Lebovici, Serge - La Depresión Del Lactante. Cap. 23 La Psicopatología Del Bebé
Lebovici, Serge - La Depresión Del Lactante. Cap. 23 La Psicopatología Del Bebé
Lebovici, Serge - La Depresión Del Lactante. Cap. 23 La Psicopatología Del Bebé
LÉON KREISLER
La depresión del lactante no deja de provocar nuestro más vivo interés por
un conjunto de razones de las que ninguna es determinante: su frecuencia,
real y peligrosa; las condiciones contemporáneas de su acaecimiento; la di-
versidad de sus formas que incita a un afinamiento de la semiología; una
mejor penetración de sus mecanismos, gracias a nuestros actuales conoci-
mientos relativos a las interacciones precoces y a la psicopatología del lac-
tante, a las que a su vez aporta enriquecimientos; las amenazas somáticas
que implica, esclarecidas por las concepciones psicosomáticas modernas; y
las discusiones teóricas que suscita y que dan al clínico de la primera infan-
cia la oportunidad de asistir a la eclosión y al desenvolvimiento de un desor-
den, con frecuencia planteado como modelo del fenómeno depresivo.
[222]
LA DEPRESIÓN DEL LACTANTE 223
en la tristeza, gemidos lastimeros, privados de las vocalizaciones habituales
del bebé que protesta o se queja; y finalmente, el aislamiento en una indife-
rencia pasmada, la ausencia de respuestas a los estímulos, la caída del co-
ciente de desarrollo y la multiplicación de las enfermedades físicas. Así, es
posible distinguir en este desarrollo [1, 2, 17]: primero un periodo activo de
protesta (consecuencia traumática inmediata a la ruptura), luego uno de de-
sesperación y de hundimiento en el repliegue; y finalmente una entrada en
la fase de indiferencia depresiva.
Este breve repaso no nos exime de leer en su integridad la descripción de
Spitz, modelo de una metodología clínica. Ésta tiene un lugar histórico en la
fundación de la psiquiatría del lactante, un poco después de la revelación del
autismo precoz (Kanner, 1943). El conocimiento de la patología de la falta de
los cuidados maternos [2] habría de dar un impulso singular a la psiquiatría
infantil, y modificar mundialmente la política de ubicación y de cuidados ins-
titucionales de los niños pequeños. La obra de Spitz ha sido, para muchos, la
que promovió la relación de objeto en el seno del psicoanálisis.
Hay que hacer una precisión previa para deshacer una “ambigitedad fun-
damental que pesa sobre el estudio de las depresiones infantiles” [16]. La de-
presión del lactante se presta a lecturas radicalmente distintas según se
considere:
En un estudio entre 20 bebés, cuya madre había atravesado por una depre-
sión post-partum, T. Field descubre a la edad de cuatro meses “un comporta-
miento del estilo de la depresión” en espejo a la depresión materna [6].
¿Tiene uno derecho a hablar de enfermedad depresiva cuando se trata de
lactantes de una edad muy inferior a los seis meses, afectados por un com-
portamiento que se puede calificar, con toda razón, de depresivo: el rostro in-
móvil, ausencia de risa o sonrisa, lentitud de gestos, pobreza de vocalizacio-
nes, desvío de la mirada, ausencia de respuesta postural de anticipación a la
toma en brazos, desgaste de las conductas de competencia? Estas observa-
ciones no ponen en tela de juicio las propuestas fundamentales de Spitz, re-
ferentes a la génesis de la depresión que ataca al niño que ha franqueado el
estadio del segundo organizador, pero plantean el problema de los fenóme-
nos depresivos primarios. Podrían ser del orden de la respuesta depresiva
más que verdaderas depresiones.
Así, la respuesta depresiva aparece como un fenómeno de gran precoci-
dad. La famosa situación interactiva artificial [21] en la que la madre ofrece
una mímica impasible A las solicitaciones de su bebé, y que se descompone
en seguida en una mímica depresiva, podría ser un esbozo extremadamente
precoz de la respuesta depresiva.
Una obra reciente resalta las consecuencias que tiene en el niño la depresión mater-
na [21 bis].
crónica del apego es “el comportamiento vacío” [10] (cf. cap. 34).
Sigue abierto el problema de saber si la experiencia de una depresión pre-
coz deja o no huellas en la personalidad. No son muchos los estudios que le
prestan atención a esto. T. Field describe los comportamientos depresivos de
los lactantes que han sido víctimas de una patología neonatal (prematuri-
dad, angustia respiratoria) [6].
De acuerdo con Widmayer [25], la investigadora emite la hipótesis de una
vulnerabilidad que los expondría a depresiones ulteriores. En los niños depri-
midos de edad escolar, encuentran una producción significativa de un pasado
neonatal patológico. Algunos estudios retrospectivos, basados especialmente
en el análisis de adultos [7] y en las psicoterapias de enfermos somáticos
(Marty, comunicación verbal), apoyan la suposición de un riesgo ulterior.
La depresión del lactante ha sido propuesta una y otra vez como modelo eto-
lógico, modelo conductual, modelo biológico y modelo experimental de la teo-
ría del apego [3, 4]. Cada uno de estos modelos de la enfermedad depresiva
humana contiene sus verdades atractivas y ricas consecuencias que sería la-
mentable ocultar. Pero la mayor parte de ellos subestima el grave inconve-
niente de dejar fuera del circuito los fenómenos mentales. Seducido por las
experiencias de Lorenz y de Harlow en los animales jóvenes privados de su
madre, Spitz somete de entrada la depresión anaclítica a la hipótesis casual
de la privación materna. Pero observa paralelamente que la depresión afecta
a los bebés, cuya organización mental está lo suficientemente evolucionada
como para plantear el problema de la pérdida del objeto, bajo la forma psico-
patológica de la depresión.
