El Poder de La Palabra:suicida
El Poder de La Palabra:suicida
El Poder de La Palabra:suicida
Frente a las distintas situaciones el que atiende la llamada tiene sólo un camino o
herramienta para disuadir al otro de su intento, calmar su angustia: la palabra.
Ustedes dirán que la palabra no lo es todo, están los gestos, el abrazo, la caricia, la mirada
comprensiva, el simplemente acompañar en silencio, etc.
Es verdad … pero esta reflexión se trata en todo caso de aquellas ocasiones donde no hay
otra alternativa que la palabra hablada.
A partir del relato de una persona con una dificultad visual grave, la metáfora resulta
iluminadora para ejemplificar lo que implica la atención teléfonica, donde “no vemos”,
físicamente, al otro.
“La vista no me permitía ver, anticipar, prepararme, me sorprendían las cosas … opté por
el sonido … y la palabra.
Me volví sutil, atenta a los detalles, imposible olvidar un tono de voz, una palabra
acariciadora. Desprovista de la atención de lo macro, me concentré en lo mínimo, y la vida
se comprendió desde allí. Me afirmé en el mundo de la conjunción delicada y misteriosa de
las pequeñeces que percibía y captaba a través de lo que escuchaba.
…es esta capacidad, que es también necesidad, de cercanía. Sólo estando cerca puedo, y
me atrevería a decir comprender ciertos recovecos de lo humano que suelen pasar
inadvertidos y son accesibles a la mirada de lupa”.
Diríamos siguiendo la metáfora que sólo estando cerca podemos comprender los recovecos
de lo humano, y que estos son accesibles al oído y a la escucha, paradójicamente sutil y
aumentados.
Benditas sean las lupas, los oídos aumentados, que nos invitan a hacernos próximos, a
estrecharnos, a concentrar nuestra escucha, a descubrir la densidad de lo íntimo, por
desafiarnos a descubrir lo “invisible”.
Bendita sea la mirada afectiva, emocional y espiritual que nos permite captar las
palabras y usar las palabras.
Hay muchas personas que trabajan guiando, orientando, consolando, acompañando a otros
con la palabra como instrumento.
Hay dos temas que se entrelazan, por un lado el servicio a otros y por otro el sentido de la
vida. Quisiera transmitir que creo finalmente que, para quienes trabajamos en este tipo de
servicios, el nexo que da sustancia al entrelazado está justamente allí: en la palabra.
Hay muchos modos de poner en juego la vocación de servir a los demás … hay también
muchos modos de encontrar el sentido. Es en la trascendencia hacia los demás, y desde
una mirada espiritual integradora, es que veo que se expresa claramente en los
voluntarios de instituciones que hacen de la palabra una vocación.
Pero por sobre todo está el suprasentido que no depende de otros, ni de nuestros proyectos
o de la dignidad. En clara referencia a Dios y al sentido espiritual de la vida.
Para Viktor Frankl aquellos que tienen un por qué y un para qué vivir pese a la adversidad,
resistirán:
En contraste con Freud que habló de la pulsión de placer como motivación humana y con
Adler con la voluntad de poder, Frankl se inclinó por la voluntad de sentido.
Sin excluir las otras en la dimensión humana, hay una mirada aquí más trascendente.
He preguntado a los voluntarios qué encuentran en la tarea, qué los atrajo en un principio y
qué es lo que hace que permanezcan.
Decía la mujer de Erich Fromm “salvar a una persona es salvar al mundo”, trabajando con
enfermos psiquiátricos graves descubrió que es ese contacto personal, íntimo, cercano,
sostenido a lo largo del tiempo aquello que verdaderamente “sana”.
Ese mismo enfermo al tiempo y habiendo salido de tal estado extremo lo primero que hizo
fue decirle al profesor: “Gracias por cada “buen día” que me dijo, eran las únicas palabras
que alguien me dirigía en todo el día”.
Y otro ejemplo reciente del teléfono: un voluntario atiende a un adolescente desde hacía 9
meses en situación de calle, viviendo en una plaza, escapando de una realidad de maltrato y
orfandad paterna. Más allá de los consejos concretos acerca de dónde buscar ayuda y
posibles salidas, hablaron largamente, de sus sentimientos, de sus razones, de sus sueños …
y al cerrar el chico le dijo “cómo me hubiese gustado hablar y tener un papá como vos”.