice había creado cardenal, y a quien había conferido el
arzobispado de Sens, y una rica abadía, se esforzó por responder a los
favores de la corte de Roma mostrando una infatigable animosidad
contra los herejes. . Así, el papa, el regente, los doctores de la Sorbona,
el parlamento y el canciller, con la parte más ignorante y fanática de la
nación, conspiraban juntos para arruinar el Evangelio y dar muerte a
sus confesores.

El parlamento tomó la iniciativa. Se requería nada menos que el


primer cuerpo del reino para comenzar la campaña contra esta
doctrina, y además, ¿no era su asunto peculiar, ya que la seguridad
pública estaba en juego? En consecuencia, el parlamento, “influido por
un santo celo y fervor contra estas novedades, 9 emitió un decreto en
el sentido de que el obispo de París y los demás prelados debían estar
obligados a comisionar a los señores Philip Pot, presidente de
peticiones, y Andrew Verjus, consejero, y los señores William
Duchesne y Nicholas Leclerc, doctores en teología, para instituir y
llevar a cabo el juicio de aquellos que debieran estar contaminados con
la doctrina luterana.
“Y que pudiera parecer que estos comisionados actuaban más bajo la
autoridad de la Iglesia que del parlamento, ha complacido a su
santidad enviar su escrito del 20 de mayo de 1525, aprobando el
nombramiento de dichos comisionados.
“Como consecuencia de lo cual, todos los que fueron declarados
luteranos por el obispo o los jueces eclesiásticos a estos diputados ,
fueron entregados al brazo secular, es decir, al antedicho parlamento,
que en consecuencia los condenó a ser quemados vivos”. 10
Este es el idioma de un manuscrito de la época.
Tal fue la terrible comisión de investigación nombrada durante el
cautiverio de Francisco I contra los cristianos evangélicos de Francia
por motivos de seguridad pública. Estaba compuesto por dos laicos y
dos eclesiásticos, y uno de estos últimos era Duchesne, después de
Beda, el médico más fanático de la Sorbona. Tuvieron la modestia
suficiente como para no ponerlo a la cabeza, pero su influencia era
sólo más segura por ese motivo.
Así se dio cuerda a la máquina; sus manantiales estaban bien
preparados; la muerte sería el resultado de cada uno de sus golpes.
Ahora se convirtió en una pregunta sobre a quién deberían atacar por
primera vez. Beda, Duchesne y Leclerc, asistidos por el presidente
Philip Pot y el concejal Andrew Verjus, se reunieron para deliberar
sobre este importante punto. ¿No estaba el conde de Montbrun,
antiguo amigo de Luis XII y ex embajador en Roma, Briconnet, obispo
de Meaux? El comité de seguridad pública, reunido en París en 1525,
pensó que, al comenzar con un hombre en una posición tan exaltada,
seguramente sembrarían la consternación por todo el reino. Esta fue
una razón suficiente, y el venerable obispo fue acusado.
Es cierto que Briconnet había dado garantías de sumisión a Roma, al
parlamento ya las supersticiones populares; pero se sospechaba
fuertemente que lo había hecho simplemente para evitar el golpe que
estaba a punto de caer sobre él, y que todavía estaba tolerando la
herejía en secreto. Parecería que, después de ceder, había recuperado
en parte el valor; Circunstancia muy en sintonía con estos personajes
indecisos, que son sacudidos y empujados de un lado a otro, como las
olas del mar por el viento. Se le atribuyeron varios actos en distintos
lugares que habrían sido la retractación más señalada de sus infelices
decretos de 1523 y 1524. Cuanto más eminente era su rango en la
Iglesia y en el Estado, más fatal era su ejemplo, y más también era
necesario obtener de él una retractación notable de sus errores, o
infligirle un castigo aún más notorio. La comisión de investigación
recogió con entusiasmo la avidez en su contra. Tenían en cuenta la
amable acogida que el obispo había dado a los herejes; declararon que,
una semana después de que el superior de los Cordeliers había
predicado en la iglesia de San Martín en Meaux, conforme a las
instrucciones de la Sorbona, para restaurar la sana doctrina, el propio
Briconnet había subido al púlpito y había refutado públicamente al
orador. llamándolo a él ya los demás fanáticos de Grayfriars,
hipócritas y falsos profetas; y que, no contento con esta afrenta pública,
había convocado , a través de su funcionario , al superior para que
compareciera personalmente ante él. 11 Incluso se desprende de un
manuscrito de la época que el obispo había ido mucho más lejos, y que
en el otoño de 1524, acompañado por Lefevre de Etaples, había pasado
tres meses viajando por su diócesis, y había quemado todos los
imágenes, salvo el crucifijo solo. Una conducta tan atrevida, que
demostraría que Briconnet poseía una gran audacia combinada con
mucha timidez, no puede, si es verdad, atribuirle la culpa a otros
rompedores de imagen; pues estaba a la cabeza de esa Iglesia cuyas
supersticiones estaba reformando, y actuaba en la esfera de sus
derechos y deberes. 12
Sea como fuere, Briconnet no podía dejar de ser culpable a los ojos de
los enemigos del Evangelio. No solo había atacado a la Iglesia en
general; había luchado con la Sorbona misma, ese organismo cuya ley
suprema era su propia gloria y preservación. Por lo tanto, se alegró
mucho al enterarse del examen iniciado contra su adversario; y John
Bochart, uno de los defensores más célebres de la época, apoyando la
acusación contra Briconnet ante el parlamento, gritó, elevando su voz:
“Contra la Facultad, ni el obispo de Meaux ni ningún particular puede
levantar la cabeza o abre la boca. Tampoco la Facultad está llamada a
entrar en discusión, a producir y exponer sus razones ante dicho
obispo, que no debe resistir la sabiduría de esa santa sociedad, a la que
debe considerar ayudada por Dios ”. 13
Como consecuencia de esta requisa, el parlamento emitió un decreto el
3 de octubre de 1525, mediante el cual, tras autorizar la detención de
todos los que habían sido informados en su contra, ordenó que el
obispo fuera interrogado por James Menager y Andrew Verjus,
consejeros de el tribunal, tocando los hechos que se le imputan. 14
Este decreto del parlamento asombró al obispo. Briconnet, el
embajador de dos reyes - Briconnet, un obispo y un príncipe, el amigo
de Luis XII y Francisco I - para someterse a un examen por dos
consejeros de la corte! ...... El que había esperado que Dios Encendió
en el corazón del rey, de su madre y de su hermana, un fuego que se
extendería sobre toda la nación, ahora vio a la nación volviéndose
contra él para apagar la llama que había recibido del cielo. El rey está
prisionero, su madre está a la cabeza de los enemigos del Evangelio, y
Margarita, alarmada por las desgracias que azotan a Francia, no se
atreve a rechazar los golpes que están a punto de caer sobre sus más
queridos amigos, y dirige primero contra ese padre espiritual que
tantas veces la ha consolado; o, si se atreve, no puede. Hacía poco
tiempo que le había escrito a Briconnet una carta llena de piadosas
efusiones: “¡Oh! que mi pobre corazón sin vida pudiera sentir alguna
chispa de amor, con la que deseo que se reduzca a cenizas ”. 15 Pero
ahora se trataba de una quema literal. Este lenguaje místico ya no
estaba en se ason; y cualquiera que ahora desee confesar su fe, debe
desafiar el cadalso. El pobre obispo, que había esperado tan
fervientemente ver una reforma evangélica que se abría paso gradual y
suavemente en cada corazón, se asustó y tembló al ver que ahora debía
comprarla a costa de su vida. Quizás nunca se le había ocurrido este
terrible pensamiento, y retrocedió en agonía y espanto.
Sin embargo, Briconnet tenía todavía una esperanza: si se le permitía
comparecer ante las cámaras del parlamento reunidas, se convertía en
una persona de su rango, en esa augusta y numerosa corte,
seguramente encontraría corazones generosos que respondieran a su
llamado, y emprendiendo su defensa. Por tanto, suplicó a la corte que
le concediera este favor; pero sus enemigos también habían contado
con el tema de tal audiencia. ¿No habían visto a Lutero aparecer ante la
dieta alemana y estremecer los corazones más decididos? A la espera
de eliminar todas las posibilidades de seguridad, se esforzaron en tal
sentido que el parlamento rechazó a Briconnet su favor mediante un
decreto de 25 de octubre de 1525, en confirmación del anterior.
dieciséis
Aquí estaba entonces el obispo de Meaux referido como el sacerdote
más humilde a la jurisdicción de James Menager y Andrew Verjus.
Estos dos abogados, dóciles instrumentos en manos de la Sorbona, no
se dejarían mover por esas consideraciones superiores a las que toda la
Cámara podría haber sido sensible; en realidad eran hombres: ¿se
había diferenciado el obispo de esa sociedad o no ? Esto es todo lo que
desean saber. Por tanto, se aseguró la condena de Briconnet.

Mientras el parlamento sostenía así la espada sobre la cabeza del


obispo, los monjes, sacerdotes y médicos no estaban ociosos; vieron
que la retractación de Briconnet les sería más útil que su castigo. Su
muerte solo inflamaría el celo de todos aquellos que tuvieran la misma
fe con él; pero su apostasía los hundiría en el más profundo desánimo.
Fueron a trabajar en consecuencia. Lo visitaron y suplicaron, Martial
Mazurier en particular, esforzándose por hacerlo caer, como lo había
hecho él mismo. No faltaron argumentos que pudieran parecerle
engañosos a Briconnet. ¿Le gustaría verse privado de sus funciones?
¿No podría, permaneciendo en la iglesia, emplear su influencia sobre
el rey y la corte para lograr una cantidad incalculable de bien? ¿Qué
sería de sus viejos amigos cuando ya no estuviera en el poder? ¿No
podría su resistencia comprometer una reforma que, para ser
saludable y duradera, debería ser llevada a cabo por la legítima
influencia del clero? Cuántas almas ofendería resistiendo a la Iglesia;
¡cuántas almas atraería, por el contrario, cediendo! ...... Ellos, como él,
estaban ansiosos por una reforma. Todo avanza insensiblemente; en la
co urt y en la ciudad y las provincias, todo está avanzando ... ¡y él, en
mera imprudencia de corazón, destruiría tan hermosa perspectiva! ...
Después de todo, no lo llamaron sacrificar sus opiniones, pero sólo
someterse al orden establecido de la Iglesia. ¿Estuvo bien en él, cuando
Francia sufría tantos reveses, provocar nuevas confusiones? “En
nombre de la religión, de su país, de sus amigos y de la Reforma
misma, convénzase”, dijeron. Por tales sofismas se arruinan las nobles
causas.
Sin embargo, cada una de estas consideraciones tuvo su influencia en
la mente del obispo. El tentador, que deseaba hacer caer a nuestro
Salvador en el desierto, se presentó así a Briconnet con colores
engañosos, pero en lugar de decir con su Maestro: "¡Apártate de mí,
Satanás!" escuchó, dio la bienvenida y reflexionó sobre estas
sugerencias. A partir de esa hora se acabó su fidelidad.
Briconnet nunca se había embarcado de todo corazón, como Lutero o
Farel, en el movimiento que entonces regeneraba la Iglesia; había en él
una cierta tendencia mística que debilita la mente de los hombres y los
priva de la firmeza y el coraje que proceden de la fe únicamente basada
en la Palabra de Dios. La cruz que fue llamado a tomar para seguir a
Cristo era demasiado pesada. 17 Conmocionado, alarmado,
estupefacto y distraído, 18 tropezó con la piedra que había sido
colocada artísticamente en su camino ... se cayó, y en lugar de
arrojarse a los brazos de Jesús, se arrojó a los de Jesús. Mazurier, 19 y
con una vergonzosa retractación manchó la gloria de una noble
fidelidad. 20
Así cayó Briconnet, el amigo de Lefevre y de Margaret; así, el primer
defensor del Evangelio en Francia negó las buenas nuevas de la gracia,
en el pensamiento culpable de que si permanecía fiel, perdería su
influencia sobre la Iglesia, la corte y Francia. Pero lo que le fue
representado como la salvación de su país , quizás se convirtió en su
ruina. ¿Cuál habría sido el resultado si Briconnet hubiera poseído el
coraje de Lutero? Si uno de los primeros obispos de Francia, amado
por el rey y por el pueblo, había subido al cadalso y, como los
pequeños del mundo , había sellado la verdad del Evangelio con una
confesión audaz y una muerte cristiana, ¿No se habría conmovido la
propia Francia? y la sangre del obispo convirtiéndose, como la de
Policarpo y Cipriano, en la semilla de la Iglesia, no hubiéramos visto a
ese país, tan ilustre en muchos aspectos, emerger en el siglo XVI de
esa oscuridad espiritual con la que todavía está nublado ?
Briconnet se sometió a un mero interrogatorio formal ante James
Menager y Andrew Verjus, quienes declararon que se había
reivindicado suficientemente por el delito que se le imputaba. Luego
fue sometido a penitencia y reunió un sínodo en el que condenó los
libros de Lutero, se retractó de todo lo que había enseñado en contra
de la doctrina de la Iglesia, restauró la invocación de los santos, se
esforzó por traer de vuelta a los que habían abandonado el culto
romano, y deseando no dejar ninguna duda de su reconciliación con el
Papa y la Sorbona, celebró un ayuno solemne en la víspera del Corpus
Christi, y dio órdenes de pomposas procesiones, en las que apareció
personalmente, dando testimonio aún más de su fe por su
magnificencia y por toda clase de devota observancia. 21 En su
testamento encomendó su alma a la Virgen María y al coro celestial del
paraíso, y pidió que después de su muerte (que sucedió en 1533) se
rezaran mil doscientas misas por el descanso de su alma.
La caída de Briconnet es quizás la más memorable en la historia de la
Reforma. En ningún otro lugar encontramos a un hombre tan
sinceramente piadoso y tan profundamente comprometido con la
reforma volviéndose tan repentinamente contra ella; sin embargo,
debemos comprender claramente su carácter y su caída. Briconnet fue,
con respecto a Roma, lo que fue Lefevre con respecto a la Reforma.
Ambos eran personas de medias tintas, que no pertenecían
propiamente a ningún partido. El médico de Etaples se inclinó hacia la
Palabra, mientras que el obispo de Meaux se inclinó hacia la jerarquía;
y cuando estos dos hombres que se tocan fueron llamados a decidir,
uno se colocó bajo el estandarte de Roma y el otro de Jesucristo. Sin
embargo, no podemos estar seguros de que Briconnet fuera totalmente
infiel a las convicciones de su fe; en ningún momento después de su
retractación los médicos romanos confiaron plenamente en él. Pero
actuó, tal vez, como lo hizo después el arzobispo de Cambray , a quien
se parecía en muchos aspectos; pensó que podría someterse
exteriormente al Papa, mientras permanecía interiormente sujeto a
sus antiguas convicciones. Tal debilidad es incompatible con los
principios de la Reforma. Briconnet fue uno de los jefes de la escuela
mística o más tranquila de Francia, y sabemos que una de sus
máximas principales ha sido siempre acomodarse a la iglesia en la que
existe, cualquiera que sea esa iglesia.
La caída culpable de Briconnet llegó al corazón de sus viejos amigos y
fue el triste precursor de esas lamentables apostasías que tan a
menudo obtuvo el espíritu del mundo en Francia en otra época. El
hombre que parecía tener las riendas de la Reforma en su mano fue
repentinamente arrojado de su asiento; y la Reforma fue desde
entonces destinada a seguir su curso en Francia, sin un líder humano,
sin un jefe, en la humildad y en la oscuridad. Pero los discípulos del
Evangelio levantaron la cabeza, y desde ese momento miraron con
más firme fe hacia ese Guía celestial, cuya fidelidad sabían que no
podía ser conmovida.
La Sorbona triunfó; este fue un gran paso hacia la destrucción de la
Reforma en Francia; y era importante lograr otra victoria sin demora.
Lefevre se situó después de Briconnet. En consecuencia, Beda había
vuelto inmediatamente el ataque contra él, publicando un libro contra
este ilustre médico, lleno de calumnias tan groseras, que Erasmo dice,
"incluso los herreros y zapateros podrían haberlas señalado". Su furor
estaba particularmente excitado por la doctrina de la ju stificación por
la fe, que Lefevre fue el primero en predicar a la cristiandad en el siglo
XVI. En este punto, Beda repetía continuamente, como un artículo que,
según él, volcaba a la Iglesia. "¡Qué!" dijo, “Lefevre afirma que quien
pone su salvación en sí mismo, ciertamente perecerá; mientras que el
hombre que deja a un lado todas sus fuerzas y se arroja enteramente a
los brazos de Jesucristo, será salvo! ...... ¡Oh, qué herejía! para enseñar
la ineficacia de las obras meritorias! ...... ¡ Qué error infernal! ¡Qué
trampa engañosa del diablo! ¡Opongámonos con todas nuestras
fuerzas! " 22
Ese motor de persecución que produce retractación o muerte, se volvió
inmediatamente contra el doctor de Etaples; y ya se abrigaba la
esperanza de ver a Lefevre compartir la suerte del pobre tejedor de
lana o del ilustre Briconnet. Pronto se redactó su acusación; y un
decreto del parlamento (fechado el 28 de agosto de 1525) condenó
nueve proposiciones extraídas de sus comentarios sobre los Evangelios
y colocó su traducción de las Escrituras en la lista de libros prohibidos.
23
Este fue solo el preludio; y que el sabio doctor lo sabía. Ante los
primeros síntomas de persecución, había sentido que, en ausencia de
Francia I, debía caer bajo el asalto de sus enemigos, y que había
llegado el momento de obedecer el mandamiento del Señor: Cuando te
persigan en una ciudad, huid a otro. 24 Lefevre abandonó Me aux,
donde, después de la apostasía del obispo, no había bebido más que la
copa de la amargura, y vio paralizada toda su actividad; y al apartarse
de sus perseguidores, sacudió el polvo de sus pies contra ellos, “no
para invocar el mal sobre ellos, sino como señal de los males que les
aguardaban; porque (dice en un lugar) así como este polvo es sacudido
de nuestros pies, son desechados de la faz del Señor ”. 25
Los perseguidores habían extrañado a su víctima; pero se consolaron
con la idea de que Francia al menos había sido liberada del padre de
los herejes.
El fugitivo Lefevre llegó a Estrasburgo con un nombre prestado; allí se
unió inmediatamente a los amigos de la Reforma; ¡Y qué debe haber
sido su gozo al escuchar ese Evangelio enseñado públicamente y que él
había sido el primero en presentar en la Iglesia! ¡He aquí su fe! ¡esto era
exactamente lo que tenía la intención de enseñar! Parecía haber nacido
una segunda vez a la vida cristiana. Gerard Rouss el, uno de esos
hombres evangélicos que, como el médico de Etaples, no alcanzó la
emancipación completa, también se vio obligado a abandonar Francia.
Juntos siguieron la enseñanza de Capito y Bucer; 26 mantuvieron
frecuentes conversaciones privadas con estos fieles médicos, 27 y se
circuló un informe de que incluso habían sido comisionados por
Margaret, la hermana del rey. 28 Pero Lefevre estaba más ocupado en
contemplar los caminos de Dios que en polémicas. Mirando a la
cristiandad, lleno de asombro al contemplar los grandes
acontecimientos que estaban teniendo lugar, conmovido de
agradecimiento y con el corazón lleno de anticipación , se arrodilló y
oró al Señor “para que perfeccionara lo que veía comenzar. " 29
Un placer en particular le esperaba en Estrasburgo; Farel, su discípulo,
su hijo, de quien había estado separado por la persecución durante
casi tres años, había llegado antes que él. El anciano médico de la
Sorbona encontró en su joven alumno un hombre en el vigor de la
vida, un cristiano en toda la energía de la fe. Farel estrechó con cariño
esa mano arrugada que había guiado sus primeros pasos, y
experimentó una alegría indescriptible al reencontrarse con su padre
en una ciudad evangélica, y al verlo rodeado de fieles. Juntos
escucharon las puras instrucciones de ilustres maestros; juntos
participaron de la superioridad del Señor de conformidad con la
institución de Cristo; juntos recibieron pruebas conmovedoras del
amor de sus hermanos. “¿Te acuerdas”, dijo Farel, “lo que una vez me
observaste cuando ambos estábamos hundidos en la oscuridad:
William, Dios renovará el mundo, y tú lo verás! ... Aquí está el
comienzo de lo que entonces me lo dijiste ". "Sí", respondió el piadoso
anciano, "Dios está renovando el mundo ... Mi querido hijo, continúa
predicando con valentía el santo Evangelio de Jesucristo". 30
Lefevre, sin duda por exceso de precaución, deseaba vivir desconocido
en Estrasburgo y había adoptado el nombre de Anthony Pilgrim,
mientras que Roussel asumía el de Solnin. Pero el ilustre doctor no
podía permanecer oculto; en poco tiempo toda la ciudad y los mismos
niños saludaron con respeto al anciano francés. 31 No habitaba solo;
pero residió en la casa de Capito con Farel, Roussel, Vedastus, quien
fue elogiado por su timidez, y un tal Simon, un judío convertido. Las
casas de Capito, Oeco lampadius, Zwingle y Luther eran entonces
como posadas. Tal era entonces la fuerza del amor fraternal. Muchos
otros franceses vivían en esta ciudad a orillas del Rin y fundaron una
iglesia en la que Farel predicaba a menudo la doctrina de la salvación .
Esta sociedad cristiana calmó el dolor del exilio.
Mientras estos hermanos disfrutaban así del asilo que les ofrecía el
cariño fraterno, los de París y de otras partes de Francia estaban
expuestos a grandes peligros. Briconnet se había retractado; Lefevre
había abandonado Francia; sin duda esto era algo para la Sorbona; pero
todavía tenía que esperar los castigos que había aconsejado. Beda y su
grupo no habían encontrado víctimas ... un hombre los exasperaba
aún más que Briconnet y Lefevre; este era Louis Ber quin. El señor de
Artois, de carácter más decidido que sus dos maestros, no dejó escapar
ninguna oportunidad de atormentar a los monjes y teólogos y de
desenmascarar su fanatismo. Viviendo por turnos en París y en las
provincias, recopiló y tradujo los escritos de Lutero y Erasmo: 32 él
mismo compondría obras controvertidas y defendería y propagaría la
nueva doctrina con todo el celo de un nuevo converso. El obispo de
Amiens lo denunció; Beda secundó la acusación; y el parlamento lo
encarceló. "Este", dijeron, "no se nos escapará como Briconnet o
Lefevre". De hecho, lo mantuvieron en estrecho confinamiento. En vano
el superior de los cartujos y otros le suplicaron que se disculpara;
audazmente declaró que no cedería en un solo punto. "Parecía que no
quedaba otro camino", dice un cronista, "que llevarlo a la hoguera". 33
Margaret, consternada por lo que le había sucedido a Briconnet, temía
ver a Berquin arrastrado al patíbulo del que el obispo había escapado
tan vergonzosamente. Sin atreverse a visitarlo en la cárcel, se esforzó
en trasmitirle unas palabras de consuelo; y fue quizás por él que
compuso la princesa esta conmovedora queja del preso, en la que éste,
dirigiéndose al Señor, exclama: 34
Pero, sin embargo, donde esté mi prisión,
Sus puertas nunca podrán impedirte la entrada.
Por un instante, donde yo estoy, Tú estás conmigo.
Pero Margaret no se detuvo aquí; instantáneamente escribió a su
hermano , solicitando el perdón de este caballero. Feliz sería ella si
pudiera librarlo a tiempo del odio de sus enemigos.
Mientras esperaba a esta víctima, Beda resolvió intimidar a los
enemigos de la Sorbona y de los monjes aplastando al más celebrado
de ellos. Erasmo había tomado la pluma contra Lutero; pero eso fue de
poca importancia. Si logran destruir a Erasmo, con mucha más fuerza
sería inevitable la ruina de Farel, de Lutero y de sus asociados. La
forma más segura de alcanzar la marca es apuntar más allá. Una vez
que Roma ha puesto su pie en el cuello del filósofo de Rotterdam,
¿dónde está el médico hereje que puede escapar a su venganza?
Lecouturier, comúnmente conocido por su nombre latino Sutor
(zapatero), ya había iniciado el ataque, lanzando desde su celda
solitaria cartuja un tratado desbordante de violencia, en el que
llamaba a sus oponentes teólogos y burros, acusándolos de delitos
escandalosos, herejía, y blasfemia. Al tratar temas que no entendía,
recordó a sus lectores el viejo proverbio: Ne sutor ultra crepidam, Que
el zapatero se ciña a lo último.
Beda se apresuró a ayudar a su hermano. Ordenó a Erasmo que no
escribiera más; 35 y tomando esa pluma que había mandado a dejar al
mayor escritor de la época, hizo una recopilación de todas las
calumnias que los monjes habían inventado contra el ilustre filósofo,
las tradujo al francés y compuso un libro que distribuyó en la ciudad y
en la corte, esforzándose por levantar a toda Francia contra él. 36 Este
trabajo fue la señal de ataque; Erasmo fue atacado por todos lados. Un
viejo carmelita de Lovaina, Nicholas Ecmond, exclamaba cada vez que
subía al púlpito: "No hay diferencia entre Lutero y Erasmo, excepto
que Erasmo es el hereje mayor"; 37 y dondequiera que estuviese el
carmelita, a la mesa, en coche o en barco, llamó a Erasmo heresiarca y
falsificador. 38 La facultad de París, excitada por estos clamores,
preparó una censura contra el ilustre escritor.
Erasmo estaba asombrado. Este, entonces, es el final de toda su
tolerancia, e incluso de su hostilidad contra Lutero. Había subido a la
brecha con mayor valor que cualquier hombre; y ahora quieren
convertirlo en un escalón y pisotearlo, para poder atacar con mayor
seguridad al enemigo común. Esta idea le disgustó: se volvió de
inmediato, y casi antes de que hubiera cesado su ataque a Lutero, cayó
sobre estos médicos fanáticos, que lo habían atacado por la espalda.
Nunca fue su correspondencia más activa que ahora. Mira a su
alrededor, y su ojo penetrante pronto descubre en cuyas manos
depende su destino. No vacila: depositará sus quejas y protestas a los
pies de la Sorbona, del parlamento, del rey y del propio emperador.
"¿Qué es lo que ha encendido esta inmensa conflagración luterana?"
escribió a los teólogos de la Sorbona, de quienes todavía esperaba un
poco de imparcialidad; “¿Qué lo ha avivado, sino la virulencia de Beda
y sus compañeros? 39 En la guerra, un soldado que ha cumplido con
su deber recibe una recompensa de su general; y toda la recompensa
que recibiré de ustedes, los líderes de esta guerra, será entregada a las
calumnias de tales como Beda y Lecouturier ".
"¡Qué!" escribió al parlamento, “cuando yo estaba conteniendo con
estos luteranos, y mientras mantenía una lucha severa por orden del
emperador, el papa y otros príncipes, incluso con el peligro de mi vida,
Beda y Lecouturier me atacaron desde atrás con sus inmundos libelos!
Ah, si la fortuna no nos hubiera privado del rey Francisco, habría
invocado a este vengador de las musas contra esta nueva invasión de
los bárbaros. 40 ¡ Pero ahora es su deber poner fin a tal injusticia! "
Tan pronto como encontró la posibilidad de enviarle una carta al rey,
le escribió inmediatamente. Su mirada penetrante detectó en estos
fanáticos médicos de la Sorbona los gérmenes de la liga, los
antecesores de esos tres sacerdotes que un día iban a poner a los
Dieciséis contra el último de los Valois; su genio advirtió al rey de los
crímenes y desgracias que sus descendientes estaban destinados a
conocer demasiado bien. “La religión es su pretexto”, dijo, “pero
aspiran a la tiranía incluso sobre los príncipes. Se mueven con paso
seguro, aunque su camino es subterráneo. Si el príncipe no está
dispuesto a someterse a ellos en todo, declararán que puede ser
depuesto por la Iglesia; es decir, por unos falsos monjes y teólogos que
conspiran contra la paz pública ”. 41 Erasmo al escribirle a Francis no
podría haber tocado un punto más tierno.
Finalmente, para estar más seguro de escapar de sus enemigos,
Erasmo invocó la protección de Carlos V. “Emperador invencible”,
dijo, “ciertos individuos que, bajo el pretexto de la religión, desean
establecer su propia glotonería y despotismo, están levantando un
grito horrible contra mí. 42 Estoy luchando bajo tus banderas y las de
Jesucristo. Que tu sabiduría y poder restauren la paz al mundo
cristiano ".
Así se dirigió el príncipe de las letras a los grandes de la época. Se evitó
el peligro; los poderes del mundo se interpusieron; los buitres se vieron
obligados a abandonar una presa que ya tenían en sus garras. Ante
esto, volvieron sus ojos a otro cuarto, buscando nuevas víctimas, que
pronto fueron encontradas.
Lorena fue el primer lugar en el que la sangre volvió a fluir. Desde los
primeros días de la Reforma había existido una alianza fanática entre
París y el país de los Guisa. Cuando Paris estuvo tranquilo, Lorraine se
aplicó a la tarea; y luego Paris reanudó su laboratorio o, mientras Metz
y Nancy recuperaban fuerzas. En junio de 1525, Peter Toussaint
regresó a Metz, en compañía de Farel. Deseaban una audiencia ante
sus señorías los Trece; y habiendo rechazado esto, apelaron al evadir.
Ya estaban preparados los planes para meterlos en prisión, cuando,
temerosos del peligro, abandonaron rápidamente la ciudad, viajando
toda la noche para que no los alcanzaran. 43
Los primeros golpes estaban destinados aparentemente a caer sobre
un hombre excelente, uno de los refugiados de Basilea, amigo de Farel
y Toussaint. El Chevalier d'Esch no había podido escapar a las
sospechas de los sacerdotes de Metz. Descubrieron que mantenía una
comunicación con los cristianos evangélicos y fue encarcelado en
Pont-a- Mousson, a unas cinco millas de Metz, a orillas del Mosela. 44
Estas noticias abrumaron de dolor a los refugiados franceses y a los
propios suizos. "¡Oh corazón lleno de inocencia!" exclamó
Oecolampadius. "Tengo confianza en el Señor", agregó, "que nos
preservará a este hombre, ya sea en vida como predicador de justicia,
para anunciar su nombre, o como mártir para confesarlo en la
muerte". 45 Pero al mismo tiempo, Oecolampadius desaprobaba la
impetuosidad, el entusiasmo y el celo imprudente que distinguían a los
refugiados franceses. “Ojalá”, dijo, “mis muy queridos señores de
Francia no se apresuraran a regresar a su propio país, antes de haber
examinado debidamente todas las cosas; 46 porque el diablo tiende
sus trampas por todos lados. No obstante, que obedezcan al Espíritu de
Cristo, y que este Espíritu no los abandone nunca ”.
En verdad, había motivos para temer por el caballero. La furia del
enemigo había estallado en Lorrain con redoblada violencia. El
provincial de los Cordeliers, Buenaventura Renel, confesor del duque
Antonio el Bueno, hombre desprovisto de vergüenza y poco
encomiable desde el punto de vista moral, dio a este débil príncipe,
que reinó de 1508 a 1544, una gran licencia en sus placeres. , y lo
persuadió, casi a modo de penitencia, para que destruyera sin piedad a
los innovadores. “Basta que todos conozcan su Pater y su Ave”, decía
este príncipe, tan bien instruido por Renel; "Cuanto mayor es el
médico, mayor es la perturbación". 47
Hacia fines de 1524 se informó a la corte del duque que un pastor
llamado Schuch estaba predicando una nueva doctrina en la ciudad de
St. Hippolyte, al pie de los Vosgos. "Que vuelvan a su deber", dijo
Antonio el Bueno, "o de lo contrario marcharé contra la ciudad y la
destruiré a fuego y espada". 48
Ante esto, el fiel pastor resolvió entregarse por su rebaño y se dirigió a
Nancy, donde residía el príncipe. Tan pronto como llegó fue arrojado a
una cárcel inmunda, bajo la vigilancia de hombres brutales y crueles; y
fray Buenaventura vio por fin al hereje en su poder. Fue él quien
presidió el juicio. "¡Hereje! ¡Judas! ¡diablo!" exclamó él. Schuch,
tranquilo y sereno , no respondió a este abuso; pero sosteniendo en sus
manos una Biblia, toda cubierta de notas, confesaba dócilmente pero a
la fuerza a Cristo crucificado. De repente se animó; se puso de pie
valientemente y, alzando la voz, como lleno del Espíritu de lo alto ,
miró a los jueces a la cara y los amenazó con los terribles juicios de
Dios.
El hermano Buenaventura y sus compañeros, asombrados y
transportados por la rabia, se abalanzaron sobre él con violentos
gritos, arrancaron la Biblia de la que estaba leyendo este amenazador
lenguaje, “y como perros rabiosos”, dice el cronista, “incapaces de
morder su doctrina , lo quemaron en su convento ”. 49
Toda la corte de Lorena resonaba con la obstinación y la insolencia del
ministro de San Hipólito, y el príncipe, curioso por escuchar al hereje,
deseaba estar presente en su último interrogatorio, pero en secreto y
oculto a todos los ojos. Como el examen se llevó a cabo en latín, no
pudo entender una palabra; pero le llamó la atención el rostro firme
del ministro, que no parecía ni vencido ni confundido. Exasperado por
tal obstinación, Antonio el Bueno se levantó y dijo mientras se
retiraba: “¿Por qué sigues discutiendo? Niega el sacramento de la misa;
que procedan a la ejecución contra él ". 50 Schuch fue
instantáneamente condenado a ser quemado vivo. Cuando se le dio a
conocer la sentencia, alzó los ojos al cielo y dijo con dulzura: "Me
alegré cuando me dijeron: vayamos a la casa del Señor". 51
El 19 de agosto de 1525 toda la ciudad de Nancy estaba en movimiento.
Las campanas tañían por la muerte de un hereje. Se puso en marcha la
lúgubre procesión. Era necesario pasar ante el convento de los
Cordeliers, que, regocijados y expectantes , se habían reunido ante la
puerta. En el momento en que apareció Schuch, el padre
Buenaventura, señalando las imágenes talladas sobre los portales del
convento, exclamó: “¡Hereje! rendir honor a Dios, a su madre ya los
santos ". - "¡Hipócritas!" respondió S chuch, erguido ante estos bloques
de madera y piedra, "¡Dios te destruirá y sacará a la luz tus engaños!"

Cuando el mártir llegó al lugar de la ejecución, sus libros fueron


quemados ante su rostro; luego se le pidió que se retractara; pero él se
negó, diciendo: "Eres tú, oh Dios, quien me has llamado, y me darás
fuerzas hasta el fin". 52 Después de esto, comenzó a repetir en voz alta
el salmo cincuenta y uno: "Ten misericordia de mí, Señor, conforme a
tu misericordia". Después de montar la pila, continuó recitando el
salmo hasta que el humo y las llamas sofocaron su voz.
Así, los perseguidores de Francia y Lorena vieron una renovación de
sus victorias; por fin, los hombres prestaron atención a sus consejos.
Las cenizas de un hereje se habían esparcido al viento en Nancy; fue un
desafío para la capital de Francia. ¡Qué! ¿Serán Beda y Lecouturier los
últimos en mostrar su celo por el Papa? Dejemos que las llamas
respondan a las llamas, y la herejía, barrida del suelo del reino, pronto
será rechazada por completo más allá del Rin.

Pero antes de que pudiera tener éxito, Beda tuvo que sostener un
combate, mitad serio, mitad ridículo, contra uno de esos hombres con
quienes la lucha contra el papado es meramente un pasatiempo
intelectual y no un propósito serio del corazón.
Entre los eruditos que Briconnet había atraído a su diócesis, había un
médico de la Sorbona, llamado Peter Caroli, un hombre vanidoso y
frívolo, no menos pendenciero y litigioso que el propio Beda. En la
nueva doctrina, Caroli vio los medios para molestar a Bed a, cuyo
predominio no podía soportar. En consecuencia, a su regreso de Meaux
a París, causó una gran sensación al llevar al púlpito lo que se llamó,
"la nueva forma de predicar". Entonces comenzó una lucha infatigable
entre los dos médicos; era golpe por golpe y truco por truco. Beda citó a
Caroli ante la Sorbona, y Caroli lo citó ante el tribunal del obispo a
modo de reparación. La facultad continuó el examen y Caroli notificó
un llamamiento al parlamento. Fue prov isionally prohibido entrar en
el púlpito y predicó en todas las iglesias de París. Al estar
absolutamente prohibido predicar, dio una conferencia pública sobre
los Salmos en el Colegio de Cambray. La facultad le prohibió continuar
su curso y pidió permiso para terminar la explicación del Salmo 22,
que acababa de comenzar. Finalmente, al rechazar su solicitud, colocó
el siguiente cartel en las puertas del colegio: “Peter Caroli, deseoso de
obedecer las órdenes de la sagrada facultad, ha dejado de dar
conferencias; reanudará sus conferencias (siempre que le plazca a
Dios) en el verso donde lo dejó: HAN PERFORADO MIS MANOS Y
PIES. Así Beda finalmente encontró su pareja. Si Caroli hubiera
defendido seriamente la verdad, la pila ardiendo pronto habría sido su
recompensa; pero era de espíritu demasiado profano para ser
ejecutado. ¿Cómo podrían los jueces castigar con pena capital a un
hombre que les hizo perder la gravedad? Ni el tribunal del obispo, ni el
parlamento, ni el concilio pudieron llegar a una decisión definitiva en
su causa. Dos hombres como Caroli habrían agotado la actividad del
propio Beda; pero la Reforma no produjo su paralelo. 53
Tan pronto como terminó esta competencia fuera de temporada, Beda
se dirigió a asuntos más serios. H appily para el síndico de la Sorbona,
había hombres que dieron la persecución de una mejor sujeción de
ellos que Caroli. Briconnet, Erasmo, Lefevre y Farel se le habían
escapado; pero como no puede llegar a estos distinguidos individuos,
se contentará con mí como personas más. El pobre joven James
Pavanne, después de su abjuración en la Navidad de 1524, no había
hecho más que llorar y suspirar. Se le podría ver con aire melancólico,
los ojos fijos en la tierra, gimiendo por dentro y reprochándose
severamente a sí mismo por haber negado a su Salvador ya su Dios. 54
Pavanne era sin duda el más tímido e inofensivo de los hombres: ¡pero
qué importaba eso! había estado en Meaux, y en aquellos días eso era
suficiente. “Pavanne ha recaído”, fue el grito; "El perro se convierte de
nuevo en su propio vómito, y la cerda que fue lavada a revolcarse en el
fango". Inmediatamente fue arrestado, encarcelado y llevado ante sus
jueces. Esto era todo lo que necesitaba el joven Santiago. Se sintió
reconfortado tan pronto como estuvo encadenado y encontró la fuerza
suficiente para confesar a Jesucristo con valentía. 55 Los crueles
perseguidores sonrieron al ver que, al menos esta vez, nada podía
salvar a su víctima; no hubo retractación, ni huida, ni patrocinio
poderoso. La dulzura del joven, su franqueza y valentía no lograron
ablandar a sus adversarios. Los miró con amor; porque al echarlo a la
cárcel, le habían devuelto la tranquilidad y el gozo; pero su tierna
mirada solo sirvió para endurecer sus corazones. Su juicio pronto
concluyó: se erigió una pila en el Greve, donde Pavanne murió
regocijado, fortaleciendo con su ejemplo a todos aquellos que en esa
gran ciudad creían abierta o secretamente en el Evangelio de Cristo.
Esto no fue suficiente para la Sorbona. Si se ven obligados a sacrificar a
los pequeños del mundo, su número debe al menos enmendar su
calidad. Las llamas del Greve sembraron el terror en París y en toda
Francia; pero una pila nueva, encendida en otro lugar, redoblará ese
error. Se hablará de ella en la corte, en los colegios y en los talleres del
pueblo; y tales pruebas mostrarán más claramente que cualquier
edicto, que Luisa de Saboya, la Sorbona y el parlamento están
decididos a sacrificar al último hereje a los anatemas de Roma.
En el bosque de Livry, a tres leguas de París, y no lejos del lugar donde
una vez estuvo la antigua abadía de los Agustinos, vivía un ermitaño,
quien en sus excursiones, habiéndose encontrado con algunos
hombres de Meaux, había recibido la doc trina evangélica en su
corazón. 56 El pobre ermitaño se había sentido rico en su retiro,
cuando un día, regresando con la escasa comida que le daba la caridad
pública, se llevó a Jesucristo y su gracia. A partir de ese momento,
descubrió que era mejor dar que recibir. Iba de casa en casa por los
pueblos de los alrededores, y apenas abrió las puertas de los pobres
campesinos que visitaba en sus humildes chozas, les habló del
Evangelio, del perfecto perdón que ofrece a los agobiados. alma, y que
es mucho mejor que las absoluciones. 57 Poco tiempo después, el buen
ermitaño de Livry fue conocido en los alrededores de París; la gente fue
a visitarlo a su humilde celda, y él se convirtió en un misionero
apacible y ferviente para las almas sencillas de ese distrito.

El rumor de los hechos de este nuevo evangelista no dejó de llegar a


oídos de la Sorbona y de los magistrados de París. El ermitaño fue
apresado, sacado de su ermita, de su bosque, de aquellos campos por
los que deambulaba a diario, echado en una prisión en esa gran ciudad
a la que siempre había rehuido, y condenado “a sufrir el castigo
ejemplar de los lentos fuego." 58
Para hacer más llamativo el ejemplo, se decidió quemarlo vivo en el
frente de Notre-Dame, ante esa espléndida catedral, ese majestuoso
símbolo del catolicismo romano. Se convocó a todo el clero y se
desplegó tanta pompa como en las fiestas más solemnes. 59 Si era
posible, habrían atraído a todo París alrededor de la hoguera, "la gran
campana de la iglesia de Notre-Dame (dice un historiador) repicando
solemnemente para despertar a los ciudadanos". 60 La gente se
agolpaba por todas las calles que conducían a la plaza. Los profundos
tonos de la campana sacaban al trabajador de su trabajo, al erudito de
sus libros, al comerciante de su tráfico, al soldado de su holgazanería,
y ya el amplio espacio estaba cubierto por una inmensa multitud que
seguía aumentando. El ermitaño, vestido con las ropas asignadas a los
herejes obstinados, con la cabeza y los pies descalzos, había sido
conducido ante las puertas de la catedral. Sereno, firme y sereno, no
respondió a las exhortaciones de los confesores que le presentaron un
crucifijo, salvo declarando que su única esperanza era el perdón de
Dios. Los médicos de la Sorbona, en las primeras filas de los
espectadores, al ver su constancia y el efecto que producía en la gente,
gritaron en voz alta: "¡Maldito sea: lo llevan al fuego del infierno!" 61
La gran campana seguía sonando y sus fuertes notas, al aturdir los
oídos de la multitud, aumentaron la solemnidad de este espectáculo
lúgubre. Por fin la campana calló, y el mártir, habiendo respondido a
las últimas preguntas de sus enemigos , que estaba resuelto a morir en
la fe de su Señor Jesucristo, fue quemado a fuego lento, según el tenor
de su sentencia. . Y así, frente a Notre-Dame, entre los gritos y la
emoción de todo un pueblo, bajo la sombra de las torres levantadas
por la piedad de Luis el menor, murió pacíficamente un hombre, cuyo
nombre no nos ha transmitido la historia, excepto como el "Ermitaño
de Livry".

Notas finales:
1. Les Marguerites de la Marguerite, 1:29.
2. Lettres inedites de la reine de Navarre, p. 170.
3. Lettres de la rei ne de Navarre a Francois, 1. P. 27.
4. Plus quam scurrilibus conviciis debacchantes. Er.
Francisco Reig, pág. 1108.
5. Pro meis verbis supponit sua, praetermittit, addit.
Ibídem. 887.

6. Cum itaque cerneram tres istos..uno animo in opera


meritoria conspirasse. Natal ias Bedae Apologia adversus
clandestinos Lutheranos, fol. 41.
7. Mazurius contra occultos Lutheri discipulos declamat, ac
recentis veneni celeritatem vimque demunciat. Lannol,
regii Navarrae gymnasii historia, p. 621.
8. Histoire de l'Universite, par Crevier, 5: 196.
9. De la religion catholique en France, par de Lezeau. EM.
En la biblioteca de St. Genevieve, París.
10. El manuscrito de la biblioteca de Ste. Genevieve en París,
de la que he citado este pasaje, lleva el nombre de
Lezeau, pero el de Lefebre en el catálogo.

11. Hist. De l'Univ. par. Crevier, 5: 204.


12. En la biblioteca de los pastores de Neufchatel hay una
carta de Sebville, en la que aparece el siguiente pasaje:
"Je te notifie que l'eveque de Meaux en Brie pres Paris,
cum Jacobo Fabro Siapulensi, depuis trois mois, en
visitant Peveche , ont brule act toutes les i mages, reserve
le crucifix, et sont personellement ajournes a Paris, a ce
mois de Mars venant, pour repondre coram suprema
curia et universitate ". Me inclino a creer que este hecho
es auténtico, aunque Sebville no estaba en el lugar y ni
Mezeray, Daniel ni Maimbourg aluden a él. Estos autores
romanistas, muy breves, podrían haber tenido motivos
para pasarlo en silencio, considerando la cuestión del
juicio; y el informe de Sebville concuerda en otros
aspectos con todos los hechos conocidos. Sin embargo, el
asunto es dudoso.
13. Hist. De l'Univ. par Crevier, 5: 204.
14. Maimbourg, Hist. Du Calv. P. 14.

15. EM. En la Biblioteca Real (París) SF No. 337.


16. Maimbourg, Hist. Du Calv. P. 15.
17. Crucis statim oblatae-terrore perculsus. Bezae Icones.
18. Dementatus. Ibídem.
19. Ut Ep iscopus etiam desisteret suis consiliis effecit.
Launoi, regii Navarrae gymnasii hist. P. 621.
20. Nisi turpi palinodia gloriam hanc omnem ipse sibi
invisset. Bezae Icones.
21. Mezeray, 2: 981; Daniel, 6: 544; Moreri, art. Briconnet.
22. Perpendens perniciosissimam d aemonis
fallaciam..Occurri quantum valui. Nat. Bedae Apolog. Adv.
Lutheranos, fol. 42.
23. Larga, Biblioth. Sacree, 2d partie, pág. 44.
24. Mateo 10:11, 23.
25. Quod excussi sunt a facie Domini sicut pulvis ille ex
cussus est a pedibus. Faber en Ev. Marzo. P. 40.
26. Faber stapulensis et Gerardus Refus, almeja y Gallia
profecti, Capitonem et Bucerum audierunt. Melch. Adán.
Vita Capitonis, pág. 90.
27. De omnibus doctrinae praecipuis locis cum ipsis
disseruerint. Ibídem.
28. Missi a Margaretha, regis Francisci sorore. Ibídem.
29. Farel a tous seigneurs, peuples, et pasteurs.
30. Quod et pius senex fatebatur; meque hortabatur
pergerem in annuntiatione sacri evangelii. Farel a
Pellican. Hotting. HL 6:17.

31. Nam latere cupiunt et tamen pueris noti sunt. Capito a


Zwingle, Epp. Pág. 439.
32. Eras mus, Epp. P. 923.
33. Actes des Martyrs, pág. 103.
34. Marguerites de la Marguerite des Princesses, 1: 445.
35. Primum jubet ut desinam scribere. Erasm. Epp. 921.
36. Ut totam Galliam en mi concitaret. Ibídem. 886.
37. Nisi quod Erasmus esset major haereticus. Ibídem. 915.
38. Cotizaciones in conviviis, in vehiculis, in navibus.
Ibídem.
39. Hoc gravissimum Lutheri incendium, unde natum,
unde huc progressum, nisi ex Beddaicis intemperiis. Er.
Epp. P. 887.
40. Musarum vindicem adversus barb arorum incursiones.
Ibídem. pags. 2070.

41. Nisi princeps ipsorum voluntati per omnia paruerit,


dicetur fautor haereticorum et destitui poterit per
ecclesiam. Ibídem. pags. 1108.
42. Simulato religionis praetextu, ventris tyrannidisque
suae negoium agentes. Er. Epp. Pág.9 62.
43. Chroniques de Metz, pág. 823.
44. Noster captus detinetur en Bundamosa quinque
millibus a Metis. Ecol. Para Farel, Epp. 201.
45. Vel vivum confessorem, vel mortuum martyrem
servabit. Ibídem.

46. Nollem carissimos dominos meos Galles properare en


Galliam, etc. Ibid.
47. Actes des Martyrs, pág. 97.
48. Ibídem. pags. 95.
49. Actes des Martyrs, recueillis par Crespin, en Francais, p.
97.
50. Hist. De Francois I. Par Gaillard. 4: 233.
51. Salmo 122: 1.
52. Eum auctorem professionis suae atque conservatorem,
ad extremum usque spiritum recognovit. Acta Mart. Pág.
202.

53. Gerdesio, Hist. Seculi 16. Renovati, pág. 52; D'Argentre,


Collectio judiciorum de novis erroribus, 2:21; Gaillard,
Hist. De Francois I 4: 233.
54. Animi factum suum destestantis dolorem, saepe
declaraverit. Acta Mart. Pág. 203.

55. Puram religionis Christianae confessionem addit.


Ibídem.
56. Cette semence de Faber et de ses discipulos, premio au
grenier de Luther, germa dans le sot esprit d'un ermite,
qui se tenait pres la ville de Paris. Hist. Cath. De notre
temps, par S. Fontaine, París, 1562.
57. Lequel par les village qu'il frequentait, sous couleur de
faire ses quetes, tenait propos heretiques. Hist. Cath. De
notre temps, par S. Fontaine, París, 1562.
58. Ibídem.
59. Avec une grande ceremonie. Hist. Des Engl. Árbitro. Par
Theod. De Beze, 1: 4.
60. Ibídem.
61. Beza, Histoire d es Eglises Ref. 1: 4.
LIBRO 12
CAPÍTULO 15

Mientras los hombres daban muerte a los primeros confesores de


Jesucristo en Francia, Dios preparaba a los más poderosos para
ocupar sus lugares. Beda se apresuró a subir a la hoguera, un erudito
modesto, un ermitaño humilde, y pensó que arrastraba consigo a casi
toda la Reforma. Pero la Providencia tiene recursos que el mundo
desconoce. El Evangelio, como el fabuloso fénix, contiene un principio
de vida en sí mismo, que las llamas no pueden consumir, y brota de
nuevo de sus propias cenizas. Es a menudo en el momento en que la
tormenta está en su apogeo, cuando el rayo parece haber derribado la
verdad y cuando una densa oscuridad la oculta a nuestra vista, cuando
aparece un repentino destello, el precursor de una gran liberación. En
ese momento, cuando todas las potencias humanas en Francia se
armaban contra el Evangelio para la completa destrucción de la
Reforma, Dios estaba preparando un instrumento, débil en toda
apariencia, un día para apoyar Sus derechos y defender Su causa con
algo más que mortal. intrepidez. En medio de las persecuciones y los
montones de llamas que se sucedieron en estrecha sucesión después
de que Francisco se convirtió en prisionero de Carlos, fijemos nuestros
ojos en un joven, un día para ser llamado a la cabeza de un gran
ejército en la guerra santa de Israel. .
Entre los habitantes de la ciudad y los colegios de París que oyeron el
sonido de la gran campana se encontraba un joven erudito de dieciséis
años, natural de Noyon en Picardía, de estatura media, facciones
cetrinas, y cuyos ojos penetrantes y miradas animadas anunciaban una
mente. sin sagacidad común. 1 Su vestimenta, extremadamente pulcra
pero de perfecta sencillez, presagiaba orden y moderación. 2 Este
joven, llamado John Cauvin o Calvin, estudiaba entonces en el colegio
de La Marche, con Mathurin Cordier, un rector célebre por su
probidad, erudición y peculiar aptitud para la instrucción de la
juventud.
Educada en todas las supersticiones del papado, la erudita de Noyon
fue ciegamente sumisa a la Iglesia , cumpliendo alegremente con todas
sus observancias, 3 y convencida de que los herejes se habían
merecido con creces su destino. La sangre que corría entonces en París
agravaba a sus ojos el crimen de herejía. Pero aunque naturalmente de
carácter tímido y temeroso, y que él mismo ha tildado de suave y
pusilánime, 4 poseía esa rectitud y generosidad de corazón que llevan
al hombre a sacrificarlo todo por sus convicciones. En consecuencia, en
vano su juventud había sido horrorizada por aquellos espantosos
espectáculos, en vano las llamas asesinas consumieron a los fieles
discípulos del Evangelio en el Greve y frente a Notre-Dame; el recuerdo
de estos horrores no pudo evitar que un día entrara en el nuevo
camino, que parecía conducir sólo a la prisión o al hoyo. Además, ya
eran perceptibles en el carácter del joven Calvino ciertos rasgos que
anunciaban en qué se convertiría. El rigor de la moral en él abrió el
camino al rigor de la doctrina , y el erudito de dieciséis años ya
prometió un hombre que se ocuparía seriamente de todos los
principios que abrazase y que exigiría firmemente en los demás lo que
él mismo encontraba tan fácil de entender. realizar. Absolutamente
serio durante sus lecciones, nunca compartiendo las diversiones o
locuras de sus compañeros de escuela durante las horas de recreación,
manteniéndose distante, 5 y lleno de horror por el pecado, a menudo
reprendía sus desórdenes con severidad e incluso amargura. 6 Y por
eso, como nos informa un canónigo de Noyon, sus compañeros de
estudios lo apodaron el caso acusativo. 7 Entre ellos era el
representante de la conciencia y del deber, tan lejos estaba de ser
como lo han descrito algunos de sus calumniadores. Los rasgos pálidos
y los ojos penetrantes del erudito de dieciséis años ya habían inspirado
a sus compañeros con más respeto que los vestidos negros de sus
amos; y este joven Picard, de aire tímido, que se sentaba a diario en los
bancos del colegio de La Marche, era incluso entonces, por la seriedad
de su conversación y de su vida, un ministro inconsciente y
reformador.
No era solo en estos detalles que el joven de Noyon ya estaba muy por
encima de sus compañeros de escuela. Su gran timidez le impedía a
veces manifestar todo el horror que sentía por la vanidad y el vicio;
pero ya se consagró a estudiar toda la fuerza de su genio y de su
voluntad, y al mirarlo se veía que era un hombre que se dedicaría la
vida al trabajo. Comprendió todo con una facilidad inconcebible; corría
en sus estudios mientras sus compañeros avanzaban perezosamente y
él impresionaba profundamente en su profundo genio lo que otros
dedican mucho tiempo a aprender superficialmente. En consecuencia,
su maestro se vio obligado a sacarlo de las clases y presentarlo
individualmente a nuevos estudios. 8

Entre sus compañeros de estudios se encontraba el joven De


Mommors, perteneciente a la primera nobleza de Picardía. Juan
Calvino fue muy íntimo con ellos, especialmente con Claude, que luego
se convirtió en abad de San Eloi, y a quien dedicó su comentario sobre
Séneca. Fue en compañía de estos jóvenes nobles que Calvino llegó a
París. Su padre, Gerard Calvino, notario apostólico, procurador fiscal
del condado de Noyon, secretario de la diócesis y procurador del
capítulo 9 , era un hombre de juicio y habilidad, cuyos talentos lo
habían elevado a los cargos buscados por el mejores familias, y que se
había ganado la estima de toda la nobleza de la provincia, y en
particular de la noble familia de Mommor. 10 Gerard residía en
Noyon; 11 se había casado con una joven de Cambray, de notable
belleza y piedad sin pretensiones, de nombre Jane Lefranq, que ya le
había dado un hijo llamado Charles, cuando el 10 de julio de 1509 dio
a luz a un segundo hijo, que recibió el nombre de Juan , y que fue
bautizado en la iglesia de San Godeberte. 12 Un tercer hijo, Anthony,
que murió joven, y dos hijas, formaron la familia del procurador fiscal
de Noyon.
Gerard Calvino, que vivía en trato familiar con los jefes del clero y los
principales de la provincia, deseaba que sus hijos recibieran la misma
educación que los de las mejores familias. John, cuyos hábitos precoces
había observado, se crió con los hijos de la familia Mommor; vivía en
su casa como uno de ellos y estudiaba las mismas lecciones que
Claude. En esta familia aprendió los primeros elementos de la
literatura y de la vida; así recibió un pulido más alto del que parecía
destinado a adquirir. 13 Posteriormente fue enviado al colegio de los
Capettes, fundado en la ciudad de Noyon. 14 El niño disfrutó de poca
recreación. La austeridad, que era uno de los rasgos característicos del
hijo, se encontraba también en el padre. G Erard lo crió estrictamente;
Desde sus primeros años, John se vio obligado a ceder a la inflexible
regla del deber, que pronto se convirtió en habitual para él, y la
influencia del padre contrarrestó la de la familia Mommer. Calvino,
que era de carácter tímido y algo rústico (como él mismo dice), 15 y
aún más tímido por la severidad de su padre, se alejaba de los
espléndidos aposentos de sus protectores y le encantaba quedarse solo
y en la oscuridad. 16 Así, al jubilarse, su joven mente se formó en
grandes pensamientos. Parece que a veces iba al pueblo de Pont
l'Eveque, cerca de Noyon, donde su abuelo residía en una pequeña
casa de campo, 17 y donde también otros parientes, que en un período
posterior cambiaron su nombre por aborrecimiento del heresiarca,
amablemente Recibió al hijo del procurador fiscal.

Pero fue principalmente al estudio al que el joven Calvino dedicó su


tiempo. Mientras que Lutero, que debía actuar sobre el pueblo, fue
educado como un hijo del pueblo, Calvino, que debía actuar
especialmente como teólogo y razonador profundo, y convertirse en
legislador de la Iglesia renovada, recibió incluso en la infancia una
educación más liberal. 18
Un espíritu de piedad se manifestó temprano en el corazón del niño.
Un autor relata que estaba acostumbrado, cuando era muy joven, a
rezar al aire libre, bajo la bóveda del cielo; hábito que contribuyó a
despertar en su corazón el sentimiento de la omnipresencia de Dios. 19
Pero aunque Calvino pudo, incluso en la infancia, haber escuchado la
voz de Dios en su corazón, nadie en Noyon fue tan rígido como él en la
observancia de las regulaciones eclesiásticas. Y de ahí que Gerard,
señalando esta disposición, conciba el propósito de dedicar a su hijo a
la teología. 20 Esta perspectiva contribuyó sin duda a imprimir en su
alma esa forma seria, ese sello teológico, por el que posteriormente se
distinguió. Su espíritu tenía la naturaleza de recibir una fuerte
impresión en los primeros años y familiarizarse desde la niñez con los
pensamientos más elevados. El informe de que en ese momento era
corista no tiene fundamento, como admiten incluso sus adversarios.
Pero nos aseguran que, de niño, se le veía sumarse a las procesiones
religiosas, portando una espada con empuñadura en forma de cruz a
modo de crucifijo. 21 "Un presagio", añaden, "de lo que un día iba a
ser!" “Jehová ha hecho mi boca como espada afilada”, dice el siervo de
Jehová en Isaías. Lo mismo puede decirse de Calvino.
Gerard era pobre; la educación de su hijo le había costado mucho y
deseaba vincularlo irrevocablemente a la Iglesia. El cardenal de Lorena
había sido coadjutor del obispo de Metz a la edad de cuatro años.
Entonces era una práctica común conferir títulos e ingresos
eclesiásticos a los niños. Alfonso de Portugal fue nombrado cardenal
por León X a la edad de ocho años, y Odet de Chatillon por Clemente
VII a los once; y después del día de Calvino, la celebridad Mere
Angelique de Port Royal fue nombrada coadyuvante de ese convento a
la edad de siete años. Gerard, que murió como un buen católico, fue
considerado con el favor de Messire Charles de Hangest, obispo de
Noyon, y de sus vicarios generales. En consecuencia, cuando el
capellán de La Gesine dimitió, el obispo, el 21 de mayo de 1521,
confirió este beneficio a Juan Calvino, que entonces tenía casi doce
años. La cita fue comunicada al capítulo doce días después. En la
víspera del Corpus Christi, el obispo cortó tan lentamente el cabello
del niño, 22 y mediante esta ceremonia de la tonsura, Juan se
convirtió en miembro del clero y en capacidad de entrar en las órdenes
sagradas y de tener un beneficio sin residir en el punto.
Así fue llamado Calvino para juzgar en su propia persona los abusos de
la Iglesia Romana. De todos los que llevaban la tonsura en Francia, no
había ninguno más serio en su piedad que el capellán de La Gesine, y
el niño serio probablemente estaba asombrado por el trabajo del
obispo y sus vicarios generales. Pero en su sencillez sentía demasiada
veneración hacia estos personajes exaltados como para caer en la
menor sospecha sobre la legalidad de su tonsura. Llevaba el título unos
dos años cuando Noyon fue visitado por una terrible pestilencia. Varios
de los canónigos solicitaron al capítulo que se les permitiera salir de la
ciudad. Ya muchos de los habitantes habían sido arrebatados por la
gran muerte, y Gerard comenzaba a temer que su hijo Juan, la
esperanza de su vida, pudiera en un momento ser arrebatado de su
ternura por el azote de Dios. Los jóvenes de Mommors iban a París
para continuar sus estudios; esto era lo que siempre había deseado el
procurador fiscal para su hijo. ¿Por qué debería separar a John de sus
compañeros de estudios? El 5 de agosto de 1523, solicitó al capítulo
que procurara al joven capellán “libertad para ir a donde quisiera
durante la plaga, sin perder su asignación; que le fue concedida hasta
la fiesta de San Remy ". 23 Juan Calvino abandonó la casa de su padre
a la edad de catorce años. Se requiere una gran audacia en la calumnia
para atribuir su partida a otras causas, y en el mero desenfreno
desafiar esa vergüenza que justamente retrocede sobre quienes
circulan acusaciones cuya falsedad ha sido tan auténticamente
demostrada. Parece que en París, Calvin se alojó en la casa de uno de
sus tíos, Richard Cauvin, que residía cerca de la iglesia de St. Germain
l'Auxerrois. “Así, huyendo de la pestilencia”, dice el canon de Noyon,
“fue a pescarla en otra parte”.

Algunos años después de que Calvin dejara Noyon, otro individuo con
el mismo nombre llegó a esa ciudad. 24 John Cauvin era un joven de
principios corruptos, pero como venía de otra parte de Francia y era
un extraño (o desconocido) en Noyon, fue recibido entre los sacerdotes
que cantaban en el coro, y en poco tiempo se le dio una capilla, como
en el caso del primer Calvino. Como esto tuvo lugar en un momento en
que este último ya se había "convertido en herejía", los buenos
cánones consideraron la llegada de Cauvin como una especie de
recompensa y consuelo; pero no pasó mucho tiempo antes de que la
vida desordenada de este desgraciado excitara la alarma entre sus
protectores. Fue reprendido, castigado e incluso privado de su
estipendio: pero a esto no le prestó atención, 25 volviendo a caer
continuamente en la incontinencia. “Viendo entonces”, dice el
canónigo, “su dureza de corazón, que le hizo descuidar toda clase de
protestas”, los canónigos privaron a John Cauvin de su capilla y lo
expulsaron del coro. James Desmay, sacerdote y doctor en teología,
que había estudiado en Noyon todo lo que concernía a esta iglesia,
agrega que fue azotado en privado en 1552 y luego expulsado de la
ciudad. 26 ¡ Este es ciertamente un final vergonzoso para un
sacerdote! El canon Levasseur discute la flagelación, pero admite todo
lo demás.
Al año siguiente volvieron a ocurrir las mismas circunstancias, porque
la historia del papado abunda en tales aventuras. Un tal Bal dwin el
más joven, también capellán de Noyon, habiendo llevado a vivir
escandalosamente con él a ciertas mujeres de carácter sospechoso, 27
fue condenado a asistir a todos los servicios de la iglesia durante un
mes ya ser azotado. 28

Si bien estos dos autores romanistas coinciden en relatar los


desórdenes y castigos infligidos a estos jóvenes eclesiásticos, también
coinciden en declarar que no habían encontrado nada en Noyon o en
sus registros contra la moral del gran reformador francés, y se
contentan con execrar su error. ; “Porque llamar hereje a un hombre es
llamarlo por los nombres más oprobiosos”. 29

El deán de Noyon va aún más lejos en su celo por el papado y relata


que John Cauvin, que había sido expulsado en 1552 por incontinencia,
murió como un buen católico. “Gracias a Dios”, agrega, “que nunca
cambió su abrigo, ni cambió su religión, a lo que su vida libertina y el
ejemplo de su tocayo Calvino parecían inclinarlo ”. El decano concluye
su extraño relato, cuyo descubrimiento es muy valioso para la historia
de la Reforma, con estas palabras: “Pensé que era mi deber agregar
este capítulo a la historia del primer Calvino el reformador, ad
diluendam homonymiam ( a guardarse de la similitud de nombres),
por temor a que uno sea tomado por el otro, el católico por el hereje ”.
30
Nunca el miedo estuvo mejor fundado. Sabemos lo que los escritores
papistas están acostumbrados a hacer. Se aprovechan de las fechorías
de John Cauvin en Noyon y las atribuyen al reformador. Cuentan a sus
lectores con seriedad que fue expulsado de su ciudad natal por mala
conducta, luego de haber sido condenado a ser azotado e incluso
marcado. A pesar de todos los esfuerzos realizados por el Deán de
Noyon para agregar un capítulo por temor a que uno se tomara por el
otro, el católico por el hereje, los apologistas de Roma no logran
atribuir al reformador los libertinajes de su tocayo. Lo que cautivó los
pensamientos del canon de Noyon fue la gloria de John Cauvin, quien
murió como un buen católico, y temió que la herejía de Calvin se le
atribuyera. Y, en consecuencia, claramente asigna incontinencia a uno
y herejía al otro. De hecho, ha habido equívocos, como él dice, pero en
sentido contrario. Volvamos ahora a Calvino en París.
Un nuevo mundo se abrió ante el joven en la metrópoli de las letras.
Sacó provecho de ella, la aplicó a sus estudios y logró grandes avances
en la literatura latina. Se familiarizó con Cicerón y aprendió de este
gran maestro para emplear el lenguaje de los romanos con una
facilidad, pureza y facilidad que despiertan la admiración incluso de
sus enemigos. Pero al mismo tiempo, encontró riquezas en este idioma
que luego transfirió al suyo.
Hasta ese momento, el latín había sido la única lengua de los eruditos;
y hasta nuestros días ha sido el idioma de la Iglesia Romana. La
Reforma creó o al menos emancipó la lengua vulgar. El oficio exclusivo
del sacerdote había cesado; la gente fue llamada a aprender y conocer
por sí mismos. En este único hecho estuvo involucrada la ruina de la
lengua del sacerdote y la inauguración de la lengua del pueblo. Ya no es
sólo a la Sorbona, a unos pocos monjes, o eclesiásticos, o literatos, a
los que deben dirigirse las nuevas ideas; sino al noble, al ciudadano y al
trabajador. Ahora se debe predicar a todos los hombres; más aún, todos
se convertirán en predicadores: peinadores de lana y caballeros, así
como médicos y párrocos. Se necesita un nuevo lenguaje, o al menos el
lenguaje del pueblo debe sufrir una inmensa transformación, una gran
emancipación y, extraído de los usos comunes de la vida, debe recibir
su patente de nobleza del cristianismo renovado. El Evangelio, tanto
tiempo dormido, ha despertado; SP se Eaks y direcciones de naciones
enteras, en todas partes leña afectos generosos; abre los tesoros del
cielo a una generación que sólo pensaba en las cosas mezquinas de la
tierra; sacude a las masas; les habla de Dios, del hombre, del bien y del
mal, del Papa y de la Biblia, de una corona en el cielo y quizás de un
cadalso en la tierra. La lengua popular, que hasta entonces había sido
lengua de cronistas y trovadores solamente, fue llamada por la
Reforma para desempeñar un papel nuevo y, en consecuencia, para
nuevos desarrollos . Un mundo nuevo se abre a la sociedad y para un
mundo nuevo debe haber nuevos lenguajes. La Reforma sacó a los
franceses de los pañales en los que hasta entonces había estado atado y
los elevó a su mayoría. Desde entonces, la lengua ha tenido plena
posesión de esos exaltados privilegios que pertenecen a las
operaciones de la mente y los tesoros del cielo, de los que había sido
privado bajo la tutela de Roma. Sin duda el lenguaje lo forman las
personas mismas: inventan esas palabras felices , esas expresiones
enérgicas y figurativas, que le dan al lenguaje tal colorido y vida. Pero
hay recursos que están fuera de su alcance y que solo pueden provenir
de hombres de intelecto. Calvino, cuando se le pidió discutir y probar,
enriqueció su otra lengua con modos de conexión y dependencia, con
sombras, transiciones y formas dialécticas que aún no poseía.
Estos elementos ya comenzaban a fermentar en la cabeza del joven
estudiante del colegio de La Marche. Este muchacho, que estaba
destinado a ejercer un dominio tan poderoso sobre el corazón
humano, también iba a subyugar el lenguaje que tendría que usar
como arma. La Francia protestante posteriormente se habitó al francés
de Calvino, y la Francia protestante comprende la parte más cultivada
de la nación; de ella salieron aquellas familias de eruditos y
magistrados dignos que ejercieron tan poderosa influencia sobre el
refinamiento del pueblo; de él surgió el Port Royal, 31 uno de los
mayores instrumentos que han contribuido a formar la prosa e incluso
la poesía de Francia, y que, después de intentar trasladar al
catolicismo galicano la doctrina y el lenguaje de la Reforma, fracasó en
uno de sus proyectos, pero tuvo éxito en el otro; porque la Francia
católica romana se vio obligada a ir y aprender de sus adversarios
jansenistas y reformados cómo manejar esas armas del lenguaje sin las
cuales no puede luchar contra ellos. 32
Mientras el futuro reformador de la religión y la lengua iba
madurando así en el colegio de La Marche, todo estaba en conmoción
en torno al joven y serio estudioso, que todavía no participaba en los
grandes movimientos que agitaban la sociedad. Las llamas que
consumieron al ermitaño ya Pavanne sembraron el terror en París.
Pero los perseguidores no quedaron satisfechos; un sistema de terror
se puso en pie en toda Francia. Los amigos de la Reforma ya no se
atrevían a corresponder entre sí, por temor a que sus cartas
interceptadas traicionaran para venganza de los tribunales tanto a
quienes las escribieron como a quienes iban dirigidas. 33 Un hombre,
sin embargo, se aventuró a llevar inteligencia de París a Francia a los
refugiados en Basilea, cosiendo una carta que no llevaba firma debajo
de su jubón. Se escapó de los escuadrones de arcabuceros, de los
marechaussee de los varios distritos, de los exámenes de los prebostes
y tenientes, y llegó a Basilea sin que el misterioso jubón se quemara .
Sus noticias llenaron de alarma a Toussaint y sus amigos. "¡Es
espantoso", dijo Toussaint, "oír hablar de las grandes crueldades
infligidas allí!" 34 Poco antes de esto, dos monjes franciscanos habían
llegado a Basilea, perseguidos de cerca por los oficiales de justicia. Uno
de ellos, llamado John Prevost, había predicado en Meaux y luego fue
encarcelado en París. 35 Todo lo que contaron de París y Lyon, por
donde habían pasado, excitó la compasión de estos refugiados. “Que
nuestro Señor envíe su gracia allá”, escribió Toussaint a Farel; "Les
aseguro que a veces estoy en gran ansiedad y tribulación".
Estos excelentes hombres todavía mantuvieron su valor; en vano todos
los parlamentos estaban de guardia; en vano los espías de la Sorbona y
de los monjes se infiltraron en iglesias, colegios e incluso familias
privadas, para captar cualquier palabra de doctrina evangélica que
pudiera ser pronunciada; en vano los soldados del rey arrestaron en las
carreteras todo lo que parecía llevar el sello de la Reforma: aquellos
franceses a quienes Roma y sus satélites perseguían y pisoteaban,
tenían fe en mejores días por venir, y ya percibían a lo lejos el fin de
este cautiverio babilónico, como lo llamaron . “El año setenta, el año de
la liberación, por fin llegará”, dijeron, “y se nos dará libertad de
espíritu y de conciencia”. 36 Pero los setenta años estaban destinados
a durar casi tres siglos, y sólo después de calamidades sin paralelo se
hicieron realidad estas esperanzas. Sin embargo, no fue en el hombre
donde los refugiados pusieron alguna esperanza. "Los que han
comenzado el baile", dijo Toussaint, "no se detendrán en el camino".
Pero creían que el Señor "conocía a los que había elegido y libraría a su
pueblo con mano poderosa". 37
En efecto, el Chevalier d'Esch había sido entregado. Al escapar de la
prisión de Pont a Mousson, se había apresurado a ir a Estrasburgo;
pero no permaneció allí mucho tiempo. “Por el honor de Dios”, escribió
inmediatamente a Toussaint Farel, “tratará de prevalecer sobre el
caballero, nuestro buen maestro, 38 para volver lo más rápidamente
posible; porque nuestros hermanos tienen gran necesidad de tal líder ".
En verdad , los refugiados franceses tenían un nuevo motivo de
alarma. Temblaban no sea que la disputa sobre la Cena del Señor, que
tanto los había angustiado en Alemania, pasara por el Rin y causara
nuevos problemas en Francia. Francis Lambert, el monje de Aviñón,
después de visitar Zurich y Wittenberg, había estado en Metz; pero no
pusieron toda su confianza en él; temían que se hubiera asimilado a los
sentimientos de Lutero, y que mediante controversias, tanto inútiles
como “monstruosas” (como las llama Toussaint), pudiera frenar el
progreso de la Reforma. 39 Esch, por tanto, volvió a Lorena; pero iba a
estar nuevamente expuesto a grandes peligros, "junto con todos los
que buscaban la gloria de Jesucristo". 40
Sin embargo, Toussaint no estaba dispuesto a enviar a otros a la
batalla sin unirse a ella él mismo. Privado de su trato diario con
Oecolampadius, reducido a asociarse con un sacerdote ignorante,
había buscado la comunión con Cristo y sintió que su valor
aumentaba. Si no podía regresar a Metz, ¿no podría al menos ir a
París? Es cierto que los montones de Pavanne y el ermitaño de Livry
aún humeaban y parecían repeler de la capital a todos los que tenían la
misma fe que ellos. Pero si los colegios y las calles de París estaban
aterrorizados, de modo que nadie se atrevía ni siquiera a nombrar el
Evangelio y la Reforma, ¿no era esa la razón por la que debía ir allí?
Toussaint salió de Basilea y entró en aquellos muros donde el
fanatismo había reemplazado al motín y el libertinaje. Mientras
avanzaba en los estudios cristianos, se esforzó por establecer una
conexión con aquellos hermanos que estaban en los colegios, y
especialmente en el del cardenal Lemoine, donde Lefevre y Farel
habían enseñado. 41 Pero por mucho tiempo no pudo hacerlo
libremente. La tiranía de los comisarios parlamentarios y de los
teólogos reinaba supremamente en la capital, y quien los disgustaba
era acusado de herejía. 42 Un duque y un abad, cuyos nombres
desconocemos, denunciaron a Toussaint como hereje; y un día los
sargentos del rey arrestaron al joven de Lorena y lo encarcelaron.
Separado de todos sus amigos y tratado como un criminal, Toussaint
sintió su desdicha con mayor intensidad. “Oh Señor”, exclamó, “¡no
apartes de mí tu Espíritu! porque sin ella soy carne y sumidero de
iniquidad ". Mientras su cuerpo estaba encadenado, se volvió de
corazón a los que aún luchaban libremente por el Evangelio. Estaba
Oecolampadius, su padre, y "cuya obra soy yo en el Señor", dijo. 43 La
re era Leclerc, a la que sin duda cree que, a causa de su edad “incapaz
de soportar el peso del Evangelio;” 44 Vaugris, que había desplegado
todo el celo “del hermano más cariñoso” por rescatarlo de manos de
sus enemigos ; 45 Roussel, “por quien esperaba que el Señor hiciera
grandes cosas; 46 y por último, Farel, a quien escribió: "Me
encomiendo a tus oraciones, por temor a caer en esta guerra". 47
¿Cómo habrán suavizado los nombres de todos estos hombres la
amargura de su encarcelamiento, porque no dio señales de caer? La
muerte, es cierto, parecía colgar sobre él en esta ciudad donde la
sangre de varios de sus hermanos iba a ser derramada como agua; 48
los amigos de su madre, de su tío el Deán de Metz, y del Cardenal de
Lorena, le hicieron las más fastuosas ofertas 49 ...... “Los desprecio”,
respondió él; “Sé que son una tentación del diablo. Prefiero padecer
hambre, prefiero ser esclavo en la casa del Señor, que habitar con
riquezas en los palacios de los impíos ”. 50 Al mismo tiempo, hizo una
audaz confesión de su fe. "Es mi gloria", exclamó, "ser llamado hereje
por aquellos cuyas vidas y doctrinas se oponen a Jesucristo". 51 Y este
joven interesante y valiente suscribió sus cartas: "Peter Toussaint,
indigno de ser llamado cristiano".
Así, en ausencia del rey, continuamente se dirigieron nuevos golpes
contra la Reforma. Berquin, Toussaint y muchos otros estaban en
prisión; Schuch, Pavanne y el ermitaño de Livry habían sido
ejecutados; Farel, Lefevre, Roussel y muchos otros defensores de la
santa doctrina estaban en el exilio, la boca de los poderosos estaba
muda. La luz del día del Evangelio se estaba apagando; la tormenta
bramaba incesantemente, se doblaba y temblaba como si fuera a
arrancar el árbol joven que la mano de Dios había plantado tan
recientemente en Francia.
Tampoco esto fue todo. Las humildes víctimas que ya habían caído
serían sucedidas por mártires más ilustres. Los enemigos de la
Reforma en Francia, habiendo fracasado cuando empezaron con
personas de rango, se habían sometido a empezar desde abajo, pero
con la esperanza de ir aumentando gradualmente hasta conseguir la
condena y muerte de los personajes más exaltados. El progreso inverso
triunfó con ellos. Apenas las cenizas con las que la persecución había
cubierto el Greve y las avenidas de Notre-Dame habían sido
dispersadas por el viento, se iniciaron nuevos ataques. Messire
Anthony Du Blet, ese excelente hombre, el comerciante de Lyon,
hundido bajo las persecuciones de estos enemigos de la verdad, en
compañía de otro discípulo, Francis Moulin, de cuya suerte no se han
dado detalles. 52 Fueron aún más lejos; ahora tenían un objetivo más
alto; había una persona ilustre a la que no podían alcanzar, pero a
quien podían golpear en los que le eran queridos . Esta era la duquesa
de Alencon. Michael d'Arande, capellán de la hermana del rey, por cuya
causa Margaret había despedido a sus otros predicadores, y quien
proclamó la pura doctrina del Evangelio en su presencia, se convirtió
en objeto de ataque y fue amenazado con prisión y muerte. 53
Aproximadamente al mismo tiempo, Anthony Papillon, para quien la
princesa había obtenido el cargo de maestro principal de peticiones al
Delfín, murió repentinamente, y el informe general, incluso entre los
enemigos, fue que había sido envenenado. 54

Así, la persecución se extendió por el reino y cada día se acercó más a


la persona de Margaret. Después de que las fuerzas de la Reforma,
concentradas en Meaux, en Lyon y en Basilea, se dispersaron,
derribaron uno tras otro a los combatientes aislados que aquí y allá la
defendieron. Sin embargo, unos pocos esfuerzos más y el suelo de
Francia estará libre de herejías. Los inventos clandestinos y las
prácticas secretas ocuparon el lugar del clamor y la estaca. Harán la
guerra en jornada abierta, pero también continuarán en la oscuridad.
Si el fanatismo emplea el tribunal y el patíbulo para los más
mezquinos, el veneno y la daga quedan reservados para los grandes.
Los médicos de una sociedad célebre han hecho un uso demasiado
bueno de estos medios, e incluso los reyes han caído bajo la daga de
los asesinos. Pero la justicia exige que lo recordemos. Roma ha tenido
en todas las épocas sus fanáticos asesinos, también ha tenido hombres
como Vincent de Pablo y Fenelon. Estos golpes se dieron en la
oscuridad y el silencio estaba bien adaptado para sembrar el terror por
todos lados.
A esta pérfida política y fanática persecución desde dentro, se
añadieron los fatales reveses desde fuera. Un velo de luto se cernió
sobre toda la nación. No hubo una familia, particularmente entre los
nobles, cuyas lágrimas no corrieran por la pérdida de un padre, un
esposo, un hijo abandonado en los campos de Italia, 55 o cuyos
corazones no temblaran por la libertad e incluso por la vida. de uno de
sus miembros . Los grandes reveses que habían caído sobre la nación
difundieron una levadura de odio contra los herejes. Pueblo y
parlamento, iglesia y trono, unidos de la mano.
¿No fue suficiente para la duquesa de Alencon que la derrota de Pavía
la hubiera privado de un marido y hecho prisionero a su hermano?
¿Debe apagarse quizás para siempre la antorcha del Evangelio, en
cuya suave luz se regocijaba tanto? En mayo de 1525, había sentido un
aumento de dolor. Carlos de Lannoy había recibido órdenes de llevar a
su prisionero a España. Margaret recurrió a los consuelos de la fe y,
habiéndolos encontrado, se los comunicó inmediatamente a su
hermano. “Mi señor”, escribió ella, “cuanto más lejos estás de nosotros,
más fuerte es mi esperanza de tu liberación: porque cuando la razón
del hombre se turba y se acaba, entonces el Señor realiza sus
maravillas. - Y ahora, si te hace partícipe de los dolores que ha
soportado por ti, te ruego, milord, que creas que es sólo para probar
cuánto lo amas y darte espacio para que yo me gane como él ama. tú;
porque él tendrá todo tu corazón, como por amor dio el suyo. Después
de haberte unido a él por la tribulación, te entregará para su gloria y tu
consuelo, por los méritos de su resurrección victoriosa, para que por ti
su nombre sea conocido y santificado, no solo en tu reino, sino en toda
la cristiandad, hasta la conversión de los incrédulos. Oh! ¡Cuán bendito
será tu breve cautiverio, por el cual Dios librará a tantas almas de la
incredulidad y la condenación eterna ! " 56 Francisco I engañó las
esperanzas de su piadosa hermana.
Las noticias de España no tardaron en aumentar el dolor general. La
mortificación y la enfermedad pusieron en peligro la vida del altivo
Francisco. Si el rey permanece prisionero, si muere, si la regencia de su
madre se prolonga por muchos años, ¿no será aplastada la Reforma
para siempre? "Pero cuando todo parece perdido", dijo el joven erudito
de Noyon en un período posterior, "Dios salva a su Iglesia de una
manera maravillosa". 57 La Iglesia de Francia, que estaba como
sufriendo dolores de parto, iba a tener un intervalo de tranquilidad
antes de que volvieran sus dolores; y para ello Dios se valió de una
mujer débil, que nunca se declaró abiertamente a favor de la Reforma.
En ese momento pensó más en salvar al rey y al reino, que en liberar a
oscuros cristianos, que sin embargo tenían grandes esperanzas en ella.
58 Pero bajo el esplendor de los asuntos mundanos, Dios a menudo
oculta las formas misteriosas por las que gobierna a su pueblo. Un
noble proyecto surgió en la mente de la duquesa de Alencon. Cruzar el
mar o los Pirineos y rescatar a Francisco del poder de Carlos V era
ahora el objeto de su vida.
Margarita de Valois anunció su intención, sugerida por su madre, y
toda Francia la saludó con gritos de gratitud. Su gran genio, la
reputación que había adquirido, el amor que sentía por su hermano y
el de Francisco hacia ella, eran un gran contrapeso a los ojos de Louisa
y Duprat a su apego a la nueva doctrina. Todos los ojos se volvieron
hacia ella, como la única persona capaz de sacar al reino de su
peligrosa posición. ¡Que Margarita visite España, que hable con el
poderoso emperador y sus ministros, y que emplee el admirable genio
que la Providencia le ha otorgado para la liberación de su hermano y
de su rey!
Sin embargo, sentimientos muy diferentes llenaron los corazones de
los nobles y del pueblo, cuando vieron a la duquesa de Alencon entrar
en medio de los consejos del enemigo y entre la feroz soldadesca del
rey católico.
Todos admiraban el coraje y la devoción de esta joven, pero no lo
compartían. Los amigos de la princesa tenían temores por ella, que
estaban demasiado cerca de hacerse realidad. Los cristianos
evangélicos estaban llenos de esperanza. El cautiverio de Francisco I
había traído severidades inauditas a los amigos de la Reforma;
pensaron que su liberación podría ponerles fin. Abrir las puertas de
España al rey sería cerrar las de las cárceles a las que habían sido
arrojados los siervos de la Palabra de Dios. Margaret se animó en un
proyecto por el que toda su alma se sintió atraída por tantos motivos
diferentes.

La altura del cielo no puede detener mi paso,


Ni los poderes del infierno pueden bloquear mi camino,
Mi Salvador tiene las llaves de ambos.
Su corazón de mujer fue fortalecido por esa fe que vence al mundo, y
su resolución fue irrevocable. Se hicieron todos los preparativos para
este viaje importante y peligroso.
El arzobispo de Embrun, después Cardina l de Tournon, y el
presidente Selves, ya estaban en Madrid, tratando por la liberación del
rey. Fueron puestos bajo las órdenes de Margaret, al igual que el obispo
de Tarbes, luego cardenal de Grammont; plenos poderes otorgados
solo a la princesa. Al mismo tiempo, Montmorency, luego tan hostil a
la Reforma, fue enviado apresuradamente a España para procurar una
conducta segura para la hermana del rey. 59 El emperador se opuso al
principio y dijo que era el deber de sus ministros sólo arreglar este
asunto. “Una hora de conferencia”, exclamó Selves, “entre su majestad,
el rey mi amo, y la duquesa de Alencon, adelantaría el tratado más de
un mes de discusión entre diplomáticos”. 60
Margaret, impaciente por llegar a consecuencia de la enfermedad del
rey, partió sin salvoconducto, acompañada de un espléndido tren. 61
Abandonó la corte y se dirigió hacia el Mediterráneo; pero mientras
ella estaba en el camino, Mon tmorency regresó con cartas de Charles
garantizando su libertad por sólo tres meses. Eso no importa; ella no se
detendrá. El entusiasmo por este viaje era tal que la duquesa se vio
obligada a preguntar al rey a quién elegir para que la acompañara. “Tus
buenos siervos tienen tantas ganas de verte, que todos rezan para que
se les permita ir conmigo”, le escribió a su hermano.

Margaret apenas había llegado a las orillas del Mediterráneo cuando


los temores de quienes la rodeaban por la insuficiencia del
salvoconducto, pero sobre todo el mal tiempo y la tempestad, la
hicieron detenerse. "Los propios marineros (le escribió a
Montmorency) están alarmados". El 27 de agosto tomó una decisión.
“El portador”, le escribió al rey ese mismo día, “el portador te dirá
cómo los cielos, el mar y las opiniones de los hombres han retrasado
mi partida. Pero solo Aquel a quien todas las cosas obedecen, ha dado
un clima tan favorable que toda dificultad está resuelta ... No
demoraré ni por mi propia seguridad ni por el mar, que está agitado en
esta época, para apresúrate hacia el lugar donde pueda verte; porque el
miedo a la muerte, el encarcelamiento y todo tipo de mal son ahora
tan habituales para mí, que tomo a la ligera mi vida, salud, gloria y
honor, pensando por este medio en compartir tu fortuna, que desearía
llevar solo. " 62 Por tanto, nada pudo detener a esta princesa en
Aigues-Mortes, 63 y en este puerto Margaret embarcó a bordo del
barco preparado para ella. Conducida por la Providencia a España,
más para la liberación de cristianos humildes y oprimidos, que para
liberar al poderoso Rey de Francia de su cautiverio, se confió a las olas
de ese mar que había llevado cautivo a su hermano después de la
desastrosa batalla de Pavía.

Notas finales:
1. Statura fuit mediocri, colore subpaliido et nigrisante,
oculis ad mortem usque limpidis, quique ingenii
sagacitatem testarentur. Bezae Vita Calvini.
2. Cultu corporis neque culto neque sordido sed qui
singularem m odestiam deceret. Ibídem.
3. Primo quidem quum superstitionibus Papatus magis
pertinaciter addictus essem. Calv. Praef. Ad Salmo.
4. Ego qui natura timido, molli et pusillo animo me esse
fateor. Ibídem.

5. Summam in moribus affectabat gravitatem et paucorum


hominum consuetudine utebatur. Rfaemundi Hist.
Haeres. 7:10.
6. Severus omnium in suis sodalibus censor. Bezae Vita
Calv.
7. Annales de l'Eglise de Noyon, par Levasseur, chanoine, p.
1158.
8. Exculto ipsius ingenio quod ei jam tum erat acerrimum,
ita profecit ut caeteri s sodalibus in grammatices
curriculo relictis, ad dialecticos et aliarum quas vocant
artium studium promoveretur. Beza.
9. Levasseur, doctor de la Sorbona, Annales de l'Eglise
Cathedrale de Noyon, p. 1151. Drelincourt, Defense de
Calvin, p. 193.
10. Erat es G erardus non parvi judicii et concilii homo,
ideoque nobilibus ejus regionis plerisque carus. Beza.
11. Dans la place ou est bastie maintenant la maison du
Cerf. Desmay, doctor de la Sorbona, Vie de Jean Calvin,
heresiarque, p. 30. Levasseur, Ann. De Noyon, pág. 1157.
12. Las calumnias y los cuentos extravagantes sobre Calvino
comenzaron temprano. J. Levasseur, luego decano de los
canónigos en Noyon, relata que cuando la madre de
Calvino estaba de parto, "antes de que naciera el niño,
apareció un enjambre de moscas grandes, un presagio
indubitable de que algún día sería un mal hablante". y un
calumniador ". Ana. De la Cath. De Noyon, pág. 1157.
Estos absurdos y muchos otros del mismo género se
refutan, sin que nosotros nos encarguemos de hacerlo.
En nuestros días, esos médicos romaníes que no se
avergüenzan de emplear las armas de la calumnia, hacen
una selección entre estas historias bajas y ridículas, sin
atreverse a citarlas todas; pero todos son igualmente
inútiles.
13. Domi vestrae puer educatus, iisdem tecum studiis
initiatus primam vitae et litro arum disciplinam familiae
vestrae nobilissimae accepttam refero. Calv. Praef. En
Senecana ad Claudium.

14. Desmay, Remarques, pág. 31; Drelincourt, Defensa, pág.


158.
15. Ego qui natura subrusticus. Praef. Ad Salmo.
16. Umbram et otium semper amavi..latebras captare. Ib id.
17. Le bruit est que son grand-pere etait tonnelier.
Drelincourt, pág. 30; Levasseur, Ann. De Noyon, pág. 1151.
18. Henry, Das Leben Calvins, pág. 29.
19. Leben von Fischer de Calvin, Leipzig, 1794. El autor no
cita su autoridad para este hecho.
20. Destinarat autem eum pater ab initio theologiae studiis,
quod in illa etiam tenera aetate mirum in modum
religiosus esset. Bezae Vita Calv.
21. Levasseur, Ann. De Noyon, págs. 1159, 1173.
22. Vie de Calvin, par Desmay, pág. 31; Levasseur, pág. 1158.
23. Esto es lo que el sacerdote y el vicario general Desmay
(Jean Calvin, heresiarque. P. 32), y el canon Levasseur
(Ann. De Noyon, p. 1160), declaran haber encontrado en
los registros del capítulo de Noyon. Así, estos autores
romanistas refutan las invenciones o errores de Richelieu
y otros escritores.
24. Annales de l'Eglise de Noyon, en el capítulo titulado
D'un autre Jean Cauvin, chapelain, vicaire de la meme
eglise de Noyon, non heretiq ue, de Jacques Levasseur,
canónigo y decano de esa ciudad.
25. Annales l'Eglise de Noyon, en el capítulo titulado D'un
autre Jean Cauvin, chapelain, vicaire de la meme eglise
de Noyon, non heretique, de Jacques Levasseur,
canónigo y decano de esa ciudad.

26. Vie de Jea n Calvin, par T.Desmay, imprimee a Rouen,


chez Richard l'Allement, 1621.
27. Escándalo vivendo cum quibusdam mulieribus
sospechosis. Annales de l'Eglise de Noyon, pág. 1171.
28. Praefati Domini ordinarunt ipsum caedi virgis. Ibídem.
29. Ana. De l'Egl. De Noyon, 1162.
30. Ibídem. 1171.
31. Arnauld, abuelo de Mere Angelique y de todos los
Arnaulds de Port-Royal, era protestante. Ver Port-Royal,
de Sainte Beuve.

32. Etude litteraire sur Calvin, par MA Sayous, Ginebra,


1839, art. 4. Ha sido seguido por otros en Farel , Viret y
Beza.
33. No soy una persona qui ose m'ecrire. Toussaint a Farel,
4 de septiembre de 1525. Neufchatel MS
34. Neufchatel MS.
35. Ibídem. 21 de julio de 1525.
36. Sane venit annus septuagesimus, et tempus appetit ut
tandem vindicemur in libertatem spiritus et conscie
ntiae. Toussaint a Farel, 21 de julio de 1525.

37. Sed novit Dominus quos elegerit. Ibídem.


38. Si nos magistrum in terris habere deceat (si nos
conviene tener algún amo en la tierra), añade. Ibídem.
Neufchatel MS.
39. Vereor ne aliquid monstri alat. Toussaint to Farel, 27 de
septiembre de 1525.

40. Audio etiam equitem periclitari, simul et omnes qui illic


Christi gloriae favent. Ibídem. 27 de diciembre de 1525.
41. Fratres qui in collegio Cardinalis Monachi sunt te
salutant. Toussaint a Farel, Neufchatel MS.
42. Regnante hic tyrannide commissa riorum et
theologoium. Ibídem.
43. Patrem nostrum cujus nos opus sumus en Domino.
Toussaint a Farel, Neufchatel MS. Esta carta está
actualizada, pero parece que fue escrita poco después de
la liberación de Toussaint, y muestra los pensamientos
que luego llenaron su mente.

44. Faber impar est oneri evangelico ferendo. Toussaint a


Farel, Neuf. EM.
45. Fidelissimi fratris officio functum. Ibídem.
46. Según Rufum magna operabitur Dominus. Ibídem.
47. Commendo me vestris precibus ne succumbam in nac
militia. Ibídem.
48. Me periclitari de vita. Ibídem.
49. Offerebantur hic mihi condiciona amplissimae. Ibídem.
50. Malo esuriere et abjectus esse in domo Domini..Ibid.
51. Haec, haec gloria mea quod habeor haereticus ab su
quórum vitam et doctrinam video pugnare cum Christo.
Ibídem.
52. Perii t Franciscus Molinus ac Dubletus. Erasm. Epp. P.
1109. En esta carta, dirigida a Francisco I. En julio de
1526, Erasmo da los nombres de todos los que, durante el
cautiverio del rey, habían sido víctimas de estos fanáticos
romanos.

53. Periclitatus est Michael Aranti nosotros. Ibídem.


54. Periit Papilio non sine gravi suspicione veneni. Ibídem.
55. Gaillard, Francois I. Vol. 2: 255.
56. Cartas de la Reina de Navarra a Francois IP 32.
57. Nam habet Deus modum, quo electos suos mirabiliter
custodiat, ubi omnia perdita videntur. Calvin, en Epp. Ad
Rom. 11: 2.
58. Beneficio illustrissimae Ducis Alanconiae. Toussaint a
Farel.

59. Memoires de Du Bellay, pág. 124.


60. Histoire de France, par Garnier, tomo 24.
61. Pour taster au vif la voulunte de l'esleu
empereur..madame Marguerite, duchesse d'Alencon,
tres-n otablement Accompaignee de plusieurs
ambassadeurs..Les gestes de Francoise de Valois, par E.
Dolet, 1540.
62. Cartas de la reine de Navarre a Francois I. Pp. 39, 40.
63. Jam in itinere erat Margarita, Francisci soror..e fossis
Marianis solvens, Barcinonem primu m, deinde Caesar
Augustam appulerat. Belcarius, Rerum Galo. Comm. Pág.
565.
64.

LIBRO 13
CAPÍTULO 1

Hemos sido testigos del comienzo, las luchas, los reveses y el progreso
de la Reforma; pero los conflictos descritos hasta ahora han sido sólo
parciales; estamos entrando en un nuevo período, el de las batallas
generales. Spires (1529) y Augsburg (1530) son nombres que brillan
con más gloria inmortal que Marathon, Pavía o Marengo. Fuerzas que
hasta ahora estaban separadas, ahora se están uniendo en una banda
energética; y el poder de Dios obra en esas brillantes acciones, que
abren una nueva era en la historia de las naciones y comunican un
impulso irresistible a la humanidad. Ha llegado el paso de la Edad
Media a los tiempos modernos.
Está a punto de cumplirse una gran prueba profesional ; y aunque ha
habido protestantes en la Iglesia desde el comienzo mismo del
cristianismo, como la libertad y la verdad no podían mantenerse aquí
abajo, salvo protestando continuamente contra el despotismo y el
error, el protestantismo está a punto de dar un nuevo paso. Está a
punto de convertirse en cuerpo y, por tanto, atacar con mayor energía
ese “misterio de iniquidad” que desde hace siglos se perfila
corporalmente en Roma, en el mismo templo de Dios. 1
Pero aunque tenemos que tratar de protestas, no hay que imaginarse
que la Reforma es una obra negativa. En cada esfera en la que se
desarrolla algo grande, ya sea en la naturaleza o en la sociedad, hay un
principio de vida en acción: una semilla que Dios fertiliza. La Reforma,
cuando apareció en el siglo dieciséis, no realizó, de hecho, una obra
nueva, porque una reforma no es una formación; pero volvió su rostro
hacia los inicios del cristianismo; los agarró con afecto y los abrazó con
adoración. Sin embargo, no quedó satisfecho con este regreso a los
tiempos primitivos. Cargado con su preciosa carga, volvió a cruzar el
intervalo de las edades y devolvió a la cristiandad caída y sin vida el
fuego sagrado que estaba destinado a devolverle la luz y la vida. En este
doble movimiento consistía su acción y su fuerza. Después, sin duda,
rechazó las formas obsoletas y combatió el error; pero ésta fue, por así
decirlo, sólo la menor de sus obras y su tercer movimiento. Incluso la
protesta de la que tenemos que hablar tenía como fin y objetivo el
restablecimiento de la verdad y de la vida, y fue esencialmente un acto
positivo.

Esta doble y poderosa acción de reforma, mediante la cual se


restablecieron los tiempos apostólicos al comienzo de la historia
moderna, no procedió del hombre. Una reforma no se hace
arbitrariamente, como ocurre con las cartas y las revoluciones en
algunos países. Una reforma real, preparada durante muchas eras, es
obra del Espíritu de Dios. Antes de la hora señalada, los más grandes
genios e incluso los más fieles de los siervos de Dios no pueden
producirlo; pero cuando llega el momento de la reforma, cuando a Dios
le agrada renovar los asuntos del mundo, la vida divina debe abrir un
pasaje y es capaz de crear por sí misma los humildes instrumentos
mediante los cuales esta vida se comunica a los seres humanos.
carrera. Entonces, si los hombres callan, las mismas piedras gritarán. 2
Es a la protesta de Spires (1529) que ahora estamos a punto de volver
la mirada; pero el camino a esta protesta lo prepararon años de paz,
seguidos de intentos de concordia que también tendremos que
describir. Sin embargo, el establecimiento formal del protestantismo
sigue siendo el gran hecho que prevalece en la historia de la Reforma
desde 1526 hasta 1529.
El duque de Brunswick había traído a Alemania el mensaje
amenazante de Carlos V. Ese emperador estaba a punto de irse de
España a Roma para llegar a un entendimiento con el Papa y de allí
pasar a Alemania para constreñir a los herejes . La última convocatoria
les iba a ser dirigida por la Dieta de las Agujas de 1526. 3 La hora
decisiva de la Reforma estaba a punto de dar el golpe.
El 25 de junio de 1526 se abrió la dieta. En las instrucciones, fechadas
en Sevilla, el 23 de marzo, el emperador ordenó que se mantuvieran
íntegramente las costumbres eclesiásticas y pidió a la dieta que
castigara a quienes se negaran a cumplir el edicto de Worms. 4 El
propio Fernando estaba en Spires, y su presencia hacía que estas
órdenes fueran más formidables. Nunca la hostilidad que los
partidarios romanos abrigaban contra los príncipes evangélicos había
aparecido de una manera tan sorprendente. "Los fariseos", dijo
Spalatin, "son inveterados en su odio contra Jesús Cristo ". 5

Nunca también los príncipes evangélicos habían mostrado tanta


esperanza. En vez de adelantarse asustados y temblorosos, como
culpables, se les vio avanzar, rodeados de los ministros de la palabra,
con la cabeza en alto y miradas alegres. Su primer paso fue pedir un
lugar de culto. El obispo de Spires, conde palatino del Rin, habiendo
rechazado indignado esta extraña petición, 6 los príncipes se quejaron
de ello como un acto de injusticia y ordenaron a sus ministros que
predicaran diariamente en los salones de sus palacios, que se llenaron
inmediatamente. por una multitud inmensa de la ciudad y el campo,
que asciende a muchos miles. 7 En vano, en los días festivos,
Fernando, los últimos príncipes montañosos y los obispos ayudaron en
la pompa del culto romano en la hermosa catedral de Spires; la Palabra
de Dios sin adornos, predicada en los vestíbulos protestantes, absorbió
a todos los oyentes, y la misa se celebró en una iglesia vacía. 8

No eran sólo los ministros, sino los caballeros y los novios, "simples
idiotas", quienes, incapaces de controlar su celo, ensalzaban con
entusiasmo la Palabra del Señor en todas partes. 9 Todos los
seguidores de los príncipes evangélicos llevaban estas letras bordadas
en la manga derecha: VDMI Æ., Es decir, "La Palabra del Señor
permanece para siempre". 10 La misma inscripción podría leerse en
los escudos de los príncipes, suspendidos sobre sus hoteles. La Palabra
de Dios, tal fue desde este momento el paladio de la Reforma.
Eso no fue todo. Los protestantes sabían que el mero culto no sería
suficiente: el landgrave había pedido al elector que aboliera ciertas
"costumbres de la corte" que deshonraban el Evangelio. En
consecuencia, estos dos príncipes habían elaborado un orden de vida
que prohibía la borrachera, el libertinaje y otras costumbres viciosas
prevalecientes durante una dieta. 11
Quizás los príncipes protestantes a veces exponen su disensión más
allá de lo que hubiera requerido la prudencia. No solo no iban a misa, y
no observaban los ayunos prescritos, sino que además, en los días de
ayuno, se veía a sus asistentes portando en público platos de carne y
caza, destinados a las mesas de sus amos, y cruzando, dice Cochloeus. ,
en presencia de todo el auditorio, los salones en los que se celebraba el
culto. “Fue”, dice este escritor, “con la intención de atraer a los
católicos por el sabor de las carnes y de los apetitosos”. 12
En efecto, el elector tenía un tribunal numeroso: setecientas personas
formaban su séquito. Un día ofreció un banquete al que asistieron
veintiséis príncipes con sus señores y consejeros. Continuaron jugando
hasta muy tarde, las diez de la noche. Todo en Duke John anunciaba al
príncipe más poderoso del imperio. El joven landgrave de Hesse, lleno
de celo y conocimiento, y con la fuerza de un primer amor cristiano,
dejó una huella aún más profunda en quienes se le acercaron. Con
frecuencia disputaba con los obispos, y debido a su conocimiento de
las Sagradas Escrituras, fácilmente les tapaba la boca. 13
Esta firmeza en los amigos de la Reforma produjo resultados que
superaron sus expectativas. Ya no era posible ser engañado: el espíritu
que se manifestó en estos hombres fue el espíritu de la Biblia. Por
todas partes el cetro caía de manos de Roma. "La levadura de Lutero",
dijo un celoso papista, "pone a todo el pueblo de Alemania en un
fermento, y las propias naciones extranjeras son agitadas por
movimientos formidables". 14
Inmediatamente se vio cuán grande es la fuerza de las convicciones
profundas. Los estados que estaban bien dispuestos a la reforma, pero
que no se habían atrevido a dar su adhesión públicamente, se
animaron. Los estados neutrales, exigiendo el reposo del imperio,
tomaron la resolución de oponerse al edicto de Worms, cuya ejecución
habría esparcido problemas por toda Alemania; y los estados papistas
perdieron su osadía. El arco de los valientes se rompió. 15

Fernando no creyó oportuno, en un momento tan crítico, comunicar a


la dieta las severas instrucciones que había recibido de Sevilla. 16
Sustituyó una proposición calculada para satisfacer a ambas partes.
Los laicos recuperaron inmediatamente la influencia de la que el clero
los había desposeído. Los eclesiásticos se resistieron a una propuesta
en el colegio de príncipes de que la dieta se ocupara de los abusos de la
iglesia, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Indudablemente, una
asamblea apolítica habría sido preferible a la dieta, pero ya era un
punto ganado que los asuntos religiosos ya no serían regidos
únicamente por los sacerdotes.
Tan pronto como esta resolución fue comunicada a los diputados de
las ciudades, pidieron la abolición de todo uso contrario a la fe en
Jesucristo. En vano los obispos exclamaron que, en lugar de acabar con
los supuestos abusos, harían mucho mejor en quemar todos los libros
con los que Alemania había sido inundada durante los últimos ocho
años. "Deseas", fue la respuesta, "enterrar toda la sabiduría y el
conocimiento". 17 Se acordó el pedido de las ciudades , 18 y la dieta se
dividió en comités para la abolición de los abusos.
Entonces se manifestó el profundo disgusto inspirado por los
sacerdotes de Roma. "El clero", dijo el diputado de Francfort, "hace
una broma del bien público y se ocupa únicamente de sus propios
intereses". "Los laicos", dijo el diputado de Duke George, "tienen
mucho más en el corazón la salvación de la cristiandad que el clero".
Los comisionados hicieron su informe: la gente se asombró. Nunca los
hombres se habían pronunciado tan libremente contra el Papa y los
obispos. La comisión de los príncipes, en la que eclesiásticos y laicos
estaban en igual número, propuso una fusión de papado y reforma.
“Los sacerdotes harían mejor en casarse”, decían, “que en tener
mujeres de mala fama en sus casas; todo hombre debería tener la
libertad de comunicarse bajo una o ambas formas; El alemán y el latín
pueden emplearse por igual en la Cena del Señor y en el Bautismo; en
cuanto a los demás sacramentos, que se conserven, pero que se
administren gratuitamente. Finalmente, que la Palabra de Dios sea
predicada según la interpretación de la Iglesia (esta fue la demanda de
Roma), pero siempre explicando Escritura por Escritura ”(este fue el
gran principio de la Reforma). Así, se dio el primer paso hacia una
unión nacional. Unos pocos esfuerzos más y toda la raza alemana
estaría caminando en la dirección del Evangelio.
Los cristianos evangélicos, a la vista de esta gloriosa perspectiva,
redoblaron sus esfuerzos. “Manténganse firmes en la doctrina ”, dijo el
elector de Sajonia a sus consejeros. 19 Al mismo tiempo, los
vendedores ambulantes de todas partes de la ciudad vendían folletos
cristianos, breves y fáciles de leer, escritos en latín y en alemán, y
adornados con grabados, en los que se atacaba vigorosamente los
errores de Roma. 20 Uno de estos libros se titulaba El papado con sus
miembros pintado y descrito por el doctor Lutero. En él figuraba el
papa, los cardenales y todas las órdenes religiosas, más de sesenta,
cada una con sus disfraces y descripción en verso. Bajo la imagen de
uno de estos pedidos estaban las siguientes líneas:
Sacerdotes codiciosos, mira, ruedan en oro,
Olvidados del humilde Jesús:
debajo de otro:

Te prohibimos contemplar
la Biblia; para que no te engañe. 21
y menos de un tercio:
Podemos ayunar y orar más intensamente
Con una despensa desbordante. 22
“Ninguna de estas órdenes”, dijo Lutero al lector, “piensa en la fe o en
la caridad . Este lleva la tonsura, el otro una capucha; este un manto,
que un manto. Uno es blanco, otro negro, un tercero gris y un cuarto
azul. Aquí hay uno con un espejo, otro con unas tijeras. Cada uno tiene
sus juguetes ... ¡Ah! Estos son los gusanos de las palmeras, las
langostas, los aftas y las orugas que, como dice Joel, se han comido
toda la tierra ". 23

Pero si Lutero empleó los flagelos del sarcasmo, también tocó la


trompeta de los profetas; y esto lo hizo en una obra titulada La
destrucción de Jerusalén. Derramando lágrimas como Jeremías,
denunció al pueblo alemán una ruina similar a la de la ciudad santa, si
así rechazaban el Evangelio. 24 “Dios nos ha impartido todas sus
bendiciones”, exclamó; “Se hizo hombre, nos sirvió, murió por
nosotros, 25 resucitó y abrió las puertas del cielo para que todos
puedan entrar ... La hora de la gracia ha llegado ... ... Se proclaman las
buenas nuevas ... ... Pero, ¿dónde está la ciudad, dónde está el príncipe
que las ha recibido? Insultan el Evangelio: desenvainan la espada y
audazmente agarran a Dios por la barba 26 ...... Pero espera ...... Él se
volverá; de un solo golpe les romperá las mandíbulas, y toda Alemania
será una gran ruina ".
Estas obras tuvieron una venta muy grande. 27 Fueron leídos no solo
por los campesinos y la gente del pueblo, sino también por los nobles y
príncipes. Dejando a los sacerdotes solos al pie del altar, se lanzaron a
los brazos del nuevo Evangelio. 28 La necesidad de una reforma de los
abusos fue proclamada el 1 de agosto por un comité general.
Entonces Roma, que parecía dormida, se despertó. Sacerdotes
fanáticos, monjes , príncipes eclesiásticos, todos reunidos en torno a
Fernando. Astucia, soborno, nada se salvó. ¿No poseía Fernando las
instrucciones de Sevilla? Rechazar su publicación significaría la ruina
de la Iglesia y del imperio. ¡Que la voz de Charle , dijeron, oponga su
poderoso veto al vértigo que apresura a Alemania y el imperio se
salvará! Ferdinand tomó una decisión y, finalmente, el 3 de agosto,
publicó el decreto redactado más de cuatro meses antes a favor del
edicto de Worms. 29
La persecución estaba por comenzar; los reformadores serían arrojados
a las mazmorras, y la espada desenvainada a orillas del Guadalquivir
atravesaría por fin el seno de la Reforma.
El efecto de la ordenanza imperial fue inmenso. La rotura de un árbol
de hachas no frena más violentamente la velocidad de un tren. El
elector y el landgrave anunciaron que estaban a punto de dejar la dieta
y ordenaron a sus asistentes que se prepararan para su partida. Al
mismo tiempo, los diputados de las ciudades se acercaron a estos dos
príncipes, y la Reforma pareció entrar inmediatamente en una
contienda con el Papa y Carlos V.
Pero aún no estaba preparado para una lucha general. El árbol estaba
destinado a echar raíces más profundas, antes de que el Todopoderoso
desencadenara los vientos tormentosos en su contra. Un espíritu de
ceguera, similar al que en tiempos pasados se envió sobre Saulo y
Herodes, 30 se apoderó del gran enemigo del Evangelio; y así fue como
la Divina Providencia salvó a la Reforma en su cuna.
Terminado el primer movimiento de agitación, los amigos del
Evangelio empezaron a considerar la fecha de las instrucciones
imperiales ya sopesar las nuevas co mbinaciones políticas que
parecían anunciar al mundo los acontecimientos más inesperados.
“Cuando el emperador escribió estas cartas”, dijeron las ciudades de la
Alta Alemania, “estaba en buenos términos con el Papa, pero ahora
todo ha cambiado. Incluso se afirma que le dijo a Ma rgaret, su
representante en los Países Bajos, que procediera con delicadeza con
respecto al Evangelio. Enviémosle una delegación ". Eso no fue
necesario. Charles no había esperado hasta ahora para tomar una
resolución diferente. El curso de los asuntos públicos, tomando un giro
repentino, se había precipitado por un camino completamente nuevo.
Estaban a punto de concederse años de paz a la Reforma.
Clemente VII, a quien Carlos iba a visitar, según las instrucciones de
Sevilla, para recibir la corona imperial en la propia Roma y de sus
sagradas manos, y a cambio entregar al pontífice el Evangelio y la
reforma, - Clemente VII, preso de un extraño encaprichamiento, se
había vuelto repentinamente contra este poderoso monarca. El
emperador, reacio a favorecer su ambición en todos los puntos, se
había opuesto a sus pretensiones sobre los estados del duque de
Ferrara. Clemente se exasperó inmediatamente y gritó que Carlos
deseaba esclavizar la península, pero que había llegado el momento de
restablecer la independencia de Italia. Esta gran idea de la
independencia italiana, albergada en ese período por algunos literatos,
no había penetrado, como en nuestros días, en las masas de la nación.
Por tanto, Clemente se apresuró a recurrir a las combinaciones
políticas. El Papa, los venecianos y el rey de Francia, que apenas había
recuperado su libertad, formaron una liga santa, de la cual el rey de
Inglaterra fue designado por una bula como conservador y protector.
31 En junio de 1526, el emperador hizo que se presentaran al Papa las
propuestas más favorables ; pero sus avances fueron ineficaces, y el
duque de Sessa, embajador de Carlos en Roma, regresando a caballo
de su última audiencia, colocó a un tonto de la corte detrás de él,
quien, mediante mil trucos de mono, hizo que el pueblo romano
entendiera cuán poco t Se preocuparon por el Papa y sus proyectos.
Clemente respondió a estas bravuconadas con un breve, en el que
amenazó al emperador con la excomunión, y sin pérdida de tiempo
empujó a sus tropas a Lombardía, mientras Milán, Florencia y
Piamonte declaraban la liga santa. Así se preparaba Europa para
vengarse del triunfo de Pavía.
Charles no vaciló. Giró a la derecha tan rápido como el Papa lo había
hecho a la izquierda y se volvió bruscamente hacia los príncipes
evangélicos. “Suspendamos el edicto de Worms”, le escribió a su
hermano; “Hagamos volver a los partidarios de Lutero con
apacibilidad, y con un buen concilio hagamos el triunfo de la verdad
evangélica”. Al mismo tiempo, exigió que el elector, el landgrave y sus
aliados marcharan con él contra los turcos, o contra Italia, por el bien
común de la cristiandad.
Ferdinand vaciló. Ganar la amistad de los luteranos era perder la de los
otros príncipes, que ya comenzaban a proferir violentas amenazas. 32
Los propios protestantes no estaban muy ansiosos por tomar la mano
del emperador. "Es Dios, Dios mismo", dijeron, "quien salvará a sus
iglesias". 33
Cual era la tarea asignada? El edicto de Worms no pudo ser derogado
ni llevado a la ejecución.
Una situación tan extraña llevó necesariamente a la solución deseada:
la libertad religiosa. La primera idea de esto se les ocurrió a los
diputados de las ciudades. “En un lugar”, dijeron, “se han conservado
las antiguas ceremonias ; en otro han sido abolidos; y ambos piensan
que tienen razón. Dejemos que cada uno haga lo que crea conveniente,
hasta que un concilio restablezca la unidad deseada por la Palabra de
Dios ”. Esta idea ganó popularidad y el receso de la dieta, fechado el 27
de agosto, decretó que un consejo libre universal o al menos nacional
debería ser convocado en el plazo de un año, que deberían solicitar al
emperador que regresara rápidamente a Alemania, y que, hasta
entonces, cada estado debe comportarse en su propio territorio de tal
manera que pueda rendir cuentas a Dios y al emperador. 34
Así escaparon de su dificultad por un camino intermedio; y esta vez fue
realmente el verdadero camino. Cada uno mantuvo sus derechos,
reconociendo al otro. La dieta de 1526 constituye una época importante
en la historia: un poder antiguo, el de la Edad Media, se agita; avanza
un nuevo poder, el de los tiempos modernos; la libertad religiosa toma
audazmente su posición frente al despotismo romano; un espíritu laico
prevalece sobre el espíritu sacerdotal. En este único paso hay una
victoria completa: se gana la causa de la reforma.
Sin embargo, se sospechaba poco. Lutero, al día siguiente en que se
publicó el receso, le escribió a un amigo: “La dieta se está sentando en
Spires al estilo alemán. Beben y juegan, y no se hace nada excepto eso
". 35 “Le congres danse et ne marche pas” 36 se ha dicho en nuestros
días. Las grandes cosas a menudo se negocian bajo una apariencia de
frivolidad, y Dios realiza sus designios desconocidos incluso para
aquellos a quienes emplea como sus instrumentos. En esta dieta se
manifestaba la gravedad y el amor a la libertad de conciencia, que son
frutos del cristianismo y que en el siglo XVI tuvo su desarrollo más
temprano, si no el más enérgico, entre las naciones alemanas.
Sin embargo, Ferdinand todavía dudaba. El mismo Mahoma acudió en
ayuda del Evangelio. Luis, rey de Hungría y Bohemia, se ahogó en
Mohacz el 29 de agosto de 1526, cuando huía de antes de que Solimán
II hubiera legado la corona de estos dos reinos a Fernando. Pero el
duque de Baviera, el Waywode de Transilvania y, sobre todo, el
terrible Soliman, lo impugnaron. Esto fue suficiente para ocupar el
brote de Carlos : dejó a Lutero y se apresuró a disputar dos tronos.
Notas finales:

1. Tesalonicenses 2.
2. Lucas 19:40.
3. Ver vol. 3 libro 10 cap. 14. La Dieta de Agujas, celebrada
en 1526, no debe confundirse con la de 1529, en la que
tuvo lugar la protesta.

4. Sleidan, Hist. Re f. Libro 6.


5. Christum pharisaeis vehementer fuisse invisum. Seckend.
2:46.
6. Fortiter interdixit. Cochloeus, pág. 138.
7. Ingens concursus plebis et rusticorum. Cochloeus. Multis
millibus hominum accurrentibus. Seckend. 2:48.
8. Populum a sacris avertebant. Cochlo eus, pág. 138.
9. Ministri eorum, equites et stabularii, idiotae, petulanter
jactabant verbum Domini. Ibídem.
10. Verbum Domini Manet en aeternum. Cochloeus, pág.
138.
11. Adversus inveteratos illos et impios usus nitendum esse.
Seck. 2:46.
12. Ut complures allicerentur ad eorum sectam, in ferculis
portabantur carnes coctae in diebus jejunii, aperte in
conspectu totius auditii. Cochloeus, pág. 138.
13. Annales Spalatini.
14. Germaniae populi Lutherico fermento inescati, et in
externis quoque nationibus, gravissimi erant motus. Co
chloeus, pág. 138.
15. Samuel 2: 4.

16. Algunos historiadores parecen pensar que estas


instrucciones se comunicaron realmente al comienzo de
la dieta. Ranke muestra que este no fue el caso; pero
añade que no ve razón alguna por la que los comisarios se
hayan creído autorizados para hacer cualquier otra
proposición. Los motivos que he asignado me parecen los
verdaderos. A continuación, explicaré por qué los
comisarios volvieron después a las instrucciones
imperiales.
17. Omnes libros esse comburendos. Sed rechazarum est
quia sic omnis doctrina et eruditio theologica interitura
esset. Seckend. 2:45.
18. Civitatum suffragia multum valuerunt. Ibídem.
19. Elector Saxoniae conciliarios suos exhortatus est, en
doctrina evangelica firmi. Seckend. 2:48.
20. Circumferebantur item libri Lutherani venales per
totam civitatem. Cochloeus, pág. 138.

21. Dass die Schrift sie nicht verfuhre, Durft ihr keinen
nicht studir. L. Opp. 19. P. 536.
22. Doch war ihr kuch nimmer leer. Ibídem.
23. Ibídem. 535. Joel 1: 4.
24. Libelli, parvuli quidem mole, sed virulentia perquam
grandes, sermo Lutheri Teuthonicus de destruccióne
Jerusalén. Cochloeus, pág. 138.
25. Wird Mensch, dienet uns, stirbt fur uns. Luth. Op. 14. (L.)
226.
26. Greiffen Gott zu frech in den Bart. Ibídem. Deo nimis
ferociter barbam vellicant. Cochloeus.

27. Perquam plurima vendebantur Exelaria. Ibídem. pags.


139.
28. Non solum pleb s et rustica turba, verum etiam plerique
optimatum et nobilium trahebantur in favorem novi
Evangelii, atque in odium antiquae religionis. Ibídem.
pags. 160.

29. Sleidan, Hist. De la Ref. 6: 229.


30. Samuel 16: 14-23; Mateo 2.
31. Sleidan, Hist. De la Ref. 6; Bullar. Mag . Romano. 10.
32. Ferdinandus, ut audio, graviter minatur. Corp. Ref. 1:
801.
33. Imperator pollicetur..sed nemo su promissis movetur.
Spero Deum defensurum esse suas Eclesiastés. Ibídem.
34. Unusquisque in sua ditione ita se gereret ut rationem
Deo et imperatori redder e posset. Seckend. 2:41.
35. Potatur et luditur, praeterea nihil. L. Epp. 3: 126.

36. El congreso baila pero no avanza.


LIBRO 13
CAPÍTULO 2

El emperador cosechó de inmediato los frutos de su nueva política. Al


no tener ya sus manos atadas por Alemania, las volvió contra Roma. La
Reforma debía ser exaltada y el papado humillado. Los golpes dirigidos
a su despiadado enemigo estaban a punto de abrir una nueva carrera a
la obra evangélica.
Fernando, que estaba destinado por sus asuntos húngaros, puso a
cargo de la expedición italiana a Freundsberg, ese viejo general que de
manera tan amistosa le había dado a Lutero una palmada en el
hombro, cuando el reformador estaba a punto de comparecer ante la
Dieta de Worms. 1 Este veterano, que, como observa un
contemporáneo, 2 "llevaba en su corazón caballeroso el santo
Evangelio de Dios, bien fortificado y flanqueado por un muro fuerte",
prometió las joyas de su esposa, envió grupos de reclutamiento a todas
las ciudades de la Alta Alemania y, Debido a la idea mágica de una
guerra contra el papa, pronto fue testigo de multitudes de soldados
que acudían a su estandarte. «Anuncia», le había dicho Carlos a su
hermano, «anuncia que el ejército debe marchar contra los turcos;
todos sabrán lo que significan los turcos ".
Así, el poderoso Carlos, en lugar de marchar con el Papa contra la
Reforma, como había amenazado en Sevilla, marcha con la Reforma
contra el Papa. Unos pocos días habían bastado para producir este
cambio de rumbo: son pocos los períodos de la historia en los que la
mano de Dios se manifiesta con mayor claridad . Charles asumió
inmediatamente todos los aires de reformador. El 17 de septiembre
dirigió un manifiesto al Papa, 3 en el que le reprocha no comportarse
como el padre de los fieles, sino como un hombre insolente y altivo; 4
y manifiesta su asombro de que él, vicario de Cristo, se atreva a
derramar sangre para adquirir posesiones terrenales, “lo cual”, agregó,
“es completamente contrario a la doctrina evangélica”. 5 Lu ther no
podría haber hablado mejor. "Que su santidad", continuó Carlos V,
"devuelva la espada de San Pedro a la vaina y convoque un concilio
santo y universal". Pero la espada era mucho más del gusto del
pontífice que del consejo. ¿No es el papado, según los médicos
romanos, la fuente de los dos poderes? ¿No puede deponer a los reyes
y, en consecuencia, luchar contra ellos? 6 Charles se preparó para
recompensar "ojo por ojo y diente por diente". 7
Ahora comenzó esa terrible campaña durante la cual estalló la
tormenta sobre Roma y sobre el Papado que estaba destinada a caer
sobre Alemania y el Evangelio. Por la violencia de los golpes infligidos
a la ciudad pontificia, podemos juzgar la severidad de los que habrían
hecho pedazos a las iglesias reformadas. Mientras recordamos esas
escenas de horror, tenemos la constante necesidad de recordar que el
castigo de la ciudad de las siete colinas había sido predicho por las
Sagradas Escrituras. 8
En el mes de noviembre, Freundsberg a la cabeza de quince mil
hombres estaba al pie de los Alpes. El viejo general, evitando los
caminos militares, bien custodiados por el enemigo, se arrojó por un
sendero estrecho, sobre precipicios espantosos, que unos pocos golpes
de azadón hubieran dejado intransitable. A los soldados se les prohibió
mirar detrás de ellos; sin embargo, volvían la cabeza, resbalaban los
pies y el caballo y el pie rodaban de vez en cuando hacia el abismo. En
los pases más difíciles, los pies más seguros de la infantería bajaron
sus largas picas a derecha e izquierda de su anciano jefe, a modo de
barrera, y Freundsberg avanzó agarrándose a la lansquenet de
enfrente y empujado por el de atrás. . En tres días se cruzaron los Alpes
y el 19 de noviembre el ejército llegó al territorio de Brescia.
El condestable de Borbón, que sucedió en el mando principal del
ejército imperial después de la muerte de Pescara, acababa de tomar
posesión del ducado de Milán. Habiéndole prometido el emperador
esta conquista en recompensa, Borbón se vio obligado a permanecer
allí algún tiempo para consolidar su poder. Por fin, el 12 de febrero, él y
sus tropas españolas se unieron al ejército de Freundsberg, que se
estaba impacientando por sus retrasos. El alguacil tenía muchos
hombres, pero no tenía dinero; resolvió, por tanto, seguir el consejo del
duque de Ferrara, aquel enemigo empedernido de los príncipes de la
Iglesia, y dirigirse directamente a Roma. 9 Todo el ejército recibió esta
noticia con un grito de alegría. Los españoles estaban llenos del deseo
de vengar a Carlos V, y los alemanes desbordaban de odio contra el
Papa: todos se regocijaban con la esperanza de recibir su paga y de que
sus labores fueran recompensadas al fin con los tesoros de la
cristiandad que Roma se había estado acumulando durante siglos. Sus
gritos resonaron más allá de los Alpes. Todo hombre en Alemania
pensó que había llegado la última hora del papado y se preparó para
contemplar su caída. "Las fuerzas del emperador están triunfando en
Italia", escribió Lutero; “El Papa recibe visitas de todos los rincones. Su
destrucción se acerca; su hora y su fin han llegado ". 10

Unas ligeras ventajas obtenidas por los soldados papales en el reino de


Nápoles llevaron a la conclusión de una tregua que debía ser ratificada
por el papa y el emperador. Tan pronto como se supo, estalló un
espantoso tumulto en el ejército del alguacil. Las tropas españolas se
rebelaron, lo obligaron a huir y saquearon su tienda. Luego,
acercándose a los lansquenets, empezaron a gritar tan fuerte como
pudieron, las únicas palabras en alemán que conocían: ¡Lance! ¡lanza!
¡dinero! ¡dinero! 11 Tales gritos encontraron eco en el pecho de los
imperialistas: ellos se emocionaron a su vez, y también empezaron a
gritar con todas sus fuerzas : ¡Lanza! ¡lanza! ¡dinero! ¡dinero!
Freundsberg se apresuró a reunirse y, habiendo reunido a los soldados
a su alrededor y a sus principales oficiales, preguntó con calma si
alguna vez los había abandonado. Todo fue inútil. El antiguo cariño que
los lansquenet tenían por su líder parecía extinguido. Una sola cuerda
vibraba en sus corazones: deben tener paga y guerra. En consecuencia,
bajaron sus lanzas, las presentaron, como si fueran a matar a sus
oficiales, y nuevamente comenzaron a gritar: “¡Lanza! ¡lanza! ¡dinero!
¡dinero!" Cuando Freundsberg, a quien ningún ejército, por grande que
sea, había asustado jamás, Freundsberg, que solía decir, "cuantos más
enemigos, mayor es el honor", vio estos lansquenets, a cuya cabeza se
había vuelto gris, apuntando con su acero asesino contra él, perdió
todo poder de expresión y cayó sin sentido sobre un tambor, como si lo
golpeara un rayo. 12 La fuerza del veterano general se rompió para
siempre. Pero la visión de su capitán agonizante produjo en las
lansquenets un efecto que ningún discurso podría haber producido. Se
levantaron todas las lanzas y los soldados agitados se retiraron con los
ojos bajos. Cuatro días después, Freundsberg recuperó su discurso.
"Adelante", dijo al alguacil; "Dios mismo nos llevará al blanco".
¡Adelante! ¡adelante! repitieron los chillidos lan . Bourbon no tenía
alternativa: además, ni Carlos ni Clemente escucharían propuestas de
paz. Freundsberg fue llevado a Ferrara y luego a su castillo de
Mindelheim, donde murió tras una enfermedad de dieciocho meses; y
el 18 de abril, Borbón tomó ese camino a Roma, que tantos
formidables ejércitos venidos del norte ya habían pisado.

Mientras la tormenta que descendía de los Alpes se acercaba a la


ciudad eterna, el Papa perdió la serenidad, envió a sus tropas y
mantuvo solo su guardaespaldas. Más de treinta mil romanos, capaces
de portar armas, desfilaron por las calles con su valentía, arrastrando
sus largas espadas tras ellos, reñidos y peleando; pero estos
ciudadanos, ávidos en la búsqueda de ganancias, tenían poco que
pensar en defender al Papa, y esperando obtener grandes ganancias de
su estadía, deseaban por el contrario que el magnífico Carlos viniera y
se estableciera en Roma.
En la tarde del 5 de mayo, Borbón llegó bajo los muros de la capital; y
habría comenzado el asalto en ese mismo momento si le hubieran
proporcionado escaleras. En la mañana del día 6, el ejército, oculto por
una espesa niebla que ocultaba sus movimientos, 13 se puso en
movimiento, los españoles marcharon a su lugar sobre la puerta del
Espíritu Santo, y los alemanes abajo. 14 El alguacil, deseando animar a
sus soldados, tomó una escalera, subió al muro y les pidió que lo
siguieran. En ese momento lo golpeó una pelota: se cayó y expiró una
hora después. Tal fue el final de este infeliz hombre, traidor a su rey ya
su país, y sospechado incluso por sus nuevos amigos.

Su muerte, lejos de frenar, sólo sirvió para excitar al ejército. Claudius


Seidenstucker, empuñando su espada larga, primero atravesó la
pared; lo siguió Michael Hartmann, y estos dos alemanes reformados
exclamaron que Dios mismo marchaba ante ellos en las nubes. Se
abrieron las puertas, entró el ejército, se tomaron los suburbios y el
Papa, rodeado por trece cardenales, huyó al castillo de San Ángelo. Los
imperialistas, a cuya cabeza estaba ahora el príncipe de Orange, le
ofrecieron la paz con la condición de que pagara trescientas mil
coronas. Pero Clemente, que pensó que la liga santa estaba a punto de
entregarlo y creyó ver ya a sus principales jinetes, rechazó todas las
proposiciones. Después de cuatro horas de reposo, se reanudó el
ataque y al atardecer el ejército dominaba toda la ciudad. Permaneció
armado y en buen estado hasta media noche, los españoles en la
Piazza Navona y los alemanes en el Campofiore. Al fin, al no ver
manifestaciones de guerra ni de paz, los soldados se disolvieron y
corrieron al pillaje.
Luego comenzó el famoso "Saqueo de Roma". El papado había puesto a
la cristiandad en la prensa durante siglos . Prebendas, annatas,
jubileos, peregrinaciones, gracias eclesiásticas, había hecho dinero con
todas ellas. Estas tropas codiciosas, que durante meses habían vivido
en la miseria, decidieron hacerla vomitar. Nadie se salvó, el imperial
no más que el partido ultramontano, los gibelinos no más que los
güelfos. Iglesias, palacios, conventos, casas particulares, basílicas,
bancos, tumbas, todo fue saqueado, hasta el anillo de oro que aún
llevaba en el dedo el cadáver de Julio II. Los españoles desplegaron la
mayor habilidad, olfateando y descubriendo tesoros en los escondites
más misteriosos; pero los napolitanos fueron los más escandalosos. 15
“Por todos lados se oían”, dice Guicciardini, “los gritos lastimosos de
las mujeres romanas y de las monjas a quienes los soldados
arrastraban en compañías para saciar su lujuria. dieciséis
Al principio, los alemanes encontraron cierto placer en hacer sentir a
los papistas el peso de sus espadas. Pero poco después, felices de
conseguir víveres y bebida, fueron más pacíficos que sus aliados. Fue
sobre aquellas cosas que los romanos llamaban "santas" que la ira de
los luteranos se descargó especialmente. Se llevaron los cálices, las
píxas, las remontaciones de plata, y vistieron a sus sirvientes y mozos
de campo con las vestiduras sacerdotales. 17 El Campofiore se
transformó en una inmensa casa de juego. Los soldados trajeron
vasijas de oro y bolsas llenas de coronas, las apostaron en un
lanzamiento de dados y, después de perderlas, fueron en busca de
otras. Un tal Simón Baptista, que había predicho el saqueo de la
ciudad, había sido encarcelado por el Papa; los alemanes lo liberaron y
lo hicieron beber con ellos. Pero, como Jeremías, profetizó contra
todos. “Rob, botín”, gritó a sus libertadores; “Sin embargo, devolverás
todo; el dinero de los soldados y el oro de los sacerdotes seguirán el
mismo camino ”.
Nada agradó más a los alemanes que burlarse de la corte papal.
“Muchos prelados”, dice Guicciardini, “desfilaron sobre asnos por toda
la ciudad de Roma”. 18 Después de esta procesión, los obispos pagaron
su rescate; pero cayeron en manos de los españoles, que les obligaron a
pagar por segunda vez. 19
Un día, un lansquenet llamado Guillaume de Sainte Celle se vistió con
la túnica del Papa y le colocó la triple corona en la cabeza; otros lo
rodearon, adornándose con los sombreros rojos y las largas túnicas de
los cardenales; y yendo en procesión sobre asnos por las calles de la
ciudad, todos llegaron por fin al castillo de San Ángelo, al que se había
retirado Clemente VII. Allí se apearon los soldados-cardenales y,
alzando la pechera de sus túnicas, besaron los pies del pretendido
pontífice . Este último bebió por la salud de Clemente VII, los
cardenales arrodillados hicieron lo mismo, y exclamaron que en
adelante serían piadosos papas y buenos cardenales, cuidadosos de no
excitar guerras como lo habían hecho sus predecesores. Entonces
formaron un cónclave, y habiendo anunciado el Papa a su consistorio
que era su intención renunciar al papado, se levantaron
inmediatamente todas las manos para la elección y gritaron: “¡Lutero
es Papa! ¡Lutero es Papa! " 20 Nunca se había proclamado al Pontífice
con tan perfecta unanimidad. Tales eran los humores de los alemanes.
Los españoles no dejaron escapar a los romanos tan fácilmente.
Clemente VII los había llamado “moros” y había publicado una
indulgencia plenaria para quien matara a alguno de ellos. Por lo tanto,
nada pudo contener su furia. Estos fieles católicos dieron muerte a los
prelados en medio de horribles crueldades, destinados a arrancarles
sus tesoros: no perdonaron rango, sexo ni edad. No fue hasta que el
saco duró diez días, y se recogió un botín de diez millones de coronas
de oro, y murieron de cinco a ocho mil víctimas, que la tranquilidad
comenzó a restablecerse en algún grado.
Así decayó la ciudad pontificia en medio de un saqueo largo y cruel, y
ese esplendor o con el que Roma desde principios del siglo XVI había
llenado el mundo se desvaneció en pocas horas. Nada podría proteger a
esta altiva capital del castigo, ni siquiera las oraciones de sus
enemigos. “No quisiera quemar Roma”, había exclamado Lutero d;
"Sería una hazaña monstruosa". 21 Los temores de Melancthon eran
aún más agudos: "Tiemblo por las bibliotecas", dijo: "sabemos lo
odiosos que son los libros para Marte". 22 Pero a pesar de estos deseos
de los reformadores, la ciudad de León X cayó bajo el juicio de Dios.
Clemente VII, sitiado en el castillo de San Angelo, y temeroso de que el
enemigo vuele por los aires su asilo con sus minas, finalmente
capituló. Renunció a todas las alianzas contra Carlos V y se
comprometió a permanecer prisionero hasta haber pagado al ejército
cuatrocientos mil ducados. Los cristianos evangélicos miraron con
asombro este juicio del Señor. “Tal”, dijeron, “es el imperio de
Jesucristo, que el emperador , que persigue a Lutero en nombre del
papa, se ve obligado a arruinar al papa en lugar de a Lutero. Todas las
cosas ministran al Señor y se vuelven contra sus adversarios ". 23

Notas finales:
1. Ver vol. 2 libro 7 cap. 8.
2. Haug marschalk, surna med Zeller.
3. Caroli Imperat. Rescriptum ad Clementis Septimi
criminationes. Goldasti, Constitut. Imperiales, 1: 479.

4. Non jam pastoris seu communis patris laudem, sed


superbi et insolentis nomen. Ibídem. 487.
5. Cum id ab evangelica doctrina, prorsus alienum videtur.
Goldasti, Constitut. Imperiales, 1: 489.
6. Utriusque potestatis apicem Papa tenet. Turrecremata de
Potestate Pap ali.
7. Éxodo 21:24.
8. Apocalipsis 18. Sin embargo, no debemos restringir esta
predicción al saqueo incompleto de 1527, del cual se
recuperó la ciudad.
9. Guicciardini, Historia de las guerras en Italia, 18: 698.

10. Papa ubique visitatur, ut destruatur: venit enim finis e t


hora ejus. Lutero a Haussmann, 10 de enero de 1527. Epp.
3: 156.
11. Lanz, lanz, gelt, gelt.
12. Cum vero hastas ducibus obverterent indignatione et
aegritudine animi oppressus, Fronsbergius subito in
deliquium incidit, ita ut in tympano quod adstabat
desidere c ogeretur, nullumque verbum proloqui amplius
posset. Seckend. 2:79.
13. Guicciardini, 2: 721.
14. Desde el nuevo muro construido por Urbano VIII. En lo
alto del Janículo, las puertas del Espíritu Santo y de
Seltimiana se han vuelto inútiles.
15. Jovius Vita Pompeii Colonnae, pág. 191; Ranke, Deutsche
Gesch. 2: 398.
16. Guicciardini, 2: 724.

17. Sacras vestes profanis induebant lixis. Cochloeus, pág.


156.
18. Guerras de Italia, 2: 723.
19. Eundem civem seu curialem haud raro, nunc ab
Hispanis, nunc a Germanis aere mutuato redimi,
Cochloeus, p. 156.
20. Milites itaque levasse manum ac exclamasse: Lutherus
Papa! Lutherus Papa! Cochloeus, pág. 156.
21. Romam nollem exustam, magnum enim portentum
esset. Epp. 3: 221.
22. Metuo bibliothecis. Corp. Ref. 1: 869.

23. Ut Caesar pro Papa Lutherum persequens, pro Luthero


papam cogatur vastare. L. Epp. 3: 188.
LIBRO 13
CAPÍTULO 3

La Reforma necesitó algunos años de reposo para que pudiera crecer y


ganar fuerza; y no podría disfrutar de la paz, a menos que sus grandes
enemigos estuvieran en guerra entre sí. La locura de Clemente VII fue
como el pararrayos de la Reforma, y las ruinas de Roma edificaron el
Evangelio. No fue sólo una ganancia de unos meses; de 1526 a 1529
hubo una calma en Alemania, de la cual la Reforma aprovechó para
organizarse y ampliarse. Ahora se iba a dar una constitución a la Iglesia
renovada.
Como se había roto el yugo papal, fue necesario restablecer el orden
eclesiástico. Era imposible restaurar su antigua jurisdicción a los
obispos; pues estos prelados continentales sostenían que eran, de
manera especial, servidores del Papa. Por tanto, se requería un nuevo
estado de cosas, so pena de ver caer a la Iglesia en la anarquía. Esto fue
inmediatamente provisto en contra. Fue entonces cuando las naciones
evangélicas se separaron definitivamente de ese dominio despótico
que durante siglos había mantenido en esclavitud a todo Occidente.
La dieta ya había querido en dos ocasiones hacer de la reforma de la
Iglesia una obra nacional; el emperador, el papa y algunos príncipes se
opusieron; por lo tanto, la dieta de los chapiteles había resignado a
cada estado la tarea que él mismo no podía realizar.
Pero, ¿qué constitución iban a sustituir a la jerarquía papal ?
Podían, mientras reprimían al Papa, preservar el orden episcopal: era
la forma más cercana a la que estaba a punto de ser destruida. Esto se
hizo en Inglaterra, donde tenemos una Iglesia Episcopal; pero, como
acabamos de observar, no pudo realizarse en el continente. No había
Latimers, ni Cranmers entre los obispos continentales.

Podrían, por el contrario, reconstruir el orden eclesiástico, recurriendo


a la soberanía de la Palabra de Dios y restableciendo los derechos del
pueblo cristiano. Esta forma era la más alejada de la jerarquía romana.
Entre estos dos extremos había varios cursos intermedios.
El último plan era el de Zwingle, pero el reformador de Zurich no lo
había llevado a cabo plenamente. No había pedido al pueblo cristiano
que ejerciera la soberanía y se había detenido en el Concilio de los
Doscientos como representante de la Iglesia. 1 Se podía dar el paso
ante el cual Zwingle había vacilado, y así fue. Un príncipe no rehuía lo
que había alarmado incluso a los republicanos. La Alemania
evangélica, en el momento en que comenzó a probar suerte en las
constituciones eclesiásticas, comenzó con lo que más arraigó en la
monarquía papal.
Sin embargo, no era de Alemania de donde podía proceder ese
sistema. Si la aristocrática Inglaterra estaba destinada a aferrarse a la
forma episcopal, la dócil Alemania estaba destinada más bien a
detenerse en un medio gubernamental. El extremo democrático surgió
de Suiza y Francia. Uno de los predecesores de Calvino izó ahora esa
bandera que el poderoso brazo del reformador ginebrino iba a izar de
nuevo en los años posteriores y plantar en Francia, Suiza, Holanda,
Escocia e incluso en Inglaterra, de donde fue un siglo después para
cruzar el Atlántico. y convocar a América del Norte para que asuma su
rango entre las naciones.
Felipe de Hesse, a quien se ha comparado a Filipo de Macedonia en
sutileza, ya su hijo Alejandro en coraje, fue el más emprendedor de
todos los príncipes evangélicos. Felipe comprendió que la religión
estaba adquiriendo por fin su importancia debida; y lejos de oponerse
al gran desarrollo que agitaba al pueblo, se puso en sintonía con las
nuevas ideas.
El lucero de la mañana había salido para Hesse casi al mismo tiempo
que para Sajonia. En 1517, cuando Lutero en Wittenberg predicaba la
remisión gratuita de los pecados, se vio a hombres y mujeres de
Marburgo acudiendo a escondidas a una de las acequias de la ciudad, y
allí, reunidos en torno a una laguna solitaria, escuchando ansiosos las
palabras de consuelo que emitido desde dentro. Era la voz del
franciscano James Limburg, quien, habiendo declarado que durante
quince siglos los sacerdotes habían falsificado el Evangelio de Cristo,
había sido arrojado a este lóbrego calabozo. Estas misteriosas
asambleas duraron quince días. De repente la voz quedó en silencio; se
habían descubierto estos encuentros solitarios, y el franciscano,
arrancado de su celda, había sido llevado a toda prisa a través del
Lahnberg hacia algún lugar desconocido. No muy lejos del Ziegenberg,
se le acercaron unos llorosos ciudadanos de Marburgo, y apartando
apresuradamente el toldo que cubría su coche, le preguntaron:
"¿Adónde vas?". “Donde Dios quiere”, respondió tranquilamente el
fraile. 2 Nunca más se supo de él, y no se sabe qué fue de él. Estas
desapariciones son habituales en el papado.
Tan pronto como Felipe se impuso en la Dieta de las Agujas, decidió
dedicarse a la reforma de sus estados hereditarios.
Su carácter decidido le hizo inclinarse hacia la reforma suiza: no era,
por tanto, uno de los moderados a quien quería. Había establecido una
conexión en Spires con James Sturm, el diputado de Estrasburgo,
quien le habló de Francis Lambert de Aviñón, que entonces estaba en
Estrasburgo. De agradable exterior y carácter decidido, Lambert
combinó con el fuego del sur toda la perseverancia del norte. Fue el
primero en Francia en quitarse la capucha, y desde ese momento
nunca dejó de pedir una reforma profunda en la Iglesia. “Antes”, dijo,
“cuando era hipócrita, vivía en abundancia; ahora consumo
frugalmente mi pan de cada día con mi pequeña familia; 3 pero
prefiero ser pobre en el reino de Cristo, que poseer abundancia de oro
en las casas disoluto del Papa ”. El landgrave vio que Lambert era el
hombre que necesitaba y lo invitó a su corte.
Lambert, deseoso de allanar el camino para la Reforma de Hesse,
elaboró ciento cincuenta y ocho tesis, que tituló “paradojas”, y las
colocó, según la costumbre de la época, en las puertas de la iglesia.

Amigos y enemigos se apiñaron inmediatamente a su alrededor.


Algunos católicos romanos los habrían derribado, pero la gente del
pueblo reformado se mantuvo alerta, y celebrando un sínodo en la
plaza pública, discutieron, desarrollaron y probaron estas
proposiciones, ridiculizando al mismo tiempo la ira de los papistas.
Boniface Dornemann, un joven sacerdote, lleno de arrogancia, a quien
el obispo, el día de su consagración, había ensalzado por encima de
Pablo por su saber, y por encima de la Virgen por su castidad,
encontrándose demasiado bajo para alcanzar el cartel de Lambert,
tomó prestado en un taburete y, rodeado de un público numeroso,
empezó a leer las proposiciones en voz alta. 4
“Todo lo que se deforma debe reformarse. Solo la Palabra de Dios nos
enseña lo que debería ser así, y toda reforma que se efectúe de otra
manera es en vano ”. 5
Esta fue la primera tesis. "¡Dobladillo!" dijo el joven sacerdote, "No
atacaré eso". Él continuó.
“Corresponde a la Iglesia juzgar sobre cuestiones de fe. Ahora la Iglesia
es la congregación de los que están unidos por el mismo espíritu, la
misma fe, el mismo Dios, el mismo Mediador, la misma Palabra, por la
que solo se gobiernan y en la que solo tienen la vida ”. 6
“No puedo atacar esa proposición”, dijo el sacerdote. 7 Continuó
leyendo desde su taburete.
“La Palabra es la verdadera clave. El reino de los cielos está abierto
para el que cree en la Palabra y cerrado para el que no la cree. Quien,
por tanto, posee verdaderamente la Palabra de Dios, tiene el poder de
las llaves. Todas las demás llaves, todos los decretos de los concilios y
papas, y todas las reglas de los monjes, no tienen valor ".
Fray Bonifacio negó con la cabeza y continuó.
“Dado que el sacerdocio de la Ley ha sido abolida , Cristo es el único
sacerdote inmortal y eterno y, como los hombres, no necesita un
sucesor. Ni el obispo de Roma ni ninguna otra persona en el mundo es
su representante aquí abajo. Pero todos los cristianos, desde el
comienzo de la Iglesia, han sido y son participantes de su sacerdocio ”.
Esta proposición olía a herejía. Dornemann, sin embargo, no se
desanimó; y ya fuera por debilidad mental, o por el amanecer de la luz,
en cada proposición que no chocaba demasiado sus prejuicios, repetía:
"¡Ciertamente, no atacaré a esa!" La gente escuchó con asombro
cuando uno de ellos, ya fuera un romanista fanático, un reformador
fanático o un bromista travieso, no puedo decirlo, cansado de estas
continuas repeticiones, exclamó d: “Agachate, bribón, que no puedes
encontrar una palabra para impugnar ”. Luego, apartando con rudeza
el taburete, tiró al desafortunado empleado al barro. 8
El 21 de octubre, a las siete de la mañana, se abrieron las puertas de la
iglesia principal de Homburg y entraron en sucesión prelados, abades,
sacerdotes, condes, caballeros y diputados de las ciudades, y entre
ellos estaba Felipe. en su calidad de primer miembro de la iglesia.
Después de que Lambert hubo explicado y probado sus tesis, añadió :
"Que se presente el que tenga algo que decir contra ellos". Al principio
hubo un profundo silencio; pero finalmente Nicolás Ferber, superior de
los franciscanos de Marburgo, quien en 1524, aplicando el argumento
favorito de Roma, había suplicado al Landgrave que lanzara la espada
contra los herejes, comenzó a hablar con la cabeza gacha y los ojos
bajos. Al invocar a Agustín, Pedro Lombard y otros médicos en su
ayuda, el landgrave le dijo: "No expongas las opiniones vacilantes de
los hombres, sino la Palabra de Dios, que es la única que fortalece y
fortalece nuestros corazones". El franciscano se sentó confundido y
dijo: "Este no es el lugar para responder". La disputa, sin embargo, se
reanudó y Lambert, mostrando todo el poder de la verdad, asombró
tanto a su adversario , que el superior, alarmado por lo que llamó
"truenos de blasfemia y relámpagos de impiedad", 9 se sentó de nuevo,
observando un segundo tiempo, "Este no es el lugar para responder".
En vano el canciller Feige le declaró que cada hombre tenía derecho a
mantener su opinión con plena libertad; En vano el propio landgrave
exclamó que la Iglesia suspiraba por la verdad: el silencio se había
convertido en el refugio de Roma. “Defenderé la doctrina del
purgatorio”, había dicho un sacerdote antes de la discusión; “Atacaré
las paradojas bajo el sexto encabezamiento (sobre el verdadero
sacerdocio)”, había dicho otro; 10 y un tercero había exclamado:
"Derrocaré a los que están debajo de la décima cabeza (en imágenes)";
pero ahora todos eran tontos.

Sobre esto Lambert, juntando sus manos, exclamó con Zacarías:


Bendito sea el Señor Dios de Israel; porque ha visitado y redimido a su
pueblo.
Después de tres días de discusión, que había sido un triunfo continuo
de la doctrina evangélica, se seleccionó y comisionó a hombres para
constituir las iglesias de Hesse de acuerdo con la Palabra de Dios.
Estuvieron ocupados más de tres días en la tarea, y luego se publicó su
nueva constitución en nombre del sínodo.
La primera constitución eclesiástica producida por la Reforma debería
tener un lugar en la historia, y más aún cuando se presentó luego
como modelo para las nuevas iglesias de la cristiandad. 11
La autonomía o autogobierno de la Iglesia es su principio fundamental
: de la Iglesia, de sus representantes reunidos en nombre del Señor,
emana esta legislación; en el prólogo no se menciona ni el estado ni el
landgrave. 12 Felipe, contento con haber roto para sí y para su pueblo
el yugo de un sacerdote extranjero, no quiso ponerse en su lugar y se
conformó con esa supervisión externa necesaria para el
mantenimiento del orden.
Un segundo rasgo distintivo de esta constitución es su sencillez tanto
de gobierno como de culto. La asamblea conjura a todos los sínodos
futuros a no cargar a las iglesias con una multitud de ordenanzas,
"viendo que donde abundan las órdenes, el desorden sobrepasa". Ni
siquiera continuarían los órganos en las iglesias, porque, dijeron, "los
hombres deben entender lo que oyen". 13 Cuanto más se ha inclinado
la mente humana en una dirección, más violenta es la reacción cuando
no se dobla. La Iglesia pasó entonces del extremo de los símbolos al
extremo de la sencillez. Estas son las principales características de esta
constitución:
“La Iglesia solo puede ser enseñada y gobernada por la Palabra de su
Soberano Pastor. Quien recurra a cualquier otra palabra será depuesto
y excomulgado. 14
“Todo hombre piadoso, instruido en la Palabra de Dios, cualquiera que
sea su condición, puede ser elegido obispo si lo desea, porque es
llamado interiormente por Dios. 15
“Nadie crea que por obispo entendemos otra cosa que un simple
ministro de la Palabra de Dios. dieciséis
“Los ministros son siervos y, en consecuencia, no deben ser señores,
príncipes ni gobernadores.
“Que los fieles se reúnan y elijan a sus obispos y diáconos. Cada iglesia
debe elegir su propio pastor. 17
“Que los obispos elegidos sean consagrados a su cargo por la
imposición de las manos de tres obispos; y en cuanto a los diáconos, si
no hay ministros presentes, que reciban la imposición de manos de los
ancianos de la Iglesia. 18
“Si un obispo causa algún escándalo a la Iglesia por su afeminamiento,
por el esplendor de sus vestiduras o por la ligereza de conducta, y si, al
ser advertido, persiste , que sea depuesto por la Iglesia. 19
“Que cada iglesia ponga a su obispo en condiciones de vivir con su
familia y de ser hospitalario, como manda San Pablo; pero que los
obispos no exijan nada por sus deberes casuales. 20
“Todos los domingos, que se celebre en algún lugar adecuado una
asamblea de todos los hombres que están en el número de los santos,
para regular con el obispo, según la Palabra de Dios, todos los asuntos
de la Iglesia, y excomulgar a todo el que dé o ocasión de escándalo
para la Iglesia; porque la Iglesia de Cristo nunca ha existido sin ejercer
el poder de excomunión. 21

“Como una asamblea semanal es necesaria para la dirección de las


iglesias particulares, por lo tanto, un sínodo general debe celebrarse
anualmente para la dirección de todas las iglesias del país. 22
“Todos los pastores son sus miembros naturales; pero cada iglesia
también elegirá de su cuerpo a un hombre lleno del Espíritu y de fe, a
quien confiará sus poderes para todo lo que esté en la jurisdicción del
sínodo. 23
"Tres visitantes serán elegidos anualmente, con comisión para pasar
por todas las iglesias, para examinar a los que han sido elegidos
obispos, para confirmar a los que han sido aprobados y para prever la
ejecución de los decretos del sínodo".
Sin duda se encontrará que esta primera constitución evangélica llegó
en algunos puntos al extremo de la democracia eclesiástica; pero se
habían infiltrado ciertas instituciones que eran capaces de crecer y
cambiar su naturaleza. Seis superintendentes vitalicios fueron
sustituidos posteriormente por los tres visitantes anuales (que, según
la institución primitiva, podían ser simples miembros de la iglesia); y,
como se ha señalado , 24 las usurpaciones, tanto de estos
superintendentes como del estado, paralizaron gradualmente la
actividad y la independencia de las iglesias de Hesse. A esta
constitución le fue como la del abate Sieyes, en el año 8 (1799 d. C. ),
que aunque pretendía ser republicana, sirvió, gracias a la influencia de
Napoleón Bonaparte, para establecer el despotismo del imperio.
No fue menos un trabajo notable. Los médicos romanos han
reprochado a la Reforma que haya hecho de la Iglesia una institución
demasiado interna. 25 En efecto, la Reforma y el Papado reconocen
dos elementos en la Iglesia, uno exterior, el otro interior; pero mientras
el papismo da prioridad al primero, la Reforma lo asigna al último . Sin
embargo, si se trata de un reproche a la Reforma por tener sólo una
Iglesia interior y por no haber creado una exterior, la notable
constitución de la que acabamos de exhibir algunos rasgos, nos
ahorrará la molestia de responder. El orden eclesiástico exterior , que
entonces surgió del corazón mismo de la Reforma, es mucho más
perfecto que el del Papado.
Se presentó una gran pregunta: ¿Estos principios serán adoptados por
todas las Iglesias de la Reforma?
Todo parecía indicar que lo harían. En ese momento los hombres más
piadosos opinaban que el poder eclesiástico procedía de los miembros
de la Iglesia. Al retirarse del extremo jerárquico, se lanzaron hacia uno
democrático. El mismo Lutero había profesado esta doctrina ya en
1523. Cuando los Calixtins de Bohemia descubrieron que los obispos
de su país les negaban ministros, llegaron al extremo de tomar al
primer sacerdote vagabundo. “Si no tenéis otros medios para conseguir
pastores”, les escribió Lutero , “mejor prescindir de ellos, y dejar que
cada cabeza de familia lea el Evangelio en su propia casa y bautice a
sus hijos, suspirando tras el sacramento del altar como los judíos de
Babilonia hicieron con Jerusalén ". 26 La consagración del Papa crea
sacerdotes, no de Dios, sino del diablo, ordenados únicamente para
pisotear a Jesucristo, reducir su sacrificio a la nada y vender
holocaustos imaginarios al mundo en su nombre. 27 Los hombres se
convierten en ministros solo por elección y vocación, y eso debe
efectuarse de la siguiente manera:

“Primero, busca a Dios con la oración; 28 Entonces, reunidos con


todos aquellos cuyos corazones Dios ha tocado, escojan en el nombre
del Señor a aquél o aquellos a quienes habrán reconocido como aptos
para este ministerio. Después de eso, que los principales entre ustedes
les impongan las manos y los recomienden al pueblo ya la Iglesia ”. 29
Lutero, al llamar así al pueblo solo para que nombrara a sus pastores,
se sometió a las necesidades de los tiempos de Bohemia. Era requisito
para constituir el ministerio; y como el ministerio no existía, no podía
tener la parte legítima que le corresponde en la elección de los
ministros de Dios.
Pero otra necesidad, procedente del mismo modo del estado de cosas,
fue inclinar a Lutero a desviarse en Sajonia de los principios que había
establecido anteriormente.

Difícilmente se puede decir que la Reforma alemana comenzó con las


clases bajas , como en Suiza y Francia; y Lutero no pudo encontrar en
ninguna parte a ese pueblo cristiano, que debería haber desempeñado
un papel tan importante en su nueva constitución. Hombres
ignorantes, habitantes engreídos que ni siquiera mantenían a sus
ministros, estos eran los miembros de la Iglesia. Ahora bien, ¿qué se
podría hacer con tales elementos?
Pero si la gente era indiferente, los príncipes no lo eran. Se ubicaron en
la primera fila de la gran batalla de la Reforma y se sentaron en el
primer banco del consejo. Por tanto, la organización democrática se vio
obligada a dar paso a una organización conforme al gobierno civil. La
Iglesia está compuesta de cristianos, y se los lleva dondequiera que se
encuentren, alto o bajo. Fue particularmente en las estaciones altas
donde Luth er los encontró. Admitió a los príncipes (como lo hizo
Zwingle en el Concilio de los Doscientos) como representantes del
pueblo y, en adelante, la influencia del Estado se convirtió en uno de
los elementos principales en la constitución de la Iglesia evangélica en
Alemania.
Así Lutero, partiendo en principio de lo democrático, llegó de hecho al
extremo erastiano. Quizás nunca hubo un espacio tan inmenso entre
las premisas establecidas por cualquier hombre y la conducta que
adoptó. Si Lutero cruzó ese amplio intervalo sin vacilar, no fue por
mera inconsistencia de su parte; cedió a las necesidades de la época.
Las reglas del gobierno de la Iglesia no son, como las doctrinas del
Evangelio, de naturaleza absoluta; su aplicación depende en cierta
medida del estado de la Iglesia. Sin embargo, había alguna
inconsistencia en Lutero: a menudo se expresaba de manera
contradictoria sobre lo que los príncipes debían y no debían hacer en
la Iglesia. Este es un punto sobre el que el reformador y su época no
tenían opiniones muy asentadas : había otras cuestiones que aclarar.
En la mente del reformador, la tutela de los príncipes sería sólo
provisional. Siendo los fieles todavía en minoría, necesitaban un tutor:
pero podría llegar la era de la mayoría de la Iglesia, y luego vendría su
emancipación.
Como dijimos en otro lugar, 30 no decidiremos sobre esta gran
controversia de Iglesia y Estado. Pero hay ciertas ideas que nunca se
pueden olvidar. Dios es el principio del que emana todo ser, y que debe
gobernar el mundo entero, tanto las sociedades como los individuos, el
Estado no menos que la Iglesia. Dios tiene que ver con los gobiernos y
los gobiernos con Dios. Las grandes verdades de las que la Iglesia es
depositaria se dan desde arriba para que ejerzan su influencia en toda
la nación, en el que está sentado en el trono, así como en el campesino
en su cabaña: y no es solo como un individuo que el príncipe debe ser
partícipe de esta luz celestial; es también para que pueda recibir una
sabiduría divina como gobernador de su pueblo. Dios debe estar en el
Estado. Poner a las naciones, los gobiernos, la vida social y política de
un lado, y a Dios, su Palabra y su Iglesia del otro, como si hubiera un
gran abismo entre ellos, y que estos dos órdenes de cosas nunca
debieran encontrarse, sería sea a la vez alta traición contra el hombre y
contra Dios.
Pero si debe haber una unión estrecha entre estos dos ámbitos (la
Iglesia y el Estado), debemos buscar los medios mejor calculados para
lograrlo. Ahora bien, si la dirección de la Iglesia se confía al gobierno
civil, como fue el caso en Sajonia, hay grandes razones para temer que
la realidad de esta unión se comprenda y la infiltración de la fuerza
celestial en el cuerpo de la nación. estar obstruido. La Iglesia
administrada por un departamento civil a menudo será sacrificada con
fines políticos y, gradualmente secularizará, perderá su prístino vigor.
Esto al menos ha tenido lugar en Alemania, donde en algunos lugares
la religión se ha hundido al rango de administración emporal. Para que
cualquier ser creado pueda ejercer toda la influencia de la que es
capaz, debe tener un libre desarrollo. Deje que un árbol crezca sin
confinamiento en campo abierto, disfrutará mejor de su sombra fresca
y recogerá más frutos en abundancia que si lo plantara en un jarrón y
lo encerrara en su cámara. Tal árbol es la Iglesia de Cristo.
El recurso al poder civil, que quizás en ese momento era necesario en
Alemania, tuvo todavía otra consecuencia; cuando el protestantismo se
convirtió en un asunto de gobiernos, dejó de ser universal. El nuevo
espíritu fue capaz de crear una nueva tierra. Pero en lugar de abrir
nuevos caminos y de proponer la regeneración de toda la cristiandad y
la conversión del mundo entero, el protestantismo retrocedió y los
protestantes buscaron instalarse lo más cómodamente posible en unos
pocos ducados alemanes. Esta timidez, que se ha llamado prudencia,
hizo un daño inmenso a la Reforma.
Una vez descubierto el poder organizador en los concilios de los
príncipes, los reformadores pensaron en la organización y Lutero se
aplicó a la tarea; pues aunque él era de una manera especial un
asaltante y Calvino un organizador, estas dos cualidades, tan
necesarias para los reformadores de la Iglesia como para los
fundadores de imperios, no faltaban en ninguno de estos grandes
siervos de Dios.
Era necesario componer un nuevo ministerio, porque la mayoría de los
sacerdotes que habían abandonado el papado estaban contentos con
recibir la consigna de la Reforma sin haber experimentado
personalmente la virtud santificadora de la verdad.

Incluso hubo una parroquia en la que el sacerdote predicó el Evangelio


en su iglesia principal y cantó misa en su sucursal. 31
Pero faltaba algo más: había que crear un pueblo cristiano. "¡Pobre de
mí!" Lutero dijo de algunos de los partidarios de la Reforma, "han
abandonado sus doctrinas y ritos romanos, y se burlan de los
nuestros". 32
Lutero no rehuyó ante esta doble necesidad; e hizo provisiones para
ello. Convencido de que era necesaria una visita general de las iglesias,
se dirigió al elector sobre este tema, el 22 de octubre de 1526: “Su
alteza, en su calidad de guardián de la juventud y de todos los que no
saben cuidarse a sí mismos ”, Dijo,“ debe obligar a los habitantes, que
no desean ni pastores ni escuelas, a recibir estos medios de gracia, ya
que están obligados a trabajar en las carreteras, puentes y servicios
semejantes. 33 Abolida la orden papal, es su deber regular estas cosas:
ninguna otra persona se preocupa por ellas, ninguna otra puede, y
ninguna otra debe hacerlo. Encargar, por tanto, cuatro personas para
visitar todo el país; que dos de ellos pregunten por los diezmos y la
propiedad de la iglesia; y que dos se hagan cargo de la doctrina, las
escuelas, las iglesias y los pastores ". Cabe preguntarse, al leer estas
palabras, si la Iglesia que se formó en el siglo I sin el apoyo de los
príncipes, ¿no podría reformarse en el XVI sin ellos?

Lutero no se contentó con solicitar por escrito la intervención del


príncipe. Se indignó al ver a los cortesanos, que en tiempos del elector
Federico se habían mostrado como enemigos empedernidos de la
Reforma, ahora apresurados, “jugando, riendo, saltando”, como él
decía, sobre los despojos de la Iglesia. En consecuencia, a fines de este
año, habiendo llegado el elector a Wittenberg, el reformador se dirigió
inmediatamente al palacio, presentó su queja al príncipe-electoral, a
quien encontró en la puerta, y luego, sin importarle los que iban a Lo
detuvieron, abrieron paso a la fuerza en el dormitorio del elector y,
dirigiéndose a este príncipe, que se sorprendió por una visita tan
inesperada, le suplicaron que remediara los males de la Iglesia. Se
resolvió la visita a las iglesias y se encargó a Melancthon que redactara
las instrucciones necesarias.

En 1526, Lutero publicó su "Misa en alemán", por la que indicaba el


orden del servicio de la iglesia en general. “Las verdaderas asambleas
evangélicas”, dijo, “no se llevan a cabo públicamente,
atropelladamente, admitiendo personas de todo tipo; 34 pero están
formados por cristianos serios, que confiesan el Evangelio con sus
palabras y con su vida, 35 y en medio de los cuales podemos reprender
y excomulgar a los que no viven según el gobierno de Cristo Jesús. 36
No puedo instituir tales asambleas, porque no tengo a quien colocar en
ellas; 37 pero si la cosa se hace posible, no faltaré en este deber ".
Fue con la convicción de que debía dar a la Iglesia, no la mejor forma
de adoración imaginable, sino la mejor posible, que Melancthon, como
Lutero, trabajó en sus Instrucciones.
La Reforma alemana en ese momento dio un giro, por así decirlo. Si
Lambert en Hesse había llegado al extremo de un sistema
democrático, Melancthon en Sajonia se aproximaba al extremo
contrario de los principios tradicionales. Un principio conservador fue
sustituido por uno reformador. Melancthon escribió a uno de los
inspectores: 38 “Todas las antiguas ceremonias que puedas conservar,
por favor, hazlo. 39 No innoves mucho, porque toda innovación es
perjudicial para la gente ”. 40

Conservaron, por tanto, la liturgia latina , mezclándose con ella


algunos himnos alemanes; 41 la comunión en una especie sólo para los
que por costumbre tuvieran escrúpulos en tomarla en ambos; una
confesión hecha al sacerdote sin ser obligatoria en modo alguno;
muchos días de los santos, las vestiduras sagradas, 42 y otros ritos, "en
los cuales", dijo Melancthon, "no hay daño, diga lo que diga Zwingle".
43 Y al mismo tiempo exponen con reserva las doctrinas de la
Reforma.
I t es sino derecho a confesar el dominio de los hechos y circunstancias
en que estas organizaciones eclesiásticas; pero hay un dominio que se
eleva aún más: el de la Palabra de Dios.
Quizás Melancthon hizo todo lo que se pudo hacer en ese momento;
pero era necesario que la obra se reanudara un día y se restableciera
en su plan primitivo, y esto era la gloria de Calvino.
Un grito de asombro se escuchó tanto desde el campo de Roma como
desde el de la Reforma. “Nuestra causa ha sido traicionada”,
exclamaron algunos de los cristianos evangélicos: “la libertad que
Jesucristo nos había dado es quitada”. 44
Por su parte, los ultramontanistas triunfaron en la moderación de
Melancthon: lo llamaron retractación y lo aprovecharon para insultar
a la Reforma. Cochloeus publicó un grabado “horrible”, como él mismo
lo diseña, en el que, bajo la misma capucha, se veía salir un monstruo
de siete cabezas que representaba a Lutero. Cada una de estas cabezas
tenía rasgos diferentes, y todas, pronunciando juntas las palabras más
espantosas y contradictorias, seguían disputando, desgarrándose y
devorándose unas a otras. 45

El asombrado Elector resolvió comunicar el artículo de Melancthon a


Lutero. Pero nunca el respeto del reformador por su amigo se mostró
de una manera más llamativa. Hizo solo una o dos adiciones sin
importancia a este plan y lo envió acompañado de los elogios más
altos. Los romanistas decían que el tigre atrapado en una red lamía las
manos que le cortaban las garras. Pero no fue así. Lutero sabía que el
objetivo de los trabajos de Melancthon era fortalecer el alma misma de
la Reforma en todas las iglesias de Sajonia. Eso fue suficiente para él.
Pensó además, que en todo debe haber una transición; y convencido
justamente de que su amigo era más que él mismo un hombre de
transición, aceptó francamente sus puntos de vista.
Comenzó la visita general. Lutero en Sajonia, Spalatin en los distritos
de Altenburg y Zwickau, Melancthon en Thuringia y Thuring en
Franconia, con diputados eclesiásticos y varios colegas laicos,
comenzaron el trabajo en octubre y noviembre de 1528.
Purificaron al clero despidiendo a todo sacerdote de vida escandalosa;
46 asignó una parte de la propiedad de la iglesia al mantenimiento del
culto público, y colocó el resto fuera del alcance del saqueo.
Continuaron la supresión de los conventos y establecieron en todas
partes la unidad de instrucción. “Los catecismos mayores y menores de
Lutero”, que aparecieron en 1529, contribuyeron quizás más que
cualquier otro escrito a propagar por las nuevas iglesias la antigua fe
de los apóstoles. Los visitantes comisionaron a los pastores de las
grandes ciudades, bajo el título de superintendentes, para velar por las
iglesias y las escuelas; mantuvieron la abolición del celibato; y los
ministros de la Palabra, convertidos en esposos y padres, formaron el
germen de un tercer estado, de donde en años posteriores se
difundieron en todos los rangos de la sociedad el saber, la actividad y
la luz.
Ésta es una de las causas más verdaderas de esa superioridad
intelectual y moral que distingue indiscutiblemente a las naciones
evangélicas.

La organización de las iglesias en Sajonia, a pesar de sus


imperfecciones, produjo durante un tiempo al menos los resultados
más importantes. Fue porque prevaleció la Palabra de Dios; y porque,
dondequiera que esta Palabra ejerza su poder, se paralizan los errores
y abusos secundarios. La misma discreción que se empleó realmente se
originó en un buen principio. Los reformadores, a diferencia de los
entusiastas, no rechazaron por completo una institución porque
estuviera corrompida. No decían, por ejemplo, “Los sacramentos están
desfigurados, ¡prescindamos de ellos! el ministerio es corrupto,
¡rechacémoslo! " - pero rechazaron el abuso y restauraron el uso. Esta
prudencia es la marca de una obra de Dios; y si Lutero a veces permitía
que la paja se quedara junto con el trigo, Calvino apareció más tarde y
purificó más a fondo la era cristiana.
La organización que en ese momento se desarrollaba en Sajonia,
ejerció una fuerte reacción sobre todo el imperio alemán, y la doctrina
del Evangelio avanzó a pasos agigantados. El designio de Dios de
apartar de los estados reformados de Alemania el rayo que hizo caer
sobre la ciudad de las siete colinas, fue claramente manifiesto. Nunca
se emplearon años más útiles; y no sólo se dedicó la Reforma a
formular una constitución, sino también a ampliar su doctrina.

Los ducados de Luneburg y Brunswick, muchas de las ciudades


imperiales más importantes, como Nuremberg, Augsburg, Ulm,
Strasburg, Gottingen, Gosslar, Nordhausen, Lubeck, Bremen y
Hamburgo, quitaron los cirios de las capillas y sustituyeron en su lugar
los antorcha más luminosa de la Palabra de Dios.
En vano los cánones asustados alegaron la autoridad de la Iglesia. "La
autoridad de la Iglesia", respondieron Kempe y Zechenhagen, el
reformador de Hamburgo, "no se puede reconocer a menos que la
Iglesia misma obedezca a su pastor Jesucristo". 47 Pomeranus visitó
muchos lugares para poner fin a la Reforma.
En Franconia, el margrave Jorge de Brandeburgo, habiendo
reformado Anspach y Bayreuth, escribió a su antiguo protector,
Fernando de Austria, quien frunció el ceño al ser informado de estos
procedimientos:
“He actuado así por orden de Dios; porque ordena a los príncipes que
se ocupen no solo del cuerpo de sus súbditos, sino también de sus
almas ". 48 En Frisia Oriental, el día de año nuevo de 1527, un
dominico llamado Resius, habiéndose puesto la capucha, 49 subió al
púlpito de Noorden y se declaró dispuesto a mantener ciertas tesis
según el tenor del Evangelio. Después de silenciar al abad de Noorden
por la solidez de sus argumentos, Resius se quitó la capucha, la dejó en
el púlpito y fue recibido en la nave por las aclamaciones de los fieles. Al
poco tiempo, toda Frisia abandonó el uniforme del papado, como
había hecho Resius.
En Berlín, Isabel, electa de Brandeburgo, después de leer las obras de
Lutero, sintió el deseo de recibir la Cena del Señor de conformidad con
la institución de Cristo. Un ministro lo administró en secreto en la
fiesta de Pascua de 1528; pero uno de sus hijos informó al elector.
Joachim estaba muy exasperado y ordenó a su esposa que le guardara
su habitación durante varios días; 50 incluso se rumoreaba que tenía
la intención de cerrar a levantarse. 51 Esta princesa, privada de todo
apoyo religioso y desconfiando de las pérfidas maniobras de los
sacerdotes romanos, resolvió huir; y reclamó la ayuda de su hermano,
Christian II de Dinamarca, que entonces residía en Torgau.
Aprovechando una noche oscura, salió del castillo vestida de
campesina y se subió a un rudo carro de campo que la esperaba en la
puerta de la ciudad. Elizabeth instó al conductor, cuando, en un mal
camino, el carro se rompió. La electora, desabrochando
apresuradamente un pañuelo que llevaba en la cabeza, se lo arrojó al
hombre, que lo empleó para reparar el daño, y poco después Elizabeth
llegó a Torgau. "Si te expongo a algún riesgo", le dijo a su tío, el elector
de Sajonia, "estoy lista para ir a donde la Providencia me lleve". Pero
John le asignó una residencia en el castillo de Lichtenberg, en el Elba,
cerca de Wittenberg. Sin asumir que aprobamos la huida de Isabel,
reconozcamos el bien que de ella derivó la Providencia de Dios. Esta
amable dama, que vivía en Lichtenberg en el estudio de Su Palabra,
rara vez se presentaba en la corte, asistía con frecuencia a los
sermones de Lutero y ejercía una influencia saludable sobre sus hijos,
que a veces tenían permiso para verla, fue la primera de esos piadosos.
princesas que la casa de Brandeburgo ha contado, e incluso cuenta
todavía, entre sus miembros.
Al mismo tiempo, Holstein, Sleswick y Silesia decidieron a favor de la
Reforma, y Hungría, así como Bohemia, vieron aumentar el número
de sus adherentes.
En todo lugar, en lugar de una jerarquía que buscaba su justicia en las
obras del hombre, su gloria en la pompa exterior, su fuerza en un
poder material, reapareció la Iglesia de los Apóstoles, humilde como
en los tiempos primitivos, y como los cristianos antiguos, buscando su
justicia, su gloria y su poder únicamente en la sangre del Cordero y en
la Palabra de Dios. 52

Notas finales:
1. Supra, vol. 3 libro 11 capítulo 10.
2. Rommel, Phil. von. Hesse, 1: 128.

3. Nunc cum familiola mea panem manduco et potum capio


in mensura. Lamberti Commentarii de Sacro Conjugio.
4. Cum statura homines hujusmodi esset ut inter Pygmaeo
internosci dif ficulter posset, scabellum sibi dari
postulabat, eoque conscenso, coepit, etc. Othon. Melandri
Jocorum Cent.
5. Vana est omnis Reformatio quae alioqui encaja. Paradoxa
Lamberti: Sculteti Annal.
6. Ecclesia est congregatio eorum quos unit idem spiritus.
Paradoxa L amberti: Sculteti Annal.
7. Hanc equidem haud impugnaverim. Illam ne quidem
attigerim. Othon. Mil. Joc. Centavo.

8. ¡Apagesis, nebulo! Qui quod impugna enfermizo invenire


haud possis! Hisque dictis scabellum ei mox subtrahit, ut
miser ille praeceps en lutum age return . Ibídem.
9. Fulgura impietatum, tonitrua blasphemiarum.
10. Erant enim prius qui dicerent: Ego asseram
purgatorium; alius, Ego impugnabo paradoxa tituli sexti,
etc. Lamberti Epistola ad Colon.
11. Esta constitución se encontrará en Schminke,
Monumenta Hassiaca , vol. 2. P. 588: "Pro Hassiae
Ecclesiis, et si deinde nonnullae aliae ad idem nostro
exemplo provocarentur".
12. Synodus in nomine Domini congregata. Ibídem.
13. Ne homines no intelligant. Monumenta Hassiaca, cap. 3.
14. Non admittimus verbum aliud quam ipsius pasado oris
nostri. Ibídem. gorra. 2.
15. Si quis pius, in verbo sancto et exercitatus, docere petit
verbum sanctum, non repellatur, a Deo enim interne
mittitur. Ibídem. gorra. 23.
16. Ne quis putet, nos hic per episcopos, alios intelligere,
quam ministros Dei verbi. Ibídem.
17. Eligat quaevis ecclesia episco pum suum. Ibídem.
18. Manus imponant duo ex senioribus, nisi alii episcopi
intersint. Ibídem. gorra. 21.
19. Deponat ecclesia episcopum suum, quod ad eam spectet
judicare de voce pastorum. Ibídem. gorra. 23.
20. Alat quaevis ecclesia episcopum suum sicque illi
administret ut cum sua familia vivere possit. Ibídem.

21. Fiat conventus fidelium in congruo loco, ad quem


quotquot ex viris in sanctorum numero habentur..Christi
ecclesiam nunquam fuisse sine excommunicatione. Yo
diré. Savia. 15.
22. Ut semel pro toto Hessia celebretur synodus apua
Marpurgum tertia dominica post pascha. Monumenta
Hassiaca, cap. 18.

23. Universi episcopi..Quaelibet ecclesia congregetur et


eligat ex se ipsa unum plenum fide et Spiritu Dei. Ibídem.
24. Rettig, Die Freie Kirche.
25. Esta es la opinión expresada en el simbólico del Dr.
Mohler, el defensor más célebre de la doctrina romana
entre nuestros contemporáneos.
26. Tutius enim et salubrius esset, quemlibet patrem-
familias suae domui legere Evangelium. L. Opp. Lat. 2:
363.
27. Per ordines papisticos non sacerdotes Dei sed
sacerdotes Satanae, tantum ut Christum conculcent.
Ibídem. 364.
28. Orationibus tum privatis tum publicis. Ibídem. 370.
29. Eligite quem et quos volueritis. Tum impositis super eos
manibus, sint hoc ipso vestri e piscopi, vestri ministri,
seu pastores. Ibídem.
30. Vol. 2. P. 286.
31. En aede parrochiali evangelico más docebat, en filiali
missificabat. Seck. Pág. 102.
32. Sic enim sua papistica neglexerunt, et nostra
contemnunt. L. Epp. 3: 224.

33. Als oberster vormund der Jugend un d aller die es be


durfen, soll sie mit Gewaalt dazu halten. L. Epp. 3: 136.
34. Non publice, sive promiscue et admissa omnia generia
plebe. De Missa Germ.
35. Qui nomina sua in catalogum referrent, añade. Ibídem.

36. Excommunicari qui Christiano more se non gererent .


Ibídem.
37. Neque enim habeo qui sint idonei. Ibídem.
38. El Dr. Dewette cree que esta carta es de Luther, L. Epp.
3: 352. Me parece claro, como también al Dr.
Bretschneider, que se trata de Melancthon. Lutero nunca
fue tan lejos en el camino de las concesiones.
39. Observo quantum ex veteribus caeremoniis retineri
potest, retineas. Corp. Ref. 2: 990.
40. Omnis novitas nocet en vulgo. Ibídem.
41. Non aboleas eam totam (la misa latina): satis est alicubi
miscare Germanicas cautationes. Ibídem.
42. Ut retineantur vestes usitatae in sacris. Corp. Ref . Ad
Jonam, 20 de diciembre de 1527.
43. Vel si Zwinglius ipse praedicaturus sentarse. Corp. Ref.
2: 910.
44. Alii dicerent prodi causam. Camer. Vita Melancthon, pág.
107.
45. Monstrosus ille Germaniae partus, Lutherus septiceps.
Cochloeus, pág. 169.
46. Viginti fere rudes et inepti , multique concubinarii et
potatores deprehensi sunt. Seckend. Pág. 102.

47. Evangelici auctoritatem Ecclesiae non aliter


agnoscendam esse contendebant quam si vocem pastoris
Christi sequeretur. Seckend. 1: 245.
48. Non modo quoad corpus, sed etiam quoad animam. Ib
id. 2: 121.
49. Resius, cucullum indutus, sugestum ascendit. Scultet.
Ana. Pág. 93.
50. Aliquot diebus a marito in cubiculo detenta fuisse.
Seckend. 2: 122.
51. Marchio statuerat eam immurare. L. Epp. Ad Lenkium, 3:
296.
52. Apocalipsis 12:11.
LIBRO 13
CAPÍTULO 4

Estos triunfos del Evangelio no podían pasar desapercibidos; hubo una


reacción poderosa, y hasta que las circunstancias políticas permitieran
un gran ataque a la Reforma en el mismo suelo donde se estableció, y
de combatirla mediante dietas, y si era necesario por ejércitos, los
adversarios comenzaron a perseguirla en detalle en los países romanos
con torturas y el cadalso.
El 20 de agosto de 1527, el rey Fernando, mediante el Edicto de Ofen
en Hungría, publicó una tarifa de crímenes y penas, en la que
amenazaba de muerte a espada, por fuego o por agua, 1 contra quien
dijera que María era como Otras mujeres; o participar de la Santa Cena
de una manera herética; o consagrar el pan y el vino, no siendo un
sacerdote romano; y además, en el segundo caso, la casa en la que
debería haberse administrado el sacramento debía ser confiscada o
arrasada.
Esa no era la legislación de Lutero. Link después de preguntarle si era
lícito que el magistrado diera muerte a los falsos profetas, es decir, a
los sacramentarios, cuyas doctrinas Lutero había atacado tan
violentamente, 2 el reformador replicó : “Soy lento en lo que respecta a
la vida, incluso si el delincuente es extremadamente culpable. 3 De
ninguna manera puedo admitir que los falsos maestros deban ser
ejecutados: 4 es suficiente con quitarlos ”. Durante siglos, la Iglesia
Romana se ha bañado en sangre. Lutero fue el primero en profesar los
grandes principios de la humanidad y la libertad religiosa.
A veces se recurrió a medios más rápidos que el propio andamio.
George Winkler, pastor de Halle, habiendo sido citado ante el
arzobispo Albert en la primavera de 1527, por haber administrado el
sacramento en ambas clases, había sido absuelto. Cuando este ministro
regresaba a casa por un camino poco frecuentado en medio del
bosque, fue repentinamente atacado por varios jinetes, quienes lo
asesinaron e inmediatamente huyeron por la espesura sin quitarle
nada a su persona. 5 “El mundo”, exclamó Lutero, “es una caverna de
asesinos bajo el mando del diablo; una posada, cuyo patrón es un
bandolero, y que lleva este letrero: Mentira y Asesinato; y nadie muere
más fácilmente en ella que los que proclaman a Jesucristo.
En Munich, George Carpenter fue llevado al cadalso por haber negado
que el bautismo de agua pueda por su propia virtud salvar a un
hombre. “Cuando seas arrojado al fuego”, dijeron algunos de sus
hermanos, “danos una señal por la cual sepamos que perseveras en la
fe”. - “Mientras pueda abrir la boca, confesaré el nombre del Señor
Jesús”. 6 El verdugo lo estiró sobre una escalera, le ató una bolsita de
pólvora al cuello y luego lo arrojó a las llamas. Carpenter
inmediatamente gritó: “¡Jesús! ¡Jesús!" y mientras el verdugo lo volvía
una y otra vez con sus garfios, el mártir repitió varias veces la palabra
Jesús y expiró.
En Landsberg, nueve personas fueron enviadas a las llamas, y en
Munich veintinueve fueron arrojadas al agua. En Scherding, Leonard
Keyser, un amigo y discípulo de Lutero, después de haber sido
condenado por el obispo, se afeitó la cabeza y, vestido con una bata,
fue colocado a caballo. Mientras los ejecutores maldecían y juraban,
porque no podían desenredar las cuerdas con las que iban a atarle las
extremidades, les dijo con dulzura: “Queridos amigos, sus ataduras no
son necesarias; mi Señor Cristo ya me ha atado ”. Cuando se acercó a la
hoguera, Keyser miró a la multitud y exclamó: “¡He aquí la cosecha!
¡Oh Maestro, envía a tus obreros! " Luego subió al cadalso y dijo: “¡Oh
Jesús, sálvame! Yo soy tuyo ". Estas fueron sus últimas palabras. 7
"¿Quién soy yo, un predicador de palabras", exclamó Lutero al recibir
la noticia de su muerte, "en comparación con este gran hacedor?" 8
Así, la Reforma manifestó con obras tan sorprendentes la verdad que
había venido a restablecer; es decir, que la fe no es, como sostiene
Roma , un conocimiento histórico, vano, muerto, 9 sino una fe viva,
obra del Espíritu Santo, el canal por el cual Cristo llena el corazón de
nuevos deseos y de nuevos afectos, el verdadero adoración del Dios
vivo.
Estos m artirios llenaron de horror a Alemania, y de los tronos
descendieron sombríos presentimientos entre las filas del pueblo.
Alrededor del hogar doméstico, en las largas tardes de invierno, la
conversación giraba enteramente sobre cárceles, torturas, patios y
mártires; el menor ruido alarmó a los ancianos, mujeres y niños. Tales
narrativas cobraron fuerza al pasar de boca en boca; el rumor de una
conspiración universal contra el Evangelio se extendió por todo el
imperio. Sus adversarios, aprovechando este terror, anunciaron con
aire misterioso que debían buscar durante este año (1528) algunas
medidas decisivas contra la reforma. 10 Un sinvergüenza (manada)
resolvió aprovechar este estado de ánimo para satisfacer su avaricia.
Ningún golpe es más terrible para una causa que los que se inflige a sí
misma. La Reforma, presa de un vértigo, estaba al borde de la
autodestrucción. Hay un espíritu de error que conspira contra la causa
de la verdad, seduciendo con sutileza; 11 la Reforma estaba a punto de
experimentar sus ataques y de tambalearse bajo el asalto más
formidable, la perturbación del pensamiento y el alejamiento de los
caminos de la sabiduría y la verdad.
Otho paquete, rector de Duque Jorge de Sajonia, era un hombre astuto
y disipado, 12 , que se aprovechó de su oficina, y recurrido a todo tipo
de prácticas a dinero de conseguir. El duque, habiéndolo enviado en
una ocasión a la Dieta de Nuremberg como su representante, el Bis
hop de Merseburg le confió su contribución al gobierno imperial.
Después de haber sido llamado al obispo por este dinero, Pack declaró
que lo había pagado a un ciudadano de Nuremberg, cuyo sello y firma
presentó. Este papel fue una falsificación; El propio Pack fue el autor de
la misma. 13 El desgraciado, sin embargo, puso cara de insolencia y,
tras escapar de la convicción, conservó la confianza de su amo. Poco
después se presentó la oportunidad de ejercitar sus talentos criminales
a mayor escala.
Nadie albergaba mayores sospechas con respecto a los papistas que el
Landgrave de Hesse. Joven, susceptible e inquieto, siempre estaba
alerta. En el mes de febrero de 1528, cuando Pack estaba en Cassel
para ayudar a Philip en algunos asuntos difíciles, el landgrave le
transmitió sus temores. Si alguien pudo haber tenido algún
conocimiento de los designios de los papistas, debe haber sido el
vicecanciller de uno de los mayores enemigos de la Reforma. La
manada astuta exhaló un suspiro, bajó los ojos y guardó silencio. Felipe
inmediatamente se inquietó, le suplicó y prometió no hacer nada que
pudiera dañar al duque. Entonces Pack, como si hubiera permitido que
se le arrebatara un secreto importante con pesar, confesó que se había
concluido una liga contra los luteranos en Breslau el miércoles
siguiente al domingo de Jubilato, 12 de mayo de 1527; y se
comprometió a procurar el original de este acto para el landgrave,
quien le ofreció por este servicio una remuneración de diez mil
florines. Ésta fue la transacción más grande que jamás había realizado
el desgraciado; pero tendió nada menos que al derrocamiento total del
imperio.
El landgrave estaba asombrado: se contuvo, sin embargo, deseando
ver el acto con sus propios ojos antes de informar a sus aliados. Por lo
tanto, se dirigió a Dresde. “No puedo”, dijo Pack, “proporcionarle el
original: el duque siempre lo lleva consigo para leerlo a otros príncipes
que espera ganarse. Recientemente en Leipsic, se lo mostró al duque
Enrique de Brunswick. Pero aquí hay una copia hecha por orden de su
alteza ". El landgrave se llevó el documento, que tenía todas las marcas
de la más perfecta autenticidad. Estaba atravesado por un cordón de
seda negra y sujeto en ambos extremos por el sello de la cancillería
ducal. 14 Arriba había una impresión del anillo que el duque Jorge
siempre llevaba en el dedo, con los tres cuartos que Felipe había visto
con tanta frecuencia; en la parte superior, la corona, y en la parte
inferior, los dos leones. No tenía más dudas sobre su autenticidad.
Pero, ¿cómo podemos describir su indignación al leer este documento
de culpabilidad? El rey Fernando, los electores de Mentz y de
Brandeburgo, el duque Jorge de Sajonia, los duques de Baviera, los
obispos de Salzburgo, Wurtzburgo y Bamberg , habían entrado en una
coalición para pedir al elector de Sajonia que entregara al archi-hereje.
Lutero, con todos los sacerdotes, monjes y monjas apóstatas, y para
restablecer el culto antiguo. Si incurría en rebeldía, sus estados serían
invadidos y esta nación y sus descendientes serían desposeídos para
siempre. La misma medida se aplicaría a continuación al landgrave,
solo que ("fue su suegro, el duque George", dijo Pack a Philip, "quien
consiguió que se insertara esta cláusula") sus estados se le devolverían
en Considere su juventud, si se reconciliara plenamente con la santa
Iglesia. El documento indicaba además los contingentes de hombres y
dinero que proporcionarían los confederados, y la parte que iban a
tener en el botín de los dos príncipes herejes. 15
Muchas circunstancias tienden a confirmar la autenticidad de este
artículo. De hecho, Fernando, Joaquín de Brandeburgo y Jorge de
Sajonia se habían reunido en Breslau el día indicado, y un príncipe
evangélico, el margrave Jorge, había visto a Joaquín irse de los
aposentos de Fernando, sosteniendo en la mano un gran pergamino
con varios sellos. estaban adjuntos. El agitado landgrave hizo que se
tomara una copia de este documento, prometió mantener el secreto
por un tiempo, pagó a Pack cuatro mil florines y se comprometió a
hacer la suma acordada, si le conseguía el original. Y luego, deseando
evitar la tormenta, se apresuró a Weimar para informar al elector de
esta conspiración sin precedentes.
“He visto”, le dijo a John ya su hijo, “no más, he tenido en mi casa un
duplicado de este horrible tratado. Firmas, sellos, no faltaba nada. 16
Aquí hay una copia, y me comprometo a colocar el original ante sus
ojos. El peligro más espantoso nos amenaza: nosotros mismos,
nuestros fieles sujetos y la Palabra de Dios ”.
El elector no tenía motivos para dudar del relato que el landgrave le
acababa de dar: estaba atónito, confundido y abrumado. Las medidas
más rápidas por sí solas podrían evitar desastres sin precedentes: hay
que arriesgar todo para librarlos de una destrucción segura. El
impetuoso Felipe respiraba fuego y llamas; 17 su plan de defensa ya
estaba preparado. Lo presentó, y en el primer momento de
consternación llevó el consentimiento de su aliado, por así decirlo por
asalto. El 9 de marzo de 1528, los dos príncipes acordaron emplear
todas sus fuerzas para defenderse, e incluso tomar la ofensiva y
sacrificar la vida, el honor, el rango, los súbditos y los estados, para
preservar la Palabra de Dios. Los duques de Prusia, Mecklenburg,
Luneburg y Pomerania, los reyes de Dinamarca y Polonia, y el
margrave de Brandeburgo, serían invitados a formar parte de esta
alianza. Seiscientos mil florines se destinaron a los gastos de la guerra;
y para conseguirlos, harían préstamos, prometerían sus ciudades y
venderían las ofrendas en las iglesias. 18 Ya habían comenzado a
formar un ejército poderoso. 19 El landgrave partió en persona hacia
Nuremberg y Anspach. La alarma fue generalizada en esos países; la
conmoción se sintió en toda Alemania, 20 de un nd incluso más allá de
ella. John Zapolya, rey de Hungría, en ese momento refugiado en
Cracovia, prometió cien mil florines para formar un ejército y veinte
mil florines mensuales para su mantenimiento. Así, un espíritu de
error engañaba a los príncipes; si también se llevara a los
reformadores, la destrucción de la Reforma no estaría muy lejos.
Pero Dios los estaba cuidando. Apoyados en la roca de la Palabra,
Melancthon y Lutero respondieron: "Escrito está: No tentarás al Señor
tu Dios". Tan pronto como estos dos hombres a quienes el peligro
amenazaba (porque eran ellos los que iban a ser entregados al poder
papal) vieron al joven landgrave desenvainar la espada y al anciano
elector poniendo su mano en la empuñadura, lanzaron un grito. , y
este grito, que se oyó en el cielo, salvó la Reforma.

Lutero, Pomerano y Melancton enviaron inmediatamente el siguiente


consejo al elector: “Sobre todo, que el ataque no proceda de nuestro
lado y que no se derrame sangre por nuestra culpa. Esperemos al
enemigo y busquemos la paz. Envía un embajador al emperador para
que se familiarice con este odioso complot ".
Así fue como la fe de los hijos de Dios, tan despreciada por los
políticos, los condujo bien, en el mismo momento en que los
diplomáticos se extraviaban. El elector y su hijo declararon al
landgrave que no asumirían la ofensiva. Philip estaba asombrado. "¿No
son dignos de ataque los preparativos de los papistas?" preguntó él. 21
“¡Qué! ¡Amenazaremos con la guerra y, sin embargo, no la lograremos!
¡Encendiremos el odio de nuestros antagonistas y les dejaremos
tiempo para preparar sus fuerzas! No no; ¡adelante! Así conseguiremos
los medios de una paz honorable ". - “Si el landgrave desea comenzar la
guerra ”, respondió el reformador, “el elector no está obligado a
observar el tratado; porque debemos obedecer a Dios antes que a los
hombres. Dios y la derecha están por encima de toda alianza. Tengamos
cuidado de pintar al diablo en nuestras puertas e invitarlo como
padrino. 22 Pero si atacan el landgrave, el elector debe acudir en su
ayuda; porque es la voluntad de Dios que preservemos nuestra fe ”. Este
consejo que dieron los reformadores les costó caro. Nunca un hombre,
condenado a la tortura, soportó un castigo como el de ellos. Los
temores que despertó el landgrave fueron sucedidos por los terrores
inspirados por los príncipes papistas. Esta cruel prueba los dejó en
gran angustia. “Estoy consumido por el dolor”, gritó Melancthon; “Y
esta angustia me somete a la tortura más horrible . 23 El problema ",
agregó," se encontrará de rodillas ante Dios ". 24
El elector, atraído en diferentes direcciones por los teólogos y los
políticos, finalmente tomó un camino intermedio: resolvió armar un
ejército, "pero sólo", dijo, "para obtener la paz". Felipe de Hesse
finalmente cedió y envió inmediatamente copias del famoso tratado al
duque Jorge, a los duques de Baviera y a los representantes del
emperador, pidiéndoles que renunciaran a tan crueles designios.
"Preferiría que me cortaran un miembro", le dijo a su suegro, "que
saber que eres miembro de esa alianza".
La sorpresa de los tribunales alemanes al leer este documento es
indescriptible. El duque Jorge respondió de inmediato al landgrave que
se había dejado engañar por absurdos sin sentido; que quien pretendía
haber visto el original de este acto era un infame mentiroso y un
sinvergüenza incorregible; y pidió al landgrave que renunciara a su
autoridad, o bien podría pensarse que él mismo fue el inventor de esta
insolente fabricación. El rey Fernando, el elector de Brandeburgo, y
todos los supuestos conspiradores, dieron respuestas similares.
Felipe de Hesse vio que había sido engañado; 25 su confusión solo fue
superada por su ira. En este asunto había justificado las acusaciones de
sus adversarios que lo tildaban de joven exaltado, y había
comprometido al más alto grado la causa de la Reforma y la de su
pueblo. Luego dijo: “Si ese negocio no hubiera sucedido, no volvería a
suceder ahora. Nada de lo que he hecho en toda mi vida me ha causado
mayor disgusto ".
Pack huyó alarmado hacia el landgrave, quien hizo que lo arrestaran; y
los enviados de los varios príncipes a los que este sinvergüenza había
comprometido se reunieron en Cassel y procedieron a examinarlo.
Sostuvo que el acto original de la alianza había existido realmente en
los archivos de Dresde. Al año siguiente, el landgrave lo desterró de
Hesse , demostrando con esta acción que no le temía. Posteriormente,
Pack fue descubierto en Bélgica; ya petición del duque Jorge, que
nunca se había compadecido de él, fue apresado, torturado y
finalmente decapitado.
El landgrave no estaba dispuesto a tomar las armas en vano. El
arzobispo elector de Mentz se vio obligado, el 11 de junio de 1528, a
renunciar en el campo de Herzkirchen a toda jurisdicción espiritual en
Sajonia y Hesse. 26 Esta no fue una pequeña ventaja.
Apenas habían dejado las armas a un lado cuando Lutero tomó su
pluma y comenzó una guerra de otro tipo. “Los príncipes impíos
pueden negar esta alianza mientras lo deseen”, le escribió a Link;
“Estoy muy seguro de que no es una quimera. Estas sanguijuelas
insaciables no reposarán hasta que vean a toda Alemania fluir con
sangre ". 27 Esta idea de Lutero fue la que generalmente se consideró.
“El documento presentado al landgrave puede ser”, se dijo, “invención
de Pack; pero todo este tejido de mentiras se basa en alguna verdad. Si
la alianza no se ha concluido, se ha concebido ”. 28

La melancolía fueron el resultado de este asunto. Inspiró división en el


seno de la Reforma y avivó el odio entre los dos partidos. 29 Las
chispas de las pilas de Keyser, Winkler, Carpenter y tantos otros
mártires agregaron fuerza al fuego que ya amenazaba con incendiar el
imperio. Fue en circunstancias tan críticas, y con disposiciones tan
amenazadoras, que se inauguró la famosa Dieta de las Agujas en
marzo de 1529. El Imperio y el Papado se estaban preparando en
realidad para aniquilar la Reforma, aunque de una manera diferente a
la que había pretendido Pack. . Aún estaba por saber si se encontraría
más fuerza vital en la Iglesia revivida que en tantas sectas que Roma
había aplastado fácilmente. Felizmente, la fe había aumentado y la
constitución dada a la Iglesia había impartido mayor poder a sus
adherentes. Todos estaban resueltos a defender una doctrina tan pura
y un gobierno eclesiástico tan superior al del papado. Durante tres años
de tranquilidad, el árbol del Evangelio había echado raíces
profundamente; y si la tormenta estallara, ahora podría enfrentarla.

Notas finales:
1. Die soll en mit den Feuer, Schwerdt oder Wasser gestraft
werden. Ferd. Mandat. L. Opp. 19: 596.
2. Contra hostes sacramentarios strenue nobiscum certare.
Epp. A Lenk, 14 de julio de 1528.
3. Ego ad judicium sanguinis tardus sum, etiam ubi
meritum abundat. Ibídem.
4. Nullo modo p ossum admittere falsos doctores occidi.
Ibídem.
5. Mox enim ut interfecerunt, aufugerunt per avia loca,
nihil praedae aut pecuniae capientes. Cochl. Pág. 152.
6. Dum os aperire licebit, servatoris nostri nomen profiteri
nunquam intermittam. Scultet. 2: 110.

7. Incens o jam igne, clara voce proclamavit: Tuus sum,


Jesu! Salva me! Seckend. 2:85.
8. Tam impar praedicator verbosus, illi tam potenti verbi
operador. L. Epp. 3: 1214.
9. Si quis dixerit fidem non esse veram fidem, licet non fit
viva, aut eum qui fidem sine charitate habet, non esse
christianum, anatema sit. Conc. Frid. Ses. 6, pág. 28.
10. Nescio quid mirari quod hoc anno contra
reformationem expectandum sit. Seckend. 2: 101.
11. Corintios 11: 3.
12. Homo erat versutus, et praeterea prodigus, quo vitio ad
alia inductus est. Seckend. 2:94.
13. Todavía se puede ver en los registros de Dresde.
14. Cui filum sericum circumligatum, et sigillum
cancellaviae Printedum erat. Seck. 2:94.
15. Hortleb er, De Bello Germanico. 2: 579.
16. Nam es afirmabat se archetypon vidisse,
commemorabat sfra> gidav. Corp. Ref. 1: 986.
17. Mirabiliter incensus erat. Ibídem.
18. Venditisque templorum donariis. Seckend. 2:95.
19. Magno studio validum comparaverunt ambo exercitum.
Cochlo eus, pág. 171.
20. Non leviter commotos esse nostrorum animos. Corp.
Ref. 2: 986.
21. Landgravius praeparamenta adversariorum pro
aggressione habebat. Seck. 2:95.

22. Man darf den Teufel nicht uber die Thur malen, noch
ihn zu gevattern mordido. L. Epp. 3: 321.
23. Curae vehementer cruciarunt. Corp. Ref. 1: 988.
24. En gounasi Qeou. Ibídem.
25. Wir fuhlten dass wir betrogen waren. Hortleber, 4: 567.
26. Kopp. Hess. Gerichts. - Verf. 1: 107.
27. Sanguisugae insatiabiles quiescere nolunt, nisi
Germaniam sanguine madere sentiant. 14 de junio de
1528.
28. Non enim prorsus conficta res. Corp. Ref. 1: 988.

29. Haec minae apud inimicos odia auxerint. Ibídem. 985.


LIBRO 13
CAPÍTULO 5

El saqueo de Roma, al exasperar a los adherentes del papado, había


dado armas a todos los enemigos de Carlos V.La armada francesa bajo
Lautrec había obligado al ejército imperial, enervado por las delicias
de una nueva Capua, a esconderse dentro del murallas de Nápoles.
Doria, al frente de sus galeras genoveses, había destruido la flota
española, y todo el poder imperial parecía llegar a su fin en Italia. Pero
Doria de repente se pronunció por el emperador; la pestilencia se llevó
a Lautrec ya la mitad de sus tropas; y Carlos, que sufría sólo de alarma,
había vuelto a tomar el poder con la firme resolución de unirse en
adelante estrechamente con el pontífice, cuya humillación casi le había
costado tan caro. Por su parte, Clemente VII, al escuchar a los italianos
reprocharle su nacimiento ilegítimo e incluso negarle el título de Papa,
dijo en voz alta que prefería ser el novio del emperador que el deporte
de su pueblo. El 29 de junio de 1528 se concluyó en Barcelona la paz
entre los jefes del Imperio y de la Iglesia, basada en la destrucción de
la herejía; y en noviembre se convocó una dieta para reunirse en Spires
el 21 de febrero de 1529. Carlos estaba decidido a esforzarse al
principio por destruir la Reforma mediante una votación federal; pero
si este medio no fuera suficiente, emplear todo su poder contra él. Así
trazada la carretera, estaban a punto de comenzar a operar.
Alemania sintió la seriedad de la posición. Ons tristes llenaron todas
las mentes. Hacia mediados de enero, un gran brillo en el cielo
dispersó repentinamente la oscuridad de la noche. 1 "Lo que presagia",
exclamó Lutero, "¡sólo Dios lo sabe!" A principios de abril, corrió el
rumor de un terremoto que había arrasado castillos, ciudades y
distritos enteros de Carintia e Istria y dividido la torre de San Marcos
en Venecia en cuatro partes. “Si eso es cierto”, dijo el reformador,
“estos prodigios son los precursores del día de Jesucristo”. 2 Los
astrólogos declararon que el aspecto de los cuartiles de Saturno y
Júpiter, y la posición general de las estrellas, era ominoso. 3 Las aguas
del Elba se agitaron espesas y tormentosas, y cayeron piedras de los
tejados de las iglesias. "Todas estas cosas", exclamó aterrorizado
Melancthon, "no me excitan en absoluto". 4
Las cartas de convocatoria emitidas por el gobierno imperial
coincidían pero demasiado bien con estos p rodigies. El emperador,
escribiendo desde Toledo al elector, lo acusó de sedición y rebelión.
Susurros alarmantes pasaron de boca en boca que fueron suficientes
para provocar la caída de los débiles. El duque Enrique de
Mecklenburg y el elector palatino regresaron apresuradamente al lado
del papado.
Nunca el partido sacerdotal había aparecido en la dieta en tal número,
ni tan poderoso y decidido. 5 El 5 de marzo, Fernando, presidente de
la Dieta, después de él los duques de Baviera y, por último, los
electores eclesiásticos de Mentz y Treves, habían entrado por las
puertas de Spires rodeado de una numerosa escolta armada. 6 El 13 de
marzo llegó el elector de Sajonia, al que asistieron únicamente
Melancthon y Agricola. Pero Felipe de Hesse , fiel a su carácter, entró
en la ciudad el 18 de marzo al son de las trompetas y con doscientos
jinetes.

La divergencia de las mentes de los hombres pronto se puso de


manifiesto. Un papista no se encontraba con un evangélico en la calle
sin lanzarle miradas coléricas y amenazarlo secretamente con pérfidas
maquinaciones. 7 El elector-palatino pasó a los sajones sin parecer
conocerlos; 8 y aunque Juan de Sajonia fue el más importante de los
electores, ninguno de los jefes del partido opuesto lo visitó. Agrupados
alrededor de sus mesas, los príncipes católicos romanos parecían
absortos en juegos de azar. 9
Pero al poco tiempo dieron señales positivas de su disposición hostil .
Al elector y al landgrave se les prohibió que se predicara el Evangelio
en sus mansiones. Incluso en este período temprano se afirmó que
John estaba a punto de ser expulsado de Spires y privado de su
electorado. 10 “Somos la execración y la basura del mundo”, dijo
Melancthon; “Pero Cristo menospreciará a su pueblo pobre y lo
preservará”. 11 En verdad, Dios estaba con los testigos de su Palabra.
La gente de Spires estaba sedienta del Evangelio, y el elector le escribió
a su hijo el Domingo de Ramos: “Cerca de ocho mil personas
estuvieron presentes hoy en mi capilla en el culto matutino y
vespertino”.
El partido romano aceleró ahora sus procedimientos: su plan era
simple pero enérgico. Era necesario sofocar la libertad religiosa que
existía desde hacía más de tres años, y para ello debían derogar el
decreto de 1526 y revivir el de 1521.
El 15 de marzo los comisarios imperiales anunciaron a la dieta que la
última resolución de Spires, que dejaba a todos los estados libres para
actuar conforme a las inspiraciones de sus conciencias, habiendo dado
lugar a grandes desórdenes, el emperador la había anulado en virtud
de su poder supremo. Este acto arbitrario, que no tenía precedentes en
el imperio, así como el tono despótico en el que se notificó, llenó de
indignación y alarma a los cristianos evangélicos. "Cristo", exclamó
Sturm, "ha vuelto a caer en manos de Caifás y Pilato". 12
Se encargó a una comisión que examinara la propuesta imperial. El
arzobispo de Salzburgo, Faber y Eck, es decir, los enemigos más
violentos de la Reforma, estaban entre sus miembros. “Los turcos son
mejores que los luteranos”, dijo Faber, “porque los turcos observan los
días de ayuno y los luteranos los violan. 13 Si debemos elegir entre las
Sagradas Escrituras y Dios y los viejos errores de la Iglesia, debemos
rechazar los primeros ”. 14 Todos los días, en plena asamblea, Faber
nos arroja una piedra nueva a los evangelistas ”, dice Melancthon. 15
"¡Oh, qué Ilíada tendría que componer", añadió, "si tuviera que
denunciar todas estas blasfemias!"
Los sacerdotes pidieron la ejecución del edicto de Worms de 1521, y los
miembros evangélicos de la comisión, entre los que se encontraban el
elector de Sajonia y Sturm, exigieron por el contrario el
mantenimiento del edicto de Spires de 1526. Este último quedó así
dentro de los límites de la legalidad, mientras que sus adversarios
fueron empujados a golpes de estado. De hecho, habiéndose
establecido legalmente un nuevo orden de cosas en el imperio, nadie
podía infringirlo; y si el régimen presumía de destruir por la fuerza lo
establecido constitucionalmente tres años antes, los estados
evangélicos tenían derecho a oponerse. La mayoría de la comisión
consideró que el restablecimiento del antiguo orden de cosas sería una
revolución no menos completa que la Reforma misma. ¿Cómo iban a
someter de nuevo a Roma y a su clero a aquellas naciones en cuyo seno
la Palabra de Dios se había difundido tan ricamente? Por eso,
rechazando igualmente las demandas de los sacerdotes y de los
evangélicos, la mayoría llegó a una resolución el 24 de marzo de que
toda innovación religiosa debía seguir prohibida en los lugares donde
se había cumplido el edicto de Worms; y que en aquellos donde el
pueblo se ha desviado de él, y donde no puede conformarse a él sin
peligro de revuelta, al menos no debe efectuar ninguna nueva reforma,
no debe tocar ningún punto controvertido, no debe oponerse a la
celebración de entre la masa, no deben permitir que ningún católico
romano abrace el luteranismo, 16 no deben declinar la jurisdicción
episcopal y no deben tolerar a los anababistas o sacramentarios. El
statu quo y no el proselitismo: esos eran los elementos esenciales de
esta resolución.

La mayoría ya no votó como en 1526: el viento se había vuelto contra


el Evangelio. En consecuencia, esta proposición, después de haber sido
retrasada algunos días por la fiesta de Pascua, fue presentada antes de
la dieta el 6 de abril y aprobada el 7. 17
De convertirse en ley, la Reforma no podría extenderse a aquellos
lugares donde aún se desconoce, ni asentarse sobre bases sólidas en
aquellos donde ya existía. El restablecimiento de la jerarquía romana,
estipulado en la proposición, devolvería infaliblemente los antiguos
abusos; y la más mínima desviación de una ordenanza tan irritante
proporcionaría fácilmente a los romanistas un pretexto para completar
la destrucción de una obra ya tan violentamente sacudida.
El elector, el landgrave, el margrave de Brandeburgo, el príncipe de
Anhalt y el canciller de Luneburg por un lado, y los diputados de las
ciudades por el otro, consultaban juntos. Un orden de cosas
completamente nuevo iba a proceder de este concilio. Si hubieran
estado animados por el egoísmo, tal vez hubieran aceptado este
decreto. De hecho, quedaron libres, al menos en apariencia, para
profesar su fe: ¿deberían exigir más? ¿podrían hacerlo? ¿Estaban
obligados a constituirse en campeones de la libertad de conciencia en
todo el mundo? Quizás nunca había habido una situación más crítica;
pero estos hombres de noble mente salieron victoriosos de la prueba.
¡Qué! ¡Deberían legalizar anticipadamente el patíbulo y la tortura!
¿Deberían oponerse al Espíritu Santo en su obra de convertir almas a
Cristo? ¿Deben olvidar el mandato de su Maestro: "Id por todo el
mundo y predicad el Evangelio a toda criatura?" Si uno de los estados
del imperio deseaba algún día seguir su ejemplo y reformarse,
¿debería quitarle el poder de hacerlo? Habiendo entrado ellos mismos
en el reino de los cielos, ¿deberían cerrar la puerta tras ellos? ¡No! más
bien soportarlo todo, sacrificarlo todo, incluso sus estados, sus coronas
y sus vidas.
“Rechacemos este decreto”, dijeron los príncipes. "En cuestiones de
conciencia, la mayoría no tiene poder". - “Es por el decreto de 1526”,
añadieron las ciudades, “que estamos en deuda por la paz de la que
goza el imperio: su abolición llenaría Alemania de disturbios y
divisiones. La dieta es incompetente para hacer más que preservar la
libertad religiosa hasta que se reúna un consejo ". Tal es, de hecho, el
gran atributo del estado, y si en nuestros días las potencias
protestantes desearan influir en los gobiernos romanos, deberían
esforzarse únicamente en obtener para los súbditos de estos últimos la
libertad religiosa que el Papa confisca para su propio beneficio.
dondequiera que reine solo, y de lo que se beneficie mucho en todo
estado evangélico. Algunos de los diputados propusieron rechazar toda
ayuda contra los turcos, con la esperanza de obligar al emperador a
interferir en esta cuestión religiosa. Pero Sturm les pidió que no
confundieran cuestiones políticas con la salvación de las almas. Por
tanto, resolvieron rechazar la proposición, pero sin amenazar. Fue esta
noble resolución la que ganó para los tiempos modernos libertad de
pensamiento e independencia de fe.

Fernando y los sacerdotes, no menos decididos, decidieron, sin


embargo, vencer lo que llamaron una obstinación atrevida; y
comenzaron con los estados más débiles. Comenzaron a asustar y
dividir las ciudades, que hasta entonces habían seguido un curso
común. El 12 de abril fueron convocados antes de la dieta: en vano
alegaron la ausencia de algunos de ellos y pidieron demora. Fue
rechazada y la llamada se apresuró. Veintiuna ciudades libres
aceptaron la propuesta de la dieta y catorce la rechazaron. Fue un acto
audaz por parte de este último, y se realizó en medio de los
sufrimientos más dolorosos. "Este es el primer juicio", dijo Pfarrer,
segundo diputado de Estrasburgo; "Ahora vendrá el segundo: o negar
la Palabra de Dios o - ser quemados". 18
Un procedimiento violento de Fernando inició inmediatamente la
serie de humillaciones reservadas para las ciudades evangélicas. Un
diputado de Estrasburgo debería, de conformidad con el decreto de
Worms, haber sido miembro del gobierno imperial desde principios de
abril. Fue declarado excluido de sus derechos hasta el restablecimiento
de la misa en Estrasburgo. Todas las ciudades se unieron para
protestar contra este acto arbitrario.
Al mismo tiempo, el elector-palatino y el rey Ferdin y él mismo
suplicaron a los príncipes que aceptaran el decreto, asegurándoles que
el emperador estaría sumamente complacido con ellos. "Obedeceremos
al emperador", respondieron con calma, "en todo lo que pueda
contribuir a mantener la paz y el honor de Dios".
Era el momento de poner fin a esta lucha. El 18 de abril se decretó que
los estados evangélicos no deberían ser escuchados nuevamente; y
Ferdinand se preparó para asestar el golpe decisivo al día siguiente.
Cuando llegó el día, el rey apareció en la dieta, rodeado de los demás
comisarios del imperio y de varios obispos. Agradeció a los católicos
romanos su fidelidad y declaró que la resolución, definitivamente
acordada, estaba a punto de redactarse en forma de decreto imperial .
Luego anunció al elector y sus amigos que el único camino que les
quedaba era someterse a la mayoría.
Los príncipes evangélicos, que no esperaban una declaración tan
positiva, se emocionaron con esta convocatoria y pasaron, según la
costumbre, a una cámara contigua para deliberar. Pero Ferdinand no
estaba de humor para esperar su respuesta. Se levantó, y los comisarios
imperiales con él. En vano fueron todos los esfuerzos para detenerlo.
“He recibido una orden de su majestad imperial”, respondió; “Lo he
ejecutado. Todo ha terminado ".
Así, el hermano de Carlos notificó una orden a los príncipes cristianos
y luego se retiró sin importarle incluso si había alguna respuesta que
dar. En vano enviaron una delegación pidiendo al rey que regresara.
"Es un aff aire tranquilo ", repitió Ferdinand; "La sumisión es todo lo
que queda". 19 Esta negativa completó el cisma: separó a Roma del
Evangelio. Quizás más justicia por parte del imperio y del papado
podría haber evitado la ruptura que desde entonces ha dividido a la
Iglesia occidental.
Notas finales:

1. Una aurora boreal. "Magnum chasma, quo nox tota


illuminabatur". L. Epp. 3: 420.
2. Si vera sunt, diem Christi praecurrunt haec monstra.
Ibídem. 438.
3. Adspectum petrago> nwn Saturni et Jovis. Corp. Re f. 1:
1075.

4. Ego non leviter commoveor su acertijo. Ibídem. 1076.


5. Nunquam fuit tanta frequere ullis conciliis aj rciere> wn
quanta in his est. Ibid. 1039.
6. Mogantinum et Trevirensem cum comitatu armato.
Seckend. 2: 129.
7. Vultu significante quantum nos oderint, et quid
machinentur. Corp. Ref. 1: 1040.
8. Pfalz kennt kein Sachsen mehr. Epp. Alberti Mansfeld.
9. Adversae partes proceres alea tempus perdere. L. Epp. 3:
438.

10. Alii exclusum Spirae, alii ademtum electoratum. Ibídem.


11. Sed Christus respiciet et salvabit populum pauperem.
Corp. Ref. 1: 1040.
12. Christus est denuo in manibus Caiaphi et Pilati. Jung
Beytrage, 4.
13. Vociferatus est Turcos Lutheranis meliores esse. Corp.
Ref. P. 1041.
14. Malle abjicere scripturam quam veteres errores Ec
clesiae. Ibídem. pags. 1046.
15. Faber lapidat nos quodidie pro concione. Ibídem.

16. Nec catholicos a libero religionis exercitio impediri


debere, neque cuiquam ex his licere Lutheranismum
amplecti Seckend. 2: 127.
17. Sleidan, 1: 261.
18. Das wort Gottes zu wiederrufen oder aber brennen. Jung
Beytrage, pág. 37.
19. Die artikel weren beschlossen. Jung Beytr. P. 90.
LIBRO 13
CAPÍTULO 6

Si el partido imperial mostró tal desprecio, no fue sin una causa.


Sintieron que la debilidad estaba del lado de la Reforma y la fuerza con
Carlos y el Papa. Pero los débiles también tienen su fuerza; y de esto lo
sabían los príncipes evangélicos. Como Fernando no prestó atención a
sus quejas, no debían prestar atención a su ausencia, apelar del
informe de la dieta a la Palabra de Dios, y del Emperador Carlos a
Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. .

Resolvieron este paso. Se redactó una declaración en ese sentido, y esta


fue la famosa Protesta que en adelante dio el nombre de protestante a
la Iglesia renovada. Habiendo regresado el elector y sus aliados al salón
común de la dieta, se dirigieron así a los estados reunidos: 1
“¡Queridos señores, primos, tíos y amigos! Habiendo reparado en esta
dieta a petición de su majestad, y por el bien común del imperio y de la
cristiandad, hemos oído y aprendido que la decisión de la última dieta
relativa a nuestra santa fe cristiana debe ser revocada, y que Se
propone sustituirlos por determinadas resoluciones restrictivas y
onerosas .
“El rey Fernando y los demás comisarios imperiales, al colocar sus
sellos en el último Receso de las Cumbres, habían prometido, sin
embargo, en nombre del emperador, llevar a cabo de manera sincera e
inviolable todo lo que contenía, y no permitir nada que fuera contrario
a eso. De igual manera, también, ustedes y nosotros, electores,
príncipes, prelados, señores y diputados del imperio, nos obligamos a
mantener siempre y con todas nuestras fuerzas todos los artículos de
ese decreto.
“Por lo tanto, no podemos consentir en su derogación :

“En primer lugar, porque creemos que su majestad imperial (así como
usted y nosotros), está llamada a mantener con firmeza lo que se ha
resuelto de manera unánime y solemne.
“En segundo lugar, porque se trata de la gloria de Dios y la salvación
de nuestras almas, y que en estos asuntos debemos tener en cuenta,
sobre todo, el mandamiento de Dios, que es Rey de reyes y Señor de
señores; cada uno de nosotros dándole cuenta de sí mismo, sin
importar lo más mínimo en el mundo por la mayoría o la minoría. 2
“No formamos ningún juicio sobre lo que les concierne, muy queridos
señores; y estamos contentos de orar a Dios todos los días para que nos
lleve a todos a la unidad de fe, en la verdad, la caridad y la santidad a
través de Jesucristo, nuestro trono de gracia y nuestro único
mediador.
“Pero en lo que nos concierne, adherirnos a tu resolución (¡y que todo
hombre honesto sea juzgado!) Estaría actuando en contra de nuestra
conciencia, condenando una doctrina que sostenemos cristiana y
declarando que debe ser abolida en nuestros estados. , si pudiéramos
hacerlo sin problemas.
Esto sería negar a nuestro Señor Jesucristo, rechazar su santa Palabra,
y así darle una razón justa para negarnos a su vez ante su Padre, como
él había amenazado.
"¡Qué! ratificamos este edicto! Afirmamos que cuando Dios
Todopoderoso llama a un hombre a Su conocimiento, ¡este hombre,
sin embargo, no puede recibir el conocimiento de Dios! Oh! ¡De qué
mortíferas rebeliones no deberíamos convertirnos así en cómplices, no
sólo entre nuestros propios súbditos, sino también entre los suyos!
“Por eso rechazamos el yugo que se nos impone . Y aunque es
universalmente conocido que en nuestros estados se está
administrando el santo sacramento del cuerpo y la sangre de nuestro
Señor, no podemos adherirnos a lo que el edicto propone contra los
sacramentarios, ya que el edicto imperial no hablaba de ellos, que no
han sido escuchados y que no podemos resolver sobre puntos tan
importantes antes del próximo consejo.
“Además” - y esta es la parte esencial de la protesta - “el nuevo edicto
que declara que los ministros predicarán el Evangelio, explicándolo
según los escritos aceptados por la santa Iglesia cristiana; pensamos
que, para que este reglamento tenga algún valor, primero debemos
estar de acuerdo en lo que se entiende por la verdadera y santa Iglesia.
Ahora bien, viendo que existe una gran diversidad de opiniones al
respecto ; que no hay una doctrina segura que no sea conforme a la
Palabra de Dios; que el Señor prohíbe la enseñanza de cualquier otra
doctrina; que cada texto de las Sagradas Escrituras debe ser explicado
por otros textos más claros; que este libro sagrado es en todo necesario
para el cristiano, fácil de entender y calculado para esparcir las
tinieblas: estamos resueltos, con la gracia de Dios, a mantener la
predicación pura y exclusiva de su única Palabra, tal como es
contenida en los libros bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento, sin
añadir nada que pueda ser contrario a ella. 3 Esta Palabra es la única
verdad; es la regla segura de toda doctrina y de toda vida, y nunca
puede fallar ni engañarnos. El que edifique sobre esta base se opondrá
a todos los poderes del infierno, mientras que todas las vanidades
humanas que se levantan contra él caerán ante el rostro de Dios.
“Por estas razones, muy queridos lores, tíos, primos y amigos, les
rogamos encarecidamente que sopesen cuidadosamente nuestros
agravios y nuestros motivos. Si no cede a nuestra petición, protestamos
con estos presentes, ante Dios, nuestro único Creador, Preservador,
Redentor y Salvador, y quien un día será nuestro juez, así como ante
todos los hombres y todas las criaturas, que , por nosotros y por
nuestro pueblo, no consienta ni adhiera de ninguna manera al decreto
propuesto, en nada que sea contrario a Dios, a su santa Palabra, a
nuestra recta conciencia, a la salvación de nuestras almas y al último
decreto de Spires.
“Al mismo tiempo, esperamos que su majestad imperial se comporte
con nosotros como un príncipe cristiano que ama a Dios sobre todas
las cosas; y nos declaramos dispuestos a pagarle a él, así como a
ustedes, misericordiosos señores, todo el cariño y la obediencia que
son nuestro justo y legítimo deber ”.
Así, en presencia de la dieta, hablaron aquellos hombres valientes a
quienes la cristiandad denominará de ahora en adelante los
protestantes.
Apenas habían terminado cuando anunciaron su intención de dejar
Spires al día siguiente. 4
Esta protesta y declaración produjo una profunda impresión. La dieta
fue bruscamente interrumpida y dividida en dos partes hostiles,
preludiendo así la guerra. La mayoría se convirtió en presa de los
miedos más vivos. En cuanto a los protestantes, que confiaban , jure
humano, en el edicto de Spires y, jure divino, en la Biblia, estaban
llenos de valor y firmeza.
Los principios contenidos en esta celebrada protesta del 19 de abril de
1529, constituyen la esencia misma del protestantismo. Ahora bien,
esta protesta se opone a dos abusos del hombre en materia de fe: el
primero es la intrusión del magistrado civil y el segundo la autoridad
arbitraria de la Iglesia. En lugar de estos abusos, el protestantismo
coloca el poder de la conciencia por encima del magistrado; y la
autoridad de la Palabra de Dios por encima de la iglesia visible. En
primer lugar, rechaza el poder civil en las cosas divinas, y dice con los
profetas y apóstoles: Debemos obedecer a Dios antes que a los
hombres. En presencia de la corona de Carlos V, eleva la corona de
Jesucristo. Pero va más allá: establece el principio de que toda
enseñanza humana debe estar subordinada a los oráculos de Dios.
Incluso la Iglesia primitiva, al reconocer los escritos de los apóstoles,
había realizado un acto de sumisión a esta autoridad suprema, y no un
acto de autoridad, como sostiene Roma; y el establecimiento de un
tribunal encargado de la interpretación de la Biblia, sólo había
terminado en someter servilmente a un hombre a otro en lo que
debería ser el más desenfrenado: la conciencia y la fe. En este célebre
acto de las Agujas no aparece ningún médico y la Palabra de Dios reina
sola. Nunca el hombre se ha exaltado a sí mismo como el Papa; los
hombres nunca se han mantenido en un segundo plano como los
reformadores.
Un historiador romano sostiene que la palabra protestante significa
enemigo del emperador y del papa. 5 Si quiere decir que el
protestantismo, en materia de fe, rechaza la intervención tanto del
imperio como del papado, está bien. Pero incluso esta explicación no
agota el significado de la palabra, pues el protestantismo se despojó de
la autoridad del hombre únicamente para colocar a Jesucristo en el
trono de la Iglesia y su Palabra en el púlpito. Nunca ha habido nada
más positivo, y al mismo tiempo más agresivo, que la posición de los P
restantes en Spires. Manteniendo que su fe sola es capaz de salvar al
mundo, defendieron con intrépido coraje los derechos del proselitismo
cristiano. No podemos abandonar este proselitismo sin abandonar el
principio protestante.
Los protestantes de Spires no se contentaron con exaltar la verdad;
defendieron la caridad. Faber y los demás partidarios del Papa se
habían esforzado por separar a los príncipes, que en general
caminaban con Lutero, de las ciudades que se alineaban más bien en el
lado de Zwingle. O ecolampadius había escrito inmediatamente a
Melancthon y le había informado sobre las doctrinas del reformador
de Zurich. Había rechazado indignado la idea de que Cristo fuera
desterrado a un rincón del cielo, y había declarado enérgicamente que,
según los cristianos suizos, Cristo estaba en todo lugar sosteniendo
todas las cosas por la Palabra de su poder. 6 “Con los símbolos
visibles”, agregó, “damos y recibimos la gracia invisible, como todos
los fieles”. 7

Estas declaraciones no fueron inútiles. En Spires había dos hombres


que por diferentes motivos se opusieron a los esfuerzos de Faber y
apoyaron los de Oecolampadius. El landgrave, con proyectos de alianza
siempre giratorios en su mente, sintió claramente que si los cristianos
de Sajonia y Hesse permitían la condena de las iglesias de Suiza y de la
Alta Alemania, por ese mismo medio se privarían de poderosos
auxiliares. 8 Melancthon, que, a diferencia del landgrave, estaba lejos
de desear una alianza diplomática para no apresurarse a la guerra,
defendió los grandes principios de la justicia y exclamó: “¿A qué justos
reproches no deberíamos estar expuestos, si reconociéramos en
nuestros adversarios el derecho de condenar una doctrina sin haber
escuchado a quienes la defienden ”. La unión de todos los cristianos
evangélicos es, por tanto, un principio del protestantismo primitivo .
Como Fernando no había escuchado la protesta del 19 de abril, al día
siguiente acudió una delegación de los estados evangélicos para
presentársela. El hermano de Carlos V lo recibió al principio, pero
inmediatamente después quiso devolverlo. Luego fue testigo de una
escena extraña: el rey se negó a mantener la protesta y los diputados la
retiraron. Por fin, este último, por respeto, lo recibió de manos de
Ferdinand, pero lo dejaron valientemente sobre una mesa y salieron
directamente del salón.

El rey y los comisarios imperiales permanecieron en presencia de esta


formidable escritura. Estaba allí, ante sus ojos, un monumento
significativo del coraje y la fe de los protestantes. Irritado contra este
testigo silencioso pero poderoso, que acusaba su tiranía, y le dejaba la
responsabilidad de todos los males que estaban a punto de estallar
sobre el imperio, el hermano de Carlos Quinto llamó a algunos de sus
consejeros y les ordenó inmediatamente que se llevaran el documento
importante de regreso a los protestantes.
Todo esto era inútil; la protesta había quedado registrada en los anales
del mundo y nada podía borrarla. La libertad de pensamiento y de
conciencia se había conquistado durante siglos. Así, toda la Alemania
evangélica, previendo estas cosas, se conmovió ante este acto valiente
y lo adoptó como expresión de su voluntad y de su fe. Los hombres de
todos los rincones vieron en él no un mero evento político, sino una
acción cristiana, y el joven príncipe electoral, John Frederick, a este
respecto el órgano de su época, gritó a los Pro testants de Spires: “Que
el Todopoderoso, que te ha dado la gracia de confesar enérgica, libre y
sin miedo, guardarte en esa firmeza cristiana hasta el día de la
eternidad ”. 9

Mientras los cristianos estaban llenos de gozo, sus enemigos estaban


asustados por su propio trabajo. El mismo día en que Fernando se
negó a recibir la protesta (martes 20 de abril), a la una de la tarde,
Enrique de Brunswick y Felipe de Baden se presentaron como
mediadores, anunciando, sin embargo, que actuaban únicamente por
su propia autoridad. Propusieron que no se hiciera más mención del
decreto de Worms y que se mantuviera el primer decreto de Spires,
pero con algunas modificaciones; que las dos partes, aunque
permanezcan libres hasta el próximo concilio, deben oponerse a cada
nueva secta y no tolerar ninguna doctrina contraria al sacramento del
cuerpo del Señor. 10
El miércoles 21 de abril, los estados evangélicos no se mostraron
contrarios a estas proposiciones; un nd incluso aquellos que habían
abrazado las doctrinas de Zwingle declaró audazmente que tal
propuesta no comprometería su existencia. “Solo recordemos”, dijeron,
“que en asuntos tan difíciles debemos actuar, no con la espada, sino
con la segura Palabra de Dios. 11 Porque, como dice San Pablo: Lo que
no es de fe es pecado. Por lo tanto, si obligamos a los cristianos a hacer
lo que creen injusto, en lugar de guiarlos por la Palabra de Dios a
reconocer lo que es bueno, los obligamos a pecar e incurrimos en una
terrible responsabilidad ”.
Los fanáticos del partido romano temblaron al ver que la victoria casi
se les escapaba; rechazaron todo compromiso y desearon pura y
simplemente el restablecimiento del papado. Su celo lo superó todo, y
las negociaciones se rompieron.
El jueves 22 de abril se volvió a montar el régimen a las siete de la
mañana, y se leyó el Receso tal y como se había redactado
anteriormente, sin mencionar siquiera el intento de conciliación que
acababa de fracasar.
Fab er triunfó. Orgulloso de tener orejas de reyes, se revolvía
furiosamente y, al mirarlo, se diría (según un testigo presencial) que
era un cíclope que forjaba en su caverna las monstruosas cadenas con
las que andaba para unir la Reforma y los reformadores. 12 Los
príncipes papistas, llevados por el tumulto, dieron espuelas, dice
Melancthon, y se lanzaron de cabeza a un camino lleno de peligros. 13
A los cristianos evangélicos no les quedó más que arrodillarse y clamar
al Señor. "Todo lo que nos queda por hacer", repitió Melancthon, "es
invocar al Hijo de Dios". 14
La última sesión de la dieta tuvo lugar el 24 de abril. Los príncipes
renovaron su protesta, a la que se sumaron catorce ciudades libres e
imperiales; y luego pensaron en darle a su apelación una forma legal.
El domingo 25 de abril, dos notarios, Leonard Stetner de Freysingen y
Pangrace Saltzmann de Bamberg, nos sentamos ante una pequeña
mesa en una cámara estrecha en la planta baja de una casa situada en
St. John's Lane, cerca de la iglesia de la mismo nombre en Spires, y
alrededor de ellos estaban los cancilleres de los príncipes y de las
ciudades evangélicas, con varios testigos. 15
Esta casita pertenecía a un humilde pastor, Peter Muterstatt, diácono
de San Juan, quien, tomando el lugar del elector o del landgrave, había
ofrecido un domicilio para el importante acto que se estaba
preparando. En consecuencia, su nombre se transmitirá a la
posteridad. Redactado definitivamente el documento, uno de los
notarios comenzó a leerlo. “Dado que existe una comunión natural
entre todos los hombres”, dijeron los protestantes, “y dado que incluso
las personas condenadas a muerte pueden unirse y apelar contra su
condena; cuánto más estamos nosotros, que somos miembros de un
mismo cuerpo espiritual, la Iglesia del Hijo de Dios, hijos del mismo
Padre Celestial y, en consecuencia, hermanos en el Espíritu, 16
autorizados para unirnos cuando se trata de nuestra salvación y
condenación eterna. "

Después de repasar todo lo que había pasado en la dieta, y luego de


intercalar en su apelación los principales documentos que tenían
referencia a ella, los protestantes terminaron diciendo: “Apelamos,
pues, por nosotros mismos, por nuestros súbditos, y por todos los que
reciben o deben recibir. de ahora en adelante reciba la Palabra de
Dios, de todas las medidas vejatorias pasadas, presentes o futuras, a
Su Majestad Imperial, ya una asamblea libre y universal de la santa
cristiandad ". Este documento llenó doce hojas de pergamino; las
firmas y los sellos se colocaron en el decimotercer.
Así, en la oscura morada del capellán de San Juan se hizo la primera
confesión de la verdadera unión cristiana. En presencia de la unidad
totalmente mecánica del Papa, estos confesores de Jesús alzaron el
estandarte de la unidad viva de Cristo; y, como en los días de nuestro
Salvador, si había muchas sinagogas en Israel, había al menos un solo
templo. Los cristianos de Sa xony Electoral , de Luneburg, de Anhalt,
de Hesse y del Margravate, de Estrasburgo, Nuremberg, Ulm,
Constanza, Lindau, Memmingen, Kempten, Nordlingen, Heilbronn,
Reutlingen, Isny, Saint Gall, Weissemburg y Windsheim, se tomaron
de la mano el 25 de abril, cerca de la iglesia de San Juan, ante las
amenazas de persecución. Entre ellos se encuentran aquellos que,
como Zwingle, reconocieron en la Cena del Señor la presencia
enteramente espiritual de Jesucristo, así como aquellos que, con
Lutero, admitieron su presencia corporal . No existía en ese momento
en el cuerpo evangélico sectas, odio o cisma; la unidad cristiana era
una realidad. Ese aposento alto en el que, durante los primeros días
del cristianismo, los apóstoles con la mujer y los hermanos
"continuaban unánimes en oración y súplica", 17 y ese aposento bajo
donde, en los primeros días de la Reforma, los discípulos renovados de
Jesucristo se presentaron al Papa y al Emperador, al mundo y al
patíbulo , como si formaran un solo cuerpo, son las dos cunas de la
Iglesia; y es en esta su hora de debilidad y humillación que resplandece
con la más brillante gloria.
Después de este llamamiento, cada uno volvió en silencio a su morada.
Varias señales provocaron una alarma por la seguridad de los
protestantes. Poco tiempo antes Melancthon condujo
apresuradamente por las calles de Spires hacia el Rin a su amigo
Simón Grynaeus, presionándolo para que cruzara el río. Este último
estaba asombrado por tal precipitación. 18 "Un anciano de aire grave y
solemne, pero que no conozco", dijo Melancthon, "apareció ante mí y
dijo: En un minuto, Ferdinand enviará oficiales de la justicia para
arrestar a Grynaeus". Como tenía intimidad con Faber y se había
escandalizado con uno de sus sermones, Grynaeus se acercó a él y le
suplicó que no hiciera más la guerra contra la verdad. Faber disimuló
su enfado, pero inmediatamente después se dirigió al rey, de quien
había obtenido una orden contra el inoportuno profesor de
Heidelberg. 19 Melancthon no dudaba de que Dios había salvado a su
amigo al enviar a uno de sus santos ángeles para advertirle. Inmóvil a
orillas del Rin, esperó hasta que las aguas de ese arroyo hubieran
rescatado a Grineo de sus perseguidores. "Por fin", exclamó
Melancthon, al verlo del lado opuesto, "por fin es arrancado de las
crueles fauces de los sedientos de sangre inocente". 20 Cuando regresó
a su casa, Melancthon fue informado de que los oficiales que buscaban
a Grineo la habían saqueado de arriba a abajo. 21
No había nada que detuviera a los protestantes por más tiempo en
Spires y, en consecuencia, la mañana después de su apelación (lunes
26 de abril), el elector, el landgrave y los duques de Luneburg
abandonaron la ciudad, llegaron a Worms y luego regresaron. Hesse
en sus propios estados. El llamamiento de Spires fue publicado por el
landgrave el 5 y por el elector el 13 de mayo.
Melancthon había regresado a Wittenberg el 6 de mayo, convencido de
que las dos partes estaban a punto de sacar la espada. Sus amigos se
alarmaron al verlo agitado, exhausto y como muerto. 22 “Es un gran
evento que acaba de tener lugar en Spires”, dijo; “Un evento lleno de
peligros, no solo para el imperio, sino para la religión misma. 23
Todos los dolores del infierno me oprimen. 24
Fue la mayor aflicción de Melanct hon que estos males le fueran
atribuidos, como de hecho él mismo los atribuyó. “Una sola cosa nos
ha herido”, dijo; "Nuestro no haber aprobado, como se nos pidió, el
edicto contra los zwinglianos". Lutero no adoptó esta visión sombría
de los asuntos; pero estaba lejos de comprender la fuerza de la
protesta. "La dieta", dijo, "ha llegado a su fin casi sin resultados,
excepto que los que azotan a Jesucristo no han podido saciar su furor".
25
La posteridad no ha ratificado esta decisión y, por el contrario, a partir
de esta época de la formación definitiva del protestantismo, ha
aclamado en la Protesta de las Agujas uno de los mayores
movimientos registrados en la historia.
Veamos a quién pertenece la mayor gloria de este acto. La
participación de los príncipes, y especialmente del elector de Sajonia,
en la Reforma alemana, debe sorprender a todo observador imparcial.
Estos son los verdaderos reformadores, los verdaderos mártires. El
Espíritu Santo, que sopla donde quiere, los había inspirado con el
valor de los antiguos confesores de la Iglesia; y el Dios de la elección
fue glorificado en ellos. Un poco más tarde, quizás, este gran papel
desempeñado por los príncipes puede haber producido deplorables
consecuencias: no hay gracia de Dios que el hombre no pueda
pervertir. Pero nada debe impedirnos rendir honor a quien es debido, y
adorar la obra del Espíritu eterno en estos hombres eminentes que,
bajo Dios, fueron en el siglo XVI los liberadores de la cristiandad.
La Reforma había tomado una forma corporal. Lutero fue el único que
dijo No en la Dieta de Worms, pero las iglesias y los ministros, los
príncipes y el pueblo dijeron que No en la Dieta de Spires.
En ningún país la superstición, la escolástica, la jerarquía y el papado
habían sido tan poderosos como entre las naciones germánicas. Esta
gente sencilla y sincera había doblado humildemente el cuello al yugo
que venía de las orillas del Tíber. Pero había en ellos una profundidad,
una vida, una necesidad de libertad interior que, santificada por la
Palabra de Dios, pudiera hacerles los órganos más enérgicos de la
verdad cristiana. De ellos estaba destinado a emanar la reacción contra
ese sistema material, externo y legal, que había tomado el lugar del
cristianismo; Fueron ellos quienes fueron llamados a romper en
pedazos el esqueleto que había sido sustituido por el espíritu y la vida,
y devolver al corazón de la cristiandad, osificada por la jerarquía, los
generosos latidos de los que había estado privada durante tantos
siglos. . La Iglesia universal nunca olvidará la deuda que tiene con los
príncipes de Spires y con Lutero.

Notas finales:
1. Hay dos copias de este acta; uno de ellos es breve y el
otro, más extenso, se transmitió por escrito a los
comisionados imperiales. De esta última extraemos los
pasajes del texto. Ambos se encontrarán en Jung
Beytrage, p. 91-105. Véase también Historie der
Protestation de Muller, pág. 52.
2. Un jeglicher fur sich selbt vor Gott Stehen. Jung Beytrage,
pág. 96.
3. Allein Gottes wort, lauter und rein, und nichts das
dawieder ist. Jung Beytrage, pág. 101.

4. También zu veritten urlaub genommen. Jung Beytrage,


pág. 52.
5. Perduelles en Pontincem ac Caesarem. Pallavicini, CTIP
217.
6. Ubique ut et portet omnia verbo virtutis suae. Hospin.
Hist. Sacr. 2: 112.
7. Coche> en el garaton meta <tw ~ n sumbo> lwn oJra >
twn. Ibídem.
8. Omni studio laborabat ut illos uniret. Seck. 2: 127.
9. En eo mansuros esse, nec passuros ut ulla hominum
machinatione ab ea sententia divellerentur. Ibídem. 121.

10. Vergleich artikel. Jung Beytrage, pág. 55.


11. En diesen Schweren Sachen, nichts mit Gewa lt noch
Schwerdt, sondern mit Gottes gewissem wort. Ibídem.
pags. 59. Este documento es de la pluma de Strum.
12. Cyclops ille nunc ferocem se facit. Corp. Ref. 1: 1062.

13. Ut Ingrediantur lubricum isti iter, impingendo stimulla


calces. Ibídem.
14. De quo reliquum est ut invocemus Filium Dei. Ibídem.
15. Untem in einem Kleinen Stublein. Jung Beytrage, pág.
78. Instrumentum Appellationis.
16. Membra unius corporis espiritualis Jesu Christi et filii
unius patris coelestis, ideoque fratres spirituales.
Seckend. 2: 130.
17. Hechos 1:14.
18. Miranti quae esset tantae festinationis causa.
Camerarius Vita Mel. Pág. 113.

19. Faber qui valde offenderetur orationi tali, dissimulare


tamen omnia. Ibídem.
20. Ereptus quasi e faucibus eorum qui sitiunt sanguinem
inocentium. Mel. Ad Camer. 23 de abril, Corp. Ref. 1: 1062.
21. Affluit armata quaedam manus ad comprehendum
Grynaeum missa. Camer. Vit. Mel. Pág. 113.
22. Ita fuit perturbatus ut primis diebus pene extinctus sit.
Corp. Ref. 1: 1067.
23. Non enim tantum imperium, sed religio etiam
periclitantur. Ibídem.

24. Omnes dolores inferni me oprime. Ibídem. 1067, 1069.


25. Christo-mastiges et Psycho-tyranni suum furorem non
potuerunt explere. L. Epp. Linco, 6 de mayo de 1529.
LIBRO 13
CAPÍTULO 7

La protesta de las torres había aumentado aún más la indignación de


los seguidores papales; y Carlos V, según el juramento que había hecho
en Barcelona, se dedicó a preparar “un antídoto adecuado para la
enfermedad pestilente con la que fueron atacados los alemanes, y
vengar de manera llamativa el insulto ofrecido a Jesucristo”. 1 El Papa,
por su parte, se esforzó por combinar a todos los demás príncipes de la
cristiandad en esta cruzada; y la paz de Cambray, concluida el 5 de
agosto, tendió a la realización de sus crueles designios. Dejó las manos
del emperador libres contra los herejes. Después de haber entrado en
su protesta en Spires, fue necesario que los evangélicos pensaran en
mantenerla.
Los estados protestantes que ya habían sentado las bases de una
dependencia evangélica en Spires, habían acordado enviar diputados a
Rothach; pero el elector, asombrado por las representaciones de
Lutero, que continuamente le repetía: “En el regreso y el descanso
seréis salvos; en la tranquilidad y en la confianza será vuestra fuerza ”,
2 ordenó a sus diputados que escucharan las proposiciones de sus
aliados, pero que no decidieran sobre nada. Se aplazaron para una
nueva conferencia, que nunca tuvo lugar. Lutero triunfó; porque las
alianzas humanas fracasaron. “Cristo el Señor sabrá librarnos sin el
landgrave, e incluso contra el landgrave”, dijo a sus amigos. 3
Felipe de Hesse, que estaba molesto por la obstinación de Lutero,
estaba convencido de que surgía de una disputa sobre las palabras. “No
escucharán ninguna mención de alianzas debido a los zwinglianos”,
dijo; “Bueno, pues, pongamos fin a las contradicciones que los separan
de Lutero”.

La unión de todos los discípulos de la Palabra de Dios parecía de


hecho una condición necesaria para el éxito de la Reforma . ¿Cómo
podrían los protestantes resistir el poder de Roma y del imperio, si
estuvieran divididos? Sin duda, el landgrave deseaba unir sus mentes,
para luego poder unir sus brazos; pero la causa de Cristo no fue
triunfar por la espada. Si lograban unir sus corazones y oraciones, la
Reforma encontraría tal fuerza en la fe de sus hijos, que los lanceros de
Felipe ya no serían necesarios.
Lamentablemente, esta unión de mentes, que ahora se convertiría en
algo especial , fue una tarea muy difícil. Lutero en 1519 pareció al
principio no sólo reformar, sino renovar por completo la doctrina de la
Cena del Señor, como hicieron los suizos algo más tarde. “Acudo al
sacramento de la Cena del Señor”, tuvo la ayuda, “y allí recibo una
señal de Dios de que la justicia y la pasión de Cristo me justifican: tal
es el uso del sacramento”. 4 Este discurso, que había tenido varias
impresiones en las ciudades de la Alta Alemania, había preparado la
mente de los hombres para la doctrina de Zwingle. En consecuencia,
Lutero, asombrado por la reputación que había ganado, publicó esta
solemne declaración en 1527: "Protesto ante Dios y ante el mundo
entero porque nunca he caminado con los sacramentarios".

Lutero, de hecho, nunca fue zwingliano en lo que respecta a la


Comunión. Lejos de eso, en 1519, todavía creía en la
Transubstanciación. Entonces, ¿por qué debería hablar de una señal?
Fue por esta razón. Mientras que, según Zwingle, el pan y el vino son
signos del cuerpo y la sangre de Cristo; Según Lutero, el mismo cuerpo
y sangre de Jesucristo son signos de la gracia de Dios. Estas opiniones
son muy diferentes entre sí.
En poco tiempo este desacuerdo se manifestó. En 1527 Zwingle, en su
Exposición amistosa, 5 refutó la opinión de Lutero con dulzura y
respeto. Por desgracia, el panfleto del reformador sajón, "contra los
entusiastas", estaba saliendo entonces de la prensa, y en él Lutero
expresaba su indignación de que sus adversarios se atrevieran a hablar
de unidad y paz cristianas. "¡Bien!" exclamó, “puesto que así insultan
toda razón, les daré una advertencia luterana. 6 ¡ Maldita sea esta
concordia! ¡Maldita sea esta caridad! ¡abajo, abajo, con él, al abismo sin
fondo del infierno! Si asesinara a su padre, a su madre, a su esposa, a
su hijo, y luego, deseando asesinarlo a usted, le diría: "¡Estemos en
paz, querido amigo!" que respuesta darías - Así es como los entusiastas
que asesinan a Jesucristo mi Señor, Dios Padre y la cristiandad mi
madre, quieren asesinarme también a mí; y luego dicen: ¡Seamos
amigos! ”

Zwingle escribió dos respuestas “al excelente Martín Lutero”, en un


tono frío y con una altiva calma más difícil de perdonar que las inv
ectivas del médico sajón. "Debemos considerarte un vaso de honor, y lo
hacemos con alegría", dijo, "a pesar de tus faltas". El panfleto siguió al
panfleto, Lutero siempre escribía con la misma impetuosidad y
Zwingle con una frialdad e i rony inalterables.
Tales fueron los médicos a quienes el landgrave se comprometió a
reconciliar. Ya, durante la sesión de la Dieta de las Agujas, Felipe de
Hesse, que estaba afligido al escuchar a los papistas repetir
continuamente: “Te jactas de tu apego a la pura Palabra de Dios , y sin
embargo estás desunido, 7 había hecho propuestas para Zwingle por
escrito. Ahora fue más lejos e invitó a los teólogos de los diferentes
partidos a reunirse en Marburgo. Estas invitaciones se reunieron con
diversas recepciones. Z wingle, cuyo corazón era grande y fraterno,
respondió al llamado del landgrave; pero fue rechazado por Lutero,
quien descubrió leguas y batallas detrás de esta pretendida concordia.
Sin embargo, parecía que grandes dificultades detendrían a Zwingle. El
camino de Zur ich a Marburg atravesaba los territorios del emperador
y de otros enemigos de la Reforma; el propio landgrave no ocultó los
peligros del viaje; 8 pero para evitar estas dificultades, prometió un es
cort de Estrasburgo a Hesse, y para el resto "la protección de Dios". 9
Estas precauciones no tenían por qué tranquilizar a los Zuricher.
Razones de otro tipo detuvieron a Luther y Melancthon. “No está bien”,
dijeron, “ que el landgrave tenga tanto que ver con los zwinglianos. Su
error es de tal naturaleza que las personas de mente aguda se ven
fácilmente contaminadas por él. A la razón le encanta lo que entiende,
sobre todo cuando los eruditos visten sus ideas con un traje de las
Escrituras ".
Melanct hon no se detuvo aquí, sino que presentó la extraordinaria
noción de seleccionar papistas como jueces de la discusión. "Si no
hubiera jueces imparciales", dijo, "los zwinglianos tendrían muchas
posibilidades de jactarse de la victoria". 10 ¡ Así, según Melancthon,
los papistas serían jueces imparciales cuando la presencia real fuera el
tema de discusión! Fue aún más lejos. "Que el elector", escribió el 14 de
mayo al Príncipe Electoral, "se niegue a permitir nuestro viaje a
Marburgo, para que podamos alegar esta excusa". El elector no se
prestaría a un procedimiento tan vergonzoso; y los reformadores de
Wittenberg se vieron obligados a acceder a la petición de Felipe de
Hesse. Pero lo hicieron con estas palabras: "Si los suizos no se rinden
ante nosotros, todos tus problemas se perderán"; y escribieron a los
teólogos entre sus amigos que fueron convocados por el príncipe:
“Aléjate si puedes; tu ausencia nos será de gran utilidad ”. 11
Zwingle, por el contrario, que habría ido al fin del mundo, hizo todo lo
posible por obtener el permiso de los magistrados de Zúrich para
visitar Marburgo. "Estoy convencido", dijo al consejo secreto, "que si
los médicos nos encontramos cara a cara, el esplendor de la verdad
iluminará nuestros ojos". 12 Pero el concilio, que acababa de firmar la
primera paz religiosa, 13 y que temía que la guerra estallara de nuevo,
se negó rotundamente a permitir la salida del reformador.
Sobre esto, Zwingle decidió por sí mismo. Sintió que su presencia era
necesaria para el mantenimiento de la paz en Zurich; pero el bienestar
de toda la cristiandad lo convocó a Marburgo. En consecuencia,
alzando los ojos hacia el cielo, decidió partir, exclamando: “¡Oh Dios!
Tú nunca nos has abandonado; Harás tu voluntad para tu propia gloria
”. 14 Durante la noche del 31 de agosto, Zwingle, que no estaba
dispuesto a esperar el salvoconducto del landgrave, se preparó para su
viaje. Rodolph Collins, el profesor de griego, estaba solo para
acompañarlo. El reformador escribió al Pequeño y al Gran Concilio: “Si
me marcho sin avisarles, no lo es, sabios señores, porque desprecio su
autoridad; pero, conociendo el amor que me tienes, preveo que tu
ansiedad se opondrá a mi partida.
Mientras escribía estas palabras, llegó un cuarto mensaje del
landgrave, más apremiante aún que los anteriores. El reformador envió
la carta del príncipe al burgomaestre con la suya; luego salió de su casa
en secreto por la noche, 15 ocultando su partida tanto a los amigos,
cuya importunidad temía, como a los enemigos, cuyas trampas tenía
buenas razones para temer. Ni siquiera le dijo a su esposa adónde iba,
por temor a que la angustiara. Él y Collins después se monta dos
caballos que habían sido contratados para tal fin, 16 y se marchó
rápidamente en la dirección de Basilea.
Durante el día, el rumor de la ausencia de Zwingle se extendió por
Zúrich y sus enemigos estaban eufóricos. “Ha huido del país”, dijeron;
"¡Se ha escapado con una manada de sinvergüenzas!" "Mientras
cruzaba el río en Bruck", dijeron otros, "el barco se volcó y se ahogó".
“El diablo”, afirmaron muchos con una sonrisa maliciosa, “se le
apareció corporalmente y se lo llevó”. 17 - “Sus historias no tenían fin”,
dice Bullinger. Pero el consejo resolvió inmediatamente acceder al
deseo del reformador. El mismo día de su partida designaron a uno de
los consejeros, Ulrich Funck, para que lo acompañara a Marburgo,
quien partió de inmediato con un criado y un arcabucero. Estrasburgo
y Basilea también enviaron estadistas en compañía de sus teólogos,
bajo la idea de que esta conferencia sin duda tendría también un
objeto político.
Zwingle llegó sano y salvo a Basilea, 18 y se embarcó en el río el 6 de
septiembre con Oecolampadius y varios comerciantes. 19 En treinta y
ocho horas llegaron a Estrasburgo, donde los dos reformadores se
alojaron en la casa de Matthew Zell, el predicador de la catedral.
Catherine, la esposa del pastor, preparaba los platos en la cocina,
esperaba en la mesa, según los antiguos modales alemanes, 20 y luego,
sentándose cerca de Zwingle, escuchaba atentamente y hablaba con
tanta piedad y conocimiento, que esta última pronto la clasificó. por
encima de muchos médicos.
Después de discutir con los magistrados los medios para resistir la liga
romana y la organización que se le daría a la confederación cristiana,
21 Zwingle abandonó Estrasburgo; y él y sus amigos, conducidos por
carreteras secundarias, a través de bosques, a través de montañas y
valles, por senderos secretos pero seguros, finalmente llegaron a
Marburgo, escoltados por cuarenta caballeros de Hesse. 22
Lutero, por su parte, acompañado por Melancthon, Cruciger y Jonas,
se había detenido en la frontera de Hesse, declarando que nada
debería inducirle a cruzarla sin un salvoconducto del landgrave.
Obtenido este documento, Lutero llegó a Alsfeld, donde los eruditos,
arrodillados bajo las ventanas del reformador, cantaron sus himnos
piadosos. Entró en Marburgo el 30 de septiembre, un día después de la
llegada de los suizos. Ambas partes fueron a posadas; pero apenas se
habían apeado, cuando el landgrave los invitó a pasar y alojarse en el
castillo, pensando por este medio acercar los cuerpos opuestos. Felipe
los entretuvo de una manera verdaderamente real. 23 "¡Ah!" dijo el
piadoso Jonás, mientras deambulaba por los pasillos del palacio, "¡no
es en honor de las Musas, sino en honor de Dios y de su Cristo, que
somos tratados tan generosamente en estos bosques de Hesse!"
Después de la cena, el primer día, Oec olampadius, Hedio y Bucer,
deseosos de entrar en las opiniones del príncipe, fueron y saludaron a
Lutero. Este último conversó afectuosamente con Oecolampadius en el
patio del castillo; pero Bucer, con quien una vez había tenido mucha
intimidad, y que ahora estaba del lado de Zwingle , habiéndose
acercado a él, Lutero le dijo, sonriendo y haciendo una señal con la
mano: “En cuanto a ti, eres un buen ... ¡Amigo en vano y bribón! 24
El infeliz Carlstadt, que había comenzado esta disputa, estaba en ese
momento en Frisia, predicando la presencia espiritual de Cristo y
viviendo en tal indigencia que se vio obligado a vender su Biblia
hebrea para comprar pan. El juicio había aplastado su orgullo, y
escribió al landgrave: “Somos un solo cuerpo, una casa, un solo
pueblo, una sola raza sacerdotal; vivimos y morimos por el mismo
Salvador. Por eso yo, pobre y desterrado, ruego humildemente a su
alteza, por la sangre de Jesucristo, que me permita estar presente en la
disputa ”. 25

Pero, ¿cómo poner a Luther y Carlstadt cara a cara? y sin embargo,


¿cómo repeler al infeliz? El landgrave, para salir de esta dificultad, lo
remitió al reformador sajón. Carlstadt no apareció.
Felipe de Hesse deseaba que, antes de la conferencia pública , los
teólogos tuvieran una entrevista privada. Sin embargo, se consideró
peligroso, dice un contemporáneo, que Zwingle y Luther, que eran
ambos naturalmente violentos, se enfrentaran desde el principio; y
como Oecolampadius y Melancthon eran los más suaves, se repartían
entre los campeones más duros. 26 El viernes 1 de octubre, después
del Servicio Divino, Lutero y Oecolampadius fueron conducidos a una
cámara, y Zwingle y Melancthon a otra. Las hormigas combatientes se
dejaron entonces para luchar dos y dos.
El concurso principal tuvo lugar en la sala de Zwingle y Melancthon.
"Se afirma", dijo Melancthon a Zwingle, "que algunos entre ustedes
hablan de Dios a la manera de los judíos, como si Cristo no fuera
esencialmente Dios". "Pienso en la Santísima Trinidad", respondió
Zwingle, "con el Concilio de Niza y el credo de Atanasio". “¡Consejos!
credos! ¿Qué significa eso?" preguntó Melancthon. "¿No has repetido
continuamente que no reconoces otra autoridad que la de las
Escrituras?" “Nunca hemos rechazado los concilios”, respondió el
reformador suizo, “cuando se basan en la autoridad de la Palabra de
Dios. 27 Los cuatro primeros concilios son verdaderamente sagrados
en cuanto a doctrina, y ninguno de los fieles los ha rechazado jamás ”.
Esta importante declaración, transmitida por Oecolampadius,
caracteriza la teología reformada. 28
“Pero tú enseñas”, continuó Melancthon, “como Thomas Munster, que
el Espíritu Santo actúa completamente solo, en dependencia de los
sacramentos y de la Palabra de Dios”. "El Espíritu Santo", respondió
Zwingle, "obra en nosotros la justificación por la Palabra, pero por la
Palabra predicada y entendida, por el alma y la médula de la Palabra,
por la mente y la voluntad de Dios revestidas de lenguaje humano ". 29
"Al menos", continuó Melancthon, "usted niega el pecado original, y
hace que el pecado consista sólo en obras reales y externas, como los
pelagianos, los filósofos y los papistas".

Ésta fue la principal dificultad. “Dado que el hombre se ama


naturalmente a sí mismo”, respondió Zwingle, “en lugar de amar a
Dios; en que hay un crimen, un pecado que lo condena ". 30 Más de
una vez había expresado la misma opinión; 31 y, sin embargo,
Melancthon se regocijó al oírlo: "¡Nuestros adversarios", dijo después,
"han cedido en todos estos puntos!"

Lutero había seguido el mismo método con Oecolam padius que


Melancthon con Zwingle. La discusión se centró en particular en el
bautismo. Lutero se quejó de que los suizos no reconocerían que por
este simple sacramento un hombre se convierte en miembro de la
Iglesia. “Es cierto”, dijo Oecolampadius, “que requerimos fe, ya sea una
fe actual o futura. ¿Por qué deberíamos negarlo? ¿Quién es cristiano, si
no es el que cree en Cristo? Sin embargo, no debería estar dispuesto a
negar que el agua del bautismo es en cierto sentido un agua de
regeneración; porque por ella, él, a quien la Iglesia no conoció, se
convierte en su hijo ". 32
Estos cuatro teólogos estaban en pleno fragor de sus discusiones,
cuando los domésticos vinieron a informarles que la cena del príncipe
estaba sobre la mesa. Se levantaron de inmediato, y Zwing le y
Melancthon se encontraron con Lutero y Oecolampadius, que también
estaban saliendo de su habitación, este último se acercó a Zwingle y le
susurró tristemente al oído: "He caído por segunda vez en manos del
Dr. Eck". 33 En el lenguaje de los reformadores no se puede decir nada
más fuerte.
No parece que la conferencia entre Lutero y Oecolampadius se
reanudara después de la cena. Los modales de Lutero ofrecían muy
pocas esperanzas; pero Melancthon y Zwingle volvieron a la discusión,
y el médico de Zúrich, al encontrar al profesor de Wittenberg, se le
escapó como una anguila, como dijo, y tomó “como Proteus mil formas
diferentes”, agarró una pluma para arreglar a su antagonista. Zwingle
se comprometió a escribir todo lo que dictara Melancthon, y luego
escribió su respuesta y se la dio al otro para que la leyera. 34 De esta
manera pasaron seis horas, tres por la mañana y tres por la tarde. 35
Se prepararon para la conferencia general.
Zwingle pidió que fuera uno abierto; este Lutero resistió. Finalmente se
resolvió que los príncipes, nobles, diputados y teólogos debían ser
admitidos; pero una gran multitud de ciudadanos, e incluso muchos
eruditos y caballeros, que habían venido de Francfort, de los distritos
del Rin, de Estrasburgo, de Basilea y otras ciudades suizas, fueron
excluidos. Brentz habla de cincuenta o sesenta oyentes; Zwingle de
veinticuatro solamente. 36
En una suave elevación, regado por el Lahn, se encuentra un antiguo
castillo, con vistas a la ciudad de Marburg; a lo lejos se ve el hermoso
valle del Lahn, y más allá, las cimas de las montañas elevándose unas
sobre otras, hasta perderse en el horizonte. Bajo las bóvedas y los arcos
góticos de una cámara antigua de este castillo, conocida como la Sala
de los Caballeros, se iba a celebrar la conferencia.
El sábado por la mañana (2 de octubre) el landgrave se sentó en el
salón, rodeado por su corte, pero con un vestido tan sencillo que nadie
lo hubiera tomado por un príncipe. Él desearía que ed para evitar toda
apariencia de actuar por parte de un Constantino en los asuntos de la
Iglesia. Ante él había una mesa a la que se acercaron Lutero, Zwingle,
Melancthon y Oecolampadius. Lutero, tomando un trozo de tiza, se
inclinó sobre la tela de terciopelo que la cubría y escribió
constantemente cuatro palabras en caracteres grandes. Todos los ojos
siguieron el movimiento de su mano y pronto leyeron Hoc Est Corpus
Meum. 37 Lutero deseaba tener esta declaración continuamente ante
él, para que pudiera fortalecer su propia fe y ser una señal para sus
adversarios.
Detrás de estos cuatro teólogos estaban sentados sus amigos: Hedio,
Sturm, Funck, Frey, Eberhard, Thane, Jonas, Cruciger y otros más.
Jonas lanzó una mirada inquisitiva al suizo: “Zwingle”, dijo, “tiene
cierta rusticidad y arrogancia; 38 si es muy versado en letras, es a
pesar de Minerva y de las musas. En Oecolampadius hay una bondad
natural y una mansedumbre admirable. Hedio parece tener tanta
liberalidad como bondad; pero Bucer posee la astucia de un zorro, que
sabe darse un aire de sensatez y prudencia ". Los hombres de
sentimientos moderados suelen recibir un trato peor que los de los
partidos extremos.
Otros sentimientos animaron a quienes contemplaron esta asamblea
desde la distancia. Los grandes hombres que habían guiado al pueblo
en sus pasos en las llanuras de Sajonia, a orillas del Rin y en los
elevados valles de Suiza, se encontraron cara a cara: los jefes de la
cristiandad que se habían separado de Roma, fueron se unen para ver
si pueden seguir siendo uno. En consecuencia, desde todas partes de
Alemania, las oraciones y las miradas ansiosas se dirigieron hacia
Marburgo. "Ilustres príncipes del Verbo", 39 gritó la Iglesia evangélica
por boca del poeta Cordus, "penetrante Lutero, el dulce Ecolampadio,
el magnánimo Zwingle, el piadoso Snepf, el elocuente Melancthon, el
valiente Bucero, el sincero Hedio, el excelente Osiander, el valiente
Brentz, el amable Jonás, el ardiente Cratón, Maeno, cuya alma es más
fuerte que su cuerpo, el gran Dionisio, y tú, Miconio, todos los que el
príncipe Felipe, ese ilustre héroe, ha convocado, ministros y obispos, a
quienes las ciudades cristianas han enviado para acabar con el cisma, y
para mostrarnos el camino de la verdad; la suplicante Chur ch cae
llorando a tus pies, y te suplica con las entrañas de Jesucristo que
lleves este asunto a un final feliz, para que el mundo pueda reconocer
en tu resolución la obra del mismo Espíritu Santo ”. 40
El presbiterio del landgrave , John Feige, habiendo recordado en
nombre del príncipe que el objeto de este coloquio era el
restablecimiento de la unión, "protesto", dijo Lutero, "que difiero de
mis adversarios con respecto a la doctrina de la Cena del Señor, y que
siempre diferiré de ellos. Cristo ha dicho: Este es mi cuerpo. Que me
muestren que un cuerpo no es un cuerpo. Rechazo la razón, el sentido
común, los argumentos carnales y las pruebas matemáticas. Dios está
por encima de las matemáticas. 41 Tenemos la Palabra de Dios;
¡debemos adorarlo y realizarlo! "
“No se puede negar”, dijo Oecolampadius, “que hay figuras retóricas
en la Palabra de Dios; como Juan es Elías, la roca era Cristo, yo soy la
vid. La expresión Este es mi cuerpo, es una figura del mismo tipo ”.
Lutero admitió que había figuras en la Biblia, pero negó que esta
última expresión fuera figurativa.
Sin embargo, todos los partidos de los que se compone la Iglesia
cristiana, ven una figura en estas palabras. De hecho, los romanistas
dicen que Este es mi cuerpo no sólo significa "mi cuerpo", sino
también "mi sangre", "mi alma" e incluso "mi Divinidad" y "Cristo en
su totalidad". 42 Estas palabras, por tanto, según Roma, son una
sinécdoque, una figura por la que una parte se toma por el todo. Y, en
lo que respecta a los luteranos, la cifra es aún más evidente. 43 Ya sea
sinécdoque, metáfora o metonimia, todavía hay una figura.
Para probarlo, Oecolampadius empleó este silogismo:
“Lo que Cristo rechazó en el capítulo sexto de San Juan, no pudo
admitirlo con las palabras de la Eucaristía.
“Ahora bien, Cristo, que dijo al pueblo de Capernaum: La carne para
nada aprovecha, rechazó con esas mismas palabras la manducación
oral de su cuerpo.
"Por lo tanto, no lo estableció en la institución de su Cena".

Lutero: “Niego la menor (la segunda de estas proposiciones); Cristo no


ha rechazado toda manducación oral, sino sólo una manducación
material, como la de la carne de buey o de cerdo ”. 44
Oecolampadius - "Existe el peligro de atribuir demasiado a la mera
materia".
Lutero: “Todo lo que Dios ordena se convierte en espíritu y vida. Si
levantamos una pajita, por orden del Señor, en esa misma acción
realizamos una obra espiritual. Debemos prestar atención al que habla
y no a lo que dice. Dios habla: Hombres, gusanos, ¡escuchen! - Dios
manda: ¡que el mundo obedezca! y caigamos todos juntos y besemos
humildemente la Palabra ”. 45
Oecolampadius - "Pero puesto que tenemos la alimentación espiritual,
¿qué necesidad de la corporal?"
Lutero - “No pregunto qué necesidad tenemos de él; pero lo veo escrito,
Come, este es mi cuerpo. Por tanto, debemos creer y hacer. ¡Debemos
hacer - debemos hacer! 46 - Si Dios me ordenara comer estiércol, lo
haría, con la seguridad de que sería saludable ”. 47
En este punto, Zwingle interfirió en la discusión.

“Debemos explicar Escritura por Escritura”, dijo. “No podemos admitir


dos tipos de manducación corporal, como si Jesús hubiera hablado de
comer, y los capernaítas de desgarro, pues en ambos casos se emplea
la misma palabra. Jesús dice que comer su carne corporalmente de
nada aprovecha (Juan 6:63); de donde resultaría que nos había dado
en la Cena algo que sería inútil para nosotros. - Además, hay ciertas
palabras que me parecen bastante infantiles, - el estiércol, por
ejemplo. Los oráculos de los demonios eran oscuros, no así los de
Jesucristo ".
Lutero: "Cuando Cristo dice que la carne para nada aprovecha, no
habla de su propia carne, sino de la nuestra".
Zwingle - "El alma es alimentada con el Espíritu y no con la Carne".

Lutero: “Con la boca comemos el cuerpo; el alma no lo come ". 48


Zwingle - "El cuerpo de Cristo es, por tanto, un alimento corporal y no
espiritual".
Lutero: "Eres cautivo".
Zwingle - “No es así; pero dices cosas contradictorias ".
Lutero - “Si Dios me presentara manzanas silvestres, las comería
espiritualmente. En la Eucaristía, la boca recibe el cuerpo de Cristo y el
alma cree en sus palabras ”.
Zwingle luego citó un gran número de pasajes de las Sagradas
Escrituras, en los que el signo se describe por el mismo significado; y
de ahí concluyó que, considerando la declaración de nuestro Señor en
San Juan, La carne para nada aprovecha, debemos explicar las
palabras de la Eucaristía de manera similar.
Muchos oyentes quedaron impresionados por estos argumentos. Entre
los profesores de Marburgo estaba el francés Lambert; su cuerpo alto y
delgado estaba violentamente agitado. Al principio había sido de la
opinión de Lutero, 49 y luego dudaba entre los dos reformadores. Al ir
a la conferencia, dijo: "Deseo ser una hoja de papel en blanco, en la
que el dedo de Dios pueda escribir su verdad". Poco después exclamó,
después de escuchar a Zwingle y Oecolampadius: “¡Sí! el Espíritu, es lo
que vivifica! " 50 Cuando se conoció esta conversión, los Wittenberg,
encogiéndose de hombros, la llamaron " veleidad gallega". "¡Qué!"
respondió Lambert, “¿fue San Pablo voluble porque se convirtió del
fariseísmo? ¿Y nosotros mismos hemos sido inconstantes al abandonar
las sectas perdidas del papado?
Lutero, sin embargo, de ninguna manera se conmovió. “Este es mi
cuerpo”, repitió, señalando con el dedo las palabras escritas ante él.
"Este es mi cuerpo. El diablo mismo no me apartará de eso. Tratar de
comprenderlo es apartarse de la fe ". 51
“Pero, doctor”, dijo Zwingle, “St. John explica cómo se come el cuerpo
de Cristo, y por fin te verás obligado a dejar de cantar siempre la
misma canción ”.
“Usas expresiones descorteses”, respondió Lutero. 52 Los propios
Wittenberger llamaron al argumento de Zwingle "su vieja canción". 53
Zwingle continuó sin desconcertarse: "Le pregunto, doctor, si Cristo en
el capítulo sexto de San Juan no quiso responder a la pregunta que le
habían hecho."
Luther - “Maestro Zwingle, desea detener mi boca con la arrogancia de
su lenguaje. Ese pasaje no tiene nada que ver aquí ".
Zwingle, apresuradamente: "Disculpe, doctor, ese pasaje le rompe el
cuello".

Lutero - “¡No te jactes tanto! Estás en Hesse y no en Suiza. En este país


no le rompemos el cuello a la gente ”.
Luego, volviéndose hacia sus amigos, Luther se quejó amargamente de
Zwingle; como si este último hubiera querido realmente romperse el
cuello. “Hace uso de términos de campamento y palabras manchadas
de sangre”, dijo. 54 Lutero olvidó que había empleado una expresión
similar al hablar de Carlstadt.

Zwingle continuó: “En Suiza también hay una justicia estricta, y no


rompemos el cuello a nadie sin juicio. Esa expresión significa
simplemente que su causa está perdida y sin esperanza ".
Una gran agitación prevaleció en el Salón de los Caballeros. La rudeza
de los suizos y la obstinación de los sajones habían entrado en
conflicto. El landgrave, temiendo contemplar el fracaso de su proyecto
de conciliación, asintió con la cabeza a la explicación de Zwingle .
"Doctor", le dijo a Luther, "no debería ofenderse por expresiones tan
comunes". Fue en vano: el mar agitado no podía volver a calmarse. Por
tanto, el príncipe se levantó y todos se dirigieron al salón de
banquetes. Después de la cena reanudaron sus preguntas.
“Creo”, dijo Lutero, “que el cuerpo de Cristo está en el cielo, pero
también creo que está en el sacramento. Poco me importa si es contra
la naturaleza, siempre que no sea contra la fe. 55 Cristo está
sustancialmente en el sacramento, tal como nació de la Virgen ”.
Oecolampadius, citando un pasaje de San Pablo: "No conocemos a
Jesucristo según la carne". 56
Lutero - "Según la carne significa, en este pasaje, después de nuestros
afectos carnales ". 57
Oecolampadius - "No permitirás que haya una metáfora en estas
palabras, este es mi cuerpo, y sin embargo admites una sinécdoque".
Lutero - “La metáfora permite la existencia de un solo signo; pero no es
así con la sinécdoque. Si un hombre dice que desea beber una botella,
entendemos que se refiere a la cerveza en la botella. El cuerpo de Cristo
está en el pan, como espada en la vaina, 58 o como el Espíritu Santo en
la paloma ”.
La discusión avanzaba de esta manera cuando Osiander, pastor de
Nuremberg, Stephen Agricola, pastor de Augsburg, y Brentz, pastor de
Halle en Swabia, autor del famoso Syngramma, entraron en la sala.
Estos también habían sido invitados por el landgrave. Pero Brentz, a
quien Lutero había escrito diciéndole que se cuidara de no
comparecer, sin duda, por su indecisión, retrasó su propia partida y la
de sus amigos. Se les asignaron lugares cerca de Lutero y Melancthon.
“Escuchen y hablen si es necesario”, les dijeron. Tomaron pero poca
ventaja de este permiso. "Todos, excepto Lutero", dijo Melancthon,
"éramos personajes silenciosos". 59
La lucha continuó.
Cuando Zwingle vio que la exégesis no era suficiente para Lutero, le
añadió la teología dogmática y, subsidiariamente, la filosofía natural.
“Me opongo a ustedes”, dijo, “con este artículo de nuestra fe: Ascendit
in coelum - ascendió al cielo. Si Cristo está en los cielos en cuanto a su
cuerpo, ¿cómo puede estar en el pan? La Palabra de Dios nos enseña
que él era como sus hermanos en todas las cosas (Hebreos 2:17). Por lo
tanto, no puede estar en varios lugares a la vez ".
Lutero - “Si quisiera razonar así, me comprometería a probar que
Jesucristo tuvo esposa; que tenía los ojos negros, 60 y vivía en nuestro
buen país de Alemania. 61 Me importan poco las matemáticas ".
"Aquí no se trata de matemáticas", dijo Zwingle, "sino de San Pablo,
que escribe a los filipenses, morphe doulou labon". 62
Lutero, interrumpiéndolo: "Léanoslo en latín o en alemán, no en
griego".
Zwingle (en latín) - "Perdón, durante los últimos doce años he hecho
uso del Testamento griego únicamente". Luego, al continuar leyendo el
pasaje, concluyó que la humanidad de Cristo es de naturaleza finita
como la nuestra.
Lutero, señalando las palabras escritas ante él: "Queridos señores, ya
que mi Señor Jesucristo dice: Hoc est corpus meum, creo que su
cuerpo está realmente allí".
Aquí la escena se animó. Z wingle se levantó de su silla, saltó hacia
Luther y dijo, golpeando la mesa frente a él: 63

“Usted sostiene entonces, doctor, que el cuerpo de Cristo está


localmente en la Eucaristía; porque dices que el cuerpo de Cristo está
realmente ahí, ahí está ”, repitió Zwingle. “Hay un adverbio de lugar.
64 El cuerpo de Cristo es entonces de tal naturaleza que existe en un
lugar. Si está en un lugar, está en el cielo, de donde se sigue que no está
en el pan ".
Lutero - “Repito que no tengo nada que ver con pruebas matemáticas.
Tan pronto como las palabras de consagración se pronuncian sobre el
pan, el cuerpo está allí, por más perverso que sea el sacerdote que las
pronuncia ”.
Zwingle - "Por lo tanto, está restableciendo el papado". sesenta y cinco

Lutero: “Esto no se hace por los méritos del sacerdote, sino por la
ordenanza de Cristo. Cuando se cuestione el cuerpo de Cristo, no
escucharé hablar de un lugar en particular. Absolutamente no lo haré ".
Zwingle - "¿Debe todo, entonces, existir exactamente como tú
quieres?"
El landgrave percibió que la discusión se estaba calentando; y mientras
esperaba la comida, interrumpió el concurso. 66
La conferencia prosiguió al día siguiente, domingo 3 de octubre, quizá
a causa de una epidemia (la enfermedad del sudor) que acababa de
estallar en Marburgo y que no permitía una gran prolongación del
coloquio. Lutero, volviendo a la discusión de la noche anterior, dijo:
“El cuerpo de Cristo está en la Santa Cena, pero no está allí como en
un lugar”.
Zwingle - "Entonces no está allí en absoluto".
Lutero: “Los sofistas dicen que un cuerpo puede muy bien estar en
varios lugares a la vez. El universo es un cuerpo y, sin embargo, no
podemos afirmar que se encuentra en un lugar en particular ".

Zwingle - “¡Ah! usted es el pico de los sofistas, doctor; ¿Está usted


realmente obligado, después de todo, a volver a las cebollas y ollas de
Egipto? 67 En cuanto a lo que dices, que el universo no está en un
lugar en particular, ruego a todos los hombres inteligentes que
sopesen esta prueba ". Entonces Zwingle, quien, dijera lo que hubiera
dicho Lutero, tenía más de una flecha en su carcaj, después de
establecer su proposición por exégesis y filosofía, decidió confirmarla
con el testimonio de los Padres de la Iglesia.
“Escuche”, dijo, “lo que Fulgent ius, obispo de Ruspa en Numidia, dijo,
en el siglo V, a Trasamond, rey de los vándalos:“ El Hijo de Dios tomó
los atributos de la verdadera humanidad, y no perdió los de la
verdadera divinidad. Nacido en el tiempo, según su madre, vive en la
eternidad según la divinidad que tiene del Padre: procedente del
hombre, es hombre y, por tanto, en un lugar; procedente del Padre, es
Dios y, por tanto, está presente en todo lugar. Según su naturaleza
humana, estuvo ausente del cielo mientras estaba en la tierra, y
abandonó la tierra cuando ascendió al cielo; pero, según su naturaleza
divina, permaneció en el cielo cuando descendió de allí, y no abandonó
la tierra cuando regresó allí ”. 68
Pero Lutero todavía respondió: "Está escrito: Este es mi cuerpo".
Zwingle, impaciente, dijo: —Todo eso son discusiones ociosas. Un
disputador obstinado también podría mantener esta expresión de
nuestro Salvador a su madre, He aquí tu hijo, señalando a San Juan.
Vana sería cada explicación, seguiría llorando ¡No, no! Dijo Ecce filius
tuus: He ahí tu hijo, he ahí tu hijo. Escuche un nuevo testimonio; es del
gran Agustín: «No pensemos», dice él, «que Cristo, según su forma
humana, está presente en cada lugar ; cuidémonos, en nuestro esfuerzo
por establecer su divinidad, de quitar su verdad de su cuerpo. Cristo
está ahora presente en todas partes, como Dios; y sin embargo, como
consecuencia de su cuerpo real, está en una parte definida del cielo ". 6
9
"S t. Agustín, respondió Lutero, no habla aquí de la Eucaristía. El
cuerpo de Cristo no está en la Eucaristía, como en un lugar ”.

Oecolampadius vio que podría aprovechar esta afirmación de Lutero.


“El cuerpo de Cristo”, dijo, “no está localmente en la Eucaristía, por lo
tanto no hay un cuerpo real allí; porque todo el mundo sabe que la
esencia de un cuerpo es su existencia en un lugar ".
Aquí terminó la discusión de la mañana.
Oecolampadius, después de reflexionar, se sintió convencido de que la
afirmación de Lutero podría considerarse una aproximación.
“Recuerdo”, dijo después de la cena, “que el médico concedió esta
mañana que el cuerpo de Cristo no estaba en el sacramento como en
un lugar. Por tanto, investiguemos amigablemente cuál es la naturaleza
de la presencia corporal de Cristo ”.
“No me harás dar un paso más”, exclamó Lutero, que vio adónde
querían arrastrarlo; "Tienes a Fulgencio y Agustín de tu lado, pero
todos los demás Padres están del nuestro".
Oecolampadius, que a los Wittenberger les pareció irritantemente
preciso, 70 luego dijo: “Nombra a estos médicos. Nos encargaremos de
demostrar que son de nuestra opinión ”.
“No te los nombraremos ”, 71 dijo Luther. “Fue en su juventud”,
añadió, “que Agustín escribió lo que has citado; y, además, es un autor
oscuro ”. Luego, retirándose al suelo que había decidido no abandonar
nunca, ya no se contentó con señalar con el dedo la inscripción, Hoc
est corpus meum, sino que agarró la cubierta de terciopelo en la que
estaban escritas las palabras y la arrancó de la mesa. lo sostuvo frente
a Zwingle y Oecolampadius, y lo colocó ante sus ojos, 72 "¡Mira!" dijo
él, “¡mira! Este es nuestro texto: todavía no nos has echado de él, como
te habías jactado , y no nos interesan otras pruebas ”.
“Si este es el caso”, dijo Oecolampadius, “será mejor que dejemos la
discusión. Pero primero declararé que, si citamos a los Padres, es solo
para liberar nuestra doctrina del reproche de la novedad, y no para
apoyar nuestra causa con su autoridad ”. No se puede dar una mejor
definición del uso legítimo de los doctores de la Iglesia.

De hecho, no había ninguna razón para prolongar la conferencia.


"Como Lutero era de una disposición intratable e impasible", dice uno
de esos papistas que Melancthon deseaba ser jueces, "no dejó de pedir
a los suizos que se sometieran simplemente a su opinión". 73
El canciller, alarmado por tal terminación del coloquio, exhortó a los
teólogos a llegar a un entendimiento. "Sé que hay un medio para eso",
dijo Luther; "Y esto es: Dejemos que nuestros adversarios crean como
nosotros". “No podemos”, respondió el suizo. “Entonces”, replicó
Lutero, “te dejo al juicio de Dios y oro para que te ilumine. "Haremos
lo mismo", agregó Oecolampadius.
Mientras pasaban estas palabras, Zwingle permanecía en silencio,
inmóvil y profundamente conmovido; y la vivacidad de sus afectos, de
los que había dado más de una prueba durante la conferencia, se
manifestó entonces de manera muy diferente. Rompió a llorar en
presencia de todos.
La conferencia terminó. En realidad, había sido más tranquilo de lo
que parecen mostrar los documentos, o quizás los cronistas apreciaron
estos asuntos de manera diferente a nosotros. “Con la excepción de
algunas salidas, todos habían transcurrido en silencio, de una manera
cortés y con mucha dulzura”, dice un testigo ocular. 74 “Durante el
coloquio no se oyeron otras palabras que estas: 'Señor y muy querido
amigo, su caridad', u otras expresiones similares. Ni una palabra de
cisma o herejía. Se podría haber dicho que Luther y Zwingle eran
hermanos y no adversarios ". 75 Este es el testimonio de Brentz. Pero
estas flores ocultaban un abismo , y Jonas, también testigo ocular,
califica la conferencia como "una competencia muy aguda". 76

El contagio que había estallado repentinamente en Marburgo estaba


creando espantosos estragos y alarmaba a todos. 77 Todos estaban
ansiosos por salir de la ciudad. "Señores", comentó el landgrave, "no
pueden separarse así". Y deseoso de dar a los médicos la oportunidad
de encontrarse con mentes desocupadas por debates teológicos, los
invitó a su mesa. Esta era la noche del domingo.

