El Poder de La Palabra:suicida

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“ EL PODER DE LA PALABRA”

LA PALABRA: Lugar de encuentro, la ayuda a otros y el sentido de la vida.

Licenciada María Fernanda Azcoitia.

Centro de Asistencia al Suicida. Buenos Aires. Argentina.

• El C.A.S. es la primera Institución de la Argentina que, desde el 9 de Junio de 1967 se


ocupa del urgente problema que representa toda persona en situación de crisis con ideas
o fantasías suicidas.
• Una respuesta de emergencia ante una concreta realidad social .Un servicio telefónico,
personalizado y anónimo.
• Uno de los sistemas más rápidos y eficaces para poner en contacto a las personas que
necesitan ayuda.
• Una afirmación práctica de solidaridad, de respeto a la vida ya la dignidad de la persona
humana.
• Un testimonio de fraternidad en el que no caben discriminaciones de ningún tipo.

• Trabajan voluntarios preparados con cuidado, instruidos en forma adecuada, y


continuamente supervisados, que están capacitados para responder clara, creativa y
confidencialmente en situaciones críticas.
• El C.A.S. busca preservar la vida humana en todas sus formas. Para nuestra Institución
importa en primer lugar la vida, pero también que sea bien vivida.

Fuera de la palabra escrita, la palabra encierra un valor insospechado. Justamente el


trabajo en el Centro de Asistencia al Suicida consiste en prevenir y asistir personas en
situación de crisis, justamente a través de la palabra.

Frente a las distintas situaciones el que atiende la llamada tiene sólo un camino o
herramienta para disuadir al otro de su intento, calmar su angustia: la palabra.

La palabra en el teléfono en armónica conjunción con la escucha, lo es todo, tiene


necesariamente que ser todo!!! Es la mirada, es la mano, es el abrazo …

Ustedes dirán que la palabra no lo es todo, están los gestos, el abrazo, la caricia, la mirada
comprensiva, el simplemente acompañar en silencio, etc.

Es verdad … pero esta reflexión se trata en todo caso de aquellas ocasiones donde no hay
otra alternativa que la palabra hablada.

A partir del relato de una persona con una dificultad visual grave, la metáfora resulta
iluminadora para ejemplificar lo que implica la atención teléfonica, donde “no vemos”,
físicamente, al otro.
“La vista no me permitía ver, anticipar, prepararme, me sorprendían las cosas … opté por
el sonido … y la palabra.

Me volví sutil, atenta a los detalles, imposible olvidar un tono de voz, una palabra
acariciadora. Desprovista de la atención de lo macro, me concentré en lo mínimo, y la vida
se comprendió desde allí. Me afirmé en el mundo de la conjunción delicada y misteriosa de
las pequeñeces que percibía y captaba a través de lo que escuchaba.

En ese interjuego fui descubriendo la grandeza de los detalles, la riqueza concentrada en


lo más pequeño. Hoy lo nombro densidad, aquello que en poca sustancia aparente guarda
enorme peso específico, “lo simple preñado de eterno”.

…es esta capacidad, que es también necesidad, de cercanía. Sólo estando cerca puedo, y
me atrevería a decir comprender ciertos recovecos de lo humano que suelen pasar
inadvertidos y son accesibles a la mirada de lupa”.

Diríamos siguiendo la metáfora que sólo estando cerca podemos comprender los recovecos
de lo humano, y que estos son accesibles al oído y a la escucha, paradójicamente sutil y
aumentados.

Arriesgándonos a la proximidad, la verdad profunda del otro se nos hace “visible”.

Benditas sean las lupas, los oídos aumentados, que nos invitan a hacernos próximos, a
estrecharnos, a concentrar nuestra escucha, a descubrir la densidad de lo íntimo, por
desafiarnos a descubrir lo “invisible”.

Bendita sea la mirada afectiva, emocional y espiritual que nos permite captar las
palabras y usar las palabras.

Hay muchas personas que trabajan guiando, orientando, consolando, acompañando a otros
con la palabra como instrumento.

Hay dos temas que se entrelazan, por un lado el servicio a otros y por otro el sentido de la
vida. Quisiera transmitir que creo finalmente que, para quienes trabajamos en este tipo de
servicios, el nexo que da sustancia al entrelazado está justamente allí: en la palabra.

Hay muchos modos de poner en juego la vocación de servir a los demás … hay también
muchos modos de encontrar el sentido. Es en la trascendencia hacia los demás, y desde
una mirada espiritual integradora, es que veo que se expresa claramente en los
voluntarios de instituciones que hacen de la palabra una vocación.

Y ahora la pregunta es, cómo hallar nuestro sentido?