Ninguno de estos modelos nos permite asir la totalidad de la enfermedad
depresiva. Hagamos nuestras, para la depresión, estas palabras de Francis
Pasche sobre la angustia [15]: “Estaremos contentos si, reconociendo sus orí-
genes ancestrales, sus raíces biológicas, su significado y su papel psicológi-
cos, y finalmente su condicionamiento externo e interno, podemos evitar el
duro reproche hecho por Freud a algunos de sus antiguos discípulos a quie-
nes acusa del error lógico pars pro toto. Existen muchos peligros al destacar,
de una generalidad una verdad parcial, y a partir de ahí proclamarla como
verdad del conjunto.”
La depresión se presta a numerosas lecturas y a otras tantas “lógicas”
[23]. Cada una de ellas, erigida en exclusividad, corre el riesgo de ser no el
modelo de la depresión sino un silogismo que puede desviarnos.
LA DEPRESIÓN DEL LACTANTE 233
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24. LA DESORGANIZACIÓN ESTRUCTURAL
EN LA PRIMERA INFANCIA, CONSECUENCIAS
DE LAS CARENCIAS AFECTIVAS CRÓNICAS
LÉON KREISLER
[234]
LA DESORGANIZACIÓN ESTRUCTURAL EN LA PRIMERA INFANCIA 235
Guillermo había sido enviado de urgencia a la Unidad Infantil del 1PsO, a los 14
meses, inmediatamente después de salir de un servicio de pediatría parisiense donde
acababan de detectarle un mericismo que evolucionaba desde hacía ya siete meses.
Impresionantemente pálido y flaco, llegó con una toalla húmeda y agria de vómitos
amarrada al cuello, desplomado en los brazos de su madre, cargado a distancia como
un costal. Había sufrido una primera hospitalización a la edad de dos meses por vó-
mitos considerables que fueron trivializados por los médicos al no encontrar una
causa orgánica.
Guillermo es el tercero de cuatro hijos, los tres últimos nacidos uno tras otro con
diferencia de un año. Los rechazos alimentarios se iniciaron y evolucionaron con el
embarazo y tras el nacimiento de una pequeña que tenía seis semanas en el momen-
to en el que se hizo la consulta. El comportamiento de Guillermo asombraba por la
pasividad, por la debilidad de las iniciativas para la comunicación y una indiferencia
morosa que casi evocaba una atonía depresiva. La indiferencia era entrecortada por
penosos pasajes de gimoteos, seguidos de regurgitaciones en las que el niño parecía
ausente; tenía la mirada vaga y, en ciertos momentos, mostraba un interés pasajero
por el ambiente. Sentado en'el suelo, respondía blandamente a las solicitaciones, to-
maba precavidamente con la punta de los dedos el juguete que se le tendía y lo mani-
pulaba en secuencias pobres y repetitivas. Las interacciones entre la madre y el niño
eran pobres y mal coordinadas. Ésta se mostraba incapaz de percibir sus necesida-
des, las ignoraba o respondía con comportamientos inapropiados; indiferente a sus
gemidos, sin hacer ni un gesto por socorrerlo, un instante después irrumpía en sus
juegos para corregir sus gestos, atropellándolo. Se nos informó que el biberón de la
mañana estaba colgado en su cama y que él debía arreglárselas solo, como en las
guarderías de mala calidad. Harta y decepcionada, la madre decía que él nunca esta-
ba contento con su presencia, que no la solicitaba nunca, ni tampoco a su padre. Pa-
recía temer la contigúidad ruidosa de sus hermanos y hermanas, y se refugiaba en
sus rumiaciones o en balanceos interminables del cuerpo.
La evaluación de la motricidad revelaba una vertiente importante de la patología.
Estaba globalmente retardada, se había sentado después de los diez meses, se man-
tenía de pie con dificultad y no mostraba ganas de caminar. Este retardo tenía que
ver con una pasividad próxima a la inercia psicomotriz. A esto se añadían inadecua-
ciones posturomotrices: miembros inferiores en escuadra si uno intentaba ponerlo
vertical, prensión de rastrillo que no utilizaba la oposición del pulgar, ausencia o de-
sarmonía de las respuestas motrices a solicitaciones posturales... Estas carencias glo-
bales eran interrumpidas por actividades rítmicas compulsivas, balanceamientos
vespertinos o nocturnos y golpes repetidos contra el larguero de la cama, cuya marca
uno podía ver en su frente. La psicóloga del hospital le había practicado unos tests
que nos enviaba. La adaptabilidad y la sociabilidad eran comparables a las de un
niño de diez meses. Aunque este déficit era sensible, no explicaba las particularida-
des motrices. Numerosos detalles semiológicos ponían en duda el diagnóstico supues-
to de un problema de personalidad de tipo psicótico o prepsicótico.
La madre estaba en un estado de gran desconcierto. Sólo recientemente, con el pe-
ligro vital y la hospitalización, ella había percibido una correspondencia entre su
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BIBLIOGRAFÍA
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