Felipe de Hesse siempre había mostrado la atención más constante, y


cada uno lo imaginaba a su lado. “Prefiero poner mi confianza en las
sencillas palabras de Cristo, que en los sutiles pensamientos del
hombre”, fue un comentario que hizo, según Jonas; 78 pero Zwingle
afirmó que este príncipe tenía las mismas opiniones que él, aunque
con respecto a ciertas personas disimuló el cambio. Lutero, consciente
de la debilidad de su defensa en cuanto a las declaraciones de los
Padres, transmitió una nota a Felipe, en la que se señalaban varios
pasajes de Hilario, Crisóstomo, Cipriano, Ireneo y Ambrosio, que
pensaba que estaban a su favor. .
Se acercaba la hora de la partida y no se había hecho nada. El
landgrave trabajó arduamente en la unión, como Lutero le escribió a
su esposa. 79 Invitó a los teólogos uno tras otro a su armario; 80 los
presionó, suplicó, advirtió, exhortó y conjuró. "Piensa", dijo, "en la
salvación de la república cristiana, y aparta de su seno toda discordia".
81 Nunca el general al frente de un ejército se había tomado tanto
esfuerzo para ganar una batalla.
Tuvo lugar una reunión final y, sin duda, la Iglesia pocas veces ha sido
testigo de una de mayor solemnidad. Lutero y Zwingle, Sajonia y Suiza,
se encontraron por última vez. La enfermedad del sudor se estaba
llevando a miles de hombres a su alrededor; 82 Carlos V y el Papa se
unían en Italia; Fernando y los príncipes católicos romanos se
disponían a hacer pedazos la Protesta de las Agujas; la nube de truenos
se volvió cada día más amenazante; el sindicato por sí solo parecía
capaz de salvar a los protestantes, y la hora de la partida estaba
próxima a la huelga, una hora que los separaría quizás para siempre.

“Confesemos nuestra unión en todas las cosas en las que estemos de


acuerdo”, dijo Zwingle; “Y en cuanto a los demás, recordemos que
somos hermanos. Nunca habrá paz entre las iglesias si, mientras
mantenemos la gran doctrina de la salvación por fe, no podemos
diferir en puntos secundarios ". 83 Tal es, de hecho, el verdadero
principio de la unión cristiana. El siglo XVI estaba todavía demasiado
hundido en la escolástica para comprender esto: esperemos que el
siglo XIX lo comprenda mejor.
"¡Sí Sí!" exclamó el landgrave; "¡usted está de acuerdo! Dad, pues,
testimonio de vuestra unidad y reconocos como hermanos ”. - “No hay
nadie en la tierra con quien desee más unirme que contigo”, dijo
Zwingle, acercándose a los médicos de Wittenberg. 84 Oecolampadius,
Bucer y Hedio dijeron lo mismo.
“¡Reconócelos! ¡Reconócelos como hermanos! " continuó el landgrave.
85 Sus corazones se conmovieron; que estaban en la víspera de la
unidad: Zwingle, rompiendo a llorar, en presencia del príncipe, los
cortesanos, y teólogos (que es el mismo Lutero que registra este), 86 se
acercó a Luther, y se mantiene ou t su mano. Las dos familias de la
Reforma estaban a punto de unirse: largas disputas estaban a punto de
sofocarse en su cuna; pero Lutero rechazó la mano que le ofrecieron:
“Tienes un espíritu diferente al nuestro”, dijo. Estas palabras
comunicaron a los suizos, por así decirlo, una descarga eléctrica. Sus
corazones se hundían cada vez que Lutero los repetía, y lo hacía con
frecuencia. Él mismo es nuestro informante.
Se llevó a cabo una breve consulta entre los médicos de Wittenberg.
Lutero, Melancthon, Agricola, Brentz, Jonas y Osiander
conferenciaron juntos. Convencidos de que su peculiar doctrina sobre
la eucaristía, era esencial para la salvación, consideraron a todos
aquellos que la rechazaron como sin el pálido de la fe. "¡Qué locura!"
87 dijo Melancthon, quien luego casi coincidió con los sentimientos de
Zwingle: "¡Nos condenan y, sin embargo, desean que los consideremos
como nuestros hermanos!" "¡Qué versatilidad!" añadió Brentz: "¡Nos
acusaron, pero últimamente, de adorar a un dios del pan, y ahora
piden la comunión con nosotros!" 88 Luego, volviéndose hacia
Zwingle y sus amigos, los Wittenberger dijeron: “Ustedes no
pertenecen a la comunión de la Iglesia cristiana; no podemos
reconocerlos como hermanos! " 89
Los swis estaban lejos de participar de este espíritu sectario.
“Creemos”, dijo Bucero, “que tu doctrina golpea la gloria de Jesucristo,
quien ahora reina a la diestra del Padre. Pero viendo que en todo
reconoces tu dependencia del Señor , miramos tu conciencia, que te
obliga a recibir la doctrina que profesas, y no dudamos de que
perteneces a Cristo ”.
“Y nosotros”, dijo Lutero, “les declaramos una vez más que nuestra
conciencia se opone a que los recibamos como hermanos”. - “Si ese es
el caso”, respondió Bucer, “sería una locura preguntarlo”.
"Estoy sumamente asombrado de que desee considerarme como su
hermano", prosiguió Lutero. "Demuestra claramente que no le das
mucha importancia a tu propia doctrina".
“Haz tu elección”, dijo Bucer, proponiendo un dilema al reformador:
“o no debes reconocer como hermanos a los que difieren de ti en algún
punto, y si es así, no encontrarás un solo hermano en tus propias filas
90 - o de lo contrario recibirás a algunos de los que difieren de ti, y
entonces deberías recibirnos a nosotros ".
Los suizos habían agotado sus solicitudes. “Somos conscientes”,
dijeron, “de haber actuado como en presencia de Dios. La posteridad
será nuestro testigo ". 91 Estaban a punto de retirarse: Lutero
permaneció como una roca, para gran indignación del landgrave. 92
Los teólogos de Hesse, Kraft, Lambert, Snepf, Lonicer y Melander,
unieron sus esfuerzos a los del príncipe.
Lutero se asombró y conversó nuevamente con sus colegas. "Tengamos
cuidado", dijo a sus amigos, "de limpiarnos la nariz con demasiada
brusquedad, no sea que venga sangre". 93
Luego, volviéndose hacia Zwingle y Oecolampadius, dijeron: “Los
reconocemos como amigos; no los consideramos hermanos y
miembros de la Iglesia de Cristo. 94 Pero no os excluimos de esa
caridad universal que debemos incluso a nuestros enemigos ”. 95
Los corazones de Zwingle, Oecolampadius y Bucer estaban a punto de
estallar, 96 porque esta concesión era casi un nuevo insulto. “Evitemos
con cuidado todas las palabras y escritos duros y violentos”, dijeron; "Y
que cada uno se defienda sin regatear". 97

Luego, Lutero avanzó hacia los suizos y dijo: "Estamos de acuerdo y te


ofrezco la mano de la paz y la caridad ". Los suizos corrieron con gran
emoción hacia los Wittenberger y todos se dieron la mano. 98
El mismo Lutero se suavizó: la caridad cristiana reanudó sus derechos
en su corazón. “Seguramente”, dijo, “una gran parte del escándalo ha
sido quitada por la supresión de nuestros feroces debates; no
podríamos haber esperado tanto. Que la mano de Cristo quite el último
obstáculo que nos separa. 99 Ahora hay una concordia amistosa entre
nosotros, y si perseveramos en la oración, vendrá la hermandad ".
Era deseable confirmar este importante resultado mediante un
informe. "Debemos hacer saber al mundo cristiano", dijo el landgrave,
"que, excepto la forma de la presencia del cuerpo y la sangre en la
eucaristía, estás de acuerdo en todas las artículos de la fe". 100 Esto se
resolvió en; pero ¿quién debería encargarse de redactar el documento?
Todos los ojos se volvieron hacia Lutero. Los propios suizos apelaron a
su imparcialidad.
Luther se retiró a su armario, perdido en sus pensamientos , inquieto y
encontrando la tarea muy difícil. "Por un lado", dijo, "me gustaría
salvar su debilidad, 101 pero, por el otro, no atacaría en lo más mínimo
la santa doctrina de Cristo". No sabía cómo emprenderlo, y su angustia
aumentó. Por fin se liberó. “Voy a redactar los artículos”, dijo, “de la
manera más precisa. ¿No sé que escriba lo que escriba, nunca lo
firmarán? En poco tiempo, quince artículos fueron escritos en papel, y
Lutero, tomándolos en la mano, se dirigió a los teólogos de los dos
partidos.
Estos artículos son de importancia. Las dos doctrinas que se
desarrollaron en Suiza y en Sajonia, independientemente una de la
otra, se reunieron y compararon. Si fueran de hombre, se hallaría en
ellos una uniformidad servil, o una oposición notable. Este no era el
caso. Se encontró una gran unidad entre las Reformas alemana y suiza,
pues ambas procedían de la misma enseñanza divina; y una diversidad
en puntos secundarios, porque fue por la instrumentalidad del hombre
que Dios los había efectuado.

Lutero tomó su papel y, leyendo el primer artículo, dijo:


“Primero, creemos que hay un Dios único, verdadero y natural,
creador del cielo y de la tierra y de todas las criaturas; y que este mismo
Dios, uno en esencia y en naturaleza, es triple en persona, es decir,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, como se declaró en el Concilio de Nicea, y
como profesa toda la Iglesia cristiana ”.
A esto, los suizos dieron su consentimiento.
Estuvieron de acuerdo también sobre la divinidad y humanidad de
Jesucristo; sobre su muerte y resurrección, sobre el pecado original, la
justificación por la fe, la operación del Espíritu Santo y de la Palabra
de Dios, el bautismo, las buenas obras, la confesión, el orden civil y la
tradición.

Hasta ahora todos estaban unidos. Los Wittenberger no pudieron


recuperarse de su asombro. 103 Los dos partidos habían rechazado,
por un lado, los errores de los papistas, que hacen de la religión poco
más que una forma exterior; y, por otro, los de los Entusiastas, que
hablan exclusivamente de sentimientos internos; y se encontraron
colocados bajo las mismas banderas entre estos dos campamentos.
Pero llegó el momento que los separaría. Lutero había guardado hasta
el último el artículo sobre la Eucaristía.
El reformador reanudó:
“Todos creemos con respecto a la Cena del Señor, que debe celebrarse
en ambos tipos, según la institución primitiva; que la misa no es una
obra por la cual un cristiano puede perdonar a otro hombre, ya sea
vivo o muerto; que el sacramento del altar es el sacramento del cuerpo
y la sangre de Jesucristo; y que la manducación espiritual de este
cuerpo y sangre es especialmente necesaria para todo verdadero
cristiano ". 104
Ahora era el turno de asombrar a los suizos. Lutero continuó:
“De igual manera, en cuanto al uso de la Santa Cena, estamos de
acuerdo en que, como la Palabra, fue ordenada por Dios
Todopoderoso, para que las conciencias débiles puedan ser excitadas
por el Espíritu Santo a la fe y la caridad”.
La alegría de los suizos se redobló. Lutero continuó:
“Y aunque en la actualidad no estamos de acuerdo sobre la cuestión de
si el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo están corporalmente
presentes en el pan y el vino, sin embargo , ambas partes interesadas
apreciarán cada vez más una caridad verdaderamente cristiana entre
sí, en la medida en que la conciencia lo permite; y todos rogaremos
sinceramente al Señor que condescendencia por su Espíritu para
confirmarnos en la sana doctrina ”. 105
Los suizos obtuvieron lo que habían pedido: unidad en la diversidad.
De inmediato se resolvió realizar una reunión solemne para la firma de
los artículos.
Fueron leídos de nuevo. Oecolampadius, Zwingle, Bucer y Hedio,
firmaron primero en una copia; mientras que Lutero, Melancthon,
Jonas, Osiander, Brentz y Agricola escribieron sus nombres en el otro;
Luego ambas partes suscribieron la copia de sus adversarios, y este
importante documento fue enviado a la prensa. 106
Así, la Reforma había dado un paso sensato en Marburgo. La opinión
de Zwingle sobre la presencia espiritual y la de Lutero sobre la
presencia corporal se encuentran ambas en la antigüedad cristiana;
pero las dos doctrinas extremas siempre han sido rechazadas: la de los
racionalistas, por un lado, que contemplan en la Eucaristía nada más
que una simple conmemoración; y de los papistas, por otro lado, que
adoran en ella una transubstanciación. Ambos son errores; mientras
que las doctrinas de Lutero y Zwingle, y la médium adoptada por
Calvino, ya sostenida por algunos de los Padres, fueron consideradas
en la antigüedad como visiones diferentes de la misma verdad. Si
Lutero hubiera cedido, se habría temido que la Iglesia cayera en el
extremo del racionalismo; si Zwingle, se precipitaría al extremo del
papado. Es una cosa saludable para la Iglesia que se tengan en cuenta
estos diferentes puntos de vista; pero es pernicioso que los individuos
se unan a uno de ellos de tal manera que anatematicen al otro. "Sólo
existe este pequeño obstáculo", escribió Melancthon, "que avergüenza
a la Iglesia de nuestro Señor". 107
Todos, romanistas y evangélicos, sajones y suizos, admitieron la
presencia, e incluso la presencia real de Cristo; pero aquí estaba el
punto esencial de separación: ¿esta presencia se efectúa por la fe del
comulgante o por el opus operatum del sacerdote? Los gérmenes del
papismo, el sacrotalismo, el puseismo, están contenidos
inevitablemente en esta última tesis. Si se sostiene que un sacerdote
malvado (como se ha dicho) opera esta presencia real de Cristo con
tres palabras, entramos en la iglesia del Papa. Lutero parecía admitir a
veces esta doctrina, pero a menudo ha hablado de una manera más
espiritual; y tomando este gran hombre en sus mejores momentos,
contemplamos meramente una unidad esencial y una diversidad
secundaria en los dos partidos de la Reforma. Sin duda, el Señor ha
dejado a su Iglesia las ordenanzas externas; pero no les ha concedido la
salvación. El punto esencial es la conexión de los fieles con la Palabra,
con el Espíritu Santo, con la Cabeza de la Iglesia. Ésta es la gran verdad
que proclama la reforma suiza y que el mismo luteranismo reconoce.
Después de la conferencia de Marburgo, la controversia se volvió más
moderada .
Había otra ventaja. Los teólogos evangélicos de Marburgo marcaron
unánimes su separación del papado. Zwingle no estaba exento de
temor (infundado, sin duda) con respecto a Lutero: estos temores se
dispersaron. "Ahora que estamos de acuerdo", dijo , "los papistas ya no
esperan que Lutero sea uno de ellos". 108 Los artículos de Marburgo
fueron el primer baluarte erigido en común por los reformadores
contra Roma.
No fue, pues, en vano que, después de la protesta de las torres, Felipe
de Hesse se esforzó en Marburgo por reunir a los amigos del
Evangelio. Pero, si el objetivo religioso se alcanzó parcialmente, el
objetivo político fracasó casi por completo. No pudieron llegar a una
confederación de Suiza y ninguna germen . Sin embargo, Felipe de
Hesse y Zwingle, con vistas a esto, mantuvieron numerosas
conversaciones secretas, lo que inquietó a los sajones, ya que no se
oponían menos a la política de Zwingle que a su teología. "Cuando
hayas reformado el gorro de campesino", le dijo Jonas, "también
reclamarás reformar el sombrero de marta de los príncipes".
Habiendo reunido el landgrave a todos los médicos en su mesa el
último día, se dieron la mano de manera amistosa, 109 y cada uno
pensó en irse del pueblo.
El martes 5 de octubre, Felipe de Hesse abandonó Marburgo
temprano, y en la tarde del mismo día partió Lutero acompañado de
sus colegas; pero no salió como vencedor. Un espíritu de abatimiento y
alarma se había apoderado de su mente. 110 Se retorcía en el polvo,
como un gusano, según su propia expresión. Se imaginó que nunca
volvería a ver a su esposa e hijos, y gritó que él, "el consolador de
tantas almas torturadas, ¡ahora no tenía consuelo!" 111
Este estado podría surgir en parte de la falta de sentimiento fraternal
de Lutero; pero también tuvo otras causas. Soliman había venido a
cumplir una promesa hecha al rey Fernando. Habiendo exigido este
último, en 1528, la rendición de Belgrado, el sultán respondió con
altivez que él mismo llevaría las llaves a Viena. De hecho, el Gran
Turco, cruzando las fronteras de Alemania, había invadido países
"sobre los que nunca habían pisado los cascos de los caballos de guerra
musulmanes", y ocho días antes de la conferencia de Marburgo había
cubierto con sus innumerables tiendas la llanura y las fértiles colinas
en medio de las cuales se levantan las murallas de Viena. La lucha
había comenzado bajo tierra, las dos partes habían cavado profundas
galerías debajo de las artes de la rampa . Tres veces diferentes
explotaron las minas turcas; los muros fueron derribados; 112 “las
bolas volaron por el aire como un vuelo de pajaritos”, dice un
historiador turco; "Y hubo un banquete horrible, en el que los genios de
la muerte apuraron sus vasos con alegría". 113
Lutero no se quedó en un segundo plano. Ya había escrito contra los
turcos y ahora publicó un sermón de batalla. “Mahoma”, dijo, “exalta a
Cristo como sin pecado ; pero niega ser el Dios verdadero; por tanto, es
su enemigo. ¡Pobre de mí! a esta hora el mundo es tal que parece llover
discípulos de Mahoma por todas partes. Dos hombres deben oponerse
a los turcos: el primero es cristiano, es decir, oración; el segundo es
Charles, es decir, La espada ”. Y en otro lugar, “conozco bien a mis
queridos alemanes, cerdos gordos y bien alimentados como son; tan
pronto como desaparece el peligro, sólo piensan en comer y dormir.
¡Miserable! si no tomas las armas, vendrá el Tu rk; te llevará a su
Turquía; allí te venderá como a un perro; y le servirás día y noche, bajo
la vara y el garrote, por un vaso de agua y un bocado de pan. Piense en
esto; conviértete e implora al Señor que no te dé al turco como
maestro de escuela ". 114
Los dos brazos señalados por Lutero fueron, en realidad,
vigorosamente empleados; y Solimán, percibiendo por fin que no era el
“alma del universo”, como le decían sus poetas , sino que había una
fuerza en el mundo superior a la suya, levantó el sitio de Viena el 16 de
octubre; y "la sombra de Dios sobre los dos mundos", como él mismo
se llamaba, "desapareció y desapareció en el Bósforo".
Pero Lutero imaginó que, al retirarse de las murallas de Viena, "el
turco, o al menos su dios, que es el diablo", se había precipitado sobre
él; y que era este enemigo de Cristo y de los siervos de Cristo al que
estaba destinado a combatir y vencer en su espantosa agonía. 115 Hay
una reacción inmediata de la ley violada sobre quien la viola. Ahora
Lutero había transgredido la ley real, que es la caridad, y sufrió el
castigo. Por fin volvió a entrar en Wittenberg y se arrojó en brazos de
sus amigos, "atormentado por el ángel de la muerte". 116

Sin embargo, no pasemos por alto las cualidades esenciales de un


reformador que Lutero manifestó en Marburgo, hay en la obra de
Dios, como en un drama, diferentes partes. ¡Qué diversos personajes
vemos entre los apóstoles y entre los reformadores! Se ha dicho que los
mismos personajes y las mismas partes fueron asignados a San Pedro
y Lutero, en el momento de la Formación y de la Reforma de la Iglesia.
117 Ambos eran en realidad hombres de iniciativa, que partían hacia
adelante bastante solos, pero alrededor de los cuales un ejército
pronto se reunía a la vista del estandarte que ondeaban. Pero quizás
había en el reformador una característica que no existía en el mismo
grado en el apóstol: era la firmeza.
En cuanto a Zwingle, abandonó Marburgo alarmado por la
intolerancia de Lutero. "El luteranismo", le escribió al landgrave, "será
tan pesado como el papado". 118 Llegó a Zurich el 19 de octubre. “ La
verdad”, dijo a sus amigos, “ha prevalecido de manera tan manifiesta,
que si alguna vez alguien ha sido derrotado ante todo el mundo, es
Lutero, aunque constantemente exclamaba que era invencible”. 119
Por su parte, Lutero habló con un tono similar. "Es por miedo a sus
conciudadanos", añadió, "que los suizos, aunque vencidos, no están
dispuestos a retractarse". 120

Si hay que preguntarse de qué lado fue realmente la victoria, quizás


deberíamos decir que Lutero asumió el aire de un conquistador, pero
Zwingle lo era en realidad. La conferencia difundió por toda Alemania
la doctrina de los suizos, poco conocida hasta entonces, y fue adoptada
por un inmenso número de personas . Entre ellos se encontraban
Laffards, primer rector de la escuela St. Martin en Brunswick,
Dionysius Melander, Justus Lening, Hartmann, Ibach y muchos otros.
El propio landgrave, poco tiempo antes de su muerte, declaró que esta
conferencia lo había inducido a renovar la manducación oral de Cristo.
121
Aún así, el principio dominante en esta época celebrada fue la unidad.
Los adversarios son los mejores jueces. Los católicos romanos estaban
exasperados de que los luteranos y los zwinglianos estuvieran de
acuerdo en todos los puntos esenciales de la fe. "Tienen un sentimiento
de compañerismo contra la Iglesia católica", dijeron, "como Herodes y
Pilato contra Jesucristo". Las sectas entusiastas decían lo mismo, 122 y
tanto el partido jerárquico extremo como el radical radical
despreciaban por igual la unidad de Marburgo.
Al poco tiempo, una mayor agitación eclipsó todos estos rumores, y los
acontecimientos que amenazaban a todo el cuerpo evangélico
proclamaron su gran e íntima unión con nueva fuerza. El emperador,
se decía en todas partes, exasperado por la Protesta de las Cumbres,
había aterrizado en Génova con la pompa de un conquistador. Después
de haber jurado en Barcelona reducir a los herejes bajo el poder del
Papa, iba a visitar a este pontífice, para doblar humildemente la rodilla
ante él ; y se levantaría sólo para cruzar los Alpes y realizar sus terribles
designios. “El emperador Carlos”, dijo Lutero, pocos días después del
desembarco de este príncipe, “ha decidido mostrarse más cruel contra
nosotros que el propio turco, y ya ha proferido las amenazas más
horribles. He aquí la hora de la agonía y la debilidad de Cristo. Oremos
por todos aquellos que pronto tendrán que soportar el cautiverio y la
muerte ”. 123
Tal fue la noticia que luego conmovió a toda Alemania. La gran
pregunta era si la Protesta de las Agujas podría mantenerse contra el
poder del emperador y del papa. Esto se vio en el año 1530.

Notas finales:
1. Illatamque Christo injuriam pro viribus ulciscentur.
Dumont, Corp. Univ. Diplomatique, 4: 1, 5.
2. Isaías 20:15. L. Epp. 3: 454.
3. Unser Herr Christus, etc. Ibíd. Estas confidencias de
Lutero conmocionan a un historiador luterano. - Tablón,
2: 454.
4. En el escrito titulado, Dass diese Worte noch feste
Stehen. L. Opp. 19.

5. Amica exégesis, id est, Expositio Eucharistiae negoii ad


M. Lutherum. Zw. Op.
6. Eine Lutherische Warnung. L. Opp. 19: 391. Wider die
Schwarmgeister.
7. Inter nos ipsos de religionis doctrina non consentire. Zw .
Epp. 2: 287.

8. Viam Francofurdi capias, quam autem hac


periculosiorem esse putamus. Ibídem. pags. 312.
9. Juvante Deu tuti. Ibídem. pags. 329.
10. Papistische als unparteische. Corp. Ref. 1: 1066.
11. Si potes, noli adesse. L. Epp. 3: 501.
12. Ut veritatis splendor oculos nostro s feriat. Zw. Epp. 2:
321.
13. Véase más abajo, Libro 16. Cap. 2. Anno 1529.
14. Dei nunquam fallentis, qui nos numquam deseruit,
gratiam reputavi. Zw. Epp. 2: 356.
15. Sabbati die, mane ante lucem, 1 de septiembre. Ibídem.
16. Equis conductoriis. Zw. Epp. 2: 361.
17. Der Tufel vere por imm gesin. Bulling. 2: 224.
18. Integer et sanus Basiliam pervenit. Zw. Epp. 2: 361.
19. Aliquos mercatorum fide dignos, comites. Ibídem.
20. Ich bin 14 Tag magd und Kochin gewesen. Fussl. Beytr. 5:
313. Vea su notable correspondencia con el
superintendente Rabus. Ibídem. 191-354.
21. De jure praesidendi conciliis civitatum christianarum
Zw. Epp. 2: 364. Ver el libro 16 de esta Historia.
22. Per devia et sylvas, montes et valles, tutissimos et
occultos. Ibídem. 368.
23. Excepto en arce hospitio et mensa regali. Corp. Ref. 1:
1096.

24. Su bridens aliquantulum respondit: tu es nequam et


nebulo. Sculteti Annal. Anuncio. 1529.
25. Documentos de estado de Cassel.
26. Abgetheilt zu den ruhren. Toro. 2: 225.
27. Ubi unquam concilia rejicimus, verbi divini auctoritati
suffulta? Zw. Op. 4: 191.
28. La palabra reformada se usa para distinguir la doctrina
y la iglesia de Zwingle y Calvino de las de Lutero.
29. Mens et medulla verbi, mens et voluntas Dei amicta
tamen hu manis verbis. Zw. Epp. 4: 173.

30. Malum, peccatum. Ibídem. 172.


31. De peccato originali ad Urb. Rhegium. Ibídem. 3: 632.
32. Atque adeo ipse non negarim, aquam baptismi esse
aquam regenerantem: fit enim puer ecclesiae, qui dudum
ab ecclesia non agnoscebatur. Zw. Op. 4 : 193.
33. Lutherum Ecolampadam ita excepit, ut ad me veniens
clam queratur, se denuo in Eccium incidisse. Zw. Epp. 2:
369.
34. En Melancthon, cum nimis lubricus esset et Protei in
morem se in omnia transformaret, me compulit, ut
sumpto calamo manu armarem. Zw. Ep p. 2: 369.

35. Coloquio de Istud sexo en horas traximus. Ibídem. 370.


36. Quinquaginta aut sexaginta coloquio praesentes. Zw. Op.
4: 201. Pauci arbitri ad summum quatuor et viginti Epp. 2:
370.
37. Este es mi cuerpo. Zw. Op. 4: 175.

38. En Zwinglio agreste quiddam est et arrogantulum. Corp.


Ref. 1. P. 1097.
39. Insignes verbi procede. Bul l. 2: 236.
40. Et cupido Supplex vobis Ecclesia voto, Vestros cadit
flens ad pedes. Ibídem.
41. Deum esse supra mathicam. Zw. Op. 4: 175.
42. Si alguno niega que el cuerpo y la sangre de nuestro
Salvador Jesucristo, con su alma y su divinidad, y en
consecuencia todo Jesucristo (totum Christum), está
contenido en el sacramento de la Eucaristía, sea
anatema. Concilio de Trento, sess. 13.

43. Persona de Tota Christi. Formar. Concordia. 8.


44. Qualis est carnis bovillae aut suillae. Scult. Pág. 217.
45. Quum praecipit quid. Pa reat mundus; et omnes
osculemur verbum. Zw. Op. 4: 176.
46. Man mus es thun saepe inculcabat. Ibídem.
47. Si juberet fimum comedere, facerem. Ibídem.
48. Anima non edit ipsum (corpus) corporaliter. Zw. Epp. 2:
370.
49. Véase su comentario sobre San Lucas 22:19, 20.
50. Añadió que el cuerpo de Cristo no estaba en la
Eucaristía ni matemática ni proporcionalmente, ni
realmente (neque mathice seu conmensurative, neque re
ipsa). Epist. Cordero. De Marb. Columna.
51. Si interrogo, excido a fide. Zw. Epp. 2: 177.
52. Invidiose loqueris. Toro. 2: 228 .

53. Veterem suam cantilenam. Zw. Op. 4: 221.


54. Verbum istud. Tanquam castrense et cruentum. Hospin.
Pág. 131.
55. Non curo quod sit contra naturam, modo non contra
fidem. Zw. Op. 4: 178.
56. Corintios 5:16.
57. Pro carnalibus impactibus. Zw. Op. 4. P. 202.
58. Corpus est en pane sicut gladius en vagina. Ibídem.
59. Fuimus kw ~ fa pro> swpa. Corp. Ref. 1: 1098.
60. Quod uxorem et nigros oculos habuisset. Sculat. 225.

61. En Germania diuturnum contubernium egisse. Zw. Op. 4:


202.
62. Habiendo tomado la forma de un sirviente. Phil. 2: 7.
63. Ibi Zwinglius illico prosiliens. Scultet. Pág. 225.
64. Da, da, da. Ibi est adverbium loci. Ibídem.
65. Damit richtend ir das papstum uf. Zw. Op. 3:57.
66. Coena instabat et diremit certamen. Ibídem. 4: 179.
67. Ad caepas et o llas Egyptiacas. Ibídem. 2. Parte 3, 57.
68. Secundem humanam substantiam, absens coelo, cum
esset in terra, et derelinquens terram cum ascendisset in
coelum. Fulgentius al rey Trasamond, lib. 2.
69. In loco aliquo coeli propter veri corporis modum. Agosto
Ep. Pág . 57 .
70. Quem omnes sperassemus mitiorem, interdum
videbatur paulo moro sior, sed citra contumeliam. Zw. Op.
4: 201.
71. Non nominabimus illos. Scultet. Pág. 228.
72. Da hub Luther die Sammatendeck auf, und Zeigt ihm
den Spruch, den er mit kreyden hett fur sich geschrie ben
Osiander; Nachrichten de Niederer. 2: 114.
73. Maimbourg en Seck. Pág. 136.
74. Omnia humanissime et summa cum mansuetudine
transigebantur. Zw. Op. 4: 201.
75. Amicissime Domine, Vestrea charitas, et id
genus..Dixisses Lutherum et Zwinglium nonadversarios.
Ibídem.

76. Un cerrimo ceramine. Corp. Ref. 1: 1096.


77. Nisi Sudor Anglicus subito Marburgum invasisset et
terrore omnium animos percutisset. Hospin. Pág. 131.
78. Dicitur palam proclamasse. Corp. Ref. Pág. 1097.
79. Da arbeit der Landgraf heftig. L. Epp. 3: 512.
80. Unumquemque nostrum seorsim absque arbitris. Zw.
Op. 4: 203.
81. Compellans, rogans, monens, exhortans, postulans ut
Reippublicae Christianae rationem haberemus, et
discordiam e medio tolleremus. Ibídem.

82. Multa perierunt millia. Hospin. Pág. 131.


83. Quod nulla unquam Ecclesiarum pax c onstituta sit, si
non in multis aliis dissntiendi a se facultatem faciant.
Scultet. Pág. 207.
84. Es werendt keine 10th uff Erden. Toro. 2: 225.

85. Idque Princeps valde urgebat. L. Epp. 3: 513.


86. Zwinglius palam lacrymans coram Langravio et
omnibus Hospin. Pág. 136.
87. Vide eorum stultitiam! Corp. Ref. 1: 1108.
88. Nos tanquam adoratores panifici Dei traduxerant. Zw.
Op. 4: 203.
89. Eos a communione Ecclesiae Christianae alienos esse.
Ibídem.
90. Nemo alteri vel i nter ipsos frater erit. Zw. Op. 4: 194.

91. Id testabitur posteritas. Ibídem.


92. Principi illud durum videbatur. Ibídem. 203.
93. Ne nimis mungendo, sanguinem eliceremus. L. Epp. En
su carta escrita a Gerbellius el mismo día, lunes.
94. Agnoscere quidem velimus t anquam amicos, sed non
tanquam fratres. Zw. Op. 4: 203.
95. Charitate quae etiam hosti debetur. Ibídem. 190.
96. Indignissime impacti sunt. Ibídem.
97. Quisque suam sententiam doceat absque invectivis. L.
Epp. 3: 514.

98. Dedimus tamen manus pacis et caritatis. Ibídem. 513.


99. Utinam et ille reliquus scrupulus per Christum tandem
tollatur, - en su carta escrita a Gerbellius después de
dejar esta reunión.
100. Ut orbi Christiano notum fieret eos in omnibus fidei
capitibus consentire. Hospin. Pág. 127.

101. Het gern ihrer Schwachheit versc hont . Niederer Nachr.


2: 120.
102. Doch zuletz sprach er Ich morirá artikel auf aller pesste
stellen, sy werdens doch nicht annemen. Ibídem.
103. Quod mirari non satis potuimus. Brentius, Zw. Op. 4:
203.
104. Quod espiritualis manducatio hujus corporis et
sanuinis unicu ique Christiano praecipue necessaria sit.
Scultet. Pág. 232.
105. Osiander (un luterano) emplea el acusativo, "in den
rechten Verstand", que indicaría movimiento hacia un
objeto que no poseemos; Bullinger y Scultet (ambos
teólogos reformados) tienen el dativo.
106. Bullinger y otros señalan el 3 de octubre como el día en
que se firmaron los artículos; Osiander, un testigo ocular,
y cuya narrativa es muy exacta, dice que fue el 4, lo que
concuerda con todos los demás datos.
107. Hic unus in Ecclesia haeret scr upulus. Corp. Ref. 1:
1106.
108. Pontifici non ultra possunt sperare Lutherum suum
fore. Zw. Op. 2: 370.
109. Die Hand einander fruntlich gebotten. Toro. 2: 236.

110. Ego vix et aegre domum reversus sum. L. Epp. 3: 520.


111. Sic me vexante Angelo Satanae, ut desperarim me vi
vum et salvum visurum meos. Ibídem.
112. Ipsam urbem in tribus locis, suffosso solo et pulvere
supposito disiecit et patefecit. Ibídem. 518.

113. Dschelalsade, citado por Ranke.


114. Heer predigt más ancho die Turken. L. Opp. (W.) 20:
2691.
115. Forte ipsum Turcam partim en isto agone cogor ferre et
vincere, saltem ejus Deum, diabolum. L. Epp. 3: 520.
116. Angelus Satanae, vel quisquis est diabolus mortis ita
me fatigat. Ibídem. 515.
117. Dr. Vinet.
118. Das Lutherthum werde so schwer, als das Papsthum.
Zw. Epp. Pág. 374.

119. Lutherus impudens et contumax aperte est victus.


Ibídem. pags. 370.
120. Metuebant plebem suam ad quam non licuisset reverti.
Zw. Op. 2:19.
121. Rommels Anmerkungen, pág. 227-229.
122. Pontificiis et catabaptis tis multum displicuit consenso
Marpurgi. Scultet. Pág. 208.
123. Carolus Caesar multo atrocius minatur et saevire
statuit in nos, quam Turca. L. Epp. 3: 324.
LIBRO 14
CAPÍTULO 1

La Reforma se llevó a cabo en nombre de un principio espiritual. Había


proclamado para su maestro la Palabra de Dios; para salvación, Fe; por
rey, Jesucristo; para las armas, el Espíritu Santo; y por estos mismos
medios había rechazado todos los elementos mundanos. Roma había
sido establecida por la ley de un mandamiento carnal; la Reforma, por
el poder de una vida sin fin. 1

Si hay alguna doctrina que distingue al cristianismo de cualquier otra


religión, es su espiritualidad. Una vida celestial traída al hombre, tal es
su obra; así, la oposición del espíritu del Evangelio al espíritu del
mundo, fue el gran hecho que señaló la entrada del cristianismo entre
las naciones. Pero lo que su Fundador había separado, pronto volvió a
reunirse; la Iglesia había caído en los brazos del mundo; y por esta
unión criminal se había reducido al lamentable estado en que lo
encontramos en la época de la Reforma.
Así, una de las mayores tareas del siglo XVI fue restaurar el elemento
espiritual a sus derechos. El evangelio de los reformadores no tuvo
nada que ver con el mundo y con la política. Mientras que la jerarquía
romana se había convertido en un asunto de diplomacia y una intriga
de la corte, la Reforma no estaba destinada a ejercer otra influencia
sobre los príncipes y el pueblo que la que procede del Evangelio de la
paz.
Si la Reforma, habiendo alcanzado cierto punto, se volvió infiel a su
naturaleza, comenzó a parlamentar y contemporizar con el mundo, y
así dejó de seguir el principio espiritual que había proclamado tan
ruidosamente, fue infiel a Dios y a sí misma .
En adelante, su declive estaba a la mano.
Es imposible que una sociedad prospere si es infiel a los principios que
establece. Habiendo abandonado lo que constituía su vida, no puede
encontrar más que la muerte.
Era la voluntad de Dios que esta gran verdad se inscribiera en el
mismo umbral del templo que entonces estaba levantando en el
mundo; y un contraste sorprendente hizo que esta verdad se destacara
gloriosamente.
Una parte de la reforma fue buscar la alianza del mundo, y en esta
alianza encontrar una destrucción llena de desolación.
Otra porción, mirando a Dios, fue con altivez para rechazar el brazo de
la carne, y por este mismo acto de fe aseguró una noble victoria.
Si tres siglos se han descarriado es porque no han podido comprender
una lección tan santa y tan solemne.
Fue a principios de septiembre de 1529 cuando Carlos V, vencedor por
batallas o tratados sobre el Papa y el Rey de Francia, desembarcó en
Génova. Los gritos de los españoles lo habían saludado al salir de la
península ibérica ; pero los ojos abatidos, las cabezas encorvadas, los
labios silenciosos de los italianos entregados a sus manos, sólo le
dieron la bienvenida al pie de los Apeninos. Todo llevó a la creencia de
que Carlos se indemnizaría con ellos por la aparente generosidad con
la que había tratado al Papa.
Fueron engañados. En lugar de esos jefes bárbaros de los godos y
hunos, en lugar de esos emperadores orgullosos y feroces, que más de
una vez habían cruzado los Alpes y se habían precipitado sobre Italia,
espada en mano y con gritos de venganza , los italianos vieron entre
ellos a un joven y elegante príncipe, con rasgos pálidos, un cuerpo
delicado y voz débil, de modales ganadores, con más aire de cortesano
que de guerrero, cumpliendo escrupulosamente todos los deberes de la
religión romana y sin liderar en su séquito a cohortes terribles. de
bárbaros alemanes, sino un brillante séquito de grandes españoles,
que exhibían condescendientemente el orgullo de su raza y el
esplendor de su nación. Este príncipe, el vencedor de Europa, sólo
hablaba de paz y amnistía ; e incluso el duque de Ferrara, que de todos
los príncipes italianos tenía el mayor motivo de temor, habiendo
puesto en Módena las llaves de la ciudad en sus manos, escuchó de sus
labios amistosos los ánimos más inesperados.

¿De dónde procede esta extraña conducta? Carlos había demostrado


claramente, en el momento del cautiverio de Francisco I, que la
generosidad hacia sus enemigos no era su virtud dominante. No pasó
mucho tiempo antes de que se explicara este misterio.
Casi al mismo tiempo que Carlos llegaron a Italia, a través de Lyon y
Génova, tres burgueses alemanes, cuyo carruaje completo constaba de
seis caballos. 2 Se trataba de John Ehinger, burgomaestre de
Memmingen, que llevaba la cabeza en alto, esparcía dinero a su
alrededor y no se destacaba por su gran sobriedad; Michael Caden,
síndico de Nuremberg, un hombre digno, piadoso y valiente, pero
detestado por el conde de Nassau, el más influyente de los ministros
de Carlos; y, por último, Alexis Frauentraut, secretario del margrave de
Brandeburgo, quien, habiéndose casado con una monja, tenía muy
mal olor entre los católicos romanos. Tales fueron los tres hombres a
quienes los príncipes protestantes, reunidos en Nuremberg,
encargaron que presentaran al emperador la famosa Protesta de las
Agujas. Habían elegido deliberadamente a estos diputados de un
puesto intermedio, con la impresión de que correrían menos peligro. 3
Llevar tal mensaje a Carlos V era, a decir verdad, una tarea que pocas
personas se preocupaban por ejecutar. En consecuencia, se había
asegurado una pensión a las viudas de estos enviados en caso de
desgracia.
Carlos iba de Génova a Bolonia, y se alojaba en Piacenza, cuando los
tres diputados protestantes lo alcanzaron. Estos simples alemanes
presentaban un contraste singular en medio de la pompa española y el
fervor romish que rodeaba al joven príncipe. El cardenal Gattinara,
canciller del emperador, que deseaba sinceramente una reforma de la
Iglesia, les consiguió una audiencia de Carlos V para el 22 de
septiembre; pero se les recomendó que fueran parcos en sus palabras,
porque no había nada que al emperador le desagradara tanto como un
sermón protestante.
Los diputados no fueron detenidos por estas insinuaciones y después
de entregar la protesta a Charles, Frauentraut comenzó a hablar: “Es al
Juez Supremo a quien cada uno de nosotros debe rendir cuentas”,
dijo, “y no a las criaturas que se vuelven contra cada viento. Es mejor
caer en la necesidad más cruel que incurrir en la ira de Dios. Nuestra
nación no obedecerá ningún decreto que se base en cualquier otro
fundamento que las Santas Escrituras ". 4
Tal era el tono de orgullo que estos ciudadanos alemanes tenían ante
el emperador de occidente. Charles no dijo una palabra: les habría sido
demasiado honrado; pero encargó a una de sus secretarias que
anunciara una respuesta en el futuro.
No había ninguna prisa por enviar de vuelta a estos insignificantes
embajadores. En vano renovaron diariamente sus solicitudes. Gattinara
los trató con amabilidad, pero Nassau los despidió con palabras
amargas. Un trabajador, el armero de la corte, habiendo tenido que
visitar Augsburgo para comprar armas, rogó al Conde de Nassau que
enviara a los diputados protestantes. "Puede decirles", respondió el
ministro de Carlos V, "que daremos por terminada su actividad para
que pueda tener compañeros de viaje". Pero el armador, habiendo
encontrado otra compañía, se vieron obligados a esperar. 5
Estos enviados se esforzaron al menos por hacer un buen uso de su
tiempo. “Toma este libro”, le dijo el landgrave a Caden en el mismo
momento de la partida, entregándole una obra francesa encuadernada
en terciopelo y ricamente ornamentada, “y entrégaselo al emperador”
6. Era un resumen de la fe cristiana. que el landgrave había recibido de
Francis Lambert, y que probablemente había sido escrito por ese
médico. Caden buscó la oportunidad de presentar este tratado; y lo
hizo un día, cuando Charles iba públicamente a misa. El emperador
tomó el libro y se lo pasó inmediatamente a un obispo español. El
español comenzó a leerlo, 7 y se topó con ese pasaje de la Escritura en
el que Cristo ordena a sus apóstoles que no ejerzan el señorío. 8 El
autor se aprovechó de ello para sostener que el ministro, encargado de
los asuntos espirituales, no debe interferir con los temporales. El
prelado papista se mordió los labios y Carlos, que lo percibió,
preguntó: "Bueno, ¿qué pasa?" el obispo confundido recurrió a una
falsedad. 9 "Este tratado", respondió, "toma la jurada del magistrado
cristiano y la concede sólo a las naciones extrañas a la fe".
Inmediatamente hubo un gran alboroto: los españoles sobre todo
estaban fuera de sí. "Los desgraciados que se han esforzado por
engañar a un príncipe tan joven", dijeron , "merecen ser colgados en el
primer árbol junto al camino". Charles juró, de hecho, que el portador
debería sufrir el castigo de su audacia.
Finalmente, el 12 de octubre, Alexander Schweiss, secretario imperial,
transmitió la respuesta del emperador a los deputios. Dijo que la
minoría debería someterse a los decretos aprobados en dieta, y que si
el duque de Sajonia y sus aliados eran contumaz, los medios no
querrían obligarlos. 10
Sobre esto, Ehinger y Caden leyeron en voz alta la apelación al
emperador redactada en Spires, mientras Frauentraut, que había
renunciado a su calidad de diputado y asumido la de notario, 11
tomaba notas de lo que estaba sucediendo. Terminada la lectura, los
diputados avanzaron hacia Schweiss y presentaron el llamamiento. El
secretario imperial rechazó el documento con asombro; insistieron los
diputados; Schweiss siguió firme. Luego dejaron la apelación sobre la
mesa. Schweiss estaba asombrado; tomó el papel y se lo llevó al
emperador.

Después de la cena, justo cuando uno de los diputados (Caden) había


salido, un tumulto en el hotel anunció una catástrofe. Fue el secretario
imperial quien regresó debidamente acompañado. “El emperador está
sumamente irritado contra ustedes a causa de este llamamiento ”, dijo
a los protestantes; "Y le prohíbe, bajo pena de confiscación y muerte,
salir de su hotel, escribir a Alemania o enviar cualquier mensaje". 12
Así Carlos puso bajo arresto a embajadores, como haría con los
oficiales de su guardia, deseoso de esta manera de mostrar su
desprecio y de asustar a los príncipes.
El criado de Caden salió alarmado del hotel y corrió hacia su amo. Este
último, todavía considerándose libre, escribió un relato apresurado de
todo el asunto al senado de Nuremberg, envió sus cartas por expreso y
regresó para compartir el arresto de sus colegas. 13

El 23 de octubre, el emperador salió de Piacenza, llevando consigo a


los tres alemanes. Pero el día 30 soltó a Ehinger y Frauentraut,
quienes, montados en sus caballos en medio de la noche, corrieron a
toda velocidad por una ruta atestada de soldados y ladrones. En cuanto
a ti, le dijo Granvelle a Caden, permanecerás bajo pena de muerte. El
emperador o espera que el libro que le presentó le sea entregado al
Papa ". 14 Quizás a Carlos le pareció agradable mostrarle al pontífice
romano esta prohibición emitida contra los ministros de Dios de
mezclarse en el gobierno de las naciones. Pero Caden, aprovechando la
confusión de la corte, consiguió en secreto un caballo y huyó a Ferrara,
de allí a Venecia, de donde regresó a Nuremberg. 15
Cuanto más irritado parecía Carlos contra Alemania, más moderación
mostraba hacia los italianos: todo lo que necesitaba eran grandes
contribuciones pecuniarias. Fue más allá de los Alpes, en el centro de
la cristiandad, por medio de estas mismas controversias religiosas, que
deseaba establecer su poder. Siguió adelante y solo necesitaba dos
cosas: detrás de él, - paz; con él, - dinero.
El 5 de noviembre entró en Bolonia. En él todo llamaba la atención: la
multitud de nobles, el esplendor de los carruajes, la altivez de las
tropas españolas, los cuatro mil ducados que se esparcían a puñados
entre el pueblo; 16 pero sobre todo, la majestad y magnificencia del
joven emperador. Los dos jefes de la cristiandad romana estaban a
punto de reunirse. El Papa abandonó su palacio con toda su corte; y
Carlos, al frente de un ejército que habría conquistado toda Italia en
pocos días , afectando la humildad de un niño, cayó de rodillas y besó
los pies del pontífice.
El emperador y el papa residían en Bolonia en dos palacios contiguos,
separados por una sola pared, a través de la cual se había abierto una
puerta, de la cual cada uno tenía una llave; y se veía a menudo al joven
y político emperador visitando al viejo y astuto pontífice, con papeles
en la mano.
Clemente obtuvo el perdón de Sforza, que se presentó ante el
emperador enfermo y apoyado en un bastón. Venecia también fue
perdonada: un millón de coronas arregló estos dos asuntos. Pero
Carlos no pudo obtener del Papa el perdón de Florencia. Aquella ilustre
ciudad fue sacrificada a los Medici, "considerando", se dijo, "que es
imposible que el vicario de Cristo reclame algo que sea injusto".
El asunto más importante fue la Reforma. Algunos le dijeron al
emperador que, vencedor de todos sus enemigos, debería llevar las
cosas con mano alta y constreñir a los protestantes por la fuerza de las
armas. 17 Charles era más moderado ; prefirió debilitar a los
protestantes por los papistas, y luego a los papistas por los
protestantes, y por este medio elevar su poder por encima de ambos.
No obstante, en una conferencia solemne se propuso un curso más
sabio. “La Iglesia está hecha pedazos”, dijo Canciller Gattinara. “Tú
(Charles) eres el jefe del imperio; usted (el Papa) el jefe de la Iglesia.
Es su deber proveer de común acuerdo contra necesidades sin
precedentes. Reúna a los hombres piadosos de todas las naciones, y
permita que un concilio libre deduzca de la Palabra de Dios un
esquema de doctrina que pueda ser recibido por todo pueblo ”. 18
Un rayo cayendo a los pies de Clement no podría haberlo sobresaltado
más. Procedente de una unión ilegítima, y habiendo obtenido el
papado por medios muy lejos de ser honorable, y haber malgastado los
tesoros de la Iglesia en una guerra injusta, este pontífice tenía mil
motivos personales para temer a una asamblea de la cristiandad. “Las
grandes congregaciones”, respondió, “sirven sólo para introducir
opiniones populares. No es por los decretos de los consejos, sino a filo
de espada, que debemos decidir las controversias ". 19
Como Gattinara todavía insistía: "¡Qué!" dijo el Papa,
interrumpiéndolo airadamente, "¡te atreves a contradecirme y excitas
a tu maestro contra mí!" Charles se levantó; toda la asamblea guardó un
profundo silencio, y el príncipe, volviendo a su asiento, secundó la
petición de su canciller. Clement se contentó con decir que
reflexionaría sobre ello. Entonces comenzó a trabajar sobre el joven
emperador en sus conferencias privadas, y Carlos prometió por fin
constreñir a los herejes mediante la violencia, mientras que el papa
convocaría a todos los demás príncipes en su ayuda. 20 “Vencer a
Alemania a la fuerza, y luego borrarla de la superficie del oído , es el
único objetivo de los italianos”, escribieron desde Venecia al elector. 21
Tales fueron las noticias siniestras que, al esparcir la alarma entre los
protestantes, también deberían haberlos unido. Desafortunadamente,
se estaba produciendo un movimiento contrario . Lutero y algunos de
sus amigos habían revisado los artículos de Marburgo en un sentido
exclusivamente luterano, y los ministros del Elector de Sajonia los
habían presentado a la conferencia de Schwabach. Los diputados
reformados de Ulm y Estrasburgo se retiraron inmediatamente y la
conferencia se disolvió.
Pero desde hace mucho tiempo se habían hecho necesarias nuevas
conferencias. El expreso que Caden había enviado desde Piacenza
había llegado a Nuremberg. Todos en Alemania entendieron que el
arresto de los diputados de los príncipes era una declaración de
guerra. El elector se tambaleó y ordenó a su canciller que consultara a
los teólogos de Wittenberg.
“No podemos en conciencia”, respondió Lutero el 18 de noviembre,
“aprobar la alianza propuesta. Preferiríamos morir diez veces antes que
ver que nuestro Evangelio hace que se derrame una gota de sangre. 22
Nuestra parte es ser como corderos del matadero. Debe llevarse la cruz
de Cristo. Deje que su alteza no tenga miedo. Haremos más con
nuestras oraciones que todos nuestros enemigos con sus jactancias.
¡No dejes que tus manos se manchen con la sangre de tus hermanos! Si
el emperador requiere que nos entreguen a sus tribunales, estamos
listos para comparecer. No se puede defender nuestra fe: cada uno
debe creer bajo su propio riesgo y peligro ”. 23
El 29 de noviembre se inauguró un congreso evangélico en Smalkald, y
un acontecimiento inesperado hizo que este encuentro fuera aún más
importante. Ehinger, Caden y Frauentraut, que habían escapado de las
garras de Carlos V, aparecieron ante ellos. 24 El landgrave no tuvo
más dudas sobre el éxito de su plan.
Fue engañado. Ningún acuerdo entre doctrinas contrarias, ninguna
alianza entre política y religión, eran los dos principios de Lutero, y
todavía prevalecían. Se acordó que aquellos que se sintieran dispuestos
a firmar los artículos de Schwabach, y sólo aquellos, se reunieran en
Nuremberg el 6 de enero.
El horizonte se volvió cada hora más amenazador. Los papistas de
Alemania se escribieron unos a otros estas pocas pero significativas
palabras: " Viene el Salvador". 25 ¡Ay! Exclamó Lutero, ¡qué salvador
despiadado! Los devorará a todos, así como a nosotros ”. En efecto, dos
obispos italianos, autorizados por Carlos V, exigieron en nombre del
Papa todo el oro y la plata de las iglesias y una tercera parte de las
rentas eclesiásticas: procedimiento que causó una sensación inmensa.
“Que el Papa se vaya al diablo”, respondió un canon de Paderborn, con
demasiada libertad. 26 "¡Sí, sí!" un rchly respondió Luther, “esta es tu
salvador que viene!” La gente ya empezó a hablar de presagios
espantosos. No solo los vivos estaban agitados: un niño que aún estaba
en el vientre de su madre había proferido gritos horribles. 27 “Todo
está cumplido”, dijo Lutero; "El turco ha alcanzado el grado más alto
de su poder, la gloria del papado está disminuyendo y el mundo se está
dividiendo por todos lados". 28 El reformador, temiendo que el fin del
mundo llegara antes de haber traducido toda la Biblia, publicó las
profecías de Daniel por separado, "una obra", dijo, "para estos últimos
tiempos". “Los historiadores nos dicen”, agregó, “que Alejandro
Magno siempre colocó a Homero debajo de su almohada: el profeta
Dani el es digno no solo de que reyes y príncipes lo pongan bajo sus
cabezas, sino que lo lleven en sus corazones; porque les enseñará que
el gobierno de las naciones procede del poder de Dios. Estamos
equilibrados en la mano del Señor, como un barco en el mar o una
nube en el cielo ". 29
Sin embargo, el fantasma espantoso que Felipe de Hesse no había
dejado de señalar a sus aliados, y cuyas mandíbulas amenazantes
parecían abrirse, se desvaneció repentinamente y descubrieron en su
lugar la graciosa imagen del más amable de los príncipes.
El 21 de enero, Carlos había convocado a todos los estados del imperio
a Augsburgo y se había esforzado por emplear el lenguaje más
conciliador. “Pongamos fin a toda discordia”, dijo, “ expresemos
nuestras antipatías, ofrezcamos a nuestro Salvador el sacrificio de
todos nuestros errores, hagamos nuestro trabajo comprender y
sopesar con mansedumbre las opiniones de otros. Aniquilemos todo lo
que se ha dicho o hecho por ambos lados en contra del derecho, y
busquemos la verdad cristiana. Luchemos todos bajo el mismo líder,
Jesucristo, y esforcémonos por encontrarnos en una sola comunión,
una sola iglesia y una sola unidad ”. 30
¡Que lenguaje! ¿Cómo era posible que este príncipe, que hasta entonces
había hablado sólo de la espada, ahora hablase sólo de la paz? Algunos
pueden decir que el sabio Gattinara participó en ella; que el acta de
convocatoria se redactó bajo la impresión del terror causado por la
invasión turca; que el emperador ya vio con qué poco entusiasmo los
católicos romanos de Alemania secundaban sus puntos de vista; que
deseaba intimidar al Papa; que este lenguaje, tan lleno de gracia, no era
más que una máscara que Carlos empleaba para engañar a sus
enemigos; que deseaba administrar la religión de una manera
verdaderamente imperial, como Teodosio y Constantino, y buscar
primero unir a ambas partes por la influencia de su sabiduría y de sus
favores, reservándose para sí mismo, si la bondad fallaba, emplear la
fuerza después. Es posible que cada uno de estos motivos haya ejercido
una cierta influencia sobre Carlos, pero este último nos parece más
cercano a la verdad y más conforme al carácter de este príncipe.
Sin embargo, si Charles mostraba alguna inclinación a la apacibilidad,
el fanático Ferdinand estaba dispuesto a traerlo de vuelta. “Seguiré
negociando sin llegar a ninguna conclusión”, le escribió a su hermano;
“Y si me redujera a eso, no temas; No habrá pretextos para querer
castigar a estos rebeldes, y encontrarás suficientes hombres que
estarán felices de ayudarte en tu venganza ". 31

Notas finales:
1. Hebreos 7:16.
2. Legatis attribuerunt equos sex. Seckend. 2: 134.

3. Ut essent tutiores. Seckend. 2: 133.


4. Neque suarum esse virium aut officii, ut eos ad
impossibilia et noxia adigant. Ibídem. 134.
5. Hortleben, von den Ursachen des deutschen Kriegs, pág.
50.

6. Libellum eleganter ornatum. Scultet. Pág. 253.


7. Cum obiter legisset. Ibídem.
8. Lucas 22:26.
9. Falso et maligne rel atum esset. Seckend. 2: 133.
10. Sibi non defore media quibus ad id compellerentur.
Ibídem.
11. Tabellionis sive notarii officium. Ibídem.
12. Sub capitis poena, ne pedem a diversario moveant.
Seckend. 2: 133.

13. A famulo certior factus, rem omnem senatui aperuit.


Ibídem.
14. U t idem scriptum exhibeat quoque Pontifici. Scultet,
pág. 254.
15. Silentio conscendit equum. Ibídem.
16. En vulgus sparsum aurum quatuor millia ducatorum. L.
Epp. 3: 565.
17. Armis cogendos. Seckend. 2: 112; Maimbourg, 2: 194.
18. Oratio de Congressu Bononiensi, en Melanctho nis
Orationum, 4:87 y Caelestinus Hist. Concil. 1830,
Augustae, 1:10. Autores respetables, Walsh, Muller y
Beausobre, citan incorrectamente en toda su extensión
los discursos pronunciados en esta conferencia. Son
amplificaciones; pero negar que tienen algún fundamento
histórico sería volar al extremo opuesto.
19. Non concilii decretis, sed armis controversias
dirimendas. Scultet. P. 248; Maimbourg el jesuita, 2: 177.

20. Pontifex, ut caeteri Christiani principes, ipsos pro


viribus fuvent. Guicciardini, 19 : 908.
21. Ut Germania vi et armis opprimatur, funditus deleatur
et eradicetur. Caelestin. 1:42.
22. Lieber zehn mal todt seyn. Epp. 3: 526.
23. Auf sein eigen Fahr glauben. Ibídem. 527.
24. Advenerant et gesta referebant. Seckend. 2: 140; Sleidan.
1: 235.
25. Invicem scriptit ant, dicentes: Salvator venit. L. Epp. 3:
540.

26. Dat de Duwel dem Bawst int Lieff fare. Ibídem.


27. Infans in utero, audiente tota familia, bis vociferatus est.
Ibid.
28. Dedicación de Daniel a John Frederick. Ibídem. 555.
29. Schwebt in seiner Macht, wie ein Schiff auf dem Meer,
ja wie eine Wolke unter dem Himmel. L. Epp. 3: 555.
30. Wie wir alle unter einem Christo seyn und streiten
Urkundenbuch de Forstenmann, 1: 1.
31. Bucholz Gesch ichte Ferdinands, 3: 432.
LIBRO 14
CAPÍTULO 2

Carlos, como Carlomagno en tiempos pasados, y Napoleón en días


posteriores, deseaba ser coronado por el Papa, y al principio pensó en
visitar Roma con ese propósito; pero las cartas apremiantes de
Fernando lo obligaron a elegir Bolonia. 1 Designó el 22 de febrero para
recibir la corona de hierro como rey de Lombardía, y resolvió asumir
la corona de oro, como emperador de los romanos, el 24 del mismo
mes, su cumpleaños y el aniversario de la batalla de Pavía. y que pensó
que siempre era una suerte para él. 2
Los oficios de honor que pertenecían a los electores del imperio fueron
otorgados a extraños; en la coronación del emperador de Alemania
todo era español o italiano. El cetro lo llevaba el marqués de
Montferrat, la espada el duque de Urbino y la corona de oro el duque
de Saboya. Un solo príncipe alemán de poca importancia, el conde-
palatino Felipe, estaba presente: llevaba el orbe. Después de estos
señores vino el emperador mismo entre dos cardenales; luego los
miembros de su consejo. Toda esta procesión desfilada a través de un
magnífico puente temporal erigido entre el palacio y la iglesia. En el
mismo momento en que el emperador se acercaba a la iglesia de San
Petronio, donde iba a tener lugar la coronación, el andamio se
resquebrajó detrás de él y cedió: muchos de su tren resultaron heridos,
y la multitud huyó alarmada. Charles se volvió tranquilamente y
sonrió, sin dudar de que su estrella de la suerte lo había salvado.
Por fin, Carlos V llegó ante el trono en el que estaba sentado Clemente.
Pero antes de ser nombrado emperador, era necesario que fuera
ascendido a las órdenes sagradas. El Papa le obsequió con la
sobrepelliz y el amito para convertirlo en canónigo de San Pedro y San
Juan de Letrán, y los canónigos de estas dos iglesias lo despojaron
inmediatamente de sus ornamentos reales y lo vistieron con las
vestiduras sacerdotales. El Papa fue al altar y comenzó la misa, el
nuevo canon se acercó para atenderlo . Después del ofertorio, el
diácono imperial presentó el agua al pontífice; y luego arrodillándose
entre dos cardenales, se comunicó de la mano del Papa. El nuevo
emperador regresó a su trono, donde los príncipes lo vistieron con el
manto imperial traído de Constantinopla, todo reluciente de
diamantes, y Carlos dobló humildemente la rodilla ante Clemente VII.
El pontífice, habiéndolo ungido con aceite y dándole el cetro, le
presentó una espada desnuda, diciendo: "¡Úsalo en defensa de la
Iglesia contra los enemigos de la fe!" Luego, tomando el orbe dorado,
tachonado de joyas, que sostenía el conde palatino, dijo: "¡Gobierna el
mundo con piedad y firmeza!" Por último llegó el duque de Saboya, que
llevaba la corona de oro enriquecida con diamantes. El príncipe se
inclinó y Clemente se puso la diadema en la cabeza, diciendo: "Carlos,
emperador invencible, recibe esta corona que ponemos en tu cabeza,
como señal a toda la tierra de la autoridad que te ha sido conferida".
Luego, el emperador besó la cruz blanca bordada en la zapatilla roja
del Papa y exclamó: "Juro ser, con todos mis poderes y recursos, el
defensor perpetuo de la dignidad pontificia y de la Iglesia de Roma". 3
Los dos príncipes tomaron ahora sus asientos bajo el mismo dosel,
pero en tronos de altura desigual, el emperador estaba medio pie más
bajo que el del pontífice, y el cardenal-diácono proclamó al pueblo "El
emperador invencible, defensor de la fe". Durante la siguiente media
hora no se oyó nada más que el ruido de fusiles, trompetas, tambores y
pífanos, todas las campanas de la ciudad y los gritos de la multitud. Así
se proclamó de nuevo la estrecha unión de la política con la religión. El
poderoso emperador, transformado en diácono romano y sirviendo
humildemente a misa, como un canónigo de San Pedro, había
tipificado y declarado la unión indisoluble de la Iglesia romana con el
Estado. Esta es una de las doctrinas esenciales del papado, y una de las
características más llamativas que lo distingue de la Iglesia evangélica
y cristiana.
Sin embargo, durante toda la ceremonia el Papa pareció incómodo y
suspiró tan pronto como los ojos de los hombres dejaron de mirarlo.
En consecuencia, el embajador francés escribió a su corte que estos
cuatro meses que el emperador y el papa habían pasado juntos en
Bolonia darían frutos de los cuales el rey de Francia seguramente no
tendría motivo para quejarse. 4
Apenas Carlos V se había levantado ante el altar de San Petronio,
cuando volvió su rostro hacia Alemania y apareció en los Alpes como
el ungido del papado. La carta de convocatoria, tan indulgente y
benigna, parecía olvidada: todas las cosas se renovaron desde las
bendiciones del Papa: sólo había un pensamiento en el tren imperial,
la necesidad de medidas ricas; y el legado Campeggio no dejó de
insinuar palabras irritantes al oído de Charles. "Al primer rumor de la
tormenta que los amenaza", dijo Granvelle, "veremos a los
protestantes volar por todos lados, como palomas tímidas sobre las
que se abalanza sobre el águila alpina". 5
Realmente grande fue la alarma en todo el imperio; ya incluso la gente
atemorizada, temerosa de los mayores desastres, repetía en todas
partes que Lutero y Melancthon estaban muertos. "¡Pobre de mí!" dijo
Mela ncthon, consumido por el dolor, cuando escuchó estos informes,
"el rumor es demasiado cierto, porque muero a diario". 6 Pero Lutero,
por el contrario, alzando valientemente el ojo de la fe hacia el cielo,
exclamó: "Nuestros enemigos triunfan, pero pronto perecerán". En
verdad, los consejos del elector mostraron una audacia sin
precedentes. “Recojamos nuestras tropas”, dijeron; "Marchemos sobre
el Tirol y cerremos el paso de los Alpes contra el emperador". 7 Felipe
de Hesse lanzó un grito de alegría cuando se enteró de esto. La espada
de Carlos había despertado por fin a sus indolentes aliados.
Inmediatamente se enviaron nuevos correos de Fernando para
acelerar la llegada de Carlos, y toda Alemania estaba a la espera.
Antes de realizar este gigantesco diseño, el elector quiso consultar a
Lutero una vez más. El emperador en medio de los electores fue sólo el
primero entre sus iguales; y a los príncipes independientes se les
permitió resistir a otro príncipe, incluso si era de un rango más alto
que ellos. Pero Luher, temiendo sobre todo la intervención del brazo
secular en los asuntos eclesiásticos, se vio obligado a responder el 6 de
marzo de esta manera extraordinaria: “Los súbditos de nuestro
príncipe son también súbditos del emperador, y aún más que los
príncipes. Proteger con armas a los súbditos del emperador contra el
emperador, sería como si el burgomaestre de Torgau quisiera proteger
por la fuerza a sus ciudadanos contra el elector ".
"¿Qué se debe hacer entonces?" - “Escucha”, respondió Lutero. “Si el
emperador desea marchar contra nosotros, ningún príncipe emprenda
nuestra defensa. Dios es fiel: no nos abandonará ". Todos los
preparativos para la guerra se suspendieron de inmediato, el
landgrave recibió una cortés negativa y la confederación se disolvió.
Fue la voluntad de Dios que su causa compareciera ante el emperador
sin liga y sin soldados, teniendo sólo fe como escudo.
Quizás nunca se ha visto tanta osadía en hombres débiles y
desarmados; pero nunca, aunque bajo una apariencia de ceguera, hubo
tanta sabiduría y comprensión.
La pregunta que se discutió a continuación en el consejo de electores
fue si debería ir a la dieta. La mayoría de los concejales se opusieron.
"¿No es arriesgarlo todo", decían, "ir y encerrarse entre los muros de
una ciudad con un enemigo poderoso ?" Bruck y el príncipe electoral
tenían una opinión diferente. A sus ojos, el deber era mejor consejero
que el miedo. "¡Qué!" dijeron ellos, “¿insistiría tanto el emperador en
la presencia de los príncipes en Augsburgo sólo para arrastrarlos a una
trampa? No podemos imputarle tal perfidia ". El landgrave, por el
contrario, secundó la opinión de la mayoría. "Recuerde Piacenza", dijo.
"Alguna circunstancia imprevista puede llevar al emperador a tomar a
todos sus enemigos de un tirón".
El canciller se mantuvo firme. "Que los príncipes sólo se comporten
con valor", dijo, "y la causa de Dios se salvará". La decisión fue a favor
del plan más noble.
Esta dieta iba a ser un consejo laico, o al menos una convención
nacional. 8 Th e protestantes previó que algunas concesiones sin
importancia se harían a ellos al principio, y después de que serían
obligados a sacrificar su fe. Por tanto, era necesario resolver cuáles
eran los artículos esenciales de la verdad cristiana, para saber si, por
qué medios y hasta dónde llegarían a un entendimiento con sus
adversarios. En consecuencia, el elector envió cartas el 14 de marzo a
los cuatro principales teólogos de Wittenberg, poniéndoles esta tarea
antes que todos los demás asuntos. 9 Así, en lugar de reunir soldados,
este príncipe redactó artículos: eran el mejor armamento.
Luther, Jonas y Melancthon (Pomeranus permaneció en Wittenberg),
llegaron a Torgau en la semana de Pascua, pidiendo permiso para
entregar sus artículos en persona a Carlos V. 10 "¡Dios no lo quiera!"
respondió el elector: "Yo también deseo confesar a mi Señor".
Después de haber confiado Juan a Melancthon el arreglo definitivo de
la confesión y ordenado que se ofrecieran oraciones generales ,
comenzó su viaje el 3 de abril con ciento sesenta jinetes, vestidos con
ricos mantos escarlata bordados en oro.
Todos eran conscientes de los peligros que amenazaban al elector y,
por lo tanto, muchos en su escolta marcharon con los ojos bajos y el
corazón hundido. Pero Lutero, lleno de fe, revivió el coraje de sus
amigos, componiendo y cantando con su fina voz ese hermoso himno,
desde que se hizo tan famoso: Ein 'feste Burg ist unser Gotte, Nuestro
Dios es una torre fuerte. 11 Nunca un alma que conocía su propia
debilidad, pero que, mirando a Dios, despreciaba todo temor, encontró
acentos tan nobles.
Con nuestras propias fuerzas nada podemos hacer,
Destrucción bosteza por todos lados:
Él lucha por nosotros, nuestro verdadero campeón,
Elegido de Dios para ser nuestro guía.
¿Cúal es su nombre? El ungido,
El Dios de los ejércitos él;
De la tierra y del cielo solo el Señor:
con él, en el campo de batalla ganado,
permanece la victoria.
Este himno se cantaba durante la dieta, no sólo en Augsburgo, sino en
todas las iglesias de Sajonia, y se veía a menudo que sus enérgicos
acordes revivían e inspiraban las mentes más abatidas. 12
La víspera de Pascua la tropa llegó a Coburgo y el 23 de abril el elector
reanudó su viaje; pero en el mismo momento de la partida, Lutero
recibió la orden de quedarse. “Alguien ha dicho, cállate, tienes una voz
áspera”, le escribió a un amigo. 13 Sin embargo, se sometió sin vacilar,
dando ejemplo de esa obediencia pasiva que tan audazmente defendía.
El elector temía que la presencia de Lutero exasperara aún más a sus
adversarios y llevara a Carlos a tomar medidas extremas: la ciudad de
Augsburgo también le había escrito a tal efecto. Pero al mismo tiempo,
Juan estaba ansioso por mantener al reformador a su alcance, para
que pudiera consultarlo. Por lo tanto, lo dejaron en Coburg, en el
castillo que domina la ciudad y el río Itz, en el piso superior del lado
sur. Desde este lugar escribió esas numerosas cartas fechadas en la
región de los pájaros; y fue allí donde durante muchos meses tuvo que
mantener con su antiguo enemigo de Wartburg, Satanás, una lucha
llena de tinieblas y angustias.
El 2 de mayo el elector llegó a Augsburgo; Se esperaba que se
mantuviera alejado y, para gran asombro de todos, fue el primero en
acudir a la cita. 14 Inmediatamente envió a Dolzig, mariscal de la
corte, a reunirse con el emperador y a felicitarlo. El 12 de mayo, Felipe
de Hesse, que al principio había decidido no separarse de su aliado,
llegó con una escolta de ciento noventa jinetes; y casi al mismo tiempo
el emperador entró en Innspruck, en el Tirol, acompañado de su
hermano, las reinas de Hungría y Bohemia, los ssadors de amba de
Francia, Inglaterra y Portugal, Campeggio el legado papal, y otros
cardenales, con muchos príncipes. y nobles de Alemania, España e
Italia.
Cómo devolver a los herejes a la obediencia a la Iglesia fue el gran
tema de conversación en esta brillante corte entre nobles y sacerdotes,
damas y soldados, consejeros y embajadores. Ellos, o Carlos al menos,
no estaban a favor de hacerlos subir al cadalso, pero deseaban actuar
de tal manera que, infiel a su fe, doblaran la rodilla ante el Papa.
Charles se detuvo en Innspruck para estudiar la situación de Alemania
y garantizar el éxito de sus planes.

Apenas se supo su llegada cuando una multitud de altos y bajos lo


rodeó por todos lados, y más de 270.000 coronas, anteriormente
levantadas en Italia, sirvieron para hacer comprender a los alemanes
la justicia de la causa de Roma. "Todos estos herejes", fue el grito,
"caerán al suelo y se arrastrarán a los pies del Papa". 15
Charles no lo creía así. Por el contrario, se asombró al ver el poder que
había ganado la Reforma. Por un momento, incluso se le ocurrió la idea
de dejar Augsburgo solo, y de ir directamente a Colonia, y allí
proclamar a su hermano Rey de los Romanos. 16 Así, los intereses
religiosos habrían dado paso a los intereses dinásticos, al menos así
decía el informe. Pero Carlos V no se detuvo en esta idea. La cuestión de
la Reforma estaba allí ante él, aumentando cada hora en fuerza, y no
podía eludirla.
T wo partes divide la corte imperial. El uno, numeroso y activo, pidió al
emperador que reviviera simplemente el edicto de Worms y, sin
escuchar a los protestantes, condenara su causa. 17 El legado estaba al
frente de esta parcela. "No lo dudes", le dijo a Charles; “Confiscar sus
propiedades, establecer la inquisición y castigar a estos herejes
obstinados con fuego y espada”. 18 Los españoles, que secundaban
enérgicamente estas exhortaciones, cedieron a su acostumbrado
libertinaje y muchos de ellos fueron arrestados por seducción. 19 Este
era un triste ejemplo de la fe que deseaban imponer a Alemania. Roma
siempre ha pensado a la ligera en la moralidad.
Gattinara, aunque enfermo, había seguido con paciencia el tren de
Carlos para neutralizar la influencia del legado. Resuelto adversario de
la política romana, pensó que los protestantes podrían prestar
importantes servicios a la cristiandad. “No hay nada que desee tanto”,
dijo, “como ver al elector de Sajonia y sus aliados perseverar con
valentía en la profesión del Evangelio y pedir un consejo religioso
libre. Si se dejan detener por promesas o amenazas, yo mismo dudo,
me tambaleo y dudo de los medios de salvación ”. 20 Los ilustrados y
honestos miembros de la Iglesia Papal (y de los cuales siempre hay un
pequeño número) necesariamente simpatizan con la Reforma.

Carlos V, expuesto a estas influencias contrarias, deseaba devolver a


Alemania la unidad religiosa mediante su intervención personal: por
un momento se pensó en la víspera del éxito.
Entre las personas que acudieron a Innspruck se encontraba el
desafortunado cristiano, rey de Dinamarca, cuñado de Carlos. En vano
había propuesto a sus súbditos emprender una peregrinación a Roma
en expiación de las crueldades de las que se le acusaba: su pueblo lo
había expulsado. Habiéndose ido a Sajonia, a su tío el elector, había
escuchado allí a Lutero y había abrazado las doctrinas evangélicas, al
menos en lo que respecta a la profesión externa. Este pobre monarca
destronado no pudo resistir la elocuencia del poderoso gobernante de
dos mundos, y Christian, conquistado por Carlos V, volvió a colocarse
públicamente bajo el cetro de la jerarquía romana . Todo el grupo
papal lanzó un grito de triunfo. Nada iguala su credulidad y la
importancia que otorgan a estas adhesiones sin valor. “No puedo
describir la emoción con la que me ha llenado esta noticia”, escribió
Clemente VII a Carlos, con la mano temblando de alegría; "El
resplandor de las virtudes de su majestad comienza por fin a esparcir
las tinieblas: este ejemplo conducirá a innumerables conversiones".

Las cosas estaban en este estado cuando el duque Jorge de Sajonia, el


duque Guillermo de Baviera y el elector Joaquín de B randenburg, los
tres príncipes alemanes que eran los mayores enemigos de la Reforma,
llegaron apresuradamente a Innspruck.
La tranquilidad del elector, a quien habían visto en Augsburgo, los
había alarmado, porque no sabían de dónde derivaba Juan su coraje :
creían que estaba meditando algún plan pérfido. “No es sin razón”, le
dijeron a Carlos, “que el elector Juan haya reparado el primero a
Augsburgo, y que haya aparecido allí con un tren considerable: desea
apoderarse de su persona. Actúe, pues, con energía y permítanos
ofrecer a Su Majestad una guardia de seis mil caballos. 21 Conferencia
sobre la conferencia tuvo lugar inmediatamente. Los protestantes se
asustaron. "Están haciendo una dieta en Innspruck", dijo Melanct hon,
"sobre la mejor manera de tener la cabeza". 22 Pero Gattinara
convenció a Charles para que mantuviera su neutralidad.
Mientras prevalecía esta agitación en el Tirol, los cristianos
evangélicos, en lugar de reunirse en armas, como se les acusaba,
enviaron sus oraciones al cielo, y los príncipes protestantes se
disponían a dar cuenta de su fe.
El elector de Sajonia ocupaba el primer rango entre ellos. Sincero,
íntegro y puro desde su juventud, desde muy temprano disgustado por
los brillantes viajes en los que había participado al principio, Juan de
Sajonia había saludado con alegría el día de la Reforma, y la luz del
Evangelio había penetrado gradualmente en su mente seria y reflexiva.
. Su gran placer fue que le leyeran las Sagradas Escrituras durante las
últimas horas del día. Es cierto que, habiendo llegado a una edad
avanzada, el piadoso elector a veces se dormía, pero pronto se
despertó sobresaltado y repitió en voz alta el último pasaje. Aunque
moderado y amigo de la paz, poseía una energía que los grandes
intereses de la fe despertaban poderosamente. No hay príncipe en el
siglo XVI, y quizás ninguno desde los tiempos primitivos de la Iglesia,
que haya hecho tanto como Juan de Sajonia por la causa del
Evangelio. En consecuencia, fue contra él que se dirigieron los
primeros esfuerzos de los papistas.

Para ganárselo querían poner en marcha tácticas muy distintas de las


que se habían empleado anteriormente. En Spires, los evangélicos se
habían encontrado con miradas airadas en todos los rincones; en
Augsburgo, por el contrario, los papistas les dieron una calurosa
bienvenida; representaron la distancia que separaba a las dos partes
como muy insignificante, y en sus conversaciones privadas hicieron
uso del lenguaje más suave, “buscando así tentar a los protestantes
cultos para que muerdan el anzuelo”, dice un historiador. 23 Estos
últimos cedieron con sencillez a estas hábiles maniobras.
Carlos V estaba convencido de que los simples alemanes no serían
capaces de resistir su estrella. “El Rey de Dinamarca se ha convertido”,
le dijeron sus cortesanos, “¿por qué no debería el elector seguir su
ejemplo? Vamos a llevarlo a la atmósfera imperial ". John fue invitado
de inmediato a que viniera y conversara familiarmente con el
emperador en Innspruck, con la seguridad de que podría contar con el
favor particular de Carlos.
El príncipe-electoral, John Frederick, que al ver los avances de los
papistas había exclamado en un primer momento: "¡Conducimos
nuestros asuntos con tal torpeza, que es bastante lamentable!" permitió
que se dejara atrapar por esta estratagema. “Los príncipes papistas”, le
dijo a su padre, “hacen todo lo posible para ennegrecer nuestro
carácter. Vaya a Innspruck para poner fin a estas prácticas
clandestinas; o si no quieres, envíame en tu lugar ".
Esta vez el prudente elector moderó la precipitación de su hijo y
respondió a los ministros de Carlos que no era apropiado tratar los
asuntos de la dieta en ningún otro lugar que no fuera el que el mismo
emperador había designado, y rogó, en consecuencia, que su majestad
apresuraría su llegada. Este fue el primer cheque con el que se reunió
Charles.

Notas finales:
1. Sopravennero lettere di Germania che lo sollicittavano a
transferirsi in quella provincia. Guicciardini, L.20.
2. Natali suo quem semper felicem habuit. Seckend. 2: 150.
3. Omnibus viribus, ingenio, et facultatibus suis Pontificue
dignitatis et Romanae Ecclesi ae perpetuum fore
defensorem. Coelestin. Hist. Cometer. 16 de agosto.
4. Carta a M. L'Admiral, 25 de febrero. Legrand, Histoire du
Divorce, 3: 386.
5. Tanquam columbae, adveniente aquila, dispergentur.
Rommel Anmerkungen, pág. 236.
6. Ego famam de qua scribis intelligo nimis veram esse,
morior enim quotidie. Corp. Ref. 2: 122.
7. Cum copiis quas habitant per Tyrolensem ditionem
incedenti occurrere et Alpium transitum impedire.
Seckend. 2: 150.
8. Cum haec comitia pro concilio aut conventu nationali
haberi videantur. Seckend. 2:17. Carta al elector. Corp. Ref.
2:26.
9. Omnibus sepositis aliis rebus. L. Epp. 3: 564.
10. Se encontrarán diferentes proyectos en Urkundenbuch
de Forstenmann, 1. P. 63-108, y en la Corp. Ref. 4. P. 973,
ss. Los que se presentaron fueron sin duda los Articuli
non concedendi, artículos que no deben concederse.
Tratan de la comunión en ambos tipos, del celibato, de la
misa, de las órdenes, del papa, de los conventos, de la
confesión, de la distinción de los mitos y de los
sacramentos. Corp. Ref. 4: 981.
11. Hemos intentado una traducción muy débil de la
segunda estrofa.

12. Qui tristem etiam et abjectum animum erigere et


exhilarare, et velut enqotia <zein possent. Scult. Pág. 270.
13. Sed erat qui diceret: Tace tu, hab es malam vocem. L.
Epp. 4: 2.
14. Mirantibus hominibus. Seck. 2: 153.
15. Zum kreutz kriechen werden. Mathesius Pred. P. 91. La
alusión es a la cruz bordada en la zapatilla del Papa.
16. Iter Coloniam versus decrevisse. Epp. Zw. Mayo 13.
17. Alii censent Caesarem d ebere, edicto proposito, sine
ulla cogitatione damnare causam nostram. Corp. Ref.
2:57.

18. Instructio data Casari dal Reverendissimo Campegio


Ranke, 3: 288.
19. Sich die Spanier zu Inspruck unflathig gehalten. Corp.
Ref. 2:56.
20. Semper vacillaturum de vera et cer ta salutis
adipiscendae ratione. Seck. 2:57.
21. Ut mascule ageret, sex mille equitum praesidium ei
offerentes. Seck. 2: 156.
22. Ibi habentur de nostris cervicibus comitia. Corp. Ref.
2:45.
23. Seckendorf.
LIBRO 14
CAPÍTULO 3

Mientras tanto, Augsburg se llenaba cada día más. Príncipes, obispos,


diputados, caballeros, caballeros, soldados con ricos uniformes,
entraban por todas las puertas y llenaban las calles, los lugares
públicos, posadas, iglesias y palacios. Todo lo que era más magnífico en
Alemania estaba a punto de ser recogido. Las circunstancias críticas en
las que se encontraba el imperio y la cristiandad, la presencia de
Carlos V y sus amables modales, el amor a la novedad, a los grandes
espectáculos y a las emociones vivas, arrancaron a los alemanes de sus
hogares. Todos aquellos que tenían grandes intereses que discutir, sin
contar una multitud de holgazanes, acudieron en masa desde las
diversas provincias del imperio y se dirigieron apresuradamente hacia
esta ilustre ciudad. 1
En medio de esta muchedumbre, el elector y el landgrave resolvieron
confesar a Jesucristo y aprovechar esta convocación para convertir el
imperio. Apenas llegó Juan cuando ordenó a uno de sus teólogos que
predicara diariamente con las puertas abiertas en la iglesia de los
dominicos. 2 El domingo 8 de mayo se hizo lo mismo en la iglesia de
Santa Catalina; el día 13, Felipe de Hesse abrió las puertas de la
catedral y su capellán Snepff proclamó allí la Palabra de Salvación; y el
domingo siguiente (15 de mayo) este príncipe ordenó a Cellarius,
ministro de Augsburgo y seguidor de Zwingle, que predicara en el
mismo templo. Algo más tarde, el landgrave se instaló firmemente en
la iglesia de San Ulrico y el elector en la de Santa Catalina. Estas fueron
las dos posiciones asumidas por estos ilustres príncipes. Todos los días
se anunciaba el Evangelio en estos lugares a una multitud inmensa y
atenta. 3
Los partidarios de Roma quedaron asombrados. Esperaban ver
criminales esforzándose por ocultar sus faltas , y se encontraron con
los confesores de Cristo con la cabeza en alto y palabras de poder.
Deseoso de contrarrestar estos sermones, el obispo de Augsburgo
ordenó a su sufragáneo y a su capellán que subieran al púlpito. Pero los
sacerdotes romanos entendían mejor cómo decir misa que predicar el
Evangelio. “Gritan, chillan”, decían algunos. “Son unos tipos
estúpidos”, agregaron todos sus oyentes, encogiéndose de hombros. 4
Los romanistas, avergonzados de sus propios sacerdotes, comenzaron
a enojarse, 5 e incapaces de mantenerse firmes predicando,
recurrieron al poder secular. “Los sacerdotes están poniendo en
funcionamiento maravillosas máquinas para ganarse la mente de
César”, dijo Melancthon. 6 Lo consiguieron, y Carlos m ade conoció su
disgusto por la dureza de los príncipes. Los amigos del Papa se
acercaron a los protestantes y les susurraron al oído: "que el
emperador, vencedor del rey de Francia y del pontífice romano,
aparecería en Alemania para aplastar a todos los evangelistas". 7 El
ansioso elector exigió el consejo de sus teólogos.
Antes de que la respuesta estuviera lista, llegaron las órdenes de
Carlos, traídas por dos de sus ministros más influyentes, los Condes de
Nassau y Nuenar. No se podría haber tomado una decisión más
asesina. Estos dos nobles, aunque devotos de Carlos, eran favorables al
Evangelio, que profesaron poco después. Por tanto, el elector estaba
totalmente dispuesto a escuchar sus consejos.

El 24 de mayo, los dos condes entregaron sus cartas a Juan de Sajonia


y le declararon el inmenso dolor del emperador de que las
controversias religiosas perturbaran el buen entendimiento que
durante tantos años había unido las casas de Sajonia y Austria; 8 que
estaba asombrado al ver al elector oponerse a un edicto (el de Worms)
que había sido aprobado por unanimidad por todos los estados del
imperio; y que las alianzas que había hecho tendían a destrozar la
unidad de Alemania y podrían inundarla de sangre. Pidieron por fin
que el elector pusiera fin de inmediato a las predicaciones evangélicas
y añadieron, en tono confidencial, que temblaban ante la idea de las
inmediatas y deplorables consecuencias que sin duda seguirían a la
negativa del elector. "Esto", dijeron, "es sólo la expresión de nuestros
propios sentimientos personales". Fue una maniobra diplomática, el
emperador les había ordenado que expresaran algunas amenazas, pero
únicamente como si procediera de ellos mismos . 9
El elector estaba muy agitado. "Si su majestad prohíbe la predicación
del Evangelio", exclamó, "volveré inmediatamente a casa". 10 Esperó
sin embargo por el consejo de sus teólogos.
La respuesta de Lutero estaba lista primero. “El emperador es nuestro
amo”, dijo; “El pueblo y todo lo que hay en él le pertenece. Si su alteza
diera órdenes en Torgau para que esto se hiciera, y para que no se
hiciera eso, la gente no debería resistir. Me shoul d prefiero tratando de
cambiar la decisión de Su Majestad por solicitación humilde y
respetuoso; pero si persiste, el poder corrige; hemos cumplido con
nuestro deber ". 11 Así habló el hombre que a menudo se ha
representado como rebelde.
Mel ancthon y los demás eran casi de la misma opinión, excepto que
insistían más en la necesidad de representar al emperador, “que en sus
sermones no se introdujo nada controvertido, sino que se contentaron
simplemente con enseñar la doctrina de Cristo el Salvador . 12
Tengamos cuidado, sobre todo ”, prosiguieron,“ de salir de la ciudad.
Deje que su alteza con un corazón intrépido confiese en presencia de
su majestad por qué maravillosos caminos ha llegado a una correcta
comprensión de la verdad, 13 y no se deje alarmar por estos truenos
que salen de los labios de nuestro enemigos." Confesar la verdad: tal
era el objeto al que, según los reformadores, todo lo demás debía
subordinarse.
¿Cederá el elector a esta primera exigencia de Carlos, y comenzará así,
incluso antes de la llegada del emperador, esa lista de sacrificios, cuyo
final no se puede prever?
Nadie en Augsburgo era más firme que John. En vano los
reformadores afirmaron que estaban en la ciudad del emperador, y
sólo extraños: 14 el elector negó con la cabeza. Melancthon,
desesperado, le escribió a Lutero: “¡Ay! ¡Cuán intratable es nuestro
viejo! " 15 Sin embargo, volvió de nuevo al cargo. Afortunadamente
había un hombre intrépido a la diestra del elector, el canciller Bruck,
quien convencido de que la política, el honor y, sobre todo, el deber
obligaban a los amigos de la Reforma a resistir las amenazas de Carlos,
dijo al elector: “ La demanda del emperador no es más que un
comienzo digno para lograr la abolición definitiva del Evangelio. 16 Si
cedemos ahora, pronto nos aplastarán. Por tanto, roguemos
humildemente a Su Majestad que permita la continuación de los
sermones ”. Por lo tanto, en ese momento, un estadista ocupaba el
primer lugar entre los confesores de Jesucristo. Este es uno de los
rasgos característicos de esta gran época, y no debemos olvidarlo si
queremos comprender bien su historia .
El 31 de mayo, el elector envió su respuesta por escrito a los ministros
de Carlos. “No es cierto”, dijo, “que el edicto de Worms fue aprobado
por los seis electores. ¿Cómo pudimos el elector, mi hermano y yo, al
aprobarlo, oponernos a la eterna palabra del Dios Todopoderoso? En
consecuencia, las dietas sucesivas han declarado que este edicto es
imposible de ejecutar. En cuanto a las relaciones de amistad que he
formado, su único objetivo es protegerme de actos de violencia. Que
mis acusadores expongan ante los ojos de su majestad las alianzas que
han hecho; Estoy dispuesto a presentar el mío y el emperador decidirá
entre nosotros. - Finalmente, en cuanto a la exigencia de suspender
nuestras predicaciones, en ellas no se proclama más que la gloriosa
verdad de Dios, y nunca nos fue tan necesaria. ¡Por tanto, no podemos
prescindir de él! " 17
Esta respuesta debe necesariamente apresurar la llegada de Carlos; y
era urgente que estuvieran preparados para recibirlo. Proclamar su fe,
y luego guardar silencio, era el plan general de la campaña
protestante. Por tanto, era necesaria una confesión. Un hombre, de baja
estatura, frágil, tímido y muy alarmado, recibió el encargo de preparar
este instrumento de guerra. Philip Melancthon trabajó en ello día y
noche: sopesó cada expresión, la suavizó, la modificó y luego volvió
con frecuencia a su primera idea. Estaba desperdiciando sus fuerzas;
sus amigos temían que muriera por su tarea; y Lutero le ordenó, ya el
12 de mayo, bajo pena de anatema, que tomara medidas para la
preservación de “su cuerpecito” y no “que se suicidara por amor a
Dios”. 18 “Dios es servido tan provechosamente por el reposo”, agregó,
“y de hecho el hombre nunca le sirve mejor que manteniéndose
tranquilo . Es por esta razón que Dios quiso que el sábado se observara
tan estrictamente ”. 19
A pesar de estas solicitudes, la solicitud de Melancthon aumentó, y se
dedicó a una exposición de la fe cristiana, a la vez mixta, moderada y
lo menos alejada posible de la doctrina de la Iglesia latina. En Coburg
ya se había puesto manos a la obra y trazó en la primera parte las
doctrinas de la fe, según los artículos de Schwabach; y en el segundo ,
los abusos de la Iglesia, según los artículos de Torgau, haciendo en
conjunto una obra bastante nueva. En Augsburgo le dio una forma más
correcta y elegante a esta Confesión. 20
La disculpa, como se llamaba entonces, se completó el 11 de mayo; y el
elector se lo envió a Lutero, rogándole que marcara lo que debía
cambiarse. “He dicho lo que me pareció más útil”, agregó Melancthon,
quien temía que su amigo encontrara la Confesión demasiado débil;
"Porque Eck no deja de circular contra nosotros las más diabólicas
calumnias, y yo me he esforzado en oponer un antídoto a sus
venenos". 21
Lutero respondió al elector el 15 de mayo: “He leído la disculpa del
maestro Philip; Me gusta bastante y no tengo que hacer correcciones .
Además, eso no me vendría bien, porque no puedo caminar con tanta
mansedumbre y silencio. Que Cristo nuestro Señor conceda que esta
obra produzca mucho y gran fruto ”.
Cada día, sin embargo, los consejeros y teólogos del elector, en
concierto con Melanc thon, mejoraron la Confesión y se esforzaron por
hacerla tal que la dieta encantada debería, a pesar de todo, escucharla
hasta el final. 22
Mientras se preparaba así la lucha en Augsburgo, Lutero en Coburgo,
en la cima de la colina, "en su Sinaí", como él lo llamó, levantó las
manos como Moisés hacia el cielo. 23 Él era el verdadero general de la
guerra espiritual que entonces se libraba; sus cartas dejaron de dar a
los combatientes las direcciones que necesitaban, y numerosos
panfletos que salían de su plaza fuerte, como descargas de fusilería,
sembraron confusión en el campamento enemigo.
El lugar donde lo habían dejado era, por su soledad, propicio para el
estudio y la meditación. 24 “Haré una Sión de este Sinaí”, dijo el 22 de
abril, “y edificaré aquí tres tabernáculos; uno a los Salmos, otro a los
Profetas, y un tercero, a Esop! " Esta última palabra bien puede
sorprendernos. La asociación no pertenece ni al idioma ni al espíritu
de los Apóstoles. Es cierto que Esop no iba a ser su estudio principal:
las fábulas pronto se dejaron de lado, y la verdad solo comprometió a
Lutero. "Lloraré, oraré, no callaré jamás", escribió, "hasta que sepa
que mi clamor ha sido escuchado en el cielo". 25
Además, a modo de relajación, tenía algo mejor que Esop; que tenía
esas alegrías nacionales cuya preciosos tesoros de la Reforma había
abierto a los ministros de la Palabra. Fue en ese momento cuando
escribió esa encantadora carta a su pequeño hijo, en la que describe un
delicioso jardín donde niños vestidos de oro se divierten recogiendo
manzanas, peras, cerezas y ciruelas; cantan, bailan y se divierten, y
montan lindos caballos con bridas doradas y monturas plateadas. 26
Pero el reformador pronto se apartó de estas imágenes placenteras .
Por ese tiempo se enteró de que su padre se había dormido
suavemente en la fe que es en Jesucristo. "¡Pobre de mí!" exclamó,
derramando lágrimas de amor filial, "es con el sudor de su frente que
me hizo lo que soy". 27 Otros juicios lo asaltaron; ya los dolores
corporales se añadieron los fantasmas de su imaginación. Una noche
en particular, vio pasar rápidamente tres antorchas ante sus ojos, y en
el mismo momento escuchó truenos en su cabeza, que atribuyó al
diablo. Su criado entró corriendo en el momento en que se desmayó, y
después de haberle devuelto la animación, le leyó la Epístola a los
Gálatas. Lutero, que se había quedado dormido, dijo al despertar:
"Ven, y a pesar del diablo, cantemos el salmo: ¡ Desde lo profundo , oh
Señor, clamo a ti!" Ambos cantaron el himno. Mientras Lutero estaba
así atormentado por estos ruidos internos, tradujo al profeta Jeremías
y, sin embargo, a menudo deploró su holgazanería.
Pronto se dedicó a otros estudios y derramó el torrente de su ironía
sobre las prácticas mundanas de los tribunales. Vio a Venecia, al Papa y
al Rey de Francia, entregando sus manos a Carlos V para aplastar el
Evangelio. Luego, solo en su habitación del viejo castillo, estalló en una
risa irresistible. "Señor. Par-ma-foy (así lo designó Francisco I),
Innomine-Domini (el papa) y la república de Venecia, prometen sus
bienes y sus cuerpos al emperador ... Sanctissimum foedus.
¡Verdaderamente una alianza santísima! Esta liga entre estos cuatro
poderes pertenece al capítulo Non-credimus. ¡Venecia, el Papa y
Francia se vuelven imperialistas! ... Pero estas son tres personas en
una sustancia, llenas de odio indecible contra el emperador. El Sr. Par-
ma-foy no puede olvidar su derrota en Pavía; Mr. In-nomine-Domini
es, primero, italiano, lo que ya es demasiado; 2º, un florentino, que es
peor; Tercero, un bastardo, es decir, un hijo del diablo; 4º, nunca
olvidará la desgracia del saqueo de Roma. En cuanto a los venecianos,
son venecianos: ya es suficiente; y Y tienen buenas razones para
vengarse de los descendientes de Maximiliano. Todo esto pertenece al
capítulo Firmiter-credimus. Pero Dios ayudará al piadoso Carlos, que
es una oveja entre lobos. Amén." 28 El ex-monje de Erfurth tenía una
previsión política más segura que muchos diplomáticos de su época.
Impaciente al ver postergar la dieta de un día a otro, Lutero tomó su
resolución y terminó convocándola incluso en Coburg. “Ya estamos en
plena asamblea”, escribió el 28 de abril y el 9 de mayo. “Es posible que
aquí veas reyes, duques y otros grandes, deliberando sobre los asuntos
de su reino, y con voz infatigable publicando sus dogmas y decretos en
el aire. No habitan en esas cavernas que decoras con el nombre de
palos: los cielos son su dosel; los árboles frondosos forman un piso de
mil colores, y sus paredes son los confines de la tierra. Tienen horror
ante todo el lujo sin sentido de la seda y el oro; no piden corceles ni
armaduras, y tienen todos la misma ropa y el mismo color. No he visto
ni oído a su emperador; pero si puedo entenderlos, han decidido este
año librar una guerra despiadada contra los frutos más excelentes de
la tierra. - ¡Ah! mis queridos amigos ”, dijo a sus colegas, 29 a quienes
escribía,“ estos son los sofistas, los papistas, que se reúnen ante mí de
todos los rincones del mundo para hacerme escuchar sus sermones y
sus gritos ”. Estas dos cartas, fechadas en el “imperio de los cuervos y
los cuervos ”, terminan en el siguiente tono lúgubre, que nos muestra
al reformador descendiendo sobre sí mismo después de este juego de
su imaginación: “¡Basta de bromas! - bromear, lo que, sin embargo, a
veces es necesario para disipar los pensamientos sombríos que me
abruman ". 30
Lutero pronto regresó a la vida real y se emocionó de alegría al
contemplar los frutos que la Reforma ya estaba dando, y que eran para
él una “disculpa” más poderosa que incluso la Confesión de
Melancthon. “¿Hay en todo el mundo un solo país que pueda
compararse con los estados de su alteza”, le escribió al elector, “y que
posea predicadores de una doctrina tan pura, o pastores tan
capacitados para lograr el reino de paz? ¿Dónde vemos, como en
Sajonia, muchachos y muchachas bien instruidos en las Sagradas
Escrituras y en el Catecismo, aumentando en sabiduría y estatura,
orando, creyendo, hablando de Dios y de Cristo mejor de lo que se ha
hecho hasta ahora en todas las universidades? , conventos y capítulos
de la cristiandad? " 31 - “Mi querido duque Juan, te dice el Señor, te
encomiendo este paraíso, el más bello que existe en el mundo, para
que seas su jardinero”. Y luego agregó: “¡Ay! la locura de los príncipes
papistas transforma este paraíso de Dios en un lodazal sucio, y
corrompe a los jóvenes, pueblos cotidianos con verdaderos demonios
en sus estados, sus mesas y sus palacios ”.
Lutero, no contento con alentar a su príncipe, deseaba también asustar
a sus adversarios. Fue con esta intención que escribió en ese momento
un discurso a los miembros del clero reunidos en Augsburgo. Una
multitud de pensamientos, como lansquenets armados cap-a-pie, "se
precipitaron hasta la fatiga y lo desconcertaron"; 32 y de hecho no
faltan las palabras agudas en el discurso que dirige a los obispos. “En
resumen”, les dijo al final, “sabemos y ustedes saben que tenemos la
Palabra de Dios, y que ustedes no. ¡Oh Papa! si vivo, seré para ti una
pestilencia; y si muero, seré tu muerte! " 33
Lutero estaba presente en Augsburgo, aunque invisible; y logró más
con sus palabras y con sus oraciones que Agricola, Brentz o
Melancthon. Estos fueron los días de dolores de parto por la verdad del
Evangelio. Estaba a punto de aparecer en el mundo con fuerza,
destinado a eclipsar todo lo que se había hecho desde la época de San
Pablo; pero Lutero sólo anunció y manifestó las cosas que Dios estaba
efectuando: no las ejecutó él mismo. Era, en cuanto a los hechos de la
Iglesia, lo que Soc califica a la filosofía: “Imito a mi madre (era
partera)”, solía decir este filósofo; "Ella no hace dolores de parto, pero
ayuda a los demás". Lutero —y nunca dejó de repetirlo— no ha creado
nada; pero ha traído a la luz la preciosa semilla, escondida durante
siglos en el seno de la Iglesia. El hombre de Dios no es el que busca
formar su época según sus propias ideas peculiares, sino el que,
percibiendo distintamente la verdad de Dios, tal como se encuentra en
su Palabra, y como está escondida en su Iglesia, la lleva a la realidad.
sus contemporáneos con valentía y decisión.

Estas cualidades nunca habían sido más necesarias, pues las cosas
estaban tomando un aspecto alarmante. El 4 de junio murió el canciller
Gattinara, que fue para Carlos V “lo que Ulpian fue para A lexander
Severus”, dice Melancthon, y con él se desvanecieron todas las
esperanzas humanas de los protestantes. “Es Dios”, había dicho
Lutero, “quien nos ha levantado a un Naamán en la corte del rey de
Siria”. En verdad, Gattinara solo resistió al Papa. Cuando Carlos le
planteó las objeciones de Roma: "Recuerda", dijo el canciller, "¡que
eres el amo!" De ahora en adelante, todo pareció tomar una nueva
dirección. El Papa exigió que Carlos se contentara con ser su "lictor",
como dice Lutero, para ejecutar sus juicios contra los herejes. 34 Eck,
cuyo nombre (según Melancthon) no era una mala imitación del grito
de los cuervos de Lutero, amontonó una sobre otra 35 una multitud de
supuestas proposiciones heréticas , extraídas de los escritos del
reformador. Ascendían a cuatrocientos cuatro y, sin embargo, disculpó
que, al ser tomado desprevenido, se vio obligado a restringirse a un
número tan pequeño, y llamó en voz alta a una disputa con los
luteranos. Th ey replicó en estas proposiciones por parte de un
número de tesis irónicas y mordaces sobre “vino, Venus y baños,
contra John Eck;” y el pobre doctor se convirtió en el hazmerreír
general.
Pero otros se pusieron a trabajar con más destreza que él. Cochloeus,
que se convirtió en capellán del duque Jorge de Sajonia en 1527, pidió
una entrevista con Melancthon, "porque", agregó, "no puedo conversar
con sus ministros casados". 36 Melancthon, que fue mirado con mal
de ojo en Augsburgo, y que se había quejado de ser más solitario allí
que Lutero en su castillo, 37 se sintió conmovido por esta cortesía, y
aún más profundamente penetrado con la idea de que las cosas
deberían ser ordenado de la manera más suave posible.
Los sacerdotes y laicos romanos hicieron un gran alboroto, porque en
los días de ayuno se solía comer carne en la corte de los electores.
Melancthon aconsejó a su príncipe que restringiera la libertad de sus
asistentes a este respecto. "Este desorden", dijo, "lejos de llevar a los
ingenuos al Evangelio, los escandaliza". Añadió, en su mal humor:
"¡Una excelente santidad en verdad, hacer que ayunar sea una
cuestión de conciencia y, sin embargo, estar día y noche entregados al
vino y la locura!" 38 El elector no cedió al consejo de Melancthon; que
habría sido un signo de debilidad de los cuales sus adversarios habrían
sabido cómo sacar provecho.
El 31 de mayo, la Confesión sajona fue comunicada por completo a los
demás estados protestantes, quienes exigieron que se presentara en
común en nombre de todos ellos. 39 Pero al mismo tiempo, deseaban
hacer sus reservas con respecto a la influencia del Estado. “Apelamos a
un consejo”, dijo Melancthon; “No recibiremos al emperador como
nuestro juez; las mismas constituciones eclesiásticas le prohíben
pronunciarse en materia espiritual. 40 Moisés declara que no es el
magistrado civil quien decide, sino los hijos de Leví. San Pablo también
dice (1 Corintios xiv.), " Juzguen los demás ", lo que no puede
entenderse sino de toda una asamblea cristiana; y el Salvador mismo
nos da este mandamiento: 'Díselo a la Iglesia'. Prometemos, por tanto,
nuestra obediencia al emperador en todos los asuntos civiles; pero en
cuanto a la Palabra de Dios, exigimos libertad ".
Todos estuvieron de acuerdo en este punto; pero la disensión vino de
otra parte. Los luteranos temían comprometer su causa si iban de la
mano de los zwinglianos. "Esto es una locura luterana", respondió
Bucer: "perecerá por su propio peso". 41 Pero, lejos de permitir que
esta locura “pereciera”, los reformados aumentaron la desunión con
quejas exageradas. “En Sajonia están comenzando a cantar himnos
latinos nuevamente”, dijeron; “Se reanudan las vestiduras sagradas, y
se convocan nuevamente las oblaciones. 42 Preferiríamos ser llevados
al matadero, que ser cristianos de esa manera ".
El landgrave afligido, dice Bucer, estaba "entre el martillo y el
yunque"; y sus aliados le causaron más malestar que sus enemigos. 43
Se dirigió a Regius, a Brentz, a Melancthon, declarando que era su
deseo más ferviente ver prevalecer la concordia entre todos los
doctores evangélicos. “Si no se oponen estas doctrinas fatales”,
respondió Melancthon, “habrá rasgaduras en la Iglesia que perdurarán
hasta el fin del mundo. ¿No se jactan los zwinglianos de sus arcas
llenas, de tener soldados preparados y de naciones extranjeras
dispuestas a ayudarlos? ¿No hablan de compartir entre ellos los
derechos y la propiedad de los obispos, y de proclamar la libertad ......
Dios mío! ¿No pensaremos en la posteridad, que, si no reprimimos
estas sediciones culpables, será a la vez sin trono y sin altar? 44 - “¡No,
no ! somos uno ”, respondió este generoso príncipe, que estaba tan
adelantado a su edad; “Todos confesamos al mismo Cristo, todos
profesamos que debemos comer a Jesucristo, por fe, en la Eucaristía.
Unámonos ". Todo fue inútil. Aún no había llegado el momento en que
la verdadera catolicidad reemplazaría a este espíritu sectario, del que
Roma es la expresión más perfecta.

Notas finales:
1. Omnes alliciebat. Cochloeus, pág. 191.
2. Rogantibus Augustanis publice en templum
Dominicorum. Seck. Lat. Pág. 193.
3. Taglig in den kirchen, unverstort; dazu kommt sehr viel
Volks. Corp. Ref. 2:53.

4. Clamant et vociferantur. Audires homines stupidissimos


atque etiam sensu communi carentes. Ibídem. 86.
5. Pontificios urebat hoc. Scultet. Pág. 271.
6. Joi aj rcierei v miris machinis oppugnant. Corp. Ref. 2:70.
7. Evangelicos omnes obtriturum. Scultet. Pág. 269.
8. Estas instrucciones se pueden encontrar en Coelestin,
1:50 y Forstemann Urk. 1: 220.
9. Quidquid duri Electori denuntiabant suo veluti nomine
et injussi dicebant. Seck. 2: 156.
10. Den nachsten heim zu reiten. Corp. Ref. 2:88.

11. Epp. 4:18.


12. Nullas materias disputabiles an obis doceri. Corp. Ref.
2:72.
13. Quo modo plane inenarrabili atque mirifico. Ibídem. 74.
14. En cujus urbe jam sumus hospites. Corp. Ref. 2:46.

15. Sed noster senex difficilis est. Ibid.


16. Ein fugsamer Anfang der Niderbrengung des Evangelii.
Ibídem. 76.
17. Quo carere non possit. Seck, pág. 156; Muller, Hist. Prot.
Pág. 506.
18. Ut sub anatemate cogam te in regulas servandi
corpusculi tui. L. Epp. 4:16.
19. Ideo enim Sabbatum voluit tam rigide prae caeteris
servari. L. Epp. 4:16.
20. Más retóricamente. Feci aliquando rhtorikw> teron qu
am Coburgae scripseram. Corp. Ref. 2:40.
21. Quia Eckius addidit diabolikwta> tav diabola
22. En Apologia quotidie multa mutamus. Ibídem. 60.
23. Mathesius Predigten, pág. 92.
24. Longe amaenissimus et studiis commodissimus. L. Epp.
4: 2.
25. Orabo igitur et plorabo, non quietu rus donec, etc. L.
Epp. 4: 2.
26. Esta carta, que es una obra maestra de este tipo, se
puede encontrar en Luther's Epp. 4:41, y también en
"Luther and his Times" de Riddle, pág. 268.

27. Per ejus sudores aluit et finxit qualis sum. Epp. 4:33.
28. Jadear. De Teutleben, 19 de junio de e. L. Epp. 4:37.
29. Un seine Tischgesellen, compañeros de mesa o
compañeros de mesa. Ibídem. 7.

30. Sed serio et necessario joco qui mihi irruentes


cogitationes repelleret. Ibídem. 14.
31. Es wachst jetzt daher die zart Jugend von Knablin un
Maidlin. L. Epp. 4:21.
32. Ut plurimos Lansknecktos, prorsus vi repellere cogar,
qui insalutati non cessant obstrepere. Ibídem. 10.
33. Pestis eram vivus, moriens ero mors tua, Papa. L. Opp.
20: 164.
34. Tantum lictorem suum en haereticos. Epp. 4:10.
35. Magnum acervum conclusionum congessit. Corp. Ref.
Pág. 39.

36. Cum uxoratis presbyteris tuis privatim coloqui non


intendimus. Ibídem. pags. 82.
37. Nos non minus sumus monachi quam vos en illa arce
vestra. Ibídem. pags. 46.
38. Und dennoch Tag und Nacht voll und toll seyn. Ibídem.
2. P. 79.
39. En gemein in aller Fursten und Stadte Namen. Ibídem. 2.
P. 88.
40. Die constitutiones canonicae den Kaysern verbieten zu
richten und s prechen in geistlichen sachen. Corp. Ref. 2.
Pág. 66.

41. De Lutheranis furoribus..sua ipsi mole ruent. Zw. Epp. 2:


432.
42. Hinc Latinae resumuntur cantiones, repetuntur sanctae
vestes. Ibídem. pags. 457.
43. Cattus inter sacrum et saxum stat, et de sociis magis
quam host ibus solicitus est. Ibid.
44. Keine Kirche und kein Regiment. Corp. Ref. 2:95.
LIBRO 14
CAPÍTULO 4

A medida que el emperador se acercaba a Augsburgo, las ansiedades


de los protestantes seguían aumentando. Los burgueses de esta ciudad
imperial esperaban verla convertirse en escenario de extraños sucesos.
En consecuencia, dijeron que si el elector, el landgrave y otros amigos
de la Reforma no estuvieran en medio de ellos, todos lo abandonarían.
1 “Nos amenaza una gran destrucción” , se repitió por todos lados. 2
Una de las expresiones altivas de Carlos inquietaba sobre todo a los
protestantes. "¿Qué quieren estos electores de mí?" había dicho con
impaciencia; "¡Haré lo que me plazca!" 3 Esta regla arbitraria era la ley
imperial destinada a prevalecer en la dieta.
A esta agitación de las mentes de los hombres se sumaba la agitación
de las calles, o mejor dicho, una llevaba a la otra. Albañiles y cerrajeros
trabajaban en todos los lugares públicos y cruces, afianzando
laboriosamente las barreras y cadenas a las paredes, que podían
cerrarse o estirarse al primer grito de alarma. 4 Al mismo tiempo, se
veía a unos ochocientos soldados de infantería y caballos patrullando
las calles, vestidos de terciopelo y seda, a quienes los magistrados
habían inscrito para recibir al emperador con magnificencia. 5
Las cosas estaban en este estado, y fue hacia mediados de mayo,
cuando llegaron unos insolentes insolentes insolentes insolentes que,
mirando con ojos despectivos a estos miserables burgueses, entraron
en sus casas, se comportaron con violencia e incluso derribaron con
rudeza. los brazos de algunos de los príncipes. 6 Habiendo los
magistrados concejales delegados para tratar con ellos, los españoles
dieron una respuesta insolente. "¡Pobre de mí!" dijeron los ciudadanos,
"si los sirvientes son así, ¿cuál será su amo?" Los ministros de Carlos se
sintieron afligidos por su impertinencia y enviaron a un intendente
alemán que empleó las formas de la delicadeza alemana para hacerles
olvidar esta altanería española.
Eso no duró mucho y pronto sintieron una alarma más seria. Se
preguntó al Consejo de Augsburgo cuál era el significado de estas
cadenas y soldados, y se les ordenó, en nombre del emperador,
derribar a uno y disolver el otro. Los magistrados de la ciudad
respondieron alarmados: “Desde hace más de diez años hemos tenido
la intención de poner estas cadenas; 7 y en cuanto a los soldados,
nuestro objetivo es simplemente rendir el debido honor a su majestad
". Después de muchas parlamentarias, se acordó despedir a las tropas y
que los comandantes imperiales seleccionarían de nuevo a mil
hombres, que harían juramento al emperador, pero que serían
pagados por la ciudad de Augsburgo.
Los intendentes imperiales reanudaron entonces toda su insolencia; y
sin darse más la molestia de entrar en las casas y en las tiendas,
derribaron los letreros de los ciudadanos de Augsburgo y escribieron
en su lugar cuántos hombres y caballos deberían alojar estos últimos.
8
Tales fueron los preludios del trabajo de conciliación que había
anunciado Carlos V, y que tardó tanto en comenzar. En consecuencia
su demora, atribuida por algunos a la multitud de personas que lo
rodearon con sus aclamaciones; otros a las solicitudes de los
sacerdotes, que se opusieron a su entrada en Augsburgo hasta que
impusiera el silencio a los ministros; y otros, finalmente, las lecciones
que el Papa le había dado en el arte de la política y la estratagema,
alejaron aún más al elector y sus aliados. 9
Por fin, Carlos, que había abandonado Innspruck dos días después de
la muerte de Gattinara, llegó a Munich el 10 de junio. Su recepción fue
magnífica. A unas dos millas de la ciudad se había erigido una fortaleza
temporal, una ronda en la que tuvo lugar una pelea fingida. Soldados
subieron al asalto, explotaron minas; descargas de artillería, nubes de
humo, choque de armas, gritos de los combatientes, deleitaron los ojos
y los oídos del emperador; 10 dentro de la ciudad se habían levantado
teatros al aire libre, en los que se representaba la judía Ester, la persa
Cambises y otras piezas no menos famosas; y el conjunto, combinado
con espléndidos fuegos artificiales, formó la bienvenida que dieron los
seguidores del Papa a aquel a quien llamaron su salvador.
Charles no estaba muy lejos de Augsburgo. Ya el 11 de junio, todos los
días y todas las horas, miembros de la casa imperial, carruajes, carros
y bagajes entraban en la ciudad, al son del látigo y el claxon; 11 y los
burgueses, asombrados, miraban con ojos abatidos todo este tren
insolente, que caía sobre su ciudad como una huida de langostas. 12
A las cinco de la mañana del 15 de junio, 13 los elegidos o, los príncipes
y sus consejeros, se reunieron en el ayuntamiento, y poco después
llegaron los comisarios imperiales, con órdenes de salir al encuentro
de Carlos. A las tres de la tarde los príncipes y diputados abandonaron
la ciudad y, habiendo alcanzado un pequeño puente sobre el río Lech,
se detuvieron allí y esperaron al emperador. Los ojos de todos los
miembros de la brillante asamblea, deteniéndose así en las sonrientes
orillas de un torrente alpino, se dirigieron a lo largo del camino hacia
Munich. Por fin, después de dos o tres horas de espera , nubes de polvo
y un fuerte ruido anunciaron al emperador. Dos mil de la guardia
imperial marcharon primero; y tan pronto como Carlos estuvo a
cincuenta pasos del río, los electores y príncipes se apearon. Sus hijos,
que habían avanzado más allá del puente, percibiendo que el
emperador se disponía a hacer lo mismo, corrieron hacia él y le
rogaron que se quedara a caballo; 14 pero Carlos desmontó sin vacilar,
15 y acercándose a los príncipes con una sonrisa amable, les estrechó
cordialmente la mano. Alberto de Mentz, en su calidad de
archicanciller del imperio, dio ahora la bienvenida al emperador, y el
condepalatino Federico respondió en nombre de Carlos.

Mientras esto pasaba, tres individuos permanecieron separados en


una pequeña elevación; 16 eran el legado romano, orgulloso sentado
sobre una mula, reluciente de púrpura, y acompañado por otros dos
cardenales, el arzobispo de Salzburgo y el obispo de Trento. El Nuncio,
viendo a todos estos grandes personajes en el camino, levantó las
manos y les dio su bendición. Inmediatamente el emperador, el rey y
los príncipes que se sometieron al papa cayeron de rodillas; los
españoles, italianos, holandeses y alemanes en su séquito imitaban sus
movimientos, mirando de reojo a los protestantes, que, en medio de
esta multitud humildemente postrada, permanecían en pie. 17 Charles
no pareció darse cuenta de esto, pero sin duda comprendió lo que
significaba . El elector de Brandeburgo pronunció un discurso en latín
al legado. Había sido seleccionado porque hablaba este idioma mejor
que los príncipes de la Iglesia; y en consecuencia, Carlos, al alabar su
elocuencia, pronunció astutamente una palabra sobre la negligencia de
los prelados. 18 El emperador se preparó ahora para volver a montar
su caballo; El Príncipe Electoral de Sajonia y los jóvenes príncipes de
Luneburg, Mecklenburg, Brandenburg y Anhalt, corrieron hacia él
para ayudarlo a subirse a la silla: uno sostenía la brida, otro el estribo,
y todos quedaron encantados con la magnífica aparición. de su
poderoso soberano. 19 La procesión comenzó a avanzar.

Primero llegaron dos compañías de lansquenets, comandadas por


Simon S eitz, un ciudadano de Augsburgo, que había hecho la
campaña de Italia y regresaba a casa cargado de oro. 20 Luego
avanzaron las casas de los seis electores, compuestas por príncipes,
condes, consejeros, caballeros y soldados; la casa de los duques de
Baviera se había deslizado en sus filas, y los cuatrocientos cincuenta
jinetes que la componían marchaban de cinco en fila, cubiertos con
brillantes corazas y con jubones rojos, mientras sobre sus cabezas
flotaban hermosos pl olores multicolores . Baviera era ya en esta época
el principal apoyo de Roma en Alemania.
Inmediatamente después llegaron las casas del emperador y de su
hermano, en marcado contraste con este espectáculo bélico. Estaban
compuestos por caballos turcos, polacos, árabes y otros líderes; luego
siguió una multitud de jóvenes pajes, vestidos de terciopelo amarillo o
rojo, con nobles españoles, bohemios y austríacos con túnicas de seda
y terciopelo; 21 de ellos, los bohemios tenían el aire más marcial y
cabalgaban con gracia sobre sus soberbios y rampantes corceles. Por
último, los trompetistas, tambores, heraldos, mozos de cuadra, lacayos
y los portadores de la cruz del legado anunciaron la llegada de los
príncipes.

De hecho, estos poderosos señores, cuyas contiendas habían llenado a


menudo a Alemania de confusión y guerra, ahora avanzaban
cabalgando pacíficamente uno al lado del otro. Después de los
príncipes aparecieron los electores; y el Elector de Sajonia, según la
costumbre, llevó la espada imperial desnuda y reluciente
inmediatamente ante el emperador. 22
Por último llegó el príncipe, en quien todos los ojos estaban fijos. 23
Treinta años, de distinguido oporto y agradables facciones, vestido con
ropas doradas que relucían por todas partes con piedras preciosas, 24
luciendo un pequeño sombrero español en la coronilla, 25 montado en
un bello coche de caballos polaco de la blancura más brillante ,
cabalgando bajo un rico dosel de damasco rojo, blanco y verde llevado
por seis senadores de Augsburgo, y lanzando a su alrededor miradas
en las que la dulzura se mezclaba con la gravedad, Charles excitó el
más vivo entusiasmo, y todos exclamaron que era el más guapo
hombre en el imperio, así como el príncipe más poderoso del mundo.
Al principio había deseado colocar a su hermano y al legado a su lado;
pero el Elector de Mentz, acompañado por doscientos guardias
vestidos de seda, había reclamado la mano derecha del emperador; y el
elector de Colonia, con un centenar de asistentes bien armados, había
tomado su puesto a la izquierda. Después vinieron los parientes
Ferdinand y el legado; a quienes sucedieron los cardenales,
embajadores y prelados, entre los que se destacó el altivo obispo de
Osma, confesor del emperador. La caballería imperial y las tropas de
Augsburgo cerraron la procesión.
Nunca, según los historiadores, se había visto algo tan magnífico en el
imperio; 26 pero avanzaron lentamente, y eran entre las ocho y las
nueve de la noche antes de llegar a las puertas de Augsburgo. 27 Allí se
encontraron con el burgomaestre y los consejeros, que se postraron
ante Carlos, y al mismo tiempo el cañón de las murallas, las campanas
de todos los campanarios en pleno repique, el ruido de trompetas y
timbales, y las alegres aclamaciones del pueblo. , repitió con fuerte
estruendo. Stadion, obispo de Augsburgo, y su clero vestido de blanco,
iniciaron el Advenisti desirabilis; y seis canónigos, avanzando con un
magnífico dosel, se dispusieron a conducir al emperador a la catedral,
cuando el caballo de Carlos , sobresaltado por este espectáculo
insólito, se encabritó de repente, 28 y el emperador tuvo alguna
dificultad para dominarlo. Por fin, Carlos entró en la catedral, que
estaba adornada con guirnaldas y flores, y repentinamente iluminada
por antorchas de casas.
El emperador subió al altar y, arrodillándose, levantó las manos hacia
el cielo. 29 Durante el Te Deum, los protestantes observaron con
ansiedad que Carlos seguía conversando en voz baja con el arzobispo
de Mentz; que inclinó la oreja al legado que se le acercó para hablar
con él y asintió amistosamente al duque Jorge. Todo esto les parecía de
mal agüero; pero en el momento en que los sacerdotes cantaron el Te
ergo quoesimus, Carlos, interrumpiendo sus conversaciones, se
levantó de repente, y uno de los acólitos corrió hacia él con un cojín
bordado en oro, el emperador lo dejó a un lado y se arrodilló sobre las
piedras desnudas de la Iglesia. Toda la asamblea se arrodilló con él;
sólo el elector y el landgrave permanecieron allí. El duque Jorge,
asombrado por tal audacia, lanzó una mirada amenazante a su primo.
El margrave de Brandeburgo, arrastrado por la multitud, había caído
de rodillas; pero al ver a sus dos aliados de pie, se levantó
apresuradamente de nuevo.
El cardenal-arzobispo de Salzburgo procedió a pronunciar la
bendición; pero Campeggio, impaciente por no haber tomado parte
todavía en la ceremonia, se apresuró al altar y, apartando al arzobispo
con rudeza, le dijo con brusquedad: 30 "Este cargo me pertenece a mí
y no a ti". El otro cedió, el emperador se inclinó y el landgrave, con
dificultad para ocultar una sonrisa, se escondió detrás de un
candelabro. Las campanas volvieron a sonar, la procesión reanudó su
marcha y el príncipe condujo al emperador al palatinado (nombre
dado al palacio del obispo), que había sido preparado para él. La
multitud se dispersó ahora: eran más de las diez de la noche.
Llegó la hora en que los partidarios del papado se halagaron con la
perspectiva de hacer que los protestantes no fueran fieles a su fe. La
llegada del emperador, la procesión del santo sacramento que se
estaba preparando, la hora tardía, todo había sido calculado de
antemano; “Los nocturnos de la traición estaban a punto de
comenzar”, dijo Spalatin .
En los aposentos del emperador tuvieron lugar unos minutos de
conversación general; A los príncipes del partido romano se les
permitió retirarse; pero Carlos había dado una señal al elector de
Sajonia, al Landgrave de Hesse, a Jorge, margrave de Brandeburgo , al
Príncipe de Anhalt y al Duque de Luneburg, para que lo siguieran a su
cámara privada. 31 Su hermano Fernando, que iba a servir de
intérprete, entró solo con ellos. Carlos pensó que mientras los
príncipes protestantes estuvieran ante el mundo, no cederían; pero que
en una entrevista privada y amistosa, podría obtener todo lo que
deseaba de ellos.

“Su majestad le pide que suspenda los sermones”, dijo Ferdinand. Al


oír estas palabras, los dos príncipes mayores ( el elector y el margrave)
palidecieron y no hablaron: 32 hubo un largo silencio.
Finalmente, el landgrave dijo: “Rogamos a su majestad que retire su
solicitud, porque nuestros ministros predican solo la pura Palabra de
Dios, como lo hicieron los antiguos doctores de la Iglesia, San Agustín,
San Hilario y tantos otros. De esto puede convencerse fácilmente su
majestad. No podemos privarnos del alimento de la Palabra de Dios y
negar su Evangelio ”. 33
Ferdinand, reanudando la conversación en francés 34 (porque fue en
este idioma que conversó con su hermano), informó al emperador de
la respuesta del landgrave. Nada fue más desagradable para Charles
que estas citas de Hilary y Agustín; el color subió a sus mejillas y estuvo
a punto de ceder ante su ira. 35 "Su Majestad", dijo Ferdinand en un
tono más positivo, "no puede desistir de su exigencia". - “Tu
conciencia”, respondió rápidamente el landgrav e, “no tiene derecho a
comandar la nuestra”. 36 Como Ferdinand insistió, el margrave, que
había estado callado hasta entonces, no pudo contenerse más; y sin
preocuparse por los intérpretes, estiró el cuello hacia Charles, sin
apuntar con profunda emoción: “En lugar de permitir que la Palabra
del Señor me sea quitada, en lugar de negar a mi Dios, me arrodillaría
ante Su Majestad y tendría mi cabeza cortada! " Al pronunciar estas
sencillas y magnánimas palabras, dice un contemporáneo, 37 el
príncipe las acompañó con un gesto significativo y dejó caer las manos
sobre su cuello como hacha de verdugo. La emoción de los príncipes
estaba en su apogeo: si hubiera sido necesario, los cuatro habrían
caminado instantáneamente hacia el cadalso. Charles se sintió
conmovido por ello; sorprendido y agitado, se apresuró a gritar en su
mal alemán, haciendo un alarde de comprobar el landgrave: «¡Querido
príncipe, no la cabeza! no la cabeza! " Pero apenas había pronunciado
estas pocas palabras, cuando se contuvo.
Estas fueron las únicas palabras que Carlos pronunció ante los
príncipes durante toda la dieta. Su ignorancia del idioma alemán y, a
veces, también la etiqueta del Escurial, le obligaba a hablar sólo por
boca de su hermano o del conde-palatino . Como tenía la costumbre de
consagrar cuatro horas diarias al culto divino, la gente decía: "Habla
más con Dios que con los hombres". Este silencio habitual no favorecía
sus planes. Requerían actividad y elocuencia; pero en lugar de eso, los
germanos vieron en el semblante mudo de su joven emperador, una
mera marioneta, asintiendo con la cabeza y guiñando los ojos. Charles
a veces sentía muy profundamente las fallas de este puesto: “Para
poder hablar alemán”, dijo, “sacrificaría voluntariamente cualquier
otro idioma, incluso si fuera español o francés, y más que eso, uno de
mis estados. " 38
Ferdinand vio que era inútil insistir en el cese de estas reuniones; pero
tenía otra flecha en su carcaj. Al día siguiente era la fiesta del Corpus
Christi, y por una costumbre que aún no se había infringido, se
esperaba que todos los príncipes y diputados presentes en la dieta
participaran en la procesión. ¿Rechazarían los protestantes este acto de
cortesía al comienzo mismo de una dieta a la que cada uno acudía con
espíritu conciliador? ¿No han declarado que el cuerpo y la sangre de
Cristo están realmente en la Hostia? ¿No se jactan de su oposición a
Zwingle, y pueden mantenerse al margen, sin estar manchados de
herejía? Ahora, si comparten la pompa que rodea al "cuerpo del
Señor"; si se mezclan con esa multitud de clérigos, que resplandecen de
lujo y se hinchan de orgullo, que llevan consigo al Dios que han
creado; si están presentes cuando la gente se inclina; ¿No
comprometerán irrevocablemente su fe? La máquina está bien
preparada; sus movimientos no pueden fallar; ¡no hay más dudas! ¡El
oficio de los italianos está a punto de triunfar sobre la sencillez de
estos groseros alemanes!
Fernando, por tanto, reanuda, y haciendo un arma de la misma
negativa que acababa de encontrar: "Dado que el emperador", dijo,
"no puede obtener de usted la suspensión de sus asambleas, le ruega al
menos que lo acompañe mañana". , según la costumbre, en la
procesión del Santísimo Sacramento. Hazlo, si no por él, al menos por
el honor del Dios Todopoderoso ". 39

Los príncipes estaban aún más irritados y alarmados. "Cristo", dijeron,


"no instituyó su sacramento para ser adorado". Charles perseveró en su
exigencia y los P rotestantes en su negativa. 40 Ante esto, el
emperador declaró que no aceptaría su excusa, que les daría tiempo
para reflexionar y que debían estar preparados para responder
temprano al día siguiente.
Se separaron en la mayor agitación. El príncipe electoral, que había
esperado a su padre en el primer salón junto con otros señores,
buscaba, en el momento en que los príncipes salían de la cámara del
emperador, leer en su rostro lo sucedido. A juzgar por la emoción que
mostraban sus facciones de que la lucha había sido severa, pensó que
su padre corría los mayores peligros, y en consecuencia, tomándolo de
la mano, lo arrastró hasta la escalera del palacio, exclamando aterrado,
como si los satélites de Charles ya estaban pisándole los talones, "¡Ven,
ven rápido!"
Carlos, que no esperaba semejante resistencia, se sintió realmente
confundido, y el legado se esforzó por exasperarlo aún más. 41
Agitado, lleno de ira y disgusto , y profiriendo las más terribles
amenazas, 42 el joven emperador se paseaba apresuradamente de un
lado a otro por los pasillos de su palacio; e incapaz de esperar la
respuesta hasta mañana, envió en medio de la noche a exigir la
decisión final del elector. “En la actualidad necesitamos dormir”,
respondió este último; "Mañana les haremos saber nuestra
determinación". 43 En cuanto al landgrave, no podía descansar más
que Charles. Apenas había regresado a casa, envió a su canciller a los
diputados de Nuremberg y los hizo despertar para familiarizarlos con
lo ocurrido. 44
Al mismo tiempo, se presentó la demanda de Carlos ante los teólogos,
y Spalatin, tomando la pluma, formuló su opinión durante la noche. “El
sacramento”, decía, “no fue instituido para ser adorado, como los
judíos adoraban la imagen de bronce. 45 Estamos aquí para confesar
la verdad y no para confirmar abusos. ¡Por tanto, manténgase alejado!
Esta opinión confirmó a los príncipes evangélicos en su determinación
; y comenzó el día 16 de junio.

El elector de Sajonia, indispuesto durante la noche, encargó a su hijo


que lo representara; ya las siete en punto los príncipes y consejeros se
dirigieron a caballo al palacio del emperador. 46
El margrave de Brandeburgo fue su portavoz. “Sabes”, le dijo a Charles,
“cómo, a riesgo de nuestras vidas, mis antepasados y yo hemos
apoyado tu augusta casa. Pero, en las cosas de Dios, los mandamientos
del mismo Dios me obligan a dejar de lado todo mandamiento de
hombre. Se nos dice que la muerte aguarda a los que perseveren en la
sana doctrina: estoy dispuesto a sufrirla ”. Luego presentó la
declaración de los príncipes evangélicos al emperador. “No toleraremos
con nuestra presencia”, dijeron , “estas tradiciones humanas impías,
que se oponen a la Palabra de Dios. Declaramos, por el contrario, sin
vacilar y de común acuerdo, que debemos expulsarlos de la Iglesia, no
sea que aquellos de sus miembros que aún están sanos sean infectados
por este veneno mortal ”. 47 “Si no vais a acompañar a su majestad por
el amor de Dios”, dijo Fernando, “hazlo al menos por amor al
emperador y como vasallos del imperio. 48 Su majestad te lo ordena.
"Se trata de un acto de culto", respondieron los príncipes, "nuestra
conciencia lo prohíbe". Luego, Fernando y Carlos, habiendo
conversado en voz baja: "Su majestad desea ver", dijo el rey, "si le
obedeceréis o no". 49 Al mismo tiempo, el emperador y su hermano
abandonaron la habitación; pero los príncipes, en lugar de seguirlo,
como esperaba Carlos, regresaron llenos de alegría a sus palacios.
La procesión no comenzó hasta el mediodía. Inmediatamente detrás
del dosel bajo el cual el elector de Mentz llevaba la hueste, venía el
emperador solo, con aire devoto, llevando una vela en la mano, la
cabeza descubierta y rapada como la de un sacerdote, aunque el sol del
mediodía se lanzaba sobre él. sus rayos más ardientes. 50 Al exponerse
a estas fatigas, Carlos deseaba profesar en voz alta su fe en lo que
constituye la esencia del catolicismo romano. En la medida en que el
espíritu y la vida se habían escapado de las iglesias primitivas, se
habían esforzado por reemplazarlas por formas, espectáculos y
ceremonias. La causa esencial del culto romano se encuentra en ese
declive de la caridad y la fe que los cristianos católicos de los primeros
tiempos han denunciado con frecuencia ; y la historia de Roma se
resume en esta expresión de San Pablo, Teniendo apariencia de
piedad, pero negando su poder. 51 Pero a medida que el poder
comenzaba a revivir en la Iglesia, la forma también comenzó a declinar
. Apenas un centenar de ciudadanos de Augsburgo se habían sumado a
la procesión del 16 de junio. Ya no era la pompa de antaño: el pueblo
cristiano había aprendido de nuevo a amar y a creer.
Charles, sin embargo, bajo un aire de devoción ocultó un corazón
herido . El legado era menos capaz de dominarse a sí mismo, y dijo en
voz alta que esta obstinación de los príncipes sería la causa de un gran
daño para el Papa. 52 Cuando terminó la procesión (había durado una
hora), Charles no pudo seguir dominando su extrema irritación; y
apenas había regresado a su palacio, cuando declaró que daría un
salvoconducto a los príncipes protestantes, y que al día siguiente estos
hombres obstinados y rebeldes abandonarían Augsburgo; 53 la dieta
sería luego tomar las resoluciones que se requiere para la seguridad de
la Iglesia y del Imperio. Sin duda fue el legado quien le había dado a
Carlos esta idea, que, de ser ejecutada, habría llevado infaliblemente a
una guerra religiosa. Pero algunos de los príncipes del partido romano,
deseosos de preservar la paz, consiguieron, aunque no sin dificultad,
que el emperador retirara su orden amenazadora. 54

Notas finales:
1. Wo Sachsen, Hessen, und andere Lutherische ni t hie
waren. Corp. Ref. 2:89.
2. Minatur nobis Satan grande exitium. Ibídem. 92.
3. Er wolte es machen, wie es Ihm eben ware. Ibídem. 88.
4. Neu aufgerichte Ketten und Stock. Ibídem. 66.
5. Mit sammet und seide auf's kostlichst ausgestrichen.
Ibídem.

6. Den jungen Fursten zu Neuburg ihre wappen abgerissen.


Ibídem. 55.
7. Vor zehn Jahren en Sinn gehalt. Corp. Ref. 2:66.
8. Gehen nicht mehr in die Hauser und schrieben an die
Thur. Ibídem. 89.
9. Caesarem instructum arte pontificum quaerere causas
morae. L. Epp. 4:31.
10. Das hat Kais. Maj. Wohl gefallen. Forstemann, Urkun
den, 1: 246.
11. Alle stund die Wagen, der Tross und viel gesinds nack
einander aquí. Corp. Ref. 2:90.
12. Finden aber wenig Frenden feuer. Ibídem.
13. Zu morgens, um funf Uhr. F. Urkunden, 1: 263.
14. Ab Electorum filiis qui procurrerant rogatus. Seck. 2: 101.
15. Mox ab equis descenderunt. Cochloeus.

16. Auf ein Ort geruckt. F. Urkunde, 1: 256.


17. Espécimen de Primum constantiae. Seck. 2: 101.
18. Prelatorum autem negligenti am accusaret. Ibídem.
19. Conscendentem juniores principes adjuverunt. Ibídem. y
F. Urkunden, 1: 258.
20. Bekleit von gold. Iluminado. vestida de oro. F. Urkunden,
1: 258.
21. Viel sammete und seiden Rocke. L. Opp. 20: 201.
22. Noster princeps de more praetulit ensem. Corp. R ef. 2:
118.
23. Omnium oculos in se convertit. Seck. 2: 160.
24. Totus gemmis coruscabat. Ibídem.
25. Ein klein Spanisch Hutlein. F. Urkunden, 1: 260.
26. Antea in imperio non erat visa. Seck. 2: 160.
27. Ingressus est in urbem intra octavam et nonam. Ibídem.
114.
28. Da entsetzt s ich KM Hengst fur solchem Himsel. F.
Urkunden, 1:26.
29. Ihr mano aufgehebt. Ibídem.

30. Cardinalem legatus castigatum abegit. Seck. 2: 161.


31. Ad cónclave suum. Corp. Ref. Páginas. 106, 114.
32. Die beede alte Fursten zum Hochsten entsetz. Ibídem.
33. Se non posse cibo verbi Dei carere, nec sana conscientia
Evangelium negare. Ibídem. 115.

34. En Franzosischer Sprache. Ibídem. 107.


35. Sich darob etwas angryot und erhitzt. Ibídem. 115.
36. M. gewissen sey aber kein Herr und meyster uber ihr
gewisson. Ibídem.
37. Ut simpliciter, es magnanimiter, dice Brentz. Corp. Ref.
Pág. 115.
38. Es ware Spanisch oder Franzosisch und dazu eines
Landes minder. Ibídem. 2: 114.
39. Et saltem in honorem Dei illud facerent. C orp. Árbitro. 2:
116.

40. Persistit Caesar in postulatione, perstiterunt illi in


recusatione. Ibídem. 115.
41. Una saevitia Legati Romanensium captivi. Ibídem. 116.
42. Hinc secutae sunt gravissimae minae, jactate
saevissimae Caesaris indignationes. Ibídem.
43. Quiete sibi opus es se dicens, responsum in diem
alterum distulit. Seck. 2: 162.
44. Hat nachten uns aufwecken lassen. Corp. Ref. 2: 106.
45. Wie die Juden die Schlange haben angebethet. Ibídem.
46. Heute zu sieben Uhren sind gemeldete Fursten. Corp.
Ref. 3: 107.
47. Caelestin. 1:82.
48. Ut vass alli et principes imperii. Cochloeus, pág. 192.
49. Sie wolle sehen, ob sie IM gehorchsam leisten oder
nicht. Corp. Ref. 2: 108.

50. Clericaliter, detonso capillo. Zw. Epp. 2: 471. Nudo sapite


sub meridiani solis ardoribus. Pallavicini, 1: 228.
51. Timoteo 3: 5.
52. Sarp i, Concilio de Trento, 1:99.
53. Ut mox altera die, cum salvo-conductu, Lutherani abi
rent domum. Cochl. Pág. 193.
54. Pacis et concordiae avidi, supplicarunt ejus majestati ut
sedata ira. Ibídem.
LIBRO 14
CAPÍTULO 5

Carlos, derrotado en el tema del proceso , resolvió vengarse de las


asambleas, porque nada lo irritaba como estos sermones. La multitud
no dejó de llenar la vasta iglesia de los franciscanos, donde un
ministro zwingliano de vivaz y penetrante elocuencia predicaba sobre
el Libro de Josué. 1 Puso delante de ellos a los reyes de Canaán y a los
hijos de Israel: su congregación los oyó hablar y los vio actuar, y todos
reconocieron en los reyes de Canaán al emperador y a los príncipes
ultramontanos, y en el pueblo de Dios a los adherentes de la Reforma.
En consecuencia, sus oyentes abandonaron la iglesia entusiasmados
en su fe y llenos del deseo de ver caer al suelo las abominaciones de los
idólatras. El 16 de junio, los protestantes deliberaron sobre la demanda
de Carlos y fue rechazada por la mayoría. “Es solo un espantapájaros”,
dijeron; “Los papistas solo desean ver si el clavo tiembla en la pared y
si pueden arrancar la liebre de la espesura”.
A la mañana siguiente (17 de junio) antes del desayuno, los príncipes
respondieron al emperador. “Prohibir a nuestros ministros que
prediquen puramente el santo Evangelio sería rebelión contra Dios,
que no quiere que su Palabra sea atada. Pobres pecadores que somos,
necesitamos esta Palabra Divina para superar nuestros problemas. 2
Más encima, Su Majestad ha declarado, que en esta dieta cada
doctrina debe ser examinado con imparcialidad. Ahora, ordenarnos de
ahora en adelante que suspendamos los sermones, sería condenar los
nuestros de antemano ”.
Carlos convocó inmediatamente a los demás príncipes temporales y
espirituales , que llegaron al mediodía al palacio palatino y
permanecieron sentados hasta la noche; 3 la discusión estuvo
sumamente animada. “Esta misma mañana”, dijeron algunos de los
oradores, “los príncipes protestantes, cuando dejaron al emperador,
hicieron sermones en público”. 4 Charles, exasperado por esta nueva
afrenta, se contuvo con dificultad. Algunos de los príncipes, sin
embargo, le rogaron que aceptara su mediación, a lo que consintió;
pero los P rotestantes eran inamovibles. ¿Aparecieron en Augsburgo
estos herejes, a quienes imaginaban reducir tan fácilmente, sólo para
humillar a Carlos? El honor del jefe del imperio debe salvarse a
cualquier precio. “Renunciemos nosotros mismos a nuestros
predicadores”, dijeron los príncipes ; "¡Entonces los protestantes no
persistirán en mantener el suyo!"
En consecuencia, el comité propuso que el emperador debería dejar de
lado a los predicadores papistas y luteranos, y debería nombrar
algunos capellanes, con autoridad para anunciar la pura Palabra de
Dios, sin atacar a ninguna de las dos partes. 5 “Serán hombres
neutrales”, dijeron a los protestantes; ni Faber ni sus partidarios serán
admitidos ". - “Pero condenarán nuestra doctrina”. - "De ninguna
manera. El predicador no hará más que leer el texto de los evangelios,
las epístolas y una confesión general de los pecados ". 6 Los estados
evangélicos necesitaron tiempo para reflexionar sobre ello.

“Debemos aceptarlo”, dijo Melancthon; “Porque si nuestra obstinación


llevara al emperador a negarse a escuchar nuestra confesión, el mal
sería aún mayor”.
"Estamos llamados a Augsburgo", dijo Agricola, "para dar cuenta de
nuestra doctrina y no para predicar". 7
“No hay poco desorden en la ciudad”, comentó Spalatin. “Los
sacramentarios y entusiastas predican aquí tan bien como nosotros:
debemos salir de esta confusión”.
"¿Qué proponen los papistas?" dijeron otros teólogos; “Leer los
evangelios y las epístolas sin explicación. ¿Pero no es eso una victoria?
¡Qué! protestamos contra las interpretaciones de la Iglesia; y he aquí!
sacerdotes que deben leer la Palabra de Dios sin sus notas y
comentarios, es decir, transformándose en ministros protestantes ”.
“¡Oh! admirable sabiduría de los cortesanos! " ex reclamó Melancthon,
sonriendo. 8
A estos motivos se sumaron las opiniones de los abogados. Como el
emperador debería ser considerado el magistrado legítimo de una
ciudad imperial, mientras la hiciera su residencia, toda la jurisdicción
de Augsburgo realmente le pertenecía.

“Bien, entonces”, dijeron los príncipes protestantes, “estamos de


acuerdo en silenciar a nuestros predicadores, con la esperanza de que
no escuchemos nada ofensivo para nuestras conciencias. Si fuera de
otro modo, nos sentiríamos obligados a repeler un insulto tan grave . 9
Además ”, agregó el elector al retirarse,“ esperamos que si en algún
momento deseamos escuchar a uno de nuestros capellanes en nuestro
propio palacio, seremos libres de hacerlo ”. 10
Se apresuraron hacia el emperador, que no deseaba nada mejor que
llegar a un entendimiento con los protestantes sobre este tema, y
quien lo ratificó todo.
Este fue el sábado. Inmediatamente se envió un heraldo imperial que,
desfilando por las calles de la ciudad a las siete de la tarde al son de las
trompetas, 11 hizo el siguiente pregón: - “¡Oh sí, oh sí! 12 Así ordena su
majestad imperial, nuestro muy misericordioso señor: nadie podrá
predicar en Augsburgo exce pt por el nombramiento de su majestad,
bajo pena de incurrir en el disgusto y el castigo de su majestad.
En las casas de los ciudadanos de Augsburgo se intercambiaron mil
comentarios diferentes. "Estamos muy impacientes", dijeron, "por ver
a los predicadores nombrados por el emperador, y que predicarán
(¡oh, maravilla sin precedentes!) ¡Ni contra la doctrina evangélica ni
contra la doctrina del Papa!" 13 "Debemos esperar", añadió otro, "ver
algún Tragelaph o alguna quimera con cabeza de león, cuerpo de cabra
y cola de dragón". 14 Los españoles parecían muy satisfechos con este
acuerdo, porque muchos de ellos nunca habían escuchado un solo
sermón en sus vidas; no era costumbre en España; pero los amigos de
Zwin gle estaban llenos de indignación y alarma. 15
Por fin llegó el domingo 19 de junio; todos se apresuraron a las iglesias,
y la gente que las llenó, con los ojos fijos en el sacerdote y con oídos
atentos, 16 se dispuso a escuchar lo que dirían estos nuevos y extraños
predicadores. 17 En general, se creía que su tarea sería la de hacer un
discurso evangélico-papista, y estaban muy impacientes por escuchar
esta maravilla. Pero

"¡La montaña en trabajo de parto dio a luz a un ratón!"


El predicador leyó primero la oración común; luego añadió el evangelio
del día, terminó con una confesión general de pecados y despidió a su
congregación. La gente se miraba entre sí con sorpresa: "En verdad",
dijeron, "aquí hay un predicador que no es evangelista ni papista, sino
estrictamente textual". 18 Al fin todos se echaron a reír; "Y
verdaderamente", añade Brentz, "había motivos suficientes". 19 En
algunas iglesias, sin embargo, los capellanes, después de leer el
Evangelio, agregaron algunas palabras pueriles, vacías de cristianismo
y de consuelo, y de ninguna manera fundadas en la Sagrada Escritura.
20
Después del llamado sermón, procedieron a la misa. Eso en la catedral
fue particularmente ruidoso. El emperador no estuvo presente, pues
estaba acostumbrado a dormir hasta las nueve o diez de la mañana, 21
y se le celebró una misa tardía; pero estaban presentes Fernando y
muchos de los príncipes. Las notas retumbantes del órgano, las voces
resonantes del coro, resonaron a través del ministro, y una multitud
numerosa y heterogénea, corriendo por todas las puertas, llenó los
pasillos del templo. Se podría haber dicho que todas las naciones del
mundo habían acordado reunirse en la catedral de Augsburgo. Aquí
había franceses, allá españoles, moriscos en un lugar, moriscos en otro
, italianos de un lado; sobre los otros turcos, e incluso, dice Brentz, los
que se llaman Stratiots. 22 Esta multitud no era una mala
representación de la mezcla del papado.
Un solo sacerdote, un ferviente romanista, se atrevió a ofrecer una
disculpa por la misa en la iglesia de la Santa Cruz. Charles, deseando
mantener su autoridad, lo envió a la prisión de Grayfriars, de donde se
las arreglaron para dejarlo escapar. En cuanto a los pastores
evangélicos de Augsburgo, casi todos abandonaron la ciudad para
escuchar el Evangelio en otros lugares. Los príncipes protestantes
estaban ansiosos por asegurar para sus iglesias la ayuda de hombres
tan distinguidos. El desánimo y la alarma siguieron de cerca este paso,
e incluso los más firmes se emocionaron. El elector estaba inconsolable
por la privación que le había impuesto el emperador. "Nuestro Señor
Dios", dijo, lanzando un profundo suspiro, "ha recibido la orden de
permanecer en silencio en la Dieta de Augsburgo". 23 A partir de ese
momento, Lutero perdió la buena opinión que antes había tenido de
Carlos y presagió el futuro más tormentoso. “Vean cuál será el final de
todo esto”, dijo. “El emperador, que ha ordenado al elector que
renuncie a las asambleas, luego le ordenará que renuncie a la doctrina;
la dieta entrará en su parálisis y no nos quedará nada más que
depender del brazo del Señor ". Luego, dando paso a toda su
indignación, añadió: “Los papistas, abandonados a los demonios, se
transportan de rabia; y para vivir deben beber sangre. 24 T oye desean
darse un aire de la justicia, al darnos una de obstinación. En
Augsburgo no tienes que tratar con hombres, sino con las mismas
puertas del infierno ". El propio Melancthon vio desvanecerse sus
esperanzas. “Todos, excepto el emperador”, dijo, “nos odian con el odio
más violento. El peligro es grande, muy grande. 25 ..... ¡Ruega a Cristo
para que nos salve! ” Pero Lutero, por muy afligido que estuviera, lejos
de sentirse abatido, levantó la cabeza y se esforzó por reanimar el valor
de sus hermanos. "Tengan la seguridad y no duden", les escribió, "que
ustedes son los confesores de Jesucristo y los embajadores del Gran
Rey". 26
Necesitaban estos pensamientos, porque sus adversarios, eufóricos
por este primer éxito , no descuidaron nada que pudiera destruir a los
protestantes y, dando otro paso adelante, propusieron obligarlos a
estar presentes en las ceremonias romanas. 27 “El Elector de Sajonia”,
dijo el legado a Carlos, “debería en virtud de su oficio de gran mariscal
del imperio llevar la espada ante ti en todas las ceremonias de la dieta.
Ordénele, pues, que cumpla con su deber en la misa del Espíritu
Santo, que es abrir las sesiones ”. El emperador lo hizo de inmediato, y
los elegidos o, inquietos por este mensaje, convocaron a sus teólogos.
Si se negaba, le quitarían la dignidad; y si obedecía, pisotearía su fe
(pensó él) y deshonraría el Evangelio.
Pero los teólogos luteranos quitaron los escrúpulos de su príncipe. “Es
para una ceremonia del imperio”, dijeron, “como gran mariscal, y no
como cristiano, que eres convocado; la misma Palabra de Dios, en la
historia de Naamán, te autoriza a cumplir con esta invitación ”. 28 Los
amigos de Zwingle no lo creían así; su andar fue más decidido que el de
Wittenberg. "Los mártires se dejaron matar", dijeron, "antes que
quemar un grano de incienso ante los ídolos". Incluso algunos
protestantes, al oír que se iba a cantar el Veni Spiritus, dijeron,
moviendo la cabeza: “Tenemos mucho miedo de que el carro del
Espíritu, que es la Palabra de Dios, haya sido llevado por los papistas ,
el Espíritu Santo, a pesar de su masa, nunca llegará a Augsburgo ". 29
Ni estos temores ni estas objeciones fueron escuchados.
El lunes 20 de junio, el emperador y su hermano, con los electores y
príncipes del imperio, habiendo entrado en la catedral, ocuparon sus
asientos en el lado derecho del coro; a la izquierda se colocaron el
legado, los arzobispos y obispos; en el medio estaban los embajadores.
Sin el coro, en una galería que lo dominaba, estaban alineados el
landgrave y otros protestantes, que preferían estar a distancia de la
hueste. 30 El elector, portando la espada, permaneció erguido cerca
del altar en el momento de la adoración. Los acólitos, habiendo cerrado
las puertas del coro inmediatamente después, el 31 Vincent Pompinell
o, arzobispo de Salerno, predicó el sermón. Comenzó con los turcos y
sus estragos, y luego, por un giro inesperado, comenzó de repente a
exaltar a los turcos incluso por encima de los alemanes. “Los turcos”,
dijo, “tienen un solo príncipe a quien obedecen; pero los germanos
tienen muchos que no obedecen a nadie. Los turcos viven bajo una sola
ley, una sola costumbre, una sola religión; pero entre los alemanes hay
algunos que siempre están deseando nuevas leyes, nuevas costumbres,
nuevas religiones. Rasgan la túnica sin costuras de Cristo; abolieron por
inspiraciones diabólicas las sagradas doctrinas establecidas por
unanimidad y las sustituyeron, ¡ay! bufonería y obscenidad. 32 ¡
Emperador magnánimo, rey poderoso! " dijo, volviéndose hacia Carlos
y su hermano, “ afila tus espadas, blandízalas contra estos pérfidos
perturbadores de la religión, y así tráelos de vuelta al redil de la
Iglesia. 33 No hay paz para Alemania mientras la espada no haya
erradicado por completo esta herejía. 34 ¡ Oh San Pedro y San Pablo!
Te invoco; sobre ti, San Pedro, para que abras los corazones de piedra
de estos príncipes con tus llaves; ¡y sobre ti, San Pablo, que si se
muestran demasiado rebeldes, vengas con tu espada y cortes en
pedazos esta dureza sin igual!
Concluido este discurso, entremezclado con panegíricos de Arístides,
Temístocles, Escipión, Catón, los Curti i Escevola, el emperador y los
príncipes se levantaron para hacer sus ofrendas. Pappenheim devolvió
la espada al elector, que se la había confiado; y el gran mariscal, así
como el margrave, fueron al ofertorio, pero con una sonrisa, según se
cuenta. 35 Este hecho está poco en armonía con el carácter de estos
príncipes.
Finalmente abandonaron la catedral. Nadie, excepto los amigos del
nuncio, quedó satisfecho con el sermón. Incluso el arzobispo de Mentz
se sintió ofendido por ello. "¿Qué quiere decir", exclamó, "al pedir a
San Pablo que corte a los alemanes con su espada?" En la nave no se
habían escuchado más que unos pocos sonidos inarticulados; los
protestantes interrogaron con entusiasmo a los miembros de su
partido que habían estado presentes en el coro. "Cuanto más estos
sacerdotes inflaman las mentes de la gente, y cuanto más instan a sus
príncipes a guerras sangrientas", dijo Brentz en ese momento, "más
debemos impedir que los nuestros cedan ante la violencia". 36 Así
habló un ministro del Evangelio de la paz después del sermón de los
sacerdotes de Roma.

Terminada la misa del Espíritu Santo, el emperador subió a su


carruaje, 37 y habiendo llegado al ayuntamiento, donde iban a tener
lugar las sesiones de la dieta, se sentó en un trono cubierto de tela de
oro, mientras su hermano se colocó en un banco frente a él; Entonces,
a su alrededor se alinearon los electores, cuarenta y dos príncipes
soberanos, los diputados de las ciudades, los obispos y embajadores,
formando, indudablemente, esa ilustre asamblea que Lutero, seis
semanas antes, había imaginado que veía sentada en el aire. . 38
El conde palatino leyó la proposición imperial. Se refirió a dos puntos;
la guerra contra los turcos y la controversia religiosa . “Sacrificando
mis heridas e intereses privados por el bien común”, dijo el
emperador, “he abandonado mis reinos hereditarios para pasar, no sin
gran peligro, a Italia, y de allí a Alemania. Con dolor he oído hablar de
las divisiones que han estallado aquí y que, golpeando no solo la
majestad imperial, sino aún más los mandamientos del Dios
Todopoderoso, deben engendrar pillaje, conflagración, guerra y
muerte ”. 39 A la una, el emperador, acompañado por todos los
príncipes, regresó a su palacio.
El mismo día, el elector reunió a su alrededor a todos sus
correligionarios, a quienes el discurso del emperador había
emocionado mucho, y los exhortó a no dejarse desviar por ninguna
amenaza de una causa que era la del propio Dios. 40 Todos parecían
penetrados con esta expresión de la Escritura: “Di la palabra, y no
permanecerá; porque Dios está con nosotros ". 41
El elector tenía que soportar una pesada carga. No solo tenía que
caminar a la cabeza de los príncipes, sino que además tenía que
defenderse de la influencia enervante de Melancthon. A lo largo de
toda la dieta, este príncipe no nos ofrece una mera abstracción del
estado, sino la individualidad más noble. Temprano el martes por la
mañana, sintiendo la necesidad de esa fuerza invisible que, según una
bella figura de las Sagradas Escrituras, nos hace cabalgar sobre los
lugares altos de la tierra; y viendo, como de costumbre, sus criados, sus
consejeros y su hijo reunidos a su alrededor, John les suplicó
cariñosamente que se retiraran. 42 Sabía que solo arrodillándose
humildemente ante Dios podía estar con valor ante Carlos. Solo en su
habitación, abrió y leyó los Salmos; luego, cayendo de rodillas, ofreció
la oración más ferviente a Dios; Luego , queriendo confirmarse en la
fidelidad inamovible que acababa de hacer al Señor, se dirigió a su
escritorio y allí comprometió sus resoluciones a escribir . Dolzig y
Melancthon luego vieron estas líneas y se llenaron de admiración al
leerlas. 44
Así templado nuevamente en pensamientos celestiales, Juan tomó la
proposición imperial y meditó sobre ella; luego, habiendo llamado a su
hijo y al canciller Bruck, ya Melancthon poco después, todos
estuvieron de acuerdo en que las deliberaciones de la dieta deberían
comenzar con los asuntos religiosos; y sus aliados, que fueron
consultados, estuvieron de acuerdo con este consejo.

El legado había concebido un plan diametralmente opuesto a este.


Deseaba sofocar la cuestión religiosa y, para ello, requería que los
príncipes la examinaran en un comité secreto. 45 Los cristianos
evangélicos no abrigaban ninguna duda de que si se proclamaba la
verdad en el gran concilio de la nación, obtendría la victoria; pero
cuanto más deseaban una confesión pública, más temían los amigos
del Papa. Estos últimos querían tomar a sus adversarios en silencio, sin
confesión , sin discusión, como una ciudad es tomada por el hambre
sin luchar y sin tormenta: amordazar la Reforma y reducirla así a la
impotencia y la muerte, eran sus tácticas. No bastaba con silenciar a los
predicadores: había que silenciar también a los príncipes . Querían
encerrar la Reforma como en un calabozo, y dejarla morir allí,
pensando que así se librarían de ella con más seguridad que llevándola
al cadalso.

Este plan estaba bien concebido: ahora quedaba por poner en


ejecución, y para tal fin era necesario persuadir a los protestantes de
que tal método sería el más seguro para ellos. El elegido para esta
intriga fue Alfonso Valdez, secretario de Carlos V, un caballero
español, una persona digna, y que luego mostró una inclinación hacia
la Reforma. La política a menudo se vale de hombres buenos para los
designios más pérfidos. Se decidió que Valdez debía dirigirse al más
tímido de los protestantes: Melancthon.
El 16 o 17 de junio, inmediatamente después de la llegada de Charles,
Valdez le rogó a Melancthon que lo visitara.
“Los españoles”, dijo, “imaginan que los luteranos enseñan doctrinas
impías sobre la Santísima Trinidad, sobre Jesucristo, sobre la bendita
Madre de Dios. 46 En consecuencia, creen que hacen un trabajo más
meritorio al matar a un luterano que a un turco ".
"Lo sé", respondió Melancthon, "y todavía no he logrado que sus
compatriotas abandonen esa idea".
"Pero, ¿qué desean los luteranos?"

“La cuestión luterana no es tan complicada ni tan indecorosa como su


majestad imagina. No atacamos a la Iglesia Católica, como se cree
comúnmente; 47 y toda la controversia se reduce a estos tres puntos.
Los dos tipos en el sacramento de la Cena del Señor, el matrimonio de
los pastores y la abolición de las misas privadas. Si pudiéramos estar de
acuerdo con estos artículos, sería fácil llegar a un entendimiento sobre
los demás ".
"Bueno, le informaré de esto a su majestad".
Carlos V quedó encantado con esta comunicación. “Ve”, le dijo a
Valdez, “e imparte estas cosas al legado, y pídele al Maestro Felipe que
te transmita por escrito una breve exposición de lo que creen y lo que
niegan”.

Valdez se apresuró a ir a Campeggio. “Lo que me relatas me agrada


tolerablemente”, dijo este último. “En cuanto a las dos clases en el
sacramento y el matrimonio de sacerdotes, habrá medios de
acomodación; 48 b ut no podemos consentir que la abolición de las
misas privadas “. De hecho, esto habría cortado uno de los mayores
ingresos de la Iglesia.
El sábado 18 de junio, Valdez volvió a ver a Melancthon. “El emperador
les ruega una exposición moderada y concisa”, dijo, “y está convencido
de que será más ventajoso tratar este asunto de manera breve y
privada, 49 evitando toda audiencia pública y toda discusión prolija,
que sólo engendraría ira y división ". - "Bueno", ayuda a Melancthon,
"reflexionaré sobre ello".
Melancthon casi estaba convencido: una conferencia secreta
concordaba mejor con su disposición. ¿No había repetido a menudo
que la paz debe buscarse por encima de todas las cosas? Así, todo
inducía al legado a esperar que se evitara una lucha pública y que se
contentara, por así decirlo, con enviar mudos contra la Reforma y
estrangularla en un calabozo. 50
Afortunadamente, el canciller y el elector Federico no creyeron
oportuno considerar las proposiciones que Carlos había encargado al
digno Valdez. La resolución de estos laicos de la Iglesia la salvó del
paso en falso que estaban a punto de dar sus médicos; y las artimañas
de los italianos fracasaron contra la firmeza evangélica. A Melan cthon
sólo se le permitió exponer la Confesión al español para que la
investigara, y a pesar de la moderación empleada en ella, Valdez
exclamó: “¡Estas palabras son demasiado amargas y tus adversarios
nunca las tolerarán! " 51 Así terminó la maniobra del legado.

Notas finales:
1. Maximus populi concursus amplissima aede. Ibídem.
2. Nec se illo animae nutrimento carere. Caelestinus, Hist.
Comit. 1:88; Forst. Urkunden, 1: 283.

3. César un meridiano. Seck. 165. Den gangen Tag. Corp.


Ref. 2: 113.
4. Eo ipso die conciones continuatae. Seckend. Pág. 165.
5. Caesare omnes tam papistarum quam evangelicorum
conciones. Corp. Ref. 2: 116.

6. Qui tantum recitent Evangelium et epistolam


grammatikwv. Ibídem. 119.
7. Non sumus parochi Augustanorum, añadió . Ibídem.
8. Vide miram sapientiam Aulicorum. Corp. Ref. 2: 119.
9. Ut de remediis propulsandae injuriae cogitent. Seck. 2:
105.
10. Ob je einer einen Prediger in seiner Herberg fur sich
predigen mentiras. Corp. Ref. 2: 113.
11. Per tubicines et heraldum. Sturmius, Zw. E págs. P. 466.
12. Hort, Hort. Corp. Ref. 2: 124.

13. Omnes hunc avidissime expectante. Ibídem. 116.


14. Chimaeram aut Tragelaphum aliquem expectamus.
Ibídem. El Tragelaph es un animal fabuloso que participa
de la naturaleza de una cabra y un ciervo. Las
representaciones de ella eran comunes en los bebederos y
copas entre los antiguos griegos.
15. Multos disuasión. Sturm a Zwingle, Epp. Pág. 466.
16. Arrectis auribus. Corp. Ref. 2: 116.
17. Quid novi novus concionator allaturus sit. Ibídem. 117:
117.
18. Sic habes concionatorem neque evangelicum neque
papis ticum, sed nudum textualem. Ibídem.
19. Rident omnes, et certe res valde ridicula est. Ibid.
20. Pancula quaedam, eaque puerilia et inepta, nec
Christiane, absque fundamento verbi Divini et
consolatione. Seck. 2: 165.

21. Dormire solet usque ad nonam aut decimam. Corp. Ref.


2: 117.
22. Ibi videas hic Gallos hic Hispanos, hic Ethiopes, illic
etiam Ethiopissas, hic Italos, illic etiam Turcas, aut quos
vocant Stratiotas. Ibídem.
23. Hac ratione, Deo-ejusque verbo silentium est
impositum. Seck. 2: 165.
24. Ut nisi sanguinem biberint, vivere non possint. Ibídem.
25. Magnum omnino periculum est. Corp. Ref. 2: 118.
26. Ea fides vivifi cabit et consolabitur vos, quia Magni
Regis estis legati. L. Epp. 4:59.

27. Sarpi, Hist. Concilio de Trento, libro 1:99.


28. Reyes 5:18. Ejemplo Naamanis, Seck. 2: 167; Sarpi. Pág.
99.
29. Ne ablato Spiritus vehiculo, quod est verbum Dei,
Spiritus Sanctus ad Augustam pra e pedum imbecillitate
pervenire non possit. Corp. Ref. 2: 116.
30. Abstinendo ab adoratione hostiae. Seck. 2: 119.
31. Erant enim chori fores clausae, nec quisquam orationi
interfuit. Corp. Ref. 2: 120.
32. Diabolica persuasione eliminant, et ad scurrilia ac
impudica quaeque deducunt. Pallavicini, Hist. Trid. C.
1:23.
33. Gladios quos exactos en perversos illos perturbatores.
Corp. Ref. 2: 120.
34. Nisi erradicata funditus per gladium haeresi illa. Ibídem.

35. Protestante es etiam ad offerandum munuscula in altari,


ut moris erat, accessisse, sed cum risu. Spalat. Seck. 2: 167.
36. Ut nostros principes ab importuna violetia retineamus.
Corp. Ref. 2: 120.
37. Imperator cum omnibus in curiam vectus est. Sturm a
Zw. Epp. 2: 430.
38. Ex v olucrum monedularumque regno. L. Epp. 4:13.
39. Nicht anders dann zu Raub, Brandt y Krieg. F.
Urkunden, 1: 307.
40. Cohortatus est ad intrepidam causae Dei assentionem.
Seck. 2: 108.

41. Isaías 8:10.


42. Mane remotis omnibus consilliariis et ministris. Seck. 51:
169.
43. Precibus ardentissimis a Deo successum negoii
petiisset. Ibídem.
44. Quae cum admiratione legisse dicuntur. Ibídem.
45. Si acturi sunt secreto et inter sese, nulla publica
disputatione vel audientia. L. Epp. 4:43.
46. Hispanis persuasum esse Lutheranos impie de Sanct
issima Trinitate. Ex relación Spalati en Seck. 2: 165.

47. Non adeo per eos Ecclesiam Catholicam oppugnari,


quam vulgo putaretur. Ibídem. 100.
48. Mit beider Gestalt sacraments oder des Pfaffen und
Monch Ehe. Corp. Ref. 2: 123.
49. Die Sache in einer Enge und Stille vorzu nehmen. Corp.
Ref. 2: 123.

50. Caelestin, Hist. Comit. Agosto. P. 193. Intelligo hoc touj


arciereaj moliri, ut omnino nihil agatur de negotis
ecclesiasticis. Ibídem. 140.
51. Ac plane putarit pikro, teron esse quam ut ferre p ossent
adversarii. Ibídem. 140.
LIBRO 14
CAPÍTULO 6
Carlos, obligado a resignarse a una sesión pública, ordenó el miércoles
22 de junio que el elector y sus aliados tuvieran lista su Confesión para
el viernes siguiente. También se invitó al grupo romano a presentar
una confesión de fe; pero se disculparon, diciendo que estaban
satisfechos con el Edicto de Worms.
La orden del emperador tomó por sorpresa a los protestantes, pues las
negociaciones entre Valdez y Melancthon habían impedido que la
última diera el toque final a la Confesión. No se copió correctamente; y
las conclusiones, así como el exordio, no fueron redactadas
definitivamente. Como consecuencia de esto, los protestantes rogaron
al arzobispo de Mentz que les obtuviera la demora de un día; pero su
petición fue rechazada. 1 Ellos, por lo tanto, trabajaba incesantemente,
incluso durante la noche, para corregir y transcribir la Confesión.
El jueves 23 de junio, todos los príncipes, diputados, consejeros y
teólogos protestantes se reunieron temprano en la casa de los
electores. La Confesión se leyó en alemán, y todos dieron su adhesión
a ella, excepto el landgrave y los Strasburg, que exigieron un cambio
en el artículo sobre el sacramento. 2 Los príncipes rechazaron su
demanda.
El elector de Sajonia ya se disponía a firmarlo cuando Melancthon lo
detuvo: temía darle un tinte demasiado político a este asunto religioso.
En su idea era la Iglesia la que debía aparecer y no el Estado. “Les
corresponde a los teólogos y ministros proponer estas cosas”, dijo; 3
“reservemos para otros asuntos la autoridad de los valientes de la
tierra”. - “Dios no permita que me excluyan”, respondió el elector;
“Estoy resuelto a hacer lo correcto sin preocuparme por mi corona.
Deseo confesar al Señor. Mi sombrero electoral y mi armiño no me son
tan preciosos como la cruz de Jesucristo. Dejaré en la tierra estas
marcas de mi grandeza; pero la cruz de mi Maestro me acompañará al
cielo ”.
¡Cómo resistir tal lenguaje cristiano! Melancthon cedió.
Entonces el elector se acercó, firmó y entregó la pluma al landgrave,
quien en un principio hizo algunas objeciones; sin embargo, el enemigo
estaba en la puerta; ¿Fue este un momento para la desunión? Por fin
firmó, pero con una declaración de que la doctrina de la Eucaristía no
le agradaba. 4
Habiendo suscrito alegremente el margrave y Luneburg sus nombres,
Anhalt tomó la pluma a su vez y dijo: “Me he inclinado más de una vez
para complacer a los demás; ahora, si el honor de mi Señor Jesucristo
lo requiere, estoy listo para ensillar mi caballo, dejar mis bienes y mi
vida atrás y correr hacia la eternidad, hacia una corona eterna ”. Luego,
habiendo firmado, este joven príncipe dijo, dirigiéndose a los teólogos:
“Preferiría renunciar a mis súbditos y a mis estados, más bien dejar el
país del personal de mi padre en la mano, más bien ganar mi pan
limpiando los zapatos del extranjero, que recibir cualquier otra
doctrina que la contenida en esta Confesión ". Nuremberg y Reutlingen
son las únicas ciudades que suscribieron sus firmas; 5 y todos
resolvieron exigir al emperador que la Confesión se leyera
públicamente. 6
El coraje de los príncipes sorprendió a todos. Roma había aplastado a
los miembros de la Iglesia, y los había reducido a una manada de
esclavos, a los que arrastró silenciosos y humillados tras ella: la
Reforma les otorgó el derecho a voto, y con sus derechos les devolvió
sus deberes . El sacerdote ya no disfrutaba del monopolio de la
religión; cada cabeza de familia volvió a ser sacerdote en su propia
casa, y desde entonces todos los miembros de la Iglesia de Dios fueron
llamados al rango de confesores. Los laicos no son nada, o casi nada,
en la secta de Roma, pero son la parte esencial de la Iglesia de
Jesucristo. Dondequiera que se establezca el espíritu sacerdotal, la
Iglesia muere; donde los laicos, como estos príncipes de Augsburgo,
comprenden su deber y su inmediata dependencia de Cristo, vive la
Iglesia.
Los teólogos evangélicos se sintieron conmovidos por la devoción de
los príncipes. “Cuando considero su firmeza en la confesión del
Evangelio”, dijo Brentz, “el color se me sube a las mejillas. ¡Qué
vergüenza que nosotros, que somos mendigos junto a ellos, tengamos
tanto miedo de confesar a Cristo! 7 Brentz pensaba entonces en
algunas ciudades, especialmente en Halle, de la que era pastor, pero
sin duda también en los teólogos.
Estos últimos, en verdad, sin carecer de devoción, a veces carecían de
valor. Melancthon estaba en constante agitación; corría de un lado a
otro, deslizándose por todas partes (dice Cochloeus en sus Filipenses),
visitando no solo las casas y mansiones de particulares, sino también
insinuándose en los palacios de cardenales y príncipes, es más, incluso
en la corte del emperador ; y, ya sea en la mesa o en una conversación,
no escatimó medios para persuadir a todos de que nada era más fácil
que restaurar la paz entre las dos partes . 8
Un día se encontraba con el arzobispo de Salzburgo, quien en un largo
discurso dio una elocuente descripción de los disturbios producidos,
como dijo, por la Reforma, y terminó con una perorata “escrita con
sangre”, como la caracterizó Melancthon . 9 Felipe, en agonía, se había
atrevido durante la conversación a introducir la palabra conciencia.
"¡Conciencia!" interrumpió apresuradamente el arzobispo,
“¡Conciencia! - ¿Qué significa eso? Les digo claramente que el
emperador no permitirá que se produzca confusión en el imperio. - "Si
hubiera estado en el lugar de Melancthon", dijo Lutero, "debería haber
respondido inmediatamente al arzobispo: Y nuestro emperador, el
nuestro, no tolerará tal blasfemia". - "¡Ay!", Dijo Melancthon, " todos
están tan llenos de seguridad como si Dios no existiera". 10
Otro día, Melancthon estaba con Campeggio y lo conjuró a perseverar
en los sentimientos moderados que parecía albergar. Y en otro
momento, como parece, estuvo con el propio emperador. 11 "¡Ay!"
dijeron los alarmados zwinglianos, "después de haber calificado la
mitad del Evangelio, Melancthon está sacrificando la otra". 12
Las artimañas de los ultramontanistas se sumaron al abatimiento de
Felipe para detener los valientes procedimientos de los príncipes. El
viernes 24 de junio fue el día fijado para la lectura de la Confesión,
pero se tomaron medidas para evitarlo. La sesión de la dieta no
comenzó hasta las tres de la tarde; t él legado se anunció entonces;
Carlos fue a su encuentro hasta lo alto de la gran escalinata y
Campeggio, sentándose frente al emperador, en el lugar del rey
Fernando, pronunció una arenga al estilo ciceroniano. "Nunca", dijo,
"la barca de San Pedro ha sido sacudida con tanta violencia por olas,
torbellinos y abismos tan diversos. 13 El Santo Padre ha aprendido
estas cosas con dolor y desea sacar a la Iglesia de estos abismos
espantosos. ¡Por el amor de Jesucristo, por la seguridad de tu país y
por ti, oh poderoso Príncipe! ¡deshazte de estos errores, libera
Alemania y salva la cristiandad! "

Después de una respuesta moderada de Alberto de Mentz, el legado


abandonó el ayuntamiento y los príncipes evangélicos se levantaron;
pero se le había proporcionado un nuevo obstáculo. Los diputados de
Austria, Carintia y Carniola recibieron primero una audiencia. 14
Así había transcurrido mucho tiempo. Los príncipes evangélicos, sin
embargo, se levantaron de nuevo, y el canciller Bruck dijo: “Se
pretende que nuevas doctrinas no basadas en la Escritura, que herejías
y cismas, sean difundidas entre la gente por nosotros. Considerando
que tales acusaciones comprometen no solo nuestro buen nombre,
sino también la seguridad de nuestras almas, 15 le suplicamos a su
majestad que tenga la bondad de escuchar cuáles son las doctrinas que
profesamos ”.

El emperador, sin duda por acuerdo con el legado, respondió que era
demasiado tarde; además, que esta lectura sería inútil; y que los
príncipes deberían contentarse con poner su confesión por escrito. Así,
la mina, tan hábilmente preparada, funcionó admirablemente; la
Confesión, una vez entregada al emperador, sería desechada, y la
Reforma se vería obligada a retirarse, sin que los papistas hubieran
condescendido siquiera a escucharla , sin defensa y abrumados por la
contusión.
Los príncipes protestantes, inquietos y agitados, insistieron. “Nuestro
honor está en juego”, dijeron; “Nuestras almas están en peligro. 16
Somos acusados públicamente; públicamente debemos responder ".
Charles estaba conmocionado; Ferdinand se inclinó hacia él y le
susurró algunas palabras al oído: 17 el emperador se negó por segunda
vez.

Ante esto, el elector y los príncipes, aún más alarmados, dijeron por
tercera vez, con emoción y seriedad: 18 “¡Por el amor de Dios, leamos
nuestra Confesión! Nadie es insultado en eso ". Así se vieron, por un
lado, unos pocos hombres fieles, que deseaban con gran clamor
confesar su fe; y por el otro, el gran emperador de occidente, rodeado
por una multitud de cardenales, prelados y príncipes, que se esfuerzan
por sofocar la manifestación de la verdad. 19 ¡ Fue una lucha seria,
violenta y decisiva, en la que se discutieron los intereses más santos !
Por fin, Carlos pareció ceder: "Su majestad concede su petición", fue la
respuesta a los príncipes; “Pero como ya es demasiado tarde, te ruega
que le transmitas tu Confesión escrita, y mañana, a las dos, estará
preparada la dieta para escucharla leer en el Palacio Palatino”.
Los príncipes quedaron impresionados por estas palabras, que,
pareciendo otorgarles todo, en realidad no otorgaron nada. En primer
lugar, no fue en una sesión pública en el ayuntamiento, sino en
privado en su propio palacio, donde el emperador estaba dispuesto a
escucharlos; 20 entonces no tenían ninguna duda de que si la
Confesión dejaba sus manos, todo había terminado con la lectura
pública. Por tanto, se mantuvieron firmes. “El trabajo se ha hecho con
mucha prisa”, dijeron, y era la verdad; “Te ruego que lo dejes con
nosotros esta noche, para que podamos revisarlo”. El emperador se vio
obligado a ceder y los protestantes regresaron a sus hoteles llenos de
alegría; mientras que el legado y sus amigos, percibiendo que la
Confesión era inevitable, veían acercarse el día siguiente con una
ansiedad cada vez mayor.
Entre los que se dispusieron a confesar la verdad evangélica, había
uno, sin embargo, cuyo corazón estaba lleno de tristeza: era
Melancthon. Colocado entre dos fuegos, vio a los reformados, e incluso
a muchos de sus propios amigos, reprochar su debilidad; mientras que
la parte contraria detestaba lo que llamaban su hipocresía. Su amigo
Camerarius, que visitó Augsburgo por esta época, a menudo lo
encontraba sumido en sus pensamientos, soltando profundos suspiros
y derramando lágrimas amargas. 21 Brentz, movido a compasión,
acudiendo al infeliz Felipe, se sentaba a su lado y lloraba con él; 22 y
Jonás trató de consolarlo de otra manera, exhortándolo a tomar el
libro de los Salmos y clamar a Dios con todo su corazón, haciendo uso
de las palabras de David en lugar de las suyas.
Un día llegó la inteligencia que formó un tema general de conversación
en Augsburgo y que, al sembrar el terror entre los partidarios del Papa,
dio un momentáneo alivio a Melancthon. Se decía que una mula en
Roma había parido un potrillo con patas de grulla. "Este prodigio", dijo
pensativo Melancthon, "anuncia que Roma está cerca de su fin"; 23
quizás porque la grulla es un ave de paso, y porque la mula del Papa
dio así señales de partida. Melancthon había escrito inmediatamente a
Lutero, quien respondió que estaba sumamente regocijado de que
Dios le hubiera dado al Papa una señal tan llamativa de su caída
inminente. 24 Es bueno recordar estas puerilidades de la época de los
reformadores, para que comprendamos mejor la alta gama de estos
hombres de Dios en materia de fe.
Estas ociosas historias romanas no consolaron a Melancthon durante
mucho tiempo. La víspera del 25 de junio asistió imaginariamente a la
lectura de aquella Confesión que había redactado, que estaba a punto
de ser proclamada ante el mundo, y en la que una palabra de más o de
menos podría decidir la aprobación o el odio de los príncipes, sobre la
seguridad o ruina de la Reforma y del imperio. No pudo aguantar más,
y el débil Atlas, aplastado por el peso del mundo sobre sus hombros,
lanzó un grito de angustia. “Todo mi tiempo aquí lo paso llorando y
lamentándose”, le escribió a Vitus Diedrich, secretario de Lutero en el
castillo de Coburg; 25 y al día siguiente le escribió al propio Lutero:
“Mi morada está en lágrimas perpetuas. 26 Mi consternación es
indescriptible. 27 ¡Padre mío! No deseo que mis palabras exageren mis
penas; pero sin vuestros consuelos, me es imposible gozar aquí de la
más mínima paz.
De hecho, nada presentó un contraste tan fuerte con la desconfianza y
el abatimiento de Melancthon, como la fe, la calma y el júbilo de
Lutero. Le resultó ventajoso no estar entonces en medio del vórtice de
Augsburgo y poder desde su plaza fuerte poner el pie con tranquilidad
sobre la roca de las promesas de Dios. Él mismo era consciente del
valor de esta pacífica ermita, como él la llamaba. 28 "No puedo
admirar lo suficiente", dijo Vitus Diedrich, "la firmeza, la alegría y la fe
de este hombre, tan asombroso en tiempos tan crueles".
Lutero, además de su lectura constante de la Palabra de Dios, 29 no
pasó un día sin dedicar al menos tres horas a la oración, y fueron horas
seleccionadas entre las más favorables para el estudio. 30 Un día,
cuando la aplicación de Diedrich se acercó a la cámara del reformador,
escuchó su voz, 31 y permaneció inmóvil, conteniendo la respiración, a
unos pasos de la puerta. Lutero estaba orando, y su oración (dijo el
secretario) estaba llena de adoración, miedo y esperanza, como
cuando se habla con un amigo o con un padre. 32 “Yo sé que tú eres
nuestro Padre y nuestro Dios”, dijo el reformador, solo en su cámara,
“y que esparcirás a los perseguidores de tus hijos, porque tú mismo
estás en peligro con nosotros. Todo este asunto es tuyo, y es solo por tu
obligación que hemos puesto nuestras manos en él. ¡Defiéndenos,
entonces, Padre! El secretario, inmóvil como una estatua, en la larga
galería del castillo, no perdió ni una sola de las palabras que la clara y
resonante voz de Lutero le llevaba a los oídos. 33 El reformador era
sincero con Dios y lo llamó con tal unción para que cumpliera sus
promesas, que Diedrich sintió que su corazón brillaba dentro de él. 34
“¡Oh! exclamó al retirarse: "¡Cómo no pudieron estas oraciones
prevalecer en la lucha desesperada en Augsburgo!"
Lutero también podría haberse dejado vencer por el miedo, porque se
quedó en completa ignorancia de lo que estaba ocurriendo en la dieta.
Un mensajero de Wittenberg , que debería haberle traído bosques de
cartas (según su propia expresión), habiéndose presentado: "¿Traes
alguna carta?" preguntó Lutero. "¡No!" "¿Cómo están esos caballeros?"
"¡Bien!" Luther, afligido por tal silencio, regresó y se encerró en su
habitación.
Poco después apareció un mensajero a caballo que llevaba despachos
del elector a Torgau. "¿Me traes alguna carta?" preguntó Lutero: "¡No!"
"¿Cómo están esos caballeros?" prosiguió temeroso. "¡Bien!" “Esto es
extraño”, pensó el reformador. Habiendo salido un carro de Coburgo
cargado de harina (porque en Augsburgo casi faltaban provisiones),
Lutero esperaba con impaciencia el regreso del conductor; pero regresó
vacío. Entonces, Lutero comenzó a dar vueltas a los pensamientos más
sombríos en su mente, sin dudar que le ocultaban alguna desgracia. 35
Por fin, otro individuo, Jobst Nymptzen, llegado de Augsburgo, Lutero
se apresuró de nuevo hacia él, con su pregunta habitual: "¿Me traes
alguna carta ?" Esperó temblando la respuesta. "¡No!" "¿Y cómo están
esos señores?" "¡Bien!" El reformador se retiró, presa de la ira y el
miedo.
Entonces Lutero abrió su Biblia y, para consolarse del silencio de los
hombres, conversó con Dios. En particular, había algunos pasajes de
las Escrituras que leía continuamente. Los señalamos a continuación.
36 Hizo más; escribió de su propia mano muchas declaraciones de la
Escritura sobre las puertas y ventanas, y sobre los muros del castillo.
En un lugar encontramos estas palabras del Salmo 118: No moriré,
sino que viviré, y declararé las obras del Señor. En otro, los del capítulo
12 de Proverbios: El camino de los impíos los seduce; y sobre su cama,
este pasaje del Salmo 4: Me acostaré en paz y dormiré; porque tú,
Señor, sólo me haces habitar confiado. Quizás nunca el hombre se
rodeó tanto de las promesas del Señor, ni vivió tanto en la atmósfera
de su Palabra y vivió de su aliento, como Lutero en Coburg.
Por fin, las letras vienen e.
“Si los tiempos en que vivimos no se opusieran a ella, debería haber
imaginado alguna venganza”, le escribió Lutero a Jonas; “Pero la
oración controló mi enojo, y el enojo controló mi oración. 37 Estoy
encantado con esa mente tranquila que Dios da a nuestro príncipe. En
cuanto a Melancthon, es su filosofía la que lo tortura, y nada más.
Porque nuestra causa está en las mismas manos de Aquel que puede
decir con indecible dignidad: Nadie me la arrebatará de las manos. No
lo tendría en nuestras manos, y no sería deseable que fuera así. 38 He
tenido muchas cosas en mis manos, y las he perdido todas; pero todo lo
que pude colocar en "Dios, todavía lo poseo".
Al enterarse de que la angustia de Melancthon aún continuaba, Lutero
le escribió; y estas son palabras que conviene conservar:
“¡Gracia y paz en Cristo! en Cristo, digo, y no en el mundo, Amén. Odio
con sumo odio esos cuidados extremos que los consumen. Si la causa
es injusta, abandónala; si la causa es justa, ¿por qué hay que creer las
promesas de Aquel que nos manda dormir sin miedo? ¿Puede el diablo
hacer algo más que matarnos? Cristo no faltará a la obra de la justicia y
la verdad. El Vive; él reina; ¿Qué miedo, entonces, podemos tener? Dios
es poderoso para levantar su causa si es derrocada, para hacer que
proceda si permanece inmóvil, y si no somos dignos de ella, lo hará
por otros.
“He recibido su disculpa, 39 y no entiendo lo que quiere decir cuando
pregunta qué debemos conceder a los papistas. Ya hemos concedido
demasiado. Día y noche medito en este asunto, dándole vueltas una y
otra vez, escudriñando diligentemente las Escrituras, y la convicción
de la verdad de nuestra doctrina cada día se hace más fuerte en mi
mente. Con la ayuda de Dios, no permitiré que se nos quite una sola
letra de todo lo que hemos dicho.
“El asunto de este asunto te atormenta, porque no puedes entenderlo.
Pero si pudieras , yo no tendría la menor participación en ello. Dios lo
ha puesto en un 'lugar común', que no encontrarás ni en tu retórica ni
en tu filosofía: ese lugar se llama Fe. 40 Es aquello en lo que subsisten
todas las cosas que no podemos comprender ni ver. Quien quiera
tocarlos, como tú, tendrá lágrimas como única recompensa.
“Si Cristo no está con nosotros, ¿dónde está en todo el universo? Si no
somos la Iglesia, ¿dónde, rezo, está la Iglesia? ¿Son los duques de
Baviera, es Fernando, es el Papa, es el turco, que es la Iglesia? Si no
tenemos la Palabra de Dios, ¿quién la posee?
“Solo nosotros debemos tener fe, para que no se encuentre la causa de
la fe sin fe. 41
“Si caemos , Cristo cae con nosotros, es decir, el Amo del mundo.
Preferiría caer con Cristo que permanecer de pie junto al César ".

Así escribió Lutero. La fe que lo animaba fluía de él como torrentes de


agua viva. Fue infatigable: en un solo día escribió a Melancthon,
Spalatin, Brentz, Agricola y John Frederick, y fueron cartas llenas de
vida. No estaba solo al orar, hablar y creer. Al mismo tiempo, los
cristianos evangélicos se exhortaban en todas partes a la oración. 42
Tal era el arsenal en el que se forjaban las armas que los confesores de
Cristo esgrimían antes de la Dieta de Augsburgo.

Notas finales:
1. Dasselbige abgeschlagen. Ibídem. 127.
2. Argentinos ambierunt aliquid ut excepto articu lo
sacramenti susciperentur. Corp. Ref. 2: 155.
3. Non principum nomine edi sed docentium, qui theologi
vocantur. Camer. Pág. 120.
4. Landgravius subscribit nobiscum, sed tamen dicit sibi, de
sacramento, a nostris non satisfieri. Corp. Ref. 2: 155.
5. Confessioni ta ntum subscripserunt Nuremberga et
Reutlingen. Ibídem.

6. Decretum est ut publicae recitandae concessio ab Impera


tore peteretur. Seck. 2: 169.
7. Rubore sufundor non mediocri, quod nos, prae illis
mendici, etc. Corp. Ref. 2: 125.
8. Cursitabat hinc inde, perreptans ac penetrans. Cochl. Phil.
4. En Apol.
9. Addebat Epilogum plane sanguine scriptum. Corp. Ref. 2:
126.
10. Securi sunt quasi nullus sit Deus. Ibídem. 156.
11. Melancthon a Caesare, Salisburgensi et Campegio
vocatus est. Zw. Epp. 2: 473.
12. Ut cum mitigarit tam multa, cedat et reliqua. Zw. Epp. 2:
473.
13. Neque unquam tam varbs sectarum turbinibus navicula
Petri fluctuaverit. Seck. 2: 169.

14. Oratio valde lugubris et mise rabilis contra Turcas. Corp.


Ref. 2: 154.
15. Verum etiam ad animae dispendium aut salutem
aeternam. Seck. 2: 189.
16. Ihre Seele, Ehre und Glimpf belunget. Corp. Ref. 2: 128.
17. Viderant enim eum subinde aliquid illi in aurem in
susurrare. Seck. 2: 169.
18. Zum dritten mal heftig angehalten. Corp. Ref. 2: 128.
19. Circumsistebant Caesarem magno numero cardinales et
praelati ecclesiastici. Seck. 2: 169.

20. Non quidem publice in praetorio, sed privatim in


palatio suo. Corp. Ref. 2: 124.
21. Non modo suspirantem sed profundentem lacry mas
conspexi. Camer. Pág. 121.
22. Brentius assidebat haec scribenti, una lacrymans. Corp.
Ref. 2: 126.
23. Romae quaedam mula peperit, et partus habuit pedes
gruis. Vides significari exitium Romae per schismata.
Corp. Ref. 2: 126.
24. Gaudeo Papae signum datum in mula puerpera, ut
citius pereat. L. Epp. 4: 4.

25. Hic consumitur omne mihi tempus in lacrymis et luctu.


Corp. Ref. 2: 126.
26. Versamur hic in miserrimis curis et plane perpetuis
lacrymis. Ibídem. pags. 140.
27. Mira consternatio animorum nostrorum. Ibídem.

28. Ex eremo tacita. L . Epp. 4:51. Así fecha su carta.


29. Assidue autem illa diligentiore verbi Dei tractatione alit.
Corp. Ref. 2: 159.
30. Nullus abit dies, quin ut minimo tres horas easque
studiis optimas in orationibus ponat. Ibídem.
31. Semel mihi contigit ut orantem eum audirem. Corp. Ref.
2: 159.
32. Tanta spe et fide ut cum patre et amico coloqui sentiat.
Ibídem.
33. Tum orantem clara voce, procul stans, audivi. Ibídem.

34. Ardebat mihi quoquo animus singulari quodam impetu.


Ibídem.
35. Hic coepi cogitare tristia, suspirans, vos aliquid mali me
celare velle L. Epp. 4:60.
36. Timoteo 3:12; Filipenses 2:12, 13; Juan 10:17, 18; Mateo
16:18; Salmo 46: 1, 2; 1 Juan 4: 4; Salmo 55:23; 27:14; Juan
16:33; Lucas 17: 5; Salmo 32:11; 145: 18, 19; 91:14, 15;
Sirach. 2:11; 1 Maccab. 2:61; Mateo 6:31; 1 Pedro 5: 6, 7;
Mateo 10:28; Romanos 4 y 6; Hebreos 5 y Efesios 3:20,
21. Entre estos pasajes se observarán dos versículos
tomados de los apócrifos, pero cuyos equivalentes
podrían encontrarse fácilmente en la Palabra de Dios.
37. Sed orandi tempus non sinebat irasci, et ira non sinebat
orare. L. Epp. 4:46.
38. Nec vellem, nec consultum esset, in nostra manu esse.
Ibídem.
39. La Confesión revisada y corregida.
40. Deus posuit eam in locum quendem communem, quem
in tua rhetorica non habes nec in philosophia tua; es
vocatur fides. L. Epp. 4:53.
41. Tantum est opus fide, ne causa fidei sit sine fide. Ibídem.
51.
42. Escribunt de Wittembergae, tam diligenter ibi
Ecclesiam orare. Ib id. 69.
LIBRO 14
CAPÍTULO 7

Por fin llegó el 25 de junio. Este estaba destinado a ser el día más
grande de la Reforma y uno de los más gloriosos en la historia del
cristianismo y de la humanidad.

Como la capilla del Palacio Palatino, donde el emperador había


resuelto oír la Confesión, sólo podía contener unas doscientas
personas, 1 antes de las tres de la tarde se veía una gran multitud
rodeando el edificio y abarrotando la corte, esperando por esto
significa captar algunas palabras; y habiendo logrado entrar muchos a
la capilla, todos fueron expulsados excepto aquellos que eran, al
menos, consejeros de los príncipes.
Charles tomó asiento en el trono. Los electores o sus representantes
estaban a su derecha e izquierda; después de ellos, los demás príncipes
y estados del imperio. El legado se había negado a comparecer en esta
solemnidad, no fuera a parecer con su presencia autorizar la lectura de
la Confesión. 2

Entonces se puso de pie Juan elector de Sajonia, con su hijo Juan


Federico, Felipe landgrave de Hesse, el margrave Jorge de
Brandeburgo, el príncipe Wolfgang de Anhalt, Ernesto duque de
Brunswick-Luneburgo, y su hermano Francisco, y por último de todos
los diputados de Nuremberg y Reutlingen. Su aire estaba animado y
sus características radiantes de alegría. 3 Las disculpas de los primeros
cristianos, de Tertuliano y Justino Mártir, apenas llegaron por escrito
a los soberanos a quienes estaban dirigidas. Pero ahora, para escuchar
la nueva disculpa de la cristiandad resucitada , he aquí ese poderoso
emperador, cuyo cetro, extendiéndose mucho más allá de las
Columnas de Hércules, alcanza los límites más extremos del mundo,
su hermano el Rey de los Romanos, con electores, príncipes, prelados,
diputados, embajadores, todos los cuales desean destruir el Evangelio,
pero que están obligados por un poder invisible a escuchar y, por esa
misma escucha, a honrar la Confesión.
Un pensamiento estuvo presente involuntariamente en la mente de los
espectadores, el recuerdo de la Dieta de los Gusanos. 4 Sólo nueve
años antes, un monje pobre estaba solo por esta misma causa en un
salón de la casa de Worms, en presencia del imperio. ¡Y ahora, en su
lugar, he aquí el primero de los electores, príncipes y ciudades! ¡Qué
victoria declara este simple hecho! Sin duda, el propio Charles no
puede escapar de este recuerdo.
El emperador, al ver que los protestantes se levantaban, les indicó que
se sentaran; y luego los dos cancilleres del elector, Bruck y Bayer,
avanzaron hasta el centro de la capilla, y se detuvieron ante el trono,
sosteniendo en sus manos, el primero el latín y el otro la copia
alemana de la Confesión. El emperador pidió que se leyera la copia en
latín. 5 “Somos alemanes”, dijo el elector de Sajonia, “y sobre el
petróleo alemán ; Por tanto, espero que Su Majestad nos permita
hablar alemán ”. Si la Confesión se hubiera leído en latín, un idioma
desconocido para la mayoría de los príncipes, el efecto general se
habría perdido. Este fue otro medio de cerrar la boca del Evangelio. El
emperador cumplió con la demanda del elector.
Bayer comenzó entonces a leer la Confesión evangélica, lenta, seria,
distintivamente, con una voz clara, fuerte y sonora, que resonaba bajo
el techo abovedado de la capilla, y llevaba incluso al exterior este gran
testimonio rendido a la verdad. . 6
“El emperador más sereno, más poderoso e invencible y el señor más
bondadoso”, dijo, “nosotros, que nos presentamos en tu presencia, nos
declaramos dispuestos a conversar amistosamente contigo sobre los
medios más aptos para restaurar una sola, verdadera y misma fe. , ya
que es por un solo y mismo Cristo por quien luchamos. 7 Y en caso de
que estas disensiones religiosas no puedan resolverse amistosamente,
entonces ofrecemos a Su Majestad explicar nuestra causa en un
consejo general, libre y cristiano ". 8
Terminado este prólogo, Bayer confesó la Santísima Trinidad,
conforme al Concilio de Nicea, 9 el pecado original y hereditario, "que
trae la muerte eterna a todos los que no han nacido de nuevo", 10 y la
encarnación del Hijo, "Dios mismo y muy hombre ". 11
“Enseñamos, además”, continuó, “que no podemos ser justificados
ante Dios por nuestras propias fuerzas, nuestros méritos o nuestras
obras; sino que somos justificados gratuitamente por causa de Cristo
mediante la fe, 12 cuando creemos que nuestros pecados han sido
perdonados en virtud de Cristo, quien con su muerte satisfizo nuestros
pecados: esta fe es la justicia que Dios atribuye al pecador.
“Pero enseñamos, al mismo tiempo, que esta fe debe dar buenos
frutos, y que debemos hacer todas las buenas obras ordenadas por
Dios, por el amor de Dios, y no por sus medios para obtener la gracia
de Dios. "
A continuación, los protestantes declararon su fe en la Iglesia
cristiana, "que es", dijeron, "la asamblea de todos los verdaderos
creyentes y todos los santos", 13 en medio de los cuales hay, sin
embargo, en esta vida, muchos falsos cristianos , hipócritas y
pecadores manifiestos; y agregaron, “que basta para la unidad real de
la Iglesia que se pongan de acuerdo sobre la doctrina del Evangelio y la
administración de los sacramentos, sin que los ritos y ceremonias
instituidos por los hombres sean los mismos en todas partes”. 14
Proclamaron la necesidad del bautismo y declararon "que el cuerpo y
la sangre de Cristo están realmente presentes y administrados en la
Cena del Señor a quienes participan de él". 15
El canciller luego confesó sucesivamente la fe de los cristianos
evangélicos con respecto a la confesión, la penitencia, la naturaleza de
los sacramentos, el gobierno de la Iglesia, las ordenanzas eclesiásticas,
el gobierno político y el juicio final . “En cuanto al libre albedrío”,
prosiguió, “confesamos que la voluntad del hombre tiene cierta
libertad de realizar la justicia civil y de amar las cosas que comprende
la razón; que el hombre puede hacer el bien que está dentro de la esfera
de la naturaleza: arar sus campos, comer, beber, tener un amigo,
ponerse un abrigo, construir una casa, tomar esposa, alimentar
ganado, ejercer una vocación; como también él puede, por su propio
movimiento, hacer el mal, arrodillarse ante un ídolo y cometer
asesinato. Pero mantenemos que sin el Espíritu Santo no puede hacer
lo que es justo a los ojos de Dios ”.
Luego, volviendo a la gran doctrina de la Reforma, y recordando que
los doctores del Papa “nunca han dejado de impulsar a los fieles a
obras pueriles e inútiles, como costumbre de las coronillas,
invocaciones de los santos, votos monásticos, procesiones, ayunos,
fiestas, hermandades ”, añadieron los protestantes, que en cuanto a
ellos mismos, mientras urgían la práctica de obras verdaderamente
cristianas, de las que poco se había dicho antes de su tiempo, 16 “
enseñaron que el hombre se justifica sólo por la fe; no por esa fe que es
un simple conocimiento de la historia, y que poseen los malvados y
hasta los demonios, sino por una fe que cree no sólo en la historia,
sino también en el efecto de la historia; 17 que cree que por Cristo
obtenemos la gracia; que ve que en Cristo tenemos un Padre
misericordioso; que conoce a este Dios; que lo invoca; en una palabra,
que no es sin Dios, como los paganos. "
“Tal”, dijo Bayer, “es un resumen de la doctrina profesada en nuestras
iglesias, por lo que se puede ver que esta doctrina no se opone en
modo alguno a la Escritura, a la Iglesia universal, ni siquiera a la
Iglesia romana, tal como nos lo describen los médicos; 18 y como es
así, rechazarnos como herejes es una ofensa contra la unidad y la
caridad ”.
Aquí terminaba la primera parte de la Confesión, cuyo objetivo era
explicar la doctrina evangélica. El canciller leyó con voz tan clara, que
la multitud que no pudo entrar al salón y que llenó el patio y todos los
accesos al palacio episcopal, no perdió una palabra. 19 Esta lectura
produjo el efecto más maravilloso en los príncipes que atestaban la
capilla. Jonas observó cada cambio en sus rostros, 20 y vio interés,
asombro e incluso aprobación representados por turnos. “Los
adversarios imaginan que han hecho algo maravilloso al prohibir la
predicación del Evangelio”, le escribió Lutero al elector; “¡Y no ven,
pobres criaturas! que por la lectura de la Confesión en presencia de la
dieta, ha habido más predicación que en los sermones de diez
médicos. ¡Exquisita sutileza! admirable expediente! El maestro Agrícola
y los demás ministros se reducen al silencio; pero en su lugar aparecen
el Elector de Sajonia y los demás príncipes y señores, que predican
ante su majestad imperial y los miembros de todo el imperio,
libremente, hasta la barba y ante la nariz. Sí, Cristo está en la dieta y no
calla: la Palabra de Dios no puede ser atada. Lo prohíben en el púlpito
y se ven obligados a escucharlo en el palacio; los ministros pobres no
pueden anunciarlo, y los grandes príncipes lo proclaman; los criados
tienen prohibido escucharlo y sus amos están obligados a escucharlo;
no tendrán nada que ver con él durante todo el curso de la dieta, y se
ven obligados a someterse a escuchar más en un día de lo que se oye
normalmente en todo un año ... Cuando todo lo demás está en silencio,
el mismo las piedras claman, como dice nuestro Señor Jesucristo ”. 21
Quedaba todavía aquella parte de la Confesión destinada a señalar
errores y abusos. Bayer continuó: explicó y demostró la doctrina de los
dos tipos; atacó el celibato obligatorio de los sacerdotes, sostuvo que la
Cena del Señor se había transformado en una feria regular, en la que
se trataba simplemente de comprar y vender, y que la Reforma había
restablecido su pureza primitiva, y fue elegido en las iglesias
evangélicas con una devoción y una gravedad completamente nuevas.
Declaró que no se administraba el sacramento a nadie que no hubiera
confesado primero sus faltas, y citó esta expresión de Crisóstomo:
“Confiesa a Dios el Señor, tu verdadero Juez; di tu pecado, no con la
lengua, sino en tu conciencia y en tu corazón ”.
Bayer llegó luego a los preceptos sobre la distinción de carnes y otros
usos romanos. “Celebre un festival así”, dijo; “Repite tal oración, o
mantén un buen ayuno; vestirse de esa manera, y tantas otras
ordenanzas de hombres: esto es lo que ahora se llama vida espiritual y
cristiana; mientras que las buenas obras prescritas por Dios, como las
de un padre de familia que se afana por mantener a su esposa, a sus
hijos y a sus hijas - de una madre que trae hijos al mundo y los cuida -
de un príncipe o de un magistrado que gobierna a sus súbditos, son
considerados como cosas seculares y de naturaleza imperfecta ”. En
cuanto a los votos monásticos en particular, manifestó que, como el
Papa podía dispensarlos, esos votos deberían, por tanto, ser abolidos.
El último artículo de la Confesión trataba de la autoridad de los
obispos: allí estaban los poderosos príncipes coronados con la mitra
episcopal; los arzobispos de Mentz, Colonia, Salzburgo y Bremen, con
los obispos de Bamberg, Wurzburg, Eichstadt, Worms, Spires,
Estrasburgo, Augsburgo, Constanza, Coire, Passau, Lieja, Trento,
Brixen y de Lebus y Ratzburg, fijaron sus ojos en el humilde confesor.
Continuó sin miedo , y protestando enérgicamente contra la confusión
de Iglesia y Estado que había caracterizado a la Edad Media, pidió la
distinción y la independencia de las dos sociedades.
“Muchos”, dijo, “han confundido torpemente el poder episcopal y el
temporal; y de esta confusión han resultado grandes guerras, revueltas
y sediciones. 22 Por eso, y para tranquilizar la conciencia de los
hombres, nos vemos obligados a establecer la diferencia que existe
entre el poder de la Iglesia y el poder de la espada. 23
“Enseñamos, por tanto, que el poder de las llaves o de los obispos es,
conforme a la Palabra del Señor, un mandamiento que emana de Dios,
de predicar el Evangelio, de remitir o retener los pecados y de
administrar los sacramentos. Este poder se refiere solo a los bienes
eternos, lo ejerce solo el ministro de la Palabra y no se preocupa de la
administración política. La administración política, por otro lado, se
ocupa de todo lo demás menos del Evangelio. El magistrado protege,
no las almas, sino los cuerpos y las posesiones temporales. Los
defiende contra todos los ataques externos y, haciendo uso de la
espada y del castigo, obliga a los hombres a observar la justicia civil y
la paz. 24

“Por eso debemos tener especial cuidado de no mezclar el poder de la


Iglesia con el poder del Estado. 25 El poder de la Iglesia nunca debe
invadir un oficio que le sea ajeno; porque el mismo Cristo dijo: Mi
reino no es de este mundo. 26 Y de nuevo: ¿Quién me nombró juez de
ustedes? San Pablo dijo a los Filipenses: Nuestra ciudadanía está en el
cielo. Y a los corintios: Las armas de nuestra guerra no son carnales,
sino poderosas en Dios.
“Es así como distinguimos los dos gobiernos y los dos poderes, y
honramos a ambos como los dones más excelentes que Dios ha dado
aquí en la tierra.
“El deber de los obispos es, por tanto, predicar el Evangelio, perdonar
los pecados y excluir de la Iglesia cristiana a todos los que se rebelan
contra el Señor, pero sin poder humano, y únicamente por la Palabra
de Dios. 27 Si los obispos actúan así, las iglesias deben ser obedientes
a ellos, según esta declaración de Cristo: Quien a ustedes les escucha, a
mí me escucha.
“Pero si los obispos enseñan algo que sea contrario al Evangelio,
entonces las iglesias tienen una orden de Dios que les prohíbe
obedecer (Mateo 7:15; Gálatas 1: 8; 2 Corintios 13: 8,10). Y el mismo
San Agustín, en su carta contra Pertilian, escribe: 'No debemos
obedecer a los obispos católicos, si se extravían, y enseñar algo
contrario a las Escrituras canónicas de Dios' ” 28.
Después de algunos comentarios sobre las ordenanzas y tradiciones de
la Iglesia, Bayer llegó al epílogo de la Confesión.
“No es por odio que hemos hablado”, agregó, “ni para insultar a nadie;
pero hemos explicado las doctrinas que sostenemos como esenciales,
para que se entienda que no admitimos ni dogmas ni ceremonias
contrarias a las Sagradas Escrituras y al uso de la Iglesia universal ”.
Bayer luego dejó de leer. Había hablado durante dos horas: el silencio y
la seria atención de la asamblea no fueron perturbados ni una sola vez.
29

Esta Confesión de Augsburgo será siempre una de las obras maestras


de la mente humana iluminada por el Espíritu de Dios.
El lenguaje que se había adoptado, aunque era perfectamente natural,
era el resultado de un profundo estudio del carácter. Estos príncipes,
estos guerreros, estos políticos que estaban sentados en el Palacio
Palatino, completamente ignorantes de la divinidad, comprendieron
fácilmente la doctrina protestante; porque no les fue explicado en el
estilo de las escuelas, sino en el de la vida cotidiana, y con una
sencillez y claridad que hizo imposible todo malentendido.
Al mismo tiempo, el poder de la argumentación era tanto más notable
como más oculto. Hubo un tiempo en que Melancthon (porque en
realidad fue él quien habló por boca de Bayer) se contentó con citar un
solo pasaje de la Escritura o de los Padres a favor de la doctrina que él
sostenía; y en otro demostró su tesis con tanta más fuerza que parecía
que sólo la estaba declarando. De un solo trazo señaló las tristes
consecuencias que seguirían al rechazo de la fe que profesaba, o
mostró con una palabra su importancia para la prosperidad de la
Iglesia; de modo que, escuchándolo, los enemigos más violentos se
vieron obligados a reconocer para sí mismos que realmente había algo
que decir a favor de la nueva secta.
A esta fuerza de razonamiento, la disculpa añadió una prudencia no
menos notable. Melancthon, aunque declinó con firmeza los errores
atribuidos a su partido, ni siquiera pareció sentir la injusticia de estas
imputaciones erróneas; y al señalar los del papado, no dijo
expresamente que fueran los de sus adversarios; evitando así
cuidadosamente todo lo que pueda irritar sus mentes. En esto se
mostró sabio como una serpiente e inofensivo como una paloma.

Pero lo más admirable de todo es la fidelidad con la que la Confesión


explica las doctrinas más esenciales para la salvación. Roma está
acostumbrada a representar a los reformadores como los creadores de
las doctrinas protestantes; pero no es en el siglo dieciséis que debemos
buscar los días de esa creación. Una estela luminosa, de la que
Wickliffe y Agustín marcan los puntos más destacados, nos remonta a
la época apostólica: fue entonces cuando resplandecieron con todo su
esplendor los días creativos de la verdad evangélica. Sin embargo, es
cierto (y si esto es lo que significa Roma, estamos plenamente de
acuerdo con la idea), nunca desde la época de San Pablo había
aparecido la doctrina cristiana con tanta belleza, profundidad y vida,
como en los días de la Reforma.
Entre estas doctrinas, la de la Iglesia, desfigurada durante tanto
tiempo, apareció en este momento en toda su pureza innata. ¡Con qué
sabiduría, en particular, protestan los confesores de Augsburgo contra
esa confusión de religión y política que, desde la deplorable época de
Constantino, había transformado el reino de Dios en una institución
terrena y carnal! Sin duda, lo que la Confesión estigmatiza con más
energía es la intrusión de la Iglesia en los asuntos del Estado; pero ¿se
puede pensar que fue para aprobar la intromisión del Estado en los
asuntos de la Iglesia? El mal de la Edad Media fue haber esclavizado al
Estado a la Iglesia, y los confesores de Augsburgo se levantaron como
un solo hombre para combatirlo. El mal de los tres siglos transcurridos
desde entonces es haber sometido a la Iglesia al Estado; y podemos
creer que Lutero y Melancthon habrían encontrado contra este
desorden truenos no menos poderosos. Lo que atacan en un sentido
general, es la confusión de las dos sociedades; lo que exigen es su
independencia, no digo su separación, porque la separación de Iglesia
y Estado era bastante desconocida para los reformadores. Si los
confesores de Augsburgo no quisieran que las cosas de arriba
monopolizaran las de la tierra, estarían menos dispuestos aún a que
las cosas de la tierra oprimieran a las del cielo.
Hay una aplicación particular de este principio, que señala la
Confesión. Quiere que los obispos reprendan a los que obedecen a la
iniquidad, "pero sin poder humano, y únicamente por la Palabra de
Dios". Por lo tanto, rechaza el uso de la espada en el castigo de los
herejes. Vemos que este es un principio primitivo, fundamental y
esencial para la Reforma, como la doctrina contraria es un principio
primitivo, fundamental y esencial para el Papado. Si entre los
protestantes encontramos algún escrito, o incluso algún ejemplo que
se oponga a esto, no es más que un hecho aislado, que no puede
invalidar los principios oficiales de la reforma, es una de esas
excepciones que siempre sirven para confirmar la regla.
Finalmente, la Confesión de Augsburgo no usurpa los derechos de la
Palabra de Dios; desea ser su esclava y no su rival; no funda, no regula
la fe, simplemente la profesa. “Nuestras iglesias enseñan”, dice; y se
recordará que Lutero lo consideró solo como un sermón predicado por
príncipes y reyes. Si hubiera deseado más, como se ha sostenido desde
entonces, por esa misma circunstancia habría sido anulado.
Sin embargo, ¿pudo la Confesión seguir en todo el camino exacto de la
verdad? Podemos estar autorizados a dudarlo.
Profesa no separarse de la enseñanza de la Iglesia católica, e incluso de
la de la Iglesia romana, por la que sin duda se significa la antigua
Iglesia romana, y rechaza el particularismo papista que, durante unos
ocho siglos , aprisionó la conciencia de los hombres. La Confesión, sin
embargo, parece revestida de temores supersticiosos cuando se trata
de desviarse de las opiniones mantenidas por algunos de los Padres de
la Iglesia, de romper las fatigas de la jerarquía y de actuar en lo que
respecta a Roma, sin reproche alguno. Esto, al menos, es lo que profesa
su autor, Melancthon. “No proponemos ningún dogma”, dijo, “que no
se base en el Evangelio o en la enseñanza de la Iglesia Católica;
estamos dispuestos a conceder todo lo necesario para la dignidad
episcopal; 30 y, siempre que los obispos no condenen el Evangelio,
conservamos todos los ritos que nos parecen indiferentes. En una
palabra, no hay carga que rechacemos, si podemos soportarla sin
sentirnos culpables ". 31

Muchos pensarán, sin duda, que un poco más de independencia


hubiera sido adecuado en este asunto, y que hubiera sido mejor haber
pasado los tiempos que siguieron a los tiempos de los apóstoles, y
haber puesto en práctica francamente la gran principio que la Reforma
había proclamado: "No hay para los artículos de fe otro fundamento
que la Palabra de Dios". 32
Se ha admirado la moderación de Melancthon; y, en verdad , al señalar
los abusos de Roma, guardó silencio sobre lo más repugnante de ellos,
sobre su origen vergonzoso, sus escandalosas consecuencias, y se
contenta con mostrar que están en contradicción con la Escritura. Pero
hace más; guarda silencio sobre el derecho divino reclamado por el
Papa, sobre el número de los sacramentos y sobre varios otros puntos.
Su gran negocio es justificar la Iglesia renovada y no atacar a la
deformada. "¡Paz Paz!" fue su grito. Pero si, en lugar de toda esta
circunspección , la Reforma hubiera avanzado con valentía, hubiera
desvelado por completo la Palabra de Dios y hubiera hecho un llamado
enérgico a las simpatías de la reforma que se extendieron en los
corazones de los hombres, ¿no habría tomado una decisión más fuerte
y posición más honorable, y ¿no habría asegurado conquistas más
extensas?

Parece dudoso el interés de Carlos V por escuchar la Confesión. Según


algunos, se esforzó por comprender ese idioma extranjero; 33 según
otros, se quedó dormido. 34 Es fácil conciliar estos testimonios
contradictorios.
Cuando terminó la lectura, el canciller Bruck, con las dos copias en la
mano, avanzó hacia el secretario del emperador y se las entregó. Carlos
Quinto, que en ese momento estaba completamente despierto, tomó él
mismo las dos Confesiones, entregó la copia alemana, considerada
oficial, al Elector de Mentz, y se quedó con la latina. 35 Entonces
respondió al elector de Sajonia ya sus aliados que había escuchado
graciosamente su confesión; 36 pero como este asunto era de extrema
importancia, necesitó tiempo para deliberar sobre él.
La alegría que llenó a los protestantes brilló en sus ojos. 37 Dios había
estado con ellos; y vieron que el acto llamativo que tan recientemente
se había realizado les imponía la obligación de confesar la verdad con
inamovible perseverancia. "Estoy encantado", escribió Lutero, "de
haber vivido hasta esta hora, en la que Cristo ha sido exaltado
públicamente por tan ilustres confesores y en una asamblea tan
gloriosa". 38 Toda la iglesia evangélica, emocionada y renovada por
esta confesión pública de sus representantes, se unió entonces más
íntimamente a su Divino Jefe y fue bautizada con un nuevo bautismo.
"Desde la época apostólica", dijeron (estas son las palabras de un
contemporáneo), "nunca ha habido una obra más grande o una
confesión más magnífica". 39
El emperador , habiendo descendido de su trono, se acercó a los
príncipes protestantes y les rogó en voz baja que no publicaran la
Confesión; 40 accedieron a su pedido y todos se retiraron.

Notas finales:
1. Capiebat forsan ducentos. Jo nas, Corp. Ref. 2: 157.
2. Sarpi, Hist. Concilio de Trento, 1: 101.

3. Laeto et alacri animo et vultu Scultet. 1: 273.


4. Ante decennium en conventu Wormatensi. Corp. Ref. 2:
153.
5. Caesar Latinum prelegi volebat. Seck. 2: 170.
6. Qui clare, distincte, tarde et voce adeo grandi et sonora
eam pronunciavit. Scultet. Pág. 276.
7. Ad unam veram concordem religionem, sicut omnes sub
uno Christo sumus et militamus. Confessio, Praefatio.
Urkund. 1: 474.
8. Causam dicturos in tali generali, libero , et Christiano
concilio. Ibídem. 479.

9. Et tamen tres sunt personae ejusdem essentiae. Ibídem.


682.
10. Vitium originis, afferns aeternam mortem his qui non
renascuntur. Ibídem. 483.
11. Unus Christus, vere Deus, et vere homo. Ibídem.

12. Quod homines non possint justifica ri coram Deo,


propriis viribus, meritis, aut operibus, sed gratis, propter
Christum, per fidem. Ibídem. 484.
13. Congregatio sanctorum et vere credentium. Ibídem. 487.
14. Ad veram unitatem Ecclesiae, satis est consentire de
doctrina Evangelii et Administratione sac ramentorum
nec necesse est, etc. Ibid. 486.
15. Quod corpus et sanguis Christi vere adsint et
distribuantur vescentibus in coena Domini. F. Urkund. 1:
488.
16. De quibus rebus olim parum docebant concionatores;
tantum puerilia et non necessaria opera urgebant. F.
Urkund. 1: 495.
17. Non tantum historiae notitiam, sed fidem quae credit
non tantum historiam, sed etiam effectum historiae.
Ibídem. 498.
18. Nihil inesse quod discrepat a Scripturis vel ab Ecclesia
Catholica, vel ab Ecclesia romana, quatenus ex
Scriptoribus nota est. Ibid. 501.
19. Verum etiam en el área inferiori et vicinis locis exaudiri
potuerit. Scultet. Pág. 274.
20. Jonas scribit vidisse se vultus omnium de quo mihi
spondet narrationem coram. L. Epp. 4:71.

21. Epp. 4:32.


22. Nonnulli incommode commiscuerunt potestatem eccles
iasticam et potestatem gladii; et ex hac confusione, etc.
Urkund. Confes. Ago. 1: 539.
23. Coacti sunt ostendere discrimen ecclesiasticae
potestatis et potestatis gladii. Ibídem.

24. Politica administratio versatur enim circa alias res


quam Evangelium; magistratus defendit non mentes sed
corpora - et coercet homines gladio. Ibídem. 541.
25. Non igitur commiscendae sunt potestates ecclesiasticae
et civiles. Ibídem.
26. Griego, politeuma. Felipe. 3:20. Scott y Henry comentan.
27. Excludere a communione Ecclesiae, sine vi humana s ed
verbo. Urkund. Confes. Ago. 1: 544.
28. Nec catholicis episcopis consentiendum est, sicuti forte
falluntur, aut contra canonicas Dei scripturas aliquid
sentiunt. Ibídem.

29. Mit grosser Stille und Ernst. La disculpa de Bruch, pág.


59.
30. Concessuros omnia quae ad digni tatem Episcoporum
stabiliendam pertinente. Corp. Ref. 2: 431.
31. Nullum detractavimus onus, quod sine scelere suscipi
posset. Ibídem.
32. Solum verbum Dei condit articulos fidei.
33. Satis attentus erat Cresar. Jonas en Corp. Ref. 2: 184.
34. Cum nostra confessio legeretur, obdormivit. Brentius en
Corp. Ref. 2: 245.

35. La copia latina, depositada en los archivos de la casa


imperial, debería encontrarse en Bruselas; y la copia
alemana, enviada posteriormente al Concilio de Trento,
debería estar en el Vaticano .
36. Gnedichlich vernohmen. F. Urkund. 2: 3.
37. Cum incredibili protestantium gaudio. Seck. 2: 170.

38. Mihi vehementer placet vixisse en hanc horam. L. Epp.


4:71.
39. Grosser und hoher Werk. Mathesius, Hist. P. 93-98.
40. In still angeredet und gebethen. Corp. Ref. 2: 143.
LIBRO 14
CAPÍTULO 8

Los romanistas no esperaban nada como esto. En lugar de una


controversia odiosa, habían escuchado una sorprendente confesión de
Jesucristo; en consecuencia, las mentes más hostiles fueron
desarmadas. "No por mucho", fue el comentario en cada lado, "no
hubiéramos perdido estar presentes en esta lectura". 1 El efecto fue tan
rápido que por un instante se pensó que la causa estaba
definitivamente ganada. Los propios obispos impusieron silencio a los
sofismas y clamores de los Fabers y los Eck. 2 “Todo lo que han dicho
los luteranos es cierto”, exclamó el obispo de Augsburgo; "No podemos
negarlo". 3 - “Bueno, doctor”, dijo el duque de Baviera a Eck, en tono
de reproche , “usted me había dado una idea muy diferente de esta
doctrina y de este asunto”. 4 Este fue el clamor general; en
consecuencia, los sofistas, como los llamaban, estaban avergonzados.
"Pero, después de todo", les dijo el duque de Baviera, "¿pueden refutar
con buenas razones la Confesión hecha por el elector y sus aliados?" -
"Con los escritos de los apóstoles y profetas, ¡no!" respondió Eck; "Pero
con los de los Padres y los concilios, ¡sí!" 5 “Entiendo ”, respondió
rápidamente el duque; "Entiendo. Los luteranos, según usted, están en
la Escritura; y estamos afuera ".
El arzobispo Hermann, elector de Colonia, el conde-palatino Federico,
el duque Erick de Brunswick-Luneburg, el duque Enrique de
Mecklenburg y los duques de Pomerania, fueron convencidos de la
verdad; y Hermann buscó mucho tiempo para establecerlo en su
electorado.

La impresión que produjo en otros países la Confesión fue quizás aún


mayor. Charles envió copias a todos los tribunales; se tradujo al francés,
al italiano 6 e incluso al español y al portugués; circuló por toda
Europa, y así cumplió lo que había dicho Lutero: "Nuestra Confesión
penetrará en todos los atrios, y su sonido se esparcirá por toda la
tierra". 7 Destruyó los prejuicios que se habían albergado, dio a
Europa una idea más sólida de la Reforma y preparó a los países más
lejanos para recibir las semillas del Evangelio.
Entonces la voz de Luther comenzó a oírse nuevamente. Vio que era un
momento decisivo y que ahora debía dar el impulso que le permitiera
ganar la libertad religiosa. Audazmente exigió esta libertad a los
príncipes católicos romanos de la dieta; 8 y al mismo tiempo se esforzó
por hacer que sus amigos abandonaran Augsburgo. Jesucristo había
sido confesado con valentía. En lugar de esa larga serie de disputas y
discusiones que estaban a punto de vincularse con este acto de
valentía, Lutero habría deseado una ruptura sorprendente , incluso si
hubiera sellado con su sangre el testimonio rendido del Evangelio. Lo
que estaba en juego, en su idea, habría sido la verdadera catástrofe de
esta tragedia. “Yo te absuelvo de esta dieta, en el nombre del Señor,” 9
, escribió a sus amigos. “¡Ahora a casa, vuelve a casa, de nuevo digo a
casa! ¡Ojalá fuera yo el sacrificio ofrecido a este nuevo consejo, como
John Huss en Constanza! 10
Pero Lutero no esperaba una conclusión tan gloriosa: comparó la dieta
con un drama. Primero había sido la exposición, luego el prólogo,
después la acción, y ahora esperaba la trágica catástrofe, según
algunos, pero que, a su juicio, sería meramente cómica. 11 Todo,
pensó, se sacrificaría por la paz política, y se dejarían de lado los
dogmas. Este proceder, que, incluso en nuestros días, sería a los ojos
del mundo el colmo de la sabiduría, era a los ojos de Lutero el colmo
de la locura.
Estaba especialmente alarmado por la idea de la intervención de
Charles. Retirar a la Iglesia de toda influencia secular, ya los gobiernos
de toda influencia clerical, fue entonces una de las ideas dominantes
del gran reformador. “Verás”, le escribió a Melancthon, “que se oponen
a nuestra causa el mismo argumento que en Worms, a saber, todavía y
para siempre el juicio del emperador. Por lo tanto, Satanás siempre
está insistiendo en la misma cuerda, y esa fuerza demacrada 12 del
poder civil es la única que este espíritu incondicional es capaz de
encontrar contra Jesucristo ". Pero Lutero se armó de valor y alzó la
cabeza con valentía. “Cristo viene”, continuó; “Él viene, sentado a la
derecha ... ¿De quién? no del emperador, o deberíamos habernos
perdido hace mucho tiempo, sino de Dios mismo: no temamos nada.
Cristo es el Rey de reyes y el Señor de señores. Si pierde este título en
Augsburgo, también debe perderlo en toda la tierra y en todos los
cielos ".
Así, un canto de triunfo fue, por parte de los confesores de Augsburgo,
el primer movimiento que siguió a este acto valiente, único sin duda
en los anales de la Iglesia. Algunos de sus adversarios al principio
compartieron su triunfo, y los demás guardaron silencio; pero pronto
tuvo lugar una reacción poderosa.
A la mañana siguiente, habiéndose levantado C harles de mal humor y
cansado por falta de sueño, el primero de sus ministros que apareció
en los aposentos imperiales fue el conde palatino, tan cansado y
avergonzado como su amo. “Debemos ceder algo”, le dijo a Charles; “Y
quisiera recordarle a su majestad que el emperador Maximiliano
estaba dispuesto a conceder las dos clases en la Eucaristía, el
matrimonio de los sacerdotes y la libertad con respecto a los ayunos”.
Carlos V se aferró con entusiasmo a esta propuesta como medio de
seguridad. Pero pronto llegaron Granvelle y Campeggio, quienes lo
indujeron a retirarlo.

Rome, desconcertada por un momento por el golpe que la había


golpeado, se levantó de nuevo con energía. “Me quedo con la madre”,
exclamó el obispo de Wartzburg, es decir, la Iglesia de Roma; "La
madre, la madre!" "Mi señor", respondió ingeniosamente Brentz,
"¡ruega, no olvides, por la madre, ni al Padre ni al Hijo!" - "¡Bien! Te lo
concedo ”, respondió el arzobispo de Salzburgo a uno de sus amigos,“
yo también deseo la comunión en ambos tipos, el matrimonio de
sacerdotes, la reforma de la misa y la libertad en lo que respecta a la
comida y otras tradiciones ... ... Pero que sea un monje, un pobre
monje, que presuma reformarnos a todos, es lo que no podemos
tolerar ". 13 - “No debería tener ninguna objeción”, dijo otro obispo,
“que el culto divino se celebre en todas partes como en Wittenberg;
pero nunca podemos consentir que esta nueva doctrina surja de ese
rincón ”. 14 Y Melancthon insistiendo con la tienda Archbi de
Salzburgo sobre la necesidad de una reforma del clero: “¡Bien! y
¿cómo puedes desear reformarnos? " dijo este último abruptamente:
"los sacerdotes siempre hemos sido buenos para nada". Ésta es una de
las confesiones más ingeniosas que la Reforma ha arrancado de los
sacerdotes. Todos los días se veía llegar a Augsburgo a monjes y
médicos fanáticos, rebosantes de sofismas, que se esforzaban por
inflamar el odio del emperador y de los príncipes. 15 “Si antes
teníamos amigos”, dijo Melancthon al día siguiente de la Confesión,
“ahora ya no los poseemos. Estamos aquí solos, abandonados por todos
y luchando contra peligros inconmensurables ". dieciséis
Carlos, impulsado por estas fiestas contrarias, mostró una gran
indiferencia. Pero sin permitir que se viera, se esforzó, mientras tanto,
en examinar este asunto a fondo. “Que no falte ni una palabra”, le
había dicho a su secretaria, al pedirle una traducción al francés de la
Confesión. “No permite que se observe nada”, susurraban los
protestantes entre sí, convencidos de que Charles estaba ganado;
“Porque si se supiera, perdería sus estados españoles: mantengamos el
más profundo secreto”. Pero los cortesanos del emperador , que
percibieron estas extrañas esperanzas, sonrieron y movieron la cabeza.
“Si tienen dinero”, dijo Schepper, uno de los secretarios de Estado, a
Jonas y Melancthon, “les resultará fácil comprarles a los italianos la
religión que les plazca; 17 pero si tu bolsa está vacía, tu causa está
perdida ". Luego asumiendo un tono más serio: "Es imposible", dijo,
"que el emperador, rodeado como está de obispos y cardenales,
apruebe cualquier otra religión que la del papa".
Esto pronto se hizo evidente. Al día siguiente de la Confesión (domingo
26 de junio), antes de la hora del desayuno, 18 todas las diputaciones
de las ciudades imperiales se reunieron en la antecámara del
emperador. Carlos, deseoso de traer de vuelta los estados del imperio a
la unidad, comenzó con los más débiles. “Algunas de las ciudades”, dijo
el conde-palatino, “no se han adherido a la última Dieta de las
Cumbres: el emperador les pide que se sometan a ella”.
Estrasburgo, Núremberg, Constanza, Ulm, Reutlingen, Heilbronn,
Memmingen, Lindau, Kempten, Windsheim, Isny y Weissemburg,
convocados así para renunciar a la famosa protesta, pensaron que el
momento fue elegido con curiosidad. Pidieron tiempo.
La situación era complicada: la discordia se había lanzado en medio de
las ciudades y la intriga trabajaba a diario para aumentarla. 19 No era
sólo entre las ciudades papistas y evangélicas donde existía el
desacuerdo; pero también entre las ciudades de Zwingliano y Luterana,
e incluso entre estas últimas, aquellas que no se habían adherido a la
Confesión de Augsburgo manifestaron gran mal humor hacia los
diputados de Reutlingen y Nuremberg. Por tanto, este proceder de
Carlos V fue calculado hábilmente; porque estaba basado en el antiguo
axioma Div ide et impera.
Pero el entusiasmo de la fe superó todas estas estratagemas, y al día
siguiente (27 de junio), los diputados de las ciudades transmitieron
una respuesta al emperador, en la que declaraban que no podían
adherirse al Receso de las Agujas “sin desobedecer Dios, y sin
comprometer la salvación de sus almas ”. 20
Charles, que deseaba observar un medio justo, más desde la política
que desde la equidad, vaciló entre tantas convicciones contrarias.
Deseoso, no obstante, de demostrar su influencia mediadora, convocó
a los Estados fieles a Roma, el domingo 26 de junio, poco después de
su conferencia con las ciudades.
Todos los príncipes estaban presentes: incluso el legado del Papa y los
teólogos romanos más influyentes aparecieron en este consejo , para
gran escándalo de los protestantes. "¿Qué respuesta se debe dar a la
Confesión?" fue la pregunta planteada por Carlos V al Senado que lo
rodeaba. 21
Se propusieron tres opiniones diferentes. “Tengamos cuidado”, dijeron
los hombres del papado, “de discutir las razones de nuestros
adversarios, y contentémonos con ejecutar el edicto de Worms contra
los luteranos y con restringirlos con las armas”. 22 - “ Sometamos la
Confesión al examen de jueces imparciales”, dijeron los hombres del
imperio, “y remitamos la decisión final al emperador. ¿No es ni
siquiera la lectura de la Confesión un llamado de los protestantes al
poder imperial? Otros, en último lugar (y estos eran los hombres de la
tradición y de la doctrina eclesiástica), deseaban encargar a ciertos
médicos que redactaran una refutación, que debía ser leída a los
protestantes y ratificada por Carlos.
El debate fue muy animado: lo suave y lo violento, lo político y lo f
anatómico, tomaron un rumbo decidido en la asamblea. Jorge de
Sajonia y Joaquín de Brandeburgo se mostraron como los más
empedernidos y superaron en este aspecto incluso a los príncipes
eclesiásticos. 23 “Un cierto payaso, a quien usted kno w bien, todos
ellos está empujando desde atrás”, 24 escribió Melancthon a Lutero; "Y
ciertos teólogos hipócritas sostienen la antorcha y dirigen a toda la
banda". Este payaso era sin duda el duque Jorge. Incluso los príncipes
de Baviera, a quienes la Confesión había hecho tambalearse al
principio, inmediatamente se unieron a los jefes del partido romano. El
elector de Mentz, el obispo de Augsburgo, el duque de Brunswick, se
mostraron menos desfavorables para la causa evangélica. "De ninguna
manera puedo aconsejar a su majestad que emplee la fuerza", dijo
Albert. “Si su majestad restringiera sus conciencias y luego abandonara
el imperio, las primeras víctimas sacrificadas serían los sacerdotes; ¿Y
quién sabe si, en medio de estas discordias, los turcos no caerían
repentinamente sobre nosotros? Pero esta sabiduría algo interesada
del arzobispo no encontró muchos partidarios, y los hombres de
guerra se sumergieron inmediatamente en la discusión con sus voces
duras. "Si hay alguna lucha contra los luteranos", dijo el conde F elix de
Werdenberg, "ofrezco gratuitamente mi espada y juro que nunca la
devolveré a su vaina hasta que haya derrocado la fortaleza de Lutero".
Este noble murió repentinamente unos días después, por las
consecuencias de su intemperancia. Entonces los hombres moderados
volvieron a interferir: "Los luteranos no atacan ningún artículo de fe",
dijo el obispo de Augsburgo; “Lleguemos a un arreglo con ellos; y para
obtener la paz, concedamos el sacramento en ambas clases y el
matrimonio de los sacerdotes. Incluso rendiría más, si fuera necesario
". Ante esto surgieron fuertes gritos: "Es luterano", exclamaron, "¡y
verán que está completamente preparado para sacrificar incluso a las
masas privadas!" "¡Las masas! no debemos ni pensar en eso ”,
comentaron algunos con una sonrisa irónica; "Roma nunca los
abandonará, porque son ellos los que mantienen a sus cardenales y sus
cortesanos, con su lujo y sus cocinas". 25 El arzobispo de Salzburgo y
el elector de Brandeburgo respondieron con gran violencia a la moción
del obispo de Augsburgo. “Los luteranos”, dijeron abruptamente, “nos
han presentado una Confesión escrita con tinta negra sobre papel
blanco. Bueno: si yo fuera emperador, les respondería con tinta roja ”.
26 - “Señores”, respondió rápidamente el obispo de Augsburgo,
“¡cuídense entonces de que las letras rojas no les vuelen en la cara!” El
elector de Mentz se vio obligado a interferir y calmar a los oradores.
El emperador, deseoso de jugar el personaje de un árbitro, hubiera
deseado que el partido romano al menos hubiera puesto en sus manos
un acto de acusación contra la Reforma: pero ahora todo había
cambiado; la mayoría, cada vez más compacta desde la Dieta de los
Spires, ya no estaba del lado de Charles. Llenos del sentimiento de su
propia fuerza, se negaron a asumir el título de partido y tomar al
emperador como juez. “¿Qué estás diciendo”, gritaron, “de diversidad
entre los miembros del imperio? Solo hay un partido legítimo. No se
trata de decidir entre dos opiniones cuyos derechos son iguales, sino
de aplastar a los rebeldes y de ayudar a los que se han mantenido fieles
a la constitución del imperio ”.
Este lenguaje altivo iluminó a Charles: descubrió que lo habían
superado y que, abandonando su elevada posición de árbitro, debía
someterse meramente a ser el ejecutor de las órdenes de la mayoría.
Fue esta mayoría la que en adelante comandó en Augsburgo.
Excluyeron a los consejeros imperiales que defendían puntos de vista
más equitativos, y el mismo arzobispo de Mentz dejó por un tiempo de
aparecer en la dieta. 27
La mayoría ordenó que los teólogos romanos redactaran
inmediatamente una refutación de la doctrina evangélica. Si hubieran
seleccionado para este propósito a hombres moderados como el
obispo de Augsburgo, la Reforma aún habría tenido alguna posibilidad
de éxito con los grandes principios del cristianismo; pero fue a los
enemigos de la Reforma, a los viejos campeones de Roma y de
Aristóteles, exasperados por tantas derrotas, que resolvieron
encomendar esta tarea.
Eran numerosos en Augsburgo y no se los tenía en gran estima. "Los
príncipes", dijo Jonás, "han traído consigo a sus eruditos, y algunos
incluso a sus ignorantes y necios". 28 El preboste F aber y el doctor
Eck encabezaron la tropa; detrás de ellos se formó una cohorte de
monjes, y sobre todo dominicos, herramientas de la Inquisición,
impacientes por recompensarse por el oprobio que habían soportado
durante tanto tiempo. Estaba el provincial de los Domini Can, Paul
Hugo, su vicario John Bourkard, uno de sus priores Conrad Koelein,
que había escrito contra el matrimonio de Lutero; con varios cartujos,
agustinos, franciscanos y los vicarios de varios obispos. Tales eran los
hombres que, en número de veinte, recibieron el encargo de refutar a
Melancthon.
Se podría haber augurado de antemano el trabajo de los obreros. Cada
uno entendió que se trataba, no de refutar la Confesión, sino de
marcarla. Campeggio, que sin duda sugirió a Charles esta lítica nefasta
, sabía muy bien que estos médicos eran incapaces de medirse con
Melancthon; pero sus nombres formaron el estándar más decidido del
papado y anunciaron al mundo clara e inmediatamente lo que la dieta
se proponía hacer. Este era el punto esencial. Roma no dejaría siquiera
esperanza a la cristiandad.
Era, sin embargo, un requisito para saber si la dieta, y el emperador
que era su órgano, tenían el derecho de pronunciarse en este asunto
puramente religioso. Charles planteó la pregunta tanto a los elicos de
Evang como a los romanistas. 29
“Su alteza”, dijo Lutero, consultado por el elector, “puede responder
con toda seguridad: ¡Sí, si el emperador lo desea, que sea el juez! Lo
soportaré todo de su parte; pero que no decida nada contrario a la
Palabra de Dios. Su alteza no puede poner al emperador por encima de
Dios mismo. 30 ¿No dice el primer mandamiento: No tendrás otros
dioses delante de mí?

La respuesta de los adherentes papales fue igualmente positiva en


sentido contrario. “Creemos”, dijeron ellos, “que su majestad, de
acuerdo con los electores, príncipes y estados del imperio, tiene el
derecho de proceder en este asunto, como emperador romano,
guardián, abogado y protector soberano de la Iglesia. y de nuestra
santísima fe ". 31 Así, en los primeros días de la Reforma, la Iglesia
Evangélica se alineó francamente bajo el trono de Jesucristo, y la
Iglesia Romana bajo el Cetro de reyes. Los hombres ilustrados, incluso
entre los protestantes, han entendido mal esta doble naturaleza del
protestantismo y el papado.
La filosofía de Aristóteles y la jerarquía de Roma, gracias a esta alianza
con el poder civil, estaban por fin a punto de ver llegar el día de su tan
esperado triunfo. S o siempre que los escolásticos habían quedado a la
fuerza de sus silogismos y de su abuso, que habían sido vencidos; pero
ahora Carlos V y la dieta les tendieron la mano; los razonamientos de
Faber, Eck y Wimpina estaban a punto de ser refrendados por el
canciller alemán y confirmados por los grandes sellos del imperio.
¿Quién podría resistirse a ellos? El error romano nunca ha tenido
fuerza excepto por su unión con el brazo secular; y sus victorias en el
Viejo y en el Nuevo Mundo se deben, incluso en nuestros días, al
patrocinio estatal. 32

Estas cosas no escaparon al ojo penetrante de Lutero. Vio a la vez la


debilidad del argumento de los médicos papistas y el poder del brazo
de Charles. “Están esperando la respuesta de sus adversarios” , escribió
a sus amigos en Augsburgo; “Ya está escrito, y aquí está: Los Padres,
los Padres, los Padres; la Iglesia, la Iglesia, la Iglesia; uso,
personalizado; pero de las Escrituras, ¡nada! " 33 - “Entonces el
emperador, apoyado por el testimonio de estos árbitros, se
pronunciará contra ti; 34 y entonces oirás jactancias de todos lados
que subirán al cielo, y amenazas que descenderán hasta el infierno ”.
Así cambió la situación de la Reforma. Charles se vio obligado a
reconocer su debilidad; y, para salvar la apariencia de su poder, tomó
parte decisiva con los enemigos de Lutero. La imparcialidad del
emperador desapareció: el Estado se volvió contra el Evangelio y no le
quedó otro salvador que Dios.
Al principio muchos cedieron al abatimiento extremo: sobre todo,
Melancthon, que tenía una visión más cercana de las cábalas de los
adversarios, agotado además por largas vigilias, cayó casi en la
desesperación. 35 "En presencia de estos formidables males", exclamó,
"no veo más esperanza". 36 Y luego, sin embargo, añadió: "Excepto la
ayuda de Dios".
El legado puso inmediatamente a trabajar todas sus baterías. Carlos ya
había enviado varias veces por el elector y el landgrave, y había hecho
todo lo posible para separarlos de la Confesión Evangélica. 37
Melancthon, inquieto por estas conferencias secretas, redujo la
Confesión al mínimo y suplicó al elector que exigiera sólo los dos tipos
en la Eucaristía y el matrimonio de los sacerdotes. “Interceptar el
primero de estos puntos”, dijo, “sería alejar a un gran número de
cristianos de la comunión; y prohibir el segundo sería privar a la Iglesia
de todos los pastores capaces de edificarla. ¿Destruirán la religión y
encenderán la guerra civil, en lugar de aplicar a estas constituciones
puramente eclesiásticas una mitigación que no sea contraria a la moral
sana ni a la fe? 38 Los príncipes de las hormigas protestantes le
rogaron a Melancthon que fuera él mismo y le hiciera estas propuestas
al legado. 39
Melancthon estuvo de acuerdo: empezó a halagarse con el éxito; y, en
verdad, había, incluso entre los papistas, individuos que eran
favorables a la Reforma. Recientemente habían llegado a Augsburgo,
desde más allá de los Alpes, ciertas proposiciones tolerablemente
luteranas, 40 y uno de los confesores del emperador profesó
audazmente la doctrina de la justificación por la fe, maldiciendo a
“esos asnos de los alemanes”, dijo, “que rebuznan incesantemente
contra esta verdad." 41 Uno de los capellanes de Carlos aprobó incluso
la totalidad de la confesión. Había algo más aún: Carlos V habiendo
consultado a los grandes de España, famosos por su ortodoxia: "Si las
opiniones de los protestantes son contrarias a los artículos de la fe",
habían respondido, "que su majestad emplee a todos su poder para
destruir esta facción; pero si se trata meramente de ciertos cambios en
las ordenanzas humanas y usos externos, evitemos toda violencia ”. 42
"¡Admirable respuesta!" exclamó Melancthon, quien se convenció de
que la doctrina romana estaba en el fondo de acuerdo con el
Evangelio.
La Reforma encontró defensores en puestos aún más altos. María,
hermana de Carlos V y viuda del rey Luis de Hungría, llegando a
Augsburgo tres días después de la lectura de la Confesión, con su
cuñada la reina de Bohemia, esposa de Fernando , estudiaba
asiduamente las Sagradas Escrituras; los llevaba consigo a las partidas
de caza, en las que encontraba poco placer, y había descubierto en
ellas la joya de la Reforma, la doctrina de la salvación gratuita. Esta
piadosa princesa hizo que su capellán le leyera sermones evangélicos,
ya menudo se esforzó, aunque con prudencia, por apaciguar a su
hermano Carlos con respecto a los protestantes. 43
Melancthon, animado por estas manifestaciones y al mismo tiempo
alarmado por las amenazas de guerra que los adversarios no cesaban
de proferir, pensó que era su deber comprar la paz a cualquier precio,
y resolvió en consecuencia descender en sus proposiciones tan bajas.
como sea posible. Por lo tanto, exigió una entrevista con el legado en
una carta cuya autenticidad se ha puesto en duda sin razón. 44 En el
momento decisivo el corazón del defensor de la reforma falla, - gira la
cabeza - se tambalea, cae; y en su caída corre el riesgo de arrastrar con
él la causa que los mártires ya han regado con su sangre.
Así habla el representante de la Reforma al representante del papado:
“No hay doctrina en la que nos diferenciamos de la Iglesia Romana; 45
veneramos la autoridad universal del Romano Pontífice, y estamos
dispuestos a obedecerle, siempre que no nos rechace, y la de su
clemencia, que acostumbra a mostrar hacia todas las naciones, tendrá
la bondad de perdonar o aprobar ciertos pequeñas cosas que ya no nos
es posible cambiar ... Ahora bien, ¿rechazarás a los que se presentan
como suplicantes ante ti? ¿Los perseguirás a fuego y espada? ... ¡Ay!
Nada atrae sobre nosotros en Alemania tanto odio como la firmeza
inquebrantable con la que mantenemos las doctrinas de la Iglesia
Romana. 46 Pero con la ayuda de Dios, permaneceremos fieles, hasta
la muerte, a Cristo y a la Iglesia Romana, aunque ustedes nos rechacen
”. 47
Así se humilló Melancthon. Dios permitió esta caída, para que las
edades futuras pudieran ver claramente cuán bajo estaba dispuesta a
descender la Reforma para mantener la unidad, y que nadie pudiera
dudar de que el cisma había venido de Roma; pero también,
ciertamente, para que aprendan cuán grande, en toda obra
importante, es la debilidad de los instrumentos más nobles.
Afortunadamente, hubo entonces otro hombre que defendió el honor
de la Reforma. En ese mismo momento, Lutero le escribió a
Melancthon: “No puede haber concordia entre Cristo y Belial. En lo
que a mí respecta, no cederé ni un pelo. 48 Antes que ceder, preferiría
sufrir todo, incluso los males más terribles. Concede tanto menos, ya
que tus adversarios requieren más. Dios no nos ayudará hasta que
seamos abandonados por todos ". 49 Y temiendo alguna debilidad por
parte de sus amigos, Lutero añadió: “¡Si no estuviera tentando a Dios,
hace mucho tiempo me habrías visto a tu lado!”. 50
De hecho, nunca había sido tan necesaria la presencia de Lutero,
porque el legado había accedido a una entrevista y Melancthon estaba
a punto de hacer la corte a Campeggio. 51
El 8 de julio fue el día designado por el legado. Su carta inspiró a Felipe
con las esperanzas más optimistas. “El cardenal me asegura que
accederá al uso de las dos clases y al matrimonio de sacerdotes”, dijo;
"¡Estoy ansioso por visitarlo!" 52
Esta visita podría decidir el destino de la Iglesia. Si el legado aceptaba
el ultimátum de Felipe, los países evangélicos serían reemplazados
bajo el poder de los obispos romanos, y todo habría terminado con la
Reforma; pero se salvó gracias al orgullo y la ceguera de Roma. Los
papistas, creyéndolo al borde del abismo, pensaron que un último
golpe lo resolvería y resolvieron, como Lutero, no conceder nada, “ni
siquiera un pelo”. El legado, sin embargo, incluso cuando se negó,
asumió un aire de bondad y de ceder a la influencia extranjera. “Podría
tener el poder de hacer ciertas concesiones, pero no sería prudente
usarlo sin el consentimiento de los príncipes alemanes; 53 es necesario
que se haga su voluntad; uno de ellos en particular conjura al
emperador para evitar que cedamos la más mínima cosa. No puedo
conceder nada ". El príncipe romano, con la sonrisa más amable, hizo
todo lo que pudo para ganarse el jefe del maestro protestante.
Melancthon se retiró lleno de vergüenza por los avances que había
hecho, pero aún engañado por Campeggio. "Sin duda", dijo, "Eck y
Cochloeus han estado antes conmigo en casa del legado". 54 Lutero
tenía una opinión diferente. “No me fío de ninguno de estos italianos”,
dijo; “ Son sinvergüenzas. Cuando un italiano es bueno, es muy bueno;
pero luego es un cisne negro ".
Realmente eran los italianos los que estaban preocupados. Poco
después del 12 de julio llegaron las instrucciones del Papa. Había
recibido la Confesión por expreso, 55 y dieciséis días habían bastado
para la transmisión, la deliberación y la devolución. Clement no quiso
escuchar ninguna mención ni de discusiones ni de consejo. Carlos
debía marchar directamente al blanco, enviar un ejército a Alemania y
sofocar la Reforma por la fuerza. En Augsburgo, sin embargo, se pensó
que era mejor no ir tan rápido al trabajo y se recurrió a otros medios.
"Silencio; los tenemos ”, dijeron los médicos romaníes. Sensibles al
reproche que se les había hecho, de haber tergiversado la Reforma,
acusaron a los mismos protestantes de ser la causa. “Estos son”,
dijeron, “quienes, para darse un aire de estar de acuerdo con nosotros,
ahora disimulan su herejía; pero los atraparemos en sus propias redes.
Si confiesan no haber insertado en su Confesión todo lo que rechazan,
se demostrará que están jugando con nosotros. Si, por el contrario,
fingen haberlo dicho todo, por esa misma circunstancia se verán
obligados a admitir todo lo que no han condenado ”. Por lo tanto, los
príncipes protestantes fueron convocados y se les preguntó si la
Reforma se limitaba a las doctrinas indicadas en la Apología, o si había
algo más. 56

La trampa fue tendida hábilmente . El papado ni siquiera había sido


mencionado en la Confesión de Melancthon; además, se habían
omitido otros errores, y el propio Lutero se quejó en voz alta. "Satanás
ve claramente", dijo, "que su disculpa ha pasado a la ligera sobre los
artículos del purgatorio, el culto de los santos y, sobre todo, del Papa y
del Anticristo". Los príncipes solicitaron conferenciar con sus aliados
de las ciudades; y todos los protestantes se reunieron para deliberar
sobre este trascendental incidente.
Buscaron la explicación de Melancthon, quien no declinó la
responsabilidad del asunto. Fácilmente abatido por su propia ansiedad,
se volvió atrevido cada vez que lo atacaban directamente. “Todas las
doctrinas esenciales”, dijo, “han sido expuestas en la Confesión, y se ha
señalado cada error y abuso que se les opone. ¿Pero era necesario
zambullirse en todas esas cuestiones tan llenas de contienda y
animosidad, que se discuten en nuestras universidades? ¿Era
necesario preguntar si todos los cristianos son sacerdotes, si el
primado del Papa es de derecho divino, si puede haber indulgencias, si
toda buena obra es pecado mortal, si hay más de siete sacramentos, si
pueden administrarse? por un laico, si la elección divina tiene algún
fundamento en nuestros propios méritos, si la consagración sacerdotal
imprime un carácter indeleble, si la confesión auricular es necesaria
para la salvación? ...... ¡No, no! todas estas cosas son competencia de
las escuelas y de ninguna manera son esenciales para la fe ”. 57
No se puede negar que en las preguntas así planteadas por
Melancthon había puntos importantes. Sea como fuere, pronto se
acordó el comité evangélico, y al día siguiente dieron una respuesta a
los ministros de Carlos, redactada con tanta franqueza como firmeza,
en la que decían “que los P rotestantes, deseosos de llegar a un
entendimiento cordial , no había querido complicar su situación y se
había propuesto no precisar todos los errores que se habían
introducido en la Iglesia, sino confesar todas las doctrinas que eran
esenciales para la salvación ; que si, no obstante, la parte adversa se
sintió impulsada a mantener ciertos abusos, o adelantar algún punto
no mencionado en la Confesión, los protestantes se declararon
dispuestos a responder de conformidad con la Palabra de Dios ”. 58 El
tono de esta respuesta mostró con bastante claridad que los cristianos
evangélicos no temían seguir a sus adversarios adonde éstos debieran
llamarlos. En consecuencia, el partido romano no dijo más sobre este
asunto.

Notas finales:

1. Brucks Geschichte der Handl. In den Sachen des


Glaubens zu Augsbourg. Forstemann Archiv. P. 50.
2. Multi episcopi ad pacem sunt inclinati. L. Epp, 4:70.
3. Illa quae recitata sunt, vera sunt, sunt pura veritas; non
possumus inficiari. Corp. Ref. 2: 154.
4. Así que hab man Im vor nicht gesagt. Mathes. Hist. Pág.
99.
5. Mit Propheten und Aposteln schriften - nicht. Mathes.
Hist. Pág. 99.
6. Caesar sibi fecit nostram confessionem reddi Italica et
Gallica lingua. Corp. Ref. 2: 155. La traducción francesa se
encontrará en Urkunden de Forstemann. 1: 357. -
Artículos princivaulx de la foy.
7. Perrumpet in omnes aulas Principum et Regum. L. Epp.
4:96.
8. E pistola al Elector de Mentz. Ibídem. 74.
9. Igitur absolvo vos in nomine Domini ab isto conventu.
Ibídem. 96.
10. Vellem ego sacrificium esse hujus novissimi concillisicut
Johannes Huss Contantiae. Ibídem. 110.
11. Sed catastrophen illi tragicam, nos comicam nos esperan
. Ibídem. 85.
12. Sic Satan chorda semper oberrat eadem, et mille-artifex
ille non habet contra Christum, nisi unum illud elumbe
robur. Ibídem. 100.
13. Sed quod unus monachus debeat nos reformare omnes.
Corp. Ref. 2: 155.

14. Aus dem Loch und Winckel. L. Opp. 20: 307.


15. Quotidie confluunt huc sophistae ac monachi. Corp. Ref.
2: 141.
16. Nos hic soli ac deserti. Corp. Ref. 2: 141.
17. Nos, si pecuniam haberemus, facile religionem quam
vellemus emturos ab Italis. Ibídem. 156.
18. Heute vor dem morgenessen. Ibídem. 156.
19. Es sind unter un s Stadten, viel practica und Seltsames
wesens. Ibídem. 151.

20. Ohne Verletzung der gewissen gegen Gott. F. Urkund. 2:


6.
21. Adversarii nostri jam delibere quid velint respondre.
Corp. Ref. 2. 26 de junio.
22. Rem agendam esse vi, non audiendam causam. Ibídem.
154.
23. H i sunt duces, et quidem acerrimi alterius partis.
Ibídem.
24. Omnes unus gubernat rusticus. Ibídem. 26 de junio de
176.
25. Cardinel, Churstusanen, Pracht und Kuchen. Bruck
Apol. Pág. 63.
26. Wir wokten antvorten mit einer schrift mit Rubricken
geschrieben. Corp. Ref. 2: 147.
27. Non venit in senatum. Corp. Ref. 2: 175.
28. Quidem etiam suos ineruditos et ineptos.

29. Véase el documento extraído de los archivos de Baviera


en F. Urkund, 2: 9.
30. Konnen den Kaiser nicht uber Gott setzen. L. Epp. 4:83.
31. Romischen Kaiser, Vogt, Advocaten und Obristen
Beschirmer der kirken. F. Urkund. 2:10.
32. Otaheite, por ejemplo.
33. Patres, Patres, Patres; Ecclesia, Ecclesia; usus,
consuetudo, praeterea e Scriptura nih il. L. Epp. 4:96.
34. Pronuntiabit Caesar contra vos. Ibídem.
35. Quadam tristitia et quasi desesperatione vexatur. Corp.
Ref. 2: 163.
36. Quid nobis sit sperandum in tantis odiia inimicorum.
Ibídem. 145.
37. Legati Norinberg ad Senatum. Corp. Ref. 2: 161.
38. Melancthon ad du c. Saxófono. Electo. Ibídem. 162.
39. Principes nostri miserunt nos ad RDV Ibid. 171.
40. Pervenerunt ad nos propositiones quaedam Italicae
satis Lutheranae. Ibídem. 163.
41. Istis Germanis asinis, nobis in hac parte
obgannientibus. Ibídem.

42. Hispanici proceres praeclare et sapienter responunt


Caesari. Ibídem. 179.
43. [H avdelfh. a; utokrazoroj studet nobis placare fratrem.
Corp. Ref. 2: 178.
44. Consulte la Corp. Ref. 2: 178.

45. Dogma nullum habemus diversum ab Ecclesia Romana.


Ibídem. 170.
46. Quam quia Ecclesiae Romanae dogmata summa consta
ntia defendimus. Ibídem.
47. Vel si recusabitis nos in gratiam recete. Ibídem.
48. En certe pro mea persona, ne pilum quidem cedam. L.
Epp. 4:88.
49. Neque enim juvabimur ni deserti prius simus. Ibídem.
91.
50. Certe jamdudum coram vidissetis yo. L. Epp. 4:98.

51. Ego multos prehensare soleo et Campegium etiam. Corp.


Ref. 2: 193.
52. Propero enim ad Campegium. Ibídem. 174.
53. Se nihil posse decernere, nisi de voluntate principum
Germaniae. Ibídem.
54. Forte ad legatum veniebant Eccius et Cochloeus. Ibídem.
175.
55. Nostra Confessio ad Romam per veredarios missa est.
Ibid. 166, 219.
56. Un plura velimus Caesari praeponere controversa quam
fecerimus. Corp. Ref. 2: 188.

57. Melancthonis Judicium. Ibídem. 182.


58. Aus Gottes Wort, weiter bericht zu thun. F.
Urkundenbuch, 2:19.
LIBRO 14
CAPÍTULO 9

La comisión encargada de refutar la Confesión se reunía dos veces al


día, 1 y cada uno de los teólogos que la componía le sumaba sus
refutaciones y su odio.
El 13 de julio se terminó la obra . “Eck, con su banda, 2 dijo
Melancthon,‘lo transmitió al emperador’. Grande fue el asombro de
este príncipe y de sus ministros al ver una obra de doscientas ochenta
páginas llena de insultos. 3 "Los malos obreros desperdician mucha
madera", dijo Lutero, "y los escritores impíos ensucian mucho papel".
Esto no fue todo: a la Refutación se sumaron ocho apéndices sobre las
herejías que Melancthon había disimulado (como decían), y en los que
exponían las contradicciones y “las horribles sectas” que había
engendrado el luteranismo. Por último, sin limitarse a esta respuesta
oficial, los teólogos romanos, que vieron el sol del poder brillando
sobre ellos, llenaron Augsburgo de panfletos insolentes y abusivos .
Sólo había una opinión sobre la Refutación Papista; se encontró
confuso, violento, sediento de sangre. 4 Carlos V tenía demasiado
buen gusto para no percibir la diferencia que existía entre esta tosca
obra y la noble dignidad de la Confesión de Melancthon. Rodó,
manipuló, aplastó y dañó tanto las doscientas ochenta páginas de sus
médicos, que cuando las devolvió dos días después, dice Spalatin, no
eran más de doce enteras. A Charles le habría dado vergüenza que se
leyera un folleto así en la dieta y, en consecuencia, exigió que se
redactara de nuevo, más breve y en un lenguaje más moderado. 5
Eso no fue fácil, “porque los adversarios, confundidos y estupidos”,
dice Brentz, “por la noble sencillez de la Confesión evangélica, no
sabían por dónde empezar ni por dónde terminar; en consecuencia,
tardaron casi tres semanas en volver a hacer su trabajo ". 6
Charles y sus ministros tenían grandes dudas sobre su éxito; dejando,
por tanto, a los teólogos por un momento, imaginaron otra maniobra.
"Tomemos a cada uno de los príncipes protestantes por separado",
dijeron: "aislados, no resistirán". En consecuencia, el 15 de julio, el
margrave de Brandeburgo recibió la visita de sus dos primos, los
electores de Mentz y de Brandeburgo, y de sus dos hermanos, los
margraves Frederick y John Albert. “Abandona esta nueva fe”, le
dijeron, “y vuelve a la que existía hace un siglo. Si lo hace, no hay
favores que no pueda esperar del emperador; si no, teme su ira ". 7
Poco después, el duque Federico de Baviera, el conde de Nassau, De
Rogendorf y Truchses fueron anunciados al elector por parte de Ch
arles. “Usted ha solicitado al emperador”, dijeron, “que confirme el
matrimonio de su hijo con la princesa de Juliers, y que le otorgue la
dignidad electoral; pero su majestad declara que si no renuncias a la
herejía de Lutero, de la cual eres el principal cómplice, él no podrá
acceder a tu demanda ". Al mismo tiempo, el duque de Baviera,
haciendo uso de las solicitudes más urgentes, acompañado de los
gestos más animados 8 y las amenazas más siniestras 9 , llamó al
elector a abandonar su fe. “Se afirma”, añadieron los enviados de
Charles, “que habéis hecho una alianza con los suizos. El emperador no
puede creerlo; y te ordena que le hagas saber la verdad ".
¡El suizo! era lo mismo que la rebelión. Esta alianza fue el fantasma
incesantemente invocado en Augsburgo para alarmar a Carlos V. Y en
realidad diputados, o al menos amigos de los suizos, ya habían
aparecido en esa ciudad, y por tanto, la situación era aún más grave.
Bucero había llegado dos días antes de la lectura de la Confesión, y
Capito el día siguiente. 10 Incluso hubo un informe de que Zwingle se
uniría a ellos. 11 Pero durante mucho tiempo, todos en Augsburgo ,
excepto la delegación de Estrasburgo, ignoraron la presencia de estos
médicos. 12 Sólo veintiún días después de su llegada, Melancthon lo
aprendió positivamente, 13 tan grande era el misterio en el que los
zwinglianos se vieron obligados a envolverse. No sin razón: habiendo
sido solicitada por ellos una conferencia con Melancthon: “Que
escriban”, respondió; "Debería comprometer nuestra causa mediante
una entrevista con ellos".
Bucero y Capitán en su retiro, que para ellos era como una prisión,
habían aprovechado su tiempo libre para redactar la Confesión
Tetrapolitana, o la Confesión de las cuatro ciudades. Los diputados de
Estrasburgo, Constanza, Memmingen y Lindau lo presentaron al
emperador . 14 Estas ciudades se purificaron del oprobio de la guerra y
la rebelión que continuamente se les había objetado. Declararon que su
único motivo era la gloria de Cristo, y profesaron la verdad “con
libertad, con valentía, pero sin insolencia y sin escaramuzas ”. 15
Zwingle casi al mismo tiempo hizo que se comunicara a Charles una
confesión privada, 16 que provocó un alboroto general. "¿No se atreve
a decir", exclamaron los romanistas, "que la raza mitrada y marchita
(con lo que se refiere a los obispos) es en la Iglesia lo que las jorobadas
y la escrófula son en el cuerpo?" 17 - “¿No insinúa?”, Dijeron los
luteranos; "¿Que estamos empezando a mirar atrás en busca de las
cebollas y el ajo de Egipto?" - “Se podría decir con gran verdad que
perdió el sentido”, exclamó Melancthon. 18 “Todas las ceremonias,
según él, deberían ser abolidas; todos los obispos deberían ser
suprimidos. En una palabra, todo es perfectamente helvético, es decir,
supremamente bárbaro ".
Un hombre fue una excepción a este concierto de reproches, y este fue
Lutero. "Zwingle me agrada tolerablemente", le escribió a Jonas, 19
"además de Bucer". Por Bucer, se refería sin duda a la Confesión
Tetrapolitana: esta expresión debe notarse.
Así, tres Confesiones, depositadas a los pies de Carlos V, atestiguan las
divisiones que desgarraban al protestantismo. En vano Bucer y Capito
se esforzaron por llegar a un entendimiento con Melancthon y le
escribieron: “Nos encontraremos donde quieras y cuando quieras;
Traeremos a Sturm solo con nosotros y, si lo desea, ni siquiera lo
traeremos. 20 Todo fue inútil. No es suficiente que un cristiano
confiese a Cristo; un discípulo debe confesar a otro discípulo, incluso si
este último se encuentra bajo la vergüenza del mundo; pero entonces
no comprendieron este deber. “El cisma está en el cisma”, decían los
romanistas, y el emperador se jactaba de una fácil victoria . "Regresen
a la Iglesia", fue el grito de todos lados, "lo que significa",
interrumpieron los Strasburg, "déjenos poner el bocado en sus bocas,
para que podamos guiarlos como queramos". 21

Todas estas cosas afligieron profundamente al elector, que además


estaba todavía bajo el peso de las demandas y amenazas de Carlos. El
emperador no le había hablado ni una sola vez, 22 y en todas partes se
decía que su primo Jorge de Sajonia sería proclamado elector en su
lugar.
El 28 de julio hubo una gran fiesta en la corte. Carlos, vestido con sus
ropas imperiales, cuyo valor se decía que superaba los 200.000
ducados de oro, y desplegando un aire de majestad que impresionaba
respeto y temor, 23 confirió a muchos príncipes la investidura de sus
dignidades; el elector solo fue excluido de estos favores. Al poco tiempo
se le hizo comprender más claramente lo que estaba reservado para él,
y se insinuó que si no se sometía, el emperador lo expulsaría de sus
estados y le impondría el castigo más severo ". 24

El elector palideció, porque no dudaba de que esa fuera sin duda la


terminación. ¿Cómo con su pequeño territorio resistir a ese poderoso
monarca que acababa de vencer a Francia e Italia y ahora veía a
Alemania a sus pies? Y además, si podía hacerlo, ¿tenía derecho?
Pesadillas espantosas perseguían a John en sus sueños. Se vio a sí
mismo estirado bajo una inmensa montaña bajo la cual yacía
penosamente luchando , mientras su primo Jorge de Sajonia estaba en
la cima y parecía desafiarlo.
Juan finalmente salió de este horno. “Debo renunciar a Dios o al
mundo”, dijo. "¡Bien! mi elección no es dudosa. Es Dios quien me hizo
elector, yo, quien no era digno de ello. Me arrojo a sus brazos y dejo
que haga conmigo lo que le parezca bueno ". Así, el elector por la fe
cerró la boca de los leones y sometió a los reinos. 25

Toda la cristiandad evangélica había participado en la lucha de Juan el


Perseverante. Se vio que si caía ahora, todos caerían con él; y se
esforzaron por apoyarlo. "No temas", gritaron los cristianos de
Magdeburgo, "porque su alteza está bajo la bandera de Cristo". 26
“Italia está a la espera”, escribieron desde Venecia; "Si por la gloria de
Cristo tienes que morir, no temas nada". 27 Pero fue de una fuente
superior de donde se derivó el valor de Juan . “Vi a Satanás como un
rayo caer del cielo”, dijo su Maestro. 28 El elector, de la misma
manera, vio en sus sueños a Jorge caer de la cumbre de la montaña y
caer hecho añicos a sus pies.
Una vez resuelto a perderlo todo, Juan, libre, feliz y tranquilo, reunió a
sus teólogos. Estos hombres generosos deseaban salvar a su amo.
“Señor misericordioso”, dijo Spalatin, “recuerda que la Palabra de
Dios, siendo la espada del Espíritu, debe ser sostenida, no por el poder
secular, sino por la mano del Todopoderoso”. 29 - “¡Sí!” dijeron todos
los médicos, “no deseamos que, para salvarnos, arriesguen a sus hijos,
sus súbditos, sus estados, su corona ...... Preferimos entregarnos en
manos del enemigo, y conjurar que se sacie con nuestra sangre ". 30
Juan, conmovido por este lenguaje, rechazó, sin embargo, sus
solicitudes y repitió con firmeza estas palabras, que se habían
convertido en su ardid: “Yo también deseo confesar a mi Salvador”.

Fue el 20 de julio cuando respondió a los apremiantes argumentos con


los que Charles se había esforzado por sacudirlo. Demostró al
emperador que, siendo legítimo heredero de su hermano, no podía
negarle la investidura que, además, le había asegurado la Dieta de
Worms. Añadió que no creía ciegamente lo que decían sus médicos,
pero que, habiendo reconocido la Palabra de Dios como el fundamento
de su enseñanza, confesó de nuevo y sin vacilación todos los artículos
de la Apología. “Por tanto, ruego a su majestad”, continuó, “que me
permita a mí y a los míos rendir cuentas a Dios solo de lo que
concierne a la salvación de nuestras almas”. 31 El margrave de
Brandeburgo dio la misma respuesta. Así fracasó esta hábil maniobra,
con la que los romanistas esperaban romper la fuerza de la Reforma.
Habían transcurrido seis semanas desde la Confesión y todavía no
había respuesta. "Los papistas, desde el momento en que escucharon la
disculpa", se dijo, "de repente perdieron la voz". 32 Por fin, los
teólogos romanos entregaron su interpretación revisada y corregida al
emperador y persuadieron a este príncipe para que la presentara en su
propio nombre. El manto del Estado les pareció admirablemente
adaptado a los movimientos de Roma. "Estos aduladores", dijo
Melancthon, "han deseado vestirse con piel de león, para parecernos
mucho más terribles". 33 Todos los estados del imperio fueron
convocados para el día siguiente menos uno.
El miércoles 3 de agosto, a las dos de la tarde, el emperador , sentado
en su trono en la capilla del Palacio del Palatinado, acompañado de su
hermano, con los electores, príncipes y diputados, el elector de Sajonia
y se presentaron sus aliados, y el conde-palatino, que se llamaba
"portavoz de Carlos", les dijo : "Su majestad, habiendo entregado su
Confesión a varios doctores de diferentes naciones, ilustres por sus
conocimientos, su moral y su imparcialidad, ha lee su respuesta con
sumo cuidado y te la presenta como propia ". 34
Alexander Schweiss luego tomó los papeles y leyó la Refutación. El
partido romano aprobó algunos artículos de la Confesión, condenó
otros y, en algunos pasajes menos destacados, distinguió entre lo que
se debe rechazar y lo que se acepta.
Cedió en un punto importante; el opus operatum. Habiendo dicho los
protestantes en su artículo 13 que la fe era necesaria en el sacramento,
el partido romano asintió; abandonando así un error que el papado
había defendido tan fervientemente contra Lutero en esa misma
ciudad de Augsburgo, por boca de Cayetano.
Además, reconocieron como verdaderamente cristiana la doctrina
evangélica sobre la Trinidad, sobre Cristo, sobre el bautismo, sobre el
castigo eterno y sobre el origen del mal.
Pero en todos los demás puntos, Carlos, sus príncipes y sus teólogos se
declararon inamovibles. Sostuvieron que los hombres nacen con el
temor de Dios, que las buenas obras son meritorias y que justifican en
unión con la fe. Apoyaron los siete sacramentos, la misa, la
transubstanciación, la retirada de la copa, el celibato de los sacerdotes,
la invocación de los santos y negaron que la Iglesia fuera una asamblea
de los santos.
Esta Refutación fue hábil en algunos aspectos y, sobre todo, en lo
concerniente a la doctrina de las obras y de la fe. Pero en otros puntos,
en particular sobre la retirada de la copa y el celibato de los sacerdotes,
sus argumentos eran lamentablemente débiles y contrarios a los
hechos históricos bien conocidos.
Si bien los protestantes se habían pronunciado sobre las Escrituras,
sus adversarios apoyaron el origen divino de la jerarquía y ayudaron a
lograr la sumisión absoluta a sus leyes. Así, el carácter esencial, que
aún distingue a Roma de la Reforma, se destacó en este primer
combate.
Entre los auditores que llenaban la capilla del Palatinado, escondido
en medio de los diputados de Nuremberg, estaba Joachim Camerarius,
quien, mientras Schweiss leía, se inclinó sobre sus tablillas y anotó
cuidadosamente todo lo que pudo reunir. Al mismo tiempo, otros
protestantes, hablando entre sí, se indignaron y hasta se rieron, como
nos asegura uno de sus oponentes. 35 "De verdad," dijeron con un
consentimiento, "¡toda esta Refutación es digna de Eck, Faber y
Cochloeus!"
En cuanto a Charles, poco complacido con estas disertaciones
teológicas , durmió durante la lectura; 36 pero se despertó cuando
Schweiss había terminado, y su despertar fue el de un león.
El conde palatino declaró entonces que su majestad encontraba los
artículos de esta Refutación ortodoxos, católicos y conformes al
Evangelio; que, por tanto, exigía a los protestantes que abandonaran su
confesión, ahora refutada, y que se adhirieran a todos los artículos que
acababan de exponerse; 37 que, si se negaban, el emperador se
acordaría de su oficio y sabría mostrarse abogado y defensor de la
Iglesia romana.

Este lenguaje era bastante claro: los adversarios se imaginaban que


habían refutado a los protestantes ordenando a estos últimos que se
consideraran derrotados. La violencia, las armas , la guerra, estaban
contenidas en estas crueles palabras del ministro de Carlos. 38 Los
príncipes manifestaron que, como la Refutación adoptó algunos de sus
artículos y rechazó otros, requirió un examen cuidadoso, y por lo tanto
rogaron que se les diera una copia.

El partido de Roma celebró una larga conferencia sobre esta demanda:


se acercaba la noche; El conde palatino respondió que, considerando la
hora tardía y la importancia de este asunto, el emperador daría a
conocer su placer algo más tarde. La dieta se separó, y Carlos Quinto,
exasperado por la audacia de los príncipes evangélicos, dice Cocloeus,
regresó de mal humor a sus aposentos. 39
Los protestantes, por el contrario, se retiraron llenos de paz ; la lectura
de la Refutación les ha dado tanta confianza como la de la Confesión
misma. 40 Vieron en sus adversarios un fuerte apego a la jerarquía,
pero una gran ignorancia del Evangelio, un rasgo característico del
partido romano; y este pensamiento los animó. "Ciertamente", dijeron,
"la Iglesia no puede estar donde no hay conocimiento de Cristo". 41

Melancthon solo estaba todavía alarmado: caminaba por la vista y no


por la fe, y, recordando las sonrisas del legado, tuvo otra entrevista con
él, ya el 4 de agosto, todavía exigiendo la copa para los laicos y esposas
legítimas para los sacerdotes. . “Entonces”, dijo, “nuestros pastores
volverán a colocarse bajo el gobierno de los obispos, y podremos
prevenir esas innumerables sectas con las que se ve amenazada la
posteridad”. 42 La mirada de Melancthon hacia el futuro es notable:
sin embargo, no significa que él, como muchos otros, prefiriera una
unidad muerta a una diversidad viva.
Campeggio, ahora seguro de triunfar por la espada, entregó con
desdén este papel a Cochloeus, que ha intentado refutarlo. Es difícil
decir si Melancthon o Campeggio estaban más enamorados. Dios no
permitió un arreglo que hubiera esclavizado a su Iglesia.

Charles pasó todo el 4 y la mañana del 5 de agosto en consulta con el


partido Ultramontano. “Nunca será por discusión que llegaremos a un
entendimiento”, dijeron algunos; "Y si los protestantes no se someten
voluntariamente, solo nos queda obligarlos". Sin embargo, decidieron,
a causa de la Refutación , adoptar un camino intermedio. Durante toda
la dieta, Charles siguió una política hábil. Al principio lo rechazó todo,
esperando llevarse a los príncipes por la violencia; luego concedió
algunos puntos sin importancia, bajo la impresión de que los
protestantes, habiendo perdido toda esperanza, estimarían tanto
cuanto más les cediera. Esto fue lo que volvió a hacer en las
circunstancias actuales. En la tarde del 5, el conde-palatino anunció
que el emperador les entregaría una copia de la Refutati on, pero con
estas condiciones; es decir, que los protestantes no deben responder,
que deben ponerse de acuerdo rápidamente con el emperador, y que
no imprimirán ni comunicarán a nadie la Refutación que se les confíe.
43
Esta comunicación provocó murmullos entre los protestantes. "Estas
condiciones", dijeron todos, "son inadmisibles". - “Los papistas nos
presentan su papel”, añadió el canciller Bruck, “como el zorro le
ofrecía un caldo fino a su cotilleo la cigüeña”.

El sabroso caldo sobre una placa de Reynard fue servida,


pero amante de la cigüeña, con su largo pico, no pudo obtener una
sup. 44
“Si la Refutación”, prosiguió, “llegara a conocerse sin nuestra
participación (¿y cómo podemos hacerlo?), Seremos acusados de
delito. Tengamos cuidado de aceptar una oferta tan pérfida. 45 Ya
poseemos en las notas de Camerarius varios artículos de este papel, y
si omitimos algún punto, nadie tendrá derecho a reprocharnos por ello
”.
Al día siguiente (6 de agosto), los protestantes declararon a la dieta
que preferían rechazar la copia que se les ofrecía y apelaron a Dios ya
su majestad. 46 Rechazaron así todo lo que el emperador les proponía,
incluso lo que consideraba un favor.

La agitación, la ira y el espanto se manifestaron en cada banco de esa


augusta asamblea. 47 Esta respuesta de los evangélicos fue guerra, fue
rebelión. Jorge de Sajonia, los príncipes de Baviera, todos los
partidarios violentos de Roma, temblaron de indignación; hubo un
movimiento repentino, impetuoso, una explosión de murmullos y de
odio; y podría haberse temido que las dos partes hubieran llegado a los
golpes en presencia del emperador, si el arzobispo Alberto, el elector
de Brandeburgo, y los duques de Brunswick, Pomerania y
Mecklenburg, corriendo entre ellos, no hubieran conjurado a los
protestantes a poner fin a este deplorable combate y no llevar al
emperador a los extremos. 48 La dieta se separó, sus corazones se
llenaron de emoción, aprensión y problemas.
Nunca la dieta había propuesto alternativas tan fatales. Las esperanzas
de acuerdo, expuestas en el edicto de convocatoria, sólo habían sido un
señuelo engañoso: ahora la máscara había sido arrojada a un lado; la
sumisión o la espada: tal fue el dilema que se le presentó a la Reforma.
Todos anunciaron que había pasado el día de las tentativas y que
comenzaban uno de violencia.
En verdad, el 6 de julio, el Papa había reunido el consistorio de
cardenales en su palacio de Roma y les había dado a conocer el
ultimátum protestante; a saber, la copa para los laicos, el matrimonio
de los sacerdotes, la omisión de la invocación de los santos en el
sacrificio de la misa , el uso de los bienes eclesiásticos ya secularizados
y, por lo demás, la convocatoria de un concilio. “Estas concesiones”,
dijeron los cardenales, “se oponen a la religión, la disciplina y las leyes
de la Iglesia. 49 Los rechazamos , y votamos nuestro agradecimiento al
emperador por el celo que emplea para traer de vuelta a los desertores
". Habiendo decidido así el Papa, todo intento de conciliación se volvió
inútil.
Campeggio, por su parte, redobló su celo. Hablaba como si en su
persona el propio p opo estuviera presente en Augsburgo. 50 "Que el
emperador y los príncipes de pensamiento recto formen una liga", le
dijo a Carlos; “Y si estos rebeldes, igualmente insensibles a las
amenazas y promesas, persisten obstinadamente en su curso diabólico
, entonces que Su Majestad tome el fuego y la espada, que tome
posesión de todas las propiedades de los herejes, y erradique por
completo estas plantas venenosas. 51 Nombra entonces santos
inquisidores, que seguirán la pista de los restos de la Reforma y
procederán contra ellos, como en España contra los moros. Que
proscriba la universidad de Wittenberg, queme los libros heréticos y
devuelva a los monjes fugitivos a sus conventos. Pero este plan debe
ejecutarse con valentía ".
Así, la jurisprudencia de Roma consistía, según una profecía
pronunciada contra la ciudad asentada sobre siete colinas, en
adornarse con perlas que había robado y en embriagarse con la sangre
de los santos. 52
Mientras Carlos era así impulsado con ciega furia por la dieta y el
Papa, los príncipes protestantes, reprimidos por una muda
indignación, no abrieron la boca, 53 y por lo tanto parecían traicionar
una debilidad de la que el emperador estaba ansioso por aprovechar. .
Pero también había fuerza oculta bajo esta debilidad. "No nos queda
nada", exclamó Melancthon, "sino abrazar las rodillas de nuestro
Salvador". En esto trabajaron arduamente. Melancthon suplicó por las
oraciones de Lutero; Brentz para los de su propia iglesia: un grito
general de angustia y de fe recorrió la Alemania evangélica. "Tendrás
ovejas", dijo Brentz, "si nos envías ovejas: sabes a qué me refiero". 54
Las ovejas que iban a ser ofrecidas en sacrificio eran las oraciones de
los santos.
La Iglesia no se quería a sí misma. "Reunidos todos los días",
escribieron algunas ciudades a los electores, "les suplicamos fuerza,
gracia y victoria, victoria llena de gozo". Pero el hombre de oración y fe
fue especialmente Lutero. Un coraje tranquilo y sublime, en el que la
firmeza brilla al lado de la alegría, un coraje que se eleva y se regocija a
medida que aumenta el peligro, es lo que las cartas de Lutero en este
momento presentan en cada línea. Las imágenes más poéticas
palidecen al lado de esas enérgicas expresiones que brotan en un
torrente hirviente del alma reformadora. “Recientemente he sido
testigo de dos milagros”, escribió el 5 de agosto al canciller Bruck;
"Este es el primero. Mientras estaba en mi ventana, vi las estrellas y el
cielo, y el vasto y magnífico firmamento en el que el Señor los ha
colocado. En ninguna parte pude descubrir las columnas sobre las que
el Maestro ha apoyado esta inmensa bóveda, y sin embargo los cielos
no cayeron ...