Frankl nos presenta 3 grandes acercamientos:


1- A través de los valores experienciales (vivenciar algo o alguien que valoramos, arte,
maravillas naturales, pero el ejemplo más importante es el de experimentar el valor
de otra persona a través del amor). A través de nuestro amor podemos inducir a
quien amamos a desarrollar un sentido y así lograr nuestro propio sentido.
2- A través de los valores creativos. “Llevar a cabo un acto” como dice Frankl
proveerse a sí mismo con sentido al llevar a cabo los propios proyectos, o mejor
dicho comprometerse con el proyecto de su propia vida.
3- Valores actitudinales: incluyen virtudes como la compasión, valentía. El ejemplo
más conocido de Frankl es a través del sufrimiento: se soporta con dignidad.

Pero por sobre todo está el suprasentido que no depende de otros, ni de nuestros proyectos
o de la dignidad. En clara referencia a Dios y al sentido espiritual de la vida.

Para Viktor Frankl aquellos que tienen un por qué y un para qué vivir pese a la adversidad,
resistirán:

- Quienes tienen esperanzas y proyectos.


- Que sienten una necesidad inconclusa.
- Que tienen una gran fe.

Es el creador de la Logoterapia. Logos significa estudio, palabra, espíritu, significado,


sentido. Si bien él toma esta última acepción, lo cierto es que logos significa sentido y
significa palabra … así con una unidad tan estrecha en su significado de origen.

En contraste con Freud que habló de la pulsión de placer como motivación humana y con
Adler con la voluntad de poder, Frankl se inclinó por la voluntad de sentido.

Sin excluir las otras en la dimensión humana, hay una mirada aquí más trascendente.

En la psicología tradicional nos centramos en la psicodinámica, la búsqueda de las personas


para reducir su monto de tensión. Además de esto habría que centrarse en la noodinámica
(noos significa mente o espíritu), la tensión necesaria para la salud al menos cuando tiene
que ver con el sentido: a las personas les gusta sentir la tensión que envuelve el esfuerzo de
una meta valiosa a conseguir.

He preguntado a los voluntarios qué encuentran en la tarea, qué los atrajo en un principio y
qué es lo que hace que permanezcan.

Y la respuesta, con matices personales, es unánime: el encuentro con el otro y la certeza de


sentirse útiles.
Y más allá de que la frase parezca trillada y hasta cursi, en un mundo signado por la crisis,
las epidemias, los virus, las campañas electorales despiadadas, los intereses particulares y
sectoriales, tenemos el privilegio de escuchar de parte de los voluntarios el “vine para
dar, y recibo siempre más de lo que doy” y en ese dar y recibir se encuentra el propio
sentido.

Decía la mujer de Erich Fromm “salvar a una persona es salvar al mundo”, trabajando con
enfermos psiquiátricos graves descubrió que es ese contacto personal, íntimo, cercano,
sostenido a lo largo del tiempo aquello que verdaderamente “sana”.

El valor de la palabra. Recuerdo el ejemplo de un profesor tiempo atrás, cuando saludaba


cada día a un enfermo catatónico internado en un hospital psiquiátrico, en aparente estado
de desconexión, inmóvil, con la mirada perdida, “incapaz” de dar una mínima señal de
respuesta.

Ese mismo enfermo al tiempo y habiendo salido de tal estado extremo lo primero que hizo
fue decirle al profesor: “Gracias por cada “buen día” que me dijo, eran las únicas palabras
que alguien me dirigía en todo el día”.

Y otro ejemplo reciente del teléfono: un voluntario atiende a un adolescente desde hacía 9
meses en situación de calle, viviendo en una plaza, escapando de una realidad de maltrato y
orfandad paterna. Más allá de los consejos concretos acerca de dónde buscar ayuda y
posibles salidas, hablaron largamente, de sus sentimientos, de sus razones, de sus sueños …
y al cerrar el chico le dijo “cómo me hubiese gustado hablar y tener un papá como vos”.

La palabra por sobre todo es modo de expresión, posibilidad de objetivar, de poner


afuera aquello que estamos sintiendo … y cuando el dolor ahoga, la confusión nubla la
claridad de lo que sentimos y pensamos, es que la posibilidad del diálogo con alguien
que escucha, que como quien enhebra con sutileza las perlas de un collar, va haciendo
las preguntas y nos guía hasta encontrar aquello que nos pasa y podemos ponerlo en
palabras, y nombrarlo de algún modo … y juntos mirarlo, y darle vueltas, y buscar
alternativas desde esa luz que aparece a partir de poner nombre, de poner en palabras
a aquello que nos pasa.

El don de la palabra y el sentido profundo de la vida, encontrado en el servicio y


ayuda a otros, es encontrar justamente el punto de encuentro donde la palabra
escuchada, es interpretada, entendida y comprendida, y esto permite que gracias a esa
palabra expresada alguien encuentre el consuelo, la orientación, el consejo, el ánimo.

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