“Y aquí está el segundo. Contemplé espesas nubes colgando sobre


nosotros como un vasto mar. No pude percibir el suelo sobre el que
reposaban, ni los cordones de los que estaban suspendidos; y sin
embargo no cayeron sobre nosotros, sino que nos saludaron
rápidamente y huyeron.
“Dios”, continuó, “elegirá la manera, el tiempo y el lugar adecuados
para la liberación, y no se demorará. Lo que los hombres de sangre han
comenzado, aún no han terminado ... Nuestro arco iris es tenue ... Sus
nubes amenazan ... El enemigo viene contra nosotros con máquinas
espantosas ... ... Pero al fin se verá a quién pertenecen las balistas y de
qué manos se lanzan las jabalinas. 55 No importa si Lutero perece: si
Cristo es vencedor, Lutero también es vencedor ”. 56
El partido romano, que no sabía qué era la victoria de la fe, se
imaginaba seguro del éxito.
Habiendo refutado los médicos la Confesión, los protestantes debían,
imaginaban, declararse convencidos, y entonces todo volvería a su
antiguo estado: tal era el plan de la campaña del emperador. Por tanto,
instó y llamó a los protestantes; pero en lugar de someterse ,
anunciaron una refutación de la Refutación. Ante esto Carlos miró su
espada, y todos los príncipes que lo rodeaban hicieron lo mismo.
Juan de Sajonia entendió lo que eso significaba, pero se mantuvo
firme. "La línea recta", dijo (el axioma le era familiar), "es el camino
más corto". Es esta firmeza indomable la que le ha asegurado en la
historia el nombre de Juan el Perseverante. No estaba solo: todos
aquellos príncipes protestantes que habían crecido en medio de las
cortes, y que estaban habituados a rendir una humilde obediencia al
emperador, encontraron entonces en su fe una noble independencia
que confundió a Carlos V.
Con el propósito de hacerse con el Marqués de Brandeburgo, le
abrieron la posibilidad de cederle algunas posesiones en Silesia sobre
las que tenía pretensiones. "Si Cristo es Cristo", respondió, "la doctrina
que he confesado es la verdad". - “Pero sabes ahora”, respondió
rápidamente su primo el Elector Joachim, “¿cuál es tu apuesta?” -
“Ciertamente”, respondió el margrave, “se dice que me expulsarán de
este país. ¡Bien! que Dios me proteja! " Un día, el príncipe Wolfgang de
Anhalt conoció al doctor Eck. “Doctor”, dijo , “usted está entusiasmado
con la guerra, pero encontrará a quienes no se retrasarán con usted. He
roto muchas lanzas por mis amigos en mi tiempo. Mi Señor Jesucristo
es ciertamente digno de que yo haga tanto por él ”.
Al ver esta resolución, todos se preguntaron si Charles, en lugar de
curar la enfermedad, no la estaba aumentando. Reflexiones, críticas,
bromas, pasadas entre los ciudadanos; y el buen sentido del pueblo
manifestaba a su manera lo que pensaban de la locura de su jefe.
Aduceremos un ejemplo.
Se dice que un día, mientras el emperador estaba sentado a la mesa
con varios príncipes católicos romanos, le informaron que algunos
comediantes pidieron permiso (según la costumbre) para divertir a sus
señorías. Primero apareció un anciano con máscara, y vestido con bata
de médico, que avanzaba con dificultad cargando un bulto de palos en
sus brazos, unos rectos y otros torcidos. Se acercó a la amplia chimenea
del salón gótico, arrojó su carga en desorden e inmediatamente se
echó a andar. 57 Charles y los cortesanos leyeron en su espalda la
inscripción: JOHN REUCHLIN. Luego apareció otra máscara con una
mirada inteligente, que hizo todo lo posible para emparejar las piezas
rectas y torcidas; 58 pero encontrar su labor inútil, él negó con la
cabeza, se dirigió a la puerta, y desapareció. Leyeron: ERASMUS OF
ROTTERDAM. Casi inmediatamente después avanzó un monje de ojos
brillantes y paso decidido, llevando un brasier de brasas encendidas.
59 Puso la leña en orden, le prendió fuego, la sopló y la removió, de
modo que la llama se elevó brillante y centelleante en el aire. Luego se
retiró, y en su espalda estaban las palabras: MARTIN LUTHER.
A continuación se acercó un personaje magnífico, cubierto con todas
las insignias imperiales, quien, viendo el fuego tan brillante,
desenvainó su espada, y se esforzó por violentas estocadas para
apagarlo; pero cuanto más golpeaba, más feroz quemaba las llamas, y
por fin abandonó el salón indignado. Su nombre, como parece, no se
dio a conocer a los espectadores, pero todos lo adivinaron. La atención
general pronto fue atraída por un nuevo personaje. Un hombre, vestido
con sobrepelliz y manto de terciopelo rojo, con un alba de lana blanca
que le llegaba hasta los talones, y con una estola en el cuello, con las
puntas adornadas con perlas, avanzaba majestuoso. Al contemplar las
llamas que ya llenaban el hogar, se retorció las manos aterrorizado y
miró a su alrededor en busca de algo para apagarlas. Vio dos vasijas en
el mismo extremo de la sala, una llena de agua y la otra de aceite.
Corrió hacia ellos, agarró inconscientemente el que contenía el aceite y
lo arrojó al fuego. 60 Entonces la llama se extendió con tal violencia
que la máscara huyó alarmada, levantando las manos al cielo; en su
espalda se leía el nombre de LEO X.
El misterio se acabó; pero en lugar de reclamar su remuneración, los
supuestos actores habían desaparecido. Nadie preguntó la moraleja de
este drama.
La lección, sin embargo, resultó inútil; y la mayoría de la dieta,
asumiendo al mismo tiempo la parte asignada al emperador y al papa,
comenzó a preparar los medios necesarios para extinguir el fuego
encendido por Lutero. Negociaron en Italia con el duque de Mantua,
quien se comprometió a enviar algunos regímenes de caballería ligera
a través de los Alpes; 61 y en Inglaterra con Enrique VIII, que no había
olvidado la respuesta de Lutero, y que prometió a Carlos, a través de
su embajador, un inmenso subsidio para destruir a los herejes. 62
Al mismo tiempo, espantosos prodigios anunciaban el sombrío futuro
que amenazaba a la Reforma. En Spires, temibles espectros, en forma
de monjes con ojos enojados y pasos apresurados, habían aparecido
durante la noche. "¿Qué deseas?" les habían preguntado . - "¡Vamos",
respondieron, "a la Dieta de Augsburgo!" La circunstancia había sido
cuidadosamente investigada y se consideró perfectamente confiable.
63 “La interpretación no es difícil”, exclamó Melancthon: “Los
espíritus malignos están llegando a Augsburgo para contrarrestar
nuestros esfuerzos y destruir la paz. Nos presagian problemas horribles
". 64 Nadie dudó de esto. “Todo avanza hacia la guerra”, dijo Erasmo.
65 "La muerte no terminará", escribió Brentz, "excepto por la
destrucción de toda Alemania". 66 "Habrá una matanza de los santos",
exclamó Bucero, "que será tal que las matanzas de Diocleciano apenas
llegarán a ella". 67 ¡ Guerra y sangre! - este fue el grito general.
De repente, en la noche del sábado 6 de agosto, estalló un gran
disturbio en la ciudad de Augsburgo. 68 Se corrían de un lado a otro
por las calles; los mensajeros del emperador galopaban en todas
direcciones; el senado fue convocado y recibió una orden de no
permitir que nadie pasara las puertas de la ciudad. 69 Todos andaban
en el cuartel imperial; los soldados prepararon sus armas; se formaron
los regimientos, y al amanecer (alrededor de las tres de la mañana del
domingo) las tropas del emperador, en contra de la costumbre siempre
observada en la dieta, relevaron a los soldados de la ciudad y tomaron
posesión de las puertas. Al mismo tiempo, se informó que estas puertas
no se abrirían y que Carlos había dado órdenes de vigilar
estrictamente al elector y sus aliados. 70 ¡ Un terrible despertar para
quienes todavía se halagan de ver concluir pacíficamente los debates
religiosos! ¿No serían estas medidas inauditas el comienzo de guerras y
la señal de una espantosa masacre?

Notas finales:
1. Bis die convenire dicun tur. Zw. Epp. 2: 472.
2. Eccius cum sua commanipulatione. Corp. Ref. 2: 193.
3. Longum et plenum conviciis scriptum. Ibídem.
4. Adeo confusa, incondita, violenta, sanguinolenta et
crudelis ut puduerint. Ibídem. 198.
5. Hodie auctoribus ipsis Sophistis, un Caesare rursus esse
redditam ut emendetur et civilius componatur. Corp. Ref.
2: 198.
6. Nostra confessioneita stupidos, attonitos, et confusos.
Ibídem.

7. Ibídem. 206; F. Urkund. 2:93.


8. Mit reden und Gebehrden prachtig erzeigt. Ibídem. 207.
9. Minas diras promissis ingentibus adjicie ns. Zw. Epp. 2:
484.
10. Venimus huc, ego pridie solemnitatis Divi Johannis,
Capito die dominica sequente. Ibídem. 472.
11. Rumor apud nos est, et te cum tuis Helvetiis comitia
advolaturum. Ibídem. 431, 467.
12. Ita latent ut non quibuslibet sui copiam faciant. Corp. Re
f. Pág. 196.

13. Capito et Bucerus adsunt. Id hodie certo comperi.


Ibídem.
14. Cinglianae civitates propriam Confessionem obtulerunt
Caesari. Corp. Ref. P. 187. Esta Confesión se encuentra en
Niemeyer, Collectio Confessionum, p. 740.
15. Ingenue ac fortiter; citra pr ocaciam tamen et sannas, id
fateri et dicere quod res est. Zw. Epp. 2: 485.
16. Ver Niemeyer Coll. Conf. P. 16.
17. Pedatum et mitratum género Episcoporum. Id esset in
Ecclesia, quod gibbi et strumata in corpore. Ibídem.
Zwingle compara a los obispos con los apoyos secos y sin
ruina que sostienen las vides.
18. Dicas simpliciter mente captum esse. Corp. Ref. Pág. 193.
19. Zwinglius mihi sane placet, et Bucerus. L. Epp. 4: 110.
20. Veniemus quo et quando tu voles. Corp. Ref. 2: 208.

21. Una tamen omnium vox: Revertimini ad Ecclesiam. Zw.


Epp. 2: 484.
22. Coloquio ejus nondum frui potuisse. Seck. 2: 154.
23. Apparuit Caesar majestate..insignitus vestibus suis
imperialibus. Corp. Ref. 2: 242.
24. Muller, Gesch. Der protestation, pág. 715.
25. Hebreos 11: 3 3, 34.
26. Unter dem Heerpannyr Jesu Christi. Ibídem. pags. 131.
27. Etiamsi mors subeunda tibi foret ob Christi gloriam.
Corp. Ref. 2: 228. LP Roselli.

28. Lucas 10:18.


29. Gottes Wort keines wegs durch weltlich Schwert. F.
Urkund. 2:82.
30. Sie wollen ihnen an ihrem Blute genugen lassen. Ibídem.
90.
31. Urkundenbuch de Forstemann, págs. 80-92, 113-119.
32. Papistas obmutuisse ad ipsorum Confessionem. Cochl.
Pág. 195.
33. Voluerunt sycophantae theologi leonzh / n illam sibi
circumdare, ut essent nobis formidabiliores. Corp. Ref.
Pág. 252.

34. Velu t suam suaque publica auctoritate roboratam.


Urkundenbuch 2: 144.
35. Multi e Lutheranis inepte cachinnabantur. Cochloeus, 5:
895.
36. Imperator iterum obdormivit. Corp. Ref. 2: 245.

37. Petiit Caesar ut omnes in illos articulos consentiant.


Ibídem.
38. Orationis summa atr ox. Ibídem. 253.
39. Caesar non aequo animo ferebat eorum contumaciam.
Cochl. Pág. 195.
40. Facti sunt erectiore animo. Corp. Ref. 2: 259.
41. Ecclesiam ibi non esse, ubi ignoratur Christus.
42. Quod nisi fiet, quid in tot sectis ad posteros futurum sit.
Corp. Ref. 2: 148.

43. Urkund. 2: 179; Corp. Ref. 2: 256; Bruch. Apol. 72.


44. Gluck wie der Fuchs brauchet, da er den Storch zu gast
lud. Bruck, Apol. 74.
45. Quando exemplum per alios in vulgus exire poterat,
Corp. Ref. 2:76.
46. Das Sie es Gott und Kays. Maj. Beschlen muften.
Urkund. 2: 181.
47. Und darob wie man Spuren mag, ein Entzet zen gehabt.
Ibídem.
48. Hola accedunt ad nostros principes et jubent omittere
hoc certamen, ne Caesar vehementius commoveatur.
Corp. Ref. 2: 254.

49. Oppositas religioni, disciplinae, legibusque Ecclesiae.


Pallav. 1: 234.
50. Als were der Papst selbst gegenwartig gewest. Bruck,
Apol. 62.
51. Se alcuni..perseverassero in questa diabolica via quella
SM potra mettere la mano al ferro e alfoco et radicitus
extirpare questa venenata pianta. Instructio data Caesari
a reverendissimo Campeggi en dieta Augustana, 1530.
52. Apocalipsis 17 y 18.
53. Tacita indignatio. Corp. Ref. 2: 254.
54. Habebitis oves, si oves ad nos mittatis: intelligitis quae
volo. Ibídem. 246.
55. In fine videbitur cujus toni..L. Epp. 4: 130.
56. Vincat Christus modo, nihil refert si pereat Lutherus,
quia victore Christo victor erit. Ibídem. 139.

57. P ersona larva contecta, habitu doctorali portabat


struem lignorum. TL Fabricius. Op. Omnia, 2: 231.
58. Hic conabatur curva rectis exaequare lignis. Ibídem.
59. En azula ferens ignem et prunas. Ibídem.
60. Currens en ánfora oleo plenam. Ibídem. 232.
61. Che tentano col D uca di Mantova d 'avere il modo di
condurre 1000 cavalli leggieri d' Italia in caso si facesse
guerra in Germania. Nic. Tiefolo Relat.
62. Cui (Caesari) ingentem vim pecuniae in hoc sacro
bellum contra haereticos Anglus promisisse fertur. Zw.
Epp. 2: 484.

63. Re s et diligenter inquisita et explorata maximeque


avxio, pistoj. Corp. Ref. 2: 259.
64. Monachorum Spirensium fa, sma plano significa
horribilem tumultum. Ibídem. 260.
65. Vides rem plane tendere ad bellum. Corp. Ref. 12 de
agosto, pág. 268.
66. Comitia non finientur nisi toti us Germaniae malo et
exitio. Corp. Ref. 2: 216.
67. Laniena sanctorum qualis vix Diocletiani tempore fuit.
Buc. Ep. 14 de agosto de 1530.
68. Tumultum magnum fuisse in civitate. Corp. Ref. 2: 277.
69. Facto autem intempesta nocte Caesar senatui mandavit,
ne quenquam per por tas urbis suae emistant. Ibídem.
70. Daff man auf den Churfurst zu Sachsen aufschen haben
soll. Bruck, Apol. Pág. 80.

LIBRO 14
CAPÍTULO 10
Los problemas y la ira prevalecieron en el palacio imperial, y fue el
landgrave quien los causó. Firme como una roca en medio de la
tempestad que le rodeaba, Felipe de Hesse nunca había inclinado la
cabeza ante la ráfaga. Un día, en una asamblea pública, dirigiéndose a
los obispos, les dijo: “Mis señores, den paz al imperio; se lo suplicamos.
Si no lo hace, y si debo caer, asegúrese de que arrastraré a uno o dos de
ustedes conmigo ". Vieron que era necesario emplear medios más
suaves con él, y el emperador se esforzó por ganarlo mostrando una
disposición favorable con respecto al condado de Katzenellenbog en,
sobre el cual estaba en desacuerdo con Nassau, y con Wurtemberg,
que reclamaba para su primo Ulric. Por su parte, el duque Jorge de
Sajonia, su suegro, le había asegurado que lo convertiría en su
heredero si se sometía al Papa. “Se llevaron hi m a un monte muy alto,
de donde le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de la
misma,” 1 dice un cronista, pero el Landgrave resistieron la tentación.
Un día escuchó que el emperador había manifestado el deseo de
hablar con él. Saltó instantáneamente sobre su caballo y apareció ante
Charles. 2 Este último, que tenía consigo a su secretario Schweiss y al
obispo de Constanza, manifestó que tenía cuatro denuncias contra él; a
saber, de haber violado el edicto de Worms, de despreciar la masa, de
haber provocado durante su ausencia todo tipo de revueltas y,
finalmente, de haberle transmitido un libro en el que se atacaban sus
derechos soberanos. El landgrave se justificó a sí mismo; y el
emperador dijo que aceptaba sus respuestas, excepto en lo que
respecta a la fe, y le rogó que se mostrara en ese sentido enteramente
sumiso a su majestad. “¿Qué dirías”, agregó Charles, en un tono
ganador, “si te elevara a la dignidad real ? 3 Pero, si te muestras
rebelde a mis órdenes, me comportaré como un emperador romano ".
Estas palabras exasperaron al landgrave, pero no lo conmovieron.
“Estoy en la flor de mi edad”, respondió, “y no pretendo despreciar las
alegrías de la vida y el favor de los grandes; pero a los engañosos bienes
de este mundo siempre preferiré la inefable gracia de mi Dios ”.
Charles estaba estupefacto; no podía entender a Philip.
A partir de este momento, el landgrave había redoblado sus esfuerzos
para unir a los partidarios de la Reforma. Las ciudades de Zwinglia
pensaban que, cualquiera que fuera el problema de la dieta, serían las
primeras víctimas, a menos que los sajones les dieran la mano. Pero
hubo algunas dificultades para obtenerlo .
"No me parece útil para el bienestar público, ni seguro para la
conciencia", escribió Melancthon a Bucero, "cargar a nuestros
príncipes con todo el odio que inspira tu doctrina". 4 Los de
Estrasburgo respondieron que la verdadera causa del odio de los
papistas no era tanto la doctrina de la eucaristía como la de la
justificación por la fe. "Todos los que deseamos pertenecer a Cristo",
dijeron, "somos uno y no tenemos nada que esperar más que la
muerte". 5
Esto era cierto; pero otro motivo además de detener a Melancthon. Si
todos los protestantes se unieran, sentirían su fuerza y la guerra sería
inevitable. Por tanto, ¡no unión!
El landgrave, amenazado por el emperador, rechazado por los
teólogos, empezó a preguntarse qué hacía en Augsburgo. La copa
estaba llena. La negativa de Charles a comunicar la Refutación Romish,
excepto en condiciones inadmisibles, la hizo atropellar. Felipe de Hesse
vio solo un camino a seguir para abandonar la ciudad.

Apenas el emperador había dado a conocer las condiciones que


imponía a la comunicación de la respuesta, el viernes 5 de agosto por
la noche, el landgrave, yendo solo al conde-palatino, ministro de
Carlos, había rogado una audiencia inmediata con su majestad. .
Charles, a quien no le importaba verlo, fingía estar ocupado y había
pospuesto a Philip hasta el domingo siguiente. 6 Pero este respondió
que no podía esperar; que su esposa, que estaba gravemente enferma,
le suplicó que regresara a Hesse sin demora; y que, siendo uno de los
príncipes más jóvenes, el más mezquino en entendimiento e inútil
para Carlos, suplicó humildemente a su majestad que le permitiera
partir al día siguiente. El emperador se negó.
Bien podemos comprender las tormentas que esta negativa provocó en
la mente de Philip: pero sabía cómo contenerse; nunca se había
mostrado más tranquilo; durante todo el sábado (6 de agosto ), pareció
ocupado sólo con un magnífico torneo en honor del emperador y de su
hermano Fernando. 7 Se preparó para ello públicamente; sus criados
iban y venían, pero bajo ese estruendo de caballos y de armaduras,
Felipe ocultaba diseños muy diferentes. “El landgrave se comporta con
mucha moderación”, escribió Melancthon a Luther el mismo día. 8
“Me dijo abiertamente que, para preservar la paz, se sometería a
condiciones aún más duras que las que nos impone el emperador, y
aceptaría todo lo que pudiera sin deshonrar el Evangelio”.
Sin embargo, Charles no se sentía cómodo. La demanda del landgrave
lo persiguió; todos los protestantes podrían hacer lo mismo e incluso
abandonar Augsburgo inesperadamente. La pista, que hasta entonces
había tenido tan hábilmente en sus manos, quizás estaba a punto de
romperse: era mejor ser violento que ridículo. Por tanto, el emperador
decidió dar un golpe decisivo. El elector, los príncipes, los diputados
estaban todavía en Augsburgo, y él debía, a toda costa, impedir que se
marcharan. Tales eran los pensamientos pesados que en la noche del 6
de agosto, mientras los protestantes dormían tranquilamente, 9
desterró el reposo de los ojos de Carlos; y que le hizo despertar
apresuradamente a los concejales de Augsburgo, y enviar a sus
mensajeros y soldados por las calles de la ciudad.

Los príncipes protestantes aún dormían cuando recibieron, por parte


del emperador, la inesperada orden de dirigirse de inmediato al Salón
del Capitulo . 10
Eran las ocho cuando llegaron. Encontraron allí a los electores de
Brandeburgo y Mentz, los duques de Sajonia, Brunswick y
Mecklenburg, los obispos de Salzburgo, Spires y Estrasburgo, George
Truchses, la tumba de Mar del representante de Baden, el conde
Martin de Oelting, el abad de Weingarten, y el preboste de Bamberg.
Estos fueron los comisionados nombrados por Charles para poner fin
a este gran asunto.
Fue el más decidido de ellos, Joaquín de Brandeburgo, quien empezó a
hablar. “Saben”, dijo a los protestantes, “con qué dulzura se ha
esforzado el emperador por restablecer la unidad. Si algunos abusos se
han infiltrado en la Iglesia cristiana, está dispuesto a corregirlos, junto
con el Papa. ¡Pero cuán contrarios al Evangelio son los sentimientos
que ha adoptado! Abandona entonces tus errores, no te quedes más
separado de la Iglesia y firma la Refutación sin demora. 11 Si te niegas,
entonces por tu culpa, ¡cuántas almas se perderán, cuánta sangre
derramada, qué países arrasaron, qué problemas en todo el imperio! Y
usted, dijo, volviéndose hacia el elector, su electorado, su vida, todo le
será arrebatado y la ruina segura caerá sobre sus súbditos, e incluso
sobre sus esposas e hijos.
El elector permaneció inmóvil. En cualquier momento este lenguaje
habría sido alarmante: lo era aún más ahora que la ciudad estaba casi
en estado de sitio. "Ahora entendemos", se dijeron los protestantes
entre sí, "por qué los guardias imperiales ocupan las puertas de la
ciudad". 12 Era evidente, de hecho, que el emperador pretendía
violencia. 13
Los protestantes fueron unánimes: rodeados de soldados, a las
mismas puertas de la prisión, y bajo las mil espadas de Carlos, se
mantuvieron firmes. Todas estas amenazas no les hicieron dar un paso
atrás. 14 Sin embargo, era importante para ellos considerar su
respuesta. Pidieron un retraso de unos minutos y se retiraron.

Someterse voluntariamente, o ser reducido por la fuerza, tal fue el


dilema que Carlos propuso a los cristianos evangélicos.
En el momento en que todos estaban ansiosos por el tema de esta
lucha, en la que se disputaban los destinos del cristianismo , un rumor
alarmante levantó repentinamente la agitación de todas las mentes a
su altura.
El landgrave, en medio de sus preparativos para el torneo, meditó la
resolución más seria. Charles lo excluyó de todas las deliberaciones
importantes, irritado por el trato que los protestantes habían sufrido
durante esta dieta, 15 convencido de que no tenían más posibilidades
de paz, 16 sin dudar de que su libertad estaba en grave peligro en
Augsburgo y sintiéndose incapaz de ocultarse bajo La apariencia de
moderación la indignación de que se llenó su alma, siendo además de
un carácter rápido, rápido y resuelto, Felipe había decidido abandonar
la ciudad y trasladarse a sus estados, para actuar libremente, y servir
como un apoyo a la Reforma.
¡Pero qué misterio se requería! Si el landgrave era apresado en el acto,
sin duda sería puesto bajo arresto. Este paso atrevido podría, por tanto,
convertirse en la señal de esas medidas extremas de las que anhelaba
escapar.
Era sábado 6 de agosto, el día para el que Felipe había solicitado la
excedencia del emperador. Espera hasta el comienzo de la noche, y
luego, hacia las ocho, disfrazado con un traje extranjero, sin
despedirse de ninguno de sus amigos , 17 y tomando todas las
precauciones imaginables, 18 se dirige a las puertas de la ciudad. ,
sobre el momento en que suelen estar cerrados. Cinco o seis caballeros
lo siguen solos y a poca distancia. 19 En un momento tan crítico, ¿no
llamarán la atención estos hombres de armas? Felipe recorre las calles
sin peligro, se acerca a la puerta, 20 pasa con aire descuidado por en
medio de la guardia , entre los soldados dispersos; nadie se mueve,
todos permanecen sentados ociosamente, como si nada extraordinario
estuviera sucediendo. Felipe ha pasado sin ser reconocido. 21 Sus cinco
o seis jinetes pasan de la misma manera. Contempla a todos por fin en
campo abierto. La pequeña tropa espoleó inmediatamente a sus
caballos y huyó a gran velocidad lejos de los muros de la ciudad
imperial.
Sin embargo, Felipe ha tomado tan bien sus medidas que nadie
sospecha todavía su partida. Cuando durante la noche Charles ocupa
las puertas con sus propios guardias, cree que el landgrave todavía
está en la ciudad. 22 Cuando los protestantes se reunieron a las ocho
de la mañana en el salón del Capítulo, los príncipes de ambos bandos
quedaron un poco asombrados por la ausencia de Felipe de Hesse. Sin
embargo, estaban acostumbrados a verlo mantenerse apartado y
pensaron que podría estar de mal humor. Nadie imaginó que tenía
entre doce y quince leguas de Augsburgo.

Después de la terminación de la conferencia, y mientras todos


regresaban a sus hoteles, el Elector de Brandeburgo y sus amigos, por
un lado, eufóricos por el discurso que habían pronunciado, el Elector
de Sajonia y sus aliados por el otro, resolvieron: sacrificarlo todo, se
hicieron averiguaciones en el alojamiento del landgrave sobre el
motivo de su ausencia; interrogaron de cerca a Saltz, Nuszbicker,
Mayer y Schnepf. Por fin, los consejeros de Hesse ya no pudieron
mantener el secreto. "El landgrave", dijeron, "ha vuelto a Hesse".
Esta noticia circuló inmediatamente por toda la ciudad y la estremeció
como la explosión de una mina. Charles especialmente, que se sintió
burlado y frustrado por sus expectativas; Charles, que no había tenido
la menor sospecha, tembló, 23 y se enfureció. 24 Los protestantes, a
quienes el landgrave no había admitido su secreto, 25 estaban tan
asombrados como los mismos católicos romanos, y temían que esta
partida desconsiderada pudiera ser la señal inmediata de una terrible
persecución. Solo estaba Lutero, quien, en el momento en que se
enteró del procedimiento de Felipe, lo aprobó altamente y exclamó:
"En verdad, todas estas demoras e indignidades son suficientes para
fatigar a más de un landgrave". 26
El canciller de Hesse entregó al elector de Sajonia una carta que su
maestro le había dejado. Felipe habló en este ostensible documento de
la salud de su esposa; pero había encargado a sus ministros que
informaran en privado al elector de las verdaderas causas de su
partida. Anunció, además, que había dado órdenes a sus ministros de
ayudar a los protestantes en todo, y exhortó a sus aliados a no
permitirse de ninguna manera apartarse de la Palabra de Dios. 27 "En
cuanto a mí", dijo, "lucharé por la Palabra de Dios, a riesgo de mis
bienes, mis estados, mis súbditos y mi vida".
El efecto de la partida del landgrave fue instantáneo; Entonces se
produjo una verdadera revolución en la dieta. El elector de Mentz y los
obispos de Franconia, vecinos cercanos de Felipe, imaginaron que ya
lo veían en sus fronteras al frente de un poderoso ejército, y
respondieron al arzobispo de Salzburgo, quien expresó asombro por su
alarma: “¡Ah! si estuvieras en nuestro lugar harías lo mismo ".
Fernando, conociendo las íntimas relaciones de Felipe con el duque de
Wurtemberg, tembló por las propiedades de este príncipe, entonces
usurpado por Austria; y Carlos Quinto, desengañado con respecto a
aquellos príncipes a los que había creído tan tímidos y a quienes había
tratado con tanta arrogancia, no tenía ninguna duda de que este paso
repentino de Felipe había sido deliberado con madurez en el consejo
común de los protestantes. Todos vieron una declaración de guerra en
la apresurada partida del landgrave. Recordaron que en el momento en
que lo pensaran lo más mínimo, lo verían aparecer a la cabeza de sus
soldados, en las fronteras de sus enemigos, y nadie estaba preparado;
¡nadie quería estar listo! Un rayo había caído en medio de la dieta. Se
repitieron la noticia el uno al otro, con ojos preocupados y miradas
atemorizadas. Todo era confusión en Augsburgo; y los mensajeros
llevaban a lo lejos, en todas direcciones, el asombro y la consternación.
Esta alarma convirtió inmediatamente a los enemigos de la reforma. La
violencia de Carlos y de los príncipes se rompió en esta noche
memorable como por encantamiento; y los lobos furiosos se
transformaron repentinamente en corderos mansos y dóciles. 28
Todavía era domingo por la mañana: Carlos V convocó
inmediatamente la dieta de la tarde. 29 "El landgrave ha abandonado
Augsburgo", dijo el conde Federico del emperador; “Su majestad se
halaga a sí mismo de que incluso los amigos de ese príncipe ignoraban
su partida. Sin el conocimiento del emperador, e incluso desafiando su
expresa prohibición, Felipe de Hesse se ha ido, incumpliendo así todos
sus deberes. Ha querido deshacerse de la dieta. 30 Pero el emperador
os conjura para que no os dejéis engañar por él y contribuyan más bien
al feliz resultado de esta asamblea nacional. La gratitud de su majestad
quedará así asegurada a usted ".
Los protestantes respondieron que la partida del landgrave había
tenido lugar sin su conocimiento; que lo habían oído con dolor y que lo
habrían disuadido. Sin embargo, no dudaban de que este príncipe tenía
sólidas razones para dar ese paso; además había dejado a sus
consejeros con plenos poderes, y que, en cuanto a ellos, estaban
dispuestos a hacer todo lo posible para concluir la dieta de manera
adecuada. Luego, confiados en sus derechos y decididos a resistir los
actos arbitrarios de Charles, prosiguieron: “Se pretende que las
puertas estaban cerradas por nuestra cuenta. Le rogamos a Su
Majestad que revoque esta orden y que evite que se den órdenes
similares en el futuro ".
Carlos V nunca se sintió menos a gusto; acababa de hablar como un
padre, y le recuerdan que unas horas atrás había actuado como un
tirano. Se requería algún subterfugio. “No es por tu cuenta”, respondió
el conde palatino, “que los soldados del emperador ocupen las puertas
...... No creas a los que te lo dicen ...... Ayer hubo una pelea entre dos
soldados s, 31 y se reunió una turba ... Es por eso que el emperador dio
este paso. Además, tales cosas no se volverán a hacer sin que el Elector
de Sajonia, en su calidad de mariscal del imperio, sea informado
primero de ellas ". Una o der se le dio inmediatamente para volver a
abrir las puertas.
El partido romano no escatimó esfuerzos para convencer a los
protestantes de su buena voluntad: había una suavidad
desacostumbrada en el lenguaje del conde-palatino y en el aspecto de
Carlos. 32 Los príncipes del partido papal, una vez tan terrible, se
transformaron de manera similar. Se habían visto obligados
apresuradamente a hablar; si deseaban la guerra, debían comenzarla
instantáneamente.
Pero retrocedieron ante esta espantosa perspectiva. ¡Cómo, con el
entusiasmo que animaba a los protestantes, tomar las armas contra
ellos! ¿No fueron reconocidos en todas partes los abusos de la Iglesia, y
podrían los príncipes romanos estar seguros de sus propios súbditos?
Además, ¿cuál sería el problema de una guerra sino el aumento del
poder del emperador? Los estados católicos romanos, y el duque de
Baviera en particular, se habrían alegrado de ver a Carlos en guerra
con los protestantes, con la esperanza de que consumiera así sus
fuerzas; pero fue, por el contrario, con sus propios soldados que el
emperador diseñó atacar a los herejes. En lo sucesivo rechazaron el
instrumento de las armas con tanta avidez como lo habían deseado al
principio.

Todo había cambiado así en Augsburgo: el partido romano estaba


paralizado, desanimado e incluso dividido. La espada ya desenvainada
fue devuelta apresuradamente a la vaina. ¡Paz! ¡paz! fue el grito de
todos.

Notas finales:

1. Auf den hohen berg gefuhrt. Chronik de Lanze.


2. Von ihr selbst gen Hof geritten. Corp. Ref. 2: 165.
3. Quin et in regem te evehendum curabimus. Rommel. Phi
lip der Gr. 1: 268.
4. Nostros principes onerare invidia vestri dogmatis. Corp.
Ref. 2: 221.
5. Arctissime quoque inter nos conjuncti essemus, quotquot
Christi esse volumus. Ibídem. pags. 236.
6. Cum imperator dilationem respondendi astu quodam
acceptisset. Ibídem. págs. 25 4, 376.

7. Ad ludos equestres in honorem Caesaris instituendos


publice sese apparavit. Seck. 2: 172.
8. Landgravius valde se gerit moderado. Corp. Ref. 2: 254.
9. Ego vero somno sopitus duiciter quiescebam. Ibídem. 273.
10. Mane facto Caesar..convocavit nostros principes.
Ibídem. 277; Bruck, Apol. Pág. 79.
11. Ut sententiae quam in refutatione audivissent
suscriptor. Corp. Ref. 2: 277.
12. Intelligis nunc cur portae munitae fuerun t. Corp. Ref. 2:
277.

13. Quia volebat Caesar nostros violetia ad suam sententiam


cogere. Ibídem.
14. Sed hae minae nostros nihil commoverunt: perstant in
sententia, nec vel tantillum recedunt. Ibídem.
15. Commotus indignitate actionum. Ibídem. 260.

16. Spem pacis abjecisse . Ibídem.


17. Almeja omnibus abit. Ibídem.
18. Multa cum cautela. Seck. 2: 172.
19. Almeja cum paucis equitibus. Corp. Ref. 2: 277; Mit 5
oder 6 pferden. Ibídem. 263.
20. Seckendorf, y sin duda el señor de Rommel después de
él, dicen que el landgrave salió por una puerta secreta
(porta urbis secretiori, Seck. 2: 172; Rommel, 1: 270).
Prefiero la evidencia contemporánea, particularmente la
de Brentz, que dice: Vesperi priusquam portae urbis
clauderentur, urbe elapsus est. Corp. Ref. 2: 277. El
magistrado jefe de Augsburgo, que era el único que tenía
las llaves del portillo, nunca se habría atrevido a
favorecer la partida del landgrave.
21. Abierat ille ignotus. Corp. Ref. 261.
22. Existimabat enim caesar adhuc praesto adesse. Ibídem.
23. Caesare nihil suspicante. Ibídem. 277.
24. Imperator re insperata commotus. Seck. 2: 172.
25. Unwissend des Churfursten von Sachsen und unserer.
Corp. Ref. 2: 263.
26. Es mochte wohl ista mora et indignitas nocheinen
landgraven mude machen. L. Epp. 4: 134.

27. Ut nullo modo a verbo Dei abstrahi aut terreri se


patiantur. Seck. 2: 172.
28. Sed hanc violetiam abitus Landgravii interrumpit. Corp.
Ref. Pág. 277.
29. Nam cum paucis post horis resciscunt Landgravium
elapsum, convocante iterum nostros. Ibídem.

30. Zertrennung dieses R eichstags zu verursachen. Corp.


Ref. Pág. 264.
31. Es habe ein Trabant mit einem andern ein Unwill
gehabt. Ibídem. 2: 265.
32. Nullo alio tempore mitius et benignius quam tunc cum
protestantibus egerit. Seck. 2: 172.
LIBRO 14
CAPÍTULO 11

La dieta entró ahora en su tercera fase, y como el tiempo de las


tentativas había sido seguido por el de las amenazas; ahora el de los
arreglos iba a suceder al período de las amenazas. La Reforma
enfrentaría entonces peligros nuevos y más formidables. Roma, al
contemplar la espada arrancada de su mano, se había apoderado de la
red y, entrelazando a sus adversarios con "cuerdas de humanidad y
lazos de amor", se esforzaba por arrastrarlos suavemente hacia el
abismo.
A las ocho de la mañana del 16 de agosto se formó una comisión mixta,
que contaba a cada lado con dos príncipes, dos abogados y tres
teólogos. En el partido de Roma, estaban el duque Enrique de
Brunswick, el obispo de Augsburgo, los cancilleres de Baden y Colonia,
con Eck, Cochloeus y Wimpina; por parte de los protestantes, estaban
el margrave George de Brandeburgo, el príncipe electorado de Sajonia,
los cancilleres Bruck y Heller, con Melancthon, Brentz y Schnepf. 1

Acordaron tomar como base la Confesión de los estados evangélicos y


comenzaron a leerla artículo por artículo. Los teólogos romanos
mostraron una condescendencia inesperada. De los veintiún artículos
dogmáticos, sólo hubo seis o siete a los que objetaron. El pecado
original los detuvo algún tiempo; finalmente llegaron a un
entendimiento; los protestantes admitieron que el bautismo eliminó la
culpa del pecado, y los papistas estuvieron de acuerdo en que no
eliminó la concupiscencia. En cuanto a la Iglesia, concedieron que
contenía hombres santificados y pecadores; coincidieron también en la
Confesión . Los protestantes rechazaron especialmente como imposible
la enumeración de todos los pecados prescritos por Roma. El Dr. Eck
cedió este punto. 2
Solo quedaban tres doctrinas en las que diferían.
El primero fue el de la Penitencia . Los médicos romanos enseñaron
que contenía tres partes: contrición, confesión y satisfacción. Los
protestantes rechazaron este último, y los romanistas percibiendo
claramente que con satisfacción caerían las indulgencias, el purgatorio
y otros de sus doctos y beneficios, lo mantuvieron vigorosamente.
"Estamos de acuerdo", dijeron, "que la penitencia impuesta por el
sacerdote no procura la remisión de la culpa del pecado: pero
mantenemos que es necesario obtener la remisión de la pena".
El segundo punto controvertido fue la Invocación de los Santos; y el
tercero, y principal, la justificación por la fe. Para los romanistas era de
la mayor importancia mantener la meritoria influencia de las obras:
todo su sistema en realidad se basaba en eso. Por lo tanto, Eck ha
declarado la guerra con timidez a la afirmación de que la fe sola
justifica. “Esa palabra suela”, dijo, “no la podemos tolerar. Genera
escándalos y vuelve a los hombres brutales e impíos. Enviemos la suela
al zapatero ". 3
Pero los protestantes no escucharon tal razonamiento; e incluso
cuando se preguntan el uno al otro: ¿Mantendremos que la fe sola nos
justifica gratuitamente? “Sin duda, sin duda”, exclamó uno de ellos con
exageración, “gratuita e inútilmente. ” 4 Incluso aducen las
autoridades extrañas:‘Platón’, dijo que,“declara que no es por las obras
externas, sino en virtud de que Dios debe ser adorado; y todos conocen
estos versos de Cato:
Si deus est animus, nobis ut carmina dicunt,
Hic tibi praecipue pura sit mente colendus ”. 5
“Ciertamente”, resumieron los teólogos romanos: “sólo hablamos de
obras realizadas con gracia; pero decimos que en tales obras hay algo
meritorio ”. Los protestantes declararon que no podían concederlo.
Sin embargo, se habían aproximado más allá de toda esperanza. Los
teólogos romanos, entendiendo claramente su posición, se habían
propuesto parecer de acuerdo en lugar de estarlo en realidad. Todo el
mundo sabía, por instinto , que los protestantes rechazaban la
transubstanciación: pero el artículo de la Confesión sobre este punto,
pudiendo ser tomado en el sentido romano, los papistas lo habían
admitido. Su triunfo solo fue aplazado. Las expresiones generales que
se utilizaron en los puntos controvertidos, permitirían dar una
interpretación romana a la Confesión algo más tarde; la autoridad
eclesiástica declararía que éste es el único verdadero; y Roma, gracias a
unos momentos de disimulo, volvería a subir al trono. ¿ No hemos
visto en nuestros días los Treinta y nueve Artículos de la Iglesia
Anglicana interpretados injustamente de acuerdo con el Concilio de
Trento? Hay causas en las que nunca falta la falsedad. Este complot fue
ejecutado tan hábilmente como profundamente concebido.
Los comisionados estaban en los mejores términos entre ellos y la
concordia parecía restaurada. Una sola inquietud perturbó ese
momento feliz: la idea del landgrave: “Ignorando que casi estamos de
acuerdo”, dijeron, “este joven loco sin duda ya está armando su
ejército; debemos traerlo de regreso y hacerle testigo de nuestra cordial
unión ". En la mañana del día 13, uno de los miembros de la Comisión
(el duque Enrique de Brunswick), acompañado por un consejero del
emperador, se dispuso a cumplir esta difícil misión. 6 El duque Jorge
de Sajonia ocupó su lugar como árbitro.

Pasaron ahora de la primera parte de la Confesión a la segunda: de las


doctrinas a los abusos. Aquí los teólogos romanos no podían ceder tan
fácilmente, porque si parecían estar de acuerdo con los protestantes,
todo había terminado con el honor y el poder de la jerarquía. En
consecuencia, fue para este período del combate que habían reservado
su astucia y su fuerza.
Comenzaron acercándose a los protestantes lo más cerca que
pudieron, porque cuanto más concedieran, más podrían atraer hacia
ellos la Reforma y sofocarla. “Creemos”, dijeron ellos, “que con el
permiso de su santidad y la aprobación de su majestad, podremos
permitir, hasta el próximo concilio, la comunión en ambas clases,
dondequiera que ya se practique; solamente, sus ministros deben
predicar en la Pascua, que no es una institución divina, y que Cristo
está enteramente en cada especie. 7
“Además, en cuanto al sacerdote casado”, prosiguieron ellos, “deseosos
de perdonar a las pobres mujeres a las que han seducido, de mantener
a sus hijos inocentes y de prevenir todo tipo de escándalos, los
toleraremos hasta el próximo concilio, y veremos si no es correcto
decretar que los hombres casados pueden ser admitidos en las órdenes
sagradas, como fue el caso en la Iglesia primitiva durante muchos
siglos. 8
“Finalmente, reconocemos que el sacrificio de la misa es un misterio,
una representación , un sacrificio de conmemoración, un memorial de
los sufrimientos y la muerte de Cristo, realizado en la cruz”. 9
Esto estaba rindiendo mucho: pero llegó el turno de los protestantes;
porque si Roma parecía dar, era sólo para recibir a cambio.
La gran pregunta era la Iglesia, su mantenimiento y gobierno: ¿quién
debería mantenerla? Solo veían dos medios: príncipes u obispos. Si
temían a los obispos, debían decidir por los príncipes; si temían a los
príncipes, debían decidir por los obispos. En ese momento estaban
demasiado lejos del estado normal para descubrir una tercera solución
y percibir que la Iglesia debería ser mantenida por la Iglesia misma,
por el pueblo cristiano. “Los príncipes seculares a largo plazo serán
morosos del gobierno de la Iglesia”, dijeron los teólogos sajones en la
opinión que presentaron el 18 de agosto; “No están en condiciones de
ejecutarlo, y además les costaría demasiado caro: 10 los obispos, por el
contrario, tienen bienes destinados a cubrir este cargo”.
Así, la presunta incapacidad del Estado y el temor que abrigaba de su
indiferencia arrojaron a los protestantes a los brazos de la jerarquía.

Propusieron, por tanto, restaurar a los obispos su jurisdicción, el


mantenimiento de la disciplina y la superintendencia de los
sacerdotes, siempre que no persiguieran la doctrina evangélica ni
oprimieran a los pastores con votos y cargas impías. “No podemos”,
añadieron, “sin fuertes razones romper ese orden por el cual los
obispos están sobre los sacerdotes, y que existía en la Iglesia desde el
principio. Es peligroso ante el Señor cambiar el orden de los gobiernos
”. Su argumento no se basa en la Biblia, como puede verse, sino en la
historia eclesiástica .
Los teólogos protestantes fueron aún más lejos y, dando un último
paso que parecía decisivo, consintieron en reconocer al Papa como
obispo supremo (pero de derecho humano) de la cristiandad. “Aunque
el Papa es el Anticristo, es posible que estemos bajo su gobierno, como
lo estuvieron los judíos bajo el Faraón, y en días posteriores bajo el
mando de Caifás”. Debemos confesar que estas dos comparaciones no
fueron halagadoras para el Papa. "Sólo", añadieron los médicos, "que
se nos conceda plenamente la sana doctrina".
Sólo el canciller Bruck parece haber sido consciente de la verdad:
escribió en el margen con mano firme: "No podemos reconocer al
Papa, porque decimos que es el Anticristo, y porque reclama el
primado por derecho divino". 11
Finalmente, los teólogos protestantes consintieron en estar de acuerdo
con Roma en cuanto a ceremonias indiferentes, ayunos y formas de
culto; y el elector se comprometió a poner bajo secuestro los bienes
eclesiásticos ya secularizados, hasta la decisión del próximo concilio.

Nunca se manifestó más claramente el espíritu conservador del


luteranismo. “Hemos prometido a nuestros adversarios concederles
ciertos puntos del gobierno de la iglesia, que pueden ser concedidos
sin herir la conciencia”, escribió Melancthon. 12 Pero empezó a ser
muy dudoso que las concesiones eclesiásticas no arrastraran también
concesiones doctrinales. La Reforma se estaba desvaneciendo ... aún
unas pocas brazas más, y se perdería. La desunión, los problemas y el
espanto ya se estaban extendiendo entre sus filas. “Melancthon se ha
vuelto más infantil que un niño”, dijo uno de sus amigos; 13 y, sin
embargo, estaba tan emocionado, que habiendo hecho el canciller de
Luneburg algunas objeciones a estas concesiones sin precedentes, el
pequeño maestro de artes levantó la cabeza con orgullo y dijo con un
tono de voz áspero y agudo: “El que se atreva a afirmar que el los
medios indicados no son cristianos es un mentiroso y un sinvergüenza
". 14 En lo que el canciller inmediatamente le pagó en su propia
moneda. Sin embargo, estas expresiones no pueden restar mérito a la
reputación de apacibilidad de Melancthon. Después de tantos esfuerzos
inútiles, estaba exhausto, irritado, y sus palabras hirieron más
profundamente, ya que eran las menos esperadas de él. No fue el único
desmoralizado. Brentz parecía torpe, grosero y descortés; El canciller
Keller había engañado al piadoso margrave de Brandeburgo y había
transformado el coraje de este príncipe en pusilanimidad: al elector no
le quedaba más apoyo humano que su canciller Bruck. E incluso este
hombre firme comenzó a alarmarse por su aislamiento.
Pero no estaba solo: las protestas más fervientes se recibieron desde
fuera. “Si es cierto que están haciendo tales concesiones”, dijeron sus
amigos atemorizados a los teólogos sajones, “la libertad cristiana ha
llegado a su fin. 15 ¿Cuál es tu pretendida concordia? una nube espesa
que se levanta en el aire para eclipsar el sol que comenzaba a iluminar
la Iglesia. 16 Jamás el pueblo cristiano aceptará condiciones tan
opuestas a la Palabra de Dios; y tu única ganancia será proporcionar a
los enemigos del Evangelio un pretexto engañoso para matar a los que
permanecen fieles a él ". Entre los laicos, estas convicciones eran
generales. "Es mejor morir con Jesucristo", dijo todo Augsburgo, 17
"que ganar el favor del mundo entero sin él".

Nadie se alarmó tanto como Lutero cuando vio el glorioso edificio que
Dios había levantado con sus manos a punto de caer en ruinas en los
de Melancthon. El día en que llegó esta noticia, escribió cinco cartas, al
elector, a Melancthon, a Spalatin, a Jonas y a Brentz, todas igualmente
llenas de valor y de fe.
“Aprendí”, dijo, “que ha comenzado una obra maravillosa,
naturalmente, para reconciliar a Lutero y el Papa; pero el Papa no se
reconciliará, y Lutero ruega ser excusado. 18 Y si, a pesar de ellos,
tienes éxito en este asunto, entonces, según tu ejemplo, reuniré a
Cristo y Bel ial.
“El mundo que conozco está lleno de disputadores que oscurecen la
doctrina de la justificación por la fe, y de fanáticos que la persiguen. No
se asombre de ello, pero continúe defendiéndolo con valor, porque es
el calcañar de la simiente de la mujer que herirá la cabeza de la
serpiente. 19
“Cuidado también con la jurisdicción de los obispos, por temor a que
pronto tengamos que recomenzar una lucha más terrible que la
primera. Ellos aceptarán nuestras concesiones ampliamente, muy
ampliamente, siempre más ampliamente, y nos darán las suyas de
manera limitada, muy limitada y siempre más estricta. 20 Todas estas
negociaciones son imposibles, a menos que el Papa renuncie a su
papado.
“¡Un bonito motivo de hecho asignan nuestros adversarios! Ellos no
pueden, dicen, refrenar a sus súbditos, si no publicamos en todas
partes que tienen la verdad de su lado: como si Dios solo enseñara su
Palabra, para que nuestros enemigos pudieran tiranizar a su pueblo a
gusto.
“ Gritan que condenemos a toda la Iglesia. No, no lo condenamos; pero
en cuanto a ellos, condenan toda la Palabra de Dios, y la Palabra de
Dios es más que la Iglesia ”. 21
Esta importante declaración de los reformadores decide la
controversia entre los cristianos evangélicos y el papado:
lamentablemente hemos visto a menudo a los protestantes volver, en
este punto fundamental, al error de Roma, y colocar a la Iglesia visible
por encima de la Palabra de Dios.
“Les escribo ahora”, continúa Lutero, “para que crean con todos
nosotros (y que mediante la obediencia a Jesucristo), que Campeggio
es un demonio famoso. 22 No puedo decir cuán violentamente estoy
agitado por las condiciones que propones. El plan de Campeggio y el
Papa había sido juzgarnos primero con amenazas y luego, si no tienen
éxito, con estratagemas; habéis triunfado sobre el primer ataque y
sostenido la terrible venida de César: ahora, entonces, para el segundo.
Actúe con valentía y no ceda nada a los adversarios, excepto lo que
pueda probarse con la evidencia de la misma Palabra de Dios.
“¡Pero si, que Cristo no lo quiera! no presentas todo el Evangelio; si, por
el contrario, encerras a esa gloriosa águila en un saco; Lutero, ¡no lo
dudes! - Lutero vendrá y entregará gloriosamente al águila . 23 ¡ Con la
misma certeza que vive Cristo, eso se hará!
Así habló Lutero, pero en vano: todo en Augsburgo tendía a la ruina
próxima; Melancthon tenía un vendaje sobre los ojos que nada podía
arrancar. Él nunca escuchó a Lutero y no le importó la popularidad.
“No nos conviene”, dijo, “ser conmovidos por los clamores del vulgo:
24 debemos pensar en la paz y en la posteridad. Si derogamos la
jurisdicción episcopal, ¿cuál será la consecuencia para nuestros
descendientes? A los poderes seculares no les importan los intereses de
la religión. 25 Además, demasiada disimilitud en las iglesias es
perjudicial para la paz: debemos unirnos con los obispos, no sea que la
infamia del cisma nos abrume para siempre ”. 26
Los evangélicos escucharon con demasiada facilidad a Melancthon y
trabajaron vigorosamente para unir al papado con los lazos de la
jerarquía a esa Iglesia que Dios había emancipado tan
maravillosamente. El protestantismo se precipitó con los ojos
vendados a las redes de sus enemigos. Ya voces serias anunciaron el
regreso de los luteranos al seno de la Iglesia romana. "Están
preparando su deserción y están pasando a los papistas", dijo Zwingle.
27 El político Carlos V actuó de tal manera que ninguna palabra altiva
debería comprometer la victoria; pero el clero romano no podía
dominarse a sí mismo: su orgullo e insolencia aumentaban cada día.
"Uno nunca creería", dijo Melancthon, "los aires de triunfo que se dan
los papistas". ¡Había una buena razón! el acuerdo estaba a punto de
concluir: todavía uno o dos pasos ... y luego, ¡ay de la Reforma!

¿Quién podría evitar esta ruina desoladora? Fue Lutero quien


pronunció el nombre hacia el que todas las miradas deben volverse:
"Cristo vive", dijo, "y aquel por quien la violencia de nuestros
enemigos ha sido vencida, nos dará fuerzas para superar sus
artimañas". Este, que era en verdad el único recurso, no defraudó a la
Reforma.
Si la jerarquía romana hubiera estado dispuesta, bajo ciertas
condiciones admisibles, a recibir a los protestantes que estaban
dispuestos a capitular, todo habría terminado con ellos. Una vez que
los sostuvo en sus brazos, los habría sofocado; pero Dios cegó al
papado y así salvó a su Iglesia. “Sin concesiones”, había declarado el
senado romano; y Campeggio, regocijado con su victoria, repitió: "¡Sin
concesiones!" Movió cielo y tierra para inflamar el celo católico de
Carlos en este momento decisivo . Del emperador pasó a los príncipes.
"¡El celibato, la confesión, la retirada de la copa, misas privadas!"
exclamó: "Todos estos son obligatorios: debemos tener todos". Esto les
decía a los cristianos evangélicos, como los samnitas a los antiguos
romanos: “Aquí están los Caudine Forks; pasar a través de ellos! "
Los protestantes vieron el yugo y se estremecieron. Dios revivió el valor
de los confesores en sus corazones debilitados. Levantaron la cabeza y
rechazaron esta humillante capitulación. La comisión se disolvió
inmediatamente.
Esta fue una gran liberación; pero pronto apareció un nuevo peligro.
Los cristianos evangélicos deberían haber abandonado Augsburgo
inmediatamente; pero, dijo uno de ellos, 28 "Satanás, disfrazado de
ángel de luz, cegó los ojos de su entendimiento". Ellos se quedaron.

Todavía no todo estaba perdido para Roma, y el espíritu de falsedad y


astucia podría renovar nuevamente sus ataques.
En la corte se creía que esta desagradable terminación de la comisión
debía atribuirse a algunos individuos equivocados, y en particular al
duque George. Por lo tanto, resolvieron nombrar a otro, compuesto
sólo por seis miembros: por un lado, Eck, con los cancilleres de
Colonia y Baden; del otro, Melancthon, con los cancilleres Bruck y
Heller. Los protestantes consintieron y todo comenzó de nuevo.
La alarma aumentó entonces entre los seguidores más decididos de la
Reforma. "Si nos exponemos incesantemente a nuevos peligros, ¿no
debemos sucumbir al fin?" 29 Los diputados de Nuremberg en
particular declararon que su ciudad nunca volvería a colocarse bajo el
odiado yugo de los obispos. “Es el consejo del indeciso Erasmus el que
sigue Melancthon”, dijeron. “Di más bien de Ahitofel” (2 Samuel XV),
respondieron otros. “Sea como sea”, agregaron; "Si el Papa hubiera
comprado a Melancthon, este último no podría haber hecho nada
mejor para asegurarle la victoria". 30
El landgrave estaba especialmente indignado por esta cobardía.
"Melanc thon", le escribió a Zwingle, "camina hacia atrás como un
cangrejo". 31 Desde Friedwald, adonde había reparado después de su
huida de Augsburgo, Felipe de Hesse se esforzó por frenar la caída del
protestantismo. “Cuando empezamos a ceder, siempre cedemos más”,
escribió a sus ministros en Augsburgo. “Declare, pues, a mis aliados
que rechazo estas pérfidas conciliaciones. Si somos cristianos, lo que
debemos buscar no es nuestro propio beneficio, sino el consuelo de
tantas conciencias cansadas y afligidas , para quienes no hay salvación
si les quitamos la Palabra de Dios. Los obispos no son obispos reales,
porque no hablan según las Sagradas Escrituras. Si los reconocemos,
¿qué seguiría? Removerían a nuestros ministros, silenciarían el Gos
pel, restablecerían antiguos abusos, y el último estado sería peor que el
primero. Si los papistas permiten la libre predicación del Evangelio
puro, lleguemos a un entendimiento con ellos; porque la verdad será la
más fuerte y desarraigará a todos los demás. ¡Pero si no! - No. Este no
es el momento de ceder, sino de permanecer firme hasta la muerte.
Bafile estas espantosas combinaciones de Melancthon y diles a los
diputados de las ciudades, de mi parte, que sean hombres y no
mujeres. 32 No temamos nada: Dios está con nosotros ”.
Melancthon y sus amigos, así atacados, buscaron justificarse: por un
lado, sostenían, que si conservaban la doctrina, finalmente derrocaría
la jerarquía. Pero entonces, ¿por qué restaurarlo? ¿ No era más que
dudoso que una doctrina tan debilitada todavía conservara la fuerza
suficiente para sacudir al papado? Por otro lado, Melancthon y sus
amigos señalaron dos fantasmas ante los cuales se encogieron de
miedo. La primera fue la guerra que, en su opinión, era inminente. “No
sólo traerá consigo innumerables males temporales”, dijeron: la
devastación de Alemania, el asesinato, la violación, el sacrilegio, la
rapiña; pero producirá males espirituales aún más espantosos e
inevitablemente provocará la perversión de toda religión ". 33 El
segundo fantasma fue la supremacía del estado. Melancthon y sus
amigos previeron la dependencia a la que los príncipes reducirían la
Iglesia, la creciente secularización de sus instituciones y de sus
instrumentos, la muerte espiritual que resultaría, y retrocedieron con
terror ante la espantosa perspectiva. “Los hombres buenos no piensan
que la corte debe regular el ministerio de la Iglesia,” 34 dijo Brentz. “¿
No habéis experimentado”, añadió irónicamente, “con qué sabiduría y
dulzura estos groseros (así llamo a los oficiales y prefectos de los
príncipes) tratan a los ministros de la Iglesia, ya la Iglesia misma.
¡Prefiero morir siete veces! " - “Ya veo”, exclamó Melancthon, “qué
Iglesia tendremos si se aboliera el gobierno eclesiástico. Descubro en el
futuro una tiranía mucho más intolerable que la que ha existido hasta
el día de hoy ". 35 Entonces, inclinado por las acusaciones que le caían
por todos lados, el infeliz Felipe exclamó: “Si soy yo quien ha
provocado esta tempestad, ruego a su majestad que me arroje, como
Jonás, al mar, y arrástrame solo para entregarme a la tortura y al
madero ". 36
Si alguna vez se reconoció el episcopado romano, todo parecía fácil. En
la Comisión de los Seis, concedieron la copa a los laicos, el matrimonio
a los pastores y el artículo de oración a los santos parecía de poca
importancia. Pero se detuvieron en tres doctrinas que los evangélicos
no pudieron ceder.
El primero fue la necesidad de la satisfacción humana para la remisión
de las penas del pecado; el segundo, la idea de algo meritorio en toda
buena obra; el tercero, la utilidad de las masas privadas . "¡Ah!"
Campeggio respondió rápidamente a Carlos V: "Preferiría ser hecho
pedazos antes que conceder algo sobre las masas". 37
"¡Qué!" respondieron los políticos, “cuando estén de acuerdo en todas
las grandes doctrinas de la salvación, ¿romperán para siempre la
unidad de la Iglesia por tres artículos tan triviales? Dejemos que los
teólogos hagan un último esfuerzo, y las dos partes se unen y Roma
abraza a Wittenberg ".
No fue así: bajo estos tres puntos se ocultaba todo un sistema. Por el
lado romano, abrigaban la idea de que determinadas obras obtienen el
favor divino, independientemente de la disposición de quien las
realiza, y en virtud de la voluntad de la Iglesia. En el lado evangélico,
por el contrario, sentían la convicción de que estas ordenanzas
externas eran meras tradiciones humanas, y que lo único que
procuraba al hombre el favor divino era la obra que Dios realizó por
medio de Cristo en la cruz; mientras que lo único que lo puso en
posesión de este favor fue la obra de regeneración que Cristo realiza
por su Espíritu en el corazón del pecador. Los romanistas, al mantener
sus tres artículos, dijeron: “La Iglesia salva”, que es la doctrina
esencial de Roma; los evangélicos, al rechazarlos, decían: “ Sólo Jesús
Cristo salva”, que es el cristianismo mismo. Ésta es la gran antítesis
que existía entonces y que aún separa a las dos Iglesias. Con estos tres
puntos, que ponían a las almas bajo su dependencia, Roma esperaba
justamente recuperarlo todo; y mostró con su perseverancia que ella
entendía su posición. Pero los evangélicos no estaban dispuestos a
abandonar los suyos. El principio cristiano se mantuvo frente al
principio eclesiástico que aspiraba a engullirlo: Jesucristo se mantuvo
firme en presencia de la Iglesia, y se vio que en adelante todas las
conferencias eran superfluas.

El tiempo apremia: durante dos meses y medio Carlos V trabajaba en


Augsburgo, y su orgullo se resintió porque cuatro o cinco teólogos
frenaron el triunfo y el progreso del conquistador de Pavía. "¡Qué!" le
dijeron, "¡unos pocos días bastaron para derrocar al rey de Francia y al
Papa, y no puedes tener éxito con estos evangelistas!" Decidieron
romper las conferencias. Eck, irritado porque ni su estratagema ni su
terror habían sido efectivos, no pudo dominarse en presencia de los
protestantes. "¡Ah!" exclamó, en el momento de la separación, “¿por
qué el emperador, cuando entró en Alemania, no hizo una
investigación general sobre los luteranos? Él que está LD entonces
haber escuchado respuestas arrogantes, monstruos testigos de herejía,
y su celo tomar repentinamente fuego, le habría llevado a destruir toda
esta facción. 38 Pero ahora el lenguaje suave de Bruck y las
concesiones de Melancthon le impiden enfadarse tanto como lo
requiere la causa. Eck dijo estas palabras con una sonrisa; pero
expresaron todos sus pensamientos. El coloquio terminó el 30 de
agosto.
Los estados romanos hicieron su informe al emperador. Estaban cara a
cara, a solo tres pasos el uno del otro, sin que ninguno de los lados
pudiera acercarse más, ni siquiera por un pelo.

Así pues, Melancthon había fracasado; y sus enormes concesiones


resultaron inútiles. Por un falso amor por la paz, había puesto su
corazón en lo imposible. Melancthon era en el fondo un alma
realmente cristiana. Dios lo preservó de su gran debilidad y rompió la
pista que estaba a punto de llevarlo a la destrucción. Nada podría haber
sido más afortunado para la Reforma que el fracaso de Melancthon;
pero nada, al mismo tiempo, podría haber sido más afortunado para
él. Sus amigos vieron que, aunque estaba dispuesto a ceder mucho, no
podía llegar tan lejos como para entregar a Cristo mismo, y su derrota
lo justificaba a los ojos de los protestantes.
El elector de Sajonia y el Marg rave de Brandeburgo enviaron a pedir
permiso a Charles para partir. Este último se negó al principio con
bastante rudeza, pero al final comenzó a conjurar a los príncipes para
que no crearan con su partida nuevos obstáculos a los arreglos que
pronto esperaban poder concluir. 39 Veremos cuál fue la naturaleza de
estos arreglos.
Los romanistas parecieron redoblar sus esfuerzos. Si ahora dejan
escapar la pista, se pierde para siempre: trabajaron en consecuencia
para reunir los dos extremos. Hubo conferencias en los jardines,
conferencias en las iglesias, en St. George, en St. Maurice, entre el
duque de Brunswick y John Frederick, el hijo del elector, los
cancilleres de Baden y de Sajonia, el canciller de Lieja y Melancthon;
pero todos estos intentos fueron inútiles. Era por otros medios a los
que iban a recurrir.
Carlos Quinto había decidido tomar el asunto en la mano y cortar el
nudo gordiano, que ni los médicos ni los príncipes podían desatar.
Irritado al ver que sus avances son rechazados y su autoridad
comprometida, pensó que había llegado el momento de sacar la
espada. El 4 de septiembre, los miembros del partido romano, que
todavía se esforzaban por ganarse a los protestantes, susurraron estas
espantosas intenciones a los oídos de Melancthon. “ Apenas nos
atrevemos a mencionarlo”, decían: “la espada ya está en manos del
emperador, y algunas personas lo exasperan cada vez más. No se
enfurece fácilmente, pero una vez que se enoja, es imposible calmarlo
". 40
Charles tenía motivos para parecer exigente y terrible. Por fin había
obtenido de Roma una concesión inesperada: un concilio. Clemente
VII había presentado la petición del emperador ante una
congregación: "¿Cómo se someterán a uno nuevo los hombres que
rechazan los antiguos concilios?" ellos habían respondido. El propio
Clemente no deseaba una reunión, lo que temía por igual debido a su
nacimiento y conducta. 41 Sin embargo, sus promesas en el Castillo de
San Ángelo y en Bolonia le hicieron imposible dar una negativa
decidida. Respondió, por tanto, que “el remedio sería peor que la
enfermedad; 42 pero que si el emperador, que era tan buen católico,
juzgaba absolutamente necesario un concilio, lo consentiría, sin
embargo, con la condición expresa de que los protestantes se
sometieran mientras tanto a las doctrinas y ritos de la Iglesia. . " Luego,
como lugar de reunión, nombró a Roma.
Apenas se difundieron las noticias de esta concesión en el extranjero,
cuando el temor a una Reforma congeló la corte papal . Las cargas
públicas del papado, que en conjunto eran venales, cayeron de
inmediato, dice un cardenal, y se ofrecieron al precio más bajo, 43 sin
siquiera poder encontrar compradores. 44 El papado estaba
comprometido; su mercancía estaba en peligro; y el precio actual
declinó inmediatamente en la bolsa romana.
El miércoles 7 de septiembre, a las dos de la tarde, habiendo sido
introducidos los príncipes y diputados protestantes en la cámara de C
harles V, el conde-palatino les dijo: “que el emperador, considerando
su reducido número, no había esperado defenderían nuevas sectas
contra los usos antiguos de la Iglesia Universal; que, sin embargo,
deseoso de aparecer al último lleno de bondad, requeriría de su
santidad la convocatoria de un concilio; pero que, mientras tanto,
deben regresar inmediatamente al seno de la Iglesia Católica y
restaurar todo a su antigua base ". 45
Los protestantes respondieron al día siguiente, 8 de septiembre, que
no habían suscitado nuevas sectas contrarias a las Sagradas
Escrituras: 46 que, al contrario, si no habían estado de acuerdo con
sus adversarios era porque habían deseado permanecer fieles. a la
Palabra de Dios; que, al convocar en Alemania un concilio general,
libre y cristiano, sólo estaría cumpliendo lo prometido por las dietas
precedentes ; pero que nada los obligue a restablecer en sus iglesias un
orden de cosas opuesto a los mandamientos de Dios ”.
Eran las ocho de la noche cuando, después de una larga deliberación,
los protestantes volvieron a ser llamados. “Su majestad”, les dijo
George Truschses, “está igualmente asombrado, tanto de que los
miembros católicos de las comisiones hayan acordado tanto como de
que los protestantes lo han rechazado todo. ¿Cuál es su partido en
presencia de su majestad imperial, de su santidad papal, de los
electores, príncipes, estados del imperio y otros reyes, gobernantes y
potentados de la cristiandad? Es solo que la minoría debe ceder ante la
mayoría. ¿Quiere que se prolonguen los medios de conciliación o
persiste en su respuesta? Habla con franqueza; porque si persiste, el
emperador se ocupará inmediatamente de la defensa de la Iglesia.
Mañana a la una traerás tu decisión final ”.
Nunca habían salido de la boca de Charles palabras tan amenazadoras.
Era evidente que deseaba someter a los protestantes con el terror; pero
este fin no se alcanzó. Respondieron al día siguiente, pero uno,
habiéndoseles concedido un día más, que nuevos intentos de
conciliación sólo fatigarían al emperador y la dieta; que solo requerían
reglamentaciones para mantener la paz política hasta la asamblea del
consejo. 47 “Basta”, respondió el temible emperador; “Reflexionaré
sobre ello; pero mientras tanto, que nadie salga de Augsburgo ".
Carlos V estaba avergonzado en un laberinto del que no sabía cómo
escapar. El Estado había decidido interferir con la Iglesia y se vio
obligado a recurrir inmediatamente a su ultima ratio: la espada.
Charles no deseaba la guerra y, sin embargo, ¿cómo podía evitarla
ahora? Si no ejecutaba sus amenazas, su dignidad se veía
comprometida y su autoridad se volvía despreciable. Buscó una salida
en un lado o en el otro, pero no pudo encontrar ninguna. Por lo tanto,
solo le quedaba cerrar los ojos y correr hacia adelante sin hacer caso
de las consecuencias. Estos pensamientos lo perturbaban: estas
preocupaciones se apoderaban de él; estaba completamente
confundido.
Fue entonces cuando el elector enviado a suplicar a Carlos no se
ofendería si abandonaba Augsburgo. “Que espere mi respuesta”,
respondió abruptamente el emperador: y el elector, habiendo
respondido que enviaría a sus ministros a explicar sus motivos a su
majestad: “No tantos discursos”, continuó Carlos, con irritación; "¡Que
el elector diga si se quedará o no!" 48
Habiéndose extendido por el extranjero el rumor de la alteración entre
estos dos poderosos príncipes, la alarma se hizo universal; Se pensó
que la guerra estallaría inmediatamente y hubo un gran disturbio en
Augsburgo. 49 Era de noche; los hombres corrían de un lado a otro; se
precipitaron a los hoteles de los príncipes y de los diputados
protestantes y se dirigieron a ellos con los más severos reproches. "Su
majestad imperial", dijeron, "está a punto de recurrir a las medidas
más enérgicas!" Incluso declararon que habían comenzado las
hostilidades: se susurró que el comandante de Horneck (Walter de
Kronberg), elegido por el emperador gran maestre de la orden
teutónica, estaba a punto de entrar en Prusia con un ejército y
despojar al duque Alberto, convertido por Lutero. 50 Dos noches
sucesivas se repitió el mismo tumulto. Gritaban, peleaban, peleaban,
sobre todo en las mansiones de los príncipes y delante de ellas: la
guerra casi comenzaba en Augsburgo.
En esa crisis (12 de septiembre), John Frederic k, príncipe electoral de
Sajonia, abandonó la ciudad.
El mismo día, o al día siguiente, Jerome Wehe, canciller de Baden, y el
conde Truchses por un lado; El canciller Bruck y Melancthon por el
otro, se reunieron a las seis de la mañana en la iglesia de St. Maurice.
51
Charles, a pesar de sus amenazas, no pudo decidir si emplear la fuerza.
Sin duda, con una sola palabra a sus bandas españolas oa sus
lansquenets alemanes se habría apoderado de estos hombres
inflexibles y los trató como moros . Pero, ¿cómo podría Carlos, un
holandés, un español, que llevaba diez años ausente del imperio,
atreverse, sin levantar a toda Alemania, a ofrecer violencia a los
favoritos de la nación? ¿No verían los príncipes católicos romanos
mismos en este acto una infracción de sus privilegios?
La guerra fue fuera de temporada. "El luteranismo ya se está
extendiendo desde el Báltico a los Alpes", escribió Erasmo al legado:
"Solo tienes una cosa que hacer: tolerarlo". 52
La negociación iniciada en la iglesia de San Mauricio prosiguió entre el
Margrave de Brandeburgo y el Conde Truchses. El partido romano sólo
buscó salvar las apariencias, y no dudó, además, en sacrificarlo todo.
Pidió simplemente algunas decoraciones teatrales, que la misa se
celebrara con el vestido sacerdotal, con cánticos, lecturas, ceremonias
y sus dos cánones. 53 Todo lo demás se remitió al próximo concilio, y
los protestantes, hasta entonces, debían comportarse de manera que
rindieran cuentas a Dios, al concilio y a su majestad.
Pero del lado de los protestantes el viento también había cambiado.
Ahora ya no deseaban la paz con Roma: por fin se les habían caído las
escamas de los ojos, y descubrieron con espanto el abismo en el que
casi se habían hundido. Jonas, Spalatin e incluso Melancthon
estuvieron de acuerdo. “Hasta ahora hemos obedecido el mandamiento
de San Pablo: Estén en paz con todos los hombres”, dijeron; “Ahora
debemos obedecer este mandamiento de Cristo: Guardaos de la
levadura de los fariseos , que es hipocresía. Del lado de nuestros
adversarios no hay más que astucia y perfidia, y su único objetivo es
sofocar nuestra doctrina, que es la verdad misma. 54 Esperan salvar
los abominables artículos del purgatorio, las indulgencias y el papado,
porque los hemos pasado en silencio. 55 Cuidémonos de traicionar a
Cristo y su Palabra para agradar al Anticristo y al diablo ”. 56
Lutero, al mismo tiempo, redobló sus ruegos para retirar a sus amigos
de Augsburgo. “Regresen, regresen”, les gritó; “Vuelve, aunque deba ser
así, maldito por el Papa y el emperador. 57 Has confesado a Jesucristo,
ofrecido paz, obedecido a Carlos, soportado insultos y soportado
blasfemias. Los canonizaré, yo, como miembros fieles de Jesucristo.
Has hecho bastante, y más que suficiente: ahora le toca al Señor
actuar, ¡y actuará! Tienen nuestra Confesión, tienen el Evangelio; que lo
reciban , si así lo desean; y si no lo hacen, déjelos ir - -. Si llegara una
guerra, ¡que venga! Hemos rezado lo suficiente; hemos discutido lo
suficiente. El Señor está preparando a nuestros adversarios como
víctimas para el sacrificio; destruirá su hermosura y librará a su
pueblo. ¡Si! él nos preservará incluso de Babilonia y de sus muros en
llamas ”.

Notas finales:
1. Urkundenbuch, 2: 219.
2. Die Sund die man nicht wisse, die durff man nicht
beichten. F. Urkunden 2: 228.
3. Man soll die sole ein weil zum Schuster Schicken.
Urkund. 2: 225. Este miserable juego de palabras de Eck
no requiere comentarios.
4. Omnino, omnino, addendum etiam frustra. Scultet. Pág.
289.
5. Si Dios es un espíritu, como enseñan los poetas, debe ser
adorado con una mente pura.
6. Brunswigus coactus est abire pro.j to.n make, dona quem
timent contrahere exercitum. Scultet. Pág. 299.

7. Vorschlage des Anschlussea der Sieben des Gegentheils.


Urk. 2: 251.
8. Wie von alters in der ersten Kirche etliche Hundert
Jahre, en Gebrauch gewesen. Ibídem. 254.
9. Zu Errinnerung und Gedachtniss. Urk. 2: 253.

10. Ist Ihnen auch nicht moglich. Dazu Kostet es zu viel.


Ibídem. 247.
11. Cum dicimus eum Antichristum. Ibídem. 247.
12. Nos politic a quaedam concessuros quae sine offensione
conscientiae. Corp. Ref. 2: 302.
13. Philippus ist kindischer denn ein Kind worden.
Baumgartner, ibid. 363.
14. Der Luge als ein Bosewichst. Ibídem. 364.
15. Actum est de christiana libertate. Ibídem. 295.
16. Quid ea concordia al iud esset quam natae jam et
divulgatae luci obducere nubem. Ibídem. 296.
17. Die gange Stadt sagt. Ibídem. 297.
18. Sed Papa nolet et Lutherus deprecatur L. Epp. 4: 144.
19. Nam hic est ille unicus calcaneus seminis antiquo
serpenti adversantis. Ibídem. 151.
20. Ipsi enim no stras concesiones large, largius, largissime,
suas vero, stricte, stricteus, strictissime. Ibídem. 145.
21. Sed ab ipsis totum verbum Dei, quod plus quam ecclesia
est, damnari. Ibídem. 145.
22. Quod Campeggius est unus magnus et insignis diabolus.
Ibídem. 147.

23. Venie t, ne dubita, veniet Lutterus, hanc aquiliam


liberaturus magnifice. L. Epp. 4: 155.
24. Sed nos nihil decet vulgi clamoribus moveri. Corp. Ref. 2:
303.
25. Profani jurisdicciónem ecclesiasticam et similia nego
religionem non curent. Ibídem.
26. Ne schismatis infamia perpetuo laboremus. Ibídem.
27. Lutherani defectionem parant ad Papistas. Zw. Epp. 2:
461.
28. Baumgartner a Spengler. Corp. Ref. 2: 363.
29. Fremunt et alii socii ac indignantur regnum
Episcoporum restitui. Ibídem. 328.
30. Si conductus quanta ipse voluisset pecunia a Pa pa
esset. Ibídem. 33.
31. Retro, pero cáncer. Zw. Epp. 2: 506.

32. Das sie nicht weyber seyen sondern way. Corp. Ref. 2:
327.
33. Confusio et perturbatio religonum. Ibídem. 382.
34. Ut aula ministerium in ecclesia ordinet bonis non
detivur consultum. Ibídem. 362.
35. Videopostea multo intolerabiliorem futuram
tyrannidem quam unquam antea fuisse. Corp. Ref. 2: 334.
36. Si mea causa haec tempestas coacta est, me statim velut
Jonam in mare ejicia t. Ibídem. 382.
37. Er wollte sich ehe auf Stucker Zureissen lassen. L. Opp.
20: 328.

38. Haec inflamassent Imperatorem ad totam hanc


factionem delendam. Corp. Ref. 2: 335.
39. Antwort des Kaisers, etc. Urkund. 2: 313.
40. Nescio an ausim dicere, jam ferrum in manu Caesar is
esse. Corp. Ref. 2: 342.

41. In eam (concilii celebrationem) Pontificis animus haud


propendebatur. Pallavicini, 1: 251.
42. Al contrario, remedio e piu pericoloso e per partorir
maggiori mali. Lettere de Principe, 2: 197.
43. Evulgatus concilii rumor..publica Romae munera..jam
in vilissimum pretium decidissent. Pallav. 1: 251.
44. Che non se non trovano danari. Letón. Di Prin. 3: 5.
45. Restitui provisional debere omnia Papistis. Corp. Ref. 2.
46. Véase también Erklarung des Kaisers Karl. 5. Urkunden
2: 391.

47. Nit neue, Secten wieder die heilige Schrifft. Bruck, Apol.
Pág. 136.
48. Urkunden. 2: 410; Bruck, Apol. Pág. 139.
49. Kurtz mit Solchen worten ob er erwarten wolte oder
nicht? Bruck, Apol. Pág. 143.
50. Ein beschwerlich Geschrey zu Augsbourg den selben
abend ausgebrochen. Ibídem. pags. 145.
51. El hombre wurde ei n Kriegs-volk en Preussen Schicken.
Ibídem. pags. 143.
52. Una yegua Baltico ad Helvetios. Eras. Epp. 14: 1.

53. In gewohnlichen Kleidungen mit Gesang und Lesen.


Urk. 2: 418. El canon era un marco de cartulina colocado
en el último frente al sacerdote, y que contenía el Credo
de los Apóstoles con varias oraciones.
54. Eitel List, gefahrliche Tucke, etc. Jonas. Urkund. 2: 423.
55. Die grauliche artikel. Spalat. Ibídem. 428. De Primatu
Papae, de Purgatorio, de Indulgentiis. Melancthon, Corp.
Ref. 2: 374.
56. Dem Teufel und Antichrist zu gefal len. Urk. 2: 431.
57. Vel maledicti a Papa et Caesare. L. Epp. 4: 162-171.
LIBRO 14
CAPÍTULO 12

Así, Lutero dio la señal de partida. Respondieron al llamamiento del


reformador y todos se prepararon para abandonar Augsburgo el
sábado 17 de septiembre. A las diez de la noche, el duque Ernesto de
Luneburg reunió a los diputados de Nuremberg y a los ministros del
landgrave en su hotel, y les anunció que el elector estaba decidido a
salir a la mañana siguiente, sin informar a nadie, y que lo
acompañaría. . “Guarden el secreto”, les dijo, “y sepan que si la paz no
se puede preservar, será un asunto trivial para mí perder, combatiendo
con ustedes, todo lo que Dios me ha dado”. 1
Los preparativos del elector traicionaron sus intenciones . En medio de
la noche, el duque Enrique de Brunswick llegó apresuradamente a su
hotel, rogándole que esperara; 2 y hacia la mañana los condes
Truchses y Mansfeldt anunciaron que, al día siguiente, entre las siete y
las ocho, el emperador le entregaría su congénere.
El lunes 19 de septiembre, el elector, que tenía la intención de salir de
Augsburgo inmediatamente después de su audiencia con Carlos,
desayunó a las siete, luego envió su equipaje y sus cocineros, 3 y
ordenó a sus oficiales que estuvieran listos a las diez. En el momento
en que Juan abandonó el hotel para atender al emperador, todos los
miembros de su casa estaban colocados a cada lado con botas y
espuelas; 4 pero, habiendo sido presentado a Charles, se le pidió que
esperara dos, cuatro o seis días más.
En cuanto el elector se quedó solo con sus aliados, estalló su
indignación y hasta se volvió violento. “Esta nueva demora no
terminará en nada” 5 , dijo; “Estoy resuelto a partir, pase lo que pase.
Me parece, por la forma en que están dispuestas las cosas, que ahora
tengo completamente el aire de un prisionero ". El margrave de
Brandeburgo le suplicó que se calmara. "Yo iré", respondió el elector.
Finalmente cedió y, habiéndose presentado de nuevo ante Carlos V,
dijo: “Esperaré hasta el viernes próximo; y, si no se hace nada en ese
momento, me iré de inmediato ".
Grande fue la ansiedad de los protestantes durante estos cuatro días
de expectativa. La mayoría de ellos no dudaron de que, al acceder a las
oraciones de Carlos, se hubieran entregado en manos de sus enemigos.
"El emperador está deliberando si debe colgarnos o dejarnos vivir",
escribió Brentz. 6 Las nuevas negociaciones de Truchses no tuvieron
éxito. 7

Lo único que le quedaba al emperador era redactar, en común con los


estados romanos, el receso de la dieta. Esto se hizo; y para que los
protestantes no pudieran quejarse de haber sido preparado sin su
conocimiento, los reunió en su palacio el jueves 22 de septiembre, día
anterior al fijado para la partida del elector, y el conde les leyó su
proyecto. -palatino. Este proyecto fue un insulto y una guerra. El
emperador concedió al elector, a los cinco príncipes y a las seis
ciudades, 8 un retraso de seis meses, hasta el 15 de abril del año
próximo, para llegar a un acuerdo con la Iglesia, el Papa, el Emperador
y todos los príncipes y monarcas de la cristiandad. Esto les anunciaba
claramente que los romanistas estaban muy dispuestos a retrasar
hasta el período habitual para traer ejércitos al campo.
Y esto no fue todo: la demora se concedió sólo con la condición
expresa de que los protestantes se unieran inmediatamente al
emperador en la reducción de los anabautistas y de todos aquellos que
se oponían al santo sacramento, que se referían a las ciudades de
Zwinglio. Deseaba por este medio atar las manos de los protestantes e
impedir que las dos familias de la Reforma se unieran durante el
invierno.
Finalmente, a los protestantes se les prohibió hacer innovaciones,
imprimir o vender cualquier cosa sobre los objetos de la fe, o atraer a
cualquier persona a su secta, "ya que la Confesión había sido refutada
por las Sagradas Escrituras". Así, la Reforma fue proclamada
oficialmente una secta y una secta contraria a la Palabra de Dios.
Nada fue más calculado para disgustar a los amigos del Evangelio, que
permanecieron en presencia de Carlos asombrados, alarmados e
indignados. 9 Esto se había previsto; y, en el momento en que los
protestantes estaban a punto de entrar en la cámara del emperador,
Truchses y Wehe, haciéndoles señas, deslizaron misteriosamente en
sus manos un papel con la promesa de que si el 15 de abril los
protestantes exigían una prórroga de la demora, su solicitud sin duda
sería concedida. 10 Pero Bruck, a quien se le dio el papel, no se dejó
engañar. "Una sutil emboscada", dijo; “¡Una obra maestra de picardía!
Dios salvará a los suyos y no permitirá que caigan en la trampa ". 11
Este truco, de hecho, solo sirvió aún más para aumentar el valor de los
protestantes.
Bruck, sin discutir el receso desde un punto de vista político, se limitó
a lo que estaba principalmente en juego, la Palabra de Dios.
“Sostenemos”, dijo, “que nuestra Confesión está tan basada en la santa
Palabra de Dios, que es imposible refutarla. Lo consideramos como la
verdad misma de Dios, y esperamos que esté un día ante el juicio del
Señor ”. Luego anunció que los protestantes habían refutado la
Refutación de los teólogos romanos y, sosteniendo en su mano la
famosa Apología de la Confesión de Augsburgo escrita por
Melancthon, dio un paso al frente y se la ofreció a Carlos IV. El conde
palatino la tomó, y el emperador ya estaba tendiendo la mano, cuando
Ferdinand, habiendo susurrado algunas palabras, hizo una seña al
conde, quien inmediatamente devolvió la disculpa al doctor Bruck. 12
Este documento y los “Lugares comunes” son las obras maestras del
reformador. El emperador avergonzado les dijo a los protestantes que
volvieran a las ocho de la mañana siguiente.
Carlos Quinto, decidido a emplear todos los medios para conseguir
que se aceptara su decreto, comenzó con súplicas; y apenas el margrave
de Brandeburgo se sentó para tomar su comida de la noche, cuando
Truchses y Wehe aparecieron ante él, utilizando todo tipo de discursos
y argumentos, pero sin éxito. 13
Al día siguiente (viernes 23 de septiembre), los príncipes evangélicos y
los diputados de las ciudades se reunieron a las cinco de la mañana en
el hotel del margrave, donde se volvió a leer el receso en presencia de
Truchses y Wehe, atribuyendo el canciller Bruck siete razones. por su
rechazo. “Me comprometo”, le dijimos nosotros , “a traducir el receso
al alemán de tal manera que pueda aceptarlo. En cuanto a la palabra
secta, en particular, es el secretario quien la colocó allí por error ". 14
Los mediadores se retiraron apresuradamente para comunicar a
Carlos las quejas de los protestantes.
Charles y sus ministros abandonaron toda idea de reconciliación y no
esperaron nada excepto a través del miedo. Los protestantes, habiendo
llegado al palacio imperial a las ocho, se les hizo esperar una hora; el
Elector de Brandeburgo les dijo entonces en nombre de Carlos: “Su
majestad está asombrada sin medida de que ustedes todavía
mantengan su doctrina basada en las Sagradas Escrituras. Si dices la
verdad, los antepasados de su majestad, tantos reyes y emperadores, e
incluso los antepasados del Elector de Sajonia, ¡eran herejes! No hay
Evangelio, no hay Escritura, que nos imponga la obligación de
apoderarse con violencia de los bienes ajenos, y luego decir que no
podemos restituirlos conscientemente. Es por esta razón ”, añadió
Joachim, tras estas palabras, que acompañó con una sonrisa
sardónica,“ me encargo de informarle, que si rechaza el receso, todos
los estados germánicos pondrán su vida y sus bienes en disposición del
emperador, y su majestad mismo empleará los recursos de todos sus
reinos para completar este asunto antes de abandonar el imperio ".

“No lo aceptamos”, respondieron los protestantes con firmeza. “Su


majestad también tiene conciencia”, prosiguió luego el Elector de
Brandeburgo, en tono áspero ; "Y si no se someten, él concertará con el
Papa y los demás potentados sobre los mejores medios para extirpar
esta secta y sus nuevos errores". Pero en vano agregaron amenaza a
amenaza: los protestantes se mantuvieron tranquilos, respetuosos e
inquebrantables. “Nuestros enemigos, desprovistos de toda confianza
en Dios”, decían, “temblarían como una caña ante la ira del
emperador, y se imaginan que nosotros temblaríamos de la misma
manera; pero a Dios hemos llamado, y él nos mantendrá fieles a su
verdad ”.
Los protestantes se dispusieron entonces a despedirse definitivamente
del emperador. Este príncipe, cuya paciencia había sido sometida a una
dura prueba, se acercó para estrechar la mano según la costumbre; y
comenzando por el Elector de Sajonia, le dijo en voz baja: “¡Tío, tío !
Nunca debí haber esperado esto de ti ". El elector se sintió
profundamente afectado: sus ojos se llenaron de lágrimas, pero, firme
y resuelto, inclinó la cabeza y dejó a Charles sin responder. Ahora eran
las dos de la tarde.
Mientras los protestantes regresaban a sus hoteles, tranquilos y felices,
los príncipes romanos se retiraron a los suyos, confundidos y
desanimados, inquietos y divididos. No dudaban de que el conge que
acababa de concederse a los protestantes fuera considerado por ellos
como una declaración de guerra y que, al abandonar Augsburgo, se
lanzarían a las armas. Este pensamiento los aterrorizó. En
consecuencia, el Elector de Sajonia apenas había llegado a su palacio,
cuando vio al Dr. Ruhel, consejero del Elector de Mentz, apresurarse
hacia él, comisionado por su maestro para entregar este mensaje:
“Aunque mi hermano el elector (Joachim de Brandenburg ) ha
declarado que los estados del imperio están dispuestos a apoyar al
emperador contra usted, sepa que tanto yo como los ministros del
elector-palatino y del elector de Treves declaramos inmediatamente a
su majestad que no nos adherimos a esta declaración, viendo que
pensamos muy favorablemente en ti. 15 Tenía la intención de decirle
esto al emperador en tu presencia, pero te fuiste tan precipitadamente
que no pude ".
Así habló el primado de la Iglesia alemana, e incluso la elección de su
mensajero fue significativa: el Dr. Ruhel era el cuñado de Lutero. John
le rogó que agradeciera a su maestro.
Cuando este enviado se retiró, llegó uno de los caballeros del duque
Enrique de Brunswick, un fervoroso romanista. Al principio se le negó
la entrada debido a la partida, pero regresó apresuradamente, justo
cuando el carruaje de Bruck salía del patio del hotel. Acercándose a la
puerta del carruaje, dijo: "El duque informa al elector que se esforzará
por poner las cosas en un tren mejor, y vendrá este invierno a matar
un jabalí con él". 16 Poco después, el terrible Fernando mismo declaró
que buscaría todos los medios para prevenir un brote. 17 Todas estas
manifestaciones de los aterrorizados católicos romanos mostraban de
qué lado estaba la verdadera fuerza.
A las tres de la tarde, el elector de Sajonia, acompañado por los duques
de Luneburg y los príncipes de Anhalt, abandonó las murallas de
Augsburg. "¡Alabado sea Dios", dijo Lutero, "porque nuestro querido
príncipe ha salido por fin del infierno!" 18

Al ver que estos intrépidos príncipes se escapaban de sus manos,


Carlos V cedió a una violencia que no era habitual en él. 19 “Quieren
enseñarme una nueva fe”, gritó; "Pero no es con la doctrina que
terminaremos este asunto: debemos sacar la espada, y entonces
veremos quién es el más fuerte". 20 Todo lo que le rodeaba cedió ante
su indignación. Quedaron asombrados por la audacia de Bruck, que se
había atrevido a llamar herejes a los romanistas. 21 Pero nada les irritó
tanto como el espíritu de proselitismo que en aquellos días gloriosos
caracterizó a la Alemania evangélica; y la ira de los papistas se dirigió
particularmente contra el canciller de Luneburg, "quien", dijeron,
"había enviado a más de cien ministros a diferentes lugares para
predicar la nueva doctrina, y que incluso se había jactado
públicamente de ella". 22 - “Nuestros adversarios tienen sed de
nuestra sangre”, escribieron, al escuchar estas quejas, los diputados de
Nuremberg, que permanecieron casi solos en Augsburgo.

El 4 de octubre, Carlos V escribió al Papa; porque era desde Roma de


donde partía la nueva cruzada: “Se rompen las negociaciones; nuestros
adversarios son más obstinados que nunca; y estoy resuelto a emplear
mi fuerza y mi persona para combatirlos. Por eso les ruego que su
santidad exija el apoyo de todos los príncipes cristianos ”.
La empresa comenzó en el propio Augsburgo. El día en que escribió al
Papa, Carlos, en honor a San Francisco de Asís, cuya fiesta fue,
restableció los Cordeliers en esa ciudad, y un monje subiendo al
púlpito dijo: “Todos los que predican que Jesucristo solo ha hecho
satisfacción por nuestros pecados, y que Dios nos salva sin tener en
cuenta nuestras obras, son unos sinvergüenzas. Hay, por el contrario,
dos caminos hacia la salvación: el camino común, propiamente dicho,
la observancia de los mandamientos; y el camino perfecto, es decir, el
estado eclesiástico ". Apenas terminó el sermón cuando la
congregación comenzó a quitar los bancos colocados en la iglesia para
la predicación evangélica, rompiéndolos violentamente (porque
estaban sujetos con cadenas) y arrojándolos unos sobre otros. Dentro
de estos muros consagrados dos monjes, en particular, armados con
martillos y tenazas, agitaron los brazos y gritaron como poseídos. “De
su espantoso alboroto”, exclamó alguien, “uno se imagina que están
derribando una casa. 23 En verdad, era la casa de Dios lo que
deseaban comenzar a destruir.
Una vez aplacado el tumulto, cantaron misa. Una vez concluido esto,
un español quiso recordar que se rompieron los bancos, y al ser
impedido por uno de los ciudadanos, comenzaron a arrojarse sillas;
uno de los monjes, dejando el coro, corrió hacia ellos y pronto fue
arrastrado a la refriega; por fin llegó el capitán de policía con sus
hombres , quienes repartieron sus bien dirigidos golpes por todos
lados. Así comenzó en Alemania la restauración del catolicismo
romano: la violencia popular ha sido a menudo uno de sus aliados más
poderosos.
El 13 de octubre se leyó el receso a todos los estados romanos y el
mismo día concluyeron una liga romana. 24

Dos ciudades habían firmado la Confesión y otras dos la habían


aceptado; los imperialistas esperaban, sin embargo, que estos
municipios impotentes, atemorizados por la autoridad imperial , se
retiraran de la unión protestante. Pero el 17 de octubre, en lugar de dos
o cuatro ciudades, dieciséis ciudades imperiales, entre las que se
encontraban las más importantes de Alemania, declararon que era
imposible otorgar ningún apoyo contra los turcos, mientras no se
asegurara la paz pública en la propia Alemania. 25
Un acontecimiento más formidable para Charles acababa de ocurrir. La
unidad de la Reforma había prevalecido. “Somos uno en los artículos
fundamentales de fe”, habían dicho las ciudades de Zwinglio , “y en
particular (a pesar de algunas disputas sobre palabras entre nuestros
teólogos), somos uno en la doctrina de la comunión en el cuerpo y la
sangre de nuestro Señor. . Recíbanos ". Los diputados sajones
inmediatamente dieron la mano. Nada une tanto a los hijos de Dios
como la violencia de sus adversarios. "Unámonos", dijeron todos, "para
el consuelo de nuestros hermanos y el terror de nuestros enemigos".
26
En vano Carlos, que estaba decidido a mantener la división entre los
protestantes , convocó a los diputados de las ciudades de Zwinglio; en
vano, deseando volverlos odiosos, los había acusado de sujetar una
hostia consagrada a una pared y dispararle; 27 en vano los abruma con
feroces amenazas; - Todos sus esfuerzos fueron inútiles. Finalmente, el
partido evangélico fue uno.
La alarma aumentó entre el partido romano, que resolvió nuevas
concesiones. “Los protestantes claman por la paz pública”, dijeron;
"Bueno, entonces, redactemos artículos de paz ". Pero, el 29 de
octubre, los protestantes rechazaron estas ofertas, porque el
emperador ordenó la paz a todo el mundo, sin comprometerse. "Un
emperador tiene el derecho de ordenar la paz a sus súbditos",
respondió con altivez Charles; "Pero nunca se ha escuchado que se lo
haya ordenado a sí mismo". 28

No quedó nada más que sacar la espada; y para eso Charles hizo todos
los preparativos. El 25 de octubre, escribió a los cardenales de Roma:
“Les informamos que no perdonaremos ni reinos ni señorías; y que
aventuraremos incluso nuestra alma y nuestro cuerpo para completar
esos asuntos necesarios ".
Apenas se recibió la carta de Carlos, cuando su mayordomo, Pedro de
la Cueva, llegó a Roma por expreso. “La temporada está ahora
demasiado avanzada para atacar a los luteranos de inmediato”, le dijo
al Papa; “Pero preparen todo para esta empresa. Su majestad cree que
es su deber anteponer a todas las cosas la realización de sus designios
". Así, Clemente y el emperador también estaban unidos y ambos
bandos empezaron a concentrar sus fuerzas.
En la tarde del 11 de noviembre se leyó el receso a los diputados
protestantes y el 12 lo rechazaron, declarando que no reconocían el
poder del emperador para mandar en materia de fe. 29
Inmediatamente después partieron los diputados de Hesse y de
Sajonia, y el 19 de noviembre se leyó solemnemente el receso en
presencia de Carlos V y de los príncipes y diputados que aún se
encontraban en Augsburgo. Este informe fue más hostil de lo que el
proyecto comunicó a los protestantes. Dio, entre otras cosas (y esto es
sólo una muestra de la urbanidad de esta doctrina oficial), que "negar
el libre albedrío no fue un error del hombre, sino de un bruto". -
“Rogamos a Su Majestad”, dijo el Elector Joaquín, después de que se
leyó, “que no salga de Alemania, hasta que por sus cuidados se
restablezca una sola y misma fe en todo el imperio”.
El emperador respondió que no iría más allá de sus estados de los
Países Bajos . Deseaban que los hechos siguieran de cerca a las
palabras. Entonces eran casi las siete de la tarde; unas pocas antorchas,
encendidas aquí y allá por los acomodadores, y arrojando una luz
pálida, solo iluminaron esta asamblea: se separaron sin verse; y así
terminó, por así decirlo a escondidas, aquella dieta anunciada tan
pomposamente al mundo cristiano.
El 22 de noviembre se hizo público el receso y, dos días después,
Carlos V partió hacia Colonia. El gobernante de dos mundos había
visto toda su influencia desconcertada por unos pocos cristianos; y
quien había entrado triunfante en la ciudad imperial, ahora la
abandonaba sombrío, silencioso y desanimado. El poder más poderoso
de la tierra fue quebrantado contra el poder de Dios.
Pero los ministros y oficiales del emperador, emocionados por el Papa,
mostraron mucha más energía. Los estados del imperio estaban
obligados a proporcionar a Carlos, durante tres años, 40.000 pies,
8.000 caballos y una considerable suma de dinero; 30 el margrave
Enrique de Zenete, el conde de Nassau, y otros nobles, hizo
importantes contribuciones en el lado del Rin; un capitán que
atravesaba la Selva Negra llamó a sus rudos habitantes a su
estandarte, y allí inscribió seis compañías de lansquenets; El rey
Fernando había escrito a todos los caballeros del Tirol y de
Wurtemberg para que se ciñaran las corazas y quitaran las espadas;
Joaquín de Talheim reunió a las bandas españolas en los Países Bajos
y las ordenó hacia el Rin; Peter Scher solicitó al duque de Lorena la
ayuda de sus brazos; y otro jefe movió apresuradamente al ejército
español de Florencia en dirección a los Alpes. Había muchas razones
para temer que los alemanes, incluso los católicos romanos, tomaran
el papel de Lutero; y de ahí que se levantaran principalmente tropas
extranjeras. 31 En Augsburgo no se habló más que de la guerra.
De repente se escuchó un extraño rumor. 32 Se da la señal, dijeron
todos. Una ciudad libre, situada en los confines del mundo germánico y
romano, una ciudad en guerra con su obispo, en alianza con los
protestantes, y que pasaba por reformada incluso antes de serlo
realmente, había sido atacada repentinamente. Un correo de
Estrasburgo trajo esta noticia a Augsburgo y la recorrió con la rapidez
de un rayo. Th días ree después de San Miguel, algunos hombres
armados, enviados por el Duque de Saboya, saquearon las afueras de
Ginebra, y amenazaron con tomar posesión de la ciudad, y poner todo
al filo de la espada. Todos en Augsburgo estaban asombrados. "¡Ho!"
exclamó Carlos V, en francés, "el duque de Saboya ha comenzado
demasiado pronto". 33 Se informó que Magaret, gobernador de los
Países Bajos, el papa, los duques de Lorena y Gueldres, e incluso el rey
de Francia, dirigían sus tropas contra Ginebra. Fue allí donde el
ejército de Roma pretendía fijar su point d'appui. La avalancha se
estaba acumulando en las primeras laderas de los Alpes, desde donde
se precipitaría sobre toda Suiza, y luego rodaría hacia Alemania,
enterrando el Evangelio y la Reforma bajo su enorme masa. 34
Esta sagrada causa parecía estar en gran peligro, y en realidad nunca
había obtenido un triunfo tan noble. El golpe de Estado se intentó en
aquellas colinas, donde seis años después Calvino tomaría su puesto y
plantaría el estandarte de Augsburgo y de Nazaret, habiendo
fracasado, todos los temores se disiparon, y la victoria de los
confesores de Cristo, por un instante. oscurecido, resplandeció de
nuevo en todo su esplendor.
Mientras el emperador Carlos, rodeado por una numerosa hilera de
príncipes, se acercaba triste y desanimado a las orillas del Rin, los
cristianos evangélicos regresaban triunfantes a sus hogares. Lutero fue
el heraldo de la victoria obtenida en Augsburgo por la fe. "Aunque
nuestros enemigos deberían tener a su alrededor, junto a ellos , con
ellos, no sólo a ese poderoso emperador romano, Carlos, sino aún más
al emperador de los turcos y su Mahoma", dijo, "no podían intimidar,
no podían asustar yo. Soy yo quien, con la fuerza de Dios, estoy
resuelto a asustarlos y derrocarlos . Se rendirán a mí, caerán. y
permaneceré recto y firme. ¡Mi vida será su verdugo y mi muerte su
infierno! 35 ...... Dios los ciega y endurece su corazón; los conduce
hacia el Mar Rojo : todos los caballos del Faraón, sus carros y sus
jinetes, no pueden escapar a su destino inevitable. ¡Déjalos ir, déjalos
perecer, ya que así lo harán! 36 En cuanto a nosotros, el Señor está con
nosotros ”.
Así, la Dieta de Augsburgo, decidida a aplastar la Reforma, fue lo que
la fortaleció para siempre. Ha sido habitual considerar la paz de
Augsburgo (1555) como el período en el que se estableció
definitivamente la Reforma. Ésa es la fecha del protestantismo legal; el
cristianismo evangélico tiene otra - el otoño de 1530. En 1555 fue la
victoria de la espada y de la diplomacia; en 1530 fue el de la Palabra de
Dios y de la Fe; y esta última victoria es a nuestros ojos la más
verdadera y segura. La historia evangélica de la Reforma en Alemania
está casi terminada en la época a la que hemos llegado, y comienza la
historia diplomática del protestantismo legal. Independientemente de
lo que se pueda hacer ahora, de lo que se diga, la Iglesia de las
primeras edades ha reaparecido; y ha reaparecido lo suficientemente
fuerte como para demostrar que vivirá . Todavía habrá conferencias y
debates; todavía habrá ligas y combates; incluso habrá derrotas
deplorables; pero todos estos son un movimiento secundario. El gran
movimiento está cumplido: la causa de la fe se gana por la fe. Se ha
hecho el esfuerzo : la doctrina evangélica se ha arraigado en el mundo
y ni las tormentas de los hombres ni los poderes del infierno podrán
jamás romperlo.

Notas finales:
1. Alles das, so Ihm Gott geben hatt, darob zu verlieren ein
geringes ware. Corp. Ref. 2: 379.
2. In der selben Nacht. Ibídem.
3. Praemissis fere omnibus impedimentis una cum cocis.
Ibídem. 385.

4. Gestiefelt und gespornt. Ibídem. 380.


5. Et was darob schwermutig und hitzig erzeight. Ibídem.
6. Adhuc deliberat Caesar pendendum ne nobis sit, un
diutius vivendum. Corp . Árbitro. 2.
7. Urkund. 2: 455-472.
8. Nuremberg y Reutlingen, a las que se agregaron las
ciudades de Kempten, Heilbronn, Windsheim y
Weissemburg. Ibídem. 474-478.
9. Protestantes vehementer hoc decreto minime expectato
territi. Seck. 2: 200.

10. Bruck, Apologie, pág. 182.


11. Betruge, meisterstuck, aber Gott errettet die seinen.
Ibídem.
12. Auf Konig Ferdinandus wincke wieder geben. Disculpa,
pág. 184.

13. Nach essen allerley Rede Disputation und Persnasion


furgewendt. Urk. 2: 601.
14. Sondern vom Schreiber gesetzt, der dis nicht gescht. Ib
id. 606.
15. Wussten auch nicht anders denn wohl und gut. Urk. Pág.
210.
16. Ein Sawe fahen helfen. Urk. Pág. 211.
17. Corp. Ref. 2: 397.
18. Ein mal aus der Holle los ist. L. Epp. 4: 175.
19. Der Kaiser es rápido hitzig im Handel. Corp. Ref. 2: 591.

20. Es gehoren die Fauste dar zu. Ibídem. 592; Urkund, 2:


710.
21. Piel Ketzer angezogen. Ibídem.
22. Bis in die Hundert Prediger in andere Lande Schiken
helfen daselbst die neue Lehre zu predigen. Urkund. 2:
646.
23. E en alt Haus abbrechen. Corp. Ref. 2: 400.
24. Ratschlag, etc. Urkund. 2: 737-740.
25. Wo sie nicht einen gemeinen Friedens versichert. Corp.
Ref. 2: 411, 416.

26. Diesem Theil desto mehr Frende und Trost und dem
gegentheil Erschrecken. Urkund. 2: 728.
27. An eine Wand geh eftet und dazu geschossen. Corp. Ref.
2: 423.
28. Estas negociaciones se encontrarán en Urkunden de
Forstermann. P. 750793.

29. Urkunden. 2: 823; Corp. Ref. 2: 437.


30. zu Tuss y 8000 zu Ross. Corp Ref. 2: 399.
31. Legati Norinb. Ad Senatum, 11 de octubre. Ibídem. 402;
Legati Sax. Ad Electorem, 10 de octubre. Urkund. 2: 711.
32. Poco antes del cierre de la dieta.
33. Hatt der Kayser unter andern en Franzosisch geredet.
Urk. 2: 421.
34. Ginebra expugnata, bellum etiam urbibus Germaniae
Superior es inferretur. Corp. Ref. 2: 402.

35. Mein lebe n soll ihr Henker seyn. L. Opp. 20: 304.
36. Vadant igitur et pereant, quomodo sic volunt. L. Epp. 4:
167.
LIBRO 15
CAPÍTULO 1

Las divisiones que la Reforma reveló en su seno, en su aparición ante


la Dieta de Augsburgo, lo humillaron y comprometieron su existencia;
pero no debemos olvidar que la causa de estas divisiones fue una de las
condiciones de existencia de la Iglesia regenerada. Sin duda hubiera
sido deseable que Alemania y Suiza estuvieran de acuerdo; pero era
aún más importante que Alemania y Suiza tuvieran cada una su
Reforma original. Si la Reforma suiza hubiera sido solo una débil copia
de la alemana, habría habido uniformidad, pero no duración. El árbol,
trasplantado a Suiza, sin haber echado raíces profundas, pronto habría
sido arrancado por la mano vigorosa que estaba a punto de apoderarse
de él. La regeneración del cristianismo en estas montañas procedió de
fuerzas propias de la Iglesia Helvética, y recibió una organización
conforme a la condición eclesiástica y política de ese país. Por esta
misma originalidad, comunicó una energía particular a los principios
de la Reforma, de mucha más importancia para la causa común que
una uniformidad servil. La fuerza de un ejército nace en gran medida
de estar compuesto por soldados de diferentes armas.
La influencia militar y política de Suiza estaba disminuyendo. Los
nuevos desarrollos de las naciones europeas, posteriores al siglo XVI,
estaban a punto de desterrar a sus montañas nativas a aquellos
orgullosos helvéticos, que durante tanto tiempo habían puesto sus
espadas de dos manos en la balanza en la que se ponderaban los
destinos de las naciones. . La Reforma comunicó una nueva influencia
a cambio de la que partía . Suiza, donde el Evangelio apareció en su
forma más simple y pura, estaba destinada a dar en estos nuevos
tiempos a muchas naciones de los dos mundos un impulso más
saludable y glorioso que el que hasta entonces había procedido de sus
alabardas y sus arcos.
La historia de la Reforma Suiza se divide en tres periodos, en los que la
luz del Evangelio se ve esparcirse sucesivamente por tres zonas
diferentes. De 1519 a 1526, Zurich fue el centro de la Reforma, que
entonces era completamente alemana , y se propagó en las partes
oriental y septentrional de la confederación. Entre 1526 y 1532 el
movimiento se comunicó desde Berna: era a la vez alemán y francés, y
se extendía al centro de Suiza desde las gargantas del Jura hasta los
valles más profundos de los Alpes. En 1532 Ginebra se convirtió en el
foco de la luz; y la Reforma, que aquí fue esencialmente francesa, se
estableció a orillas del lago Leman y ganó fuerza en todos los rincones.
Es del segundo de estos períodos, el de Berna, del que vamos a tratar
ahora.

Aunque la Reforma suiza todavía no es esencialmente francesa, los


franceses siguen teniendo la parte más activa en ella. Suiza Romande 1
está unida al carro de la Reforma y le comunica un movimiento
acelerado. En el período que estamos por tratar, hay una mezcla de
razas, de fuerzas y de personajes de los que procede una mayor
conmoción. En ninguna parte del mundo cristiano la resistencia será
tan obstinada; pero en ningún momento los asaltantes demostrarán
tanto coraje. Este pequeño país de Suiza Romande, encerrado entre los
brazos colosales del Jura y los Alpes, fue durante siglos una de las
fortalezas más fuertes del Papado. Está a punto de ser llevado por la
tormenta; que se va a convertir sus armas contra sus antiguos amos; y
de estos pocos montículos, esparcidos al pie de las montañas más altas
de Europa, saldrán los reiterados choques que derrocarán, incluso en
los países más lejanos, los santuarios de Roma , sus imágenes y sus
altares.
Hay dos movimientos en la Iglesia: uno se efectúa interiormente y su
objeto es su conservación; la otra se efectúa hacia afuera, y el objeto
que se busca es su propagación. Hay, pues, una Iglesia doctrinal y una
Iglesia misionera. Estos dos movimientos nunca deben separarse, y
siempre que están desunidos es porque prevalece el espíritu del
hombre y no el Espíritu de Dios. En las eras apostólicas, estas dos
tendencias se desarrollaron al mismo tiempo y con igual poder . En los
siglos II y III prevaleció la tendencia externa; después del Concilio de
Niza (325) el movimiento doctrinal retomó la superioridad; en la época
de la irrupción de las tribus del norte revivió el espíritu misionero; pero
pronto llegaron los tiempos de la jerarquía y de los escolásticos, en los
que todos los poderes doctrinales lucharon dentro de la Iglesia para
fundar en ella un gobierno despótico y una doctrina impura: el
Papado. El renacimiento del cristianismo en el siglo XVI, que emanó de
Dios, estaba destinado a renovar estos dos movimientos, pero
purificándolos. Entonces, en efecto, el Espíritu de Dios actuó a la vez
externa e internamente. En los días de la Reforma hubo desarrollos
internos y tranquilos; pero también hubo una acción más poderosa y
agresiva. Los hombres de Dios habían estudiado la Palabra durante
siglos y habían explicado pacíficamente sus saludables lecciones. Tal
había sido el trabajo de Vesalia, Goch, Groot, Radewin, Ruybrook,
Tauler, Thomas a Kempis y John Wessel; ahora, se necesitaba algo
más. El poder de la acción debía combinarse con el poder del
pensamiento. Al papado se le había concedido todo el tiempo necesario
para dejar de lado sus errores; durante siglos los hombres habían
estado esperando; se le había advertido, se le había suplicado; todo
había sido inútil. Como el papado no estaba dispuesto a reformarse a sí
mismo, se hizo necesario que los hombres de Dios asumieran su
realización. La tranquila y moderada influencia de los precursores de la
Reforma fue sucedida por la heroica y santa obra revolucionaria de los
Reformadores; y la revolución que llevaron a cabo consistió en
derrocar al poder usurpador para restablecer la autoridad legítima.
“Para todo hay un tiempo”, dice el predicador, “y un tiempo para todo
propósito debajo del cielo: un tiempo para plantar, y un tiempo para
arrancar del que se planta; un momento para derrumbarse y un
momento para construir ”. 2 De todos los reformadores, los que
llevaron el espíritu agresivo a su grado más alto fueron los hombres
que vinieron de Francia, y más especialmente Farel, cuyos trabajos
ahora tenemos que considerar.
Nunca se lograron efectos tan poderosos con una fuerza tan
insignificante. En el gobierno de Dios pasamos en un instante de la
mayor a la menor de las cosas. Dejamos ahora al altivo Carlos V y toda
esa corte de príncipes que preside , para seguir los pasos de un
maestro de escuela; y dejar los palacios de Augsburgo para tomar
asiento en las humildes casas de campo de Suiza.
El Ródano, después de salir, cerca de San Gotardo, de las montañas de
Furka, de debajo de un inmenso mar de hielo eterno, rueda sus
ruidosas aguas por un valle escarpado que separa las dos grandes
cadenas de los Alpes; luego, saliendo del desfiladero de St. Maurice,
deambula por un país más sonriente y fértil. La sublime Dent du Midi
al sur, la orgullosa Dent de Morcles al norte, pintorescamente situadas
una frente a la otra, señalan desde lejos a los ojos del viajero el
comienzo de esta última cuenca. En las cimas de estas montañas hay
vastos glaciares y picos amenazantes, cerca de los cuales los pastores
en medio del verano conducen a sus numerosos rebaños a pastar:
mientras, en la llanura, las flores y frutos de los climas del sur crecen
exuberantes, y el laurel florece al lado. las uvas más exquisitas.
En la apertura de uno de los valles laterales que desembocan en los
Alpes del Norte, a orillas del Grande Eau que cae tronando desde los
glaciares de los Diablerets, se encuentra la pequeña ciudad de Aigle,
una de las más meridionales de Suiza. Durante unos cincuenta años
había pertenecido a Berna, con las cuatro parroquias (mandemens)
que están bajo su jurisdicción, a saber, Aigle, Bex, Ollon y los chalés
esparcidos en los elevados valles de los Ormonds. Es en este país donde
estaba destinada a comenzar la segunda época de la Reforma Suiza.
En el invierno de 1526-1527, un maestro de escuela extranjero ,
llamado Ursinus, llegó a este humilde distrito. Era un hombre de
mediana estatura, barba roja y ojos rápidos, y que, con voz de trueno
(dice Beza) combinó los sentimientos de un héroe: sus modestas
lecciones se entremezclaban con nuevas y extrañas do ctrinas.
Abandonados los beneficios por sus titulares a curas ignorantes, el
pueblo, naturalmente de costumbres rudas y turbulentas, se había
quedado sin cultivo. Así, este extraño, que no era otro que Farel, se
encontró con nuevos obstáculos a cada paso.

Mientras Lefevre y la mayoría de sus amigos habían abandonado


Estrasburgo para volver a entrar en Francia, después de la liberación
de Francisco I, Farel había vuelto sus pasos hacia Suiza; y el primer día
de su viaje recibió una lección que solía recordar.
Iba a pie, acompañado de un solo amigo. La noche se había cerrado a
su alrededor, la lluvia caía a raudales y los viajeros, desesperados por
encontrar el camino, se habían sentado a medio camino, empapados
de lluvia. 3 “¡Ah! "Dijo Farel," Dios, mostrándome mi impotencia en
estas pequeñas cosas, ha querido enseñarme cuán débil soy en lo más
grande, ¡sin Jesucristo! " 4 Por fin Farel, brotando, se zambulló en las
marismas, vadeó las aguas, cruzó viñedos, campos, colinas, bosques y
valles, y finalmente llegó a su destino, cubierto de barro y empapado
hasta la piel.

En esta noche de desolación, Farel había recibido un nuevo bautismo.


Su energía natural había sido sofocada; se volvió, al menos durante
algún tiempo, sabio como una serpiente e inofensivo como una
paloma; y, como sucede con frecuencia con hombres de tal
disposición, al principio se sobrepasó en su objetivo. Creyendo que
estaba siguiendo el ejemplo de los apóstoles, buscó, en palabras de
Oecolampadi , "con piadosos fraudes eludir a la serpiente antigua que
silbaba a su alrededor". 5 Se representó a sí mismo como un maestro
de escuela y esperó hasta que se le abriera una puerta para aparecer
como un reformador. 6
Apenas el magister Ursinus abandonó el aula y sus cartillas,
refugiándose en su modesta cámara, quedó absorto en las Escrituras
griegas y hebreas y en los tratados más eruditos de los teólogos. La
lucha entre Lutero y Zwingle estaba comenzando. ¿A cuál de estos dos
jefes debería adherirse la reforma francesa? Lutero se conocía en
Francia desde hacía mucho más tiempo que Zwingle; sin embargo,
Farel decidió a favor de este último. El misticismo había caracterizado
a las naciones germánicas durante la Edad Media y la escolástica a las
de ascendencia romana. Los franceses tenían una relación más
estrecha con el dialéctico Zwingle que con el místico Lutero; o más bien
fueron los mediadores entre las dos grandes tendencias de la Edad
Media; y, dando al pensamiento cristiano esa forma correcta que
parece ser la provincia de las naciones del sur, se convirtieron en
instrumentos de Dios para difundir por la Iglesia la plenitud de vida y
del Espíritu de Cristo.
Fue en su pequeña cámara de Aigle donde Farel leyó la primera
publicación dirigida al alemán por el reformador suizo. 7 “¡Con qué
conocimiento”, grita, “Zwingle esparce la oscuridad! ¡Con qué ingenio
santo gana sobre los sabios, y qué mansedumbre cautivadora une con
profunda erudición! ¡Oh, que por la gracia de Dios esta obra pueda
vencer a Lutero, para que la Iglesia de Cristo, temblando por tan
violentos conmociones, pueda finalmente encontrar la paz! " 8
El maestro de escuela Ursino, emocionado por un ejemplo tan noble,
se dedicó gradualmente a instruir tanto a los padres como a los niños.
Primero atacó la doctrina del purgatorio y luego la Invocación de los
santos. “En cuanto al Papa, no es nada”, dijo, “o casi nada, en estas
partes; 9 y en cuanto a los sacerdotes, siempre que molesten al pueblo
con todas esas tonterías, que Erasmo sabe tan bien convertir en
ridículo, les basta ”.
Ursinus llevaba algunos meses en Aigle: se le abrió una puerta; allí se
había recogido una gripe, y creía que había llegado el momento
esperado.
En consecuencia, un día desaparece el maestro prudente. "Soy William
Farel", dijo, "ministro de la Palabra de Dios". El terror de los
sacerdotes y magistrados fue grande, cuando vieron en medio de ellos
a ese mismo hombre cuyo nombre ya se había vuelto tan formidable. El
maestro de escuela abandonó su humilde estudio; subió al púlpito y
predicó abiertamente a Jesucristo a la multitud asombrada. La obra de
Ursino había terminado: Farel era él mismo de nuevo. 10 Era entonces
alrededor del mes de marzo o abril de 1527, y en ese hermoso valle,
cuyas laderas brillaban con los cálidos rayos del sol, todo fermentaba
al mismo tiempo, las flores, los viñedos y los corazones de este gente
sensata pero grosera.

Sin embargo, las rocas que encuentra el torrente al brotar de las


Diableretas, y contra las que se lanza a cada paso al caer de las nieves
eternas, son obstáculos más insignificantes que el prejuicio y el odio
que se mostraron hace mucho tiempo en este populoso valle a la
Palabra. de Dios.
El Concilio de Berna, por licencia del 9 de marzo, había encargado a
Farel que explicara las Sagradas Escrituras a la gente de Aigle y sus
alrededores. Pero el brazo del magistrado civil, al mezclarse así en los
asuntos religiosos, sólo sirvió para aumentar la irritación de las
mentes de los hombres. Los titulares ricos y holgazanes, los curas
pobres e ignorantes, fueron los primeros en gritar. "Si este hombre", se
decían unos a otros, "sigue predicando, se acabará con nuestros
beneficios y nuestra Iglesia". 11

En medio de esta agitación, el alguacil de Aigle y el gobernador de los


cuatro mandemens, Jacques de Roverea, en lugar de apoyar al
ministro de sus excelencias de Berna, abrazaron con entusiasmo la
causa de los sacerdotes. “El emperador”, dijeron, “está a punto de
declarar la guerra a todos los innovadores. Pronto llegará un gran
ejército de España para ayudar al Archiduque Fernando ”. 12 Farel se
mantuvo firme. Ante esto, el alguacil y Roverea, exasperados por tal
osadía, prohibieron al hereje de toda clase de instrucción, ya fuera
como ministro o maestro de escuela. Pero Berna hizo que se colocara
en las puertas de todas las iglesias de los cuatro mandemens un nuevo
decreto, fechado el 3 de julio, en el que sus excelencias, manifestando
gran disgusto por esta interdicción “del muy erudito Farel de la
propagación de la Divinidad Word, 13 ordenó a todos los oficiales del
estado que le permitieran predicar públicamente las doctrinas del
Señor ”.
Esta nueva proclamación fue la señal de revuelta. El 25 de julio,
grandes multitudes se reunieron en Aigle, en Bex, en Ollon y en los
Ormonds, gritando: “¡No más sumisión a Berna! ¡Abajo Farel! " Pronto
pasaron de las palabras a las acciones. En Aigle, los insurgentes,
encabezados por el síndico ardiente, derribaron el edicto y se
prepararon para caer sobre los reformados. Estos, uniéndose
rápidamente y rodeando a Farel, resolvieron defenderlo. Las dos partes
se encontraron cara a cara y la sangre estaba cerca de flotar . El
semblante firme de los amigos del Evangelio frenó a los partidarios de
los sacerdotes, que se dispersaron, y Farel, abandonando Aigle por
unos días, llevó sus opiniones más lejos.
En medio del hermoso valle del Leman, sobre colinas que dominan el
lago, se encuentra Lausana, la ciudad del obispo y de la Virgen, bajo el
patrocinio de los duques de Saboya. Una multitud de peregrinos,
reunidos de todos los lugares circundantes, se arrodillaron
devotamente ante la imagen de Nuestra Señora, y realizaron costosas
compras en la gran feria de indulgencias que se celebró en sus
recintos. Lausana, extendiendo su báculo episcopal desde sus altas
torres, pretendía mantener a todo el país a los pies del Papa. Pero
debido a la vida disoluta de los canónigos y sacerdotes, los ojos de
muchos comenzaron a abrirse. Los ministros de la Virgen fueron vistos
en público jugando a juegos de azar, que aderezaron con burlas y
blasfemias. Lucharon en las iglesias; disfrazados de soldados,
descendían de noche del cerro de la catedral, y vagando por las calles,
espada en mano y en licor, sorprendían, herían y en ocasiones hasta
mataban a los dignos ciudadanos; depravaron a mujeres casadas,
sedujeron a muchachas jóvenes, transformaron sus residencias en
casas de mala fama, y despiadadamente sacaron a sus hijos pequeños
a mendigar el pan. 14 En ninguna parte, tal vez, se ejemplificó mejor la
descripción del clero que nos dio uno de los prelados más venerables a
principios del siglo XVI: “En lugar de adiestrarlos por su sabiduría y
santidad de vida, los sacerdotes adiestran pájaros y perros; en lugar de
libros, tienen hijos; se sientan con topers en las tabernas y se dejan
llevar por la borrachera ”. 15
Entre los teólogos de la corte del obispo Sebastián de Montfaucon,
estaba Natalis Galeotto, un hombre de alto rango y gran urbanidad,
aficionado a la sociedad de eruditos, y él mismo un hombre de
estudios, 16 pero sin embargo muy celoso de los ayunos y todos los
ordenanzas de la Iglesia. Farel pensó que, si este hombre podía llegar al
Evangelio, Lausana, "dormida al pie de sus campanarios", tal vez
despertaría, y todo el país con él. Por tanto, se dirigió a él. "¡Pobre de
mí! ¡Pobre de mí!" dijo Farel, “la religión es ahora poco mejor que una
burla vacía, ya que las personas que sólo piensan en sus apetitos son
los reyes de la Iglesia. Los cristianos, en lugar de celebrar en el
sacramento la muerte del Señor, viven como si conmemoraran a
Mercurio, el dios del fraude. En lugar de imitar el amor de Cristo,
emulan la lascivia de Venus; y, cuando hacen el mal, temen más la
presencia de un porquerizo miserable que del Dios Todopoderoso ”. 17
Pero Galeotto no respondió y Farel insistió. "Golpe; grita con todas tus
fuerzas ”, escribió en una segunda carta; "Redobla tus ataques contra
nuestro Señor". 18 Todavía no hubo respuesta. Farel volvió al cargo por
tercera vez, y Natalis, temiendo quizás responder en persona, encargó
a su secretaria, quien le envió una carta a Farel llena de lenguaje
abusivo. 19 Durante una temporada, Lausana fue inaccesible.
Después de haber disputado así con un sacerdote, Farel estaba
destinado a luchar con un monje. Los dos brazos de la jerarquía por los
que se regía la Edad Media eran la caballería y el monaquismo. Este
último aún permaneció para el servicio del papado, aunque cayendo
en decadencia. "¡Pobre de mí!" exclamó un célebre cartujo, "lo que un
diablo obstinado temería hacer, un monje reprobado y arrogante
cometerá sin dudarlo". 20
Un fraile mendicante, que no se atrevió a oponerse directamente al
reformador en Aigle, se aventuró en el pueblo de Noville, situado en
los terrenos bajos depositados por el Ródano al caer en el lago de
Ginebra. El fraile, subiendo al púlpito, exclamó: "Es el diablo mismo el
que predica por boca del ministro, y todos los que le escuchan serán
condenados". Entonces, cobrándose coraje, se escabulló por la ribera
del Ródano y llegó a Aigle con mirada mansa y humilde, no para
presentarse allí contra Farel, cuya poderosa elocuencia lo alarmó
terriblemente, sino para suplicar en nombre de su convento unos
cuantos. barricas del vino más exquisito de toda Suiza. No había
avanzado muchos pasos en la ciudad antes de encontrarse con el
ministro. Al verlo, le temblaron todos los miembros. "¿Por qué
predicaste de esa manera en Noville?" preguntó Farel. El monje,
temeroso de que la disputa atrajera la atención del público y, sin
embargo, deseoso de responder al grano, le susurró al oído: "He oído
decir que eres un hereje y un engañador del pueblo". "Demuéstralo",
dijo Farel. 21 Entonces el monje “empezó a asaltar”, dice Farel, y,
apresurándose calle abajo, trató de sacudirse a su desagradable
compañero, “volviéndose ahora por aquí, ahora por otro lado, como
una conciencia turbada”. 22 Algunos ciudadanos empezaron a
reunirse a su alrededor, Farel les dijo, señalando al monje: “Ven a este
buen padre; desde el púlpito ha dicho que no predico más que mentiras
". Entonces el monje, ruborizado y balbuceando, empezó a hablar de
las ofrendas de los fieles (el precioso vino de Yvorne por el que había
venido a mendigar) y acusó a Farel de oponerse a ellos. La multitud
había aumentado ahora en número, y Farel, que sólo buscaba la
oportunidad de proclamar la verdadera adoración de Dios, exclamó a
gran voz: “No es asunto de nadie ordenar otra manera de servir a Dios
que la que Él ha hecho. ordenó. Debemos guardar sus mandamientos
sin volvernos ni a la derecha ni a la izquierda. 23 Adoramos a Dios solo
en espíritu y en verdad, ofreciéndole el corazón contrito y humillado.
Los ojos de todos los espectadores estaban fijos en los dos actores de
esta escena, el monje con su billetera y el reformador con sus ojos
relucientes. Confundido por la osadía de Farel de hablar de cualquier
otro oficio que no sea el que prescribía la Santa Iglesia Romana, el
fraile “estaba loco; temblaba y estaba agitado, palideciendo y
enrojeciendo por turnos. Por fin, quitándose la gorra de la cabeza, de
debajo de la capucha, la arrojó al suelo, pisándola con el pie y
gritando: ¡Me sorprende que la tierra no se abra y nos trague! ” 24 .. ....
Farel quiso responder, pero fue en vano. El fraile con los ojos bajos no
dejaba de pisotear la gorra, "llorando como un loco"; y sus gritos
resonando por las calles de Aigle, ahogaron la voz del reformador. Por
fin, uno de los espectadores, que estaba a su lado, lo tiró de la manga y
le dijo: "escucha al ministro, que te está escuchando". El monje
asustado, creyéndose ya medio muerto, se sobresaltó violentamente y
gritó: “¡Oh, excomulga! ¿pones tu mano sobre mí?

La pequeña ciudad estaba alborotada; el fraile a la vez furioso y


tembloroso, Farel siguiendo con vigor su ataque, y la gente confusa y
asombrada. Por fin apareció el magistrado, ordenó al monje y a Farel
que lo siguieran y los encerraran, "uno en una torre y otro en otra". 25
El sábado por la mañana, Farel fue liberado de su prisión y conducido
al castillo ante los oficiales de justicia, donde el monje había llegado
antes que él. El ministro comenzó a dirigirse a ellos: “Señores míos, a
quienes nuestro Salvador manda obediencia sin excepción, este fraile
ha dicho que la doctrina que predico es contra Dios. Que cumpla sus
palabras o, si no puede, permita que su pueblo sea edificado ". Se acabó
la violencia del monje. El tribunal ante el que se encontraba, el valor de
su adversario, el poder del movimiento al que no pudo resistir, la
debilidad de su causa, todo lo alarmaba y ahora estaba listo para
arreglar las cosas. “Entonces el fraile cayó de rodillas, diciendo: Mis
señores, os ruego perdón a vosotros ya Dios. A continuación,
dirigiéndose a Farel: Y también, magister, lo que prediqué contra
usted se basó en informes falsos. He descubierto que eres un buen
hombre y que tu doctrina es buena, y estoy preparado para recordar
mis palabras ". 26
Farel se sintió conmovido por este llamamiento y dijo: “Amigo mío, no
me pidas perdón, porque soy un pobre pecador como los demás
hombres, y no confío en mi propia justicia, sino en la muerte de
Jesús”. 27
Uno de los señores de Berna se acercó en este momento, el fraile, que
ya se imaginaba al borde del martirio, comenzó a retorcerse las manos
y a volverse ahora hacia los consejeros de Berna, ahora hacia el
tribunal, y luego hacia Farel. gritando: "¡Perdón, perdón!" - “Pide
perdón a nuestro Salvador”, respondió Farel. El señor de Berna añadió;
“Venga mañana y escuche el sermón del ministro; si os parece predicar
la verdad, la confesaréis abiertamente ante todos; si no, declararás tu
opinión: esta promesa en mi mano ". El monje extendió la mano y los
jueces se retiraron. "Entonces el fraile se fue, y no lo he vuelto a ver, y
ninguna promesa o juramento pudo hacer que se quedara". 28 Así
avanzó la Reforma en Suiza Romande.

Pero violentas tormentas amenazaron con destruir la obra que apenas


se había iniciado. Agentes romaníes del Valais y de Saboya habían
atravesado el Ródano en St. Maurice y estaban animando a la gente a
una resistencia enérgica. Tuvieron lugar tumultuosos ensamblajes, en
los que se discutieron proyectos peligrosos; las proclamas del gobierno
fueron derribadas de las puertas de las iglesias; tropas de ciudadanos
desfilaron por la ciudad; El tamborileo en las calles de excitar al
populacho contra el reformador: en todas partes prevaleció el motín y
la sedición. Y así, cuando Farel subió al púlpito el 16 de febrero, por
primera vez después de una breve ausencia, algunas bandas papistas
se reunieron alrededor de la puerta de la iglesia, levantaron las manos
en tumulto, lanzaron gritos salvajes y obligaron al ministro a romper.
fuera de su sermón.

El consejo de Berna decretó entonces que los feligreses de los cuatro


mandemens debían reunirse. Los de B ex declarados por la Reforma;
Aigle siguió su ejemplo, pero con indecisión; y en las montañas por
encima de Ollon, los campesinos, sin atreverse a maltratar a Farel,
excitaron a sus esposas, que se abalanzaron sobre él con sus garrotes.
Pero fue sobre todo la parroquia de los Ormonds la que, tranquila y
orgullosa al pie de sus glaciares, se señaló con su resistencia. Un
compañero de labores de Farel, llamado Claude (probablemente
Claude de Gloutinis), cuando un día predicaba allí con gran
animación, fue repentinamente interrumpido por el repique de las
campanas, cuyo ruido era tal que se podría haber dicho que todo el
infierno estaba ocupado tirando de ellas. “De hecho”, dice otro heraldo
del Evangelio, Jacques Camralis, quien por casualidad estuvo
presente, “fue el mismo Satanás, quien, arrojando su ira en algunos de
sus agentes, llenó los oídos de los auditores con todo este alboroto”. 29
En otra ocasión, algunos reformadores celosos derribaron los altares
de Baal, según el lenguaje de la época, el espíritu maligno comenzó a
soplar con violencia en todos los chalés esparcidos por las laderas de
las montañas; los pastores salieron precipitadamente como avalanchas
y cayeron sobre la iglesia y los evangélicos. “Sólo encontremos a estos
desgraciados sacrílegos”, gritaron los furiosos Ormondines; "Los
colgaremos, les cortaremos la cabeza, los quemaremos, arrojaremos
sus cenizas en la Gran Agua". 30 Así se agitaron estos montañeses,
como el viento que ruge en sus altos valles con una furia desconocida
para los habitantes de los llanos.
Otras dificultades abrumaron a Farel. Sus compañeros de trabajo no
eran todos ellos exentos de culpa. Una Christopher Ballista,
anteriormente un monje de París, había escrito a Zwingle: “No soy
más que un galo, un bárbaro, 3 1 , pero usted me encontrará pura
como la nieve, sin ningún tipo de engaño, de corazón abierto, a través
de cuyas ventanas en todo el mundo puede que vea." 32 Zwingle envió
a Ballista a Farel, que pedía en voz alta obreros en la viña de Cristo. El
fino lenguaje del parisino cautivó al principio a la multitud; pero
pronto se vio necesario tener cuidado con estos sacerdotes y monjes
disgustados con el papado. “Criado en la pereza del claustro, glotón y
perezoso”, dice Farel, “Ballista no pudo conformarse con la abstinencia
y rudo trabajo de los evangelistas, y pronto comenzó a arrepentirse de
su capucha de monje. Cuando percibió que la gente comenzaba a
desconfiar de él, se volvió como un monstruo furioso, vomitando
carretas llenas de amenazas ”. 33 Así terminó sus labores.
A pesar de todas estas pruebas, Farel no se desanimó. Cuanto mayores
eran las dificultades, más aumentaba su energía. esparcimos la semilla
por todas partes ”, dijo,“ y dejemos que la Francia civilizada,
provocada a los celos por esta nación bárbara , abrace por fin la
piedad. Que no haya en el cuerpo de Cristo ni dedos, ni manos, ni pies,
ni ojos, ni oídos, ni brazos, existiendo separadamente y trabajando
cada uno por sí mismo, sino que haya un solo corazón que nada pueda
dividir. Que la variedad de cosas secundarias no divida en muchos
miembros separados ese principio vital que es uno y simple. 34 ¡Ay!
Los pastos de la Iglesia son pisoteados y sus aguas se agitan. Pongamos
nuestras mentes en la concordia y la paz. Cuando el Señor haya abierto
los cielos, no habrá tantas disputas sobre el pan y el agua. 35 Una
caridad ferviente, ese es el ariete poderoso con el que derribaremos
esos muros orgullosos, esos elementos materiales, con los que los
hombres nos confinarían ”. 36

Así escribió el más impetuoso de los reformadores. Estas palabras de


Farel, conservadas durante tres siglos en la ciudad donde murió, nos
revelan más claramente el carácter íntimo de la Gran Revolución del
siglo XVI, que todas las afirmaciones arriesgadas de sus intérpretes
papistas. Así, la unidad cristiana encontró desde estos primeros
momentos un apóstol celoso. El siglo XIX está llamado a reanudar el
trabajo que el siglo XVI no pudo realizar.

Notas finales:
1. La parte francesa de Suiza, que comprende los cantones
de Ginebra, Vaud, Neufchatel y parte de los de Friburgo
de Berna y Valais.

2. Eccles. 3: 1, 2, 3.
3. Gravabat nox, opprimebat pluvia..coegit viae difficultas
en media sedere via sub pluvia. Farel a Capito y Bucer.
Neufchatel MS.
4. Voluit Dominus per infirma haec, docere quid possit
homo in majoribus. Coct. Epp. EM. De Neufchatel.

5. Piis artibus et aposto licis versatiis ad circumveniendum


illum opus est. Ecol. A Farel, 27 de diciembre de 1526.
Neufchatel MS.
6. Ubi ostium patuerit, tunc adversariis liberius obsistetur.
Ibídem.
7. Pia et amica ad Lutheri sermonem apologia. Op. Vol. 2. T.
2. P. 1.
8. Ut Christi succuss a undique Ecclesia, pacis non nihil
sentiat. Zw. Epp. 2:26.
9. Papa aut nullus aut modicus hic est. Zw. Epp. 2:36.

10. El nombre de Ursinus fue tomado sin duda del oso


(ursa) que estaba en el escudo de Berna. Ursinus
significaba bernés.
11. J. Hottinger, HKG, 3 : 364.
12. Ferdinando adventurum esse ingentem ex Hispania
exercitum. Zwinglius, epp. 2:64; fechada el 11 de mayo de
1527.
13. Inhibita verbi divini propagatio. Choupard MS.
14. Histoire de la Reformation Suisse de Ruchat, 1:35.
15. Pro libros sibi liberos comparant, pro studio concubinas
amant. Tritheim Instit. Vitae Sacerdotalis, pág. 765. El
juego sobre libros y liberos (libros y niños) no puede
transmitirse en inglés.
16. Urbanus, doctus, magnus, consuetudine doctorum
obligatus. Farel a Galeotto. Neufchatel MS.
17. Pluris faciunt miserrimi subulci aspectum quam
omnipotentis Dei. Farel a Galeotto. Ibídem.

18. Pulsare, vociferari perge, nec prius cessa quam, etc.


Ibid.
19. Naeniis totas implevit et conviciis. Ibídem.
20. Quod agere veretur obstinatus diabolus, intrepide agit
reprobus et contuma x monachus. Jacob von Juterbock:
de Negligentia Prelatorum.
21. Commenca de se tempester; en la narración que da de
esta aventura a las monjas de Vevay. Neufchatel MS.
22. Tournant maintenant he sa, maintenant de la, comme
fait la conscience mal assuree. Ibíd .
23. Il n'appartient a personne vivante d'ordonner autre
maniere de faire service a Dieu, que celle qu'il a
commandee. Nous devons garder ses commandemens,
sans tirer ni a la dextre, ni a la senestre. Ibídem.
24. Hors de sens, trembloit, s'agitoit, palissoit et r ougissoit
tour a tour. Enfin tirant son bonnet de se tete, hors du
chaperon, il le rua a terre, jettant et mettant son pied sus,
en s'ecriant: "Je suis esbahi comme la terre ne nous
abyme!" Ibídem.
25. L'un en une tour, et l'autre en l'autre. Neufchatel MS.
26. Lors le frere se jeta a genoux disant: Messeigneurs, je
demande merci a Dieu et a vous..Et aussi, Magister, ce
que j'ai preche contre vous a ete par de faux rapports, etc.
Ibid.
27. Je suis pauvre pecheur comme les autres, ayant ma
fiance, non en ma justice, m ais a la mort de Jesus.
Ibídem.
28. Puis quand le frere fut parti, depuis ne l'ai vu, et nulles
promesses ni sermens ne l'ont pu faire demeurer. Ibídem.

29. Sed Sathan per ejus servos, voluit aurea auditoram ejus
sono cymbali implere. Neufchatel MS.
30. Quo invento sus penderetur primum, deinde dignus
comburi, ulterius capitis obtruncatione, novissime in
aquis mergeretur. Ibídem.
31. Me quantumvis Gallum et barbarum. Zw. Epp. 2: 205.
32. Absque ullo fuco, niveum, et aperti fenestratique
pectoris. Zw. Epp. 2: 205.
33. Quam beatus hic venter incanduit! ¡Cita minarum
plaustra! Solent tales belluae, etc. Neufchatel MS.

34. Ne in digitos, manus, pedes, oculos, nares, aures,


brachia, cor quod unum est discindatur, et quae in rebus
est varietas, principium non faciat multiplex. Ibídem.
35. Una alusión a las polémicas sobre el anabautismo y la
presencia real. Non tanta erit super aqua et pane
contentio, nec super gramine, solutaque obsidione.
Ibídem. El sentido de estas últimas palabras es oscuro.
36. Charitas fortissimus aries. Farel to Bucer, 10 de mayo de
152 9.
LIBRO 15
CAPÍTULO 2
De todos los cantones suizos, Berna parecía el menos dispuesto a la
Reforma. Un estado militar puede ser celoso por la religión, pero lo
será por una religión externa y disciplinada: requiere una organización
eclesiástica que pueda ver, tocar y manejar a su voluntad. Teme las
innovaciones y los movimientos libres de la Palabra de Dios: ama la
forma y no la vida. Napoleón, al restaurar la religión en Francia en el
Concordato, nos ha dado un ejemplo memorable de esta verdad. Este
también fue el caso de Berne. Su gobierno, además, estaba absorto en
intereses políticos y, aunque tenía poco respeto por el Papa, le
importaba aún menos que un reformador se pusiera, como hizo
Zwingle, a la cabeza de los asuntos públicos. En cuanto al pueblo, que
se deleitaba con la “mantequilla de sus vacas y la leche de sus ovejas,
con grasa de cordero” 1 , permanecían encerrados en el estrecho
círculo de sus necesidades materiales. Las cuestiones religiosas no eran
del agrado de los gobernantes ni de sus conciudadanos.
El gobierno de Berna, sin experiencia en asuntos religiosos, se había
propuesto frenar el movimiento de la Reforma mediante su edicto de
1523. En cuanto descubrió su error, se dirigió hacia los cantones
adheridos a la antigua fe; y mientras esa porción de la gente de donde
se reclutó el Gran Consejo, escuchaba la voz de los reformadores, la
mayoría de las familias patricias, que componían el Consejo Menor,
creyendo que su poder, sus intereses y su honor estaban amenazados,
se unieron al viejo orden de cosas. De esta oposición de los dos
concilios surgió un malestar general, pero no conmociones violentas.
Movimientos repentinos, arranques repetidos, anunciaban de vez en
cuando que en la nación fermentaban materias incongruentes ; fue
como un terremoto indistinto, que levanta toda la superficie sin causar
rasgaduras: luego todo vuelve a la aparente tranquilidad. 2 Berna, que
siempre se decidió en su política, giraba en materia religiosa en un
momento a la derecha y en otro a la izquierda; y declaró que no sería ni
papista ni reformado. Ganar tiempo era, para la nueva fe, ganarlo todo.
Lo que se hizo para desviar a Berna de la Reforma fue la causa misma
de precipitarla hacia el nuevo camino. La altivez con que los cinco
cantones primitivos se arrogaban la tutela de sus confederados, las
conferencias secretas a las que ni siquiera estaba invitada Berna, y la
amenaza de dirigirse al pueblo de manera directa ofendieron
profundamente a los oligarcas de Berna. Thomas Murner, un carmelita
de Lucerna, uno de esos hombres groseros que actúan sobre el pueblo,
pero que inspiran disgusto en las mentes elevadas, hizo que la copa se
derramara. Furioso contra el calendario de Zúrich, en el que se habían
omitido deliberadamente los nombres de los santos, publicó en su
oposición el "Almanaque de herejes y ladrones de iglesias", un tratado
lleno de pasquines e invectivas, en el que los retratos de los los
reformadores y sus seguidores, entre los que se encontraban muchos
de los hombres más importantes de Berna, fueron acompañados de las
inscripciones más brutales. 3 Zurich y Berna en conjunto exigieron
satisfacción, ya partir de este momento la unión de estos dos estados
se hizo cada día más estrecha.
Este cambio pronto se percibió en Berna. Las elecciones de 1527
colocaron a un número considerable de amigos de la Reforma en el
Gran Consejo; y este organismo, reanudando inmediatamente su
derecho a nombrar a los miembros del Consejo Menor, que había sido
usurpado durante veinte años por los Banneret y los Dieciséis,
destituyó del gobierno a los partidarios más decididos de la jerarquía
romana, y entre otros a Gaspard de Mulinen y Sebastian de Stein, 4 y
llenaron las vacantes con miembros de la mayoría evangélica. La unión
de Iglesia y Estado, que hasta entonces había frenado el progreso de la
Reforma en Suiza, estaba ahora a punto de acelerar sus movimientos.
El reformador Haller no estaba solo en Berna. Kolb había abandonado
la cartuja de Nuremberg, en la que se había visto obligado a refugiarse,
y se había presentado ante sus compatriotas, sin exigir más estipendio
que la libertad de predicar a Jesucristo. Ya inclinado bajo el peso de los
años , con la cabeza coronada de canosos cabellos, Kolb, joven de
corazón, lleno de fuego y de valor indomable, presentó con valentía
ante los jefes de la nación el Evangelio que lo había salvado. Haller, por
el contrario, aunque sólo tenía treinta y cinco años, se movía con paso
mesurado, hablaba con seriedad y proclamaba las nuevas doctrinas
con inusitada circunspección. El viejo había tomado el papel del joven
y el joven el del barbudo gris.

Zwingle, a cuyo ojo nada escapaba, vio que se acercaba una hora
favorable para Berne , e inmediatamente dio la señal. "La paloma
encargada de examinar el estado de las aguas regresa con una rama de
olivo al arca", le escribió a Haller; “Sal ahora, segundo a Noé, y toma
posesión de la tierra. Haga cumplir, sea fervoroso y fije
profundamente en el corazón de los hombres los ganchos y garfios de
la Palabra de Dios, para que nunca más puedan deshacerse de ellos ”. 5
- “Tus osos”, escribió a Thomas ab Hofen, “han vuelto a sacar sus
garras. Quiera Dios que no los hagan retroceder hasta que hayan hecho
pedazos todo lo que se opone a Jesucristo ".
Haller y sus amigos estaban a punto de responder a este llamamiento,
cuando su situación se complicó. Algunos de los radicales, que llegaron
a Berna en 1527, alejaron al pueblo de los predicadores evangélicos
“por la presencia de ídolos”. 6 Haller mantuvo una conferencia inútil
con ellos. "¡A qué peligros no está expuesto el cristianismo", exclamó,
"dondequiera que se hayan infiltrado estas furias!" 7 Nunca ha habido
un avivamiento en la Iglesia, sin que las sectas jerárquicas o radicales
se esfuercen inmediatamente por perturbarla. Haller, aunque
alarmado, seguía manteniendo su inalterable mansedumbre. “Los
magistrados están deseosos de desterrarlos”, dijo; “Pero es nuestro
deber expulsar sus errores, y no sus personas. No empleemos otras
armas que la espada del Espíritu ”. 8 No fue del papado que los
reformadores habían aprendido estos principios . Se produjo una
disputa pública. Seis de los radicales se declararon convencidos y otros
dos fueron enviados fuera del país.
Se acercaba el momento decisivo. Los dos grandes poderes de la época,
el Evangelio y el Papado, se movían con igual energía; los consejos de
Berna debían hablar. Vieron por un lado que los cinco cantones
primitivos tomaban cada día una actitud más amenazadora, y
anunciaban que el austríaco reaparecería pronto en Helvetia, para
reducirlo una vez más al sometimiento de Rome ; y por otro, veían el
Evangelio ganando terreno cada día en la confederación. ¿Cuál estaba
destinada a prevalecer en Suiza, las lanzas de Austria o la Palabra de
Dios? En la incertidumbre en la que estaban colocados los consejos,
resolvieron ponerse del lado de la mayoría. ¿Dónde podrían encontrar
una base firme, si no allí? Vox populi, vox Dei. "Nadie", decían, "puede
hacer ningún cambio de su propia autoridad privada: es necesario el
consentimiento de todos". 9
El gobierno de Berna tuvo que decidir entre dos mandatos, ambos
emanados de su autoridad: el de 1523, a favor de la libre predicación
del Evangelio, y el de 1526, a favor “de los sacramentos, los santos, la
madre de Dios y los ornamentos de las iglesias ". Los mensajeros del
estado salieron y recorrieron todas las parroquias: el pueblo dio su
voto contra toda ley contraria a la libertad, y los consejos, apoyados
por la nación, decretaron que “la Palabra de Dios debe ser predicada
pública y libremente, aunque sea en oposición a los estatutos y
doctrinas de los hombres ". Tal fue la victoria del Evangelio y del
pueblo sobre la oligarquía y los sacerdotes.
Inmediatamente surgieron disputas en todo el cantón y cada
parroquia se convirtió en un campo de batalla. Los campesinos
comenzaron a disputar con los sacerdotes y monjes, confiando en las
Sagradas Escrituras. "Si el mandato de nuestros señores", decían
muchos, "concede a nuestros pastores la libertad de predicar, ¿por qué
no debería conceder al rebaño la libertad de actuar?" - "¡Paz Paz!"
gritaron los consejos, alarmados por su propia osadía. Pero los rebaños
declararon resueltamente que despedirían la misa y se quedarían con
sus pastores y la Biblia. 10 Ante esto, los partidarios del Papa se
volvieron violentos. El banneret Kuttler llamó a la buena gente de
Emmenthal, "herejes, bribones, libertinos"; pero estos campesinos le
obligaron a disculparse. 11 El alguacil de Trachselwald fue más astuto.
Al ver que los habitantes de Rudersweil escuchaban con entusiasmo la
Palabra de Dios, que les predicaba un piadoso ministro, llegó con
pífanos y trompetistas e interrumpió el sermón, invitando a las
muchachas del pueblo con palabras y melodías animadas a abandonar
la iglesia por el baile.
Estas singulares provocaciones no frenaron la Reforma. Seis de las
empresas de la ciudad (zapateros, tejedores, comerciantes, panaderos,
canteros y carpinteros) abolieron en las iglesias y conventos de su
distrito todas las misas, aniversarios, advocaciones y prebendas. Otros
tres (los curtidores, herreros y sastres) se preparan para imitarlos; 12
las siete compañías restantes estaban indecisas, excepto los carniceros,
que estaban entusiasmados con el Papa. Así, la mayoría de los
ciudadanos abrazaron el Evangelio. Muchas parroquias de todo el
cantón habían hecho lo mismo; y el avoyer d'Erlach, ese gran
adversario de la Reforma, ya no pudo mantener el torrente dentro de
los límites.

Sin embargo, se hizo el intento: se ordenó a los alguaciles que tomaran


nota de las irregularidades y la vida disoluta de los monjes y monjas;
incluso se echaba de los claustros a todas las mujeres de moral
relajada. 13 Pero no fue solo contra estos abusos que se llevó a cabo la
Reforma; fue contra las instituciones mismas y contra el papado en el
que se fundaron. Por tanto , el pueblo debería decidir. - “El clero de
Berna”, dijeron, “debe ser convocado, como en Zurich, y dejar que las
dos doctrinas se discutan en una conferencia solemne. Luego
procederemos de acuerdo con el resultado ".
El domingo siguiente a la fiesta de San Martín (11 de noviembre), el
ayuntamiento y la ciudadanía resolvieron por unanimidad que debería
celebrarse una disputa pública a principios del año siguiente. "¡La
gloria de Dios y su Palabra", dijeron, "finalmente aparecerá!" Bernese y
str angers, sacerdotes y laicos, todos fueron invitados por carta o por
aviso impreso a venir y discutir los puntos controvertidos, pero solo
por la Escritura, sin las glosas de los antiguos, y renunciando a toda
sutileza y lenguaje abusivo. 14 ¿Quién sabe, decían, si todos los
miembros de la antigua confederación suiza no podrán llegar así a la
unidad de fe?
Así, dentro de las murallas de Berna, estaba a punto de tener lugar la
lucha que decidiría el destino de Suiza; porque el ejemplo de Berna
debe necesariamente llevar consigo una gran parte de la
confederación.
Los Cinco Cantones, alarmados por esta información, se reunieron en
Lucerna, donde se les unieron Friburgo, Soleure y Glaris. No había
nada ni en la letra ni en el espíritu del pacto federal que obstruyera la
libertad religiosa. "Cada estado", dijo Zurich, "es libre de elegir la
doctrina que desee profesar". El Waldstettes, 15 por el contrario,
deseaba privar a los cantones de esta independencia, y someterlos a la
mayoría federal y al papa. Protestaron, por tanto, en nombre de la
confederación, contra la discusión propuesta. “Vuestros ministros”, le
escribieron a Berna, “deslumbrados y confundidos en Baden por el
brillo de la verdad, desearían con esta nueva discusión ocultar su
vergüenza; pero le rogamos que desista de un plan tan contrario a
nuestras antiguas alianzas ". “No somos nosotros quienes las hemos
infringido”, respondió Berne; Es mucho más tu altiva misiva lo que los
ha estropeado. No abandonaremos la Palabra de nuestro Señor
Jesucristo ”. Ante esto, los cantones romanos decidieron negar un
salvoconducto a quienes debían dirigirse a Berna. Esto fue una muestra
de intenciones siniestras.
Los obispos de Lausana, Constanza, Ba sle y Sion, invitados a la
conferencia bajo pena de perder todos sus privilegios en el cantón de
Berna, respondieron que, como iba a ser una disputa según las
Escrituras, no tenían nada que hacer. hacer con eso. Así olvidaron
estos sacerdotes las palabras de uno de los médicos romanos más
ilustres del siglo XV: "En las cosas celestiales el hombre debe ser
independiente de sus semejantes y confiar sólo en Dios". dieciséis
Los médicos romanistas siguieron el ejemplo de los obispos. Eck,
Murner, Cochloeus y muchos otros decían adondequiera que iban:
“Hemos recibido la carta de este leproso, de este hereje maldito,
Zwingle. 17 Quieren tomar la Biblia por juez; pero ¿tiene la Biblia una
voz contra los que la violentan? No iremos a Berna; no nos
arrastraremos hasta ese oscuro rincón del mundo; no iremos a
combatir en esa caverna lúgubre, en esa escuela de herejes. Que estos
villanos salgan al aire libre y se enfrenten a nosotros en terreno
nivelado , si tienen la Biblia de su lado, como dicen ”. El emperador
ordenó que se aplazara la discusión; pero el mismo día de su
inauguración, el consejo de Berna respondió que, como todos ya
estaban reunidos, la demora sería imposible.

Luego, a pesar de los doctores y obispos, la Iglesia Helvética se reunió


para decidir sobre sus doctrinas. ¿Tenía derecho a hacerlo? No; - no si
se nombraran sacerdotes y obispos, como pretende Roma, para formar
un vínculo místico entre la Iglesia y nuestro Señor; Sí, si se
establecieran, como declara la Biblia, sólo para satisfacer esa ley de
orden en virtud de la cual toda sociedad debería tener un poder rector.
Las opiniones de los reformadores suizos a este respecto no eran
dudosas. La gracia que crea al ministro viene del Señor, pensaron; pero
la Iglesia examina esta gracia, la reconoce, la proclama por los
ancianos, y en todo acto de fe, siempre puede apelar del ministro a la
Palabra de Dios. Prueba los espíritus, prueba todo, dice a los fieles. La
Iglesia es juez de controversias; 18 y es este deber, en el que nunca
debería faltar, el que ahora estaba a punto de cumplir en la disputa de
Berna.
La contienda parecía desigual. Por un lado aparecía la jerarquía
romana, un gigante que había ido ganando fuerza durante muchos
siglos ; y por el otro, al principio no había más que un hombre débil y
tímido, el modesto Berthold Haller. “No puedo manejar la espada de la
Palabra”, dijo alarmado a sus amigos. "Si no me tiendes las manos,
todo ha terminado". Luego se arrojó temblando a los pies del Señor, y
pronto se levantó iluminado y exclamó: "La fe en el Salvador me da
valor y dispersa todos mis temores". 19
Sin embargo, no podía quedarse solo: todas sus miradas se volvieron
hacia Zwingle: “Fui yo quien me bañé en Baden”, escribió
Oecolampadius a Haller, “y ahora es Zwingle quien debe encabezar la
danza del oso en Berna. " 20 - “Estamos entre el martillo y el yunque”,
escribió Haller a Zwingle; “Cogemos al lobo por las orejas y no
sabemos cómo dejarlo ir. 21 Las casas de De Watteville, Noll, Tremp y
Berthold están abiertas para usted. Ven, pues, y dirige la batalla en
persona ".
Zwingle no vaciló. Pidió permiso al Concilio de Zur ich para visitar
Berna, con el fin de demostrar allí “que su enseñanza estaba llena del
temor de Dios, y no blasfema; poderoso para difundir la concordia a
través de Suiza, y no causar problemas y disensiones ". 22 En el mismo
momento en que Haler recibió la noticia de la llegada de Zwingle,
Oecolampadius le escribió: “Estoy dispuesto, si es necesario, a
sacrificar mi vida. Inauguremos el nuevo año abrazándonos unos a
otros para la gloria de Jesucristo ”. Otros médicos escribieron en el
mismo sentido. "Estos , entonces", exclamó Haller con emoción, "estos
son los auxiliares que el Señor envía a mi enfermedad, para ayudarme
a librar esta dura batalla!"

Era necesario proceder con cautela, pues la violencia de los oligarcas y


de los Cinco Cantones era bien conocida. 23 Los doctores de Glaris,
Schaffhausen, St. Gall, Constanza, Ulm, Lindau y Augsburg se
reunieron en Zurich para proceder bajo la misma escolta que Zwingle,
Pellican, Collin, Megander, Grossman, el comandante Schmidt, Bullin
ger y un gran número del clero rural, seleccionado para acompañar al
reformador. "Cuando todo este juego atraviese el país", dijeron los
jubilados, "iremos a cazar y veremos si no podemos matar a algunos, o
al menos atraparlos y ponerlos en una jaula".
Trescientos hombres elegidos, seleccionados de las compañías de
Zurich y de las parroquias dentro de sus recintos, se pusieron sus
corazas y se echaron sus arcabuces al hombro; pero para no darle al
viaje de estos médicos la apariencia de una expedición militar, no
tomaron ni colores, pífano ni tambor; y el trompetista de la ciudad,
funcionario civil, iba solo a la cabeza de la compañía.
El martes 2 de enero partieron. Zwingle nunca había parecido más
alegre. "Gloria al Señor", dijo, "mi coraje aumenta cada día". 24 El
burgomaestre Roust, el secretario municipal de Mangoldt, con Funck y
Jaekli, ambos maestros en artes, y los cuatro delegados por el consejo,
iban a caballo cerca de él. Llegaron a Berna el 4 de enero, habiendo
tenido sólo una o dos alarmas sin importancia.
La Iglesia de los Cordeliers debía servir como lugar de conferencia.
Tillmann, el arquitecto de la ciudad, había hecho los arreglos de
acuerdo con un plan proporcionado por Zwingle. 25 Se había
levantado una gran plataforma , sobre la cual se colocaron dos mesas,
y alrededor de ellas se sentaron los campeones de las dos partes. En el
lado evangélico se destacaron, además de Haller, Zwingle y
Oecolampadius, muchos hombres distinguidos de la Iglesia
reformada, extraños a Suiza, como Bucer, Capito y Ambrose Blarer.
Por el lado del papado, el Dr. Treger de Friburgo, que disfrutaba de
una gran reputación, pareció mantener el fuego del combate. En
cuanto al resto, ya sea por miedo o por desprecio, los médicos
romanos más famosos estamos ausentes.

El primer acto fue publicar el reglamento de la conferencia. “No se


propondrá prueba alguna que no esté extraída de las Sagradas
Escrituras, y no se dará explicación de aquellas Escrituras que no
provengan de la Escritura misma, explicando textos obscuros por
aquellos que son claros”. Después de esto, uno de los secretarios,
levantándose para pasar lista, gritó con una voz fuerte que resonó en la
iglesia: ¡El obispo de Constanza! Nadie respondió. Hizo lo mismo con
los obispos de Sion, Basilea y Lausana. Ninguno de estos prelados
estuvo presente en esta reunión, ni en persona ni por diputado. Dado
que la Palabra de Dios estaba destinada a reinar sola, la jerarquía
romana no apareció. Estos dos poderes no pueden caminar juntos.
Estuvieron presentes unos trescientos cincuenta eclesiásticos suizos y
alemanes.

El martes 7 de enero de 1528, el burgomaestre Vadian de San Gall, uno


de los presidentes, abrió la disputa. Después de él, el anciano Kolb se
puso de pie y dijo: “Dios está en este momento agitando al mundo
entero; humillémonos , por tanto, ante él; y pronunció con fervor una
confesión de pecados.
Terminado esto, se leyó la primera tesis. Decía así: "La santa Iglesia
cristiana, de la cual Cristo es la única cabeza, nace de la Palabra de
Dios, permanece en ella y no escucha la voz de un extraño".
ALEXIS GRAT, monje dominicano. - “La palabra único no está en la
Escritura. Cristo había dejado un vicario aquí abajo ".
HALLER. - “El vicario que dejó Cristo es el Espíritu Santo”.
TREGER. - “Mira, pues, hasta qué punto han llegado las cosas en estos
últimos diez años. Este hombre se llama a sí mismo luterano; que un
Zwingliano; un tercero, un carlstadtiano; un cuarto, ecolampadista; un
quinto, un anabautista ... "
BUCER. - “A quien predica a Jesús como único Salvador, lo
reconocemos como nuestro hermano. Ni Lutero, ni Zwingle, ni
Ecolampadius, desean que los fieles lleven su nombre. Además, no
debes presumir tanto de una mera unidad externa. Cuando el
Anticristo ganó la delantera en todo el mundo, en el este por Mahoma,
en el oeste por el Papa, pudo mantener a la gente en la unidad del
error. Dios permite las divisiones, a fin de que los que le pertenecen
aprendan a mirar no a los hombres, sino al testimonio de la Palabra y
a la seguridad del Espíritu Santo en sus corazones. ¡Así pues, amados
hermanos, a las Escrituras, las Escrituras! 26 ¡ Oh Iglesia de Berna,
aférrate a la enseñanza de Aquel que dijo: Venid a mí, y no venid a mi
vicario!
La disputa luego giró sucesivamente sobre la Tradición, los Méritos de
Cristo, la Transubstanciación, la Misa, la Oración a los Santos, el
Purgatorio, las Imágenes, el Celibato y los Desórdenes del Clero. Roma
encontró numerosos defensores, y entre otros, Murer, sacerdote de
Rapperswyl, quien había dicho: "Si desean quemar a los dos ministros
de Berna, me comprometo a llevarlos a ambos a la hoguera".
El domingo 19 de enero, día en que se atacó la doctrina de la misa,
Zwingle, deseoso de actuar también en favor de la gente, subió al
púlpito y recitando el Credo de los Apóstoles, hizo una pausa después
de estas palabras: “Él ascendió al cielo y está sentado a la diestra de
Dios Padre Todopoderoso; de allí vendrá a juzgar a vivos y muertos ”.
Estos tres artículos ”, dijo,“ están en contradicción con la masa ”. Todos
sus oyentes redoblaron su atención; y un sacerdote, vestido con sus
vestiduras sacerdotales, que se preparaba para celebrar el santo
sacrificio en una de las capillas, se detuvo asombrado ante las palabras
de Zwingle. Erguido ante el altar consagrado sobre el que reposaba el
cáliz y el cuerpo del Salvador, con los ojos fijos en el reformador, cuyas
palabras electrizaron al pueblo, presa de las luchas más violentas, y
abatido por el peso de la verdad, los agitados. el sacerdote resolvió
renunciar a todo por ello. En presencia de todos , se despojó de sus
ornamentos sacerdotales y, arrojándolos sobre el altar, exclamó: “¡A
menos que la misa descanse sobre una base más sólida, no puedo
celebrarla más!”. El ruido de esta conversión, efectuada al pie del altar,
se extendió inmediatamente por la ciudad, 27 y fue considerada como
un presagio importante. Mientras la masa permanezca, Roma lo ha
ganado todo: en cuanto cae la masa, Roma lo ha perdido todo. La masa
es el principio creativo de todo el sistema del papado.
Tres días después, el 22 de enero, fue la fiesta de San Vicente, patrón
de la ciudad. La disputa que se había continuado durante el domingo
fue suspendida ese día. Los canónigos preguntaron al consejo qué
debían hacer. “ Aquellos de ustedes”, respondió el concilio, “que
reciben la doctrina de las tesis no deben decir misa; los demás pueden
realizar la adoración divina como de costumbre ". 28 En consecuencia,
se hicieron todos los preparativos para la solemnidad. En la víspera de
San Vicente, las campanas de cada campanario anunciaron la fiesta a
los habitantes de Berna. Al día siguiente, los sacristanes encendían las
velas; el incienso llenó el templo, pero nadie apareció. ¡Sin sacerdotes
para decir misa, sin fieles para escucharla! Ya había un gran abismo en
el santuario romano , un profundo silencio, como en el campo de
batalla, donde nadie más que los muertos yacen.
Por la noche era costumbre que los canónigos cantaran vísperas con
gran pompa. El organista estaba en su puesto, pero nadie más
apareció. El pobre, al quedar así solo, contemplando con dolor la caída
del culto con el que ganó su pan, expresó su dolor tocando un himno
de duelo en lugar del majestuoso Magnificat: “¡Ay, miserable Judas,
qué has hecho! que has entregado así a nuestro Señor? Después de su
triste despedida, se levantó y salió. Casi de inmediato, unos hombres,
excitados por las pasiones del momento, cayeron sobre su amado
órgano, cómplice a sus ojos de tantos ritos supersticiosos, y sus
violentas manos lo rompieron en pedazos. ¡No más misa, no más
órgano, no más himnos! Una nueva Cena y nuevos himnos sucederán a
los ritos del papado.

Al día siguiente hubo el mismo silencio. De repente, sin embargo, se


escuchó una banda de hombres con voces fuertes y paso apresurado.
Fue la Compañía de los Carniceros la que, en ese momento tan fatal
para Roma, quiso apoyarla. Avanzaron portando pequeños abetos y
ramas verdes, para la decoración de su capilla. En medio de ellos había
un sacerdote extranjero, detrás del cual caminaban algunos eruditos
pobres. El sacerdote ofició; las suaves voces de los eruditos sustituyeron
al órgano mudo, y los carniceros se retiraron orgullosos de su victoria.
La discusión estaba llegando a su fin: los combatientes habían
asestado fuertes golpes. Burgauer, párroco de St. Gall, había
mantenido la presencia real en la hostia; pero el 19 de enero se declaró
convencido por los razonamientos de Zwingle, Oecolampadius y
Bucer; y Matthias, ministro de Saengen, había hecho lo mismo.
Posteriormente tuvo lugar una conferencia en latín entre Farel y un
doctor o parisino . Este último adelantó un extraño argumento. “A los
cristianos”, dijo, “se les ordena obedecer al diablo; 29 porque está
dicho: Sometete a tu adversario (Mateo 5:25); ahora, nuestro
adversario es el diablo. ¡Cuánto más, entonces, debemos someternos a
la Iglesia! ” Fuertes carcajadas acogieron este notable silogismo. Una
discusión sobre el bautismo y otros temas terminó la conferencia.

Los dos concilios decretaron que se aboliera la misa y que todos


pudieran quitar de las iglesias los ornamentos que había colocado allí.
Inmediatamente veinticinco altares y un gran número de imágenes
fueron destruidos en la cátedra , pero sin desorden ni derramamiento
de sangre; y los niños empezaron a cantar en las calles (como nos
informa Lutero): 30
Por la Palabra al fin somos salvos de
un Dios rebuznado en un mortero.
Los corazones de los adherentes al papado se llenaron de amargura al
escuchar caer uno tras otro los objetos de su adoración. "Si algún
hombre", dijo John Schneider, "quitara el altar de la Compañía de
Carniceros, yo le quitaría la vida". Peter Thorman comparó la catedral
despojada de sus ornamentos con un establo. "Cuando la buena gente
del Oberland venga al mercado", agregó, "estarán felices de poner su
ganado allí". Y John Zehender, miembro del Gran Consejo, para
mostrar el poco valor que le daba a un lugar de culto así, entró
montado en un asno, insultando y maldiciendo la Reforma. Un bernés,
que por casualidad estaba allí, habiéndole dicho: "Es por la voluntad
de Dios que estas imágenes han sido derribadas". "Diga más bien por
el diablo", respondió Zehender; "¿Cuándo has estado con Dios para
aprender su voluntad?" Fue multado con veinte libras y expulsado del
consejo. 31 “¡Qué tiempos! ¡qué modales! exclamaron muchos
romanistas; “¡Qué negligencia culpable! ¡Qué fácil habría sido evitar
una desgracia tan grande! ¡Oh ! si nuestros obispos hubieran estado
dispuestos a ocuparse más de aprender y un poco menos de sus
amantes ”. 32
Esta reforma era necesaria. Cuando el cristianismo en el siglo IV vio el
favor de los príncipes triunfar en la persecución, una multitud de
paganos que se apresuraron a entrar en la iglesia trajeron consigo las
imágenes, pompas, estatuas y semidioses del paganismo, y una
semejanza de los misterios de Grecia. y Asia, y sobre todo Egipto,
habían desterrado la Palabra de Jesús Cristo de los oratorios
cristianos. Esta Palabra regresando en el siglo XVI, necesariamente
debe tener lugar una purificación; pero no se podía hacer sin graves
rentas.
Se acercaba la partida de los extraños. El 28 de enero, al día siguiente
de aquel en el que las imágenes y los altares habían sido derribados,
mientras sus fragmentos amontonados todavía ocupaban aquí y allá
los pórticos y pasillos de la catedral, Zwingle cruzando estas
elocuentes ruinas, subió una vez más al púlpito en el en medio de una
inmensa c rowd. Con gran emoción, dirigiendo sus ojos por turnos
sobre estos fragmentos y sobre la gente, dijo: “La victoria ha declarado
la verdad, pero la perseverancia sola puede completar el triunfo. Cristo
perseveró incluso hasta la muerte. Ferendo vincitur fortuna. Cornelio
Escipión, después del desastre de Cannas, al enterarse de que los
generales que sobrevivieron a la matanza meditaban abandonar Italia,
entró en el Senado, aunque aún no había alcanzado la edad senatorial,
y sacando su espada, obligó a los atemorizados jefes a jurar que no lo
harían. abandonar Roma. Ciudadanos de Berna, a ustedes les dirijo la
misma exigencia: no abandonen a Jesucristo ”.
Podemos imaginar fácilmente el efecto que producen en la gente tales
palabras, pronunciadas con la enérgica elocuencia de Zwingle.

Luego, volviéndose hacia los fragmentos que estaban cerca de él: “He
aquí”, dijo, “¡he aquí estos ídolos! ¡Míralos conquistados, mudos y
destrozados ante nosotros! Estos cadáveres deben ser arrastrados a la
ruina, y el oro que has gastado en imágenes tan necias debe de ahora
en adelante dedicarse a consolar en su miseria a las imágenes vivientes
de Dios. Almas débiles, derramasteis lágrimas por estos tristes ídolos;
¿No ven que se rompen? ¿No oyen que se agrietan como cualquier otra
madera o como cualquier otra piedra? ¡Mira! aquí hay uno privado de
su cabeza ...... (Zw ingle señaló la imagen, y toda la gente fijó sus ojos
en ella); aquí hay otro mutilado de sus brazos. 33 Si este maltrato
hubiera causado algún daño a los santos que están en el cielo, y si
tuvieran el poder que se les atribuye, ¿ habrías podido, te ruego,
cortarles los brazos y la cabeza?

“Ahora, entonces”, dijo el poderoso orador en conclusión, “mantente


firme en la libertad con que Cristo te ha hecho libre, y no te vuelvas a
enredar con el yugo de la servidumbre (Gálatas 5: 1) . ¡No temáis! Ese
Dios que te ha iluminado, iluminará también a tus aliados, y Suiza,
regenerada por el Espíritu Santo, florecerá en justicia y paz ".
Las palabras de Zwingle no se perdieron. La misericordia de Dios
provocó la del hombre. Algunas personas condenadas a muerte por
sedición fueron indultadas y todos los exiliados fueron llamados. “¿No
deberíamos haberlo hecho”, dijo el consejo, “si nos visitó un gran
príncipe? ¿No lo haremos mucho más ahora que el Rey de reyes y el
Redentor de nuestras almas ha entrado entre nosotros, con amnistía
eterna? 34
Los cantones romish, exasperados por el resultado de la discusión,
buscaron hostigar el regreso de los médicos. Al llegar antes de
Bremgarten, encontraron las puertas cerradas. El alguacil Schutz, que
los había acompañado con doscientos hombres de armas, colocó dos
alabarderos delante del caballo de Zwingle, dos detrás de él y uno a
cada lado; luego, colocándose a la izquierda del reformador, mientras
el burgomaestre Roust se colocaba a la derecha, ordenó a la escolta
que procediera con la lanza en reposo. 35 Los evasores de la ciudad,
intimidados, llegaron a un parlamento; se abrieron las puertas; la
escolta atravesó Bremgarten en medio de una inmensa muchedumbre
y el 1 de febrero llegó a Zurich sin accidente, donde Zwingle volvió a
entrar, dice Lutero, como un conquistador. 36
El partido católico romano no disimuló el cheque que habían recibido.
“Nuestra causa está cayendo”, dijeron los amigos de Roma. 37 “¡Oh!
¡que habíamos tenido hombres expertos en la Biblia! La impetuosidad
de Zwingle apoyó a nuestros adversarios; su ardor nunca se relajó. Ese
bruto tiene más conocimiento de lo que se imaginaba. 38 ¡Ay! ¡Pobre
de mí! cuanto mayor sea el partido, mejor ”. 39
El Concilio de Berna, deseoso de separarse del Papa, confió en el
pueblo. El 30 de enero, mensajeros que iban de casa en casa
convocaron a los ciudadanos; y el 2 de febrero, los burgueses y
habitantes, amos y sirvientes, reunidos en la catedral y formando una
sola familia, con las manos alzadas al cielo, juraron defender los dos
consejos en todo lo que debían emprender por el bien del Estado. o de
la Iglesia.
El 7 de febrero de 1528, el concilio publicó un edicto general de
reforma, y "echó para siempre de los cuellos de los berneses el yugo de
los cuatro obispos, quienes", dijeron, "saben bien esquilar sus ovejas,
pero no cómo alimentarlos ". 40
Al mismo tiempo, las doctrinas reformadas se difundían entre el
pueblo. En todas partes podía haber diálogos sinceros y agudos,
escritos en rima por Manuel, en los que la masa pálida y agonizante,
tendida en su lecho de muerte, llamaba en voz alta a todos sus
médicos, y encontraba inútiles sus consejos, dictando al fin con un voz
quebrada su última voluntad y testamento, que el pueblo recibió con
grandes carcajadas.
La Reforma en general, y la de Berna en particular, ha sido reprochada
por haber sido provocada por motivos políticos. Pero, por el contrario,
Berna, que de todos los estados helvéticos era el mayor favorito de la
corte de Roma --que no tenía en su cantón ni un obispo al que
despedir ni un poderoso clero al que humillar-- Berna, que veía a las
familias más influyentes, la Weingartens, Manuels, Mays, eran reacios
a sacrificar la paga y el servicio del extranjero, y todos cuyas
tradiciones eran conservadoras deberían haberse opuesto al
movimiento. La Palabra de Dios fue el poder que superó esta tendencia
política. 41
En Berna, como en otros lugares, no fue un espíritu culto, democrático
ni sectario lo que dio origen a la Reforma. Sin duda los hombres de
letras, los liberales, los entusiastas sectarios, se lanzaron a la gran
lucha del siglo XVI; pero la Reforma no habría durado mucho si
hubiera recibido su vida de ellos. La fuerza primitiva del cristianismo,
reviviendo después de siglos de postración larga y completa, fue el
principio creativo de la Reforma; y pronto se vio separarse claramente
de los falsos aliados que se habían presentado, rechazar un saber
incrédulo al elevar el estudio de los clásicos, frenar toda anarquía
demagógica defendiendo los principios de la verdadera libertad, y
repudiar a las sectas entusiastas consagrando los derechos de la
Palabra y del pueblo cristiano.
Pero si bien sostenemos que la Reforma fue en Berna, como en todas
partes, una obra verdaderamente cristiana, estamos lejos de decir que
no fue útil para el cantón en un sentido político. Todos los estados
europeos que han abrazado la Reforma han sido elevados, mientras
que los que la han combatido han sido rebajados.
Notas finales:
1. Deuteronomio 32:14.

2. Hundeshagen, Conflikte der Bernischen Kirche, pág. 19.


3. Quum nudus-tertius Murneri Calendarium legissem,
partim ridendo hominis stultissimam impudentiam.
Ecolamp. Hacia Zwingle, febrero. 1527, Epp. 2:26.
4. Mullinen e Senatoria dignitate protrusus est. Lapidea
quoqu e. Haller a Zwingle, 25 de abril de 1527.
5. Aculeos ac hamos, sic in mortalium pectora dimitte, ut
etiam si velint, non possint. Zw. Epp. 2:10.
6. Ne pleben dehortentur ab auditione concionum
nostrarum ob idolorum praesentiam. Ibídem. 49.
7. Consideravimus omnes peri culum urbis nostrae et totius
Christianismi, ubi illae furiae irrepserint. Ibídem. 50.
8. Nostrum est, omnia gladio spiritus refellere. Ibídem.
9. Ut privata auctoritate nemo quippiam immutare
praesumat. Haller a Vadian.

10. Incolas vallis Emmenthal Senatum adiisse, missamque


missam fecisse. Zw. Epp. 2: 104.
11. Pueros, hereticos, et homines lascivos. Ibídem. 106.
12. Haller a Zwingle, 4 de noviembre de 1527. Epp. 2: 105.
13. Hottinger, H. Kirchen. 8: 394.
14. Solam sacram Scripturam, absque veterum glossematis.
Haller a Zwingle, 19 de noviembre de 1527. Epp. 2: 113.
15. Los habitantes de los cantones democráticos primitivos,
Schwytz, Uri, Underwald y Lucerna, a los que se puede
agregar Zug.
16. John Goch, Dialogus de quatuor e rroribus, pág. 237.

17. Epistolam leprosi, damnati, haeretici Zwinglii accepti.


Eck a GA Zell, Zw. Epp. 2: 126.
18. Judex controversiarum - 1 Juan 4: 1; 1 Tesalonicenses
5:21.
19. Fides in Dominum me animat, ut nihil verear. Zw. Epp. 2:
123.
20. Una alusión a la disputa en Baden, un célebre balneario,
y a las armas de Berna. Ibídem. 118.
21. Lupum auribus tenemus. Zurich MS.
22. Neque ad perturbationem nostrae almae Helvetiae. Zw.
Epp. 2: 120.
23. Oligarchae in angulis obmurmurent. Ibídem. 123.
24. Crescit Domino gloria, mihi ani mus en hac pugna. Zw.
Epp. Vadiano.
25. Tillmannus urbis architectus locum juxta tuam
deformationem operabit. Ibídem. 2: 123.
26. ¡Darum de mí Christen! Zur Schrift, zur Schrift. Acta Zw.
2:92.
27. Das lachet menklich und ward durch die gantzen Stadt
kundt. Bulling. 1 : 436. En esta y otras citas, conservamos
la ortografía de la época.
28. Bullinger dice, por el contrario, que el consejo prohibió
positivamente la misa. Pero Bullinger, que es un escritor
muy animado, no siempre es exacto en materia
diplomática. El consejo no habría llegado a tal resolución
antes del cierre de la discusión. Otros historiadores
contemporáneos y documentos oficiales no dejan lugar a
dudas sobre este punto. Stettler, en su Crónica, párrs. 2, 6,
ad annum 1528, detalla estos procedimientos como en el
texto.
29. Nos tenemur obedire diabolo. JJ Hottinger, 3: 405.
30. Pueri in plateis cantant: se esse a Deo pisto liberatos. L.
Epp. 3: 290.

31. Historia de Berna, por Tiller, 3: 257.


32. Si studiorum quam scortorum nostri episcopi
amantiores essent. Ruchat, 1: 576. L etter de J. de
Munster, cura en Soleure.
33. Hie lut einer, dem ist's houpt ab, dem anddern ein arm.
Etc. Zw. Op. 2: 228.
34. Da der Konig aller Konige ... Haller, por Kirchhofer,
pág. 439.
35. Mit iren Spyessen fur den hauffen. Toro. Chr. 1: 439.
36. Zwingel triumphator et imperator gloriosus. L. Epp. 3:
290.

37. Ruunt res nostrae. Carta del sacerdote J. de Muller,


testigo presencial de la discusión. Ruchat, 1: 575.
38. Doctior tamen haec bullua est quam putabam. Ibídem.
39. Vicitque pars major meliorem. Ibídem.
40. Toro. Chron. 1: 466.
41. Hundes hagen, Conflikte der Bernischen Kirche, pág. 22.
LIBRO 15
CAPÍTULO 3

Ahora se trataba de propagar por todo el cantón la Reforma lograda en


la ciudad. El 17 de febrero, el consejo invitó a las parroquias rurales a
reunirse el domingo siguiente para recibir y deliberar sobre una
comunicación. Toda la Iglesia, según el antiguo uso de la cristiandad,
estaba a punto de decidir por sí misma cuáles eran sus intereses más
preciados.
Las asambleas estaban abarrotadas; todas las condiciones y edades
estuvieron presentes. Al lado de la cabeza canosa y temblorosa del
anciano, se veían los ojos centelleantes del joven pastor. Los
mensajeros del concilio primero leyeron el edicto de la Reforma. A
continuación, proclamaron que los que lo aceptaron deberían
permanecer y que los que lo rechazaron deberían retirarse.
Casi todos los feligreses reunidos permanecieron en sus lugares. Una
inmensa mayoría de la gente eligió la Biblia. En algunas parroquias
esta decisión estuvo acompañada de enérgicas manifestaciones. En
Arberg, Zofingen, Brugg, Arau y Buren, las imágenes se quemaron. "En
Stauffberg", se decía, "se veía a ídolos cargando ídolos y arrojándose
unos a otros a las llamas". 1
Las imágenes y la masa habían desaparecido de este vasto cantón. “Un
gran grito resonó por todas partes”, escribe Bullinger. 2 En un día,
Roma había caído por todo el país, sin traición, violencia ni seducción,
sólo por la fuerza de la verdad. En algunos lugares, sin embargo, en
Hasli, en Fruti gen, Unterseen y Grindewald, se escuchó a los
descontentos decir: "Si abolieron la misa, también deberían abolir los
diezmos". La forma romana de culto se conservó en el Alto
Simmenthal, una prueba de que no hubo coacción por parte del
estado.
Habiéndose manifestado así los deseos del cantón, Berna completó la
Reforma. Todos los excesos en el juego, la bebida y el baile, y toda
vestimenta inapropiada, estaban prohibidos por proclamación. Las
casas de mala fama fueron destruidas y sus miserables habitantes
fueron expulsados de la ciudad. 3 Se nombró un consistorio para velar
por la moral pública.

Siete días después del edicto, los pobres fueron recibidos en el claustro
de los dominicos, y poco después el convento de la Isla se transformó
en hospital; el monasterio principesco de Konigsfield también se
dedicó al mismo propósito útil. La caridad siguió por todas partes los
pasos de la fe. "Demostraremos", dijo el ayuntamiento, "que no usamos
la propiedad de los conventos para nuestro propio beneficio"; un nd
que cumplieron su palabra. Los pobres estaban vestidos con las ropas
de los sacerdotes; los huérfanos decorados con los ornamentos de la
iglesia. Tan estrictos fueron en estas distribuciones, que el estado se vio
obligado a pedir prestado dinero para pagar las anualidades de los
monjes y n uns; y durante ocho días no hubo una corona en el tesoro
público. 4 ¡ Así fue como el Estado, como se ha afirmado
continuamente, se enriqueció con los despojos de la Iglesia! Al mismo
tiempo invitaron desde Zúrich a los ministros Hofmeister, Megander y
Rhellican, para difundir por todo el cantón el conocimiento de los
clásicos y de las Sagradas Escrituras.
En Pascua se celebró por primera vez la Cena del Señor según los ritos
evangélicos. Los dos concilios y todo el pueblo, con pocas excepciones,
participaron de él. Extraños quedaron impresionados con la
solemnidad de esta primera comunión. Los ciudadanos de Berna y sus
esposas, vestidos con ropas decentes, que recordaban la antigua
sencillez suiza, se acercaron a la mesa de Cristo con seriedad y fervor;
5 los jefes de estado mostraron la misma santa devoción que el pueblo
y recibieron piadosamente el pan de manos de Berthold Haller. Cada
uno sintió que el Señor estaba entre ellos. Así, Hofmeister, encantado
por este solemne servicio, exclamó: "¿Cómo pueden los adversarios de
la Palabra negarse a abrazar finalmente la verdad, viendo que Dios
mismo la da un testimonio tan sorprendente?" 6
Sin embargo, no todo cambió. Los amigos del Evangelio presenciaron
con dolor a los hijos de las principales familias de la república
desfilando por las calles con ropas costosas, habitando suntuosas casas
en la ciudad, habitando magníficas mansiones en el campo -
verdaderas moradas señoriales, siguiendo la persecución con sabuesos
y d cuerno, sentarse a lujosos banquetes, conversar en un lenguaje
licencioso, o hablar con entusiasmo de guerras extranjeras y del
partido francés. "¡Ah!" dijo la gente piadosa, "¿Podríamos ver a la vieja
Suiza revivir con sus antiguas virtudes?"
Hubo una reacción poderosa. A punto de tener lugar la renovación
anual de la magistratura, el consejero Butschelbach, violento
adversario del Evangelio, fue expulsado por adulterio; Otros cuatro
senadores y veinte miembros del Gran Consejo también fueron
reemplazados por amigos de la Reforma y de la moral pública.
Envalentonado por esta victoria, el evangélico bernés propuso en la
dieta que todos los suizos renunciaran al servicio exterior. A estas
palabras, los guerreros de Lucerna se sobresaltaron de su gran amor y
respondieron con una sonrisa altiva: "Cuando hayas regresado a la
antigua fe, escucharemos tus homilías". Todos los miembros del
gobierno, reunidos en Berna en consejo soberano, resolvieron dar el
ejemplo y abjuraron solemnemente de la paga de los príncipes
extranjeros . Así, la Reforma mostró su fe por sus obras.
Se produjo otra lucha. Sobre el lago de Thun se eleva una cadena de
rocas escarpadas, en medio de las cuales se encuentra una profunda
caverna, donde, si podemos creer en la tradición, el piadoso bretón,
Beato, vino en la antigüedad para dedicarse a todas las austeridades de
un vida ascética; pero especialmente a la conversión del distrito
circundante que todavía era pagano. Se afirmó que en esta caverna se
conservaba la cabeza de este santo, fallecido en la Galia ; y por eso
acudían peregrinos de todas partes. Los piadosos ciudadanos de Zug,
Schwytz, Uri y Argovia, gimieron, pensando que la santa cabeza del
apóstol de Suiza permanecería en el futuro en una tierra de herejes.
Partieron el abad del célebre convento de Muri en Argovia y algunos
de sus amigos, como en la antigüedad los argonautas iban en busca del
vellocino de oro. Llegaron con el humilde disfraz de pobres peregrinos
y entraron en la caverna; uno le quitó hábilmente la cabeza, otro la
colocó misteriosamente en su capucha, y desaparecieron. ¡La cabeza de
un muerto! - y esto fue todo lo que Roma salvó del naufragio. Pero
incluso esta conquista fue más que dudosa. Los berneses, que se habían
enterado de la procesión, enviaron el 18 de mayo a tres diputados,
quienes, según su informe, encontraron esta famosa cabeza y la
hicieron enterrar decentemente ante sus ojos en el cementerio del
convento de Interlaken. . Este concurso sobre una calavera caracteriza
a la Iglesia que acababa de ceder en Berna ante el aliento vivificante
del Evangelio. Deja que los muertos entierren a sus muertos.
La Reforma había triunfado en Berna; pero una tormenta se estaba
acumulando sin ser percibida en las montañas, que amenazaba con
derribarla. El Estado en unión con la Iglesia recordó su antigua fama. Al
verse atacado por las armas, tomó las armas a su vez y actuó con esa
decisión que antes había salvado a Roma de peligros similares.
Un descontento secreto estaba fermentando entre la gente de los valles
y montañas. Algunos todavía estaban apegados a la fe antigua; otros
solo habían abandonado la misa porque pensaban que estarían
exentos de los diezmos. Antiguos lazos de vecindad, un origen común y
la similitud de costumbres habían unido a los habitantes de Obwald
(Unt erwalden) con los de Hasli y del Oberland bernés, que estaban
separados sólo por el monte Brunig y el paso alto del Yoke. Se había
corrido el rumor de que el gobierno de Berna había profanado el lugar
donde se conservaban los preciosos restos de Beatus, el pueblo de
estas montañas, y la indignación llenó de inmediato a este pueblo
pastoril, que se adhiere más firmemente que otros a las costumbres y
supersticiones. de sus antepasados.
Pero mientras algunos estaban entusiasmados por el apego a Roma,
otros se sentían motivados por el deseo de libertad. Los súbditos del
monasterio de Interlaken, oprimidos por el régimen monacal,
comenzaron a gritar: "Deseamos convertirnos en nuestros propios
amos y no pagar más el alquiler ni los diezmos". El rector del convento
cedió aterrado todos sus derechos a Berna por la suma de cien mil
florines; 7 y un alguacil acompañado de varios concejales, fueron a
tomar posesión del monasterio. Pronto se difundió un informe de que
estaban a punto de transferir todas las propiedades del convento a
Berna; y el 21 de abril, bandas de hombres de Grindelwald,
Lauterbrunnen, Ringelberg, Brienz y otros lugares, cruzaron el lago o
salieron de sus elevados valles y, tomando posesión por la fuerza del
claustro, juraron que irían incluso a Berna en busca de de los bienes
que los ciudadanos se habían atrevido a quitarles.
Se callaron por un tiempo; pero a principios de junio, la gente, a
instancias de Unterwalden, volvió a surgir en todo Hasli. Habiendo
sido convocado el Landsgemeinde 8 , decidió por mayoría de cuarenta
voces el restablecimiento de la masa. El pastor Jaekli fue expulsado de
inmediato; unos pocos hombres cruzaron el Brunig y trajeron a
algunos sacerdotes de Unterwalden, al son de los pífanos y los
trompeteros . Fueron vistos desde lejos descendiendo la montaña, y
gritos, fuertes y largos, les respondieron desde el fondo del valle. Por
fin llegaron: - todos se abrazaron y el pueblo volvió a celebrar la misa
con grandes manifestaciones de alegría . Al mismo tiempo, la gente de
Frutigen y del fértil valle de Adelboden asaltaron al castellano Reuter,
se llevaron sus rebaños y establecieron un sacerdote católico-romano
en el lugar de su pastor. En Aeschi, incluso las mujeres tomaron las
armas, expulsaron al pastor de la iglesia y trajeron las imágenes
triunfantes. La revuelta se extendió de aldea en aldea y de valle en
valle, y nuevamente tomó posesión de Interlaken. Todos los
descontentos se reunieron allí el 22 de octubre y juraron, con las
manos alzadas al cielo, defender valientemente sus derechos y su
libertad.
La república estaba en gran peligro. Todos los reyes de Europa, y casi
todos los cantones de Suiza, se opusieron al Evangelio. El informe de
un ejército de Austria, destinado a intervenir en favor del Papa, se
difundió por los cantones reformados. 9 Todos los días se celebraban
reuniones sediciosas, 10 y la gente se negaba a pagar a sus magistrados
ya sea alquiler, servicio, diezmos o incluso obediencia , a menos que
cerraran los ojos a los designios de los católicos romanos. El consejo se
confundió. Asombrados y confundidos, expuestos a la desconfianza de
unos y a los insultos de otros, tuvieron la cobardía de separarse con el
pretexto de recoger el vin tage y cruzarse de brazos, ante este gran
peligro, esperaron hasta que un Mesías Debería descender del cielo
(dice un reformador) para salvar la república. 11 Los ministros
señalaron el peligro, los advirtieron y los conjuraron ; pero todos
hicieron oídos sordos. "Cristo languidece en Berna", dijo Haller, "y
parece estar a punto de morir". 12 El pueblo estaba en conmoción: se
reunieron, hicieron discursos, murmuraron y derramaron lágrimas. En
todas partes, en todas sus tumultuosas reuniones, se puede escuchar
esta queja de Manuel sobre los papistas y el papado: 13
Con rabia denuncian nuestros enemigos sus odiosas amenazas,
porque, oh Señor, te amamos más que nadie;
Porque a tu vista caen los ídolos;
Y la guerra y el derramamiento de sangre, temblando, renunciamos.
Berna era como un mar revuelto, y Haller, que escuchó el rugir de las
olas, escribió con la angustia más profunda: “La sabiduría ha
abandonado a los sabios, el consejo se ha apartado de los consejeros y
la energía de los jefes y del pueblo. El número de sediciosos aumenta
cada día. ¡Pobre de mí! ¿Qué puede oponer el Oso, oprimido por el
sueño, a tantos y tan robustos cazadores? 14 Si Cristo se aparta, todos
pereceremos ”.
Estos temores estaban a punto de hacerse realidad. Los cantones más
pequeños afirmaron tener el poder de interferir en asuntos de fe sin
infringir el pacto federal. Mientras seiscientos hombres de Uri se
mantenían listos para partir, ochocientos hombres de Unterwalden,
con ramas de pino en sus sombreros, símbolos de la antigua fe, con
cabezas altivas, con miradas sombrías y amenazantes, cruzaron el
Brunig bajo el antiguo estandarte de el país, que nació de Gaspard de
Flue, un nieto muy indigno del gran Nicolás. 15 Ésta fue la primera
violación de la paz nacional en muchos años. Uniéndose en Hasli con
los hombres de Brienz, este pequeño ejército cruzó el lago, pasó por
debajo de las cascadas de Giesbach y llegó a Unterseen, con mil
trescientos hombres, y listo para marchar sobre Berna para restablecer
el Papa, los ídolos y la misa en esa ciudad rebelde. En Suiza, como en
Alemania, la Reforma en sus inicios se encontró con una guerra
campesina . Al primer éxito, llegarían nuevos combatientes que
atravesarían los pasos del Brunig sobre la república infiel. El ejército
estaba a sólo seis leguas de Berna, y los hijos de Unterwalden ya
blandían orgullosamente sus espadas en las orillas del lago de Thun.

Así fueron pisoteadas las alianzas federales por aquellas mismas


personas que aspiraban al nombre de conservadores. Berne tenía
derecho a repeler este ataque criminal por la fuerza. De repente,
recordando sus antiguas virtudes, la ciudad se usó a sí misma y juró
perecer en lugar de tolerar la intervención de Unterwalden, la
restauración de la masa y la feroz violencia de los campesinos. 16
Hubo en ese momento en el corazón de los berneses una de esas
inspiraciones que vienen de arriba y que salvan tanto a naciones como
a individuos. "Que la fuerza de la ciudad de Berna", exclamó el avoyer
d'Erlach, "esté sólo en Dios y en la lealtad de su pueblo". Todo el
consejo y todo el cuerpo de ciudadanos respondió con ruidosas
aclamaciones. El gran estandarte fue levantado apresuradamente, la
gente del pueblo corrió a las armas, las compañías se reunieron y las
tropas de la república marcharon con el valiente evitador a la cabeza.
Apenas había actuado el gobierno de Berna con nosotros
enérgicamente, cuando vio aumentar la confianza de sus amigos y
disminuir el valor de sus adversarios. Dios nunca abandona a un
pueblo que es fiel a sí mismo. Muchos de los Oberlanders se sintieron
intimidados y desertaron de las filas de la revuelta. Al mismo tiempo,
los diputados de Basilea y Lucerna manifestaron a Unterwalden que
estaba pisoteando las antiguas alianzas. Los rebeldes, descorazonados
por la firmeza de la república, abandonaron Unterseen y se retiraron
al convento de Interlaken. Y poco después, cuando vieron la decisión
de sus adversarios, angustiados además por las frías lluvias que caían
incesantemente, y temiendo que la nieve, al cubrir las montañas,
impidiera su regreso a sus hogares, los hombres de Unterwalden
evacuaron In terlaken durante la noche. Los berneses, por un total de
cinco mil hombres, entraron inmediatamente en ella y convocaron a
los habitantes de Hasli y de la bailía de Interlaken a reunirse el 4 de
noviembre en la llanura que rodea el convento. 17 Al llegar el día, el
ejército de Berna se puso en orden de batalla y luego formó un círculo
dentro del cual D'Erlach ordenó a los campesinos que entraran. Apenas
había colocado a los rebeldes a la izquierda ya los ciudadanos leales a
la derecha, antes de que los mosquetes y la artillería dispararan una
descarga general, cuyo estruendo resonando entre las montañas, llenó
de terror a los insurgentes. Pensaron que era la señal de su muerte.
Pero el evitador sólo tenía la intención de demostrar que estaban en
poder de la república . D'Erlach, que se dirigió a ellos inmediatamente
después de este extraño exordio, no había terminado su discurso,
antes de que todos cayeran de rodillas y, confesando su crimen,
pidieron perdón. La república estaba satisfecha: la rebelión había
terminado. Los estandartes del distrito fueron llevados a Berna, y el
Águila de Interlaken en unión con la Cabra montés de Hasli, colgó por
un tiempo debajo del Oso, como trofeo de esta victoria. Cuatro de los
jefes fueron ejecutados y se concedió una amnistía al resto de los
rebeldes. "Los berneses", dijo Zwingle, "como Alejandro de Macedonia
en los tiempos antiguos, han cortado el nudo gordiano con valentía y
gloria". 18 Así pensó el reformador de Zurich; pero la experiencia fue
un día para enseñarle que para cortar esos nudos se requiere una
espada diferente a la de Alejandro y la de D'Erlach. Sea como fuere, se
restableció la paz, y en los valles del Hasli no se oyó otro ruido que el
sublime tumulto llevado a lo lejos por el Reichenbach y los torrentes
circundantes , al verter desde las cimas de las montañas sus
multitudinarias y espumosas aguas.

Si bien repudiamos en nombre de la Iglesia las espadas de las bandas


helvéticas, sería imprudente no reconocer las ventajas políticas de esta
victoria. Los nobles habían imaginado que la Reforma de la Iglesia
pondría en peligro la existencia misma del Estado. Ahora tenían una
prueba de lo contrario: vieron que cuando una nación recibe el
Evangelio, su fuerza se duplica. La generosa confianza con la que, en la
hora del peligro , habían puesto a algunos de los adversarios de la
Reforma a la cabeza de los asuntos y del ejército, produjo los más
felices resultados. Todos estaban ahora convencidos de que la Reforma
no pisotearía los viejos recuerdos: se eliminaron los prejuicios, se
aplacó el odio , el Evangelio reunió gradualmente todos los corazones
a su alrededor, y luego se verificó el antiguo y notable dicho, tan a
menudo repetido por los amigos y enemigos de esa poderosa
república: "Dios se ha convertido en ciudadano de Berna".

Notas finales:
1. Da tregt ein Gotz den andern in das fhuwr. Toro. Chron. 2:
1. Un hombre cuyo oficio era esquilar los rebaños, y que
había sido apodado Gotz-scherer (esquilador de ídolos),
se había destacado entre los que llevaban las imágenes al
fuego. Tal fue el origen de esta leyenda popular, y es la
clave de muchas otras.
2. Das wyt und breit ein gross geschrey und wunder gepar.
Toro. Chron. 2: 1.
3. Hottinger, 3: 414.
4. Hoc unum tibi dico secretissime. Haller a Zwingle, 21 de
enero de 1530.
5. Relucet enim in illorum vestitu et habitu nescio quid
veteris illius Helvetiae simplicitatis. Hofmeister a
Zwingle. Zw. Epp. 2: 167.
6. Ea res magnam spem mihi injecit de illis lucrandis qui
hactenu fuerunt male morigeri verbo. Zw. Epp. 2: 167.

7. Totum regnum suum tradiderunt in manus magistratus


nostri. Haller a Zwingle, 31 de marzo.
8. La asamblea de todo el pueblo.
9. Audisti nimirum quam se aparente Austriaci ad bellum,
adversus quos ignor atur. Suspicantur quidam en
Helvetios. Ecol. Hacia Zw. Epp. 2: 161.
10. Seditiosorum concursus sunt quotidiani. Zw. Epp. 2: 227.
11. Nunc, nunc suum Messiam advenisse sperantes. Ibídem.
12. Ita languet Christus apud nos. Ibídem.
13. Dass wir hand d'Gotzen geworfen hin. Himno y oración.

14. Quid haec inter tot et tantos venatores robustos. Zw. Epp.
2: 223.
15. Un célebre ermitaño que evitó una guerra civil en Suiza
en 1481.
16. Quam missam reducem aut violetiam villanorum pati.
Haller a Zwingle, 26 de octubre.
17. La tradición dice que estaba en el lugar donde ahora se
encuentra el hotel de Interlaken.
18. Bernenses pro sua dignitate nodum hunc,
quemadmodum Alexander Macedo, Gordium disactari.
Zw. Epp. 2: 243.
LIBRO 15
CAPÍTULO 4

La reforma de Berna fue decisiva para varios cantones. El mismo


viento que había soplado desde lo alto con tanta fuerza sobre el país de
De Watteville y Haller, derribó a “los ídolos” en gran parte de Suiza. En
muchos lugares la gente se indignó al ver la Reforma frenada por la
tímida prudencia de los diplomáticos; pero cuando la diplomacia se
puso en fuga en Berna, el torrente contenido durante tanto tiempo se
derramó violentamente.
Vadian, burgomaestre de San Gall, que presidió la disputa de Berna,
apenas había regresado a casa, cuando los ciudadanos, con la
autoridad de los magistrados, sacaron las imágenes de la iglesia de San
Magnus, llevaron a la ceca una mano del patrón en plata, con otros
artículos de vajilla, y repartía entre los pobres el dinero que recibían a
cambio; así, como María, derramando su precioso ungüento sobre la
cabeza de Cristo. 1 La gente de San Gall, sintiendo curiosidad por
develar los misterios antiguos, puso sus manos sobre la abadía misma,
sobre los santuarios y cruces que durante tanto tiempo habían sido
presentados a su adoración ; pero en lugar de reliquias santas,
encontraron, para su gran sorpresa, nada más que resina, algunas
monedas, varias imágenes de madera miserables, algunos trapos
viejos, una calavera, un diente grande y una concha de caracol. Roma,
en lugar de esa noble caída que marca el fin de los grandes personajes,
se hundió en medio de estúpidas supersticiones, vergonzosos fraudes y
la risa irónica de toda una nación.

Desafortunadamente, tales descubrimientos excitaron las pasiones de


la multitud. Una noche, algunas personas malvadas, que querían
alarmar a las pobres monjas de Santa Catalina, que se habían resistido
obstinadamente a la Reforma, rodearon el convento con fuertes gritos.
En vano las monjas cerraron las puertas: pronto se escalaron los
muros, y el buen vino, la carne, la repostería y toda la comida de los
manjares ascéticos del claustro se convirtieron en presa de estos rudos
bufones.
Les esperaba otra persecución. Habiendo sido nombrado catequista al
doctor Schappeler, se les recomendó que dejaran a un lado su
vestimenta monástica y que asistieran a sus sermones heréticos "
como todo el mundo", dijo la hermana Wiborath. Algunos abrazaron la
Reforma, pero otros treinta prefirieron el exilio. 2 El 5 de febrero de
1528, un numeroso sínodo enmarcó la constitución de la iglesia de San
Gall.
La lucha fue más violenta en Glaris. Las semillas de la verdad del
Evangelio, que Zwingle había esparcido allí, prosperaron poco. Los
hombres en el poder rechazaban ansiosamente toda innovación, y al
pueblo le gustaba más "saltar y bailar, y hacer milagros, vaso en
mano", como dice una vieja crónica, "que ocuparse del Evangelio".
Habiéndose pronunciado el Landsgemeinde, el 15 de mayo de 1528, a
favor de la misa por una mayoría de treinta y tres voces, las dos partes
fueron marcadas con mayor distinción: las imágenes se rompieron en
Matt, Elm y Bettschwanden, y como cada el hombre permanecía
apartado en su propia casa y aldea, ya no había en el cantón consejo de
estado ni tribunal de justicia. En Schwanden, el ministro Peter
Rumelin, después de haber invitado a los romanos- católicos a una
disputa con él en la iglesia, este último, en lugar de discutir, marchó en
procesión al son de los tambores alrededor del lugar de culto en el que
estaban reunidos los reformados. , y luego irrumpiendo en la casa del
pastor, que estaba situada en el centro de la ciudad, destrozó las
estufas y las ventanas: los reformados irritados se vengaron y
rompieron las imágenes. El 15 de abril de 1529 se firmó un acuerdo en
virtud del cual cada hombre era libre de elegir entre la misa y el
sermón.

En Wesen, donde Schwytz ejercía la soberanía conjuntamente con


Glaris, los diputados del antiguo cantón amenazaron al pueblo. Ante
esto, los jóvenes sacaron las imágenes de las iglesias, las llevaron a un
lugar abierto cerca de las orillas del pintoresco lago de Wallenstadt,
por encima del cual se elevan las montañas de Ammón y de los Siete
Electores, y gritaron: “¡Mira! este camino (el del lago) conduce a Coire
ya Roma; que (al sur) a Glaris; este otro (al oeste) a Schwytz; y el cuarto
(por el Ammón) a San Galo. ¡Toma lo que quieras! ¡Pero si no te
mueves, serás quemado! " Después de esperar unos momentos, estos
jóvenes arrojaron las imágenes inmóviles al fuego, y los diputados de
Schwytz, testigos presenciales de esta ejecución, se retiraron
consternados y llenaron todo el cantón de proyectos de venganza que
se concretaron demasiado pronto.

En el cantón de Appenzell, donde se había abierto una conferencia, de


repente apareció una banda de católicos romanos, armados con látigos
y garrotes, y gritando: “¿Dónde están estos predicadores? estamos
decididos a sacarlos del pueblo ”. Estos extraños médicos hirieron a los
ministros y dispersaron a la asamblea con sus látigos. De las ocho
parroquias del cantón, seis abrazaron la Reforma, y Appenzel I
finalmente se dividió en dos pequeñas secciones, una romanista y otra
reformada.
En los Grisones se proclamó la libertad religiosa; las parroquias
tuvieron la elección de sus párrocos, varios castillos fueron derribados
para imposibilitar todo retorno a un gobierno arbitrario, y el obispo
asustado fue y escondió en el Tirol su ira y su deseo de venganza. “Los
Grisones”, dijo Zwingle, “avanzan a diario. Es una nación que por su
coraje nos recuerda a los antiguos toscanos y por su franqueza a los
antiguos suizos ". 3
Schaffhausen, después de haber “parado entre dos opiniones” durante
mucho tiempo, en la convocatoria de Zurich y de Berna retiró las
imágenes de sus iglesias sin tumulto ni desorden. Al mismo tiempo, la
Reforma invadió Thurgovia, el valle del Rin y otros bailios
subordinados a estos cantones. En vano protestaron los cantones
romano-católicos, que eran mayoría, contra ella. “Cuando se trata de
asuntos temporales”, respondieron Zurich y Berna, “no nos
opondremos a una pluralidad de votos; pero la Palabra de Dios no
puede ser sometida al sufragio de los hombres ”. Todos los distritos que
se encuentran a orillas del Thur, del lago de Constanza y del Alto Rin
abrazaron el Evangelio. Los habitantes de Mammeren, cerca del lugar
donde el Rin nace del lago, arrojaron sus imágenes al agua. Pero la
estatua de San Blas, después de permanecer algún tiempo erguida y
contemplar el ingrato lugar de donde fue desterrada, cruzó el lago
hasta Catahorn, situado en la orilla opuesta, si podemos creer el relato
de un monje llamado Lang. 4 Incluso mientras huía, el papado obraba
sus milagros.
Así fueron derrocadas las supersticiones populares en Suiza, ya veces
no sin violencia. Todo gran desarrollo en los asuntos humanos trae
consigo una enérgica oposición a lo que ha existido. Contiene
necesariamente un elemento agresivo, que debe actuar libremente, y
así abrir el nuevo camino. En los tiempos de la Reforma, los médicos
atacaron al Papa y la gente a las imágenes. El movimiento casi siempre
superó una justa moderación. Para que la naturaleza humana pueda
avanzar un paso, sus pioneros deben dar muchos. Todo paso superfluo
debe ser condenado y, sin embargo, debemos reconocer su necesidad.
No olvidemos esto en la historia de la Reforma, y especialmente en la
de Suiza.
Zurich fue reformada; Berna acababa de volverse así: Basilea aún
permanecía, antes de que las grandes ciudades de la Confederación se
pasaran a la fe evangélica. La reforma de esta ciudad culta fue la
consecuencia más importante de la belicosa Berna.

Durante seis años se había predicado el Evangelio en Basilea. El manso


y piadoso Oecolampadius siempre estaba esperando tiempos más
felices. "La oscuridad", dijo, "está a punto de retirarse ante los rayos de
la verdad". 5 Pero su expectativa fue vana. Una triple aristocracia —el
clero superior, los nobles y la universidad— frenó la libre expansión de
las convicciones cristianas. Fueron las clases medias las que estaban
destinadas a efectuar el triunfo de la Reforma en Basilea. 6
Lamentablemente, la ola popular no invade nada sin arrojar alguna
escoria repugnante.
Es cierto que el Evangelio tenía muchos amigos en los consejos: pero
siendo hombres de partido medio, viró hacia atrás y hacia adelante
como Erasmo, en lugar de navegar directamente al puerto. Ordenaron
"la predicación pura de la Palabra de Dios"; pero estipuló al mismo
tiempo que debería ser "sin luteranismo". El anciano y piadoso obispo
Utenheim, que vivía retirado en Bruntrut, entraba a diario a la iglesia,
apoyado por dos domésticos, para celebrar la misa con la voz
quebrada. Gundelsheim, un enemigo de la Reforma, le sucedió en poco
tiempo; y el 23 de septiembre, seguido de muchos exiliados y con un
séquito de cuarenta caballos, hizo su entrada triunfal en Basilea,
proponiendo restaurar todo a su antiguo estado. Esto hizo que
Oecolampadius escribiera alarmado a Zwingle: "Nuestra causa pende
de un hilo".
Pero en los ciudadanos la Reforma encontró una compensación por el
desdén de los grandes y por los terrores inspirados por el nuevo
obispo. Organizaron cenas para cincuenta y cien invitados cada una;
Oecolampadius y sus colegas tomaron asiento en estas mesas con la
gente, donde enérgicas aclamaciones y reiterados vítores saludaron la
obra de la Reforma. En poco tiempo, incluso el concilio pareció
inclinarse hacia el lado del Evangelio. Se redujeron veinte días festivos
y se permitió a los sacerdotes negarse a celebrar la misa. "Todo ha
terminado con Roma", era ahora el grito. Pero Oecolampadius,
moviendo la cabeza, respondió; "Me temo que, al querer sentarse en
dos taburetes, Basilea finalmente caerá al suelo". 7
Esto fue en el período de su regreso de la discusión en Berna. Llegó a
tiempo para cerrar los ojos de su piadosa madre; y luego el reformador
se encontró solo, sucumbiendo bajo el peso de las preocupaciones
públicas y domésticas; porque su casa era como una casa para todos los
cristianos fugitivos. “Me casaré con una Mónica,” 8 a menudo había
dicho, “o de lo contrario seguirá siendo una licenciatura.” Pensó que
ahora había descubierto a la “hermana cristiana” que buscaba. Se
trataba de Wilibrandis, hija de uno de los caballeros del emperador
Maximiliano y viuda de un maestro de artes llamado Keller, una mujer
ya probada por muchas pruebas. Se casó con ella y le dijo: "Miro las
ordenanzas de Dios, y no los rostros ceñudos de los hombres". Esto no
impidió que el astuto Erasmo exclamara: "La aventura de Lutero se
llama tragedia, pero yo sostengo que es una comedia, porque cada acto
del drama termina en una boda". Este ingenio se ha repetido a
menudo. Durante mucho tiempo estuvo de moda dar cuenta de la
Reforma por el deseo de los príncipes de la propiedad de la iglesia y de
los sacerdotes por el matrimonio. Este método vulgar es ahora
estigmatizado por los mejores controversistas romanos como “una
prueba de una mente singularmente estrecha. - La Reforma se originó
”, añaden,“ en un celo verdadero y cristiano , aunque no iluminado ”. 9
El regreso de Oecolampadius tuvo consecuencias aún más importantes
para Basilea que para él mismo. La discusión en Berna causó gran
sensación allí. "¡Berna, la poderosa Berna, se está reformando !" pasó
de boca en boca. "¡Entonces como!" dijo la gente entre sí, "el oso feroz
ha salido de su guarida ... él está buscando a tientas los rayos del sol
...... y Basilea, la ciudad de la sabiduría - Basilea, la ciudad adoptiva de
Erasmo y de O ecolampadius, permanece en la oscuridad! "
El Viernes Santo (10 de abril de 1528), sin el conocimiento del concilio
y Oecolampadius, cinco obreros de la Spinner's Company entraron en
la iglesia de San Martín, que era la del reformador, y donde la misa ya
estaba abolida y llevada. todos los "ídolos". El lunes de Pascua, después
del sermón vespertino, treinta y cuatro ciudadanos retiraron todas las
imágenes de la iglesia de los Agustinos.
Esto iba demasiado lejos. ¿Estaban deseosos, entonces, de sacar a
Basilea y sus concilios de ese medio justo en el que hasta ese momento
se habían detenido tan sabiamente? El consejo se reunió
apresuradamente el martes por la mañana y envió a los cinco hombres
a la cárcel; pero, por intercesión de los burgueses, fueron liberados y
las imágenes suprimidas en otras cinco iglesias. Estas medias medidas
fueron suficientes por un tiempo.
De repente, la llama estalló de nuevo con mayor violencia. En St.
Martin y St. Leonard se predicaron sermones contra las
abominaciones de la catedral; y en la catedral los reformadores fueron
llamados " herejes, bribones y libertinos". 10 Los papistas celebraron
misa tras misa. El burgomaestre Meyer, amigo de la Reforma, tenía con
él a la mayoría del pueblo; el burgomaestre Meltinger, intrépido líder
de los partidarios de Roma, se impuso en los concilios: una colisión se
hizo inevitable. "Se acerca la hora fatal", dice Oecolampadius, "¡terrible
para los enemigos de Dios!" 11
El miércoles 23 de diciembre, dos días antes de Navidad, trescientos
ciudadanos de todas las compañías, hombres piadosos y dignos, se
reunieron en el salón de la Compañía de Jardineros, y allí redactaron
una petición al Senado. Durante este tiempo los amigos del papado,
que residían en su mayor parte en Little Basle y el suburbio de St.
Pablo, tomaron las armas y blandieron sus espadas y lanzas contra los
ciudadanos reformados en el mismo momento en que estos últimos
llevaban su petición. al consejo, y se esforzó, aunque sin éxito, para
bloquear su camino. Meltinger se negó con altivez a recibir la petición y
encargó a los burgueses, con la fe de su juramento cívico, que
regresaran a sus hogares. El burgomaestre Meyer, sin embargo, tomó
la dirección y el Senado ordenó que se leyera.
“Señores honorables, sabios y bondadosos”, decía, “nosotros, sus
conciudadanos de las compañías, nos dirigimos a ustedes como padres
bien amados, a quienes estamos dispuestos a obedecer a costa de
nuestros bienes y de nuestras vidas. . Toma en serio la gloria de Dios;
devuelve la paz a la ciudad; y obligar a todos los predicadores del Papa
a discutir libremente con los ministros. Si la misa es verdadera,
deseamos tenerla en nuestras iglesias; pero si es una abominación ante
Dios, ¿por qué, por amor a los sacerdotes, deberíamos atraer Su
terrible ira sobre nosotros mismos y sobre nuestros hijos?
Así hablaron los ciudadanos de Basilea. No hubo nada revolucionario
ni en su lenguaje ni en sus procedimientos. Deseaban lo correcto con
decisión, pero también con calma. Todo podría seguir adelante con
orden y decoro. Pero aquí comienza un nuevo período: el buque de la
reforma está a punto de entrar en el puerto, pero no hasta que haya
pasado por violentas tormentas.

Notas finales:
1. War gemunzet und den Armen ausgetheilt. JJ Hottinger,
3: 415. San Mateo 26: 7.
2. Arx. Gesch. San Galo, 2: 529. JJ Hottinger, 416. Muller;
Hottinger, 2:91.
3. Gens ani mo veteres Tuscos referens, candore veteres
Helvetios. Zw. Epp.
4. Hottinger, 3: 426.
5. Sperabam enim tenebras veritatis radio cessuras tándem.
Zw. Epp. 2: 136.
6. Mayor pars civitatis quae toto corde dolet tantis nos
dissidiis laborare. Ibídem. 36.
7. Vereorque ne d um semper utraque sella sedere velit,
utraque extrudatur aliquando. Ibídem. 157.
8. El nombre de la madre de San Agustín.
9. véase el Symbolik de Mohler, tanto en el prefacio como
en el cuerpo de la obra. Este es uno de los escritos más
importantes producidos por Roma desde la época de
Bossuet.

10. Ketzer, schelmen, und buben. Bulling. 2:36.


11. Maturatur fatalis hora et tremenda hostibus Dei. Zw. Epp.
2: 213.
LIBRO 15
CAPÍTULO 5

Los partidarios del obispo se apartaron primero del curso legal. Llenos
de terror al enterarse de que se esperaban mediadores de Zurich y
Berna, corrieron a la ciudad, gritando que un ejército austríaco venía
en su ayuda, y recogieron piedras en sus casas. Los reformados
hicieron lo mismo. El alboroto aumentaba cada hora, y en la noche del
25 de diciembre los papistas se encontraron bajo las armas: los
sacerdotes con arcabuz en mano estaban contados entre sus filas.
Apenas se enteraron de esto los reformados, cuando algunos de ellos
corrían apresuradamente de casa en casa, golpeaban las puertas y
despertaban a sus amigos, quienes, levantándose de la cama, cogían
sus mosquetes y se dirigían al Salón de los Jardineros, para la cita de
su grupo. . Pronto ascendieron a tres mil.

Ambas partes pasaron la noche bajo las armas. En todo momento


puede estallar una guerra civil, y lo que es peor, una “guerra de
hogares” . Finalmente se acordó que cada parte debería nombrar
delegados para tratar con el Senado sobre este asunto. Los reformados
eligieron a treinta hombres de respetabilidad, valor, fe y experiencia,
que ocuparon sus habitaciones en el Gardeners 'Hall. Los partidarios
de la antigua fe también eligieron una comisión, pero menos
numerosa y menos respetable: su puesto estaba en la Pescadería. El
consejo estaba sentado constantemente. Todas las puertas de la ciudad,
excepto dos, estaban cerradas; se apostaron fuertes guardias en cada
cuartel. Los diputados de Lucerna, Uri, Schaffhausen, Zug, Schwytz,
Mulhausen y Estrasburgo llegaron sucesivamente. La agitación y el
tumulto aumentaron de hora en hora.
Era necesario poner fin a una crisis tan violenta. El Senado, fiel a sus
ideas de medias tintas, decretó que los sacerdotes continuaran
celebrando la misa; sino que todos, sacerdotes y ministros, deben
predicar la Palabra de Dios, y con este propósito deben reunirse una
vez a la semana para consultar sobre las Sagradas Escrituras. Luego
convocaron a los luteranos en la iglesia franciscana ya los papistas en
la de los dominicos. El Senado primero se dirigió a la antigua iglesia,
donde encontraron dos mil quinientos ciudadanos reunidos. El
secretario apenas había leído la ordenanza cuando surgió una gran
agitación. “Eso no será”, gritó una de las personas. 1 "¡No
aguantaremos la misa, ni una sola!" exclamó otro; y todos repitieron:
"Sin misa, sin misa, ¡moriremos antes!" 2
Después de haber visitado el senado la iglesia dominicana, todos los
romanistas, en número de seiscientos, entre los cuales había muchos
servidores extranjeros, gritaron: “Estamos dispuestos a sacrificar
nuestras vidas por la misa. ¡Lo juramos, lo juramos! " repitieron con las
manos en alto. “Si rechazan la masa - ¡a las armas! ¡a las armas!" 3
El senado se retiró más avergonzado que nunca.
Las dos partes se reunieron nuevamente tres días después.
Oecolampadius estaba en el púlpito. "Sé manso y tratable ", dijo; y
predicó con tal unción que muchos estaban a punto de romper a llorar.
4 La asamblea ofreció oraciones, y luego decretó que aceptaría una
nueva ordenanza, en virtud de la cual, quince días después de
Pentecostés, debería haber una disputa pública, en la que no deberían
emplearse argumentos que no fueran los extraídos de la Palabra. de
Dios: después de esto se debe realizar una votación general sobre la
misa, que la mayoría debe decidir la cuestión, y que mientras tanto , la
misa debe celebrarse en tres iglesias solamente; entendiéndose, sin
embargo, que no se debe enseñar nada allí que esté en oposición a las
Sagradas Escrituras.
La minoría romanista rechazó estas proposiciones: “Basilea”, decían,
“no es como Berna y Zurich. ¡Sus ingresos provienen en gran medida
de países opuestos a la Reforma! ” Los sacerdotes se negaron a acudir a
las conferencias semanales y fueron suspendidos; y durante una
quincena no hubo sermón ni misa en la catedral, ni en las iglesias de
San Ulrico, San Pedro y San Teodoro.
Los que permanecieron fieles a Roma resolvieron una intrépida
defensa. Meltinger colocó a Sebastian Muller en el púlpito de San
Pedro, desde donde había sido interceptado, y este sacerdote
impetuoso descargó sarcasmos tan abusivos contra la Reforma, que
varios de los evangélicos que estaban escuchando el sermón fueron
insultados y ofendidos. casi roto en pedazos.
Era necesario despertar a Basilea de esta pesadilla y asestar un golpe
decisivo. “Recordemos nuestra libertad”, dijeron los ciudadanos
reformados, “y lo que le debemos a la gloria de Cristo, a la justicia
pública ya nuestra posteridad”. 5 Entonces exigieron que los enemigos
de la Reforma, amigos y parientes de los sacerdotes, que eran la causa
de todos estos retrasos y de todos estos problemas, no se reunieran
más en los concilios hasta que se restableciera la paz. Este fue el 8 de
febrero. El consejo notificó que devolverían una respuesta al día
siguiente.
A las seis de la tarde , mil doscientos ciudadanos se reunieron en el
mercado del maíz. Empezaron a temer que la demora exigida por el
Senado ocultara algún mal plan. “Debemos tener una respuesta esta
misma noche”, dijeron. El senado fue convocado a toda prisa.
A partir de ese período, los asuntos asumieron una actitud más
amenazante en Basilea. Los burgueses apostaron fuertes guardias en
los pasillos de los diferentes gremios; hombres armados patrullaban la
ciudad y vivaqueaban en los lugares públicos, para anticipar las
maquinaciones de sus adversarios; 6 las cadenas se extendieron por
las calles; se encendieron antorchas y árboles resinosos, cuya luz
parpadeante esparcía la oscuridad, se colocaban a intervalos por la
ciudad; se colocaron seis piezas de artillería delante del vestíbulo; y las
puertas de la ciudad, así como el arsenal y las murallas, fueron
ocupadas. Basilea estaba en estado de sitio.
Ya no había esperanzas para el partido romano. El burgomaestre
Meltinger, intrépido soldado y uno de los héroes de Marignan, donde
había conducido a ochocientos hombres a la batalla, perdió el valor. En
la oscuridad llegó a las orillas del Rin con su yerno, el consejero Eglof
d'Offenburgh, se embarcó inadvertido en un pequeño bote y
rápidamente descendió el arroyo entre las nieblas de la noche. 7 Otros
miembros del consejo escaparon de manera similar.
Esto dio lugar a nuevas alarmas. “Cuidémonos de sus maniobras
secretas”, dijo la gente. "¡Quizás hayan ido a buscar a los austríacos,
con quienes nos han amenazado tantas veces!" Los ciudadanos
atemorizados recogieron armas de todos los rincones, y al amanecer
tenían dos mil hombres a pie. Los rayos del sol naciente llenan esta
asamblea resuelta pero tranquila.
Era mediodía. El Senado no había tomado ninguna decisión: la
impaciencia de los burgueses no podía contener más. Se destacaron
cuarenta hombres para visitar los puestos. Mientras esta patrulla
pasaba por la catedral, entraron en ella, y uno de los ciudadanos,
impulsado por la curiosidad, abrió un armario con su alabarda, en el
que se habían escondido algunas imágenes. Uno de ellos se cayó y se
rompió en mil pedazos contra el pavimento de piedra. 8 La visión de
estos fragmentos conmovió poderosamente a los espectadores, que
empezaron a arrojar una tras otra todas las imágenes que se ocultaban
en este lugar. Ninguno de ellos ofreció resistencia: cabezas, pies y
manos, todos estaban amontonados en confusión ante los alabarderos.
“Estoy muy sorprendido”, dijo Erasmo, “de que no hayan realizado
ningún milagro para salvarse; antiguamente los santos hacían
prodigios frecuentes por delitos mucho menores ". 9 Algunos
sacerdotes corrieron al lugar y la patrulla se retiró.
Sin embargo, habiéndose difundido el rumor de que se había
producido un disturbio en esta iglesia, trescientos hombres acudieron
en apoyo de los cuarenta. "¿Por qué", dijeron, "deberíamos perdonar a
los ídolos que encienden las llamas de la discordia?" Los sacerdotes,
alarmados, cerraron las puertas del santuario, echaron los cerrojos,
levantaron barricadas y prepararon todo para mantener el asedio .
Pero la gente del pueblo, cuya paciencia se había agotado por las
demoras del concilio, chocó contra una de las puertas de la iglesia:
cedió a sus golpes, y se precipitaron hacia la catedral. Había llegado la
hora de la locura. Estos hombres ya no eran reconocibles, mientras
blandían sus espadas, agitaban sus picas y lanzaban formidables
gritos: ¿eran godos o fervientes adoradores de Dios, animados por el
celo que en tiempos antiguos enardecía a los profetas y a los reyes de
Israel? Sea como fuere , estos procesos fueron desordenados, ya que
sólo la autoridad pública puede interferir en las reformas públicas.
Imágenes, altares, cuadros, todo fue derribado y destruido. Los
sacerdotes que habían huido a la sacristía y allí se habían escondido,
temblaban en todos sus miembros ante el terrible ruido que hacía la
caída de sus sagradas condecoraciones. La obra de destrucción se
completó sin que ninguno de ellos se atreviera a salvar los objetos de
su adoración, ni a hacer la menor protesta. A continuación, la gente
amontonó los fragmentos en las plazas y les prendió fuego; y durante la
noche fría, los burgueses armados se quedaron alrededor y se
calentaron con la llama crepitante. 10
El senado se reunió asombrado y quiso interponer su autoridad y
aplacar el tumulto; pero bien podrían haberse esforzado por dominar
los vientos. Los ciudadanos entusiasmados respondieron a sus
magistrados con estas altivas palabras: "Lo que no han podido hacer
en tres años, lo completaremos en una hora". 11
En verdad, la ira de la gente ya no se limitaba a la catedral. Respetaron
todo tipo de propiedad privada; 12 pero atacaron las Iglesias de San
Pedro, San Ulrico, San Alban y de los Dominicos; y en todos estos
templos "los ídolos" cayeron bajo los golpes de estos buenos
ciudadanos de Basilea, que estaban inflamados por un celo
extraordinario. Ya estaban haciendo preparativos para cruzar el puente
y entrar en la Pequeña Basilea, que estaba consagrada a la causa del
papado, cuando los alarmados habitantes suplicaron que se les
permitiera sacar ellos mismos las imágenes, y con el corazón
apesadumbrado las llevaron apresuradamente a las cámaras
superiores. de la iglesia, de donde esperaban poder después de un
tiempo restaurarlos a su antigua posición.

No se detuvieron en estas enérgicas demostraciones; los más


entusiasmados hablaron de ir al cabildo y de obligar al Senado a
acceder a los deseos del pueblo; pero el buen sentido de la mayoría
trató a estos bravucones como se merecían y controló sus
pensamientos culpables.
Los senadores percibieron ahora la necesidad de darle un carácter
legal a este movimiento popular, y así transformar una revuelta
tumultuosa en una reforma duradera. 13 La democracia y el Evangelio
se instauraron así simultáneamente en Basilea. El Senado, después de
una hora de deliberación, concedió que en el futuro los burgueses
participaran en la elección de los dos consejos; que a partir de este día
la misa y las imágenes sean abolidas en todo el cantón, y que en toda
deliberación que se refiera a la gloria de Dios o al bien del Estado se
tome la opinión de los gremios. El pueblo, encantado de haber
obtenido estas condiciones, que aseguraron su libertad política y
religiosa, regresó alegre a sus casas. Ahora era el final del día. 14
Al día siguiente, miércoles de ceniza, se pretendía distribuir las ruinas
de los a ltar y otros adornos de la iglesia entre los pobres, para
servirlos de leña. Pero estas desdichadas criaturas, en su afán por los
fragmentos, habiendo empezado a disputar sobre ellos, se
construyeron grandes pilas en las cercanías de la catedral y se
prendieron fuego. "Los ídolos", dijeron algunos bromistas, "¡realmente
están guardando su Miércoles de Ceniza hoy!" Los amigos del papado
apartaron sus ojos horrorizados de esta vista sacrílega, dice
Oecolampadius, y derramaron lágrimas de sangre. “Así trataron
severamente a los ídolos”, continúa el reformador, “y la masa murió de
dolor en consecuencia”. 15 El domingo siguiente se cantaron himnos
en alemán en todas las iglesias; y el 18 de febrero se publicó una
amnistía general. Todo cambió en Basilea. Los últimos se habían
convertido en primeros y los primeros en últimos. Mientras
Ecolampadio, que pocos años antes había entrado en la ciudad como
forastero, sin recursos y sin poder, se encontraba elevado al primer
puesto de la Iglesia, Erasmo, perturbado en el tranquilo estudio de
donde durante tanto tiempo había emitido. su absoluto dominio del
mundo de las letras, se vio obligado a descender a la arena. Pero este
rey de las escuelas no tenía ningún deseo de entregar su cetro ante el
pueblo soberano. Durante mucho tiempo solía desviar la cabeza
cuando se encontraba con su amigo Oecolampadius. Además, temía
que al quedarse en Basilea se comprometiera con sus protectores. “El
torrente”, dijo, “que estaba escondido bajo tierra ha estallado con
violencia y ha cometido terribles estragos. 16 Mi vida está en peligro:
Oecolampadius posee todas las iglesias. La gente llora continuamente
en mis oídos; Me asedian cartas, caricaturas y panfletos. Todo ha
terminado: estoy decidido a dejar Basilea. ¿Sólo debo o no partir
sigilosamente? Uno se está volviendo más cómodo, el otro más seguro
".
Deseando tanto como fuera posible hacer coincidir su honor y su
prudencia, Erasmo pidió al barquero con el que iba a descender el Rin
que partiera de un lugar poco frecuentado. El Senado se opuso a esto, y
el filósofo tímido se vio obligado a entrar en el barco que yacía cerca
del puente, en ese momento cubierto por una multitud de personas.
Flotó río abajo, se despidió con tristeza de la ciudad que tanto había
amado y se retiró a Friburgo en Brisgau con varios otros eruditos.
Se invitó a nuevos profesores a ocupar las cátedras vacantes en la
universidad, y en particular a Oswald Myconius, Phrygio, Sebastian
Munster y Simon Grynaeus. Al mismo tiempo se publicó una orden
eclesiástica y una confesión de fe, uno de los documentos más
preciosos de esta época.
Así se había efectuado una gran transformación sin la pérdida de una
sola gota de sangre. El papado había caído en Basilea a pesar del poder
secular y espiritual . "La cuña del Señor", dice Oecolampadius, "ha roto
este duro nudo". 17
Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que la Reforma de
Basilea puede dar lugar a algunas objeciones. Lutero se había opuesto
al poder de los muchos. “Cuando la gente aguza el oído, no silbe
demasiado fuerte. Es mejor sufrir a manos de un tirano, es decir, de un
rey, que de mil tiranos, es decir, del pueblo ”. Por este motivo se ha
reprochado al reformador alemán que no reconociera otra política que
no fuera el servilismo.
Quizás cuando se haga campaña por la Reforma Suiza, se hará una
objeción contraria, y la Reforma en Basilea en particular, será
considerada como una revolución.
La Reforma debe llevar necesariamente el sello del país en el que se
realiza: será monárquica en Alemania, republicana en Suiza. Sin
embargo, tanto en religión como en política, hay una gran diferencia
entre reforma y revolución.
En ninguna esfera desea el cristianismo el despotismo, la servidumbre,
el estancamiento, el retroceso o la muerte. Pero mientras busca el
progreso, busca lograrlo mediante la reforma y no mediante la
revolución.

La reforma obra por el poder de la Palabra, de la doctrina, el cultivo y


la verdad; mientras que la revolución, o mejor dicho la revuelta, opera
por el poder de la revuelta, de la espada y del garrote.
El cristianismo procede del hombre interior, y las cartas en sí mismas,
si están solas, no pueden satisfacerlo. Sin duda, las constituciones
políticas son una de las bendiciones de nuestra época; pero no basta
con comprometer estas garantías en pergamino; deben estar escritas
en el corazón y garantizadas por los modales del pueblo.
Tales eran los principios de los reformadores suizos; tales fueron las de
la reforma en Basilea, y por ellas se distingue de una revolución.
Hubo, es cierto, algunos excesos. Quizás nunca se haya logrado una
reforma entre los hombres sin una mezcla de revolución. Pero fueron
las doctrinas, sin embargo, las que se cuestionaron en Basilea: estas
doctrinas habían actuado poderosamente sobre las convicciones
morales y sobre la vida de la gente; el movimiento había tenido lugar
dentro antes de mostrarse fuera. Pero más que esto: la Reforma no se
conformó con tomarse un descanso ; dio más de lo que tomó; y, lejos de
limitarse a la obra de destrucción, esparció ricas bendiciones sobre
todo el pueblo. 18

Notas finales:
1. Quidam e plebe clamitabat: ¡Hoc non fiet! Zw. Epp. 2: 255.
2. Nos plane ea non f eremus, aut moriemur omnes. Ibídem.

3. En altera pars minitabat praelia si missam rejicerent.


Ibídem.
4. Ut nemo non commoveretur et profecto fere mihi
lacrymas excussisset. Zw. Epp. 2: 255.
5. Cogitans quid gloriae Christi, quid justitiae publicae,
quidque posterita ti suae deberet. Ecol. Zurich MS.
6. Ne quid forte ab adversariis insidiarum strueretur. Ecol.
Zurich MS.
7. Clam conscensa navicula fuga, nescio senatu, elapsus est.
Ibid.
8. Cum halpardis cuasi per ludum aperirent armarium
idolorum, unumque idolum educerent. Yo diré.
9. Erasm. Op. Pág. 291.
10. Lignis imaginum usi sunt vigiles, pro arcendo frigore
nocturno. Zurich MS.

11. De quo vos per triennium deliberastis, nihil effientes,


nos intra horam omnem absolvemus. Ecol. Capitoni,
Basilea MS.
12. Nulli enim vel obolum abstulerunt. Ibídem.
13. Cedendum plebi. Ecol. Capitoni, Basilea MS.
14. Su conditionibus plebs laeta domum rediit, sub ipsum
noctis crepusculum. Ibídem. Zurich MS.
15. Ita saevitum est in idola, ac missa prae dolore expiravit.
Ibídem.
16. Basílica torrens quidem, qui sub terra labebatu r, subito
erumpens, etc. Err. Epp. Ad Pirkheimer, julio de 1539.

17. Malo nodo suus cuneus obvenit. Ecol. Capit.


18. Hagenbach, Volesungen, 2: 125, 200.
LIBRO 15
CAPÍTULO 6

El retroceso de la discusión en Berna había derrocado al papado en


una parte considerable de la Suiza alemana. También se sintió en
muchas de las iglesias de la Suiza francesa, situadas al pie del Jura, o
esparcidas entre los pinares de sus valles elevados, y que hasta este
momento habían mostrado la más absoluta devoción por el ponti
romano ff .
Farel, al ver el Evangelio asentado en los lugares donde el Ródano
mezcla sus aguas arenosas con el cristal de Leman, volvió la mirada
hacia otro cuarto. Fue apoyado por Berne. Este estado, que poseía
conjuntamente con Friburgo los poderes de Morat, Orbe y Granson, y
que tenía alianzas con Lausana, Avenches, Payerne, Neufchatel y
Ginebra, vio que tanto su interés como su deber lo llamaban a que se
predicara el Evangelio. a sus aliados y súbditos. Farel estaba facultado
para llevarlo entre ellos, siempre que obtuviera el consentimiento de
los respectivos gobiernos.
Por tanto, un día, camino de Morat, llegó Farel y predicó el Evangelio
al pie de aquellas torres y almenas que habían sido atacadas en tres
épocas diferentes por los ejércitos de Conrado el Sálico, Rodolfo de
Habsburgo y Carlos el Temerario. En poco tiempo, los amigos de la
reforma ascendieron a un gran número. Sin embargo, habiéndose
declarado en votación general a favor del Papa, Farel se dirigió a
Lausana.
Al principio fue expulsado por el obispo y el clero, pero pronto
reapareció provisto de una carta de los señores de Berna. “Te lo
enviamos”, dijeron sus excelencias a las autoridades de la ciudad,
“para defender su causa y la nuestra. Permítele que predique la Palabra
de Dios, y que no toques ni un cabello de su cabeza ”.

Hubo una gran confusión en los consejos. Colocados entre Berne y el


obispo, ¿qué podían hacer? El Concilio de los Veinticuatro,
encontrando el asunto muy serio, convocó al Concilio de los Sesenta; y
disculpándose este cuerpo , convocaron el Consejo de los Doscientos,
el 14 de noviembre de 1529. Pero éstos, a su vez, remitieron el asunto
al Consejo Menor. Nadie tendría nada que ver con eso. Los habitantes
de Lausana, es cierto, se quejaron en voz alta de los santos miembros
de su capítulo, cuyas vidas (decían) eran una larga serie de excesos;
pero cuando sus ojos se volvieron hacia el semblante austero de la
Reforma, estaban aún más aterrorizados. Además, ¿cómo privar a
Lausana de su obispo, su corte y sus dignidades ? ¡Qué! no más
peregrinos en las iglesias, no más pretendientes en los tribunales
eclesiásticos, no más compradores en los mercados, ni compañeros de
bendición en las tabernas. - La viuda y desolada Lausana ya no volvería
a contemplar la ruidosa muchedumbre, ¡ que eran a la vez su riqueza y
su gloria! - ¡Más vale un desorden que enriquece, que una reforma que
empobrece! Farel se vio obligado a partir por segunda vez.
Regresó a Morat y pronto la Palabra ganó el corazón de la gente. Los
días de fiesta, los caminos de Payerne y Avenches estaban llenos de
bandas alegres que se decían entre risas: "¡Vayamos a Morat y
escuchemos a los predicadores!". y se exhortaban astutamente,
mientras iban por el camino, "a no caer en las redes de los herejes".
Pero por la noche, todo cambió. Agarrados por la mano fuerte de la
verdad, estas mismas personas regresaron, algunas en pensamientos
profundos, otras discutiendo con animación las doctrinas que habían
escuchado. El fuego centelleaba por todo este distrito y extendía en
todas direcciones sus largos rayos de luz. Esto fue suficiente para Farel:
necesitaba nuevas conquistas.
A poca distancia de Morat se encontraba una de las fortalezas del
Papado, el condado de Neufchatel. Juana de Hochberg, que había
heredado este principado de sus antepasados, se había casado en 1504
con Luis de Orleans, duque de Longueville. Este noble francés,
habiendo apoyado al rey de Francia en 1512, en una guerra contra los
suizos, los cantones habían tomado posesión de Neufchatel, pero se la
habían devuelto a su viuda en 1529.
Pocos países podrían haber presentado mayores dificultades al
atrevido reformador. La princesa de Longueville, que residía en
Francia en la suite de Francisco I, mujer de costumbres cortesanas,
vanidosa, extravagante, siempre endeudada, y que pensaba en
Neufchatel sólo como una granja que le reportaría grandes ingresos, se
dedicó a el Papa y el Papado. Doce canónigos con varios sacerdotes y
capellanes formaron un poderoso clero, a la cabeza del preboste Oliver
de Hochberg, hermano natural de la princesa. Auxiliares llenos de celo
flanqueaban este ejército principal. Por un lado estaba la abadía de los
Premonstrantes de Fontaine-Andre, tres cuartos de legua más allá del
pueblo, los monjes de los cuales, después de haber tenido en el siglo
XII despejado el suelo con sus propias manos, 1 habían ido
convirtiendo en poderosos señores y, del otro lado, los benedictinos de
la isla de San Juan, cuyo abad, depuesto por los berneses, se había
refugiado ardiendo de odio y venganza en su priorato de Corcelles.
La gente de Neufchatel tenía un gran respeto por los derechos
antiguos, y era fácil aprovechar este estado de sentimiento,
considerando la ignorancia general, para mantener las innovaciones
del Papado. Los cánones mejoraron la oportunidad. Las instrucciones
del Gos pel sustituyeron pompas y espectáculos. La iglesia, situada
sobre una escarpada roca, estaba llena de altares, capillas e imágenes
de santos; y la religión, que descendía de este santuario, recorría las
calles de un lado a otro, y se desfiguraba en dramas y misterios,
mezclada con indulgencias, milagros y libertinaje. 2
Los soldados de Neufchatel, sin embargo, que habían hecho la
campaña de 1529 con el ejército de Berna, volvieron a sus hogares con
el más vivo entusiasmo por la causa evangélica. Fue en este período
cuando un frágil barco, que salió de la orilla sur del lago, en el lado
opuesto a Morat, y que llevaba a un francés de apariencia mezquina, se
dirigió hacia la orilla de Neufchatel. Farel, porque era él, se había
enterado de que el pueblo de Serriere, situado a las puertas de
Neufchatel, dependía en cuanto a espiritualidad de la ciudad
evangélica de Bienne, y que Emer Beynon, el sacerdote del lugar,
“tenía algún gusto por el Evangelio." El plan de su campaña se elaboró
de inmediato. Se presentó ante el párroco Emer, quien lo recibió con
alegría; pero que se puede hacer porque a Farel se le había prohibido
predicar en cualquier iglesia del condado. El pobre sacerdote pensó en
reconciliarlo todo permitiendo que Farel se montara sobre una piedra
en el cementerio, y así se dirigiera cada uno al pueblo, dando la
espalda a la iglesia. 3

Surgió una gran conmoción en Neufchatel. Por un lado, el gobierno, los


canónigos y los sacerdotes gritaban: "¡Herejía!" pero por el otro,
“algunos habitantes de Neufchatel, a quienes Dios les había dado un
conocimiento de la verdad”, 4 acudieron en masa a Serriere. En poco
tiempo estos últimos no pudieron contenerse: "Ven", le dijeron a
Farel, "y predícanos en el pueblo".
Esto fue a principios de diciembre. Entraron por la puerta del castillo, y
dejando la iglesia en el cerro de la izquierda, pasaron frente a las casas
de los canónigos, y descendieron a las callejuelas habitadas por los
ciudadanos. Al llegar a la cruz del mercado, Farel subió a una
plataforma y se dirigió a la multitud, que se congregó de todo el
vecindario, tejedores, viñadores, labradores, una raza digna, con más
sentimiento que imaginación. El exterior del predicador era grave, su
discurso enérgico, su voz de trueno: sus ojos, sus facciones, sus gestos,
todo le mostraba un hombre de intrepidez. Los ciudadanos,
acostumbrados a correr por las calles tras los charlatanes, se
emocionaron con su poderoso lenguaje. "Farel predicó un sermón de
tan gran eficacia", dice un manuscrito, "que se ganó a mucha gente". 5
Algunos monjes, sin embargo, con coronas rapadas 6 se deslizaban
entre sus oyentes, buscando excitarlos contra el ministro herético.
"Vamos a golpearle los sesos", dijeron algunos. "¡Agáchalo, agáchalo!"
gritaron otros, avanzando para arrojar a Farel a una fuente, que aún se
puede ver cerca del lugar donde predicaba. Pero el reformador se
mantuvo firme.
Esta primera predicación fue sucedida por otras. Para este misionero
del Evangelio, cada lugar era una iglesia; cada piedra, cada banco, cada
plataforma era un púlpito. Ya los vientos cortantes y las nieves de
diciembre deberían haber mantenido a los habitantes de Neufchatela
alrededor de sus fogatas; "Los canónigos hicieron una vigorosa
defensa"; 7 y en cada cuarto “las coronas de cuerno” estaban en
agitación, suplicando, amenazando, gritando y amenazando, pero todo
fue inútil. Tan pronto como este hombre de baja estatura se levantó en
cualquier lugar, con su tez pálida pero quemada por el sol, con barba
roja y despeinada, con ojos chispeantes y boca expresiva, se perdió el
trabajo de los monjes: la gente se reunió a su alrededor, porque fue la
Palabra de Dios que salió de sus labios. 8 Todos los ojos estaban fijos
en él; con la boca abierta y los oídos atentos, estaban pendientes de
sus palabras. 9 Y apenas empezó a hablar, ¡Oh! maravillosa obra de
Dios! él mismo exclama: esta multitud creía como si tuviera una sola
alma.
La Palabra de Dios se llevó la ciudad, por así decirlo, al primer asalto; y
arrojando los artefactos que Roma había tardado siglos en componer,
se estableció triunfalmente sobre las ruinas de las tradiciones
humanas. Farel vio en la imaginación al mismo Jesucristo caminando
en espíritu en medio de esta multitud, abriendo los ojos de los ciegos,
ablandando el corazón endurecido y obrando milagros 10 ... de modo
que apenas había regresado a su humilde residencia antes. escribió a
sus amigos con el corazón lleno de emoción: “Dadme gracias al Padre
de las misericordias, por haber mostrado su favor a los abatidos por
una pesada tiranía”; y postrándose de rodillas, adoró a Dios. 11
Pero durante este tiempo, ¿qué estaban haciendo los seguidores del
Papa en Neufchatel?
Los canónigos, miembros de las Audiencias Generales, de las que
formaban el primer estado, trataban tanto a los sacerdotes como a los
laicos con intolerable altivez. Poniendo la carga de sus oficios sobre los
curas pobres, mantuvieron públicamente a mujeres disolutas, las
vistieron suntuosamente, dotaron a sus hijos con actos públicos,
lucharon en la iglesia, frecuentaron las calles de noche o se fueron a un
país extranjero para disfrutar en secreto del producto. de su avaricia y
de sus intrigas. Algunos leprosos pobres colocados en una casa cerca de
la ciudad fueron mantenidos con el producto de ciertas ofrendas. Los
canónigos riquísimos, en medio de sus banquetes, se atrevieron a
quitarles el pan de la caridad a estos infelices.
La abadía de Fontaine-Andre estaba a poca distancia del pueblo. Ahora
los canónigos de Neufchatel y los monjes de Fontaine estaban en
guerra abierta. Estos poderes hostiles, acampados en sus dos colinas,
disputaron la propiedad del otro, se arrebataron los privilegios del
otro, se lanzaron unos a otros los insultos más groseros e incluso
llegaron a los golpes. "¡Debaucher de mujeres!" dijeron los canónigos al
abad de Fontaine-Andre, quien devolvió el cumplido en la misma
moneda. Es la Reforma la que, a través de la fe, ha restablecido la ley
moral en la cristiandad, una ley que el papado había pisoteado.
Durante mucho tiempo estas guerras conventuales habían perturbado
al país. De repente cesaron. En Neufchatel estaba sucediendo un suceso
extraño: allí se predicó la Palabra de Dios. Los canónigos, llenos de
espanto en medio de sus desórdenes, miraron desde sus altas moradas
sobre este nuevo movimiento. El informe llegó a Fontaine-Andre . Los
monjes y sacerdotes suspendieron sus orgías y sus querellas. El
sensualismo pagano que había invadido la Iglesia fue derrotado; El
espiritismo cristiano había reaparecido.

Inmediatamente los monjes y canónigos, tanto tiempo en guerra,


abrazan y se unen contra el reformador. “Debemos salvar la religión”,
decían, refiriéndose a sus diezmos, banquetes, escándalos y
privilegios. Ninguno de ellos pudo oponer una doctrina a la predicada
por Farel: insultarlo era su única arma. En Corcelles, sin embargo, se
fueron más lejos . Mientras el ministro proclamaba el Evangelio cerca
del priorato, los monjes se abalanzaron sobre él: en medio de ellos
estaba el prior Rodolph de Benoit, asaltando, excitando y esforzándose
por aumentar la tempestad. Incluso tenía una daga en la mano, según
un escrito r. 12 Farel escapó con dificultad.
Esto no fue suficiente. El papado, como siempre lo ha hecho, recurrió
al poder civil. Los canónigos, el abad y el prior solicitaron al
gobernador George de Rive al mismo tiempo. Farel se mantuvo firme.
“La gloria de Jesucristo”, dijo, “y el vivo afecto que sus ovejas tienen
por su Palabra, me obligan a soportar sufrimientos más grandes de lo
que la lengua puede describir”. 13 Poco después, sin embargo, se vio
obligado a ceder. Farel una ganancia cruzó el lago; pero este pasaje era
muy diferente del anterior. ¡El fuego se encendió! - El 22 de diciembre
estuvo en Morat; y poco después en Aigle.

De allí fue llamado. El 7 de enero se sometió a votación la religión en


Morat y la mayoría estuvo a favor del Evangelio. Pero la minoría
romana, apoyada por Friburgo, se comprometió inmediatamente a
recuperar su antigua posición mediante insultos y malos tratos. ¡Farel!
¡Farel! " gritó el partido reformado. 14
Pocos días después de esto, Farel, acompañado por un mensajero
bernés, escaló ese magnífico anfiteatro de montañas sobre Vevay,
desde donde el ojo se sumerge en las aguas del Lemán; y pronto cruzó
las propiedades del conde Juan de Gruyere, que solía decir :
"¡Debemos quemar a este Lutero francés!" 15 Apenas Farel había
llegado a las alturas de San Martín de Vaud, 16 cuando vio al vicario
del lugar con dos sacerdotes corriendo a su encuentro. "¡Hereje!
¡diablo!" cr IED que. Pero el caballero, por miedo a Berne, permaneció
detrás de sus murallas y Farel siguió adelante.

El reformador, no permitiéndose ser detenido por la necesidad de


defenderse en Morat, o por las inclemencias de la temporada,
inmediatamente llevó el hechizo Go a esas hermosas colinas que se
elevan entre las sonrientes aguas de los lagos Morat y Neufchatel hacia
los pueblos de el Vully. Esta maniobra se coronó con el más completo
éxito. El 15 de febrero, cuatro diputados de Vully llegaron a Morat para
exigir permiso para abrazar la Reforma, que les fue concedida de
inmediato. “Dejad que nuestros ministros prediquen el Evangelio”,
dijeron sus excelencias de Berna a los Friburger, “y dejaremos que
vuestros sacerdotes hagan sus travesuras. No deseamos forzar a ningún
hombre ". 17 La Reforma devolvió la libertad de voluntad al pueblo
cristiano. Fue por esta época que Farel escribió su hermosa carta “A
todos los señores, pueblos y pastores”, que tantas veces hemos citado.
18

El reformador infatigable avanzó ahora hacia nuevas conquistas. Una


cadena de rocas separa el valle de Juran de Erguel, ya evangelizado
por Farel, del país de los antiguos Rauraci, y un pasaje cortado a través
de la roca sirve de comunicación entre los dos distritos. Fue a finales de
abril, cuando Farel, que pasa a través de la Pierre-Pertuis, 19
descendió a la localidad de Tavannes, y entró en la iglesia al igual que
el cura estaba diciendo misa. Farel subió al púlpito: el sacerdote
asombrado se detuvo, el ministro llenó de emoción a sus oyentes y les
pareció que un ángel descendía del cielo. Inmediatamente cayeron las
imágenes y los altares, y “el pobre sacerdote que cantaba la misa no
pudo terminarla”. 20 Para acabar con el papado había requerido
menos tiempo del que el sacerdote había pasado en el altar.
Una gran parte del obispado de Basilea se ganó en pocas semanas a la
Reforma.
Durante este tiempo, el Evangelio fermentaba en Neufchatel. Los
jóvenes que habían marchado con Berna para librar a Ginebra de los
ataques de Saboya, relataron en sus joviales reuniones las hazañas de
la campaña y relataron cómo los soldados de Berna, sintiendo frío,
habían tomado las imágenes de la iglesia dominicana en Ginebra. ,
diciendo: "Los ídolos de la madera no sirven más que para hacer fuego
en invierno".
Farel reapareció en Neufchatel. 21 Siendo dueño de la parte baja de la
ciudad, alzó la vista hacia las altas rocas sobre las que se elevaban la
catedral y el castillo. El mejor plan , pensó, es traernos a estos
sacerdotes orgullosos. Una mañana sus jóvenes amigos se esparcieron
por las calles y colgaron grandes carteles con estas palabras: “Todos
los que dicen misa son ladrones, asesinos y seductores del pueblo. 22
Grande fue el alboroto en Neufchatel. Los canónigos convocaron a su
gente, convocaron a los secretarios y marchando a la cabeza de una
gran tropa, armados con espadas y garrotes, descendieron a la ciudad,
derribaron las pancartas sacrílegas y citaron a Farel ante el tribunal
como un calumniador, exigiendo diez daños de mil coronas.

Las dos partes comparecieron ante el tribunal y esto fue todo lo que
Farel deseaba. “Confieso el hecho”, dijo, “pero estoy justificado en lo
que he hecho. ¿Dónde se encuentran asesinos más horribles que estos
seductores que venden el paraíso y así anulan los méritos de nuestro
Señor Jesucristo? Probaré mi afirmación por el Evangelio ". Y se
dispuso a abrirla, cuando los canónigos, enrojecidos de ira, gritaron:
“¡La ley común de Neufchatel, y no el Evangelio, está en cuestión aquí!
¿Dónde están los testigos? Pero Farel, volviendo constantemente a esa
terrible afirmación, probó por la Palabra de Dios que los canónigos
eran realmente culpables de asesinato y robo. Abogar por tal causa era
arruinar el papado. El tribunal de Neufchatel, que nunca había
conocido un caso similar, resolvió, según la antigua costumbre,
someterlo al concilio de Besançon, 23 el cual, sin atreverse a declarar
culpable de homicidio y robo al primer estado de la Audiencia General
, remitió el asunto. al emperador y al consejo general. Las malas causas
no ganan nada al causar disturbios.
A cada paso que deseaban hacer retroceder, Farel daba uno por
adelantado. Las calles y las casas seguían siendo su templo. Un día,
cuando la gente de Neufchatel estaba a su alrededor, "¿Por qué?",
Gritaron, "¿no debería proclamarse la Palabra de Dios en una iglesia?"
Luego llevaron a Farel a toda prisa con ellos, abrieron las puertas de la
Capilla del Hospital, sentaron al ministro en el púlpito y una multitud
numerosa permaneció en silencio ante él. “Así como Jesucristo,
apareciendo en un estado de pobreza y humildad, nació en un establo
en Belén”, dijo el reformador; “Así que este hospital, esta morada de
enfermos y pobres, se ha convertido hoy en su lugar de nacimiento en
la ciudad de Neufchatel”. Luego, sintiéndose incómodo ante la
presencia de las figuras pintadas y talladas que decoraban la capilla,
puso sus manos sobre estos objetos de idolatría, los quitó y los partió
en pedazos. 24
El papado, que la ira había cegado, dio ahora un paso que sin duda
tenía derecho a dar, pero que lo destruyó: recurrió al brazo secular, y
el gobernador envió una diputación al consejo de Berna, rogando la
destitución de Farel y sus compañeros.

Pero casi al mismo tiempo llegaron a Berna diputados de la gente del


pueblo. "¿No llevaron estas manos armas en Interlaken y en
Bremgarten para apoyar su Reforma?" dijeron ellos, "¿y nos
abandonarás en el nuestro?"
Berne vaciló. En ese momento, una llamada pública llenaba de luto a
toda la ciudad. Uno de los ciudadanos más ilustres de la república, el
Banneret de Weingarten, atacado por la peste, expiraba entre las
lágrimas de sus hijos y de sus conciudadanos. Al ser informado de la
llegada de los Neufchatelans, reunió sus fuerzas menguantes: "Vaya",
dijo, "y suplique al Senado en mi nombre que pida una asamblea
general del pueblo de Neufchatel para el próximo domingo". 25 Este
mensaje del banneret agonizante decidió al concilio.
Los diputados de Berna llegaron a Neufchatel el 7 de agosto. Farel
pensó que durante los debates tenía tiempo para hacer una nueva
conquista y abandonó la ciudad. Su celo solo puede compararse con el
de San Pablo. Su cuerpo era pequeño y débil, pero su actividad era
totalmente apostólica: el peligro y el maltrato lo consumían todos los
días, pero tenía en él un poder divino que lo hacía victorioso.

Notas finales:

1. Propriis manibus. Hist. De Neufchatel, de F. de


Chambrier, pág. 13.
2. Memoires sur l'Eglise collegiale de Neufchatel, pág. 240.
3. de Perrot, ex pastor de Serriere y autor de una obra
titulada "L'Eglise et la Reformation", me ha mostrado la
piedra sobre la que se encontraba Farel.
4. "Aucuns de Neufchatel, auxquels Dieu avaient donne
connoiss ance de la verite", etc. Choupard MS.
5. Citado en Choupard MS.
6. Rasorum remoramenta. Farellus Molano, Neufchatel MS.

7. Contra tyrannica praecepta. Ibídem.


8. Ad verbum festinarent. Ibídem.
9. Avide audientes. Ibídem.
10. Quid Christus in suis egerit. Farellus Molano, Neufshatel
MS.

11. Gratias ergo, Fratres, mecum agite Patri


misericordiarum, quod sit propitius gravi pressis
tirannide. Ibídem.
12. Rosselet en Annotat. Farel Leben von Kirchofer.
13. En levia facit omnia Christus, añadió. Farel a Dumoulin,
15 de diciembre. Neufch atel MS.
14. Choupard MS. Chambrier, Hist. De Neufchatel, pág. 293.
15. Misiva de Berna al conde de Gruyere, 5 y 16 de enero de
1530.
16. A la izquierda de la carretera moderna de Vevay a
Friburgo.
17. Misiva de Berna, Choupard MS.
18. A tous seigneurs, peuples, et paste urs. Ver arriba, vol. 3.
Libro 12.
19. Petra Pertusa.
20. Donc le paupre petre qui chantoit sa messe ne la peut
pas achever. Antiguo MS. Citado en Choupard MS.
21. Farellus suo more magna fortitudine jam-jam agit.
Megander a Zwingle, 6 de agosto de 1530.
22. De Chambrier, Hola st. De Neufchatel, 1: 293.

23. Prendre les entraives.


24. Choupard MS.
25. Wingarterus iste infectus peste apud senatum nostrum.
Legación Pia. Megander a Zwingle.
LIBRO 15
CAPÍTULO 7

A una legua de Neufchatel, más allá de la montaña, se extiende el Val


de Ruz, y cerca de su entrada, en una situación escarpada, donde ruge
un torrente impetuoso rodeado de escarpados peñascos, se encuentra
la ciudad de Valangin. Un antiguo castillo, construido sobre una roca,
eleva sus inmensos muros en el aire, dominando las humildes
viviendas de la gente del pueblo, y extendiendo su jurisdicción sobre
cinco valles de estas altas y severas montañas, entonces cubiertas de
bosques de pinos, pero ahora poblado por la industria más activa. 1
En este castillo vivía Guillemette de Vergy, condesa viuda de Valangin,
muy apegada a la religión romana y llena de respeto por la memoria de
su marido. Un centenar de sacerdotes habían cantado una misa mayor
en el entierro del conde; cuando muchas jóvenes penitentes se habían
casado y se habían distribuido grandes limosnas ; el coadjutor de Locle
había sido enviado a Jerusalén, y la propia Guillemette había hecho
una peregrinación por el reposo del alma de su difunto señor.
A veces, sin embargo, la condesa de Gruyere y otras damas venían a
visitar a la viuda de Verg y, que reunía en el castillo a varios jóvenes
señores. El pífano y la pandereta resonaban bajo sus techos
abovedados, los grupos parlanchines se reunían en las inmensas
troneras de sus ventanas góticas, y los alegres bailes seguían con
fuerza sobre un largo silencio y lúgubre devoción. 2 Sólo hubo un
sentimiento que nunca abandonó a Guillemette: su odio contra la
Reforma, en el que fue secundada calurosamente por su intendente, el
Sieur de Bellegarde.

Guillemette y los sacerdotes tuvieron, de hecho, una razón para


temblar. El 15 de agosto fue una gran fiesta romana: Nuestra Señora de
Agosto, o la Asunción, que todos los fieles del Val de Ruz se
preparaban para celebrar. Este fue el mismo día que Farel eligió.
Animado por el fuego y el coraje de Elijah, partió hacia Valangin, y un
joven, su compatriota y, según parece, un pariente lejano, Anthony
Boyve, un cristiano ardiente y un hombre de carácter decidido, lo
acompañó. él. 3 Los dos misioneros subieron al monte Ain, se
sumergieron en el bosque de pinos y luego descendieron de nuevo al
valle, atravesaron Valangin, donde las inmediaciones del castillo no les
animaron mucho para detenerse, y llegaron a una aldea,
probablemente Boudevilliers, proponiendo predicar el evangelio allí. 4
Ya por todos lados la gente se agolpaba en la iglesia; Farel y su
compañero entraron también con un pequeño número de habitantes
que lo habían escuchado en Neufchatel. El reformador inmediatamente
subió al púlpito y el sacerdote se preparó para celebrar la misa.
Comenzó el combate. Mientras Farel predicaba a Jesucristo y sus
promesas, el sacerdote y el coro cantaban el misal. Se acercaba el
momento solemne: estaba a punto de producirse la inefable
transubstanciación : el sacerdote pronunciaba las palabras sagradas
sobre los elementos. En este instante la gente ya no vacila; los hábitos
antiguos, una influencia irresistible, los atraen hacia el altar; el
predicador está abandonado; la multitud arrodillada ha recuperado su
antiguo culto; R ome triunfa ...... De repente, un hombre joven surge de
la multitud, - atraviesa el coro, - se precipita al altar, - arranca el
anfitrión de las manos del sacerdote, y llora, mientras se vuelve hacia
el pueblo : “Este no es el Dios a quien debéis adorar. Él está arriba, en
el cielo, en la majestad del Padre, y no, como crees, en manos de un
sacerdote ”. 5 Este hombre era Anthony Boyve.
Un acto tan atrevido produjo al principio el efecto deseado. Se
interrumpió la misa , cesaron los cánticos y la multitud, como
golpeada por una intervención sobrenatural, permaneció en silencio e
inmóvil. Farel, que todavía estaba en el púlpito, aprovechó de
inmediato esta calma y proclamó que Cristo "a quien los cielos deben
recibir hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas". 6
Después de esto, los sacerdotes y los coristas con sus seguidores se
apresuraron a las torres, subieron al campanario y tocaron el tocín.
Estos medios tuvieron éxito: se reunió una multitud, y si Farel no se
hubiera retirado, su muerte y la de Boyve hubieran sido inevitables.
"Pero Dios", dice la crónica, "los libró". Atravesaron el intervalo que
separa a Boudevilliers de Valangin y se acercaron a las escarpadas
gargantas del torrente del Seyon. ¿Pero cómo atravesar ese pueblo ,
que ya había alarmado el tocín?
Dejando Chaumont y sus bosques oscuros a la izquierda, estos dos
heraldos del Evangelio tomaron un camino estrecho que serpenteaba
bajo el castillo: avanzaban cautelosamente, cuando de repente les
asaltó una lluvia de piedras , y al mismo tiempo una veintena de
individuos. , Sacerdotes, hombres y mujeres, armados con garrotes,
cayeron furiosamente sobre ellos. “Los sacerdotes no tenían gota ni en
los pies ni en los brazos”, dice un cronista; “Los ministros fueron tan
golpeados que casi perdieron la vida”. 7
Madame de Vergy, que descendió a la terraza, lejos de moderar la ira
de los sacerdotes, gritó: “¡Ahogadlos, ahogadlos! tíralos al Seyon, ¡estos
perros luteranos que han despreciado al anfitrión! " 8 De hecho, los
sacerdotes estaban empezando a arrastrar a los dos herejes hacia el
puente. Nunca Farel estuvo más cerca de la muerte.
De repente, de detrás de la última roca que esconde Valangin en
dirección a la montaña, aparecieron “algunas buenas personas del Val
de Ruz, viniendo de Neufchatel” 9 y descendiendo al valle. "¿Qué estás
haciendo?" preguntaron a los sacerdotes, sin duda con la intención de
salvar a Farel; “¿ Ponerlos más bien en un lugar seguro, para que
respondan de sus procedimientos? ¿Se privarían del único medio a su
alcance para descubrir a los infectados por el veneno de la herejía?
Los sacerdotes se detuvieron ante estas palabras y condujeron a los
prisioneros al castillo. Al pasar ante una pequeña capilla, que contenía
una imagen de la virgen, “Arrodíllense”, dijeron a Farel y Boyve,
mostrándoles la estatua; "¡Postraos ante Nuestra Señora!" Farel
comenzó a amonestarlos: "Adorad a un solo Dios en espíritu y en
verdad", les dijo, "y no imágenes mudas sin vida ni poder". Pero ellos,
prosigue la crónica, “muy molestos por sus palabras y su firmeza, le
infligieron tantos golpes, que quedó cubierto de sangre, que incluso
brotó en las paredes de la capilla. Durante mucho tiempo, es posible
que todavía se vean sus huellas ". 10

Reanudaron la marcha, entraron en el pueblo, subieron por la


empinada carretera que conducía a la explanada donde Guillemette de
Vergy y sus asistentes esperaban a los “luteranos”; de modo que,
continúa la crónica, “de golpearlos así continuamente, fueron
conducidos todos cubiertos de suciedad y sangre a las cárceles, y
arrojados casi sin vida al calabozo (croton) del castillo de Valangin”.
Así Pablo había sido apedreado por los judíos en Listra, sacado de la
ciudad y dado por muerto. 11 Los apóstoles y los reformadores
predicaron la misma doctrina y sufrieron el mismo trato.
Quizás se pueda decir que Farel y Boyve fueron demasiado violentos
en su ataque; pero la Iglesia de la Edad Media, que había vuelto a caer
en el espíritu legal del judaísmo y en todas las corrupciones que de él
se derivan, necesitaba una oposición enérgica para conducirla
nuevamente al principio de la gracia. Agustín y San Paulo
reaparecieron en la Iglesia del siglo XVI; y cuando leemos que Boyve se
precipitó con gran emoción sobre los que estaban a punto de adorar el
pan de la misa, no recordemos la acción de San Pablo, rasgando sus
ropas y corriendo entre la gente, que estaba deseosa de adorar a
"hombres de pasiones similares a ellos mismos"? 12
Farel y Boyve, arrojados a las mazmorras del castillo, pudieron, como
Pablo y Silas en la prisión de Filipos, "cantar alabanzas a Dios". Messi
re de Bellegarde, siempre dispuesto a perseguir el Evangelio, les
preparaba un final cruel, cuando llegaron unos vecinos de Neufchatel
para reclamarlos. Madame de Valangin no se atrevió a negarse y, a
petición de los berneses, incluso inició una investigación, "para poner
una buena cara en el asunto", dice un manuscrito. "Sin embargo, el
sacerdote que más había golpeado a Farel nunca dejó de comer todos
los días en la mesa de la dama, a modo de recompensa". 13 Pero esto
tenía poca importancia: la semilla de la verdad se había sembrado en
el Val de Ruz.
En Neufchatel, los berneses apoyaron a los ciudadanos evangélicos. El
gobernador, cuyos recursos se agotaron, envió diputados a la princesa,
“rogándole que cruzara las montañas para apaciguar a su pueblo, que
se encontraba en terribles problemas a consecuencia de esta religión
luterana”. 14
Mientras tanto, el fermento aumentó. La gente del pueblo rezó a los
canónigos para que renunciaran a la misa: se negaron; después de lo
cual los ciudadanos les expusieron sus razones por escrito y les
rogaron que discutieran la cuestión con Farel. ¡Sigue siendo el mismo
rechazo! - "¡Pero, por el amor de Dios, habla a favor o en contra!" ¡Todo
fue inútil!
El domingo 23 de octubre, Farel, que había vuelto a Neufchatel, estaba
predicando en el hospital. Sabía que los magistrados de la ciudad
habían deliberado sobre la conveniencia de consagrar la catedral
misma al culto evangélico. “¿Qué, pues,” dijo él, “no rendirás tanto
honor al Evangelio como la otra parte lo hace a la misa? ...... Y si este
acto supersticioso se celebra en la iglesia alta, ¿no será el ¿También allí
se proclame el Evangelio? A estas palabras se levantaron todos sus
oyentes. "¡A la Iglesia!" gritaron ellos; "¡a la Iglesia!" Los hombres
impetuosos están deseosos de poner manos a la obra, de realizar lo
que la prudencia de los burgueses había propuesto. 15 Abandonan el
hospital y se llevan a Farel con ellos. Suben la empinada calle del
castillo: en vano los canónigos y sus asustados seguidores detendrían a
la multitud: forzaron un paso. Convencidos de que avanzan para la
gloria de Dios, nada puede detenerlos. Insultos y gritos los asaltan por
todos lados, pero en nombre de la verdad que defienden, proceden:
abren las puertas de la Iglesia de Nuestra Señora; entran, y aquí
comienza una nueva lucha. Los canónigos y sus amigos reunidos
alrededor del púlpito se esfuerzan por detener a Farel; pero todo es
inútil. No tienen que lidiar con una banda de alborotadores. Dios lo ha
pronunciado en su Palabra, y los mismos magistrados han aprobado
una resolución definitiva. La gente del pueblo avanza, por tanto, contra
la camarilla sacerdotal; forman un batallón cerrado, en el centro del
cual colocan al reformador. Logran abrirse paso entre la multitud
opuesta y, por último, colocar al ministro en el púlpito sin que le
ocurra ningún daño. dieciséis
Inmediatamente todo está en calma dentro y fuera de la iglesia; incluso
los adversarios guardan silencio, y Farel pronuncia "uno de los
sermones más eficaces que había predicado hasta ahora". Sus ojos
están abiertos; su emoción aumenta; sus corazones se derriten; los más
obstinados parecen convertidos; y desde todos los rincones de la vieja
iglesia resuenan estos gritos: "Seguiremos la religión evangélica, tanto
nosotros como nuestros hijos, y en ella viviremos y moriremos". 17
De repente, un torbellino, por así decirlo, barre a esta multitud y la
agita como un vasto mar. Los oyentes de Farel desean imitar al piadoso
rey Josías. 18 “Si quitamos estos ídolos de delante de nuestros ojos,
¿no nos ayudará”, dijeron, “a quitarlos de nuestro corazón? Una vez
rotos estos ídolos, ¡cuántas almas entre nuestros conciudadanos,
ahora perturbados y vacilantes, se decidirán por esta sorprendente
manifestación de la verdad! Debemos salvarlos por así decirlo con
fuego ”. 19

Este último motivo los decidió, y luego comenzó una escena que llenó
de horror a los romanistas y que, según ellos, debe traer el terrible
juicio de Dios sobre la ciudad.
El lugar donde esto tuvo lugar parecería aumentar su solemnidad.
Hacia el norte, las murallas del castillo se elevan sobre los peñascos
puntiagudos del lúgubre pero pintoresco valle del Seyon, y la montaña
frente al castillo presenta al ojo del observador poco más que rocas
desnudas, enredaderas y abetos negros. Pero al sur, bajo la terraza por
la que pasaba este tumultuoso escenario, se extendían las amplias y
tranquilas aguas del lago, con sus fértiles y pintorescas orillas; ya lo
lejos, las continuas cumbres de los Alpes más altos, con sus
deslumbrantes nieves, sus inmensos glaciares y sus gigantescas
cumbres, se extienden a lo lejos ante la mirada embelesada.

En esta plataforma, la gente de Neufchatel estaba conmocionada,


prestando poca atención a estos nobles escenarios de la naturaleza. El
gobernador, cuyo castillo colindaba con la iglesia, se vio obligado a
permanecer como espectador ocioso de los excesos que no podía
evitar; se contentó con dejarnos una descripción de ellos. "Estos tipos
atrevidos", dice, "agarran azadones, hachas y martillos, y así marchan
contra las imágenes de los santos". Avanzan, golpean las estatuas y los
altares, los hacen pedazos. Las figuras talladas en el siglo XIV por los
"imaginadores" del Conde Luis no se salvan; y las estatuas de los
condes mismos, que fueron confundidas con ídolos, apenas escapan a
la destrucción. La gente del pueblo recoge todos estos fragmentos de
un culto idólatra; los sacan de la iglesia y los arrojan desde lo alto de la
roca. Las pinturas no encuentran mejor tratamiento . “Es el diablo”,
pensaron ellos con los primeros cristianos, “quien enseñó al mundo
este arte de estatuas, imágenes y todo tipo de semejanzas”. 20 En las
imágenes de los santos arrancan los ojos y les cortan la nariz. El
crucifijo en sí es arrojado, porque esta figura de madera usurpa el
homenaje que Jesucristo reclama en el corazón. Aún queda una
imagen, la más venerada de todas: la de la Virgen de la Merced, que
María de Saboya había obsequiado en la colegiata; pero nuestra Señora
misma no se salva. Una mano más atrevida que las demás lo golpea,
como en el siglo IV fue golpeada la colosal estatua de Serapis. 21
“Incluso le han perforado los ojos a Nuestra Señora de la Misericordia,
que la difunta dama que su madre había hecho que se hiciera”,
escribió el gobernador a la duquesa de Longueville.
Los reformados fueron aún más lejos: tomaron las patens en las que
estaba el corpus Domini y las arrojaron desde lo alto de la roca al
torrente; después de lo cual, queriendo mostrar que las hostias
consagradas son mero pan, y no Dios mismo, se las repartieron unos a
otros y se las comieron ... Ante esta vista los canónigos y capisanos ya
no pudieron quedarse quietos. Se escuchó un grito de horror; corrieron
con sus adherentes y opusieron la fuerza a la fuerza. Por fin comenzó la
lucha que tanto había sido temida.

El preboste Oliver de Hochberg, los canónigos Simon de Neufchatel y


Po ntus de Soleilant, los tres miembros del consejo privado, se habían
trasladado apresuradamente al castillo, así como los demás consejeros
de la princesa. Hasta ese momento habían permanecido espectadores
silenciosos de la escena; pero cuando vieron a los dos partidos a los
golpes, ordenaron comparecer ante el gobernador a todos “los
partidarios de la doctrina evangélica”. Esto fue como intentar
encadenar los vientos. Además, ¿por qué deberían parar los
reformadores? No actuaban sin una autoridad legítima. 22 "Dile al
gobernador", respondieron los aldeanos con altivez, "que en los
asuntos de Dios y de nuestras almas no tiene poder sobre nosotros".
23
Entonces George de Rive descubrió que su autoridad fracasaba contra
un poder superior al suyo. Debe ceder y salvar al menos algunos restos.
Por tanto, se apresuró a quitar las imágenes que aún quedaban y a
encerrarlas en cámaras secretas. Los ciudadanos de Neufchatel le
permitieron ejecutar esta medida. "¡Salva a tus dioses", pensaban ellos,
" guárdalos bajo fuertes rejas, no sea que acaso un ladrón te prive de
los objetos de tu adoración!" 24 Poco a poco el tumulto se fue
apagando, el torrente popular regresó por su cauce, y poco tiempo
después, en conmemoración de este gran día, se inscribieron estas
palabras en un pilar de la iglesia:
L'AN 1530, LE 23 OCTOBRE, FUT OTEE ET ABATTUE L'IDOLATRIE
DE CEANT PAR LES BOURGEOIS. 25
Se había efectuado una inmensa revolución. Sin duda, hubiera sido
mejor si las imágenes hubieran sido quitadas y el Evangelio sustituido
en su lugar con serenidad, como en Zurich; pero hay que tener en
cuenta las dificultades que trae consigo un cambio tan profundo y
controvertido, y tener en cuenta la inexperiencia y los excesos
inseparables de una primera explosión. Aquel que viera en esta
revolución sólo sus excesos, traicionaría una mente singularmente
estrecha. Es el Evangelio que triunfó en la explanada del castillo. Ya no
eran unas cuantas imágenes o leyendas las que iban a hablar a la
imaginación de los Neufchatelans: se les restituía la revelación de
Cristo y de los apóstoles, tal como se había conservado en las Sagradas
Escrituras. En lugar de los misterios, símbolos y milagros del papado,
la reforma les trajo principios sublimes, doctrinas poderosas, verdades
santas y eternas. En lugar de una misa, vacía de Dios y llena de
puerilidades humanas, les devolvió la Cena de nuestro Señor
Jesucristo, su presencia invisible pero real y poderosa, sus promesas
que dan paz al alma, y su Espíritu, que cambia el espíritu. corazón, y es
prenda segura de una gloriosa resurrección. Todo es ganancia en tal
intercambio.

Notas finales:
1. Aquí se encuentran Chaux de Fonds, Locle, etc.
2. Chambrier, Hist. De Neutchatel, pág. 276.
3. Anales de Boyve y una familia de EM. - Desde entonces,
esta familia ha dado varios pastores a la Iglesia de
Neufchatel.
4. Hay dos manuscritos originales (ambos citados en el
Choupard MS.) Que dan cuenta de esta transacción. Uno
dice que Farel predicó en V alangin, el otro indica un
pueblo cerca de Valangin. Ruchat adoptó la versión
anterior; Creo que es preferible lo último. El segundo MS.
Me parece más viejo y correcto que el primero.
5. Choupard MS.
6. Hechos 3:21.
7. Les pretres n'avoient pas la goutte a ux pieds et aux bras,
et ils les battirent tellement que peu s'en fallut qu'ils ne
perdissent la vie. Choupard MS.
8. ¡A l'eau! ¡A l'eau! Jettez les dans le Seyon ces chiens de
Lutheriens qui ont meprise le bon Dieu! Ibídem.

9. Ibídem.
10. Choupard MS. Mais eux, rudeme nt faches de ses propos
et constance, lui donnerent tant de coups, qu'ils le mirent
tout en sang, jusques la que son sang jaillissoit sur les
murailles de la chapelle. En voyoit long temps apres
encore les marques.

11. Hechos 14:19.


12. Hechos 14:14.
13. Choupard MS .
14. Carta del gobernador a la princesa.
15. Ésta es la conclusión que extraigo de varios trabajos y,
en particular, del informe de la reunión celebrada en
Neufchatel por los diputados de Berna, en la que los jefes
de los burgueses declaran que parece un muy buen
asunto retirar la altares, etc. Hasta ahora sólo se ha visto
una fase de esta acción: el movimiento popular; y el otro,
a saber, la resolución legal de los magistrados de la
ciudad, parece haberse pasado por alto.
16. Choupard MS.
17. Ibídem.
18. Chron. 34: 7.
19. Choupard MS.
20. Diabolum saeculo intulisse artifices statuarum et
imaginum et omnis generis simulacrorum. Tertuliano, de
idolatría, cap. 3.
21. Sócrates 5:16.
22. "Par les quatre du dit Neufchatel", de los Cuatro (las
autoridades municipales) de dicho Neufchatel, comenta
el sacerdote Besancenet. Véase también el receso del
consejo celebrado en Neufchatel por MM. De Berna, 4 de
noviembre de 1530.
23. La carta del gobernador al director .
24. Cur vos sub validissimis clavibus, ingentibusque sub
claustris conservatis, ne forte fur aliquis irreptat?
Arnobius contra gentes, 6: 257.
25. El 23 de octubre de 1530, la idolatría fue derrocada y
removida de esta iglesia por los ciudadanos.
BOOK 15
CHA PTER 8

Sin embargo, el gobernador y sus fieles amigos no habían perdido toda


esperanza. “Es sólo una minoría”, dijeron en el castillo, “la que ha
participado en la destrucción de las imágenes; la mayoría de la nación
todavía obedece la doctrina antigua ". El señor de Rive aún tenía que
aprender que si en un movimiento popular sólo aparece la minoría, es
en algunos casos porque la mayoría, al ser de la misma opinión,
prefiere dejar la acción a otros. Sea como fuere, el gobernador,
creyéndose firme , resolvió someter a votación la preservación de la
masa. Si la mayoría dudaba, la influencia combinada del gobierno y el
clero haría que se inclinara hacia el lado de Roma. Los amigos de la
Reforma, percibiendo este truco y sintiendo la necesidad de asegurar
la integridad de los votos, exigieron la presencia de los comisionados
de Berna. Esto fue inicialmente rechazado. Pero Neufchatel, dividida en
dos partidos hostiles, podría en cualquier momento ver sus calles
correr sangre: De Rive llamó a Berne en su ayuda.
Anthony Noll y Sulpice Archer, ambos miembros del consejo, junto
con Jacques Tribolet, alguacil de la isla de St. John, los tres
consagrados a la Reforma, hicieron su entrada en Neufchatel el 4 de
noviembre, un día lleno de acontecimientos para el principado. y uno
que decidiría su reforma. Los diputados se dirigieron al castillo, donde
hablaron con gran altivez. 1 “Sus excelencias de Berna”, le dijeron al
gobernador, “están muy asombrados de que usted se oponga a la
verdadera y pura Palabra de Dios. Desista inmediatamente, o de lo
contrario su estado y señoría pueden sufrir por ello ". 2
George de Rive estaba asombrado; había pensado en convocar
ayudantes, y había encontrado maestros. Sin embargo, intentó escapar
del estrecho en el que estaba atrapado. Los cantones católicos romanos
de Lucerna, Friburgo y Soleure también eran aliados del estado. El
gobernador insinuó a los diputados de Berna que bien podía reclamar
su intervención. Ante estas palabras, los diputados se levantaron
indignados y declararon al señor de Rive que, si lo hacía, podría ser la
causa de la pérdida de Neufchatel por parte de su soberano.
El gobernador vio la imposibilidad de escapar de la red en la que había
caído. No le quedaba otra alternativa que la sumisión y observar la
corriente de los acontecimientos que le era imposible dirigir.
No fue así con los canónigos y los nobles. No considerándose vencidos,
rodearon a los berneses; y mezclando religión y política, como es su
costumbre en casos similares, se esforzó por sacudirlos. “¿No ven”,
dijeron, “que a menos que apoyemos el poder espiritual,
comprometeremos el poder civil? ¡El baluarte más seguro del trono es
el altar! Estos hombres, en cuyos defensores te has convertido, no son
más que un puñado de malhechores : ¡la mayoría son para las masas! -
“Gire en la dirección que quiera”, respondió uno de los tercos
berneses, “aunque la mayoría debería estar de su lado, debe seguir por
ese camino; Nuestros señorías nunca abandonarán a los defensores de
la fe evangélica ”. 3
La gente se reunió en el castillo para la votación definitiva. El destino
de Neufchatel estaba a punto de decidirse. Por un lado se apiñaban en
torno al gobernador, el consejo privado, los canónigos y los más
celosos de los romanistas; en el otro se veía a los cuatro regidores, el
ayuntamiento y un gran número de ciudadanos, ascendiendo
gravemente la empinada avenida que conducía a la casa de gobierno y
deteniéndose frente a sus adversarios. En ambos lados existía el mismo
apego a su fe y la misma decisión; pero alrededor de los cánones había
muchas mentes ansiosas, corazones turbados y ojos abatidos, mientras
los amigos de la Reforma avanzaban con la cabeza en alto, la mirada
firme y el corazón lleno de esperanza.
George de Rive, deseando dominar sus mentes, comenzó a dirigirse a
ellos. Describió la violencia con la que los reformados habían roto las
imágenes y derribado los altares; “Y sin embargo”, continuó, “¿quién
fundó esta iglesia? Fueron los predecesores de la princesa y no los
ciudadanos. Por eso, exijo que todos los que hayan infringido
violentamente la autoridad de nuestro soberano, sean obligados a
restituir lo que han quitado, para que la santa misa y las horas
canónicas se celebren nuevamente ”. 4
Sobre esto avanzaron los prudhommes de Neufchatel. No eran un
grupo de jóvenes y aturdidos, como pretendían los papistas; eran
ciudadanos serios, cuyas libertades estaban garantizadas y que habían
sopesado lo que tenían que decir. “Por la iluminación del Espíritu
Santo”, respondieron, “y por las santas doctrinas del Evangelio, que
nos son enseñadas en la pura Palabra de Dios, mostraremos que la
misa es un abuso, sin utilidad alguna, y que conduce mucho más a la
condenación que a la salvación de las almas. Y estamos listos para
demostrar que, al quitar los altares, no hemos hecho nada que no
fuera correcto y aceptable para Dios ". 5
Así, las dos partes se encontraron cara a cara con "gran odio y
división", dice el informe de Berna. Los árbitros consultaron juntos. El
gobernador insistió, sintiendo que este movimiento decidiría el futuro.
Unos pocos votos bastarían para el triunfo de Roma, y contaba con
ganarlos con su seguridad. “Debe comprender”, dijo, “que la mayoría
de esta ciudad, hombres y mujeres, se adhieren firmemente a la
antigua fe. Los otros son jóvenes soldados impetuosos, vanidosos de su
persona y engreídos con la nueva doctrina ". 6 - "¡Bien!" Respondieron
los diputados de Berna, "para evitar todas las travesuras,
solucionemos esta diferencia mediante la pluralidad de sufragios, de
acuerdo con el tratado de paz celebrado en Bremgarten entre los
cantones".
Esto era lo que deseaban los reformados. "¡El voto! ¡el voto!" gritaron
según la expresión consagrada a tales casos. 7 Pero el señor de
Prangins y los sacerdotes, que lo habían deseado cuando estaban
solos, retrocedieron en presencia de Berna. “Pedimos tiempo”, dijeron.
Si los reformados se dejaban engañar por esas dilatorias medidas, todo
había terminado. Una vez que los berneses hubieran abandonado
Neufchatel, el gobernador y el clero fácilmente tendrían la ventaja. Por
tanto, se mantuvieron firmes. "¡No no!" dijeron ellos, “¡ahora! - ¡sin
demora! - ¡ni un día! ni una hora! " Pero el gobernador , ante un proceso
que decidiría la caída legal del papado, tembló y se opuso
obstinadamente a los gritos del pueblo. Los magistrados ya estaban
indignados, los burgueses murmuraban y los más violentos miraban
sus espadas. “Ellos estaban resueltos a obligarnos, espada en mano”,
escribió el gobernador a la princesa. Una nueva tormenta se estaba
formando sobre Neufchatel. Aún unos minutos más de resistencia, y
estallaría sobre la iglesia, la ciudad y el castillo, destruyendo no solo
estatuas, imágenes y altares, sino que “habrían quedado hombres
muertos”, dijo el señor de Rive. 8 En la angustia y el espanto cedió.
Ante la noticia de esta concesión, los partidarios de Roma vieron todo
su peligro. Conferenciaron, concertaron sus medidas, y en un instante
se tomó su resolución: estaban resueltos a luchar. 9 "Mi señor",
dijeron, volviéndose hacia el señor de Rive y tocando la empuñadura
de sus espadas, "todos los que nos adherimos al Santísimo Sacramento
estamos resueltos a morir mártires por nuestra santa fe". 10 Esta
manifestación no escapó a la atención de los jóvenes soldados que
habían regresado de la guerra de Ginebra. Un minuto más y las
espadas se habrían desenvainado, y la plataforma cambiaría a un
campo de batalla.
Monseigneur de Prangins, más astuto que ortodoxo, se estremeció al
pensarlo. “No puedo soportarlo”, dijo al más violento de su partido;
"Tal empresa perdería el estado y el señorío de mi señora". 11 - “Doy
mi consentimiento”, dijo al bernés, “a tomar las votaciones, con
reserva no obstante de la soberanía, los derechos y el señorío de
Madame”. - “Y nosotros”, respondieron los vecinos, “con la reserva de
nuestras libertades y privilegios”.
Los romanistas, al ver que el poder político que habían invocado ahora
les fallaba, sintieron que todo estaba perdido. Salvarán su honor al
menos en este gran naufragio; suscribirán sus nombres, para que la
posteridad sepa quiénes fueron fieles a Roma. Estos orgullosos
partidarios de la jerarquía avanzaron hacia el gobernador; las lágrimas
corrían por sus mejillas ásperas, delatando así su ira sofocada.
Escribieron sus firmas como testigos al pie del solemne testamento
que el papado redactaba ahora sobre Neufchatel, en presencia de los
diputados de Berna. Luego pidieron, con lágrimas en los ojos, “que los
nombres y apellidos de los buenos y de los perversos se escribieran en
la memoria perpetua, y declararon que todavía eran buenos y fieles
burgueses de Madame, y harían su servicio a ¡muerte!" 12
Los burgueses reformados estaban convencidos de que sólo dando
testimonio franco de su convicción religiosa podían cumplir con su
deber ante Dios, su soberano y sus conciudadanos . De modo que los
católicos apenas habían protestado por su fidelidad a su señora,
cuando, volviéndose hacia el gobernador, los reformados gritaron: “Lo
mismo decimos en todo lo demás en lo que a nuestra Señora le
agradará mandarnos, salvo y menos al evangélico. fe, en la que
viviremos y moriremos ". 13
Luego se preparó todo para la votación. Se abrió la Iglesia de Nuestra
Señora y los dos bandos avanzaron entre los altares destrozados, los
cuadros rotos, las estatuas mutiladas y todas aquellas ruinas del
Papado, que presagiaba claramente a sus partidarios la última e
irrevocable derrota que estaba a punto de sufrir. Los tres señores de
Berna tomaron su lugar junto al gobernador como árbitros de los
procedimientos y presidentes de asno , y comenzó la votación.
George de Rive, a pesar del desaliento de sus amigos, no carecía del
todo de esperanzas. Todos los partidarios del antiguo culto en
Neufchatel habían sido advertidos; y sólo unos días antes los mismos
reformados, al rechazar una votación, habían reconocido la
superioridad numérica de sus adversarios. Pero los amigos del
Evangelio en Neufchatel tenían un valor y una esperanza que parecían
descansar sobre bases más firmes. ¿No fueron ellos la parte victoriosa y
podrían ser despojados de ellos en medio de su triunfo?
Las dos partes, sin embargo, avanzaron, confundidas entre sí, y cada
uno dio su voto en silencio. Se contaban: el resultado parecía incierto;
el miedo congeló cada fiesta por turnos. Al final, la mayoría pareció
declararse; - sacaron los votos, - se proclamó el resultado. ¡Una mayoría
de dieciocho voces dieron la victoria a la Reforma y el último golpe al
Papado!
Los señores de Berna se apresuraron inmediatamente a beneficiarse
de esta ventaja. “Vivid de ahora en adelante”, dijeron, “en buen
entendimiento unos con otros; que ya no se celebre la misa; que no se
haga daño a los sacerdotes; y pague a su Señora, oa quien sea
justamente debido, todos los diezmos, la renta, el censo y las
ganancias ". Estos diferentes puntos fueron proclamados por la
asamblea, e inmediatamente se redactó un informe, al que los
diputados, gobernadores y magistrados de la ciudad de Neufchatel
colocaron sus respectivos sellos. 14

Farel no apareció en todo este asunto: se podría haber dicho que el


reformador no estaba en Neufchatel: los ciudadanos apelaban sólo a la
Palabra de Dios; y el gobernador mismo, en su largo informe a la
princesa, no lo menciona ni una sola vez. Fueron los apóstoles de
nuestro Señor, San Pedro , San Juan, San Pablo y Santiago, quienes
por sus divinos escritos restablecieron los verdaderos fundamentos de
la Iglesia en medio del pueblo de Neufchatel. La Palabra de Dios era la
ley de los prudhommes. En vano dirá la Iglesia Romana: “Pero estas ve
rdas Escrituras, soy yo quien os las doy; por tanto, no puedes creer en
ellos sin creer en mí ". No es de la Iglesia de Roma que la Iglesia
Protestante recibe la Biblia. El protestantismo siempre ha existido en la
Iglesia. Ha existido siempre en todos los lugares donde los hombres se
han dedicado al estudio de las Sagradas Escrituras, de su origen
divino, de su interpretación y de su difusión. El protestantismo del
siglo XVI recibió la Biblia del protestantismo de todas las épocas.
Cuando Roma habla de la jerarquía, está en su propio terreno: en
cuanto habla de las Escrituras, está en el nuestro. Si Farel hubiera sido
presentado en Neufchatel, tal vez no habría podido oponerse al Papa;
pero la Palabra de Cristo estaba preocupada, y Roma debía caer ante
Jesús.
Terminado así, por mutuo contrato, ese día en un principio tan
amenazador. Si los reformados hubieran sacrificado alguna de sus
convicciones por una falsa paz, el desorden se habría perpetuado en
Neufchatel. Una audaz manifestación de la verdad, y los inevitables
choques que la acompañaron, lejos de destruir la sociedad, la
preservaron. Esta manifestación es el viento que levanta el barco de las
rocas y lo lleva al puerto.
El Señor de Prangins sintió que, entre conciudadanos, "es mejor
tocarse unos a otros, aunque sea por colisión, que evitarse
continuamente". La libre explicación que había tenido lugar había
hecho que la oposición de las dos partes fuera menos irritante. “Doy mi
promesa”, dijo el gobernador, “de no emprender nada contra el voto
de este día, porque yo mismo soy testigo de que ha sido honesto, recto,
sin peligro y sin coacción”. 15

Era necesario disponer del botín del partido vencido: el gobernador les
abrió el castillo. Allí fueron transportadas las reliquias, los ornamentos
de los altares, los papeles de la iglesia y hasta el órgano; y la misa,
expulsada de la ciudad, se cantaba todos los días con tristeza.
Todos los ornamentos , sin embargo, no tomaron este camino. Unos
días después, cuando dos ciudadanos, llamados Fauche y Sauge, salían
juntos a sus viñedos, pasaron por una pequeña capilla, en la que este
último había instalado una figura de madera de San Juan. Le dijo a su
compañero: " Aquí hay una imagen con la que calentaré mi estufa
mañana". Y, de hecho, al regresar, se llevó al santo y lo dejó frente a su
casa.
A la mañana siguiente tomó la imagen y la puso al fuego.
Inmediatamente, una horrible explosión sembró la consternación en
esta humilde familia. El tembloroso Fauche no dudó de que fuera un
milagro del santo, y se apresuró a regresar a la misa. En vano su vecino
Sauge le protestó bajo juramento que, durante la noche, había hecho
un agujero en la estatua, la había llenado con pólvora y la había
cerrado de nuevo. Fauche no quiso escuchar nada y resolvió huir de la
venganza de los santos. Fue y se instaló con su familia en Morteau en
Franche Comté. 16 ¡ Tales son los milagros sobre los que reposa la
divinidad de Roma!

Poco a poco todo se fue arreglando: algunos de los canónigos, como


Jacques Baillod, William de Pury y Benedict Chambrier, abrazaron la
Reforma. Otros fueron recomendados por el gobernador al priorato de
Motiers, en el Val de Travers; y, a mediados de noviembre, en el
momento en que los vientos empezaron a arder entre las montañas,
varios canónigos, rodeados de algunos muchachos cantores, tristes
reliquias del antiguo, poderoso, rico, voluptuoso y altivo capítulo de
Neufchatel. , - trepó dolorosamente las gargantas del Jura, y fue a
esconder en estos elevados y pintorescos valles la desgracia de una
derrota, que sus largos desórdenes y su insoportable tiranía habían
provocado con demasiada justicia.
Durante este tiempo se organizó el nuevo culto. En la sala del altar
mayor se sustituyeron dos mesas de mármol para recibir el pan y el
vino; y la Palabra de Dios fue predicada desde un púlpito despojado de
todo adorno. La preeminencia de la Palabra, que caracteriza el culto
evangélico, reemplazó en la iglesia de Neufchatel la preeminencia del
sacramento, que caracteriza al papado. Hacia fines del siglo II, Roma,
esa antigua metrópoli de todas las religiones, después de haber
acogido el culto cristiano en su pureza primitiva, lo había
transformado gradualmente en misterios; se había atribuido un poder
mágico a ciertas formas; y el reinado del sacrificio ofrecido por el
sacerdote había sucedido al reinado de la Palabra de Dios. La
predicación de Farel había devuelto a la Palabra los derechos que le
correspondían ; y esos tejados abovedados, que la piedad del conde
Ulric II, a su regreso de Jerusalén, había dedicado al culto de la
Virgen, sirvieron por fin, después de cuatro siglos, para alimentar a los
fieles, como en la época de los apóstoles ”. con palabras de fe y de
buena doctrina ”. 17

Notas finales:
1. Trois ambassadeurs qui me tinrent assez gros et rudes
propos. El gobernador de la princesa.

2. Ibídem.
3. Chambrier, Hist. De Neufchatel, pág. 296. La carta del
gobernador. Quand bien le plus sera des votres, si
passerez vous par la, etc.
4. Choupard MS .; Reces du MM. De Berne.
5. Choupard MS .; Reces du MM. De Berne.
6. Devez entendiere que la pluspart de cette ville, hommes
et femmes, tiennent fermement a l'ancienne foi. Les
autres sont jeunes gens de guerre, forts de leurs
personnes, remplis de la nouvelle doctrine, ayants le feu
a la tete. Ibídem.

7. Le plus, la mayoría.
8. La carta del gobernador a la princesa.
9. Ibídem.
10. Ibídem.
11. La carta del gobernador a la princesa.
12. Alors iceux dirent en pleurant que les noms et les
surmons des bons et des pervers fussent ecrits en
perpetuelle memoire, et qu'ils protestoient etre bons et
fideles bourgeois de Madame, et lui faire service jusqu'a
la mort.

13. Carta del gobernador. Nous disons le semblable en toute


autre eligió ou il plair a a Madame nous commander, sauf
et reserve icelle foi evangelique, dans laquelle nous
voulons vivre et mourir.
14. Reces de MM. De Berne, MS. Et que l'on paie a Madame
ou a qui il sera du justement dimes, cens, rentes et
revenus.

15. Ungefahrlich, ungezwringen, aufrecht und redlich Berna


al gobernador, 17 de diciembre de 1530.
16. Boyve Annals, MS.
17. Timoteo 4: 6.
LIBRO 15
CAPÍTULO 9

La convención, redactada bajo la mediación de Berna, estipuló que "el


cambio debería tener lugar solo en la ciudad y parroquia de Neufchatel
". ¿Debe el resto del país permanecer a oscuras? Este no era el deseo de
Farel, y el celo de los ciudadanos, en su primer fervor, lo secundó
eficazmente. Visitaron los pueblos de los alrededores, exhortando a
unos, combatiendo a otros. Los que se veían obligados a trabajar con
las manos durante el día iban allá por la noche. "Ahora, estoy
informado", le escribe el gobernador a la princesa, "que están
trabajando en una reforma día y noche".
George de Rive, alarmado, convocó a los magistrados de todos los
distritos del condado. Esta buena gente creía que su conciencia, así
como su lugar, dependían de Madame de Longueville. Asustados ante
la idea de recibir libremente una nueva convicción de la Palabra de
Dios, estaban muy dispuestos a aceptarla de la condesa como si fuera
una nueva imposición; ¡Un triste helotismo, en el que la religión brota
de la tierra, en lugar de descender del cielo! “Deseamos vivir y morir
bajo la protección de nuestra señora”, dijeron los magistrados al señor
de Rive, “sin c colgar la antigua fe, hasta que ella así lo ordene”. 1
Roma, incluso después de su caída, no podía recibir un insulto más
profundo.
Estas garantías de fidelidad y la ausencia de los berneses restauraron
la confianza de De Rive, que preparó secretamente una reacción entre
los nobles y las clases bajas. Hay en cada catástrofe histórica, en la
caída de los grandes establecimientos y en el espectáculo de sus
ruinas, algo que excita y mejora la mente. Esto fue lo que sucedió en el
período en cuestión. Algunos sintieron más celo por el papado después
de su caída que en su día de poder. El clero que se deslizaba hacia las
casas dijo misa a unos amigos reunidos misteriosamente alrededor de
un altar temporal. Si nacía un niño, el sacerdote fluía silenciosamente ,
soplaba sobre el niño, le hacía la señal de la cruz en la frente y el pecho
y lo bautizaba según el ritual romano. 2 Así reconstruían en secreto lo
que había sido destruido a la luz del día. Finalmente se acordó una
contrarrevolución; y el día de Navidad fue seleccionado para la
restauración del catolicismo romano. Mientras los cantos de alegría de
los cristianos debían elevarse al cielo, los partidarios de Roma debían
precipitarse hacia la iglesia, expulsar a la asamblea herética, derrocar
el púlpito y la mesa santa, restaurar las imágenes y celebrar la misa
triunfalmente. Tal era el plan de las vísperas neufchatelanas. 3
La trama se puso nerviosa. Los diputados de Berna llegaron a
Neufchatel la misma víspera del festival. "Tienes que encargarte de
esto", le dijeron al gobernador: "si los reformados son atacados,
nosotros, sus co-burgueses, los protegeremos con todo nuestro poder".
Los conspiradores depusieron las armas y los himnos navideños no
fueron interrumpidos.
Esta señal de entrega de rancia aumentó la devoción y el celo de los
amigos del Evangelio. Ya Emer Beynon de Serriere, donde Farel había
aterrizado un día desde un bote pequeño, subiendo al púlpito, había
dicho a sus feligreses: “Si he sido un buen sacerdote, deseo por la
gracia de Dios ser un pastor aún mejor. " Era necesario que estas
palabras se escucharan desde todos los púlpitos. Farel reanudó una
carrera de labores, fatigas y luchas, que solo las acciones de los
apóstoles y misioneros pueden igualar.
Hacia fines del año 1530, cruzó la montaña en pleno invierno, entró en
la iglesia de Valangin, subió al púlpito y comenzó a predicar en el
mismo momento en que Guillemette de Vergy venía a misa. Ella trató
de cerrarle la boca al reformador, pero en vano, y la anciana y noble
viuda se retiró precipitadamente diciendo: “No creo que esto sea según
los viejos Evangelios; si hay algunos nuevos que lo alienten, estoy
bastante sorprendido ”. 4 La gente de Valangin abrazó el Evangelio. El
teniente asustado corrió a Neufchatel, de allí a Berna, y el 11 de febrero
de 1531 presentó su queja ante el concilio; pero todo fue inútil. “¿Por
qué”, le dijeron sus excelencias de Berna, “por qué habrías de
perturbar el agua del río? déjelo fluir libremente. "
Farel se volvió inmediatamente hacia las parroquias en las laderas
entre el lago y el monte Jura. En Corcelles, una multitud fanática, bien
armada y guiada por el coadjutor de Neufchatel, entró
precipitadamente en la iglesia donde el ministro predicaba, y él no
escapó sin una herida. En Bevay, el abad Juan de Livron y sus monjes
reunieron un numeroso grupo de amigos, rodearon la iglesia y,
habiendo completado así el bloqueo, entraron en el edificio,
arrastraron al ministro desde el púlpito y lo expulsaron con golpes e
insultos. Cada vez que reaparecía, lo perseguían hasta Auvernier con
piedras y disparos.
Mientras Farel predicaba así en la llanura, envió a uno de sus
hermanos al valle; era John de Bely, un hombre de buena familia de
Crest en Dauphiny. Más allá de Valangin, a poca distancia de Fontaine,
en el lado izquierdo de la carretera a Cernier, había una piedra que
permanece hasta el día de hoy. Aquí, al aire libre, como en un templo
magnífico, este heraldo del Evangelio empezó a proclamar la salvación
por gracia . 5 Ante él se extendía el declive de Chaumont, salpicado de
los bonitos pueblos de Fenin, Villars, Sole y Savagnier, y más allá,
donde las montañas se desvanecían, se podía ver la distante y
pintoresca cadena de los Alpes. El más celoso de sus oyentes le rogó
que entrara en la iglesia. Así lo hizo; pero de repente el sacerdote y su
coadjutor "llegaron con gran ruido". Se dirigieron al púlpito,
arrastraron a Bely hacia abajo; y luego, volviéndose hacia las mujeres y
jóvenes del lugar, “los excitó para que lo golpearan y lo echaran”. 6
John de Bely regresó a Neufchatel, abucheado y magullado, como su
amigo después del asunto de Valangin; pero estos evangelistas
siguieron las huellas del apóstol Pablo, a quien ni los látigos ni los
azotes pudieron detener. 7 De Bely volvía a menudo a Fontaine. La
misa fue abolida por mucho tiempo en este pueblo; Bely fue su pastor
durante veintisiete años; sus descendientes han ejercido allí más de
una vez el ministerio , y ahora forman la familia de agricultores más
numerosa del lugar.
Farel, después de evangelizar las orillas del lago al sur de Neufchatel,
se había ido al norte y predicaba en St. Blaise. El populacho, agitado
por los sacerdotes y el teniente arrendatario, había caído sobre él, y
Farel se les escapó de las manos, severamente golpeado, escupiendo
sangre y casi sin ser reconocido. Sus amigos lo habían arrojado
apresuradamente a un bote y lo habían llevado a Morat, donde sus
heridas lo detuvieron por algún tiempo. 8
Ante el informe de esta violencia, los neufchatelanos reformados
sintieron hervir su sangre. Si el lugarteniente, el sacerdote y su rebaño
han magullado el cuerpo del siervo de Cristo, que es verdaderamente
el altar del Dios vivo, ¿por qué habrían de ser ídolos muertos?
Inmediatamente se apresuran a St. Blaise, arrojan las imágenes y
hacen lo mismo en la abadía de Fontaine-Andre, un santuario del culto
antiguo.
Las imágenes todavía existían en Valangin, pero su última hora estaba
a punto de llegar. Un francés, Thony Marcourt, había sido nombrado
pastor de Neufchatel. Siguiendo los pasos de Farel, se dirigió con
algunos ciudadanos a Valangin el 14 de junio, una gran fiesta en esa
ciudad. 9 Apenas habían llegado cuando una multitud de nosotros se
apretujó alrededor del ministro, escuchando sus palabras. Los
canónigos, que estaban de guardia en sus casas, y la señora de Vergy y
el señor de Bellegarde desde sus torres, buscaban cómo desviar esta
predicación herética. No pudieron emplear la fuerza debido a Berna.
Recurrieron a un expediente brutal, digno de los días más oscuros del
papado, y que, insultando al ministro, podía desviar (imaginaban) la
atención del pueblo y convertirla en gritos y risas. A puede en adelante,
10 asistido por el cochero de la condesa, fue a los establos y tomó de
allí dos animales, que se llevaron al lugar donde estaba predicando
Marcourt. Echaremos un velo sobre esta escena: es uno de esos temas
vergonzosos que la pluma de la historia se niega a transcribir. 11 Pero
el castigo nunca siguió más cerca del crimen. La conciencia de los
oyentes se despertó al ver este espectáculo infame. El torrente, que tal
procedimiento tenía la intención de controlar, salió corriendo de su
canal. El pueblo indignado, emprendiendo la defensa de esa religión
que sus adversarios habían querido insultar, entró en la iglesia como
una ola vengadora; se rompieron las ventanas antiguas, se
derrumbaron los escudos de los señores , se esparcieron las reliquias,
se rompieron los libros, se arrojaron las imágenes y se volcó el altar.
Pero esto no fue suficiente: la ola popular, después de arrasar con la
iglesia, volvió a fluir y se estrelló contra las casas de los canónigos. Sus
habitantes huyeron consternados a los bosques y todo fue destruido en
sus viviendas.
Guillemette de Vergy y el señor de Bellegarde, agitados y temblorosos
detrás de sus almenas, se arrepintieron, pero demasiado tarde, de su
monstruoso expediente. Eran los únicos que aún no habían sentido la
venganza popular. Sus ojos inquietos observaban los movimientos de
los indignados habitantes del pueblo. La obra está terminada: ¡la
última casa está saqueada! Los burgueses consultan juntos. - ¡Oh,
horror! - giran hacia el castillo, - suben la colina, - se acercan. ¿Está
entonces la morada de los nobles condes de Arberg a punto de ser
arrasada? ¡Pero no! - “Venimos”, dijeron los delegados parados cerca de
la puerta del castillo, “venimos a exigir justicia por el ultraje cometido
contra la religión y su ministro”. Se les permite entrar, y la condesa
temblorosa ordena que se castigue a los desgraciados que habían
actuado únicamente por sus órdenes. Pero al mismo tiempo envía
diputados a Berna, quejándose de los "grandes insultos que le han
hecho". 12 Berna declaró que los reformados debían pagar los daños;
sino que la condesa les conceda el libre ejercicio de su culto. Jacques
Veluzat, natural de Champagne, fue el primer pastor de Valangin. Un
poco más tarde veremos nuevas luchas al pie del monte Jura.
Así se estableció la Reforma en Valangin, como lo había sido en
Neufchatel: las dos capitales de estas montañas se ganaron para el
Evangelio. En poco tiempo recibió una sanción legal. Francisco,
marqués de R othelin, hijo de la duquesa de Longueville, llegó al
principado en marzo de 1531, con la intención de representar en este
pequeño teatro el papel de un Francisco I. Pero pronto descubrió que
hay revoluciones que un irresistible mano ha logrado , y eso debe ser
sometido. Rothelin excluyó de las propiedades del condado a los
canónigos que hasta ese momento habían formado el primer poder y
los reemplazó por cuatro bannerets y cuatro burgueses. Luego,
valiéndose del principio de que toda propiedad abandonada recae en
el Estado, puso sus manos sobre su rica herencia y proclamó la
libertad de conciencia en todo el país. Observadas todas las formas
necesarias con Madame, el político M. de Rive se reformó también. Tal
fue el apoyo que recibió Roma del Estado, al que había esperado su
liberación.
Una gran energía caracterizó la Reforma de la Suiza francesa; y esto lo
demuestran los hechos que acabamos de presenciar. Los hombres han
atribuido a Farel este rasgo distintivo de su obra; pero ningún hombre
ha creado jamás su propio tiempo; son siempre, por el contrario, los
tiempos los que crean al hombre. Cuanto mayor es la época, menos
prevalecen en ella las individualidades. Todo el bien contenido en los
eventos que acabamos de relatar provino de ese Espíritu
Todopoderoso, del cual los hombres más fuertes son instrumentos
débiles. Todo el mal procedía del carácter del pueblo; y, de hecho, casi
siempre fue el papado el que inició estas escenas de violencia. Farel se
sometió a la influencia de su tiempo, más que los tiempos recibieron la
suya. Un gran hombre puede ser la personificación y el tipo de la época
para la que Dios lo destina: nunca es su creador.
Pero es hora de abandonar el Jura y sus hermosos valles, iluminados
por el sol primaveral, para dirigir nuestros pasos hacia los Alpes de la
Suiza alemana, a lo largo de los cuales se acumulan espesas nubes y
horribles tempestades. La gente libre y valiente, que habita debajo de
los glaciares eternos, o en las risueñas orillas de los lagos, toma día a
día un aspecto más feroz, y el choque amenaza con ser repentino,
violento y terrible. Acabamos de presenciar una gloriosa conquista: nos
espera una terrible catástrofe.
Notas finales:

1. Choupard MS. Nous voulons vivre et mourir sous la


protection de Madame, sans changer l'ancienne foi, j
usqu 'd te que par elle en soit ordonnt.
2. Berna a Neufchatel, 17 de diciembre.
3. Berna al gobernador, 23 de diciembre.

4. Chambrier, Hist. De Neufchatel et Valangin, pág. 299. Je


ne crois pas que ce soit selon les vieux evangiles; s'il y en a
de nouveaux qui fass ent cela faire, j'en suis esbahie.
5. No parece que Bely pudiera haber estado de pie y
predicar sobre esta piedra, como se dice generalmente, a
menos que lo que ahora queda no sea más que un
fragmento del original.
6. EM. AUTOMÓVIL CLUB BRITÁNICO. En el Choupard
MS.
7. Corintios 11:24, 25.
8. De Perrot: L'Eglise et la Reformation, 2: 233.

9. Este incidente se atribuye generalmente a Farel, pero


Choupard, siguiendo un manuscrito más antiguo, dice, le
ministre de Neufchatel, por cuyo título siempre se refiere
a Marcourt y nunca a Farel.
10. Algunos historiadores dicen "el cochero de la condesa";
pero Choupard, en tres ocasiones diferentes, escribe un
canon. Este último es sin duda más repugnante; pero no
tiene nada de increíble.
11. De equo admissario loquitur qui equam init.
12. Comisario de la Crónica de Bexancenet. Des grands
vituperes qu'on lui avait faits.

LIBRO 16
CAPÍTULO 1

Fue la voluntad de Dios que a las puertas de su Iglesia revivida hubiera


dos grandes ejemplos que sirvieran de lección para las generaciones
futuras. Lutero y la Reforma alemana, rechazando la ayuda del poder
temporal, rechazando la fuerza de las armas y buscando la victoria sólo
en la confesión de la verdad, estaban destinados a ver su fe coronada
con el más brillante éxito; mientras Zwingle y la Reforma Suiza,
extendiendo sus manos hacia los poderosos de la tierra y empuñando
la espada, estaban destinados a presenciar una catástrofe horrible,
cruel y sangrienta que caía sobre la Palabra de Dios, una catástrofe que
amenazaba con engullir a los causa evangélica en el torbellino más
furioso. Dios es un Dios celoso , y no da su gloria a otro; afirma que él
mismo realiza su propio trabajo, y lograr sus fines pone en
movimiento otros resortes que los de una hábil diplomacia.
Estamos lejos de olvidar que estamos llamados a relatar hechos y no a
discutir teorías; pero hay un principio que la historia que estamos
narrando expone en mayúsculas: es el profesado en el Evangelio,
donde dice: ¡LAS ARMAS DE NUESTRA GUERRA NO SON
CARNALES, SINO PODEROSAS A TRAVÉS DE DIOS! Al mantener
esta verdad, no nos colocamos en el terreno de una escuela en
particular, sino en el de la conciencia universal y de la Palabra de Dios.
De todo el apoyo carnal que la religión puede invocar, no hay ninguno
más perjudicial para ella que las armas y la diplomacia. Este último lo
arroja de formas tortuosas ; el primero lo lleva por sendas de
derramamiento de sangre; y la religión, de cuya frente se ha arrancado
la doble corona de la verdad y la mansedumbre, presenta un rostro
degradado y humillado que nadie puede, que nadie desea reconocer.
Fue la extensión misma de la Reforma en Suiza lo que la expuso a los
peligros bajo los que se hundió. Mientras estuvo concentrado en
Zurich, continuó siendo un asunto religioso; pero cuando ganó Berna,
Basilea, Schaffhausen, St. Gall, Glaris, Appenzell y numerosas bailias,
formó relaciones intercantonales; y - aquí estaba el error y la desgracia
- mientras que la conexión debería haber tenido lugar entre iglesia e
iglesia, se formó entre estado y estado.
Tan pronto como los asuntos espirituales y políticos se mezclaron, este
último tomó la delantera. Zwingle erelong pensó que era su deber
examinar no sólo cuestiones doctrinales, sino también federales; y se
veía al ilustre reformador, inconsciente de las trampas que tenía bajo
los pies, precipitándose a un curso sembrado de rocas, al final del cual
le esperaba una muerte cruel.
Los cantones suizos primitivos habían renunciado al derecho de
formar nuevas alianzas sin el consentimiento de todos; pero Zurich y
Berna se habían reservado el poder. Por lo tanto, Zwingle pensó que
estaba en plena libertad de promover una alianza con los estados
evangélicos. Constanza fue la primera ciudad que le dio adhesión.
Pero esta co-burguesía cristiana, que podría convertirse en el germen
de una nueva confederación, suscitó inmediatamente numerosos
dversarios contra Zwingle, incluso entre los partidarios de la Reforma.
Aún había tiempo: Zwingle podría retirarse de los asuntos públicos y
ocuparse por completo de los del Evangelio. Pero nadie en Zúrich
tenía, como él, esa aplicación al trabajo, ese ojo correcto, agudo y
seguro, tan necesario para los políticos. Si se retiraba, la embarcación
del estado se quedaría sin piloto. Además, estaba convencido de que
sólo los actos políticos podían salvar la Reforma. Resolvió, por tanto,
ser al mismo tiempo hombre de Estado y de Iglesia. Los registros
demuestran que en sus últimos años participó en las deliberaciones
más importantes; y fue comisionado por los consejos de su cantón para
escribir cartas, redactar proclamas y redactar dictámenes. Ya, antes de
la disputa con Berne, considerando la guerra como posible, había
trazado un plan de defensa muy detallado, cuyo manuscrito aún existe.
1 En 1528 hizo aún más; Mostró en un escrito notable cómo debe
actuar la república con respecto al imperio, Francia y otros estados
europeos, y con respecto a los varios cantones y bailías. Luego, como si
hubiera encanecido a la cabeza de las tropas helvéticas (y es sólo para
remarcar que había vivido mucho entre soldados), explicó las ventajas
de sorprender al enemigo; y describió incluso la naturaleza de los
brazos y la forma de emplearlos. En verdad, entonces se estaba
produciendo una importante revolución en el arte de la guerra. El
pasado o de Zurich es a la vez jefe de Estado y general del ejército: esta
doble, esta triple parte del reformador fue la ruina de la Reforma y de
él mismo. Sin duda hay que hacer concesiones a los hombres de esta
época que, acostumbrados a ver a Roma blandir dos espadas durante
tantos siglos, no comprendieron que debían tomar una y dejar la otra.
Debemos admirar la fuerza de ese genio superior que, mientras seguía
un curso político, en el que las mentes más grandes habrían estado
absortas , no cesaba sin embargo de desplegar una actividad
infatigable como pastor, predicador, divino y autor. Debemos
reconocer que la educación republicana de Zwingle le había enseñado
a confundir a su país con su religión, y que había en este gran hombre
lo suficiente para llenar muchas vidas. Debemos apreciar ese valor
indomable que, apoyándose en la justicia, no temía, en un momento
en que Zurich tenía una o dos ciudades débiles como aliadas, para
enfrentar las fuerzas temibles del imperio y de la confederación; pero
también debemos ver en la gran y terrible lección que Dios le dio,
precepto para todos los tiempos y para toda nación; y finalmente,
comprenda lo que se olvida tan a menudo, "que el reino de Cristo no es
de este mundo".
Los cantones romano-católicos, al enterarse de las nuevas alianzas de
los reformados, sintieron una violenta indignación. Guillermo de
Diesbach, diputado de Berna en la dieta, se vio obligado a someterse a
los más agudos reproches. La sesión, interrumpida durante un tiempo,
se reanudó inmediatamente después de su partida. "Pueden intentar
remendar la vieja fe", dijo el bernés, mientras se retiraba, "sin
embargo, no puede durar más". 2 En verdad, remendaron con todas
sus fuerzas, pero con una aguja afilada y envenenada que hizo brotar
sangre. Josep h Am Berg de Schwytz y Jacques Stocker de Zug,
alguaciles de Thurgovia, se comportaron con crueldad hacia todos los
que estaban apegados al Evangelio. Les impusieron multas,
encarcelamientos, torturas, flagelo, confiscación y destierro: cortaron
la lengua de los ministros, los decapitaron o los condenaron a la
quema. 3 Al mismo tiempo se llevaron las Biblias y todos los libros
evangélicos; y si algún luterano pobre, huyendo de Austria, cruzó el Rin
y ese valle bajo donde sus aguas tranquilas fluyen entre los Alpes del
Tirol y de Appenzell, si estas pobres criaturas, rastreadas por los
lansquenets, vinieron a buscar refugio en Suiza. , fueron cruelmente
entregados a sus perseguidores.

Cuanto más pesaba la imposición de los alguaciles sobre Thurgovia y


el Rheinthal, más grandes conquistas hacía el Evangelio. El obispo de
Constanza escribió a los Cinco Cantones que si no actuaban con
firmeza, todo el país abrazaría la Reforma. Como consecuencia de esto,
los cantones convocaron en Frauenfeld a todos los prelados, nobles,
jueces y personas destacadas del distrito; y una segunda reunión que
tuvo lugar seis días después (6 de diciembre de 1528) en Weinfeld, los
diputados de Berna y Zurich suplicaron a la asamblea que considerara
el honor de Dios por encima de todas las cosas, y en ningún sentido se
preocupara por las amenazas del mundo. 4 Una gran agitación siguió a
este discurso. Al fin, una mayoría pidió la predicación de la Palabra de
Dios; la gente tomó la misma decisión; y el Rheinthal, así como
Bremgarten, siguieron este ejemplo.

Cual era la tarea asignada? La inundación se había vuelto cada vez más
invasora. ¿Deben entonces los cantones forestales abrirle sus valles por
fin? Las antipatías religiosas ponen fin a las antipatías nacionales; y
estos grandes montañeros, dirigiendo su mirada más allá del Rin,
pensaron en invocar el socorro de Austria, que habían vencido en
Morgarten y en Sempach. 5 El fanático partido alemán que había
aplastado a los rebeldes campesinos suabos era todopoderoso en las
fronteras. Se intercambiaron cartas; los mensajeros iban y venían a
través del río; por fin aprovecharon una boda de alto rango que iba a
tener lugar en Feldkirch en Suabia, a seis leguas de Appenzell. El 16 de
febrero de 1529, la fiesta nupcial, formando una brillante cabalgata, en
medio de la cual se ocultaron los diputados de los Cinco Cantones,
hizo su entrada en Feldkirch, y Am Berg tuvo una entrevista inmediata
con el gobernador austríaco. “El poder de los enemigos de nuestra
antigua fe había aumentado tanto”, dijo el suizo, “que los amigos de la
Iglesia ya no pueden resistirlos. Por tanto, volvemos nuestros ojos a ese
príncipe ilustre que ha salvado en Alemania la fe de nuestros padres ”.
Esta alianza era tan poco natural que los austríacos tenían cierta
dificultad para creer que era sincera. “Toma rehenes”, dijeron los
Waldstette, “escribe los artículos del tratado con tus propias manos;
manda y obedeceremos! " - "¡Muy bien!" respondieron los austriacos;
"En dos meses nos volverá a encontrar en Waldshut y le informaremos
nuestras condiciones".
El rumor de estas negociaciones que se extendió al exterior provocó un
gran descontento, incluso entre los partidarios de Roma. En ningún
lugar estalló con mayor fuerza que en el concilio de Zu g. Las partes
contrarias se agitaron violentamente; golpeaban con el pie, se
levantaban de sus asientos y estaban a punto de llegar a los golpes;
pero el odio prevaleció sobre el patriotismo. Los diputados de los
cantones forestales aparecieron en Waldshut; suspendieron las armas
de sus cantones al lado de las de los opresores de Suiza; decoraron sus
sombreros con plumas de pavo real (la insignia de Austria), y se
rieron, bebieron y charlaron con los imperialistas. Esta extraña alianza
finalmente se concluyó. 6 “Cualquiera que forme nuevas sectas entre el
pueblo”, decía, “será castigado con la muerte; y, si es necesario, con la
ayuda de Austria. Este poder, en caso de emergencia, enviará a Suiza
seis mil soldados de infantería y cuatrocientos caballos, con toda la
artillería necesaria. Si es necesario, los cantones reformados serán
bloqueados y todas las disposiciones interceptadas ". A los cantones
romanos, pues, pertenece la iniciativa de esta medida tan criticada.
Finalmente, Austria garantizó a los Waldstette la posesión, no sólo de
los bailiwicks comunes, sino de todas las conquistas que pudieran
hacerse en la margen izquierda del Rin.
El abatimiento y la consternación invadieron inmediatamente toda
Suiza. Esta denuncia nacional, que Bullinger ha conservado, fue
enviada en todas direcciones:
Aullad, helvéticos, aullad,
Por el penacho de orgullo del pavo real
Al toro salvaje de los cantones del bosque
En la amistad se alía.
Todos los cantones no incluidos en esta alianza, a excepción de
Friburgo, se reunieron en régimen en Zurich y resolvieron enviar una
delegación a sus aliados de las montañas, con miras a la
reconciliación. La delegación, admitida en Schwytz en presencia del
pueblo, pudo cumplir su misión sin alboroto. En Zug hubo un grito de
“¡No sermón! ¡ningún sermón! " En Altorf la respuesta fue: "¡Ojalá que
tu nueva fe fuera sepultada para siempre!" En Lucerna recibieron esta
altiva respuesta: "Sabremos defendernos a nosotros mismos, a
nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, del veneno de sus
sacerdotes rebeldes". Me t estaba en Unterwalden que la delegación se
reunió con la peor recepción. “Declaramos que nuestra alianza ha
terminado”, dijeron. “Somos nosotros, son las otras Waldstette las
verdaderas suizas. Amablemente lo admitimos en nuestra
confederación, ¡y ahora afirma convertirse en nuestro maestro! - ¡El
emperador, Austria, Francia, Saboya y Valais nos ayudarán! " Los
diputados se retiraron asombrados, estremeciéndose al pasar ante la
casa del secretario de Estado, donde vieron las armas de Zurich,
Berna, Basilea y Estrasburgo colgando de un elevado patíbulo.

La delegación apenas había regresado a Zurich e hizo su informe,


cuando las mentes de los hombres estaban inflamadas. Zwingle
propuso no conceder la paz a Unterwalden, si no renunciaba al
servicio exterior, la alianza con Austria y el gobierno de los bailiwicks
comunes. "¡No! ¡No!" dijo Berne, que acababa de sofocar una guerra
civil en su propio cantón, “no nos apresuremos tanto. Cuando brillan
los rayos del sol, cada uno desea partir; pero tan pronto como
comienza a llover, ¡todos se desaniman ! La Palabra de Dios manda
paz. No es con picas y lanzas que se hace que la fe entre en el corazón.
Por eso, en nombre de los sufrimientos de nuestro Señor, te rogamos
que moderes tu ira ”.
Esta exhortación cristiana habría tenido éxito, si las espantosas
noticias que llegaron a Zúrich, el mismo día en que los berneses
pronunciaron su moderado discurso, no la hubieran dejado en balde.
El sábado 22 de mayo, Jacques Keyser, pastor y padre de familia del
barrio del Greiffensee, después de recorrer las fértiles orillas de este
pequeño lago, atravesó los ricos pastos de la bailía de Gruningen, pasó
cerca de la casa teutónica de Bubikon y el convento de Ruti, y llegamos
a ese barrio sencillo y salvaje bañado por la parte alta del lago de
Zúrich . Dirigiéndose a Oberkirk, una parroquia en el distrito de
Gaster, entre los dos lagos de Zurich y Wallenstadt, de la que había
sido nombrado párroco, y donde predicaría al día siguiente, cruzó a
pie los flancos alargados y redondeados de el Buc hberg, frente a las
pintorescas alturas del Ammon. Avanzaba confiado en esos bosques
que durante muchas semanas había atravesado a menudo sin
obstáculos, cuando de repente fue apresado por seis hombres,
apostado allí para sorprenderlo y llevado a Sc hwytz. "Los alguaciles",
dijeron a los magistrados, "han ordenado que todos los ministros
innovadores sean llevados ante los tribunales: aquí hay uno que les
traemos". Aunque Zurich y Glaris se interpusieron; aunque el gobierno
de Gaster, donde se había llevado a Keyser , no pertenecía entonces a
Schwytz; el landsgemeinde deseaba una víctima, y el 29 de mayo
condenaron al ministro a ser quemado vivo. Al ser informado de su
sentencia, Keyser rompió a llorar. 7 Pero cuando llegó la hora de la
ejecución, caminó alegremente hasta la muerte, confesó libremente su
fe y dio gracias al Señor incluso con su último aliento. "¡Ve y diles en
Zurich cuánto nos agradece!" dijo uno de los magistrados de Schwytz,
con una sonrisa sarcástica, a los diputados de Zurich. Así había caído
un nuevo mártir bajo las manos de ese formidable poder que está
"ebrio con la sangre de los santos". 8
La copa estaba llena. Las llamas de la pila de Keyser se convirtieron en
la señal de la guerra. Zurich exasperada lanzó un grito que resonó en
toda la confederación. Zwingle, sobre todo, pidió medidas enérgicas. En
todas partes, en las calles, en los consejos e incluso en los púlpitos,
superó en atrevimiento incluso a los capitanes más valientes. Habló en
Zúrich, escribió en Berna. “Seamos firmes y no temamos tomar las
armas”, dijo. “Esta paz, que algunos desean tanto, no es la paz, sino la
guerra, mientras que la guerra que pedimos no es la guerra, sino la
paz. 9 No tenemos sed de sangre de nadie, pero cortaremos las alas de
la oligarquía. 10 Si lo evitamos, la verdad del Evangelio y la vida de los
ministros nunca estarán seguras entre nosotros ".
Así habló Zwingle. En todas partes de Europa vio a los poderosos de la
tierra ayudándose unos a otros a sofocar la reanimación de la
animación de la Iglesia; y pensó que sin un movimiento decisivo y
enérgico, el cristianismo, abrumado por tantos golpes, pronto volvería
a caer en su antigua esclavitud. Lutero, en circunstancias similares,
arrestó las espadas listas para ser cruzadas y exigió que solo la Palabra
de Dios apareciera en el campo de batalla. Zwingle pensó que no era
así. En su opinión, la guerra no era una revuelta, porque Suiza no tenía
amo. “Indudablemente”, dijo, “debemos confiar solo en Dios: pero
cuando Él nos da una causa justa, también debemos saber defenderla,
y como Josué y Gedeón, derramar sangre por nuestro país y nuestro
Dios. . "
Si adoptamos los principios de justicia que gobiernan a los
gobernantes de las naciones, el consejo de Zwingle será judicial e
irreprochable. Era deber de los magistrados suizos defender a los
oprimidos contra el opresor. ¿Pero no es tal lenguaje, que podría haber
sido adecuado en la boca de un magistrado, reprochable en un
ministro de Cristo? Quizás Zwingle olvidó su calidad de pastor y se
consideró a sí mismo sólo como un ciudadano, consultado por sus
conciudadanos; quizás deseaba defender Suiza, y no la Iglesia, con sus
consejos; pero es una cuestión si alguna vez debería haberse olvidado
de la Iglesia y de su ministro . Creemos que podemos ir aún más lejos; y
aunque concedemos todo lo que se pueda alegar en favor de la
suposición contraria, podemos negar que el poder secular deba
interferir jamás con la espada para proteger la fe.
Para realizar sus designios, el reformador necesitaba incluso en Zurich
la mayor unidad. Pero había muchos hombres en esa ciudad dedicados
a intereses y supersticiones que se le oponían. "¿Hasta cuándo", había
exclamado en el púlpito el 1 de diciembre de 1528, "hasta cuándo
apoyarás en el concilio a estos incrédulos, estos impíos, que se oponen
a la Palabra de Dios?" 11 Habían decidido purgar el concilio, como lo
requería el reformador; habían examinado a los ciudadanos
individualmente; y luego había excluido a todos los miembros hostiles .

Notas finales:
1. Escher et Hottinger, Archivos 2: 263.

2. Mogen sie blatzen am alten Glauben. Hottinger, Zwingli,


pág. 389.
3. Die Zungen geschlitzt, mit dem Schwerdt richten und
verbrannt. Toro. 2:31.
4. Die Eer Gottes, uwer Seelen Heil. Bulling. Chron. 2:28.
5. Bulling. Chron. 2:48.
6. Bullinger da el tratado en su totalidad. Chron. 2: 49-59.
7. Weinet hafftig. Toro. 2: 149.
8. Apocalipsis 17: 6.
9. Bullem cui nos instamus pax est, non bellum. Vita
Zwinglii, por O. Myco nium.
10. Oligarchiae nervi succidantur. Ibídem.
11. Den rath reinigen. Fussli Beytrage, 4:91.
LIBRO 16
CAPÍTULO 2

El sábado 15 de junio de 1529, siete días después del martirio de


Keyser, todo Zúrich estaba en conmoción. Llegó el momento en que
Unterwalden debería enviar un mensaje a los bailiwicks comunes; y
las imágenes, después de haber sido quemadas en esos distritos,
Unterwalden había jurado tomar una venganza señal. 1 Así, la
consternación se había generalizado. "La pila de Keyser", pensaron, "se
reavivará en todas nuestras aldeas". Muchos de los habitantes
acudieron en masa a Zurich, y en sus rasgos alarmados y agitados, uno
podría, en la imaginación, haber visto reflejados las llamas que
acababan de consumir al mártir.
Estas personas infelices encontraron un poderoso defensor en Z
wingle. El reformador imaginó que por fin había alcanzado el objetivo
que nunca dejó de perseguir: la predicación libre del Evangelio en
Suiza. Dar un golpe final sería, en su idea, suficiente para llevar esta
empresa a un resultado favorable. “ Pe nionarios codiciosos” , dijo
Zwingle a los Zuricher, “aprovechan la ignorancia de los montañeros
para incitar a estas almas simples contra los amigos del Evangelio. Por
tanto, seamos severos con estos jefes altivos. La dulzura del cordero
sólo serviría para hacer más feroz al lobo. 2 Propongamos a los Cinco
Cantones permitir la predicación libre de la Palabra del Señor,
renunciar a sus alianzas perversas y castigar a los cómplices del
servicio exterior. En cuanto a la misa, los ídolos, los ritos y las
supersticiones, nadie se vea obligado a abandonarlos. Corresponde
únicamente a la Palabra de Dios esparcir con su poderoso aliento todo
este polvo ocioso. 3 Sean firmes, nobles señores, y a pesar de ciertos
caballos negros, tan negros en Zuri ch como lo son en Lucerna, 4 pero
cuya malicia nunca logrará volcar el carro de la Reforma,
despejaremos este difícil paso y llegaremos a la unidad de Suiza y la
unidad de la fe ". Así, Zwingle, mientras pedía fuerza contra los abusos
políticos, sólo pedía libertad para el Evangelio; pero deseaba una
pronta intervención, a fin de asegurarle esta libertad. Oecolampadius
pensó lo mismo: "No es un momento para demoras", dijo; “¡No es
tiempo de parsimonia y pusilanimidad! Mientras el veneno no
desaparezca por completo de esta víbora en nuestro pecho, estaremos
expuestos a los mayores peligros ". 5
El concilio de Zurich, guiado por el reformador, prometió a los
bailiwicks apoyar la libertad religiosa entre ellos; y apenas supieron
que Anthony ab Acker de Unterwalden se dirigía a Baden con un
ejército, ordenaron a quinientos hombres que partieran hacia
Bremgarten con cuatro piezas de artillería. Era el 5 de junio y esa
misma noche el estandarte de Zurich ondeaba sobre el convento de
Mouri.
La guerra de religión había comenzado. El cuerno de las Waldstette
resonó a lo lejos en las montañas: los hombres se armaban en todas
direcciones, y se enviaron mensajeros apresuradamente para solicitar
la ayuda de los Valais y de Austria. Tres días después (martes 8 de
junio), seiscientos Zurichers, al mando de Jacques Werdmuller,
partieron hacia Rapperschwyl y el distrito de Gaster; y, al día siguiente,
cuatro mil hombres se dirigieron a Cappel, bajo el mando del valiente
capitán George Berguer, a quien Conrad Schmidt, pastor de
Kussnacht, había sido nombrado capellán. “No deseamos que vayas a
la guerra”, dijo Burgomaster Roust a Zwingle; “ Porque el Papa, el
Archiduque Fernando, los cantones romanos, los obispos, los abades y
los prelados, os odian mortalmente. Quédate con el consejo: te
necesitamos ". - "¡No!" respondió Zwingle, que no estaba dispuesto a
confiar una empresa tan importante a nadie; “Cuando mis hermanos
expongan sus vidas , no me quedaré tranquilamente en casa junto a mi
chimenea. Además, el ejército también requiere un ojo atento, que
mire continuamente a su alrededor ”. Luego, bajando su reluciente
alabarda, que había llevado (como dicen) en Marignan, y colocándola
sobre su hombro, el reformador montó su caballo y partió con el
ejército. 6 Las murallas, torres y almenas estaban cubiertas por una
multitud de ancianos, niños y mujeres, entre los que se encontraba
Anna, la esposa de Zwingle.
Zurich había pedido la ayuda de Berna ; pero esa ciudad, cuyos
habitantes mostraban poca disposición para una guerra religiosa, y
que además no estaba contenta de ver la creciente influencia de
Zurich, respondió: "Ya que Zurich ha comenzado la guerra sin
nosotros, que la termine de la misma manera". Los estados angelicales
ev se desunieron en el mismo momento de la lucha.
Los cantones romanos no actuaron así. Fue Zug quien emitió la
primera citación; y los hombres de Uri, de Schwytz y de Unterwalden
habían comenzado a marchar inmediatamente. El 8 de junio, el gran
ban ner flotó ante la casa de Lucerna, y al día siguiente el ejército
partió al son de los antiguos cuernos que Lucerna pretendía haber
recibido del emperador Carlomagno.
El 10 de junio, los Zuricher, que estaban apostados en Cappel,
enviaron un herido al amanecer a Zug, quien fue comisionado, según
la costumbre, para denunciar a los Cinco Cantones la ruptura de la
alianza. Inmediatamente Zug se llenó de gritos y alarma. Este cantón, el
más pequeño de Suiza, al no haber recibido todavía todos los
contingentes confederados, no estaba en condiciones de defenderse. El
pueblo corrió de un lado a otro, envió mensajeros y se apresuró a
prepararse para la batalla; los guerreros se pusieron la armadura, las
mujeres derramaron lágrimas y los niños chillaron.
Ya la primera división del ejército de Zurich, que ascendía a dos mil
hombres, bajo el mando de William Thoming, y estacionada cerca de
la frontera debajo de Cappel, se preparaba para marchar, cuando
observaron, en dirección a Baar, un jinete presionando los flancos. de
su corcel, y hiel subiendo tan rápido como lo permitía la montaña a la
que tenía que ascender. Era Aebli, landamman de Glaris. “Los Cinco
Cantones están preparados”, dijo al llegar, “pero les he convencido de
que se detengan, si ustedes hacen lo mismo. Por esta razón, pido a mis
señores y al pueblo de Zúrich, por el amor de Dios y la seguridad de la
confederación, que suspendan su marcha en este momento ”. Mientras
pronunciaba estas palabras, el valiente helvético derramó lágrimas. 7
“En unas horas”, prosiguió , “volveré. Espero, con la gracia de Dios,
obtener una paz honorable y evitar que nuestras cabañas se llenen de
viudas y huérfanos ”.
Aebli era conocido por ser un hombre honorable, amigable con el
Evangelio y opuesto al servicio exterior: sus palabras, por lo tanto,
conmovieron a los capitanes de Zurich, que resolvieron detenerse.
Zwingle solo, inmóvil e inquieto, contempló en la intervención de su
amigo las maquinaciones del adversario. Austria, ocupada en repeler a
los turcos e incapaz de socorrer a los Cinco Cantones, los había
exhortado a la paz. Esto, en opinión de Zwingle, fue la causa de las
proposiciones que les presentó el Landamman de Glaris. Así que en el
momento en que Aebli se dio la vuelta para regresar a Zug, 8 Zwingle,
acercándose a él, dijo con oído nido: “Gossip landamman, rendirás
cuentas a Dios de todo esto. Nuestros adversarios están atrapados en
un costal, y por eso te dan dulces palabras. Poco a poco caerán sobre
nosotros desprevenidos, y no habrá quien nos libere ". Palabras
proféticas, cuyo cumplimiento fue más allá de toda previsión.
"¡Querido chismoso!" respondió el landamman, “Tengo confianza en
Dios que todo irá bien. Que cada uno haga lo mejor que pueda ". Y se
fue.
El ejército, en lugar de avanzar sobre Zug, empezó a levantar tiendas a
lo largo del borde del bosque y el borde del torrente, a pocos pasos de
los centinelas de los Cinco Cantones; mientras que Zwingle, sentado en
su tienda, silencioso, triste y absorto en sus pensamientos, anticipaba
una noticia angustiosa de hora en hora.
Él no tuvo que esperar mucho. Los diputados del ayuntamiento de
Zúrich vinieron a hacer realidad sus miedos. Berna, manteniendo el
carácter que tantas veces había tenido como representante de la
política federal, declaró que si Zurich o los cantones no hacían las
paces, encontrarían los medios para obligarlos: este estado convocó al
mismo tiempo una dieta en Arau. , y envió cinco mil hombres al
campo, bajo el mando de Sebastian Diesbach. Zwingle estaba
consternado.
El mensaje de Aebli, apoyado por el de Berna, fue enviado por el
consejo al ejército ; porque, según los principios de la época,
"dondequiera que ondee la bandera, está Zurich". - “No nos
detengamos”, gritó el reformador, siempre decidido y firme; “Nuestro
destino depende de nuestro coraje; hoy ruegan y suplican, y dentro de
un mes, cuando hayamos depuesto las armas, nos aplastarán.
Permanezcamos firmes en Dios. Antes que nada, seamos justos:
después de eso vendrá la paz ”. Pero Zwingle, transformado en
estadista, comenzó a perder la influencia que había ganado como
siervo de Dios. Muchos no pudieron entenderlo y preguntaron si lo que
habían escuchado era realmente el lenguaje de un ministro del Señor.
"¡Ah!" dijo uno de sus amigos, que quizás lo conocía mejor, Oswald
Myconius, “Zwingle ciertamente era un hombre intrépido en medio
del peligro; pero siempre le ha horrorizado la sangre, incluso la de sus
enemigos más letales. La libertad de su país, las virtudes de nuestros
antepasados y, sobre todo, la gloria de Cristo, fueron el único fin de
todos sus designios. 9 - Hablo la verdad, como si estuviera en la
presencia de Dios ”. agrega él.
Mientras Zúrich enviaba diputados a Arau, los dos ejércitos recibieron
refuerzos. Los hombres de Thurgovia y St. Gall unieron sus estandartes
a los de Zurich: los Valaisans y los hombres de St. Gothard se unieron
a los cantones romanistas. Los puestos avanzados estaban a la vista en
Thun, Leematt y Goldesbrunnen, en las encantadoras laderas del
Albis.
Quizá nunca la cordialidad suiza resplandeció más con su antiguo
esplendor. Los soldados se llamaban unos a otros de manera amistosa
y se estrechaban la mano, llamándose a sí mismos confederados y
hermanos. “No lucharemos”, dijeron. "Una tormenta pasa sobre
nuestras cabezas, pero oraremos a Dios, y él nos preservará de todo
daño". La escasez afligió al ejército de los Cinco Cantones, mientras
que la abundancia reinaba en el campo de Zurich. 10 Un día, unos
jóvenes Waldstette hambrientos pasaron por los puestos de avanzada:
los Zuricher los hicieron prisioneros, los condujeron al campo y luego
los devolvieron cargados de provisiones, con una bondad aún mayor
que la que mostró Enrique IV en el sitio de París. . En otro momento,
algunos guerreros de los Cinco Cantones, habiendo colocado un balde
lleno de leche en la línea fronteriza, gritaron a los Zuricher que no
tenían b leer. Estos últimos bajaron inmediatamente y cortaron el pan
en la leche de los enemigos, ante lo cual los soldados de los dos bandos
empezaron a bromear para comer del mismo plato, algunos de este
lado, otros de otro. Los Zuricher estaban encantados de que, a pesar de
la prohibición de sus sacerdotes, los Waldstette comieran con herejes.
Cuando uno de la tropa tomó un bocado que estaba del lado de sus
adversarios, estos últimos lo golpearon juguetonamente con sus
cucharas y dijeron: "¡No cruces la frontera!" Así fueron los helvéticos
que se pelearon entre sí; y de ahí que el burgomaestre Sturm de
Estrasburgo, uno de los mediadores, exclamara: “¡Ustedes los
confederados son un pueblo singular! Cuando están desunidos, todavía
viven en armonía unos con otros, y su antigua amistad nunca duerme
". 11
El orden más perfecto reinaba en el campo de Zurich. Todos los días
Zwingle, el comandante Schmidt, Zink abad de Cappel, o algún otro
ministro, predicaba entre los soldados. No se escuchó juramento ni
disputa ; todas las mujeres desordenadas fueron expulsadas del
campo; se ofrecieron oraciones antes y después de cada comida; y cada
uno obedeció a sus jefes. No había dados, ni cartas, ni juegos
calculados para provocar disputas; pero los salmos, los himnos, las
canciones nacionales, el ejercicio corporal , la lucha libre o el
lanzamiento de la piedra eran las recreaciones militares de los
Zuricher. 12 El espíritu que animaba al reformador había pasado al
ejército.
La asamblea de Arau, transportada a Steinhausen en las cercanías de
los dos campos, decretó que cada ejército debía escuchar las quejas del
partido contrario. La recepción de los diputados de los Cinco Cantones
por los Zuricher fue tolerablemente tranquila; no fue así en el otro
campo.

El 15 de junio, cincuenta zurichers, rodeados por una multitud de


campesinos, se dirigieron a caballo hacia las Waldstette. El sonido de la
trompeta, el redoble del tambor y las repetidas salvas de artillería
anunciaron su llegada. Cerca de doce mil hombres de los cantones
menores, en buen estado, con la cabeza alzada y miradas arrogantes,
iban bajo las armas. Escher de Zurich habló primero, y muchas
personas de los distritos rurales enumeraron sus quejas después de él,
que los Waldstette consideraron exageradas. "¿Cuándo le hemos
negado el derecho federal?" preguntaron ellos. "¡ Sí, sí!" respondió
Funk, amigo de Zwingle; “Sabemos cómo se ejercita. Ese pastor
(Keyser) apeló, y usted lo remitió al verdugo ". “Funk, hubiera sido
mejor que se hubiera mordido la lengua”, dijo uno de sus amigos. Pero
las palabras se habían escapado: de repente surgió un terrible tumulto;
todo el ejército de las Waldstette estaba agitado; los más prudentes
suplicaron a los zuricher que se retiraran sin demora y protegieron su
partida.
Finalmente, el tratado se firmó el 26 de junio de 1529. Zwingle no
obtuvo todo lo que deseaba. En lugar de la libre predicación de la
Palabra de Dios, el tratado estipulaba únicamente la libertad de
conciencia; declaró que los bailiwicks comunes deberían pronunciarse
a favor o en contra de la Reforma por mayoría de votos. Sin decretar la
abolición de las pensiones extranjeras, se recomendó a los cantones
romanos que renunciaran a la alianza formada con Austria; los Cinco
Cantones pagarían los gastos de la guerra, Murner se retractaría de sus
palabras insultantes y se aseguró una indemnización a la familia de
Keyser . 13
Un éxito incontrovertible acababa de coronar la demostración bélica
de Zúrich. Los Cinco Cantones lo sintieron. Sombríos, irritados,
mordisqueando silenciosamente el bocado que se les había puesto en
la boca, sus jefes no pudieron decidir renunciar a la escritura de su
alianza con Austria. Zurich inmediatamente llamó a sus tropas, los
mediadores redoblaron sus solicitudes y los berneses exclamaron: "Si
no entregan este documento, nosotros mismos iremos en procesión y
lo arrancaremos de sus archivos". Por fin lo llevaron a Cappel el 26 de
junio, dos horas después de la medianoche. Todo el ejército se retiró a
las once de la mañana y comenzaron a leer el tratado. Los Zuricher
miraron con asombro su anchura y su excesiva longitud, y los nueve
sellos que se habían colocado, uno de los cuales era de oro. Pero apenas
se habían leído unas pocas palabras, cuando Aebli, arrebatando el
pergamino, gritó: "¡Basta, basta!" - "¡Léelo, léelo!" dijeron los Zuricher;
"¡Deseamos aprender su tesoro !" Pero el alguacil de Glaris respondió
audazmente: "Preferiría ser cortado en mil pedazos que permitirlo".
Luego, hundiendo su cuchillo en el pergamino, lo cortó en pedazos en
presencia de Zwingle y los soldados, 14 y arrojó los fragmentos al
secretario, que los arrojó a las llamas. “El papel no era suizo”, dice
Bullinger con una sencillez sublime.
Las pancartas fueron golpeadas de inmediato. Los hombres de
Unterwalden se retiraron enojados; los de Schywtz juraron que se
reservarían para siempre su antigua fe; mientras que las tropas de
Zúrich regresaban triunfales a sus hogares. Pero los pensamientos más
opuestos agitaron la mente de Zwingle. “Espero”, dijo, violentando sus
sentimientos, “que devolvamos una paz honorable a nuestras
viviendas. No fue para derramar sangre lo que partimos. 15 Dios ha
vuelto a mostrar a los grandes de la tierra que no pueden hacer nada
contra nosotros ”. Siempre que cedía a su disposición natural, un orden
de pensamientos muy diferente tomaba lugar en su mente. Se lo vio
caminando separado en un profundo abatimiento y anticipando el
futuro más sombrío. En vano la gente lo rodeó con gritos de alegría.
"Esta paz", dijo, "de la que consideras un triunfo, pronto te
arrepentirás, golpeándote el pecho". Fue en este momento que,
desahogando su dolor, compuso, mientras descendía el Albis, un
himno célebre repetido a menudo al son de la música en los campos de
Suiza, entre los burgueses de las ciudades confederadas e incluso en
los palacios. de reyes. Los himnos de Lutero y de Zwingle juegan el
mismo papel en la Reforma alemana y suiza que los Salmos en la de
Francia.
Dirige tu carro, Señor,
y condúcelo a tu voluntad;
Sin tu ayuda, nuestra fuerza es vana,
e inútil toda nuestra matanza.
Mira a tus santos humillados,
y postrados acostados debajo del enemigo.
Amado Pastor, que has salvado
Nuestras almas de la muerte y el pecado,
Alza su voz, despierta a las ovejas
Que durmiendo yacen en
Tu redil, y refrena con tu diestra,
La furia de la banda furiosa de Satanás.
Envía tu paz y desterra la contienda,
Deja que la amargura se vaya;
Revive el espíritu del pasado
en el corazón de cada Switzer:
Entonces tu Iglesia cantará por siempre las
alabanzas de su Rey celestial.
Un edicto, publicado en nombre de los confederados, ordenó el
resurgimiento en todas partes de la vieja amistad y la concordia
fraternal; pero los decretos son impotentes para hacer tales milagros.
Sin embargo, este tratado de paz fue favorable a la Reforma. Sin duda,
se encontró con una violenta oposición en algunos lugares. Las monjas
del valle de Santa Catalina en Thurgovia, abandonadas por sus
sacerdotes y excitadas por algunos nobles más allá del Rin, que las
titulaban en sus letras, "Mujeres caballerescas de la casa de Dios",
cantaban misa ellas mismas, y nombraban a una de sus número
predicador al convento. Habiendo tenido una entrevista con algunos
diputados de los cantones protestantes, la abadesa y tres de las monjas
cruzaron en secreto el río de noche, llevando consigo los papeles del
monasterio y los ornombres de la iglesia. Pero una resistencia tan
aislada como esta fue inútil. Ya en 1529 Zwingle pudo celebrar un
sínodo en Thurgovia, que organizó la iglesia allí, y decretó que las
propiedades de los conventos debían ser consagradas a la instrucción
de jóvenes piadosos en el saber sagrado. Así, la concordia y la paz
parecieron restablecerse finalmente en la confederación.

Notas finales:
1. Den gotzen brand, un inen mitt der Hand zu rachen.
Toro. Chron. 2: 193.
2. Lupus lenitate agni, magis magisque vorax fit. Zw. Epp . 2:
296.
3. Dei verbum enim hos pulveres omnes facile flatu suo
disperget. Ibídem.
4. Los pensionistas. - Exceptis alícuota nigris equis. Ibídem.
298.
5. Venenum a domestico illo colubro. Ibídem.

6. Sondern sass auf ein Ross, und fuhrte eine hubsche


Helparten auf den Achseln. Fussli Beytre. 4: 103.
7. Das redt er mitt weynenden Ougen. Toro. 2: 169.
8. Alls nun der Amman wiederumm zu den 5 orten ryten
wollt. Toro. Chron. 2: 170. Zwingle fue el padrino de uno de
los hijos de Aebli.
9. Libertas pastriae, virtutes avitae, et imprimis glo ria
Christi. Osw. Mi c. De vita Zw.
10. Una medida de maíz se vendía por un florín y otra de
vino por medio batz, unos tres medio peniques. Toro.
Chron. 2: 182.
11. Wenn ihr schon uneins sind, so sind ir elms. Ibídem. 183.
12. Sondern cantó, saltó, wurf und Stiess die Steine . Fussli
Beyt. 4: 108.
13. Supra, pág. 603. El tratado se entrega íntegramente a
Bullinger. P. 185 y Ruchat, 2.

14. Tabellae foederis a praetore Pagi Glaronensis gladio


concisae et deletae, id quod ipse vidi. Zw. Epp. 2: 310.
15. Cum non caedem factum profecti sumus. Ibídem.
LIBRO 16
CAPÍTULO 3

Siempre que un conquistador se abandona a su triunfo, en esa misma


confianza a menudo encuentra la destrucción. Zurich y Zwingle iban a
ejemplificar esta triste lección de historia. Aprovechando la paz
nacional, redoblaron sus esfuerzos por el triunfo del Evangelio. Este
fue un celo legítimo, pero no siempre fue dirigido sabiamente. Alcanzar
la unidad de Suiza mediante la unidad de la fe era el objetivo de los
Zuricher; pero olvidaron que queriendo forzar una unidad, se hace
pedazos, y que la libertad es el único medio en el que se pueden
disolver los elementos contrarios y establecer una unión saludable.
Mientras que Roma apunta a la unidad mediante anatemas,
encarcelamiento y la hoguera, la verdad cristiana exige unidad a través
de la libertad. Y no temamos que la libertad, expandiendo cada
individualidad más allá de toda medida, produzca por este medio una
multiplicidad infinita. Mientras instamos a cada mente a adherirse a la
Palabra de Dios, la entregamos a un poder capaz de restaurar sus
opiniones divergentes a una unidad sana.
Zwingle al principio señaló su victoria mediante conquistas legítimas.
Avanzó con coraje. "Su ojo y su brazo estaban por todas partes". “Unos
cuantos desgraciados hacedores de travesuras”, dice Salat, un cronista
romanista, “penetrando en las toneladas de los Cinco Can , las almas
de los hombres atribulados, distribuyeron sus frivolidades,
esparcieron por todas partes pequeños poemas, tratados y
testamentos, y repetían continuamente que la gente debería no creer a
los sacerdotes ". 1 Esto no fue todo: si bien la Reforma estaba
destinada a limitarse alrededor del lago de las Waldstette a unos pocos
esfuerzos infructuosos, logró brillantes conquistas entre los cantones,
los aliados y súbditos de Suiza; y todos los golpes que allí infligieron al
papado resonaron entre los adorables valles de los cantones primitivos
y los llenaron de espanto. En ningún lugar se había mostrado más
decidido el papado que en las montañas suizas. Allí existía una mezcla
de despotismo romano y rudeza helvética. Roma estaba resuelta a
conquistar toda Suiza y, sin embargo, contempló sus posiciones más
importantes que le fueron arrebatadas sucesivamente.
El 29 de septiembre de 1529, los ciudadanos de Schaffhausen sacaron
al “gran Dios” 2 de la catedral, con profundo pesar de un pequeño
número de devotos a quienes el culto romano aún contaba en esta
ciudad; luego abolieron la misa y extendieron sus manos hacia Zurich y
Berna.
En Zurzack, cerca de la confluencia del Rin y el Aar, en el momento en
que el sacerdote del lugar, un hombre dedicado al culto antiguo,
predicaba con celo, una persona llamada Tufel (diablo), levantando la
cabeza, observó a él: “Señor, usted está amontonando insultos a los
buenos hombres y cargando de honor al Papa ya los santos del
calendario romano; Ora, ¿dónde encontramos eso en las Sagradas
Escrituras? Esta pregunta, expresada en un tono de voz serio, levantó
una sonrisa maliciosa en muchos rostros, y la congregación con los
ojos fijos en el púlpito esperaba la respuesta. El sacerdote, atónito y
desanimado, respondió con voz temblorosa : “Diablo es tu nombre;
¡Actúas como el diablo y eres el diablo! Por eso no quiero tener nada
que ver contigo ". Luego abandonó apresuradamente el púlpito y se
escapó como si el mismo Satanás hubiera estado detrás de él.
Inmediatamente se derribaron las imágenes y se abolió la masa. Los
católicos romanos buscaban consolarse repitiendo por todas partes:
"En Zurzack fue el diablo quien introdujo la Reforma". 3
Los sacerdotes y guerreros de los Cantones Forestales contemplaron el
derramamiento de la fe romana en los países más cercanos a ellos. En
el cantón de Glaris, de donde, por los abruptos desfiladeros del Klaus y
el Pragel, 4 la reforma podría caer repentinamente sobre Uri y
Schwytz, dos hombres se encontraron cara a cara. En Mollis, Fridolin
Brunner, que se cuestionaba todos los días por qué medios podía
promover la causa de Cristo, 5 atacó los abusos de la Iglesia con la
energía de su amigo Zwingle, 6 y se esforzó por difundir entre la gente,
que estaba apasionadamente de la guerra, la paz y la caridad del
Evangelio. En Glaris, por el contrario, Valentine Tschudi estudió con
toda la circunspección de su amigo Erasmo para preservar un medio
justo entre Roma y la Reforma. Y aunque, como consecuencia de la
predicación de Fridolin, las doctrinas del purgatorio, las indulgencias,
las obras meritorias y la intercesión de los santos eran consideradas
por los glaronais como meras locuras y fábulas, 7 todavía creían con
Tschudi que el cuerpo y la sangre de Cristo estaba sustancialmente en
el pan de la Cena del Señor.
Al mismo tiempo se desarrollaba un movimiento de oposición a la
Reforma en ese valle alto y salvaje, donde el Linth, rugiendo al pie de
unas rocas de cresta dentada, enormes ciudadelas que parecen
construidas en el aire, baña las aldeas. de Schwanden y Ruti con sus
aguas. Los católicos romanos, alarmados por el progreso del Evangelio,
y deseando salvar al menos estas montañas, habían esparcido con
manos liberales el dinero que obtenían de sus pensiones extranjeras; y
desde ese momento la hostilidad violenta dividió a los viejos amigos, y
hombres que parecían haber sido ganados al Evangelio buscaron
vilmente un pretexto para ocultar una huida vergonzosa. 8 “Pedro 9 y
yo”, escribió Rasdorfer, pastor de Ruti, desesperado, “estamos
trabajando en la viña, pero ¡ay! las uvas que recolectamos no se
emplean para el sacrificio, y los mismos pájaros no se las comen. Nos
pescado, b ut después de haber trabajado toda la noche, nos
encontramos con que hemos sanguijuelas solamente atrapado. 10 ¡Ay!
echamos perlas a los perros y rosas a los cerdos ". El espíritu de
rebelión contra el Evangelio pronto descendió de estos valles con las
ruidosas aguas del Linth hasta Glaris y Mollis. “El consejo, como si
hubiera estado compuesto solo por mujeres tontas, movía sus velas
todos los días”, dijo Rasdorfer: 11 “un día tendrá la capucha, al
siguiente no”. 12 Glaris, como una hoja transportada en el seno de uno
de sus torrentes, y que las olas y los remolinos empujan en diferentes
direcciones, se movió, giró y casi fue tragada.

Pero esta crisis llegó a su fin: el Evangelio cobró fuerza


repentinamente, y el lunes de Pascua de 15.30, una asamblea general
del pueblo “puso a votación la misa y los altares”. Un partido poderoso
que dependía de los Cinco Cantones se opuso en vano a la Reforma. Se
proclamó, y sus enemigos vencidos y descubiertos se vieron obligados
a contentarse, dice Bullinger, con ocultar misteriosamente algunos
ídolos, que reservaban para días mejores.
Mientras tanto, la Reforma avanzó en el exterior de Rodas de
Appenzell, 13 y en el distrito de Sargans. Pero lo que más exasperó a los
cantones que se mantuvieron fieles a las doctrinas romanas, fue verlo
pasar los Alpes y aparecer en Italia, en esos hermosos distritos
alrededor del lago Maggiore, donde , cerca de la embocadura de la
Maggia, dentro de las murallas de Locarno, en medio de laureles,
granadas y cipreses florecieron las familias nobles de Orelli, Muralto,
Magoria y Duni, y donde flotaba desde 1512 el estandarte soberano de
los cantones. " ¡Qué!" dijeron los Waldstette, “¿no es suficiente que
Zurich y Zwingle infesten Suiza? Tienen el descaro de llevar su
supuesta reforma incluso a Italia, ¡incluso al país del Papa!
Allí prevalecían grandes irregularidades entre el clero: “ Quien quiera
ser condenado debe hacerse sacerdote”, era un dicho común. 14 Pero
el Evangelio logró abrirse camino incluso en ese distrito. Un monje de
Como, Egidio a Porta, que había tomado la capucha en 1511, en contra
de los deseos de su familia, 15 luchó durante años en el convento de
Agustín, y en ninguna parte encontró paz para su alma. Inmóvil,
envuelto, como le pareció a él, con noche profunda, gritó en voz alta:
"Señor, ¿qué quieres que haga?" Erel ong, el monje de Como, creyó
escuchar estas palabras en su corazón: "Ve a Ulrich Zwingle y él te lo
dirá". Se levantó temblando de emoción. “Eres tú”, le escribió a Zwingle
inmediatamente, “¡pero no! no eres tú, es Dios quien, a través de ti, me
librará de las redes de los cazadores ". "Traduzca el Nuevo Testamento
al italiano", respondió Zwingle, "Me comprometeré a imprimirlo en
Zurich". Esto es lo que hizo la Reforma por Italia hace más de tres
siglos.
Egidio, por tanto, se quedó. Comenzó a traducir el Evangelio; pero en
un momento tuvo que suplicar por el convento, en otro repetir sus
“horas” y luego acompañar a uno de los padres en sus viajes. 16 Todo
lo que lo rodeaba aumentaba su angustia. Vio a su país reducido a la
mayor miseria por guerras desoladoras, hombres que antes eran ricos,
extendiendo la mano para pedir limosna, multitudes de mujeres
empujadas por la miseria a la degradación más vergonzosa. Imaginó
que sólo una gran liberación política podría traer la independencia
religiosa de sus compatriotas.
De repente pensó que había llegado la hora feliz. Percibió una banda de
lansquenets luteranos descendiendo de los Alpes. Sus falanges
apretadas, sus miradas amenazadoras, se dirigían hacia las orillas del
Tíber. A la cabeza de ellos marchaba Freundsberg, con una cadena de
oro alrededor de su cuello, y diciendo: "Si llego a Roma, la usaré para
colgar al Papa". “Dios quiere salvarnos”, escribió Egidio a Zwingle:
“escriba al alguacil; 17 rogadle que libere al pueblo sobre el cual
gobierna, que quite de las coronas afeitadas, cuyo Dios es su vientre,
las riquezas que los enorgullecen, y que las distribuya entre los
pueblos que mueren de hambre. Entonces cada uno predique sin
escuchar la pura Palabra del Señor. - ¡La fuerza del anticristo está cerca
de su caída! "

Así, hacia fines de 1526, Egidio ya había soñado con la Reforma de


Italia. A partir de ese momento cesan sus cartas: el monje desapareció.
No cabe duda de que el brazo de Roma consiguió alcanzarlo y que,
como tantos otros, fue arrojado al lúgubre calabozo de algún convento.
En la primavera de 1530, comenzó una nueva época para los bailiwicks
italianos. Zurich nombró a Jacques Werdmuller alguacil de Locarno;
era un gran hombre, respetado por todos, y que incluso en 1524 había
besado los pies del Papa; desde entonces había sido conquistado por el
Evangelio y se había sentado a los pies del Salvador. 18 “Ve”, dijo
Zurich, “y trátete como un cristiano , y en todo lo que concierne a la
Palabra de Dios, cumpla las ordenanzas”. Werdmuller se encontró con
nada más que oscuridad en todos los rincones. Sin embargo, en medio
de esta penumbra, un débil resplandor parecía surgir de un convento
situado en las encantadoras orillas del Lak e Maggiore. Entre los
carmelitas de Locarno había un monje llamado Fontana, experto en
las Sagradas Escrituras y animado con el mismo espíritu que había
iluminado al monje de Como. La doctrina de la salvación, “sin dinero y
sin precio”, que Dios proclama en el Evangelio, lo llenó de amor y
alegría. "Mientras yo viva", dijo, predicaré sobre las Epístolas de San
Pablo "; 19 porque fue particularmente en estas epístolas donde había
encontrado la verdad. Dos monjes, cuyos nombres ignoramos,
compartieron sus sentimientos. Fontana escribió una carta "a toda la
Iglesia de Cristo en Alemania", que fue enviada a Zwingle. Podemos
imaginar que escuchamos a ese hombre de Macedonia, que se le
apareció en una visión a Pablo en la noche, llamándolo a Europa y
diciendo : "Ven y ayúdanos". 20 - “Oh, fiel y bienamada de Cristo
Jesús”, gritó el monje de Locarno a Alemania, “acuérdate de Lázaro, el
mendigo, en el Evangelio; acuérdate de esa humilde mujer cananea,
anhelando las migajas que cayeron del Señor. ¡mesa! hambriento como
David, recurro al pan de la proposición colocado sobre el altar.
Pobre viajero devorado por la sed, corro hacia los manantiales de agua
viva. 21 Sumergidos en tinieblas, bañados en lágrimas, clamamos a
ustedes que conocen los misterios de Dios que nos envíen por las
manos del generoso J. Werdmuller todos los escritos del divino
Zwingle, del famoso Lutero, del hábil Melancthon, de el apacible
Ecolampadius, el ingenioso Pomerano, el erudito Lambert, el elegante
Brentz, el penetrante Bucero, el estudioso Leo, el vigilante Hutten y los
demás doctores ilustres, si es que hay más. Excelentes príncipes,
pivotes de la Iglesia, nuestra santa madre, se apresuran a liberar de la
esclava de Babilonia a una ciudad de Lombardía que aún no ha
conocido el Evangelio de Jesucristo. Somos solo tres que nos hemos
unido para luchar en nombre de la verdad; 22 pero fue bajo los golpes
de un pequeño grupo de hombres, elegidos por Dios, y no por los miles
de Gedeón, que cayó Madián. ¿Quién sabe si, de una pequeña chispa,
Dios no puede causar un gran incendio? ”
Así, tres hombres a orillas del Maggia esperaban en ese momento
reformar Italia. Hicieron una llamada a la que, durante tres siglos, el
mundo evangélico no ha respondido. Zurich, sin embargo, en estos
días de su fuerza y de su fe, mostró una santa audacia y se atrevió a
extender sus heréticos brazos más allá de los Alpes. Por lo tanto, Uri,
Schwytz, Unterwalden y todos los romanistas de Suiza dieron rienda
suelta a fuertes y terribles amenazas, jurando detener incluso en la
misma Zurich el curso de estas presuntuosas invasiones.
Pero los Zuricher no se limitaron a esto: dieron a los confederados una
causa más seria de miedo al hacer una guerra incesante contra los
conventos, esos centros del fanatismo ultramontano. El extenso
monasterio de Wettingen, alrededor del cual ruedan las aguas del
Limmat y que, por su proximidad a Zurich, estuvo expuesto más que
ningún otro al soplo de la reforma, se vio envuelto en una violenta
conmoción. El 23 de agosto de 1529 se produjo un gran cambio; los
monjes dejaron de cantar misa; se cortaron las barbas, no sin derramar
algunas lágrimas; dejaron sus vestidos y sus capuchas, y se vistieron
con vestidos seculares. 23 Entonces, asombrados por esta
metamorfosis, escucharon devotamente el sermón que Sebastian Benli
de Zurich vino y les predicó, y al poco tiempo se dedicaron a propagar
el Evangelio y a cantar salmos en alemán. Así, Wettingen cayó en la
corriente de ese río que parecía estar en todas partes reviviendo la
confederación. El claustro, dejando de ser una casa de juegos,
glotonería y borracheras, se transformó en escuela. Dos monjes solos
en todo el monasterio permanecieron fieles a la capucha.
El comandante de Mulinen, sin preocuparse por las amenazas de los
cantones romanos, presionó seriamente a la comandancia de San Juan
en Hitzkirch hacia la Reforma. La cuestión fue sometida a votación y la
mayoría se declaró a favor de la Palabra de Dios. "¡Ah!" dijo el
comandante, "Llevo mucho tiempo empujando detrás del carro". 24 El
4 de septiembre se reformó la comandancia. Lo mismo sucedió con el
de Wadenswyl, con el convento de Pfeffers y otros más. Incluso en
Mury la mayoría se declaró a favor del Evangelio; pero la minoría
prevaleció gracias al apoyo de los Cinco Cantones. 25 Un nuevo
triunfo, y uno de mayor valor, estaba destinado a indemnizar la
reforma y elevar la indignación de los Waldstette a lo más alto.
El abad de San Gall, por su riqueza, por el número de sus súbditos y la
influencia que ejerció en Suiza, fue uno de los adversarios más
formidables del Evangelio. En 1529, por lo tanto, en el momento en
que el ejército de Zurich tomó el campo contra los Cinco Cantones, el
abad Francisco de Geisberg, alarmado y al borde de la muerte, hizo
que lo trasladaran apresuradamente al fuerte castillo de Rohrschach,
no Thi NKing mismo asegurar excepto dentro de sus paredes. Cuatro
días después de esto, el ilustre Vadian, burgomaestre de San Gall,
entró en el convento y anunció la intención del pueblo de reanudar el
uso de su iglesia catedral y retirar las imágenes. Los m onks estaban
asombrados ante tal audacia y, habiendo protestado en vano y
pidiendo ayuda, pusieron sus efectos más preciados en un lugar seguro
y huyeron a Einsidlen.
Entre ellos se encontraba Kilian Kouffi, mayordomo de la abadía, un
monje astuto y activo y, como Zwingle, nativo de Tockenburg.
Sabiendo lo importante que era encontrar un sucesor del abad, antes
de que la noticia de su muerte fuera difundida en el extranjero, llegó a
un entendimiento con los que esperaban al prelado; y este último
muriendo el martes de Semana Santa, las comidas se llevaron como de
costumbre a su habitación, y con los ojos bajos y la voz baja los
asistentes respondieron todas las preguntas sobre su salud. Mientras se
desarrollaba esta farsa en torno a un cadáver, los monjes que se
habían reunido en Einsidlen se dirigieron a toda prisa a Rapperschwyl,
en el territorio de St. Gall, y allí eligieron a Kilian, que había manejado
tan hábilmente el asunto. El nuevo abad fue inmediatamente a
Rohrschach, y el Viernes Santo proclamó allí su propia elección y la
muerte de su predecesor . Zurich y Glaris declararon que no lo
reconocerían, a menos que pudiera probar por las Sagradas Escrituras
que una vida monacal estaba en conformidad con el Evangelio.
“Estamos listos para proteger la casa de Dios”, dijeron; “Y por eso
exigimos que se consagre de nuevo al Señor. Pero no olvidemos que
también es nuestro deber proteger a las personas. La Iglesia libre de
Cristo debería levantar su cabeza en el seno de un pueblo libre ". Al
mismo tiempo, los ministros de San Gall publicaron cuarenta y dos
tesis, en las que afirmaban que los conventos no eran "casas de Dios,
sino casas del diablo". 26 El abad, apoyado por Lucerna y Schwytz, que
con Zurich y Glaris ejercía el poder soberano en St. Gall, respondió
que no podía discutir sobre los derechos que poseía de reyes y
emperadores. Los dos nativos de Tockenburg, Zwingle y Kilian,
estaban luchando así alrededor de St. Gall, uno reclamando al pueblo
para la abadía y el otro la abadía para el pueblo. El ejército de Zurich se
había acercado a Wyl, Kilian se apoderó de los tesoros y bienes del
convento y huyó precipitadamente más allá del Rin. Tan pronto como
se concluyó la paz, el astuto monje se vistió con un traje secular y se
arrastró misteriosamente hasta Einsidlen, de donde en un su dden
hizo que toda Suiza resonara con sus gritos. Zurich, junto con Glaris,
respondió publicando una constitución, según la cual un gobernador,
“confirmado en la fe evangélica”, debería presidir el distrito, con un
consejo de doce miembros, mientras que la elección de los párrocos se
dejaba a las parroquias. 27 Poco después, el abad, expulsado y fugitivo,
mientras cruzaba un río cerca de Bregentz, se cayó del caballo, se
enredó en su vestido y se ahogó. De los dos combatientes del
Tockenburg, fue Zwingle quien obtuvo la victoria.
El convento se puso a la venta y fue comprado por el pueblo de St.
Gall, "con la excepción", dice Bullinger, "de un edificio independiente,
llamado Infierno, donde quedaron los monjes que no habían abrazado
la Reforma". 28 Llegado el momento en que el gobernador enviado
por Zúrich debía ceder su lugar a uno de Lucerna, los habitantes de
San Galo pidieron a este último que jurara su constitución. “Nunca se
ha conocido a un gobernador”, respondió, “para hacer un juramento a
los campesinos; ¡ Son los campesinos los que deben prestar juramento
al gobernador! " Después de esto se retiró: el gobernador de Zúrich
permaneció, y la indignación de los Cinco Cantones contra Zúrich, que
tan audazmente ayudó al pueblo de San Galo a recuperar sus antiguas
libertades, se elevó al más alto paroxismo de ira.
Sin embargo, algunas victorias consolaron en cierto grado a los
partidarios de Roma. Soleure fue durante mucho tiempo uno de los
campos de batalla más disputados. Los ciudadanos y los sabios estaban
a favor de la reforma: los patricios y los canónigos por el papado. Philip
Grotz de Zug estaba predicando el Evangelio allí, y el concilio
deseando obligarlo a decir misa, cien de los reformados aparecieron en
el salón de la asamblea el 13 de septiembre de 1529, y con energía
pidieron libertad de conciencia. Como Zurich y Berna apoyaron esta
demanda, su oración fue concedida.
Ante esto, el más fanático de los católicos romanos, exasperado por la
concesión, cerró las puertas de la ciudad, apuntó con los fusiles y
fingió expulsar a los amigos de la Reforma. El concilio se dispuso a
castigar a estos agitadores, cuando los reformados, dispuestos a dar
ejemplo de moderación cristiana, declararon que los perdonarían. 29
El Gran Concilio publicó entonces en todo el cantón que el dominio de
la conciencia perteneciente únicamente a Dios, y la fe siendo el don
gratuito de Su gracia, cada uno podría seguir la religión que creyera
mejor. Treinta y cuatro parroquias se declararon a favor de la Reforma
y solo dos para la misa. Casi todos los distritos rurales estaban a favor
del Evangelio, pero la mayoría de la ciudad se puso del lado del Papa.
30 Haller, quien el reformado de Soleure había enviado para, llegado,
y era un día de triunfo para ellos. Fue en pleno invierno: “Hoy”,
observó irónicamente uno de los cristianos evangélicos , “¡el santo
patrón (San Nuestro) va a sudar!”. Y en verdad, ¡oh! ¡maravilloso! -
¡Gotas de humedad cayeron de la santa imagen! Era simplemente un
poco de agua bendita que se había congelado y luego se había
descongelado. Pero los romanistas no escucharon ninguna burla sobre
un prodigio tan ilusorio, que puede recordarnos la sangre de San
Januarius en Nápoles. Toda la ciudad resonaba con gritos lastimosos,
se tocaban las campanas, se movía una procesión general por las
calles, y se cantaba una gran misa en honor del príncipe celestial, que
había mostrado de manera tan maravillosa los dolores que sentía por
su vida. querido amado. “Es el ministro gordo de Berna (Haller) quien
es la causa de la alarma del santo”, dijo la devota anciana. Uno de ellos
declaró que le clavaría un cuchillo en el cuerpo; un d ciertos católicos
romanos amenazaron con ir a la iglesia los Cordeliers y asesinar a los
pastores que predican allí. Ante esto, los reformados se apresuraron a
esa iglesia y exigieron una discusión pública: doscientos de sus
adversarios se apostaron al mismo tiempo en la iglesia de San Nuestro
y rechazaron toda investigación. Ninguna de las dos partes estaba
dispuesta a ser la primera en abandonar el campo en el que estaba
atrincherada. El Senado, deseando limpiar las dos iglesias de esta
manera transformadas en ciudadelas, anunció que en Martinmas, es
decir, nueve meses más tarde, debería tener lugar una disputa pública.
Pero como los reformados encontraron la demora demasiado larga,
ambas partes permanecieron una semana más bajo las armas. Se
interrumpió el comercio, se cerraron las oficinas públicas, se corrieron
mensajeros de un lado a otro, se propusieron arreglos; - pero la gente
era tan rígida, 31 que nadie cedía . La ciudad estaba en estado de sitio.
Por fin todos estuvieron de acuerdo sobre la discusión y los ministros
se comprometieron a escribir las tesis, que los cánones
inmediatamente intentaron refutar.
Sin embargo, juzgaron que era un plan aún mejor eludirlos. Nada
alarmó tanto a los romanistas como una disputa. "¿Qué necesidad
tenemos de alguno?" dijeron ellos. "¿No declaran los escritos de las dos
partes sus sentimientos?" Por tanto, la conferencia se aplazó hasta el
año siguiente. Muchos de los reformados, indignados por estos
retrasos, abandonaron imprudentemente la ciudad; y los concejos,
encantados con este resultado, que estaban lejos de esperar, se
apresuraron a declarar que el pueblo debía ser libre en el cantón, pero
que en la ciudad nadie debía atacar a la masa. A partir de ese
momento, los reformados se vieron obligados todos los domingos a
abandonar Soleure y dirigirse al pueblo de Zuchswyl para escuchar la
Palabra de Dios . Así, el papado, derrotado en tantos lugares, triunfó en
Soleure.
Zúrich y los demás cantones reformados observaban atentamente
estos éxitos de sus adversarios y escuchaban con temor las amenazas
de los católicos romanos, que anunciaban continuamente la
intervención del emperador; cuando de repente se escuchó un informe
de que novecientos españoles habían entrado en los Grisones; que
fueron dirigidos por el Chatelain de Musso, recientemente investido
con el título de marqués por Carlos V; que el cuñado del castellano,
Didier d'Embs, también marchaba contra los suizos al frente de tres
mil lansquenets imperiales; y que el propio emperador estaba
dispuesto a apoyarlos con todas sus fuerzas. Los Grisones lanzaron un
grito de alarma. Los Waldstette permanecieron inmóviles; pero todos
los cantones reformados reunieron sus tropas y once mil hombres
comenzaron su marcha. 32 Habiendo declarado poco después el
emperador y el duque de Milán que no apoyarían al castellano, este
aventurero vio su castillo derrumbado y se vio obligado a retirarse a
las orillas del Sesia dando garantías de tranquilidad futura; mientras
que los soldados suizos regresaban a sus hogares, disparados de
indignación contra los Cinco Cantones, que con su inactividad habían
violado la alianza federal. 33 “Nuestra pronta y enérgica resistencia”,
dijeron, “ha desconcertado sin duda sus pérfidos designios; pero la
reacción solo se aplaza. Aunque el pergamino de la alianza austriaca se
ha roto en pedazos, la alianza en sí todavía existe. La verdad nos ha
liberado, pero pronto vendrán los lansquenets imperiales y tratarán de
volver a ponernos bajo el yugo de la esclavitud ”.

Así, como consecuencia de tantos choques violentos, los dos partidos


que dividieron a Suiza habían alcanzado el mayor grado de irritación.
El abismo que los separaba se ensanchaba a diario. Las nubes,
precursoras de la tempestad, avanzaban velozmente a lo largo de las
montañas y se acumulaban amenazadoras sobre los valles. En estas
circunstancias, Zwingle y sus amigos pensaron que era su deber
levantar la voz y, si era posible, evitar la tormenta. De la misma manera
Nicolás de Flue se había lanzado en tiempos pasados entre las partes
hostiles.
El 5 de septiembre de 1530, los principales ministros de Zurich, Berna,
Basilea y Estrasburgo, Oecolampadius, Capito, Megander, Leo Juda y
Myconius, se reunieron en Zurich en la casa de Zwingle. Deseosos de
dar un paso solemne con los Cinco Cantones, redactaron un discurso
que fue presentado a los C onfederados en la reunión de la dieta en
Baden. Por muy desfavorables que fueran los diputados, como cuerpo,
para estos ministros heréticos, sin embargo escucharon esta epístola,
pero no sin signos de impaciencia y cansancio. 34 “ Ustedes saben,
amables señores, que la concordia aumenta el poder de los estados y
que la discordia los derroca. 35 Ustedes mismos son una prueba de la
primera de estas verdades. Partiendo de un pequeño comienzo, habéis
llegado, por un buen entendimiento mutuo, a un gran final. ¡Que Dios
se apresure a impedirle también a usted dar una prueba contundente
del segundo! ¿De dónde viene la desunión, si no del egoísmo? ¿Y cómo
destruir esta pasión fatal si no recibe de Dios el amor por el bien
común? Por eso les exhortamos a que permitan que la Palabra de Dios
sea predicada libremente entre ustedes, como lo hicieron sus piadosos
antepasados. ¿Cuándo ha existido un gobierno, incluso entre los
paganos, que no vio que la mano de Dios sola sostiene a una nación?
¿No se unen dos gotas de mercurio tan pronto como quitas lo que las
separa? Fuera, pues, lo que os separa de nuestras ciudades, es decir, la
ausencia de la Palabra de Dios; y luego el Todopoderoso nos unirá,
como se unió nuestro gordo suyo. Entonces colocado en tus montañas,
como en el centro de la cristiandad, serás un ejemplo para ella, su
protección y su refugio; y después de haber atravesado este valle de
lágrimas, siendo el terror de los impíos y el consuelo de los fieles, por
fin estarás establecido en la felicidad eterna ”.
Así, francamente, estos hombres de Dios se dirigieron a sus hermanos,
los Waldstette. Pero su voz no fue atendida. “El sermón de los ministros
es bastante largo” 36, dijeron algunos de los diputados bostezando y
estirando los brazos, mientras otros pretendían encontrar en él un
nuevo motivo de denuncia contra las ciudades.
Este proceder de los ministros fue inútil: los Waldstette rechazaron la
Palabra de Dios, que se les había pedido que admitieran; rechazaron
las manos que se extendieron hacia ellos en el nombre de Jesucristo.
Llamaron al Papa y no al Evangelio. Toda esperanza de reconciliación
parecía perdida.
Algunas personas, sin embargo, tuvieron en ese momento un
vislumbre de lo que podría haber salvado a Suiza y la Reforma: la
autonomía (autogobierno) de la Iglesia y su independencia de los
intereses políticos. Si hubieran sido lo suficientemente sabios como
para declinar el poder secular para asegurar el triunfo del Evangelio,
es probable que la armonía se hubiera establecido gradualmente en los
cantones helvéticos y que el Evangelio hubiera vencido por su fuerza
divina. El poder de la Palabra de Dios presentaba oportunidades de
éxito que no ofrecían las picas y los mosquetes. La energía de la fe, la
influencia de la justicia, habría resultado una protección más segura
para los cristianos contra las pilas de Waldstette en llamas que los
diplomáticos y los hombres de armas. Ninguno de los reformadores
entendió esto tan claramente como Oecolampadius. Su bello
semblante, la serenidad de sus rasgos, la apacible expresión de sus
ojos, su larga y venerable barba, la espiritualidad de su expresión, una
cierta dignidad que inspiraba confianza y respeto, le daban más aire de
apóstol que de apóstol. reformador. Fue el poder de la palabra interior
lo que ensalzó particularmente; tal vez incluso fue demasiado lejos en
el espiritismo. Pero, sea como sea, si algún hombre hubiera podido
salvar a Reform de las desgracias que estaban a punto de sobrevenirle,
ese hombre era él. Al separarse del papado, deseaba no establecer la
magistratura en su lugar. "El magistrado que quitara a las iglesias la
autoridad que les pertenece", le escribió a Zwingle, "sería más
intolerable que el mismo Anticristo (es decir, el Papa)". 37 “La mano
del magistrado golpea con la espada, pero la mano de Cristo sana.
Cristo no ha dicho: Si tu hermano no te escucha, díselo al magistrado,
pero díselo a la Iglesia. Las funciones del Estado son distintas a las de
la Iglesia. El Estado es libre de hacer muchas cosas que la pureza del
Evangelio condena ”. 38 Oecolampadius vio lo importante que era que
sus convicciones prevalecieran entre los reformados. Este hombre, tan
apacible y tan espiritual, temía no presentarse audazmente en defensa
de doctrinas entonces tan novedosas. Los expuso ante una asamblea
sinodal y luego los desarrolló ante el senado de Basilea. 39 Es una
extraña circunstancia que estas ideas, al menos por un momento,
fueran aceptables para Zwingle; 40 pero desagradaron a una asamblea
de hermanos a quienes les comunicó; el político Bucer temía sobre
todo que esta independencia de la Iglesia frenara en alguna medida el
ejercicio del poder civil . 41 Los esfuerzos de Oecolampadius para
constituir la Iglesia, sin embargo, no fueron del todo infructuosos. En
febrero de 1531, se celebró en Basilea una dieta de cuatro cantones
reformados (Basilea, Zúrich, Berna y San Galo), en la que se acordó
que siempre que surgiera alguna dificultad con respecto a la doctrina o
al culto, una asamblea de conviene convocar a teólogos y laicos, que
examinen lo que dice la Palabra de Dios al respecto. 42 Esta
resolución, al dar mayor unidad a la Iglesia renovada, le dio también
una nueva fuerza.
Notas finales:
1. ft3818 Die sectischen haltend vil elends Hudel volk
gefunden etc. Salat, Chron.
2. ft3819 Le bon Dieu, probablemente el santo patrón. W.
3. ft3820 That der Tuf fel den ersten Angriff.
4. ft3821 Este es el camino por el que escapó el ejército de
Suwaroff en 1799.

5. ft3822 Nam quotidie cogitare soleo quanam re


Christianum adjuvem profectum. Zw. Epp. 2:13.
6. ft3823 Audeo ego intrepide omnem ecclesiae abusum et
omnia humana prae cepta in enunciatione verbi Dei
damnare. Ibídem.
7. ft3824 Nugas esse et fabulas. Ibídem.

8. ft3825 Jam aere convicti palinodiem canunt. Ibídem. 292.


9. ft3826 Pierre Rumelin, pastor de Schwanden.
10. ft3827 Tota enim nocte piscantes, sanguisugas,
aspendios cepimus. Zw. Epp . 2:13. Rasdorfer alude
evidentemente a lo que dice Plinio de una especie de vid
denominada Aspendios: E. diverso aspendios, damnata
aris. Feunt eam nec ab alite ulla attingi. Hist. Nat. lib. 14
cap. 18. Sección 22.
11. ft3828 Vertit vela indies senatus noster muliercular um
more. Zw. Epp. 2:13.
12. ft3829 Vult jam cucullum, post non vult. Zw. Epp. 2:13. Es
decir, en un momento reconoce, en otro rechaza, al abad
de Saint Gall.
13. ft3830 Véase la carta de Benedict Noll a Zwingle, Epp. 2:
635.
14. ft3831 San Chorles Barromeo, arzobispo de Milán,
suprimió algo más tarde varios conventos en este
distrito: "Monialium non dicam collegia, sed amantium
contubernia", dijo. Die evangel Gem. En Locarno von F.
Meyer, 1: 109.
15. ft3832 Subduxi memet a parentum patrocinio,
cucullumque nigrum ex animo suscepi. Zw. Epp. 1: 448.

16. ft3833 Confratres nonnulli viri certe et pietate et


eruditione nequaquam contemptibiles. Zw. Epp. 1: 533.
17. ft3834 Borbón, que comandó en Italia en nombre del
emperador. Supra, libro 13. P. 504.
18. ft3835 Lucas 10:39.

19. ft3836 Se du m vivat satis de Epistolis Pauli


concionaturum esse. Zw. Epp. 2: 497.
20. ft3837 Hechos 16: 9.
21. ft3838 Debilis et infirmus apud piscinam, salutem mei
et patriae toto mentis effectu citissime expecto. Hottinger,
saecul. 16, párr 2, pág. 619.
22. ft3839 Confederati conjunc tique in expeditionem
veritatis tres tantum numero sumus. Ibídem. 620.
23. ft3840 Bekleitend sich en erbare gemeine Landskleyder.
Toro. Chron. 2:21.
24. ft3841 Diu me in hoc curru promovendo laborasse,
priusquam tam longe processit. Zw. Epp. 2: 334.
25. ft3842 Das das minder debe das meer sin. Toro. 2: 241.
26. ft3843 Tesis S. Bull. 2: 115.
27. ft3844 Die Pfarer soll den Gmeinden irs gfallens zu
erkiessen Zugestelt syn. Ibídem. 268.
28. ft3845 Alein estaba ein gebuw die Hell genampt, das
mentiras man den Munchen blyten. Ibíd . 271.
29. ft3846 Ruchat, 2: 139.
30. ft3847 Major pars agri abolita superstitione a parte
nostra stat. Major et potior pars urbis a papistis. Zw. Epp.
2: 489.

31. ft3848 Tam durae cervicis populus est. Zw. Epp. 2: 489.
32. ft3849 Bull. Chron. 2: 357.
33. ft3850 Ward ein grosser Unwill wieder sie. Toro. Chron.
2: 361.

34. ft3851 Lecta est epistola nostra in comitiis Badensibus.


Ecol. A Bucer 28 de diciembre de 1530.
35. ft3852 Wie mit einhelligkeit kleine Ding gross werdend.
Zw. Op. 2:78.
36. ft3853 Libellum supplicem ad quinque pagos breviorem
vellent. Zw. Epp. 2: 511. Fastidiunt tam sancta. Ecol.
37. ft3854 Intolerabilior enim Antichristo ipso magistratus,
qui Ecclesiis auctoritatem suam adimit. Zw. Epp. 2: 510.
38. ft3855 Ipsorum functio alia est et ecclesiastica,
multaque ferre et facere potest quae pu ritas evangelica
non agnoscit. Ibídem.

39. ft3856 Orationis meae quam, fratrum nomine, coram


senatu habui. Ibídem.
40. ft3857 Ut mihi magis ac magis arridet. Ibídem. 518.
41. ft3858 Ut non impediat alicubi magistratum
Christianum. Bucer a Zw. P. 836.
42. ft3859 JJ Hottinger , 3: 554.
LIBRO 16
CAPÍTULO 4
Pero era demasiado tarde para andar por este camino que habría
evitado tantos desastres. La Reforma ya había entrado con todas sus
velas en el tormentoso océano de la política, y terribles desgracias se
estaban acumulando sobre ella. El impulso comunicado a la Reforma
vino de otro que no fuera Oecolampadius. Los ojos orgullosos y
penetrantes de Zwingle, sus rasgos duros, su paso audaz, todo
proclamaba en él una mente resuelta y un hombre de acción.
Alimentado en las hazañas de las mujeres de la antigüedad, se lanzó,
para salvar la Reforma, en los pasos de Demóstenes y Catón, más que
en los de San Juan y San Pablo. Sus miradas rápidas y penetrantes se
volvieron a derecha e izquierda, a los gabinetes de los reyes y a los
consejos del pueblo, mientras que deberían haber estado dirigidas
únicamente a Dios. Ya hemos visto que ya en 1527, Zwingle,
observando cómo todos los poderes se levantaban contra la Reforma,
había concebido el plan de una co-burguesía o Estado cristiano, 1 que
debería unir a todos los amigos de la Palabra de Dios en una liga santa
y poderosa. Esto fue mucho más fácil ya que la reforma de Zwingle
había ganado Estrasburgo, Augsburgo, Ulm, Reutlingen, Lindau,
Memmingen y otras ciudades de la Alta Alemania. Constanza en
diciembre de 1527, Berna en junio de 1528, San Galo en noviembre del
mismo año, Bienne en enero de 1529, Mulhausen en febrero, Basilea
en marzo, Schaffhausen en septiembre y Estrasburgo en diciembre,
entraron en esta alianza. Esta fase política del carácter de Zwingle es, a
los ojos de algunas personas, su mayor pretensión de gloria; no
dudamos en reconocerlo como su mayor falta. El reformador,
abandonando los caminos de los apóstoles, se dejó desviar por el
perverso ejemplo del papado. La Iglesia primitiva nunca se opuso a sus
perseguidores sino con los sentimientos derivados del Evangelio de la
paz. La fe fue la única espada con la que venció a los poderosos de la
tierra. Zwingle sintió claramente que al entrar en los caminos de los
políticos mundanos, estaba dejando los de un ministro de Cristo; por
tanto, buscó justificarse a sí mismo. “Sin duda, no es por la fuerza
humana”, dijo, “es solo por la fuerza de Dios que la Palabra del Señor
debe ser sostenida. Pero Dios a menudo usa a los hombres como
instrumentos para socorrerlos. Por lo tanto, unámonos, y desde las
fuentes del Rin hasta Estrasburgo formemos un solo pueblo y una
alianza ". 2
Zwingle jugó dos papeles a la vez: fue un reformador y un magistrado.
Pero estos son dos personajes que no deberían estar más unidos que
los de un ministro y los de un soldado. No culparemos del todo a los
soldados y magistrados; en formar leguas y sacar la espada, incluso por
religión, actúan según su punto de vista, aunque no es lo mismo que el
nuestro; pero debemos culpar decididamente al ministro cristiano que
se convierte en diplomático o general.
En octubre de 1529, como ya hemos observado, Zwingle se dirigió a
Marburgo, adonde había sido invitado por Felipe de Hesse; y aunque
ninguno de los dos había podido llegar a un entendimiento con Lutero,
el landgrave y el reformador suizo, animados por el mismo espíritu
audaz y emprendedor, pronto coincidieron.
Los dos reformadores se diferenciaban no menos en su sistema
político que en su sistema religioso. Lutero, educado en el claustro y en
la sumisión monástica, estuvo imbuido en su juventud de los escritos
de los padres de la Iglesia; Zwingle, en cambio, se crió en medio de la
libertad suiza, y durante esos primeros años que deciden el rumbo de
todos los demás, se había empapado de la historia de las antiguas
repúblicas. Así, mientras Lutero estaba a favor de una obediencia
pasiva, Zwingle defendía la resistencia contra los tiranos.

Estos dos hombres eran los fieles representantes de sus respectivas


naciones. En el norte de Alemania, los príncipes y la nobleza eran la
parte esencial de la nación, y el pueblo, ajeno a toda libertad política,
solo tenía que obedecer. Así, en la época de la Reforma se contentaron
con seguir la voz de sus médicos y jefes. En Suiza, en el sur de
Alemania y en el Rin, por el contrario, muchas ciudades, después de
largas y violentas luchas, habían conquistado la libertad civil; y de ahí
que en casi todos los lugares el pueblo participe decididamente en la
Reforma de la Iglesia. Había algo bueno en esto; pero el mal estaba
cerca. Los reformadores, ellos mismos hombres del pueblo, que no se
atrevieron a actuar sobre los príncipes, podrían verse tentados a
apresurar al pueblo. Fue más fácil para la Reforma unirse con
repúblicas que con reyes. Esta instalación casi resultó su ruina. El
Evangelio debía aprender así que su alianza está en el cielo.

Sin embargo, había un príncipe con el que el partido reformado de los


estados libres deseaba unirse: este era Felipe de Hesse. Fue él quien
impulsó en gran medida los proyectos bélicos de Zwingle. Zwingle
deseaba hacerle regresar y presentar a su nuevo amigo en la liga
evangélica. Pero Berne, atento a evitar cualquier cosa que pudiera
irritar al emperador y sus antiguos confederados, rechazó esta
propuesta y provocó un vivo descontento en el "Estado cristiano". -
"¡Qué!" gritaron: "¿Rechazan los berneses una alianza que sería
honorable para nosotros, aceptable para Jesucristo y terrible para
nuestros adversarios ?" (Ipsis et nobis honestius, ob religionis et
caritatis causam, Christo gratius, ob conjunctas vires utilius,
hostibusque terribilius. Zw. Epp. 2: 481.) “El Oso”, dijo el animado
Zwingle, “está celoso del León (Zúrich); pero todos estos artificios
terminarán y la victoria permanecerá con los valientes ". De hecho,
parecería, según una carta cifrada, que los berneses por fin se pusieron
del lado de Zwingle, exigiendo únicamente que esta alianza con un
príncipe del imperio no se hiciera pública. (Tantum recusaverunt
aperte agere. Ibid. 487. Esta cifra 3 parece indicar el bernés).
Aún así, Ecolampadio no había cedido, y su mansedumbre competía,
aunque modestia, con la osadía de su impetuoso amigo. Estaba
convencido de que la fe no podía triunfar más que por la unión cordial
de todos los creyentes. Se produjo un valioso alivio para reanimar sus
esfuerzos. Habiéndose reunido los diputados de la co-burguesía
cristiana en Basilea en 1530, los enviados de Estrasburgo se esforzaron
por reconciliar a Lutero y Zwingle. Oecolampadius escribió a Zwingle
sobre el tema, rogándole que se apresurara a ir a Basilea, 3 y no se
mostrara demasiado inflexible. "Decir que el cuerpo y la sangre de
Cristo están realmente en la Cena del Señor, puede parecer a muchos
una expresión demasiado dura ", dijo, "pero ¿no se suaviza cuando se
agrega, espiritualmente y no corporalmente?" 4
Zwingle estaba inamovible. “Es para halagar a Lutero que tengas ese
lenguaje, y no para defender la verdad. 5 Edere est credere ". 6 Sin
embargo, hubo hombres presentes en la reunión, que se decidieron a
tomar medidas enérgicas. El amor fraterno estaba en vísperas de
triunfar: la paz se conseguía mediante la unión. El propio Elector de
Sajonia propuso una concordia de todos los cristianos evangélicos, a la
que las ciudades suizas fueron invitadas por el landgrave a adherirse.
Se difundió un informe de que Luther y Zwingle estaban a punto de
hacer la misma confesión de fe. Zwingle, recordando las primeras
profesiones del reformador sajón, dijo un día en la mesa ante muchos
testigos que Lutero no pensaría tan erróneamente acerca de la
Eucaristía, si Melancthon no lo engañara. 7 La unión de toda la
Reforma parecía casi concluida: habría vencido con sus propias armas.
Pero Luther pronto demostró que Zwingle estaba equivocado en sus
expectativas. Necesitó un compromiso por escrito mediante el cual
Zwingle y Oecolampadius debían adherirse a sus sentimientos, y las
negociaciones se interrumpieron en consecuencia. Habiendo fracasado
Concord, no quedó nada más que la guerra. Oecolampadius debe
guardar silencio y Zwingle debe actuar.
Y en verdad, a partir de esa hora, Zwingle avanzó cada vez más por ese
camino fatal en el que fue conducido por su carácter , su patriotismo y
sus primeros hábitos. Aturdido por tantos golpes violentos, atacado por
sus enemigos y por sus hermanos, se tambaleó y su cabeza se mareó. A
partir de este período el reformador desaparece casi por completo, y
vemos en su lugar a la política , el gran ciudadano, que al contemplar
una formidable coalición preparando sus cadenas para cada nación, se
levanta enérgicamente contra ella. El emperador acababa de formar
una estrecha alianza con el Papa. Si no se opusieran a sus mortales
planes, todo habría terminado, en opinión de Zwingle, con la Reforma,
con la libertad religiosa y política, e incluso con la propia
confederación. “El emperador”, dijo, “está agitando amigo contra
amigo, enemigo contra enemigo: y luego se esfuerza por sacar de esta
confusión la gloria del papado y, sobre todo, su propio poder. Excita al
castellano de Musso contra los Grisones - el duque Jorge de Sajonia
contra el duque Juan - el obispo de Constanza contra la ciudad - el
duque de Saboya contra Berna - los Cinco Cantones nuevamente San
Zurich - y los obispos del Rin contra el landgrave; luego, cuando la
confusión se haya generalizado, caerá sobre Alemania, se ofrecerá a sí
mismo como mediador y atrapará a príncipes y ciudades con bellos
discursos, hasta que los tenga a todos bajo sus pies. ¡Pobre de mí! ¡Qué
discordia, qué desastres, con el pretexto de restablecer el imperio y
restaurar la religión! " 8 Zwingle fue más lejos. El reformador de una
pequeña ciudad de Suiza, a la altura de las concepciones políticas más
asombrosas , pidió una alianza europea contra tan fatal designios. El
hijo de un campesino de Tockenburg levantó la cabeza contra el
heredero de tantas coronas. "Ese hombre debe ser un traidor o un
cobarde", le escribió a un senador de Constanza, "que se contenta con
estirarse y bostezar, cuando debería estar juntando hombres y armas
por todos lados, para convencer al emperador de que en vano se
esfuerza por restablecer la fe romana, esclavizar a las ciudades libres y
someter a los helvéticos. 9 Él nos mostró hace sólo seis meses cómo
actuaría. Hoy tomará una ciudad en la mano, mañana otra; y así, paso a
paso, hasta que se reduzcan todos. Entonces les quitarán las armas, sus
tesoros, sus máquinas de guerra y todo su poder ... Despierta a Lindau
ya todos tus vecinos; si no se despiertan, la libertad pública perecerá
con el pretexto de la religión. No debemos confiar en la amistad de los
tiranos. Demóstenes nos enseña que no hay nada tan odioso en sus
ojos como diez toneladas de poleon eleudexian. 10 El emperador con
una mano nos ofrece pan, pero con la otra oculta una piedra ". 11 Y
unos meses después, Zwingle escribió a sus amigos en Constanza:
“Sean valientes; no temas los planes de Carlos. La navaja cortará al que
la afile ". 12
¡Fuera, pues, con retraso! ¿Deberían esperar hasta que Carlos V
reclamara el antiguo castillo de Habsburgo? El papado y el imperio, se
dijo en Zurich, están tan confundidos juntos, 13 que uno no puede
existir o perecer sin el otro. Quien rechaza el papado debe rechazar el
imperio, y quien rechaza al emperador debe rechazar al papa.
Parece que los pensamientos de Zwingle incluso fueron más allá de
una simple resistencia. Una vez que el Evangelio dejó de ser su estudio
principal, no había nada que pudiera detenerlo. “Un solo individuo”,
dijo, “no debe pensar en destronar a un tirano; esto sería una revuelta,
y el reino de Dios manda paz, justicia y gozo. Pero si todo un pueblo de
común acuerdo, o si al menos la mayoría lo rechaza, sin cometer
ningún exceso, es Dios mismo quien actúa ”. 14 Carlos V era en ese
momento una perorata a los ojos de Zwingle; y el reformador esperaba
que Europa, despertando por fin de su largo letargo, fuera la mano de
Dios para arrojarlo de su trono.
Nunca desde la época de Demóstenes y de los dos Catos había visto el
mundo una resistencia más enérgica al poder de sus opresores. Zwingle
desde un punto de vista político es uno de los personajes más grandes
de los tiempos modernos: debemos rendirle este honor, que es, quizás,
para un ministro de Dios, el mayor reproche. Todo estaba preparado
en su mente para provocar una revolución que hubiera cambiado la
historia de Europa. Sabía lo que deseaba sustituir en lugar del poder
que deseaba derrocar. Ya había puesto sus ojos en el príncipe que
llevaría la corona imperial en lugar de Carlos. Fue su amigo el
landgrave. “Príncipe misericordioso”, escribió el 2 de noviembre de
1529, “si te escribo de niño a un padre es porque espero que Dios te
haya elegido para grandes eventos ... me atrevo a pensar, pero no me
atrevo a hablar de ellos 15 ... Sin embargo, por fin debemos ponerle el
cascabel al gato. 16 ..... Todo lo que pueda hacer con mis débiles
medios para manifestar la verdad, para salvar la Iglesia universal, para
aumentar su poder y el poder de los que aman a Dios, con la ayuda de
Dios, lo haré ". Así fue descarriado este gran hombre. Es la voluntad de
Dios que haya manchas incluso en aquellos que brillan más a los ojos
del mundo, y que solo uno en la tierra diga: "¿Quién de vosotros me
convence de pecado?" Ahora estamos viendo las fallas de la Reforma:
surgen de la unión de la religión con la política. No podía hacerme
cargo de pasarlos por alto; el recuerdo de los errores de nuestros
predecesores es quizás el legado más útil que nos han legado.
Parece que ya en Marburg Zwingle y el landgrave habían elaborado el
primer esbozo de una alianza general contra Carlos V. El landgrave se
había comprometido a traer a los príncipes, Zwingle, las ciudades
libres del sur de Alemania y Suiza. Fue aún más lejos y formuló un plan
para ganar para esta liga las repúblicas de Italia, la poderosa Venecia
al menos, para que ella pudiera detener al emperador más allá de los
Alpes y evitar que dirigiera todas sus fuerzas a Alemania. Zwingle, que
se había alegado seriamente en contra de todas las alianzas extranjeras
y proclamado en tantas ocasiones que el único aliado de los suizos
debería ser el brazo del Todopoderoso, comenzó ahora a buscar lo que
había condenado y así preparó el camino para el terrible juicio que iba
a golpear a su familia, su país y su Iglesia.
Apenas había regresado de Marburgo y no había hecho ninguna
comunicación oficial al Gran Consejo, cuando obtuvo del Senado el
nombramiento de un embajador en Venecia. Los grandes hombres,
después de su primer éxito, imaginan fácilmente que pueden hacerlo
todo. No era un estadista el encargado de esta misión, sino uno de los
amigos de Zwingle, que lo había acompañado a Alemania, a la corte
del futuro jefe del nuevo imperio: el profesor de griego Rod olph
Collins, un hombre valiente y hábil. , y que sabía italiano. Así, la
Reforma extendió sus manos hacia el Dux y el Procurador de St. Marc.
La Biblia no fue suficiente para eso, debe tener el Libro de Oro: nunca
una humillación mayor sobrevino la obra de Dios. La opinión que los
protestantes tenían entonces de Venecia puede, sin embargo, excusar
en parte a Zwingle. Había en esa ciudad más independencia del Papa,
más libertad de pensamiento, que en todo el resto de Italia. El mismo
Lutero escribió en esta época a Gabriel Zwil ling, pastor de Torgau:
“Con qué alegría aprendo lo que me escribes sobre los venecianos.
¡Alabado sea Dios y glorificado, porque han recibido su Palabra! " 17
Collins fue admitido, el 26 de diciembre, a una audiencia con el dux y
el senado, quienes miraron con aire de asombro a este maestro de
escuela, a este extraño embajador, sin asistentes y sin desfile. Ni
siquiera pudieron entender sus credenciales, en un estilo tan singular
fueron redactadas, y Collins se vio obligado a explicar su significado.
“He venido a ustedes”, dijo, “en nombre del consejo de Zurich y de las
ciudades de la co-burguesía cristiana, ciudades libres como Venecia, a
las que los intereses comunes deben unirlos. El poder del emperador es
para las repúblicas; apunta a una monarquía universal en Europa; si
tiene éxito, todos los estados libres perecerán. Por lo tanto, debemos
controlarlo ". 18 El dux respondió que la república acababa de
concertar una alianza con el emperador y traicionó la desconfianza que
tan misteriosa misión suscitaba en el senado veneciano. Pero luego, en
una conferencia privada, 19 el dux, deseando preservar una retirada de
ambos lados, agregó que Venecia recibió con gratitud el mensaje de
Zurich y que un regimiento veneciano, armado y pagado por la propia
república, debería estar siempre dispuesto a apoyar a los suizos
evangélicos. El canciller, cubierto con su túnica púrpura, acompañó a
Collins hasta la puerta y, en las mismas puertas del palacio ducal,
confirmó la promesa de apoyo. En el momento en que la Reforma pasó
por los magníficos pórticos de St. Marc, se apoderó de ella un vértigo;
sólo podía avanzar tambaleándose hacia el abismo. Despidieron al
pobre Collins poniendo en sus manos un regalo de veinte coronas. El
rumor de estas negociaciones no tardó en extenderse al exterior, y los
menos sospechosos, Capito por ejemplo, movieron la cabeza y no
vieron en este pretendido acuerdo nada más que la acostumbrada
perfidia de Venecia. 20
Esto no fue suficiente. La causa de la Reforma estaba destinada a beber
la copa de la degradación hasta las heces. Zwingle, viendo que sus
adversarios en el imperio aumentaban cada día en número y en poder,
perdió gradualmente su antigua aversión por Francia; y, aunque había
ahora un obstáculo mayor que antes entre él y Francisco I, la sangre de
sus hermanos derramada por ese monarca, se mostró favorablemente
dispuesto a una unión que una vez había condenado tan
enérgicamente.
Lambert Maigret, un general francés, que parece haber tenido cierta
inclinación por el Evangelio, que es una ligera excusa para Zwingle , se
puso en contacto con el reformador, haciéndole entender que los
designios secretos de Carlos V exigían una alianza entre el Rey de
Francia y las repúblicas de Suiza . “Aplíquese”, le dijo este diplomático
en 1530, “a una obra tan agradable a nuestro Creador y que, por la
gracia de Dios, será muy fácil para su poderío”. 21 Zwingle se asombró
al principio con estos cambios . "El rey de Francia", pensó, "no puede
saber qué camino tomar". 22 Dos veces no hizo caso de esta oración;
pero el enviado de Francisco I insistió en que el reformador le
comunicara un plan de alianza. Al tercer intento del embajador, el
simple niño de las montañas de Tockenburg ya no pudo resistir sus
avances. Si Carlos V debe caer, no puede ser sin la ayuda francesa; y
¿por qué no habría de contraer la Reforma una alianza con Francisco
I, cuyo objeto sería establecer un poder en el imperio que obligara a su
vez al rey a tolerar la Reforma en su propio dominio? Todo parecía
satisfacer los deseos de Zwingle; la caída del tirano estaba cerca y
arrastraría al Papa consigo. Comunicó las propuestas del general al
consejo secreto, y Collins partió, encargado de llevar el proyecto
requerido al embajador francés. 23 “En la antigüedad”, decía, “ningún
rey o pueblo resistió jamás al imperio romano con tanta firmeza como
los de Francia y Suiza. No nos degeneremos de las virtudes de nuestros
antepasados. Su majestad más cristiana - todos cuyos deseos son que la
pureza del Evangelio permanezca sin mancha 24 - se compromete, por
tanto, a concluir una alianza con la co-burguesía cristiana que será
conforme a la ley divina, y que será sometida a la censura. de los
teólogos evangélicos de Suiza ”. Luego siguió un esbozo de los
diferentes artículos del tratado.
Lanzerant, otro de los enviados del rey, respondió el mismo día (27 de
febrero) a este asombroso proyecto de alianza a punto de concluirse
entre los suizos reformados y el perseguidor de los reformados
franceses, bajo reserva de la censura de los teólogos ... ... Esto no era lo
que Francia deseaba: era Lombardía, y no el Evangelio lo que quería el
rey. Para ello, necesitaba el apoyo de todos los suizos. Pero una alianza
que pusiera a los cantones católico-romanos en su contra, no le
convenía. Por lo tanto, satisfechos por el momento de conocer los
sentimientos de Zurich, los enviados franceses comenzaron a mirar
con frialdad el plan del reformador. “Los asuntos que nos ha
presentado están admirablemente redactados”, dijo Lanzerant al
comisario suizo , “pero apenas puedo entenderlos, sin duda por la
debilidad de mi mente ...... No debemos poner ninguna semilla en el
suelo, a menos que el suelo esté debidamente preparado para ello ".
Por tanto, la Reforma no adquirió más que vergüenza de estas
proposiciones. Ya que había olvidado estos preceptos de la Palabra de
Dios: "¡No os unáis en yugo desigual con los incrédulos!" 25 ¿Cómo
podría no encontrarse con reveses sorprendentes? Los amigos de
Zwingle ya comenzaron a abandonarlo. El landgrav e, que lo había
empujado a esta carrera diplomática, se acercó a Lutero y trató de
detener al reformador suizo, particularmente después de que este
dicho de Erasmo había sonado en los oídos de los grandes: “Nos piden
que abramos nuestras puertas, llorando en voz alta - ¡el Evangelio! el G
ospel! ...... Levanta el manto, y bajo sus misteriosos pliegues
encontrarás - democracia. "

Mientras la Reforma, con su procedimiento culpable, pedía el castigo


del Cielo, los Cinco Cantones, que serían los instrumentos de su
castigo, aceleraban con todas sus fuerzas esos días fatales de ira y de
venganza. Estaban irritados por el progreso del Evangelio en toda la
confederación, mientras que la paz que habían firmado se volvía cada
día más irritante para ellos. "No tendremos reposo", dijeron, " hasta
que hayamos roto estos lazos y recuperamos nuestra antigua libertad".
26 Se convocó una dieta general en Baden para el 8 de enero de 1531.
Los Cinco Cantones declararon entonces que si no se hacía justicia a
sus agravios, particularmente con respecto a la abadía de St. Gall, no
aparecerían más en la dieta. “Los confederados de Glaris,
Schaffhausen, Friburgo, Soleure y Appenzell”, gritaban, “ayúdennos a
hacer que se respeten nuestras antiguas alianzas, o inventaremos
nosotros mismos los medios para controlar esta violencia culpable; ¡y
que la Santísima Trinidad nos ayude en esta obra! " 27
No se limitaron a las amenazas. El tratado de paz había prohibido
expresamente todo lenguaje insultante: "por miedo", decía, "que por
los insultos y calumnias se excite de nuevo la discordia y surjan
problemas mayores que los anteriores". Así se ocultaba en el propio
tratado la chispa de la que procedía la conflagración. De hecho,
reprimir las rudas lenguas de los Waldstette era imposible. Dos
Zurichers, el anciano prior Ravensbuhler y el pensionista Gaspard
Godli, que se había visto obligado a renunciar, uno a su convento y el
otro a su pensión, despertaron especialmente la ira del pueblo contra
su ciudad natal. Solían decir en todas partes de estos valles, y con
impunidad, que los zuricher eran herejes; que no había ninguno de
ellos que no se entregara a pecados antinaturales, y que no fuera al
menos un ladrón, 28 que Zwingle era un ladrón, un asesino y un archi-
hereje; y que, en una ocasión en París (donde nunca había estado),
había cometido una ofensa horrible, en la que Leo Juda había sido su
proxeneta. 29 "No tendré descanso", dijo un jubilado, "hasta que haya
clavado mi espada hasta la empuñadura en el corazón de este
desgraciado impío". Antiguos comandantes de tropas, temidos por
todos por su carácter rebelde; los satélites que siguieron en su tren;
jóvenes insolentes, hijos de las primeras personas del estado, que
pensaban que todo era lícito contra los miserables predicadores y sus
estúpidos rebaños; sacerdotes enardecidos de odio, y siguiendo los
pasos de estos viejos capitanes y jóvenes vertiginosos, que parecían
tomar el púlpito de una iglesia por el banco de una olla: todo
derramaba torrentes de insultos sobre la Reforma y sus adherentes.
"La gente del pueblo", exclamaron unánimes estos soldados borrachos
y sacerdotes fanáticos, "son herejes, ladrones de almas, asesinos de
conciencia, y Zwingle, ese hombre horrible que comete pecados
infames, es el Dios luterano". 30
Fueron aún más lejos. Pasando de las palabras a los hechos, los Cinco
Cantones persiguieron a los pobres que amaban la Palabra de Dios, los
arrojaron a la cárcel, les impusieron multas, los atormentaron
brutalmente y los expulsaron sin piedad de su país. La gente de
Schwytz lo hizo aún peor. Sin temor a anunciar sus siniestros
designios, aparecieron en un Landsgemeinde con ramas de pino en sus
sombreros, en señal de guerra, y nadie se les opuso. “El abad de San
Galo”, dijeron, “es un príncipe del imperio, y tiene su investidura del
emperador. ¿Se imaginan que Carlos V no lo vengará? - “¿No se han
atrevido estos herejes”, decían otros, a formar una fraternidad
cristiana , como si la vieja Suiza fuera un país pagano? Continuamente
se celebraban consejos secretos en un lugar u otro. 31 Se buscaron
nuevas alianzas con el Valais, el papa y el emperador 32 ; alianzas
reprobables, sin duda, pero que al menos podrían justificar con el
proverbio: "Los pájaros del mismo plumaje van juntos"; que Zurich y
Venecia no pudieron decir.
Los Valaisanos al principio rechazaron su apoyo: prefirieron
permanecer neutros; pero de repente su fanatismo se encendió. En un
altar se encontró una hoja de papel, al menos tal era el informe que
circulaba en sus valles, en el que se acusaba a Zúrich y Berna de
predicar que cometer un delito contra la naturaleza es un delito menor
que oír misa. 33 ¿Quién había puesto este papel misterioso en el altar?
¿Vino del hombre?
¿Cayó del cielo? ...... Ellos no saben; pero sea como fuere, se copió,
circuló y leyó en todas partes; y los efectos de esta fábula , inventada
por algún villano, dice Zwingle, 34 fueron tales que Valais concedió
inmediatamente el apoyo que al principio había rechazado. Las
Waldstette, orgullosas de su fuerza, cerraron filas; sus ojos feroces
amenazaban a los cantones heréticos ; y los vientos llevaban desde sus
montañas a los vecinos de las ciudades un formidable estruendo de
armas.
Al ver estas alarmantes manifestaciones, las ciudades evangélicas se
conmovieron. Primero se reunieron en Basilea en febrero de 1531,
luego en Zurich en marzo. "¿Lo que se debe hacer?" dijeron los
diputados de Zurich, luego de exponer sus quejas; "¿Cómo podemos
castigar estas infames calumnias y obligar a caer estos brazos
amenazantes?" - “Entendemos”, respondió Berne, “que habría
recurrido a la violencia; pero pensad en estas alianzas secretas y
formidables que se están formando con el Papa, el Emperador, el Rey
de Francia, con tantos príncipes, en una palabra con todo el grupo de
sacerdotes, para acelerar nuestra ruina; - Piense en la inocencia de
tantas almas pío nos de los Cinco Cantones, que deploran estas
pérfidas maquinaciones; Piense en lo fácil que es comenzar una
guerra, pero que nadie sabe cuándo terminará ". 35 ¡ Triste presagio!
que se produjo una catástrofe, más allá de toda previsión humana,
pero demasiado pronto. “Por tanto, enviemos una delegación a los
Cinco Cantones”, continuó Berne; “Llamémosles para que castiguen
estas calumnias infames de acuerdo con el tratado; y si se niegan,
interrumpamos toda relación con ellos ". - "¿ Cuál será el uso de esta
misión?" preguntó Basilea. “¿No conocemos la brutalidad de este
pueblo? ¿Y no es de temer que el trato rudo al que serán expuestos
nuestros diputados agrave la situación? Mejor convoquemos una dieta
general ". Habiendo coincidido Sc haffhausen y St. Gall en esta
opinión, Berna convocó una dieta en Baden para el 10 de abril, en la
que se reunieron los diputados de todos los cantones.
Muchos de los principales hombres de las Waldstette desaprobaban la
violencia de los ancianos jubilados y de los monjes. Vieron que estos
insultos continuamente repetidos dañarían su causa. “Los insultos de
los que te quejas”, dijeron a la dieta, “nos afligen no menos que a ti.
Sabremos castigarlos y ya lo hemos hecho. Pero hay hombres violentos
en ambos lados. El otro día, un basileño se encontró en la carretera con
una persona que venía de Berna y se enteró de que iba a Lucerna: - 'Ir
de Berna a Lucerna', exclamó, 'es pasar de un padre a otro. ¡Un gran
bribón! ».
Los cantones mediadores invitaron a las dos partes a desterrar toda
causa de discordia.
Pero habiendo estallado entonces la guerra del castellano de Musso,
Zwingle y Zurich, que vieron en ella el primer acto de una vasta
conspiración, destinada a sofocar la Ref orma en todos los lugares,
reunieron a sus aliados. “No debemos vacilar más”, dijo Zwingle; “La
ruptura de la alianza por parte de los Cinco Cantones, y los insultos
inauditos con los que nos cargan, nos imponen la obligación de
marchar contra nuestros enemigos, 36 ante el emperador, que sigue
detenido por los turcos , habrá expulsado el landgrave, se apoderó de
Estrasburgo y nos subyugó incluso a nosotros mismos ". Toda la sangre
del antiguo suizo parecía hervir en las venas del hombre ; y mientras
Uri, Schwytz y Unterwalden besaban vilmente la mano de Austria, este
Zuricher, el más grande helvético de la época, fiel a la memoria de la
vieja Suiza, pero no a tradiciones más sagradas, siguió los pasos
gloriosos de Stauffacher y Winkelried.
El tono belicoso de Zurich alarmó a sus aliados. Basilea propuso una
citación y luego, en caso de negativa, la ruptura de la alianza.
Schaffhausen y St. Gall se asustaron incluso en este paso: "Los
montañeros, tan orgullosos, indomables y exasperados", dijeron,
"aceptarán con alegría la disolución de la confederación, y entonces
¿avanzaremos más?" Tal era la postura de los asuntos cuando, para
gran asombro de todos, aparecieron los diputados de Uri y Schwytz.
Fueron recibidos con frialdad; no se les ofreció la copa de honor; y
tenían que caminar, según su propia cuenta, en medio de los gritos
insultantes del pueblo. Se esforzaron sin éxito en excusar su conducta.
"Hemos estado esperando durante mucho tiempo, fue la fría respuesta
de la dieta," para ver que sus acciones y sus palabras concuerdan ". 37
Los hombres de Schwytz y de Uri regresaron tristes a sus hogares; y la
asamblea se disolvió, llena de dolor y angustia.
Zwingle contempló con dolor los depósitos de los pueblos evangélicos
que se separaban sin haber tomado ninguna decisión. Ya no deseaba
solo una reforma de la Iglesia; deseaba una transformación en la
confederación; y era esta última reforma la que ahora predicaba desde
el púlpito , según lo que aprendemos de Bullinger. 38 No era la única
persona que lo deseaba. Durante mucho tiempo, los habitantes de las
ciudades más pobladas y poderosas de Suiza se habían quejado de que
las Waldstette, cuyo contenido de hombres y dinero estaba muy por
debajo del suyo, participaban por igual en las deliberaciones de la
dieta y en los frutos de su dieta. victorias. Esta había sido la causa de la
división después de la guerra de Borgoña. Los Cinco Cantones, por
medio de sus adherentes, tenían la mayoría. Ahora Zwingle pensaba
que las riendas de Suiza debían ponerse en manos de las grandes
ciudades y, sobre todo, en las de los poderosos cantones de Berna y
Zurich. Los nuevos tiempos, en su opinión, exigían nuevas formas. No
bastaba con destituir de todos los cargos públicos a los jubilados de los
príncipes extranjeros y sustituirlos por hombres piadosos; el pacto
federal debe ser remodelado y resuelto sobre una base más equitativa.
Una asamblea nacional constituyente sin duda habría respondido a
sus deseos. Estos discursos, que eran más los de un tribuno del pueblo
que los de un ministro de Jesucristo, se apresuraron sobre la terrible
catástrofe.
Y de hecho las animadas palabras del reformador patriota pasaron de
la iglesia donde habían sido entregadas a los ayuntamientos y a las
salas de los gremios, a las calles y los campos. Las ardientes palabras
que salieron de los labios de este hombre encendieron los corazones de
sus conciudadanos. La chispa eléctrica, escapándose con ruido y
conmoción, se sintió incluso en la cabaña más distante. Las antiguas
tradiciones de sabiduría y prudencia parecían olvidadas. La opinión
pública se declaró enérgicamente. Los días 29 y 30 de abril, varios
jinetes partieron apresuradamente de Zurich; eran enviados del
consejo, encargados de quitar a todas las ciudades aliadas de la
invasión de los Cinco Cantones y de pedir una decisión pronta y
definitiva. Al llegar a sus diversos destinos, los mensajeros
recapitularon los agravios. 39 “Cuídate”, dijeron al final; “Grandes
peligros nos acechan a todos. El emperador y el rey Fernando están
haciendo grandes preparativos; están a punto de entrar en Suiza con
grandes sumas de dinero y con un ejército numeroso ”.
Zurich unió acciones a palabras. Este Estado, resuelto a hacer todos los
esfuerzos posibles para establecer la libre predicación del Evangelio en
aquellos barrios donde compartía la soberanía con los cantones
romano-católicos, deseaba interferir por la fuerza donde las
negociaciones no pudieran prevalecer. Los derechos federales, hay que
confesarlo, fueron pisoteados en St. Gall, en Thurgovia, en el
Rheinthal; y Zurich sustituyó decisiones arbitrarias en su lugar, que
excitaron la indignación de los Waldstette al más alto grado. Así, el
número de enemigos de la reforma siguió aumentando; el tono de los
Cinco Cantones se hacía cada día más amenazador, y los habitantes del
cantón de Zúrich, a quienes su negocio llamaba a las montañas,
estaban cargados de insultos, y en ocasiones maltratados. Estos
procedimientos violentos despertaron a su vez la ira de los cantones
reformados. Zwingle atravesó Thurgovia, St. Gall y Tockenburg,
organizando sínodos en todas partes, participando en sus
procedimientos y predicando ante multitudes emocionadas y
entusiastas. En todas partes se encontró con confianza y respeto. En
San Galo una inmensa multitud se reunió bajo sus ventanas y un
concierto de voces e instrumentos expresó la gratitud del público en
armoniosas canciones. "No nos abandonemos", repetía continuamente,
"y todo irá bien". Se resolvió que se celebrara una reunión en Arau el 12
de mayo para deliberar sobre una postura que se torna cada día más
crítica. Este encuentro iba a ser el comienzo de los dolores.
Notas finales:

1. Civitas Christiana.
2. Dass von oben hinab hie dises Rhyns, bis gen Strasbourg
ein Volk und Bundniss wurde. Zw. Op. 2:28.
3. Si potes, mox advola. Zw. Epp. 2: 547.
4. Christi corpus et sanguinem adesse vero in coena para
tasse cuipiam durius sonat, sed mitigatur dum adjungitur
animo non corpore. Ibídem.
5. Haec omnia fieri pro Luthero neque pro veritate
propugnandi causa. Ibídem. 550.
6. Comer es creer. Ibídem.
7. Memini dudum Tiguri te dicentem cum convivio me
exciperes, Lutherum non adeo perperam de Eucharistia
sentire, nisi quod Malancth sobre ex alio eum cogeret.
Ibídem. 562.
8. Quae dissidia, quas turbas, quae mala, quas clades! Zw.
Epp. 2: 429.

9. Romanam fidem restituere, urbes liberas capere,


Helvetios in ordinem cogere. Ibídem. Marzo de 1530.
10. "La libertad de las ciudades". Estas palabras están en
griego en el original.
11. Caesar altera manu panem ostentat, altera lapidem celat.
Ibídem.
12. Incidet en cotem aliquando novacula. Ibídem. 544.
13. Bapst und Keyserthumen habend sich dermassen in
sinandern geffickt. Toro. 2: 343.
14. So ist es mit Gott. Zw. Op.
15. Spero Deum te ad m agnas res..quas quidem cogitare
sed non dicere licet. Zw. Epp. 2: 666.
16. Sed fieri non potest quin tintinnabulum aliquando feli
adnectatur. Ibídem.
17. Laetus audio de Venetis quae scribis, quod verbum Dei
receperint, Deo gratia ac gloria. 7 de marzo de 1528. L.
Epp. 3: 289.

18. Formidandam rebus-publicis potentiam Caesaris, quae


omnino ad europae monarchiam vergit. Zw. Epp. 2: 445.
19. Postea privatim alia respondisso. Ibídem.
20. Perfidiam adversus Caesarem, fidem videri volunt.
Capito, Zw. Epp. 2: 445.
21. Operi Creatori nostro acceptissimo, Dominationi tuae
facillimo, media grata Dei. Zw. Epp. 2: 413.
22. Regem admodum desesperare et inopem concilli esse,
ut nesciat quo se vertat. Ibídem. 414.
23. Bis negavi, en tertio misi, non sine conscientia
Probutatarum. Zw. Epp. 2: 422.
24. Nihil enim aequi esse in votis Christianissimi Regis,
atque ut Evangelii puritas illibata permaneat. Ibídem. 417.
25. Corintios 6:14.
26. Nitt ruwen biss sy der banden ledig. B ull. 2: 324.
27. Darzu helfe uns die helig dryfaltikeit. Ibídem. 330.
28. Es fueron kein Zurycher er hatte chuy und merchen
gehygt. Ibídem. 336.
29. Alls der zu Parys ein Esel gehygt; und habe imm Leo Jud
denselben gehept. Ibídem.

30. Der lutherischen Gott. Ibídem. 337.


31. Radtschlagtend und tagentend heymlich 5: 100. Toro. 2:
336.
32. Nuwe frundschaften, por den Walliseren, dem Bapst,
und den Keysserischen. Ibídem.

33. Ut si quis rem obscaenam cum jumento sive bove


habeat, minus peccare quam si missa m inaudiat. Zw. Epp.
Pág. 610.
34. Perfidorum ac sceleratorum hominum commentum.
Ibídem.
35. Aber sin end und ussgang mochte nieman bald wussen.
Toro. 2: 346.
36. Sy gwaltig ze uberziehen. Ibídem. 366.
37. Und wortt und werk mit einandern gangen weerind.
Toro. 2: 367.
38. Trang gar hafftig uff eine gemeine Reforma gemeiner
Eydgenoschaft. Ibídem. 368.
39. Se encuentran en Bullinger, 2: 368-376.
LIBRO 16
CAPÍTULO 5

El plan de Zwingle con respecto al establecimiento de una nueva


constitución helvética no prevaleció en la dieta de Arau. Quizás se
pensó que era mejor ver el resultado de la crisis. Quizás una visión más
cristiana, más federal, la esperanza de lograr la unidad de Suiza
mediante la unidad de la fe, ocupó la mente de los hombres más que la
preeminencia de las ciudades. En verdad , si un cierto número de
cantones permanecía con el Papa, la unidad de la confederación se
destruía, podría ser para siempre. Pero si toda la confederación se
uniera a la misma fe, la antigua unidad helvética se establecería sobre
los cimientos más sólidos y seguros. Ahora era el momento de actuar, o
nunca; y no debe haber temor de emplear un remedio violento para
restaurar la salud de todo el cuerpo.
Sin embargo, los aliados retrocedieron ante la idea de restaurar la
libertad religiosa o la unidad política por medio de las armas; y para
escapar de las dificultades en las que se encontraba la confederación,
buscaron un camino intermedio entre la guerra y la paz. “No hay
duda”, dijeron los diputados de Berna, “que el comportamiento de los
cantones con respecto a la Palabra de Dios autoriza plenamente una
intervención armada; sino los peligros que nos amenazan del lado de
Italia y del imperio, el peligro de despertar al león de su sueño, la
miseria y la miseria general que afligen a nuestro pueblo, las ricas
cosechas que pronto cubrirán nuestros campos y que la guerra
Destruiría infaliblemente el gran número de hombres piadosos entre
los Waldstette, y cuya sangre inocente fluiría junto con la de los
culpables: todos estos motivos nos obligan a dejar la espada en la
vaina. Dejémosle que cierre nuestros mercados contra los Cinco
Cantones; desechémosles maíz, sal, vino, acero y hierro; de esta manera
impartiremos autoridad a los amigos de la paz entre ellos, y la sangre
inocente será perdonada ”. 1 La reunión se separó de inmediato para
llevar esta propuesta intermedia a los diferentes cantones evangélicos;
y el 15 de mayo se reunió nuevamente en Zurich.
Convencida de que los medios aparentemente más violentos eran, sin
embargo, los más seguros y los más humanos, Zurich resistió con
todas sus fuerzas la proposición de Berna. “Al aceptar esta
proposición”, dijeron, “sacrificamos las ventajas que ahora poseemos y
damos tiempo a los Cinco Cantones para que se armen y caigan sobre
nosotros primero. Cuidemos de que el emperador no nos ataque por un
lado, mientras que nuestros antiguos confederados nos atacan por el
otro; una guerra justa no se opone a la Palabra de Dios; pero esto es
contrario a: quitar el pan de la boca del inocente y del culpable;
estrechar por el hambre a los enfermos, los ancianos, las mujeres
embarazadas, los niños y todos los que están profundamente afligidos
por la injusticia de los Waldstette. 2 ¡ Debemos tener cuidado de
despertar por este medio la ira de los pobres y transformar en
enemigos a muchos que en la actualidad son nuestros amigos y
nuestros hermanos! ”.
Debemos reconocer que este lenguaje, que era el de Zwingle, contenía
mucha verdad. Pero los otros cantones, y Berna en particular, eran
inamovibles. “Una vez que hayamos derramado la sangre de nuestros
hermanos”, dijeron, “nunca podremos devolver la vida a quienes la
han perdido; mientras que, desde el momento en que los Waldstette
nos hayan dado satisfacción, podremos poner fin a todas estas severas
medidas. Estamos resueltos a no comenzar la guerra ”. No había forma
de oponerse a tal declaración. Los Zuricher consintieron en rechazar
suministros a los Waldstette; pero fue con el corazón lleno de angustia,
como si hubieran previsto todo lo que les costaría esta deplorable
medida. 3 Se acordó que el severo paso que ahora estaba a punto de
tomarse no debía suspenderse sino de común acuerdo, y que, como
crearía gran exasperación, cada uno debía mantenerse preparado para
repeler los ataques del enemigo. Se encargó a Zurich y Berna que
notificaran esta determinación a los Cinco Cantones; y Zurich,
cumpliendo su tarea con prontitud, envió inmediatamente una orden a
cada bailía para suspender toda comunicación con los Waldstette,
ordenándoles al mismo tiempo que se abstuvieran de malas
costumbres y lenguaje hostil. Así la Reforma, mezclándose
imprudentemente con combinaciones políticas, marchó de falta en
falta; pretendía predicar el Evangelio a los pobres y ahora estaba a
punto de negarles el pan.
El domingo siguiente, era Whitsunday, se publicó la resolución desde
los púlpitos. Zwingle caminó hacia el suyo, donde lo esperaba una
inmensa multitud. El ojo penetrante de este gran hombre descubrió
fácilmente los peligros de la medida desde un punto de vista político ,
y su corazón cristiano sintió profundamente toda su crueldad. Su alma
estaba sobrecargada, sus ojos bajos. Si en ese momento se había
despertado en él el verdadero carácter de ministro del Evangelio; - si
Zwingle con su voz poderosa hubiera llamado al pueblo a la
humillación ante Dios, al perdón de las ofensas y a la oración; la
seguridad aún podría haber amanecido en la Suiza “desgarrada”. Pero
no fue así. Cada vez más el cristiano desaparece en el reformador, y
solo queda el ciudadano; pero en ese carácter se eleva muy por encima
de todos, y su política es sin duda la más hábil. Vio claramente que
toda demora puede arruinar Zurich; y después de haber recorrido la
congregación y cerrado el libro del Príncipe de Paz, no dudó en no
atacar la resolución que acababa de comunicar a la gente, y en la
misma fiesta del Espíritu Santo para predicar la guerra. “El que teme
no llamar criminal a su adversario”, dijo en su habitual lenguaje
contundente, “debe estar dispuesto a seguir la palabra de un golpe. 4
Si no golpea, será herido. ¡Hombres de Zurich! niegas la comida a los
Cinco Cantones, como a los malhechores; ¡bien! deja que el golpe siga a
la amenaza, en lugar de reducir a las pobres criaturas inocentes al
hambre. Si, al no tomar la ofensiva, parece creer que no hay razón
suficiente para castigar a los Waldstette y, sin embargo, les niega la
comida y la bebida, los obligará por esta línea de conducta a tomar las
armas, a levantar la mano. y para infligirte castigo . Este es el destino
que te espera ".
Estas palabras del elocuente reformador conmovieron a toda la
asamblea. La mente política de Zwingle ya influyó y engañó tanto a
toda la gente, que había pocas almas lo suficientemente cristianas
como para sentir lo extraño que era, que en el mismo día en que
estaban celebrando el derramamiento del Espíritu de paz y amor sobre
la Iglesia cristiana, el La boca de un ministro de Dios debería provocar
una provocación a la guerra. Miraron este sermón sólo desde un punto
de vista político: “Es un discurso sedicioso ; ¡Es una emoción para la
guerra civil! " dijeron algunos. "No", respondieron otros, "¡es el
lenguaje que requiere la seguridad del estado!" Todo Zúrich estaba
agitado. "Zurich tiene demasiado fuego", dijo Berne. “Berna tiene
demasiada astucia”, respondió Zurich. 5 ¡ La sombría profecía de
Zwingle era demasiado pronto para cumplirse!
Tan pronto como los cantones reformados comunicaron este
despiadado decreto a las Waldstette, apresuraron su ejecución; y
Zurich mostró el mayor rigor al respecto . No sólo los mercados de
Zúrich y Berna, sino también los de los mercados libres de San Gall, de
Tockenburg, del distrito de Sargans y del valle del Rin, un país en
parte bajo la soberanía de los Waldstette, fueron Cierra de nuevo los
Cinco Cantones. Un poder formidable había envuelto de repente con la
esterilidad, el hambre y la muerte a los nobles fundadores de la
libertad helvética. Uri, Schwytz, Unterwalden, Zug y Lucerne estaban,
al parecer, en medio de un vasto desierto. Sus propios súbditos,
pensaban ellos al menos, las comunas que les han jurado lealtad, ¡se
pondrían de su lado! Pero no; Bremgarten, e incluso Mellingen,
rechazaron todo socorro. Su última esperanza estaba en Wesen y el
Gastal. Ni Berna ni Zurich tenían nada que hacer allí; Sólo Schwytz y
Glaris los gobernaban; pero el poder de sus enemigos había penetrado
por todas partes. Una mayoría de trece votos se había declarado a favor
de Zurich en el Landsgemeinde de Glaris; y Glaris cerró las puertas de
Wesen y del Gastal contra Schwytz. En vano la propia Berna gritó:
"¿Cómo se puede obligar a los súbditos a rechazar los suministros a
sus señores?" En vano Schwytz alzó la voz indignado; Zurich envió de
inmediato a Wesen: pólvora y balas. Fue sobre Zur ich, por tanto, que
cayó todo el odio de una medida que aquella ciudad había combatido
al principio con tanta seriedad. En Arau, en Bremgarten, en Mellingen,
en los bailiwicks gratuitos, había varios carruajes cargados con
provisiones para las Waldstette. Fueron detenidos, descargados y
trastornados: con ellos se levantaron barricadas en las carreteras que
conducían a Lucerna, Schwytz y Zug. Ya un año de escasez había hecho
que las provisiones escasearan en los Cinco Cantones; - Ya tenía una
espantosa epidemia, la Enfermedad del Sudor, esparcida por todas
partes de espondenza y muerte: pero ahora la mano del hombre estaba
unida a la mano de Dios; el mal aumentó, y los pobres habitantes de
estas montañas vieron acercarse calamidades inauditas con pasos
apresurados. ¡No más pan para sus hijos, no más vino para revivir sus
fuerzas agotadas, no más sal para sus rebaños y manadas! Les falló
todo lo que el hombre necesita para subsistir. 6 Uno no podría ver
tales cosas y ser un hombre sin sentir su corazón retorcido. En las
ciudades confederadas , y fuera de Suiza, numerosas voces se alzaron
contra esta implacable medida. ¿Qué bien puede resultar de ello? ¿No
escribió San Pablo a los romanos: “Si tu enemigo tiene hambre, dale
de comer; si tuviere sed, dale de beber; porque haciendo esto,
¿amontonarás carbones de fuego sobre su cabeza? 7 Y cuando los
magistrados quisieron convencer a ciertas comunas refractarias de la
utilidad de la medida: “No deseamos ninguna guerra religiosa”,
gritaron. "Si los Waldstette no creen en Dios, ¡que se aferren al diablo!"
Pero fue especialmente en los Cinco Cantones donde se escucharon
serias quejas. Los individuos más pacíficos, e incluso los partidarios
secretos de la Reforma, al ver que el hambre invadía sus viviendas,
sintieron la más profunda indignación. Los enemigos de Zurich se
aprovecharon hábilmente de esta disposición; fomentaron estos
murmullos; y pronto el grito de ira y angustia resonó en todas las
montañas. En vano dijo Berna a los Waldstette que es más cruel negar
a los hombres el alimento del alma que cortar el del cuerpo. "Dios",
respondieron estos montañeses en su desesperación, "Dios hace que
los frutos de la tierra crezcan libremente para todos los hombres". 8
No se contentaron con gemir en sus cabañas y desahogar su
indignación en los concilios; llenaron toda Suiza de quejas y amenazas.
9 “Quieren emplear el hambre para apartarnos de nuestra antigua fe; el
y el deseo de privar a nuestras mujeres y nuestros hijos el pan, para
que puedan tener de nosotros la libertad que obtenemos de nuestros
antepasados. ¿Cuándo sucedieron tales cosas en el seno de la
confederación? ¿No vimos, en la última guerra, a los confederados con
las armas en las manos y que estaban dispuestos a sacar la espada,
comiendo juntos del mismo plato? Rompen viejas amistades, pisotean
nuestras antiguas costumbres, violan los tratados, rompen alianzas ...
Invocamos las cartas de nuestros antepasados. ¡Ayuda! ¡Ayúdanos! ......
Sabios de nuestro pueblo, danos tu consejo, y todos ustedes que saben
manejar la honda y la espada, vengan y mantengan con nosotros las
posesiones sagradas, por las cuales nuestros padres, liberados del yugo
del extranjero, unió sus brazos y su corazón. "
Al mismo tiempo, los Cinco Cantones enviaron a Alsacia, Brisgau y
Suabia para obtener sal, vino y pan; pero la administración de las
ciudades fue implacable; las órdenes se dieron en todas partes y se
ejecutaron estrictamente en todas partes. Zuric hy los demás cantones
aliados interceptaron todas las comunicaciones y enviaron de vuelta a
Alemania los suministros que habían sido enviados a sus hermanos.
Los Cinco Cantones eran como una gran fortaleza, todos los temas
desde los cuales están celosamente custodiados por centinelas
vigilantes. Las afligidas Waldstette, al verse solas con el hambre entre
sus lagos y sus montañas, recurrieron a las observancias de su culto.
10 Todos los deportes, bailes y todo tipo de diversión fueron
prohibidos; se ordenó que se ofrecieran oraciones; y largas procesiones
cubrieron los caminos de Einsidlen y otros centros turísticos de
peregrinos. Asumieron el cinturón, el bastón y las armas de la
hermandad a la que pertenecían; cada hombre llevaba una corona en la
mano y repetía paternósters; las montañas y los valles resonaban con
sus quejumbrosos himnos. Pero los Waldstette hicieron aún más:
empuñaron sus espadas, afilaron las puntas de sus alabardas,
blandieron sus armas en dirección a Zur ich y a Berna, y exclamaron
con rabia: “Bloquean sus caminos, pero los abriremos. con nuestros
brazos derechos! " 11 Nadie respondió a este grito de desesperación;
pero hay un Juez justo en el cielo a quien pertenece la venganza, y que
pronto responderá de manera terrible, castigando a aquellos
descarriados que, olvidados de la misericordia cristiana, y haciendo
una impía mezcla de asuntos políticos y religiosos, pretenden asegurar
el triunfo del Evangelio por el hambre y por los hombres armados.
Algunos intentos, sin embargo, se hicieron para arreglar las cosas; pero
estos mismos esfuerzos resultaron una gran humillación para Suiza y
para la Reforma. No fueron los ministros del Evangelio, fue Francia,
más de una vez una ocasión de discordia con Suiza, la que ofreció
restaurar la paz. Todo procedimiento calculado para incrementar su
influencia entre los cantones estaba al servicio de su política. El 14 de
mayo, Maigret y Dangertin (el último de los cuales había recibido la
verdad del Evangelio y, por tanto, no se atrevía a volver a Franco ), 12
tras algunas alusiones al espíritu que Zurich había mostrado en este
asunto, un espíritu poco acorde con el Evangelio - dijo al concilio: “El
rey nuestro señor os ha enviado dos señores para consultar sobre los
medios de preservar la concordia entre vosotros. Si la guerra y el
tumulto invaden Suiza, toda la sociedad de los helvéticos será
destruida, 13 y cualquiera que sea el conquistador, él estará tan
arruinado como el otro ”. Zurich respondió que si los Cinco Cantones
permitieran la predicación libre de la Palabra de Dios, la reconciliación
sería fácil, los franceses sonaron secretamente las Waldstette, cuya
respuesta fue: “Nunca permitiremos la predicación de la Palabra de
Dios como la gente de Zurich lo entiende ". 14

Habiendo fracasado estos esfuerzos más o menos interesados de los


extranjeros, una dieta general se convirtió en la única posibilidad de
seguridad que le quedaba a Suiza. En consecuencia, se convocó a uno
en Bremgarten. Fue inaugurado en presencia de diputados de Francia,
del duque de Milán, de la condesa de Neufchatel, de los Grisones,
Valais, Thurgovia y el distrito de Sargans; y se reunieron en cinco
ocasiones diferentes: los días 14 y 20 de junio, 9 de julio y 10 y 23 de
agosto. El cronista Bullinger, que fue pastor de Bremgarten, pronunció
un discurso en la inauguración, en el que exhortó a los confederados a
la unión y la paz.
Un rayo de esperanza animó por un momento a Suiza. El bloqueo se
había vuelto menos estricto; la amistad y la buena vecindad habían
prevalecido en muchos lugares sobre los decretos del estado. Se habían
abierto caminos inusuales a través de las montañas más salvajes para
transportar suministros a los Waldstette. Las provisiones estaban
ocultas en fardos de mercancías; y mientras Luc erne encarcelaba y
torturaba a sus propios ciudadanos, que fueron encontrados con los
panfletos de los Zuricher, 15 Berne castigó levemente a los campesinos
que habían sido descubiertos llevando comida para Unterwalden y
Lucerne; y Glaris cerró los ojos ante la frecuente violación de sus
órdenes. La voz de la caridad, momentáneamente sofocada, suplicó con
renovada energía la causa de los confederados herederos ante los
cantones reformados.
Pero los Cinco Cantones fueron inflexibles. “No escucharemos ninguna
proposición antes del levantamiento del bloqueo”, dijeron. "No lo
levantaremos", respondieron Berna y Zúrich, "antes de que se permita
que el Evangelio sea predicado libremente, no solo en las calles
comunes, sino también en los Cinco Cantones". Sin duda, esto iba
demasiado lejos, incluso de acuerdo con la ley natural y los principios
de la confederación. Los consejos de Zúrich podrían considerar su
deber recurrir a la guerra para mantener la libertad de conciencia en
los municipios comunes; pero era injusto, era una urgencia de Estados
Unidos, constreñir a los Cinco Cantones en un asunto que afectaba a
su propio territorio. Sin embargo, los mediadores lograron, no sin
muchos problemas, elaborar un plan de conciliación que parecía
armonizar con los deseos de ambas partes. La conferencia se disolvió y
este proyecto se transmitió apresuradamente a los diferentes estados
para su ratificación.
La dieta se reunió unos días después; pero los Cinco Cantones
persistieron en su demanda, sin ceder en ningún punto. En vano les
informaron Zurich y Berna que, al perseguir a los reformados, los
cantones violaron el tratado de paz; En vano los mediadores agotaron
sus fuerzas en advertencias y ruegos. Las partes parecieron en un
momento aproximarse, y luego, de repente, estaban más distantes e
irritadas que nunca. Los Waldstette finalmente disolvieron la tercera
conferencia declarando que lejos de oponerse a la verdad evangélica, la
mantendrían, como había sido enseñada por el Redentor, sus santos
apóstoles, los cuatro doctores y su santa madre, la Iglesia, una
declaración que pareció una amarga ironía a los diputados de Zurich y
Berna. Sin embargo, Berne, volviéndose hacia Zurich mientras se
separaban, observó: “¡Cuidado con demasiada violencia, aunque te
ataquen! "
Esta exhortación fue innecesaria. La fuerza de Zurich había
desaparecido. La primera aparición de la Reforma y de los
reformadores fue recibida con alegría. El pueblo, que gimió bajo una
doble esclavitud, creyó ver el amanecer de la libertad. Pero sus mentes,
abandonadas durante siglos a la superstición y la ignorancia,
incapaces de realizar de inmediato las esperanzas que habían
concebido, pronto se extendió un espíritu de descontento entre las
masas. El cambio por el cual Zwingle, dejando de ser un hombre del
Evangelio, se convirtió en el hombre de Estado, le quitó al pueblo el
entusiasmo necesario para resistir los terribles ataques que tendrían
que soportar. Los enemigos de la Reforma tuvieron una buena
oportunidad contra ella, tan pronto como sus amigos abandonaron la
posición que les daba fuerzas. Además, los cristianos no podrían
recurrir al hambre y a la guerra para asegurarse el triunfo del
Evangelio, sin que se turbe la conciencia. Los Zuricher “no anduvieron
en el Espíritu, sino en la carne; ahora, las obras de la carne son el odio,
la discordia, la emulación, la ira, la contienda, las sediciones ". 16 El
peligro por fuera aumentaba, mientras que por dentro, la esperanza, la
unión y el coraje estaban lejos de aumentar: los hombres vieron, por el
contrario, la desaparición paulatina de esa armonía y fe viva que había
sido la fuerza de la Reforma. La Reforma había agarrado la espada, y
esa misma espada atravesó su corazón.
Las ocasiones de discordia se multiplicaron en Zurich. Por consejo de
Zwingle, el número de nobles se redujo en los dos concilios debido a su
oposición al Evangelio; y esta medida sembró el descontento entre las
familias más honorables del cantón. Los molineros y panaderos
estaban sometidos a ciertas regulaciones, que la escasez hacía
necesarias, y gran parte de la gente del pueblo atribuía este proceder a
los sermones del reformador y se irritaba contra él. Rodolph Lavater,
alguacil de Kibourg, fue nombrado capitán general, y los oficiales que
tenían más antigüedad que él se sintieron ofendidos. Muchos que
habían sido antes los más distinguidos por su celo por la Reforma,
ahora se oponían abiertamente a la causa que habían apoyado. El ardor
con que los ministros de paz exigían la guerra se extendió por todos
lados un descontento sofocado, y muchas personas dieron rienda
suelta a su indignación. Esta confusión antinatural de Iglesia y Estado,
que había corrompido el cristianismo después de la era de
Constantino, se apresuraba a arruinar la Reforma. La mayoría del Gran
Consejo, siempre dispuesto a adoptar importantes y saludables
resoluciones , fue destruida. Los viejos magistrados, que aún estaban al
frente de los asuntos, se dejaron llevar por sentimientos de celos
contra hombres cuya influencia no oficial prevalecía sobre la suya.
Todos aquellos que odiaban la doctrina del Evangelio , ya sea por amor
al mundo o por amor al Papa, levantaron valientemente la cabeza en
Zurich. Los partidarios de los monjes, los amigos del servicio exterior,
los descontentos de todas las clases, se unieron para señalar a nuestro
Zwingle como el autor de todos los sufrimientos del pueblo.
Zwingle tenía el corazón roto. Vio que Zurich y la Reforma se
apresuraban hacia su ruina y no pudo detenerlos. ¿Cómo podía
hacerlo, ya que, sin sospecharlo, había sido el principal cómplice de
estos desastres? ¿Qué se iba a hacer? ¿Debe permanecer el piloto en el
barco que ya no puede salvar? Solo había un medio de seguridad para
Zurich y para Zwingle. Debería haberse retirado de la escena política y
volver a caer en ese reino que no es de este mundo; él debería, como
Moisés, haber mantenido sus manos y su corazón día y noche elevados
hacia el cielo, y predicar enérgicamente el arrepentimiento, la fe y la
paz. Pero los asuntos religiosos y políticos estaban unidos en la mente
de este gran hombre por lazos tan antiguos y queridos , que le era
imposible distinguir su línea de separación. Esta confusión se había
convertido en su idea dominante; el cristiano y el ciudadano eran para
él un mismo carácter; y de ahí resultó que todos los recursos del
estado - incluso cañones y arcabuces - debían ser puestos al servicio de
la Verdad. Cuando una idea peculiar se apodera de un hombre, vemos
que se forma en él una falsa conciencia, que aprueba muchas cosas
condenadas por la Palabra del Señor.

Esta era ahora la condición de Zwingle . La guerra le parecía legítima y


deseable; y si eso era rechazado, sólo tenía que retirarse de la vida
pública: estaba a favor de todo o de nada. Por lo tanto, el 26 de julio, se
presentó ante el Gran Concilio con los ojos apagados y el corazón
desconsolado : “Durante once años”, dijo, “he estado predicando el
Evangelio entre ustedes, y les he advertido fiel y paternalmente de los
males. que se ciernen sobre ti; pero no se ha prestado atención a mis
palabras; los amigos de las alianzas extranjeras, los enemigos del
Evangelio, son elegidos para el consejo, y mientras tú te niegas a
seguir mi consejo, yo soy responsable de cada desgracia. No puedo
aceptar ese puesto y pido mi destitución ”. El reformador se retiró
bañado en lágrimas.
El consejo se estremeció al escuchar estas palabras. Todos los viejos
sentimientos de respeto que tanto tiempo habían tenido por Zwingle
revivieron; perderlo ahora era arruinar Zurich. El burgomaestre y los
demás magistrados recibieron órdenes de persuadirlo de que
recordara su fatal resolución. La conferencia tuvo lugar el mismo día;
Zwingle pidió tiempo para considerarlo. Durante tres días y tres noches
buscó el camino que debía seguir. Al ver la oscura tormenta que se
acumulaba por todos lados, consideró si debía dejar Zúrich y buscar
refugio en las altas colinas de Tockenburg, donde había sido criado, en
un momento en que su país y su Iglesia estaban a punto de cambiar.
siendo asaltados y abatidos por sus enemigos, como el trigo por la
granizada. Él gimió y clamó al Señor. Habría dejado la copa de
amargura que se le presentó a su alma, pero no pudo reunir la
resolución. Por fin se llevó a cabo el sacrificio y la víctima fue colocada
temblando sobre el altar. Tres días después de la primera conferencia,
Zwingle reapareció en el consejo: "Me quedaré con ustedes", dijo, "y
trabajaré por la seguridad pública, ¡hasta la muerte!"
A partir de este momento mostró un nuevo celo. Por un lado, se esforzó
por revivir la armonía y el coraje en Zurich; por otro, se propuso
despertar y excitar a las ciudades aliadas para que aumentaran y
concentraran todas las fuerzas de la Reforma. Fiel a la vocación política
que imaginaba haber recibido del mismo Dios, convencido de que era
en las dudas y la falta de energía de los berneses que debía buscar la
causa de todo el mal, el reformador se dirigió a Bremgarten con
Collins y Steiner. durante la cuarta conferencia de la dieta, aunque
corría un gran peligro en el intento. Llegó en secreto por la noche y,
habiendo entrado en casa de su amigo y discípulo Bullinger, invitó a
los diputados de Berna (JJ de Watteville e Im Hag) a reunirse con él
allí con el mayor secreto, y les rezó de la manera más solemne. tono
serio para reflexionar sobre los peligros de la Reforma. “Me temo”,
dijo, “que como consecuencia de nuestra incredulidad, este negocio no
tendrá éxito. Al rechazar los suministros a los Cinco Cantones, hemos
comenzado un trabajo que será fatal para nosotros. ¿Lo que se debe
hacer? ¿Retirar la prohibición? Los cantones serán entonces más soles y
altivos que nunca. ¿Hacerlo cumplir? Tomarán la ofensiva, y si su
ataque tiene éxito, contemplarás nuestros campos enrojecidos por la
sangre de los creyentes, la doctrina de la verdad derribada, la Iglesia
de Cristo arrasada, todas las relaciones sociales destruidas , nuestros
adversarios más endurecidos e irritados. contra el Evangelio, y
multitudes de sacerdotes y monjes volviendo a llenar nuestros distritos
rurales, calles y templos ...... Y sin embargo ”, agregó Zwingle, después
de unos instantes de emoción y silencio,“ eso también tendrá un final.
" Los berneses se llenaron de agitación por la voz solemne del
reformador. "Vemos", respondieron ellos, "todo lo que es de temer por
nuestra causa común, y haremos todo lo posible para prevenir
desastres tan grandes". - “Yo que escribo estas cosas estuve presente y
las escuché”, agrega Bullinger. 17
Se temía que si los diputados de los Cinco Cantones conocieran la
presencia de Zwingle en Bremgarten, no frenarían su violencia.
Durante esta conferencia nocturna, tres de los concejales estaban
apostados como centinelas frente a la casa de Bullinger. Antes del
amanecer, el reformador y sus dos amigos, acompañados de Bullinger
y los tres concejales, atravesaron las calles desiertas que conducían a la
puerta de la carretera de Zúrich. En tres ocasiones diferentes, Zwingle
se despidió de Bullinger, que pronto sería su sucesor. Su mente se llenó
de un presentimiento de su muerte inminente; no podía separarse de
ese joven amigo cuyo rostro nunca volvería a ver; lo bendijo en medio
de inundaciones de lágrimas. "¡Oh mi querido Henry!" dijo, “¡que Dios
te proteja! Sed fieles a nuestro Señor Jesucristo ya su Iglesia ”.
Finalmente se separaron; En ese mismo momento, dice Bullinger, un
personaje misterioso, vestido con una túnica blanca como la nieve,
apareció de repente, y después de asustar a los soldados que
custodiaban la puerta, se zambulló de repente en el agua y
desapareció. Bullinger, Zwingle y sus amigos no lo percibieron; El
propio Bullinger lo buscó por todas partes, pero sin propósito ; 18 aún
los centinelas persistieron en la realidad de esta espantosa aparición.
Bullinger, muy agitado, regresó en la oscuridad y en silencio a su casa.
Su mente comparó involuntariamente la partida de Zwingle y el
fantasma blanco; y se estremeció ante el terrible presagio que el
pensamiento del espectro imprimió en su mente.

Otros sufrimientos persiguieron a Zwingle hasta Zurich. Había


pensado que al consentir en permanecer a la cabeza de los asuntos,
recuperaría toda su antigua influencia. Pero fue engañado: la gente
deseaba verlo allí, y sin embargo no lo siguieron. Los zuricher se
mostraban cada vez más indispuestos hacia la guerra que al principio
habían reclamado y se identificaban con el sistema pasivo de Berna.
Zwingle permaneció durante algún tiempo estupefacto e inmóvil ante
esta masa inerte, que sus más vigorosos esfuerzos no podían mover.
Pero pronto descubriendo en todos los rincones del horizonte los
signos proféticos, precursores de la tormenta a punto de estallar sobre
el barco del que era piloto, lanzó gritos de angustia y mostró la señal
de angustia. “Ya veo”, exclamó un día a la gente desde el púlpito,
adonde había ido para dar expresión a sus sombríos presentimientos,
“veo que las advertencias más fieles no pueden salvarlos; no castigarás
a los pensionistas del extranjero ... ¡Tienen un apoyo demasiado firme
entre nosotros! Una cadena está preparada, mirala entera, se
desenrolla eslabón tras eslabón, pronto me atarán a ella, y más de un
pi o Zuricher conmigo ... ¡Es contra mí que están enfurecidos! Estoy
listo; Me someto a la voluntad del Señor. Pero estas personas nunca
serán mis amos ...... En cuanto a ti, oh Zurich, te darán tu recompensa;
te golpearán en la cabeza. Tú lo deseas. Te niegas a castigarlos; ¡bien!
son ellos los que te castigarán. 19 Pero Dios no dejará de preservar su
Palabra, y su altivez llegará a su fin ”. Tal fue el grito de agonía de
Zwingle; pero la inmovilidad de la muerte solo respondió. Los
corazones de los Zuricher estaban tan endurecidos que las flechas más
afiladas del reformador no pudieron atravesarlos, y cayeron a sus pies
embotados e inútiles.
Pero los acontecimientos avanzaban y justificaban todos sus temores.
Los Cinco Cantones habían rechazado la misma propuesta que se les
había hecho. "¿Por qué hablas de castigar algunos errores?" habían
respondido a los mediadores; “Es una cuestión de otro tipo. ¿No exigen
que recibamos de regreso entre nosotros a los herejes que hemos
desterrado , y que no toleramos otros sacerdotes que los que predican
conforme a la Palabra de Dios? Sabemos lo que eso significa. No, no, no
abandonaremos la religión de nuestros padres; y si tenemos que ver a
nuestras esposas e hijos privados de comida, nuestras manos sabrán
cómo conquistar lo que se nos niega: a eso nos comprometemos con
nuestros cuerpos, nuestros bienes, nuestras vidas ”. Fue con este
lenguaje amenazador que los diputados abandonaron la dieta de
Bremgarten. Habían sacudido orgullosamente los pliegues de sus
mantos y la guerra había caído de ellos .

El terror era generalizado y los ciudadanos alarmados veían por


doquier presagios espantosos, señales espantosas, presagiando
aparentemente los hechos más horribles. No era sólo el fantasma
blanco que había aparecido en Bremgarten al lado de Zwingle; los
presagios más espantosos , pasando de boca en boca, llenaban al
pueblo de sus presentimientos más sombríos. La historia de estos
fenómenos, por extraña que parezca, caracteriza el período sobre el
que escribimos. No creamos los tiempos: es nuestro simple deber
retratarlos como realmente fueron.
El 26 de julio, una viuda que se arriesgaba a quedarse sola ante su
casa, en el pueblo de Castelenschloss, de repente vio un espectáculo
espantoso: la sangre brotaba de la tierra a su alrededor. 20 Ella corrió
alarmada a la cabaña ... pero, ¡oh, horrible! la sangre fluye por todas
partes, desde el revestimiento y desde las piedras; 21 - cae en un
arroyo de una palangana en un estante, e incluso la cuna del niño se
desborda. La mujer imagina que la mano invisible de un asesino ha
estado trabajando, y se apresura distraída fuera de las puertas,
gritando ¡asesinato! ¡asesinato! 22 Los aldeanos y los monjes de un
convento vecino se reúnen ante el ruido; logran borrar en parte las
manchas de sangre; pero un poco más tarde en el día, los otros
habitantes de la casa, sentados aterrorizados para cenar bajo los aleros
salientes, de repente descubren sangre burbujeando en un estanque -
sangre fluyendo desde el desván - sangre cubriendo todas las paredes
de la casa.
Sangre - sangre - ¡sangre por todas partes! Llegan el alguacil de
Schenkenberg y el pastor de Dalheim, investigan el asunto, e informan
inmediatamente a los señores de Berna y a Zwingle.

Apenas este horrible relato, cuyos detalles se conservan fielmente en


latín y en alemán, llenó todas las mentes con la idea de una horrible
carnicería, cuando apareció en el cuarto occidental de los cielos un
espantoso cometa, 23 cuya inmensa cola de un color amarillo pálido
vuelto hacia el sur. En el momento de su puesta, esta aparición brilló
en el cielo como el fuego de un horno. 24 Una noche, el 15 de agosto, al
parecer 25 , Zwingle y George Muller, ex abad de Wettingen, estando
juntos en el cementerio de la catedral, fijaron sus ojos en este terrible
meteoro. “Este globo siniestro”, dijo Zwingle, “ha salido a la luz el
camino que conduce a mi tumba. Será a costa de mi vida y de muchos
buenos hombres conmigo. Aunque soy bastante miope, preveo grandes
calamidades en el futuro. 26 La verdad y la Iglesia llorarán; pero Cristo
nunca nos abandonará ". No fue sólo en Zúrich donde esta estrella
llameante sembró la consternación. Vadian estando una noche en una
eminencia en el barrio de San Gall, rodeado de sus amigos y
discípulos, después de haberles explicado los nombres de las estrellas
y los milagros del Creador, se detuvo ante este cometa, que
denunciaba la ira de Dios. ; y el famoso Teofrasto declaró que
presagiaba no sólo un gran derramamiento de sangre, sino muy
especialmente la muerte de hombres ilustres y eruditos. Este
misterioso fenómeno prolongó su espantosa visita hasta el 3 de
septiembre.
Una vez que el ruido de estos presagios se extendió al exterior, los
hombres ya no pudieron contenerse. Sus imaginaciones estaban
excitadas; amontonaban espanto sobre espanto: cada lugar tenía sus
terrores. En la montaña de Brunig se habían visto dos estandartes
ondeando en las nubes ; en Zug había aparecido un escudo en los
cielos; en las orillas del Reuss se escucharon reiteradas explosiones
durante la noche; en el lago de los Cuatro Cantones, barcos con
combatientes aéreos se movían en todas direcciones. Guerra - guerra; -
sangre - sangre! - estos eran los gritos generales.
En medio de toda esta agitación, solo Zwingle parecía tranquilo. No
rechazó ninguno de estos presentimientos, pero los contempló con
serenidad. “Un corazón que teme a Dios”, dijo, “ no se preocupa por las
amenazas del mundo. Transmitir los designios de Dios, pase lo que
pase, esta es su tarea. Un transportista que tiene un largo camino por
recorrer debe tomar la decisión de usar su carro y su equipo durante el
viaje. Si lleva su mercadería al lugar designado, eso es suficiente para
él. Somos el carro y el engranaje de Dios. No hay uno de los artículos
que no esté gastado, torcido o roto; pero nuestro gran Conductor
cumplirá con nuestros medios sus vastos diseños. ¿No es a los que caen
en el campo de batalla a los que pertenece la corona más noble?
Anímate, pues, en medio de todos estos peligros, por los que debe
pasar la causa de Jesucristo. ¡Estar de buen ánimo! aunque aquí abajo
nunca deberíamos ver sus triunfos con nuestros propios ojos. El juez
del combate nos contempla, y es él quien confiere la corona. Otros
disfrutarán en la tierra de los frutos de nuestro trabajo; mientras
nosotros, ya en el cielo, disfrutaremos de una recompensa eterna ". 27
Así habló Zwingle, mientras avanzaba tranquilamente hacia el ruido
amenazador de la tempestad, que, por sus repetidos destellos y
explosiones repentinas, presagiaba la muerte.

Notas finales:
1. Und dadurch unshuldiez Blut erspart wurde. Toro. 2: 383.

2. Kranke, alte, shwangere wyber, kinder und sunst


betrubte. Toro. 2: 384.
3. Schmerzlich und kummersachlich. Ibídem. 386.
4. Das er wortt und faust mitt einander gan. Lasse. Toro. 2:
388.
5. Fue Zwingle quien caracterizó así a las dos ciudades: -
Berna: klage Zurich ware zu hitzig; Zúrich: Bern ware zu
witzig. - Stettler.
6. Deshalb sy bald grossen mangel erlittend an allem dem
das der Mensh gelaben soll. Toro. 2: 396.

7. Ibídem. Romanos 12:20.


8. Hartmann von Hallwyll a Alberto de Mulinen, 7 de
agosto.
9. Klagtend sich allent halben wyt und breit. Toro. 2: 397.
10. Stelltent ab Spielen, Tanzen. - Tschudi d er Capeller
krieg, 1531. Este MS. Se atribuye a Egidius Tschudi, quien
debió haberlo escrito en 1533, a favor de los Cinco
Cantones; se imprimió en el "Helvetia", vol. 2: 165.
11. Trowtend auch die Straassen uff zu thun mit gwalt. Toro.
2: 397.
12. Ep. Regeri ad Bulling., 12 de noviembre de 1560.
13. Universa societas Helvetiorum dilabetur, si tumultus et
bellum inter eam eruperit. Zw. Epp. 2: 604.
14. Responderunt verbi Dei predicationem non laturos,
quomodo nos intelligamus. Ibídem. 607.
15. Warf sie en Gefangniss. Toro. 3:30.

16. Gálatas 5:19, 20.


17. Estas palabras están en latín: Haec ipse, qui haec scribo,
at illis audivi, praesens colloquio, Bul. 3:49.
18. Ein menschen in ein schneeweissen Kleid. Toro. 3:49.
19. Straafen willt sy nitt, des werden sy dich straafen.
Ibídem. 52.
20. Ante et post eam purus sanguis ita acriter ex dura terra
effiuxit, ut ex vena incisa. Zw. Epp. 2: 627.
21. Sed etiam sanguis ex terra, lignis, et lapidibus effluxit,
Ibid. 627.

22. Ut eadem excurreret caedem clamitans. Ibídem.


23. Ein gar eschrocklicher cometa. Toro. 2 : 46. Fue el cometa
Halley, que regresa aproximadamente cada 76 años.
Apareció por última vez en 1835.
24. Wie ein fhuwr in einer ess. Ibídem. Quizás Bullinger
alude así al fenómeno señalado por Appian, Golstadt, y
quien dice que la cola desapareció a medida que el núcleo
se acercaba al horizonte. En 1456, su aparición ya había
provocado un gran terror.
25. Cometam jam tribus noctibus viderunt apud nos alii,
ego una tantum, puto 15 Augusti. Zw. Epp. Pág. 634.
26. Ego caeculus non unam calamitatem expecto. Ibídem.
pags. 626.
27. Zw. Op. Comentario. En Jeremiam. Esta obra fue
compuesta el mismo año de la muerte de Zwingle.
LIBRO 16
CAPÍTULO 6

Los Cinco Cantones, reunidos en régimen de dieta en Lucerna,


parecían llenos de determinación, y se decidió la guerra . "Haremos un
llamado a las ciudades para que respeten nuestras alianzas", dijeron,
"y si se niegan, ingresaremos por la fuerza a los bailiwicks comunes
para obtener provisiones y uniremos nuestras banderas en Zug para
atacar al enemigo". Las Waldstette no estaban solas. El nuncio,
solicitado por sus amigos de Lucerna, había pedido que las tropas
auxiliares, pagadas por el Papa, fueran puestas en movimiento hacia
Suiza, y anunció su próxima llegada.
Estas resoluciones llevaron el terror a Suiza; los ca ntons mediadores
se reunieron de nuevo en Arau y trazaron un plan que dejaría la
cuestión religiosa tal como había sido resuelta por el tratado de 1529.
Los diputados llevaron inmediatamente estas proposiciones a los
diferentes concilios. Lucerna los rechazó con altivez. “Diles a los que te
enviaron”, fue la respuesta, “que no los reconocemos como nuestros
maestros de escuela. Preferiríamos morir antes que ceder lo más
mínimo al prejuicio de nuestra fe ”. Los mediadores regresaron a Arau,
temblando y desanimados. Este intento inútil aumentó el desacuerdo
entre los reformados y dio a los Waldstette una confianza aún mayor.
Zurich, tan decidida para la recepción del Evangelio, ¡ahora se vuelve
cada día más indecisa! Los miembros del consejo desconfiaban unos de
otros; la gente no sintió interés en esta guerra; y Zwingle, a pesar de su
fe inquebrantable en la justicia de su causa, no tenía esperanzas para
la lucha que estaba a punto de tener lugar. Berna, por su parte, no
cesaba de suplicar a Zúrich que evitara las precipitaciones. “No nos
dejemos exponer al reproche de la prisa, como en 1529”, fue el
comentario general en Zurich. “Tenemos amigos seguros en medio de
las Waldstette; esperemos hasta que nos anuncien, como han
prometido, algún peligro real ”.
Pronto se creyó que estos temporizadores tenían razón. De hecho,
cesaron las alarmantes noticias. Ese constante rumor de guerra, que
venía incesantemente de los Waldstette, cesó. No hubo más alarmas,
¡no más miedos! ¡Presagio engañoso! Sobre las montañas y los valles de
Suiza pende ese silencio lúgubre y misterioso, el precursor de la
tempestad.
Mientras dormían en Zurich, los Waldstette se preparaban para
conquistar sus derechos por la fuerza de las armas. Los jefes,
estrechamente unidos entre sí por intereses y peligros comunes,
encontraron un poderoso apoyo en la indignación del pueblo. En una
dieta de los Cinco Cantones, celebrada en Brunnen a orillas del lago de
Lucerna, frente a Grutli, se leyeron las alianzas de la confederación; y
los diputados, convocados a declarar por sus votos si creían que la
guerra era justa y lícita, todos levantaron la mano con un
estremecimiento. Inmediatamente, las Waldstette habían preparado su
ataque con el más profundo misterio. Todos los pasos habían sido
vigilados, toda comunicación entre Zurich y los Cinco Cantones se
había vuelto imposible. Los amigos a quienes los Zuricher habían
contado en las orillas de los lagos de Lucerna y Zug, y que les habían
prometido inteligencia, eran como prisioneros en sus montañas. La
terrible avalancha estuvo a punto de resbalar desde la helada cumbre
de la montaña, y rodar por los valles, hasta las puertas de Zúrich,
derrocando todo a su paso, sin el menor aviso de su caída. Los
mediadores habían regresado desanimados a sus cantones. Un espíritu
de imprudencia y de error , triste precursor de la caída tanto de las
repúblicas como de los reyes, se había extendido por toda la ciudad de
Zurich. Al principio, el consejo había dado órdenes de llamar a la
milicia; luego, engañado por el silencio de las Waldstette, había
revocado imprudentemente el decreto , y Lavater, el comandante del
ejército, se había retirado descontento a Rybourg, y le arrojó
indignado la espada que le habían ordenado dejar en el vaina. Así, los
vientos estaban a punto de desencadenarse de las montañas; las aguas
del gran abismo, despertadas por un terrible terremoto, estaban a
punto de abrirse; y, sin embargo, la embarcación del estado,
tristemente abandonada, subía y bajaba con indiferencia por un
abismo espantoso, las vergas golpeadas, las velas sueltas e inmóviles,
sin brújula ni tripulación , sin piloto, reloj ni timón.
Cualesquiera que fueran los esfuerzos de los Waldstette, no pudieron
sofocar por completo el rumor de la guerra, que de chalet en chalet
llamaba a las armas a todos sus ciudadanos. Dios permitió que un grito
de alarma, uno solo, es cierto, resonara en los oídos de la gente de
Zúrich. El 4 de octubre, un niño, que no sabía lo que hacía, logró cruzar
la frontera de Zug y se presentó con dos panes en la puerta del
monasterio reformado de Cappel, situado en los límites más alejados
de los cantones de Zurich. Lo llevaron al abad, a quien el niño le dio los
panes sin decir una palabra. El superior, con quien por casualidad
estaba en ese momento un consejero de Zurich, Henry Peyer, enviado
por su gobierno, palideció al verlo. “Si los Cinco Cantones pretenden
entrar por la fuerza en los bailiwicks libres”, le habían dicho estos dos
Zurichers a uno de sus amigos de Zug, “nos enviarás a tu hijo con un
pan; pero le darás dos si marchan a la vez sobre los bailiwicks y sobre
Zurich. El abad y el consejero escribieron rápidamente a Zurich. “¡Estén
en guardia! tomar las armas ”, decían; pero no se atribuyó ningún
crédito a esta información. El ayuntamiento estaba entonces ocupado
en tomar medidas para evitar que los suministros que habían llegado
de Alsacia entraran en los cantones. El mismo Zwingle, que nunca
había dejado de anunciar la guerra, no lo creyó. “Estos jubilados son
tipos realmente inteligentes”, dijo el reformador. "Después de todo, sus
preparativos pueden no ser más que una maniobra francesa". 1

Fue engañado, eso era una realidad. Cuatro días iban a llevar a cabo la
ruina de Zurich. Repasemos sucesivamente la historia de estos
desastrosos momentos.
El domingo 8 de octubre, un mensajero apareció en Zúrich y exigió, en
nombre de los Cinco Cantones, cartas de alianza perpetua. 2 La
mayoría vio en este paso nada más que un truco; pero Zwingle empezó
a discernir el rayo en la nube negra que se acercaba . Estaba en el
púlpito: era la última vez que estaba destinado a aparecer en él; y como
si hubiera visto el formidable espectro de Roma elevarse
espantosamente sobre los Alpes, llamándolo a él ya su pueblo a
abandonar la fe: - "¡No, no!" gritó, "¡nunca negaré a mi Redentor!"
En el mismo momento llegó apresuradamente un mensajero de
Mulinen, comandante de los Caballeros Hospitalarios de San Juan en
Hitzkylch. “El viernes 6 de octubre”, dijo a los ayuntamientos de
Zúrich, “la gente de Lucerna plantó su estandarte en la Gran Plaza. 3
Dos hombres que envié a Lucerna han sido encarcelados. Mañana por
la mañana, lunes 9 de octubre, los Cinco Cantones entrarán en el
bailiwicks. Ya la gente del campo, asustada y fugitiva, corre hacia
nosotros en multitudes ". “Es una historia ociosa”, dijeron los
ayuntamientos. 4 No obstante, llamaron al comandante en jefe
Lavater, quien envió a un hombre de confianza, sobrino de James
Winckler, con órdenes de regresar a Cappel y, si era posible, tan lejos
como Zug, para que reconociera los arreglos de los cantones.
En realidad, las Waldstette se estaban reuniendo alrededor del
estandarte de Lucerna. La gente de este cantón; los hombres de
Schwytz, Uri, Zug y Unterwalden; los refugiados de Zurich y Berna, con
algunos italianos , formaban el cuerpo principal del ejército, que se
había levantado para invadir los bailiwicks libres. Se publicaron dos
manifiestos, uno dirigido a los cantones y el otro a príncipes y
naciones extranjeras.
Los Cinco Cantones exponen enérgicamente los ataques a los tratados,
la discordia sembrada en toda la confederación y, finalmente, la
negativa a venderles provisiones, una negativa cuyo único objetivo era
(según ellos) excitar al pueblo contra los magistrados y provocar
Establecer la Reforma por la fuerza. “No es cierto”, agregaron, “que,
mientras claman continuamente, nos oponemos a la predicación de la
verdad ya la lectura de la Biblia. Como miembros obedientes de la
Iglesia, deseamos recibir todo lo que recibe nuestra santa madre. Pero
rechazamos los libros y las innovaciones de Zwingle y sus compañeros
". 5
Apenas habían partido los mensajeros encargados de estos
manifiestos, antes de que la primera división del ejército comenzara a
marchar y llegara por la tarde a los bailiwicks libres. Habiendo entrado
los vendidos en las iglesias desiertas y visto las imágenes de los santos
removidas y los altares rotos, su ira se encendió; se extendieron como
un torrente por todo el país, saquearon todo lo que encontraron y se
enfurecieron especialmente contra las casas de los pastores, donde
destruyeron los muebles con juramentos y maldiciones. Al mismo
tiempo, la división que iba a formar el ejército principal marchó sobre
Zug, y de allí a Zúrich.
Cappel, a tres leguas de Zúrich, y a una legua de Zug, era el primer
lugar al que llegarían en el territorio de Zúrich, tras cruzar la frontera
de los Cinco Cantones. Cerca del Albis, entre dos colinas de similar
altura, los Granges al norte y el Ifelsberg al sur, en medio de deliciosos
pastos, se encontraba el antiguo y rico convento de los cistercienses,
en cuya iglesia se encontraban las tumbas de muchos familias antiguas
y nobles de estos distritos. El abad Wolfgang Joner, hombre justo y
piadoso, gran amigo de las artes y las letras, y predicador distinguido,
había reformado su convento en 1527. Lleno de compasión, rico en
buenas obras, particularmente hacia los pobres del cantón de Zug y los
bailiwicks gratuitos, fue tenido en gran honor en todo el país. 6 Predijo
cuál sería el fin de la guerra; sin embargo, tan pronto como se acercó el
peligro, no escatimó esfuerzos para servir a su país.
Fue el domingo por la noche cuando el abad recibió información
positiva sobre los preparativos en Zug. Caminaba arriba y abajo de su
celda con pasos apresurados; el sueño huyó de sus ojos; se acercó a su
lámpara y, dirigiéndose a su amigo íntimo, Peter Simmler, que le
sucedió y que entonces residía en Kylchberg, una aldea a orillas del
lago, y a una legua de la ciudad, escribió rápidamente estas palabras:
“La gran ansiedad y los problemas que me agitan me impiden
ocuparme de la administración de la casa y me inducen a escribirles
todo lo que se está preparando. Ha llegado el momento ... aparece el
azote de Dios. 7 ..... Después de muchos viajes e investigaciones, nos
hemos enterado de que los Cinco Cantones marcharán hoy (lunes)
para apoderarse de Hitzkylch, mientras el ejército principal reúne sus
estandartes en Baar, entre Zug y Cappel. Los del valle del Adige y los
italianos llegarán hoy o mañana ”. Esta carta, por alguna circunstancia
imprevista, no llegó a Zurich hasta la noche.
Mientras tanto, el mensajero que Lavater había enviado, el sobrino de
J. Winckler, arrastrándose sobre su vientre, deslizándose sin ser
percibido por los centinelas y aferrándose a los arbustos que colgaban
de los precipicios, había logrado abrirse camino donde no se había
despejado ningún camino. Al llegar cerca de Zug, había descubierto
con alarma la pancarta y la milicia que se apresuraba por todos lados
al ritmo del drum : luego, atravesando nuevamente estos pasos
desconocidos, había regresado a Zurich con esta información. 8
Ya era hora de que el vendaje cayera de los ojos de los Zuricher; pero la
ilusión duraría hasta el final. El consejo que se convocó se reunió en un
pequeño número. "Los Cinco Cantones", dijeron, "están haciendo un
ruido para asustarnos y hacernos levantar el bloqueo". 9 El consejo,
sin embargo, decidió enviar al coronel Rodolph Dumyse ny Ulrich
Funck a Cappel, para ver qué estaba pasando; y cada uno,
tranquilizado por este paso sin sentido, se retiró a descansar.
No durmieron mucho. Cada hora traía nuevos mensajeros de alarma a
Zurich.
“Las pancartas de cuatro cantones se montan en Zu g”, dijeron. “Solo
están esperando a Uri. La gente de los bailiwicks libres está acudiendo
en masa a Cappel y exigiendo armas ... ¡Ayuda! ¡ayuda!"
Antes del amanecer, el consejo se reunió nuevamente y ordenó la
convocatoria de los Doscientos. Un anciano, cuyo cabello se había
vuelto gris en el campo de batalla y en el consejo de estado, el banneret
John Schweitzer, levantando la cabeza debilitado por la edad y
arrojando el último rayo, por así decirlo, de sus ojos, exclamó: "Ahora,
en este mismo momento, en el nombre de Dios , envíe una avanzada a
Cappel, y deje que el ejército, reuniéndose rápidamente alrededor del
estandarte, lo siga inmediatamente". No dijo nada más; pero el
encanto aún no se había roto. “Los campesinos de los bailiwicks
libres”, dijeron algunos, “sabemos que somos apresurados y fáciles de
dejar . Hacen que el asunto sea más grande de lo que realmente es. El
plan más sabio es esperar el informe de los concejales ”. En Zurich ya
no había ni brazo para defender ni cabeza para aconsejar.
Eran las siete de la mañana, y la asamblea aún estaba reunida , cuando
Rodolph Gwerb, pastor de Rifferschwyl, cerca de Cappel, llegó
apresuradamente. “La gente del señorío de Knonau”, dijo, “se
amontona alrededor del convento y clama en voz alta por jefes y
ayuda. El enemigo se acerca. ¿ Se abandonarán a sí mismos nuestros
señores de Zurich ( dicen que ellos) ya nosotros con ellos? ¿Desean
entregarnos al matadero? " El pastor, que había presenciado estas
escenas de tristeza, habló con animación. Los consejeros, cuyo
enamoramiento se prolongaría hasta el final, se sintieron ofendidos
por su mensaje. “Quieren hacernos actuar con imprudencia”,
respondieron, volviéndose en sus sillones.
Apenas habían dejado de hablar cuando apareció un nuevo mensajero,
que mostraba en sus facciones las señales del mayor terror: era
Schwytzer, patrón del "Haya " en el monte Albis. “Mis señores
Dumysen y Funck”, dijo, “me han enviado pronto a ustedes para
anunciar al consejo que los Cinco Cantones se han apoderado de
Hitzkylch y que ahora están reuniendo todas sus tropas en Baar. Mis
señores permanecen en las b ailiwicks para ayudar a los habitantes
asustados ".
Esta vez el más seguro palideció. El terror, contenido durante tanto
tiempo, pasó como un relámpago por todos los corazones. 10
Hitzkylch estaba en poder del enemigo y se inició la guerra.

Se resolvió enviar a Cappel un campamento de vuelo de seiscientos


hombres con seis cañones; pero el mando fue confiado a George Godli,
cuyo hermano estaba en el ejército de los Cinco Cantones, y se le
ordenó que se mantuviera a la defensiva. Godli y sus tropas acababan
de salir de la ciudad, cuando el capitán general Lavater, convocando al
salón del Consejo Menor al viejo banneret Schweitzer, William Toning,
título de los arcabuceros, J. Dennikon, capitán de la artillería, Zwingle,
y algunos otros, les dijeron: “Deliberemos prontamente sobre los
medios para salvar el cantón y la ciudad. Que el tocsin llame
inmediatamente a todos los ciudadanos ". El capitán general temía que
los consejos se encogieran con el proceso y deseaba levantar la torre
terrestre con el simple consejo de los jefes del ejército y de Zwingle.
“No podemos asumirlo por nosotros mismos”, dijeron; los dos consejos
todavía están reunidos; expongamos esta propuesta ante ellos ". Se
apresuraron hacia el lugar de reunión; pero ¡fatal desgracia! sólo había
unos pocos miembros del Consejo Menor en los bancos. “Es necesario
el consentimiento de los Doscientos”, dijeron. De nuevo una nueva
demora, y el enemigo estaba en marcha. Dos horas después del
mediodía, el Gran Consejo se reunió de nuevo, pero solo para
pronunciar largos e inútiles discursos. 11 Por fin se tomó la resolución,
ya las siete de la tarde empezó a sonar la tacuna en todos los distritos
del campo. La traición se unió a estos dilatorines , y personas que
pretendían ser enviados de Zurich detuvieron la landsturm en muchos
lugares, por ser contraria a la opinión del consejo. Un gran número de
ciudadanos se volvió a dormir.
Fue una noche espantosa. La densa oscuridad, una tormenta violenta,
la campana de alarma que suena desde cada campanario, la gente
corriendo a las armas, el ruido de espadas y armas, el sonido de
trompetas y tambores, combinado con el rugido de la tempestad, la
desconfianza, el descontento y incluso la traición, que sembró la
aflicción en cada cuarteto - los sollozos de mujeres y de los niños - los
gritos que acompañaron a muchos adiós desgarradores - un terremoto
que ocurrió hacia las nueve de la noche, como si la naturaleza misma
se hubiera estremecido ante sangre que estaba a punto de ser
derramada, y que engancha violentamente las montañas y los valles:
12 todo aumentó los terrores de esta noche fatal, una noche a la que
seguirá un día aún más fatal.
Mientras pasaban estos acontecimientos, los Zuricher acamparon en
las alturas de Cappel ante la cifra de unos mil hombres, fijaron sus
ojos en Zug y en el lago, observando atentamente cada movimiento. De
repente, un poco antes de la noche, percibieron unos ladridos llenos de
soldados que venían del lado de Arth y remaban a través del lago hacia
Zug. Su número aumenta - un barco sigue a otro - pronto oyen
claramente el bramido del Toro (el cuerno) de Uri, 13 y disciernen el
estandarte. Los ladridos se acercan a Zug; están amarrados a la orilla,
que está alineada con una inmensa multitud. Los guerreros de Uri y los
arcabuceros del Adige saltan y saltan a la orilla, donde son recibidos
con aclamaciones, y toman sus aposentos para pasar la noche: ¡he aquí
los enemigos reunidos! Se informa al ayuntamiento con toda celeridad.
La agitación fue aún mayor en Zurich que en Cappel: la confusión
aumentó por la incertidumbre. El enemigo los atacaba en diferentes
lados a la vez, no sabían dónde llevar ayuda. Dos horas después de la
medianoche, quinientos hombres con cuatro cañones abandonaron la
ciudad hacia Bremgarten y trescientos o cuatrocientos hombres con
cinco cañones para Wadenschwyl. Giraron hacia la derecha y hacia la
izquierda, mientras el enemigo estaba al frente.
Alarmado por su propia debilidad, el concilio resolvió aplicar sin
demora a las ciudades de la co-burguesía cristiana. “Como esta
revuelta”, escribieron, “no tiene otro origen que la Palabra de Dios, te
suplicamos una vez, dos veces, tres veces, tan fuerte, tan seriamente,
tan firmemente y tan fervientemente, como nuestras antiguas alianzas
y nuestra comunidad cristiana. -Burghery permítelo y mandadnos que
lo hagamos - para partir sin demora con todas tus fuerzas. ¡Prisa!
¡prisa! ¡prisa! Actúe lo antes posible 14 : el peligro es tanto suyo como
nuestro ". Así habló Zurich; Pero ya era demasiado tarde.
Al romper el día se izó el estandarte ante la casa; en lugar de alardear
con orgullo al viento, colgaba colgando del bastón, un triste presagio
que llenaba de miedo muchas mentes. Lavater asumió su puesto bajo
este estándar; pero transcurrió un largo período antes de que pudieran
reunirse unos cientos de soldados. 15 En la plaza y en toda la ciudad
reinaba el desorden y la confusión. Las tropas, fatigadas por una
marcha apresurada o por una larga espera, estaban desfallecidas y
desanimadas.
A las diez en punto, solo 700 hombres llevaban armas. Los egoístas, los
tibios, los amigos de Roma y los jubilados extranjeros, se habían
quedado en casa. Unos ancianos que tenían más coraje que fuerza -
varios miembros de los dos consejos que estaban dedicados a la santa
causa de la Palabra de Dios muchos ministros de la Iglesia que
deseaban vivir y morir con la Reforma - el más valiente de los
habitantes y un cierto número de campesinos, sobre todo los de los
alrededores de la ciudad, tales eran los defensores que, queriendo esa
fuerza moral tan necesaria para la victoria, incompletamente armados
y sin uniforme, se apiñaban en desorden alrededor del estandarte de
Zúrich.
El ejército debería haber contado con al menos 4000 hombres;
esperaron quietos; no se había administrado el juramento habitual; y,
sin embargo, llegaron mensajeros tras mensajeros, sin brechas y en
desorden, anunciando el terrible peligro que amenazaba a Zurich. Toda
esta multitud desordenada estaba violentamente agitada: ya no
esperaban las órdenes de sus jefes, y muchos sin prestar juramento se
habían precipitado a través de las puertas. Alrededor de 2000 hombres
partieron así confundidos. Todos los que quedaron dispuestos a partir.
Ahora se veía a Zwingle saliendo de una casa ante la cual un caballo
enjaezado pataleaba impaciente: era el suyo. Su mirada era firme, pero
empañada por el dolor. Se separó de su esposa, de sus hijos y de sus
numerosos amigos, sin engañarse a sí mismo y con el corazón herido.
16 Observó la gruesa tromba de agua, que, empujada por un viento
terrible, avanzaba girando hacia él. ¡Pobre de mí! él mismo había
llamado a este huracán abandonando la atmósfera del Evangelio de la
paz y arrojándose en medio de las pasiones políticas. Estaba
convencido de que sería su primera víctima. Quince días antes del
ataque de los Waldstette, había dicho desde el pulpito : “Sé el
significado de todo esto: soy la persona señalada especialmente. Todo
esto sucede, para que yo pueda morir ". 17 El concilio, de acuerdo con
una antigua costumbre, lo había llamado para que acompañara al
ejército como su capellán . Zwingle no vaciló. Se preparó sin sorpresas y
sin ira, con la tranquilidad de un cristiano que se pone confiado en las
manos de su Dios. Si la causa de la Reforma estaba condenada a
perecer, él estaba dispuesto a perecer con ella.
Sur redondeado por su esposa llorando y amigos - por sus hijos que se
aferraban a sus prendas de detenerlo, él salió de la casa en la que había
probado tanta felicidad. En el momento que su mano estaba sobre su
caballo, justo cuando estaba a punto de montar, el animal retrocedió
violentamente varios pasos, y cuando por fin estuvo en la silla, se negó
por un momento a moverse, encabritándose y brincando hacia atrás. ,
como aquel caballo que había montado el mayor capitán de los
tiempos modernos cuando estaba a punto de cruzar el Niemen.
Muchos en Zurich en ese momento pensaron con el soldado del Gran
Ejército cuando vio a Napoleón en el suelo: “¡Es un mal presagio! ¡un
romano volvería! " 18 Zwingle, habiendo dominado por fin su caballo,
soltó las riendas, aplicó la espuela, echó a andar hacia delante y
desapareció.
A las once se izó la bandera, y todos los que quedaban en la plaza, unos
500 hombres, comenzaron su marcha junto a ella. La mayor parte
fueron arrancados con dificultad de los brazos de sus familias y
caminaban tristes y silenciosos, como si fueran al cadalso en lugar de
la batalla. No había orden, no había plan; los hombres estaban aislados
y dispersos, algunos corriendo delante, otros detrás de los colores, su
extrema confusión presentaba una apariencia aterradora; 19 tanto así,
que los que se quedaron atrás, las mujeres, los niños y los ancianos,
llenos de sombríos presagios, se golpearon el pecho al verlos pasar, y
muchos años después, el recuerdo de este día de tumulto y La tristeza
provocó este gemido de Oswald M yconius: "Siempre que lo recuerdo,
es como si una espada atravesara mi corazón". Zwingle, armado según
el uso de los capellanes de la confederación, cabalgaba tristemente
detrás de esta multitud distraída. Myconius, cuando lo vio, estaba a
punto de desmayarse. 20 Zwingle desapareció, y Oswald se quedó a
llorar.
No derramó lágrimas solo; en todas partes se oyeron lamentos, y cada
casa se transformó en una casa de oración. 21 En medio de este dolor
universal, una mujer permaneció en silencio; su único grito era un
corazón amargo, su único lenguaje era el ojo suave y suplicante de la
fe: - esta era Anna, la esposa de Zwingle. Había visto partir a su
marido: a su hijo, a su hermano, a un gran número de amigos íntimos
y parientes cercanos, cuya muerte inminente presagiaba. Pero su alma,
fuerte como la de su marido, ofreció a Dios el sacrificio de sus más
santos afectos. Poco a poco, los defensores de Zurich precipitaron su
marcha y el tumulto se desvaneció en la distancia.

Notas finales:
1. Dise ire Rustung mochte woll eine franzosische prattik
sein. Toro. 3:86.
2. Die ewige Bund abgefordert. JJ Hottinger, 3: 577. Según
Bullinger, esto no tuvo lugar hasta el lunes.
3. Ire paner in den Brunnen gesteckt. Toro. 3:86.
4. ft3929 Ein gepoch und progerey und unt darauffsetzend.
Ibídem.
5. Als wir vertruwen Gott und der Welt antwurt zu geben.
Ibídem. 101.

6. Ese armen luten vil guts..und por aller Erbarkeit in


grossern ansahen. Toro. 3: 151.
7. Die Zyt ist hie, das die rut gottes sich wil erzeigen Ibid.
87.
8. Naben den Wachten, durch umwag und gestrupp Ibid.

9. Sy machtend alein ein geprog. Ibídem. 103.


10. Dieser Bottschaft erschrack menklich ubel. Toro. 3: 104.
11. Ward so vil und lang darin geradschlagt. Bu ll. 3: 104.
12. Ein startrer Erdbidem, der das Land, auch Berg und
Thal gwaltiglich ershutt. Tschudi, Helvetia, 2: 186.
13. Vil schiffen uff Zug faren, und hort man luyen den Uri
Stier. Toro. 3: 109.
14. Ylentz, ylentz, ylentz, uffs aler schnellist. Toro. 3:10.
15. Sammlet sich doch das volck gemachsam. Ibídem. 112.
16. Anna Rheinhard por G. Meyer de Knonau y Bull. 3:33.

17. Ut ego tollar fiunt omnia. De vita et obitu Zwinglii,


Myconius.
18. Segur; Hist. De Napoleon et de la Grande Armee, 1: 142.
19. Nullus ordo, nulla consilia, nullae m entes, tanta
animorum dissonantia, tam horrenda facies ante et post
signa sparsim currentium hominum. De vita et ob.
Zwinglii.
20. Quem ut vidi repentino dolore cordis vix consistebam.
De vita et ob. Zwinglii.
21. Manebamus non certe sine jugibus suspiriis, non si ne
precibus ad Deum. Ibídem.

LIBRO 16
CAPÍTULO 7

Esta noche, tan tormentosa en Zurich, no había sido más tranquila


entre los habitantes de Cappel. Habían recibido los informes más
alarmantes uno tras otro. Era necesario tomar una posición que
permitiera a las tropas reunidas en torno al convento resistir el ataque
enemigo hasta la llegada de los refuerzos que se esperaban de la
ciudad. fijaron sus ojos en una pequeña colina, que se extendía al norte
hacia Zurich, y atravesada por la carretera alta , presentaba una
superficie irregular pero suficientemente extensa. Un profundo foso
que lo rodeaba por tres lados defendía los accesos; pero un pequeño
puente, que era el único problema del lado de Zúrich, hacía muy
peligrosa una retirada precipitada. Hacia el sur al oeste había un
bosque de hayas; al sur, en dirección a Zug, estaba la carretera
principal y un valle pantanoso. "Llévanos a las Granjas", gritaron todos
los soldados. Fueron conducidos allí. La artillería estaba estacionada
cerca de unas ruinas. La línea de batalla se trazó en el lado del
monasterio y de Zug, y se colocaron centinelas al pie de la pendiente.
Mientras tanto, se dio la señal en Zug y Baar; Sonaron los tambores:
los soldados de los Cinco Cantones tomaron las armas. Un sentimiento
universal de alegría los animaba . Se abrieron las iglesias, sonaron las
campanas y las filas apretadas de los cantones entraron en la catedral
de St. Oswald, donde se celebró la misa y la Hostia se ofreció por los
pecados del pueblo. Todo el ejército inició su marcha a las nueve, con
las banderas volando. El evasor John Golder comandaba el contingente
de Lucerna; el landamman James Troguer, el de Uri; el landamman
Rychmuth, enemigo mortal de la Reforma, el de Schwytz; el
landamman Zellger, el de Unterwalden; y Oswald Dooss de Zug. Ocho
mil hombres marcharon en orden de batalla: todos los hombres
escogidos de los Cinco Cantones estaban allí. Frescas y activas después
de una noche tranquila, y teniendo sólo una corta legua para cruzar
antes de llegar al enemigo, estas altivas Waldstettes avanzaban con
paso firme y regular bajo el mando de sus jefes.

Al llegar a la pradera común de Zug, se detuvieron para prestar


juramento: todas las manos se levantaron al cielo y todos juraron
vengarse. Estaban a punto de reanudar la marcha cuando unos
ancianos les hicieron señas para que se detuvieran. “Camaradas”,
dijeron, “hemos ofendido a Dios durante mucho tiempo. Nuestras
blasfemias, nuestros juramentos, nuestras guerras, nuestra venganza,
nuestro orgullo, nuestra borrachera, nuestros adulterios, el oro del
extraño a quien se han extendido nuestras manos, y todos los
desórdenes en los que nos hemos entregado, han provocado su ira. ,
que si hoy nos castiga, solo deberíamos recibir el desierto de nuestros
crímenes ”. La emoción de los jefes había pasado a las filas. Todo el
ejército se arrodilló en medio de la llanura; prevaleció un profundo
silencio, y cada soldado, con la cabeza agachada, se santiguó
devotamente y repitió en voz baja cinco paters, tantas aves, y el credo.
Se podría haber dicho que estuvieron durante un tiempo en medio de
un vasto y tranquilo desierto. De repente se volvió a oír el ruido de una
inmensa multitud. El ejército se levantó. “Soldados”, dijeron los
capitanes, “ustedes conocen la causa de esta guerra. Lleva a tus esposas
y a tus hijos continuamente ante tus ojos ”.
Entonces el primer ujier (gran sautier) de Lucerna, con los colores del
cantón, se acercó a los jefes del ejército: le pusieron en sus manos la
declaración de guerra, fechada en ese mismo día y sellada con las
armas de Zug. Luego partió a caballo, precedido por un trompetista,
para llevar este papel al comandante de los Zuri chers.
Eran las once de la mañana. Los zuricher pronto descubrieron el
ejército enemigo y lanzaron una mirada triste a la pequeña fuerza a la
que pudieron oponerse. Cada minuto aumentaba el peligro. Todos se
arrodillaron, sus ojos se elevaron al cielo, y cada Zuricher lanzó un
grito desde el fondo de su corazón, rogando por la liberación de Dios.
Tan pronto como terminó la oración, se prepararon para la batalla. En
ese momento había unos mil doscientos hombres en armas.
Al mediodía, la trompeta de los Cinco Cantones sonó no lejos de los
puestos avanzados. Godli, después de haber reunido a los miembros de
los dos consejos que estaban con el ejército, así como a los oficiales y
suboficiales, y habiéndolos alineado en círculo, ordenó al secretario
Rheinhar d que leyera la declaración del Sautier de Lucerna. era el
portador. Después de la lectura, Godli abrió un consejo de guerra.
"Somos pocos en número, y las fuerzas de nuestros adversarios son
grandes", dijo Landolt, alguacil de Marpac, "pero aquí esperaré el
enemigo en el nombre de Dios". "¡Espere!" gritó el capitán de los
alabarderos, Rodolph Zigler: “¡Imposible! mejor aprovechemos la
zanja que corta el camino para efectuar nuestra retirada, y levantemos
un dique en todas partes ”. Este era en verdad el único medio de
seguridad. Pero Rudi Gallmann, considerando cada paso hacia atrás
como un acto de cobardía, gritó, golpeando con fuerza el suelo con los
pies y lanzando una mirada ardiente a su alrededor: "¡Aquí, aquí
estará mi tumba!" 1 - “Ahora es demasiado tarde para jubilarse con
honor”, dijeron otros oficiales. “Este día está en manos de Dios.
Dejemos que suframos todo lo que nos imponga ”. Se sometió a
votación.
Los miembros del consejo apenas habían levantado la mano en señal
de asentimiento, cuando se escuchó un gran ruido a su alrededor. "¡El
capitán! ¡el capitán!" gritó el soldado desde los puestos de avanzada
que llegó apresuradamente. "¡Silencio, silencio!" respondieron los
ujieres haciéndole retroceder; "¡Están celebrando un consejo!" - “Ya
no es hora de celebrar un consejo”, respondió el soldado.
“Llévame inmediatamente al capitán.” ...... “Nuestros centinelas están
retrocediendo,” gritó con voz agitada, cuando llegó ante Godli. “El
enemigo está ahí, avanza por el bosque con todas sus fuerzas y con
gran tumulto. No había dejado de hablar antes de que los centinelas,
que en verdad se retiraban por todos lados, corrieran, y pronto se vio
al ejército de los Cinco Cantones subiendo la ladera de Ifelsberg frente
a las Granjas y apuntando con sus armas. Los líderes de los Waldstett
estaban examinando la posición y tratando de descubrir por qué
medios su ejército podía llegar al de Zurich. Los Zuricher se estaban
haciendo la misma pregunta. La naturaleza del terreno impedía que las
Waldstette pasaran por debajo del convento, pero podían llegar por
otro cuarto. Ulrich Bruder, alguacil de Husen en el cantón de Zurich,
fijó su mirada ansiosa en el bosque de hayas. "¡Desde allí caerá el
enemigo sobre nosotros!" "¡Hachas - ejes!" Inmediatamente gritaron
varias voces: “¡Talemos los árboles! 2 Godli, el abad y varios otros se
opusieron a esto: "Si paramos el bosque, tirando los árboles, no
seremos capaces de mover nuestras armas en esa dirección", dijeron. -
"¡Bien! al menos pongamos arcabuceros en ese barrio. - "Ya somos un
número tan pequeño", respondió el capitán, "que sería imprudente
dividir las fuerzas". Ni la sabiduría ni el coraje iban a salvar Zurich. Una
vez más invocaron la ayuda de Dios y esperaron con expectación.
A la una, los Cinco Cantones dispararon el primer cañón: la bola que
pasaba sobre el convento cayó por debajo de las Granjas; un segundo
pasó sobre la línea de batalla; un tercero chocó contra un seto cerca de
las ruinas. Los zuricher, al ver que la batalla había comenzado,
respondieron con coraje; pero la lentitud y la torpeza con que se servía
la artillería en aquellos días impedían que se infligiera grandes
pérdidas a ambos bandos. Cuando el enemigo percibió esto, ordenó a
su avanzada que descendiera de Ifelsberg y llegara a las Granjas a
través del prado; y pronto todo el ejército de los cantones avanzó en
esta dirección, pero con dificultad y por malos caminos. Vinieron
algunos arcabuceros de Zurich y anunciaron el desorden de los
cantones. "Valientes Zurichers", gritó Rudi Gallmann, " si los
atacamos ahora, se acabará con ellos". A estas palabras, algunos de los
soldados se dispusieron a entrar en el bosque de la izquierda, para caer
sobre los desanimados Waldstette. Pero Godli, al percibir este
movimiento, gritó: “¿A dónde vas? - ¿No sabes que hemos acordado no
separarnos? Luego ordenó que se retirara a los hostigadores, de modo
que el bosque permaneciera completamente abierto al enemigo.
Estaban satisfechos con disparar algunos disparos al azar de vez en
cuando para evitar que los cantones se establecieran allí. El fuego de la
artillería continuó hasta las tres y anunció por todas partes, incluso a
Bremgarten y Zurich, que la batalla había comenzado.
Mientras tanto, el gran estandarte de Zurich y todos los que lo
rodeaban, entre los que se encontraba Zwingle, avanzaban
desordenadamente hacia los Albis. Hacía un año que la alegría del
reformador había desaparecido por completo: estaba serio,
melancólico, conmovedor, con un peso en el corazón que parecía
aplastarlo. A menudo se arrojaba llorando a los pies de su Maestro y
buscaba en la oración la fuerza que necesitaba. Nadie había observado
jamás en él ninguna irritación; al contrario, había recibido con dulzura
los consejos que se le habían ofrecido y se había mantenido
tiernamente apegado a hombres cuyas convicciones no eran las
mismas que las suyas. Ahora avanzaba tristemente por el camino de
Cappel; y John Maaler de Winterthour, que iba unos pasos detrás de él,
oyeron sus gemidos y gestos, entremezclados con fervientes oraciones.
Si alguien le hablaba , se encontraba firme y fuerte en la paz que
procede de la fe; pero no ocultó su convicción de que nunca volvería a
ver a su familia ni a su iglesia. Así avanzaron las fuerzas de Zúrich. ¡Una
marcha lamentable! se asemeja más a un proceso fúnebre que a un
ejército que va a la batalla.
Al acercarse vieron expreso tras expreso galopando por la carretera de
Cappel, rogando a los zuricher que se apresuraran a la defensa de sus
hermanos. 3
En Adliswyl, habiendo pasado el puente sobre el que corren las
impetuosas aguas del Sihl, y atravesado el pueblo en medio de
mujeres, niños y ancianos, que, de pie delante de sus cabañas, miraban
con tristeza a esta tropa desordenada, Comenzó a ascender el Albis.
Estaban a mitad de camino de Cappel cuando se escuchó el primer
disparo de cañón.
Se detienen, escuchan: un segundo, un tercero triunfa .......... Ya no hay
duda. ¡La gloria, la existencia misma de la república están en peligro, y
no están presentes para defenderla! La sangre se cuaja en sus venas. De
repente se despiertan y cada uno comienza a correr en apoyo de sus
hermanos. Pero el camino sobre el Albis era mucho más empinado de
lo que es en nuestros días. La artillería mal enjaezada no pudo
ascenderla; los ancianos y los ciudadanos , poco acostumbrados a la
marcha y cubiertos con pesadas armaduras, avanzaban con dificultad;
y sin embargo, constituían la mayor parte de las tropas. Se les veía
deteniéndose uno tras otro, jadeando y exhaustos, a los lados de la
carretera cerca de los tupidos ets y barrancos del Albis, apoyados en
una haya o un fresno, y mirando con ojos desanimados la cima de la
montaña cubierta de pinos espesos.
Sin embargo, reanudaron su marcha; los jinetes y el más intrépido de
los soldados de infantería se apresuraron hacia adelante, y habiendo
llegado al "Haya", en la cima de la montaña, se detuvieron para pedir
consejo.
¡Qué perspectiva se extendió entonces ante sus ojos! Zurich, el lago y
sus orillas sonrientes, esos huertos, esos campos fértiles, esas colinas
cubiertas de viñedos, casi todo el cantón. ¡Pobre de mí! pronto, quizás,
para ser devastado por las bandas del bosque.
Apenas habían comenzado a deliberar estos hombres de noble mente,
cuando nuevos mensajeros de Cappel aparecieron ante ellos,
exclamando: "¡Adelante!" Ante estas palabras, muchos de los Zurichers
se prepararon para galopar hacia el enemigo. 4 Toning, el capitán de
los arcabuceros, los detuvo. “Mis buenos amigos”, les gritó, “contra
fuerzas tan grandes, ¿qué podemos hacer solos? Esperemos aquí hasta
que nuestra gente esté reunida, y luego caigamos sobre el enemigo con
todo el ejército ”. - “Sí, si tuviéramos ejército”, respondió amargamente
el capitán general, quien, desesperado por salvar la república, sólo
pensó en morir de gloria; “Pero solo tenemos un estandarte y no hay
soldados. ”-“ ¿Cómo podemos permanecer tranquilos en estas alturas
”, dijo Zwingle,“ mientras escuchamos los disparos que se hacen a
nuestros conciudadanos? En el nombre de Dios, marcharé hacia mis
hermanos guerreros, dispuestos a morir para salvarlos ”. 5 - “Y yo
también”, añadió el anciano banneret Schweitzer. "En cuanto a ti",
continuó, volviéndose con una mirada de desprecio hacia Toning,
"espera a que te recuperes un poco". - “Estoy tan renovado como tú”,
respondió Toning, el color cubriendo su rostro, “y pronto verás si no
puedo luchar”. Todos apresuraron sus pasos hacia el campo de batalla.
El descenso fue rápido; se adentraron en el bosque, atravesaron la
aldea de Husen y finalmente llegaron cerca de las Granjas. Eran las tres
cuando el estandarte cruzó el estrecho puente que conducía allí; y
había tan pocos soldados a su alrededor que todos se estremecieron al
contemplar este venerado estandarte, así expuesto a los ataques de tan
formidable enemigo. El ejército de los Cantones estaba en ese
momento desplegándose ante los ojos de los recién llegados. Zwingle
contempló este terrible espectáculo. ¡Mirad, pues, estas falanges de
soldados! - ¡Unos minutos más, y los trabajos de once años serán
destruidos quizás para siempre! ......

Un ciudadano de Zurich, un tal Leonard Bourkhard, que estaba mal


dispuesto hacia el reformador, le dijo en un tono duro: “Bueno,
maestro Ulrich, ¿qué dice de este asunto? ¿Los rábanos tienen
suficiente sal? ... ¿Quién los comerá ahora? " 6 “Yo”, respondió
Zwingle, “y muchos hombres valientes que están aquí en las manos de
Dios; porque somos suyos en la vida y en la muerte ". - “Y yo también -
ayudaré a comerlos”, reanudó Bourkhard de inmediato, avergonzado
de su brutalidad, - “Arriesgaré mi vida por ellos”. Y así lo hizo, y
muchos otros con él, añade la crónica.
Eran las cuatro en punto; el sol se hundía rápidamente; las Waldstette
no avanzaron y los Zuricher empezaron a pensar que el ataque se
pospondría para mañana. De hecho, los jefes de los Cinco Canto ns al
ver llegar el gran estandarte de Zúrich, la noche próxima y la
imposibilidad de cruzar bajo el fuego de los Zuricher el pantano y la
zanja que separaba a los combatientes, buscaban un lugar. en el que
sus tropas podrían pasar la noche . “Si en este momento hubiera
aparecido algún mediador”, dice Bullinger, “sus propuestas habrían
sido aceptadas”.
Los soldados, al observar la vacilación de sus jefes, empezaron a
murmurar en voz alta. “Los grandes nos abandonan”, dijo uno. “Los
capitanes temen morder la cola del zorro”, dijo otro. "No atacarlos",
gritaban todos, "es arruinar nuestra causa". Durante este tiempo, un
hombre atrevido estaba preparando la hábil maniobra que iba a
decidir el destino del día. Un guerrero de Uri, John Jauch, ex alguacil
de Sargans, buen tirador y soldado experimentado, habiendo llevado a
algunos hombres con él, se movió hacia la derecha del ejército de los
Cinco Cantones, se deslizó en medio del grupo de hayas. árboles que,
formando un semicírculo hacia el este, unen la colina de Ifelsberg con
la de los Granges, encontraron el bosque vacío, llegaron a unos pocos
pasos de los Zuricher, y allí, escondidos detrás de los árboles,
observaron sin ser percibidos la pequeñez de su número y su falta de
precaución. Luego, retirándose sigilosamente, se dirigió a los jefes en el
mismo momento en que el descontento estaba a punto de estallar.
“Ahora es el momento de atacar al enemigo”, gritó. “Querido
chismoso”, respondió Troguer, capitán en jefe de Uri, “no querrás
decir que debamos ponernos a trabajar a una hora tan tarde; además,
los hombres están preparando sus cuarteles y todo el mundo sabe lo
que les costó a nuestros padres en Nápoles y Marignan haber
comenzado el ataque un poco antes de la noche. Y luego es el día de
Inocencio, y nuestros antepasados nunca han dado batalla en un día
festivo ". 7 - “No pienses en los inocentes del calendario”, respondió
Jauch, “sino más bien recordemos a los inocentes que hemos dejado
en nuestras cabañas”. Gaspard Godli de Zurich, hermano del
comandante de los Granges, sumó sus súplicas a las del guerrero de
Uri. “Debemos vencer a los Zuricher esta noche”, dijo, “o ser
derrotados por ellos mañana. Haz tu elección ".
Todo fue inútil; los jefes se mostraron inflexibles y el ejército se
dispuso a ocupar sus cuarteles. Ante esto, el guerrero de Ur,
entendiendo como su compatriota Tell que los grandes males
requieren grandes remedios, desenvainó su espada y gritó: "Que todos
los verdaderos confederados me sigan". 8 Luego, saltando
apresuradamente a su silla, espoleó su caballo hacia el frente ; 9 e
inmediatamente arcabuceros, soldados del Adige y muchos otros
guerreros de los Cinco Cantones, especialmente de Unterwalden, en
total unos 300 hombres, se precipitaron al bosque tras él. Al ver esto,
Jauch ya no dudó de la victoria de los Waldstette. Desmontó y cayó de
rodillas, "porque", dice Tschudi, "era un hombre que temía a Dios".
Todos sus seguidores hicieron lo mismo y juntos invocaron la ayuda de
Dios, de su santa madre y de todas las huestes celestiales. Luego
avanzaron; pero pronto el guerrero de Uri, deseando no exponer a
nadie más que a sí mismo, detuvo a sus tropas y se deslizó de árbol en
árbol hasta el borde del bosque. Observando que el enemigo era tan
imprudente como todos, se reunió con sus arcabuceros, los condujo
sigilosamente hacia la guardia y los colocó en silencio detrás de los
árboles del bosque, 10 ordenándoles que apuntasen para no perder a
sus hombres. Durante este tiempo, los jefes de los Cinco Cantones,
previendo que este hombre temerario estaba a punto de iniciar la
acción, decidieron contra su voluntad y reunieron a sus soldados
alrededor de los estandartes.

Notas finales:
1. Da, da mus min Kirchhof sin. Toro. 3: 118.
2. Ettliche schruwend nach Achsen das man das Waldi
verhallte. Ibídem.
3. Dan ein Manung uff die ander, von Cappel kamm. Toro.
3: 113.
4. Uff rossen haftig ylttend zum augriff. Ibídem.
5. Ich will racht, in den namen Gotts, zu den biderben luten
und willig mitt und under inen sterben. Toro. 3: 123.

6. ¡Sind die Ruben gesaltzen! Wer will sie ausessen. JJ Hott.


3: 383.
7. Au einem solchen Tag Blut ze vergiessen. Tschudi, Helv. 2:
189.
8. Welche redlicher Eidgnossen wurt sind, die louffind uns
nach. Toro. 3: 125.
9. Sass ylends wiederum uff sin Ross. Tschudi, Helv. 2: 191.
10. Zertheilt die Hagken hinter die Baum im Wald in
grosser Stille. Tschudi, Helv. 2: 191.
LIBRO 16
CAPÍTULO 8

Los zuricher, temiendo que el enemigo se apoderara del camino que


conducía a su capital, estaban dirigiendo parte de sus tropas y sus
cañones hacia una colina baja que la dominaba. En el mismo momento
en que apuntaban los arcabuceros invisibles apostados entre las hayas,
este destacamento pasó cerca del pequeño bosque. En esta soledad
reinaba el más profundo silencio: cada uno de los que estaban allí
apostados escogía al hombre que deseaba hacer descender, y Jauch
exclamó : “En el nombre de la Santísima Trinidad, de Dios Padre, Hijo
y Espíritu Santo, de la Santa Madre de Dios, y de todas las huestes
celestiales - ¡fuego! " A la palabra, las balas mortales brotaron del
bosque, y una carnicería asesina en las filas de Zurich siguió a esta
terrible descarga. La batalla, que había comenzado hace cuatro horas, y
que nunca había parecido un ataque serio, sufrió ahora un cambio
imprevisto. La espada no debía volver a ser devuelta a la vaina hasta
que no hubiera sido bañada en torrentes de sangre. Aquellos de los
Zuricher que no habían caído en esta primera descarga, yacían en el
suelo, de modo que las bolas pasaban por encima de sus cabezas; pero
pronto se levantaron diciendo: “¿Dejaremos que nos maten? ¡No!
¡Mejor ataquemos al enemigo! " La vater agarró una lanza y, corriendo
hacia la primera fila, exclamó: "¡Soldados, mantengan el honor de
Dios y de nuestros señores y compórtense como valientes!" Zwingle,
silencioso y sereno, como la naturaleza antes del estallido de la
tempestad, también había una alabarda en la mano . “Maestro Ulrich”,
dijo Bernard Sprungli, “hable con la gente y anímela. "¡Guerreros!" dijo
Zwingle, “no temas nada. Si este día vamos a ser derrotados, aún así
nuestra causa es buena. ¡Encomiéndense a Dios! "
Los zuricher rápidamente hicieron girar la artillería que estaban
arrastrando a otro cuarto y apuntaron contra la madera; pero sus
balas, en lugar de golpear al enemigo, solo alcanzaron la copa de los
árboles y arrancaron algunas ramas que cayeron sobre los
hostigadores. 1
Rychmuth , el landamman de Schwytz, subió al galope para llamar a
los voluntarios; pero al ver que la batalla comenzaba, ordenó avanzar a
todo el ejército. Inmediatamente los cinco estandartes avanzaron.
Pero los escaramuzadores de Jauch, que se precipitaban desde entre
los árboles, habían caído impetuosamente sobre los Zuricher,
cargando con sus largas y puntiagudas alabardas. “¡Herejes!
sacrilegistas! " gritaron, "¡por fin te tenemos!" "¡Vendedores de
hombres, idólatras, papistas impíos!" respondieron los zuricher, "¿eres
realmente tú?" Al principio una lluvia de piedras cayó de ambas partes
e hirió a varios; inmediatamente llegaron a cuartos cerrados. La
resistencia de los Zuricher fue terrible. 2 Cada uno herido con la
espada o con la alabarda: al fin los soldados de los Cinco Cantones
fueron rechazados en desorden. Los Zuricher avanzaron, pero al
hacerlo perdieron las ventajas de su posición y se enredaron en el
pantano. Algunos historiadores católicos romanos pretenden que esta
huida de sus tropas fue una estratagema para atraer a los zuricher a la
s nare. 3
Mientras tanto, el ejército de los Cinco Cantones se apresuró a
atravesar el bosque. Ardiendo de valor y de ira, apresuraron
ansiosamente sus pasos; en medio de las hayas resonaba un noise
confuso y salvaje , un murmullo espantoso; el suelo tembló; uno podría
haber imaginado que el bosque estaba profiriendo un rugido horrible,
o que las brujas estaban celebrando sus delicias nocturnas en sus
oscuros recovecos. 4 En vano los más valientes de los Zuricher
ofrecieron una intrépida resistencia: las Waldstette tenían la ventaja
en todos los aspectos . “Nos rodean”, gritaban algunos. “Nuestros
hombres están huyendo”, dijeron otros. Un hombre del cantón de Zug,
mezclándose con los Zuricher y fingiendo ser de su partido, exclamó:
"¡Vuela, vuela, valiente Zurichers, estás traicionado!" Entonces todo
está en contra de Zúrich. Incluso la mano de Aquel que ordena las
batallas vueltas contra este pueblo. Así fue también en tiempos
antiguos que Dios frecuentemente castigaba a su propio pueblo de
Israel con la espada asiria. Un terror de pánico se apoderó de los más
valientes y el desorden se extendió por todas partes con espantosa
rapidez.

Mientras tanto, el anciano Schweitzer había izado el gran estandarte


con mano firme, y todos los hombres escogidos de Zurich estaban
reunidos en torno a él; pero pronto sus filas se redujeron. John
Kammli, encargado de la defensa del estandarte, habiendo observado
el pequeño número de combatientes que quedaban en el campo de
batalla, dijo al banneret: “Bajemos el estandarte, mi señor, y guárdelo,
para nuestro pueblo. están volando vergonzosamente ". “Guerreros,
permanezcan firmes”, respondió el anciano banneret, a quien ningún
peligro había sacudido jamás. El desorden aumentó: el número de
fugitivos aumentaba cada minuto; el anciano se mantuvo firme,
asombrado e inamovible como un roble envejecido golpeado por un
huracán espantoso. Recibió sin inmutarse los golpes que le caían
encima, y solo resistió la terrible tormenta. Kammli lo agarró por el
brazo: "Mi señor", dijo de nuevo, "baje el estandarte, o lo perderemos:
¡no hay más gloria que cosechar aquí!" El banneret, que ya estaba
herido de muerte, exclamó: “¡Ay! ¿Debe la ciudad de Zurich ser tan
castigada? Luego, arrastrado por Kammli, que lo sujetó del brazo, se
retiró hasta la zanja. El peso de los años y las heridas que le cubrieron
no le permitieron atravesarlo. Cayó en el fango del fondo, todavía
sosteniendo el glorioso estandarte, cuyos pliegues cayeron en la otra
orilla.

El enemigo corrió a gritos, siendo atraído por los colores de Zúrich,


como el toro por la bandera de los gladiadores. Kammli al ver esto, sin
vacilar saltó al fondo de la zanja y agarró las manos rígidas y
moribundas de su jefe, para preservar la preciosa insignia, que
agarraron con fuerza. Pero fue en vano: las manos del anciano
Schweitzer no perderían el estandarte. "¡Mi señor banneret!" exclamó
este fiel servidor, "ya no está en tu poder defenderlo". Las manos del
banneret, ya rígidas por la muerte, todavía se negaban; sobre lo cual
Kammli rompió violentamente el estandarte sagrado, saltó a la otra
orilla y corrió con su tesorero lejos de los pasos del enemigo. Los
últimos Zurichers llegaron en ese momento a la zanja; cayeron uno tras
otro sobre el banneret que expiraba, y así apresuraron su muerte.
Kammli, sin embargo, habiendo recibido una herida de bala, su
marcha se retrasó, y pronto los Waldstette lo rodearon con sus
espadas. El Zuricher, sosteniendo el estandarte en una mano y su
espada en la otra, se defendió valientemente. Uno de los Waldstette
agarró al bastón, otro agarró la bandera y la rompió. Kammli con un
golpe de su espada derribó al primero y, golpeando a su alrededor,
gritó: “¡Al rescate, valiente Zurichers! salva el honor y el estandarte de
nuestros señores ". Los asaltantes aumentaron en número, y el
guerrero estaba a punto de caer cuando Adam Naeff de Wollenwyd se
apresuró a levantar espada en mano, y la cabeza del Waldstette que
había rasgado los colores rodó por la llanura, y su sangre brotó sobre
la bandera. de Zurich. Dumysen, miembro del Consejo Menor, apoyó a
Naeff con su alabarda, y ambos le dieron golpes tan lujuriosos que
lograron desviar al abanderado. Él, aunque peligrosamente herido,
saltó hacia adelante, sosteniendo los pliegues manchados de sangre
del estandarte en una mano, que se llevó apresuradamente,
arrastrando el bastón detrás de él. Con mirada feroz y ojos de fuego,
pasó así, espada en mano, en medio de amigos y enemigos: atravesó
llanuras, bosques y marismas, dejando por todas partes huellas de su
sangre, que manaba de numerosas heridas. Dos de sus enemigos, uno
de Schwytz y el otro de Zug, estaban particularmente ansiosos por
perseguirlo. "¡Hereje! ¡villano!" gritaron, "ríndete y danos la bandera".
“Primero tendrás mi vida”, respondió el Zuricher. Entonces los dos
soldados hostiles, avergonzados por sus corazas, se detuvieron un
momento para quitárselos. Kammli aprovechó esto para adelantarse:
corrió; Huber, Dumysen y Dantzler de Naenikon estaban a su lado. Los
cuatro llegaron así cerca de Husen, a mitad de camino del Albis.
Todavía tenían que escalar la parte más empinada de la montaña.
Huber cayó cubierto de heridas. Dumysen, el coronel general, que
había luchado como soldado raso, casi llegó a la iglesia de Husen, y allí
cayó sin vida: y dos de sus hombres, en la flor de la juventud, pronto se
extendieron en el campo de batalla que había bebido la sangre de su
padre. Kammli dio unos pasos más; pero se detuvo un rato, exhausto y
jadeante, cerca de un seto que tendría que despejar, y descubrió a sus
dos enemigos y otras Waldstette corriendo por todos lados, como aves
de rapiña, hacia el estandarte vacilante de Zurich. La fuerza de Kammli
se estaba hundiendo rápidamente, sus ojos se oscurecieron, una densa
oscuridad lo rodeó: una mano de plomo lo sujetó al suelo. Luego,
haciendo acopio de todas sus fuerzas agonizantes, arrojó el estandarte
al otro lado del seto, exclamando: “¿Hay algún Zuricher valiente cerca
de mí? ¡Que conserve el estandarte y el honor de nuestros señores! ¡En
cuanto a mí, no puedo hacer más! " Luego, lanzando una última mirada
al cielo, agregó: "¡Que Dios sea mi ayudador!" Cayó exhausto por este
último esfuerzo. Dantzler, que se acercó, arrojó su espada, saltó sobre
el seto, agarró el estandarte y gritó: "Con la ayuda de Dios, me lo
llevaré". Luego ascendió rápidamente al Albis y, por último, puso a
salvo el antiguo estandarte de Zurich. Dios, en quien estos guerreros
tenían todas sus esperanzas, había escuchado sus oraciones, pero la
sangre más noble de la república se había derramado.
El enemigo salió victorioso en todos los puntos. Los soldados de los
Cinco Cantones , y en particular los de Unterwalden endurecidos
durante mucho tiempo en las guerras de los milaneses, se mostraron
más despiadados con sus aliados de lo que habían sido nunca con los
extranjeros. Al comienzo de la batalla, Godli había huido y poco
después abandonó Zurich para siempre. Lavater, el capitán general,
después de haber luchado con valentía, había caído al foso. Un soldado
lo sacó a rastras y escapó.

Los hombres más distinguidos de Zurich cayeron uno tras otro bajo los
golpes de los Waldstette . 5 Rudi Gallman encontró la tumba gloriosa
que había deseado, y sus dos hermanos tendidos junto a él dejaron la
casa de su padre desolada. Toning, capitán de los arcabuceros, murió
por su patria como había predicho. Todo el orgullo de la población de
Zurich, siete miembros del Consejo Menor, diecinueve miembros de
los Doscientos sesenta y cinco ciudadanos de la ciudad, cuatrocientos
diecisiete de los distritos rurales: el padre en medio de sus hijos, - el
hijo rodeado por sus hermanos, - yacía en el campo .
Gerold Meyer de Knonau, hijo de Anna Zwingle, en ese momento
veintidós años de edad, y ya miembro del consejo de Two Hundred, un
esposo y un padre, se había precipitado a las primeras filas con toda la
impetuosidad de juventud. “Ríndete y te salvarán la vida”, gritaron
algunos de los guerreros de los Cinco Cantones, que deseaban salvarlo.
“Es mejor para mí morir con honor que ceder con vergüenza”,
respondió el hijo de Anna, e inmediatamente, golpeado por un golpe
mortal, cayó y expiró no lejos del castillo de sus antepasados.
Fueron los ministros quienes pagaron proporcionalmente el mayor
tributo en este día sangriento. La espada que trabajaba en las alturas
de Cappel estaba sedienta de su sangre: veinticinco de ellos cayeron
bajo su golpe. Las Waldstette temblaban de rabia cada vez que
descubrían a uno de estos predicadores herejes, y lo sacrificaban con
entusiasmo, como víctima elegida de la Virgen y los santos. Quizás
nunca ha habido una batalla en la que tantos hombres de la Palabra de
Dios hayan mordido el polvo. Casi en todas partes los pastores habían
marchado a la cabeza de sus rebaños. Se podría haber dicho que
Cappel era una asamblea de iglesias cristianas más que un ejército de
empresas suizas. El abad Joner, que recibió una herida mortal cerca de
la picazón, murió a la vista de su propio monasterio. La gente de Zug,
en persecución del enemigo, lanzó un grito de angustia al pasar junto a
su cuerpo, recordando todo el bien que les había hecho. 6 Schmidt de
Kussnacht, estacionado en el campo de batalla en medio de sus
feligreses, cayó rodeado por cuarenta de sus cuerpos. 7 Geroldsek,
John Haller y muchos otros pastores, a la cabeza de sus rebaños, de
repente se encontraron de manera terrible e imprevista con el Señor a
quien habían predicado.
Pero la muerte de un individuo superó con creces a todos los demás.
Zwingle estaba en el puesto de peligro, con el casco en la cabeza, la
espada colgando a su costado y el hacha de guerra en la mano. 8
Apenas había comenzado la acción, cuando, agachándose para
consolar a un moribundo, dice JJ Hottinger, una piedra arrojada por
el vigoroso brazo de una Waldstette lo golpeó en la cabeza y le cerró
los labios. Sin embargo, surgió Zwingle, cuando otros dos golpes que lo
golpearon sucesivamente en la pierna, 9 tiró de él hacia abajo de
nuevo. Dos veces más se pone de pie; pero por cuarta vez recibe un
empujón de lanza, se tambalea y, hundido entre tantas heridas, cae de
rodillas. ¿No anuncia la oscuridad que se extiende a su alrededor una
oscuridad aún más espesa que está a punto de cubrir la Iglesia?
Zwingle se aleja de esos pensamientos tristes; una vez más levanta esa
cabeza que había sido tan atrevida, y mirando con ojos serenos el hilo
de sangre, exclama: “¿Qué importa esta desgracia? Ciertamente
pueden matar el cuerpo, ¡pero no pueden matar el alma! " 10 Estas
fueron sus últimas palabras.
Apenas las había pronunciado cuando cayó de espaldas. Allí, bajo un
árbol (el peral de Zwingle), en un prado, permaneció tendido de
espaldas, con las manos entrelazadas y los ojos vueltos hacia el cielo.
11
Mientras los más valientes perseguían a los soldados dispersos de
Zúrich, los rezagados de los Cinco Cantones se habían abalanzado
como cuervos hambrientos sobre el campo de batalla. Antorcha en
mano, estos desdichados merodeaban entre los muertos, lanzando
miradas de irritación a su alrededor e iluminando los rasgos de sus
víctimas agonizantes con el apagado brillo de estas antorchas
funerarias. Entregaron los cuerpos de los heridos y los muertos; los
torturaron y desnudaron. 12 Si encontraban a alguno que aún fuera
sensato, gritaban: "¡Invoca a los santos y confiesa a nuestros
sacerdotes!" Si los Zuricher, fieles a su credo, rechazaban estas crueles
invitaciones, estos hombres, que eran tan cobardes como fanáticos, los
atravesaban con sus lanzas o les arrancaban los sesos con las puntas
de sus arcabuces. El historiador católico romano, Salat de Lucerna, se
jacta de ello. "Se les dejó morir como perros infieles, o fueron
asesinados con la espada o la lanza, para que pudieran ir mucho más
rápido al diablo, con cuya ayuda habían luchado tan
desesperadamente". 13 Si alguno de los soldados de los Cinco
Cantones reconocía a un Zuricher contra quien tenían algún
resentimiento, con ojos secos, boca desdeñosa y facciones cambiadas
por la ira, se acercaba a la desgraciada criatura, retorciéndose en las
agonías de la muerte, y decía: "¡Bien! ¿Te había preservado tu fe
herética? ¡Ah, ja! Hoy se vio muy claramente quién tenía la verdadera fe
... Hoy hemos arrastrado tu Evangelio en el barro, y tú también,
incluso tú estás cubierto de tu propia sangre. Dios, la Virgen y los
santos te han castigado ". Apenas habían pronunciado estas palabras
cuando hundieron sus espadas en el pecho de su enemigo. "¡Misa o
muerte!" era su consigna.
Así triunfaron las Waldstette; pero los zurichers piadosos que
murieron en el campo de batalla recordaron que tenían para Dios a
uno que había dicho: “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a
hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga? - "Aunque
me mate, confiaré en él". Es en el horno de la prueba donde el Dios del
Evangelio oculta el oro puro de sus más preciosas bendiciones. Este
castigo fue necesario para desviar a la Iglesia de Zúrich de los
“caminos anchos” del mundo y llevarla de regreso a los “caminos
estrechos” del Espíritu y de la vida. En una historia política, una
derrota como la de Cappel se llamaría una gran desgracia; pero en una
historia de la Iglesia de Jesucristo, tal golpe, infligido por la mano del
Padre mismo, debería llamarse más bien una gran bendición.
Mientras tanto, Zwingle yacía extendido bajo el árbol, cerca del
camino por el que pasaba la masa de gente. Los gritos de los
vencedores, los gemidos de los moribundos, los parpadeos de los ríos
que se llevan de un cadáver a otro, Zurich humillada, la causa de la
Reforma perdida, todos le gritan que Dios castiga a sus siervos cuando
recurren al brazo de hombre. Si el reformador alemán hubiera podido
acercarse a Zwingle en este momento solemne y pronunciar esas
palabras tan repetidas: "Los cristianos no luchan con espada y
arcabuz, sino con sufrimientos y con la cruz", 14 Zwingle habría
extendido su mano moribunda , y dijo: "¡Amén!"
Dos de los soldados que merodeaban por el campo de batalla,
habiéndose acercado al reformador sin reconocerlo, "¿Deseas que un
sacerdote se confiese?" preguntaron ellos. Zwingle, sin hablar (porque
no tenía fuerzas), hizo señas negativas. "Si no puedes hablar",
respondieron los soldados, "¡al menos piensa en tu corazón en la
Madre de Dios e invoca a los santos!" Zwingle volvió a negar con la
cabeza y mantuvo los ojos todavía fijos en el cielo. 15 Ante esto, los
soldados irritados comenzaron a maldecirlo. "Sin duda", dijeron, "¡eres
uno de los herejes de la ciudad!" Uno de ellos, sintiendo curiosidad por
saber quién era, se inclinó y giró la cabeza de Zwingle en dirección a
un fuego que se había encendido cerca del lugar. 16 El soldado
inmediatamente lo dejó caer al suelo. "Creo", dijo, sorprendido y
asombrado, "¡Creo que es Zwingle!" En ese momento se acercó el
capitán Fockinger de Unterwalden, veterano y jubilado: había oído las
primeras palabras del soldado. "¡Zwingle!" exclamó él; ¡Ese vil hereje de
Zwingle! ¡Ese bribón, ese traidor! Luego, levantando su espada, vendida
durante tanto tiempo al extraño, golpeó al cristiano moribundo en la
garganta, exclamando con una pasión violenta: "¡Muere, hereje
obstinado!" Cediendo ante este último golpe, el reformador entregó el
fantasma: estaba condenado a morir por la espada de un mercenario.
"Preciosa a los ojos del Señor es la muerte de sus santos". Los soldados
corrieron hacia otras víctimas. No todos mostraron la misma barbarie.
La noche estaba fría; una espesa escarcha cubría los campos y los
cuerpos de los moribundos. El historiador protestante Bullinger nos
informa que algunas Waldstettes levantaron suavemente a los heridos
en sus brazos, vendaron sus heridas y los llevaron a los fuegos
encendidos en el campo de batalla. "¡Ah!" gritaron , "¿por qué los suizos
se han matado así unos a otros?"
El cuerpo principal del ejército había permanecido en el campo de
batalla cerca de los estandartes. Los soldados conversaban alrededor
de las hogueras, interrumpidos de vez en cuando por los gritos de los
moribundos. Durante este tiempo, los jefes reunidos en el convento
enviaron mensajeros para llevar la noticia de su señal de victoria a los
cantones confederados y a las potencias católicas romanas de
Alemania.
Por fin apareció el día. Los Waldstette se esparcieron por el campo de
batalla, corriendo aquí y allá, deteniéndose, contemplando,
sorprendidos al ver a sus más formidables enemigos tendidos sin vida
en la llanura; pero a veces también derramando lágrimas al contemplar
cadáveres que les recordaban viejos y sagrados lazos de amistad. A la
luz llegaron al peral bajo el cual yacía muerto Zwingle, y una inmensa
multitud se reunió a su alrededor. Su rostro aún resplandecía de
expresión y de vida. “Tiene el aspecto”, dijo Bartholomew Stocker de
Zug, quien lo había amado, “tiene el aspecto de un hombre vivo más
que de un muerto. 17 Tal era él cuando encendía al pueblo con el fuego
de su elocuencia ”. Todos los ojos estaban fijos en el cadáver. John
Schonbrunner, antiguo canónigo de Zurich, que se había retirado a
Zug en la época de la Reforma, no pudo contener las lágrimas:
"Cualquiera que haya sido tu credo", dijo, "sé, Zwingle, que has sido un
¡leal cómplice! ¡Que tu alma descanse con Dios! "

Pero los pensionistas del extranjero, contra quienes Zwingle nunca


había dejado de hacer la guerra, exigían que el cuerpo del hereje fuera
desmembrado y una parte enviada a cada uno de los Cinco Cantones.
“¡La paz sea con los muertos! ¡y solo Dios sea su juez! " exclamaron el
evasor Golder y el landamman Thoss de Zug. Gritos de furia
respondieron a su llamado y los obligaron a retirarse. Inmediatamente
los tambores tocan para reunirse; el cadáver fue juzgado, y se decretó
que debía ser descuartizado por traición a la confederación y luego
quemado por herejía. El verdugo de Lucerna ejecutó la sentencia. Las
llamas consumieron a los miembros inconexos de Zwingle; las cenizas
de los cerdos se mezclaron con las suyas; y una multitud sin ley se
precipitó sobre sus restos y los arrojó a los cuatro vientos del cielo. 18
Zwingle estaba muerto. Una gran luz se había extinguido en la Iglesia
de Dios. Poderoso por la Palabra como lo eran los otros reformadores,
lo había sido más que ellos en acción; pero este mismo poder había
sido su debilidad, y había caído bajo el peso de su propia fuerza.
Zwingle no tenía cuarenta y ocho años cuando murió. Si el poder de
Dios siempre acompañó al poder del hombre, ¡qué no habría hecho
por la Reforma en Suiza, e incluso en el imperio! Pero había empuñado
un brazo que Dios había prohibido; el casco le había cubierto la cabeza
y había agarrado la alabarda. Sus amigos más devotos se quedaron
asombrados y exclamaron: "¡No sabemos qué decir! ... ¡un obispo en
armas!" 19 El rayo había surcado la nube, el golpe había alcanzado al
reformador, y su cuerpo no era más que una mano llena de polvo en la
palma de un soldado.
Notas finales:

1. Denn das die Aest auf sie fielent. Tschudi, pág. 182.
2. Der angriff war hart und wahrt der Wiederstand ein gute
Wyl. Ibídem. 192.
3. Catholici autem, positis insidiis, retrocesserunt, fugam
simulantes. Cochloeus, Acta Luth. Pág. 214.
4. Der Boden erzittert; und nit anders war, denn als ob der
Wald lut bruelete. Tschudi, pág. 123.
5. Optimi et docti viri, quos necessitas traxerat in commune
periculum patriae et ecclesiae veritatisq ue defensandae,
quam et suo sanguine redemerunt. Pell. Vit. EM. P. 6.
6. Es klagtend inn insonders die Zuger. Toro. 3: 151.
7. Uff der Walstett ward er funden, bajo und por sinen
Kussnachern. Ibídem. 147.
8. Los capellanes de las tropas suizas todavía llevan espada.
Zwingl e no usó sus brazos.
9. Hatt auch in den Schenklen zween Stiche. Tschudi, Helv.
2: 194.
10. In genua prolapsum dixisse: "¿Ecquid hoc infortunii?
Edad! Corpus quidem occidere possunt, animam non
possunt". Osw. Myconius, Vit. Zw.
11. Was er nach lebend, lag an dem Reggen und hat seine
beide hand zamen gethan, wie die betenden, sach mit
synem angen obsich in hymel. B. 3: 136.
12. Ein gross plunderen, ein ersuchen und usgiessen der
todten und der wunden. Toro. 3: 135.
13. Damit sie desto eher zum Teufel, damit sie mit allen
vieren fechtend, gefuhrt wurdend. Salat.

14. Christen sind nicht die fur sich selbst mit dem Schwerdt
oder Buchsen streiten, sondern mit dem Kreuz und
Leyden. Luth. Op.
15. Und sach uber sich en Hymel. Toro. 3: 136.
16. Beym Fuwr besach. Tschudi, Helv. 2: 194.

17. Nicht einem Todten sondern einem Lebenden gleich.


Zwingli fur das Volk von JJ Hottinger.
18. Tschudi Helvet. 2: 195. "Cadaver Zwinglii..in quatuor
partes secatur, in ignem conjicitur, in cinerem
resolvitur". Mi c. De Vit. Zw.
19. Ego nihil certe apud me possum statuere, maxime de
Episcopo in armis. Zuickius Ecolampadio, 8 de
noviembre de 1531, Zúrich MS.
LIBRO 16
CAPÍTULO 9
Una oscuridad espantosa se cernió sobre Zurich durante la noche que
siguió al afligido día de Cappel. Eran las siete de la tarde cuando
llegaron las primeras noticias del desastre ... Informes vagos pero
alarmantes se difundieron al principio con la rapidez de un rayo. Se
sabía que se había infligido un golpe terrible, pero no de qué tipo;
pronto, unos pocos heridos, que llegaron del campo de batalla,
aclararon el espantoso misterio. "Entonces", dijo Bullinger, a quien
permitiremos hablar, "se levantó de repente un fuerte y horrible grito
de lamentación y lágrimas, lamentos y gemidos". La consternación fue
mucho mayor porque nadie había esperado tal desastre. “No hay
suficiente para el desayuno”, habían dicho algunos arrogantes
hombres mundanos; “De un golpe seremos dueños de los Cinco
Chalets”, había dicho otro; y un soldado mayor añadió con desdén:
"Pronto habremos esparcido estos cinco estercoleros". La porción
cristiana , convencida de que Zurich estaba luchando por una buena
causa, no había dudado de que la victoria estaría del lado de la verdad
... Así, su primera estupefacción fue seguida por un violento estallido
de rabia. Con furia ciega la turba acusó a todos sus jefes, y cargó de
insultos incluso a los que habían defendido a su país al precio de su
sangre. Una multitud inmensa, agitada, pálida y desconcertada, llenó
todas las calles de la ciudad. Se conocieron, interrogaron y
respondieron; volvieron a interrogar y no se oyó la respuesta , pues los
gritos de la gente interrumpían o ahogaban la voz de los oradores. Los
concejales que se habían quedado en Zúrich se dirigieron
apresuradamente al ayuntamiento. La gente, que ya se había reunido
allí en multitudes, miraba con ojos tristes. Las acusaciones de traición
brotaron de todas las bocas y los patricios fueron señalados para la
indignación general. Deben tener víctimas. "Antes de ir a luchar contra
el enemigo en las fronteras", dijo la turba, "debemos defendernos de
nuevo contra los que están dentro de nuestros muros". El dolor y el
miedo excitaron las mentes de todos. Ese instinto salvaje del pueblo,
que en las grandes calamidades los lleva, como una fiera, a la sed de
sangre, se despertó violentamente. Una mano en medio de la multitud
señala hacia el salón del consejo, y una voz áspera y penetrante
exclama: “Cortamos las cabezas de algunos de los hombres que se
sientan en estos salones, y dejemos que su sangre suba al cielo, para
suplicar misericordia a favor de los que han matado ".

Pero esta furia no es nada comparada con la que estalló contra los
ministros, contra Zwingle y todos aquellos cristianos que fueron la
causa (dicen ellos) de la ruina del país. Afortunadamente, la espada de
los Waldstette los había apartado de la furia de sus conciudadanos ; sin
embargo, todavía quedaban algunos que podían pagar los demás. Leo
Juda, a quien la muerte de Zwingle estaba a punto de llevar al frente
de asuntos religiosos, apenas se había recuperado de una grave
enfermedad; fue sobre él que se apresuraron. Lo amenazaron, lo
persiguieron; unos pocos ciudadanos dignos se lo llevaron y se
escondieron en sus casas. La rabia de estos locos no se apaciguó:
continuaron gritando que debía hacerse expiación por la matanza de
Cappel, con una matanza aún más espantosa dentro de los mismos
mundos de la ciudad. Pero Dios puso freno a la boca de estas furiosas
bestias de presa y las sometió.
De repente, el dolor se convirtió en furor, y los sollozos ahogaron la
expresión de los más furiosos. Todos aquellos cuyos familiares habían
marchado a Cappel, imaginaban que estaban entre el número de
víctimas. Ancianos, mujeres y niños salían en la oscuridad a la luz
trémula de las antorchas, con ojos ojerosos y pasos apresurados; y tan
pronto como llegó algún herido, le preguntaron con voz temblorosa
acerca de los que buscaban. Algunos respondieron: "Lo vi caer cerca de
mi lado". - “Estaba rodeado de tantos enemigos”, dijeron otros, “que no
había ninguna posibilidad de seguridad para él”. 1 Ante estas palabras,
la familia distraída apagó sus antorchas y llenó el aire de chillidos y
gemidos.
Anna Zwingle había oído desde su casa los repetidos disparos de
artillería. Como esposa y madre, había pasado esperando muchas
largas horas de angustia, ofreciendo fervientes oraciones al cielo. Al
final, los relatos más terribles, uno tras otro, estallaron sobre ella.
En medio de aquellos cuyos gritos de desesperación resonaban en el
camino a Cappel, estaba Oswald Myconius, quien preguntó con
ansiedad qué había sido de su amigo. ¡Pronto escuchó a uno de los
desgraciados que habían escapado de la masacre, relatando a los que
lo rodeaban que Zwingle había caído! 2 ... ¡Zwingle ya no existe!
¡Zwingle está muerto! El grito se repitió: atravesó Zúrich con la rapidez
de un relámpago y por fin alcanzó a la infeliz viuda. Anna cayó de
rodillas. Pero la pérdida de su marido no fue suficiente: Dios le había
infligido otros golpes. Los mensajeros que se sucedían a intervalos
breves le anunciaban la muerte de su hijo Gerold de Knonau, de su
hermano el alguacil de Reinhard, de su yerno Antony Wirz, de John
Lutschi el marido de su querida hermana, así como de de todos sus
amigos más íntimos. Esta mujer se quedó sola, sola con su Dios; a solas
con sus hijos pequeños, quienes al ver sus lágrimas lloraron también y
se arrojaron desconsolados en los brazos de su madre.
De repente sonó la campana de alarma. El ayuntamiento, distraído por
las opiniones más contrarias, había resuelto por fin convocar a todos
los ciudadanos hacia los Albis. Pero el sonido de la tocsina resonando
en la oscuridad, las lamentables historias de los heridos y los apenados
gemidos de las familias en duelo, aumentaron aún más el tumulto. Una
numerosa y desordenada tropa de ciudadanos corrió por el camino a
Cappel. Entre ellos estaba el Valaisan, Thomas Plater. Aquí se encontró
con un hombre que tenía una sola mano, 3 - allí con otros que
sostenían sus cabezas heridas y sangrantes con ambas manos; - más
lejos aún era un soldado cuyas entrañas sobresalían de su cuerpo.
Frente a estas desdichadas criaturas caminaban campesinos con
antorchas encendidas, porque la noche era muy oscura. Plater deseaba
volver; pero no pudo, porque los centinelas colocados en el puente
sobre el Sihl permitían a las personas salir de Zurich, pero no
permitían que nadie volviera a entrar.
Al día siguiente, la noticia del tratamiento vergonzoso del cadáver de
Zwingle despertó toda la ira de Zurich; y sus amigos, alzando sus ojos
empañados por las lágrimas, exclamaron: “Estos hombres pueden caer
sobre su cuerpo; pueden encender sus pilas, y brand h es vida inocente
... pero él vive, este héroe invencible vive en la eternidad y deja tras de
sí un monumento inmortal de gloria que ninguna llama puede
destruir. 4 Dios, por cuya honra ha trabajado, aun al precio de su
sangre, hará que su memoria sea eterna ”. “Y yo”, añade Leo Juda, “yo,
sobre quien ha amontonado tantas bendiciones, me esforzaré, después
de tantos otros, por defender su fama y ensalzar sus virtudes”. Así,
Zurich consagró a Zwingle una oración fúnebre de lágrimas y suspiros
, de gratitud y gritos de angustia. ¡Nunca hubo un discurso fúnebre
más elocuente!
Zurich reunió sus fuerzas. John Steiner había recogido en el Albis
algunos fragmentos dispersos del ejército para la defensa del paso:
vivaqueaban alrededor de sus fogatas en la cima de la montaña, y
todos estaban en desorden. Plater, entumecido por el frío (es él quien
nos cuenta), se había quitado las botas para calentarse los pies en la
fogata. De repente se dio una alarma, la tropa se apresuró a reunirse y,
mientras Plater se preparaba, un trompetista, que había escapado de
la batalla, agarró su alabarda. Plater lo recuperó y se colocó en las filas;
ante él estaba el trompetista, sin sombrero ni zapatos, y armado con
un palo largo. Tal era el ejército de Zurich.
El capitán en jefe Lavater se reincorporó al ejército al amanecer. Poco a
poco aparecieron los aliados; 1500 Grisones, bajo las órdenes del
capitán general Frey de Zurich, 1500 Turgovianos, 600 Tockenburgers
y otros auxiliares además, pronto formaron un ejército de 12.000
hombres. Todos, incluso los niños, corrieron a las armas. El consejo dio
órdenes de que estos jóvenes 5 fueran enviados de regreso a compartir
las tareas domésticas con las mujeres.
Otro revés en poco tiempo aumentó la desolación de la región
reformada . Mientras las tropas de Berna, Zurich, Basilea y Bienne, que
ascendían a 24.000 hombres, se reunían en Bremgarten, los Cinco
Cantones se atrincheraron en Baar, cerca de Zug. Pero Zwingle quería
entrar en el ejército reformado y habría sido el único hombre capaz de
inspirarles valor. Una ráfaga de viento que derribó algunos abetos en
los bosques donde estaban acampados los Zuricher y provocó la
muerte de algunos de sus soldados, no pudieron ver en esto la señal de
nuevos reveses.
Sin embargo, Frey llamó en voz alta a la batalla; pero el comandante
bernés Diesbach se negó. Tras esto, el capitán de Zurich partió en la
noche del 23 de octubre al frente de 4000 hombres de Zurich,
Schaffhausen, Basilea y San Gall; y, mientras los berneses dormían
tranquilamente, dio vuelta a los Waldstette, condujo sus puestos de
avanzada más allá del Sihl y tomó su puesto en las alturas que dan al
Goubel. Sus imprudentes soldados, creyendo que la victoria era segura,
ondearon orgullosos sus estandartes y luego se hundieron en una
pesada batalla . Las Waldstette lo habían observado todo. El 24 de
octubre, a las dos de la madrugada, a la luz de la luna brillante,
abandonaron su campamento en profundo silencio, dejando sus
fuegos encendidos y vistiendo camisas blancas sobre sus vestidos para
reconocerse uno a otro en la oscuridad. Su lema era "María, la madre
de Dios". Se deslizaron sigilosamente hacia un bosque de pinos, cerca
del cual estaban acampadas las tropas reformadas. El hombre apostado
en la vanguardia de los Zuricher, habiendo percibido al enemigo,
corrió hacia las hogueras para despertar a sus amigos, pero apenas
habían llegado al tercer fuego cuando aparecieron las Waldstette,
lanzando un grito espantoso. 6 “¡Har ... Har ... Har ... Har! ... ¿Dónde
están estos herejes impíos? ...... Har ... Har ... Har ... ¡Ha r! " El ejército
de las ciudades al principio hizo una vigorosa resistencia, y muchas de
las camisas blancas cayeron cubiertas de sangre; pero esto no duró
mucho. Los más valientes, con el valiente Frey a la cabeza, habiendo
mordido el polvo, la derrota se generalizó y 800 hombres quedaron en
el campo de batalla.
En medio de estas aflicciones, los berneses permanecieron tercos e
inmóviles. Francis Kolb, que a pesar de su avanzada edad había
acompañado al contingente bernés como capellán, reprochó en un
sermón la negligencia y cobardía de su partido. “Tus antepasados”,
dijo, “habrían cruzado a nado el Rin, y tú ... ¡este pequeño arroyo te
detiene! Fueron a la batalla por una palabra, y ni siquiera el Evangelio
puede moverse. A nosotros solo nos queda encomendar nuestra causa
a Dios. ”Muchas voces se alzaron contra el imprudente anciano, pero
otras tomaron su defensa; y el capitán, James May, tan indignado
como el anciano capellán por las demoras de sus conciudadanos, sacó
su espada y la clavó en los pliegues del estandarte de Berna, pinchó al
oso que estaba representado en él y gritó en presencia de todo el
ejército, "Bribón, ¿no mostrarás tus garras?" 7 Pero el oso permaneció
inmóvil.
Toda la Reforma se vio comprometida. Apenas Fernando recibió
noticias de la muerte del archi-hereje Zwingle y de la derrota en
Cappel, entonces, con una exclamación de alegría, transmitió estas
buenas noticias a su hermano, el emperador Carlos V, diciendo: “Este
es el primera de las victorias destinadas a restaurar la fe ”. Después de
la derrota en el Goubel, volvió a escribir, diciendo que si el emperador
no estuviera tan cerca, no dudaría, por débil que fuera, en apresurarse
en persona, espada en mano, para denunciar a un hombre tan justo.
empresa. “Recuerda”, dijo, “que eres el primer príncipe de la
cristiandad y que nunca tendrás una mejor oportunidad de cubrirte de
gloria. Ayude a los cantones con sus tropas; las sectas alemanas
perecerán cuando ya no cuenten con el apoyo de la herética Suiza ". 8 -
“Cuanto más reflexiono”, respondió Charles, “más me agrada tu
consejo. La dignidad imperial con la que estoy investido, la protección
que le debo a la cristiandad y al orden público, en una palabra, la
seguridad de la casa de Austria, ¡todo me atrae!
Ya unos dos mil soldados italianos, enviados por el Papa y
comandados por el genovés De l'Isola, habían desplegado sus siete
estandartes y se habían unido cerca de Zug con el ejército de los Cinco
Cantones. Las tropas auxiliares, las negociaciones diplomáticas e
incluso los misioneros para convertir a los herejes no se salvaron. El
obispo de Veroli llegó a Suiza para devolver a los luteranos a la fe
romana por medio de sus amigos y de su dinero. 9 Los políticos
romanos elogiaron la victoria de Cappel como la señal de la
restauración de la autoridad papal, no solo en Suiza, sino en toda la
cristiandad. 10 Por fin, esta presuntuosa Reforma estaba a punto de
ser reprimida. En lugar de la gran liberación con la que había soñado
Zwingle, el águila imperial liberada por el papado estaba a punto de
atacar a toda Europa y estrangularla con sus garras. La causa de la
libertad había perecido en los Albis.
Pero las esperanzas de los papistas eran vanas: la causa del Evangelio,
aunque humillada en este momento, estaba destinada finalmente a
obtener una gloriosa victoria. Una nube puede ocultar el sol por un
tiempo; pero la nube pasa y el sol reaparece. Jesucristo es siempre el
mismo, y las puertas del infierno pueden triunfar en el campo de
batalla, pero no pueden prevalecer contra su Iglesia.
Sin embargo, todo parecía avanzar hacia una gran catástrofe. Los
Tockenburger hicieron las paces y se retiraron. Los Ovianos Thurg los
siguieron; y luego la gente de Gaster. El ejército evangélico fue así
gradualmente disuelto. La severidad de la temporada se unió a estas
disensiones. Las continuas tormentas de viento y lluvia llevaron a los
soldados a sus casas.
Sobre esto, los Cinco Cantones con las indisciplinadas bandas del
general italiano Isola se lanzaron sobre la margen izquierda del lago de
Zúrich. La campana de alarma sonó por todos lados; los campesinos se
retiraban en multitudes a la ciudad, con sus esposas llorosas, sus niños
asustados y su ganado que llenaba el aire con mugidos hoscos.
También se hizo circular un informe de que el enemigo tenía la
intención de sitiar Zúrich. Los campesinos, alarmados, declararon que
si la ciudad se negaba a llegar a un acuerdo, lo tratarían por su propia
cuenta.

La fiesta de la paz prevaleció en el consejo; se eligieron diputados para


negociar. “Por encima de todas las cosas, conserven el Evangelio y
luego nuestro honor, ¡en la medida de lo posible!” Tales fueron sus
instrucciones. El 16 de noviembre, los diputados de Zúrich llegaron a
un prado situado cerca de la frontera, a orillas del Sihl, en el que los
esperaban los representantes de los Cinco Cantones. Pasaron a las
deliberaciones. “En nombre de la Trinidad más honorable, santa y
divina”, comenzaba el tratado, “En primer lugar, nosotros, la gente de
Zurich, nos comprometemos y acordamos dejar a nuestros fieles y
amados confederados de los Cinco Cantones, su bien- amados co-
burgueses del Valais, y todos sus seguidores laicos y eclesiásticos, en
su verdadera e indudable fe cristiana, 11 renunciando a toda mala
intención, artimañas y estratagemas. Y, de nuestro lado, los de los
Cinco Cantones, acordamos dejar a nuestros confederados de Zúrich y
sus aliados en posesión de su fe ". 12 Al mismo tiempo , Rapperschwyl,
Gaster, Wesen, Bremgarten, Mellingen y los bailiwicks comunes
fueron abandonados a los Cinco Cantones.
Zurich había conservado su fe; y eso fue todo. Leído y aprobado el
tratado, los plenipotenciarios bajaron de sus caballos , se arrodillaron
e invocaron el nombre de Dios. 13 Entonces el nuevo capitán general
de los Zuricher, Escher, un anciano apresurado y elocuente,
levantándose, dijo mientras se volvía hacia los Waldstette: "¡Alabado
sea Dios que puedo volver a llamarlos mis amados aliados!" y
acercándose a ellos, estrechó sucesivamente la mano de Golder, Hug,
Troguer, Rychmuth, Marquart, Zellger y Thoss, los terribles
vencedores de Cappel. Todos los ojos se llenaron de lágrimas. 14 Cada
uno tomó con mano temblorosa la botella que colgaba a su lado y
ofreció un trago a uno de los jefes del grupo opuesto. Poco después se
firmó un tratado similar con Berna.

Notas finales:
1. Dermassen umbgaben mit Fygenden, dass kein Hoff
nung der rettung uberig. Toro. 3: 163.

2. Ut igitur mane videram exeuntem, ita sub noctem audio


nuntium, pugnatum quidem acriter, tamen infeliciter, et
Zwinglium nobis periisse. Mi c. Vit. Zw.
3. Ettlich kamen, hatten nur eine hand. Lebensbeschreibung
Plateri, pág. 297.
4. Vivi t adhunc, et aeternum vivit fortissimus heros.
Exhorta Leonis Judae. Ad Chr. Secta. Salmo Enchiridio.
Zwinglii praemissa.
5. Jungen fasels, cría joven. Toro. Chr. 3: 176.
6. Mit einem grossen grussamen geschrey. Toro. 3: 201.
7. ¡Betz, Betz, willt dan nicht kretzen! Yo diré. 215.

8. Que se perdo deslar I camino para remediar las quiebras


de nuestra fe y ser Va. Md. Senor de Allemana. Fernando
a Carlos V el 11 de noviembre de 1531.
9. Con proposita di rimover Lutheriani dalla loro mala
opinione, con mezzo di alcuni suoi amici e con denari.
Informe de Basadonna, arzobispo de Venecia.

10. Ranke, Deutshe Geschichte, 3: 867.


11. Por ihren wahren ungezwyffiten christenlichen glauben.
Tschudi, pág. 247.
12. Por ihren Glauben. Ibídem.
13. Knuwet mencklich más ancho und battet. Toro. 3: 253.
14. Und luffend ihnen allen die Augen uber. Tschudi, pág.
245.
LIBRO 16
CAPÍTULO 10

La restauración del papado comenzó inmediatamente en Suiza, y


Roma se mostró orgullosa, exigente y ambiciosa en todas partes.
Después de la batalla de Cappel, la minoría romana en Glaris había
retomado la ventaja. Marchó con Schwytz contra Wesen y el distrito de
Gaster. En vísperas de la invasión, a la medianoche, doce diputados
vinieron y se arrojaron a los pies de los jefes Schwytzer, que se
conformaron con confiscar las banderas nacionales de estos dos
distritos, suprimir sus tribunales, anular sus antiguas libertades y
condenar. algunos al destierro y otros a pagar una fuerte multa. A
continuación, la misa, los altares y las imágenes se restablecieron en
todas partes y existen hasta el día de hoy. 1 ¡ Tal fue el perdón de
Schwytz!

Fue especialmente en Bremgarten, Mellingen y los bailiwicks gratuitos


donde los cantones se propusieron infligir una terrible venganza.
Berna, habiendo llamado a su ejército, Mutschli, el evasor de
Bremgarten, siguió a Diesbach hasta Arau. En vano recordó el primero
a los berneses que sólo según las órdenes de Berna y Zúrich
Bremgarten había bloqueado los Cinco Cantones. “Doble a las
circunstancias”, respondió el general. Sobre esto, el miserable
Mutschli, apartándose del despiadado bernés, exclamó: "Bien ha dicho
el profeta Jeremías: ¡Maldito el que confía en el hombre!" Las bandas
suizas e italianas entraron furiosamente en estos florecientes distritos
blandiendo sus armas, imponiendo fuertes multas a todos los
habitantes, obligando a los ministros evangélicos a huir y restaurando
por todas partes a punta de espada, misa, ídolos y altares.
Al otro lado del lago, la desgracia fue aún mayor. El 18 de noviembre,
mientras los reformados de Rapperschwyl dormían pacíficamente en
cumplimiento de los tratados, un ejército de Schwytz pasó
silenciosamente el puente de madera de casi 2000 pies de largo que
cruza el lago y fue admitido en la ciudad por el partido romish. De
repente, los reformados se despertaron con el fuerte repique de las
campanas y las voces tumultuosas de los católicos: la mayor parte
abandonó la ciudad. Uno de ellos, sin embargo, llamado Michael
Wohlgemuth, colocó barricadas en su casa, colocó arcabuces en todas
las ventanas y repelió el ataque. El enemigo exasperado trajo algunas
piezas de artillería pesada, asedió esta ciudadela extemporánea en
forma regular, y Wohlgemuth pronto fue tomado y ejecutado en medio
de horribles torturas.
En ningún lugar la lucha había sido más violenta que en Soleure; los
dos bandos estaban dispuestos en orden de batalla a cada lado del Aar,
y los romanistas ya habían disparado una bola contra la orilla opuesta,
otra estaba a punto de seguir, cuando el evitador Wenge, arrojándose
sobre la boca del cañón, gritó con seriedad: "Conciudadanos, que no
haya derramamiento de sangre, o de lo contrario déjeme ser su
primera víctima". La multitud atónita dejó caer los brazos; pero setenta
familias evangélicas se vieron obligadas a emigrar y Soleure regresó
bajo el yugo del papa .

Las celdas desiertas de St. Gall, Muri, Einsidlen, Wettingen, Rheinau,


St. Catherine, Hermetschwyll y Guadenthall presenciaron el regreso
triunfal de benedictinos, franciscanos, dominicos y toda la milicia
romana; sacerdotes y monjes, intoxicados con su victoria, invadieron el
país y la ciudad, y se prepararon para nuevas conquistas.
El viento de la adversidad soplaba con furia: las iglesias evangélicas
caían una tras otra, como los pinos en el bosque cuya caída antes de la
batalla del Goubel había levantado tan sombríos presentimientos. Los
Cinco Cantones, llenos de gratitud a la Virgen, hicieron una
peregrinación solemne a su templo en Einsidlen. Los capellanes
celebraron de nuevo sus misterios en este santuario desolado; El abad,
que no tenía monjes, envió a varios jóvenes a Suabia para que se
formaran en las reglas de la orden, y esta famosa capilla, que la voz de
Zwingle había convertido en un santuario para la Palabra, se convirtió
para Suiza en lo que ha permaneció hasta el día de hoy, el centro del
poder y de las intrigas del Papado.
Pero esto no fue suficiente. En el mismo momento en que estas
florecientes iglesias caían al suelo, la Reforma presenció la extinción
de sus luces más brillantes. Un golpe de piedra había matado al
enérgico Zwingle en el campo de batalla, y el rebote alcanzó al pacífico
Oecolampadius en Basilea, en medio de una vida totalmente
evangélica. La muerte de su amigo, los severos juicios con que
persiguieron su memoria, el terror que repentinamente había tomado
el lugar de las esperanzas que había mantenido en el futuro, todos
estos dolores desgarraron el corazón de Ecolampadio, y pronto su
cabeza y su la vida se inclinaba tristemente hacia la tumba. "¡Pobre de
mí!" gritó, "¡que Zwingle, a quien durante tanto tiempo he considerado
mi brazo derecho, ha caído bajo los golpes de crueles enemigos !" 2
Recuperó, sin embargo, la energía suficiente para defender la memoria
de su hermano. “No fue,” dijo él, “sobre la cabeza de los más culpables
que cayeron la ira de Pilato y la torre de Siloé. El juicio comenzó en la
casa de Dios; nuestra presunción ha sido castigada; Dejemos que
nuestra confianza se ponga ahora solo en el Señor, y esto será una
ganancia inestimable ". Oecolampadius declinó el llamado de Zurich
para tomar el lugar de Zwingle. "Mi puesto está aquí", dijo, mientras
miraba a Basilea,
No estaba destinado a aguantar mucho. Le sobrevino la enfermedad,
además de tantas aflicciones; la plaga estaba en la ciudad; una violenta
inflamación lo atacó, 3 y al poco tiempo una tranquila escena sucedió
al tumulto de Cappel. Una muerte pacífica calmó los corazones
agitados de los fieles y sustituyó por dulces y celestiales emociones el
terror y la angustia con que un terrible desastre los había llenado.
Al enterarse del peligro de Ecolampadius, toda la ciudad se sumió en
el luto; una multitud de hombres de todas las edades y de todos los
rangos se apresuraron a llegar a su casa. "Regocíjense", dijo el
reformador con una mirada mansa, "voy a un lugar de gozo eterno".
Luego conmemoró la muerte de nuestro Señor con su esposa, sus
parientes y domésticos, quienes derramaron lágrimas. "Esta cena", dijo
el moribundo, "es una señal de mi verdadera fe en Jesucristo mi
Redentor".
Al día siguiente mandó llamar a sus colegas: “Hermanos míos”, dijo,
“el Señor está allí; él me llama. Oh! Hermanos míos, ¡qué nube negra
aparece en el horizonte, qué tempestad se acerca! Sea firme: el Señor
preservará a los suyos ". Luego extendió la mano y todos estos
ministros fieles la estrecharon con veneración.
El 23 de noviembre llamó a sus hijos a su alrededor, el mayor de los
cuales apenas tenía tres años. “Eusebio, Irene, Alethea”, les dijo,
tomando sus manitas, “amen a Dios que es su Padre”. Habiendo
prometido su madre por ellos, los niños se retiraron con la bendición
del Señor moribundo. La noche que siguió a esta escena fue la última.
Todos los pastores estaban alrededor de su cama: "¿Cuál es la
noticia?" preguntó Oecolampadius a un amigo que entró. "Nada", fue la
respuesta. “Bueno”, dijo el fiel discípulo de Jesús, “te diré algo nuevo”.
Sus amigos esperaban asombrados. "En poco tiempo estaré con el
Señor Jesús". Uno de sus amigos le preguntó ahora si estaba incómodo
por la luz, respondió, poniendo su mano sobre su corazón: "Aquí hay
suficiente luz". El día empezó a despuntar; repitió con voz alegre el
Salmo 51: Ten misericordia de mí, Señor, conforme a su misericordia.
Luego, permaneciendo en silencio, como si quisiera recuperar fuerzas,
dijo: "¡Señor Jesús, ayúdame!" Los diez pastores cayeron de rodillas
alrededor de su cama con las manos en alto; en ese momento salió el
sol y lanzó sus primeros rayos sobre una escena de dolor tan grande y
tan afligida que la Iglesia de Dios fue nuevamente golpeada. 4

La muerte de este siervo del Señor fue como su vida, llena de luz y paz.
Oecolampadius fue en un grado especial el espiritualista cristiano y el
divino bíblico. La importancia que le dio al estudio de los libros del
Antiguo Testamento imprimió uno de sus caracteres más esenciales en
la teología reformada. 5 Considerado como un hombre de acción, su
moderación y mansedumbre lo colocan en el segundo lugar. Si hubiera
podido ejercer más de este espíritu pacífico sobre Zwingle, tal vez se
hubieran evitado grandes desgracias. Pero, como todos los hombres de
posición dócil , su carácter pacífico cedió demasiado a la enérgica
voluntad del ministro de Zurich; y así renunció, al menos en parte, a la
influencia legítima que pudiera haber ejercido sobre el reformador de
Suiza y de la Iglesia.
Zwingle y Oecolampadius habían caído. Había un gran vacío y un gran
dolor en la Iglesia de Cristo. Las disensiones se desvanecieron ante
estas dos tumbas y no se pudo ver nada más que lágrimas. El propio
Lutero se conmovió. Al recibir la noticia de estas dos muertes, recordó
los días que había pasado con Zwingle y Oecolampadius en Marburg; y
fue tal el golpe que le infligió su repentina muerte, que muchos años
después le dijo a Bullinger: “Su muerte me llenó de un dolor tan
intenso, que estuve a punto de morir yo mismo”. 6
El joven Henry Bullinger, amenazado con el patíbulo, se había visto
obligado a huir de Bremgarten, su ciudad natal, con su anciano padre,
sus colegas y sesenta de los principales habitantes, que abandonaron
sus casas para ser saqueadas por los Waldstette. 7 Tres días después
de esto, estaba predicando en la catedral de Zurich: “¡No! ¡Zwingle no
está muerto! " exclamó Miconio; "O, como el fénix, ha resucitado de sus
cenizas". Bullinge r fue elegido por unanimidad para suceder al gran
reformador. Adoptó a los niños huérfanos de Zwingle, Wilhelm, Regula
y Ulrich, y se esforzó por ocupar el lugar de su padre. Este joven, de
apenas veintiocho años, y que presidió cuarenta años con sabiduría y
bendición sobre esta iglesia, fue recibido en todas partes como el
apóstol de Suiza. 8
Sin embargo, así como el mar ruge mucho después de que la violenta
tempestad haya amainado, la gente de Zurich todavía estaba
conmocionada. Muchos se sintieron agitados desde lo alto. Volvieron
en sí mismos; reconocieron su error; las armas de su guerra habían sido
carnales; ahora eran de espíritu contrito y humilde; se levantaron y
fueron a su Padre y confesaron su pecado. En aquellos días había gran
luto en Zúrich. Algunos, sin embargo, se levantaron con orgullo,
protestaron en boca de sus ministros contra el trabajo de los
diplomáticos y estigmatizaron con valentía el vergonzoso pacto. “Si los
pastores duermen, los perros deben ladrar”, exclamó Leo Juda en la
catedral de Zurich. "Mi deber es advertir del mal que están a punto de
hacerle a la casa de mi Maestro". 9
Nada podría igualar el dolor de esta ciudad, excepto el júbilo de los
Waldstette. El ruido de los tambores y los pífanos, el disparo de los
cañones, el repique de las campanas, hacía mucho que resonaban en
las orillas de sus lagos e incluso en sus valles más altos. Ahora el ruido
era menor, pero el efecto mayor. Los Cinco Cantones, en estrecha
alianza con Friburgo y Soleure, formaron una liga perpetua para la
defensa de la antigua fe cristiana con el obispo de Sion y los diezmos
del Valais; y en adelante llevó a cabo sus medidas en los asuntos
federales con audacia. Pero en ese período se formó una profunda
convicción en los corazones de los reformados Swis. “La fe viene de
Dios”, decían; “Su éxito no depende de la vida o la muerte de un
hombre. Dejemos que nuestros adversarios se jacten de nuestra ruina,
nosotros nos jactaremos solo en la Cruz ”. 10 "Dios reina", escribió
Berne a Zurich, "y no permitirá que la barca se hunda". Esta convicción
fue más valiosa que la victoria de Cappel.
Así, la Reforma, que se había desviado del camino correcto, fue
rechazada por la violencia misma del asalto a su curso primitivo, sin
tener otro poder que la Palabra de Dios. Un enamoramiento
inconcebible se había apoderado de los amigos de la Biblia. Habían
olvidado que nuestra guerra no es carnal; y había apelado a las armas y
a la batalla. Pero Dios reina; castiga a las iglesias ya las personas que se
desvían de sus caminos. Hemos tomado algunas piedras y las hemos
apilado como monumento en el campo de batalla de Cappel, para
recordar a la Iglesia la gran lección que enseña esta terrible catástrofe.
Al despedirnos de esta triste escena, inscri bemos en estas piedras
monumentales, por un lado, estas palabras del Libro de Dios:
“Algunos confían en carros y otros en caballos; pero recordaremos el
nombre del Señor nuestro Dios . Ellos son abatidos y caídos, pero
nosotros hemos resucitado y estamos en pie ". Y por otro, esta
declaración del Jefe de la Iglesia: “Mi reino no es de este mundo”. Si de
las cenizas de los mártires de Cappel se pudiera oír una voz, sería en
estas mismas palabras de la Biblia que estos nobles confesores se
dirigirían, después de tres siglos, a los cristianos de nuestros días. Que
la Iglesia no tiene otro rey que Jesucristo; que no debe entrometerse en
la política del mundo, sacar de ella su inspiración y pedir sus espadas,
sus prisiones, sus tesoros; que vencerá por los poderes espirituales que
Dios ha depositado en su seno y, sobre todo, por el reinado de su
adorable Cabeza; que no debe esperar sobre la tierra tronos y triunfos
mortales; pero que su marcha se asemeja a la de su Rey, del pesebre a
la cruz, y de la cruz a la corona: tal es la lección que se lee en la página
manchada de sangre que se ha colado en nuestra narrativa sencilla y
evangélica. 11
Pero si Dios enseña a su pueblo grandes lecciones, también les da
grandes libertades. El rayo había caído del cielo. La Reforma parecía ser
poco mejor que un cuerpo sin vida que se tambaleaba por el suelo y
cuyas extremidades diseminadas estaban a punto de ser reducidas a
cenizas. Pero Dios resucita a los muertos. Nuevos y más gloriosos
destinos esperaban el Evangelio de Jesucristo al pie de los Alpes. En el
extremo suroeste de Suiza, en un gran valle que el gigante blanco de
las montañas señala desde lejos; a orillas del lago Leman, en el lugar
donde el Ródano, claro y azul como el cielo sobre él, rueda sus
majestuosas aguas; En una pequeña colina que una vez había pisado el
pie de César, y en la que los pasos de otro conquistador, de un galo, de
una Picardina, 12 estaban destinados a dejar pronto sus huellas
inefables y gloriosas, se alzaba una ciudad antigua, todavía cubierto
con las densas sombras del papado; pero que Dios estaba a punto de
levantar para ser un faro para la Iglesia y un baluarte para la
cristiandad.

Notas finales:

1. Es wurdent mass, altar und gotzen vieder uff gericht.


Toro. 3: 277.
2. Zwinglium nostrum, quem pro manu altera nunc multo
tempore habui. Zurich MS.
3. Después de carbunculus quovis carbunculo in domo Dei
splendidiorem perdidit. JJ Hottinger, 3: 634.
4. De Joannis Ecolampadis obitu, según Simonem
Gryneum. Epp. Ecol. Et Zwing lii, libri 4.
5. Véanse sus Comentarios sobre Isaías (1525), capítulo 1;
sobre Ezequiel (1527); Hageo, Zacarías, Malaquías (1527);
Daniel (1530): y los comentarios publicados después de
su muerte con interpretaciones sobre Jeremías, Ezequiel,
Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás y los capítulos 1º y 2º
de Miqueas.
6. De cujus morte dolorem concepi..ita ut eorum casus me
pene exanimaverit. L. Epp. 5: 112.
7. Ne a quinque pagis aut obtruncarer aut comburerer. Toro.
Ad Myc. Noviembre de 1531.
8. Haller ad Bulling. 1536.
9. Ich mus bellen. Toro. 3: 321.
10. Gloriantibus adversariis in ruinam, nos in cruce
gloriemur. Ad Ecolamp. 29 de noviembre de 1531. Zúrich
MS.
11. Habiendo perecido el Peral de Zwingle, se ha colocado
una piedra sobre el lugar donde murió este ilustre
reformador; y en él están grabadas inscripciones
adecuadas, diferentes, sin embargo, de las del texto.

12. Juan Calvino de Noyon.


LIBRO 17
CAPÍTULO 1

Aquellos poderes celestiales que habían permanecido dormidos en la


iglesia desde las primeras edades del cristianismo, despertaron de su
letargo en el siglo XVI, y este despertar llamó a la existencia de los
tiempos modernos. La iglesia fue creada de nuevo, y de esa
regeneración han surgido los grandes desarrollos de la literatura y la
ciencia, de la moralidad, la libertad y la industria, que en la actualidad
caracterizan a las naciones de la cristiandad. Ninguna de estas cosas
habría existido sin la Reforma. Siempre que la sociedad entra en una
nueva era, requiere el bautismo de fe. En el siglo XVI, Dios dio al
hombre esta consagración desde lo alto, llevándolo de la mera
profesión exterior y el mecanismo de las obras a una fe interior y viva.
Esta transformación no se llevó a cabo sin luchas, luchas que
presentaron al principio una unidad notable. El día de la batalla, uno y
el mismo sentimiento animó cada pecho: después de la victoria se
dividieron. De hecho, la unidad de fe permaneció, pero la diferencia de
nacionalidades trajo a la iglesia una diversidad de formas. De esto
estamos a punto de presenciar un ejemplo sorprendente. La Reforma ,
que había comenzado su marcha triunfal en Alemania, Suiza, Francia y
varias otras partes del continente, estaba destinada a recibir nuevas
fuerzas con la conversión de un país célebre, conocido desde hace
mucho tiempo como la Isla de los Santos. Esta isla iba a agregar su
estandarte al trofeo del protestantismo, pero ese estandarte conservó
sus colores distintivos. Cuando Inglaterra se reformó, un
individualismo poderoso unió su poder a la gran unidad.
Si buscamos las características de la Reforma británica,
encontraremos que, más allá de cualquier otra, fueron sociales,
nacionales y verdaderamente humanas. No hay pueblo entre los que la
Reforma haya producido en el mismo grado esa moralidad y orden,
esa libertad, espíritu público y actividad, que son la esencia misma de
la grandeza de una nación . Así como el papado ha degradado la
península española, el evangelio ha exaltado a las islas británicas. Por
tanto, el estudio en el que nos adentramos posee un interés peculiar.
Para que este estudio sea de utilidad, debe tener un carácter de
universalidad. Confinar la historia de un pueblo en el espacio de unos
pocos años, o incluso de un siglo, privaría a esa historia de verdad y de
vida. De hecho, podríamos tener tradiciones, crónicas y leyendas, pero
no habría historia . La historia es una organización maravillosa,
ninguna parte de la cual puede ser eliminada. Para comprender el
presente, debemos conocer el pasado. La sociedad, como el hombre
mismo, tiene su infancia, juventud, madurez y vejez. La sociedad
antigua o pagana, que había pasado su infancia en Oriente en medio
de las razas antihelénicas, tuvo su juventud en la época animada de los
griegos, su virilidad en el severo período de la grandeza romana, y su
vejez bajo el declive de el imperio. La sociedad moderna ha pasado por
etapas análogas: en el momento de la Reforma alcanzó la del hombre
adulto. Ahora procederemos a trazar los destinos de la iglesia en
Inglaterra, desde los primeros tiempos del cristianismo. Estos largos y
distantes preparativos son una de las características distintivas de su
reforma.
Antes del siglo XVI esta iglesia había pasado por dos grandes fases.
El primero fue el de su formación, el segundo el de su corrupción.
En su formación fue oriento-apostólico.
En su corrupción fue sucesivamente nacional-papista y real-papista.
Después de estos dos grados de declive vino la última y gran fase de la
Reforma.
En el siglo II de la era cristiana, los barcos navegaban con frecuencia
hacia las salvajes costas de Gran Bretaña desde los puertos de As ia
Minor, Grecia, Alejandría o las colonias griegas de la Galia. Entre los
comerciantes ocupados en calcular las ganancias que podrían obtener
con los productos del Este con los que estaban cargados sus barcos, se
encontraban ocasionalmente algunos hombres piadosos de las orillas
del Meandro o del Hermo, conversando pacíficamente entre sí sobre el
nacimiento. , vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, y
regocijándose ante la perspectiva de salvar con estas buenas nuevas a
los paganos hacia quienes se dirigían. Parece que algunos prisioneros
de guerra británicos, habiendo aprendido a conocer a Cristo durante
su cautiverio, llevaron también a sus compatriotas el conocimiento de
este Salvador. También puede ser que algunos soldados cristianos, los
cornelios de aquellos ejércitos imperiales cuyos puestos avanzados
llegaron al sur de Escocia, deseosos de conquistas más duraderas,
hayan leído al pueblo a quien habían sometido, los escritos de Mateo,
Juan y Pablo. Es de poca importancia saber si uno de estos primeros
conversos fue, según la tradición, un príncipe llamado Lucio. Es cierto
que las nuevas del Hijo del Hombre, crucificado y resucitado bajo
Tiberio, se extendieron por estas islas más rápidamente que el
dominio de los emperadores, y que antes del final del siglo II muchas
iglesias adoraban a Cristo más allá de los muros. de Adrian; en aquellas
montañas, bosques e islas occidentales, que durante siglos los druidas
habían llenado con sus misterios y sus sacrificios, y en las que ni
siquiera las águilas romanas se habían postrado . d. 1 Estas iglesias se
formaron según el tipo oriental: los británicos se habrían negado a
recibir el tipo de esa Roma cuyo yugo detestaban.
Lo primero que recibieron los cristianos británicos de la capital del
imperio fue la persecución. Pero Diocleciano, al golpear a los discípulos
de Jesucristo en Gran Bretaña, solo aumentó su número. 2 Muchos
cristianos del sur de la isla se refugiaron en Escocia, donde alzaron sus
humildes techos y bajo el nombre de Culdees rezaron por la salvación
de sus protectores. Cuando los paganos circundantes vieron la santidad
de estos hombres de Dios, abandonaron en gran número sus robles
sagrados, sus misteriosas cavernas y sus altares manchados de sangre ,
y obedecieron la suave voz del Evangelio. Tras la muerte de estos
piadosos refugiados, sus celdas se transformaron en casas de oración.
3 En 305 Constancio Cloro sucedió en el trono de los Césares y puso
fin a la persecución.
El cristianismo que les trajeron los comerciantes, los soldados o los
misioneros, aunque no el catolicismo eclesiástico que ya estaba
cobrando vida en el imperio romano, no fue el evangelismo primitivo
de los apóstoles. El Ea st y el Sur solo podían dar al Norte de lo que
poseían. El período meramente humano había sucedido al período
creativo y milagroso de la iglesia. Después de las extraordinarias
manifestaciones del Espíritu Santo, que habían producido la era
apostólica, la iglesia había sido dejada al poder interior de la palabra y
del Consolador. Pero los cristianos generalmente no comprendieron la
vida espiritual a la que fueron llamados. Dios se había complacido en
darles una religión divina; y esto fue asimilando cada vez más a las
religiones de origen humano. En lugar de decir, en el espíritu del
Evangelio, la palabra de Dios primero, y por ella la doctrina y la vida,
la doctrina y la vida, y por medio de ellas las formas; dijeron, las
formas primero, y la salvación por estas formas. Atribuyeron a los
obispos un poder que pertenece únicamente a la Sagrada Escritura. En
lugar de ministros de la palabra, deseaban tener sacerdotes; en lugar
de un sacrificio interior, un sacrificio ofrecido sobre el altar; y templos
costosos en lugar de una iglesia viva . Comenzaron a buscar en los
hombres, en las ceremonias y en los lugares santos, lo que solo podían
encontrar en la Palabra y en la fe viva de los hijos de Dios. De esta
manera, la religión evangélica dio lugar al catolicismo y, por una
degeneración gradual en los años posteriores, el catolicismo dio origen
al papado.
Esta dolorosa transformación tuvo lugar más particularmente en
Oriente, África e Italia. Gran Bretaña estaba al principio relativamente
exenta. En el mismo momento en que los salvajes pictos y escoceses,
saliendo corriendo de sus hogares paganos , devastaban el país,
sembrando el terror por todos lados y reduciendo a la gente a la
esclavitud, descubrimos aquí y allá algún cristiano humilde que recibe
la salvación no por un sacramentalismo clerical. sino por la obra del
Espíritu Santo en el corazón. A fines del siglo IV nos encontramos con
un ejemplo ilustre de tales conversiones.
En las pintorescas orillas del Clyde, no lejos de Glasgow, en el pueblo
cristiano de Bonavern, ahora Kilpatrick, un niño pequeño, de corazón
tierno, temperamento vivo y actividad infatigable, pasó los primeros
días de su vida. Nació alrededor del año 372 d.C., de una familia
británica, y fue nombrado Succat. 4 Su padre, Calpurnio, diácono de la
iglesia de Bonavern, un hombre piadoso de corazón sencillo , y su
madre, Conchessa, hermana del célebre Martín, arzobispo de Tours, 5
y mujer superior a la mayoría de su sexo, se había esforzado por
inculcar en su corazón las doctrinas del cristianismo; pero Succat no
los comprendió. Le gustaba el placer y le encantaba ser el líder de sus
jóvenes compañeros. En medio de sus frivolidades, cometió una falta
grave.
Unos años más tarde, cuando sus padres abandonaron Escocia y se
establecieron en Armórica (Bretaña) , les sobrevino una terrible
calamidad. Un día, mientras Succat jugaba cerca de la orilla del mar
con dos de sus hermanas, unos piratas irlandeses, comandados por
O'Neal, se los llevaron a los tres a sus botes y los vendieron en Irlanda
al pequeño cacique de alguna clase pagana . Succat fue enviado a los
campos para criar cerdos. 6 Mientras estaba solo en estos pastos
solitarios, sin sacerdote y sin templo, el joven esclavo recordó las
lecciones divinas que su piadosa madre le había leído tantas veces . La
falta que había cometido oprimía día y noche su alma: gemía y lloraba.
Se volvió arrepentido hacia ese manso Salvador de quien Conchessa
había hablado tantas veces; cayó de rodillas en esa tierra pagana, e
imaginó sentir los brazos de un padre levantando al hijo pródigo.
Succat nació entonces de lo alto, pero por un agente tan espiritual, tan
interno, que no supo "de dónde viene ni a dónde va". El evangelio fue
escrito con el dedo de Dios en las tablas de su corazón. “Yo tenía
dieciséis años”, dijo, “y no conocía al Dios verdadero; pero en esa tierra
extraña el Señor abrió mis ojos incrédulos, y, aunque tarde, recordé
mis pecados y me convertí con todo mi corazón al Señor mi Dios,
quien tuvo en cuenta mi bajeza , tuvo piedad de mi juventud y
ignorancia, y me consoló como un padre consuela a sus hijos ". 7
Palabras como estas, de labios de un porquerizo en los verdes pastos
de Irlanda, nos presentan claramente el cristianismo que en los siglos
IV y V convirtió a muchas almas en las islas británicas. En los años
posteriores, Roma estableció el dominio del sacerdote y la salvación
por formas, independientemente de las disposiciones del corazón; pero
la religión primitiva de estas islas celebradas era ese cristianismo
viviente cuya sustancia es la gracia de Jesucristo, y cuyo poder es la
gracia del Espíritu Santo. El pastor de las orillas del Clyde estaba
pasando entonces por esas experiencias que tantos cristianos
evangélicos de esos países han vivido posteriormente. “El amor de Dios
aumentaba cada vez más en mí”, dijo, “con fe y el temor de su nombre.
El Espíritu me instó a tal grado que derramé hasta cien oraciones en
un día. E incluso durante la noche, en los bosques y en las montañas
donde guardaba mi rebaño, la lluvia, la nieve, las heladas y los
sufrimientos que soporté, me excitaron a buscar a Dios. En ese
momento, no sentía la indiferencia que ahora siento: el Espíritu
fermentó en mi corazón ”. 8 Incluso entonces existía la fe evangélica
en las islas británicas en la persona de este esclavo y de unos pocos
cristianos nacidos de nuevo, como él, de lo alto.
Dos veces, cautivo y rescatado dos veces, Succat, después de regresar
con su familia, sintió un atractivo irresistible en su corazón. Era su
deber llevar el evangelio a aquellos paganos irlandeses entre los que
había encontrado a Jesucristo. Sus padres y sus amigos se esforzaron
en vano por detenerlo; el mismo deseo ardiente lo perseguía en sus
sueños. Durante las silenciosas vigilias de la noche, creyó oír voces que
le llamaban desde los oscuros bosques de Erin: "Ven, niña santa, y
camina una vez más entre nosotros". Se despertó llorando, con el
pecho lleno de la más aguda emoción. 9 Se desprendió de los brazos de
sus padres y salió corriendo, no como antes con sus compañeros de
juego, cuando subía a la cima de una colina elevada, sino con un
corazón lleno de caridad en Cristo. Partió: "No fue hecho por mis
propias fuerzas", dijo ; "Fue Dios quien venció a todo".
Succat, más tarde conocido como San Patricio, y a cuyo nombre, como
al de San Pedro y otros siervos de Dios, se han adherido muchas
supersticiones, regresó a Irlanda, pero sin visitar Roma, como había
afirmado un historiador del siglo XII. 10 Siempre activo, rápido e
ingenioso, reunió a las tribus paganas en los campos a golpe de
tambor, y luego les narró en su propia lengua la historia del Hijo de
Dios.
Al poco tiempo, sus sencillos recitales ejercieron un poder divino sobre
sus rudos corazones, y muchas almas se convirtieron, no por
sacramentos externos o por la adoración de imágenes, sino por la
predicación de la palabra de Dios. El hijo de un cacique a quien Patrick
llama Benignus, aprendió de él a proclamar el Evangelio y estaba
destinado a sucederlo. El bardo de la corte, Dubrach Mac Valubair, ya
no cantaba himnos druídicos, sino cánticos dirigidos a Jesucristo.
Patrick no estaba completamente libre de los errores de la época; tal
vez creía en milagros piadosos; pero en términos generales, no
encontramos nada más que el evangelio en los primeros días de la
iglesia británica. Sin duda, llegará el momento en que Irlanda volverá a
sentir el poder del Espíritu Santo, que una vez la había convertido por
el ministerio de un escocés.
Poco antes de la evangelización de Patricio en Irlanda, un británico
llamado Pelagio, que había visitado Italia, África y Palestina, comenzó
a enseñar una doctrina extraña. Deseoso de enfrentarse a la
indiferencia moral en la que habían caído la mayoría de los cristianos
de esos países, y que parecería haber estado en fuerte contraste con la
austeridad británica, negó la doctrina del pecado original, ensalzó el
libre albedrío y sostuvo que, si el hombre hiciera uso de todos los
poderes de su naturaleza, alcanzaría la perfección. No encontramos
que haya enseñado estas opiniones en su propio país; pero desde el
continente, donde los difundió, pronto llegaron a Gran Bretaña. Las
iglesias británicas se negaron a recibir esta "doctrina perversa", nos
dice su historiador , "ya blasfemar la gracia de Jesucristo". 11 No
parecen haber sostenido la estricta doctrina de San Agustín: creían en
verdad que el hombre tiene necesidad de un cambio interior, y que
sólo el poder divino puede efectuarlo ; pero como las iglesias de Asia,
de las que habían surgido, parecen haber cedido algo a nuestra fuerza
natural en la obra de conversión; y Pelagio, con buena intención al
parecer, fue aún más lejos. Sea como fuere, estas iglesias , ajenas a la
controversia, desconocían todas sus sutilezas. Dos obispos galos,
Germanus y Lupus, acudieron en su ayuda, y los que habían sido
pervertidos volvieron al camino de la verdad. 12
Poco después, se produjeron en Gran Bretaña acontecimientos de gran
importancia, y la luz de la fe desapareció en la noche profunda. En 449,
Hengist y Horsa, con sus seguidores sajones, invitados por los
miserables habitantes para ayudarlos contra los crueles estragos de los
pictos y escoceses, pronto volvieron sus espadas contra las personas a
las que habían venido a ayudar.
El cristianismo fue rechazado con los británicos hacia las montañas de
Gales y los páramos salvajes de Northumberland y Cornwall. Muchas
familias británicas permanecieron en medio de los conquistadores,
pero sin ejercer ninguna influencia religiosa sobre ellos. Mientras las
razas conquistadoras, asentadas en París, Rávena o Toledo, poco a
poco dejaron a un lado su paganismo y modales salvajes, las
costumbres bárbaras de los sajones prevalecieron sin moderación en
todos los reinos de la Heptarquía, y en todos los rincones los templos
de Thor se elevaban sobre las iglesias en el que Jesucristo había sido
adorado. La Galia y el sur de Europa, que aún mostraban a los ojos de
los bárbaros los últimos vestigios del gr andeur romano , tenían el
poder de inspirar cierto respeto en los formidables alemanes y de
transformar su fe. A partir de este período, los griegos y latinos, e
incluso los godos convertidos, miraban esta isla con indecible temor.
El suelo, decían , está cubierto de serpientes; el aire está lleno de
exhalaciones mortales; las almas de los difuntos son transportadas allí
a medianoche desde las costas de la Galia. Los barqueros e hijos de
Erebus y Night admiten estas sombras invisibles en sus botes y
escuchan, con un estremecimiento, sus misteriosos susurros.
Inglaterra, desde donde un día se iluminaría el globo habitable, era
entonces el lugar de encuentro de los muertos. Y, sin embargo, el
cristianismo de las islas británicas no iba a ser aniquilado por estas
invasiones bárbaras ; poseía una fuerza que lo hacía capaz de resistir
enérgicamente.
En una de las iglesias formadas por la predicación de Succat, surgió
aproximadamente dos siglos después de él un hombre piadoso
llamado Columba, hijo de Feidlimyd, el hijo de Fergus. Valorando la
cruz más que la sangre real que corría por sus venas, decidió dedicarse
al Rey del cielo. ¿No devolverá al país de Succat lo que Succat le había
impartido? "Iré", dijo, "y predicaré la palabra de Dios en escocés "; 13
porque la palabra de Dios y no un jerarquismo eclesiástico era
entonces la agencia de conversión. El nieto de Fergus comunicó el celo
que lo animaba al corazón de varios compañeros cristianos. Se
dirigieron al mar en tierra y, cortando las flexibles ramas del mimbre,
construyeron una frágil corteza que cubrieron con pieles de bestias. En
este rudo barco se embarcaron en el año 565, y después de ser
conducidos de un lado a otro por el océano, la pequeña banda
misionera recorrió las aguas de las Hébridas. Columba aterrizó cerca
de las áridas rocas de Mull, al sur de las cavernas basálticas de Staffa, y
fijó su morada en una pequeña isla, luego conocida como Iona o
Icolmkill, "la isla de la celda de Columba". Algunos cristianos cul dees,
expulsados por las disensiones de pictos y escoceses, ya habían
encontrado refugio en el mismo lugar retirado. Aquí los misioneros
erigieron una capilla, cuyas paredes, se dice, aún existen entre las
majestuosas ruinas de una época posterior. 14 Algunos autores han
colocado a Columba en primer lugar después de los apóstoles. 15 Es
cierto que no encontramos en él la fe de un Pablo o de un Juan; pero
vivió como a los ojos de Dios; mortificó la carne y durmió en el suelo
con una piedra por almohada. En medio de este escenario solemne, y
entre costumbres tan rudas, la figura del misionero, iluminada por una
luz del cielo, resplandecía de amor y manifestaba la alegría y la
serenidad de su corazón. dieciséis
Qui de prosapia reg ali claruit,
Sed morum gratia magis emicuit.

Aunque sujeto a las mismas pasiones que nosotros, luchó contra su


debilidad y no quería perder ni un momento para la gloria de Dios. Oró
y leyó, escribió y enseñó, predicó y redimió el tiempo. Con actividad
infatigable fue de casa en casa y de reino en reino. El rey de los pictos
se convirtió, al igual que muchos de su pueblo; se llevaron a Iona
manuscritos preciosos; allí se fundó una escuela de teología, en la que
se estudió la palabra; y muchos recibieron por la fe la salvación que es
en Cristo Jesús. En poco tiempo, un espíritu misionero sopló sobre esta
roca oceánica, tan justamente llamada "la luz del mundo occidental".
El sacerdotalismo judaico que comenzaba a extenderse en la iglesia
cristiana no encontró apoyo en Iona. Tenían formas, pero no a ellos
buscaban vida. Fue el Espíritu Santo, sostuvo Columba, el que hizo un
siervo de Dios. Cuando los jóvenes de Caledonia se reunían alrededor
de los ancianos en estas hores salvajes , o en su humilde capilla, estos
ministros del Señor les decían: “Las Sagradas Escrituras son la única
regla de fe. 17 Desecha todo mérito de las obras y busca la salvación
solo en la gracia de Dios. 18 Guárdese de una religión que consiste en
observancias externas: es mejor mantener puro su corazón ante Dios
que abstenerse de las carnes. 19 Uno solo es tu cabeza, Jesucristo. Los
obispos y presbíteros son iguales; 20 deberían ser maridos de una sola
mujer y tener a sus hijos en sujeción ”. 21

Los sabios de Iona no sabían nada de la transubstanciación o del retiro


de la copa en la Cena del Señor, o de la confesión auricular, o de las
oraciones a los muertos, o velas o incienso; celebraron la Pascua en un
día diferente al de Roma; 22 asambleas sinodales regulaban los
asuntos de la iglesia y se desconocía la supremacía papal. 23 El sol del
evangelio brillaba sobre estas costas salvajes y distantes. En los años
posteriores, Gran Bretaña tuvo el privilegio de recuperar con un brillo
más puro el mismo sol y el mismo evangelio.
Iona, gobernada por un simple anciano, 24 se había convertido en un
colegio misionero. A veces se le ha llamado monasterio, pero la
vivienda del nieto de Fergus de ninguna manera se parecía a los
conventos papales. Cuando sus jóvenes internos desearon difundir el
conocimiento de Jesucristo, no pensaron en ir a otra parte en busca de
la ordenación episcopal. Arrodillándose en la capilla de Icolmkill,
fueron apartados por la imposición de las manos de los ancianos:
fueron llamados obispos, pero permanecieron obedientes al anciano o
presbítero de Iona. Incluso consagraron a otros obispos: así Finan
impuso las manos sobre Diuma, obispo de Middlesex. Estos cristianos
británicos dieron gran importancia al ministerio; pero no a una forma
con preferencia a otra. El presbiterio y el episcopado estaban con ellos,
como con la iglesia primitiva, casi idénticos. 25 Algo más tarde,
encontramos que ni el venerable Beda, ni Lanfranc, ni Anselmo —los
dos últimos eran arzobispos de Canterbury— pusieron objeciones a la
ordenación de obispos británicos por simples presbíteros. 26 Aún
predominaba el elemento religioso y moral propio del cristianismo; el
elemento sacerdotal, que caracteriza a las religiones humanas, ya sea
entre los brahmanes o en otros lugares, comenzaba a manifestarse,
pero en Gran Bretaña al menos tenía una posición muy subordinada.
El cristianismo seguía siendo una religión y no una casta. No requerían
del siervo de Dios, como garantía de su capacidad, una larga lista de
nombres que se sucedían como las cuentas de un rosario; Envían
correos ideas serias, nobles y sagrados ntertained del ministerio; su
autoridad procedía enteramente de Jesucristo, su cabeza.

El fuego misionero, que el nieto de Fergus había encendido en una isla


solitaria, pronto se extendió por Gran Bretaña. No solo en Iona, sino en
Bangor y otros lugares, estalló el espíritu de evangelización. El gusto
por viajar ya se había convertido en una segunda naturaleza en este
pueblo. 27 Hombres de Dios, ardiendo de celo, resolvieron llevar la
antorcha evangélica al continente, a los vastos desiertos salpicados
aquí y allá de tribus bárbaras y paganas. No se presentaron como
antagonistas de Roma, porque en esa época no había lugar para tal
antagonismo; pero Iona y Bangor, menos ilustres que Roma en la
historia de las naciones, poseían una fe más viva que la ciudad de los
Césares; y esa fe, signo infalible de la presencia de Jesucristo, dio a
aquellos a quienes inspiró el derecho de evangelizar el mundo, que
Roma no pudo contradecir.
En consecuencia, los misioneros bis saltos 28 de Gran Bretaña
partieron y atravesaron los Países Bajos, Galia, Suiza, Alemania e
incluso Italia. 29 La iglesia libre de escoceses y británicos hizo más por
la conversión de Europa central que la iglesia medio esclavizada de los
romanos. Estos misioneros no eran altivos e insolentes como los
sacerdotes de Italia; sino que se sustentaban en la obra de sus manos.
Columbanus (a quien no debemos confundir con Columba), 30
"sintiendo en su corazón el ardor del fuego que el Señor había
encendido sobre la tierra", 31 abandonó Bangor en 590 con otros doce
misioneros, y llevó el evangelio a los borgoñones, Franks y suizo.
Continuó predicando en medio de frecuentes persecuciones, dejó a su
discípulo Gall en Helvetia y se retiró a Bobbio, donde murió, honrando
a la Roma cristiana, pero colocando la iglesia de Jerusalén encima de
ella, 32 exhortándola a tener cuidado con la corrupción y declarando
que el poder permanecería con él mientras conservara la verdadera
doctrina (recta ratio). Así, Gran Bretaña fue fiel al plantar el estandarte
de Cristo en el corazón de Europa. Casi podríamos imaginar que este
pueblo desconocido es un nuevo Israel, y que Icolmkill y Bangor han
heredado las virtudes de Sion.
Sin embargo, deberían haber hecho más: deberían haber predicado, no
solo a los paganos continentales, a los del norte de Escocia y la lejana
Irlanda, sino también a los aún paganos sajones de Inglaterra. Es cierto
que hicieron varios intentos; pero mientras los británicos consideraban
a sus conquistadores como enemigos de Dios y del hombre, y se
estremecían al pronunciar su nombre, 33 los sajones se negaban a
dejarse convencer por la voz de sus esclavos. Al descuidar este campo,
los británicos dejaron espacio para otros trabajadores, y así fue como
Inglaterra cedió a una potencia extranjera, bajo cuyo pesado yugo
gimió en vano durante mucho tiempo.

Notas finales:
1. Britannorum inaccessa Romanis loca Chri sto vero
subdita. (Tertuliano contra Judaeos, lib. 7.) Esta obra, por
no tener rastros de montanismo, parece pertenecer a la
primera parte de la vida de Tertuliano. Véase también
Origen en Lucam, cap. 1. Homil. 6.
2. Lactancio, de mortibus persecutorum, cap. 12.
3. Mu lti ex Brittonibus Christiani saevitiam Diocletiani
timentes ad eos confugerant..ut vita functorum cellae in
templa commutarentur. Buchanan, 4. C. 35.

4. En baptismo haud Patricium sed Succat un parentibus


fuisse dictum. Usser. Brit. Eccl. Antiq. Pág. 428.
5. Marti ni Turonum archiepiscopi consanguineam. Ibídem.
6. Cujus porcorum pastor erat. Ibídem. pags. 431.
7. Et ibi Dominus aperuit sensum incredulitatis meae, ut
vel sero remorarem delicta mea, et ut converterer toto
corde ad Dominum Deum meum. Patr. Confesar. Usser,
431.
8. Ut etiam in syivis et monte manebam, et ante lucem
excitaber ad orationem per nivem. Per gelu, per
pluviam..quia tunc Spiritus in me fervebat. Patr. Confesar.
Usser. 432.
9. Valde compunctus sum corde et sic expergefactus.
Ibídem. pags. 433.
10. Jocelinus, Vita en Acta S anctorum.
11. Verum Britanni cum neque suscipere dogma perversum,
gratiam Christi blasphemando nullatenus vellent. Beda,
Hist. Angl. Lib. 1. Cap. 17 y 21.
12. Depravati viam correctis agnoscerent. Ibídem.
13. Praedicaturus verbum Dei. Usser. Antiq. Pág. 359.
14. Yo visité Iona en 1845 con el Dr. Patrick M'Farlan, y vi
estas ruinas. Una parte del edificio parece ser de
arquitectura primitiva.
15. Nulli post apostolos secundus. Notker.
16. Qui de prosapia regali claruit. Sed morum gratia magis
emicuit. Usser. Aantiq. P. 360.
17. Prolatis Sanctae scripturae testimoniis. Adomn. 50: 1. C.
22.
18. Obispo Munter, Altbritische Kirche. Semental. Und Krit.
6: 745.
19. Meliores sunt ergo qui non magno opere jejunant, cor
intrinsecus nitidum coram Deo sollicite servantes. Gildas
en ejusd. Sínodo. Un gasto.
20. En Hibernia episcopi et presbyteri unum sunt.
Ekkehardi liber. Arx. Geschichte von S. Gall. 1: 267.
21. Patrem habui Calpornium diaconum filium quondam
Potiti Presbyteri. Patricii Confessio. Incluso en el siglo XII
nos encontramos con obispos irlandeses casados .
Bennard, Vita Malachiae, cap. 10.

22. In die quidem dominica alia tamen quam dicebat


hedomade celebrabant. Beda, lib. 3. Cap. 4.
23. Augustinus novam religionem docet..dum ad unius
episcopi romani dominatum omnia revocat. Buchan. Lib.
5. Cap. 36.
24. Ha bere autem solet ipsa insula rectorem semper
abbatem presbyterum cujus juri et omnis provincia et
ipsi etiam episcopi, ordine inusitato, debeant esse
subjecti, juxta exemplum primi docoris illius qui non
episcopus sed presbyter exstitit et monachus. Beda, Hist.
Eccl. 3. Cap. 4.

25. Idem est ergo presbyter qui episcopus, et antequam


diaboli instinctu studia in religione fierent..communi
presbyterorum concilio Ecclesiae gubernabantur.
Indiferente de episcopo cuasi de presbytero est loquutus
(Paulus) .. sciant epi scopi se, magis consuetudine quam
dispositionis dominicae veritate, presbyteris esse
majores. Hieronymus ad Titum, 1: 5.

26. El obispo Munter hace esta observación en su


disertación Sobre la antigua iglesia británica, sobre la
identidad primitiva de obispos y sacerdotes y la
consagración episcopal. Semental. Und Krit. Un. 1833.
27. Natio Scotorum quibus consuetudo peregrinandi jam
paene in naturam conversa est. Vita S. Galli, s. 47.
28. Fueron llamados episcopi regionarii, porque no tenían
una diócesis establecida.
29. Antiquo tempore doctissi mi solebant magistri de
Hibernia Britanniam, Galliam, Italiam venire, et multos
per ecclesias christi fecisse profectus. Alcuin, Epp. 221.

30. Thierry, en su Hist. De la conquiete de l 'Angleterre,


hace de Columba y Columbanus un personaje. Columba
predicó el Evangelio en Escocia alrededor de 560 y murió
en 597; Columbanus predicó entre los borgoñones en 600
y murió en 615.
31. Ignitum igne Domini desiderium. Mabillon. Acta, pág. 9.
32. Salva loci dominicae resurrectionis singulari
praerogativa. Columb. Vita, s. 10.
33. Nefa ndi nominis Saxoni Deo hominibusque invisi.
Gildas, De excidio Britanniae.
LIBRO 17
CAPÍTULO 2

Es un hecho que la vida espiritual había decaído en el catolicismo


italiano; y en la medida en que el espíritu celestial se debilitó, la codicia
del dominio se hizo más fuerte. Los metropolitanos romanos y sus
delegados pronto se impacientaron por moldear toda la cristiandad a
sus formas peculiares.

Hacia fines del siglo VI, un hombre eminente llenó la sede de Roma.
Gregory nació en el seno de una familia senatorial y ya estaba en el
camino del honor, cuando de repente renunció al mundo y transformó
el palacio de sus padres en un convento. Pero su ambición solo había
cambiado de objeto. En su opinión, toda la iglesia debería someterse a
la jurisdicción eclesiástica de Roma. Es cierto que rechazó el título de
obispo universal asumido por el patriarca de Constantinopla; pero si
no deseaba el nombre, no estaba menos ansioso por la sustancia. 1 En
las fronteras de Occidente, en la isla de Gran Bretaña, había una
iglesia cristiana independiente de Roma: esto debe ser conquistado, y
pronto se presentó una oportunidad favorable.
Antes de su ascenso a la primacía, y mientras todavía era sólo el monje
Gregorio, un día cruzó por casualidad un mercado en Roma donde
ciertos comerciantes extranjeros estaban exponiendo sus productos a
la venta. Entre ellos percibió a unos jóvenes esclavos rubios, cuyo
noble porte llamó su atención. Al acercarse a ellos, se enteró de que la
nación anglosajona a la que pertenecían se había negado a recibir el
evangelio de los británicos. Cuando posteriormente se convirtió en
obispo de Roma, este pontífice astuto y enérgico, "el último de los
buenos y el primero de los malos", como se le ha llamado, decidió
convertir a estos orgullosos conquistadores y utilizarlos para someter a
los británicos. iglesia al papado, ya que ya se había valido de los
monarcas francos para reducir a los galos. Roma a menudo se ha
mostrado más ansiosa por traer cristianos al Papa en lugar de
idólatras. 2 ¿Fue así con Gregorio? Debemos dejar la pregunta sin
respuesta.
Ethelbert, rey de Kent, se había casado con una princesa cristiana de
ascendencia franca, el obispo romano pensó que la coyuntura era
favorable para su diseño y envió una misión bajo la dirección de uno
de sus amigos llamado Agustín, en el año 596 d.C. Al principio, los
misioneros retrocedieron ante la tarea que les asignó; pero Gregory se
mantuvo firme. Deseoso de obtener la ayuda de los reyes francos,
Teodorico y Teodeberto, fingió considerarlos como los señores
primordiales de Inglaterra, y les recomendó la conversión de sus
súbditos. 3 Tampoco esto fue todo. Reclamó también el apoyo de la
poderosa Brunehilda, abuela de estos dos reyes, e igualmente notoria
por su traición, sus irregularidades y sus crímenes; y no tuvo
escrúpulos en ensalzar las buenas obras y el temor piadoso de esta
moderna Jezabel. 4 Bajo tales auspicios, la misión romana llegó a
Inglaterra. El Papa había elegido hábilmente a su delegado. Agustín
poseía incluso en mayor medida que el propio Gregorio una mezcla de
ambición y devoción, de superstición y piedad, de astucia y celo.
Pensaba que la fe y la santidad eran menos esenciales para la iglesia
que la autoridad y el poder; y que su prioridad no era tanto salvar
almas como reunir a toda la raza humana bajo el cetro de Roma. 5 El
mismo Gregorio estaba angustiado por el orgullo espiritual de Agustín,
y con frecuencia lo exhortaba a la humildad.
El éxito de la clase que desea el papado pronto coronó las labores de
sus siervos. Habiendo desembarcado los cuarenta y un misioneros en
la isla de Thanet, en el año 597, el rey de Kent consintió en recibirlos,
pero al aire libre, por miedo a la magia. Se detuvieron de tal manera
que produjeron un efecto sobre los rudos isleños. La procesión la abrió
un monje portando una enorme cruz en la que estaba representada la
figura de Cristo: sus compañeros seguían entonando sus himnos
latinos, y así se acercaron a la encina señalada para el lugar de la
conferencia. Inspiraban suficiente confianza en Ethelbert como para
obtener permiso para celebrar su culto en una antigua y ruinosa
capilla en Durovern (Canterbury), donde los cristianos británicos
habían adorado en otros tiempos al Salvador Cristo. El rey y miles de
sus súbditos recibieron poco después, con ciertas formas y ciertas
doctrinas cristianas, los errores de los pontífices romanos, como el
purgatorio, por ejemplo, que Gregorio defendía con la ayuda de las
fábulas más absurdas. 6 Au gustine bautizado diez mil paganos en un
día. Hasta ahora, Roma no había hecho más que pisar Gran Bretaña; no
dejó de establecer su reino allí durante mucho tiempo.
No deberíamos estar dispuestos a subestimar el elemento religioso que
ahora se coloca ante los anglosajones, y podemos creer fácilmente que
muchos de los misioneros enviados desde Italia deseaban realizar una
obra cristiana. Pensamos también que la Edad Media debe ser
apreciada con sentimientos más equitativos que los que siempre se
han encontrado en las personas que han escrito sobre ese período. La
conciencia del hombre vivió, habló y gimió durante el largo dominio
del papado; y como una planta que crece entre espinas, a menudo logró
forzar un paso a través de los obstáculos del tradicionalismo y la
jerarquía, para florecer en el sol vivificante de la gracia de Dios. El
elemento cristiano está incluso fuertemente marcado en algunos de los
hombres más eminentes de la teocracia, en Anselmo, por ejemplo.
Sin embargo, dado que nuestra tarea es relatar la historia de las luchas
que tuvieron lugar entre el cristianismo primitivo y el catolicismo
romano, no podemos dejar de señalar la superioridad del primero
desde un punto de vista religioso, mientras reconocemos la
superioridad del segundo en un sentido religioso. punto de vista
político. Creemos (y ahora tendremos una prueba de ello) 7 que una
visita a Iona habría enseñado a los anglosajones mucho más que sus
frecuentes peregrinaciones a las orillas del Tíber. Sin duda, como se ha
señalado, estos peregrinos contemplaron en Roma "los nobles
monumentos de la antigüedad " , pero existía en esa época en las islas
británicas -y se ha pasado por alto con demasiada frecuencia- un
cristianismo que, si no perfectamente puro, era en menos mejor que el
del papado. La iglesia británica, que a principios del siglo VII llevó la
fe y la civilización a Borgoña, los Vosgos y Suiza, bien podría haberlas
extendido por Gran Bretaña. La influencia de las artes, cuya influencia
civilizadora estamos lejos de menospreciar, habría llegado más tarde.
Pero tan lejos estaba el cristianismo de los británicos de la conversión
de la heptárquica sajona, que, ¡ay! el romanismo de la heptarquía que
estaba destinado a conquistar Gran Bretaña. Estas luchas entre las
iglesias romana y británica, que llenan todo el siglo VII, son de la
mayor importancia para la iglesia inglesa, porque establecen
claramente su libertad primitiva. Poseen también un gran interés para
las otras iglesias de Occidente, ya que muestran en los personajes más
llamativos los actos usurpadores por los cuales el papado finalmente
los redujo bajo su yugo.

Agustín, nombrado arzobispo no sólo de los sajones, sino también de


los británicos libres, fue establecido por ordenanza papal, primero en
Londres y luego en Canterbury. Al estar a la cabeza de una jerarquía
compuesta por doce obispos, pronto intentó poner a todos los
cristianos de Gran Bretaña bajo la jurisdicción romana. En ese
momento existía en Bangor, 8 en el norte de Gales, una gran sociedad
cristiana, que ascendía a casi tres mil personas, reunidas para trabajar
con sus propias manos, 9 para estudiar y orar, y de cuyo seno
numerosos misioneros ( Columbanus estaba entre el número) había
salido de vez en cuando. El presidente de esta iglesia era Dionoth, un
maestro fiel, dispuesto a servir a todos los hombres con caridad, pero
firmemente convencido de que nadie debería tener la supremacía en la
viña del Señor. Aunque era uno de los hombres más influyentes de la
iglesia británica, era algo tímido y vacilante; cedería hasta cierto punto
por el amor de la paz; pero nunca se acobardaría en su deber. Fue otro
apóstol Juan, lleno de apacibilidad y, sin embargo, condenando a los
Diótrefes, que aman tener preeminencia entre los hermanos. Agustín
se dirigió así a él: "Reconoce la autoridad del obispo de Roma". Estas
son las primeras palabras del papado a los antiguos cristianos de Gran
Bretaña. “Deseamos amar a todos los hombres”, respondió
mansamente el venerable británico: “y lo que hacemos por ti, lo
haremos también por aquel a quien llamas Papa. Pero no tiene derecho
a llamarse a sí mismo el padre de padres, y la única sumisión que
podemos hacerle es la que le debemos a todo cristiano ". 10 Esto no fue
lo que pidió Agustín.
No se desanimó con este primer control. Orgulloso del palio que le
había enviado Roma y apoyándose en las espadas de los anglosajones,
convocó en 601 una asamblea general de obispos británicos y sajones.
El encuentro tuvo lugar al aire libre, bajo un venerable roble, cerca de
Wigornia (Worcester o Hereford), y aquí se produjo la segunda
agresión romana. Dionoth resistió con firmeza las extravagantes
pretensiones de Agustín, quien nuevamente lo convocó a reconocer la
autoridad de Roma. 11 Otro británico protestó contra la presunción de
los romanos, que atribuyeron a su consagración una virtud que
rechazaron a la de Iona o de las iglesias asiáticas. 12 Los británicos,
exclamó un tercero, "no pueden someterse ni a la arrogancia de los
romanos ni a la tiranía de los sajones". 13 En vano el arzobispo
derrochó sus argumentos, oraciones, censuras y hasta milagros; los
británicos fueron firmes. Algunos de ellos que habían comido con los
sajones cuando aún eran paganos, se negaron a hacerlo ahora que se
habían sometido al Papa. 14 Los escoceses eran particularmente
inflexibles; porque uno de ellos, llamado Dagam, no solo no comería en
la misma mesa con los romanos, sino ni siquiera bajo el mismo techo.
15 Así fracasó Agustín por segunda vez y la independencia de Gran
Bretaña pareció segura.
Y, sin embargo, el formidable poder de los papas, ayudados por la
espada de los conquistadores, alarmó a los británicos. Se imaginaron
que vieron un decreto misterioso una vez más uniendo las naciones de
la tierra al oído triunfal de Roma, y muchos dejaron a Wigornia
inquieto y triste de corazón. ¿Cómo es posible salvar una causa, cuando
incluso sus defensores comienzan a desesperarse? No pasó mucho
tiempo antes de que fueran convocados a un nuevo consejo. "¿Qué se
debe hacer?" exclamaron con dolorosos presentimientos. El papado
aún no se conocía a fondo: apenas se formó. Las conciencias medio
iluminadas de estos creyentes fueron presa de la agitación más
violenta. Se preguntaron si, al rechazar este nuevo poder, no estarían
rechazando a Dios mismo. Un cristiano piadoso, que llevaba una vida
solitaria, había adquirido una gran reputación en los alrededores.
Algunos de los británicos lo visitaron y le preguntaron si debían
resistir a Agustín o seguirlo. 16 “Si es un hombre de Dios, síguelo”,
respondió el ermitaño. - "¿Y cómo sabremos eso?" - “Si es manso y
humilde de corazón, lleva el yugo de Cristo; pero si es violento y
orgulloso, no es de Dios ”. - "¿Qué señal tendremos de su humildad?" -
“Si se levanta de su asiento al entrar en la habitación”. Así habló el
oráculo de Gran Bretaña: habría sido mejor haber consultado las
Sagradas Escrituras.
Pero la humildad no es una virtud que florece entre los pontífices y
legados romanos: les encanta permanecer sentados mientras otros los
cortejan y adoran. Los obispos británicos entraron en la sala del
consejo, y el arzobispo, deseoso de indicar su superioridad, se
mantuvo orgulloso en su asiento. 17 Asombrados por esta visión, los
británicos no quisieron oír más sobre la autoridad de Roma. Por
tercera vez dijeron que no, que no conocían a ningún otro maestro más
que a Cristo. Agustín, que esperaba ver a estos obispos postrar sus
iglesias a sus pies, estaba sorprendido e indignado. Había contado con
la sumisión inmediata de Gran Bretaña, y el papa ahora tenía que
enterarse de que su misionero lo había engañado ... Animado por ese
espíritu insolente que se encuentra con demasiada frecuencia en los
ministros de la iglesia romana, Agustín exclamó : "Si no te unes a
nosotros para mostrarles a los sajones el camino de la vida, recibirás
de ellos el golpe de la muerte". 18 Habiendo dicho esto, el altivo
arzobispo se retiró y dedicó sus últimos días a preparar el
cumplimiento de su desafortunada profecía . 19 La discusión había
fracasado: ¡ahora por la espada!
Poco después de la muerte de Agustín, Edelfrid, uno de los reyes
anglosajones, y que todavía era un pagano, reunió un numeroso
ejército y avanzó hacia Bangor, el centro del cristianismo británico . La
alarma se extendió por esas débiles iglesias. Lloraron y rezaron. La
espada de Edelfrid se acercó más. ¿A quién pueden dirigirse o dónde
encontrar ayuda? La magnitud del peligro pareció hacer que los
británicos volvieran a su piedad prístina: no a los hombres, sino al
Señor mismo, dirigirán sus pensamientos. Mil doscientos cincuenta
siervos del Dios viviente, recordando cuáles son las armas de la guerra
cristiana, después de prepararse mediante el ayuno, se reunieron en
un lugar retirado para enviar sus oraciones a Dios. 20 Un jefe
británico, llamado Brocmail, movido por una tierna compasión, se
colocó cerca de ellos con algunos soldados; pero el cruel Edelfrid,
observando desde lejos a esta banda de cristianos arrodillados,
preguntó : "¿Quiénes son estas personas y qué están haciendo?" Al ser
informado, agregó: “Están peleando entonces contra nosotros, aunque
desarmados”; e inmediatamente ordenó a sus soldados que cayeran
sobre la multitud postrada. Mil doscientos de ellos murieron. 21
Rezaron y murieron. Los sajones se dirigieron inmediatamente a
Bangor, la sede principal del saber cristiano, y la arrasaron hasta los
cimientos. El romanismo triunfó en Inglaterra. La noticia de estas
masacres llenó al país de llanto y gran duelo; pero el sacerdote de la
consagración romana (y el venerable Beda compartieron sus
sentimientos) contempló en esta cruel matanza el cumplimiento de la
profecía del santo pontífice Agustín; 22 y una tradición nacional entre
los galeses durante muchas épocas lo señalaba como el instigador de
esta cobarde carnicería. Así, Roma liberó al pagano salvaje contra la
iglesia primitiva de Gran Bretaña, y lo ató todo chorreando sangre a su
carro triunfal. Se estaba cumpliendo un gran misterio de iniquidad .
Pero mientras la espada sajona parecía haber barrido todo desde antes
del papado, la tierra tembló bajo sus pies y parecía a punto de tragarlo.
Las conversiones jerárquicas más que cristianas efectuadas por los
sacerdotes de Roma fueron tan irreales que un gran número de
neófitos regresaron repentinamente a la adoración de sus ídolos.
Eadbald, rey de Kent, estaba entre los apóstatas. Tales reversiones al
paganismo no son infrecuentes en la historia de las misiones romanas.
Los bis saltos huyeron a la Galia: Mellitus y Justus ya habían llegado al
continente a salvo, y Lawrence, el sucesor de Agustín, estaba a punto
de seguirlos. Mientras yacía en la iglesia, donde había deseado pasar la
noche antes de salir de Inglaterra, gimió de espíritu al ver que la obra
fundada por Agustín perecía en sus manos. Lo salvó por milagro. A la
mañana siguiente se presentó ante el rey con las ropas desordenadas y
el cuerpo cubierto de heridas. "San Pedro", dijo, "se me apareció
durante la noche y me azotó severamente porque estaba a punto de
abandonar su rebaño". 23 El azote era un medio de persuasión moral
que Pedro había olvidado en sus epístolas. ¿Lawrence hizo que estos
golpes fueran infligidos por otros , o los infligió él mismo, o todo el
relato es un sueño ocioso? Preferiríamos adoptar la última hipótesis.
El príncipe supersticioso, emocionado por la noticia de esta
intervención sobrenatural, reconoció con entusiasmo la autoridad del
Papa, el vicario de un apóstol que tan despiadadamente azotó a
quienes tenían la desgracia de desagradarlo. Si el dominio de Roma
hubiera desaparecido entonces de Inglaterra, es probable que los
británicos, recuperando su valor y favorecidos en otros aspectos por
las necesidades que habrían sentido los sajones, se hubieran
recuperado de su derrota y hubieran impartido su cristianismo libre a
sus conquistadores. Pero ahora el obispo romano parecía seguir siendo
el amo de Inglaterra, y la fe de los británicos estaba aplastada para
siempre. Pero no fue así. Un joven, nacido de la enérgica raza de los
conquistadores, estaba a punto de convertirse en el campeón de la
verdad y la libertad, y casi toda la isla se liberó del yugo romano.
Oswald, un príncipe anglosajón, hijo de los paganos y cruel Edelfrid,
había sido obligado por reveses familiares a refugiarse en Escocia,
cuando era muy joven, acompañado por su hermano Oswy y varios
otros jefes jóvenes. Había adquirido el idioma del país, había sido
instruido en las verdades de la Sagrada Escritura, convertido por la
gracia de Dios y bautizado en la iglesia escocesa. 24 Le encantaba
sentarse a los pies de los ancianos de Iona y escuchar sus palabras. Le
mostraban a Jesucristo yendo de un lugar a otro haciendo el bien, y él
deseaba hacerlo también; le dijeron que Cristo era la única cabeza de la
iglesia, y él prometió no reconocer nunca a nadie más. Siendo un
hombre generoso y de un solo corazón, estaba especialmente animado
por la tierna compasión hacia los pobres, y se quitaba el manto para
cubrir la desnudez de uno de sus hermanos. A menudo, mientras se
mezclaba en las silenciosas asambleas de los cristianos escoceses,
había deseado ir como misionero a los anglosajones. No pasó mucho
tiempo antes de que concibiera el audaz designio de guiar al pueblo de
Northumberland hacia el Salvador; pero siendo príncipe además de
cristiano, decidió comenzar reconquistando el trono de sus padres.
Había en este joven inglés el amor de un discípulo y el coraje de un
héroe. Al frente de un ejército, pequeño en verdad, pero fuerte por la fe
en Cristo, 25 entró en Northumberland, se arrodilló con sus tropas en
oración en el campo de batalla y obtuvo una victoria destacada sobre
un enemigo poderoso, 634 d.C.
Recuperar el reino de sus antepasados era solo una parte de su tarea.
Oswald deseaba darle a su pueblo los beneficios de la verdadera fe. 26
El cristianismo enseñado en 625 al rey Edwin y los habitantes de
Northumbria por Pendin de York había desaparecido en medio de los
estragos de los ejércitos paganos. Oswald pidió un misionero a los
escoceses que le habían dado asilo y, en consecuencia, enviaron a uno
de los hermanos llamado Corman, un hombre piadoso pero inculto y
austero. pronto regresó desanimado a Iona: "La gente a la que me
enviaste", les dijo a los ancianos de esa isla, "son tan obstinados que
debemos renunciar a toda idea de cambiar sus modales". Mientras
Aidan, uno de ellos, escuchaba este informe, se decía a sí mismo: “Si tu
amor se hubiera ofrecido a este pueblo, oh, mi S avior, ¡muchos
corazones se habrían tocado! ... Ve y da a conocer a Ti, que no
quebranta la caña cascada. Luego, volviéndose hacia el misionero con
una mirada de leve reproche, agregó: “Hermano, has sido demasiado
severo con los oyentes tan aburridos de corazón. Deberías haberles
dado leche espiritual para beber hasta que pudieran recibir más
alimentos sólidos ". Todos los ojos estaban fijos en el hombre que
hablaba con tanta sabiduría. “Aidan es digno del episcopado”,
exclamaron los hermanos de Iona; y, como Timoteo, fue consagrado
por la imposición de las manos de la compañía de ancianos. 27
Oswald recibió a Aidan como un ángel del cielo, y como el misionero
ignoraba el idioma sajón, el rey lo acompañó a todas partes,
permaneciendo a su lado e interpretando sus amables discursos. 28 La
gente se apiñó con alegría alrededor de Oswald, Aidan y otros
misioneros de Escocia e Irlanda, escuchando con entusiasmo la
Palabra de Dios. 29 El rey alcanzó aún más con sus obras que con sus
palabras. Un día de Pascua, cuando estaba a punto de sentarse a la
mesa, se le informó que una multitud de sus súbditos, impulsados por
el hambre, se habían reunido ante las puertas de su palacio. Al instante
ordenó que llevaran y distribuyeran entre ellos la comida preparada
para él, y tomando las vasijas de plata que tenía ante él, las partió en
pedazos y ordenó a sus siervos que las repartieran entre los pobres.
También presentó el conocimiento del Salvador a la gente de Wessex,
adonde había ido para casarse con la hija del rey; y después de un
reinado de nueve años, murió al frente de su ejército mientras repelía
una invasión de los idólatras mercianos, encabezados por el cruel
Penda (5 de agosto de 642 d. C.). Al caer exclamó : "¡Señor, ten piedad
de las almas de mi pueblo!" Este joven príncipe ha dejado un nombre
muy querido por las iglesias de Gran Bretaña.

Su muerte no interrumpió la labor de los misioneros. Su mansedumbre


y el recuerdo de Oswald les hicieron querer a todos. Tan pronto como
los aldeanos veían a uno en la carretera, se apiñaban a su alrededor,
rogándole que les enseñara la Palabra de vida. 30 La fe que el terrible
Edelfrid pensó que había lavado con la sangre de los adoradores de
Dios, reaparecía en todas direcciones; y Roma, que una vez ya en los
días de Honorio se había visto obligada a abandonar Gran Bretaña, tal
vez se viera obligada por segunda vez a huir a sus barcos ante el rostro
de un pueblo que afirmaba su libertad .

Notas finales:
1. Dice (Epp. Lib. 9. Ep. 12.): De Constantinopolitana
ecclesia quis eam dubitet apostolicae sedi esse
subjectam?
2. Conocemos la historia de Tahití y de otras misiones
modernas de la iglesia romana.
3. Subjectos vestros. Op. Gregorii, tom. 4. Pág. 33 4.
4. Prona in bonis operibus..in omnipotentis Dei timore.
Ibídem. tom. 2. P. 835.
5. Encontramos la misma idea en Wiseman, Lect. 9, Sobre
las principales doctrinas y prácticas de la Iglesia Católica.
Lond. 1836.
6. Hoepfner, De origine dogmatis de purgatorio. Halle 1792.

7. En la historia de Oswald, rey de Northumberland.


8. Bann-cor, el coro de la colina empinada. Carlisle, Top.
Dict. Gales.
9. Ars unicuique dabatur, ut ex opere manuum quotidiano
se posset in victu necessario continere. Preuves de l'hist.
De Bretagne, 2:25.
10. Istam o bedientiam nos sumus parati dare et solvere ei
et cuique Christiano continuo. Wilkins, Conc. M. Brit. 1:26.
11. Dionothus de non aprobanda apud eos Romanorum
auctoritate disputabat. Ibídem. 24.
12. Ordinationesque más asiático eisdem contulisse.
Wilkins, Conc. M. Brit. 1:24.
13. In communionem admittere vel Romanorum fastum vel
Saxonum tyrannidem. Ibídem. 26.
14. Según el precepto apostólico, 1 Corintios 5: 9-11.

15. Dagamus ad nos veniens, non solum cibum nobiscum,


sed nec in eodem hospitio quo vescebamur, sumere
noluit, Beda, lib. 2 cap. 4.
16. Ad quendam virum sanctum et prudentem qui apud eos
anachoreticam ducere vitam solebat, consulentes an ad
praedicationem Augustini suas deserere traditiones
deberent. Ibídem. lib. 2 cap. 2.
17. Factumque est ut venientibus illis seder et Augustinus in
sella. Ibídem.
18. Si pacem cum fructibus accipere nollent, bellum ab
hostibus forent accepturi..Beda, Hist. Eccl. 2 cap. 2.
19. Ipsum Augustinum hujus belli non modo conscium sed
et impulsorem exstitisse. Wilkins agrega que la expresión
que se encuentra en Beda, relativa a la muerte de
Agustín, es un paréntesis introducido por los escritores
romanistas y que no se encuentra en los manuscritos
sajones. Conc. Brit. P. 26.
20. Ad memoratam aciem, peracto jejunio triduano, cum
aliis orandi causa convenerant. Beda, lib. 2 cap. 2.

21. Exti nctos in ea pugna ferunt de his qui ad orandum


venerunt viros circiter mille ducentos. Ibídem.
22. Sic completum est presagium sancti pontificis
Augustini. Beda, lib. 2 cap. 2.
23. Apparuit ei beatissimus apostolorum princeps, et multo
illum tempore secretae noctis flagellis acrioribus
afficiens. Ibídem. gorra. 6.
24. Cum magna nobilium juventute apud Scotos sive Pictos
exulabant, ibique ad doctrinam Scottorum cathechisati et
baptismatis gratia sunt recreati. Beda, lib. 3 cap. 1.

25. Superveniente cum parvo exercitu, sed fide Ch risti


munito. Ibídem.
26. Desiderans totam cui praeesse coepit gentem fidei
Christianae gratia imbui. Ibídem. gorra. 3.
27. Aydanus accepto gradu episcopatus, quo tempore
eodem monasterio Segenius abbas et presbyter praefuit.
Beda, lib. 3 cap. 5. Cuando Beda nos dice que un simple
sacerdote era presidente, excluye la idea de que hubiera
obispos en la asamblea. Ver 1 Timoteo 4:14.
28. Evangelisante antistite, ipse Rex suis ducibus ac
ministris interpres verbi existeret coelestis. Beda, lib. 3,
cap. 3.

29. Confluebant ad audiendum verbum Dei populi


gaudentes. Ibídem.
30. Mox congregati in unum vicani, verbum vitae ab illo
expetere curabant. Ibídem. gorra. 26.
LIBRO 17
CAPÍTULO 3

Luego se levantó el papado. Si la victoria permanecía en manos de los


británicos, su iglesia, que se volviera completamente libre, podría
incluso en estos primeros tiempos encabezar una fuerte oposición
contra la monarquía papal. Si, por el contrario, los últimos campeones
de la libertad son derrotados, siglos de esclavitud aguardaron a la
iglesia cristiana. Tendremos que presenciar la lucha que tuvo lugar
mucho tiempo en el mismo palacio de los reyes de Northumbria.
Oswald fue sucedido por su hermano Oswy, un príncipe instruido en la
doctrina libre de los británicos, pero cuya religión era toda externa. Su
corazón rebosaba de ambición y no rehuía ningún crimen que pudiera
incrementar su poder. el trono de Deira lo ocupaba su pariente Oswin,
un rey amable, muy querido por su pueblo. Oswy, concibiendo unos
celos mortales hacia él, marchó contra él a la cabeza de un ejército, y
Oswin, deseoso de evitar el derramamiento de sangre, se enfrentó a un
jefe al que había cargado de favores. Pero este último se ofreció a llevar
a los soldados de Oswy a su escondite; y en la oscuridad de la noche el
rey fugitivo fue asesinado vilmente, uno solo de sus sirvientes
luchando en su defensa. El amable Aidan murió de pena por su cruel
destino. 1 Tal fue la primera hazaña de ese monarca que entregó
Inglaterra al papado. Varias circunstancias tendieron a acercar a Oswy
a Roma. Consideraba la religión cristiana como un medio para
combinar a los príncipes cristianos con los paganos Penda, y tal
religión, en la que predominaba la conveniencia, no era muy diferente
del papado. Y además, la esposa de Oswy, la orgullosa Eanfeld, era de
la comunión romana. El capellán privado de esta princesa intolerante
era un sacerdote llamado Romanus, un hombre digno de ese nombre.
Mantuvo pésimamente los ritos de la iglesia latina y, por consiguiente,
la fiesta de la Pascua se celebraba en la corte dos veces al año; porque
mientras el rey, siguiendo el gobierno oriental, conmemoraba con
alegría la resurrección de nuestro Señor, la reina, que adoptó el ritual
romano, guardaba el Domingo de Ramos con ayuno y humillación. 2
Eanfeld y Romanus solían conversar juntos sobre los medios de ganar
Northumberland para el papado. Pero el primer paso fue aumentar el
número de sus partidarios y pronto se presentó la oportunidad.

Un joven de Northumbria, llamado Wilfrid, fue admitido un día en


una audiencia de la reina. Era un hombre atractivo, de amplios
conocimientos, agudo ingenio y carácter emprendedor, de actividad
infatigable y ambición insaciable. 3 En esta entrevista le comentó a
Eanfeld: “La forma en que los escoceses nos enseñan no es perfecta;
Iré a Roma y aprenderé en los mismos templos de los apóstoles ". Ella
aprobó su proyecto y, con ella como ayuda y dirección, partió hacia
Italia. ¡Pobre de mí! estaba destinado a no muy lejano día para
encadenar toda la iglesia británica a la sede romana. Después de una
corta estancia en Lyon, donde el obispo, encantado con su talento,
habría deseado retenerlo, llegó a Roma e inmediatamente se puso en
pie de igualdad con el archidiácono Bonifacio, el consejero favorito del
Papa. Pronto descubrió que los sacerdotes de Francia e Italia poseían
más poder tanto en asuntos eclesiásticos como seculares que los
humildes misioneros de Iona; y su sed de honores se encendió en la
corte de los pontífices. Si lograba que Inglaterra se sometiera al
papado, no habría dignidad a la que no pudiera aspirar. A partir de
entonces, este fue su único pensamiento, y apenas había regresado a
Northumberland cuando Eanfeld lo convocó ansiosamente a la corte.
Una reina fanática, de quien podía esperar todo, un rey sin
convicciones religiosas y esclavizado por intereses políticos, un
príncipe piadoso y celoso, Alfred, el hijo del rey , que deseaba imitar a
su noble tío Oswald y convertir los paganos, pero que no tenían el
discernimiento ni la piedad del ilustre discípulo de Iona: tales eran los
materiales sobre los que Wilfrid tenía que trabajar. Vio claramente que
si Roma había obtenido su primera victoria con la espada de Edelfrid,
solo podía esperar ganar una segunda con el arte y la gestión. Llegó a
un entendimiento sobre el tema con la reina y Romanus, y habiendo
estado enfadado con la persona del joven príncipe, con hábiles halagos
pronto ganó en la mente de Alfred. Luego, al encontrarse seguro de
dos miembros de la familia real, dirigió toda su atención a Oswy.
Los ancianos de Iona no podían cerrar los ojos ante los peligros que
amenazaban a Northumberland. Habían enviado a Fi nan a sustituir a
Aidan, y este obispo, consagrado por los presbíteros de Iona, había
presenciado el progreso del papado en la corte; al principio humilde e
inofensivo, y luego aumentando año tras año en ambición y audacia. Se
había opuesto abiertamente a los agentes del alguacil y sus frecuentes
contiendas lo habían confirmado en la verdad. 4 Estaba muerto, y los
presbíteros de las islas occidentales, viendo más claramente que nunca
las necesidades de Northumbria, habían enviado allí al obispo Colman,
un hombre sencillo pero de corazón valiente, decidido a oponerse a un
frente de inflexibles las artimañas de los seductores.
Sin embargo, Eanfeld, Wilfrid y Romanus estaban cavando hábilmente
la mina que destruiría la iglesia apostólica de Gran Bretaña. Al
principio, Wilfrid preparó su ataque con hábiles insinuaciones; y luego
se declaró abiertamente en presencia del rey. Si Oswy se retiraba a su
círculo doméstico, allí encontraba al intolerante Eanfeld, quien
continuaba con celo la obra del misionero romano. No se
desaprovecharon oportunidades: en medio de las distracciones de la
corte, en la mesa, e incluso durante la persecución, se suscitaron
perpetuamente discusiones sobre las doctrinas controvertidas. Las
mentes de los hombres se excitaron: los romanistas ya asumieron el
aire de conquistadores; y los británicos a menudo estaban llenos de
ansiedad y miedo. El rey, puesto entre su esposa y su fe, y cansado por
estas disputas, se inclinó primero hacia un lado y luego hacia el otro,
como si pronto fuera a caer del todo.
El papado tenía motivos más poderosos que nunca para codiciar
Northumberland. Oswy no solo había usurpado el trono de Deira, sino
que tras la muerte del cruel Penda, que cayó en batalla en 654, había
conquistado sus estados con la excepción de una parte gobernada por
su yerno Peada, el hijo de Penda. Pero Peada mismo, habiendo caído
en una conspiración que se dice que fue levantada por su esposa, la
hija de Oswy, este último completó la conquista de Mercia, y así unió
la mayor parte de Inglaterra bajo su cetro. Kent solo en ese momento
reconoció la jurisdicción de Roma: en todas las demás provincias, los
ministros libres, protegidos por los reyes de Northumberland,
predicaron el evangelio. Esto simplificó maravillosamente la pregunta.
Si Roma ganaba a Oswy, ella ganaría Inglaterra: si fracasaba, tarde o
temprano debía abandonar la isla por completo.
Eso no fue todo. La sangre de Oswyn, la muerte prematura de Aidan y
otras cosas más, turbaban el pecho del rey. Quería apaciguar a la
Deidad que había ofendido, y sin saber que Cristo es la puerta, como
nos dice la Sagrada Escritura , buscó entre los hombres un portero que
le abriera el reino de los cielos. Estuvo lejos de ser el último de esos
reyes a quienes la necesidad de expiar sus crímenes impulsó hacia las
prácticas romanas. El astuto Wilfrid, que mantenía vivas tanto las
esperanzas como los temores del príncipe, le hablaba a menudo de
Roma y de la gracia que se encontraba allí. Pensó que la fruta estaba
madura, y que ahora solo tenía que sacudir el árbol. “Debemos tener
una disputa pública, en la que la cuestión se resuelva de una vez por
todas”, dijeron la reina y sus consejeros; “Pero Roma debe participar
en ella con tanta pompa como sus adversarios. Opongamos obispo a
obispo ". Un obispo sajón llamado Agilbert, amigo de Wilfrid, que se
había ganado el afecto del joven príncipe Alfred, fue invitado por
Eanfeld a la conferencia, y llegó a Northumberland con la asistencia de
un sacerdote llamado Agathon. ¡Pobre de mí! pobre iglesia británica, la
vasija de barro está a punto de estrellarse contra la vasija de hierro.
Gran Bretaña debe ceder ante la marcha invasora de Ro me.

En la costa de Yorkshire, en el extremo más alejado de una bahía


tranquila, estaba situado el monasterio de Strenaeshalh, o Whitby, del
que Hilda, la piadosa hija del rey Edwin, era abadesa. Ella también
deseaba ver el fin de las violentas disputas que habían agitado a la
iglesia desde el regreso de Wilfrid. A orillas del Mar del Norte 5 la lucha
se decidirá entre Gran Bretaña y Roma, entre Oriente y Occidente, o,
como decían entonces, entre San Juan y San Pedro. No era una mera
pregunta sobre la Pascua o ciertas reglas de disciplina, sino sobre la
gran doctrina de la libertad de la iglesia bajo Jesucristo, o su esclavitud
bajo el papado. Roma, siempre dominante, deseaba por segunda vez
tener en sus manos a Inglaterra, no por medio de la espada, sino por
sus dogmas. Con su astucia habitual, ocultó sus enormes pretensiones
bajo cuestiones secundarias, y esta maniobra engañó a muchos
pensadores superficiales.

El encuentro tuvo lugar en el convento de Whitby. El rey y su hijo


entraron primero; luego, por un lado, Colman, con los obispos y
ancianos de los británicos; y por el otro el obispo Agilbert, Agathon,
Wilfrid, Romanus, un diácono llamado James, y varios otros
sacerdotes de la confesión latina . Por último vino Hilda con sus
asistentes, entre los que se encontraba un obispo inglés llamado
Cedda, uno de los misioneros más activos de la época. 6 Al principio
había predicado el Evangelio en los distritos de la región central, de
donde se dirigió a los anglosajones de Oriente, y después de convertir
a un gran número de estos paganos, había regresado a Finan y, aunque
era inglés, había recibido la consagración episcopal de un obispo que
había sido ordenado por los ancianos de Iona. Luego, avanzando hacia
el oeste, el evangelista infatigable fundó iglesias y nombró ancianos y
diáconos dondequiera que fuera. 7 Inglés de nacimiento, escocés por
ordenación, tratado en todas partes con respeto y consideración ,
parecía estar apartado como mediador en esta solemne conferencia.
Sin embargo, su intervención no pudo retrasar la victoria de Roma.
¡Pobre de mí! el evangelismo primitivo había dado paso poco a poco a
un eclesiástico, rudo y rudo en un lugar, sutil e insinuante en otro.
Siempre que se pedía al sacerdote que justificara ciertas doctrinas o
ceremonias, en lugar de referirse únicamente a la palabra de Dios, esa
fuente de toda luz, sostenían que así lo hizo Santiago en Jerusalén, San
Marcos en Alejandría , San Juan en Éfeso, o San Pedro en Roma.
Dieron el nombre de cánones apostólicos a reglas que los apóstoles
nunca habían conocido. Incluso fueron más allá: en Roma y en Oriente,
el eclesiástico se presentó como una ley de Dios, y de un estado de
debilidad pasó a ser un estado de pecado. Algunas marcas de este error
ya comenzaban a aparecer en el cristianismo de los británicos.
El rey Oswy fue el primero en hablar:
“Como siervos de un mismo Dios, esperamos que todos gocen de la
misma herencia en el cielo; ¿Por qué entonces no deberíamos tener la
misma regla de vida aquí abajo? Investiguemos cuál es el verdadero y
síguemoslo. ”......“ Los que me enviaron aquí como obispo ”, dijo
Colman, “ y quienes me dieron la regla que observo, son los amados de
Dios. Tengamos cuidado de cómo despreciamos su enseñanza, porque
es la enseñanza de Columba, del bendito evangelista Juan, 8 y de las
iglesias que presidió ese apóstol ”.
“En cuanto a nosotros”, replicó con valentía Wilfrid, porque a él, como
a los más hábiles, el obispo Agilberto le había confiado la defensa de su
causa, “nuestra costumbre es la de Roma, donde los santos apóstoles
Pedro y Pablo enseñaban; lo encontramos en Italia y en la Galia, es
más, se extiende por todas las naciones. ¿Se atreverán los pictos y los
británicos, arrojados a estas dos islas, en los mismos confines del
océano, a luchar contra el mundo entero? 9 Por santo que haya sido tu
Columba, ¿lo preferirás al príncipe de los apóstoles, a quien Cristo
dijo: Tú eres Pedro, y yo te daré las llaves del reino de los cielos?
Wilfrid habló con animación, y sus palabras, adaptadas hábilmente a
su audiencia, comenzaron a hacerlos vacilar. Artísticamente había
sustituido a Columba por el apóstol Juan, de quien la iglesia británica
afirmaba descender, y se opuso a San Pedro, un simple anciano de
Iona. Oswy, cuyo ídolo era el poder, no podía vacilar entre los obispos
mezquinos y ese Papa de Roma que dominaba el mundo entero. Ya
imaginando ver a Pedro a las puertas del paraíso, con las llaves en la
mano, exclamó emocionado: “¿Es verdad, Colman, que estas palabras
fueron dirigidas por nuestro Señor a San Pedro?”. - "Es verdad." -
"¿Puedes probar que tu Columba recibió poderes similares?" - El
obispo respondió: "No podemos"; pero podría haberle dicho al rey:
"Juan, cuya doctrina seguimos, y de hecho todo discípulo, ha recibido
en el mismo sentido que San Pedro el poder de perdonar los pecados,
de atar y desatar en la tierra y en el cielo". 10 Sin embargo, el
conocimiento de los Santo scri ptures se desvanecía en Iona, y el
confiado Colman no habían observado estratagema de Wilfrid en
sustitución de Columba de San Juan. Ante esto, Oswy, encantado de
ceder a las continuas solicitudes de la reina y, sobre todo, de encontrar
a alguien que lo admitiera en el reino de los cielos, exclamó: «Pedro es
el portero, yo le obedeceré, no sea que cuando Aparezco en la puerta,
no debería haber nadie que me abra. " 11 Los espectadores, llevados
por esta confesión real, se apresuraron a entregar su sumisión al
vicario de San Pedro.
Así triunfó Roma en la conferencia de Whitby. Oswy olvidó que el
Señor había dicho: Yo soy el que abre, y nadie cierra; y cierra, y nadie
abre. 12 Al atribuir a Pedro el siervo, lo que pertenece a Jesucristo el
amo, el papado redujo Gran Bretaña. Oswy extendió las manos, Rome
remachó las cadenas y la libertad que Oswald había dado a su iglesia
pareció en el último suspiro.
Colman vio con dolor y consternación a Oswy ya sus súbditos doblar
las rodillas ante los sacerdotes extranjeros. Sin embargo, no se
desesperó del triunfo final de la verdad. La fe apostólica todavía podía
encontrar refugio en los antiguos santuarios de la iglesia británica en
Escocia e Irlanda. Inmóvil en la doctrina que había recibido y resuelto
a defender la libertad cristiana, Colman se retiró con aquellos que no
se doblegarían bajo el yugo de Roma y regresó a Escocia. Treinta
anglosajones y un gran número de británicos se sacudieron el polvo de
los pies contra las tiendas de los sacerdotes romanos. El odio al papado
se hizo más intenso día a día entre el resto de los británicos. Decididos
a repeler sus dogmas erróneos y su dominio ilegítimo, mantuvieron la
comunión con la Iglesia oriental, más antigua que la de Roma. Se
estremecieron al ver que el dragón rojo de los celtas se retiraba
gradualmente hacia el mar occidental frente al dragón blanco de los
sajones.
Atribuían sus desgracias a una horrible conspiración planeada por la
inicua ambición de los monjes extranjeros, y los bardos en sus cánticos
maldecían a los ministros negligentes que no defendían el rebaño del
Señor contra los lobos de Roma. 13 ¡ Pero vanas fueron sus
lamentaciones!
Los sacerdotes romanos, ayudados por la reina, no perdieron el
tiempo. Wilfrid, a quien Oswy deseaba recompensar por su triunfo, fue
nombrado obispo de Northumberland e inmediatamente visitó París
para recibir la consagración episcopal en debida forma. Pronto regresó
y procedió con singular actividad a establecer la doctrina romana en
todas las iglesias. 14 Obispo de una diócesis que se extendía desde
Edimburgo a Northampton, enriquecido con los bienes que habían
pertenecido a diversos monasterios, rodeado por un tren numeroso,
servido en platos de oro y plata, Wilfrid se felicitó por haber abrazado
la causa del papado; ofendió a todos los que se le acercaban con su
insolencia, y enseñó a Inglaterra cuán grande era la diferencia entre
los humildes ministros de Iona y un sacerdote romano. Al mismo
tiempo, Oswy, llegando a un entendimiento con el rey de Kent, envió a
otro sacerdote llamado Wighard a Roma para conocer las intenciones
del Papa con respecto a la iglesia en Inglaterra y recibir la
consagración como arzobispo de Canterbury. ¡No hubo ordenación
episcopal en Inglaterra digna de un sacerdote! Mientras tanto, Oswy,
con todo el celo de un nuevo converso, no dejaba de repetir que "la
Iglesia Romana era la Iglesia católica y apostólica", y pensaba día y
noche en los medios de convertir a sus súbditos, esperando así (dice
un Papa) para redimir su propia alma. 1 5
La llegada de esta noticia a Roma causó gran sensación. Vitalian, que
entonces ocupaba la cátedra episcopal y era tan insolente con sus
obispos como adulador y servil con el emperador, exclamó con
entusiasmo: “¡Quién no se alegraría mucho! 16 ¡ un rey convertido a la
verdadera fe apostólica, un pueblo que cree al fin en Cristo Dios
Todopoderoso! Durante muchos años esta gente había creído en Cristo,
pero ahora estaban empezando a creer en el Papa, y el Papa pronto les
hará olvidar a Jesús el Salvador. Vitalian escribió a Oswy y le envió, no
copias de las Sagradas Escrituras (que ya estaban escaseando en
Roma), sino reliquias de los santos Pedro, Juan, Lorenzo, Gregorio y
Paneratius; y deseoso de recompensar a la reina Eanfeld, a quien con
Wilfrid pertenecía la gloria de esta obra, le ofreció una cruz hecha,
según le aseguró, con las cadenas de San Pedro y San Pablo. 17 “No te
demores”, dijo el Papa en conclusión , “para reducir toda tu isla bajo
Jesucristo”, o en otras palabras, bajo el obispo de Roma.
Sin embargo, lo esencial era enviar un arzobispo de Roma a Gran
Bretaña; pero Wighard estaba muerto y nadie parecía dispuesto a
emprender un viaje tan largo . 18

No había mucho celo en la ciudad de los pontífices: y el Papa se vio


obligado a buscar a un extraño. En ese momento había en Roma un
hombre de gran reputación de erudito, que había venido del este y
adoptó los ritos y doctrinas de los latinos a cambio de los
conocimientos que les había traído. Se le señaló a Vitalian como bien
calificado para ser el metropolitano de Inglaterra. Teodoro, pues tal era
su nombre, perteneciente por nacimiento a las iglesias de Asia Menor,
sería escuchado por los británicos con preferencia a cualquier otro,
cuando les pedía que abandonaran sus costumbres orientales. Sin
embargo, el pontífice romano, temeroso quizás de que todavía pudiera
entretener algo de levadura de sus antiguas doctrinas griegas, le dio
como compañero, o más bien como supervisor, un fervoroso monje
africano llamado Adriano. 19
Theodore inició la gran cruzada contra el cristianismo británico; y,
esforzándose por mostrar la sinceridad de su conversión con su celo,
atravesó toda la tierra de Inglaterra en compañía de Adrián, 20
imponiendo en todas partes al pueblo esa supremacía eclesiástica con
la que Roma está en deuda por su supremacía política. La superioridad
de carácter que distinguía a San Pedro, Teodoro se transformó en una
superioridad de oficio. Por la jurisdicción de Cristo y su palabra,
sustituyó la del obispo de Roma y de sus decretos. Insistió en la
necesidad de la ordenación por parte de obispos que, en una cadena
ininterrumpida, pudieran rastrear su autoridad hasta los mismos
apóstoles. Los británicos aún mantuvieron la validez de su
consagración; pero el número era pequeño de los que entendían que
los supuestos sucesores de los apóstoles, que a veces llevan a Satanás
en sus corazones, no son verdaderos ministros de Cristo; que lo único
que necesita la iglesia es que los apóstoles mismos (y no sólo sus
sucesores) deben morar en su seno por su palabra, por su enseñanza y
por el Divino Consolador que estará con ella por los siglos de los
siglos.
La gran deserción comenzó ahora: los mejores eran a veces los
primeros en ceder. Cuando Theodore conoció a Cedda, que había sido
consagrado por un obispo que él mismo había recibido la ordenación
de los ancianos de Iona, le dijo: "No has sido ordenado regularmente".
Cedda, en lugar de defender con valentía la verdad, dio paso a una
modestia carnal y respondió: "Nunca me creí digno del episcopado, y
estoy dispuesto a dejarlo". - "No", dijo Theodore, "seguirás siendo
obispo, pero te consagraré de nuevo según el ritual católico". 21 El
ministro británico se sometió. Roma, triunfante, se sintió lo
suficientemente fuerte como para negar la imposición de manos de los
ancianos de Iona, que hasta ese momento había reconocido. Los
creyentes más firmes se refugiaron en Escocia.
De esta manera, una iglesia en algunos aspectos deficiente, pero aún
una iglesia en la que el elemento religioso ocupaba el primer lugar, fue
sucedida por otra en la que predominaba el elemento clerical. Esto
pronto se hizo evidente: las cuestiones de autoridad y precedencia,
hasta entonces desconocidas entre los cristianos británicos, ahora eran
un hecho cotidiano. Wilfrid, que había fijado su residencia en York,
pensó que nadie merecía más que él para ser primado de toda
Inglaterra; y Theodore por su parte se irritó por el tono altivo que
asumió este obispo. Durante la vida de Oswy, se mantuvo la paz, pues
Wilfrid era su favorito; pero al poco tiempo ese príncipe cayó enfermo;
y, aterrorizado por la proximidad de la muerte, juró que si se
recuperaba haría una peregrinación a Roma y allí acabaría sus días. 22
"Si quieres ser mi guía en la ciudad de los apóstoles", le dijo a Wilfrid,
"te daré una gran suma de dinero". Pero su voto fue en vano; Oswy
murió en la primavera del año 670 d.C.
El Witan hizo a un lado al príncipe Alfred y subió al trono a su
hermano menor, Egfrid. El nuevo monarca, que a menudo se había
sentido ofendido por la insolencia de Wilfrid, denunció al altivo
prelado ante el arzobispo. Nada podría ser más agradable para
Theodore. Él culo embled un consejo en Hertford, ante el cual se
convocó al jefe de sus convertidos en primer lugar, y presentando a
ellos, no a la escritura sagrada, pero los cánones de la Iglesia Romana,
23 , recibió sus votos solemnes: tal era la religi en luego enseñó en
Inglaterra. Pero esto no fue todo. “La diócesis de nuestro hermano
Wilfrid es tan extensa”, dijo el primado, “que hay lugar para cuatro
obispos”. Fueron designados en consecuencia. Wilfrid apeló indignado
del primate y los parientes al Papa. “¿Quién convirtió a Inglaterra,
quién, si no yo? ...... ¡y así soy recompensado!” ...... No permitiéndose
ser frenado por las dificultades del viaje, partió hacia Roma. asistido
por algunos monjes, y el Papa Agatón reuniendo un concilio (679) , el
inglés presentó su queja y el pontífice declaró ilegal la destitución.
Wilfrid regresó de inmediato a Inglaterra y, con altivez, presentó el
decreto del Papa al rey. Pero Egfrid, que no estaba dispuesto a tolerar
estos modales transsalpinos, lejos de restaurar la sede, echó al prelado
en la cárcel y no lo liberó hasta fin de año, y sólo con la condición de
que renunciara inmediatamente. Northumbria.
Wilfrid —porque debemos seguir hasta el final de su vida al hombre
extraordinario, que ejerció una influencia tan grande sobre los
destinos de la iglesia inglesa— Wilfrid estaba decidido a ser obispo a
cualquier precio. El reino de Sussex todavía era pagano; y el prelado
depuesto, cuya infatigable actividad no podemos dejar de reconocer,
formó la resolución de ganar un obispado, como otros hombres
planean la conquista de un reino. Llegó a Sussex durante un período de
hambruna y, habiendo traído consigo una serie de redes, enseñó a la
gente el arte de pescar, y así se ganó su cariño. Su rey Edilwalch había
sido bautizado; sus súbditos siguieron ahora su ejemplo, y Wilfrid fue
colocado a la cabeza de la iglesia.
Pero pronto manifestó la disposición que lo animaba: proporcionó
provisiones de hombres y dinero a Ce adwalla, rey de Wessex, y este
cruel jefe hizo una feroz incursión en Sussex, arrasándola y dando
muerte a Edilwalch, el prelado. benefactor. La carrera del turbulento
obispo no terminó. El rey Egfrid murió y fue sucedido por su hermano
Alfred, a quien Wilfrid había criado, un príncipe aficionado a la ciencia
y la religión, y emuloso de la gloria de su tío Oswald. El ambicioso
Wilfrid se apresuró a reclamar su sede en York, accediendo a la
partición; se le devolvió, y de inmediato comenzó a saquear a otros
para enriquecerse. Un concilio le rogó que se sometiera a los decretos
de la iglesia de Inglaterra; él se negó y, habiendo perdido la estima del
rey, su antiguo alumno, emprendió, a pesar de su avanzada edad, un
tercer viaje a Roma. Sabiendo cómo se ganan los papas, se arrojó a los
pies del pontífice, exclamando que “el obispo suplicante Wilfrid, el
humilde esclavo del siervo de Dios, imploró el favor de nuestro
bendito señor, el papa universal”. El obispo no pudo devolver su
criatura a su vista, y el breve resto de la vida de Wilfrid lo pasó en
medio de las riquezas que su codicia había acumulado tan
indignamente.

Sin embargo, había cumplido la tarea de su vida: toda Inglaterra


estaba subordinada al papado. Los nombres de Oswy y de Wilfrid
deben inscribirse en cartas de duelo en los anales de Gran Bretaña. La
posteridad se ha equivocado al permitirles hundirse en el olvido;
porque eran dos de los hombres más influyentes y enérgicos que jamás
hayan florecido en Inglaterra. Aún así, este gran olvido no carece de
generosidad. La tumba en la que estuvo sepultada la libertad de la
iglesia durante nueve siglos es el único monumento, ciertamente
triste, que debe perpetuar su memoria.
Pero Escocia seguía siendo libre, y para asegurar el triunfo definitivo
de Roma, era necesario invadir ese suelo virgen, sobre el que había
flotado el estandarte de la fe durante tantos años.
Adamnan estaba entonces a la cabeza de la iglesia de Iona, el primer
anciano de esa casa religiosa. Era virtuoso y erudito, pero débil y algo
vanidoso, y su religión tenía poca espiritualidad. Ganarlo era a los ojos
de Roma ganar Escocia. Una circunstancia singular favoreció los
planes de quienes deseaban atraerlo a la comunión papal. Un día,
durante una tempaña violenta , naufragó en las cercanías de Iona un
barco que venía de Tierra Santa y en el que viajaba un obispo galo
llamado Arculf. 24 Arculf buscó ansiosamente un asilo entre los
piadosos habitantes de esa isla. Adamnan nunca se cansó de escuchar
las descripciones del forastero de Belén, Jerusalén y el Gólgota, de las
llanuras quemadas por el sol por las que nuestro Señor había vagado, y
de la piedra hendida que todavía estaba delante de la puerta del
sepulcro. 25 El anciano de Iona, que se enorgullecía de sus
conocimientos, anotó la conversación de Arculf y de ella compuso una
descripción de Tierra Santa. Tan pronto como terminó su libro, el
deseo de dar a conocer estas maravillas más ampliamente, combinado
con un poco de vanidad, y quizás otros motivos, lo impulsó a visitar la
corte de Northumberland, donde presentó su obra al piadoso rey
Alfred. , 26 quien, aficionado al saber y a las tradiciones cristianas,
hizo que se hicieran varias copias .
Y esto no fue todo: el clero romano percibió la ventaja que podrían
derivar de este imprudente viaje. Se apiñaron alrededor del anciano; le
mostraron toda la pompa de su adoración y le dijeron: "¿Tú y tus
amigos, que viven en el mismo extremo del mundo, se opondrán a las
observancias de la iglesia universal?" 27 Los nobles de la corte
halagaron el amor propio del autor y lo invitaron a sus fiestas,
mientras el rey lo cargaba con presentes. El presbítero libre de Gran
Bretaña se convirtió en sacerdote de Roma y Adamnan regresó a Iona
para traicionar su iglesia a sus nuevos maestros. Pero todo fue en vano:
Iona no cedía. 28 A continuación, pasó a ocultar h es la vergüenza en
Irlanda, donde, después de haber llevado a algunos individuos a la
uniformidad romana, se animó y revisited Escocia. Pero ese país,
todavía inflexible, lo repelió con indignación. 29
Cuando Roma se vio incapaz de conquistar al sacerdote, recurrió al
príncipe y sus ojos se volvieron hacia Naitam, rey de los pictos.
“¡Cuánto más glorioso sería para ustedes”, instaron los sacerdotes
latinos, “pertenecer a la poderosa iglesia del pontífice universal de
Roma , que a una congregación dirigida por ancianos miserables! La
iglesia romana es una monarquía y debería ser la iglesia de todo
monarca. El ceremonial romano está de acuerdo con la pompa de la
realeza, y sus templos son palacios ". El príncipe quedó convencido por
el último argumento. Envió mensajeros a Ceolfrid, el abad de un
convento inglés, rogándole que le enviara arquitectos capaces de
construir una iglesia según el modelo romano 30 , de piedra y no de
madera. Arquitectos, majestuosos po rzos, altas columnas, techos
abovedados, altares dorados, a menudo han demostrado ser los más
influyentes de los misioneros de Roma. El arte del constructor, aunque
en sus primeros y más simples días, fue más poderoso que la Biblia.
Naitam, quien, sometiéndose al Papa, aunque él mismo era igual a
Clovis y Clotaire, reunió a los nobles de su corte y a los pastores de su
iglesia, y así se dirigió a ellos: “Recomiendo a todo el clero de mi reino
que reciba el tonsura de San Pedro ". 31 Entonces, sin demora (como
nos informa Beda) esta importante revolución fue lograda por la
autoridad real. 32 Envió agentes y cartas a todas las provincias, e hizo
que todos los ministros y monjes recibieran la tonsura circular según
la moda romana. 33 Era la marca que el papado estampaba, no en la
frente, sino en la corona. Una proclama real y unas pinzas de las tijeras
colocaron al escocés, como un rebaño de ovejas, bajo el cayado del
pastor del Tíber.
Iona todavía aguantó. Las órdenes del rey picto, el ejemplo de sus
súbditos, la visión de ese poder italiano que devoraba la tierra, habían
conmovido algunas mentes; pero la iglesia aún resistió la innovación.
Iona fue la última ciudadela de la libertad en el mundo occidental, y el
papado se llenó de ira contra esa miserable banda que en su remoto
rincón se negaba a doblegarse ante él. Los medios humanos parecían
insuficientes para conquistar esta roca; se necesitaba algo más,
visiones y milagros por ejemplo; y estos Roma siempre los encuentra
cuando los quiere. Un día, hacia finales del siglo VII, un monje inglés,
llamado Egbert, que llegaba de Irlanda, se presentó ante los ancianos
de Iona, quienes lo recibieron con su acostumbrada hospitalidad. Era
un hombre en quien la devoción entusiasta se combinaba con una gran
dulzura de corazón, y pronto se ganó las mentes de estos simples
creyentes. Les habló de una unidad externa, insistiendo en que una
universalidad manifestada bajo diferentes formas no era adecuada
para la iglesia de Cristo. Abogó por la forma especial de Roma, y por el
elemento verdaderamente católico que los cristianos de Iona habían
poseído hasta ahora, lo sustituyó por un elemento sectario. Atacó las
tradiciones de la iglesia británica, 34 y distribuyó generosamente los
ricos presentes que le habían confiado los señores de Irlanda e
Inglaterra, 35 pronto tuvo motivos para reconocer la verdad del dicho
del sabio: Un regalo es un precioso piedra a los ojos del que la tiene; a
dondequiera que voltea, prospera.
Algunas almas piadosas, sin embargo, todavía resistieron en Iona. El
entusiasta Egbert por eso parece haber sido más que un impostor -
recurrió a otros medios. Se representó a sí mismo como un mensajero
del cielo: los santos mismos, dijo, me han comisionado para convertir
a Iona; y luego les contó la siguiente historia a los ancianos que lo
rodeaban. “Hace unos treinta años, entré en el monasterio de
Rathmelfig en Irlanda, cuando una terrible pestilencia cayó sobre él, y
de todos los hermanos, el monje Edelhun y yo nos quedamos solos.
Atacado por la plaga, y temiendo que llegara mi última hora, me
levanté de la cama y me arrastré hacia la capilla. 36 Allí todo mi
cuerpo se estremeció al recordar mis pecados y mi rostro se llenó de
lágrimas. "Oh Dios", exclamé, "no me permitas morir hasta que haya
redimido mi deuda contigo con abundancia de buenas obras". 37 Volví
tambaleante a la enfermería, me metí en la cama y me quedé dormido.
Cuando desperté, vi a Edelhun con los ojos fijos en los míos. "Hermano
Egbert", dijo, "se me ha revelado en una visión que recibirás lo que has
pedido". A la noche siguiente, Edelhun murió y yo me recuperé.
“ Pasaron muchos años : mi arrepentimiento y mis vigilias no me
satisfacían, y deseando pagar mi deuda, resolví ir con un grupo de
monjes y predicar las bendiciones del evangelio a los paganos de
Alemania. Pero durante la noche, un santo bendito del cielo se
apareció a uno de los hermanos y le dijo: "Dile a Egbert que debe ir a
los monasterios de Columba, porque sus arados no aran derecho, y
debe ponerlos en el surco correcto". 38 Le prohibí a este hermano
hablar de su visión y me embarqué en un barco con destino a
Alemania. Estábamos esperando un viento favorable cuando, de
repente, en medio de la noche, una terrible tempestad estalló sobre el
barco y nos arrojó a los bajíos. "Por mi bien, esta tempestad está sobre
nosotros", exclamé con terror; "Dios me habla como lo hizo con
Jonás"; y corrí a refugiarme en mi celda. Por fin decidí obedecer la
orden que me había traído el santo. Salí de Irlanda y vine entre ustedes
para pagar mi deuda convirtiéndolos. Y ahora ”, continúa Egbert,“
responde a la voz del cielo y sométete a Roma ”.
Un barco arrojado a la costa por una tormenta era un hecho frecuente
en esas costas, y el sueño de un monje, absorto en los planes de su
hermano, no era nada antinatural. Pero en esos tiempos de oscuridad,
todo parecía milagroso; los fantasmas y las apariciones tenían más
peso que la palabra de Dios. En lugar de detectar la vacuidad de estas
visiones por la falsedad de la religión que los llevaron a apoyar, los
ancianos de Iona escucharon seriamente la narrativa de Egbert. La fe
primitiva plantada en la roca de Icolmkill era ahora como un pino
sacudido por los vientos: pero con una sola ráfaga, sería arrancado de
raíz y arrastrado al mar. Egbert, al percibir que los ancianos estaban
conmovidos, redobló sus oraciones e incluso recurrió a amenazas.
"Todo el oeste", dijo, "dobla la rodilla ante Roma: solo contra todos,
¿qué puedes hacer?" El escocés todavía resistía: oscuro y desconocido,
los últimos cristianos británicos lucharon por la libertad que expiraba.
Finalmente, desconcertados , tropezaron y cayeron. Trajeron las
tijeras; recibieron la tonsura latina 39 - eran del Papa.
Así cayó Escocia. Sin embargo, todavía quedaban algunas chispas de
gracia, y las montañas de Caledonia ocultaron durante mucho tiempo
el fuego oculto que, después de muchas edades, estalló con tal poder y
fuerza. Aquí y allá se encontraban algunos espíritus independientes
que testificaban contra la tiranía de Roma. En la época de Beda se les
podía ver "deteniéndose en sus caminos" (para usar las palabras del
historiador romano) negándose a unirse a las vacaciones de los
adherentes pontificios y apartando las manos que estaban ansiosas
por afeitarse. coronas. 40 Pero los líderes del estado y de la iglesia
habían depuesto las armas. El concurso terminó, después de durar más
de un siglo. El cristianismo británico había preparado en cierto grado
su propia caída, sustituyendo con demasiada frecuencia la forma de la
fe. La superstición extranjera se aprovechó de esta debilidad y triunfó
en estas islas mediante decretos reales, ornamentos eclesiásticos,
fantasmas monacales y apariciones conventuales. A principios del siglo
VIII, la Iglesia británica se convirtió en sierva de Roma; pero estaba
comenzando una lucha interna, que no cesó hasta el período de la
Reforma.
Notas finales:
1. Aydanus duodecimo post occisionem regis quem amabat
die, de seculo ablatus. Beda, lib. 3 cap. 14.
2. Cum rex pascha dominicum solutis jejuniis faceret, tunc
regina cum suis persistens adhuc in jejunio diem
Palmarum celebraret. Ibídem. gorra. 25.
3. Acris erat ingenii..gratia venusti vultus, alacritate
actionis. Beda, lib. 5 p. 135.

4. Apertum veritatis adversarium reddidit, dice el


romanista Bede, lib. 5 p. 135.
5. Esta conferencia se conoce generalmente como Synodus
Pharensis (de Strenaeshalh, sinus Phari). "Hodie Whitbie
dicitur (Bahía Blanca), et est villa in Eboracensi littore
satis nota" Wilkins, Concil. Pág. 37, nota.
6. Presbyteri Cedda et Adda et Berti et Duina, quorum
ultimus natione Scotus, caeteri fuere Angli. Beda, lib. 3
cap. 21.
7. Qui accepto gradu episcopatus et majore auctoritate
coeptum opus explens, fecit per loca ecclesias,
presbyteros et diaconos ordinavit. Beda, lib. 3 cap. 22.
8. Ipsum est quod beatus evangelista Johannes, discipulus
specialiter Domino dilectus. Ibídem. gorra. 25.
9. Pictos dico ac Brittones, cum quibus de duabus ultimis
oceani insulis, contra totum orbem stulto labore
pugnant. Ibídem.
10. Juan 20:23; Mateo 18:18.
11. Ne forte me adveniente ad fores regni coelorum, non sit
qui reserat. Beda lib. 3 cap. 25.
12. Juan 10: 9; Revel ación 3: 7.
13. Horae Britannicae, b. 2 p. 277.

14. Ipse perplura catholicae observaciónis moderamina


ecclesiis Anglorum sua doctrina contulit. Beda, lib. 3 cap.
28.
15. Omnes subjectos suos meditatur die ac nocte ad fidem
catholicam atque apostolicam pro suae animae redem
pitone converti. Ibídem. 24.

16. Quis enimaudiens haec suavia non laetetur? Ibídem.


17. Conjugi, nostrae spirituali filiae, crucem..Beda, lib. 3 cap.
24.
18. Minime voluimus nunc reperire pro longinquitate
itineris. Ibídem.
19. Ut diligenter attenderet, ne quid il le contrarium
veritati, fidei. Graecorum más, en ecclesiam cui praeesset
introduret. Ibídem. lib. 4 cap. 1.
20. Peragrata insula tota, recto vivendi ordinem disemi
nabat. Ibídem. gorra. 2.

21. Cum Caedda Episcopum arguret non fuisse rite


consecratum, ipse (Theodor us) ordinationem ejus denuo
catholica ratione consummavit. Beda, lib. 4 cap. 2.
22. Ut si ab infirmitate salvaretur, etiam Romam venire,
Ibique ad loca sancta vitam finire. Ibídem.
23. Quibus statim protuli eundem librum canonum. Ibídem.
gorra. 5.
24. Vi tempestatis en occi dentalia Britanniae littora delatus
est. Beda, lib. 5 cap. dieciséis.
25. Lapis qui ad ostium Monumenti positus erat, fissus est.
Ibid. gorra. 17.

26. Porrexit autem librum tunc Adamnanus Alfrido regi.


Oferta. Gorra. dieciséis.
27. Ne contra universalem eoclesiae morem, cum suis
paucissi mis et in extremo mundi angulo positis, vivere
praesumeret, Ibid.
28. Curavit suos ad eum veritatis calcem producere, nec
voluit. Beda, lib. 5 cap. dieciséis.
29. Nec tamen perficere quod conabatur posset. Ibídem. Las
convenciones de las que habla el abad Ceolfrid en cahp.
22 son probablemente las que se efectuaron en Irlanda,
siendo la palabra Scotia en este período aplicada
frecuentemente a ese país.
30. Architectos sibi mitti petiit qui juxta morem
Romanorum ecclesiam facerent. Ibídem. lib. 5 cap. 22.
31. Et hanc accipere tonsuram, omnes qui in meo r egno
sunt clericos decerno. Ibídem.
32. Nec mora, quae dixerat regia auctoritate perfecit.
Ibídem.
33. Per universas pictorum provincias..tondebantur omnes
in coronam ministri altaris ac monachi. Ibídem.
34. Sedulis exhortationibus inveteratam illam traditionem
parentum eor um. Beda, lib. 5 cap. 23.
35. Pietate largiendi de his quae a divitibus acceperat,
multum profuit. Ibídem. gorra. 27.
36. Cum se existimaret esse moriturum, egressus est
tempore matutino de cubiculo, et residens solus..Ibid. lib.
3 cap. 27.
37. Precabatur ne adhuc mori de beret priusquam vel
praeteritas negligentias perfectim ex tempore castigaret,
vel in bonis se operibus abundantius exerceret. Ibídem.
38. Quia aratra eorum non recte incedunt; oportet autem
eum ad recto haec tramitem revocare. Beda, lib. 3 cap. 27.
39. Ad ritum ton surae canonicum sub figura coronae
perpetuae. Ibídem. lib. 5 cap. 23.

40. Sicut e contra Brittones, inveterati et claudicantes a


semitis suis, et capita ferre sine corona praetendunt.
Beda, lib. 5 cap. 23.
LIBRO 17
CAPÍTULO 4

Los cristianos independientes de Scotl y, que subordinaron la


autoridad del hombre a la de Dios, se llenaron de dolor al contemplar
estos retrocesos: y fue esto sin duda lo que indujo a muchos a dejar sus
hogares y luchar en el mismo corazón de Europa en en nombre de esa
libertad cristiana que acababa de expirar entre ellos.
A principios del siglo VIII, una gran idea se apoderó de un piadoso
médico de la iglesia escocesa llamado Clemente. 1 La obra de Dios es la
esencia misma del cristianismo, pensó él, y esta obra debe ser
defendida contra todas las invasiones del hombre. Al tradicionalismo
humano opuso la autoridad única de la palabra de Dios; al
materialismo clerical, una iglesia que es la asamblea de los santos; y al
pelagianismo, la soberanía de la gracia. Era un hombre de carácter
decidido y fe firme, pero sin fanatismo; su corazón estaba abierto a las
emociones más santas de nuestra naturaleza; era esposo y padre. Dejó
Escocia y viajó entre los francos, esparciendo por todas partes la
semilla de la fe. Desafortunadamente, un hombre de energía afín,
Winifrid o Bonifacio de Wessex, estaba plantando el cristianismo
pontificio en las mismas regiones. Este gran misionero, que poseía en
un grado esencial la facultad de organización, buscaba la unidad
externa sobre todas las cosas, y cuando había prestado juramento de
fidelidad a Gregorio II, había recibido de ese Papa una colección de las
leyes romanas. Bonifacio, en adelante dócil discípulo o más bien
fanático campeón de Roma, apoyado por un lado por el pontífice y por
otro por Carlos Martel, había predicado al pueblo de Alemania, entre
algunas verdades cristianas indudables, la doctrina de diezmos y de la
supremacía papal. El inglés y el escocés, representantes de dos grandes
sistemas , estaban a punto de entablar un combate mortal en el
corazón de Europa, en un combate cuyas consecuencias podrían ser
incalculables.
Alarmado por el progreso de las doctrinas evangélicas de Clemente,
Bonifacio, arzobispo de las iglesias alemanas, se comprometió a
oponerse al m. Al principio confrontó al escocés con las leyes de la
iglesia romana; pero este último negó la autoridad de estos cánones
eclesiásticos y refutó su contenido. 2 A continuación, Bonifacio
presentó las decisiones de varios consejos; pero Clemente respondió
que si las decisiones de los concilios son contrarias a las Sagradas
Escrituras, no tienen autoridad sobre los cristianos. 3 El arzobispo,
asombrado por tal audacia, recurrió a continuación a los escritos de
los más ilustres padres de la Iglesia latina, citando a Jerónimo,
Agustín y Gregorio; pero el escocés le dijo que en lugar de someterse a
la palabra de los hombres, obedecería únicamente la palabra de Dios.
4 Bonifacio con indignación introduce ahora a la Iglesia católica, que,
por sus sacerdotes y obispos, todos unidos al Papa, forma una unidad
invencible; pero, para su gran sorpresa, su oponente sostuvo que sólo
allí, donde mora el Espíritu Santo, se encuentra la esposa de
Jesucristo. 5 En vano expresó el arzobispo su horror; Clemente no iba a
dejar de lado su gran idea, ni por los clamores de los seguidores de
Roma, ni por los imprudentes ataques hechos contra el papado por
otros ministros cristianos.
Ro me tuvo, efectivamente, otros adversarios. Un obispo galo llamado
Adalberto, con quien Bonifacio fingió asociar a Clemente, vio un día al
arzobispo exhibiendo complacientemente al pueblo algunas reliquias
de San Pedro que había traído de Roma y deseoso de mostrar el
carácter ridículo de estas prácticas romanas, él distribuyó entre los
transeúntes su propio cabello y uñas, rogándoles que les rindieran los
mismos honores que Bonifacio reclamaba por las reliquias del papado.
Clement sonrió, como muchos otros, ante el singular argumento de
Adal bert; pero no era con esas armas con las que solía luchar. Dotado
de un profundo discernimiento, había comentado que la autoridad del
hombre sustituida por la autoridad de Dios era la fuente de todos los
errores del romanismo. Al mismo tiempo , mantuvo sobre la
predestinación lo que el arzobispo llamó "doctrinas horribles,
contrarias a la fe católica". 6 El carácter de Clemente nos inclina a
creer que era favorable a la doctrina de la predestinación. Un siglo
después, el piadoso Gottschalk fue perseguido por uno de los
sucesores de Bonifacio por sostener esta misma doctrina de Agustín.
Así, entonces, un escocés , representante de la antigua fe de su país,
resistió casi sin ayuda en el centro de Europa la invasión de los
romanos. Pero no estuvo mucho tiempo solo: los grandes
especialmente, más ilustrados que la gente común, se apiñaban a su
alrededor. Si Clemente hubiera tenido éxito, se habría fundado una
iglesia cristiana en el continente independiente del papado.
Boniface estaba confundido. Deseaba hacer en Europa central lo que su
compatriota Wilfrid había hecho en Inglaterra; y en el mismo
momento en que imaginó que avanzaba de triunfo en triunfo, la
victoria se le escapó de las manos, se volvió contra este nuevo
enemigo, y solicitando a los hijos de Charles Martel, Pipino y
Carlomán, obtuvo su consentimiento para la reunión de un consejo
antes que convocó a Clemente a comparecer.
Habiéndose reunido los obispos, condes y otras personalidades en
Soissons el 2 de marzo de 744, Bonifacio acusó al escocés de
despreciar las leyes de Roma, los concilios y los padres; atacó su
matrimonio, al que llamó unión adúltera, y cuestionó algunos puntos
secundarios de doctrina. En consecuencia, Clemente fue excomulgado
por Bonifacio, a la vez su adversario, acusador y juez, y encarcelado,
con la aprobación del Papa y del rey de los francos. 7
La causa del escocés se retomó en todas partes; Se presentaron
acusaciones contra el primado alemán, se condenó severamente su
espíritu perseguidor y se resistieron sus esfuerzos por el triunfo del
papado. 8 Carlomán cedió a este movimiento unánime. Se abrieron las
puertas de la prisión, y apenas había cruzado el umbral Clemente
comenzó a protestar audazmente contra la autoridad humana en
materia de fe: la palabra de Dios es la única regla. Ante esto, Bonifacio
solicitó a Rome la condena del hereje, y acompañó su petición con una
copa de plata y un vestido de delicada textura. 9 El Papa decidió en el
sínodo que si Clemente no se retractaba de sus errores, debería ser
entregado a la perdición eterna , y luego pidió a Bonifacio que lo
enviara a Roma bajo una guardia segura. Aquí perdemos todo rastro
del escocés, pero es fácil conjeturar cuál debe haber sido su destino.
Clement no fue el único británico que se destacó en este concurso. Dos
compatriotas, Sampson y Virgil, que predicaban en Europa central,
fueron igualmente perseguidos por la Iglesia de Roma. Virgilio,
anticipándose a Galileo, se atrevió a sostener que había otros hombres
y otro mundo bajo nuestros pies. 10 Fue denunciado por Bonifacio por
esta herejía y condenado por el Papa, al igual que otros británicos por
la sencillez apostólica de sus vidas. En 813, ciertos escoceses que se
llamaban a sí mismos obispos, dice un canónigo, habiendo
comparecido ante un concilio de la iglesia romana en Chalons, fueron
rechazados por los prelados franceses porque, como San Pablo,
trabajaban con sus propias manos. Aquellos hombres iluminados y
fieles eran superiores a su tiempo: Bonifacio y su materialismo
eclesiástico se adaptaban mejor a una época en la que las formas
clericales se consideraban la sustancia de la religión.
Incluso Gran Bretaña, aunque su luz no era tan pura, no estaba
completamente sumida en la oscuridad. Los anglosajones imprimieron
en su iglesia ciertas características que la distinguen de la de Roma;
varios libros de la Biblia fueron traducidos a su lengua, y los espíritus
atrevidos por un lado, y algunas almas piadosas por el otro, trabajaron
en una dirección hostil al papado.
En un primer momento vemos el amanecer de ese racionalismo
filosófico , que da cierto brillo, pero que no puede vencer el error ni
menos aún establecer la verdad. En el siglo IX hubo un erudito en
Irlanda, quien luego se instaló en la corte de Carlos el Calvo. Era un
hombre extraño y misterioso, de pensamiento profundo, y tan elevado
por encima de los médicos de su época por la audacia de sus ideas
como Carlomagno por encima de los príncipes de su tiempo por la
fuerza de su voluntad. John Scot Erigena, es decir, un nativo de
Irlanda y no de Ayr, como algunos han supuesto, fue un meteoro en
los cielos teológicos. Con un gran genio filosófico combinó una
disposición alegre y bromista. Un día, sentado a la mesa frente a Carlos
el Calvo, éste le preguntó con malicia: "¿Cuál es la distancia entre un
escocés y un borracho?" “El ancho de la mesa”, fue su pronta respuesta,
que hizo sonreír al rey. Mientras que la doctrina de Beda, Bonifacio e
incluso Alcuin era tradicional, servil y, en una palabra, romanista, la
de Scot era mística, filosófica, libre y atrevida. Buscó la verdad no en la
palabra ni en la Iglesia, sino en sí mismo: “El conocimiento de
nosotros mismos es la verdadera fuente de la sabiduría religiosa. Toda
criatura es una teofanía, una manifestación de Dios; como la revelación
presupone la existencia de la verdad, es esta verdad, que está por
encima de la revelación, con la que el hombre debe ponerse en relación
inmediata, dejándole en libertad de manifestar después su armonía
con la Escritura y las demás teofanías. Primero debemos emplear la
razón y luego la autoridad. La autoridad procede de la razón y no la
razón de la autoridad ". 11 Sin embargo, este pensador atrevido, de
rodillas, podía dar paso a aspiraciones llenas de piedad: "Oh Señor
Jesús", exclamó, "no te pido otra felicidad, sino que comprendas, sin
mezcla de teorías engañosas, la palabra que has inspirado por el
Espíritu Santo! ¡Muéstrate a los que te piden solo! " Pero mientras Scot
rechazaba por un lado ciertos errores tradicionales, y en particular la
doctrina de la transubstanciación , que se estaba infiltrando en la
iglesia, estuvo a punto de caer en lo que respecta a Dios y al mundo en
otros errores con sabor a panteísmo. 12 El racionalismo filosófico del
contemporáneo de Carlos el Calvo --extraño producto de uno de los
períodos más oscuros de la historia (850) - estaba destinado, tras el
lapso de muchos siglos, a ser enseñado una vez más en Gran Bretaña
como una invención moderna de los más edad iluminada.

Mientras Scot sondeaba así las profundidades de la filosofía, otros


examinaban sus Biblias; y si la densa oscuridad no se hubiera
extendido sobre estos primeros destellos del amanecer, tal vez la
Iglesia de Gran Bretaña incluso entonces hubiera comenzado a
trabajar por la regeneración de la cristiandad. Un príncipe joven,
sediento de placeres intelectuales , felicidad doméstica y la palabra de
Dios, y que buscaba, mediante la oración frecuente, la liberación de la
esclavitud del pecado, había ascendido al trono de Wessex en el año
871. Alfred siendo convencido de que sólo el cristianismo podía
moldear correctamente una nación, reunió a su alrededor a los
hombres más eruditos de todas partes de Europa, y estaba ansioso de
que los ingleses, como los hebreos, griegos y latinos, poseyeran la
Sagrada Escritura en su propio idioma. Él es el verdadero patrón de la
obra bíblica, en un tema mucho más glorioso que el del fundador de la
Universidad de Oxford. Después de haber peleado más de cincuenta
batallas por tierra y mar, murió mientras traducía los Salmos de David
para sus súbditos. 13
Después de este destello de luz, la oscuridad volvió a asentarse sobre
Gran Bretaña. Nueve reyes anglosajones terminaron sus días en
monasterios; había un seminario en Roma del que cada año nuevos
eruditos llevaban a Inglaterra las nuevas formas del papado; el celibato
de los sacerdotes, cimiento de la jerarquía romana, fue establecido por
una bula a fines del siglo x; se multiplicaron los conventos, se
otorgaron considerables posesiones a la Iglesia y el impuesto de los
peniques de Pedro, depositado a los pies del pontífice, proclamó el
triunfo del sistema papal . Pero pronto tuvo lugar una reacción:
Inglaterra reunió sus fuerzas para una guerra contra el papado, una
guerra a la vez secular y otra espiritual. Guillermo de Normandía,
Eduardo III, Wickliffe y la Reforma son los cuatro pasos ascendentes
del protestantismo en Inglaterra.
Un príncipe orgulloso, emprendedor y con visión de futuro, hijo
ilegítimo de una campesina de Falaise y Roberto el Diablo, duque de
Normandía, inició una contienda con el papado que duró hasta la
Reforma. Guillermo el Conquistador, habiendo derrotado a los sajones
en Hastings en 1066, DC, tomó posesión de Inglaterra, bajo la
bendición del pontífice romano. Pero el país conquistado estaba
destinado a conquistar a su amo. Guillermo, que había invadido
Inglaterra en nombre del Papa, apenas tocó el suelo de su nuevo reino,
aprendió a resistir a Roma, como si la antigua libertad de la Iglesia
británica hubiera revivido en él. Resuelto firmemente a no permitir que
ningún príncipe o prelado extranjero poseyera en sus dominios una
jurisdicción independiente de la suya, hizo los preparativos para una
conquista mucho más difícil que la del reino anglosajón. El papado
mismo le proporcionó armas. Los legados romanos persuadieron al rey
de desposeer al episcopado inglés en una misa, y esto era exactamente
lo que deseaba. Para resistir al papado, William deseaba estar seguro
de la sumisión de los sacerdotes de Inglaterra. Stigand, arzobispo de
Canterbury, fue destituido y Lanfranc de Pavía, que había sido
convocado desde Bec en Normandía para ocupar su lugar, recibió el
encargo del Conquistador de doblegar al clero a la obediencia. Este
prelado, que era regular en su vida, abundante en limosnas, un
litigante culto, un político prudente y un hábil mediador, al ver que
tenía que elegir entre su maestro el rey Guillermo y su amigo el
pontífice Hildebrand, le dio al príncipe la preferencia. Se negó a ir a
Roma, a pesar de las amenazas del Papa, y se dedicó resueltamente a
la obra que el rey le había confiado. Los sajones a veces se resistieron a
las normas, como los británicos habían resistido a los sajones; pero la
segunda lucha fue menos gloriosa que la primera. Un sínodo en el que
el rey estuvo presente habiéndose reunido en la abadía de
Westminster, William ordenó a Wulston, obispo de Worcester, que le
entregara su báculo . El anciano se levantó, animado de santo fervor:
"Oh rey", dijo, "de un hombre mejor que tú lo recibí, ya él solo se lo
devolveré". 14 Lamentablemente, este "mejor hombre" no era
Jesucristo. Luego, acercándose a la tumba de Eduardo el Confesor,
continuó: “Oh mi maestro, fuiste tú quien me obligó a asumir este
cargo; pero he aquí un nuevo rey y un nuevo primado que promulgan
nuevas leyes. No a ellos, oh amo, sino a ti, renuncio a mi báculo y al
cuidado de mi rebaño. Con estas palabras, Wulston depositó su bastón
pastoral en la tumba de Edward. En el sepulcro del confesor pereció la
libertad de la jerarquía anglosajona. Los obispos sajones privados
fueron enviados a fortalezas o encerrados en conventos.

El Conquistador , seguro de la obediencia de los obispos, presentó la


supremacía de la espada en oposición a la del Papa. Nombró
directamente a todos los cargos eclesiásticos vacantes, llenó su tesoro
con las riquezas de las iglesias, requirió que todos los sacerdotes le
hicieran juramento, les prohibió excomulgar a sus oficiales sin su
consentimiento, ni siquiera por incesto, y declaró que todas las
decisiones sinodales debe ser refrendado por él. “Yo digo”, le dijo un
día al arzobispo, levantando los brazos hacia el cielo , “ pretendo tener
en esta mano todos los bastones pastorales de mi reino”. 15 Lanfranc
estaba asombrado por este atrevido discurso, pero guardó
prudentemente silencio, 16 al menos por un tiempo. El episcopado se
confabulaba con las pretensiones reales.
¿Se inclinará Hildebrand, el más inflexible de los papas, ante
Guillermo? El rey estaba ferviente en su deseo de esclavizar a la Iglesia
al Estado; el Papa para esclavizar al Estado a la Iglesia: la colisión de
estos dos poderosos campeones amenazaba con ser terrible. Pero se vio
que el más altivo de los pontífices cedía en cuanto sentía la mano
envuelta en cota de malla del Conquistador y se encogía sin resistencia
ante ella. El Papa llenó de confusión a toda la cristiandad para privar a
los príncipes del derecho de investidura a las dignidades eclesiásticas:
William no le permitiría interferir con esa cuestión en Inglaterra, e
Hildebrand se sometió. El rey fue aún más lejos: el Papa, queriendo
esclavizar al clero, privó a los sacerdotes de sus legítimas esposas; W
illiam consiguió un decreto aprobado por el Consejo de Winchester en
1076, según la cual los sacerdotes casados que viven en castillos y
ciudades no deben ser obligados a echar sus mujeres. 17 Esto fue
demasiado: Hildebrand llamó a Lanfra nc a Roma, pero William le
prohibió ir. "¡Nunca el rey, ni siquiera un pagano", exclamó Gregorio,
"atentado contra el santo ver lo que este hombre no teme llevar a
cabo!" 18 ...... Para consolarse, exigió el pago de los peniques del Pedro
y un juramento de fidelidad. William envió el dinero, pero rechazó el
homenaje; y cuando Hildebrand vio el tributo que el rey había pagado,
dijo amargamente: "¡Qué valor puedo poner en el dinero que se aporta
con tan poco honor!" 19 Guillermo prohibió a su clero reconocer al
Papa o publicar una bula sin la aprobación real, lo que no impidió que
Hildebrand lo llamara "la perla de los príncipes". 20 “Es cierto”, dijo a
su lega te, “que el rey inglés no se comporta en ciertos asuntos tan
religiosamente como podríamos desear ... Sin embargo, cuidado con
exasperarlo ... ganarlo para Dios y San Pedro más ciertamente con la
mansedumbre y la razón que con el rigor o la severidad ". 21 De esta
manera el Papa actuó como el arzobispo siluit: guardó silencio. Roma
reserva sus energías para los gobiernos débiles.
Los reyes normandos, deseosos de fortalecer su trabajo, construyeron
catedrales góticas en lugar de iglesias de madera, en las que instalaron
a sus soldados-obispos, como si fueran fuertes fortalezas. En lugar del
poder moral y el humilde cayado del pastor, les dieron poder secular y
un bastón. El episcopado religioso fue sucedido por uno político.
William Rufus fue incluso más lejos que su padre. Aprovechando el
cisma que dividió al papado, prescindió de un Papa durante diez años,
dejando vacantes abadías, obispados e incluso Canterbury, y
derrochando escandalosamente sus ingresos. Habiendo alcanzado así
la cesaropapia (que transforma al rey en papa) su mayor exceso, no
podía dejar de producirse una reacción sacerdotal.
El papado está a punto de levantarse de nuevo en Inglaterra y la
realeza declinará, dos movimientos que siempre se encuentran
combinados en Gran Bretaña.

Notas finales:
1. Alter qui dicitur Clemens, genere Scotus est. Bonifacii
epistola ad Papem, Labbei concilia ad ann. 745.
2. Canones ecclesiarum Christi abnegat et refutat. Bonifacii
epistola ad Papam, Labbei concilia ad ann . 745.
3. Synodalia jura spernens. Ibídem.
4. Tractatus et sermones sanctorum patrum, Hieronymi,
Augustini, Gregorii recusat. Ibídem.

5. Clemens contra catholicam contendit ecclesiam. Ibídem.


6. Multa alia horribilia de praedestinatione Dei, contraria
fidei catholicae afir mat. Bonifacii epistola ad Papam,
Labbei concilia ad ann. 745.
7. Sacerdotio privans, reduci facit in custodiam. Conciiilium
Romanum. Ibídem.

8. Propter istas enim, persecutiones et inimicitias et


maledictiones multorum populorum patior. Ibídem.
9. Poculum argenteum et sindonem unam. Gemuli Ep.
Ibídem.
10. Perversa doctrina..quod alius mundus et alii homines
sub terra sint. Zachariae papae Ep. Ad Bonif. Labbei
concilia, 6 p. 152.
11. Prius ratione utendum ac deinde auctoritate. Auctoritas
ex vera ratione processit, ratio vero neq uaquam ex
auctoritate. De div. Praedestin.
12. Deum in omnibus esse. De divisione naturae, b. 74.

13. Una porción de la ley de Dios traducida por Alfred se


puede encontrar en Wilkins, Concilia, 1 p. 186 y
siguientes.
14. Divino animi ardore repente inflamatus, regi inquit:
Melior te his me ornavit cui et reddam. Wilkins, Concilia,
1: 367.
15. Respondit rex et dixit se velle omnes baculos pastorales
Angliae in manu sua tenere. Guión. Anglic. Lond. 1652, fol.
P. 1327.
16. Lanfranc ad haec miratus est, sed propter majores
ecclessiae Christi u tilitates, quas sine rege perficere non
potuit, ad tempus siluit. Ibídem.

17. Sacerdotes vero in castellis vel in vicis habitantes


habentes uxores, non cogantur ut dimittant. Wilkins,
Concilia, 1 pág. 367.
18. Nemo enim omnium regum, etiam paganorum..Greg.
Lib. 7. Ep. 1 anuncio Hubert.

19. Pecunias sine honore tributas, quanti pretii habeam.


Ibídem.
20. Gemma principum esse meruisti. Ibídem. Epp. 23 ad
Gulielm.
21. Facilius lenitatis dulcedine ac rationis ostensione, quam
austeritate vel rigore justitiae. Ibídem. Ep. 5 ad Hugonem.
LIBRO 17
CAPÍTULO 5

Estamos entrando ahora en una nueva fase de la historia. El


romanismo está a punto de triunfar gracias a los esfuerzos de sabios,
prelados enérgicos y príncipes en los que se unió la imprudencia
extrema con el servilismo extremo. Ésta es la era del dominio del
papado, y lo veremos empleando sin escrúpulos el despotismo que lo
caracteriza.
Una enfermedad que había ocasionado cierto grado de remordimiento
en el rey, consintió en llenar la vacante en la sede arzobispal. Y ahora
Anselm es la primera aplicación que escucha en Inglaterra. Nació en un
valle alpino, en la ciudad de Aosta en Piamonte. Embebido en las
instrucciones de su piadosa madre Ermenberga, y creyendo que el
trono de Dios estaba colocado en la cima de las gigantescas montañas
que vio levantarse a su alrededor, el niño Anselmo las subió en sus
sueños y recibió el pan del cielo de manos del Señor.
Lamentablemente, en los años posteriores reconoció otro trono en la
iglesia de Cristo e inclinó la cabeza ante la silla de San Pedro. Este fue
el hombre a quien Will iam II convocó en 1093 para ocupar la
primacía de Canterbury. Anselmo, que tenía entonces sesenta años y se
dedicaba a la enseñanza en Bec, se negó al principio; el carácter de
Rufus lo aterrorizaba. “La iglesia de Inglaterra”, dijo, “es un arado que
debe ser tirado por dos bueyes de igual fuerza. ¿Cómo puedes unir una
oveja vieja y tímida como yo y ese toro salvaje? Por fin aceptó, y
ocultando una mente de gran poder bajo una apariencia de humildad,
apenas había llegado a Inglaterra cuando reconoció al Papa Urbano II,
exigió las propiedades de su sede que el tesoro había tomado, se negó
a pagar al rey exigió las sumas, impugnó el derecho de investidura
contra Enrique I, prohibió a todos los eclesiásticos prestar juramento
feudal y determinó que el sacerdote despidiera inmediatamente a sus
esposas. El escolasticismo, del cual Anselmo fue el primer
representante, liberó a la iglesia del yugo de la realeza, pero solo para
encadenarla a la silla papal. Los grilletes estaban a punto de ser
remachados por una mano aún más enérgica ; y lo que este gran
teólogo había comenzado, un gran mundano iba a continuar.
En las partidas de caza de Enrique II, un hombre atraía la atención de
su soberano por su aire de franqueza, modales agradables,
conversación ingeniosa y vivacidad exuberante. Este era Thomas
Becket, hijo de una anglosajona y una siria. Siendo sacerdote y soldado,
fue nombrado al mismo tiempo por el rey prebende de Hastings y
gobernador de la Torre. Cuando fue nombrado canciller de Inglaterra,
se mostró no menos experto que Wilfrid en apropiarse indebidamente
de la riqueza de los menores a su cargo, y de las abadías y obispados, y
se permitió el lujo más extravagante. Henry, el primero de los
Plantagenet, un hombre de carácter indeciso, habiendo notado el celo
de Becket por defender las prerrogativas de la corona, lo nombró
arzobispo de Canterbury. "Ahora, señor", comentó el primate, con una
sonrisa, "cuando yo tendrá que elegir entre el favor de Dios y el tuyo,
recuerda que es tuyo a quien sacrificaré. "
Becket, quien, como guardián de los sellos, había sido el más
magnífico de los cortesanos, aparecía como arzobispo como el más
venerable de los santos. Devolvió los sellos al rey, asumió la túnica de
un monje, vestía cilicio lleno de alimañas, vivía de la comida más
sencilla, todos los días se arrodillaba para lavar los pies de los pobres,
paseaba por los claustros de su catedral con ojos llorosos, y pasó horas
en oración ante el altar. Como defensor de los sacerdotes, incluso en
sus delitos, tomó bajo su protección a uno que al delito de seducción
había agregado el asesinato del padre de su víctima.

Habiendo manifestado los jueces a Enrique que durante los primeros


ocho años de su reinado un centenar de asesinatos habían sido
cometidos por eclesiásticos, el rey en 1164 convocó un concilio en
Clarendon, en el que se redactaron ciertos reglamentos o
constituciones, con el objeto de prevenir las invasiones de la jerarquía.
Becket al principio se negó a firmarlos, pero finalmente consintió, y
luego se retiró a un retiro solitario para llorar su falta. El Papa
Alejandro III r lo liberó de su juramento; y luego comenzó una feroz y
larga lucha entre el rey y el primate. Cuatro caballeros de la corte,
captando una expresión apresurada de su maestro, asesinaron
bárbaramente al arzobispo al pie del altar de su propia iglesia católica
(1170 d. C.). La gente veía a Becket como un santo: inmensas
multitudes acudían a rezar a su tumba, en la que se obraron muchos
milagros. 1 "Incluso desde su tumba", dijeron los partidarios de
Becket, "él rinde su testimonio en comportamiento del papado".
Henry pasó ahora de un extremo al otro. Entró descalzo en Canterbury
y se postró ante la tumba del mártir: los obispos, sacerdotes y monjes,
en número de ochenta, pasaron ante él, cada uno con un látigo, y tres o
cinco golpes según su rango sobre los desnudos. hombros del rey. En
épocas pasadas, según decía la fábula sacerdotal, San Pedro había
azotado a un arzobispo de Canterbury: ahora Roma, en la sobria
realidad, azota la espalda de la realeza, y nada puede detener su
carrera victoriosa. Un Plantagenet rindió Inglaterra al Papa, y el Papa
le dio autoridad para someter a Irlanda. 2
Roma, que había puesto su pie en el cuello de un rey, estaba destinada
a que uno de los hijos de Enrique II lo pusiera en el cuello de
Inglaterra. Como Juan no estaba dispuesto a reconocer a un arzobispo
de Canterbury designado ilegalmente por el Papa Inocencio III, este
último, más atrevido que Hildebrand, puso el reino bajo un interdicto.
Después de esto, Juan ordenó a todos los prelados y abades que
abandonaran Inglaterra y envió a un monje a España como embajador
en Mahomet-el-Nasir, ofreciendo convertir a Mahometan y convertirse
en su vasallo. Pero mientras Felipe Augusto se preparaba para
destronarlo, Juan decidió convertirse en vasallo de Inocencio , y no de
Mahoma, que para él era casi lo mismo. El 15 de mayo de 1213, dejó su
corona a los pies del legado, declaró que entregó su reino de Inglaterra
al Papa y le juró como su señor supremo. 3
Luego, una protesta nacional reclamó audazmente las antiguas
libertades del pueblo. Cuarenta y cinco barones, armados con cota de
malla completa y montados en sus nobles caballos de guerra, rodeados
por sus caballeros y sirvientes y alrededor de dos mil soldados, se
reunieron en Brakley durante la fiesta de Pascua en 1215 y enviaron
una delegación a Oxford. donde residía entonces el tribunal. “Aquí”,
dijeron al rey, “está la carta que consagra las libertades confirmadas
por Enrique II, y que tú también has jurado solemnemente cumplir”
...... “¿Por qué no exigen también mi corona? ? " dijo el rey en una
pasión furiosa, y luego con un juramento, 4 agregó: "No les concederé
libertades que me hagan esclavo". Este es el idioma habitual de los
reyes débiles y absolutos . Tampoco la nación se sometería a la
esclavitud.
Los barones ocuparon Londres, y el 15 de junio de 1215, el rey firmó la
famosa Carta Magna en Runnymede. Sin embargo, el protestantismo
político del siglo XIII habría hecho poco por la grandeza de la nación
sin el protestantismo religioso del siglo XVI.
Esta fue la primera vez que el papado entró en colisión con la libertad
moderna. Se estremeció de alarma y la conmoción fue violenta.
Inocencio juró (como era su costumbre) y luego declaró nula y sin
valor la Gran Carta, prohibió al rey bajo pena de anatema respetar las
libertades que había confirmado, 5 atribuyó la conducta de los barones
a la instigación de Satanás, y ordenó ellos para pedir disculpas al rey, y
para enviar una delegación a Roma para aprender de boca del papa
mismo cuál debería ser el gobierno de Inglaterra. Así fue como el
papado acogió las primeras manifestaciones de libertad entre las
naciones y dio a conocer el sistema modelo bajo el cual pretendía
gobernar el mundo entero.
Los sacerdotes de Inglaterra apoyaron los anatemas pronunciados por
su jefe. Se entregaron a mil burlas y sarcasmos contra Juan acerca de la
carta que había aceptado: “Este es el vigésimo quinto rey de Inglaterra,
no un rey, ni siquiera un rey, sino la desgracia de los reyes, un rey sin
reino. la quinta rueda de un carro, el último de los reyes, y la deshonra
de su pueblo. - No daría una pajita por él ... Fuisti rex nunc fex, (una
vez rey, pero ahora payaso). John, incapaz de soportar su desgracia,
gimió, rechinó los dientes y puso los ojos en blanco. arrancaba palos
de los setos y los roía como un loco, o los hacía pedazos en el suelo. 6
Los barones, indiferentes tanto a la insolencia del Papa como a la
desesperación del rey, respondieron que mantendrían la carta.
Inocente los excomulgó. "¿Es asunto del Papa regular los asuntos
temporales?" preguntaron ellos. "¿Con qué derecho los viles usureros y
los inmundos simoníacos dominan nuestro país y excomulgan al
mundo entero?"
El Papa pronto triunfó en toda Inglaterra. Su vasallo Juan, habiendo
contratado a algunas bandas de aventureros del continente, recorrió a
la cabeza todo el país desde el Canal hasta el Adelante. Estos
mercenarios arrastraron la desolación en su camino: extorsionaron,
hicieron prisioneros, quemaron los castillos de los barones, devastaron
sus parques y deshonraron a sus esposas e hijas. 7 El rey dormía en
una casa y a la mañana siguiente le prendía fuego. Asesinos manchados
de sangre recorrieron el país durante la noche, con la espada en una
mano y la antorcha en la otra, marcando su avance con asesinatos y
conflagraciones. 8 Su ch fue la entronización del papado en Inglaterra.
Al ver esto, los barones, abrumados por la emoción, denunciaron tanto
al rey como al Papa: “¡Ay! ¡País pobre!" exclamaron. "¡Miserable
Inglaterra! ... ¡Y tú, oh Papa, una maldición caiga sobre ti!" 9
La maldición no se demoró mucho. Cuando el rey regresaba de una
incursión más exitosa de lo habitual, y cuando los carros reales
cruzaban las arenas del Wash, la marea subió y todo se hundió en el
abismo. 10 Este accidente llenó de terror a Juan: le pareció que la
tierra estaba a punto de abrirse y tragarlo; huyó a un convento, donde
bebió copiosamente de sidra, y murió de borrachera y espanto. 11
Tal fue el final del vasallo del Papa , de su misionero armado en Gran
Bretaña. Nunca un príncipe tan vil había sido ocasión involuntaria
para su pueblo de tan grandes beneficios. De su reinado, Inglaterra
puede fechar su entusiasmo por la libertad y su miedo al papado.
Durante este tiempo se había logrado una gran transformación.
Magníficas iglesias y las maravillas del arte religioso, con ceremonias y
multitud de oraciones y cánticos deslumbraban los ojos, encantaban
los oídos y cautivaban los sentidos; pero testificó también de la
ausencia de una disposición moral y cristiana siempre fuerte, y del
predominio de la mundanalidad en la iglesia. Al mismo tiempo, la
adoración de imágenes y reliquias, santos, ángeles y María la madre de
Dios, los cultos de latria, doulia e hiperdoulia, 12 el verdadero
Mediador transportado desde el trono de la misericordia al trono de la
venganza, de inmediato indicó y mantuvo entre el pueblo esa
ignorancia de la verdad y la ausencia de gracia que caracterizan al
papado. Todos estos errores tendieron a provocar una reacción: de
hecho, se puede decir que ahora comienza la marcha de la Reforma.
Inglaterra había sido humillada por el papado: se levantó de nuevo
resistiendo a Roma. Grostete, Bradwardine y Edward III prepararon el
camino para Wickliffe y Wickliffe para la Reforma .

Notas finales:
1. In loco passionis et ubi sepultus est, paralytici curantur,
coeci vident, surdi audiunt. Johan. Salisb. Epp. 286.
2. Significasti si quidem nobis, fili carissime, te Hiberniae
insulam ad subdendum illum populum velle intrare, nos
itaque gratum et acceptum habemus ut pro dilatandis
ecclesiae terminis insulam ingredientes. Adrian IV., Bulla
1154 en Rymer, Acta Publica.
3. Resignavit coronam suam in manus domini papae. Matth.
París, 198 y 207.
4. Cum juramento furibunds. Ibídem. 213.
5. Sub intimatione anath ematis prohibentes ne dictus rex
eam observare praesumat. Ibídem. 224.
6. Arreptos baculos et stipites more furiosi nunc corrodere,
nunc corrosos confringere. Matth. París, 222.
7. Uxores et filias suas ludibrio expositas. Ibídem. 231.
8. Discurrebant sicarii caede humana cruentati, noctivagi,
incendiarii, strictis ensibus. Ibídem.
9. Sic barones lacrymantes et lamentantes regem et papam
maledixerunt. Ibídem. 234.
10. Aperta est en mediis fluctibus terra et voraginis abyssus,
quae absoruerunt universa cum hominibus et eq uis.
Ibídem. 242.

11. Novi ciceris potatione nimis repletus. Ibídem. ad ann.


1216.
12. La iglesia romana distingue tres tipos de adoración:
latría, que paga a Dios; doulia, a los santos; e hiperdoulia,
a la Virgen María.
LIBRO 17
CAPÍTULO 6

En el reinado de Enrique III, hijo de Juan, mientras el rey confabulaba


con las usurpaciones de Roma y el papa ridiculizaba las quejas de los
barones, un hombre piadoso y enérgico, de comprensión comprensiva,
se ocupó en el estudio de la Santa. Escrituras en sus idiomas originales
y postrándose ante su autoridad soberana. Robert Grostete (Gran
cabeza o Capito) nació de padres pobres en el condado de
Lincolnshire, y fue criado para la sede de Lincoln en 1235, cuando
tenía sesenta años de edad, se comprometió audazmente a reformar su
dicesis, una de las más grande de Inglaterra. Tampoco esto fue todo. En
el mismo momento en que el pontífice romano, que hasta entonces se
había contentado con ser llamado vicario de San Pedro, se proclamó
vicario de Dios, 1 y ordenó a los obispos ingleses que buscaran
beneficios para trescientos romanos, 2 Grostete declaraba , que “seguir
a un Papa que se rebela contra la voluntad de Cristo, es separarse de
Cristo y de su cuerpo; y si alguna vez llega el momento en que todos los
hombres siguen a un pontífice descarriado, entonces será la gran
apostasía. Entonces, los verdaderos cristianos se negarán a obedecer, y
Roma será la causa de un cisma sin precedentes ". 3 Así predijo la
Reforma. Disgustado por la avaricia de los monjes y sacerdotes, visitó
Roma para exigir una reforma. "Hermano", le dijo Inocencio IV con
cierta irritación, "¿Tu ojo es malo porque yo soy bueno?" El obispo
inglés exclamó con un suspiro: “¡Oh dinero, dinero! ¡Cuán grande es tu
poder, especialmente en esta corte de Roma! "
Apenas había transcurrido un año cuando Inocencio ordenó al obispo
que le diera una canonería en la catedral de Lincoln a su sobrino
pequeño. Grostete respondió: “Después del pecado de Lucifer no hay
nadie más opuesto al evangelio que el que arruina las almas dándoles
un ministro infiel. Los malos pastores son la causa de la incredulidad,
la herejía y el desorden. Aquellos que los introducen en la iglesia son
poco mejores que los anticristos, y su culpabilidad es proporcional a su
dignidad. Aunque el jefe de los ángeles debería ordenarme cometer tal
pecado, me negaría. Mi obediencia me prohíbe obedecer; y por eso me
rebelo ”. 4
Así habló un obispo a su pontífice: su obediencia a la palabra de Dios
le prohibía obedecer al Papa. Este fue el principio de la Reforma.
"¿Quién es este viejo idiota que en su broma se atreve a juzgar mi
conducta?" exclamó Inocencio, cuya ira fue aplacada por la
intervención de ciertos cardenales. Grostete, en su lecho de agonía,
profesó aún más los principios de los reformadores; declaró que una
herejía era “una opinión concebida por motivos carnales, contraria a
las Escrituras, enseñada abiertamente y defendida obstinadamente”,
afirmando así la autoridad de las Escrituras en lugar de la autoridad
de la iglesia. Murió en paz, y la voz pública lo proclamó "investigador
de las Escrituras, adversario del Papa y despreciador de los romanos".
5 Inocente, deseando vengarse de sus huesos, meditaba la exhumación
de su cuerpo , cuando una noche (dice Mateo de París) se le apareció el
obispo. Acercándose a la cama del pontífice, lo golpeó con su báculo, y
así se dirigió a él con voz terrible y mirada amenazante: 6 “¡Miserable!
el Señor no te permite tener poder sobre mí. ¡Ay de ti! " La visión
desapareció y el Papa, lanzando un grito como si hubiera sido
golpeado por un arma afilada, se quedó inconsciente en su lecho.
Nunca después pasó una noche tranquila y, perseguido por los
fantasmas de su turbada imaginación, expiró mientras el palacio
resonaba con sus lamentables gemidos.
Grostete no estuvo solo en su oposición al Papa. Sewal, arzobispo de
York, hizo lo mismo y "cuanto más lo maldecía el Papa, más lo
bendecía la gente ". 7 "Modere su tiranía", dijo el arzobispo al
pontífice, "porque el Señor le dijo a Pedro: Apacienta mis ovejas, y no
las esquile, las desolle ni las devore". 8 El papa sonrió y dejó hablar al
obispo , porque el rey permitió que el papa actuara. El poder de
Inglaterra, que aumentaba constantemente, pronto pudo dar más
fuerza a estas protestas.
De hecho, la nación estaba creciendo en grandeza. La locura de John,
que había hecho que los ingleses perdieran sus posesiones
continentales, les había dado más unidad y poder. Los reyes
normandos, obligados a renunciar por completo al país que había sido
su cuna, finalmente se habían decidido a considerar a Inglaterra como
su hogar. Las dos razas, hostiles durante tanto tiempo, se fundieron
una en la otra. Se formaron instituciones libres; se estudiaron las
leyes; y se fundaron colegios. El idioma comenzó a asumir una forma
regular y los barcos de Inglaterra ya eran formidables en el mar.
Durante más de un siglo, las victorias más brillantes asistieron a los
ejércitos británicos. Un rey de Francia fue llevado cautivo a Londres:
un rey inglés fue coronado en París. Incluso España e Italia sintieron
el valor de estos orgullosos isleños. Los ingleses ocuparon su puesto en
el rango más destacado . Ahora bien, el carácter de una nación nunca
se reduce a la mitad. Cuando vio caer ante ella a los poderosos de la
tierra, Inglaterra ya no pudo arrastrarse a los pies de un sacerdote
italiano.

En ningún momento sus leyes atacaron al papado con tanta energía. A


principios del siglo XIV, un inglés que había traído a Londres una de
las bulas del Papa -una bula de carácter enteramente espiritual, era
una excomunión- fue procesado como traidor a la corona y habría sido
ahorcado si no lo hubiera hecho. la sentencia, por intercesión del
canciller, fue cambiada a destierro perpetuo. 9 El derecho
consuetudinario fue el arma que el gobierno entonces se opuso a las
bulas papales. Poco después, en 1307, el rey Eduardo ordenó a los
alguaciles que resistieran las arrogantes pretensiones de los agentes
romanos. Pero es con dos grandes hombres del siglo XIV, igualmente
ilustres, el uno en el estado y el otro en la Iglesia, que Inglaterra está
en deuda por el desarrollo del elemento protestante en Inglaterra .
En 1346, un ejército inglés de 34.000 hombres se enfrentó cara a cara
en Crecy con un ejército francés de 100.000 combatientes. Dos
individuos de personajes muy distintos se encontraban en el anfitrión
inglés. Uno de ellos era el rey Eduardo III, un príncipe valiente y
ambicioso que, decidido a recuperar para la autoridad real todo su
poder y para Inglaterra toda su gloria, había emprendido la conquista
de Francia. El otro era su capellán Bradwardine, un hombre de carácter
tan humilde que su mansedumbre a menudo se tomaba por estupidez.
Y así fue que al recibir el palio en Aviñón de manos del Papa en su
ascenso a la sede de Canterbury, un bufón montado en un asno entró
en la sala y pidió al pontífice que lo convirtiera en primado en lugar de
ese imbécil. sacerdote.
Brad Wardine fue uno de los hombres más piadosos de la época, ya sus
oraciones se atribuyeron las victorias de su soberano. También fue uno
de los mayores genios de su tiempo y ocupó el primer puesto entre los
astrónomos, filósofos y matemáticos. 10 Al principio, el orgullo de la
ciencia lo había alejado de la doctrina de la cruz. Pero un día, mientras
estaba en la casa de Dios y escuchando la lectura de las Sagradas
Escrituras, estas palabras le llegaron al oído: No es del que quiere, ni
del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Su ingrato corazón,
nos dice, al principio rechazó con aversión esta humillante doctrina.
Sin embargo, la palabra de Dios se había apoderado de él con fuerza; se
convirtió a las verdades que había despreciado e inmediatamente
comenzó a exponer las doctrinas de la gracia eterna en Merton
College, Oxford. Había bebido tan profundamente en la fuente de la
Escritura que las tradiciones de los hombres le preocupaban poco, y
estaba tan absorto en la adoración en espíritu y en la verdad, que no
observó supersticiones externas. Sus conferencias fueron escuchadas
con entusiasmo y circularon por toda Europa. La gracia de Dios era su
esencia misma, como lo fue de la Reforma. Con pesar, Bradwardine
contempló que el pelagianismo en todas partes sustituía el
cristianismo interno por una mera elección de lo externo, y de rodillas
luchó por la salvación de la iglesia. “Como en los tiempos antiguos,
cuatrocientos cincuenta profetas de Baal lucharon contra un solo
profeta de Dios; así que ahora, oh Señor —exclamó—, no se puede
contar el número de los que luchan con Pelagio contra tu gracia
gratuita. 11 Fingen no recibir la gracia gratuitamente, sino comprarla.
12 La voluntad de los hombres (dicen) debe preceder, y la tuya debe
seguir: de ellos es la señora, y tuya la esclava. 13 ..... ¡Ay! casi todo el
mundo anda equivocado en los pasos de Pelagio. 14 Levántate, oh
Jehová, y juzga tu causa ”. Y el Señor se levantó , pero no hasta después
de la muerte de este piadoso arzobispo, en los días de Wickliffe, quien,
cuando era joven, escuchó las conferencias en Merton College, y
especialmente en los días de Lutero y Calvino. Sus contemporáneos le
dieron el nombre de doctor profundo .
Si Bradwardine caminó con sinceridad por el camino de la fe, su
ilustre mecenas Edward avanzaría triunfalmente en el campo de la
política. El Papa Clemente IV decretó que las dos primeras vacantes en
la iglesia anglicana deberían ser conferidas a dos de sus car dinales:
“Francia se está volviendo inglesa”, dijeron los cortesanos al rey; "Y
como compensación, Inglaterra se está volviendo italiana". Eduardo,
deseoso de garantizar las libertades religiosas de Inglaterra, aprobó
con el consentimiento del parlamento en 1350 el estatuto de
Provisores, que anulaba todo nombramiento eclesiástico contrario a
los derechos del rey, los capítulos o los patrocinadores. Así se
protegieron los privilegios de los capítulos y la libertad de los católicos
ingleses, así como la independencia de la corona, contra la invasión de
extranjeros; y se denunció la prisión o el destierro a perpetuidad de
todos los infractores de la ley.
Este paso audaz alarmó al pontífice. En consecuencia, tres años
después, después de que el rey nombró a uno de sus secretarios para la
sede de Durham, un hombre sin ninguna de las cualidades que se
convirtió en obispo, el Papa confirmó rápidamente el nombramiento.
Cuando alguien expresó su asombro por esto, el Papa respondió: "Si el
rey de Inglaterra hubiera nominado un asno, lo habría aceptado ". Esto
puede recordarnos el asno de Aviñón; y parecería que este humilde
animal en ese momento jugó un papel significativo en las elecciones
del papado. Pero sea como fuere, el Papa retiró sus pretensiones. “Los
imperios tienen su término”, observa un historiador en este lugar;
“Cuando lo han alcanzado, se detienen, retroceden, caen”. 15

El término parecía acercarse cada día más. En el reinado de Eduardo


III, entre 1343 y 1353, nuevamente en 1364, y finalmente bajo Ricardo
II en 1393, se aprobaron esas estrictas leyes que prohibían toda
apelación a la corte de Roma, todas las bulas del obispo romano, todas
las excomuniones, etc, en una palabra, todo acto que vulnere los
derechos de la corona; y declaró que quien debiera traer tal documento
a Inglaterra, o recibirlo, publicarlo o ejecutarlo, debería ser puesto
fuera de la protección del rey, privado de sus propiedades, adjunto en
sus personas y llevado ante el rey en consejo para someterse a su juicio
de acuerdo con los términos del acto. Tal era el estatuto de
Proemunire. dieciséis
Grande fue la indignación de los romanos ante la noticia de esta ley:
"Si el estatuto de mortmain puso al Papa a sudar", dice Fuller, "este de
proemunive le dio un ataque de fiebre". Un Papa lo llamó un "estatuto
execrable", "un crimen horrible". 17 Tales son los términos aplicados
por los pontífices a todo lo que frustra su ambición.
De las dos guerras llevadas a cabo por Eduardo, una contra el rey de
Francia y la otra contra el papado, la última fue la más justa e
importante. Los beneficios que este príncipe había esperado obtener de
sus brillantes victorias en Crecy y Poitiers disminuyeron casi por
completo antes de su muerte; mientras que sus luchas con el papado,
fundadas como estaban en la verdad, han ejercido hasta nuestros días
una influencia indiscutible en los destinos de Gran Bretaña. Sin
embargo, las oraciones y las conquistas de Bradwardine, quien
proclamó en esa época caída la doctrina de la gracia, produjeron
efectos aún mayores, no solo para la salvación de muchas almas, sino
para la libertad, la fuerza moral y la grandeza de Inglaterra.

Notas finales:
1. Non puri hominis sed veri Dei vicem gerit in terris.
Inocencio III. Epp. Lib. 6: 1. 335.
2. Ut trecentis Romanis in primis beneficiis vacantibus
providerent. Matth. París, ann. 1240.

3. Absit et quod..haec sedes et in ea praesidentes causa sint


schismatisparentis. Ortinnus Gratius, ed. Brown, fol. 251.
4. Obedienter non obedio sed contradico et rebello. Matth.
París, ad ann. 1252.
5. Scripturarum sedulus perscrutator diversarum,
Romanorum malleus et contemptor. Matth. París, vol. 2 p.
876, fol. Lond. 1640. Dieciséis de sus escritos (Sermones
et epistolae) se encontrarán en Brown, ap. Ad Fasciculum.
6. Nocte apparuit ei episcopua vultu severo, intuitu austero,
ac voce terribili. Ibídem. 883.

7. Quanto magis a papa maledicebatur, tanto plus a populo


benedicebatur. Matth. París, ad ann. 1257.
8. Pasce oves mass, non tonde, non excoria, non eviscera,
vel devorando cousume. Ibídem. ad ann. 1258.
9. Historia de la Iglesia de Er completo , ciento. 14 p. 90, fol.
Lond. 1655.

10. Se han publicado sus Aritmética y Geometría; pero no sé


si ese es el caso de sus Tablas Astronómicas.
11. Quot, Domine, hodie cum Pelagio pro libero arbitrio
contra gratuitam gratiam tuam pu gnant? De causa Dei
adversus Pelagium, libri tres, Lond. 1618.
12. Nesquaquam gratuita sed vendita. Ibídem.
13. Suam voluntatem praeire ut dominam, tuam subsequi
ut ancillam. Ibídem.
14. Totus paene mundus post Pelagium abilt in errorem,
Ibid.

15. Habent imperia suos terminos ; huc cum venerint,


asistente, retrocedunt, ruunt. Hist de Fuller. Centavo. 14 p.
116.
16. El significado más natural de la palabra praemunire
(dado más particularmente al acto de 1393) parece ser el
sugerido por Fuller, cent. 14 (p. 148): para cercar y
fortalecer el poder real del asalto extranjero. Ver el
proyecto de ley completo, ibid, p. 145-147.
17. Execrabile statutum..foedum et turpe facinus. Martin V
al duque de Bedford, Fuller, ciento. 14 p. 148.
LIBRO 17
CAPÍTULO 7
Así, en la primera mitad del siglo XIV, casi doscientos años antes de la
Reforma, Inglaterra parecía cansada del yugo de Roma. Bradwardine
ya no existía; pero un hombre que había sido su discípulo estaba a
punto de sucederle, y sin alcanzar las funciones más elevadas, exhibir
en su persona las tendencias pasadas y futuras de la iglesia de Cristo
en Gran Bretaña. La Reforma inglesa no comenzó con Enrique VIII: el
resurgimiento del siglo XVI no es más que un eslabón de la cadena que
comienza con los apóstoles y llega hasta nosotros.

La resistencia de Eduardo II I al papado exterior no había suprimido el


papado interior. Los frailes mendicantes, y particularmente los
franciscanos, esos fanáticos soldados del Papa, se esforzaban con
piadosos fraudes por monopolizar las riquezas del país. “Todos los
años”, decían, “ San Francisco desciende del cielo al purgatorio y
entrega las almas de todos los que fueron enterrados con el traje de su
orden”. Estos frailes solían secuestrar a los niños de sus padres y
encerrarlos en los monasterios.
Afectaban a los pobres, y con la billetera a la espalda, rogaban con aire
lastimero desde lo alto y lo bajo; pero al mismo tiempo habitaban en
palacios, amontonaban tesoros, se vestían con ropas costosas y
malgastaban el tiempo en lujosas diversiones. 1 Los más pequeños de
ellos se consideraban señores, y los que llevaban gorro de médico se
consideraban reyes. Mientras se divertían comiendo y bebiendo en sus
mesas bien distribuidas, solían enviar a personas ignorantes y sin
educación en su lugar para predicar fábulas y leyendas para divertir y
saquear a la gente. 2 Si algún rico hablaba de dar limosna a los pobres
y no a los monjes, exclamaba en voz alta contra tal impiedad, y
declaraba con voz amenazadora: “Si lo haces, dejaremos el país y
regresaremos acompañados de una legión de cascos relucientes ". 3 La
indignación pública estaba en su apogeo. “Los monjes y sacerdotes de
Roma, fue el grito,“ nos están devorando como un cáncer. Dios debe
librarnos o la gente perecerá ... ¡Ay de ellos! la copa de la ira rebosará.
Los hombres de la santa iglesia serán despreciados como carroña,
como perros serán echados a lugares abiertos. " 4
La arrogancia de Roma hizo rebosar la copa. El papa Urbano V ,
indiferente a los laureles ganados por el conquistador en Crecy y
Poitiers, convocó a Eduardo III para reconocerlo como soberano
legítimo de Inglaterra y pagar como tributo feudal la renta anual de
mil marcos. En caso de negativa, el rey debía comparecer ante él en
Roma. Durante treinta y tres años los papas nunca habían mencionado
el tributo otorgado por Juan a Inocencio III, y que siempre se había
pagado de manera muy irregular. El conquistador de los Valois se irritó
por la insolencia de un obispo italiano y pidió a Dios que vengara a
Inglaterra. De Oxford salió el vengador.

John Wickliffe, nacido en 1324, en un pequeño pueblo de Yorkshire,


fue uno de los estudiantes que asistieron a las conferencias del piadoso
Bradwardine en Merton College. Estaba en la flor de su edad y produjo
una gran sensación en la universidad. En 1348, una terrible pestilencia,
que se dice que se llevó a la mitad de la raza humana, apareció en
Inglaterra después de devastar sucesivamente Asia y el continente
europeo. Esta visitación del Todopoderoso sonó como la trompeta del
día del juicio en el corazón de Wickliffe. Alarmado por los
pensamientos de la eternidad, el joven —porque entonces sólo tenía
veinticuatro años— pasaba días y noches en su celda gimiendo y
suspirando, y pidiendo a Dios que le mostrara el camino que debía
seguir. 5 Lo encontró en las Sagradas Escrituras y decidió darlo a
conocer a otros. Comenzó con prudencia; pero siendo elegido en 1361
director de Balliol, y también en 1365 director del Colegio de
Canterbury , comenzó a exponer la doctrina de la fe de una manera
más enérgica. Sus estudios bíblicos y filosóficos, su conocimiento de la
teología, su mente penetrante, la pureza de sus modales y su valor
inquebrantable, lo convirtieron en objeto de admiración general.
Profundo maestro, como su maestro, y elocuente predicador,
demostró a los sabios durante el transcurso de la semana lo que
pretendía predicar, y el domingo predicó a la gente lo que había
demostrado previamente. Sus disgustos dieron fuerza a sus sermones y
sus sermones arrojaron luz sobre sus disputas. Acusó al clero de haber
desterrado las Sagradas Escrituras y exigió que la autoridad de la
palabra de Dios se restableciera en la iglesia. Fuertes aclamaciones
coronaron estas discusiones, y la multitud de mentes vulgares tembló
de indignación al escuchar estos gritos de aplauso.

Wickliffe tenía cuarenta años cuando la arrogancia papal conmovió a


Inglaterra hasta las profundidades. Siendo a la vez un político capaz y
un cristiano ferviente, defendió vigorosamente los derechos de la
corona contra la agresión romana, y con sus argumentos no sólo
iluminó a sus compatriotas en general, sino que despertó el celo de
varios miembros de ambas cámaras de parlamento.
El parlamentario se reunió, y tal vez nunca se había convocado para
una cuestión que excitaba tanto las emociones de Inglaterra y, de
hecho, de la cristiandad. Los debates en la Cámara de los Lores fueron
especialmente notables: todos los argumentos de Wickliffe fueron
reprobados. “El tributo feudal se debe”, dijo uno, “sólo a quien puede
otorgar protección feudal a cambio. Ahora, ¿cómo puede el Papa hacer
la guerra para proteger sus feudos? - “¿Es como vasallo de la corona o
como superior feudal”, preguntó otro, “que el Papa reclama parte de
nuestra propiedad? Urban V no aceptará el primero de estos títulos
...... ¡Bien y bien! pero el pueblo inglés no reconocerá el segundo ". -
“¿Por qué”, dijo un tercero, “se concedió originalmente este tributo?
Pagar al Papa por absolver a Juan ... Su demanda, entonces , es mera
simonía, una especie de estafa clerical, a la que los señores espirituales
y temporales deberían oponerse indignados ”. - “No”, dijo otro orador,
“Inglaterra no pertenece al Papa. El Papa es un hombre sujeto al
pecado; pero Cristo es el Señor de señores, y su reino es poseído directa
y únicamente por Cristo ”. 6 Así hablaron los señores inspirados por
Wickliffe.
El Parlamento decidió por unanimidad que ningún príncipe tenía
derecho a enajenar la soberanía del reino sin el consentimiento de los
otros dos estados, y que si el pontífice intentaba proceder contra el rey
de Inglaterra como su vasallo, la nación debería levantarse en un
cuerpo para mantener la independencia de la corona.
En vano esta generosa resolución provocó la ira de los partidarios de
Roma; en vano afirmaron que, según el derecho canónico, el rey
debería ser privado de su feudo, y que Inglaterra ahora pertenecía al
papa: "No", respondió Wickliffe, "el derecho canónico no tiene fuerza
cuando se opone a la palabra de Dios ". Eduardo III nombró a
Wickliffe uno de sus capellanes, y el papado ha dejado de reclamar, al
menos en términos explícitos, la soberanía de Inglaterra.
Cuando el Papa renunció a su temporal, deseaba, al menos, mantener
sus pretensiones eclesiásticas y procurar la derogación de los estatutos
de Proemunire y Provisors. En consecuencia, se resolvió celebrar una
conferencia en Brujas para tratar esta cuestión, y Wickliffe, que había
sido nombrado doctor en teología dos años antes, procedió allí con el
otro comisionado en abril de 1374. Llegaron a un acuerdo en 1375 que
el rey debe comprometerse a derogar las penas denunciadas contra los
agentes pontificios, y que el Papa confirme las declaraciones
eclesiásticas del rey . 7 Pero a la nación no le agradó este compromiso.
“Los escribanos enviados desde Roma”, dijeron los Comunes, “son
más peligrosos para el reino que los judíos o los sarracenos; todo
agente papal residente en Inglaterra, y todo inglés que viva en la corte
de Roma, debería ser castigado con la muerte ”, era el lenguaje del
Buen Parlamento. En el siglo XIV la nación inglesa calificó de bueno a
un parlamento que no cediera al papado.
Wickliffe, después de su regreso a Inglaterra , fue presentado a la
rectoría de Lutterworth, y desde ese momento se agregó una actividad
práctica a su influencia académica. En Oxford habló como maestro a
los jóvenes teólogos; en su parroquia se dirigía a la gente como
predicador y como pastor. “El Evangelio”, dijo, “es la única fuente de
religión. El pontífice romano es un mero monedero, 8 y, lejos de tener
derecho a reprender al mundo entero, puede ser legítimamente
reprobado por sus inferiores, e incluso por laicos ”.
El papado se alarmó. Courtenay, hijo del conde de Devonshire, un
sacerdote imperioso pero serio, y lleno de celo por lo que creía que era
la verdad, había sido nombrado recientemente para la sede de
Londres. En el parlamento se había resistido al patrón de Wickliffe,
Juan de Gante, duque de Lancaster, tercer hijo de Eduardo III y jefe de
la casa de ese nombre. El obispo, observando que las doctrinas del
reformador se estaban extendiendo entre el pueblo, tanto alto como
bajo, lo acusó de herejía y lo convocó a comparecer ante la
convocación reunida en la catedral de San Pablo.

El 19 de febrero de 1377, una inmensa muchedumbre, enardecida de


fanatismo, se agolpaba y se acercaba a la iglesia y llenaba sus pasillos,
mientras los ciudadanos favorables a la Reforma permanecían ocultos
en sus casas. Wickliffe avanzó, precedido por Lord Percy, mariscal de
Inglaterra, y apoyado por el duque de Lancaster, que lo defendió por
motivos puramente políticos. Fue seguido por cuatro solteros en
teología, su consejo, y atravesó la multitud hostil , que veía a Lancaster
como el enemigo de sus libertades y a sí mismo como el enemigo de la
iglesia. “No dejes que la vista de estos obispos te haga encoger un pelo
en tu profesión de fe”, dijo el príncipe al médico. “Son ignorantes; y en
cuanto a este concurso de personas, no temas, estamos aquí para
defenderte ". 9 Cuando el reformador cruzó el umbral de la catedral, la
muchedumbre que estaba dentro parecía un muro sólido; y, a pesar de
los esfuerzos del conde-mariscal, Wickliffe y Lancaster no pudieron
avanzar. La gente se balanceaba de un lado a otro, las manos se
levantaban con violencia y los gritos fuertes resonaban en todo el
edificio. Por fin, Percy abrió una brecha en la densa multitud y
Wickliffe pasó .
El altivo Courtenay, que había sido encargado por el arzobispo para
presidir la asamblea, observaba con ansiedad estos extraños
movimientos y contemplaba con disgusto al sabio médico acompañado
de los dos hombres más poderosos de Inglaterra. No le dijo nada al
duque de Lancaster, quien en ese momento administraba el reino,
pero volviéndose hacia Percy observó bruscamente: “Si hubiera
sabido, milord, que afirmaba ser el maestro en esta iglesia, habría
tomado medidas para evitar su entrada. " Lancaster respondió
fríamente: "Mantendrá tal dominio aquí, aunque usted diga que no".
Percy se volvió ahora hacia Wickliffe, que había permanecido de pie y
dijo: "Siéntese y descanse". Al oír esto, Courtenay dio paso a su ira y
exclamó en voz alta: "No debe sentarse ; los criminales se presentan
ante sus jueces ". Lancaster, indignado de que se le negara a un sabio
médico de Inglaterra un favor al que sólo su edad le permitía (pues
tenía entre cincuenta y sesenta años) respondió al obispo: «Mi señor,
es usted muy arrogante ; cuídate ... o puedo derribar tu orgullo, y no
solo el tuyo, sino el de toda la prelatura de Inglaterra ". 10 - “Hazme
todo el daño que puedas”, fue la altiva respuesta de Courtenay. El
príncipe replicó con cierta emoción: “Es usted un inútil, mi señor.
Piensas, sin duda, que puedes confiar en tu familia ... pero tus
parientes tendrán suficientes problemas para protegerse ". A esto, el
obispo respondió noblemente: “Mi confianza no está en mis padres ni
en ningún hombre; pero solo en Dios, en quien estoy en verdad , y por
cuya ayuda me atreveré a decir la verdad ”. Lancaster, que sólo vio
hipocresía en estas palabras, se volvió hacia uno de sus asistentes y le
susurró al oído, pero tan fuerte que los transeúntes lo oyeron:
“Preferiría arrancar al obispo por los cabellos de su cabeza. su silla,
que tomar esto en sus manos ". Todo lector imparcial debe confesar
que el prelado hablaba con mayor dignidad que el príncipe. Lancaster
apenas había pronunciado estas imprudentes palabras cuando el
partidario del obispo cayó sobre él y Percy, e incluso sobre Wickliffe,
que era el único que había mantenido la calma. 11 Los dos nobles
resistieron, sus amigos y sirvientes los defendieron, el alboroto se hizo
extremo y no había esperanza de restablecer la tranquilidad. Los dos
señores escaparon con dificultad y la asamblea se disolvió en gran
confusión.

Al día siguiente, habiendo llamado el conde-mariscal al parlamento


para detener a los perturbadores de la paz pública, el partido clerical,
unido a los enemigos de Lancaster, llenó las calles con su clamor; y
mientras el duque y el conde escapaban por el Támesis, la turba se
reunió ante la casa de Percy, derribó las puertas, registró todas las
habitaciones y metió sus espadas en cada rincón oscuro. Cuando
descubrieron que había escapado, los alborotadores, imaginando que
estaba escondido en el palacio de Lancaster, corrieron al Savoy, en ese
momento el edificio más magnífico del reino. Mataron a un sacerdote
que se esforzó por detenerlos, derribaron las armas ducales y las
colgaron en la horca como las de un traidor. Habrían ido aún más lejos
si el obispo no les hubiera recordado muy oportunamente que estaban
en Cuaresma. En cuanto a Wickliffe, fue despedido con una orden
judicial contra la predicación de sus doctrinas.

Pero esta decisión de los sacerdotes no fue ratificada por el pueblo de


Inglaterra. La opinión pública se pronunció a favor de Wickliffe. “Si es
culpable”, decían, “¿por qué no se le castiga? Si es inocente, ¿por qué se
le ordena guardar silencio? Si él es el más débil en poder, ¡es el más
fuerte en verdad! " Y así era, y nunca había hablado con tanta energía.
Atacó abiertamente la pretendida silla apostólica y declaró que los dos
antipapas que se sentaron en Roma y Aviñón juntos enloquecieron a
un anticristo. Estando ahora en oposición al Papa, Wickliffe pronto
confesaría que solo Cristo era el rey de la iglesia; y que no es posible
que un hombre sea excomulgado, a menos que primero y
principalmente sea excomulgado por él mismo. 12
Rome no podía cerrar los oídos. Los enemigos de Wickliffe enviaron
diecinueve proposiciones que le atribuyeron, y en el mes de junio de
1377, justo cuando Ricardo II, hijo del Príncipe Negro, un niño de once
años, subía al trono, tres cartas de Gregorio XI, dirigido al rey, el
arzobispo de Canterbury y la universidad de Oxford, denunció a
Wickliffe como hereje y les pidió que procedieran contra él como
contra un ladrón común. El arzobispo emitió la citación: la corona y la
universidad guardaron silencio.
El día señalado, Wickliffe, sin la compañía de Lancaster ni de Percy, se
dirigió a la capilla arzobispal de Lambeth. “Los hombres esperaban que
lo devoraran”, dice un historiador; "Siendo llevado a la guarida del
león". 13 Pero los burgueses habían ocupado el lugar del príncipe. El
asalto de Roma había despertado a los amigos de la libertad y la
verdad en Inglaterra. “Los escritos del Papa”, decían, “no deberían
tener ningún efecto en el reino sin el consentimiento del rey. Cada
hombre es dueño en su propia casa ".
Apenas había abierto el salto el arzobispo , cuando Sir Louis Clifford
entró en la capilla y prohibió a la corte, por parte de la reina madre,
proceder contra el reformador. Los obispos se sintieron invadidos por
el pánico; "Inclinaron la cabeza", dice un historiador católico romano ,
"como una caña ante el viento". 14 Wickliffe se retiró después de
presentar una protesta. “En primer lugar”, dijo, “me propongo de todo
corazón, y por la gracia de Dios, ser un cristiano sincero; y, mientras
dure mi vida , profesar y defender la ley de Cristo hasta donde tenga
poder ". 15 Los enemigos de Wickliffe atacaron esta protesta, y uno de
ellos sostuvo con entusiasmo que todo lo que ordenara el Papa debía
considerarse correcto. "¡Qué! ”Respondió el reformador; "¿El papa
puede entonces excluir del canon de las Escrituras y el libro que le
desagrada, y alterar la Biblia a voluntad?" Wickliffe pensó que Roma,
alterando las bases de la infalibilidad, lo había transferido de las
Escrituras al Papa y deseaba restaurarlo a su verdadero lugar y
restablecer la autoridad en la iglesia sobre un fundamento
verdaderamente divino.
Ahora se estaba produciendo un gran cambio en el reformador.
Ocupado menos en el reino de Inglaterra, se ocupó más en el reino de
Cristo. En él, la fase política fue seguida por la religiosa. Llevar las
buenas nuevas del evangelio a las aldeas más remotas era ahora la
gran idea que poseía a Wickliffe. Si frailes mendigos (dijo él) pasean
por el país, predicando las leyendas de los santos y la historia de la
guerra de Troya, debemos hacer para la gloria de Dios lo que ellos
hacen para llenar sus billeteras y formar una vasta evangelización
itinerante para convertir las almas a Jesucristo. Dirigiéndose al más
piadoso de sus discípulos, les dijo: “Id y predicad, es la obra más
sublime; pero no imitemos a los sacerdotes que vemos después del
sermón sentados en las casas de almuerzos, o en la mesa de juego, o
perdiendo el tiempo cazando. Después de que termine su sermón,
visite a los si ck, a los ancianos, a los pobres, a los ciegos y a los cojos, y
los socorre según su capacidad ". Tal fue la nueva teología práctica que
inauguró Wickliffe: fue la del mismo Cristo.
Los “sacerdotes pobres”, como se les llamaba, partían descalzos, con
un bastón en la mano, vestidos con un manto tosco, viviendo de
limosnas y satisfechos con la más sencilla comida. Se detuvieron en los
campos cerca de algún pueblo, en los cementerios, en los mercados de
las ciudades y, a veces, incluso en las iglesias. 16 El pueblo, entre los
que eran favoritos, se apiñaba a su alrededor, como lo habían hecho
los hombres de Northumbria cuando Aidan predicaba. Hablaban con
una elocuencia popular que conquistaba por completo a quienes los
escuchaban. Ninguno de estos misioneros fue más b elorado que John
Ashton. Se le podría ver vagando por el país en todas direcciones, o
sentado en la chimenea de alguna cabaña, o solo en algún cruce de
caminos retirados, predicando a una multitud atenta. Misiones de este
tipo han revivido constantemente en Inglaterra en las grandes épocas
de la Iglesia.

Los “sacerdotes pobres” no se contentaron con meras polémicas:


predicaron el gran misterio de la piedad. “Un ángel no podría haber
hecho propiciación por el hombre”, exclamó un día su maestro
Wickliffe; “Porque la naturaleza que ha pecado no es la de los ángeles.
El mediador debe ser necesariamente un hombre; pero todo hombre en
deuda con Dios por todo lo que puede hacer, este hombre debe tener
mérito infinito y ser al mismo tiempo Dios ”. 17
El clero se alarmó y se aprobó una ley que ordenaba a cada oficial del
rey enviar a los predicadores y sus seguidores a prisión. 18 Como
consecuencia de esto, tan pronto como el humilde misionero comenzó
a predicar, los monjes se pusieron en movimiento. Lo miraron desde
las ventanas de sus celdas, en las esquinas de las calles o detrás de un
seto, y luego se apresuraron a buscar ayuda. Pero cuando se acercaron
los alguaciles, se adelantó un cuerpo de hombres fornidos y valientes,
con los brazos en la mano, que rodearon al predicador y lo protegieron
celosamente de los ataques del clero. Así, las armas carnales se
mezclaron con la predicación de la palabra de paz. Los sacerdotes
pobres volvieron con su maestro: Wickliffe los consoló, les aconsejó y
luego se fueron una vez más. Todos los días esta evangelización llegaba
a un lugar nuevo, y la luz penetraba así en todos los rincones de
Inglaterra, cuando el reformador se detuvo repentinamente en su
trabajo.
Wickliffe estaba en Oxford en el año 1379, ocupado en el desempeño
de sus funciones como profesor de teología, cuando cayó gravemente
enfermo. La suya no era una constitución fuerte; y el trabajo, la edad y,
sobre todo, la persecución lo habían debilitado. Grande fue la alegría
en los monasterios; pero para que ese gozo sea completo, el hereje debe
regresar. Se hizo todo lo posible para lograrlo en sus últimos
momentos.
Los cuatro regentes, que representaban a las cuatro órdenes religiosas,
acompañados de cuatro regidores, se apresuraron al lado del lecho del
moribundo, con la esperanza de asustarlo amenazándolo con la
venganza del cielo. Lo encontraron tranquilo y sereno. “Tienes la
muerte en tus labios”, dijeron; “Déjate tocar por tus faltas y retracta en
nuestra presencia todo lo que has dicho sobre nuestra herida”.
Wickliffe guardó silencio y los monjes se enorgullecieron de una fácil
victoria. Pero cuanto más se acercaba el reformador a la eternidad,
mayor era su horror a la montería. El consuelo que había encontrado
en Jesucristo le había dado nueva energía. Le rogó a su sirviente que lo
levantara en su sofá. Luego, débil y pálido, y escasamente capaz de
sostenerse, se volvió hacia los frailes, que esperaban su retractación, y
abriendo los labios lívidos y fijándolos en una mirada penetrante, dijo
con énfasis: “No muere, pero vive; y volver a declarar las malas
acciones de los frailes ". Casi podríamos imaginarnos el espíritu de
Elías amenazando a los sacerdotes de Baal. Los regentes y sus
compañeros se miraron con asombro. Salieron confusos de la sala y el
reformador se recuperó para dar el toque final a la más importante de
sus obras contra los monjes y contra el Papa. 19

Notas finales:
1. Cuando sobrepasan las riquezas tanto en grandes casas
abandonadas como en ropas preciosas, en grandes fiestas
y muchas joyas y tesoros. Tra cts and Treatises de
Wickliffe, editado por la Wickliffe Society, pág. 224.
2. Ibídem. 240.
3. Ven de nuevo con cabezas brillantes. Ibídem.
4. Wickliffe, La última era de la Iglesia.
5. Largo debatiendo y deliberando consigo mismo, con
muchos suspiros secretos. Fox, Hechos y monumentos, 1
p. 485, fol. Lond. 1684.

6. Estas opiniones son informadas por Wickliffe, en un


tratado conservado en Selden MSS. E impreso por el Sr. J.
Lewis, en su History of Wickliffe, App. Núm. 30, pág. 349.
Estuvo presente durante el debate: quam audivi in
quodam concilio a dominis secul aribus.
7. Rymer, 7 p. 33, 83-88.

8. El orgulloso sacerdote mundano de Roma, y el más


maldito de los podadoras y monederos. Lewis, Historia de
Wickliffe, pág. 37. Oxford, 1820.
9. Fox, Hechos 1 p. 487, fol. Lond. 1684.
10. Fuller, Church Hist. Centavo. 14 p. 136.
11. Cayó furiosamente sobre los señores. Fuller, Church
Hist. Centavo. 14 p. 136.
12. Wickliffe de Vaughan, Apéndice, vol. 1 p. 434.
13. Iglesia de Fuller Hist. Centavo. 14 p. 137.

14. Washham, Hist. Angliae Major, pág. 203.


15. Propono et volo esse ex integro Christianus, et quamdiu
manserit in me halitus, profitens verbo et opere legem
Christi. Wickliffe de Vaughan, 1 p. 426.
16. Un estado privado hecho por el clero. Fox, Hechos, 1:
503.
17. Exposición del Decálogo.
18. Fox, Hechos, 1 p. 503.
19. Historia de la Iglesia de Petrie, 1 p. 504.
LIBRO 17
C APÍTULO 8

El ministerio de Wickliffe había seguido un curso progresivo. Al


principio había atacado al papado; luego predicó el evangelio a los
pobres; podía dar un paso más y poner al pueblo en posesión
permanente de la palabra de Dios. Esta fue la tercera fase de su
actividad.

El escolasticismo había desterrado las Escrituras a una misteriosa


oscuridad. Es cierto que Beda había traducido el Evangelio de San
Juan; que los sabios de la corte de Alfredo habían traducido a los
cuatro evangelistas; que Elfric en el reinado de Ethelred había
traducido algunos libros del Antiguo Testamento; que un sacerdote
anglo-normando había parafraseado los Evangelios y los Hechos; que
Richard Rolle, "el ermitaño de Hampole", y algunos escribas piadosos
del siglo XIV, habían producido una versión de los Salmos , los
Evangelios y las Epístolas: - pero estos raros volúmenes estaban
escondidos, como curiosidades teológicas, en las bibliotecas de unos
conventos. Entonces era una máxima que la lectura de la Biblia era
perjudicial para los laicos; y en consecuencia los sacerdotes lo
prohibieron, al igual que los brahmanes prohíben los Shasters a los
hindúes. Sólo la tradición oral conservó entre la gente las historias de
las Sagradas Escrituras, mezcladas con leyendas de los santos. Parecía
el momento propicio para la publicación de una Biblia. El aumento de
población , la atención que los ingleses comenzaban a dedicar a su
propia lengua, el desarrollo que había recibido el sistema de gobierno
representativo, el despertar de la mente humana, todas estas
circunstancias favorecían el diseño del reformador.
Wickliffe en verdad ignoraba el griego y el hebreo; pero ¿no fue nada
sacudir el polvo que durante siglos cubrió la Biblia latina y traducirla
al inglés? Era un buen estudioso del latín, de sólida comprensión y
gran penetración; pero sobre todo amaba la Biblia, la entendía y
deseaba comunicar este tesoro a los demás. Imaginémoslo en su
silencioso estudio: sobre su mesa está el texto de la Vulgata, corregido
según los mejores manuscritos; ya su alrededor están los comentarios
de los doctores de la iglesia, especialmente los de San Jerónimo y
Nicolás Lyrensis. Entre diez y quince años continuó con firmeza su
tarea; los eruditos lo ayudaron con sus consejos, y uno de ellos,
Nicholas Hereford, parece haberle traducido algunos capítulos.
Finalmente en 1380 se completó. Este fue un gran acontecimiento en la
historia religiosa de Inglaterra, quien, superando a las naciones del
continente, ocupó su puesto en el primer lugar en la gran obra de
difundir las Escrituras.
Tan pronto como se terminó la traducción , comenzó la labor de los
copistas, y la Biblia se difundió ampliamente en su totalidad o en
porciones. La recepción de la obra superó las expectativas de Wickliffe.
Las Sagradas Escrituras ejercieron una influencia vivificante sobre los
corazones de los hombres; las mentes fueron iluminadas; las almas se
convierten; las voces de los “sacerdotes pobres” habían hecho poco en
comparación con esta voz; algo nuevo había entrado en el mundo.
Ciudadanos, soldados y las clases bajas acogieron con aclamaciones
esta nueva era; el primogénito examinó con curiosidad el libro
desconocido; e incluso Ana de Luxemburgo, esposa de Ricardo II,
habiendo aprendido inglés, comenzó a leer los Evangelios con
diligencia. Hizo más que esto: se los dio a conocer a Arundel, arzobispo
de York y canciller, y perseguidor de la posguerra, pero que ahora,
golpeado al ver a una dama extranjera, a una reina, dedicaba
humildemente su tiempo libre al estudio de tales libros virtuosos, 1
comenzaron a leer a sí mismo, y reprendió a los prelados que
descuidado este hol y persecución. "No se podía encontrar a dos
personas en la carretera", dice un escritor contemporáneo, "pero una
de ellas era discípula de Wickliffe".
Sin embargo, no todos en Inglaterra se regocijaron por igual: el bajo
clero se opuso a este entusiasmo con quejas y maldiciones. “¡El mástil
John Wickliffe, al traducir el evangelio al inglés”, dijeron los monjes,
“lo ha hecho más aceptable y más inteligible para los laicos e incluso
para las mujeres, de lo que lo había sido hasta ahora para los
empleados instruidos e inteligentes! ..... . La perla del evangelio es en
todas partes echada y hollada por los puercos ". 2 Surgieron nuevas
contiendas para el reformador. Dondequiera que doblaba sus pasos,
era atacado violentamente. "Es una herejía", exclamaron los monjes,
"hablar de la Sagrada Escritura en inglés". 3 - “Dado que la iglesia ha
aprobado los cuatro evangelios, ¡habría sido igualmente capaz de
rechazarlos y admitir a otros! La iglesia sanciona y condena lo que le
place ... Aprenda a creer en la iglesia en lugar del evangelio ”. Estos
clamores no alarmaron a Wickliffe. “Muchas naciones han tenido la
Biblia en su propio idioma. La Biblia es la fe de la iglesia. Aunque el
Papa y todos sus secretarios desaparezcan de la faz de la tierra ”, dijo,“
nuestra fe no fallará, porque se basa únicamente en Jesús, nuestro
Maestro y nuestro Dios ”. Pero Wickliffe no estaba solo: en el palacio
como en la cabaña, e incluso en el parlamento, los derechos de la
Sagrada Escritura encontraron defensores. Habiéndose hecho una
moción en la Cámara Alta (1390) para apoderarse de todas las copias
de la Biblia, el duque de Lancaster exclamó: “¿Somos entonces la
mismísima escoria de la humanidad, que no podemos poseer las leyes
de nuestra religión en nuestro ¿lengua?" 4
Después de haberles dado la Biblia a sus compatriotas, Wickliffe
comenzó a reflexionar sobre su contenido. Este fue un nuevo paso en
su camino hacia adelante. Llega un momento en que el cristiano,
salvado por una fe viva, siente la necesidad de darse cuenta de esta fe,
y esto da origen a la ciencia de la teología. Este es un movimiento
natural : si el niño, que al principio sólo posee sensaciones y afectos,
siente la necesidad, a medida que crece, de reflexión y conocimiento,
¿por qué no debería ser lo mismo con los cristianos? La política, las
misiones domésticas, las Sagradas Escrituras, habían comprometido a
Wickliffe sucesivamente; la teología tuvo su turno, y esta fue la cuarta
fase de su vida. Sin embargo, no penetró en la misma medida que los
hombres del siglo XVI en las profundidades de la doctrina cristiana; y
se adhirió de una manera más especial a los dogmas eclesiásticos que
estaban más estrechamente relacionados con la jerarquía presuntuosa
y las conquistas simoniacales de Roma, como la transubstanciación. La
iglesia anglosajona no había profesado esta doctrina. “El anfitrión es el
cuerpo de Cristo, no corporalmente sino espiritualmente”, dijo Elfric
en el siglo X, en una carta dirigida al Arzobispo de York; pero Lanfranc,
el oponente de Berengario, había enseñado a Inglaterra que a la
palabra de un sacerdote Dios abandonaba el cielo y descendía sobre el
altar. Wickliffe und e se propuso derribar el pedestal en el que se
basaba el orgullo del sacerdocio. “La eucaristía es naturalmente pan y
vino”. Enseñó en Oxford en 1381; "Pero en virtud de las palabras
sacramentales contiene en todas partes el verdadero cuerpo y la sangre
de Cristo ". No se detuvo aquí. "La hostia consagrada que vemos en el
altar", dijo, "no es Cristo, ni ninguna parte de él, sino su signo eficaz".
5 Osciló entre esos dos matices de doctrina; pero al primero se apegó
más ha bitualmente. Negó el sacrificio de la misa ofrecida por el
sacerdote, porque fue sustituido por el sacrificio de la cruz ofrecido
por Jesucristo; y rechazó la transubstanciación, porque anuló la
presencia espiritual y viva del Señor.
Cuando los enemigos de Wickliffe escucharon estas proposiciones,
parecían horrorizados y, sin embargo, en secreto estaban encantados
con la perspectiva de destruirlo. Se reunieron, examinaron doce tesis
que había publicado y pronunciaron en su contra la suspensión de
toda enseñanza, prisión y excomunión mayor. Al mismo tiempo, sus
amigos se alarmaron, su celo se enfrió y muchos de ellos lo
abandonaron. El duque de Lancaster, en particular, no pudo seguirlo a
esta nueva esfera. El príncipe no tenía nada que objetar a una
oposición eclesiástica que pudiera ayudar al poder político, y para ello
había tratado de reunir los talentos y el coraje del reformador; pero
temía una oposición dogmática que pudiera comprometerlo. El cielo
estaba cargado de nubes; Wickliffe estaba solo.
La tormenta pronto estalló sobre él. Un día, mientras estaba sentado
en su cátedra de doctorado en la escuela Agustín, y explicando con
calma la naturaleza de la eucaristía, un oficial entró al salón y leyó la
sentencia de condena. Me t era el diseño de sus enemigos para
humillar al profesor en los ojos de sus discípulos. Lancaster se alarmó
inmediatamente y, apresurándose hacia su viejo amigo, le rogó,
incluso le ordenó, que no se preocupara más por este asunto. Atacado
por todos lados , Wickliffe permaneció en silencio durante un tiempo.
¿Sacrificará la verdad para salvar su reputación, su reposo, tal vez su
vida? ¿Conseguirá la conveniencia vencer a la fe, Lancaster prevalecerá
sobre Wickliffe? No: su coraje era invencible. “Desde el año de nuestro
Lo rd 1000”, dijo, “todos los doctores se han equivocado acerca del
sacramento del altar, excepto, quizás, puede ser Berengario. ¿Cómo
puedes tú, oh sacerdote, que eres un hombre, hacer tu Hacedor? ¡Qué!
lo que crece en el campo, esa oreja que hoy arrancas, será Dios
mañana. ... Como no puedes hacer las obras que él hizo, ¿cómo harás
al que hizo las obras? 6 ¡Ay de la generación adúltera que cree en el
testimonio de los Inocentes más que en el de Go spel! 7 Wickliffe pidió
a sus adversarios que refutaran las opiniones que habían condenado y,
al ver que lo amenazaban con una pena civil (encarcelamiento), apeló
al rey.
El momento no era propicio para tal apelación. Una circunstancia fatal
aumentó el peligro de Wickliffe. Wat Tyler y un sacerdote disoluto
llamado Ball, aprovechándose de la mala voluntad provocada por la
rapacidad y brutalidad de los recaudadores de impuestos reales,
habían ocupado Londres con 100.000 hombres. John Ball mantuvo el
ánimo de los insurgentes, no mediante exposiciones del evangelio,
como los pobres sacerdotes de Wickliffe, sino mediante comentarios
enérgicos sobre el distich que habían elegido para su dispositivo:

Cuando Adán cavó y Eva se extendió, ¡quién era entonces el caballero!


Hubo muchos que no sintieron escrúpulos en atribuir estos
desórdenes al reformador, que era completamente inocente de ellos; y
Courtenay, obispo de Londres, habiendo sido trasladado a la sede de
Canterbury, no perdió tiempo en convocar un sínodo para
pronunciarse sobre este asunto de Wickliffe. Se reunieron a mediados
de mayo, alrededor de las dos de la tarde, y estaban procediendo a
pronunciar sentencia cuando un terremoto, que sacudió la ciudad de
Londres y toda Gran Bretaña, alarmó tanto a los miembros del consejo
que exigieron por unanimidad el aplazamiento. de una decisión que
parecía tan manifiestamente reprendida por Dios. Pero el arzobispo
convirtió hábilmente este extraño fenómeno para sus propios fines:
"¿No sabéis ", dijo, "que los vapores nocivos que se incendian en el
seno de la tierra y dan lugar a estos fenómenos que os alarman,
pierden todo su fuerza cuando estallan? Bueno, de la misma manera,
al rechazar a los malvados de nuestra comunidad, pondremos fin a las
convulsiones de la iglesia ”. Los obispos recuperaron el valor; y uno de
los oficiales del primate leyó diez proposiciones, que se decía que eran
de Wickliffe, pero atribuyéndole ciertos errores de los que era
completamente inocente. Lo siguiente más excitó la ira de los
sacerdotes: “Dios debe obedecer al diablo. 8 Después de Urbano VI no
debemos recibir a nadie como Papa, sino vivir a la manera de los
griegos ”. Las diez proposiciones fueron condenadas como heréticas, y
el arzobispo ordenó a todas las personas que evitaran, como lo harían
con una serpiente venenosa, a todos los que predicaran los errores
mencionados. “Si permitimos que este hereje apele continuamente a
las pasiones del pueblo”, dijo el primado al rey, “nuestra destrucción
es inevitable. Debemos silenciar a estos lolardos, a estos cantantes de
salmos ". 9 El rey dio autoridad "para confinar en las cárceles del
estado a cualquiera que mantuviera las proposiciones condenadas".
Día a día, el círculo se contraía alrededor de Wickliffe. El prudente
Repingdon, el erudito Hereford e incluso el elocuente Ashton, el más
firme de los tres, se apartaron de él. El veterano campeón de la verdad
que una vez reunió a toda una nación a su alrededor, había llegado a
los días en que “los hombres fuertes se inclinarán”, y ahora, cuando lo
acosaba la persecución, se encontraba solo. Pero osadamente alzó su
canosa cabeza y exclamó: “La doctrina del evangelio no perecerá
jamás; y si la tierra tembló una vez, fue porque condenaron a
Jesucristo ".
No se detuvo aquí. A medida que disminuía su fuerza física, aumentaba
su fuerza moral. En lugar de detener los golpes que le apuntaban ,
decidió asestarle otros más terribles. Sabía que si el rey y la nobleza
estaban por los sacerdotes, la cámara baja y los ciudadanos estaban
por la libertad y la verdad. Por lo tanto, presentó una petición audaz a
los Comunes en el mes de noviembre de 1382. “Ya que Jesucristo
derramó su sangre para liberar a su iglesia, exijo su libertad. Exijo que
todos abandonen esos muros lúgubres [los conventos], dentro de los
cuales impera una ley tiránica, y abrazen una vida sencilla y pacífica
bajo la abierta bóveda del cielo. Exijo que los pobres habitantes de
nuestras ciudades y pueblos no se vean obligados a proporcionar a un
sacerdote mundano, a menudo un hombre vicioso y un hereje, los
medios para satisfacer su ostentación, su glotonería y su libertinaje, de
comprar un caballo vistoso, costoso. monturas, bridas con tintineo de
campanillas, ricas prendas y suaves pieles, mientras ven a sus esposas,
hijos y vecinos, muriendo de hambre ”. 10 La Cámara de los Comunes,
recordando que no habían dado su consentimiento al estatuto
perseguidor redactado por el clero y aprobado por el rey y los señores,
exigió su derogación. ¿Estaba la Reforma a punto de comenzar por
voluntad del pueblo?
Courtenay , indignado por esta intervención de los Comunes, y
siempre estimulado por un celo por su iglesia, que habría estado mejor
orientada hacia la palabra de Dios, visitó Oxford en noviembre de
1382, y habiendo reunido a su alrededor a varios obispos, médicos,
sacerdotes , estudiantes y laicos, convocó a Wickliffe ante él. Hace
cuarenta años, el reformador había llegado a la universidad: Oxford se
había convertido en su hogar ... ¡y ahora se estaba volviendo en su
contra! Debilitado por los trabajos, por las pruebas, por esa alma
ardiente que se aprovechó de su cuerpo débil, podría haberse negado a
aparecer. Pero Wickliffe, que nunca temió el rostro del hombre, se
presentó ante ellos con la conciencia tranquila. Podemos conjeturar
que entre la multitud había algunos discípulos que sintieron arder su
corazón al ver a su maestro; pero ningún signo exterior indicaba su
emoción. El solemne silencio de un tribunal de justicia había sucedido
a los gritos de entusiastas jóvenes. Sin embargo, Wickliffe no se
desesperó: levantó su venerable cabeza y se volvió hacia Courtenay con
esa mirada confiada que había hecho retroceder a los regentes de
Oxford. Enfureciéndose contra los sacerdotes de Baal, les reprochó
diseminar el error para vender sus masas. Luego se detuvo y pronunció
estas sencillas y enérgicas palabras: "¡La verdad prevalecerá!" 11
Habiendo dicho esto, se dispuso a salir del patio: sus enemigos no se
atrevieron a decir una palabra; y, como su divino maestro en Nazaret,
pasó por en medio de ellos, y nadie se atrevió a detenerlo. Luego se
retiró a su curación en Lutterworth.

Aún no había llegado al puerto. Vivía pacíficamente entre sus libros y


sus feligreses, y los sacerdotes parecían inclinados a dejarlo solo,
cuando le dieron otro golpe. Un escrito papal lo llamó a Roma, para
comparecer ante ese tribunal que tantas veces había derramado la
sangre de sus adversarios. Sus enfermedades corporales lo
convencieron de que no podía obedecer esta llamada. Pero si Wickliffe
se negaba a escuchar a Urban, Urban no podía elegir sino escuchar a
Wickliffe. La iglesia estaba entonces dividida entre dos caciques:
Francia, Escocia, Saboya, Lorena, Castilla y Aragón reconocieron a
Clemente VII; mientras que Italia, Inglaterra, Suecia, Polonia y
Hungría reconocieron a Urban VI. Wickliffe nos dirá quién es el
verdadero líder de la iglesia universal. Y mientras los dos papas se
excomulgaban y se maltrataban mutuamente, y vendían el cielo y la
tierra para su propio beneficio, el reformador estaba confesando esa
Palabra incorruptible, que establece la unidad real en la iglesia. “Creo”,
dijo él, “que el evangelio de Cristo es todo el cuerpo de la ley de Dios.
Creo que Cristo, quien nos lo dio, es muy Dios y muy hombre, y que
esta revelación del evangelio es, en consecuencia, superior a todas las
demás partes de la Sagrada Escritura. 12 Creo que el obispo de Roma
está obligado más que cualquier otro hombre a someterse a ella,
porque la grandeza entre los discípulos de Cristo no consistía en la
dignidad o los honores mundanos, sino en el seguimiento exacto de
Cristo en su vida y sus costumbres. Ningún hombre fiel debe seguir al
Papa, sino en los puntos en los que él ha seguido a Jesucristo. El Papa
debería dejar al poder secular todo dominio y gobierno temporal: y
para ello exhortar cada vez más eficazmente a todo su clero ... Si
pudiera trabajar según mi deseo en mi propia persona, seguramente
me presentaría ante el obispo de Roma, pero el Señor me ha visitado
de otra manera, y me ha enseñado a obedecer a Dios más bien que a
los hombres ". 13
Urbano, que en ese momento por casualidad estaba muy ocupado en
su contienda con Clement, no consideró prudente comenzar otra con
Wickliffe, por lo que dejó el asunto ahí. A partir de este momento el
médico pasó el resto de sus días en paz en compañía de tres
personajes, dos de los cuales eran sus amigos particulares y el tercero
su constante adversario: estos eran Aletheia, Phronesis y Pseudes.
Aletheia (verdad) propuso preguntas; Pseudo (falsedad) instó a
objeciones; y Phronesis (entendimiento) estableció la sana doctrina.
Estos tres personajes mantuvieron una conversación (diálogo a tres
bandas) en la que se profesaron con valentía grandes verdades. La
oposición entre el Papa y Cristo, entre los cánones del romanismo y la
Biblia, se pintó con colores llamativos. Esta es una de las verdades
principales que la iglesia nunca debe olvidar. “ La iglesia ha caído”, dijo
uno de los interlocutores en la obra en cuestión, “porque ha
abandonado el evangelio y ha preferido las leyes del Papa. Aunque
debería haber cien papas en el mundo a la vez, y todos los frailes vivos
deberían ser transformados en cardenales, debemos retener nuestra
confianza a menos que estén fundamentados en la Sagrada Escritura ”.
14
Estas palabras fueron el último destello de la antorcha. Wickliffe
consideraba que su fin estaba cerca y no tenía la menor idea de que
llegaría en paz. Una mazmorra en una de las siete colinas, o una pila en
llamas en Londres, era todo lo que esperaba. "¿Por qué hablas de
buscar lejos la corona del martirio?" le preguntó: “Predica el evangelio
de Cristo a los prelados altivos, y el martirio no te fallará. ¡Qué!
¿Debería vivir y callar? ... ¡nunca! Que caiga el golpe, espero que llegue
”. 15
El derrame se le salvó. La guerra entre dos sacerdotes malvados,
Urbano y Clemente, dejó en paz a los discípulos de nuestro Señor. Y a
pesar de todo, ¿valió la pena acortar una vida que estaba llegando a su
fin? Wickliffe, por tanto, continuó predicando tranquilamente a
Jesucristo; y el 29 de diciembre de 1384, cuando estaba en su iglesia en
Lutterworth, en medio de su rebaño, en el mismo momento en que se
paró ante el altar y estaba elevando la hostia con manos temblorosas,
cayó sobre el pavimento golpeado con parálisis. Fue llevado a su casa
por los afectuosos amigos que lo rodeaban, y después de demorarse
cuarenta y ocho horas entregó su alma a Dios el último día del año.

Así fue sacado de la iglesia uno de los testigos más valientes de la


verdad. La seriedad de su lenguaje, la santidad de su vida y la energía
de su fe habían intimidado al Papa. Los viajeros relatan que si un león
se encuentra en el desierto, es suficiente mirarlo fijamente, y la bestia
se aleja rugiendo de los ojos del hombre. Wickliffe había fijado la
mirada de un cristiano en el papado, y el papado atemorizado lo había
dejado en paz. Perseguido sin cesar mientras vivía, murió en silencio,
en el mismo momento en que por la fe comía la carne y bebía la sangre
que le daba vida eterna. Un final glorioso para una vida gloriosa.
Había comenzado la Reforma de Inglaterra.
Wickliffe es el más grande reformador inglés : fue en verdad el primer
reformador de la cristiandad, y para él, bajo Dios, Gran Bretaña está
en deuda por el honor de ser el principal en el ataque al sistema
teocrático de Gregorio VII. El trabajo de los valdenses, por excelente
que fuera, no se puede comparar con el suyo. Si Lutero y Calvino son
los padres de la Reforma, Wickliffe es su abuelo.
Wickliffe, como la mayoría de los grandes hombres, poseía cualidades
que generalmente no se encuentran juntas. Si bien su comprensión era
eminentemente especulativa —su tratado sobre la realidad de las ideas
universales 16 causó sensación en la filosofía—, poseía esa mente
práctica y activa que caracteriza a la raza anglosajona. Como divino,
era a la vez bíblico y espiritual, profundamente ortodoxo y poseía una
fe interior y viva. Con una audacia que lo impulsó a precipitarse en
medio del peligro, combinó una mente lógica y coherente, que lo
condujo constantemente hacia adelante en el conocimiento, y le hizo
mantener con perseverancia las verdades que una vez había
proclamado. En primer lugar, como cristiano, había dedicado sus
fuerzas a la causa de la iglesia; pero él era al mismo tiempo un
ciudadano, y el reino, su nación y su rey, también tenían una gran
participación en su incansable actividad. Era un hombre completo.
Si el hombre es admirable, su enseñanza no lo es menos. La Escritura,
que es la regla de la verdad, debe ser (según sus puntos de vista) la
regla de la reforma, y debemos rechazar toda doctrina y todo precepto
que no se base en ese fundamento. 17 Creer en el poder del hombre en
la obra de la regeneración es la gran herejía de Roma, y de ese error ha
venido la ruina de la iglesia. La conversión procede únicamente de la
gracia de Dios, y el sistema que la atribuye en parte al hombre y en
parte a Dios es peor que el pelagianismo. 18 Cristo lo es todo en el
cristianismo; Quien abandona esa fuente que siempre está dispuesta a
dar vida y se convierte en aguas fangosas y estancadas, es un loco. 19
La fe es un don de Dios; deja a un lado todo mérito y debería desterrar
todo temor de la mente. 20 Lo único necesario en la vida cristiana y en
la Cena del Señor no es un formalismo vano y rituales supersticiosos ,
sino la comunión con Cristo según el poder de la vida espiritual. 21
Que los cristianos no se sometan a la palabra de un sacerdote, sino a la
palabra de Dios. En la iglesia primitiva sólo había dos órdenes, el
diácono y los sacerdotes : el presbítero y el obispo eran uno. 22 El
llamamiento más sublime que el hombre puede alcanzar en la tierra es
el de predicar la palabra de Dios. La verdadera iglesia es la asamblea de
los justos por quienes Cristo derramó su sangre. Mientras Cristo esté
en el cielo, en Él la iglesia posee al mejor Papa. Es posible que un Papa
sea condenado en el último día por sus pecados. ¿Nos obligarían los
hombres a reconocer como nuestra cabeza a "un diablo del infierno"?
23 Tales eran los puntos esenciales de la doctrina de Wickliffe. Fue el
eco de la doctrina de los apóstoles el preludio de la de los
reformadores.
En muchos aspectos, Wickliffe es el Lutero de Inglaterra; pero los
tiempos del avivamiento aún no habían llegado, y el reformador inglés
no pudo obtener victorias tan sorprendentes sobre Roma como el
reformador alemán. Mientras Lutero estaba rodeado por un número
cada vez mayor de eruditos y príncipes, que confesaban la misma fe
que él, Wickliffe brillaba casi solo en el firmamento de la iglesia. La
audacia con la que sustituyó una espiritualidad viva por un formalismo
supersticioso, hizo retroceder con espanto a quienes lo habían
acompañado contra frailes, sacerdotes y papas. Poco tiempo después,
el pontífice romano ordenó que lo encarcelaran y los monjes
amenazaron su vida; 24 pero Dios lo protegió y permaneció tranquilo
en medio de las maquinaciones de sus adversarios. "El Anticristo", dijo,
"sólo puede matar el cuerpo". Teniendo ya un pie en la tumba, predijo
que, desde el seno de la monería, algún día procedería la regeneración
de la iglesia. “Si los frailes, a quienes Dios condesciende a enseñar, se
convierten a la religión primitiva de Cristo”, dijo, “los veremos
abandonar su incredulidad, regresar libremente, con o sin permiso del
Anticristo, a la religión primitiva del Señor, y edificando la iglesia,
como lo hizo San Pablo ”. 25

Así descubrió la mirada penetrante de Wickliffe, a la distancia de casi


siglo y medio, al joven monje Lutero en el convento de Agustín de
Erfurth, convertido por la epístola al cumplimiento de esta profecía.
“El sol naciente de la Reforma”, porque así ha sido llamado Wickliffe,
había aparecido sobre el horizonte, y sus rayos ya no se apagarían. En
vano el velo de nubes espesas reflejará pronto sus rayos; 26 y su luz
penetrante, cada vez más brillante, se derramará sobre todo el mundo,
en la hora de la renovación de la iglesia, inundaciones de conocimiento
y de vida .

Notas finales:
1. Fox, Hechos, 1 p. 578.

2. Evangelica margarita spargitur et a porcis conculcatur.


Knyghton, De eventibus Angliae, pág. 264.
3. Es una herejía hablar de la Sagrada Escritura en inglés
Wickliffe's Wicket, p. 4. Oxford 1612, cuarto.
4. Weber, Akatholische Kirc hen, 1 p. 81.
5. Efficax ejus signum. Conclusio 1 ma. Vaughan, 2 p. 436,
App.
6. Wyckett de Wycleff, tratados págs. 276, 279.
7. Vae generationi-adulterae quae más crédito testimonio
lanocentii quam sensui Evangelii. Confessio, Vaughan, 2:
453, App.

8. Quod Deus debet obed ire diabolo. Mansi. 26 p. 695.


Wickliffe negó haber escrito o expresado el sentimiento
que aquí se le atribuye.
9. De lollen, a s; ing: como beggards (mendigos) de beggen.
10. Una queja de John Wycleff. Tractos y tratados editados
por la Sociedad Wickliffe, p. 268 .
11. Finaliter veritas vincet eos. Vaughan, Apéndice, 2 p. 453.
12. Esta es la lectura del manuscrito Bodleiano: "y por ello
aprueba todas las demás leyes". En Fox, Wickliffe parece
atribuir al mismo Cristo esta superioridad sobre toda la
Escritura, una distinción difícilmente en la mente del
reformador o de su época.
13. Una epístola de J. Wickliffe al Papa Urbano VI. Fox,
Hechos 1 p. 507, fol. Lond. 1684; también Lewis, Wickliffe,
pág. 333, anexo.
14. Ideo si essent centum papae, et omnes fratres essent
versi in cardinales, non deberet concedi sententiae suae
in materia fidei, nisi de quanto se fundaverint en
Scriptura, Trialogus, lib. 4 cap. 7.
15. La vida de Wickliffe de Vaughan, 2 p. 215, 257.
16. De universalibus realibus.
17. Auctoritas Scripturae sacrae, quae est lex Christi,
infinitum ex cedit quam libet scripturam aliam. Diálogo.
[Trialogus] lob. 3 cap. 30; ver en particular el cap. 31.
18. Ibídem. de praedestinatione, de peccato, de gratia, etc.
19. Ibídem. lib. 3 cap. 30.
20. Fidem a Deo infusam sine aliqua trepidatione fidei
contraria. Ibídem. lib. 3 cap. 2.
21. Secundum rationem spiritualis et virtualis existentiae.
Ibídem. lib. 4 cap. 8.
22. Fuit idem presbyter atque episcopus. Ibídem. lib. 4 cap.
15.

23. Vida de Wickliffe de Vaughan, 2: 307. El público


cristiano está muy en deuda con el Dr. Vaughan por su
biografía del reformador.
24. Multitudo fratrum mortem tuam multipliciter
machinantur. Diálogo. Lib. 4 cap. 4.
25. Aliqui fratres quos Deus docere dignatur..relicta sua
perfidia..redibunt libere ad religionem Christi
primaevam, et tunc aedificabunt ecclesiam, sicut Paulus.
Ibíd . lib. 4 cap. 30.
26. John Huss en Bohemia.
LIBRO 17
CAPÍTULO 9

La muerte de Wickliffe manifestó el poder de su enseñanza. Habiendo


sido removido el maestro, sus discípulos pusieron las manos en el
arado e Inglaterra estuvo a punto de convencer a las doctrinas del
reformador. Los kliffitas de Wic reconocieron un ministerio
independiente de Roma y que derivaban su autoridad únicamente de
la palabra de Dios. “Todo ministro”, decían, “puede administrar los
sacramentos y conferir la curación de las almas tanto como el Papa”. A
la riqueza licenciosa del clero opusieron una pobreza cristiana, y al
ascetismo degenerado de las órdenes mendicantes, una vida espiritual
y libre. La gente del pueblo se apiñó alrededor de estos humildes
predicadores; los soldados los escucharon, armados con espada y
escudo para defenderlos; 1 la nobleza bajó las imágenes de sus capillas
baroniales; 2 e incluso la familia real se ganó en parte para la Reforma.
Inglaterra era como un árbol cortado hasta el suelo, de cuyas raíces
brotan brotes frescos por todos lados, muy pronto para cubrir toda la
tierra bajo su sombra. 3
Esto aumentó el valor de los discípulos de Wickliffe, y en muchos
lugares la gente tomó la iniciativa de la reforma. Los muros de St.
Pablo y otras catedrales estaban colgados de carteles dirigidos a los
sacerdotes y frailes, y los abusos de los que eran defensores; y en 1395
los amigos del Evangelio solicitaron al parlamento una reforma
general. “La esencia del culto que viene de Roma”, decían, consiste en
signos y ceremonias, y no en la eficacia del Espíritu Santo: y por tanto
no es lo que Cristo ha ordenado. Las cosas temporales son distintas de
las espirituales: un rey y un obispo no deben ser la misma persona ”. 4
Y luego, al no comprender claramente el principio de separación de las
funciones que proclamaban, llamaron al parlamento a “abolir el
celibato, la transubstanciación, las oraciones por los muertos, las
ofrendas a las imágenes , la confesión auricular, la guerra, las artes
innecesarias para vida, práctica de bendecir aceite, sal, cera, incienso,
piedras, mitras y bordones de peregrino. Todos estos pertenecen a la
nigromancia y no a la teología ". Envalentonados por la ausencia del
rey en Irlanda, fijaron sus Doce Conclusiones en las puertas de St.
Pablo's y de la Abadía de Westminster. Esto se convirtió en la señal de
persecución.
Tan pronto como Arundel, arzobispo de York, y Braybrooke, obispo de
Londres, hubieron leído estas proposiciones, cruzaron
apresuradamente St. Georg e’s Channel y conjuraron al rey para que
regresara a Inglaterra. El príncipe dudó en no obedecer, porque su
esposa, la piadosa Ana de Luxemburgo, estaba muerta. Richard,
durante su niñez y juventud, había estado sucesivamente a cargo de
varios tutores, y como los niños (dice un historiador), cuyas
enfermeras han sido cambiadas a menudo, no prosperó mejor por ello.
Hacía el bien o el mal, según la influencia de quienes lo rodeaban, y no
tenía inclinaciones decididas excepto la ostentación y el libertinaje. La
clerecía no se equivocó al calcular sobre semejante príncipe. A su
regreso a Londres, prohibió al parlamento tener en cuenta la petición
de Wickliffite; y habiendo convocado ante él a los más distinguidos de
sus partidarios, como Story, Clifford , Latimer y Montacute, los
amenazó de muerte si continuaban defendiendo sus abominables
opiniones. Así estaba a punto de ser destruida la obra del reformador.
Pero Richard apenas había retirado su mano del evangelio, cuando
Dios (dice un analista) retiró su mano de él. 5 Su primo, Enrique de
Hereford, hijo del famoso duque de Lancaster y que había sido
desterrado de Inglaterra, zarpó repentinamente del continente,
aterrizó en Yorkshire, reunió a todos los descontentos a su alrededor y
fue reconocido rey. El infeliz Ricardo, después de ser depuesto
formalmente, fue confinado en el castillo de Pontefract, donde pronto
terminó su carrera terrenal.
El hijo del antiguo defensor de Wickliffe era ahora rey: una reforma de
la iglesia parecía inminente; pero el primate Arundel había previsto el
peligro. Este astuto sacerdote y hábil político había observado en qué
dirección soplaba el viento y abandonó a Richard a su debido tiempo.
Tomando a Lancaster de la mano, le puso la corona en la cabeza y le
dijo: "Para consolidar tu trono, conciliar al clero y sacrificar a los
lolardos". - “Yo seré el protector de la iglesia”, respondió Enrique IV, y
desde ese momento el poder de los sacerdotes fue mayor que el poder
de la nobleza. Roma siempre ha sido hábil para sacar provecho de las
revoluciones.
Lancaster, en su afán de mostrar su agradecimiento a los sacerdotes,
ordenó que todo hereje incorregible fuera quemado vivo, para
aterrorizar a sus compañeros. 6 La práctica siguió de cerca a la teoría.
Un sacerdote piadoso llamado William Sawtre se había atrevido a
decir: "En lugar de adorar la cruz en la que Cristo sufrió, yo adoro a
Cristo que sufrió en ella". 7 Fue arrastrado a St. Paul's; su cabello
estaba afeitado; se colocó una gorra de lego en la cabeza; y el primate lo
entregó a la misericordia del Mariscal de Inglaterra. Se le mostró esta
misericordia: fue quemado vivo en Smithfield a principios de marzo de
1401. Sawtre fue el primer mártir del protestantismo.
Animado por este acto de fe, este auto de fe, el clero redactó los
artículos conocidos como las "Constituciones de Arundel", que
prohibían la lectura de la Biblia, y tildaban al Papa de "no un simple
hombre, sino un Dios verdadero". . " 8 La torre de los Lolardos, en el
palacio arzobispal de Lambeth, pronto se llenó de pretendidos herejes,
muchos de los cuales grabaron en las paredes de sus mazmorras la
expresión de su dolor y sus esperanzas: Jesús amor meus, escribió uno
de ellos. 9

Aplastar a los humildes no es suficiente: el Evangelio debe ser


expulsado de las estaciones más elevadas . Los sacerdotes, que eran
sinceros en su fe, consideraban a esos nobles como engaños que
anteponían la palabra de Dios a las leyes de Roma y, en consecuencia,
se preparaban para la obra. A pocas millas de Rochester se encontraba
Cowling Castle, en medio de los fértiles pastos regados por el Medway,
La hermosa Medwaya que con orgullo desenfrenado
Forma laberintos plateados con su marea torcida. 10
A principios del siglo XV estuvo habitado por Sir John Oldcastle, Lord
Cobham, un hombre muy apreciado por el rey. Los “pobres sacerdotes”
acudieron en masa a Cowling en busca de los escritos de Wickliffe, de
los cuales Cobham había hecho que se hicieran numerosas copias, y de
donde circularon por las diócesis de Canterbury, Rochester, Londres y
Hertford . Cobham asistió a su predicación, y si algún enemigo se
atrevía a interrumpirlos, los amenazaba con su espada. 11 "Preferiría
arriesgar mi vida", dijo, "que someterme a decretos tan injustos que
deshonran el mandamiento eterno ". El rey no permitiría que el clero
tomara las manos de su favorito.
Pero Enrique V sucedió a su padre en 1413, y pasó de las casas de mala
fama que había frecuentado hasta entonces, al pie de los altares y la
cabeza de los ejércitos, el arzobispo inmediatamente le denunció a
Cobham, y fue citado. comparecer ante el rey. Sir John había entendido
la doctrina de Wickliffe y había experimentado en su propia persona el
poder de la Palabra divina. "En lo que respecta al Papa y su
espiritualidad", dijo sobre el rey, "no les debo ni traje ni servicio, ya
que sé por las Escrituras que él es el gran anticristo". 12 Henry apartó
la mano de Cobham mientras presentaba su confesión de fe: "No
recibiré este papel, ponlo ante tus jueces". Cuando vio que su profesión
se negaba, Cobham recurrió al único brazo del evangelio que conocía.
Las diferencias que ahora resolvemos mediante panfletos eran
entonces muy comúnmente resueltas por la espada: - “Ofrezco en
defensa de mi fe luchar por la vida o la muerte con cualquier hombre
vivo, cristiano o pagano, siempre exceptuando Su Majestad”. 13
Cobham fue conducido a la Torre.
El 23 de septiembre de 1413, fue llevado ante el tribunal eclesiástico y
luego se sentó en San Pablo. "Debemos creer", le dijo el primado, "lo
que enseña la santa iglesia de Roma, sin exigir la autoridad de Cristo". -
"¡Creer!" gritaron los sacerdotes, "¡cree!" - “Estoy dispuesto a creer todo
lo que Dios desea”, dijo Sir John; "Pero el Papa debería tener autoridad
para enseñar lo que es contrario a las Escrituras, que yo nunca podré
creer". Lo llevaron de regreso a la Torre. La palabra de Dios iba a tener
su mártir.
El lunes 25 de septiembre, una multitud de sacerdotes, canónigos,
frailes, secretarios y vendedores electrónicos indulgentes abarrotaron
el gran salón del convento de los dominicos y atacaron a Lord Cobham
con un lenguaje abusivo. Estos insultos, y la importancia del momento
para la Reforma de Inglaterra, la catástrofe que debe cerrar la escena:
todo agitó su alma hasta el fondo. Cuando el arzobispo le pidió que
confesara su ofensa, cayó de rodillas y, alzando las manos al cielo,
exclamó: “¡Te confieso, oh Dios! y reconozco que en mi frágil juventud
Te ofendí seriamente con mi orgullo, un ger, la intemperancia y la
impureza: ¡por estas ofensas imploro tu misericordia! Luego,
poniéndose de pie, con el rostro todavía mojado por las lágrimas, dijo:
"No pido tu absolución: es sólo de Dios lo que necesito". 14 El clero no
se desesperaba, sin embargo , de rebajar a este caballero alegre: sabían
que la fuerza espiritual no siempre va unida al vigor corporal, y
esperaban vencer con sofismas sacerdotales al hombre que se atrevía a
desafiar a los campeones papales a un combate singular. . —Sir John —
dijo por fin el primate—, ha dicho algunas cosas muy extrañas: hemos
dedicado mucho tiempo a intentar convencerle, pero todo fue en vano.
El día pasa: o debes someterte a la ordenanza de la santísima iglesia
...... ”-“ No creeré más de lo que te he dicho.
Haz conmigo lo que quieras ". - “Bueno, entonces tenemos que hacer la
ley”, respondió el arzobispo.
Arundel se puso de pie; todos los sacerdotes y el pueblo se levantaron
con él y descubrieron sus cabezas. Luego, sosteniendo la oración de
muerte en su mano, la leyó con una voz fuerte y clara. "Está bien", dijo
Sir John; "Aunque condenes mi cuerpo, no puedes hacer daño a mi
alma, por la gracia de mi Dios eterno". De nuevo lo llevaron de regreso
a la Torre, de donde escapó una noche y se refugió en Gales. Lo
volvieron a tomar en diciembre de 1417, lo llevaron a Londres, lo
arrastraron en un obstáculo a los campos de Saint Giles, lo colgaron de
cadenas sobre un fuego lento y lo quemaron cruelmente. Así murió un
cristiano, ilustre a la moda de su época, campeón de la palabra de
Dios. Las prisiones de Londres estaban llenas de wickliffites, y se
decretó que debían ser colgados por cuenta del rey y quemados por
cuenta de Dios. 15
Los lolardos intimidados se vieron obligados a esconderse en las filas
más humildes del pueblo ya celebrar sus reuniones en secreto. La obra
de redención procedía silenciosamente entre los elegidos de Dios. De
estos lolardos, había muchos que habían sido redimidos por
Jesucristo; pero en general no conocían, en la misma medida que los
cristianos evangélicos del siglo XVI, el poder vivificador y justificador
de la fe. Eran personas sencillas, mansas y, a menudo, tímidas, atraídas
por la palabra de Dios, afectadas por la condenación que pronuncia
contra los errores de Ro me y deseosas de vivir de acuerdo con sus
mandamientos. Dios les había asignado una parte, y también una parte
importante, en la gran transformación del cristianismo. Su humilde
piedad, su resistencia pasiva, el trato vergonzoso que soportaban con
resignación, las vestiduras de penitente con que estaban cubiertos, las
velas que se veían obligados a sostener a la puerta de la iglesia, todas
estas cosas delataban el orgullo de los sacerdotes, y llenó las mentes
más generosas de dudas y vagos deseos. Por un bautismo de
sufrimiento, Dios estaba preparando el camino para una gloriosa
reforma.

Notas finales:
1. Assistere solent gladio et pelta stipati ad eorum
defensionem. Knyghton, lib. 5 p. 2660.

2. Milites cum ducibus et comitibus erant praecipue eis


adhaerentes. Knyghton, lib. 5 p. 2660.
3. Quasi germinantes multiplicati sunt nimis et impleverunt
ubique orbem regni. Ibídem. Estas "Conclusiones" son
reimpresas por Lewis (Wickliffe). Pág. 337.
4. Rex et episcopus in una persona, etc. Ibíd.
5. Fox, Hechos, 1 p. 584. Fol. Lond. 1684.
6. Ibídem. pags. 586. Este es el estatuto conocido como 2
Enrique IV. C. 15, la primera ley real en Inglaterra contra
la herejía.
7. Ibídem. pags. 589.

8. No del hombre puro sino del Dios verdadero, aquí en la


tierra. Ibídem. pags. 596.
9. "Jesús es mi amor". Estas palabras aún están por leerse
en la torre.
10. Blackmore.
11. Eorum praedicationibus nefariis interfuit, et
contradictores, si quos repererat, minis et terroribus et
gladii secularis potentia compescuit. Rymer, Foedera,
tom. 4 párrs 2 p. 50.
12. Fox, vol. 1 p. 636, fol.
13. Ibídem. pags. 637.

14. Quod nullam absolutionem in hac parte peteret a nobis,


sed a solo Deo. Rymer, Foedera, pág. 51.
15. Incendio propter Deum, suspendio propter regem,
Thom. Waldensis in proemio. Raynald, ann. 1414. No. 16.
LIBRO 17
CAPÍTULO 10

Esta reforma iba a ser el resultado de dos fuerzas distintas: la


reactivación del aprendizaje y la resurrección de la palabra de Dios. La
última era la causa principal, pero la primera era necesaria como
medio. Sin él, las aguas vivas del evangelio probablemente habrían
atravesado la era, como arroyos de verano que pronto se secan, como
los que brotaron aquí y allá durante la Edad Media; no se hubiera
convertido en ese río majestuoso que, con sus inundaciones, fertilizó
toda la tierra. Era necesario descubrir y examinar las fuentes
originales, y para ello era indispensable el estudio del griego y el
hebreo. El lollardismo y el humanismo (el estudio de los clásicos)
fueron los dos laboratorios de la reforma. Hemos visto los
preparativos de uno, ahora debemos rastrear el comienzo del otro; y
como hemos descubierto la luz en los valles humildes, la
discerniremos también en las cimas de las montañas.
Hacia fines del siglo XV, varios jóvenes ingleses se encontraron por
casualidad en Florencia, atraídos por la gloria literaria que rodeaba la
ciudad de los Medici. Cosmo había reunido un gran número de obras
de la antigüedad y su palacio estaba atestado de eruditos. William
Selling, un joven eclesiástico inglés, posteriormente distinguido en
Canterbury por su celo en la recopilación de valiosos manuscritos; sus
compatriotas, Grocyn, Lilly y Latimer, "más tímidos que una
doncella"; 1 y, sobre todo, Linacre, a quien Erasmo clasificaba antes
que todos los eruditos de Italia, solía reunirse en la deliciosa villa de
los Medici con Politian, Chalcondyles y otros hombres de ciencia; y allí,
en las tranquilas tardes de verano, bajo ese glorioso cielo toscano,
soñaron visiones románticas de la filosofía platónica. Cuando
regresaron a Inglaterra, estos eruditos expusieron a los jóvenes de
Oxford los maravillosos tesoros de la lengua griega. Incluso algunos
italianos, atraídos por el deseo de iluminar a los bárbaros, y un poco,
quizás, por las brillantes ofertas que les hicieron, abandonaron su
amado país por la lejana Bretaña. Cornelius Vitelli enseñó en Ox Ford y
Caius Amberino en Cambridge. Caxton importó el arte de la imprenta
de Alemania, y la nación saludó con entusiasmo el brillante amanecer
que por fin estaba rompiendo en su cielo nublado.
Mientras el aprendizaje revivía en Inglaterra, una nueva dinastía
sucedió en el trono, trayendo consigo esa energía de carácter que por
sí misma es capaz de efectuar grandes revoluciones; los Tudor
sucedieron a los Plantagenet. Esa inflexible intrepidez con la que se
distinguían los reformadores de Alemania, Suiza, Francia y Escocia ,
no existía tan generalmente en los de Inglaterra; pero se encontró en el
carácter de sus reyes, quienes a menudo lo extendieron hasta la
violencia. Puede ser que a esta preponderancia de energía en sus
gobernantes, la iglesia deba la preponderancia del estado en sus
asuntos.
Henry Tudor, el Luis XI de Inglaterra, era un príncipe inteligente, de
carácter decidido pero sospechoso, avaro y de mente estrecha. Al ser
descendiente de una familia galesa, pertenecía a esa antigua raza de
celtas que durante tanto tiempo había luchado contra el papado. Henry
había extinguido la facción en casa y había enseñado a las naciones
extranjeras a respetar su poder. Un buen genio parecía ejercer una
influencia saludable sobre su corte y sobre sí mismo: era su madre, la
condesa de Richmond. Desde su claustro , donde consagró las primeras
cinco horas del día a la lectura, la meditación y la oración, se trasladó a
otra parte del palacio para curar las heridas de algunos de los
mendicantes más bajos; de allí pasó a los salones alegres, donde
conversaría con los eruditos, a quienes alentaba con su generosidad. La
pasión por el estudio de esta noble dama, del que su hijo heredó poco,
no dejó de influir en su familia. Arturo y Enrique, los hijos mayores del
rey, temblaron en presencia de su padre; pero , cautivados por el afecto
de su piadosa abuela, empezaron a encontrar placer en la compañía de
los sabios. Una circunstancia importante le dio un nuevo impulso a
uno de ellos.
Entre los amigos de la condesa estaba Montjoy, que había conocido a
Erasmo en París y escuchó sus sarcasmos cortantes sobre los
escolásticos y frailes. Invitó al ilustre holandés a Inglaterra, y Erasmo,
que temía contraer la peste, aceptó con gusto la invitación y partió
hacia lo que él creía que era el reino de las tinieblas .
Pero no había estado mucho tiempo en Inglaterra cuando descubrió
una luz inesperada.
Poco después de su llegada, pasando a cenar con el señor alcalde,
Erasmo vio al otro lado de la mesa a un joven de diecinueve años,
esbelto, de color fresco, con ojos azules, manos toscas y el hombro
derecho algo más alto que el otro. Sus rasgos indicaban afabilidad y
alegría, y continuamente brotaban agradables bromas de sus labios. Si
no podía encontrar un chiste en inglés, lo haría en francés, e incluso en
latín o griego. Pronto se produjo un concurso literario entre Erasmus y
la juventud inglesa. El primero, asombrado de encontrarse con
cualquiera que pudiera defenderse de él, exclamó: Aut tu es Morus aut
nullus! (o eres Más o nadie); y su compañero, que no sabía el nombre
del extraño, respondió rápidamente: Aut tu es Erasmus aut diabolus!
(O eres el diablo o Erasmo). 2 More se arrojó a los brazos de Erasmo y
se hicieron amigos inseparables. More bromeaba continuamente ,
incluso con las mujeres, se burlaba de las doncellas y se burlaba de las
aburridas, aunque sin ningún matiz de maldad en sus bromas. 3 Pero
bajo este exterior deportivo ocultaba un profundo entendimiento. En
ese momento estaba dando una conferencia en la Ciudad de Dios de
Agustín ante una audiencia numerosa compuesta por sacerdotes y
ancianos. La idea de la eternidad se había apoderado de él; y siendo
ignorante de esa disciplina interna del Espíritu Santo, que es la única
disciplina verdadera, recurría al azote todos los viernes. Thomas More
es el ideal del catolicismo de este período. Tenía, como el sistema
romano, dos polos: mundanalidad y ascetismo; que, aunque al
contrario, a menudo se juntan. De hecho, el ascetismo hace un
sacrificio de sí mismo, sólo para preservarlo; al igual que un viajero
atacado por ladrones, fácilmente entregará una parte de sus tesoros
para salvar el resto. Este fue el caso de More, si entendemos
correctamente su carácter. Sacrificó los accesorios de su naturaleza
caída para salvar esa misma naturaleza. Se sometió a ayunos y vigilias,
vistió una camisa de pelo, mortificó su cuerpo con pequeñas cadenas
junto a su piel; en una palabra, lo inmoló todo para preservar ese yo
que solo una regeneración real puede sacrificar.

De Londres, Erasmus fue a Oxford, donde se reunió con John Colet,


un amigo de More, pero mayor y de carácter muy diferente. Colet,
descendiente de una antigua familia, era un hombre muy corpulento,
de aspecto imponente, gran fortuna y elegancia de modales, a los que
Erasmu no estaba acostumbrado. El orden, la limpieza y el decoro
imperaban en su persona y en su casa. Tenía una mesa excelente, que
estaba abierta a todos los amigos del saber, y en la que el holandés,
que no era un gran admirador de los colegios de París con su vino
agrio y huevos rancios, se sentaba feliz. 4 Él no conoció también la
mayoría de los eruditos clásicos de Inglaterra, especialmente Grocyn,
Linacre, Thomas Wolsey, ecónomo de la universidad de Magdalena,
Halsey, y algunos otros. “No puedo decirle cuánto estoy encantado con
su Inglaterra”, le escribió a Lord Montjoy desde Oxford. "Con hombres
así podría vivir de buena gana en las costas más lejanas de Escitia". 5
Pero si Erasmo a orillas del Támesis encontró un Mecenas en Lord
Mont Joy, un Labeo y quizás un Virgilio en More, no encontró en
ninguna parte a un Augusto. Un día, mientras expresaba sus
lamentaciones y sus temores a More, este último dijo: "Ven, vayamos a
Eltham, tal vez encontremos allí lo que estás buscando". Partieron, más
bromeando todo el camino, resolviendo interiormente expiar su
alegría con una severa flagelación nocturna. A su llegada fueron
recibidos cordialmente por Lord y Lady Montjoy, el gobernador e
institutriz de los hijos del rey. Cuando los dos amigos entraron en el
salón, una vista inesperada y agradable recibió a Erasmus. Toda la
familia estaba reunida y se encontraron rodeados no solo por algunos
miembros de la casa real, sino también por los domésticos de Lord
Montjoy. A la derecha se encontraba la princesa Margarita, una niña de
once años, cuyo bisnieto bajo el nombre de Stuart iba a continuar el
Tudor en Inglaterra; a la izquierda estaba María, una niña de cuatro
años; Edmund estaba en los brazos de su enfermera; y en medio del
círculo, entre sus dos hermanas, estaba un niño, que en ese momento
sólo tenía nueve años, cuyos hermosos rasgos, porte real, ojo
inteligente y exquisita cortesía, tenían un encanto extraordinario para
Erasmo. 6 Ese niño era Enrique, duque de York, el segundo hijo del
rey, nacido el 28 de junio de 1491. More, avanzando hacia el joven
príncipe, le presentó un fragmento de su propia escritura; ya partir de
esa hora Erasmo mantuvo una relación amistosa con Enrique, que con
toda probabilidad ejerció cierta influencia sobre los destinos de
Inglaterra . El erudito de Rotterdam estaba encantado de ver al
príncipe sobresalir en todos los deportes masculinos del día. Montaba
su caballo con perfecta gracia y rara intrepidez, podía lanzar una
jabalina más lejos que cualquiera de sus compañeros y, con un
excelente gusto por la música, ya era intérprete de varios
instrumentos. El rey se ocupó de que recibiera una educación erudita,
porque lo destinó a ocupar la sede de Canterbury; y el ilustre Erasmo,
dándose cuenta de su aptitud para todo lo que emprendía, hizo lo
mejor por cortar y pulir este diamante inglés, para que reluciera con
mayor esplendor. “No empezará nada que no termine”, dijo el erudito.
Y es demasiado cierto que este príncipe siempre alcanzó su fin, aunque
fuera necesario pisar los cuerpos ensangrentados de los que había
amado. Halagado por las atenciones del joven Enrique, atraído por su
gracia ganadora, encantado por su ingenio, Erasmo, a su regreso al
continente, proclamó en todas partes que Inglaterra por fin había
encontrado a su Octavio .
En cuanto a Enrique VII, pensaba en todo menos en Virgilio o
Augusto. La avaricia y la ambición eran sus gustos predominantes, que
complació con el matrimonio de su hijo mayor en 1501. Borgoña,
Artois, Provenza y Bretaña, recientemente unidas a Francia, las
potencias europeas sintieron la necesidad de unirse contra ese estado
invasor. Fue como consecuencia de esto que Fernando de Aragón
había entregado a su hija Juana a Felipe de Austria, y que Enrique VII
pidió la mano de su hija Catalina, entonces en su decimosexto año y la
princesa más rica de Europa, por Arturo, príncipe de Gales, un joven
de unos diez meses más joven. El rey católico puso una condición al
matrimonio de su hija. Warwick, el último de los Plantagenet y
pretendiente a la corona, fue confinado en la Torre. Fernando, para
tener la certeza de que Catalina realmente ascendería al trono inglés,
requirió que el infeliz príncipe fuera ejecutado. Tampoco esto solo
satisfizo al rey de España. Enrique VII, que no era un hombre cruel ,
podría ocultar a Warwick y decir que ya no lo era. Fernando exigió que
el canciller de Castilla estuviera presente en la ejecución. La sangre de
Warwick fue derramada; su cabeza rodó debidamente sobre el cadalso;
el canciller castellano verificó y registró el asesinato, y el 14 de
noviembre se solemnizó el matrimonio en San Pablo. A medianoche, el
príncipe y la princesa fueron conducidos con gran pompa a la cámara
nupcial. 7 Estas fueron nupcias de mal augurio, destinadas a poner a
los reyes y naciones de la cristiandad en batalla entre sí, y servir de
pretexto para las discusiones externas y políticas de la Reforma
inglesa. El matrimonio de Catalina la Católica fue un matrimonio de
sangre.
A principios de 1502, el príncipe Arturo enfermó y el 2 de abril murió.
Se tomó el tiempo necesario para asegurarse de que Catalina no tenía
esperanzas de convertirse en madre, después de lo cual el amigo de
Erasmo, el joven Enrique, fue declarado heredero de la corona, para
gran alegría de todos los eruditos. Este príncipe no abandonó sus
estudios: hablaba y escribía en francés, alemán y español con la
facilidad de un nativo; Inglaterra esperaba contemplar algún día al más
sabio de los reyes cristianos en el trono de Alfredo el Grande.
A ver pregunta y diferente sin embargo, llena la mente de los
codiciosos Enrique VII. ¿Debe devolver a España los doscientos mil
ducados que constituían la dote de Catalina? ¿Se le permitirá a esta
rica heredera casarse con algún rival de Inglaterra? Para evitar una
desgracia tan grande, el rey concibió el proyecto de unir a Enrique con
la viuda de Arturo. Se le hicieron las objeciones más graves. “No solo es
incompatible con la corrección”, dijo Warham, el primate, “sino que la
voluntad de Dios mismo está en contra. Está declarado en su ley que si
un hombre toma la esposa de su hermano, es cosa inmunda (Levítico
20:21); y en el Evangelio Juan Bautista dice a Herodes: No te es lícito
tener la mujer de tu hermano ”(Marcos 6, 18). Fox, obispo de
Winchester, sugirió que se podría obtener una dispensa del Papa, y en
diciembre de 1503, Julio II otorgó una bula declarando que, para
preservar la unión entre los príncipes católicos, autorizó el
matrimonio de Catalina con el hermano de su primer marido. , accente
para rsan copula carnali. Estas cuatro palabras, se dice, fueron
insertadas en el toro por expreso deseo de la princesa. Todos estos
detalles serán de importancia en el transcurso de nuestra historia. Las
dos partes estaban comprometidas, pero no casadas en consideración
a la juventud del príncipe de Gales.
El segundo matrimonio proyectado por Enrique VII fue inaugurado
con auspicios aún menos prometedores que el primero. El rey, que
cayó enfermo y perdió a su reina, consideró estas visitaciones como un
juicio divino. 8 La nación murmuró y preguntó si estaba en el poder
del Papa permitir lo que Dios había prohibido. 9 El joven príncipe,
informado de los escrúpulos de su padre y del descontento de la gente,
declaró, poco antes de alcanzar la mayoría de edad (27 de junio de
1505), en presencia del obispo de Winchester y varios consejeros
reales, que protestaba contra el compromiso contraído durante su
minoría, y que nunca haría de Catalina su esposa.
Su fathe muerte de r, lo que le hizo libre, también le hizo recordar esta
decisión virtuoso. En 1509, las esperanzas de los eruditos parecían
estar a punto de realizarse. El 9 de mayo, un coche fúnebre decorado
con pompa regia, que llevaba sobre un rico paño de oro los restos
mortales de Enrique VII, con su cetro y su corona, entró en Londres,
seguido de una larga procesión. Los grandes oficiales del estado,
reunidos alrededor del ataúd, rompieron sus varas y las arrojaron a la
bóveda, y los heraldos gritaron a gran voz: "Dios envíe al noble rey
Enrique VIII larga vida". 10 Tal vez nunca antes el pueblo había
repetido con tanta alegría un grito así. El joven rey satisfizo los deseos
de la nación ordenando el arresto de Empson y Dudley, quienes fueron
acusados de extorsión; y se ajustó a los ilustrados consejos de su
abuela, eligiendo a los ministros más capaces y colocando al arzobispo
de Canterbury como señor canciller a la cabeza. Warham fue un
hombre de gran capacidad. El día no fue demasiado corto para que él
escuchara misa, recibiera a los embajadores, consultara con el rey en
el armario real, recibiera hasta doscientos invitados en su mesa,
tomara asiento en el saco de lana y encontrara tiempo para sus
devociones privadas. . La alegría de los sabios superó a la del pueblo. El
viejo rey no quería ninguno de sus elogios o felicitaciones, por temor a
tener que pagar por ellos; pero ahora podían dar curso libre a su
entusiasmo. Montjoy pronunció al joven rey como "divino"; el
embajador veneciano comparó su puerto con el de Apolo y su noble
pecho con el torso de Marte; fue alabado tanto en griego como en latín;
fue aclamado como el fundador de una nueva era, y Henry parecía
deseoso de merecer estos elogios. Lejos de dejarse embriagar por tanta
adulación, le dijo a Montjoy: “¡Ah! ¡Cómo me gustaría ser un erudito! "
- “Señor”, respondió el cortesano, “es suficiente que muestres tu
consideración por aquellos que poseen el conocimiento que deseas
para ti mismo”. - “¿Cómo puedo hacer de otra manera?”, Respondió
con ganas ; "¡Sin ellos difícilmente existimos!" Montjoy se lo comunicó
inmediatamente a Erasmo.

Erasmus! - ¡Erasmus! - Las paredes de Eltham, Oxford y Londres


resonaron con el nombre. El rey no podría vivir sin los eruditos; no los
sabios sin Erasmo. Este erudito, que era un entusiasta del joven rey,
no tardó en responder a la llamada. Cuando Richard Pace, uno de los
hombres más consumados de esa edad, conoció al erudito holandés en
Ferrara, este último sacó del bolsillo una cajita que siempre llevaba
consigo: "No lo sabes", dijo, " qué tesoro tienes en Inglaterra: solo te lo
mostraré ". y sacó del buzón una carta de Henry que expresaba en latín
de considerable pureza el más tierno respeto por su corresponsal. 11
Inmediatamente después de la coronación, Montjoy le escribió a
Erasmo: “Nuestro Enrique Octavus, o más bien Octavio, está en el
trono. Ven y contempla la nueva estrella. 12 Los cielos sonríen, la tierra
salta de alegría, y todo fluye leche, néctar y miel. 13 La avaricia había
huido, la generosidad ha descendido, esparciendo por todos lados con
mano amable sus generosas generosas. Nuestro rey no desea oro ni
piedras preciosas, sino virtud, gloria e inmortalidad ".
En términos tan entusiastas fue descrito el joven rey por un hombre
que lo había visto de cerca. Erasmo no pudo resistir más: se despidió
del Papa y se apresuró a ir a Londres, donde recibió una calurosa
bienvenida de Enrique. La ciencia y el poder se abrazaron: Inglaterra
estaba a punto de tener sus Medici; y los amigos del saber ya no
dudaban de la regeneración de Gran Bretaña.
Julio II, que había permitido a Erasmo cambiar el vestido blanco de
los monjes por el vestido negro de los seglares, 14 le permitió partir sin
mucho pesar. Este pontífice tenía poco gusto por las letras, pero le
gustaba la caza de guerra y los placeres de la mesa. Los ingleses le
enviaron un plato a su gusto a cambio del erudito. Algún tiempo
después de que Erasmo se hubiera ido, mientras el Papa un día
descansaba de las fatigas de la persecución, escuchó voces cerca de él
cantando una canción extraña. Preguntó con sorpresa qué significaba.
15 “Son unos ingleses”, fue la respuesta, y tres extranjeros entraron en
la habitación, cada uno portando un frasco bien tapado, que el más
joven presentó de rodillas. Se trataba de Thomas Cromwell, que
aparece aquí por primera vez en la escena histórica. Era hijo de un
herrero de Putney; pero poseía una mente tan penetrante, un juicio tan
sano, un corazón tan audaz, una habilidad tan consumada, una
elocución tan fácil, una memoria tan precisa, una actividad tan grande
y una pluma tan capaz, que le presagiaba la carrera más brillante. A la
edad de veinte años abandonó Inglaterra , deseoso de ver mundo, y
comenzó su vida como empleado en la fábrica inglesa de Amberes.
Poco después de esto, dos compatriotas de Boston se le acercaron
avergonzados. "¿Qué deseas?" les preguntó. “Nuestros pobladores nos
han enviado al papa”, le dijeron, “para conseguir la renovación de los
indultos mayores y menores, cuyo plazo está casi terminado, y que son
necesarios para la reparación de nuestro puerto. Pero no sabemos
cómo presentarnos ante él ”. Cromwell, dispuesto a emprender todo y
sabiendo un poco de italiano, respondió: "Iré contigo". Luego, dándose
una palmada en la frente, murmuró para sí mismo: "¿Qué pez puedo
arrojar como cebo a estos codiciosos cormoranes?" Un amigo le
informó que al Papa le gustaban mucho las golosinas. Cromwell ordenó
inmediatamente que le prepararan una gelatina exquisita, a la manera
inglesa, y partió hacia Italia con sus provisiones y sus dos compañeros.
Este fue el hombre que apareció ante Julius después de su regreso de
la persecución. “Solo los reyes y los príncipes comen de esta reserva en
Inglaterra”, dijo Cromwell al Papa. Un cardenal, que era un
"cormorán" más codicioso que su maestro, probó con entusiasmo el
manjar. “Pruébelo”, exclamó, y el Papa, saboreando este nuevo dulce,
firmó inmediatamente los indultos, con la condición de que se le
dejara el recibo de la gelatina. “Y así se obtuvieron los perdones de
gelatina”, dice el analista. Fue la primera hazaña de Cromwell, y el
hombre que comenzó su ajetreada carrera presentando frascos de
confitería al Papa fue también el hombre destinado a separar
Inglaterra de Roma.
La corte del pontífice no fue la única en Europa dedicada a la alegría.
Las partidas de caza eran tan habituales en Londres como en Roma. El
joven rey y sus compañeros estaban entonces absortos en bailes,
banquetes y las demás festividades de ella inseparables de un nuevo
reinado. Sin embargo, recordó que debía dar una reina a su pueblo:
Catalina de Aragón todavía estaba en Inglaterra, y el consejo la
recomendó para su esposa. Admiraba su piedad sin importarle
imitarla; 16 estaba complacido con su amor por la literatura, e incluso
sintió cierta inclinación hacia ella. 17 Sus consejeros le manifestaron
que “Catalina, hija de la ilustre Isabel de Castilla, era el imaginario de
su madre. Como ella, poseía esa sabiduría y grandeza mental que se
ganan el respeto de las naciones; y que si ella le llevaba a cualquiera de
sus rivales su porción matrimonial y la alianza española, la corona de
Inglaterra, disputada desde hace mucho tiempo, pronto caería de su
cabeza ... Tenemos la dispensación del Papa: ¿será usted más
escrupuloso? de lo que es? " 18 El arzobispo de Canterbury se opuso en
vano: Enrique cedió y el 11 de junio, unas siete semanas después de la
muerte de su padre, las nupcias se celebraron en privado. El día
veintitrés, el rey y la reina recorrieron la ciudad en estado de alerta, la
novia con un vestido de satén blanco y el pelo colgando por la espalda
casi hasta los pies. Al día siguiente fueron coronados en Westminster
con gran magnificencia.
Luego siguió una serie de entretenimientos costosos. Los tesoros que la
nobleza había ocultado durante mucho tiempo por temor al viejo rey,
ahora fueron sacados a la luz; las damas brillaban con oro y diamantes;
y el rey y la reina, a quienes el pueblo nunca se cansaba de admirar, se
divertían como niños con el esplendor de sus vestiduras reales. Enrique
VIII fue el precursor de Luis XIV. Naturalmente inclinado a la pompa y
al placer, el ídolo de su pueblo un devoto admirador de la belleza
femenina, y el marido de casi tantas esposas como amantes de la
adúltera Louis, hizo de la corte de Inglaterra lo que el hijo de Ana de
Austria hizo la corte de Francia, un escenario constante de diversiones.
Pensó que nunca llegaría al final de las riquezas acumuladas por su
prudente padre. Su juventud porque solo tenía dieciocho años: la
alegría de su carácter, la gracia que mostraba en todos los ejercicios
corporales, los cuentos de caballería que le encantaban y que incluso el
clero recomendaba a sus oyentes de alta cuna, los halagos de sus
cortesanos. 19 - todos estos combinados para poner su joven
imaginación en un fermento. Dondequiera que aparecía, todos se
llenaban de admiración por su bello rostro y su graciosa figura: tal es
el retrato que nos legó su mayor enemigo. 20 “Su frente fue hecha para
llevar la corona, y su majestuoso puerto el manto real”, agrega
Noryson. 21
Enrique resolvió realizar sin demora los combates caballerescos y los
esplendores fabulosos de los héroes de la Mesa Redonda, como
preparándose para esas luchas más reales que un día tendría que
mantener contra el papado. Al son de la trompeta, el joven monarca
entraba en las listas, vestido con costosa armadura y luciendo una
pluma que caía graciosamente sobre la silla de su vigoroso corcel;
"Como un toro indómito", dice un historiador, "que se libera de su
yugo y se lanza a la arena". En una ocasión, en la celebración de la
iglesia de la reina, Catalina con sus damas estaba sentada en una
tienda de púrpura y oro, en medio de un bosque artificial, sembrado
de rocas y abigarrado de flores. De repente, un monje dio un paso
adelante, vestido con una larga túnica marrón, y arrodillándose ante
ella, le pidió permiso para correr un curso. Le fue concedido y,
levantándose, tiró a un lado su tosco vestido y apareció
magníficamente armado para el torneo. Era Charles Brandon, luego
duque de Suffolk, uno de los hombres más apuestos y fuertes del reino,
y el primero después de Enrique en ejercicios militares. Le siguieron
otros vestidos de terciopelo negro, con sombreros de ala ancha en la
cabeza, bastones en las manos y pañuelos sobre los hombros
adornados con conchas de berberecho, como los peregrinos de St.
James de Comp ostella. Estos también se quitaron el disfraz y se
pusieron de pie con la armadura completa. A la cabeza estaba sir
Thomas Boleyn, cuya hija estaba destinada a superar en belleza,
grandeza y desgracia a todas las mujeres de Inglaterra. Comenzó el
torneo. Enrique, que ha sido comparado con Amadis en audacia, con el
corazón de león Ricardo en coraje y con Eduardo III en cortesía, no
siempre escapó del peligro en estas caballerosas contiendas. Un día, el
rey se había olvidado de bajar su visor, y Brandon, su oponente, partió
a galope tendido, los espectadores notaron el descuido y gritaron
alarmados. Pero nada pudo detener a sus caballos: los dos caballeros se
encontraron. La lanza de Suffolk se estremeció contra Henry y los
fragmentos lo golpearon en la cara. Todos pensaban que el rey estaba
muerto, y algunos corrían a arrestar a Brandon, cuando Enrique,
recuperándose del golpe que había caído sobre su casco, reinició el
combate y corrió seis nuevos cursos en medio de los gritos de
admiración de sus súbditos. Este intrépido coraje cambió a medida que
envejecía en una crueldad indestructible; y fue este tigre joven, cuyos
movimientos eran entonces tan graciosos, que en ningún día lejano
desgarró con sus colmillos ensangrentados a la madre de sus hijos.

Notas finales:
1. Pudorem más quam virgineum. Erasm. Ep. 1 p. 525.
2. Life of More por su tatarabuelo (1828) p. 93.
3. Cum mulieribus fere atque etiam cum uxore nonnisi
nisus jocosque tractat. Erasm. Ep. 1 p. 536.
4. Quantum ibi devorabatur ovorum putrium, quantum vini
putris hauriebatur. Erasm. Coloq. Pág. 564.
5. Dici non potest quam mihi dulcescat Anglia tua ..vel in
extrema Scythia vivere non recusem. Erasm. Ep. 1 p. 311.

6. Erasm. Ep. Ad Botzhem. Jortin. Apéndice, pág. 108.


7. Principes summa nocte ad thalamum solemni ritu
deducti sunt. Sanderus, de schismate Angl. P. 2.
8. Apomaxis de Morysin.
9. Herbert, Vida de Enrique VI II. Pág. 18.
10. Collectanea de Leland, vol. 4. P. 309.
11. Scripsit ad me suapte manu litteras amantissimas.
Erasm. Vita ad Ep.
12. Ut hoc novum sidusaspicias. Ibídem. pags. 277; una
expresión de Virgilio, hablando del deificado Augusto.

13. Ridet aether, exultat terra, omnia l actis, omnia mellis,


amnia nectaris sunt plena. Ibídem.
14. Vestem albam commutavit en nigram. Epp. Ad Servat.
15. El Papa de repente se maravilló de la extrañeza de la
canción. Fox, Hechos, 5: 364, ed. Lond. 1838.
16. Admiarbatur quidem uxoris sanctitatem. Sanders, pág. 5.
17. Ut amor plus apud regem posset. Moryson Apom. P. 14.
18. Enrique VIII de Herbert. P. 7. Fuller's Church Hist. Libro
V p. 165. Erasm. Ep. Ad Amerb. P. 19.
19. Tyndale, Obediencia de un hombre cristiano (1528)

20. Eximia cor poris forma praeditus, en qua etiam regiae


majestatis augusta quaedam especie elucebat. Sanderus
de Schism. P. 4.
21. Turner, Hist. Engl. 1 p. 28.
LIBRO 17
CAPÍTULO 11
Un mensaje del Papa detuvo a Enrique en medio de estas diversiones.
En Escocia, España, Francia e Italia, el joven rey no tenía más que
amigos, una armonía que el papado tenía la intención de perturbar. Un
día, inmediatamente después de la celebración de la misa mayor, el
arzobispo de Canterbury, en nombre de Julio II, puso a sus pies una
rosa dorada, que había sido bendecida por el Papa, ungida con aceite
sagrado y perfumada con almizcle. 1 Iba acompañado de una carta en
la que lo saludaba como jefe de la liga italiana. El belicoso pontífice,
habiendo reducido a los venecianos, deseaba humillar a le France y
emplear a Enrique como instrumento de su venganza. Enrique, poco
tiempo antes, había renovado su alianza con Luis XII; pero el Papa no
debía dejarse desconcertar por una nimiedad como ésa, y el joven rey
pronto empezó a soñar con rivalizar con las glorias de Crecy, Poitiers y
Agincourt. En vano, sus consejeros más sabios le manifestaron que
Inglaterra, en los tiempos más favorables, nunca había podido
mantenerse firme en Francia, y que el mar era el verdadero campo
abierto a sus conquistas. J ulius, sabiendo que su vanidad, se había
comprometido a privar a Louis del título de rey cristianísimo, y
conferirle sobre él. “Su santidad espera que su excelencia extermine
por completo al rey de Francia”, escribió el agente del rey. 2 H Enry
vio nada objetable en esta misión muy unapostolic, y decidió sobre la
sustitución de la terrible juego de la guerra de los deportes más suaves
de la paz.

En la primavera de 1511, después de algunos intentos infructuosos de


sus generales, Enrique decidió invadir a Franco en persona. Estaba en
medio de sus preparativos cuando llegó la fiesta de Pascua. Dean Colet
había sido designado para predicar ante Henry el Viernes Santo, y en
el transcurso de su sermón mostró más coraje del que podría haberse
esperado en un erudito , porque una chispa del espíritu cristiano
brillaba en su pecho. Eligió como tema de su discurso la victoria de
Cristo sobre la muerte y el sepulcro. “Quien toma las armas por
ambición”, dijo, “no lucha bajo el estandarte de Cristo, sino de
Satanás. Si deseas luchar contra tus enemigos, sigue a Jesucristo como
tu príncipe y capitán, en lugar de a César o Alejandro ". Sus oyentes se
miraron con asombro; los amigos de la literatura educada se
alarmaron; y los sacerdotes, que estaban inquietos por el surgimiento
de la mente humana, esperaban aprovechar esta oportunidad de
infligir un golpe mortal a sus antagonistas. Entre ellos había hombres
cuyas opiniones debemos condenar, mientras que no podemos dejar
de respetar su celo por lo que creían que era la verdad: de este número
estaban Bricot, Fitzjames y, sobre todo, Standish. Su celo, sin embargo,
fue un poco demasiado lejos en esta ocasión: incluso hablaron de
quemar al decano. 3 Después del sermón, Colet fue informado de que
el rey solicitó su presencia en el jardín del monasterio franciscano, e
inmediatamente los sacerdotes y monjes se apiñaron alrededor de la
puerta, esperando ver a su adversario como un criminal. "Déjanos estar
solos", dijo Henry; “Póngase la gorra, Maestro Decano, y daremos un
paseo. Anímate ”, continuó,“ no tienes nada que temer. Has hablado
admirablemente de la caridad cristiana y casi me has reconciliado con
el rey de Francia; sin embargo, como el concurso no es de elección,
sino de necesidad, debo rogarle en algún sermón futuro que le
explique esto a mi gente. A menos que lo haga, me temo que mis
soldados pueden malinterpretar su significado ". Colet no era Juan
Bautista y, afectado por la condescendencia del rey, dio la explicación
requerida. El rey quedó satisfecho y exclamó: “Cada uno tenga su
médico como le plazca; ¡este hombre es mi médico y beberé su salud! "
Henry era entonces joven: muy diferente era la moda con la que en los
años posteriores trataba a los que se le oponían.

En el fondo, al rey le importaban poco más las victorias de Alejandro


que las de Jesucristo. Habiendo equipado su ejército, se embarcó a
finales de junio, acompañado de su limosnero, Wolsey, que estaba
ganando popularidad, y partió para la guerra como si fuera un torneo.
Poco después de esto, fue , todos relucientes de joyas, al encuentro del
emperador Maximiliano, quien lo recibió con un sencillo jubón y una
capa de sarga negra. Después de su victoria en la batalla de los Spurs,
Henry, en lugar de avanzar hacia la conquista de Francia, regresó al
sitio de T erouenne, perdió su tiempo en justas y entretenimientos,
confirió a Wolsey el obispado de Tournay que acababa de capturar. y
luego regresó a Inglaterra, encantado de haber hecho una excursión
tan agradable.
Luis XII era viudo a los 53 años y estaba abatido por las enfermedades
de una vejez prematura; pero deseoso de impedir, a toda costa, la
reanudación de la guerra, buscó la mano de la hermana de Enrique, la
princesa María, entonces en su decimosexto año. Sus afectos ya
estaban fijados en Charles Brando n, y por él habría sacrificado el
esplendor de un trono. Pero razones de estado se opusieron a su unión.
“La princesa”, comentó Wolsey, “pronto regresará a Inglaterra viuda
con una dote real”. Esto decidió la cuestión. La desconsolada María,
que era objeto de piedad universal, se embarcó en Dover con un tren
numeroso, y desde Boulogne, donde fue recibida por el duque de
Angulema, fue conducida ante el rey, exultante ante la idea de casarse
con el más guapo. princesa en Europa.
Entre las hormigas asistentes de Mary estaba la joven Ana Bolena. Su
padre, sir Thomas Boleyn, había sido encargado por Henry, junto con
el obispo de Ely, de las negociaciones diplomáticas previas a este
matrimonio. Anne había pasado su infancia en Hever Caster, rodeada
de todo lo que podía calentar la imaginación. Su abuelo materno, el
conde de Surrey, cuyo hijo mayor se había casado con la hermana de la
reina de Enrique VII, había ocupado, al igual que sus hijos, los cargos
de Estado más importantes. Probablemente a la edad de catorce años,
cuando su padre lo llamó a la corte, ella le escribió la siguiente carta en
francés, que parece referirse a su partida a Francia:

—Señor, por su carta descubrí que desea que comparezca en la corte


de una manera que me convierta en una mujer respetable, y que la
reina también se dignará entablar conversación conmigo; en esto me
regocijo, como pienso, de que conversar con una princesa tan sensata
y elegante me hará aún más deseoso de seguir hablando y escribiendo
un buen francés; más aún por su sincero consejo, que (lo conozco por
este escrito actual) seguiré lo mejor que pueda ... En cuanto a mí,
tenga la seguridad de que no miraré ingratamente a este padre
paternal oficio como uno del que se podría prescindir; tampoco
tenderá a disminuir mi afecto, búsqueda [deseo] y deliberación de
llevar una vida tan santa como desees de mí; de hecho, mi amor por ti
está fundado sobre una base tan firme que nunca podrá ser
menoscabado. Puse fin a esta mi elucubración después de haber
ansiado muy humildemente tu buena voluntad y cariño. Escrito en
Hever, por
“Tu muy humilde y obediente hija,
"Anna De Boullan". 4
Tales fueron los sentimientos con los que se presentó en la corte esta
joven e interesante dama, tan calumniada por los escritores papísticos
.
La boda se celebró en Abbeville el 9 de octubre de 1514 y, tras un
suntuoso banquete, el rey de Francia distribuyó sus reales
generosidades entre los señores ingleses, que quedaron encantados
con su cortesía. Pero el día de mañana fue un día de prueba para la
joven reina. Luis XII había despedido al numeroso tren que la había
acompañado, e incluso a Lady Guildford, a quien Enrique le había
confiado especialmente. Solo quedaban tres, de los cuales la joven Ana
Bolena era una. En esta separación , María dio paso al dolor más
agudo. Para animarla, Louis proclamó un gran torneo. Brandon se
apresuró a ir a Francia en su primer anuncio y se llevó todos los
premios; mientras el rey, reclinado lánguidamente en un diván, podía
contemplar con dificultad el brillante espectáculo que presidía su
reina, enferma de corazón pero radiante de juventud y belleza. María
no pudo ocultar su emoción y Luisa de Saboya, que la estaba mirando,
adivinó su secreto. Pero Luis, si experimentó las torturas de los celos,
no los sintió por mucho tiempo, porque su muerte tuvo lugar el 1 de
enero de 1515.
Incluso antes de que terminara el funeral de su esposo, el corazón de
Mary latía con esperanza. Francis I, impaciente por verla casada con
algún personaje político sin importancia, animó su amor por Brandon.
Este último, a quien Enrique había encargado que le transmitiera sus
cartas de condolencia, temía la ira de su amo si se atrevía a aspirar a la
mano de la princesa. Pero la reina viuda, que estaba decidida a desafiar
todo , le dijo a su amante: "O te casas conmigo en cuatro días o no me
ves más". La elección que el rey había hecho de su embajador
anunciaba que no se comportaría con mucha dureza. El matrimonio se
celebró en la abadía de Clugny y Henry los perdonó.
Mientras María regresó a Inglaterra, como había predicho Wolsey,
Ana Bolena permaneció en Francia. Su padre, deseando que su hija se
convirtiera en una mujer consumada, la instruyó al cuidado del
virtuoso Claude de Francia, la buena reina, en cuya corte se educaron
las hijas de las primeras familias del reino. Margaret, duquesa de
Alencon, hermana de Francisco y luego reina de Navarra, a menudo
encantaba al círculo de la reina con su animada conversación. Pronto
se encariñó profundamente con la joven inglesa y , a la muerte de
Claude, la acogió con su propia familia. Ana Bolena estaba destinada
en un período no muy remoto a ser en la corte de Londres un reflejo de
la elegante Margaret, y sus relaciones con esa princesa no dejaron de
influir en la reforma inglesa .
Y de hecho, el movimiento literario que había pasado de Italia a
Francia parecía en ese momento como si fuera a cruzar de Francia a
Gran Bretaña. Oxford ejerce sobre Inglaterra una influencia tan grande
como la metrópoli; y casi siempre es dentro de sus muros donde
comienza un movimiento, ya sea para bien o para mal. En este período
de nuestra historia, un joven entusiasta saludó con alegría los
primeros rayos del nuevo sol y atacó con sus sarcasmos la ociosidad de
los monjes, la inmoralidad del clero y la superstición del pueblo.
Disgustado con el arte sacerdotal de la Edad Media y cautivado por los
escritores de la antigüedad y la pureza del Evangelio, Oxford pidió
audazmente una reforma que rompiera los lazos de la dominación
clerical y emancipara la mente humana. Los hombres de letras
pensaron durante un tiempo que habían encontrado al hombre más
poderoso de Inglaterra en Wolsey, el aliado que les daría la victoria.
Poseía poco gusto por aprender, pero al ver el viento del favor del
público soplar en esa dirección , fácilmente desplegó sus velas ante él.
Se ganó la reputación de un divino profundo, al citar algunas palabras
de Tomás de Aquino, y la fama de un Marcenas y Ptolomeo, al invitar a
los doctos a sus magníficos entretenimientos. "¡Oh feliz cardenal!",
Exclamó Er asmus, "¡quién puede rodear su mesa con tales
antorchas!" 5

En ese momento el rey sentía la misma ambición que su ministro, y


habiendo saboreado a su vez los placeres de la guerra y la diplomacia,
ahora se dedicó a la literatura. Deseaba que Wolsey le presentara a sir
Thomas More. "¿Qué debo hacer en la corte?" respondió este último.
"Seré tan torpe como un hombre que nunca montó sentado en una
silla de montar". Feliz en su círculo familiar, donde su padre, madre e
hijos, reunidos alrededor de la misma mesa, formaban un grupo
agradable, que el lápiz de Holbein nos ha transmitido, Moro no tenía
ganas de dejarlo. Pero Henry no era un hombre que aguantara una
negativa; casi empleó la fuerza para sacar a Moro de su retiro, y en
poco tiempo no podría vivir sin la compañía del literato. En noches
tranquilas y con luz de estrellas, caminaban juntos sobre las pistas en
la parte superior del palacio, hablando sobre los movimientos de los
cuerpos celestes. Si More no se presentaba en la corte, Henry iría a
Chelsea y compartiría la frugal cena de la familia con algunos de sus
simples vecinos. “¿Dónde”, preguntó Erasmo, “dónde está la Atenas, el
Pórtico o la Academia, que se puede comparar con la corte de
Inglaterra? ... Es la sede de las musas más que un palacio ... ... La edad
de oro está reviviendo, y felicito al mundo ".
Pero los amigos del saber clásico no se contentaban con los banquetes
del cardenal ni con los favores del rey. Querían victorias, y sus dardos
más agudos apuntaban a los claustros, esos fuertes por los cabellos de
la jerarquía y de la inmundicia. 6 El abad de Saint Albans, habiendo
tomado como concubina a una mujer casada y la había puesto al frente
de un convento, sus monjes habían seguido su ejemplo y se habían
entregado al libertinaje más escandaloso. La indignación pública se
despertó hasta el momento, que el propio Wolsey - Wolsey, padre de
varios hijos ilegítimos y que estaba sufriendo el castigo de sus
irregularidades 7 - se dejó llevar por el espíritu de la época y exigió al
Papa una reforma general de modales. Cuando se enteraron de esta
petición, los sacerdotes y los frailes gritaron con fuerza. "¿Qué vas?" le
dijeron a Wolsey. "Estás dando la victoria a los enemigos de la iglesia,
y tu única recompensa será el odio del mundo entero". Como este no
era el juego del cardenal, abandonó su proyecto y concibió uno más
fácil de ejecutar. Deseando merecer el nombre de “Ptolomeo” que le
otorgó Erasmo, se comprometió a construir dos grandes
universidades, una en Ipswich, su ciudad natal, la otra en Oxford; y
consideró conveniente sacar el dinero necesario para su donación, no
de su propio bolsillo, sino del de los monjes. Señaló al Papa veintidós
monasterios en los que (dijo) el vicio y la impiedad se habían
instalado. 8 El Papa concedió su secularización, y Wolsey, habiendo
obtenido así unos ingresos de 2000 libras esterlinas, sentó las bases de
su colegio, trazó varios tribunales y construyó cocinas espaciosas. Cayó
en desgracia antes de haber terminado su trabajo, lo que llevó a
Gualter a decir con desprecio: "Comenzó una universidad y construyó
una tienda de cocina". 9 Pero se había dado un gran ejemplo: los
monasterios habían sido atacados y la primera brecha hecha en ellos
por un cardenal. Cromwell, el secretario de Wolsey, comentó cómo su
maestro se había encargado de su trabajo y en los años posteriores se
benefició de la lección.
Fue una suerte para las cartas que tuvieran amigos más sinceros en
Londres que Wolsey. Entre ellos estaban Colet, decano de St. Pablo,
cuya casa fue el centro del movimiento literario que precedió a la
Reforma, y su amigo e invitado Erasmo. Este último fue el pionero
resistente que abrió el camino de la antigüedad a la Europa moderna.
Un día entretendría a los invitados de Colet con el relato de un nuevo
manuscrito; por otro, con una discusión sobre las formas de la
literatura antigua; y otras veces atacaba a los escolásticos y monjes,
cuando Colet se ponía del mismo lado. El único antagonista que se
atrevió a medir su fuerza con él fue Sir Thomas More, quien, aunque
laico, defendió con firmeza las ordenanzas de la iglesia.
Pero la mera charla en la mesa no pudo satisfacer al decano: una
numerosa audiencia asistió a sus sermones en St. Pablo's. La
espiritualidad de las palabras de Cristo, la autoridad que las
caracteriza, su admirable sencillez y misteriosa profundidad, lo había
cautivado profundamente: “Admiro los escritos de los apóstoles”,
decía, “pero casi los olvido, cuando contemplo la maravilla plena
majestad de Jesucristo ". 10 Dejando a un lado los textos prescritos
por la iglesia, explicó, como Zwingle, el Evangelio de San Mateo.
Tampoco se detuvo aquí. Aprovechando la Convocatoria, pronunció un
sermón sobre la confirmación y la reforma, que fue uno de los
numerosos precursores de la gran reforma del siglo XVI. “Vemos
aparecer ideas extrañas y heréticas en nuestros días, y no es de
extrañar”, dijo. Pero debes saber que no hay herejía más peligrosa para
la iglesia que las vidas viciosas de sus sacerdotes. Se necesita una
reforma; y esa reforma debe comenzar con los obispos y extenderse a
los sacerdotes. Una vez reformado el clero, procederemos a la reforma
del pueblo ”. 11 Así habló Colet, mientras los ciudadanos de Londres lo
escuchaban con éxtasis, y lo llamaban nuevo San Pablo. 12
No se puede permitir que tales discursos pasen impunes. Fitzjames,
obispo de Londres, era un anciano supersticioso, obstinado , anciano
de ochenta años, aficionado al dinero, excesivamente irritable, pobre
teólogo y esclavo de Duns Scotus, el sutil médico. Llamando en su
ayuda a otros dos obispos tan celosos como él por la preservación de
los abusos, a saber, Bricot y Standish, definió al decano de St. Paul's en
Warham. El arzobispo preguntó qué había hecho: "¿Qué había hecho?"
se reunió con el obispo de Londres. “Él enseña que no debemos adorar
imágenes; traduce el Padrenuestro al inglés; pretende que el texto
Apacienta mis ovejas, no incluye los suministros temporales que el
clero extrae de su rebaño. Y además de todo esto —continuó con cierto
vergüenza—, ¡ha hablado contra los que llevan sus manuscritos al
púlpito y leen sus sermones! Como esta era la práctica del obispo, el
primate no pudo evitar sonreír; y como Colet se negó a justificarse a sí
mismo, Warham lo hizo por él.
A partir de ese momento, Colet trabajó con renovado celo para
dispersar la oscuridad. Dedicó la mayor parte de su fortuna a fundar la
célebre escuela de St. Paul, de la cual la erudita Lilly fue el primer
maestro. Dos partidos, los griegos y los troyanos, entraron en las listas,
no para luchar con la espada y la lanza, como en la epopeya antigua,
sino con la lengua, la pluma y, a veces, el puño. Si los troyanos (los
oscurantes) fueron derrotados en las disputas públicas, se vengaron en
el secreto del confesionario. Cave a Graecis ne fias hereticus, 13 era la
consigna de los sacerdotes, su lección diaria para los jóvenes a su
cargo. Consideraron la escuela fundada por Colet como el caballo
monstruoso del perjuro Sinon, y anunciaron que de su seno saldría
inevitablemente la destrucción del pueblo. Colet y Erasmo
respondieron a los monjes infligiendo nuevos golpes. Linacre, un
entusiasta literario minucioso, Grocyn un hombre de humor sarcástico
pero de corazón generoso, y muchos otros reforzaron la falange griega.
El mismo Enrique solía llevarse a uno de ellos durante sus viajes, y si
algún troyano desafortunado se atrevía en su presencia a atacar la
lengua de Platón y de San Pablo, el joven rey le echaría su helenia. No
más numerosos fueron los concursos presenciados en tiempos de
antaño en los clásicos bancos de Xanthus y Simois.

Notas finales:
1. Odorifico musco aspersam. Wilkins, Concilia, 3 p. 652.
2. Carta del cardenal Bembridge. Algodón MSS. Vitell. B. 2,
pág. 8.
3. El Dr. Colet estaba en problemas y debería haber sido
quemado. Sermones de Latimer. Edición Parker, pág. 440.

4. El original francés se conserva entre los manuscritos de


Arc hbishop Parker. En Corpus Christi College,
Cambridge. La traducción del texto es (con una ligera
variación) de la Colección de cartas reales y de otro tipo
de Sir H. Ellis, vol. 2 segundas series.
5. Cujus mensa talibus luminibus cingitur. Erasm. Ep. 725.
6. Lo ca sacra etiam ipsa Dei templa monialium stupro et
sanguinis et seminis effusione profanare non verentur. La
bula papal. Wilkins, Concilia, pág. 632.
7. Morbus venereus. Pimpinela.
8. Donde se abrigaba mucho vicio y maldad. Strype, 1: 169.
Se dan los nombres de los monasterios . Ibídem. 2: 132.
9. Instituit collegium et absolvit popinam. Fuller, ciento. 16.
P. 169.
10. Ita suspiciebat admirabilem illam Christi majestatem.
Erasm. Epp. 707.

11. Colet, Sermón de la Convocatoria.


12. Pene apostolus Paulus habitus est. Polyd. Virg. Pág . 618 .
13. Cuidado con los griegos, no sea que te conviertas en
hereje.
LIBRO 17
CAPÍTULO 12

Así como todo parecía tender a una reforma, un sacerdote poderoso


hizo el camino más difícil.
Uno de los personajes más llamativos de la época hacía entonces su
aparición en el escenario del mundo. El destino de ese hombre, en el
reinado de Enrique VIII, era combinar una habilidad extrema con una
inmoralidad extrema; y ser un ejemplo nuevo y sorprendente de la
sana verdad de que la inmoralidad es más eficaz para destruir a un
hombre que la capacidad para salvarlo. Wolsey fue el último sumo
sacerdote de Roma en Inglaterra, y cuando su caída sobresaltó a la
nación, fue la señal de una caída aún más sorprendente: la caída del
papado.
Thomas Wolsey, hijo de un rico carnicero de Ipswich, según la historia
común, que está sancionada por una alta autoridad, había alcanzado
bajo Enrique VII el puesto de limosnero, por recomendación de Sir
Richard Nanfan, tesorero de Calais y antiguo mecenas. de su. Pero
Wolsey no deseaba en absoluto pasar su vida diciendo misa. Tan
pronto como hubo cumplido con los deberes regulares de su cargo, en
lugar de pasar el resto del día en la ociosidad, como hacían sus colegas,
se esforzó por ganarse las gracias de las personas que rodeaban al rey.
Fox, obispo de Winchester, guardián del sello privado bajo Enrique
VII, inquieto por el creciente poder del conde de Surrey, buscó un
hombre que lo contrarrestara. Pensó que había encontrado uno así en
Wolsey. Fue para oponerse a los Surrey, el abuelo y los tíos de Ana
Bolena, por lo que el hombre del carnicero de Ipswich fue sacado de su
oscuridad. Ésta no es una circunstancia sin importancia en nuestra
narrativa. Fox comenzó a elogiar a Wolsey en la audiencia del rey y, al
mismo tiempo, alentó al limosnero a dedicarse a los asuntos públicos.
Este último no era sordo, 1 y pronto encontró la oportunidad de
ganarse el favor de su soberano.
El rey, que tenía asuntos importantes con el emperador, que estaba
entonces en Flandes, envió a buscar a Wolsey, le explicó sus deseos y
le ordenó que se preparara para partir. El capellán decidió demostrarle
a Enrique VII lo capaz que era de servirle. Era mucho más del
mediodía cuando se despidió del rey en Richmond; a las cuatro en
punto estaba en Londres, a las siete en Gravesend. Viajando toda la
noche llegó a Dover justo cuando el bote de carga estaba a punto de
zarpar. Después de un paso de tres horas llegó a Calais, de donde viajó
por correo, y esa misma noche se presentó ante Maximiliano.
Habiendo obtenido lo que deseaba, partió de nuevo por la noche, y al
día siguiente sólo uno llegó a Richmond, tres días y unas pocas horas
después de su partida. El rey, al verlo justo cuando se dirigía a la misa,
preguntó bruscamente por qué no había partido. "Señor, acabo de
regresar", respondió Wolsey, poniendo las cartas del emperador en las
manos de su maestra. Henry estaba encantado y Wolsey vio que había
hecho su fortuna.
Los cortesanos esperaban al principio que Wolsey, como un piloto sin
experiencia, hiciera rodar su nave sobre alguna roca oculta; pero el
timonel nunca manejó su barco con más habilidad. Aunque era unos
años mayor que Enrique VIII, el limosnero bailaba, cantaba y reía con
los compañeros del príncipe y divertía a su nuevo maestro con relatos
de escándalos y citas de Tomás de Aquino. El joven rey encontró en su
casa un templo del paganismo, un santuario de v oluptuosidad; 2 y
mientras los consejeros de Henry le rogaban que dejara sus placeres y
se ocupara de los negocios, Wolsey le recordaba continuamente que
debía dedicar su juventud al aprendizaje y la diversión, y dejar las
tareas del gobierno a otros. Wolsey fue nombrado obispo de Tournay
durante la campaña en Flandes y, a su regreso a Inglaterra, fue elevado
a las sedes de Lincoln y York. En un año le habían colocado tres mitras
en la cabeza. Por fin encontró la vena que tan ardientemente buscaba.

Y sin embargo, no estaba satisfecho. El arzobispo de Canterbury había


insistido, como primado, en que la cruz de York se bajara a la suya.
Wolsey no estaba dispuesto a admitirlo, y cuando descubrió que
Warham no estaba contento con ser su igual, decidió convertirlo en su
inferior. Escribió a París y a Roma. Francisco I, que deseaba conciliar a
Inglaterra, exigió la púrpura para Wolsey, y el arzobispo de York
recibió el título de cardenal Santa Cecilia más allá del Tíber . En
noviembre de 1515, su sombrero fue traído por el enviado del Papa:
“Hubiera sido mejor haberle dado un tippet Tyburn”, dijeron algunos
ingleses indignados; “Estos sombreros romanos nunca trajeron nada
bueno a Inglaterra” 3 , un dicho que se ha vuelto proverbial.
Esto no fue suficiente para Wolsey: deseaba la grandeza secular por
encima de todas las cosas. Warham, cansado de enfrentarse a un rival
tan arrogante, renunció a los sellos y el rey se los transfirió de
inmediato al cardenal. Finalmente, una bula lo nombró legado
posterior de la Santa Sede y puso bajo su jurisdicción todos los
colegios, monasterios, cortes espirituales, obispos y el primado mismo
(1519). Desde ese momento, como canciller de Inglaterra y legado,
Wolsey administró todo en la iglesia y el estado. Llenó sus arcas con
dinero adquirido tanto en casa como en el extranjero, y cedió sin
restricciones a sus vicios dominantes, la ostentación y el orgullo.
Siempre que aparecía en público, dos sacerdotes, los más altos y bellos
que se podían encontrar, llevaban ante él dos enormes cruces de plata,
una para señalar su dignidad como arzobispo y la otra como legado
papal. Chambelanes, caballeros, pajes, sargentos, capellanes, coristas,
dependientes, coperos, cocineros y otros domésticos, hasta el número
de más de 500, entre los que se encontraban nueve o diez señores y los
labradores más majestuosos del país, llenaban su palacio. Por lo
general, vestía un vestido de seda y terciopelo escarlata, con sombrero
y guantes del mismo color. Sus zapatos estaban bordados con oro y
plata, con incrustaciones de perlas y piedras preciosas. Así se estaba
formando una especie de papado en Inglaterra; porque dondequiera
que florece el orgullo, se desarrolla el papado.

Una cosa ocupaba a Wolsey más que toda la pompa de la que estaba
rodeado: su deseo, es decir, cautivar al rey. Con este propósito, echó la
natividad de Enrique y se hizo con un amuleto que usaba
constantemente para encantar a su amo con sus propiedades mágicas.
4 Luego, recurriendo a una nigromancia aún más eficaz, seleccionó
entre los licenciosos compañeros del joven monarca los de mayor
discernimiento y carácter más ambicioso; y después de unirlos con un
juramento solemne, los puso en la corte para que le fueran como ojos y
oídos. En consecuencia, no se dijo una palabra en presencia del
monarca, en particular contra Wolsey, de lo que no se le informó una
hora después. Si el culpable no estaba a favor, era expulsado sin
piedad; en caso contrario, el ministro lo envió a alguna misión lejana.
Las damas de la reina, los capellanes del rey e incluso sus confesores
eran los espías del cardenal. Fingió la omnipresencia, como el Papa a la
infalibilidad.
Wolsey no carecía de ciertas virtudes llamativas, pues era generoso
con los pobres incluso hasta la afectación, y como canciller inexorable
ante todo tipo de irregularidades, y se esforzaba especialmente por
hacer que los ricos y de alta cuna se doblegaran bajo su poder. Sólo los
hombres de ciencia obtuvieron de él alguna poca atención, y por eso
Erasmo lo llama "el Achates de un nuevo Eneas". Pero la nación no
debía dejarse llevar por los elogios de algunos eruditos. Wolsey, un
hombre de moral más que sospechoso, de doble corazón, infiel a sus
promesas, oprimiendo a la gente con fuertes impuestos y
extremadamente arrogante con todo el mundo, Wolsey pronto fue
odiado por la gente de Inglaterra.
La elevación de un príncipe de la Iglesia Romana no pudo ser
favorable a la Reforma. Los sacerdotes, animados por ella, decidieron
oponerse al triple ataque de los sabios, los reformadores y el Estado; y
pronto tuvieron la oportunidad de probar su fuerza. Las sagradas
órdenes se habían convertido durante la Edad Media en una orden
judicial para todo tipo de delitos. El Parlamento, deseoso de corregir
este abuso y controlar las usurpaciones de la iglesia, declaró en el año
1513 que cualquier eclesiástico acusado de robo o asesinato debía ser
juzgado ante los tribunales seculares. Sin embargo, se hicieron
excepciones a favor de obispos, sacerdotes y diáconos, es decir, casi
todo el clero. A pesar de esta tímida precaución , un insolente
escribiente, el abad de Winchelcomb, comenzó la batalla exclamando
en St. Pablo: "No toques a mi ungido, dijo el Señor". Al mismo tiempo,
Wolsey, acompañado por una larga fila de sacerdotes y prelados, tuvo
una audiencia del rey, en la que dijo con las manos alzadas al cielo:
"Señor, juzgar a un escribano es una violación de las leyes de Dios".
Esta vez, sin embargo, Henry no cedió. “Por la voluntad de Dios, somos
reyes de Inglaterra”, respondió, “y los reyes de Inglaterra en tiempos
pasados nunca tuvieron ningún superior, excepto Dios . Por tanto,
sepan bien que mantendremos el derecho de nuestra corona ”. Vio
claramente que poner al clero por encima de las leyes era ponerlo por
encima del trono. Los sacerdotes fueron golpeados, pero no
desanimados: la perseverancia es un rasgo característico de todo
orden jerárquico. Al no andar por fe, andan aún más por la vista; y
combinaciones hábiles ocupan el lugar de las santas aspiraciones del
cristiano. Los humildes discípulos del evangelio pronto
experimentarían esto, porque el clero, con unos pocos ataques
aislados, estaba a punto de encarnarse para las grandes luchas de la
Reforma.

Notas finales:
1. Haec Wolseius non surdis audierit auribus. Polyd. Virg.
622.
2. Domi suae voluptatum omnium sacrarium fec't. Ibídem.
623.

3. Latimer's Sermons (Parker Society), pág. 119.


4. Calculó [calculó] la natividad del rey ... hizo mediante el
arte de la nigromancia imágenes esculpidas para llevar
sobre él, con las que hechizó la mente del rey.
Exposiciones de Tyndale (Parker Soc.), Pág. 308.
LIBRO 17
CAPÍTULO 13

En ocasiones es necesario suavizar los colores algo exagerados en los


que los escritores contemporáneos describen al clero romano; pero hay
ciertas denominaciones que la historia está obligada a aceptar. Los
lobos, porque así se llamaba a los sacerdotes, al atacar a los Lores y los
Comunes habían tentado una obra fuera de su alcance. Dirigieron su
ira hacia los demás. Había muchos pastores que se esforzaban por
reunir a las ovejas del Señor junto a las aguas tranquilas: estas debían
asustarse, y las ovejas llevadas al desierto aullante. “Los lobos”
decididos a caer sobre los lolardos.
Vivía en Londres un honesto comerciante llamado Richard Hun, uno
de esos testigos de la verdad que, sinceros aunque no ilustrados, se
han encontrado a menudo en el seno del catolicismo. Su práctica era
volver a cansarse en su armario y dedicar una parte de cada día al
estudio de la Biblia. A la muerte de uno de sus hijos, el sacerdote le
exigió una tarifa exorbitante, que Hun se negó a pagar y por la que fue
citado ante el tribunal del legado. Animado por ese espíritu público que
caracteriza al pueblo de Inglaterra, se indignó de que un inglés fuera
citado ante un tribunal extranjero, y presentó una información contra
el sacerdote y su abogado bajo el acta de proemunire. Tal audacia, la
más extraordinaria en ese momento, exasperó al clero más allá de
todos los límites. "Si a estos ciudadanos orgullosos se les permite
salirse con la suya", exclamaron los monjes, "todo laico se atreverá a
resistir a un sacerdote".
En consecuencia, se hicieron esfuerzos para atrapar al supuesto
rebelde en la trampa de la herejía; 1 fue arrojado a la torre de los
Lollard en St. Pablo's, y le sujetaron un collar de hierro al cuello, al que
se le sujetaba una cadena tan pesada que ni el hombre ni la bestia
(dice Foxe) hubieran podido soportarla mucho tiempo. Cuando fue
llevado ante sus jueces, no pudieron condenarlo por herejía, y se
observó con asombro "que tenía su rosario en la cárcel con él". 2 Lo
habrían puesto en libertad, después de infligirle tal vez alguna
penitencia insignificante; pero entonces, qué mal ejemplo sería, y
¿quién podría detener a los reformadores, si fuera tan fácil resistir al
papado? Incapaces de triunfar por la justicia, ciertos fanáticos
resolvieron triunfar por el crimen.
A la medianoche del 2 de diciembre, día de su examen, tres hombres
subieron sigilosamente las escaleras de la torre de los Lollard: el
campanero fue primero con una antorcha; lo siguió un sargento
llamado Charles Joseph, y el último fue el canciller del obispo.
Habiendo entrado en la celda, se acercaron a la cama en la que estaba
acostado Hun, y al ver que estaba dormido, el canciller dijo: "Ponga las
manos sobre el ladrón", Charles Joseph y el campanero cayeron sobre
el preso, quien, despertando con un comienzo, vi de un vistazo lo que
significaba esta visita de medianoche. Al principio resistió a los
asesinos, pero pronto fue dominado y estrangulado. Charles Joseph
luego le colocó el cinturón del muerto alrededor del cuello, el
campanero ayudó a levantar su cuerpo sin vida y el canciller deslizó el
otro extremo del cinturón a través de un anillo fijado en la pared.
Luego le colocaron la gorra en la cabeza y se apresuraron a salir de la
celda ". 3 Inmediatamente después, Carlos José, con la conciencia
herida, se montó a caballo y salió de la ciudad; el campanero salió de la
catedral y se escondió: el crimen dispersó a los criminales. El canciller
solo se mantuvo firme, y estaba rezando cuando le dieron la noticia de
que el carcelero había encontrado a Hun colgando. "Debe haberse
suicidado en la desesperación", dijo el hipócrita. Pero todos conocían
los sentimientos cristianos del pobre Hun . “Son los sacerdotes los que
lo han asesinado”, fue el grito general en Londres, y se ordenó que se
llevara a cabo una investigación sobre su cuerpo.

El martes 5 de diciembre, William Barnwell, el forense de la ciudad,


los dos alguaciles y veinticuatro miembros del jurado se dirigieron a la
torre de los Lollards. Observaron que el cinturón era tan corto que no
se podía sacar la cabeza de él y que, en consecuencia, nunca se había
colocado en él voluntariamente, por lo que el jurado concluyó que la
suspensión fue un pensamiento posterior de otras personas. Además,
encontraron que el anillo era demasiado alto para que la pobre víctima
lo alcanzara, que el cuerpo tenía marcas de violencia y que se veían
rastros de sangre en la celda: “Por tanto, todos los encontramos por
Dios y todas nuestras conciencias. (ejecuta el veredicto), que Richard
Hun fue asesinado. También absolvemos al dicho Richard Hun de su
propia muerte ”. 4
Era demasiado cierto y los mismos criminales lo confesaron. El
miserable Charles Joseph, habiendo regresado a casa la noche del 6 de
diciembre, dijo a su sirvienta: "Si juras guardar mi secreto, te lo
contaré todo". - “Sí, amo”, respondió ella, “si no es delito ni traición”. -
Joseph tomó un libro, juró a la niña sobre él y luego le dijo: "¡He
matado a Richard Hun!" - “¡Oh maestro! ¿cómo? fue llamado un
hombre digno ". - “Daría palanca [en lugar de] cien libras si no se
hiciera”, respondió; "Pero lo hecho no se puede deshacer". Luego salió
corriendo de la casa.

El clero previó lo grave que sería este infeliz asunto para ellos, y para
justificarse examinaron la Biblia de Hun (era la versión de Wickliffe), y
habiendo leído en el prefacio que “los pobres y los idiotas [gente
sencilla] tienen la verdad de las Sagradas Escrituras más de mil
prelados y religiosos y secretarios de la escuela ”, y además, que“ el
Papa debería llamarse Anticristo ”, el obispo de Londres, asistido por
los obispos de Durham y Lincoln, declaró Hun culpable de herejía, y el
20 de diciembre su cadáver fue hallado en Smithfield. "Los huesos de
Hun han sido quemados, y por lo tanto era un hereje", dijeron los
sacerdotes; "Era un hereje y, por tanto, se suicidó".
El triunfo del clero fue de corta duración; porque casi al mismo tiempo
William Horsey, el canciller del bis hop, Charles Joseph, y John
Spalding, el campanero, fueron condenados por el asesinato. Un
proyecto de ley aprobado por los Comunes restaurando la propiedad
de Hun a su familia y reivindicando su carácter; los Señores aceptaron
el proyecto de ley, y el mismo rey dijo a los sacerdotes: "Devuélveles a
estos miserables niños la propiedad de su padre, a quien tan
cruelmente asesinaste, para nuestro gran y justo horror". 5 - "Si la
teocracia clerical lograra el dominio del estado", fue el comentario
general en Londres, "no sólo sería una gran mentira, sino la tiranía
más espantosa!" Inglaterra nunca ha vuelto desde entonces, y un
gobierno teocrático siempre ha inspirado a la parte sana de la nación
con una antipatía justa e insuperable. Tales fueron los acontecimientos
que tuvieron lugar en Inglaterra poco antes de la Reforma. Eso no fue
todo.
El clero no había tenido suerte con el asunto de Hun, pero no por esa
razón no estaba dispuesto a intentar uno nuevo.
En la primavera de 1517, el año en que Lutero publicó sus tesis, un
sacerdote, cuyos modales anunciaban a un hombre hinchado de
orgullo, se encontraba a bordo del barco de paso de Londres a
Gravesend con un inteligente y piadoso cristiano de Ashford. por su
nombre John Brown. Los pasajeros, mientras flotaban río abajo , se
divertían viendo cómo las orillas se alejaban de ellos, cuando el cura,
volviéndose hacia Brown, le dijo insolentemente: “Estás demasiado
cerca de mí, aléjate más. ¿Sabes quién soy? - “No, señor”, respondió
Brown. - “Bueno, entonces debes saber que soy sacerdote”. - “Sí, señor;
¿Es usted párroco, vicario o capellán de una dama? - "No; Soy un
sacerdote de almas ”, respondió con altivez; "Canto misa para salvar
almas". - “Usted, señor”, replicó Brown con cierta ironía, “está bien
hecho; ¿Y puedes decirme dónde encuentras el alma cuando comienzas
la misa? - “No puedo”, dijo el sacerdote. "¿Y dónde lo dejas cuando
termine la misa?" - "Yo no sé." "¡Qué!" Continuó Brown con marcas de
asombro, "no sabes dónde encuentras el alma o dónde la dejas ...... ¡y
sin embargo dices que la guardaste!" - "Vete por tu camino", dijo el
sacerdote enfadado, "eres un hereje, y yo estaré incluso contigo". A
partir de entonces, el sacerdote y su vecino no volvieron a conversar.
Por fin llegaron a Gravesend y el barco ancló.

Tan pronto como el sacerdote aterrizó, se apresuró hacia dos de sus


amigos, Walter y William More, y los tres, montados en sus caballos,
partieron hacia Canterbury y denunció a Brown ante el arzobispo.
Mientras tanto, John Brown había llegado a casa. T días res más tarde,
su esposa, Elizabeth, que acababa de salir de su habitación, fue a la
iglesia, vestido de blanco, a dar gracias a Dios por la entrega de ella en
los peligros del parto. Su marido, asistido por su hija Alice y la
sirvienta, preparaba para sus amigos el banquete habitual en tales
ocasiones, y todos se habían sentado a la mesa, con la alegría en todos
los rostros, cuando la puerta de la calle Se abrió abruptamente y
Chilton, el alguacil, un hombre cruel y salvaje, acompañado por varios
de los aparadores del arzobispo, se apoderó del digno ciudadano.
Todos saltaron de sus asientos alarmados; Elizabeth y Alice lanzaron
los gritos más desgarradores; pero los oficiales del primate, sin mostrar
emoción alguna, sacaron a Brown de la casa y lo colocaron a caballo,
atando sus pies bajo el vientre del animal. 6 Es un asunto serio
bromear con un sacerdote. La cabalgata se alejó rápidamente, y Brown
fue encarcelado y quedaron cuarenta días.
Al final de este tiempo, el arzobispo de Canterbury y el obispo de
Rochester llamaron ante ellos al tipo insolente que dudaba de que una
misa sacerdotal pudiera salvar almas, y le exigieron que se retractara
de esta "blasfemia". Pero Brown, si no creía en la misa, creía en el
evangelio: “Cristo fue ofrecido una vez”, dijo, “para quitar los pecados
de muchos. Es por este sacrificio que nos salvamos, y no por las
repeticiones de los sacerdotes ". A esta respuesta, el arzobispo hizo una
señal a los verdugos, uno de los cuales se quitó los zapatos y las medias
de este piadoso cristiano, mientras que el otro trajo una olla de
carbones encendidos, sobre la que pusieron los pies del mártir. 7 Las
leyes inglesas en verdad prohibían que se infligiera tortura a cualquier
súbdito de la corona, pero el clero se creía por encima de las leyes.
"Confiesa la eficacia de la masa", gritaron los dos obispos al pobre
Brown. "Si niego a mi Señor en la tierra", respondió, "él me negará ante
su Padre que está en los cielos". La carne se quemó desde las plantas de
los pies hasta los huesos, y John Brown permaneció inmutable. Por lo
tanto, los obispos ordenaron que lo entregaran al brazo secular para
que lo quemaran vivo.
El sábado anterior a la fiesta de Pentecostés, en el año 1517, el mártir
fue conducido de regreso a Ashford , donde llegó justo cuando el día se
acercaba a su fin. Varias personas ociosas fueron recogidas en la calle,
y entre ellas estaba la sirvienta de Brown, quien salió corriendo
llorando a la casa y le dijo a su ama: "Lo he visto ...... Estaba atado, y el
Lo estaban llevando a la cárcel ". 8 Isabel se apresuró a ver a su esposo
y lo encontró sentado con los pies en el cepo, con el rostro cambiado
por el sufrimiento y esperando ser quemado vivo al día siguiente. La
pobre mujer se sentó junto a él, llorando amargamente; mientras que
él, obstaculizado por sus cadenas, no pudo ni siquiera inclinarse hacia
ella. “No puedo poner los pies en tierra”, dijo, “porque los obispos los
han quemado hasta los huesos; pero no pudieron quemar mi lengua y
evitar que confesara al Señor ... ¡Oh Isabel! ... Continúa viviéndolo
porque Él es bueno; y criará a nuestros hijos en su miedo ”.
A la mañana siguiente, era Whitsunday, el brutal Chilton y sus
ayudantes llevaron a Brown al lugar de ejecución y lo sujetaron a la
hoguera. Elizabeth y Alice, con sus otros hijos y sus amigos, deseosos
de recibir su último suspiro, rodearon la pila, lanzando gritos de
angustia. Se prendió fuego a los leños; mientras Brown, tranquilo y
sereno, y lleno de confianza en la sangre del Salvador, juntó las manos
y repitió este himno, que Foxe ha conservado: 9 -
Señor, me entrego a tu gracia,
concede mi misericordia por mi transgresión;
Nunca dejes que el demonio de mi alma persiga al
Señor, me inclinaré y tú golpearás,
nunca dejes que mi alma entre en el calor del infierno
El mártir guardó silencio: las llamas habían consumido a su víctima.
Luego, redoblados gritos de angustia rasgaron el aire. Su esposa e hija
parecían perder el sentido. Los espectadores les mostraron la más
tierna compasión y se volvieron con un movimiento de indignación
hacia los verdugos. El brutal Chilton al darse cuenta de esto, gritó: -
“Ven; arrojemos a los hijos del hereje a las llamas, no sea que algún día
broten de las cenizas de su padre ". 10 Corrió hacia Alice, y estaba a
punto de agarrarla, cuando la doncella retrocedió gritando de horror.
Hasta el final de su vida, recordó el terrible momento, y ante ella
estamos en deuda por los detalles. La furia del monstruo se detuvo.
Tales fueron las escenas que sucedieron en Inglaterra poco antes de la
Reforma.

Los sacerdotes aún no estaban satisfechos, porque los eruditos aún


permanecían en Inglaterra: si no podían ser quemados, al menos
deberían ser desterrados. Se pusieron a trabajar en consecuencia.
Standish, obispo de St. Asaph, un hombre sincero, al parecer, pero
fanático, era empedernido en su odio hacia Erasmo, que lo había
irritado con un sarcasmo ocioso. Cuando se hablaba de San Asaf era
muy común abreviarlo como San As; Y como Standish no era un
teólogo de gran erudición, Erasmo, a su manera bromista, a veces lo
llamaba Episcopus a Sancto Asino. Como el obispo no pudo destruir a
Colet, el discípulo, se enorgullecía de triunfar sobre el maestro.
Erasmo conocía las intenciones de Standish. ¿Debería comenzar en
Inglaterra esa lucha con el papado que Lutero estaba a punto de
comenzar en Alemania? Ya no era posible tomar un camino
intermedio: debía luchar o abandonar. El holandés fue fiel a su
naturaleza, incluso podemos decir, a su vocación: abandonó el país.
Erasmo fue, en su época, el jefe de la gran comunidad literaria. A través
de sus conexiones y su correspondencia, que se extendió por toda
Europa, estableció entre aquellos países donde el aprendizaje estaba
reviviendo, y el intercambio de ideas y manuscritos. Pionero de la
antigüedad, crítico eminente, satírico ingenioso, defensor del gusto
correcto y restaurador de la literatura, le faltaba una sola gloria : no
tenía el espíritu creativo, el alma heroica de Lutero. Calculó con no
poca habilidad, pudo detectar la sonrisa en los labios o el fruncimiento
de las cejas; pero no tenía ese abandono, ese entusiasmo por la verdad,
esa firme confianza en Dios, sin la cual nada grande se puede hacer en
el mundo, y menos en la iglesia. “Erasmo tenía mucho, pero era poco”,
dijo uno de sus biógrafos. 11

En el año 1517 había llegado una crisis: había terminado el período del
avivamiento , comenzaba el de la Reforma. La restauración de las
letras fue seguida por la regeneración de la religión: los días de la
crítica y la neutralidad por los de la valentía y la acción. Erasmo tenía
entonces sólo cuarenta y nueve años; pero había terminado su carrera.
De ser el primero, ahora debe ser el segundo: el monje de Wittenberg
lo destronó. Miró a su alrededor en vano: puesto en un nuevo país,
había perdido el camino. Se necesitaba un héroe para inaugurar el gran
movimiento de los tiempos modernos: Erasmo era un hombre de
letras.
Cuando Standish lo atacó en 1516, el rey literario decidió abandonar la
corte de Inglaterra y refugiarse en una imprenta. Pero antes de dejar su
cetro a los pies de un monje sajón, señaló el final de su reinado con la
más brillante de sus publicaciones. La época de 1516-17, memorable
para las tesis de Lutero, estaba destinada a ser igualmente notable por
una obra que iba a imprimir en los nuevos tiempos su carácter
esencial. Lo que distingue a la Reforma de todos los avivamientos
anteriores es la unión del saber con la piedad y una fe más profunda,
más iluminada y basada en la palabra de Dios. El pueblo cristiano fue
entonces emancipado de la tutela de las escuelas y los papas, y su
estatuto de derecho al voto fue la Biblia. El siglo XVI hizo más que sus
predecesores: fue directo a la fuente (las Sagradas Escrituras), la
limpió de malas hierbas y zarzas, sondeó sus profundidades y provocó
que sus abundantes arroyos se derramaran por todos lados. La era de
la Reforma estudió el Testamento griego, que la era clerical casi había
olvidado, y esta es su mayor gloria. Ahora, el primer explorador de
esta fuente divina fue Erasmo. Cuando fue atacado por la jerarquía, el
líder de las escuelas se retiró de las espléndidas bendiciones de
Enrique VIII. Le pareció que la nueva era que había anunciado al
mundo había sido bruscamente interrumpida: no podía hacer nada
más con su conversación por el país de los Tudor. Pero llevaba consigo
esas preciosas hojas, el fruto de su trabajo , un libro que haría más de
lo que deseaba. Se apresuró a ir a Basilea y se instaló en la imprenta de
Frobenius, 12 donde no sólo trabajó él mismo, sino que hizo trabajar a
otros. Inglaterra pronto recibirá la semilla de la nueva vida y la
Reforma está a punto de comenzar.

Notas finales:
1. Foxe, Acts y Mon. 2 p. 8. Folio, 1684, Londres.

2. Ibídem.
3. Foxe, Acts y Mon. 2 p. 13. "Y así todos asesinamos a Hun
... y así Hun fue ahorcado". (Evidencia de Charles
Joseph.)
4. Para obtener más información sobre la investigación,
consulte Ibid. 2:14.
5. Veredicto sobre la investigación. Foxe, 12 años.
6. Foxe, Hechos, 2 p. 7. Sus pies atados debajo de su propio
caballo.
7. Sus pies descalzos estaban puestos sobre brasas
ardientes. Los lolardos (edit. Tract. Soc.) P. 149.

8. Una joven doncella de su casa que venía vio a su amo;


ella corrió a casa. Los lolardos, pág. 50.
9. Foxe, Acts y Mon. 2 p. 8 (folio 1684), 4 pág. 132 (Lond.
1838). En el futuro nos referiremos a la última edición,
por ser más accesible.
10. Bade echó también a sus hijos, porque de sus cenizas
brotarían. Foxe, Acts y Mon. 4 p. 132.
11. Anuncio. Muller.
12. Frobenio, ut nullius officinae más debeant sacrarum
studia literarum. Erasm. Ep. Pág. 330.

LIBRO 18
CAPÍTULO 1

En el siglo XVI, estaba dentro de la provincia de cuatro poderes


efectuar una reforma de la iglesia: estos eran el papado, el episcopado,
la monarquía y la Sagrada Escritura.

La Reforma en Inglaterra fue esencialmente obra de las Escrituras.


La única Reforma verdadera es la que emana de la palabra de Dios. Las
Sagradas Escrituras, al dar testimonio de la encarnación , muerte y
resurrección del Hijo de Dios, crean en el hombre por el Espíritu Santo
una fe que lo justifica. Esa fe, que produce en él una nueva vida, lo une
a Cristo, sin que él requiera una cadena de obispos o un mediador
romano, que lo separe del Salvador en lugar de acercarlo más. Esta
Reforma por la palabra restaura ese cristianismo espiritual que la
religión exterior y jerárquica había destruido; y de la regeneración de
los individuos resulta naturalmente la regeneración de la iglesia.
La Reforma de Inglaterra, quizás en mayor medida que la del
continente, fue efectuada por la palabra de Dios. Esta afirmación puede
parecer paradójica, pero no es menos cierta. Esas grandes
individualidades con las que nos encontramos en Alemania, Suiza y
Francia - hombres como Lutero, Zwingle y Calvino - no aparecen en
Inglaterra; pero la Sagrada Escritura se distribuye ampliamente. Lo que
trajo luz a las islas británicas posteriormente al año 1517, y en una
escala más extendida después del año 1526, fue la palabra: el poder
invisible del Dios invisible. La religión de la raza anglosajona, una raza
llamada más que cualquier otra para hacer circular los oráculos de
Dios por todo el mundo, se distingue particularmente por su carácter
bíblico.
La Reforma de Inglaterra no pudo ser papal. No se puede esperar
reforma alguna de lo que no sólo debe reformarse, sino abolirse; y
además, ningún monarca se destrona a sí mismo. Incluso podemos
afirmar que el Papa siempre había sentido un afecto peculiar por sus
conquistas en Gran Bretaña, y que habrían sido las últimas a las que
habría renunciado. Una voz seria había declarado a mediados del siglo
XV: "Una reforma no está ni en la voluntad ni en el poder de los
Papas". 1
La Reforma de Inglaterra no fue episcopal. El jerarquismo romano
nunca será abolido por los obispos romanos. Una asamblea episcopal
tal vez pueda, como en Constanza, deponer a tres papas rivales, pero
luego será para salvar el papado. Y si los obispos no pudieron abolir el
papado, aún menos podrían reformarse. El poder episcopal entonces
existente, enemistado con la palabra de Dios y esclavo de sus propios
abusos, fue incapaz de renovar la Iglesia. Al contrario, ejerció toda su
influencia para evitar tal renovación.
La Reforma en Inglaterra no fue real. Samuel, David y Josías pudieron
hacer algo para el levantamiento de la iglesia, cuando Dios volvió a
mirar hacia ella; pero un rey no puede despojar a su pueblo de su
religión, y menos aún puede darles una. A menudo se ha repetido que
"la Reforma inglesa deriva su origen del monarca"; pero la afirmación
es incorrecta. La obra de Dios, aquí como en otras partes, no se puede
comparar con la obra del rey; y si este último fue infinitamente
superado en importancia, también fue precedido en el tiempo por
muchos años. El monarca aún mantenía una vigorosa resistencia
detrás de sus atrincheramientos, cuando Dios ya había decidido la
victoria en toda la línea de operaciones.
¿Se nos dirá que una reforma efectuada por cualquier otro principio
que no sea el de las autoridades establecidas, tanto en la Iglesia como
en el Estado, habría sido una revolución? Pero, ¿ha prohibido Dios, el
legítimo soberano de la iglesia, toda revolución en un mundo
pecaminoso? Una revolución no es una revuelta. La caída del primer
hombre fue una gran revolución: la restauración del hombre por
Jesucristo fue una contrarrevolución. La corrupción ocasionada por el
papado se unió a la caída: la reforma lograda en el siglo XVI estaba
relacionada, por tanto, con la oración de reposo . Sin duda habrá otras
intervenciones de la Deidad, que serán revoluciones en la misma
dirección que la Reforma. Cuando Dios crea un cielo nuevo y una
tierra nueva, ¿no será esa una de las revoluciones más gloriosas? La
Reforma sólo por la palabra da verdad, sólo da unidad; pero más que
eso, solo lleva las marcas de la verdadera legitimidad; porque la iglesia
no es de hombres, aunque sean sacerdotes. Dios es su legítimo
soberano.
Y, sin embargo, los elementos humanos que hemos enumerado no
eran del todo ajenos a la obra que se estaba realizando en Inglaterra.
Además de la palabra de Dios, existían otros principios que, aunque
menos radicales y menos primitivos, aún conservan la simpatía de
hombres eminentes de esa nación.
Y en primer lugar, la intervención de la autoridad del rey fue necesaria
hasta cierto punto. Dado que la supremacía de Roma se había
establecido en Inglaterra por varios usos que tenían fuerza de ley, era
necesaria la intervención del poder temporal para romper los lazos
que previamente había sancionado. Pero era requisito que la
monarquía, al adoptar una acción negativa y política, dejara la acción
positiva, doctrinal y creativa a la palabra de Dios.
Además de la Reforma en nombre de las Escrituras, hubo entonces en
Inglaterra otra en nombre del rey. Comenzó la palabra de Dios, siguió
el poder real; y desde entonces, estas dos fuerzas han ido a veces juntas
contra la autoridad de los pontífices romanos, a veces en oposición
entre sí, como esas tropas que marchan una al lado de la otra en el
mismo ejército, contra el mismo enemigo, y que ocasionalmente se
han visto , incluso en el campo de batalla, para voltear sus espadas
entre sí.
Finalmente, el episcopado que había comenzado oponiéndose a la
Reforma, se vio obligado a aceptarla a pesar de sus convicciones. La
mayoría de los obispos se opusieron a ella; pero se encontró que la
mejor porción se inclinaba, algunos hacia el lado de la reforma
externa, de la cual la separación del papado era la esencia misma, y
otros hacia el lado de la reforma interna, cuya principal fuente era la
unión con Jesucristo. Por último, el episcopado se instaló por cuenta
propia y pronto existieron dos grandes partidos en Inglaterra: el
partido de las escrituras y el partido clerical .

Estas dos fiestas han sobrevivido hasta nuestros días, y sus colores aún
se distinguen en el río de la iglesia, como el Arve fangoso y el Ródano
límpido después de su confluencia. La supremacía real, de la que
muchos cristianos, prefiriendo los caminos de la independencia, se
han retirado desde finales del siglo XVI, es reconocida por ambas
partes en el establecimiento, salvo contadas excepciones. Pero
mientras que la Iglesia Alta es esencialmente jerárquica, la Iglesia Baja
es esencialmente bíblica. En el uno, la Iglesia está por encima del
Verbo abajo; en el otro, la Iglesia está abajo y la Palabra arriba. Estos
dos principios, evangelización y jerarquismo, se encuentran en el
cristianismo de los primeros siglos, pero con una diferencia notable.
Entonces, el jerarquismo casi se enfrentó al evangelismo; en la era del
protestantismo, por el contrario, el evangelismo continuó existiendo al
lado del jerarquismo, y ha permanecido de jure, si no siempre de facto,
la única opinión legítima de la iglesia.
Así, hay en Inglaterra una complicación de influencias y contiendas,
que hacen que la obra sea más difícil de describir; pero por eso mismo
es más digno de la atención del filósofo y del cristiano.
Acababan de ocurrir grandes acontecimientos en Europa. Francisco I
había cruzado los Alpes, había obtenido una victoria importante en
Marignano y había conquistado el norte de Italia. El aterrorizado
Maximiliano no conocía a nadie que pudiera salvarlo salvo Enrique
VIII. “Yo te adoptaré; serás mi sucesor en el imperio ”, le insinuó en
mayo de 1516.“ Tu ejército invadirá Francia; y luego marcharemos
juntos hacia Roma, donde el soberano pontífice te coronará rey de los
romanos ". El rey de Francia, ansioso por realizar una distracción,
había formado una alianza con Dinamarca y Escocia, y había hecho
preparativos para invadir la tierra de Inglaterra para colocar en el
trono la "rosa blanca", el pretendiente polaco, heredero de las
pretensiones de la casa de York. 2 Enrique mostró ahora su prudencia;
rechazó la oferta de Maximiliano y centró toda su atención en la
seguridad de su reino. Pero mientras se negó a portar armas en Francia
e Italia, estalló una guerra de otro tipo en Inglaterra.

La gran obra del siglo XVI estaba a punto de comenzar. Un volumen


recién salido de las prensas de Basilea acababa de cruzar el canal.
Transmitido a Londres, Oxford y Cambridge, este libro, fruto de las
vigilias de Erasmo, pronto encontró su camino dondequiera que
hubiera amigos del saber. Era el Nuevo Testamento de nuestro Señor
Jesucristo, publicado por primera vez en griego con una nueva
traducción al latín, un evento más importante para el mundo que el
desembarco del pretendiente en Inglaterra o la aparición del jefe de la
nación. los Tudor en Italia. Este libro en el que Dios ha depositado para
la salvación del hombre las semillas de la vida, estaba a punto de
efectuar solo, sin patrocinadores y sin intérpretes, la revolución más
asombrosa de Gran Bretaña.
Cuando Erasmo publicó esta obra, en los albores, es decir, de los
tiempos modernos, no vio todo su alcance. Si lo hubiera previsto, tal
vez habría retrocedido alarmado. En verdad vio que había una gran
obra por hacer, pero creía que todos los hombres buenos se unirían
para hacerlo de común acuerdo. “Se debe levantar un templo espiritual
en la cristiandad desolada”, dijo. “Los poderosos de este mundo
contribuirán con su mármol, su marfil y su oro; Yo, que soy pobre y
humilde, ofrezco la primera piedra ”, y expuso al mundo su edición del
Testamento griego. Luego, mirando con desdén las tradiciones de los
hombres, dijo: “No es de los reservorios humanos, fétidos con aguas
estancadas, que debemos extraer la doctrina de la salvación; sino de los
arroyos puros y abundantes que fluyen del corazón de Dios ”. Y cuando
algunos de sus amigos desconfiados le hablaron de las dificultades de
la época, respondió: “Si se quiere salvar el barco de la iglesia de ser
devorado por la tempestad, sólo hay un ancla que puede salvarlo: es la
palabra celestial que, procedente del seno del Padre, vive, habla y obra
todavía en el evangelio ”. 3 Estos nobles sentimientos sirvieron de
introducción a esas benditas páginas que iban a reformar Inglaterra.
Erasmo como Caifás, profetizó sin darse cuenta.
El Nuevo Testamento en griego y latín apenas había aparecido cuando
fue recibido por todos los hombres de mente recta con un entusiasmo
sin precedentes. Nunca ningún libro había producido tal sensación.
Estaba en todas las manos: los hombres luchaban por conseguirlo, lo
leían con entusiasmo e incluso lo besaban. 4 Las palabras que contenía
iluminaron todos los corazones. Pero pronto tuvo lugar una reacción. El
catolicismo tradicional lanzó un grito desde lo más profundo de sus
repugnantes estanques (para usar la figura de Erasmo ). Franciscanos
y dominicos, sacerdotes y obispos, sin atreverse a atacar a los
educados y bien nacidos, iban entre el pueblo ignorante, y se
esforzaban por sus cuentos y clamores por incitar a las mujeres
susceptibles y a los hombres crédulos. “Aquí hay horribles herejías ”,
exclamaron, “¡aquí hay espantosos anticristos! ¡Si se tolera este libro,
será la muerte del papado! " - “Debemos sacar a este hombre de la
universidad”, dijo uno. “Debemos echarlo de la iglesia”, agregó otro.
“Los lugares públicos resonaron con sus aullidos”, dijo Erasmus. 5 Los
tizones que lanzaban sus manos furiosas hacían fuego por todos lados;
y las llamas encendidas en algunos conventos oscuros amenazaban
con extenderse por todo el país.
Esta irritación no fue sin una causa. El libro, de hecho, no contenía más
que latín y griego; pero este primer paso parecía augurar otro la
traducción de la Biblia a la lengua vulgar. Erasmus lo pidió en voz alta.
6 “Quizás sea necesario ocultar los secretos de los reyes”, comentó,
“pero debemos publicar los misterios de Cristo. Las Sagradas
Escrituras, traducidas a todos los idiomas, deben ser leídas no solo por
escoceses e irlandeses, sino también por turcos y sarracenos. El
labrador debe cantarlos mientras sostiene el mango de su arado, el
tejedor los debe repetir mientras maneja su lanzadera, y el viajero
cansado, deteniéndose en su viaje, lo refresca bajo la sombra de un
árbol con estos relatos piadosos ". Estas palabras prefiguraron una
edad de oro posterior a la edad de hierro del papado. Varias familias
cristianas en Gran Bretaña y en el continente pronto se darían cuenta
de estos presentimientos evangélicos, e Inglaterra, después de tres
siglos, se esforzaría por llevarlos a cabo en beneficio de todas las
naciones sobre la faz de la tierra.
Los sacerdotes vieron el peligro y, con una hábil maniobra, en lugar de
encontrar fallas en el Testamento griego, atacaron la traducción y el
traductor. “Él ha corregido la Vulgata”, dijeron, “y se pone en el lugar
de San Jerónimo . Deja a un lado una obra autorizada por el
consentimiento de las edades e inspirada por el Espíritu Santo. ¡Qué
audacia! y luego, pasando las páginas, señalaron los pasajes más
odiosos: “¡Mirad! este libro llama a los hombres a arrepentirse, en
lugar de exigirles, como hace la Vulgata, que hagan penitencia ".
(Mateo 4:17.) Los sacerdotes tronaron contra él desde sus púlpitos: 7
“Este ha cometido el pecado imperdonable”, afirmaron; "Porque él
sostiene que no hay nada en común entre el Espíritu Santo y los
monjes, ¡que son más troncos que hombres!" Estos simples
comentarios fueron recibidos con una carcajada general, pero los
sacerdotes, en absoluto desconcertados, gritaron con más fuerza: “¡Es
un hereje, un hereje, un falsificador! es un ganso 8 ...... ¿qué digo? ¡es
un anticristo! "
No era suficiente para los jenízaros papales hacer la guerra en la
llanura, debían llevarla a un terreno más alto. ¿No era el rey amigo de
Erasmo? Si se declara pa trón del Testamento griego y latino , ¡qué
espantosa calamidad! ... Después de haber agitado los claustros, las
ciudades y las universidades, resolvieron protestar audazmente contra
él, incluso en presencia de Enrique. Pensaron: "Si se gana, se gana
todo". Ocurrió un día que cierto teólogo (cuyo nombre no se da)
teniendo que predicar a su vez ante el rey, declaró violentamente
contra la lengua griega y sus nuevos intérpretes. Pace, el secretario del
rey, estaba presente y, al volver los ojos hacia Enrique, lo observó
sonriendo de buen humor. 9 Al salir de la iglesia, todos empezaron a
gritar contra el predicador. “Traedme al sacerdote”, dijo el rey; y luego,
volviéndose hacia More, añadió: "Defenderás la causa griega contra él ,
y yo escucharé la disputa". Pronto se formó el tribunal literario, pero la
orden del soberano le había quitado todo el valor al sacerdote. Llegó
temblando, se arrodilló y con las manos juntas exclamó: "No sé qué
espíritu me implicó". - “Un espíritu de locura”, dijo el rey, “y no el
espíritu de Jesucristo”. 10 Luego añadió: "¿Has leído a Erasmo?" -
"No, señor". - "Fuera, entonces, eres un tonto". - "Y sin embargo", dijo
el predicador confundido, "recuerdo haber leído algo sobre Moria" (el
tratado de Erasmo sobre la locura). - "Un tema, majestad, que debería
ser muy familiar para él", maliciosamente interrumpió Pace. El
oscurante no pudo decir nada en su justificación. "No me opongo del
todo al griego", añadió finalmente, "ya que se deriva del hebreo". 11
Esto fue recibido con una carcajada general, y el rey con impaciencia
ordenó al monje que saliera de la habitación y nunca más se
presentara ante él .
Erasmo estaba asombrado por estas discusiones. Había imaginado que
la temporada sería la más favorable. “Todo parece tranquilo”, se había
dicho a sí mismo; "Ahora es el momento de lanzar mi Testamento
griego al mundo culto". 12 ¡ Como bien podría salir el sol sobre la
tierra y nadie lo ve! En ese mismo momento Dios estaba levantando a
un monje en Wittenberg que se llevaría la trompeta a los labios y
proclamaría el nuevo día. "¡Miserable de mí!" exclamó el erudito
tímido, golpeándose el pecho, "¡quién podría haber previsto esta
horrible tempestad!" 13
Nada era más importante en los albores de la Reforma que la
publicación del Testamento de Jesucristo en el idioma original.
Erasmus nunca había trabajado con tanto cuidado. "Si dijera cuánto
sudor me costó, nadie me creería". 14 Había recopilado muchos
manuscritos griegos del Nuevo Testamento, 15 y estaba rodeado de
todos los comentarios y traducciones, de los escritos de Origen,
Cipriano, Ambrosio, Basilio, Crisóstomo, Cirilo, Jerónimo y Agustín.
Hic sum en campo meo! exclamó mientras se sentaba en medio de sus
libros. Había investigado los textos según los principios de la crítica
sagrada. Cuando era necesario un conocimiento del hebreo , había
consultado a Capito, y más particularmente a Oecolampadius. Nada sin
Teseo, dijo de este último, haciendo uso de un proverbio griego. Había
corregido las anfibologías, oscuridades, hebraísmos y barbarismos de
la Vulgata; y había provocado que se imprimiera una lista de los
errores en esa versión.
“Debemos restaurar el texto puro de la palabra de Dios”, había dicho; y
cuando escuchó las maldiciones de los sacerdotes, exclamó: "Llamo a
Dios para que testifique. Pensé que estaba haciendo una obra
aceptable al Señor y necesaria para la causa de Cristo". 16 Ni en esto
fue engañado.

A la cabeza de sus adversarios estaba Edward Lee, sucesivamente


limosnero del rey, arcediano de Colchester y arzobispo de York. Lee, en
ese momento pero poco conocido, era un hombre de talento y
actividad, pero también vanidoso y locuaz, y estaba decidido a abrirse
camino a cualquier precio. Incluso cuando era un escolar, despreciaba
a todos sus compañeros. 17 De niño, de joven, de hombre y en la
madurez, siempre fue el mismo, nos dice Erasmo; 18 es decir,
vanidosos, envidiosos, celosos, jactanciosos, apasionados y vengativos.
Debemos tener en cuenta, sin embargo, que cuando Erasmo describe
el carácter de sus oponentes, está lejos de ser un juez imparcial. En el
seno del catolicismo romano siempre han existido hombres bien
intencionados, aunque mal informados, que, sin conocer el poder
interior de la palabra de Dios, han pensado que si su autoridad
sustituía a la de la iglesia romana , el único fundamento de la verdad y
de la sociedad cristiana se tambalearía. Sin embargo, aunque juzgamos
a Lee con menos severidad que Erasmus, no podemos cerrar los ojos
ante sus defectos. Su memoria estaba ricamente amueblada, pero su
corazón era un extraño a la verdad divina: era un escolar y no un
creyente. Quería que la gente obedeciera a la iglesia y no se preocupara
por las Escrituras. Era el Doctor Eck de Inglaterra, pero con más
apariencia exterior y moralidad que el adversario de Lutero. Sin
embargo, no era en absoluto un moralista rígido. En una ocasión,
mientras predicaba en el palacio, introdujo baladas en su sermón, uno
de los cuales comenzaba así:
"Pasar el tiempo en buena compañía".
Y el otro:
"Amo a los no amados".
Estamos en deuda con el Secretario Pace por este rasgo característico.
19
Durante la estadía de Erasmo en Inglaterra, Lee, al observar su
influencia, había buscado su amistad, y Erasmo, con su cortesía
habitual, había solicitado su consejo sobre su trabajo . Pero Lee, celoso
de su gran reputación, solo esperó una oportunidad para dañarla, la
cual aprovechó tan pronto como ocurrió. El Nuevo Testamento no se
había publicado hacía mucho tiempo, cuando Lee se dio la vuelta
abruptamente y de ser amigo de Erasmo se convirtió en su implacable
adversario. 20 "Si no detenemos esta fuga", dijo cuando escuchó del
Nuevo Testamento, "hundirá el barco". Nada aterroriza tanto a los
defensores de las tradiciones humanas como la palabra de Dios.

Lee inmediatamente se unió a todos aquellos en Inglaterra que


aborrecían el estudio de las Escrituras, dice Erasmo. Aunque
excesivamente engreído, se mostró como el más amable de los
hombres para realizar sus designios. Invitó a ingleses a su casa, dio la
bienvenida a los extraños y ganó muchos reclutas por la excelencia de
sus cenas. 21 Mientras estaba sentado a la mesa entre sus invitados,
insinuó pérfidas acusaciones contra Erasmo, y su compañía lo dejó 22
“Hay trescientos pasajes peligrosos y espantosos ... ¿trescientos, dije?
... ¡hay más de mil! "
No satisfecho con usar su lengua, Lee escribió decenas de cartas y
empleó a varias secretarias. ¿Había algún convento con olor a
santidad? Él "le reenvió instantáneamente vino, viandas escogidas y
otros regalos". A cada uno le asignaba su parte, y por toda Inglaterra
estaban ensayando lo que Erasmo llama la tragedia de Lee. 23 De esta
manera estaban preparando la catástrofe; prisión para Erasmo, fuego
para las Sagradas Escrituras.
Cuando todo estuvo arreglado, Lee emitió su manifiesto. Aunque era
un pobre erudito griego, 24 redactó algunas Anotaciones sobre el libro
de Erasmo, que este último denominó "mero abuso y blasfemia"; pero
que los miembros de la liga consideraban oráculos. Las pasaron
secretamente de mano en mano, y estas oscuras hojas, por muchos
canales indirectos, llegaron a todas partes de Inglaterra y se
encontraron con numerosos lectores. 25 No debía haber publicación,
tal era la consigna; Lee tenía demasiado miedo. "¿Por qué no publicaste
tu trabajo?" preguntó Erasmo, con ironía cortante. "¡Quién sabe si el
santo padre, nombrándote el Aristarco de las letras, no te envió un
abedul para mantener el mundo en orden!" 26

Habiendo triunfado las Anotaciones en los conventos, la conspiración


tomó un nuevo vuelo. En todo lugar de destino público, en ferias y
mercados, en la mesa de la cena y en la cámara del consejo, en tiendas
y tabernas y casas de mala fama, en iglesias y universidades, en
cabañas y palacios. , la liga chilló contra Erasmo y el Testamento
griego. 27 Carmelitas, dominicanos y sopes, invocaron el cielo y
conjuraron el infierno. ¿Qué necesidad había de las Escrituras? ¿No
tenían la sucesión apostólica del clero? Ningún aterrizaje hostil en
Inglaterra podría, a sus ojos, ser más fatal que el del Nuevo
Testamento. Toda la nación debe levantarse para repeler esta
descarada invasión. Quizás no exista ningún país en Europa donde la
Reforma fue recibida por una tormenta tan inesperada.

Notas finales:
1. Santiago de Juterbock, prior de los cartujos: De septem
ecclesiae statibus opusculum.
2. Una combinación privada , etc. Memoriales de Strype, 1
parte 2 p. dieciséis.

3. En evangelicis litteris, sermo ille coelestis, quondam e


corde Patris ad nos profectus. Erasm. Leoni, Ep. P. 1843.
4. Opus avidissime rapitur..amatur, manibus teritur. Er. Ep.
557.
5. Oblatrabant sycophantae . Ibídem. pags. 329.
6. Paraclesis ad lectorem pium.
7. Quam stolide debacchati sunt quidam e sugeris ad
populum. Erasm. Ep. P. 1193.
8. Nos clamitans esse grues (grullas) et bestias. Ibídem. pags.
914.

9. Pacaeus in regem conjecit oculos..Is mox Pacaeo susviter


arrisit. Ibídem.
10. Tum rex: ut qui inquit, spiritus iste non erat Christi sed
stultitiae. Erasm. Ep. Pág. 614.
11. Graecis, inquit, litis non perinde sum infensus, quod
originem habeant ex lingua hebraica. Ibídem. pags. 347.

12. Erant tempora tranquilla. Ibídem. 911.


13. Quis enim suspicaturu s erat hanc fatalem tempestatem
exorituram in orbe? Ibídem.
14. Quantis mihi constiterit sudoribus. Ibídem. 329.
15. Collatis multis Graecorum Exelaribus. Ibídem.
16. Deum testor simpliciter existimabam me rem facere Deo
gratam ac rei christianae necessariam. Ibídem. pags. 911.
17. Solus haberi in pretio volebat. Erasm. Ep. Pág. 593.
18. Talis erat puer, talis adolescentes, talis juvenis, talis
nunc etiam vir est. Ibid. 594.
19. Documentos de Estado, Enrique VIII. Etc. 1 p. 10, pub.
1830.
20. Subito factus est inimicus. Erasm. Ep. 746.
21. Excipiebat advena s, praesertim Anglos, eos conviviis
faciebat suos. Erasm. Ep. 593.
22. Abeuntes omni mendaciorum genere dimittebat
onustos. Ibídem.
23. Donec Leus ordiretur suam tragaediam. Ibídem. 913.
24. Simon, Hist. Crit. Du. N. Prueba. P. 246.

25. Liber volitat inter manus conjuratorum. Erasm. Ep. P.


746.
26. Tibi tradita virgula totius orbis censuram fuerit
mandaturus. Ibídem. pags. 742.
27. Ut nusquam non blaterent en Erasmum, en
compotationibus, en foris, en conciliabulis, en
pharmacopoliis, en curribus, en tonstrinis, en
fornicibus..Ibid. pags. 746.
LIBRO 18
CAPÍTULO 2
Mientras esta ráfaga grosera se precipitaba sobre Inglaterra y rugía en
las largas galerías de sus conventos, la voz suave y apacible de la
Palabra se abría paso en las apacibles casas de los hombres que oraban
y en los antiguos salones de Oxford y Cambridge. En las cámaras
privadas, en las aulas y en los refectorios, se veía a estudiantes e
incluso a maestros de artes leyendo el Testamento griego y latino. Los
grupos animados estaban discutiendo los principios de la Reforma.
Cuando Cristo vino a la tierra (dijeron algunos), dio la Palabra, y
cuando ascendió al cielo, dio el Espíritu Santo. Estas son las dos
fuerzas que crearon la iglesia, y estas son las fuerzas que deben
regenerarla. - No (respondieron los partidarios de Roma), fue la
enseñanza de los apóstoles al principio, y ahora es la enseñanza de los
sacerdotes. - Los apóstoles (se reunieron los amigos del Testamento de
Erasmo) - sí, es cierto - los apóstoles fueron durante su ministerio una
escritura viva; pero su enseñanza oral se habría alterado infaliblemente
al pasar de boca en boca. Dios quiso, por tanto, que estas preciosas
lecciones se nos conservaran en sus escritos, y así se convirtieran en la
fuente siempre inmaculada de verdad y salvación. Poner las Escrituras
en primer lugar, como están haciendo sus supuestos reformadores,
respondieron los escolásticos de Oxford y Cambridge, ¡es propagar la
herejía! ¿Y qué están haciendo los reformadores (preguntaron sus
apologistas) excepto lo que hizo Cristo antes que ellos? Los dichos de
los profetas existían en el tiempo de Jesús solo como Escritura, y fue a
esta Palabra escrita a la que nuestro Señor apeló cuando fundó su
reino. 1 Y ahora, de la misma manera, la enseñanza de los apóstoles
existe solo como Escritura, y es a esta palabra escrita a la que
apelamos para restablecer el reino de nuestro Señor en su condición
primitiva. La noche está avanzada, el día se acerca; todo está en
movimiento: en los altos salones de nuestras universidades, en las
mansiones de los ricos y nobles, y en las humildes moradas de los
pobres. Si queremos esparcir las tinieblas, ¿debemos encender la
mecha marchita de alguna lámpara vieja? ¿No deberíamos más bien
abrir puertas y contraventanas, y dejar entrar libremente en la casa la
gran luz que Dios ha puesto en los cielos?
Había en Tr inity Hall, Cambridge, un médico joven, muy entregado al
estudio del derecho canónico, de carácter serio y disposición tímida, y
cuya tierna conciencia se esforzaba, aunque ineficazmente, por
cumplir los mandamientos de Dios. Ansioso por su salvación, Thomas
Bilney se dirigió a los sacerdotes, a quienes consideraba médicos del
alma. Arrodillado ante su confesor, con mirada humilde y rostro
pálido, le contó todos sus pecados, e incluso aquellos de los que
dudaba. 2 El sacerdote prescribía en un tiempo ayunos, en otras
vigilias prolongadas y luego misas e indulgencias que le costaban caro.
3 El pobre doctor pasó por todas estas prácticas con gran devoción,
pero no encontró consuelo en ellas. Siendo débil y esbelto, su cuerpo se
fue consumiendo poco a poco, 4 su entendimiento se debilitó, su
imaginación se desvaneció y su bolso se quedó vacío. "¡Pobre de mí!"
dijo con angustia, "mi último estado es peor que el primero". De vez en
cuando una idea cruzaba su mente: "¿No pueden los sacerdotes buscar
su propio interés, y no la salvación de mi alma?" 5 Pero rechazando
inmediatamente la duda precipitada, volvió a caer bajo la mano de
hierro del clero.
Un día Bilney escuchó a sus amigos hablar sobre un nuevo libro: era el
Testamento griego impreso con una traducción que fue muy elogiada
por su elegante latinidad. 6 Atraído por la belleza del estilo más que
por la divinidad del tema, 7 extendió la mano; pero justo cuando iba a
tomar el volumen, se apoderó de él el miedo y lo retiró
apresuradamente. De hecho, los confesores prohibieron estrictamente
los libros griegos y hebreos, "las fuentes de todas las herejías"; y el
testamento de Erasmo estaba particularmente prohibido. Sin embargo,
Bilney lamentó un sacrificio tan grande; ¿No fue el Testamento de
Jesucristo? ¿No habría puesto Dios en él alguna palabra que tal vez
pudiera curar su alma? Dio un paso adelante, y luego se encogió de
nuevo ...... Por fin tomó valor. Urgido, dijo, de la mano de Dios, salió
del colegio, se coló en la casa donde se vendía el volumen a
escondidas, lo compró con miedo y temblor, y luego se apresuró a
volver y encerrarse en su habitación. 8
La abrió, sus ojos captaron estas palabras: Palabra fiel y digna de ser
recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores; de quien soy el jefe. 9 Dejó el libro y meditó en la
asombrosa declaración. "¡Qué! San Pablo, el mayor de los pecadores, ¡y
sin embargo, San Pablo está seguro de ser salvo! ” Leyó el versículo una
y otra vez. "¡Oh afirmación de San Pablo, cuán dulce eres para mi
alma!" el exclamó. 10 Esta declaración lo perseguía continuamente, y
de esta manera Dios lo instruyó en el secreto de su corazón. 11 No supo
qué le había sucedido; 12 parecía como si un viento refrescante soplara
sobre su alma, o como si un rico tesoro hubiera sido puesto en sus
manos. El Espíritu Santo tomó lo que era de Cristo y se lo anunció. “Yo
también soy como Pablo”, exclamó con emoción, “y más que Pablo, ¡ el
mayor de los pecadores! ...... Pero Cristo salva a los pecadores. Por fin
he oído hablar de Jesús ”. 13
Sus dudas terminaron, fue salvo. Entonces tuvo lugar en él una
maravillosa transformación. Lo invadió un gozo desconocido; 14 su
conciencia, hasta entonces herida por las heridas del pecado, fue
sanada; 15 en lugar de desesperación, sintió una paz interior que
sobrepasaba todo entendimiento. 16 “Jesucristo”, exclamó; “¡Sí,
Jesucristo salva!” ...... Tal es el carácter de la Reforma: es Jesucristo
quien salva, y no la iglesia. “Lo veo todo”, dijo Bilney; “Mis vigilias, mis
ayunos, mis peregrinaciones, mi compra de misas y mis indulgencias
me estaban destruyendo en lugar de salvarme. 17 Todos estos
esfuerzos fueron, como dice San Agustín, una apresurada desaparición
del camino correcto ”. 18
Bilney nunca se cansó de leer su Nuevo Testamento. Ya no prestó
atención a la enseñanza de los escolásticos: escuchó a Jesús en
Capernaum, a Pedro en el templo, a Pablo en el monte de Marte, y
sintió en sí mismo que Cristo posee las palabras de vida eterna. Un
testigo de Jesucristo acababa de nacer por el mismo poder que había
transformado a Pablo, Apolos y Timoteo. Estaba comenzando la
Reforma de Inglaterra. Bilney estaba unido al Hijo de Dios, no por una
sucesión remota, sino por una generación inmediata. Dejando a los
discípulos del Papa la enmarañada cadena de su sucesión imaginaria,
cuyos eslabones es imposible desencadenar, se unió estrechamente a
Cristo. La palabra del siglo I dio origen al siglo XVI. El protestantismo
no desciende del evangelio en la quincuagésima generación como la
iglesia romana del Concilio de Trento, o en el sesenta como algunos
médicos modernos: es el hijo legítimo directo, el hijo del maestro.
La acción de Dios no se limitó a un solo lugar. Los primeros rayos del
sol desde lo alto doraban con sus fuegos a la vez las universidades
góticas de Oxford y las escuelas antiguas de Cambridge.
A lo largo de las orillas del Severn se extiende un país pintoresco,
delimitado por el bosque de Dean y salpicado de aldeas, campanarios y
castillos antiguos. En el siglo XVI fue particularmente admirado por
sacerdotes y frailes, y un juramento familiar entre ellos fue: "¡Tan
seguro como Dios en Glo'ster!" Las aves de rapiña papales se habían
abalanzado sobre él. Durante cincuenta años, de 1484 a 1534, cuatro
obispos italianos, colocados en sucesión sobre la diócesis, la habían
entregado al Papa, a los monjes ya la inmortalidad . Los ladrones, en
particular, fueron objeto de los más tiernos favores de la jerarquía.
John de Giglis, recaudador de la cámara apostólica, había recibido del
soberano pontífice autoridad para perdonar el asesinato y el robo, con
la condición de que el criminal compartiera sus beneficios con los
comisionados pontificios. 19
En este valle, al pie de la colina Stinchcomb, al suroeste de Gloucester,
vivía, durante la segunda mitad del siglo XV, una familia que se había
refugiado allí durante las guerras de las Rosas y asumió el nombre de
Hutchins. . En el reinado de Enrique VII, el partido lancasteriano que
tenía la ventaja, retomó su nombre de Tyndale, que había sido llevado
por muchos barones nobles. 2 0 En 1484, aproximadamente un año
después del nacimiento de Lutero, y sobre el tiempo que la luz Zwingle
primera sierra en las montañas de la Tockenburg, estos partidarios de
la rosa roja fueron bendecidos con un hijo, al que llamaron William. Su
juventud transcurrió en los campos que rodeaban su pueblo natal de
North Nibley, bajo las sombras del castillo de Berkeley, o junto a las
rápidas aguas del Severn, y en medio de frailes y coleccionistas
pontificios. Fue enviado muy temprano a Oxford, 21 donde l earnt
gramática y filosofía en el colegio de Santa María Magdalena, junto a
la universidad de ese nombre. Hizo un rápido progreso,
particularmente en idiomas, con los primeros eruditos clásicos en
Inglaterra - Grocyn, W. Latimer y Linacre - y se graduó. 22 Un
maestro más excelente que estos doctores, el Espíritu Santo que habla
en las Escrituras, pronto le enseñaría una ciencia que el hombre no
tiene el poder de impartir.
Oxford, donde Erasmo tenía tantos amigos, fue la ciudad en la que su
Nuevo Testamento recibió la más cálida bienvenida. El joven
estudiante de Gloucestershire, impulsado interiormente hacia el
estudio de la literatura sagrada, leyó el célebre libro que entonces
atraía la atención de la cristiandad. Al principio lo consideró sólo como
una obra de aprendizaje, o como mucho como un manual de piedad,
cuyas bellezas estaban calculadas para excitar sentimientos religiosos;
pero pronto descubrió que era algo más. Cuanto más lo leía, más le
impresionaba la verdad y la energía de la palabra. Este extraño libro le
hablaba de Dios, de Cristo y de la regeneración, con una sencillez y
una autoridad que lo sometían por completo. William había
encontrado un maestro al que no había buscado en Oxford: era Dios
mismo. Las páginas que tenía en la mano eran el deleite divino perdido
durante tanto tiempo. Poseedor de un alma noble, un espíritu audaz y
una actividad infatigable, no se guardó este tesoro para sí mismo.
Lanzó ese grito, más adecuado para un cristiano que para Arquímedes:
eureka, lo he encontrado. No pasó mucho tiempo antes de que varios
de los miembros más jóvenes de la universidad, atraídos por la pureza
de su vida y el encanto de su conversación, 23 se reunieron en torno a
él, y con él leyó los evangelios griegos y latinos de Erasmo. 24 " Un
joven bien informado", escribió Erasmo en una carta en la que habla
de la publicación de su Nuevo Testamento, "comenzó a dar
conferencias con éxito sobre literatura griega en Oxford". 25 Él
probablemente estaba hablando de Tyndale.
Los monjes tomaron la alarma. "Un bárbaro", continúa Erasmo, "entró
en el púlpito y abusó violentamente de la lengua griega". - "Esta gente",
dijo Tyndale, "deseaba apagar la luz que expuso sus engaños, y han
estado trazando sus planes estos años zen". 26 Esta observación se
hizo en 1531 y, por lo tanto, se refiere a los procedimientos de 1517.
Alemania e Inglaterra estaban comenzando la lucha casi al mismo
tiempo, y Oxford quizás antes que Wittenberg. Tyndale, teniendo en
cuenta el mandato: "Cuando te persigan en una ciudad, huye a otra",
dejó Oxford y se dirigió a Cambridge. Es necesario que las almas a las
que Dios ha traído a su conocimiento se encuentren y se iluminen unas
a otras: las brasas, cuando se separan, se apagan; cuando se juntan,
iluminan hasta purificar la plata y el oro. La jerarquía romana, sin
saber lo que hacían, estaba recogiendo las marcas dispersas de la
Reforma.

Bilney no estuvo inactivo en Cambridge. No hace mucho que la “sutil


lección de Jesucristo” lo llenó de gozo, antes de caer de rodillas y
exclamar: “Tú que eres la verdad, dame fuerza para enseñarla: y
convierte al impío por medio de el que ha sido impío ”, 2 7 Después de
esta oración, sus ojos brillaron con fuego nuevo; había reunido a sus
amigos y, abriendo el Testamento de Erasmo, había puesto el dedo en
las palabras que habían llegado a su alma, y estas palabras habían
conmovido a muchos. La llegada de Tyndale le dio un nuevo valor y la
luz ardió más intensamente en Cambridge.
John Fryth, un joven de dieciocho años, hijo de un posadero de
Sevenoaks en Kent, se distinguió entre los estudiantes del King's
College por la rapidez de su comprensión y la integridad de su vida. H e
leído fue tan profundamente en las matemáticas como Tyndale en los
clásicos y Bilney en el derecho canónico. Aunque de un modo de pensar
exacto, sin embargo, su alma estaba elevada, y reconoció en las
Sagradas Escrituras un aprendizaje de un nuevo tipo. “Estas cosas no
se demuestran como una proposición de Euclides”, dijo; “El mero
estudio es suficiente para grabar las teorías de las matemáticas en
nuestras mentes; pero esta ciencia de Dios encuentra en el hombre una
resistencia que requiere la intervención de un poder divino. El
cristianismo es una regeneración ". La semilla celestial pronto creció
en el corazón de Fryth. 28
Estos tres jóvenes académicos se pusieron a trabajar con entusiasmo.
Declararon que ni la absolución sacerdotal ni ningún otro rito religioso
podía dar la remisión de los pecados; que la seguridad del perdón se
obtiene únicamente por la fe; y esa fe purifica el corazón. Luego se
dirigieron a todos los hombres esa palabra de Cristo que tanto ofendió
a los monjes: ¡Arrepentíos y convertíos!
Ideas tan nuevas produjeron un gran clamor. Un famoso orador se
dedicó un día en Cambridge a demostrar que era inútil predicar la
conversión al pecador. "Tú que desde hace sesenta años", dijo, "te
revolcaste en tus concupiscencias, como una puerca en su fango, 29
¿crees que en un año puedes dar tantos pasos hacia el cielo, y que en
tu edad? como has hecho hacia el infierno? Bilney abandonó la iglesia
indignado. "¿Eso es predicar el arrepentimiento en el nombre de
Jesús?" preguntó. “¿No nos dice este sacerdote: Cristo no los salvará ?
30 ¡Ay! Durante tantos años que esta doctrina mortal se ha enseñado
en la cristiandad, ¡ningún hombre se ha atrevido a abrir la boca contra
ella! ”. Muchos de los becarios de Cambridge se escandalizaron con el
lenguaje de Bilney: ¿el predicador cuyas enseñanzas condenó, no fue
debidamente ordenado por el obispo? Él respondió: “¿De qué serviría
estar cien veces consagrado, aunque sea por mil bulas papales, si falta
la vocación interior? 31 ¿ En vano ha soplado el obispo sobre nuestras
cabezas si nunca hemos sentido el aliento del Espíritu Santo en
nuestro corazón? Así, al comienzo mismo de la Reforma, Inglaterra,
rechazando las supersticiones romanas, discernió con extrema
delicadeza lo que constituye la esencia de la consagración al servicio
del Señor.
Después de pronunciar estas nobles palabras, Bilney, que anhelaba un
derramamiento del Espíritu Santo, se encerró en su habitación, se
arrodilló y pidió a Dios que acudiera en ayuda de su iglesia. Luego,
levantándose, exclamó, como animado por un espíritu profético:
“Comienza un nuevo tiempo. La asamblea cristiana está a punto de
renovarse ... Alguien viene a nosotros, lo veo, lo escucho, es Jesucristo.
32 ..... Él es el rey, y es él quien llamará a los verdaderos ministros
comisionados para evangelizar a su pueblo ”.
Tyndale, lleno de las mismas esperanzas que Bilney, dejó Cambridge
en el transcurso del año 1519.
Así, la Reforma inglesa comenzó independientemente de las de Lutero
y Zwingle, derivando su origen solo de Dios. En cada provincia de la
cristiandad hubo una acción simultánea de la palabra divina. El
principio de la Reforma en Oxford, Cambridge y Londres fue el Nuevo
Testamento griego, publicado por Erasmo. Inglaterra, con el paso del
tiempo, aprendió a enorgullecerse de este origen de su Reforma.

Notas finales:

1. Mateo 22:29; 26:24, 54; Marcos 14:49; Lucas 18:31; 24:27,


44, 45; Juan 5:39, 46; 10:35; 17:12, etc.
2. En ignaros medicos, indoctos confessionum auditores.
Th. Bilnaeus Tonstallo Episc opo; Foxe, 4 p. 633.
3. Indicebant enim mihi jejunia, vigilias, indulgentiarum et
missarum emptiones. Ibídem.
4. Ut parum mihi virium (alioqui natura imbecilli) reliquum
fuerit. Ibídem.
5. Sua potius quaerebant quam salutem animae meae
languentis. Ibídem.
6. Cum ab eo latinius redditum accepti. Ibídem.

7. Latinitate potius quam verbo Dei, allectus. Ibídem.


8. Emebam providentia (sine dubio) divina. Ibídem.
9. Timoteo 1:15.
10. ¡Oh mihi suavissimam Pauli sententiam! Foxe, 4 p. 633.
11. Hac una sententia, Deo intus in corde meo docente. Foxe,
4 p. 633.
12. Quod tunc fieri ignorabam. Ibídem.
13. Tandem de Jesu audiebam. Ibídem.
14. Sic exhilaravit pectus meum. Ibídem.

15. Peccatorum conscientia saucium ac pene


desperabundum. Ibídem.
16. Nescio qua ntam intus tranquillitatem sentire. Ibídem.
17. Didici omnes meos conatus, etc. Ibíd.
18. Quod ait Augustinus, celerem cursum extra viam.
Ibídem.
19. Annals fo the English Bible, 1 p. 12.
20. Glolster de Bigland, pág. 293. Annals of the English
Bible. P. 19.
21. De niño. Foxe , Acts y Mon. 5 p. 115.
22. Procediendo en grados de las escuelas. Ibídem.
23. Sus modales y conversación se corresponden con las
Escrituras. Foxe, Acts y Mon. 5 p. 115.
24. Leer en privado a ciertos estudiantes y compañeros,
instruyéndolos en el conocimiento y la verdad de las
Escrituras. Ibídem.
25. Oxoniae cum juvenis quidam non vulgariter doctus.
Erasm. Ep. Pág. 346.
26. Lo que han estado elaborando mientras escuché esta
docena de años. Exposiciones de Tyndale (Park Soc.) P.
225.
27. Ut impii ad ipsum per me olim impium converterentur.
Foxe, Hechos, 4 p. 633.
28. A través de las instrucciones de Tyndale, primero
recibió en su corazón la semilla del Evangelio. Foxe,
Hechos, 5 p. 4.

29. Incluso como una bestia en su propio estiércol. Bilnaeus


Tonstallo episcopo: Foxe, Hechos 4 p. 640.
30. Él no será tu Jesús ni tu Salvador. Ibídem.
31. Sin este llamado interior, nada ayuda ante Dios el ser
cien veces elegido y consagrado. Ibídem. pags. 638.

32. Si es Cristo, el que viene a nosotros. Foxe, Hechos, 4 p.


637.
LIBRO 18
CAPÍTULO 3

Por lo tanto, el avivamiento causó gran alarma en toda la jerarquía


romana . Contentos con el bautismo que administraron, temieron el
bautismo del Espíritu Santo perfeccionado por la fe en la palabra de
Dios. Algunos clérigos, llenos de celo, pero de celo sin conocimiento,
se prepararon para la lucha, y los gritos de los prelados fueron
repetidos por todas las órdenes inferiores.
Los primeros golpes no cayeron sobre los miembros de las
universidades, sino sobre aquellos humildes cristianos, reliquias del
ministerio de Wickliffe, a quienes el movimiento de reforma entre los
eruditos había impartido una nueva vida. El despertar del siglo XIV
estaba a punto de ser sucedido por el del XVI, y los últimos destellos
del día final casi se perdían en los primeros rayos de lo que
comenzaba. Los jóvenes médicos de Oxford y Cambridge despertaron
la atención de la jerarquía alarmada y atrajeron sus ojos hacia los
humildes lolardos, que aquí y allá todavía recordaban los días de
Wickliffe.
Un artesano llamado Thomas Man, a veces llamado Doctor Man, por
su conocimiento de las Sagradas Escrituras, había sido encarcelado
por su fe en el priorato de Frideswide en Oxford. (1511 d.C.)
Atormentado por el recuerdo de una retractación que le había sido
arrancada, había escapado de este monasterio y había huido a las
partes orientales de Inglaterra, donde había predicado la Palabra,
supliendo sus necesidades diarias con el trabajo de su manos. 1
Este "campeón de Dios" se acercó luego a la capital y, asistido por su
esposa, la nueva Priscila de esta nueva Aquila, proclamó la doctrina de
Cristo a la multitud reunida a su alrededor en algún "aposento alto" de
Londres, o en alguna pradera solitaria regada por el Támesis o bajo los
añejos robles del bosque de Windsor. Pensaba con el Crisóstomo de
antaño, que "todos los sacerdotes no son santos, pero todos los santos
son sacerdotes". 2 “El que recibe la palabra de Dios”, dijo, “recibe a
Dios mismo; esa es la verdadera presencia real. Los vendedores de misa
no son los sumos sacerdotes de este misterio; 3 pero los hombres que
Dios ungió con su Espíritu para ser reyes y sacerdotes ”. Su predicación
convirtió de seiscientas a setecientas personas. 4
Los monjes, que aún no se atrevían a atacar las universidades,
resolvieron caer sobre aquellos predicadores que hicieron su templo a
orillas del Támesis, o en algún rincón remoto de la ciudad. El hombre
fue apresado, condenado y quemado vivo el 29 de marzo de 1519.
Y esto no fue todo. Vivía en Coventry un pequeño grupo de cristianos
serios - cuatro zapateros, un guante, un calcetero y un idów llamado
Smith - que les dio a sus hijos una educación piadosa. A los
franciscanos les molestaba que los laicos, e incluso una mujer, se
atrevieran a inmiscuirse en la instrucción religiosa. El miércoles de
ceniza (1519), Simon Morton, el recaudador del obispo, los apresó a
todos, hombres, mujeres y niños. El viernes siguiente, los padres
fueron llevados a la abadía de Mackstock, a unas seis millas de
Coventry, y los niños al convento de Greyfriars. "Veamos qué herejías
te han enseñado?" dijo fray Stafford a los pequeños intimidados . Los
niños pobres confesaron que les habían enseñado en inglés la oración
del Señor, el credo de los apóstoles y los diez mandamientos. Al
escuchar esto, Stafford les dijo enojado: "Les prohíbo (a menos que
quieran quemarse como lo harán sus padres) tener algo que ver con el
Pater, el credo o los diez mandamientos en inglés".
Cinco semanas después de esto, los hombres fueron condenados a ser
quemados vivos; pero los jueces tuvieron compasión de la viuda a
causa de su joven familia (porque ella era su único apoyo) y la dejaron
ir. Era de noche: Morton se ofreció a acompañar a Dame Smith a casa;
ella lo tomó del brazo y recorrieron las oscuras y estrechas calles de
Coventry. “¡Eh! ¡eh! " dijo el aparador de repente, "¿qué tenemos aquí?"
De hecho, oyó el ruido del papel frotándose contra algo. "¿Qué tienes
ahí?" prosiguió, dejando caer su brazo y metiendo la mano en su
manga, de la cual sacó un pergamino. Acercándose a una ventana de
donde salían los débiles rayos de una lámpara, examinó el misterioso
rollo y descubrió que contenía la oración del Señor, el credo de los
apóstoles y los diez mandamientos en inglés. “¡Oh, oh! sirrah! " dijó el;
"venir también. ¡Tan bueno ahora como en otro momento! " 5 Luego,
tomando a la pobre viuda del brazo, la arrastró hasta el obispo.
Inmediatamente se le dictó sentencia de muerte; y el 4 de abril, Dame
Smith, Robert Hatchets, Archer, Hawkins, Thomas Bond, Wrigsham y
Landsdale fueron quemados vivos en Coventry en Little Park, por el
crimen de enseñar a sus hijos la oración del Señor, los apóstoles credo
y los mandamientos de Dios.
Pero, ¿de qué sirvió para silenciar estos labios oscuros, mientras el
Testamento de Erasmo pudiera hablar? La conspiración de Lee debe
revivirse. Standish, obispo de St. Asaph, era un hombre de mente
estrecha , bastante fanático, pero probablemente sincero, de gran valor
y no sin cierto grado de piedad. Este prelado, decidido a predicar una
cruzada contra el Nuevo Testamento, comenzó en Londres, en la
catedral de St. Pablo, ante el alcalde y la corporación. "Fuera con estas
nuevas traducciones", dijo, "o de lo contrario la religión de Jesucristo
se verá amenazada con la ruina total". 6 Pero Standish era deficiente
en tacto, y en lugar de limitarse a declaraciones generales, como la
mayoría de su grupo , se esforzó por mostrar hasta qué punto Erasmo
había corrompido el evangelio, y continuó así con voz quejumbrosa:
“¿Debo Hace muchos años que soy doctor en las Sagradas Escrituras, y
que siempre he leído en mi Biblia: In principio erat VERBUM - ¿ahora
debo estar obligado a leer: In principio erat SERMO? ” porque así
había traducido Erasmo las palabras iniciales del Evangelio de San
Juan. Risum teneatis, se susurraban unos a otros, al oír esta pueril
acusación: "Mi señor", prosiguió el obispo, volviéndose hacia el
alcalde, "¡ magistrados de la ciudad, y ciudadanos todos, vuelen al
socorro de la religión!" Standish continuó con sus patéticos
llamamientos, pero su oratoria fue en vano; algunos permanecieron
inmóviles, otros se encogieron de hombros y otros se impacientaron.
Los ciudadanos de Londres parecían decididos a apoyar la libertad y la
Biblia.

Standish, al ver el fracaso de su ataque en la ciudad, suspiró y gimió y


rezó, y repitió misa contra el libro tan temido. Pero también se decidió
a hacer más. Un día, durante el júbilo en la corte por el compromiso de
la princesa María, entonces de dos años, con un príncipe francés
recién nacido, San Asaf, absorto y ausente en medio de la alegre
multitud, y se arrojó sobre el pies del rey y la reina. Todos se quedaron
atónitos y se preguntaron unos a otros qué quería decir el viejo obispo.
“Gran rey”, dijo, “tus antepasados, que han reinado en esta isla, y la
tuya, oh gran reina, que has gobernado Aragón, se distinguieron
siempre por su celo por la Iglesia. Muéstranse dignos de sus
antepasados. Se nos acercan tiempos llenos de peligro, 7 acaba de
aparecer un libro, ¡y también ha sido publicado por Erasmo! Es un
libro tal que, si no cierras tu reino contra él, todo se acabará con la
religión de Cristo entre nosotros ".
El obispo cesó y se produjo un silencio de muerte. El devoto Standish,
temiendo que el conocido amor de Henry por el aprendizaje fuera un
obstáculo para su oración, levantó los ojos y las manos hacia el cielo y,
arrodillándose en medio de la asamblea cortesana , exclamó con tono
triste: “Oh ¡Cristo! ¡Hijo de Dios! salva a tu esposa! ... porque nadie
viene en su ayuda. " 8
Habiendo dicho esto, el prelado, cuyo valor era digno de una causa
mejor, se levantó y esperó. Todos se esforzaron por adivinar los
pensamientos del rey. Sir Thomas More estaba presente y no podía
abandonar a su amigo Erasmo. "¿Cuáles son las herejías que
probablemente engendrará este libro?" preguntó. Después de lo
sublime vino lo ridículo. Con el índice de la mano derecha , tocando
sucesivamente los dedos de la izquierda, 9 Standish respondió:
“Primero, este libro destruye la resurrección; en segundo lugar, anula
el sacramento del matrimonio; en tercer lugar, suprime la masa ".
Luego, levantando su pulgar y dos dedos, los mostró a la asamblea con
una mirada de triunfo. La intolerante Catherine se estremeció al ver los
tres dedos de Standish, signos de las tres herejías de Erasmo; y el
mismo Enrique, admirador de Aquino, se sintió avergonzado. Fue un
momento crítico : el Testamento griego estaba a punto de ser
desterrado de Inglaterra. “La prueba, la prueba”, exclamaron los
amigos de la literatura. “Te lo daré”, replicó el impetuoso Standish, y
luego una vez más tocándose el pulgar izquierdo:
“En primer lugar”, dijo, .... Pero presentó razones tan necias, que
incluso las mujeres y los ignorantes se avergonzaron de ellas. Cuanto
más se esforzaba por justificar sus afirmaciones, más confundido se
volvía: afirmaba, entre otras cosas, que las Epístolas de San Pablo
estaban escritas en hebreo: “No hay un escolar que no sepa que las
epístolas de Pablo fueron escritas en griego —Dijo un doctor en
teología, arrodillado ante el rey. Enrique, sonrojado por el obispo,
cambió la conversación y Standish, avergonzado de haber hecho un
escrito griego a los griegos en hebreo, se habría retirado sin ser visto.
“El escarabajo no debe atacar el águila”, 10 se le dijo al oído. Así el libro
de Dios permaneció en Inglaterra el estandarte de una banda fiel, que
encontró en sus páginas el lema, que la iglesia de Roma había
usurpado: La verdad está solo en mí.
Un adversario más formidable que Standish aspiraba a combatir la
Reforma, no solo en Inglaterra, sino en todo Occidente. Uno de esos
ambiciosos designios, que germinan fácilmente en el corazón humano,
se desarrolló en el alma del primer ministro de Enrique VIII; y si este
proyecto tenía éxito, prometía asegurar para siempre el imperio del
papado en las orillas del Támesis, y quizás en toda la cristiandad.
Wolsey, como canciller y legado, gobernaba tanto en el estado como en
la iglesia, y podía, sin mentiras, pronunciar su famoso Ego et rex
meus. Habiendo alcanzado una altura tan grande, deseaba elevarse aún
más. El favorito de Enrique VIII casi su amo, tratado como hermano
por el emperador, por el rey de Francia y por otras cabezas coronadas,
investido con el título de Majestad, propiedad peculiar de los
soberanos, 11 el cardenal, sincero en su fe en el Papa, aspiraba a
ocupar el trono de los pontífices, y así convertirse en Deus in terris.
Pensó que si Dios permitió que un Lutero apareciera en el mundo, era
porque tenía un Wolsey que se le oponía.

Sería difícil precisar el momento preciso en que este deseo


inmoderado entró en su mente: fue hacia fines de 1518 cuando
comenzó a manifestarse. El obispo de Ely, embajador en la corte de
Francisco I, estando en conferencia con ese príncipe el 18 de diciembre
de ese año, le dijo misteriosamente: “El cardenal tiene una idea en la
cabeza ... ... en la que no puede desatarse a nadie ... excepto que sea
ante su majestad. " Francis lo entendió.
Ocurrió un hecho para facilitar los planes del cardenal. Si Wolsey
deseaba ser el primer sacerdote, Enrique deseaba ser el primer rey. La
corona imperial , vacante por la muerte de Maximiliano, fue buscada
por dos príncipes: - por Carlos de Austria, un hombre frío y calculador,
que se preocupaba poco por los placeres e incluso la pompa del poder,
pero que formaba grandes designios y sabía cómo perseguirlos con
energía; y por Francisco I, un hombre de mirada menos penetrante y
de actividad menos infatigable, pero más atrevido e impetuoso.
Enrique VIII, inferior a ambos, apasionado, caprichoso y egoísta, se
creía lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a competidores
tan poderosos, y se esforzó secretamente por ganar "la monarquía de
toda la cristiandad". 12 Wolsey se enorgullecía de que, oculto bajo el
manto de la ambición de su amo, pudiera satisfacer la suya. Si
conseguía la corona de los césares para Enrique, fácilmente podría
obtener la tiara de los papas para sí mismo; si fracasaba, lo mínimo que
se podía hacer para compensar a Inglaterra por la pérdida del imperio
sería entregar la soberanía de la Iglesia a su primer ministro.
Enrique hizo sonar por primera vez al rey de Francia. Sir Thomas
Boleyn apareció un día ante Francisco I justo cuando éste volvía de
misa. El rey, deseoso de anticipar una confianza que pudiera ser
vergonzosa, llevó al embajador a un lado hacia la ventana y le susurró:
“Algunos de los electores me han ofrecido el imperio; Espero que tu
maestro me sea favorable ". Sir Thomas, confundido, dio una vaga
respuesta, y el caballeroso rey, siguiendo su idea, tomó al embajador
firmemente por uno y colocó el otro sobre su pecho, 13 exclamó: “Por
mi fe, si me convierto en emperador , en tres años estaré en
Constantinopla, o moriré en el camino! " Esto no era lo que quería
Henry; pero, disimulando sus deseos, se preocupó de informar a
Francisco de que apoyaría su candidatura. Al oír esto, Francisco se
levantó el sombrero y exclamó: “Deseo ver al rey de Inglaterra; Lo veré,
te lo digo, incluso si voy a Londres con un solo paje y un lacayo.
Francisco sabía muy bien que si amenazaba la ambición del rey, debía
adular la del ministro, y recordando la insinuación dada por el obispo
de Ely, le dijo un día a Bolena: “Me parece que mi hermano de
Inglaterra y yo podríamos hacer , de hecho debería hacer ... algo por el
cardenal. Fue preparado por Dios para el bien de la cristiandad ......
uno de los hombres más grandes de la iglesia ...... y en la palabra de un
rey, si él consiente, lo haré ". Unos minutos después continuó: “Escriba
y dígale al cardenal, que si aspira a ser la cabeza de la iglesia, y si algo
le pasara al Papa reinante, le prometo catorce cardenales de mi parte.
14 Solo actuemos de común acuerdo, su maestro y yo, y le prometo,
Maestro Embajador, que ni Papa ni Emperador serán creados en
Europa sin nuestro consentimiento ”.
Pero Enrique no actuó en concierto con el rey de Francia. A instancias
de Wolsey, apoyó a tres candidatos a la vez: en París estaba a favor de
Francisco I; en Madrid por Carlos V; y en Frankfort para él. Los reyes de
Francia e Inglaterra fracasaron, y el 10 de agosto, Pace, el enviado de
Enrique en Francfort, habiendo regresado a Inglaterra, quiso consolar
al rey mencionando las sumas de dinero que Carlos había gastado.
"¡Por la masa!" 15 exclamó el rey, felicitándose por no haber obtenido
la corona a tan caro precio. Wolsey propuso cantar un Te Deum en St.
Pablo y se encendieron hogueras en la ciudad.
Las alegrías del cardenal no estaban fuera de lugar. Carlos apenas
había ascendido al trono imperial , a pesar del rey de Francia, cuando
estos dos príncipes se juraron un odio eterno el uno al otro y cada uno
estaba ansioso por ganarse a Enrique VIII. En un momento, Charles,
con el pretexto de ver a sus tíos, visitó Inglaterra; en otro, Francisco
tuvo una entrevista con el rey en las cercanías de Calais. El cardenal
participó de las halagadoras atenciones de los dos monarcas. “Es fácil
para el rey de España, que se ha convertido en la cabeza del imperio,
elevar a quien le plazca al pontificado supremo ” , le dijo el joven
emperador; y al oír estas palabras, el ambicioso cardenal se entregó al
sucesor de Maximiliano. Pero poco después, Francis lo adulaba a su
vez, y Wolsey respondió también a sus insinuaciones. El rey de Francia
le dio a Enrique torneos y banquetes de lujo asiático; y Wolsey, cuyo
semblante aún mostraba las marcas de la elegante sonrisa con que se
había despedido de Charles, sonrió también a Francis y cantó misa en
su honor. Compró la mano de la princesa María con el delfín de
Francia y con Carlos V, dejando la tarea de desentrañar el asunto para
el futuro. Luego, orgulloso de sus hábiles prácticas, regresó a Londres
lleno de esperanza. Caminando en la falsedad esperaba alcanzar la
tiara: y si todavía estaba demasiado por encima de él, había ciertos
evangelistas en Inglaterra que podrían servir como una escalera para
alcanzarla. El asesinato puede servir como complemento del fraude.

Notas finales:

1. Trabaja así para sostener su pobre vida. Ibídem. pags. 209.


2. Crisóstomo, 43 Homilía sobre Mateo.
3. Los llamó bribones pilled. Foxe, 4 p. 209.
4. Ibídem. pags. 211.
5. Foxe, Hechos, 4 p. 357.
6. Imminere christianae religionis panoletre> ian, nisi
novae translationes omnes subito de medio tollerentur.
Erasm. Ep. Pág. 596.
7. Adesse tempora longe periculosissima. Erasm. Ep . Pág.
597.
8. Caepit obsecrare Christum dignaretur ipse suae sponsae
opitulari. Ibídem. pags. 598.
9. Et rem in digitos porrectos dispartiens. Ibídem.
10. Scarabaeus ille qui maximo suo malo aquilam
aquaesivit. Ibídem. pags. 555.
11. Consultissima tua Majestas. Vestra sublimis et lo nge
reverendissima Majestas, etc. Fiddes, Bodleian Papers, p.
178.
12. Algodón MSS. Brit. Mus. Calig. D. 7, pág. 88.
13. Me tomó con fuerza de la muñeca con una mano y apoyó
la otra sobre su pecho. Cott. MSS. Calig. D. 8, pág. 93.
14. Él le asegurará catorce cardenales completos para él.
Ibídem. DF p. 98.
15. ¡Bi el lío! Documentos de estado, 1: 9.

LIBRO 18
CAPÍTULO 4

Mientras este ambicioso prelado no pensaba más que en su propia


gloria y en la del pontificado romano, un gran deseo, pero de muy
distinta índole, brotaba en el corazón de uno de los humildes
“evangelistas” de Inglaterra. Si Wolsey tenía los ojos fijos en el trono
del papa para sentarse allí, Tyndale pensó en levantar el verdadero
trono de la iglesia restableciendo la soberanía legítima de la palabra de
Dios. El testamento griego de Erasmo había sido un paso; y ahora se
hizo necesario anteponer a los simples lo que el rey de las escuelas
había dado a los sabios. Esta idea, que perseguía al joven médico de
Oxford en todas partes, iba a ser el poderoso motor de la Reforma
inglesa.

En la ladera de la colina de Sodbury se alzaba una mansión sencilla


pero grande, que dominaba una amplia vista sobre el hermoso valle
del Severn, donde nació Tyndale. Estaba habitada por una familia de
gentil nacimiento: S ir John Walsh había brillado en los torneos de la
corte, y por este medio concilió el favor de su príncipe. Mantuvo la
mesa abierta; y caballeros, decanos, abades, archidiáconos, doctores en
teología y grandes rectores, encantados por la cordial bienvenida de sir
John y por sus buenas cenas, siempre estaban en su casa. El ex
hermano de armas de Enrique VIII sintió interés en las preguntas que
entonces se discutían en toda la cristiandad. Lady Walsh, una mujer
sensata y generosa, no perdió ni una palabra de la animada
conversación de sus invitados y trató discretamente de inclinar la
balanza hacia el lado de la verdad. 1
Tyndale, después de dejar Oxford y Cambridge, había regresado a la
casa de sus padres. Sir John le había pedido que educara a sus hijos y
él aceptó. William estaba entonces en la flor de la vida (tenía alrededor
de treinta y seis años), bien instruido en las Escrituras y lleno de
deseos de mostrar la luz que Dios le había dado. No faltaban
oportunidades. Sentado a la mesa con todos los médicos recibidos por
Sir John, 2 Tyndale entabló conversación con ellos. Hablaron de los
sabios de la época, mucho de Erasmo y, a veces, de Lutero, que
comenzaba a asombrar a Inglaterra. 3 Discutieron varias cuestiones
relacionadas con las Sagradas Escrituras y diversos puntos de la
teología. Tyndale expresó sus convicciones con admirable claridad, las
apoyó con gran conocimiento y mantuvo su posición contra todos con
un coraje inquebrantable. Estas conversaciones animadas en el valle
del Severn son uno de los rasgos esenciales del cuadro presentado por
la Reforma en este país. Los historiadores de la antigüedad inventaron
los discursos que han puesto en boca de sus héroes. En nuestro tiempo
la historia, sin inventarnos, debe acercarnos a los sentimientos de las
personas de quienes trata. Basta leer las obras de Tyndale para hacerse
una idea de estas conversaciones. De sus escritos se ha extraído la
siguiente discusión.

En el comedor del antiguo salón se reunió un grupo variado alrededor


de la acogedora mesa. Estaban Sir John y Lady Walsh, unos pocos
caballeros del barrio, con varios abades, decanos, monjes y médicos,
con sus respectivos trajes. Tyndale ocupó el lugar más humilde y, por
lo general, mantuvo el Nuevo Testamento de Erasmo a su alcance para
demostrar lo que avanzaba. 4 Numerosos domésticos se movían
ocupados en atender a los invitados; y finalmente la conversación,
después de vagar un poco, tomó un rumbo más preciso. Los sacerdotes
se impacientaron cuando vieron aparecer el terrible volumen. “Tus
Escrituras solo sirven para hacer herejes”, exclamaron. “Al contrario”,
respondió Tyndale, “la fuente de todas las herejías es el orgullo; ahora
la palabra de Dios despoja al hombre de todo y lo deja tan desnudo
como Job ”. 5 - “¡La palabra de Dios! ¿Por qué ni siquiera nosotros
entendemos tu palabra, cómo puede entenderla el vulgo? - “No lo
entiendes”, replicó Tyndale, “porque lo miras solo para preguntas
tontas, como lo harías en los maitines de nuestra señora o las profecías
de Merlín. 6 Ahora bien, las Escrituras son una pista que debemos
seguir, sin desviarnos, hasta llegar a Cristo; 7 porque Cristo es el fin ". -
“Y yo les digo”, gritó un sacerdote, “que las Escrituras son un laberinto
daedaliano, más que la pista de Ariadna, un libro de magia en el que
todos encuentran lo que quieren”. - "¡Pobre de mí!" respondió Tyndale;
“Los lees sin Jesucristo; por eso son un libro oscuro para ti. ¿Qué digo?
una cueva de espinas donde solo te escapas de los frailes para ser
atrapado por las zarzas ”. 8 "¡No!" exclamó otro empleado, indiferente
a contradecir a su colega, “nada es oscuro para nosotros; somos
nosotros quienes damos las Escrituras, y nosotros quienes se las
explicamos ”. - “Perderías tanto tu tiempo como tus problemas”, dijo
Tyndale; “¿Sabes quién enseñó a las águilas a encontrar su presa? 9
Bueno, ese mismo Dios enseña a sus hijos hambrientos a encontrar a
su Padre en su palabra. Lejos de habernos dado las Escrituras, eres tú
quien nos las ha ocultado; eres tú quien quemas a los que les enseñan
y, si pudieras, quemarías las Escrituras mismas ”.
Tyndale no se conformó con simplemente establecer los grandes
principios de la fe: siempre buscó lo que él llama "la dulce médula
interior"; pero a la unción divina añadió no poco humor y ridiculizó
despiadadamente las superaciones de sus adversarios. “Pones velas
delante de las imágenes”, les dijo; “Y como les das luz, ¿por qué no les
das de comer? ¿Por qué no les ahuecas el estómago y les pones víveres
y bebidas dentro? 10 Para serv e Dios por estas mojigangas está
tratando como un niño mimado, quien pacificar con un juguete o con
un caballo hecho de un palo “. 11

Pero el cristiano erudito pronto volvió a pensamientos más serios; y


cuando sus adversarios exaltaron al papado como el poder que salvaría
a la iglesia en la tempestad, él respondió:
“Solo tomemos a bordo el ancla de la fe, después de haberla sumergido
en la sangre de Cristo (Tyndale's Expositions (Park. Soc.), P. 15.) y
cuando la tormenta estalle sobre nosotros, arrojemos con valentía el
ancla en el mar; entonces puede estar seguro de que el barco
permanecerá a salvo en las grandes aguas ". Y, en resumen, si sus
oponentes rechazaban cualquier doctrina de la verdad, Tyndale (dice
el cronista) al abrir su Testamento señalaría el versículo que refutaba
el error romano y exclamaría: "Mira y lee". (Y exponga claramente ante
ellos los lugares abiertos y manifiestos de las Escrituras, para refutar
sus errores y confirmar sus dichos. Foxe, Acts, 5 p. 115.)

Los inicios de la Reforma inglesa no se encuentran, como hemos visto,


en un eclesiástico material, que ha sido decorado con el nombre de
catolicismo inglés: son esencialmente espirituales. El Verbo Divino,
creador de la vida nueva en el individuo, es también fundador y
renovador de la Iglesia. Las iglesias reformadas, y particularmente las
iglesias reformadas de Gran Bretaña, pertenecen al evangelismo.
La contemplación de las obras de Dios refrescó a Tyndale después de
las discusiones que tuvo que mantener en la mesa de su patrón. A
menudo raleaba hasta la cima de la colina de Sodbury, y allí reposaba
en medio de las ruinas de un antiguo campamento romano que
coronaba la cima. Fue allí donde la reina Margarita de Anjou se detuvo;
y aquí también descansaba Eduardo IV, quien la persiguió, antes de la
fatal batalla de Tewkesbury, que hizo que esta princesa cayera en
manos de la Rosa Blanca. En medio de estas ruinas, monumentos de la
invasión romana y de las disensiones civiles de Inglaterra, Tyndale
meditó sobre otras batallas que iban a devolver la libertad y la verdad
a la cristiandad. T gallina despertándose que iba a descender la colina,
y con valor reanudar su tarea.
Detrás de la mansión había una pequeña iglesia, ensombrecida por
dos grandes tejos y dedicada a Santa Adeline. Los domingos, Tyndale
solía predicar allí, sir John y Lady Walsh, con el mayor de los niños,
ocupando el banco señorial. Este humilde santuario fue llenado por su
familia y arrendatarios, escuchando atentamente las palabras de su
maestro, que brotaban de sus labios como las aguas de Siloé que
corren suavemente. Tyndale estaba muy animado en la conversación;
pero explicó las Escrituras con tanta unción, dice el cronista, "que sus
oyentes creyeron haber escuchado al mismo San Juan". Si se parecía a
Juan en la dulzura de su lenguaje, se parecía a Pablo en la fuerza de su
doctrina. “Según el Papa”, dijo, “primero debemos ser buenos después
de su doctrina, y obligar a Dios a que vuelva a ser bueno por nuestra
bondad. No, en verdad, la bondad de Dios es la raíz de toda bondad. El
Anticristo pone patas arriba el árbol de la salvación: (El Anticristo
pone las raíces de los árboles hacia arriba. Tyndale, Doctrinal Treatises
(Park. Soc.), P. 295.) Él planta las ramas y echa las raíces hacia arriba.
Debemos dejarlo claro ... Como el marido se casa con la mujer, antes
de que pueda tener un hijo legítimo de ella; así también la fe nos
justifica para hacernos fructíferos en buenas obras. 12 Pero ni el uno ni
el otro deben permanecer estériles. La fe es la vela santa con la que
debemos bendecirnos en la última hora; sin él, te extraviarás en el valle
de sombra de muerte, aunque tuvieras mil velas encendidas alrededor
de tu cama ". 13
Los sacerdotes, irritados por tales observaciones, decidieron arruinar a
Tyndale, y algunos de ellos invitaron a sir John y a su la dy a un
entretenimiento, en el que él no estuvo presente. Durante la cena,
abusaron tanto del joven médico y de su Nuevo Testamento, que sus
patrocinadores se retiraron muy molestos de que su tutor se hubiera
ganado tantos enemigos. Le dijeron todo lo que habían oído, y Tyn dale
refutó con éxito los argumentos de sus adversarios. "¡Qué!" -exclamó
Lady Walsh-, hay algunos de estos médicos que valen cien, unos
doscientos y unas trescientas libras, 14 ...... y si fuera razón, piense
usted, Mástil William, que deberíamos creerte antes ¿ellos?" Tyndale,
al abrir el Nuevo Testamento, respondió: “¡No! No es a mí a quien
deberías creer. Eso es lo que te han dicho los sacerdotes; pero mira, San
Pedro, San Pablo y el Señor mismo dicen todo lo contrario. ” 15 Allí
estaba la palabra de Dios, positiva y suprema: la espada del espíritu
cortaba la dificultad.
Al poco tiempo, la casa solariega y la iglesia de St. Adeline se volvieron
demasiado estrechas para el celo de Tyndale. Predicaba todos los
domingos, a veces en un pueblo, a veces en una ciudad. Los habitantes
de Bristol se reunieron para escucharlo en una gran pradera, llamada
St. Austin's Green. 16 Pero apenas hubo predicado en algún lugar, los
sacerdotes se apresuraron hacia allí, rompieron lo que había plantado,
17 lo llamaron hereje y amenazaron con expulsar de la iglesia a todo el
que se atreviera a escucharlo. Cuando Tyndale regresó, encontró el
campo asolado por el enemigo; y mirándola con tristeza, como el
labrador que ve su trigo aplastado por el granizo y sus ricos surcos
convertidos en un yermo yermo, exclamó: “¿Qué hacer? Mientras estoy
sembrando en un lugar, el enemigo arrasa el campo que acabo de
dejar. No puedo estar en todas partes. Oh! si los cristianos poseyeran las
Santas Escrituras en su propia lengua, ellos mismos podrían resistir a
estos sofistas. Sin la Biblia es imposible establecer a los laicos en la
verdad ”. 18
Entonces surgió una gran idea en el corazón de Tyndale: “Fue en el
idioma de Israel”, dijo, “que se cantaron los Salmos en el templo de
Jehová; ¿Y no hablará el evangelio el idioma de Inglaterra entre
nosotros? ...... ¿Debería la iglesia tener menos luz al mediodía que al
amanecer? ...... Los cristianos deben leer la declaración del Nuevo Te
en su madre- lengua." Tyndale creía que esta idea procedía de Dios. El
nuevo sol conduciría al descubrimiento de un nuevo mundo, y la regla
infalible haría que todas las diversidades humanas dieran paso a una
unidad divina. "Uno tiene a esta doctora, no a ella", dijo Tyndale; “Uno
sigue a Duns Escoto, otro a Santo Tomás, otro a Buenaventura,
Alexander Hales, Raimundo de Penaford, Lyra, Gorram, Hugh de
Sancto Victore, y tantos otros además ...... Ahora, cada uno de estos
autores contradice al otro . Entonces, ¿cómo podemos distinguir al
que dice bien del que dice mal? ...... ¿Cómo? ...... En verdad, por la
palabra de Dios ". 19 Tyndale no vaciló más ...... Mientras Wolsey
buscaba ganar la tiara papal, el humilde tutor de Sodbury se
comprometió a colocar la antorcha del cielo en medio de sus
compatriotas. La traducción de la Biblia será la obra de su vida.
El primer triunfo de la palabra fue una revolución en la casa solariega.
En la medida en que sir John y lady Walsh adquirieron el gusto por el
Evangelio, se disgustaron de los sacerdotes. El clero no fue invitado tan
a menudo a Sodbury, ni recibió la misma bienvenida. 20 Pronto
interrumpieron sus visitas y no pensaron en nada más que en cómo
sacar a Tyndale de la mansión y de la diócesis.
No queriendo comprometerse en esta guerra, enviaron algunas de esas
tropas ligeras que la iglesia siempre tiene a su disposición. Frailes
mendicantes y sacerdotes pobres, que apenas podían entender su
misal, y los más sabios de los cuales hicieron de Albertus de secretis
mulierum su estudio habitual, cayeron sobre Tyndale como una jauría
de perros hambrientos. Fueron en tropel a las tabernas, 21 y pidiendo
una jarra de cerveza, se sentaron, uno en una mesa, otro en otra.
Invitaron a los campesinos a beber con ellos y, entrando en
conversación con ellos, lanzaron mil maldiciones sobre el atrevido
reformador: “Es un hipócrita”, dijo uno; "Es un hereje", dijo otro. Los
más hábiles de entre ellos se subían a un taburete y, al convertir la
taberna en un templo, pronunciaban, por primera vez en su vida, un
discurso extemporáneo. Informaron palabras que Tyndale nunca había
pronunciado y acciones que nunca había cometido. 22 Echándose
sobre el pobre tutor (él mismo nos informa) “como puercos inmundos
que siguen sus concupiscencias carnales”, 23 destrozaron su buen
nombre y repartieron el botín entre ellos; mientras que el público,
emocionado por sus calumnias y acalorado por la cerveza, partía
desbordado de rabia y odio contra el hereje de Sodbury.

Después de los monjes vinieron los dignatarios . Los decanos y abades,


antiguos huéspedes de sir John, acusaron a Tyndale ante el canciller
de la diócesis, 24 y la tormenta que había comenzado en la taberna
estalló en el palacio episcopal.
El obispo titular de Worcester (un aparato de los prelados italianos)
era Giulio de 'Medici, un hombre culto, gran político y sacerdote
astuto, que ya gobernaba el Papa sin ser Papa. 25 Wolsey, que
administraba la diócesis por su colega ausente, había nombrado
canciller a Thomas Parker, un hombre devoto de la iglesia romana. Fue
a él a quien los eclesiásticos presentaron su queja. Una investigación
judicial tuvo sus dificultades; el compañero de armas del rey era el
patrón del presunto hereje, y sir Anthony Poyntz, hermano de lady
Walsh, era el sheriff del condado. Por tanto, el canciller se contentó
con convocar una conferencia general del clero. Tyndale obedeció el
llamado, pero previendo lo que le esperaba, clamó de corazón a Dios,
mientras seguía su camino por las orillas del Severn, "para darle fuerza
para mantenerse firme en la verdad de su palabra". 26
Cuando estuvieron reunidos, los abades y decanos, y otros
eclesiásticos de la diócesis, con cabezas altivas y miradas
amenazadoras, se apiñaron alrededor del humilde pero inflexible
Tyndale. Cuando llegó su turno, se adelantó y el canciller le dio una
severa reprimenda, a la que respondió con calma. Esto exasperó tanto
al canciller, que, cediendo a su pasión, trató a Tyndale como si fuera
un perro. 27 "¿Dónde están tus testigos?" exigió este último. "Que
pasen al frente y yo les responderé". Ninguno de ellos se atrevió a
apoyar la acusación; miraron hacia otro lado. El canciller esperó, al
menos debía tener un testigo , pero no pudo conseguirlo. 28 Molesto
por esta deserción de los sacerdotes, el representante de los Medici se
volvió más equitativo y dejó caer la acusación. Tyndale regresó
silenciosamente a Sodbury, bendiciendo a Dios que lo había salvado
de las crueles manos de sus adversarios, 29 y no ofreció nada más que
la más tierna caridad hacia ellos. “Quiten mis bienes”, les dijo un día,
“¡quiten mi buen nombre! sin embargo, mientras Cristo permanezca en
mi corazón , no te amaré ni un ápice ". 30 De hecho, aquí está el St.
John con el que se ha comparado a Tyndale.

En esta violenta guerra, sin embargo, no pudo dejar de recibir algunos


golpes fuertes; ¿Y dónde podría encontrar consuelo ? Fryth y Bilney
estaban lejos de él. Tyndale recordó a un médico anciano que vivía
cerca de Sodbury y que le había mostrado un gran afecto. Fue a verlo y
le abrió su corazón. 31 El anciano lo miró un rato como si dudara en
revelar algún gran misterio. “¿No sabéis”, dijo él, bajando la voz, “que
el Papa es muy anticristo, de quien habla la Escritura? ...... Pero
cuidado con lo que dices ...... Ese conocimiento te puede costar su
vida." 32 Esta doctrina del Anticristo, que Lutero estaba enunciando
en ese momento con tanta audacia, golpeó a Tyndale. Fortalecido por
ella, como lo estaba el reformador sajón, sintió una nueva energía en
su corazón, y el anciano médico era para él lo que el anciano fraile
había sido para Lutero.
Cuando los sacerdotes vieron que su plan había fracasado, encargaron
a un célebre teólogo que llevara a cabo su conversión. El reformador
respondió con su testamento griego a los argumentos del maestro. El
teólogo se quedó sin habla: ¡por fin exclamó med! "¡Bien entonces! era
mejor estar sin las leyes de Dios que las del Papa ”. 33 Tyndale, que no
esperaba una confesión tan clara y blasfema, respondió: "¡Y yo desafío
al Papa y todas sus leyes!" y luego, como si no pudiera guardar su
secreto, agregó: "Si Dios me perdona la vida, me ocuparé de que un
labrador sepa más de las Escrituras que tú". 34
Todos sus pensamientos estaban ahora dirigidos a los medios para
llevar a cabo sus planes; y, deseoso de evitar conversaciones que
pudieran comprometerlos, de ahí en adelante pasó la mayor parte de
su tiempo en la biblioteca. 35 Oró, leyó, comenzó su traducción de la
Biblia y, con toda probabilidad, comunicó porciones de ella a Sir John
y Lady Walsh.
Todas sus precauciones fueron inútiles: el teólogo escolástico lo había
traicionado y los sacerdotes habían jurado detenerlo en su traducción
de la Biblia. Un día se unió a una tropa de monjes y curas, que
abusaron de él de la manera más grosera . “Es el favor de la nobleza del
condado lo que te enorgullece”, dijeron; "¡Pero a pesar de tus
patrocinadores, pronto se hablará de ti, y también de una manera
bonita! ... ¡No siempre vivirás en una casa solariega!" - “ Llévame al
rincón más oscuro de Inglaterra”, respondió Tyndale; "Siempre que me
permitan enseñar a los niños y predicar el evangelio, y me den diez
libras al año para mi sustento 36 ... ¡estaré satisfecho!" Los sacerdotes
lo abandonaron , pero con la intención de prepararle un destino muy
diferente.

Tyndale ya no se entregó a sus agradables sueños. Vio que estaba a


punto de ser arrestado, condenado e interrumpido en su gran obra.
Debe buscar un retiro donde pueda hablar en paz de la tarea que Dios
le ha asignado. “No puedes salvarme de las manos de los sacerdotes”, le
dijo a sir John, “y Dios sabe a qué problemas te expondrías si me
mantienes en tu familia. Permíteme dejarte ". Habiendo dicho esto,
recogió sus papeles, tomó su testamento, apretó las manos de sus
benefactores, besó a los niños y luego descendió la colina, se despidió
de las sonrientes orillas del Severn y se fue solo, solo con su fe. . ¿Qué
hará él? ¿Qué será de él? ¿Adónde irá? Él salió como Abraham, una sola
cosa absorbió su mente: - las Escrituras serán traducidas a la lengua
vulgar, y depositará los oráculos de Dios en medio de sus
compatriotas.

Notas finales:
1. Lady Walsh, una mujer robusta y sabia. Foxe, Hechos, 5
p. 115.
2. Que estaban junto al Maestro Tyndale sentados en la
misma mesa. Ibídem.
3. Hablar de eruditos, como de Lutero y Erasmo, etc. Ibid.
4. Cuando en algún momento diferían de Tyndale en
opiniones y juicios, los mostraría en el libro. Ibídem.
5. Tyndale, Expositions (Park. Soc.) P. 140.

6. Ibídem. pags. 141.


7. Así por las Escrituras como por una línea hasta que
vengas a Cristo. Tynd. Trabajos. 1: 354 (ed. Russell).
8. Una tumba de abrojos; si te sueltas en un lugar, eres
atrapado en otro. Tyndale, Exposiciones pág. 5.

9. Ibídem. Respuestas a More (Park Soc.) P. 49.


10. Haz un vientre hueco en la imagen. Tyndale, Answer to
More (Park. Soc.), Pág. 81.
11. Hazle un caballo de palo. Wks de Tyndale. (ed. Russell) 2:
475.
12. Tyndale, Parábola del malvado Mamm en. Parque. Soc.
Pág. 126.
13. Aunque tuvieras mil velas santas a tu alrededor. Ibídem.
pags. 48.
14. Bueno, hubo un médico que puede gastar cien libras.
Foxe, Hechos, 5 p. 115.
15. Responder por las Escrituras mantuvo la verdad. Ibídem.
16. Ibídem. pags. 117.
17. Cualquier verdad que se les enseñe, estos enemigos de
toda verdad la apagan de nuevo. Tynd. Doct. Tr. Pág. 394.
18. Imposible establecer a los laicos en alguna verdad,
excepto que las Escrituras fueran claramente expuestas
ante sus ojos en su lengua materna. Ibídem.
19. Tynd. Doct. Tr. Pág. 149.
20. Tampoco tenían la alegría y el semblante cuando
llegaron como antes. Foxe, Hechos, 5 p. 116.

21. Vengan juntos a la taberna, que es su lugar de


predicación. Tynd. Doct. T r. 394.
22. Añaden también de sus propias cabezas lo que yo nunca
dije. Ibídem. pags. 395.
23. Tyndale, Exposiciones, pág. 10.

24. Ibídem. Doctr. Tr. 395.


25. Governava il papato e havia piu zente a la sua audien zia
che il papa. (Gobernaba la libertad y tenía más personas
en sus audiencias que el Papa). Relazione di Marco
Foscari, 1526.
26. Hechos de Foxe, 5 p. 116.
27. Me amenazó gravemente y me injurió, y me calificó
como si hubiera sido un perro. Tynd. Doct. Tr. P. 395.
28. Y puesto a mi cargo, no se presentaría ningún acusador.
Ibídem.

29. Escapando de sus manos. Foxe, Hechos 5 p. 116.


30. Tynd. Doctr. Tr. Pág. 298.
31. Porque a él se atrevió a atreverse a revelarle su corazón.
Foxe, Hechos, 5 p. 117.
32. Ibídem.
33. Ibídem.
34. Hacer que un niño que maneja el arado sepa más de las
Escrituras que él. Ibídem.
35. Esta parte de la casa estaba en pie en 1839, pero desde
entonces ha sido derribada. Anderson, Bible Annals, 1 p.
37. No podemos dejar de unirnos en el deseo expresado
en ese volumen de que el resto del edificio, ahora
arrendado por un agricultor, se conserve
cuidadosamente.
36. No lo ata a nada más que a enseñar a los niños y a
predicar. Foxe, Hechos, 5 p. 117.
LIBRO 18
CAPÍTULO 5

Mientras un ministro llano comenzaba la Reforma en un tranquilo


valle en el oeste de Inglaterra, poderosos refuerzos aterrizaban en las
costas de Kent. Los escritos y acciones de Lutero provocaron una viva
sensación en Gran Bretaña. Su aparición ante la dieta de Worms fue un
tema común de conversación. Barcos de los puertos de los Países Bajos
trajeron sus libros a Londres, 1 y los impresores alemanes
respondieron al nuncio Aleander, que prohibía las obras luteranas en
el imperio: “¡Muy bien! los enviaremos a Inglaterra! " Casi se podría
decir que Inglaterra estaba destinada a ser el asilo de la verdad. Y de
hecho , las Tesis de 1517, la Explicación del Padrenuestro, los libros
contra Emser, contra el papado de Roma, contra la bula del Anticristo,
la Epístola a los Gálatas, la Apelación a la nobleza alemana, y sobre
todo , el cautiverio babilónico de la Iglesia - todos cruzaron el mar,
fueron trasladados y circularon por todo el reino. 2 Las naciones
alemana e inglesa, que tenían un origen común y eran suficientemente
similares en ese momento en carácter y civilización, las obras
destinadas a una podían ser leídas por la otra con ventaja. El monje en
su celda, el señor del campo en su salón, el médico en su colegio, el
comerciante en su tienda e incluso el obispo en su palacio, estudiaron
estos extraordinarios escritos. Los laicos en particular, que habían sido
preparados por Wickliffe y disgustados por la avaricia y la vida
desordenada de los sacerdotes, leyeron con entusiasmo las elocuentes
páginas del monje sajón. Fortalecieron todos los corazones.
El papado no estuvo inactivo ante todos estos esfuerzos. Los tiempos
de Gregorio VII y de Inocencio III, es cierto, habían pasado; y la
debilidad y la indecisión habían sucedido a la antigua energía y
actividad del pontificado romano. El poder espiritual había cedido el
dominio de Europa a los poderes seculares , y era dudoso que la fe en
el papado pudiera encontrarse en el papado mismo. Sin embargo, un
alemán (el Dr. Eck), con los más infatigables esfuerzos, había
extorsionado un toro del profano León X, 3 y este toro acababa de
llegar a Inglaterra. El Papa mismo se lo envió a Enrique, pidiéndole
que extirpara la herejía luterana. 4 El rey se lo entregó a Wolsey y éste
se lo transmitió a los obispos, quienes, después de leer los libros del
hereje, se reunieron para discutir el asunto. 5 Había más fe romana en
Londres que en el Vaticano. "Este fraile falso", exclamó Wolsey, "ataca
la sumisión al clero, esa fuente de todas las virtudes". Los prelados
humanistas fueron los más molestos; el camino que habían tomado
terminó en un abismo, y retrocedieron alarmados. Tonstall, el amigo
de Erasmo, luego obispo de Londres, y que acababa de regresar de su
embajada en Alemania, donde Lutero le habían pintado con los colores
más oscuros, fue particularmente violento: “Este monje es un Proteo ...
... Me refiero a un ateo. 6 Si permites que crezcan las herejías que él
está esparciendo con ambas manos, ahogarán la fe y la iglesia
perecerá. 7 ¿No teníamos suficientes Wickliffites? - ¡ Son nuevas
legiones del mismo tipo! ...... Hoy Lutero pide la abolición de la masa;
mañana pedirá la abolición de Jesucristo. 8 Lo rechaza todo y no pone
nada en su lugar. ¡Qué! si los bárbaros saquean nuestras fronteras, los
castigaremos ... ¿y soportaremos a los herejes que saquean nuestros
altares? ... ¡No! por la agonía mortal que soportó Cristo, les ruego ......
¿Qué estoy diciendo? toda la iglesia te conjura para luchar contra este
dragón devorador ... para castigar a este perro del infierno, silenciar
sus siniestros aullidos y llevarlo vergonzosamente de regreso a su
guarida ". 9 Así habló el elocuente Tonstall; ni Wolsey estaba muy por
detrás de él. El único apego respetable en este hombre era el que tenía
por la iglesia; quizás se le pueda llamar respetable, porque era el único
que no se miraba exclusivamente a sí mismo. El 14 de mayo de 1521,
este papa inglés, a imitación del papa italiano, emitió su bula contra
Lutero.
Se leyó (probablemente el primer domingo de junio) en todas las
iglesias durante la misa mayor, cuando la congregación era más
numerosa. 10 Un sacerdote exclamó: "Por cada libro de Martín Lutero
que se encuentre en su posesión dentro de los quince días posteriores
a esta orden, incurrirá en la excomunión mayor". Entonces, un notario
público, con la bula del Papa en la mano, con una descripción de las
perversas opiniones de Lutero, se dirigió hacia la puerta principal de la
iglesia y cerró el docum ento. 11 El pueblo se reunió alrededor de ella;
la persona más competente la leyó en voz alta, mientras el resto
escuchaba; y las siguientes son algunas de las frases que, por orden del
Papa, resonaron en los pórticos de todas las iglesias catedralicias,
conventuales, colegiadas y parroquiales de todos los condados de
Inglaterra: 12
“11. Los pecados no se perdonan a ninguno, a menos que el sacerdote
que los remite crea que le son remitidos.
“13. Si por alguna imposibilidad, el contrito no se confiesa, o el
sacerdote lo absuelve, no en serio, sino en broma; sin embargo, si cree
que está absuelto, está verdaderamente absuelto.
“14. En el sacramento de la penitencia y la remisión de una falta, el
papa u obispo no hace más que el sacerdote más bajo; sí, donde no hay
un sacerdote, entonces cualquier cristiano servirá; sí, si fuera una
mujer o un niño.
“26. El Papa, sucesor de Pedro, no es el vicario de Cristo.
“28. No está en absoluto en manos de la Iglesia o del Papa decretar
artículos de fe, no, ni decretar las leyes de los modales o de las buenas
obras ”.
El cardenal-legado, acompañado por el nuncio, por el embajador de
Carlos V y por varios obispos, procedió con gran pompa a St. Paul's,
donde llegó el obispo de Rochester p , y Wolsey quemó los libros de
Lutero. 13 Pero apenas se redujeron a cenizas cuando se escucharon
sarcasmos y bromas en todas direcciones. “El fuego no es un
argumento teológico”, dijo uno. “Los papistas, que acusan a Martín
Lutero de matar y asesinar a cristianos”, agregó otro, “son como el
carterista, que comenzó a gritar por el ladrón en cuanto se vio en
peligro de ser atrapado”. “El obispo de Rochester”, dijo un tercero,
“concluye que debido a que Lutero ha arrojado las creencias del Papa
al fuego, arrojaría al Papa él mismo ... Por lo tanto, podemos deducir
otro silogismo bastante sólido: El los papas han quemado el Nuevo
Testamento, por lo tanto, si pudieran, quemarían al mismo Cristo ". 14
Estos bromas circulaban rápidamente de boca en boca. No era
suficiente que los escritos de Lutero estuvieran en Inglaterra, era
necesario conocerlos, y los sacerdotes se encargaron de publicitarlos.
La Reforma avanzaba y la propia Roma empujaba el carro .
El cardenal vio que se requería algo más que estos autos de fe de papel,
y la actividad que desplegó puede indicar lo que habría hecho en
Europa si alguna vez hubiera alcanzado la silla pontificia. “El espíritu
de Satanás no le dejó reposo”, dice el papista Sanders. 15 Es necesaria
alguna acción fuera de lo normal, pensó Wolsey. Los reyes han sido
hasta ahora enemigos de los papas: ahora un rey emprenderá su
defensa. Los príncipes no están muy ansiosos por aprender, ¡un pr ince
publicará un libro! ...... “Señor”, le dijo al rey, para poner a Enrique en
la vena, “debería escribir a los príncipes de Alemania en el tema de
esta herejía ". Así lo hizo. Escribiendo al Archiduque Palatino, dijo:
“Este fuego, que ha sido encendido por Lutero y avivado por las artes
del diablo, arde por todas partes. Si Lutero no se arrepiente,
entregadlo a él y a sus audaces tratados a las llamas. Te ofrezco mi
cooperación real e incluso, si es necesario, mi vida ". 16 Ésta fue la
primera vez que Enrique mostró esa sed cruel que en los días
posteriores debía ser saciada con la sangre de sus esposas y amigos.
Habiendo dado el rey el primer paso, no fue difícil para Wolsey
inducirlo a dar otro. Defender el honor de Tomás de Aquino,
presentarse como el campeón de la iglesia y obtener del Papa un título
equivalente al de Christianissimus, el rey más cristiano, fueron
motivos más que suficientes para inducir a Enrique a romper una
lanza con Lutero. "Voy a combatir con la pluma a este Cerbero, surgido
de las profundidades del infierno", dijo 17 , "y si se niega a retractarse,
el fuego consumirá al hereje y sus herejías juntos". 18
El rey se encerró en su biblioteca: revivieron todos los gustos
escolásticos de que había estado imbuida su juventud; trabajó como si
fuera arzobispo de Canterbury y no rey de Inglaterra; con el permiso
del Papa leyó los escritos de Lutero; saqueó a Tomás de Aquino; forjó,
con trabajo finito, las flechas con las que esperaba atravesar al hereje;
llamó a varios eruditos en su ayuda, y por fin publicó su libro. Sus
primeras palabras fueron un grito de alarma. “Cuidado con el rastro de
esta serpiente”, dijo a sus lectores cristianos; “Caminar de puntillas;
Temed los matorrales y las cuevas en las que yace escondido, y de
donde lanzará su veneno sobre ti. Si te lame, ¡ten cuidado! la víbora
astuta acaricia sólo para morder! " 19 Después de eso, Henry lanzó una
acusación: “ ¡Anímate! Lleno del mismo valor que mostraría contra los
turcos, sarracenos y otros infieles, marche ahora contra este pequeño
fraile, un tipo aparentemente débil, pero más formidable por el
espíritu que lo anima que todos los infieles, Sa racens y turks pusieron.
juntos." 20 Así, Enrique VIII, el Pedro el Ermitaño del siglo XVI,
predicó una cruzada contra Lutero para salvar el papado.
Había elegido hábilmente el terreno sobre el que libró la batalla: el
sacramentalismo y la tradición son de hecho los dos rasgos esenciales
de la religión papal; así como una fe viva y la Sagrada Escritura son de
la religión del evangelio. Enrique hizo un servicio a la Reforma,
señalando los principios que principalmente tendría que combatir; y al
darle a Lutero la oportunidad de establecer la autoridad de la Biblia, le
hizo dar un paso muy importante en el camino de la reforma. “Si una
enseñanza se opone a la Escritura”, dijo el reformador, “cualquiera que
sea su origen : tradiciones, costumbres, reyes, tomistas, sofistas,
Satanás o incluso un ángel del cielo, todos aquellos de quienes proceda
deben ser malditos. Nada puede existir contrario a las Escrituras, y
todo debe existir para ello ".
Habiendo terminado el libro de Enrique con la ayuda del obispo de
Rochester, el rey se lo mostró a Sir Thomas More, quien le suplicó que
se pronunciara menos decididamente a favor de la supremacía papal.
“No cambiaré una palabra”, respondió el rey, lleno de servil devoción
al Papa. “Además, tengo mis razones”, y las susurró al oído de More.
El doctor Clarke, embajador de Inglaterra en la corte de Roma, recibió
el encargo de presentar al Papa una copia magníficamente
encuadernada de la obra del rey. "La gloria de Inglaterra", dijo, "es
estar en el primer lugar entre las naciones en obediencia al papado".
21 Felizmente, Gran Bretaña tardó mucho en conocer una gloria de un
tipo muy diferente. El embajador agregó que su maestro, después de
haber refutado los errores de Lutero con la pluma, estaba listo para
combatir a sus anunciantes con la espada. 22 El Papa, emocionado con
esta oferta, le dio su pie, y luego su mejilla para que lo besara, y le dijo:
“Haré por el libro de tu maestro tanto como la iglesia ha hecho por las
obras de San Jerónimo y San . Un feo. "
El papado debilitado no tenía el poder de la inteligencia, ni siquiera
del fanatismo. Aún mantenía sus pretensiones y su pompa, pero se
parecía a los cadáveres de los poderosos de la tierra que yacen en
estado, vestidos con sus más magníficas túnicas: esplendor arriba,
muerte y corrupción abajo. Los rayos de Hildebrand dejaron de
producir su efecto, Roma aceptó agradecida la defensa de laicos, como
Enrique VIII y Sir Thomas More, sin desdeñar sus sentencias
judiciales y sus andamios. “Debemos honrar a esos nobles campeones”,
dijo el Papa a sus cardenales, “que se muestran dispuestos a cortar con
la espada a los podridos miembros de Jesucristo. 23 ¿Qué título le
daremos al virtuoso rey de Inglaterra? - Protector de la iglesia romana,
sugirió uno; Rey apostólico, dijo otro; y finalmente, pero no sin cierta
oposición, Enrique VIII fue proclamado Defensor de la Fe. Al mismo
tiempo, el Papa prometió diez años de indulgencia a todos los lectores
del libro del rey. Este fue un señuelo a la moda de la Edad Media, y que
nunca falló en su efecto. El clero comparó a su autor con el más sabio
de los reyes; y el libro, del que se imprimieron muchos miles de
ejemplares, llenó de admiración y deleite al mundo cristiano ( nos dice
Coch laeus).
Nada podría igualar la alegría de Henry. "Su majestad", dijo el vicario
de Croydon, "no cambiaría ese nombre por todo Londres y veinte
millas a la redonda". 24 El necio del rey, entrando en la habitación
justo cuando su amo había recibido el toro, le preguntó el motivo de
sus transportes. "¡El Papa acaba de nombrarme Defensor de la fe!" -
“¡Ho, ho! buen Harry —respondió el tonto—, déjame defendernos el
uno al otro; pero ... créeme ... deja que la fe se defienda sola ". 25 Todo
un sistema moderno se encuentra en esas palabras. En medio de la
intoxicación general, el tonto era la única persona sensata. Pero Henry
no pudo escuchar nada. Sentado en un trono elevado, con el cardenal a
su derecha, hizo que se leyera en público la carta del Papa. Sonaron las
trompetas: Wolsey dijo misa; el rey y su corte se sentaron alrededor de
una mesa suntuosa, y los heraldos en armas proclamaron: ¡Henricus
Dei gratia Rex Angliae et Franciae, Defensor Fidei et Dominus
Hiberniae!
Así estaba el rey de Inglaterra más unido que nunca al Papa: quien
traiga las Sagradas Escrituras a su reino encontrará allí esa espada
material, ferrum et materialem gladium, en la que tanto se deleitaba el
papado.

Notas finales:
1. Burnet, Hist. Of the Reformation (Lond. 1841, octubre) 1
p. 21.
2. Libros Lutheranos quorum magnus jam numerus
pervenerat in manus Anglorum. Polyd. Virg. Angi, Hist.
(Basil, 1570, fol.) Pág. 664.

3. Ver arriba, Libro 6, cap. 4.


4. Ab h oc regno extirpandum et abolendum. Cardenal. Ebor.
Commissio. Strype. MI 5 p. 22.
5. Habitoque super hac re diligenti tractatu. Ibídem.
6. Cum illo Protheo..imo Atheo. Erasm. Ep. 1158.
7. Tota ruet Ecclesia. Ibídem. pags. 1159.
8. Nisi de abolendo Christo scribere destin avit. Ibídem.
pags. 1160.
9. Gladio Spiritus abactum en antrum suum coges. Erasm.
Ep. P. 1160.
10. Cum major convenerit multitudo. Ibídem.
11. In valvis seu locis publicis ecclesiae vestrae. Ibídem. pags.
24.
12. Strype, MI pág. 57 (Ed. Oxf.), O Lutero, 17 p. 306.

13. Ver arriba, Libro 9, cap. 10.


14. Habrían quemado al mismo Cristo. Tynd. Doct. Tr.
Obediencia, etc. (Park. Soc.) P. 221.
15. Satanae spiritu actus. De Schism. Agnl. P. 8.
16. Urkunden de Kapp, 2 p. 458.
17. Velut Cer berum ex inferis producit in lucem. Regis ad
lectorem. Epist. Pág. 94.
18. Ut errores ejus eumque ipsum ignis exurat. Ibídem. pags.
95.
19. Qui tantum ideo lambit ut mordeat. Assertio Sept.
Sacram.
20. Sed animo Turcis omnibus Sarracenis omnibus usquam
infidelibus nocentior em fraterculum. Ibídem. pags. 147.
21. La vida de Fiddes de Wolsey, pág. 249.
22. Totius regni sui viribus et armis. Rymer, Foedere, 6 p.
199.
23. Putida membrana .. ferro et materiali gladio abscindere.
Ibídem.
24. Foxe, Hechos, 4 p. 596.
25. Fuller, libro 5 p. 168.

LIBRO 18
CAPÍTULO 6

Una sola cosa era querer comprobar con mayor seguridad el progreso
del evangelio: el acceso de Wolsey al trono pontificio. Consumido por
el deseo de alcanzar “la cumbre de la unidad sacerdotal” 1 , formó,
para lograr este fin, uno de los esquemas más pérfidos que jamás haya
engendrado la ambición. Pensaba con otros: "El fin justifica los
medios".
El cardenal sólo podía obtener el Papa a través del emperador o del rey
de Francia; pues entonces, como ahora, fueron los poderes seculares
los que realmente eligieron al jefe de la catolicidad. Después de sopesar
cuidadosamente la influencia de estos dos príncipes, Wolsey descubrió
que la balanza se inclinaba hacia el lado de Charles, y tomó su
decisión. Una estrecha intimidad de larga data lo unía a Francisco I,
pero eso importaba poco; debe traicionar a su amigo para ganar al rival
de su amigo.
Pero esto no fue un asunto fácil. Enrique estaba descontento con Carlos
V. 2 Por lo tanto, Wolsey se vio obligado a emplear todos los Imagi
delicadeza definible en sus maniobras. Primero envió a sir Richard
Wingfield al emperador; luego escribió una carta halagadora en
nombre de Enrique a la princesa regente de los Países Bajos. La
dificultad fue conseguir que el rey lo firmara. "Tenga la bondad de
poner su nombre", dijo Wolsey, "incluso si debería molestar a su
Alteza ...... Usted sabe muy bien ...... que a las mujeres les gusta estar
complacidas." 3 Esta discusión prevaleció con el rey, que todavía
poseía un espíritu de galantería. Por último, siendo Wolsey nombrado
árbitro entre Charles y Francis, resolvió partir hacia Calais,
aparentemente para escuchar las quejas de los dos príncipes; pero en
realidad traicionar a uno de ellos. Wolsey sintió tanto placer en tales
prácticas como Francis en dar batalla.
El rey de Francia rechazó su arbitraje: tenía un ojo agudo y su madre
aún más agudo. “Tu amo no me ama”, le dijo al embajador de Charles,
“y yo ya no lo amo, y estoy decidido a ser su enemigo”. 4 Era imposible
hablar con más claridad. Lejos de imitar esta franqueza, el político
Charles se esforzó por ganar a Wolsey, y Wolsey, que estaba ansioso
por venderse, insinuó hábilmente el precio que podría comprarlo. "Si el
rey de Inglaterra se pone de mi parte", informó Carlos al cardenal,
"serás elegido Papa a la muerte de León X". 5 Francisco, traicionado
por Wolsey, abandonado por el Papa y amenazado por el emperador,
decidió finalmente aceptar la mediación de Enrique.
Pero Charles ahora estaba pensando en asuntos muy diferentes. En
lugar de una mediación, exigió al rey de Inglaterra 4000 de sus
famosos arqueros. Henry sonrió al leer el despacho y, mirando a Pace,
su secretario, y a Marney, el capitán de sus guardias, dijo: "¡Beati qui
aud iunt et non intelligunt!" impidiéndoles así comprender y, sobre
todo, emitir en el exterior esta extraña petición. Se acordó elevar el
número de arqueros a 6000; y el cardenal, con la tiara continuamente
ante sus ojos, partió para representar en C alais la odiosa comedia de
un arbitraje hipócrita. Detenido en Dover por vientos contrarios, el
mediador aprovechó esta demora para confeccionar una lista de los
6000 arqueros y sus capitanes, sin olvidar insertar en ella, "ciertos
ciervos obstinados", como había dicho Henry, "que deben de
necesidad de ser perseguido ". 6 Estos eran algunos caballeros de
quienes el rey deseaba deshacerse.
Mientras los embajadores del rey de Francia fueron recibidos en Calais
el 4 de agosto con grandes honores, por el gran chambelán de
Inglaterra, el cardenal firmó una convención con los ministros de
Carlos para que Enrique retirara su promesa de la mano de la princesa
María para el delfín y dásela al emperador. Al mismo tiempo, dio
órdenes de destruir la marina francesa e invadir Francia. 7 Y,
finalmente, consiguió, a modo de compensación a Inglaterra por la
pensión de 16.000 libras que hasta entonces había recibido de la corte
de St. Germains, que el emperador pagara en adelante la suma anual
de 40.000 marcos. Sin dinero disponible, el trato no habría sido
bueno.

Eso no fue todo. Mientras Wolsey esperaba ser elegido Papa, concibió
la idea de convertirse en soldado. Se necesitaba un comandante para
los 6000 arqueros que Enrique envió contra el rey de Francia; y ¿por
qué no debería ser él mismo el cardenal? Inmediatamente se sintió
intrigado por dejar de lado a los nobles que habían sido propuestos
como generales en jefe. “Shrewsbury”, le dijo al rey, “es buscado por
Escocia. Worcester, por su experiencia, es digno de que ... lo tengas
cerca de ti. En cuanto a Dorset ... será muy querido ". Entonces el
sacerdote agregó: “Señor, si durante mi estadía al otro lado del mar,
tiene buenas razones para enviar a sus arqueros ... Me apresuro a
informarle que cada vez que el emperador toma el mando de sus
soldados, Estoy dispuesto, aunque eclesiástico, 8 a ponerme a la
cabeza del tuyo ”. ¡Qué devoción! Wolsey haría que le llevaran su cruz
de cardenal a posteriori (dijo); y ni Francis ni Bayard podrían resistirlo.
Mandar al mismo tiempo al Estado, a la Iglesia y al ejército, esperando
la tiara, - rodear su cabeza de laureles: tal era la ambición de este
hombre. Desafortunadamente para él , no eran de esa opinión en la
corte. El rey nombró comandante en jefe al conde de Essex.
Como Wolsey no podía ser general, recurrió a la diplomacia. Se
apresuró a ir a Brujas; y cuando entró al lado del emperador, se
escuchó una voz entre la multitud que exclamaba : ¡Salve, Rex regis tui
atque regni sui! 9 - un sonido muy agradable a sus oídos. La gente
estaba muy sorprendida en Brujas por la intimidad que existía entre el
cardenal y el emperador. "Hay un misterio debajo de todo" , dijeron. 10
Wolsey deseaba colocar la corona de Francia sobre la cabeza de
Enrique y la tiara sobre la suya. Tal era el misterio, que bien merecía
algunas cortesías al poderoso Carlos V. Se concluyó la alianza, y las
partes contrincantes acordaron “vengar los insultos ofrecidos al trono
de Jesucristo”, es decir, a la papado.
Wolsey, con el fin de arrastrar a Henry a las intrigas que iban a
conseguirle la tiara, le había recordado que era rey de Francia, y la
sugerencia había sido captada con entusiasmo. A la medianoche del 7
de agosto, el rey dictó a su secretario una carta para Wolsey que
contenía esta extraña expresión: Si ibitis parare regi locum in regno
ejus hereditario, Majestas ejus quum tempus erit o pportunum,
sequetur. 11 El teólogo que había corregido el famoso libro latino del
rey contra Lutero ciertamente no había revisado esta frase. Según
Henry, Francia era su reino hereditario, y Wolsey iba a prepararle el
trono ... El rey no pudo contener su alegría ante la mera idea, y ya
sobrepasaba en imaginación tanto a Eduardo III como al Negro.
Príncipe. "Estoy a punto de alcanzar una gloria superior a la que mis
antepasados han ganado con tantas guerras y batallas". 12 Wolsey le
trazó el camino a su palacio a orillas del Sena: “Mezieres está a punto
de caer; después solo queda Reims, que no es una ciudad fuerte; y así su
excelencia llegará muy fácilmente a París ". 13 Henry siguió en el mapa
la ruta que tendría que tomar: "Los asuntos van bien", escribió el
cardenal, "Alabado sea el Señor". En él, esta lengua cristiana era una
mera formalidad oficial.
Wolsey estaba equivocado: las cosas iban mal. El 20 de octubre de
1522, Francisco I, a quien tanta perfidia no había podido engañar,
Francisco, ambicioso y turbulento, pero honesto al menos en este
asunto, y confiando en la fuerza de sus brazos, había aparecido de
repente entre Cambray y Valenciennes. . El emperador huyó a Flandes
alarmado, y Wolsey, en lugar de ponerse al frente del ejército, se había
escudado bajo su capa de árbitro. Escribiendo a Henry, quien dos
semanas antes, por su consejo, había animado a Charl es a atacar
Francia, le dijo: "Estoy seguro de que su mediación virtuosa
aumentará enormemente su reputación y honor en toda la
cristiandad". 14 Francis rechazó las ofertas de Wolsey, pero se logró el
objetivo de este último. Las negociaciones habían ganado tiempo para
Carlos y el mal tiempo pronto detuvo al ejército francés. Wolsey
regresó satisfecho a Londres a mediados de diciembre. Es cierto que la
entrada triunfal de Enrique en París se hizo muy difícil; pero el
cardenal estaba seguro del favor del emperador, y a través de él
(imaginaba) de la tiara. Wolsey había hecho, por tanto, lo que deseaba.
Apenas había llegado a Inglaterra cuando llegó una noticia que lo
elevó a la cima de la felicidad: León X había muerto. Su alegría superó
lo que había sentido al pensar en su reino hereditario. Protegido por el
poderoso Carlos V, a quien había sacrificado todo, el cardenal inglés
estuvo por fin a punto de recibir esa corona pontificia que le permitiría
aplastar la herejía, y que era, a sus ojos, la justa recompensa de tan
muchas transacciones infames.

Notas finales:
1. Unitatis sacerdotalis fastigium conscendere. Sanders, De
Schism. Ang. 8.

2. Su propio affayris no tiene éxito con el Emperador. State


Papers, vol. 1 p. 10.
3. Ibídem. pags. 12.
4. Estaba absolutamente decidido a ser su enemigo. Algodón
MSS. Galba, B 7, 35.
5. Ut Wolseus mortuo Leone decimo fieret summus
pontifex.
6. Diciendo que certayne hartes estaba tan toggidde por
himno, que debía cazarlos a muerte. Documentos
estatales, 1 p. 26.

7. Ibid 1 p. 23.
8. Aunque soy un hombre espiritual. Documentos estatales 1
p. 31.
9. Salve, rey de tu rey y también de su reino. Tynd. Expos.
Pág. 314.
10. Había un cierto secreto que no todos los hombres
conocían. Ibídem. 315.
11. Si vas a preparar un lugar para el rey en su reino
hereditario, su Majestad te seguirá en el momento
oportuno. Documentos estatales 1:36.
12. Majora assequi quam omnes ipsius progenitores tot
bellis et praeliis. Ibídem. 45.
13. Su excelencia no tendrá más que un derecho a Parys.
Documentos estatales 1:46.
14. Algodón MSS. Calig. D. 8, pág. 85.
LIBRO 18 CAPÍTULO 7

Wolsey no se quedó hasta que fue Papa, antes de perseguir a los


discípulos de la palabra de Dios. Deseoso de llevar a cabo las
estipulaciones de la convención en Brujas, había estallado contra "los
súbditos del rey que perturbaban la sede apostólica". H Enry tuvo que
reivindicar el título que le confiere el papa; el cardenal tenía que ganar
el Papa; y ambos pudieron satisfacer sus deseos mediante la
construcción de unos andamios.
En el condado de Lincoln, a orillas del Mar del Norte, a lo largo de las
fértiles orillas de Humber, Trent y Witham, y en las laderas de las
colinas sonrientes, vivían muchos cristianos pacíficos - obreros,
artífices y pastores - que pasaban su tiempo. días de trabajo, de criar
sus rebaños, de hacer el bien y de leer la Biblia. 1 Cuanto más
aumentaba la luz del evangelio en Inglaterra, mayor era el número de
estos hijos de paz. 2 Estos, "hombres justos", como se les llamaba,
carecían de conocimiento humano, pero tenían sed del conocimiento
de Dios. Pensando que eran los únicos verdaderos discípulos del Señor,
se casaron solo entre ellos. 3 Aparecían ocasionalmente en la iglesia;
pero en lugar de repetir sus oraciones como el resto, se sentaron,
dijeron a sus enemigos, "mamá como bestias". 4 Los domingos y días
festivos se reunían en las casas de los demás y, a veces, pasaban una
noche entera leyendo una parte de las Escrituras. Si por casualidad
había pocos libros entre ellos, uno de los hermanos que se había
aprendido de memoria la epístola de Santiago, el comienzo del
evangelio de San Lucas, el sermón de la montaña o una epístola de San
Pablo, recitaba algunos versos en voz alta y tranquila; entonces todos
conversarían piadosamente sobre las santas verdades de la fe y se
exhortarían unos a otros a ponerlas en práctica. Pero si alguna persona
se unía a sus reuniones, que no perteneciera a su cuerpo, todos
guardarían silencio. 5 Hablando mucho entre ellos, se quedaron
mudos ante los de afuera: el miedo a los sacerdotes y al maricón los
enmudeció. No había familia que se regocijara sin las Escrituras. En la
boda de una hija del anciano Durdant, uno de sus patriarcas, la fiesta
de bodas se reunió en secreto en un granero y leyó la totalidad de una
de las epístolas de San Pablo. ¡Los matrimonios rara vez se celebran
con pasatiempos como este!
Aunque mudos ante enemigos o sospechosos, estos pobres no callaban
ante la presencia de los humildes; un proselitismo resplandeciente los
caracterizaba a todos. "Ven a mi casa", le dijo la piadosa Agnes Ashford
a James Morden, "y te enseñaré algunos versículos de las Escrituras".
Agnes era una mujer educada; ella sabía leer; Llegó Morden y la
habitación de la pobre mujer se transformó en una escuela de teología
. Agnes comenzó: "Vosotros sois la sal de la tierra", y luego recitó los
siguientes versículos. 6 cinco veces hicieron Morden retorno a Agnes
antes de darse cuenta de que el discurso hermosa. “Estamos esparcidos
como sal sobre las diversas partes del reino ”, dijo esta mujer cristiana
a la neófita, “para que podamos controlar el progreso de la
superstición por nuestra doctrina y nuestra vida. Pero ”, añadió
alarmada,“ mantén este secreto en tu corazón, como un hombre
mantendría a un ladrón en la cárcel ”. 7
Como los libros eran raros, estos piadosos cristianos habían
establecido una especie de biblioteca itinerante, y un tal John
Scrivener se dedicaba continuamente a llevar los preciosos volúmenes
de uno a otro. 8 Pero a veces, mientras avanzaba por las orillas del río
o por los claros del bosque, observaba que lo seguían. Aceleraba el paso
y corría hacia algún granero, donde los amistosos campesinos lo
escondían rápidamente bajo la paja o, como los espías de Israel, bajo
los tallos del lino. 9 Llegaron los sabuesos, no buscaron y no
encontraron nada; y más de una vez los que tan generosamente
abrigaron a estos evangelistas expiaron cruelmente el crimen de la
caridad.

Los oficiales decepcionados apenas se habían retirado del vecindario


cuando estos amigos de la palabra de Dios salieron de su escondite y
aprovecharon el momento de libertad para reunir a los hermanos. Las
persecuciones que sufrieron los irritaron contra los sacerdotes.
Adoraban a Dios, leían y cantaban en voz baja; pero cuando la
conversación se generalizó, dieron curso libre a su indignación.
"¿Sabrías el uso de los indultos del Papa?" dijo uno de ellos; “Deben
cegar los ojos y vaciar el bolso”. - “Las verdaderas peregrinaciones”,
dijo el sastre G eoffrey de Uxbridge, “consisten en visitar a los pobres y
enfermos, descalzos, si es así, porque estos son los pequeños que son
la verdadera imagen de Dios”. - “El dinero gastado en
peregrinaciones”, añadió un tercero, “sirve sólo para mantener a los
ladrones y rameras”. 10 Las mujeres fueron a menudo las más
animadas en la controversia. "¿Qué necesidad hay de ir a los pies", dijo
Agnes Ward, que no creía en los santos, "cuando podemos ir a la
cabeza?" 11 “El clero de los buenos tiempos ”, dijo la esposa de David
Lewis, “solía guiar a la gente como la gallina a sus pollos; 12 pero
ahora, si nuestros sacerdotes llevan sus rebaños a alguna parte, sin
duda es al diablo ”.
Poco después hubo un pánico generalizado en todo este distrito. El
confesor del rey, John Longland, era obispo de Lincoln. Este sacerdote
fanático, la criatura de Wolsey, aprovechó su posición para pedir a
Enrique una persecución severa: este era el uso ordinario en
Inglaterra, Francia y otros lugares de los confesores de los príncipes.
Era una lástima que entre estos piadosos discípulos de la palabra se
encontraran de vez en cuando hombres de giro cínico, cuyos mordaces
sarcasmos rebasaban todos los límites. Wolsey y Longland sabían
cómo emplear estas expresiones para despertar la ira del rey. “Como
uno de estos tipos”, dijeron, “estaba ocupado golpeando su maíz en su
granero, un hombre pasó por casualidad. 'Buenos días, vecino' (dijo
este último), '¡eres duro!' - 'Sí', respondió el anciano hereje, pensando
en la transubstanciación , 'estoy trillando el grano del cual el sacerdote
hace al Dios Todopoderoso' ” 13.
Henry no vaciló más.

El 20 de octubre de 1521, nueve días después de la firma de la bula


sobre el Defensor de la Fe en Roma, el rey, que estaba en Windsor,
llamó a su secretario y dictó una orden ordenando a todos sus súbditos
que ayudaran al obispo de Lincoln contra los herejes. “La obedecerán a
riesgo de sus vidas”, agregó. La orden fue transmitida a Longland, y el
obispo emitió inmediatamente sus órdenes y sus oficiales sembraron
el terror por todas partes. Cuando los vieron, estos cristianos pacíficos
pero tímidos se turbaron. Isabella Bartlet, al oírlos acercarse a su
cabaña, le gritó a su esposo: “¡Eres un hombre perdido! ¡ y soy una
mujer muerta! " 14 Este grito resonó en todas las cabañas de
Lincolnshire. El obispo, en su asiento judicial, jugó hábilmente con
estos pobres seres infelices para hacer que se acusaran unos a otros.
¡Pobre de mí! según la antigua profecía: "el hermano entregó al
hermano a la muerte". Robert Bartlet depuso contra su hermano
Richard y su propia esposa; Jane Bernard acusó a su propio padre y a
Tredway a su madre. No fue sino hasta después de la angustia más
cruel que estas pobres criaturas fueron llevadas a extremos tan
espantosos; pero el obispo y la muerte los aterrorizaron: sólo un
pequeño número se mantuvo firme. En cuanto al heroísmo, la Reforma
de Wickliffe aportó una débil ayuda a la Reforma del siglo XVI; sin
embargo, si no proporcionó muchos héroes, preparó al pueblo inglés
para amar la palabra de Dios por encima de todas las cosas. De esta
gente humilde, algunos fueron condenados a hacer penitencia en
diferentes monasterios; otros para llevar un maricón sobre sus
hombros tres veces alrededor de la plaza del mercado, y luego
permanecer algún tiempo expuestos a las burlas del populacho; otros
fueron atados a un poste mientras el verdugo los marcaba en el cheque
con un hierro al rojo vivo. También tuvieron sus mártires. El
avivamiento de Wickliffe nunca había estado sin ellos. Cuatro de los
siete hermanos fueron elegidos para ser ejecutados, y entre ellos el
piadoso colportor evangélico Scrivener. Al convertirlo en cenizas, el
clero deseaba asegurarse de que ya no hiciera circular la palabra de
Dios; y por un horrible refinamiento de crueldad sus hijos se vieron
obligados a prender fuego al montón que iba a consumir a su padre. 15
Extendieron sus manos temblorosas, sostenidas por el fuerte agarre de
los verdugos ... ¡Pobres niños! ... Pero es más fácil quemar las heridas
de los cristianos que apagar el Espíritu del Cielo. Estos crueles fuegos
no pudieron destruir entre el campesinado de Lincolnshire ese amor
por la Biblia, que en todas las épocas ha sido la fuerza de Inglaterra,
mucho más que la sabiduría de sus senadores o la valentía de sus
generales.

Habiendo obtenido por estas hazañas reclamos indiscutibles sobre la


tiara, Wolsey dirigió sus esfuerzos hacia Roma. León X, como hemos
visto, acababa de morir (1522). El cardenal envió a Pace a Roma,
instruyéndole que “declare a los cardenales que al elegir un partidario
de Carlos o Francisco incurrirán en la enemistad de uno u otro de
estos príncipes, y que si eligen algún débil sacerdote italiano, el La
sede apostólica debe convertirse en presa del más fuerte. La revuelta de
Lutero y la ambición del emperador ponen en peligro al papado. Solo
hay un medio de prevenir los peligros amenazantes ... Es elegirme a mí
... Ahora, ve y esfuérzate ". 16 El cónclave se inauguró en Roma el 27
de diciembre y se propuso a Wolsey; pero los cardenales no fueron en
general favorables a su elección. “Es demasiado joven”, dijo uno;
“Demasiado firme”, dijo otro. “Él arreglará la sede del papado en
Inglaterra y no en Roma”, instaron muchos. No recibió veinte votos.
“Los cardenales”, escribió el inglés am bassador, “gruñían y peleaban
entre sí; y su mala fe y su odio aumentaban cada día ”. Al sexto día, solo
se les envió un plato; y luego, desesperados, eligieron a Adrián, que
había sido tutor del emperador, y se lanzó el grito: ¡Papam h abemus!
Durante todo este tiempo Wolsey estuvo en Londres, consumido por la
ambición y contando los días y las horas. Por fin le llegó un despacho
de Gante, fechado el 22 de enero, con estas palabras: “¡El 9 de enero
fue elegido cardenal de Tortosa!” ... .... Wolsey estaba casi distraído.
Para ganar a Carlos, había sacrificado la alianza de Francisco I; No
había ninguna estratagema que no hubiera empleado y, sin embargo,
Carlos, a pesar de sus compromisos, ¡había conseguido la elección de
su tutor! ... El emperador sabía cuál debía ser la ira del cardenal y se
esforzó por apaciguarla. : “El nuevo Papa”, escribió, “es viejo y
enfermizo; 17 no puede ocupar su cargo por mucho tiempo ... Rogue al
cardenal de York por mi bien que cuide mucho de su salud ”.
Carlos hizo más que esto: visitó Londres en persona, bajo el pretexto
de su compromiso con María de Inglaterra, y, en el tratado entonces
redactado, consintió en la inserción de un artículo en virtud del cual
Enrique VIII y el poderoso emperador obligaron ellos mismos , si
alguno de ellos infringe el tratado, comparecer ante Wolsey y
someterse a sus decisiones. 18 El cardenal, complacido por tal
condescendencia, se tranquilizó; y al mismo tiempo se tranquilizaba
con las esperanzas más halagadoras. “ El preceptor imbécil de Carlos ” ,
le dijeron, “ha llegado al Vaticano, atendido sólo por su cocinera;
pronto harás tu entrada allí rodeado de toda tu grandeza ". Para estar
seguro de su juego, Wolsey se acercó en secreto a Francisco I y luego
esperó la muerte del Papa. 19

Notas finales:
1. Siendo simples obreros y artífices. Foxe, Hechos, 4 p. 240.
2. A medida que la luz del evangelio comenzó a aparecer
más y el número de profesores a crecer. Ibídem. pags. 217.

3. Contrajeron matrimonio sólo con ellos mismos. Ibídem.


pags. 223.
4. Ibídem. pags. 225.
5. Si entraba entre ellos alguno que no fuera de su lado,
todos guardarían silencio. Ibídem. pags. 222.
6. Mateo 5: 13-16.
7. Foxe, Hechos 4 p. 225.
8. Llevando libros de uno a otro. Ibídem. pags. 2 24.
9. Esconder a otros en sus graneros. Ibídem. pags. 243.
10. Ibídem.

11. Ibídem. pags. 229.


12. Ibídem. pags. 224.
13. Trillo al Dios Todopoderoso con la paja. Foxe, Hechos, 4
p. 222.
14. ¡Pobre de mí! ahora eres un hombre perdido y yo una
mujer muerta. Ibídem. pags. 224.
15. Ibídem. pags. 245.
16. La única forma ... era elegirlo . Herbert, pág. 110.
17. El nuevo elegido es viejo, enfermizo ... de modo que no
tendrá la eficacia por mucho tiempo. Algodón MSS. Galba,
B. 7 pág. 6.
18. Ambos príncipes comparecieron ante el cardenal de
York como juez. Arte. 13. Herbert, pág. 118.
19. Mortem etiam Adriani expectat. Sander s, pág. 6.
LIBRO 18
CAPÍTULO 8

Mientras que el cardenal estaba intrigando por lograr sus fines


egoístas, Tyndale estaba llevando a cabo humildemente la gran idea de
entregar las Escrituras de Dios a Inglaterra.
Después de despedirse tristemente de la casa solariega de Sodbury, el
erudito tutor partió hacia Londres. Esto ocurrió a fines de 1522 o
principios de 1523. Había dejado la universidad, había abandonado la
casa de su protector; su carrera errante estaba a punto de comenzar,
pero un espeso velo le ocultaba todos sus dolores. Tyndale, un hombre
sencillo en sus hábitos, sobrio, atrevido y generoso, que no temía ni la
fatiga ni el peligro, inflexible en su deber, ungido con el Espíritu de
Dios, desbordante de amor por sus hermanos, emancipado de las
tradiciones humanas, el siervo de Dios ávido y amante de Jesucristo,
imaginativo, rápido en la conversación y de conmovedora elocuencia:
un hombre así podría haber brillado en las primeras filas; pero prefería
una vida retirada en algún rincón pobre, siempre que pudiera darles a
sus compatriotas las Escrituras de Dios. ¿Dónde podría encontrar este
tranquilo refugio? fue la pregunta que se hizo a sí mismo mientras se
dirigía en solitario a Londres. La sede metropolitana fue ocupada
entonces por Cuthbert Tonstall, que era más un estadista y un erudito
que un eclesiástico, “el primero de los hombres ingleses en la literatura
griega y latina”, dijo Erasmo. Este elogio del erudito holandés se le
ocurrió a Tyndale. 1 Fue el testamento griego de Erasmo el que me
llevó a Cristo, se dijo a sí mismo; ¿Por qué la casa del amigo de Erasmo
no debería ofrecerme un refugio para que pueda traducirlo ...? Por fin
llegó a Londres, y, forastero en esa ciudad abarrotada, vagó por las
calles, presa por turnos de esperanza y miedo.
Siendo recomendado por Sir John Walsh a Sir Harry Guildford, el
contralor del rey, y por él a varios sacerdotes, Tyndale comenzó a
predicar casi de inmediato, especialmente en St. Dunstan's, y llevó al
corazón de la capital la verdad que había sido desterrada. de las orillas
del Severn. La palabra de Dios fue para él la base de la salvación y la
gracia de Dios su esencia. Su mente inventiva presentó las verdades
que proclamó de una manera sorprendente. En una ocasión dijo: “Es la
sangre de Cristo la que abre las puertas del cielo, y no tus obras. Me
equivoco ... Sí, si así lo quieres, por tus buenas palabras serás salvo. Sin
embargo, entiéndeme bien, no por lo que has hecho, sino por lo que
Cristo ha hecho por ti. Cristo está en ti y tú en él, unidos
inseparablemente. No puedes ser condenado, a menos que Cristo sea
condenado contigo; ni Cristo puede ser salvo a menos que tú seas salvo
con él ”. 2 Esta visión lúcida de la justificación por la fe coloca a
Tyndale entre los reformadores. No se sentó en el trono de un obispo
ni se puso una capa de seda; pero subió al cadalso y se vistió con un
manto de llamas. En el servicio de un Salvador crucificado, esta última
distinción es más alta que la primera.
Sin embargo, la traducción era su principal tarea; habló con sus
conocidos al respecto, y algunos de ellos se opusieron a su proyecto.
"Las enseñanzas de los médicos", dijeron algunos de los comerciantes
de la ciudad, "son las únicas que pueden hacernos comprender las
Escrituras". “Es decir”, respondió Tyndale, “debo medir la yarda por la
tela. 3 Mire —continuó él, usando un argumento práctico—, aquí hay
en su tienda veinte piezas de material de diferentes longitudes ... ¿
Mide el metro por estos pedazos, o los pedazos por metro? ... .... El
estándar universal es la Escritura ". Esta comparación se fijó
fácilmente en la mente de los pequeños comerciantes de la capital.
Deseoso de llevar a cabo su proyecto, Tyndale aspiraba a convertirse
en capellán del obispo; 4 su ambición era más modesta que la de
Wolsey. El helenista poseía cualidades que no podían dejar de
complacer a los hombres ingleses más sabios de la literatura griega: a
Tonstall y Tyndale les gustaban los mismos autores y leían . El ex-tutor
decidió defender su causa a través del elegante y armonioso discípulo
de Radicus y Gorgias: “Aquí está una de las oraciones de Isócrates que
he traducido al latín”, le dijo a Sir Harry Guildford; “Me complacería
ser el capellán de su señoría el obispo de Londres; ¿Le rogarás que
acepte esta bagatela? Isócrates debería ser una excelente
recomendación para un erudito; ¿Serás lo suficientemente bueno para
agregar el tuyo? " Guildford habló con el obispo, colocó la traducción
en sus manos y Tonstall respondió con esa benevolencia que mostraba
a todos. “Su negocio está en una forma justa”, dijo el contralor a
Tyndale; "Escribe una carta a su señoría y entrégala tú mismo". 5
Las esperanzas de Tyndale ahora comenzaron a hacerse realidad.
Escribió su carta con el mejor estilo y luego, encomendándose a Dios,
se dirigió al palacio episcopal. Afortunadamente, conocía a uno de los
oficiales del obispo, William Hebilthwayte, a quien le dio la carta.
Hebilthwayte se lo llevó a su señoría, mientras Tyndale esperaba. Su
corazón palpitaba de ansiedad: ¿encontrará por fin el tan esperado
asilo? La respuesta del obispo podría decidir el curso de su vida. Si se
abre la puerta, si el traductor de las Escrituras debe instalarse en el
palacio episcopal, ¿por qué no debe su patrón de Londres recibir la
verdad como su patrón en Sodbury? y, en ese caso, ¡qué futuro para la
iglesia y para el reino! ...... La Reforma estaba llamando a la puerta de
la jerarquía de Inglaterra, y esta última estaba a punto de pronunciar
su sí o su no. Después de unos momentos de ausencia, Hebilthwayte
regresó: "Voy a conducirlo a su señoría". Tyndale se imaginó a sí
mismo que había cumplido sus deseos.
El obispo fue demasiado bondadoso para negar una audiencia a un
hombre que lo visitó con la triple recomendación de Isócrates, del
contralor y del antiguo compañero de armas del rey. Recibió a Tyndale
con amabilidad, aunque un poco templado por la frialdad, como si
fuera un hombre cuya amistad pudiera comprometerlo. Tyndale
habiendo dado a conocer sus deseos, el obispo se apresuró a
responder: “¡Ay! mi casa está llena; Ahora tengo más personas de las
que puedo emplear ". 6 Tyndale estaba desconcertado por esta
respuesta. El obispo de Londres era siempre un hombre ganado, pero
le faltaba valor y coherencia; dio su mano derecha a los amigos de las
letras y del evangelio, y su mano izquierda a los amigos de los
sacerdotes; y luego trató de caminar con ambos. Pero cuando tuvo que
elegir entre las dos partes , prevalecieron los intereses clericales. No
faltaron obispos, sacerdotes y laicos a su alrededor, que lo intimidaron
con sus clamores. Después de dar unos pasos hacia adelante, de
repente retrocedió. Aún así, Tyndale se atrevió a arriesgar una palabra;
pero el prelado estaba tan frío como antes. Los humanistas, que se
reían de la ignorancia de los monjes, dudaban en tocar un sistema
eclesiástico que les prodigaba tan ricas prebendas. Aceptaron las
nuevas ideas en teoría, pero no en la práctica. Estaban muy dispuestos
a discutirlos en la mesa, pero no a proclamarlos desde el púlpito; y
cubriendo el testamento griego con aplausos, lo rompieron en pedazos
cuando se tradujo a la lengua vulgar. "Si tiene buen aspecto en
Londres", dijo Tonstall fríamente al pobre sacerdote, "no dejará de
encontrar un empleo adecuado". Esto fue todo lo que pudo obtener
Tyndale. Hebilthwayte lo esperó hasta la puerta y el helenista se fue
triste y abatido.
Sus expectativas se vieron defraudadas. Expulsado de las orillas del
Severn, sin hogar en la capital, ¿qué sería de la traducción de las
Escrituras? "¡Pobre de mí!" él dijo; “Me engañaron 7 ...... no hay nada
que esperar de los obispos ...... Cristo fue herido en la mejilla ante el
obispo, Pablo fue pulido ante el obispo 8 ..... .y un obispo acaba de
rechazarme ". Su abatimiento no duró mucho: había un principio
elástico en su alma. “Tengo hambre de la palabra de Dios”, dijo, “la
traduciré, digan o hagan lo que digan. Dios no permitirá que perezca.
Nunca hizo una boca, pero le hizo comida, ni un cuerpo, pero también
hizo vestiduras ". 9

Esta confianza no estaba fuera de lugar. Era el privilegio de un laico


dar lo que el obispo rechazó. Entre los oyentes de Tyndale en St.
Dunstan's había un rico comerciante llamado Humphrey Monmouth,
que había visitado Roma, y a quien (así como a sus compañeros) el
papa había sido tan amable como para dar ciertas curiosidades
romanas, como indulgencias, una culpa. et a poena. Los barcos
cargados con sus manufacturas cada año salían de Londres hacia
países extranjeros. Anteriormente había asistido a la predicación de
Colet en St. Paul's, y desde el año 1515 había conocido la palabra de
Dios. 10 Era uno de los hombres más amables y serviciales de
Inglaterra; mantuvo la jornada de puertas abiertas para los amigos de
la erudición y del Evangelio, y su biblioteca contenía las publicaciones
más recientes. Al vestirse de Jesucristo, Monmouth se había esforzado
particularmente por vestirse de su carácter; ayudó generosamente con
su bolsa tanto a sacerdotes como a hombres de letras; entregó cuarenta
libras esterlinas al capellán del obispo de Londres, lo mismo al rey, al
provincial de los Agustinos ya otros más. Latimer, que a veces cenaba
con él, relató una vez en el púlpito una anécdota característica de los
amigos de la Reforma en Inglaterra. Entre los invitados habituales a la
mesa de Monmouth se encontraba uno de sus vecinos más pobres, un
fervoroso romanista, a quien su generoso anfitrión solía prestar
dinero. Un día, cuando el piadoso comerciante ensalzaba las Escrituras
y culpaba al papado, su vecino palideció, se levantó de la mesa y salió
de la habitación. "Nunca volveré a poner un pie en su casa", les dijo a
sus amigos, "y nunca más le pediré prestado un chelín más". 11 Luego
fue al obispo y puso una información contra su benefactor. Monmouth
lo perdonó y trató de traerlo de regreso; pero el vecino se apartaba
constantemente de su camino. Una vez, sin embargo, se encontraron
en una calle tan estrecha que él no pudo escapar. “Pasaré sin mirarlo”,
dijo el romanista volviendo la cabeza. Pero Monmouth fue
directamente hacia él, lo tomó de la mano y le dijo cariñosamente:
"Vecino, ¿qué mal te he hecho?" y siguió hablándole con tanto amor,
que el pobre se arrodilló, rompió a llorar y le suplicó perdón. 12 Tal fue
el espíritu que, desde el principio, animó la obra de la Reforma en
Inglaterra: fue agradable a Dios y halló gracia entre el pueblo.

Monmouth, edificado por los sermones de Tyndale, preguntó por sus


medios de vida. “No tengo ninguno”, respondió 13 , “pero espero entrar
al servicio del obispo”. Esto fue antes de su visita a Tonstall. W gallina
Tyndale vio todas sus esperanzas frustradas, se fue a Monmouth y se
lo contó todo. "Ven y vive conmigo", dijo el rico comerciante, "y trabaja
allí". Dios hizo con Tyndale según su fe. Sencillo, frugal, dedicado al
trabajo, estudiaba día y noche ; 14 y deseando guardar su mente contra
“ser sobrecargado de exceso”, rechazó los manjares de la mesa de su
patrón y no tomó nada más que carne empapada y cerveza pequeña. 15
Incluso parecería que llevaba la sencillez en la vestimenta casi
demasiado lejos. 16 Con su conversación y sus obras, derramó sobre la
casa de su patrón la suave luz de las virtudes cristianas, y Monmouth
lo amaba cada día más.

Tynd ale avanzaba en su trabajo cuando John Fryth, el matemático del


King's College de Cambridge, llegó a Londres. Es probable que
Tyndale, sintiendo la falta de un socio, lo hubiera invitado. Unidos
como Lutero y Melancthon, los dos amigos mantuvieron juntos
muchas conversaciones piadosas. “Consagraré mi vida por completo a
la iglesia de Jesucristo”, dijo Fryth. 17 “Para ser un buen hombre,
debes dar una gran parte de ti a tus padres, una mayor parte a tu país;
pero el mayor de todos a la iglesia del Señor ”. “Las personas deben
conocer la palabra de Dios”, 18 dijeron ambos. “La interpretación del
evangelio, sin la intervención de concilios o papas, es suficiente para
crear una fe salvadora en el corazón”. Se encerraron en el cuartito de la
casa de Monmouth y tradujeron capítulo tras capítulo del griego al
inglés sencillo . El obispo de Londres no sabía nada de la obra que se
desarrollaba a unos metros de él, y todo estaba cumpliendo los deseos
de Tyndale cuando fue interrumpido por una circunstancia imprevista.
Longland, perseguidor de los cristianos de Lincolnshire, no con fi nó
su actividad dentro de los límites de su diócesis; sitió al rey, al cardenal
y a la reina con sus crueles importunidades, utilizando la influencia de
Wolsey con Enrique y la de Enrique con Wolsey. “Su majestad”, le
escribió al cardenal, “muestra en esta santa disputa tanta bondad
como celo ... sin embargo, complace instarlo a derrocar a los enemigos
de Dios”. Y luego, volviéndose hacia el rey, el confesor dijo, para
espolearlo: “El cardenal está a punto de fulminar la excomunión
mayor contra todos los que posean las obras de Lutero o mantengan
sus opiniones, y para hacer que los libreros firmen una fianza ante los
magistrados. , no vender libros heréticos ". "¡Maravilloso!" respondió
Henry con una mueca de desprecio, "creo que temerán más el vínculo
magisterial que la excomunión clerical". Y, sin embargo, las
consecuencias de la excomunión "clerical" iban a ser muy positivas;
cualquiera que perseverara en su ofensa sería perseguido por la ley ad
ignem, hasta el fuego. 19 Por fin, el confesor se dirigió a la reina: "No
podemos estar seguros de contener a la prensa", le dijo. “Estos
miserables libros nos llegan de Alemania, Francia y los Países Bajos; e
incluso están impresos en medio de nosotros. Señora, debemos
entrenar y preparar a hombres hábiles, que sean capaces de discutir
los puntos controvertidos, para que los laicos, golpeados por un lado
por argumentos bien desarrollados y asustados por el miedo al castigo
por el otro, puedan mantenerse en obediencia ". 20 En el sistema del
obispo, el "fuego" debía ser el complemento del saber romano. La idea
esencial del jesuitismo ya es visible en esta concepción del confesor de
Enrique VIII. Ese sistema es el desarrollo natural del romanismo.
Tonstall, impulsado por Longland y deseoso de mostrarse tan buen
eclesiástico como lo había sido antes un hábil estadista y un erudito
elegante, Tonstall, el amigo de Erasmo, comenzó a perseguir. Habría
temido derramar sangre, como Longland; pero hay medidas que
torturan la mente y no el cuerpo, y de las que los hombres más
moderados temen no utilizar. John Higgins, Henry Chambers, Thomas
Eaglestone, un sacerdote llamado Edmund Spilman, y algunos otros
cristianos en Londres, solían conocer y leer porciones de la Biblia en
inglés, e incluso afirmaron públicamente que “Lutero tenía más
conocimiento en su dedo meñique que todos los médicos de Inglaterra
". 21 El obispo ordenó arrestar a estos rebeldes: los lisonjeó y alarmó,
amenazándolos con una muerte cruel (que difícilmente les habría
infligido ), y con estas hábiles prácticas los redujo al silencio.

Tyndale, que presenció esta persecución, temía que la hoguera


interrumpiera su labor. Si los que leen algunos fragmentos de las
Escrituras se ven amenazados de muerte, ¿qué no tendrá que soportar
quien los traduzca en su totalidad? Sus amigos le rogaron que se
retirara de la persecución del obispo. "¡Pobre de mí!" exclamó: "¿No
hay entonces ningún lugar donde pueda traducir la Biblia? ...... No es
solo la casa del obispo la que está cerrada contra mí, sino toda
Inglaterra". 22
Luego hizo un gran sacrificio. Como no hay ningún lugar en su propio
país donde pueda traducir la palabra de Dios, irá a buscar uno entre
las naciones del continente. Es cierto que la gente le es desconocida ; no
tiene recursos; tal vez la persecución e incluso la muerte lo esperan allí
... ¡No importa! Debe pasar algún tiempo antes de que se sepa lo que
está haciendo, y tal vez haya podido traducir la Biblia. Volvió los ojos
hacia German y. “Dios no nos destina a una vida tranquila aquí abajo”,
dijo. 23 "Si él nos llama a la paz de parte de Jesucristo, nos llama a la
guerra de parte del mundo".
En ese momento yacía en el río Támesis un barco que cargaba para
Hamburgo. Monmouth le dio a Tyndale diez libras esterlinas para su
viaje y otros amigos contribuyeron con una cantidad similar. Dejó la
mitad de esta suma en manos de su benefactor para cubrir sus
necesidades futuras y se preparó para dejar Londres, donde había
pasado un año. Rechazado por sus compatriotas, perseguido por el
clero, y llevando consigo sólo su Nuevo Testamento y sus diez libras,
subió a bordo del barco, sacudiéndose el polvo de sus pies, según el
precepto de su Maestro, y ese polvo volvió a caer sobre los sacerdotes
de Inglaterra. Estaba indignado (dice el cronista) contra aquellos
monjes toscos, sacerdotes codiciosos y prelados pomposos, 24 que
libraban una guerra impía contra Dios. "¡Qué oficio es el de los
sacerdotes!" dijo en uno de sus escritos posteriores; “Quieren dinero
para todo: dinero para bautismos, dinero para iglesias, bodas,
entierros, imágenes, cofradías, penitencias, misas de almas, campanas,
órganos, cálices, capas, sobrepellices, jarras, incensarios y todo tipo de
adornos. ¡Pobre oveja! El párroco tijeras, el vicario afeita, el párroco
vota, el fraile raspa, el vendedor de indulgencias empareja ...... todo lo
que quieres es un carnicero que te desolle y te quite la piel. 25 No te
dejará mucho tiempo. ¿Por qué vuestros prelados van vestidos de rojo?
Porque están dispuestos a derramar la sangre de quienquiera que
busque la palabra de Dios. 26 Azote de estados, devastadores de
reinos, los sacerdotes quitan no solo la Sagrada Escritura, sino
también la prosperidad y la paz; pero de sus consejos no hay laico:
reinando sobre todos, no obedecen a nadie; y haciendo que todos estén
de acuerdo con su propia grandeza, conspiran contra todos los reinos
". 27
Ningún reino iba a estar más familiarizado que Inglaterra con las
conspiraciones del papado de las que habló Tyndale; y, sin embargo,
nadie se libraría de forma más irrevocable del poder de Roma.
Sin embargo, Tyndale estaba abandonando las costas de su tierra
natal, y cuando volvió sus ojos hacia los nuevos países, la esperanza
revivió en su corazón. Iba a ser libre y usaría su libertad para entregar
la palabra de Dios, cautiva durante tanto tiempo. “Los sacerdotes”, dijo
un día, “cuando mataron a Cristo, pusieron hachas para guardarlo en
su sepulcro, para que no resucitara; así también nuestros sacerdotes
han enterrado el Testamento de Dios, y todo su estudio es para
retenerlo, para que no resucite. 28 Pero la hora del Señor ha llegado, y
nada puede obstaculizar la palabra de Dios, como nada podría impedir
que Jesús Cristo de la antigüedad saliera del sepulcro. En efecto, ese
pobre, navegando entonces hacia Alemania, iba a enviar de vuelta,
incluso desde las orillas del Elba, el evangelio eterno a sus
compatriotas.

Notas finales:
1. Mientras pensaba así, el obispo de Londres vino a mi
memoria. Tyndale, Doctr. Tr. P. 395.
2. Tyndal, Doctr. Tr. Pág. 79.
3. Ibídem. pags. 153.

4. Trabajó para ser su capellán. Foxe, Hechos, 4. P. 617.


5. Quería que escribiera una epístola a mi señor y que fuera
yo mismo a verle. Foxe, Hechos, 4 p. 617.
6. Mi Señor me respondió, su casa estaba llena . Tyndale,
Doctr. Tr. P. 395.
7. Me cautivó. Tyndale, doctor. Tr. P. 395.
8. Exposiciones. Pág. 59.
9. Tynd. Y las obras de Fryth, 2 p. 349.
10. El rico comenzó a ser un hombre de las Escrituras.
Latimer's Sermons p. 440 (Park. Soc.).

11. Obras de Latimer, 1 p. 441. No le pediría prestado [más]


dinero.
12. Obras de Latimer 1 p. 441.
13. Foxe, Hechos 4 p. 617.
14. Strype, Records, 1 p. 664.
15. Ibídem. Comería solo carne empapada y bebería solo una
pequeña cerveza.
16. Nunca se le vio en esa casa vistiendo ropa de cama.
Ibídem.

17. Obras de Tyndale y Fryth, 3 p. 73, 74.


18. Para que los pobres también lean y vean la sencilla y
clara palabra de Dios. Fox, Hechos, 5, pág. 118.
19. Anderson's Annals of the Bible, 1 p. 42.
20. Ibídem. 1 p. 42, 43. Herbert dice (p. 147) "suspender a los
laicos entre el miedo y las controversias".
21. Foxe, Hechos, 5 p. 179.
22. Pero también que no había lugar para hacerlo en toda
Inglaterra, Tynd. Doctr. Tr. 396.
23. No estamos llamados a una vida suave. Ibídem. 2 p. 249.
24. Marcando especialmente el comportamiento de los
predicadores y contemplando la pompa de los prelados.
Foxe, Hechos, 5 p. 118.
25. Doct. Tr. P. 238. La obediencia de un Chr. Hombre.
26. Ibídem. pags. 251.

27. Doctr. Tr. Pág. 191.


28. Tyndale, ibíd. pags. 251.
LIBRO 18
CAPÍTULO 9

Este barco no acabó con todas las esperanzas de Inglaterra. Se había


formado una sociedad de cristianos en Cambridge, de la cual Bilney
era el centro. Ahora no conocía otra ley canónica que las Escrituras, y
había encontrado un nuevo maestro, "el Espíritu Santo de Cristo", dice
un historiador. Aunque era naturalmente tímido, y sufría a menudo del
cansancio provocado por sus ayunos y vigilias, había en su lenguaje
una vida, una libertad y una fuerza que contrastaban notablemente
con su apariencia enfermiza. Deseaba atraer al conocimiento de Dios 1
a todos los que se le acercaban; y gradualmente, los rayos del sol del
evangelio, que entonces se elevaba en el firmamento de la cristiandad,
traspasaron las antiguas ventanas de los colegios e iluminaron las
cámaras solitarias de algunos de los maestros y compañeros. El
maestro Arthur , el maestro Thistle de Pembroke Hall y el maestro
Stafford fueron de los primeros en unirse a Bilney. George Stafford,
profesor de teología, fue un hombre de profundo aprendizaje y vida
santa, claro y preciso en su enseñanza. Era admirado por todos en
Cambridge, por lo que su conversión, como la de sus amigos, hizo
alarmar a los partidarios de los escolásticos. Pero una conversión aún
más sorprendente que ésta estaba destinada a dar a la Reforma inglesa
un campeón más ilustre que Stafford o Bilney.
Había en Cambridge, en ese momento, un sacerdote conocido por su
fanatismo ardiente. En las procesiones, en medio de la pompa, las
oraciones y los cánticos del tren, nadie podía dejar de notar a un
maestro de artes, de unos treinta años, que, con la cabeza erguida,
portaba con orgullo la cruz universitaria. Hugh Latimer, porque así se
llamaba, combinaba un humor mordaz con una disposición impetuosa
y un celo infatigable, y fue muy rápido en ridiculizar las faltas de sus
adversarios. Había más ingenio y burla en su fanatismo de lo que a
menudo se puede encontrar en tales personajes. Siguió a los amigos de
la palabra de Dios a los colegios y casas donde solían reunirse, debatió
con ellos y los presionó para que abandonaran su fe. Era un segundo
Saulo, y pronto se parecería al apóstol de los gentiles en otro aspecto.
Vio la luz por primera vez en el año 1491, en el condado de Leicester. El
padre de Hugh era un honesto terrateniente; y, acompañado por una
de sus seis hermanas, el niño había cuidado a menudo en los pastos las
cinco veinte ovejas que pertenecían a la granja, o había llevado a casa
de su madre las treinta vacas que ella tenía que ordeñar. 2 En 1497, los
rebeldes de Cornualles, bajo el mando de Lord Audley, habiendo
acampado en Blackheath, nuestro granjero se había puesto su
armadura oxidada y, montando su caballo, respondió a la convocatoria
de la corona. Hugh, que entonces sólo tenía seis años, estuvo presente
en su partida y, como si hubiera querido participar en la batalla, había
abrochado las correas de la armadura de su padre. 3 Cincuenta y dos
años después, recordó esta circunstancia en un sermón que predicó
ante el rey Eduardo. La casa de su padre siempre estuvo abierta a los
vecinos; y ningún pobre se apartó jamás de la puerta sin haber recibido
limosna. El anciano crió su familia en el amor de los hombres y en el
temor de Dios, y habiendo notado con alegría la comprensión precoz
de su hijo, lo hizo educar en las escuelas del campo y luego lo envió a
Cambridge a la edad de 12 años. catorce. Esto fue en 1505, justo
cuando Lutero entraba en el convento de Agustín.
El hijo del terrateniente de Leicestershire era animado, le gustaban los
placeres y la conversación alegre, y se mezclaba con frecuencia en las
diversiones de sus compañeros de estudios. Un día, mientras cenaban
juntos, uno de los miembros del grupo exclamó : ¡Nil melius quam
laetari et facere bene! - “No hay nada mejor que divertirse y hacerlo
bien”. 4 - "¡Una venganza por ese beneficio!" respondió un monje de
semblante insolente; “Ojalá estuviera más allá del mar; 5 estropea todo
el resto ". El joven Latimer se sorprendió mucho por el comentario:
"Ahora lo entiendo", dijo; "Eso será un gran beneficio para estos
monjes cuando tengan que rendir cuentas a Dios de sus vidas".

Latimer, que se había vuelto más serio, se entregó de corazón y alma a


las prácticas de la superstición, y un primo viejo muy intolerante se
comprometió a instruirlo en ellas. Un día, cuando uno de sus parientes
yacía muerto, ella le dijo: “Ahora debemos expulsar al diablo. Toma
esta vela santa, hija mía, y pásala sobre el cuerpo, primero a lo largo y
luego a lo ancho, para hacer siempre la señal de la cruz.
Pero el erudito que realizaba este exorcismo con mucha torpeza, su
primo anciano le arrebató la vela de la mano y exclamó airadamente:
"Es una lástima que tu padre gaste tanto dinero en tus estudios: nunca
hará nada por ti". 6
Esta profecía no se cumplió. Se convirtió en miembro de Clare Hall en
1509 y obtuvo su maestría en 1514. Al terminar sus estudios clásicos,
comenzó a estudiar teología. Duns Scotus, Aquinas y Hugo de Sancto
Victore fueron sus autores favoritos. Sin embargo, el lado práctico de
las cosas le interesaba más que el especulativo; y se distinguió más en
Cambridge por su ascetismo y entusiasmo que por sus conocimientos.
Daba importancia a las más pequeñas nimiedades. Como el misal
indica que el agua debe mezclarse con el vino sacramental, a menudo,
al decir la misa, su conciencia se turba por temor a no haber puesto
suficiente agua. 7 Este remordimiento no le dejó ni un momento de
tranquilidad durante el servicio. En él, como en muchos otros, el apego
a las ordenanzas pueriles ocupaba en su corazón el lugar de la fe en las
grandes verdades. Con él, la causa de la iglesia era la causa de Dios, y
respetaba a Thomas A. Becket al menos tanto como a San Pablo. "Yo
era entonces", dijo, "un papista tan obstinado como cualquier otro en
Inglaterra". 8 Lutero dijo lo mismo de sí mismo.
El ferviente Latimer pronto observó que todos los que lo rodeaban no
eran igualmente celosos consigo mismo por las ceremonias de la
iglesia. Observó con sorpresa a algunos jóvenes universitarios que,
abandonando a los doctores de la Escuela, se reunían a diario para leer
y escudriñar la Sagrada Escritura. Peop le se burló de ellos en
Cambridge: "Son sólo los sofistas", fue el grito; pero la burla no fue
suficiente para Latimer. Un día entró en la habitación donde estaban
reunidos estos sofistas y les rogó que dejaran de estudiar la Biblia.
Todas sus súplicas fueron inútiles. ¿Podemos asombrarnos de ello? se
dijo Latimer a sí mismo. ¿No vemos incluso a los tutores dando
ejemplo a estas ovejas descarriadas? Está el maestro Stafford, el
profesor más ilustre de las universidades inglesas, dedicando su
tiempo ad Biblia, como Lutero en Wittenberg, ¡y explicando las
Escrituras según los textos hebreo y griego! y los alumnos encantados
celebran en mal verso al doctor,
Qui Paulum explicuit rite et evangelium. 9
Que los jóvenes se ocuparan de estas nuevas doctrinas era concebible,
pero que un doctor en teología lo hiciera, ¡qué vergüenza! Latimer, por
tanto, decidió atacar a Stafford. Lo insultó; 10 suplicó a los jóvenes de
Cambridge que abandonaran al profesor y su enseñanza herética;
asistió a la sala en la que enseñaba el médico, hizo signos de
impaciencia durante la lección y se quejó después de dejar la escuela.
Incluso predicó en público contra el doctor erudito. Pero le pareció que
Cambridge e Inglaterra se quedaron ciegos: es cierto, el clero aprobó
los procedimientos de Latimer; no, los elogió; y sin embargo no
hicieron nada. Sin embargo, para consolarlo, lo nombraron portador
de la cruz de la universidad, y ya lo hemos visto cumplir con este
deber.

Latimer deseaba mostrarse digno de tal honor. Había dejado a los


estudiantes para atacar a Stafford; y ahora dejó Stafford por un
adversario más ilustre. Pero este ataque lo llevó a alguien que era más
fuerte que él. Con motivo de recibir el grado de bachiller en teología
tuvo que pronunciar un discurso en latín en presencia de la
universidad; Latimer eligió como tema a Philip Melancthon y sus
doctrinas. ¿No se había atrevido a decir este hereje audaz
recientemente que los padres de la iglesia han alterado el sentido de la
Escritura? ¿No había afirmado que, como esas rocas cuyos diversos
colores se imparten al pólipo que se adhiere a ellas, 11 los doctores de
la iglesia dan a cada uno su propia opinión en los pasajes que
explican? Y, finalmente, ¿no había descubierto una nueva piedra de
toque (así llama a la Sagrada Escritura) mediante la cual debemos
probar las frases incluso de Santo Tomás?
El discurso de Latimer causó una gran impresión. Por fin (dijeron sus
oyentes) Inglaterra , mejor dicho, Cambridge, proporcionará un
campeón para la iglesia que se enfrentará a los médicos de Wittenberg
y salvará la vasija de nuestro Señor. Pero el resultado sería muy
diferente. Entre los oyentes había un hombre casi oculto por su
pequeña estatura: era Bilney. Durante algún tiempo había estado
observando los movimientos de Latimer y su celo le interesaba,
aunque era un celo sin conocimiento. Su energía no era grande, pero
poseía un tacto delicado, un hábil discernimiento de carácter que le
permitía distinguir el error y seleccionar el método más adecuado para
combatirlo. En consecuencia, un cronista lo califica como "un
investigador de las sutilezas de Satanás, designado por Dios para
detectar el dinero malo que el enemigo estaba circulando por la
iglesia". 12 Bilney detectó fácilmente el sofisma de Latimer, pero al
mismo tiempo amaba a su persona y concibió el plan de ganarlo para
el evangelio. ¿Pero cómo gestionarlo? El prejuicioso Latimer ni siquiera
escucharía al evangélico Bilney. Este último reflexionó , oró y
finalmente planeó una trama muy cándida y muy extraña, que condujo
a una de las conversiones más asombrosas registradas en la historia.

Fue a la universidad donde residía Latimer. "Por el amor de Dios", le


dijo, "complace oír mi confesión". 13 El hereje rezaba para confesarse
al católico: ¡qué hecho tan singular! Mi discurso contra Melancthon sin
duda lo ha convertido, se dijo Latimer. ¿No había estado Bilney alguna
vez entre los fanáticos más piadosos? Su rostro pálido, su cuerpo
demacrado y su mirada humilde son signos claros de que debe
pertenecer a los ascetas del catolicismo. Si vuelve, todos volverán con
él y la reacción será completa en Cambridge. El ardiente Latimer cedió
ansiosamente a la petición de Bilney, y este último, arrodillado ante el
portador de la cruz, le relató con conmovedora sencillez la angustia
que había sentido una vez en su alma, los esfuerzos que había hecho
para eliminarla, su inutilidad durante tanto tiempo. como se propuso
seguir los preceptos de la iglesia y, por último, la paz que había sentido
cuando creyó que Jesucristo es el Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo. Le describió a Latimer el espíritu de adopción que
había recibido y la felicidad que experimentó al poder ahora llamar a
Dios su padre ... Latimer, que esperaba recibir una confesión, escuchó
sin desconfianza. Su corazón se abrió, y la voz del piadoso Bilney lo
penetró sin obstáculos. De vez en cuando el confesor habría
ahuyentado los nuevos pensamientos que se agolpaban en su pecho;
pero el penitente continuó. Su lenguaje, a la vez tan simple y tan vivo,
entró como una espada de dos filos. Bilney no se quedó sin ayuda en su
trabajo. Un testigo nuevo y extraño, el Espíritu Santo, 14 , estaba
hablando en el alma de Latimer. Aprendió de Dios a conocer a Dios:
recibió un corazón nuevo. Por fin prevaleció la gracia: el penitente se
levantó, pero Latimer permaneció sentado, absorto en sus
pensamientos. El fuerte portador de la cruz se opuso en vano a las
palabras del débil Bilney. Como Saulo en el camino a Damasco, fue
conquistado, y su conversión, como la del apóstol, fue instantánea.
Balbuceó algunas palabras; Bilney se acercó a él con amor, y Dios
esparció las tinieblas que aún oscurecían su mente. Vio a Jesucristo
como el único Salvador dado al hombre: lo contempló y lo adoró.
“Aprendí más con esta confesión”, dijo después, “que leyendo mucho y
en muchos años antes de los 15 ... .... ahora probé la palabra de Dios,
16 y abandoné a los médicos de la escuela y todas sus tonterías. . " 17
No fue el penitente sino el confesor quien recibió la absolución.
Latimer vio con horror la obstinada guerra que había librado contra
Dios; lloró amargamente; pero Bilney lo consoló. "Hermano", dijo,
"aunque tus pecados sean como escarlata, serán blancos como la
nieve". Estos dos jóvenes, luego encerrados en su habitación solitaria
en Cambridge, iban un día a subir al cadalso de ese divino Maestro
cuyo espíritu les estaba enseñando. Pero uno de ellos antes de ir a la
hoguera fue el primero en sentarse en un trono episcopal.
Latimer fue cambiado. La energía de su carácter estaba templada por
una unción divina. Convertido en un beli para siempre, había dejado de
ser supersticioso. En lugar de perseguir a Jesucristo, se convirtió en un
celoso buscador de él. 18 En lugar de cavilar y criticar, se mostró
manso y manso; 19 en lugar de frecuentar la compañía, buscó la
soledad, estudiando las Escrituras y avanzando en la verdadera
teología. Se quitó el viejo y se puso el nuevo. Esperó a Stafford, pidió
perdón por el insulto que le había hecho y luego asistió regularmente a
sus lecciones, siendo subyugado más por la conversación angelical de
este médico 20 que por su conocimiento. Pero era la sociedad de Bilney
la que más cultivaba Latimer. Conversaban juntos todos los días,
caminaban juntos con frecuencia por el campo y ocasionalmente
descansaban en un lugar, conocido desde hace mucho tiempo como "la
colina de los herejes". 21
Una conversión tan llamativa dio nuevo vigor al movimiento
evangélico. Hasta entonces, Bilney y Latimer habían sido los
campeones más celosos de las dos causas opuestas ; el uno
despreciado, el otro honrado; el débil había conquistado al fuerte. Esta
acción del Espíritu de Dios no fue descartada en Cambridge. La
conversión de Latimer, como antaño los milagros de los apóstoles,
impresionó a los hombres; ¿Y no fue en verdad un milagro? Todos los
jóvenes de la universidad corrieron a escuchar a Bilney predicar. Él
proclamó a "Jesucristo como Aquel que, habiendo gustado la muerte,
libró a su pueblo de la pena del pecado". 22 Mientras que los doctores
de la escuela (incluso los más piadosos de ellos) pusieron mayor
énfasis en la parte del hombre en la obra de redención, Bilney, por el
contrario, enfatizó el otro término, a saber, la parte de Dios.

Esta doctrina de la gracia, decían sus adversarios, anula los


sacramentos y contradice la regeneración bautismal . El egoísmo que
forma la esencia de la humanidad caída rechazó la doctrina evangélica
y sintió que aceptarla era perderse. “Muchos escucharon con el oído
izquierdo”, para usar una expresión de Bilney; "Como Malco, al que le
cortaron la oreja derecha"; y llenaron la universidad con sus quejas.
Pero Bilney no se permitió que lo detuvieran. La idea de la eternidad se
había apoderado de su mente, y tal vez aún conservaba alguna débil
reliquia de las exageraciones del ascetismo. Condenaba todo tipo de
recreación, incluso cuando era inocente. La música en las iglesias le
parecía una burla de Dios; 23 y cuando Thurlby, que luego fue obispo,
y que vivía en Cambridge en la habitación debajo de la suya, solía
comenzar a tocar en la grabadora, Bilney se arrodillaba y derramaba
su alma en oración: para él, la oración era la más dulce. melodía. Rezó
para que la fe viva de los hijos de Dios en toda Inglaterra sustituyera la
vanidad y el orgullo de los sacerdotes. Él creyó , oró y esperó. Su espera
no sería en vano.
Latimer siguió sus pasos: la transformación de su alma estaba en
marcha; y cuanto más fanatismo había mostrado por el sistema
sacerdotal, que pone la salvación en manos de los sacerdotes, más celo
mostró ahora por el sistema evangélico, que lo puso en manos de
Cristo. Vio que si las iglesias deben tener ministros, no es porque
requieran una mediación humana, sino por la necesidad de una
predicación regular del evangelio y una dirección constante del
rebaño; y en consecuencia habría querido llamar ministro al siervo del
Señor (Huperetes o diachons Tou Logou), y no sacerdote 24 (Hiereus
o sacerdos). En su opinión, no fue la imposición de las manos por parte
del obispo lo que dio la gracia, sino la gracia la que autorizó la
imposición de las manos. Consideraba que la actividad era una de las
características esenciales del ministerio evangélico. “¿Sabrías”, dijo,
“por qué el Señor escogió a los pescadores para que fueran sus
apóstoles? ... Miren cómo vigilan día y noche en sus redes para
capturar todos los peces que pueden conseguir y entrar en sus camino
... De modo que todos nuestros obispos, coadjutores y vicarios deben
ser tan dolorosos en echar sus redes, es decir, en predicar la palabra de
Dios ”. 25 Consideraba toda confianza en la fuerza humana como un
vestigio del paganismo. “No hagamos”, dijo, “como el arrogante Ayax,
que le dijo a su padre cuando iba a la batalla: Sin la ayuda de Dios
puedo luchar, y obtendré la victoria con mis propias fuerzas. " 26
La Reforma había ganado en Latimer un hombre muy diferente de
Bilney. Quizás no tenía tanto discernimiento y prudencia, pero tenía
más energía y elocuencia. Lo que Tyndale iba a ser para Inglaterra por
sus escritos, Latimer lo sería por sus discursos. La ternura de su
conciencia, el calor de su celo y la vivacidad de su entendimiento,
fueron alistados al servicio de Jesucristo; y si a veces se dejó llevar
demasiado lejos por la vivacidad de su ingenio, sólo demuestra que los
reformadores no eran santos, sino hombres santificados. "Fue uno de
los primeros", dice un historiador, "que, en los días del rey Enrique
VIII, se dedicó a predicar el Evangelio en la verdad y sencillez del
mismo". 27 Predicó en latín ad clerum y en inglés ad populum. Con
valentía presentó la ley con sus maldiciones ante sus oyentes, y luego
los conjuró para que huyeran hacia el Salvador del mundo. 28 El
mismo celo que había empleado al decir la misa, lo empleó ahora en la
predicación del verdadero sacrificio de Cristo. Dijo un día: “Si un
hombre hubiera cometido todos los pecados desde Adán, puede estar
seguro de que sería castigado con el mismo horror de muerte, tal como
todos los hombres del mundo deberían haber sufrido ... ... Tal fue el
dolor que soportó Cristo ...... Si nuestro Salvador hubiera cometido
todos los pecados del mundo; todo lo que yo he hecho por mi parte,
todo lo que tú has hecho por tu parte y lo que cualquier otro ha hecho;
si hubiera hecho todo esto él mismo, la agonía que sufrió no habría
sido mayor ni más grave de lo que fue ... Cree en Jesucristo y vencerás
a la muerte ... Pero, ¡ay! " dijo en otro momento, "el diablo, con la
ayuda de ese obispo italiano, su capellán, ha trabajado por todos los
medios para frustrar la muerte de Cristo y los méritos de su pasión".
29
Así comenzó en la cristiandad británica la predicación de la cruz. La
Reforma no fue la sustitución del catolicismo de la primera edad por el
papado de la Edad Media: fue un renacimiento de la predicación de
San Pablo, y así fue que al escuchar a Latimer todos exclamaron con
éxtasis: “De un Saulo, Dios lo ha convertido en un verdadero Pablo ”.
30
Al poder interior de la fe, los evangelistas de Cambridge añadieron el
poder exterior de la vida. Saulo convertido en Pablo, el fuerte, el
ardiente Latimer, tenía necesidad de acción; y Bilney, el débil y
humilde Bilney, en delicada salud, observando una dieta severa,
tomando normalmente una sola comida al día y nunca durmiendo más
de cuatro horas, absorto en la oración y en el estudio de la palabra,
desplegado en ese momento. toda la energía de la caridad. Estos dos
amigos se dedicaron no sólo a las fáciles labores de la beneficencia
cristiana; pero, sin preocuparse mucho por ese cristianismo formal con
el que tan a menudo se encuentran las clases fáciles, exploraron las
lóbregas celdas del manicomio para llevar la voz dulce y sutil del
evangelio a los maníacos enfurecidos. Visitaron el miserable lazarillo
fuera del pueblo, en el que vivían varios leprosos pobres; los cuidaron
cuidadosamente, los envolvieron en sábanas limpias y los cortejaron
para que se convirtieran a Cristo. 31 Se les abrieron las puertas de la
cárcel de Cambridge, 32 y anunciaron a los pobres prisioneros la
palabra que da libertad. Algunos se convirtieron por ello y añoraron el
día de su ejecución. 33 Latimer, luego obispo de Worcester, fue uno de
los tipos más bellos de Reforma en Inglaterra.
Numerosos adversarios se opusieron a él. En la primera fila estaban los
sacerdotes, que no escatimaron esfuerzos para retener las almas.
"Cuidado", dijo Latimer a los nuevos conversos, "no sea que los
ladrones los alcancen y los arrojen a la prisión del purgatorio del Papa
". 34 Después de éstos vinieron los hijos y predilectos de la
aristocracia, estudiantes mundanos y frívolos, que sentían poca
disposición para escuchar el evangelio. “Por medio de los hijos de la
mujer, la fe de Cristo es y ha sido principalmente mantenida en la
iglesia”, dijo Latimer 35 . “¿Es este reino enseñado por los hijos de los
ricos? No no; leer las crónicas; en algún momento encontraréis hijos de
nobles que hayan sido obispos y prelados incautos, pero no
encontraréis a ninguno de esos eruditos ". Habría deseado un modo de
elección que colocara en el púlpito cristiano, no a los hombres más
ricos y elegantes, sino a los más capaces y piadosos. Esta importante
reforma se reservó para otros días. Por último, los evangelistas de
Cambridge chocaron con la brutalidad de muchos, para usar la propia
expresión de Latimer. "¿Qué necesidad tenemos de universidades y
escuelas?" dijeron los estudiantes de esta clase. El Espíritu Santo
"siempre nos dará qué decir". - “Debemos confiar en el Espíritu Santo”,
respondió Latimer, “pero no presumir de ello. Si no mantiene las
universidades, tendrá una brutalidad ". 36 De esta manera, la Reforma
restauró a Cambridge la gravedad y el conocimiento, junto con la
verdad y la caridad.
Sin embargo, Bilney y Latimer a menudo volvían la mirada hacia
Oxford y se preguntaban cómo podría penetrar la luz allí. Wolsey se
encargó de eso. Un maestro de artes de Cambridge, John Clark, un
hombre concienzudo, de corazón tierno, gran prudencia y devoción
ilimitada a su deber, había sido iluminado por la palabra de Dios.
Wolsey, quien desde 1523 había estado buscando en todas partes
eruditos distinguidos para adornar su nueva universidad, invitó a
Clark entre los primeros. Este médico, deseoso de llevar a Oxford la luz
que Dios había dado en Cambridge, inmediatamente comenzó a
impartir un curso de conferencias sobre teología, a celebrar
conferencias y a predicar con su elocuente modo. Enseñaba todos los
días. 37 Entre los graduados y estudiantes que lo siguieron se
encontraba Anthony Dalaber, un joven de sentimiento sencillo pero
profundo, que al escucharlo había experimentado en su corazón el
poder regenerador del evangelio. Rebosante de la felicidad que le
impartía el conocimiento de Jesucristo, fue al colegio cardenalicio,
llamó a la puerta de Clark y dijo: "Padre, ¡no permitas que nunca te
abandone más!" El maestro, al ver el entusiasmo del joven discípulo, lo
amaba, pero pensó que era su deber probarlo: “Anthony”, dijo, “no
sabes lo que pides. Mi enseñanza es ahora agradable para ustedes, pero
llegará el momento en que Dios les pondrá la cruz de la persecución;
serás arrastrado ante los obispos; tu nombre estará cubierto de
vergüenza en el mundo, y todos los que te aman tendrán el corazón
roto por tu culpa ... Entonces, amigo mío, te arrepentirás de haberme
conocido.
Antonio, creyéndose rechazado e incapaz de soportar la idea de volver
a las estériles instrucciones de los sacerdotes, cayó de rodillas y
llorando amargamente 38 exclamó: “¡Por la ternura de Dios, no me
rechaces!”. Conmovido por su dolor, Clark lo cruzó en sus brazos, lo
besó y con lágrimas en los ojos exclamó: “¡El Señor te dé lo que pides!
...... Tómame por tu padre, yo te tomo por mi hijo. . " Desde esa hora,
Antonio, todo gozo , fue como Timoteo a los pies de Pablo. Unió un
entendimiento rápido con tiernos afectos. Cuando alguno de los
estudiantes no había asistido a las conferencias de Clark, el maestro
encargó a su discípulo que los visitara, investigara sus dudas y les
impartiera sus instrucciones. "Este ejercicio me ayudó mucho", dijo
Dalaber, "y logré un gran progreso en el conocimiento de las
Escrituras".
Así, el reino de Dios, que no consiste en formas, sino en el poder del
Espíritu, se estableció en Cambridge y Oxford. Los escolásticos
alarmados, al ver que sus eruditos más piadosos escapaban uno tras
otro de su enseñanza, llamaron a los obispos en su ayuda, y estos
últimos decidieron enviar agentes a Cambridge, el foco de la herejía,
para aprehender a los líderes. Esto ocurrió en 1523 o principios de
1524. Los oficiales episcopales habían llegado y estaban procediendo a
sus negocios. Los más tímidos empezaron a alarmarse, pero Latimer
estaba lleno de coraje; cuando de repente se prohibió a los agentes del
clero continuar, y esta prohibición , por extraño que parezca , se
originó en Wolsey; “Sobre qué terreno no puedo imaginar”, dice
Burnet. 39 En Roma estaban teniendo lugar ciertos acontecimientos
que debían ejercer una gran influencia sobre los concilios sacerdotales
y que tal vez expliquen lo que Burnet no pudo comprender.
Notas finales:

1. Así que en su corazón había un deseo increíble de atraer


a muchos. Foxe, Hechos, 4. P. 620.
2. Mi madre ordeñó treinta vacas. Latimer's Sermons,
(Parker ed.) P. 101.
3. Puedo recordar que le abroché el arnés. Ibídem.

4. Eccles. 3:12.
5. Ojalá el bene hubiera sido desterrado más allá del mar.
Sermones de Latimer. Pág. 153.
6. Ibídem. pags. 499.
7. Pensó que nunca había mezclado suficientemente el vino
con agua. Foxe, Hechos, 8 p. 433.
8. Ibíd, pág. 334.
9. Quien nos ha explicado el verdadero sentido de San
Pablo y del evangelio. Mem de Strype. 1 p. 74.
10. Lo más maliciosamente criticando a él. Foxe, Hechos, 8,
pág. 437.
11. Ut polypus cuicunque petrae adhaeserit, ejus colorem
imitatur. Corp. Ref. 1 p. 114.
12. Foxe, Hechos, 7 p. 438.
13. Luego vino a verme en mi estudio y me pidió, por el
amor de Dios, que escuchara su confesión. Latimer's
Sermons, pág. 334.
14. Fue conmovido por el buen Espíritu de Dios. Foxe, 8 p.
438.
15. Latimer's Sermons, pág. 334.
16. A partir de ese momento comencé a oler la palabra de
Dios. Yo diré.
17. Ibídem. pags. 335.
18. Mientras que antes era un enemigo y casi un
perseguidor de Cristo, ahora era un celoso buscador de
él. Foxe, Hechos, 7 p. 338.

19. Ibídem.
20. Un hombre de una vida muy perfecta y una
conversación angelical. Obras de Becon (Parker Soc.) P.
425.
21. Foxe, 8 p. 452.
22. Christus quem pro virili doceo..denique et satisfiem. Ep.
Ad Tonstallum episcop. Ibídem. Hechos, 4 p. 623.
23. Foxe, Hechos, 4 p. 621.
24. Ministro es un nombre más adecuado para ese cargo.
Restos de Latimer, pág. 264.

25. Ibídem. pags. 24.


26. Latimer's Sermons, pág. 491. Sophocle s, Ajax, 783, et.
seq.
27. Mem de Strype. 3 parte 1 p. 378.
28. Volando hacia él por una fe evangélica. Ibídem.
29. Lat. Ser. Pág.74.
30. Esto fue dicho por Ralph Morice, luego secretario de
Cranmer. Strype, Eccl. Mem. 3 parte 1 p. 368.
31. Predicando en los lazares, envolviéndolos en sábanas.
Foxe, Hechos, vol. 4 p. 620. Lond. 1846.

32. Latimer's Sermons, pág. 335 (Park. Soc.)


33. Tenía tal sabor, tal dulzura y sentimiento, que lo pensó
anhelando el día de la ejecución. Latimer's Sermons, pág.
180.
34. Eccles de Strype. Memoriales, vol. 3 pt. 1 p. 378.

35. Latimer's Sermons, pág. 102.


36. Ibídem. pags. 269.
37. Enseñar o predicar, lo cual hacía a diario. Foxe, Hechos
5 p. 426.
38. Ibídem.
39. Historia de la Reforma, vol. 1 p. 25. Lond. 1841.
LIBRO 18
CAPÍTULO 10

Adriano VI murió el 14 de septiembre de 1523, antes del final del


segundo año de su pontificado. Wolsey se creía papa. Al final, ya no
sería sólo el favorito, sino el árbitro de los reyes de la tierra; y su genio,
para el que Inglaterra era demasiado estrecha, tendría a Europa y al
mundo por escenario. Ya girando proyectos gigantes en su mente, el
futuro Papa soñó con la destrucción de la herejía en el oeste, y en el
este el cese del cisma griego y nuevas cruzadas para replantar la cruz
en los muros de Constantinopla. No hay nada que Wolsey no se
hubiera atrevido a emprender una vez sentado en el trono del
catolicismo, y los pontificados de Gregorio VII e Inocencio III habrían
sido eclipsados por el del hijo del carnicero de Ipswich. El cardenal le
recordó a Enrique su promesa y, al día siguiente, el rey firmó una carta
dirigida a Carlos V.
Creyéndose seguro del emperador, Wolsey volvió todos sus esfuerzos
al lado de Roma. “El legado de Inglaterra”, dijeron los embajadores de
Enrique ante los cardenales, “es el mismo hombre de la actualidad. Él
es el único que conoce a fondo los intereses y deseos de la cristiandad,
y es lo suficientemente fuerte como para satisfacerlos. Él es todo
bondad, y compartirá su dignidad y riqueza entre todos los prelados
que lo apoyan ”.
Pero el mismo Julio de Médicis aspiraba al papado y, como le
dedicaban dieciocho cardenales, la elección no podía realizarse sin su
apoyo. "En lugar de ceder", dijo en el cónclave, "moriría en esta
prisión". Pasó un mes y no se hizo nada . Entonces se recurrió a nuevas
intrigas: hubo cábalas para Wolsey, cábalas para Medici. Los
cardenales fueron sitiados:
En medio de ellos, por muchos caminos secretos, Creeps astuta
intriga. 1
Por fin, el 19 de noviembre de 1523, la gente se reunió bajo sus
ventanas y gritó: "Ningún Papa extranjero". Tras cuarenta y nueve días
de debate, Julio fue elegido, y según su propia expresión, “inclinó la
cabeza bajo el yugo de la servidumbre apostólica”. 2 Tomó el nombre
de Clemente VII.
Wolsey estaba exasperado. En vano se presentaba ante la cátedra de
San Pedro en cada vacante: siempre llegaba antes que él un rival más
activo o más afortunado. Maestro de Inglaterra y el más influyente de
los diplomatistas europeos , vio preferidos a él por hombres que eran
inferiores a él. Esta elección fue un evento para la Reforma. Wolsey,
como el Papa, humanamente hablando, habría tensado las cuerdas
que ya unían tan estrechamente a Inglaterra con Roma; pero Wolsey,
rechazado, difícilmente podría dejar de lanzarse por caminos
tortuosos que tal vez contribuirían a la emancipación de la Iglesia. Se
volvió más astuto que nunca; declaró a Enrique que la nueva elección
estaba bastante de acuerdo con sus deseos, 3 y se apresuró a felicitar al
nuevo Papa. Escribió a sus agentes en Roma: “Esta elección, les
aseguro, es tanto para mi regocijo como para mi regocijo, consuelo y
alegría, como posiblemente pueda ser ideado o imaginado ... Le
mostraréis a su santidad ¡Qué gozo, consuelo y alegría es tanto para la
alteza del rey como para mí percibir que una vez en nuestras vidas ha
agradado a Dios por su gran bondad proporcionar un pastor para su
iglesia, como su gracia y yo hemos deseado interiormente por mucho
tiempo; quien por su virtud, sabiduría y otras altas y notables
cualidades, siempre hemos tenido la reputación de ser la persona más
capaz y digna de ser llamada a esa dignidad ”. 4 Pero el papa,
adivinando la irritación de su competidor, envió al rey una rosa de oro
y un anillo a Wolsey. "Lo siento", dijo mientras se lo sacaba del dedo,
"no puedo presentárselo a su eminencia en persona". Además,
Clemente le confirió la calidad de legado vitalicio, cargo que hasta
entonces había sido sólo temporal. Así, el Papa e Inglaterra se
abrazaron, y nada parecía más distante que esa revolución cristiana
que estaba destinada muy pronto a emancipar a Gran Bretaña de la
tutela del Vaticano.
La ambición decepcionada de Wolsey le hizo suspender los
procedimientos del clero en Cambridge. Tenía la venganza en su
corazón y no se preocupaba por perseguir a sus compatriotas
simplemente para complacer a su rival; y además, como varios papas,
tenía cierta afición por aprender. Enviar a algunos lolardos a la cárcel
no supuso ninguna dificultad; pero doctores eruditos ... esto requería
un examen más detenido. Por eso le dio a Roma una señal de
independencia. Y, sin embargo, no fue especialmente contra el Papa
que comenzó a albergar siniestros designios: Clemente había sido más
afortunado que él; pero esa no era la razón por la que debería estar
enojado con él ... Charles V era el ofensor, y Wolsey juró un odio
mortal contra él. Decidido a atacar, buscó sólo el lugar donde pudiera
infligir el golpe más severo. Para obtener su fin, resolvió disimular su
pasión y destilar gota a gota en la mente de Henry ese odio mortal
contra Charles, que dio nueva energía a su actividad.
Charles descubrió la indignación que se escondía bajo la aparente
apacibilidad de Wolsey y, deseando mantener la alianza de Enrique,
hizo avances más urgentes hacia el rey. Habiendo privado al ministro
de una tiara, resolvió ofrecer al rey una corona: ¡esto era, de hecho,
una noble compensación! “ Eres el rey de Francia”, dijo el emperador,
“y me comprometo a ganar tu reino para ti. 5 Solo envíe un embajador
a Italia para negociar el asunto ”. Wolsey, que apenas pudo contener su
enfado, se vio obligado a cumplir, al menos en apariencia, con las
opiniones del emperador. El rey, de hecho, pareció pensar en nada más
que en su llegada a St. Germain, y encargó a Pace que visitara Italia
para este importante asunto. Wolsey esperaba no poder ejecutar su
comisión; era imposible cruzar los Alpes, porque las tropas francesas
bloquearon todos los pasos. Pero Pace, que era uno de esos personajes
aventureros a los que nada puede detener, espoleado por la idea de
que el propio rey lo había enviado, decidió cruzar el Col di Tenda. El
27 de julio entró en las montañas, atravesó desfiladeros escarpados, a
veces subiéndolos a cuatro patas, 6 y cayendo a menudo durante el
descenso. En algunos lugares podía montar a caballo; “Pero en la mayor
parte de ella no me atreví ni a dar vuelta a mi caballo (le escribió al
rey) por todas las riquezas del mundo, ni a mirar a mi izquierda por la
pronita y la profundidad del valle”. Tras esta travesía, que duró seis
días, Pace llegó a Italia agotado por la fatiga . “Si el rey de Inglaterra
entra en Francia inmediatamente por Normandía”, le dijo el alguacil
de Borbón, “le daré permiso para que me saque los dos ojos 7 si no es
dueño de París ante Todos los Santos; y cuando Pari s sea tomado, será
dueño de todo el reino ". Pero Wolsey, a quien el embajador transmitió
estas observaciones, las despreció, retrasó el suministro de las
subvenciones y exigió ciertas condiciones que estaban calculadas para
frustrar el proyecto. Pace, que era ardiente y siempre imprudente, pero
llano y directo, se olvidó de sí mismo, y en un momento de disgusto le
escribió a Wolsey: “Hablando con franqueza, si no atiende estas cosas,
imputaré a su excelencia la pérdida. de la corona de Francia ". Estas
palabras arruinaron al enviado de Henry en la mente del cardenal.
¿Estaba este hombre, que le debía todo, tratando de suplantarlo? ...
Pace en vano le aseguró a Wolsey que no debería tomar en serio lo que
había dicho; pero el cerrojo había dado en el blanco. Pace estaba
asociado con Charles en la cruel enemistad del ministro, y un día iba a
sentir sus terribles efectos. No pasó mucho tiempo antes de que Wolsey
pudiera convencerse de que el servicio que Carlos había deseado
prestar al rey de Inglaterra estaba más allá de las fuerzas del
emperador.

Apenas se sintió cómodo por un lado, Wolsey se encontró atacado por


el otro. Este hombre, el más poderoso entre los favoritos del rey, sintió
en este momento el primer soplo de desagrado sobre él. En el trono
pontificio, sin duda habría intentado una reforma a la manera de Sixto
V; y deseando ensayar en un escenario más pequeño y regenerar a su
manera la iglesia católica en Inglaterra, sometió los monasterios a una
estricta inquisición, patrocinó la instrucción de los jóvenes y fue el
primero en dar un gran ejemplo, al suprimir ciertos casas religiosas,
cuyos ingresos aplicó a su universidad en Oxford. Thomas Cromwell,
su abogado, mostró mucha habilidad e industria en este negocio, 8 y
así, bajo las órdenes de un cardenal de la iglesia romana, hizo su
primera campaña en una guerra de la que en días posteriores ocuparía
el mando principal. . Wolsey y Cromwell, con sus reformas, derribaron
el odio de ciertos monjes, sacerdotes y nobles, siempre los muy
humildes servidores del partido clásico. Este último acusó al cardenal
de no haber estimado los monasterios en su justo valor y de haber
invadido en ciertos casos la jurisdicción real. Enrique, a quien la
pérdida de la corona de Francia había puesto de mal humor, resolvió,
por primera vez, no perdonar a su ministro: “Hay fuertes murmullos
en todo este reino”, le dijo; "Se afirma que su nueva universidad en
Oxford es sólo un manto conveniente para ocultar sus
malversaciones". 9 “Dios no lo quiera ”, respondió el cardenal, “que
esta fundación virtuosa en Oxford, emprendida por el bien de mi
pobre alma, sea levantada ex rapinis. Pero, sobre todo, Dios no permita
que yo invada tu autoridad real ”. Entonces insinuó astutamente que,
por su voluntad, dejó todas sus propiedades al rey. Henry estaba
satisfecho: tenía una participación en el negocio.
Acontecimientos de muy diferente importancia llamaron la atención
del rey hacia otro cuarto. Los dos ejércitos, el del imperio y el de
Francia, estaban presentes antes de Pavia. Wolsey, que abiertamente le
dio la mano derecha a Carlos V y en secreto la izquierda a Francisco,
repitió a su maestro: “Si el emperador gana la victoria, ¿no eres tú su
aliado? y si Francis, ¿no estoy en comunicación secreta con él? 10 “Así”,
añadió el cardenal, “pase lo que pase, Su Alteza tendrá un gran motivo
para dar gracias al Dios Todopoderoso”.

El 24 de febrero de 1525 se libró la batalla de Pavía y los imperialistas


encontraron en la tienda del rey francés varias cartas de Wolsey , y en
su cofre militar y en los bolsillos de sus soldados el oro corruptor del
cardenal. Esta alianza había sido ideada por Giovanni Gioacchino, un
amo genovés de la casa de Louisa, regente de Francia, que pasaba por
un comerciante de Bo logna y vivía escondido en Blackfriars. Charles
ahora vio en qué tenía que confiar; pero las noticias de la batalla de
Pavía apenas habían llegado a Inglaterra, cuando fiel a la perfidia,
Wolsey expresó un placer fingido. El pueblo también se regocijó, pero
fue sincero. Se encendieron hogueras en las calles de Londres; las
fuentes corrían vino, y el alcalde, acompañado por los regidores,
atravesaba la ciudad a caballo al son de la trompeta.
La alegría del cardenal no fue del todo falsa. Le habría complacido la
derrota de su enemigo; pero su victoria quizás le fue aún más útil.
Le dijo a Enrique: “El emperador es un mentiroso, no observa fe ni
promesa: la archiduquesa Margarita es una mujer de vida malvada; 11
Don Ferdinand es un niño y Borbón un traidor. Señor, tiene otras cosas
que hacer con su dinero que malgastarlo en estos cuatro individuos.
Charles apunta a la monarquía universal; Pavía es el primer escalón de
este trono, y si Inglaterra no se le opone, lo alcanzará ". Habiendo
venido Joachim en secreto a Londres, Wolsey convenció a Henry para
que concluyera entre Inglaterra y Francia una "paz indisoluble por
tierra y mar". 12 Por fin, estaba en condiciones de demostrarle a Carlos
que es peligroso oponerse a la ambición de un sacerdote.
Ésta no fue la única ventaja que Wolsey obtuvo del triunfo de su
enemigo. Los ciudadanos de Londres imaginaron que el rey de
Inglaterra estaría en unas semanas en París; Wolsey, rencoroso y
codicioso, decidido a hacerles pagar caro su entusiasmo. "Deseas
conquistar Francia", dijo; "tienes razón. Dame, pues, para ello la sexta
parte de tu propiedad; eso es una bagatela para satisfacer una
inclinación tan noble ". Inglaterra no lo creía así; esta demanda ilegal
despertó la denuncia universal. “Somos ingleses y no franceses,
hombres libres y no esclavos”, 13 fue el grito universal. Henry podía
tiranizar a su corte, pero no imponer las propiedades de sus súbditos .
Los condados del este se levantaron en insurrección: cuatro mil
hombres estaban en armas en un momento; y Enrique estaba
custodiado en su propio palacio por unos pocos sirvientes. Era
necesario derribar los puentes para detener a los insurgentes. 14 Los
cortesanos se quejaron al rey; el rey echó la culpa al cardenal; el
cardenal se lo impuso al clero, que lo había animado a imponer este
impuesto citándole el ejemplo de José exigiendo a los egipcios la
quinta parte de sus bienes ; y el clero, a su vez, atribuyó la insurrección
a los evangelistas, quienes (dijeron que) estaban provocando una
guerra campesina en Inglaterra, como lo habían hecho en Alemania. La
reforma produce revolución: este es el texto favorito de los seguidores
del Papa. V manos iolent deben ser puestos sobre los herejes. Non pluit
Deus, duc ad christianos. 15
La acusación de los sacerdotes era absurda; pero la gente es ciega
cuando se trata del evangelio, y ocasionalmente los gobernadores
también son ciegos. No fue necesario un razonamiento serio para
refutar esta invención. “Aquí, por cierto, les diré un juguete divertido”,
dijo Latimer un día en el púlpito. “Una vez, Master More fue enviado
en comisión a Kent para ayudar a probar, si es posible, cuál era la
causa de Goodwin Sands y el estante que tapaba el paraíso de
Sandwich. Él llama al país antes que él, a los que se pensaba que eran
hombres de experiencia, y entre otros llegó un anciano con la cabeza
blanca, y uno que se pensaba que tenía poco menos de cien años.
Entonces el Maestro More llamó al anciano y le dijo: Padre, dígame, si
puede, ¿cuál es la causa de este gran surgimiento de las arenas y los
estantes de aquí, que tapan el paraíso de Sandwich? En verdad, señor,
(dice él) soy un anciano, porque tengo casi cien años, y creo que el
campanario de Tenterden es la causa de las arenas de Goodwin. Porque
soy un anciano, señor, y puedo recordar la construcción del
campanario de Tenterden, y antes de que se construyera ese
campanario, no había ningún tipo de llanos o arenas ". Después de
relatar esta anécdota, Latimer agregó astutamente: "Aun así, para mi
propósito, la predicación de la palabra de Dios es la causa de la
rebelión, como el campanario de Tenterden fue la causa de que el
refugio de Sandwich esté decaído". dieciséis
No hubo persecución: había algo más que hacer. Wolsey, convencido
de que Charles había obstaculizado su acceso al Papa, pensó sólo de
qué manera podría vengarse. Pero durante este tiempo Tyndale
también estaba persiguiendo su objetivo; y el año 1525, memorable
para la batalla de Pavía, estaba destinado a serlo no menos en las islas
británicas, por una victoria aún más importante.

Notas finales:
1. Un cónclave de C. Delavigne.
2. Colla subjecimus jugo apostolicae servitutis. Rymer,
Foedera, 6: 2, pág. 7.
3. Tomo a Dios por testigo, me alegro más de ello, que si
hubiera tenido suerte en mi persona. Wolsey a Enrique
VIII. Burnet, Records. P. 328. (Lond. 1841.)
4. Wolsey al Secretario Pace. Wolsey de Galt, pág. 381,
Apéndice. (Lond. 1846.)
5. Cartas de Ellis, segunda serie, pág. 326, 327.
6. Nos hizo arrastrarnos de los cuatro. Pace to the king,
Strype, vol. 1 parte 2 p. 27.
7. Algodón MSS. Vitelio, B.6, pág. 87.
8. Muy adelantado y trabajador. Foxe, Hechos, 5 p. 366.
9. Eccles de Collier. Hist. 10 p. 20.
10. Por las comunicaciones que estableció con Francia
aparte. Documentos estatales, 1 p. 158.
11. Milady Margaret era una ribaud. Algodón MSS. Vesp. C. 3
p. 55.
12. Sincera fidelis, firma et indissolubilis pax. Rymer,
Foedera, pág. 32, 33.
13. Hall's Chronicle, pág. 696. Si los hombres dieran sus
bienes por comisión, entonces sería peor que los
impuestos de Francia ; y así Inglaterra sería unida y no
reembolsable.
14. Ibídem.
15. "Dios no envía lluvia ... guíanos contra los cristianos". Un
grito atribuido por Agustín a los paganos de los primeros
tiempos.
16. Latimer's Sermons, vol. 1 p. 251.
LIBRO 18
CAPÍTULO 11

El barco que llevaba a Tyndale y sus manuscritos echó anclas en


Hamburgo, donde, desde el año 1521, el evangelio había contado con
numerosos amigos. Animado por la presencia de sus hermanos, el
compañero de Oxford se había alojado tranquilamente en una de las
estrechas y sinuosas calles de esa vieja ciudad, y de inmediato reanudó
su tarea. Un secretario, a quien llama su "fiel compañero" 1, lo ayudó a
cotejar los textos; pero no pasó mucho tiempo antes de que este
hermano, cuyo nombre desconocemos, creyéndose llamado a predicar
a Cristo en lugares donde nunca había sido proclamado, salió de
Tyndale. Un ex fraile observador de la orden franciscana en Greenwich,
habiendo abandonado el claustro y sin recursos en ese momento,
ofreció sus servicios al helenista. William Roye fue uno de esos
hombres (y siempre son bastante numerosos) a quienes la impaciencia
del yugo aleja de Roma sin que el Espíritu de Dios los atraiga hacia
Cristo. Agudo, insinuante, astuto y, sin embargo, de agradables
modales, cautivó a todos los que tenían con él meras relaciones
casuales. Tyndale, desterrado a las lejanas costas del Elba, rodeado de
extrañas costumbres y oyendo sólo una lengua extranjera, a menudo
pensaba en Inglaterra y estaba impaciente por que su país disfrutara
del resultado de su trabajo: aceptó la ayuda de Roye. Los Evangelios de
Mateo y Marcos, traducidos e impresos en Hamburgo, se convirtieron,
al parecer, en los primeros frutos para Inglaterra de su gran tarea.

Pero Tyndale pronto se sintió abrumado por las molestias. Roye, que
era bastante manejable mientras no tenía dinero, se había vuelto
intratable ahora que su bolso estaba menos vacío. 2 ¿Qué se debía
hacer? Habiendo gastado el reformador las diez libras que había traído
de Inglaterra, no pudo satisfacer las demandas de su asistente, pagar
sus propias deudas y mudarse a otra ciudad. Se volvió aún más parco y
económico. El Wartburg, en el que Lutero había traducido el Nuevo
Testamento, era un palacio en comparación con el alojamiento en el
que el reformador de la rica Inglaterra soportó el hambre y el frío,
mientras trabajaba día y noche para dar el evangelio a los cristianos
ingleses.
Hacia fines de 1524, Tyndale envió los dos evangelios a Monmouth; y
un comerciante llamado John Collenbeke, habiéndole traído las diez
libras que había dejado en manos de su antiguo patrón, se dispuso a
partir inmediatamente.
¿A dónde debería ir? No a Inglaterra; debe completar su tarea antes que
nada. ¿Podría estar en el vecindario de Lutero y no desear verlo? No
necesitaba al reformador sajón ni para encontrar la verdad, que ya
conocía en Oxford, ni para emprender la traducción de las Escrituras,
que ya había comenzado en el valle del Severn. Pero, ¿no acudieron
todos los extranjeros evangélicos a Wittenberg? Para despejar toda
duda sobre la entrevista a los reformadores, quizás sería deseable
encontrar algún rastro en Wittenberg, 3 ya sea en los registros de la
universidad o en los escritos de los reformadores sajones. Sin embargo,
varios testimonios contemporáneos parecen dar suficiente grado de
probabilidad a esta conferencia. Foxe nos dice: "Tuvo una entrevista
con Lutero y otros eruditos de ese país". 4 Esto debe haber sido en la
primavera de 1525.

Tyndale, deseoso de acercarse a su país natal, volvió los ojos hacia el


Rin. Había en Colonia algunos impresores célebres muy conocidos en
Inglaterra, y entre otros, Quentel y los Byrckman. Francis Byrckman
tenía almacenes en el cementerio de St. Paul en Londres, circunstancia
que podría facilitar la introducción y venta del Testamento impreso en
las orillas del Rin. Esta circunstancia providencial decidió a Tyndale a
favor de Colonia, y allí se reparó con Roye y sus manuscritos. Llegado
a las lúgubres calles de la ciudad de Agrippina, contempló sus
innumerables iglesias y sobre todo su antigua catedral resonando con
las voces de sus canónigos, y se sintió oprimido por el dolor al
contemplar a los sacerdotes, monjes, mendicantes y peregrinos que, de
todas partes de Europa, acudían a adorar las supuestas reliquias de los
tres sabios y de las once mil vírgenes. Y luego Tyndale se preguntó si
era realmente en esta ciudad supersticiosa donde se iba a imprimir el
Nuevo Testamento en inglés. Eso no fue todo. El movimiento de
reforma que entonces estaba en marcha en Alemania había estallado
en Colonia durante la fiesta de Pentecostés, y el arzobispo acababa de
prohibir todo culto evangélico. Sin embargo, Tyndale perseveró y,
sometiéndose a las más minuciosas precauciones, para no
comprometer su trabajo, tomó un oscuro alojamiento donde se
mantuvo muy escondido.
Pronto, sin embargo, confiando en Dios, llamó al impresor, le presentó
sus manuscritos, encargó seis mil copias y luego, tras reflexionar, se
redujo a tres mil por temor a un ataque. 5 La impresión continuó; una
hoja siguió a otra; gradualmente, el evangelio fue revelando sus
misterios en la lengua inglesa, y Tyndale no pudo contenerse de
alegría. 6 Vio en su mente los triunfos de los Scriptu res sobre todo el
reino, y exclamó con entusiasmo : “Lo quiera el rey o no, dentro de
poco todo el pueblo de Inglaterra, iluminado por el Nuevo
Testamento, obedecerá el evangelio. " 7
Pero, de repente, ese sol, cuyos primeros años había saludado con
cánticos de alegría, quedó oculto por espesas nubes. Un día, justo
cuando se había tirado la décima hoja, el impresor se apresuró a ir a
Tyndale y le informó que el senado de Colonia le prohibía continuar
con el trabajo. Entonces se descubrió todo . Sin duda Enrique VIII,
que ha quemado los libros de Lutero, también desea quemar el Nuevo
Testamento, destruir los manuscritos de Tyndale y entregarlo a la
muerte. ¿Quién lo había traicionado? Estaba perdido en conjeturas
infructuosas, y una sola cosa parecía segura: ¡ay! ¡su barco, que
avanzaba a toda vela, había chocado contra un arrecife! La siguiente es
la explicación de este incidente inesperado.

Un hombre con el que nos hemos encontrado a menudo a lo largo de


esta historia, 8 uno de los enemigos más violentos de la Reforma, es
decir, Cocleo, había llegado a Colonia. La ola de agitación popular que
había agitado esta ciudad durante las vacaciones de Pentecostés, había
barrido anteriormente Francfort durante la fiesta de Pascua; y el
decano de N otre-Dame, aprovechando un momento en el que las
puertas de la ciudad estaban abiertas, se había escapado pocos
minutos antes de que los burgueses entraran a su casa para arrestarlo.
Al llegar a Colonia, donde esperaba vivir desconocido bajo la sombra
del poderoso elector, había ido a alojarse con George Lauer, un
canónigo de la iglesia de los Apóstoles.
Por un destino singular, los dos hombres más opuestos, Tyndale y
Cochlaeus, estaban escondidos en la misma ciudad; no podían
permanecer allí mucho tiempo sin chocar.
En la orilla derecha del Rin, y frente a Colonia, se encontraba el
monasterio de Deutz, uno de cuyos abades, Rupert, que vivió en el
siglo XII, había dicho: “Ser ignorante de las Escrituras es ignorar a
Jesucristo. ¡Esta es la escritura de las naciones! 9 Este libro de Dios,
que no es pomposo en palabras y pobre en significado como Platón,
debe presentarse a todos los pueblos y proclamar en voz alta al mundo
entero la salvación de todos ”. Un día, cuando Cochlaeus y su anfitrión
estaban hablando de Ru pert, el canónigo informó al decano que el
hereje Osiander de Nuremberg estaba en un tratado con el abad de
Deutz acerca de la publicación de los escritos de este antiguo médico.
Cocleo supuso que Osiander deseaba presentar al contemporáneo de
San Beard como testigo en defensa de la Reforma. Se apresuró a llegar
al monasterio y alarmó al abad: “Confíame los manuscritos de su
célebre predecesor”, dijo; "Me comprometeré a imprimirlos y
demostrar que era uno de los nuestros". Los monjes las colocaron en
sus manos, estipulando una publicación anticipada, de la que
esperaban no poca fama. 10 Cochlaeus acudió inmediatamente a Peter
Quentel y Arnold Byrckman para hacer los arreglos necesarios. Eran
los impresores de Tyndale .

Allí, Cocleo hizo un descubrimiento más importante que el de los


manuscritos de Rupert. Byrckman y Quentel lo invitaron un día a
reunirse con varios de sus colegas en la cena, un impresor, algo
elevado por el vino, declaró en sus copas (para tomar prestadas las
palabras de Cochlaeus): 11 “Si el rey y el cardenal de York lo desean o
no, toda Inglaterra pronto será luterana ". 12 Cocleo escuchó y se
alarmó; Hizo una investigación y se le informó que dos ingleses,
hombres instruidos y expertos en los idiomas, estaban ocultos en
Colonia. 13 Pero todos sus esfuerzos por descubrir más resultaron
inútiles.
No hubo más reposo para el decano de Francfort; su imaginación se
fermentó , su mente se alarmó. “¿Qué,” dijo él, “Inglaterra, esa fiel
sierva del Papa, será pervertida como Alemania? ¿Serán los ingleses,
las personas más religiosas de la cristiandad, 14 y cuyo rey una vez
ennobleció a sí mismo al escribir contra Lutero, serán invadidos por la
herejía? ... ¿Se verá obligado a huir el poderoso cardenal-legado de
York? de su palacio, como yo era de Frankfort? Cochlaeus continuó su
búsqueda; visitaba frecuentemente a los impresores, les hablaba en
tono amistoso, los adulaba, los invitaba a visitarlo en el canónigo; pero
todavía no se atrevía a arriesgar la importante cuestión; bastaba por el
momento con ganarse las buenas gracias de los depositarios del
secreto. Pronto dio un nuevo paso ; tuvo cuidado de no interrogarlos
uno frente al otro; pero consiguió una entrevista privada con uno de
ellos, 15 y le proporcionó abundante vino del Rin: él mismo es nuestro
informante. 16 Preguntas ingeniosas avergonzaron al imprudente
impresor, y por fin se reveló el secreto. “El Nuevo Testamento”,
aprendió Cochlaeus, “está traducido al inglés; tres mil ejemplares
están en la imprenta; están listas ochenta páginas en cuarto; el gasto lo
cubren íntegramente los comerciantes ingleses, que deben transportar
secretamente la obra una vez impresa y difundirla ampliamente por
toda Inglaterra, antes de que el rey o el cardenal puedan descubrirla o
prohibirla. 17 ..... Así Gran Bretaña se convertirá a las opiniones de
Lutero ". 18
La sorpresa de Cochlaeus igualó su alarma; 19 disimuló; deseaba saber,
sin embargo, dónde estaban escondidos los dos ingleses; pero todos
sus esfuerzos resultaron inútiles y regresó a su alojamiento lleno de
emoción. El peligro era muy grande. Extranjero y exiliado, ¿qué puede
hacer para oponerse a esta empresa impía? ¿Dónde encontrará a un
amigo en Inglaterra, preparado para mostrar su celo en protegerse del
golpe amenazante ? ... Estaba desconcertado.
Un destello de luz disipó repentinamente la oscuridad. El emperador
Maximiliano había enviado a Enrique VII a una persona de cierta
importancia en Colonia, Herman Rincke, patricio y consejero imperial,
y desde entonces siempre había mostrado un gran apego a Inglaterra.
Cocleo decidió revelarle el secreto fatal; pero, aún alarmado por las
escenas de Francfort, temía conspirar abiertamente contra la Reforma.
Había dejado a una madre anciana y una sobrina en casa, y no estaba
dispuesto a hacer nada que pudiera comprometerlas. Por lo tanto, se
deslizó sigilosamente hacia la casa de Rincke (como él mismo nos
dice), 20 se deslizó en secreto y desplegó todo el mate er a él. Rincke no
podía creer que el Nuevo Testamento en inglés se estuviera
imprimiendo en Colonia; sin embargo, envió a una persona de
confianza para realizar averiguaciones, quien le informó que la
información de Cochlaeus era correcta y que había encontrado en la
imprenta una gran cantidad de papel destinado a la edición. 21 El
patricio se dirigió inmediatamente al senado y habló de Wolsey, de
Enrique VIII y de la preservación de la iglesia romana en Inglaterra; y
ese organismo que, bajo la influencia del arzobispo, había olvidado
hacía mucho tiempo los derechos de la libertad, prohibió al impresor
continuar la obra. ¡Entonces, entonces, no habría Nuevos Testamentos
para Inglaterra! Una mano experta había evitado el golpe dirigido al
catolicismo romano; Quizás Tyn dale sería encarcelado y Cochlaeus
disfrutaría de un completo triunfo.
Tyndale se sintió confundido al principio. Entonces, ¿se perdieron
tantos años de trabajo para siempre? Su prueba parecía más allá de sus
fuerzas. 22 “Son lobos rapaces ”, exclamó, “predican a otros: No robes,
y sin embargo han robado el alma del hombre del pan de vida, y la han
alimentado con esquistos [¿conchas?] Y bacalaos del esperanza en sus
méritos y confianza en sus buenas obras ". 23 Sin embargo, Tyndale no
permaneció abatido por mucho tiempo; porque su fe era de esa clase
que trasladaría montañas. ¿No es la palabra de Dios la que está en
peligro? Si no se abandona a sí mismo, Dios no lo abandonará. Debe
anticipar el senado de Colonia. Atrevido y rápido en todos sus
movimientos, Tyndale le pidió a Roye que lo siguiera, se apresuró a ir
a la imprenta, recogió las hojas, se subió a un bote y rápidamente
ascendió el río, llevando consigo la esperanza de Inglaterra. 24
Cuando Coc hlaeus y Rincke, acompañados por los funcionarios del
Senado, llegaron a la imprenta, se sorprendieron sin medida. ¡El
apóstata había asegurado los abominables papeles! ... Su enemigo
había escapado como un pájaro de la red del cazador. ¿Dónde lo
encontrarían ahora? Sin duda iría a ponerse bajo la protección de algún
príncipe luterano, adonde Cocleo se cuidaría de no perseguirlo; pero
quedaba un recurso. Estos libros en inglés no pueden hacer ningún
daño en Alemania; se les debe prever que lleguen a Londres. Escribió a
Enrique VIII, a Wolsey y al obispo de Rochester. “Dos ingleses”, le dijo
al rey, “como los dos eunucos que querían echar mano a Asuero, están
tramando perversamente contra la paz de tu reino; pero yo, como el fiel
Mardoqueo, 25 te mostraré sus designios. Desean enviar el Nuevo
Testamento en inglés a su gente. Dar órdenes en todos los puertos
marítimos para evitar la introducción de esta mercancía tan nefasta ".
26 Tal fue el nombre que dio este celoso seguidor del Papa a la palabra
de Dios. Un aliado inesperado pronto devolvió la paz al alma de
Cochlaeus. El célebre Dr. Eck, un campeón del papado mucho más
formidable que él, llegó a Colonia de camino a Londres y se propuso
despertar la ira de los obispos y del rey. 27 Los ojos de los más grandes
oponentes de la Reforma parecían estar ahora fijos en Inglaterra. Eck,
quien se jactaba de haber obtenido la mayor cantidad de triunfos
notables sobre Lutero, fácilmente vencería al humilde tutor y su Nuevo
Testamento.
Durante este tiempo, Tyndale, custodiando sus preciosos fardos,
ascendió el rápido río tan rápido como pudo. Pasó ante las ciudades
antiguas y los pueblos sonrientes esparcidos a lo largo de las orillas del
Rin en medio de escenas de pintoresca belleza. Las montañas, cañadas
y rocas, los bosques oscuros, las fortalezas en ruinas, las iglesias
góticas, los barcos que pasaban y se repasan, las aves de rapiña que se
elevaban sobre su cabeza, como si tuvieran una misión de Cocleo:
nada podía aparta los ojos del tesoro que llevaba consigo. Por fin,
después de un viaje de cinco o seis días, llegó a Worms, donde Lutero,
cuatro años antes, había exclamado : “Aquí estoy, no puedo hacer otra
cosa; que Dios me ayude! " 28 Estas palabras del reformador alemán,
tan conocido por Tyndale, fueron la estrella que lo había guiado hasta
Worms. Sabía que el evangelio se predicaba en esa antigua ciudad. “Los
ciudadanos están sujetos a ataques de luteranismo”, dijo Cochlaeus.
29 Tyndale llegó allí, no como lo hizo Lutero, rodeado de una multitud
inmensa, pero desconocido, e imaginándose perseguido por los
mirmidones de Carlos y Enrique. Al desembarcar del barco, lanzó una
mirada inquieta a su alrededor y depositó su valiosa carga en la orilla
del río.
Había tenido tiempo de reflexionar sobre los peligros que amenazaban
su trabajo. Como sus enemigos habrían marcado la edición, habiendo
caído en sus manos algunas hojas, tomó medidas para engañar a los
inquisidores y comenzó una nueva edición, tachando el prólogo y las
notas, y sustituyendo la forma octavo más portátil por el cuarto
original. Peter Schoeffer, nieto de Fust, uno de los inventores de la
imprenta, prestó sus imprentas para esta importante obra. Los dos
iones de edición se completaron silenciosamente hacia fines del año
1525. 30
Así fueron engañados los malvados: habrían privado al pueblo inglés
de los oráculos de Dios, y ahora dos ediciones estaban listas para
entrar en Inglaterra. “Prestad diligencia ” , dijo Tyndale a sus
compatriotas, cuando envió de Worms el Testamento que acababa de
traducir, “a las palabras de vida eterna, por las cuales, si nos
arrepentimos y creemos en ellas, nacemos de nuevo, somos creados de
nuevo y disfruta de los frutos de la sangre de Cristo ". 31 A principios
de 1526, estos libros cruzaron el mar por Amberes o Rotterdam.
Tyndale estaba feliz; pero sabía que sólo la unción del Espíritu Santo
podía capacitar al pueblo de Inglaterra para comprender estas
sagradas páginas ; y en consecuencia, los siguió día y noche con sus
oraciones. “Los escribas y fariseos”, dijo él, “habían envainado la
espada de la palabra de Dios en una vaina o vaina de glosas, y allí la
habían tejido con firmeza, de modo que no se pudiera pegar ni cortar .
32 Ahora, oh Dios, saca esta espada afilada de la vaina. ¡Golpea, hiere,
corta en pedazos el alma y la carne, para que el hombre, dividido en
dos y puesto en desacuerdo consigo mismo, esté en paz contigo por
toda la eternidad!

Endn otas :
1. Doctr de Tyndale. Tratados, pág. 37.
2. Anderson's Annals of the Bible, 1:49.

3. Solicité a un teólogo alemán que investigara este asunto,


pero sus investigaciones no tuvieron éxito.
4. El señor Anderson, en su excelente trabajo (Annals of the
English Bible, vol. 1 p. 47) cuestiona la entrevista entre
estos dos reformadores, pero sus argumentos no me
convencen. Podemos entender cómo Lutero, en ese
momento ocupado en su disputa con Carlstadt, no
menciona la visita de Tyndale en sus cartas. Pero, además
de Foxe, hay otras autoridades contemporáneas a favor
de este hecho. Cochloeus, un alemán bien informado
sobre todos los movimientos de los reformadores, y a
quien veremos ahora en las huellas de Tyndale, dice de él
y de Roye: "Duo Angli apostatae, que aliquamdiu fuerant
Vuiten bergae" (p. 123). Y sir Thomas More, habiendo
dicho que Tyndale había ido a ver a Lutero, Tyndale se
contentó con responder: "Cuando el señor More dice que
Tyndale estaba aliado de Lutero, eso no es verdad".
Responder a Sir Thos. More's Dialogue, pág. 147 (Park.
Soc.) Negó la confederación, pero no la visita. Si Tyndale
no hubiera visto a Lutero, habría sido más explícito y
probablemente habría dicho que ni siquiera lo había
conocido.
5. Sexo millia sub praelum dari. Cochlaeus. Pág. 123.
6. Tanta ex ea spe laetitia Lutheranos invasit. Ibídem. pags.
124.
7. Cunctos Angliae populos, volente nolente rege. Ibídem.
123.
8. Libro 9 capítulo 12 etc.
9. Scripturae populorum. Op. 1 p. 641.
10. Cum monachi quieturi non erant, nisi ederentur opera
illa. Cochl. Pág. 124.
11. Audivit eos aliquando inter pocula fidu cialiter jacitare.
Ibídem. pags. 125.
12. Velint nolint rex et cardinalis Angliae, totam Angliam
brevi antes de Lutheranam. Ibídem.
13. Duos ibi latitare Anglos eruditos, linguarumque peritos.
Ibídem.
14. In gente illa religiosissima vereque Christiana. Ibídem.
pags. 131.
15. Unus eorum in secretiori coloquio revelavit illi arcanum.
Cochlaeus, pág. 131.

16. Rem omnem ut acceperat vini beneficio. Ibídem.


17. Opus excussum clam invecturi per totam Angliam
latenter dispergere vellent. Ibídem.
18. Ad Lutheri partes trahenda est Anglia. Ibídem.
19. Metu et admiratio ne impactus. Ibídem.

20. Almeja abiit igitur ad H. Rincke. Ibídem.


21. Ingentem papyri copiam ibi existere. Ibídem.
22. Necesidad y combinación (Dios es registro) por encima
de la fuerza. Tynd. Doctr. Tr. Pág. 390.
23. Tyndale, Exposiciones, pág. 123, (Sociedad Parker).
24. Arreptis secum quaternionibus impressionis aufugerunt
navigio per Rhenum ascendentes. Cochl. Pág. 126.
25. Él estaba en deuda conmigo no menos de lo que Asuero
estaba en deuda con Mardoqueo. Anales de la Biblia. 1 p.
61.

26. Ut quam diligentissime praecaverint in omnibus


Angliae portubus, ne merx illa perniciosissima
inveheretur. Cochl. Pág. 126.
27. Ad quem Doctor Eckius venit, dum in Angliam tenderet.
Cochlaeus, pág. 109.
28. Ver arriba, libro 7, capítulo 8.
29. Ascendentes Wormatiam ubi plebes pleno furore
lutherisabat. Cochloeus, pág. 126.
30. Existe una copia de la edición octavo en el Museo del
Baptist College de Bristol. Si se compara con la edición en
cuarto, se encontrará un progreso sensato en la
ortografía. Así leemos en este último: profetas, sinners,
mooste, sekynge; en el octavo encontramos, profetas,
pecadores, la mayoría, seking. Annals of the Bible, 1 p. 70.
31. Epístola en init.
32. Obras de Tyndale, 2 p. 378; o exposiciones (Mateo), pág.
131, (Park. Soc.)

LIBRO 18
CAPÍTULO 12

Mientras estos trabajos se realizaban en Colonia y Worms, otros se


llevaban a cabo en Cambridge y Oxford. En las orillas del Rin estaban
preparando la semilla; en Inglaterra estaban trazando los surcos para
recibirlo. El evangelio produjo una gran agitación en Cambridge.
Bilney, a quien podemos llamar el padre de la Reforma inglesa, ya que,
siendo el primer convertido por el Nuevo Testamento, había traído al
conocimiento de Dios al enérgico Latimer, y a tantos otros testigos de
la verdad, Bilney no ese tiempo se adelantó, como muchos de los que
le habían escuchado: su vocación era la oración. Tímido ante los
hombres, estaba lleno de denuedo ante Dios, y día y noche lo
invocaban en busca de almas. Pero mientras él estaba arrodillado en su
armario, otros estaban trabajando en el mundo. Entre estos, Stafford
fue particularmente notable. “Pablo ha resucitado de entre los
muertos”, decían muchos al escucharlo. Y de hecho Stafford explicó
con tanta vida el verdadero significado de las palabras del apóstol y de
los cuatro evangelistas, 1 que estos santos hombres, cuyos rostros
habían estado tanto tiempo ocultos bajo las densas tradiciones de las
escuelas, 2 reaparecieron ante la juventud. de la universidad como los
había contemplado la época apostólica. Pero no se trataba sólo de sus
personas (porque eso habría sido un asunto trivial), era su doctrina la
que Stafford expuso a sus oyentes. Mientras los escolásticos de
Cambridge declaraban a sus alumnos una reconciliación que aún no se
había logrado, y les decían que el perdón debe ser comprado por las
obras prescritas por la iglesia, Stafford enseñó que la redención se
logró, que la satisfacción ofrecida por Jesucristo era Perfecto; y añadió,
que habiendo revivido el papado el reino de la ley, Dios, por la
Reforma, ahora estaba reviviendo el reino de la gracia. Los estudiantes
de Cambridge, armados con las enseñanzas de su maestro, lo
saludaron con aplausos y, excediéndose un poco en su entusiasmo, se
decían unos a otros al salir de la sala de conferencias: “¿Cuál es el más
endeudado con el otro? Stafford a Paul, quien le dejó las santas
epístolas; o Pablo a Stafford, ¿quién ha resucitado a ese apóstol y sus
santas doctrinas, que la Edad Media había oscurecido? "
Por encima de Bilney y Stafford se levantó Latimer, quien, por el poder
del Espíritu Santo, transfundió en otros corazones las lecciones
aprendidas de su maestro . 3 Informado del trabajo que estaba
preparando Tyndale, sostuvo desde los púlpitos de Cambridge que la
Biblia debería leerse en lengua vulgar. 4 “El autor de la Sagrada
Escritura”, dijo, “ es el Poderoso, el Eterno ... ¡Dios mismo! ...... y esta
Escritura participa del poder y la eternidad de su autor. No hay rey ni
emperador que no esté obligado a obedecerlo. Cuidémonos de esos
senderos de la tradición humana, llenos de piedras , zarzas y árboles
arrancados. Sigamos el camino recto de la palabra. No nos concierne lo
que han hecho los Padres, sino lo que deberían haber hecho ”. 5
Una numerosa congregación se agolpaba en la predicación de Latimer,
y sus oyentes colgaban escuchando sus labios. Uno en particular llamó
la atención. Era un joven de Norfolk, de dieciséis años, cuyos rasgos
estaban iluminados con comprensión y piedad. Este pobre erudito
había recibido con entusiasmo la verdad anunciada por el ex portador
de la cruz. No se perdió uno de sus sermones; con una hoja de papel en
las rodillas y un lápiz en la mano, tomó parte del discurso, confiando el
resto en su memoria. 6 Este era Thomas Becon, capellán de posguerra
de Cranmer, arzobispo de Canterbury. "Si poseo el conocimiento de
Dios", dijo, "se lo debo (a Dios) a Latimer".
Latimer tuvo oyentes de muchas clases. Al lado de aquellos que
cedieron a su entusiasmo estaban los hombres "hinchados, hinchados
y hinchados como la rana de Esop, con envidia y malicia contra él",
dijo Becon; 7 estos eran los partidarios del catolicismo tradicional, a
quienes la curiosidad había atraído, o a quienes sus amigos
evangélicos habían arrastrado a la iglesia. Pero mientras Latimer
hablaba, se produjo en ellos una maravillosa transformación; poco a
poco sus facciones enojadas se relajaron, sus miradas feroces se
suavizaron; y si a estos amigos de los sacerdotes se les preguntaba,
después de su regreso a casa, qué pensaban del predicador hereje ,
respondían, en la exageración de su sorpresa y arrebato: "Nunquam
sic locutus est homo, sicut hic homo!" (Juan 7:46)

Cuando descendió del púlpito, Latimer se apresuró a practicar lo que


había enseñado. Visitó las estrechas cámaras de los colares de los
pobres y los cuartos oscuros de las clases trabajadoras: “regó con
buenas obras todo lo que antes había plantado con palabras piadosas”,
8 dijo el estudiante que recopiló sus discursos. Los discípulos
conversaron juntos con alegría y sencillez de corazón; en todas partes
se sentía el aliento de una nueva vida; todavía no se habían efectuado
reformas externas y, sin embargo, la iglesia espiritual del evangelio y
de la Reforma ya estaba allí. Y así, el recuerdo de estos tiempos felices
se conmemoró durante mucho tiempo en el adagio:
Cuando el Maestro Stafford leyó
y el Maestro Latimer predicó,
Cambridge fue bendecida. 9

Los sacerdotes no podían permanecer inactivos: oían hablar de gracia


y libertad, y no querían tener nada que ver con ninguno de los dos. Si
se tolera la gracia, ¿no quitará de manos del clero la manipulación de
la salvación, las indulgencias, la penitencia y todas las rúbricas del
derecho canónico? Si se concede la libertad, ¿no será sacudida la
jerarquía, con todos sus grados, pompas, violencia y andamios? Roma
no desea otra libertad que la del libre albedrío que, exaltando la fuerza
natural del hombre caído, seca para la humanidad los manantiales de
la vida divina, marchita el cristianismo y cambia esa religión celestial
en un moralismo humano y observancias legales.
Los amigos del papado, por tanto, reunieron sus fuerzas para oponerse
a la nueva religión. "Satanás, que nunca duerme", dice el simple
cronista, "llamó a sus espíritus familiares y los envió contra los
reformadores". Las reuniones se celebraban en los conventos, pero
especialmente en el de los Greyfriars. Reunieron todas sus fuerzas. Ojo
por ojo y diente por diente, decían. Latimer ensalza en sus sermones
las bendiciones de las Escrituras; debemos dar un sermón también
para mostrar sus peligros. Pero, ¿dónde se podía encontrar al orador
que pudiera hacerle frente? Esta fue una pregunta muy embarazosa
para el partido clerical. Entre los Greyfriars había un monje altivo,
diestro y hábil en asuntos pequeños, y lleno a la vez de ignorancia y
orgullo: era el prior de Buckingham. Nadie había mostrado más odio
contra los cristianos evangélicos, y nadie era en verdad un extraño más
al evangelio. Este fue el hombre encargado de exponer los peligros de
la palabra de Dios. De ninguna manera estaba familiarizado con el
Nuevo Testamento; Sin embargo, la abrió, escogió algunos pasajes aquí
y allá que parecían favorecer su tesis, y luego, ataviado con sus ropas
más costosas, con la cabeza erguida y paso solemne ya seguro de la
victoria, entró en el pu lpit, combatió al hereje , y con voz pomposa
arremetió contra la lectura de la Biblia; 10 a sus ojos era la fuente de
todas las herejías y desgracias. “Si esa herejía prevaleciera”, exclamó,
“habrá un fin de todo lo útil entre nosotros. El labrador, leyendo en el
evangelio que ningún hombre que haya puesto la mano en el arado
debe mirar atrás, pronto dejará de trabajar ... El panadero, leyendo
que un poco de levadura leuda toda la masa, en el futuro hará nosotros
nada más que pan muy insípido; y el simple hombre que se ve obligado
a sacarse el ojo derecho y arrojarlo de ti, Inglaterra, después de unos
años, será un espectáculo espantoso; será poco mejor que una nación
de hombres ciegos y tuertos, mendigando tristemente su pan de puerta
en puerta ". 11
Este discurso conmovió a esa parte de la audiencia a la que estaba
destinado. “El hereje es silenciado”, dijeron los monjes y los escribas;
pero la gente sensata sonreía y Latimer estaba encantado de que le
hubieran dado un adversario así. De disposición vivaz e inclinado a la
ironía, resolvió azotar las perogrulladas del pomposo fraile. Hay
algunos absurdos, pensó, que sólo pueden refutarse mostrando lo
tontos que son. ¿No habla incluso el grave Tertuliano de cosas de las
que sólo hay que reírse, por miedo a darles importancia con una seria
refutación? 12 “El próximo domingo le responderé”, dijo Latimer.
La iglesia estaba abarrotada cuando Buc Kingham, con la capucha de
San Francisco sobre los hombros y con aire vanaglorioso, ocupó su
lugar solemnemente frente al predicador. Latimer comenzó
recapitulando el menos débil de los argumentos de su adversario;
luego, recogiéndolas una a una, las volteó una y otra vez, y señaló todo
su absurdo con tanto ingenio que el pobre prior quedó sepultado en
sus propias tonterías. Luego, volviéndose hacia la multitud que
escuchaba, exclamó con calidez: “Así es como tus hábiles guías abusan
de tu comprensión. Te miran como niños a los que hay que mantener
para siempre en la vanguardia. Ahora ha llegado la hora de tu mayoría;
examinen con valentía las Escrituras y descubrirán fácilmente lo
absurdo de las enseñanzas de sus médicos ". Y luego, deseoso, como lo
decía Salomón , de responder a un necio según su locura, añadió: «En
cuanto a las comparaciones extraídas del arado, la levadura y el ojo, de
las que el reverendo prior ha hecho un uso tan singular , ¿es necesario
justificar estos pasajes de la Escritura? ¿Debo decirte qué arado, qué
levadura, qué ojo significa oír? ¿No se distingue la enseñanza de
nuestro Señor por aquellas expresiones que, bajo una forma popular,
ocultan un sentido espiritual y profundo? ¿No sabemos que en todos
los idiomas y en todos los discursos, no es en la imagen que debemos
fijar la mirada, sino en lo que la imagen representa? ...... Por ejemplo ”,
continuó, y como dijo estas palabras lanzó una mirada penetrante al
prior, “si vemos un zorro pintado predicando en la capucha de un
fraile, nadie se imagina que se trata de un zorro, pero se describen ese
oficio y la hipocresía, que tan a menudo se encuentran disfrazadas en
ese traje." 13 Al oír estas palabras, el prior pobre, a quien los ojos de
toda la congregación estaban dirigidos, se levantó y salió
apresuradamente de la iglesia , y corrió a su convento para ocultar su
rabia y confusión entre sus hermanos. Los monjes y sus criaturas
lanzaron fuertes gritos contra Latimer. Era imperdonable (decían)
haber faltado así con respecto a la capucha de San Francisco. Pero sus
amigos respondieron: “¿No azotamos a los niños? y el que trata la
Escritura peor que un niño, ¿no merece ser bien azotado?

El partido romish no se consideró vencido. Los directores de los


colegios y los sacerdotes celebraban conferencias frecuentes. Se
deseaba que los profesores vigilaran cuidadosamente a sus alumnos y
los condujeran de regreso a la enseñanza de la iglesia con halagos y
amenazas. “Estamos poniendo nuestra lanza en reposo”, les dijeron a
los estudiantes; "Si te conviertes en evangélicos, tu avance llegará a su
fin". Pero a estos jóvenes generosos y de corazón abierto les gustaba
más ser pobres con Cristo que ricos con los sacerdotes. Stafford
continuó enseñando, Latimer predicando y Bilney visitando a los
pobres: la doctrina de Cristo no dejó de difundirse en el extranjero y
las almas se convertirían.
Solo les quedó un arma a los escolares; esta fue la persecución, el brazo
favorito de Roma. “Nuestra empresa no ha tenido éxito”, dijeron;
“Buckingham es un tonto. La mejor manera de responder a estos
evangelistas es evitar que hablen ". El Dr. West, obispo de Ely, era
ordinario de Cambridge; pidieron su intervención, y ordenó a uno de
los médicos que le informara la próxima vez que Latimer fuera a
predicar; “Pero”, agregó, “no le digas una palabra a nadie. Deseo venir
sin que me esperen ”.
Un día, mientras Latimer predicaba en latín ad clerum, el obispo entró
repentinamente en la iglesia de la universidad, al que asistieron varios
sacerdotes. Latimer se detuvo y esperó respetuosamente a que West y
su tren ocuparan sus lugares. “Una nueva audiencia”, pensó; “Y además
un público digno de mayor honor pide un nuevo tema. Dejando, por
tanto, el tema que me había propuesto, retomaré uno que se relaciona
con el cargo episcopal, y predicaré sobre estas palabras: Christus
existens Pontifex futurorum bonorum ”. (Heb rews 9:11.) Luego,
describiendo a Jesucristo, Latimer lo representó como el "modelo
verdadero y perfecto para todos los demás obispos". 14 No hubo una
sola virtud señalada en el obispo divino que no se correspondiera con
algún defecto en los obispos romanos. El ingenio cáustico de Latimer
tuvo un curso libre a su costa; pero había tanta seriedad en sus salidas
y un cristianismo tan vivo en sus descripciones, que todos debieron
haber sentido que eran los gritos de una conciencia cristiana más que
los sarcasmos de una disposición malvada. Nunca un obispo había sido
enseñado por uno de sus sacerdotes como este hombre. "¡Pobre de mí!"
dijeron muchos, "nuestros obispos no son de esa raza: son
descendientes de Anás y Caifás". West no estaba más a gusto de lo que
Buckingham había estado antes. Sin embargo, reprimió su ira; y
después del sermón, le dijo a Latimer con un acento cortés: "Tienes
excelentes talentos, y si hicieras una cosa, estaría listo para besarte los
pies". 15 ...... ¡Qué humildad en un obispo! ...... ”Predique en esta
misma iglesia”, continuó West, “un sermón ...... contra Martín Lutero.
Esa es la mejor manera de controlar la herejía ". Latimer entendió el
significado del prelado y respondió con calma: “Si Lutero predica la
palabra de Dios, no puedo oponerme a él. Pero si me enseña lo
contrario, estoy dispuesto a atacarlo ". - “Bueno, bueno, maestro
Latimer”, exclamó el obispo, “percibo que huele algo a sartén. 16 .....
Un día u otro te arrepentirás de esa mercadería ”.
West, habiendo dejado Cambridge muy irritado contra ese secretario
rebelde, se apresuró a convocar su capítulo y prohibió a Latimer
predicar en la universidad o en la diócesis. “Todos los que vivan
piadosamente sufrirán persecución”, había dicho San Pablo; Latimer
ahora estaba experimentando la verdad del dicho. No bastaba con que
los sacerdotes y sus amigos le hubieran dado el nombre de hereje , y
que los transeúntes lo insultaran en las calles; ...... la obra de Dios fue
detenida violentamente. “¡He aquí entonces”, exclamó con un suspiro
amargo, “el uso del oficio episcopal ...... para obstaculizar la
predicación de Jesús Cristo !”. Unos años más tarde esbozó, con su
habitual ironía cáustica, el retrato de cierto obispo, de quien Lutero
también solía hablar con frecuencia: “¿Sabes”, dijo Latimer, “quién es
el obispo y prelado más diligente de toda Inglaterra? ? ...... Te veo
escuchando y escuchando que debería nombrarlo ...... Te diré ...... Es el
diablo. Nunca está fuera de su diócesis; nunca lo encontraréis fuera del
camino; llámalo cuando quieras, siempre está en casa. Siempre está en
su arado. Nunca lo encontrará inactivo, se lo garantizo. Donde reside el
diablo - allá con libros y arriba con velas; lejos con biblias y arriba con
cuentas; lejos con la luz del evangelio y arriba con la luz de las velas, sí,
al mediodía; abajo con la cruz de Cristo, arriba con el purgatorio;
quitarle la ropa a los desnudos, los pobres y los impotentes, adornar
con adornos de imágenes y adornos alegres de cepos y piedras; abajo
con las tradiciones de Dios y su santísima palabra ... ¡Oh! ¡que nuestros
prelados serían tan diligentes en sembrar el c orn de la buena doctrina
como Satanás en sembrar berberechos y cizaña! 17 En verdad se puede
decir: "Nunca hubo tal predicador en" Inglaterra como él ". 18
El reformador no se conformó con simplemente hablar: actuó. "Ni las
palabras amenazadoras de sus adversarios ni sus crueles
encarcelamientos", dice uno de sus contemporáneos, 19 "pudieron
impedirle proclamar la verdad de Dios". Prohibido predicar en las
iglesias, iba de casa en casa. Sin embargo, anhelaba un púlpito, y lo
obtuvo. Un prelado altivo había prohibido en vano su predicación;
Jesucristo, que está por encima de todos los obispos, puede, cuando
una puerta está cerrada, abrir otra. En lugar de un gran predicador,
pronto seremos dos en Cambridge.
Un monje agustín llamado Robert Barnes, natural del condado de
Norfolk y gran erudito, había ido a Lovaina para continuar sus
estudios. Aquí recibió el grado de doctor en teología y, habiendo
regresado a Cambridge, fue nombrado prior de su monasterio en 1523.
Tuvo la fortuna de reconciliar el saber y el evangelio en la universidad;
pero al inclinarse demasiado a aprender, disminuyó la fuerza de la
palabra de Dios. Una gran multitud se reunía todos los días en el
convento de Agustín para escuchar sus conferencias sobre Terence, y
en particular sobre Cicerón. Muchos de los que se sintieron ofendidos
por el simple cristianismo de Bilney y Latimer, se sintieron atraídos
por este reformador de otro tipo. Coleman, Coverdale, Field,
Cambridge, Barley y muchos otros jóvenes de la universidad se
reunieron alrededor de Barnes y lo proclamaron "el restaurador de
letras". 20
Pero los clásicos fueron solo una enseñanza preparatoria. Habiendo
ayudado a Barnes a limpiar el suelo, las obras maestras de la
antigüedad, abrió ante su clase las epístolas de San Pablo. No entendía
su profundidad divina, como Stafford; no fue, como él, ungido con el
Espíritu Santo; difería de él en varias de las doctrinas del apóstol, en la
justificación por la fe y en la nueva criatura; pero Barnes era un
hombre ilustrado y liberal, no sin cierto grado de piedad, y deseoso,
como Stafford, de sustituir la enseñanza de las Escrituras por las
estériles disputas de la escuela. Pero pronto chocaron, y Cambridge
recordó durante mucho tiempo esa célebre discusión en la que Barnes
y Stafford lucharon con tanto renombre, sin emplear otras armas que
la palabra de Dios, para gran asombro de los médicos ciegos y gran
alegría de los médicos. clarividente, dice el ler crónico . 21

Barnes aún no estaba completamente iluminado, y los amigos del


evangelio estaban asombrados de que un hombre, un extraño a la
verdad, pudiera asestar golpes tan duros contra el error. Bilney, con
quien nos encontramos continuamente cuando tenemos entre manos
una obra secreta, una obra de caridad irresistible, - Bilney, que había
convertido a Latimer, se comprometió a convertir a Barnes; y Stafford,
Arthur, Thistel de Pembroke y Fooke de Benet rogaron fervientemente
a Dios que les concediera su ayuda. El experimento fue difícil: Barnes
había alcanzado ese juste milieu, ese "medio dorado" de los
humanistas, esa embriaguez de conocimiento y gloria, que dificultan la
conversión. Además, ¿podría un hombre como Bilney realmente
atreverse a instruir al restaurador de la antigüedad? Pero el humilde
licenciado en artes, de apariencia tan simple, conocía, como el David
de antaño, un poder secreto por el cual el Goliat de la universidad
podía ser vencido. Pasó días y noches en oración; y luego instó a Barnes
a manifestar abiertamente sus convicciones sin temor a los reproches
del mundo. Después de muchas conversaciones y oraciones, Barnes se
convirtió al evangelio de Jesucristo. 22 Sin embargo, el prior
conservaba algo de indecisión en su carácter, y sólo la mitad
abandonaba ese estado medio con el que había comenzado. Por
ejemplo, parece haber creído siempre en la eficacia de la consagración
sacerdotal para transformar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de
Cristo. Su ojo no era único, y su mente a menudo estaba agitada y
conducida de un lado a otro por pensamientos contrarios: "¡Ay!" Dijo
un día este personaje dividido: "Confieso que mis cavilaciones son
innumerables". 23
Barnes, habiendo llegado a un conocimiento de la verdad,
inmediatamente mostró un celo que era algo imprudente. Los hombres
del carácter menos decidido, e incluso los que están destinados a hacer
caer una señal, son a menudo los que comienzan su curso con mayor
ardor. Barnes parecía preparado en este momento para resistir a toda
Inglaterra. Ahora unido a Latime r por un tierno afecto cristiano, le
indignaba que la poderosa voz de su amigo se perdiera para la iglesia.
“El obispo te ha prohibido predicar”, le dijo, “pero mi monasterio no
está bajo jurisdicción episcopal. Puedes predicar allí ". Latimer subió al
púlpito en el Agustíns, y la iglesia no pudo contener a la multitud que
acudió a él. En Cambridge, como en Wittenberg, la capilla de los
monjes agustinos se utilizó para las primeras luchas del evangelio. Fue
aquí donde Latimer pronunció algunos de sus mejores sermones.
Un hombre muy diferente de Latimer, y particularmente de Barnes,
crecía cada día en influencia entre los reformadores ingleses: este era
Fryth. Nadie era más humilde que él, y por eso mismo nadie era más
fuerte. Era menos brillante que Barnes, pero más sólido. Pudo haber
penetrado en los más altos departamentos de la ciencia, pero fue
atraído por los profundos misterios de la palabra de Dios; la llamada
de la conciencia prevaleció sobre la del entendimiento. 24 No dedicó la
energía de su alma a cuestiones difíciles; tenía sed de Dios, de su
verdad y de su amor. En lugar de propagar sus opiniones particulares y
formar divisiones, se aferró solo a la fe que salva y avanzó el dominio
de la verdadera unidad. Ésta es la marca de los grandes siervos de Dios.
Humilde ante el Señor, apacible ante los hombres e incluso en
apariencia algo tímido, Fryth ante el peligro mostró un valor intrépido.
“Mi conocimiento es pequeño”, dijo, “pero lo poco que tengo estoy
decidido a dárselo a Jesucristo para la construcción de su templo”. 25
Los sermones de Latimer, el ardor de Barnes y la firmeza de Fryth
despertaron un nuevo celo en Cambridge. Sabían lo que estaba
pasando en Alemania y Suiza y; ¿Los ingleses, siempre al frente,
permanecerán ahora en la retaguardia? ¿No harán Latimer, Bilney,
Stafford, Barnes y Fryth lo que los siervos de Dios están haciendo en
otros lugares?
Un fermento secreto anunció una crisis inminente: todos esperaban
algún cambio para bien o para mal. Los evangélicos, confiados en la
verdad y creyéndose seguros de la victoria, resolvieron caer sobre el
enemigo simultáneamente en varios puntos. El domingo antes de
Navidad, en el año 1525, fue elegido para este gran ataque. Mientras
que Latimer debía dirigirse a las multitudes que seguían llenando la
capilla de Agustín, y otros predicaban en otros lugares, Barnes debía
pronunciar un sermón en una de las iglesias de la ciudad. Pero nada
compromete tanto el evangelio como una disposición hacia las cosas
externas. Dios, que concede su bendición sólo a los corazones
indivisos, permitió que este asalto general, del que Barnes sería el
héroe, fuera marcado por una derrota. El prior, mientras subía al
púlpito, solo pensaba en Wolsey. Como representante del Papa en
Inglaterra, el cardenal fue el gran obstáculo para la Reforma. Barnes
predicó de la epístola del día: Regocíjate en el Señor siempre. 26 Pero
en lugar de anunciar a Cristo y la alegría del cristiano,
imprudentemente declaró contra el lujo, el orgullo y las diversiones de
los eclesiásticos, y todos entendieron que apuntaba al cardenal.
Describió esos magníficos palacios, esa brillante suite, esas túnicas
escarlatas, y perlas, y oro, y piedras preciosas, y toda la ostentación del
prelado, tan poco acorde (dijo) con el establo de Belén. Dos miembros
del King's College, Robert Ridley y Walter Preston, parientes de
Tonstall, obispo de Londres, que se encontraban intencionadamente
entre la congregación , anotaron en sus tablas las expresiones
imprudentes del prior.
El sermón apenas había terminado cuando estalló la tormenta. “Esta
gente no se contenta con propagar monstruosas herejías”, exclamaron
sus enemigos, “pero deben encontrar fallas en los poderes existentes .
¡Hoy atacan al cardenal, mañana atacan al rey! " Ridley y Preston
acusaron a Barnes ante el vicecanciller. Todo Cambridge estaba
conmocionado. ¡Qué! ¡Barnes el Agustín prior, el restaurador de letras,
acusado de lolardo! ...... El evangelio estaba amenazado con un peligro
más formidable que una prisión o un cadalso. Los amigos de los
sacerdotes, conociendo la debilidad de Barnes, e incluso su vanidad,
esperaban obtener de él una desautorización que cubriera de
vergüenza al partido evangélico. "¡Qué!" le dijeron estos peligrosos
consejeros, “la carrera más noble estaba abierta para ti, ¿y la cerrarías?
...... Haz, reza, explica tu sermón ".
Lo alarmaron, lo adularon; y el pobre prior estuvo a punto de ceder a
sus solicitudes. “El próximo domingo leerás esta declaración”, le
dijeron. Barnes pasó revista al papel que tenía en las manos y no vio
ningún daño en él. Sin embargo, deseaba mostrárselo a Bilney y
Stafford. “Cuidado con esa debilidad”, dijeron estos hombres fieles.
Barnes entonces recordó su promesa, y por un tiempo los enemigos
del evangelio guardaron silencio.
Sus amigos trabajaron con mayor energía. La caída de la que uno de
sus compañeros había escapado por tan poco les inspiraba un nuevo
celo. Mientras más indecisión y debilidad había mostrado Barnes, más
huían sus hermanos a Dios en busca de valor y firmeza. Se informó,
además, que un poderoso aliado cruzaba el mar y que las Sagradas
Escrituras, traducidas a la lengua vulgar, iban a ser finalmente
entregadas al pueblo. Dondequiera que se predicaba la palabra, la
congregación era más numerosa. Era la época de la siembra de la
iglesia: todos estaban ocupados en los campos para preparar el suelo y
trazar los surcos. Al menos siete universidades estaban en plena
efervescencia: Pembroke, St. John's, Queens ', King's, Caius, Be net's y
Peterhouse. El evangelio se predicó en casa de los Agustinos, en Santa
María (la iglesia de la Universidad) y en otros lugares, y cuando
sonaron las campanas de las oraciones, las calles se llenaron de vida
con los estudiantes que salían de las universidades y se apresuraban al
sermón . 27
En Cambridge había una casa llamada White Horse, situada de tal
modo que permitía a los miembros más tímidos de los colegios King's,
Queens y St. John's entrar por la parte trasera sin ser percibidos. En
todas las épocas Nicodemo ha tenido seguidores. Aquí solían reunirse
aquellas personas que deseaban leer la Biblia y las obras de los
reformadores alemanes. Los sacerdotes, considerando Wittenberg
como el centro de la Reforma, llamaron a esta casa Alemania: el
pueblo siempre tendrá sus órdenes. Al principio, los que frecuentaban
el Caballo Blanco se llamaban sofistas; y ahora, cada vez que se veía a
un grupo de "compañeros" caminando en esa dirección, el grito era:
"Están los alemanes yendo a Alemania". - “No somos alemanes”, fue la
respuesta, “tampoco somos romanos”. El Nuevo Testamento griego los
había convertido en cristianos. Las reuniones evangélicas nunca habían
sido más fervientes. Algunos los atendieron para comunicarles la nueva
vida que poseían; otros para recibir lo que Dios les había dado a los
hermanos más avanzados. El Espíritu Santo los unió a todos y así,
mediante la comunión de los santos, se crearon verdaderas iglesias.
Para estos jóvenes cristianos la palabra de Dios era fuente de tanta luz,
que se imaginaban transportados a esa ciudad celestial de la que
hablan las Escrituras , que no necesitaba el sol, porque la gloria de
Dios la iluminaba. "Con tanta frecuencia como estaba en compañía de
estos hermanos", dijo un joven estudiante de St. John, "pensé que
estaba en silencio en la nueva y gloriosa Jerusalén". 28
En Oxford estaban ocurriendo cosas similares. En 1524 y 1525, Wolsey
había invitado sucesivamente a varios becarios de Cambridge y,
aunque solo buscaba a los más capaces, descubrió que había llevado a
algunos de los más piadosos. Además de John Clark, estaban Ric hard
Cox, John Fryer, Godfrey Harman,
W. Betts, Henry Sumner, W. Baily, Michael Drumm, Th. Lawny y, por
último, el excelente John Fryth. Estos cristianos, asociándose con
Clark, con su fiel Dalaber y con otros evangélicos de Oxford,
celebraron reuniones, como sus hermanos de Cambridge, en las que
Dios manifestó su presencia. Los obispos hicieron la guerra contra el
evangelio; el rey los apoyó con todas sus fuerzas; pero la palabra había
ganado la victoria; ya no había ninguna duda. La iglesia nació de nuevo
en Inglaterra.
El gran movimiento del siglo XVI había comenzado más
particularmente entre los médicos y estudiantes más jóvenes de
Oxford y Cambridge. De ellos era necesario que se extendiera al
pueblo, y para ello el Nuevo Testamento, hasta ahora leído en latín y
en griego, debía circular en inglés. Las voces de estos jóvenes
evangelistas se escucharon, en efecto, en Londres y en las provincias,
pero sus exhortaciones hubieran sido insuficientes, si la mano
poderosa que dirige todas las cosas no hubiera hecho coincidir esta
actividad cristiana con la obra santa para la cual había diferenciar a
Tyndale. Mientras todo era agitación en Inglaterra, las olas del océano
llevaban desde el continente hasta las orillas del Támesis esas
Escrituras de Dios, que, tres siglos después, se multiplicaron por miles
y por millones, y traducidas a ciento cincuenta lenguas. , iban a ser
transportados desde los mismos bancos hasta los confines del mundo.
Si en el siglo XV, e incluso en los primeros años del XVI, se hubiera
llevado a Londres el Nuevo Testamento inglés , sólo habría caído en
manos de unos pocos lolardos. Ahora, en todos los lugares, en las
casas pastorales, las universidades y los palacios, así como en las casas
de los labradores y las tiendas de los comerciantes, había un ardiente
deseo de poseer las Sagradas Escrituras. El fiat lux estaba a punto de
ser pronunciado sobre el caos de la iglesia, y la luz de las tinieblas sería
separada por la palabra de Dios.

Notas finales:
1. Expuso en sus conferencias el sentido nativo. Thomas
Becon, 2 p. 426.

2. Oculto a través de la oscuridad y las brumas de los


papistas. Ibídem.
3. Instructor privado del resto de sus hermanos dentro de la
universidad. Foxe, Hechos 7 p. 438.
4. Probó en sus sermones que las Sagradas Escrituras
deben leerse en la lengua inglesa de todo el pueblo
cristiano. Becon, vol. 2 p. 424. (Park. Soc.)
5. Encontramos sus opiniones sobre ese tema en un sermón
posterior. Latimer's Sermons, pág. 96, 97, (Park. Soc.)
6. Un pobre erudito de Cambridge ... pero un niño de
dieciséis años. Obras de Becon, 2 p. 424.

7. Obras de Becon , 2 p. 425.


8. Ibídem.
9. Ibídem.
10. Con gran pompa y prolijidad. La vida de Gilpin de
Latimer, pág. 8.

11. La nación llena de mendigos ciegos. Ibídem.


12. Si et ridebitur alicubi materiis ipsis satisfiet. Multa sunt
sic digna revinci, ne gravitate adorentur. Contra Valentin
100: 6. Ver también Provinciales de Pascal, Carta 11.
13. La vida de Gilpin de Latimer, pág. 10.
14. Eccles de Strype. Mem. 3 p. 369.
15. Me arrodillaré y besaré tu pie. Ibídem.
16. Ibídem. 370.
17. Latimer's Sermons (Park. Soc.) Vol. 1 p. 70. Sermón del
Arado.

18. Ibídem. pags. 72.


19. Él agrega: Todo lo que una vez había predicado, lo
defendió valientemente. Becon, vol. 2 p. 424.
20. El gran restaurador del buen saber. Strype, 1. P. 568;
Foxe, Hechos, 5 p. 415.
21. Maravilloso a la vista de los grandes médicos ciegos.
Foxe, Hechos, 5 p. 415.
22. Bilney conversó con el Dr. Barnes sobre el evangelio de
Jesucristo. Ibídem. 4 p. 620.
23. Ibídem. 5 p. 434.

24. A pesar de sus otros múltiples y singulares dones y


ornamentos de la mente, en él lo más sobresaliente.
Obras de Tyndale y Fryth, 3 p. 73.
25. Eso es muy pequeño, sin embargo ese poco. Ibídem.
pags. 83.

26. Filipenses 4: 4-7.


27. Se reunieron en la calle abierta. Strype, Mem. 1 p. 568.
28. Becon, 2 p. 426.
LIBRO 19
CAPÍTULO 1

La Iglesia y el Estado son esencialmente distintos. Ambos reciben su


tarea de Dios, pero esa tarea es diferente en cada uno. La tarea de la
iglesia es llevar a los hombres a Dios; la tarea del estado es asegurar el
desarrollo terrenal de un pueblo conforme a su carácter peculiar. Hay
ciertos límites, trazados por el espíritu particular de cada nación,
dentro de los cuales el Estado debe confinarse; mientras que la Iglesia,
cuyos límites son coextensivos con el género humano, tiene un
carácter universal, que la eleva por encima de todas las diferencias
nacionales. Deben mantenerse estas dos características distintivas. Un
Estado que aspira a la universalidad se pierde; una iglesia cuya mente y
propósito son sectarios se desmorona. Sin embargo, la Iglesia y el
Estado, los dos polos de la vida social, aunque en muchos aspectos se
oponen entre sí, están lejos de excluirse absolutamente. La iglesia
necesita esa justicia, orden y libertad que el estado está obligado a
mantener; pero el estado tiene una necesidad especial de la iglesia. Si
Jesús puede prescindir de los reyes para establecer su reino, los reyes
no pueden prescindir de Jesús, si quieren que sus reinos prosperen . La
justicia, que es el principio fundamental del Estado, está
continuamente encadenada en su progreso por el poder interno del
pecado; y como la fuerza no puede hacer nada contra este poder, el
estado necesita el evangelio para vencerlo. Ese país siempre será el más
próspero donde la iglesia sea más evangélica. Estas dos comunidades,
por tanto, necesitadas la una de la otra, debemos estar preparados,
siempre que se produzca una gran manifestación religiosa en el
mundo, para presenciar la aparición en escena no sólo de los
pequeños, sino también de los grandes, de los estado. Entonces, no
debemos sorprendernos de encontrarnos con Enrique VIII, pero
esforcémonos por apreciar con precisión el papel que desempeñó.
Si la Reforma, particularmente en Inglaterra, se mezcló
necesariamente con el estado, incluso con el mundo, no se originó ni
en el estado ni en el mundo. Había mucha mundanalidad en la época
de Enrique VIII, pasiones, violencia, festividades, un juicio, un
divorcio; y algunos historiadores llaman a eso la historia de la
Reforma en Inglaterra. No pasaremos en silencio estas manifestaciones
de la vida mundana; opuestos a la vida cristiana, están en la historia, y
no es asunto nuestro arrancarlos. Pero ciertamente no son la Reforma.
De un lugar muy diferente procedió la luz divina que luego se elevó
sobre la raza humana.
Decir que Enrique VIII fue el reformador de su pueblo es traicionar
nuestra ignorancia de la historia. El poder real en Inglaterra se opuso y
favoreció alternativamente la reforma en la iglesia; pero se opuso antes
que favoreció, y mucho más de lo que favoreció. Esta gran
transformación fue iniciada y extendida por su propia fuerza, por el
Espíritu de lo alto.
Cuando la iglesia ha perdido la vida que le es peculiar, debe ponerse
nuevamente en comunicación con su principio creativo, es decir, con
la palabra de Dios. Así como los cubos de una rueda que se emplean
para regar los prados apenas han descargado sus revitalizantes aguas,
cuando se sumergen de nuevo en el arroyo para ser llenados, así toda
generación, desprovista del Espíritu de Cristo, debe regresar a la
divina. fuente para ser llenado nuevamente. Las palabras primitivas
que crearon la iglesia han sido preservadas para nosotros en los
Evangelios, Hechos y Epístolas; y la lectura humilde de estos escritos
divinos creará en cada época la comunión de los santos. Dios fue el
padre de la Reforma, no Enrique VIII. El mundo visible que entonces
brillaba con tal brillo; esos príncipes y deportes, esos nobles y juicios y
leyes, lejos de efectuar una reforma, estaban calculados para sofocarla.
Pero la luz y el calor vinieron del cielo y la nueva creación se completó.
En el reinado de Enrique VIII un gran número de ciudadanos,
sacerdotes y nobles poseían ese grado de cultivo que favorece la acción
de los libros sagrados. Bastaba que esta semilla divina se esparciera en
la tierra bien preparada para que se realizara la obra de germinación.
También se acercaba un tiempo no menos importante, aquel en el que
la acción del Papa llegaría a su fin. Aún no había dado la hora. Dios
primero estaba creando adentro por su palabra una iglesia espiritual,
antes de romper afuera por sus dispensaciones los lazos que por tanto
tiempo habían sujetado a Inglaterra al poder de Roma. Fue un gran
placer para él dar primero la verdad y la vida, y luego la libertad. Se ha
dicho que si el Papa hubiera consentido en una reforma de abusos y
doctrinas, con la condición de que mantuviera su cargo, la revolución
religiosa no se habría satisfecho a ese precio, y que después de exigir
una reforma , la siguiente demanda habría estado por la libertad. El
único reproche que se puede hacer a esta afirmación es que es
sobreabundantemente cierta. La libertad fue una parte integral de la
Reforma, y uno de los cambios imperativamente requeridos fue retirar
la autoridad religiosa del Papa y restaurarla a la palabra de Dios. En el
siglo XVI hubo una gran efusión de vida cristiana en Francia, Italia y
España; está atestiguado por innumerables mártires, y la historia
muestra que para transformar estas tres grandes naciones, todo lo que
el evangelio quería era libertad. 1 "Si nos hubiéramos puesto a trabajar
dos meses después", dijo un gran inquisidor de España que se había
teñido con la sangre de los santos, "habría sido demasiado tarde:
España se habría perdido para la iglesia romana". Por lo tanto,
podemos creer que si Italia, Francia y España hubieran tenido un rey
generoso para controlar a los mirmidones del Papa, esos tres países,
llevados por el poder renovador del evangelio, habrían entrado en una
era de libertad y fe. .

Las luchas de Inglaterra con el Papa comenzaron poco después de la


difusión del Nuevo Testamento en inglés por Tyndale. En
consecuencia, la época a la que hemos llegado trae una visión ante
nuestros ojos tanto del Testamento de Jesucristo como de la corte de
Roma. Así podemos estudiar a los hombres (los reformadores y los
romanistas) y las obras que producen, y llegar a una valoración justa
de los dos grandes principios que disputan la posesión de autoridad en
la iglesia.
Fue a finales del año 1525; el Nuevo Testamento en inglés estaba
cruzando el mar; cinco piadosos comerciantes hanseáticos se habían
hecho cargo de los libros. Cautivados por las Sagradas Escrituras, los
subieron a bordo de sus barcos, los escondieron entre sus mercancías;
y luego zarpó de Amberes hacia Londres.
Así, esas preciosas páginas se acercaban a Inglaterra, que se
convertirían en su luz y en la fuente de su grandeza. Los comerciantes,
cuyo celo les costó desgraciadamente caro, no estaban exentos de
alarma. ¿No había hecho Cocleo que se enviaran órdenes a todos los
puertos para evitar la entrada del precioso cargamento que traían a
Inglaterra? Llegaron y echaron anclas; bajaron el bote para llegar a la
orilla; ¿Qué era probable que encontraran allí? ¡Los agentes de
Tonstall, sin duda, y los de Wolsey y Henry, listos para llevarse sus
Nuevos Testamentos! Aterrizaron y pronto regresaron nuevamente al
barco; los barcos pasaban de un lado a otro y el barco estaba
descargado. No apareció ningún enemigo; y nadie parecía imaginar que
estos barcos contenían un tesoro tan grande.
Justo en el momento en que este invaluable cargamento ascendía por
el río, una mano invisible había dispersado a la guardia preventiva.
Tonstall, obispo de Londres, había sido enviado a España; Wolsey
estuvo ocupado en combinaciones políticas con Escocia, Francia y el
Imperio; Hen ry VIII, expulsado de su capital mediante un invierno
poco saludable, estaba pasando las vacaciones de Navidad en Eltham; e
incluso los tribunales de justicia, alarmados por una mortalidad
extraordinaria, habían suspendido sus sesiones. Dios, si podemos
hablar así, había enviado a su ángel a quitar los guardias.

Al no ver nada que pudiera detenerlos, los cinco comerciantes, cuyo


establecimiento estaba en Steelyard en Thames Street, se apresuraron
a ocultar su preciado cargo en sus almacenes. Pero, ¿quién los recibirá?
¿Quién se encargará de distribuir estas Santas Escrituras en Londres,
Oxford, Cambridge y toda Inglaterra? Es un pequeño asunto que hayan
cruzado el mar. El principal instrumento que Dios estaba a punto de
usar para su diseminación era un humilde siervo de Cristo.
En Honey Lane, una calle estrecha contigua a Cheap-side, se
encontraba la antigua iglesia de All Hallows, de la que Robert Forman
era rector. Su coadjutor era un hombre sencillo, de viva imaginación,
conciencia delicada y disposición tímida, pero valiente por su fe, de la
que se convertiría en mártir . Thomas Garret, porque ese era su
nombre, habiendo creído en el evangelio, llamó seriamente a sus
oyentes al arrepentimiento; 2 les instó a que las obras, por buenas que
fuesen en apariencia, no podían en modo alguno justificar al pecador,
y que sólo la fe podía salvarlo. 3 Sostuvo que todo hombre tiene
derecho a predicar la palabra de Dios; 4 y llamó fariseos a aquellos
obispos que perseguían a los cristianos. Los discursos de Garret, a la
vez tan vivaces y tan suaves, atrajeron a grandes multitudes; y para
muchos de sus oyentes, la calle en la que predicaba se llamaba con
razón Honey Lane, porque allí encontraron la miel de la roca. 5 Pero
Garret estaba a punto de cometer una falta aún más atroz a los ojos de
los sacerdotes que predicar la fe. Los comerciantes de Hanse buscaban
un lugar seguro donde almacenar los Nuevos Testamentos y otros
libros enviados desde Alemania; el coadjutor ofreció su casa,
transportó sigilosamente el depósito sagrado allí, lo escondió en los
rincones más secretos y mantuvo una fiel vigilancia sobre esta
biblioteca sagrada. 6 No se limitó a esto. Día y noche estudió los libros
sagrados, celebró reuniones sobre el evangelio, leyó la Palabra y
explicó sus doctrinas a los ciudadanos de Londres. Al final, no
satisfecho con ser a la vez estudiante, bibliotecario y curandero, se hizo
comerciante y vendió el Nuevo Testamento a laicos, e incluso a
sacerdotes y monjes, de modo que las Sagradas Escrituras se
esparcieron por todo el reino. 7 Este sacerdote humilde y tímido
estaba entonces realizando solo la obra bíblica de Inglaterra.
Y así la palabra de Dios, presentada por Erasmo a los eruditos en 1517,
fue entregada al pueblo por Tyndale en 1526. En las casas parroquiales
y en las celdas del convento, pero particularmente en las tiendas y
cabañas, una multitud de personas estudiaba el Nuevo Testamento. La
claridad de las Sagradas Escrituras sorprendió a cada lector. Allí no se
encontraba ninguna de las formas sistemáticas o aforísticas de la
escuela: era el lenguaje de la vida humana lo que descubrieron en esos
escritos divinos: aquí una conversación, allí un discurso; aquí una
narración y allí una comparación; aquí un comando y allí un
argumento; aquí una parábola y allí una oración. No todo era doctrina
ni todo historia; pero estos dos elementos mezclados formaban un todo
admirable. Sobre todo, la vida de nuestro Salvador, tan divina y tan
humana, tenía un encanto inexpresable que cautivó a los sencillos. Una
obra de Jesucristo explicó otra, y los grandes hechos de la redención,
el nacimiento, la muerte y la resurrección del Hijo de Dios, y el envío
del Espíritu Santo, se sucedieron y se completaron. La autoridad de la
enseñanza de Cristo, tan fuertemente contrastante con las dudas de las
escuelas, aumentó la claridad de sus discursos a sus lectores; porque
cuanto más cierta es una verdad, más claramente impacta la mente.
Las explicaciones académicas no eran necesarias para esos nobles,
agricultores y ciudadanos. Es para mí, para mí y de mí que este libro
habla, dijo cada uno. Soy a mí a quien se refieren todas estas promesas
y enseñanzas. Este otoño y esta restauración ... .... son míos. Esa vieja
muerte y esta nueva vida ... Yo he pasado por ellas. Esa carne y ese
espíritu ... los conozco. Esta ley y esta gracia, esta fe, estas obras, esta
esclavitud, esta gloria, este Cristo y este Belial ... todos me son
familiares .
Es mi propia historia la que encuentro en este libro. Así, con la ayuda
del Espíritu Santo, cada uno tuvo en su propia experiencia una clave
de los misterios de la Biblia. Para comprender a ciertos autores y
ciertos filósofos, la vida intelectual del lector debe estar en armonía
con la de ellos; así debe haber una afinidad íntima con los libros
sagrados para penetrar en sus misterios. "El hombre que no tiene el
Espíritu de Dios", dijo un reformador, "no entiende ni una jota ni una
tilde de la Escritura". 8 Ahora que se cumplió esta condición, el
Espíritu de Dios se movió sobre la faz de las aguas.
Tales eran en ese período la hermenéutica de Inglaterra. Tyndale había
dado el ejemplo él mismo al explicar muchas de las palabras que
podrían detener al lector. "¡El Nuevo Testamento!" podemos suponer
que algún granjero dijo, mientras tomaba el libro; "¿Qué testamento es
ese?" - “Cristo”, respondió Tyndale en su prólogo, “ordenó a sus
discípulos antes de su muerte que publicaran en todo el mundo su
última voluntad, que es dar todos sus bienes a todos los que se
arrepientan y crean. 9 Les lega su justicia para borrar sus pecados, su
salvación para vencer su condenación; y es por eso que ese documento
se llama el Testamento de Jesucristo ".
“La ley y el evangelio”, dijo un ciudadano de Londres, en su tienda;
"¿que es eso?" “Son dos llaves”, respondió Tyndale. “La ley es la llave
que encierra a todos los hombres bajo condenación, y el evangelio es la
llave que abre la puerta y los deja salir.
O, si te gusta, son dos ungüentos. La ley, aguda y mordaz, expulsa la
enfermedad y la mata; mientras que el evangelio, reconfortante y
suave, suaviza la herida y da vida ”. 10 Todos entendieron y leyeron, o
más bien devoraron las páginas inspiradas; y los corazones de los
elegidos (para usar las palabras de Tyndale), calentados por el amor de
Jesucristo, comenzaron a derretirse como cera. 11
Se observó que esta transformación tiene lugar incluso en las familias
más católicas. Roper, el cuñado de More , después de leer el Nuevo
Testamento, recibió la verdad. “Ya no tengo necesidad”, dijo, “de la
confesión auricular, de las vigilias o de la invocación de los santos. Los
oídos de Dios siempre están abiertos para escucharnos. La fe sola es
necesaria para la salvación. Yo creo. ..... y soy salvo ...... Nada puede
privarme del favor de Dios ". 12
El joven afable y celoso deseaba hacer más. “Padre”, le dijo un día a sir
Thomas, “procurame del rey, que te quiere mucho, una licencia para
predicar. Dios me ha enviado para instruir al mundo ”. Más estaba
inquieto. ¿Debe esta nueva doctrina, que él detesta, difundirse incluso
entre sus hijos? Ejerció toda su autoridad para destruir el trabajo
iniciado en el corazón de Roper. “¿Qué ?, dijo con una sonrisa,“ ¿no es
suficiente que nosotros, que somos tus amigos, sepamos que eres un
tonto, pero que proclames tu locura al mundo? Cállate: no voy a seguir
debatiendo contigo ". La imaginación del joven quedó impresionada,
pero su corazón no había cambiado. Los di scussions que han cesado,
la autoridad del padre siendo restaurados, Roper se hizo menos
fervientes en su fe, y poco a poco volvió a papismo, de la que fue
posteriormente un campeón celoso.
El humilde coadjutor de All Hallows, habiendo vendido el Nuevo
Testamento a personas que vivían en Londres y sus alrededores, y a
muchos hombres piadosos que lo llevarían a los lugares más lejanos de
Inglaterra, tomó la resolución de introducirlo en la Universidad de
Oxford, que ciudadela del catolicismo tradicional. Fue allí donde había
estudiado , y sintió hacia esa escuela el cariño que un hijo le tiene a su
madre: partió con sus libros. 13 El terror se apoderó de él de vez en
cuando, porque sabía que la palabra de Dios tenía muchos enemigos
mortales en Oxford; pero su celo inagotable se sobrepuso a su timidez.
En concierto con Dalaber, ofreció sigilosamente el misterioso libro a la
venta; muchos estudiantes lo compraron y Garret anotó
cuidadosamente sus nombres en su registro. Esto fue en enero de
1526; un incidente perturbó esta actividad cristiana .
Una mañana, cuando Edmund Moddis, uno de los ayuda de cámara de
Enrique, asistía a su amo, el príncipe, que estaba muy apegado a él, le
habló de los nuevos libros que venían de más allá del mar. "Si su
excelencia", dijo Moddis, " me promete perdonarme a mí y a ciertas
personas, le presentaría un libro maravilloso que está dedicado a su
majestad". 14 - "¿Quién es el autor?" - “Un abogado de Gray's Inn
llamado Simon Fish, actualmente en el continente”. - "¿Qué está
haciendo allí?" "Hace unos tres años, el señor Row, un compañero de
estudios de Gray's Inn, compuso para un teatro privado un drama
contra mi señor el cardenal". El rey sonrió; cuando su ministro fue
atacado, su propio yugo parecía más ligero. “Como nadie estaba
dispuesto a representar al personaje empleado para dar su lección al
cardenal”, continuó el ayuda de cámara, “el Maestro Fish lo aceptó con
valentía. La pieza produjo un gran efecto; y al ser informado mi señor
de esta impertinencia, envió a la policía una noche para arrestar a
Fish. Este último logró escapar, cruzó el mar, se unió a un tal Tyndale,
el autor de algunos de los libros de los que tanto se habló; y, llevado
por el ejemplo de su amigo, compuso el libro del que le hablaba a su
excelencia ”. - "¿Cómo se llama?" - “La súplica de los mendigos”. -
"¿Dónde lo viste?" - “En casa de dos de sus comerciantes, George Elyot
y George Robinson; 15 si tu gracia lo desea, te lo traerán. El rey fijó el
día y la hora.
El libro fue escrito para el rey, y todos lo leyeron menos el rey mismo.
En el día señalado, Moddis apareció con Elyot y Robinson, que no
estaban del todo exentos de miedo, ya que podrían ser acusados de
proselitismo incluso en el palacio real. El rey los recibió en sus
aposentos privados . 16 "¿Qué quieres?" les dijo. “Señor”, respondió
uno de los comerciantes, “nos acercamos a un libro extraordinario que
está dirigido a usted”. - "¿Alguno de ustedes me lo puede leer?" - “Sí, si
le place a su excelencia”, respondió Elyot. “Puedes repetir el contenido
de memoria”, replicó el rey… “pero, no, léelo todo; eso será mejor.
Estoy listo." Elyot comenzó,
"LA SUPLICACIÓN DE LOS MENDIGOS".
“Al rey nuestro soberano señor,
“Lamentablemente se queja de su lamentable miseria, a vuestra alteza,
vuestros pobres bedesmen cotidianos, los espantosos monstruos
espantosos, a quienes apenas, con horror, ningún ojo se atreve a
mirar; la repugnante infeliz clase de leprosos y otras personas
doloridas, necesitadas, impotentes, ciegas, cojas y enfermas, que viven
sólo de limosna; cómo que su número aumenta cada día, que todas las
limosnas de todas las personas bien dispuestas de este vuestro reino
no alcanzan la mitad para sustentarlos, sino que por contención
mueren de hambre.

“Y este infeliz pestilente se ha apoderado de vuestros dichos pobres


bedesmen, por la razón de que, en el tiempo de vuestros nobles
predecesores, se ha infiltrado astutamente en este vuestro reino, otro
tipo, no de impotente, sino de fuerte, poderoso, y mendigos y
vagabundos falsos, santos y ociosos , quienes con toda la astucia y
astucia de Satanás ahora han aumentado no solo en un gran número,
sino también en un reino ”.
Henry estuvo muy atento. Elyot continuó:
“Estos no son los pastores, sino los lobos rapaces que van vestidos de
pastores devorando el rebaño: obispos, abades, priores, diáconos,
arcedianos, sufragáneos, sacerdotes, monjes, canónigos, frailes,
perdonadores y veranos ... ..Los señoríos, señoríos, tierras y territorios
más buenos son de ellos. Además de esto, tienen la décima parte de
todo el maíz , pradera, pasto, pasto, madera, potros, terneros,
corderos, cerdos, gansos y gallinas. Además, la décima parte del salario
de cada siervo, la décima parte de lana, leche, miel, cera, queso y
mantequilla. Las pobres esposas deben rendir cuentas ante ellas por
cada tercer huevo, o de lo contrario no obtendrá sus derechos [es
decir, la absolución] en Pascua ... Finalmente, ¿qué obtienen en un
año? Summa totalis: £ 430,333, 6 chelines. 8d. esterlina, de la cual no
hace cuatrocientos años no tenían un centavo ...
“¿Qué súbditos podrán ayudar a su príncipe, que sea de esta manera
encuestada anualmente? ¿Qué buen pueblo cristiano podrá
socorrernos a nosotros, pobres leprosos, ciegos, doloridos y cojos, que
somos así oprimidos cada año? ... Los antiguos romanos nunca habían
podido poner a todo el mundo bajo su reverencia, si hubieran tenido
en casa una especie de cormoranes tan ociosos ".
No se pudo haber encontrado ningún tema que pudiera cautivar más
la atención del rey. “¿Y qué hace toda esta especie de codiciosos y
robustos ladrones santos ociosos con sus exacciones anuales que
cobran al pueblo? Verdaderamente nada, pero traduce todo gobierno,
poder, señorío, autoridad, obediencia y dignidad de tu gracia a ellos.
Nada, sino que todos sus súbditos caigan en desobediencia y rebelión
...... Sacerdotes y palomas ensucian las casas ; y si va a arruinar un
estado, instale en él al Papa con sus monjes y clero ... Envíe estos lobos
robustos al extranjero en el mundo para tomar sus propias esposas y
ganarse la vida con su trabajo en el sudor de sus rostros ...... Entonces
tus bienes aumentarán en riquezas; entonces se guardará mucho mejor
el matrimonio; entonces no serán trasladados de ustedes la espada, el
poder, la corona, la dignidad y la obediencia de su pueblo ”.
Cuando Elyot terminó de leer, el rey guardó silencio, sumido en sus
pensamientos. Se le había presentado la verdadera causa de la ruina
del Estado; pero la mente de Henry no estaba madura para estas
importantes verdades. Por fin dijo, con cierta inquietud: "Si un hombre
que desea derribar una vieja muralla comienza por la parte inferior,
me temo que la parte superior puede caer de cabeza". 17 Así pues, a los
ojos del rey, Fish al atacar a los sacerdotes estaba perturbando los
cimientos de la religión y la sociedad. Después de este veredicto real,
Enrique se levantó, tomó el libro, lo guardó en su escritorio y prohibió
a los dos comerciantes que revelaran a nadie el hecho de que se lo
habían leído.
Poco después de que el rey recibiera esta copia, el miércoles 2 de
febrero, fiesta de la Candelaria, varias personas, incluido el propio rey,
iban a participar en la procesión, portando cirios de cera en las manos.
Durante la noche esta famosa invectiva se esparció por todas las calles
por las que debía pasar la procesión. El cardenal ordenó la incautación
del panfleto e inmediatamente atendió al rey. Este último metió la
mano debajo de la túnica y con una sonrisa sacó la obra tan temida, y
luego, como satisfecho con esta prueba de independencia, se la entregó
al cardenal.
Mientras Wolsey respondía a Fish mediante la confiscación, Sir
Thomas More con mayor liberalidad, deseando que la prensa
respondiera a la prensa, publicó Las súplicas de las almas en el
purgatorio. “Suprimid”, dijeron, “los piadosos estipendios pagados a
los monjes, y luego entrará el evangelio de Lutero, se leerá el
Testamento de Tyndale, se predicará la herejía , se descuidarán los
ayunos, se blasfemarán los santos, se ofenderá a Dios , la virtud será
objeto de burla, el vicio se desencadenará e Inglaterra se poblará de
mendigos y ladrones ". 18 Las almas del purgatorio llaman entonces al
autor de la súplica de los mendigos "un ganso, un asno, un perro
rabioso". Así, la superstición degradó el noble genio de More. A pesar
del abuso de las almas en el purgatorio, el Nuevo Testamento se leía
cada día más en Inglaterra.

Notas finales:
1. Martirologio de Geddes. Gonsalvi, Mart. Hisp. Llorente.
Inquis. M'Crie, Ref. En España.
2. Trabajó fervientemente para llamarnos al
arrepentimiento. Becon, 3 p. 11.

3. Quod opera nostra quantumvis bona in specie nihil


conducunt ad justificationem nec ad meritum, sed sola
fides. Foxe, Hechos, 5 p. 428.
4. Todo hombre puede predicar la palabra de Dios. Ibídem.
5. Salmo 81:16.

6. Tener dichos libros bajo su custodia. Foxe, Hechos, 5 p.


428.
7. Dispersión en el extranjero de dichos libros dentro de
este ámbito. Ibídem. pags. 428. Véase también Strype,
Cranmer's Mem. Pág. 81.
8. Nullus h omo unum iota en Scripturis sacris videt, nisi
qui spiritum Dei habet. Lutero, de servo arbitrio, Witt. 2 p.
424.
9. Obras de Tyndale y Fryth (ed. Russell), vol. 2 p. 491. El
"Camino a la Sagrada Escritura" es el prólogo del
Testamento en cuarto, con algunos cambios de poca
importancia.

10. Obras de Tyndale y Fryth (ed. Russell), vol. 2 p. 503.


11. Ibídem. pags. 500.
12. More's Life, pág. 134.
13. Y trajo consigo la primera traducción de Tyndale del
Nuevo Testamento en inglés. Foxe, Hechos, 5 p. 421.
14. Su excelencia debería ver un libro así, ya que fue una
maravilla escucharlo. Foxe, Hechos. 4 p. 658.
15. Ibídem.
16. Ibídem.
17. La parte superior del mismo podría caer sobre su
cabeza. Foxe, Hechos, 4 p. 658.
LIBRO 19
CAPÍTULO 2

Wolsey no se detuvo con el libro de Fish. No era ese “panfleto


miserable” sólo lo que había que cazar; el Nuevo Testamento en inglés
había entrado por sorpresa en el reino; estaba el peligro. Los
evangelistas, que pretendían emancipar al hombre de los sacerdotes y
ponerlo en absoluta dependencia de Dios, hicieron precisamente lo
contrario de lo que exige Roma. 1 El cardenal se apresuró a reunir a los
obispos, y estos (particularmente Warham y Tonstall, que durante
mucho tiempo habían disfrutado de las bromas lanzadas contra la
superstición) tomaron el asunto en serio cuando se les mostró que el
Nuevo Testamento circulaba por toda Inglaterra. Estos sacerdotes
creían, con Wolsey, que la autoridad del papa y del clero era un dogma
al que todos los demás estaban subordinados. Vieron en la reforma un
levantamiento de la mente humana, un deseo de pensar por sí
mismos, de juzgar libremente las doctrinas e instituciones, que las
naciones hasta entonces habían recibido humildemente de manos de
los sacerdotes. Los nuevos médicos justificaron su intento de obtener el
derecho al voto sustituyendo a los antiguos por una nueva autoridad .
Fue el Nuevo Testamento el que comprometió el poder absoluto de
Roma. Debe ser tomado y destruido, dijeron los obispos. Londres,
Oxford y, sobre todo, Cambridge, esos tres lugares de la herejía, deben
ser cuidadosamente registrados. Las órdenes definitivas se emitieron el
sábado 3 de febrero de 1526 y las obras comenzaron de inmediato.
La primera visita de los inquisidores fue a Honey Lane, a la casa del
cura de All Hallows. No encontraron a Garret; Lo buscaron en
Monmouth's y por toda la ciudad, pero no pudieron encontrarlo. 2 “Se
ha ido a Oxford a vender sus detestables mercancías”, informaron los
inquisidores, quienes partieron inmediatamente tras él, decididos a
quemar al evangelista y sus libros; "Tan ardiente", dice un historiador ,
"fue la caridad de estos santos padres". 3

El martes 6 de febrero, Garret estaba vendiendo tranquilamente sus


libros en Oxford y anotando cuidadosamente sus ventas en su registro,
cuando dos de sus amigos corrieron hacia él y le gritaron: “¡Vuela! o te
llevarán ante el cardenal y de allí ... a la Torre ". El pobre coadjutor
estaba muy agitado. "¿De quién aprendiste eso?" - “Del maestro Cole, el
secretario de la asamblea, que está profundamente a favor del
cardenal”. Garret, que vio de inmediato que el asunto era serio, se
apresuró a ver a Anthony Dalaber, que poseía el acervo de las Sagradas
Escrituras en Oxford; otros lo siguieron; la noticia se había extendido
rápidamente, y los que habían comprado el libro estaban alarmados,
porque sabían por la historia de los lolardos lo que podía hacer el clero
romano. Se consultaron juntos. Los hermanos, “porque así no solo nos
llamábamos unos a otros, sino que de hecho éramos unos a otros”,
dice Dalaber, 4 decidieron que Garret debería cambiar su nombre; t
sombrero Dalaber le debe dar una carta para su hermano, el rector de
Stalbridge, en el condado de Dorset, que estaba en falta de una cura; y
que, una vez en esta parroquia, debería buscar la primera oportunidad
de cruzar el mar. El rector era en verdad un “papista loco” ( es la
expresión de Dalaber), pero eso no alteró su resolución. No conocían
ningún otro recurso. Anthony le escribió apresuradamente; y, en la
mañana del 7 de febrero, Garret salió de Oxford sin ser observado.

Habiendo proporcionado la seguridad de Garret, Dalaber pensó en la


suya. Se ocultó cuidadosamente en un hueco secreto de su habitación,
en St. Alban's Hall, el Testamento de Tyndale y las obras de Lutero,
Oecolampadius y otros, sobre la palabra de Dios. Luego, disgustado por
los sofismas escolásticos que escuchó en ese colegio, se llevó consigo el
Nuevo Testamento y el Comentario al Evangelio de San Lucas, de
Lambert de Aviñón, cuya segunda edición acababa de publicarse en
Estrasburgo, 5 y fue a la Universidad de Gloucester, donde tenía la
intención de estudiar derecho civil, sin importarle tener nada más que
ver con la iglesia.
Durante este tiempo, el pobre Garret se dirigía a Dorsetshire. Su
conciencia no podía soportar la idea de ser, aunque sólo por un corto
tiempo, el coadjutor de un sacerdote intolerante, de ocultar su fe, sus
deseos e incluso su nombre. Se sentía más desgraciado, aunque en
libertad, de lo que podría haberse sentido en las prisiones de Wolsey.
Es mejor, dijo para sí mismo, confesar a Cristo ante el tribunal, que
dar la impresión de aprobar las prácticas supersticiosas que detesto.
Avanzó un poco, luego se detuvo y luego reanudó su curso. Hubo una
feroz lucha entre sus miedos y su conciencia. Finalmente, después de
un día y medio de dudas, su conciencia prevaleció; incapaz de soportar
más la angustia que sentía, volvió sobre sus pasos, regresó a Oxford,
donde entró el viernes por la noche, y se acostó tranquilamente en su
cama. Fue apenas pasada la medianoche cuando Wolsey es un
caballeros, que habían recibido información de su retorno, llegado, y
lo arrastró de la cama, 6 y lo entregó al Dr. Cottisford, el comisario de
la universidad. Este último lo encerró en una de sus habitaciones,
mientras London e Higdon, decano de Frideswide, "dos archipapistas"
(como los llama el cronista), anunciaban esta importante captura al
cardenal. Pensaron que se salvó el papado, porque se había llevado a
un coadjutor pobre.
Dalaber, ocupado en preparar su nueva habitación en la universidad
de Gloucester , no había percibido toda esta conmoción. 7 El sábado al
mediodía, habiendo terminado sus arreglos, cerró la puerta con doble
cerradura y comenzó a leer el Evangelio según San Lucas. De repente,
escucha un golpe. Dalaber ma de ninguna respuesta; sin duda son los
oficiales de la comisaría. Se dio un golpe más fuerte; pero aún
permaneció en silencio. Inmediatamente después, hubo un tercer
golpe, como si alguien quisiera abrir la puerta. “Quizás alguien me
quiera”, pensó Dalaber. Dejó su libro así de, abrió la puerta, y para su
gran sorpresa vio a Garret, quien, con alarma en todos sus rasgos,
exclamó: “¡Soy un hombre perdido! ¡Me han atrapado! "
Dalaber, que pensaba que su amigo estaba con su hermano en
Stalbridge, no pudo ocultar su asombro y al mismo tiempo lanzó una
mirada inquieta a un extraño que acompañaba a Garret. Era uno de los
sirvientes de la universidad que había llevado al coadjutor fugitivo a la
nueva habitación de Dalaber. Tan pronto como este hombre se fue,
Garret le contó todo a Anthony: “Observando que el Dr. Cot tisford y
su familia habían ido a orar, volví a poner el pestillo de la cerradura
con mi dedo ... y aquí estoy ."......"¡Pobre de mí! Maestro Garret —
respondió Dalaber—, ¡la imprudencia que cometió al hablarme antes
de que ese joven nos haya arruinado a los dos! A estas palabras, Garret,
que había reanudado su miedo a los sacerdotes, ahora que su
conciencia estaba satisfecha, exclamó con una voz interrumpida por
suspiros y lágrimas: 8 “¡Por el amor de Dios, ayúdame! ¡Sálvame!" Sin
esperar respuesta, se quitó la bata y la capucha, le suplicó a Anthony
que le diera un abrigo con mangas y, disfrazado así, dijo: "Me escaparé
a Gales, y de allí, si es posible, a Alemania y Lutero".
Garret se contuvo; había algo que hacer antes de irse. Los dos amigos
cayeron de rodillas y rezaron juntos; pidieron a Dios que llevara a su
siervo a un retiro seguro. Hecho esto, se abrazaron, sus rostros
bañados en lágrimas e incapaces de pronunciar una palabra. 9
En silencio en el umbral de su puerta, Dalaber siguió con ojos y oídos
los pasos en retirada de su amigo. Habiéndolo oído llegar al pie de la
escalera, regresó a su habitación, cerró la puerta con llave, sacó su
Nuevo Testamento y, colocándolo ante él, leyó de rodillas el capítulo
décimo del Evangelio de San Mateo, respirando muchas veces. suspiro
profundo: ...... Seréis llevados ante gobernadores y reyes por mi causa
...... pero no les temáis; hasta los cabellos de tu cabeza están todos
contados. Habiendo reavivado esta lectura su coraje, Antonio, todavía
de rodillas, oró fervientemente por el fugitivo y por todos sus
hermanos: “Oh Dios, por tu Espíritu Santo dota con fuerza celestial a
este tierno y recién nacido rebaño en Oxford. 10 La pesada cruz de
Cristo está a punto de ser puesta sobre los débiles hombros de tus
pobres ovejas. ¡Concédeles que lo soporten con paciencia piadosa y
celo inquebrantable! "
Levantándose de sus rodillas, Dalaber guardó su libro, dobló la
capucha y el vestido de Garret, los colocó entre su propia ropa, cerró la
puerta de su habitación y se dirigió al Cardinal's College, (ahora Christ
Church,) para decirle a Clark y a los demás. hermanos lo que había
sucedido. 11 Estaban en la capilla: había comenzado el servicio
vespertino; el decano y los canónigos, con sus trajes completos,
cantaban en el coro. Dalaber se detuvo en la puerta escuchando los
majestuosos sonidos del órgano que presidía Taverner y los
armoniosos acordes de los coristas. Cantaban el Magnificat:
Engrandece mi alma al Señor ... Él ha ayudado a su siervo Israel. A
Dalaber le pareció que estaban cantando la liberación de Garret. Pero
su voz no pudo unirse a su canto de alabanza. "¡Pobre de mí!" exclamó,
"todo mi canto y música se convierte en suspiros y cavilaciones". 12

Mientras escuchaba, apoyado en la entrada del coro, el Dr. Cottisford,


el comisario de la universidad, llegó con paso apresurado, "con la
cabeza descubierta y pálido como cenizas". Pasó junto a Anthony sin
notarlo, y al ir directamente al decano pareció anunciar una noticia
importante y desagradable. “Conozco bien la causa de su dolor”, pensó
Dalaber mientras observaba cada gesto. El comisario apenas había
terminado su informe cuando el decano se levantó y ambos
abandonaron el coro con evidente confusión. Sólo habían llegado a la
mitad de la ante-capilla cuando el Dr. London entró corriendo,
resoplando, irritando y pateando, "como un león hambriento y
codicioso en busca de su presa". 13 Los tres se detuvieron, se
interrogaron y lamentaron su desgracia. T heredero movimientos
rápidos y ansiosos indican la emoción más viva: Londres, sobre todo,
no pudo contenerse. Atacó al economato y lo culpó de su negligencia,
de modo que por fin Cottisford rompió a llorar. “Hechos, no lágrimas”,
dijo el fanático de Londres; e inmediatamente enviaron oficiales y
espías por todos los caminos.
Anthony, habiendo dejado la capilla, se apresuró a ir a casa de Clark
para contarle sobre la fuga de su amigo. “Caminamos en medio de
lobos y tigres”, respondió Clark; “Prepárense para la persecución .
Prudentia serpentina et simplicitas columbina (la sabiduría de las
serpientes y la inofensividad de las palomas) debe ser nuestro lema. Oh
Dios, danos el valor que estos tiempos malos requieren ". Todos en el
pequeño rebaño estaban encantados con la liberación de Garret.
Sumner y Bett , que habían entrado, corrieron a contárselo a los demás
hermanos del colegio, 14 y Dalaber se apresuró a ir a Corpus Christi.
Todos estos jóvenes piadosos se sentían soldados en el mismo ejército,
viajeros en la misma compañía, junto a otros en la misma familia. El
amor fraterno brilló tan intensamente en los días de la Reforma como
entre los cristianos de Gran Bretaña. Esta es una característica digna
de mención.
Fitzjames, Udal y Diet se reunieron en las habitaciones de este último,
en Corp us Christi College, cuando llegó Dalaber. Comieron su comida
frugal, con los ojos bajos y la voz quebrada, conversando de Oxford, de
Inglaterra y de los peligros que se cernían sobre ellos. 15 Luego,
levantándose de la mesa, cayeron sobre sus rodillas , pidieron ayuda a
Dios y se separaron. Fitzjames se llevó a Dalaber con él a St. Alban's
Hall. Temían que el sirviente del Gloucester College lo hubiera
traicionado.
Los discípulos del evangelio en Oxford pasaron la noche con gran
ansiedad. El vuelo de Garret , la furia de los sacerdotes, los peligros de
la iglesia en ascenso, el rugido de una tormenta que llenaba el aire y
resonaba en los largos claustros, todo les impresionó de terror. El
domingo 11 de febrero, Dalaber, que se movía a las cinco de la
mañana, se dirigió a su habitación del Gloucester College. Al encontrar
las puertas cerradas, caminó arriba y abajo bajo las paredes en el
barro, porque había llovido toda la noche. Mientras caminaba de un
lado a otro por la calle solitaria en el oscuro amanecer, mil
pensamientos alarmaron su mente. Se sabía, se dijo, que había
participado en la huida de Garret; lo arrestarían y la fuga de su amigo
se vengaría de él. 16 Estaba abrumado por el dolor y la alarma; suspiró
profundamente; 17 imaginó que veía a los comisionados de Wolsey
exigiendo los nombres de sus cómplices y fingiendo elaborar una lista
de proscripción a su dictado; recordaba que en más de una ocasión
sacerdotes crueles habían extorsionado a los lolardos los nombres de
los hermanos, y aterrorizados ante la posibilidad de tal crimen,
exclamó; "Oh Dios, te juro que no acusaré a nadie ... No diré nada más
que lo que es perfectamente conocido". 18
Por fin, después de una hora de angustia, pudo ingresar al colegio. Se
apresuró a entrar, pero cuando intentó abrir la puerta, descubrió que
habían abierto la cerradura. La puerta cedió paso a un fuerte empujón,
¡y qué espectáculo encontraron sus ojos! su cama se volcó, las mantas
rojas se esparcieron por el suelo, su ropa era toda confusión en su
armario, su estudio roto y dejado abierto. No dudaba que el vestido de
Garret lo hubiera traicionado; y estaba mirando alarmado este triste
espectáculo, cuando llegó un monje que ocupaba las habitaciones
contiguas y le contó lo sucedido: “El comisario y dos procuradores,
armados con espadas y picos, rompieron tu puerta en medio de la
noche. Perforaron la paja de la cama de un lado a otro para asegurarse
de que Garret no estuviera escondido allí; 19 registraron
cuidadosamente cada rincón y esquina, pero no pudieron descubrir
ningún rastro del fugitivo ". Ante estas palabras, Dalaber respiró de
nuevo ... pero el monje no había terminado. "Tengo órdenes", agregó,
"de enviarte al prior". Anthony Dunstan, el prior, era un monje fanático
y avaro; y la confusión en la que este mensaje arrojó a Dalaber fue tan
grande, que fue tal como estaba, todo manchado de barro, a las
habitaciones de su superior.
El prior, que estaba de pie con el rostro hacia la puerta, miró a Dalaber
de pies a cabeza cuando entró. "¿Dónde pasaste la noche?" preguntó.
"En St. Alban's Hall con Fitzjames". El prior con gesto de incredulidad
prosiguió: "¿No estuvo ayer con usted el señor Garret?" - "Si." -
"¿Dónde está ahora?" - "Yo no sé." Durante este examen, el prior había
notado un gran anillo de plata dorada en el dedo de Anthony, con las
iniciales 20 d.C. “Muéstrame eso”, dijo el prior. Dalaber le entregó el
anillo, y el prior creyendo que era de oro macizo, se lo puso en el dedo
y añadió con astucia maliciosa: “Este anillo es mío: lleva mi nombre. A
es para Anthony y D para Dunstan ". "Quiera Dios" , pensó Dalaber,
"que fuera tan liberado de su compañía como estoy seguro de que me
entregarán mi anillo".
En ese momento, el jefe de cuentas, con dos o tres de los hombres del
comisario, entró y condujo a Dalaber a la capilla del Lincoln College,
donde tres figuras de mal agüero estaban de pie junto al altar:
Cottisford, Londres e Higdon. "¿Dónde está Garret?" preguntó London;
y señalando su vestido desordenado, prosiguió: “Tus zapatos y
prendas cubiertas de barro prueban que has salido toda la noche con
él. Si no dice adónde lo ha llevado, lo enviarán a la Torre ". "Sí", agregó
Higdon, "a Little-Facility [una de las mazmorras más horribles de la
prisión], y serás sometido a la tortura, ¿me oyes?" Luego los tres
médicos tardaron dos horas en intentar sacudir al joven con promesas
halagadoras y amenazas espantosas; pero todo fue inútil. El comisario
luego hizo una señal, los oficiales dieron un paso al frente y los jueces
subieron por una estrecha escalera que conducía a una gran sala
situada cerca de la cámara del comisario. Aquí a Dalaber se le quitó la
bolsa y el cinturón, y se colocaron las piernas en el cepo, de modo que
sus pies estaban casi tan altos como su cabeza. 21 Una vez hecho esto,
los tres médicos fueron devotamente a misa.
El pobre Anthony, dejado solo en esta espantosa posición, recordó la
advertencia que Clark le había dado dos años antes. Gimió
profundamente y clamó a Dios: 22 “¡Oh Padre! para que mi
sufrimiento sea para tu gloria y para la consolación de mis hermanos.
Pase lo que pase, nunca acusaré a ninguno de ellos ". Después de esta
noble protesta, Anthony sintió un aumento de paz en su corazón; pero
le estaba reservado un nuevo dolor.
Garret, que había dirigido su curso hacia el oeste, con la intención de ir
a Gales, había sido capturado en Hinksey, a poca distancia de Oxford.
Lo trajeron de regreso y lo arrojaron al calabozo en el que habían
colocado a Dalaber después de la tortura. Sus sombríos
presentimientos iban a ser más que cumplidos.
De hecho, Wolsey estaba profundamente irritado al ver que la
universidad [Christ Church], que él tenía la intención de que fuera "la
más gloriosa del mundo", se convirtiera en el refugio de la herejía, y
los jóvenes, a quienes había elegido con tanto cuidado, se convirtieran
en distribuidores. del Nuevo Testamento. Al favorecer la literatura,
había tenido en cuenta el triunfo del clero, y la literatura, por el
contrario, había servido al triunfo del evangelio. Dio sus órdenes sin
demora y la universidad se llenó de terror. John Clark, John Fryth,
Henry Sumner, William Betts, Richard Tavener, Richard Cox, Michael
Drumm, Godfrey Harman, Thomas Lawney, Radley y otros además de
Cardinal's College; Udal, Diet y otros de Corpus Christi; Eden y varios
de sus amigos de Magdalena; Goodman, William Bayley, Robert Ferrar
, John Salisbury de Gloucester, Barnard y St. Mary's Colleges; fueron
apresados y encarcelados. Wolsey les había prometido gloria; les dio
una mazmorra, esperando así salvar el poder de los sacerdotes y
reprimir ese despertar de la verdad y la libertad que se extendía del
continente a Inglaterra.
Debajo del Cardinal's College había un profundo sótano hundido en la
tierra, en el que el mayordomo guardaba su pescado salado. En este
agujero fueron arrojados estos jóvenes, elegidos por Inglaterra. La
humedad de esta cueva, el aire corrompido que respiraban, el horrible
olor que desprendían los peces, afectó gravemente a los prisioneros, ya
debilitados por el estudio. Sus corazones estaban a punto de estallar en
gemidos, su fe se tambaleaba y las escenas más tristes se sucedían en
esta horrible mazmorra. Los desdichados cautivos se miraron, lloraron
y rezaron. Este juicio estaba destinado a ser beneficioso para ellos:
"¡Ay!" dijo Fryth en una ocasión posterior, “Veo que además de la
palabra de Dios, hay un segundo purgatorio …… pero no es el
inventado por Roma; es la cruz de la tribulación a la que Dios nos ha
clavado ”. 23
Finalmente, los prisioneros fueron sacados uno por uno y llevados
ante sus jueces; sólo dos fueron liberados. El primero fue Betts , luego
capellán de Ana Bolena: no habían podido encontrar ningún libro
prohibido en su habitación, y defendió su causa con gran talento. El
otro era Taverner; había escondido los libros de Clark bajo el suelo de
su aula, donde los había descubierto ; pero su amor por las artes lo
salvó: “¡Pshaw! él es solo un músico ”, dijo el cardenal.
Todos los demás fueron condenados. Se encendió un gran fuego en lo
alto de la plaza del mercado; 24 se organizó una larga procesión, y
estos hombres desamparados fueron sacados, cada uno con un
maricón. Cuando se acercaron al fuego, se vieron obligados a arrojar en
él los libros heréticos que habían encontrado en sus habitaciones,
después de lo cual fueron llevados de regreso a su repugnante prisión.
Parecía haber un bárbaro placer en tratar tan vilmente a estos jóvenes
y generosos. También en otros países, Roma se preparaba para sofocar
en las llamas a los genios más nobles de Francia, España e Italia. Tales
fueron las cartas de recepción y el evangelio que recibió el papado en
el siglo XVI. Toda planta de Dios debe ser golpeada por el viento, aun a
riesgo de que sea arrancada; si sólo recibe los suaves rayos del sol, hay
motivos para temer que se seque y se marchite antes de dar fruto. Si un
grano de trigo no cae en la tierra y muere, permanece solo. Un día iba a
surgir una verdadera iglesia en Inglaterra, porque la persecución había
comenzado.

Tenemos que contemplar aún más pruebas.

Notas finales:
1. Actus meritorius est en potestate hominis. Duns Scotus
en Sent ent. Lib. 1 dis. 17.
2. Fue buscado por todo Londres. Foxe, Hechos, 5 p. 421.
3. Ibídem.
4. Ibídem.
5. En Lucae Evangelium Commentarii, nunc secundo
Recogniti et locupletati. Argentorati, 1525.

6. Foxe, 5 p. 422.
7. Ibídem.
8. Con profundos suspiros y muchas lágrimas. Foxe 5 p .
422.
9. Que todos nos mojamos la cara. Ibídem. 423.
10. Ibídem.
11. Ibídem.
12. Foxe 5 p. 423.
13. Ibídem. pags. 424.

14. Para decirle a nuestros otros hermanos; (porque había


buceadores más en esa universidad). Ibíd.
15. Considerando nuestro estado y peligro a la mano.
Ibídem.
16. Mi cabeza meditabunda está llena de preocupaciones de
pronóstico. Foxe 5 p. 424.
17. Mi corazón afligido fluye con suspiros tristes. Ibídem.
18. Decidí plenamente en mi conciencia ante Dios que
No acusaría a nadie. Ibídem.
19. Con picos y espadas atravesando la paja de mi cama. Ib
id. pags. 425.
20. Luego había espiado en mi dedo índice un gran anillo
de plata, muy bien dorado. Foxe, 5 p. 425.
21. Ibídem. pags. 426.
22. Ibídem. pags. 427.

23. Dios nos clava en la cruz para escuchar nuestras


debilidades. Obras de Tyndale y Fryth, 3 p. 91 (ed.
Russell).
24. Hubo un gran incendio en la cima de Carfax. Foxe, 5 p.
428.
LIBRO 19
CAPÍTULO 3

Cambridge, que había producido a Latimer, Bilney, Stafford y Barnes,


al principio parecía ocupar la primera fila en la reforma inglesa.
Oxford, al recibir la corona de la persecución, parecía ahora haber
superado a la universidad hermana. Y, sin embargo, Cambridge iba a
tener su parte de sufrimiento. La investigación había comenzado en
Oxford el lunes 5 de febrero, y el mismo día dos de las criaturas de
Wolsey, el Dr. Capon, uno de sus capellanes, y Gibson, un sargento de
armas, conocido por su arrogancia, abandonaron Londres. para
Cambridge. Sumisión, era la contraseña del papado. “Sí, sumisión”, fue
respondido de todas partes de la cristiandad por hombres de sincera
piedad y profundo entendimiento ; "Sumisión a la autoridad legítima
contra la cual el catolicismo romano se ha rebelado". Según sus
opiniones, el tradicionalismo y el pelagianismo de la iglesia romana
habían colocado la supremacía de la razón caída en oposición a la
supremacía divina de la palabra y de la gracia. El sacrificio externo y
aparente de uno mismo que impone el catolicismo romano, la
obediencia a un confesor o al Papa, la penitencia arbitraria, las
prácticas ascéticas y el celibato, sólo sirvió para crear, y así fortalecer y
perpetuar, un engaño en cuanto al egoísmo. preservación de una
personalidad pecadora. Cuando la Reforma proclamó la libertad, en lo
que respecta a las ordenanzas de invención humana, fue con el fin de
sujetar el corazón y la vida del hombre a su soberano real. El reinado
de Dios estaba comenzando; la de los sacerdotes debe terminar. Ningún
hombre puede servir a dos señores. Tales fueron las importantes
verdades que poco a poco fueron cayendo sobre el mundo y que fue
necesario extinguir sin demora.
Al día siguiente de su llegada a Cambridge, el martes 6 de febrero,
Capon y Gibson fueron a la casa de convocatorias, donde varios de los
médicos conversaban entre sí. Su aparición provocó cierta ansiedad
entre los espectadores, que miraban a los desconocidos con
desconfianza. De repente, Gibson avanzó, puso la mano sobre Barnes y
lo arrestó en presencia de sus amigos. 1 Estos últimos estaban
asustados, y eso era lo que quería el sargento. "¡Qué!" dijeron ellos, "el
prior de los Agustinos , el restaurador de letras en Cambridge,
arrestado por un sargento!" Eso no fue todo. Los agentes de Wolsey
iban a apoderarse de los libros procedentes de Alemania y de sus
propietarios; Bilney, Latimer, Stafford, Arthur y sus amigos iban a ser
encarcelados, porque poseían el Nuevo Testamento. Treinta miembros
de la universidad fueron señalados como sospechosos; y unos
miserables desgraciados, que habían sido sobornados por los
inquisidores, se ofrecieron a mostrar el lugar en cada habitación donde
se escondían los libros prohibidos. Pero mientras se realizaban los
preparativos necesarios para esta búsqueda, Bilney, Latimer y sus
colegas, advertidos a tiempo, consiguieron retirar los libros; fueron
llevados no sólo por las puertas sino por las ventanas, incluso por los
techos, y se investigó ansiosamente el lugar seguro en que podrían
ocultarse.
Apenas terminó este trabajo, cuando el vicerrector de la universidad,
el sargento de armas, el capellán de Wolsey, los supervisores y los
informantes comenzaron sus rondas. Abrieron la primera habitación,
entraron, registraron y no encontraron nada. Pasaron al segundo, no
había nada. El sargento se asombró y se enfureció. Al llegar a la tercera
habitación, corrió directamente al lugar señalado, todavía no había
nada. Lo mismo ocurrió en todas partes; Nunca el inquisidor se sintió
más mortificado. No se atrevió a poner las manos sobre las personas de
los médicos evangélicos; sus órdenes indicaban que debía apoderarse
de los libros y de sus dueños. Pero como no se encontraron libros, no
podría haber prisioneros. Afortunadamente, hubo un hombre (el
primero de los agustinos) contra el cual hubo cargos especiales. El
sargento prometió compensarse a sí mismo a expensas de Barnes por
sus inútiles trabajos.
Al día siguiente, Gibson y Capon partieron hacia Londres con Barnes.
Durante este lúgubre viaje, el prior, con gran agitación, en un
momento decidió desafiar a toda Inglaterra, y en otro tembló como
una hoja. Por fin terminó su viaje; el capellán dejó a su prisionero en la
casa de Parnell, cerca del cepo. 2 Tres estudiantes (Coverd ale,
Goodwin y Field) habían seguido a su maestro para animarlo con su
tierno afecto.
El jueves (8 de febrero) el sargento condujo a Barnes al palacio del
cardenal en Westminster; el desdichado prior, cuyo entusiasmo había
dado paso al abatimiento, esperó todo el día antes de ser admitido.
¡Que dia! ¿Nadie acudirá en su ayuda? El doctor Gardiner, el secretario
de Wolsey, y Fox, su mayordomo, ambos viejos amigos de Barnes,
atravesaron la galería por la noche y se acercaron al prisionero, quien
les pidió que le procuraran una audiencia con el cardenal. Cuando llegó
la noche, estos oficiales introdujeron al prior en la habitación donde
estaba sentado su amo, y Barnes, como era costumbre, cayó de rodillas
ante él. "¿Es este el doctor Barnes que está acusado de herejía?"
preguntó Wolsey, en tono altivo, a Fox y Gardiner. Ellos respondieron
afirmativamente. El cardenal, volviéndose entonces hacia Barnes, que
todavía estaba arrodillado, le dijo irónicamente, y no sin razón: “¿Qué,
maestro doctor, no hubiera tenido suficiente alcance en las Escrituras
para enseñar a la gente; pero mis zapatos de oro, mis hachas, mis
pilares, mis cojines de oro, mis cruces, ¿te ofendieron tanto que
debiste convertirnos en el hazmerreír, ridiculum caput, entre la gente?
Ese día nos reímos alegremente del desprecio. Ciertamente fue un
sermón más apropiado para ser predicado en un escenario que en un
púlpito; porque al final dijiste que me ponía un par de guantes rojos -
debería decir guantes ensangrentados (te lo dices) ... ¡Eh! ¿Qué opinas,
maestro doctor? Barnes, deseando eludir estas preguntas embarazosas,
respondió vagamente: "No dije nada más que la verdad de las
Escrituras, según mi conciencia y según los viejos médicos". Luego
presentó al cardenal una declaración de su enseñanza.

Wolsey recibió los papeles con una milla: "¡Oh, ho!" dijo mientras
contaba las seis hojas: "Veo que tiene la intención de mantenerse fiel a
sus artículos y mostrar su aprendizaje". "Con la gracia de Dios", dijo
Barnes. Wolsey entonces comenzó a leerlos y se detuvo en el sexto
artículo, que decía así: “ Nunca creeré que un hombre puede, por la ley
de Dios, ser obispo de dos o tres ciudades, sí, de todo un país, porque
es contrario a San Pablo, que dice: Te dejé para poner un obispo en
cada ciudad ”. Barnes no citó correctamente, porque el apóstol dice:
"para ordenar ancianos en cada ciudad". (Kai. Katasth, shj kata. Po, lin
presbute, rouj. Titus 1: 5.) A Wolsey le disgustó esta tesis: “¡Ah! esto me
conmueve ", dijo:" ¿Crees que está mal (al ver la ordenanza de la
iglesia) que un obispo tenga tantas ciudades debajo de él? " - "No
conozco ninguna ordenanza de la iglesia", respondió Barnes, "en
cuanto a esto, pero Pablo solo lo está diciendo".

Aunque esta polémica interesó al cardenal, el ataque personal del que


tuvo que quejarse lo conmovió más intensamente. “Bien,” dijo Wolsey;
y luego, con una condescendencia difícil de esperar de un hombre tan
orgulloso, se dignó casi a justificarse. “Me acusas de exhibir una pompa
real; pero ¿no comprenden que, siendo llamado a representar su
majestad, debo esforzarme por estos medios para infundir terror en
los malvados? "No es tu pompa o tus hazañas", respondió Barnes con
valentía, "lo que salvará la persona del rey ... Dios lo salvará, quien
dijo: Per me reges regnant". Barnes, en lugar de aprovechar la
amabilidad del cardenal para presentar una humilde justificación,
como Dean Colet le había hecho anteriormente a Enrique VIII, se
atrevió a predicarle un segundo sermón en su cara. Wolsey sintió que el
color se le subía a las mejillas. “Bien, caballeros”, dijo, volviéndose
hacia Fox y Gardin er, “¡lo escuchan! ¿Es éste el hombre sabio y erudito
de quien me hablaste?
Ante estas palabras, tanto el administrador como el secretario cayeron
de rodillas y dijeron: "Mi señor, perdónelo por misericordia". -
"¿Puedes encontrar diez o incluso seis doctores en teología dispuestos
a jurar que estás libre de herejía?" preguntó Wolsey. Barnes ofreció
veinte hombres honestos, tan eruditos como él, o incluso más. "Debo
tener doctores en teología, hombres tan viejos como tú". “Eso es
imposible”, dijo el prior. “En ese caso hay que quemarlo ”, continuó el
cardenal. "Que lo lleven a la Torre". Gardiner y Fox se ofrecieron a ser
sus fiadores, y Wolsey le permitió pasar la noche en Parnell's.
"No es momento de pensar en dormir", dijo Barnes al entrar en la
casa, "debemos escribir". T manguera palabras duras y terribles, debe
arder, resonaba continuamente en sus oídos. Dictó toda la noche a sus
tres jóvenes amigos una defensa de sus artículos.
Al día siguiente lo llevaron ante el capítulo, en el que estuvieron
presentes Clarke, obispo de Bath, Standish y otros médicos. Sus jueces
le presentaron una larga declaración y le dijeron: "Prometo leer este
periódico en público, sin omitir ni agregar una sola palabra". Luego se
le leyó. "Yo moriría primero", fue su respuesta. "¿ Abjurarás o estarás
vivo?" dijeron sus jueces; "Haz tu elección". La alternativa era
espantosa. El pobre Barnes, presa de la más profunda agonía, se
encogió al pensar en la hoguera; luego, de repente, su valor se reanimó
y exclamó: "Preferiría ser quemado que abjurar". Gardin er y Fox
hicieron todo lo que pudieron para persuadirlo. “Escuchen la razón”,
dijeron astutamente: “sus artículos son verdaderos; Esa no es la
pregunta. Queremos saber si con tu muerte dejarás que triunfe el error,
o si prefieres quedarte para defender la verdad , cuando lleguen días
mejores ”.
Le suplicaron; presentan los motivos más plausibles; de vez en cuando
pronunciaban las terribles palabras ¡quemados vivos! Su sangre se
congeló en estas venas; no sabía lo que decía o hacía ... le colocaron un
papel - le pusieron un bolígrafo en la mano - su cabeza estaba
desconcertada, firmó su nombre con un profundo suspiro. Este infeliz
estaba destinado en un período posterior a ser un fiel mártir de
Jesucristo; pero todavía no había aprendido a "resistir hasta la sangre".
Barnes se había caído.
A la mañana siguiente (domingo 11 de febrero) se preparaba un
espectáculo solemne en St. Paul's. Antes del amanecer, todos estaban
en la prisión del pobre prior; y a las ocho en punto, el caballero
mariscal con sus palos de punta, y el director de la prisión Fleet con
sus carteros, llevaron a Barnes a St. Paul's, junto con cuatro de los
comerciantes de Hanse que habían traído por primera vez a Londres el
Nuevo Testamento de Jesucristo en inglés. El quinto de estos piadosos
comerciantes sostenía una inmensa vela en sus manos. Una búsqueda
minuciosa había descubierto que eran estos hombres con quienes
Inglaterra estaba en deuda por el libro tan temido; sus almacenes
fueron rodeados y sus personas arrestadas. En la parte superior de los
escalones de San Pablo había una plataforma, y en la plataforma un
trono, y en el trono el cardenal, vestido de escarlata, como un
"anticristo sangriento", dice el cronista. En su cabeza brillaba el
sombrero del que Barnes había hablado tan mal; a su alrededor
estaban treinta y seis obispos, abades, priores y todos sus médicos,
vestidos de damasco y raso; la vasta catedral estaba llena. Habiendo
subido el obispo de Rochester a un púlpito colocado en lo alto de los
escalones, Barnes y los comerciantes, cada uno con un maricón, se
vieron obligados a arrodillarse y escuchar un sermón destinado a curar
a estas pobres criaturas del gusto por la insurrección contra el papado.
que comenzaba a extenderse en cada trimestre. El sermón terminó, el
cardenal montó en su mula, ocupó su puesto bajo un magnífico dosel y
se marchó. Después de esto, Barnes y sus cinco compañeros caminaron
tres veces alrededor de un fuego, encendido ante la cruz en la puerta
norte de la catedral. El abatido prior, con la cabeza gacha, se arrastró,
en lugar de caminar. Después del tercer turno, los prisioneros
arrojaron sus lechones a las llamas; también se arrojaron algunos
libros "heréticos" ; y habiendo dado el obispo de Rochester la
absolución a los seis penitentes, fueron llevados de regreso a la prisión
para ser retenidos allí durante la voluntad del señor cardenal. Barnes
no podía llorar ahora; la idea de su recaída y de los efectos que podría
producir un ejemplo tan culpable lo había privado de toda energía
moral. En el mes de agosto fue sacado de la cárcel y confinado en el
convento de Agustín.
Barnes no era el único hombre de Cambridge sobre el que había caído
el golpe. Desde el año 1520, un monje llamado Richard Bayfield había
sido interno de la abadía de Bury St. Edmunds. Su afabilidad deleitó a
todo viajero. Un día, cuando estaba ocupado como chambelán en
recibir a Barnes, que había venido a visitar al Dr. Ruffam, su
compañero de estudios en Lovaina, dos hombres entraron en el
convento. Eran personas piadosas y de gran consideración en Londres,
donde llevaron a cabo la ocupación de la fabricación de ladrillos y se
habían alzado para ser guardianes de su gremio. Sus nombres eran
Maxwell y Stacy, hombres "bien injertados en la doctrina de Cristo",
dice el historiador, que había llevado a muchos al Salvador con su
conversación y su vida ejemplar. Acostumbrados a viajar una vez al año
por las comarcas para visitar a sus hermanos y ampliar el
conocimiento del evangelio, solían alojarse, según los usos de la época,
en los conventos y abadías. Pronto surgió una conversación entre
Barnes, Stacy y Maxwell, que sorprendió al hermano lego. Barnes, que
había observado su atención, le entregó, cuando salía del convento, un
Nuevo Testamento en latín, y los dos ladrilleros agregaron un Nuevo
Testamento en inglés, con The Wicked Mammon y The Obedience of a
Christian Man. El hermano lego corrió y escondió los libros en su
celda, y durante dos años los leyó constantemente. Por fin fue
descubierto y reprendido; pero confesó con valentía su fe. Después de
esto, los monjes lo echaron a la cárcel, lo arrojaron al cepo, le pusieron
una mordaza en la boca y lo azotaron cruelmente para evitar que
hablara de gracia. 3 El infeliz Bayfield permaneció nueve meses en esta
condición.
Cuando Barnes repitió su visita a Bury en un período posterior, no
encontró al amable chambelán a las puertas de la abadía. Al
preguntarle, se enteró de su condición e inmediatamente tomó las
medidas necesarias para lograr su liberación. El Dr. Ruffam acudió en
su ayuda: "Dámelo a mí", dijo Barnes, "lo llevaré a Cambridge". El
prior de los Agustinos era entonces muy estimado; su solicitud fue
concedida, con la esperanza de que condujera a Bayfield a las
doctrinas de la iglesia. Pero sucedió exactamente lo contrario : las
relaciones con los hermanos de Cambridge fortalecieron la fe del joven
monje. De repente, su felicidad se desvaneció. Barnes, su amigo y
benefactor, fue llevado a Londres, y los monjes de Bury St. Edmunds,
alarmados por el ruido que creaba este asunto, lo llamaron para que
regresara a la abadía. Pero Bayfield, decidido a no someterse más a su
yugo, fue a Londres y se ocultó en Maxwell y Stacy's. Un día, al salir de
su escondite, cruzaba la calle Lombard, cuando se encontró con un
sacerdote llamado Pierson y otros dos religiosos de su orden, con
quienes entabló una conversación que los escandalizó mucho. "Debes
partir de inmediato", le dijeron Maxwell y Stacy a su regreso. Bayfield
recibió de ellos una pequeña suma de dinero, subió a bordo de un
barco y , tan pronto como llegó al continente, se apresuró a buscar a
Tyndale. Durante este tiempo, en Oxford transcurrían escenas de
naturaleza muy diferente a las que habían tenido lugar en Cambridge,
pero no menos desgarradoras.
La tormenta de persecución azotaba el fuego con más violencia que en
Cambridge. Clark y los otros confesores del nombre de Cristo todavía
estaban confinados en su prisión subterránea. El aire que respiraron, la
comida que tomaron (y no comieron nada más que pescado salado), 4
la sed ardiente que esto creó, los pensamientos que los agitaron, todos
juntos se combinaron para aplastar a estos hombres de noble corazón.
Sus cuerpos consumidos día a día; vagaban como espectros arriba y
abajo por su lúgubre sótano. Aquellas animadas discusiones en las que
se debatían tan elocuentemente las profundas cuestiones que entonces
agitaban a la cristiandad, habían terminado; eran como sombras
encontrando sombras. Sus ojos hundidos se miraron el uno al otro,
vaga y demacrada, y después de mirarse un momento pasaron sin
hablar . Clark, Sumner, Bayley y Goodman, consumidos por la fiebre,
se arrastraron débilmente apoyados contra las paredes de las
mazmorras. El primero, que también era el mayor, no podía caminar
sin el apoyo de uno de sus compañeros de prisión. Pronto fue incapaz
de moverse y se tendió sobre el suelo húmedo. Los hermanos se
reunieron a su alrededor, procuraron descubrir en sus rasgos si la
muerte no iba a acortar los días de aquel que había llevado a muchos
de ellos al conocimiento de Cristo. Le repitieron lentamente las
palabras de la Escritura y luego se arrodillaron a su lado y
pronunciaron una ferviente oración.
Clark, sintiendo que su fin se acercaba, pidió la comunión. Los
carceleros transmitieron su solicitud a su amo; Pronto se escuchó el
ruido de los cerrojos, y un carcelero, entrando en medio de la
desconsolada banda, pronunció un cruel ¡no! 5 Al oír esto, Clark miró
hacia el cielo y exclamó con un padre de la iglesia: Crede et
manducasti, Cree y has comido. 6 Estaba perdido en sus
pensamientos: contempló al Hijo de Dios crucificado; por la fe comió y
bebió la carne y la sangre de Cristo, y experimentó en su vida interior
la acción fortalecedora del Redentor. Los hombres podían rechazarle
la hostia, pero Jesús le había dado su cuerpo; y desde esa hora se
sintió fortalecido por una unión viva con el Rey del cielo.
Clark no solo descendió al valle sombrío: Sumner, Bayley y Goodman
se hundían rápidamente. La muerte, el lúgubre habitante de esta
repugnante prisión, se había apoderado de estos cuatro amigos. 7 Sus
hermanos dirigieron nuevas solicitudes al cardenal, en ese momento
muy ocupado en negociaciones con Francia, Roma y Venecia. 8 Sin
embargo, encontró medios para dar un momento a los mártires de
Oxford; y justo cuando estos cristianos oraban por sus cuatro
compañeros agonizantes, el comisionado se acercó y les informó que
"su señoría, por su gran bondad, permitió que los enfermos fueran
trasladados a sus propios cánticos". Se trajeron literas, en las que se
colocaron a los moribundos y se llevaron a sus habitaciones; 9 las
puertas se cerraron de nuevo para aquellos cuyas vidas este terrible
calabozo aún no había atacado.
Era mediados de agosto. Los hombres destrozados que habían pasado
seis meses en el sótano fueron transportados en vano a sus aposentos
y sus camas; varios miembros de la universidad intentaron
infructuosamente con sus cuidados y su tierna caridad volverlos a la
vida. Fue muy tarde. La severidad del papado había matado a estos
nobles testigos. La proximidad de la muerte pronto se traicionó; su
sangre se enfrió, sus miembros rígidos, y sus ojos enturbiados sólo
buscaron a Jesucristo, su esperanza eterna. Clark, Sumner y Bayley
murieron la misma semana. Goodman los siguió de cerca. 10
Esta catástrofe inesperada suavizó a Wolsey. Fue cruel sólo en la
medida en que lo requirieran sus intereses y la seguridad de la iglesia.
Temía que la muerte de tantos jóvenes levantara la opinión pública en
su contra, o que estas catástrofes dañaran su universidad; quizás
incluso algún sentimiento de humanidad haya tocado su corazón.
"Dejad al resto en libertad", escribió a sus agentes, "pero con la
condición de que no superen las diez millas de Oxf ord". La universidad
vio a estos jóvenes salir de su tumba viviente pálidos, agotados, débiles
y con pasos vacilantes. En ese momento no eran hombres de marca; fue
su juventud la que conmovió el corazón de los espectadores; pero en
los años posteriores todos ocuparon un lugar importante en la iglesia.
Eran Cox, que se convirtió en obispo de Ely y tutor de Eduardo el
Príncipe Real; Drumm, quien bajo Cranmer se convirtió en uno de los
seis predicadores en Canterbury; Udal, luego maestro de las escuelas
de Westminster y Eton; Salisbury, decano de Norwich, y luego obispo
de Sodor y Man, quien en toda su riqueza y grandeza a menudo
recordaba su espantosa prisión en Oxford como un título a la gloria;
Ferrar, luego capellán de Cranmer, obispo de St. David's y mártir hasta
la muerte, después de un intervalo de treinta años; Fryth, amigo de
Tyndale, para quien esta liberación resultó sólo un retraso; y varios
otros. Cuando salieron de su terrible calabozo, sus amigos corrieron
hacia ellos, apoyaron sus pasos vacilantes y los abrazaron en medio de
inundaciones de lágrimas. Fryth dejó la universidad poco después y se
fue a Flandes. 11 Así se detuvo la tempestad que tan terriblemente
había asolado Oxford. Pero la calma no duró mucho; una circunstancia
inesperada se volvió peligrosa para la causa de la Reforma.

Notas finales:
1. De repente, Barnes arrestó abiertamente en la casa de
convocación para asustar a todos los demás. Foxe, 5 p.
416.
2. Foxe, 5 p. 416.
3. Foxe, 4 p. 681.
4. Foxe, 5 p. 5.

5. No se tolerará recibir la comunión, estando en prisión.


Ibídem. pags. 428.
6. Ibídem. Habe fidem et tecum est quem non vides, dice
Agustín en otro lugar. Ver Serm. 235, 272. Tract. 26,
Evang. Joh.
7. Llevando su muerte en la misma prisión. Foxe, 5 p. 5.
8. Documentos estatales, 1 p. 169.
9. Foxe, 5 p. 5.
10. Ibídem.
11. Trabajos de Tyndale y Fryth , 3 p. 75 (editar Russell).

LIBRO 19
CAPÍTULO 4

Enrique todavía tenía la impresión de la famosa Súplica de los


mendigos, cuando la interferencia de Lutero aumentó su ira. La carta
que, por consejo de Christiern, rey de Dinamarca, le había escrito este
reformador en septiembre de 1525, se había perdido. El médico de
Wittenberg, al no enterarse de nada, lo imprimió audazmente y envió
una copia al rey. “Estoy informado”, dijo Lutero, “que Su Majestad
está comenzando a favorecer el evangelio, 1 y a estar disgustado con la
raza perversa que lucha contra él en su noble reino ...... Es cierto que,
según Escritura, los reyes de la tierra se juntan en consejo contra el
Señor y, en consecuencia, no podemos esperar verlos adorables a la
verdad. Cuán fervientemente deseo que este milagro se realice en la
persona de Su Majestad ”. 2
Podemos imaginar la ira de Henry al leer esta carta. "¡Qué!" dijo, “¿este
monje apóstata se atreve a imprimir otro escrito dirigido a nosotros,
sin siquiera haberlo enviado, o al menos sin saber si alguna vez lo
hemos recibido? ...... Y como si eso no fuera suficiente, insinúa que
estamos entre sus partidarios ...... Él gana también a uno o dos
miserables, nacidos en nuestro reino, y los contrata para que
traduzcan el Nuevo Testamento al inglés, agregando al mismo ciertos
prefacios y glosas venenosas ". Así habló Henry. La idea de que su
nombre debería estar asociado con el del monje de Wittenberg hizo
que toda la sangre le subiera a la cara. Él responderá con la debida
majestuosidad a tan descarado descaro. Llamó a Wolsey de inmediato.
"¡Aquí!" dijo, señalando un pasaje relativo al prelado, "¡aquí!" ¡lee lo
que se dice de ti! " Y luego leyó en voz alta: “Illud monstrum et
publicum odium Dei et hominum , cardinalis Eboracensis, pestis illa
regni tui. Verá, mi señor, usted es un monstruo, un objeto de odio tanto
hacia Dios como hacia el hombre, ¡el azote de mi reino! Hasta
entonces, el rey había permitido que los obispos hicieran lo que
quisieran y había observado una especie de neutralidad. H ae ahora
decidido a dejarlo a un lado y comenzar una cruzada contra el
Evangelio de Jesucristo, pero primero tiene que responder a esta carta
impertinente. Consultó a Sir Thomas More, se encerró en su armario y
le dictó a su secretaria una respuesta al reformador: "Te avergüenzas
del libro que has escrito contra mí", dijo, "te aconsejo que te
avergüences de todo que has escrito. Están llenos de errores
repugnantes y herejías frenéticas; y se apoyan en la obstinación más
audaz. Tu pluma venenosa m uela a la iglesia, insulta a los padres,
abusa de los santos, desprecia a los apóstoles, deshonra a la santa
virgen y blasfema contra Dios, haciéndolo autor del mal ... Y después
de todo eso, afirmas ser un autor cuyo parecido no existe en el mundo
”. 3
“Te ofreces a publicar un libro en mi alabanza ...... ¡Te agradezco! ......
Me elogiarás más si abusa de mí; me deshonrarás sin medida si me
alabas. Yo digo con Séneca: Tam turpe tibi sit laudari a turpibus, quam
si lauder es ob turpia ”. 4
Esta carta, escrita por el rey de los ingleses al rey de los herejes, 5 se
distribuyó inmediatamente por toda Inglaterra, unida a la epístola de
Lutero. Enrique, al publicarlo, puso a sus súbditos en guardia contra
las traducciones infieles del Nuevo Testamento, que además estaban a
punto de ser quemadas por todas partes. "Las uvas parecen hermosas",
dijo, "pero cuidado con cómo te mojas los labios con el vino que se
obtiene, porque el adversario ha mezclado veneno con él".
Lutero, agitado por esta mala lección, trató de excusarse. “Me dije a mí
mismo: Hay doce horas en el día. ¿Quién sabe? tal vez encuentre una
hora de suerte para ganarme al rey de Inglaterra. Por tanto, puse mi
humilde epístola a sus pies; ¡pero Ay! los cerdos lo han desgarrado.
Estoy dispuesto a guardar silencio ... pero en cuanto a mi doctrina, no
puedo imponerle silencio. Debe llorar en voz alta, debe morder. Si
algún rey imagina que puede hacerme retractar mi fe, es un soñador.
Mientras quede una gota de sangre en mi cuerpo, diré NO.
Emperadores, reyes, el diablo e incluso el universo entero, no pueden
asustarme cuando se trata de fe . Digo estar orgulloso, muy orgulloso,
muy orgulloso. Si mi doctrina no tuviera más enemigos que el rey de
Inglaterra, el duque Jorge, el papa y sus aliados, todas estas pompas
de jabón ...... una pequeña oración hace mucho que los habría vencido
a todos. ¿Dónde están Pilato , Herodes y Caifás ahora? ¿Dónde están
Nerón, Domiciano y Maximiliano? ¿Dónde están Arrio, Pelagio y
Melenas? - ¿Dónde están? ...... Donde pronto estarán todos nuestros
escribas y todos nuestros tiranos. - ¿Pero Cristo? Cristo es el mismo
siempre.

“Durante mil años, las Santas Escrituras no han brillado en el mundo


con tanto brillo como ahora. 6 En paz espero mi última hora; He hecho
lo que he podido. Príncipes, mis manos están limpias de tu sangre;
caerá sobre sus propias cabezas ".
Inclinándose ante la realeza suprema de Jesucristo, Lutero le habló
con valentía al rey Enrique, quien impugnó los derechos de la palabra
de Dios.
Una carta escrita contra el reformador no fue suficiente para los
obispos. Aprovechando la herida que Lutero había infligido a la
autoestima de Enrique, lo instaron a sofocar esta rebelión del
entendimiento humano, que amenazaba (como afirmaban) tanto al
Papa como a la monarquía. Comenzaron la persecución. Latimer fue
convocado ante Wolsey, pero su conocimiento y presencia de ánimo
provocaron su despido. Bilney también, a quien se le había ordenado ir
a Londres, recibió una orden de no predicar las doctrinas de Lutero.
“No predicaré las doctrinas de Lutero, si hay alguna peculiar en él”,
dijo; “Pero puedo y debo predicar la doctrina de Jesús Cristo , aunque
Lutero debería predicarla también”. Y finalmente Garret, conducido a
la presencia de sus jueces, se asustó y cayó ante las crueles amenazas
del obispo. Cuando fue restaurado a la libertad, huyó de un lugar a
otro, 7 esforzándose por ocultar su dolor y por escapar del despotismo
de los sacerdotes, esperando el momento en que debía dar su vida por
Jesucristo.
Los adversarios de la Reforma aún no estaban satisfechos. El Nuevo
Testamento continuó circulando y se formaron epots en varios
conventos. Barnes, un prisionero en el monasterio de Agustín en
Londres, había recuperado su valor y amaba su Biblia cada vez más. Un
día a finales de septiembre, mientras tres o cuatro amigos leían en su
habitación, dos simples campesinos, John Tyball y Thomas Hilles,
nativos de Bumpstead, Essex, entraron. “¿Cómo llegó a conocer la
verdad? ? " preguntó Barnes. Sacaron de sus bolsillos algunos
volúmenes antiguos que contenían los Evangelios y algunas de las
Epístolas en inglés. Bar nes les devolvió una sonrisa. “No son nada”, les
dijo, “en comparación con la nueva edición del Nuevo Testamento” 8,
una copia que los dos campesinos compraron por tres chelines y dos
peniques. “Escóndelo con cuidado”, dijo B arnes. Cuando esto llegó a
oídos del clero, Barnes fue trasladado a Northampton para ser
quemado en la hoguera; pero logró escapar; sus amigos informaron que
se había ahogado; y mientras lo buscaban estrictamente durante toda
una semana a lo largo de la costa , subió en secreto a un barco y fue
llevado a Alemania. "El cardenal lo atrapará incluso ahora", dijo el
obispo de Londres, "cualquier cantidad de dinero que pueda costarle".
Cuando Barnes se enteró de esto, comentó: “Soy un pobre miserable,
no merezco ni el décimo centavo que darán por mí.
Además, si me queman, ¿qué ganarán con eso? ... El sol y la luna, el
fuego y el agua, las estrellas y los elementos, sí, y también las piedras
defenderán esta causa contra ellos, en lugar de la verdad debería
perecer ". Faith había vuelto al débil corazón de Barnes.
Su fuga añadió más leña a la ira del clero. Proclamaron, a lo largo y
ancho de Inglaterra, que las Sagradas Escrituras contenían un veneno
infeccioso, 9 y ordenaron una búsqueda general de la palabra de Dios.
El 24 de octubre de 1526, el obispo de Londres ordenó a sus
archidiáconos que se apoderaran de todas las traducciones del Nuevo
Testamento en inglés con o sin glosas; y, unos días después, el
arzobispo de Canter Bury emitió un mandato contra todos los libros
que debían contener "cualquier partícula del Nuevo Testamento". 10
El primate recordó que una chispa era suficiente para encender un
gran fuego.
Al enterarse de esta orden, William Roy, un escritor sarcástico ,
publicó una sátira violenta en la que figuraban Judas (Standish),
Pilato (Wolsey) y Caifás (Tonstall). El autor exclamó con energía:

Dios, por su bondad, se arrepintió de no morir,


Hombre para librar de la condenación mortal;
Cuya voluntad es que sepamos perfectamente
lo que él ha hecho aquí para nuestra salvación.
¡Oh cruel Caifás! lleno de astuta conspiración,
¿cómo te atreves a darles un juicio falso
para quemar la palabra de Dios, el Santo Testamento ? 11
Los esfuerzos de Caifás y sus colegas fueron en verdad inútiles: los
sacerdotes estaban realizando un trabajo más allá de sus fuerzas. Si por
alguna terrible revolución todas las formas sociales fueran destruidas
en el mundo, la iglesia viviente de los elegidos, una institución divina
en medio de las instituciones humanas, seguiría existiendo por el
poder de Dios, como una roca en medio del mundo. tempestad, y
transmitiría a las generaciones futuras las semillas de la vida y la
civilización cristianas. Lo mismo ocurre con la palabra, el principio
creativo de la iglesia. No puede perecer aquí abajo. Los sacerdotes de
Inglaterra tenían algo que aprender sobre este asunto.
Mientras los agentes del clero llevaban a cabo el mandato arzobispal, y
se realizaba una búsqueda despiadada por todas partes de los Nuevos
Testamentos de Worms, se descubrió una nueva edición, recién salida
de la imprenta, de un tamaño más pequeño y portátil, y en
consecuencia más peligroso. . Fue impreso por Christopher
Eyndhoven de Amberes, quien lo había consignado a sus
corresponsales en Londres. La molestia de los sacerdotes fue extrema,
y Hackett, el agente de Enrique VIII en los Países Bajos, recibió de
inmediato órdenes de castigar a este hombre. “No podemos emitir un
juicio sin investigar el asunto”, dijeron los señores de Ant werp; "Por
tanto, haremos traducir el libro al flamenco". —Dios no lo quiera —dijo
Hackett alarmado—. ¡Qué! ¿también de su lado del océano traduciría
este libro al idioma de la gente? - “Pues bien”, dijo uno de los jueces,
menos consciente que sus colegas, “que el rey de Inglaterra nos envíe
una copia de cada uno de los libros que ha quemado y los quemaremos
igualmente”. Hackett escribió a Wolsey por ellos y, tan pronto como
llegaron, el tribunal se reunió de nuevo. El abogado de Eyndhoven
pidió al fiscal que le señalara las herejías contenidas en el volumen. El
margrave (un oficial del gobierno imperial) se apartó de la tarea y le
dijo a Hackett: "¡Dejo el negocio!" Se desestimó el cargo contra
Eyndhoven.
Así la Reforma despertó en Europa el espíritu dormido de la ley y la
libertad. Al liberar el pensamiento del yugo del papado, preparó el
camino para otras liberaciones; y al restaurar la autoridad de la palabra
de Dios, devolvió el reino de la ley entre las naciones, presa de
pasiones turbulentas y poder arbitrario. Entonces, como siempre, la
sociedad religiosa se adelantó a la sociedad civil y le dio esos dos
grandes principios de orden y libertad que el papado compromete o
anula. No en vano los magistrados de una ciudad flamenca, iluminados
por los primeros albores de la Reforma, dieron un ejemplo tan noble;
Los ingleses, que eran muy numerosos en las ciudades de Hanse,
aprendieron así una vez más el valor de esa libertad civil y religiosa
que es el derecho honrado por el tiempo de Inglaterra, y del que en
años posteriores debían dar a otras naciones las lecciones tan
necesarias. .
"Bueno, entonces", dijo Hackett, que estaba molesto porque pusieron
la ley por encima de la voluntad de su maestro, "iré y compraré todos
estos libros y se los enviaré al cardenal para que los queme". Con estas
palabras salió de la cancha. Pero su ira se evaporó, 12 partió hacia
Malines para quejarse a la regente y su consejo de la decisión de
Amberes. "¡Qué!" dijo, “¿castigas a los que circulan dinero falso, y no
castigarás aún más severamente al que lo acuña? - en este caso, él es el
impresor ”. “Pero ese es solo el punto en disputa”, respondieron; "No
estamos seguros de que el dinero sea falso". - "¿Cómo puede ser de otra
manera", respondió el agente de Henry , "si los obispos de Inglaterra
lo han declarado así?" El gobierno imperial, que no tenía una
disposición muy favorable hacia Inglaterra, ratificó la absolución de
Eyndhoven, pero permitió a Hackett quemar todas las copias del
Nuevo Testamento que pudo confiscar. Se apresuró a sacar provecho
de esta concesión y comenzó a buscar las Sagradas Escrituras,
mientras los sacerdotes acudían ansiosos en su ayuda. En su opinión,
así como en la de sus colegas ingleses, la decisión suprema en materia
de fe no dependía de la palabra de Dios sino del Papa; y el mejor medio
de asegurar este privilegio al pontífice era reducir la Biblia a cenizas.
A pesar de estas pruebas, el año 1526 fue memorable para Inglaterra.
El Nuevo Testamento en inglés había circulado desde las orillas del
Canal hasta las fronteras de Escocia, y la Reforma había comenzado en
esa isla por la palabra de Dios. El resurgimiento del siglo XVI fue en
ningún país menos que en Inglaterra la emanación de un mandato
real. Pero Dios, que había difundido las Escrituras en Gran Bretaña,
desafiando a los gobernantes de la nación, estaba a punto de utilizar
sus pasiones para eliminar las dificultades que se oponían al triunfo
final de sus planes. Entramos aquí en una nueva etapa en la historia de
la Reforma; y habiendo estudiado la obra de Dios en la fe de los
pequeños, procedemos a contemplar la obra del hombre en las intrigas
de los grandes de la tierra.

Notas finales:
1. Majestatem tuam caepisse favere Evangelio. Cochloeus,
pág. 136.

2. Huic miraculo en Majestate tua quam opto ex totis


medullis. Ibídem. pags. 127.
3. Tantus autor haberi postulas, quantus nec hodie
quisquam sit. Cochloeus, pág. 127.
4. Que sea para ti vergonzoso ser alabado por los viles,
como si fueras alabado por tus malas acciones.
5. Rex Anglorum Regi haereticorum scribit. Strype, Mem. 1
p. 91. El título del folleto era Litterarum quibus invictus
Pr. Henricus VIII. Etc. etc. respondit ad quandam
Epistolam M. Lutheri ad se missam.
6. Als in tausend Jahren nicht gewesen ist. Luth. Op. 19 p.
501.
7. Foxe, 5 p. 428.
8. A qué libros le importaba poco y se burlaba de ellos. La
Confesión de Tyboll en los Anales de la Biblia, 1 p. 184.
9. Virus Libri pestiferum en se continentes, en promiscuam
provinciae Cant. multitudinem sunt dispersi. Wilkins,
Concilia, 3 p. 706.
10. Vel aliquam ejus particu lam. Ibídem.
11. Sátira de W. Roy, impreso en Harl. Misc., Vol. 9 p. 77, (ed.
1869).
12. Mi cólera descendió. Anderson's Annals of the Bible, 1 p.
129.
LIBRO 19
CAPÍTULO 5

Wolsey, mortificado por no poder obtener el trono pontificio, al que


había aspirado tan ardientemente, y especialmente irritado por la
mala voluntad de Carlos V, meditó un plan que, totalmente
insospechado por él, iba a conducir a la emancipación de Inglaterra
del yugo papal. “Se ríen de mí y me empujan a la segunda fila”, había
exclamado. "¡Que así sea! Crearé tal confusión en el mundo como no se
ha visto en mucho tiempo ... ¡Lo haré, incluso si Inglaterra fuera
absorbida por la tempestad! " 1 Deseoso de excitar el odio
imperecedero entre Enrique VIII y Carlos V, se había comprometido a
romper el matrimonio que Enrique VII y Fernando el Católico habían
planeado unir para siempre a sus familias y sus coronas. Su odio por
Charles no fue su único motivo. Catalina le había reprochado su vida
disoluta, 2 y él había jurado vengarse. No cabe duda de la participación
de Wolsey en el asunto. “Los primeros términos del divorcio fueron
propuestos por mí”, le dijo al embajador francés. "Lo hice", añadió,
"para provocar una separación duradera entre las casas de Inglaterra y
Borgoña". 3 Los escritores mejor informados del siglo XVI, hombres
de los partidos más opuestos, Pole, Polydore Virgil, Tyndale, Meteren,
Pallavicini, Sanders y Roper , el yerno de More, coinciden en señalar a
Wolsey como el instigador de ese divorcio, que se ha hecho tan
famoso. 4 Deseaba ir aún más lejos, y después de inducir al rey a
despedir a su reina, esperaba convencer al Papa de que deponga al
emperador. 5 No fue su pasión por Ana Bolena, como han repetido
muchos de los fabulistas romanos, sino la pasión de un cardenal por la
triple corona lo que dio la señal de la emancipación de Inglaterra. El
orgullo ofendido es uno de los principios más activos de la naturaleza
humana.
El diseño de Wolsey era extraño y difícil de ejecutar, pero no
imposible. Henry estaba viviendo aparentemente en los mejores
términos con Catherine; en más de una ocasión Erasmo había hablado
de la familia real de Inglaterra como modelo de las virtudes
domésticas. Pero el más ardiente de los deseos de Enrique no quedó
satisfecho; no tuvo hijo; aquellos a quienes la reina le había dado a luz
habían muerto en su infancia, y sólo María sobrevivió. Las muertes de
estos pequeños , siempre tan desgarradoras, lo fueron especialmente
en el palacio de Greenwich. A Catalina le pareció que la sombra del
último Plantagenet, inmolado en su altar de bodas, se adelantaba para
apoderarse uno tras otro de los herederos que ella había dado al trono
de Inglaterra y llevárselos a su tumba. La reina derramó lágrimas casi
sin cesar e imploró la misericordia divina, mientras el rey maldijo su
infeliz destino. La gente parecía compartir el dolor real; y hombres de
erudición y piedad (Longland era uno de ellos) 6 se declararon en
contra de la validez del matrimonio. Dijeron que "las dispensaciones
papales no tenían fuerza cuando se oponían a la ley de Dios". Sin
embargo, hasta ese momento, Henry había rechazado toda idea de
divorcio. 7
Los tiempos habían cambiado desde 1509. El rey había amado a
Catalina; su reserva, dulzura y dignidad lo había encantado. Codicioso
de placeres y aplausos, se alegraba de ver a su esposa contenta de ser
testigo silencioso de sus alegrías y de sus triunfos. Pero poco a poco la
reina había envejecido, su gravedad española había aumentado, sus
prácticas devotas se multiplicaban y sus debilidades, cada vez más
frecuentes, habían dejado al rey sin esperanza de tener un hijo. A partir
de esa hora, incluso mientras continuaba alabando sus virtudes, Henry
se enfrió hacia su persona y su amor se transformó poco a poco en
repugnancia. Y luego pensó que la muerte de sus hijos podría ser una
señal de la ira de Dios. Esta idea se había apoderado de él y lo había
inducido a ocupar departamentos separados del de la reina. 8
Wolsey juzgó el momento favorable para iniciar el ataque. Fue en los
últimos meses de 1526, cuando llamó a Longland, el confesor del rey, y
ocultó su principal motivo, dijo: “Ustedes conocen la angustia de su
majestad. La estabilidad de su corona y su salvación eterna parecen
estar comprometidas por igual. ¿A quién puedo desahogarme, si no a
ti, que debe conocer los secretos más íntimos de su alma? Los dos
obispos resolvieron despertar a Enrique de los peligros que corría por
su unión con Catalina; 9 pero Longland insistió en que Wolsey debería
dar los primeros pasos.
El cardenal atendió al rey y le recordó sus escrúpulos ante el
compromiso matrimonial; exageró lo que agasajaba a la nación y,
hablando con una calidez inusual, suplicó al rey que no corriera más
peligro: 10 “Están en juego la santidad de tu vida y la legitimidad de tu
sucesión”. - “Mi buen padre”, dijo Henry, “harías bien en considerar el
peso de la piedra que te has propuesto mover. 11 La reina es una mujer
de vida tan ejemplar que no tengo ningún motivo para separarme de
ella ”.
El cardenal no se consideró golpeado; tres días después se presentó
ante el rey acompañado por el obispo de Lincoln. “Príncipe muy
poderoso”, dijo el confesor, que se sintió lo suficientemente valiente
como para hablar después del cardenal, “no puedes, como Herodes,
tener la esposa de tu hermano. 12 Te exhorto y te conjuro, como
teniendo el cuidado de tu alma, 13 a que sometas el asunto a los jueces
competentes ”. Henry consintió, y quizás no de mala gana.
No fue suficiente para Wolsey separar a Enrique del emperador; debe,
para mayor seguridad, unirlo a Francisco I. El rey de Inglaterra
repudiará a la tía de Carlos V y luego se casará con la hermana del rey
francés. Orgulloso del éxito que había obtenido en la primera parte de
su plan, Wolsey entró en la segunda. “Hay una princesa”, le dijo al rey,
“cuyo nacimiento, gracias y talentos encantan a toda Europa.
Margarita de Valois, hermana del rey Francisco, es superior a todos los
de su sexo y nadie es más digno de tu alianza ". 14 Enrique respondió
que se trataba de un asunto serio que requería un examen deliberado.
Wolsey, sin embargo, puso en las manos del rey un retrato de
Margaret, y se ha imaginado que incluso hizo sonar sus sentimientos
en secreto. Sea como fuere, la hermana de Francisco I, al enterarse de
que la señalaban como la futura reina de Inglaterra, se rebeló ante la
idea de quitarle a una mujer inocente una corona que había llevado
con tanta nobleza. "La hermana del rey francés sabe demasiado de
Cristo para consentir tal maldad", dijo Ty ndale. 15 Margarita de
Valois respondió: "No quiero volver a oír hablar de un matrimonio que
sólo puede realizarse a expensas de la felicidad y la vida de Catalina de
Aragón". 16 La mujer que estaba destinada en los años futuros a
ocupar el trono de Inglaterra residía entonces en la corte de Margaret.
Poco después, el 24 de enero de 1527, la hermana de Francisco I se
casó con Enrique de Albret, rey de Navarra.

Enrique VIII, deseoso de información con respecto a la sugerencia de


su favorito , encargó a Fox, su limosnero, Pace, decano de St. Paul, y
Wakefield, profesor de hebreo en Oxford, que estudiaran los pasajes
de Levítico y Deuteronomio relacionados con el matrimonio con la
esposa de un hermano. Wakefield, que no deseaba comprometerse a sí
mismo , preguntó si Henry estaba a favor o en contra del divorcio. 17
Pace respondió a este servil hebraísta que el rey no quería nada más
que la verdad.
Pero, ¿quién daría el primer paso público en una empresa tan
peligrosa? Todos retrocedieron; el terrible emperador los alarmó a
todos. Fue un obispo francés el que arriesgó el paso; Los obispos se
encuentran con nosotros a cada paso en este asunto del divorcio, que
los obispos han reprochado tan violentamente a la Reforma. Enrique,
deseoso de excusar a Wolsey, fingió después que las objeciones del
prelado francés habían precedido a las de Longland y el cardenal. En
febrero de 1527, Francisco I había enviado una embajada a Londres, a
la cabeza de la cual estaba Gabriel de Grammont, obispo de Tarbes,
con la intención de conseguir la mano de María de Inglaterra.
Habiendo preguntado los ministros de Enrique si el compromiso de
Francisco con la reina-viuda de Portugal no se oponía a la comisión
que se encargaba al obispo francés, este último respondió: “Les
preguntaré a su vez qué se ha hecho para eliminar los impedimentos
que se opuso al matrimonio del que es emanada la princesa María ". 18
Presentaron ante el embajador la dispensa de Julio II, que él devolvió
diciendo que la bula no era suficiente, ya que tal matrimonio estaba
prohibido jure divino; 19 y agregó: "¿Tienes en inglés un evangelio
diferente al nuestro?" 20
El rey, cuando escuchó estas palabras (como él mismo nos informa),
se llenó de miedo y horror. 21 ¡ Tres de los obispos más respetados de
la cristiandad se unieron para acusarlo de incesto! Comenzó a hablar
de ello a ciertas personas: “Los escrúpulos de mi conciencia se han
incrementado terriblemente ( dijo) desde que el obispo habló de este
asunto ante mi consejo con palabras sumamente sencillas”. 22 No hay
razón para creer que estos terribles problemas de los que habla el rey
fueran una mera invención de su parte. Una sucesión en disputa podría
hundir nuevamente a Inglaterra en una guerra civil. Incluso si no
aparecieran pretendientes, ¿no verían una casa rival, un príncipe
francés por ejemplo, casado con la hija de Enrique, reinando sobre
Inglaterra? El rey, en su ansiedad, recurrió a su autor favorito , Tomás
de Aquino, y este ángel de las escuelas declaró ilegal su matrimonio.
Henry luego abrió la Biblia y encontró esta amenaza contra el hombre
que tomó a la esposa de su hermano: "¡No tendrá hijos!" La denuncia
aumentó su problema, porque no tenía heredero. En medio de esta
oscuridad, se abrió ante él una nueva perspectiva. Su conciencia podría
estar desatada; su deseo de tener una esposa más joven podría verse
satisfecho; ¡podría tener un hijo! ... El rey resolvió presentar el asunto
ante una comisión de abogados, y esta comisión pronto escribió
volúmenes. 23

Durante todo este tiempo, Catalina, sin sospechar ningún mal, estuvo
ocupada en sus devociones. Su corazón, magullado por la muerte de
sus hijos y por la frialdad del rey, buscaba consuelo en la oración tanto
en privado como en la capilla real. Se levantaba a medianoche y se
arrodillaba sobre las frías piedras, y nunca faltaba a ninguno de los
servicios canónicos. Pero un día (probablemente en mayo o junio de
1527) algún oficioso le informó de los rumores que circulaban en la
ciudad y en la corte. Llena de ira y alarma, y toda llorando, se apresuró
hacia el rey y se dirigió a él con las quejas más amargas. 24 Henry era
el contenido de calmarla por garantías vagas; Pero el insensible
Wolsey, preocupado aún menos que su maestro por la emoción de
Catherine, lo llamó, con una sonrisa, "una breve tragedia".
La esposa ofendida no perdió tiempo: era necesario que el emperador
fuera informado con prontitud, certeza y precisión de este insulto sin
precedentes. Una carta sería insuficiente, incluso si no fuera
interceptada. Catalina, por tanto, decidió enviar a su sirviente
Francisco Felipe, un español, a su sobrino; y para disimular el objeto
de su viaje, procedieron, después de la tragedia, a representar una
comedia al estilo español. “Mi madre está enferma y desea verme”, dijo
Philip. Catalina le rogó al rey que rechazara la oración de su sirviente; y
Enrique, adivinando la estratagema, resolvió emplear truco contra
truco. 25 “Muy apropiada es la petición de Felipe”, respondió; y
Catalina, por respeto a su marido, consintió en su partida. Mientras
tanto, Henry había dado órdenes de que, "a pesar de cualquier
conducta segura, el mencionado Felipe debería ser arrestado y
detenido en Calais, de tal manera, sin embargo, que nadie supiera de
dónde procedía el paro".
No fue en vano que la reina se permitiera un disimulo culpable; una
flecha envenenada le había atravesado el corazón, y sus palabras, sus
modales, sus quejas, sus lágrimas, los numerosos mensajes que
enviaba, ahora a uno y ahora a otro, delataban el secreto que el rey aún
deseaba ocultar. 26 Sus amigos la culparon de esta publicidad; los
hombres se preguntaban qué diría Charles cuando se enterara de la
angustia de su tía; temían que se rompiera la paz; pero Catalina, cuyo
corazón estaba "partido en dos", no se dejaba mover por
consideraciones diplomáticas. Su dolor no detuvo a Henry; con los dos
motivos que lo hacían ansiar el divorcio - los escrúpulos de su
conciencia y el deseo de un heredero - se combinaba ahora un tercero
aún más contundente. Una mujer estaba a punto de desempeñar un
papel importante en los destinos de Inglaterra.
Notas finales:

1. Sandoval 1 p. 358. Ranke, Deutsche Gesch. 3 p. 17.


2. Malos orderat mores. Pol yd. Virg. Pág. 685.
3. Le Grand, Hist. Du divorce, Preuves, pág. 186.
4. Instigator et auctor concilii existimabatur (polaco,
disculpa). Estaba furioso e imaginó este divorcio entre el
rey y la reina (Tyndale's Works, 1 p. 465. Ver también
Sanderus, 7 y 9; Polyd. Virg. P. 685; Meteren, Hist. Of the
Low Countries, p. 20; Pallavicini, Conc. Trident. 1 p. 203,
etc. Una afirmación contraria de Wolsey se ha aducido
contra estas autoridades en el Pamphleteer, No. 42, p.
336; pero un ligero conocimiento de su historia pronto
nos enseña esa veracidad era la menor de sus virtudes.
5. Le Grand, Hist. Du divorce, Preuves, pág. 65, 69.
6. Jampridem conjugium regium, veluti infirmum. Polyd.
Virg. Pág. 685.
7. Ese matrimonio que el rey en un principio no parecía
dispuesto a anular. Strype, 1 pág. 135.

8. Burnet, vol. 1 p. 20 (Londres, 1841), Carta de Grynaeus a


Bucer. Strype, 1 pág. 135.
9. Quamprimum regi patefaciendum. Polyd. Virg. Pág. 685.
10. Vehementer orat ne se patiatur in tanto versari
discrimine. Ibídem.
11. Pater óseo, vide bene quale saxum suo loco jacens
movere coneris. Ibídem.
12. Como otro Herodes. More's Life, pág. 129.
13. Ipse cui de salute animae tuae cura est, hortor, rogo,
persuadeo. Polyd. Virg. Pág. 686.

14. Mulier praeter caeteras digna matrimonio tuo. Ibídem.


15. Works (ed. Russell), vol. 1 p . 464.
16. Princeps illa, mulier optima, noluerit quicquam audire
de nuptiis, quae nuptiae non possunt conjungi sine
miserabili Catharinae casu atque adeo interitu. Polyd.
Virg. Pág. 687.

17. Utrum staret ad te an contra te? Le Grand, Preuves, pág.


2.
18. Lo que había sido provisto para eliminar el
impedimento de ese matrimonio. (State Papers, 1 p. 199.)
Le Grand (vol. 1 p. 17) desacredita las objeciones del
obispo de Tarbes; pero esta carta de Wolsey a Enrique
VIII los establece de manera incontrovertible. Y además,
Du B ellay, en una carta citada posteriormente por el
propio Le Grand, afirma el asunto con más fuerza que
Wolsey.
19. De lo que el Papa no pudo dispensar, nisi ex urgeissima
causa. Wolsey a Enrique VIII, fechado el 8 de julio. State
Papers, vol. 1 p. 199.
20. Anglos, qui t uo imperio subsunt, hoc idem evangelium
colere quod nos colimus. Sanders, 12 años.
21. Quae oratio quanto metu ac horrore animum nostrum
turbaverit. Discurso de Henry al Lord Mayor y al consejo
común en su palacio de Bridewell, el 8 de noviembre de
1528. Hall p. 754; Wilk ins, Concil. 3 p. 714.
22. La carta de Du Bellay en Le Grand. Preuves, pág. 218.
23. Así como los libros se expresan en magna volumina.
Wolsey a Enrique VIII. State Papers, vol. 1 p. 200.
24. La reina ha quebrantado con tu gracia. Ibídem.

25. La alteza del rey, conociendo una gran connivencia y


disimulo entre ellos, también disimula. Caballero a
Wolsey. State Papers, vol. 1 p. 215.
26. Por su comportamiento, modales, palabras y mensajes
enviados a diversos, ha publicado, divulgado, etc. Ibid.
pags. 280.

LIBRO 19
CAPÍTULO 6

Ana Bolena, que había sido colocada por su padre en la corte de


Francia, había regresado a Inglaterra con Sir Thomas, entonces
embajador en París, en el momento en que un ejército inglés hizo una
incursión en Normandía (1522). Parece que fue presentada a la reina
en este período y nombrada una de las damas de honor de Catalina. El
año siguiente fue memorable para ella desde su primer dolor.
Entre los jóvenes nobles de la casa del cardenal estaba Lord Percy, hijo
mayor del conde de Northumberland. Mientras Wolsey estaba
encerrado con el rey, Percy solía acudir a los aposentos de la reina,
donde pasaba el tiempo entre sus damas. Pronto sintió una sincera
pasión por Anne, y la joven dama de honor, que había sido fría con las
direcciones de los caballeros en la corte de Francis, respondió a los
afectos del heredero de Northumberland. Los dos jóvenes ya se
entregaban a ensoñaciones de una vida tranquila, elegante y feliz en
sus nobles castillos del norte; pero tales sueños estaban destinados a
ser de corta duración.
Wolsey odiaba a los Norfolks y, en consecuencia, a los Bolena. Para
contrarrestar su influencia, fue presentado por primera vez en la corte.
Se enfadó, por tanto, cuando vio a uno de los suyos demandando la
mano de la hija y la sobrina de sus enemigos. B demás de, ciertos
partidarios del clero acusados Ana de ser amigable con la Reforma. 1
..... Generalmente se cree que incluso en este período, Wolsey había
descubierto que los ojos de Henry se volvían complacientes hacia la
joven doncella de honor , y que esto lo indujo a frustrar el amor de
Percy; pero esto parece improbable. De todas las mujeres de Inglaterra,
Anne era aquella cuya influencia Wolsey habría tenido más motivos
para temer, y realmente la temía; y habría estado demasiado feliz de
verla casada con Percy. Se ha afirmado que Enrique persuadió al
cardenal de frustrar el afecto de los dos jóvenes; pero en ese caso, ¿le
confió a Wolsey el motivo real de su oposición? ¿Este último tenía
intenciones criminales? ¿Se comprometió a ceder para deshonrar a la
hija y sobrina de sus adversarios políticos? Esto sería horrible, pero es
posible, e incluso se puede deducir de la narrativa de Cavendish; sin
embargo, esperamos que no haya sido así. Si lo fuera, la virtud de Anne
desconcertó con éxito la infame trama.
Pero sea como fuere, un día cuando Percy estaba atendiendo al
cardenal, este último se dirigió a él con rudeza: “Me maravillo de tu
locura de que intentes contratarte con esa chica sin el consentimiento
de tu padre o del rey. Te ordeno que rompas con ella ". Percy rompió a
llorar y le suplicó al cardenal que defendiera su causa. “Te encargo que
no recurras más a su compañía”, fue la fría respuesta de Wolsey, 2
después de lo cual se levantó y salió de la habitación. Anne recibió al
mismo tiempo una orden de abandonar el tribunal. Orgullosa y audaz,
y atribuyendo su desgracia al odio de Wolsey, exclamó al salir del
palacio: "Me vengaré por este insulto". Pero apenas había instalado su
morada en los pasillos góticos del castillo de Hever, cuando noticias
aún más angustiosas la abrumaron. Percy estaba casado con Lady
Mary Talbot. Lloró larga y amargamente, y juró contra el joven noble
que la había abandonado un desprecio equivalente a su odio hacia el
cardenal. Anne estaba reservada para un destino más ilustre, pero más
infeliz.
Este hecho hizo que su residencia en este país no fuera necesariamente
atractiva para Ana Bolena. "No se quedó mucho tiempo en Inglaterra",
dice Burnet, siguiendo a Camden: "sirvió a la reina Claude de Francia
hasta su muerte, y después de eso fue puesta en servicio por la
hermana del rey Francisco". Ana Bolena, dama de honor de Margarita
de Valois, se consoló por fin. Se entregaba a las alegrías con toda la
vivacidad de su época y brillaba entre las más jóvenes y las más
hermosas en todas las festividades de la corte.
En la casa de Margaret conoció a los hombres más iluminados de la
época, y su comprensión y corazón se desarrollaron simultáneamente
con las gracias. Empezó a leer, sin comprenderlo del todo, el libro
sagrado en el que su ama (como nos informa Brantome) encontraba
consuelo y reposo, y a dirigir algunos pensamientos ligeros y pasajeros
a ese "dulce Emanuel", a quien Margaret se dirigía tan hermosos
versos.
Por fin, Ana regresó definitivamente a Inglaterra. Se había afirmado
que la reina regente, temiendo que Enrique después de la batalla de
Pavía invadiera Francia, había enviado a Ana a Londres para
disuadirlo de hacerlo. Pero fue una voz más fuerte que la de ella lo que
detuvo al rey de Inglaterra. “Quédate tranquilo”, le escribió Carlos V;
"Tengo el ciervo en mi red, y solo tenemos que pensar en compartir el
botín". Margarita de Valois se casó con el rey de Navarra a finales de
enero de 1527 y abandonó París y la corte de su hermano, se supone
que Sir Thomas Boleyn, que no estaba dispuesto a que su hija se
instalara en los Pirineos, la llamó a Inglaterra probablemente en
invierno o primavera del mismo año. "No hay la menor evidencia de
que ella llegó antes", dice un autor moderno. 3 Apareció una vez más
en la corte, y la sobrina del duque de Norfolk pronto eclipsó a sus
compañeras, “por su excelente gesto y comportamiento” 4, como
aprendemos de una contemporánea hostil a los Bolena. Toda la corte
quedó impresionada por la regularidad de sus rasgos, la expresión de
sus ojos, la dulzura de sus modales y la majestuosidad de su porte. 5
“Era una criatura hermosa”, dice un viejo historiador, “bien
proporcionada, cortés, amable, muy agradable y una hábil músico”. 6
Mientras los entretenimientos se sucedían de cerca en la corte de
Enrique VIII, un extraño rumor llenó de sorpresa a toda Inglaterra. Se
informó que los soldados imperialistas habían tomado Roma por
asalto, y que algunos ingleses se encontraban entre los que habían
montado la brecha. Un tal Thomas Cromwell fue nombrado
especialmente 7 : el hombre que casi veinte años antes había obtenido
ciertas indulgencias de Julio II, ofreciéndole algunos frascos de
confitería inglesa. Este soldado llevaba consigo el Nuevo Testamento
de Erasmo, y se dice que se lo aprendió de memoria durante la
campaña. Siendo alegre, valiente e inteligente, entretuvo, al leer el
evangelio y ver Roma, una gran aversión por la política, las
supersticiones y los desórdenes del Papa. El día 7 de mayo de 1527
decidió el tenor de su vida. Destruir el poder papal se convirtió en su
idea dominante. A su regreso a Inglaterra entró en la casa del cardenal.
Sin embargo, el Papa cautivo y los cardenales escribieron cartas
"llenas de lágrimas y gemidos". 8 Lleno de celo por el papado, Wolsey
ordenó un ayuno público. "El emperador nunca liberará al Papa, a
menos que sea obligado", le dijo al rey. “Señor, Dios te ha hecho
defensor de la fe; ¡salva la iglesia y su cabeza! " - “Mi señor”, respondió
el rey con una sonrisa, “les aseguro que esta guerra entre el emperador
y el papa no es por la fe , sino por posesiones y dominios temporales”.
Pero Wolsey no se desanimaría; y el 3 de julio pasó por las calles de
Londres, montado en una mula ricamente enjaezada y apoyando los
pies en estribos dorados, mientras lo acompañaban a caballo mil
doscientos caballeros . Iba a suplicar a Francisco que ayudara a su amo
a salvar a Clemente VII. No había encontrado ninguna dificultad para
convencer a Henry; Carlos habló de llevar al Papa a España y de
establecer permanentemente la sede apostólica en ese país. 9 Ahora
bien, ¿cómo podrían obtener el divorcio de un papa español? Durante
la procesión, Wolsey parecía oprimido por el dolor e incluso derramó
lágrimas; 10 pero pronto levantó la cabeza y exclamó: “Mi corazón está
inflamado, y deseo que se pueda decir del Papa per secula sempiterna:
"Rediit Henrici octavi virtute serena".
Deseoso de formar una estrecha unión entre Francia e Inglaterra para
la realización de sus designios, había puesto sus ojos en la princesa
Renée, hija de Luis XII, y cuñada de Francisco I, como futura esposa
de Enrique VIII. . En consecuencia, habiendo sido firmado en Amiens
el tratado de alianza entre las dos coronas el 18 de agosto (1527),
Francisco, con su madre y el cardenal, se dirigió a Compiegne, y allí a
Wolsey, calificando a Carlos como el defensor más obstinado del
luteranismo, 11 prometiendo “conjunción perpetua por un lado [entre
Francia e Inglaterra], y disyunción perpetua por el otro” [entre
Inglaterra y Alemania], 12 exigió la mano de Renée por el rey Enrique.
Staffileo, decano de Rota, afirmó que el Papa había podido permitir el
matrimonio entre Enrique y Catalina solo por un error de las llaves de
San Pedro. 13 Esta declaración, tan notable por parte del decano de
una de las primeras jurisdicciones de Roma, indujo a la madre de
Francisco a escuchar favorablemente la demanda del cardenal. Pero si
esta propuesta desagradó a Renee, quien en un día futuro estaba
destinada a profesar la fe pura del Evangelio con mayor seriedad que
Margarita de Valois, o si Francisco no estaba demasiado ansioso por
una unión que le hubiera dado derechos a Henry. sobre el ducado de
Bretaña, fue prometida al hijo del duque de Ferrara. Fue un cheque
para el cardenal; pero tuvo la mala suerte de recibir uno aún más
severo a su regreso a Inglaterra.
La hija de Sir Thomas Boleyn, (que había sido creado vizconde
Rochford en 1525) estaba constantemente en la corte , "donde floreció
en gran estima y favor", dice Cavendish, "teniendo siempre una
indignación privada contra el cardenal por romper el contrato previo
hecho entre Lord Percy y ella ”, sin sospechar que Henry había tenido
alguna participación en él. 14 Su belleza, su porte gracioso, su cabello
negro, rostro ovalado y ojos brillantes, su voz dulce en el canto, su
habilidad y dignidad en la danza, su deseo de agradar, que no estaba
del todo desprovisto de coquetería, su vivacidad, la la prontitud de sus
réplicas y, sobre todo, la amabilidad de su carácter, conquistaron
todos los corazones. Llevó a Greenwich y a Londres los modales
refinados de la corte de Francisco I. Cada día (se decía) inventaba un
nuevo estilo de vestir y marcaba la moda en Inglaterra. Pero a todas
estas cualidades, agregó modestia, e incluso la impuso a los demás con
su ejemplo. Las damas de la corte, que hasta ese momento habían
adoptado una moda diferente (dice su mayor enemigo), cubrieron el
cuello y el pecho como ella lo hizo; 15 y los malvados, incapaces de
apreciar los motivos de Anne, atribuyeron esta modestia por parte de
la joven al deseo de ocultar una deformidad secreta. 16 Numerosos
admiradores se agolparon una vez más en torno a Ana Bolena, y entre
otros, uno de los nobles y poetas más ilustres de Inglaterra, Sir
Thomas Wyatt, seguidor de Wickliffe. Sin embargo, él no era el hombre
destinado a reemplazar al hijo de los Percies.
Henry, absorto en la ansiedad por su divorcio de Catherine, se había
vuelto abatido y melancólico. Las risas, las canciones, las réplicas y la
belleza de Ana Bolena lo impresionaron y cautivaron, y pronto sus ojos
se fijaron complacidos en la joven dama de honor. Catalina tenía más
de cuarenta años y era de esperar que un hombre tan susceptible como
Enrique hubiera hecho, como dice Job, un pacto con sus ojos de no
pensar en una doncella. Deseoso de mostrar su admiración, le regaló a
Ana, según el uso, una joya costosa; lo aceptó y lo usó, y continuó
bailando, riendo y charlando como antes, sin conceder especial
importancia al presente real. Las atenciones de Henry se volvieron más
continuas; y aprovechó un momento en el que encontró a Anne sola
para manifestar sus sentimientos. Con una mezcla de emoción y
alarma, la señorita cayó temblando a los pies del rey y exclamó,
rompiendo a llorar: “Creo, muy noble y digno rey, su majestad dice
estas palabras con alegría para probarme ... Prefiero perder mi vida
que mi virtud ”. 17 Enrique respondió con gracia, que al menos debería
seguir esperando. Pero Ana, levantándose, respondió orgullosa: —No
comprendo, rey poderoso, cómo puedes conservar esa esperanza; No
puedo ser tu esposa, tanto por mi propia indignidad como por el hecho
de que ya tienes una reina. Tu ama no seré. Anne cumplió su palabra.
Continuó mostrándole al rey, incluso después de esta entrevista, todo
el respeto que se le debía; pero en varias ocasiones ella repelió con
orgullo, incluso violentamente, sus ventajas . 18 En esta época de
galantería, la encontramos resistiendo durante casi seis años todas las
seducciones que Henry esparció a su alrededor. Este ejemplo no se
encuentra a menudo en la historia de los tribunales. Los libros que
había leído en el paladar de Margaret le daban una fuerza secreta.
Todos la miraron con respeto; e incluso la reina la trató con cortesía.
Catalina mostró, sin embargo, que había comentado la preferencia del
rey. Un día, mientras jugaba a las cartas con su dama de honor,
mientras Enrique estaba en la habitación y Ana sostenía con
frecuencia al rey, dijo: “Mi Lady Ana, tiene la suerte de pasar por un
rey; pero no eres como los demás, tendrás todo o nada ". Anne se
sonrojó: a partir de ese momento las atenciones de Henry cobraron
más importancia; se resolvió retirarse de ellos, y salió de la cancha con
Lady Rochford.
El rey, que no estaba acostumbrado a la resistencia, estaba sumamente
afligido; y al enterarse de que Anne no volvería a la corte ni con su
madre ni sin ella, envió un mensajero a Hever con un mensaje y una
carta para ella. Si recordamos los modales de la época de Enrique VIII
y hasta qué punto los hombres, en sus relaciones con el sexo más
amable, eran ajenos a esa reserva que la sociedad ahora les impone, no
podemos dejar de sorprendernos por el tono respetuoso del rey.
Escribe así en francés:
“Como el tiempo me parece muy largo desde que supe de ti o de tu
salud, el gran amor que te tengo me ha obligado a enviar a este
portador para estar mejor informado tanto de tu salud como de tu
placer; particularmente, porque desde mi última separación contigo,
me han dicho que has cambiado por completo la opinión con la que te
dejé, y que no tienes intención de venir a la corte con tu madre ni de
ninguna otra manera; cuyo informe, si es cierto, no puedo dejar de
maravillarme, estando persuadido en mi propia mente de que nunca
he cometido ninguna ofensa contra ti; y parece difícil, a cambio del
gran amor que te tengo, mantenerme alejado de la persona y presencia
de la mujer en el mundo que más valoro . Y si me amas con tanto
cariño como espero, estoy seguro de que la distancia de nuestras dos
personas te resultaría igualmente fastidiosa, aunque esto no es tanto
de la ama como de la criada.
“Considera bien, señora mía, lo mucho que me aflige tu a bsencia.
Espero que no sea su voluntad que así sea; pero si supiera con certeza
que tú mismo lo deseas, no podría sino lamentar mi mala suerte y
esforzarme poco a poco por mitigar mi gran locura.
Y por eso, por falta de tiempo, termino esta grosera carta, suplicándote
que le des crédito al portador en todo lo que te diga de mí. Escrito por
la mano de todo tu servidor, "HR" 19
La palabra sirvienta (serviteur) empleada en esta carta explica el
sentido en el que Enrique utilizó la palabra señora. En el lenguaje de la
caballería, este último término expresaba una persona a quien el
amante había entregado su corazón.
Parece que la respuesta de Ana a esta carta fue la misma que le había
hecho al rey desde el principio; y el cardenal Pole menciona más de
una vez su obstinado rechazo a un amor adúltero. 20 Por fin, Enrique
comprendió la virtud de Ana; pero estaba lejos de ceder en su gran
locura, como había prometido. Ese egoísmo tiránico, que el principio a
menudo mostraba en su vida, se mostraba particularmente en sus
amores. Al ver que no podía alcanzar su fin por medios ilegítimos,
decidió romper, lo antes posible, los lazos que lo unían a la reina. La
virtud de Anne fue la tercera causa del divorcio de Henry.
Una vez tomada su resolución, es necesario que se lleve a cabo. Henry,
habiendo logrado traer a Anne de regreso a la corte, consiguió una
entrevista privada con ella, le ofreció su corona y, tomando su mano, le
quitó uno de sus anillos. Pero Ana , que no sería la amante del rey, se
negó también a ser su esposa. La gloria de una corona no podía
deslumbrarla, dijo Wyatt, y dos motivos en particular contrarrestaban
todas las perspectivas de grandeza que se presentaban ante sus ojos. El
primero fue su respeto por la reina: "¿Cómo pude herir a una princesa
de tan grande virtud?" Ella exclamo. 21 El segundo era el temor de que
una unión con “uno que era su señor y su rey” no le daría esa libertad
de corazón y esa libertad que disfrutaría al casarse con un hombre del
mismo rango que ella. 22
Sin embargo, los nobles y las damas de la corte de Enrique se
susurraban entre sí que sin duda Ana se convertiría en reina de
Inglaterra. Algunos fueron atormentados por los celos; otros, sus
amigos, estaban encantados con la perspectiva de un rápido avance.
Los enemigos de Wolsey en particular estaban encantados con la idea
de arruinar al favorito. Fue en el mismo momento en que todas estas
emociones agitaban de manera tan diversa a la corte que el cardenal,
al regresar de su embajada a Francisco, reapareció en Londres, donde
lo golpeó un golpe inesperado.
Wolsey estaba expresando su dolor a Henry por no haber podido
conseguir a Margaret o Renee para él, cuando el rey lo interrumpió:
"Consuélate , me casaré con Anne Boleyn". El cardenal permaneció
mudo por un momento. ¿Qué sería de él si el rey colocaba la corona de
Inglaterra sobre la cabeza de la hija y sobrina de sus mayores
enemigos? ¿Qué sería de la iglesia si una segunda Ana de Bohemia
ascendiera al trono? Wolsey se arrojó a los pies de su amo y le suplicó
que renunciara a un proyecto tan fatal. 23 No cabía duda de que
permaneció (como dijo después) una o dos horas de rodillas ante el rey
en su cámara privada, 24 pero sin convencer a Enrique de que
renunciara a su plan. Wolsey, convencido de que si continuaba
oponiéndose abiertamente a la voluntad de Henry, perdería para
siempre su confianza, disimuló su vejación, esperando la oportunidad
de librarse de este desafortunado rival mediante alguna intriga.
Comenzó escribiendo al Papa, informándole que una joven, criada por
la reina de Navarra, y consecuentemente manchada por la herejía
luterana, había cautivado el corazón del rey; El 25 y desde esa hora
Ana Bolena se convirtió en objeto de los odios y calumnias de Roma.
Pero al mismo tiempo, para ocultar sus intenciones, Wolsey recibió a
Henry en una serie de espléndidos entretenimientos, en los que Anne
eclipsó a todas las damas de la corte.

Notas finales:
1. Hist de Meteren. de los Países Bajos, folio. 20.
2. Wolsey de Cavendish, pág. 123. Cavendish estuvo
presente en esta conversación.
3. Turner, Hist. Enrique VIII. 2 p. 185.
4. La vida de Wolsey de Cavendish, pág. 120.
5. Memorias de Sir Thomas Wyatt, en Life of Wolsey de
Cavendish, p. 424.
6. Hist de Meteren. De los Países Bajos, folio 20.
7. Foxe, vol. 5 p. 365.
8. Plenas lacrymarum et miseriae. State Papers, vol. 1.
9. La sede apostólica debe permanecer perpetuamente en
España. Ibídem. pags. 227.
10. Yo vi llorar al señor cardenal con mucha ternura.
Cavendish, pág. 151.
11. Omnium maxime dolosus et haeresis Lutherianae fautor
acerrimus. Documentos estatales, 1 p. 274.
12. Du Bellay a Montmorency. Le Grand, Preuves, 1 p. 186.
13. Nisi clave errante. Documentos estatales, 1 p. 272.
14. Por todo este tiempo ella no sabía nada del propósito del
rey, dijo uno de sus adversarios. Wolsey de Cavendish,
pág. 129.

15. Ad illius imitationem reliqua e regiae ancillae colli et


pectoris superiora, quae antea nuda gestabant, operire
coeperunt. Sanders, pág. dieciséis.
16. Ver Sanders, ibid. Es inútil refutar las historias de
Sanders. Remitimos a nuestros lectores a Hist. De Burnet.
De la Reforma, a La vida de Enrique VIII de Lord
Herbert , a Wyatt y otros. Solo necesitamos leer a Sanders
para estimar su verdadero valor de las repugnantes
calumnias, como las llaman estos escritores, del hombre
a quien llaman el legendario romano.
17. Sloane MSS., No. 2495; Turner's Hist. Ing. 2 p. 196.
18. Tanto vehemente ius preces regias illa repulit. Sanders,
pág. 17.
19. Panfletista, núm. 42, pág. 347. Es difícil fijar el orden y la
cronología de las cartas de Enrique a Ana Bolena. Este es
el segundo de la Colección Vaticana, pero nos parece que
es más antiguo. Se considera escrito en mayo de 1528; nos
inclinamos a colocarlo en el otoño de 1527. Los originales
de estas cartas, principalmente en francés antiguo, aún se
conservan en el Vaticano, habiendo sido robados del
gabinete real y transportados allí.
20. Concubina enim tua fieri pudica mulier nolebat, uxor
volebat. Il la cujus amore rex deperibat, pertinacissime
negabat sui corporis potestatem. Polus ad Regem, pág.
176. Cardinal Pole es una autoridad mucho más confiable
que Sanders.
21. El amor que mostraba incluso para la reina a la que
servía, que también era un personaje de gran virtud.
Wyatt, Mem. De AB p. 428.
22. Ibídem.

23. Cuya persuasión en contrario, hizo al rey de rodillas.


Cavendish, pág. 204.
24. Ibídem. pags. 388.
25. Meteren, Hist. De los Países Bajos, folio 20.
LIBRO 19
CAPÍTULO 7

Mientras estas pasiones agitaban el palacio de Enrique , las escenas


más conmovedoras, producidas por la fe cristiana, conmovían a la
nación. Bilney, animado por ese valor que Dios da a veces a los
hombres más débiles, parecía haber perdido su timidez natural y
predicó durante un tiempo con una energía bastante postólica. Enseñó
que todos los hombres deben reconocer primero sus pecados y
condenarlos, y luego tener hambre y sed de la justicia que Jesucristo
da. 1 A este testimonio de la verdad, añadió su testimonio contra el
error. “Estos quinientos años”, agregó, “no ha habido buen Papa; y en
todos los tiempos pasados no podemos encontrar más que cincuenta:
porque no han predicado ni vivido bien, ni se conforman a su
dignidad; por tanto, hasta el día de hoy han llevado las llaves de la
simonía ". 2
Tan pronto como descendió del púlpito, este piadoso erudito, con su
amigo Arthur, visitó las ciudades y pueblos vecinos. "Los judíos y
sarracenos se habrían convertido hace mucho tiempo en creyentes",
dijo una vez a Wilsdon, "si no hubiera sido por la idolatría de los
hombres cristianos al ofrecer velas, cera y dinero a los cepos y las
piedras". Un día, cuando visitó Ipswich, donde había un convento
franciscano, exclamó: “La capucha de San Francisco envuelta en un
cadáver no tiene poder para quitar los pecados ... Ecce agnus Dei qui
tollit peccata mundi. " (Juan 1:29) Los pobres monjes, que eran poco
versados en las Escrituras, recurrieron al Almanaque para condenar a
la Biblia de error. "S t. Pablo afirmó correctamente ", dijo Fray John
Brusie rd," que hay un solo mediador de Dios y el hombre, porque
hasta ahora no había ningún santo canonizado o incluido en el
calendario ". - “Pidamos al Padre en el nombre del Hijo”, replicó
Bilney, “y él nos dará”. - “Hablas siempre del Padre y nunca de los
santos”, respondió el fraile; "Eres como un hombre que ha estado
mirando el sol durante tanto tiempo, que no puede ver nada más". 3 Al
pronunciar estas palabras, el monje pareció estallar de ira. "Si no
supiera que los santos se vengarán eternamente de ti, seguramente
con estos clavos míos sería tu muerte". 4 De hecho, dos monjes lo
sacaron de su púlpito dos veces. Fue arrestado y llevado a Londres.
Arturo, en lugar de huir, comenzó a visitar los rebaños que su amigo
había convertido. “Buena gente”, dijo, “si sufriera persecución por la
predicación del evangelio, hay siete mil más que lo predicarían como
lo hago ahora. ¡Por tanto, buena gente! buena gente ! " (y repitió estas
palabras varias veces con voz apesadumbrada) “no penséis que si estos
tiranos y perseguidores dan muerte a un hombre, por tanto, la
predicación del evangelio debe ser abandonada. Todo cristiano, sí, todo
laico, es sacerdote. Que nuestros adversarios prediquen con la
autoridad del cardenal; otros por la autoridad de la universidad; otros
por el Papa; predicaremos por la autoridad de Dios. No es el hombre
que trae la palabra que salva el alma, sino la palabra que trae el
hombre. Neit su obispos ni los papas tienen el derecho de prohibir
cualquier hombre para dar buenas nuevas; 5 y si lo matan no es hereje
sino mártir ”. 6 Los sacerdotes se horrorizaron ante tales doctrinas. En
su opinión, no había Dios fuera de su iglesia, no había salvación fuera
de sus sacrificios. Arthur fue arrojado a la misma prisión que Bilney.
El 27 de noviembre de 1527, el cardenal y el arzobispo de Canterbury,
con un gran número de obispos, teólogos y abogados , se reunieron en
la sala capitular de Westminster, cuando Bilney y Arthur fueron
presentados ante ellos. Pero el primer ministro del rey pensó que
estaba por debajo de su dignidad ocupar su tiempo con herejes
miserables. Wolsey apenas había comenzado el examen, cuando se
levantó y dijo: “Los asuntos del reino me llaman; a todos los que sean
declarados culpables los obligarás a abjurar, y a los que se rebelen los
entregarás al poder secular ". Después de algunas preguntas
propuestas por el obispo de Londres, los dos acusados fueron enviados
a prisión.
Abjuración o muerte: esa era la orden de Wolsey. Pero la conducción
del juicio fue confiada a Tonstall; Bilney concibió alguna esperanza. 7
“¿Es posible”, se dijo a sí mismo, “que el obispo de Londres, el amigo
de Erasmo, complazca a los monjes? ... Debo decirle que fue el
Testamento griego de su sabio maestro que me llevó a la fe ". Sobre lo
cual el humilde evangelista, habiendo obtenido papel y tinta, se puso a
escribir al obispo desde su lúgubre priso n aquellas admirables cartas
que han sido transmitidas a la posteridad. Tonstall, que no era un
hombre cruel, se conmovió profundamente, y luego se produjo una
extraña lucha: un juez que deseaba salvar al prisionero, el prisionero
que deseaba entregar su vida. Tonstall, por un Bilney que se separaba,
no tenía ningún deseo de comprometerse. “Sométete a la iglesia”, dijo
el obispo, “porque Dios sólo habla a través de ella”. Pero Bilney, que
sabía que Dios habla en las Escrituras, permaneció inflexible. "Muy
bien, entonces", dijo Tonstall, tomando las elocuentes cartas del
predicador, "en descarga de mi conciencia, presentaré estas cartas
ante el tribunal". Esperaba, quizás, que tocaran a sus colegas, pero fue
engañado. Decidió, por tanto, hacer un nuevo intento. El 4 de
diciembre, Bilney fue llevado nuevamente ante el tribunal. “Abjure de
sus errores”, dijo Tonstall. Bilney negándose con un movimiento de
cabeza, el obispo continuó: "Retírese a la habitación contigua y
considere". Bilney se retiró y, al regresar poco después con la alegría en
los ojos , Tonstall pensó que había obtenido la victoria. Entonces,
¿volverás a la iglesia? dijo que ... El médico respondió con calma: "Fiat
judicium in nomine Domini". 8 “Date prisa”, continuó el obispo, “este
es el último momento y serás condenado”. "Hoec est dies quam fecit
Dominus", respondió Bilney, "exultemus et loetemur in ea!" (Salmo
118: 24.) Al oír esto, Tonstall se quitó la gorra y dijo: "In nomine Patris
et Filii et Spiritus Sancti ...... Exsurgat Deus et dissipentur inimi ci
ejus!" (Salmo lxviii. 1.) Luego, haciendo la señal de la cruz en su frente
y en su pecho, pronunció el juicio: "Thomas Bilney, te declaro
condenado por herejía". Estaba a punto de nombrar la pena ... una
última esperanza lo detuvo; se detuvo: "Para el resto de la oración,
deliberamos hasta mañana". Así se prolongó la lucha entre dos
hombres, uno de los cuales deseaba caminar hacia la hoguera y el otro
bloquear el camino por así decirlo con su propio cuerpo.
"¿Volverás a la unidad de la iglesia?" preguntó a Ed Tonstall al día
siguiente. “Espero no haberme separado nunca de la iglesia”,
respondió Bilney. “Ve y consulta con algunos de tus amigos”, dijo el
obispo, que estaba decidido a salvar su vida; "Te daré hasta la una de la
tarde". Por la tarde Bilney dio la misma respuesta. “Les daré un respiro
de dos noches para deliberar”, dijo el obispo; "El sábado, a las nueve de
la mañana, el tribunal esperará una respuesta clara y definitiva".
Tonstall contó con la noche, con sus sueños, su angustia y sus terrores,
para provocar la retractación de Bilney.
Esta lucha extraordinaria ocupó muchas mentes tanto en la corte
como en la ciudad. Ana Bolena y Enrique VIII observaron con interés
las diversas fases de esta trágica historia. ¿Lo que sucederá? fue la
pregunta general . ¿Cederá? ¿Lo veremos vivir o morir? Aún quedaba
un día y dos noches; todo se intentó para sacudir al médico de
Cambridge. Sus amigos se apiñaron en su prisión; estaba abrumado
por argumentos y ejemplos; pero una lucha interior, mucho más
terrible que las de fuera, agitó al piadoso Bilney. “El que quiera salvar
su alma, la perderá”, había dicho Cristo. Ese amor egoísta de su alma,
que se encuentra incluso en el cristiano avanzado, ese yo, que después
de su conversión no había sido absorbido, sino dominado por el
Espíritu de Dios, gradualmente recobró fuerza en su corazón, en
presencia de la deshonra. y muerte. Sus amigos que deseaban salvarlo,
sin comprender que el Bilney caído ya no sería Bilney, lo conjuraron
con lágrimas para que se apiadara de sí mismo; y por estos medios se
superó su firmeza. El obispo lo presionó y Bilney se preguntó: “¿Puede
un joven soldado como yo conocer las reglas de la guerra mejor que un
viejo soldado como Tonstall? ¿O puede una pobre oveja tonta saber
cómo llegar al redil mejor que el pastor principal de Londres? 9 Sus
amigos no lo abandonaban ni de noche ni de día, y, enredado por su
fatal afecto, creyó al fin que había encontrado un compromiso que
haría reposar su conciencia . “Preservaré mi vida”, dijo, “para dedicarla
al Señor”. Este engaño apenas se había apoderado de su mente cuando
sus puntos de vista se confundieron, su fe fue velada; el Espíritu Santo
se apartó de él; Dios lo entregó a sus pensamientos carnales, y bajo el
pretexto de ser útil a Jesucristo durante muchos años, Bilney lo
desobedeció en el momento presente. Siendo conducido ante los
obispos la mañana del sábado 7 de diciembre, a las nueve, cayó ...
(Arthur había caído antes que él), y mientras los falsos amigos que lo
habían engañado apenas se atrevieron a levantar A sus ojos, la iglesia
viva de Cristo en Inglaterra lanzó un grito de angustia. “Si alguna vez te
encuentras en peligro”, dijo Latimer, “por la pelea de Dios, te
aconsejaría, sobre todas las cosas, que abjuraste de todas tus
amistades; No dejes a nadie sin daño. Ellos son los que te destruirán, y
no tus enemigos. Fueron sus mismos amigos los que llevaron a Bilney
". 10

Al día siguiente (domingo 8 de diciembre), Bilney fue puesto a la


cabeza de un proceso , y el discípulo caído, con la cabeza descubierta y
un maricón sobre los hombros, se paró frente a la cruz de San Pablo,
mientras un sacerdote de la el púlpito lo exhortó al arrepentimiento;
después de lo cual fue devuelto a la cárcel.
¡Qué soledad para el desgraciado! En un momento, la fría oscuridad de
su celda le pareció un fuego ardiente; en otro creyó oír voces
acusadoras que le gritaban en el silencio de la noche. La muerte, el
mismo enemigo al que había querido evitar, fijó su mirada helada en él
y lo llenó de miedo. Se esforzó por escapar del horrible espectro, pero
fue en vano. Entonces, los amigos que lo habían arrastrado a este
abismo se agolparon y trataron de consolarlo; pero si expresaban
alguna de las gentiles promesas de Cristo, Bilney retrocedía con pesar
y se encogía hasta la parte más alejada del calabozo, con un grito
"como si un hombre le hubiera atravesado el corazón con una espada".
11 Habiendo negado la palabra de Dios, no pudo soportar más oírla. La
maldición del Apocalipsis: ¡ Montañas, escóndeme de la ira del
Cordero! fue el único pasaje de la Escritura en armonía con su alma. Su
mente vagaba, la sangre se le congelaba en las venas, se hundía bajo
sus terrores; perdió todo sentido, y casi su vida, y quedó inmóvil en los
brazos de sus asombrados amigos. "Dios", exclamaron los infelices que
habían causado su caída, "Dios, por un juicio justo, entrega a las
tempestades de su conciencia a todos los que niegan su verdad".
Este no fue el único dolor de la iglesia. Tan pronto como Richard
Bayfield, el difunto chambelán de Bury, se unió a Tyndale y Fryth, les
dijo: “Estoy a su disposición; tú serás mi cabeza y yo seré tu mano;
Venderé sus libros y los de los reformadores alemanes en los Países
Bajos, Francia e Inglaterra. No pasó mucho tiempo antes de que
regresara a Londres. Pero Pierson, el sacerdote que había conocido
anteriormente en Lombard Street, lo encontró de nuevo y lo acusó al
obispo. El infeliz fue llevado ante Tonstall. "Se le acusa", dijo el prelado,
"de haber afirmado que la alabanza se debe solo a Dios, y no a los
santos ni a las criaturas". 12 Bayfield reconoció que la acusación era
cierta. “Se le acusa de sostener que todo sacerdote puede predicar la
palabra de Dios por la autoridad del evangelio sin la licencia del Papa
o de los cardenales”. Esto también lo reconoció Bayfield. Se le impuso
una penitencia; y luego fue enviado de regreso a su monasterio con la
orden de presentarse allí el 25 de abril. Pero volvió a cruzar el mar y se
apresuró a unirse a Tyndale.
Los Nuevos Testamentos, sin embargo, vendidos por él y otros,
permanecieron en Inglaterra. En ese momento los obispos se
suscribieron a suprimir las Escrituras, como han hecho tantas
personas desde entonces para hacerlas circular; y, en consecuencia, se
compró un gran número de copias traídas por Bayfield y sus amigos.
13 La escasez de alimentos se añadió mucho tiempo a la escasez de la
palabra de Dios; porque como el cardenal se esforzaba por fomentar
una guerra entre Enrique y el emperador, los barcos flamencos
dejaron de entrar en los puertos ingleses. Como consecuencia de esto,
el alcalde y los concejales de Londres se apresuraron a expresar sus
aprensiones a Wolsey casi antes de que se recuperara de las fatigas de
su regreso de Francia. “No temáis nada”, les dijo; "El rey de Francia me
aseguró que si tenía tres fanegas de trigo, Inglaterra debería tener
dos". Pero no llegó ninguno, y la gente estaba a punto de estallar en
violencia, cuando una flota de barcos de repente se acercó a la
desembocadura del Támesis. Eran vasijas alemanas y flamencas
cargadas de trigo, en las que la gente digna de los Países Bajos también
había ocultado el Nuevo Testamento. Un librero de Amberes, llamado
John Raimond o Ruremond, de su lugar de nacimiento, había impreso
una cuarta edición más hermosa que las anteriores. Se enriqueció con
referencias y grabados en madera, y cada página bordeada con líneas
rojas. El propio Raimond se había embarcado a bordo de uno de los
barcos con quinientas copias de su Nuevo Testamento . 14 Hacia la
Navidad de 1527, el libro de Dios circuló en Inglaterra junto con el pan
que nutre el cuerpo. Pero algunos sacerdotes y monjes, habiendo
descubierto las Escrituras entre los sacos de maíz, llevaron varias
copitas al obispo de Londres, quien encarceló a Raimond. Sin embargo,
se le escapó la mayor parte de la nueva edición. El Nuevo Testamento
se leyó en todas partes, y ni siquiera la corte escapó del contagio. Ana
Bolena, a pesar de su rostro sonriente, a menudo se retiraba a su
armario en Greenwich o en Hampton Court para estudiar el Evangelio.
Franca, valiente y orgullosa, no ocultó el placer que encontraba en tal
lectura; su osadía asombró a los cortesanos y exasperó al clero. En la
ciudad, las reflexiones iban aún más lejos: el Nuevo Testamento se
explicaba en frecuentes conventos, particularmente en la casa de un
tal Russell, y grande era la alegría entre los fieles. "Basta con entrar en
Londres", dijeron los sacerdotes, "¡para convertirse en hereje!" La
Reforma estaba echando raíces entre la gente antes de llegar a las
clases altas.

Notas finales:
1. Ut omnes primum peccata sua agnoscant et damnent,
deinde esuirant et sitiant justitiam illam. Foxe, 4 p. 634.
2. Ibídem. pags. 627.
3. Ibídem. pags. 629.
4. Ibídem. pags. 630.
5. Foxe, 4 p. 623.
6. Historia de la Iglesia de Collyer, vol. 2 p. 26.

7. In talem nunc me judicem incidisse gratulor. Foxe, 4. pág.


633.
8. Que se haga juicio en el nombre del Señor.
9. Foxe, 4 p. 638.
10. Latimer's Sermons (Parker Society), pág. 222.
11. Ibídem.
12. Que todo elogio y alabanza sea dado solo a Dios. Foxe, 4
p. 682.
13. Anderson, Anales de la Biblia. 1 p. 158.

14. Foxe, 5 p. 27.


LIBRO 19
CAPÍTULO 8

El sol de la palabra de Dios, que cada día se hacía más brillante en el


cielo del siglo XVI, fue suficiente para esparcir toda la oscuridad en la
tierra de Inglaterra ; pero el papado, como un inmenso muro,
interceptaba sus rayos. Gran Bretaña apenas había recibido las
Escrituras en griego y latín, y luego en inglés, antes de que los
sacerdotes comenzaran a hacerles la guerra con un celo infatigable.
Era necesario derribar el muro para que el sol pudiera penetrar
libremente entre los anglosajones. Y ahora los acontecimientos
estaban madurando en Inglaterra, destinados a abrir una gran brecha
en el papado. Las negociaciones de Enrique VIII con Clemente VII
juegan un papel importante en la Reforma . Al presentarse en la Corte
de Roma, destruyeron el respeto que la gente sentía por ella; le
quitaron ese poder y esa fuerza, como dice la Escritura, que la
monarquía le había dado; y el trono del Papa una vez caído en
Inglaterra, Jesucristo arrebató y fortaleció el suyo.

Enrique, deseando ardientemente un heredero y pensando que había


encontrado a la mujer que aseguraría su propia felicidad y la de
Inglaterra, concibió el plan de romper los lazos que lo unían a la reina,
y con esta visión consultó a sus consejeros más favoritos sobre el
divorcio. Había uno en particular cuya aprobación codiciaba: este era
Sir Thomas More. Un día, mientras el amigo de Erasmo caminaba con
su maestro en la hermosa galería de Hampton Court, contándole una
misión que acababa de ejecutar en el continente, el rey lo interrumpió
de repente: "Mi matrimonio con la reina", dijo. , "Es contrario a las
leyes de Dios, de la iglesia y de la naturaleza". Luego tomó la Biblia y
señaló los pasajes en su favor. 1 “No soy teólogo”, dijo More, algo
avergonzado; "Su majestad debería consultar a un consejo de
médicos".

En consecuencia, por orden de Henry, Warham reunió a los canonistas


más eruditos en Hampton Court; pero pasaron semanas antes de que
pudieran ponerse de acuerdo. 2 La mayoría de ellos citó a favor del rey
esos pasajes de Levítico 18:16; 20:21, que prohíbe a un hombre tomar a
la esposa de su hermano. 3 Pero Fisher, obispo de Rochester, y los
otros oponentes del divorcio, respondieron que, según Deuteronomio
25: 5, cuando una mujer queda viuda sin hijos, su cuñado debe
tomarla por esposa, para perpetuará el nombre de su hermano en
Israel. “Esta ley afectaba únicamente a los judíos”, respondieron los
partidarios del divorcio; agregaron que su objeto era “mantener las
herencias distintas y las genealogías intactas, hasta la venida de Cristo.
La dispensación judaica ha pasado; pero la ley de Levítico, que es una
ley moral, es obligatoria para todos los hombres en todas las edades ".
Para liberarse de su vergüenza, los obispos exigieron que se consultara
a las universidades más eminentes; e inmediatamente se enviaron
comisionados a Oxford, Cambridge, París, Orleans, Toulouse, Lovaina
, Padua y Bolonia, provistos de dinero para recompensar a los médicos
extranjeros por el tiempo y las molestias que les costaría esta cuestión.
Esto provocó una pequeña demora, y ahora se intentaría por todos los
medios para desviar al rey de su propósito.

Wolsey, quien fue el primero en sugerir la idea del divorcio, estaba


ahora profundamente alarmado. Le pareció que un asentimiento de la
hija de los Bolena lo arrojaría del puesto que tan laboriosamente había
ganado, y esto le hizo desahogar su mal humor en todos los que lo
rodeaban, en un momento amenazando a Warham y en otro
persiguiendo Paso. Pero temiendo oponerse abiertamente a Henry,
llamó desde París a Clarke, obispo de Bath and Wells, en ese momento
embajador en la corte francesa.
Este último entró en sus opiniones y, después de preparar con cautela
el camino, se aventuró a decirle al rey: “El avance de la investigación
será tan lento, majestad, que se necesitarán más de siete años para
llevarlo a cabo. ¡fin!" - Dado que mi paciencia ya se ha mantenido
durante dieciocho años ”, respondió el rey con frialdad,“ estoy
dispuesto a esperar cuatro o cinco más ”. 4

Como el partido político había fracasado, el partido clerical puso en


marcha un plan de otro tipo. Una mujer joven, Elizabeth Barton,
conocida como la santa doncella de Kent, había sufrido ataques
epilépticos desde la infancia . El párroco de su parroquia, llamado
Masters, la había persuadido de que estaba inspirada por Dios y, al
confederarse con un tal Bocking, un monje de Canterbury, le dio
cuenta de la debilidad de la profetisa. Isabel vagó por el campo,
pasando de casa en casa y de convento en convento; de repente, sus
miembros se ponían rígidos, sus rasgos se deformaban; violentas
convulsiones estremecieron su cuerpo y extraños sonidos ininteligibles
salieron de sus labios, que los espectadores asombrados recibieron
como revelaciones de la Virgen y los santos. Fisher, obispo de
Rochester, Abel, el agente eclesiástico de la reina, e incluso Sir Thomas
More, estaban entre el número de partidarios de Isabel. Habiendo
llegado a oídos de la santa los rumores del divorcio, un ángel la ordenó
comparecer ante el cardenal. Tan pronto como se paró en su presencia,
el color huyó de sus mejillas, sus miembros temblaron y, cayendo en
éxtasis, exclamó: “Cardenal de York, Dios ha puesto tres espadas en tu
mano: la espada espiritual, al alcance. la iglesia bajo la autoridad del
Papa; la espada civil, para gobernar el reino; y la espada de la justicia,
para evitar el divorcio del rey ... Si no empuñas estas tres espadas
fielmente, Dios lo acusará con dureza. 5 Después de estas palabras, la
profetisa se retiró.
Pero otras influencias dividían entonces el pecho de Wolsey: el odio,
que lo indujo a oponerse al divorcio; y ambición, que impedía su ruina
en esta oposición. Por fin prevaleció la ambición, y resolvió hacer
olvidar sus objeciones con la energía de su celo.
Henry se apresuró a beneficiarse de este cambio. “Declare el divorcio
usted mismo”, le dijo a Wolsey; "¿No le ha nombrado el Papa su vicario
general?" 6 El cardenal no estaba ansioso por elevarse tan alto. “Si yo
decidiera el asunto”, dijo, “la reina apelaría al papa, por lo tanto,
debemos solicitar al santo padre poderes especiales o persuadir a la
reina de que se retire a un convento. Y si fallamos en cualquiera de
estos expedientes, obedeceremos la voz de la conciencia, incluso a
pesar del Papa ”. 7 Se dispuso comenzar con el intento más regular, y
Gregory Da Casale, secretario Knight, y el protonotario Gambara,
fueron designados para una misión extraordinaria en la corte
pontificia. Casale era el hombre de Wolsey y Knight era de Henry.
Wolsey les dijo a los enviados: “Le exigirán al Papa,
En primer lugar, una comisión que me autoriza a investigar este
asunto;
En segundo lugar, su promesa de declarar la nulidad del matrimonio
de Catalina con Enrique, si comprobáramos que su matrimonio con
Arturo fue consumado; y
En tercer lugar, una dispensa que permita al rey volver a casarse ".
De esta manera, Wolsey esperaba asegurarse del divorcio sin dañar la
autoridad papal. Se insinuó que se habían enviado desde Inglaterra a
Julio II declaraciones falsas, con respecto a la consumación del primer
matrimonio , lo que había inducido al pontífice a permitir el segundo.
El Papa fue engañado sobre el hecho, su infalibilidad no fue tocada.
Wolsey deseaba algo más; sabiendo que no se podía confiar en la
buena fe del pontífice, exigió un cuarto instrumento, por el cual el
Papa se comprometiera a no recordar los otros tres; sólo se olvidó de
tomar precauciones en caso de que Clemente retirara el cuarto. “Con
estas cuatro trampas, hábilmente combinadas”, dijo la carta inal,
“atraparé la liebre; si se escapa de uno, caerá en el otro ". Los
cortesanos anticiparon una pronta terminación del romance. ¿No era el
emperador el enemigo declarado del pontífice? ¿No se había
convertido Enrique, por el contrario, en protector de la liga
Clementina? ¿Podría Clement dudar, cuando se le pidió, en elegir entre
su carcelero y su benefactor?
De hecho, Carlos V, en este momento, se encontraba en una situación
muy embarazosa. Es cierto, sus guardias estaban apostados en las
puertas del castillo de S t. Angelo, donde Clement estaba prisionero, y
la gente en Roma se decían entre sí con una sonrisa: "Ahora sí que es
verdad, Papa non potest errare". 8 Pero no fue posible mantener al
Papa prisionero en Roma; y luego, ¿qué se haría con él? El virrey de
Nápoles propuso a Alercón, el gobernador de San Angelo, llevar a
Clemente a Gaeta; pero el coronel asustado exclamó: "¡El cielo no
permita que arrastre el cuerpo de Dios!" Carlos pensó una vez en
transportar al pontífice a España; pero ¿no podría la flota enemiga
llevárselo por el camino? El papa en prisión fue mucho más
embarazoso para Carlos que el papa en libertad.

Fue en este momento crítico cuando Francisco Felipe, el criado de la


reina Catalina, después de haber escapado de las trampas tendidas por
Enrique VIII y Wolsey, llegó a Madrid, donde pasó un día entero en
conferencia con Carlos V. Este príncipe al principio estaba asombrado,
consternado. incluso, por los designios del rey de Inglaterra. La
maldición de Dios parecía colgar sobre su casa . Su madre era una loca;
su hermana de Dinamarca expulsada de sus dominios; su hermana de
Hungría quedó viuda en la batalla de Mohacz; los turcos estaban
invadiendo sus territorios; Lautrec salió victorioso en Italia y los
católicos, irritados por el cautiverio del Papa, detestaron su ambición.
Esto no fue suficiente. Enrique VIII se esforzaba por divorciarse de su
tía, y el Papa, naturalmente, prestaría su ayuda a este plan criminal.
Carlos debe elegir entre el pontífice y el rey. La amistad de los
parientes de Inglaterra podría ayudarlo a romper la liga formada para
expulsarlo de Italia, y al sacrificar a Catalina, seguramente obtendría
su apoyo; pero colocado entre razones de estado y el honor de su tía, el
emperador no vaciló; incluso renunció a ciertos proyectos de reforma
que tenía en el corazón. De repente se decidió por el Papa, y desde esa
misma hora siguió un nuevo rumbo.
Charles, que poseía un gran discernimiento, había comprendido su
época; había visto que el movimiento de la mente humana exigía
concesiones y habría deseado llevar a cabo el cambio de la Edad Media
a los tiempos modernos mediante una transición cuidadosamente
gestionada. En consecuencia, había exigido un concilio para reformar
la iglesia y debilitar el dominio romano en Europa. Pero el resultado
fue muy diferente . Si Charles se apartó de Henry, se vio obligado a
volverse hacia Clement; y después de haber obligado al jefe de la
iglesia a entrar en una prisión, fue necesario colocarlo una vez más en
el trono. Carlos V sacrificó los intereses de la sociedad cristiana a los
intereses de su propia familia. Este divorcio, que en Inglaterra se ha
considerado la ruina del Papa, fue lo que lo salvó en la Europa
continental.
Pero, ¿cómo pudo el emperador ganarse el corazón del pontífice, lleno
como estaba de amargura e ira? Seleccionó para esta difícil misión a un
fraile de gran habilidad, De Angelis, general de la Observancia
española, y le ordenó que se dirigiera al castillo de San Angelo con el
pretexto de negociar la liberación del santo padre . El cordelier fue
conducido a la parte más fuerte de la fortaleza, llamada la Roca, donde
se alojó Clemente; y los dos sacerdotes aplicaron todas sus habilidades
el uno al otro. El monje, asistido por el ingenioso Moncade, mezcló
hábilmente la liberación del Papa y el matrimonio de Catalina. Afirmó
que el emperador deseaba abrir las puertas de la prisión del pontífice y
ya había dado la orden; 9 y luego añadió de inmediato: "El emperador
está decidido a mantener los derechos de su tía, y nunca consentirá el
divorcio". 10 - “Si eres un buen pastor para mí”, escribió Carlos al Papa
con su propia mano el 22 de noviembre, “seré una buena oveja para
ti”. Clement sonrió al leer estas palabras; entendió su posición; el
emperador necesitaba al sacerdote, Carlos estaba a los pies de su
cautivo; ¡Clemente se salvó! El divorcio fue una soga caída del cielo que
no podía dejar de sacarlo del pozo; sólo tenía que aferrarse a él en
silencio para volver a ascender a su trono. Por consiguiente, a partir de
esa hora, Clemente parecía menos ansioso por abandonar el castillo
que Carlos para liberarlo. “Mientras el divorcio esté en suspenso”,
pensó el astuto De 'Medici, “tengo dos grandes amigos; pero tan pronto
como declare por uno, tendré un enemigo mortal en el otro ". Prometió
al monje que no tomaría ninguna decisión al respecto sin informar al
emperador.
Mientras tanto, Knight, el enviado del impaciente monarca, habiendo
escuchado, mientras cruzaba los Alpes, que el Papa estaba en libertad,
se apresuró a ir a Parma, donde se encontró con Gambara: “Aún no
está libre”, respondió el protonotario; “Pero el general de los
franciscanos espera terminar su cautiverio en unos días. 11 Continúe
su viaje ”, agregó. Knight no podía hacerlo sin un gran peligro. En
Foligno, a sesenta millas de la metrópoli, le dijeron que si no tenía
salvoconducto no podría llegar a Roma sin exponer su vida; Knight se
detuvo. En ese momento, un mensajero de Henry le trajo despachos
más urgentes que nunca; Knight comenzó de nuevo con un sirviente y
un guía. En Monte Rotondo estuvo a punto de ser asesinado por los
habitantes; pero al día siguiente (25 de noviembre), protegida por una
violenta tormenta de viento y lluvia, 12 El enviado de NRY entró en
Roma en la tarde de diez sin ser observado, y se mantuvo oculto.
Era imposible hablar con Clement, porque las órdenes del emperador
eran positivas. Knight, por tanto, comenzó a practicar con los
cardenales; se ganó al cardenal de Pisa, por cuyo medio se depositaron
sus despachos ante el pontífice. Clement después de leerlos los dejó
con una sonrisa de satisfacción. 13 "¡Bien!" dijo, "aquí está el otro que
viene a mí ahora!"
Pero apenas había llegado la noche cuando el secretario del cardenal
de Pisa se apresuró a acudir a Knight y le dijo: “Don Alercón está
informado de tu llegada; y el Papa te ruega que te vayas de inmediato
". Apenas lo había dejado este oficial, cuando llegó el protonotario
Gambara con gran agitación : “Su santidad te presiona para que te
vayas; tan pronto como esté en libertad, atenderá la solicitud de su
amo ". Dos horas después llegaron doscientos soldados españoles,
rodearon la casa en la que Knight se había escondido y la registraron
de arriba abajo, pero sin ningún propósito; el agente inglés había
escapado. 14
La seguridad de Knight no fue el verdadero motivo que indujo a
Clement a instar a su partida. El mismo día en que el Papa recibió el
mensaje del rey de Inglaterra , firmó un tratado con Carlos V,
devolviéndole, bajo ciertas condiciones, sus dos poderes. Al mismo
tiempo, el pontífice, para mayor seguridad, presionó al general francés
Lautrec para que acelerara su marcha a Roma para salvarlo de las
manos del emperador. Clemente, discípulo de Maquiavelo, dio así la
mano derecha a Carlos y la izquierda a Francisco; y como no tenía otro
para Henry, le hizo las promesas más positivas. Cada uno de los tres
príncipes podía contar con la amistad del Papa y por los mismos
motivos.
El 10 de diciembre (1527) era el día en que terminaría el
encarcelamiento de Clemente; pero prefería deber su libertad a la
intriga más que a la generosidad del emperador. Consiguió, pues, la
ropa de un comerciante y, la noche anterior al día fijado para su
liberación, ya que su pupilo ya estaba muy relajado, escapó del castillo
y, acompañado sólo por Luis de Gonzago en su huida, hizo su huida.
camino a Orvieto.
Mientras Clement experimentaba toda la alegría de un hombre recién
escapado de la cárcel, Henry era presa de la agitación más violenta.
Habiendo dejado de amar a Catalina, se convenció de que era víctima
de la ambición de su padre, mártir del deber y campeón de la santidad
conyugal. Su propio andar delataba su enfado , e incluso entre la alegre
conversación de la corte, profundos suspiros escapaban de su pecho.
Tenía entrevistas frecuentes con Wolsey. “Considero la seguridad de mi
alma por encima de todas las cosas”, dijo 15 ; “Pero también me
preocupa la paz de mi reino. Durante mucho tiempo, un
remordimiento incesante ha estado carcomiendo mi conciencia, 16 y
mis pensamientos se concentran en mi matrimonio con un dolor
indecible. 17 Dios, en su ira, se ha llevado a mis hijos, y si persevero en
esta unión ilícita, me visitará con castigos aún más terribles. 18 Mi
única esperanza está en el santo padre ". Wolsey respondió con una
profunda reverencia: "Por favor, majestad, estoy ocupado con este
asunto, como si fuera mi único medio de ganar el cielo".
Y de hecho redobló sus esfuerzos. Escribió a Sir Gregory Da Casale el 5
de diciembre (1527): “Conseguirás una audiencia del Papa a cualquier
precio. Disfrázate, preséntate ante él como sirviente de algún noble, 19
o como mensajero del duque de Ferrara. Dispersa el dinero en
abundancia; sacrifique todo, siempre que obtenga una entrevista
secreta con su santidad; diez mil ducados están a su disposición .
Explicarás a Clemente los escrúpulos del rey y la necesidad de
mantener la continuidad de su casa y la paz de su reino. Le dirás que
para devolverle la libertad, el rey está dispuesto a declarar la guerra al
emperador , y así mostrarse a todo el mundo como un verdadero hijo
de la iglesia ".
Wolsey vio claramente que era esencial presentar el divorcio a
Clemente VII como un medio que probablemente garantizara la
seguridad del Papa. El cardenal, por tanto, volvió a escribir a Da Casale
el 6 de diciembre: «Día y noche, vuelvo en mi mente la condición
actual de la iglesia, 20 y busco los medios mejor calculados para sacar
al Papa del abismo en el que se ha caído. Mientras daba vueltas a estos
pensamientos en mi mente durante una noche de insomnio ... de
repente se me ocurrió una forma. Me dije a mí mismo, hay que
convencer al rey de que emprenda la defensa del santo padre. Esto no
fue un asunto fácil, porque su majestad está fuertemente apegada al
emperador; 21 Sin embargo, puse sobre mi tarea. Le dije al rey que su
santidad estaba lista para satisfacerlo; Aposté mi honor; Tuve éxito ......
Para salvar al Papa, mi maestro sacrificará sus tesoros, súbditos, reino
e incluso su vida 22 ...... Por lo tanto, conjuro su santidad para
satisfacer nuestra justa demanda ".
Nunca antes se habían hecho ruegos tan apremiantes a un Papa.

Notas finales:
1. Me abrió la Biblia y me mostró las palabras. Más sobre
Cromwell, Strype, 1 2d part, p. 197.
2. Asesoramiento del día a día y de vez en cuando.
Cavendish, pág. 269.
3. Ex his doctoribus asseritur quod Papa non po test
dispensare in primo gradu affinitatis. Reforma de
Burnet., 2 Records, p. 8 (Londres, 1841.)
4. Dado que su paciencia ya se había mantenido durante
dieciocho años. Collyer, 2 pág. 24.

5. Strype, vol. 1 parte 1 p. 279.


6. Cuando Napoleón, por motivos similares, quiso
separarse de Josefina, temiendo la falta de voluntad del
Papa (como lo hizo Enrique), consideró, como él, el plan
de prescindir del pontífice y de que los obispos franceses
anularan su matrimonio. Como era más poderoso, lo
logró.

7. Quid possit clam fieri quoad forum conscientiae. Collyer,


2 pág. 24.
8. El Papa no puede errar, - un juego con el doble
significado de la palabra errare.
9. La Caesarea Majesta si come grandamente desidera la
liberatione de nostro signor, cosi eficacemente la manda.
Capituli, etc. Le Grand, 3 p. 48.
10. Que en cualquier caso no debe consentir en lo mismo,
State Papers, vol. 7 p. 29.
11. Quod sperabat intra paucos die s auferre suae Sanctitati
squalorem et tenebras. State Papers, vol. 7 p. 13.
12. Veari trobelous con wynde y rayne, y por lo tanto más
meteórico para nuestro viaje. Ibídem. pags. dieciséis.
13. Respondió el mismo saufly, como me mostró Gambara.
Ibídem. pags. 17.
14. No salí de Roma en el espacio de dos horas antes de que
doscientos españoles invadieran y registraran las casas.
Burnet, Records, 2 p. 12.
15. Deumque primo et ante omnia ac animae suae quietem
et salutem respiciens. Reforma de Burnet, 2 Records, p. 7.
16. Longo jam tempore in timo suae conscientiae remorsu.
Ibídem.
17. Ingenti cum molestia cordisque perturbatione. Ibídem.
18. Graviusque a Deo supplicium expavescit. Ibídem. pags. 8.
19. Mutato habitu et tanquam alicujus ministro. Reforma de
Burnet, 2 Records, p. 8.

20. Diuque ac noctu mente volve ns quo facto. State Papers,


vol. 7 p. 18.
21. Adeo tenaciter Caesari adhaerebat. Ibídem.
22. Usque ad mortem. Ibídem. pags. 19.
LIBRO 19
CAPÍTULO 9

Los enviados del rey de Inglaterra aparecieron en el carácter de los


salvadores de Roma. Sin duda no se trataba de una estratagema; un d
Wolsey probablemente considerado que el pensamiento que viene del
cielo, que lo había visitado durante la noche sin dormir cansado. El
celo de sus agentes aumentó. Apenas se puso en libertad al Papa,
cuando Knight y Da Casale aparecieron al pie de la escarpada roca
sobre la que está construida Orvieto y exigieron ser presentados a
Clemente VII. Nada podría comprometer más al pontífice que esa
visita. ¿Cómo podía aparecer en buenos términos con Inglaterra,
cuando Roma y todos sus estados todavía estaban en manos del
sobrino de Cath erine? La mente del Papa estaba completamente
desconcertada por la demanda de los dos enviados. Sin embargo, se
recuperó; rechazar la poderosa mano que le extendía Inglaterra no
estaba exento de peligro; y como sabía bien cómo llevar una
negociación difícil a una conclusión exitosa, Clement recuperó la
confianza en su habilidad y dio órdenes de presentar a los
embajadores de Enrique.
Su discurso no estuvo exento de elocuencia. “Nunca la iglesia estuvo en
una posición más crítica”, dijeron. “La ambición desmedida de los
reyes que pretenden disponer de los asuntos espirituales a su gusto
(esto estaba dirigido a Carlos V) mantiene suspendida la barca
apostólica sobre un abismo. El único puerto que se le abre en la
tempestad es el favor del príncipe augusto a quien representamos y
que siempre ha sido el escudo de la fe. ¡Pero Ay! este monarca, baluarte
inexpugnable de tu santidad, es presa de tribulaciones casi iguales a
las tuyas. Su conciencia desgarrada por el remordimiento, su corona
sin heredero, su reino sin seguridad, su pueblo expuesto una vez más a
perpetuos desórdenes ... No, todo el mundo cristiano entregado a la
más cruel discordia. 1 ..... Tales son las consecuencias de una unión
fatal que Dios ha marcado con su disgusto ...... También hay —
agregaron en tono más bajo— ciertas cosas de las que su majestad no
puede hablar en su carta ...... ciertos desórdenes incurables que padece
la reina, que jamás permitirán que el rey la vuelva a considerar su
esposa. 2 Si tu santidad pone fin a tal miseria anulando su matrimonio
ilegal, unirás su majestad con un vínculo indisoluble. Asistencia,
riquezas, ejércitos, corona e incluso vida: el rey, nuestro amo, está
dispuesto a emplearlo todo al servicio de Roma. Te tiende la mano,
santísimo padre ... extiéndele la tuya; por tu unión, la iglesia será
salva, y Europa será salva con ella ”.

Clement se sintió cruelmente avergonzado. Su política consistía en


mantener el equilibrio entre las dos príncipes, y ahora estaba llamado
a decidir a favor de una de ellas. Comenzó a lamentar haber recibido a
los embajadores de Henry. "Consideren mi posición", les dijo, "y
rueguen al rey que espere hasta que acontecimientos más favorables
me dejen en libertad para actuar". "¡Qué!" respondió Knight con
orgullo, “¿no ha prometido su santidad considerar la oración de su
majestad? Si no cumple su promesa ahora, ¿cómo puedo persuadir al
rey de que la cumplirá algún día futuro? 3 Da Casale pensó que había
llegado el momento de asestar un golpe decisivo. “¡Qué males”,
exclamó, “¡qué desgracias inevitables creará tu negativa! ... El
emperador solo piensa en privar a la iglesia de su poder, y solo el rey
de Inglaterra ha jurado mantenerlo”. Luego, hablando más bajo, más
lentamente, y meditando en cada palabra, continuó: “Tememos que su
majestad, reducida a tales extremos ... de los dos males, elija el menor,
4 y apoyado por la pureza de su intenciones, lo hará por su propia
autoridad ...... lo que ahora exige tan respetuosamente ...... ¿Qué
deberíamos ver entonces? ...... Me estremezco al pensar ...... No
permitas que tu santidad se entregue a una falsa seguridad que
inevitablemente te arrastrará al abismo ...... Leer todo ...... observar
todo ... .... divino todo ...... tomar nota de los 5 ... Santísimo Padre, esta
es una cuestión de vida o muerte ". Y el tono de Da Casale decía más
que sus palabras.
Clemente entendió que una negativa positiva lo expondría a perder
Inglaterra. Pla ced entre Henry y Charles, como entre el martillo y la
forja, resolvió ganar tiempo. “Bien, entonces”, dijo a Knight y Da
Casale, “haré lo que me pidan; pero no estoy familiarizado con los
formularios que requieren estas dispensaciones ... Consultaré al Ca
rdinal Sanctorum Quatuor sobre el tema ...... y luego les informaré. "
Knight y Da Casale, deseando anticiparse a Clemente VII, se
apresuraron a acudir a Lorenzo Pucci, cardenal Sanctorum Quatuor, y
le insinuaron que su maestro sabría estar agradecido. El cardenal
aseguró a los diputados su afecto por Enrique VIII, y ellos, en el pleno
de su agradecimiento, le presentaron los cuatro documentos que
estaban ansiosos por ejecutar. Pero el cardenal apenas había mirado el
primero - la propuesta de que Wolsey decidiera el asunto del divorcio
en Inglaterra - cuando exclamó: “¡Imposible! ...... una bula en tales
términos cubriría de eterna vergüenza no solo su santidad y el rey,
pero incluso el mismo cardenal de York ". Los diputados estaban
confundidos, porque Wolsey les había ordenado que le pidieran al
Papa nada más que su firma. 6 Recuperándose, se reincorporaron:
"Todo lo que necesitamos es una comisión competente". Por su parte,
el Papa le escribió a Enrique una carta, en la que logró no decir nada. 7
De los cuatro documentos requeridos, había dos en cuyo despacho
inmediato insistieron Knight y Da Casale: se trataba de la comisión
para pronunciar el divorcio y la dispensa para contraer un segundo
matrimonio. La dispensa sin la comisión no tenía ningún valor; esto lo
sabía bien el Papa; en consecuencia, resolvió dar sólo la dispensa. Era
como si Carlos le hubiera concedido a Clemente, cuando estaba en
prisión, permiso para visitar a sus cardenales, pero le hubiera negado
la libertad para abandonar el castillo de San Ángelo. Es así como un
sistema religioso transformado en sistema político, cuando no tiene
poder, recurre a la estratagema. “El encargo”, dijo el hábil Medici a
Knight, “debe ser corregido según el estilo de nuestra corte; pero aquí
está la dispensación ". Knight tomó el documento; estaba dirigida a
Enrique VIII y decía así: “Te concedemos, en caso de que tu
matrimonio con Catalina sea declarado nulo, 8 libertad libre para
tomar otra esposa, siempre que no haya sido la esposa de tu hermano
..... . ”El inglés fue engañado por el italiano. "Para mi pobre juicio",
dijo, "este documento nos será de utilidad". Después de esto, Clement
pareció preocuparse únicamente por la salud de Knight, y de repente
manifestó el mayor interés por él. “Es apropiado que apresure su
partida”, dijo, “porque es necesario que viaje a sus anchas. Gambara te
seguirá en la publicación y traerá la comisión ". Caballero así
desconcertado, se despidió del Papa, quien se deshizo de Da Casale y
Gambara de manera similar. Luego comenzó a respirar una vez más. No
había diplomacia en Europa que Roma, incluso en su mayor debilidad,
no pudiera engañar fácilmente.

Ahora era necesario eludir la comisión. Mientras los enviados del rey
partían con buen ánimo, contando con el documento que les iba a
seguir, el general de la Observancia Española reiteró al pontífice en
todo tono: “ Cuídese de no entregar ningún documento que autorice el
divorcio y, sobre todo, no permitan que este asunto sea juzgado en los
estados de Henry ". Los cardenales redactaron el documento bajo la
influencia de De Angelis y lo convirtieron en una obra maestra de
insignificancia. Si la buena teología ennoblece el corazón, la mala
teología , tan fértil en sutilezas, imparte a la mente una habilidad de
ninguna manera común; y por eso los diplomáticos más célebres han
sido a menudo eclesiásticos. Así redactado el acta, el Papa envió tres
copias a Knight, a Da Casale ya Gambara. Knight estaba cerca de
Bolonia cuando el correo lo alcanzó. Estúpido, y tomando caballos de
posta, regresó a toda prisa a Orvieto. 9 Gambara avanzó a través de
Francia hasta Inglaterra con la inútil dispensación que había otorgado
el Papa .
Knight había pensado en reunirse con más buena fe en la corte del
papa que con los reyes, y lo habían burlado. ¿Qué dirían Wolsey y
Henry de su locura? Su autoestima herida comenzó a hacerle creer
todo lo que Tyndale y Lutero dijeron sobre el Papa. El primero acababa
de publicar La obediencia de un cristiano y la Parábola del malvado
Mammón, en la que representaba a Roma como una de las
transformaciones del Anticristo. “El Anticristo”, dijo en el último
tratado, “no es un hombre que debería aparecer de repente con
maravillas; él es una cosa espiritual, que estaba en el Antiguo
Testamento, y también en el tiempo de Cristo y los apóstoles, y es
ahora, y (no lo dudo) perdurará hasta el fin del mundo. Su naturaleza
es (cuando está abrumado por la palabra de Dios) salir de la obra por
una temporada, disfrazarse y luego volver a entrar con un nuevo
nombre y nuevos vestidos. Los escribas y fariseos del evangelio eran
muy anticristos; papas, cardenales y obispos han obtenido sus nuevos
nombres, pero todo es uno. Incluso ahora, cuando lo hayamos
pronunciado [detectado], se cambiará una vez más y se convertirá en
un ángel de luz. Ya la bestia, viéndose ahora buscado, ruge y busca
nuevos agujeros para esconderse, y se cambia a mil modas. 10 Esta
idea, paradójica al principio, se abrió paso gradualmente en la mente
de los hombres. Los romanos, por sus prácticas, familiarizaron a los
ingleses con las descripciones un tanto toscas de los reformadores.
Inglaterra iba a recibir muchas de esas lecciones, y así aprendería
gradualmente a dejar de lado a Roma en aras de su propia gloria y
prosperidad.
Knight y Da Casale llegaron a Orvieto casi al mismo tiempo. Clemente
respondió con suspiros: “¡Ay! Soy prisionero del emperador. Los
imperialistas saquean todos los días pueblos y castillos de nuestro
barrio. 11 ..... ¡Miserable de mí! No tengo un amigo excepto el rey, tu
amo, y está lejos ... Si hiciera algo ahora para disgustar a Charles, soy
un hombre perdido ... Firmar el encargo sería firmar una ruptura
eterna con él ”. Pero Knight y Da Casale suplicaron tan eficazmente al
cardenal Sanctorum Quatuor, y presionaron tanto a Clemente, que el
pontífice, sin el conocimiento del español De Angeli , les dio un
documento más satisfactorio, pero no como el que exigía Wolsey. “Al
darle esta comisión”, dijo el Papa, “estoy entregando mi libertad, y
quizás mi vida. No escucho la voz de la prudencia, sino sólo la del
afecto. Confío en la generosidad del rey de Inglaterra, él es el amo de
mi destino ”. Luego comenzó a llorar, 12 y parecía a punto de
desmayarse. Knight, olvidando su disgusto, le prometió a Clement que
el rey haría todo lo posible para salvarlo. - "¡A h!" dijo el Papa, "hay un
medio eficaz". - "¿Que es eso?" preguntaron los agentes de Henry. - “M.
Lautrec, que dice a diario que vendrá, pero nunca lo hace —respondió
Clemente—, sólo tiene que llevar al ejército francés sin demora ante las
puertas de Orvieto; entonces podría excusarme diciendo que él me
obligó a firmar la comisión ". 13 - “Nada es más fácil”, respondieron
los enviados, “iremos y apresuraremos su llegada”.
Clement ni siquiera ahora se sentía cómodo. La seguridad de la iglesia
romana le preocupaba no menos que a la suya propia ... Carlos podría
descubrir el truco y hacer sufrir al Papa por ello. Había peligro por
todos lados. Si los ingleses hablaron de independencia, ¿no amenazó el
emperador con una reforma? ... Los príncipes católicos, decían los
consejeros pap al, son capaces, quizás sin una sola excepción, de
apoyar la causa de Lutero para gratificar a un criminal. ambición. 14 El
Papa reflexionó y, retirando su palabra, prometió dar la comisión
cuando Lautrec estuviera bajo los muros de Orvieto; pero los agentes
ingleses insistieron en tenerlo inmediatamente. Para conciliar a todos,
se acordó que el Papa debería entregar el documento requerido de
inmediato, pero tan pronto como llegara el ejército francés, debería
enviar otra copia con la fecha del día en que vio a Lautrec. “Suplicar al
rey para mantener en secreto la comisión que te doy,” 15 dijo Clemente
VII a Knight; "Si comienza el proceso inmediatamente lo recibe, estoy
perdido para siempre". 16 Así, el Papa dio permiso para actuar, con la
condición de no actuar en absoluto. Knight se despidió el 1 de enero de
1528; prometió todo lo que el pontífice deseaba y luego, como
temiendo alguna nueva dificultad, partió el mismo día. Da Casale, por
su parte, después de haber ofrecido al cardenal Sanctorum Quatuor un
obsequio de 4000 coronas, que él rechazó, reparó a Lautrec, para
rogarle que obligara al Papa a firmar un documento que ya iba camino
de Inglaterra.
Pero mientras que el negocio parecía aclararse en Roma, se estaba
volviendo más complicado en Londres. El proyecto del rey cobró
impulso y Catalina dio paso al dolor más vivo. “Voy a protestar”, dijo
ella, “contra la comisión dada al cardenal de York. ¿No es el súbdito del
rey, el vil adulador de sus placeres? Catalina no resistió sola; el pueblo,
que odiaba al cardenal, no podía verlo investido con tanta autoridad.
Para obviar este inconveniente, Enrique resolvió pedirle al Papa otro
cardenal, que debería estar facultado para terminar el asunto en
Londres con o sin Wolsey.
Este último accedió a la medida: incluso es posible que fuera el
primero en sugerirla, porque temía cargar solo con la responsabilidad
de tan odiosa investigación. En consecuencia, el 27 de diciembre,
escribió a los agentes del rey en Roma: “Procurar el enviado de un
legado, y particularmente de un legado capaz, fácil y manejable ......
deseoso de merecer el favor del rey, 17 Campeggio por ejemplo .
Solicitará encarecidamente al cardenal que pueda ser seleccionado que
viaje con toda diligencia, y le asegurará que el rey se comportará con
generosidad con él ". 18

Knight llegó a Asti el 10 de enero, donde encontró cartas con nuevos


pedidos. Este fue otro control: en un momento es el Papa quien lo
obliga a retroceder, en otro es el rey. El desafortunado secretario
valetudinario de Henry, un hombre muy susceptible a la fatiga y ya
cansado y agotado por diez viajes dolorosos, estaba de muy mal
humor. Decidió permitir que Gambara llevara los dos documentos a
Inglaterra; encargar a Da Casale, que no había salido del barrio del
Papa, que solicitara el envío del legado; y como se consideraba él
mismo, ir y esperar nuevas órdenes en Turín: - "Si se considera bueno
a la alteza del rey que regrese a Orvieto, haré todo lo que pueda
soportar mi pobre cadáver". 19
Cuando Da Casale llegó a Bolonia, presionó a Lautrec para que fuera y
obligara al pontífice a firmar el acta que Gambara ya llevaba a
Inglaterra. Al recibir los nuevos despachos, regresó apresuradamente a
Orvieto, y el Papa se alarmó mucho al enterarse de su llegada. Había
temido conceder un simple papel , destinado a permanecer en secreto;
¡y ahora se le pide que envíe a un príncipe de la iglesia! ¿Henry nunca
estará satisfecho? “La misión que deseas estaría llena de peligros”,
respondió; “Pero hemos descubierto otro medio, solo calculado para
terminar este negocio . No digas que te lo señalé ”, agregó el Papa en
tono misterioso; "Pero que fue sugerido por el cardenal Sanctorum
Quatuor y Simonetta". Da Casale fue todo atención. “No hay médico en
el mundo que pueda decidir mejor sobre este asunto, y sobre sus
circunstancias más privadas, que el propio rey. 20 Por tanto, si cree
sinceramente que Catalina se ha convertido realmente en la esposa de
su hermano, déle poder al cardenal de York para que pronuncie el
divorcio y que tome otra esposa sin más ceremonia; 21 podrá luego
exigir la confirmación del consistorio. Habiendo concluido el asunto de
esta manera, me encargaré del resto ". - “Pero”, dijo Da Casale, algo
insatisfecho con esta nueva intriga, “debo cumplir mi misión, y el rey
exige un legado”. - "¿Y a quién enviaré?" preguntó Clement. “¿Da
Monte? no puede moverse. De Caesis? él está en Nápoles. Ara Coeli? él
tiene gota. Piccolomini? él es del partido imperial ...... Campeggio sería
el mejor, pero está en Roma, donde suple mi lugar, y no puede irse sin
peligro a la iglesia. ”...... Y luego con algunos emoción, agregó, “me
arrojo en los brazos de su majestad. El emperador nunca perdonará lo
que estoy haciendo. Si se entera de ello, me convocará ante su consejo;
No descansaré hasta que él me haya privado de mi trono y de mi vida
". 22
Da Casale se apresuró a enviar a Londres el resultado de la
conferencia. Clement, al no poder desatar el nudo, le pidió a Henry que
lo cortara. ¿Dudará este príncipe en emplear un medio tan fácil,
estando el papa (Clemente lo declaró él mismo) dispuesto a ratificarlo
todo?
Aquí cierra la primera campaña de Enrique en los territorios del Papa.
Ahora veremos los resultados de tantos esfuerzos.
Notas finales:

1. Discordiae crudelissimae pe r omnem Christianum


orbem. State Papers, vol. 7 p. 19.
2. Nonnula sunt secreta SDN secreto exponenda et non
credenda scriptis..ob morbos nonullos quibus absque
remedio regina lab. Ibídem.
3. Cumpla la promesa una vez rota. Ref. De Burnet 2
Registros, pág. 13.
4. Ex duobus malis minus malum eligat. Documentos
estatales, 7 p. 20.
5. Ut non gravetur, cuncta legere, et bene notare. Ibídem.
pags. 18.
6. Alia nulla re esset opus, praeterquam ejus Sanctitatis
signatura. Ibídem. pags. 29.
7. Charissime in Christo fili, etc., de fecha 7 de diciembre de
1527. Ibíd. pags. 27.
8. Matrimonium cum Catharina nullum fuisse et esse
declarari. Enrique VIII de Herbert. Pág. 280.

9. Reforma de Burnet, Records, 2 p. 13.


10. Tyndale, Doctr. Tr. Pág. 42, 43.
11. Los imperialistas saquean a diario castillos y ciudades
alrededor de Roma ... han tomado en tres días dos
castillos que se encuentran a seis millas de esta. Ref. De
Burnet Vol. 2. Registros, pág. 13.
12. Cum suspiriis et lacrymis. Ibídem. pags. 12.
13. Y con este color cubriría el asunto. Ref. De Burnet, vol. 2
Registros, pág. 41.
14. Non potest Sua Sanctitas sibi persuadere ipsos principes
(ut forte alique jactant) assumpturos sectam Lutheranam
contra ecclesiam. Documentos estatales, 7 p. 47.
15. Ibídem. pags. 36.
16. Está plenamente en su poder con la publicación de la
comisión de destruir para siempre. Ibídem.

17. Eruditus, indiferentes, tractabilis, de regia majestate


bene merendi cupidus. Documentos estatales, 7 p. 33.
18. Regia majestas sumptus, labores, atque molestias
liberalissime compenset. Ibídem. pags. 34.
19. Ref. De Burnet, vol. 2 Registros, pág. 13.
20. Nullus doctor in mundo est, qui de hac re melias d
ecernere possit quam ipse rex. Burnet, 2, Records, pág. 14.
21. Aliam uxorem ducado. Ibídem.
22. Vocabit eum ad concilium, vel nihil aliud quaeret, nisi
ut eum omni statu et vita privet. Burnet, 2 Records, pág.
26.

LIBRO 19
CAPÍTULO 10

Nunca la decepción fue más completa que la que sintieron Henry y


Wolsey tras la llegada de Gambara con la comisión; el rey estaba
enojado, el cardenal molesto. Lo que Clemente llamó el sacrificio de su
vida no era en realidad más que una hoja de papel que sólo cabía para
ser arrojada al fuego. “Esta comisión no tiene ningún valor” 1 dijo
Wolsey. - “E incluso para ponerlo en ejecución”, agregó Henry,
“¡debemos esperar hasta que los imperialistas hayan abandonado
Italia! El Papa nos está alejando de las calendas griegas ". - “Su
santidad”, observó el cardenal, “no se obliga a pronunciar el divorcio;
por tanto, la reina apelará a nuestro juicio. - “Y aunque el Papa se
hubiera atado”, añadió el rey, “bastaría con que el emperador le
sonriera , para que se retracte de lo que había prometido”. - “Es todo
un engaño y una burla”, concluyeron tanto el rey como el ministro.
¿Qué se iba a hacer a continuación? La única forma de hacer nuestro
Clement, pensó Wolsey, es deshacerse de Charles; es hora de que su
orgullo sea derribado . En consecuencia, el 21 de enero de 1528,
Francia e Inglaterra declararon hostilidades contra el Emperador.
Cuando Carlos se enteró de este procedimiento, exclamó: “Conozco la
mano que ha arrojado la antorcha de la guerra en medio de Europa. Mi
crimen es no haber colocado al cardenal de York en el trono de San
Pedro ”.
Una simple declaración de guerra no fue suficiente para Wolsey; el
obispo de Bayona, embajador de Francia, al verlo un día algo
emocionado, 2 le susurró al oído: “En tiempos pasados, los papas han
depuesto a los emperadores por delitos menores”. La deposición de
Carlos habría liberado al rey de Francia de un rival problemático; pero
Du Bellay, temiendo tomar la iniciativa en una empresa tan audaz,
sugirió la idea al cardenal. Wolsey reflexionó: nunca antes se le había
ocurrido tal pensamiento. Llevando al embajador a un lado, junto a
una ventana, juró firmemente, dijo Du Bellay, que estaría encantado
de utilizar toda su influencia para conseguir que Carlos depusiera a
Carlos. "Nadie es más probable que usted mismo", respondió el
obispo, "para inducir a Clemente a hacerlo". - “Usaré todo mi crédito”,
replicó Wolsey, y los dos sacerdotes se separaron. Esta brillante idea
que el cardenal nunca olvidó, Charles le había robado la tiara; tomará
represalias privando a Cha rles de su corona. Ojo por ojo y diente por
diente. Staffileo, decano de la Rota, estaba entonces en Londres y,
todavía ardiendo de resentimiento contra el autor del Saqueo de
Roma, recibió favorablemente las sugerencias que le hizo Wolsey; y,
finalmente , el enviado de John Zapolya, rey electo de Hungría, apoyó
el proyecto. Pero los reyes de Francia e Inglaterra no fueron tan
fácilmente inducidos a poner los tronos de los reyes a disposición de
los sacerdotes. Parece, sin embargo, que el Papa estaba sondeando
sobre el tema y si el emperador hubiera sido golpeado en Italia, es
probable que la bula hubiera sido fulminada contra él. Su espada
conservó su corona y el complot de los dos obispos fracasó.
Los consejeros del rey comenzaron a buscar medios menos heroicos.
“Debemos enjuiciar el asunto en Roma”, dijeron algunos. - “No”,
dijeron otros, “en Inglaterra. El Papa tiene demasiado miedo del
emperador para pronunciar el divorcio en persona ". - "Si el Papa teme
al emperador más que al rey de Inglaterra", exclamó el orgulloso
Tudor, " encontraremos alguna otra forma de tranquilizarlo". 3 Así,
ante la primera contradicción, Enrique puso la mano sobre su espada y
amenazó con romper los lazos que unían su reino al trono del pontífice
italiano.
"¡Lo he golpeado !" —dijo Wolsey por fin; "Debemos combinar los dos
planes para juzgar el asunto en Londres, y al mismo tiempo vincular al
pontífice en Roma". Y luego el hábil cardenal propuso el borrador de
una bula, por la cual el Papa, delegando su autoridad en dos legados,
debería declarar que los actos de esa delegación tendrían un efecto
perpetuo, sin perjuicio de los decretos contrarios que pudieran emanar
posteriormente de su infalible autoridad. 4 Se decidió una nueva
misión para lograr este atrevido diseño.

Wolsey, molesto por la locura de Knight y sus colegas, deseaba


hombres de otro sello. Por lo tanto, puso sus ojos en su propio
secretario, Stephen Gardiner, un hombre activo, inteligente, flexible y
astuto, un canonista erudito, deseoso del favor del rey y, sobre todo,
un buen romanista, que en Roma no estuvo exento de su ventaja.
Gardiner era en pequeña medida la viva imagen de su maestro; y por
eso el cardenal a veces lo llamaba la mitad de sí mismo. 5 Edwar d Fox,
el principal limosnero, se unió a él, un hombre moderado e influyente,
amigo particular de Henry y un ferviente defensor del divorcio. Fox
fue nombrado primero en la comisión; pero se acordó que Gardiner
debería ser el verdadero jefe de la embajada . “Repitan sin cesar”, les
dijo Wolsey, “que su majestad no puede hacer otra cosa que separarse
de la reina. Ataca a cada uno por su lado débil. Declare al Papa que el
rey promete defenderlo contra el emperador; ya los cardenales que sus
servicios serán recompensados noblemente. 6 Si eso no es suficiente,
que la energía de tus palabras sea tal que despierte un temor saludable
en el pontífice ".
Fox y Gardiner, después de una amable recepción en París (23 de
febrero) por parte de Francisco I, llegaron a Orvieto el 20 de marzo,
después de muchos peligros, y con su vestimenta en tal desorden, que
nadie podría haberlos tomado por embajadores de Enrique VIII. "¡Qué
ciudad!" exclamaron al pasar por sus calles; “¡Qué ruinas, qué miseria!
¡Realmente se llama Orvieto (urbs vetus)! " El estado del pueblo no les
dio una gran idea del estado del Papa, y se imaginaron que con un
pontífice tan mal alojado, su negociación no podría ser más que fácil.
"Les doy mi casa", dijo Da Casale, a quien fueron, "mi habitación y mi
propia cama"; y cuando hicieron algunas objeciones, agregó: “No es
posible alojarte en otro lugar; Incluso me he visto obligado a pedir
prestado lo necesario para recibirte ". 7 Da Casale, presionándolos
para que se cambiaran de ropa, que estaban hasta chorreando
(acababan de cruzar un río en sus mulas), respondieron que, al estar
obligados a viajar por correo, no habían podido traer un cambio de
ropa. "¡Pobre de mí!" dijo Casale, “¿qué se debe hacer? pocas personas
en Orvieto tienen más prendas que una; 8 ni siquiera los tenderos
venden telas; esta ciudad es toda una prisión. La gente dice que el
Papa está en libertad aquí. ¡Una bonita libertad en verdad! La miseria,
el aire impuro, el miserable alojamiento y mil otros inconvenientes ,
mantienen al santo padre más cerca que cuando estaba en el Castillo
de San Ángelo. En consecuencia, me dijo el otro día, era mejor estar en
cautiverio en Roma que en Liberty aquí ". 9
Sin embargo, en dos días se las arreglaron para conseguir ropa nueva; y
estando ahora en condiciones de presentarse, los agentes de Henry
fueron admitidos a una audiencia después de la cena el lunes 22 de
marzo (1528).
Da Casale los condujo a un antiguo edificio en ruinas. “Aquí es donde
vive su santidad”, dijo. Se miraron con asombro y, atravesando la
basura que había por ahí, pasaron por tres cámaras cuyos techos se
habían derrumbado, cuyas ventanas no tenían cortinas, y en las que
treinta personas, “gentuza, estaban de pie contra las paredes desnudas
durante un rato. embargo ". 10 Esta era la corte del Papa.
Por fin, los embajadores llegaron a la habitación del pontífice y
colocaron las cartas de Enrique en sus manos. “Su santidad”, dijo
Gardiner, “cuando le envió al rey una dispensa, se le pidió que
agregara que si este documento no fuera suficiente, estaría dispuesto a
dar una mejor. Es el favor que ahora desea el rey ". El Papa,
avergonzado, se esforzó por suavizar su negativa. "Estoy informado",
dijo, "que el rey se deja llevar en este asunto por una inclinación
secreta, y que la dama que ama está lejos de ser digna de él". Gardiner
respondió con firmeza: “El rey realmente desea volver a casarse
después del divorcio, para tener un heredero para la corona; pero la
mujer que se propone tomar está animada por los sentimientos más
nobles; el cardenal de York y toda Inglaterra rinden homenaje a sus
virtudes ". 11 El Papa parecía convencido. "Además", continuó
Gardiner, "el rey ha escrito un libro sobre los motivos de su divorcio". -
"¡Bueno! ven y léemelo mañana ”, replicó Clemente.
Al día siguiente, los enviados ingleses apenas habían aparecido cuando
Clement tomó el libro de Henry, lo repasó mientras caminaba de un
lado a otro de la habitación y luego se sentó en un banco largo cubierto
con una alfombra vieja, "que no vale veinte centavos", dice un analista,
leyó el libro en voz alta. Contó el número de argumentos, hizo
objeciones como si Henry estuviera presente y las amontonó una sobre
otra sin esperar respuesta. “Los matrimonios prohibidos en Levítico”,
dijo él, en un tono de voz breve y rápido, “están permitidos en
Deuteronomio; ahora que viene Deuteronomio después de Levítico,
estamos obligados por este último. Está en juego el honor de Catalina y
el emperador, y el divorcio daría lugar a una guerra terrible ". 12 El
Papa continuó hablando, y cada vez que los ingleses intentaban
responder, les pedía que guardaran silencio y seguía leyendo. “Es un
libro excelente”, dijo, sin embargo, en tono cortés, cuando terminó; Lo
guardaré para volver a leerlo en mi tiempo libre. Gardiner luego
presentó un borrador de la comisión que Henry requería, Clement
respondió: “Es demasiado tarde para mirarlo ahora; déjalo conmigo." -
“Pero tenemos prisa”, agregó Gardiner. - “Sí, sí, lo sé”, dijo el Papa.
Todos sus esfuerzos tendieron a prolongar el negocio.
El 28 de marzo, los embajadores fueron conducidos a la habitación en
la que dormía el Papa; los cardenales Sanctorum Quatuor y De Monte,
así como la consejera de la Rota, Simonetta, estaban con él. Las sillas
están dispuestas en semicírculo. "Siéntate", dijo Clement, que estaba
en el medio. 13 "Maestro Gardiner, ahora dime lo que quieres". - “No
hay duda entre nosotros, sino una cuestión de tiempo. Prometiste
ratificar el divorcio tan pronto como se pronunciara; y le pedimos que
haga antes de lo que se compromete a hacer después. Lo que está bien
en un día, debe estar bien en otro ". Luego, alzando la voz, el inglés
añadió: “Si su majestad percibe que no se le tiene más respeto que a
un hombre común, 14 recurrirá a un remedio que no nombraré , pero
que no fallará en su efecto."
El Papa y sus consejeros se miraron en silencio; 15 lo habían entendido
. El imperioso Gardiner, remarcando el efecto que había producido,
luego añadió en un tono absoluto: "Tenemos nuestras instrucciones y
estamos decididos a cumplirlas". - “Estoy dispuesto a hacer todo lo
que sea compatible con mi honor”, exclamó Clemente, alarmado. - “
Lo que su honor no le permitiría conceder”, dijo el orgulloso
embajador, “el honor del rey, mi amo, no le permitiría pedirlo”. El
lenguaje de Gardiner se volvió más imperativo cada minuto. "Bueno,
entonces", dijo Clement, llevado al extremo, "haré lo que el rey me
pida, y si el emperador está enojado, no puedo evitarlo". La entrevista,
que había comenzado con una tormenta, terminó con un rayo de sol.
Ese destello brillante pronto desapareció: Clemente, que imaginó que
veía en Enrique a un Aníbal en guerra con Roma , deseaba hacer de
temporizador, el Fabio Cunctador. “Bis dat qui cito dat”, dijo
bruscamente 16 Gardiner, quien observó esta maniobra. - “Es una
cuestión de derecho”, respondió el Papa, “y como soy muy ignorante
en estos asuntos, debo dar a los doctores en derecho canónico el
tiempo necesario para que todo quede claro”. - “Por sus retrasos, Fabio
Máximo salvó a Roma”, replicó Gardiner; "Lo destruirás con el tuyo".
17 - "¡Ay!" exclamó el Papa, "si digo que el rey tiene razón, tendré que
volver a la cárcel". 18 - “Cuando se trata de la verdad”, dijo el
embajador, “¿de qué consecuencia son las opiniones de los hombres?”
Gardiner hablaba a sus anchas, pero Clement descubrió que el castillo
de San Ángel no dejaba de tener peso en la balanza. "Puede estar
seguro de que haré todo lo mejor posible", respondió el moderno
Fabius. Con estas palabras terminó la conferencia.
Tales fueron las luchas de Inglaterra con el Papa, luchas que
terminarían en una ruptura definitiva. Gardiner sabía que tenía un
adversario hábil con el que enfrentarse; Demasiado astuto para
permitirse irritarse, resolvió con frialdad asustar al pontífice: eso
estaba en sus instrucciones. El viernes anterior al Domingo de Ramos,
lo llevaron al armario del Papa; allí encontró a Clemente asistido por
De Monte, Sanctorum Quatuor, Simonetta, Staffileo, Paul, auditor de
la Rota y Gambara. “Es imposible”, dijeron los cardenales, “otorgar una
comisión decretal en la que el Papa se pronuncie de ju re a favor del
divorcio, con una promesa de confirmación de facto”. Insistió
Gardiner; pero ninguna persuasión, “ni dulce ni poynante”, 19 pudo
conmover al pontífice. El enviado consideró que había llegado el
momento de descargar su batería más fuerte . “Oh raza perversa”, dijo
a los ministros del Pontífice, “en lugar de ser inofensivos como
palomas, están llenos de disimulo y malicia como serpientes;
prometiendo todo pero sin realizar nada. 20 Inglaterra se verá
impulsada a creer que Dios te ha quitado la llave del conocimiento, y
que las leyes de los papas, ambiguas para los mismos papas, sólo
sirven para ser arrojadas al fuego. (Digna esse quae mandetur flammis
pontificia jura. Ibid.) Hasta ahora, el rey ha restringido a su pueblo,
impaciente por el yugo romano; pero ahora les dará las riendas ".
Siguió un largo y lúgubre silencio. Entonces el inglés, cambiando
repentinamente de tono, se acercó suavemente a Clement, que había
dejado su asiento, y lo conjuró en voz baja para que considerara con
atención lo que la justicia requería de él. "¡Pobre de mí!" replicó
Clemente, “Te lo repito, soy un ignorante en estos asuntos. Según las
máximas del derecho canónico, el Papa lleva todas las leyes en las
tablas de su corazón, 21 pero lamentablemente Dios nunca me ha dado
la llave que las abre ”. Como no podía escapar por el silencio, Clemente
se retiró al amparo de una broma y pronunció descuidadamente la
condena del Papa. Si nunca hubiera recibido la famosa llave, no había
razón por la que otros pontífices debieran poseerla. Al día siguiente
encontró otra escapatoria; porque cuando los embajadores le dijeron
que el rey continuaría el asunto sin él, suspiró, sacó su pañuelo y dijo
mientras se secaba los ojos: 22 “¡Ojalá estuviera muerto!”. Clement
utilizó las lágrimas como motor político.

“No vamos a conseguir la comisión decretal”, (la que pronunció el


divorcio) dijeron Fox y Gardiner después de esto, “y no es realmente
necesario. Exigamos la comisión general (que autorice a los legados a
pronunciarla), y exijamos una promesa que ocupe el lugar del acto que
se nos niega ”. Clemente, que estaba dispuesto a hacer todas las
promesas del mundo, juró ratificar sin demora la sentencia de los
legados. Fox y Gardiner luego le presentaron a Simonetta un borrador
del acto requerido. El decano, después de leerlo, se lo devolvió a los
enviados diciendo: “Está muy bien, creo, excepto al final; 23 muéstralo
Sanctorum Quatuo r ". A la mañana siguiente le llevaron el borrador al
cardenal: “¿Cuánto tiempo hace que el paciente tiene la regla de
escribir la receta? Siempre pensé que era asunto del médico ". - "Nadie
conoce la enfermedad tan bien como el paciente", respondió Gardiner
: "y esta enfermedad puede ser de tal naturaleza que el médico no
pueda prescribir el remedio sin seguir el consejo del paciente".
Sanctorum Quatuor leyó la receta y luego la devolvió diciendo: “No
está mal, con la excepción del comienzo. 24 Lleve el borrador a De
Monte ya los demás concejales ". A este último no le gustaba ni el
principio, ni el medio ni el final. "Le enviaremos por usted esta noche",
dijo De Monte.
Transcurridos tres o cuatro días, los enviados de Enrique volvieron a
esperar al p ope, quien les mostró el borrador elaborado por sus
consejeros. Gardiner comentó en él adiciones, reducciones y
correcciones, lo tiró con desdén y dijo fríamente: “Tu santidad nos está
engañando; has seleccionado a estos hombres para que sean los
instrumentos de tu duplicidad ". Clement, alarmado, envió a buscar a
Simonetta; y después de una cálida discusión, 25 los enviados, más
descontentos que nunca, dejaron al Papa a la una de la madrugada.

La noche trae sabiduría. “Solo deseo dos pequeñas palabras más en la


comisión”, dijo Gardiner al día siguiente a Clement y Simonetta. El
Papa le pidió a Simonetta que atendiera a los cardenales
inmediatamente; este último envió un mensaje de que estaban
cenando y aplazó el asunto hasta el día siguiente.
Cuando Gardiner escuchó este mensaje epicúreo, pensó que había
llegado el momento de dar un golpe decisivo. Comenzó una nueva
tragedia. 26 “Estamos engañados”, exclamó, “te estás riendo de
nosotros. Ésta no es la forma de ganar el favor de los príncipes. El
agua mezclada con vino la estropea; 27 sus correcciones anulan
nuestro documento. Estos sacerdotes ignorantes y desconfiados han
escrito sobre nuestro borrador como si un escorpión estuviera
escondido debajo de cada palabra. 28 - Nos hiciste venir a Italia ”, dijo
a Staffileo y Gambara,“ como halcones que atrae el cazador
tendiéndoles un trozo de carne; 29 y ahora que estamos aquí, el
anzuelo ha desaparecido, y, en lugar de darnos lo que buscamos,
pretendes adormecernos con la dulce voz de las sirenas ”. 30 Luego,
dirigiéndose a Clement, el enviado inglés agregó: "Su santidad tendrá
que responder por esto". El Papa suspiró y se secó las lágrimas. “Fue
un placer para Dios”, continuó Gardiner, cuyo tono se hizo más
amenazador cada minuto, “que viéramos con nuestros propios ojos la
disposición de la gente aquí. Es hora de haber terminado. Enrique no
es un príncipe ordinario, ten en cuenta que estás insultando al
defensor de la fe ... Vas a perder el favor del único monarca que te
protege, y la silla apostólica, ya tambaleante, se perderá. caer en el
polvo, y desaparecer enteramente en medio del aplauso de toda la
cristiandad ".
Gardiner hizo una pausa. El Papa se emocionó. El estado de Italia
parecía confirmar, pero con demasiada fuerza, las siniestras
predicciones del enviado de Enrique VIII. Las tropas imperiales,
aterrorizadas y perseguidas por Lautrec, habían abandonado Roma y
se habían retirado a Nápoles. El general francés estaba siguiendo a este
infame ejército de Carlos V, diezmado por la pestilencia y el
libertinaje; Doria, al frente de sus galeras, había destruido la flota
española; Gaeta y Nápoles sólo quedaron en manos de los
imperialistas; y Lautrec, que estaba sitiando este último lugar, escribió
a Enrique el 26 de agosto diciéndole que todo terminaría pronto. El
tímido Clemente VII había observado atentamente todas estas
catástrofes. En consecuencia, Gardiner apenas había denunciado el
peligro que amenazaba al Papa, cuando palideció de terror, se levantó
de su asiento, estiró los brazos aterrorizado, como si hubiera deseado
repeler a algún monstruo dispuesto a devorarlo, y exclamó: "¡Escribe
escribe! Inserta las palabras que quieras ". Mientras decía esto, se
paseaba de un lado a otro de la habitación, levantando las manos al
cielo y suspirando profundamente, mientras Fo x y Gardiner,
inmóviles, miraban en silencio. Un viento tempestuoso parecía agitar
las profundidades del abismo; los embajadores esperaron hasta que
amainó la tormenta. Por fin, Clemente se recuperó, 31 dio algunas
excusas triviales y despidió a los ministros de Enrique. Era una hora
pasada la medianoche.
No fue ni la moral, ni la religión, ni siquiera las leyes de la Iglesia lo
que llevó a Clemente a rechazar el divorcio; la ambición y el miedo eran
sus únicos motivos. Hubiera deseado que Enrique primero obligara al
emperador a restaurarle sus territorios. Pero el rey de Inglaterra, que
se sentía incapaz de proteger al Papa contra Carlos, requirió, sin
embargo, que este infeliz pontífice provocara la ira del emperador.
Clemente cosechó los frutos de ese sistema fatal que había
transformado a la iglesia de Jesucristo en una lamentable
combinación de política y astucia.
Al día siguiente, habiendo amainado completamente la tempestad, 32
Sanctorum Quatuor corrigió la comisión. Fue firmado, completado
con un sello de plomo unido a un trozo de cuerda, y luego entregado a
Gardiner, quien lo leyó. La bula estaba dirigida a Wolsey y “le
autorizaba, en caso de que reconociera la nulidad del matrimonio de
Enrique, a pronunciar judicialmente la sentencia de divorcio, pero sin
ruido ni demostración de juicio; 33 para ese propósito, podría tomar a
cualquier obispo inglés como colega ”. - “Todo lo que podamos hacer,
lo puede hacer”, dijo el Papa. “Somos muy dudosos”, dijo el
importante tuneador Gardiner tras leer la bula, “si esta comisión, sin
las cláusulas de confirmación y revocación, satisfará a su majestad;
pero haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que lo acepte ".
“Sobre todo, no hables de nuestros altercados”, dijo el Papa. Gardiner,
como un diplomático discreto, no tuvo escrúpulos en anotar con
cifrado todos los detalles de las cartas de donde se obtuvieron esos
detalles. "Dile al rey", continuó el pontífice, "que esta comisión es de
mi parte una declaración de guerra contra el emperador, y que ahora
me coloco bajo la protección de su majestad". El principal limosnero
de Inglaterra partió hacia Londres con el precioso documento.
Pero una tormenta siguió de cerca a otra. Fox no había abandonado
Orvieto hacía mucho tiempo cuando llegaron nuevas cartas de Wolsey,
exigiendo el cuarto acto solicitado previamente, a saber, el
compromiso de ratificar en Roma lo que los comisionados decidieran
en Inglaterra. Gardiner se encargaría de ello a tiempo y fuera de
tiempo; la promesa verbal del Papa no contaba para nada; este
documento se debe tener, ya sea que el Papa esté enfermo, agonizante
o muerto. 34 “Ego et Rex meus, su majestad y yo os mando”, dijo
Wolsey; "Este divorcio es más importante para nosotros que veinte
papas". 35 El enviado inglés renovó la demanda. "Ya que rechaza la
decretal", dijo, "existe la razón principal por la que no debe rechazar el
compromiso". Esta aplicación generó nuevas discusiones y nuevas
lágrimas. Clement cedió una vez más; pero los italianos, más astutos
que Gardiner, se reservaron una laguna en el documento por la que
podría escapar el pontífice. El mensajero Thaddeus lo llevó a Londres;
y Gardiner partió de Orvieto hacia Roma para hablar con Campeggio.
Clement era un hombre de mente penetrante y, aunque sabía tan bien
como nadie cómo pronunciar un discurso inteligente, era indeciso y
tímido; y en consecuencia, la comisión no había sido enviada mucho
antes de que se arrepintiera. Lleno de angustia, paseó por las
habitaciones en ruinas de su antiguo palacio, e imaginó que veía
colgando sobre su cabeza esa terrible espada de Carlos Quinto, cuyo
filo ya había sentido. “Miserable de mí”, dijo; “Me rodean lobos crueles;
abren sus mandíbulas para tragarme ... No veo más que enemigos a mi
alrededor. A la cabeza está el emperador ... ¿Qué hará? ¡Pobre de mí! He
entregado esa comisión fatal que el general de la observancia española
me había ordenado rechazar. Detrás de Carlos vienen los venecianos,
los florentinos, el duque de Ferrara ... Han echado suertes sobre mi
vestidura. 36 ..... Luego viene el rey de Francia, que no promete nada,
pero mira con los brazos cruzados; o más bien, ¡qué perfidia! me pide
en este momento crítico que despoje a Carlos V de su corona ...... Y por
último, pero no al este, Enrique VIII, el defensor de la fe, se entrega a
espantosas amenazas contra mí ... el emperador desea mantener a la
reina en el trono de Inglaterra; la última, para encerrarla ... ¡Ojalá que
Catalina estuviera en su tumba! ¡Pero Ay! ella vive ...... ser la manzana
de la discordia que divide a las dos grandes monarquías, y la causa
inevitable de la ruina del Papa ...... ¡Miserable de mí! cuán cruel es mi
perplejidad, y a mi alrededor no veo nada más que una confusión
horrible ". 37

Notas finales:
1. Nullius sit roboris vel effectus. Documentos estatales, 7 p.
50.

2. Du Bellay a Francis 1. Le Grand, Preuves, p. 64.


3. La reforma de Burnet, 1 p. 50.
4. Non obstantibus quibuscunque decretis revocatoriis
praesentis concessionis ostrae. Burnet, Records, 2 p. 17.
5. Mei dimidium. Ibídem. pags. 15.
6. Dinero para presentar a los cardenales. Mem de Strype. 1
p. 137.
7. Préstamo de hombres buzos tanto como para
proporcionar tres camas. Ibídem. pags. 139.
8. Ibídem.

9. Documentos estatales, 7 p. 63.


10. Strype, 1 pág. 139.
11. El juicio del cardenal sobre las buenas cualidades de la
dama. Ibídem. pags. 141.
12. Quis praestabit ne hoc divortium magni alicujus belli
causam praebeat. Sanderus, pág. 26.
13. In medio semicirc uli. Strype, Records, 1 p. 81.
14. Promiscuae plebis. Ibídem. pags. 82.
15. Cada hombre miraba al otro y así se quedaba. Ibídem.
16. El da dos veces quien da rápido.
17. En Fabio Máximo qui rem Romanam cunctando
restituit. Strype, pág. 90.
18. Materia novae captivitatis. Ibídem. pags. 86 .
19. Strype, Records, pág. 114.

20. Pleni omni dolo et versatione et dissimulatione. Verbis


omnia pollicentur, reipsa nihil praestant. Ibídem. pags. 98.
21. Pontifex habet omnia jura in scrinio pectoris. Ibídem.
pags. 99.
22. Ibídem. pags. 100.
23. El asunto fue un buen ahorro al final. Strype, pág. 102.
24. El comienzo no le agradó. Ibídem. pags. 103.
25. Incalescente disputatione. Ibídem. pags. 104.
26. Aquí comenzó una nueva tragedia. Ibídem. pags. 105.

27. Vinum conspurcat infusa aqua. Ibídem.


28. Putantes sub omni verbo latere scorpionem. Ibídem.
29. Praetendere pugno carnem. Strype, pág. 105.
30. Dulcibus sirenum vocibus incantare. Ibídem.
31. Compositis impactibus. Ibídem. pags. 106.

32. Las diversas tempestades pasaron. Strype, Records, 1 p.


106.
33. Sine strepitu et figu ra judicii sententiam divortii
judicialiter proferendam. Rymer, Foedera, 6 párrs. 2 p. 95.
34. In casu mortis contificis, quod Deus avertat. Burnet,
Records, pág. 28.
35. Lo que la alteza del rey y yo estimamos más que veinte
papalidades. Ibídem. pags. 25.
36. No vo foedere inito super vestem suam miserunt
sortem. Strype, Records, 1 p. 109.

37. Su santidad se encuentra a sí mismo en una maravillosa


perplejidad y confusión. Ibídem. pág 108.
LIBRO 19
CAPÍTULO 11

Durante este tiempo, Fox se dirigía a Inglaterra. El 27 de abril llegó a


París; el 2 de mayo aterrizó en Sandwich y se apresuró a Greenwich,
donde llegó al día siguiente a las cinco de la tarde, justo cuando
Wolsey se había marchado a Londres. La llegada de Fox fue un hecho
de gran importancia. "Déjalo ir a los apartamentos de Lady Anne ", dijo
el rey, "y espérame allí". Fox le contó a Anne Boleyn los esfuerzos de él
y Gardiner, y el éxito de su misión, ante lo cual expresó su gran
satisfacción. De hecho, había transcurrido más de un año desde su
regreso a Inglaterra y ya no se resistía al proyecto de Henry. "La señora
Anne siempre me llamó maestro Stephen", le escribió Fox a Gardiner,
"sus pensamientos estaban tan llenos de ti". El rey apareció y Ana se
retiró.
“Cuénteme lo más brevemente posible lo que ha hecho”, dijo Henry. Fo
x puso en manos del rey la insignificante carta del Papa, que ordenó a
su limosnero leer; luego el de Staffileo, que se puso a un lado; y, por
último, la carta de Gardiner, que Henry tomó apresuradamente y leyó
él mismo. “El Papa nos ha prometido”, dijo F ox, al finalizar su
informe, “confirmar la sentencia del divorcio, tan pronto como los
comisionados la pronuncien”. - "¡Excelente!" exclamó Henry; y luego
ordenó que llamaran a Anne. "Repite ante esta señora", le dijo a Fox,
"lo que me acabas de decir". El limosnero lo hizo. "El Papa está
convencido de la justicia de su causa", dijo al final, "y la carta del
cardenal lo ha convencido de que mi señora es digna del trono de
Inglaterra". “Presenta tu informe a Wolsey esta misma noche ”, dijo el
rey.
Eran las diez en punto cuando el limosnero principal llegó al palacio
del cardenal; se había ido a la cama, pero se dieron órdenes inmediatas
de que llevaran a Fox a su habitación. Siendo un eclesiástico, Wolsey
podía entender los artificios del Papa mejor que Enrique; en
consecuencia, tan pronto como supo que Fox había traído únicamente
la comisión, se alarmó por la tarea que se le impuso. "¡Qué desgracia!"
exclamó: “tu comisión no es mejor que la de Gambara ...... Sin
embargo, ve y descansa; I w enfermos examinar estos documentos de
mañana “. Fox se retiró confundido. “No está mal”, dijo Wolsey al día
siguiente, “¡pero todo el asunto aún recae en mí solo! - No importa,
debo llevar una mirada contenta, o de lo contrario ...... ”Por la tarde
convocó a su cerca a Fox, al Dr. Bell y al vizconde Rochford:“ El
maestro Gardiner se ha superado a sí mismo ”, dijo el astuto. cardenal
flexible; "¡que hombre! ¡Qué tesoro inestimable! ¡Qué joya en nuestro
reino! " 1
No quiso decir una palabra de lo que estaba diciendo. Wolsey estaba
insatisfecho con todo, con la negativa de la decretal y con la redacción
de la comisión, así como con el compromiso (que llegó poco después
en buenas condiciones, en lo que al exterior se refiere). Pero el mal
humor del rey retrocedería infaliblemente sobre Wolsey; así, poniendo
buena cara a un mal asunto, cavilaba en secreto sobre los medios para
obtener lo que le habían negado. “Escribe a Gardiner”, le dijo a Fox,
“que todo me hace desear la decretal del Papa: la necesidad de
desahogar mi conciencia, de poder responder a los calumniadores que
atacarán mi juicio, 2 y el pensamiento de los accidentes de que se
expone la vida del hombre. Que su santidad, entonces, pronuncie él
mismo el divorcio ; nos comprometemos por nuestra parte a mantener
en secreto su resolución. Pero ordene al Maestro Stephen que emplee
todo tipo de persuasión que su retórica pueda imaginar ". En caso de
que el Papa rechazara positivamente la decretal, Wolsey exigió que al
menos Campeggio asumiera la responsabilidad del divorcio con él.
Esto no fue todo: mientras leía el compromiso, Wolsey descubrió la
laguna que se le había escapado a Gardiner, y esto es lo que ideó: "El
compromiso que el Papa nos ha enviado", le escribió a Gardiner, " está
redactado en tales términos que puede retractarse a gusto; por tanto,
debemos encontrar una buena forma de obtener otra. Puede hacerlo
con este pretexto. Te presentarás ante su santidad con aire abatido, y le
dirás que el mensajero, a quien se había confiado la convivencia de
dicho compromiso, se cayó al agua con sus despachos, de modo que
los rescriptos quedaron totalmente desfigurados e ilegibles; que no me
he atrevido a entregarlo en manos del rey, ya menos que su santidad te
conceda un duplicado, se te imputará alguna culpa notable por no
cuidar mejor su transmisión. Y, además, continuará: recuerdo las
expresiones del documento anterior, y para evitarle molestias a su
santidad, se las dictaré a su secretaria. Entonces —agregó Ed Wolsey
—, mientras el secretario escribe, encontrará la manera de introducir,
sin que se perciba, tantas palabras gordas, preñadas y disponibles
como sea posible, para atar al Papa y ampliar mis poderes, el manejo
político de lo cual la alteza del rey y yo encomendamos a su buena
discreción ". 3

Tal fue el expediente inventado por Wolsey. El secretario papal,


imaginando que estaba haciendo una copia nueva del documento
original (que, por cierto, estaba en perfecto estado), estuvo a la orden
del embajador de redactar otra de otro tenor. El “manejo político” del
cardenal-legado, que no era muy distinto de la falsificación, arroja una
luz vergonzosa sobre la política del siglo XVI.
Wolsey leyó esta carta al alm oner jefe ; y luego, para calmar su
conciencia, añadió piadosamente: “En un asunto de tan alta
importancia, del que depende la gloria o la ruina del reino, mi honor o
mi deshonra, la condenación de mi alma o mi eternidad mérito,
escucharé únicamente la voz de mi conciencia, 4 y actuaré de tal
manera que pueda rendir cuentas a Dios sin temor ”.
Wolsey hizo más; parece que la audacia de sus declaraciones lo
tranquilizó con respecto a la bajeza de sus obras. Al estar en Greenwich
el domingo siguiente, le dijo al rey en presencia de Fox, Bell, Wolman
y Tuke: “Estoy ligado a tu persona real más de lo que ningún súbdito
estuvo ligado a su príncipe. Estoy dispuesto a sacrificar mis bienes, mi
sangre, mi vida por ti ...
Pero mis obligaciones para con Dios son aún mayores. Por esa causa,
en lugar de actuar contra su voluntad, soportaría los males
extremistas. 5 Padecería tu real indignación y, si fuera necesario,
entregaría mi cuerpo a los verdugos para que lo despedazaran. ¿Cuál
podría ser el espíritu que impulsa entonces a Wolsey? ¿Fue ceguera o
descaro? Puede que haya sido sincero en las palabras que le dirigió a
Henry; en el fondo de su corazón pudo haber deseado poner al papa
por encima del rey, ya la iglesia de Roma por encima del reino de
Inglaterra; y este deseo puede haberle parecido una virtud sublime,
que escondería multitud de pecados. Lo que la conciencia pública
habría llamado traición era heroísmo para el sacerdote romano. Este
celo por el papado se encuentra a veces junto con la inmoralidad más
flagrante. Si Wolsey engañó al Papa, fue para salvar el papado en el
reino de Inglaterra. Fox, Bell, Wolman y Tuke lo escucharon con
asombro. 6 Enrique, que creía conocer a su hombre, recibió estas
santas declaraciones sin alarmarse; y el cardenal, habiendo aliviado así
su conciencia, procedió con valentía en sus iniquidades. Parece, sin
embargo, que los reproches internos que silenció en público se
vengaron en secreto. Uno de sus oficiales ingresó a su armario poco
después, presentó una carta dirigida a Campeggio para su firma.
Terminaba así: "Espero que todo se haga según la voluntad de Dios, el
deseo del rey, la tranquilidad del reino y para nuestro honor con buena
conciencia". El cardenal, habiendo leído la carta, pronunció las cuatro
últimas palabras. 7 La conciencia tiene un aguijón del que nadie puede
escapar, ni siquiera un Wolsey.
Sin embargo , Gardiner no perdió tiempo en Italia. Cuando conoció a
Campeggio (a quien Enrique VIII le había dado un palacio en Roma y
un obispado en Inglaterra), le suplicó que fuera a Londres y
pronunciara el divorcio. Este prelado, que iba a recibir en 1530
autoridad para aplastar el protestantismo en Alemania, parecía
destinado a emprender una misión que salvaría el romanismo en Gran
Bretaña. Pero orgulloso de su posición en Roma, donde actuó como
representante del Papa, no le importaba un cargo que sin duda
atraería sobre él el odio de Enrique o la ira del emperador. Rogó que le
disculparan. El Papa habló en un tono similar. Cuando se le informó de
esto, el terrible Tudor, comenzando a creer que Clement deseaba
enredarlo, como el cazador enreda al león en sus esfuerzos, dio rienda
suelta a su ira contra Tuke, Fox y Gardiner, pero particularmente
contra Wolsey. Tampoco faltaron razones para esta explosión. El
cardenal, al darse cuenta de que su odio contra Carlos lo había llevado
demasiado lejos, fingió que era sin sus órdenes que Claren cieux,
sobornado por Francia, se había asociado con el embajador francés
para declarar la guerra al emperador; y añadió que haría ejecutar al
rey de armas inglés cuando pasara por Calais. Este fue un medio
infalible de prevenir revelaciones desagradables . Pero el heraldo, que
había sido advertido, cruzó por Boulogne y, sin el conocimiento del
cardenal, obtuvo una entrevista con Henry, ante quien presentó las
órdenes que había recibido de Wolsey en tres cartas consecutivas. El
rey, sorprendido por la insolencia de su ministro, exclamó
profanamente: “¡Oh, Señor Jesús !, el hombre en quien yo tenía más
confianza me dijo todo lo contrario”. Luego convocó a Wolsey ante él y
le reprochó severamente sus falsedades. El desgraciado se estremeció
como una hoja . Henry pareció perdonarlo, pero la temporada de su
favor había pasado. De ahora en adelante mantuvo al cardenal como
uno de esos instrumentos de los que hacemos uso durante un tiempo,
y luego lo tiramos cuando ya no los necesitamos.
La ira del rey contra el papa superó con creces a la de Wolsey; Tembló
de la cabeza a los pies, se levantó de su asiento, luego se sentó de
nuevo y expresó su ira en el lenguaje más violento: - "¡Qué!" exclamó:
“Agotaré mis combinaciones políticas, vaciaré mi tesoro, haré la
guerra a mis amigos, consumiré mis fuerzas ... ¿y para quién? ... para
un sacerdote desalmado que, sin considerar ni las exigencias de mi
honor, ni de la paz de mi conciencia, ni de la prosperidad de mi reino,
ni de los numerosos beneficios que le he prodigado, me niega un favor,
que él, como padre común de los fieles, debería conceder incluso a
enemigo ...... ¡Hipócrita! ...... Te cubres con el manto de la amistad,
nos adulas con astutas prácticas, 8 pero nos das solo un documento
bastardo, y dices como Pilato: poco me importa si este rey perece, y
todo su reino con él; ¡tómalo y juzgadlo según tu ley! ... te comprendo
...... quieres enredarnos en los cardos, 9 para atraparnos en una
trampa, para atraernos a una trampa ... .... Pero hemos descubierto la
trampa; escaparemos de tu emboscada y desafiaremos tu poder ".
Ese era el lenguaje que se escuchaba entonces en la corte de Inglaterra,
dice un historiador. 10 Los monjes y sacerdotes empezaron a
alarmarse, mientras las mentes más iluminadas ya veían en la
distancia los primeros destellos de libertad religiosa. Un día, en un
momento en que Henry estaba demostrando ser un entusiasta
seguidor de las doctrinas romanas, Si r Thomas More estaba sentado
en medio de su familia, cuando su yerno, Roper, ahora convertido en
un papista cálido, exclamó: "¡Feliz reino de Inglaterra, donde ningún
hereje se atreve a mostrar su rostro!" - “Eso es cierto, hijo Roper”, dijo
More; “Parece que ahora estamos sentados sobre las montañas,
hollando a los herejes bajo nuestros pies como hormigas; pero le pido
a Dios que algunos de nosotros no vivamos para ver el día en que con
gusto desearíamos estar aliados con ellos, que les permitiera tener sus
iglesias en silencio para ellos mismos, para que se contentaran con
dejarnos tener la nuestra. pacíficamente con nosotros mismos ". Roper
respondió airadamente: 11 "¡Por mi palabra, señor, que se dice con
mucha desesperación!" Más, sin embargo, tenía razón; el genio es a
veces un gran adivino. La Reforma estaba a punto de inaugurar la
libertad religiosa y, por ese medio, colocar la libertad civil sobre un
fundamento inamovible.

El propio Enrique se hizo más sabio poco a poco. Comenzó a tener


dudas sobre la jerarquía romana, ya preguntarse si un sacerdote-rey,
avergonzado por todas las complicaciones políticas de Europa, podría
ser el jefe de la iglesia de Jesucristo. Los individuos piadosos de su
reino reconocieron en las Escrituras y en la conciencia una ley superior
a la ley de Roma, y se negaron a sacrificar por mandato de la iglesia
sus convicciones morales, sancionadas por la revelación de Dios. El
sistema jerárquico, que pretende absorber al hombre en el papado,
había oprimido la conciencia de los cristianos durante siglos. Cuando
la Iglesia Romana había exigido a personas como Berengario, Juan
Hus, Savonarola, Juan Wesel y Lutero, la negación de sus conciencias
iluminadas por la palabra, es decir, por la voz de Dios, había mostrado
con mucha claridad cuán grande es la inmoralidad del socialismo
ultramontano. “Si el cristiano accede a esta enorme exigencia de la
jerarquía”, decían los hombres más ilustrados; “Si renuncia a sus
propias nociones del bien y del mal en favor del clero; si no se reserva
el derecho de obedecer a Dios, que le habla en la Biblia, en lugar de a
los hombres, incluso si su acuerdo fue universal; si Enrique VIII, por
ejemplo, silenciara su conciencia, que condena su unión con la viuda
de su hermano, para obedecer a la voz clerical que la aprueba; con ese
mismo acto renuncia a la verdad, al deber e incluso al mismo Dios ”.
Pero debemos agregar que si los derechos de conciencia comenzaban a
entenderse en Inglaterra, no se trataba de asuntos tan sagrados como
estos que el Papa y Enrique estaban discutiendo. Ambos eran
intrigantes, ambos insatisfechos, uno deseoso de amor, el otro de
poder.
Sea como fuere, un sentimiento de disgusto por Roma se arraigó en el
corazón del rey y nada pudo erradicarlo después. Inmediatamente hizo
todo lo posible para atraer a Erasmus a Londres. De hecho, si Enrique
se separaba del Papa, sus viejos amigos, los humanistas, debían ser sus
auxiliares y no los médicos heréticos. Pero Erasmo, en una carta
fechada el 1 de junio, alegaba el débil estado de su salud, los
atracadores que infestaban las carreteras, las guerras y los rumores de
guerras entonces flotaban. “Nuestro destino nos guía”, dijo; "Déjanos
rendirnos". 12 Es una suerte para Inglaterra que Erasmo no fuera su
reformador.
Wolsey notó este movimiento de su maestro y resolvió hacer un
denodado esfuerzo para reconciliar a Clement y Henry; su propia
seguridad estaba en juego. Escribió al Papa, a Campeggio, a Da Casale,
a toda Italia. Declaró que si él se arruinaba, el Papa también se
arruinaría, al menos en lo que a Inglaterra se refería: “Obtendría el
toro decretal con mi propia sangre, si es posible” 13 , agregó. “Asegure
al santo padre sobre mi vida que ningún ojo mortal la verá”.
Finalmente, ordenó al limosnero jefe que le escribiera a Gardiner: "Si
Campeggio no viene, nunca volverás a Inglaterra"; 14 un medio
infalible de estimular el celo del secretario.
Este fue el último esfuerzo de Enrique VIII. Borbón y el príncipe de
Orange no habían empleado más celo un año antes para escalar las
murallas de Roma. El fuego de Wolsey había inflamado a sus agentes;
discutieron, suplicaron, irrumpieron y amenazaron. Los cardenales y
teólogos alarmados, reunidos a la llamada del Papa, discutieron el
asunto, mezclando intereses políticos con los asuntos de la Iglesia. 15
Por fin comprendieron lo que ahora les comunicaba Wolsey . "Henry
es el defensor más enérgico de la fe", dijeron. “Solo accediendo a su
demanda podemos preservar el reino de Inglaterra para el Papa. El
ejército de Carlos está en pleno vuelo y el de Francisco triunfa. ”El
último de estos argumentos decidió la cuestión; el Papa sintió de
pronto una gran simpatía por Wolsey y por la iglesia inglesa; el
emperador fue derrotado, por lo que se equivocó. Clemente lo
concedió todo.
Primero, se deseaba que Campeggio fuera a Londres. El pontífice sabía
que podía contar con su inteligencia y adhesión inflexible a los
intereses de la jerarquía; incluso la gota del cardenal era útil, ya que
podía ayudar a innumerables retrasos. A continuación, el 8 de junio, el
Papa, entonces en Viterbo, dio una nueva comisión, por la que confirió
a Wolsey y Campeggio el poder de declarar nulo y sin efecto el
matrimonio entre Enrique y Catalina, con libertad para el rey y la
reina de formar nuevos lazos matrimoniales. 16 Pocos días después
firmó la famosa decretal por la que él mismo anulaba el matrimonio
entre Enrique y Catalina; pero en lugar de confiárselo a Gardiner, se lo
dio a Campeggio, con órdenes de que no se le escapara de las manos.
Clemente no estaba seguro del curso de los acontecimientos: si Carlos
perdía decididamente su poder, la bula se publicaría ante la
cristiandad; si lo recuperaba, el toro sería quemado. 17 De hecho, las
llamas consumieron algún tiempo después del decreto que Clemente
había mojado con sus lágrimas al ponerle su nombre. Finalmente, el
23 de julio, el Papa firmó un compromiso válido, por el cual declaró de
antemano que toda retractación de estos actos debía ser nula y sin
valor. 18 Campeggio y Gardiner partieron. La derrota de Carlos fue tan
completa en Roma como en Nápoles; la justicia de su causa había
desaparecido con su ejército.
Por tanto, no faltaba nada a los deseos de Henry. Tenía Campeggio, la
comisión, la decretal bula de divorcio firmada por el Papa y el
compromiso que daba un valor irrevocable a todos estos actos. Wolsey
era el conquistador, ¡el conquistador de Clemente! ... A menudo había
deseado montar en el inquieto corcel del Papa y guiarlo a su voluntad,
pero cada vez el rebelde corcel lo arrojaba de la silla. Ahora estaba
firme en su asiento y sostenía el caballo en la mano. Gracias a los
reveses de Carlos, fue maestro en Roma. El Papa, complacido o no,
debe tomar el camino que había elegido y ante el cual había
retrocedido durante tanto tiempo. La alegría del rey no tenía límites y
solo la igualaba la de Wolsey. El cardenal, en la plenitud de su corazón,
deseando mostrar su gratitud a los oficiales de la corte romana, les
hizo obsequios con alfombras, caballos y vasos de oro. 19 Todos los
que estaban cerca de Henry sintieron los efectos de su buen humor.
Anne sonrió; el tribunal se entregó a diversiones; el gran asunto estaba
a punto de cumplirse; el Nuevo Testamento para ser entregado a las
llamas. La unión entre Inglaterra y el Papa parecía confirmada para
siempre, y la victoria que Roma parecía a punto de obtener en las islas
británicas podía asegurar su triunfo en Occidente. ¡Presagios vanos!
muy diferentes fueron los eventos en el útero del futuro.

Notas finales:

1. O non aestimandum thesaurum margaritamque regni


nostri. Strype Records, 1 p. 119.
2. Justissime obstruere ora calumniantium et temere
disantientium. Ibídem. pags. 120.
3. Burnet, Records, pág. 30.
4. Reclamante conscientia. Strype, Records, 1 p. 124.
5. Extrema quaeque..contra conscientiam suam. Strype,
Records, 1 p. 126.
6. Para mi gran merval y no menos gozo y consuelo. Ibídem.

7. Ref. De Burnet Vol. 1 p. 41.


8. Por medios hábiles y bajo el rostro y el rostro de toda la
amistad. Strype, vol. 1 p. 166.
9. Involucrarnos y asirnos en las zarzas y grilletes. Ibíd .
10. Strype.
11. Dijo mi tío con rabia. La vida de More, p. 132.
12. Fatis agimur, fatis cedendum. Erasm. Epp. P. 1032.
13. Ut vel proprio sanguine id vellemus posse a SDN
impetrare. Burnet, Records, 2 p. 19.

14. Gardiner tampoco debería volver jamás. Strype 1 p. 167.


15. N egotia ecclesiastica politicis rationibus interpolantes.
Arena. P. 27.
16. Ad alia vota commigrandi. Herbert, pág. 262.
17. State Papers, vol. 7 p. 78. El Dr. Lingard reconoce la
existencia de este toro y la orden de quemarlo.
18. Si (quod absit) aliquid contra pra emissa faciamus, illud
pro casso, irrito, inani et vacuo omnino haberi volumus.
Herbert, pág. 250.
19. Num illi, aulaea, vas aureum aut equi maxime
probentur. Burnet, Records, 1 p. 15.
LIBRO 20
CAPÍTULO 1

Mientras Inglaterra parecía vincularse a la corte de Roma, el curso


general de la iglesia y del mundo presagiaba cada día con más fuerza la
inminente emancipación de la cristiandad. El respeto que durante
tantos siglos se había protegido en el pontífice romano fue sacudido
por todas partes; la Reforma, ya firmemente implantada en varios
estados de Alemania y Suiza, se extendía por Francia, los Países Bajos
y Hungría, y comenzaba en Suecia, Dinamarca y Escocia. El sur de
Europa parecía en verdad sumiso a la iglesia romana; pero España, en
el fondo, valió poco para la infalibilidad pontificia; e incluso Italia
comenzó a preguntarse si el dominio papal no era un obstáculo para su
prosperidad. Inglaterra, a pesar de las apariencias, también iba a
deshacerse del yugo de los obispos del Tíber, y ya se podían escuchar
muchas voces fieles exigiendo que la palabra de Dios fuera reconocida
como la autoridad suprema en la iglesia.
La conquista de la Gran Bretaña cristiana por el papado ocupó todo el
siglo VII, como hemos visto. El dieciséis fue la contraparte del séptimo.
La lucha que entonces tuvo que sostener Inglaterra para liberarse del
poder que la había esclavizado durante novecientos años, estuvo llena
de cambios bruscos; como los de los tiempos de Agustín y Oswy. De
hecho, esta lucha tuvo lugar en cada uno de los países donde se
reformó la iglesia; pero en ninguna parte se puede rastrear tan
claramente en todas sus diversas fases como en Gran Bretaña. La obra
positiva de la Reforma, que consistió en recuperar la verdad y la vida
perdida hace tanto tiempo , fue casi la misma en todas partes; pero en
lo que respecta al trabajo negativo, la lucha con el Papa, casi
podríamos decir que otras naciones encomendaron a Inglaterra la
tarea de la que todos se beneficiarían. Una piedad no ilustrada tal vez
pueda considerar las relaciones de la corte de Londres con la corte de
Roma, en el período de la Reforma, como carentes de interés para la
fe; pero la historia no pensará lo mismo. Con demasiada frecuencia se
ha olvidado que el punto principal de este concurso no era el divorcio
(que era solo la ocasión), sino el concurso en sí y sus importantes
consecuencias. El divorcio de Enrique Tudor y Catalina de Aragón es
un hecho secundario; pero el divorcio de Inglaterra y el Papa es un
acontecimiento primario, una de las grandes evoluciones de la historia
, un acto creativo (por así decirlo) que todavía ejerce una influencia
normal sobre los destinos de la humanidad. Y en consecuencia, todo lo
relacionado con él está lleno de instrucción para nosotros. Ya un gran
número de hombres piadosos se habían apegado a la autoridad de
Dios; pero el rey, y con él esa parte de la nación, ajena a la fe
evangélica, se aferró a Roma, que Enrique había defendido con tanta
valentía. La palabra de Dios había separado espiritualmente a
Inglaterra del papado; la gran materia la separó materialmente . Existe
una estrecha relación entre estos dos divorcios, lo que le da una
importancia extrema al proceso entre Henry y Catherine. Cuando una
gran revolución debe efectuarse en el seno de un pueblo (tenemos la
Reforma particularmente a la vista), Dios instruye a la minoría por
medio de las Sagradas Escrituras y a la mayoría por las dispensaciones
del gobierno divino. Los hechos se comprometen a impulsar a aquellos
a quienes la voz más espiritual de la palabra deja atrás. Inglaterra,
aprovechándose de esta gran enseñanza de los hechos , ha considerado
desde entonces su deber evitar todo contacto con un poder que la
había engañado; ha pensado que el papado no podía dominar a un
pueblo sin infringir su vitalidad, y que sólo emanciparse de esta
dictadura sacerdotal las naciones modernas podrían avanzar con
seguridad en los caminos de la libertad, el orden y la grandeza.
Durante más de un año, como atestiguan las quejas de Henry, Anne
siguió sorda a su homenaje. El rey desesperado vio que debía poner
otros resortes a trabajar, y tomando a lord Rochford a un lado, le
reveló sus planes. El ambicioso padre prometió hacer todo lo posible
para influir en su hija. “El divorcio está arreglado”, le dijo; “No tienes
control sobre eso. La única pregunta es si será usted u otro quien le dé
un heredero a la corona. Tenga en cuenta que las terribles revoluciones
amenazan a Inglaterra si el rey no tiene un hijo ". Así todo se combinó
para debilitar la resolución de Anne. La voz de su padre, los intereses
de su país , el amor del rey, y sin duda alguna secreta ambición, la
influyeron para agarrar el cetro que le ofrecía. Estos pensamientos la
perseguían en sociedad, en la soledad e incluso en sus sueños. En un
momento se imaginó a sí misma en el trono, distribuyendo a la gente
sus caridades y la palabra de Dios; en otro, en algún oscuro exilio,
llevando una vida inútil, entre lágrimas e ignominia. Cuando, en los
deportes de su imaginación, la corona de Inglaterra apareció brillando
ante ella, al principio la rechazó; pero después el adorno real le pareció
tan hermoso, y el poder que confería tan envidiable, que lo repelió con
menos energía. Sin embargo, Anne siguió negándose a dar el
asentimiento tan ardientemente solicitado.
Henry, molesto por su vacilación, le escribía con frecuencia y casi
siempre en francés. Como la corte de Roma hace uso de estas cartas,
que se guardan en el Vaticano, para abusar de la Reforma, creemos
que es nuestro deber citarlas. El robo cometido por un cardenal nos las
ha conservado: y veremos que, lejos de soportar las calumnias que se
han extendido en el exterior, tienden, por el contrario, a refutarlas.
Estamos lejos de aprobar su contenido en su conjunto; pero no
podemos negarle a la joven, a quien se dirigen, la posesión de nobles y
generosos aires.
Enrique, incapaz de soportar la angustia causada por la negativa de
Ana, le escribió, como generalmente se supone, en mayo de 1528: 1
“Al revolver en mi mente el contenido de tus últimas cartas, me he
puesto en una gran agonía, sin saber cómo interpretarlas, ya sea en mi
perjuicio, según entiendo algunos pasajes, o no, como concluyo de
otros. Te suplico sinceramente que me hagas saber tu verdadera
opinión sobre el amor entre nosotros dos. Es necesario que obtenga
esta respuesta tuya, habiendo estado durante todo un año herido con
el dardo del amor, y aún sin estar seguro de si lograré encontrar un
lugar en tu corazón y afecto. Esta incertidumbre me ha impedido
últimamente declararte mi amante, no sea que demuestre que sólo me
tienes una consideración ordinaria. Pero si le agrada cumplir con el
deber de una amante leal y verdadera, le prometo que no solo se le
dará el nombre, sino que también la tomaré por mi amante,
desechando a todos los demás que estén en competencia con él. a ti,
fuera de mis pensamientos y afecto, y sirviéndote solo a ti. Le ruego
que dé una respuesta completa a esta mi grosera carta, para que pueda
saber de qué y hasta dónde puedo depender. Pero si no le agrada
contestarme por escrito, déjeme saber algún lugar donde pueda
tenerlo de boca en boca, e iré allí con todo mi corazón. No más por
miedo a fatigarte. Escrito por la mano de quien quisiera seguir siendo
tuyo,

“H. Rex ".


Tales eran los cariñosos, y podemos agregar (si pensamos en el tiempo
y el hombre) los términos respetuosos empleados por Henry al escribir
a Ana Bolena. Esta última, sin hacer ninguna promesa, traicionó un
poco de afecto por el rey, y añadió a su respuesta una joya
emblemática, que representaba a "una doncella solitaria en una barca
sacudida por la tempestad", deseando así hacer comprender al
príncipe los peligros a los que se enfrentaba. su amor la expuso. Henry
fue violado e inmediatamente respondió:
“Por un regalo tan valioso, que nada podría ser más (considerando el
conjunto), le devuelvo mi más sincero agradecimiento, no solo por el
costoso diamante y el barco en el que se arroja a la solitaria damisela,
pero principalmente por la excelente interpretación y la humilde
sumisión que tu bondad me ha hecho. Siempre procuraré preservar su
favor , y esta es mi firme intención y esperanza, según el asunto, aut
illic aut nullibi.
“Son tales las demostraciones de vuestro afecto, los bellos
pensamientos de vuestra carta expresados con tanta cordialidad, que
me obligan para siempre a honraros, amarlos y serviros sinceramente.
Te suplico que sigas en el mismo propósito firme y constante, y
asegurándote que, de mi parte, no solo te haré una retribución
adecuada, sino que te superaré, tan grande es la lealtad del corazón
que desea complacerte. Deseo , también, que si en algún momento
antes de esto te he ofendido de alguna manera, me des la misma
absolución que pides, asegurándote que en lo sucesivo mi corazón
estará dedicado solo a ti. Ojalá mi persona también lo fuera. Dios puede
hacerlo, si le place, a quien rezo una vez al día por ese fin, esperando
que por fin se escuchen mis oraciones. Ojalá el tiempo sea corto, pero
lo pensaré mucho hasta que nos veamos. Escrito por la mano de ese
secretario, quien de corazón, cuerpo y voluntad, es
“Tu Siervo leal y más fiel,

"HT Rex". 2
Enrique era un amante apasionado y la historia no está llamada a
reivindicar a ese príncipe cruel; pero en la carta anterior no podemos
descubrir el lenguaje de un seductor. Es imposible imaginar al rey
orando a Dios una vez al día por algo que no sea una unión legal. Estas
oraciones diarias parecen presentar el asunto bajo una luz diferente a
la que han imaginado los escritores romanistas.
Henry se creía más avanzado de lo que realmente era. Anne luego
retrocedió; avergonzada por el cargo que ocupaba en la corte, pidió uno
menos elevado. El rey se sometió, aunque muy molesto al principio:
"Sin embargo, que no es de un caballero", le escribió, "poner a su ama
en la situación de una sirvienta, pero, siguiendo tus deseos, te lo
concedería de buen grado, si por ese medio te sientes menos
incómoda". en el lugar que elijas que en aquél donde te he puesto. Le
agradezco muy cordialmente que todavía se complace en recordarme.
"HT"
Ana, habiéndose retirado en mayo al castillo de Hever, la residencia de
su padre, el rey le escribió lo siguiente:

"Mi Ama y mi Amigo,


“Mi corazón y yo nos entregamos en tus manos, y suplicamos ser
recompensados a tus buenas gracias, y que por la ausencia tus afectos
no nos disminuyan. Porque eso sería aumentar nuestro dolor, lo cual
sería una gran lástima, ya que la ausencia da bastante, y más de lo que
jamás pensé que se pudiera sentir.
Esto me trae a la mente un hecho de la astronomía, que es que cuanto
más largos son los días, más lejos está el sol y, sin embargo, más
abrasador es su calor. Así es con nuestro amor; la ausencia ha colocado
distancia entre nosotros, sin embargo el fervor aumenta, al menos de
mi parte. Lo mismo espero de ti, asegurándote que en mi caso la
angustia de la ausencia es tan grande que sería intolerable si no fuera
por la firme esperanza que tengo de tu indisoluble cariño hacia mí.
Para recordártelo, y porque no puedo estar en persona en tu presencia,
te envío lo que más se acerca posible, es decir, mi foto y todo el
dispositivo, que ya conoces. , 3 engastados en pulseras; deseándome en
su lugar cuando te plazca. Esto es de la mano de
“Tu siervo y amigo,
"HT Rex".
Presionada por su padre, sus tíos y Henry, la firmeza de Anne se vio
sacudida. Esa corona, rechazada por Renee y por Margaret, deslumbró
a la joven inglesa; todos los días encontraba en él un nuevo encanto ; y
gradualmente familiarizándose con su nuevo futuro, dijo por fin: "Si el
rey queda libre, estaré dispuesta a casarme con él". Esto fue una gran
falta; pero Henry estaba en el colmo de la alegría.

Los cortesanos miraron con ojos observadores estos desarrollos del


cariño del rey, y ya estaban preparando el homenaje que se proponían
rendir a los pies de Ana Bolena. Pero había un hombre en la corte a
quien la resolución de Enrique llenó de dolor; este era Wolsey. Había
sido el primero en sugerir al rey la idea de separarse de Catalina; pero
si Anne quiere sucederla, no debe haber divorcio. Primero había
enajenado al partido de Catherine; ahora iba a irritar el de los Bolena;
en consecuencia, empezó a temer que cualquiera que fuera el
problema de este asunto, causaría su ruina. Daba frecuentes paseos por
su parque de Hampton Court, acompañado por el embajador de
Francia, el confidente de sus penas: “Con mucho gusto perdería uno
de mis dedos”, dijo, “si pudiera tener dos horas de conversación con el
rey. de Francia." En otro momento, imaginando que toda Inglaterra lo
perseguía, dijo alarmado: “El rey mi amo y todos sus súbditos
clamarán asesinato contra mí; caerán sobre mí con más fiereza que
sobre un turco, ¡y toda la cristiandad se levantará contra mí! Al día
siguiente, Wolsey, para ganar el embajador francés, le dio una larga
historia de lo que había hecho por Francia en contra de los deseos de
toda Inglaterra: "Necesito mucha destreza en mis asuntos", agregó, "y
debo utilizar una alquimia terrible . " 4 Pero la alquimia no pudo
salvarlo. Rara vez se ha velado tanta angustia bajo tal grandeza. Du
Bellay se sintió conmovido al ver los sufrimientos del infeliz. “Cuando
cede”, le escribió a Montmorency, “dura un día juntos; - suspira
continuamente. - Nunca has visto a un hombre con tanta angustia. 5
En verdad, la razón de Wolsey se tambaleaba. Esa idea fatal del
divorcio fue la causa de todos sus males, y para poder recordarla,
habría dado , no solo un dedo, sino un brazo, y tal vez más. Fue muy
tarde; Henry había arrancado el coche cuesta abajo y quien intentara
detenerlo habría sido aplastado bajo sus ruedas. Sin embargo, el
cardenal intentó obtener algo. Francisco I había interpretado una carta
de Carlos V en la que el emperador hablaba de que el divorcio podía
provocar la rebelión de la nación inglesa. Wolsey hizo que le leyeran
esta carta al rey, con la esperanza de que excitara sus serios recelos;
pero Enrique sólo frunció el ceño, y Du Bellay, a quien el monarca
atribuyó el informe sobre estos problemas prohibido por Carlos,
recibió "un suave latigazo". 6 Este fue el único resultado de la
maniobra.
Wolsey resolvió ahora abordar este importante tema de manera
directa. El paso podría resultar su ruina; pero si lo consiguió, se salvó y
el papa con él. En consecuencia, un día (poco antes de que estallara la
enfermedad del sudor, dice Du Bellay, probablemente en junio de
1528), Wolsey rezó abiertamente al rey para que renunciara a su
designio; su propia reputación, le dijo, la prosperidad de Inglaterra, la
paz de Europa, la seguridad de la iglesia, todo lo requería; además, el
Papa nunca concedería el divorcio. Mientras el cardenal hablaba, el
rostro de Henry se puso negro; y antes de concluir, estalló la ira del rey.
“El rey usó palabras terribles”, dijo Du Bellay. Habría dado mil
Wolseys por una Ana Bolena. “Nadie más que Dios me la quitará” fue
su resolución más decidida.
Wolsey, que ya no dudaba de su desgracia, empezó a tomar sus
medidas en consecuencia. Comenzó a construir en varios lugares, con
el fin de ganarse el afecto de la gente común; cuidó mucho a sus
obispados, para que le aseguraran un retiro fácil; era un ffable para los
cortesanos; y así cubrió la tierra de flores para amortiguar su caída.
Luego suspiraba como si le disgustaran los honores y celebraba los
encantos de la soledad. 7 Hizo más que esto. Al ver claramente tha t la
mejor manera de recuperar el favor del rey sería conciliar Ana Bolena,
le presenta el más guapo, hizo 8 y le aseguró que todos sus esfuerzos
ahora se dirigirían a criar a su al trono de Inglaterra. Anne, creyendo
estas declaraciones, respondió que ella lo ayudaría a su vez: "Siempre
que haya algo de aliento en su cuerpo". 9 Incluso Enrique no tenía
ninguna duda de que el cardenal se había beneficiado de su lección.
Así, todas las partes estaban inquietas e incómodas (Henry deseaba
casarse con Lady Anne, los cortesanos para deshacerse de Wolsey y
esta última para permanecer en el poder) cuando un evento grave
pareció poner a todos en armonía con su vecino. Hacia mediados de
junio, estalló en Inglaterra la terrible enfermedad del sudor (sudor ang
licus). Los ciudadanos de Londres, “grueso como moscas”, dijo Du
Bellay, 10 repente sienten dolores en la cabeza y el corazón, se
precipitó desde las calles o en las tiendas de sus cámaras, comenzó a
sudar, y se llevó a sus camas. La enfermedad progresó de forma
espantosa y rápida, un calor ardiente se apoderó de sus miembros; si
por casualidad se descubrían, cesaba la transpiración, se producía el
delirio y en cuatro horas la víctima estaba muerta y “rígida como una
pared” 11, dice el embajador francés. Todas las familias estaban de luto.
Sir Thomas More, arrodillado junto a la cama de su hija, rompió a
llorar y pidió a Dios que salvara a su amada Margaret. 12 Wolsey, que
estaba en Hampton Court, sospechando que no pasaba nada, llegó a
Londres como de costumbre para presidir el Tribunal de Cancillería;
pero ordenó que se ensillaran de nuevo sus caballos inmediatamente y
regresó. En cuatro días, 2000 personas murieron en Londres.
Al principio, el tribunal estuvo a salvo del contagio; pero al cuarto día
fue atacada una de las damas de Ana Bolena; era como si un rayo
hubiera caído sobre el palacio. El rey partió a toda prisa y se quedó en
un lugar a doce millas de distancia, porque no estaba dispuesto a
morir. Ordenó a Ana que regresara con su padre, invitó a la reina a
reunirse con él y se instaló en Waltham. Su verdadera conciencia se
despertó solo en presencia de la muerte. Cuatro de sus asistentes y un
fraile, confesor de Ana, al parecer 13 , enfermando, el rey partió hacia
Hunsdon. Solo había estado allí dos días cuando Powis, Carew, Carton
y otros miembros de su corte fueron secuestrados en dos o tres horas.
Enrique se había encontrado con un enemigo al que no podía vencer.
Abandonó el lugar atacado por la enfermedad; se trasladó a otro
cuarto; y cuando la enfermedad se apoderó de alguno de sus asistentes
en su nuevo retiro, volvió a dejarlo por un nuevo asilo. El terror
congeló su sangre; deambulaba perseguido por esa terrible guadaña
cuyo barrido tal vez podría alcanzarlo; cortó toda comunicación,
incluso con sus siervos; se encerró en una habitación en lo alto de una
torre aislada; comía solo y no veía a nadie más que a su médico; 14 oró,
ayunó, confesó, se reconcilió con la reina; tomó la Santa Cena todos los
domingos y días festivos; recibió a su Hacedor, 15 por usar las palabras
de un señor de su cámara; y la reina y Wolsey hicieron lo mismo.
Tampoco fue todo: su consejero, sir Brian Tuke, estaba enfermo en
Essex; pero eso no importaba; el rey le ordenó que fuera a él, incluso en
su litera; y el 20 de junio, después de escuchar tres misas (nunca antes
había hecho tanto en un día), Henry le dijo a T uke: "Quiero que
escribas mi testamento". No fue el único que tomó esa precaución. “Se
hicieron cien mil”, dice Du Bellay.
Durante este tiempo, Anne, en su retiro en Hever, estuvo tranquila y
serena; rezó mucho, especialmente por el rey y por Wolsey. 16 Pero
Henry, mucho menos sumiso, estaba muy ansioso. “El malestar que me
producían mis dudas sobre tu salud”, le escribió, “me turbaba y
asustaba sobremanera; pero ahora, ya que todavía no has sentido nada
, espero que sea contigo como con nosotros ... Te ruego, amado mío,
que no te asustes ni te inquietes demasiado por nuestra ausencia,
porque dondequiera que esté, soy tuyo. Y, sin embargo, a veces
debemos someternos a nuestras desgracias, porque quienquiera que
luche contra el destino, en general, está mucho más lejos de lograr su
fin. Por tanto, consuélate y anímate, y haz que esta desgracia te sea lo
más fácil posible ". 17
Como no recibió noticias, el malestar de Henry aumentó; le envió a
Anne un mensajero y una carta: “Para cumplir con el deber de un
verdadero servidor, le envío esta carta, suplicándole que me informe
de su bienestar, que ruego que continúe mientras yo desee el mío. . "
Los temores de Henry estaban bien fundados; la enfermedad se agravó
; en cuatro horas murieron dieciocho personas en casa del arzobispo
de Canterbury; La propia Ana Bolena y su hermano también
contrajeron la infección. El rey estaba sumamente agitado; Anne sola
parecía tranquila; la fuerza de su carácter la elevó por encima de
miedos exagerados; pero sus enemigos atribuían su tranquilidad a
otros motivos. "Su ambición es más fuerte que la muerte", dijeron. "El
rey, la reina y el cardenal tiemblan por sus vidas, pero ella ... ella
moriría contenta si muriera como reina". Henry una vez más cambió
de residencia. Todos los caballeros de su cámara privada fueron
atacados, con una excepción; “Se quedó solo, manteniéndose
apartado”, dice Du Bellay, y confesó todos los días. Le escribió de
nuevo a Anne, enviándole a su médico, el Dr. Butts: 18 “La noticia más
desagradable que podía ocurrirme me llegó de repente por la noche.
Debo lamentarlo por tres razones. Uno, oír hablar de la enfermedad de
mi ama, a quien aprecio más que todo el mundo, y cuya salud deseo
como la mía . De buena gana soportaría la mitad de lo que sufres para
curarte. La segunda, por el temor de tener que soportar mucho más mi
fatigante ausencia, que hasta ahora me ha provocado todas las
molestias posibles; y cuando pensamientos sombríos llenan mi mente,
entonces le ruego a Dios que aleje de mí ideas tan problemáticas y
rebeldes. El tercero, porque mi médico, en quien tengo más confianza,
está ausente. Sin embargo, debido a la falta de él, le envío mi segundo
y espero que pronto se ponga bien. Entonces lo amaré más que nunca.
Le suplico que se guíe por sus consejos en su enfermedad. Al hacer
esto, espero volver a verte pronto, lo que será para mí un mayor
consuelo que todas las joyas preciosas del mundo ".
La pestilencia pronto estalló con más violencia alrededor de Henry;
huyó alarmado a Hatfield, llevándose sólo a los caballeros de su
habitación; luego abandonó este lugar para Tittenhanger, una casa que
pertenecía a Wolsey, de donde ordenó procesiones generales por todo
el reino para evitar este flagelo de Dios. 19 Al mismo tiempo, le
escribió a Wolsey: “Tan pronto como alguien se enferme en el lugar
donde estás, vuela a otro; y así ir de un lugar a otro ". El pobre cardenal
estaba aún más alarmado que Henry. Tan pronto como sintió la más
mínima transpiración, se imaginó a sí mismo como un hombre
muerto. “Suplico a su alteza”, le escribió temblando al rey el 5 de julio,
“que se muestre lleno de piedad por mi alma; Estas son quizás las
últimas palabras que te diré ... El mundo entero verá por mi último
testamento que no has otorgado tu favor a un hombre ingrato ". El rey,
al darse cuenta de que la mente de Wolsey estaba afectada, le ordenó
que "dejara a un lado el miedo y las fantasías" 20 y que vistiera un
humor alegre en medio de la muerte.
Por fin, la enfermedad comenzó a disminuir e inmediatamente el
deseo de ver a Ana revivió en el pecho de Henry. El 18 de agosto
reapareció en la corte, y todos los pensamientos del rey estaban ahora
centrados en el divorcio.

Pero este asunto parecía proceder en proporción inversa a sus deseos.


No hubo noticias de Campeggio; ¿Estaba perdido en los Alpes o en el
mar? ¿Su gota lo detuvo en algún pueblo, o el anuncio de su partida fue
solo una finta? La propia Ana Bolena estaba inquieta, porque le daba
gran importancia a la llegada de Campeggio. Si la iglesia anulaba el
primer matrimonio del rey, Ana, al ver eliminado el principal
obstáculo, pensó que podría aceptar la mano de Enrique. Por lo tanto,
le escribió a Wolsey: "Anhelo escuchar de usted noticias del legado,
porque espero (y 'vienen de usted) que sean muy buenas". El rey
añadió en una posdata: “El no saber de la llegada del legado a Francia
nos hace reflexionar un poco. No obstante, confiamos en que por su
diligencia y vigilancia (con la ayuda de Dios Todopoderoso) pronto
seremos aliviados de ese problema ". 21
Pero aún no hubo novedades. Mientras esperaba al embajador
largamente deseado, todos en la corte inglesa hicieron su parte lo
mejor que pudieron. Ana, ya sea por conciencia , prudencia o modestia,
rechazó los honores que el rey le habría otorgado y nunca se acercó a
Catalina sino con muestras de profundo respeto. Wolsey tenía la
apariencia de desear el divorcio, mientras que en realidad lo temía, ya
que estaba destinado a causar su ruina y la del Papa. Enrique se esforzó
por ocultar los motivos que le impulsaban a separarse de la reina; a los
obispos les habló de su conciencia, de la nobleza de un heredero y de
toda la triste obligación que le obligaba a despedir a una princesa tan
justamente amada. Mientras tanto, parecía vivir en los mejores
términos con ella, por lo que dice Du Bellay. 22 Pero Catalina fue la
que mejor disimuló sus sentimientos; vivía con el rey como durante sus
días más felices, trataba a Ana con toda amabilidad, adoptaba un traje
elegante, animaba a la música y al baile en sus aposentos, aparecía a
menudo en público y parecía deseosa de cautivar con sus amables
sonrisas la buena voluntad de Inglaterra. Esta fue una comedia triste ,
destinada a terminar en una tragedia llena de lágrimas y agonía.
Notas finales:

1. Cartas del Vaticano. Panfletista, núm. 43, pág. 114. La


fecha en el texto es la asignada por el editor; nos
inclinamos a colocarlo algo antes.
2. Panfletista. Núm. 43, pág. 115. Después de la firma viene
el siguiente dispositivo: Nulle autre que (corazón con AB
en el centro) ne cherche HT

3. Sin duda el aut illic aut nullibi. Para esta carta, ver el
Pamphleteer, No. 42, p. 346.
4. Une terrible Alquemie. Le Grand, Preuves, pág. 157.
5. 26 de abril de 1528. Ibíd. p . 93.
6. Quelque pitit coup de fouet. 24 de mayo de 1528. Du
Bellay a Montmorency. Le Grand, Preuves, pág. 102.
7. 20 de agosto de 1528. Du Bellay a Montmorency. Le
Grand, Preuves, pág. 165.
8. Panfletista, núm. 43, pág. 150.
9. Ibídem.

10. Dru comme mouches. Le Grand, Preuves, pág. 138.


11. Raide comme un pan de mur. Ibídem.
12. More's Life, pág. 136.
13. Votre pere maitre Jesonere est tombe malade. Henry a
Anne. Panfletista, núm. 42, pág. 347.
14. Con su médico en una cámara dentro de una torre para
cenar aparte. State Papers, vol. 1 p. 296.
15. Ibídem. pags. 290.
16. Doy gracias a nuestro Señor porque los que deseé y por
quienes oré se han escapado, y esa es la gracia del rey y
ustedes. Anne a Wolsey. Panfletista, núm. 43, pág. 150.

17. Ibídem. Núm. 42, pág. 347.


18. Panfletista, núm. 43, pág. 120.
19. Documentos estatales, 1 p. 308.
20. Ibídem. pags. 314.

21. Panfletista, núm. 48, pág. 149.


22. 16 de octubre de 1528. Du Bellay a Montmorency. Le
Grand, Preuves, pág. 170.
LIBRO 20
CAPÍTULO 2
Mientras se desarrollaban estas escenas en los palacios reales, se
producían discusiones muy diferentes entre la gente. Después de haber
meditado durante algún tiempo en las agitaciones de la corte,
volvemos gustosos a los humildes discípulos de la palabra divina. La
Reforma de Inglaterra (y esta es su característica) nos presenta por
turnos al rey en su trono y al laborioso artesano en su humilde corte; y
entre estos dos extremos nos encontramos con el médico en su colegio
y el sacerdote en su púlpito.

Entre los jóvenes formados en Cambridge bajo la instrucción de


Barnes, y que lo habían ayudado en el momento de su juicio, estaba
Miles Coverdale, luego obispo de Exeter, un hombre que se distinguía
por su celo por el evangelio de Jesucristo. Algún tiempo después de la
caída del prior, en la víspera de Pascua de 1527, Coverdale y Cromwell
se reunieron en la casa de Sir Thomas More, cuando el primero
exhortó al estudiante de Cambridge a dedicarse al estudio del saber
sagrado. 1 La caída de su desdichado amo había alarmado a Coverdale,
y sintió la necesidad de retirarse de esa actividad externa que había
resultado tan fatal para Barnes. Por lo tanto, recurrió a las Escrituras,
las leyó una y otra vez, y percibió, como Tyndale, que la reforma de la
iglesia debe ser efectuada por la palabra de Dios. La inspiración de esa
palabra, el único fundamento de su autoridad soberana, había
golpeado a Coverdale. “Dondequiera que se conozca la Sc riptura, ésta
reforma todas las cosas. ¿Y por qué? Porque es inspirado por Dios ”. 2
Este principio fundamental de la Reforma en Inglaterra debe ser, en
cada época, el de la iglesia.
Coverdale encontró felicidad en sus estudios: “Ahora”, dijo, “¡empiezo
a saborear las Sagradas Escrituras! ¡Ahora, honor a Dios! Estoy
dispuesto al olor más dulce de las letras sagradas ". 3 No se detuvo allí,
sino que pensó que era su deber intentar en Inglaterra el trabajo que
Tyndale estaba llevando a cabo en Alemania.
La Biblia era tan importante a los ojos de estos cristianos, que se
llevaron a cabo dos traducciones simultáneamente. “¿Por qué deberían
proveerse más abundantemente las Escrituras en su lengua materna a
otras naciones”, dijo Coverdale, que a nosotros? 4 - "¡Cuidado con
traducir la Biblia!" exclamaron los partidarios de los escolásticos; “Tu
trabajo solo hará divisiones en la fe y en el pueblo de Dios”. 5 - “Dios
ahora le ha dado a su iglesia”, respondió Coverdale, “los dones de
traducir y de imprimir; debemos mejorarlos ". Y si algún amigo habló
de la traducción de Tyndale, él respondió: "¿No sabes que cuando
muchos comienzan juntos, cada uno hace lo mejor que puede para
estar cerca de la marca?" 6 - “Pero la Escritura debe existir sólo en
latín”, objetó el sacerdote. - “No”, respondió Coverdale nuevamente, “el
Espíritu Santo es tanto el autor de él en hebreo, griego, francés,
holandés e inglés, como en latín ... ... La palabra de Dios tiene la
misma autoridad , en cualquier idioma que el Espíritu Santo lo hable ”.
7 Esto no significa que las traducciones de la Sagrada Escritura sean
inspiradas, sino que la palabra de Dios, fielmente traducida, siempre
posee una autoridad divina.
Coverdale decidió, por tanto, traducir la Biblia y, para conseguir los
libros necesarios, escribió a Cromwell, quien, durante sus viajes, había
hecho una colección de estos preciosos escritos. “No deseo nada en el
mundo excepto libros”, escribió; "Como Jacob, has bebido del rocío del
cielo ... Yo pido beber de tus aguas". 8 Cromwell no rechazó a
Coverdale sus tesoros. “Ya que el Espíritu Santo te mueve a soportar el
costo de esta obra”, exclamó el último , “Dios me da audacia para
trabajar en la misma”. 9 Comenzó sin demora, diciendo: “Todo aquel
que no cree en la Escritura, no cree en Cristo; y quien la rechaza,
también rechaza a Dios ”. 10 Tales fueron los cimientos de la iglesia
reformada en Inglaterra.
Coverdale no se propuso traducir las Escrituras como una mera tarea
literaria: el Espíritu que lo había inspirado habló a su corazón; y
saboreando sus promesas vivificantes, expresó su felicidad en
canciones piadosas:
Alégrate ahora, todos los bautizados,
y regocijémonos sin dudarlo.
La bondad no se puede escribir con penne,
que hemos recibido de la misericordia de Dios;
Cuyo amor hacia nosotros nunca
ha terminado : lo ha hecho por nosotros como un frende;
Ahora démosle las gracias sinceramente.
Estas palabras amorosas me dijo:
Yo apartaré tu alma de payne;
Estoy dispuesto a hacer por ti,
y a mí mismo a retenerme.
Tú estarás conmigo, porque eres mío;
Y yo contigo, porque soy tuyo;
Tal es mi amor, no puedo acostarme.
Derramarán mi preciosa azul
y quitarán también mi vida;
Que todo lo sufriré por tu bien:
Créelo seguro, dondequiera que vayas.
Porque aún me volveré a enjugar;
Tus synnes soporto, aunque sea payne, para hacerte seguro y libre de
wo.
Coverdale no permaneció mucho tiempo en la soledad que deseaba. El
estudio de la Biblia, que lo había atraído, pronto lo sacó de ella. Se
estaba produciendo un avivamiento en Essex; John Tyball, un
habitante de Bumpstead, habiendo aprendido a encontrar en
Jesucristo el verdadero pan del cielo, no se detuvo allí. Un día,
mientras leía la primera epístola a los Corintios, estas palabras:
“comed de este pan” y “bebed de esta copa”, repetidas cuatro veces en
unos pocos versículos, lo convencieron de que no había
transubstanciación. "Un sacerdote no tiene poder para crear el cuerpo
del Señor", dijo: "Cristo verdaderamente está presente en la
Eucaristía, pero está allí solo para el que cree, y solo por una presencia
y acción espiritual". Tyball, disgustado con el clero y la adoración
romanos, y convencido de que los cristianos están llamados a un
sacerdocio universal, pronto pensó que los hombres podían prescindir
de un ministerio especial y sin negar los oficios mencionados en las
Escrituras, como lo han hecho algunos cristianos desde entonces. no
les dio ninguna importancia. “El sacerdocio no es necesario”, dijo 11 :
“todo laico puede administrar los sacramentos al igual que un
sacerdote”. El ministro de Bumpstead, un tal Richard Foxe, y luego un
hermano gris de Colchester llamado Meadow, fueron sucesivamente
convertidos por la enérgica predicación de Tyball.
Coverdale, que vivía no lejos de estas partes, habiendo oído hablar de
este avivamiento religioso, llegó a Bumpstead y subió al púlpito en la
primavera de 1528 para proclamar los tesoros contenidos en las
Escrituras. Entre sus oyentes se encontraba un monje agustín, llamado
Topley, que suplía el lugar de Foxe durante su ausencia. Este monje,
mientras se encontraba en la casa parroquial, había encontrado una
copia del Wicket de Wickliffe, que leyó con entusiasmo.
Su conciencia estaba herida por ello, y todo parecía tambalearse a su
alrededor. 12 Había ido a la iglesia lleno de dudas, y después del
servicio divino esperó al predicador, exclamando: "¡Oh mis pecados,
mis pecados!" “Confiésese a Dios”, dijo Coverdale, “ y no a un
sacerdote. Dios acepta la confesión que proviene del corazón y borra
todos tus pecados ”. 13 El monje creyó en el perdón de Dios y se
convirtió en un evangelista celoso del país circundante.
La palabra divina apenas había encendido una antorcha, antes de que
encendiera otra. En Colchester, en el mismo condado, un hombre
digno llamado Pykas, había recibido una copia de las Epístolas de San
Pablo de su madre, con este consejo: “Hijo mío, vive de acuerdo con
estos escritos, y no de acuerdo con las enseñanzas de los clero." Algún
tiempo después, después de haber comprado Pykas un Nuevo
Testamento y haberlo "leído detenidamente muchas veces" 14, se
produjo un cambio total en él. “Debemos ser bautizados por el Espíritu
Santo”, dijo, y estas palabras pasaron como un soplo de vida sobre sus
ingenuos oyentes. Un día, cuando Pykas se enteró de que Bilney, el
primer médico de Cambridge que había conocido el poder de la
palabra de Dios, estaba predicando en Ipswich, se dirigió allí, porque
nunca solía escuchar a un sacerdote, cuando ese sacerdote proclamó la
verdad. . “¡Oh, qué sermón! ¡Cuán lleno del Espíritu Santo! " exclamó
Pykas.
A partir de ese período, las reuniones de los hermanos en Cristo
(porque así eran llamados) aumentaron en número. Leyeron el Nuevo
Testamento y cada uno impartió a los demás lo que había recibido
para la instrucción de todos. Un día, cuando se había leído el capítulo
veinticuatro de Mateo, Pykas, que a veces se equivocaba en la
interpretación espiritual de las Escrituras, comentó: “Cuando el Señor
declara que no quedará piedra sobre piedra del templo, habla de esos
sacerdotes altivos que persiguen a los que llaman herejes y que
pretenden ser el templo de Dios. Dios los destruirá a todos ". Después
de protestar contra el sacerdote, protestó contra la hostia: “El
verdadero cuerpo de Jesucristo está en la Palabra”, dijo; “Dios está en
la Palabra, la Palabra está en Dios. 15 Dios y la Palabra no se pueden
separar. Cristo es la Palabra viva que alimenta el alma ”. Estos humildes
predicadores aumentaron. Incluso las mujeres se sabían de memoria
las epístolas y los evangelios; Marion Matthew, Dorothy Long,
Catherine Swain, Alice Gardiner y, sobre todo, la esposa de Gyrling,
que había estado al servicio de un sacerdote recientemente quemado
por herejía, participaron en estas reuniones gos pel. Y no fue sólo en
las cabañas donde se proclamaron las buenas nuevas; Bower Hall, la
residencia de los escuderos de Bumpstead, estaba abierta a Foxe,
Topley y Tyball, quienes a menudo leían las Sagradas Escrituras en el
gran salón de la mansión, en presencia del maestro y toda su familia:
una humilde reforma más real que la efectuada por Enrique VIII.

Sin embargo, hubo cierta diversidad de opiniones entre estos


hermanos. “Todos los que han comenzado a creer”, dijeron Tyball,
Pykas y otros, “deben reunirse para escuchar la palabra y aumentar su
fe. Oramos en común ... y eso constituye una iglesia ". Coverdale, Bilney
y Latimer reconocieron de buen grado estas sociedades incompletas,
en las que los miembros se reunían simplemente como discípulos; los
creían necesarios en un período en el que se estaba formando la
iglesia. Estas sociedades (en el punto de vista de los reformadores)
demostraron que la organización no tiene la prioridad en la iglesia
cristiana, como sostiene Roma, y que esta prioridad pertenece a la fe y
a la vida. Pero esta forma imperfecta también la consideraron
provisional. Para evitar numerosos peligros, era necesario que esta
sociedad fuera sucedida por otra, la iglesia del Nuevo Testamento, con
sus ancianos u obispos y diáconos. La palabra, pensaron, hacía
necesario un ministerio de la palabra; y para su correcto ejercicio se
requería no sólo la piedad, sino el conocimiento de las lenguas
sagradas, el don de la elocuencia, su ejercicio y perfección. Sin
embargo, no hubo división entre estos cristianos sobre asuntos
secundarios.
Durante algún tiempo, el obispo de Londres observó este movimiento
con inquietud. Hizo que arrestaran a Hacker, quien durante los últimos
seis años había ido de casa en casa leyendo la Biblia en Londres y
Essex; lo examinó y amenazó, preguntó detenidamente por los
nombres de quienes le habían mostrado hospitalidad; y el pobre,
alarmado, había abandonado a unos cuarenta de sus hermanos.
Sebastian Harris, sacerdote de Kensington, Forman, rector de All
Hallows, John y William Pykas, y muchos otros, fueron citados ante el
obispo . Fueron llevados a prisión; fueron llevados ante los jueces;
fueron puestos en el cepo; fueron atormentados de mil maneras. Sus
mentes se confundieron; sus pensamientos vagaron; y muchos hicieron
las confesiones requeridas por sus perseguidores.
Los adversarios del evangelio, orgullosos de este éxito, ahora deseaban
una victoria más gloriosa. Si no podían llegar a Tyndale, ¿no tenían en
Londres al mecenas de su obra, Monmouth, el más influyente de los
comerciantes y seguidor de la verdadera fe? El clero había hecho de la
religión su negocio y la Reforma se la devolvió al pueblo. Nada ofendió
tanto a los sacerdotes, como que los laicos reclamen el derecho a creer
sin su intervención, e incluso a propagar la fe. Sir Thomas More, uno
de los hombres más amables del siglo XVI, participó en su odio. Le
escribió a Cochlaeus: “Alemania ahora produce diariamente
monstruos más mortíferos de lo que África solía hacer; 16 pero, ¡ay!
ella no está sola. ¡ Numerosos ingleses, que hace unos años ni siquiera
oían mencionar el nombre de Lutero, ahora publican sus alabanzas!
Inglaterra es ahora como el mar, que se hincha y se agita antes de una
gran tormenta, sin que ningún viento la agite ". 17 More se sintió
particularmente irritado, porque la audacia de los evangelistas había
sucedido a la timidez de los lolardos. "Los herejes", dijo, "han dejado
de lado la hipocresía y se han puesto de descaro". Por tanto, resolvió
poner manos a la obra.
El 14 de mayo de 1529 , Monmouth estaba en su tienda, cuando llegó
un acomodador y lo llamó a comparecer ante Sir J. Dauncies, uno de
los miembros del consejo privado. El piadoso comerciante obedeció,
esforzándose por persuadirse a sí mismo de que era buscado por algún
asunto comercial; pero en esto fue engañado, como pronto se enteró.
"¿Qué cartas y libros ha recibido últimamente del extranjero?" 18
preguntó, con cierta severidad, Sir Thomas More, quien, con Sir
William Kingston, era colega de Sir John. “Ninguno”, respondió
Monmouth. "¿Qué ayuda ha brindado a las personas que viven en el
continente?" “Ninguno, durante estos últimos tres años. William
Tyndale vivió conmigo seis meses ”, continuó,“ y su vida fue lo que
debería ser la de un buen sacerdote. Le di diez libras en el período de
su partida, pero nada desde entonces. Además, no es el único al que he
ayudado; el obispo del capellán de Londres, por ejemplo, ha recibido
de mí más de 50 libras esterlinas ". - "¿Qué libros tienes en tu
posesión?" El comerciante nombró el Nuevo Testamento y algunas
otras obras. “Todos estos libros han estado más de dos años sobre mi
mesa, y nunca escuché que sacerdotes, frailes o laicos aprendieran
grandes errores de ellos”. 19 More sacudió la cabeza. “Es difícil”, solía
decir, “poner un palo seco en el fuego sin que se queme, o alimentar
una serpiente en nuestro pecho y no ser picado por ella. 20 - Eso es
suficiente ”, continuó,“ iremos a registrar tu casa ”. Ningún periódico
escapó a su curiosidad; pero no encontraron nada que pudiera
comprometer a Monmouth; sin embargo, fue enviado a la Torre.
Después de algún intervalo, el comerciante fue llevado nuevamente
ante sus jueces. “Se le acusa”, dijo More, “de haber comprado los
tratados de Martín Lutero; de mantener a los que están traduciendo las
Escrituras al inglés; de suscribirse para imprimir el Nuevo Testamento
en inglés, con o sin glosas; de haberlo importado al reino; y, finalmente,
de haber dicho que la fe sola es suficiente para salvar a un hombre ”.
21
Había suficiente materia para quemar a varios hombres. Monmouth,
convencido de que sólo Wolsey tenía el poder para librarlo, decidió
recurrir a él. "¿Qué será de mis pobres trabajadores en Londres y en el
campo durante mi encarcelamiento?" le escribió al cardenal. “Deben
tener su dinero todas las semanas; ¿quién se las dará? ”...... Además,
realizo considerables ventas en países extranjeros, lo que aporta
grandes beneficios a las costumbres de su majestad. 22 Si me quedo en
la cárcel, se detiene este comercio y, por supuesto, todo el producto
para el tesoro ”. Wolsey, que era tanto un estadista como un
eclesiástico, comenzó a derretirse; en vísperas de una lucha con el Papa
y el emperador, temía, además, descontentar al pueblo. Monmouth
salió de la cárcel. Como concejal, y luego como alguacil de Londres, fue
fiel hasta la muerte y ordenó en su última voluntad que los ministros
más evangélicos de Inglaterra predicaran treinta sermones, "para dar
a conocer la santa palabra de Jesucristo". - “Eso es mejor”, pensó, “que
fundar masas”. La Reforma demostró, en el siglo XVI, que la gran
actividad comercial podía ir acompañada de una gran piedad.

Notas finales:
1. Restos de Coverdale (Park. Soc.), Pág. 490. La autoridad
para esta declaración es una carta de Coverdale a
Cromwell, que el editor de "Remains" asigna al año 1527.
El Sr. Anderson (Annals of the Bible, 1 p. 239), la coloca
cuatro años después, en 1531. Foxe afirma que Cromwell
estuvo en el sitio de Roma en mayo de 1527, bajo la
autoridad de Cranmer y del propio Cromwell (Hechos y
Mon. 5 p. 365). Si es así, la carta no puede pertenecer a
ese año; pero 1531 es improbable. Me inclino a pensar que
fue escrito en 1528; pero de todos modos hay una
dificultad con la fecha.
2. Restos de Coverdale, pág. 10.
3. Ibídem. pags. 490.
4. Ibídem. pags. 12.

5. Ibídem.
6. Ibíd, pág. 14.
7. Remanis de Coverdale, pág. 26.
8. De tuo ipso torrente maxime potare exopto. Ibídem. pags.
491.

9. Ibídem. pags. 10.


10. Ibídem. pags. 19.
11. Strype, Records, 1 p. 51.
12. Sentí en mi conciencia una gran vacilación. Anales de la
Biblia de Anderson, vol. 1 p. 185.
13. Restos de Coverdale, pág. 481.
14. Strype, vol. 1 ch. 1 p. 121.
15. Strype, vol. 1 ch. 1 p. 130.

16. More's Life, pág. 82.


17. Ibídem. pags. 117.
18. Registros de Strype, pág. 363.
19. Registros de Strype, pág. 365.
20. More's Life, pág. 116.
21. Mem de Strype. 1 p. 490.
22. Registros de Strype, 1 p. 367.
LIBRO 20
CAPÍTULO 3

Mientras estas persecuciones agitaban los campos y la capital de


Inglaterra, todo había cambiado en el mundo eclesiástico, porque todo
había cambiado en el político. El Papa, presidido por Enrique VIII e
intimidado por los ejércitos de Francisco I, había concedido el decretal
y enviado a Campeggio. Pero, de repente, hubo una nueva evolución; un
cambio de acontecimientos trajo un cambio de consejos. Doria se había
pasado al emperador; su flota había devuelto la abundancia a Nápoles;
el ejército de Francisco I, asolado por el hambre y la pestilencia, había
capitulado; y Carlos V, triunfante en Italia, había dicho orgullosamente
al Papa: "Estamos decididos a defender a la reina de Inglaterra contra
la injusticia del rey Enrique". 1
Carlos, habiendo recuperado su superioridad, el Papa atemorizado
abrió los ojos a la justicia de la causa de Catalina. “Envíen cuatro
mensajeros tras Campeggio”, dijo a sus oficiales; “Y que cada uno tome
un camino diferente; Ordéneles que viajen a toda velocidad y le
entreguen nuestros envíos ". 2 Alcanzaron al legado, que abrió las
cartas del Papa. “En primer lugar”, le dijo Clemente VII, “prolonga tu
viaje. En segundo lugar, cuando llegues a la tierra de Inglaterra , usa
todo tu esfuerzo para reconciliar al rey y la reina. En tercer lugar, si no
lo logras, convence a la reina de que se lleve el velo. Y en último lugar,
si ella se niega, no pronuncie ninguna sentencia favorable al divorcio
sin una nueva y expresa orden mía. Esto es lo esencial: Summum et
maximum mandatum ”. El embajador del soberano pontífice tenía la
misión de no hacer nada. Esta instrucción es a veces tan eficaz como
cualquier otra.
Campeggio, el más joven de los cardenales, era el más inteligente y el
más lento; y esta lentitud provocó su selección por parte del Papa.
Entendió a su maestro. Si Wolsey fue el acicate de Henry para
presionar a Campeggio, este último fue la brida de Clement para
detener a Wolsey. 3 Uno de los jueces del divorcio estaba a punto de
avanzar, el otro hacia atrás; por lo tanto, el negocio tenía la posibilidad
de no avanzar en absoluto, que era justo lo que requería el Papa.
El legado, ansioso por relajar su velocidad, pasó tres meses en su viaje
de Italia a Inglaterra. Él debería haber embarcado para Francia el 23 de
julio; pero se acercaba el final de agosto y nadie sabía en ese país qué
había sido de él. 4 Por fin se enteraron de que había llegado a Lyon el
22 de agosto. El embajador inglés en Francia le envió caballos,
carruajes, platos y dinero para acelerar su marcha; el legado se quejó
de la gota y Gardiner encontró la mayor dificultad para hacer que se
moviera. Henry escribía todos los días a Ana Bolena quejándose de la
lentitud del nuncio. “Llegó a París el pasado domingo o lunes”, dice a
principios de septiembre; "El próximo lunes nos enteramos de su
llegada a Calais, y entonces obtendré lo que tanto he deseado, para el
placer de Dios y para nuestro consuelo". 5
Al mismo tiempo, este príncipe impaciente envió mensaje tras
mensaje para acelerar el ritmo de viaje del legado.
Anne comenzó a desear un futuro que sobrepasara todo lo que su
imaginación juvenil había concebido, y su corazón agitado se expandió
hasta convertirse en un soplo de esperanza. Ella le escribió a Wolsey:
“Esto será para dar a tu gracia, como estoy muy obligado, mi humilde
agradecimiento por el gran dolor y la aflicción que tu gracia toma al
estudiar, con tu sabiduría y gran diligencia, cómo llevar a cabo
honorablemente la mayor riqueza [ bienestar] que es posible llegar a
cualquier criatura viva; y en especial recordando lo miserable e indigno
que soy en comparación con su alteza ... Ahora, mi buen señor, su
discreción puede considerar aún lo poco que está en mi poder para
recompensarlo solo [sólo] con mi buena voluntad; lo cual te aseguro,
mira qué cosa en este mundo puedo imaginar para hacerte placer, me
encontrarás a la mujer más feliz del mundo por hacerlo ”. 6
Pero la impaciencia del rey de Inglaterra y de Ana parecía como si
nunca fuera a ser satisfecha. Campeggio, en su camino por París, le dijo
a Francisco I que el divorcio nunca se llevaría a cabo y que pronto
debería ir a España a ver a Carlos V. ..... Esto fue significativo. "El rey
de Inglaterra debería saber", dijo el indignado Francisco al duque de
Suffolk, "que Campeggio es imperialista de corazón, y que su misión
en Inglaterra será una mera burla". 7

En verdad, las facciones española y romana intentaron todas las


maniobras para evitar una unión que detestaban. Ana Bolena, reina de
Inglaterra, significó no solo a Catalina humillada, sino a Carlos
ofendido; el partido clerical se debilitó, quizás destruido, y el partido
evangélico se puso en su lugar. La facción romana encontró cómplices
incluso en la propia familia de Anne. La esposa de su hermano George,
una mujer orgullosa y apasionada, y una rígida católica romana, había
jurado un odio implacable contra su hermana menor. De este modo se
podrían infligir heridas , incluso en el santuario doméstico, que no
serían menos profundas porque eran obra de sus propios parientes.
Un día se nos dice que Ana encontró en su habitación un libro de
supuestas profecías, en el que había un cuadro que representaba a un
rey, una cola que derramaba lágrimas y a sus pies una joven sin
cabeza. Anne apartó los ojos con disgusto. Quería, sin embargo, saber
qué significaba este emblema, y amigos oficiosos le trajeron uno de
esos supuestos sabios, tan numerosos en todo momento, que abusan
de la credulidad de los ignorantes al profesar interpretar tales
misterios. "Esta imagen profética", dijo, "representa la historia del rey
y su esposa". Anne no era crédula, pero comprendió lo que pretendían
insinuar sus enemigos, y disimuló al intérprete simulado sin mostrar
ningún signo de miedo; luego, volviéndose hacia su asistente favorita,
Anne Saville, “Ven aquí, Nan”, dijo ella, “mira este libro de profecías;
este es el rey, esta es la reina retorciéndose las manos y lamentándose,
y este (poniendo su dedo sobre el cuerpo sangrante) soy yo, con la
cabeza cortada ". - La joven respondió con un escalofrío: "Si yo pensara
que es cierto, yo misma no lo tendría si fuera un emperador". - "Tut,
Nan", respondió Ana Bolena con una dulce sonrisa, "creo que el libro
es una chuchería y estoy resuelta a tenerlo para que mi descendencia
sea real, pase lo que pase de mí". 8 Esta historia está basada en una
buena autoridad, y hubo tantas predicciones de este tipo a flote que es
muy posible que una de ellas se haga realidad; la gente después
recordaba sólo las profecías confirmadas por los acontecimientos.
Pero, sea como fuere, esta joven, tan severamente castigada en los días
posteriores, encontró en su Dios un abundante consuelo.

Finalmente Campeggio se embarcó en Calais el 29 de septiembre y,


por desgracia para él, tuvo un excelente paso por el Canal de la
Mancha. Una tormenta que lo condujera de regreso a la costa francesa
le habría sentado admirablemente. Pero el 1 de octubre estuvo en
Canterbury, de donde anunció su llegada al rey. Con esta noticia,
Henry se olvidó de todos los retrasos que tanto lo habían irritado. “Su
majestad nunca podrá estar lo suficientemente agradecida con su
santidad por un favor tan grande”, escribió Wolsey al Papa; “Pero
empleará sus riquezas, su reino, incluso su vida, y merecerá el nombre
de Restaurador de la Iglesia tan justamente como se ganó el de
Defensor de la Fe”. Este celo alarmó a Campeggio, porque el papa le
escribió que cualquier procedimiento que pudiera irritar a Carlos
causaría inevitablemente la ruina de la iglesia. 9 El nuncio se volvió
más dilatorio que nunca, y aunque llegó a Canterbury el 1 de octubre,
no llegó a Dartford hasta el 5, por lo que tardó cuatro días en un viaje
de unas treinta millas. 10
Mientras tanto, se hacían los preparativos para recibirlo en Londres.
Wolsey, sintiendo desprecio por la pobreza de los cardenales romanos,
y muy incómodo por el carruaje con el que su colega probablemente
haría su entrada a la capital , envió varios arcones vistosos, ricas
alfombras, literas adornadas con cortinas y arneses. mulas. Por otro
lado Campeggio, cuya misión secreta era mantenerse en segundo
plano, y sobre todo no hacer nada, temía estos estandartes y adornos y
todo el desfile de una entrada triunfal. Por lo tanto, alegando un ataque
de gota para escapar de las pompas que su colega le había preparado,
tomó tranquilamente un bote, y así llegó al palacio del obispo de Bath,
donde debía alojarse.
Mientras el nuncio avanzaba así desapercibido por el Támesis, los
carruajes enviados por Wolsey entraron en Londres en medio de una
multitud boquiabierta, que los miraba con curiosidad como si vinieran
de las orillas del Tíber. Algunas de las mulas sin embargo se asustaron
y huyeron, las arcas se cayeron y se abrieron, cuando hubo una prisa
general para ver su contenido; pero para sorpresa de todos estaban
vacíos. Esta fue una excelente broma para los ciudadanos de Londres.
“Bien por fuera, vacío por dentro; un justo emblema del Papa, su
embalse y sus tontas pompas ”, dijeron; "¡Un legado falso, una
procesión de máscaras y todo una farsa!"
Campeggio había llegado por fin, y ahora lo que más temía era una
audiencia. "No puedo moverme", dijo, "ni soportar el movimiento de
una litera". 11 Nunca había sido más apropiado un ataque de gota.
Wolsey, que lo visitaba con frecuencia, pronto descubrió que era su
igual en astucia. En vano lo trató con toda muestra de respeto,
estrechándole la mano y exaltándolo; 12 fue trabajo perdido, el nuncio
romano no dijo nada y Wolsey comenzó a desesperarse. El rey, por el
contrario, estaba lleno de esperanza, y se imaginaba que ya tenía el
divorcio en su cartera, porque tenía al nuncio en su reino.
El mayor efecto de la llegada del nuncio fue el fin de la indecisión de
Ana Bolena. Tuvo varias recaídas: las pruebas que preveía y el dolor
que necesariamente debía sentir Catherine habían agitado su
imaginación y perturbado su mente. Pero cuando vio que la iglesia y
sus propios enemigos se preparaban para pronunciar el divorcio del
rey, sus dudas se disiparon y consideró legítima la posición que se le
ofrecía. El rey, que sufría de sus escrúpulos, estaba encantado con este
cambio. “Deseo informarle”, le escribió en inglés, “el placer que me
produce comprender su conformidad con la razón y la supresión de
sus pensamientos y fantasías inútiles y vanos con las riendas de la
razón. Te aseguro que toda la grandeza de este mundo no podría
contrarrestar para mi satisfacción el conocimiento y la certeza del
mismo ... La enfermedad no fingida de este legado bien dispuesto
retrasa un poco su acceso a tu persona. 13 Fue, por tanto, la
determinación del Papa lo que hizo que Ana Bolena decidiera aceptar
la mano de Enrique; esta es una lección importante por la que estamos
en deuda con las cartas del Vaticano. Deberíamos estar agradecidos al
papado por haberlos preservado tan cuidadosamente.
Pero cuanto más se regocijaba Henry, más desesperaba W olsey;
habría deseado penetrar en los pensamientos de Clement, pero no
pudo. Imaginando que De Angelis, el general de la Observancia
española, conocía todos los secretos del Papa y del emperador,
concibió el plan de secuestrarlo . “Si va a España por mar”, le dijo a Du
Bellay, “un buen bergantín o dos haría el negocio; y si es por tierra,
será aún más fácil ”. Du Bellay no falló (como él mismo nos informa)
"en decirle claramente que con tales procedimientos perdería por
completo la buena voluntad del Papa". - "¿Lo que importa?" respondió
Wolsey, "No tengo nada que perder". Mientras decía esto, se le llenaron
los ojos de lágrimas. 14 Por fin se decidió a ignorar los designios del
pontífice y se limpió el sí, esperando, no sin miedo, la entrevista entre
Enrique y Campeggio.
El 22 de octubre, un mes después de su llegada, el nuncio, llevado en
una silla de manos de terciopelo rojo, fue llevado al tribunal. Fue
colocado a la derecha del trono, y su secretario en su nombre
pronunció un discurso altisonante, saludando a Enrique con el
nombre de Salvador de Roma, Libertador urbis. "Su majestad",
respondió Fox en nombre del rey, "sólo ha realizado los deberes que
incumben a un príncipe cristiano, y espera que la Santa Sede los tenga
en cuenta". - “Bien atacado, bien defendido”, dijo Du Bellay. Por el
momento, algunas declaraciones en latín sacaron al nuncio papal de
sus dificultades.
Campeggio no se engañó a sí mismo: si se rechazaba el divorcio,
preveía la reforma de Inglaterra. Sin embargo, todavía esperaba,
porque estaba seguro de que Catalina se sometería al juicio de la
iglesia; y convencido plenamente de que la reina no negaría nada al
santo padre, el nuncio comenzó a "acercarse", como los llama Du
Bellay. El 27 de octubre, los dos cardenales atendieron a Catalina, y en
términos halagadores le insinuaron que podría evitar el golpe que la
amenazaba con la retirada voluntaria a un convento. Y luego, para
acabar con toda indecisión en la mente de la reina, Campeggio puso
una severa mirada y exclamó: “¿Cómo es, señora, explicarnos el
misterio? Desde el momento en que el santo padre nos nombró para
examinar la cuestión de su divorcio, se le ha visto no sólo en la corte,
sino en público, vistiendo los más magníficos ornamentos,
participando con apariencia de alegría y satisfacción en las diversiones
y festividades que nunca había tolerado antes ...

La iglesia está en la más cruel vergüenza con respecto a usted; el rey, tu


marido, está sumamente perplejo; el principio , tu hija, te es
arrebatado ... y en lugar de derramar lágrimas, te entregas a la
vanidad. Renuncie al mundo, señora; entrar en un convento. Nuestro
santo padre mismo requiere esto de ti ". 15
La reina agitada estaba casi desmayándose; sofocando su emoción, sin
embargo, dijo suave pero firmemente: “¡Ay! mis señores, ¿es ahora una
cuestión de si soy la esposa legítima del rey o no, cuando he estado
casada con él durante casi veinte años y no se ha planteado ninguna
objeción antes? ...... Diversos prelados y señores todavía están vivos
que entonces juzgó nuestro matrimonio bueno y lícito, ¡y ahora decirlo
es detestable! esto es una gran maravilla para mí, especialmente
cuando considero el príncipe sabio que fue el padre del rey, y también
el amor y afecto naturales que mi padre , el rey Fernando, me mostró.
Creo que ninguno de estos ilustres príncipes me hubiera hecho
contraer una unión ilícita ”. Ante estas palabras, la emoción de
Catherine la obligó a detenerse. - “Si lloro, señores”, prosiguió casi de
inmediato, “no es por mí, es por una persona más querida para mí que
mi vida. ¡Qué! ¿Debo consentir en un acto que priva a mi hija de una
corona? No, no sacrificaré a mi hijo. Sé los peligros que me amenazan.
Soy sólo una mujer débil, una forastera, sin saber, una diseñadora o
amiga ...... y mis enemigos son hábiles, instruidos en las leyes, y
deseosos de merecer el favor de su amo ...... y más que que incluso mis
jueces son mis enemigos. "¿Puedo recibir como tal", dijo mientras
miraba a Campeggio, "a un hombre extorsionado al Papa por mentiras
manifiestas? ...... Y en cuanto a ti", agregó, volviéndose altivamente
hacia Wolsey, "habiendo fallado al obtener la tiara, has jurado
vengarte de mi sobrino el emperador ...... y le has mantenido la
verdadera promesa; porque de todas sus guerras y aflicciones , solo
puede agradecerle a usted. Una víctima no fue suficiente para ti.
Forjando suposiciones abominables, deseas hundir a su tía en un
abismo espantoso ... Pero mi causa es justa y la confío en la mano del
Señor. Después de este lenguaje audaz, la infeliz Cat Herine se retiró a
sus apartamentos. La inminencia del peligro produjo en ella una
saludable revolución; dejó a un lado sus brillantes ornamentos, asumió
las sobrias vestiduras con las que habitualmente se la representa, y
pasó días y noches de luto y lágrimas . dieciséis
Campeggio vio así engañadas sus esperanzas; había pensado en
encontrar una monja, y había conocido a una reina y una madre ...
Ahora procedió a poner en acción cada primavera imaginable; como
Catalina no renunciaría a Enrique, él debía intentar vencer a Enrique
para renunciar a su idea de separarse de la reina. El legado romano,
por tanto, cambió sus baterías y las volvió contra el rey.
Henry, siempre impaciente, fue un día sin previo aviso al alojamiento
de Campeggio, acompañado únicamente por Wolsey: 17 “Como no
tenemos testigos”, dijo, tomando asiento familiarmente entre los dos
cardenales, “hablemos libremente de nuestros asuntos. 18 - ¿Cómo
proceder? Pero para su gran asombro y dolor, 19 el nuncio le rogó, con
toda la delicadeza imaginable, que renunciara al divorcio. 20 Ante
estas palabras, el ardiente Tudor estalló: “¿Así es como el Papa cumple
su palabra? Me envía un embajador para anular mi matrimonio, pero
en realidad para confirmarlo ”. Hizo una pausa. Campeggio no supo qué
decir. Enrique y Catalina estaban igualmente convencidos de la justicia
de su causa, por lo que el nuncio se encontraba en un dilema. El propio
Wolsey sufrió un martirio. 21 La ira del rey se enfureció; había pensado
que el legado se apresuraría a retirar una expresión imprudente, pero
Campeggio se quedó mudo. “Veo que has elegido tu parte”, dijo Henry
al nuncio; “El mío, puede estar seguro, pronto será tomado también.
Que el Papa persevere en esta forma de actuar, y la sede apostólica,
cubierta de perpetua infamia, será visitada con una espantosa
destrucción ”. 22 El león se había desprendido de la piel del cordero
que había asumido momentáneamente. Campeggio sintió que debía
apaciguar al monarca. “Artesanía y demora” fueron sus órdenes desde
Roma; y con esa visión el Papa le había proporcionado las armas
necesarias. Se apresuró a presentar la famosa decretal que pronunció el
divorcio. “El santo padre”, le dijo al rey, “desea ardientemente que este
asunto termine con una feliz reconciliación entre usted y la reina; pero
si eso es imposible, juzgará usted mismo si su santidad puede o no
cumplir sus promesas ". Luego leyó la bula e incluso se la mostró a
Henry, sin permitir, sin embargo, que se fuera de sus manos. Esta
exposición produjo el efecto deseado: Henry se tranquilizó. “Ahora
estoy tranquilo de nuevo”, dijo; “Este talismán milagroso revive todo
mi coraje. Este decretal es el remedio eficaz que devolverá la paz a mi
conciencia oprimida y la alegría a mi corazón herido. 23 Escribe a su
santidad que este inmenso beneficio me une tan estrechamente a él,
que puede esperar de mí más de lo que su imaginación puede
concebir.
Y sin embargo, algunas nubes se acumularon poco después en la
mente del rey.
Campeggio, habiendo mostrado el toro, se apresuró a encerrarlo de
nuevo. ¿Presumiría de guardarlo en sus propias casas? Henry y Wolsey
no dejarán ningún medio sin probar para apoderarse de él; ese punto
ganado, y la victoria es de ellos.
Wolsey regresó con el nuncio y le pidió el decretal con aire de
franqueza, como si fuera lo más natural del mundo . Deseaba, dijo,
mostrárselo a los consejeros privados del rey. “El Papa”, respondió
Campeggio, “ha concedido esta bula, no para ser usada, sino para
mantenerla en secreto; simplemente deseaba mostrarle al rey el buen
sentimiento que lo animaba ". Después de haber liderado Wolsey ,
Henry probó su habilidad. “Tenga la bondad de darme el toro que me
mostró”, dijo. El nuncio se negó respetuosamente. "Por un solo
momento", dijo. Campeggio todavía se negó. El altivo Tudor se retiró,
sofocando su ira. Entonces Wolsey no hizo otro intento de ella y fundó
su demanda en la justicia. “Como usted, soy delegado por Su Santidad
para decidir este asunto”, dijo, “y deseo estudiar el importante
documento que debe regular nuestros procedimientos”. 24 - Esto fue
respondido por una nueva negativa. "¡Qué!" exclamó el ministro de
Enrique VIII, “¿no soy, como tú, cardenal? ...... como tú, juez? ¿su
colega?" No importaba, el nuncio no dejaría ir la decretal de ninguna
manera. 25 Clemente no se dejó engañar por la elección que había
hecho de Campeggio; el embajador era digno de su amo.
Era evidente que el papa, al conceder la bula, había estado
desempeñando un papel: este truco rebeló al rey. Ya no era ira lo que
sentía, sino disgusto. Wolsey sabía que el desprecio de Henry era más
temible que su ira. Se alarmó y volvió a visitar al nuncio. “La comisión
general”, dijo, “es insuficiente, la comisión decretal por sí sola puede
ser útil, y no nos permite leer una palabra de ella. 26 ...... El rey y yo
ponemos la mayor confianza en las buenas intenciones de su santidad
y, sin embargo, nuestras expectativas se frustran. 27 ¿Dónde está ese
cariño paterno con el que nos habíamos halagado? ¿Con qué príncipe
se ha jugado alguna vez como lo es ahora el rey de Inglaterra? Si esta es
la forma en que se recompensa a la Defensora de la Fe, la cristiandad
sabrá lo que los que sirven a Roma tendrán que esperar de ella, y todo
poder contará con su apoyo. No os engañéis a vosotros mismos: el
fundamento sobre el que se asienta la santa sede es tan inseguro que el
menor movimiento bastará para precipitarla en la ruina eterna. 28 ¡
Qué futuro más triste! ... ¡Qué tortura tan expresiva! ... ya sea que
despierte o duerma, pensamientos sombríos me persiguen
continuamente como una pesadilla espantosa. 29 Esta vez Wolsey dijo
la verdad.
Pero toda su elocuencia fue inútil; Campeggio se negó a entregar el toro
tan deseado. Al enviarlo, Roma le había dicho: "¡Sobre todo, no lo
consigas!" Esto significa que, habiendo fracasado, a Wolsey le quedaba
otra forma de efectuar el divorcio. "Bueno, entonces", le dijo a
Campeggio, "vamos a pronunciarlo nosotros mismos". - “Lejos de
nosotros”, respondió el nuncio; "La ira del emperador será tan grande,
que la paz de Europa se romperá para siempre". - “Yo sé arreglar todo
eso”, respondió el cardenal inglés, “en asuntos políticos puede
confiarme”. 30 El nuncio tomó otro tono y, envuelto con orgullo en su
moralidad, dijo: “Seguiré la voz de mi conciencia; si veo que el divorcio
es posible, saltaré el foso; de lo contrario, no lo haré ". - “¡Tu conciencia
! eso puede satisfacerse fácilmente ”, replicó Wolsey. “La Sagrada
Escritura prohíbe que un hombre se case con la viuda de su hermano;
ahora ningún Papa puede conceder lo que está prohibido por la ley de
Dios ”. - “El Señor nos proteja de tal principio”, exclamó el prelado
romano; “El poder del Papa es ilimitado”. - El nuncio apenas había
adelantado su conciencia cuando tropezó; lo ataba a Roma y no al cielo.
Pero, en realidad, ni la opinión pública ni los propios amigos de
Campeggio tenían una gran idea de su moralidad; º que conviene que
eso para hacer a saltar la zanja, que era único requisito para saber el
precio al que podría ser comprado. El obispo de Bayona escribió a
Montmorency: “Ponga al final de una carta en la que pueda mostrarle
a Campeggio algo prometido, que tendrá beneficios ... Eso no le
costará nada, y puede servir en este asunto de la matrimonio; porque
sé que anhela algo por el estilo ". —Entonces, ¿qué hay que hacer? —
Dijo finalmente Wolsey, asombrado al encontrarse con una resistencia
a la que no estaba acostumbrado . "Informaré al Papa de lo que he visto
y oído", respondió Campeggio, "y esperaré sus instrucciones". Enrique
se vio obligado a dar su consentimiento a este nuevo curso, pues el
nuncio insinuó que si se opusiera iría en persona a Roma para pedir
las órdenes del pontífice, y nunca habría regresado. De esta forma se
ganaron varios meses.
Durante este tiempo, las mentes de los hombres se turbaron. La
perspectiva de un divorcio entre el rey y la reina había conmovido a la
nación; y la mayoría, particularmente entre las mujeres, se declaró
contra el rey. "Cualquier cosa que se pueda hacer", dijo la gente con
valentía, "quien se case con la princesa María será rey de Inglaterra".
31 Los espías de Wolsey le informaron que Catalina y Carlos V tenían
muchos partidarios devotos incluso en la corte. Quería asegurarse de
esto. “Se pretende”, dijo un día con tono indiferente, “que el emperador
se ha jactado de que hará que el rey sea expulsado de su reino, y que
los propios súbditos de su majestad ... ¿Qué piensas de eso, mis
señores? - “Duro contra la espuela”, dice Du Bellay, los señores
permanecieron en silencio. Al fin, sin embargo, uno de ellos, más
imprudente que los demás, exclamó: "Tal jactancia hará que el
emperador pierda más de cien mil ingleses". Esto era suficiente para
Wolsey. Para perderlos, pensó, Charles debe tenerlos. Si Catalina
pensaba en declarar la guerra a su marido, siguiendo el ejemplo de las
antiguas reinas de Inglaterra, tendría, entonces, un partido dispuesto a
apoyarla; esto se volvió peligroso.
El rey y el cardenal inmediatamente tomaron sus medidas. Se ordenó a
más de 15.000 de los súbditos de Charles que abandonaran Londres;
los brazos de los ciudadanos fueron apresados, "para que no tuvieran
peor arma que la lengua"; 32 los consejeros flamencos acordados a
Catalina fueron despedidos, después de haber sido escuchados por el
rey y Campeggio, "porque no tenían la comisión de hablar con el otro
[Wolsey]" - y finalmente, mantuvieron "una gran y constante
vigilancia" sobre el país. Los hombres temían una invasión de
Inglaterra, y Enrique no estaba de humor para someter su reino al
Papa.
Esto no fue suficiente; el rey alarmado pensó que era su deber llegar a
una explicación con su pueblo; y habiendo convocado a los señores
espirituales y temporales, los jueces, los miembros del consejo
privado, el alcalde y los concejales de la ciudad, y muchos de los
nobles, para que se reunieran con él en su palacio de Bridewell el 13 de
noviembre de 33 les dijo con un aire muy condescendiente: “Ustedes
saben, señores y señores, que durante estos veinte años pasados la
divina Providencia ha otorgado a nuestro país una prosperidad como
nunca antes la había conocido. Pero en medio de toda la gloria que me
rodea, a menudo se me ocurre el pensamiento de mi última hora, 34 y
temo que si muriera sin un heredero, mi muerte causaría más daño a
mi pueblo de lo que ha hecho mi vida. ellos buenos. ¡Dios no lo quiera,
que a falta de un rey legítimo, Inglaterra se vea nuevamente sumergida
en los horrores de la guerra civil! Luego, recordando las ilegalidades
que invalidaron su matrimonio con Catalina, el rey continuó: “Estos
pensamientos han llenado mi mente de ansiedad y continuamente
punzan mi conciencia. Este es el único motivo, y Dios es mi testigo, 35
que me ha hecho exponer este asunto al pontífice. Como conmovedora
a la reina, es una mujer incomparable en dulzura, humildad y
pechugona, como yo he experimentado estos veinte años; de modo que
si volviera a casarme, si el matrimonio era bueno, seguramente la
elegiría por encima de todas las demás mujeres. Pero si se determina
por juicio que nuestro matrimonio fue contra la ley de Dios, y sin duda
nulo, entonces no solo lamentaré apartarme de una dama tan buena y
una compañera amorosa, sino que lamentaré mucho más mi
desafortunada oportunidad de haberme vivido tanto tiempo en
adulterio, para gran disgusto de Dios, y no tengo un verdadero
heredero de mi cuerpo para heredar este reino ... Por lo tanto, exijo de
todos ustedes que oren con nosotros para que se conozca la verdad
misma, para los la carga de nuestra conciencia y la salvación de
nuestra alma ". 36 Estas palabras, aunque carentes de sinceridad,
estaban bien calculadas para calmar la mente de los hombres.
Desafortunadamente, parece que después de este discurso de la
corona, cuya copia oficial se ha conservado, Henry agregó algunas
palabras propias. "Sin embargo", dijo, según Du Bellay, lanzando una
mirada amenazadora a su alrededor, "hubiera algún hombre que
hablara de su príncipe en términos distintos a los de convertirse, le
mostraré que soy el amo, y no no hay cabeza tan alta que no se la quite
de los hombros ". 37 Este fue un discurso al estilo de Henry; pero no
podemos dar crédito ilimitado a las afirmaciones de Du Bellay, a este
diplomático muy aficionado, como a otros de su clase, a "condimentar"
sus despachos. Pero cualquiera que sea el hecho en cuanto a la posdata,
el discurso sobre el divorcio produjo un efecto. A partir de ese
momento no hubo más bromas, ni siquiera por parte de los enemigos
de los Bolena. S ome apoyaba al rey, otros se conformaron con piedad a
la reina en secreto; la mayoría se dispuso a aprovechar una revolución
de la corte que todo el mundo preveía. "El rey les dio a entender con
tanta claridad su placer", dice el embajador francés, "que hablan con
más sobriedad de lo que lo han hecho hasta ahora".
Henry, deseando silenciar los clamores de la gente y disipar los
temores de las clases altas, ofreció varios entretenimientos magníficos
en un momento en Londres, en otro en Greenwich, ahora en Hampton
Court y luego en Richmond. La reina lo acompañó, pero Anne
generalmente permanecía “en un alojamiento muy hermoso que
Henry le había proporcionado”, dice Du Bellay. El cardenal, siguiendo
el ejemplo de su maestro, hizo representaciones de obras de teatro
francesas con gran magnificencia. Toda su esperanza estaba en
Francia. "No deseo nada en Inglaterra, ni de palabra ni de hecho, que
no sea francés", 38 le dijo al obispo de Bayona. Al fin, Ana Bolena había
aceptado el brillante puesto que había rechazado al principio, y cada
día su majestuosa mansión (Casa Suffolk) se llenaba con una corte
numerosa, "más que nunca se había aglomerado ante la reina". - “Sí,
sí”, dijo Du Bellay, al ver que la multitud se volvía hacia el sol naciente,
“desean con estas pequeñas cosas acostumbrar a la gente a soportarla,
que cuando se intentan grandes, no se encuentren. tan extraño."
En medio de estas festividades, el gran negocio no dormía. Cuando el
embajador francés solicitó la subvención destinada al rescate de los
hijos de Francisco I, el cardenal le pidió a cambio un documento que
acreditara que el matrimonio nunca había sido válido. Du Bellay se
disculpó por su edad y falta de conocimientos; pero al darse cuenta de
que no podría tener el subsidio sin él, escribió las memorias en un solo
día. El cardenal y el rey embelesados le rogaron que hablara con
Campeggio. 39 El embajador consintió y tuvo éxito más allá de todas
las expectativas. El nuncio, plenamente consciente de que un arco
demasiado doblado se rompería, hizo que Henry se convirtiera en el
deporte de la esperanza y el miedo. “Tenga cuidado de cómo afirma
que el Papa no tenía derecho a conceder una dispensa al rey”, le dijo al
obispo francés; “Esto sería negar su poder, que es infinito. Pero ”,
agregó en tono misterioso,“ señalaré un camino que te llevará
infaliblemente a la marca. Muestre que el santo padre ha sido
engañado por información falsa. Insiste en eso ", continuó," para
obligarme a declarar que la dispensa se concedió por motivos erróneos
". 40 Así reveló el propio legado la brecha por la que la fortaleza podría
sorprenderse. "¡Victoria!" exclamó Henry, al entrar en los apartamentos
de Anne todo radiante de alegría.
Pero esta confianza por parte de Campeggio fue solo un truco nuevo.
"Hay un gran rumor en la corte", escribió Du Bellay poco después, "de
que el emperador y el rey de Francia se están uniendo y dejando a
Enrique solo, de modo que todo caerá sobre sus hombros". 41 Wolsey,
al descubrir que las intrigas de la diplomacia habían fracasado, pensó
que era su deber poner nuevos resortes en movimiento, “y por todos
los medios buenos y honestos para ganar el favor del Papa. 42 Vio,
además, para su gran pesar, la nueva catolicidad formándose entonces
en el mundo, y uniendo, por lazos más estrechos, a los cristianos de
Inglaterra a los del continente. Derribar a uno de los líderes de este
movimiento evangélico podría inclinar a la corte de Roma a favor de
Enrique . El cardenal se comprometió, por tanto, a perseguir a
Tyndale; y esta resolución ahora nos transportará a Alemania.

Notas finales:
1. Cum Caesar materterae suae causam contra injurias
Henrici propugnaverit. Sanders, pág. 28.
2. Quatuor nuncios celerrimo cursu diversis itineribus ad
Campegium misit. Ibídem. et Herbert, pág. 253.
3. Fuller, libro 5 p. 172.
4. Documentos estatales, 7 p. 91, 92.
5. Panfletista. Núm. 43, pág. 117.
6. Ibídem. pags. 151.
7. El cardenal no tenía la intención de que el asunto de su
excelencia surtiera efecto, sino sólo de disimular con su
excelencia, porque él es completamente imperial. Suffolk
a Henry, State Papers, 7 p. 183.
8. Wyatt, pág. 430.
9. Sanga a Campeggio. De Viterbo, 27 de septiembre Ranke,
Deutsche Gesch. 3 p. 135.
10. Documentos estatales, 7 p. 94, 95.
11. Envío del obispo de Bayona, 1 6 de octubre de 1529. Le
Grand, Preuves, p. 169.
12. Quem saepius visitavi et amantissime sum complexus.
Documentos estatales, 7 p. 103.
13. Panfletista, núm. 43, pág. 123.

14. Du Bellay a Montmorency, 21 de octubre. Le Grand.


Preuves, pág. 185.
15. Du Bellay a Montmorency, 1 de noviembre. Le Grand,
Preuves, pág. 195.
16. Regina in luctu et lacrymis noctes diesque egit. Sanders,
pág. 29.
17. Regia majestas et ego ad eum crebro accessimus.
Documentos estatales, 7 p. 103.
18. Rex et duo cardinales, remotis arbitris, de suis rebus
multum et diu collocuti. Sanders, pág. 29.
19. Incredibili utriusque nostrum animi moerore. State
Papes, 7 p. 104.
20. Conatus est omne divortium inter regiam majestatem ut
reginam dissuadere. Ibídem.
21. Non absque ingenti cruciatu. Ibídem.

22. Ingemiscendum excidium, perpetua infamia. Ibídem.


23. Remedium levamenque afflictae oppressaeque
conscientiae. Ibídem.
24. Non ut ea uteremur, sed ut secreta haberetur.
Documentos estatales, 7 p. 104.
25. Nullo pacto adduci vult, ut mihi, suo collegae,
Commissionem hanc decretalem e suis manibus credat.
Ibídem. pags. 105.
26. Nec ullum verbum nec mencionar em ullam. Ibídem.
27. Esse omni spe frustratos quam in praefata Santitate tam
ingenue reposueramus. Ibídem.

28. A fundamento tam levi incertaque statera pendeat, ut in


sempiternam ruinam. Ibídem. pags. 106.
29. Quanto animi cruciatu..vigilans dormiensque.
Documentos estatales, 7 p. 108.
30. Du Bellay a Montmorency. Le Grand, Preuves, pág. 266.

31. Du Bellay a Montmorency, 8 de noviembre de 1528.


Ibíd. 204.
32. Le Grand, Preuves, pág. 232.
33. Este acto está fechado en Idibus Novembris. Wilkins,
Concilia, 3 p. 714. Herbert y Collyer dicen el 8 de
noviembre.
34. In mentem una venit et concurrit mortis cogitatio.
Ibídem.
35. Haec una res quod Deo teste et in regis oraculo
assertmamus. Ibídem.
36. Sala. P. 754.

37. Du Bellay a Montmorency, 17 de noviembre de 1528. Le


Le Grand, Preuves, p. 218.
38. Du Bellay a Montmorency, 1 de enero. Ibídem. pags. 268.
39. Du Bellay a Montmorency, 1 de enero. Le Grand, pág.
200.
40. Poussez-moi cela raide. Du Bellay a Montmorency.
Ibídem. pags. 217.
41. Ibíd, pág. 219.
42. Ibídem. pags. 225.
LIBRO 20
CAPÍTULO 4

La residencia de Tyndale y sus amigos en países extranjeros, y las


conexiones allí formadas con cristianos piadosos, testifican del
espíritu fraterno que la Reforma restauró en la iglesia. Es en el
protestantismo donde se encuentra la verdadera catolicidad . La iglesia
romana no es una iglesia católica. Separada de las iglesias de oriente,
que son las más antiguas de la cristiandad, y de las iglesias
reformadas, que son las más puras, no es más que una secta, y esa
degenerada. Una iglesia que profesara creer en la unidad episcopal,
pero que se mantuviera separada del episcopado de Roma y de
Oriente, y de las iglesias evangélicas, dejaría de ser una iglesia católica;
sería una secta aún más sectaria que la del Vaticano , un fragmento de
un fragmento. La iglesia del Salvador requiere una unidad más
verdadera y más divina que la de los sacerdotes, que se condenan unos
a otros. Fueron los reformadores, y particularmente Tyndale, 1 quienes
proclamaron en toda la cristiandad la existencia de un cuerpo de
Cristo, del cual todos los hijos de Dios son miembros. Los discípulos de
la Reforma son los verdaderos católicos.
Era una catolicidad de otro tipo lo que Wolsey deseaba defender. No
rechazó ciertas reformas en la iglesia, particularmente aquellas que le
reportaron algún beneficio; pero, ante todo, deseaba preservar para la
jerarquía sus privilegios y uniformidad. La iglesia romana en Inglaterra
fue personificada en él, y si él caía, su ruina estaría cerca. Su talento
político y sus relaciones multiplicadas con el continente, le hicieron
discernir más claramente que otros los peligros que amenazaban al
Papa. La publicación de las Escrituras de Dios en inglés les pareció a
algunos una nube sin importancia, que pronto desaparecería del
horizonte; pero a la vista de Wolsey, presagiaba una poderosa
tempestad. Además, no amaba las relaciones fraternales que se
formaban entonces entre los cristianos evangélicos de Gran Bretaña y
de otras naciones. Molesto por esta catolicidad espiritual, resolvió
procurar el arresto de Tyndale, que era su órgano principal.
Hackett, el enviado de Enrique a los Países Bajos, ya había provocado
el encarcelamiento de Harman, un comerciante de Amberes, uno de
los principales partidarios del reformador inglés. Pero Hackett había
pedido en vano a Wolsey documentos que lo condenaran por traición
(porque el crimen de amar la Biblia no fue suficiente para provocar la
condena de Harman en Brabante); el enviado se había quedado sin
cartas de Inglaterra, y habiendo expirado el último plazo fijado por la
ley, Harman y su esposa fueron liberados tras siete meses de prisión.

Y, sin embargo, Wolsey no había estado inactivo. El cardenal esperaba


encontrar en otra parte la cooperación que Margarita de Austria
rechazó. Era Tyndale lo que quería, y todo parecía indicar que entonces
estaba escondido en Colonia o en sus alrededores. Wolsey, recordando
al senador Rincke y los servicios que ya había realizado, decidió
enviarle a John West, un fraile del convento franciscano de
Greenwich. W est, un hombre algo estrecho de miras pero enérgico,
estaba muy deseoso de distinguirse, y ya había adquirido cierta
notoriedad en Inglaterra entre los adversarios de la Reforma. Halagado
por su misión, este vanidoso monje partió inmediatamente hacia Ant
werp, acompañado por otro fraile, para apoderarse de Tyndale, e
incluso de Roy, una vez su colega en Greenwich, y contra quien había
luchado inútilmente en una discusión.

Mientras estos hombres conspiraban su ruina, Tyndale compuso


varias obras, las imprimió y las envió a Inglaterra, y rezó a Dios día y
noche para que iluminara a sus compatriotas. "¿Por qué te das tantos
problemas?" dijeron algunos de sus amigos. “Quemarán tus libros como
quemaron el Evangelio”. - “Solo harán lo que yo espero”, respondió él,
“si a mí también me queman”, ya contemplaba a lo lejos su propia pila
ardiendo; pero fue un espectáculo que sólo sirvió para aumentar su
celo. Escondido, como Lutero en Wartburg, pero no en un castillo, sino
en un humilde alojamiento, Tyndale, como el reformador sajón,
pasaba sus días y sus noches traduciendo la Biblia. Pero al no tener un
elector de Sajonia que lo protegiera, se vio obligado a cambiar de
residencia de vez en cuando.
En esta época, Fryth, que había escapado de las prisiones de Oxford, se
reunió con Tyndale y los dulces de la amistad suavizaron la amargura
de su exilio. Habiendo terminado Tyndale el Nuevo Testamento y
comenzado la traducción del Antiguo, el erudito Fryth fue de gran
utilidad para él. Cuanto más estudiaban la palabra de Dios, más la
admiraban. A principios de 1529, publicaron los libros de Génesis y
Deuteronomio y, dirigiéndose a sus compatriotas, dijeron: “Mientras
lees, piensa que cada sílaba pertenece a ti mismo, y chupa la esencia de
la Escritura. ” 2 A continuación, puede negar que los signos visibles de
gracia natural impartir, como el escolásticos había pretendido,
Tyndale sostuvo que los sacramentos son eficaces sólo cuando el
Espíritu Santo derrama su influencia sobre ellos. “Las ceremonias de la
ley ”, escribió, “pusieron a los israelitas en el mismo lugar que los
sacramentos a nosotros. Somos salvos no por el poder del sacrificio o la
acción en sí, sino en virtud de la fe en la promesa, de la cual el
sacrificio o la ceremonia era una señal o señal. El Espíritu Santo no es
un Dios mudo, no es un Dios que hace mamas. Dondequiera que se
proclame la palabra, este testimonio interior actúa. Si el bautismo me
predica el lavamiento en la sangre de Cristo, así lo acompaña el
Espíritu Santo; y esa obra de predicar por la fe quita mis pecados. El
arca de Noé los salvó en el agua mediante la fe ". 3
El hombre que se atrevió a dirigirse a Inglaterra en un lenguaje tan
contrario a las enseñanzas de la Edad Media debe ser encarcelado.
John West, que había sido enviado con este objeto, llegó a Amberes;
Hackett le consiguió como intérprete un fraile de ascendencia inglesa,
le hizo asumir un traje secular y le dio "tres libras" a cuenta del
cardenal; cuanta menos atención atrajera la embajada, más
probabilidades había de tener éxito. Pero grande fue la molestia de
West, al llegar a Colonia, al enterarse de que Rincke estaba en
Frankfort. Pero eso no importaba; el monje de Greenwich podría buscar
a Tyndale en Colonia y desear que Rincke hiciera lo mismo en
Frankfort; por lo tanto, habría dos búsquedas en lugar de e. West
consiguió un mensajero "rápido" (él también era un monje) y le
entregó la carta que Wolsey había dirigido a Rincke.
Era tiempo de feria en Francfort y la ciudad estaba llena de
comerciantes y sus mercancías. Tan pronto como Rincke terminó de
leer la carta de Wolsey , se apresuró a acudir a los burgomaestres y les
pidió que confiscaran las traducciones al inglés de las Escrituras y,
sobre todo, que capturaran al "hereje que estaba perturbando
Inglaterra como Lutero perturbaba a Alemania". "Tyndale y sus amigos
no han aparecido en nuestras casas desde el mes de marzo de 1528",
respondieron los magistrados, "y no sabemos si están vivos o
muertos".

Rincke no se desanimó. John Schoot de Estrasburgo, de quien se decía


que había impreso los libros de Tyndale, y al que le importaban menos
las obras que publicaba que el dinero que sacaba de ellas, se
encontraba en Frankfort. "¿Dónde está Tyndale?" Le preguntó Rincke.
“No lo sé”, respondió el impresor; pero confesó que había impreso mil
volúmenes a petición de Tyndale y Roy. “Tráemelos”, continuó el
senador de Colonia. - “Si me pagan un precio justo, se los daré”. Rincke
pagó todo lo exigido.
Wolsey ahora se sentiría satisfecho, porque el Nuevo Testamento le
molestaba casi tanto como el divorcio; este libro, tan peligroso a sus
ojos, parecía a punto de provocar un incendio que consumiría
infaliblemente el edificio del tradicionalismo romano. Rincke, que
participó en los temores de su patrón, abrió con impaciencia los
volúmenes que le habían entregado; pero hubo un triste error, no eran
el Nuevo Testamento, ni siquiera una obra de Tyndale, sino una escrita
por William Roy, un hombre cambiante y violento, a quien el
reformador había empleado durante algún tiempo en Hamburgo, y
que lo había seguido. a Colonia, pero con quien pronto se sintió
disgustado. "Le despedí de nuestras dos vidas", dijo Tyndale, "y un día
más". Roy, al dejar el reformador, había ido a Estrasburgo, donde se
jactaba de sus relaciones con él, y había impreso en esa ciudad una
sátira contra Wolsey y las órdenes monásticas, titulada Entierro de la
misa: este era el libro entregado. a Rincke. El espíritu sarcástico del
monje había excedido los límites legítimos de la controversia y, en
consecuencia, el senador no se atrevió a enviar los volúmenes a
Inglaterra. Sin embargo, no interrumpió sus investigaciones , sino que
buscó en todos los lugares donde pensó que podía descubrir el Nuevo
Testamento y, tras incautar todos los volúmenes sospechosos, partió
hacia Colonia. 4
Sin embargo, no estaba satisfecho. Quería a Tyndale, y estuvo
preguntando a todos si sabían dónde encontrarlo. Pero el reformador,
a quien buscaba en tantos lugares, y especialmente en Frankfort y
Colonia, tuvo la casualidad de residir a distancias aproximadamente
iguales de estas dos ciudades; de modo que Rincke, mientras viajaba de
uno a otro, podría haberlo encontrado cara a cara, como el mensajero
de Acab conoció a Elijah. 5 Tyndale estaba en Marburg, adonde había
sido atraído por varios motivos. El príncipe Felipe de Hesse fue el gran
protector de las doctrinas evangélicas. La universidad había atraído la
atención en la Reforma por las paradojas de Lambert de Aviñón. Aquí
un joven escocés llamado Hamilton, después ilustre como mártir,
había estudiado poco antes, y también aquí el célebre impresor John
Luft tenía sus imprentas. En esta ciudad, Tyndale y Fryth habían
establecido su morada, en septiembre de 1528, y, escondidos en las
tranquilas orillas del Lahn, estaban traduciendo el Antiguo
Testamento. Si Rincke hubiera registrado este lugar, no podría haber
dejado de descubrirlos. Pero o no pensaba en ello, o temía al terrible
landgrave. El camino directo por el Rin fue el que siguió, y Tyndale
escapó.

Cuando llegó a Colonia, Rincke tuvo una entrevista inmediata con


West. Habiendo fracasado sus investigaciones, deben recurrir a
medidas más enérgicas. El senador, por lo tanto, envió al monje de
regreso a Inglaterra, acompañado por su hijo Hermann, encargándoles
que le dijeran a Wolsey: “Para apoderarse de Tyndale necesitamos
poderes más completos, ratificados por el emperador. Los traidores
que conspiran contra la vida del rey de Inglaterra no son tolerados en
el imperio, mucho menos Tyndale y todos aquellos que conspiran
contra la cristiandad. Debe ser ejecutado; nada más que un ejemplo
sorprendente puede frenar la herejía luterana. - Y en cuanto a nosotros
”, se les dijo que agregaran, “ por el favor de Dios posiblemente haya
una oportunidad para que su alteza real y su gracia nos recompense ”.
6 Rincke no había olvidado la subvención de diez mil libras que había
recibido de Enrique VII para la guerra de Turkis h, cuando había ido a
Londres como enviado de Maximiliano.
West regresó a Inglaterra muy molesto por haber fracasado en su
misión. ¿Qué dirían en la corte y en su monasterio? Una nueva
humillación estaba reservada para él. Roy, a quien West había ido a
buscar a orillas del Rin, había visitado a su madre a orillas del
Támesis; y para coronar todo, las nuevas doctrinas habían penetrado
en su propio convento. El director, el padre Robinson, los había
abrazado, y noche y día los monjes de Greenwich leían el Nuevo
Testamento que West había ido a quemar a Colonia. El fraile de
Amberes, que lo había acompañado en su viaje, era la única persona a
quien podía confiar sus penas; pero los franciscanos lo enviaron de
regreso al continente, y luego se divirtieron a costa del pobre West. Si
deseaba contar sus aventuras a orillas del Rin, se reían de él; si se
jactaba de los nombres de Wolsey y Enrique VIII, se burlaban aún más
de él. Deseaba hablar con la madre de Roy, esperando obtener alguna
información útil de ella; esto lo impidieron los monjes. “Está en mi
comisión”, dijo. Lo ridiculizaban cada vez más. Robinson, percibiendo
que la comisión hizo que West asumiera aires indecorosos de
independencia, solicitó a Wolsey que la retirara; y West, convencido de
que estaba a punto de ser encarcelado, exclamó alarmado: "¡Estoy
cansado de mi vida!". y conjuró a un amigo que tenía en la corte para
procurarle antes de Navidad una obediencia bajo la mano y el sello de
su señoría, lo que le permitió dejar el monasterio: "¿Qué le pagas por
ello?", agregó, "veré que te reembolsen . " Así expió West el celo
fanático que le había impulsado a perseguir al traductor de los
oráculos de Dios. Qué fue de él, no lo sabemos: nunca más se supo de
él.
En ese momento, Wolsey tenía otros asuntos que involucrarlo además
de esta "obediencia". Mientras las quejas de West iban a Londres, las
del rey viajaban a Roma. El gran negocio a los ojos del cardenal era
mantener la armonía entre Enrique y la iglesia. No se pensó más en las
investigaciones en Alemania, y durante un tiempo Tyndale se salvó.

Notas finales:
1. La Iglesia de Cristo es la multitud de todos los que creen
en Cristo, etc. Exposición de Mateo, Prólogo.
2. Prólogo al Libro del Génesis (Doctr. Tr.) P. 400.
3. Prol ogue al libro de Levítico p (Doctr. Tr.). 423, 424, 426.

4. Anderson, Annals of the Bible, 1 p. 203: "Reuní y


empaqué todos los libros de cada trimestre".
5. Reyes 18: 7.
6. Algodón MSS., Vitellius, B.21 fol. 43. Bible Annals, 1 p.
204.
LIBRO 20
CAPÍTULO 5

El rey y una parte de su pueblo todavía se adhirieron al Papa, y


mientras estos lazos no se rompieran, la palabra de Dios no podía
tener curso libre. Pero para inducir a Inglaterra a renunciar a Roma,
tenía que haber motivos poderosos, y no faltaron.

Wolsey nunca había dado órdenes tan urgentes a ninguno de los


embajadores de Enrique: “El rey”, le escribió a Da Casale el 1 de
noviembre de 1528, “encomienda este asunto a tu prudencia, destreza
y fidelidad; y te conjuro a que emplees todos los poderes de tu genio, e
incluso a que los superes. Esté muy seguro de que no ha hecho nada ni
puede hacer nada que sea más agradable para el rey, más deseable
para mí y más útil y glorioso para usted y su familia ". 1 Da Casale
poseía una tenacidad que justificaba la confianza del cardenal y una
mente activa y excitable: temblando ante la idea de ver a Roma perder
Inglaterra, solicitó inmediatamente una audiencia de Clemente VII.
"¡Qué!" le dijo al Papa, "así como se proponía continuar con el
divorcio, ¡su nuncio se esfuerza por disuadir al rey!" ... No hay
esperanza de que Catalina de Aragón alguna vez le dé un heredero a la
corona. Santo padre, debe haber un final para esto. Ordene a
Campeggio que ponga la decretal en manos de su majestad ". - "¿Lo
que usted dice?" exclamó el Papa. "Con mucho gusto perdería uno de
mis dedos para recuperarlo de nuevo, y me pides que lo haga público
... sería mi ruina". 2 Da Casale insistió: "Tenemos un deber que
cumplir", dijo ; “Les recordamos en esta última hora los peligros que
amenazan las relaciones que unen a Roma e Inglaterra. La crisis se
acerca. Llamamos a tu puerta, lloramos, exhortamos, suplicamos,
ponemos ante ti los peligros presentes y futuros que amenazan al
papado. 3 ..... El mundo sabrá que el rey al menos ha cumplido el
deber de un hijo devoto de la iglesia. Si su santidad desea mantener a
Inglaterra en el redil de San Pedro, repito ... ahora es el momento ...
ahora es el momento ". 4 Ante estas palabras, Da Casale, incapaz de
contener su emoción, cayó a los pies del Papa y le suplicó que salvara
la iglesia en Gran Bretaña. El Papa se emocionó. “Levántate”, dijo él,
con señales de dolor no deseado, 5 “Te concedo todo lo que está en mi
poder; Estoy dispuesto a confirmar el juicio que los legados crean que
es su deber dictar; pero me absuelvo de toda responsabilidad en
cuanto a los males indecibles que este asunto pueda traer consigo ... Si
el rey, después de haber defendido la fe y la iglesia, desea arruinar a
ambas, solo sobre él recaerá la responsabilidad. de un desastre tan
grande ". Clemente no concedió nada. Da Casale se retiró
descorazonado y convencido de que el pontífice estaba a punto de
tratar con Char les V.
Wolsey deseaba salvar al Papa; pero el papa se resistió. Clemente VII
estaba a punto de perder esa isla que Gregorio el Grande había ganado
con tanta dificultad. El Papa estaba en la posición más cruel. El enviado
inglés apenas había salido del palacio antes de que el embajador del
emperador entrara respirando amenazas. El infeliz pontífice escapó de
los asaltos de Enrique sólo para quedar expuesto a los de Carlos; fue
lanzado hacia atrás y hacia adelante como una pelota. “Reuniré un
concilio general”, dijo el emperador a través de su embajador, “y si se
descubre que ha infringido los cánones de la iglesia en cualquier
punto, se lo procesará con todo rigor. No olvide ”, añadió su agente en
voz baja,“ que su nacimiento es ilegítimo y, en consecuencia, lo excluye
del pontificado ”. El tímido Clemente, imaginando que veía la tiara caer
de su cabeza, juró rechazar todo a Henry. "¡Pobre de mí!" le dijo a uno
de sus más queridos confidentes: “Me arrepiento en polvo y cenizas
por haber otorgado esta bula decretal. Si el rey de Inglaterra desea tan
fervientemente que se le entregue, ciertamente no puede ser
simplemente para conocer su contenido. Él está demasiado
familiarizado con ellos. Solo es para atarme las manos en este asunto
del divorcio; Preferiría morir mil muertes ". Clemente, para calmar su
agitación, envió a uno de sus caballeros más capaces de la alcoba,
Francis Campana, aparentemente para alimentar al rey con nuevas
promesas, pero en realidad para cortar el único hilo del que aún
pendían las esperanzas de Enrique. “Abrazamos a su majestad”,
escribió el Papa en la carta entregada a Campana, “con el amor
paternal que merecen sus numerosos méritos”. 6 Ahora Campana fue
enviado a Inglaterra para quemar clandestinamente la famosa
decretal; 7 Clemente ocultó sus golpes con un abrazo . Roma había
concedido muchos divorcios no tan bien fundados como el de Enrique
VIII; pero aquí se trataba de un asunto muy diferente del divorcio; el
Papa, deseoso de levantar en Italia su poder destrozado, estaba a
punto de sacrificar a los Tudor y preparar el triunfo de la Reforma.
Roma se estaba separando de Inglaterra.

Todo el temor de Clement era que Campana llegara demasiado tarde


para quemar el toro; pronto se tranquilizó; una calma absoluta impidió
que avanzara el gran asunto. Campeggio, que se cuidó de no
apresurarse en su misión, se entregó, como hábil diplomático, a sus
gustos mundanos; y cuando no pudo, con el debido respeto al estado
de sus piernas, entregarse a la persecución, que le gustaba mucho, se
dedicó al juego, al que era muy adicto. Historiadores respetables
afirman que se entregó a placeres aún más ilícitos. 8 Pero esto no
podía durar para siempre, y el nuncio buscó algunos nuevos medios de
retraso, que se ofreció en el más UNEXP forma ected. Un día, un oficial
de la reina presentó al legado romano un escrito de Julio II, con la
misma fecha que la bula de dispensa, firmado también, así, por el
secretario Sigismond, y en el que el Papa se expresaba de esa manera.
er, que las objeciones de Henry cayeron por sí solas. "El emperador",
dijo el mensajero de Catalina, "ha descubierto este informe entre los
papeles de Puebla, el embajador de España en Inglaterra, en el
momento de la boda". - “Es imposible seguir”, dijo Campeggio a
Wolsey; “Todo tu razonamiento ahora está cortado debajo de ti.
Debemos esperar nuevas instrucciones ". Esta era la conclusión del
cardenal en cada nuevo incidente, y como el viaje de Londres al
Vaticano era muy largo (sin tener en cuenta la tardanza romana) , el
expediente era infalible.
Así existían dos actas del mismo Papa, firmadas el mismo día el uno
secreto, el otro público, en contradicción entre sí. Enrique decidió
enviar una nueva misión a Roma. Anne propuso para esta embajada a
uno de los caballeros más consumados de la corte, su primo, Sir
Francis Bryan. Con él se unió un italiano, Peter Vannes, secretario
latino de Henry. “Buscarán en todos los registros de la época de Julio
II”, les dijo Wolsey; Estudiará la letra del secretario Sigismond y
examinará con atención el anillo del pescador que usó ese pontífice. 9 -
Además, informará al Papa que se propone poner en su lugar a cierto
fraile gris, llamado De Angelis, a quien Carlos daría la autoridad
espiritual, reservándose la temporal para él. Te las arreglarás para que
Clement se alarme por el proyecto, y luego le ofrecerás una guardia de
2000 hombres para protegerlo. Usted preguntará si, en caso de que la
reina desee abrazar una vida religiosa, con la condición de que el rey
haga lo mismo, y Enrique debería ceder a este deseo, 10 él podría tener
la seguridad de que el Papa lo liberaría después de su cargo. votos. Y,
finalmente, preguntarás si, en caso de que la reina se niegue a entrar
en un convento, el Papa permitiría que el rey tuviera dos esposas,
como vemos en el Antiguo Testamento ”. 11 La idea que ha traído
tantos reproches al landgrave de Hesse no era nueva; el honor de ella
pertenece a un cardenal y legado de Roma, diga lo que diga Bossuet.
“Por último”, continuó Wolsey, “como el Papa es de una disposición
tímida, no dejará de condimentar sus protestas con amenazas. Tú,
Pedro, lo llevarás a un lado y le dirás que, como italiano, teniendo más
en el corazón que nadie la gloria de la santa sede, es tu deber advertirle
que si persiste, el rey, su reino. y muchos otros príncipes, se separarán
para siempre del papado ".

No estaba solo en la mente del Papa que era necesario actuar; el rumor
de que el emperador y el rey de Francia estaban tratando juntos
inquietó a Enrique. Wolsey había intentado en vano hacer sonar a Du
Bellay; estos dos sacerdotes intentaron arte contra arte. Además, el
francés no siempre fue informado adecuadamente por su corte, y las
cartas tardaron diez días en llegar de París a Londres. 12 Henry
resolvió tener una conferencia con el embajador. Comenzó hablándole
de su asunto, dice Du Bellay, "y les prometo", agregó, "que no necesita
un defensor, que comprende muy bien todo el asunto". Henry luego se
refirió a los errores de Francisco I, "recordando tantas cosas que el
enviado no sabía qué decir". - “Le ruego, Maestro Embajador”, dijo
Enrique en conclusión, “que le suplique al rey, hermano mío, que
renuncie a un poco de sus diversiones durante un año sólo para el
pronto despacho de sus asuntos. Advertir a aquellos a quienes les
concierne ”. Habiendo dado este acicate al rey de Francia, Enrique
volvió sus pensamientos hacia Roma .
En verdad, el fatal escrito de España lo atormentaba día y noche, y el
cardenal torturó su mente para encontrar pruebas de su no
autenticidad; si pudiera hacerlo, absolvería al papado del cargo de
duplicidad y acusaría al emperador de falsificación. Al fin pensó que lo
había logrado. “En primer lugar”, le dijo al rey, “el escrito tiene la
misma fecha que la bula. Ahora bien, si los errores en este último se
hubieran descubierto el día en que se redactó, hubiera sido más
natural hacer otro que anexar un breve señalando los errores. ¡Qué! el
mismo Papa, el mismo día, a petición de las mismas personas, da dos
rescriptos para un efecto, 13 ¡ uno de los cuales contradice al otro! O el
toro era bueno y luego, ¿por qué el breve? o el toro era malo, y
entonces, ¿por qué engañar a los príncipes con un toro sin valor?
Muchos nombres se encuentran en el breve escrito incorrectamente, y
son faltas que el secretario pontificio, cuya exactitud es tan conocida,
no podría haber cometido. 14 Por último, nadie en Inglaterra escuchó
jamás mencionar este informe; y, sin embargo, es aquí donde debería
encontrarse ". Enrique encargó a Knight, su secretario principal, que se
uniera a los demás enviados a toda prisa para demostrarle al Papa el
carácter suplicante del documento.
Este importante papel revivió la irritación que se sentía en Inglaterra
contra Carlos V, y se resolvió llegar a los extremos. Todos los
descontentos con Austria se refugiaron en Londres, especialmente los
húngaros. El amb assador de Hungría propuso a Wolsey adjudicar la
corona imperial de Alemania al elector de Sajonia o al landgrave de
Hesse, los dos jefes del protestantismo. 15 Wolsey exclamó alarmado:
"Será un inconveniente para la cristiandad, son tan luteranos". Pero el
embajador húngaro lo satisfizo tanto que al final no encontró el asunto
tan inconveniente. Estos planes estaban prosperando en Londres,
cuando de repente se produjo una nueva metamorfosis bajo los ojos de
Du Bellay. El rey, el cardenal y los ministros aparecieron con extraña
consternación. Vincent da Casale acababa de llegar de Roma con una
carta de su primo el protonotario, en la que le informaba a Enrique
que el Papa, al ver el triunfo de Carlos V, la indecisión de Francisco I,
el aislamiento del rey de Inglaterra y la angustia de su cardenal. , se
había arrojado a los brazos del emperador. En Roma llegaron a
bromear sobre Wolsey y a decir que, como no podía ser San Pedro, lo
harían San Pablo.
Mientras ridiculizaban a Wolsey en Roma, en St. Germain estaban
bromeando sobre Henry. “Haré que se deshaga de las nociones que
tiene en la cabeza”, dijo Francis; y los flamencos, que fueron
nuevamente enviados fuera del país, dijeron al salir de Londres, "que
este año continuarían la guerra con tanta fuerza, que sería realmente
un espectáculo digno de ver".
Además de estos dolores públicos, Wolsey tenía los privados. Ana
Bolena, que ya había comenzado a usar su influencia en nombre de las
víctimas del cardenal despótico , no se dio descanso hasta que
Cheyney, un cortesano deshonrado por Wolsey, fue devuelto al favor
del rey. Anne incluso pronunció varios sarcasmos mordaces contra el
cardenal, y el duque de Norfolk y su grupo comenzaron a "hablar en
grande" , dice Du Bellay. En el momento en que el Papa, asustado por
Carlos V, se separaba de Inglaterra, el propio Wolsey se tambaleaba.
¿Quién defenderá el papado? ...... ¡Después de Wolsey, nadie! Roma
estaba a punto de perder el poder que durante nueve siglos había
ejercido en el seno de esta ilustre nación. La angustia del cardenal no
se puede describir; perseguido incesantemente por imágenes lúgubres,
vio a Ana en el trono provocando el triunfo de la Reforma: esta
pesadilla lo asfixiaba. "Su gracia, la pierna comió, está en un gran
problema", escribió el obispo de Bayona. "Sin embargo ...... él es más
astuto que ellos." dieciséis

Para calmar la tempestad, a Wolsey solo le quedaba un recurso: hacer


que Clement fuera favorable a los designios de su amo. El astuto
Campana, que había quemado la decretal, lo conjuró para que no
creyera todos los informes que le transmitían sobre Roma. "Para
satisfacer al rey", dijo al cardenal, "el santo padre, si es necesario,
descenderá del trono pontificio". 17 Por lo tanto, Wolsey resolvió
enviar a Roma un agente más enérgico que Vannes, Bryan o Knight, y
puso sus ojos en Gardiner. Su coraje empezó a revivir cuando un
acontecimiento inesperado avivó una vez más sus más altas
esperanzas.

Notas finales:

1. Vobis vestraeque familiae utilius aut honorificentius.


Documentos estatales, 7 p. 114.
2. Burnet, Records, 2 p. 20. Unius digiti jactura..quod
factum fuit revocarem.
3. Admonere, exclamare, rogare, instare, urgere, pulsare,
pericula praesentia et futura demon trare. Documentos
estatales, 7 p. 112.
4. Mermelada Tempus en promptu adest. Ibídem.
5. Ref. De Burnet 1 p. 44. Records, pág. 20.
6. Nos illum paterna charitate complecti, ut sua erga nos
atque hanc sedem plurima merita requirunt. State Papers,
7: 116.

7. Cambiar Campegius para quemar el docretal. Herbert,


pág. 250. Ref. De Burnet. 1:47.
8. Cazar y jugar todo el día y seguir rameras toda la noche.
Burnet, 1 pág. 52.
9. Documentos estatales, 7 p. 126, nota.

10. Sólo así conducir a la reina a ello. Ibídem. pags. 136, nota.
11. De duabus uxoribus. He nry's Instructions to Knight a
mediados de diciembre de 1528. State Papers, 7 p. 137.
Aparecen algunas grandes razones y precedentes del
Antiguo Testamento. Instrucciones para el mismo, 1 de
diciembre Ibid. pags. 136, nota.
12. La dite lettre du roi, combien qu'elle fut du 3, je l'ai
recue sinon le 13; le pareil m'advint quasi de toutes
autres. Du Bellay a Montmorency, 20 de diciembre Le
Grand, Preuves.
13. State Papers, vol. 7 p. 130.

14. La reina Isabel se llamaba Isabel en el breve; pero he


visto un documento de la corte de Madrid en el que la
reina Isabel de Inglaterra se llamaba Isabel; por tanto, no
es un error sin paralelo.
15. Du Bellay a Montmorency, 12 de enero de 1529. Le
Grand, Preuves, p. 279.
16. Le Grand, Preuves, pág. 295, 296.
17. Burnet, Hist. Árbitro. Vol. 1 p. 60.
LIBRO 20
CAPÍTULO 6

El 6 de enero de 1529, fiesta de la Epifanía, justo cuando el Papa


estaba celebrando la misa, fue atacado por una repentina enfermedad;
lo llevaron a su habitación, aparentemente agonizante. Cuando esta
noticia llegó a Londres, el cardenal resolvió apresurarse a abandonar
Inglaterra , donde el suelo temblaba bajo sus pies, y subir con valentía
al trono de los pontífices. Bryan y Vannes, luego en Florencia, se
apresuraron a Roma por caminos infestados de ladrones. En Orvieto se
les informó que el Papa estaba mejor; en Viterbo, nadie sabía si estaba
vivo o muerto; en Ronciglione, se les aseguró que había expirado; y,
finalmente, cuando llegaron a la metrópoli del Papa, se enteraron de
que Clemente no podría sobrevivir, y que los imperialistas, apoyados
por los Colonna, se esforzaban por tener un Papa devoto de Carlos V. 1
Pero por grande que fuera la agitación en Roma, fue aún mayor en
Whitehall. Si Dios hizo que De'Medici descendiera del trono pontificio,
solo podría ser, pensó Wolsey, hacerlo subir. "Es conveniente tener un
Papa que pueda salvar el reino", dijo a Gardiner. “Y aunque no puede
menos que ser incómodo para mí en esta mi vejez ser el padre común,
sin embargo, cuando todo está bien meditado, las cualidades de todos
los cardenales bien consideradas, soy el único, sin jactancia, que puede
y remediará el asunto secreto del rey. Y si no fuera por la reintegración
del estado de la iglesia, y especialmente para aliviar al rey y su reino de
sus calamidades , todas las riquezas y el honor del mundo no deberían
hacerme aceptar dicha dignidad. Sin embargo, me amoldo a las
necesidades de los tiempos. Por tanto, maestro Stephen, para que este
asunto tenga éxito, le ruego que aplique todo su ingenio, sin escatimar
dinero ni trabajo. Te doy los poderes más amplios, sin restricciones ni
limitaciones ". 2 Gardiner partió para ganar para su amo la codiciada
tiara.
Enrique VIII y Wolsey, que apenas pudieron contener su impaciencia,
pronto se enteraron de la muerte del pontífice desde diferentes
lugares. 3 “El emperador le ha quitado la vida a Clement”, 4 dijo
Wolsey, cegado por el odio. "Carlos", replicó el rey, "se esforzará por
obtener por la fuerza o defraudar a un Papa según sus deseos". "Sí,
convertirlo en su capellán", respondió Wolsey, "y con ese punto de
vista, milord, decídase a ser Papa". 5 - “Eso solo”, respondió el
cardenal, “puede llevar el peso de Su Majestad a una feliz terminación,
y salvándote a ti, salvar a la iglesia ... y a mí también”, pensó en su
corazón. "Veamos, contemos los votantes".
Enrique y su ministro escribieron luego en una tira de pergamino los
nombres de todos los cardenales, marcando con la letra A los que
estaban del lado de los reyes de Inglaterra y Francia, y con la letra B
todos los que favorecían al emperador. "No había una C", dice
sarcásticamente un cronista, "para significar alguna del lado de
Cristo". La letra N designaba a los neutrales. “Los cardenales
presentes”, dijo Wolsey, “no excederán los treinta y nueve, y debemos
tener dos tercios, es decir, veintiséis. Ahora, hay veinte en quienes
podemos contar; por lo tanto, debemos, a cualquier precio, ganar seis
de los neutrales ".
Wolsey, profundamente consciente de la importancia de unas
elecciones que decidirían si Inglaterra debía reformarse o no, redactó
cuidadosamente las instrucciones, que Henry firmó y que la historia
debía registrar. “Deseamos y ordenamos”, fueron informados en ellos
los embajadores, “que asegure la elección del cardenal de York; sin
olvidar que, además de la salvación de su propia alma, no hay nada
que el rey desee más fervientemente.

“Para vencer a los cardenales neutrales, emplearás dos métodos en


particular. La primera es que, estando presentes los cardenales , y
teniendo a Dios y al Espíritu Santo delante de ellos, les recordará que
solo el cardenal de York puede salvar a la cristiandad.
“La segunda es que, debido a que la fragilidad humana no permite que
todas las cosas sean ponderadas y sopesadas en una balanza justa,
pertenece a un asunto de tan alta importancia, para consuelo y alivio
de toda la cristiandad, socorrer las debilidades que puedan ocurrir ...
.... no por corrupción, comprenderás ...... sino más bien para ayudar a
las carencias y defectos de la naturaleza humana. Y, por lo tanto, será
conveniente que prometa oficios espirituales, dignidades,
recompensas en dinero u otras cosas que parezcan adecuadas para su
propósito.

“Entonces, con buena destreza, unirás y tejerás los que nos son
favorables en una perfecta solidez y un nudo indisoluble. Y para que
estén mejor animados a terminar la elección a voluntad del rey, les
ofrecerás una guardia de 2000 o 3000 hombres de los reyes de
Inglaterra y Francia, del vizconde de Turín y de la república de
Venecia.

“Si, a pesar de todos sus esfuerzos, la elección fracasa, entonces los


cardenales del rey se dirigirán a algún lugar seguro, y allí procederá a
la elección que sea del agrado de Dios.
Y para ganar más amigos para el rey, prometerá, por un lado, al
cardenal de'Medici y su partido nuestro favor especial; y los
florentinos, por otro lado, reconfortarán la exclusión de dicha familia
De'Medici. Asimismo, pondrás a los cardenales en perfecta esperanza
de recuperar el patrimonio de la Iglesia; y deberá mantener a los
venecianos en buena confianza de una manera razonable de ser
tomada por Cervia y Ravenna (que formaban parte del patrimonio)
para su satisfacción ". 6
Tales eran los medios por los que el cardenal esperaba ganar el trono
papal. A la derecha dijo que sí, a la izquierda dijo que no. Qué
importaba que estas perfidias fueran descubiertas un día, siempre que
fuera después de las elecciones. La cristiandad podría estar muy segura
de que la elección del futuro pontífice sería obra del Espíritu Santo.
Alejandro VI había sido un envenenador; Julio II había dejado paso a
la ambición, la ira y el vicio; el liberal León X había pasado su vida en
actividades mundanas; el infeliz Clemente VII había vivido de
estratagemas y mentiras; Wolsey sería su digno sucesor:
"Los siete pecados capitales han llevado la triple corona". 7

Wolsey encontró su excusa en el pensamiento de que, si tenía éxito, el


divorcio estaba asegurado e Inglaterra esclavizada para siempre a la
corte de Roma.
El éxito al principio parecía probable. Muchos cardenales hablaron
abiertamente a favor del prelado inglés; uno de ellos pidió un relato
detallado de su vida, para presentarlo como modelo a la iglesia; otro lo
adoraba (así dijo) como ad ivinidad ... Entre los dioses y papas
adorados en Roma no había algunos mejores que él. Pero pronto
llegaron noticias alarmantes a Inglaterra. ¡Qué pena! el Papa estaba
mejorando. “Oculte sus instrucciones”, escribió el cardenal, “y
resérvelas in omnem eventum. "
Wolsey no habiendo obtenido la tiara, era necesario al menos obtener
el divorcio. “Dios declara”, dijeron los embajadores ingleses ante el
Papa, “a menos que el Señor construya la casa, en vano trabajan los
que la construyen. 8 Por tanto, el rey, tomando solo a Dios por guía,
les pide, en primer lugar, un compromiso para pronunciar el divorcio
en el espacio de tres meses, y en el segundo la vocación a Roma ”. -
“Primero la promesa, y solo después la vocación”, había dicho Wolsey ;
"Porque me temo que si el Papa comienza con la vocación, nunca
pronunciará el divorcio". “Además”, añadieron los enviados, “el
segundo matrimonio del rey no admite rechazo, sean cuales sean las
bulas o los escritos. 9 El único tema de este asunto es el divorcio; el
divorcio de una forma u otra debe conseguirse ".
Wolsey había dado instrucciones a sus enviados para que
pronunciaran estas palabras con cierto aire de familiaridad y, al
mismo tiempo, con una gravedad calculada para producir un efecto. 10
Sus expectativas fueron engañadas: Clemente estaba más frío que
nunca. Había decidido abandonar Inglaterra para poder asegurar los
Estados de la Iglesia, de los que Carlos era entonces maestro,
sacrificando así lo espiritual por lo temporal. “El papa no hará la
menor cosa por su majestad”, escribió Bryan al rey; "Tu asunto bien
puede estar en su Pater noster, pero ciertamente no está en su Credo".
11 “Aumento de la importunidad”, respondió el rey; “El cardenal de
Verona debería permanecer en la persona del Papa y contrarrestar la
influencia de De Angelis y el arzobispo de Capua. Preferiría perder mis
dos coronas antes que ser golpeado por estos dos frailes ”.
Así, la lucha estaba a punto de volverse más intensa que nunca,
cuando la recaída de Clement una vez más arrojó dudas sobre todo.
Siempre estuvo entre la vida y la muerte; y esta perpetua alternancia
agitaba al rey y al impaciente cardenal en todos los sentidos. Este
último consideró que el Papa necesitaba méritos para entrar al reino
de los cielos. “Procure una entrevista con el Papa”, escribió a los
enviados, “aunque esté en la misma agonía de la muerte; 12 y
representarle que nada será más probable que salve su alma que la
factura de divorcio ". Los comisionados de Henry no fueron admitidos;
pero hacia fines de marzo, apareciendo los diputados en cuerpo, 13 el
Papa prometió examinar la carta de España. Vannes comenzó a temer
este documento; él representó que quienes lo habían fabricado habrían
podido darle una apariencia de autenticidad. “Más bien declare
inmediatamente que este informe no es un informe”, le dijo al Papa.
“El rey de Inglaterra, que es el hijo de su santidad, no se parece tanto
al resto del mundo. No podemos poner el mismo zapato en todos los
pies ". 14 Este argumento bastante vulgar no tocó a Clement. "Si para
contentar a tu maestro en este negocio", dijo, "no puedo emplear mi
cabeza, al menos lo haré con mi dedo". 15 - “Tenga el agrado de
explicarse”, respondió Vannes, quien encontró el dedo un asunto muy
insignificante. - "Quiero decir", prosiguió el pontífice, "que emplearé
todos los medios, siempre que sean honorables". Vannes se retiró
descorazonado.
Inmediatamente conversó con sus colegas, y todos juntos, alarmados
por la idea de la ira de Enrique, regresaron al pontífice; echaron a un
lado a los lacayos, que se esforzaron por detenerlos, y se dirigieron a
su dormitorio. Clemente se opuso a ellos con esa resistencia de la
inercia con la que el Papa ha obtenido sus mayores victorias: siluit, se
quedó callado. ¿Qué importancia tuvo para el pontífice Tudor, su isla y
su iglesia, cuando Carlos de Austria lo amenazaba con sus ejércitos?
Clemente, menos orgulloso que Hildebrand , se sometió de buena gana
al poder del emperador, siempre que éste lo protegiera. "Preferiría",
dijo, "ser el sirviente de César, no solo en un templo, sino en un
establo si es necesario, que estar expuesto a los insultos de rebeldes y
vagabundos". 16 Al mismo tiempo, le escribió a Campeggio: “No irrites
al rey, pero escurre este asunto tanto como sea posible; 17 el escrito
español nos da los medios ”.
De hecho, Carlos V había mostrado dos veces a Lee el documento
original , y Wolsey, después del informe de este embajador, empezó a
creer que no era Carlos quien había falsificado el escrito, sino que el
Papa Julio II realmente había dado dos documentos contradictorios
sobre el mismo. día. En consecuencia, el cardenal ahora temía ver esta
carta en las manos del pontífice. “Haz todo lo que puedas para disuadir
al Papa de buscar el original en España”, le escribió a uno de sus
embajadores; "Puede exasperar al emperador". Sabemos lo cauteloso
que fue el cardenal con Carlos. La intriga alcanzó su punto más alto en
esta época, y los ingleses y los romanos encontraron el oficio con el
oficio. "En negociaciones tan delicadas", dice Burnet, (que había tenido
poca experiencia en diplomacia), "los ministros deben decir y no decir
lo que se les instruye, lo que, por supuesto, forma parte de su negocio".
18 Los enviados de Enrique al Papa interceptaron las cartas enviadas
desde Roma y se apoderaron de Campeggio. 19 Por su parte, el Papa se
entregó a sonrisas lisonjeras y pérfidos equívocos . 20 Bryan le
escribió a Enrique VIII: “Tu gracia siempre ha hecho por él con obras,
y te ha recompensado con bellas palabras y bellos escritos, de los
cuales creo que tu gracia no carecerá de ninguno; pero en cuanto a los
hechos, nunca creo verlos, y especialmente en este momento ". Bryan
había comprendido la corte de Roma quizás mejor que muchos
políticos. Finalmente, el propio Clemente, deseando preparar al rey
para el golpe que estaba a punto de infligir, le escribió: “No hemos
podido encontrar nada que satisfaga a sus embajadores”. 21
Henry pensó que sabía lo que significaba este mensaje: que no había
encontrado nada y que no encontraría nada; y, en consecuencia, este
príncipe, que, si podemos creer a Wolsey, había mostrado hasta ahora
una paciencia y una dulzura increíbles, 22 cedió ante toda su violencia.
“Muy bien entonces,” dijo él; "Mis señores y yo sabemos bien cómo
apartarnos de la autoridad de la sede romana". Wolsey palideció y con
juro a su amo para que no se precipitara a ese terrible abismo; 23
Campeggio también trató de revivir las esperanzas del rey. Pero todo
fue inútil. Henry llamó a sus embajadores.
Henry, es cierto, aún no había alcanzado la edad en que los personajes
violentos se vuelven inflexibles por el hábito que han fomentado de
ceder a sus pasiones. Pero el cardenal, que conocía a su maestro, sabía
también que su inflexibilidad no dependía del número de sus años;
pensó que el poder de Roma en Inglaterra era mínimo y, colocado
entre Enrique y Clemente, exclamó: "¿Cómo evitaré a Escila y no caeré
en Caribdis?" 24 Rogó al rey que hiciera un último esfuerzo enviando
al Dr. Bennet al Papa con órdenes de apoyar a los avocati en Roma, y
le entregó una carta en la que mostraba todos los recursos de su
elocuencia. “¿Cómo se puede imaginar”, escribió, “que las persuasiones
del sentido impulsen al rey a romper una unión en la que los ardientes
años de su juventud transcurrieron con tanta pureza? 25 ...... El asunto
es muy diferente. Estoy en el lugar, conozco el estado de la mente de
los hombres ... Oren, créanme ... El divorcio es la cuestión secundaria;
el principal es la fidelidad de este reino a la sede papal. La nobleza, la
nobleza y los ciudadanos exclaman con indignación: ¿Debe nuestra
fortuna, e incluso nuestra vida, depender del asentimiento de un
extranjero? Debemos abolir, o al menos disminuir, la autoridad del
pontífice romano. 26 ..... Padre Santísimo, no podemos mencionar
tales cosas sin estremecernos ". ...... Este nuevo intento también fue
inútil. El Papa le preguntó a Enrique cómo podía dudar de su buena
voluntad, viendo que el rey de Inglaterra había hecho tanto por la sede
apostólica. 27 Esto le pareció una cruel ironía a Tudor; el rey pidió un
favor al Papa, y el Papa respondió recordando los que el papado había
recibido de sus manos. "¿Es así", preguntaban los hombres en
Inglaterra, "en que Roma paga sus deudas?"
Wolsey no había llegado al término de sus desgracias. Gardiner y Bryan
acababan de regresar a Londres: declararon que exigir una vocación a
Roma era perder su causa. En consecuencia, Wolsey, que se volvió a
favor de todos los vientos, ordenó a Da Casale, en caso de que
Clemente pronunciara la vocación, que apelara al Papa, la falsa cabeza
de la iglesia, al verdadero vicario de Jesucristo. 28 Esto fue casi al
estilo de Lutero. ¿Quién era este verdadero vicario? Probablemente un
Papa nominado por la influencia de Inglaterra.
Pero este procedimiento no aseguró al cardenal: estaba perdiendo el
juicio. Poco tiempo antes, Du Bellay, que acababa de regresar de París,
adonde había ido para mantener a Francia del lado de Inglaterra,
había sido invitado a Richmond por Wolsey. Mientras los dos prelados
paseaban por el parque, en esa colina desde donde la mirada recorre
los campos fértiles y ondulados por donde el sinuoso Támesis vierte
sus tranquilas aguas, el infeliz cardenal observó al obispo: “Mi
problema es el más grande que jamás haya existido. ! ...... He excitado
y continuado este asunto del divorcio, para disolver la unión entre las
dos casas de España e Inglaterra, sembrando el malentendido entre
ellas, como si yo no tuviera parte en ello. 29 Se sabe que era en el
interés de Francia; Por tanto, ruego al rey vuestro señor y a su
majestad que hagan todo lo que pueda adelantar el divorcio. Estimaré
tal favor más que si me hicieran Papa; pero si me rechazan, mi ruina es
inevitable ”. Y luego, cediendo a la desesperación, exclamó: “¡Ay! ¡Ojalá
me enterraran mañana! "

El infeliz bebía la amarga copa que le habían preparado sus perfidias.


Todos parecían conspirar contra Henry, y Bennet fue llamado poco
después. Se dijo en la corte y en la ciudad: "Ya que el papa nos sacrifica
al emperador, sacrifiquemos al papa". Clemente VII, intimidado por las
amenazas de Carlos V y tambaleándose en su trono, repelió locamente
con su pie la barca de Inglaterra. Europa era todo atención, y empezó a
pensar que la orgullosa embarcación de Albion, cortando el cable que
la unía a los pontífices, desplegaría audazmente su lienzo a los vientos,
y para siempre navegaría el mar solo, impulsado por la brisa que
venía. del cielo.
La influencia de Roma sobre Europa es en gran medida política. Pierde
un reino por una disputa real y, de la misma manera, podría perder
diez.

Notas finales:
1. Documentos estatales, 7 p. 148-150.
2. Foxe, Hechos, 4 p. 601.
3. De diversas maneras se ha anunciado la muerte de
nuestro santo padre. Ibídem. Las instrucciones del rey.

4. Por algún acto detestable cometido para la destrucción


del difunto Papa. Ibídem. 603.
5. Poco a poco para excluirlo y externarlo a él ya su
autoridad. Ibídem.
6. Foxe, 4 p. 604-608.
7. Les sept peches mortels ont porte la tiare. Casimir
Delavigne, Derniers chasts, le Conclave.
8. Donde Cristo no es el fundamento, seguramente ningún
edificio puede ser de buena obra. Documentos estatales, 7
p. 122.

9. Convolare ad secundas nuptias non patitur negativum.


Ibídem. pags. 138.
10. Qué palabras, formadas con familiaridad y algo con
seriedad y seriedad. Ibídem.
11. State Papers, vol. 1 p. 330.
12. Ref. De Burnet 1 p. 49.
13. Postquam conjunctim omnes. Documentos estatales, 7 p.
154.
14. Uno eodemque calceo omnium pedes velle vestire.
Ibídem. pags. 156.

15. Quod forsan non licebit toto capite assequi, in eo


digitum imponam. Ibídem. pags. 157.
16. Malle Caesari a stabulo nedum a sacris inservire, quam
inferiorum hominum subditorum, vassalorum, rebelium
injurias sustinere. Herbert, vol. 1 p. 261.
17. Le Grand, vol. 1 p. 131.

18. Ref. De Burnet Vol. 1 p. 54.


19. De intercipiendis littis. State Papers, vol. 7 p. 185.
20. Ibídem. pags. 167.
21. Añadió: Tametsi noctes ac dies per nos ipsi, ac per
jurisperitissimos viros omnes vias tentemus. Ibídem. pags.
165.
22. Incredibili patientia et humanitate. Burnet, Records,
pág. 32.
23. Ne praeceps huc vel illuc rex hic ruat curamus. Ibídem.
pags. 33.

24. Hanc Charybdin et hos scopulos evitasse. Ibídem. pags.


32.
25. Sensuum suadela eam abrumpere cupiat
consuetudinem. Ibídem. pags. 33.
26. Qui nullam au t certe diminutam hic Romani pontificis
auctoritatem. Burnet, Records, pág. 33.
27. Dubitare non debes si quidem volueris recordare tua
erga nos merita. Documentos estatales, 7 p. 178.
28. A non vicario ad verum vicarium Jesu Christi. Ibídem.
pags. 191.

29. Du Bellay a Montmorency, 22 de mayo. Le Grand


Preuves, pág. 319.
LIBRO 20
CAPÍTULO 7

Otras circunstancias del día a día hicieron más necesaria la


emancipación de la iglesia. Si detrás de estos debates políticos no se
hubiera encontrado un pueblo cristiano, resuelto a no contemporizar
nunca con el error, es probable que Inglaterra, después de unos años
de independencia, hubiera vuelto a caer en el seno de Roma. El asunto
del divorcio no fue el único que agitó las mentes de los hombres; las
controversias religiosas, que durante algunos años llenaron el
continente, fueron siempre más animadas en Oxford y Cambridge. Los
evangélicos y los católicos (no muy católicos, por cierto) discutieron
con entusiasmo las grandes cuestiones que el progreso de los
acontecimientos planteaba al mundo. El primero sostenía que la iglesia
primitiva de los apóstoles y la iglesia actual del papado no eran
idénticas; este último afirmó, por el contrario, la identidad del papado
y el cristianismo apostólico. Otros médicos romaníes en épocas
posteriores, encontrando esta posición algo vergonzosa, han afirmado
que el catolicismo existía solo en el germen en la iglesia apostólica y
que posteriormente se había desarrollado. Pero mil abusos, mil errores
pueden infiltrarse en una iglesia al amparo de esta teoría. Una planta
brota de la semilla y crece de acuerdo con leyes inmutables; mientras
que una doctrina no puede ser transformada en la mente del hombre
sin caer bajo la influencia del pecado. Es cierto que los discípulos del
papado han supuesto una acción constante del Espíritu Divino en la
Iglesia Católica, que excluye toda influencia del error. Para estampar
en el desarrollo de la iglesia el carácter de verdad, han estampado en la
iglesia misma el carácter de infalibilidad; quod erat demostrandum. Su
razonamiento es un mero principio de la pregunta. Para saber si el
desarrollo romano es idéntico al evangelio, debemos examinarlo por
medio de las Escrituras.
No eran solo los universitarios los que se ocupaban de la verdad
cristiana. La separación que se ha observado en otros tiempos entre las
opiniones del pueblo y de los doctos, no existía ahora. Lo que
enseñaban los médicos, lo practicaban los ciudadanos; Oxford y
Londres se abrazaron. Los teólogos sabían que el saber tiene necesidad
de vida, y los ciudadanos creían que la vida necesita ese saber que
deriva la doctrina de las fuentes de las Escrituras de Dios. Fue la
armonía entre estos dos elementos, uno teológico y otro práctico, lo
que constituyó la fuerza de la reforma inglesa.
La vida evangélica en la capital alarmó a la cle rgia más que la doctrina
evangélica en los colegios. Como Monmouth había escapado, debían
atacar a otro. Entre los comerciantes de Londres estaba John
Tewkesbury, uno de los amigos más antiguos de las Escrituras en
Inglaterra. Ya en 1512 se había convertido en poseedor de una copia
manuscrita de la Biblia y la había estudiado con atención; cuando
apareció el Nuevo Testamento de Tyndale, lo leyó con avidez; y,
finalmente, The Wicked Mammon había completado la obra de su
conversión. Siendo un hombre de corazón y comprensión, inteligente
en todo lo que emprendió, un orador listo y fluido, y al que le gustaba
llegar al fondo de todo, Tewkesbury como Monmouth se volvió muy
influyente en la ciudad, y uno de los más eruditos en las Escrituras de
cualquiera de los evangélicos. Estos cristianos generosos, decididos a
consagrar a Dios las cosas buenas que habían recibido de él, fueron los
primeros de esa larga serie de laicos destinados a ser más útiles a la
verdad que muchos ministros y obispos. Encontraron tiempo para
interesarse por los detalles más insignificantes del reino de Dios; y en
la historia de la Reforma en Gran Bretaña, sus nombres deberían
inscribirse junto a los de Latimer y Tyndale.
La actividad de estos laicos no pudo escapar a la atención del cardenal.
Clemente VII estaba abandonando Inglaterra: era necesario que los
obispos ingleses, aplastando a los herejes, mostraran que no
abandonarían el Papa. Podemos comprender el celo de estos prelados,
y sin excusar sus persecuciones, estamos dispuestos a atenuar su
crimen. Los obispos decidieron arruinar Tewkesbury. Un día de abril
de 1529, mientras estaba ocupado entre sus petrías, los oficiales
entraron en su almacén, lo arrestaron y lo llevaron a la capilla del
obispo de Londres, donde, además del ordinario (Tonstall), los
obispos de Ely, St. Asaph, Bath y Lincoln, con el abad de Westminster,
estaban en el banco. La composición de este tribunal indicó la
importancia de su caso. La emancipación de los laicos, pensaban estos
jueces, es quizás una herejía más peligrosa que la justificación por la
fe.

"John Tewkesbury", dijo el obispo de Londres, "te exhorto a confiar


menos en tu propio ingenio y conocimiento, y más en la doctrina de la
santa madre la iglesia". Tewkesbury respondió que, a su juicio, no
sostenía otra doctrina que la de la iglesia de Cristo. Tonstall luego
abordó la acusación principal, la de haber leído el Malvado Mammon,
y después de citar varios pasajes, exclamó: "Renuncia a estos errores". -
“No encuentro ningún defecto en el libro”, respondió Tewkesbury. “Ha
iluminado mi conciencia y consolado mi corazón. Pero no es mi
evangelio. He estudiado las Sagradas Escrituras estos diecisiete años, y
así como un hombre ve las manchas de su rostro en un espejo, al
leerlas he aprendido las faltas de mi alma. 1 Si hay un desacuerdo
entre usted y el Nuevo Testamento, póngase en armonía con él, en
lugar de desear ponerlo de acuerdo con usted ". Los obispos se
sorprendieron de que un vendedor de cuero hablara tan bien y citara a
Scri pture con tanta alegría que no pudieron resistirlo. 2 Molestos por
haber sido catequizados por un laico, los obispos de Bath, St. Asaph y
Lincoln pensaron que podrían conquistarlo más fácilmente por el
potro que por sus argumentos. Lo llevaron a la Torre, donde ordenaron
que lo torturaran. Tenía los miembros aplastados, lo que era contrario
a las leyes de Inglaterra, y la violencia del potro le arrancó un grito de
agonía al que los sacerdotes respondieron con un grito de júbilo. El
inflexible comerciante había prometido por fin renunciar al Wicked
Mammon de Tyndale. Tewkesbury salió de la Torre "casi lisiado" 3 y
regresó a su casa para lamentar la palabra fatal que la pregunta le
había arrancado, y prepararse en el silencio de la fe para confesar en la
pila ardiente el precioso nombre de Cristo Jesús. .
Sin embargo, debemos reconocer que la "cuestión" no fue el único
argumento de Roma. El evangelio tuvo dos clases de oponentes en el
siglo XVI, como en las primeras épocas de la iglesia. Algunos lo
atacaron con la tortura, otros con sus escritos. Sir Thomas More, unos
años más tarde, recurriría al primero de estos argumentos; pero por el
momento tomó la pluma. Primero había estudiado los escritos de los
padres de la iglesia y de los reformadores, pero más como abogado que
como teólogo; y luego, armado en todos los puntos, se precipitó a la
arena de la polémica, y en sus ataques abordó esas “convicciones
técnicas y esa sutileza malévola”, dice uno de sus mayores
admiradores, 4 “de donde provienen los hombres más honrados de su
profesión no gratuito." Bromas y sarcasmos habían caído de su pluma
en su discusión con Tyndale, como en su controversia con Lutero. Poco
después del affai r de Tewkesbury (en junio de 1529) apareció A
Dialogue of Sir Thomas More, Knt., Tocando la pestilente Secta de
Lutero y Tyndale, por la iniciada en Sajonia, y por la otra que trabajó
para ser llevada a Inglaterra. 5
Tyndale pronto se enteró de la publicación de More, y se produjo un
notable combate entre estos dos representantes de las dos doctrinas
que estaban destinadas a dividir a la cristiandad: Tyndale, el campeón
de las Escrituras, y More, el campeón de la iglesia. Más habiendo
llamado a su libro un diálogo, Tyndale adoptó esta forma en su
respuesta, 6 y los dos combatientes cruzaron valientemente sus
espadas, aunque anchos mares se extendían entre ellos. Este duelo
teológico no deja de tener importancia en la historia de la Reforma. Las
luchas de la diplomacia, del sacerdotalismo y de la realeza no fueron
suficientes; debe haber luchas de doctrina. Roma había puesto la
jerarquía por encima de la fe; la Reforma iba a restaurar la fe a su lugar
por encima de la jerarquía. 7
MÁS. Cristo dijo que no, el Espíritu Santo escribirá, pero enseñará.
Todo lo que dice la iglesia, es la palabra de Dios, aunque no está en las
Escrituras.
TYNDALE. ¡Qué! ¡Cristo y los apóstoles no se hablan de las Escrituras!
...... Estas están escritas, dice San Juan, para que creáis y por la fe
tengáis vida. (1 Juan 2: 1; Romanos 15: 4; Mateo 22:29.)
MÁS. Los apóstoles han enseñado de boca muchas cosas que no
escribieron, porque no debían caer en manos de los paganos para
burlarse.
TYNDALE. Te ruego qué cosa más de la burla de los paganos podrían
enseñar que la resurrección; y que Cristo era Dios y hombre, y murió
entre dos ladrones? Y sin embargo, todas estas cosas escribieron los
apóstoles. Y además, el purgatorio, la penitencia y la satisfacción por el
pecado y la oración a los santos son maravillosamente agradables a la
superstición de los paganos, de modo que no necesitan abstenerse de
escribir sobre ellos por temor a que los paganos se burlen de ellos. 8
MÁS. No debemos examinar la enseñanza de la iglesia por las
Escrituras, sino entender las Escrituras por medio de lo que dice la
iglesia.
TYNDALE. ¡Qué! ¿El aire da luz al sol o el sol al aire? ¿Está la iglesia
antes que el evangelio o el evangelio antes que la iglesia? ¿No es el
padre mayor que el hijo? Dios nos engendró con su propia voluntad,
con la palabra de verdad, dice Santiago (i. 18). Si el que engendra está
antes que el que es engendrado, la palabra está ante la iglesia o, para
hablar más correctamente, ante la congregación.
MÁS. ¿Por qué dice congregación y no iglesia?

TYNDALE. Porque por esa palabra iglesia, no entiendes nada más que
una multitud de rapados y aceitados, que ahora llamamos
espiritualidad o clero; mientras que la palabra de justicia es común a
toda la congregación de los que creen en Cristo. 9
MÁS. La iglesia es el Papa y su secta o seguidores.
TYNDALE. El Papa nos enseña a confiar en las obras santas para la
salvación, como penitencia, méritos de los santos y túnicas de los
frailes. 10 Ahora bien, el que no tiene fe para ser salvo por medio de
Cristo, no es de la iglesia de Cristo. 11
MÁS. La iglesia romana de la que salieron los luteranos, estaba antes
que ellos, y por lo tanto es la correcta.

TYNDALE. De la misma manera, puede decirse , la iglesia de los


fariseos, de donde salieron Cristo y sus apóstoles, fue antes que ellos y,
por lo tanto, fue la iglesia correcta, y en consecuencia, Cristo y sus
discípulos son herejes.
MÁS. No: los apóstoles salieron de la iglesia de los fariseos porque allí
no encontraron a Cristo; pero sus sacerdotes en Alemania y en otros
lugares han salido de nuestra iglesia porque querían esposas.

TYNDALE. Mal ...... estos sacerdotes al principio estaban apegados a lo


que ustedes llaman herejías, y luego tomaron esposas; pero los suyos se
apegaron primero a la santa doctrina del Papa, y luego se llevaron
rameras. 12
MÁS. Los libros de Lutero estén abiertos, si no nos creen.
TYNDALE. No, los habéis encerrado y hasta los habéis quemado. 13 ....
.
MÁS. Me maravilla que niegue el purgatorio, sir William, excepto que
para usted es evidente que debe ir directamente al infierno. 14
TYNDALE. No conozco otra purificación que la fe en la cruz de Cristo;
mientras ustedes, por un centavo o seis peniques, compran algunas
píldoras secretas [indulgencias] que toman para purificarse de sus
pecados. 15
MÁS. La fe, entonces, es tu purgatorio, dices; por tanto, no hay
necesidad de obras, ¡una doctrina sumamente inmoral!
TYNDALE. Es la fe sola lo que nos salva, pero no la fe pura. Cuando un
caballo lleva una silla de montar y un hombre sobre ella, bien podemos
decir que el caballo solo y solo lleva la silla, pero no nos referimos a la
silla vacía y ningún hombre sobre ella. dieciséis
De esta manera el católico y el evangélico continuaron la discusión.
Según Tyndale, lo que constituye la verdadera iglesia es la obra del
Espíritu Santo en su interior; según More, la constitución del papado
sin. El carácter espiritual del evangelio se opone así al carácter
formalista de la iglesia romana. La Reforma restauró a nuestra creencia
el fundamento sólido de la palabra de Dios; la arena sustituyó a la roca.
En la discusión que acabamos de escuchar, la ventaja no recayó en el
católico. Erasmus, un amigo de More, avergonzado por el curso que
estaba tomando este último, escribió a Tonstall: "No puedo felicitar de
todo corazón a More". 17

Enrique interrumpió al célebre caballero en estas contiendas para


enviarlo a Cambray, donde se negociaba la paz entre Francia y el
imperio. A Wolsey le habría encantado ir él mismo; pero sus enemigos
sugirieron al rey, "que era sólo para que no acelerara el asunto del
divorcio". Henry, por tanto, envió a More, Knight y Tonstall; pero
Wolsey había creado tantos retrasos que no llegaron hasta después de
la conclusión de la Paz de las Damas (agosto de 1529). La irritación del
rey fue extrema. En vano Du Bellay le había ayudado a pasar un buen
mes de julio preparándose para hacerle tragar la dosis. 18 Henry
estaba enojado con Wolsey, Wolsey echó la culpa al embajador y el
embajador se defendió, nos dice, "con uñas y dientes". 19
A modo de compensación, los enviados ingleses celebraron con el
emperador un tratado que prohibía en ambos lados la impresión y
venta de "cualquier libro luterano". 20 Algunos de ellos podrían haber
deseado una buena persecución, quizás unos pocos montones en
llamas . Ocurrió una oportunidad singular. En la primavera de 1529,
Tyndale y Fryth habían salido de Marburgo hacia Amberes y, por lo
tanto, estaban cerca de los enviados ingleses. Lo que West no había
podido lograr, se pensaba que los dos hombres más inteligentes de
Gran Bretaña no podían dejar de lograrlo. "Tyndale debe ser
capturado", dijeron More y Tonstall. - “No sabes en qué país te
encuentras”, respondió Hackett. “¿Creerá que el 7 de abril Harman me
arrestó en Amberes por daños causados por su encarcelamiento? Si
puede acusarme de algo como particular, le dije al oficial, estoy
dispuesto a responder por mí mismo; pero si me arresta como
embajador, no conozco más juez que el emperador. A lo que el
procurador tuvo la audacia de replicar, que fui arrestado como
embajador; y los señores de Amberes sólo me pusieron en libertad con
la condición de que compareciera de nuevo a la primera citación. 21
Estos comerciantes están tan orgullosos de sus franquicias que se
resistirían incluso al propio Charl es ". Esta anécdota no fue calculada
en absoluto para animar a More; y sin preocuparse por una
persecución, que prometía ser de poca utilidad, regresó a Inglaterra.
Pero el obispo de Londres, que se quedó atrás, persistió en el proyecto
y se dirigió a Ant werp para ponerlo en ejecución.

Tyndale estaba en ese momento muy avergonzado; considerables


deudas contraídas con sus impresores lo obligaron a suspender sus
labores. Y eso no era todo: el prelado que lo había despreciado con
tanta dureza en Londres, acababa de llegar a la misma ciudad donde
yacía escondido ... ¿Qué sería de él? ... Un comerciante, llamado
Agustín Packington, un hombre inteligente, pero algo inclinado al
disimulo, que estaba en Amberes por negocios, se apresuró a presentar
sus respetos al obispo. Este último observó, en el curso de la
conversación: "Me gustaría hacerme con los libros con los que
Inglaterra está envenenada". - “Quizás pueda servirle en ese asunto”,
respondió el comerciante. “Conozco a los Flemings, que han comprado
los libros de Tyndale; de modo que si a su señor barco le agrada
pagarlos, yo me aseguraré de todos ellos ". - "¡Oh, oh!" pensó el obispo,
“Ahora, como dice el proverbio, tendré a Dios de la mano. 22 Gentil
Maestro Packington —agregó en tono halagador—, les pagaré lo que
les cuesten. Tengo la intención de quemarlos en la cruz de San Pablo ".
El obispo, que ya estaba en los testamentos de Tyndale, se creía a
punto de apoderarse de Tyndale.
Packington, siendo uno de esos hombres a los que les encanta
conciliar a todas las partes, se fue corriendo a Tyndale, con quien tenía
intimidad, y dijo: “William, sé que eres un hombre pobre, y tienes un
montón de Nuevos Testamentos y libros por escrito. tú, por lo que te
has mendigado; y ahora he encontrado un comerciante que los
comprará todos, y también con dinero disponible ". - "¿Quién es el
comerciante?" dijo Tyndale. - "El obispo de Londres". - “¿Tonstall? ......
Si compra mis libros, solo puede ser para quemarlos -“ Sin duda ”,
respondió Packington; “¿Pero qué ganará con ello? El mundo entero
clamará contra el sacerdote que quema la palabra de Dios, y se abrirán
los ojos de muchos. Ven, toma una decisión, William; el obispo tendrá
los libros, usted el dinero y yo el agradecimiento. ”...... Tyndale se
resistió a la propuesta; Packington se volvió más urgente. “La pregunta
llega a esto”, dijo; “¿Pagará el obispo los libros o no? porque, decídete
... él los tendrá ”, -“ Yo consiento ”, dijo al fin el reformador; "Pagaré
mis deudas y sacaré una edición nueva y más correcta del
Testamento". Se hizo el trato.
Al poco tiempo, el peligro se agudizó alrededor de Tyndale. Los
carteles, colocados en Amberes y en toda la provincia, anunciaban que
el emperador, de conformidad con el tratado de Cambray, estaba a
punto de proceder contra los reformadores y sus escritos . Ningún
oficial de la justicia apareció en la calle, pero los amigos de Tyndale
temblaron por su libertad. En tales circunstancias, ¿cómo podría
imprimir su traducción de Génesis y Deuteronomio? Decidió acerca de
finales de agosto para ir a Hamburgo y aprobar su pasaje en un barco
que cargaba para ese puerto. Embarcando con sus libros, sus
manuscritos y el resto de su dinero, se deslizó por el Escalda y pronto
se encontró a flote en el Océano Alemán.
Pero un peligro siguió de cerca a otro. Apenas había pasado la
desembocadura del Mosa cuando estalló una tempestad sobre él, y su
barco, como el de antaño que llevaba a St. Paul, casi fue tragado por
las olas. - “Satanás, envidiando el feliz curso y el éxito del evangelio”,
dice un cronista, “puso en su punto de mira cómo obstaculizar las
benditas labores de este hombre”. 23 Los marineros trabajaron duro,
Tyndale oró, se perdió toda esperanza. Solo el reformador estaba lleno
de valor, sin dudar de que Dios lo preservaría para el cumplimiento de
su obra. Todos los esfuerzos de la tripulación resultaron inútiles; el
barco se estrelló contra la costa y los pasajeros escaparon con vida.
Tyndale contempló con dolor el océano que se había tragado sus
amados libros y preciosos manuscritos y lo había privado de sus
recursos. 24 ¡ Qué trabajos, qué peligros! destierro, pobreza, sed,
insultos, vigilias, persecución, encarcelamiento, ¡la hoguera! ......
Como Pablo, él estaba en peligro por sus propios compatriotas, en
peligros entre extraños, en peligros en la ciudad, en peligros en el mar.
Sin embargo, recobrado el ánimo, se embarcó en otro barco, entró en
el Elba y por fin llegó a Hamburgo.
Le esperaba una gran alegría en esa ciudad. Coverdale, nos informa
Foxe, estaba esperando allí para conferenciar con él y ayudarlo en sus
labores. 25 Se ha supuesto que Coverdale fue a Hamburgo para invitar
a Tyndale, en nombre de Cromwell, a regresar a Inglaterra; 26 pero es
meramente una conjetura y requiere confirmación. Ya en 1527,
Coverdale había dado a conocer a Cromwell su deseo de traducir las
Escrituras. 27 Era natural que, al encontrarse con dificultades en esta
empresa, deseara conversar con Tyndale. Los dos amigos se alojaron
con una mujer piadosa llamada Margare t van Emmersen, y pasaron
algún tiempo juntos en el otoño de 1529, sin ser molestados por la
enfermedad del sudor que estaba causando estragos tan crueles a su
alrededor. Coverdale regresó a Inglaterra poco después; los dos
reformadores, sin duda, habían descubierto que era mejor para cada
uno de ellos traducir las Escrituras por separado.
Antes del regreso de Coverdale, Tonstall había regresado a Londres,
regocijado por llevar consigo los libros que había comprado tan caro.
Pero cuando llegó a la capital, pensó que lo mejor sería aplazar la
meditación del auto de fe hasta que algún acontecimiento llamativo le
diera mayor importancia. Y además, justo en ese momento, asuntos
muy diferentes atraían la atención del público a orillas del Támesis, y
las emociones más vivas agitaban todas las mentes.

Endn otas :
1. Foxe, 4 p. 690.
2. Ibídem. pags. 689.
3. Ibídem.
4. Nissard. Hommes illustres de la renaissance. Revue des
Deux Mondes.

5. El Diálogo constaba de 250 páginas y fue impreso por


John Rastell, el cuñado de More. La respuesta de Tyndale
no apareció hasta más tarde; hemos pensado que era
nuestro deber introducirlo aquí.
6. Respuesta al Diálogo de Sir Thomas More.
7. Ibídem. pags. 101.

8. Ibídem. pags. 28, 29.


9. Respuesta al Diálogo de Sir Thomas More, p. 12, 13.
10. Ibídem. pags. 40.
11. Ibídem. pags. 39.
12. Ibídem. pags. 104.
13. Ibídem. pags. 189.
14. Ibídem. pags. 214.
15. Ibídem.

16. Ibídem. pags. 197.


17. Th omaae Moro non admodum gratulor. Erasm. Epp. P.
1478.
18. Juillet preparatoire pour lui faire avaler la medecine.
19. Du hec et des ongles. Du Bellay a Montmorency Le
Grand, 3 p. 328.
20. Herbert, pág. 316.
21. Hackett a Wolsey, Bruselas, 12 de abril de 1529. Bible
Annals, vol. 1 p. 199.
22. Foxe, 4 p. 670.

23. Foxe, 5 p. 120.


24. Perdió tanto su dinero, sus copias .. Ibíd.
25. Coverdale se detuvo por él y lo ayudó. Ibídem.
26. Anderson's Annals of the Bible, 1 p. 240.

27. Ésta es la fecha asignada en Restos de Coverdale. (Park.


Soc.), Pág. 490.
LIBRO 20
CAPÍTULO 8

Las cosas habían cambiado en Inglaterra durante la ausencia de


Tonstall y More; e incluso antes de su partida, habían ocurrido hechos
de cierta importancia. Enrique, al descubrir que no había nada más
que esperar de Roma, se volvió hacia Wosley y Campeggio. El nuncio
romano había logrado engañar al rey. “Campeggio es muy diferente de
lo que se informa”, dijo Henry a sus amigos; “Él no es para el
emperador como yo lo era para ld; Le he dicho algo que ha cambiado
de opinión ". 1 Sin duda había hecho una brillante promesa.

Enrique, por tanto, imaginándose seguro de sus dos legados, les pidió
que procedieran sin demora al divorcio . No había tiempo que perder,
porque el rey fue informado de que el Papa estaba a punto de revocar
la comisión dada a los dos cardenales; y ya el 19 de marzo, Salviati, tío
del Papa y secretario de Estado, le escribió a Campeggio sobre ello. 2
El proceso de Enrique, una vez en la corte de la cancillería pontificia,
habría pasado mucho tiempo antes de que volviera a publicarse. En
consecuencia, el 31 de mayo, el rey, mediante una orden bajo el gran
sello, dio permiso a los legados para ejecutar su comisión, "sin
ninguna consideración por su propia persona, y teniendo el temor de
Dios solo ante sus ojos". 3 Los propios legados habían sugerido esta
fórmula al rey.
El mismo día se inauguró la comisión; pero comenzar el proceso no era
terminarlo . Cada carta que recibía el nuncio le prohibía hacerlo de la
manera más positiva. “Avanza despacio y nunca termines”, fueron las
instrucciones de Clement. 4 El juicio iba a ser una farsa, interpretada
por un papa y dos cardenales.
El tribunal eclesiástico se reunió en el gran salón de Blackfriars,
comúnmente llamado la "cámara del parlamento". Los dos legados,
habiendo tomado sucesivamente la comisión en sus manos, declararon
devotamente que estaban resueltos a ejecutarla (deberían haberlo
dicho, para eludirla), hicieron los juramentos requeridos y ordenaron
una cita perentoria del rey y la reina para aparecer en el 18 de junio a
las nueve de la mañana. Campeggio estaba ansioso por avanzar
lentamente; la sesión se suspendió durante tres semanas. La cita
provocó un gran revuelo entre la gente. "¡Qué!" dijeron ellos, "un rey y
una reina obligados a aparecer, en su propio reino, ante sus propios
súbditos". El papado dio un ejemplo que debía seguirse estrictamente
en los años posteriores tanto en Inglaterra como en Francia.
El 18 de junio, Catalina compareció ante la comisión en la cámara del
parlamento y, dando un paso adelante con dignidad, dijo con voz
firme: “Protesto contra los legados como jueces incompetentes y apelo
al Papa”. 5 Este proceder de la reina, su orgullo y firmeza, turbó a sus
enemigos, y en su enfado se exasperaron contra ella. “En lugar de orar
a Dios para que lleve este asunto a una buena conclusión”, dijeron,
“ella se esfuerza por apartar los afectos del pueblo del rey. En lugar de
mostrarle a Henry el amor de una esposa joven, ella se mantiene
alejada de él día y noche. Incluso hay motivos para temer ”, agregaron,“
que ella esté de acuerdo con ciertos individuos que han formado el
horrible plan de matar al rey y al cardenal ”. 6 Pero las personas de
corazón generoso, al ver sólo una reina, una esposa y una madre,
atacadas en sus afectos más queridos, se mostraron llenas de simpatía
por ella.
El 21 de junio, día de suspensión del tribunal , los dos legados
entraron en la sala del parlamento con toda la pompa de su puesto y se
sentaron en una plataforma elevada. Cerca de ellos estaban sentados
los obispos de Bath y Lincoln, el abad de Westminster, y el doctor
Taylor, maestro de los Rolls, a quien habían agregado a su comisión.
Debajo de ellos estaban los secretarios, entre los cuales el hábil
Stephen Gardiner ocupaba el rango principal. A la derecha colgaba un
paño de propiedad donde el rey se sentaba rodeado de sus oficiales; ya
la izquierda, un poco más abajo, estaba la q ueen, atendida por sus
damas. El arzobispo de Canterbury y los obispos estaban sentados
entre los legados y Enrique VIII, y en ambos lados del trono estaban
apostados los consejeros del rey y la reina. Estos últimos fueron Fisher,
obispo de Rochester, St. andish de St. Asaph, West of Ely, y el doctor
Ridley. El pueblo, cuando vio desfilar ante ellos esta procesión, no se
sintió deslumbrado por la pompa. "Menos espectáculo y más virtud",
dijeron, "sería mejor que se convirtieran en tales jueces".
Leída la comisión pontificia , los legados declararon que juzgarían sin
temor ni favoritismos, y no admitirían recusación ni apelación. 7
Entonces el ujier gritó: "Enrique, rey de Inglaterra, ven a la corte". El
rey, citado en su propia capital para aceptar como jueces a dos
sacerdotes, sus súbditos, reprimió el latido de su orgulloso corazón, y
respondió, con la esperanza de que este extraño juicio tuviera un
resultado favorable: "Aquí estoy". El acomodador prosiguió: "Catalina,
reina de Inglaterra, ven a la corte ". La reina entregó a los cardenales
un papel en el que protestaba contra la legalidad de la corte, ya que los
jueces eran súbditos de su oponente, 8 y apeló a Roma. Los cardenales
declararon que no podían admitir este papel y, en consecuencia,
Catalina fue llamada nuevamente a la corte. A esta segunda llamada, se
levantó, se santiguó devotamente, dio la vuelta a la corte hasta donde
estaba sentado el rey, inclinándose con dignidad al pasar frente a los
legados, y cayó de rodillas ante su marido. Todos los ojos se volvieron
hacia ella. Luego, hablando en inglés, pero con acento español, que al
recordar la distancia que estaba de su hogar natal, suplicaba
elocuentemente por ella, Catherine dijo con lágrimas en los ojos y en
un tono a la vez digno y apasionado:
“SEÑOR, te lo suplico, por todo el amor que ha existido entre nosotros
y por el amor de Dios, déjame tener justicia y derecho; ten piedad de
mí, porque soy una mujer pobre y forastera, nacida de tus dominios.
No tengo aquí amigos seguros , mucho menos un abogado imparcial, y
huyo a ti como al jefe de la justicia dentro de este reino. ¡Pobre de mí!
Señor, ¿en qué le he ofendido, o qué ocasión le ha dado de disgusto,
para que desee apartarme de usted? Doy testimonio de Dios y de todo
el mundo , que he sido para ti una esposa verdadera, humilde y
obediente, siempre conforme a tu voluntad y placer. Nunca he dicho ni
hecho nada contrario a esto, estando siempre complacido y contento
con todas las cosas en las que te deleitabas; tampoco he tenido rencor
en palabras o semblantes, ni mostré un semblante o una chispa de
descontento. Amaba a todos los que amabas, solo por ti. Estos veinte
años he sido vuestra verdadera esposa, y por mí habéis tenido diversos
hijos, aunque a Dios le agradó llamarlos para que salieran de este
mundo, que sin embargo no ha faltado a mí ".
Los jueces, y hasta los más serviles de los cortesanos, se emocionaron
al escuchar estas sencillas y elocuentes palabras, y el dolor de la reina
los conmovió casi hasta las lágrimas. Catherine continuó:
“SIR : Cuando te casaste conmigo al principio, tomo a Dios como mi
juez. Yo era una verdadera doncella; y sea cierto o no, lo pongo en
vuestra conciencia ... Si hay alguna causa justa que podéis alegar
contra mí, me contento con apartarme de vuestro reino, aunque para
mi gran vergüenza y deshonra; y si no hay ninguno, que me quede en
mi antiguo estado hasta la muerte. ¿Quién nos unió? El rey, tu padre,
que fue llamado el segundo Salomón; y mi padre, Fernando, que era
estimado como uno de los príncipes más sabios que, durante muchos
años antes, había reinado en España. Por tanto, no hay duda de que el
matrimonio entre tú y yo es bueno y lícito. ¿Quiénes son mis jueces?
¿No es uno el hombre que ha puesto dolor entre tú y yo? 9 ... ¡un juez a
quien rechazo y aborrezco! - ¿Quiénes son los consejeros que me
asignaron? ¿No son oficiales de la corona los que le han hecho
juramento en su propio consejo? ... Señor, le ruego que no me llame
ante un tribunal así formado. Sin embargo, si me rechaza este favor ...
se hará su voluntad ... Me callaré, reprimiré las emociones de mi alma
y remitiré mi justa causa a las manos de Dios. "

Así habló Catalina a través de sus lágrimas; 10 inclinándose


humildemente, pareció abrazar las rodillas de Henry. Se levantó e hizo
una profunda reverencia al rey. Se esperaba que volviera a su asiento;
pero apoyándose en el brazo de Griffiths, su receptor general, se
dirigió hacia la puerta. El rey, al observar esto, ordenó que la llamaran;
y el ujier que la seguía gritó tres veces en voz alta: "Catalina, reina de
Inglaterra, ven a la corte". "Señora", dijo Griffiths, "ha vuelto a llamar".
- "Lo escucho bastante bien", respondió la reina, "pero continúe,
porque este no es un tribunal en el que pueda hacer justicia:
procedamos". Cath erine regresó al palacio y nunca volvió a
comparecer ante el tribunal ni por poder ni en persona. 11
Había ganado su causa en la mente de muchos. La dignidad de su
persona, la singular sencillez de su discurso, la propiedad con la que,
confiando en su inocencia, había hablado de los temas más delicados y
las lágrimas que delataban su emoción, habían creado una profunda
impresión. Pero “el aguijón de su discurso”, como dice un historiador,
12 fue su aplicación a la conciencia del rey y al juicio del Dios
Todopoderoso, sobre el punto capital de la causa. “¿Cómo puede una
persona tan modesta, tan sobria en su idioma”, decían muchos,
“atreverse a pronunciar tal falsedad? Además, el rey no la contradijo ”.

Henry se sintió tremendamente avergonzado: las palabras de


Catherine lo habían conmovido. La defensa de Catherine, una de las
más conmovedoras de la historia, se había ganado al acusador mismo.
Por lo tanto, se sintió obligado a dar este testimonio al acusado: “Dado
que la reina se ha retirado, en su ausencia, les declararé a todos los
presentes que ha sido para mí una esposa tan fiel y obediente como
pude desear. Tiene todas las virtudes y buenas cualidades propias de
una mujer. Ella es tan noble de carácter como de nacimiento ".
Pero Wolsey fue el más avergonzado de todos. Cuando la reina dijo, sin
nombrarlo, que uno de sus jueces era la causa de todas sus desgracias,
se dirigieron a él miradas de indignación. 13 No estaba dispuesto a
permanecer bajo el peso de esta acusación . Tan pronto como el rey
terminó de hablar, dijo: “Señor, le ruego humildemente a su majestad
que declare ante esta audiencia si yo fui el primero o el principal
impulsor de este negocio”. Wolsey se había jactado anteriormente ante
Du Bellay, “de que el primer proyecto del divorcio fue puesto en
marcha por él mismo, para crear una separación perpetua entre las
casas de Inglaterra y España; 14 pero ahora le convenía afirmar lo
contrario. El rey, que necesitaba sus servicios, se cuidó de no
contradecirlo. “Mi amado cardenal”, dijo, “puedo disculparlo por esto.
Cásate, lejos de ser un motor, has estado más bien en mi contra al
intentarlo. Fue el obispo de Tarbes, el embajador de Francia, quien
engendró los primeros escrúpulos en mi conciencia por sus dudas
sobre la legitimidad de la princesa María ”. Esto no fue correcto. El
obispo de Tarbes no estuvo en Inglaterra antes del año 1527, y
tenemos pruebas de que el rey estaba meditando el divorcio en 1526.
15 “Desde esa hora”, continuó, “estuve muy preocupado y pensé que
estaba en peligro de la muerte de Dios. gran disgusto, que, queriendo
castigar mi matrimonio incestuoso, se había llevado todos los hijos
que me había dado mi esposa. Dejé mi dolor ante ti, mi señor de
Lincoln, siendo entonces mi padre fantasmal; y por tu consejo pedí
consejo al resto de los obispos, y todos ustedes me informaron bajo sus
sellos, que compartían mis escrúpulos ”. - “Esa es la verdad”, dijo el
arzobispo de Canterbury. - “No señor, no es así, bajo corrección”, dijo
el obispo de Roches ter, “no tiene mi mano y sello”. "¿No?" exclamó el
rey mostrándole un papel que tenía en la mano; "¿No es ésta tu mano y
tu sello?" - “No, por supuesto”, respondió. La sorpresa de Henry
aumentó y, volviéndose con el ceño fruncido hacia el arzobispo de
Canter Bury, le preguntó: "¿Qué dices a eso?" “Señor, es su mano y su
sello”, respondió Warham. - “No lo es”, replicó Rochester; "Te dije que
nunca consentiría en tal acto". - “Dices la verdad”, respondió el
arzobispo, “pero al final estabas plenamente resuelto a que yo
suscribiera tu nombre y pusiera tu sello”. - “Todo lo cual es falso”,
agregó Rochester, apasionado. El obispo no fue muy respetuoso con su
primado. “Bien, bien”, dijo el rey, deseando poner fin a la disputa, “no
vamos a discutir contigo; porque eres un solo hombre ". 16 El tribunal
levantó la sesión. El día había sido mejor para Catalina que para los
prelados.
En la medida en que la primera sesión había sido patética, las
discusiones de la segunda entre abogados y obispos estaban calculadas
para repugnar una mente delicada. Los defensores de las dos partes
debatieron vigorosamente a favor y en contra de la consumación del
matrimonio de Arthur con Catherine. “Es una pregunta muy difícil”,
dijo uno de los consejeros; "Nadie puede saber la verdad". - “Pero lo sé”,
respondió el obispo de Rochester. - "¿Qué quieres decir?" preguntó
Wolsey. - “Mi señor”, respondió, “él fue la Verdad misma que dijo: Lo
que Dios juntó, no lo separe el hombre: me basta ”. - “Así que todo el
mundo piensa”, replicó Wolsey; “Pero si fue Dios quien unió a Enrique
de Inglaterra y Catalina de Aragón, hoc restat probandum, eso está por
probarse. El consejo del rey decide que el matrimonio es ilegal y, en
consecuencia, no fue Dios quien los unió ”. A continuación, los dos
obispos intercambiaron unas palabras menos edificantes que las del
día anterior. Varios de los oyentes expresaron un sentimiento de
disgusto. "Es una vergüenza para el tribunal", dijo el doctor Ridley con
no poca indignación , "que se atreva a discutir cuestiones que llenan de
horror a todo hombre recto". Esta fuerte reprimenda puso fin al
debate.
La agitación de la corte se extendió a los conventos; sacerdotes, monjes
y monjas estaban conmocionados por todas partes. No pasó mucho
tiempo antes de que asombrosas revelaciones comenzaran a circular
por los claustros. No se hablaba entonces de un viejo retrato de la
Virgen que guiñaba los ojos; pero se inventaron otros milagros. “Un
ángel”, se rumoreaba, “se le apareció a Elizabeth Barton, la mai d de
Kent, como lo hizo antes a Adán, a los patriarcas y a Jesucristo”. En las
épocas de la creación y de la redención, y en las épocas que van de una
a otra, los milagros son naturales; Entonces apareció Dios, y su venida
sin ningún signo de poder, sería tan sorprendente como la salida del
sol desatendida por sus rayos de luz. Pero la Iglesia Romana no se
detiene ahí; reclama en cada época, para sus santos, el privilegio de los
poderes milagrosos, y los milagros se multiplican en proporción a la
ignorancia del pueblo. Y en consecuencia, el ángel le dijo a la criada
epiléptica de Kent: “Ve al infiel rey de Inglaterra y dile que hay tres
cosas que él desea, que yo prohíbo ahora y para siempre. El primero es
el poder del Papa; el segundo la nueva doctrina; la tercera Ana Bolena.
Si la toma por esposa, Dios lo visitará ".
La doncella que ve la visión entregó el mensaje al rey, 17 a quien ya
nada podía detener.
Al contrario, empezó a darse cuenta de que Wolsey procedía con
demasiada lentitud y, a veces, se le pasaba por la cabeza la idea de que
este ministro lo había traicionado. Una hermosa mañana de verano,
Henry, tan pronto como se levantó, llamó al cardenal en Bridewell.
Wolsey se apresuró a ir allí y permaneció encerrado con el rey desde
las once hasta las doce. Este último dio paso a toda la furia de su
pasión y la violencia de su despotismo. "Debemos terminar este asunto
con prontitud", dijo, "debemos positivamente". Wolsey se retiró muy
inquieto y regresó por el Támesis a Westminster. El sol lanzaba sus
brillantes rayos sobre el agua. El obispo de Carlisle, que estaba sentado
al lado del cardenal, comentó, mientras se secaba la frente: "Un día
muy cálido, mi señor". "Sí", respondió el desdichado Wolsey, "si te
hubieran irritado durante una hora como a mí , dirías que es un día
caluroso". Cuando llegó a su palacio, el cardenal se acostó en su cama
para buscar reposo; no se quedó callado mucho tiempo.
Catherine había crecido a los ojos de Henry, así como a los de la
nación. El rey rehuyó un juicio; incluso empezó a dudar de su éxito.
Deseó que la reina consintiera en una separación. Esta idea se le
ocurrió después de la partida de Wolsey, y el cardenal apenas había
cerrado los ojos cuando el conde de Wiltshire (el padre de Ana Bolena)
le fue anunciado con un mensaje del rey. “Es un placer para su
majestad”, dijo Wiltshire, “que le represente a la reina la vergüenza
que le producirá una condena judicial y la persuadirá de que confíe en
su sabiduría”. Wolsey, encargado de ejecutar una tarea que sabía que
era imposible, exclamó: "¿Por qué le pones tantas fantasías al rey?" y
luego habló con tal reproche que Wiltshire, con lágrimas en los ojos,
cayó de rodillas junto a la cama del cardenal. 18 Bolena, deseoso de ver
a su hija reina de Inglaterra, temió tal vez haber tomado un camino
equivocado. "Está bien", dijo el cardenal, recordando que el mensaje
vino de Enrique VIII, "estoy dispuesto a hacer todo lo posible para
complacer a su majestad". Se levantó, fue a Bath Place a buscar a
Campeggio y juntos esperaron a la reina.
Los dos legados encontraron a Catalina trabajando tranquilamente
con sus damas de honor. Wolsey se dirigió a la reina en latín; “No, mi
señor”, dijo ella, “háblame en inglés; Ojalá todo el mundo pudiera
escucharte. ”-“ Deseamos, señora, comunicarle solo a usted nuestro
consejo y opinión ”. - "Mi señor", dijo la reina, "ha venido a hablar de
cosas que escapan a mi capacidad"; y luego, con noble sencillez,
mostrando una madeja de seda roja colgando de su cuello, prosiguió :
“Estas son mis ocupaciones y todo lo que soy capaz de hacer. Soy una
mujer pobre, sin amigos en este país extranjero, y falto de ingenio para
responder a personas de sabiduría como tú; y sin embargo, señores,
para complacerlos, vayamos a mi salón ".
Ante estas palabras, la reina se levantó y Wolsey le dio la mano.
Catalina mantuvo seriamente sus derechos como mujer y reina.
"Nosotros, que estábamos en la cámara exterior", dice Cavendish, "de
vez en cuando podíamos oír a la reina hablar muy alto, pero no
podíamos entender lo que decía". Catherine, en lugar de justificarse,
acusó audazmente a su juez. —Lo sé, señor cardenal —dijo con noble
sinceridad—, sé quién le ha dado al rey el consejo que está siguiendo:
es usted. No he atendido tu orgullo, he culpado de tu conducta, me he
quejado de tu tiranía, y mi sobrino el emperador no te ha nombrado
Papa ... De ahí todas mis desgracias. Para vengarte, has encendido una
guerra en Europa y me has provocado este asunto sumamente
perverso. Dios será mi juez ... ¡y el tuyo! " Wolsey habría respondido,
pero Catalina se negó con arrogancia a escucharlo y, aunque trataba a
Campeggio con gran cortesía, declaró que no reconocería a ninguno de
ellos como su juez. Los cardenales se retiraron, Wolsey lleno de
disgusto y Campeggio radiante de alegría, porque el asunto se estaba
complicando. Se perdió toda esperanza de acomodación: ahora no
quedaba nada más que proceder judicialmente.
Notas finales:
1. Burnet, Records, pág. 35.

2. E quanto altro non si possa, forse si pensera ad avvocare


ia causa a se. Lettere di XIII nomini illustri, 19 de marzo
de 1529.
3. Ut solum Deum prae oculis habentes. Rymer, Acta ad
annum.

4. Sua beatitudine ricorda, che il procedere sia lente ed in


modo alcuno non si venghi al giudicio. A la tarjeta.
Campeggio, 29 de mayo de 1529. Lett. Di Principi.
5. Se in illos tanquam judices suos non assentire, ad papam
provocavit. Sanders, pág. 32.
6. Ref. De Burnet 1 p. 54.
7. Carta del rey a sus embajadores en Roma, 23 de junio.
Ref. De Burnet, Records, p. 54.
8. Personas judicum non solum regi d evinctas verum et
subjectas esse. Sanders, pág. 35.
9. Qui dysnsionem inter ipsam et virum suum. Polyd Virg.
Pág. 688.
10. Haec illa fiebiliter dicente. Ibídem. pags. 686 y Cavendish.
11. Burnet, Records, pág. 36. En esta carta, el rey dice: Tanto
nosotros como la reina aparecimos en persona.
12. Fuller, pág. 173.
13. Vidisses Wolseum infestis fere omnium oculis conspici.
Polyd. Virg. Pág. 688.
14. Du Bellay a Montmorency. Le Grand, Preuves, pág. 186,
319.
15. Véase la carta de Pace a Henry en 1526. Le Grand,
Preuves, p. 1. El paso allí muestra que es correcto decir:
Deuteronomium abrogare Leviticum (Deuteronomio
abroga Levítico) en lo que respecta a la prueba para
tomar la esposa de un hermano fallecido.
16. Wolsey de Cavendish, pág. 223.
17. Ella le mostró esto al rey. Carta a Cromwell en Strype,
vol. 1 p. 2 72.
18. Cavendish, pág. 226.
LIBRO 20
CAPÍTULO 9

Se reanudó el juicio. El obispo de Bath y Wells atendió a la reina en


Greenwich y la convocó perentoriamente a comparecer en la cámara
del parlamento. 1 El día señalado, Catalina se limitó a enviar un
llamamiento al Papa. Fue declarada contumaz y los legados
procedieron con la causa.
Se prepararon doce artículos, que debían servir para el interrogatorio
de los testigos, y el resumen de los cuales era que el matrimonio de
Enrique con Catalina, prohibido tanto por la ley de Dios como por la
Iglesia, era nulo y sin valor. 2
Comenzó la audiencia de los testigos y el Dr. Taylor, archidiácono de
Buckingham, llevó a cabo el interrogatorio. Su evidencia , que ahora se
tomaría sólo a puertas cerradas, se puede encontrar en la Historia de
Enrique VIII de Lord Herbert de Cherbury. El duque de Norfolk, alto
tesorero de Inglaterra, el duque de Suffolk, Maurice St. John, caballero
tallador del príncipe Arturo, el vizconde F itzwalter y Anthony
Willoughby, sus coperos, testificaron que estaban presentes al día
siguiente de la boda en el desayuno del príncipe, luego en plena salud,
e informó de la conversación que tuvo lugar. 3 La antigua duquesa de
Norfolk, el conde de Shrewbury y el marqués de Dorset confirmaron
estas declaraciones, que demostraron que Arthur y Catherine estaban
realmente casados. También se recordó que, en el momento de la
muerte de Arturo, a Enrique no se le permitió tomar el título de
príncipe de Gales, porque Catalina esperaba darle un heredero a la
corona de Inglaterra. 4
"Si Arturo y Catalina estaban realmente casados", dijeron los
consejeros del rey después de estas extraordinarias deposiciones, "el
matrimonio de esta princesa con Enrique, el hermano de Arturo,
estaba prohibido por la ley divina, por un mandato expreso de Dios
contenido en Levítico, y no la dispensación podía permitir lo que Dios
había prohibido ”. Campeggio nunca admitiría este argumento, que
limitaba el derecho de los papas; era necesario, por tanto, abandonar el
derecho divino (que en realidad era perder la causa), y buscar en la
bula de Julio II y en su célebre escrito, fallas que invalidaran a ambos;
5 y esto hizo el consejo del rey, aunque no ocultaron la debilidad de su
posición. “El motivo alegado en la dispensa”, dijeron, “es la necesidad
de mantener una relación cordial entre España e Inglaterra; ahora, no
había nada que amenazara su armonía. Además, se dice en este
documento que el Papa lo concede en oración de Enrique, príncipe de
Gales. Ahora, como este príncipe solo tenía trece años, no tenía la edad
para hacer tal solicitud. En cuanto al escrito, no se encuentra ni en
Inglaterra ni en Roma; por tanto, no podemos admitir su autenticidad
”. No fue difícil para los amigos de Catalina invalidar estas objeciones.
“Además”, agregaron, “un sindicato que ha durado veinte años
establece suficientemente su propia legalidad. ¿Y declararás ilegítima a
la princesa María, para gran perjuicio de este reino?
Los abogados del rey luego cambiaron de rumbo. ¿No se le
proporcionó al legado romano una decretal que pronunciaba el
divorcio, en caso de que se demostrara que el matrimonio de Arturo se
había consumado realmente? Ahora bien, este hecho había sido
probado por las declaraciones. “Este es el momento de emitir un
juicio”, dijeron Henry y sus consejeros a Campeggio. "Publique la
decretal del Papa". Pero el Papa temía la espada de Carlos V, que luego
le colgaba de la cabeza; y en consecuencia, siempre que el rey avanzaba
un paso, el prelado romano daba varios en dirección opuesta. “Daré
sentencia en cinco días”, dijo; y cuando se cumplieron los cinco días, se
comprometió a entregarlo en seis . “Devuélvale la paz a mi conciencia
atribulada”, exclamó Henry. El legado respondió con frase cortés; había
ganado un retraso de unos días, y eso era todo lo que deseaba.
Tal conducta por parte del legado romano produjo un efecto
desfavorable en Inglaterra y se produjo un cambio en la opinión
pública. El primer movimiento había sido por Catherine; el segundo fue
para Henry. Las interminables demoras de Clemente y las
estratagemas de Campeggio exasperaban a la nación. El argumento del
rey era simple y popular: "El papa no puede prescindir de las leyes de
Dios"; mientras que la reina, apelando a la autoridad del pontífice
romano, desagradó tanto a los altos como a los bajos. "Ningún
precedente", dijeron los abogados, "puede justificar el matrimonio del
rey con la viuda de su hermano".
Sin embargo, hubo algunos cristianos angelicales que pensaron que
Enrique estaba "preocupado" más por sus pasiones que por su
conciencia; y preguntaron cómo era posible que un príncipe, que se
presentaba tan perturbado por la posible transgresión de una ley de
interpretación dudosa, pudiera desear, después de veinte años, violar
la ley indiscutible que prohibía el divorcio ... .. El 21 de julio, día fijado
ad concludendum, se aplazó la causa hasta el viernes siguiente, y nadie
dudó de que el asunto quedaría entonces resuelto .
Todo preparado para este importante día. El rey ordenó que los duques
de Norfolk y Suffolk estuvieran presentes en la sesión de la corte; y él
mismo, impaciente por escuchar el juicio tan codiciado, entró
sigilosamente en una galería de la cámara del parlamento frente a los
jueces.
Habiendo tomado asiento los legados de la Santa Sede, el Fiscal
General les indicó que “habiendo sido presentado judicialmente ante
ellos todo lo necesario para la información de su conciencia, ese día
había sido fijado para la conclusión del juicio”. Hubo una pausa; todos
sintiendo la importancia de este juicio, lo esperaban con impaciencia.
“O el papado pronuncia mi divorcio de Catalina”, había dicho el rey, “o
me divorcio del papado”. Así fue como Henry planteó la pregunta.
Todos los ojos, y en particular los del rey, se volvieron hacia los jueces;
Campeggio no pudo retirarse; ahora debe decir sí o no. Durante algún
tiempo estuvo en silencio. Sabía con certeza que Clemente VII había
admitido la apelación de la reina y que este último había concertado
una alianza con el emperador. Ya no estaba en su poder conceder la
petición del rey. Previendo claramente que un no tal vez perdería el
poder de Roma en Inglaterra, mientras que un sí podría acabar con los
planes de emancipación religiosa que tanto le alarmaban, no pudo
decidirse a decir sí o no.
Por fin, el nuncio se levantó lentamente de su asiento y toda la
asamblea escuchó con emoción la decisión oracular que durante tantos
años el poderoso rey de Inglaterra había pedido al pontífice romano.
“Las vacaciones generales de la cosecha y la vendimia”, dijo, “siendo
observadas todos los años por la corte de Roma, que datan de mañana
24 de julio, el comienzo de la canícula, aplazamos, para algún período
futuro , la conclusión de estos alegatos ". 6
Los auditores estaban estupefactos. "¡Qué! porque la malaria vuelve
peligroso el aire de Roma a finales de julio y obliga a los romanos a
cerrar sus tribunales, ¿debe interrumpirse un juicio en las orillas del
Támesis, cuando se espera con tanta impaciencia su conclusión? El
pueblo esperaba una sentencia judicial, y se les respondió con una
broma; así fue como Roma se burló de la cristiandad. Campeggio, para
desarmar la ira de Enrique, expresó algunos nobles sentimientos; pero
toda su línea de conducta suscita dudas legítimas en cuanto a su
sinceridad. “La reina”, dijo, “niega la competencia de la corte; Por lo
tanto, debo presentar mi informe al Papa, que es la fuente de vida y
honor, y esperar las órdenes de su soberano reinado. No he llegado tan
lejos para complacer a ningún hombre, sea rey o súbdito. Soy un
anciano, débil y enfermizo, y no temo a nadie más que al Juez
Supremo, ante quien debo comparecer pronto. Por lo tanto, aplazo la
sesión de este tribunal hasta el 1 de octubre ".
Era evidente que este aplazamiento era solo una formalidad destinada
a significar el rechazo definitivo de la demanda de Henry. La misma
costumbre prevalece en la legislatura británica.
El rey, que desde su escondite había escuchado el discurso de
Campeggio, apenas pudo controlar su indignación. Quería un juicio
regular; se aferró a las formas; deseaba que su causa pasara con éxito
por todas las vueltas del procedimiento eclesiástico y, sin embargo,
aquí se arruina en las vacaciones de la corte romana. Sin embargo,
Henry guardó silencio , ya sea por prudencia o porque la sorpresa lo
privó de la facultad de hablar, y abandonó apresuradamente la galería.
Norfolk, Suffolk y los demás cortesanos no lo siguieron. El rey y sus
ministros, los pares y el pueblo, e incluso los cle rgy, fueron casi
unánimes y, sin embargo, el Papa pronunció su veto. Humilló al
Defensor de la Fe para halagar al autor del saqueo de Roma. Esto fue
demasiado. El impetuoso Suffolk se levantó de su asiento, golpeó
violentamente con la mano la mesa que tenía enfrente , lanzó una
mirada amenazadora a los jueces y exclamó: “Por la misa, hoy se
confirma el viejo dicho de que ningún cardenal ha traído jamás bueno
para Inglaterra ". 7 - "Señor, de todos los hombres en este reino",
respondió Wolsey, "usted tiene la menor razón para menospreciar a
los cardenales, porque si yo, el pobre cardenal, no lo hubiera sido, no
tendría la cabeza sobre los hombros". 8 Parece que Wolsey pacificó a
Henry, en el momento del matrimonio del duque con la princesa
María . "No puedo pronunciar sentencia", continuó Wolsey, "sin
conocer el beneplácito de su santidad". Los dos duques y los otros
nobles abandonaron el salón enfurecidos y se apresuraron hacia el
palacio. 9 Los legados, quedándose con sus oficiales, se miraron
durante unos momentos. Por fin Campeggio, que era el único que
había permanecido tranquilo durante esta escena de violencia, se
levantó y el público se dispersó.
Henry no se dejó aplastar por este golpe. Roma, con su extraño
proceder, despertó en él ese espíritu receloso y despótico del que tan
trágicas pruebas dio en los años posteriores. El papado se estaba
burlando de él. Clement y Wolsey lanzaron su divorcio de uno a otro
como un baile que, ahora en Roma y ahora en Londres, parecía
destinado a permanecer perpetuamente en el aire. El rey pensó que
había sido bastante tiempo el juguete de su santidad y del astuto
cardenal; se le había agotado la paciencia y resolvió mostrar a sus
adversarios que Enrique VIII era más que un rival para estas tiendas
bi . Lo encontraremos aprovechando esta oportunidad favorable y
dando una solución inesperada al asunto.

Wolsey bajó la cabeza con pesar; al participar con el nuncio y el papa,


había firmado la orden de su propia destrucción. Mientras Enrique
tuviera un solo rayo de esperanza, pensó que aún era apropiado
disimular con Clemente VII; pero podría descargar toda su ira contra
Wolsey. Desde el período de las vacaciones romanas, el cardenal estaba
arruinado en la mente de su maestro. Los enemigos de Wolsey, al ver
declinar su favor, se apresuran a atacarlo. Suffolk y Norfolk en
particular, impacientes por deshacerse de un sacerdote insolente que
durante tanto tiempo había irritado su orgullo, le dijeron a Henry que
Wolsey había estado jugando continuamente a la mentira; repasaron
todas sus negociaciones mes a mes y día a día , y sacaron de ellas las
conclusiones más abrumadoras. Sir William Kingston y Lord Manners
presentaron al rey una de las cartas del cardenal que Sir Francis Bryan
había obtenido de los archivos papales. En él, el cardenal deseaba que
Clemente planteara la cuestión del divorcio y finalmente se opusiera a
ella, ya que, según añadió, si Enrique se separaba de Catalina, un
amigo de los reformadores se convertiría en reina de Inglaterra. 10
Esta carta expresó claramente los pensamientos más íntimos de
Wolsey: ¡ Rome a cualquier precio ... y perezca Inglaterra y Enrique
antes que el Papa! Podemos imaginarnos la ira del rey.
Los amigos de Ana Bolena no trabajaban solos. No había nadie en la
corte a quien la arrogancia y la tiranía de Wolsey no hubieran
ofendido; nadie en el consejo del rey en quien sus continuas intrigas no
hubieran levantado serias sospechas. Había (decían) traicionado en
Francia la causa de Inglaterra; mantenido en tiempo de la inteligencia
secreta de la paz y de la guerra con la señora, madre de Francisco I;
recibió grandes regalos de ella; 11 oprimieron a la nación, y pisotearon
las leyes del reino. La gente lo llamaba francés y traidor, y toda
Inglaterra parecía competir en arrojar tizones encendidos al soberbio
edificio que el orgullo de este relato había levantado tan
laboriosamente. 12
Wolsey era demasiado clarividente para no discernir los signos de su
caída que se acercaba. “Tanto el sol naciente como el poniente (porque
así un historiador llama a Ana Bolena y Catalina de Aragón) le
fruncieron el ceño ” 13, y el cielo, oscureciéndose a su alrededor, dio
muestra de la tormenta que lo abrumaría. Si la causa fracasaba, Wolsey
incurría en la venganza del rey; si tenía éxito, sería entregado a la
venganza de los Bolena, sin hablar de Catalina, del emperador y del
Papa. ¡Feliz Campeggio! pensó el cardenal, no tiene nada que temer. Si
le retiran el favor de Henry, Charles y Clement le compensarán. Pero
Wolsey lo perdió todo cuando perdió las gracias del rey. Detestado por
sus conciudadanos, despreciado y odiado por toda Europa, vio hacia
cualquier lado al que se volviera nada más que la justa recompensa de
su codicia y falsedad. Se esforzó en vano, como en otras ocasiones, por
apoyarse en el am bassador de Francia; Du Bellay fue solicitado en el
otro lado. “Estoy expuesto aquí a un fuego tan pesado y continuo que
estoy medio muerto”, exclamó el obispo de Bayona; 14 y el cardenal se
encontró con una reserva inusual en su ex confidente.

Sin embargo, la crisis se acercó. Como un piloto hábil pero asustado,


Wolsey miró a su alrededor para descubrir un puerto en el que
refugiarse. No pudo encontrar nada más que su sede de York. Por tanto,
comenzó una vez más a quejarse de la fatiga del poder, del cansancio
de la carrera diplomática y de ensalzar la dulzura de una vida
episcopal. De repente sintió un gran interés por el rebaño en el que
nunca había pensado antes. Los que lo rodeaban negaron con la
cabeza, sabiendo que tal retirada sería para Wolsey la más amarga de
las desgracias. Una sola idea lo apoyaba; si caía, sería porque se había
aferrado más al Papa que al rey: sería el mártir de su fe. - ¡Qué fe, qué
mártir!
Notas finales:

1. En cámara quadam superiori: el comedor de la reina,


nuncupata, 26 die mensis junii. Rymer, Acta, pág. 119.
2. Divino, ecclesiastico jure..nullo omnino et invalidum.
Herbert, pág. 263.
3. Quoad Arthurus mane postridie potum flagitaret, idque
ut, aiebant, quoniam diceret s e illa nocte en calida
Hispanniarum regione peregrinatum fuisse. Sanders, pág.
43.
4. Foxe, 5 p. 51.
5. Herbert los da detalladamente. P. 264-267.
6. Feriae generales messium et vindemiarum. Herbert, pág.
278; Cavendish, pág. 229.
7. Mensam quae proponebatur magno ictu concu tiens; Per
sacram, inquit, missam, nemo unquam legatorum aut
cardinalium quicquam boni ad Augliam apportavit.
Sanders, pág. 49.
8. Cavendish, pág. 233.

9. Duces ex judicio discedentes, ut ipsi omnibus iracundiae


flammis urebantur. Sanders, pág. 49.
10. Edm. Campion De div ortio. Herbert, pág. 289.
11. Cartas de Du Bellay, Le Grand, Preuves, pág. 374.
12. Novis etiam furoris et insaniae facibus incenderunt.
Sanders, pág. 49.
13. Fuller, pág. 176.
14. Du Bellay a Montmorency, 15 de junio. Le Grand,
Preuves, pág. 324.

LIBRO 20
CAPÍTULO 10
Mientras ocurrían estas cosas, Anne vivía en el castillo de Hever
jubilada y triste. Los escrúpulos de vez en cuando todavía alarmaban su
conciencia. Es cierto, el rey le manifestó sin cesar que su salvación y la
seguridad de su pueblo exigían la disolución de una unión condenada
por la ley divina, y que lo que él solicitaba varios papas lo habían
concedido. ¿No había anulado Alejandro VI, después de diez años, el
matrimonio de Ladislao y Beatriz de Nápoles? ¿No se había divorciado
Luis XII, el padre de su pueblo, de Juana de Francia? Nada era más
común, dijo, que ver el divorcio de un príncipe autorizado por un
papa; la seguridad del Estado se debe garantizar antes que todo lo
demás. Llevada por estos argumentos y deslumbrada por el esplendor
de un trono, Ana Bolena consintió en usurpar al lado de Enrique el
rango que pertenecía a otro. Sin embargo, si era imprudente y
ambiciosa, era sentida y generosa, y las desgracias de una reina a la
que respetaba pronto la hicieron rechazar con terror la idea de ocupar
su lugar. Los fértiles pastos de Kent y los pasillos góticos del castillo de
Hever fueron, por turnos, testigos de los conflictos mentales que
experimentaba esta joven . El miedo que tenía de volver a ver a la
reina, y la idea de que los dos cardenales, sus enemigos, estaban
tramando su ruina, la hizo adoptar la resolución de no volver a la corte
y se encerró en su recámara solitaria.
Anne no tenía la profunda piedad de un Bilney, ni la espiritualidad
algo vaga y mística que se observa en Margarita de Valois; no era el
sentimiento lo que prevalecía en su religión, era el conocimiento y el
horror de la superstición y el fariseísmo. Su mente requería luz y
actividad , y en ese momento buscaba en la lectura los consuelos tan
necesarios para su puesto. Un día abrió uno de los libros prohibidos en
Inglaterra, que le había regalado un amigo de la Reforma: La
obediencia de un hombre cristiano. Su autor fue William Tyn dale, ese
hombre invisible que los agentes de Wolsey buscaban en Brabante y
Alemania, y esto fue una recomendación para Anne. “Si crees en las
promesas”, leyó, “entonces la verdad de Dios te justifica; es decir,
perdona tus pecados y te sella con su Espíritu Santo. Si tienes fe
verdadera, así ves el amor infinito y supremo y la misericordia que
Dios te ha mostrado gratuitamente en Cristo; entonces necesitas amar
de nuevo; y el amor no puede sino obligarte a trabajar. Si cuando los
tiranos se oponen a ti tienes poder para confesar, entonces estás
seguro de que estás a salvo. Si has caído del camino de la verdad,
vuelve a él y estarás a salvo. 1 Sí, Cristo te salvará, y los ángeles del
cielo se regocijarán en tu venida ”. 2 Estas palabras no cambian el
corazón de Ana, pero ella marcados con su uña, como era su
costumbre, 3 otros pasajes que la golpearon más, y que ella deseaba
señalar al rey si, como se esperaba, que era víspera r encontrarlo de
nuevo. Ella creía que la verdad estaba allí y se interesó mucho por
aquellos a quienes perseguían Wolsey, Henry y el Papa en ese
momento.
Anne pronto fue sacada de estas piadosas lecciones y lanzada en medio
de un mundo lleno de peligros. Enrique, convencido de que no tenía
nada que esperar a partir de entonces de Campeggio, descuidó las
conveniencias que había observado hasta ese momento, e
inmediatamente después del aplazamiento ordenó a Ana Bolena que
regresara a la corte; la devolvió al lugar que había ocupado
anteriormente, e incluso la rodeó con mayor esplendor. Todos vieron
que Ana, en la mente del rey, era reina de Inglaterra; y en torno a ella
se formó un poderoso partido que se propuso lograr la ruina definitiva
del cardenal.
Después de su regreso a la corte, Ana leyó con mucha menos
frecuencia La obediencia de un cristiano y el Testamento de
Jesucristo. El homenaje de Henry, las intrigas de sus amigas y el
torbellino de las festividades tenían la intención de sofocar los
pensamientos que la soledad había despertado en ella . Un día después
de haber dejado el libro de Tyndale en una ventana, la señorita
Gainsford, un joven dama justo 4 unido a su persona, lo tomó y lo
leyó. Un caballero de apuesto semblante, temperamento alegre y
extrema afabilidad, llamado George Z ouch, que también pertenecía a
la casa de Anne y estaba comprometido con la señorita Gainsford,
aprovechándose de la libertad que le daba su puesto, a veces se
entregaba a "trucos de amor". 5 En una ocasión, cuando George
deseaba tener una pequeña charla con ella , se molestó al encontrarla
absorta en un libro cuyo contenido no sabía nada; y aprovechando un
momento en que la señorita había vuelto la cabeza, él se la arrebató
riendo. La señorita Gainsford corrió tras Zouch para recuperar su libro;
pero justo en ese momento oyó que su ama la llamaba y dejó a George
amenazándolo con el dedo.
Como ella no regresó de inmediato, George se retiró a su habitación y
abrió el volumen; era la obediencia de un cristiano. Echó un vistazo a
unas pocas líneas, luego a unas cuantas páginas y, por fin, leyó el libro
más de una vez. Pareció escuchar la voz de Dios. “Siento el Espíritu de
Dios”, dijo, “hablando en mi corazón como lo ha hablado en el corazón
del que escribió el libro”. 6 Las palabras que sólo habían dejado una
impresión temporal en la mente preocupada de Ana Bolena,
penetraron en el corazón de su escudero y lo convirtieron. La señorita
Gainsford, temiendo que Anne le pidiera su libro, suplicó a George que
se lo devolviera; pero él se negó rotundamente, e incluso las lágrimas
de la joven no lograron que abandonara un volumen en el que había
encontrado la vida de su alma. Poniéndose más serio, ya no bromeaba
como antes; y cuando la señorita Gainsford exigió perentoriamente el
libro, él estaba, dice el cronista, "dispuesto a llorar".
Zouch, al encontrar en este volumen una edificación que las formas
vacías y las ceremonias no podían dar, solía llevarlo consigo a la
capilla del rey. El Dr. Sampson, el decano, generalmente ofició; y
mientras el coro canalizaba el servicio, George estaba absorto en su
libro, donde leía: “Si cuando ves la celebración del sacramento de la
Cena del Señor, crees en esta promesa de Cristo: Este es mi cuerpo que
es rota por ti, y si tienes esta promesa firme en tu corazón, eres salvo y
justificado por ello; Comes su cuerpo y bebes su sangre. Si no, así no te
ayuda, aunque oigas mil misas en un día; no más de lo que te ayudaría
en una sed muerta contemplar una zarza a la puerta de una taberna, si
no supieras por ella que hay vino dentro para ti. ser vendido." 7 El
joven reflexionó sobre estas palabras: por la fe comió el cuerpo y bebió
la sangre del Hijo de Dios. Eso era lo que pasaba en los palacios de
Enrique VIII; había santos en la casa de César.
Wosley, deseoso de sacar de la corte todo lo que pudiera favorecer la
Reforma, había recomendado al Dr. Sampson una vigilancia extrema
para evitar la circulación de los libros innovadores . En consecuencia,
un día en que George estaba en la capilla absorto en su libro, el
decano, que aun mientras oficiaba, no había perdido de vista al joven,
lo llamó después del servicio y, con rudeza, le quitó el libro de las
manos. preguntó: "¿Cuál es su nombre , ya quién está al servicio?"
Habiendo respondido Zouch, el decano se retiró con una mirada muy
enojada y llevó su presa al cardenal.

Cuando la señorita Gainsford se enteró de este percance, su dolor fue


extremo; temblaba al pensar que la obediencia de un cristiano estaba
en manos de Wolsey. Poco después de esto, después de haber pedido
Anne su libro, la joven se arrodilló, confesó todo y suplicó ser
perdonada. 8 Ana no pronunció una palabra de reproche; su mente
rápida vio de inmediato la ventaja que podría derivar de este asunto.
"Bueno", dijo ella, "será el libro más querido para ellos que se haya
llevado el decano o el cardenal".
“La noble dama”, como los estilos cronista ella, de inmediato exigió
una entrevista del rey, y o n alcanzando su presencia se arrojó a sus
pies, 9 y le pidió su ayuda. "¿Qué te pasa, Anne?" dijo el monarca
asombrado. Ella le contó lo que había sucedido y Henry le prometió
que el libro no debería permanecer en manos de Wolsey .

Apenas había salido Ana de los aposentos reales cuando llegó el


cardenal con el famoso volumen, con la intención de quejarse a
Enrique de ciertos pasajes que sabía que no podían dejar de irritarle, y
aprovecharlo incluso para atacar a Ana, si el rey debería estar
ofendido. 10 La fría recepción de Henry le cerró la boca; el rey se limitó
a tomar el libro y hacer una reverencia al cardenal. Esto era
precisamente lo que Anne había esperado. Ella le rogó al rey que leyera
el libro, lo que él prometió hacer.
Y Henry, en consecuencia, se encerró en su armario y leyó La
obediencia de un hombre cristiano. Hubo pocas obras mejor calculadas
para iluminarlo y ninguna, después de la Biblia, que haya tenido más
influencia sobre la Ref ormación en Inglaterra. Tyndale trató de la
obediencia, "el principio esencial", como él lo llama, "de toda
comunidad política o religiosa". Declaró contra el poder ilegal de los
papas, quienes usurparon la autoridad legal de Cristo y de su Palabra.
Él profesaba doctrinas políticas, sin duda, demasiado favorable al
poder absoluto, pero calcula que muestran que los reformadores no
eran, como se había afirmado, instigadores de la rebelión. Henry leyó
lo siguiente:
“El rey está en la habitación de Dios en este mundo. El que resiste al
rey, resiste a Dios; el que juzga al rey, juzga a Dios. Él es el ministro de
Dios para defenderte de mil inconvenientes; aunque es el mayor tirano
del mundo, sin embargo, es para ti un gran beneficio de Dios; porque
mejor es pagar el décimo que perderlo todo, y sufrir el mal de un
hombre que de todos ". 11
Éstas son en verdad extrañas doctrinas para que las sostengan los
rebeldes, pensó el rey; y continuó:
“Que los reyes, si tuvieran palanca [más bien] ser cristianos en verdad
que ser llamados así, se entreguen enteramente a la riqueza
[bienestar] de sus reinos según el ejemplo de Jesucristo; recordando
que el pueblo es de Dios y no de ellos; sí, son herencia de Cristo,
comprados con su sangre. La persona más despreciada en su reino (si
es cristiano) es igual a él en el reino de Dios y de Cristo. Que el rey se
despoje de todo orgullo y se convierta en hermano del más pobre de
sus súbditos ". 12
Es probable que estas palabras fueran menos satisfactorias para el rey.
Siguió leyendo:
"Emperadores y reyes no son nada hoy en día, sino verdugos del Papa
y los obispos, para matar a quienquiera que condenan, como Pilato lo
fue con los escribas y fariseos y altos obispos para colgar a Cristo". 13
Esto le pareció a Henry un lenguaje bastante fuerte.
“El Papa no ha recibido otra autoridad de Cristo que la de predicar la
palabra de Dios. Ahora bien, esta palabra debe gobernar solo, y no los
decretos de los obispos o el placer del pueblo. En praesentia majoris
cessat potestas minoris, en presencia del mayor, el menor no tiene
poder. 14 El papa, contra toda la doctrina de Cristo, que dice: Mi reino
no es de este mundo, usurpó el derecho del emperador. Los reyes
deben rendir cuentas de sus actos solo a Dios. 15 Nadie puede estar
exento de esta ordenanza de Dios; tampoco la profesión de monjes y
frailes, ni nada de lo que los papas u obispos puedan imponerse , salvo
de la espada del emperador o del rey, si violan las leyes. Porque está
escrito, (Romanos 13.) Que toda alma se someta a la autoridad de los
poderes superiores ". dieciséis
"¡Qué excelente lectura!" exc laimed Henry, cuando había terminado;
"Este es verdaderamente un libro para que lo lean todos los reyes, y
para mí en particular". 17
Cautivado por el trabajo de Tyndale, el rey comenzó a conversar con
Anne sobre la iglesia y el Papa; y ella, que había visto a Margarita de
Valois, se esforzó sin pretensiones por instruir a Francisco, me esforcé
de la misma manera por iluminar a Enrique VIII. Ella no poseía la
influencia que deseaba sobre él; este infeliz príncipe se opuso, hasta el
final de su vida, a la reforma evangélica ; Los protestantes y católicos se
han equivocado igualmente cuando le han considerado favorable. “En
poco tiempo”, dice el analista citado por Strype al final de su
narración, “el rey, con la ayuda de esta virtuosa dama, abrió los ojos a
la verdad. Aprendió a buscar esa verdad, a promover la religión y la
gloria de Dios, a detestar la doctrina del Papa, sus mentiras, su pompa
y orgullo, y a liberar a sus súbditos de las tinieblas egipcias y de los
lazos babilónicos que el Papa le había traído a él y sus súbditos bajo.
Despreciando las rebeliones de sus súbditos y la furia de tantos
poderosos potentados en el exterior, propuso una reforma religiosa
que, comenzando por la cabeza de triple corona, llegó a todos los
miembros de la jerarquía ”. La historia rara vez ha emitido un juicio
más erróneo. Los ojos de Henry nunca se abrieron a la verdad, y no fue
él quien hizo la Reforma. Primero fue logrado por las Escrituras, y
luego por el ministerio de hombres sencillos y fieles bautizados en el
Espíritu Santo.
Sin embargo, el libro de Tyndale y la conducta de los legados habían
hecho surgir en la mente del rey nuevos pensamientos que buscaba
tiempo para madurar. También deseaba ocultar su enojo a Wolsey y
Campeggio, y disipar su bazo, dice el historiador Collyer; por lo tanto,
dio órdenes de trasladar la corte al palacio de Woodstock. El magnífico
parque anexo a esta residencia real, en el que se encontraba la célebre
glorieta construida (se dice) por Enrique II para ocultar la hermosa
Rosamond, ofrecía todos los perjuicios del paseo, la persecución y la
soledad. 18 Por lo tanto, podría trasladarse fácilmente a Langley,
Grafton y otras sedes rurales. No pasó mucho tiempo antes de que
comenzaran los entretenimientos, carreras de caballos y otros
deportes rurales. El mundo con sus placeres y su grandeza, eran en el
fondo los ídolos del corazón de Ana Bolena; pero, sin embargo, sentía
cierta atracción por la nueva doctrina, que en su mente se confundía
con la gran causa de todo conocimiento, tal vez incluso con la suya
propia. Más ilustrada que la generalidad de las mujeres, se distinguía
por la superioridad de su entendimiento no solo sobre su propio sexo,
sino incluso sobre muchos de los caballeros de la corte. Mientras
Catalina, miembro de la tercera orden de San Francisco, se entregaba
a prácticas triviales , a la más inteligente, si no más piadosa Ana, le
importaban poco los amuletos que los frailes habían bendecido, las
apariciones o las visiones de ángeles. Woodstock le brindó la
oportunidad de curar a Enrique VIII de las ideas supersticiosas que le
eran naturales . Había un lugar en el bosque que se decía que estaba
obsesionado por espíritus malignos; ningún sacerdote o cortesano se
atrevía a acercarse a él. Una tradición decía que si un rey se atrevía a
cruzar la frontera, caía muerto. Anne decidió llevar a Henry allí. En
consecuencia, una mañana abrió el camino en dirección al lugar donde
estos misteriosos poderes manifestaban su presencia (como se decía)
por extrañas apariciones; entraron en el bosque; llegaron al lugar tan
temido; todos vacilaron; pero la calma de Anne tranquilizó a sus
compañeros; ellos avanzaron; encontraron ... nada más que árboles y
césped, y, riéndose de sus antiguos terrores, exploraron cada rincón de
este misterioso complejo de los espíritus malignos. Anne regresó al
palacio, felicitándose por el triunfo que Henry había ganado sobre sus
miedos imaginarios. 19 Este príncipe, que todavía podía soportar la
superioridad de los demás, quedó impresionado por la de Ana Bolena.

Nunca demasiado alegre ni demasiado melancólico,


Una mente celestial es suya, como ángeles santos.
Nadie más puro jamás se elevó por encima del cielo,
oh maravilla poderosa, así podrá cada ojo
Ver qué monstruo extraño soy el humilde siervo;
Monstruo de hecho, porque en su marco se
combinan la forma divina de una mujer, el corazón del hombre y la
cabeza de un ángel. 20
Estos versos de Clement Marot, escritos en honor a Margarita de
Valois, expresan fielmente lo que Enrique sintió entonces por Ana, que
había estado con Marot en la casa de esa princesa. Quizás el amor de
Henry lo haya engañado en cuanto a las excelencias de Anne.

Notas finales:
1. Obras de Tyndale y Fryth, vol. 1 p. 295.
2. Obras de Tyndale, vol. 1 p. 300.
3. Memorias de Wyatt, pág. 438.

4. Strype, 1 pág. 171.


5. Ibídem. pags. 172.
6. Strype, pág. 172.
7. Obras de Tyndale y Fryth, vol. 1 p. 286.
8. Ella de rodillas lo contó todo. Strype, vol. 1 p. 172.
9. De rodillas desea la ayuda del rey para su libro. Ibídem.
10. Memorias de Wyatt, pág. 441.
11. Tyndale's Works, editado por Russell, vol. 1 p. 212.
12. Obras de Tyndale, pág. 233.

13. Ibídem. pags. 274.


14. Ibídem. pags. 243.
15. Ibídem. pags. 220.
16. Ibídem. pags. 213.

17. Strype, 1 pág. 172.


18. Las cartas de los secretarios del rey Gardiner y Tuke a
Wolsey, fechadas en Woodstock, van del 4 de agosto al 8
de septiembre. Documentos estatales, 1 p. 335-347.
19. Foxe, 5 p. 136; La vida de Ana Bolena de la señorita
Benger, pág. 299.
20. Jamais trop gay, ne trop melancolique, Elle a au chef un
esprit angelique, Le plus subtil qui onc au ciel vola. ¡Oh
gran merveille! On peut voir par cela Que je suis serf d'un
monstre fort etrange: Monstre je dy, car pour tout vray
elle a Corps feminin, coeur d'homme et tete d'ange.

LIBRO 20
CAPÍTULO 11

Mientras la corte disfrutaba así de Woodstock; Wolsey permaneció en


Londres presa de la más aguda angustia. "Esta vocación a Roma", le
escribió a Gregory Da Casale, "no sólo alejará por completo al rey y su
reino de la sede apostólica, sino que me arruinará por completo". 1
Este mensaje apenas había llegado al Papa, cuando los embajadores
imperiales le entregaron la protesta de la reina y agregaron en un tono
muy significativo: “Si su santidad no llama esta causa ante usted , el
emperador, que está decidido a traerla hasta el final, recurrirá a otros
argumentos ”. La misma perplejidad siempre agitaba a Clemente:
¿Cuál de los dos debe ser sacrificado, Enrique o Carlos? Antonio de
Leyva, que comandaba las fuerzas imperiales, habiendo derrotado al
ejército francés, el Papa ya no dudaba de que Carlos era el elegido del
Cielo. No fue solo Europa la que reconoció la autoridad de este
príncipe; un mundo nuevo acababa de poner su poder y su oro a sus
pies. El formidable sacerdote-rey de los aztecas no había podido
resistir a Cortés; ¿Podría el sacerdote-rey de Roma resistir a Carlos V?
Cortés había regresado de México, trayendo consigo caciques
mexicanos en todo su bárbaro esplendor, con miles de pesos, con oro y
plata y esmeraldas de extraordinario tamaño, con magníficos tejidos y
pájaros de brillante plumaje. Había acompañado a Carlos, que
entonces se dirigía a Italia, al lugar de embarque, y había enviado a
Clemente VII obsequios costosos de metales preciosos, joyas valiosas y
un grupo de bailarines, bufones y malabaristas mexicanos, que
encantaron al Papa. y el cardenal sobre todas las cosas. 2
Clemente, aunque rechazó la oración de Enrique, aún no había
concedido la del emperador. Pensó que ya no podía resistir más a la
estrella de un monarca victorioso en dos mundos, y se apresuró a
entablar negociaciones con él. Súbitos terrores todavía lo asaltaban de
vez en cuando: Mi negativa (se dijo a sí mismo) tal vez pueda hacer
que pierda Inglaterra. Pero Charles, sosteniéndolo en su poderosa
mano, lo obligó a someterse. Los antecedentes de Enrique fueron
bastante alentadores para el pontífice. ¿Cómo podía imaginar que un
príncipe, que era el único de todos los monarcas de Europa que alguna
vez había luchado contra el gran reformador, se separara ahora del
papa ? El 6 de julio, Clemente declaró a los enviados ingleses que
invocó en Roma la causa entre Enrique VIII y Catalina de Aragón. En
otras palabras, se trataba de rechazar el divorcio. “Hay veintitrés
puntos en este caso”, dijeron los cortesanos, “y el debate sobre el
primero ha durado un año; antes del final de la prueba, el rey no solo
habrá dejado de casarse, sino de haber vivido ". 3
Cuando supo que se había dado el golpe fatal, Bennet, con tono de
tristeza, exclamó: “¡Ay! Santísimo Padre, por este acto la Iglesia en
Inglaterra será completamente destruida; el rey me lo declaró con
lágrimas en los ojos ”. 4 - "¿Por qué tengo la fortuna de vivir en días
tan malos?" respondió el Papa, quien, a su vez, se echó a llorar; 5 "pero
estoy rodeado por las fuerzas del emperador, y si quisiera complacer al
rey, causaría una terrible ruina sobre mí y sobre la iglesia ... Dios será
mi juez".
El 15 de julio, Da Casale envió la fatal noticia al ministro inglés. El rey
fue citado ante el Papa y, en caso de negativa, fue condenado con una
multa de 10.000 ducados. El 18 de julio se proclamó en Roma la paz
entre el pontífice y el emperador, y al día siguiente (estas fechas son
importantes) Clemente, deseando todavía hacer un intento más para
evitar el golpe con el que estaba amenazado el papado, escribió al
cardenal Wolsey: “Mi querido hijo, ¿cómo puedo describirte mi
aflicción? Muestre en este asunto la prudencia que tanto le angustia, y
conserve al rey en esos sentimientos bondadosos que siempre ha
manifestado hacia mí. 6 ¡ Un intento inútil! Lejos de salvar al papado,
Wolsey también sería destruido.
Wolsey estaba estupefacto. En el momento en que le aseguraba a
Enrique el apego de Clemente y Francisco, ambos lo abandonaban. El
“manejo político” falló, que el cardenal había considerado tan hábil, y
que había sido tan tortuoso. Enrique ahora no tenía más que enemigos
en el continente de Europa , y la Reforma se extendía diariamente por
su reino. La angustia de Wolsey no se puede describir. Su poder, su
pompa, sus palacios estaban todos amenazados; quién podría decir si
incluso preservaría su libertad y su vida. - Una justa recompensa por
tanta duplicidad.
Pero la ira del rey iba a ser mayor que incluso la alarma del ministro.
Sus aterrorizados sirvientes se preguntaban cómo debían anunciar la
decisión del pontífice. Gardiner, que tras su regreso de Roma había
sido nombrado secretario de Estado, bajó a L angley el 3 de agosto
para comunicárselo. ¡Qué noticia para el orgulloso Tudor! La decisión
sobre el divorcio estaba prohibida en Inglaterra; la causa invocada a
Roma, para ser enterrada y perdida injustamente; Francisco I tratando
con el emperador; Carlos y Clemente a punto de intercambiar en
Bolonia los signos más llamativos de su alianza inmutable; los servicios
prestados por el rey al Papa se retribuyen con la más negra ingratitud;
su esperanza de dar un heredero a la corona vergonzosamente
frustrada; y por último, pero no menos importante, Enrique VIII, el
monarca más orgulloso de la cristiandad, convocado a Roma para
comparecer ante un tribunal eclesiástico ... fue demasiado para
Enrique. Su ira, contenida un momento, estalló como un trueno, 7 y
todos temblaron a su alrededor. “¿Presumen”, exclamó, “probar mi
causa en otro lugar que no sea en mis propios dominios? ¡Yo, el rey de
Inglaterra, convocado ante un tribunal italiano! ... Sí, ... Iré a Roma,
pero será con un brazo tan poderoso que el Papa y sus sacerdotes y
toda Italia será invadida por el terror. 8 - Prohibo a la comisión dar
por terminadas sus funciones ”. Enrique habría deseado arrancar la
túnica púrpura de Campeggio y echar a la cárcel a este príncipe de la
iglesia romana para asustar a Clemente; pero la misma magnitud del
insulto lo obligó a contenerse. Temía ante todo parecer humillado a los
ojos de Inglaterra y esperaba, con moderación, ocultar la afrenta que
había recibido. “Que se haga todo”, le dijo a Gardiner, “para ocultar a
mis súbditos estas cartas de citación, que son tan hirientes para mi
gloria. Escribe a Wolsey diciéndole que tengo la mayor confianza en su
destreza, y que debería, con buen trato, ganarse a Campeggio 9 ya los
consejeros de la reina; y, sobre todo, persuadirlos a cualquier precio de
que no me entreguen estas cartas citatorias ". Pero Henry apenas
había dado sus instrucciones cuando el insulto del que había sido
objeto volvió a su imaginación; el pensamiento de Clemente lo
perseguía día y noche, y juró exigir una venganza sorprendente del
pontífice. Roma desea no tener más que ver con Inglaterra ...
Inglaterra, a su vez, desechará a Roma. Henry sacrificará a Wolsey,
Clement y la iglesia; nada detendrá su furia. El pontífice astuto ha
ocultado su juego, el rey lo golpeará abiertamente; y de época en época
el Papa derramará lágrimas por la imprudente locura de un Medici.
Así, después de las demoras de insupport portátiles, que habían
fatigado a la nación, un rayo cayó sobre Inglaterra. La corte, el clero y
el pueblo, a quienes era imposible ocultar estos grandes
acontecimientos, estaban profundamente conmovidos y todo el reino
estaba en conmoción. Wolsey, aún con la esperanza de evitar la ruina
inminente sobre él y el papado, puso inmediatamente en juego toda
esa destreza de la que Henry había hablado; prevaleció hasta ahora que
las cartas citatoriales no fueron entregadas al rey, sino sólo el escrito
dirigido a Wolsey por Clemente V II. 10 El cardenal, radiante por este
trivial éxito y deseoso de aprovecharlo para aumentar su crédito,
resolvió acompañar a Campeggio, que bajaba a Grafton para
despedirse del rey. Cuando en la corte se supo de la llegada de los dos
legados, la agitación fue muy grande. Los duques de Norfolk y Suffolk
consideraron este procedimiento como el último esfuerzo de su
enemigo y suplicaron a Enrique que no lo recibiera. “El rey lo
recibirá”, dijeron algunos. “El rey no lo recibirá”, respondieron otros.
Por fin, un domingo por la mañana, se anunció que los prelados
estaban a las puertas de la mansión. Wolsey miró a su alrededor con
ojos ansiosos en busca de los grandes oficiales que estaban
acostumbrados a presentarlo. Aparecieron y quisieron que Campeggio
los siguiera. Cuando el legado fue llevado a sus apartamentos, Wolsey
esperó su turno; pero grande fue su consternación al ser informado de
que no había una cámara designada para él en el palacio. Sir Henry
Norris, mozo de la estola, ofreció a Wolsey el uso de su propia
habitación, y el cardenal lo siguió, casi hundido por la humillación que
había sufrido. 11 Se preparó para presentarse ante el rey, y, armando
ánimos, se dirigió a la cámara de presencia .

Los señores del consejo estaban en fila según su rango; Wolsey,


quitándose el sombrero, pasó, saludando a cada uno de ellos con
cortesía afectada. Llegó un gran número de cortesanos, impacientes
por ver cómo Enrique recibiría su antiguo favorit; y la mayoría de ellos
ya se regocijaban ante la sorprendente desgracia de la que esperaban
ser testigos. Por fin se anunció al rey.
Henry se puso bajo la ropa del estado; y Wolsey avanzó y se arrodilló
ante él. Un profundo silencio prevaleció en toda la cámara ... Para
sorpresa de todos, Henry se agachó y lo levantó con ambas manos ...
Luego, con una sonrisa agradable, llevó a Wolsey a la ventana, lo deseó
ponerse el sombrero y hablar familiarmente con él. "Entonces", dice
Cavendish, el caballero acomodador del cardenal , "te habría hecho
sonreír al contemplar los rostros de aquellos que habían hecho
apuestas a que el rey no hablaría con él".

Pero este fue el último rayo de la tarde que luego iluminó las oscuras
fortunas de Wolsey: la estrella de su favorito o estaba a punto de
ponerse para siempre ... El silencio continuó, porque todos deseaban
captar algunas palabras de la conversación. El rey parecía acusar a
Wolsey y Wolsey se justificaba a sí mismo. De repente, Henry sacó una
carta de su pecho, y se la mostró al cardenal, dijo en voz alta: “¿Cómo
puede ser eso? ¿No es esta tu mano? Sin duda era la carta que Bryan
había interceptado. Wolsey respondió en voz baja y pareció haber
apaciguado a su amo. Llegada la hora de la cena, el rey salió de la
habitación y le dijo a Wolsey que no dejaría de verlo de nuevo; los
cortesanos estaban ansiosos por hacer sus más profundas reverencias
al cardenal, pero él atravesó con altivez la cámara, y los duques se
apresuraron a llevar a Ana Bolena la noticia de esta asombrosa
recepción.
Wolsey, Campeggio y los señores del consejo se sentaron a cenar. El
cardenal, consciente de que la terrible carta sería su completa ruina y
de que las gracias de Enrique no tenían otro objeto que preparar su
caída, empezó a insinuar su retiro. "En verdad", dijo con un aire
devoto, "el rey haría bien en enviar a sus obispos y capellanes a casa
para sus curas y beneficios". La compañía se miró con asombro. —Sí,
cásate —dijo el duque de Norfolk con cierta rudeza— , así que conviene
que tú también lo hagas. - "Estaría muy contento con eso", respondió
Wolsey, "si fuera un placer para el rey autorizarme con permiso para ir
a mi curación en Winchester". - “No, para su beneficio en York, donde
está su mayor honor y cargo”, respondió Norfolk, que no estaba
dispuesto a que Wolsey viviera tan cerca de Henry. - “Incluso cuando le
plazca al rey,” añadió Wolsey, y cambió el tema de conversación.
Henry había hecho que se lo anunciara a Ana Bolena, quien (dice
Cavendish) "mantenía el estado en Grafton más como una reina que
como una simple doncella". Poseyendo una sensibilidad extrema y una
imaginación ardiente, Ana, que sintió el menor insulto con toda la
sensibilidad de su corazón de mujer, quedó muy descontenta con el
rey tras el informe de los duques. En consecuencia, sin hacer caso de la
presencia de los asistentes, ella le dijo: "Señor, ¿no es maravilloso ver
el gran peligro que le ha traído el cardenal con todos sus súbditos?" -
"¿Cómo es eso, cariño?" preguntó Henry. Anne continuó: “¿Es usted
ignorante del odio que le han provocado sus exacciones? No hay un
hombre en todo tu reino de Inglaterra que valga cien libras, pero te ha
hecho su deudor. Ana aludió aquí al préstamo que el rey había
obtenido entre sus súbditos. "Bueno, bueno", dijo Henry, que no estaba
satisfecho con estos comentarios, "sé que eso importa mejor que tú". -
"Si mi señor de Norfolk, mi señor de Suffolk, mi tío o mi padre
hubieran hecho mucho menos de lo que ha hecho el cardenal",
continuó Anne, " habrían perdido la cabeza antes de esto". - “Entonces
me doy cuenta”, dijo Henry, “que no eres ninguno de sus amigos”. -
“No señor, no tengo ninguna causa, ni ninguna que lo ame”, respondió
ella. La cena terminó; el rey, sin parecer conmovido en absoluto, se
dirigió a la presidencia, donde Wolsey lo esperaba.
Después de una larga conversación, mantenida en voz baja, el rey
tomó a Wolsey de la mano y lo condujo a su habitación privada. Los
cortesanos esperaban con impaciencia la terminación de una
entrevista que podría decidir el destino de Inglaterra; Caminaban
arriba y abajo de la galería, a menudo pasando ante la puerta del
armario, con la esperanza de captar por las miradas de Wolsey,
cuando lo abriera, el resultado de esta conferencia secreta; pero un
cuarto de hora siguió a otro, estas se convirtieron en horas, y el
cardenal seguía sin aparecer. Henry, habiendo decidido que esta
conversación debería ser la última, sin duda estaba recopilando de su
ministro toda la información necesaria para él. Pero los cortesanos
imaginaron que volvía al gusto de su amo ; Norfolk, Suffolk, Wiltshire
y los demás enemigos del primer ministro empezaron a alarmarse y se
apresuraron hacia Ana Bolena, que era su última esperanza. Era de
noche cuando el rey y Wolsey abandonaron el armario real; el primero
pareció cortés, el segundo satisfecho; Henry siempre tuvo la
costumbre de sonreír a los que tenía la intención de sacrificar. “Te veré
por la mañana”, le dijo al cardenal con aire amistoso. Wolsey hizo una
profunda reverencia y, volviéndose hacia los cortesanos, vio que la
sonrisa del rey se reflejaba en sus rostros. Wiltshire, Tuke e incluso
Suffolk estaban llenos de cortesía. "Bueno", pensó, "el movimiento de
veletas como estas me muestra de qué lado sopla el viento del favor".
12
Pero un momento después, el viento comenzó a cambiar. Hombres con
antorchas esperaban al cardenal a las puertas del palacio para
conducirlo al lugar donde tendría que pasar la noche. Por tanto, no
debía dormir bajo el mismo techo que Henry. Debía descansar en
Euston, una de las casas de Empson , a unas tres millas de distancia.
Wolsey, reprimiendo su enfado, montó en su caballo, los lacayos lo
precedieron con sus enlaces, y después de una hora de cabalgata por
caminos muy malos llegó al alojamiento que le asignaron.
Se había sentado a cenar, a la que habían sido invitados algunos de sus
amigos más íntimos, cuando de repente se anunció a Gardiner.
Gardiner se lo debía todo al cardenal y, sin embargo, no se había
presentado ante él desde su regreso de Roma. Sin duda viene a jugar al
hipócrita y al espía, pensó Wol sey. Pero tan pronto como entró el
secretario, Wolsey se levantó, le hizo un elegante cumplido y le rogó
que tomara asiento. "Maestro Secretario", preguntó, "¿dónde ha estado
desde su regreso de Roma?" - "He estado siguiendo la cancha de un
lugar a otro". - “¿Entonces has estado cazando? ¿Tienes perros?
preguntó el primer ministro, que sabía muy bien lo que Gardiner había
estado haciendo en el armario del rey. “Algunos”, respondió Gardiner.
Wolsey pensó que incluso la secretaria era un sabueso tras su pista. Y
sin embargo, después de la cena, se llevó a Gardiner a un lado y
conversó con él hasta la medianoche. Consideró prudente no descuidar
nada que pudiera aclarar su posición; y Wolsey sonó a Gardiner, tal
como lo había hecho Henry no mucho antes.
La misma noche en Grafton, el rey le dio a Campeggio una audiencia
de despedida y lo trató con mucha amabilidad, “dándole regalos y
otros asuntos”, dice Du Bellay. Henry luego regresó a Anne Boleyn. Los
duques le habían señalado la importancia del momento presente; Por
lo tanto, pidió y obtuvo de Enrique, sin gran dificultad, su promesa de
no volver a hablar con su ministro. 13 Los insultos del papado habían
exasperado al rey de Inglaterra, y como no podía castigar a Clemente,
se vengó del cardenal.

A la mañana siguiente, Wolsey, impaciente por tener la entrevista que


Henry había prometido, regresó temprano a Grafton. Pero cuando se
acercó, se encontró con una numerosa fila de sirvientes y caballos de
agua; y poco después, Enrique, con Ana Bolena y muchos lores y damas
de la corte, llegaron cabalgando. "¿Qué significa todo esto?" pensó el
cardenal consternado. “Mi señor”, dijo el rey, mientras se acercaba, “no
puedo quedarme contigo ahora. Regresará a Londres con el cardenal
Campeggio ". Luego, metiendo las espuelas en su caballo, Henry se
alejó al galope con un saludo amistoso. Después de él vino Anne
Bolena, que pasó junto a Wolsey con la cabeza erguida y le lanzó una
mirada orgullosa. La corte procedió a Hartwell Park, donde Anne había
decidido mantener al rey todo el día. Wolsey estaba confundido. No
había lugar a dudas; su desgracia era segura. Le dio vueltas la cabeza,
permaneció inmóvil un instante y luego se recuperó; pero el golpe que
había recibido no había pasado desapercibido para los cortesanos, y la
caída del cardenal se convirtió en el tema general de conversación.
Después de la cena, los legados partieron y el segundo día llegaron a
Moor Park, una mansión construida por el arzobispo Neville, uno de
los predecesores de Wolsey, quien por alta traición había sido
encarcelado primero en Calais y luego en Ham. Estos recuerdos no
fueron en modo alguno agradables para Wolsey. A la mañana
siguiente, los dos cardenales se separaron; Campeggio se dirigió a
Dover y Wolsey a Londres.
Campeggio estaba impaciente por salir de Inglaterra, y grande fue su
disgusto, al llegar a Dover, al descubrir que el viento era contrario.
Pero se reservaba una irritación aún mayor. Apenas se había acostado
para descansar, cuando se abrió la puerta y un grupo de sargentos
entró en la habitación. El cardenal, que sabía lo que significaban las
escenas de este género en Italia, se creyó muerto14 y cayó temblando a
los pies de su capellán pidiendo la absolución. Mientras tanto, los
oficiales abrieron su equipaje, irrumpieron en sus arcones, esparcieron
sus pertenencias por el piso y hasta sacudieron su ropa. 15
La tranquilidad de Henry no había durado mucho. "Campeggio es el
portador de cartas de Wolsey a Roma", susurraron algunos de los
cortesanos; "¿Quién sabe si contienen material traicionero?" “También
hay entre sus papeles la famosa decretal que pronuncia el divorcio”,
dijo uno; "Si tuviéramos pero ese documento terminaría el negocio".
Otro afirmó que Campeggio “tenía un gran tesoro de mi señor
(Wolsey) para ser transportado en grandes toneladas a Roma”, 16
adonde se suponía que el cardenal de York escaparía para disfrutar de
los frutos de su traición. "Es cierto", añadió un tercero, "que
Campeggio, con la ayuda de Wolsey, ha podido conseguir la
correspondencia de Su Majestad con Ana Bolena y se la está llevando".
Enrique, por tanto, envió un mensajero tras el nuncio, con órdenes de
que se registrara minuciosamente su equipaje.
No se encontró nada, ni cartas, ni toro, ni tesoros. El toro había sido
destruido ; los tesoros que Wolsey nunca había pensado en confiar a su
colega; y las cartas de Ana y Enrique que Campeggio había enviado
antes por su hijo Rodolph, y el Papa extendía las manos para
recibirlas, orgulloso, como sus sucesores, del robo cometido por dos de
sus legados.
Campeggio, tranquilizado, y viendo que no había que matarlo ni
robarlo, hizo un gran alboroto por este acto de violencia y por los
insultos que lo habían originado. "No me iré de Inglaterra", le pidió a
Henry que se le informara, "hasta que haya recibido satisfacción". “Mi
señor olvida que ya no es legado”, respondió el rey, “desde que el Papa
ha retirado sus poderes; olvida, además, que, como obispo de
Salisbury, es mi súbdito; en cuanto a los comentarios contra él y el
cardenal de York, es una libertad que el pueblo de Inglaterra está
acostumbrado a tomar, y que no puedo dejar de lado ". Campeggio,
ansioso por llegar a Francia, quedó satisfecho con estas razones y
pronto olvidó todos sus dolores en la suntuosa mesa del cardenal
Duprat.
Wolsey no tuvo tanta suerte. Había visto marcharse a Campeggio, y se
quedó como un marinero naufragado arrojado a una isla desierta, que
ha visto partir a los únicos amigos capaces de ayudarlo. Su
nigromancia le había advertido de que este sería un año fatal. 17 El
ángel de la doncella de Kent había dicho: "Ve al cardenal y anuncia su
caída, porque no ha hecho lo que tú le mandaste". 18 Se oyeron otras
voces además de la suya : el odio de la nación, el desprecio de Europa
y, sobre todo, la ira de Enrique, le decían que había llegado su hora.
Era cierto que el Papa dijo que haría todo lo que estuviera en su poder
para salvarlo; 19, pero las buenas oficinas de Clement solo acelerarían
su ruina. Du Bellay, a quien la gente creía cómplice del cardenal, fue
testigo del cambio que se había producido en la mente de los hombres.
Mientras pasaba a pie por las calles de la capital, seguido por dos
ayuda de cámara , "sus oídos estaban tan llenos de burlas groseras
mientras avanzaba", dijo, "que no sabía qué camino tomar". 20 "El
cardenal está completamente perdido", escribió, "y no veo cómo puede
escapar". A Wolsey se le ocurrió de vez en cuando la idea de pronunciar
él mismo el divorcio; pero fue demasiado tarde. Incluso le dijeron que
su vida estaba en peligro. La fortuna, ciega y calva, con el pie en el
volante, huyó rápidamente de él y no pudo detenerla. Y esto no fue
todo: después de él ( pensó) no hubo nadie que pudiera defender la
iglesia de los pontífices en Inglaterra. El barco de Roma navegaba en
un mar tempestuoso entre rocas y bajíos; Wolsey al timón buscó en
vano un puerto de refugio; el barco goteaba por todos lados; se estaba
hundiendo rápidamente , y el cardenal lanzó un grito de angustia.
¡Pobre de mí! había deseado salvar a Roma, pero Roma no lo quería.

Notas finales:
1. Non solum regium animum et totum hoc regnum a sedis
apostolicae devotione penitus abalienabit, ac me ommino
perdet et fundit us destruet. State Papers, 7. P. 189.
2. Prescott's Conquest of Mexico, libro 7 cap. 4.
3. Fuller, pág. 178.
4. Burnet, Records, 2 p. 37.
5. Ibídem.

6. Ut dictum regem in solita erga nos benevolentia retinere


velis. Burnet, Records, 2 p. 38.
7. Se enfureció mucho . Herbert, pág. 287. Excanduit supra
quam dici potest. Sanders, pág. 50.
8. Haría lo mismo con un mayn [grande] y un ejército real,
que debería ser formidable para el Papa y para toda
Italia. Documentos estatales, 7 p. 194; Burnet, Records,
pág. 37.
9. La destreza de su excelencia ... por el buen trato del
cardenal Campeggio. State Papers, vol. 1 p. 336.
10. Ibídem. pags. 343.
11. Cavendish, pág. 237-245.
12. Ref. De Burnet Vol. 1 p. 59.
13. Du Bellay al Gran Maestre. Le Grand, Preuves, pág. 375;
también Cavendish.

14. Le Grand, vol. 2 p. 156. Vida de Campeggio, de Sigonius.


15. Sarcinas excuti jussit. Sanders, pág. 51.
16. Cavendish, pág. 246. Véase también Le Grand, 2 p. 258.
17. Se había enterado de su nigromancia que este sería un
año peligroso para él. Obras de Tyndale, 1 p. 480.
18. Stryp e, 1 pág. 373.
19. Herbert, pág. 289.
20. Du Bellay a Montmorency, 12 de octubre. Le Grand,
Preuves, pág. 365.
LIBRO 20
CAPÍTULO 12

Mientras la estrella de Wolsey desaparecía en el oeste en medio de


nubes tormentosas, otra se elevaba en el este para señalar el camino
para salvar Gran Bretaña. Los hombres, como las estrellas, aparecen en
el horizonte por mandato de Dios.

A su regreso de Woodstock a Greenwich, Henry se detuvo lleno de


ansiedad en Waltham en Essex. Sus asistentes se alojaron en las casas
del barrio. Fox, el limosnero y el secretario Gardiner, fueron alojados
en un caballero llamado Cressy, en Waltham Abbey. Cuando se
anunció la cena, Gardiner y Fox se sorprendieron al ver a un viejo
amigo entrar en la habitación. Era Thomas Cranmer, un médico de
Cambridge. "¡Qué! ¿eres tú?" ellos dijeron: "¿y cómo vienes aquí?" "La
esposa de nuestro anfitrión es mi pariente", respondió Cranmer, "y
mientras la epidemia está asolando Cambridge, traje a casa a los hijos
de mi amigo, que están bajo mi cuidado". Dado que este nuevo
personaje está destinado a desempeñar un papel importante en la
historia de la Reforma , puede que valga la pena interrumpir nuestra
narrativa y dar un relato particular de él.
Cranmer era descendiente de una antigua familia que llegó a
Inglaterra, como se cree generalmente, con el Conquistador. Nació en
Aslacton en Nottinghamshi re el 2 de julio de 1489, seis años después
de Lutero. Su educación inicial había sido muy descuidada; su tutor, un
sacerdote ignorante y severo, le había enseñado poco más que a
soportar con paciencia el castigo severo, un conocimiento destinado a
serle muy útil en la vida futura. Su padre era un honesto caballero
rural, al que le importaba poco más que la caza, las carreras y los
deportes militares. En esta escuela, el hijo aprendió a montar, a
manejar el arco y la espada, a pescar y a halcón; y nunca descuidó por
completo estos ejercicios, que consideraba esenciales para su salud. A
Thomas Cranmer le gustaba caminar, los encantos de la naturaleza y
las meditaciones solitarias; y una colina, cerca de la mansión de su
padre, solía mostrarse donde solía sentarse, contemplando la tierra
fértil a sus pies, fijando sus ojos en las agujas distantes, escuchando
con melancólico placer el repicar de las campanas, y entregándose a
dulces contemplaciones. Hacia 1504, fue enviado a Cambridge, donde
“todavía prevalecía la barbarie”, dice un historiador . 1 Su aire sencillo,
noble y modesto concilió los afectos de muchos y, en 1510, fue elegido
miembro del Jesus College. Poseedor de un corazón tierno, se apegó, a
la edad de veintitrés años, a un joven de buena cuna (dice Foxe) o de
rango inferior, como afirman otros escritores. Cranmer no estaba
dispuesto a imitar la vida desordenada de sus compañeros de estudios,
y aunque el matrimonio necesariamente cerraría la carrera de
honores, se casó con la joven, renunció a su fe lidia (de conformidad
con las regulaciones) y se alojó modestamente en el Delfín. Entonces
comenzó a estudiar con detenimiento los escritos más notables de la
época, puliendo, se ha dicho, su antigua aspereza en las producciones
de Erasmo, de Lefevre de Etaples y otros grandes autores; todos los
días su tosca comprensión adquiría un nuevo brillo. 2 Luego comenzó
a enseñar en el Buckingham (luego Magdalene) College, y así cubrió
sus necesidades.
Sus lecciones despertaron la admiración de los ilustrados y la ira de los
oscuros, que lo llamaron con desdén (por la posada en la que se
alojaba) el mozo. “Este nombre le vino bien”, dijo Fuller, “porque en
sus lecciones frotaba con rudeza las espaldas de los frailes y, como es
sabido, escarbaba las pieles de los sacerdotes holgazanes”. Su esposa
murió un año después de su matrimonio, Cranmer fue reelegido
miembro de su antiguo colegio, y habiendo aparecido el primer escrito
de Lutero, dijo: “Debo saber de qué lado está la verdad. Existe una sola
fuente infalible, las Escrituras; en ellos buscaré la verdad de Dios ”. 3 Y
durante tres años estudió constantemente los libros sagrados, 4 sin
comentarios, sin teología humana, y de ahí se ganó el nombre de
Escriturista. Por fin se le abrieron los ojos; vio el vínculo misterioso que
unía todas las revelaciones bíblicas y comprendió la integridad del
diseño de Dios. Luego, sin abandonar las Escrituras, estudió todo tipo
de autores. 5 Era un lector lento, pero un observador atento; 6 nunca
abrió un libro sin tener un bolígrafo en la mano. 7 No se comprometió
con ningún partido o edad en particular; pero al poseer una mente
libre y filosófica, sopesó todas las opiniones en la balanza de su juicio,
8 tomando la Biblia como su estándar.
Pronto recibió los honores; fue nombrado sucesivamente doctor en
teología, profesor, predicador universitario y examinador. Solía decir a
los candidatos al ministerio: "Cristo envía a sus oyentes a las
Escrituras, no a la iglesia". 9 - “Pero”, respondieron los monjes, “son
tan difíciles”. - “Explique los pasajes oscuros por aquellos que son
claros”, replicó el profesor, “Escritura por Escritura. Busca, ora, y el
que tiene la llave de David te las abrirá ”. Los monjes, atemorizados por
esta tarea, se retiraron llenos de ira; y poco después el nombre de
Cranmer fue un nombre de terror en todos los eventos. Algunos, sin
embargo, se sometieron al trabajo de parto, y uno de ellos, el doctor
Barrett, bendijo a Dios porque el examinador lo había rechazado;
"Porque", dijo, "encontré el conocimiento de Dios en el libro sagrado
que me obligó a estudiar". Cranmer se afanó en el mismo trabajo que L
atimer, Stafford y Bilney.
Fox y Gardiner volvieron a conocer a su viejo amigo en Waltham
Abbey, se sentaron a la mesa y tanto el limosnero como la secretaria le
preguntaron al médico qué pensaba del divorcio. Era el tema habitual
de conversación, y no mucho antes, Cranmer había sido nombrado
miembro de una comisión designada para dar su opinión sobre este
asunto. “No estáis en el camino correcto”, dijo Cranmer a sus amigos;
“No debes aferrarte a las decisiones de la iglesia. Hay un sur er y un
camino más corto que es el único que puede dar paz a la conciencia del
rey ”. - "¿Que es eso?" ambos preguntaron. - “La verdadera pregunta es
esta”, respondió Cranmer 10 : “¿Qué dice la palabra de Dios? Si Dios ha
declarado malo un matrimonio de esta naturaleza, el Papa no puede
arreglarlo. Interrumpa estas interminables negociaciones romanas.
Cuando Dios ha hablado, el hombre debe obedecer ”. - "¿Pero cómo
sabremos lo que Dios ha dicho?" - “Consultar las universidades; lo
descubrirán con más certeza que Roma ”.
Esta fue una nueva vista. La idea de consultar a las universidades se
había actuado antes; pero entonces sólo se habían exigido sus propias
opiniones; ahora, la cuestión era simplemente saber lo que Dios dice
en su palabra. “La palabra de Dios está por encima de la iglesia”, fue el
principio establecido por Cranmer, y en ese principio consistió toda la
Reforma. La conversación en la mesa de la cena de Waltham estaba
destinada a ser uno de esos resortes secretos que una Mano invisible
pone en movimiento para la realización de sus grandes diseños. El
médico de Cambridge, repentinamente transportado de su estudio al
pie del trono, estuvo a punto de convertirse en uno de los principales
instrumentos de la sabiduría divina.

Al día siguiente de esta conversación, Fox y Gardiner llegaron a


Greenwich y el rey los convocó a su presencia esa misma noche. “Bien,
señores”, les dijo, “nuestras vacaciones han terminado; ¿Qué
deberíamos hacer ahora? Si todavía recurrimos a Roma, Dios sabe
cuándo veremos el fin de este asunto ". - “No será necesario hacer un
viaje tan largo”, dijo Fox; "Conocemos un camino más corto y seguro". -
"¿Qué es?" preguntó el rey con entusiasmo. - “El doctor Cranmer, a
quien conocimos ayer en Waltham, cree que la Biblia debería ser el
único juez en su causa”. Gardiner, molesto por la franqueza de su
colega , deseaba reclamar para sí todo el honor de esta luminosa idea;
pero Henry no lo escuchó. "¿Dónde está el doctor Cranmer?" dijo él,
muy afectado. 11 “Envía y tráelo inmediatamente. ¡Madre de Dios! (este
era su juramento habitual) este hombre tiene la cerda derecha de la
oreja. 12 Si esto sólo me lo hubieran sugerido hace dos años, ¡qué
gastos y problemas me habría ahorrado!
Cranmer se había ido a Nottinghamshire; un mensajero lo siguió y lo
trajo de regreso. "¿Por qué me has enredado en este asunto?" les dijo a
Fox y Gardiner. "Te ruego que disculpes al rey". Gardiner, que no
deseaba nada mejor, prometió hacer todo lo posible; pero no sirvió de
nada. "No tendré excusas " , dijo Henry. El astuto cortesano se vio
obligado a tomar la decisión de presentar al hombre ingenuo y recto,
al que pertenecería algún día aquel puesto que él mismo tanto había
codiciado. Cranmer y Gardiner bajaron a Greenwich, ambos
igualmente descontentos.
Cranmer tenía entonces cuarenta años, de facciones agradables y ojos
apacibles y encantadores, en los que parecía reflejarse la franqueza de
su alma. Sensible tanto a los dolores como a los placeres del corazón,
estaba destinado a estar más expuesto que otros hombres a angustias y
caídas; una vida pacífica en alguna casa parroquial remota habría sido
más de su gusto que la corte de Enrique VIII. Bendecido con una
mente generosa, lamentablemente no poseía la firmeza necesaria en
un hombre público; una piedra le bastó para hacerlo tropezar. Su
excelente comprensión le mostró el mejor camino; pero su gran
timidez le hizo temer más peligroso. Le gustaba demasiado confiar en
el poder de los hombres y les hacía infelices concesiones con
demasiada facilidad. Si el rey lo hubiera interrogado, nunca se habría
atrevido a aconsejar un curso tan audaz como el que había señalado; el
consejo se le había escapado en la mesa durante la intimidad de una
conversación familiar. Sin embargo, era sincero, y después de hacer
todo lo posible para escapar de las consecuencias de su franqueza,
estaba dispuesto a mantener la opinión que había dado.
Henry, percibiendo la timidez de Cranmer, se le acercó amablemente.
"¿Cuál es su nombre?" —dijo el rey, esforzándose por tranquilizarlo.
"¿No conociste a mi secretaria y mi asistente en Waltham?" Y luego
agregó: "¿No les hablaste de mi gran aventura?" - repitiendo las
palabras atribuidas a Cranmer. Este último no pudo retirarse: "Señor,
es cierto, lo dije". - “Ya veo”, respondió el rey con animación, “que has
encontrado la brecha por la que debemos asaltar la fortaleza. Ahora,
señor doctor, le ruego, y como usted es mi súbdito, le ordeno que deje
a un lado cualquier otra ocupación y lleve mi causa a una conclusión
de conformidad con las ideas que ha expuesto. Todo lo que deseo saber
es si mi matrimonio es contrario a las leyes de Dios o no. Emplea toda
tu habilidad para investigar el tema, y así traer consuelo a mi
conciencia así como a la de la reina ”. 13
Cranmer estaba confundido; retrocedió ante la idea de decidir un
asunto del que dependiera, podría ser, el destino de la nación, y
suspiró tras los solitarios campos de Aslacton. Pero agarrado por la
mano vigorosa de Enrique, se vio obligado a avanzar. "Señor", dijo, "le
ruego que le entregue este asunto a los médicos más instruidos que
yo". - “Estoy muy dispuesto”, respondió el rey, “pero deseo que tú
también me des tu opinión por escrito”. Y luego, llamando al conde de
Wiltshire a su presencia, le dijo: «Mi señor, recibirá al doctor Cranmer
en su casa de Durham Place, y le permitirá tener toda la tranquilidad
necesaria para redactar un informe que le he pedido. . " Después de
esta orden precisa, que no admitió ninguna negativa, Henry se retiró.
De esta manera , el rey presentó a Cranmer al padre de Ana Bolena y
no, como han afirmado algunos autores romanistas, sir Thomas
Boleyn al rey. 14 Wiltshire condujo a Cranmer a Durham House (ahora
el Adelphi en el Strand), y el piadoso doctor, a quien Henry había
impuesto estos cuartos, pronto contrajo una estrecha amistad con
Anne y su padre, y la aprovechó para enseñarles el valor de la palabra
divina, como la perla de gran precio. 15 Enrique, mientras se
beneficiaba de la dirección de un Wolsey y un Gardiner, prestó poca
atención a los hombres; pero respetaba a Cranmer, incluso cuando se
oponía a él en opinión, y hasta su muerte colocó al sabio médico por
encima de todos sus cortesanos y de todos sus empleados. El hombre
piadoso a menudo triunfa mejor, incluso con los grandes de este
mundo, que el ambicioso y el intrigante.

Notas finales:

1. Barbaries de Faeda. Melch. Adán. Vitae Theol. 1.


2. Ad eos non aliter quam ad cotem, quotidie priscam
detergebat scabritiem. Melch. Adán. Vitae Theol. 1.
3. He aquí las mismas bases. Foxe, 8 p. 4.
4. Totum triennium Sacrae Scripturae Monumentis
perlegendis impendit. M. Adam pág. 1.
5. Como un mercader codicioso de todo lo bueno. Foxe, 8,
pág. 4.
6. Tardus quidem lector sed vehemens observator. M.
Adam. P. 1.

7. Sine calamo nunquam ad scriptor es cujusquam librum


accessit. Ibídem.
8. Omnes omnium opiniones tacito seoum judicio
trutinabat. Ibídem.
9. Obras de Cranmer, pág. 17, 18.

10. Dios lo sabe, y no yo. Foxe, 8: 7.


11. Burnet, vol. 1 p. 60.
12. Ibídem.
13. Para la descarga de ambas conciencias. Foxe, 8. P. 8.
14. Sander s, pág. 57; Lingard, vol. 6 cap. 3. Compárese con
Foxe, vol. 8 p. 8.
15. Teque nobilis illius margaritae desiderio teneri. Erasm.
Epp. P. 1751.
LIBRO 20
CAPÍTULO 13

Mientras Cranmer se elevaba a pesar de su humildad, Wolsey se


hundía a pesar de sus estrategias . El cardenal aún gobernaba el reino,
daba instrucciones a los embajadores, negociaba con los príncipes y
llenaba sus suntuosos palacios con su altivez. El rey no pudo decidirse
a apagarlo; la fuerza de la costumbre, la necesidad que tenía de él, el
recuerdo de los servicios que Henry había recibido de él, suplicaba a su
favor. Wolsey sin los sellos parecía casi tan inconcebible como el rey
sin su corona. Sin embargo, la caída de uno de los favoritos más
poderosos registrados en la historia se acercaba inevitablemente , y
ahora debemos describirla.
El 9 de octubre, después de las vacaciones de Michaelmas, Wolsey,
deseoso de mostrar un rostro atrevido, fue y abrió el alto tribunal de la
cancillería con su acostumbrada pompa; pero notó, con inquietud, que
ninguno de los sirvientes del rey caminaba delante de él, como estaban
acostumbrados a hacerlo. Presidía el estrado con una depresión de
ánimo inexpresable, y los distintos miembros del tribunal se sentaron
ante él con aire ausente; había algo sombrío y solemne en esta sesión,
como si todos participaran en un funeral; en efecto, estaba destinado a
ser el último acto del poder del cardenal. Unos días antes (dice Foxe el
1 de octubre) los duques de Norfolk y Suffolk, con otros señores del
consejo privado, habían ido a Windsor y habían denunciado al rey
Wolsey las relaciones inconstitucionales con el papa, sus
usurpaciones, “ sus robos, y las discordias sembradas por sus medios
entre los príncipes cristianos ". 1 Tales motivos no hubieran sido
suficientes d; pero Henry tenía más fuerte. Wolsey no había cumplido
ninguna de sus promesas sobre el divorcio; incluso parecería que había
aconsejado al Papa que excomulgara al rey y, por lo tanto, levantara a
su pueblo contra él. 2 Esta enormidad no era conocida en ese
momento por el príncipe; incluso es probable que no haya tenido lugar
hasta más tarde. Pero Henry sabía lo suficiente y le dio a su fiscal
general, Sir Christopher Hales, órdenes para procesar a Wolsey.
Mientras el cardenal desconsolado mostraba su autoridad por última
vez en la corte de la cancillería, el fiscal general lo acusaba en el
estrado del rey de haber obtenido bulas papales que le confieren una
jurisdicción que invadía el poder real; y pidiendo la aplicación de las
penas de praemunire. Los dos duques recibieron órdenes de exigir los
sellos a Wolsey; y este último, informado de lo ocurrido, no abandonó
su palacio el día 10, esperando en todo momento la llegada de los
mensajeros de la ira del rey; pero nadie apareció.
Al día siguiente llegaron los dos duques: "Es un placer del rey", le
dijeron al cardenal, que permaneció sentado en su sillón, "que nos
entregue el sello ancho y se retire a Esher" (un país -asiento cerca de
Hampton Court). Wolsey , cuya presencia de ánimo nunca le falló,
exigió ver la comisión bajo la cual actuaban. “Tenemos nuestras
órdenes de boca de su majestad”, dijeron. - “Eso puede ser suficiente
para usted”, respondió el cardenal, “pero no para mí. El gran sello de
Inglaterra me fue entregado por manos de mi soberano; No puedo
entregarlo con la simple palabra de ningún señor, a menos que puedas
mostrarme tu comisión ". Suffolk estalló en una pasión, pero Wolsey
mantuvo la calma y los dos duques regresaron a Windsor. Este fue el
último triunfo del cardenal.
El rumor de su desgracia causó una inmensa sensación en la corte, en
la ciudad y entre los embajadores extranjeros. Du Bellay se apresuró a
ir a York Place (Whitehall) para contemplar esta gran ruina y consolar
a su infeliz amigo. Encontró a Wolsey, con semblante abatido y ojos sin
brillo, "reducido a la mitad de su tamaño habitual", escribió el
embajador en Montmorency, "el mayor ejemplo de fortuna que jamás
se haya visto". Wolsey deseaba "exponerle su caso"; pero sus
pensamientos eran confusos, su lenguaje roto, "porque el corazón y la
lengua le fallaron por completo"; rompió a llorar. El embajador lo miró
con compasión: "¡Ay!" pensó, "sus enemigos no pueden dejar de sentir
lástima por él". Por fin, el desdichado cardenal recuperó su discurso,
pero sólo para dar paso a la desesperación. “No deseo más autoridad”,
exclamó, “ni la legación del Papa, ni el amplio sello de Inglaterra ...
Estoy dispuesto a renunciar a todo, incluso a mi camisa. 3 ..... Puedo
vivir en una ermita, siempre que el rey no me tenga en desgracia ”. El
embajador "hizo todo lo que pudo para consolarlo", cuando Wolsey,
agarrándose a la tabla que le arrojaron, exclamó: "Ojalá el rey de
Francia y la señora le pidieran al rey que moderara su ira contra mí.
Pero, sobre todo -añadió alarmado-, cuídate de que el rey nunca se
entere de que te he pedido esto. Du Bellay escribió de hecho a Francia,
que sólo el rey y la señora podían "sacar a su afectuoso sirviente de las
puertas del infierno"; y siendo informado Wolsey de estos envíos, sus
esperanzas se recuperaron un poco. Pero este destello brillante no duró
mucho.
El domingo 17 de octubre, Norfolk y Suffolk reaparecieron en
Whitehall, acompañados de Fitzwilliam, Taylor y Gardiner, el primer
dependiente de Wolsey. Eran las seis de la tarde; encontraron al
cardenal en un aposento alto, cerca de la gran galería, y le presentaron
las órdenes del rey. Después de leerlos, dijo: "Estoy feliz de obedecer
los mandatos de su majestad"; luego, habiendo ordenado que le
trajeran el gran pez, lo sacó del estuche de cuero blanco en el que lo
guardaba y se lo entregó a los duques, quienes lo colocaron en una
caja, forrada de terciopelo carmesí y adornada con las armas de
Inglaterra, 4 le ordenó a Gardiner que lo sellara con cera roja, y se lo
dio a Taylor para que se lo transmitiera al rey.
Wolsey estaba estupefacto; debía beber la copa amarga hasta las heces:
se le ordenó que saliera de su palacio inmediatamente, sin llevar ropa,
lino ni plato; los duques temían que se llevara sus tesoros. Wolsey
comprendió la grandeza de su miseria; sin embargo, encontró fuerzas
para decir: "Ya que es un placer para el rey tomar mi casa y todo lo que
contiene, estoy contento de retirarme a Esher". Los duques lo dejaron.
Wolsey se quedó solo. Este hombre asombroso, que había subido de
una carnicería a la cumbre de la grandeza terrenal, que, por una
palabra que le desagradaba, envió a los más fieles servidores de su
amo (Pace, por ejemplo) a la Torre, y que había gobernado Inglaterra
como si había sido su monarca, y más aún, porque había gobernado
sin un parlamento: fue expulsado y arrojado, por así decirlo, a un
muladar. Una esperanza repentina brilló como un rayo en su mente;
quizás la magnificencia del botín apaciguaría a Enrique. ¿No se
apaciguó Esaú con el presente de Jacob? Wolsey llamó a sus oficiales:
"Poned mesas en la gran galería", les dijo, "y coloque sobre ellas todo
lo que he confiado a su cuidado, para rendirme cuentas". Estas órdenes
se ejecutaron de inmediato. Las mesas estaban cubiertas con una
inmensa cantidad de ricos tejidos, sedas y terciopelos de todos los
colores, pieles costosas, ricas capas y otras vestimentas eclesiásticas;
las paredes estaban cubiertas con telas de oro y plata, y telarañas de un
material valioso llamado baudy-kin, 5 de los telares de Damasco, y con
tapices, que representaban temas bíblicos o historias de los antiguos
romances de la caballería. La cámara dorada y la sala del consejo,
contigua a la galería, estaban llenas de platos, en los que el oro y la
plata estaban engastados con perlas y piedras preciosas: estos
artículos de lujo eran tan abundantes que las canastas llenas de platos
costosos, que se habían caído de moda, se guardaban debajo de las
mesas. En cada mesa había una lista exacta de los tesoros con los que
estaba cargada, para que el orden y la regularidad más perfectos
reinaran en la casa del cardenal. Wolsey lanzó una mirada de
esperanza a esta riqueza y ordenó a sus oficiales que lo entregaran
todo a su majestad.
Luego se preparó para dejar su magnífico palacio. Ese momento, tan
triste en sí mismo, se entristeció aún más por un acto de afectuosa
indiscreción. "Ah, mi señor", dijo su tesorero, Sir William Gascoigne,
conmovido hasta las lágrimas, "su excelencia será enviada a la Torre".
Esto fue demasiado para Wolsey: ¡ir y unirse a sus víctimas! .... Se
enojó y exclamó: “¿Es este el mejor consuelo que puedes darle a tu
amo en la adversidad? Quisiera que usted y todos esos reporteros
blasfemos sepan que es falso ".
Era necesario partir; se puso al cuello una cadena de oro, de la que
colgaba una supuesta reliquia de la verdadera cruz; esto fue todo lo que
tomó. "Ojalá Dios", exclamó, mientras se lo colocaba, "que nunca
hubiera tenido otro". Esto dijo, aludiendo a la cruz del legado que solía
llevar ante él con tanta pompa. Bajó las escaleras traseras, seguido por
sus sirvientes, algunos silenciosos y abatidos, otros llorando
amargamente, y se dirigió a la orilla del río, donde lo esperaba una
barcaza. ¡Pero Ay! no estaba solo. El Támesis estaba cubierto de
innumerables embarcaciones llenas de hombres y mujeres. Los
habitantes de Londres, esperando ver al cardenal conducido a la Torre,
desearon estar presentes en su humillación y se prepararon para
acompañarlo. Gritos de alegría saludando su caída se escucharon por
todos lados; ni faltaron los sarcasmos más crueles. "La perra, su perro,
no morderá más", dijeron algunos; "Mira, cómo baja la cabeza". En
verdad, el infeliz, angustiado por una visión tan nueva para él, bajó
esos ojos que antes eran tan orgullosos, pero ahora estaban llenos de
lágrimas amargas. Este hombre, que había hecho temblar a toda
Inglaterra , era entonces como una hoja seca arrastrada por el arroyo.
Todos sus siervos se emocionaron; incluso su tonto, William Patch,
sollozaba como los demás. “Oh, multitud vacilante y novedosa”,
exclamó Cavendish, su caballero acomodador. 6 Las esperanzas de los
ciudadanos se vieron defraudadas; la barcaza, en lugar de descender
por el río, avanzó hacia arriba en dirección a Hampton Court; Poco a
poco los gritos se fueron apagando y la flotilla se dispersó.
El silencio del río permitió a Wolsey entregarse a pensamientos menos
amargos; pero parecía como si furias invisibles lo persiguieran, ahora
que la gente lo había abandonado. Dejó su barcaza en Putney y,
montando en su mula, aunque con dificultad, avanzó lentamente con
miradas abatidas. Poco después, al levantar los ojos, vio a un jinete que
bajaba rápidamente la colina hacia ellos. "¿Quién crees que puede ser?"
preguntó a sus asistentes. "Mi señor", respondió uno de ellos, "creo que
es Sir Henry Norris". Un destello de alegría atravesó el corazón de
Wolsey. ¿No era N orris, quien, de todos los oficiales del rey, le había
mostrado más respeto durante su visita a Grafton? Norris se acercó a
ellos, lo saludó respetuosamente y dijo: "El rey me pide que declare
que todavía tiene los mismos sentimientos bondadosos hacia ti, y te
entrega este anillo como muestra de su confianza". Wolsey lo recibió
con mano temblorosa: era lo que el rey solía enviar en ocasiones
importantes. El cardenal inmediatamente se apeó de su mula y,
arrodillándose en el camino, levantó las manos al cielo con una
expresión de felicidad indescriptible. El hombre caído se habría
quitado la gorra de terciopelo, pero no pudo deshacer las cuerdas, las
rompió y la arrojó al suelo. Permaneció de rodillas con la cabeza
descubierta, rezando fervientemente en medio de un profundo
silencio. El perdón de Dios nunca había causado tanto placer a Wolsey
como el de Henry.
Terminada su oración, el cardenal se puso la gorra y volvió a montar
en su mula. “Amable Norris”, le dijo al mensajero del rey, “si yo fuera el
señor de un rey , la mitad apenas sería suficiente para recompensarte
por tus felices noticias; pero no me queda nada excepto la ropa que
llevo puesta ". Luego se quitó la cadena de oro: “Toma esto”, dijo,
“contiene un trozo de la verdadera cruz. En mis días más felices, no me
habría separado por mil libras ". El cardenal y Norris se separaron,
pero Wolsey se detuvo pronto y toda la tropa se detuvo en el páramo.
La idea le preocupaba mucho de que no tenía nada que enviar al rey;
llamó a Norris y, mirando a su alrededor, vio, montado en un triste
caballo, al pobre William Patch, que había perdido toda su alegría
desde la desgracia de su amo. “Preséntale este pobre bufón al rey de mi
parte”, le dijo Wolsey a Norris; “Sus bufonadas son un placer digno de
un príncipe; él pesa mil libras ". Patch, ofendido por ser tratado así,
estalló en una violenta pasión; sus ojos centelleaban fuego, echaba
espuma por la boca, pataleaba y peleaba, un poco todos los que se le
acercaban; 7 pero el inexorable Wolsey, que lo veía simplemente como
un juguete, ordenó a seis de sus labradores más altos que lo agarraran.
Se llevaron a la desafortunada criatura, que durante mucho tiempo
siguió profiriendo sus gritos desgarradores. En el mismo momento en
que su amo se compadeció de él, Wolsey, como el sirviente de la
parábola, no sintió lástima por su pobre compañero de infortunio.
Por fin llegaron a Esher. ¡Qué residencia comparada con Whitehall! ...
Era poco más que cuatro paredes desnudas. Las necesidades más
urgentes se adquirieron en las casas vecinas, pero Wolsey no pudo
adaptarse a este cruel contraste. Además, conocía a Enrique VIII; sabía
que podría enviar a Norris un día con un anillo de oro y al verdugo al
siguiente con una cuerda. Sombrío y abatido, permaneció sentado en
sus solitarios apartamentos. De repente se levantaba de su asiento,
caminaba apresuradamente arriba y abajo, hablaba en voz alta para sí
mismo, y luego, cayendo hacia atrás en su silla, lloraba como un niño.
Este hombre, que antes había sacudido reinos, había sido derrocado
en un abrir y cerrar de ojos, y ahora estaba expiando sus perfidias con
humillación y terror, un ejemplo sorprendente del juicio de Dios.

Notas finales:
1. Du Bellay a Montmorency, 22 de octubre. Le Grand.
Preuves, pág. 377.
2. Ranke, Deutsche Geschichte, 3 p. 140.
3. Du Bellay a Montmorency. Le Grand, Preuve s, pág. 371.
4. En quadam theca de veluto crimisino. Rymer, Act. Pág.
138.
5. Baldekinum, pannus omnium ditissimus cujus
utpotestamen ex filo auri, subtegmen ex serico texitur,
plumaric opere intertextus. Glosario de Ducange.
6. Cavendish, Wolsey, pág. 251.

7. El pobre tonto asumió y disparó con tanta rabia.


Cavendish, pág. 257.
LIBRO 20
CAPÍTULO 14

Durante todo este tiempo, todo el mundo estaba conmocionado en la


corte. Norfolk y Suffolk, a la cabeza del consejo, habían informado a la
Cámara Estelar de la desgracia del cardenal. Henry no sabía cómo
ocupar su lugar. Algunos sugirieron al arzobispo de Canterbury; el rey
no quiso saber de él. “Wolsey”, dice un escritor francés, “había
disgustado al rey ya toda Inglaterra con esos súbditos de dos maestros
que, casi siempre, se vendían uno al otro. Preferían un ministro laico ".
“Realmente creo que los sacerdotes nunca más lo obtendrán”, escribió
Du Bellay. Se pronunció el nombre de Sir Thomas More. Era un laico, y
esa cualidad, que unos años antes quizás lo hubiera excluido, ahora
era una recomendación. Un soplo de protestantismo llegó a la cima de
los honores de uno de sus mayores enemigos. Enrique pensó que More,
colocado entre el Papa y su soberano, decidiría a favor de los intereses
del trono y de la independencia de Inglaterra . Su elección fue hecha.
More sabía que el cardenal había sido dejado de lado porque no era un
instrumento suficientemente dócil en materia de divorcio. El trabajo
que se le exigía era contrario a sus convicciones; pero el honor que se le
confirió fue casi sin precedentes; De hecho, muy pocas veces se habían
confiado los sellos a un simple caballero. 1 Siguió el camino de la
ambición y no del deber; Sin embargo, demostró en los días posteriores
que su ambición no era común. Incluso es probable que, previendo los
peligros que amenazaban con destruir el poder papal en Inglaterra,
More deseara hacer un esfuerzo para salvarlo. Norfolk instaló al nuevo
canciller en la Cámara Estelar. “Su majestad”, dijo el duque, “no ha
puesto sus ojos en la nobleza de la sangre, sino en el valor de la
persona. Quiere mostrar con esta elección que hay entre los laicos y los
caballeros de Inglaterra, hombres dignos de ocupar los cargos más
altos del reino, a los que, hasta esta hora, sólo los obispos y los nobles
creen tener derecho ". 2 La Reforma, que restauró la religión al cuerpo
general de la iglesia, le quitó al mismo tiempo el poder político al
clero. Los sacerdotes habían privado al pueblo de la actividad cristiana
ya los gobiernos del poder; el evangelio restauró a ambos lo que los
sacerdotes habían usurpado. Este resultado no podía dejar de ser
favorable a los intereses de la religión; cuanto menos motivos tengan
los reyes y sus súbditos para temer la intrusión del poder clerical en
los asuntos del mundo , más se rendirán a la influencia vivificante de
la fe.
Más no perdió el tiempo; nunca había mostrado un señor canciller
semejante actividad. Rápidamente limpió los casos que estaban
atrasados, y habiendo sido instalado el 26 de octubre, llamó a la causa
de Wolsey el 28 o 29. “La corona de Inglaterra”, dijo el fiscal general,
“nunca ha reconocido a ningún superior que no sea Dios. 3 Ahora
bien, dicho Thomas Wolsey, legado a posteriori, ha obtenido del Papa
ciertos derechos, en virtud de los cuales ha ejercido desde el 28 de
agosto de 1523 una autoridad despectiva al poder de su majestad y a
los derechos de sus tribunales de justicia. justicia. La corona de
Inglaterra no puede someterse al Papa; y por lo tanto acusamos a dicho
legado de haber incurrido en las penas de praemunire ”.
No cabe duda de que Henry tenía otras razones para la desgracia de
Wolsey además de las señaladas por el fiscal general; pero Inglaterra
tenía convicciones de naturaleza superior a las de su soberano. Wolsey
fue considerado cómplice del Papa, y esta fue la causa de la gran
severidad del funcionario público y del pueblo. El cardenal
generalmente se excusa alegando que tanto el rey como el parlamento
habían ratificado la autoridad inconstitucional con la que Roma lo
había invitado; pero ¿no habían producido los poderes conferidos por
el Papa resultados injustificables en una monarquía constitucional?
Wolsey, como legado papal, había gobernado Inglaterra sin un
parlamento; y, como si la nación hubiera vuelto al reinado de Juan,
había sustituido de facto, si no en teoría, el monstruoso sistema de la
famosa bula Unam Sanctam 4 por la institución de la Carta Magna.
El rey, e incluso los señores y los comunes, se habían confabulado en
vano con estas ilegalidades; los derechos de la constitución de
Inglaterra no eran menos inviolables, y el mejor pueblo había
protestado contra su infracción. Y de ahí que Wolsey, consciente de su
crimen, “se puso totalmente a la misericordia y gracia del rey” 5, y su
abogado declaró que ignoraba los estatutos que se decía que había
infringido. No podemos alegar aquí, como han hecho algunos, la
postración de los poderes morales de Wolsey; incluso después de su
caída, podría responder con energía a Enrique VIII. Cuando, por
ejemplo, el rey envió a pedir la corona a su palacio de Whitehall, que
pertenecía a la sede de York, el cardenal respondió: “Muéstreme su
majestad que debo desear que llame a su más gracioso recuerdo que
allí es tanto un cielo como un infierno; " y cuando se le imputaron otros
cargos además de los de complicidad con la agresión papal, se
defendió valientemente, como se verá más adelante. Si, por tanto, el
cardenal no intentó justificarse por infringir los derechos de la corona,
fue porque su conciencia le ordenó guardar silencio. Había cometido
una de las faltas más graves de las que puede ser culpable un estadista.
Quienes han tratado de disculparlo no han tenido suficientemente en
cuenta que, desde la Gran Carta, la oposición a la agresión romana
siempre ha caracterizado la constitución y el gobierno de Inglaterra.
Wolsey lo recordaba perfectamente; y esta explicación le es más
honrosa que la que atribuye su silencio a la debilidad o la astucia.
El cardenal fue declarado culpable y el tribunal dictó sentencia en el
sentido de que, por el estatuto de praemunire, se confiscaron sus
bienes y se le podría llevar ante el rey en consejo. Inglaterra, al
sacrificar a un clérigo que se había colocado por encima de los reyes,
dio un ejemplo memorable de su inflexible oposición a las invasiones
del papado. Wolsey estaba confundido, y su turbulenta imaginación no
evocaba nada más que peligros por todos lados.
Mientras Moro se prestaba a la condena de su predecesor, de quien
había sido amigo, otro laico de origen aún más humilde se preparaba
para defender al cardenal, y con ese mismo acto convertirse en el
instrumento designado para derribar los conventos en Inglaterra, y
romper los lazos seculares que unían a este país con el pontífice
romano. 6
El 1 de noviembre, dos días después de la condena de Wolsey, uno de
sus oficiales, con un libro de oraciones en la mano, estaba apoyado
contra la ventana del gran salón, aparentemente absorto en sus
devociones. —Buenos días —dijo Cavendish al pasar junto a él, camino
del cardenal para sus deberes matutinos habituales. La persona a la
que se dirigía así levantó la cabeza, y el caballero-acomodador, al ver
que sus ojos estaban llenos de lágrimas, le preguntó: "Maestro
Cromwell, ¿corre peligro mi señor?" - "No lo creo", respondió
Cromwell, "pero es difícil perder en un momento el trabajo de una
vida". En la caída de su maestro, Cromwell presagió la suya propia.
Cavendish trató de consolarlo. "Si Dios quiere, esta es mi resolución",
respondió el ambicioso abogado de Wol sey; "Tengo la intención de
esta tarde, tan pronto como mi señor haya cenado, viajar a Londres e
ir a la corte, donde haré o arruinaré antes de regresar". En ese
momento, Cavendish fue convocado y entró en la cámara del cardenal
.
Cromwell, devorado por la ambición, se había aferrado a la túnica de
Wolsey para alcanzar el poder; pero Wolsey había caído, y el abogado,
arrastrado con él, se esforzó por alcanzar por otros medios el objeto de
sus deseos. Cromwell fue uno de esos hombres serios y vigores a
quienes Dios prepara para tiempos críticos. Bendecido con un juicio
sólido y una firmeza intrépida, poseía una cualidad rara en todas las
épocas, y particularmente bajo Enrique VIII: la fidelidad en la
desgracia. La habilidad por la que se distinguió no estuvo siempre
libre de reproches: el éxito parece haber sido su primer pensamiento.
Después de la cena, Cromwell siguió a Wolsey a su habitación privada:
"Mi señor, permítame ir a Londres, me esforzaré por salvarlo". Un
destello pasó por los tristes rasgos del cardenal. - “Salgan de la
habitación”, les dijo a sus asistentes. Luego mantuvo una larga
conversación privada con Cromwell 7 , al final de la cual este montó en
su caballo y partió hacia la capital, cabalgando hacia el asalto del poder
con la misma actividad con la que había marchado al ataque de Roma.
No se ocultó a sí mismo que sería difícil conseguir acceso al rey; porque
ciertos eclesiásticos, celosos de Wolsey, habían hablado contra su
abogado en el momento de la secularización de los conventos, y Henry
no pudo soportarlo. Pero Cromwell sabía que la fortuna favorece a los
atrevidos y, llevado por sus ambiciosos sueños, galopó, diciéndose a sí
mismo: "¡Un pie en el estribo, y mi fortuna está hecha!"
Sir Christopher Hales, un fervoroso católico romano, mantenía una
sincera amistad con él; ya este amigo se presentó Cromwell. Hales se
dirigió inmediatamente al palacio (2 de noviembre) donde se encontró
con un numeroso grupo que hablaba de la ruina del cardenal. "Había
uno de sus oficiales", dijo Hales, "que serviría bien a su majestad". -
"¿Quién es él?" preguntó Henry. - "Cromwell". - “No me hables de ese
hombre, lo odio”, respondió el rey enojado; 8 y en eso todos los
cortesanos intervinieron con la opinión de su majestad. Esta apertura
no fue muy alentadora; pero Lord Russell, conde de Bedford,
avanzando en medio del grupo alrededor del rey, ayuda audazmente: 9
“Permítame, señor, defender a un hombre con el que estoy en deuda
por mi vida. Cuando me envió en privado a Italia, los enemigos de su
majestad, habiéndome descubierto en Bolonia, me habrían dado
muerte si no me hubiera salvado Thomas Cromwell . Señor, ya que
ahora tiene que ver con el Papa, no hay ningún hombre (creo) en toda
Inglaterra que esté más en forma para su propósito ". - "¡En efecto!"
dijo el rey; y después de una pequeña reflexión, le dijo a Hales: "Muy
bien, entonces deja que tu cliente me encuentre en los jardines de
Whitehall". Los cortesanos y los sacerdotes se retiraron con gran
desconcierto.
La entrevista tuvo lugar el mismo día en el lugar designado. “Señor”,
dijo Cromwell a su majestad, “el Papa rechaza su divorcio ... Pero, ¿por
qué pide su consentimiento? Todo inglés es dueño en su propia casa, y
¿por qué no habrías de serlo tú en Inglaterra? ¿Debería un prelado
extranjero compartir su poder con usted? Es cierto, los obispos prestan
juramento a Vuestra Majestad, pero inmediatamente después hacen
otro al Papa, que absuelve al m del primero. Señor, usted es sólo la
mitad de un rey y nosotros somos la mitad de sus súbditos. 10 Este
reino es un monstruo de dos cabezas. ¿Seguirás soportando semejante
anomalía? ¡Qué! ¿No estás viviendo en una época en la que Federico el
Sabio y otros príncipes alemanes se han liberado del yugo de Roma?
Haz lo mismo; conviértete una vez más en rey; gobierna tu reino en
concierto con tus señores y los comunes. De ahora en adelante, que los
ingleses sean los únicos que tengan algo que decir en Inglaterra; No
dejes que el dinero de tus súbditos se eche más al enorme golfo del
Tíber; en lugar de imponer nuevos tributos a la nación, convierta para
el bien general aquellos tesoros que hasta ahora sólo han servido para
engordar a sacerdotes orgullosos y frailes holgazanes. Ahora es el
momento de actuar. Confíe en su parlamento; proclamarse jefe de la
iglesia en Inglaterra. Entonces verás aumento de gloria a tu nombre y
prosperidad a tu pueblo ”.

Nunca antes se había dirigido tal lenguaje a un rey de Inglaterra. No


fue sólo a causa del divorcio que fue necesario romper con Roma; fue,
en opinión de Cromwell, debido a la independencia, gloria y
prosperidad de la monarquía. Estas consideraciones le parecieron más
importantes a Enrique que las que hasta entonces se le habían
presentado ; ninguno de los reyes de Inglaterra había estado tan bien
situado como él para comprenderlos. Cuando un Tudor sucedió a los
reyes sajones, normandos y Plantagenet, un hombre de la estirpe libre
de los celtas tomó en el trono de Inglaterra el lugar de príncipes
sometidos a los pontífices romanos. La antigua iglesia británica,
independiente del papado, estaba a punto de resurgir con esta nueva
dinastía, y la raza celta, después de once siglos de humillaciones, para
recuperar su antigua herencia. Sin duda, Henry no tenía recuerdos de
este tipo; pero trabajaba conforme al carácter peculiar de su raza, sin
ser consciente del instinto que lo impulsaba a actuar. Sintió que un
soberano que se somete al Papa, se convierte, como el rey Juan, en su
vasallo; y ahora, después de haber sido el segundo en su reino, deseaba
ser el primero. El rey reflexionó sobre lo que había dicho Cromwell;
asombrado y sorprendido, trató de comprender la nueva posición que
su valiente consejero le había hecho. “Su propuesta me agrada mucho”,
dijo; "Pero ¿puedes probar lo que afirmas?" “Ciertamente”, respondió
este hábil político; "Tengo conmigo una copia del juramento que los
obispos hacen al pontífice romano". Con estas palabras sacó un papel
de su bolsillo y puso el juramento ante los ojos del rey. Enrique, celoso
de su autoridad incluso hasta el despotismo, se llenó de indignación y
sintió la necesidad de derribar esa autoridad extranjera que se atrevió
a disputar el poder con él, incluso en su propio reino. Se quitó el anillo
y se lo dio a Cromwell, aclarando que lo tomó a su servicio y poco
después lo hizo miembro de su consejo privado. Inglaterra, podemos
decir, estaba ahora virtualmente emancipada del papado.
Cromwell había sentado las primeras bases de su grandeza. Había
señalado el camino que había seguido su maestro y que lo había
llevado a la ruina, la complicidad con el Papa; y esperaba tener éxito
siguiendo el curso contrario, a saber, oponiéndose al papado. Contaba
con el apoyo del rey, pero quería más. Poseedor de un estilo de
elocuencia claro y fácil , vio la influencia que le daría un asiento en el
gran consejo de la nación. Era un poco tarde, porque la sesión comenzó
al día siguiente (3 de noviembre), pero para Cromwell nada era
imposible. El hijo de su amigo, sir Thomas Rush, había sido devuelto al
parlamento; pero el joven miembro renunció a su asiento y Cromwell
fue elegido en su lugar.

El Parlamento no se había reunido durante siete años, el reino había


sido gobernado por un príncipe de la iglesia romana. La reforma de la
iglesia, cuya influencia regeneradora ya comenzaba a sentirse, estaba a
punto de devolver a la nación esas antiguas libertades que un cardenal
le había robado; y estando Enrique a punto de tomar resoluciones muy
importantes, sintió la necesidad de acercarse más a su pueblo. Todo
presagiaba que prevalecería un buen sentimiento entre el parlamento
y la corona, y que "los sacerdotes tendrían un susto terrible". 11
Mientras Enrique se preparaba para atacar a la iglesia romana en la
supremacía papal, los comunes se preparaban para la guerra contra
los numerosos abusos con los que había cubierto Inglaterra. “Algunos
incluso pensaron”, dice Tyndale, “que esta asamblea reformaría la
iglesia y que la edad de oro volvería”. 12 Pero no era de los actos del
parlamento que la Reforma estaba destinada a proceder, sino
únicamente de la palabra de Dios. Y, sin embargo, los comunes, sin
tocar la doctrina, iban a cumplir valientemente con su deber en las
cosas dentro de su provincia, y el parlamento de 1529 puede
considerarse (observa Lord Herbert de Cherbury) como el primer
parlamento protestante de Inglaterra. 13 “Los obispos exigen multas
excesivas para las sucesiones de testamentos”, dijo el viejo amigo de
Tyndale, Sir Henry Guilford. "Como albacea testamentario de Sir
William Compton, tuve que pagar mil marcos esterlinas". - “Los
hombres espirituales”, dijo otro miembro, “prefieren ver morir de
hambre a los pobres huérfanos que darles la vaca flaca, lo único que
les dejó su padre”. 14 - “Los sacerdotes”, dijo otro, “tienen granjas,
curtidurías y almacenes en todo el país. En resumen, los escribanos
toman todo de sus rebaños, y no solo les dan nada, sino que incluso les
niegan la palabra de Dios ”.

El clero estaba completamente consternado. El poder de la nación


pareció despertar en este parlamento con el único propósito de atacar
el poder del sacerdote. Era importante protegerse de estos golpes. La
convocatoria de la provincia de Canterbury, reunida en Westminster el
5 de noviembre, consideró su deber, en defensa propia, reformar los
abusos más clamorosos. Por lo tanto, se decretó, el 12 de noviembre,
que los sacerdotes no deberían tener más tiendas o tabernas, jugar a
los dados u otros juegos prohibidos, pasar la noche en lugares
destacados, estar presentes en espectáculos de mala reputación, 15
andar con perros deportivos , o con halcones, halcones u otras aves
rapaces, en su primera; 16 o, finalmente, mantener relaciones sexuales
sospechosas con mujeres . 17 Se denunciaron sanciones contra estos
diversos desórdenes; se duplicaron en caso de adulterio; y aumenta aún
más en el caso de impurezas más abominables. 18 Tales eran las leyes
exigidas por las costumbres del clero.
Estas medidas no satisfacían a los comunes. Se introdujeron tres
proyectos de ley que hacen referencia a los derechos de sucesión de
testamentos, mortuorios, pluralidades, no residencia y el ejercicio de
profesiones seculares. “ La destrucción de la iglesia tiene como
objetivo”, exclamó el obispo Fisher, cuando estos proyectos de ley
fueron entregados a los señores, “y si la iglesia cae, la gloria del reino
perecerá. El luteranismo está progresando mucho entre nosotros, y el
grito salvaje que ya ha resonado en Bohemia, Abajo la iglesia, ahora es
pronunciado por los comunes ... ¿Cómo se produce eso? Únicamente
por falta de fe. - ¡Mis señores, salven a su país! ¡salva la iglesia! " Sir
Thomas Audley, el orador, con una delegación de treinta miembros,
fue inmediatamente a Whitehall. “Señor”, le dijeron al rey, “se nos
acusa de carecer de fe y de ser casi tan malos como los turcos. Exigimos
una disculpa por un lenguaje tan ofensivo ". Fisher fingió que solo
quería hablar de los bohemios; un d los bienes comunes, de ninguna
manera satisfechos, con celo continuó con sus reformas.
El rey decidió cederlos; pero decidió aprovecharlos para presentar una
factura que le devolviera todo el dinero prestado a sus súbditos. John
Petit, uno de los miembros de la ciudad, se opuso audazmente a esta
demanda. “No conozco los asuntos de otras personas”, dijo, “y no
puedo dar lo que no me pertenece. Pero en lo que respecta a mí
personalmente, doy sin reservas todo lo que le he prestado al rey ". El
proyecto de ley real pasó y el satisfecho Enrique dio su consentimiento
a los proyectos de ley de los comunes. Toda dispensa procedente de
Roma, que pudiera ser contraria a los estatutos, estaba estrictamente
prohibida. Los obispos exclamaron que los comunes se estaban
volviendo cismáticos; algunos sacerdotes provocaron disturbios ; pero
los agitadores clericales fueron castigados, y la gente, cuando se
enteró, quedó encantada sin medida.

Notas finales:
1. A menudo se ha afirmado que Sir Thomas More fue el
primer laico a quien se le confió el cargo de canciller; pero
no hubo menos de seis entre d. C. 1342 y 1410;
verbigracia. Sir Robert Boucher, caballero; Sir Robert de
Thorp. Caballero; Sir R. de la Scrope, caballero; Sir M. de
la Pole; R. Neville, conde de Salisbury y Sir T. Beaufort,
caballero.

2. More ' s Life, pág. 172.


3. La corona de Inglaterra, libre en todo momento, no ha
estado sujeta a la tierra, sino inmediatamente sujeta a
Dios en todas las cosas. Herbert, pág. 251. Ver también
Artículos de acusación, sec. 1.
4. Desde el 13 de noviembre de 1302. Raynold ad ann.
Uterque ergo g ladius est in potestate ecclesiae,
spiritualis scilicet et materialis.
5. Cavendish, pág. 276.
6. Cavendish, pág. 280.
7. Larga comunicación con mi señor en secreto. Cavendish,
pág. 270.
8. El rey comenzó a detestar la mención de él. Foxe, 5 p. 366.
9. Con vehemente osadía . Ibídem. pags. 367.
10. Foxe, 5 p. 366. Véase también Apol. Regin. Poli ad Car. 1
págs. 120, 121.

11. Du Bellay a Montmorency, Le Grand, Preuves, p. 378,


380.
12. Obras 1, pág. 481.
13. Fue el primer paso, una gran y audaz salida hacia esa
reforma. Herbert, pág. 320.
14. En lugar de darles la vaca tonta, si sólo tuviera una.
Foxe, 4 p. 611.
15. Qauod non exerceant tabernas, nec ludant taxillis vel
aliis ludis prohibitis; quod non pernoctent in locis
sospechosis; quod non intersint inhonestis spectaculis,
etc. Convocatio praelatorum. Wilkins, Concilia, 3 p. 717.

16. Bastones venaticos loris ducere ac accipitres manibus.


Ibídem. pags. 723.
17. Multerum coloquia suspecta nullatenus habeant. Ibídem.
pags. 722.
18. Et in caeteris carnis spurcitiis poena crescat. Ibídem.
pags. 721.
LIBRO 20
C APÍTULO 15
El momento en que Enrique dirigió sus primeros golpes a Roma fue
también en el que comenzó a derramar la sangre de los discípulos del
evangelio. Aunque estaba dispuesto a deshacerse de la autoridad del
Papa, no reconocería la autoridad de Cristo: la obediencia a las
Escrituras es, sin embargo, el alma misma de la Reforma.
La contienda del rey con Roma había llenado de esperanza a los
amigos de las Escrituras. Los artesanos y comerciantes, especialmente
los que vivían cerca del mar, estaban casi completamente convencidos
del evangelio. “El rey es uno de nosotros”, solían jactarse; “Desea que
sus súbditos lean el Nuevo Testamento. Nuestra fe, que es la verdadera,
circulará por el reino, y en el próximo San Miguel los que crean como
nosotros serán más numerosos que los de opinión opuesta. Estamos
listos, si es necesario, para morir en la lucha ”. 1 Este iba a ser
ciertamente el destino de muchos.
Un lenguaje como este despertó al clero: “Ha llegado la última hora”,
dijo Stokesley, quien había sido elevado a la sede de Londres después
de la traducción de Tonstall a Durham; "Si no queremos que la herejía
de Lutero se extienda por toda Inglaterra, debemos apresurarnos a
tirarla al mar". Henry estaba completamente dispuesto a hacerlo; pero
como no estaba en muy buenos términos con el clero, se quería que un
hombre sirviera de mediador entre él y los obispos. Pronto fue
encontrado.

El noble entendimiento de Sir Thomas More pasó entonces de las


prácticas ascéticas al fanatismo, y el humanista se convirtió en
inquisidor. En su opinión, la quema de herejes era justa y necesaria. 2
Incluso se le ha reprochado haber atado a los cristianos evangélicos a
un árbol en su jardín, al que llamó "el árbol de la verdad", y haberlos
azotado con su propia mano. 3 More ha declarado que nunca dio “raya
ni caricia, ni siquiera un estímulo en la frente” a ninguno de sus
adversarios religiosos; 4 y damos crédito a su negación de buena gana.
Todos deben alegrarse de pensar que si el autor de La utopía fue un
juez severo, la mano que sostenía una de las plumas más famosas del
siglo XVI nunca cumplió con los deberes de un verdugo.
Los obispos lideraron el ataque. "Debemos limpiar el campo del Señor
de los espinos que lo ahogan", dijo la tienda archbi de Canterbury a la
Convocación el 29 de noviembre de 1529; inmediatamente después de
lo cual el obispo de Bath leyó a sus colegas la lista de libros que
deseaba que fueran condenados. Había una serie de obras de Tyndale,
Luther, Melancthon, Zwingle, Oec olampadius, Pomeranus, Brentius,
Bucer, Jonas, Francis Lambert, Fryth y Fish. 5 La Biblia en particular
fue colocada. “Es imposible traducir las Escrituras al inglés”, dijo uno
de los prelados. 6 - “No es lícito que los laicos lo lean en su lengua
materna”, dijo otro. - “Si tolera la Biblia”, agregó un tercero, “nos
convertirá a todos en herejes”. - “Haciendo circular las Escrituras”,
exclamaron varios, “levantarás la nación contra el rey”. Sir T. More
presentó la petición de los obispos ante el rey y, algún tiempo después,
Enrique dio órdenes mediante la proclamación de que “nadie debería
predicar, ni escribir ningún libro, ni mantener ninguna escuela sin su
licencia de obispo; - que nadie guarde ningún libro herético en su casa;
- que los obispos deben detener a los infractores en prisión a su
discreción y luego proceder a la ejecución de los culpables; - y,
finalmente, que el canciller, los jueces de paz y otros magistrados,
ayuden y asistan a los obispos ”. 7 Tal fue la cruel proclamación de
Enrique VIII, "el padre de la Reforma inglesa".
El clero aún no estaba satisfecho. El obispo ciego y octogenario de
Norwich, más ardiente que el más joven de sus sacerdotes, reanudó
sus quejas. “Mi diócesis está ocupada con los que leen la Biblia”, le dijo
al arzobispo de Canterbury, “y no hay un empleado de Cambridge que
se deleite en la sartén. Si esto continúa en algún momento, nos
deshacerán a todos. Debemos tener mayor autoridad para castigarlos
que la que tenemos ”.
En consecuencia, el 24 de mayo de 1530, cuando More, Warham,
Tonstall y Gardiner habían sido admitidos en la cámara de St. Edward
en Westminster, para informar al rey sobre la herejía, propusieron
prohibir, de la manera más positiva, la Nueva Testamento y algunos
otros libros en los que se enseñaron las siguientes doctrinas: “Que
Cristo derramó su sangre por nuestras iniquidades, como sacrificio al
Padre. - La fe sólo nos justifica . - La fe sin buenas obras no es poca ni
poca fe, no es fe. - Trabajando en buenas obras para venir al cielo,
avergüenzas la sangre de Cristo ”. 8

Si bien casi todos en la sala de audiencias apoyaron la oración de la


petición, hubo tres o cuatro médicos que guardaron silencio. Por fin
uno de ellos, Latimer, se opuso a la propuesta. El amigo de Bilney
estaba más decidido que nunca a no escuchar otra voz que la de Dios.
"Las ovejas de Cristo no oyen la voz de nadie más que la de Cristo ",
respondió el Dr. Redman, quien le había pedido que se sometiera a la
iglesia: "No me molestes más por hablar con el Señor mi Dios". 9 La
iglesia, en opinión de Latimer, presumió establecer su propia voz en el
lugar de la cristiana , y la Reforma hizo lo contrario; este fue su
resumen de la controversia. Al ser llamado a predicar durante la marea
navideña, había censurado a sus oyentes porque celebraban esa fiesta
jugando a las cartas, como meros mundanos, y procedieron a poner
ante sus ojos las cartas de Cristo, es decir, sus leyes. 10 Al ser puesto
en la comisión de Cambridge para examinar la cuestión del
matrimonio del rey, había conciliado la estima del ayudante de
Enrique , el doctor Butts, el médico de la corte que lo presentó a su
maestro, por cuyas órdenes predicó en Windsor.
Henry se sintió dispuesto al principio a ceder algo a Latimer. "Muchos
de mis súbditos", dijo a los prelados reunidos en el salón de St.
Edward, "piensan que es mi deber hacer que las Escrituras sean
traducidas y entregadas a la gente". La discusión comenzó
inmediatamente entre las dos partes; 11 y Latimer concluyó pidiendo
"que se permita que la Biblia circule libremente en inglés". 12 - “Pero
la mayor parte superó mejor”, nos dice ”. 13 Enrique declaró que la
enseñanza de los sacerdotes era suficiente para el pueblo, y se
contentó con agregar, "que les daría la Biblia a sus súbditos cuando
renunciaran a la arrogante pretensión de interpretarla según sus
propias fantasías". - " Evita estos libros", gritaron los sacerdotes desde
el púlpito, "detestelos, no los tengas en tus manos, entrégaselos a tus
superiores". 14 O si no lo haces, tu príncipe, que ha recibido de Dios la
espada de la justicia, la usará para castigarte . Roma tenía todas las
razones para estar satisfecha con Enrique VIII. Tonstall, que todavía
guardaba bajo llave los testamentos comprados en Amberes con la
ayuda de Packington, hizo que los llevaran al cementerio de St. Paul,
donde los quemaron públicamente. Los espectadores se retiraron
moviendo la cabeza y diciendo: "La enseñanza de los sacerdotes y de
las Escrituras deben contradecirse entre sí, ya que los sacerdotes las
destruyen". Latimer hizo más: “Nos has prometido la palabra de Dios”,
le escribió valientemente al rey; “¡Cumpla su promesa ahora en lugar
de mañana! Se acerca el día en que darás cuenta de tu oficio y de la
sangre derramada con tu espada. 15 Latimer sabía bien que por dicha
lengua que peligro ed su vida; pero que estaba dispuesto a sacrificarse,
como él mismo nos dice. dieciséis
Pronto llegó la persecución. Justo cuando parecía salir el sol sobre la
Reforma, estalló la tormenta. “No hubo piedra que los obispos dejaran
sin remover ”, dice el cronista, “ningún rincón sin buscar, para la
diligente ejecución de la proclamación del rey; sobre lo cual se produjo
una grave persecución y masacre de los fieles ". 17
Thomas Hitton, un ministro pobre y piadoso de Ken t, solía ir con
frecuencia a Amberes para comprar Nuevos Testamentos. Cuando
regresaba de una de estas expediciones, en 1529, el obispo de
Rochester hizo que lo arrestaran en Gravesend y lo sometieran a las
torturas más crueles, para hacerle negar su fe. 18 Pero el mártir repitió
con santo entusiasmo: "La salvación viene por la fe y no por las obras,
y Cristo la da a quien quiere". 19 El 20 de febrero de 1530, fue atado al
madero y quemado hasta morir. 20
Apenas terminaron los sufrimientos de Hitton por traer las Escrituras
a Inglaterra, cuando llegó a Colchester una vasija cargada de Nuevos
Testamentos. El infatigable Bayfield, que acompañó estos libros, los
vendió en Londres, regresó al continente y regresó a Inglaterra en
noviembre; pero esta vez las Escrituras cayeron en manos de Sir
Thomas More. Bayfield, sin desanimarse, visitó nuevamente los Países
Bajos y pronto reapareció, trayendo consigo el Nuevo Testamento y las
obras de casi todos los reformadores. "¿Cómo es posible que haya
tantos Nuevos Testamentos del extranjero?" preguntó Tonstall de
Packington; "Me prometiste que los comprarías todos". - “Han impreso
más desde entonces”, respondió el astuto mercader ; "Y nunca será
mejor mientras tengan letras y sellos [mecanografíe y muere]. Mi
señor, será mejor que usted también compre los sellos, y así estará
seguro". 21
En lugar de los sellos, los sacerdotes buscaron a Bayfield. La bi shop de
Londres no pudo soportar a este hombre piadoso. Habiendo
preguntado un día a Bainham (quien luego sufrió el martirio) si
conocía a una sola persona que, desde los días de los apóstoles, había
vivido de acuerdo con la verdadera fe en Jesucristo, este último
respondió : “Sí, conozco a Bayfield”. 22 Siendo rastreado de un lugar a
otro, huyó de la casa de su piadosa anfitriona y se escondió en su
encuadernador, donde fue descubierto y arrojado a la torre de Lollard.
23
Al entrar en la prisión, Bayfield vio a un sacerdote llamado Patmore,
pálido, debilitado por el sufrimiento y listo para hundirse bajo los
malos tratos de sus carceleros. Patmore, conquistado por la piedad de
Bayfield, pronto le abrió su corazón. Cuando fue rector de Haddam ,
había encontrado la verdad en los escritos de Wickliffe. "Han quemado
sus huesos", dijo, "pero de sus cenizas brotará un manantial de vida".
24 Deleitándose en las buenas obras, solía llenar sus graneros de trigo,
y cuando los mercados estaban altos, les enviaba su maíz en
abundancia que hacía bajar los precios. 25 “Es contrario a la ley de
Dios quemar herejes”, dijo; y cada vez más audaz, agregó: "No me
importa más la maldición del Papa que un paquete de heno". 26
Su coadjutor, Simon Smith, reacio a imitar la vida desordenada de los
sacerdotes y encontrando a Joan Bennore, la criada del rector, una
persona discreta y piadosa, deseaba casarse con ella. “Dios”, dijo
Patmore, “ha declarado el matrimonio legal para todos los hombres; y
por lo tanto está permitido a los sacerdotes en el extranjero ". 27 El
rector aludió a Wittenberg, donde había visitado a Lutero. Después de
su matrimonio, Smith y su esposa abandonaron Inglaterra por una
temporada, y Patmore los acompañó hasta Londres.
La noticia de este matrimonio de un sacerdote - hecho sin precedentes
en Inglaterra - hizo que Stokesley arrojara a Patmore a la torre de los
Lollard, y aunque estaba enfermo, no le concedieron fuego, luz ni
ningún otro consuelo. El obispo y su vicario general lo visitaron a solas
en su prisión y, con sus amenazas, se esforzaron por hacerle negar su
fe.
Fue durante estas circunstancias que Bayfield fue arrojado a la torre.
Con sus palabras cristianas reavivó la fe languideciente de Patmore, 28
y este último se quejó al rey de que el obispo de Londres le impedía
alimentar el rebaño que Dios le había encomendado. Stokesley,
comprendiendo de dónde derivaba Pat más su nuevo coraje, 29 sacó a
Bayfield de la torre de los Lollard y lo encerró en la carbonería, donde
lo sujetaron erguido a la pared por el cuello, la cintura y las piernas. 30
El desafortunado evangelista de Bury pasó su tiempo en continua
oscuridad, nunca acostado, nunca sentado, sino clavado como si
estuviera en la pared y sin escuchar el sonido de una voz humana. Lo
veremos en lo sucesivo salir de su horrible prisión para morir en el
cadalso.
Patmore no fue el único de su familia que sufrió persecución; tenía en
Londres un hermano llamado Thomas, amigo de John Tyndale, el
hermano menor del célebre reformador. Tomás había dicho que la
verdad de la Escritura por fin estaba reapareciendo en el mundo,
después de haber estado escondida por muchas edades; 31 y John
Tyndale había enviado cinco marcos a su hermano William y recibió
cartas de él. Además, los dos amigos (ambos comerciantes) habían
distribuido un gran número de Testamentos y otras obras. Pero su fe
no estaba profundamente arraigada, y era más por simpatía por sus
hermanos de lo que habían creído; en consecuencia, Stokesley, los
enredó tan completamente, que confesaron su "crimen". More,
encantado por la oportunidad que se le ofrecía para cubrir de
vergüenza el nombre de Tyndale, no se conformó con condenar a los
dos amigos a pagar una multa de 100 libras cada uno; inventó una
nueva desgracia. Cosió en su vestido unas hojas del Nuevo Testamento
que habían hecho circular, colocó a los dos penitentes a caballo con el
rostro hacia la cola, y así los hizo desfilar por las calles de Londres,
expuestos a las burlas y risas del populacho. En esto, More tuvo más
éxito que en su refutación de los escritos del reformador.

A partir de ese momento la persecución se volvió más violenta.


Labradores, artistas, comerciantes e incluso nobles sintieron los
crueles colmillos del clero y de Sir Thomas More. Enviaron a la cárcel a
un músico piadoso que solía vagar de pueblo en pueblo, cantando con
su arpa un himno en elogio de Martín Lutero y de la Reforma. 32 Un
pintor, llamado Edward Freese, un joven de gran ingenio, que se había
comprometido a pintar algunas cortinas en una casa, escribió en los
bordes ciertas frases de la Escritura. Por esto fue apresado y llevado al
obispo del palacio de Londres en Fulham, y allí encarcelado, donde su
principal alimento era pan hecho con aserrín. 33 Su pobre mujer, que
estaba embarazada, bajó a Fulham para ver a su marido; pero el
portero del obispo tenía órdenes de no admitir a nadie, y el bruto le
dio una patada tan violenta, que mató al feto y provocó la muerte de la
madre poco después. El infeliz Freese fue trasladado a la torre de los
Lollards, donde lo encadenaron y solo le dejaron las manos libres. Con
éstos tomó un trozo de carbón y escribió unas frases piadosas en la
pared; sobre esto estaba esposado, pero sus muñecas estaban tan
severamente apretadas, que la carne creció más alta que los hierros. Su
intelecto se perturbó; su cabello en salvaje desorden pronto cubrió su
rostro, a través del cual sus ojos brillaban feroces y ojerosos. La falta de
comida adecuada, el mal trato, la muerte de su esposa y su
encarcelamiento prolongado, minaron por completo su razón; cuando
lo llevaron a St. Paul, lo mantuvieron tres días sin comer; y cuando se
presentó ante el consistorio, el pobre preso, silencioso y sin apenas
poder pararse, miró a su alrededor y miró a los espectadores “como un
salvaje”. Se inició el examen, pero a todas las preguntas que se le
hicieron, Freese respondió de la misma manera: "Mi señor es un buen
hombre". No pudieron obtener nada de él excepto esta conmovedora
respuesta. ¡Pobre de mí! la luz no brilló más sobre su entendimiento,
pero el amor de Jesús todavía estaba en su corazón. Fue enviado de
regreso a Bearsy Abbey, donde no permaneció mucho tiempo; pero
nunca recuperó del todo la razón. 34 Enrique VIII y sus sacerdotes
infligieron castigos aún más crueles incluso que la hoguera.
El terror comenzó a extenderse por todas partes. Los evangelistas más
activos se habían visto obligados a huir a una tierra extranjera; algunos
de los más piadosos estaban en prisión; y entre los de alto rango había
muchos, y quizás Latimer era uno, que parecía dispuesto a refugiarse
bajo una exagerada moderación. Pero así como la persecución en
Londres había logrado silenciar a los más tímidos, otras voces más
valientes se alzaron en las provincias. La ciudad de Exeter estaba en
ese momento en gran agitación; Se habían descubierto carteles en las
puertas de la catedral que contenían algunos de los principios "de la
nueva doctrina". Mientras el alcalde y sus oficiales buscaban al autor
de estas “blasfemias”, el obispo y todos sus médicos, “ardientes como
las brasas”, dice el cronista, 35 predicaban con el estilo más fogoso. El
domingo siguiente, durante el sermón, dos hombres que habían sido
los más ocupados de toda la ciudad en la búsqueda del autor de los
billetes se sorprendieron al ver a una persona sentada cerca de ellos.
"Seguramente este tipo es el hereje", dijeron. Pero la devoción de sus
vecinos, que no quitaba los ojos de su libro, los apagaba del todo; no se
dieron cuenta de que estaba leyendo el Nuevo Testamento en latín.
Este hombre, Thomas Bennet, fue de hecho el delincuente. Convertido
en Cambridge por la predicación de Bilney, de quien era amigo, se fue
a Torrington por temor a la persecución, y de allí a Exeter, y después
de casarse para evitar la falta de castidad (como él dice) 36 se convirtió
en maestro de escuela. Tranquilo, humilde, cortés con todos y algo
tímido, Bennet había vivido seis años en esa ciudad sin que se
descubriera su fe. Por fin, despertando su conciencia, resolvió colocar
de noche en las puertas de la catedral ciertos carteles evangélicos.
"Todo el mundo leerá la escritura", pensó, y "nadie conocerá al
escritor". Hizo lo que le había propuesto.
Poco después del domingo en el que estuvo a punto de ser descubierto,
los sacerdotes prepararon un gran desfile y se dispusieron a
pronunciar contra el hereje desconocido la gran maldición "con libro,
campana y vela". La catedral estaba abarrotada y el propio Bennet
estaba entre los espectadores. En el medio había una gran cruz en la
que se colocaban cirios encendidos, y alrededor de ella estaban
reunidos todos los franciscanos y dominicos de Exeter. Uno de los
sacerdotes pronunció un sermón sobre las palabras: Hay algo maldito
en medio de ti, oh Israel, 37 el obispo se acercó a la cruz y pronunció la
maldición contra el ofensor. Tomó una de las velas y dijo: "Que el alma
del hereje desconocido, si ya está muerto, se apague esta noche en los
dolores del fuego del infierno, ya que esta vela ahora se apaga y se
apaga"; y con eso apagó la vela. Luego, tomando un segundo, continuó:
“y roguemos a Dios, si aún vive, que le apaguen los ojos y que le falten
todos los sentidos de su cuerpo, como ahora la luz de esta vela se ha
ido;" apagando la segunda vela. Después de esto, uno de los sacerdotes
se acercó a la cruz y la golpeó, cuando el ruido que hacía al caer
resonando en el techo asustó tanto a los espectadores que lanzaron un
grito de terror y alzaron las manos al cielo. como para rezar para que
la maldición divina no caiga sobre ellos. Bennet, testigo de esta
comedia, no pudo evitar sonreír. "¿Qué te ríes?" preguntó a sus vecinos;
"Aquí está el hereje, aquí está el hereje, sostenlo fuerte". Esto creó una
gran confusión entre la multitud, algunos gritando, algunos
aplaudiendo , otros corriendo de un lado a otro; pero, debido al
tumulto, Bennet logró escapar.
La excomunión no hizo más que aumentar su deseo de atacar las
supersticiones romanas; y en consecuencia, antes de las cinco de la
mañana siguiente (fue en el mes de octubre de 1530), su criado volvió
a enganchar por orden suya en las puertas de la catedral unos carteles
similares a los que habían sido derribados. Sucedió que un ciudadano
que iba a la misa temprano vio al niño y corrió hacia él, lo agarró y tiró
de los papeles; y luego, arrastrando al niño con una mano y con los
carteles en la otra, se dirigió al alcalde de la ciudad. Se reconoció al
criado de Bennet; su amo fue inmediatamente arrestado y puesto en el
cepo, “con tanto favor como un perro encontraría”, dice Foxe.
Exeter parecía decidido a convertirse en el campeón del
sacerdotalismo en Inglaterra. Durante toda una semana, no solo el
obispo, sino todos los sacerdotes y frailes de la ciudad, visitaron
Bennet día y noche. Pero intentaron en vano probarle que la iglesia
romana era la verdadera. “Dios me ha dado la gracia de ser de una
iglesia mejor”, dijo. - "¿No sabéis que la nuestra está construida sobre
San Pedro?" - “La iglesia que se edifica sobre un hombre”, respondió,
“es la iglesia del diablo y no la de Dios”. Su celda estaba continuamente
atestada de visitantes; y, a falta de argumentos, el más ignorante de los
frailes llamó hereje al prisionero y le escupió. Por fin le llevaron a un
erudito doctor en teología, quien, supusieron, lo convertiría
infaliblemente . “Nuestros caminos son los caminos de Dios”, dijo el
doctor con gravedad. Pero pronto descubrió que los teólogos no
pueden hacer nada contra la palabra del Señor. “Sólo él es mi camino”,
respondió Bennet, “el que dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida.
En su camino andaré; - h es verdad abrazaré; su vida eterna buscaré ”.
Fue condenado a ser quemado; y More habiendo transmitido la orden
de comburendo con la mayor celeridad, los sacerdotes pusieron a
Bennet en manos del sheriff el 15 de enero de 1531, por quien fue
conducido al Liverydole, un campo fuera de la ciudad, donde se
preparó la hoguera. . Cuando Bennet llegó al lugar de ejecución,
exhortó brevemente al pueblo, pero con tal unción, que el secretario
del sheriff, al oírlo, exclamó: "Verdaderamente es un siervo de Dios".
Sin embargo, dos personas parecían indiferentes: Thomas Carew y
John Barnehouse, ambos ocupando el puesto de caballeros.
Acercándose al mártir, exclamaron con voz amenazadora: "Di, Precor
sanctam Mariam et omnes sanctos Dei". - “No conozco a ningún otro
abogado que no sea Jesucristo”, respondió Bennet. Barnehouse se
enfureció tanto con estas palabras, que tomó una aulaga sobre una
pica, y prendiéndola fuego, la clavó en la cara del mártir, exclamando:
“Maldito hereje, reza a Nuestra Señora, o te obligaré a hacerlo. " -
"¡Pobre de mí!" Bennet respondió pacientemente, "no me molestes"; y
luego, levantando las manos, oró: "¡Padre, perdónalos!"
Inmediatamente los verdugos prendieron fuego a la madera, y los
espectadores más fanáticos, tanto hombres como mujeres , presa de
una furia indescriptible, rompieron estacas y arbustos, y todo lo que
pudieron poner en sus manos, y los arrojaron a las llamas. para
aumentar su violencia. Bennet, alzando los ojos al cielo, exclamó:
“Señor, recibe mi espíritu”. Así murieron , en el siglo XVI, los
discípulos de la Reforma sacrificados por Enrique VIII.

Los sacerdotes, gracias a la espada del rey, empezaron a contar con la


victoria; sin embargo, maestros de escuela, músicos, comerciantes e
incluso eclesiásticos no fueron suficientes para ellos. Querían víctimas
más nobles y había que buscarlas en Londres. Más él mismo,
acompañado por el teniente de la Torre, 38 han buscado muchas de las
casas sospechosas. Pocos ciudadanos eran más estimados en Londres
que John Petit, el mismo que, en la casa de los comunes, se había
resistido tan noblemente a la demanda del rey sobre el préstamo. Petit
era culto en historia y en literatura latina: hablaba con elocuencia y
durante veinte años había representado dignamente a la ciudad.
Siempre que se debatía un asunto importante en el parlamento, el rey
se sentía incómodo y tenía la costumbre de preguntar ¿de qué lado
estaba? Esta independencia política, muy rara en los parlamentos de
Enrique, ofendió al príncipe y sus ministros. Petit, el amigo de Bilney,
Fryth y Tyndal e, había sido uno de los primeros en Inglaterra en
saborear la dulzura de la palabra de Dios, 39 e inmediatamente había
manifestado esa hermosa característica por la cual la fe evangélica se
da a conocer, a saber, la caridad. Abundó en limosnas , apoyó a un gran
número de pobres predicadores del evangelio en su propio país y más
allá de los mares; y cada vez que anotaba estas generosas ayudas en sus
libros, escribía simplemente las palabras: "Le presté a Cristo". 40
Además, pidió a sus albaceas testamentarios que reclamaran estas
deudas.
Petit disfrutaba tranquilamente de los dulces de la vida doméstica en
su modesta casa en compañía de su esposa y sus dos hijas, Blanche y
Audrey, cuando recibió una visita inesperada. Un día, mientras oraba
en su armario, se escuchó un fuerte golpe en la puerta de la calle. Su
esposa corrió a abrirla, pero al ver al lord-canciller More, regresó
apresuradamente a su marido y le dijo que el lord-canciller lo quería.
More, que la siguió, entró en el armario y con mirada inquisitiva
recorrió los estantes de la biblioteca, pero no encontró nada
sospechoso. Luego hizo como si fuera a retirarse, y Petit lo acompañó.
El canciller se detuvo en la puerta y le dijo: "¿Afirmas que no tienes
ninguno de esos libros nuevos?" - “Has visto mi biblioteca”, respondió
Petit. - “Sin embargo, me informan”, respondió More, “que no solo los
lees, sino que pagas por la impresión”. Y luego agregó en tono severo:
"Siga al teniente". A pesar de las lágrimas de su esposa e hijas, este
parlamentario independiente fue conducido a la Torre y encerrado en
una mazmorra húmeda, donde no tenía más que paja para tumbarse.
Su esposa iba allí todos los días en vano, pidiendo entre lágrimas
permiso para verlo, o al menos enviarlo a una cama; los carceleros le
negaron todo; y fue sólo cuando Petit cayó gravemente enfermo que se
le concedió este último favor. Esto tuvo lugar en 1530, se dictó
sentencia en 1531; 41 volveremos a ver a Petit en su prisión . Lo dejó,
de hecho, pero solo para hundirse bajo el trato cruel que había
experimentado allí.
Así fueron derribados los testigos de la verdad por los sacerdotes, por
Sir Thomas More y por Enrique VIII. Una nueva víctima iba a ser causa
de muchas lágrimas. Un hombre manso y humilde, querido por todos
los amigos del evangelio, y a quien podemos considerar como el padre
espiritual de la Reforma en Inglaterra, estaba a punto de montar la
pila ardiente levantada por sus perseguidores. Algún tiempo antes de
la comparecencia de Petit ante sus jueces , que tuvo lugar en 1531, se
escuchó un ruido inusual en la celda de arriba; era Thomas Bilney, a
quien conducían a la Torre. 42 Lo dejamos a fines de 1528 después de
su caída. Bilney había vuelto a Cambridge tentado por el
remordimiento; sus amigos en vano lo rodearon de noche y de día; no
podían consolarlo, e incluso las Escrituras no parecían pronunciar otra
voz que la de condenación. 43 El miedo le hacía temblar
constantemente, y apenas podía comer ni beber. Por fin, una luz
celestial e inesperada amaneció en el corazón del discípulo caído; un
testigo a quien había molestado, el Espíritu Santo, habló una vez más
en su corazón. Bilney cayó al pie de la cruz, derramando un torrente de
lágrimas, y allí encontró la paz. Pero cuanto más lo consolaba Dios,
mayor parecía su crimen. Un único pensamiento lo poseyó, el de dar la
vida por la verdad. Se había encogido ante la pila en llamas; sus llamas
ahora deben consumirlo. Ni la debilidad de su cuerpo, que había
aumentado mucho su larga angustia, ni la crueldad de sus enemigos,
ni su timidez natural, nada pudo detenerlo: luchó por la corona de
mártir. Una noche, a las diez en punto, cuando todas las personas en
Trinity Hall se estaban retirando a descansar, Bilney llamó a sus
amigos, les recordó su caída y agregó: “No me verás más ... quédate
conmigo: mi decisión está formada y la cumpliré. Mi rostro está listo
para ir a Jerusalén ". 44 Bilney repitió las palabras del evangelista
cuando describe a Jesús subiendo a la ciudad donde lo mataron.
Habiendo estrechado la mano de sus hermanos, este venerable
hombre, el más destacado de los evangelistas de Inglaterra en orden
de tiempo, dejó Cambridg e al amparo de la noche y se dirigió a
Norfolk, para confirmar en la fe a los que habían creído e invitar a la
multitud ignorante al Salvador. No lo seguiremos en este último y
solemne ministerio; estos hechos y otros del mismo tipo de fecha
posterior. Antes de que se acercara el año 1531, Bilney, Bainham,
Bayfield, Tewkesbury y muchos otros, heridos por la espada de
Enrique, sellaron con su sangre el testimonio que habían dado de la
perfecta gracia de Cristo.

Notas finales:
1. El obispo de Norwich a Pr imate Warham, 14 de mayo de
1530. Algodón MS. Cleopatra, E. 5 folio 360; Bible Annals,
1 p. 256.

2. Obras de More; Un diálogo sobre herejías, pág. 274.


3. Mem de Strype. Vol. 1 p. 315. Foxe, 4 p. 698.
4. Disculpa, cap. 36 págs. 901-902.
5. Véase el catálogo en concil ia de Wilkins , págs. 713 a 720.
Wilkins opina (pág. 717, nota) que este documento
pertenece al año 1529. Sin embargo, hay algunas partes
de estos estatutos que hacen referencia evidente a la año
siguiente.
6. Obras de Tyndale, vol. 1 p. 1.
7. Foxe, 4 págs. 677, 678.

8. Wilkins Concilia, 3 p. 728-731.


9. Restos de Latimer, pág. 297.
10. Sermones, pág. 8.
11. Wilkins, Concilia, 3 p. 736.

12. Restos de Latimer, pág. 305.


13. Ibídem.
14. Wilkins, Concilia, 3 p. 736.
15. Restos de Latimer, pág. 308.
16. Preferiría sufrir un castigo extremo. Ibídem. pags. 298.
17. Foxe , vol. 4 p. 679.
18. Lo hizo dieta y lo atormentó en secreto. Obras de
Tyndale, vol. 1 p. 485.
19. Por el testimonio constante y manifiesto de Jesucristo y
de su gracia y salvación gratuitas. Foxe, vol. 4 p. 619.
20. Los obispos lo asesinaron de la manera más cruel.
Tyndale, vol. 1 p. 485.
21. Foxe, vol. 4 p. 670.
22. Ibídem. pags. 699.
23. Ibídem. pags. 681.
24. Foxe, vol. 5 p. 34.
25. Ibídem. vol. 4 p. 681.
26. Ibídem.
27. Sin embargo, fue en otros países más allá del mar.
Ibídem.
28. Confirmado por él en la doctrina. Foxe, vol. 4 p. 681.
29. Lo confirmó en la doctrina. Ibídem. 4 p. 68.
30. Ibídem.
31. Ibídem. 5 p. 34.

32. Su nombre era Robert Lambe. Ibídem.


33. Alimentado con manchet fino de serrín, o al menos en
gran parte. Ibídem. 4 p. 695.
34. Foxe, 4 p. 695.
35. Ibídem. 5 p. 19.
36. Ut ne scortator aut immund us essem, uxorem duxi.
Foxe, 5 p. 19.
37. Josué, 7:13.
38. Strype, 1 pág. 312.

39. Ibídem.
40. Ibídem. pags. 314.
41. Strype, pág. 312.
42. Ibídem. pags. 313.
43. Pensó que todo el tiempo las Escrituras estaban en su
contra. Latimer's Sermons, pág. 52.
44. Foxe, 4 p. 642. Ver Lucas 9:51.
LIBRO 20
CAPÍTULO 16

Mientras muchos cristianos piadosos languidecían en las prisiones de


Inglaterra, el gran antagonista de la Reforma estaba desapareciendo
del escenario de este mundo. Debemos regresar a Wolsey, quien
todavía estaba detenido en Esher. 1
El cardenal, caído de la cumbre de los honores, se apoderó de esos
terrores de pánico que suelen sentir después de su deshonra aquellos
que han hecho temblar a toda una nación, y creyó ver a un asesino
escondido detrás de cada puerta. “Esta misma noche”, le escribió a
Cromwell en una ocasión, “yo era como alguien que debería haber
muerto. Si pudiera, no dejaría de ir a pie a usted, en lugar de esto, mi
conversación con usted se pospondrá y demorará. Si el disgusto de mi
lady Anne se mitiga tanto , como le ruego a Dios que sea lo mismo, le
ruego que emplee todos los medios posibles para lograr su favor. 2
Como consecuencia de esto, Cromwell se apresuró a ir a Esher dos o
tres días después de tomar su escaño en el Parlamento, y Wolsey,
temblando, le contó sus temores. Norfolk, Suffolk y lady Anne tal vez
deseen mi muerte. 3 ¿No manchó el altar con su sangre Thomas A
Becket, un arzobispo como yo? ”...... Cromwell lo tranquilizó y, movido
por los temores del anciano, pidió y obtuvo de Henry una orden de
protección.
Los enemigos de Wolsey sin duda deseaban su muerte; pero fue por la
justicia de los tres estados, y no por la daga del asesino, que lo
buscaron. La cámara de pares autorizó a Sir Thomas More, los duques
de Norfolk y Suffolk, y otros catorce lores, a acusar al cardenal-legado
de alta traición. No olvidaron nada: esa fórmula altiva, Ego et rex
meus, yo y mi rey, que Wolsey había empleado a menudo; el suyo al
margen de las leyes del reino; su monopolio de los ingresos de la
iglesia; la injusticia manifiesta de la que había sido culpable, como por
ejemplo en el caso de Sir John Stanley, que fue enviado a prisión hasta
que cedió un contrato de arrendamiento al hijo de una mujer que
había tenido dos hijos al cardenal; muchas familias arruinadas para
satisfacer su avaricia; tratados celebrados con potencias extranjeras sin
orden del rey; sus exacciones, que habían empobrecido a Inglaterra; y
las repugnantes enfermedades y el aliento contagioso con que había
contaminado la presencia de su majestad. 4 Estos fueron algunos de
los cuarenta y cuatro agravios presentados por los pares al rey, y que
Enrique envió a la cámara baja para su consideración.
Al principio se pensó que nadie en las comunidades se haría cargo de
la defensa de Wolsey, y en general se esperaba que fuera entregado a la
venganza de la ley (como rezaba el proyecto de ley de acusación), o en
otras palabras, al hacha. del verdugo. Pero un hombre se levantó y se
preparó, aunque solo, para defender al cardenal: este era Cromwell.
Los miembros se preguntaron entre sí quién era el desconocido; pronto
se dio a conocer. Su conocimiento de los hechos, su familiaridad con
las leyes, la fuerza de su elocuencia y la moderación de su lenguaje
sorprendieron a la casa. Los adversarios de Wolsey apenas habían
apuntado un golpe, antes de que el defensor ya lo hubiera parado. Si se
presentaba algún cargo al que no podía responder, proponía un
aplazamiento hasta el día siguiente, partía hacia Esher al final de la
sesión, consultaba con Wolsey, regresaba durante la noche y, a la
mañana siguiente, reaparecía en la zona común con un fresco. brazos.
Cromwell se llevó la casa consigo; el juicio político fracasó y el defensor
de Wolsey ocupó su puesto entre los estadistas de Inglaterra. Esta
victoria, uno de los mayores triunfos de la elocuencia parlamentaria en
ese período, satisfizo tanto la ambición como la gratitud de Cromwell.
Ahora estaba firmemente fijado en el favor del rey, estimado por la
gente común y admirado por el pueblo: circunstancias que le
proporcionaron los medios para llevar a una conclusión favorable la
emancipación de la Iglesia de Inglaterra.
El ministerio, compuesto por los enemigos de Wolsey, estaba molesto
por la decisión de la cámara baja y nombró una comisión para
examinar el asunto . Cuando el cardenal fue informado de esto, cayó en
nuevos terrores. Perdió todo el apetito y las ganas de dormir, 5 y una
fiebre lo atacó en Navidad. "El cardenal estará muerto en cuatro días",
le dijo su médico a Henry, "si no recibe ningún consuelo en breve de
usted y lady Anne". - “No lo perdería por veinte mil libras”, exclamó el
rey. Deseaba preservar a Wolsey en caso de que la consumada
habilidad de su antiguo ministro fuera necesaria, lo que no era de
ninguna manera diferente . Enrique le dio al doctor su retrato en un
anillo, y Ana, por deseo del rey, añadió la tablilla de oro que colgaba de
su cinturón. El cardenal encantado colocó los regalos en su cama y, al
mirarlos, sintió que recuperaba las fuerzas. Lo sacaron de su miserable
morada en Esher al palacio real en Richmond, y en poco tiempo pudo
ir al parque, donde todas las noches leía su breviario.

La ambición y la esperanza volvieron con vida. Si el rey deseaba


destruir el poder papal en Inglaterra, ¿ no podría el orgulloso cardenal
conservarlo? ¿No podría Thomas Wolsey hacer bajo Enrique VIII lo
que Thomas A Becket había hecho bajo Enrique II? Su sede de York, la
ignorancia de los sacerdotes, la superstición de la gente, el
descontento de los grandes, todo le sería de utilidad; y de hecho, seis
años después, 40.000 hombres estaban en armas en un momento en
Yorkshire para defender la causa de Roma. Wolsey, fuerte en Inglaterra
por el apoyo de la nación (al menos tal era su opinión), ayudado desde
fuera por el Papa y los poderes continentales, podría darle la ley a
Enrique y aplastar la Reforma.
Habiendole permitido el rey ir a York, Wolsey oró por un aumento de
sus ingresos arzobispales, que ascendían, sin embargo, a cuatro mil
libras esterlinas. 6 Enrique le concedió mil marcos y el cardenal, poco
antes de la Pascua de 1530, partió con un tren de 160 personas. Pensó
que era el comienzo de su triunfo.
Wolsey se instaló en Cawood Castle, Yorkshire, una de sus residencias
arzobispales , y se esforzó por ganarse el afecto de la gente. Este
prelado, una vez "el más altivo de los hombres", dice George
Cavendish, el hombre que lo conocía y servía mejor, se convirtió en
todo un patrón de afabilidad. Mantuvo una mesa abierta, repartió
generosas limosnas en su puerta, dijo misa en las iglesias del pueblo,
fue y cenó con la nobleza vecina, ofreció espléndidos entretenimientos
y escribió a varios príncipes implorando su ayuda. Se nos asegura que
incluso le pidió al Papa que excomulgara a Enrique VIII. 7 Estando
todo así preparado, pensó que podría hacer su entrada solemne en
York, preparatoria de su entronización, que estaba fijada para el lunes
5 de noviembre.
Cada movimiento suyo era conocido en la corte; se analizó cada acción
y se exageró su importancia. "Pensamos que lo habíamos derribado",
dijeron algunos, "y aquí está levantándose de nuevo". El propio
Enrique estaba alarmado. "El cardenal, con sus detestables intrigas",
dijo, "está conspirando contra mi corona, y conspira tanto en casa
como en el extranjero"; el rey incluso agregó, dónde y cómo. 8 Se
resolvió la destrucción de Wolsey.
La mañana siguiente al día de Todos los Santos (viernes 2 de
noviembre), el conde de Northumberland, al que asistía una numerosa
escolta, llegó a Cawood, donde aún residía el cardenal. Era el mismo
Percy cuyo afecto por Anne Boleyn había sido frustrado por Wolsey; y
puede haber un diseño en la elección de Henry. El cardenal avanzó con
impaciencia para encontrarse con este invitado inesperado y,
impaciente por conocer el objeto de su misión, lo llevó a su dormitorio,
con el pretexto de cambiarse el vestido de viaje. 9 Ambos
permanecieron algún tiempo de pie junto a una ventana sin
pronunciar palabra; el conde parecía confundido y agitado , mientras
que Wolsey se esforzaba por reprimir su emoción. Pero finalmente, con
un gran esfuerzo, Northumberland puso su mano sobre el brazo de su
antiguo maestro y en voz baja dijo: "Mi señor, lo arresto por alta
traición". El cardenal se quedó mudo, como aturdido. Lo mantuvieron
prisionero en su habitación.
Es dudoso que Wolsey fuera culpable del delito que se le imputaba.
Podemos creer que se le ocurrió la idea de que algún día se produjera
el triunfo del Papa en Inglaterra, incluso si esto pudiera significar la
ruina de Enrique; pero tal vez esto fuera todo. Pero una idea no es una
conspiración, aunque puede expandirse rápidamente en una.
Más de tres mil personas (atraídas no por el odio, como los
londinenses, cuando Wolsey partió de Whitehall, sino por el
entusiasmo), se reunieron al día siguiente ante el castillo para saludar
al cardenal. “Dios salve tu gracia”, gritaban por todos lados, y una
multitud numerosa lo escoltaba por la noche; algunos llevaban
antorchas en la mano y todos hacían que el aire retumbara con sus
gritos. El desdichado pre tardío fue conducido a Sheffield Park, la
residencia del conde de Shrewsbury. Unos días después de su llegada,
el fiel Cavendish corrió hacia él exclamando: “¡Buenas noticias, mi
señor! Sir William Kingston y veinticuatro de la guardia han venido
para acompañarlo a su majestad. - "¡Kingston!" exclamó el cardenal,
palideciendo, "¡Kingston!" y luego golpeando su mano en su muslo,
exhaló un profundo suspiro. Esta noticia había aplastado su mente. Un
día, un adivino, a quien consultó, le dijo: Tendrás tu fin en Kingston; y
desde ese momento el cardenal había evitado cuidadosamente la
ciudad de Kingston-on Thames. Pero ahora pensaba que entendía la
profecía ... Kingston, alguacil de la Torre, estaba a punto de causar su
muerte. Salieron de Sheffield Park; pero el miedo le había dado a
Wolsey su golpe mortal. Varias veces estuvo a punto de caer de su
mula, y al tercer día, cuando llegaron a la abadía de Leicester, dijo al
entrar: "Padre abad, he venido aquí para dejar mis huesos entre
ustedes"; e inmediatamente se fue a la cama. Esto fue el sábado 26 de
noviembre.
El lunes por la mañana, atormentado por malos presagios, Wolsey
preguntó a qué hora era. “Pasadas las ocho”, respondió Cavendish.
“Eso no puede ser”, dijo el cardenal, “las ocho en punto ... ¡No! porque
a las ocho en punto perderás a tu amo ". A las seis del martes, después
de haber venido Kingston a preguntar por su salud, Wolsey le dijo:
"No viviré mucho". - “Ten buen ánimo”, replicó el gobernador de la
Torre. "¡Ay, maestro Kingston", exclamó el cardenal, "si yo hubiera
servido a Dios con tanta diligencia como he servido al rey, él no me
habría entregado en mis canas!" y luego agregó con la cabeza gacha:
"Esta es mi justa recompensa". ¡Qué juicio sobre su propia vida!
En el mismo umbral de la eternidad (porque le quedaban pocos
minutos más de vida) el cardenal reunió todo su odio contra la
Reforma e hizo un último esfuerzo. La persecución fue demasiado lenta
para complacerlo: "Maestro Kingston", dijo, "atienda mi último
pedido: dígale al rey que lo conjuro en el nombre de Dios para destruir
esta nueva secta perniciosa de luteranos". Y luego, con asombrosa
presencia de ánimo en esta su última hora, Wolsey describió las
desgracias que, en su opinión, los husitas habían traído sobre
Bohemia; y luego, al llegar a Inglaterra, recordó los tiempos de
Wickliffe y Sir John Oldcastle. Se animó; sus ojos moribundos aún
lanzaban miradas ardientes. Temblaba que Enrique VIII, infiel al Papa,
extendiera la mano a los reformadores. “Maestro Kingston”, dijo él, en
conclusión, “el rey debe saber que si tolera la herejía, Dios le quitará su
poder, y entonces tendremos daño sobre daño ... esterilidad, escasez y
desorden, a la destrucción total de este reino ".
Wolsey estaba agotado por el esfuerzo. Después de un momentáneo
silencio, prosiguió con una voz agonizante: —¡Maestro Kingston,
adiós! Mi tiempo se agota rápidamente. No olvides lo que te he dicho y
te he acusado; porque cuando yo muera quizás comprenderéis mejor
mis palabras ”. Con dificultad pronunció estas palabras; su lengua
comenzó a flaquear, sus ojos se fijaron, su vista le falló; dio su último
suspiro. En el mismo minuto, el reloj dio las ocho, y los asistentes que
estaban alrededor de su cama se miraron atemorizados. Era el 29 de
noviembre de 1530.
Así murió el hombre una vez tan temido. El poder había sido su ídolo:
para obtenerlo en el estado, había sacrificado las libertades de
Inglaterra; y para ganarlo o conservarlo en la iglesia, había luchado
contra la Reforma. Si alentó a la nobleza en los lujos y placeres de la
vida, fue sólo para hacerlos más flexibles y serviles; si apoyaba el
aprendizaje, era sólo para que pudiera tener un clero capacitado para
mantener a los laicos en sus cadenas principales. Ambicioso, intrigante
e impuro de vida, había sido tan celoso de la prerrogativa sacerdotal
como el austero Becket; y por un singular contraste, se encontró una
camisa de pelo en el cuerpo de este voluptuoso hombre. El objetivo de
su vida había sido elevar el poder papal más alto que nunca, en el
mismo momento en que la Reforma intentaba derribarlo; y ocupar su
asiento en el trono pontificio con más que la autoridad de un
Hildebrand. Wolsey, como Papa, habría sido el hombre de su época; y
en el mundo político habría hecho por el primado romano lo que hizo
por él el célebre Loyola poco después con su fanatismo. Obligado a
renunciar a esta idea, digna sólo de la Edad Media, había deseado al
menos salvar al Papa en su propio país; pero aquí nuevamente había
fallado. El piloto que había estado en Inglaterra al timón de la iglesia
romana fue arrojado por la borda y el barco, abandonado a sí mismo,
estaba a punto de hundirse. Y sin embargo, incluso en la muerte, no
perdió el valor. Los últimos latidos de su corazón habían llamado a
víctimas; las últimas palabras de sus labios desfallecidos, el último
mensaje a su maestro, su último testamento había sido ......
Persecución. Este testamento debía ser ejecutado con demasiada
fidelidad.
La época de la caída y muerte del cardenal Wolsey, que es el punto en
el que nos detenemos, no solo fue importante, porque puso fin a la
vida de un hombre que había presidido los destinos de Inglaterra y se
había esforzado por agarrar el cetro de Inglaterra. el mundo; pero es
de especial importancia, porque entonces se llevaron a cabo tres
movimientos, de los cuales procedería la gran transformación del siglo
XVI. Cada uno de estos movimientos tiene su resultado característico.
El primero está representado por Cromwell. La supremacía del Papa en
Inglaterra estaba a punto de ser arrebatada de él, como sucedió en
todas las iglesias reformadas . Pero en Inglaterra se dio un paso más.
Esa supremacía fue transferida a la persona del rey. Wolsey había
ejercido como vicario general un poder hasta entonces desconocido.
Incapaz de convertirse en Papa en el Vaticano, se había hecho Papa en
Whitehall. Enrique había permitido que su ministro elevara este trono
jerárquico al lado del suyo. Pero pronto descubrió que no debería
haber dos tronos en Inglaterra, o al menos no dos reyes. Había
destronado a Wolsey; y sentándose resueltamente en su lugar , estaba a
punto de asumir en Whitehall la tiara que el ambicioso prelado se
había preparado. Algunas personas, al ver esto, exclamaron que si la
supremacía papal fuera abolida, la de la palabra de Dios debería ser
sustituida únicamente. Y, sin duda, la verdadera Reforma no se
encuentra en este primer movimiento.
El segundo, esencial para la renovación de la iglesia, estuvo
representado por Cranmer y consistió particularmente en restablecer
la autoridad de la Sagrada Escritura. Wolsey no cayó solo, ni Cranmer
se levantó solo: cada uno de estos dos hombres llevaba consigo los
sistemas que representaba. El tejido de las tradiciones romanas cayó
con el primero; los cimientos de las Sagradas Escrituras fueron puestos
por el segundo; y sin embargo, mientras hacemos justicia a la
sinceridad del médico de Cambridge, no debemos estar ciegos ante sus
debilidades, su servidumbre e incluso un cierto grado de negligencia,
que, al permitir que las plantas parasitarias se disparen aquí y allá,
permitió que se extiendan sobre la roca viva de la palabra de Dios. No
en este movimiento, entonces, se encontró la Reforma con toda su
energía y toda su pureza.
El tercer movimiento estuvo representado por los mártires. Cuando la
iglesia toma una nueva vida, es fertilizada por la sangre de sus
confesores; y al estar continuamente expuesto a la corrupción, tiene
una necesidad constante de ser purificado por el sufrimiento. 10 Ni en
los palacios de Enrique VIII, ni siquiera en los concilios donde se
discutió la cuestión de deshacerse de la supremacía papal, debemos
buscar a los verdaderos hijos de la Reforma; debemos ir a la Torre de
Londres, a las torres de los lolardos de St. Paul y de Lambeth, a las
otras prisiones de Inglaterra, a los sótanos de los obispos, a las
cadenas, el cepo, el potro y la estaca. Los hombres piadosos que
invocaron la única intercesión de Cristo Jesús, el único jefe de su
pueblo, que vagaron arriba y abajo, privados de todo, amordazados,
mofados, azotados y torturados, y que, en medio de todas sus
tribulaciones , conservó su paciencia cristiana, y volvió, como su
Maestro, los ojos de su fe hacia Jerusalén: - estos fueron los discípulos
de la Reforma en Inglaterra. La iglesia más pura es la iglesia debajo de
la cruz.
El padre de esta iglesia en Inglaterra no fue Enrique VIII. Cuando el
rey echó a la cárcel o dio a las llamas a hombres como Hitton, Bennet,
Patmore, Petit, Bayfield, Bilney y tantos otros, no era "el padre de la
Reforma de Inglaterra", como algunos han afirmado tan falsamente. ;
él era su verdugo.

La iglesia de Inglaterra estaba predestinada a ser, en su renovación,


una iglesia de mártires; y el verdadero padre de esta iglesia es nuestro
Padre que está en los cielos.

Notas finales:
1. Burnet y algunos historiadores más modernos se
equivocan, en mi opinión, cuando afirman lo que Wolsey
estuvo presente en el parlamento a fines de 1529. Ver
State Papers, 1 págs. 347 a 354.
2. Ibídem. pags. 351, mutilado por el fuego.
3. Timebat sibi damnum et periculum de corpore suo per
quoadam suos aemulos. Rymer, Foedera, pág. 139.
4. Artículo 6 Herbert, p. 295.
5. Cum prostratione appetitus et continuo insomnio. Wolsey
a Gardiner; Cavendish, Apéndice, pág. 474.
6. State Papers, vol. 1 p. 354.

7. Hall, pág. 773.


8. Cosi mi dise el Re, che contra de SM el machinava nel
regno le fuori, et m'a detto dove e come. Le Grand,
Preuves, pág. 529.
9. Y allí puedes cambiarte de ropa. Cavendish, pág. 347.
10. Pedro 4:17 - Plerumque ecclesia est coetus exiguus
sustinens varias et ingentes aerumnas. Melancthon, Loci.

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